Hegel-«Escritos-de-juventud»-OCR-ClScn

December 23, 2017 | Author: comosimeimportara182 | Category: Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Philosophical Theories, Philosophical Movements, Philosophical Science, Science
Share Embed Donate


Short Description

Descripción: Hegel-«Escritos-de-juventud»-OCR-ClScn...

Description

G. W. F. HEGEL

ESCRITOS DE

JUVENTUD Edición, introducción y notas de JOSE M. RIPALDA

FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO-MADRID-BUENOS AIRES

Primera edición en español, 1978

Traducción de: ZoLTAN SzANKAY JoSÉ MARíA RIPALDA D. R. © FoNDo DE CuLTURA EcoNÓMICA Avda. de la Universidad. 975. -México 12. D. F. EDICIONES F.C.E. ESPAÑA, S. A. Avda. de los Poblados. sfn. - Madrid-33

l.S.B.N.: 375-0155-5 Depósito legal: M. 30.308-1978

AGRADECIMIENTOS AL Hegel-Archiv (Ruhr-Universitat, Bochum. Alemania Federal), donde el traductor, Zoltan Szankay, preparó en varias estancias de tra bajo la parte principal de esta edición . El bibliotecario del Hegel-Archiv, doctor Helmut Sdzneider, ha seguido asesorándonos con valiosas informaciones. A la Staatsbibliothek Preussischer K ulturbesitz, Berlín (Sección de manuscritos), sobre cuyas fotocopias trabajó el traductor en el Hegel-Archiv (especialmente: Hegel-Nachlal3, tomo 11, ho­ jas 21-24, 29-46, 73-161). En la última fase de preparación la señora Eva Ziesche (Staats­ bibliothek) ha suministrado, además de diversas informaciones, una fotocopia del manuscrito del Hegel-Nachlal3 (tomo ll, hoja 28 verso: «Die schOnen, ihrer Natur nach.. . », Schüler 78), acompañada de la transcripción correspondiente por Vt erner E. Hamacher. Esta transcripción ha sido realizada para G . W. F. Hegel, Der Geist des Christentums. Schriften 1796-1800. Mit bislang unveroffent­ lichen Texten. Hrsg. und eingeleitet von fferner E. Hamacher. Ber­ lin . Ullstein, 1978 ( Ullstein Buch 3360). Eva Ziesche y Werner Hamacher han realizado además para nuestra edición la primera transcripción del fragmento del Hegel-Nachlal3 (lomo Jl, hojas 18 verso b - 20 verso b: «Zu Abrahams Zeiten Stadte.. . », Schüler 70), que han puesto amablemente a mi disposición, junto con las fotoco­ pias correspondientes de los manuscritos. Mi cordial agradecimiento a Eva Ziesche y Werner E. Hamacher. =

J. M. R.

INTRODUCCION por

José María Ripalda

1

En 1 800 Hegel considera, pues, que ha dej ado atrás su etapa j uve nil. Desde este punto de vista, que corresponde a la distinción entre el Hegel preespeculativo y el especula­ tivo (análogamente al Kant precrítico y crítico ) , su vida ( 1 7 70- 1 83 1 ) se reparte simétricamente entre dos siglos. Al siglo XVIII, ilustrado y sturmdrangesco, pertenecen sus «escritos de juventud>>. Al XIX la obra especulativa. Sólo 11

