Hermann Hesse

July 9, 2017 | Author: Doc Nanome Kisho | Category: Author, Hermann Hesse, Love, Demons, Psychology & Cognitive Science
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Descripción: Tesis Hermann Hesse...

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UNIVERSIDAD SIMON BOLIVAR

HERMANN HESSE, EL MAGO Una lectura caleidoscópica

Ana María Rajkay Babó

2000

UNIVERSIDAD SIMON BOLIVAR

HERMANN HESSE, EL MAGO Una lectura caleidoscópica

Trabajo de Ascenso presentado a la Universidad Simón Bolívar por

Ana María Rajkay Babó del Departamento de Idiomas para optar al nivel de Profesor Asociado

1 de Junio de 2000

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Dedico este Trabajo de Ascenso a mis estudiantes, quienes son para mi fuente inagotable de enriquecimiento, estímulo, aliento, orgullo y alegría.

Deseo expresar mi más profundo agradecimiento a mi hijo, Pedro Miguel, por su amor, por su apoyo incondicional, por su estímulo a mi trabajo, y por sus agudas observaciones; a mis compañeros del Departamento de Idiomas por su infinita paciencia al aguantar los largos años de mis comentarios sobre Hermann Hesse; al Prof. Hugo Groening por su colaboración en mis clases y por los muchos ratos de interesantes y gratos momentos compartidos alrededor del tema de este trabajo; a la Lic. Mónica Alzate, por su dedicada y minuciosa labor de lectora y correctora; a Michael Adams, por su solidaria y cariñosa ayuda técnica, así como por el precioso tiempo que me dispensó; a mis amigos por su interés y estímulo; y a la Universidad Simón Bolívar por haberme brindado el privilegio de adornar todos los años de permanencia en ella hasta hoy con inolvidables momentos de placer, al permitirme ocuparme de algo tan hermoso como la obra de Hermann Hesse.

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Las ilustraciones que separan los capítulos son variaciones caleidoscópicas de una imagen hecha por mi en 1956, realizadas mediante una computadora. Ana María Rajkay Babó

HERMANN HESSE, EL MAGO Una lectura caleidoscópica

RESUMEN

En este trabajo se recogen diecinueve años de estudio, análisis y discusión de la obra de Hermann Hesse (1877 – 1962), escritor suizo nacido en Alemania, ganador del Premio Nobel en Literatura en el año 1946. Aquí se reflejan directamente tanto mi actividad docente en el curso de Estudios Generales “Hermann Hesse: Su lenguaje y su época” (IDY-311), como con mi investigación conducente al título de Magister en Psicología con la tesis “Hermann Hesse: Sus crisis a través de su obra” (1990), presentado como Trabajo de Ascenso al nivel de Profesor Agregado.

La interrogante que se intenta contestar es ¿cuál es la magia que permite que Hesse, quien sostuvo que era autobiográfico en su trabajo, siga vigente y relevante cien años después de la publicación de sus primeros escritos, entre personas de todas las edades y de todos los confines del mundo? Siendo su estilo tan rico en significados, se empleó la metáfora del caleidoscopio para caracterizar la metodología usada para estudiar su vasta obra (más de sesenta novelas y relatos largos, innumerables cuentos cortos y poemas, ensayos, panfletos y cartas). Se exploran sus escritos desde diversas perspectivas: la biográfica, la psicológica, la religiosa y la filosófica, manteniendo así un paralelismo con la estructura del curso arriba mencionado. Además, en el

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análisis se mantuvo una trayectoria en espiral conducente desde los factores contextuales, ya sean familiares, históricos, sociales o de otra índole, hasta los elementos más fundamentales de su trabajo, que se caracteriza por ir a la esencia de todo lo que trata. La referencia a la magia es planteada por el mismo autor quien reseña que de niño aspiraba a convertirse en mago1.

Para realizar este trabajo se tomaron en cuenta los estudiosos más conocidos de la obra de Hesse, así como también fuentes que ejercieron influencia en su obra. Se tuvo especial esmero en documentar en lo posible muy bien todo lo aseverado, sin por ello dejar de señalar observaciones originales que se fueron haciendo a lo largo de los años al trabajar con este autor. Por respeto al estilo literario de Hesse, el lenguaje se ha mantenido sencillo, esperando que sea accesible para todo público, ya que se espera que ésta sea una contribución a la bibliografía crítica en castellano, que es muy reducida sobre este autor.

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HESSE, H. (1982). Kindheit des Zauberers (La infancia del mago). Gesammelte Werke 6 (Colección de obras 6). pp.371-390. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1945)

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INDICE

INTRODUCCIÓN: Primer acto de magia.................................................

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CAPÍTULO PRIMERO: Aprendices y fórmulas (Metodología)...............

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CAPÍTULO SEGUNDO: El mago y sus mundos (Biografía y contexto).

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CAPÍTULO TERCERO: La magia (El autor en su obra)..........................

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CAPÍTULO CUARTO: Lo oculto (Aspecto psicológico)........................ 112 CAPÍTULO QUINTO: La fuente de la magia (Religiosidad)..................

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CAPÍTULO SEXTO: La constelación mágica (Aspecto filosófico).........

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CONCLUSIONES: Magia caleidoscópica (Su universalidad)..................

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BIBLIOGRAFÍA: 1) De Hesse................................................................. 243 2) Sobre Hesse.............................................................

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3) Relacionada.............................................................. 257 4) Complementaria....................................................... 263

Introducción PRIMER ACTO DE MAGIA Motivos

“La vida exige a cada uno una labor distinta y única...” (Hermann Hesse1) Con Hermann Hesse (1877-1962)2 me ha pasado como a un minero que sostiene entre sus manos una piedra de la cual sospecha que alberga en su interior una hermosa gema. Se puede decir que empecé a leer a Hesse en 1981 a solicitud de mis alumnos, para considerar la posibilidad de estructurar un curso de Estudios Generales. Mi contacto previo fue muy escaso -- veinte años antes, a principios de los años sesenta, un cuento y un trozo tomado de Demian, (1919)3 -- y si bien me acuerdo de haber pensado que eran textos hermosos y que me hice una nota mental de algún día leer algo más de ese autor, mis lecturas fueron de otros. Así pues, dos décadas más tarde, tomé en mis manos El Lobo Estepario (Der Steppenwolf) (1927)4, en alemán. Después de apenas haber cubierto las primeras páginas, confundida, tuve que reconocer que me parecía sumamente aburrido, y confieso que mi mayor sorpresa fue que su obra pudiera ser de interés para unos jóvenes modernos actuales. Sin embargo, la curiosidad que esa paradoja despertó en mi, me hizo querer descubrir cuál era el atractivo que tenía para ellos y por eso continué en mi intento.

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Cuando traté de buscar bibliografía relacionada en Alemania, a pesar del aval que representa un premio Nobel de Literatura (1946)5, me miraron extrañados, como si alguien tan insignificante no ameritara tanto interés. Después entendí lo que pasó a través de Volker Michels, uno de los estudiosos más prolíficos de Hesse. En la introducción de su libro Über Hermann Hesse (Sobre Hermann Hesse) (1976)6 hace mención del cruento ataque a que sometió en 1958 el semanario Der Spiegel al autor, dejando serios daños en la opinión pública. No obstante, ante mi insistencia, me consiguieron algunos trabajos de crítica literaria, incluso específicamente acerca del libro que estaba intentando leer y disfrutar. Esos primeros trabajos resultaron ser una suerte de puerta encantada por la cual me interné en un nuevo mundo intelectual. Hoy, diecinueve años más tarde, reconozco que Hermann Hesse se volvió parte indeleble de mi vida. En Alemania, desde entonces -- y para mi gran satisfacción, -- el interés por la obra y vida de este extraordinario autor ha tenido un resurgimiento sorprendente, siendo ahora tan abundantes los libros, que, lo frustrante es no poder adquirirlos todos. Un ejemplo que ilustra esto, fue el reciente festival que se celebró en su honor en la ciudad bávara de Augsburgo. Se pregunta uno, cuál será la magia que hace que, a pesar de desaparecer repudiado, Hermann Hesse pueda reaparecer reivindicado con tanto vigor.

Hesse mismo afirma en su pequeño relato, La infancia del mago (Kindheit des Zauberers) (1945), que uno de sus primeros sueños fue hacer magia7. Ciertamente, su manejo del lenguaje hace de él un creador tan hábil, que se puede afirmar que logró alcanzar esa original aspiración, al conjurar,

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con cálidas pinceladas de prosa y versos poéticos, imágenes del mundo perceptible mediante los sentidos, al mismo tiempo que explora y expresa el universo de dudas, temores, alegrías, sentimientos y creencias que definen al Hombre con toda la riqueza y profundidad de su espiritualidad. Quizás lo más llamativo sea que, aún siendo sus escritos de naturaleza autobiográfica, puedan ser tan maravillosamente universales sin dejar de ser artísticos en ningún momento, a través de personajes que tienen destinos sencillamente humanos. Fiel a su afirmación “Mi esfuerzo sólo era: lograr expresar de la manera más perfecta lo vivido, pensado o soñado por mi.”8, las relaciones que establece entre la realidad y la fantasía, entre el lenguaje sencillo cotidiano y la expresión poética creativa, y entre sus propias vivencias, el devenir de sus personajes y el destino humano universal a través de los tiempos y de los lugares, constituyen esa estructura multifacética de cristal precioso invaluable, que me resulta tan fascinante.

El curso que diseñé tuvo que tomar en cuenta ciertas limitaciones. En primer lugar, mis alumnos tendrían que leer traducciones, por lo cual un enfoque netamente estilístico literario no tenía sentido y, en consecuencia, el énfasis tendría que estar en el pensamiento hesseano. Otra cosa que me inquietó fue que, tratándose de estudiantes que probablemente disponían de pocos conocimientos de la cultura y de las costumbres europeas, sería imprescindible crear un marco referencial, que debía ser suficientemente rico como para generar discusiones fecundas. Además, el curso debía cumplir con los objetivos establecidos para el programa de Estudios Generales9 y corría el peligro de mantenerse a un nivel excesivamente superficial por querer abarcar

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demasiado. Tres años tardé en preparar el programa que lleva por nombre: Hermann Hesse - Su lenguaje y su época. Resolví los dilemas colocando al propio Hermann Hesse y su obra en el centro, como "ventana" hacia la Europa intelectual, artística, social e histórica del período 1877 a 1962, años de su nacimiento y de su muerte, respectivamente, lapso que incluye las dos guerras mundiales con sus respectivas causas, procesos y consecuencias. De esta manera, se establece el contacto con el espíritu de la época y se incursiona en los movimientos que aún hoy en día definen al Hombre contemporáneo en gran medida, como son la corriente filosófica existencialista, el nacimiento de la psicología, y el desprendimiento del romanticismo en el arte, en todo momento relacionándolos con la obra del autor y con su vida. Junto al autor, también coloqué en el centro del programa al estudiante con su motivación personal, siendo ésta tan variada que el curso adquiere cada vez que se dicta una vida propia al asumir el énfasis que el grupo desea darle por adaptarse a las necesidades detectadas, lográndose así una vivencia personal, muchas veces hasta trascendental, para cada uno de los asistentes. Por tratarse del lapso existencial en proceso o ya vivido por los alumnos, se leen dos de sus obras más populares, a saber, Demian (1919)10 y Siddhartha (1922)11, que se refieren a la vida humana desde la niñez hasta la edad adulta madura. Se complementa la discusión de éstas con continuas referencias a los demás escritos del autor, de manera de cumplir con el objetivo principal de servir de una especie de aperitivo que despierte el deseo de conocer y apreciar la obra de Hermann Hesse, su entorno, su época y la cultura europea, en general, fiel a la creencia del autor de que “el oficio de poeta no es mostrar caminos, sino ante todo despertar la nostalgia.”12 Desde entonces, se ofrece por lo menos una vez

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al año, dura un trimestre, y el interés parece mantenerse, puesto que en los lapsos en que el curso no está en la oferta también continúan preguntando por él y siempre se llena el cupo, con frecuencia contando además con oyentes que me piden poder tomarlo.

Por mi parte, la tarea de preparación se convirtió en un constante estímulo para aprender más, para indagar en áreas para mí nuevas. Considero que aún hoy en día la tarea no está completa; de hecho, creo que he adquirido una tarea sin fin, o más bien una nueva actitud de curiosidad y descubrimiento ante los fenómenos culturales. Mi agradecimiento, tanto a ese grupo original de estudiantes como a los que con su participación en los lapsos que siguieron enriquecieron esa experiencia, es infinito; a todos ellos dedico este trabajo. A lo largo de los años, esta tarea ha sido fuente de muchísimas satisfacciones a nivel personal y profesional, y mis alumnos han sido mi inspiración continua. Uno de los resultados de mis indagaciones fue mi Trabajo Especial de Grado Hermann Hesse: Sus crisis a través de su obra13 para obtener en 1990 el título de Magister en Psicología. En él pude demostrar mediante un modelo de análisis del discurso que diseñé y que apliqué a una selección de muestras tomadas de tres de sus obras, la relación entre su lenguaje y la expresión de las angustias nacidas de sus crisis de desarrollo personal, según define este concepto Erik Erikson (1959)14.

Los innumerables apuntes que he hecho en estos años, preparando la Tesis o mi curso, leyendo la bibliografía relacionada y discutiendo mis ideas con mis estudiantes, intercambiando impresiones con expertos, como por

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ejemplo, el Profesor Doctor Hugo Groening de la propia Universidad Simón Bolívar, o el Doctor Erwin Adler, catedrático de la Universidad de Munich, a cuyo seminario sobre Hesse tuve la oportunidad de asistir, sólo han logrado acrecentar mi curiosa admiración por el arte con el cual Hesse logra cautivar a sus lectores. El deseo de descubrir su secreto magnetismo, junto con la necesidad de compartir interesantes hallazgos realizados al trabajar con mi interpretación de las obras analizadas y de la documentación sobre la vida del autor enmarcadas en el concepto de reflejo cultural e intelectual de una época me movieron a realizar este trabajo, que a su vez se orienta por las exigencias del Reglamento de la Universidad Simón Bolívar para ascender a la categoría académica de Profesor Asociado15

Mi búsqueda es descubrir la razón de la universalidad del autor, explorando esos pasadizos que conectan, mediante la creatividad, la realidad con la fantasía. Por supuesto, trabajo con el idioma de Hesse, el alemán; sin embargo, las traducciones tampoco pierden su efecto seductor, ya que no se trata únicamente de la selección cuidadosa de una palabra u otra, sino también de la carga semántica de las frases, de los símbolos empleados, de su marco referencial. Cuando las fuentes bibliográficas estaban en alemán o en inglés, las citas fueron traducidas por mi misma. Al dejar esto asentado aquí, no se vuelve a señalar en especial en ninguna parte. Así pues, en estas páginas se describen y comentan los patrones que se presentan al permitir la formación de las caleidoscópicas figuras de las facetas de la gema: la persona del autor, su contexto familiar-histórico-social, las contribuciones de la psicología, la influencia de las religiones, y el papel de la filosofía. El enfoque que

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seleccioné para estructurar mis observaciones y reflexiones, se nutre del análisis del discurso, en su acepción más amplia, donde el texto y el contexto interactúan en estrecha simbiosis. Como se puede deshojar la rosa, abriendo los pétalos que envuelven la esencia, procedo aproximándome desde el contexto a través del texto hacia el centro de la obra, el cual de ninguna manera es, por fundamental, simple.

El orden de los capítulos pudo haber sido distinto, pero permití que Hesse mismo me llevara de la mano, marcando un paso cómodo y orgánico, sin sobresaltos. En cada uno de ellos, Hesse se coloca dentro de la correspondiente perspectiva, y se van trenzando la época con el autor y con la obra, poco a poco afinando el foco hasta llegar al detalle relevante. En todas partes, trato de identificar las referencias bibliográficas cuando las nombro, sin embargo, muchas de mis observaciones fueron más bien la reacción directa a la lectura realizada a lo largo de muchos años, cuando aún no pensé en realizar este trabajo. En esos casos trato de explicar las razones que me llevaron a interpretar las cosas de una manera u otra. Como cada movimiento del caleidoscopio mueve las mismas piezas para componer una siempre nueva figura, así se usan a veces las mismas citas pero iluminadas por una distinta luz. Las fuentes que deberán nutrir este viaje serán sus escritos, las impresiones que nos dejaron los que lo conocieron, la documentación disponible sobre las diversas etapas de su vida, los tratados hechos por investigadores que han estudiado su obra, y bibliografía a mi alcance, que ilustre su entorno físico y temporal. En todo momento esta tarea la realicé con la circunspección que exige el trabajo científico. Sin embargo, es obligatorio

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asumir plenamente el inevitablemente alto grado de subjetividad que el establecimiento de las relaciones entre tantos hechos y piezas de información requerirá; de manera que, me permito establecer con todo rigor como fuente de mis observaciones también mi propio contexto: mis experiencias personales como docente y mi vida en general, así como mis especulaciones al entablar, en mi calidad de lectora, un diálogo dinámico con Hesse y sus contemporáneos. En honor al objeto de mi estudio, me he esforzado en controlar mi lenguaje de manera que, además de dirigirme a un público amplio, pensando en mis jóvenes estudiantes, a quienes pertenecen mis esfuerzos, y en los numerosos admiradores de Hesse, también quise ser fiel precisamente a los cánones de quien, al fin y al cabo, se destacó por su parsimoniosa universalidad. Espero haber logrado resaltar aquellas dimensiones de Hermann Hesse que hacen que lo sintamos cercano a nosotros, despertando nuestra disposición a dejarnos embrujar. Los aspectos tratados y los ejemplos que se emplean a modo de ilustración de ninguna manera pueden ser exhaustivos, ni creo que tienen por qué serlos, ya que la intención no es eliminar la magia, sino comprenderla. Ojalá, este trabajo no sea una respuesta definitiva, sino más bien la fuente de muchas preguntas más.

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Notas: Introducción – Primer Acto de Magia: Motivos 1

HESSE, H. (1978). Aforismo No. 179. Lecturas para Minutos. V. MICHELS (Ed.). p.49. Madrid: Alianza Editorial. 5ª. Ed. (Orig. 1975) 2

PFEIFER, M. (1980). Hesse - Kommentar zu sämtlichen Werken (Hesse - Comentarios sobre toda su obra). München: Winkler Verlag. pp. 35 y 61 3

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de obras 5). pp. 5-163. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919) 4 HESSE, H. (1982). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Gesammelte Werke 7 (Colección de obras 7). pp.181-413. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927) 5

PFEIFER, M. (1980) Hesse - Kommentar zu sämtlichen Werken (Hesse - Comentarios sobre toda su obra). München: Winkler Verlag. p.57

6 MICHELS, V. (Ed.). (1976). Über Hermann Hesse – Erster Band (Sobre Hermann Hesse – Primer volumen). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. p.8 7

HESSE, H. (1982) Kindheit des Zauberers (La infancia del mago). Gesammelte Werke 6 (Colección de obras 6). pp.371-390. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1945)

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HESSE, H. (1964). Carta del 27-1-61 a la Sra. E. Schaffhausen. Ausgewählte Briefe (Selección de cartas). p.531. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1961)

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URRIOLA, J.S. (1980). Inédito. Bases para la Reorganización de los Estudios Generales. Caracas: Universidad Simón Bolívar 10

HESSE, H., (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de obras 5). pp. 5-163. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919)

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HESSE, H. (1982). Siddhartha. Gesammelte Werke 5 (Colección de obras 5). pp. 355-471. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1922)

12

HESSE, H. (1978). Aforismo No. 436. Lecturas para minutos. V. MICHELS (Ed.). p.109. Madrid: Alianza Editorial. 5ª. Ed. (Orig. 1975)

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RAJKAY, A.M. (1990) Inédito. Hermann Hesse: Sus crisis a través de su obra. Trabajo Especial de Grado, presentado para obtener el título de Postgrado de Magister. Caracas: Universidad Simón Bolívar

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ERIKSON, E. (1966). Identität und Lebenszyklus (Identidad y ciclos de la vida). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1959)

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Reglamento General de la Universidad Experimental Simón Bolívar. (1986). Gaceta Oficial No. XXXXX Caracas

Capítulo Quinto LA FUENTE DE LA MAGIA La religiosidad

“Divino es y eterno el Espíritu. Hacia Él, cuya imagen e instrumento somos, Lleva nuestro camino; nuestro más íntimo anhelo es: Ser como Él, andar en Su luz.” (Hermann Hesse1) Leer a Hesse es entrar en contacto con una parte primordial de la naturaleza humana: la búsqueda del sentido de la vida, de su lugar en el orden natural del universo y del camino a la trascendencia. Aún cuando se presume que la necesidad de hallar las respuestas se trata de satisfacer, con frecuencia, a través de las enseñanzas de las religiones, tal como también lo señalan sabios como Viktor Frankl2, en realidad el germen del camino se encuentra en la propia esencia del Hombre. Hesse denomina “impulso religioso”3 a la fuerza que lo mueve a salvar los múltiples obstáculos que a lo largo de toda su fructífera vida tuvo que vencer para poder realizar su obra y afirma “mi vida entera está bajo el signo de un intento de compromiso y entrega, de religión.”4. Si enfocamos el tema de las creencias religiosas en su trabajo, nos damos cuenta de que no es la pertenencia a una religión específica a lo que se refiere, puesto que él mismo dice sentirse atraído por momentos más al catolicismo5, mientras en algunas oportunidades se comporta de acuerdo a las más puras normas del pietismo

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protestante, sin que ello le impida escribir una obra inmersa en el Budismo y el Brahmanismo, o aprovechar las enseñanzas del Tao y del I Ching, sino que siente que en su espíritu existe una fuente interna de energía que se nutre, por una parte, de la duda y de la necesidad de encontrar las explicaciones, y, por la otra, de la fe en que todo tiene sentido, como también lo señala Casebeer para explicar la universalidad de Hesse6. La tensión entre estos dos polos genera en él el deseo de crear. El primer párrafo de Peter Camenzind (1904) reza: “En un principio fue el mito. Tal como el gran Dios componía versos en las almas de los indios, griegos y germanos, buscando expresarse, así, día a día compone versos en el alma de cada niño nuevamente.”7 En 1932, describe en un escrito que denomina “Un trocito de teología”8, las etapas de la vida humana de la siguiente manera: “Pérdida de la inocencia, búsqueda de la justicia bajo las leyes, desesperación consecuente por la inútil lucha por sobreponerse a la culpa mediante obras o a través del reconocimiento y finalmente el surgimiento del infierno hacia un mundo cambiado y un nuevo tipo de inocencia.”9 Esta percepción del inicio del ciclo desde la inocencia, que es fácilmente reconocible como el estado de gracia del cual disfrutaba la humanidad en el Paraíso de Adán y Eva10, y el logro de una nueva versión del mismo, que se produce según la Historia Sagrada gracias al amor personificado por Jesús y demostrado a través de su sacrificio (“Porque el Hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido”11), se refleja una y otra vez en el devenir de sus personajes, siempre llegándose a la conclusión de una armonía en las múltiples contradicciones que nos plantea la vida, pero que no son más que

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las facetas de un Todo. Esta enseñanza es también la que inspiró la estructura de este estudio sobre Hesse. En el presente capítulo se podrá ver, a lo largo de los comentarios que siguen, cómo el autor refleja la religiosidad en sus escritos y cómo éstos se relacionan estrechamente con su propia vida.

El ambiente que regía su hogar infantil fue tan religioso, que es natural que los conceptos de lo bueno y lo malo, el pecado y la virtud, la conciencia, la oración y la comunicación con Dios se volvieran temas sustantivos de su trabajo. Él mismo reconoce la fuerte influencia de las tendencias y enseñanzas religiosas de su familia, tanto la protestante pietista como las de la India, coincidencia que dio lugar a la amplitud mental y espiritual necesarias para llegar a las conclusiones que conformaron su credo particular.12 La cita que introduce este capítulo es del verso que lleva por título “Sentido”13 en donde expresa sus creencias de esa época (1933), pero que en realidad continuaron siendo el núcleo de su vida espiritual hasta el final de sus días. El autor se plantea dilemas de índole moral, doctrinario y religioso a lo largo de todas las páginas, de manera reiterativa, como lo demuestra la multitud de referencias, símbolos, conceptos, interpretaciones y expresiones.

La vivencia religiosa está siempre presente en el devenir de la familia Gundert-Isenberg-Hesse y se presenta en ella policromática, ya que si bien todos comparten el pietismo, su historia familiar los hizo entrar en contacto con otros sistemas de creencias. Por una parte, recordemos que tanto el abuelo Gundert, como los padres de Hesse fueron misioneros protestantes pietistas, seguidores

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del grupo que desde el Siglo XVII se dedicó a purificar y mejorar su religión, ya que consideraban que se había desviado del Luteranismo original14. Este movimiento, inspirado en los escritos de Spener (1635-1705), von Zinzendorf (1700-1760) y especialmente de Bengel (1687-1752), aceptaba como única fuente válida de enseñanzas a la Sagrada Escritura, la Biblia; creía en la renovación mediante las experiencias personales, que debían originar a un nuevo hombre a través del arrepentimiento; trataba de lograr que toda la comunidad se dedique a la misión de difundir la palabra de Dios, siempre fortalecida por el amor al prójimo; y se aseguraba de proporcionar una buena educación a sus miembros, acorde con las funciones de los futuros pastores y misioneros. Por otra parte, tanto los abuelos como los padres del autor cumplieron labores misioneras en la India, en donde nace Marie, su madre. El abuelo Gundert llega a conocer y entender tan bien a esos pueblos, su lenguaje y su cultura, que hasta elabora un diccionario del malayalam15. De manera que, aún cuando las bases pietistas de la fe de Hermann Hesse se puedan considerar el punto de partida, desde sus primeros años es confrontado con la existencia de otras religiones, en especial con las de la India, y por lo tanto con diversas maneras de acometer la misma búsqueda. Relata el autor en uno de sus breves escritos La infancia del mago (1945) cómo, cuando era niño, una figurilla de un dios indio que su abuelo tenía en el estudio a veces le guiñaba el ojo16. Es fácil entender cómo la mente tan perceptiva, curiosa e imaginativa que tenía, acomodara además de la religión propia, otros esquemas, abriendo espacios para la reflexión, el cuestionamiento, la comparación y las dudas.

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En su escrito Mi Credo (1931), describe la manera en que la práctica religiosa que regía la vida de sus padres, signada por los rezos y meditaciones en el hogar, su generosidad, su amor al prójimo cristiano o pagano, definió su primer mundo, luminoso y correcto. Afirma que: “la existencia de hombres que perciben su vida como un don de Dios y no la conducen dejándose llevar por impulsos egoístas, sino que intentan ponerla al servicio del Señor como una ofrenda, constituyó la mayor vivencia y herencia de mi infancia e influyó fuertemente en mi vida.”17 Se refleja esta base íntima, por una parte, en la propia vocación de escribir y la necesidad de compartir sus creaciones; pero, por la otra, más aún en la generosidad con la cual abre su alma hasta lo más profundo a través de sus obras.

Un pequeño episodio en la colección de relatos De acá (1907), que lleva por título “De la infancia”18, refleja algo de la magia inocente de la fe que reinaba en el hogar de la niñez de Hesse. Cuenta cómo en una oportunidad, cuando su amigo Brosi y él fueron al bosque, quiso quitar un poco de musgo de una piedra, pero su compañero se lo impidió por considerar que ese verdor era la huella de las pisadas de los ángeles. Se quedaron en silencio esperando presenciar el paso de algunos de esos seres, pero a medida que transcurría el tiempo, atentos a cualquier pequeño movimiento o ruido, y sobrecogidos por su propia imaginación, se impresionaron tanto al oir el susurrar del viento entre las ramas, que salieron corriendo hasta la casa. La cercanía de los ángeles, la presencia de Jesús en el día a día hogareño, eran las

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que rodeaban a su hogar de esa aureola de santidad y luminosidad que Hesse percibía. Sin embargo, al ir creciendo empezó a sufrir al darse cuenta de que, paradójicamente, esas mismas creencias no permitían que sus padres lo aceptaran a él en su singularidad, en su manera de ser único y diferente. Ellas exigían la disciplina, la obediencia y la continua piedad repleta de culpabilidad y remordimientos, para permitir la renovación y la virtud. El niño curioso, inquieto, fantasioso e inconforme que era Hermann resultaba un enigma sin solución para esos padres tan tradicionales y sumisos ante su destino. Es elocuente la correspondencia entre el padre de Hesse y el colegio, o entre la madre de Hesse y su padre acerca de su impotencia al querer someter a Hermann a las normas19. Su preocupación los llevó hasta el extremo de sospechar que su originalidad era obra del Mal y por ello a someterlo a exorcismo20, práctica que hoy difícilmente se nos ocurriría aplicar por hallar que un niño es dinámico, porque hace preguntas o porque tiene mucha imaginación; más bien nos sentiríamos afortunados por apreciar en el niño esas cualidades, signos de creatividad. No obstante, colocándonos en la época y en el lugar de los padres, se puede entender por qué debido a su religión, ellos veían en el comportamiento incomprensible de su hijo un castigo de Dios o una maniobra del Diablo. Ante ese trato, el propio niño llegó a considerar que probablemente pertenecía a otro mundo, oscuro y pecaminoso, con el cual identificaba su ser-diferente, puesto que no veía su puesto en el de sus padres. Hacía aún más difícil la situación a medida que iba creciendo, su habilidad para descubrir incongruencias entre la práctica y la prédica. Le costaba encontrar coherencia entre la aceptación de la

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belleza divina de la Naturaleza y la condenación de sus propios impulsos corporales y espirituales naturales, cuando se sentía parte de esa misma Creación; no podía compaginar el amor generoso al prójimo, que aceptaba incondicionalmente a quienes venían de otras culturas, y al mismo tiempo el amor represivo que pretendía robarle su creatividad y personalidad. Quizás un pasaje ilustrativo de esto es cuando Sinclair (personaje principal de la novela Demian (1919) y al mismo tiempo seudónimo empleado por Hesse al publicar esa misma obra), recibe licencia de Demian (figura cuyo nombre reminiscente de “demonio” [también en alemán] lleva la novela y quien constituye una guía para Sinclair) para interpretar la Biblia a su manera21. Este principio es precisamente uno de los que propone el protestantismo, al afirmar que, a través de la lectura del Libro Sagrado, Dios, mediante el Espíritu Santo se comunica directamente con cada creyente, por lo cual el mensaje también es individual. Sin embargo, Demian le señala que, contrariamente a ello, el pastor exige la aceptación de una sola versión, la suya, por lo cual no es coherente con la intención purificadora de los pietistas. Hesse lo que busca es lo que está en el fondo de las cosas, y por intuir que el universo es una unidad indivisible, siente angustia cuando sólo le permiten aceptar una de sus partes. Para él, percibir el equilibrio integrador es una necesidad. Por creer en todo momento en la existencia de los dos lados de una misma moneda, continuamente se debate entre dos fuertes polos de atracción, tiene una aguda percepción de las incongruencias, de las contradicciones, de las incoherencias, y por eso, se resiste a aceptar lo que le tratan de enseñar cuando no responde a sus valores lógicos. Esto le crea

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profundos sentimientos de culpa que lo someten a torturas continuas, cuyos rastros están presentes en innumerables ejemplos a lo largo de su obra. Más adelante, su separación del sistema formal de educación a los dieciseis años le brinda la libertad de escudriñar a su antojo las creencias de las escrituras de distintas épocas, pueblos y culturas, en especial lo referente a personajes extraordinarios de la historia humana. Descubre lo que es común al género humano, y llega a identificar una cualidad inherente al hombre: ese sentimiento de religiosidad conducente a la trascendencia, que denomina “impulso religioso” y que es independiente de las organizaciones religiosas que agrupan a sus creyentes en iglesias. Como lo expresa en Mi Credo (1931): “Nunca viví sin religión, y no podría vivir ni un día sin ella, pero he sobrevivido toda mi vida sin una iglesia.”22 Por ello, cuando Hesse exterioriza opiniones sobre la fe, sobre los sentimientos y las reflexiones que se generan en él impulsados por esa religiosidad, está tocando algo que todos sus lectores comparten, independientemente de la religión que profesen, lo cual lo hace intérprete de lo universal. Como lo expresa él mismo: “Yo traté de encontrar lo que es común a todas las formas de piedad humanas, lo que está por encima de todas las diferencias nacionales, lo que pueda ser creído y honrado por cada raza y por cada individuo.”23 Esta inquietud se manifiesta en las obras tempranas del autor, principalmente como descripciones de los hábitos religiosos de los personajes, o del contexto físico en el cual se desarrollan las escenas, pero con Demian (1919)24, Hesse inicia una nueva manera de escribir al explorar el mundo inconsciente del hombre, donde residen los sueños, la simbología de sus

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imágenes y las creencias. A partir de ahí, la religión y sus planteamientos se vuelven parte implícita y explícita del tejido que compone sus textos. Por ello, es interesante referirse a algunas de sus novelas más conocidas desde este punto de vista. La novela antes mencionada, Demian, está estructurada alrededor de cuatro escenas bíblicas, a través de cuyas interpretaciones el autor ilustra las facetas de esa religiosidad. La primera historia que maneja es la de Caín y Abel25. En una de las primeras conversaciones entre Sinclair, personaje cuya historia constituye la columna vertebral de la trama, y Demián, un nuevo compañero de clase, éste propone una interpretación distinta de la escena bíblica, afirmando que Caín, asesino de su hermano, quizás no era malo en realidad, sino únicamente distinto. Por ser incomprensible le temían, y para justificar su rechazo reaccionaron acusándolo de un crimen y explicaron su ser diferente por una señal física que a lo mejor tenía en la frente, como prueba de la ira de Dios. El autor reacciona ante una inconsistencia que percibe en la escena, cuando el castigo que Dios le da al fratricida, en vez de ser la destrucción, más bien es la protección, que garantiza así la perpetuación de su especie. No es difícil reconocer aquí el parecido de la situación con lo que debían ser las propias reflexiones de Hesse, cuando su manera de ser divergente era interpretada como pecaminosa. El aceptar el ser-distinto como nonecesariamente-malo, le ayuda a superar su malestar. Al proyectar y generalizar este principio, establece como valor el ser diferente y único, por lo cual cada persona merece ser respetada. En la introducción de esta misma obra afirma: “Pero cada hombre no es solamente él; también es el punto único y especial, en todo caso importante y curioso, donde, una vez y

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nunca más, se cruzan los fenómenos del mundo de una manera singular. Por eso la historia de cada hombre, mientras viva y cumpla la voluntad de la naturaleza, es admirable y digna de toda atención, esencial y divina. En cada uno se ha encarnado el espíritu, en cada uno sufre la creatura, en cada uno es crucificado un salvador.”26 Esta reverencia ante el individuo como resultante de un momento feliz irrepetible del orden natural, constituye parte de su fe. Su actitud es reminiscente, por cierto, de lo que le pasa a Jesús cuando es llevado a Gólgota27.En otra escena, se refiere a los ladrones crucificados junto a Cristo28, Demian alaba la fidelidad para consigo mismo del así llamado “mal ladrón”, quien asume la responsabilidad de sus hechos y de su naturaleza por toda la eternidad, sin buscar la salida fácil del arrepentimiento en el último momento bajo los efectos del miedo, que es la conducta del supuesto “buen ladrón”, alabada por la religión cristiana. Esa honestidad intrínseca que demanda la lealtad para consigo mismo ante todo, es consistente con la fe que Hesse tenía en el sentido y el orden supremos y que lo habían hecho a él como era, por lo cual debía aceptarse tal y como era y nunca debía traicionarse.

Otro suceso bíblico que titula uno de los capítulos es el del sueño de Jacob29, patriarca quien tiene que luchar con un ángel para poder encontrarse con su hermano libre de miedos. Este relato representa un punto de cambio en el desarrollo de Sinclair, que debe sobreponerse al miedo que siente ante su atormentador, Kromer, muchacho que lo llevó a mentir y pecar. Lo que lo ayuda a superar esa subordinación al temor, es una solicitud que Kromer le hace pidiéndole que le presente a su hermana. Nuevamente, con ello se toca algo que

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pertenece a esa base de principios morales de decencia fundamental, que ya no sólo exige la fidelidad para consigo mismo, sino también para con el prójimo, en este caso la hermana y que hace que se niegue a permitir que ella se contamine con el contacto del mundo oscuro. Este episodio ilustra otro aspecto de esa religiosidad: la necesidad de luchar con sus propios demonios, entendiéndose por “demonios” las personificaciones de sus dudas y miedos, cualesquiera que ellas sean, las fuerzas oscuras que contenemos, donde lo que nos fortalece es aceptar la lucha, sin importar tanto el vencer. Más tarde, en El juego de abalorios30 (1943) lo expresa diciendo: “No hay una vida noble y elevada sin el conocimiento de que existen los diablos y los demonios, ni sin la lucha constante contra ellos.”

Por último, la cuarta referencia bíblica, es a uno de los personajes más importantes de Demian31, Eva, la madre de Demian. Todo lo que se diga de la carga simbólica de esa figura es poco. Hesse explora las ambivalencias al máximo. La Eva bíblica es la pecadora que incita al hombre a cometer la imprudencia de probar la fruta del Árbol del Saber, condenándolo a perder el Paraíso; el personaje de la novela estimula a Sinclair a asumir la madurez de la edad adulta, o sea, a abandonar la edad de la inocencia. Es también la primera madre de la humanidad, con la capacidad de crear vida una y otra vez, así sea mediante el dolor; en esta novela aparece en un sueño muy extraño dando a luz de su frente a un mundo nuevo. Por todas las referencias estructurales a escenas y personajes bíblicos, el primer paralelismo obligatorio es en este caso con la mujer del Apocalipsis32. Pero también recuerda el nacimiento de Palas Atenea de la mente de Zeus, en la mitología griega (Minerva en la romana)33. Eva es

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compañera del hombre para el bien y para el mal, y comparte su lucha; la madre de Demian guía a Sinclair en el camino de la búsqueda y lo estimula a hacer uso del saber adquirido. Eva representa la vida humana en su principio, en sus luchas y en su fin; representa el nacimiento a la vida terrena, pero también el nacimiento a la vida eterna, por lo cual también se relaciona con la muerte. La señora Eva es para Sinclair prácticamente la personificación de su “impulso”, la búsqueda y la confrontación con las ambigüedades de la vida. El tema de Eva, la mujer-madre universal, es central en varias obras de Hesse y forma parte importante del tejido de esa religiosidad que lo impulsa a realizar su obra.

También en Demian34, en unas escenas con el personaje Pistorius, el escritor hace alusión y explora con cierta atención, al dios Abraxas, deidad propuesta por los gnósticos del Siglo II35, en quien se supone que se unifican el bien y el mal, como los dos polos de una misma cosa y que representa el renacimiento a un nuevo día, tal como lo simboliza su cabeza de gallo (animal que anuncia el amanecer). Esta alusión tiene dos aspectos interesantes: por una parte, la presencia de un dios que conjuga a la vez el bien y el mal, y, por la otra, la escogencia del nombre de Pistorius. En cuanto en la combinación del bien y del mal en una misma deidad, se reconoce la preocupación de Hesse desde su niñez por su propia naturaleza, que él sentía normal, pero sus padres veían como desviada. Su obra está salpicada de verdaderas batallas de conciencia, donde los “pecados” son generalmente tan leves que no pasan de ser simbólicos y si no fuera por los profundos sufrimientos que desatan y por su relación con la reflexión sobre el bien y el mal, por lo tanto con el raciocinio, podrían ser

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considerados inocentes. En Demian36, Sinclair sufre remordimientos de conciencia en diversos momentos: cuando miente inventando la historia del robo de unas manzanas37, lo cual en la vida real aldeana europea sería un acto totalmente sin consecuencias por lo común de las manzanas en época de su recolección; el consecuente “robo” de las monedas de su propia alcancía, que luego es escalado a la apropiación indebida del vuelto del dinero de la empleada en la cocina38. La necesidad de luchar con el pecado y sufrir los remordimientos de conciencia son característicos del pietismo, que se podría considerar una reforma de la reforma. Por ello, se hace especialmente interesante que escogiera el nombre de Pistorius inspirado por un reformador de principios del Siglo XIX quien creía en la “evolución y no la revolución” que debía separar a la Iglesia del Estado, puesto que afirmaba que “la Iglesia no era un organismo estatal”39 . Esta coincidencia es resaltante, por cuanto justamente el personaje de la novela tiene una actitud parecida en su relación con la Iglesia, dice ser un renegado y afirma sentir que en todo caso lo que le podría atraer como comunidad eclesiástica sería el catolicismo por la majestuosidad y simbolismo de sus rituales. Hesse mismo se siente atraído por esa religión40. El conjunto de las escenas con Pistorius y en las que hace mención al Dios bivalente Abraxas, conducen a la conclusión de que lo importante no es el haber encontrado una solución a la cual uno rígidamente luego se aferre, sino es la trayectoria de la búsqueda la que permite que el ser humano crezca y enriquezca su espíritu. De esta manera descarta al dios Abraxas en sí, por representar ataduras a un pasado ya superado, a pesar de cumplir una función importante en su vida en ese momento, como se deduce de la carta antes mencionada:

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“Para mí se ha ido bien lejos el mundo romántico-literario y el trabajo con él, ya que vivo -- si es que estoy vivo -- en un romanticismo y magia actuales, y nado nuevamente mucho en el profundo lago policromático de los sueños y de los mundos imaginarios totalmente paranormales y fantásticos.Para mi es el único camino para poder resistir la vida bajo las presentes circunstancias y gracias a que tengo aquí a un amigo (el Pistorius de Demian), quien me acompaña por esta ruta, aún estos malos tiempos (estuve por meses muy cerca del suicidio) adquirieron su grandeza y belleza.”41

Theodor Ziolkowski, estudioso de la obra de Hesse, propone que Demian es una ‘transfiguración’ de Jesucristo (“un héroe moderno”... “su acción está específicamente basada en la vida del Jesús histórico tal como está pintada en los Evangelios”) 42. No obstante, también reconoce que “en una estructura ámpliamente mítica ... Demian es una enciclopedia de religión comparada”43. Como también señala, Hesse en esta novela “recapitula toda la Biblia, desde el Génesis hasta la Revelación”44, sin renunciar por ello a pronunciarse por la universalidad de todas las religiones, como le dice Pistorius a Sinclair: “¡Ah, toda religión es hermosa! Religión significa alma, sin importar si se participa en una comunión cristiana o si se hace un peregrinaje a la Meca.”45 Ciertamente, si se observa, por ejemplo la figura de Eva, de hecho, representa desde la Madre de todos los hombres (descendientes de Caín, que llevan la marca, como también lo observa Ziolkowski46), hasta la Mujer mencionada en el Apocalipsis47; mientras, al mismo tiempo, recuerda la mitología antigua como mencionáramos antes. Por cierto, las estrellas que aquí nacen de la mente de la madre de Demian, con frecuencia también rodean la cabeza de la Virgen en diversas manifestaciones. La figura de Demian constituye un paradigma, que representa la función del

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guía, del Maestro, instrumental en la búsqueda de si mismo, a quien se puede acudir. Como dice Ziolkowski, Sinclair aprende a rezar cuando llama al amigo.48 En todo caso, se puede afirmar que Demian es una obra inspirada por la religiosidad comprendida como una visión del mundo y como una interpretación de la vida humana. Hasta ahora, hemos hecho referencia a la religiosidad, principalmente, tal como lo expresa a través de sus lazos con el cristianismo, en general, y el protestantismo pietista, en particular; sin embargo, como se mencionó, Hesse creía en una religiosidad que está en el fondo de todas las confesiones. Esto se le hizo fácil, por descubrir que otros sistemas distintos al suyo también tenían por función básica ayudarle al hombre a buscar el camino que conduzca a la comprensión del significado de la vida, su lugar en el universo, el crecimiento espiritual y la trascendencia. De hecho, se evidencian otros aspectos de la definición del “impulso religioso” hesseano en su tratamiento de las creencias orientales. Uno de los libros desde este punto de vista más ilustrativo es Siddhartha49, (1922) cuyo título ya nos remite al Buddha, El Iluminado, cuyo nombre (Siddhartha Gautama), el más utilizado en el círculo familiar, también es el del personaje principal. Hesse le puso a esta obra por subtítulo “Un poema indio”50, y realmente está escrito en un lenguaje muy poético. Luego otro de los personajes, el mejor amigo de la juventud de Siddhartha es designado con el nombre de Govinda, nombre del dios Krishna en su papel de cochero de Arjuna en la Bhagavad Gîtâ- El Canto del Señor51, y por último, también hace su aparición el propio Buda, que significa ‘el Iluminado’.52 Así como se pudo decir del personaje de Demian que es una transfiguración de Jesús, asimismo

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podríamos entonces decir que Siddhartha es la transfiguración del Buda, porque tampoco es exactamente una biografía, sino es el relato del devenir de una figura que cabría en cualquier época histórica, pero que se relaciona estrechamente con el mito del Buda. De hecho, el orden de los acontecimientos es alterado. El centro de la narración es el viaje que realiza el joven Siddhartha en búsqueda de la sabiduría. Inicia varios caminos, equivoca el rumbo varias veces y por último se nos da a entender que alcanza su objetivo, sin dejar de recordar, sin embargo, que el camino continúa y es lo importante. Llama la atención que en esta obra, iniciada en diciembre, apenas unos meses después de la aparición de Demian53, en junio, el autor no haga ninguna referencia a lo bueno o lo malo, lo claro o lo oscuro, no hay demonios. A pesar de ello, se siente cierta atracción hacia extremos en la propia estructura de la obra, que como se verá dedica cuatro capítulos a la espiritualidad (tesis), luego cuatro a la sensualidad (antítesis) y cuatro a la sabiduría (síntesis). La primera etapa del peregrinaje se desarrolla junto a los “samanas”54, hombres que renuncian a todas las comodidades corporales hasta llegar a espiritualizarse. En este tránsito por los sacrificios, por las renuncias, por la experiencia del poder del espíritu sobre las necesidades más fundamentales del cuerpo, Siddhartha, sin embargo, no alcanza lo que busca. Estos episodios coinciden con lo que los escritos antiguos reportan sobre lo vivido por el Buda, Siddhartha Gautama55. Una de las creencias del budismo es incorporado en estos primeros capítulos: que nada es estable, sino que todo se encuentra en un continuo devenir y cambio. Más tarde, hacia el final del libro se vuelve a expresar esto mismo.

