Hans Ulrich Gumbrecht - Los Poderes de La Filología - Dinámicas de Una Práctica Académica Del Texto-Universidad Iberoamericana (2007)

February 8, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Hans Ha ns Ulrich Gumbr Gumbrecht echt

LOS PODERES DE LA FILOLOGÍA Dinámicas de una práctica práctica  académica del texto

T r a d u c c ió ió n : A l d o M a z z u c c h e l llii

tAVEKOADNOSHARAUBRES @

UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO

D e p a r t a m e n t o  d e  H

is t o r i a

 

UNIVERSIDAD IBEROAMERIC IBEROAMERICANA ANA  BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER XAVIER CLAVIGERO CLAVIGERO

Gumbrecht, Hans Ulrich. Los poderes de la filología : dinámicas de una práctica académica del texto. 1. Crí Crític ticaa textual. 2. Filolog Filología. ía. I. Mazzucchelli, Aldo. Il.t. P 47 G8618.2007

Traducción: Aldo Mazzucchelli. Diseño de la portada: Ana Elena Pérez y Miguel García Título en inglés: Th Thee Powers o f Phi Philo lolo logy. gy. Dy Dynam namics ics o f Textua Textuall  Scholarship. Licensed by The University University ooff Illin Illinois ois Press Press,, Illinois, U.S.A U.S.A..

D .R © 2003 Board of ofTrustees Trustees ooff the Univ Univers ersity ity o f Illino Illinois is

la. edición en español, 2007 D .R © Univers Universidad idad Ibe Iberoame roamerican ricana, a, A.C A.C.. Prol. Paseo de la Reforma 880 Col. Lomas de Santa Fe 01219 México, D.F. [email protected] 

ISBN 978-968 978-968-859-67 -859-674-6 4-6

Impreso y hecho en México Printed and an d m made ade in Méxi México co

 

para Sar Saraa que siempre siempre está presente

 

ÍNDICE

Agradecimientos   Agradecimientos

11

¿Qué so son n lo loss pode poderes res de la filología filolo gía?? 

13

Capítulo 1 Id

e n t i f i c a r    f r a g m e n t o s  

21

Capítulo 2 E d it

a r    t e x t o s

 

37

Capítulo 3 Esc

r i b i r    c o m e n t a r i o s

 

53

Capítulo 4 H

i s t o r i z a r   

65

Capítulo 5 En

s e ñ a r   

Indicee an Indic analítico alítico  

79

99

 

AGRADECIMIENTOS

Este libro nunca habría sido realidad -pues nunca habría llegado a ser ni siquier a el siquiera el más genérico proye proyecto cto inte intelectua lectuall- sin el optim optimism ismoo y la confianza de mi amigo Glenn Most; no habría empezado a materializarse en una serie de apenas coheren coherentes tes ensayos de no ser por aaquellas quellas intensas conversacio conversaciones, nes, la mayor parte de ellas en mi oficina en Stanford, a las que dedicaron tanto tiempo Miguel Tamen y Joshua Landy; y esos incoherentes ensayos nunca se habrían reunido como libro sin el fuerte apoyo de Willis Regier, Trina Marmarelli y Valdei Lopes de Araújo. Por último, es muy posible que nunca hubiese intentado siquiera el tema filológico, de no haber sido admirador, y ocasional estudiante, del gran estudioso del periodo clásico Manfred Fuhrmann desde comienzos de los años setenta, y colega del gran filólogo Kart Maurer desde 1975. Tengo la esperanza de que Sara lea estas páginas como si fuesen una postal más.

 

¿Q u é  s o n   l o s  p o d e r

e s   d e   l a  f i l o l o g í a

?

Por razones que con seguridad nunca entenderé, mi madre, que estudió me dicina, ha usado siempre, de modo consistente y terco, la palabra alemana Philologe para Philologe  para referirse referirse a los maestros de escuela primaria. Pero Pero la excéntrica excéntrica creación semántica de mi madre no daba menos en el blanco de lo que lo hace el uso que, todavía hoy, muchos de mis colegas estadounidenses más competentes hacen de la palabra filólogo filólogo al  al aplicarla a algunos de sus gran des predecesores de la tradición alemana, como Ernst Robert Curtius, Leo Spitzer o Erich Auerbach. Pues ninguno de aquellos eminentes académicos fue nunca particularmente destacado en las prácticas que se supone que la palabrafilología reúne. filología reúne. Ernst Robert Curtius sentó las bases de su reputación académica en los años veinte, cuando se hizo conocido como un eminente especialista en la literatura contemporánea española y francesa; a partir de allí, desde comienzos de los años treinta, comenzó a concentrarse en la his toria de las ideas poetológicas y las formas literarias de la Edad Media. Leo Spitzer se había educado, durante las primeras dos décadas del siglo veinte,

como lingüista histórico, pero de pronto tornó hacia un estilo altamente subjetivo de interpretación inmanente de textos (para el cual resultó clave el concepto de “vivencia”). Erich Auerbach, finalmente, quien creó él solo un nuevo discurso dentro de la historia literaria, fue notoriamente débil en lo que se refiere a las habilidades filológicas básicas.1Ni Curtius, ni Spitzer ni 1 Véase mi libro Vom Leben und un d St Sterben erben de derr gr grof ofen en Romanisten: Romanisten: C ar arii V Vooss ssle ler, r, Ernst Ernst Robert Robert   Curtius, Leo Spitzer, Erich E rich Auerbac Auerbach, h, Wer erne nerrKrauss, Krauss, Munich,  Munich, Hanser, Hanser, 2002. 20 02. La versión versión original original del ensayo sobre Auerbach apareció en Seth Lerer (ed.), Literary History and the Challenge  Challenge  ofPhilology: The Legacy ofErich ofErich Auerbach, Auerbach, Stanford,  Stanford, Calif., Stanford University Press, 1996, pp. 13-15. Me he ocupado de las motiva motivaciones ciones subjetivas e institucionales institucionales de esa misma

 

Auerbach obtuvieron ningún logro mayor como editores de texto, o autores de un comentario histórico. No es claro, entonces, por qué mis colegas, con una terquedad equivalente a la de mi madre, se aferran a la tradición de llamarlos “filólogos”.fren Estimo está allíentr ene juego una reacción, más r o menos pre cconsciente, onsciente, frente te a laque diferencia entre el estilo alemán de ocupar ocupa se del pasado literario y la tradición, más interpretativa, del New Criticism  Criticism  angloestadounidense. Los trabajos de Curtius, Spitzer y Auerbach son, por cierto, bastante diferentes de los de Arnol Arnold, d, Richards o Singlet Singleton on —aunque esta diferencia no debería ser suficiente como para llamar filólogos a los académicos mencionados en primer término. término. Por encima de todo, mis dos ejemplos sobre el uso de la palabra f i lólogo querían lólogo  querían dejar claro el punto, sorprendente pero innegable, de que tal concepto, que pareciera predeterminado a funcionar de un modo simple y nada espectacular, ha desarrollado sin embargo un rango de usos y signifi cados que resulta a veces engañosamente amplio. El problema no mejora demasiado si usted comienza a consultar enciclopedias y textos de referencia muy generales o muy especializados. En un caso, encontrará definiciones de la palabrafilología palabra filología que,  que, retrotrayéndose al significado etimológico de “interés o fascinación por las palabras”, hacen de la noción un sinónimo de cualquier estudio del lenguaje o, de modo aún más general, con casi cualquier estudio de cualquier producto del espíritu humano.2 Del otro lado, más específico y familiar, sin embargo, la l a filol filología ogía se circunscribe estrecham estrechamente, ente, para significar el cuidado de un texto histórico, referido exclusivamente a textos escritos. En el título de mi libro, y al correr de sus capítulos, la palabra filología filología   será usada siempre de acuerdo con el segundo significado, es decir, refirien do a una constelación de habilidades académicas orientadas a ocuparse del cuidado de textos históricos. Hay cuatro consecuencias de este concepto que pienso que merecen ser brevemente desarrolladas. Primero, la práctica

filológica tiene una afinidad con aquellos periodos históricos que se perciben a sí mismos mismos como siguiendo a un gran momento mom ento cultural, un momento cuya cuya generación de académicos literario generación literarioss en “ Historians o f Lit Literature erature -Wher -Wheree Do They Take T Their heir Motivations From?“, en Werner Helmich, Helmut Meter y Astrid Poier-Bernhard (eds.), Poetolo Poet ologisc gische he Umbrüche: Romanistische Studien zzuu Ehren von von Ulrico SchulzBuschlau SchulzBuschlaus,s, Munich,  Munich, Fink, 2002, pp. 399-404. 2 Veáse el OxfordEnglish Dictionary, s. v. v. philob ph ilobgist: gist:  “O “One ne devoted to learriin learriingg or literature literature;; a lover of letters or scholarship; a learned or literary man”.[El Diccionario de la lengua  lengua  española de española  de la Real Academia Española define así a “filólogo”: “Persona versada en filología”, y “filología”: “Ciencia que estudia una cultura tal como se manifiesta en su lengua y en su literatura, principalmente a través de sus textos escritos.// Técnica que se aplica a los textos para reconstruirlos, fijarlos e interpretarlos”. N. del Ed.].

 

cultura estos periodos consideran más importante que la cultura presente. No es una coincidencia que la cultura helenística de los siglos m y 11  a. C. aparezca normalmente como el origen histórico de la filología como práctica académica (Platón, en contraste, empleó la misma palabra en el sentido de “charlatanería”). Otros momentos importantes en la historia de la filología fueron, siguiendo la misma lógica, la época de los padres de la Iglesia; el Renacimiento europeo, cuando los humanistas quisieron retornar al conoci miento y los textos de la Antigüedad Antigüedad clásica clásica;; y el romanticismo del siglo xix, con su nostalgia por la Edad Media. Segundo, debido a su aparición a partir de un deseo por el pasado textual, la tarea básica bipartita de la filología es la identificación y restauración de los textos del pasado cultural de que se trate.3 Basa Basada da en la conjetura, esto incluye la identificación de aquellos textos textos que nos han llegado como fragmentos; fragmentos; la documentación documen tación com completa pleta de textos para los cuales tenemos varias versiones no completamente idénticas, para presentarlos en su pluralidad o condensados en la propuesta de una versión original o más valiosa; y el comentario que provee información para ayudar a salvar la brecha entre entre el conocimiento conocimient o que un texto presup presupone one de sus lectores lectores en su momento histórico, y el conocimiento típico de los lectores de una época posterior. Identificar fragmentos, editar textos y escribir comentarios históricos son las tres tres prácticas básicas de la filología. Para Para poder emple emplear ar estas estas prácticas y la competencia filológica que conlleva conllevan, n, sin embargo, tenemos que presuponer, además de las tres habilidades filológicas básicas, una conciencia de las diferencias entre distintos periodos históricos y distintas culturas, es decir, la capacidad de pensar históricamente. Y finalmente, la activación de estas habilidades habilidades también (y de mod modoo inevitable) inevitable) supone supo ne la intención de hacer

uso de los textos y culturas del pasado dentro del contexto institucional de la enseñanza. En otras palabras, es difícil imaginar que la filología vendría a desempeñar cualquier cualquier papel sin mefas pedagógicas y una al menos rudimen taria conciencia histórica. Tercero, la identificación y restauración de textos del pasado -esto es, la filología tal como se la entiende en este libro- establece una distancia visavis el avis  el espacio intelectual de la hermenéutica, y de la interpretación como la práctica textual que la hermenéutica informa.4 En lugar de confiar en la inspiración y las las el intuiciones momentáneas de ha grandes intérpretes, intérplaretes, como ejemplo lo hizo New Criticism, la Criticism,  la filología cultivado imagen de por un 3 Véase la definición inicial en la Gran enciclopedia RIA LP, LP ,  Madrid, Ediciones r i a l p , 1972, s. v. filología. filolo gía. 4 Véase el Grande Dizion D izionario ario Encicl Enciclopé opédico dico,, Turín, u t e t , 1987, s. v. filología. “La filología. “La frontera que separa interpretación de filología es sutil, pero clara”.

 

oficio paciente, cuyos valores cardinales son la sobriedad, la objetividad y la racionalidad.5 En cuarto y último lugar, se desprende de cuanto he dicho hasta aquí sobre la filología, que tal oficio y competencia desempeñan un papel particularmente importante, y a menudo predominante entre aquellas disciplinas académicas que se ocupan de los segmentos del pasado cronoló gica y culturalmente más remotos (siempre y cuando tengamos a nuestra disposición ai menos algunas trazas de una tradición escrita que nos lleve a aquellos segmentos del pasado). La filología es por ende extremadamente importante para la asiriología y la egiptología, y la mayoría de los clasicistas todavía la ven como su competencia fundamental. Más aún, desde la época del romanticismo, romanticism o, la filología ha sido usada usad a para reconstruir reconstruir textos de la Edad Media, a la que se supuso el contexto de origen tradicional de las diversas culturas nacionales. * * * Aunq Aunque ue he comenzado comenzado mi propia vida académica como un medievalista medievalista,, es decir, en una proximidad relativa a la tradición filológica, es seguro decir que nunca habría pensado en escribir un volumen sobre los “poderes de la filología” sin una provocación intelectual y, luego de ello, sin el espaldarazo que vino de cinco coloquios, reunidos en la Universidad de Heidelberg en tre 1995  y 1999, a los cuales había tenido la gentileza de invitarme mi muy admirado amigo, el clasicista Glenn Most. El proyecto de Most era revisitar la historia de los clásicos -ésta es su propia disciplina académica- siguiendo

las historias de las cinco prácticas filológicas básicas: identificar fragmentos, editar textos, escribir hacer y enseñar. Por venerable supuesto, este múltiple regreso comentarios, a las tradiciones de historia un pasado académico tenía la intención de brindar inspiraciones y orientaciones para el futuro de los clásicos como disciplina. N o siendo si endo yo un clasicista, clasicista, se me asignó la tare tareaa de proporcionar mate riales ria les contrastivo contrastivos, s, tomados de la historia de mis propios campos académicos y sus disciplinas, es decir, de las historias de las literaturas en lenguas roman ce y alemana, y de la literatura comparada. Pese a mis mejores intenciones, sin embargo, en seguida me encontré descarrilado. Lo que me fascinaba cada vez más al hacer el análisis de las prácticas filológicas fundamentales para el coloquio coloq uio de Heidelberg, era una cierta dimensión dime nsión de inversión inversión presente ent entre re los académicos de esa disciplina, inversión acaso pre consciente, que parecía Véa éase se Kart Uitti, “Philolo “Philology gy”, ”, en Michael ichael Graden Graden y Martin Martin Krei Kreisw swirth irth (ed (eds.), s.), TheJohns   Hopkins Guide To Literary Theory and Criticism, Baltimore, Md., Johns Hopkins University Press, 1994, pp. 567-573. 5

 

contradecir la autoimagen de la filología como un oficio intelectua intelectuall trabajoso, por no decir sudoroso. Ciertamente no era yo el primer observador que se daba cuenta de ello ello.. Desde la antigüedad tardía, tardía, por p or eejemplo, jemplo, las discusione discusioness sobre la edición de textos habían incluido un costado liberal, que reconocía la importancia de la imaginación del editor en la tarea de la reconstrucción filológica. Lo que sentí que podía ser nuevo y provocativo respecto al foco de mi propio descubrimiento, sin embargo, fue la impresión de que, siendo un nivel de las prácticas filológicas fundamentales, éste no era meramente complementario complem entario a la interpretación de los textos en cuestión.6 Por lo tanto, tant o, al principio quise enfatizar la otredad de las actitudes y fenómenos en cuestión, subsumiéndolos bajo el concepto de “poética de la filología”. *** Me di cuenta enseguida, sin embargo, que referir a observaciones de este tipo con la fórmula “la poética de” se había vuelto tan convencional durante la década pasada, que resultaba francamente aburrido.7 Al tiempo que repensaba mi elección, comencé también a entender que la noción de poética poét ica imp implica lica la connotació conno tación n de una u na regul regularidad aridad —acaso, incluso, un carácter predecible—que predecible— que no encajaría con el carácter de mi descubrimi descubrimiento. ento. Pero, Pero, ¿qu ¿quéé fue exactamente lo que vi, y por qué terminé por llamar a lo que había visto

los poderes de la filología ? Permítasem Perm ítasemee comenzar la respuesta que estoy debiendo a esta pregunta doble confesando que la noción de poder que empleo aquí está lejos de la que usó Michel Mich el Foucault, la cu cual al goza hoy de interminab interminable le popul popularid aridad ad entr entree los humanistas. A diferencia de Foucault, yo pienso que perdemos de vista lo que es distintivo del poder, en la medida en que usemos la noción dentro de los límites cartesianos de las estructuras, producción y usos del conocimien to. Mi contrapropuesta es definir el poder como el potencial para ocupar o bloquear espacios con cuerpos. Al presentarlo como un potencial, implico que el poder pode r —incluso el uso político activo del pod p oder er-- no ttiene iene siempre que producir violencia (la violencia sería, por supuesto, la transformación del poder visto como potencia, en acto). Insisto solamente en que el poder, por múltiplemente mediatizado que esté, tiene siempre que estar basado en la superioridad física -y que es, por lo tanto, inevitablemente heterónomo en 6 Para la posición contraria, véase la Enciclopedia Hispánica,  Hispánica,  Barcelona, Encyclopaedia Britannica, 1994-95, s. v. Filología, “El Filología, “El filólogo trata de analizar el significado de un texto y, al mismo tiempo, de interpretarlo”. 7 Es gracias a la resistencia de Willis Regier como evité quedarme estancado en esa fórmula.

 

relación con cualquier cosa que pueda ser vista como un rasgo estructural o un contenido de la mente humana. Esto, sin embargo, no resuelve aún la otra y decisiva pregunta que se interroga por cómo es que las prácticas de la filología pueden relacionarse no metafóricamente con el concepto de poder (y con el concepto de violencia). Lo que veo operando en las prácticas filológicas -como su lado oculto, vivo, y verdaderamente fascinante—es un tipo de deseo que, sea como sea que se manifieste, siempre excederá las metas explícitas de las prácticas filológicas. Más aún, en cada caso específico, este deseo conjura el cuerpo del filólogo  junto  jun to con una dim dimensión ensión espacia espaciall que a primera vista pare parece ce ser ajena a cual quier clase de práctica académica dentro de las Humanidades Humanidades.. Lo que quiero discutir bajo el título de “poderes de la filología” es ciertamente disruptivo dentro de la imagen académica oficial y la autoimagen oficial de la práctica filológica. filoló gica. Al mismo tiempo, ppienso ienso que es completamente adecuado hablar de estos deseos como siendo “conjurados” por el trabajo filológico, pues estos deseos saldrán a la superficie inevitable e independientemente de las intenciones individuales del filólogo. ¿Y qué es exactamente aquello a lo que

estos deseos se se rrefi efiere eren, n, y lo que anhelan anhelan?? Mi impresión es que, de mo modos dos diversos, todas las prácticas filológicas generan deseos de presencia,8 deseos de una relación física y espacializada con las cosas del mundo (incluyendo los textos), y que tal deseo de presencia es sin duda el fundamento sobre el cual la filología basa su capacidad de producir efectos de tangibilidad (y a veces incluso la realidad de ellos). Fue durante algunas discusiones con el historiador de arte inglés Stephen Bann cuando comprendí por primera vez cómo los fragmentos materiales de artefactos culturales del pasado podían disparar un deseo real de posesión y de presencia real, un deseo cercano al nivel del apetito físico.9 8 Esta es la perspectiva en la que mis ensayos sobre los “poderes de la filología” son complementarios con mi libro Production ofPresence: WhatMeaningcannot Convey, Stanford, Convey, Stanford, Calif., Stanford University Press, 2004. [Tr. al español: Producción de Presencia. Lo que el  el  significado no puede transmitir, tr. transmitir, tr. Aldo Mazzucchelli, México, Universidad IberoamericanaDepartamento de Historia, 2005]. 9 Este preciso aspecto sugirió el título para la versión inicial de lo que ahora se ha transformadoenenGlenn el capítulo “Identificar fragmentos”: “Eat Your Fragment” su fragmento] Most (ed.), Collecting Fragments/Fragmente sammeln, [Cómase sammeln,  Gottingen, Vandenhoeck Vande nhoeck an andd Rupre Ruprecht, cht, 1997, pp. 331515-327. 327. Los título títuloss de mis sigui siguientes entes contribu contribuciones ciones a las actas de los coloquios de Heidelberg siguieron el mismo modelo sintáctico: “Play Your Roles Tactfully! About the Pragmatics of Text-Editing, the Desire for Identification and the Resistance to Theory” [“¡Actúe sus papeles con tacto! Acerca de la pragmática de la edición Editing   textual, el deseo de identificación y la resistencia a la teoría”], en Glenn Most (ed.), Editing Texts/Texte edieren,  edieren,  Gottingen, Vandenhoeck and Ruprecht, 1998, pp. 237-250; “Fill Up

 

La edición de texto, al contrario, conjura el deseo de corporeizar el texto en cuestión, el cual puede transformarse a su vez en el deseo de corporeizar al autor del texto corporeizado. La escritura de comentarios históricos está motivada por un deseo de opulencia y por su correspondiente dimensión geométrica, es deci decir, r, los márgenes vacíos alrededor alr ededor del texto que se comenta. La historización historización significa significa transformar transformar objetos del pasado en objetos sagrad sagrados, os, es decir, decir, objetos objeto s que establecen al al mismo tiempo tiem po una dista distancia ncia y un ddeseo eseo de ser tocados. La enseñanza enseñanza bien bien entendida y académicamente exitosa, final finalmen men te, demanda del instructor que se abstenga de transformar todo contenido y todo fenómeno enseñado en un objeto preanalizado y preinterpretado, lo cual significa que esos contextos y esos fenómenos, como desafíos de una complejidad complej idad no domesticada, no pueden perder perder nunca su estatus de objetos objetos físicos. La mayoría de estos diversos tipos de deseo de presencia, al ser con  jurados por las prácticas prácticas filoló filológicas gicas,, ponen también en juego la eenerg nergía ía de de la imaginación del filólogo. Esta coemergencia de la imaginación con el deseo

de presencia no es para nada casual, pues la imaginación es una facultad de la mente comparativamente arcaica, lo cual implica que tiene una cercanía específica a muchas funciones del cuerpo humano. * * * Sorprenden Sorprendentemente, temente, por no decir decir extrañamente, extrañamente, podemos podemo s afirmar afirmar tam bién que tales ambigüedades -la tensión, la interferencia y la oscilación que las prácticas filológicas son capaces de liberar entre efectos mentales y efectos efectos de presencia—se acercan, tanto por su estructura como por su impacto, a algunas definiciones contemporáneas contem poráneas de la experiencia estética.1 estétic a.100 Sin embar go, aunque la asociación entre filología y experiencia estética se agregará a la extrañeza respecto del concepto e imagen tradicionales de la filología, éste no es ciertamente el aspecto de mi reflexión sobre los poderes de la filología que más me fascina. Lo que me interesa especialmente en este libro (pero Your Margins! About Commenta Your Commentary ry and Copia” [“¡ [“¡Llene Llene sus márgenes! A Acerca cerca del comentario y la copia”], en Glenn Most (ed.), Commentaries/Kommentare,  Góttingen, Vandenhoeck and Ruprecht, Rupre cht, 1999, pp. 44 443-45 3-453; 3; “Take a St Step ep Back -an -a n d Turn aaway way from Death! On the Mo Moves ves of Historicization” [“¡Retroceda un paso -y regrese de la muerte! Acerca del movimiento de la historización”], historizació n”], en Glenn Most (ed.), Hi  Histo storiciz ricizatio ation/H n/Histo istories rieseru erung ng,, Góttingen, Vandenhoeck and Ruprecht, Ruprecht, 2001 2001,, pp. 365-3 365-375; 75; “Live Yo Your ur Experie Exp erience nce-an -andd Be Un Untimely! timely! What ‘Classical Philology as a Profe Profession ssion Coul Couldd Have Become” [“¡Viva su expe experiencia riencia - y sea intemporal! Lo que la ‘Filología clásica clásica como profesión pudo haber sido”], en Glenn Most (ed.),  Disciplin  Disciplining ing  ClassicsIAlrertumsw ClassicsIA lrertumswissenscha issenschaft ft ais Beruf,   Góttingen, Vandenhoeck and Ruprecht, 2002, pp. 253-269. 10 Véase, para este aspecto, el capítulo 3 de Production ofPresence.

 

cada debe son por las supuesto de encontrar propia trayec toria lector de lectura) formassentirse nuevas ylibre alternativas, sobresutodo formas no interpretativas, de ocuparse de objetos culturales; deposito mis esperanzas en aquellas formas no interpretativas de ocuparse de objetos culturales que escaparían a la larga sombra de las Humanidades como Geisteswissenschaften Geisteswissenschaften,, esto es, como “ciencias del espíritu” que desmaterializan los objetos a los que refieren y hacen imposible tematizar las diferentes inversiones que realiza el cuerpo humano en diferentes diferentes clases clases de experiencia cultural. cultural. Lo qque ue las prác ticas filológicas conjuran como los múltiples deseos de presencia por parte del filólogo, son, después de todo, reacciones que difícilmente encajan en cualquier autorreferencia hecha por las Humanidades académicas. En este sentido, estar tan lejos como sea posible de la autoimagen disciplinar de la

filología, incluso de modo programático, puede volverse el comienzo de la apa rición (acaso, incluso, de la creación) de un nuevo estilo intelectual. Este estilo sería capaz de desafiar los verdaderos límites de las Humanidades, los que vienen de su inscripción dentro del paradigma parad igma de la hermenéutica hermenéutica (lo que significa también dentro del legado metafísico de la filosofía de Occidente) en las décadas cercanas a 1900.11 Reconocer los poderes poderes de la filología den tro —y a pesar de- el contexto de esa tradic tr adición ión acadé ac adémica mica es como co mo disfrutar dis frutar de algo disruptivo y fascinante, un despliegue hermoso e intelectualmente desafiante de efectos especiales.

11 Véase ibidem, ibidem, capítulo  capítulo 2.

 

Capítulo 1 I d e n t if i f ic a r 

f r a g m en t o s

Una de las breves entradas en Dirección única (Einbahnstrafíé)  (Einbahnstrafíé)  refiere a un recuerdo visual del castillo de Heidelberg: “ C a s t i ll l l o d e H e id i d e llbb e r g : las ruinas cuyos restos apuntan al cielo lucen doblemente hermosas en esos días claros en que el ojo, por las ventanas o simplemente sobre ellas, se encuentra con las nubes pasajeras. A través del espectáculo móvil que se monta en el cielo, la destrucción de las nubes confirma la eternidad de estos restos”.1 Lo que provoca la reflexión de Benjamín es la percepción de un con traste entre dos temporalidades. De un lado, los rápidos cambios y continuo emerger de formas en las nubes que pasan sobre el castillo. Del otro, la eternidad, dada como un atributo a los restos del castillo; ese degré zéro  zéro  de la temporalidad temporal idad que, hablando estrictam estrictamente, ente, excl excluye uye tod todoo ccambio ambio temporal. Tantas veces como vuelvo a leer el breve texto de Benjamín (y con toda la reverencia que merece), simplemente no soy capaz de seguir la asociación que sugiere entre ruinas y eternidad. Más precisamente, no comprendo por qué una conciencia de los efectos progresivos de la destrucción (Zerstó (Zerstó-run%)   tendrían que llevar en último término a la impresión de eternidad run%) (Ewigkeit Ewigkeit)) -incluso -incl uso si es esee proceso de destrucción está “redoblado y enfatizado por el espectáculo transitorio” (“bekráftigt durch das vergán vergángliche gliche Schauspiel”) de las nubes en el cielo. Hace poco tuve la oportunidad de ver las nubes pasando sobre las ruinas del castillo de Heidelberg, pero en lugar de recordarme la eternidad, 1 Walter Benjamín, Einbahnstrafíe, Einbahnstrafíe,   en Gesa Gesammelte mmelte Schriften, Schriften, vol. 1, parte 1, Frankurt am Main, Suhrkamp, 1972, pp. 83-148, la cita, p. 123. [N. del T. La traducción es mía. Hay versión en español del libro: Dirección única, única, tr. de Juan J. del Solar Sol ar y Merced Mercedes es Allendesalazae Allendesalazae,, Madrid, Alfaguara, 1988].

 

este espectáculo me hizo sentir la tensión entre un ritmo de cambio par ticularmente rápido (el de las nubes pasajeras) y otro ritmo de cambio (el de las ruinas) tan lento que sólo puedo evocarlo imaginando el castillo tanto en su esplendor pasado e intacto, como en ese posible futuro en el cual los restos ya no serán reconocibles como objetos que pertenecieron una vez a un edificio. Lo que la pasajera transformación de las formas de las nubes y la

lenta transformación transforma ción de la sustancia material del castillo comparte co mparten n —y lo que qu e quizá pueda haber llamado la atención de Benjamín, aunque éste se queda corto al dar cuenta de esa experiencia—es la connotación, o mejor dicho la sensación casi visceral de una De modo irresistible, lasde ruinas un edificio nos hacen pensar en elcarencia. ya inexistente estado completo éste.de ¿Qué clase de carencia evoca el espectáculo de las nubes pasajeras? Es la frustración que surge de un proceso que consiste nada más que en el continuo emerger y continuo desvanecerse de las formas, una transición en curso continuo, en la cual esas formas nunca adquieren estabilidad.2 Este juego de emerger y desvanecerse no incluye momentos que marquen un evento, porque la per cepción de un evento requeriría un contraste entre el evento y algo que no sea movimiento y transformación. transformación. Al no alcanzar nunca un es estado tado que poda poda  mos asociar con conceptos tales como “totalidad” o “descanso”, el juego de emerger y desvanecerse en el cielo también nos impide una correspondiente sensación de alivio. * * * Benjamín no parece parece ver ver ninguna especificidad histórica en la experiencia inspirada por las nubes altas sobre el castillo de Heidelberg. ¿No podemos imaginar a, digamos, Empédocles observando las nubes que pasan sobre las ruinas de un templo, y pensando acerca del del tiempo? ¿O a Abelardo Abelardo siguiendo el mismo tipo de espectáculo sobre las ruinas de un monasterio abandona do? Por cierto que esto sea, trataré de argumentar que existe una específica afinidad entre el objeto de la reflexión de Benjamín (independientemente de la conclusión que extrae a partir de él), y un asunto clave dentro del re pertorio filosófico del intelectual occidental del siglo xx.3 Para argumentar 2 No estoy implicando aquí que “losfenómenos temporales en sentido propio” (“Zeitobjekte propio” (“Zeitobjekte im reinen Sinn”, como los llama Husserl) sean incapaces de tener una forma. Su modalidad de alcanzar una forma es lo que percibimos como un “ritmo” (Véase mi ensayo “Rhythm and Meaning” en Hans Ulrich Gumbrecht y K. Ludwig Pfeiffer (eds.), Materialities of   Communication, Stanford, Communication,  Stanford, Calif., Stanford University Press, 1994, pp. 170-182). 3 En general, Benjamín estaba ansioso de hacer parecer contemporáneos los fenómenos y problemas de que se ocupa en Einbahnstrafíe. Einbahnstrafíe. Véase  Véase la entrada entrada “Ingenieros” en mi libro In 1926:  1926:  Living at the Edge of Time, Cambridge, Time, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1997, pp. 93-101.