12

L\TRODl CCIO'(

ésta, editada en su mayor parte en vida de Hegel o inme­ diatamente después, atrajo la atención de sus contemporá­ neos a izquierda y derecha. Pero la filosofía de Hegel no sólo fue llevada en seguida hasta el absurdo por sus más fieles seguidores, la llamada «Derecha Hegeliana» (o, más correctamente, «Viejos Hegelianos») ; es que, sobre todo, la segunda mitad i:iel siglo era incompatible con una filosofía que ni siquiera precisó de enterradores tan unánimes en su diversidad como Schelling, Feuerbach y Marx. En las pos­ trimerías del siglo XIX Hegel había dej ado de ser «contem­ poráneo», para representar, en el mejor de los casos, lo más esotérico y olvidado de una época clásica irrepetible. Así q ue el profesor de Berlín, Dilthey, se aplica entonces a estudiar el Hegel dieciochesco, con objeto de reencontrar en él la enteleq uia q ue guió esa especulación inasequible de puro formidable y desmesurada; en tal trasfondo oculto se trata de ver condensada como en un microcosmos la idio­ sincrasia de la edad áurea teutónica. La filosofía celebraba en tonces en las universidades alemanas la explotación cien­ tífica de universos del Espíritu, que testimoniaban a la vez la eficacia y la hondura del nuevo teutonismo. El Antiguo Oriente y la Iglesia primitiva, Grecia, Roma eran conquis­ tados al pasado por la ciencia alemana; las columnas do­ rias de Schinkel vestían los edificios de Berlín, y sus museos recibían las maravillas arcaicas del Próximo Oriente. También el joven Hegel servirá a la adquisición de una identidad elitaria, a la creación de una imagen de sí mismo adecuada al nuevo I mperio, a su justificación y su grande­ za. El joven Hegel significa la reconquista de la profundi­ dad perdida del propio pasado. En 1905 Dilthey escribe un libro sobre Hegel como no se había vis to otro igual: La historia del joven Hegel 1• La maciza figura ridículo-imponente que éste había sido para la se­ gunda mitad del siglo XIX se q uiebra repentinamente en dos caras, dos Hegel: el del siglo XVIII, apasionado, sensi­ ble, rebelde, genuinamente teutón, y el del siglo XIX, do1 Wilhclm Dilthey, Dir .Jugt'ndgt'sduch/t' Hrgrls. 'Berlín, 1905 (l=llil­ hdm Ddthry. Gt'Sammrltr Schriften. T. IV. Berlín, 1921, págs. 1-187, 4reim­ presión en Giittingen, 1968). Traducción castellana: Wilhelm Dilthey, Hrgd y d id,alísmo. Traducción Eugenio ImaL. Fondo de Cultura Eco­ nómica. México, 1956.

INTRIOS]

hombres y no sólo el que tiene para la lógica) ha fracasado, incluso si se recurre a la con templación de la naturaleza, es sólo la razón prác­ tica la que puede fundar la fe en un Dios. A La razón práctica produce por sí misma una ley q ue, en cuanto forma de la facultad apetitiva superior, aparece como un hecho. Sche­ lling [Ueber die Moglichkeit einer l:orm der Philosophie überlwupt. 1 795.], pág. 32: representación en un sentido práctico, determinación in­ mediata del Yo, que está contenido en la representación por el Yo absoluto (y superación del No-Yo presente en la representación en la medida en que el No-Yo está en la misma en su forma determinante ) .

B Determinación del impulso ins tintivo por el No-Yo (facultad ape­ titiva sensible, materia del querer [y del] ordenar por intermedio de la razón la facultad apetitiva animal) . e

Libre albedrío: ¿será un determinarse a la obediencia o desobe­ diencia frente a la ley por medio de una actividad autónoma absoluta, a actos contradictoriamente opuestos? ¿O será que la libertad no es sino la superación del [poder] determinante del No-Yo (Fichte llama a lo anterior libertad arbitraria) , un determinarse hacia la satisfacción o la no-satisfacción de una exigencia de la facultad apetitiva? ( también el perro ) . E l impulso instintivo, determinado o limitado por l a ley moral, es legítimo ( moralmente posible), y si el impulso ins tintivo mandara al mundo de los fenómenos, entonces sería también legal (moralmen­ te real) , esto es, dignidad. ¿Es posible que la ley moral revoque todos sus derechos otorgados? Si uno renuncia libremente a las exi­ gencias del impulso, ¿los derechos sobre los mismos seguirán sub­ sistiendo? Si un hombre pudiera conservar la fruición de los bie­ nes de la fortuna sólo por medio de la desobediencia frente a la ley moral, si pudiera mantener un matrimonio feliz sólo bajo esta condi­ ción y si renunciara a esa fruición y a este matrimonio, ¿se cancela­ rían también los derechos que tenía sobre los mismos? ¿ Es posible entonces considerar a alguien que ha renunciado a la fruición de la

! :.!

