Hagada sobre el Genesis

December 22, 2017 | Author: Vinking Soul | Category: Haggadah, Adam And Eve, Torah, Religion And Belief, Bible
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Descripción: Daniel Lifschitz...

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f

COLECCION

HA G A DO T

EL PARAISO PERDIDO “Hagadot sobre Génesis 3”

DANIEL LIFSCHITZ

/-^ A

Título Original «IL PARADISO PERDUTO» L’Aggadah su Genesi 3

A m i hija R aquel y a m i ahijado Paolo Marletta

Traducción del italiano: Concepción Munuera

© Daniel Lifschitz © Ediciones EGA, 1992 Juan de Garay, 15 4«(X)3 Bilbao

*La cosa no depende de los hijos, sino de los ¡¡adres, y la instrucción religiosa no sirve para nada; sirve una religión que pu ede ser vista, escuchada, gustada y ejercitada con todo el cuerpo.» l'Yanz Rosenzweig en una carta a sus padres (5 /1 2 /1909)

Hrinted in Spain ISHN: «4-7726-052-4 Depósito Legiil: Hl-2411-92 Folocomposidón: IKUR, S.A. Cuevas de líkain, 3, 1." - 48005 Bilbao Impresión: A.(i. RONTEGUI, S.A.L. Avda. Ribera de Erandio, 4 - 48950 Erandio (Bizkaia)

ADVERTENCIA

INTRODUCCION

LAS CITAS NUMERICAS en el texto se refieren a un índice de notas bibliográficas, pp. 107-111 LAS CITAS EN LETRA se refieren a las notas a pie de página.

Hace dos años, un editor m e preguntó si esta­ ba dispuesto a encargarme de preparar un libro para niños, que contara la historia de la salva­ ción, a través de los Midrashim^^^ y las Hagaesa serie de relatos maravillosos, en los c|ue Israel revive su historia. La idea m e resultaba atractiva. D esd e hacía tiempo deseaba dedicarm e a los libros históricos, porque afrontan e iluminan todos los problemas cxistenciales, psicológicos y sociales del hombre. Sabía que iba a ser el primero en salir beneficia-

M IDRASH. El término hebreo Midrash (pl. Mi(Irashim) deriva del verbo darash, cuya amplitud de signi­ ficado en la Biblia incluye desde el sentido profano de «buscar, pedir información sobre algo» (Jo 6, 29) hasta el religioso de «buscar a Dios» (Dt 4, 29) e incluso (sobre lodo en la época postexílica) el de «dirigirse a la Escritu­ ra para buscar en ella la respuesta de Dios» (Esd 7,10). Así pues, el Midrash es ante todo la interpretación que jionga al día las Escrituras, es decir, las ligue al momento presente. H A G A D A H (hbr. aram. aggadah, lit. «narración»). La hagadah «relata», es decir, recapitula y actualiza, los ¡icontecimientos salvíficos del pasado, reflexiona -basán­ dose en los libros de la Bibha- sobre la historia de Israel con D ios y trata de interpretar esta historia a la luz del presente, sacando también de ella consecuencias morales.

do de ello. Pero, al estar encargado desde hacía varios años de una colección titulada «La tradizion e ebraica e cristiana com m enta i Salmi»^‘^'> que debe y quiero continuar, no me sentía capaz de em prender otro trabajo. Lo que me decidió a aceptar la invitación del editor y ofrecerle un proyecto fue el convenci­ m iento de que existe una urgencia absoluta de transm itir la fe, cosa que nuestra generación no sabe hacer y la convicción de que un vehículo privilegiado para hacerlo es precisam ente la ri­ qu eza hagádica de la tradición judía, y no una adaptación psicológica de la Biblia al lenguaje infantil u otras sustituciones culturales. A sí que decidí lanzarme a recoger los tesoros de la tradición hagádica judía para ofrecer a los padres, presbílcros, didáscalos y catequistas un instrumento de trabajo, es decir el material de la tradición, com o base de partida. No me hago ilusiones, la fe no puede transmi­ tirse a los niños en un libro, sino sólo de viva vo/„ por quien, siendo mayor que ellos, la ha re­ cibido y experim entado; por la com unidad eclesial, sobre todo por los padres o por un maestro

lliin iipiircciclo hasta ahora 5 volúmenes con el comcnliirio a los Salmos I-10 y 34. Ed. Elle Di Ci, TorinoLcuman IW M W 2. I,os salinos I 10 aparecerán publicados en Ediciones ECiA, colección TI'.llll.IM, estando prevista su publica­ ción en l‘W.\ Salmo .S4, DDB-Bilbao-1992 (N. Editor). 10

1 '.piritual. Lo más que puede hacer un libro es

y suscitar la curiosidad y las preguntas; |iiicde servir de ayuda, pero nunca transmitir la

III I - p a r a r

villa de D ios. La misma Biblia, si no es transmitida por la Iglesia y abierta en la com unidad de los creyen­ tes, sigue siendo un libro cerrado con siete sellos y no se convierte en Palabra de D ios viva y enncndradora de vida. La transm isión de la fe de padres a hijos es el núcleo del problem a. Es fácil escribir un libro y ponerlo en m anos de los jóvenes, pero es muy importante que las H agadot hebreas se transmi­ tan de un m odo efectivo; si no pasan de una per­ sona a otra, de padres a hijos o del maestro a sus discípulos, pierden su significado específico; caen al nivel de un sim ple relato legendario que el niño se imagina com o se imagina tantas otras historias y leyendas a través de otros libros, di­ bujos anim ados, tebeos o juegos de ordenador y ahí se queda todo. E sto lo he experim entado personalm ente. La fe y el amor por la tradición judía no m e han sido transmitidas ni por mis padres (desciendo de una fam ilia judía no creyente), ni por un li­ bro, sino por mis m aestros y catequistas en el Camino N eocatecum enal, cam ino eclesial que recorro hace casi veinte años y en el cual la transmisión de la fe en la familia -de padres a hijos- es algo capital. 11

3) la experiencia viva de cada generación que, en su período histórico específico, elabora lo que ha recibido y lo transmite, enriquecido con su pro|iia experiencia, a la generación siguiente. Recuerdo la noche de insom nio pasada en V enccia claiiorando el proyecto que quería som eter al ilía siguiente al editor: no sólo un libro para niños, sino dos volúm enes: un libro «madre» pa­ ra los adultos y un libro «hijo» para los jóvenes, r.n el libro madre el adulto iba a poder profundi­ zar, a traviís de la exégesis judía y cristiana y un com entario ile puesta al día de los problemas afrontados por la tradición y de este m odo res­ ponder a las jireguntas planteadas, posiblem ente en el ámbito familiar o com unitario, por el «libro

hi|o», libro sim ple, de contenido exclusivam ente Iwigádico, com prensible para cualquier edad. Además, de este m odo, el adulto no sólo iba a poder responder a las preguntas, sino tam bién suscitar otras, integrando en su propia experienI la las respuestas que da la tradición, creando, de este m odo, «tradición» él m ism o, a través de la lom unidad o de la familia. D e m odo que m e propuse hacer dos coleccio­ nes paralelas, em pezando por el G énesis, caracIerizadas, la primera por un com entario exegétífo profu n dizado y de puesta al día de la I I adición judía y cristiana - una tentativa de teo ­ logía cristiana, partiendo de las intuiciones de la tradición judía -, la segunda por el relato de la historia de la salvación, com puesto a través de la costura de las diversas H agadot y M idrashim. Com o este proyecto superaba con mucho las Intenciones del editor, no fue acogido. Pero ya había puesto m anos a la obra. N o soy una persona muy sistemática; em pecé con el capítulo 3 del libro del Génesis, que era el i|ue más m e interesaba en ese m om ento, y que habla del pecado de A dán y Eva. M e fascinó de tal manera que decidí em pezar la colección con fl com entario a los capítulos 3 y 4 (El pecado original y Caín y A bel). Precisamente, mientras estaba a punto de ter­ minar el primer volum en, las ediciones D ehoniane de R om a m e preguntaron si estaba dispuesto a colaborar con ellas. Les propuse mi proyecto.

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Nuestra generación no tiene autoridad, y por ello es incapaz de transmitir. Es incapaz de transmitir la propia religiosidad, porque le falta una fe viva, personal y comunitaria, una exp e­ riencia histórica de fe en la p ro p ia vida. Pero la experiencia viva no basta por sí sola. La transmisión de la fe debe servirse también de la gran tradición que le precede. N o basta sólo la Biblia, ni la experiencia histórica y actual de la Iglesia y de los padres (familia, pequeña Iglesia). Para transmitir de m odo creativo y añadir un eslabón a la tradición recibida, son necesarios es­ tos tres elem entos: 1) la E s c r i t u r a ; 2) la I’r a d i c i ó n ;

Tuvieron el valor de aceptarlo y hoy sale, en la colección «Israele racconta», un primer volum en «hijo», el relato hagádico de la caída del hombre: «II paradíso perdu to» - A ggadoth su G enesí 3. En septiem bre saldrá, en la colección «N ova et vetera» el com entario exegético; « L ’inizio della storia - il peccato oríginale»S^^

LA H A G A D A H Transmitir la Palabra de D ios, enseñar la Torah al pueblo, fue, a lo largo de toda la historia de los judíos el fundam ento de su misma supervivencia. Mientras que en todas la épocas una élite estudiaba la Escritura y el Talm ud (la Iratlición escrita y oral), los grandes com entarios maestros, la Halakhah^^'> y el Midrash, la gran

I iliciones EGA, tiene prevista la edición en 1993 i\v ..I I inicio de la Historia - El Pecado Original» en la u.l..ai.'.n I KIF'ODE-DORADO (Palabra) (N. Editor). IIAI.AKIIAII («andadura», «comportamiento»). In.liiii l;is iiornias, las reglas, las ordenanzas «codifica• hi iMiK'ii ley lie la tradición hebrea, es decir, el sisteinn (iiin|il('i(i ili- reglas legales religiosas, de los preceptos V fl«liH..uiniics loiiicnidos en la Torah escrita y oral. La Ihiliikluih H'Hiiln lii vida del judío en todos los campos y ' II t .i.1,1 iMuiiu'iilii, cti cuanto que no existe separación iiÍKiiiiii i iilif viihi irliKiosa y vida no religiosa.

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musa de los judíos, y, sobre todo, las mujeres vivían en la ignorancia. H abía que evitar el aleja­ miento y la asimilación, la instrucción era un inunto urgente. Ivsta preocupación por la gente sencilla la enlontram os en la misma Escritura. Ya el libro de Nfhemías describe una liturgia de la Palabra que míe oración y enseñanza: «Llegado el mes sépti itio, todo el p u eb lo se congregó com o un solo hombre en la p la za que está delante de la puerta ilcl Agua. D ijeron al escriba E sdras que trajera el hhro de la Torah^f^ de M oisés que el Señor había ¡¡rescrito a Israel. Trajo el sacerdote E sdras la ¡ ornh ante la asamblea, integrada p o r hom bres, mu¡eres y cuantos tenían uso de razón. Era el día lino del m es séptim o. Leyó una parte en la p la za que está delante de 1(1 puerta del Agua, desde el alba hasta el m ed io ­ día, en presencia de los hom bres, las m ujeres y lodos los que tenían uso de razón; y los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la Torah ... Josué, Baní, Serebías, Yamín, A qcu b, Sabtay, llodiyías, Maaseías, Quelitá, A zarías, Y ozabad, Janán, Pelaías, que eran levitas, explicaban la T o­ rah al p u eb lo que seguía en pie.

Traducimos literalmente el hebreo por Torah, que aparte de ley (traducción de los Setenta, pasada a nues­ tras traducciones), tiene en primer lugar, el significado más amplio de enseñanza-instrucción transmitida de ge­ neración en generación.