 

esto, tendré que formular una tesis muy general acerca de la cultura de la Edad Media. La cultura cristiana medieval estaba centrada en la creencia colectiva en la posibilidad de una presencia real de Dios entre los hombres y en una

serie de rituales, especialmente la misa, que se entendía que constantemente producían y renovaban tal presencia real.4 La presencia, en este contexto, no pertenece exclusiva, ni acaso primariamente, a la dimensión del tiempo, pero en cambio conlleva conlleva un componente de proximid proximidad ad espacial. espacial. Llamamos L lamamos “presente” que al enalcance un momento dadocuerpo se nos aparece lo suficientemente cerca comoaquello para estar de nuestro y de nuestra capacidad de tocar. toc ar. LLaa presencia real real del Dio Dioss cristiano, por lo tanto, tant o, hace posible posibl e comer su cuerpo y beber beber su sangre sangre.. En la cultura moderna, en cambio, cam bio, comenzando con el Renacimiento, la representación prevalece por sobre el deseo de la presencia real, en múltiples niveles de un fenómeno. La representación moderna no es pues un acto que “vuelva a hacer presente” lo que, luego de haberlo estado, está ahora ausente. La palabra, en cambio, subsume todas aquellas técnicas y prácticas culturales que reemplazan, a través de un significante a menudo complejo (y ponen disponible ante nosotros) como “referencia” aquello que no está presente en el espacio y el tiempo. Si, pese a todas las totalizaciones problemáticas que esto puede implicar, esta caracterización de la Edad Media y la modernidad pueden parecer convencionales, lo innovador de mi tesis está en decir que, desde el momento histórico que llamamos “crisis de la representación”,5 alrededor de 1800, nuestra cultura ha desarrollado una renovada nostalgia por la presencia real, una nostalgia a la cual múltiples dispositivos dedicados a la producción de presencia responden sin poder satisfacerl satis facerlaa nunca por po r completo.6 comple to.6

[Tr. al español: En 1926: viviendo al borde del tiempo.  tiempo.  Tr. de Aldo Mazzucchelli, México, Universidad Iberoamericana-Departamento de Historia, pp. 146-153]. 4 Para la tesis que sigue, véanse mis ensayos “Form without Matter vs. Form as Event”, Modem Language Notes Notes 111,1996,  111,1996, pp. 578-592; y “Einfuhrung: Inszenierung von GesellschaftRitual-Tliea Ritu al-Tlieatralisier tralisierung” ung”,, en Jan-Dirk Jan-Di rk Müller Müller (ed.), “Auffiihrung” und “Schrift” in Mittelalt M ittelalter er   undfrüher Neuzeit, Stuttgart, Neuzeit, Stuttgart, Metzler, 1996, pp. 331-337. 5 Véase Véase Kerstin Kerstin Behnke, “Krise “ Krise der Repráesentation”, en Joachim Joach im Ritter Rit ter y Karlfried Gründer (eds.), Historisches Wdrter Wdrterbuc buch h der der Phibsop Phibsophie, hie, vol.  vol. 8, Darmstadt, Darmstad t, Wissenscha Wissenschaftliche ftliche Buchgesellschaft, 1992, cois. 846-853. 6 El fenómeno social que acaso más obviamente responde hoy a esta nostalgia de la presencia es la popularidad de los deportes (tanto como práctica activa y como espectáculo para ser mirado), mientras que los medios de comunicación en sus múltiples técnicas son, cuando menos, ambiguos a este respecto. Pues prometen (piénsese, por ejemplo, en la t v ) la presencia real, sin hacer nunca tangibles las cosas que presentan.

 

El esfuerzo esfuerzo siempre apasionado apas ionado y a vece vecess desesperado de la Revolución

conservadora, durante conservadora, dur ante la parte inicial del siglo xx, por recuperar un “territorio “territorio estable” para la experiencia humana; más específicamente, la insistencia de Heidegger en la cuestión del Ser como una cuestión ontológica, junto con el aspecto de aletheia, aletheia,   ese autodesocultamiento del Ser que no puede ser atribuido, como efecto, a la acción de ningún sujeto humano7 -todas estas intervenciones y posiciones atestiguan una renovada preocupación filosófica por la presencia en el seno de una cultura que confió (y sigue confiando) fundamentalmente en la representación institucionalizada. Pero ¿existe algo que haga, a nuestra nostalgia contemporánea por la presencia, diferente de la medieval? Mientras que la cultura medieval creyó en la posibilidad de satis facer el deseo de presencia real al proveer, una y otra vez, la certidumbre de la presencia real real de Dios, Dios , nuestra relación contemporánea contemporáne a con la presencia es asintótica. Parecemos sentir que estamos constantemente en situaciones de incrementar o disminuir la presencia del mundo, sin nunca tener al mundo completamente presente ante nosotros. Jean Luc Nancy N ancy describe esta relación relación de doble mano m ano con el mundo mu ndo como co mo el “nacer a la presencia”,8 presencia”,8 una relación de inmediatez con un mundo que parece estar siempre emergiendo y desapare ciendo. Visto desde este ángulo, finalmente, el espectáculo a dos niveles de las nubes sobre el castillo de Heidelberg se convierte en una imagen del nacer asiempre la presencia. que los restos del castillo parte ese de una totalidad en víasMientras de desaparición que quizá nuncason alcance punto de su propio y completo autoborrado, las nubes son una emergencia potencialmente potencialmente infinita de formas que nunca producirán un efecto final de totalidad.9 Siendo parte de un proceso extremadamente lento de presencia que se desvanece, el castillo de Heidelberg, como lo vio Benjamín y como lo vemos nosotros, un pequeño paso más avanzado en su “destrucción”, tiene el esta tus de un fragmento. Sí S í recordamos que la fascinación occidental con las ruinas y los fragmentos soportó un momento de intensificación durante las déca das que siguieron a la culminación de la Ilustración, es decir, durante las 7 Martin Heidegger, Sein und Zeit,  Zeit,  15ched., Tübingen, Niemeyer, 1984, p. 44. [Tr. al español: E l sery el tie tiempo mpo,, tr. de José Gaos, México, f c e ; Ser y Ti Tiemp empo, o, tr.  tr. de Eduardo Rivera, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1994/Madrid,Trotta, 2003]. 8 VéaseJea Jean-Lu n-Lucc Nancy, The Birth to Presence, Stanford, Presence, Stanford, Calif., Stanford University Press, 1993. 9 La relación entre compleción/totalidad y presencia requiere algo más de pensamiento sistemático. Por ahora, asocio a la presencia completa con la compleción/totalidad, mientras que supongo que los objetos temporales en sentido propio (las nubes, por ejemplo; véase nota 2), pese a su presencia, siempre nos dejarán con una sensación de carencia. Lo que debe ser elaborado es una distinción entre diferentes tipos de presencia.

 

décadas alrededor de

1800,

y si consideramos luego que estas décadas han

estado también caracterizadas como el momento histórico marcado por la crisis de la representación, entonces descubrimos un fundamento episte mológico -o al menos una resonancia epistemológica—por la fascinación que acompaña el trabajo filológico con ruinas y fragmentos. Pues podemos especular que fue la cris crisis is de la representación, el colapso colap so de la distancia d istancia ent entre re representación y mundo, lo que volvió a despertar el deseo de la presencia. Desde esta perspectiva, el fragmento mismo aparece como metonimia de una presencia que se desvanece. El trabajo de restitución, en contraste, sea éste dedicado a un torso o a un fragmento textual, pertenecerá a ese continuo emerger y desvan desvanecerse ecerse de la presencia-en-formas por po r el que las nubes sobre el castillo de Heidelberg fascinaron a Walter Benjamin. *** ¿Cómo sabemos que algo es un fragmento? El término se aplica a cual quier objeto que podamos identificar como parte de una totalidad mayor sin implicar, sin embargo, que esta parte de una totalidad mayor se entienda como una metonimia, una representación de la totalidad. ¿Y cómo llegare mos a conocer esa totalidad a la que pertenece el fragmento? No podemos percibirla, por cierto, pues por definición no puede estar presente junto con el fragmento. Al principio tiene que existir la intuición de una carencia, que surge en nosotros a partir de la contemplación de un objeto que está presen te. Alguien tiene que haber sido el primero en percibir que los alrededores montañoso monta ñososs del valle valle central central del parque Yosemite no son sino los fragmentos de un paisaje que existió antes en el mismo sitio. En el caso de un paisaje, la imaginación imaginació n de la totalidad totali dad de aquello que sólo está presente presente como fragmento tiene que confiar en la probabilidad física y geológica, apoyada acaso por una cierta clase de juicio juici o estético que puede venir venir del recuerdo de otras montañas montañ as y otros valles. Para el caso de cualquier artefacto que consideremos un frag mento, en contraste, el imaginar su estado de totalidad vendrá a partir de imaginar la intención intención de quien lo produjo. Una vez que hayamos hayamos imaginado, sobre la base de un fragmento, unagestalt unagestalt  que pensemos corresponda corr esponda ((aunque aunque sea de un modo basto) a la intención intención primaria de quien lo produjo, podemos comenzar a establecer una tipología de diferentes clases de fragmentos, dis tinguiendo tingui endo diferentes diferentes principios que pueden haber interferido en el producto produ cto de la intención original del productor. Todos sabemos, especialmente a partir de la historia cultural del ro manticismo, que hay textos que identificamos primero como fragmentos, sólo para descubrir luego queextraemos sus autores quisieron que fingiesen fragmentaria. De estos casos la frustrante conclusión de esa quecualidad el texto

 

identificado originalmente como un fragmento corresponde exactamente a la intención del autor. Imaginar, como hipótesis de trabajo, el estado de to talidad “virtual” que el autor mismo tiene que haber imaginado a efectos de desarrollar una forma textual textual capaz de producir p roducir ese efecto de fragmentariedad, puede ayudarnos a entend entender, er, entre otras cosas, cosas, por p or qu quéé el autor se puso la meta de producir tal efecto. Sin embargo, no veríamos el “restituir” tal totalidad virtual (que nunca se pretendió alcanzar) como una tarea filológicamente valiosa. contrario,destinado tal esfuerzo visto como ingenuo, pues después todo, unAlfragmento porsería su autor a parecer un fragmento, no de es un fragmento. Esta primera reflexión, en el contexto de nuestra elemental tipología, deja en claro que presuponemos, para cualquier fragmento digno de tal nombre, un intervención violenta que ha causado la diferencia entre el texto (o más en general, la forma) pretendida por el autor, y el texto que ha llegado hasta nosotros. Tal violencia puede provenir de una intención intenció n que está en conflicto con la del autor, y que además tiene a su disposición un poder superior para imponerse. Es evidente que este segundo caso incluye e ilustra lo que llamamos “censura”. “censura”. La fragmentación fra gmentación que produce produ ce la censura implica, primero, que el censor conoce claramente lo que quiere eliminar y, segundo, que normalmente no quiere que el texto censurado aparezca fragmentado. Esto significa que puede resultar particularmente difícil identificar tal texto como fragmento, pero también que, una vez que el censor y sus intenciones han sido identificados, tenemos una orientación particularmente rica para nuestra tarea de imaginar el texto completo. Finalmente, lo que con más naturalidad parecemos esperar esperar como causas de la fragmentación fr agmentación son aconte cimientos físicos violentos o lentos procesos de destrucción, independientes de toda intencionalidad. Las razones para este tercer tipo de fragmentación son potencialmente infinitas: fuego y humedad; el desvanecerse de la tinta que fue empleada para producir produ cir un texto y el deterioro del papiro, pergamino o papel; la destrucción de edificios en cuyas paredes hay textos escritos; y (especialmente frecuente durante la Edad Media) el reciclaje de materiales usados para la producción de nuevos códices. * * * Pero Pero permítaseme permítaseme poner entre entre paréntes paréntesis is ahora la cuestión de si los miem bros de este tercer tipo deben ser canonizados como fragmentos en sentido propio, porque no es a donde va mi argumento. Lo L o que todos los fragmentos producidos por causas físicas comparten, es un margen -podemos llamarlo, con una formulación más dramática, una “cicatriz”“cicatriz”- en la que el el fluir de un texto se se detiene detiene de modo arbitrario, arbitrario, y donde normalmente podemos podem os descubrir trazas de la causa física de tal fragmentación. Tales cicatrices son inevitables para los fragmentos f ragmentos del tercer tercer tipo, y argumentaré argumentar é que su existencia existencia constitu constituye ye

 

una diferencia importante en cuanto a cómo, sobre la base de un fragmento, imaginamos un texto completo. Pues la percepción de tales cicatrices cambia nuestra actitud visavis visavis e  eíí texto: llev llevan an nuestra atención hacia su exterioridad o, para decirlo distinto, hacia su materialidad.10 En este sentido las conven ciones diacríticas con las que en una edición representamos los elementos no textuales de una fuente ooriginal riginal (por ejemplo, los paréntesis que indican dónd dóndee termina el texto el original) el nopercib puede pueden serexterioridad equivalentesde a lo vemos cuans do visualiza visualizamos mosen el original. Para percibir irn la unque texto, debemo debemos suspender nuestro hábito automático de descifrarlo. En lugar de constituir el sentido que un autor ausente quiso transmitir, nos concentramos entonces en las cualidades sensuales del texto como objeto materialmente presente. Podemos tocar, acariciar y ulteriormente asimismo comernos el fragmento en su presencia material; podemos incluso tratar de destruirlo más de lo que ya está. Como lo he anunciado antes, estoy enfatizando tan fuertemente este aspecto, porque quiero mostrar que tal conocimiento del fragmento en tanto presencia materia materiall tiene importantes consecuen consecuencias cias par paraa el funcionami funcionamiento ento de nuestra imaginación. Pues las presencias materiales estimulan tanto nuestra imaginación en la práctica de la restitución textual, como son el objeto del deseo que Jean-Luc Nancy llama “nacer a la presencia”. Aun otro modo, más metafórico, de describir la misma relación sería pensar en un conjuro mágico mágic o o hechizo. El texto, como objeto material, aumenta nuestra capacidad de imaginar un mundo del pasado, aunque por cierto que no hay una relación mimética entre aquel mundo y la forma del texto en tanto objeto material. Pero en lugar de intentar más metáforas, procuremos conceptualizar el juego mutuo entre la exterioridad de los objetos culturales (especialmente de los textos) y el funcionamiento de nuestra imaginación. * * * Dentro de una mirada estr estrictame ictamente nte fenomenológica, es decir decir,, en el el con texto de un análisis qu quee se restrin restringe ge a las capacida capacidades des autorrefere autorreferenciales nciales de la mente humana, el clásico ensayo de Jean-Paul Sartre, L’Imaginaire, L’Imaginaire, es  es poco menos que imbatible. Tanto la calidad de su análisis como los límites de su aproximación sirven para explicar por qué, más de m medio edio siglo después de pu pu blicado, este tratado sigue siendo la referencia más importante para cualquier discusión filosófica sobre la imaginación como facultad humana.11 Uno de 10 Véase David Wellbery, “The Exteriority of Writing”, Stanford Literature Review,  Review,  9: 1992, pp. 11-24. 11 Véase Véase “Namensregi “Namensregister ster”” en Wolfgang Iser, Das Fiktive und das Imaginare: Perspektiven  Perspektiven  literarischerAnthropologie, Frankfurt literarischerAnthropologie,  Frankfurt am Main, Surkhamp, 1991, p. 521. El título completo del

 

los primeros temas de tipo descriptivo que Sastre desarrolla en cierto detalle es la experiencia de que las imágenes producidas por la imaginación siempre se nos nos presentan, presentan, desde el el momento mismo m ismo de su aparición, como completas: “En nuestra percepción, una forma de conocimiento se va formando lenta mente; en una imagen, sin embargo, el conocimiento es inmediato. Vemos, pues, que la imagen [...] se ofrece en su totalidad desde el momento mismo en que aparece”.12 Podemos hacer uso de esta observación para determinar qué lugar estructural debe ocupar nuestra imaginación en la restitución de textos u otros artefactos. artefactos. Desde el comienzo mismo la imaginación nos da una idea de totalidad, de un telos telos hacia  hacia el el cual el trabajo filológico o arqueológico a rqueológico puede ser orientado. orientado. Sin embargo, es importante importan te subrayar que la imaginación no es capaz de producir intrínsecamente ninguna ulterior concretización, diferenciación, o siquiera corrección de la primera imagen que proyecta: “Si usted juega y hace girar, en su mente, una imagen de algo que tiene una forma cúbica, como si mostrase sucesivamente sus diferentes lados, us ted no habrá progresado nada al final del ejercicio; no habrá aprendido nada”.13 Esto parece sugerir que, para ir más allá de la primera imagen que la imaginación nos presenta a efectos de restituir una totalidad original, necesitamos estimular constantemente nuestra imaginación con elementos de conocimiento contextual y con observaciones detalladas que se refieran a los fragmentos de los que parte la restitución. Pero si bien es así posible encender y alimentar nuestra imaginación, nunca podemos determinar qué es lo que la imaginación va a presentar finalmente ante nuestra conciencia. La imaginación escapa continuamente de nuestro control consciente. Sartre explica esta imposibilidad de guiar a nuestra imaginación (lo que él llama su spontanéité)  como spontanéité) com o algo relacionado con el hecho de que la estructur estructuraa intrínseca intrínseca y la identidad de la imaginación no están disponibles a nuestra n uestra introspección. introspección. Sabemos de la imaginación tan sólo a través de sus productos: “La conciencia que percibe se aparece ante sí misma como pasiva. En contraste, una con ciencia que imagina se aparece ante sí misma como espontaneidad, es decir, como una espontaneidad que produce y preserva la imagen del objeto en cuestión”.14 Finalmente, nuestra imaginación deja en general sin especificar el estatus ontológico (podríamos decir también “el nivel de realidad”) de las imágenes producidas: • ensayo ensayo de Sartre es L'Imaginaire:psychologiephénomén L'Imaginaire:psychologiephénoménologique ologique de Vimagination Vimagination,, París, Gallimard, 1940. [Tr. al esapafiol: Lo imaginario, tr. imaginario, tr. de Manuel Lamana, Buenos Aires, Losada, 2005]. 12 Sartre, L’Imaginaire, L’Imaginaire,   p. 19. 13 Idem. 14 Ibidem Ibidem,, p. 26.

 

Cada estado de conciencia postula su objeto, pero cada una lo hace a su modo. La percepción, por ejemplo, postula su objeto como existente. La imagen, también, incluye inclu ye un acto de creencia creencia y un acto de post postulación. ulación. Este acto puede adoptar cuatro y sólo cuatro formas: puede postular el objeto como inexistente, o como ausente, o como existente en algún otro lugar; puede también “neutralizarse” a sí misma, es decir, no postular su objeto como existente. Dos de estas formas son compromisos; la cuarta es una suspensión o una neutralización de lo que ha sido postulado. La tercera incluye una negación implícita de la existencia presente y real del objeto. Tales actos actos de postul p ostulación ación —y ésta es una una observación obs ervación crucial—nunca crucial—nunca agregarán nada a la imagen (una vez ésta está constituida): lo que constituye la conciencia de una visión es el acto de postularla.15

Si las imágenes producidas por la imaginación implican pues una doble carencia, no sólo la recién mencionada carencia de especificación con respecto a su propio estatus ontológico, sino también la falta de diferenciación descriptiva y de desar desarrollo rollo (“uno no habrá aprendido nada”), es plausible asu mir que ligar nuestra imaginación con la percepción de un fragmento en su materialidad dada dad a nos dará cierta comprensión de tal care carencia ncia.. Permítasem Permítasemee enfatizar, una vez más, que en el caso de la restitución textual, el carácter concreto del fragmento del que partimos ofrece la posibilidad de alimentar nuestra imaginación con observaciones aún más detalladas, que pueden terminar brindando imágenes aún más detalladas del texto en su totalidad original. El estatus ontológico de un texto de tal manera restituido es muy complejo, y sin embargo claro, sin ambigüedades. Aunque postulemos la existencia del fragmento tanto en el presente como en el pasado (desde el momento de su origen), no postulamos análogamente la existen existencia cia de la parte parte conjetural del texto, la parte que hemos restituido con la ayuda de nuestra imaginación. Para la parte conjetural postulamos la existencia en el pasado, pero no postulamos, por supuesto, sú existencia en nuestro presente. Tiene que ser claro que estos dos aspectos de complementariedad entre los fragmentos como objetos de referencia, y nuestra imaginación como la facultad de restituir la totalidad de objetos mutilados, no es idéntica con la intensificación de nuestras capacidades imaginativas a partir de la presencia material de los objetos, una intensificación que he caracterizado metafórica mente como la acc acción ión de “conjurar”. En el mund mundoo de la actuación teatral, teatral, por ejemplo, una técnica usua usuall para inten i ntensifica sificarr la imaginación de los actores con

siste en asignarles un ejercicio corporal y, sobre todo, darles objetos para que

15 Ibidem, Ibidem, p.  p. 24.

 

 juegue n.166 En The Philos  jueguen.1 Philosophy ophy oftheP ofth ePres resen entt George Herbert Mead inventa inventa una narrativa impresionante, casi mitológica, en la cual hace plausible ese efecto intensificador de la presencia de objetos materiales en nuestra imaginación. Mead asocia la “imaginer “ imaginería” ía” (ésta es la palabra palabr a que emplea para referir referir a la vez vez a la “imaginación” y a las “imágenes imaginadas”) con un estado temprano en la evolución humana. Los L os “estímulos “estí mulos a distancia” (percepciones de objetos que están espacialmente cercanos pero no en contacto físico con quien los percibe), despertarán, de acuerdo con Mead, imágenes de la situación, ya sea deseable o peligrosa, de tales objetos en contacto corporal inmediato con el sujeto (“experiencia de contacto”), y se supone que estas imágenes están —inmediata inme diatamente— mente—conec conectada tadass con la activi ac tividad dad nerviosa ner viosa moto mo tora ra eferente, eferente, y con el movimiento muscular (de lucha o agresión): los objetos perceptuales \perceptual\, \perceptual\, con  con sus cualidades sensoriales, pertenecen al reino de la conciencia; pues la “experiencia de distancia” existe como la promesa o amenaza de la “experiencia de contacto”, y el modo en el cual este futuro llega al objeto es a través través de la respuesta de dell organismo a sus propias respuestas [.. [ ...].] El objeto distante se vuelve así lo que podemos hacer de él o con él o a través de él o lo que él puede hacernos. Decir que existe instantáneamente tal como lo percibimos no es más que demandar confirmación de lo que es dado en la percepción. Estas respuestas que ocurren a propósito están en el organismo a la vez como tendencias y como el resultado de respuestas pasadas, y el organismo responde a ellas en su percepción. Llamamos frecuentemente a esto último imaginería de respuesta.17

La idea de Mead del “objeto distante” que llega a ser “lo que podemos hacer de él o con él o a través de él o lo que él puede hacernos” tiene una similitud interesante con el concepto de Heidegger de “a-la-mano”,18 esto es, idea decomo que en prácticaEstán cotidiana experimentamos el mundo y sus laobjetos ya nuestra interpretados. siempre ya interpretados desde el 16 Véase Andreas Bahr, Imagination und u nd Kor Korper: per: Ein Beitrag zur Iheorie Iheorie der Imaginarían  Imaginarían  mit mit Beispielen Beispielen aaus us der zeitgend zeitgendssisc ssischen hen Schauspielinszenierung Schauspielinszenierung,, Bochum, Alemania, Brockmeyer, 1990, especialmente pp. 63, 81. 17 George Herbert Mead, The Philosophy ofthe Present,  Present,  La Salle, III, Open Court, 1959 (1932), p. 74. No es necesario aclarar que el valor, de la narrativa de Mead para mi propia

argumentación tiene poco que ver con su valor desde una perspectiva empírica. Me estoy refiriendo a Mead porque a) reúne con coherencia una serie de observaciones sobre la imaginación que han sido cruciales para mi propia pr opia discusión de tal tema, y b) porque porqu e al hace hacerlo, rlo, desarrolla la explicación más plausible que conozco para la experiencia de que la cercanía y la percepción de los objetos materiales puede intensificar nuestra imaginación. 18 Heidegger, Sein undZeit, op. cit.,  cit.,  pp. 15, 16.

 

punto de vista de nuestras posibles necesidades y de las posibles funciones que pueden cumplir. cumplir. No N o vemos una bbicicle icicleta ta como una construcció construcción n llama tivamente tivamen te geométrica hec hecha ha de metal y goma. La percepción percepción de un objeto tal tal parece venir venir junto junt o con la imagen de mont montar ar en bicicleta. Además, muchas, si nointerpreta todas, de estas imaginaciones a través de de las lacuales el mundo en principio se implican, como en el ejemplo bicicleta, una participación de nuestros cuerpos. Aquí parece estar, pues, el nudo que liga la presencia tangible de objetos con una inspiración de la mente y una activación del cuerpo. Es la percepción sensorial de tales objetos materiales la que dispara nuestra imaginación, y es nuestra imaginación la que dispara los movimientos, ya sea para lograr una unión completa con tales objetos (agresión: cómase su fragmento) o una separación (corra: escápese de su fragmento). De acuerdo a cuerdo con Mead, sin embargo, tales reacciones ppertenecen ertenecen a una etapa temprana del desarrollo de la humanidad, una etapa que surge sólo en ocasiones específicas de la existencia del Homo sapiens. Normalmente sapiens. Normalmente los productos de nuestra imaginación son transformados en conceptos, y esos conceptos concep tos suspenden la relación de inmediatez entr entree la imaginación y el mo vimiento muscular. Acaso aquellas raras ocasiones en que sentimos nuestra imaginación y nuestro nuestro cuerpo co con n una vivacidad espec especial, ial, tienen una afinidad específica con la dimensión de la experiencia estética. ¿No sería posible que lo que llamamos “lo sublime” tenga que ver con ciertos objetos de la percep ción que causan terror -no primariamente porque sean “objetivamente pe ligrosos”, sino porque (de acuerdo con la lectura que Jean-Fran^ois Lyotard hace de la Kritik der Urteibkrafi de Urteibkrafi de Kant)19 nuestra imaginación no es capaz de darlas en una imagen estable, “sintética” “sintética”?? De Dell otro lado, el lado de la agre sión, el deseo y el hambre, los famosos comentarios de Jacques Lacan sobre “la voracidad del ojo humano” (“l’oeil plein de voracité”)20 nos brinda un repertorio de conceptos que tienen la virtud adicional de traernos de nuevo, desde consideraciones más generales, a la dimensión del fragmento. Pues la tesis de Lacan de acuerdo con la cual el objeto último del deseo humano es siempre el deseo del Otro, con el deseo del Otro manifestándose por gestos

de autodesocultamiento (“une sorte de desir á l’Autre, au bout duquel est le donneravoir”), donneravoir ”), tiene la importante implicación de que el Otro nunca está completamente presente o completamente visible. Lo que de hecho vemos, 19 Véase Jean-Fran^ois Lyotard, Leg Legons ons su surr l ’analytique analytique du sublime (Kant, sublime (Kant, Critique de la  la  faculté facu lté dejuger, pp. juger, pp. 23-29), París, Galilée, 1991, p. 271. 20 Véase, para lo siguiente, “Qu est-ce que un tableau?” (lección ix), en Jacques Lacan, Le Séminaire, livre XI: les les quatre quatre conce concept ptssfondamentau fondam entauxx de la psycha psychanaly nalyse se (19 (1964 64),), París,  París, Seuil, 1973, pp. 120-132, esp. 130-131.

 

y lo que motiva nuestro deseo, es siempre únicamente un fragmento, “un object petit a” en el lenguaje de Lacan, y aun así un fragmento, que es atrac tivo porque lo tomamos como parte de una totalidad y porque tememos que alguien más pudiese poseer tal totalidad. “Tal es la verdadera envidia. Hace que el sujeto se ponga pálido. ¿Frente a qué? Frente a una totalidad que parece estar cerrada, y esto explica por qué la pequeña “a” se separa de aquello a lo que está ligada, y puede volverse volverse,, para alguien al guien más, una posesión y un objeto de satisfacción”. Estoy de acuerdo en que la riqueza de tales especulaciones puede parecer algo exagerada —especial especialmente mente en relación con lloo qu quee se sup supone one es el el campo de su aplicación, esto ees, s, el laborioso y altamente técnico trabajo de la restitución textual. Acaso debiera ir aún más má s lejos con esta relativ relativización ización de mi propio pensamiento, de no ser por la ampliamente documentad documentadaa observ observación ación de Stephen Bann acerca de “la existencia del apetito oral como modelo para la apropiación de objetos y fragmentos”, especialmente durante los siglos x v i i i y xix. xi x.221 Bann nos an anima ima a pensar que tiene que haber habido algo rea reall (acaso real, incluso, en el sentido lacaniano) en la relación entre fragmento, cuerpo, imaginación y experiencia histórica, algo más válido que la mera atracción de un juego complejo con conceptos filosóficos. Es por esto que Bann puede emplear los resultados de su propia investigación de archivos, para hacer una descripción del “ejercicio de la imaginación histórica” en los términos siguientes: “comienza con lo que puede ser tocado, y sigue luego a través trav és del poder talismánico del nombre, a la experi experiencia encia de la historia como otredad mediada” mediada”.2 .222

*** Pese a toda la evidencia teórica y empírica que atestigua su existencia e importancia, la relación entre imaginación y reconstrucción histórica siem pre ha despertado sentimientos de incomodidad. Tales sentimientos están

basados probablemente en la impresión de que el alto grado de reflexividad y autocontrol característicos de cualquier método profesional no deben ser tentados por la imaginación, es decir, por una facultad subjetiva que tiene una fuerte tendencia a escapar al control del sujeto. Incluso Hans-Georg Gadamer en Warheit und Methode, con Methode, con su ya proverbial generosidad hacia toda clase de operaciones analíticas y estilos intelectuales que carezcan del 21 Véase Stephen Bann, “Clio in Part: On Antiquarianism and the Historical Fragment”, en The Inventions ofH ofH istot istoty: y: Essays on on the Representation Representation o f the Past, Manchester, Past, Manchester, Manchester University Press, 1990, pp. 100-121 (cita en la p. 114). 22 Ibidem, Ibidem, p.  p. 119.

 

clásico rigor del trabajo académico,23 no emplea la palabra imaginación imaginación   (o ninguno de sus equivalentes alemanes) ni una sola vez a lo largo de las más de quinientas páginas de su argumento. Esto es aun más intrigante dado que las descripciones hace Gadamer GadameVéas dele por “arteejemplo la interpretación” parece parecen menudo men udo requerir requerirque de tal concepto. Vréase ejde emplo este este comentario, acerca acerncaa de la libertad interpretativa del historiador: Para el otro lado, el lado del “objeto”, esto implica la participación y la explotación del contenido conteni do de una tradición —con todas t odas sus nuevas posibilidades posibil idades de significado y resonancia, resonancia, y enriquecida enri quecida por cada receptor. receptor. Cada Cad a vez que hacemos a la tradición hablar para nosotros, algo sale a la superficie superficie que no estaba a llí ll í antes. antes. Cualquier   Cualquier con tenido histórico sirve a ejemplificar esto. Sea un tr trabajo abajo de poesía o el conocimiento de un acontecimiento importante, lo que se da en la tradición vendrá a la existencia  existencia  como algo nuevo cada vez. Cuand vez. Cuandoo la Ilíada de Homero o la campaña de la India de de Alejandro Magno nos hablan en una nueva apropiación de la tradición, siempre serán más que algo por po r y en en sí mismos. Más bien bi en ocurre como en una conversación conversación verdadera, donde siempre siempre hay algo nuevo, nuevo, algo algo que que ninguno ninguno de nosotros nosotros queparticipa participamo moss  en el diálogo podríamos haber entendido individualmente,24

No estoy diciendo ni que Gadamer evita deliberadamente el concep to de imaginación aquí, ni que comete un error al omitirlo. Lo que quiero enfatizar, simplemente, es que esta cita no contiene la palabra imaginación, imaginación,   aunque ésta parece estar apareciendo cada vez que hablamos de contenidos innovadores que no se deben a alguna clase de referen referencia cia aall mun mundo, do, y aunque Hans-Georg Gadamer tiene mucho menos razón para evitar el asunto de la imaginación que muchos otros filósofos.