BERi\A

bienaventuranza, como a un hombre que sólo ha postergado esta exigencia para presentarla en otra vida? En el caso de un hombre cuyos impulsos ( conformes a la ley) no pudieron satisfacerse por culpa de la naturaleza o de la malevolenóa de los hombres la natu­ raleza [h umana] puede exigir que la razón realice sus derechos, pero no en el caso de un hombre que ha re nunciado libremente a sus impulsos instintivos. La razón pone como fin ú l timo del m undo al supremo bien, moralidad, y, en proporción a éstos, bienaven­ turanza; pero, ¿es que ella misma se pone este fin últi mo? La ra­ zón exige la realización del mismo; es decir, lo exige de o tro ser, por lo menos no del hombre, no de la causalidad de la razón, mien­ tras q ue ésta se \"e limitada por la sensibilidad.

D

La divinidad, el poder de realizar, de hacer válidos los derechos que la razón ha otorgado; el [ proceso de] conocimiento de todas las otras propiedades de la d i\·inidad, tiene q ue estar determinado por esta de terminación. [3 ] 3 histórico en Le. 2, 3; 3, l . Sobre el suicidio de grandes héroes y hombres de Es tado : + ( S u s virtudes n o eran tanto fru to de principios racionales como d e un pundonor sin límites y un orgullo indómito, incapaz d e soportar todo pensamiento q ue no fuese de victoria o m uerte. Libertad ( co­ bardía) y miedo ante un futuro q ue no pueda abordar con serenidad , le ofrecen el puñal en la hora de la desesperación. Destruido el prin­ cipio de la moral , q ue consiste en considerarse a sí mismo como fin. Renegada la fe en la j u sticia de una Providencia que todo lo g uía para bien . ) + 4 A Catón, Cleómenes y otros que se quitaron la vida al ser s upri­ mida la Constitución de su patria, les fue imposible retirarse a la vida privada. Su alma había abarcado una idea; y ahora que se les hizo imposible trabaj ar por ella, su alma, expulsada del gran ámbito de DESC :ONOC ! MIENTO

l 7!l:J. N o h! 362-366. Apun tes de lectura del Theologisrhts .Journal ( Ed. por Han­ y l l ( 1 793 ) . N o h! va dando en las siguientes notas la página y tomo d e l j o umal a c¡ u c corresponden d i\"l·rsos pasa jes de H egel, sin pretender exhausti­ ,·idad. Por ejemplo, la primera h ase está tomada de ! , 4 77, donde -al igual c¡ u e en el m a nuscrito de Hegel- dice, por cieno, «U nku nde>> (desconoci miento) y no )] de Fichte [en " El Yo como principio de la filosofia"] y en parte mis propios barruntos me han puesto en condiciones de pene�rar en tu espíritu y seguir ahora su marcha mucho mejor; t u segunda obra me explica ahora la primera.

CORRESPONDENCIA

65

Estuve pensando un tiempo en escribir un ensayo para aclararme lo que puede significar acercarse a Dios, y pensé .poder satisfacer así los postulados de la razón práctica, especialmente al de que ésta impere sobre el mundo de los fenómenos. Lo que yo presentía oscura y em­ brionariamente me lo ha iluminado tu obra del modo más magnífico y satisfactorio. ¡ M i agradecimiento por de pronto, de mi parte! Pero todo el q ue se preoc upe del bien de las ciencias y del mundo terminará también agradeciéndotelo, si no ahora, sí con el tiempo. + C reo que vas a tener alguna dificultad para ser comprendido y que tus meditaciones hallen aceptación: la gente simplemente no está dis­ puesta a deponer su No-Yo. Moralmente temen la luz y la lucha en que puede verse comprometido su confortable sistema de la comodi­ dad. Ciertamente han aprendido de K ant en la teoría que la prueba tradicional de la inmortalidad, el argumento ontológico, etc. no son sólidos (y tienen esto por el desenmascaramiento de una falacia; vid. página 1 7 de tu [primera] obra). Pero lo que no han comprendido todavía es que el fracaso de esas aventuras de la razón y de su sobre­ pasar el yo se halla fundado en la misma na turaleza de la razón. De ahí que tampoco hayan cambiado nada, por ejemplo, en su modo de tratar de las propiedades divinas. Simplemente se cambió de razones, y estas propiedades de D ios siguen siendo (como dice en alguna parte nuestro curriculario 1 1 ) la ganzúa con que estos señores lo abren todo. Si ni siquiera la página 1 03 de tu obra les abre los ojos en esto (son demasiado perezosos incluso para hacer estas deducciones; hay que decírselo todo totidem verbis lcon todas las letras]) , es q ue. son capita insanabilia . El reseñador de tu primera obra en la Tübinger Gelehrten Zeitung podrá ser respetabilísimo por otros conceptos; pero real mente no ha mostrado nada de profundidad interpretándote como si tu principio supremo fuese un principio objetivo. Será seguramente Abe!. En cambio, el funes to reseñador en los Philosophische Annalen de Jakob ha recibido de ti el trato que se merecía. Seguramente J akob aspira a armarse caballero contra la filosofía de Fichte, como Eberhard lo in­ tentó contra la kantiana; y su revista tan pomposamente anunciada tendrá el mismo destino que la de éste. Las oscuras perspectivas filosóficas que predice tu carta me han llenado de tristeza. Dices que tienes m uchos reparos y q ue tendrías que re . . . 1 2 . Con respecto a las consecuencias que podría tener para ti la in­ comprensión de tus principios, te encuentras por encima de ella. En silencio has arroj ado tu obra al tiempo infinito. El q ue aq uí y allá la malicia se ría de ti es algo, lo sé, que desdeñas. Pero para esos otros a 11