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Y E sdras leyó en el libro de la Torah de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para que com prendieran la lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, y Esdras, el sacerdote escriba, (y los levitas que explicaban al pu eblo) dijeron a todo el pueblo: «Este día está consagrado al Señor nues­ tro Dios; no estéis tristes ni lloréis», pu es to do el pu eblo lloraba al oir las palabras de la Torah... p orqu e habían com pren dido las palabras que les habían enseñado»^^^ La expresión: po rq u e habían com pren dido las palabras que les habían enseñado, alude al hecho de que, durante el exilio de los judíos en B abilo­ nia, el hebreo se había convertido en una lengua «sagrada», oscura e inaccesible para la gente co­ mún e inculta. D e este m odo, se había creado una separación entre la casta de los sacerdotes y de los escribas que estudiaban la Torah y los am haaretz, «el pueblo de la tierra», que trabajaba en el campo o en otros quehaceres. I’ara superar esta división se em pezó a procla­ mar también la Palabra de D ios en la lengua vernjícula de entonces, el arameo, de m odo que todos putiieran com prenderla, desde el m ás pequ eñ o al HUIS ^rande^^'K

El Talmud, com entando el versículo de N eheniías (8,8), subraya la antiquísima usanza de uti­ lizar la lengua vernácula y el com entario para diliindir la Palabra de D ios, y dice: «Leían en la lorah de D ios» se refiere a la proclamación del loxto hebreo, «aclarando e interpretando el sentitlo» se refiere a la traducción del hebreo al arainco^'l Ya que éste se había convertido en la Irngua com ún entre los judíos de Palestina. De este m odo se estableció la costum bre de llamar, durante las liturgias sinagogales, a tra­ ductores oficiales (M eturgem anim ), encargados lie traducir e interpretar la lectura sem anal^\ de dirigir e instruir a la asamblea y de reducir de i’ste m odo la distancia que se había establecido iMUre los que entendían el hebreo y los demás. Estas traducciones orales y llenas de com entalios de puesta al día, fueron, más tarde, fijadas por escrito y formaban los varios Targumim, pa-

Nc «,1-12. ( 'I. Nc 10,29-.^() «... y el resto del pueblo, los sacerdo­ tes y ¡os levitas, los porteros, los cantores, los donados y todos los separados de las gentes del país para seguir la

t'orah de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, cuantos tienen uso de razón, se adhieren a sus hermanos y a los nobles y se comprometen p o r imprecación y juramento a laminar en la Torah de Dios, que fue dada p o r mano de Moisés, siervo de Dios.» Cf. b Talmud Megillah 3a. Ya en tiempos de Esdras y Nehemías se instaura un i iilendario litúrgico y cada sábado se proclaman en lectio continua la Torah y pasajes escogidos de los profetas, divididos, según el calendario lunar, en 54 Parashot, de modo que durante el año litúrgico se proclamara entera la Torah, delante de la asamblea.

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ráfrasis y explicaciones de los versículos de la Parashah sem anal. Aparte de la proclam ación de la Palabra del sábado, en la Sinagoga, el Targum servía para uso dom éstico. Otro pasaje del Talm ud‘^'‘^ afirma que la Palabra escuchada en la si­ nagoga debía ser leída tam bién después en priva­ do, dos veces en hebreo y una vez en arameo. Ya antes de la diáspora, estaba vigente la cos­ tumbre de transmitir la Torah a todos los fieles, a través de traducciones y explicaciones y esta costum bre se mantendrá en todas las épocas de la historia de los judíos. Explicar, o sea, traducir e interpretar, se con­ vierte, pues en una «institución», una práctica, nacida de la urgencia de difundir el m ensaje bí­ blico a todo el pueblo judío. Por otra parle, en tiem pos de Jesús, los judíos eran todavía un pueblo m isionero. M andaban a sus apóstoles (Shlichim ) para hacer prosélitos a lodas las naciones, y tam bién para esto servían las traducciones en lengua vernácula^'\

Más tarde, en el exilio, debido a las continuas l't rsccuciones, las em igraciones forzosas, la inlliicncia asimiladora de las naciones que hospetlnban a los judíos, este deber de transm itir se iDiivirtió en una cuestión de vida o muerte. De este m odo asistimos a una creación mara­ villosa e inspirada, a una proliferación de Miilni.yfiim y H agadot que alimentan la fe del puel'lo y limitan el riesgo de asimilación. I,a Hagadá judía se diferencia de las leyendas ilrl resto de los pueblos precisam ente en esto. No se trata de simples leyendas, sino casi siem ­ pre de «historias para alimentar la fe». Una vez que las traducciones de la Biblia se lijiliían convertido tam bién en patrim onio común ili' los cristianos, el Midrash y la H agadá se con ­ vinieron en el arma preferida para com batir la ilisgregación de la tradición y la ignorancia entre liis hebreos incultos. Los no iniciados tenían que |U)der beber en la fuente de la Torah, a pesar de 1.1 dureza de la vida cotidiana que, a m enudo, les ithligaba a dejar de lado el estudio. Por otra parii‘, de este m odo se com pletaba el estudio de la lidlakhah, los cam inos para observar las leyes de 1.1 Torah, que por el esfuerzo intelectual que rei|iiicre, corría el riesgo de intelectualizar y hacer

Cí'. h Talmud Berakoth 8a. C'oiiH) los Setenta, la primera traducción de la Biblia. I .ii ncccsiilatl de los judíos de Alejandría, en Egipto (unos 2()(I.(HM)), que ya no entendían el hebreo, de poder leer y coinprciulcr la Ivscritura en griego y su deseo de hacer prosL'lilos cnlrc los gentiles fue el origen de esta empresa proviilcncial, t|uc puso en manos de la Iglesia naciente una iraducciou lucrlcmente cristológica, perfectamente adaplaila para la cvaiigeli/ación del imperio romano.

l 'n el volumen 1: Hágase la luz, se encontrará una HaHiulii sobre el nacimiento de los Setenta.

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(más de 20 volúm enes), que com enta toda la Tolaii y otros libros de la Escritura, en ladino^^^^ la li'Mgua de los sefardíes, obra de Y aakov Culi ( If)89-1732), Yitzchaq M agriso y Yitzchaq

árido el estudio de los Talm ud y hacer aún más profundo el foso entre cultos e ignorantes. Mientras que en la Edad M edia se difunden una variedad im presionante de M idrashim , que sólo excepcionalm ente com entan la Escritura de m odo continuado, con el renacim iento, nace la necesidad de unir los varios Targumim, M idras­ him y H agadot en una sola historia. Citaremos aquí solam ente las más im portantes de estas colecciones de H agadot. 1) En occidente, entre los judíos askenazíes destaca un relato popular de la Torah com pleta, escrito en yiddish*'"^ la lengua de los judíos ale­ m anes y polacos, para edificación de las mujeres: Bemnh Tzion tzeenah ureenah (Hijas de Sión, venid a ver) de Yaakov ben Y tschaq Askenazi de Janov Nueva York - .lerusalén, 1983. , no sea que El dé a luz a otras criaturas que os gobiernen a vosotros»^'*. Para dar más peso a estas palabras, la serpien­ te em pezó a sacudir el árbol violentam ente para

hacer caer sus frutos. Com ió uno de ellos, dicienilo: «Com o yo no m uero, tam poco tú morirás, porque D ios sabe que el día que com iereis de él, se os abrirán los ojos y seréis com o D ios, conoce­ dores del bien y del malS''^

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,5: Y seréis como Dios. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,5: Se os abrirán los ojos.

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,5: Co­ nocedores del bien y del mal. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,6: Que i-ra bueno para comer.

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L A C A ID A Al llegar a este punto, Eva sólo podía decirse II sí misma; «T odo lo que mi Señor (así llamaba II A dán) m e ha ordenado no es más que una mentira». D e m odo que decidió seguir el consejo lie la serpiente^^. Sin em bargo, no estaba muy tranquila al d eso­ bedecer com pletam ente el mandato de D ios e hizo un pacto con su conciencia. Se dijo para sí: «D ios ha dicho que no com a­ mos y, en cam bio, la serpiente ha dicho que co ­ mamos. H aré un pacto y sólo probaré un poco tic piel.» Cuando probó la piel descubrió que era b u e­ na, así que com ió tam bién el fruto^^. A esto alulic la Torah cuando afirma: « Y la m ujer vio que el árbol era bueno para comer»^'*'\ A n tes de co-

mer el fruto, obviam ente, no podía saber si era bueno. Pero probó primero la corteza y, cuando vio que era buena, miró este fruto bueno, bello y alim enticio, y que además ofrecía la promesa de un mundo de sabiduría aún desconocido^^. D e m odo que E va vio que era herm oso, una delicia para los ojos, y que adem ás el árbol era deseable para conseguir sabiduría: p o r fin, tom ó de él y com ióS’^^ En cuanto hubo com ido, vio al ángel de la muerte que se acercaba. Exclamó: ¡Ay de mí!. A hora moriré y el Santo, bendito sea, tendrá que crear otra mujer para Adán. Por eso le haré co ­ mer conmigo: si hem os de morir, muramos los dos, y si hem os de vivir, vivam os ambos. O freció también de él a su marido com o está dicho: T om ó de su fruto, y com ió, y luego le dio tam bién a su marido^^. Em pezó a llorar y a lamentarse para persuadir a Adán de que diera el triste paso. Le dijo: «C o­ mo consecuencia de haber com ido del árbol de la ciencia del bien y del mal, moriré. Pero si cre­ es que se te dará una nueva Eva, te equivocas: después de los seis días de la creación, nada nue­ vo será creado bajo el sol. Si, por otra parte, crees que después de mi muerte te vas a quedar solo, también te equivocas, porque el m undo ha

sido creado para ser habitado. ¡Es mejor que perm anezcam os juntos y com partam os una suerte com ún!». Adán escuchó sus consejos y se vio obligado a compartir la culpa y sus con se­ cuencias^^. Aún no satisfecha, Eva ofreció del fruto a to ­ dos los demás seres vivientes para que tam bién ellos estuvieran sujetos a la muerte^°‘^^\ T odos ellos com ieron, y ahora todos son m or­ tales, excepto el pájaro Malcham, que rechazó el Iruto, diciendo: «¿No es suficiente que hayas p e­ cado contra D ios y hayas traído la muerte a los demás? ¿También tienes que venir a convencer­ me a m í para que desobedezca el mandato de Dios, para que com a y después muera? ¡No jiienso hacer caso de tu consejo!» Entonces se oyó una voz del cielo que decía a Adán y Eva: «A vosotros se os ha dado el m an­ damiento. N o lo habéis guardado, sino que lo iiabéis transgredido y habéis tratado de conven­ cer al pájaro Malcham. E l se ha m antenido fir­ me, ha tenido tem or de mí, aunque no le había dado ningún m andam iento. Por eso no probará jamás la m uerte, ni él, ni su descendencia, sino que vivirá para siem pre en el Paraíso^^*^^^

C’f. com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,6: To­ mó de! fruto y comió.

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,6: Des­ pués le dio también a su marido que estaba con ella. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,6: Le dió también... y también él comió (M IDRASH y nota).

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Adán dijo a Eva: «¿A caso m e has dado del árbol del que te había prohibido com er? Cierta­ m ente m e lo has dado porque mis ojos se han abierto y mis dientes se han estrem ecido». Eva le respondió: «¡Com o mis dientes se han estre­ m ecido, así puedan estrem ecerse los dientes de todos los seres vivos !»^^.

C a p i t u l o II

¿ADAN, DONDE ESTAS? ¡E SC U C H A , ISR A E L! Israel es el pueblo de la escucha, de la o b e­ diencia a D ios. Su historia nos enseña a discernir a quién debem os prestar oídos, porque el d em o­ nio siem pre trata de hacerse oír, dando una in­ terpretación de la realidad y de los aconteci­ m ientos distorsionada y contraria a Dios: Eva, de hecho escuchó a la serpiente y lo m ism o hizo Adán con Eva. E n Israel, algunos se han preguntado si es m e­ jor escuchar, o no, a quien te habla. El Midrash nos cuenta que hay cuatro tipos de oyentes: 1) el que escucha el consejo de otro y por ello se pierde; 2) el que se beneficia de escuchar las sugerencias de algún otro; 3) el que se niega escuchar y, com o resultado, de ello saca provecho; 4) el que se pierde porque se niega a escuchar. H e aquí algunos ejemplos: 1) A dán se perdió por haber escuchado a su mujer. ¿Cuál fue su ruina? E l juicio sobre él fue: «Polvo eres y al p o lv o volverás»^^\

Gn 3,19.

