Haile Selassie, Un Tirano Con Buena Prensa - Historia y Vida - Nº578
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UN TIRANO CON BUENA PRENSA Haile Selassie se exilió poco después de que su país sufriese la invasión de Italia en 1935. El que sería el último emperador de Etiopía supo consolidar su poder labrándose una imagen de prestigio internacional. IVÁN GIMÉNEZ CHUECA, HISTORIADOR Y PERIODISTA
E
l recuerdo que tenemos de Haile Selassie es el de un personaje decadente, debido a la imagen transmitida por libros como El Emperador, de Ryszard Kapuscinski (1978), o por la última entrevista que le hizo en 1974 el periodista de RTVE Miguel de la Quadra-Salcedo. Pero, antes de ser visto como un tirano demente, Selassie fue considerado un gran líder mundial. Esta estampa positiva empezó a cultivarse hace 80 años, en mayo de 1936. Nuestro personaje vivía momentos duros, al tener que exiliarse de Etiopía a raíz de la invasión italiana iniciada siete meses antes. Pero, en una muestra de su sagacidad, o pensamiento maquiavélico, revirtió la situación para convertirse en una de las figuras más admiradas de la escena internacional. Se presentó ante el mundo como icono de la lucha contra el colonialismo y el fascismo, pese a que había llevado a cabo reformas políticas que hacían de él un monarca absoluto en pleno siglo xx.
El auge de un ras Etiopía (también conocida entonces como Abisinia) había resistido las ambiciones coloniales en África. El país presumía de
EN 1923 CONSIGUIÓ QUE LA SOCIEDAD DE LAS NACIONES ACEPTARA A ETIOPÍA A CAMBIO DE ABOLIR LA ESCLAVITUD ser el único territorio del continente que había expulsado a una potencia europea, tras derrotar a las tropas italianas en la batalla de Adua en 1896. A principios del siglo xx, Abisinia conservaba una imagen de país exótico y místico a causa de sus estructuras feudales y unos emperadores que remontaban sus raíces a Menelik, el legendario hijo del rey Salomón y la reina de Saba que habría robado el arca de la Alianza del templo de Jerusalén. En 1913 murió el emperador Menelik II, artífice de la victoria en Adua. El sucesor fue su nieto Iyasu, menor de edad en esos momentos. La falta de un soberano fuerte propició los enfrentamientos entre diversas facciones de la nobleza. Franceses, britá-
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nicos e italianos seguían con interés estas disputas, esperando que el país se fragmentara para ampliar sus dominios coloniales en África Oriental. Esta compleja lucha por el poder terminó con el exilio de Iyasu, que no llegó a ser coronado. En febrero de 1917, su tía Zauditu ascendió al trono como emperatriz, la primera mujer jefa de Estado en África desde los tiempos de la mítica reina de Saba. Aunque la figura fuerte iba a ser un joven de 24 años, el ras (príncipe) Tafari Makonnen. Primo de la emperatriz, consiguió que esta le nombrara regente tras su coronación.
Reformismo absolutista Tafari (que significa “quien debe ser respetado o temido”) tenía un programa reformista, pero, como buen lector de El príncipe de Maquiavelo (en especial, su edición anotada por Napoleón), sabía que debía ser pragmático y evitar un choque directo con los aristócratas más conservadores. El primer paso fue reformar las fuerzas armadas imperiales, que estaban directamente bajo su mando. Así se aseguraba la ventaja militar frente a los ejércitos personales de los nobles, unos contingentes con armamento medieval. Sin embargo, para profundizar en esta y otras reformas, Tafari necesitaba abrir el país al exterior. Otra ventaja de tal apertura era la de contrarrestar las ambiciones colonialistas de los europeos. El ras estaba convencido de que, si integraba el país en el nuevo orden nacido de la Primera Guerra Mundial, garantizaría su supervivencia. En 1923 consiguió que la Sociedad de las Naciones aprobara unánimemente su ingreso en la organización a cambio de abolir la esclavitud. La supresión de esta forma de explotación fue un acto cosmético de Tafari. El país mantenía una estructura feudal, por lo que buena parte de la población seguía en una situación de sometimiento. Aun así, el regente se ganó la enemistad de los aristócratas más reaccionarios. Pronto la política exterior fue el terreno favorito de Tafari. En 1924 hizo una gira por Europa para tratar de conseguir una salida al mar para Etiopía. No lo logró, pero sí que proyectó una imagen de líder enérgico que quería reformar su país para equipararlo a las naciones más avanzadas. No se fijó exclusivamente en el Viejo Continente; también buscó el apoyo de otras
FOTOGRAFÍA tomada durante la ceremonia de
coronación de Haile Selassie I como emperador.