12

C fr. supra, nota 9. Aq uí línea y media hecha ilegible por la propia mano de Schelling.

lih

BERN,\

quienes echa para atrás el miedo ante tus resultados, tu obra es como si no se hubiese escrito. Tu sistema correrá el mismo destino de todos aquellos hombres cuyo espíritu se adelantó a la fe y prejuicios de su tiempo. Mientras se les desacreditaba y refutaba desde presupuestos ajenos a sus sistemas, la cultura científica seguía en silencio su ca­ m ino. Cincuenta años después la masa, que sólo sabe nadar con la corriente de su tiempo, descubría asombrada, al topar casualmen te con una de sus obras, q ue lo que aprendió de oídas por la polémica como lleno de errores tiempo atrás refu tados, contiene en el sis­ tema dominante de su tiempo. Aquí me viene a la memoria el j uicio que hizo de ti un repetidor el verano pasado; según ése eres dema­ siado ilustrado para este siglo; en el siguiente, pongamos por caso, tus principios se hallarán en su sitio. El juicio me parece una sandez por lo que a ti respecta; pero es característico del que lo hizo y de toda la gran clase de los que creen que no está bien elevarse por encima del nivel de la il ustración de su tiempo, ámbito o Estado. En vez de ello abrigan la cómoda esperanza de que todo llegará con el tiempo y q ue ellos lo tienen todavía para dar siempre un paso ade­ l ante. O, mejor dicho, su esperanza es que ya les empujarán hacia adelante. ¡ Señores! ¡ Us tedes no necesitan ni de las piernas! He reconocido en tu descripción el espíritu que el gobierno ante­ rior estaba a punto de i n troducir; su base es la hipocresía y el miedo (consecuencia del despotismo) , y él mismo a su vez es padre de la hipocresía. Es el espíritu que tiene que acabar imponiéndose en cual­ quier Constitución, cuando tiene la ocurrencia quimérica de exami­ nar el corazón y las entrañas, tomando la virtud y la piedad como medidas para estimar el mérito y la distribución de los cargos. Siento en lo más ín timo lo lamentable de esta situación, en que el Estado quiere bajar a la profundidad sagrada de la moral idad y j uzgar de ella, y lamentable sigue siendo, incluso cuando la intención del Estado es buena; infinitamente más triste aún, cuando ese oficio de j uez cae en las manos de hipócritas, como tiene que ocurrir, in­ cluso cuando en un principio la voluntad fue buena. Este espíritu parece haber influido también en los úl timos nombramien tos de v ues­ tro collegium de repetidores, el cual podría ser útil si constase de buenas cabezas. No esperes observaciones mías sobre tu obra. Soy sólo un apren­ diz en este campo; estoy intentando estudiar los Fundamentos de Fichte. Permíteme una observación que se me ha ocurrido, para q ue por lo menos veas la buena voluntad con que correspondo a tu deseo de q ue te haga observaciones. En el § 1 2 de tu obra asignas al Yo el atributo de única sustancia. Si sustancia y accidente son conceptos correlativos, me parece que el concepto de sustancia no debería apli­ carse al Yo absoluto, sino al yo empírico, como se presenta en la conciencia de sí. En cambio, el parágrafo anterior me hizo pensar que