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Luego hay una escena muy curiosa en la cual Siddhartha tiene un encuentro con el Buda56 (como si se viera a sí mismo en un espejo), a quien le expresa su deseo de realizar su propia búsqueda, sin convertirse en el seguidor del pensamiento de otro, por creer que la sabiduría hay que adquirirla viviendo. El Iluminado le confirma que así es y lo despide deseándole suerte. Coincide este encuentro entre el Buda y Siddhartha, con su separación de Govinda, quien es su mejor amigo de la infancia y lo ha acompañado hasta aquí en sus experiencias. El nombre de este personaje es tomado de la Bhagavad Gîtâ - El Canto del Señor57, libro sagrado del hinduísmo, y corresponde a una de las personificaciones del dios Krishna, cuando se presenta actuando como cochero del joven guerrero Arjuna, a quien instruye sobre el sentido de la vida y el destino58 (reminiscente de la figura de Demian). Govinda, en la obra de Hesse, decide quedarse como seguidor del Buda, y siente molestia ante la actitud según él irreverente de Siddhartha. Sin embargo, al final hay un reencuentro en el cual Siddhartha termina aconsejando a Govinda (el Buda a Krishna!), lo cual también parece responder a una imagen de espejo, en el cual está todo igual pero invertido.

La segunda gran etapa de la vida de Siddhartha se desenvuelve siguiendo las enseñanzas de la hermosa cortesana Kamala59, quien además de instruirlo en los placeres del amor físico (su nombre viene de Kama, dios hindú del amor), en general lo acostumbra a la lujuria y a la satisfacción de todos sus sentidos. Esta condición hace que pierda las destrezas espirituales adquiridas con los samanas. Un sueño le revela lo que está ocurriendo y reacciona abandonando

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esa vida, sin saber que Kamala está embarazada. Es curioso, que una de las enseñanzas que le imparte es hacerle ver que no sabe amar. Sin embargo, al abandonarla, queda como prueba de esa relación el hijo que luego será instrumental para enseñarle precisamente a amar. Llama la atención que si Siddhartha pretende ser una especie de biografía novelada poética del Buda, se introduce una desviación de la tradición al estar estas dos primeras etapas invertidas, nuevamente como en un espejo, puesto que se dice que el Buda vivió los lujos y excesos antes de pasar a la vida de sacrificios. De hecho, su decisión de dedicarse a predicar la mejor manera de vivir, se debió al choque que produjo en él verse confrontado con el sufrimiento inherente a la vida humana cuando se encontró con un viejo, con un enfermo y con un muerto60. Estas dos primeras partes de Siddhartha61 (1922) se equilibran en cuanto que representan los dos extremos de la posible experiencia humana: uno de los polos aquí es la espiritualidad que niega lo corporal y el otro es la total sensualidad con la anulación del espíritu. Este tema lo retoma luego, como se verá, en Narciso y Goldmundo 62(1930). La tercera etapa transcurre en el bosque63, bajo la guiatura de Vasudeva, un barquero, cuyo nombre también es otra de las maneras de llamar al dios Krishna. Su aprendizaje lo realiza entrando en sintonía con el rumor del río, que lo remite al sagrado Om, sílaba con la cual se inicia y se acaba cada estrofa de las Vedas, escritos sagrados de la India, y por considerarse que este sonido se encuentra en todas las esferas del Universo64. Esta última parte es el relato de encuentros y despedidas: Hay un reencuentro con Vasudeva que recibe a Siddhartha y lo convierte en su aprendiz; con Kamala y con Govinda, quienes

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ambos se acogen a la sabiduría de Siddhartha y un primer encuentro con su hijo de cuya existencia recién se entera en esa oportunidad. Hay cuatro despedidas: de Vasudeva quien parece dejarle el sitio a su guiado; de Govinda que debe seguir su búsqueda ahora bien encaminado; de Kamala, quien muere de una mordedura de serpiente; y la otra, de su hijo, quien al morir su madre, queda en principio junto a su recién conocido padre, pero al no soportar esa vida, huye de regreso a la ciudad. En esta última escena, Hesse también realiza ese efecto de inversión o cambio de lugar, que maneja tan hábilmente: ahora Siddhartha no es el que debe pedir permiso para irse de su casa, como sucede al principio de la novela, sino que ahora está en el papel del padre que debe otorgarlo; y así como al principio le costó mucho a su padre dejarlo ir, así él tampoco se sobrepone fácilmente. El sufrimiento por esa renuncia es la evidencia de que también aprendió a amar. Se da a entender que haber adquirido ese sentimiento era requisito para lograr el nivel de sabiduría al cual aspiraba. El efecto de lo que describimos como inversión, de espejo, podría simbolizar parte del movimiento que conduce a los periplos del Samsara65, ciclos de nacimiento y reencarnación que deben cumplirse para alcanzar el Nirvana, estado definitivo de perfecta unión con el Universo.

Si bien en Siddhartha66 (1922) hay muchas referencias a elementos religiosos del brahmanismo y del budismo, así como a costumbres de las culturas de la India y a su estructura social, ellos son incorporados al relato de la novela más bien como cumpliendo una función de contexto ambiental. La religiosidad en si se manifiesta en la búsqueda de Siddhartha, en la ansiedad que

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expresa, en la reverencia ante algunos de los fenómenos naturales así como ante el río y la riqueza de ese símbolo, el significado del sufrimiento, de la renuncia, del amor, de la amistad. Como observación curiosa merece ser mencionado que la imagen de una Kamala convertida, que es mordida por una serpiente en su tobillo, recuerda al castigo que le impone Dios a la serpiente, según la tradición bíblica judeo-cristiana, cuando expulsa a Adán y a Eva del Edén: que la mujer le ha de pisar la cabeza a la culebra, pero que a cambio ella le ha de morder el tobillo a la mujer67. Una nueva prueba de que la religiosidad de Hesse es una transreligiosidad, en cuanto va mas allá de las religiones individuales, demostrando que esa ansia del ser humano es universal.

Otra obra muy interesante desde el punto de vista de la religiosidad es Narciso y Goldmundo68 (1930). El relato de la búsqueda de la madre perdida, no sólo físicamente, sino hasta de la memoria de uno de los personajes principales, Goldmundo, es el tema central que hilvana una historia que, por la agilidad con que transcurre el relato salpicado de experiencias sensuales, nos hace olvidar su índole filosófica - religiosa. Es al completarse la lectura que se hace patente la estrecha vinculación que establece Hesse entre la vida espiritual de inspiración religiosa y la sensualidad nacida de las percepciones, que encuentran ambos su expresión a través de la sensibilidad estética y el arte. Esta novela relata la historia de Goldmundo (palabra que en alemán significa boca de oro) quien es llevado por su padre a una abadía para su educación. Se da a entender que el niño es huérfano de madre. Ahí conoce a un joven monje, Narciso (nombre que remite simbólicamente al personaje mitológico quien se enamoró mortalmente

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de su propia imagen reflejada en una fuente de agua69), con quien entabla un diálogo sobre la importancia de vencer el cuerpo y desarrollar el espíritu. Sin embargo, Goldmundo se siente muy inquieto por el deseo de ver mundo, de explorar lo que por las exigencias de su propio cuerpo sospecha que existe y abandona la abadía. La novela culmina con el regreso de Goldmundo, enfermo, después de muchísimas aventuras. Narciso para ese momento ya es el Abad y lo acoge, lo atiende y se reestablece el diálogo. Ambos concluyen que ni la espiritualidad tiene valor sin el reconocimiento del mundo sensual, ni la vida percibida a través de los sentidos lo tiene sin la espiritualidad. Descubren que el secreto está en la capacidad de amar, idea reminiscente de los últimos capítulos de Siddhartha70. Goldmundo se dedica en esa última etapa de su vida, en la abadía, a realizar su gran obra, una escultura. Ella resulta ser la imagen de la Virgen, cuando en realidad deseaba hacer la de su Madre. No obstante, expresa amor a la vida, a la naturaleza, al amigo, al arte. Goldmundo muere diciendo que su Madre es quien se lo lleva, porque no quiere que la plasme en una escultura, pero que se va con alegría. De esta manera, la compleja simbología mujer-madre nacimiento-muerte queda de manifiesto y se convierte en la figura central de la novela, al mismo tiempo de transformarla en un credo de naturaleza religiosa. Vale la pena identificar algunos rasgos del “impulso religioso”, para analizar su evolución en Hesse. Parece ser originada por la creciente toma de conciencia, o puesto de otra manera, por la pérdida de la inocencia, y responde a la necesidad de encontrar de nuevo la paz espiritual original, en términos bíblicos, la búsqueda continua del Jardín del Edén, tema que preocupa al autor en toda su obra. Cuando se mencionó en el capítulo anterior la relación existente

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entre la naturaleza y la etapa de la infancia, se estaba enfocando sólo uno de los aspectos de la riqueza de ese tema. A Hesse parece ocuparle mucho el concepto de un lugar del cual venimos y al cual podremos eventualmente retornar bajo ciertas condiciones. En ese sitio, reinan la inocencia, el desconocimiento de la vergüenza, la pureza y la transparencia, todas ellas cualidades que también le asigna a la niñez. Son el deseo de saber y la existencia de la duda, los que hacen que se pierda la capacidad de estar en ese estado, lo cual pareciera que es percibido por el autor como una primera incoherencia y una especie de primer pecado original, pero no del Hombre, sino de la propia Creación. Como señala Ziolkowski71, en Demian72 no es casualidad el que el verdadero contacto de Sinclair con el mundo oscuro se produzca por robar unas manzanas, lo cual en el Edén bíblico, fué el acto que provocó la expulsión de ese estado de gracia. Al comparar las referencias a ese anhelo, se reconoce que Hesse plantea como único camino que permite el retorno, el que conduce a través del amor y de la piedad.

Las visitas nostálgicas que realiza en su fantasía a la infancia siempre encuentran su expresión en sentimientos amorosos hacia sus padres, hermanos, los amigos, los juguetes o juegos, así como la casa o los habitantes del jardín. En la pequeña fábula Las transformaciones de Píctor73 que Hesse le escribiera a su futura esposa con ilustraciones de su propia hechura, expresa poéticamente la fuerza del amor. Relata la llegada de Píctor al Paraíso (no por casualidad el nombre es reminiscente de pintar, de cuadro, de imagen). Ahí buscando el Árbol de la Vida, para encontrar la respuesta a la definición de lo que es la felicidad, ve dos árboles compuestos, uno por Hombre-Mujer y otro por Sol-Luna. Al mirar

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por sus alrededores, se da cuenta de que un pájaro multicolor se transforma en flor de pétalos policromáticos, al rato éstos se pliegan y se eleva una hermosa mariposa cuyo vuelo sigue con la mirada, ve admirado cómo al posarse delante de él en la grama, se convierte en fulgurante cristal púrpura, cuya luz lo alumbra. La serpiente le sugiere que con ayuda de esa gema haga un deseo para volverse parte de ese mundo dinámico y poder cambiar su forma y naturaleza. Pictor escoge ser árbol. Durante mucho tiempo es feliz así, pero un día que aparece una joven le embarga la tristeza al no saber cómo convertirse en otra cosa que le permita expresarle a ella sus sentimientos. La muchacha percibe las emociones del árbol y se le arrima con amor. El cálido oleaje de afecto obra la magia de la integración en un solo árbol y de ahí en adelante adquieren la libertad de transformarse en lo que quieran todas las veces que lo deseen. De manera que, la solución es el amor, con su poder unificador que hace que toda la naturaleza participe de la misma esencia. Esta creencia en la unidad de la cual somos parte todos es uno de los aspectos de su religiosidad, por lo cual el impulso religioso tiene por finalidad ayudarnos a que logremos integrar la variedad de fenómenos que experimentamos y los polos que, limitados por nuestra miopía, en la vida percibimos como extremos opuestos. Lo expresa de la siguiente manera:

“En cada etapa [de su desarrollo] nada será tan importante para el hombre, ni le brindará tanto consuelo, me parece, en su búsqueda de la Verdad, como comprender que, por debajo de la división por razas, colores, idiomas y culturas, existe la base de una unidad y que no hay hombres y espíritus diferentes, sino que sólo hay una humanidad, sólo un espíritu.”74 (Trad. AMRB).

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El jardín, por lo tanto, es, para este autor, el representante del balance perfecto, la armonía natural, donde conviven las diversas manifestaciones de la creación en un estado de gracia, signado por el amor, un Paraíso. Aún en Roßhalde75 (1914), a pesar de ser el tema central la separación de una pareja, el jardín por el cual ambos sienten apego es lo que aún los une tanto sentimental como físicamente. La esposa vive en la casa grande y él se recluye en su atelier, una casita al otro lado. El espacio que los vincula es el símbolo de los restos del amor paradisíaco y de una inocente solidaridad que aún queda entre ellos. Por lo tanto, cuando habla del jardín, la religiosidad no sólo se manifiesta por tratarse de la referencia al Edén, sino también por representar su amor por la naturaleza, en general, desde su más mínima presencia, como una gota de rocío, un insecto o una florecita del camino, hasta su majestuosidad inconmensurable como cuando se contemplan los astros celestes o el fluir del río. Se siente al autor extasiado ante la variedad de formas de la creación, se deleita en el valor único que tiene cada objeto dentro del esquema universal. Además, piensa que en cada uno de ellos reside el potencial de recrear todos los demás. Por ejemplo, en Demian76, Sinclair discute con Pistorius lo interesante de la observación del fuego, del humo, de las nubes, en donde dicen apreciar todas las formas que produce la Naturaleza. En la obra Siddhartha77, en varias oportunidades se presentan descripciones de la evolución contenida en cada objeto. Es comprensible, entonces, que Hesse, quien le tiene tanto amor a la Naturaleza, por la proyección de su propia relación con ella, vea al hombre como parte esencial y singular de la misma. Esta concepción le hace a uno pensar en otro gran autor, Viktor Frankl, quien afirma que “el amor es, en verdad, lo primero y único que está en condiciones de contemplar a una persona en su singularidad, de verla como ‘el

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individuo absoluto’.” 78 Esta actitud ante la vida y la naturaleza es la base de la posición pacifista de Hesse y así mismo de su religiosidad, ya que al creer en el valor intrínseco único de cada hombre, no puede aceptar la destrucción de nadie. Si bien encontró una fórmula que le permitió aceptarse a sí mismo, a pesar de ser diferente a los demás, y cuyo ingrediente principal es el amor, al estudiar la vida de este autor, queda la duda de si alguna vez Hermann Hesse pudo entender que sus padres lo amaran aún cuando no lo comprendieran en su singularidad. Esa insistencia de igualar el amor con la aceptación, pareciera indicar que su conclusión debió ser que sus padres nunca lo quisieron incondicional y plenamente. De ser así, este sentimiento debió acompañarlo tristemente durante toda su vida.

Otro de los sistemas de creencias de los cuales se ocupa Hesse es el del Tao chino. Por ejemplo, en su última gran obra El Juego de los Abalorios79 (1943), que trata de la integración de todas las conclusiones de reflexiones existenciales, entre ellas religiosas, en un sistema único, logrando un creativo equilibrio, hace referencia al I Ching, el Libro de las Mutaciones 80 y sus interpretaciones de figuras. Recordándonos la importancia de la meditación en su obra Siddhartha81, también aquí, una de las primeras tareas que se le asignan al personaje principal Josef Knecht es aprender a abstraerse de su corporalidad. Reiteradamente es inducido a perfeccionar este arte, hasta que realiza una pasantía junto a un ermitaño que se acogió a la interpretación y las enseñanzas del I Ching, quien le hace ver que ese aislamiento de la integralidad de la vida solamente ...

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“... era una salida, una renuncia a la universalidad, permitida y posible sólo para unos pocos, una renuncia al hoy y al mañana a favor de lo perfecto, pero pasado, era una manera sublime de escape, y Knecht sintió en esos tiempos, que ése no era su camino.”82 (Trad. AMRB) Esta conclusión coincide con el resultado al cual llega Sinclair en Demian83 a través de sus actividades con Pistorius cuando desecha las enseñanzas de su maestro sobre las mitologías diciéndole que “ellas son tan malditamente anticuadas.” Sinclair siente que su propio camino sigue hacia otros horizontes.

En El Juego de Abalorios84 desde el principio Hesse establece las normas de la lectura. Joseph Knecht, el personaje principal cuya historia se relata, lleva el nombre de José, que si bien nos remite inmediatamente a cualquiera de varios de los personajes bíblicos que lo llevaban, especialmente armoniza con el padre terrenal de Jesús, carpintero y constructor. ‘Knecht’, por otra parte, es una palabra alemana que significa ‘esclavo, siervo’. Según Pfeifer (1980)85 el nombre de José no tiene una referencia reconocida, mientras que Knecht remite al Wilhelm Meister (Maestro) personaje creado por Goethe, a quien Hesse admiraba mucho. No obstante, la idea del constructor, antes mencionada, calza muy bien en el concepto de la novela puesto que en ella se arma un juego de manera muy parecida a como podría ser la estructura de una máquina o de una casa, si bien ello sucede naturalmente en el nivel intelectual. Independientemente de si se relaciona el nombre de Knecht con Goethe, la figura de un servidor, especialmente tratándose de quien llega a ser el Maestro de los Juegos, rango más alto en el sistema que aquí se arma, genera la

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bipolaridad que tanto le gusta a Hesse, el hombre más alto de la jerarquía siendo al mismo tiempo el ser más subordinado del orden. Estos dos nombres son el fundamento de todo el contenido.

Joseph Knecht es un aventajado niño huérfano seleccionado por la orden de Castalia a ser educado y entrenado dentro de sus rangos. La novela sigue la formación y los aprendizajes que este joven va haciendo, mientras también va conquistando los peldaños de la institución, hasta llegar a ser Maestro de los Juegos (“Magister Ludi”). Habiendo llegado a ese nivel, sorprendentemente, sin embargo, abandona a esa comunidad para incorporarse al mundo externo a Castalia. Típico de Hesse, que alcanzado ese objetivo que parece ser lo que desea el autor, se termina la obra con una muerte absurda de Knecht, ahogado en un lago cuando empezaría justamente su otra obra entre los hombres comunes.

Ahora bien, el verdadero contenido de esta obra, que por ratos es hasta dificil denominar como una novela por ser en realidad un conjunto de escritos que sólo adquieren su pleno significado al verse como tal, es el manifiesto de la integración de las creencias en las cuales se basa la vida de Hesse: la piedad, la fe en un orden supremo que cobija a todo el universo, la seguridad de que cada quien y cada cosa tienen su lugar en ese esquema, las relaciones entre sus distintos amores, como son la música, las mitologías, la naturaleza, el lenguaje, el pensamiento, la introspección. Aún así, el Maestro de los Juegos le recomienda a Knecht que nunca se olvide de que: “Nuestro juego

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no es filosofía ni religión.”86 Y luego más adelante comenta: “El filósofo Kant -hoy en día se le conoce poco, pero fue una cabeza de alto nivel -- dijo del filosofar teológico, que era ‘una linterna mágica de quimeras’.”87 Hesse enlaza en esta obra que le valió el Premio Nóbel de Literatura de 1946, la importante relación entre la reflexión y la experiencia y la de ambos con la vocación y el autoconocimiento.

Tal como se pudo observar en los párrafos anteriores, cuando se contempla la obra de Hesse en su conjunto, en general, además de los componentes que se mencionaron, el “impulso religioso” es claramente reconocible. Merecen ser resaltadas, sin embargo otros dos rasgos que tienen un papel importante: el sufrimiento y los rituales. Así como Hesse capta la belleza del mundo, también se percata de su tragedia. Su continua búsqueda se ve estimulada por la necesidad de sobreponerse a obstáculos que son interpretados como pruebas. Lo que es admirable en este autor es cómo de sus abundantes dificultades y crisis personales logra decantar lo valioso, el aprendizaje y lo útil (88 y 89). Sin embargo, más allá de lo personal, se reconoce que Hesse identificó al sufrimiento como parte de ese orden necesario del todo universal. Así como debe existir el mundo oscuro para que pueda brillar el luminoso, así el hombre tiene que sufrir para poder disfrutar luego de la paz, de la alegría. Este punto de vista naturalmente tiene su origen en su educación protestante, en la cual se destaca continuamente la inevitabilidad de la lucha del hombre con el pecado desde su misma creación. La consecuencia de estar expuesto a las constantes tentaciones es el sufrimiento, ni hablar de los remordimientos al ceder a algunas

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de ellas. De esta manera, no es imaginable una conciencia religiosa sin la disposición a aceptar que la vida está compuesta también por el sufrimiento, mediante el cual adquirimos el derecho de sentir el placer del alivio y la alegría de la redención. El autor afirma en uno de sus escritos: “Lo que nunca deseo, ni siquiera en los peores momentos, es un estado intermedio entre bueno y malo, una especie de término medio tibio y soportable. No, es preferible exagerar el arco -mejor un martirio aún peor y en compensación los momentos gloriosos un matiz más espléndidos.”90 Estas palabras, por cierto reminiscentes de unos versículos del Apocalipsis91, expresan lo que está siempre presente en el fondo de sus páginas: por una parte, la aceptación del sufrimiento y, por la otra, el asombro ante el don de la capacidad de sobrellevarlo; ambas reacciones plenas de la fuerza del impulso religioso, de la fe en su potencial de aprendizaje.

En Gertrud92 el personaje que relata la novela, quien habla en primera persona todo el tiempo, Kuhn, lleva por nombre una palabra que, con una pequeña variación de pronunciación por llevar una ‘ü’ (kühn), significa en alemán “atrevido, osado, audaz”93. Debido a un tonto accidente en un trineo que se desboca en una pendiente demasiado fuerte y que lo estrella contra un árbol, el joven queda tullido, lo cual lo afecta para el resto de su vida.94 A pesar de afirmar en la primera oración de la novela que “cuando, visto desde afuera, recorro mi vida con la mirada, no se ve muy feliz”95, y que ello nos haga pensar en el sufrimiento como contrapartida de la felicidad, el accidente arriba

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mencionado, sin embargo, es instrumental en hacerlo retornar a su vocación de músico: una melodía que surge de un sueño le hace sentir “extrañamente bien y libre, como si hubiera superado y dejado atrás todo lo desagradable.”96

Para Hesse el sufrimiento tiene una estrecha relación con la toma de decisiones existenciales: la vida burguesa o la bohemia del arte en Roßhalde97, la inocencia o la madurez en Demian98, la vida o la muerte en El Lobo Estepario99, la espiritualidad o la sensualidad en Siddhartha100 y en Narciso y Goldmundo101, entre otras. La resolución de cada una de las dicotomías, implica sacrificio y enriquecimiento al mismo tiempo. Esta postura ante la vida es parte de su fe.

Dentro del concepto de sufrimiento, se puede reconocer una solución que el autor encuentra para canalizar la inevitabilidad de las fuerzas destructivas, que son las que torturan al hombre: el pacifismo. El alto nivel de respeto que demuestra tener ante cualquier manifestación de la vida, de los fenómenos de la naturaleza, el universo y el hombre, hace que, de manera creciente a lo largo de su vida, haya tomado una postura contraria a cualquier fuerza que contribuya a destruirlos. Desde 1914, año de inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando publica el texto “¡O amigos, no en esos tonos!”102, que apareció en el periódico suizo Die neue Zürcher Zeitung, es por primera vez que pública y manifiestamente se declara en contra de la actitud bélica. Todo el texto es una alerta contra las consecuencias, contra las distorsiones que introduce el odio despertado por la guerra, que para esos momentos ya se había desatado, poniendo a hombres contra hombres, destruyendo valiosas vidas, obras de arte,

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partes de la naturaleza. Este escrito, aunque reconoce en él al mismo tiempo que, ya que se está luchando, hay que hacerlo bien y con sentido patriótico, es un grito de desesperación, especialmente tratando de evitar que el arte se subordine o se deje acallar por las peores fuerzas de ese flagelo. La relación con su religiosidad se puede establecer, por una parte, por constituir manifiestamente una documentación de su credo, y, por la otra, por expresar en su texto la vinculación con sus creencias: “Y a pesar de todo la superación de la guerra será ahora y siempre nuestro objetivo más precioso y la última consecuencia de la cultura occidental-cristiana.”103 Un poco más adelante, explica: “La cultura humana se genera a través de la refinación de los instintos animales hacia más espirituales, mediante la vergüenza, la fantasía, el reconocimiento. El que la vida valga la pena ser vivida, es el último contenido y consuelo de todo arte, así tengan que morir aún todos los defensores de la vida. Que el amor sea superior al odio, la comprensión superior a la ira, la paz sea más preciosa que la guerra, eso debe marcarlo en fuego en nosotros, más de lo que jamás lo hayamos sentido, esta desalmada Guerra Mundial. ¿Si no, cuál sería su utilidad?”104 A partir de este manifiesto, en todas sus obras, en sus ensayos, en sus cartas, en las declaraciones que da, expresa sus puntos de vista en contra de la guerra.

El tema de los rituales también es importante, ya que representa parte de la conducta que manifiesta sus creencias. Ya desde las referencias a la infancia, la necesidad de celebrar ceremonias, de establecer normas que regulen el comportamiento moral y ético, se presentan bajo la figura de los juegos y la vida en la fantasía. Desde este punto de vista se puede reconocer la estrecha

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relación que tiene para Hesse la magia y la religiosidad. El carácter lúdico del hombre se enlaza en la etapa infantil con la realidad que tiene para el niño su mundo de la imaginación. Ahí él establece ritos de iniciación, de consagración o de expiación. Sin embargo, Hesse rescata lo imaginario, trata de buscar la transparencia inocente y con frecuencia en sus escritos los momentos más importantes son convertidos en ceremonias. Y viéndolo bien, la necesidad de celebrar ritos, parte de la naturaleza lúdica del hombre ¿no está estrechamente ligada con muchas actividades de la sociedad humana, entre ellas en la práctica religiosa? El deseo de convertir lo rutinario y común en especial y de realce, lo realiza el hombre con frecuencia transformando sus actos en rituales. Para ello, llena cada movimiento de significados y lo hace representativo simbólico de su fe y de sus creencias. Asimismo, en este concepto no es difícil reconocer también la necesidad de una estética, lo cual liga lo espiritual y religioso a lo artístico.

La convicción de que existe un orden superior, que nuestra presencia en el mundo obedece a un sentido supremo, hace que Hesse observe y describa con especial atención aquellos actos, con frecuencia, pero no necesariamente, repetitivos, que adquieren la ceremoniosidad de los rituales. Recordemos, por ejemplo, la escena de la observación del fuego en la casa de Pistorius, en la obra Demian105 (1919), donde ese acto se va llenando de significado simbólico para Sinclair, de tal manera que el lector comprende que de seguir la obra, de volver a aparecer una escena en la cual se estuviera contemplando unas llamas, ello ya tendría un contenido adicional, enriquecido. Como no se presenta tal situación,

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el lector transfiere esa experiencia del mundo imaginario del escritor a su propio repertorio de imágenes referenciales. Otro ejemplo podría ser en Siddhartha (1922) la primera conversación entre el joven brahman y su querida106, la cual por ser tan sencilla, se llena de la riqueza de la comunicación entre dos mundos, ambos creados en la novela, que se confrontan en un rito de iniciación. Cuando Siddhartha observa el quehacer de los comerciantes y comenta cómo llevan a cabo sus actividades107, expresa una nostalgia por haber perdido la capacidad de tomar en serio su vida y por haber olvidado sus ritos; paradójicamente, lo explica diciendo que ello sucede por haber perdido la inocencia que se requiere para ello. Esta cadena de tomar en serio la vida, celebrar rituales y ser inocente, enlaza las actividades propias de la vida adulta y la madurez que supuestamente hace falta para realizarlas con la pureza desinhibida de la infancia, que lo que toma en serio son los juegos. De hecho, Hermann Hesse describe las etapas del desarrollo de la vida humana y coloca la inocencia como característica de su primera etapa, pero luego la vuelve a considerar como propia de la última etapa: “El camino conduce de la inocencia a la culpa, de la culpa a la desesperación, de la desesperación ya sea al hundimiento o a la redención: o sea, no amparado por la moral y la cultura de regreso al paraíso infantil, sino más allá de ellas hacia la capacidad de vivir gracias a la fe.” 108 Por lo tanto, si los juegos son propios del estado de pureza de la infancia y luego de la sabiduría, se comprende como prueba de la importancia que Hesse le asigna al aspecto lúdico, el que su última gran obra la llamara El juego de abalorios109 (1943), donde éste se transforma en un fin en si mismo, en la

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razón de ser de un sistema, un juego del Universo, que exige la fe en un orden superior que le da sentido al Todo.

En este capítulo se analizó la consistente referencia a una necesidad intrínseca humana que empuja, motiva y le da valor al Hombre para afrontar los obstáculos, las penas y los rigores que la Vida le depara. A esta fuente de energía el autor lo caracteriza como una fuerza que está en armonía con la Naturaleza, y que llena al Hombre de sobrecogimiento, asombro, curiosidad y veneración ante el Universo y lo aproxima al conocimiento y la aceptación de sí mismo, mediante el amor y la piedad. Estos sentimientos tienden el puente hacia cada lector en una comunión de experiencias propias de la naturaleza humana. Este impulso además lo conduce a reflexiones filosóficas, tema que se trata en el próximo capítulo.

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Notas: Capítulo Cuarto – La fuente de la magia: La religiosidad 1 HESSE, H. (1975). Besinnung (Sentido). 1ª. Estrofa. Materialien zu Hermann Hesses >Siddhartha< (Soporte para >Siddhartha< de Hermann Hesse). p.212-213. V. MICHELS (Ed.). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1933) 2

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HESSE, H. (1982). ‘O Freunde, nicht diese Töne!’ (¡Oh amigos, no en estos tonos!). Die Neue Zürcher Zeitung. Nr.1487. Gesammelte Werke 10 (Colección de Obras 10). pp. 411-416. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 3-11-1914) p. 416 104 HESSE, H. (1982). ‘O Freunde, nicht diese Töne!’ (¡Oh amigos, no en estos tonos!). Die Neue Zürcher Zeitung. Nr.1487. Gesammelte Werke 10 (Colección de Obras 10). pp. 411-416. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 3-11-1914) 105

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HESSE, H. (1982). Das Glasperlenspiel (El Juego de Abalorios). Gesammelte Werke 9 (Colección de Obras 9). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1943)

Capítulo Cuarto LO OCULTO Aspecto Psicológico

“... es, según parece, una necesidad innata y que actúa de manera completamente obligante en todos los hombres, que cada quien se imagine su Yo como una unidad.” (Hermann Hesse1) ... “En realidad, sin embargo, ningún Yo es una unidad, ni siquiera el más ingenuo, sino un mundo altamente complejo, un pequeño firmamento, un caos de formas, de etapas y de estadios, de herencias y de posibilidades.” (Hermann Hesse2)

Cuando uno de mis estudiantes leyó por primera vez una obra de Hesse, Demian3, reaccionó primero con rabia, según comentó, al pensar que un viejo que vivió hace tiempo en un país remoto, se hubiera atrevido a escribir y publicar sus sentimientos íntimos y que no había compartido jamás con nadie. Sin embargo, afirmó, luego pensó que quizás ello significara que esas emociones fueran universales y eso le dió consuelo. Este tipo de reacción es frecuente entre los lectores de Hesse y recuerda la manera en que el autor mismo le responde a un joven de 18 años: “Probablemente Su carta la haya escrito y dirigido justamente a mi, porque Ud. ha reconocido en mi a un ser humano parecido a si mismo, quien no ha logrado lo grande y lo absoluto en el arte y en la vida, quien no se alberga en un más allá inalcanzable para Ud., sino que comparte el mismo mundo y problemática, aún cuando sea con otras costumbres, maneras de interpretación y de

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expresión, con otro temperamento y otras formas de la adaptación distintas a la rebelión, es decir las de la edad. Este hombre viejo, a quien Ud. se ha dirigido como a un compañero por encima de todas las diferencias, le responde a sus inquietudes y confesiones con las suyas propias, y ha tratado de mostrarle cómo nuestra común problemática se ve en su etapa vital.”4 Aún cuando se lee una misma obra varias veces, llama la atención cómo algunos pasajes inadvertidos de repente resaltan por encontrarse en perfecta sintonía con el estado de ánimo o con los problemas existenciales del momento específico de la lectura en la vida del lector, transformando cada lectura en una experiencia completamente nueva e inesperada.

Quizás la magia que se está buscando en la obra de este autor manifiestamente autobiográfico, como se mencionó en los capítulos anteriores, esté oculta de alguna manera en la propia esencia de su personalidad o aún más allá en las profundidades de lo que vendría a ser la naturaleza del ser humano en si. Lo manifestado por los jóvenes refleja el encuentro de dos seres distantes en el tiempo y en el espacio, el escritor y el lector, en un plano aparentemente común de la especie. Sin embargo, queda aún el misterio de cómo logra el autor trenzar sus propias experiencias con las del lector sin violentar la trama de sus relatos. Es preciso visitar el contexto histórico-cultural en el cual nacen sus creaciones.

Para cuando Hesse empieza a cumplir su destino de escritor, el siglo XIX se está despidiendo ofreciéndole al último siglo del milenio una preciosa carga de grandes descubrimientos, pensamientos e inventos. Entre ellos, la

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conjunción de dos regalos especialmente bien acoplados: la psicología freudiana con sus derivaciones y la nutrida corriente filosófica del existencialismo. Ambos centran su atención en el individuo. Juntos le permiten a Hesse explorar espacios nuevos que lo llevan a desviarse del estilo literario establecido, el romanticismo, y a buscar otra expresión propia. En Demian5 integra por primera vez a su escritura, de manera magistral, el modelo freudiano de la personalidad y los conceptos presentados por Jung, con las propuestas existencialistas de inspiración nitzscheana. Por ello, en este capítulo se buscarán en la obra los indicios del aspecto psicodinámico de Freud y de las interpretaciones inspiradas en Jung, mientras que más adelante se explorarán los síntomas de la corriente existencialista.

Si bien se reconoce y discute más la influencia de Carl Gustav Jung en Hermann Hesse, antes de entrar en ese análisis, sin embargo, es imprescindible hablar de Freud, sin cuyo trabajo el de su seguidor hubiera sido imposible. Quizás uno de los aportes más importantes de la psicología freudiana fue lograr que se acepte plenamente la existencia de unos planos ocultos de la personalidad, que a pesar de no ser perceptibles a primera vista, influyen en nuestra conducta. Los conceptos de subconsciente e inconsciente, de la relación entre los sueños y la actividad psíquica en el estado despierto, las diversas operaciones psíquicas que se realizan y la nomenclatura de algunas patologías del comportamiento psíquico pasaron a ser parte del vocabulario médico y hoy en día hasta del lenguaje común. No obstante, es importante imaginarnos el impacto que debió producir entre los intelectuales de la época alrededor del cambio del siglo, tener que aceptar que ahora había manera de descubrir las intimidades de la psiquis, y

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curar sus enfermedades. Hesse para 1900 tenía veintitrés años, mientras Freud tenía cuarenta y cuatro; el primero está empezando a disfrutar de éxito como escritor, el segundo ya es reconocido como científico. Sin desconocer la importancia de sus antecesores (Mesmer (1734-1815), Pinel (1745-1826), Charcot (1825-1893), Breuer (1842-1925)6), no se puede negar que Freud tiene el mérito de haber logrado que la psicología surja y ocupe el lugar que hoy en día le reconocemos. Los hallazgos de Freud y su modelo dinámico de la personalidad, sus escritos sobre la función psíquica de los sueños, sobre la naturaleza de los malestares anímicos son el tema de discusión en los círculos intelectuales de su época. Si recordamos las dificultades que tuvo Hesse desde su infancia debido a su originalidad, conducta que se interpretaba como problemática, es natural que reconociera inmediatamente el valor de las novedosas ideas de Freud para explicar las razones que justificaban su manera de ser y que automáticamente lo vinculaban con el resto de los seres humanos, redimiéndolo de las sospechas de locura7 o de posesión por el demonio8.

Algunos de los aportes específicos de esta corriente fueron: el modelo de la personalidad psicodinámica en la cual pugnan continuamente tres fuerzas provenientes de las energías psíquicas innatas, o sea, del instinto, el id (‘ello’), de la necesidad de adaptación a las normas sociales de comportamiento, el superego (‘superyó’), y de la necesidad de equilibrio e integración en la personalidad, ego (‘yo’)9. Otros conceptos introducidos fueron los referentes a los diversos niveles de conciencia10. Además, se planteó todo un nuevo enfoque hacia los sueños, su contenido, operaciones, y su relación con la vida del individuo, y una nueva técnica para su interpretación11.

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Desde su más tierna edad, como lo mencionáramos antes, Hesse se ve confundido acerca de su identidad. Por una parte, la siente en armonía con la naturaleza -por lo cual se acepta como es- y, por la otra, percibe cómo es rechazada por la sociedad -por lo cual se cuestiona. En esa época lo corriente era que los padres y maestros determinaban lo que iba a ser de cada niño. Hermann Hesse debía convertirse en misionero protestante pietista. A los niños se les trataba como seres aún incapaces de pensar autónomamente; sin embargo, se les aplicaban métodos educativos centrados en un elevado rigor disciplinario que con frecuencia exigían conductas, responsabilidades y resistencia muy superiores a la edad biológica. Las tensiones que generaba en este niño particular la incongruencia entre sus propias aspiraciones y las de sus padres y maestros, en varias oportunidades se le hacen inaguantables, llevándolo a la desesperación y casi a la muerte; no obstante, ellas también se constituyen en la inspiración de los grandes temas que a través de su expresión lo condujeron a sus mayores triunfos y satisfacciones. De manera admirable, ese ser tan sensible y físicamente frágil, protege a toda costa su esencia de las fuerzas que intentan someterlo a esquemas ajenos a su propia naturaleza y en sus escritos vuelca todo el trayecto de su vida en búsqueda de las respuestas a las preguntas que se plantea. Demuestra así cómo el hombre leal a si mismo es capaz de dominar con su voluntad y su perseverancia las adversidades más inimaginables que le depara la vida. Es fácil de comprender la incredulidad e impotencia de los adultos que trataron de educar al autor al fracasar ante los variados intentos de reducirlo a las normas aceptables para ellos y, por ende, para la sociedad.

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Entre los múltiples temas que trabaja Hesse en su obra son especialmente interesantes desde la perspectiva psicológica aquellos que representan las luchas internas propias del crecimiento y que se constituyen en hitos de la vida humana. Entre éstos se pueden mencionar el aceptarse tal y como se es, el establecer y mantener el control de la propia vida y por lo tanto tomar las decisiones más acordes y leales con la propia personalidad, los pasajes de una etapa de la vida a la otra, tal como el ingreso al sistema escolar, el abandono del hogar paterno, el divorcio, la distancia de los hijos, la pérdida de los amigos. También se detiene con frecuencia a reflexionar sobre las relaciones entre el comportamiento del ser humano y los códigos de valores, como por ejemplo, los conflictos entre las necesidades del artista, del pintor, del escritor, del músico y las del miembro respetado de la sociedad. Todas las reflexiones que se desarrollan en su obra se nutren directamente de sus propias experiencias.

La obra de Hesse es generalmente dividida en dos: antes y después de Demian12, porque es con esa novela que inicia realmente su viaje al interior psicológico. Hasta ese momento, si bien sus libros se ocupan de procesos sentimentales, emocionales, y describen reacciones psicológicas ante los problemas, los textos lo hacen desde ‘afuera’, mientras que Demian realmente se desarrolla en el personaje Sinclair, desde ‘adentro’ y explora los diversos niveles de la psiquis del individuo desde los más superficiales hasta los más profundos, y desde ahí recorre los procesos. Los personajes de sus primeras obras también opinan, viven angustias, se alegran o sufren, por lo tanto tienen personalidades

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definidas, pero el centro de las novelas no corresponde a los procesos psicológicos internos. Algunos de los temas que hasta entonces incorporaba, no obstante, continuarán apareciendo en la obra del autor. Uno de ellos es la problemática relación ‘vida espiritual – sociedad’. Ya en Una hora detrás de medianoche13 y en Hermann Lauscher14 el joven autor discute e ilustra este tema. Quizás el ejemplo más impactante de esa etapa en relación al tema mencionado sea la novela Bajo las Ruedas15, en la cual el personaje principal, Hans Giebenrath, es víctima del sistema educativo, al no ser comprendido en su sensibilidad. Esta obra describe los sufrimientos del hermano menor de Hesse, Hans, cuyo nombre lleva el personaje16 y quien al no ser buen estudiante y de personalidad más frágil que Hermann, es destruido por el sistema, teniendo ello consecuencias trágicas en su vida. Sin embargo, también es autobiográfica, y el autor se presenta en la figura de Hermann Heilner, amigo de Hans Giebenrath, a quien describe de la siguiente manera: “Una figura llamativa, aunque menos complicada, era Hermann Heilner, de una buena familia de la Selva Negra. Desde el primer día se sabía que era un poeta y un erudito, y andaba el rumor de que hubiese escrito la composición de su examen de admisión en hexámetros. Hablaba mucho y vivazmente, poseía un hermoso violín y parecía llevar su ser en la superficie, el cual constaba de una juvenil mezcla inmadura de sentimentalismo y ligereza. Sin embargo también cargaba invisible lo más profundo en si mismo. Tanto corporal como espiritualmente estaba desarrollado más allá de su edad y ya empezaba de modo experimental a transitar sus propios caminos.” 17 Es de señalar que el nombre Hermann naturalmente es el suyo propio y que Heilner, está derivado del verbo ‘heilen’, que significa curar. Es obvia la

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interpretación de si mismo como una influencia positiva y curativa en su hermano. Esta cita es, sin embargo, aún más interesante desde el punto de vista de lo que nos dice del propio autor. Al referirse a su contextura espiritual o psicológica primero afirma que “parecía llevar su ser en la superficie, el cual constaba de una juvenil mezcla inmadura de sentimentalismo y ligereza”. Aquí demuestra, por una parte, su razonamiento existencialista, que se discutirá más tarde, pero por la otra, su percepción de si mismo como inmaduro. Asocia esto con el sentimentalismo, lo cual nos remite a una sensibilidad emotiva, y con la “ligereza”, que en el contexto se capta como de signo negativo. Pareciera que esta última parte de la oración es la que lo induce luego a hacer la aclaratoria de que “sin embargo, también cargaba invisible lo más profundo en si mismo.” Esta oración apunta hacia la esencia de la preocupación de Hesse: descubrir y hacer valer lo que está en lo más íntimo de su ser. Curiosamente la última oración de la cita, y por lo tanto de la descripción de Heilner, contradice el calificativo que apenas un par de palabras antes le había aplicado: inmaduro. Ahora dice que “tanto corporal como espiritualmente estaba desarrollado más allá de su edad.”18 Esta afirmación nos recuerda la descripción del personaje Demian de la obra que lleva el mismo nombre: “Este extraño alumno [se refiere a Demian] aparentaba ser mucho mayor de lo que lucía, a nadie le causaba la impresión de que fuera un niño.”19 Luego, más adelante agrega que “sus ojos tenían la expresión de los adultos –la cual los niños nunca aprecian— un poco triste con destellos de ironía.”20 Ambos personajes tienen una misión de guiatura y gozan de la amistad de un personaje principal más joven y frágil, sin embargo, en el primer caso, Heilner es un personaje más de la novela, mientras que en el segundo, como veremos, Demian es representativo de una parte de la personalidad de Sinclair, el

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guiado. Este ejemplo además de remitirnos a las luchas que Hermann Hesse tuvo que librar en su entorno familiar y escolar durante su infancia, demuestra de modo tajante el ‘antes’ y el ‘después’ en el estilo del autor. Ball (1947) sugiere que Hesse también expresó con la escogencia de el nombre de Heilner, su propio deseo de estar sano21. El modelo de la personalidad propuesto por Freud le permite expresar lo que también él sentía dentro de si, una multiplicidad de fuerzas en constante pugna y la obra que resulta de esa reflexión es Demian22. El hecho de que Demian23 se considere la obra que separó a Hermann Hesse de las tendencias anteriores en la literatura, y que específicamente en su propia obra marcó un vuelco en su estilo, es reconocido y mencionado por múltiples analistas. Mixner afirma que “a Hesse no se le puede clasificar en ninguna época de la historia de la literatura ni en ningún concepto de estilo.”24 Describe la novela Demian como una obra resultante de “un mimetismo poético de los resultados de la observación de si mismo transformado en simbolismo.”25 Freedman lo describe como perteneciente a un nuevo romanticismo, como una novela educativa, como una obra radical y poética, y resalta el nuevo ingrediente psicoanalítico.26 Percibe las diferencias entre esta obra y las anteriores tan tajantemente que afirma que ella representó el inicio de una nueva etapa en la vida del autor. Ganeshan lo llama una ‘biografía espiritual’ asociando el viaje psicológico hacia el interior con la fuerte influencia que ejerció en el autor desde su más tierna infancia el pensamiento oriental.27 Karalaschwili también lo denomina una ‘biografía espiritual’ y hace extensivo el término a toda la obra del autor.28 Ziolkowski señala que a partir del contacto de Hesse con el psicoanálisis, adquiere una nueva objetividad que lo conduce a reubicar el foco de sus relatos

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para lograr una mejor descripción de “la función social del individuo”29 y enumera como primera de las obras a Demian30. Cuando Casebeer justifica en su libro sobre Hesse el por qué no discute Demian31, junto a las otras cuatro obras, dice que le pareció una “rotura” con la ficción tradicional alemana de las novelas educativas y más adelante aclara: “Yo creo que Demian es el héroe más peligroso de Hesse para ser usado como un modelo; haría falta la sabiduría de un Joseph Knecht, el Magister Ludi, para contener la fuerza de un Demian. Yo creo que Hesse vió a Demian como un problema más que como una solución: él no empezó a lidiar en realidad con Demian hasta El Lobo Estepario y no logró aclararse hasta Narciso y Goldmundo”32 Este punto de vista es sumamente interesante, puesto que vincula el nuevo desarrollo en el autor con las obras que han de seguir.

¿Cuál fue propiamente el impacto del psicoanálisis en la obra de Hesse? Como se vió, desde su infancia el autor se vió invadido de dudas acerca de la normalidad de su personalidad. Intuitivamente él sentía que era sano, pero como el medio lo cuestionaba continuamente, se formulaba preguntas morales acerca del bien y el mal, de lo piadoso y lo pecaminoso. La fuerte naturaleza religiosa del ambiente familiar, rodeado de personas que entregaron sus vidas a la prédica y misión de los valores éticos y morales cristianos, junto con los rastros de otras culturas, especialmente la de la India, creaba el caldo de cultivo apropiado para esas reflexiones. A medida que avanzaba hacia la adolescencia, fue entrando en contacto con personas que vivían vidas distintas. Cuando abandona la escolaridad formal a los dieciseis años y comienza su aprendizaje en

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la fábrica de relojes de campanario en Calw33 empieza a adquirir conocimientos acerca de otros estratos sociales, otras maneras de interpretar los acontecimientos típicos de la vida humana. Esto le brinda nuevas opciones para la comprensión de sus propios conflictos internos. El descubrimiento del psicoanálisis, alrededor de 191434, y las propuestas de Sigmund Freud lo impactan para el resto de su vida. En 1918 escribe un ensayo “El artista y el psicoanalista”35 en el cual expresa que le parece el psicoanálisis “una manera de ver las cosas”. A pesar de que ahí por una parte afirma que “la comprensión poética de los procesos emocionales sigue siendo, como antes, una cosa de talentos intuitivos, no analíticos”, por la otra reconoce el valor de los aportes del psicoanálisis al arte, por cuanto le ofrece al artista la enseñanza de que lo que considera ficción es muy valioso, le permite identificar y expresar lo que de otra manera quedaría oculto en sueños o en el subconsciente y porque “cuando las ansiedades, vergüenzas y represiones se eliminan, el significado de la vida y de la personalidad se convierten en el asunto más puro, más imperativo.” Si bien generalmente se le asocia más con Carl Gustav Jung, como se discutirá más adelante, tal como lo señala Mileck36, Hesse fué durante toda su vida un admirador de Freud. Fe de ello da la oración “siempre he tenido gran respeto por Jung, pero de sus escritos no he tenido impresiones tan fuertes como de los de Freud”37 que Hesse responde entre los años 1950 y 1953 a un Prof. Maier. A.W. Brink38 señala que “en el núcleo profundo no analizado de su ficción, Hesse responde más a Freud que a Jung, y es la guiatura de Freud la que sigue, pero a una perplejidad que no logra resolver.”

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La obra Demian39 que, como se señaló, marcó una nueva etapa en la actividad literaria de Hesse, fué escrita durante los años 1916/1917 en Berna, época que, como lo reseña Unseld40, coincide con sus primeras experiencias terapéuticas con el psicoanálisis y con una de las partes más trágicas de su vida (actividad con los prisioneros de guerra, acusación de ser un traidor a la patria, muerte de su padre, enfermedad grave de Martín, el menor de sus tres hijos, enfermedad mental de su esposa).41 Hesse mismo reconoce un cambio profundo en si mismo. En su “Biografía sucinta” explica: “Pero esta vez no me fue ahorrado el examen de conciencia. No pasó mucho tiempo hasta que me viera obligado a buscar la culpa de mi sufrimiento no fuera de mi, sino en mi mismo. Puesto que eso lo tenía que reconocer: ningún hombre ni ningún dios, y yo menos aún, tenía derecho de acusar a todo el mundo de locura y grosería. Por lo tanto, dentro de mí debía de haber todo tipo de desórdenes. ... A medida que el nuevo cambio empezó a manifestarse en mis escritos y en mi vida, muchos de mis amigos movían la cabeza.”42 La novela Demian43, publicada en 1919, se inicia con una introducción en la cual el autor explica que su relato no es el de un escritor omnisciente, que observa la vida de los personajes creados por él, sino que es “mi propia historia, y es la historia de un hombre – no la de uno inventado, posible, ideal o no existente, sino la de un hombre real, único, vivo.”44 Y más adelante explica: “Yo era un buscador y aún lo soy, pero ya no busco en las estrellas y en los libros, empiezo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mi. Mi historia no es agradable, no es dulce y armónica como las inventadas, ella sabe a sinsentido y confusión, a locura y sueño como la vida de todos los hombres que no se quieren mentir más.”45

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Ya de estas pocas palabras se puede deducir que lo que viene es referente a procesos psicológicos y a la expresión de la manera en que reacciona emocionalmente ante los trances de su vida. Es reforzado esto con la selección del nombre del personaje central, Emil Sinclair, que es a la vez el seudónimo bajo el cual aparece la obra. Hesse utilizó este nombre en varios escritos previos, originalmente para no confundir su actividad política con la literaria. Según lo reseña Pfeifer46, el autor tomó el apellido de Isaak von Sinclair (1775-1815), amigo y mecenas del poeta alemán Hölderlin (1770-1843), admirado por Hesse. Según manifiesta en el prólogo de una de las ediciones de su novela: “Sinclair fue el seudónimo, que había escogido una vez, durante el período de pruebas más amargo de mi vida, para algunos de mis ensayos durante la guerra de 1914 y para el Demian, sin dejar de pensar en el amigo y mecenas de Hölderlin en Homburg [Isaac von Sinclair, 1775-1815], cuyo nombre desde mi más temprana juventud me era querido y que poseía una magia sonora secreta. Y bajo el signo “Sinclair” aún hoy se encuentra esa ardiente época, la muerte de un mundo hermoso e irrecuperable, el despertar primero doloroso, pero luego sinceramente afirmado hacia una nueva comprensión del mundo y de la realidad, el destello de una toma de conciencia de la unidad bajo el signo de la polaridad, la integración de los opuestos, tal como hace mil años ya los maestros del ZEN en China habían intentado traducirla en fórmulas mágicas.”47 El primer capítulo de Demian, “Dos mundos”48, trata de un episodio de inocente mentira que desemboca en extorsión. Emil Sinclair, personaje cuya historia se relata, niño de un hogar cristiano y de estrictos códigos morales, se encuentra con Kromer, muchacho un tanto mayor, originario de niveles sociales

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inferiores y de costumbres bastas. El hogar representa el “mundo claro” y Kromer “el mundo oscuro”. La sirvienta, Lina, se describe como un puente entre ambos mundos, ya que por ratos participa en la vida del mundo luminoso cuando está con la familia, mientras que al salir se sumerje en el mundo oscuro. El hecho psicológico es el nacimiento de la duda en Sinclair, quien se siente atraído al peligroso y misterioso mundo oscuro al mismo tiempo de desear mantenerse en el mundo luminoso.

En términos de Erik Erikson, psicoanalista que mucho mas tarde (1959)49 propondría un modelo del desarrollo de la personalidad, podríamos hablar de una “crisis de desarrollo”, en donde Emil Sinclair tiene que hacer “una tarea de desarrollo” para poder superar el dilema que los dos mundos polarizados, igualmente atractivos, le plantean. Erikson afirma que entre los cinco y once años el niño se encuentra en la etapa en que el dilema se puede expresar como la lucha entre la competencia y el sentimiento de inferioridad. Aquí esto se expresa mediante el deseo de Sinclair de lucirse ante Kromer y su grupo con el invento de un robo que dice haber cometido. La manera en que Hesse describe el momento es magistral y demuestra la comprensión de lo que sucede en el alma de un niño que está iniciando la adolescencia: Sinclair relata haber robado una cesta de manzanas, y al darse cuenta de cierta admiración que despierta en su público, lo agranda más aún diciendo que luego volvió y agarró otra cesta más. Kromer, un muchacho acostumbrado a sacarle ventaja a todo, reconoce inmediatamente el potencial de la situación, porque naturalmente se da cuenta en el acto de que el relato es una mentira, y aprovecha la ingenuidad de Sinclair para extorsionarlo. También es admirable la manera en que el autor

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expresa cómo se apodera Kromer de la conciencia y de la voluntad de su víctima. El pobre Sinclair es llevado a cometer otros “crímenes” como violentar su propia alcancía (que él también considera un robo) y sustituir las monedas con botones (que es otro crimen, el de la mentira). A medida que se va enredando en la trama de Kromer, se siente más excluido del mundo luminoso, siente además que el camino que ha emprendido no tiene vuelta atrás. Sin embargo, en un momento dado, percibe una sensación de superioridad sobre su padre, por darse cuenta de que tiene ahora una vida propia, un sufrimiento propio que sólo puede ser resuelto por él mismo.

La solución viene por una vía para él inesperada. En los momentos de mayor desesperación atrae su atención un nuevo compañero de algunas clases de religión, un joven algo mayor que él, de nombre Max Demian. Éste le señala unos caminos nuevos, a través de una interpretación distinta de algunas escenas bíblicas, como la historia de Caín y Abel50 y la de los dos ladrones crucificados junto a Cristo51. También aquí es magistral cómo Hesse demuestra el poder de la mente, la reorganización de la realidad, los mecanismos de concentración, y las estrategias de solución de problemas. Cuando Kromer le pide que le presente a su hermana, esto rebasa su disposición a dejarse dominar por él y decide que antes se deja matar. En ese momento Demian se encuentra con él “por casualidad” y después de obligarlo a reconocer que le tiene miedo a Kromer, le asegura que ya no será molestado más. Así sucede, y milagrosamente la próxima vez que se cruzan en la calle, Kromer rápidamente cambia de rumbo y desaparece. Sinclair ha tomado su destino en sus manos. Su primera alegría es sentir que otra vez pertenece al mundo claro. Sin embargo, se alternan nuevos

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episodios oscuros y cada vez se reincorpora menos y menos al mundo claro. En el quinto capítulo “El pájaro rompe el cascarón” se maneja la integración de lo claro y lo oscuro, del bien y del mal, a través de un dios que es ambas cosas, Abraxas, y bajo la guiatura de un personaje nuevo, Pistorius, quien le enseña a Sinclair a meditar mediante la observación del fuego, para ensimismarse y analizar la historia personal. Este episodio representa uno más en el cual se va completando la integración de la personalidad. Sin embargo, aún con la presencia de Pistorius en el fondo siempre está Demian. El resto de la novela muestra como Sinclair logra crear y aceptar su propio mundo, que integra lo claro y lo oscuro de su personalidad.

Se ha descrito con algo de detalle esta novela por ser la primera de este estilo, pero también para ilustrar cómo Hesse representa mediante personajes, los distintos elementos de la personalidad. La inocencia natural de los instintos que alimenta el ello definido por Freud52, es personificado primero en una infancia inconsciente de sus impulsos y luego por Kromer quien representa ya una etapa de desarrollo y el tránsito hacia la pérdida de la inocencia. El mundo luminoso del hogar y los padres representa las energías del superyó53 infantil. Demian pasa a ocupar el lugar de los padres en el superyó más maduro de Sinclair, necesario para su crecimiento. En múltiples ocasiones se refiere Hesse a imágenes en donde se confunden Sinclair y Demian, e incluso la novela termina con la muerte de Demian en la guerra, pero previamente hay una despedida en donde éste le dice a su triste amigo que cuando lo necesite lo llame y busque dentro de si mismo y que ahí lo encontrará. La señora Eva representa una nueva versión del ello, específicamente el impulso sexual. Tal como también Freud lo manifestó la

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relación entre estas fuentes de energía es dinámica, de manera que los personajes también lo son en sus funciones. Por ejemplo, una antecesora de la señora Eva para Sinclair es una joven que ve desde lejos en un parque, de quien se enamora platónicamente, a quien en su imaginación bautiza con el nombre de Beatriz, inspirado en la guía de Dante (1265-1321) a través de los círculos del Paraíso en La Divina Comedia54. Luego que la pinta, la imagen se transforma en Demian, en si mismo, señalando su integración con los demás personajes. Dice: “Le eché una mirada al cuadro, que colgaba en la ventana, pero que ya se veía apagado. Pero aún vi cómo los ojos ardían. Esa era la mirada de Demian. O era aquel que estaba dentro de mi. Aquel que todo lo sabe.”55 Sin embargo, para madurar del amor platónico idealizado hasta la aceptación de la propia sexualidad real, natural, tiene que luchar con sus demonios y eso se describe en el capítulo “La lucha de Jacob”, en el cual se relata también una escena con un joven que se debate con sus impulsos y que es salvado por Sinclair, en una sorprendente situación en la cual éste asume el rol que con él tuvo Demian. Knauer, el joven representa al yo inmaduro y Sinclair “guía” al joven adulto que ya asumió su sexualidad. Eso hace que sea posible su encuentro con la Señora Eva. Este desarrollo es consistente con la importancia que Freud le asigna al impulso sexual como motor de la vida, que contrapone al otro impulso atractivo a la muerte.56

A partir de esta novela Demian, Hesse aprovecha el modelo psicodinámico de la personalidad también en sus demás obras más importantes. En Siddhartha57 nuevamente nos encontramos con la estructura bi-polar, exponiéndose primero los impulsos del superyó en los primeros cuatro capítulos, luego los del ello en los cuatro que siguen, y por último en los cuatro capítulos

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finales la integración en el yo. Hesse transforma esta dialéctica en la del espíritu y los sentidos, y además lo identifica con el dilema del artista que se debate entre los dos polos de atracción. Quizás la obra en la cual, después de Demian58, es más intensa la exploración de las luchas dinámicas de las necesidades de la personalidad sea El Lobo Estepario59. En esta novela, Hesse explora las fuerzas que dominan a la personalidad de una manera distinta. Brink60 interpreta la presencia de Freud en esta novela como un manejo irreverente de parte del autor, cuando afirma que “el ‘Tratado del Lobo Estepario’ colocado antes de que empiece la acción central de la novela, no es nada menos que una parodia de un estudio de caso psicoanalítico, del tipo de los que abundaban en los primeros días del freudianismo.” Arrancando con una fórmula binaria: el hombre y el lobo, la civilización y los instintos, termina en un modelo plural. En una de las escenas del ‘teatro mágico’, Harry Haller, el personaje principal es recibido por un jugador de ajedrez, quien le pregunta si desea clases en la construcción de la personalidad. Cuando responde afirmativamente, le insta a colocar sus figuras, pero no las tiene. Entonces Haller cuenta: “Él me hizo verme en un espejo, y otra vez vi en él cómo la unidad de mi persona se descomponía en muchos yoes.”61 El jugador luego le aclara que: “el hombre consta de una multiplicidad de almas, de muchos yoes.”62 Y le agrega después de una larga explicación que

“Nosotros completamos por ello el incompleto método científico de la educación del alma a través del concepto que denominamos el arte de la construcción. Le enseñamos, a quien ha experimentado la descomposición de su yo, que puede organizar

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las piezas en cualquier momento en el orden que le plazca y que mediante ese ejercicio puede lograr una variedad infinita de juegos de la vida. Tal como el poeta crea con un puñado de figuras un drama, así nosotros construimos de las figuras de nuestro yo descompuesto cada vez nuevos grupos, con nuevos juegos y tensiones, con eternamente nuevas situaciones.”63 A pesar de esta nueva conclusión, que podría llevarnos a pensar que de aquí en adelante, Hesse seguiría desarrollando la idea de la pluralidad, en su obra Narciso y Goldmundo64 nuevamente emplea la fórmula binaria, espíritu-instinto. En su magna obra El Juego de Abalorios65 el tema de la posible variedad de organizaciones de la personalidad es manejado a través de cuatro biografías del personaje principal, Josef Knecht: el contenido de la novela propiamente y tres adicionales, que se supone, pertenezcan a la documentación que se tiene acerca del personaje central. Sin embargo, ya en esta obra no sería adecuado hablar de la influencia directa del modelo psicoanalítico. De hecho, en una interesante correspondencia entre Hesse y un profesor Maier66 acerca de una carta de Jung de 1950, se establece la relación entre el psicoanalista y el autor. Sin embargo, según Hesse, su interés por el psicoanálisis como fuente de inspiración cesó en 1922 (después de tres series de sesiones de terapia psicoanalítica con C.G. Jung en 1921) porque según dice de manera un tanto antipática, “para los analistas es inalcanzable lograr una verdadera relación con el arte, les falta para ello el órgano”67.

Otro de los temas centrales de la propuesta de Freud es la sexualidad y la energía creativa de la líbido. Freud lo define así: “La líbido debe denotar, análogamente al hambre, la energía con la cual se manifiesta el instinto, aquí el

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instinto sexual, tal como el hambre en el caso del instinto de alimentación.”68 En Demian69 el tema de la sexualidad se presenta a veces explícitamente, como es el caso de la escena de un joven compañero de estudios, Knauer, quien se acerca a Sinclair para pedirle consejos sobre la sexualidad en general, y sobre la manera de reprimirla70. Sinclair en este episodio hace las veces de guía, y de hecho, le da recomendaciones como en algún momento se las pudo haber dado Demian a él. Le señala que las soluciones tiene que buscarlas en si mismo. Cuando regresa a su cuarto, Sinclair pinta un cuadro tratando de rescatar un sueño. La imagen se transforma en Demian, en si mismo, y su conducta con el cuadro es de rabia, de piedad, de amor. Cierra los ojos y el cuadro se encuentra en si mismo y lo hace realizar una regresión a los principios del tiempo. Cuando se despierta en medio de la noche, el cuadro ha desaparecido y una fuerte inquietud lo hace salir y buscar a Knauer con el presentimiento de que algo malo está sucediendo. De hecho, lo consigue a punto de cometer suicidio. Aconseja a Knauer nuevamente haciéndole ver que iba por el camino equivocado y que está errado en suponer que todo el mundo es cochino por tener sexualidad. Le dice: “Nosotros hacemos dioses y luchamos con ellos, y ellos nos bendicen”71, una clara referencia a la escena bíblica de la lucha de Jacob, nombre que además le dió a ese capítulo. Más adelante, como conclusión de esta experiencia, afirma: “Lo que me hacía bien era el avance en la búsqueda en mi mismo, la creciente confianza en mis propios sueños, pensamientos y presentimientos, y el creciente conocimiento del poder que yo poseía en mi interior.”72 No es extraño entonces hallar que el próximo capítulo se llame “Sra. Eva”, quien personaliza para él el objeto de su amor y deseo físico maduros. Se deriva, por lo

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tanto, que Knauer representa la aceptación de su propia sexualidad, la lucha con los remanentes de prejuicios, prohibiciones y sentimientos de culpa generados por su educación. Hasta en El Lobo Estepario73, en donde el personaje central, Harry Haller, es ya un hombre de cuarenta y siete años, vuelve a tratarse el problema de las ambigüedades relativas a los dobles estándares asociados con el tema del sexo. En Narciso y Goldmundo74, cuyo tema es la relación entre el espíritu y los sentidos, la narración sigue los pasos del vagabundo Goldmundo, quien tiene sendos enredos con diferentes mujeres que se encuentra en su camino. La experiencia que va adquiriendo a través de los amoríos con estas mujeres es conducente a la Gran Madre, reminiscente de la Sra. Eva de Demian.75 Brink76 explora de manera muy convincente la presencia del complejo de Edipo, el cual se discute a continuación, en función de las relaciones – o mejor dicho, la falta de ellas – con las mujeres como consecuencia de la relación insatisfecha con la madre.

Por lo antes dicho, otro aspecto digno de mencionarse es el manejo de las represiones, concepto también aplicado por Freud en su lenguaje psicoanalítico. Lo define como el proceso patológico cuyo síntoma es la resistencia a permitir que lo que se encuentra en el inconsciente cargado de energía pueda pasar al consciente.77 En el episodio de Knauer mencionamos los esfuerzos de éste para reprimir los deseos sexuales. Aquí claramente se ve la relación con este concepto. Más sutilmente, se reconocen referencias a represiones en otros escritos de Hesse también. Todo el cuento “Iris”78 se trata de la lucha que tiene Anselmo por rescatar la magia del jardín de su infancia, o sea, la inocencia de la niñez, el Paraíso terrenal, y la creatividad y fantasía

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relacionadas, que se encuentran totalmente reprimidos. Iris es el nombre de su amada en el relato, pero también es el nombre de un lirio morado que nace en primavera en el jardín de su madre. La amada le pone por condición que debe descubrir el verdadero significado de su nombre para aceptar casarse con él. Esto desata en Anselmo una búsqueda hacia su interior y su inconsciente. La relación de la misma imagen del cáliz y los pétalos de la flor y el final de la narración en donde Anselmo se introduce en ella no es difícil de interpretar como el deseo de volver a introducirse en la madre, y ahí la coincidencia del nombre de la novia y este deseo no es casual. No es fortuito que el libro de cuentos en el cual se encuentra éste, también sea publicado en el mismo año en que aparece Demian. Otra obra que tiene por tema central una represión es Narciso y Goldmundo79, en donde si bien se discute la relación entre el espíritu y los sentidos, o, mejor dicho, la espiritualidad y la sensualidad, se da a entender que la respuesta a ese dilema sólo se puede hallar si se encuentra a la Madre, hasta entonces reprimida. En específico a este ejemplo de represión, el secreto deseo del hijo por la madre, Freud lo identificó como el “complejo de Edipo”80, referencia al rey de Tebas, en Grecia Antigua, que sin saberlo mató a su padre y se casó con su madre, y que constituyó el tema de una tragedia escrita por Sófocles (496-406 a.C.)81. Desde el punto de vista psicoanalítico, este complejo es originado en las primeras etapas de desarrollo de la sexualidad humana, como consecuencia de que la madre cuando amamanta al niño se convierte en el primer objeto de deseo, al ser la primera quien satisface al niño y le produce placer. Como el ello es frenado más adelante por el superyó, para lograr el equilibrio del yo, este deseo se reprime, pero muchas veces desde el inconsciente sigue produciendo problemas para la persona.

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Otro de los temas centrales de Freud y aprovechado por Hesse es el de los sueños y sus interpretaciones. Si bien Freud en la misma introducción a su obra sobre los sueños los define como “una propia función psíquica del durmiente”82 (las letras cursivas son originales de Freud, mientras que el subrayado es nuestro), cuando explica, en el mismo capítulo inicial de su trabajo, el método para llegar a lo que una persona alberga en su psiquis, se refiere al método psicoanalítico, que estimula en el paciente que exteriorice todo lo que se le viene a la mente, en estado despierto; sólo que en este caso se le pide que relate el recuerdo de su sueño con todos los detalles que pueda. Freud compara las obsesiones y los delirios con los sueños en cuanto a su relación con la conciencia: “Las obsesiones y los delirios son tan extraños a la conciencia normal como los sueños a la conciencia despierta.”83 Hesse aprovecha la importancia de los sueños, de las obsesiones, de los delirios para su obra con mucha frecuencia. Especialmente le resulta interesante la interpretación de los sueños como la realización directa o indirecta de los deseos84. Uno de los más importantes es el sueño que relata en la obra Demian en el capítulo “Caín”85, en donde en su sueño es obligado por su atormentador Kromer a matar a su padre. Desde el punto de vista psicológico se entiende que para poder crecer tiene que independizarse de sus padres. Especialmente curiosa es la relación de la escena bíblica a la cual se hace referencia, ya que según la interpretación de Demian, Caín no era tan malo como se le pinta. En esta escena del sueño, el deseo es la aceptación del si mismo, en su singularidad, o sea como marcado por la señal, para lo cual hace falta librarse de los controles exagerados del superyó, o sea, matar al padre. La consecuencia de este acto sería que adquiriría suficiente

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voluntad y poder como para eliminar también las amenazas de Kromer, o sea “mataría” también al “hermano”. Tal cual continúa la novela, ya que en una situación que sucede poco después, Kromer asustado apenas ve a Sinclair se cambia de acera y desaparece del relato hasta el final mismo, cuando Demian le pregunta a Sinclair si lo recuerda todavía y le recomienda que cuando necesite luchar otra vez contra él u otro peligro, que “escuche dentro de si mismo, y entonces notarás que estoy dentro de ti.” O sea, Sinclair ha integrado y asumido su propio yo.

Otra visión o delirio que tiene gran importancia en la misma obra antes mencionada representa el final de la novela y está cargada de simbolismos, tanto psicológicos como de otra índole. Sinclair está en el frente de batalla, recostado de un álamo viendo las estrellas y las nubes, cuando el cuadro se condensa de repente en una ciudad de la cual huyen millones de personas. En el centro se erige como una montaña una figura de mujer con estrellas en la cabeza, con los rasgos de la Señora Eva. Todos los que huyen se refugian en su seno. Ella se agacha y de repente su cara se descompone en un gesto de inmenso dolor y pega un fuerte grito. En ese momento de su frente nacen estrellas que en iluminados arcos resplandecen en el cielo.86 Esta visión coincide con el momento en que una granada o una bomba estalla junto a Sinclair y lo hiere, o sea, que podría interpretarse como un presentimiento. Al mismo tiempo es representativo de la consumación de su relación con la Señora Eva y por lo tanto de un deseo. Este hecho lo confronta con el nacimiento y la muerte, paso que lo convierte en adulto. Recuérdese a la Gran Madre de Narciso y Goldmundo87, también asociada a la muerte, pero también descrita con términos que sugieren que la

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relación sentimental es otra, reconocible según los conceptos de Freud como el complejo de Edipo, antes mencionado. En general, Hesse en todo caso es tan positivo que a pesar de las referencias a la muerte, su impulso a ella no parece ser lo prevalente, como se verá en el próximo capítulo.

El tema de los sueños, sin embargo no es manejado por Hesse unicamente a través de las interpretaciones de Freud. En ellos también integra los aportes de uno de los discípulos de éste, Carl Gustav Jung (1875-1961). Desde abril de 1916 hasta noviembre de 1917, Hesse se sometió a psicoanálisis con el Dr. Josef Bernhard Lang (1883-1945), discípulo de Carl Gustav Jung (18751961), quien lo era, a su vez, de Sigmund Freud. En febrero, mayo y junio de 1921 Hermann Hesse tuvo unas sesiones de terapia con el propio Jung88, y la influencia de algunas de las propuestas de este psicoanalista directa o indirectamente se puede hallar con relativa facilidad en las obras del autor. Uno de los conceptos más conocidos de Jung es el de “arquetipos”.89 “Lo que propiamente llamamos instintos son necesidades fisiológicas y son percibidas por los sentidos. Pero al mismo tiempo también se manifiestan en fantasías y con frecuencia revelan su presencia sólo por medio de imágenes simbólicas. Estas manifestaciones son las que yo llamo arquetipos."90

Jung explica que así como los órganos del cuerpo tienen su historia evolutiva, del mismo modo la psiquis también lo tiene. Por ello, en el inconsciente quedan huellas de experiencias arcáicas que en dados momentos surgen al consciente y determinan conductas. En los sueños es más frecuente encontrarlas y se expresan mediante representaciones simbólicas. Su estudio de las mitologías del mundo y

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el arte relacionado le permitió reconocer la universalidad de algunos de estos arquetipos. Según aclaró el profesor Hugo Groening en una conferencia dictada en el marco del curso sobre Hesse que inspiró este trabajo, el arquetipo se puede describir conforme al modelo psicodinámico como “una energía que genera una forma a través del cual pasa la luz, se va degradando su proyección, se transforma en imagen que luego se plasma en una obra de arte. De esta manera cumple una función trascendente, ya que permite percibir sus manifestaciones al salir del inconsciente al consciente.”91 El Prof. Groening mencionó los siete arquetipos considerados básicos por Strephon Kaplan-Williams: lo masculino, lo femenino, el héroe, el adversario, el viaje, la muerte/renacimiento y el sí-mismo. Debemos imaginarnos estos arquetipos que son como troqueles que definen desde tiempos inmemoriales al ser humano como tal. Aún sin profundizar mucho en estos conceptos, es fácil reconocer sus reflejos en los cuentos, en las epopeyas, en los mitos.

En la obra de Hermann Hesse se reconoce la presencia de los arquetipos desde la misma estructura de las obras. Basta recordar en Demian92 a los personajes y nos damos cuenta que Sinclair representa el sí-mismo, Demian y Pistorius los héroes y guías dignos de emular, Eva y Beatriz lo femenino, Kromer y Knauer el adversario, el águila la muerte/renacimiento. Al estudiarlos con más detenimiento, se observa que en la obra estos arquetipos tienen su propio desarrollo, constituyendo en su totalidad el viaje hacia el encuentro del sí-mismo. No solamente se manifiesta claramente cada uno de los arquetipos mencionados, sino Hesse incluso en varias oportunidades hace referencia explícita a los remanentes arcáicos y evolutivos del inconsciente, tal como vemos en Demian93:

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“Vi la cara de Demian, y no sólo vi que tenía la cara de un niño, sino también el de un hombre; y vi más aún, creí ver o sentir, que tampoco era la faz de un hombre , sino era además algo distinto. Era como si también tuviera algo del rostro de una mujer, y de hecho esa cara no me parecía, por un segundo, ni masculino o infantil, ni viejo ni joven, sino como milenario, de alguna manera atemporal, estampado por otras eras, que las que vivimos ahora. Los animales tienen a veces esa expresión, o los árboles, o las estrellas – yo no sabía, eso no era exactamente lo que percibía, lo que ahora como adulto despierto yo pudiese decir sobre ello, pero era algo así.”94 En Siddhartha95 manifiesta algo similar varias veces. Quizás uno de los pasajes en este sentido más claro sea: “Siddhartha se inclinó, tomó en sus manos una piedra del piso y lo sopesó. ‘Ésto aquí’, dijo jugueteando, ‘es una piedra, y dentro de cierto tiempo quizás se convierta en tierra, y la tierra será planta, o animal u hombre....Hoy pienso: esta piedra es piedra, es también animal, es también Dios, es también Buda, yo no lo adoro y amo porque podría convertirse alguna vez en esto o lo otro, sino porque ella ya es hace tiempo y siempre todo eso – y es precisamente eso, el que sea piedra, el que se me presente hoy y ahora como piedra, es por lo que la amo y por lo que veo en ella valor y sentido’....”96 Como señala Elemire Zolla (1983), “los arquetipos son patrones de medida.”97 Para ilustrarlo dice: “La música es arquitectura, escultura o pintura en estado líquido, tal como éstas son música congelada y el alma atestigua la estructura común de todo.

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Los cálculos son posibles gracias a las unidades normales, las divisiones del espacio dependen de una proporción básica, la evaluación de los movimientos depende de los ritmos, las medidas y las periodicidades. ... Los arquetipos, que entretejen todos los niveles entre sí, responden a la serie de incitaciones interiores, que antiguamente se llamaban dioses o ángeles, y que ahora se conocen como complejos psíquicos o ideales supremos, dependiendo si en el momento están intentando triunfar o ya están aferrados al poder. El escenario de la vida está coloreado por ellos, puede penetrarse e interpretarse, señalarse o ignorarse, ponerse de relieve o aplanarse de acuerdo con los arquetipos que entran en juego.”98 Hermann Hesse compara, por ejemplo, a su obra El Lobo Estepario99, con una sonata, un canon o una fuga, por lo que considera su estructura rigurosa.100 También se puede mencionar El Juego de Abalorios101, que en su totalidad se construye alrededor de un juego interdisciplinario.

Siendo que el objetivo de este trabajo no es realizar un psicoanálisis de la obra de Hesse, ni mucho menos de su autor, sino de tratar de encontrar el origen de su universalidad, lo importante es resaltar que al emplear el modelo y las propuestas de Freud, manejar la simbología de Jung, acoger el concepto de los arquetipos, reconocer la dinámica relación entre el inconsciente y el consciente, sin desconocer su vinculación autobiográfica, Hesse coloca a sus personajes en el plano común del género humano, con lo cual se enlaza con los seres humanos de todas partes y de todos los tiempos.

Ahora bien, Hesse discrepaba de Freud en la importancia suprema que le asignaba a los impulsos sexual y a la muerte. Más bien, él sentía que su fuente

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de inspiración y estímulo era otro impulso: el religioso102. Sin embargo, como sus alcances se escapan a lo estrictamente psicológico, se consideró interesante verlo como el resultado de una de las vueltas del caleidoscopio. De ahí que el tema del próximo capítulo es la religiosidad.

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Notas: Capítulo Quinto – Lo Oculto: Aspecto Psicológico 1

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2

HESSE, H. (1982). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). pp.181- 413. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927). p. 242 3

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10

FREUD, S. (1992). Obras Completas de Sigmund Freud. Vol. 19. Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Orig. 1923, ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey con la colaboración de Anna Freud). pp. 15-20

11

FREUD, S. (1978). La interpretación de los sueños, Vols. 1, 2, 3. Madrid: Alianza Editorial, S.A. 11ª. ed.

12

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5-165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919) 13

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142

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HESSE, H. (1982). Unterm Rad (Bajo las Ruedas). Gesammelte Werke 2 (Colección de Obras 2). pp. 5 – 178. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1905). p. 66

18

Este tipo de inconsistencias es prueba, según se demostró en Rajkay, A.M. (1990), de que en lo que dice está expresando una inquietud relacionada con su propia vida, en este caso una inseguridad acerca de su propio grado de madurez en relación al desarrollo de su cuerpo, natural en la etapa de la adolescencia según lo señala Erikson (1966).

19

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5-165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919). p.28 20

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FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse – Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. pp. 190-193

27

Véase el Capítulo Tercero: La fuente de la magia, sobre la religiosidad.

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Capítulo Tercero LA MAGIA El autor en su obra

“— y, sin embargo, también cubría mi frente el esplendor de Dios, y lo que yo miraba era hermoso y viviente, y en mis pensamientos y sueños, aún cuando no fueran de naturaleza piadosa, los ángeles y los milagros y los cuentos entraban y salían hermanados.” (Hermann Hesse1)

Hesse realmente se reservó el derecho de traducir su vida en una obra de arte. Le ayudó en esa tarea su don mágico: ya el niño Hermann empieza a crear. A partir de sus juegos, de las correrías por las praderas y los bosques circundantes a Calw, de los silenciosos ratos de reflexión y observación en el jardín de su casa, de los objetos que se encuentran en su habitación, en la casa de sus padres y de su abuelo, de los rituales de la vida familiar, extrae las vivencias que su espíritu inquieto y fantasioso luego transforma en productos de su imaginación. Lo expresa hermosamente en Diesseits2 , una colección de relatos cortos, de donde es la cita que introduce este capítulo. En la medida en que su comportamiento y sus reacciones son incomprendidos y en que su propia percepción de las incoherencias de su entorno se le hacen insoportables, sustituye el mundo real por el de su propia creación. Su íntima necesidad de expresarse y la dificultad de comunicarse realmente cara-a-cara con las personas más allegadas a él, lo conducen a la

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escritura. Naturalmente, no hubiera sido posible alcanzar los niveles de belleza y precisión en el manejo del lenguaje de no haber sido, además, un trabajador incansable, un artesano perfeccionista. Con seria dedicación construye cuidadosa y esmeradamente esa otra realidad, poblando sus obras con personajes y paisajes que aún cuando con frecuencia sólo son descritos con unos pocos trazos, son tan representativos de la naturaleza humana, botánica o animal y de sus manifestaciones, que en nuestra imaginación completamos sus figuras y adquieren para nosotros inusitada vida. Puesto que esa parte agregada por nuestras propias mentes, sentimientos y experiencias es reflejo de nosotros mismos y de nuestras propias circunstancias, nos identificamos con facilidad con ellos y a través de ellos con el autor, logrando así Hesse la cercanía que siempre nos sorprende.

Conforme a las definiciones de Tolkien (1966), las obras de Hermann Hesse se podrían calificar de “cuentos de hadas”: “Un narrador [que ] demuestra ser un ‘sub-creador’ exitoso hace un Mundo Secundario que su mente [la del lector] puede penetrar. Adentro, lo que se relata es ‘verdadero’: está de acuerdo con las leyes de ese mundo.”3 Un ejemplo hermoso de esta definición, lo constituye el relato "Iris"4, en el cual describe la incursión de su personaje en el cáliz de una flor. Ese cuento ejerce su encantamiento no solamente mediante las imágenes y el lenguaje, sino por compartir el íntimo conocimiento que demuestra tener del alma, del ser de la flor. Esa comprensión de la esencia de todo lo que lo rodeaba, sólo

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puede haberse originado como resultado de una curiosidad sin límites junto a la capacidad de maravillarse una y otra vez ante el milagro de la Creación. La maestría de Hesse está en que hace de ese Mundo Secundario un Mundo Universal, en el cual parecen sentirse a gusto seres de culturas, naciones y tiempos distintos. A pesar de nacer de la divergencia del autor con la norma, por lo cual podría esperarse un resultado opuesto a la realidad o por lo menos utópico, al contrario, su obra constituye una estructura anclada en su propia vida y por lo tanto en su entorno. Al dar lo verdaderamente propio, tal como consideraba que era su deber como escritor5, paradójicamente logra con su pluma que lo personal se transforme en el contenido esencial que se encuentra en toda vida humana. Hesse tiende así el puente que le permite unir su particular realidad con la del lector para compartir su mundo mágico en donde todos hablan el mismo lenguaje de los sentimientos, como simples amigos del alma.

Uno de sus críticos más prolíficos, Theodore Ziolkowski (1979), denomina “secretas relaciones diagonales” a esa curiosa práctica de Hesse de hacer aparecer en sus novelas y cuentos a personajes tomados de la realidad, y de mezclar personajes imaginarios tomados de sus relatos en sus escritos supuestamente referidos al mundo real objetivo. Ziolkowski explica que Hesse “nos obliga, a los lectores, por ese medio, a penetrar su ‘reino intemporal del espíritu’ en el cual se sentía más seguro y que describía una y otra vez como su ‘paisaje’ literario más característico.”6 En este sentido, parece coincidir con el concepto de ‘Mundo Secundario’ de Tolkien, antes mencionado. Agrega, no

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obstante, que “lo atractivo de la obra de Hesse para los norteamericanos es su valor paradigmático.”7 Casebeer (1972) afirmaba algo similar, por considerar que “En cualquier vida con la cual esté experimentando la juventud, Hesse parece haber estado en ella. ... Pero más allá de cualquier punto inicial específico de un lector joven está el objetivo hacia el cual desea apuntar: la libertad – especialmente la libertad de ser él mismo, de hacer lo propio. ... La enorme valentía requerida para crear un mundo nuevo es raro. ... Para una generación de hombres y mujeres jóvenes que adolecen orientación en una lucha nueva y difícil, Hermann Hesse es el Maestro.”8 Se podría agregar que lo que lo convierte en guía es precisamente la capacidad de crear mundos alternos más cercanos al complejo y frágil ser humano. No obstante, la apreciación de Casebeer de limitar el impacto de Hesse sólo a la juventud, desconoce la importante relación que establece este autor con todas las etapas de la vida humana. Varios de sus principales personajes son adultos y hasta ancianos, maduros y llenos de la sabiduría que sólo se adquiere con las experiencias: Siddhartha y Vasudeva en Siddhartha9, Harry Haller en El Lobo Estepario10, Narciso y Goldmundo en la obra que lleva los mismos nombres por título11 o Josef Knecht en El Juego de Abalorios12, entre tantos otros personajes, son o llegan a ser adultos maduros y hasta ancianos. Probablemente hasta sea difícil imaginarse que un joven, por ejemplo un adolescente, sea capaz de apreciar todas las facetas relacionadas con experiencias propias de las etapas más avanzadas de la vida humana y que aún no ha tenido que vivir. Lo sorprendente de Hesse es precisamente que con

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su trabajo abarca toda la vida humana, desde la más tierna niñez hasta la muerte, ofreciéndole por ello a todos sus lectores alguna vivencia compartible. No es difícil imaginarse que la adolescencia de un ser tan intenso, etapa de por si de múltiples indefiniciones, debió ser muy dura. También es comprensible que su escape de las angustias fuera la expresión literaria. Sin embargo, las ideas así nacidas, arrancadas de su mismo apasionado sufrimiento o deleite, de sus inseguridades y de sus dudas, fueron moldeadas con trabajo arduo y estudiado, escribiendo y reescribiéndolas con frecuencia, produciendo una joya detrás de la otra. Por ejemplo, el título de El Lobo Estepario corresponde entre otros a un poema13, a un cuento14 y a la novela15; cada uno explora y refleja de manera magistral un aspecto de la naturaleza de ese animal y su conducta, así como las potencialidades de su significado como símbolo. En el poema se ubica dentro de un viejo lobo marginado de su jauría, quien sueña con hincarle los dientes una vez más a una linda y joven presa, una ovejita; en el cuento coloca al lobo en una jaula de una feria pueblerina y explora la conducta hipócrita de la sociedad ante la bestia; y en la novela el lobo representa los instintos naturales del hombre viejo y marginado de la sociedad humana. Así se demuestra la manera detallada como estudió a su objeto. Así también se reconoce la presencia de los mismos temas en diversas obras, por ejemplo el de las polaridades, que se constituye en un patrón estilístico, que sin embargo se va desarrollando y transformando, adquiriendo madurez.

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Su vida de joven adulto tampoco transcurrió fácilmente. Su elección de pareja parecía responder a su misma intensa naturaleza. La primera esposa, Maria Bernoulli, a quien llama Mia, madre de sus tres hijos, es nueve años mayor que él, pertenece a una familia de reconocidos intelectuales16, lo cual hace pensar que además de todo el amor y admiración que podía haber sentido por la persona, seguramente para Hesse también representó una manera de probar que su nivel cultural (a pesar de no haber hecho el bachillerato completo, ni tener estudios universitarios) era suficiente para ser aceptado en ese medio. Debe acotarse que si bien ese matrimonio empieza a resquebrajarse a los siete años, y que llega al divorcio a los diecinueve17, Hesse responsablemente, y se podría decir que con ternura, continúa ocupándose y preocupándose del bienestar de su ex-esposa, mucho más allá de sus obligaciones, incluso después de haberse vuelto a casar18. Su nueva esposa es, contrariamente a la primera, veinte años menor que él19. Erróneamente, bajo las presiones de la familia Wenger20, Hesse toma la decisión de convertir una relación de aventura amorosa en matrimonio, pues vuelve a fracasar21. Es con su tercera compañera, también menor que él en dieciocho años22, una joven historiadora de arte, austríaca, de origen judío, Ninon Dolbin, que logra encontrar el equilibrio de una unión que habría de durar hasta el final de sus días. Hesse la había tratado primero por carta en 1909, como una admiradora de apenas catorce años de edad, pero luego la conoció en el invierno de 1926. Él aún estaba casado con Ruth Wenger, aunque separado, y ella ya estaba separada de su primer marido. Este encuentro fortuito resultó en amor a primera vista y ya para el verano siguiente, año del segundo divorcio de Hesse, Ninon se mudó a su casa. Cuatro años más tarde, en 1931 se casarían. Este

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aspecto doméstico de su vida es representado en muchos de sus textos a través de la contraposición de polos. La paradoja planteada por la necesidad de equilibrar la vida sedentaria, burguesa y convencional de la familia con la libertad que necesitan el artista y su arte, constituye las dos caras de la medalla, tesis y antítesis, en donde se confrontan los mundos de la realidad y de la imaginación, con frecuencia siendo el segundo la via de escape de las exigencias del primero. Para interpretar el significado de la familia tal como Hesse la presenta, es necesario señalar, que uno de los principales dilemas que sufren sus personajes, y que es tema obsesivamente recurrente, tal como se mencionó antes, es sentirse expuestos continuamente a la atracción de unos polos aparentemente opuestos y entre los cuales deben escoger. Por una parte, la familia parece representar el paradigma del mundo feliz, correcto, ordenado, honesto y seguro. Pero, por la otra, por ser rígida, constituye la limitación al desarrollo de las potencialidades de sus miembros. Sus normas imposibilitan la natural experimentación de la vida y obligan a aceptar los valores pequeñoburgueses de una clase media de intelectualidad frecuentemente superficial, que no se atreve a mirar en las profundidades del alma y que, en las estrecheces de sus limitados recursos económicos, que a duras penas le permite mantenerse, se engaña disfrazando las dificultades de decencia moral. Por ello, Hesse y sus personajes se debaten entre el deseo de merecerse el respeto de sus padres y de la sociedad y el desprecio de los valores que ellos representan. Este tema aparece como un hilván a lo largo de toda su obra. Se trata de su titubeo entre los deberes de índole familiar y social y su libertad

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como creador artístico. Desde sus más tempranas obras este cuestionamiento hace su aparición. Incluso lo convierte en asunto central de algunas de sus obras, por ejemplo, en Rosshalde23, Demian24, El Lobo Estepario25. En la novela Rosshalde26, se explora la historia de la separación de una pareja, del cual el esposo, personaje principal, un pintor, se debate entre los deseos de permanecer con su familia, en la comodidad y seguridad de las rutinas y del buen comportamiento y la necesidad que su alma de artista tiene de recorrer mundo, ver otros paisajes y ser libre. Muy hábilmente Hesse enfoca toda esta compleja problemática desde el punto de vista del apego a la casa, cuyo nombre lleva la novela, y el sufrimiento por el desprendimiento del jardín conocido, por supuesto, reminiscente del Paraíso Terrenal. En Demian27 desde el mismo principio de la obra se plantea esa dicotomía, asociándola con los conceptos del bien y del mal. Los personajes que rodean a Sinclair, la figura central, representan las variadas maneras en que se puede interpretar esta disyuntiva. Kromer lo somete a las torturas de la conciencia al tentarlo y atraerlo hacia el mal, separándolo de los valores familiares; Demian le brinda la libertad de emplear sus propios criterios para discernir; Pistorius le ofrece un nuevo credo en el cual ambos extremos se unen; y por último, la Señora Eva le entrega el derecho a tener plena posesión de su propia voluntad y criterios. El Lobo Estepario28 es considerada frecuentemente la obra cumbre. En ella se desarrolla toda la trama alrededor del dilema de si pertenecer a la sociedad y sus normas convencionales o escaparse mediante el suicidio. En Narciso y Goldmundo29 pareciera que ya el planteamiento está más directamente ligado a la libertad artística y el desprendimiento de la familia es tan absoluto que ambos personajes centrales, cuyos nombres lleva la novela,

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se han librado de sus familias: de Narciso no se conocen ni el padre ni la madre; Goldmundo no tiene madre, pero tiene padre, sin embargo, es entregado por él en la abadía de Mariabronn para su educación y nunca más se encuentra con él; se rescata el recuerdo de la madre, pero transformada en símbolo30. Para cuando Hesse escribe su última gran obra, El Juego de Abalorios31 , crea una sociedad elitesca principalmente compuesta por miembros huérfanos, por estar éstos libres de los compromisos familiares, vistos como obstáculos para entregarse de lleno a la elevada misión de Castalia.32 Curiosamente, tal como lo describe Ball (1947), la selección de Hermann Hesse para tomar el examen que lo llevaría a la carrera teológica fue muy similar.33 Pareciera que la única manera que encontró el autor para superar el efecto que tuvieron sus padres sobre él, fuera borrándolos de su obra. No obstante, paradójicamente, la conclusión de la obra es que Knecht se convierte en un guía-padre reincorporado a la sociedad burguesa. Este problema dialéctico realmente central en la vida del autor se originó desde el mismo inicio de su infancia, cuando su creatividad empezó a manifestarse y su familia no supo cómo tratarlo. Para Hesse fue tan extrema la experiencia de verse sometido a todo tipo de presiones y tratos para obligarlo a subordinarse a las exigencias renunciando a la creatividad artística, que es lógico seguir encontrando los rastros de ello en toda su obra. Como la vida humana le presenta esta disyuntiva a cada ser humano, en donde debe encontrar el equilibrio entre lo individual y egocéntrico, y lo social y generosamente amplio, es natural que los lectores de Hesse, se vean en muchas de sus obras como en un espejo. Como se dijo en un principio, el

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dilema que tenía que resolver era si debía y podía ser como era, diferente a todos los demás, aún sufriendo rechazos, o si era necesario dejarse absorber por la sociedad para optar por el reconocimiento y la vía más fácil. Nuestro planteamiento es que optó por lo primero, demostrando a través de su escritura, por una parte el valor del individuo, y por la otra, la universalidad de las experiencias de la vida humana, lazo que entonces lo convierte en miembro de una comunidad de seres trascendentales. Desde el punto de vista de nuestro estudio, se podría decir que ambas percepciones polarizadas conforman el fondo sobre el cual se presentan las familias de sus mundos imaginarios. Hesse evalúa sus circunstancias atrapado en un sistema binario que ordena los calificativos en pares (bueno-malo, claro-oscuro, espiritual-sensual, femenino-masculino) y con cuyos extremos siente la necesidad de relacionarse, para convencerse de que ambos polos son necesarios y que juntos conforman una gran unidad. Curiosamente, conforme se desarrollan las tramas, a veces es la versión positiva la que constituye el patrón, en otras ocasiones en cambio es la negativa. Por ejemplo, en Demian34, el centro de los sucesos es precisamente el proceso de distanciamiento y de toma de decisión acerca de la elección de sus valores, de aceptación o de rechazo de los parámetros familiares, lo que constituye el tránsito del “mundo luminoso” al “mundo oscuro”, como lo define. Aún en obras que no se desarrollan en un contexto familiar, se perciben estas opiniones, como por ejemplo, en El Lobo Estepario35 donde solamente hay alusiones a la familia, éstas son a veces irónicas, otras nostálgicas. No es extraño entonces, que este debate interno de Hesse

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continúe cuando él mismo se ve en la circunstancia de formar una familia, ubicarla en el esquema social y relacionarse con ella manteniéndose coherente y sin traicionar las intenciones nacidas de su propia experiencia infantil, pero cumpliendo con los deberes paternales. En Siddhartha36 quizás las escenas más intensas, llenas de un concentrado dramatismo, son la de Siddhartha adolescente que le pide permiso a su padre para emprender el camino de su propia vida37 y luego la de Siddhartha maduro que debe dejar ir a su hijo hacia su propio destino38.

La figura más desarrollada del contexto familiar, por lo menos en la primera etapa de escritura de sus obras, antes de Demian39, y en un buen número de sus obras posteriores, es la de la Madre. En primer lugar se reconoce una asociación muy estrecha entre familia y niñez, sobre todo de madre y niñez, lo cual no es de extrañar, puesto que es natural que un niño se sienta ligado a su madre y a su familia más íntimamente en la etapa de su infancia, que más tarde; sin embargo, vale la pena analizar cómo era esa relación. En la selección de sus poemas escritos entre los años de 1895 y 1941, que dedicó a sus amigos Hans C. Bodmer y a su esposa40, aparece la madre como tierna, en cuyos brazos encuentra refugio el niño recibiendo de sus labios un beso en la frente41, 42 y43. También menciona a la madre como quien sufre por haber perdido a su hijo cuando creció y se fue a ver mundo 44, 45 46

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y 47. El autor identifica al firmamento en general48 y al cielo nocturno o

la noche con una madre protectora y consoladora49 y 50. A lo largo de su obra, sin embargo, ella se va haciendo más y más compleja y de manera

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comprensible pasa de ser únicamente la madre, miembro de la familia, pareja de su padre, a mucho más.

Al revestirla de simbolismo va adquiriendo más importancia su condición de mujer y como tal su estrecha relación con las múltiples facetas de la vida, el nacimiento y la muerte.51, 52 y 53 Esta transformación va acorde con las etapas de desarrollo desde la niñez hacia la adolescencia y de ésta hasta la edad adulta, donde la mujer asume un rol, si se quiere, complementario en la vida de pareja. En sus obras en prosa, o sea, en sus relatos y novelas, se reconoce la riqueza de la figura materna, así como esa sobreposición de la madre-mujer y la mujer-madre. Sólo con mencionar en Demian54 el binomio de la madre de Sinclair, parte del “mundo luminoso” y la madre de Demian, la señora Eva, cuyo nombre ya es reminiscente de la primera madre de la humanidad, pero quien también es la primera culpable de la perdición del hombre, se percibe la complejidad de esas figuras. Otro ejemplo, es Kamala-cortesana, Kamala-guía, Kamala-monja y Kamala-madre en Siddhartha55. Sin embargo, la obra que se puede decir que se dedica más profundamente a este tema es Narciso y Goldmundo56 en donde explora todas las variantes posibles de esa relación, va descubriendo la esencia femenina, siempre buscando a la madre. Goldmundo afirma: “Es un secreto al que yo amo... Es la figura de la gran Paridora, de la Madre Original... en quien han logrado hacer las paces las grandes contradicciones del mundo y convivir: Nacimiento y muerte, bondad y crueldad, vida y destrucción.”57

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Ahí Hesse construye parte de la obra alrededor de la importancia que le da a rescatar los recuerdos que se asocian con ella. El personaje Goldmundo no puede “despertar” hasta tanto no acepta la realidad de su infancia y la naturaleza de su madre, que su padre ha intentado erradicar de su historia completamente. Al reencontrarla se puede iniciar su auto-descubrimiento y por lo tanto el camino hacia la autorrealización.58 Desde su primer enamoramiento y contacto carnal con la gitanilla Lise59 hasta su último y mayor amor, la aristocrática Agnes60, por quien casi lo ahorcan, las numerosas mujeres del relato recorren toda la gama de cualidades de la naturaleza femenina, siempre reconociendo en ellas aspectos de la Madre Universal. Uno de los trozos más impactantes es lo que le dice Goldmundo, un escultor, ya en las fauces de la muerte, a Narciso en uno de los últimos párrafos de la novela: “Hace muchos años mi sueño más querido y secreto ha sido hacer una figura de la Madre, ella era para mi la imagen más sagrada de todas, siempre la cargaba dentro de mi a todas partes, una forma llena de amor y llena de secreto. Hasta hace poco hubiera sido para mi inaguantable pensar en poder morir sin haber alcanzado a realizar su figura; mi vida me hubiera parecido inútil. Y ahora, fíjate, qué maravilloso cómo me ha ido con ella: en vez de que sean mis manos las que la formen y configuren, es ella la que me forma y me configura a mi. Tiene sus manos alrededor de mi corazón y lo libera y me vacía, me ha seducido a que muera, y conmigo muere también mi sueño, la hermosa figura, la imagen de la gran Madre-Eva. Aún la veo, y si tuviera fuerza en mis manos, la podría crear. Pero ella no quiere eso, no quiere que yo haga visible su secreto. Ella prefiere que yo muera. Me muero con gusto, ella me lo facilita.”61

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Es imprescindible señalar, en general, lo compleja que es la figura femenina para Hesse, que deriva de la no menos intrincada figura materna. La evolución de la percepción del niño acerca de la madre y de las hermanas, a través de unas figuras femeninas que combinan la visión inocente con la curiosidad del adolescente hasta la mujer adulta es muy clara en su obra. Si se toma en cuenta que pasó por dos matrimonios turbulentos hasta poder reposar en el tercero, ya a los 54 años de edad, al encontrar la relación apropiada para él con Ninon Dolbin, se reconoce que Hesse refleja en sus escritos su propia situación en sus relaciones con las mujeres. Ya en Una hora después de medianoche62, que es la primera obra publicada en prosa63 aparecen dos mujeres, Elisa, idealizada64, y la señora Gertrud, también regia, sabia y comprensiva, pero inalcanzable65. En Hermann Lauscher66 aparecen las mujeres con una tipología variada, desde idealizada e inocente hasta promiscua y atrevida. En Gertrud67 la figura central del mismo nombre representa a una mujer sufrida, pero con coraje y fiel a sus principios, merecedora de amor, pero presa en una relación tormentosa. El matrimonio de Gertrud se parece al del propio Hesse, como lo observa también Mileck68 en la comparación que hace en general del personaje Kuhn con el autor. En Demian69 la primera figura femenina que ocupa a Sinclair, personaje central, fuera de su madre y de sus hermanas, es Lina, la muchacha de servicio, quien constituye el primer contacto con la vida que transcurre fuera del núcleo familiar, o como lo llama en su propio lenguaje con el ‘mundo oscuro’70. Hesse hace de Lina un personaje ambivalente, por cuanto cuando está con la familia pertenece al mundo luminoso, puro, pero cuando está con las otras muchachas de servicio o sale a reunirse con su propia familia y amistades, pasa a ser emisaria del

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mundo pecaminoso, hostil, pero atractivo del mundo oscuro. Si bien el escritor no lo dice expresamente, de manera muy sutil nos da a entender que ella se hace también cómplice de “la caída” de Sinclair, al brindarle consuelo del chantaje de Kromer71, al no acusarlo por robarse el vuelto de las compras72. El amor de adolescente lo vive a través de la visión pasajera de una muchacha, con la cual nunca llega a hablar, a quien bautiza en su fantasía como Beatrice73, obvia referencia a la amada de Dante en La Divina Comedia74, a quien ve como una guía que lo conduce hacia una salida de la oscuridad en que se encontraba. Sin embargo, esta aparición es totalmente efímera y es sustituida por la señora Eva, madre de su amigo y modelo Demian. Ella ejerce sobre Sinclair una gran atracción tanto física como espiritual. La ve rodeada de misterio, con cualidades extraordinarias y representa a una gran gama de roles femeninos, desde lo bíblico hasta lo arquetípico, desde la santa hasta la incestuosa y promíscua. En Siddhartha75 la figura femenina central es Kamala, una cortesana rica y poderosa. Sin embargo, como la trama se desarrolla en otra cultura, no es posible leer la novela aplicando los valores morales occidentales. Ella es investida por el autor de sabiduría y cumple una función muy importante en la vida de Siddhartha, al brindarle las experiencias que le hacen falta para lograr el nivel de superación que busca. En este sentido es comparable con la señora Eva por su carácter de guía. No obstante, Kamala también aprende de Siddhartha y por ello cambia de vida acercándose a la espiritualidad, cuando se da cuenta de que está embarazada de su amado. Al final del relato hay un reencuentro de ambos. En El Lobo Estepario76 Herminia (o también Armanda) es una prostituta que pasa a ser también una guía. Curiosamente, ni Gertrud, ni Eva, ni Herminia son poseídas por el respectivo

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personaje principal, admirador aprendiz, a pesar de que las tres parecen retribuir los sentimientos y la atracción. Todas estas figuras femeninas parecen integrarse en lo que podría considerarse la figura central de Narciso y Goldmundo77, que por ser la gran ausente, se vuelve la gran omnipresente, motora de todo el relato que no es otra cosa que su búsqueda. Es interesante que en su máxima obra El Juego de Abalorios78 simplemente no hay figura femenina. El modelo de núcleo familiar que Hesse describe en su obra suele ser muy parecido al de sus padres y mas tarde al suyo propio, aún cuando lo inserta en historias diferentes. El padre ocupa siempre el lugar del jefe del mismo, suele aparecer dotado de virtudes tales como la rectitud, la nobleza, las buenas intenciones, pero al mismo tiempo le asigna también fallas como la inflexibilidad, la falta de comprensión y poca sensibilidad hacia los sentimientos de los hijos. Por ejemplo se pueden mencionar el padre de Hermann Lauscher, en la novela del mismo nombre79, el comerciante Joseph Giebenrath en Bajo las Ruedas80, el progenitor de Kuhn en Gertrud81, el de Sinclair en Demian82, o el padre de Goldmundo en Narciso y Goldmundo83. A pesar de esta impresión ambivalente del padre, el autor siempre expresa un gran amor hacia él, aún cuando siente un profundo dolor por no ser comprendida ni aceptada su individualidad. Naturalmente interpreta eso como falta de amor de su parte, contrariamente al amor maternal que considera incondicional. Ella es siempre la comprensiva, protectora, muchas veces sabia y sufrida. Simbólicamente le asigna una función como de origen y destino, lugar de descanso, alivio. Mientras que el padre es el educador, el castigador,

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la norma y el ejemplo, cuyo reconocimiento hay que merecer. En Knulp84 expresa su impresión de los padres de manera sintética así: “De manera que con frecuencia he tenido que reflexionar acerca de mis padres. Ellos creen que yo sea su hijo y que yo sea como ellos. Pero a pesar de que tengo que amarlos, les soy una persona extraña, a quien no pueden comprender. Y eso, lo que es la parte más importante en mi y que quizás precisamente sea mi alma, les parece secundario y lo adscriben a mi juventud o al estado de mi ánimo. Y eso que me quieren y harían todo lo amable por mi. Un padre puede darle por herencia a su hijo la nariz, los ojos y hasta la inteligencia, pero no el alma. Él es nuevo en cada hombre.”85 Otra figura familiar de notable importancia e influencia en su vida y en sus obras, fue el abuelo Gundert. Llama la atención, sin embargo, que ningún personaje inspirado en él es una representación completa y fiel, ni siquiera se trata de un abuelo en ninguno de los casos, sino que sus diversos rasgos son aprovechados simbólicamente para caracterizar a diversos personajes. Por ejemplo, se reconoce algo del ambiente que creaba el abuelo Gundert, y en el cual pasó la infancia Hesse, en Demian86, cuando Sinclair conoce a Pistorius, quien vive entre libros como él. La mención del Dios Abraxas87 recuerda la deliciosa anécdota que relata en La infancia del mago88. Una estatuilla de muchos brazos del dios Vishnu, que se encontraba en el estudio del abuelo, le guiñaba el ojo al niño Hermann; entendió que llegó el final de su infancia cuando esta figura dejó de comunicarse con él y se convirtió en simple objeto. La sabiduría del abuelo se reconoce en Vasudeva, el barquero sabio en Siddhartha89. Este personaje comparte con el abuelo Gundert además el ambiente de la India, donde fue misionero durante

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veintitres años.90 Así mismo, el Magister Ludi de Castalia, Joseph Knecht, en El Juego de Abalorios91, le hace recordar a uno la figura del abuelo por su dedicación al estudio meticuloso, que hizo que Hermann Gundert produjera un diccionario del malaylam y que fuera un reconocido lingüísta de la época.92 Las figuras paternas reflejadas por el padre y por el abuelo en especial tienen con frecuencia el papel de guías, de maestros, en la obra de este autor. Este aspecto es especialmente interesante de analizar ya que, como se mencionó, Hesse fue un desertor del sistema educativo, y la manera en que se refiere a los estudios, a los estudiantes y a los intelectuales siempre refleja de alguna forma su propia relación con esos temas . Antes que nada, debemos recordar que su problema no residía en dificultades de aprendizaje, ya que sus maestros más bien señalaron sus dotes para el latín, que él disfrutaba, sino en su resistencia a la disciplina rígida y limitante a la cual se le quería obligar y que cohibía su creatividad; su pecado fue permanecer fiel a sus propias aspiraciones y naturaleza. Luego, su extraordinaria voluntad y persistencia al formarse para ser escritor demostró que, de hecho, su desacato no era a tener una disciplina, en general, sino a someterse a la que se le quería imponer, que para él era espiritualmente castrante. Aún así, la mala experiencia vivida hace que Hesse considere que la luminosa etapa de la infancia termina con el ingreso al sistema escolar y con frecuencia contrapone los ratos felices de las vacaciones en el jardín con los períodos de clases, como si ellos fueran resurgimientos de la niñez que se perdió. El relato más centrado en la experiencia escolar y educativa, se podría decir que es la novela Bajo las

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ruedas,93 la trágica historia de un niño que es destruido por el sistema educativo. A pesar de la tenacidad de Hesse y su convencimiento de que el camino que había escogido era el que debía transitar, sabiéndose voluntariamente fuera del sistema escolar, a lo largo de toda su obra se reconoce una amargura, expresada en forma de sarcasmo, cada vez que se refiere a la vida universitaria, a los académicos, a los intelectuales, acusándolos de superficiales y de falsos. Quizás el más incisivo de los ejemplos sea la escena del encuentro de Harry Haller, personaje principal de El Lobo Estepario (1927)94 con un profesor, que lo invita a su casa, velada que termina en un escándalo entre Haller, el profesor y la esposa de éste, por permitirse Haller la libertad de confrontar a esa pareja con su hipocresía, falta de cultura verdadera y mal gusto95. Hesse parece pensar que en su autoformación ha internalizado la cultura de una forma mucho más íntima de lo que él supone que suceda con otros que toman los cursos por cumplir con un plan de estudios, sin realmente absorber su significado y su valor estético, espiritual, intelectual o cultural. Al lidiar con cada uno de los grandes maestros, desde los griegos hasta los contemporáneos del siglo XIX, Hesse los estudiaba con el fin personal de prepararse como escritor, sin realmente considerar si ello era lo acostumbrado o no, ni por obtener ninguna calificación o reconocimiento. Por estar fuera del sistema tradicional, era libre de organizar sus estudios como él quisiera. Sin embargo, esto, una vez más, lo colocaba al margen de la sociedad; estaba haciendo algo distinto a lo que sus padres y su medio social esperaban de él. Pareciera que sus éxitos en vez de hacerlo olvidar o perdonar la miopía de sus mentores, más bien lo hicieron

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más inmisericorde hacia ellos, probablemente por no poder disipar el recuerdo del sufrimiento que ello le deparó en su juventud. Por lo dicho, resulta entonces especialmente sorprendente en sus historias descubrir una suerte de nostalgia por maestros, a través de la presencia de unos personajes complementarios al rol paterno, que cumplen una función tutorial, pedagógica, de guía o de modelo, que pueden ser masculinos o femeninos. Estos personajes, por ejemplo Demian y la Señora Eva de la obra Demian96, Vasudeva y Kamala en Siddhartha97, Herminia en El Lobo Estepario98, Narciso y el Abate Daniel en Narciso y Goldmundo99, el Maestro de Música y el Hermano Mayor en El Juego de Abalorios100, suelen ser inteligentes, intensos, perspicaces, sabios, disciplinados, justos, comprensivos y llenos de buenos sentimientos, pero al mismo tiempo totalmente francos, sinceros y bastante severos. Esto hace pensar que a través de ellos, Hesse expresa su imagen de lo que desearía que hubieran sido su padre y sus maestros. En Narciso y Goldmundo101 este significado se hace manifiesto cuando Goldmundo escoge realizar su primera gran obra de escultura tallada en madera en la figura del evangelista Juan (Johannes), nombre del padre de Hesse, mientras al mismo tiempo afirma que se trata de una imagen de Narciso, su amigo guía y con quien logra una perfecta amistad simbiótica.102 Estos personajes guías cumplen una función pedagógica que hoy llamaríamos de facilitación, ya que aceptan a sus respectivos pupilos tal y como son, apoyándolos en sus fortalezas y ayudándolos a convertir sus debilidades en oportunidades de aprendizaje y eventualmente también de fortaleza, sin atentar jamás contra la propia voluntad de ellos. Como lo

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expresa Liscano (1976) “Para Hesse, el saber es cuestión intelectual, acumulativa, mientras que la sabiduría es aprendizaje, experiencia.”103 Por ejemplo, en el caso de Goldmundo, de la novela antes mencionada, toda la trama describe las aventuras de éste, quien abandona la Abadía sin ser obstaculizado nunca por Narciso; al contrario, el espiritual guía entiende la necesidad y la conveniencia de que su amigo y pupilo recorra mundo y llegue a sus conclusiones por sus propios medios. A pesar de ello, en un momento dado cuando el aventurero se ve en una situación sin salida, le brinda el apoyo de una solución. En cuanto a este aspecto es significativo que la última acción de uno de los más grandes personajes de Hesse, Joseph Knecht, en El Juego de Abalorios,104 sea abandonar su torre de marfil intelectual para dedicarse a ser tutor, maestro. Otra posible aproximación a los elementos biográficos es desde las etapas de la vida. Como se señaló, es interesante resaltar la importancia que tiene la etapa de la niñez para Hesse. En casi todos sus escritos manifiesta en repetidas ocasiones su convicción de que la verdadera semilla del si-mismo, el secreto de la persona que se es, se puede encontrar en el niño. En el cuento “Iris” afirma: “Todos los niños, mientras se encuentran en el Secreto, sin cesar ocupan sus almas con lo único importante, consigo mismos y con la extraña relación de su propia persona con el mundo que los rodea. Los que buscan y los sabios vuelven con los años de su madurez a estas ocupaciones, pero la mayoría de los hombres olvida y abandona este mundo interno de lo realmente importante desde temprano, para vagar por toda la vida en las policromáticas equivocaciones de las

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preocupaciones, de los deseos y de las metas, ninguna de las cuales vive en lo más interno, ninguna de las cuales los conducirá a lo más profundo de su ser ni a su hogar.”105 Si se analiza el lenguaje que emplea para referirse a la etapa infantil, se reconocen en la selección de su vocabulario y la construcción de los trozos los rastros de las alegrías y penas, de las curiosidades, dudas, miedos, frustraciones, sueños y placeres de ser niño. Desde el principio los debates espirituales que tuvo que sufrir ese pequeño ser desde el principio entre sus sentimientos hacia su familia, en especial sus padres, su casa y los objetos que contenía, el jardín, los demás personajes que constituían ese mundo y la atracción y curiosidad que sentía hacia el amenazante pero misterioso mundo exterior se manifiestan una y otra vez en sus escritos. Al reflexionar sobre los lazos que lo unen a ellos, ambos son interpretados a veces como refugio y otras veces como cadena, a veces como lo ansiado y otras como lo repudiable, respectivamente. La niñez es mencionada como una época de fragilidad106, 107 y 108, pero por la cual siente a pesar de ello nostalgia, ya que era feliz e inocente109, 110, 111, 112, 113, 114, 115 y 116. Curiosamente, asocia reiteradamente conceptos sensuales del oído (voz, susurro, tono, melodía, canción), de la vista (claro, oscuro, azul, verde, color, luz, sombra) o de olores (aroma, perfume) al precisar sus sentimientos relativos a la infancia117, 118, 119, 120, 121, 122 123 124

,

,

y 125.

La infancia es asociada con el jardín y la naturaleza, mediante símiles, metáforas o símbolos. Dentro del mismo tono de nostalgia que se siente cuando hace alusión a esa ingenua etapa de la vida -- no olvidemos que

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está escribiendo después de haber salido de ella -- se refiere a la naturaleza; la gran mayoría de los versos son alusivos a los paisajes, las estaciones del año y el jardín. En Narciso y Goldmundo126, Goldmundo talla en madera un púlpito cuya base representa a la naturaleza en toda su riqueza y variedad, construyendo y creando “un pequeño Paraíso”. 127 Pero no sólo es la naturaleza silvestre la que lo encanta, los jardínes domésticos, hasta las flores en una maceta son motivos de inspiración y tienen siempre un significado de conectores con un mundo espiritual piadoso. Ejemplo emblemático es la araucaria, usada por el autor como símbolo de limpieza, orden y decencia burguesas en la obra El Lobo Estepario128.

Cabe mencionar, que para los momentos iniciales de su carrera de escritor, Hesse aún se mantiene dentro de los parámetros de composición románticos, bajo la influencia de sus autores más admirados, como Johann Wolfgang von Goethe (Los padecimientos del joven Werter129 y Fausto130) o Novalis, seudónimo de Friedrich von Hardenberg (Himnos a la noche131 y Enrique de Ofterdingen132), cuyas obras leía y estudiaba con la avidez del escritor autodidacta que desea captar el secreto de los maestros, lo cual explica la pasión en su relación con la naturaleza, el concepto de la migración, el hogar, la patria. En sus primeros relatos más extensos, se repite la percepción de la infancia descrita antes. Sin embargo, aún cuando se alejó de ese estilo, la naturaleza continuó siendo de primordial importancia, y en sus obras continúa relacionando a los niños con la naturaleza. Le resulta fácil inspirarse en ella por sentir que es más cercana a la realidad que desea, y así como el arte, también la naturaleza le brinda elementos que puede incorporar

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en su mundo propio, sin tener que juzgar si es bueno o malo, ya que ambos simplemente son. Más adelante, a medida que sus escritos van cargándose de significados más complejos, también los ambientes naturales se convierten en símbolos de sentimientos, de circunstancias.

En Hermann Lauscher (1901) el primer capítulo se titula "Mi infancia"133 y en él se describen los recuerdos remanentes de esa etapa. Si bien afirma que ese período terminó al empezar a ir a la escuela, incluye esas experiencias en el mismo capítulo. Las imágenes más importantes parecen referirse a la pradera que fue su campo de juegos y la cual describe con una gran riqueza de vocabulario, a veces deleitándose en inventar nombres para los insectos y las flores que la habitan.134 De los momentos compartidos con su familia el primero que rescata su memoria con sobrecogimiento es descrito con mucho amor135 mediante una imagen de la silueta de sus padres abrazados contra la luz roja-dorada del sol poniente. Sin embargo, casi a continuación relata una escena que termina mal, en la cual sus miedos infantiles se mezclan con el deber a la obediencia y cuenta cómo de una orden de su padre se va creando un verdadero drama. Comenta cómo los miedos nacieron del mundo de fantasía inocentemente creado por los cuentos que su madre le contaba y cuyos personajes en su mente infantil eran completamente reales136. Por otra parte, al iniciar su aprendizaje escolar, o en las explicaciones que le daba su padre, le costaba creer que todas las cosas que bajo el nombre de la ciencia le decían fueran ciertas. Ello creó una confusión y provocó en varias ocasiones conflictos con sus amigos, los vecinos, los maestros o su padre, acarreándole hasta palizas que él percibía como injustas137.

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En Peter Camenzind (1904)138, próxima obra de importancia, si bien no es tan concentrada la parte referida a la infancia, recurrentemente hace observaciones al respecto. Su relación con la naturaleza, su interpretación personal de los acontecimientos y de las cosas, y las consecuencias de los métodos represivos de la crianza vuelven a surgir en sus comentarios. En la novela Bajo las ruedas (1906)139, el relato más centrado en la infancia, se describe la trágica historia de un niño que es incomprendido y destruido por el sistema educativo, pero desde una perspectiva externa, inmersa en un ambiente de doloroso fatalismo propio de las novelas románticas, en donde hasta la naturaleza y las ambientaciones tienen una cualidad casi de escenario. Incluso los acontecimientos que se narran, como por ejemplo el peregrinaje al pueblo para tomar y brindar, son temas típicos de esa corriente literaria. En esta obra lo novedoso fue la abierta crítica al sistema educativo. Por cierto, Hesse en este caso unió su propia experiencia rebelde, de la cual se podría decir, sin embargo, que salió triunfante, con la mucho menos exitosa de su hermano menor Hans140, quien fue “quebrado” por el sistema, quedando su vida tan afectada que terminó en su trágico suicidio. Un caso interesante lo constituye la descripción que hace de su niñez el personaje principal de la novela Gertrudis (1910)141, Kuhn, quien habla en primera persona, donde afirma haber sido un niño corriente y se describe con las cualidades que los padres de Hesse parecen haber esperado encontrar en él. El muchacho sufre un accidente que lo deja cojo, que lo hace distinto de los demás jóvenes de su edad, y a través del sufrimiento y de ver

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su juventud ahora reducida por cierta incapacidad, descubre la vida espiritual a través de la música y el valor de la vida humana142. J. Mileck143, señala la semejanza que hay entre Kuhn y el propio Hermann Hesse. Por cierto, la aparición de la música en la vida del propio autor y en el de varios de sus personajes obra como un marcador del tránsito de la niñez a la adolescencia. Con la aparición de Demian144 en 1919, Hesse rompe con los parámetros del romanticismo, sin embargo, sigue ocupándose de muchos de los temas que le son importantes, entre ellos también el de la infancia y el desarrollo. De hecho, en esta obra se ocupa de ello a través de la historia de Sinclair. La diferencia absolutamente revolucionaria para su época es la exploración de la propia experiencia del tránsito de la infancia a la temprana adolescencia, de ahí a la propia adolescencia y luego a la temprana juventud y edad adulta, a partir del interior del personaje. Es a través de los ojos de Sinclair que ahora se ve el mundo; el lector es llevado a compartir sus sentimientos, vivencias y preocupaciones. Es tan hábil la manera en que Hesse presenta el mundo interior de sus personajes que el lector llega a pensar que es su propia experiencia la que es descrita. Esto hace que la identificación con los personajes sea naturalmente mucho más estrecha. Un breve ejemplo que ilustra muy bien este nuevo enfoque plantea la antigua lucha de la conciencia que se debate entre el bien y el mal es una de las escenas más conmovedoras de esta obra, y que probablemente sea símbolo de alguna experiencia parecida en la vida de todos los niños, es cuando Sinclair inventa un robo para impresionar a una pandilla infantil. Este acto que se presenta como de heroismo y bravura, tiene un matiz enternecedor al mencionar el

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inocente objeto del robo, que es una cesta de manzanas. En Alemania en época de colecta de la fruta, la gente las regala a los niños porque si no se pudren y los árboles se mueren. El niño, presintiendo que no es suficientemente convincente, completa la historia con una segunda cesta, haciendo su relato aún más ingenuo. El autor le da entonces un vuelco inesperadamente cruel, pero que ilustra magistralmente lo doloroso que puede ser el encuentro con el mundo desprotegido de la realidad, el “jefe” del grupo, Kromer, un rudo muchacho fogueado en la calle, se da cuenta inmediatamente del potencial de chantaje de este invento de Sinclair, y con sistemática vileza lo obliga a diversas acciones peores aún. Especialmente atormenta a Sinclair la situación por la soledad que significa tener un secreto que siente que debe manejar solo, que no puede compartir con nadie y que por ello cada día aumenta de peso. La relación con sus padres en función de este episodio es interesante, por constituir el momento en que empieza a independizarse como individuo al entender que debe hacerse responsable de sus actos. En el momento en que con la intervención psicológica de su amigo Demian, toma la decisión de no dejarse chantajear más, el tormento cesa y Kromer le huye. Aquí no es tanto el relato de un acontecimiento lo que importa; el verdadero personaje principal ahora es el proceso interno de crecimiento y maduración que experimenta para desarrollar su personalidad. En cuanto al tema de las etapas de la vida humana, las transformaciones producidas por el final de la infancia, es muy recurrente. También esta transición hacia la edad adulta, la adolescencia, es descrita en el mundo de Hesse como tormentosa y llena de dificultades. En ella sus

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personajes tienen que realizar una intensa búsqueda, tomar decisiones difíciles, romper con los lazos que los unen a la seguridad de la dependencia de valores y esquemas establecidos para encontrar las creencias propias y construir el propio destino. Ya en su primera colección de prosa poética, que según el propio Hesse es la de los apuntes de su época de seminario, coincidente con la adolescencia, Una hora después de medianoche145 , describe estados de ánimo pendulares entre extrema desesperación y euforia máxima, como, por ejemplo, en el capítulo “Incipit vita nova” (Comienza la vida nueva).146 En Hermann Lauscher147 se pintan imágenes de vida disipada, de cuestionamiento de lo tradicional, de lo que representa la libertad del poeta. Pero es en Demian148, en donde rompiendo incluso con cánones estilísticos de la época, se introduce en el personaje Sinclair y desde su yo interno explora este trance de desarrollo como el tema central de la obra. La novela comienza con el niño Sinclair, continúa con la interacción de tres adolescentes, el mismo Sinclair, Kromer y Demian, y culmina con Sinclair ya convertido en un joven adulto. La trama se desenvuelve a lo largo de los sufrimientos y dudas que tiene que sufrir el personaje principal para madurar. En ella se evidencia la disyuntiva de escoger entre los valores de su familia y los de la sociedad, y luego de ese conjunto con los propios. Su gran tarea es descubrir que por encima de todo tiene que conocerse y decidir si se mantiene fiel a si mismo o si se deja someter a los requerimientos del medio. Lo ayuda en esta tarea un personaje muy especial, Demian, quien lo guía y le enseña a tener opiniones propias, a ejercer el poder de la voluntad, a ser valiente, a desarrollar la mente crítica y curiosa, y a ensayar la creatividad.149

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Esta experiencia de convertirse en adulto también es explorado con detalle en Narciso y Goldmundo150, en donde si bien el tema dialéctico de la relación entre la espiritualidad y la sensualidad parece ser el más importante, al ser enfocado a través de la entrañable amistad de los dos personajes principales, el ascético e intelectual monje Narciso y el aventurero artista Goldmundo (en alemán ‘boca de oro’) quien es un trotamundos, de sangre liviana, mujeriego y vividor, termina siendo una descripción de una etapa de desarrollo, cuyo desenlace es comprender la complementariedad de ambos polos de atracción en la vida humana y el poco valor que cada uno de ellos tiene sin el otro. Narciso descubre que la espiritualidad sin el ingrediente real de lo que aportan los sentidos y su componente estético, artístico, no vale nada, y Goldmundo concluye que la sensualidad y el arte sin el componente espiritual que los interpreten y los valoren tampoco es suficiente.151 Esa trayectoria vivida por Goldmundo en especial, a través de quien se desenvuelve el relato, es también la historia del proceso de madurar. Curiosamente, en El Juego de Abalorios152 a pesar de tratarse de la vida del personaje principal Josef Knecht, a través de diversas fuentes biográficas sui generis, que en su conjunto tienen la finalidad de crear en el lector una integración de las experiencias ahí relatadas, la adolescencia no parece tener mayor relevancia; apenas se menciona en relación a algunas dudas de índole intelectual y de toma de decisiones de ese tipo, dentro del marco de su formación casi programada. Es consistente Hesse en transmitir el mensaje de la inutilidad de desconocer cualquier cara de la vida y la necesidad de percibirla como síntesis de todos los extremos. Knecht, demuestra ello al

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abandonar las más altas esferas de la vida intelectual, en su calidad de Maestro de los Juegos en Castalia, por considerarla una atmósfera enrarecida e incompleta.153 Las etapas de la vida humana son interpretadas por Hesse como pasos que conducen a la sabiduría, en general a través de los sufrimientos y los debates internos que mayormente son provocados por las atracciones a polos opuestos. Así el planteamiento de la vida como uno de los polos, frente a la muerte, el otro, es también tratado por el autor. Sin embargo, resulta hasta algo chocante la frecuente asociación de eventos dolorosos como la muerte, los accidentes o las enfermedades graves, con los niños, especialmente por los conceptos que normalmente vinculamos con la infancia, tales como la inocencia, la alegría y la fantasía. Si consideramos su sensibilidad, el continuo cuestionamiento de su conducta y de sus gustos por parte de su padre y de sus maestros, resulta más fácil entender que el sufrimiento en un niño tan joven lo conduzca a tener deseos de desaparecer, dejar de existir, más que de morir. El clásico y universal dilema shakespeareano del “ser o no ser”154 está en el fondo de todas sus experiencias traumáticas: mientras más insoportables, mayores los deseos de evitarlas y mayor el estímulo para crear su mundo alterno. Aún cuando se sabe que a los quince años, cuando también apenas estaba en las postrimerías de la infancia, Hesse intentó quitarse la vida,155 y consideró la posibilidad de suicidarse en repetidas ocasiones más tarde también, logra mantenerse en el “ser” al darle su propia interpretación y expresión a lo que es la esencia de cada experiencia, por angustiante, desesperante o dramática que sea. La manera en que mueren sus personajes

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sugiere este dilema existencial, ya que con frecuencia desaparecen sin saberse a ciencia cierta cómo sucedió. En Bajo las ruedas (1906)156, no se sabe si la muerte del personaje principal, Hans Giebenrath, fue suicidio o accidente; en De la infancia (1907)157, Brosi muere de alguna enfermedad, pero si bien se hace mención de una cicatriz muy grande, su origen no se conoce; en Demian (1919)158 el personaje del mismo nombre está y luego no está y aunque se sugiere que murió, deja un mensaje anunciando que volverá cuando se le necesite; en El Lobo Estepario (1927)159, pareciera que es donde abiertamente discute la posibilidad del suicidio, convierte su dilema en tema central y ofrece salidas. Sin embargo, también ahí se presentan algunas indefiniciones, como por ejemplo en relación a Herminia quien aparentemente es asesinada, pero al mismo tiempo es convertida en una figurita descartable, totalmente irreal; hasta en su última obra, El juego de Abalorios (1943)160, Knecht se echa en un lago para darse un baño refrescante en la mañana y no se sabe con seguridad si se ahoga, dando la impresión de que el autor simplemente no quiso continuar con la novela. Una posible explicación de estos desenlaces indefinidos pueda ser que ellos no desean representar un final cerrado y definitivo, sino más bien la posibilidad de una búsqueda en una nueva etapa. Al fín y al cabo, Hesse aún no había vivido esa experiencia y sólo escribía de lo que conocía. En el lector indudablemente queda un apetito para seguir leyendo y se genera un vacío y una tristeza al darse cuenta de que el relato terminó. Desde el punto de vista de la presencia autobiográfica en la obra de Hesse, es interesante observar algunos temas que adquieren la función de

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hilvanes de las etapas de desarrollo de la vida humana, a veces en una misma obra, pero en general entre todas sus obras. Aquí nos gustaría solamente destacar dos de ellos: la música y las transformaciones. Hesse le concede a la música una importancia mucho más allá de la formación cultural natural de los hogares europeos, especialmente los protestantes pietistas de la época, en donde era práctica común dominar un instrumento, cantar en coro, cantar junto a la familia. En Hermann Lauscher161 y luego en Gertrud162 menciona con amor a su violín y lo asocia con “un hogar interno, un escondite”163. En Knulp164 hace repetidas referencias a melodías que se silban, versos que se escriben para ser cantados. En uno de los capítulos más importantes de Demian165, Sinclair queda subyugado por la interpretación al órgano de Pistorius y discute luego con él su apreciación de la amoralidad de la música. A través de ese reconocimiento es introducido por Pistorius en el conocimiento del bivalente dios Abraxas.166 En El Lobo Estepario167 se hace frecuente mención de extraordinarios músicos, que denomina Los Inmortales y en unas cartas compara la obra con estructuras musicales, con una sonata, un canon o una fuga168. Hacia el final de la novela, se habla de Pablo, quien toca jazz y Haller tiene una conversación con Herminia acerca de la manera en que se debe escuchar y disfrutar ese tipo de música.169 En Narciso y Goldmundo170 uno de los tesoros que adquiere el aventurero Goldmundo es un laúd. Por último, es preciso nombrar como ejemplo el papel que juega la música en El Juego de Abalorios171, en donde Knecht desea durante toda su vida dedicarse de lleno a la música y siente el mayor afecto y admiración por su tutor, el Maestro de Música. De hecho, en la estructura del propio juego, la música tiene un papel importantísimo. En la vida del autor ese lenguaje

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también tuvo un lugar muy resaltante, sin embargo, nunca llegó a ser expresión de su creatividad en comparación con la escritura y la pintura. Quizás el punto en donde más se aproximó fuera a través de la poesía, tanto en verso como en prosa, que al fin y al cabo también se construye sobre sonido y ritmo. Ball (1947) describe de manera entusiasta y poética la relación de Hesse, su obra y la música, que afirma se origina ya de las canciones de cuna que su madre le cantaba y las primeras melodías folklóricas172. Escuchar las obras de Hesse leídas en voz alta constituye un placer también desde el punto de vista musical, por el hermoso manejo del lenguaje.

Junto a las etapas de la vida humana, otro tema que ejerce fascinación sobre Hesse son en general las transformaciones, los cambios de todo tipo, como por ejemplo los ciclos de la naturaleza al pasar las estaciones del año o también los de la evolución de las especies. Se puede observar que las transformaciones generadas por estas etapas constituyen el puente que enlaza en sus obras los polos extremos y opuestos que él tanto desarrolla. Los episodios de cambios suelen ser presentados con gran riqueza poética. En Siddhartha173, el personaje principal del mismo nombre se identifica de tal manera con el espíritu de lo que le rodea, bajo el efecto de los ejercicios que le demanda su vida ascética, que se transforma en pájaro, despojo de chacal, piedra, agua.174 En el relato Las transformaciones de Piktor175, deliciosa narración que le dedica a su futura esposa Ruth Wenger, completamente ilustrada por él mismo176 con policromáticas fantasías, Piktor, cuyo nombre naturalmente es reminiscente de pinturas, imágenes, cuadros, se encuentra en

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el Paraíso y descubre un pájaro que se transforma en flor, la flor en mariposa, luego ésta en copo de nieve, que por último refulge como maravilloso cristal que tiene el poder de la transformación.177 La interacción entre la naturaleza y la civilización, otra polaridad más, es explorada en el cuento La ciudad178, a través del tema de las transformaciones, cuando relata la historia de una ciudad que se descubre en medio de la selva, que nació, se desarrolló, tuvo su auge y luego de una decadencia quedó invadida nuevamente por la naturaleza hasta que ella la hizo desapacerer. Vale la pena mencionar una edición muy creativa ilustrada por Walter Schmögner179 en la cual los dibujos están hechos de tal manera que si se pasan las páginas con rapidez, se experimentan visualmente los cambios producidos en la fisonomía del paisaje a través del surgimiento de la civilización. También inspiró esta obra de Hesse a Franz Erasmus Spannheimer para componer una obra sinfónica para orquesta.180 Es interesante que con frecuencia Hesse usa como portal para la reflexión sobre los cambios la observación de ciertos elementos. Por ejemplo, en Demian181 el mirar las lenguas danzantes de las llamas en el hogar hace que invoque imágenes que lo inician en todo un viaje de descubrimiento de si mismo.182 De manera similar, en El Lobo Estepario183 las manchas en una pared se convierten en una puerta y más adelante en letras que le envían un mensaje a Harry Haller, personaje central de la obra, iniciándolo en todo el trayecto de transformación personal.

Este capítulo apenas pretendió establecer algunos de los caminos que conducen de la vida personal de Hermann Hesse a su obra. Sin embargo, por ser toda ella autobiográfica, cualquier tema que se analice resulta estar

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íntimamente ligado a su vida personal y a la de su familia. No obstante, resulta interesante deslindar algunos aspectos y tratar de conectar sus creaciones con las influencias que ejerció sobre ellas la época en que vivió, generándose así otros registros que permiten proyectarlas bajo una nueva luz.

La próxima imagen del caleidoscopio trata del aspecto psicológico, aún cercano a lo bibliográfico que es, como se verá, al fin y al cabo, en todo el trabajo, inevitable. No obstante, a pesar de habernos acercado a aspectos esenciales de su persona y de su familia, conforme a la metodología propuesta, en este nuevo cuadro, de nuevo se inicia la aproximación a la obra de Hesse desde un marco contextual de referencia.

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Notas: Capítulo Tercero – La magia: El autor en su obra 1

HESSE, H. (1982). ‘Aus Kinderzeiten’. Diesseits – Erzählungen. (‘De la infancia’. De acá – Relatos) Gesammelte Werke 2 (Colección de Obras 2). pp. 214 – 235. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. p.215 (Orig. 1907)

2

HESSE, H. (1982). ‘Aus Kinderzeiten’. Diesseits – Erzählungen. (‘De la infancia’. De acá – Relatos) Gesammelte Werke 2. (Colección de Obras 2). pp. 214 – 235. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1907)

3

TOLKIEN, J.R.R. (1966). Tree and Leaf (Árbol y Hoja). The Tolkien Reader (Lecturas de Tolkien). pp. 31 – 120. New York: Ballantine Book. p.60

4

HESSE, H. (1982) ‘Iris’. Märchen. (Cuentos). pp.110 – 129. Gesammelte Werke 6 (Colección de Obras 6). pp. 5 – 129. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919)

5

HESSE, H. (1978). Aforismo No. 107. Lecturas para minutos V. MICHELS (Ed). Madrid: Alianza Editorial. 5ª. ed., p. 35; y HESSE H. y HESSE, N. (1981). Carta a la Sra. E. Schaffhausen. Hermann Hesse – Ausgewählte Briefe (Hermann Hesse – Cartas Seleccionadas). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1951). p.531

6

ZIOLKOWSKI, TH., (1979). Die autobiographischen Schriften (Los escritos autobiográficos). Der Schriftsteller Hermann Hesse (El escritor Hermann Hesse). pp. 105 – 121. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. p.109 7

ZIOLKOWSKI, TH., (1979). Die autobiographischen Schriften (Los escritos autobiográficos). Der Schriftsteller Hermann Hesse (El escritor Hermann Hesse). pp. 105 – 121. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. pág.120 8

CASEBEER. E.F. (1972). Hermann Hesse. New York: Thomas Y. Crowell Co. p.195

9

HESSE, H. (1982) Siddhartha. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp.353 – 471. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1922)

10

HESSE, H. (1982), Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). pp. 181 – 413, Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1927) 11

HESSE, H. (1982), Narziß und Goldmund (Narciso y Golmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1930)

12

HESSE H., (1982). Das Glasperlenspiel (El Juego de Abalorios). Gesammelte Werke 9 (Colección de Obras 9). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1943)

13

HESSE, H. ( 1981). ‘Steppenwolf’. Krisis. Materialien zu Hermann Hesses >Der Steppenwolf< (Soportes para >El Lobo Estepario< de Hermann Hesse) , pp.161 – 198. 7ª ed. V. MICHELS (Ed.). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag, p. 174 (Orig. 1926/1927) 14

HESSE, H. (1981). ‘Vom Steppenwolf’ (Del Lobo Estepario) Materialien zu Hermann Hesses >Der Steppenwolf< (Soportes para >El Lobo Estepario< de Hermann Hesse). 7ª. ed. V. MICHELS (Ed.). Frankfurt am Main:Suhrkamp Verlag, pp. 209 – 215 (Orig. 1928)

99

15

HESSE, H. (1982) Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). pp. 181 – 413. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927) 16

PFEIFER, M., (1980). Hesse Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentarios sobre Todas las Obras de Hesse ). München: Winkler Verlag. p.40

17

PFEIFER, M. (1980), Hesse Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentarios sobre Todas las Obras de Hesse ). München: Winkler Verlag. pp. 42 – 48 y U. WEINGARTEN (1977). Chronik zu Hermann Hesses Leben und Werk (Cronología de la Vida y Obra de Hermann Hesse). Text + Kritik. pp. 116-121. ARNOLD, H.L. (Ed). Nos. 10/11. Mayo. Hermann Hesse

18

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse – Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. p.238

19

MILECK, J. (1978). Hermann Hesse –Life and Art (Hermann Hesse – Vida y Arte). Berkeley: University of California Press, p.132

20

FREEDMAN, R. (1981) Hermann Hesse – Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books Ltd. p.248

21

WEINGARTEN, U. (1977). Chronik zu Hermann Hesses Leben und Werk (Cronología de la Vida y Obra de Hermann Hesse). en Text + Kritik – Zeitschrift für Literatur. pp. 116 – 121. ARNOLD, H.L. (Ed.). No. 10/11. Mayo. Hermann Hesse

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PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentarios sobre Todas las Obras de Hesse ). München: Winkler Verlag. p.51

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HESSE, H., (1982). Roßhalde. Gesammelte Werke 4 (Colección de Obras 4). pp. 5 – 169. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1914)

24

HESSE, H., (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919) 25

HESSE, H., (1982). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). pp. 181 – 413. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927)

26

HESSE, H. (1982). Roßhalde (Rosshalde). Gesammelte Werke 4 (Colección de Obras 4). pp. 5-169. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1914) 27

HESSE, H., (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919)

28

HESSE, H., (1982). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). pp. 181 – 413 Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927)

29

HESSE, H., (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1930)

30

HESSE, H., (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. pp. 261 y 319-320 (Orig. 1930)

100

31

HESSE, H. (1982). Das Glasperlenspiel (El Juego de Abalorios). Gesammelte Werke 9 (Colección de Obras 9). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1943)

32

HESSE, H. (1982). Das Glasperlenspiel (El Juego de Abalorios). Gesammelte Werke 9 (Colección de Obras 9). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. pp. 45 y 61. (Orig. 1943) 33

BALL, H. (1947). Hermann Hesse: Sein Leben und sein Werk (Hermann Hesse: Su vida y su obra). Zürich: Fretz und Wasmuth Verlag AG, p. 53 34

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5-165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919) 35

HESSE, H., (1982). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). pp.181-413. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927) 36

HESSE, H. (1982). Siddhartha. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp.355-471. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1922)

37

HESSE, H. (1982). Siddhartha. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 355 – 471. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1922). pp.361 - 363

38

HESSE, H. (1982). Siddhartha. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 355 – 471. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1922). pp. 444 - 451

39

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp.5-165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919) 40

HESSE, H. (1982). ‘Frühlingstag’ (Día primaveral). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.49

41

HESSE, H. (1982). ‘Feierliche Abendmusik – Adagio’ (Música Nocturna Festiva - Adagio). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). pp.51-52

42

HESSE, H. (1982). ‘Die Nacht’ (La Noche). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag, (Orig. entre 1895 – 1941). pp. 60 - 61 43

HESSE, H. (1982). ‘Über die Felder’ (A Través de los Campos). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.12

44

HESSE, H. (1982). ‘In der Nacht’ (En la Noche). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122, Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag, (Orig. entre 1895 – 1941). p.16

45

HESSE, H. (1982). ‘Traum’ (Sueño). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122, Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.22

101

46

HESSE, H. (1982). ‘Verlorenheit’ (Desorientación). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122, Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.62

47

HESSE, H. (1982). ‘Frühlingstag’ (Día Primaveral). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122, Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.49

48

HESSE, H. (1982). ‘Beim Schlafengehen’ (Al Ir a Dormir). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122, Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.49

49

HESSE, H. (1982). ‘Die Nacht’ (La Noche). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122 , Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). pp. 60 - 61

50

HESSE, H. (1982). ‘Sommerabend vor einem tessiner Waldkeller’ (Noche Veraniega ante una Taberna del Bosque). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122, Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). pp. 91 92

51

HESSE, H. (1982). ‘Vergänglichkeit’ (Inconstancia). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122 Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941) p.70

52

HESSE, H. (1982). ‘Krankheit’ (Enfermedad). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.78 53

HESSE, H. (1982). ‘Gicht’ (Gota). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.89

54

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919)

55

HESSE, H. (1982). Siddhartha. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 355 – 471. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1922) 56

HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8) pp. 5 – 320 Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1930)

57

HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1930). pp. 188 – 189 58

HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1930). pp. 44, 49, 167 – 168, 261, 302 – 303, 316 - 320

102

59

HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1930). pp. 77 – 79 y 86 - 90

60

HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1930). pp. 243 - 249, 255 - 256, 317 61

HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1930). pp. 319 – 320

62

HESSE, H. (1982) Eine Stunde hinter Mitternacht (Una Hora detrás de Medianoche). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 159 – 215. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1899)

63

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentarios sobre Todas las Obras de Hesse). München: Winkler Verlag. pp. 38 y 63-67

64

HESSE, H. (1982) Eine Stunde hinter Mitternacht (Una Hora detrás de Medianoche). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 159 – 215. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1899). pp. 178-179

65

HESSE, H. (1982). Eine Stunde hinter Mitternacht (Una Hora detrás de Medianoche). pp. 159 – 215. Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 159 – 215. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1899). pp. 206-210

66

HESSE, H. (1982). Hermann Lauscher. Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 216 – 339. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1901)

67

HESSE, H. (1982). Gertrud. Gesammelte Werke 3 (Colección de Obras 3). pp. 5 – 190. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1910)

68

MILECK, J. (1979). Hermann Hesse. Dichter, Sucher, Bekenner (Hermann Hesse. Poeta, Buscador, Creyente). München: C. Bertelsmann. pp.56-57. Citado en PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentarios sobre Todas las Obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.109

69

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919) 70

HESSE, H. (1982). ‘Zwei Welten’ (Dos Mundos). pp. 9-28. Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag, (Orig. 1919). 71

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919). p.19

72

HESSE, H. (1982). Demian.Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919). p.27 73

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 165. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919). p.79

74

DANTE ALIGHIERI (1978). Canto XXX. La Divina Comedia. Barcelona: Editorial Ramón Sopena. (Orig. aprox. 1290). p.428

103

75

HESSE, H. (1982). Siddhartha. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 355 – 471. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1922) 76

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HESSE, H. (1982). Das Glasperlenspiel (El Juego de Abalorios). Gesammelte Werke 9 (Colección de Obras 9). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1943) 101 HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1930) 102

HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de Obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1930). p. 169 103 LISCANO, J. (1976). Hesse, armonía de los contrarios. Espiritualidad y literatura: una relación tormentosa. pp. 101 – 135 Barcelona: Editorial Seix Barral, S.A. p. 109 104

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HESSE, H. (1982). ‘Der Blütenzweig’ (La rama florecida). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag . (Orig. Entre 1895 – 1941). p.42 111

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HESSE, H. (1982). ‘Frühlingstag’ (Dia Primaveral). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. Entre 1895 – 1941) 113

HESSE, H. (1982). ‘Süden’ (El sur). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. entre 1895 – 1941). p.55

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HESSE, H. (1982). ‘Die Nacht’ (La Noche). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). pp.60-61 115

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HESSE, H. (1982). ‘Über Hirsau’ (Sobre Hirsau). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941) 117

HESSE, H. (1982). ‘Der Blütenzweig’ (La Rama Florecida). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941) 118

HESSE, H. (1982). ‘Meinem Bruder’ (A mi Hermano). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941) 119

HESSE, H. (1982). ‘Frühlingstag’ (Día Primaveral). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941) 120

HESSE, H. (1982). ‘Beim Wiederlesen des Maler Nolten’ (Al releer al pintor Nolten). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941)

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HESSE, H. (1982). ‘Die Nacht’ (La Noche). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941) 123

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HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 163. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919) 182

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 163. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919). pp. 102 - 104 183

HESSE, H. (1982). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). pp. 181 – 413. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927). pp. 212 - 214

Capítulo Segundo EL MAGO Y SUS MUNDOS Biografía y contexto

“Pero cada hombre no solamente es él mismo, también es ese punto único, muy especial, en todo caso importante y notable en el cual los fenómenos del mundo se cruzan, sólo una vez así y nunca más. Por ello es que la historia de cada hombre es importante, eterna, divina; por eso es que cada hombre, mientras viva de alguna manera y cumpla con la voluntad de la naturaleza, es maravilloso y merecedor de toda consideración. En cada uno el espíritu ha tomado forma, en cada uno sufre la creatura, en cada uno se crucifica un redentor." (Hermann Hesse1) (Trad. AMRB) En un pequeño y antiguo pueblo de la Selva Negra alemana, Calw, encerrado entre colinas forradas de bosques, atravesado por el alegre riachuelo Nagold, cuando ya la naturaleza se ve envuelta en los cálidos vapores del verano, el 2 de julio de 1877, nace, en la intersección de un conjunto de extraños destinos, una criatura igual pero diferente a todos los demás niños: Hermann Hesse.

Su madre fue Marie Gundert, de quien diría que "estaba llena de música", y su padre Johannes Hesse, hombre austero, "apartado, solitario, sufrido y buscador, culto y bondadoso, intachable y ferviente servidor de la verdad", pero que "no sabía cantar."2 Además, formaban la familia dos medio-

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hermanos del primer matrimonio de su madre, Theodor y Karl Isenberg, once y ocho años mayores, respectivamente; una hermana mayor, Adele --Adis como le decía cariñosamente--; una hermana menor, Marulla; y un hermanito menor, Hans (nombre diminutivo de Johannes, como el padre). De las niñas con frecuencia se acuerda en sus obras como ángeles del mundo luminoso y claro de su hogar. Su nombre lo hereda de su abuelo materno, Hermann Gundert, con quien su familia compartía el hogar. Mas tarde lo describiría como un ... “... viejo respetable, fuerte, con su ancha barba blanca, omnisapiente, más poderoso que el padre y la madre, ... también un mago, ... Le quería, le respetaba y le temía, todo lo esperaba de él, le confiaba todo, sin cesar aprendía de él y de su dios Pan disfrazado de ídolo ..."3 Hermann Hesse amaba entrañablemente tanto a sus padres como a su abuelo. En sus obras, en especial en los textos referidos a la infancia, continuamente se mencionan los lazos de afecto con ellos. Naturalmente, como se verá en los próximos capítulos, con cada uno lo unían sentimientos diferentes, pero siempre sustentados por un profundo amor.

Hesse mantuvo a lo largo de su vida contacto bastante estrecho y afectuoso con todos sus hermanos, pero en especial con sus hermanas. Adis fué su confidente y consejera, tal como se puede apreciar de la voluminosa correspondencia que se cruzaron. Sus medio-hermanos mayores eran ejemplos a seguir o a evitar. De hecho, cuando Hermann tenía ocho años, el que Theodor Isenberg (el mayor), se rebelara contra la autoridad paterna para dedicarse plenamente a la música e ingresara en el conservatorio de Stuttgart,

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como resultado de su enfrentamiento con sus padres, probablemente le marcó y no es difícil imaginar que le produjera la impresión de que el arte y la rebelión están estrechamente ligados. A pesar de que, tres años más tarde, Theodor Isenberg regresara a sus estudios de farmacia, abandonando su carrera como tenor, para desilusión de Hermann, esta experiencia de su hermano mas bien lo fortaleció en su relación con el arte y su decisión de convertirse en escritor, como lo señala Freedman4 . Prueba de ello es que en ese mismo año empezó a escribir y a tomar lecciones de violin5. A su hermanito Hans con frecuencia lo trataba de formar y le sermoneaba,6 pero fue con quien siendo adultos le costó más encontrar temas comunes, cosa que le torturó mucho cuando supo de su trágico suicidio, especialmente porque lo entendía ya que ambos sufrían depresiones, tendencia heredada de su padre.7

Se puede decir que el ambiente del hogar Gundert-Hesse era poco común. Decía Hesse que “muchos mundos, muchas partes de la tierra, extendían los brazos y proyectaban sus rayos desde nuestra casa, se encontraban y se entrecruzaban allí" y que “en esa casa la vida era multifacética y no siempre resultaba comprensible."8 Lo espiritual y religioso cristiano se mezclaba con lo exótico pagano, la exuberancia y riqueza intelectuales con la austeridad económica, la visión rígida de unos valores estrictos con el conocimiento y la aceptación del mundo amplios y tolerantes. Se puede afirmar que ésto se dió de esta manera como consecuencia de la convivencia de ese unido conjunto de personas, que si bien compartían la fe que profesaban, los códigos éticos y morales, el concepto de cultura y las experiencias misioneras en el extranjero, al mismo tiempo, interpretaban la

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vida humana y el significado de todas esas cosas de maneras muy diversas. Influían los años pasados por el abuelo Gundert como misionero y como lingüísta en la India, donde también había nacido su hija Marie, madre de Hermann Hesse, así como el origen estoniano de influencia eslava de Johannes Hesse, quien también pasó un tiempo en la India. Esta confluencia policromática de historias, tendencias e intereses personales ejercía fascinación desde sus primeros años sobre Hermann, para quien todo se transformaba en misterio y en fuente de inimaginables viajes a su mundo de fantasía, donde no importaban el orden o las definiciones, porque él mismo era quien ponía las reglas.

Este dinamismo cultural se desarrollaba dentro de un marco signado por los criterios y valores misioneros religiosos protestantes pietistas que imperaban en este núcleo familiar. Un ejemplo que ilustra ésto es la manera en que Marie Gundert se casó con el padre de Hesse. Al morir su primer esposo, Charles Isenberg, con quien tuvo sus dos hijos mayores, se fue a vivir con su padre, Hermann Gundert, a Calw. A la misión llegó Johannes Hesse, un joven serio, soltero, hijo de un médico también pietista, quien pronto llegó a ser apreciado en el seno de la familia. Al padre Gundert le preocupaba el futuro de su joven hija viuda y le propuso al colega amigo que se casara con su Marie (casi cinco años mayor que él 9), siendo también para un misionero preferible ser casado y tener una familia. La idea fue aceptada por ambos y se casaron. Por la documentación, se percibe que fue un matrimonio sólido, de lealtad, de mutuo respeto y armónico, en el cual se lograron establecer lazos muy afectuosos; sin embargo, repetidas veces Hesse hizo referencia a ciertos rasgos

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de su madre que no eran comprendidos por su padre, y da a entender que ambos calladamente sufrían por esa mácula en su relación. La educación de los hijos, y especialmente la de Hermann, no pocas veces era el motivo de las diferencias entre ellos. Hermann sintió toda su vida un gran amor por ambos padres, y si bien se identificaba más con la manera de ser de su madre, buscó durante toda su vida lograr la comprensión, la admiración y el reconocimiento de su padre10, de quien heredó su contextura física (hasta parte de sus dolencias, como la tendencia a sufrir constantes dolores de cabeza) y no poco de sus predisposiciones psicológicas y espirituales (por ejemplo, la inclinación a la depresión, como se dijera antes).11

Aparte de la variedad de lugares de origen de los miembros de la familia Gundert-Hesse, que representaba para Hermann Hesse, como afirma Michels “una procedencia supranacional, a la cual todo lo patriótico le resultaba limitado”12, también se puede suponer que las frecuentes mudanzas de la familia Gundert-Hesse durante la infancia y su temprana juventud, como se puede establecer a partir de cualquiera de sus referencias biográfícas, provocaran una falta de sentido real de pertenencia a un lugar específico. Esta realidad debió necesariamente moldear la vida familiar, y por lo tanto ejercer gran influencia en el futuro autor. En algunas oportunidades, por circunstancias definidas por el contexto histórico-político, ello implicó hasta cambios de nacionalidad. El padre de Hesse tenía originalmente la rusa, adquirió la suiza y luego la alemana. Hermann tuvo primero la del principado de Württemberg, luego fue suizo junto con sus padres, pero tuvo que optar por la alemana para disfrutar de la educación gratuita del seminario de Maulbronn.

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Más tarde, ya adulto, solicitó y obtuvo la ciudadanía suiza. La manera de comprender, por lo tanto, el significado de la nacionalidad, en un momento en que más bien se estaban consolidando las naciones europeas, seguramente contribuyó a una inestabilidad en el sentido de identidad. Quizás esto luego se tradujera en la inquietud que lo llevó en una etapa prolongada de su vida a mudarse de un sitio a otro, a no permanecer durante mucho tiempo en ninguna parte. No es de extrañar que la vida fuera difícil de interpretar en esos tiempos. Pero, con la ventaja de la distancia histórica, hoy es posible encontrarle el sentido a los acontecimientos, o por lo menos reconocer qué los originó y cuáles fueron sus consecuencias. Desde esta perspectiva, conviene congelar este cuadro familiar para explorar un poco el ambiente que reinaba en el momento del nacimiento de Hesse y dentro del cual tuvieron que desenvolverse sus padres para crear su hogar.

Pocas épocas de la historia humana presentaron tantas contradicciones. Hesse nace casi exactamente junto con el Imperio Alemán, en medio del período en que gobernó Bismarck, a los cien años de la Revolución Francesa, cuando los polos del poder político en las naciones europeas se estaban redefiniendo con nuevas tensiones entre la aristocracia, la iglesia, las fuerzas militares y los pueblos. Su vida abarca desde antes del inmenso cataclismo de la Primera Guerra Mundial hasta después del horror aún peor del segundo. El propio concepto del Hombre está adquiriendo nuevas e inesperadas dimensiones, cuando los derechos del individuo por una parte se contraponen al recurso humano obrero masificable y desechable. La sociedad parece tener que elegir entre el racionalismo que glorifica las capacidades intelectuales de

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la mente humana y el empiricismo que pretende lograr un control de todo el conocimiento mediante un realismo crudo, anclado y limitado por lo observable y comprobable. Europa aún está digiriendo el impacto del desarrollo industrial, los avances impresionantes de la tecnología y de la ciencia, que abren infinitos horizontes de posibilidades y que sin embargo crean nuevos miedos e inseguridades.

El surgimiento de planteamientos conceptuales tales como la teoría de la evolución, el modelo psicológico de la personalidad humana, la teoría de la relatividad, hacen tambalear todo esquema preexistente relativo al Hombre y su lugar en el Universo. El esquema dialéctico propuesto por Fichte (1762 1814) y luego desarrollado por Hegel (1770 - 1831), que describe la dinámica entre lo antagónico, tesis - antítesis, para llegar a un renovado punto de equilibrio, la síntesis, ejerce fuerte influencia en la época por reflejar las tensiones a las cuales se veía expuesto el hombre contemporáneo a Hesse y la percepción tan extremista que tenía de las fuerzas que regían su vida. En todos los ámbitos se percibe un movimiento pendular que recorre todas las variantes entre los dos extremos opuestos. Los conceptos religiosos abarcan desde el más alto nivel místico, a través del pragmatismo bíblico, hasta el ateísmo nihilista, y ello marca las pautas respectivas en la filosofía, la ética, las leyes y la moral. En el arte, se expresan desde la vehemente y voluptuosa pasión sensual y sentimental romántica, hasta el frío y puro esteticismo canónico formal clásico.

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Pero, quizás lo más llamativo es que, cuando en épocas anteriores estos movimientos eran creados, percibidos y expresados por pequeños grupos de intelectuales, en la segunda mitad del Siglo XVIII y en el Siglo XIX el quehacer intelectual se vuelve parte del modo de vida de la burguesía. Gracias a los nuevos esquemas de educación que instalaron la escuela básica pública secular obligatoria, se logró que para el año 1800 el 50% de los habitantes del Imperio Alemán supiera leer y escribir13. Ya una década más tarde, por iniciativa de Wilhelm von Humboldt, la educación media (Gymnasium) llegó a ser un instrumento de la difusión de las humanidades y de la cultura14. Es en este contexto intelectual tan efervescente que se inserta la familia de Hesse, que como se percibe de la breve descripción de arriba, era especialmente sensible a los estímulos culturales.

De sí mismo decía el autor en 1924, a los 46 años de edad, que como niño “afortunadamente ya había aprendido las cosas importantes y más valiosas para la vida antes de comenzar la escuela: tenía sentidos despiertos, tiernos y agudos en los que podía confiar y que me proporcionaban muchos goces..."15 Ello le sirve para percibir e interpretar el mundo que le rodea tanto en Calw hasta los cuatro años de edad, como en Basilea, a partir de esa edad, cuando su familia es transferida, al encargarse su padre de la redacción de una revista. En esa ciudad se inician sus actividades escolares, donde demuestra “fantasía, energía y temperamento"16. No obstante, por muy positiva que suene a nuestros oídos esa descripción, para esa época (¿y no será muchas veces así aún hoy en día?), una criatura así era considerada un niño con

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problemas de conducta, y ésta fue la imagen que mantuvo de sí mismo a lo largo de toda su vida. Su comportamiento resulta tan difícil de guiar para sus padres que ya a la tierna edad de seis años llegan a enviarlo por un tiempo a un internado17; las quejas principales son la inestabilidad de sus estados emocionales, su aislamiento, su inaccesibilidad y sobre todo su ingobernabilidad. Hoy diríamos que era muy imaginativo, fantasioso, creativo y que tenía una personalidad muy definida y robusta.

A pesar de ello, las referencias que hace a lo que representa la infancia parecen describir una experiencia hermosa. Las muchas horas pasadas en el jardín o en los campos, observando las flores, los insectos, los astros, las piedras o las estaciones, con paciencia y curiosidad, desde una inmediata e íntima cercanía, plantan en su espíritu un amor profundo por la naturaleza. El paralelismo con el Paraíso Terrenal bíblico continúa más allá de las descripciones del jardín con la interpretación que hace del alma infantil como ingenua, susceptible de comunicarse con el mundo natural sin trabas, sin juicios previos y aún no contaminada. Esta naturaleza impregnada de Dios, buena (no por la voluntad de hacer el bien, sino por su propia definición), es coherente con la manera de relacionarse con el Ser Supremo que predicaban los pietistas, según quienes la Naturaleza es Su manifestación. Sin embargo, para Hesse, al alcanzar la adolescencia, esta pureza deja de ser del todo aceptable, ya que representa una sola cara de la moneda. La expulsión del Edén se produce, consistente con la versión sagrada, al probar los frutos del Saber. La conciencia que adquiere de lo que no sabe y por lo cual debe aventurarse a nuevas experiencias, es un hilo dorado que hilvanará más tarde

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toda su obra, aún cuando ello lo exponga al perverso contacto con los pecados de la duda y de la soberbia al pretender aproximarse, así sea con un mínimo paso, a la infinita sabiduría. Lo único que lo redime es lo tortuoso de su tránsito por esa vida de aprendizaje, durante el cual le tocó probar la amargura de la incomprensión.

En 1886 vuelve la familia a Calw, la ciudad natal de Hermann, y ahí asiste a la escuela de latín y luego al bachillerato de Göppingen, para prepararse para el examen mediante el cual pueda ingresar al Seminario Teológico, como se lo recomienda su padre, fiel a la tradición. Sin embargo, en 1889, a la edad de doce años, escribe sus primeros versos y reconoce su verdadera vocación de poeta y escritor, lo cual lo desconcierta porque no sabe cómo prepararse para ello, como lo describe con dramatismo en una nota autobiográfica18. Por lo pronto, la escritura le brinda una vía de escape, una posibilidad de expresar sus angustias y de reconciliarse con su vida. Su historia escolar entre los catorce y diecisiete años es traumática: huye varias veces, le hacen exorcismo, intenta suicidarse, lo internan en un sanatorio. Esas experiencias, que marcaron toda su vida, quedan plasmadas en sus intensos libros Peter Camenzind19 y Bajo las ruedas20, y dejan rastros en toda su obra, incluso hasta en El Juego de Abalorios21, su última magna novela, publicada en 1943. Finalmente, el padre entiende que el sistema escolar convencional no es para su hijo y en 1893, a los dieciséis años, lo saca del liceo, pero le exige que aprenda algún oficio para ganarse la vida. Hermann Hesse ingresa en 1894 como aprendiz a una fábrica de relojes de campanario en Calw. En ese año, Hesse descubre la riqueza de las bibliotecas de sus padres y de su abuelo e

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inicia su autoformación asistida por su hermana Adis. De los dieciocho a los veintiún años trabaja como aprendiz en una librería en Stuttgart, ciudad cosmopolita de activa vida intelectual y ahí, sistemáticamente, estudia la literatura universal, con miras a su formación como escritor.

Esta configuración de experiencias en la adolescencia --el fracaso de su relación con la escolaridad, el sentimiento de incomprensión por parte de sus padres, la visión mecánica y sistémica de las ruedas dentadas que deben engranar unas con otras con precisión, durante su actividad artesanal de los relojes de campanario y los mundos que se le abrían a través de la lectura, aunados con su enorme sed de expresar lo que veía y sentía-- fueron seguramente elementos importantes que caracterizaron tanto su personalidad como su arte. Ball (1947) también señala esta etapa como muy significativa y resalta el impacto que debió tener la experiencia de interactuar con personas de otros niveles sociales al ingresar en la fábrica de relojes22. De hecho, la desesperación, los miedos, las frustraciones y los desencantos, junto a las claras y detalladas imágenes que se formó gracias a su aguda observación de la naturaleza, del comportamiento de las personas y de las situaciones, la gran capacidad de amar la vida y sus manifestaciones, a pesar de todas las vicisitudes, su sólida constitución ética, y sus generosas dotes estéticas encuentran lentamente su cauce en la escritura. A principios de 1896, a los dieciocho años de edad, por primera vez se publica un verso suyo en una revista de Viena.23 Su estilo en esos inicios refleja la admiración que siente por autores como Goethe y Novalis,24 además de su propio sentimiento de aislamiento e incomprensión por parte del mundo, que impregna su ánimo de

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una especie de pesadez y tristeza, estado de ánimo propio de su generación. Continúa su profesión de librero en Basilea, donde amplía su visión del arte con visitas a los museos y las catedrales. A los veinte años de edad, en 1898, publica su primer volumen de versos: Canciones románticas25. Al año siguiente presenta la colección de trozos de prosa Una hora detrás de medianoche26 y se asocia con unos jóvenes poetas (Otto Erich Faber, Oskar Rupp, Ludwig Finckh y Carlo Hammelehle – que forman un grupo que se denomina “Petit Cénacle”), escritores e intelectuales, conjunto “decadente y moderno" que describe en un verso.27 Empapado del espíritu de la época del fin de siglo, aparecen los Escritos póstumos y poesías de Hermann Lauscher28, obra publicada en 1900, nombre que combina su propio nombre de pila y el apellido simbólico de “el que escucha”, delatando así una relación estrecha con su propia vida.

En ese mismo año se presenta al servicio militar, pero por su fuerte miopía es rechazado y asignado a la reserva.29 Si bien esta experiencia apenas es mencionada circunstancialmente en los comentarios de su vida, considerándola a la luz de los valores de la época, cuando el rango militar era prueba de masculinidad y status en la sociedad, se puede concluir que seguramente fue un ingrediente más de los conflictos de personalidad que sufrió, aparte de representar un nuevo rechazo. Quizás sea de interés mencionar que uno de los temas recurrentes y omnipresentes en la obra, e incluso en la correspondencia de Hesse, fue la percepción que tenía de sí mismo como atípico, diferente de todos los demás y la duda que lo asediaba acerca de si su manera de ser era “buena” o “mala”. Pareciera que toda su vida

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la dedicó a demostrar que él no era malo ni anormal, sino que sencillamente tenía una sensibilidad distinta a las demás personas y ello le relacionaba con la naturaleza y el mundo de una manera original y propia, que tenía su mejor expresión a través del arte. El rechazo sufrido de parte del órgano de conscripción militar, en un primer momento seguramente lo sintió como “malo”, por confirmar una vez más su marginalidad social.

En 1901 emprende su primer viaje a Italia, peregrinaje de rigor en Europa para cualquiera que deseara morar en el mundo artístico o intelectual culto30. La luz intensa, el colorido, la alegría y las abundantes manifestaciones de arte en esos parajes lo deleitan y producen un fuerte impacto en él. El año culmina con la satisfacción de la aceptación para la publicación de sus Versos,31 en Berlin. En 1902, después de un natural decaimiento a raíz de la muerte de su madre, a quien le unió siempre un fuerte lazo de empatía, su estado de ánimo parece mejorar, quizás gracias a la aparición de sus poemas, y se desprende de la pesadez y decadencia propias de la intelectualidad del finde-siglo, lo cual se percibe en Peter Camenzind32, publicado a principios de 1904. Con esta obra obtiene su primer premio y este éxito le ayuda a establecerse como autor, lo cual a su vez le proporciona los medios que le permiten vivir de su trabajo literario y constituir su propia familia. Se casa en ese mismo año con Maria Bernoulli, nueve años mayor que él33, una suiza de rancio abolengo, lo cual seguramente es una satisfacción personal, que demostró que a pesar de su incompleta escolaridad, a través de su logrado éxito literario es aceptable en círculos sociales e intelectuales de altura. Al año nace su primer hijo, Bruno34. Quizás a la luz de la paternidad al reflexionar

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sobre lo que es la educación de los hijos, escribe la obra Bajo las ruedas (1906)35. En 1907 publica la colección de relatos De acá36 y construye su casa37. Se rodea de un amplio círculo de escritores y participa en la edición de la revista Marzo38. En 1908 publica Vecinos39. En 1909 nace su segundo hijo Heiner40. Al año publica su novela Gertrud 41 y en 1911 En el camino42. En ese mismo año nace su tercer y último hijo Martin43. También emprende a los 34 años de edad, su primer viaje a la India, vieja aspiración, que, seguramente también cumple para él en esos momentos una función de distanciamiento y peregrinación en búsqueda de la paz espiritual, ya que su matrimonio empieza a sufrir serias dificultades. El no encontrar el ambiente que se imaginó a raíz de sus estudios acerca de esa cultura, junto con su propia situación personal, le inducen nuevamente a cuestionar los valores44. Al regresar, decide mudarse, escribe en 1913 De la India45 y en 1914 Rosshalde46, inspirados, el primero, en sus impresiones del viaje, y el segundo, en su resquebrajada vida familiar y en los conflictos sentimentales y espirituales que sufre en relación a una existencia burguesa, sus responsabilidades, sus deseos personales, su vocación, su éxito, los lazos que lo unen a la familia, a la casa y al jardín y sobre todo su necesidad de libertad para crear.

En el mismo ominoso año de 1914, de gran conmoción personal, también se desata la Primera Guerra Mundial, evento que lo impacta fuertemente. Por segunda vez se presenta a la recluta, pero nuevamente es rechazado del servicio activo. Como insiste, en 191547 se le asigna a la atención de los prisioneros de guerra. Me atrevería a afirmar que el pacifismo que florece vehementemente a partir de entonces en sus escritos, es su manera

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probablemente inconsciente de afrontar su incapacidad de participar activamente en la guerra para luchar por su país. En agosto de 1914 anota en su diario su esperanza de ser llamado a servir; sin embargo, en noviembre del mismo año publica en un periódico un ensayo a favor de la paz con el título “Oh, amigos! No con esos tonos!”48. No obstante, contradictoriamente, aún en Demian (1919) describe a esta conflagración como un evento purificador que ha de permitir un nuevo y mejor orden en el mundo49. Sin embargo, su rechazo a estas contiendas se ve reforzado por el contacto con los prisioneros de guerra, en quienes reconoce su condición humana antes que nada y por lo cual le repugna cada vez más el atropello a que se les somete, y el desperdicio de las potencialidades que representan todas las muertes provocadas, independientemente del bando. En ese mismo año publica Knulp50, una trilogía de relatos sobre la vida y muerte de un peregrino.

El año 1916 se presenta con un conjunto de acontecimientos que nuevamente llevan a Hesse a profundos estados depresivos. Fallece su padre51, se enferma gravemente su hijo menor52 y su esposa empieza a sufrir serios disturbios mentales53, nuevamente es convocado a la recluta y rechazado por presentar enfisema pulmonar54. La compleja situación que vive lo lleva a someterse a doce sesiones de terapia psicoanalítica con un discípulo de Carl Gustav Jung, el Dr. Lange55. Las introspecciones originadas por estas circunstancias y la vivencia de la metodología propia de esa corriente terapéutica lo conducen a una nueva etapa creativa, que además, gracias a sus exploraciones de la estructura y de los contenidos simbólicos de los estados de la conciencia, según la interpretación de Jung, lo inducen a construir un nuevo

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estilo propio. Sobre una base que conjuga el esteticismo clásico con la sensibilidad romántica, crea un mundo cuyo centro pasa a ser el individuo, en toda su maravillosa complejidad y variedad.

También pareciera que la conciencia perceptual del autor es estimulada por el nuevo ambiente al cual se muda, Montagnola, localidad del alpino paisaje de Tessin, en Suiza, el cual lo invita a pintar y a inventar una especie de expresionismo literario propio56. Coincide esto con el final de la Primera Guerra, lo cual, naturalmente, también es motivo de alegría. En 1919, publica la primera de sus obras en el nuevo estilo introspectivo, Demian57, la historia de la juventud de Emil Sinclair, nombre del cual hace uso como seudónimo. No es de extrañar que en esa novela retome el análisis psicológico desde la infancia, con énfasis en el pasaje a la edad adulta, a través del despertar de la adolescencia. En este nuevo estado de ánimo, empieza a trabajar en lo que él mismo llama su poema indio Siddhartha58, inspirado en su conocimiento de la cultura de la India y en la legendaria vida del Buda. Esta obra continúa explorando las etapas de la vida humana. Su personaje principal, Siddhartha, se encuentra al principio de la narración en la etapa final de la adolescencia, ante el paso que es imprescindible dar para poder madurar y enfrentar la vida adulta. Sin embargo, cuando Hesse termina dos terceras partes de su creación, tiene que interrumpir el trabajo porque afirma no poder escribir sobre algo aún no vivido y nuevamente cae en una etapa de angustias existenciales y terapia. Sospecha hacia dónde debe evolucionar su personaje principal Siddhartha, pero aún no se siente preparado a seguir escribiendo59. Al año siguiente, 1920,

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publica El último verano de Klingsor60 la historia poética de un pintor y en 1922, por fin ve la luz Siddhartha61, el libro iniciado tres años antes.

En 1923 obtiene el divorcio de su mujer enferma y le es concedida la ciudadanía suiza62. A principios del año siguiente, a los 46 años de edad, se casa con su amante y compañera de la bohemia de los últimos años, Ruth Wenger, una cantante muy hermosa y casi veinte años menor que él63. Aquejado por el reumatismo, se somete a sesiones de cura en unos baños termales64, y en 1925 publica unos relatos sobre sus vivencias en esos lugares bajo el título Huésped65. En 1927, publica Los viajes a Nuremberg66 y su obra quizás más conocida El Lobo Estepario67, la historia de Harry Haller, un hombre que se encuentra a los albores de la vejez, decepcionado de la vida y de la sociedad. Coinciden estas obras con su divorcio de la segunda esposa, con quien de un matrimonio de tres años sólo comparte vivienda dos meses y el resto del tiempo pareciera evadirla68. En un estado de desgaste físico y emocional inicia la escritura de Narciso y Goldmundo69, obra que de una manera muy hermosa y fluida expresa las relaciones entre la sensualidad y la espiritualidad, las exigencias que le hace el Arte al artista y el anhelo de trascender los sufrimientos humanos mediante la negación de los sentidos y la concentración en el alma.

Afortunadamente, en ese mismo año empieza a vivir con Ninon Dolbin, antigua admiradora con quien durante muchos años mantuvo correspondencia70; esta relación por fin parece traerle el sosiego que

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necesitaba. En 1930 se publica Narciso y Goldmundo71, que refleja de alguna manera la calidez que su nueva vida sentimental parece brindarle. En 1931 se mudan a una casa que le pertenece al mecenas Hans C. Bodmer, pero que le es cedida a Hesse para el resto de su vida; a finales del mismo año se casa con Ninon72. En 1932 publica la obra fantástica Viaje al amanecer73 y en 1936 Horas en el Jardín74, con la cual obtiene un premio. También escribe en 1936 el hermoso trozo En recuerdo a Hans75, en memoria de su hermano menor, quien en Noviembre de 1935 se suicidó. En ese escrito describe con mucha ternura el ambiente familiar, su relación con su hermano, y toca varios de los temas que también constituyen la columna vertebral de su obra, en general.

En 1939 se desata la Segunda Guerra Mundial. Todo el ambiente previo a la debacle, desde el mismo momento en que empieza a cobrar importancia el nacionalsocialismo y más aún la figura de Hitler, Hesse se ve confrontado con la opinión pública por su postura de alerta ante la inminencia de una guerra y luego de desacuerdo con los conceptos manejados por ese partido y contra la dictadura en general76. Si bien el régimen prohibe la publicación de su obra por negarse a retirar la dedicatoria a Romain Rolland77, autor francés también pacifista y tildado de izquierdista, irónicamente, también se expone al repudio de escritores de la resistencia, por considerarse que su establecimiento en la neutral Suiza es una posición cómoda, desde la cual es fácil darse el lujo de ser pacifista78. También le echan en cara su interés por el individuo y su aparente indiferencia ante los problemas de la sociedad como un todo79, desconociendo la relevancia de sus escritos al destino del ser

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humano en general. Merece la pena mencionar que Ninon Dolbin es de origen judío, de manera que difícilmente hubiera podido permanecer en Alemania.80

En 1943, quizás como resultado de sus reflexiones acerca de todos estos acontecimientos y su posición ante ellos, publica su última gran obra, El Juego de Abalorios81, en el cual construye una estructura de visión del mundo a través de la vida del Maestro Knecht (nombre que significa “servidor” en alemán), una figura intelectualmente encumbrada que abandona su torre de marfil para acercarse a la humanidad común. A raíz de su obra en general, pero esta última en especial, se le otorga el Premio Nobel de Literatura de 194682, un año después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En 1947, a los setenta años de edad, a quien nunca obtuvo títulos de estudio, se le distingue con el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Berna83. En los años siguientes se le otorgan varias otras distinciones. Las obras mencionadas son sólo algunas de las más resaltantes, puesto que nombrarlas todas, junto con sus ensayos y correspondencia, haría demasiado largo este capítulo, por su inmenso volumen. Michels84 comenta que para 1976 el total de las publicaciones de Hesse llegaban a más de 30 millones de ejemplares, a lo cual habría que agregar por lo menos 35 mil cartas de respuesta a sus lectores y muchos cientos de acuarelas. Para hoy en día los números deben haber aumentado astronómicamente. Aún considerando únicamente estos frios aspectos estadísticos surge naturalmente la suposición de estarse tratando a un autor de relevancia y de fuerte impacto.

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En las postrimerías de su larga y atormentada pero fecunda vida, habiendo logrado los más altos honores, nutrido por el amor de su compañera y esposa Ninon Dolbin, y rodeado del cariño y de las atenciones de sus hijos y de la admiración de lectores de todas partes del mundo, se dedica a una intensa correspondencia, a revisar las publicaciones seleccionadas de sus poemas, relatos y ensayos. En 1962, poco después de celebrar sus 85 años en medio de muchas festividades, enfermo de leucemia, fallece por un derrame cerebral85. Como prueba de la difusión de sus obras, se puede mencionar a Cook86, quien reseña que en 1970, cuando apenas se empezaba a hablar de Demian en los Estados Unidos de Norteamérica, ya se habían vendido 750.000 ejemplares. El Lobo Estepario aumentó en un año de 360.000 ejemplares a 650.000.

El mundo en el cual le tocó desarrollar su obra parecía al principio constituir un marco aparentemente estable, si bien rígido, de reglas claras de juego, aún cuando opuestas a sus intereses personales; pero demostró ser completamente frágil, cuando un solo individuo pudo, con un asesinato, en un sitio tan lejano como Sarajevo, cristalizar las ambiciones y los odios latentes que desencadenaron su furia en todo el continente, asistidos por un avance tecnológico que permitía una capacidad destructiva sin precedentes. De la lucha de cuerpo a cuerpo, se pasó en la Primera Guerra Mundial a la exterminación en masa y anónima, de una prueba de fuerza entre guerreros, se pasó a los ataques indiscriminados a la población civil, y si bien aún parecía lucharse según los criterios de un cierto código ético de caballerosidad y de honorabilidad, que permitió que al principio incluso se interpretara la guerra como un fuego purificador que permitiría que naciera una nueva generación

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mejor, tal como Hesse lo expresa en Demian (1919) (“En el fondo se estaba gestando algo. Algo como una humanidad nueva.”87), pronto esta ingenua impresión fue sustituida por el horror y el dolor. Al terminar, se pensó que nunca podría repetirse una lucha parecida, porque la tecnología mantendría a raya a los que pretendieran provocarla. Nuevamente se inició una etapa histórica constructiva y llena de buenas intenciones, que bien poco habría de durar, puesto que, a pesar de cuerpos colegiados garantes de hacer cumplir las promesas de paz, para cuando Hesse llega a la madurez, a los sesenta y dos años, tiene que volver a presenciar con desilusión una guerra peor que la anterior, donde la tecnología fue más avanzada aún y destruía con un mayor grado de perfección. Además, esta vez todos los valores se transgredieron y la medida de la degradación física, espiritual y moral del mundo fue peor que lo que jamás se pudo imaginar hasta esos momentos. La vida de Hesse continuó aún por diecisiete años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Pudo presenciar la reconstrucción de su patria de origen y observar cómo el mundo parecía preferir el progreso y la mejora del nivel de vida del ser humano a los conflictos bélicos88. Hesse y su generación fueron testigos de impresionantes avances científicos y tecnológicos. Treinta y cinco años después de la desaparición del autor, me atrevo a suponer que Hesse no se hubiera sorprendido de ver que el péndulo sigue su movimiento cada vez más extremo; que hubiera reconocido que esa ansiada síntesis, tan presente en toda su obra, apenas es una quimera que por momentos parece estar al alcance y que en el mismo instante en que se percibe, desaparece. Sin embargo, a pesar de todo, Hesse nunca dejó de creer en la preciosidad de la vida y de la naturaleza, y en la trascendencia del ser humano. Es probablemente eso, la

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esperanza y la valoración del destino humano, por torturado que sea, parte del secreto de la popularidad de este autor más allá de su propia época y fuera de su propia cultura.

Hasta ahora, se describieron el entorno y el devenir de Hermann Hesse en sus circunstancias históricas. Ése es, se puede decir, el mundo que lo recibe y en el cual tiene que encontrar su lugar. Dentro de este contexto histórico, su vida personal también cumplió unas etapas, como un oleaje que tenía valles de serenidad y picos a veces coronados de espumosas crestas de sentimientos. Si se mira esta larga trayectoria en su conjunto, se reconoce un patrón que alterna los períodos de estabilidad con otros de caos. La primera etapa, en la tierna infancia y la temprana juventud de Hesse, se desenvolvió a partir de un bienestar que parecía brindar un mundo definido, confiable, estable, y que por ello ofrecía continuidad, credibilidad y sobre todo seguridad, dentro de un marco institucional establecido, y donde el extraño, el que era fuera de lo común, era este inquieto y perceptivo niño. Es conmovedor a nuestros ojos modernos, de miembros de una sociedad laxa, permisiva y poco disciplinada, imaginarnos a ese frágil niño, que a pesar de estar rodeado de una familia amante, es totalmente incomprendido. Resulta paradójico que la aparente inestabilidad emocional, fuente de tantas preocupaciones para sus padres, en vez de ser prueba de debilidad, resultara ser síntoma de la fortaleza de su espíritu dispuesto a luchar por protegerse de los riesgos a que se veía expuesto al ser sometido a todo tipo de intentos de obligarlo a adherirse a la norma (lo “normal”) y a las expectativas de sus padres, educadores, patronos, suegros, gremio, que no lo entendían y que no reconocían la fertilidad de su

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creatividad. Este ser tan especial no se satisface con ser colocado en un lugar que lo obligue a mimetizarse hasta ser irreconocible como individuo, sino es consciente desde el principio de su necesidad de hacer valer su espacio personal en el universo.

En general, se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que la huella de la historia personal en la obra de Hermann Hesse constituye uno de los sellos que le imprimen una cualidad especial, ya que él mismo afirma que en sus escritos expresa lo propio, lo suyo. Aún cuando los relatos no se pliegan a lo que sería una autobiografía en el estricto sentido de la palabra, puesto que sus personajes principales no son manifiesta- y objetivamente el autor, si representan facetas de su personalidad, de sus experiencias, de momentos de su vida. Si bien algunas escenas se describen casi exactamente tal como transcurrieron, o se bautizan los personajes con los nombres de los amigos o de hombres y mujeres que existieron en la vida real, individualmente no permiten percibir su significado pleno en relación a la totalidad del devenir del escritor; es en el conjunto que uno reconoce su importancia simbólica y su función dentro del discurso global. Por ello, resulta interesante analizar las maneras en que Hesse incorpora algunos de los conceptos fundamentales de la vida humana a su obra: la familia, la madre, el padre, el abuelo, el maestro, explorándolos hasta expresar todo su significado.

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Notas: Capítulo Segundo – El Mago y sus Mundos: Biografía y Contexto 1

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de obras 5). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1919). p. 7-8. 2

HESSE, H. (1979). La infancia del mago. Rastro de un Sueño. pp. 45 – 62. Barcelona: Editorial Planeta. p. 52 (Orig. 1945) 3

HESSE, H. (1979). La infancia del mago. Rastro de un Sueño. pp. 45 – 62. Barcelona: Editorial Planeta. p. 51 (Orig. 1945) 4

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse: Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse: Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books. pp. 31, 39

5

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentarios sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.36 y en FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse – Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse: Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. p. 31 6

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse – Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse: Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. p. 41

7

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse – Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse: Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. pp. 269, 322, 359-360

8

HESSE, H. (1979). La Infancia del Mago. Rastro de un sueño. pp. 45-62. Barcelona: Editorial Planeta. p. 53 (Orig. 1945)

9

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.35 10

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse - Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. pp. 179-183 11

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse - Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. pp. 179 – 183 12

MICHELS, V. (1977). Zur Entstehung des «Glasperlenspiels» (Sobre la creación del «Juego de Abalorios»). Text und Kritik – Hermann Hesse (Texto y Crítica – Hermann Hesse). pp.43-52. Nos. 10/11. p.43

GÖSSMANN, W. (1978). Deutsche Kulturgeschichte im Grundriβ (Compendio de la Historia de la Cultura Alemana). München: Max Hueber Verlag. p. 80 13

14

GÖSSMANN, W. (1978). Deutsche Kulturgeschichte im Grundriß (Compendio de la Historia de la Cultura Alemana). München: Max Hueber Verlag. p. 86

15

HESSE, H. (1979). Compendio biográfico. Rastro de un sueño. pp. 63 – 80. Barcelona: Editorial Planeta. (Orig. 1924). p.66

57

16

WEINGARTEN, U. (1977). Chronik zu Hermann Hesses Leben und Werk (Crónica sobre la Vida y la Obra de Hermann Hesse). Text + Kritik - Zeitschrift für Literatur: Hermann Hesse (Texto + Crítica – Revista para la Literatura: Hermann Hesse). pp. 116-121. H.L. ARNOLD (Ed.). Cuaderno 10/11. p. 116

17 FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse - Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. pp. 29-30 18

HESSE, H. (1979). Compendio biográfico. Rastro de un sueño. pp. 63 – 80. Barcelona: Editorial Planeta. (Orig. 1924). p.67 19

HESSE, H. (1982). Peter Camenzind.. Gesammelte Werke 1 (Colección de obras 1). pp. 341- 496. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1924)

20

HESSE, H. (1982). Unterm Rad (Bajo las Ruedas). Gesammelte Werke 2 (Colección de obras 2). pp. 5 – 178. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1906)

21

HESSE, H. (1982). Das Glasperlenspiel (El Juego de Abalorios). Gesammelte Werke 9 (Colección de obras 9). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1943)

22

BALL, H. (1947). Hermann Hesse: Sein Leben und sein Werk (Hermann Hesse: Su vida y su obra). Zürich: Fretz und Wasmuth Verlag AG. p. 54

23

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.38 24

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse-Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. p.54 25

PFEIFER, M. (1980). Hesse Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.38

26

PFEIFER, M. (1980). Hesse Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.38 27

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse - Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. pp. 76 – 78 28

PFEIFER, M. (1980). Hesse Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.39 29

PFEIFER, M. (1980). Hesse Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.39

30

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.39 31

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.39

58

32

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.40 33

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.40 34 PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.40 35

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag p.40

36

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.40 37

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.40 38 PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.41 39

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.41 40

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.41 41

PFEIFER, M. (1980) Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.41 42

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.42 43

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.42

44

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse - Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. p.149 45

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.42 46

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.42 47

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.43 48

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse - Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. p. 167

59

49

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 163. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. pp.158-160 (Orig. 1919) 50

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.43 51 PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.43 52

PFEIFER, M.(1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.43 53

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.43

54

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.43 55 PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. pp. 43-44 56

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.44 57

HESSE, H. (1919). Demian.. Gesammelte Werke 5 (Colección de obras 5). pp. 5-163. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag

58

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse - Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. p. 219 59

FREEDMAN, R . (1981). Hermann Hesse - Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. p. 219

60

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.46 61

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.47

62

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.48 63

PFIEFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.48 64

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.48 65

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p. 49 y HESSE, H. (1982), Kurgast (Huésped de Sanatorio). Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). pp. 5-113. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1925)

60

66

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p. 50 y HESSE, H. (1982). Nürnberger Reise. en Hermann Hesse Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). pp. 115 - 179 . Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1927) 67 PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.50 y HESSE, H. (1982). Der Steppenwolf. pp. 181- 413. Gesammelte Werke 7 (Colección de Obras 7). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1927) 68

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse - Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse – Peregrino de las Crisis). London: Sphere Books, Ltd. p.307 69

HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). Gesammelte Werke 8 (Colección de obras 8). pp. 5-320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1930)

70

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.51 71

HESSE, H. (1982). Narziß und Goldmund (Narciso y Goldmundo). en Gesammelte Werke 8(Colección de obras 8). pp. 5 – 320. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1930)

72

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.51 73

HESSE, H. (1982). Die Morgenlandfahrt (El viaje al país del mañana). en Gesammelte Werke 8 (Colección de obras 8). pp. 321 – 390. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1932)

74

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.54 75

HESSE, H. (1982). Erinnerung an Hans (Recuerdos de Hans). Gesammelte Werke 10 (Colección de obras 10). pp. 199-249. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1936)

76

NOACK, P. (1986) Politische Konstanten bei Hermann Hesse (Constantes políticas en Hermann Hesse), en BAUSCHINGER, S y A. REH, Eds. Hermann Hesse – Politische und wirkungsgeschichtliche Aspekte (Hermann Hesse – Aspectos políticos y del impacto histórico) / Vierzehntes Amherster Kolloquium zur deutschen Literatur (Decimocuarto Coloquio sobre la Literatura Alemana de Amherst). pp. 9 – 24. Bern: Francke Verlag

77

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. pp. 55-57

78

HABE, H. (1977). Die Lügen um Hermann Hesse (Las mentiras acerca de Hermann Hesse). Artículo en el periódico Welt am Sonntag del 17.7.77 (no se conoce el número de pág., ni cuerpo) 79

NOACK, P. (1986). Politische Konstanten bei Hermann Hesse (Constantes políticas en Hermann Hesse). pp. 9 – 24. BAUSCHINGER, S. y A. REH. Hermann Hesse – Politische und wirkungsgeschichtliche Aspekte /Vierzehntes amherster Kolloquium zur deutschen Literatur (Hermann Hesse – Aspectos políticos y de la historiografía de su impacto/Décimocuarto coloquio de literatura alemana ). Bern: Francke Verlag

61

80

MILECK, J. (1978). Hermann Hesse: Life and Art (Hermann Hesse: Vida y Arte). Berkeley: University of California Press, p.134

81

HESSE, H. (1982). Das Glasperlenspiel (El juego de abalorios). Gesammelte Werke 9 (Colección de obras 9). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1943)

82

PFEIFER, M. (1980). Hesse Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p.57 83

PFEIFER, M. (1980). Hesse-Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag, p.57 84

MICHELS, V. (1976). Zu diesem Buch (Sobre este libro). Über Hermann Hesse. Vol. 1. pp. 7-8. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. p.7

85

PFEIFER, M. (1980). Hesse Kommentar zu sämtlichen Werken (Comentario sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. p. 61 86

COOK, B. (1970) Was ist so interessant an Hermann Hesse? (¿Qué es tan interesante acerca de Hermann Hesse?). Über Hermann Hesse (Sobre Hermann Hesse). (1977). Vol.II. pp.73-79. V. MICHELS (Ed.). Frankfurt am Main:Suhrkamp Verlag. p.73

87

HESSE, H. (1982) Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 163. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. p. 160 (Orig. 1919)

88

ASTOLFI, J.C. (1957). Síntesis de Historia Media, Moderna y Contemporánea. Buenos Aires: Editorial Kapelusz. 8ª. Ed.; BERNHARDT, W., MATTHEE, U., BERNHARDT, C., y FREUND, M. (Eds.) por encargo de la Oficina de Prensa e Información del Gobierno Federal de Alemania (1978) Visio germaniae – Einklang der Gegensätze (Visio Germaniae – Armonía de las contradicciones). Bremen: Verlag Carl Ed. Schünemann KG; FREUND, M. (1979). Deutsche Geschichte (Historia alemana). München: C. Bertelsmann Verlag; HOFFMANN, A. (1992) Tatsachen überDeutschland (Datos sobre Alemania). Frankfurt am Main: Societäts-Verlag; KAPPLER A. y GREVEL A. (1995) La actualidad de Alemania. Frankfurt am Main: Societäts-Verlag; KINDER, H y HILGEMANN, W. dtv – Atlas zur Weltgeschichte – Von der französischen Revolution bis zur Gegenwart, Band 2 (dtv – Atlas de la historia mundial – De la Revolución Francesa hasta el presente, Volumen 2) München: Deutscher Taschenbuch Verlag GmbH & Co. KG, 13a. ed. ; y ZETTL, E. (1976). Deutschland in Geschichte und Gegenwart – Ein Überblick (Alemania en la historia y en el presente – Una perspectiva). München: Max Hueber Verlag. 2ª. ed.

Capítulo Primero APRENDICES Y FÓRMULAS Metodología

“No es mi obligación entregar a los demás lo objetivamente mejor, sino lo mío, tan pura y sinceramente como sea posible.” (Hermann Hesse1)

Es una tarea sobrecogedora tratar de descifrar los códigos ocultos de una obra, especialmente cuando está tan estrechamente ligada a la personalidad de un autor de la talla de Hermann Hesse. Este autor parecía despreciar la opinión de los críticos literarios, tal como se desprende, entre muchos otros comentarios, de las siguientes palabras: “El arte supremo no necesita ni de aclaraciones ni de psicología aplicada, expresa sus formas y confía en su encanto, sin temor a no ser entendido.”2 Por ello, cualquier explicación que se dé siempre tendrá que ser puesta en duda, porque es de suponerse que el propio escritor habrá organizado sus textos conforme a cánones que no siempre desea delatar. Sin embargo, el mismo hecho de sentirnos sometidos al encantamiento de su obra, despierta en nosotros el anhelo de convertirnos en aprendices del mago y, si no lograr alcanzar su nivel de perfección, por lo menos conocer sus fórmulas. La propia experiencia personal y la compartida con los estudiantes nos ha hecho reconocer que

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mientras mejor conozcamos los mundos de este autor, mejor nos podremos adentrar en los de sus obras, para nutrirnos de su riqueza. Eso mismo también nos ha enseñado la importancia de respetar la sensibilidad de los lectores, que con frecuencia rechazan cualquier acto que amenace con eliminar la magia, y por ello, seleccionamos una metodología para el análisis que esperamos sea digno de la aprobación del maestro y sus admiradores. Pero antes de detallar la manera en que se pretende realizar este viaje por la obra de Hermann Hesse, cabe hacer algunas observaciones de carácter general acerca del autor y de su trabajo. Primero que nada, es importante establecer que Hesse entendía de una manera muy particular lo que era su tarea como escritor, expresada sintéticamente en el aforismo que encabeza este capítulo. Su convicción orientó su búsqueda hacia las profundidades de sí mismo; sin embargo, la calidad de su obra contradice la primera parte de la sentencia, puesto que fue lo suficientemente reconocido como para ser galardonado con múltiples reconocimientos, entre ellos el premio Nóbel. Aunque afirmó en repetidas ocasiones ser autobiográfico, al reducir lo propio a su esencia, lograba tocar lo que es naturaleza humana universal. Por ello, quizás una de las cualidades más impresionantes que tienen sus escritos es describir cosas, situaciones, sentimientos, reflexiones o creencias en una forma tal que cualquiera que los lee los identifica, independientemente de su nacionalidad, raza, religión o época generacional.

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Tan hábil es el manejo de los significados, que aún en traducciones de dudosa calidad literaria, los pensamientos siguen embrujando y atrayendo a los lectores de todas las partes del mundo, de culturas extrañas a la suya y de generaciones distantes.3 Su proximidad al lector se produce no solamente por la sencillez de su lenguaje, sino por tener como centro la vida y el destino humanos en su más pura expresión y ellos en su esencia no conocen fronteras de ningún tipo. El lector que toma en sus manos un libro de Hesse siempre reacciona: de alguna manera siempre encuentra imágenes que algún día su propia mente también construyó, o es estimulado a hurgar en su conciencia hasta crear imágenes nuevas para sentimientos existentes, hasta entonces no reconocidos. Entre sus lectores, he tenido la oportunidad de presenciar actitudes que iban desde el odio más intenso hasta la adoración más incondicional, pero nunca me he encontrado con nadie que hubiera leído a Hesse y permaneciera indiferente. Quizás ello se deba a lo que expresa en una declaración extraída de uno de sus apuntes “Wanderung” (“Peregrinaje”), y que refleja lo que se reconoce en toda su vida y obra: “Lo que nunca deseo, ni siquiera en las peores horas, es un estado intermedio entre bueno y malo, una especie de término medio tibio y soportable. No, es preferible exagerar el arco -mejor un martirio aún peor y, en compensación, los momentos felices un matiz más esplendorosos.” 4

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En este párrafo se hace evidente la intensidad de su emotividad y de su vida interior, las cuales afloran en su lenguaje literario. El autor explora en sus escritos cada sentimiento, cada imagen, cada ocurrencia en sus más mínimos detalles y desde las más variadas perspectivas hasta lograr captar y expresar su esencia. Cuando describe a un niño, se palpa la inocencia, la curiosidad y nos permite entenderlo a cabalidad; cuando relata el encuentro entre dos personas, nos hace sentir como si estuviéramos presenciando el acontecimiento. Con sus descripciones nos hace compartir su mirada cuando amorosamente la desliza por la pradera o cuando con ella trata de penetrar la neblina. Se podría decir que pinta con las palabras. Otro aspecto que llama la atención es la curiosa flexibilidad de la pertinencia de los relatos de Hesse, que se acomodan a la edad y a la etapa existencial que está viviendo el lector. Leer El lobo estepario (1927)5 a los dieciocho años de edad no es lo mismo que leerlo a los treinta, a los cuarenta y ocho, o a los sesenta y cinco. Al adulto joven, que aún está en el proceso de despegarse las cáscaras protectoras de su frágil pero hermético mundo infantil, al empezar a leer esa novela, aunque pueda compartir la ácida crítica a lo burgués, a lo establecido, a “lo que se hace”, quizás le parezca absurda la problemática del personaje principal, Harry Haller, quien se debate entre las opciones de seguir viviendo una vida que siente como agotada o suicidarse.6 Sin embargo, cuando continúa leyendo, Hesse le ofrece como respuesta la oferta de Armanda, de un mundo de nuevas experiencias, diversiones y de aventura (Pfeifer, 1980),7 con el cual es natural que se identifique y en el cual expresamente encuentra su placer como lector. En cambio, el adulto maduro,

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que se encuentra en la etapa en que cuestiona los resultados obtenidos por su modo de conducir hasta entonces su destino y en que empieza a sentir que ya le falta el tiempo para enmendar el camino, la novela puede convertirse en un instrumento que le ayude a ver que hay salidas y que aún quedan cosas por aprender, aparte de servir de consuelo, al reconocer que las frustraciones, las dudas y los miedos que siente son naturales a la edad que tiene. El anciano, que mira con sabiduría lo que ha sido su vida, cuando lee esta obra, siente la satisfacción de descubrir una coincidencia entre las soluciones que los problemas existenciales ahí planteados tienen y sus propias vivencias. Por último, hay escenas que describen realidades que son válidas para cualquier edad, en cualquier época, y con las cuales resulta muy fácil identificarse. Sus escritos prueban que bajo todas las circunstancias, Hesse siempre fue fiel a la afirmación que citamos al comienzo de este capítulo, ya que vivió a fondo su destino. Al interpretarlo para comprenderse él mismo, fue hilando la textura de sus relatos y novelas con las fibras de lo que había decantado como la esencia de sus experiencias, que no era otra cosa que su ser humano. Por ejemplo, interrumpió por tres años la escritura de Siddhartha (1922) al llegar a un punto donde debía haber continuado escribiendo sobre vivencias que aún no había experimentado, pero que sabía que su personaje debía tener. Sólo continuó cuando se consideró preparado para ello (Freedman, 1981) 8. No obstante, paradójicamente, tampoco debemos dejarnos engañar creyendo que Hesse permite tan sencillamente que lleguemos como lectores a

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su más recóndito e intenso núcleo existencial. Quizás precisamente por considerar como su obligación el llegar a compartir la esencia de sus vivencias, se siente frágil y expuesto, por lo cual su reacción es armar estrategias literarias para crear distancia entre sí mismo y el lector. Construye sistemáticamente verdaderas barreras que, me parece, deben servir para salvaguardar su intimidad como persona y proteger su yo. Desde niño se sintió muy indefenso y frágil, puesto que continuamente era cuestionado, criticado y hasta agredido aún por las personas más queridas para él, que deseaban modificarlo creyendo que era por su bien. Como ilustración de este punto, podemos mencionar que ya en su obra Peter Camenzind (1904)9, tal como también lo observa Freedman (1981),10 el personaje principal es el propio Hermann Hesse, y aún cuando los episodios y los demás personajes a simple vista no parecen ser equivalentes a quienes en la vida real le rodeaban, al analizarlos mejor se reconoce un patrón de paralelidad o también a veces de complementaridad, como la película en negativo de unas fotos. En otro ejemplo, el caso de Demian (1919),11 novela en la cual por primera vez se adentró en los mundos ocultos de la personalidad, a pesar de disfrutar ya de un cierto renombre como escritor, primero la envió al editor como manuscrito bajo el seudónimo Emil Sinclair, con una carta suya, en la cual afirmaba que se trataba de un poeta amigo, gravemente enfermo, quien le había rogado se encargara de hacer publicar su libro y pedía que el pago se hiciera lo más rápidamente posible, ya que estaba muy necesitado. Sólo fue cuando la obra ganó un premio, que, por presiones de sus amigos, que sospechaban que el verdadero escritor era él mismo, confesó su autoría y rechazó el premio por considerar que no lo había ganado en buena lid.12 Stefan Zweig interpretó el

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uso del seudónimo en esa oportunidad más bien como un acto de valentía al no querer proteger su obra con su fama.13 Sin embargo, creo que Zweig no se imaginaba lo que debió costarle a Hesse exponerse de tal manera al expresar lo más íntimo hallado en sus viajes hasta lo profundo del inconsciente, dejándolo completamente vulnerable. Desde nuestra perspectiva de hoy en día, sabiendo tanto más sobre la psiquis humana y su fragilidad, se puede entender esta estrategia como de temor y de protección más que de valor y provocación. Otro mecanismo es el que emplea en El lobo estepario (1927),14 donde el relator afirma estar hablando de una persona no muy conocida, quien le dejó su diario, en el cual a su vez se cuenta que la historia estaba en un librito que el personaje principal Harry Haller obtiene de un vendedor ambulante.15 Sin embargo, al mismo tiempo, incorpora indicios que lo “delatan”, como, por ejemplo, las iniciales del personaje principal, H.H., sus características en cuanto a edad, estado civil, condiciones de vida y el nombre de la heroína “Hermine” (Herminia o Armanda en español), versión femenina del nombre Hermann. Hugo Ball, su primer biógrafo, amigo y contemporáneo, también repara en estos detalles y sugiere que son pruebas de la estrecha relación entre el autor y sus creaturas16. Pareciera que Hesse está indeciso acerca de si debe acercar al lector a si mismo o no. Sin embargo, nos atrevemos a pensar que, independientemente de su voluntad y a pesar de sus esfuerzos por ocultarse, su misma naturaleza como escritor hasta la médula, que implica la necesidad de comunicarse con el lector, lo obliga no sólo a permitir que éste se le aproxime, sino que hasta lo invite a hacerlo, dejándose ver en su más íntima sencillez.

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Siendo la pregunta que orienta este trabajo cuál será el secreto, el arte, que emplea Hermann Hesse para transformar lo personal, lo cotidiano, lo situacional y lo específico en experiencia universal, creemos que la trayectoria que trazamos para nuestro estudio, el cual progresa en espiral desde lo contextual hacia lo esencial, permite observar cómo teje sus relatos alternando lo real con lo imaginario, creando en el lector la impresión de un juego de ilusión fantástica, donde todo es posible. Así, en el mundo de la imaginación, donde el autor tiene la libertad de dar rienda suelta a sus ideas, reduce, aumenta, combina, descompone todo hasta que aflora la sustancia esencial de los fenómenos, de los hechos, de los objetos, de las relaciones. El lector situado en ese nivel esencial entonces puede realizar las transformaciones que adaptan lo leído a sus propias circunstancias espaciotemporales. Sin embargo, para los aprendices que desean descubrir las fórmulas del encantamiento empleado por el mago, surge un dilema por resolver: como sus creaciones son supuestamente autobiográficas, debe decidirse si se acomete esa tarea a partir de la obra o más bien de la vida del autor. Su imagen creadora como escritor, poeta, pintor, músico, pensador, maestro y como a él le gustaba pensar - mago,17 es precisamente tan rica e interesante, por estar su vida enmarcada en una época llena de hechos históricos contundentes, y de descubrimientos y hallazgos impactantes, que le imprimieron un sello muy particular a la manera de ver las cosas. De manera que, por una parte, pareciera recomendable estudiar primero las circunstancias personales de este creador, los intensos y frecuentemente trágicos sucesos de

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su vida para luego ir a la obra artística, para apreciar mejor su habilidad para trascender todo ello mediante la creatividad, alcanzando la universalidad que lo convierte en símbolo de lo que el destino humano significa en su inmensa complejidad, más allá de las barreras de la temporalidad. Por otra parte, también se puede iniciar este estudio explorando primero sus escritos, y permitir que se vaya armando ante nuestros ojos el retrato de su autor. Cualquiera de las dos posibles vías de aproximación queda corta, insinuándose así la necesidad de esforzarse por percibir ambos aspectos - vida y obra - como inseparablemente complementarios. Lo apropiado parece ser, en armonía con lo que probablemente a él mismo le hubiera parecido aceptable, integrarlas y permitir que mutuamente se enriquezcan y soporten, enlazando a todo lo largo del análisis lo externo factual y contextual con lo textual para alcanzar lo interno e íntimo y tratar de encontrar ahí, en el núcleo, a ese Hombre Esencial, al Hombre Universal, que pudiera ser Cualquier Hombre, y con el cual nos es tan fácil identificarnos, al mismo tiempo que descubrimos los patrones que caracterizan su obra. Por lo tanto, la trayectoria centrípeta propuesta no es linealmente simple, puesto que cada uno de sus puntos implica el tránsito entre ambos planos de la realidad y de la imaginación, y en cada uno de ellos es imprescindible incursionar en diversas dimensiones que interactúan en una manera multidireccional: el mundo concreto percibido por los sentidos, las creaciones de la imaginación, el universo de los sentimientos y la esfera espiritual que reside en la fe, recorriendo para ello - a veces quizás de una manera un tanto errática - toda la pradera de sus obras, para encontrar cada

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vez la flor cuyo aroma mejor exprese el espíritu. Usando la terminología empleada por Ferrater Mora, cuando se refiere al arte de la crítica literaria, si logramos aprehender “el mundo del escritor”,18 o más aún, como lo llama Karalaschwili, estudioso de la vida y obra de Hesse, “el mundo novelesco (‘Romanwelt’) de Hermann Hesse”,19 y desenvolvernos con comodidad en él, compartiremos algo de la magia que le permitió convertir lo cotidiano, concreto, experiencial, en espiritualidad, simbolismo, y valor universal, ofreciéndonos una interpretación que nos incita a aceptar la realidad de la fantasía y valorar la fantástica riqueza de la realidad. Para iniciar este trabajo, por lo tanto, contamos con los datos biográficos concretos del autor y tenemos el objeto del estudio, la obra, dentro de la cual se presentan otras realidades que, en el caso de este escritor en particular, deberían tener una estrecha relación con su vida, ya que él mismo afirma ser autobiográfico. Wellek y Warren señalan que aún en el caso de las biografías, -- y con más razón, de las autobiografías -“el “yo” del poeta es un “yo” ficticio, dramático. Un personaje de novela es distinto de una figura histórica o de una persona de la vida real. Sólo está hecho de las frases que lo retratan o que el autor pone en su boca. No tiene pasado ni futuro, y a veces carece de continuidad de vida... El tiempo y el espacio de una novela no son los de la vida real.” 20 En otras palabras, en el caso de la autobiografía, se puede suponer que el autor escoge en el momento de escribir su obra, cuál de sus facetas plasmará en su historia, qué escenas de su propia vida describirá y cuánto de ellas develará, ya que por mucho que desee compartir su vida con los lectores,

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siempre habrá una parte íntima que querrá reservarse, así como también cuidará la impresión que desea que el lector se lleve de él. He ahí una primera lectura para ver qué delató el autor de su propia vida a través de sus personajes y los sucesos que les acontecen. Su patrón lingüístico sufre alteraciones cuando se refiere a sus propias crisis existenciales21; sin embargo, independientemente de si ello sucede consciente o inconscientemente, su arte en muchos casos llega de tal manera a la esencia de, por ejemplo, las emociones, que ya no refleja su manera personal de vivirlas, sino le permite enmascararse con lo eterno, lo universal. Para acceder, por lo tanto, a los diversos niveles de significado real o imaginario, para poder describirlos, observarlos actuando y encontrar los mecanismos de enlace entre ellos, hace falta delimitar de alguna manera el campo de estudio y definir el método que se ha de emplear. Hemos denominado nuestro trabajo Hermann Hesse – El Mago, señalando así el objeto de estudio y la hipótesis que nos orienta, pero hemos delimitado sus alcances con el subtítulo de “Una lectura caleidoscópica” para señalar desde un principio cuál es el enfoque metodológico que empleamos. Siendo consecuentes con el propio autor, quien incorpora su vida a su obra, y también con los procedimientos analíticos junguianos que sabemos que tuvieron fuerte influencia en Hesse 22, se escogió una aproximación que, “congela” en cada capítulo la figura creada al mirar por un lente específico, que resalta aquellas piezas del conjunto que ilustran alguno de los componentes seleccionados en la obra de Hesse. Por ejemplo, al explorar el aspecto de la religiosidad en uno de los capítulos, se presta atención a aquellos textos que contienen pasajes,

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símbolos o referencias relacionados. Esta figura es interpretada mediante una lectura centrípeta desde el plano contextual amplio, a través de lo específico del aspecto respectivo, hacia la esencia. Se espera que al final se obtenga una visión integrada de los múltiples elementos de los sistemas que interactúan, en cuyo centro hemos de encontrar el perfil del Hombre Universal que buscamos. A medida que la metodología del análisis del discurso ha ido evolucionando, se han ido debilitando los límites que definían los alcances del texto tradicional. Ya desde la clásica diferenciación que hace De Saussure (1980)23 entre ‘la langue’ (la lengua) y ‘la parole’ (el habla) se crea una fisura entre el texto como un cuerpo lingüístico organizado por las normas de una herencia lógica, resultante de una convención social, y el texto como la forma alterada de ese cuerpo, resultante de los hábitos personales y sociales del hablante según el significado que desea expresar y los motivos que tiene para hacerlo, al emitir su mensaje en el marco de una situación translingüística de comunicación temporalmente condicionada. En el caso de la obra literaria, se usa, además, un lenguaje con características que lo hacen diferente al del uso común, como lo reconoce Kristeva (1981)24 al proponer la presencia de una “lógica poética” que remite al lector a otro plano adicional de significados. A pesar del desarrollo de la semiología en los años ’60, con el impulso de Barthes25, junto con las contribuciones de otros, sigue habiendo una situación confusa sobre la definición de la frontera entre el texto y el contexto. La incorporación de las intenciones del hablante originó conceptos como el de “actos de expresión” (“speech acts”), que describe Hymes (1974)26, por

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ejemplo, o las “superestructuras” de Van Dijk (1992)27, que llevan la frontera del texto bastante lejos de su lugar original, a pesar de diferenciar los actos del lenguaje de los sucesos y determinar que el contexto es un “transcurso de sucesos”, que se puede describir en función de un proceso con un inicio, un desarrollo y un final. Dentro de este marco tan laxo, es difícil definir el campo de estudio. No obstante, precisamente es en esa frontera entre texto y contexto donde debemos echar nuestra red, si queremos pescar los verdaderos significados. A pesar de que, como lo señala Frank (1988)28, nuestro concepto de lo individual esté tan estrechamente relacionado con el de subjetividad, que nos cueste mucho asociarlo con lo que es externo al individuo, en el discurso de un autor se encuentran las claves que delatan, a través del lenguaje que emplea, además de la intención momentánea que tenga, también las características e influencias de todos los aspectos de su condición humana, definida por su propio devenir personal, familiar, social e histórico, convirtiéndolas en parte de su texto. Asimismo, podremos suponer que el discurso no tiene una textura homogénea, sino que los diversos aspectos que mencionamos aparecen en él con dispersión e intensidad variables. Si consideramos al discurso como un entramado de tejidos, de los cuales cada uno tiene por su naturaleza un patrón propio, es aceptable suponer que separándolos de manera sistemática, podemos ir analizando el patrón de cada uno, identificando el fondo y las figuras, diferenciando el texto del contexto. La sobreposición de estos tejidos representa la textura del discurso. Luego, en el caso de Hesse, podemos desprender de su discurso diversos textos -

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biográfico, psicológico, religioso, filosófico - cada uno de los cuales cumple, a su vez, función de contexto para todos los demás. Dentro del orden de ideas expuesto, en este trabajo se establece que para nuestros fines se comprenderá bajo ‘texto’ el conjunto de las novelas, los cuentos y los versos. Los demás escritos, tales como los ensayos, las reseñas literarias y las cartas, la biografía documentada y el marco de la época histórica y cultural se considerarán ‘contexto’. El conjunto de texto y contexto se denominará ‘discurso’. Puesto que el texto está compuesto por un cuerpo de escritos en lenguaje literario, presenta - como lenguaje que es - una estructura compleja de sistemas. Respetando la trayectoria trazada en un principio, de una aproximación desde lo contextual hacia lo textual hasta llegar a lo esencial, es conveniente acometer el análisis por una selección de aspectos temáticos relevantes, o sea registros, a saber, el familiar, el psicológico, el religioso y el filosófico. En cada uno de estos aspectos se podrá reconocer cómo del ‘fondo’ resaltan ‘figuras’, conformadas por las cargas semánticas que se ordenan en patrones. Al haber así identificado algunos de los asuntos de especial interés para el autor, se puede proseguir con el análisis de las relaciones entre los planos de la realidad y de la fantasía o imaginación. El lenguaje literario o poético “organiza, tensa los recursos del lenguaje cotidiano y a veces llega a hacerles violencia esforzándose en despertar nuestra conciencia y provocar nuestra atención,”29 como Wellek y Warren (1979) bien lo afirman. Así veremos al plano de la realidad escapándose a la fantasía y el de la fantasía, en

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cambio, anclándose en la realidad. Los puntos de encuentro entre los dos planos nos conducirán a lo universalmente esencial. Este conjunto de sistemas que se sobreponen y caracterizan la textura a la cual nos hemos referido, que enlazan el texto con el contexto, constituyen el discurso de este autor, Hermann Hesse. La secuencia de los registros constituirá el criterio ordenador de los capítulos siguientes.