La cautela de Gadamer puede tener que ver con la propiedad de la imaginación imaginació n que Sartre llama su “espontaneidad “espont aneidad”” . Wolfgang Iser Iser ha dedicado un análisis filosófico más detallado a este aspecto específico.25 Iser comienza su discusión destacando que, al no ser un “potencial activo” (“aktivierendes Potential”) en y por sí misma, la imaginación necesita siempre de un estí 23 Después de todo, el libro de Gadamer está explícitamente dirigido contra la opinión de que las Geisteswissenschaften! Geisteswissenschaften!Humanidades Humanidades sean capaces de tener un método propio. Véase su Warh Warheit eit und Methode: Grundzüge einer philosophisc philosophischen hen Hermeneutik, Hermeneutik, 2a ed., Tübingen, Mohr, 1965, p. 5: “No hay un ‘método’ propio de las Humanidades”. [Tr. al esapañol: Verdad Verdad   y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica, tr. filosófica, tr. de Ana Agud y Rafael de Agapito, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1991]. 24 Ibidem Ibidem,, pp. 437-438. Las cursivas son mías. 25 Véase, en particular, “Das Zusammenspiel des Fiktiven und des Imaginaren”, en Iser, Das Fiktive und das Imaginare, Imaginare, op. cit., pp. cit., pp. 377-411.

 

mulo externo para ponerse en movimiento. Esto significa que, en tanto la activación continúa, la imaginación sigue a la intencionalidad de un sujeto. Pero el mismo sujeto no puede controlar -al menos, no completamente- la dirección que la imaginación toma y los resultados que produce, pues una vez puesta en movimiento, se desarrolla por sí misma: Precisamente debido a que lo imaginario no tiene una intencionalidad, parece estar abierto a toda clase de intenciones. Es así como las intenciones se combinan con lo que han activado, y es esta la razón por la que siempre está ocurriendo algo a los impulsos activadores. Por lo tanto, lo imaginario nunca es idéntico con sus propias intenciones activadoras, sino que se desarrolla en un juego con sus impulsos -un  juego, sin embarg embargo, o, que siempre siempre es es más qu quee las inten intencion ciones es detrás detrás de la activa activació ción n o más que el el contenido de lo imaginario en tanto éste desarrolla uuna na forma. Don Do n dequiera que este juego emerge de una activación intencional de lo imaginario, se convierte en una zona donde ocurrirán las diferentes interacciones de lo imaginario con sus impulsos activadores.26

Estas “interaccio “interacciones nes en entre tre lo iimaginario maginario y las instancias de ssuu moviliza ción” (siendo (si endo una de estas instancias, por cierto, la intenc intencionalid ionalidad ad individual) implica el riesgo de desparramarse desparramarse más allá de los límites de control del suj sujeto eto —no ssólo, ólo, como Iser parece asumir,2 asumir,277 en contextos conte xtos tan leja lejanos nos de nuestras actividades cotidianas como “los sueños o alucinaciones”, sino también dentro de prácticas altamente racionalizadas, como la especulación económica o la

edición de textos. No quiero, por cierto, negar una heterogeneidad básica entre el gesto necesario de la racionalidad y la “espontaneidad” de nuestra imaginación. Sin embargo, el uso activo de la imaginación y del autocontrol que los estándares de la racionalidad académica requieren del trabajo filoló gico, parece sser er igualmente necesario para la restitución de textos t extos a partir de fragmentos. Al menos en el caso de los fragmentos que están constituidos consti tuidos ppor or lo que he llamado una cicatriz, no hay un modo perfectamente inductivo, por tanto perfectamente racional, de llegar, a partir del texto fragmentario, a un texto hipotéticamente completo. Por otro lado, nunca podemos estar seguros de que hemos eliminado todas las trazas heterogéneas que el uso de nuestra imaginación pod podría ría haber dejado en el tex texto to restituido. ¿Sabemos, por ejemplo, si el ritmo que hemos reconstruido es algo diferente que el ritmo que nosotros deseamos? “Comerse nuestro propio fragmento” termina pues teniendo un doble significado. Es, por un lado, un estímulo para usar, no 26 Ibidem, Ibidem, pp.  pp. 377-378.. 27 Ibidem, Ibidem, p.  p. 381.

 

sólo la imaginación, sino para disfrutar sus efectos secundarios no perfec tamente controlables. Si, por el otro lado, queremos resistir una aurización [auratization]  de algún m [auratization] modo odo inocentemente inocentemente no académica de lo imagina rio, es entonces imperativo que podamos referirnos (al menos de un modo oblicuo) al deber del filólogo -y su experiencia potencialmente catártica-, de limpia limpiarr todos to dos los anacr anacrónicos ónicos —y por tanto demasiad dema siadoo sub subjetivos— jetivos—resto restoss que quedan luego de su juego con la imaginación. Co Con n o sin imaginación, la peor decepción posible vendría de la creencia en una solución limpiamente académica o profesi profesional. onal.

 

Capítulo 2 EDITAR TEXTOS

Pocos académicos han dominado una disciplina profesional tan completa mente como Ramón Menéndez Pidal lo ha hecho con la filología española por más de setenta años. Después de su monumental edición en tres volú menes de la épica nacional española, El Cantar de mío Cid,  Cid,  publicado en

la década de 1890, fue ampliamente reconocido como el fundador de la tradición filológica nacional española, de la cual permaneció como uno de los representantes más productivos hasta su muerte, en 1968. Aunque ha sido criticado más recientemente (no sin razón) por identificar España con su propia prop ia cultura castel castellana, lana, y aunque sus visiones pueden parecemos acaso acaso demasiado monolíticas, Ramón Menéndez Pidal hizo sin duda contribu ciones seminales a la historiografía de los lenguajes, literaturas y culturas de España. Además de ello, sus contribuciones a las historias de la literatura francesa medieval medieval y la lengua latina medieval lo han hecho uno de los grandes humanistas del siglo pasado.1 \  1 Para Para una bio biogra grafía fía de Men Menénd éndez ez P Pid idal al vvéa éase se Ka Kart rt SSch chne nelle lle,, “Nac “ Nachwo hwort”, rt”, een n Ram Ramón ón Menéndez Pidal, Dichtung und Geschichte in Spanien,  Spanien,  Lepizig, Reclam, 1984, pp. 258-282. La edición del Cid Cid   de Menéndez Pidal está disponible más fácilmente (con la importante introducción de 1908) en Obras completas completas de R Ramón amón Menéndez Pid Pidal, al, 4a  4a ed., vols. 3-5, Madrid, Espasa-Calpe, 1964-19 1964-1969. 69. En cuanto al trabajo filoló filológico gico de Menéndez Pi Pidal dal en su co contexto ntexto cultural, véanse véanse mis ensayos “Lebende Verg Vergang angenhe enheit: it: Zur ZurTypo Typologie logie der ‘A Arbeit rbeit amT amText’ ext’ in der Spanischen Spanische n Kultur”, en Ilse Nolt Noltinging-Hauf Hauffy fy Joachim Schulze (eds.), Dasfremde Wort: Studien  Studien  zur zu r Interde Interdependen pendenzz vo von n Te Text xten en:: Festchri Festchrift ft ju r K arl ar l M aur aurer er zum 60. Geburt Geburtstag, stag, Ámsterdam,  Ámsterdam, Grüner, Grü ner, 1988, pp. 81 81-1 -110 10;“ ;“ ‘Las versi version ones es que aagradan gradan a m mii imaginació imaginación n oder oder:: von Mené Menéndez ndez Pidal zur postmodernen Editions-praxis?”, en Use Nolting-Hauff (ed.), Textüberlieferung Textüberlieferung   Textedition Texte ditionTextk Textkommen ommentar: tar: Kolloquium zu zurr Vorbereitu Vorbereitung ng einer kritischen Ausgabe des “Sueño de de   la muerte” von Quevedo (Bochum, Quevedo (Bochum, 1990), Tübingen, Narr, 1993, pp. 57-72; “A Philological

 

Dada su estatura en el mundo académico, uno no puede sino estar sorprendido por la peculiar actitud de Menéndez Pidal frente a los textos que editó y analizó, pues habla sobre ellos ante todo con las palabras de un entu siasta, quizá de un poeta: “Yo me encuentro así que soy el español de todos los tiempos que haya oído y leído más romances. Las versiones que agradan mi imaginación imag inación tan llena de recuerdos recuerdos tradicionales, las que me gusta gust a repetir, repetir, las que doy aquí al público, creo que son una partecilla de la tradición”.2 Menéndez Pidal estaba convencido de que al publicar romances romances   (narrativas cortas en forma for ma versificada) versificada) y textos pertenecientes a otros géneros dentro de la gran tradición española de poesía oral, podría, con la ayuda de la filología, volver a un estado de productividad literaria una práctica poética que había encontrado casi extinta en el mundo de sus contemporáneos: “Hoy la tradición está decaída porque sólo vive entre los rústicos, pero ¿acaso no podrá revivir también en un ambiente de cultura? Por lo menos ha revivido en mi ánimo; y en él se han producido variantes que juzgo de la misma naturaleza que aquellas con que Timoneda refundía los romances que publicaba”.3 Vemos que Menéndez Pidal se asigna un papel dentro de ese proceso de resurgimiento

cultural que se acerca al papel clásico del cantante de folclor: él memorizará muchos textos, los recitará (los volverá a publicar), los enriquecerá con sus propias variantes y finalmente los devolverá a la nación que, de acuerdo con la concepción “neo tradicional” de Menéndez Pidal, había producido tales textos. Visto desde este ángulo, puede tener un interés más que anecdótico el hecho de que el momento culminante en la actividad de Menéndez Pidal como recolector de textos parece haber ocurrido a mediados de la década de 1920, cuando estuvo momentáneamente atacado de ceguera* corporeizando así una condición que se ha asociado siempre con el poder de la imaginación poética. Pero ¿es realmente posible actuar, a un tiempo, los papeles de filólogo y cantor ca ntor —o poeta— poeta —, y más aun, ser simultán simu ltáneame eamente nte el filólogo fi lólogo y el cantor cant or de un mismo cuerpo de textos? ¿No está obligado el filólogo a mantenerse a distancia de la producción de nuevas variantes? ¿No debe estar su actividad restringida a registrarlas, registrarlas, en lugar de inventarlas? inventarlas? Por legítimas que sean tales preguntas críticas, pienso que en última instancia nos hacen comprender que Invention o f Modern Inven Modernism: ism: Menéndez Menéndez Pidal, García Garcí a Lorca, aand nd the Ha Harlem rlem Ren Renaissance aissance”” , en William D. Paden (ed.), The Future ooff tthe heM iddle Ages Ages:: Mediev Medieval alFren French ch Literature in the 19 1990s, 90s,   Gainesville, Gaine sville, Un University iversity of Florida Pres Press, s, 1994, pp. 32-49. 2 Ramón Menéndez Pidal, introducción a Ramón Menéndez Pidal (ed.), Fbr nueva de  de  romances viejos, 6a viejos, 6a ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1984 (1926), p. 41. 3 Ibidem, Ibidem, p.  p. 40.

 

caso de Menéndez Pidal fuetesis, mucho excéntrico de lo que unopapeles tiende aelcreer a primera vista. Es mi pormenos cierto,excéntric que todooeditor adopta que están cerca de los de los canto cantores, res, poetas o autores (aunque típicamente lo hacen con menos conciencia que Menéndez Pidal), y que, sin dar ese paso, el papel del editor no comienza siquiera a existir. Cada uno de los papeles que los editores adoptan (en dos niveles distintos: papeles de autor, y papeles de editor) pueden incluirse bajo diferentes tipos de construcciones subjetivas, y tales afinidades de diferentes papeles del editor con diferentes construcciones subjetivas nos ayudarán a entender los diversos estilos filológicos que encon tramos en nuestro entorno profesional. Por ejemplo, dado que Menéndez Pidal se identificó con loslacantores medievales y del folclo f olclor, su variantes, estilo editorial no pudo evitar enfatizar multiplicidad de manuscritos yr,sus pues tal cosa es típica de la tradición oral de la Edad Media. Es precisamente ésa la razón por la que Menéndez Pidal contribuyó tanto con la que llamó “la vida de la tradición”. En este ensayo, por tanto, discutiré las relaciones entre

tales papeles del sujeto, más o menos imaginarios, abiertos a identificación, diferentes papeles de editor, y diferentes estilos de práctica filológica, y lo haré siguiendo el rumbo de una “pragmática de la edición de textos”. Si es que hay algo verdaderamente excéntrico en Menéndez Pidal dentro de este contexto, no puede ser que haya desempeñado el papel de autor, pues eso es inevitable. Su excentricidad puede estar, en cambio, en el hecho de que Menéndez Pidal estaba, aparentemente, muy consciente de desempeñar un papel, y obviamente feliz con ello. Sin embargo, algunas escuelas filológicas más rigurosas que la de Menéndez Pidal siempre han postulado que editar debe ser algo indepen diente de los papeles o intenciones del editor (algunos filólogos han querido incluso excluir la intención del autor como punto de referencia, aunque, por otro lado, el papel de las decisiones subjetivas, e incluso del gusto subjetivo, ha sido un tema de discusión en filología desde la Antigüedad clásica). Al tratar de demostrar que las decisiones filológicas pueden tomarse dentro de los parámetros de una estricta lógica textual, se han acercado a una práctica que Paul de Man M an ha descrito y canoniza can onizado do co como mo “ lectur lecturaa teórica”4 —incluso aunque saber de esta cercanía habría perturbado a algunos filólogos más de lo que lo habría hecho con De Man.5 Sea como sea, es posible distinguir 4 Véase, sobre todo, Paul de Man, “The Resistance to Theory”, Th Thee Re Resist sistan ance ce to Th Theo eory ry,,  Minneapolis: University of Minnesota Press, 1986, pp. 3-20. [Tr. al español: La resistencia a  a  la teoría, teoría, Madrid, Visor, 1990]. 5 De Man tuvo, por cierto, el hábito de presentarse él mismo como filólogo. Véase “El regreso de la Filología” en ibidem, ibidem,   pp. 21-26. Véase también la entrevista de De Man con

 

dentro de la tradición filológica dos concepciones diferentes de la edición de textos que muestra afinidades afinidades interes interesante antess con las posiciones de la “pragmática textual” y la “lectura teórica” teórica” en la teoría literaria contemporánea. Si comien co mien zo mi argumento optando por la pragmática textual y tratando de mostrar que un editor está obligado a elegir entre ciertos papeles y a actuarlos, esto puede parecer lo que De Man ha descrito como “resistencia a la teoría”. Sin embargo la opción contraria contraria -tratar -tra tar de restringir restringir los problemas y la práctica de edición exclusivamente al dominio textual—parece igualmente inocente desde la perspectiva de la pragmática textual. Dado que no parece haber una solución fácil a la vista, volveré más tarde a esta cuestión, preguntándome si vale la pena, o si es siquiera posible, superar este antagonismo entre formas

de edición más pragmáticas y más inmanentistas. * * * Todo el mundo sabe que la edición de textos es es un proceso de ele elección cción en muchos niveles. Los editores eligen entre variantes de lo que han decidido ver como pasajes equivalentes en lo que identifican como textos pertenecientes pertenecientes a una y la misma tradición. En otros casos, eligen entre dejar intactos huecos en el texto, o llenarlos con conjeturas. Una vez que han tomado la segunda opción, tienen que elegir dentro de la infinidad de palabras potencialmente aceptables sugeridas por el sistema del lenguaje en cuestión. Aun corregir ciertos “errores” en un texto que ha llegado a nosotros sin variantes implica elegir una entre varias posibles formas que podrían encajar como gramati calmente correctas. Al hacer tales elecciones, la mayoría de los editores están guiados, muy normal y apropiadamente, por lo que piensan que pudo haber haber sido la intención del autor del texto. Volveré más tarde sobre los problemas relativos a las hipótesis de los editores acerca de las intenciones del autor. Lo que quiero enfatizar aquí, sin embargo, es que el sujeto-editor también se constituye él mismo en estos múltiples actos de elección, pues elegir entre una variedad de elementos es exactamente lo que puede llamarse “producción de sentido” sentido” -baj -b ajoo la única condición de que los elementos elementos no incluidos een n la lectura que se da sigan presentes como posibilidades, en lugar de perderse, reprimirse, o incluso destruirse.6 Vista desde este ángulo, la edición de texto produce significado no sólo como efecto secundario, sino que por cierto es Stefano Rosso, en ibidem, ibidem,   p. 118. 6 Sigo aquí a Niklas Luhmann, So Socia ciall Syst Systems ems,,  Stanford, Ca Calif., lif., Stanford University University Pr Pres ess, s, 1995, pp. 559-102 9-102.. [Hay ttr. r. aall español español directa del alem alemán: án: Sistemas sociales. Lineamientospara  Lineamientospara  una una teoría general, general,   I a ed., México, Alianza/Universidad Ib Iberoame eroamericana, ricana, 1991; 2a. ed ed.. Barcelon Barcelona, a, Anthropos/Pontificia Universidad Javeriana/Universidad Iberoame Iberoamericana, ricana, 1998].

 

producción de significado por excelencia, pues la preservación y documen tación de lo que queda como no elegido constituyen funciones claves de la práctica filológica. Una vez que la producción de significado ha tenido lugar, lugar, sin embargo, es imposible para nosotros resistir a la tentación de buscar un agente que pueda haber sido su fuente. Por tanto no podemos involucrarnos con un texto editado sobre el fondo de su aparato de variantes sin comenzar a preguntarnos quién habrá sido el editor y qué principios habrá seguido al establecer el texto. Es aquí, en la imaginación filológicamente competente del lector, que el papel del editor se vuelve una realidad social, es decir, una realidad mutuamente aceptada.

Pero ¿no debería uno conceder a un crítico no pragmático que la elección, la producción del sentido, y la aparición de papeles de sujeto no son necesarios donde existe “evidencia”, es decir, donde hay disponible una solución irrefutable a un problema filológico? La respuesta a tal pregunta depende de cómo uno entienda la noción de evidencia -y ausente una op ción más o menos “ontológica”, no puedo definir evidencia de otro modo que como aquella situación en la cual todos los especialistas coinciden con facilidad en argumentos específicos, y en las conclusiones a que tales argu mentos conducen. conducen. Esto implica implic a que proponer o aceptar una solución basada en evidencia no contribuye demasiado al perfil de quien sea que lo hace, puesto que parece no haber alternativa, alternativa, pero en mod modoo alguno el elimina imina ello las las dimensiones pragmáticas de la edición. En otras palabras, la aparición de un papel de editor de perfil bajo no es sinónimo de la ausencia de tal papel. Es igualmente cierto, claro, que el papel de editor se vuelve mucho más visible y, por así decirlo, mucho más “heroico” cuando no hay soluciones obvias o evidentes eviden tes a mano. Dentr D entroo de la práctica filológica, tales son las situaciones en las que, como lo ha dicho tan adecuadamente Sally Humphreys, se requiere “gusto y tacto”.7 El gusto desempaña un papel debido a que ciertas deci siones filológicas tienen la estructura de un juicio estético, la estructura de decisiones que deben ser tomadas en situaciones en las que no hay evidencia evidencia disponible, decir, juicioHumphreys no puede basarse conceptos y crite rios compartidos. compares tidos. Al cuando evocar el eel l tacto, queríaen referir refer ir a las legítimas legítim as expectativas expectativ as que un editor, incluso y especialmente en situaciones situacio nes en las que no hay evidencia disponible, se resistirá a producir textos que simplemente se transformen en unilaterales y consistentes manifestaciones de sus propias preferencias estéticas. Los editores no deben nunca cruzar el umbral entre filología y Nachdichtung Nachdichtung (imitación  (imitación poética) -pero esto no puede implicar 7 1996.

En un coloqu coloquio io sobre edición de texto organizado en la Universidad de Heidelberg en

 

que estén siempre siempre completamente dispensados de formular juicios estéticos, estéticos, y mucho menos que puedan evitar producir efectos subjetivos. *** A esta altura debe haber quedado claro por qué la coherencia de la larga serie de elecciones filológicas que cada edición de un texto presupone y con

tiene, no debe emanar del gusto privado del editor. Pero ¿qué otras guías u orientaciones pueden pu eden seguirse? seguirse? Pienso que uno debe evitar sobre todo habla hablar, r, en este contexto, de “la intencionalidad del texto” como una potencial fuente de orienta orientación ción — como solíadiez, ser la convención casiaños popul po pular ar dentro de ntro de pro pro fesión literaria hace unos o incluso veinte atrás. Desde un lapunto de vista semántico, los sustantivos texto texto e  e intencionalidad intencionalidad son  son incompatibles, salvo que uno admita que la “intencionalidad del texto” se refiere tan sólo a las hipótesis acerca de las intenciones del autor que pueden ser extrapoladas de cualquier teixto. Dada la potencial infinitud de intenciones hipotéticas que han de ser derivadas de o atribuidas a cualquier texto, propongo concentrarse en las conjeturas más específicas desde un punto de vista histórico, y lo hago por razones puramente pragmáticas.8 Primero, en la mayor parte de los casos es comparativamente fácil emplear conocimiento histórico para hacer más complicada la imagen de un autor, de modo que tal imagen pueda ayudar a producir lecturas y ediciones más ajustadas. Segundo, existe, al menos para la mayor parte de los textos dentro del canon, ciertas imágenes de autor que, por p or un lado, han surgido de la necesidad de dar coherencia a las lecturas de tales textos, y que, por otro lado, a menudo han afectado el modo como normal mente los leemos. Homero, el aedo ciego, y Esopo, el esclavo jorobado, son probablemente los más famosos ejemplos dentro de un número interminable de tales proyecciones sobre un autor. Aunque los textos de origen anónimo dejan más espacio para tales proyecciones, Ío que tenemos en mente cuando usamos nombres como “Shakespeare”, “Goethe” o “García Márquez” no es algo principalmente diferente de lo que implicamos al decir “Homero” o “Esopo”. Todos estos nombres se refieren a imágenes de autores que tienen 8 Para una versión más detallada ddel el mismo argumento, vé véase ase mi ensayo “Konsequenzen der Rezeptionsásthetik oder Literaturwissenschaft ais Kommunikationssoziologie”, Poética Poética   7, 1975, pp. 388-413; una versión en inglés apareció en mi libro Making Sense in Life and  and   Literature, Minneapolis, Literature,  Minneapolis, University of Minnesota Press, 1992, pp. 14-29. La discusión más sofisticada acerca del estatus heurístico del autor en literatura académica, al menos hasta donde yo sé, es el capítulo de Miguel Tamen, “The Appeal to the Author”, en sus Manners Manners   o f Interpre Interpretati tation: on: The Ends ooff Argument in Literary Studies, Studies, Albany,  Albany, State University of New York Press, 1993, pp. 69-108.

 

mucho más que ver con las proyecciones de los lectores, que con cualquier realidad históricamente documentada -aunque tales imágenes estén a me nudo suplementadas por cierta información sobre la vida de los autores, si ésta está disponible. En este sentido, es cualquier cosa menos extraño (y por cierto, no es equivocado) que los lectores de Goethe imaginen, por ejemplo,

al autor imaginando a Frau von Stein, Christiane Vulpius, u otra potencial destinataria. En general, la existencia de tradiciones de lectura orientadas por el autor es otra buena razón para que los editores trabajen con imágenes de autor, pues tal cosa significa que lasresonar nuevasyediciones imágenes del autor pueden por cierto vincularseque conemplean hábitos las de lectura ya establecidos. Pero ¿no es la construcción construcc ión histórica histórica del papel (literario) (literario) de autor, autor, como fue inaugurada y poderosamente ejemplificada por Michel Foucault,9 una fuerte razón en contra de hacer de la lectura y edición orientadas al autor una regla general? ¿No presupone tal práctica una generalización problemática del concepto de autor? La respuesta es no, pues el concepto de autor del que Foucault quería hacer la historia era mucho más específico que el concepto de autor al que me he venido refiriendo. El concepto de autor que he veni do discutiendo cierto cercano a uno universal, en la medida en que parece difícil, siesnopor imposible, que no pensemos en un agente, un productor o un autor, toda vez que vemos cualquier clase de artefacto hecho por el ser human hu manoo —incluyendo, por po r ejemplo, textos. La L a elaboración elaborac ión hist histórica órica del con cepto de autor que hace Foucault, en contraste, enfatiza el carácter histórico de rasgos mucho más específicos, que pertenecen al concepto moderno de autor, tales como la inventiva, la originalidad, la propiedad intelectual, o el ser personalmente responsable de su obra. El argumento que quiero spstener y enfatizar, entonces, es que el tra bajo filológico produce prod uce inevitablemente un papel de edit editor, or, y que tal papel de editor presupone y en en parte da forma a la producción de un hipotético papel de autor; en otras palabras, que el papel de editor siempre lleva encapsulado un papel de autor. Al mismo tiempo, no hace falta aclarar que el papel de editor contiene a su vez múltipl múltiples es papeles de lector. lector. Estos pueden ser papeles de lector en el sentido más histórico e individualmente específico, es decir, en el sentido de que imaginar a Goethe, autor de poemas de amor, no puede separarse de imaginar a Frau von Stein o a Christiane Vulpius como las destinatarias del poeta. Pero Pero los papeles de lector existen existen también tambi én en un sentido más general, el cual a menudo parece convencer a los intérpretes y editores 9 Michel Foucault, “What is an Autor?” Autor?”,, en Josué Jos ué Harari (ed.), Textua TextualStrateg lStrategies: ies: Pers Perspec pectiv tives es   in PostStructural Criticism, Ithaca, Criticism, Ithaca, N.Y., Cornell University Press, 1979, pp. 141-160.

 

de que, a través de su mediación, ciertos textos son capaces de “dirigirse a la humanidad en general”.10 Me estoy refiriendo a aquellas situaciones en las

cuales los intérprete cuales intérpretess preguntan lo que Jacques Derrida, Karl Marx Mar x o Jesucristo quisoo decirnos quis decir nos “a nosotr no sotros” os” —como com o si, al escribir o hablar, ellos “nos” “n os” hubiesen hubies en tenido en mente. Asumir tal lector universal universal es un movimiento problemático, porque además de generar muchas otras implicaciones no tan bienvenidas, termina atribuyendo un rasgo de divinidad a los autores en cuestión, pues solía ser un privilegio de la la palabra de Dios Di os (o de los dioses) incluir a todos los humanos como potenciales destinatarios. Pese a esta particular reserva, debe ser claro a esta altura de que cada papel de editor implica, como orientación necesaria para el trabajo filológico, un autor hipotético y al menos un papel de lector -en muchos casos, varios papeles de lector. Dentro de esta prolife ración general de papeles de editor, autor y lector, volveré ahora a una línea argumental que puede llevarnos a la posición opuesta, es decir, a la cuestión de si editar puede ser imaginado como una práctica exclusivamente basada en el texto. *** Después de todo, no hay nada de particularmente sorprendente en la observación observació n de que editar un texto no puede p uede evitar producir sujetos suj etos de autor au tor y sujetos de lectura. En un nivel nivel muy general, general, esto puede ser dicho de todo tipo de lectura. Cada lectura constituye una huella entre su doble subproducto: papeles de autor cada vez más complejos, y papeles de lector cada vez más complejos.. El tipo complejos tip o de papel de lector al que me estoy refiriendo refiriendo aquí se acerca acerca (y en muchos aspectos es idéntico) al que Wolfgang Iser ha descrito como el “lector implícito” implícit o”.. 11 Pero Pero si estoy de acuerdo con la tendencia tendenci a de Iser de separar el lector implícito del lector empírico, el lector que estoy discutiendo no encaja dentro de la descripción que hace Iser del lector implícito como “un papel de lector inscrito en el texto”. Al contrario, me interesa ver có mo un papel de lector se activa y se constituye a través de cada lectura del texto, con la l a forma y el contenido del texto provocando y gu guiando iando este proceso proceso -pero sin que el texto “contenga” sus resultados. Por lo tanto, si la producción de papeles de autor y de lector es una consecuencia inevitable de cualquier clase de lectura, ¿hay algo específico en 10 Sobre ésta y otras pretensiones universales hechas a nombre de los textos “clásicos”, véase Hans-Georg Gadamer, War Warheit heit und Methode: Grundzüge einer philosophischen philosophischen Hermeneutik Hermeneutik,, 2a ed., Tübingen, Mohr, 1965, pp. 269-275. 11Wolfgang Iser, Der implizite Leser: Kommunikationsformen des Romans von Bunyan bis  bis  Beckett, Munich, Beckett,  Munich, Fink, 1972.