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2) Abraham se benefició al escuchar a su mu­ jer. Dios le dijo; «Escucha la voz de Sara en esto que te dice». Y al hacerlo así fue recompensado con esta promesa; «Porque por Isaac llevará tu nombre una descendencia»^^\ 3) José no escuchó ni se dejó seducir por la mujer de Putifar. ¿Qué consiguió? Que el Señor asistió a José, que llegó a ser un hombre afortunado^‘"\ 4) A la cuarta categoría pertenece el pueblo de Israel, que se perdió por haberse negado a es­ cuchar. El profeta Jeremías se lamentó: Pero no me escucharon ni aplicaron el oído>M^. Eso fue su ruina, porque Jeremías llegó a profetizarle más tarde el mal, diciéndole; «Quien sea para la muerte, a la muerte; quien para la espada, a la espada; etc.»^^^®\ El Midrash plantea este problema: «¿así que, hay que escuchar y seguir el consejo de los de­ más o no?» Esta podría ser una decisión extre­ madamente difícil, especialmente en el caso de una mujer que sugiriera algo a su marido.

l'l mensaje que está en la base del Midrash es i|iic sólo hay un tipo de consejo útil que se deba escuchar: el que esté de acuerdo con la Palabra lie Dios^l

I L HOM BRE DESCUBRE SU D ESN U D EZ I )cspués del pecado, Adán y Eva se dieron cuen­ ta de un cambio en su carácter^^\ El mal instinto había entrado en sus corazones y el deseo del mal se había convertido en parte de su personaliilad^^. Comprendieron que habían privado al mundo de una enorme cantidad de bien destina­ do a las generaciones futuras^^. De golpe se sinlieron despojados y desnudos, tanto espiritual, como físicamente*^®^: espiritualmente en cuanto ijue se habían privado del mandamiento esencial ijue había sido la finalidad de su vida^^; física­ mente porque la piel luminosa que había recu­ bierto sus cuerpos había desaparecido*^'^\ Ade-

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,7: En­ tonces se les abrieron los ojos. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,7: Se dieron cuenta de que estaban desnudos. Adán fue creado con la piel esplendorosa y lumino­ sa {Targum, P.R.E.). Esta piel relucía como lo hacen hoy nuestras uñas {Alshekh, Torah Mosheh). Al hacerle pe­ car, la serpiente le hizo perder también esta estupenda piel.

Gn 21,12. Gn 39,2. Jr 7,26. Jr 15,2. 40

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más, las nubes de la Gloria, que les habían prote­ gido, se habían alejado^^ ya, dejándoles en la desnudez*^'^ y la vergüenza^®. Adán trató de recoger hojas de los árboles pa­ ra cubrir en parte sus cuerpos, pero, árbol tras árbol, oyó que le decían: «Aquí está el ladrón que engañó a su Creador. No, el pie del orgullo­ so^^ no me alcanzará, ni la mano del malvado me tocará^\ ¡Vete de aquí! no cojas de mis hojas». Sólo la higuera le permitió recoger sus hojas^'^l Esto sucedió porque la higuera era el ár-

Por este motivo, al acabar el sábado, durante la Havdalah, fijamos la mirada sobre nuestras uñas. (La Havdalah, separación, es una bendición que se pronuncia al acabar el día del sábado y los días festivos, para separar las cosas sagradas de las profanas: se pronuncia sobre una copa de vino, sobre unas especias y sobre la luz. Durante todo el Sábado, cada persona ha sido como un rey. Ha llevado sus mejores vestidos, ha comido buena comida y bebido buen vino. Por eso es muy fácil que se sienta presuntuo­ so, y que discuta sobre cosas de los días de trabajo preci­ samente el sábado. Al observar la lúnula de sus uñas, último signo de una gloria perdida, puede comprender cuánto daño pueden acarrear los pecados de orgullo y de hablar demasiado, y por eso arrepentirse (Zohar, Va Yakhel). Cf. El comienzo de la hisloria, op. cit. Gn 3,21: La piel, el velo que separa de Dios. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,7: Se dieran cuenta de que estaban desnudos. Cf. Sai 36,12. C’f. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,7: En­ tretejieron hojas de higuera. 42

bol prohibido; de modo que Adán tuvo la misma experiencia que aquel príncipe que había seduci­ do a una de las criadas del palacio. Cuando el rey, su padre, le echó fuera, buscó en vano refu­ gio entre las demás criadas, y fue asistido por aquélla con quien había pecado y que había sido causante de su desgracia.

DIOS A LA B U SQ U ED A D EL HOM BRE Mientras Adán permaneció en pie, desnudo, liuscando el modo de salir de esta situación, Dios no se le apareció, porque no es justo querer sor­ prender a toda costa a un hombre en la hora de su desgracia*^'\ Esperó hasta que Adán y Eva se hubieran ta­ pado con hojas de higuera^^. Pero antes también les habló Dios. Adán ya sabía lo que iba a suceder. Había oído la voz de los árboles que decían: «¡Mira el traidor que ha engañado a su Creador!»^^ y la voz de los ángeles: «¡El Señor viene al jardín para castigarles! ¡Hoy entrará la muerte en este jardín! Adán y Eva deben morir^^, porque Dios ha dicho: El día en que comie­ reis de él, moriréis sin remedío»^™\

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,8: Des­ pués oyeron la voz. Gn 2,17. 43

Después, oyeron también la respuesta de Dios a los ángeles: «Seré misericordioso e interpretaré con indulgencia mis palabras. De hecho, mi ad­ vertencia, «el día en que comiereis» no se refiere a un día normal de 24 horas, sino a uno de mis días que dura mil años (como está dicho: «mil años para ti son como aye/"^») por eso ellos vivi­ rán mil años. El vivirá novecientos treinta años y su descendencia, setenta^'*‘^"\ En cuanto oyeron la voz de Dios que les lla­ maba, se escondieron entre los árboles, cosa que no hubiera sido posible antes de la caída*^°\ A n­ tes del pecado, la altura de Adán iba del cielo a la tierra, pero luego, se redujo a unos sesenta metros^^. La terrible vergüenza del pecado les hizo tem­ blar al oir la voz de D íos^p^ a quien antes podían escuchar de pie y sin miedo^^.

Sal 90,4. Cf. Sal 90,10. Esto alude a una leyenda que cuenta cóm o Adán vio con anticipación que David iba a morir al nacer. Como signo de su conversión y de su esperanza en el Mesías, Adán renunció a setenta de sus mil años en beneficio de David, de quien iba a descender el Mesías. Cf. Mt 10,39: Quien pierda su vida p o r mí, la encontra­ rá. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,8: Se ocultaron de la vista del Señor p o r entre los árboles del jardín. C'f. El com ienzo de la historia, op. cit., Gen 3,8: D es­ pués oyeron la voz y: la voz que se paseaba. 44

Fue entonces cuando Adán dijo: «Oí tu voz en el jardín y tuve miedo», Dios preguntó: ¿Antes no tenías miedo y ahora, en cambio, sí?»^^.

¿D O ND E ESTAS? Al principio, Dios se abstuvo de hacerles re­ proches. Quedándose a la puerta del Paraiso, só­ lo preguntó: «Adán, ¿dónde estás?» De este modo, Dios quería enseñar al hombre una norma de buen comportamiento: no entrar nunca en casa de otro sm anunciarse . El Señor exclamó: «¿Dónde estás?», expresión muy rica en significados: 1) «¿Dónde estás?» A pesar de que el Señor conocía bien la situación de Adán, comenzó su discurso, a propósito, con una pregunta, para fa­ cilitarle a Adán el reconocimiento de su culpa*^“’\ 2) ¿Cómo es posible un cambio tan drástico? Hace poco te comportabas según mi voluntad y ahora obedeces a la serpiente; hace poco domi­ nabas el mundo, y ahora tienes que esconderte entre los árboles del jardín.

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,9: Y Y H VH E L O H IM llamó al hombre (MIZRAKHI y MID R ASH ). 45

Esto se puede comparar a la historia de un mercader, que tenía que pasar el sábado en una posada y llevaba consigo un cofre en el que con­ servaba todos sus haberes. No queriendo llevar consigo la llave del cofre (ya que temía profanar el sábado) decidió dejarla dentro, y llamar des­ pués de la fiesta a algún artesano para que le abriera la cerradura. El posadero, que era poco honrado y deseaba los tesoros del mercader, des­ cubrió entre sus llaves una que abría la cerradu­ ra. Abrió el cofre y robó todo su contenido. Cuando, pasado el sábado, el artesano fue a abrir el cofre, la sorpresa del mercader fue gran­ de al verlo vacío, con su llave dentro. «Puesto que la llave estaba dentro ¿cómo ha sido abierto el cofre?» se preguntó. Lo mismo le preguntaba el Santo, bendito sea, a Adán: Puesto que, tal como te había creado, no conocías las pasiones, ni el deseo (pasión por el todo) del fruto del árbol de la ciencia que te había prohibido, ¿có­ mo es que tu corazón se ha abierto al deseo? Y Adán respondió: Fue la llave de otro la que abrió mi corazón ... la mujer me dio del fruto del árbol y comí^''^ Dios utilizó la expresión «¿Dónde estás?» para despertar en Adán la conversión, dándole a en­ tender cuán bajo había caído*^®\

3) La palabra «ayeka» (dónde estás) se puede también puntear y leer «aika», que es un grito de dolor. Dios exclamó: «Ay de mí,¿cómo es que has caído?». El experimentó un gran dolor por la caída de Adán^^. El Señor le preguntó: «¿Por qué, de modo tan impensado, temes mi voz?»"^®. «Señor del Universo, respondió Adán, me he dado cuenta de que tu Shekiná se ha alejado del l’araíso*^*\ ¡Me siento desnudo, despojado del úni­ co mandamiento que me has dado, y por eso me he escondido! Añadió el Señor: «¿Acaso tratas de esconderte en un lugar tan secreto que yo no lo descuhra?»^''K El Señor siguió interrogando a Adán, con la esperanza de que confesase su pecado para po­ der perdonarle. Le preguntó: «¿Acaso has comi­ do del árbol de que te prohibí comer?».

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,9; ¿Dónde estás?

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,8: A l atardecer (HIRSCH y MUNK). Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,1; Tuvo miedo y estaba desnudo. W Jr 23,24.

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Historia contada por el M AG G ID de D U BN O ( 1741- 1804).

CUATRO PECA DO RES Dios interrogó del mismo modo a cuatro perso­ nas para ver si respondían rectamente a su pre­ gunta. Las cuatro fallaron'*^. 1) El primero fue Adán"^^. Cuando Dios le pre­ guntó: «¿Acaso has comido del árbol del que te prohibí comer?», no confesó su culpa, sino que respondió: «La mujer que me diste como compa­ ñera, me dio del árbol y comí». 2) El segundo fue Caín. Cuando Dios le pre­ guntó: «¿Dónde está Abel, tu hermano!», no con­ fesó su culpa, sino que respondió: «No lo sé, ¿acaso soy el guardián de mi hermano? 3) Otro fue el malvado profeta Balaam. Cuan­ do Dios le preguntó: «¿Quiénes son esos hom ­ bres que están contigo?»^^\ respondió: Balaq, hi­ jo de Sippor Rey de Moab, me los ha enviado»^^\ Respondió así para desviar la conversación y ga­ nar tiempo, como si Dios ignorase la identidad de sus visitantes, a pesar de que el Señor hubiera planteado la pregunta para dar a Balaam la oportunidad de confesar que se había equivoca­ do al seguir a los mensajeros del Rey Sippor, enviados para que maldijese a la asamblea de Israel.

Gn 4,9. Nm 22,9. Nm 22,10.

Balaam prefirió entender al revés la pregunta planteada por Dios, respondiendo como si el Sehor no supiese nada. 4) El cuarto fue el Rey Ezequías. Cuando el Key de Babilonia le envió sus mensajeros, se vol­ vió presuntuoso y no sólo les mostró todos los tesoros del Rey de Judá, sino que les llevó al Templo, donde abrió el arca y les mostró las talilas de la ley, diciendo: «Cuando las llevamos a la guerra, vencemos». Ezequías creía que sus ac­ ciones estaban justificadas porque habían santifi­ cado el nombre de Dios. El Señor se llenó de cólera por ello contra él y envió al profeta Isaías para reprochárselo. Isaías le preguntó: «¿Quié­ nes son estos hombres y de dónde vienen?»^"^\ Iizequías hubiera debido comprender que el prol'cta ya sabía quiénes eran los mensajeros y que la pregunta que formulaba era retórica, para que él admitiese su error. En lugar de ello, respontlió, lleno de orgullo: «Han venido a verme de un ¡mis lejano, de Babel»^^^"’. Por eso Isaías profetizó que llegaría un tiempo en que todos los tesoros que les había mostrado se los llevaría el rey de Babilonia. Por aquel pecado de presunción, al haberles enseñado las tablas de la ley, los jóve­ nes judíos serán deportados a la corte de Babilo­ nia y convertidos en eunucos del rey. Todas las

Is 39,10. ("D Ibid.

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palabras de Isaías se cumplieron: después de mo­ rir Ezequías, el ejército babilonio invadió la tie­ rra de Israel y Daniel, Ananías, Misael y Azarías fueron deportados a la corte de Babilonia'*'*.

