Hermann Hesse

August 13, 2017 | Author: Pedro Mejías | Category: Hermann Hesse, Mexico, Unrest, Philosophical Science, Science
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Pedro Augusto Mejías

Hermann Hesse y la Generación de Post Guerra Una visión introspectiva.

Yo voy, lobo estepario, trotando por el mundo de nieve cubierto; del abedul sale un cuervo volando y no cruzan liebres ni corzas el campo desierto

Hermann Hesse y la Generación de Post Guerra

E

l proceso creador de Hermann Hesse tiene un significado especial dentro de la literatura del presente siglo, en un estilo situado en medio de la prosa poética y la poesía desversificada es posible percibir en su narrativa a un profundo inquisidor del alma humana. Su narrativa está particularmente signada por el despliegue de una visión dualista del universo, la humanidad se concibe desde su percepción como una eterna lucha entre dos frentes, muchas de sus obras son la exégesis de tal dualidad interior en la personalidad humana, se percibe en ellas la atracción y lucha de dos principios universales y de algún modo inexorables. Me sentí muy emocionado al conocerle con Demian y justifiqué el premio Nobel que le fuera otorgado en 1946 al recorrer las breves pero intensas páginas de Siddartha, a la sazón contaba con trece años, la sociedad de la Europa Posterior a la Primera Guerra Mundial era a un tiempo la autora y la receptora de esas líneas. En mi juventud no la concebía más que como un eco sumamente lejano de la crueldad y la capacidad de destrucción humanas. Siendo esa sociedad la receptora de esas obras recién escritas, se hablaba a una masa resentida, -1-

profundamente herida por la conflagración, una guerra que se pugnaba por entender. Desde el punto de vista literario aún faltaban treinta y seis años para que Tolkien describiera con magnificencia la obra cumbre de la batalla moral de la humanidad. Aún faltaba con ello tiempo para que la literatura resolviera de forma satisfactoria el drama de la épica universal. Pero en la obra de Hesse no persigue en modo alguno plantear o resolver un problema de cualidades épicas, se centra en el núcleo de la comunidad social que conocemos, en el hombre y su propio conflicto interior. Europa era una sociedad harta del liderazgo que para ella habían representado las ideas de hace un par de décadas, aún y a pesar de sus más de veinte siglos de historia había numerosas cuestiones por resolver; aún exigía el hombre a gritos una transformación un remanso de paz en su destino, un norte, una piedra firme en la que edificar. Hesse supo canalizar esos sentimientos de dolor, vergüenza y pesar en un sendero introspectivo de desdoblamiento de la personalidad y la asunción de una consciencia superior de la realidad. Sus palabras son una invitación final a un despertar de consciencia en que la hostilidad sea definitivamente superada: “No creo que vea usted hombres en todos los bípedos que andan por esas calles, simplemente porque andan erectos y llevan en sí nueve meses a sus crías. Sabe usted muy bien que muchos de ellos no son sino peces u ovejas, gusanos o sanguijuelas, hormigas o avispas. Todos ellos entrañan posibilidades de llegar ser hombres, pero sólo cuando las vislumbran y aprenden

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a llevarlas en parte a sus conciencias es cuando puede decirse que disponen de ellas… ?”1

Estas palabras estaban dirigidas a esa sociedad que había permutado hasta el hartazgo soluciones para el terrible drama social humano. En esas dos décadas precedentes a la Segunda Guerra Mundial, en países claves dentro de la conflagración dentro de los cuales estaban los que después formarían parte del eje se había creído en la capacidad de un hombre para solventar todas las crisis de una nación. Se había entregado toda la fe humana en un proyecto político que en definitiva era desconocido, se habían cerrado los ojos y los oídos a las realidades para dar a esos dirigentes la oportunidad plena de lograr la salvación de las naciones. Se había en definitiva entregado el ejercicio del libre albedrío a la voluntad de un dirigente para que irradiara la paz para todos los hombres, para que corrigiera las deficiencias puestas de manifiesto en administraciones anteriores. Se estaba declinando en un hombre la capacidad y la responsabilidad de llevar a cabo las reformas sociales que necesitaban las naciones. En la práctica, las consecuencias de esta decisión habían de ser nefastas; veinte millones de almas para entenderlo era un precio demasiado alto. Era la dolorosa percepción de Hesse sobre que no era posible evitar la guerra, era una amarga tinta la que escribía en sus obras que no había forma de evitar todo el horror y la desgracia de cometer errores que llegan a ser tan ingentes como las declaraciones y ejecuciones de guerra. 1

Hermann Hesse. Demian. México. Editores Mexicanos Unidos, S.A. 5ta edición 1982 pag. 151 -3-

Y la historia tuvo a bien para Hesse, aunque a mal para la sociedad, concederle la confirmación de su profecía, la violenta conflagración que pudo apreciar para su Demian fue notablemente superada y desbordada por los horrores de la Segunda Guerra Mundial. En Siddartha vemos un episodio que refleja con extraordinaria claridad esa percepción de Hesse y que muestra la concepción didáctica de la sociedad, ilustra la forma como se percibía en esa Europa la manera como se enseña y se aprende, era el último vestigio de la doctrina victoriana que daba sus bocanadas de estertor. Vasudeva, el barquero, se dirige a Siddharta para responderle a su interrogante de si al dejar la crianza de su hijo al mundo no lo iba a perder en medio de sus vicios y vicisitudes: “¿Realmente crees que has cometido tú esas necedades para ahorrárselas a tu hijo? ¿Acaso puedes protegerlo contra el SANSARA? ¿Y cómo? ¿con la doctrina, con oraciones, advertencias?” “Amigo, acaso creías que ese camino se lo podías ahorrar a alguien? ¿Quizá a tu hijo, porque lo amas y desearías ahorrarle penas, dolor y desilusiones? Aunque te murieras diez veces por él, no conseguirías apartarlo en lo más mínimo de su destino.”2