 

la lectura de un filólogo? Una de las descripciones que hace Paul de Man del

discurso literario puede guiarnos en una dirección interesante aquí: ¿Qué quiere decirse cuando aseveramos que el estudio de textos literarios es nece sariamente dependiente de un acto de lectura, o cuando afirmamos que tal acto está siendo sistemáticamente eludido? Por cierto, más que la tautología de que uno tiene que haber leído al menos algunas partes, por pequeñas que sean, de un texto (o leído algunas partes, por pequeñas que sean, de textos escritos acerca de ese texto) a efectos de ser capaz de producir una frase sobre él [...] Destacar la de ningún modo evidente necesidad de leer implica al menos dos cosas. Primero que nada, implica que la literatura no es un mensaje transparente en el el cual puede darse darse por sentado que la distinción entre el mensaje y el medio de comunicación está establecida claramen claramente. te. Segundo, y más problemático, implica que la decodificació decodificación n gramatical de un texto deja un residuo de indeterminación que tiene que ser, pero que no puede ser, resuelto por medios gramaticales, por extensamente que éstos sean concebidos.12

¿Qué quiere decir exactamente De Man con “lectura gramatical”? Se refiere acapaz una lectura que está en último término orientada contenido, una lectura de “generalización extralingüística” (i. e., una e., unaallectura que cree en la referenci referencia) a) y opuesta opue sta al tipo de lectura orien orientada tada a la forma y el lenguaje, que De Man llama “retórica”. De acuerdo con De Man, entonces, dado que una lectura gramatical (i. e., orientada e., orientada al contenido) no es capaz de redimir completamente lo que los textos literarios tienen para ofrecer, puesto que un “residuo de indeterminación” permanece más allá o debajo del significado y la referencia, incapaz de ser completamente integrado en una cierta lectura, se supone supon e que este residuo llevará,la llevará,la atención de los lectores hacia el ca carácter rácter formal del texto. Finalmente se vuelve claro que De Man pertenece a esos teóricos de la literatura que definen la literatura a través de su potencial autorreflexivo. En el sentido de material textual no redimido -y semánticamente imposible de redimir- que dispara una reflexión sobre las propiedades formales del texto, la lectura literaria y la lectura filológica tienen algo más específico en común que la automática producción de papeles de autor y de lector. Nada es fácil en la lectura literaria o filológica, pero las razones para ellos son diferentes en ambos casos, y las dos clases de lectura se enfrentan a lo que resiste la facilidad de modos muy distintos. El lector filológico y el lector literario literario confrontan ambos, constantemente, vacíos y varia variantes; ntes; luchan 12 De Man, TheResistance..., op. cit., p. cit., p. 15-

 

con perspectivas convergentes pero no complementarias, o con pasajes que parecen tautológicos. Mientras trabajan con tales dificultades, las lecturas filológica y literaria parecen desarrollar una afinidad con el concepto que De Man tiene de teoría: “Puede decirse que la teoría literaria nace cuando la aproximación a los textos literarios deja de basarse en consideraciones no lingüísticas ling üísticas —es de decir, cir, históricas y estéticas --oo , para decirlo más ccrudame rudamen n te, cuando el objeto de discusión no es ya el significado o el valor, sino las modalidades de producción Estaacadémica, definición captura un cambio dramáticoy recepción en el foco del de lasignificado”.13 práctica literaria un cambio que se aparta de la investigación sobre cómo el lenguaje se refiere al mundo y se acerca a la pregunta de cómo es que el lenguaje produce la la   impresión impre sión de ref referir erirse se aall m mundo. undo. D  Dee modo natura natural,l, enton entonces, ces, D Dee Man describ describee la “resistencia a la teoría” como “una resistencia al lenguaje mismo o a la po sibilidad de que el lenguaje contenga factor factores es que no pueden ser reducidos a la intuición” y, en otro pasaje, como “una resistencia a la dimensión retórica o tropológica del lenguaje, una dimensión que es acaso más explícitamente evidente en en la literatu literatura ra (consi (considerada derada en sentido ampli amplio) o) que qu e en cualquier otra manifestación verbal”.14 Yendo tan solo un paso más allá -y aún confiando en Man- uno puede agregar que lo que laesto resistencia a la teoría termina porDe producir es una “fenomenalización”,15 es, un hábito de confundir efectos de lenguaje con una cercanía a, si no una posesión de, lo que se toma como fenómenos del mundo real. Todo esto sugiere la siguiente pregunta: ¿no debe, la insistencia en aceptar e incluso desempeñar determinados papeles papeles,, ser etiquetado y criticado como una “resistencia a la teoría”?16 Una vez más, la respuesta depende en teramente de las premisas bajo las cuales tal actuación de papeles se practica y entiende. entiende. El único peligro que acecha en el negocio de la edición de textos es una identificación con los papeles del autor y del lector que tome tales construcciones, extrapoladas del texto, como formas, personajes o “voces” de personas reales.deLala práctica de (para editormí, de ampliamente Menéndez Pidal, por ejemplo, es una evidencia existencia difundida) de tal deseo de identificación entre editores. Menéndez Pidal, sin embargo, no 13 Ibidem, Ibidem, p.  p. 7. 14 Ibidem, Ibidem,   pp. 12, 17. No me ocuparé aquí de otro ulterior (y ampliamente discutido) aspecto del argumento de De Man, es decir de la paradoja que afirma que la “teoría” implica inevitablemente una “resistencia a la teoría”. 15 Ibidem, Ibidem, p.  p. 19. 16 Sería criticado, por cierto, sólo bajo el supuesto de que uno quiere apoyar el cambio en los estudios literarios, de la referencia al mundo, a un interés en la producción de efectos de referencia al mundo.

 

habría sido el gran filólogo que fue sin haber tenido conciencia de tal deseo, y sin una distancia del mismo que lo ayudó a transformar su identificación con cantores medievales y folclóricos en un lado libre y, en última instancia, productivo dentro de su investigación. Si hubiera sido inocente respecto de este deseo de identificación, habría derivado ciertos reclamos de autoridad a partir de él (en el sentido ingenuo de “quien se identifica con el autor es completamente consciente deliasignificado él ohaber ella pretendió Luego,, tal ccreenc Luego reencia ia en su prop propia autoridadque po podría dría seducidocomunicar”). a Menéndez Pidal para que tomase su propio gusto como criterio de decisiones filológicas, rompiendo así los límites del tacto como editor. Cediendo al propio deseo de identificación como lector y como editor conlleva el riesgo de engañarse a uno mismo. Es el peligro de olvidar que el papel del autor “real” y la auto ridad inherente a tal papel puede no estar disponible con facilidad, y que no lo está en absoluto en el caso de autores muertos. Dada su distancia frente a la pragmática, y frente a la teoría de los actos de habla, ¿sob ¿sobre re qué base De Man habría resuelto problemas filológicos? ¿Habría las posibilidades emplear de autor papeles de lector enexcluido este con este contexto? texto? Todo lo quedesabemo sabemos s espapeles que, co como mo lo he ymencionado ya, De Man gustó de asociarse él mismo con el papel de filólogo, aunque probablemente no sin un toque de ironía. Otros adjetivos que empleó para la descripción de su técnica de lectura, aparte defilológica, de filológica, fueron  fueron retórica retórica y  y técnica.   Claramente estaba De Man confiando en los múltiples y admirable técnica. admirabless ejemplos de tal lectura filológica, retórica y técnica que había dado en sus propios ensayos, y también en ocasionales aclaraciones, como por ejemplo en el siguiente pasaje: “Tal lectura aparecería sin duda como la destrucción metodológica metodológi ca del constructo gra gramatica maticall y [[.....] .] sería teóricam teóricamente ente sólida y tam bién efec efectiva tiva.. Lec Lecturas turas retóricas técnicamente correctas pueden ser aburridas, monótonas, predecibles y desagradables, pero son irrefutables”.17 ¿Tenemos que entender el concepto de una “lectura irrefutable” como convergente con el ideal de una evidencia basada exclusivamente en el texto? No descarto completamente la posibilidad de que De Man esté pugnando por un grado de racionalidad y conclusividad en el análisis textual que estaría cerca de una “lógica textual”, con sus propias reglas y técnicas. Sin embargo, pienso que es más probable que D e Man usa usase se la fra frase se para significar una lectura que está consciente en el máximo grado de sus propias condiciones y limitaciones, una lectura, por lo tanto, que sería irrefuta irrefutable ble porque haría afirmaciones sólo a partir de determinados parámetros específicos. Tal lectura no excluiría -y acaso incluso invitaría- a la posibilidad de trabajar con papeles de autor y 17 De Man, The Resístame..., op. cit.,  cit.,  p. 19.

 

lector de carácter conjetural. Ella tendría que insistir, sin embargo, en que tales papeles no pueden ser el objeto de identificación, puesto que son constructos creadoss tan sólo para hacer más transparentes, y más competentes, creado c ompetentes, las lectu lecturas ras y los resultados del trabajo filológico, esto es, para hacerlas más capaces de ser aceptadas o refutadas. Las lecturas y las ediciones individuales pueden volverse irrefutables —y pueden sser er ref refut utada adass- sólo s ólo en relación con, c on, y sobre la base de, específicos (pero siempre heurísticos) papeles de autor y de lec lector tor.. Resistencia filológica a la teoría, en cambio, sería el nombre para un deseo de identificarse con lo que no se da a identificación y, como consecuencia, un nombre para la carencia de tacto que amenaza transformar los textos que han de ser editados en los textos del propio editor.18 * * * Retrocedamos Retrocedamos por un instante instante.. Mi discusión de la práctic prácticaa filoló filológica gica ddesde esde un ángulo pragmático {pragmático {pragmático   entendido en el sentido de “lingüística pragmática”) ha enfatizado cuán inevitable es para los editores de textos el adoptar una variedad de papeles en el curso de su trabajo. La confrontación de esta mirada pragmática con el concepto de lectura de Paul de Man nos ha brindado la especificación de que tales papeles serntificación interpretados como constr constructos uctos heurísticos refractarios a to todo dotienen deseo des eoque de identificación ide —al menos si queremos mantener una distinción clara entre edición de textos y Nachdichten. Nachdichten.   En suma, mi discusión mantiene una crítica del principio filológico tradicional de la evidencia basada en el texto, un principio cuyo impacto en la filología ha sido similar al de los conceptos de verdad en sen tido fuerte en filosofía. Mientras trabaje t rabajemos mos bajo el refugio —o mejor mej or dicho, bajo la limitación espistemológica—de la evidencia y la verdad, no podemos sino esperar que nuestro trabajo produzca respuestas “correctas” y soluciones “v “verda erdadera deras” s” a nuestras preguntas y problemas. Una aproximación lingüísticopragmática pragmá tica a la edición de texto textos, s, en contraste, sugiere consecuencias que son similares simila res a aquellas producidas po porr la crítica ddee los conceptos monolíticos de verdad por parte del pragmatismo filosófico. Allí, la expectativa de alcanzar la verdad (o la evidencia) se transforma en la expectativa de producir una pluralidad de diferentes diferentes posiciones. posic iones.119 De modo mod o similar, uno po podría dría argum argumen en 18 Mi discusión de De Man, especialmente mi sugerencia tentativa sobre el modo en que éste podría haber resuelto resuelto problemas filoló filológicos, gicos, debe sus intuiciones centrales a conversaciones con Miguel Mi guel Tamen. 19 Véase, entre los muchos ensayos de Richard Rorty que problematizan el concepto filosófico de verdad, “Does Academia Freedom Have Philosophical Presuppositions?”, en Louis Menand (ed.), The Future ofAcade ofAcademic mic Freed Freedom, om, Chicago,  Chicago, University of Chicago Press,

 

tar, la práctica filológica podría abandonar la idea de una edición “correcta” como su finalidad última, y comenzar a conquistar un espacio intelectu intelectual al de pluralidad, argumento y debate. Esta concepción filológica de pluralidad, sin embargo, es diferente diferente del del ideal liberal (¿o “neoliberal”?) de una infinidad abierta de opiniones indivi duales. dua les. Definitivamente, no estoy propugnando prop ugnando una situación en la que cada editor deba luchar por elaborar su versión “personal” del texto a editar. Antes bien, imagino que diferentes papeles de autor, empleados como dispositivos heurísticos, producen distintos tipos de lectura y distintas comunidades de lectores. Dentro de tales comunidades de lectores, y en referencia con idénticos papeles de autor, sería posible distinguir entre ediciones e interpretaciones más o menos adecuadas. Uno podría entonces afirmar, por ejemplo, que una aproximación romántica y una idealista a la lectura de Fausto Fausto de  de Goethe son mayormente inconmensurables, mientras que diferentes ediciones e inter pretaciones dentro de cada una de tales “escuelas” podría ser comparada y evaluada a través de criterios racionales. Las reflexiones sobre la estructura del espacio académico de Alasdair Mclntyre, de las que estoy tomando esta idea de una pluralidad de comunidades intelectuales producida por relacio nes de inconmensurabilidad,20 son también de ayuda para descubrir aun otra importante diferencia entre una situación de pluralidad en la práctica filológica y un tipo de pluralismo intelectual que está abierto a lo infinito. Mientras que no cuesta o presupone nada unirse a la opinión política, social o estétic estéticaa de alguien, alguien, pertenecer pertenecer a una escuela es cuela —en nuestro nuestro caso, caso, a la escuela de la edición- requiere el dominio de un conjunto de técnicas generales y de un conjunto de técnicas específicas, y obliga a aquellos que participan a tener tacto. Tener tacto, en este contexto, significa tener en mente que los estilos de edición deben ser típicos de escuelas filológicas, en lugar de serlo de los editores individuales. Desde un punto de vista sociológico, la filología en general y las escuelas filológicas comparten ciertos rasgos con los oficios y sus guildas, y puede ser una buena idea, incluso para la práctica de la in terpretación, trabajar a efectos de regresar a tal estatus de oficio, en lugar de abandonarse a una pluralidad individual sin límites. El movimiento “neofilológico”, que generó debates tan vivos durante los años 1990, sobre todo en el campo de los estudios medievales, es un caso ideal para ilustrar mi propuesta.21 La Nueva Filología se concentra en las 1996, PP. 21-42. 20 Alas Alasdair dair Mclntyre Mclntyre,, Th Thre reee Riva Rivall Ve Vers rsio ions ns of o f M ora orall Enq Enquiry: uiry: Encyclopaedia Encyclopaedia,, Gene Genealog alogyy and and  

Tradition, Notre Dame, Ind., University ofNotre Dame Press, 1990, esp. pp. 216-236. Tradition, Notre 21 El número de 1990 de la revista Speculum Speculum   es visto en general como el “documento

 

diferentes versiones versiones correspondientes correspond ientes a textos individuales,2 indivi duales,222 y en la prolife ración de esas variantes intrínsecas a los textos. Tal énfasis en variaciones y variantes ha producido, producid o, del modo m odo más natural, un interés renovado, renovado, entre los practicantes de la Nueva Filología, por los manuscritos y su estatus material. En general, la Nueva Filología corresponde con la proposición heurística de un sujeto-editor débil, y un sujeto-autor débil. Por supuesto que la palabra débil n débil  noo implica implic a ningún juicio jui cio de valor aquí. Se refier refieree simplemente, primero, a una práctica filológica en donde, en el nivel del papel de autor, el proceso de transmisión recibe más atención que los autores individuales, y donde, en el nivel del editor, la versión precisa de los textos constituye una tarea más importante que su manipulación y modificación. En segundo lugar, el concepto de un sujeto débil trata también de sugerir que puede existir una afinidad (aunque sea mínima) entre ciertas filosofías actuales (filosofías que, intrínsecamente, no podrían estar menos interesadas en los problemas de la edición)23 y el estilo de edición neofilológico. Además, un académico debe aprender técnicas técnicas específicas específicas para pertenecer a la comunidad comu nidad filológica dentro del oficioendepaleografía, la edición de ella debe estar al menosde mínimamente versado sertextos. capazEldeo reconstruir situaciones uso a partir de una evaluación del estado material de los manuscritos, y ser competente en el análisis de las relaciones entre los pasajes textuales de los manuscritos y sus iluminaciones. En este sentido, la Nueva Filología dentro de la edición de textos es como una guilda dentro de un oficio. Este ejemplo nos ayuda a entender que la relación entre un estilo neofilológico y un estilo de Lachmann para una edición crítica debe ser visto como de inconmensurabilidad. No pueden competir -ni deben ser comparados- entre sí, porque surgen de premisas heurísticas incompatibles, del sujeto débil de la Nueva Filología, y del sujeto autor-editor particularmente fuerte implicado en la tradición de la edición crítica. fundacional” de la Nueva Filología. Para una discusión reciente e interesante de este movimiento, véase Zeitschrift fiir Deutsche Philologie,  Philologie,  116, 1997, número especial titulado “Philologie ais Textwissenschaft: Alte und Neue Horizonte”. 22 Si aún es posible seguir hablando de la identidad de determinados “textos individuales” en una situación intelectual que enfatiza las variaciones textuales. 23 El concepto de “sujeto débil” deriva del concepto de Vattimo de “pensamiento débil”

( pensíero debole ). Uno de los libros más recientes de Vattimo demuestra claramente cómo la presuposición de “subjetividad débil” afectaría la práctica de la interpretación: Beyond Beyond   Interpretation: Interpretati on: TheMeaningofHermeneuti TheMeaningofHermeneuticsforPhilos csforPhilosophy, ophy, Stanford,  Stanford, Calif., Stanford University Press, 1997. Para mi propia experimentación conImago, el concepto débil”, véase Coloquio UERJ: Erich Auerbach, Río Auerbach,  Río de Janeiro, 1994, de pp.“subjetividad 117-25.

 

Tales estilos filológicos diferentes pueden ser parte de diferentes cul turas nacionales, y a veces de diferentes culturas disciplinarias. La influencia de Menéndez Pidal en los estudios hispánicos, por ejemplo, estableció una concentración nacional en la edición de variantes textuales cuya contracara fue, hasta hace muy poco tiempo, la cuasi ausencia de ediciones críticas de dicadas a los textos canónicos de la literatura literatura española. Se puede argumentar que, en este caso específico, el ejemplo de Menéndez Pidal convergió con la vitalidad de una tradición oral que siguió adelante mucho más allá de lo que lo hicieron sus contrapartes en la mayor parte de los restantes países euro peos. Si existen tales afinidades entre las culturas nacionales y los estilos de edición, algo similar es evidentemente cierto para la relación entre los estilos de edición y ciertos periodos históricos. Una aproximación neofilológica parece ser particularmente apropiada para textos provenientes de la cultura medieval del pueblo llano, mientras que ediciones críticas se ajustan mejor a contextos y géneros que se de concentran en elfilológica. autor como El género puede ser aunliterarios otra dimensión la pluralidad N Noo genio. hay nada equivocado en dejar que el género del autor influya en decisiones filológicas de ciertas cier tas clases —aun aunque que tal pre presup suposi osició ción n no es fácil de reconci reconciliar liar con el criterio tradicional de evidencia filológica. Así, en el caso del poeta español moderno Federico García Lorca, el descubrimiento relativamente reciente de su identidad como hombre ha cambiado, por cierto, no sólo la lectura sino también la edición de algunos de sus textos.24 Esta innovación, sin embargo, no implica que una edición de Lorca que no te tenga nga en cuenta eell componente de género en la identidad del autor esté equivocada. Simplemente será una edición diferente, incompatible inc ompatible con ediciones que son sensib sensibles les a la difer diferencia encia de género. Pero ¿hay -o debe haber- papeles de editor específicos en términos de género? Pienso que la voluntad explícita de dar a los resultados de un trabajo filológico concreto un sabor específico en términos de género (o en términos de nacionalidad, o de edad), independientemente de la identidad del autor, crearían una situación problemática, al menos menos desde  desde un punto de vista filológico. Una edición de los poemas de Lorca cuyo editor tratase

 



de adaptar los textos al gusto específico de un lector gay gay (si  (si es que tal gusto existe) estaría más bien del lado de la Nachdicbtung Nachdicbtung que  que del de la filología como oficio. Sin embargo, bien puede ocurrir que los estilos de edición y de papel de autor específicos en términos de género estén comenzando comenzan do a emerger ahora. Si esto es así, les tomará probablemente otra década establecerse como 24 Acaso debería decir, decir, la licencia disciplinaria disciplinari a sólo re recientemente cientemente ganada para hablar y escribir acerca de la homosexualidad de García Lorca.

 

nuevas escuelas y estilos filológicos. Sus técnicas específicas de edición de texto pueden ser identificadas y transmitidas un día como papeles de autor y editor marcados por el género, y para que tales papeles alcancen el estatus específico de constructos heurísticos que he estado discutiendo, sería crucial quetérminos el editorde “real” pudiese del tiene papelque de autor y depapeles, editor en género. Puesserla independiente edición de textos ver con y no con identidades auténticas, y esto sería casi una definición del tacto en filología.

 

Capítulo 3  ESCR ES CRIB IBIR IR COM COMENTA ENTARIO RIOS S

Por cierto, es plausible subordinar su bordinar la tarea ddel el co comentarista mentarista a la del intérp intérprete rete.. En una infinidad de variaciones prácticas y permutaciones funcionales, la interpretación es inevitablemente y siempre la identificación del significado de determinado artefacto. Aunque la interpretación a menudo parece la proyección de un sentido que el int intérprete érprete ha inventado (y aunque en último término puede ser difícil distinguir claramente entre identificación de signi ficado y proyección de significado), asociamos el concepto y la práctica de la interpretación no con la libertad de proyectar significado, sino con la tarea de identificar el significado que está dado “en” un texto (o en cualquier otro objeto de referencia), independientemente del intérprete y previamente a la interpretación. En tanto el intérprete la tarea que ma tiene comoo la identificación com de un significadoentienda dad dado, o, el may mayor or proble problema queplanteada enfrenta está en cierta asimetría entre el rango de conocimiento general y especializado que el texto presupone -como condición para la identificación de su (“su

puesto”, “original”, “histórico”, “adecuado”, o “auténtico”) significado- y el conocimiento conoci miento que tien tienee el intérpre intérprete te a su disposición. Ha sido siempre la tare tareaa del comentarista y la función del comentario superar tal asimetría, y mediar así entre diferentes contextos culturales (entre aquel que el autor del texto compartió con un primer grupo de lectores, y el de lectores que pertenecen a tiempos históricos posteriores o a culturas diferentes). Visto desde este án gulo, uncon comentario siempre prov provee eeenconocimiento suplementari o; al h hacerlo acerlo,, cumple una función accesoria relación consuplementario; la interpretación. Nada de lo que he dicho hasta aquí excede las concepciones canónicas de dos de las más venerables y centrales prácticas filológicas, y la perspectiva sobre el comentario por la que ahora trataré de argumentar apuntará tan sólo a ciertas dinámicas discursivas que supongo han sido siempre inherentes al

 

comentario. Pero Pero mi mi perspectiva se aparta de la pintura clási clásica ca del comentario como algo completamente subordinado a la interpretación, interpretación, en la medid medidaa en que discute una tensión potencial entre los dos proyectos, una tensión que surge de dos movimientos inherentes al comentario y la interpretación, res pectivamente, que parecen ir en direcciones opuestas. Pese a todo lo que se ha dicho desde los años años sesen se sentata-con con una dedicación especial especial y especialmen especialmente te democrática para la libertad del lector- acerca de los múltiples significados como algo potencial a cualquier texto individual, y acerca de la interpreta ción como una tarea que nunca termina, pese a todas esas imágenes muy sofisticadas y a veces veces excesivam excesivamente ente complicadas compl icadas del acto de la interpretación, i nterpretación, pienso que en nuestra práctica cotidiana tomamos la interpretación como una tarea que normalmente puede ser llevada a una conclusión. Esperamos que, en el caso promedio de una interpretación, habrá un momento en que sabremos que hemos entendido el texto u otro artefacto, y normalmente asociaremos la comprensión con la impresión de que ahora sabemos lo que el asociaremos autor quiso qui so que fuese o significase ese texto. Esta Es ta asunció asunción n acerca ddel el carácter normalmente finito de la interpretación, creo, explica su carrera triunfante como ejercicio central en términos de tareas y textos escritos en la educación secundaria. El comentario, en cambio, parece ser un discurso que, casi por definición, no tiene fin. fin. Mientras que un intérprete no puede evitar extrapolar un sujeto-autor como punto ddee referen referencia cia para su interpretaci interpretación ón (y no puede evitar dar forma a su referencia a medida que su interpretación progresa), un comentarista nunca está seguro de las necesidades (¿ e., e., las lagunas en el conocimiento) de aquellos que usarán su comentario. Por cuidadosamente que se provean las necesidades de sus contemporáneos entre los lectores po-

tendales de un texto en cuestión, usted nunca podrá anticipar exactamente lo que tendrá que explicarse a los lectores de la generación siguiente, y es sobre todo esta condición la que convierte a un comentario en un ejercicio y un discurso constitutivamente inconclusos. No es una sorpresa pues que la historia de la palabra comentario comentario muestre  muestre demasiados significados distintos -y por lo tanto un significado demasiado vago- como para que sea posible sugerir una definición más preci p recisa.1Y sa.1Y este este aroma general de vaguedad, ¿no va  junto a la impresión impresión que casi casi siemp siempre re tiene tienen n quienes emplean emplean los co comenta mentarios, rios, y que es (para exagerar sólo un poco) que un determinado comentario ofrece 1 Vé Véas asee Manfre Manfredd Fuhrma Fuhrmann, nn, “Komm “Kommentíe entíerte rte Klassik Klassiker? er? Über die Erk Erkláru lárungsb ngsbedfu edfurftig rftigkeit keit der klassischen deutschen Literatur”, en Gottfried Honnefelder (ed.), Warum Klassiker? Ein  Ein  ÁLma ÁL mana nach chzzur ur Eroffn Eroffnungsedit ungsedition ion delBibliothek delBibliothek deuts deutsche cherrKlassiker, Klassiker, Frankfurt  Frankfurt am Main, Deutscher Klassiker Verlag, 1985, pp. 37-57: “La palabra no es de mucha ayuda aquí pues tiene una cantidad casi infinita de significados en la antigüedad clásica”, p. 49.

 

toda clase de datos interesantes, pero que difícilmente tenga exactamente esa información que usted necesitaba y que fue precisamente la que le hizo consultar ese comentario? * * * Este contraste entr entree ía tarea tarea fini finita ta de cada interpretación y la ta tarea rea sin sin fin del comentario, un contraste que acaso se deba más al modo mod o en que nuestra nuestra cultura ha venido enfocando ambas tareas, que a una diferencia “lógica” entre ellas, es el principal responsable de las muy diferentes topologías que han aparecido en torno a la interpretación y el comentario. La topología de la interpretación presenta la identificación de significado mayormente como un movimiento vertical. vertical. El intérprete penetra una “superficie”, “superficie” , una superficie material significantes, a efectos de el llegar significado del texto en unUna ni vel que sedepresenta a sí mismo como de laal“profundidad”2 espiritual. topología alternativa para la interpretación es la de encontrar un significado o una intención del autor “detrás” de una superficie textual o de un “rostro” que bien podrían tratar de engañar al observador. Lo que comparten estas tipologías del debajo y el detrás, es una distinción categórica -por no decir drástica—entre un nivel primario de percepción, y un nivel siempre “oculto” de significado e intencionalidad, que es el nivel que se supone importa al intérprete. En contraste, los comentarios no apuntan a un nivel “debajo” o “detrás”, o incluso “más allá” de la superficie textual, pero sin embargo los

comentaristas no ven los textos “desde arriba” o desde esa famosa “distancia” que tan fácilmente asociamos con la objetividad. Esperamos, no que los comentarios lleguen debajo, detrás o más allá, sino que sean “laterales” en relación con sus textos de referencia, y deseamos que los comentaristas se sitúen en una “contigüidad”, no tapto con un autor, sino con el texto en cuestión. Es esta contigüidad entre quien comenta el texto y el texto que se comenta, lo que explica por po r qué la forma material del comentario depende dep ende de —y tiene que adap adaptar tarse se a— a—la la form formaa material del de l texto ccome omenta ntado. do. Las glosas interlineares pueden considerarse, entonces, como la forma del comentario por excelencia, y por la misma razón, ninguna definición de diccionario de la palabra “comentario” deja de mencionar que el comentario “al margen del texto” constituye la norma.3 Subiendo un punto el nivel de abstracción de 2 Véase mi ensayo “Das Nicht-Hermeneutische: Skizze einer Genealogie”, en Jórg Huber y Alois Martin Müller (eds.), Die Wiederkehr desAnderen: Interventionen 5> Interventionen 5> Basel, Stroemfeld/ RoterStern, 1996, pp. 17-36. 3 Véase, como ejemplo, ClausTráger (ed.), Wó Wórte rterbu rbuch ch der der Literaturwissenschaft,  Literaturwissenschaft,  Leipzig,

 

esta discusión, podemos decir que el lugar del comentario -en las páginas de un manuscrito o de un libro impreso—es precisamente ese margen del texto que comenta. Esto que la forma y del el orden discursivo del textosecomentado den implica, la formainsisto, y el orden discursivo comentario. Perso nalmente, no puedo evitar asociar el concepto de comentario con un fuerte sieteepartid partidas, as, que  que recuerdo recuer do visua visuall de una edición impresa del siglo xvi de Las siet es la versión más antigua aún existente de un importante cuerpo de leyes establecidas para el rey de Castilla durante la última parte del siglo xm. El texto de las leyes ocupa menos de la mitad de la superficie de cada página, y está circundado por po r un comentario presentado en letr letraa más pequeña y estruc turado por un sistema si stema bastante complejo de referen referencias cias int internas ernas.. Las pág páginas inas de La Lass siet sietee partida pa rtidass dan por ello una fuerte impresión de estar llenas, y uno podría preguntar si no llevaron a realización material un principio estructural (o quizá una paradoja estructural) que puede ser constitutiva del género del comentario. Por uun n lado, no hay un fin “ne “necesario” cesario” para ningún comentari comentario; o; por el otro, el espacio reservado para (y el tiempo que los lectores dedican a) los comentarios comen tarios es siempre lilimita mitado do —pues es, ppor or definición, definici ón, es espaci pacioo (y tiempo) “en los márgenes”.

Este principio estructural producirá normalmente una impresión de pági na llena (en el el caso de un unaa bien balanceada distri distribución bución de texto y comentario, como la de Las si siet etee pa partidas, rtidas, que  que uno podría describir como una sensación de plenitud) o, si los márgenes no están llenos, una impresión de que falta algo, de ausencia, de un espacio que requiere ser llenado y un comentario que necesita ser ampliado. ¿Puede uno decir que un buen comentario es siempre un comentario rico, que hay una estética de la opulencia e incluso de la exuberancia que es inherente al género? La copia* copia*   es definitivamente importante para el comentario. Por cierto que un comentario rico todavía puedee ser un mal coment pued comentario ario —por ej ejempl emplo, o, ssii la información inf ormación que provee no interesa a ningún lector (¿pero alcanza esto para hacer ya un mal ccomentario?) omentario?) o, peor, resulta poco confiable. De nuevo aquí, la cantidad del comentario Bibliographisches Instituí, 1986, p. 270: “Comentar “Comentar [lat.  [lat. Commentarius: Notiz, Tagebuch, Denkschrift]: forlaufende sprachl. (grammat., stilist., auch metr.) sachl. Ásthet., history. Erláuterung eines Literaturwerks unter dem Text oder auch separat; ais Scholion (Pl., -ien) zu h o m e r    usw. Bereits in der Antike -auch ais Interlinear-K.—existent”. * Se emplea la expresión aquí en su primera acepción, que es la de “Abundancia” Abundancia ” . Véase Véase Fernando Lázaro Carreter, Diccion Diccionario ario de términos términos filológicos, Madrid, filológicos, Madrid, Gredos, 1971, p. 116. N.delT.

 

puede terminar siendo tal que haga que el uso práctico del mismo sea casi imposible. Sin embargo, uno aún puede decir que, en general, esperamos de un gran comentario que sea opulento y rico (en la intersección semántica de esta riqueza y del espacio, siempre limitado, del margen de la página, la palabra alemanaprall alemanaprall [re  [reple pleto] to] vien vienee a la mente). Entre la gozosa go zosa y aparente mente inevitable tendencia del comentario a la copiosidad, y las obligaciones de los comentaristas de mostrar que su trabajo está orientado por la tarea que cumplen (i. e.,  e.,  que están deseosos de resolver problemas filológicos y proveer contexto histór histórico ico —en pocas palabras palabras,, mante mantener ner al lector a fl flote ote en su lectura sin distraerlo del texto que se comenta), entre una estética que tiende a la exuberancia y una estética que tiende a una funcionalidad estilizada de la lectura, los comentaristas tienden a desarrollar un ritmo específico que uno podría caracterizar como de avance y freno. De un lado, quieren por cierto que el lector apre aprecie cie la copia copia del  del conocimiento ofrecido, pero del otro, difícilmente olvidan insistir en la rigurosa funcionalidad de sus comentarios, comoo si anti com anticipasen cipasen las protestas de los lectores que se pierden en los meandros de las referencias al texto en el margen. He aquí un ejemplo de ese ritmo, extraído del comentario sobre los principios del comentario que orientan la

Bibliothek deutscher Klassiker. 1. Comentarios generales Los comentarios generales proveen comentarios para grandes contextos (“su perestructuras”). El comentario general no se limita a limita a la presentación de un estado necesariamente transitorio de la investigación, ni es equivalente al género inter pretativo de una “introducción” o un “epílogo”. Tan sucintamente como como sea posible,  posible,  el comentario general presenta los aspectos mayores que abren la comprensión de un texto dado. En este sentido, las “superestructuras” tienen que referir a todos los  los  detalles textuales que son importantes desde determinado punto de vista.4

Presentar todas todas las  las referencias textuales disponibles, pero restringir un potencial abigarramiento a través de ciertos puntos de vista seleccionados: seleccionados: tal  tal parece ser el típico ritmo de avance y freno (o el principio discursivo suave mente paradójico) comenta comentario. rio. LLaa gran -yexactamente el gran prob problem lemaa- del de comentario es que,del dada la imposibilidad delibertad anticipar lo que losl lectores presentes y futuros de un texto pueden necesitar saber, éste puede conectar con cualquier nive nivell y cualquier detalle del texto de refe referenc rencia. ia. Aquí existe exis te la amenaza (¿y la potencial belleza?) belleza?) de un coment comentario ario que se convierte en una “atomización” del texto que comenta, en algo falto de cohesión y 4 Honnefelder (ed.), Warum Klassiker?, op. cit., p. cit., p. 315. Las cursivas son mías.