ADAN NO CONFIESA, SINO Q U E ACUSA De modo que Adán no confesó su pecado, sino que rechazó la bondad que Dios le había demos­ trado al darle a Eva'*^. Se disculpó con estas pa­ labras: «Oh Señor del mundo, ¿acaso he pecado mientras he permanecido solo? Ha sido la mujer que tú me diste quien me ha seducido^^^^ y me ha hecho violar tu precepto'*®. El Señor respondió: «Te la di como una ayuda, y eres un ingrato cuando la acusas diciendo: “Me dio del árbol”; ¡no hubieras debido obedecerla, puesto que tú eres el jefe, no ella!»'*^. El Señor, que lo sabe todo, ya había previsto esto: no había creado a Eva hasta que el propio Adán no le había pedido una compañera. De modo que Adán no podía tener motivos para reprocharle el haber creado a la mujer"*^. El Señor vio que Adán no mostraba ningún signo de conversión"*^, sino que, además, no

estaba contento con la mujer que había recibiDe modo que se dirigió a la mujer: «¿Qué has hecho?», le preguntó, y continuó: «¡No sólo has pecado tú, sino que, además, has empujado a Adán a pecar!». Esperaba que, al menos Eva, confesara diciendo: «He pecado», para poder perdonarles a ambos. Pero Eva no hizo eso, sino que cargó el pecado sobre la serpiente^^'*^ como está dicho: «y la mujer dijo: la serpiente me engalU) y comí».^^ Entonces Dios dijo: «¡Puesto que le echáis la euipa a otro, ambos seréis castigados!».^ Dios y su tribunal de justicia se reunieron para el proceso^^. Empezaron por el menos importan­ te, la serpiente^^^\ luego le tocó a Eva y, por fin, 11 Adán^^.

('I. /•;/ com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,12: La mujer que me diste.

Cf. El inicio de la historia, op. cit., Gn 3,13: ¿Qué luis hecho? Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,13: La serpiente me engañó. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,14: Entonces Y H V H E LO H IM dijo a la serpiente.

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C a p itu lo

III

MALDICIONES Y CASTIGOS LA M ALDICION D E LA SERPIENTE El Señor, en su misericordia, no pronunció su juicio contra Adán y Eva hasta que ya no se mostraron obstinados. No se comportó así con la serpiente. Dios echó sobre ella la maldición sin escuchar su defensa, porque la serpiente es mala y los malvados son óptimos oradores. Si Dios la hubiese interrogado, la serpiente seguro que ha­ bría contestado: «¿Por qué me echas a mí la cul­ pa?. Tú les has dado un único mandamiento a Adán y Eva. Han ignorado tus palabras y, en cambio, me han obedecido a mí^^\ ¿Qué culpa tengo yo si han dado más crédito al discípulo que al maestro?»^'^. Por este motivo. Dios no se puso a discutir con la serpiente, sino que inmediatamente le dio es­ tos diez castigos^^: 1) La boca cerrada y quitada la capacidad de hablar; 2) manos y pies cortados;

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,14: Maldita seas. 53

3) como alimento, el polvo de la tierra; 4) terrible sufrimiento al mudar la piel; 5) enemistad entre ella y el hombre; 6) las comidas y bebidas más exquisitas se con­ vertirían en su boca en polvo; 7) la lepra; 8) en cuanto la vieran, los hombres tratarían de matarla; 9) en el mundo futuro, donde todos los seres serán benditos, no escapará al castigo estableci­ do para ella; 10) desaparecerá de la Tierra Santa si Israel camina por las sendas del Señor^^. Además, Dios dijo a la serpiente: «Te creé pa­ ra ser el rey de todos los animales y de todas las bestias, pero no te bastó. Por eso, serás maldita entre todo el ganado y entre todas las bestias del campo. Te creé para estar en posición erecta, pe­ ro no te bastó, por eso, caminarás sobre tu vien­ tre. Te creé para que comieras la misma comida que el hombre, pero no te bastó, por eso polvo comerás lodos los días de tu vida.^^^ Te di una compañera, pero no te diste por satisfecha y tra­ taste de causar la muerte a Adán para desposar­ te con su mujer. Por eso pondré enemistad entre ti y la mujer».

¡Qué verdad es que el que desea lo que no se le debe, no sólo no realiza su deseo, sino que pierde también lo que le es debido, no sólo no lleva a cabo su deseo, sino que pierde incluso lo que ya posee! Cuando Dios se sentó para el juicio, convocó en la asamblea a 71 ángeles, y puesto que esta­ ban presentes cuando se pronunció la sentencia sobre la serpiente, la ejecución del veredicto les íue confiada a ellos. Bajaron del cielo y le corta­ ron las manos y los pies. Su sufrimiento fue tan grande que sus gritos podían oirse desde el uno al otro confín del mundo^^. Estos castigos no fueron dados al azar, sino que cada uno de ellos expresa un aspecto parti­ cular de la justicia divina^‘^\ El hecho de que la serpiente hubiese perdido la facultad de la palabra, el primer castigo, po­ dría parecer uno de los peores, pero aún peor fue la forma en que se llevó a cabo; cuando se cumplió la palabra: «El polvo será tu pan»^‘^\ la lengua se le hizo tan grande que ya no pudo ha­ blar más^^. El segundo castigo fue que los ángeles bajaron y le cortaron las manos. Gritó tan fuerte que se la podía oír de uno a otro confín del mundo. Esto sucedió por haber introducido la muerte en el mundo.

( ’f. coniicnzo de la historia, op. cit., Gn 3,14: Maldita seas, (h Talmud Sotah 9b).

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,14: Mal­ dita seas (M.G.R.20). Is 62,25.

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Cuando una persona lleva a cabo un homicidio es porque se ve arrastrada por sus pasiones. La serpiente fue castigada por ello a arrastrase so­ bre su vientre*^®^ Hasta entonces, la serpiente no comía alimen­ tos propiamente dichos como los demás anima­ les, sino que comía «alimento espiritual». El tercer castigo fue que desde entonces debe­ ría alimentarse del polvo de la tierra. Aunque comiera las cosas más sabrosas, sólo le sabrían a polvo*^^\ Y además no podía sentirse saciada más que comiendo polvo. Y no hay que creer que esto pudiese hacerlo con cualquier clase de polvo. En ese caso, habría sido una bendición, porque no necesitaría luchar para procurarse el alimento. El único tipo de polvo de que podía alimentarse la serpiente es el que viene de las grandes pro­ fundidades, y para procurárselo tenía que exca­ var con esfuerzo. Otro castigo fue que la serpiente estaría cons­ tantemente leprosa. Los puntos blancos que se encuentran en su cuerpo son manchas de lepra. Este castigo se le dio por haber calumniado a Dios. En general, la lepra es el castigo a la ca-

lumnia y a los discursos malintencionados. El castigo se adapta bien al pecado porque este tipo de discursos hacen que se separen los unos de los otros. El justo castigo es la lepra que obliga a las personas a permanecer separadas de todos. El quinto castigo fue que habría una enemis­ tad eterna entre la mujer y la s e r p i e n t e E l Talmud enseña que la serpiente tuvo de verdad relaciones con la mujer, por eso ésta afirma que la «sedujo». Cuando un hombre y una mujer pe­ can entre ellos, acaban por odiarse el uno al otro. Tenemos un buen ejemplo en el caso de Tamar y Amnón^‘' \ Esta enemistad continúa hasta hoy. La gente siente una repugnancia innata hacia la serpiente y cada vez que ve una le chafa la cabeza. O tro castigo terrible es la muerte. Puesto que la serpiente fue la causa de la muerte, también fue la primera en experimentarla. En los últimos tiempos, cuando venga el Mesías, todos serán cu­ rados, grandes y pequeños. Y, sin embargo, en el caso de la serpiente, Dios dijo; «Polvo comerás todos los días de tu vida». Esto alude al hecho de que seguirá siendo así incluso en la era mesiánica^*. Lo mismo sucede con el que calumnia. Nunca será curado, a menos que se arrepienta completamente^®.

/•;/ com icnzo de la historia, op. cit., 3,14: Sobre tu vientre caminarás. Esta es la experiencia de la persona deprimida, que ya no encuentra gusto en nada.

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,15: Enemistad pondré entre ti y la mujer. (*>> Cf. 2 Sam 13,15.

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O tro castigo posterior fue que el hombre po­ día pisarle la cabeza a la serpiente, mientras que ella, en respuesta, solamente podía morderle en el talón^‘\

NO TE FIES NUNCA DE LA SERPIENTE La serpiente siempre tratará de acechar el cal­ cañar del hombre y matarle y el hombre no debe fiarse de ninguna serpiente, ni siquiera de la que aparente ser muy buena. Una vez, un hombre caminaba por los campos, llevando un cántaro de leche, cuando se tropezó con una serpiente que aullaba de sed. Al pregun­ tarle por qué aullaba, la serpiente respondió: «Tengo sed. ¿Qué llevas en ese cántaro? «Le­ che», respondió el hombre. «Dame la leche y te revelaré un tesoro que te hará rico», imploraba la serpiente. El hombre le dio la leche, y después de que hubo bebido le pidió que le enseñara el tesoro. «Sígueme», dijo la serpiente. El hombre la siguió y, cuando hubieron llegado a una roca inmensa, la serpiente le dijo que debajo había una montaña de oro.

C f. /;/ com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,14: Mientras tú acechas su calcañar. 58

Excavando, el hombre encontró el tesoro, pe­ ro cuando quiso cargar con él, la serpiente se enroscó alrededor de su cuello diciendo: «Si ro­ bas mi tesoro, te mato». «Entonces, ven conmigo a la corte de Salo­ món», dijo el hombre. Fueron allí y la serpiente, siempre enroscada alrededor del cuello del hom­ bre, presentó su querella: «Quiero matar a este hombre, porque está escrito: acecharás su calca­ ñar». «Baja de su cuello», ordenó el rey, «no es justo que le domines más que yo, que soy el juez, puesto que habéis venido los dos juntos ante el tribunal». En cuanto bajó del cuello, el rey le dijo a la serpiente: «Ahora, expón tu causa». Es­ ta comenzó así: «Quiero matarle, como me ha ordenado el Santo, bendito sea: Acecharás su calcañar». Dijo el rey al hombre: «Pero a ti, el Omnipotente te ha ordenado: «Tú le pisarás la cabeza». En cuanto oyó estas palabras, él le pisó los sesos. Por eso nuestros sabios citan el refrán: «A la mejor de las serpientes, písale los sesos»^.

LOS D IE Z CASTIGOS D E EVA No fue Dios en persona quien anunció a Eva su castigo. En toda la historia del mundo, la úni­ ca mujer con quien Dios habló directamente fue 59

Sara^^: en el caso de Eva, dios se sirvió de un in­ térprete®’. A la mujer^'^^ también le tocaron en suerte diez castigos, por haber prestado oídos a la ser­ piente. Su efecto es bien visible hasta hoy en el estado físico, espiritual y social de la mujer®. 1) La incomodidad de las menstruaciones que le viene cada mes. 2) Con la primera relación matrimonial, la vir­ gen que sangra se convierte en una niddah^^\ 3) Educar a sus hijos es un peso, la atribula y le exige una constante renuncia de sí misma

Cf. Gn 18,13-15 y Le 1,26-38, donde María, al ser visitada por el ángel Gabriel, no se ríe, sino que cree que para Dios nada hay imposible. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,16; Tantas haré tus fatigas. N ID D A H («mujer durante la menstruación»). El término indica las prescripciones de purificación ligadas a las menstruaciones (cf. Lv 15,19-33) y al puerperio de la mujer (cf. Lv 12,1-8), que en la literatura rabínica (tra­ tado Niddah en la Mishná, la Toseftá y el Talmud) se fijan de modo muy preciso. Durante su período mens­ trual (de un mínimo de cinco días) y durante el sub­ siguiente período de purificación de al menos siete días (duante los cuales no debe aparecer ni siquiera una gota de sangre), y, por tanto, durante por lo menos doce días, una mujer no puede tener ningún contacto sexual. Al final del séptimo día de purificación debe someterse a un baño purificador en la Miqvah. Sobre el significado pro­ fundo y teológico de la Niddah cf. Kaplan: Las aguas del Edén, DDH, 1988. 60

ir

(('aín y Abel nacieron ya adultos'^"’^ y sólo es una consecuencia del castigo de Eva el que las mujeres tengan que fatigarse educando a sus hi|()S )“ .