HAILE SELASSIE potencias del momento, llegando a acuerdos con Estados Unidos y Japón. Mientras tanto, la situación interna parecía empeorar. Crecía la oposición de parte de la nobleza a sus reformas en terrenos como la educación, la sanidad o los transportes. A partir de 1928, este desacuerdo se transformó en una rebelión armada. Tafari demostró un gran dominio de la política. Aprovechó esta circunstancia de modo que aristócratas leales a él influyeran en la emperatriz Zauditu para que incrementara sus poderes. El 7 de octubre de 1928, la soberana lo nombró negus (rey), un título que, en el complejo sistema aristocrático etíope, también estaba destinado a los nobles de más alto linaje.
El Poder de la Trinidad En la primavera de 1930, Tafari había conseguido derrotar a los nobles rebeldes. El 2 de abril, la emperatriz Zaduitu fallecía, aparentemente por causas naturales, aunque no faltaron las sospechas de envenenamiento. De inmediato se proclamó al ras Tafari como sucesor. Habitualmente, la coronación de un nuevo emperador se hacía enseguida, para que se consolidase lo antes posible. Pero el negus quería
PARA LA CORONACIÓN, SE CELEBRÓ UNA CEREMONIA QUE DURÓ VARIOS DÍAS Y REQUIRIÓ MESES DE PREPARACIÓN que su coronación fuera un instrumento no solo para legitimar su poder en el interior, sino también para obtener más reconocimiento en el exterior. Por primera vez en la historia etíope, se celebró una gran ceremonia con invitados de decenas países. Para organizarla hicieron falta siete meses. Tuvo lugar a principios de noviembre y duró varios días. El acto central fue la coronación de Tafari en la catedral de San Jorge, en Addis Abeba. Entre los representantes internacionales figuraban el duque de Gloucester (hijo del rey británico Jorge V), el príncipe Fernando de Saboya, en representación de Italia, y embajadores de Francia, Estados Unidos, Alemania y Japón. Al subir al trono, Ras
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Tafari asumía los títulos de León Conquistador de la Tribu de Judá, Elegido de Dios y Negus Nagast (rey de reyes). Además, era costumbre que el emperador eligiera un nombre, una especie de declaración de intenciones para su reinado. Escogió Haile Selassie, el Poder de la Trinidad. Pero la opinión extendida en la prensa internacional no fue la deseada por él. El New York Times destacó la fastuosidad del evento cifrando su coste total en tres millones de dólares de la época. El periodista y escritor estadounidense Evelyn Waugh consideró la ceremonia un acto de propaganda que enmascaraba la pobreza de Abisinia. El Times de Londres se expresó en una línea similar. Los diplomáticos presentes tampoco se mostraron favorables al mensaje que había querido transmitir el emperador. La mayoría representaban a potencias colonialistas, y no querían que el ejemplo de Abisinia se propagara en sus
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dominios. Entre los países de población negra o con minorías negras importantes, sin embargo, la puesta en escena de Haile Selassie sí que iba a causar impresión. En Estados Unidos, los afroamericanos simpatizaron enormemente con él. En Jamaica nació el movimiento rastafari, tomado
mento para afianzar su poder. Transformaba el tradicional sistema feudal en una monarquía absoluta. Su persona era, literalmente, intocable. La sucesión ya no sería electiva, sino consanguínea. Por primera vez Abisinia tendría un Parlamento, con sistema bicameral; pero la Cámara
PRESENTÓ LA CONSTITUCIÓN COMO UNA MEDIDA MODERNIZADORA, PERO AFIANZABA SU PODER de su nombre original, que le veía como una encarnación de Dios en la tierra. Pero Haile Selassie quería la admiración del mundo. Seis meses después de la coronación promulgó una Constitución para el país. Presentó esta medida como una muestra de sus intenciones modernizadoras y de que “renunciaba” a las formas de poder que habían tenido sus antepasados imperiales. En realidad, no era sino un instru-
Alta estaba compuesta por nobles, y la Baja, por representantes elegidos por Haile Selassie, hasta que “la población estuviera en posición de elegirlos por ella misma”, según indicaba la propia Carta Magna. Por otra parte, gracias a los acuerdos comerciales que firmó con países como Japón, Etiopía vivió un boom económico en los años treinta que permitió al emperador seguir implantando sus reformas.