Nos dice también que era la primera vez que Vasudeva gastaba tantas palabras. Y quien hablaba con esos vocablos era Europa, era la derrota de una suerte de inocencia que quedaba atrás con las consecuencias de una guerra obtusa y flagrante. Se había impuesto la división absoluta como consecuencia de una división y exclusión comenzadas como parciales y limitadas. 2

Hermann Hesse. Siddharta. México. Editores Mexicanos Unidos, S.A. 4ta edición 1980 pag. 135 -4-

La contraposición expresa en el debate de Narciso y Goldmundo pretenden reflejar bajo el escenario medieval del monasterio de Mariabronn la dualidad que se plantea dentro de cada hombre, de nuevo, y por ello es claro que este factor es el eje central de la creación de Hesse, encontramos a la dualidad, el conflicto individual que se apodera de la razón hasta hacerla pasión y de la pasión hasta encauzarla dentro de los límites de la racionalidad. El octavo capítulo de su Demián se titula el principio del fin, dentro de esos procesos de evolución psíquica que tan bien supiera describir con su pluma, existe una derivación particular que se desarrolla en la sumatoria de esas percepciones psicológicas y que dan lugar a la sociología de masas. Numerosos movimientos sociales han sustentado su génesis en la defensa de los derechos colectivos, pero igualmente han visto su fin, muchos de ellos hasta caer en forma estrepitosa, algunos en tal ignominia que han sido considerados sólo un accidente histórico, un indeseable pasado que es necesario olvidar para no volver a repetir sus errores ya cometidos. Los estertores iniciales de la agonía comienzan cuando el hombre escindido que tan bien supo describir Hesse percibe que su propuesta no da una respuesta satisfactoria al problema que planteaba corregir: “No he querido volver a hablarte de ello; pero, después de nuestra conversación he visto por tres veces signos premonitorios cada vez más claros. Lo que se anunciaba no era, pues, el fin del Mundo, ni un terremoto ni una revolución. Era la Guerra. La gente la recibirá con alegría. Ya hay muchos que esperan impacientes la explosión.

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¡Tan insípida se les ha hecho la vida! Y eso es sólo un comienzo. Sinclair. Será una gran guerra, una guerra monstruosa. Pero, aún así tampoco será más que un comienzo. Lo nuevo se inicia y ha de ser terrible para aquellos que permanezcan ligados a lo antiguo. ¿Qué vas a hacer tu?”3

Este proceso de metamorfosis a que se ve sometido el hombre y su sociedad es concebido por Hesse como un proceso irreversible, inexorable, no hay alternativa a él más allá e la alienación absoluta; por eso sostenía en Siddharta que aunque hiciera esfuerzos desesperados por cambiar el destino, éste estaba escrito a partir de la dualidad humana. Sólo es en la figura de esa Beatriz del siglo XX, que encarna en Eva, donde queda un resquicio de apacible solaz. Es importante la mención de símbolos de advertencia que es menester identificar, siempre críptico y lleno de referencias a obras no directamente mencionadas dentro de la narración Hesse se hace eco de la visión de Goethe, para quien “los hechos por venir proyectan su sombra por adelantado”. Las señales del comienzo de la agonía son importantes para identificar el inicio de la descomposición del proceso. Esas señales están claramente enmarcadas dentro de una angustia de terror por parte del sujeto de la transformación. Aunque como en el caso de la sociedad europea de la primera mitad del siglo XX se hayan cerrado los ojos para evadir la realidad, todos perciben la génesis de esa transformación y la dirigencia no está exenta a esta percepción, por eso en la tercera de sus obras

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Hermann Hesse. Demian. México. Editores Mexicanos Unidos, S.A. 5ta edición 1982 pags. 222-223 -6-

más importantes una palabra clave para comprender estos procesos cognoscitivos sirve de eje central. En 1927 Hesse publica “Der Steppen Wolf” la personificación de angustia absoluta, la persecución de la razón, la búsqueda de una respuesta para un universo que parecía no tenerlas; esa herida abierta por la guerra había planteado en los hombres más interrogantes de la que podían ser razonablemente abarcadas, la suave transición de un clasicismo bien aprendido a la aventura macabra de la expansión de la industrialización es enfurecidamente recorrida en las cavilaciones de un personaje de personalidad fronteriza entre la cordura y la razón: “Aquí debe decirse que es erróneo llamar suicidas a las personas que se asesinan realmente. Entre ellas, hay, sin embargo, muchas que se hacen suicidas en cierto modo por casualidad y de cuya esencia no forma parte el suicidismo. Ente los hombres sin personalidad, sin sello marcado, sin fuerte destino, entre los hombres adocenados y de rebaño hay muchos que perecen por suicidio, sin pertenecer por eso en toda su característica al tipo de los suicidas, en tanto que, por otra parte, de aquellos que por su naturaleza deben contarse entre los suicidas. Muchos, quizá la mayoría, no ponen nunca mano sobre si en la realidad.” 4

Después de esa metamorfosis social pregonada y anunciada como profeta en Demián lo que queda es el estado absoluto de la indefensión del individuo devorado por el conglomerado social, la reducción a cero de la personalidad, tema desarrollado a plenitud por Orwell en 1949 .

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Hermann Hesse. El lobo Estepario. México. Editores Mexicanos Unidos, S.A. 4ta edición 1980 pag. XI -7-

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