4) Sus embarazos le causan malestar y angus(Eva había sido creada para dar a luz en im día. El proyecto de Dios era que un hijo na­ ciese el mismo día de su concepción). 5) La mujer sufre dolores de parto. También óstos son consecuencia del castigo de Eva. Las mujeres santas dan a luz sin dolor, como por ejemplo las piadosas mujeres en Egipto y en el desierto que parían sin dolor^(«>. 6) La mujer no puede expresar libremente los más profundos deseos de su corazón, debe callar y guardarlos en su corazón^”\ 7) La mujer debe llevar la cabéza cubierta, pa­ ra no dejar ver sus cabellos. No puede hablar a

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,16: Cuantos sean tus embarazos. (SFORNO). Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,1; El kairós de la tentación. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,16; Con dolor parirás los hijos. Cf. Le 2,51. Aparte del significado espiritual de guardar en su corazón la Palabra de Dios, se puede ver en esta afirmación de Lucas, un paralelo de Mt 1,19-21. María no puede hablar de lo que le ha sucedido, ya sea porque no era apropiado que una mujer de Israel procla­ mara tales cosas, o porque nadie podía comprenderla. 61

un extraño, mostrarse delante de los demás. Nunca debe ser vista en la ventana. Cuando can­ te para dormir a sus hijos, debe procurar no ha­ cerlo muy alto, para que no la oigan sus vecinos. Todo esto no habría sucedido si Eva no hubiese comido del árbol de la Ciencia^P\ 8) La mujer está sometida a su marido. Debe hacerle la comida día y noche, lavar y planchar sus ropas. El marido la manda y ella no puede llevarle la contraria. Pero, aunque el marido la domine, y es natural que el esclavo trate de esca­ par de su amo, la mujer no huirá sino que busca­ rá esta sumisión^, al tener este instinto en su corazón^^i^ 9) Una mujer no puede ser testigo en un tribu­ nal judío. Esto fue establecido en el mismo mo­ mento en que Adán escuchó a su mujer y la cre-

LOS TRES M ANDAM IENTOS D E LA M UJER Dios dio a la mujer tres mandamientos especíl icos para expiar el pecado de Eva: 1) Encender las luces cuando empieza el Shabbat. Eva apagó las luces del mundo, al inducir a Adán a pecar, como está dicho: «Lámpara del Señor es el hálito del hombre»^''\ Por eso es tarea de la mujer volver a encender la luz perdida^®\ 2) Separar la «challah»^'^^ de su masa, desde el momento en que Eva contaminó la «challah» del mundo, o sea a Adán.

Tudas estas consideraciones sobre la mujer, social­ mente disminuida y limitada, como consecuencia del pe­ cado de Eva, se refieren, más que a la época bíblica, al modo de vivir de los judíos ortodoxos en el exilio, desde la destrucción del templo de Jerusalén hasta el día de hoy. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,16: Ha­ cia tu marido irá tu apetencia.

Pr 20,27. Este pequeño «lucernario» familiar abre el tiempo de la fiesta y es un rito maravilloso de la familia judía. La familia cristiana podría muy bien recuperarlo y ampliarlo, con un significado cristológico, antes de ir a la Eucaristía, cuando ésta se celebra el sábado a la noche, vigilia del domingo. CHALLAH (hogaza de pan; Nm 15,7-21). Medida determinada de pan, reservada originariamente a los sacerdotes, como tributo debido a ellos. Esta prescripción se limitaba inicialmente a Palestina; los rabinos la amplia­ ron, más tarde, a toda la diáspora, para que no se perdie­ se en el olvido. D e este modo surgió la costumbre de separar y quemar un trocito pequeño de masa del pan. El tratado Challah, en el 1.®’' orden, Zeraim, es el que se ocupa de las prescripciones sobre la Challah, en la Mishná. Como, después de la destrucción del templo, los sacer­ dotes ya no podían observar la ley de pureza ritual, que

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10) El castigo de la muerte.

3) Observar las reglas de la «niddah», para ex­ piar el pecado de haber vertido la sangre de Adán®^. Una mujer negligente en observar estos tres mandamientos específicos, corre el peligro de morir de parto®®. De hecho, Satanás pone de relieve los actos de una persona en cualquier momento de peligro y, si encuentra una culpa, pronto lleva la acusación ante la Corte Divina. Por eso, durante el período crítico del parto, las acciones de la mujer se exa­ minan, y es castigada si se la encuentra indigna®^. Por fin, Adán fue castigado con 10 castigos^*’.

era la que únicamente les autorizaba a consumir la Challah, ésta se quema, mientras se espera la llegada del Me­ sías, que debe reconstruir el templo. En vista de que es la mujer la que hace habitualmente el pan, el Talmud de Jerusalén (Shabbath 2,7) le asigna el precepto de la Challah, acompañado de una bendición especial. Esto como expiación del pecado de Eva, pero sobre todo com o signo de su papel eminente y central en la educación de los hijos, y en la santidad y felicidad de la familia (cf. Sai 128), fundamento sobre el cual el Mesías construirá el nuevo y último templo. Los panes, de harina blanquísima y purísima, prepara­ dos para las comidas del sábado y de las grandes fiestas, se llaman Challoth, en vista de que su preparación da a la madre, dueña de la casa, la oportunidad de cumplir el mandamiento de separar y quemar la porción de Challah. 64

LOS D IE Z CASTIGOS D E ADAN El pecado de Adán consistió en haber escu­ chado la voz de su mujer^'^\ en lugar de la voz de Dios. Por esto Eva le arrastró al pecado y tam­ bién él recibió diez castigos. 1) Cuando Adán fue creado, era admirable­ mente alto. Después de haber violado el manda­ miento de Dios, el primer castigo fue que su es­ tatura se redujo’^ 2) El segundo castigo fue el de enflaquecer después de cada eyaculación. 3) El tercer castigo fue que la tierra produjera espinas y abrojos^''^ 4) El cuarto castigo fue el esfuerzo para procu­ rarse el pan. Esto es muy penoso porque para mantenerse, un hombre tiene que trabajar duro de verdad^'^\ 5) Si el hombre no hubiese pecado, la tierra habría producido infinidad de cosas estupendas, como las que crecían en el jardín de Edén. A ho­ ra, en todo caso, por culpa de Adán, el te-

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,17: Por haber escuchado la voz de tu mujer (O R HACHAIM ). Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,18: Es­ pinas y abrojos te producirá. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,17: Maldito sea el suelo.

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rreno fue condenado a producir solamente hier­ ba; de hecho, Dios dijo: «Comerás la hierba del campo»^'^^ y también, refiriéndose a la tierra: «Te producirá espinas y abrojos». 6) Cuando Adán oyó esto, sus ojos se llenaron de lágrimas, el sudor le empañó la frente, y dijo: «¡Señor del Universo! ¿Seré entonces como cualquier otro animal? ¿Comeré en el mismo pe­ sebre que mi ganado?»^^. Entonces Dios sustituyó el sexto castigo con «Comerás el pan con el sudor de tu rostro... Aunque esta concesión devolvió la alegría a la mente de Adán y le dio paz, fue un castigo peor que el primero. ¿Quién no preferiría estar tran­ quilamente, comiendo pan y sal, en lugar dé te­ ner que matarse de cansancio para comer faisán asado? 7) Cuando Adán fue creado, era tan bello y puro que ninguna criatura podía mirarle a la ca­ ra. Cuando pecó, esta belleza desapareció. La di­ ferencia con lo anterior era como la que hay en­ tre un ser humano y una hormiga. 8) El hecho de que a la serpiente le cortaran manos y pies, fue una gran pérdida para la hu­ manidad. La serpiente era muy eficiente y hubie­ ra estado al servicio del hombre. Como córría a

gran velocidad, hubiera sido un magnífico correo y cartero*^^l 9) El noveno castigo fue que Adán tuvo que salir del Paraíso. Había perdido su rango de se­ ñor y dominador del mundo. Adán fue colocado al oriente del jardín y rodeado de ángeles de la destrucción, que le asustaban cada vez que trata­ ba de volver al jardín^^. Fue colocado a oriente del jardín, porque, como nos enseña el Talmud, la Shekiná se había retirado hacia occidente^'*. Como el arrepentim iento no tiene otra finali­ dad que la de ayudar a volver a alzar los ojos hacia Dios, esperando firmemente en su perdón, Dios puso a Adán en oriente, para que mirase siempre a occidente hacia la Shekiná^^^^^^. Hay quien dice que, después de su expulsión del jardín, Adán vivió sobre el monte Moria (En Jerusalén, donde más tarde se construirá el santo templo). Allí había sido modelado y allí nacieron sus hijos^^. 10) El último castigo fue: polvo eres y al polvo volverás. Este décimo castigo, selló el destino del hombre que ahora debía morir, ser enterrado en

Cf. /•;/ com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,18: Co­ merás la hierba ¡leí campo. C’f. /•;/ com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,19: Con el sudor de tu rostro.

Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,1: Era el más astuto de... (y nota). Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,8: A l atardecer y El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,24: a oriente del jardín del Edén.

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la tierra y volver a convertirse en tierra. Ningún hombre puede escapar de la muerte^^^^ El hombre es una combinación de cuatro ele­ mentos: agua, aire, fuego y tierra. Cuando el hombre muere, cada elemento vuelve a su sitio. Pero, como el elemento principal del cuerpo hu­ mano es la tierra, es apropiado decir: al polvo volverás. Después de todo, los huesos, que son de tierra, son el sostén del cuerpo^’ . Triste de verdad fue la suerte de Adán. El mis­ mo día perdió su vestido celestial; con fatiga tu­ vo que ganarse su pan cotidiano; el alimento que comía se convirtió de bueno en malo; sus hijos tuvieron que vagar de una tierra a otra; su cuer­ po empezó a sudar; se inclinó al mal; de muerto, su cuerpo se convirtió en pasto de gusanos; los animales tuvieron poder sobre él, ya que podían matarle; sus días fueron pocos y llenos de pro­ blemas, y, en fin, tuvo que rendir cuentas de to­ dos sus actos en la tierra^*.

LA M ALDICION D E LA TIER R A Pero Dios no se ocupó solamente del castigo de Adán, de Eva y de la serpiente. No anduvo mejor la tierra, culpable de varios delitos. Cr. /•.'/ com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,19: Hasta (¡lie vuelvas a la tierra y polvo eres y al polvo volve-

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Para empezar, no había observado del todo el mandamiento que Dios le había dado el tercer día, o sea «producir árboles de fruto». Lo que Dios deseaba era un árbol cuya corteza fuera tan dulce como el fruto. La tierra, sin embargo, hizo árboles de fruto, pero no árboles que se pudie­ ran comer enteros^^. Tampoco cumplió enteram ente con su deber antes del pecado de Adán. Dios había designado al sol y a la tierra como testigos suyos en caso de que hubiese pecado. Por eso el sol se oscureció en el momento de la caída^^^\ pero la tierra, no sabiendo cómo considerar este pecado^^"*\ lo ig­ noró totalmente*^®. También la tierra sufrió, por ello, una serie de diez castigos: mientras que antes era indepen­ diente, desde entonces espera a que la lluvia la moje; a veces no crecen los frutos de la tierra; el grano que produce puede ser atacado por la tor­ menta y el moho; puede hacer nacer todo tipo de plagas nocivas; desde entonces se dividió en va­ lles y montes; hace crecer árboles estériles que no dan fruto; espinas y abrojos despuntan en ella; se siembra mucho en la tierra, pero se reco­ ge poco^^^^; en el tiempo que vendrá, por otra

Cf. Mt 27,45, donde el sol se oscurece en el mo­ mento de la muerte de Cristo, redentora del pecado. En Mt 27,51, la tierra, en cambio, se «convierte» y tiembla. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,17: Maldito sea el suelo. 69

parte, la tierra tendrá que descubrir su sangre y no esconder más a los que han muerto; y, al fi­ nal, un día será vieja y decrépita*^ La tierra no fue castigada enseguida, puesto que Adán todavía no había pecado. Dios no de­ seaba que la tierra produjese cosas nocivas como espinas, cardos, mosquitos y hormigas, porque Adán, antes de pecar, no merecía sufrir^^ por ello. Como consecuencia de este castigo, hay muchos árboles que no producen frutos comesti­ bles. Si no hubiese sido por el pecado, todos los árboles habrían producido buenos frutos^'^. La tierra fue maldecida, aunque tuviese una buena razón para no cumplir exactamente el mandamiento de Dios. La tierra pensaba que si todo el árbol hubiera sido comestible y hubiera tenido el mismo sabor que el fruto, todos los ár­ boles hubieran sido cortados y devorados y así se hubieran extinguido enseguida, ya que los árbo­ les no crecen rápidamente y son difíciles de re­ emplazar. De todos modos, la tierra fue maldeci­ da porque hubiera debido obedecer el mandato de Dios”'*. Hay quien se pregunta sorprendido cómo es que la tierra pudo desobedecer a las órdenes del Señor, dado que no está viva, ni tie­ ne intehgencia*^'”’. En realidad, en el mundo, cada cosa tiene un ángel que la dirige y la supervisa. El Midrash nos enseña que cada tallo de hierba tiene su ángel en el cielo que le manda crecer o morir^^. Por eso podemos entender que la tierra desobedeciera a Dios, es decir se refiere a su ángel que la dirige desde lo Alto”’.