CORRESPONDENCIA

67

[e n él) no hablas de este yo (que concibe unidas la suprema tesis y antítesis), pues le atribuyes la indivisibilidad, un predicado que sólo debería asignarse al Yo absoluto, no al yo como se presenta en la conciencia de sí, en la cual sólo aparece poniéndose como una parte de su realidad . Acerca de tu disputatio, tengo que comenzar por testimoniarte mi satisfacción por el libre espíritu de crítica superior que la ani­ ma; tal y como yo esperaba de ti, la disputatio mira al todo, in­ sobornable por nombres venerables y sin respeto por lo que se ha dicho tradicionalmente. Mi felicitación también por tu erudición y sagacidad . También me has confirmado sobre todo en una sospecha que abrigaba hace tiempo: que tal vez habría sido más honroso para nosotros y la humanidad el que alguna herej ía -la que fuese- con­ denada por concil ios y símbolos hubiese prosperado hasta convertirse en el sistema público de la fe, que el que se haya impuesto el sistema ortodoxo. Lo siento por Fichte. O sea, que las jarras de cerveza y los floretes patricios han resistido a la fuerza d� su espíritu. Quizá habría conse­ guido más si, dej ándoles en su barbarie, se hubiese propuesto sólo lograr sin ruido un grupito selecto. Pero de todos modos es una ver­ güenza el modo con que los pretendidos filósofos les han tratado a él y a Schiller. ¡ Dios mío! ¡ Qué hombres de la letra y esclavos se siguen hallando entre ellos! Estoy esperando de un día para otro el Journal de N iethammer, y sobre todo me alegro de antemano por tus colaboraciones. Tu ej em­ plo y tus esfuerzos me animan de nuevo a ponerme en lo posible a la altura de los conocimientos actuales. De Holderlin me dicen que ha estado en Tubinga. Seguro que habéis pasado ratos deliciosos j untos . ¡Cuánto me gustaría haber sido el tercer hombre con vosotros! De mis trabaj os no vale la pena hablar. Tal vez te envíe dentro de algún tiempo el plan de algo que pienso elaborar. Ya vendrá el mo­ mento de pedirte también en concreto una ayuda entre amigos, in­ cluido el terreno de la historia de la Iglesia, en el que estoy muy floj o y donde puedes ser mi mejor consejero . Como vas a abandonar pronto Tubinga, por favor infórmame pronto de lo que piensas hacer y del lugar de tu futura estancia, así como de todos tus avatares. Sobre todo, cuídate la salud por ti y por tus amigos. ¡No seas avaro con el tiempo que tienes para el descanso! Saluda cordialmente a mis amigos. La próxima vez te adjuntaré una carta para Renz; creo que retrasará su pérdida. Entre tanto salúdale cordialmente de mi parte, si le ves. Adiós, contéstame pronto. No te puedes figurar el bien que me hace oír de vez en cuando en mi sole­ dad noticias de ti y de mis otros amigos. Tu Hgl.

EXTRACTOS DE LECTURA

(invierno 1 795/96) 12 Mosheim, Instituciones historiae ecclesiasticae satr. 13, Segunda parte, cap. 5, § 10. U N hombre bueno es el h ijo unigénito de Dios engendrado por el Padre desde la eternidad . No digo q ue todas las creaturas sean algo mínimo o q ue sean algo, sino q ue no son nada (nihil) . Hay algo en l as almas que no es ni creado ni creable; y esto es la racionalidad. Dios es b ueno, mejor, d mejor de todos, de modo que soy inj usto si le digo bueno a Dios; o sea, que disputo como cuando yo, o él, sé que algo es blanco y lo llamo negro. El Padre engendra a su Hijo único y mismo. Las cosas que Dios hace son uno, por eso genera también a su Hijo sin ninguna división ( idcirco gignit filium suum sine omni divisone) . Lo q ue dice la Sagrada Escritura de Cristo se predica todo verdadero de cualquier hombre divino. Lo que es propio de la naturaleza divina es todo propio de todo hombre divino + J. Dios es formal mente todo lo que es. + C ualquier hombre perfecto es Cristo por naturaleza."
View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF