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August 11, 2017 | Author: Mack_Nehmm | Category: Calvinism, Bible, Politics, State (Polity), God
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La Iglesia y el Estado H. Henry Meeter

VIII

EL CALVINISMO, LA POLÍTICA Y LA BIBLIA Pg.93-101 del libro original

Empezaremos nuestro estudio de los principios del calvinismo, en cuanto a la esfera política, haciendo una breve introducción histórica. Se dice, a veces, que el calvinismo puede ser bueno como sistema teológico, pero que aparte de ciertas verdades generales sobre la soberanía de Dios en todas las esferas de la vida ya lo que se añade la obediencia de los ciudadanos a su gobierno, el calvinismo no tiene un programa político a ofrecer. Se mantiene que el calvinismo no ha llegado jamás a desarrollar un sistema político propio. Y en los casos en que se llega a admitir tal posibilidad, entonces se dice que este sistema consiste de teorías meramente abstractas que nunca han sido probadas en el plano político, de manera que no se puede saber si realmente son operantes. RESUMÉN HISTÓRICO DE LA POSICIÓN CALVINISTA EN CUANTO A LA POLÍTICA Para aquel que sostiene tales opiniones, el estudio de la historia política del calvinismo le reserva grandes sorpresas. Ya que no sólo el calvinismo ha desarrollado principios políticos propios, sino que diversas han sido las teorías políticas que se han estructurado sobre estos principios, a la par que han sido aplicadas en diferentes países de la historia moderna. Quien se tome la molestia de hojear, por ejemplo, el índice de historia de las teorías políticas del doctor W. A. Dunning, profesor de historia y filosofía política en la Universidad de Columbia, y que lleva por título: Una Historia de las Teorías políticas, no tardará en darse cuenta del lugar tan prominente que estas teorías políticas ocupan y que, en parte o en su totalidad, deben su origen al calvinismo. Una de las causas por las que hoy en día no se sabe mucho de los puntos de vista calvinista sobre la política, hay que buscarla en el hecho de que últimamente el mundo inglés muestra poca simpatía hacia los puntos de vista políticos que se basan en la soberanía de Dios y en los principios de la Escritura. Por consiguiente, si estos puntos de vista han de ocupar de nuevo un primer plano, pesa sobre los calvinistas la misión de darlos a conocer. El doctor A. M. Fairbain en líneas generales resume así el papel importante que Calvino ha tenido en la historia política: “El lugar que Calvino merece en la Historia es resultado de su éxito y talento como legislador. Como teólogo siguió los pasos de otros; como legislador, fue un pionero. Su sistema doctrinal era derivado, mientras que su concepción política fue un brote nuevo que fundamentaba el edificio social sobre nuevos principios. Merece, ciertamente, que se le reconozca el haber establecido un sistema político y legal

propio, que –directa o indirectamente– ha influenciado profundamente todas las instituciones democráticas subsiguientes”.25 El célebre Jean Jacques Rouseau se refiere a Calvino en éstos términos tan elogiosos: “Los que hablan de Calvino como si éste fuera tan sólo un teólogo, están tan lejos de apreciar la amplitud de su ingenio. Su importante contribución en la estructuración de nuestras leyes más sabias le honra tanto como si Institución de la Religión Cristiana. En estos tiempos cambiantes no sabemos la suerte que le aguarda a la religión, pero mientras subsista entre nosotros el amor al país y la libertad, la memoria de este gran hombre será reverenciada”.26 Aunque nosotros no atribuyamos al reformador todo lo que Rousseau pone en su haber, cierto es, sin embargo, que Calvino ocupa un lugar notable en la historia política, y que el calvinismo ha sido una fuerza altamente influyente en la esfera política. Aunque propugnara unos principios políticos que con el tiempo llagarían “abrir nuevos derroteros”, con todo, Calvino no llegó a desarrollar una teoría completa del estado; esta misión la llevarían a término las generaciones calvinistas que le seguirían. Quizá sea el autor desconocido del Vindiciae contra Tyrannos –de amplia circulación entre los hugonotes franceses del siglo XVII– quien por primera vez, y sobre una base calvinista, nos ofrezca una teoría bien desarrollada del estado. También en un documento que se atribuye a Teodoro Beza, el sucesor de Calvino en Ginebra, y que lleva por título: De Jure Magistratum, encontramos los principios de una teoría calvinista del estado. Ambos documentos adquirieron amplia circulación entre los hugonotes franceses. También durante este periodo de la historia, Buchanan –célebre estadista del reinado de María Estuardo– escribió una obra bajo el título: De Jure Regni Apud Scoto, en la que desarrolló una teoría política fundamentada sobre unos principios netamente calvinistas. El erudito alemán Althusius, aunque carezca del calor de los escritores franceses y escoceses, nos ofrece la más completa y la más elaborada estructuración de la teoría calvinista del estado de su tiempo. En el siglo XVIII se aprecia un marcado desinterés por los principios calvinistas sobre el estado. Autores como Hugo Grotius y John Locke, aunque hagan uso de una terminología clásica calvinista, en sus ideas se alejan bastante de la concepción calvinista. Con todo el calvinismo continuó ejerciendo una marcada influencia en la historia política, especialmente en la defensa de las libertades populares, como puede apreciarse en la “gloriosa revolución” de Guillermo de Orange y María de Inglaterra (1688), y también en la revolución americana (1776). En el siglo XIX se nota un avivamiento de la actividad política calvinista. En Inglaterra es estadista anglicano Wm. E. Gladstone trató de instaurar de nuevo la concepción del estado sobre [una] amplia base calvinista. Un movimiento similar tuvo lugar en los círculos 25

Fairbairn, A. M., in Cambridge Modern History, Vol. II, p.364, Cambridge University Press, New York: The Macmillian Co., 1918). 26 Rousseau, Jean Jacques, Du Contrat Social, Libro II, Cap.7, nota, citado de Georgia Harkness, John Calvin, the Man and His Ethics, p.221 (New York: Henry Holt & Co., 1931).

luteranos en tiempo de Bismarck, y bajo el impulso del gran jurisconsulto luterano Julio Stahl. Basándose en la soberanía de Dios, Stahl llegó a estructurar una filosofía política cristiana del estado que, en muchos aspectos, se identifica con la teoría calvinista. Sin embargo, y por falta del apoyo necesario, su intento fracasó: con todo, los principios más importantes de su teoría han continuado ejerciendo influencia. Es en Holanda, de un modo muy especial, donde la teoría calvinista del estado ha florecido de nuevo a través de la obra de groen Van Prinsterer, Abraham Kuyper y Savornin Lohman. La obra de éstos, en el siglo XIX, fue continuada por el Dr. H. Colyn, primer ministro de Holanda, los profesores P. A. Diepenhorst y A. Anema de la Universidad Libre de Amsterdam, y otros más. Según hace notar el profesor K.W. Kolfhaus, en su Christusbekenntniss and Politik, publicado en 1933, también en Alemania estos puntos de vista ejercen influencia. Esta breve referencia histórica habrá demostrado que, contrariamente a lo que se supone, el calvinismo ha ejercido una gran influencia en la historia política moderna. Cuantos deseen adquirir una visión más amplia de las teorías políticas calvinistas pueden consultar las obras de escritores no calvinistas, tales como: Social Teachings of the Christian Churches and Groups por E. Troeltsch, Political Theories of the Calvinists up to the time of the Puritan Exodus to America, por el Profesor Herbert D. Foster en sus Collected Papers; o consultar también la obra calvinista del doctor Abraham Kuyper, Antirevolutionaire Staatkunde (vol.1). Presentaremos ahora un bosquejo de los principios básicos del calvinismo con referencia a la política. Al hacerlo haremos notar las posiciones más importantes que se oponen a esta concepción; ya que nada aclarará mejor los puntos de vista calvinistas como una referencia a las concepciones opuestas. Estudiaremos estos temas en el siguiente orden: La Biblia y la política, el estado, los ciudadanos y las relaciones internacionales. LA BIBLIA Y LA POLÍTICA Para el calvinista la Biblia es su regla de fe y práctica; de ahí, pues, que también lo sea en la esfera de la política. Esto es fácil de comprender. Para el calvinista, Dios es soberano en todas las cosas; por consiguiente, Su Palabra viene a ser también la norma a seguir en la esfera política. Por ser la Biblia palabra de Dios y principio de su fe y conducta, el calvinista recurre a ella para guiarse en sus actividades políticas. No caigamos en el error de suponer que los calvinistas pretenden sacar todas sus ideas políticas de la Biblia; pues no es este el caso. Ya vimos, al estudiar el lugar que ocupa la Biblia en el sistema calvinista, que Dios tiene dos libros a través de los cuales se revela a sí mismo: el libro de la naturaleza –con sus objetos, historia, biografía humana, etcétera–, y el libro de las Sagradas Escrituras. De la naturaleza y de la historia el cristiano aprende muchos hechos que gozosamente incorporará a su teoría política. En su estudio el cristiano investigará la historia política de los imperios y tendrá en cuenta lo que los jurisconsultos

han pensado y puesto de relieve sobre el estado. Pero como sea que el libro de la naturaleza solamente nos puede ofrecer una visión imperfecta de Dios y la verdad, nos vemos en necesidad de un correctivo, y éste el calvinista lo halla en la Biblia. Las Escrituras, además, de ser el correctivo del libro de la naturaleza, contiene aquellos principios eternos que han de guiar la conducta humana. Por consiguiente, la Biblia viene a ser el libro de autoridad última y, en un sentido especial, también el fundamento de la visión política del calvinista. Al hacer de la Biblia el fundamento de la ciencia política, el calvinismo adopta una posición que podríamos considerar como única. La mayoría de los sistemas políticos no pretenden basarse sobre la Biblia; para fundamentar la autoridad estatal, lejos de apelar a la Biblia, recurrirán a otras fuentes, tales como la voluntad de las masas, el sentimiento individual de justicia, o los derechos naturales; en otros casos harán del estado una corporación autónoma con suficiente autoridad para decidir los que estime conveniente. En todos estos casos, descubrimos un fundamento humano. Naturalmente, los adherentes a estos sistemas políticos no siempre se opondrán a aquellos que defienden puntos de vista religiosos en su concepción política del estado. El ateo, tal como sucede en el gobierno soviético, se opondrá decididamente a ello; otros son tolerantes en cuanto a las opiniones religiosas, pero mantienen que las mismas deberían confinarse a la esfera privada y no tener trascendencia política. Otros irán aún más lejos y permitirán que la religión brinde colorido a ciertas actividades políticas: apertura de reuniones políticas con una oración, alusiones ocasionales a Dios en los discursos a pronunciar, etc.; pero en cuanto a la formulación de principios políticos cristianos sostendrán que no podemos recurrir a la Biblia como criterio o norma. En la política, se argumenta, las opiniones y teorías humanas han de decidirlo todo. Sin embargo el calvinista empieza con la idea de Dios. La voluntad divina se convertirá en el criterio regulador de su concepción del estado. ¿En qué sentido la Biblia es el fundamento de la teoría política del calvinista? ¿Cree el calvinista que la Biblia le ofrece un programa político completo? Sería necio pretender tal cosa. En los Estados Unidos los partidos políticos cambian su programa cada cuatro años; pese a estos cambios tan frecuentes, no es tarea fácil confeccionar un programa político del agrado de todos. ¿Hay, pues, base racional para suponer que la Biblia contiene un programa político completo para todas las edades y para todos los grupos? En realidad la Biblia no encierra ningún sistema político organizado –como tampoco ofrece un sistema teológico unificado–. La llamada teocrática mosaica, con todo el ceremonial que se nos detalla en los primeros cinco libros de la Biblia, viene a ser algo así como un esbozo de programa político. Pero este sistema, según las propias palabras de Calvino, ya no tiene vigencia en nuestro tiempo: tanto los tiempos como las circunstancias son distintas. De hecho el calvinista no cree que la Biblia abogue por un sistema de gobierno definido y definitivo. La Biblia no nos dice si el gobierno de una nación ha de ser monárquico, aristocrático o democrático. Lo que la Biblia nos brinda son una serie de principios eternos sobre los que ha de fundamentarse todo sistema político. Estos principios, al igual que todos los demás,

no envejecen: son eternos, inmutables y de vigencia para todos los tiempos y bajo todas las condiciones. Una vez [que] hayamos hecho nuestros estos principios, podremos entonces estructurar sistemas y decidir programas para afrontar las condiciones del día. ¿En qué lugar de la Biblia se encuentran estos principios? Algunos mantienen que estos principios se encuentran en pasajes aislados de la Biblia; pero en el aprieto de no encontrar fácilmente estos textos llegarían a la conclusión de que la Biblia no tiene mucho que decirnos con respecto a la política. El calvinista, por el contrario, cree que la Biblia contiene base sólida para su política, su teología y sus ideas sociales, y que ésta no se encuentra en meros pasajes aislados. En la regla de fe que impregna toda la Escritura, y que a veces se da a conocer en textos determinados –como sucede con Rom.13, 1: “Toda alma se someta a las potestades superiores” y Prov.8, 15: “Por Mí reinan los reyes”– el calvinista llega a descubrir estos principio [s]. Pero éstos en modo alguno se circunscriben a un determinado número de textos aislados. Estos principios, no sólo se relacionan con otros conceptos más generales, tales como la soberanía de Dios y la obligación de obedecer a las potestades, sino que también tienen que ver con una amplia gama de problemas políticos: la relación del individuo con el grupo, la relación de las iglesias y otras organizaciones sociales con el estado, los límites del poder gubernamental, el derecho de los individuos, etc. Calvino al desarrollar su concepción política con frecuencia recurre a los principios bíblicos de justicia, equidad y bienestar del pueblo. El calvinista insiste en que los principios de la Palabra de Dios son válidos tanto para él como para los demás ciudadanos. Puesto que Dios es soberano, lo acepte o no el individuo, la Biblia –la palabra de este Rey soberano– ha de ser la norma para todo y para todos, especialmente para el cristiano. El calvinista cree que en la política también ha de guiarse por estos principios, ya que su confesión es de que “pertenece a su fiel Salvador Jesucristo, no solo con su alma y para toda la eternidad, sino también en todo lo que concierne a su cuerpo y mientras dure su peregrinar”. En todas las esferas de su vida ha de obedecer a su Señor. La gran ventaja que supone adoptar la Biblia como regla e incondicional de fe, incluso en lo político, adquirirá más realce a medida que avancemos en nuestro estudio de los diferentes aspectos de la teoría política calvinista.

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