No fue la tierra la única criatura que sufrió por el pecado de Adán. El mismo destino le tocó a la luna. Cuando la serpiente sedujo a Adán y Eva, y descubrió su desnudez, ellos lloraron amargamente, y con ellos lloraron los cielos, el sol y las estrellas, todos los seres y las cosas crea­ das hasta el trono de Dios. Los propios ángeles y los seres celestiales se afligieron por la desobe­ diencia de Adán. Sólo la luna se rió, por lo que el Señor se irritó y oscureció su luz. En vez de brillar constantemente durante todo el día, como el sol, envejece enseguida y tiene que nacer y volver a nacer^*. La conducta sin corazón de la luna ofendió a Dios, no sólo por el contraste con la aflicción de todas las demás criaturas, sino porque El mismo, estaba lleno de compasión ha­ cia Adán y su mujer. Nuestros sabios exphcan que si Adán no hu­ biese pecado, habría sido inmortal*^. Si hubiera actuado rectamente, Dios habría encontrado el modo de preservarle de los accidentes y peligros. Pero, en cambio, pecó’, y eso le hizo convertirse en mortal.

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C a p itu lo

IV

MISERICORDIA Y ESPERANZA TO D O LO CREA D O SUFRE

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CUANDO VENGA EL MESIAS LA M UERTE D ESA PA RECERA La muerte, en realidad, es un bien. Cuando el hombre vuelve a la tierra es purificado y limpiatodos los pecados cometidos en el mundo(">. Si se le encuentra digno de ello, recibe una gran recompensa en el mundo venidero, por to­ do el bien que ha hecho. Por esta razón dice la Torah: «Esta es la des­ cendencia (Toledoth) del cielo y de la tierra»^^\ La palabra «Toledoth» está escrita, letra por le­ tra, con la letra «Vav», que se escribe dos veces. En todos los demás pasajes en que aparece esta palabra, falta una de estas «Vav», ya sea la pri­ mera, ya sea la segunda. Los únicos pasajes en que esta palabra está escrita por entero son éste y el versículo: «Esta es la descendencia (toledoth) de Peres>Á'^\ Esto nos enseña que, cuando Dios creó el mundo, no hubiera habido necesidad de la muerte si el hom­ bre hubiera actuado con rectitud. Sólo después del pecado de Adán, se le dio poder sobre el mundo al ángel de la muerte. Como consecuen­ cia, la descendencia (toledoth) del hombre está

* * Cf. h l com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,19: Hasta (¡ue vuelvas al suelo y polvo eres y al polvo torna­ rás. (in 2,4. R t 4,1S.

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espiritualmente disminuida, y esto queda eviden­ ciado por el hecho de que la misma palabra está acortada. Pero con la llegada del Mesías, que es un des­ cendiente de David, que a su vez desciende de Peres, «la muerte desaparecerá para siempre»^'^\ Entonces la descendencia (toledoth) del hombre será de nuevo completa, y, por este motivo, la genealogía de Peres es el segundo pasaje en que esta palabra está escrita por entero*^”.

EL SEÑOR VISTE AL HOM BRE Después, el Señor vistió a Adán y Eva con túnicas de piel^®^ Dios vio que Adán y Eva no estaban satisfechos con las hojas de higuera que se habían cosido. Fue bueno de verdad y preparó vestidos adecuados e incluso de su agrado^’. Aprovechó la piel que había perdido la serpiente para hacerles abrigos^^. Adán y Eva custodiaron celosamente estos vestidos celestiales por su especial cahdad y los preservaron con cuidado para las generaciones venideras^^\ Tenían dibujos de todos los animaIs 25,8. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,21: ¡ a i piel, el velo que separa de Dios. Cf. El com ienzo de la historia, op. cit., Gn 3,21: 'r ú ­ nicas de piel y Una túnica sacerdotal 73

les y pájaros y el que se los ponía tenía el poder de someter a todas las bestias. Adán se los dejó en herencia a su hijo Set, quien se los dio a Ma­ tusalén, y Matusalén se los dejó después a Noé. Noé se los llevó en el arca, pero cuando salió, su hijo Cam se los robó. Cam se los dio al malvado Nemrod que estaba admirado por su habilidad en la caza. En reahdad su éxito se debía a los vestidos de Adán, que le daban poder sobre to­ dos los animales. Esaú vio los vestidos de Adán, que llevaba puestos Nemrod, los deseó y por ello le mató. Se los entregó después a Rebeca, su ma­ dre, para que los guardara^®\ pero Rebeca se los dio a Jacob cuando le envió, disfrazado de Esaú, a recibir la bendición de Isaac. Jacob no le devol­ vió después las ropas, diciendo: «Esaú no es dig­ no de ellas»^^ y las escondió en un lugar secretoC’). ¡Cuán grande es la «chesed» (la bondad, el amor caritativo del Señor)!. La Torah empieza con un gesto de bondad y termina con otro. Al principio se dice: «Dios les vistió»^'\ y, al final: «y fue sepultado en el valle»^\ Dios mismo sepul­ tó a Moisés.

EL NOM BRE D E EV A La Torah nos cuenta que Adán llamó a su mu­ jer Eva, (en hebreo Chavah), porque «fue la ma­ dre de toda la vida» (en hebreo, «vida» se dice «Chay»f^\ En realidad, por este motivo, el nom­ bre de Eva habría debido ser Chayah (viviente), pero su nombre contiene una referencia al hecho de que hubiera escuchado a la serpiente, que en arameo se dice «Chivya»^^. Adán no usó la pala­ bra hebrea que significa serpiente (nachash) por­ que era un nombre asociado con su pecado, y no quería que los ángeles lo entendieran. Por eso se refirió a la serpiente en arameo, porque es una lengua que los ángeles no entienden^‘\ Algunos dan otros motivos para el uso del nom­ bre de Chavah. Adán vio qué clase de males le habían sucedido por la charlatana de Eva, que le convenció hasta que comió del fruto prohibido. Por eso se lamentó de haberla llamado «Ishah» (= mujer), porque este nombre estaba relacionado con él^'"^ Por eso la llamó «Chavah», que deriva del verbo «Chavvah» que significa hablar*"^

Estos son los mejores vestidos de su hijo Esaú de que habla el Gn 27,15. *’’’ Donde permanecerán hasta la venida del Mesías, (ín 3,21. Dt 34,6.

Cf. El comienzo de la historia, op. cit., G 3,20: Lla­ mó Eva. Los ángeles entienden sólo el hebreo, la lengua sa­ grada, pero no el arameo (b Talmud Shabbat 12b), Cf. El comienzo de la historia, op. cit., Gn 3,1: Y dijo a la mujer. Ish significa hombre. Cf. esta palabra usada en Jb 13,17; 15,17; 32,6.10.17; 36,2 y Sal 19,3; El día al día transmite el mensaje.

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Adán explicó este nombre diciendo: «Era la ma­ dre de todos los vivientes, pero se ha convertido en la madre de todas las charlatanas»®^. Algunos sostienen que Eva y la serpiente sa­ bían hablar todas las lenguas. En cambio Adán no tenía esta facultad. Cuando los animales albo­ rotaban con sus gritos, no conseguía entender nada y entonces llamaba a su mujer. También por esto se la llamó «Chavah», porque propor­ cionaba toda la información. Fue ella quien le enseñó a Adán todas las lenguas®’ .

LA M ISERICORDIA D E DIOS Como ya hemos dicho, Dios les hizo vestidos con la piel arrancada de la serpiente®*. Hubiera querido hacer más, dejándoles quedarse en el Paraíso, si se hubieran arrepentido. Pero se ne­ garon a ello y tuvieron que irse, por miedo a que su inteligencia, parecida a la de Dios, les impul­ sase a saquear el árbol de la Vida y aprendieran a vivir para siempre. Cuando Dios les echó del Paraíso, no permitió que la justicia prevaleciese en todo. Unió a ella la misericordia. Mientras se iban, exclamó: «¡Qué lástima que Adán no haya sido capaz de observar el único mandamiento que le confié aunque sólo fuera por breve espacio de tiempo!»

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C a p itu lo V

EL PARAISO PERDIDO LA EXPULSION Para guardar la entrada del Paraíso, Dii)s nombró a dos querubines, llamados también las «espadas de fuego que giran sin cesar»^^^ porque los ángeles pueden cambiar de una forma a otra, según las necesidades. En vez del árbol de la Vi­ da, Dios dio a Adán la Torah, que es también un árbol de Vida para aquellos que le sacan partido. Se le permitió también vivir al este del Paraíso, ^ 100 en sus cercanías . Después de haber pronunciado la sentencia contra Adán, Eva y la serpiente, el Señor ordenó a los ángeles que echaran al hombre y a la mujer fuera del Paraíso. Ellos empezaron a llorar y a suplicar amargamente, y los ángeles tuvieron compasión de ellos, dejando incumpHdo el man­ dato divino, tanto que pidieron a D ios que miti­ gara su severa condena. Pero Dios fue inexora­ ble y dijo: «¿Acaso he sido Y o quien ha cometido el pecado? ¿he pronunciado un juicio

Cf. El comienzo de la historia, op. cit., Gn 3,24: espadas de fuego que giran sin cesar. 11

¡ a is

falso?». También la plegaria de Adán de poder coger del árbol de la Vida, fue dejada a un lado, con la promesa de que si llevaba una vida recta y piadosa, recibiría el fruto el día de la resurrec­ ción y entonces viviría para siempre. A l ver a Dios tan decidido, Adán empezó a llorar otra vez. Imploró a los ángeles que al m e­ nos le concedieran llevarse especias perfumadas del Paraíso, para así poder ofrecer sacrificios a Dios y ver así aceptadas sus oraciones. Entonces los ángeles se presentaron delante de Dios y di­ jeron: «Dios inmortal, manda que le demos a Adán las especias suavemente perfumadas del Paraíso, y el Señor escuchó su oración^*’^ Así que Adán recogió azafrán, nardo, carda­ momo y canela, además de todo tipo de semillas útiles para su sustento. Cargados con todo ello, Adán y Eva dejaron el Paraíso, y llegaron a la tierra’”'. Sólo había gozado de los esplendores del Paraíso por un breve período de tiempo, sólo durante unas pocas horas. Dios concibió la idea de crear al hombre en la primera hora del sexto día; en la segunda se reu­ nió en consejo con los ángeles, para tratar de si era o no oportuno crearles; en la tercera recogió polvo para modelar el cuerpo del hombre; en la cuarta, formó a Adán; en la quinta le revistió con

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Cr. El comienzo de la historia, op. cit., Gn 3,23: Hahiendo expulsado al hombre (MIDRASH y TARGUM).

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la piel; en la sexta fue completado el cuerpo, to­ davía sin alma, de modo que pudiera permane­ cer en pie; en la séptima dotó al hombre de alma, con su hálito; en la octava, el hombre fue llevado al Paraíso; en la novena Dios le dio el mandato acerca del fruto del árbol de en medio del jardín; en la décima hora, Adán transgredió el manda­ miento; en la undécima fue juzgado y en la duo­ décima hora del día fue expulsado del Paraíso para expiar su pecado. Este día tan rico en acontecimientos, fue el primero del mes de Tishri. Por eso el Señor dijo a Adán: «Tú serás el prototipo de tus hijos. Del mismo modo que tú has sido juzgado por Mí y absuelto, también tus hijos, el pueblo de Israel, serán juzgados por Mí el día de Rosh ha-Shanah*''^^ (Año Nuevo) y el de Yom Quippur^‘^\ y serán absueltos»^°^.

PRINCIPIO DEL AÑO (hb. Rosh ha-Shanah). Una de las principales fiestas judías, que se celebra el día 1 y 2 de Tishri (Sept./Oct.). El tema central es Dios como rey que juzga (de ahí también la denominación de Yomha-din. «día del juicio» y Yom ha-zikkaron, «día del re­ cuerdo»). (d) y o m QIPPUR (gran día de la expiación). Uno de los días festivos judíos más importantes, ligado en su ori­ gen a un ritual cultural en el Templo (cf. Lv 16). Desde la destrucción del Templo es el día en que se observa el ayuno más severo y el día penitencial por excelencia (in­ vocación por el perdón de los pecados); es el momento más alto de los diez días de penitencia que van desde el 1 al 10 de Tishri. 79

Cada uno de los días de la creación dio origen a tres cosas; el primer día, el cielo, la tierra y la luz; el segundo, el firmamento, la Gehenna y los ángeles; el tercero, los árboles, las hierbas y el Paraíso; el cuarto, el sol, la luna y las estrellas; el quinto, los peces, los pájaros y el Leviatán. Co­ mo el Señor deseaba reposar el séptimo día, el Sábado, el sexto día tuvo que trabajar el doble. Hizo seis criaturas: Adán, Eva, el ganado, los reptiles, las fieras y los demonios. Los demonios fueron hechos poco antes de empezar el Sábado, y por eso son espíritus incorpóreos, porque, co­ mo se acercaba el Sábado, D ios no tuvo tiempo de hacerles cuerpos'”^. A la hora del crepúsculo, entre el sexto día y el Sábado, fueron creadas diez criaturas: el arco iris, invisible hasta tiempos de Noé; el maná; los manantiales, de donde Israel obtuvo agua para su sed cuando estaba en el desierto; las palabras de las dos tablas de piedra entregadas en el Sinaí; el punzón con que se escribieron; las dos tablas propiamente dichas; la boca de la burra de Balaam; la tumba de Moisés; la gruta en que vi­ vieron Moisés y Elias; y la vara de Aarón, con sus flores y sus almendras maduras^^*^.