 

capacidad de conjunto. Los comentarios del siglo xvi sobre Las si siet etee p ar artitidas, por das,  por ejemplo, podrían haber provisto (pero no proveyeron) información sobre el lenguaje del siglo xm, que visto desde el ángulo de la modernidad temprana, tiene que haber parecido tremendamente arcaico. Podrían haber presentado la biografía del rey Alfonso x, quien inició la compilación de las Partidas. Podrían Partidas.  Podrían también haber comentado (y comentaron) sobre el “conte nido dogmático” dogmátic o” de las las leyes leyes individuales. individuales. La L a lista podría podr ía seguir seguir.. El principio estructural en operación operación es la atomización, una acumulación semánticamente ilimitada dentro de los márgenes que impone un espacio limitado. Puesto que siempre es posible agregar nuevos niveles de referencia a un comentario, y puesto que en cada uno de esos niveles se puede siempre agregar más información, los comentarios se han convertido, al menos en algunos eminentes casos históricos, históricos, en tesoros de conocimiento. Hay H ay un movimiento de sedimentación en juego aquí, que puede compensar acaso la atomización atomización causada por las múltiples conexiones que se abren al discurso del comenta

rio. Me estoy refiriendo a casos en que los comentarios se vuelven lugares, verdaderos topoi topoi -y  -y la dimensión espacial espacial de la metáfora importa im porta aquí—para aquí—para ser visitados y consultados en busca de conocimiento más allá de los confines de lo que es necesario para la comprensión de un texto determinado. Piénsese Piénsese en los niveles de textos que rodean las escrituras de las grandes religiones, en la Commedia Commedia dantesca  dantesca y sus volgarizzamenti, volgarizzamenti, o  o en los comentarios que crecen alrededor de algunos de los textos científicos más ampliamente leídos de la antigüedad antigüe dad grecorromana. A través través de los siglos, una un a cierta tradición de la lectura Dantis  Dantis  ha funcionado siempre como introducción para subsecuentes concepciones cosmológicas, más que como una interpretación del poema de Dante. Sean cuales sean las tareas más específicas que tales textos y sus comentarios puedan haber cumplido originalmente, en cierto momento se volvieron topoi topoi en  en los que conocimiento nuevo y viejo podía acumularse, absorberse e incluso a veces simplemente estibarse. Esta última función no debe subestimarse. Es confortante saber que cierta porción de conocimien to, una porción que uno quisiera preservar sin tener un uso inmediato para ella, puede hallarse en cierto lugar. Los comentarios de Dante son un buen lugar a visitar visitar para un historiador de la ciencia ciencia -y éste éste no está en en obligación de fingir que tal referencia está motivada por la expectativa de vivir cierta experiencia estética. estética. *** Hay razones para creer, por cierto, que la cantidad de comentario que rodea a un texto es un indicador de la importancia del mismo. Pero surge también la cuestión opuesta: ¿es esta importancia una función exclusiva de

 

los valores intrínsecos valores ddel el textointelec comentado? las auras materiales de los comentarios y su importancia intelectual tual una¿Hacen contribución sustancial (y por así decirlo, independiente) a la reputación del texto? Por cierto, ni siquiera Dante, Shakespeare, Cervantes y Goethe estarían entre ios autores más altamente canónicos de la cultura de Occidente si no estuviesen entre los autores más ampliamente comentados. La canonización a trav través és del comentario signifi significa ca también que las “escuelas” -tanto en el sentido más riguroso como en el más informal de la palab pal abrara- emerg emergen en de las instituciones del del comentario textual. Aquí la selección canonizadora de textos primarios, el discurso específico del comentario y las vidas de las escuelas intelectuales entran en una relación de implicación mutua, apoyo mutuo y transformación mutua. Saber cómo es cribir una explication de texte  texte es lo que lo convierte a uno en un catedrátic catedráticoo de francés, y la explication de de texte texte es  es diferente del geiste geistesgeschi sgeschicbtlic cbtliche he Einor Einordn dnun ungg  en que esperamos que esté bien versado un catedrático de alemán. El hecho

de que diversos estilos de comentario tengan mucho que ver con diferentes estilos intelectuales, o incluso con diferentes escuelas académicas, explica, al menos en parte, por qué el discurso del comentario tiende al anonimato. Al comentar un texto, uno puede (al menos parcialmente) superar la dificultad clave de no saber las necesidades que tendrán los futuros usuarios del co mentario, eligiendo qué incluir a partir de una idea general de lo que debiera ser una buena lectura. En otras palabras, el comentarista se inscribe en una tradición preexistente, en lugar de inventar criterios de relevancia nuevos o específicos para ese comentario. Otra razón para esa tendencia de los comentarios a permanecer anónimos viene de la condición, ya mencionada, de que un comentario está siempre abierto a la agregación de ítems, niveles y otras adiciones que pueden ser acomodadas alrededor del texto de referencia. Por lo tanto, los comentarios siempre son potencialmente multiautoriales, pues su intrínseca complejidad y su carácter abierto no requiere del poder estructurante de un solo y fuerte sujeto (-autor o -editor). Sabemos que, en cualquier momento dado, sería fácil descubrir los nombres de los académicos que escribieron los comentarios de Goethe para la Bibliotek deutscher KLzssiker, KLzssiker, pero asociamos los diferentes rasgos de este comentario (sobre todo, los principios a través de los cuales estructura la información provista en un texto) con la aventura que repr represent esentaa esta publicación espe específic cífica, a, más que con ccualquier ualquier comenta comentarista rista individual. Los L os co comentarios mentarios no tendrían la flexi flexibilidad bilidad y apertura relativ relativaa que necesitan nece sitan par paraa vvolve olverse rse fundacionales para determinadas escuelas, escuelas, si una fuer fuerte te referencia de autor los convirtiese en inequívocos. ¿Qué discutirían entre sí los miembros de una escuela si fuese absolutamente claro cómo deben usar sus textos canónicos? Por otro lado, los miembros de una escuela se reúnen

 

alrededor de textos comentados y reglas para comentarlos sólo si tales tradi ciones excluyen más de lo que autorizan. * * * Cómo Có mo funcionará un comentario y cuán visible visibless se hará(n) hará(n) su(s) autor(es) autor(es) depende en gran gran medida del estatus estatus del texto que comenten. Los L os comentarios comentari os sobre diferentes tradiciones de legislación brindan ejemplos particularmente claros a este respecto.5 Donde los textos relevantes constituyen un cuerpo de leyes claramente circunscrito, intrínsecamente estructurado y homogéneo, los comentarios se acercan a la interpretación, porque todo lo que les queda por agregar es una explicación del “significado” de tales leyes (y hay mucho que

aprender del uso altamente reflexivo que tales textos hacen del “legislador” como punto de vista metodológicamente necesario -y por lo tanto “ficcional”-, cuya función es dar coherencia a la interpretación en cuestión). No es por coincidencia que la última edición del Brockhaus Brockhaus define  define el comentario legal como un tipo específico de interpretación interpretación (“Tatbestandmerkmale  (“Tatbestandmerkmale und Rechtsfolgen zergliedernd behandelnde Interpretation”).  Los comentarios legales de este tipo aparecen bajo el nombre de sus autores porque, como intentos de identificación de los significados implícitos i mplícitos del texto, operan bajo la expectativa de alcanzar alcanzar tal meta de modo mod o definitivo, por p or empíricamente empíricame nte no realista que tal expectativa pueda ser. En cualquier caso, con independencia de la cuestión de si un comentario particular dentro de esta tradición se convertirá alguna vez en definitivo, hay razones para creer que el prestigio extremadamente alto (y las regalías aún más altas) que acompañan a ser el autor de un Kommentar Kommentar resultan  resultan de la necesidad de crear la ficción de que es posible llegar a una interpretación definitiva y cerrada en el terreno legal. En lugar de trazar una línea divisoria igual de clara entre el cuerpo de las leyes leyes y su interpretación, la tradición de la commonlaw commonlaw e  ess un proceso con con tinuo de interpretaciones (y de interpretaciones de interpretaciones, etcétera) de ciertos principios legales. El equivalente del Kommentar Kommentar alemán  alemán en este contexto conte xto —si puede pu ede haber un u n equiva equ ivalen lente te-- es eell esfuerzo de recolectar, estruc es truc turar y sistematizar la multiplicidad multiplicid ad de doc document umentos os legalmente legalmente relevan relevantes. tes. En los Estados Unidos tal tarea ha sido ejecutada durante tres cuartos de siglo por el American Law Institute. Es interesante que no puedan ser académicos individuales quienes ocupen el lugar de agentes en el cumplimiento de esta tarea interminable: una institución ha sido, en cambio, acreditada para tal papel.6 5Agradezco a Gerhard Casper por su consejo en este contexto de mi argumento. 6Lo Loss Remark Remarkss andAddresses a t the 75th 75thAn Annua nualMe lMeeting eting ofth ofthee American La Law w Institute, M May ay

 

* * * Los comen comentarios tarios debieran ser el sueño de tod todoo deconstruccionista deconstruccionis ta —y een n elogio tanto de la tradición deconstructiva como del discurso discur so de dell comentario (con su imagen de ser el hermano pobre dentro de los ejercicios filológicos fundamentales) podemos decir que la deconstrucción ha impulsado ciertos principios del discurso del comentario hasta sus posibles límites. Jacques Derrida basa sus críticas de lo que ha llamado el “logocentrismo” de Occi dente en la demostración de la imposibilidad, en cualquier momento indi vidual, de tener un texto completo presente en nuestra mente.7 En lugar de hacer cualquier argumento “totalizador” acerca de un texto en cuestión, la

deconstrucción se obliga, por tanto, sabiéndolo o no, a una renovación de la tradición del comentario al margen del texto. Una lectura deconstructiva siempre será una lectura “a lo largo” de un texto primario, una lectura cuya manifestación textual textual estará formateada formatea da necesariament necesariamentee por esta relac relación ión con el texto primario en cuestión. Es una lectura que tiene lugar en un estado de constante conciencia respecto de su propia “suplementariedad”, y de la del texto primario -esto es, de la siempre presente posibilidad de agregar más palabras al texto primario, o a la lectura deconstructiva. La deconstrucción ha hecho un hábito de lectura (y una actitud existencial[ista]) del descubri miento de que ningún texto está definitivamente terminado, de que su final tiene que ser inde indefinidamente finidamente “diferido”. Los conceptos de suplementariedad y différance différance,, una palabra inventada por Derrida que juega con la distinción entre la insistencia lingüística en la reiteraci reiteración ón de la diferenci diferenciaa y este principio de diferimiento, ha estado presente en las Humanidades tan sólo a partir del advenimiento del movimiento deconstruccionista. Aunque esta distinción estaría ya más que cclara lara para un deconstruccionista ortodo ortodoxo, xo, tiene tiene que haber sido la cercanía entre entre textos primarios y eell discurso de la deconstrucción como su comentario, lo que produjo dos metáforas favoritas de la autodescripción deconstruccionista: las metáforas déla deconstrucción que “habitan” el texto primario, y de la deconstrucción como un “parásito” en relación con el primer texto, al que se ve como su “huésped”. La cercanía entre el texto huésped yla laafirmación práctica deconstructiva parasitaria llega a inseparabilidad su culminaciónde imbatible en deconstruccionista de la mutua ambos. En otras palabras, el discurso deconstruccionista que se autodesarrolla, siempre afirmará ser el texto primario y su deconstrucción a la vez. Este principio de simultaneidad simultan eidad tiene tiene que haber sido una razón razón importan importante te para qque ue el di discurso scurso 1114, 1998, Washington, 1998, Washington, D.C. D. C.,, 1998 ofrecen una perspectiva interesante interesante sobre los proyectos que ha llevado adelante tal institución. 7 Éste es el punto clave clave de la crítica a Husserl en el primer libro de Derrida,La Derrida, La Voix et le  le  phénoméne, París, phénoméne,  París, Presses Universitaires de France, 1967.

 

deconstruccionista, cuando recién aterrizó en las Humanidades, haya sido percibido como verdaderamente ilegible: el discurso deconstruccionista es, por así decirlo, el texto primario y su deconstrucción al mismo tiempo; eso no permite que se haga ninguna afirmación amplia, totalizadora (fácil-derecordar), y además puede despegarse (por no decir explotar) en cualquier

momento del texto primario, hacia múltiples y atomizadores comentarios y digresiones. En último término, pienso, la práctica de la deconstrucción implica, por decir lo mínimo, un movimiento potencial hacia la opulencia textual y la proliferación, y hacia esa afinidad con los valores de la copia copia que  que he identificado como inherente a la práctica del comentario. La idea de algún modo “normativa” de la deconstrucción de presentar tal copia copia como  como simultáneamente presente en su propio discurso (pese a la inevitable secuencialidad que hace inevitablem inevitablemente ente menos complejo a cualquier texto), puede ser responsable de algunas de las dificultades que los primeros lectores de la deconstrucción encontraron para atravesar el texto de Derrida y los textos de aquellos que lo siguieron. Acaso habría sido una ayuda leer el discurso de la deconstrucción deconst rucción y sus (siempre (si empre existentes) existentes) textos de referencia referencia en yuxtaposición yuxtaposici ón —tal como c omo es típico para la lectura le ctura de cualquier cualqui er comentario.

*** Desde un punto de vista histórico, parece plausible que una largamente establecida tradición de importancia indiscutida para el discurso del co mentario llegó a un final -un primer final, debo especificar- cuando, con la copia de  de conocimiento disponible institucionalización del libro impreso, la copia dejó de ser un deseo y un ideal de conocimiento, para transformarse en una realidad natural (y a veces algo amenazadora). En un tono familiar dentro de la crítica cultural, uno puede observar que, con el colapso de la Bildung Bildung   humanística como condición homogeneizadora de la burguesía tradicional, la necesidad de una reaparición de la tradición del comentario crece, al me nos para aquellos que siguen estando interesados en visitar los sitios de la tradición canónica de Occidente. Esta Es ta necesidad bien puede haber sido una de fuerzasades queeuropeas animaron reformulación de las disciplinas filológicas en las las universidades universid europ eas a la comienzos del siglo xi xix. x.8 8 Pero ¿no deberíamos admitir que la afinidad entre el discurso del co mentario y nuestra propia época es más intensa que esta relación funcional, basada en una demanda de Bildung Bildung  suplementaria, suplementaria, que ha ex existido istido desde hace hace ál menos doscientos años? ¿No sería la deconstrucción, como encarnación 8 Aquí comienzo a apartar apartarme me de las tesis propuesta prop uestass por Fuhrmann en “Komment “Kommentierte ierte Klassiker?”, op. cit., pp. cit., pp. 49-54.

 

del principio textual del comentario, síntoma de una cercanía específica entre la tradición del comentario y nuestro propio momento cultural?9 ¿No podríamos asociar el comentario con una posición de autor débil, y una posición de autor débil, con la descripción como ese “pensamiento débil”

que Gianni G ianni Vattimo ha propuesto como emblema para nuestra situación in telectual? ¿No deberíamos admitir que, por una vez, los medios electrónicos han desempeñado un papel importante en la llegada de esta situación? ¿No sería tentado tentador, r, y probablemente adecuado, decir que ttodos odos estos instrumen instrumentos tos y formatos -hipo-, hiper-, y megatexto, o mega-, hiper- o hipofichas- son tanto los síntomas como los agentes de un históricamente acelerado “retorno al comentario”, o incluso de un “retorno a la filología” en transición hacia una filología de alta tecnología? tecnología? ¿No puede uno decir finalmente -si -sin n lle lleva varr la metáfora demasiado lej l ejosos- que la inte internet rnet se ha transformado, con c on sus sitios de red y páginas siempre surgiendo, en un comentario “al margen del texto” del mundo mismo, producido electrónicamente? Y todas esas conversaciones e intercambios a través del correo electrónico que absorben tanto tiempo, sin jamás ahorrar nada del mismo -¿no terminan siendo un comentario “al margen del texto” de nuestras vidas profesionales? Tanto para el correo elec trónico como internet, una yuxtaposición material de detales los diferentes discursos existepara sin la duda, materializada en la cohabitación discursos en los discos duros de nuestras nuestras computadoras. En aambos mbos casos, las estructu ras (sobre todo, las estructuras secuencíales) de los mundos en los cuales se comenta, afecta las estructuras de la internet y del correo electrónico como discursos de comentario. Pero hay una única condición tecnológica a través de la cual la tra dición del comentario ya ha cambiado profundamente y cambiará aún más drásticamente en el futuro. Sabemos que, aunque ningún chip o disco duro ofrecerá nunca una capacidad de almacenamiento infinita, serán rápida mente capaces de ofrecer tanto “espacio” que todo nuestro conocimiento acumulad acum uladoo no po podr dráá llenarlo llenarlo.. Este será el final de llaa situac situación ión —y acaso ya hemos alcanzado ese límite- en el cual el discurso del comentario viene con una implícita estética de la exuberancia, es decir, el final de una situación en la que no hay nunca espacio suficiente en los márgenes del texto primario para todo el comentario disponible. La visión del chip vacío constituye una amenaza, un verdadero horror vacui, vacui, no sólo para la industria de los medios electrónicos, sino también, supongo, para nuestra autoapreciación intelectual 9 La distancia de esta fórmula descriptiva con lo que la deconstrucción aceptaría como una posible autodescripción (concentrada, (concentrada, sobre todo, en la palabra encamación encamación)) es completamente deliberada.

 

y cultural. Podría promover, una vez más, una reapreciación del principio y la

sustancia de la copia. copia. Y  Y puede traer una situación en la cu cual al no estarem estaremos os más avergonzados de admitir que llenar los márgenes es lo que los comentarios hacen hac en —y lloo qu quee h hace acen n mejor.

 

Capítulo 4  HlSTO RIZAR  RIZAR 

Imagine el mundo político e intelectual en las sociedades donde tuvieron lugar las revoluciones y reformas posburguesas de comienzo del siglo xix, como teatro para la aparición de la Neuphilologien, Neuphilologien, tal  tal como éstas aún existen en universidades como Heidelberg o Tübingen, Munich, Colonia, Lieja o Kiel.1 Kie l.1 Este entorn entornoo del sigl sigloo xi xixx fue el pri primer mer sitio sitio de estableci establecimien miento to -a -all menos el primero desde la Antigüedad—en que una imagen normativa de la sociedad (cuya producción fue estimulada y ampliamente financiada por el Estado) entró en conflicto con la experiencia cotidiana de los ciudadanos. El concepto recién acuñado del ciudadano incluía como un elemento clave el derecho de éste a esperar la realización de cualquier situación o privilegio que les fuese prometido por la imagen normativa de la sociedad, y esto era aún más importante cuando tales promesas oficiales parecían divergir de la experiencia cotidiana en esa sociedad. Al mismo tiempo, una esfera de ocio, esparcimiento y pasatiempos pasa tiempos emergía po porr vez primera ((como como derecho gene general ral al ocio, esto es, no meramente como un privilegio reservado sólo a algunos ocio   o esparcimiento esparcimiento (o  (o el pasatiempo) pasatiempo)   correspondían grupos específicos). El ocio a un manojo de instituciones que ayudaban a aliviar las crecientes tensiones 1 Mencion Mencionoo aquí a LLieja ieja,, ent entre re una una im impor portan tante te cantid cantidad ad ddee un unive iversi rsida dade dess ale alem manas, anas, porque porque una forma for ma institucional específica de de la Neuphilologien, Neuphilologien, “ “filología filología romántic romántica” a”,, ha sobrev sobrevivido ivido de modoo suficientemen mod sufi cientemente te amplio como co mo para que se la mencione sólo só lo en Bélgica y en los países de habla alemana. Para una versión versión más detall detallada ada de la historia de la l a Nationalphilologien, Nationalphilologien, véase  véase mi artículo “ ‘Un soufflé d’Allemagne ayant ayant passé’ passé’:: Friedrich Diez, Gas Gastón tón Pa Paris, ris, and the Genesis o f National Philologies”, Philologies”, Romance Philology, Philology, 40,  40, 1986, pp. 1-37. La concepción histórica de este ensayo se convirtió en la base de un coloquio cuyas actas fueron publicadas en Bernard Cerquiglini y Hans Ulrich Gumbrecht (eds.), D er Diskurs der Literatu Literaturr u un n d Spr Sprac achhi hhisto storie rie::  Wissenscha Wisse nschajisge jisgeschich schichte te ais ais Innovationsvorgabe, Innovationsvorgabe,   Frankfurt, Suhrkamp, 1983.

 

entre la experiencia cotidiana y la imagen normativa de la sociedad. En las actividades relativas al ocio y esparcimiento (y la lectura literaria fue una de ellas) ella s) los ciudadanos ciudadano s actuaban y disfrutaban disfrutab an esos mismos papeles, situaciones, y derechos que la imagen normativa de la sociedad les había prometido, sin que su vida cotidiana llegase nunca a estar a la altura de tales ideales. De modo caracterí característico, stico, los Estados Est ados para cuya cuya estabilidad la esfera esfera y la función del ocio se volvieron en seguida clave, contribuyeron a la existencia de estas instituciones de mediación la fundación pertenecía de ciertas adisciplinas académicas. (No hay dudas de que lacon Neuphilologien pertenecía Neuphilologien estas dis ciplinas, pero cabe preguntarse si la hipótesis no funcionará también para otros campos, al menos dentro de las Humanidades). Humanid ades). Estas nuevas nuevas disciplinas académicas operaron en un doble d oble nivel. nivel. Primero, Primero, desarrollaron estrategias estrategias que aún podríamos identificar como pertenecientes a una “pedagogía de la lectura”. Tales nuevas instrucciones y orientaciones orientacione s ayudaron a asegurar ciertos efectos compensatorios o reconciliatorios en la lectura literaria que intervinieron en la tensión entre la imagen normativa de la sociedad y la experiencia social cotidiana. La lectura, en el sentido compensatorio, proveería a los ciudadanos con la ilusión de estar desempeñando todos aquellos papeles que les habían sido prometidos la imagen normativa de laen sociedad y que les habían si do negados en elpor mundo cotidiano. La lectura el sentido reconciliatorio, en contraste, trataría de persuadir a los consumidores de literatura de que la brecha y la tensión entre entre el ideal social y la realidad social no era tan dramática como originalmente habían habían dado por supuesto. Desde Des de el principio, sin embar go, las nuevas disciplinas filológicas llenaron también la segunda función de contribuir al desarrollo de la imagen normativa de la sociedad. “Extrajeron” ciertass visiones, temas y valores de los textos “literarios”, cierta “l iterarios”, y los “transfirie “transfirieron” ron” a la imagen normativa de la sociedad tal como co mo ésta ést a estaba presen presente, te, en múltiples niveles niv eles y formas, en la esfera pública; públic a; rápidamente r ápidamente aaceptaron ceptaron como “ literario” cualquier texto que pudiesen usar en ese contexto. En todas partes en donde las reformas burguesas reacciones situaciones y sentimientos de derrota nacional, como enfueron Prusia, la imagena normativa normati va de la sociedad quedó qued ó escenificada bajo la forma de la l a imagen de un glorioso pasado nacional, el cual fijaría los estándares para el futuro deseado de la misma nación. nación. Como Com o consecuencia, consecuencia, cada una de las filología filologíass nacionales nacionales existentes en este ambiente particular se concibió como “disciplina históri ca”, lo cual significó un campo de práctica intelectual con un amplio grado de habilidades específicas que debían adquirirse (por ejemplo, competencia para leer las formas arcaicas de un lenguaje nacional, paleografía y edición de textos) y que a su turno debían generar ciertos criterios de profesionalización académica. En otros casos, sin embargo, allí donde las reformas burguesas

 

habían sido impulsadas ppor or revoluci revoluciones ones exit exitosas osas acaecidas en eell pasado na cional inmediato (por ejemplo en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos), la crítica literaria literaria no emergió como disciplina histórica histórica.. En esos nuev nuevos os Estados victoriosos, la imagen normativa de la sociedad se constituyó no por supues tos recuerdos de un pasado nacional glorioso, sino por valores “humanos” generales sin ninguna ningun a particular refere referencia ncia que les diese carácter histórico. LLaa tendencia francesa, aún existente, de confundir la grande Nation con Nation con la raza humana y, en un nivel menos pretencioso, la agradable insistencia de Matthew Arnold en que los estudiantes ingle ingleses ses debían aprender a leer todos los grandes textos de todas las literaturas nacionales, son solamente dos ejemplos de la lógicaa inmanente —no nacional— lógic nacional—del del modelo mode lo no hi histórico. stórico. Del otro lado l ado de esta distinción, el lado “romántico”, es interesante ver que, a través del siglo xix, xi x, los sentimientos y ssituaciones ituaciones de derrota nacional siguieron generando, de modo m odo bastante re regu gular lar,, movimientos que le dier dieron on una impronta histórica y nacional a la filología filología.. Esto es verdad para el risorgimento risorgimento italiano  italiano y Francesco de Sanctis, para Francia después de la guerra franco-prusiana de 1870-1871  (Gastón se ocupó centralmente campo de la historiografía nacio nal de la Paris literatura sólo después de esa del fecha), o para España luego de la pér dida de la última de sus colonias transa transatlánticas tlánticas en 1898 898 (Ramón  (Ramón Menéndez Pidal es incluido inclu ido generalmente eentre ntre los au autores tores de la “generación del 98 ” que operó una resurrección dentro de la historia cultural del país, y su edición Cid  tiene la reputación de haber sido uno de los crítica del Cantar de mío Cid tiene grandes logros culturales de tal movimiento).2 *** Al menos desde mi perspectiva externa de romanista y no de clasicista, este esquema de una historia delalahisto disciplina de preguntas interesa inte resante ntess sobre la hi historia storia de riza rizado do sugiere n dentrouna de serie la disciplina de los clásicos. Sobre todo, ¿debe uno considerar al comienzo del siglo xix como un momento de discontinuidad productiva (en el sentido de un “despegue histórico”) dentro de la historia de los clásicos? Tal visión se ha vuelto ver Neuphilologien, hasta  hasta el punto daderamente consensual para la historia de la Neuphilologien, 2 Acerca de Menéndez Pidal, véase el capítulo capít ulo 2 de este libro, y mis ensayos “Lebende “Leben de Vergang Ve rgangenhe enheit: it: ZurTypologie ZurTypol ogie der Arbeit am Text’ in der Spanischen Kultur”, Kultur” , en Ilse N NoltingoltingHauff y Joachim Schulze (eds.), Das firemde Wort: Studien zur Interdependenz von Texten:  Texten:  Festchriftfi Festchrift fiir ir K arl ar l Maurer Ma urer zu zum m 60. Geburtst Geburtstag, ag,   Amsterdam, Grüner, 1988, pp. 81-110; “A Philological Invention of Modernism: Menéndez Pidal, García Lorca, and the Harlem Renaissance”, en William D. Paden (ed.), The Future o f the the M Middle iddle Ages: Medieval Med ieval Fre Frenc nch h  Literature in the 1990s, Gainesville, 1990s, Gainesville, University of Florida Press, 1994, pp. 32-49.

 

de que difícilmente alguien afirmaría hoy la existencia de una prehistoria disciplinaria previa a 1800 —aunque aunq ue puede p ueden n contarse contarse diferentes historias hist orias para pa ra explicar por qué las Neuphilologien Neuphilologien vinieron  vinieron a la existencia sólo después de 1800.3 Otra pregunta específica en relación con los clásicos es dónde y con qué intensidad in tensidad la cultura de la Antigüedad Antigüed ad fue “cooptada” “coopta da” —y de modo m odo para dójico, debe enfatizarse—como parte de ciertas imágenes nacional-específicas de la sociedad (éste fue definitivamente el caso en Alemania/Prusia,4 pero el caso del primer Imperio francés francés es acaso igual de interesante, interesante, y mucho menos investigado).5 investigad o).5 Más Má s aún, si es cierto cierto que la presencia cultural cultural de la Antigüedad soportó una ola de historización en el cambio del siglo xvm al xix (así es al menos cómo los historiadores de la literatura francesa proponen entender la Querelle desAnciens et des Modernes), Modernes),  ¿e ¿ess posible decir entonces que la cultura histórica del siglo xix generó una segunda ola de historización con un im pacto similar? Y si esto es correcto, ¿produjeron ambas olas de historización algún efecto de interferencia? Finalmente, ¿qué influencia tuvo el entorno disciplinario específico de cada nación -por ejemplo, las filologías concebidas como disciplinas históricas en Alemania, versus versus el  el ideal de la crítica literaria de Matthew Arnold, en el desarrollo de los clásicos en los diferentes países? * * * Volvien Volviendo do atrás atrás a las Neuphilologien Neuphilologien,, discutiré ahora brevemente dos casos extremos extrem os (y similares) similares) en la historia académica académi ca de la historización, historización, los de Gran Bretaña y los Estados Unidos. Un idos. Con respecto a las dos clases clases de formas discipli di scipli narias que he distinguido, ambos casos pertenecen al modelo no romántico (no prusiano), y ambos constituyen casos extremos porque, al menos en un nivel institucional amplio, la historización no se volvió realmente parte de sus prácticas filológicas profesionales antes de los años 1960 . Mientras que las filologías nacionales continentales y su práctica de historización afrontaron una profunda crisis que comenzó con la última década del siglo xix, una crisis que terminó provocando la aparición de subdisciplinas tales como la

3 Tal historia alternativa -que comienza todavía alrededor de 1800- es el merecidamente famoso libro de Bill Readings, The University in Ruins,  Ruins,  Cambridge, Mass., Harvard Univ University ersity Press, 1996. 4 Véase el capítulo 5 de este libro. 5Vé Véase ase “ ‘Ce divan étoilé étoilé d’or -Empi -E mpire re ais Stilepoche/Epochensti Stilepoche/Epochenstil/Stil/Epoche” l/Stil/Epoche”,, en Zum Zum   Problem Proble m de derr Geschichtlichkeit ásthetischer Norm Normen: en: D Die ie Antike im Wan Wandel del des Urteils des 19 19..  Jahrhu Jah rhunde nderts: rts: Vor Vortrá tráge ge des III. We Wemer mer KraussKolloquium KraussKolloquiums, s, Sitzungsberichte  Sitzungsberichte der Akademie der Wissenschaften der DDR/Gesellschaftswissenschaften, núm. 1/G, Berlín, Akademie-Verlag, 1986, pp. 269-294.