Es imprescindible hacer mención al lenguaje de Hesse, en general, antes de continuar. Uno de los rasgos que llama inmediatamente la atención al leer la obra de este extraordinario autor, es la fuerte carga simbólica que tienen todos sus escritos. Erich Fromm define el lenguaje simbólico como: “aquel, en el cual expresamos nuestras experiencias internas como si se tratara de percepciones sensoriales, o de algo que hacemos, o de algo que nos sucede en el mundo de los objetos. El lenguaje simbólico es el lenguaje en el cual el mundo externo se convierte en símbolo del mundo interno, un símbolo de nuestra alma y de nuestro espíritu.”30 Este autor clasifica los símbolos en ‘convencionales’ (que relacionan los nombres con los objetos que representan); ‘circunstanciales’ (que implican la coincidencia coyuntural de objetos que se encontraban formando parte del contexto de un suceso que nos haya ocurrido); y ‘universales’ (que tienen “sus orígenes en las mismas percepciones sensoriales y experiencias emocionales, comunes a los hombres de todas las culturas.”31) En los escritos de Hesse encontramos todos estos tipos de

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símbolos. Es especialmente interesante observar la dinámica mediante la cual emplea unos símbolos convencionales para transformarlos eventualmente en circunstanciales y por último en universales, así como también hallar los mecanismos mediante los cuales reconoce y convierte los objetos o los sucesos en simbólicos. Hesse aprovechó todas las oportunidades que se le ofrecían para practicar esa magia. Por ejemplo, cuando discutamos el registro psicológico, veremos cómo tomó en cuenta conceptos relacionados con los símbolos planteados por Carl Gustav Jung. O también, cuando analicemos el registro filosófico, será fácil hallar evidencias de la presencia de simbología existencialista estrechamente ligada al espíritu de la época. Tal como lo afirma Fromm en el tratado antes citado: “El significado específico de un símbolo sólo puede ser comprendido a partir del contexto completo en el cual aparece, y bajo la consideración de las experiencias prevalecientes del hombre que emplea ese símbolo.”32 Por ello, nosotros nos proponemos descubrir precisamente a través del análisis de su discurso, cómo Hesse, gracias a su maestría, desde su contexto personal, a través de la selección de sus imágenes simbólicas logra ser comprensible para todo el que cumpla con el criterio fundamental: ser humano. Dentro del aspecto de la simbología, será necesario considerar con especial cuidado a los sueños y sus significados, ya que ellos son mensajeros predilectos del mundo interior y su lenguaje es eminentemente simbólico. Ya desde los tiempos remotos y la Antigüedad, se reconoce el valor del análisis

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de los sueños y el papel que cumplen en la interpretación del individuo y de las culturas. Mas recientemente, en nuestra época, Freud, Jung, Fromm y otros se ocuparon intensamente del tema. Hesse utiliza los sueños con frecuencia. Desde el punto de vista de las relaciones que establece Hesse con el lector, se observa que el uso hábil de los símbolos permite que su obra se vuelva metafórica, usando la terminología sugerida por Jakobson33, y aplicada a este tipo de lenguaje por Barthes34, ya que cada escena, cada experiencia modela y expresa lo que puede ser alguna vivencia del lector, o ejemplo del destino humano, en general. Como se dijo antes, en el contexto se incluyó una parte de la producción escrita de Hesse no considerable como obra literaria en sentido estricto. Naturalmente, estas cartas, ensayos, reseñas literarias y otros, contienen datos empíricos, objetivos, tales como fechas, referencia a hechos concretos y personajes contemporáneos de Hesse, en ese caso se incorporan al trabajo como referencias del marco experiencial del autor, pero también incluyen elementos subjetivos y en algunos casos hasta simbólicos, por lo cual, cuando así proceda tendrán que ser tomados en cuenta como texto. La organización de la bibliografía intenta ayudar en la ubicación de cada fuente, en cuanto que está dividido en cuatro grupos: las obras del propio autor, mencionadas individualmente, aún cuando estén contenidas en un volumen que los agrupe de alguna manera; los trabajos realizados por estudiosos de los escritos y la vida de Hermann Hesse; las fuentes que se relacionan con la obra

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de Hesse por influir de una manera directa o por representar documentos que marcaron la época en que vivió de alguna manera importante; y, por último, lectura complementaria, que en si podría estar en cualquiera de los tres espacios antes descritos, pero que por no ser citados solamente se nombran por su interés como fuente. Las referencias bibliográficas particulares que acotan las citas o los contenidos mencionados se agrupan al final de cada capítulo, a veces dando mayor número de detalles bibliográficos que los señalados en la bibliografía, cuando se consideró alguna información adicional como interesante de mencionar. Los títulos se mencionan primero en su idioma original, pero entre paréntesis se coloca la traducción. Las citas tomadas de estas fuentes, estarán traducidas en el trabajo pero al señalar su fuente se reconocerá que son traducciones al ver un título original en otro idioma. Cuando el título directamente se encuentra en español, ello significa que se trabajó con un documento que originalmente fue escrito en ese idioma o con una traducción. El contexto, por lo tanto, varía con los giros del caleidoscopio constituyendo así cada vez un registro diferente, que constituye el marco referencial del análisis. Se podría decir que el contexto también tiene diversos niveles de proximidad con el texto, ya que abarca desde elementos que se relacionan con el espíritu de la época y sus orígenes hasta las circunstancias personales o de de índole familiar. Por ello, la aproximación será siempre desde lo más lejano hacia lo más cercano. El texto, que es constante, puesto que siempre es la misma obra conclusa y finita, constituye el objeto del estudio y se encontrará en el centro de atención. También el texto, de manera similar al contexto, tiene una serie de niveles de profundidad, y el análisis deberá explorar desde los más superficiales hasta

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los más insondable. El texto junto con el contexto serían comparables con una estructura de círculos concéntricos, que se irán recorriendo con un movimiento en espiral. El procedimiento antes descrito nos permite alcanzar la comprensión de la condición humana a través de los aspectos psicológicos, morales, religiosos y filosóficos que constituyen las preocupaciones fundamentales del Hombre de cualquier época, lugar, raza o creencia. Al leer con entrega y cuidado los escritos de este extraordinario autor se descubren imágenes, metáforas, descripciones, diálogos, significados, símbolos que se combinan de manera tan magistral que además de constituir una experiencia estética inigualable en muchos momentos, se apoderan del lector llegando hasta su alma, espíritu, intelecto y corazón y generan ahí una respuesta ante lo universal. Esta vivencia constituye la verdadera magia lograda por Hermann Hesse, mediante la cual se tiende un puente entre las experiencias muy particulares de un individuo, ya fallecido, que vivió en una cultura específica, en una época ya remota, y las vivencias que hoy en día, en nuestro mundo moderno, tenemos los lectores que tomamos sus páginas en nuestras manos.

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Notas: Capítulo Primero - Aprendices y Fórmulas: Metodología 1

HESSE, H. (1978). Aforismo No.107. Lecturas para minutos. V. MICHELS. 5ª ed. p.35. Madrid: Alianza Editorial. 2

HESSE, H. (1978). Aforismo No.427. Lecturas para minutos. V. MICHELS. 5ª ed. p.107. Madrid: Alianza Editorial.

3

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HESSE, H. (1974). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927). pp. 93-95

6

HESSE, H. (1974). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927). pp. 95-113

7

PFEIFER, M. (1980). Hesse Kommentar zu sämmtlichen Werken (Comentarios sobre todas las obras de Hesse). München: Winkler Verlag. pp.165-166

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FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse: Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse: Peregrino de las crisis). London: Abacus. pp.109-110 9

HESSE, H. (1982). Peter Camenzind. Gesammelte Werke 1 (Colección de obras 1). pp.341-496. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1904)

10

FREEDMAN, R. (1981). Hermann Hesse: Pilgrim of Crisis (Hermann Hesse: Peregrino de las crisis). London: Abacus. p.109-112

11

HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de obras 5). pp.7-163. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919)

12

PFEIFER, M. (Ed.). (1977). Hermann Hesses weltweite Wirkung – Internationale Rezeptionsgeschichte (El impacto mundial de Hermann Hesse – Historiografía internacional). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. p. 134

13

ZWEIG, S. (1976). Der Weg Hermann Hesses (El camino de Hermann Hesse). Über Hermann Hesse – Band I (Sobre Hermann Hesse – Vol. I). Ed. por V. Michels. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. p. 33

14

HESSE, H. (1974). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927). pp. 7-28

15

HESSE, H. (1974). Der Steppenwolf (El Lobo Estepario). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1927). pp. 44-76

31

16

BALL, H. (1947). Hermann Hesse: Sein Leben und sein Werk (Hermann Hesse: Su vida y su obra). Zürich: Fretz und Wasmuth Verlag A.G. p.80

17

HESSE, H. (1982). Kindheit des Zauberers (La infancia del mago). Gesammelte Werke 6 (Colección de obras 6). pp. 371-390. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1945)

18

FERRATER MORA, J. (1983). El mundo del escritor. Barcelona: Editorial Crítica

19

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WELLEK R. y A. WARREN (1979). Teoría literaria. Madrid: Editorial Gredos. p. 31

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RAJKAY, A.M. (1990). Inédito. Hermann Hesse: Sus crisis a través de su obra. Trabajo Especial de Grado para obtener el título de Magister en Psicología, Universidad Simón Bolívar, Caracas

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EVERS, D. (1991). Individuation als Therapie. Die Analytische Psychologie Carl Gustav Jungs (La individuación como terapia. La psicología analítica de Carl Gustav Jung). Psychotherapieführer (Guía de psicoterapia). pp. 87-94. Ch. Kraiker y B.Peter (Eds.). München: Beck. 3ª Ed.

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25

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HYMES, D. (1974). Ways of Speaking (Maneras de hablar). Explorations in the Ethnography of Speaking (Exploraciones en la etnografía del habla). 1974. London: CUP. pp.433-452. Citado en An Introduction to Discourse Analysis (Introducción al análisis del discurso). (1977). M. Coulthard. London: Longman. p.39

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29

WELLEK R. y A. WARREN (1979). Teoría literaria. Madrid: Editorial Gredos. p. 29

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FROMM, E. (1991). Märchen, Mythen, Träume - Eine Einführung in das Verständnis einer vergessenen Sprache (Cuentos, mitos, sueños – una introducción a la comprensión de un lenguaje olvidado). Reinbek bein Hamburg: Rowohlt Taschenbuch Verlag. p. 18 (Orig. 1951) 31

FROMM, E. (1991). Märchen, Mythen, Träume - Eine Einführung in das Verständnis einer vergessenen Sprache (Cuentos, mitos, sueños – Una introducción a la comprensión de un lenguaje olvidado). Reinbek bein Hamburg: Rowohlt Taschenbuch Verlag. p. 22 (Orig. 1951)

32

32

FROMM, E. (1991). Märchen, Mythen, Träume - Eine Einführung in das Verständnis einer vergessenen Sprache (Cuentos, Mitos, Sueños- Una introducción a la comprensión de un lenguaje olvidado). Reinbek bei Hamburg: Rowohlt Taschenbuch Verlag. p. 23 (Orig. 1951)

33

JAKOBSON, R. (1980). Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de trastornos afásicos, en Fundamentos del Lenguaje. R. Jakobson y M. Halle. pp. 99-144. Madrid: Ayuso/Pluma. 3ª. ed. (Orig. 1956, Fundamentals of Language)

34

BARTHES, R. (1990). La aventura semiológica. Barcelona: Paidos. p. 54 (Orig. 1963-1973, L’aventure sémiologique)

Capítulo Sexto LA CONSTELACIÓN MÁGICA Aspecto Filosófico

“El hombre no es algo firme, hecho y acabado, nada único y unívoco, sino algo en proceso de llegar a ser, un experimento, una intuición y futuro, proyección y nostalgia de la naturaleza hacia nuevas formas y posibilidades.” (Hermann Hesse1) “Nada era, nada será; todo es, todo tiene esencia y presente.” (Hermann Hesse 2)

Una de las fascinantes características del caleidoscopio es que cuando uno le da vuelta al cilindro, nunca sabe cómo va a ser la composición de las multicolores piezas de cristal. Este trabajo hubiera podido comenzar con cualquiera de los capítulos que se han visto ya. En especial éste, el que trata de los aspectos filosóficos de la obra de Hermann Hesse, pudo haber sido el primero o cualquiera de los siguientes. Sin embargo, haber conocido previamente la vida del autor, su comprensión de la estructura psíquica del hombre y su posición ante el sentimiento religioso permitirá que los elementos reflexivos acerca de la vida y del significado de la existencia del hombre, reseñados en su obra desde la perspectiva filosófica, sean más naturales y comprensibles. Esta última constelación caleidoscópica permitirá armar la figura del hombre universal, de cuyo espíritu humano esencial se ocupa Hermann Hesse en todos sus escritos, y con el cual a cualquier lector le resulta

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tan fácil identificarse cuando tiene la fortuna de caer bajo los efectos del poder mágico que se pretende descubrir.

No es la intención de este capítulo probar que Hesse deba ser considerado un filósofo, ni se pretende asignarle al autor un lugar específico dentro de alguna escuela filosófica. Respetando la repulsión que el autor siempre sintió por dejarse encasillar en modas, conceptos, ideologías o movimientos que no hacían más que cercenar su libertad individual, lo único que se pretende es destacar la configuración de aquellos patrones de su pensamiento que enriquecen los significados de su escritura a través de reflexiones acerca del significado de la existencia de la vida y del lugar del hombre en ella, y que también realiza el hombre contemporáneo. Sólo es en este sentido que, en consecuencia, se hace imprescindible señalar ocasionalmente, la relación que pueda haber entre sus posturas con las tendencias que nutrieron sus convicciones, propias de la época en que vivió. Así mismo, es especialmente interesante analizar sus proyecciones hacia el futuro, que hoy constituye nuestro presente.

La reflexión filosófica está presente desde el principio en las obras de Hesse y la bibliografía amplia demuestra que no solamente era un tema incorporado en sus escritos, sino que desde su más temprana infancia esa actividad era parte de su manera de ser. Ello además se refleja notablemente en su estilo literario, ya que el pretender expresar siempre la esencia es una postura filosófica ante el mundo de los signos, de los contenidos y de las imágenes. En su relato “La leyenda del rey indio” 3 hace referencia al

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quehacer filosófico de establecer las relaciones entre los nombres y las imágenes, entre las partes y el todo como unidad, entre el espíritu y la palabra, la esencia y su semejanza. Así mismo, más tarde, analizando lo que llamó “intentos modernos de la asignación de nuevos significados” 4, se refiere a los ideales y las ficciones, las imágenes deseadas y de los sueños, de las mitologías y de las teorías que rigen la vida espiritual de su tiempo. Explica que

“El hombre no solo tiene la necesidad, ... de ser gobernado y dirigido ... por algún ideal. Él tiene en las capas más profundas de su ser también la necesidad de verle un sentido a todo su hacer y desempeño, a su existencia, a su necesidad de vivir y de morir...”5 Esta preocupación es fundamental de la propia condición humana y la toma de posición ante ésta constituye una actividad filosófica. Al ser reconocida por el lector como un armazón que sustenta toda la obra, al mismo tiempo de relacionarse estrechamente con sus propias reflexiones, se establece un lazo más de identificación trascendental entre Hesse y sus interlocutores distantes en el espacio y en el tiempo.

Así pues, nuevamente el punto de partida ha de ser ese niño incomprendido por sus padres y por sus maestros; esa criatura plena de asombro, llena de amor hacia la naturaleza y su familia, dotada de una fértil imaginación, que crea mundos incomprensibles para quienes la rodean. Es necesario tratar de colocarse en el lugar de un niño así e imaginar las dudas

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que lo embargan: ¿Hay un lugar para él en el mundo? ¿Por qué no basta el amor para ser comprendido y aceptado? ¿Qué es el bien, qué el mal? ¿Es el mundo el que está equivocado o él? Al tratar de contestarse estas preguntas, ya desde muy tierna edad Hermann percibe la presencia y coexistencia de varias realidades: distingue el mundo del jardín y del campo, en donde el lenguaje de la naturaleza delata secretos que despiertan en él íntimos sentimientos de pertenencia a un universo que obedece a un orden superior; disfruta del ambiente, por una parte, confiable y sereno, pero por otra, intrigante, mágica, y culturalmente variada de su hogar; y descubre el mundo de la ciudad, de la calle, de los demás, de las personas que viven distinto a su familia. Desde niño va construyendo su visión de mundo y por lo tanto del hombre situado en ese contexto, con elementos tomados de estas tres esferas: naturaleza, hogar y sociedad. Las comparaciones que realiza le conducen al descubrimiento de las similitudes, pero más aún a los contrastes entre ellas.

Tal como lo son generalmente los niños, Hermann también era extraordinariamente sensible a las incoherencias y a las inconsistencias de los adultos. Al comparar sus propias respuestas con las de sus padres y maestros, darse cuenta de las crecientes incongruencias, y detectar fallas en la lógica o en la solidez de sus planteamientos, no le quedó más remedio que acometer la búsqueda de sus propias respuestas y armar su propio sistema de creencias para sobrevivir y salvar su propio ser. Ya en Hermann Lauscher6, en el capítulo “Mi infancia”, se ocupa de las discrepancias entre lo imaginario y lo real, entre lo que le dicen y lo que observa, de las diferencias entre su mundo de la fantasía, los mitos y las parábolas, las explicaciones e ilustraciones de lo

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que es la realidad y lo observable en la naturaleza o el mundo circundante.7 Su imagen del hombre, a partir de si mismo, se va adecuando a las circunstancias que se van presentando desde la niñez. En sus obras hay muchos trozos (Hermann Lauscher8, Peter Camenzind9, Unterm Rad10, Diesseits11, Gertrud12, Knulp13, Demian14, Klingsor15, La infancia del mago16, por mencionar algunos) que describen la infancia, el pasaje de esa etapa a la adolescencia y la relación del niño y del adolescente con sus padres, así como con sus maestros y guías. En todas esas piezas, se esboza la imagen que el autor tiene del ser humano como individuo y del valor que tiene su relación con el mundo, su estructura, sus normas y sus valores.

El niño es un ser antes que nada lleno de potencialidades, dotado de una sensibilidad especial que gracias a su intrínseca inocencia se relaciona con la naturaleza en unos planos que no hacen distingos entre lo real y lo imaginario. El niño simplemente vive su propia naturaleza y no se pone frenos ni límites; la creatividad y la piedad son partes de ella. El precio que paga el hombre por avanzar en su proceso de maduración es que precisamente pierde algunas de las cualidades infantiles y ello va generando distancia entre el ‘si mismo’ y la naturaleza. Deja de ser inocente y se convierte en un ser acomodaticio que se desvía de la verdad por conveniencias; y, en consecuencia, va descalificando aquellas posibles interpretaciones del mundo que le rodea que colidan con sus fines de índole práctica o que discrepen de lo aceptado por la sociedad, insensibilizándose. El arte, por ser un espacio libre de naturaleza creativa por excelencia, es una de las vías capaces de ayudarle al hombre a recuperar en alguna medida las virtudes infantiles y a convertirse en

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un ser piadoso y trascendente. La adolescencia es una etapa en la cual el hombre sufre precisamente estas transformaciones, y en ella establece sus valores; es el momento en el cual opta por la superación o por la conformidad, por el ser o el no ser y lo conduce a la edad adulta. Al aceptar la opción del ser, la madurez tiene por resultado una sabiduría integradora de todas las experiencias y la recuperación de la inocencia pero a otro nivel.

Es admirable cómo, mediante las pinceladas literarias que realiza, Hesse logra plasmar los dilemas que se presentan durante los procesos de evolución espiritual desde lo más profundo del alma y desde la perspectiva de cada una de las experiencias humanas. La riqueza de su pensamiento precisamente reside en su capacidad de brindarle al lector el cuadro completo a partir de lo esencial, resaltando continuamente la importancia de reconocer su complejidad, la multiplicidad de las paradojas, los opuestos y las cadencias que interactúan conformando un tejido infinitamente policromático. Hesse se rehusa en todo momento a aceptar limitaciones a la verdad. Por ello, cuando destaca algún momento específico, logra transmitir toda la carga emotiva y experiencial de la vivencia. Un ejemplo de la manera en que alumbra con gran intensidad emocional una situación típica, lo constituye la experiencia escolar, que además de ser desarrollada en toda una obra, Bajo las Ruedas17, vuelve a aparecer en varias más, como una influencia muy importante en la transformación que sufre el ser humano niño al ser socializado mediante mecanismos como la escuela. En el capítulo ‘Alma de niño’, primera parte de la colección de relatos Klingsor18, por ejemplo, con sencillas palabras plasma

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la sensación de desesperación e impotencia que siente al estar atrapado en esa condición ineludible: “En el colegio aunque no me vi enredado en dificultades, todo me supo nuevamente a desesperanzador, muerto y desestimulante y se concretó en esa sensación para mí ya conocida de la inconciencia y desesperación, que nos dice, que el tiempo es infinito, que nosotros permaneceremos eterna y eternamente pequeños y en el poder de esta escuela estúpida y hedionda, años y años, y que esta vida completa es insignificante y repugnante.”19 ¿Habrá persona que cuando niño no se haya indignado en algún momento ante la incuestionable superioridad y poder de los adultos y los sistemas que representan? Aún cuando comparándose con su amigo Oskar Weber, en la misma obra antes citada, habla desde su singularidad, se proyecta su reflexión sobre toda la esencia de la condición de niño escolar, menor de edad, físicamente subordinado a los adultos, cuando afirma que se ve a si mismo insignificante: “Y yo, en cambio yo siempre estaría parado por fuera, solo e inseguro, lleno de suposiciones, pero sin seguridad”20 y se pregunta si “en el mundo de Dios es posible que un hombre, un muchacho, contenga todos los instintos elevados y malos y que tenga que sufrir y desesperarse, tan solo así, como una figura infeliz y cómica, para distracción del Dios observador?”21. En Demian22 a través de acertadas descripciones del mundo interior tanto del niño, como del adolescente y luego del joven adulto, Hesse explora y expresa con tino ese espacio existencial. Cuando Sinclair inventa la aventura del robo de las manzanas23, es magistral la manera en que logra transmitir todo el tormento que ello desata en el alma infantil y nos hace ver lo

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dificil que es ser leal a uno mismo, semilla de la reflexión filosófica que ha de desembocar en el adulto ante el mundo. Como lo interpreta luego, “El adulto, que ha aprendido a convertir una parte de sus sentimientos en pensamientos, al no hallar esos pensamientos en el niño, cree que las experiencias tampoco existen. Sin embargo, yo he vivido y sufrido sólo pocas veces en mi vida tan profundamente como entonces.”24 No se puede dejar de mencionar La infancia del mago25 en donde resume la relación entre adultos y niños: “...los adultos me resultaban bastante extraños y ridículos...Cómo se daban importancia con su trabajo, con sus profesiones y cargos, qué grandes y sagrados se imaginaban...Pero los niños con sus trabajos y juegos, ellos no eran importantes, a ellos se les rechazaba y se les gritaba. Es que acaso lo que hacían era menos correcto, menos bueno, menos importante que lo que hacían los adultos?” 26 El autor se plantea las dudas existenciales desde el plano de la misma infancia. A pesar de que las obras en las cuales se refiere a la niñez son escritas cuando él ya es adulto, por lo cual sería válido cuestionar la veracidad de esta interpretación del sentir de los niños, si uno se remonta a los propios recuerdos de esa primera etapa, seguramente reconoce algunos de esos procesos y descubre que incluso su actuación como adulto tuvo sus orígenes en alguna conclusión sacada de experiencias infantiles.

Es curioso que, a veces, Hesse juzga a los adultos desde la posición de algunos de sus personajes como seres que en relación con lo que realmente es la vida se comportan como si aún tuvieran las cualidades propias de los

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niños. Por ejemplo, en Demian27 y en Siddhartha28, describe a la mayoría de los adultos como poseedores de una inocencia, en sí antes adscrita a la etapa infantil, aunque en esos casos el tono en que lo hace es de lástima o expresa ironía. Desde el momento en que decide ser escritor, a los doce años, la resistencia a las imposiciones de la escuela se vuelve más importante aún, lo cual se resuelve unicamente cuando a los dieciseis años, atendiendo su solicitud, sus padres lo retiran de la educación formal y así asume conscientemente la plena responsabilidad por su destino. Al abandonar definitivamente el sistema educativo y empezar sistemáticamente su autoformación, se consolida en él la imagen del individuo dueño de si mismo, el cual se trata de conocer hasta su mayor profundidad, y que también queda definido entonces por sus diferencias y relaciones con el resto de los hombres. En este momento, es importante considerar no solamente a la persona de Hesse, sino es imprescindible tomar también en cuenta el contexto en el cual empieza a desenvolverse como adulto.

La filosofía, y en particular Nietzsche, ocupan un lugar central en sus estudios autodidactas 29. Sin embargo, es interesante resaltar que, precisamente por tener su meta tan clara de llegar a ser escritor, el estudio de la filosofía no lo hace desde la perspectiva de quien quiere convertirse en filósofo, sino como parte de su formación para alcanzar su objetivo. Hesse aprovecha todo lo que lee y estudia desde el punto de vista de su utilidad para

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organizar las ideas y para responder las preguntas existenciales del hombre, dentro de un trabajo literario.

Naturalmente, Hesse está además, inevitablemente inmerso en una época específica, en la cual se producen grandes movimientos en todos los ámbitos del pensamiento y del conocimiento occidentales, que los remueven hasta sus cimientos. El péndulo se mueve, en un amplio arco, desde el más extremo nacionalismo hasta el más declarado individualismo libre de ataduras de ninguna índole, siendo el común denominador el egocentrismo, en el primer caso del colectivo y en el otro de cada persona. Alimentan a esta era los innumerables descubrimientos científicos y los avances insospechados en lo tecnológico. La población aumenta notablemente y las ciudades adquieren otras características. El devastamiento de horrorosas guerras se alterna varias veces con el crecimiento y el bienestar. Para un ser reflexivo como lo es Hesse, la búsqueda del significado de la vida y del lugar que ocupa el hombre no es trivial, sobre todo cuando también es su crusada personal por sus propias circunstancias personales y familiares. Es natural, por lo tanto, reconocer en sus obras los rastros de las grandes corrientes del pensamiento, ya sean elaboradas en una versión propia, ya sean presentadas tal y como son propuestas por sus autores, o también para ser rechazadas o confrontadas con pensamientos distintos. En todo caso, resulta interesante una vez más, descubrir el puente que conduce desde esa época hasta nuestros días, aún cuando las reflexiones provengan de contextos muy distintos.

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Es posible analizar sus escritos desde los enfoques de muchos pensadores y hallar similitudes, pero al margen de la búsqueda de causalidades que sólo conducen a la proverbial gallina y el huevo, obligándonos a dilucidar si la obra es resultado de las influencias o si más bien los pensamientos en ella expresados son originales y por coincidencia nos remiten a ciertos filósofos, lo que importa es la universalidad de los contenidos y su relevancia para quien entra en diálogo con Hesse a través de su lectura. También se podrán encontrar contradicciones en sus planteamientos, como los que aparentemente surgen al leer las dos citas al principio de este capítulo, donde la primera remite a cambios, mientras que la segunda más bien sugiere permanencia; sin embargo, en la totalidad de la obra se podrán reconocer pensamientos y convicciones que constituyen el credo de Hesse y que precisamente son integradoras de todas las posibles polaridades.

Para asegurarse de no caer en la tentación de interpretar equivocadamente sus ideas, es imprescindible referirse directamente a sus escritos y vincular sus reflexiones más bien con el espíritu de su época, y por lo tanto con quienes le dieron a ésta el perfil propio mediante sus sistemas filosóficos. La revisión bibliográfica ofrece algunas pruebas, por ejemplo, de su particular interés por la obra y la figura de Nietzsche. Si bien, continuó con el estudio de Schopenhauer, como el propio Nietzsche también lo hizo30 y luego siguió hacia Burckhardt31, se reconoce la prevalencia de varios de los pensamientos nietzscheanos. También se reconocen algunos paralelismos entre las vidas de ambas personalidades, lo cual se puede considerar

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significativo, considerando la importancia que Hesse le daba a la experiencia vivida como fuente de la obra.

Friedrich Wilhelm Nietzsche nació en 1844 en Röcken, territorio sajón en Alemania, lo cual lo ubica históricamente a más de una generación de distancia de Hesse. Fue, al igual que el autor, hijo y nieto de pastores protestantes. En 1869, a la extraordinariamente joven edad de 25 años, la Universidad de Basilea le ofreció una cátedra profesoral de filología clásica. Diez años más tarde abandonó ese cargo debido a una salud precaria y en los diez años siguientes se dedicó a escribir sus mayores obras. En 1889 se enfermó definitivamente y fué declarado demente a consecuencia de lo que algunos autores consideran fuera una sífilis que contrajo en épocas de estudiante, aún cuando la sintomatología era parecida a la de la enfermedad que le segó la vida a su padre, o sea, que se puede pensar que la tendencia fuera hereditaria. Murió en 1900.32 Como se puede observar, los denominadores comunes entre Nietzsche y Hesse son varios: ambos de origen alemán, nacieron de padre pastor protestante y se esperaba de ellos que se prepararan a continuar esa tradición profesional, ambos sufrieron de una salud débil con muchos dolores, y si bien en el primero la locura se impuso, en el segundo hasta una edad bien avanzada siempre existió la duda y el miedo ante esa posibilidad. No es extraño, por lo tanto, que al joven Hesse, quien apenas tenía 23 años cuando Nietzsche falleció, y que aún estaba luchando por ser aceptado como era, le llamara mucho la atención todo lo que éste escribía.

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La relación de Hesse con la obra de Nietzsche se manifiesta de manera bastante obvia cuando en 1919 escribe un librito titulado El retorno de Zaratustra, cuya finalidad es alertar a la juventud alemana acerca de la decadencia de la cultura alemana, por lo menos reminiscente de la obra Así hablaba Zaratustra del filósofo33. Lo publica primero como anónimo34 para que no sea rechazado por la juventud. En una nota explicativa al respecto manifiesta su admiración por Nietzsche, como último gran defensor incondicional de la cultura alemana; sin embargo, en un diario escribe que a pesar de haberse inspirado en él, de ninguna manera pretende ser una copia en estilo, ni siquiera una continuación del sistema de pensamiento, sino una manifestación de admiración hacia el hombre35, por cierto, manera típica de Hesse de distanciarse de otros. Por ejemplo, pocos años antes, en 1916, en su escrito sobre Bergson, a quien compara con Nietzsche, decía: “Nos pasó igual con Niezsche, que en su momento empezamos a leerlo con hambre filosófica, pero que con el pasar de los años sus obras se fueron volviendo cada vez más casos individuales, documentos fuertes de un espíritu valiente, incendiario, y que el conocimiento de su posición muy personal ante el mundo sin duda fue estimulante y enriquecedor, mientras se discutían cada vez menos los resultados propiamente filosóficos.”36 Treinta años más tarde, habría de expresar, no obstante, opiniones muy duras en relación al mismo personaje. Por ejemplo, en una carta a Kuno Fiedler en 1940 afirma que “yo no he traido al mundo enseñanzas y posturas dañinas, como un Nietzsche o también Stefan George, ni tampoco he hecho de la imitación de tales posturas un culto.”37. Esto sorprende por lo obvios que son

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algunos de sus símbolos, la problemática que emplea y por las referencias más bien de cariñosa nostalgia que más tarde hace, como, por ejemplo, en 1947, en una carta a Richard Benz cuando se refiere a la visita que hace al museo Wagner en compañía de Thomas Mann, y después de una crítica al mal gusto y la exageración que ahí encontró dice que encontró una excepción: “...en un gabinete hallé bajo vidrio una foto de juventud de Nietzsche como alumno de Pforta, para mi desconocida, que bien podría ser representativa del reinado de la adolescencia; conjuró todo el resto de la magia y del despojo [del siglo XIX].”38 Un año más tarde se refiere, nuevamente con un tono de compasiva comprensión a cómo los pensamientos de Nietzsche serían utilizados en forma abusiva por el régimen de Goebbels para justificar el terror del nacionalsocialismo.39 O sea, se puede pensar que Hesse compartió muchas de esas ideas hasta que vió más adelante la manera en que se usaron con consecuencias nefastas.

Sabiendo, pues, que Hesse había estudiado a Nietzsche, es posible rastrear en sus obras por lo menos los principales asuntos expuestos en los planteamientos del filósofo. La reflexión sobre el bien y el mal, la dialéctica entre polos extremos, la discusión del poder de la voluntad, la importancia del individuo, la relación entre el hombre superdotado (superhombre) y la masa (rebaño), el lugar evolutivo del hombre dentro de la naturaleza, el cuestionamiento de la existencia de Dios, son temas manejados por Nietzsche y también sustantivos en la obra de Hesse. Especialmente es importante la situación central del Hombre, en su singularidad, sus capacidades, sus potenciales, pero también en sus sufrimientos, luchas, dudas y angustias.

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Indudablemente ésta es una posición filosófica, sin poder afirmarse, no obstante, por ello, que Hesse haya tomado este enfoque unicamente de Nietzsche. Visto desde la bibliografía de y sobre el autor, más bien se puede deducir que su propia vida lo llevó a reconocer la infinita variedad de seres humanos posibles, a darle valor a cada uno, y a defender la libertad de cada uno a ejercer los dictados de su conciencia. El que estas convicciones coincidieran con algunos de los planteamientos de Nietzsche, Schopenhauer u otros, unicamente demuestran la sensibilidad de Hesse hacia lo que constituía la necesidad de la época, sin negar, sin embargo, la presencia de elementos claramente inspirados en la obra de estos filósofos. Esta coincidencia valida los planteamientos hesseanos expresados a través de sus obras.

Hoy, en nuestra postmodernidad, en un contexto fundamentalmente distinto, sigue siendo válida la preocupación acerca del sentido, del valor y del destino del hombre como individuo y como especie. ¿Quién puede negar que desde que el hombre tiene conciencia de su condición, seguramente también se preguntó cuáles de sus acciones eran buenas y cuáles malas? ¿No es acaso naturaleza humana debatirse entre las situaciones extremas y opuestas que parecen regir su destino? ¿En qué era de la historia humana se puede negar la lucha individual o colectiva por el poder? ¿Acaso alguna vez estuvo claro el equilibrio entre las libertades y derechos de cada ser humano como individuo y los que tiene como ser social dentro del colectivo? ¿Quién ha logrado evitar preguntarse cuáles son las cualidades que lo convierten en ser humano dentro de la larga cadena evolutiva o que cómo se explica el orden que reina en la

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naturaleza? Estas dudas fueron contenido de las reflexiones de Nietzsche y también constituyeron elementos importantes en la obra de Hesse.

En lo referente al problema del bien y del mal, si se ubica uno en el ambiente de la época de la vida del autor, se encuentra que el régimen social imperante imponía normas rígidas de comportamiento, reglas de la moral y de la ética que no podían ser cuestionadas, dejando poco espacio para la creatividad. Sin embargo, recuérdese el marco protestante pietista de la familia de Hesse, que estimula la discusión de la Biblia, y por lo tanto sus contenidos relacionados con esos conceptos, junto con sus causas y consecuencias, tales como el pecado, el castigo, la conciencia, el demonio, etc. Naturalmente, sin suponer que en esa disgregación puedan cambiarse los signos que determinan la valoración de los mismos, o sea que el bien pase a mal y el mal se considere el bien. En este sentido, tanto Nietzsche como Hesse desafían lo convencional, lo establecido. Demián, personaje emblemático de la novela del mismo nombre40, ilustra mediante la historia bíblica de Caín y Abel41 la relatividad de la valoración de lo que es el bien y el mal y la relación entre ellos, como se analizó en el capítulo sobre la religiosidad. Igualmente sucede más adelante, cuando Demián hace un ejercicio de reflexión parecido en relación a la escena bíblica de la Crucifixión, en la cual Jesús es sacrificado junto a dos ladrones colocados a sus dos lados. Nietzsche opinaba que el hombre trascendente está más allá del bien y del mal, puesto que estas valoraciones eran impuestas por la sociedad para ejercer control de las masas, y debilitaban al hombre individual, y que, por lo tanto, el hombre que asume plenamente su propio ser tiene la libertad de decidir por si mismo lo que le parece bien y lo que ha de

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rechazar como mal. En su libro Ecce Homo afirma lo siguiente al hacer un comentario sobre su personaje Zaratustra: “Todo en él reposa. ¿Quién, pues, sería capaz de comprender el derroche de bondad que hay en Zaratustra como necesario para el solaz y recreo? Hablando teológicamente –y fijaos bien, porque hablo muy pocas veces como teólogo--, puede asegurarse que el mismo Dios fue el que se enroscó en forma de serpiente al árbol de la Ciencia, cuando terminó su obra. De ese modo descansaba de ser Dios. Todo cuanto había hecho era demasiado hermoso. El diablo no es más que la ociosidad de Dios cada siete días.”42 Estas palabras fácilmente podrían estar en la boca de Demián interpretando la Biblia. Aparte de su libro Más allá del bien y del mal 43, en el cual directamente trata el tema, las demás obras del filósofo también exploran estos conceptos continuamente. Desde el punto de vista de la obra de Hesse, lo que es especialmente importante de resaltar, es que ambos autores promulgan la libertad de establecer un código de valores propio. En Demian44 conversan el personaje principal Sinclair y Pistorius sobre el dios Abraxas, que representa tanto el bien como el mal: “...Yo he perdido mucho, cuando a su edad violé mis sueños de amor. Eso no tiene que hacerse. Si se conoce a Abraxas, no se debe hacer eso más. No se le debe temer a nada y no se debe considerar prohibido nada de lo que desee nuestro alma.” Horrorizado lo interrumpí: “¡Pero no se puede hacer todo lo que a uno se le ocurra! No se puede matar a una persona porque a uno le repugne.” Él se acercó más a mi. “Bajo ciertas circunstancias también eso se puede. Pero la mayoría de las veces es un error. Tampoco quiero decir que

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simplemente haga todo lo que pase por su mente. No, pero no convierta a esas ocurrencias, que tienen su buen sentido, en dañinas, rechazándolas, y moralizando...”45 Se observa en este diálogo el asombro de Sinclair ante la libertad que le otorga Pistorius a la conciencia de cada quien para decidir lo que está bien y lo que está mal. No obstante Pistorius modera la libertad de la voluntad y transforma su aseveración en una aceptación de la existencia de ambas fuerzas, más que en la licencia irrestricta de las acciones. De hecho, toda la relación entre Sinclair y Pistorius está signado por la presencia del tema del dios Abraxas que representa en un mismo personaje los dos polos de atracción. También en El Lobo Estepario46 Pablo, uno de los personajes secundarios, un músico de jazz de origen latino, que hace un papel de guía, “regaña” a Harry Haller, personaje central de la obra: “Harry piensa todo demasiado moralmente.”47 Toda esa obra está escrita en un tono de abierta ironía hacia los valores normalmente aceptados como los correctos por la sociedad burguesa. La pulcritud, la cortesía, el orden aparecen como características de una población de inferior nivel de capacidad de discernimiento. Sin embargo, al mismo tiempo son admirados, con lo cual uno reconoce las luchas internas del propio Hesse ante el deseo de libertad, hasta asomarse a veces la posibilidad de libertinaje, y su inevitable atracción, no obstante, hacia las normas de la sociedad y las que representan los rígidos códigos compartidos por su familia.

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El planteamiento central de Narciso y Goldmundo48, que trata de la relación entre la espiritualidad y la sensualidad del ser humano, también es a la vez la discusión de lo que es aceptable y lo que es rechazable, o sea, la polaridad bien-mal. El recorrido que hace Goldmundo por distintas experiencias amorosas, de amistad, vocacionales, está siempre salpicado de conductas que rompen con los códigos morales del entorno, retan la autoridad de quienes los imponen y son el resultado de sus propias decisiones. En esta obra pareciera que Hesse desea liberar a su personaje de todas las ataduras para permitir que de su alma surja la naturalidad, que según nos da a entender, es el bien real. De hecho, en el reencuentro con Narciso se hace patente que lo importante es la unión entre el espíritu y los sentidos, extrapolándose entonces que tal como se dijo en Demian lo válido es la aceptación del bien y del mal, y, por ende, del equilibrio entre lo normado y lo instintivo.

En toda la obra de Hesse se recalca la necesidad de comprender que las polaridades que tensan la existencia del hombre no pueden resolverse eliminando una para acogerse a la otra, sino que es preciso entender que los polos son fuerzas que nutren el devenir del ser humano y le permiten crecer. Como lo expresa en sus propias palabras: “Los problemas no están ahí para ser resueltos, son únicamente los polos entre los que se engendra la tensión necesaria para la vida.”49 Hasta en El Juego de Abalorios50, a pesar de que el tema general no trata de la discusión de lo que es el bien y el mal, repetidas veces se reconoce en el fondo la presencia del planteamiento. La misma rebeldía continua del

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personaje principal, Josef Knecht, es un cuestionamiento acera de las tenues fronteras entre lo que se debe considerar el bien y el mal. En especial es interesante señalar que el mal es también relacionado continuamente – y esto se puede afirmar de toda la obra de Hesse – con la creatividad. O sea, cuando el personaje busca soluciones originales a sus problemas, o cuando se debate entre dos opciones, como por ejemplo en Roßhalde51 en donde contrapone sus obligaciones familiares a su deseo de libertad sobre todo artística, se reconoce que las obligaciones familiares son interpretadas como el bien y su libertad creativa como el mal, desde el punto de vista tradicional de la sociedad. Cuando al final triunfa el “mal”, o sea, la opción deseada de la libertad, que implica no renunciar a su vocación artística, este valor es transformado en bien, recordando la escena bíblica del Gólgota antes mencionada.

En su escrito “Un trocito de teología”, citado también en relación a la religiosidad, pero visto ahora desde el punto de vista filosófico, describe el camino de la búsqueda del ser humano de la siguiente manera: “El camino conduce de la inocencia a la culpa, de la culpa a la desesperación, de la desesperación ya sea al hundimiento o a la redención: o sea, no amparado por la moral y la cultura de regreso al paraíso infantil, sino más allá de ellas hacia la capacidad de vivir gracias a la fe.” 52 La etapa intermedia que denomina ‘de la culpa’ implica la percepción de la diferencia entre el bien y el mal, y la existencia de una conciencia que se siente mal cuando no se cumple el ideal de solamente actuar bien. Y la redención resulta ser esa aceptación de nuevos valores sustentados por la fe en el nuevo orden logrado como una fuerza integradora de lo importante en la

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vida para cada individuo en plena libertad, lo cual constituye la sabiduría del hombre maduro. Nos recuerda esta postura la interpretación que hace Nietzsche en Así hablaba Zaratustra sobre lo que busca el espíritu en la última etapa de sus metamorfosis: “Quiere ahora el espíritu su propia voluntad; el que ha perdido el mundo, quiere ganar su propio mundo.”53

El esquema dialéctico de dos polos, tesis y antítesis, se encuentra presente en la obra de Nietzsche así como en la de Hesse también, quien dice al respecto: “Nuestra obligación es reconocer correctamente las contraposiciones, es decir, primero como tales contraposiciones y después como polos de una unidad.”54 Uno de estos binomios lo constituye la contraposición del superhombre y el rebaño. Estos conceptos están estrechamente relacionados con la problemática antes desarrollada del bien y del mal, ya que el superhombre es el que ha logrado trascender la dependencia de los valores impuestos por la sociedad que trata de igualar y normar al hombre, cuyo resultado es que el ser humano individual se anula para desaparecer en la masa, renunciando al ejercicio real de su vida. El ‘ser o no ser’ existencialista refleja este enfoque. En la obra Siddhartha55 de Hesse, queda muy claramente ilustrada esta bipolaridad: Siddhartha libra una lucha interna alrededor de su yo. Cuando aprende a cumplir con los ejercicios de los samanas, se da cuenta de que aún cuando desea desprenderse de su yo, cada vez que los realiza, al regresar de su meditación se encuentra nuevamente en presencia de su yo consciente56. No obstante, contrariamente, al concentrarse aparentemente en alimentar su yo en la lujuria junto a Kamala, se siente vacío. Así se da cuenta de que hay algo más allá que en ninguno de los dos casos se

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ha atendido, que está muriendo, simbolizado por el pájaro en una jaula de oro que aparece en un sueño.57 Esta experiencia lo hace renunciar también a esa vida y entonces busca el río, en donde mediante la sílaba sagrada del Om58 llega a encontrar la fuente de la integración y la sabiduría en comunión con la naturaleza, convirtiéndose en un superhombre, que ha trascendido las ataduras sociales de toda índole. Es interesante que en esa etapa haya un brote de convencionalismo, al encontrarse ante el dilema de su relación con su hijo. Cuando éste manifiesta su rebeldía ante la vida que su padre le ofrece y se escapa, su reacción es ir tras él para recuperarlo. Es el último aprendizaje que le falta: soltar al hijo, traducir su amor paternal en la capacidad de darle al hijo la libertad que necesita para crecer, tal como él también lo obtuvo de su padre. Aquí Hesse une la trascendencia con la capacidad de amar. La figura de Vasudeva, maestro y guía de Siddhartha en la última etapa junto al río, es reminiscente de Zaratustra.

Otro tema explorado por Hesse, que también pertenece al ideario filosófico de Nietzsche, es el del poder de la voluntad. La lectura de Nietzsche lo llevó al estudio de otro de los grandes filósofos alemanes, a saber, Arthur Schopenhauer (1788 - 1860). A pesar de que Hesse diga en 1917, que para recordar cuál es su posición ante los planteamientos de Schopenhauer, tendría que volver a leerlo, ya que tiene más de diez años de haberlo hecho59, y que luego afirme en 193360, y después en 193861, que lo que más le gustaba fue su personalidad, su fino sentido del humor y la originalidad de su vida, así como también su buen estilo, se sabe que de sus libros el que leyó con mayor atención fue El mundo como voluntad e imaginación62. Es natural que para

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quien ha tenido que luchar tan sostenidamente por salvar su individualidad como Hesse, este aspecto le haya resultado extraordinariamente interesante. Schopenhauer influyó mucho en Nietzsche, quien también se ocupó del tema del poder de la voluntad. De igual manera, también es probable que Hesse se haya podido sentir identificado con este último, por lo cual no sorprende reconocer los rastros del pensamiento nietzscheano en las obras de Hesse. Entre los paralelismos de sus vidas se puede pensar que ambos demostraron con su propia experiencia la importancia que puede tener el ejercicio de la voluntad para superar los tormentos provocados por las relaciones familiares, los vínculos y las circunstancias sociales y los quebrantos de salud. En cuanto al primer aspecto, de Nietzsche se sabe que habiendo perdido temprano a su padre, quedó bajo la custodia de su madre y de su hermana, ambas muy autoritarias y austeras63; en el caso de Hesse, si bien había un ambiente familiar muy acogedor, sus padres, en especial su padre, se sentían incapaces de manejarlo por sus reacciones inesperadas, sus sensibilidades y su imaginación64. Ambos autores tuvieron dificultades para hallar su lugar preciso en la sociedad, con la diferencia de que Nietzsche buscó en todo momento insertarse en ella y ubicarse en un peldaño elevado, como por ejemplo en el sistema de la educación superior, ejerciendo la crítica creativa desde dentro del mismo sistema65, mientras que Hesse asumió su marginalidad, y desde su infancia defendió su derecho a esa ubicación, reflejando en todas sus obras su visión de mundo desde esa distancia, para reservarse la libertad de crear. La salud de ambos hombres fue frágil, aunque no de la misma manera. Si bien Hesse padeció todo el tiempo dolores y malestares sobre todo con los ojos, que naturalmente para un escritor y pintor

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es instrumento de primordial importancia, y fuertes dolores de cabeza, que también lo condujeron a frecuentes estados depresivos, al fin y al cabo vivió ochenta y cinco años productivos; mientras que, Nietzsche aún cuando pasara rachas de dolores de cabeza y malestar, también gozó por períodos considerables de buena salud, al punto de ser aceptado como voluntario para el servicio militar, en donde se exigía bastante actividad física; a pesar de ello, su vida fué corta y tuvo el trágico desenlace de la locura. El común denominador es cómo ambos ejercieron el poder de su voluntad para dominar su propio sufrimiento y cómo interpretaron sus males como retos y oportunidades que les dieron una mayor comprensión acerca de la naturaleza humana.

Algunos pasajes son suficientes para ilustrar la manera en que se incorporan estas ideas en la obra de Hesse. En Demian el personaje del mismo nombre hace alarde y demuestra su capacidad de incidir en la conducta de otras personas, de adivinar los pensamientos, y de concentrarse profundamente.66 Siddhartha, personaje principal de la novela del mismo nombre, desde las primeras páginas presenta una personalidad dotada de una robusta fuerza de voluntad. En la impresionante escena de cuando Siddhartha le pide permiso a su padre a abandonar el hogar para irse como peregrino (samana), mantiene su obediencia pero demuestra el poder de su voluntad al no permitir que su alma se doblegue67, logrando que el padre entienda que si bien puede ponerle límites a su presencia física, no lo puede hacer con su espíritu. Más adelante en la misma obra, en el capítulo ‘Con los Samanas’ describe los aprendizajes que realiza para perfeccionar su voluntad hasta la capacidad de eliminar el yo.68 En El Juego de Abalorios Josef Knecht hace un

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peregrinaje para visitar a un personaje que se ha retirado del mundo a vivir en una choza, a dedicarse a la práctica del ‘I Ching’. Su objetivo es aprender a interpretar el gran Libro de las Mutaciones – I Ching, pero el ermitaño le impone ejercicios de dominio de la voluntad.69 Siendo ésta la última gran obra, que le valió el Premio Nobel de Literatura en 1946, el que siga tratando el tema del ejercicio de la voluntad es significativo y demuestra que fue un tema que lo ocupó durante toda su vida.

Su situación en relación a la sociedad, cuya consecuencia es una reafirmación de la importancia de su individualidad, lleva a Hesse a buscar la respuesta a cómo es entonces la definición de su lugar en el todo. Aún cuando se esfuerza en librarse de cualquier amenaza de ser absorbido por el sistema, vive embargado de una nostalgia inapagable por las convenciones, los ritos sociales, lo “normal”. Este sentimiento parece coincidir con los de Nietzsche, quien siempre aspiró a círculos sociales superiores al de su familia. No extraña, por lo tanto, la formulación por parte de este último del concepto del “superhombre”, ni la discriminación de un tipo de ser humano que pertenece a la masa de hombres, o al rebaño, como se refería a ella. A Hesse le resulta muy adecuado este concepto para expresar algunas de sus ideas, y lo relaciona con la figura de Caín, mencionado en el Capítulo Cuarto, quien lleva la señal70 . Si bien desde sus primeras obras se percibe la actitud de superioridad, que psicológicamente hablando podría interpretarse como la manera de contrarrestar precisamente un sentimiento de inferioridad en cuanto a su formación académica y sus relaciones con la sociedad por esa razón, es en Demian71 en donde se pueblan las páginas de personajes que tienen los rasgos

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de un superhombre: Demian, la señora Eva, Pistorius y hasta el propio Sinclair. En Siddhartha72 el personaje del mismo nombre representa claramente a un superhombre, mientras que también presentan características tales Vasudeva, Kamala, y el Buda. En El Lobo Estepario73 se reconocen como superhombres Herminia y Pablo, y el objetivo es que Harry Haller mismo se reconozca como tal. En Narciso y Goldmundo74, si bien los planteamientos son de otra naturaleza, en las reflexiones se reconocen los rasgos del superhombre tanto en Goldmundo como especialmente en Narciso. Por último, cabe mencionar a Josef Knecht de El Juego de Abalorios75, quien también tiene características de superhombre, así como también algunos de sus guías. Knecht incluso abandona la atmósfera enrarecida de las alturas intelectuales para incorporarse al mundo con sus enseñanzas, de manera similar al Zarathustra nietzscheano. Pero ¿cómo es ese superhombre? En Asi hablaba Zaratustra76 dice Nietzsche del hombre (compárese con la primera cita de Hesse al principio del capítulo): “La grandeza del hombre está en ser un puente y no un fin; lo que hay en él digno de ser amado es el ser un tránsito y un crepúsculo”77 y a continuación enumera algunos de los atributos del hombre que quiere trascender: vive unicamente para desaparecer, es un gran despreciador, es una flecha del deseo, no busca detrás de las estrellas una razón para perecer, vive para conocer y quiere conocer, ama su virtud, quiere ser todo él el espíritu de su virtud, hace de su virtud su inclinación natural y su destino, no quiere poseer demasiadas virtudes, derrocha su alma, se avergüenza de ver caer los dados a su favor, arroja palabras de oro al encuentro de sus obras, justifica a

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los del porvenir y rescata a los del pasado, corrige a su dios, posee alma profunda aún en los tormentos, su alma desborda hasta el punto de olvidarse de sí mismo y de que toda cosa es en él, es libre de corazón y de espíritu. Este hombre que trasciende anuncia al superhombre, “como pesada gota que anuncia al relámpago”78.

Sin embargo, si bien Hesse aprovecha el concepto de hombre y de superhombre presentado por Nietzsche, se reconoce que sus personajes a lo largo de su obra tienen atributos que acercan al ser humano más a su compleja fisonomía real. En Hesse, la integración de la influencia de la India y de las religiones orientales, junto con el mantenimiento de las creencias cristianas hace una diferencia importante. Para este autor el viaje al interior, el descubrimiento de los espacios internos79 y la capacidad de integración de los extremos, o como los llama los polos, en la comprensión del mundo son los elementos más importantes. Para él el ejercicio de la voluntad implica resistirse a todo conformismo, comprometerse con el camino trazado, en lo cual se podría encontrar paralelismo con Nietzsche, pero se diferencia en la importancia que le da al uso de esa voluntad para someterse a transformaciones. No obstante, estas cualidades no se contradicen con el concepto nietzscheano, al contrario, parecen describir el resultado obtenible de la capacidad de trascender ahí descrito. En nuestros días, en donde se dice que lo único cierto es la incertidumbre, en donde la relatividad rige los valores, en donde estamos expuestos a una realidad en la cual conviven múltiples posibilidades, este hombre trascendental, superhombre o como quiera llamarse corresponde realmente a la única salida para no diluirse en el anonimato de

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una masa boba, sin control de su destino, sin voluntad propia. Posiblemente el reconocer esa respuesta es también uno de los elementos que hace de la lectura de Hesse hoy en día algo actual y relevante.

Otra faceta del pensamiento filosófico de Hermann Hesse la constituye su pacifismo. Ésta, además de su valor dentro de la obra del autor, es importante por el impacto que tuvo sobre muchos de sus lectores. Cuando se relataba la biografía de Hesse, se mencionó su dificil relación con el servicio militar. Sorprendía ese dato precisamente por la identificación del autor con la paz. Se realizó una interpretación psicológica de los motivos que generaron una reorientación de su posición ante la actividad militar y la guerra que se estaba gestando o realizando según el caso. Ahora corresponde analizar el pacifismo de Hesse desde el punto de vista filosófico. Posiblemente también le haya inspirado Nietzsche, quien en la etapa de su vida en que sostuvo estrechas relaciones con Ricardo Wagner abogaba por la defensa de la cultura acumulada a través de todas las épocas como un patrimonio de la humanidad y se horrorizó pensando en los destrozos de obras de arte producidos por las guerras.80

Hesse afirmaba de si mismo que él no se consideraba pacifista como lo comprendían sus contemporáneos, como luchador racional contra la destrucción, los costos financieros o de vida, sino veía su postura mucho más radical. Después de definir la paz como “pensamiento y deseo, meta e ideal”81 y recordarle al lector el mandato bíblico de “¡No matarás!”82 afirma que sólo se puede lograr mediante

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“El conocimiento de lo vivo en nosotros, en cada uno de nosotros, en mi y en ti, de la secreta magia, de la secreta divinidad, que cada uno de nosotros carga en si mismo. Es el conocimiento de la posibilidad, partiendo de ese punto íntimo, de resolver todos los pares de opuestos en todo momento, transformando todo lo blanco en negro, lo malo en bueno, todas las noches en días. El indio dice ‘Atman’, el chino dice ‘Tao’, el cristiano dice ‘Gracia’. En donde exista ese conocimiento supremo (como en los casos de Jesús, el Buda, Platón, Lao-Tse), ahí se estará trascendiendo una barrera detrás de la cual comienzan los milagros. Ahí acaban las guerras y las enemistades.83 De manera que se puede entender que al igualar la paz con el supremo respeto y la valorización de la vida, él expresa una postura filosófica que por el contexto histórico en que lo hizo, también refleja una postura política, lo cual en esos años tenía implicaciones importantes.

Se reconoce en esa ideología de Hesse la influencia oriental presente, en su hogar, como se dijo antes. En el Bhagavad Gîtâ, documento fundamental del hinduismo y fuente de inspiración para el autor, el dios Krishna dialoga con Arjuna, un guerrero: “Considera que todos los seres tienen en ellas su matriz. Yo de todo el universo soy el origen y la disolución.”84 Esta idea lo expresa Hesse en Siddhartha a través de su personaje principal diciendo: “El mundo, amigo Govinda, no está incompleto o en un camino lento de perfeccionarse paulatinamente: no, él está en cada instante completo, todo pecado lleva en sí la gracia, todos

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los niños pequeños llevan dentro de si al anciano, todos los recién nacidos a la muerte, los moribundos la vida eterna.”85 De manera que se observa una coincidencia en la manera de percibir a cada ser humano como poseedor de la vida en su riqueza y complejidad, reflejo de todas las potencialidades del género.

Otra idea de inspiración hindú, la del cumplimiento con el destino, nos ayuda a entender entonces algunas expresiones de Hesse que parecen contradecirse con lo antes dicho. En el Bhagavad Gîtâ, antes mencionado, cuando Arjuna se lamenta de tener que ir a una batalla en donde le toca luchar con sus propios parientes, Krishna le recuerda el Deber (dharma) que le corresponde según su casta: Este ser encarnado, oh Bhârata, es eternamente indestructible en el cuerpo de cualquier hombre. Por eso no debes lamentar a nadie. Con tus ojos puestos en tu propio Deber, no debes vacilar, porque nada existe para un guerrero mejor que un combate conforme con su Deber.86 Este concepto lo vemos reflejado en Demian87, respetando naturalmente la distancias culturales, cuando el personaje Pistorius le explica los alcances de su libertad individual. Bajo el signo de Abraxas, el dios que reune en una sola persona el Bien y el Mal, Pistorius le señala que uno siempre puede hacer lo que desee. Cuando Sinclair sorprendido y en cierta forma horrorizado le

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replica que uno no podría por ejemplo matar a alguien sólo porque lo desea, Pistorius le replica que si es posible, aunque probablemente sea una equivocación; que lo importante es responder a lo que está dentro de nosotros y que si una persona despierta en nosotros tal aversión como para desear matarlo, seguramente estamos rechazando en ella algo que es demasiado parecido a lo que cargamos dentro y que nos estorba. En Siddhartha88 toda la obra se trata de la búsqueda de ese si mismo o ese destino natural que se tiene. Asimismo en Narciso y Goldmundo89, así como también en El Juego de Abalorios90 los personajes principales se desarrollan a partir de la búsqueda de ese mandato que según los hindúes es el Deber.

En el contexto de las guerras mundiales, para Hesse la paz se volvió parte del Deber del hombre. Bajo esa perspectiva, su actividad política se volcó a alertar a las jóvenes generaciones a no dejarse desviar de ese Deber y por lo tanto de la búsqueda de la paz, aún cuando ello sólo se logre a través de la guerra. Esto último resulta aparentemente contradictorio, pero al mismo tiempo comprensible si se interpreta la necesidad de un nuevo orden que requiera de la destrucción del anterior. Esta idea también la expone con claridad en su obra Demian91 cuando recibe un mensaje (que misteriosamente encuentra sin firma en un libro) de su amigo Demian, en donde le dice que para crear un nuevo mundo hay que destruir el anterior. De manera que se ve que el pacifismo de Hesse no se compara con posturas generalmente comprendidas bajo ese término, sino que está más bien intrínsecamente relacionado con todo su empeño de comprender y rescatar al hombre en su más íntima esencia, y como parte de la naturaleza.

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Se mencionó que su postura filosófica en pro de la paz tuvo impacto en sus lectores. Esto se destaca en la popularidad que obtuvieron sus obras en los Estados Unidos y en Japón. En el primero fue acogido como uno de los maestros a ser seguido por la generación rebelde de la segunda mitad de los años sesenta y primera de los setenta por la generación de los ‘beatnicks’, y luego de los ‘hippies’ que entre otros aspectos se oponían a la guerra del Vietnam.92 En Japón según señala Watanabe, antes de la segunda guerra mundial se le consideraba casi como a un autor propio porque se apreciaba su “soledad atada a la naturaleza y su placer en el mundo de las imágenes”, “su percepción de lo pasajero y su naturaleza nómada” y “lo ensoñado y romántico de su obra coincidían con la manera de ser japonesa y con las tradiciones literarias de esa cultura”93. Después de 1945 seguía su popularidad por su humanismo y su amor a la paz.94 Los alcances de la obra de Hesse se pueden apreciar, entre otros, en el libro de M. Pfeifer95 de donde se tomaron las anteriores citas, que recoge, en dos volúmenes, trabajos acerca de su difusión en treinta países. La mayoría de las veces, a pesar de haber obtenido el premio Nóbel en el área de Literatura, se sugiere que su popularidad se debe a su pensamiento, sus reflexiones filosóficas, lo cual es natural si se considera que en la mayoría de las naciones hay que leerlo en traducción.

Otro aspecto que, si bien surge de su propia historia personal, representa no obstante indudablemente una postura también filosófica, lo constituye su percepción como ser alienado de la sociedad. Aún cuando el existencialismo como corriente formaliza este concepto, nuevamente debemos

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insistir en que en el caso de Hesse, debido a sus circunstancias biográficas, realmente se trata de una experiencia propia, independientemente de si luego ello pudiera categorizarse en alguna tendencia. Hesse desde niño se ve enfrentado a la necesidad de estudiar sus relaciones con quienes lo rodean y es dramática la manera cómo describe en Demian el doloroso descubrimiento de ser diferente de su familia:

“...tuve que ver, mientras mi corazón se congelaba, cómo mi mundo, cómo mi vida buena y feliz, se convertía en pasado y se desprendía de mi, y tuve que sentir cómo me anclaba afuera en la oscuridad y lo desconocido con nuevas y absorbentes raíces y quedaba fijado. Por primera vez probaba la muerte, y la muerte sabe amarga, puesto que es nacimiento, es miedo y angustia por los terribles cambios.” 96 Ese momento es el principio de la alienación. Sabemos que luego rompe con el sistema escolar, lo cual representa una nueva marginalización. En su vida se repite una y otra vez la vivencia de tener que admitir que su manera de ser es rechazada. En su obra El Lobo Estepario97 coloca en el centro de su interés el aspecto de la alienación del personaje principal Harry Haller, y parte del trabajo refleja el esfuerzo de discriminar entre lo que se considera burgués y lo que no lo es. Hasta en El Juego de Abalorios98 Hesse trata de una sociedad nueva, elitesca, lo cual no deja de ser una alienación de lo que sería la sociedad convencional y concluye la obra con la decisión de su personaje principal, Joseph Knecht, de regresar a la sociedad común. De aquí vemos que Hesse se ve siempre como alguien al margen de la sociedad. Quizás se pueda aclarar que al hablar de alienación o marginalidad no se trata necesariamente

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de una condición que él siempre sienta como negativa, puesto que con frecuencia refleja un estado de superioridad espiritual, que no por ello deja de estar alienado. Ahí es donde se reconoce que su interpretación del hombre y del mundo siempre es como desde un punto de vista de observador, aún cuando su inspiración sea su propia subjetividad. Quizás esta relación entre su propia posición y la del resto de los hombres sea también un aspecto que resulte atractivo para sus lectores que sienten que su propia experiencia de individualidad se justifica en el reflejo que Hesse les brinda.

Como esperamos que se haya logrado demostrar en este capítulo, Hermann Hesse desarrolló una serie de ideas de contenido filosófico que reflejaban sus propias circunstancias al mismo tiempo que expresaban las preocupaciones naturales y propias del hombre, en general. Como en el fondo de todas ellas se encuentra el amor a la vida y a la naturaleza, es fácil imaginarse que sean atractivas para cualquier ser humano, en cualquier época, en cualquier lugar del mundo. Por ello, una vez más vemos el arte del mago en tender un puente de comunicación entre el autor y el lector y una red entre éstos y todos los lectores que alguna vez tuvieron en sus manos una obra de este prolífico escritor.

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Notas: Capítulo Sexto – La constelación mágica: Aspecto filosófico 1

HESSE, H. (1982). Krieg und Frieden (Guerra y Paz). Gesammelte Werke 10 (Colección de Obras 10). pp. 435-439. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1918). p.436; y Aforismo No.168. Lecturas para minutos (1978). Madrid: Alianza Editorial. p.47 2

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HESSE, H. (1982), ‘Cap. 1’, Peter Camenzind pp. 343 – 365, en Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1), pp. 341 – 496 Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1904) 10

HESSE, H. (1982), Unterm Rad (Bajo las ruedas). Gesammelte Werke 2, (Colección de Obras 2) 5 – 178 Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1905)

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HESSE, H. (1982), ‘Aus Kinderzeiten’ (De los tiempos de la niñez) en Diesseits (De acá). pp. 214 – 235 , en Gesammelte Werke 2, (Colección de Obras 2) pp.179 – 413 Frankfurt am Main; Suhrkamp Verlag. (Orig. 1907)

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HESSE, H. (1982). Knulp. Gesammelte Werke 4 (Colección de Obras 4), pp. 435 – 525. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1915)

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HESSE, H. (1982). ‘Die Kindheit des Zauberers’ (La infancia del mago). Traumfährte (Rastro de un sueño). pp. 371 – 390. Gesammelte Werke 6 (Colección de Obras 6). pp.339 – 479. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1945)

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HESSE, H. (1982). Demian. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 5 – 163. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1919). pp. 159 – 160 28

HESSE, H. (1982). ‘Bei den Kindermenschen’ (Junto a los hombres niños). Siddhartha. pp. 401 – 410. Gesammelte Werke 5 (Colección de Obras 5). pp. 353 – 471. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1922)

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Conclusiones MAGIA CALEIDOSCÓPICA Su Universalidad

“... en lo esencial la creación literaria no es una copia de la vida, sino una condensación, un ver en conjunto y un resumen de lo casual hacia lo típico y válido.” (Hermann Hesse1) Si una de las tareas más difíciles en la escritura de un texto es empezarlo, en este caso, al contrario, es terminarlo. El caleidoscopio aún ofrece infinitas combinaciones y la tentación es grande de continuar dándole vueltas: el arte, la sociedad, o la política podrían ser voluminosos capítulos. Ya el gran amigo del autor y su biógrafo, Hugo Ball, expresa su dilema ante la variedad de temas que se podrían desarrollar: “...Y aquí habría que escribir todo un capítulo sobre las nubes en los los libros de Hermann Hesse; pero eso tengo que dejárselo lamentablemente a un filólogo.”2 De hecho, Volker Michels, prolífico estudioso de este autor es editor de libros en los cuales agrupa pasajes, textos, poemas, fotos, pinturas sobre algunos temas específicos. Entre los que conocemos podemos mencionar en orden cronológico de aparición uno sobre los colores3, otro de los viajes4, sobre el autor a través de su pintura5, la región suiza de Tessin en donde vivió Hesse 6, el tema sorprendente de los viajes aéreos7, menos sorprendente sobre el amor8, y el último sobre los árboles9, hermosamente ilustrado con fotografías de bellos ejemplares de majestuosos o conmovedores árboles. Lo que nos hizo resistirnos a la tentación de incursionar en otros temas, fue la intención

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inicial de presentar los mismos aspectos que se tratan en el curso. De ahí que hemos llegado a las conclusiones y al fin. En las líneas que siguen se presentan aquellas cualidades que se mantuvieron en todas las configuraciones del caleidoscopio o que tendieron a intensificarse a medida que se giraba el instrumento. Asimismo se interpretan éstas a la luz del planteamiento que motivó este trabajo.

La búsqueda de los secretos que emplea Hermann Hesse para convertirse en autor universal partió desde el contexto familiar. Ahí, naturalmente, lo estrictamente biográfico juega un papel importantísimo. A continuación, se incursionó en lo psicológico. De esta ciencia se nutrió para lograr una mayor comprensión del hombre, sus motivos y procesos. Luego, se exploró la religiosidad. Éste fue el impulso que ayudó al autor a trascender las circunstancias adversas y a aprovecharlas para constituir su obra. Y, por último, se avanzó hasta lo filosófico. Las evidencias de su pensamiento permitieron ubicar al autor en el marco conceptual existencial de una época específica. Las piezas del caleidoscopio siempre fueron las mismas, pero en cada giro la imagen que se formó fué diferente. Por lo tanto, la estructura de este trabajo reflejó los patrones que cada registro ofrecía. No obstante, la metáfora del caleidoscopio se enriqueció con una innovación, que técnicamente no sabemos si existe en la realidad, pero que creemos que de realizarse seguro sería muy interesante: el movimiento en espiral.

Además de representar cada capítulo un giro del caleidoscopio, movimientos que se realizan en un mismo plano, se siguió un itinerario en

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espiral concéntrico y de diámetro decreciente, yendo desde lo general a lo específico, siendo esto a la vez también un proceso de integración y condensación. Cada cuadro caleidoscópico se presentó primero en su dimensión contextual, generalmente compuesto por un gran número de elementos, para luego progresivamente llegar a la esencia de las ideas expresadas por el autor. En todo momento toda la trayectoria fué sustentada copiosamente con las referencias tanto a los pasajes de los textos de Hesse, como a otras fuentes que nutrieron el conocimiento.

Esta manera de aproximarse a Hesse permitió vincular lo real con lo imaginario, lo vivido por el autor y sus circunstancias con sus escritos. De la tarea global surgieron algunos resultados inesperados, que además de ser parte de la respuesta a la pregunta formulada, contribuyen a una mejor comprensión de la obra. Uno de los primeros indicadores de universalidad que tomó forma fué que para Hesse existe un solo mundo. A pesar de iniciar muchas veces sus novelas con la descripción de varios mundos contrapuestos, como se vió en Demian10, siempre evolucionan los relatos hacia la integración de los elementos que los componen. En El Lobo Estepario11 cuando Harry Haller se encuentra con el jugador de ajedrez en el teatro mágico, el nombre de ese espacio es “desarrollo de la personalidad” y de lo que trata es de una sola personalidad en donde sus distintos elementos a veces son fondo y a veces figura, según la estrategia que se desee y el manejo de las piezas del juego12, lo cual también es una parte del arte de integrar. De hecho, su última gran obra El Juego de Abalorios13 trata de un juego o ejercicio interdisciplinario, en donde se conjugan diversas áreas del saber

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intercambiando normas. De manera que cuando se ven sus obras en conjunto, se ve una evolución desde trabajos fraccionados como Hermann Lauscher14 hasta el último, antes mencionado. Las polaridades que Hesse plantea en vez de desarmar el mundo en pedazos, lo que hace es ilustrar su riqueza y la variedad de sus elementos y demostrar que aún así es posible conformar un todo armónico. Esa integración de toda la variedad de experiencias en un solo modelo de mundo, le brinda al lector una invitación a compartir un espacio universal, en donde lo que cuenta no son las diferencias sino la complementariedad, condición para la vida en paz.

Otro indicador de universalidad parece ser paradójicamente el que Hesse hubiese aprovechado el conocimiento de si mismo y sus experiencias personales como puntos de partida. Lo individual es percibido generalmente como lo contrario de lo universal; sin embargo, la intensidad con la cual este autor vivió y estudió todas sus emociones, le permitió llegar hasta lo esencial, con lo cual alcanzó aquello que constituye el núcleo de la naturaleza humana, la esencia, o sea, lo que es universal. Cuando consideramos que algunos de sus escritos sobre la niñez fueron realizados por un hombre maduro, sorprende la manera en que logra plasmar esas vivencias. Nos olvidamos que también nosotros tenemos aún la esencia del niño por dentro y que él lo que hace es despertar en nosotros viejos sentimientos, que inmediatamente reconocemos. Por ello nos identificamos con él y podemos entender que el mundo está compuesto por individuos, pero que al mismo tiempo cada individuo también es un mundo.

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La revisión de su obra como una totalidad permite admirar su elevado grado de consistencia, sólo posible a partir de una incorrompible fidelidad para consigo mismo como hombre y como artista. Por ello, los principios fundamentales con los cuales su mundo engloba el universo, lo natural y lo cultural, lo humano y lo que no lo es, lo vivido y lo imaginado, el pasado, el presente y hasta el futuro, no se alteran a lo largo de toda su obra, y constituye por lo mismo el lugar de encuentro del autor con el lector. Uno de estos principios es por ejemplo el respeto a todo ser viviente y a todo elemento de la creación. Es tan consecuente con esta idea que, sin dudar en ningún momento, expresa sistemáticamente que todos vivimos en el universo y participamos de la singularidad de nuestra compartida condición humana, no importa en qué momento, ni en qué lugar. Esta consistencia de su obra le da credibilidad y nos hace más fácil entonces abrirnos a sus ideas y a aceptar que a pesar de las distancias espaciales y temporales es común a todos nosotros el destino humano.

Otro de los rasgos que generan su universalidad es la hábil manera en que usa las metáforas y los símbolos. Las palabras y las frases en su pluma se transforman. Ellas enriquecen la carga semántica haciendo que sus significados evolucionen y se conviertan en imágenes, metáforas y símbolos; como ejemplo recuérdense las referencias bíblicas. La transparencia de su lenguaje sencillo, directo, honesto y claro nos engaña, porque sin darnos cuenta nos introduce mediante los niveles simbólicos en un entramado de palabras cuya carga semántica va desde la simple denotación hasta la conversión en símbolos complejos. Con esta práctica convierte lo cotidiano y

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trivial de la vida humana, individual o colectiva, en representación de lo humano, y por lo tanto, en parte de ese mundo que compartimos todos. Y entonces, el lector con su propia imaginación a partir de ese mundo, que parte de lo fundamental, adquiere una especie de licencia para interpretar los textos según su propio mundo, generándose así un estrecho lazo.

Esta lectura caleidoscópica demuestra que si bien dentro de cada uno de los registros se maneja un patrón de figuras propias de él, los temas componen en su conjunto un esbozo del hombre. Cuando leemos las obras sin descomponerlas en registros, la interacción de todos los patrones que están presentes reflejan las preocupaciones innatas del hombre: las relaciones con los padres y maestros, la religiosidad, la soledad, la vinculación con la sociedad, el sentido de pertenencia, el afecto a la naturaleza. Por ejemplo, el concepto hesseano del “impulso religioso” y de su resultante fuerza para superar obstáculos, para trascender el sufrimiento y la desesperanza, resalta una de las características más esenciales del ser humano: la de creer en el valor espiritual de su vida, más allá de su materialidad y temporalidad. Por otra parte, la exploración de las profundidades más recónditas de la psiquis, exponen ante el lector la inmensa riqueza y potencialidades del ser humano, por atormentado que sea, de crear, de soñar, de imaginar sus realidades para resolver los problemas existenciales que la propia vida le presenta en las diferentes etapas de su desarrollo como persona. Su honestidad intelectual, las reflexiones que realiza, y las interpretaciones filosóficas que adecúa a las historias de sus personajes, lo conducen hasta las preguntas claves que todo

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ser humano en alguna manera particular se formula en algún momento de su vida, pero como un ser integrado.

Otro de los aspectos que conducen a su universalidad es la facilidad con que se pueden adaptar sus obras a cualquier contexto. Especialmente en mis clases y los dieciseis años de observación de la interacción de mis estudiantes con Hesse, este fenómeno me ha llamado mucho la atención. Mi preocupación original de brindarles a los alumnos suficientes elementos contextuales como para que puedan interpretar adecuadamente las obras de este autor, casi quedó descalificado, por las reacciones tan directas que se establecían entre los lectores y el escritor. Algunos llegaban a hablar de él con el primer nombre, y me consta que no era por confusión, sino por proximidad e intimidad. Esta relativa independencia del contexto, europeo en el caso de Hesse, trato de explicarlo con las mismas razones antes expuestas: todo el mundo vive en algún lugar, en donde hay vecinos, el problema del orden y el desorden, y otros temas parecidos se plantean en realidad en cualquier contexto. Las descripciones mantienen un nivel de generalidad suficiente como para no obligar al lector a reproducir en su mente una situación o un lugar exactos, sino nuevamente, sólo son pinceladas esenciales, que son fácilmente extrapolables a nuestros días.

Hoy en día los jóvenes tienen que lidiar con su realidad o la de sus mundos en unas condiciones muy distintas de los tiempos de Hesse, sin embargo sus preocupaciones y sus reflexiones, así como sus confusiones giran alrededor de las mismas preguntas simplemente humanas: Quién soy,

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para qué estoy aquí, cómo puedo manejar mis angustias. La voluminosa obra del autor es una fuente inagotable de inspiración y guiatura. Los estudiantes que por primera vez solicitaron el curso sobre Hermann Hesse a lo mejor nunca se imaginaron lo que provocarían en mi vida y a lo mejor en la de muchos de sus compañeros, pero tuvieron la sabiduría para pedir aquello que mejor les podía ayudar en sus búsquedas personales: A un verdadero mago.

242

Notas: Conclusiones – Magia caleidoscópica: La Universalidad 1

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13

HESSE, H. (1982). Das Glasperlenspiel (El Juego de Abalorios). Gesammelte Werke 9 (Colección de Obras 9). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1943)

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HESSE, H. (1982). ‘Süden’ (El sur). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp.5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. entre 1895 – 1941). p.55 HESSE, H. (1982). ‘Beim Wiederlesen des Maler Nolten’ (Al releer al pintor Nolten). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.57 HESSE, H. (1982). ‘Erschütterung’ (Conmoción). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp.5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p. 59-60 HESSE, H. (1982). ‘Die Nacht’ (La Noche). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122 , Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). pp. 60 - 61 HESSE, H. (1982). ‘Verlorenheit’ (Desorientación). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122, Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.62 HESSE, H. (1982). ‘Aus der Kindheit’ (Desde la niñez). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp.5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.68 HESSE, H. (1982). ‘Vergänglichkeit’ (Inconstancia). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122 Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941) p.70 HESSE, H. (1982). ‘Krankheit’ (Enfermedad). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1

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(Colección de Obras 1). pp. 5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.78 HESSE, H. (1982). ‘Gicht’ (Gota). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). p.89 HESSE, H. (1982). ‘Sommerabend vor einem tessiner Waldkeller’ (Noche Veraniega ante una Taberna del Bosque). Stufen – Gedichte 1895 bis 1941 (Peldaños – Versos entre 1895 y 1941). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 5-122, Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. entre 1895 – 1941). pp. 91-92 HESSE, H. (1982) Eine Stunde hinter Mitternacht (Una Hora detrás de Medianoche). Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 159 – 215. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1899) HESSE, H. (1982). Hermann Lauscher. Gesammelte Werke 1 (Colección de Obras 1). pp. 216 – 339. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1901) HESSE, H. (1982). Peter Camenzind. Gesammelte Werke 1 (Colección de obras 1). pp.341-496. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1904) HESSE, H. (1982). Unterm Rad (Bajo las Ruedas). Gesammelte Werke 2 (Colección de obras 2). pp. 5 – 178. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag (Orig. 1906) HESSE, H. (1982). ‘Aus Kinderzeiten’. Diesseits – Erzählungen. (‘De la infancia’. De acá – Relatos) Gesammelte Werke 2 (Colección de Obras 2). pp. 214 – 235. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. p.215 (Orig. 1907) HESSE, H. (1982). Gertrud. Gesammelte Werke 3 (Colección de Obras 3). pp. 5 – 190. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1910) HESSE, H. (1982). Roßhalde (Rosshalde). Gesammelte Werke 4 (Colección de Obras 4). pp. 5-169. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag. (Orig. 1914)

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