EL SA B A D O EN EL CIELO Para Adán, el Sábado tenía una significación especial. Cuando se le hizo partir del Paraíso, al crepúsculo de la vigilia del Sábado, los Angeles exclamaron: «Adán no pasará ni una noche en su gloria»^^\ Entoces el Sábado se presentó delante de D ios en calidad de defensor de Adán y dijo: «¡Oh Señor del mundo! Durante los seis días de trabajo no ha sido muerta ninguna criatura. Si empiezas ahora matando a Adán, ¿qué será de la santidad y la bendición del Sábado?». D e este modo, Adán se salvó de las llamas del infierno, justo castigo por sus pecados, y en agradecimien­ to compuso un salmo en honor del Sábado^^, que David incorporó más tarde a su Salterio. A Adán se le dio otra oportunidad para que aprendiera a apreciar el valor del Sábado. La luz celestial, con que Adán había podido examinar el mundo de un confín a otro, tenía que desapa­ recer completamente, después de su pecado^®\ Pero Dios, lleno de consideración hacia el Sába­ do, permitió que esta luz continuara brillando, y los ángeles, al ocaso del sexto día, entonaron un canto de alabanza y agradecimiento al Señor por

Sal 49,18. Cf. El comienzo de la historia, op. cit., Gn 3,23: Y el Señor le echó. ® Sal 92,1. Cf. El comienzo de la historia, op. cit., Gn 3,4: Se os abrirán los ojos. 80

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la luz que brillaba radiante en la noche. Sólo al terminar el Sábado, cesó la luz celestial, dejando a Adán en medio de la consternación y el remor­ dimiento, temeroso de estar cerca de la serpiente en la oscuridad. Pero D ios iluminó su mente, y él aprendió a restregar dos piedras, una contra otra, y producir la luz para sus necesidades. La luz celestial fue sólo uno de los siete dones pre­ ciosos gozados por Adán antes de la caída y que serán concedidos de nuevo al hombre sólo en la era Mesiánica. Los demás son éstos; el resplan­ dor de su rostro; la vida eterna; su elevada esta­ tura; los frutos de la tierra; los frutos de los árbo­ les; los astros del cielo, el sol y la luna, porque en el mundo venidero, la luz de la luna será co­ mo la del sol*'’^ y la luz del sol será siete veces mayor.

EL EXILIO Adán pasó sólo una noche en el Paraíso^*. D e hecho fue creado la víspera del Sábado y pecó ese mismo día. Por ello hubiera debido ser ex­ pulsado fuera del Paraíso inmediatamente, pero

(h)

Cf. Is .10,26. 82

el Sábado le protegió y fue expulsado sólo al fi­ nal de ese día^‘\ Cuando Dios expulsó del Paraíso a Adán y Eva, les colocó en las cercanías del Jardín, en el monte Moria’°^. Esperaba que la santidad del Paraíso próximo ejerciera sobre ellos una benéfi­ ca influencia” ®. La expulsión misma formaba parte del castigo de Adán. D ios dijo: «Adán merece ser castigado con la muerte inmediata. En mi misericordia he sustituido la muerte por la expulsión, mandándo­ le al exilio y tratándole como un asesino a quien se le exilia de su ciudad^^ y se ve obhgado a vivir en una ciudad de refugio»^''^” ^

EL ARREPENTIM IENTO Puestos en la puerta del Paraíso, Adán y Eva se construyeron una cabaña y allí permanecieron con gran angustia, llorando y lamentándose, du­ rante siete días. Adán recorrió la tierra a lo largo y a lo ancho, en busca de las golosinas que había

W Según Pirqei Rabbi Elieser 19,1, Adán fue expulsa­ do la víspera del Sábado. Cf. El comienzo de la historia, op. cit., Gn 3,24: Ha­ biendo expulsado al hombre y a oriente del jardín del Edén. O') Cf. Dt. 4,41-43. 83

probado en el Paraíso. Pero en vano, no encon­ tró ninguna. Entonces Eva dijo a su marido: «Mi Señor, si quieres, mátame. Tal vez D ios te admi­ ta de nuevo en el Paraíso, porque se ha airado contra ti, sólo por culpa mía». Pero Adán, horro­ rizado, rechazó su plan, y ambos salieron otra vez en busca de comida. Pasaron nueve días y aún no habían encontrado nada que se pareciera a lo que tenían en el Paraíso. Sólo vieron alimen­ tos apropiados para el ganado y los animales. Entonces Adán propuso: «Hagamos penitencia, a ver si el Señor nos perdona y tiene piedad de nosotros, y nos da alguna ayuda para que poda­ mos vivir». Sabiendo que Eva no era tan fuerte como para soportar la mortificación del cuerpo que le había propuesto, le ordenó una penitencia distinta de la suya. Le dijo: «Levántate, vete al Tigris, escoge un peñasco y quédate de pie en la parte más profunda del río, donde el agua te lle­ gue al cuello^'^ Y no abras la boca, porque no somos dignos de suplicar al Señor. Nuestros la­ bios son impuros, a causa del fruto prohibido. Quédate en el agua 37 días^^l Para sí mismo, en cambio, Adán estableció 40 días de ayuno de pie

en el Jordán, del mismo modo que Eva estaba en pie en las aguas del Tigris. Después de haber alcanzado el peñasco de en medio del Jordán, y de haberse subido a él, con el agua que le llegaba al cuello, dijo: «¡Te conjuro, oh agua del Jordán! Aflígeme y úneme a las criaturas que nadan y viven en ti. Deja que me rodeen, que se aflijan por mí, y que golpeen con dolor, no su pecho, sino el mío. ¡No han pecado ellos, sino sólo yt)!» Pronto llegaron todos los habitantes del Jordán y le rodearon. En aquel momento las aguas del Jordán quedaron inmóviles y dejaron de fluir*"*. La penitencia que Adán y Eva cargaron sobre sí mismos, despertó en Satanás malos deseos. Temió que Dios perdonase su pecado y trató con toda clase de subterfugios de obstaculizar el pro­ pósito de Eva. Después de una pausa de 18 días, se le apare­ ció en forma de ángel*^"\ Empezó a llorar como si estuviera angustiado por ella y le dijo: «Sal del río y no llores más. El Señor ha escuchado tu lamento y ha aceptado tu penitencia. Todos los ángeles han pedido al Se­ ñor por vosotros, y El me ha enviado a sacarte

Esta inmersión recuerda al baño purificador de la Miqvah, signo que la Iglesia adoptó para el bautismo de inmersión, ampliando su significado. Para el ayuno penitencial de cuarenta días, cf. Moi­ sés (Ex 24,18; 34,28; Dt 9,9); Elias (1 Re 19,8); Jesucristo (Mt 4,2).

Cf Js 3,14-17 y Sal 114,5. Satanás que se disfraza de ángel de luz. Cf. la leyen­ da sobre el nacimiento de Caín, en el volumen Caín y Abel, el origen de los conflictos, Gn 4,1. Ed. EGA, Bil­ bao, publicación prevista para 1993. Cf. también 2 Co 11,14.

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del agua y darte el sustento de que has gozado en el Paraíso, por el cual has llevado luto». Debihtada como estaba por las penitencias y mortifi­ caciones, escuchó la invitación de Satanás, quien la llevó a donde estaba su marido. Adán la reco­ noció enseguida y, entre lágrimas gritó: «¡Oh Eva, Eva, adónde ha ido a parar tu penitencia! ¿Cómo has dejado que tu adversario te sedujese de nuevo, él que nos ha robado nuestra estancia en el Paraíso y toda la alegría del Espíritu?» En­ tonces, también Eva empezó a llorar y a gritar «¡Ay de ti. Satanás! ¿Por qué luchas contra no­ sotros, sin ninguna razón? ¿Qué te hemos hecho para que nos persigas con tanta astucia?» Con un suspiro profundo. Satanás contó cómo Adán, de quien había tenido celos, era la verdadera razón de su misma caída. A l haber perdido la gloria del primer puesto, por su causa, había tramado con­ seguir que le echaran del Paraíso^°^. Cuando Adán oyó la confesión de Satanás, ro­ gó a Dios: «¡Oh Señor mío. Dios! En tus manos está mi vida. Quítame de en medio este adversa­ rio que trata de llevar mi alma a la destrucción y concédeme la gloria que él ha perdido». Satanás desapareció inmediatamente y Adán siguió con su penitencia, permaneciendo en las aguas del Jordán hasta que se cumplieron los 40 días"^.

Para una narración más completa, cf. El comienzo de la historia, op. cit. el apéndice: Apócrifos judíos (La vida de Adán y Eva).

Adán era un gran santo. Cuando vio qué gran pecado había cometido y que había sido excluido del Cielo, decidió arrepentirse. Renunció a todos los bienes del mundo. Ayunó durante 130 años, se vistió sólo con hojas de higuera, se abstuvo de tocar a Eva“ ^. La noche del Sábado, cuando vio su primer ocaso, dijo: «¡Ay de mí, he hecho que el mundo se oscurezca!» A l día siguiente, vio salir el sol y se llenó de alegría. Dijo: «Las tinieblas no eran culpa mía. Es el ritmo del mundo»""*. Entonces Adán levantó un altar y llevó a Dios una ofren­ da, que consistía en un animal verdaderamente especial, un buey con un solo cuerno en medio de la frente"^. D ios misericordioso aceptó de buen grado su ofrenda. En reahdad, después de su penitencia, Adán mereció ser completamente perdonado y ver anulada su pena de muerte. Pero el Señor conoce el futuro y vio que gente como Nabucodonosor, rey de Babilonia, Hiram, rey de Tiro y César, rey de Roma, se iban a ha­ cer a sí mismos Dios. Por ello estableció que el hombre permaneciese sujeto a la muerte de mo­ do que ninguno se considerase después divino’*'’. Ciertamente, D ios habría podido combinar las cosas de modo que sólo muriesen los malos. Pe­ ro no quiso hacer diferencias entre buenos y ma­ los, para que la gente no fuese buena sólo por miedo a la muerte. Dios no quiere que le sirva­ mos sólo por la recompensa o por temor al casti­

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go, sino únicamente para obedecer su mandato y por amor a El. Adán no se arrepintió del todo, hasta que na­ cieron Caín y Abel^^’ . Pero de esto hablaremos después. Expulsado del Paraíso, Adán ya no encontró pan preparado para comer, como en el Edén. Tuvo que trabajar más duramente que ningún otro hombre para ganarse un pedazo de pan. Le tocó sembrar, segar, cosechar, separar el grano de la paja, moler la harina y, finalmente, cocer el p a n ii «

Al segar las espigas de trigo, encontró espinas, resultado del castigo impuesto por D ios a la tie­ rra. «¿Hasta cuándo seguirá castigada la tierra? preguntó Adán a Dios». «Hasta que nazca un niño que vendrá al mundo ya circuncidado», le respondió, refiriéndose a N oé“ ^. D ios impidió que Adán volviese a entrar en el Paraíso, po­ niendo a los ángeles de la Destrucción en su en­ trada.