HAILE SELASSIE oasis de Walwal entre tropas italianas y abisinias. Los dos países acudieron a la Sociedad de las Naciones Unidas, que exoneró a ambos de cualquier responsabilidad en el choque armado. Esta tibieza convenció a Mussolini de que nadie se opondría a su anexión de Abisinia.
El Duce contra el emperador
6.ª DIVISIÓN de las fuerzas italianas, conocida
como División Tíber, en la guerra de Etiopía, 1935.
Pese a que la ceremonia de coronación no había dado los frutos esperados en la escena internacional, Etiopía fue normalizando sus relaciones con el resto del mundo durante el primer lustro del reinado de Haile Selassie. Esta aparente buena marcha se rompería a mediados de la década de los años treinta. Abisinia estaba en el centro de los sueños de expansión imperial del régimen fascista de Benito Mussolini, que había recogido la vieja aspiración italiana de ampliar su imperio colonial en África más allá de Eritrea, Somalia y Libia. Hacia 1932, Mussolini intensificó los preparativos para una conquista. La diplomacia y la prensa italianas presentaban Abisinia como un país que había que civilizar, una amenaza para su colonia en Eritrea. Además, se agitaba el recuerdo de la derrota en la batalla de Adua, muy presente entre la población. En diciembre de 1934 se produjo un incidente fronterizo en el
Así, el 3 de octubre de 1935, las tropas italianas comenzaron la invasión. El Duce había enviado a 100.000 soldados (más tarde ascenderían a 476.000) con centenares de tanques, piezas de artillería y aviones apoyando el avance. Frente a ellos, y pese a sus medidas modernizadoras, Haile Selassie contaba con 250.000 efectivos (aunque la cifra varía entre los 100.000 y los 300.000, según la fuente), escasos en armamento moderno. En un primer momento, el soberano etíope esperaba que la Sociedad de las Naciones interviniera enérgicamente para detener la invasión. Pero se limitó a imponer unas leves sanciones contra Italia y a decretar un embargo de armas sobre los dos bandos. Además, Francia y Gran Bretaña no querían enemistarse con Italia porque esperaban contar con ella en caso de una futura guerra con Alemania (Mussolini y Hitler aún no eran aliados, y rivalizaban por sus respectivas ambiciones respecto a Austria). Curiosamente, años después, en 1959, Haile Selassie confesó en una entrevista a Le Figaro que la Alemania de Hitler fue el único país que envió secretamente armas, y que no dudó en aceptar la ayuda porque aplicó la máxima de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Selassie se puso al frente de sus tropas, proyectando, una vez más, la imagen de líder enérgico. Además, hacia finales de 1935, las tropas abisinias detuvieron el avance fascista e incluso consiguieron recuperar algunas poblaciones. Sin embargo, los italianos respondieron con bombardeos contra la población civil y con el uso de armas químicas. La valiente resistencia etíope hizo de Haile Selassie un referente mundial de la lucha contra el fascismo y el colonialismo. La brutalidad italiana le ganó la batalla de la opinión pública internacional, hasta tal punto que la revista estadounidense Time le eligió personaje del año en 1935. Aunque el momento decisivo estaba por llegar.
Italia recurre a las armas químicas LOS CRÍMENES DE GUERRA DE MUSSOLINI EN EL PAÍS AFRICANO LA CARA MÁS cruel de Italia en Etiopía se reveló en el uso de armas químicas. Suponía una clara violación del Protocolo de Ginebra de 1925, firmado por los dos estados. Ante ello, las democracias europeas demostraron una vez más su incapacidad para responder a la agresividad del fascismo. LOS ITALIANOS USARON por primera vez estas armas el 26 de diciembre de 1935 para contener una exitosa contraofensiva enemiga. Se empleó principalmente gas mostaza, tanto contra militares como contra civiles. Hubo que lamentar unas cien mil bajas, entre muertos y heridos, según los observadores internacionales sobre el terreno. MUSSOLINI LO JUSTIFICÓ como respuesta a las atrocidades cometidas por los abisinios, como la ejecución de prisioneros o el uso de balas explosivas. Hasta 1996, Italia no reconoció el empleo de municiones químicas. HOY, LOS ATAQUES con este tipo de armas son claramente condenables, pero, en aquella época, la comunidad internacional los veía con cierta permisividad si se daban en guerras coloniales (como el caso de los británicos en Irak o los españoles en el Rif), de ahí que no se produjese ninguna condena severa.