 

“teoría literaria” y la “literatura comparada”,6 el modo alternativo de crítica literaria en In Inglaterra glaterra y los Estad Estados os Un Unidos idos se vio mucho menos afectado por cambios en su ambiente cultural. El New Criticism y Criticism y los debates acerca de diferentes cánones de lecturas literarias para los estudiantes universitarios que comenzaron durante la segunda y tercera tercera décadas del siglo xxxx no ocasionaron cambios profundos en la práctica disciplinaria. Como máximo, fueron sín tomas tom as de un niv nivel el agud agudizad izadoo de autorreflexión —el primer paso, pas o, quizá, en la transformación de un estilo cultural en un método académico. Por expertos que algunos de los New Critics fueran Critics fueran acerca de la historia de la cultura y la literatura, la historización de los grandes textos literarios simplemente no fue parte de sus preocupaciones culturales o intelectuales. Uno de los signos más tempranos de un cambio en esta situación, al menos en el contexto de los Estados Unidos, fue la fundación a fines de los años sesenta de una revista académica que llevaba el programático nombre de New Literary History, y History, y que buscó un alcance internacional a través de la elección de de los académicos que en ella publicaron. El periódico fue premiado con un éxito prácticamente inmediato tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Fue ése también el momento en que la “teoría francesa” comenzó a conquistar los departamentos de literatura en los Estad Estados os Unidos Unidos,,  juntando  juntan do bajo su nombre engañosamen engañosamente te unific unificador ador dos esti estilos los y prác práctic ticas as académicas verdaderamente divergentes. Una de esas prácticas fue la de construcción, la cual, siendo entre otras muchas cosas una reinvención de la filosofía como técnica de análisis de texto, ofreció una transición aceitada para la cultura de lectura sofisticada del New Criticism.  Criticism. Distinta Disti nta de otros estilo estiloss de análisis de texto, texto, sin embargo, la deconstrucción siempre ha estado orgullosa de su capacidad capa cidad para h horadar oradar la estabilidad semántica, y a vec veces es la estabilidad institucional de los textos de los que se ocupa, y llena de deseos de hacerlo.7 La otra mita mitadd de la “teoría fra frances ncesa”,fue a”,fue la ver versión sión moderniza modernizada da de la historia intelectual intelectu al y cultu cultural ral que propu propuso so Mich Michel el Foucault. Ahora bien, excepto por su origen francés, la filosofía deconstructiva y la historiografía foucaultiana compartieron realmente muy poco -se basaban en bases epistemológicas muy divergentes- pero tuvieron un impacto similar sobre la pragmática de las disciplinas literarias en los Estados Unidos. Los trabajos tanto de Derrida como de Foucault se emplearon para argumentar un cambio programático 6 Véase mi artículo “The Future of Literary Studies”, New Literary History,  History,  26, Summer 1995, pp. 499-519.

7 En cuanto a la adaptación de la filosofía deconstructiva en los Estados Unidos, véase mi reseña “Déconstruction deconstructed: Transformationen franzósicher Logozentrismuskritik in der amerikanischen Literaturwissenschaft”, Literaturwissenschaft” , Philosophische Rundschau, 33, Rundschau, 33, 1986, pp. 1-35.

 

en la función de las disciplinas literarias. De las tradicionales tareas que la enseñanza enseña nza de la literatura literatura había había cumplido cumplid o en Inglaterra Inglaterra y los Estados Unido Unidoss -es -e s decir decir,, contribuir a la continuidad de situaciones socia sociales les bien establecidas establecidas (y probablemente a bien establecidos privilegios de clase)—se volvió hacia la “problematización” y “desestabilización” como sus nuevos valores “políticos” y su nueva misión. Esto explica por qué los New Historicists Historicists que  que cultivaron una versión estadounidense del estilo historiográfico de Foucault se reunie ron alrededor de dos nuevos sentimientos. El primero fue el sentimiento de que el carácter narrativo de la historia y la presentación de los “datos” en los textos históricos eran largamente arbitrarios (el desafío no fue ya identificar la verdadera verdadera historia, historia, sino inventar una buena historia). Esto se complemen complemen  tó con el sentimiento de una libertad cuasiliteraria que el historiador debía disfrutar, y usar activamente. La nueva meta de ser “crítico” explica también por qué, más o menos simultáneamente con la teoría francesa, y sobre todo en el Reino Unido, la tradición de la escuela de Frankfurt, la versión blanda de la teoría marxista, comenzó a encontrar lectores entusiastas, para dar nacimiento durante los años ochenta al paradigma de investigación llamado “estudios culturales”. De los tres paradigmas en juego aquí, sólo la deconstrucción no no disparó  disparó movi mientos de historización historización en Inglaterra Inglaterra y los Estad Estados os Unidos. Unid os. Sin embargo, es llamativo que esos tres tres paradigmas paradi gmas críticos y potencialmente pote ncialmente “subversivos” “subversivos” (un ( un concepto muy empleado en aquellos años) fueran simultáneamente simultáneamente adopta adoptados dos dentro de la tradición académica angloamericana, y que fuesen típicamente adoptados y propagados por esa generación de académicos que habían sido testigos y participado activamente en la revolución de los estudiantes euro peos, o la protesta contra la guerra guerra de Vietnam en los Estados Unid Unidos. os. Como Co mo había ocurrido en las universidades europeas de comienzos del siglo xrx, por tanto, la reforma de las disciplinas académicas y el interés en la historización surgen en el seno de una generación que estuvo comprometida en la crítica de una situación política en su tiempo. Queda por ver, especialmente en el caso de los Estados Unidos, si la ola de historización puede sobrevivir a esa generación genera ción y a su deseo de protesta política. * * * Si, al menos a comienzos comienzos dél siglo xix, xix , la capacidad o necesidad de histo histo-rizarr se había vuelto un agente de profesionalización, riza profesionaliza ción, ¿cuál fue exactamente la

competencia que definió tal capacidad? ¿Qué determinó sus niveles inherentes de sofisticación? Primero, me gustaría enfatizar que, desde una perspectiva estrictamente fenomenológica, fenomenol ógica,temporales la historización no tiene ninguna relación con la identificación de estructuras inherente inherentes s a determinados det erminados objetos. objeto s.

 

“Objetos temporales en sentido propio” (“Zeitobjekte im eigentlichen Sinn”), de acuerdo con Husserl, son aquellos objetos que no pueden existir fuera de la dimensión temporal. Mientras esto es cierto para la música y para muchas, si no todas, las formas de comunicación verbal, es claro también que ser un objeto en este no es quehace hacehistórico “históricos” ópera de Mozart, Moz art,temporal o a un diálo diálogo go sentido plató platónico. nico. Loloque a una una objeto —y no veo otra forma de alcanzar la historización—es la disposición del observador para superar la inercia inercia primaria de suponer que sabe lo suficiente como para hacer buen uso, o al menos un uso adecuado, de los objetos que encuentra. En tanto atribución de un objeto, esto parece parece ser sinónimo de la suspensión suspensión de la presuposición ingenua de que cualquier objeto con que nos topemos será de algún modo pertinente para nosotros. Por cierto, el potencial de disparar tal reacción no es exclusivo de los objetos que pertenecen al pasado. Sin embargo, debemos tenerlo en mente a modo de nivel intermedio, por así con yvistas a la identificación condecirlo, la práctica la actitud de historiar. de aquello que es único en relación La precondición del historiar es, así, un deseo de dar un paso atrás desde la opinión pragmática que penetra nuestra vida cotidiana, y tal paso atrás transforma el objeto en cuestión -para emplear una distinción heideggeriana—, de un objeto que está “a-la-mano”, en un objet objetoo que “está-ahí”.8 “está-ahí” .8** Tener conciencia conciencia histórica es, as así,í, similar a ser cosmo cosmopolita polita,, pues cosmopolitas cosm opolitas son aquellos que no  se sienten completamente en casa en ninguna parte. Por cierto, las razones para suspender la perspectiva de lo “a-la-mano” son diferentes en los dos casos -es distancia temporal en el caso de la concien cia histórica, y distancia espacial (o cultural) en el caso de ser cosmopolita. Pero esta diferencia puede borrarse o incluso desparecer completamente en determinados contextos culturales (la “historiografía” medieval parece haber incluido regularmente fenómenos de otredad espacial).9 Pues el movimiento 8Desarrollado Desarrol lado en el parágrafo 15 deSei de Sein n undZeitáe. und Zeitáe. Martin  Martin Heidegger, 15 ed.,Tübingen, Niemeyer, 1984. * Sigo aquí la terminología que propone Jorge Eduardo Rivera C. en su traducción traducción al español español

de Ser y ti tiempo empo,, entre los conceptos Vorhandenheit Vorhandenheit (  (estarahí estarahí)) como algo que “simplemente está, sin afectarnos a nosotros por ello” (p. 462) y Zuhandenheit Zuhandenheit  (estar a la mano), como mano), como “el modo de ser de aquello con lo cual nos las habernos habernos en el uso cotidiano, un modo de ser que se caracteriza particularmente por no llamar la atención y por no mostrarse como enfrentado a nuestro propio ser” (p. 467). 467 ). Véanse Véanse estas aclaracione aclaracioness de Jorge Rivera en en las páginas citadas de Ser y ti tiempo empo,, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1997. [N. delT.]. 9 Véase “Vorwort der Bandherausgeber”, en Hans Ulrich Gumbrecht, Ursula Link-Heer y Peter-Michael Spangenberg (eds.), La Littérature historiographique des origines a 1500,  1500,  Grundií? der romanischen Literaturen des Mittelalters, vol. 11, pt. 1, Heidelberg, Winter,

 

principal del historiar, después de la suspensión de lo “a-la-mano” no es -al menos no aún- una distinción entre la otredad temporal y espacial, sino an tes bien la reacción (“decisión” sería probablemente un concepto demasiado fuerte aquí) de no dejar de lado, ignorar o eliminar objetos para los cuales no tenemos un uso inmediato. Dado que la suspensión de lo “a-la-mano” no puede puede ser vista como algo exclusivo del historiar, tenemos aún que seguir buscando qué cosa es única y específica del historiar. Me gustaría agregar aquí que el identificar algo como klassisch klassisch en  en el sentido estrictamente gadameriano de perteneciente a objetos “mit überzeitlicher Sagkraft”, Sagkraft” , implica uuna na doble suspensi susp ensión.1 ón.100 Sobre la base de la primera suspensión, esto es, la suspensión de la presuposición de que soy competente para manejar cualquier objeto que encuentre, identificar algo como klassisch klassisch   implica la suspensión secundaria de esta misma reserva, o en otras palabras, un deshacer ese ese paso atrás que tomamos toma mos cada vez vez que historiamos. Identificar algo como klassisch klassisch implica  implica reconocer que un objeto primariamente “extraño” se volverá importante o pertinente para mí, aunque no hago el esfuerzo, por otro lado necesario, de identificar las condiciones históricas específicas en que se volvería pertinente. Por lo tanto, no podemos realmente apreciar como klassisch lo klassisch  lo que aún no hemos identificado como históricamente remoto. El modo en que Harold Bloom lee a Shakespeare, por ejemplo, su obsesión por hallarse a sí mismo en el personaje de FalstafF, es inmune a la crítica de que es una lectura naife naife  n términos históricos, porqué porqu é deriva su provocación específica (y acaso su sofisticación específica) de la decisión de no historiar a Shakespeare y a sus personajes.11 Pero, ¿no debemos admitir que lo que nos motiva -como lectores profesionales—a poner entre paréntesis nuestras habilidades a menudo el observar queacierto texto o ciertay obra de artepara del historiar, pasado esescapaz de fascinar incluso aquellos lectores contempladores que serían incapaces de restituirla a su contexto histórico original? Reflexión que podría llevarnos a preguntar: ¿qué tan klassisch klassisch son  son las imágenes de los antiguos textos y culturas que la disciplina de los clásicos

acostumbraba producir, y continúa produciendo?

1986, pp. 17-25.

10 Hans-Georg Gadamer, “Das Beispiel des Klassischen”, en Warheit und Methode:  Methode:  Grundzüge einerphilosophischen Hermeneutik, 2a. Hermeneutik, 2a. ed., Tübingen, Mohr, 1965, pp. 269-275. 11Véase, sobre todo, la obra de Harold Bloom Shakespeare: The Invention oofth fthee Human Human,,  Nueva York, Riverhead Books, 1998.

 

* * * De m modo odo nada sorprend sorprendente, ente, he llegado llegado nuevamente nuevamente a la conclusi conclusión ón de que las habilidades del humanista no son tanto actitudes y procedimientos impuestos sobre nosotros por ciertos objetos, sino una voluntad de hacer más complejas las cosas, un deseo de hacer las cosas disfrutable y dolorosa mente complejas, localizado en la mente del humanista.12 Como he tratado de demostrarlo antes, el movimiento decisivo es no poner inmediatamente entre paréntesis, paréntesis, dejar de lado y eliminar objetos ppara ara los que no ttenemos enemos un uso inmediato ni obvio. Desde un ángulo inspirado por Bourdieu, podría mos sugerir la siguiente regla: cuanto menos obvia sea, a partir de nuestra relación con el objeto en cuestión, la necesidad de historiar, más tendemos a apreciar e incluso a admirar la voluntad de historiar como una prueba de sofisticación intelectual. intelectual. Para la mayor parte de nosotros no es terriblemente terriblemente meritorio darnos cuenta de que somos incapaces de descifrar un texto escrito en antiguos jeroglíficos egipcios, pese a que aún encontramos fascinantes tales caracteres. caracte res. /h Pero me sentí inmediatamente incómodo odo por mi propia prop ia falta de sofisticación  /his isto tori risc sche hes s Bewu Bewufí fíte teiin, n,   cuandoincóm un renombrado periodista cultural mencionó recientemente al pasar que ya no le gustaban los textos de un importante académico, porque ellos no habían superado “el aroma estilístico de fines de los años noventa”. Mi hijo de diez años provocó una impresión análoga al calificar su pedido de Navidad Navid ad de una tabla de skate skate con  con el comentario de que el skateboarding skateboarding era  era una cosa de comienzos de los años noventa “ya “ya totalmente antigua” (mientras que yo suponía que que elskateboarding el skateboarding   era algo aún de moda). Pero volvamos a la perspectiva fenomenológica del historiar, a la ob servación de que la historicidad es algo producido en nuestras mentes que para ello enfrentan una inercia considerable, y no algo inherente a ciertos sujetos de referencia. A través de Ja suspensión, al menos en algunos casos, de la presuposición primaria de que, sabemos cómo manejar los objetos que

encontramos, individualizamos los objetos en cuestión y los rodeamos de un aura, y al enfatizar su carácter distante, los transformamos en objetos de deseo.13 Una vez que los hemos calificado como “objetos rodeados de un aura”, y como “objetos de deseo”, no estamos lejos del significado original de 12Para una descripci descripción ón de llaa lectura como una os oscilación cilación entre una exposición placentera y otra dolorosa de la complejidad, véase el capítulo 5 de este libro. 13 Pienso que finalmente se ha vuelto legítimo emplear el concepto de “aura” sin referir a la producción en curso de los filólogos de Benjamín. Para una excelente “arqueología” de esta noción, sin embargo, véase el ensayo de Ursula Link-Heer en Hans Ulrich Gumbrecht y Michael Marrinan (eds.), Ma Mappin ppingg Benjamín Benjamín:: The W Woork ofA ofArt rt in the D ig igita itall Age Age,, Stanford, Calif., Stanford University Press, 2003.

 

la palabra latina sacer sacer y  y de decir que tales objetos son ‘ objetos sagrados”. Ésta es, por cierto, la dirección argumental a la que me estoy dirigiendo. Quiero decir que, a través de nuestras habilidades para historiar, producimos objetos sagrados, y quiero evitar evitar toda nota no ta metafórica en esta esta proposición (tanto como quiero evitar cualquier otro efecto que parezca académicamente imaginativo o sagaz aquí). Quiero, en cambio, afirmar que los objetos sagrados produ cidos por los historiadores culturales son tan legítimamente sagrados como aquellos producidos produc idos po porr cualquier otra religión. religión. Pues Pues no hay objetos sagrados sagra dos sin marcos específicos que los presenten y les sirvan de andamios (tal como nuestros historisches Bewufítein, por Bewufítein, por ejemplo), sin sacerdotes, teólogos, his toriadores y especialistas en cualquier otro campo capaces de eximirlos de la esfera cotidiana y explicar por qué requieren (o, para decirlo de modo más sofisticado, por qué merecen) un tratamiento especial. Esto es tan verdadero para cierto vagón de ferrocarril que usted puede visitar en Compiégne, al norte de París (tanto la rendición del ejército alemán en 1918, como la del ejército francés en 1940 , fueron firmadas en este vagón), como para los fragmentos de la Santa Cruz C ruz que mi madre guarda en un cajón; es cierto cierto tanto para esos trozos de pan que los católicos católi cos practicantes creen creen es es el el cuerpo de Cristo, Cr isto, como com o para las botellas de cachaga cachaga que  que usted ve ofrecidas a los dioses de los cultos afrocristianos en las esquinas de las calles en las ciudades de Brasil cualquier viernes por la noche. Comprendo que las razones por las que esos objetos son sagrados son distintas de un caso al otro, pero el punto de convergencia que quiero subrayar es que todos ellos son producidos como objetos sacros por especialistas. En otras palabras, no hay objetos “primariamente” o “na turalmente” sagrados.

*** Resistiré la obligación, que viene de nuestra merecidamente reverenciada herencia Ilustrada (¡amarla es más una obligación que una tentación!), de decir o que los objetos sagrados que producimos no son realmente objetos sagrados, o que debemos cuidarnos de d e crear crear objetos sagrados, porque porq ue hacerlo hacerlo no es algo muy racional. Al contrario, me gustaría afirmar (así como también me gustaría expresar mi lamento por ello) que una de nuestras funciones sociales más honradas por el tiempo y más religiosas en tanto historiadores, uno de nuestros nuestros pasados títulos de legitimidad -es -e s deci decir, r, la expectati expectativa va de que seríamos capaces de producir alguna especie valiosa de progn pro gnosi osiss- se ha vuelto obsoleta, por po r lo menos, desde el derrumbe del marxismo (fuera del marxismo, la misma afirmación a firmación ha sido historiada benignamente y relativizad relativizadaa mucho antes; piénsese, por ejemplo, en el trabajo de Reinhardt BCoselleck). Confron tados con el vacío vacío que deja la ahora abandonada abandon ada práctica de la pronosticación,

 

podría mos hacer podríamos hacerlo lo much muchoo peor peor,, ppor or decir lo menos, que redesc redescubrir ubrir la vverdad erdad de que meramente por el hecho de historizar cosas, ya producimos objetos sagrados, y volver a reclamar para nosotros el estatus de especialistas en esta práctica. Sólo mencionaré aquí la identificación, frecuentemente propuesta, de nuestros nuestros museos contemporáneos ccon on “templos (post)modernos” , por porque que estoy demasiado de acuerdo con ella ella,, pero aademás demás porque estoy en desacu desacuerdo erdo con el estatus metafórico que habitualmente acompaña a esta observación. L a preg pregunta unta rea reall que qui quiero ero hacer eess ést ésta: a: ¿qué ffunciones unciones religiosas específicas específicas   pueden cumplir nuestros objetos históricos históricos sagrado sagrados? s? La respuesta es que los objetos históricos/historizados pueden ayu darnos a superar el umbral de la muerte, y esto me parece algo tan evidente que ni siquiera calificaré mi respuesta como tentativa. Ahora, al decir -como lo hacemos bastante a menudo en otros contextos- que una religión y sus objetos sagrados nos ayudan a superar el umbral de la muerte, normalmente o al menos primariamente nos referimos al umbral futuro constituido por el fin de nuestras propias vidas. Tanto Martin Heidegger como, más sorpren dentemente, dentement e, Niklas Nik las Luhmann L uhmann han explicado por qué imaginar el “más al allá lá”” de la propia consciencia es a la vez imposible y fascinante.14 Pero fue sólo Heidegger quien mostró, con conmovedora sobriedad, cuán fútil es confiar en la ilusión de que puede haber algo más que nada n ada después de nuestr nuestraa propia muerte. Visto desde este ángulo, la promesa ideológica de “seguir viviendo” en el futuro de la propia nación o de la propia clase, y los pronósticos de estilo hegeliano basados basado s en observaciones de la historia se nos aparecen como ideas religiosas no del todo convincentes, que sobrevivieron el implacable

diagnósti co de Heidegger apenas por medio siglo. Se ha dicho que la obsesión diagnóstico de hacer pronósticos basándose en la historia, tal como apareció durante el siglo xviii y se hizo popular durante el xix, puede sin duda haber sido el resultado de la secularización, secularización, del ab abandon andono, o, aall men menos os entre los intelectuale intelectuales, s, de una esperanza originalmente religiosa en una vida después de la vida.15 En otras palabras, “nuestra” cultura histórica y nuestra conciencia histórica pueden haberse desarrollado desde los tiempos en que los intelectuales pri mero comenzaron a perder su creencia en el horizonte religioso tradicional de la trascendencia; la conciencia histórica puede haber llenado el vacío de 14 Heidegger, Sein und Zeit,  Zeit,  parágrafos 46-53; Luhmann, Social Systems, of. cit.,  cit.,  pp. 262-267. 15Kart Ka rt Lowi Lowith, th, We Weltgesc ltgeschichte hichteais Heilsgeschen, Heilsgeschen, 5a  5a ed., Stuttgart, Kollhammer, 1953. Véase también mi artículo “Die kaum artikulierte Prámise: volkspraliche Universalgeschichte unter heilgeschichdicher heilgeschich dicher Pe Perspe rspektive ktive”” en Gumbrecht, Gumbre cht, Link-Hee Link-Heerr y Spangenberg Spangenber g (eds.), L a Littérat Littérature ure   historiographique, op. cit., pp. cit., pp. 799-817.

 

una creencia en Dios que se desvanecía y en la vida después de la muerte que ésta parecía prometer. En el presente de los primeros años del siglo xxi, sin embargo, “noso tros los académicos” (como lo hubiera dicho Nietzsche) hemos abandonado casi completamente el esfuerzo de tratar de superar el umbral de la muerte a través de la anticipación del futuro.16 Nuestra fascinación reside, para Historicism, en “hablar con los citar a Stephen Greenblatt, el líder del New Historicism, en muertos”.17 Hay un estilo de escribir y escenificar la historia cuya mayor, si no única ambición, consiste en hacernos olvidar que el pasado no está ya presente.18 Hacer presentes y tangibles objetos materiales del pasado -o al menos apuntar a ellos- parece producir a menudo el efecto verdaderamente mágico de eliminar la distancia temporal que nos separa del pasado que deseamos; para ser más preciso, nos ayuda a producir la ilusión de tal efecto. Abandonarnos, enton en la ilusión podemos hacer que los muertos nos hablen -y, sientonces, se loces, puede decir así, de queque podemos hacerlos hablar tan sólo para nuestro placer—es una forma de superar el umbral de la muerte, al per suadirnos de que las muertes de aquellos que vivieron vivieron antes no nos separaron de ellos, lo cual finalmente también significa que ignoramos las limitaciones temporales tempo rales que qu e nuestras propia pr opiass muertes nos fijan. Ambo A mboss gestos gest os —esto es, ambas direcciones en la superación del umbral de la muerte, la pronosticación y el hablar con los muertos—son trascendentales en un sentido estrictamente fenomenológico, pero también en uno convencionalmente convencionalmente teológico. teológico. Que Qu e las posibilidad posib ilidades es perceptivas, de vivencia y de experiencia están están en todos lilimitadas mitadas

por las dos fronteras temporales de la vida, es una estructura del mundo-dela-vida humano.19 Trascender de significa la vida -tratando de anticipar el futuro o tratandolasdefronteras hablar ádel los mundo muertosmoverse imaginativamente dentro de una zona que queda más allá de los límites del 16 Esto es cierto no solamente para los académicos. Véase Niklas Luhmann, “Die Beschreibung Beschr eibung der Zukunft” Z ukunft”,, Beobacht Beobachtungen ungen Modeme Modeme,, Opladen, Westdeutscher Verlag, 1992, pp. 129-148. 17Stephen Greenblatt, “Towards a Poetics ooff Culture” Culture”,, en H H.. Ara Aram mV Veese eeserr (ed.), (ed .), The New  New  Historicism, Nueva Historicism,  Nueva York, Routledge, 1989, pp. 1-14. 18 Mi libro In 1 9 2 6 . op. cit., pretende producir este efecto en el lector. Véase sobre todo el capítulo “After ‘Learning from History’ ”. 19 Acerca del ensayo concepto de Husserl de Lebenswelt Lebenswelt para  paraGewesene un análisissoderesalen, la historiografía como género, véase mi “ ‘Das in vergangenen Zeiten ais ob es in der eigenen Weltwáre’: Versu Versuch ch zur Antropologie der de r Geschichtsschreibung”, en R. Koselleck, H. Lutz y J. Ruesen Ruesen (eds.), Formen der der Geschic Geschichtsschre htsschreibung ibung,, vpl. 4, Theor Theorie ie der Geschichte, Geschichte, Munich,  Munich, Deutscher Taschenbuch Verlag, 1982, pp. 480-513. (Tr. inglesa en mi MakingSense in Life  Life  and an d Lite Literatu rature, re, Minneapol  Minneapolis, is, University o f Minne Minnesota sota Pres Press, s, 1992).

 

mundo-de-la-vida. Es ésa una zona que normalmente describimos o bien como lo “humanamente imposible”, o asociada con lo que imaginamos ser “cualidades divinas”. Anticipar el futuro y hablar a los muertos puede ser, en este sentido, el comienzo de la ilusión de volverse eterno. Si ésta es una descripción que hace justi justicia cia a uuna na de aquellas fascinacio nes específicas que, en nuestro presente, comanda nuestro compromiso con el pasado, entonces podemos estar seguros de que Heidegger habría interpretado tal entusiasmo por hablar a los muertos como sí sínto ntoma ma de nuestra “caída en eell mundo”. Pues volver del pasado, haciendo hablar a los muertos a efectos de superar el umbral de la muerte, implica de modo inevitable una vuelta atrás desde aquel futuro en el cual están nuestras propias muertes. Volvernos a los mundos mund os del pasad pasado, o, “caer en eellos” llos” (“ (“ihnen ihnen verfalle verfallen n se sein”), in”), puede ayudarnos a olvidar la insoportable nada que vendrá con cada una de nuestras muertes individuales, y que Heidegger quería que confrontásemos con tanto valor. Con toda seguridad, ha habido modos de ejercer la historia en un pasado no tan remoto que habrían estado a la altura del desafío existencialista de Heidegger -uno de ellos, quizá, el intento de Kojéve de pensar el fin de una historia en el sentido hegeliano. Por lo tanto, no hay una relación necesaria necesaria   entre historiar el mundo y volverse atrás frente a la confrontación con la nada. Producir la ilusión de estar hablando con los muertos como un uso específico del historiar, sin embargo, debe ser calificado como perteneciente

específico del historiar, sin embargo, debe ser calificado como perteneciente a un mundo heideggeriano de cobardía existencial. Pero ¿quién nos obliga a optar por po r el mundo de Heidegger? ¿No tenemos el derech derechoo de volvernos volvernos atrás ante la dolorosa imposibilidad de imaginar nuestras propias muertes, y ante la dolorosa certeza de que ocurrirá de todos modos?

 

Capítulo

5

E n s eñ a r

Cu ando Cuan do habla hablamos mos acerca de enseñar en la Univers Universidad idad de ho hoy, y, es muy claro lo que debemos tratar de evi evita tar. r. Ya Ya a nadie le sirve esa retórica doming dominguera uera que dice cuán maravillosas e indispensables, aunque subestimadas, pero a fin de

cuentas vanguar vanguardistas, distas, son las Humanidades. N o es bueno seguir produciendo esas grandes frases frases sobre nuestra profesión, que todos quienes están dentro de las Humanidades usan de tiempo en tiempo (si no constantemente), y que todos quienes están fuera de las Humanidades aceptan e incluso apoyan tan fácilmente, por la sim simple ple razó razón n de que de ttodas odas formas nadie —tanto dentro como fuera de las Humanidades- cree en ellas. Nadie necesita todavía más debates sobre si el objetivo de nuestras disciplinas debe ser la “compensación” (por ejemplo “compensación” por p or los horror horrores es de la tecn tecnología) ología) o, más bien, “orientación” (sin saber quién resultará beneficiado por las bondades de tal guía). Nadie necesita más frases vacías, que de algún modo llevan a producir aún más má s fra frases ses vacías, para ser fina finalmente lmente instruido acerc acercaa de que la ver verdadera dadera naturaleza de nuestras disciplinas és ser “interdisciplinarias”, “integradoras” y “dialógicas”. No quiero oír nuevamente afirmaciones tales como que las Humanidades son “iluminadoras” porque, supuestamente, su oficio es resis tir, y si es necesario deshacer, los “efectos re-mitologizantes” de la sociedad contemporánea; tampoco quiero estar nunca más enfrentado a la distinción entre “cultura” (= bueno) y “civilización” (= malo).1Aveces, como sabemos (porque la evidencia empírica nos busca por correo y correo electrónico, sin 1 Encon Encontré tré esta esta colec colecció ción n de luga lugare ress comu comunes nes en en las prim primera erass siete siete página páginass y media media de: de: Wolfgangg Frühwald, Wolfgan Frühwald, Ha Hans ns Robert Jauss, Reinh Reinhardt ardt Koselleck, Jürgen Mittelstrass Mittelstrass Burkhardt Steinwachs, Geisteswissenschajten heute. Eine Denkschriji,  Denkschriji,  Frankfiirt am Main, Suhrkamp, 1991, pp. 7-14.

 

piedad), la calidad de las propias reflexiones de las Humanidades sobre su estatus y su futuro encuentra el nivel de aquellos (desagradablemente) bien intencionados prefacios prefacios a documentos, document os, que de otro modo mod o tendrían t endrían releva relevancia ncia puramente administrativa. Es más preocupante, sin embargo, ver que incluso aquellas contribuciones al debate actual de las Humanidades que están carac terizadass por terizada po r un nivel nivel de compl co mplejidad ejidad innegablemente mayor y —si así puede decirse- por verdadera dignidad intelectual, simplemente no pueden escapar a ciertos efectos de lo trivial. ¿Necesitamos realmente que nos cuenten que la “fascinación por la historia, experiencia estética y sensibilidad lingüística” extraacadémicas son buenas y no malas condiciones para nuestro trabajo?2 ¿Es necesario que nos recuerden los valores de la Bildung, Bildung, p  por or ejemplo la creencia creencia de que los años pasados en la universidad deberían llevar a los jóvenes a la “independencia” intelectual y personal?3 Desafortunadamente, el problema no es específico de Alemania o de cualquier otro contexto académico nacional. Ciertamente, nos topamos

contra el mismo muro de desesperanza en los debates de la academia norte americana, y aún estoy por decidir si el mayor grado de ingenuidad de los académicos norteamericanos lo encuentro más encantador o más devastador que la discusión alemana, comúnmente bien empacada y producida en serie. Pero ¿cuál es entonces el problema académico internacional? ¿Por qué es que se produce tan profusamente un discurso que claramente empeora a medida que su volumen aumenta? El problema puede ser que no haya un problema real. Constantemente real.  Constantemente nos defendemos “contra” las administraciones estata les y la esfera pública, que no son realmente realmente nuestros  nuestros enemigos, porque no tienen intención seria de disminuir nuestro tamaño o importancia. Antes bien, por el contrario, y de modo un poco grotesco, están deseosos de coin cidir con cualquier argumento que podamos presentar a nuestro favor. ¿Es nuestra paranoia defender la existencia de un Romanisches Seminar en Seminar en cada Gesamthocbschule -o Gesamthocbschule  -o es el hecho de que se esté cerrando uno de cada 25  Ro Ro  manische Seminare, evidencia Seminare, evidencia de las (escondidas pero) malvadas intenciones “de ellos”? En otras palabras, el problema parece ser que, a pesar de nuestra floreciente histeria, no tenemos enemigos realmente amenazantes. Creo, más bien, que nuestras expectativas son muy altas (¿necesita una edición crítica cada nuevo fragmento encontrado?). ¿Por qué, por ejemplo, los humanis 2 Rüdiger Bubner, “Die humane Bedeutung der Gesiteswisenschaften”, en Zwisch Zwischenrufe. enrufe.Aus Aus  den bewegt bewegten enJah Jahre ren, n, Frankfurt  Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1993, pp. 121-138, cita en la p. 138. 3 Dieter Heinrich, “Die Krise der Universitat im vereinigten Deutschland”, en Nach dem  dem  Ende der Teilu Teilung. ng. Über Identitaten und Intellektnalitd Intellektnalitdtt in Deutschland, Frankfurt Deutschland, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1993, pp. 125-56.