Pese a la contraofensiva abisinia, los italianos se recompusieron y volvieron a avanzar gracias a su atrocidad y su superioridad material. Haile Selassie aún confiaba en un acuerdo auspiciado por la Sociedad de las Naciones. A partir de febrero de 1936, con la derrota etíope en la batalla de Amba Aradam, quedó claro que era cuestión de tiempo que Mussolini consiguiera la victoria.
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que aguantó dignamente el abucheo de los periodistas italianos mientras subía al estrado, cosa que le granjeó la admiración del resto de asistentes. Además, inició su discurso en su lengua natal, el amharic, contra su idea original de hacerlo en francés para tener más repercusión. Selassie recordó el compromiso de la Sociedad de las Naciones con la seguridad de los países, en especial los más pequeños. Basándose en esa premisa, interpeló a los estados miembros sobre qué medidas iban a tomar. Hoy, las palabras del emperador se consideran un anticipo del fracaso de la política de apaciguamiento. Diplomáticamente fue una derrota. De hecho, se levantaron las sanciones a Italia, e incluso se reconoció la ocupación del país en el verano de 1936, con Gran Bretaña a la cabeza. Pero Haile Selassie volvió a ganar la batalla de la opinión pública. Además, el discurso lo consagró como un paladín de la lucha antifascista, especialmente entre fuerzas de izquierdas como los socialistas británicos o los comunistas italianos. Poco a poco, sin embargo, Haile Selassie y la causa etíope fueron cayendo en el olvido; otras crisis internaciona-
SELASSIE en una emisión radiofónica tras su regreso a Etiopía. Foto tomada por el ejército estadounidense.
A finales de abril, las tropas italianas estaban a las puertas de Addis Abeba. Mientras Haile Selassie estuviera libre, los italianos no podrían legitimar la ocupación del país; pero comenzó el debate sobre si debía abandonar Etiopía o dirigir la resistencia desde alguna zona remota, como la frontera con Sudán. Los consejeros del emperador le sugirieron la primera opción. Semejante circunstancia no se había dado en los tres mil años de historia de la monarquía etíope, pero el riesgo de captura era muy elevado si se quedaba. El 2 de mayo de 1936, Haile Selassie y su familia salieron en tren del país hacia la Somalia francesa (actual Yibuti). Allí embarcaron en el crucero británico HMS Enterprise, que les llevó a Palestina, don-
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de el emperador hizo una breve visita a Jerusalén para luego seguir viaje hasta Londres. El gobierno británico dio a Selassie asilo político ante la presión popular, pero no deseaba una crisis diplomática con Italia, e instó al emperador a mostrarse discreto en su exilio. No obstante, Haile Selassie tenía sus planes, y presionó a la Sociedad de las Naciones para que no se reconociera la ocupación italiana. El negus consiguió dirigirse a su Asamblea General el 30 de junio de 1936 en Ginebra. La sesión de aquella jornada arrancó con la lectura de una provocadora carta del ministro de Asuntos Exteriores italiano, el conde Galeazzo Ciano, en la que anunciaba que Italia comenzaba su labor civilizadora en Abisinia. Llegó el turno del etíope,
CHURCHILL VIO EN ÉL UNA FORMA DE LLEVAR LA LUCHA CONTRA ITALIA A OTRO FRENTE EN LA II GUERRA MUNDIAL les, como la Guerra Civil española o la propia Segunda Guerra Mundial, atrajeron la atención internacional.
El retorno del León de Judá Haile Selassie iba a cobrar nuevamente interés a partir de junio de 1940, cuando Italia entró en guerra al lado de Alemania. Otro líder pragmático como fue Winston Churchill vio una oportunidad en el emperador etíope, que sufría estrecheces económicas en un hotel en Bath, localidad en el sudoeste de Inglaterra. Los británicos buscaban llevar la guerra contra Italia a todos los frentes posibles. Uno de ellos implicaba utilizar las guerrillas que atacaban a los italianos en Abisinia, pero actuaban sin coordinación, incluso enfrentán-
HAILE SELASSIE LA CAÍDA DE LA CARETA El fin de la buena imagen del emperador EL PRESTIGIO QUE adquirió Haile Selassie (a la izqda., en 1962) se vino abajo en los años setenta. El autoritarismo y la corrupción de su gobierno crearon un clima de malestar entre diversos sectores en Etiopía, aunque la mayoría de la población seguía venerando al emperador y culpando de los males del país a sus subordinados. EL AÑO CLAVE fue 1974. Una sequía provocó decenas de miles de muertos en algunas provincias. Las protestas estudiantiles se intensificaron, y se sumaron a ellas otros grupos, como algunas unidades militares. Selassie formó un ejecutivo reformista, pero fracasó. Los militares descontentos organizaron un comité (Derg) y arrestaron a figuras destacadas del entorno del negus. Estos oficiales también pusieron en marcha una campaña de desprestigio de la figura del emperador para erosionar su apoyo popular. FINALMENTE, EL 12 de septiembre, los golpistas arrestaron a Selassie, alegando que no estaba en condiciones de seguir gobernando. En noviembre, tras ejecutar a nobles leales al emperador, el Derg anunció la supresión de la monarquía. El negus murió el 27 de agosto de 1975. Oficialmente, por causas naturales, pero sus familiares y seguidores acusaron a los militares de asesinarlo.
dose entre sí. Era necesaria la figura de Selassie para darles cohesión y atraer a nuevos reclutas entre los refugiados que se encontraban en colonias británicas. A finales de mes, Haile Selassie llegó a Sudán, donde mantuvo una relación distante con los militares y diplomáticos británicos. Estos se mostraban escépticos sobre su aportación, y muchos eran partidarios de convertir Etiopía en un protectorado formado por los territorios que arrebatarían a Italia. También preferían centrar los esfuerzos bélicos en otros puntos, como Somalia. Quien sí tuvo una buena relación con Selassie fue el oficial Orde Wingate, un defensor del sionismo, que quedó fascinado con el etíope. Wingate era responsable de la Fuerza Gedeón, un contingente de tropas de la Commonwealth que actuarían coordinadas con las guerrillas abisinias. En enero de 1941 comenzaba la ofensiva para liberar Etiopía. Un mes después, Haile Selassie volvía a pisar su tierra, para comprobar que no había perdido el carisma entre su pueblo. El 5 de mayo, el emperador entraba con su escolta en Addis
Abeba, poniendo fin a cinco años de ocupación. Para contrarrestar las intenciones británicas de convertir el país en un protectorado, Selassie inició un acercamiento diplomático a Estados Unidos. Etiopía había sido el primer país en liberarse de la ocupación del Eje, y su futuro constituía un ejemplo de lo que podía ser el mundo de posguerra. En este sentido, Washington no estaba muy cómodo con las ambiciones coloniales de los británicos, y menos en una región como el Cuerno de África, a la que comenzaba a considerar estratégica por su cercanía a Oriente Medio. La alianza con Washington se consagró con el Acuerdo de Ayuda Mutua de 1943. Los británicos tuvieron que aparcar sus ideas de hacer del país africano un protectorado. Además, Etiopía volvió a integrarse en el sistema internacional como uno de los estados fundadores de la Organización de las Naciones Unidas en 1945. Asimismo, el exitoso resultado de sus maniobras diplomáticas permitió a Selassie gozar de una gran influencia en los nuevos movimientos de liberación nacional que iban a surgir en África tras la
Segunda Guerra Mundial y que reclamaban el fin de la dominación europea. El punto culminante de Selassie como líder internacional llegó en 1963, con la Conferencia de Jefes de Estado Africanos en Addis Abeba, que daría lugar a la Organización para la Unidad Africana. En el interior, el negus continuó ejerciendo el autoritarismo, afianzando su poder tras el regreso de 1941 y configurándose como el tirano demente que han dibujado autores como Kapuscinski o Albert Sánchez Piñol.
PARA SABER MÁS BIOGRAFÍA
Asfa-Wossen. King of Kings: The Triumph and Tragedy of Emperor Haile Selassie I of Ethiopia. Londres: Haus Publishing, 2015. En inglés. ASSERATE,
ENSAYOS
Ryszard. El Emperador. Barcelona: Anagrama, 1989. ORTEGA Y GASSET, Eduardo. Etiopía. El conflicto italo-abisinio. Madrid: Ediciones del Viento, 2009 [1.ª edición: 1935]. SÁNCHEZ PIÑOL, Albert. Payasos y monstruos. Madrid: Aguilar, 2006. KAPUSCINSKI,
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