 

tas alemanes le hacen tan asociales menudodeelinventar juego a funciones la tendencia y al deseo petit   petit bourgeois de bourgeois  de ciertos actores en serie para todas y cada una de las disciplinas humanísticas (culminando con la invención del Kulturwiri), en Kulturwiri),  en lugar de conectarse con aquellas fundaciones y políticos que están dispuestos a apoyar a las Humanidades como fin en sí mismas?4 ¿Por qué estamos volcando nuestros instintos socialdemócratas contra nosotros mismos? Mi respuesta, bastante segura, a esta pregunta, es que nosotros, los humanistas, sufrimos de un pesimismo mucho más profundo, tal vez incluso de una mucho mayor flagrante falta de entusiasmo sobre nuestro trabajo, que aquellos grupos con quienes interactuamos en la práctica de nuestra profesión. (Llamo “segura” a mi respuesta, en el sentido de que la encuentro altamente convincente -aunque me doy cuenta de que puede haber alguna presión académica para calificarla como “tentativa”). En lugar de tratar de

probar mi punto con largas citas o engorrosas estadísticas,5 veamos cómo podríamos reaccionar a esta condición de depresión colectiva crónica. Si queremos volver a una actitud de confianza, si queremos -por así decir reenergizar nuestra autoimagen—entonces autoimagen—entonces será importante no excluir, en nuestras reflexiones y debates, el peor escenario. En otras palabras: no deberíamos excluir la posibilidad de que las Humanidades puedan real mente haber alcanzado su final histórico.6 Después de todo, tuvieron su bien marcado comienzo, como instituciones, a comienzos del siglo xix, y su comienzo como programa explícito (formulado, entrehay otros, por Wilhelm Dilthey) alrededor del 1900 . También sabemos que numerosas socie dades que existen felizmente sin disciplinas académicas como las nuestras. Por lo tanto, probablemente, luciremos más convincentes si admitimos que las Humanidades son una institución especial que algunas sociedades han llegado a ser capaces de tener, una institución especial que puede producir beneficios especiales (los cuales tendríamos que nombrar) en lugar de pre tender, poco convincentemente, que el final de las Humanidades sería el final de la Humanidad. Más importante, sin embargo, es que las formas en

4 Estoy siguiendo a Manfred Fuhrmann, “Klassische seit 1945. Erstarrung, Geltungsverlust, neue Perspektiven”, en Wolfgang Prinz yPhilologie Peter Weingart (eds.), Die sog.  sog.  Geistesivissenschaften: Innenansichten, Frankfurt Innenansichten, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1990, pp. 313-328, la cita, en p. 327. 5 Véase “Dysphoria”, introducción a Hans Ulrich Gumbrecht y Walter Moser (eds.), Canadi Cana dian an Journal o fComparative Literature, Literature, 9,2001,  9,2001, número especial, “The Future of Literary Studies/L’avenir Studies/L’aven ir des études littéraires”, littéraires”, donde do nde presentamos treinta puntos de vista de colegas académicos sobre el futuro de la Crítica Literaria. 6 Véas Véasee mi ensay ensayoo ““The The Origins of o f Literary StudiesStud ies-and and Their End?” End?”,, StanfordHumanitie H umanitiess  Review,   6, núm. 1, 1998, pp. 1-10. Review,

 

las que reflexionamos sobre nuestras situaciones profesionales deben ser lo más específicas posibles. En este ensayo, por lo tanto, trataré de pensar en la situación de los Clásicos (más que en las Humanidades en general); trataré sobre los Clásicos como profesión (y no sobre los Clásicos como campo de conocimiento), y lo haré estableciendo una relación entre la actual situación de esta profesión y su situación en Europa durante la segunda y tercera décadas del siglo xx. Dado mi diagnóstico inicial, de acuerdo con el cual lo que más necesitamos es auto-re-energizarnos (por lo menos, necesitamos esto más que una defensa pública contra acusaciones que no existen), hay un peligro específico inherente a la especificidad del enfoque histórico que he elegido. ¿Cómo puedo evitar que el pasado que trato de evocar se convierta

en “una carga oscura e invisib invisible” le”,, com comoo dijo Nietzsche, Nietzsche,77 en lugar de vo volver lverse se “relámpagos que centellean dentro de una nube”?8 ¿Cómo lograr no quedar atrapados en esa “autorreferencia irónica”9 que él describe como una actitud de su propi pr opioo ttiemp iempoo —y que ha perma permaneci necido do (o se ha vuelto) tan nuestra? LLaa respuesta, por supuesto, debe ser tan nietzscheana como la pregunta: trataré de mantener deliberadamente un estrecho enfoque histórico sobre un texto del pasado ( Wissen Wissenscha schaft ft ais ais Be Beruf, ruf, de  de Max Weberj y sobre una muy especí fica configuración contemporánea de posiciones, marcada por los nombres de Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff, Friedrich Nietzsche, Wilhelm Dilthey, Stefan George y Werner Jaeger. Esto significa que tendré en mente tanto el poner entre paréntesis (en palabras de Nietzsche: “olvido”) algunas 7 Véase Vom Nutzen und Nachtheil der Historie ftir das Leben,  Leben,  en Sdmtliche Werke.  Werke.  Kritische Studienaugabe, vol. Studienaugabe, vol. 1, Munich, 1980, p. 249: “die groí?e und immer grófiere Last des Vergangenen: diese drückt [der Menschen] nieder oder beugt ihn seitwárts, diese beschwert seinen Gang Gan g al seine unsichtbare und dunkle Bürde”. Bürde” . [“El [“ El cada vez vez mayor peso del del pasado pasa do que presiona al hombre o lo inclina hacia uno de los lados, y agrava su paso con un peso invisible y oscuro”]. 8Ibidem, Ibidem, p.  p. 253: “da£ innerhalb jener umschliefienden Dunstwolke ein heller, blitzender Lichtschein entsteht”. [“Dentro de cada neblina aprehensora hay apariciones de ráfagas de luz”]. 9Ibidem, Ibidem, p.  p. 302: 302 : “Es darf dar f zwar zwar befremdend, aber nicht widerspruchsvoll widerspruchsvoll erscheinen, erscheinen, wenn wenn ich dem Zeitalter, Zeitalter, da so hórbar und aufdringlich in das unbekümmertse Frohlocken Über seine historische Bildung auszubrechen pflegt, trotzdem eine Art von ironsichem Selbstbewufkscm  Selbstbewufkscm  zuschreibe, zuschre ibe, ein darüberschwebendes darüberschwebendes Ahnen, daí? hier nicht zu frohlocken sei, eine Furcht, dafi es vielleicht vielleicht bald mit aller Lustbarkeit der historischen Erkenntnis vorüber sein werde.” werde.” [“Puede parecer pare cer extraño extraño —aunque —a unque de ninguna manera contradictorio— que yo trate de irrumpir con una opinión, opini ón, que se vuelve vuelve (como una especie de autoconciencia autoconci encia irónica) sobre esa época sobre la que tanto tant o se oye oye y que impertinentemente impert inentemente se celebra: no veo en ella algo de lo cual alegrarse —temor que pronto terminará con todo el regocijo del conocimiento histórico”].

 

condiciones históricas de la Filología Clásica10 como profesión a comienzos de la década de 1920, como el invocar otras.11 Esto, espero, nos ayudará a situarn sit uarnos os —por un instant i nstantee al menos—“en menos—“en el umb umbral ral del momen mo mento to actua actual” l”.1 .122 Dentro del momento actual, sin embargo, trataré de encontrar una nueva forma, contemporánea, de concebir lo que Nietzsche proponía para la pro fesión de “Filología Clásica” en su propio tiempo: el programa de estar fuera de tiempo dentro de su propio presente.13

El famoso ens ensayo ayo de Max W Webe eberr Wissenschaft ai aiss Ber B eruf uf , cuya publica ción original es de la primavera de 1919, se presentó como una conferencia, organizada por el Freistudentische Bund  Bund  en Munich el 7  de noviembre de 1917 ,un a año ño antes del final de la I Guerra Guerr a Mun M undi dial al.1 .144 La refle reflexión xión sistemá sistemá  tica de Weber sobre la profesión académica tiene lugar en un momento de 10 No haré distinción aquí entre las formas histórica y nacionalmente diferentes y las interpretaciones interpreta ciones que esta disciplina ha adoptado por décadas. Más allá de los diferentes diferentes nombres que use (Klassische Philologie, Altertumswissenschaft, clásicas, Altertumswissenschaft, clásicas, etc.), está está siempre  siempre implícito un componente filológico en el estricto sentido del término utilizado. 11Nietzsche, VomNutzen, op. cit, p. cit, p. 330: “Mit dem Worte ‘das Unhistorische’ bezeiniche ich die Kunst und Kraft vergessen vergessen zu  zu kónnen und sich in einen begrenzten //onawzíeinzuschliefien”. [“Con la palabra —‘unhistórico’— defino yo el arte y el poder de poder olvidar y colocarse en un horizonte delimitado”]. 12Ibidem, Ibidem, p.  p. 250: 25 0: “Wer sich nicht auf a uf der Schwelle Schwelle des Augenblicks, alie Vergangenheite Vergangenheiten n vergessend, niederlassen kann, wer nicht auf einem Punkte wie eine Siegesgóttin ohne Schwindel und Furcht zu stehen vermag, der wird nie wissen, was Glück ist und noch schlimmer: er wird nie etwas thun, was Andere glücklich macht”. [“Quien no se abandona a la oscilación del momento (olvidando todos los pasados), quien no puede sostenerse en el instante como co mo diosa dios a triunfal sin trampa tram pa y sin temor, ése no sabrá lo que es la felicidad y todavía todavía peor: no sabrá hacer feliz a otro”] . , 13 Ibidem, Ibidem,   p. 247: “So viel muí? ich mir aber selbst von Berufs wegen ais classischer Philologe zugestehen dürfen: denn ich wüíSte nicht, was die classische Philologie in unserer Zeit für reinen Sinn hátte, wenn nicht den, in ihr unzeitgemáS -das heifit gegen die Zeit und dadurch auf die Zeit und hoffentlich zu Gunsten einer kommenden Zeit -zu wirken”. [“Todo esto debo yo mismo aceptar de la profesión de filólogo clásico: no sabría yo lo que la filología clásica clásica tiene tiene de sentido puro, a no ser por todo aquello aquello que —en — en su no-tiempo no-tiempo (esto es, contra el tiempo y sobre el tiempo)— es capaz de aportar; ojalá que para bien del tiempo venidero...”]. 14Toda la información informaci ón biográfica (y más generalmente histórica) que sigue sobre el texto de Max Weber se extrajo del destacado “Einletung” y “Editorischer Bericht”, en vol. I, pt. 7 de Max Weber, Gesamtausgabe, Gesamtausgabe, ed.  ed. de Horst Baier, M. Rainer Lepsius, Wolfgang J. Mommsen, Wolfgang Schlucht Schluchter er y Johannes Winckelma Winckelmann, nn, Tübingen, Mohr, Mohr, 1992, pp. 1-46, 49-69. El texto de Weber aparece en pp. 71-111. Las citas que siguen aparecen entre paréntesis en el texto.

 

su vida en el que, luego de años de enfermedad, luego de meses de servicio voluntario en la administración militar (que abandonó en septiembre de 1915), y luego de varios intentos sin éxito de ganar un cargo de influencia en la política nacional, estaba por regresar a la universidad: primero a través de visitas docentes en Viena y luego, definitivamente, aceptando un cargo en la Universidad de Munich en marzo de 1979 . El Freistudentische Bund era Bund era una asociación nacional de estudiantes universitarios que, fundada a fines del

siglo xix como una alternativa minoritaria a las corporaciones estudiantiles de esgrima y su pathos pathos   intemacionalista,15 encontró una aceptación rápi damente creciente durante los años de guerra. Una de sus preocupaciones programáticas era la crítica a las universidades alemanas contemporáneas por su enfoque exclusivo en la educación profesional (en evidente detrimento de una con concepci cepción ón h huma umanís nístic ticaa —y más m ás h holíst olística— ica—de de la Bildung). Bildung). Pueden  Pueden haber sido las muy controvertidas reacciones a un ensayo escrito por Alexander Schwab, socio líder del Freistudentische Bund,  Bund,  que expresaba exactamente esta crítica, lo que sugirió la idea de una serie de conferencias acerca del “Trabajo intelectual como profesión” (Gei (Geisti stige ge Arbeit ais B Beru erufj. fj. Max  Max Weber se convirtió en su primer orador.16 Lo que llama la atención del lector en los pasajes introductorios del texto de Weber, “Wissenschaft ais Beruf”, es una casi obsesiva insistencia en lo aleatorio al eatorio —tal ve vezz se debería decir en llaa “impro “ improbabil babilidad idad objetiva”- del éxito en la profes pr ofesión ión aca académ démic icaa (el m mism ismoo Weber reitera —y marca mar ca en itáli itálica— ca—en en este contexto la poco usada palabra Hazard). Hazard). Las  Las interacciones entre la adminis tración del Estado y la institución académica, argumenta, hacen improbable un exitoso reclutamiento de profesores (77 ); no ve conexión entre los talentos del profesor carismático y aqu aquellos ellos del académico productivo ((79) 79);; fi finalmente nalmente -y presuponiendo que el duro trabajo sistemático es la condición necesaria para cualquier intuición o descubrimiento académico- Weber clama que la diferencia entre tener tener tal éxito y eell fracaso de por vi vida da es un fenómeno fenómeno aleatorio. aleatorio. Sin embargo, después de esta introducción provocadora que estaba obviamente dirigida a problematizar el aura con que las ideologías tradicionalmente román ticas y neorrománticas han adornado el papel del profesor alemán, se vuelve bastante bastan te difícil identificar las posici posiciones ones a cuyo favor Webe Weberr quiere argumentar -mientras -mientr as continúa siendo evid evident entee contra qué está argumentan argumentando. do. Con C on fuer tes dosis de ironía, por ej ejemplo, emplo, critica todas llas as diferent diferentes es ver versiones siones de la ex 15 Weber abandonó la corporación de sus años de estudiante (Allemannia (Allemannia Heidelberg Heidelberg)) en noviembre de 1918. 16 El 28 de enero de 1919, Weber dio una segunda conferencia en la misma serie, bajo el título “Politikals Beruf” (Gesamtausgabe ( Gesamtausgabe,, op. cit., vol. cit., vol. I, pt. 17, pp. 157-252).

 

pectativa Ilustrada en que investigación y aprendizaje brindarán orientaciones inmediatas inmedi atas para pa ra la vida vida diaria. De acuerdo con Weber Weber,, no debe ni puede pue de ser el el objeto de la institución académica “dar sentido al mun mundo” do”,, ni sentar las base basess para “la felicidad colectiva” (92 ), ni proveer de ninguna “respuesta práctica inmediata”, ni una mejor comprensión o “conocimiento de las condiciones

de la vida hum humana” ana” (87). Entonces, ¿qué daría, en ausencia de objetivos tan claramente circunscritos, identidad a la práctica académica “co “ como mo profesión profesión” ( 105)? Como respuesta, Weber parece referirse, sobre todo, a la especificidad de un estilo intelectual. Este estilo académico debe apoyarse en conceptos altamente abstractos y en experimentación (90 ), en pensamiento lógico, en procedimiento guiado por método y en una preferencia por resultados que marquen una diferencia, aunque ésta no tiene por qué necesariamente ser una diferencia práctica práctica (93 ).1 ). 17 En llaa segunda segunda parte de su discurso, discurso, Weber realiza realiza una crítica agresiva a aquellos valores neorrománticos cuya propagación estuvo en el origen de una serie de conferencias conferencias organizadas organizadas por po r elFreistu el Freistudentische dentische Bund. Bund.  Sostiene que los fines políticos son incompatibles con la enseñanza aca académica démica (95 -9 6 , 100), y parece encontrar verdaderamente obsceno cualquier tipo de relación relaci ón emocional entre el docente docente académico y sus estudiantes, como c omo estaba entonces descrita y canonizada por conceptos tales co como mo “docente como c omo líder” (“Führer”, 101), “formación e impregna impregnación ción de la me mente nte del estudiante estudiante”” (97 ), o la “fe” en papeles y contenidos académicos ( 108). Nuevamente, los respec tivos conceptos contrarios de Weber permanecen mucho más vagos que sus espectacularmente vehementes ataques. La institución académica, para él, es parte del “desencanto del mundo” [.Entzauberung] [.Entzauberung]   (87 , 93 ), y entonces se le identifica como genuinamente no religiosa. A aquellas disciplinas que tratan sobre manifestaciones culturales {historische Kulturwissenschajieri)  Kulturwissenschajieri)  asigna la tarea de “entender las condiciones del surgimiento y la producción” de tales objetos (95 ).18 Ninguno de los temas que he mencionado hasta ahora excede las in terpretaciones convencionales deWissenschaf Max W Web eber er..t”Ciertamente Ciertame nte convergen en elmás concepto conce pto normativodel dediscurso “wertfreie Wisse nschaft” —con el cual solíamos estar en desacuerdo hasta mediados de los años ochenta y al que 17 [...] dafi das, was bei wissenschaftlicher Arbeit herauskommt, wichtig wichtig   im Sinn von ‘wissenswert’ sei”. [“Lo que resulta del trabajo científico es importante importante en  en el sentido de ‘valor del conocimiento”’]. 18 “Oder nehmen Sie die historischen Kulturwissenschaften. Sie lehren politische, künstlerische, literarische und soziale Kulturerscheinungen in den Bedingungen ihres Entstehens verstehen verstehen”” . [“O tome usted las ciencias históricas de la cultura. Tratan de enseñar las manifestaciones culturales de la política, del arte y de la literatura en las condiciones de su surgimiento”]. surgimiento”].

 

tendemos a apoyar fuertemente hoy. Es mi impresión, sin embargo, que el

texto de Web Weber er contiene un número de pasajes pasaje s que tal ta l vez contra la lass prop propias ias intenciones de su au auto torr- no pueden ser fácilm fácilmente ente incluidos en un rango bajo la condición condi ción meramente negativa de “no tener valor” y que podrían entonces estar más cerca de ciertas ideas e ideales pedagógicos pedag ógicos de lo que Weber Weber hub hubiese iese querido admitir. Considérese, en este contexto, la metáfora que presenta conceptos analíticos como “hojas de arado” que rompen el “pensamiento contemplativo” y su contraste con lo que Weber condena usando palabras tales como “espadas contra nuestros enemigos” (96).19 La misma tendencia se vuelve más clara en la evocación de Weber a lo que él asevera que es el compromis compr omisoo universitario con la “aristocracia intelectual”: Atraer Atraer mentes “no entrenadas pero receptivas” a la aventura del “pensamiento independiente” (79).20Tal pensamiento independiente, dice Weber, privilegia la aceptación de “hechos desagradables” (unbequeme Tatsachen  Tatsachen  [98 ]), es decir, la acepta ción de observaciones y resultados que complejizan compleji zan —indefinidamente, pode pod e mos agregar- ciertas opiniones y posiciones preconcebidas. Pero ¿no parece extraño asociar complejizaciones intelectuales sin fin con la profesionalidad de la investigación y enseñanza académica? Del mismo modo, tal énfasis en la independencia personal, la flexibi lidad intelectual sus efecto efectoss complejizadores no coinciden creo, intele con loctual que ynormalmente entendemos como “wertfreiecompletamente, Wissenschaft”. Este concepto programático (que puede ciertamente ser menos el punto de Weber en “Wissenschaft ais Beruf” que el de sus principales intérpretes), 19“Die Worte, die man braucht, sind dann nicht Mittel wissenschaftlicher Analyse, Analyse, sonder sondern n politischen Werbens um die Stellungnahme des anderen. Sie sind nicht Pflugscharen zur Lockerung des Erdreic Erdreiches hes des kontempla kontemplativen tiven Denkens Denkens,, sondern Schwerter geg gegen en di diee Gegner: Kampfmíttel”. [“Las palabras que uno necesita no son medios científicos de análisis, sino la toma de posición política frente a la postura del otro. No son arados para aflojar la riqueza de la tierra del pensamiento contemplativo, sino para cambiar espadas contra el enemigo: un medio lucha”]. 20 de “Wissenschaftiche Schulung aber, wie wir sie nach der Tradition der deutschen Universitáten an diesen bertreiben sollen, ist eine geistesaristokratische geistesaristokratische Angelengenheit,  Angelengenheit, das sollten wir uns nicht verhehlen. Nun ist es freilich andererseits wahr: die Darlegung wisenschaftlicher wisensch aftlicher Probleme so, dafi ein ungeschu ungeschulter, lter, aber aufnahmefahiger K Kop opff si siee versteh versteht,t, und dafi er —was für uns das allein Entscheidende ist -zu -zum m selbststándigen Denken darüber gelang, ist vielleicht die pádagogisch schwierigste Aufgabe von alien”. [“No debemos ocultar que el adiestramiento de la ciencia (como nosotros lo entendemos según la tradición de la universidad alemana) alemana) es una ocasión aristocrática de dell espíritu. Per Peroo —po —porr otro lado— también es quizás cierto que la tarea pedagógica más difícil es que una cabeza no adiestrada (aunque capaz de entender) llegue a un pensamiento autónomo en la exposición de los problemas científicos”].

 

enfatiza la independencia de los resultados de la investigación académica con respecto respec to a su posible valor y sus efectos prácticos fu fuera era del sistema académico. Por ejemplo, los historiadores de arte, arte, de acuerdo ac uerdo con c on la propuesta prop uesta de Web Weber, er, deberían tratar de explicar las condiciones históricas para el surgimiento del arte abstracto a comienzos del siglo xx, independientemente del impacto que sus resultados puedan tener en el mercado del arte. A diferencia de este acento sobre los resultados de la investigación  investigación  (en las interpretaciones más aceptadas de “Wertfreheit”), me interesa más aquíactual  es el   énfasis de del Maxconcepto Weber en esos efectos queloelque proceso de investigación actual puede tener en la mente de los investigadores y sus estudiantes. De vuelta a un ejemplo ya utilizado, esto significaría: tratar de entender el surgimiento del arte abstracto les hará más sensible y más versátil intelectualmente, aun si aquéllos nunca logran tener éxito en la tarea. Pero ¿cómo sucede esto (si es que sucede)? ¿Cómo puede hacerse real el ideal de Weber de una Geis Geis   tesaristokratiel ¿Cómo tesaristokratiel  ¿Cómo y por qué la participación en la investigación actual complejiza y fortalece las mentes de los participantes? Tal como yo lo veo, “Wissenschaft ais Beruf” no ofrece ninguna respuesta a esta pregunta. Pero sospecho que las posibles respuestas pueden estar exactamente en ese hori zonte de temas neorrománticós y discusiones que el ensayo de Weber trata de desechar. *** ¿Cuál era la situación académica a la que se refería el discurso de Max Weber? ¿Cuáles eran los problemas, debates y cambios dentro de las disci plinas humanísticas en Alemania y dentro de la “Klassische Philologie” en particular? Para el contexto de nuestra discusión, es importante, sobre todo, darse cuenta de que Weber dio su discurso sólo unos pocos años después del umbral histórico en que los escritos programáticos de Wilhelm Dilthey hubieran confirmado y consolidado la separación de la Geisteswissenschaften Geisteswissenschaften   del resto resto de las disciplinas disciplinas académicas. académicas. N o fue hasta 1910 cuando su libro Der Der   Aujbau der geschichtlichen Welt in den Geisteswissenschaften  Geisteswissenschaften  definitivamente entronizó a la interpretación (como Dilthey la propuso, esto es, como el movimiento desde la superficie material -y podemos agregar filológica- de los fenómenos, hacia la profundidad espiritual), como ejercicio central de las Humanidades: “He allí una tendencia específica, crecientemente fuerte en el grupo de disciplinas con las cuales tratamos, y esta tendencia reduce los aspectos físicos de los procedimientos al status de condiciones puras, ins trumentos de entendimiento puros. Este es el énfasis en la autorreflexión, el direccionamiento de nuestro entendimiento desde fuera hacia dentro. Esta tendencia tenden cia utiliza tantas tantas objetivacione objetivacioness de vida vi da como com o posibles puntos de partida

 

para el entendimiento entendimien to de la interi interioridad oridad de la cual surge”.2 surge”. 21 Dilt Dilthey hey menciona dos fines ligeramente diferente diferentess -aunq -au nque ue aparentemente aparentemente inseparable insep arabless- para el “procedimiento” de la interpretación: primero (y obviamente) aquellas estruc turas y formas intelectuales (o “espirituales”) que sólo se vuelven accesibles a los sentidos humanos a través de sus objetivaciones.22 Segundo, como punto de referenci referenciaa mucho más difícil (¿o se debería decir decir “problemático” “proble mático”?) ?),, Dilthey señala el concepto de Erlebnis Erlebnis (“vivencia”),  (“vivencia”), por ejemplo aquellos encuentros de la mente humana con el mundo circundante que están en el origen de todos los contenidos y formas “espirituales”.23 El programa de Dilthey de salvar la distancia entre las superficies materiales de los objetos culturales y una esfera de Erleben Erleben original  original presenta una promesa pr omesa de inmediatez, de cercanía a la vida —una pr promesa, omesa, parece, parece, que él siempre implicó como alcanzable pero la que, al mismo tiempo, pareció reticente retice nte a describir explícitamente. A esta altura, es importante important e enfatizar que “experiencia vivida”, la traducción convencional al inglés para Erlebnis Erlebnis  ,,** es 21 “Der “D er Aufbau de derr geschichtlichen We Welt lt in den Geisteswissenschaften” (1 (1910 910),), en Wilhelm Dilthey, Te Texte xte zu zurr Kriti Kritikk der historischen historischen Vemu Vemunfi, nfi,   Góttingen, ed. de Hans Ulrich Lessing, Góttingen, Vandenhoeck and Ruprecht, 1983, pp. 248-56 (cita en p. 251): “Aber in der Natur der Wissenschaftsgr Wissenschaftsgruppe, uppe, über die wir handeln, liegt eine Te Tendenz, ndenz, uund nd sie entwickelt sich in deren Fortgang immer starker, durch welche die physische Seite der Vorgange in die blosse Rolle von Bedigungen, von Verstándnismitteln herabgedrückt wird. Es ist die Richtung auf die Selbstbesinnung, es ist der Gang des Verstehens von aufien nach innen. Diese Tendenz verwert verw ert jede Lebensáufierung für die Erfas Erfassung sung des Innern, aus der sie hervorgeht” hervorgeht”.. [“ [“Pe Pero ro en la naturaleza del grupo ci científico entífico —sobre el que estamos tratando— se da una tendencia (que en este proceso se desarrolla cada vez de forma más fuerte) a través de la cual el lado psíqui co del proceso queda reducido al puro papel de ser condición del conocimiento. Es el camino del autojuicio, es el paso del entendimiento de fuera hacia dentro. Esta tendencia valora cada exteriorización de la vida para la aprehensión de lo interno —de donde se desprende”]. 22Ibidem, Ibidem,  p. 254: 25 4: “der Rückgang au auff ein geistiges geistiges Gebilde,” y “ein geistiger Zusammenhang [...] der in die Sinnenwelt tritt und den wir durch den Rückgang aus dieser verstehen”. [“La pérdida de una construcción” y “un contexto espiritual que se desliza en el mundo del sentido —cosa que nosotros entendemos como pérdida del sentido”]. 23Ibidem, Ibidem, p.  p. 249: “Das Náchstgegebene sind die Erlebnisse. Diese stehen nun aber [...] in einem Zusammenhang, der im ganzen Lebensverlauf inmitten aller Veránderungen permanent beharrt; auf seiner Grundklage entsteht das, was ich ais den erworbenen Zusammenhang des Sleenlebens früher beschrieben habe: er umfafít umfafí t unsere Vorstellungen, Werbestimmungen und Zwecke, Zw ecke, un undd er besteht ais eine Verbindung dieser Glieder” Glieder”.. [“L [“Loo que sigue son las experiencias. Éstas, sin embargo, se dan en un contexto que —en el curso total de la vida en medio de todos los cambios— se mantiene perm permanente; anente; sobre su base se alza eso que yo anteriorm anteriormente ente he descrito como contexto de vida del alma: abarca nuestra representación, las determinaciones de los valores y de los fines, y se presenta como un enlace de estos componentes”]. * El concepto de Erlebnis Erlebnis e  ess propio de d e la hermenéutica filosófica del siglo xxix ix en Alemania, y en su desarrollo teórico posterior se ha vertido al español, a partir fundamentalmente de la

 

una expresión inadecuada, en la medida en que lo que sugiere es que lo que está siendo “vivido” (aquí está el aspecto de inmediatez) se ha convertido ya en una u na “experie “experiencia”, ncia”, es de decir cir,, algo interpretado y form formulado ulado en conceptos. El lexicón del alemán, en contraste (y la terminología filosófica parece seguirlo aquí), ubica Erlebnis Erlebnis entre  entre el nivel de la “percepción” puramente física, por un lado, y el de la “experiencia”, es decir, el resultado de una interpretación, por el otro. Erlebnis, Erlebnis , podríalaentonces unosindecir, es un objeto per cepción sobreUna el cual se enfoca conciencia aún haber hecho de sentido de él. Ahora, pienso que es ajustado decir que Wilhelm Dilthey tiene que haber sentido un potencial fascinante de in-domesticación en esta noción de  (ell mismo potencial que inspiró otras variantes de la conte contemporánea mporánea Erlebnis (e Erlebnis Lebensphilosophié)   pero que, en lugar de desplegar ese potencial, prefirió Lebensphilosophié) mantener la Erlebnis Erlebnis bajo  bajo control tanto conceptual como metodológico. La Erlebnis original Erlebnis  original de un autor o de un poeta era el punto de partida al cual la interpretación se suponía que debía (ser capaz de) retornar, y por ello no es extraño que la l a escritura autobiogr autobiográfica áfica se convirtiese en el género de referencia referencia favorito para Dilthey y su escuela, así como que la forma biográfica fuera la forma preferida de éstos para presentar los resultados de sus investigaciones. Dichtung, publicado El libro más famoso de Dilthey, Das Erlebnis und die Dichtung, en 1906, era por cierto una colección de ensayos biográficos sobre Lessing, Goethe, Novalis y Hólderlin. Es sabido que otro factor de importante influencia sobre la apenas emancipada Geisteswissenschaften Geisteswissenschaften vino  vino del poeta Stefan George y del círculo estrictamente organizado de sus discípulos.2 discípul os.244 Deb Debido ido a sus es estilos, tilos, dramátic dramática a mente diferentes de autopresentación pública, sin embargo, los cuales termi naron atrayendo tipos de intelectuales completamente diferentes, a menudo se pasa por alto el hecho de cuán cerca estaban la hermenéutica de Dilthey y las posturas de la Georgekreis. Georgekreis. Personalmente,  Personalmente, pienso que los rituales alrededor de la poesía y la cultura en general que inventaron George y su Kreis Kreis son  son una versión más radical (o acaso, solo más consecuente) del culto a la Erlebnis Erlebnis d  dee Dilthey. Dilt hey. G George eorge se preocupó acerc acercaa de la integral “total “totalidad” idad” de la vivencia vivencia y obra de Gadamer, como “vivencia”, siguiendo una sugerencia original de Ortega y Gasset, que hemos secundado también en esta traducción. Para un amplio desarrollo de la historia y significado del término, véase Gadamer, Verdad Verdadyy método, op. cit., pp. cit., pp. 96 y ss. [[N. N. del T T.].] 24 Entre la abundant abundantee literatura literatura sobre el Georgekreis, Georgekreis, véase  véase el excelente ensayo de Ernst Osterkamp, “Friedrich Gundolf zwischen Kunst und Wissenschaft. Zur Problematik eines Germanisten aus dem George-Kreis”, en Christoph Kónig y Eberhard Lammert (eds.), Literaturwissenschafi Literatur wissenschafi und u nd Ge Geis iste tesg sges esch chich ichte te 191 1 9101 0192 925, 5, Frankfurt  Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1993, pp. 177-198. Véase también Robert E. Norton, Secret Germany; Stefan George and His Cirde,  Cirde,  Ithaca, N.Y., Cornell University Press, 2002.

 

de la experiencia, experiencia, incluyendo al cuerpo humano hum ano.2 .255 Quiso Qui so “corporeizar a Dios” Dio s” y “divinizar el cuerpo”. Relaciones estrictamente jerárquicas y un compromiso cuasi religioso de “servicio” “servicio” bajo ba jo la guía de un líder carismático caracterizaron a las estructuras internas de su círculo.26 Friedrich Gundolf, acaso el germanista más admirado en la década de los veinte, era discípulo de George, y para su consternación (¡y la de George!) se notificó, durante sus primeros años como profesor en la Universidad de Heidelberg, que qu e él era menos talentoso como c omo poe poe  ta, menos talentoso “para configurar la vida en forma artística”, que como crítico.. En las propias palabras de Gundo crítico Gu ndolf: lf: se dio cuenta de que su verdadera verdadera fuerza era “la vivificación vivificación de lo qque ue ya tiene una un a forma”.2 forma” .277 Esta Est a intuición int uición que él gradualmente aprendió a aceptar -y que lo iría separando gradualmente de George mism m ismoo- fue la ba base se de la famosa fórmula de de G Gun undo dolf lf “Erlebnis ais ais Methode”2 Meth ode”288 que se esparció rápidamente entre los ccríticos ríticos literarios de su tiem t iem po.229 Ahora bien, “la vivencia po. vivencia como método” mét odo” es una idea que no corresponde exactamente con la canonización, por parte de Dilthey, de la Erlebnis Erlebnis como  como el último lugar de llegada de toda interpretación. La idea parece sugerir, en cambio, que los objetos culturales deben ser traídos de nuevo a la vida durante el proceso proceso de su reapropiación. Esta Es ta idea normativa, sin embargo, emba rgo, no está tan lejos de la insistencia en los los procedimientos procedim ientos de provocación del pensamiento por parte del análisis académico (más que en los resultados que éste arroja) que hemos visto en “Wissenschaft ais Beruf” de Max Weber. ¿Y dónde estaba la Klassische Philologie  Philologie  mientras estos debates esta 25 Véase ibidem, ibidem,   p. 178. 26Ibidem, Ibidem,   p. 184. 27Ibidem, Ibidem, p.  p. 181: “[Gundolfs] Briefe an Curtius bezeugen einen schweren Rollenkonflikt in den Heidelberg Anfangsjahren 1912 uund nd 191 1913, 3, der auf au f der im wissenschaft wissenschaftlichen lichen Alltag sich mehr und mehrdie bestátigenden EinsichtVerlebendigung gründete, nicht die Gestaltung des Lebendigen, sodern wissenschaftlichen des künstlerische schon Gestalteten bilde sein eingentlichesTalent: eingentlichesT alent: ‘HalS gege gegen n Bücher (die doch nun einmal mein Médiu Médium m sein müssen und déren dére n Vivifizirung mein bedeutendstes, mir nicht mehr wer wertvolles tvolles Talent ist) und Sehns Sehnsucht ucht nach Lebendigen Anschauungen bei angerwachsener Denkbrille quál quáltt mich’ ”. [“Las cartas de Grundo Gru ndolf lf a Curtió testimonian — en los años años de inicio ddee Heildelb Heildelberg erg (19 (191212-191 1913)— 3)— un fuerte fuerte conflicto de papeles, a partir del cual construye su propio talento en la cotidianidad científica, no la configuración artificial de lo vivo, sino la vivificación científica de lo ya configurado: ‘Contra ‘Con tra los libros (que debe deberían rían ser mi médium y cuya viv vivificación ificación no es precisamente el mejor de mis talentos) me atormenta la añoranza de contraponerles (mediante lente lentess de pensamiento más maduros) ideas realmente vivas’ ”]. 28 Ibidem,  Ibidem,  p. 184. 29 Uno de los colegas y lectores de Gundolf para cuyo desarrollo intelectual esta frase se convirtió por cierto en decisiva fue Leo Spitzer. Véase mi ensayo biográfico: Leo Spitzers Stil,  Stil, 

Veróffentlichungen des Petrarca Instituts Kóln, Tübingen, Narr, 2001.

 

ban ocurriendo en las universidades alemanas? Como en la mayoría de sus disciplinas vecinas, podemos observar, desde las últimas décadas del siglo xix, una coexistencia y, luego, una creciente tensión entre dos concepciones fundamentalmente diferentes de la profesión académica. Si bien nuevos mo dos de pensar -como aquellos representados por Whilhelm Dilthey, Stefan George, Friedrich Gundolfhabían emerger desde mucho antes de o1900 , sólo fueron activam activamente ente comenzado asumidos, asum idos, y avueltos contra posiciones más tradicionales, bajo la presión de las dudas y la general inseguridad insti tucional causada por la experiencia de la Guerra Mundial.30 En este sentido, la Wi Wiss ssen ensc scha haft ft:: ai aiss B Bee ruf  ru f de  de Ma Maxx W Web eber— er—escrita en 1917—fue un documento verdaderamente emblemático de su tiempo. Para llaa percepción pública de los clásicos, sin embargo, Ulrich von Wilamowitz-M Wilamowitz-Moellendorf oellendorfff continuó siendo el protagonista más visible, incluso luego de su retiro de la Universidad de Berlín, y durante la década que precedió a su muerte en 1931. El prefacio a la cuarta edición de su Reden und Vortráge, Vortráge, escrito en 1925, el día de la batalla de Sedan Se dan (es de decir cir,, el de la deci decisiva siva victoria del ejército prusiano en la guerr guerraa franco-prusiana de 1870), prueba que Wilamowitz vio decadencia sólo en el mundo político y cultural que lo rodeaba, y no en su propia disciplina. Tercamente, reiteró la dedicatoria original de este libro, hecho en 1890 , a sus profesores del Gymnasium Gymnasium de  de Schulpforta (cuyo otro estudiante famoso había sido Friedrich Nietzsche). Renovó el juramento que le había hecho a Guillermo I, el primer emperador alemán y, sobre todo, no vio necesidad -ni en este prefacio ni en las publicaciones académicas que redactó en la década de los años veinte- de reaccionar a ninguna de las concepciones in novadoras que habían emergido entre tanto dentro de su disciplina, y de las cuales la filosofía de la cultura de Nietzsche era sólo una.31 Pero no fue tanto la esperanza de Wilamowitz de revivir a la juventud alemana a través de la 30 Véase Manfred Landfester, “Die Naumburger Tagung ‘Das Problem des Klassischen und die Antike’ (1930). Der Klassikbegriff Werner Jaegers: seine Voraussetzung und seine Wirkung”, en Hellmut Flashar, Altertumswissenschaft in den 20er Jahren. Neue Fragen und  und   Impulse,   Stuttgart, F. Steiner, 1995, pp. 11-40, la cita en p. 11: “Dieser Bruch war zwar Impulse, geistig vorbereitet seit der Jahrundertwende, er wurde jedoch erst unter dem Eindruck der militárischen Niederlage Deutschlands im Ersten Weltkrieg und ihrer politischen und gesellschaftlichen gesellsch aftlichen Folgen in der ‘Weimarer ‘Weimarer Republik’ wirk wirksam”. sam”. [“Este corte cort e estuvo en realidad preparado espiritualmente en el cambio de siglo, aunque sus efectos se hicieron primero visibles con la impresión de derrota de la Alemania en la Primera Guerra Mundial, y después

sus consecuencias políticas y sociales en la República de Weimar ]. 31Acerca de la reacción de Wilamowitz respecto de Niet Nietzsche, zsche, véase Ulrich K. Goldsmith, Gold smith, “Wilamowitz y la Georgekreis", Georgekreis", en  en William M. Calder, Hellmut Flashar y Theodor Linken (eds.), Wil Wilamowi amowitz tz nach 50 5 0 Jahren, Darmstadt, Jahren, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1985, pp583-612, esp. 595-599.

 

recepción de la antigua literatura griega lo que lo apartó de sus colegas más  jóvenes,  jóve nes, pues esta esperanz esperanzaa también estaba, por cierto, cierto, viva en la lass nueva nuevass generaciones de filólogos clásicos. Lo que hizo a Wilamowitz aparecer como un monumento de un pasado intelectual e institucional totalmente remoto fue su ausencia de cualquier cualquier duda o cuestionamiento acerca de la posibilidad y confiabilidad confiabi lidad de esta función educativa. D Desde esde el ensayo ensayo que escribió acerca acerca de las tragedias griegas ( Trauerspiele Trauerspiele)) para su graduación en el Gymnasium Gymnasium   en Schulpforta en 1867,32 a través de los discursos famosos en todo el país que pronunció para fin de año, o en el onomástico del Emperador alrededor del cambio de siglo,33 hasta su continua producción académica durante los años veinte, nunca cambió un credo muy elemental acerca de la utilidad de su profesión: Wilamowitz creía que la experiencia estética está necesaria mente subordinada al aprendizaje ético; que la intuición acerca de la propia obligación moral (Pflicht (Pflicht)) era la orientación ética más importante a adquirir; que esa intuición acerca de la obligación moral llevaría en última instancia al autogobierno (Selbstverwaltung)34 (Selbstverwaltung )34 lecciones y a una vida que node había un modo mejor de aprender estas quesatisfactoria; a través delyestudio las antiguas culturas y literatura griegas. En contraste co con n los principios que orientaron y estructu estructuraron raron la vida profesional de Wilamowitz (es difícil no asociarlos con alguno de aquellos metales —hierro y ac acer eroo- que q ue fueron los más resaltados resal tados en la autorrepresentación del Estado Prusiano), el modo como entendió e imaginó la cultura griega antigua cambió considerablemente a lo largo de las décadas, lo cual es bastante sorprenden sorprendente. te. Habiendo Habien do comenzado con una visión que tomaba su forma de los augustos valores y sobrias formas del clasicismo alemán, Wila mowitz —bajo la infl influencia uencia creciente de lo loss esc escritos ritos de He Herder— rder—vino vino a desa des a rrollar pintura más colorida menoslahomogénea la culturaacadémica griega.35 Era estauna imagen “romántica” de yGrecia que, en la de generación de los estudiantes de Wilamowitz durante los años veinte (y sobre todo en el trabajo de su su sucesor cesor en Berlín, Werne Wernerr Jaege Jaeger), r), se volvería volvería nuevamente más clásica, clás ica, es dec decir, ir, menos dive diversa, rsa, más normativa y más orientada a llaa aplicación. aplicación. Significativamente, Jaeger no fue sólo el inmediato inmediato sucesor s ucesor académico de W Wilaila32Véase Véase por ej ejemplo emplo Joachim Wohlle Wohlleben, ben, “Der “ Der Abiturient ais Kritiker” Kritiker”,, en Calder, Flashar

y Linken (eds.), Wila Wilamowi mowitz tz nacb 50 Jahren, op. op. cit., cit., pp.  pp. 3-30. 33Véase por po r eje ejemplo mplo Red Reden en undVo undVortrage, rtrage, reimpresión  reimpresión de la 4a ed., vol. 2, Dublin / Zurich, Weidmann, 1967 (1926), pp. 1-55. 34 Ibidem, Ibidem, p.  p. viii. 35 Ernest Vogt, “Wilamowitz und die Auseinandersetzung seiner Schüler mit ihm”, en Calder, Flasha Flasharr y Linken (eds.), Wilamowitz nach 50 Jahren, op. cit., pp. cit., pp. 613-631, cita en p. 627.

 

mowitz en Berlín, sino que en sus años de juventud también había ocupado la cátedra que había sido de Nietzsche en la Universidad de Basilea. Aunque trató arduamente (y según creo, muy exitosamente) de evitar toda tensión y confrontación pública con su predecesor, Werner Jaeger vio un potencial decisivo para la renovación decisivo renovación discip disciplinaria linaria de la Klassische Philologie en Philologie en las obras de Nietzsche, en la filosofía de Dilthey y en el estilo cultural del círculo de George.36 Él conectó este potencial, que describió como una serie compacta y unificada de cuasiexistenciales “tensiones vividas por la cultura griega”,37 con la situación de crisis y miseria (Not (Not)) de la cultura alemana después de 1918, que él y sus colegas nunca cesaro cesaron n de inv invoca ocar. r. E Esto sto permitió a Jaeger desarrollar desar rollar,, alrededor al rededor de la noción programáti prog ramática ca depaideia, de paideia, un  un impresionante edificio de Clásicos, como pedagogía nacional. Refiriendo explícitamente a los autores más canónicos de la literatura nacional alemana, Jaeger volvió a enfatizar la creencia en una afinidad específica entre la cultura alemana y la cultura antigua; identificó la esencia metahistórica de la cultura griega antigua tambiéngriega de la alemana) con una concepción y normativa de(y la vida humana; y sostuvo que la propagación y expansión de tal humanismo (paideia) era (paideia)  era el destino final y glorioso de la humanidad. Aunque el mis mismo mo We Werner rner Jaeger dejó Alema Alemania nia en 1936 para conver tirse en profesor de la Universidad de Chicago (y, en 1939 , de Harvard), su concepci conc epción ón de lo Clási Clásico co —convertido convert ido en una ideologí ideol ogíaa académi académica ca sofi— sofi—fun fun cionó notablemente bien en la Alemania posterior a 1933.38  Esto ocurrió, con seguridad, debido al propósito casi explícito -y en nuestra opinión, especialmente impracticable- de transformar parte de la Klassische Philologie  Philologie  en una NationalPadagogik. NationalPadagogik. En  En cualquier caso, la iniciativa de Jaeger había lanzado un nuevo e intenso debate acerca de la función de los clásicos -es decir, un debate sobre asuntos cuyas respuestas la generación de Wilamowitz aún había considerado obvias. La paideia paideia había,  había, además, vuelto a enfatizar precisamente aquellos valores de la Bildung Bildung   que no podríamos encontrar en las líneas principales de la reflexión de Max Weber acerca de la moderna “Wissenschaft ais Beruf”. Pero es únicamente en el trabajo de algunos es

tudiantes de Jaeger donde podemos descubrir una convergencia aceptable 36 Sobre Jaeger y el nuevo movimiento intelectual que inauguró en Klassische Philologie,  Philologie,  véa véase se sobre todo el ya mencionado mencionado ensayo ensader yo de Landfester Landfester, , “Die “D ie Naumbur Naum burguerT guerTagung agung” ” , pero también Uvo Holscher, “Strómungen deutschen Grazistik in den Zwanziger Jahren”, ambos en Flashar y Vogt (eds.),Alt (eds.), Altert ertumsw umswis issens senscha. cha.fi fi in in de den n 20e 20errJahre Jah ren n.,.,op .,.,o p. cit. cit. , pp. 11 -40, 65-86; y Vogt, “Wilamowitz”, art. cit. 37 Véase Véase Landfester, Landfester, “Die “ Die Naumburger Naumb urger Tagung”, Tagung” , art. cit., cit. , p. 17. 38 Ibidem, Ibidem, pp.  pp. 29-40, esp. p. 38.

 

—acaso acaso,, inclus incluso, o, placentera—entre placentera—entre una creencia creenc ia en en el potencial pedagó pedagógico gico de la cultura griega antigua y una visión más sobria de la esfera esfera pública. En este sentido, una metáfora autodescriptiva propuesta por Karl Reinhardt es intere sante. vio a los ccomo omo guías de sus estudiantes yparticularmente lectores “haciainteresante. puertas queElnunca vanclásicos a atravesar”.39 *** Habiendo pasado (demasiado rápido, lo admito) a través de algunos de los escritos programát programáticos icos de Max Webe Weber, r, Stefan Stefa n George y Friedrich Gundolf, Ulrich von Wilamowitz-Moellendorf y Werner Jaeger, nos confrontamos ahora de nuevo con el desafío lanzado por Friedrich Nietzsche a toda obra histórica, en otras palabras: regresamos a la prescripción de que cualquiera que desee dar energía a su presente a partir de excursiones en su pasado, pasa do, debe no sólo ser capaz de recordar recordar,, ssino ino que también tambi én debe estar dispuesto dispuest o a olvidar. olvidar. Pero ¿qué es loclásica que debemos “mejor olvidar” cuando se trataLos de la historia de la filología y de su autodefinición como c omo profesión? textos texto s que encuentro inútiles y a menudo vergonzosos, a lo largo de las décadas, son aquellos programas ansiosos por “educar” “educar” generaciones generaciones enteras, enteras, sociedades y naciones. Los discursos de Wilamowitz en el onomástico del Emperador, los protocolos y rituales rituales religiosos religiosos de George acerca de la cultura de Occidente, la pedagogía de Jaeger para la Nación y la Humanidad, o los más recientes Denkschriften   que recomiendan a las Humanidades por ser “integradoras” Denkschriften y “dialógicas” “dialóg icas” —todos todo s estos escritos, ciertamente, ci ertamente, no n o logran l ogran darme da rme energía alguna. Lo L o mismo es cierto, debo admitirlo, para la invitación de Max M ax W Webe eberr a reconstruir las circunstancias históricas que, caso a caso, hicieron posible los grandes logros culturales. Tal vez se trate simplemente de una confu sión el suponer que podemos vender, justificar o glorificar nuestro trabajo identificándolo por sus “funciones sociales”, esto es, ciertas funciones de las

cuales se supone que dependen la felicidad o, incluso, la supervivencia de las sociedades. Pido perdón si no resisto a la tentación de decir esto de nuevo, pero por cierto todos sentimos que las sociedades contemporáneas sobrevivirían con toda facilidad sin las “funciones” de nuestro trabajo (y sin 39 Karl Reinha Reinhardt rdt,, Von Werken und Formen,  Formen,  1948, citado en Hólscher, “Strómungen”, art. cit., p. 82: “Wer nur begeistert sein, wer aus den Quellen trinken will, deer greife nicht zu diesem Buch, in dem um alies imer nur herumgeredet, alies Unmittelbare umgebrochen, immer von Turen gefhürt wird, in die man nicht eintritt. Mit dem Unterschied von anderen Büchern hóchstens, das darum gewust wird”. [“El que sólo quiera impresionarse, el que sólo quiera beber de las fuentes, no lea este este libro — libro en que se habla de todo esto, es to, de lo roto de la discriminación, de ese llegar hasta las puertas y nunca poder pasar más adelante. La diferencia está en que este libro hace todo eso consciente”].

 

el sacrificio sacrificio de las inversio inversiones nes financieras financieras que h hacen acen posib posible le este trabajo). Lo más fuerte es la impresi impresión ón de que en m muchos uchos de esos textos cuya cuyass declaraciones programáticas haríamos mejor en olvidar, hay una chispa (y a veces incluso una llama) llama) de entusiasmo -ch -chisp ispas as y llamas de entusiasmo, sin embargo, que apenas tienen conexión (si es que la tienen) con todas esas grandes declara ciones programáticas. Realmente no sé cómo decir esto sin sentirme, francamente, ridículo -pero después de medio siglo alemán de negar toda dignidad académica al concepto de Erlebnis Erlebnis (el  (el medio siglo que, por ejemplo, cubre más que la totalidad de mi socialización profesional), es hora para las Humanidades de volver, precisamente, a ese concepto. Una de las razones por las que esta vuelta me parece parece tan plausible es la imposibil imposibilidad idad de compatibilizar la noción de Erlebnis Erlebnis con  con la esfera de lo colectivo o lo social. Podemos comunicar y “compartir experienci experiencia” a” co como mo aquello que está ya interpretado i nterpretado y moldeado en concep tos -p conceptos -per eroo la vive vivencia, ncia, como aquello que precede a ta tall interpreta interpretación, ción, debe quedar como algo individual. Si alguien concuerda con la dirección general de mi propuesta, ¿por qué entonces de ésta no se sigue simplemente un volver atrás y reactiv reactivar ar el trabajo de Wilh Wilhelm elm Dilthey, quien, qu ien, despu después és de todo, fue el único filósofo de renombre que dio al fenómeno y a la noción de Erlebnis Erlebnis cierto  cierto prestigio intelectual?40 Mi punto de partida y de distinción está en que, para Dilthey, Erlebnis fue lebnis  fue siempre el telos telos de  de un proceso de “retraducción”, esto es, de una “retraducción de objetivaciones de la vida a esa vitalidad espiritual de la cual emergieron”.41 Hemos visto también que Dilthey quiso el punto inicial y final de esta “retraducción” fuese sobredeterminado porque la dicotomía “ma terial vs.  espiritual”. Desafortunadamente, no encuentro a ninguna de esas

premisas pertinentes pertinentes para una descripción de nuestro trabajo: ciertamente ciertamente,, no damos dam os n ningún ingún est estatus atus privileg privilegiado, iado, a la laErlebnis Erlebnis original  original de los grandes artistas, autores o filósofos (al menos, ya no lo hacemos); y, con el correr de los años, hemos aumentado aume ntado nuestro inte interés rés en, y nuestra percepción para, los aspectos materiales de la cultura y la comunicación. En lugar de ubicar el concepto de “vivencia “vivencia”” en el lado objetiv objetivoo de nuestro trabajo, debe ser relacionado con nosotros (los “profesionales”) y con nuestros estudiantes (e ignoraré, por el momento, la diferencia entre los estudiantes que buscan una profesión en las Humanidades y los que no). De nuevo, la vivencia sería aquello que, en 40 La siguiente (y final) discusión sobre el concepto de Erlebnis Erlebnis   está basada en el impresionan impre sionante te subcapítulo de Hans-Georg Gadamer, “Der Begriffdes Begriffde s Erle Erlebnis bnisses”, ses”, en Warheit Warheit   undMethode..., op. cit., pp. cit., pp. 60-66. 41 Ibidem Ibidem,, p. 62.

 

mi concepción, debería disipar la enseñanza en humanidades, y no aquello que la interpretación en las humanidades debiera reconstruir y establecer. Desarrollar el concepto de “vivencia” en esta posición significaría que podemos comenzar a entender por qué, en los (acaso infrecuentes) mejores casos, nuestra investigación y enseñanza son capaces de producir efectos de Bildung Bildung individual.  individual. ¿Cómo puede esto ocurrir? Puede ocurrir al enfrentarnos a nosotros mismos y a nuestros estudiantes con objetos de una complejidad que desafía una fácil estructuración, conceptualización e inter pretación -especialmente si tal confrontación ocurre en condiciones en que los plazos de tiempo no son un factor de presión. Esta fórmula: exponerse a una alta complejidad intelectual sin tener la necesidad inmediata de reducir esta comple com plejida jidad, d, está probable probablemente mente cerca ce rca de un nuevo —y dotado dota do de mu m u cha “aura “aura””- concepto de Lectura, Lectura, el  el cual es crecientemente usado hoy por los investigadores y estudiantes en Humanidades una autorreferencia positiva.42 Lectura aquí Lectura  aquí claramente no es sinónimocomo de desciframiento desciframiento (como  (como era el caso en los buenos tiempos de la semiótica). En cambio, la palabra parece referir a una a la vez alegre y dolorosa oscilación entre ganar y per der orientación y control intelectual. Nuestra tarea pedagógica, creo, no es tanto vivir tales oscilaciones en conjunto con nuestros estudiantes (esto estaría demasiado cerca de los ideales psicoemancipatorios de fines de los años sesenta; en las menos polémicas palabras del clasicista Karl Reinhardt, nosotros no atravesamos esas puertas junto a nuestros estudiantes). En lugar de ello, debemos identificar y preparar objetos de estudio de tal compleji dad y luego, al menos parcialmente, escenificar los encuentros de nuestros

estudiantes con ellos. Preparar demasiado tales interacciones o “compartir demasiada experiencia” con nuestros estudiantes, implica el riesgo de volverse lo opuesto de un profesional -debido a que implica también la tentación, para nuestros estudiantes, de simplemente seguir a sus profesores, en lugar de vivir este desafío individualmente. La filología, en el sentido más tradicional de la palabra, por cierto, puede ser un instrumento muy eficiente dentro de la producción de complejidad que se requiere aquí. Pues cuanto mayor es la calidad filológica de una edición, podríamos decir que más desorientadora, desafiante y compleja se volverá la lectura (y la Lectura Lectura)) informada por ese trabajo filológico.

42 Éste fue el punto p unto central central de convergencia de la xxxx Stanford Stanfor d Presidentia Presidentiall Lectures in the Humanities and Arts, en la cual, entre marzo de 1988 y abril del 2000, artistas y académicos de renombre mundial han desarrollado sus visiones acerca del futuro de las Humanidades y las artes en la educación superior.

 

Aunque decirlo pueda sonar a mal gusto intelectual en nuestra época, tengo la impresión de que la concepción no diltheyana de Erlebnis Erlebnis como  como complejidad difícil de domesticar (y a veces, incluso, mantenida artificial mente), se liga bie bien n con la asociación hecha por G George eorge SSimmel immel ent entre re vviven iven cia y “aventura”.43 Además de ello, estoy de acuerdo con Gadamer cuando subraya aún otra afinidad, esto es, la afinidad entre vivencia en general y la dimensión de lo “estético”.4 “estético”.444 Esto significaría que cualquier tra trabajo bajo ac académi adémi co que cumpla con la fórmula de ser una confrontación con la complejidad en una situación sit uación de ba baja ja presió presión n respecto de plaz plazos os tempo temporales rales —un trabaj trabajoo académico en todas sus diferentes dimensiones, ya sea como aprendizaje, enseñanza e investigación; incluso un trabajo académico diferente del que refiere o se inclina hacia la experiencia estética, tal como la investigación en física teóricapresocrático— y tal como el pensarcerca (“filológicamente”, por ejemplo)Per sobre un fragmento fra gmento , estaría de la experienc experiencia ia estética. Pero, o, una vez más, es preciso insistir en dos diferencias. Primero, me atrevo a no estar completamente de acuerdo con las razones que da Gadamer para la afinidad general entre vivencia y experiencia estética. Por un lado, la observación de (herausreifíen)   que tanto la vivencia como la experiencia estética nos separan (herausreifíen) de la “continuidad de la vida”, es obvio y obviamente importante. Por otro lado, la segunda razón de Gadamer para la cercanía postulada entre vivencia y experiencia estética, se apoya en la impresión de que ambas se relacionan

con la totalidad de la vida, en lugar de con objetos específicos de referencia.45 Yo preferiría asumir que tanto con el concepto de vivencia como con el de experiencia estética est ética nos referimos a situ situacione acioness qu quee extraen —o al menos, hacen visible- un exceso de deseo “no funcionalizado”.46 Una segunda objeción potencial puede venir de Karl Heinz Bohrer, quien ha argumentado recientemente -y para mí, muy poco convincente mente- que existe una fundamental inconmensurabilidad entre lo que él llama “negatividad” de la experiencia estética, y la Universidad (al menos, la 43Simmel citado por Gadamer, WarheitundMethode..., op. cit., p. cit., p. 65. 44 Gadamer, Warheit und Methode..., op. cit.,  cit.,  p. 66: “Am Ende unserer begrifflichen Analyse von ‘Erlebnis’ wird damit da mit deudich, deud ich, welche Affinitát Affinit át zwische zwischen n der Struktur von Erlebnis überhaupt und der Seinsart des Asthetischen besteht. Das ásthetische Erlebnis ist nicht nur eine Art von Erlebnis neben anderen, sondern reprasentiert die Wesensart von Erlebnis überhaupt”. [“Al final de nuestro análisis conceptual de la ‘experiencia’ se hará claro cuál es la afinidad entre la estructura y la experiencia en general —sobre lo cual se funda el ser de lo estético. La experiencia estética no es sólo una clase de experiencia junto a otra, sino aquello que representa es la esencia de la experiencia como tal”]. 45 Ibidem, Ibidem, p.  p. 66. 46 Éste sería el “poder” implícito en todas las prácticas filológicas fundamentales.

 

Universidad del Estado, como institución) que, después de todo, se supone que produce y profesa la verdad.47 En lo que respecta a la pregunta más es pecífica del mismo Bohrer, la pregunta acerca de la experiencia estética y la Universidad, estoy de acuerdo en que la Universidad no puede, ciertamente, “profesar” la experiencia experiencia estética (¿qué significaría tal cosa, después ddee todo?), ni puede convertirla en un ítem específico de su currículo. Todo lo que la Universidad (y cualquier otra institución) puede hacer, es proveer un marco posible que  que la experiencia estética ocurra. de condiciones que hagan posible Lo mis mismo mo se aplica apl ica a la vivenc vivencia ia —y a la Bildung Bildung   como su posible efecto. No hay garantía para un estudiante de que ningún poema, ningún tratado filosófico, ninguna ecuación lo lleve jamás a esa situación desafiante (a esa “puerta de la lectura”, según Kart Reinhardt). El costo de la carrera debe no serpuede el pagocomprar (al menos en pparte) arte)ni para parlaaBildung obteneren sí la laposibilidad posibilidad  dla e lacondición Bildung,   Bildung, pero la vivencia en  sí misma. Y de de posibilidad para que ocurran la vivencia y la Bildung Bildung es  es el tiempo; más precisamente: el privilegio de que a uno se le permita exponerse a un desafío intelectual sin la obligación de tener que dar una reacción ni una “solución” rápida. Naturalmente, sin instituciones específicas y sin esfuerzos individua les específicos, tal “exceso de tiempo” no estará nunca a nuestra disposición.

Necesitamos instituciones de Aprendizaje para producir y proteger el tiempo excesivo exce sivo contra la lass temporalidades mu mucho cho más demandantes del día a día. En este nuevo sentido, no es sólo plausible creer que la “Filología clásica como profesión está desubicada”, como una vez dijo Nietzsche. Dando un signi ficado sólo ligeramente diferente a las mismas palabras, unocosa podría argumentar que la institución académica no se trata de otra que querer de ese estar fuera de tiempo. Me doy cuenta de que la idea nos causa temor, pero no pienso que sea ni que deba ser percibida como tan atemorizante.

47 Bohrer dijo esto en su Stanford Presidential Lecture de noviembre de 1998.

 

ÍNDICE ANALÍT ANALÍTICO ICO

Alfonso X (rey de Castilla), Castilla), 56 56,, 58 Alighieri, Dante, comentarios sobre la Commedia de, Commedia  de, 58, 59

conformado por el papel de editor, 43; producido por el lector, 43-48; productivo de diferentes clases de

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