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C a p it u l o VI

¡SEÑOR SALVANOS! E N FER M ED A D D E A D A N Después de haber llegado a la edad de 930 años, Adán enfermó y sintió que sus días llega­ ban a su fin. Mandó llamar a todos sus descendientes y les reunió en asamblea delante de la puerta de la casa de culto, donde siempre había ofrecido a D ios sus oraciones, para darles su última bendi­ ción. Sus allegados se sorprendieron al verle en la cama enfermo, porque no sabían qué clase de dolores y molestias tenía^^°. Pensaban que el de­ seo de los frutos del Paraíso le sobrepasaba y que le abatía la falta de ellos; Set anunció que quería acercarse a las puertas del Paraíso para pedir permiso a D ios para recibir de uno de sus ángeles algunos frutos. Pero Adán le explicó de qué clase de enfermedad y dolor se trataba, y que D ios se los había dado en castigo por su pecado^^^. Adán sufría muchísimo, lanzando la­ mentos y lágrimas. Eva, sollozando le dijo: «Adán, señor mío, dame la mitad de tu mal, lo so­ portaré con gusto. ¿No es, acaso, por culpa mía, por lo que te ha sucedido todo esto? Por mi cul­ pa has sufrido un dolor y angustia tan grandes». 89

Adán suplicó a Eva: «Ve con Set a la puerta del Paraíso y pide a Dios que tenga piedad de mí y que mande a su ángel a recoger el aceite de la vida, que mana del árbol de su misericordia*^®^ para que os lo dé a vosotros, mis mensajeros». El ungüento le habría proporcionado alivio, quitán­ dole el dolor que le estaba consumiendo. Duran­ te el camino hacia el Paraíso, Set fue atacado por un animal salvaje. Eva gritó al atacante: «¿Cómo te atreves a levantar tu mano contra aquél que es imagen de Dios?». La rápida respuesta fue: «Es culpa tuya. Si no hubieras abierto la boca para comer el fruto prohibido, ahora mi boca no se abriría para desgarrar a un ser humano». Pero Set protestó: «Calla. Deja en paz a la imagen de Dios hasta el día del juicio». La fiera estuvo de acuerdo, diciendo: «Mira, renuncio a la imagen de Dios», y se alejó'^^. Llegados a las puertas del Paraíso, Eva y Set empezaron a llorar amarga­ mente, conjurando a Dios con muchos lamentos para que les diera el aceite del árbol de su mise­ ricordia. Estuvieron rezando durante horas. Por fin, apareció el arcángel Miguel, llegado en cali­ dad de mensajero de Dios para informarles de que su petición no podía ser atendida. Adán iba

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a morir en pocos días, y, del mismo modo que él estaba sujeto a la muerte, también sus descen­ dientes lo estarían. Sólo en el tiempo de la resu­ rrección y únicamente a los hombres piadosos, se les daría el aceite de la vida, junto con la felici­ dad y las delicias del Paraíso’ Una vez vueltos, le contaron a Adán lo que había sucedido, y él le dijo a Eva: «Qué desgra­ cia nos has acarreado, suscitando una cólera tan grande. Mira, la muerte es el destino de toda nuestra estirpe. Llama aquí a nuestros hijos y nietos, y cuéntales cómo hemos pecado». Y Eva les contó la historia de su caída:’^'*.

E V A CU EN TA SU C A ID A

La tradición, en particular la cristiana, ve al olivo como el árbol de la vida. Es interesante la proximidad entre «el aceite de la vi­ da» que mana del árbol y el aceite de los enfermos y mori­ bundos. Cf. El comienzo de la historia, op. cit., en apéndi­ ce el texto de AFRATES el SIRIO.

«Después de haber sido creada. Dios dividió el Paraíso y todos sus animales entre Adán y yo. A Adán se le asignaron el este y el norte, junto con todos los animales machos. Yo me convertí en la dueña del oeste y el sur y de todos los animales hembras. Satanás, que no aceptaba que se le hubiera expulsado de la mihcia celestial, decidió causar nuestra ruina y vengarse de su derrota. Llevó la serpiente a su bando, y le hizo notar que antes de la creación de Adán, los animales podían co­ mer de todo lo que crecía en el Paraíso, mientras

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que ahora se limitaban a comer hierba. Por eso, echar a Adán del Paraíso sería un bien para to­ dos. La serpiente dudaba, porque temía la ira de Dios. Pero Satanás calmó su miedo y dijo: «Bas­ ta con que te conviertas en mi servidor*^^ y yo diré por tu boca la palabra con que conseguirás seducir al hombre». Entonces la serpiente se subió al muro que ro­ deaba el Paraíso para empezar su diálogo conmi­ go. Y esto sucedió precisamente en el momento en que los dos ángeles que me guardaban se ha­ bían subido al cielo a orar al Señor. Por eso esta­ ba completamente sola. Cuando Satanás asumió las apariencias de un ángel, inclinado sobre el muro del Paraíso, y en­ tonó himnos seráficos de alabanza, me engañó y pensé que era verdaderamente un ángel. Hubo un diálogo entre nosotros, y Satanás hablaba por la boca de la serpiente: «¿Eres tú Eva?» «Sí, yo soy». «¿Qué haces en el Paraíso?» «El Señor nos ha puesto aquí para cultivar y comer sus frutos». «Bien, ¡pero veo que no coméis de todos los árboles!». «Sí que lo hacemos, a excepción de uno sólo, el árbol que está en medio del Paraíso. Sólo de ése. Dios nos ha prohibido comer, e incluso to­ carlo, porque si no, ha dicho, moriréis». 92

La serpiente hizo todo lo posible para conven­ cerme de que no tenía nada que temer, repitien­ do que el Señor sabía que el día en que comiéra­ mos del fruto del árbol, vendríamos a ser como El. Sólo por envidia había dicho: «No comáis de él»i2^.

A pesar de todas sus presiones, permanecí fir­ me y rechacé tocar el árbol. La serpiente, enton­ ces, se empeñó en coger el fruto para mí. Para eso le abrí la puerta del Paraíso y entró. En cuanto estuvo dentro, me dijo: «Me arrepiento de mis palabras, preferiría no darte el fruto del árbol prohibido». Pero sólo era una argucia para tentarme más. Consintió en darme el fruto, sólo después que hube jurado que también se lo daría a comer a mi marido. Este es el juramento que me hizo hacer: «Por el trono de Dios, por los querubines y por el árbol de la vida, daré este fruto a mi marido para que él también coma». Después, la serpiente se subió al árbol e inyec­ tó su veneno en el fruto^^^, el veneno del instinto del mal, e inclinó hasta el suelo la rama donde estaba el fruto. Lo cogí, pero enseguida me di cuenta de que estaba despojada de la justicia con que había estado vestida^^*. Empecé a llorar por ello y por el juramento a que me había obligado la serpiente. La serpiente desapareció del árbol, y yo bus­ qué hojas para cubrir mi desnudez, pero todos los árboles que estaban a mi alcance habían per­ 93

dido las hojas en el mismo momento en que yo había comido’ Sólo uno siguió teniendo hojas, la higuera, que era el mismo árbol cuyo fruto me había sido prohibido’^°. Llamé a Adán y con palabras blasfe­ mas le convencí para que comiera del fruto. Apenas lo probó, Adán se dio cuenta de su verdadera condición y exclamó contra mí: «Tú, mala mujer, ¿qué has hecho? Me has quitado la Gloria de Dios. Al mismo tiempo, Adán y yo oímos a Mi­ guel’^’ que tocaba su trompeta y a todos los án­ geles que gritaban: «Así dice el Señor. Ven con­ migo al Paraíso y escucha la sentencia que voy a pronunciar contra Adán»’^^. Entonces nos es­ condimos por miedo al juicio de Dios. Sentado en el carro arrastrado por querubines y acompañado por los ángeles que le alababan, el Señor apareció en el Paraíso. Cuando llegó, de los árboles desnudos despuntaron nuevas hojas'^-^. Su trono se levantó junto al árbol de la vi­ da. Dios se dirigió a Adán: «Adán, ¿dónde te has escondido? ¿Crees que no te voy a encontrar? ¿Puede una casa esconderse de su arquitec­ t o ? » A d á n trataba de echarme la culpa a mí, que había prometido defenderle delante de Dios. Y yo, a mi vez, acusé a la serpiente. Pero Dios nos ju/gó a los tres. A Adán le dijo: «Por no haber obedecido a mis mandatos y haber escuchado a tu mujer, la

tierra será maldita, a pesar de tu trabajo. Cuando la cultives, no rendirá según sus posibilidades. Te producirá espinas y abrojos y comerás el pan con el sudor de tu frente. Sufrirás muchas penas y estarás cansado, sin poder encontrar descanso. Angustiado amargamente, no saborearás ningu­ na delicia. El calor y el frío te golpearán. Ten­ drás que trabajar duramente y no alcanzarás prosperidad. Engordarás y dejarás de vivir. Y ios animales que enseñoreabas se rebelarán contra ti, por no haber observado mi mandamiento»'^"’. Sobre mí, el Señor pronunció esta sentencia; «Sufrirás angustia en el parto y profundo tor­ mento. Con dolor parirás y en la hora del parto, cuando parezca que estés a punto de perder la vida, confesarás y gritarás: «Señor, Señor, sálva­ me esta vez y ya no probaré más los placeres de la carne^‘’\ pero, desde ahora tu instinto se diri­ girá siempre a tu marido»^^^. A l mismo tiempo, el Señor nos condenó a to­ da clase de enfermedades. Dios dijo a Adán: «Por haberte desviado de mi alianza, impondré 70 plagas a tu carne. El castigo de la primera será para tus ojos; la segunda te golpeará el oído, y una tras de otra te afligirán todas las plagas»’^’^.

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Cf. El comienzo de la historia, op. cit., Gn 3,16: Ha­ cia tu marido irá tu apetencia.

Dios se dirigió a la serpiente de este modo; «Por haberte convertido en el alma negra del Maligno^^^ engañando a los inocentes, maldita seas entre todos los animales y las bestias del campo. Se te quitará el alimento que desees co­ mer y te alimentarás de polvo todos los días de tu vida. Te arrastrarás sobre tu pecho y tu vien­ tre y perderás las manos y los pies. Ya no ten­ drás orejas, ni alas, ni ninguno de los miembros con que has seducido a la mujer y a su marido, llevándoles a ser excluidos del Paraíso. Y pondré enemistad entre ti y la descendencia del hombre, que te pisará la cabeza, mientras tú acechas su calcañar hasta el día del juicio^^^>.

LAS LAGRIM AS Dios miró en el corazón de Adán y Eva y se dio cuenta de que se habían arrepentido del mal que habían hecho, tuvo piedad de ellos y dijo: «¡Hijos desdichados! Os juzgué y os di el castigo merecido, os expulsé del lugar más deseable, el Jardín del Edén, donde morabais en medio de las mayores delicias, y ahora habéis ido a un lu­ gar de tal desgracia y afán como no habíais cono­ cido hasta este día. Por otra parte, estad seguros, a pesar de todo esto, de que mi afecto para con vosotros no cesará nunca y que mi amor para con vosotros no tendrá fin. 96

Sé, sin embargo, que os esperan muchas prue­ bas y tribulaciones, y que serán duras para voso­ tros y os amargarán la vida. Por eso sacaré para vosotros de mi tesoro esta perla, la lágrima. Y cuando el peligro os amenace y vuestro destino sea amargo, cuando estéis llenos de dolor y aba­ tidos, las lágrimas descenderán de vuestros ojos y entonces la carga se hará más ligera y os senti­ réis aliviados. Mientras Dios estaba aún hablando, los ojos de Adán y Eva se llenaron de lágrimas que rega­ ron sus mejillas y cayeron al suelo. Estas fueron las primeras lágrimas que humedecieron la tie­ rra. Y cuantas más lágrimas vertían Adán y Eva, más grandes eran su alivio y su consuelo y su esperanza se reavivaba. Las lágrimas fueron una herencia para sus hijos y sus nietos, por todas las generaciones. Ninguna otra criatura del mundo llora y derrama lágrimas. La fuente de las lágri­ mas, que está escondida en el ojo del hombre, está siempre preparada para aliviar la aflicción de un corazón partido. Pero si el dolor de un hombre fuese demasia­ do grande y la fuente de las lágrimas se secase y volviese árida, entonces el ojo ya no tendría nin­ gún movimiento y no descendería ni una lágrima y no habría nada sobre la tierra ni ninguna clase de consuelo capaz de aliviar la aflicción de un hombre tan infeliz’'*®. 97

M UERTE D E A D A N El último día de la vida de Adán, Eva dijo: «¿Por qué tengo que seguir viviendo cuando tú ya no estés? ¿Cuánto tendré que esperar des­ pués de tu muerte? ¡Dímelo!» Adán le anunció que no iba a tardar mucho. Estarían juntos des­ pués de muertos y juntos serían enterrados en el mismo lugar. Le ordenó que no tocara su cuerpo hasta que un ángel de Dios hubiese tomado las medidas pertinentes, y le recomendó que empe­ zase a rezar hasta que su alma hubiese abando­ nado su cuerpo. Mientras Eva estaba arrodillada rezando, llegó un ángel’"*' y le ordenó que se levantara: «Eva, pon fin a tu penitencia», ordenó. «Mira que tu marido ha dejado esta vida llena de preocupacio­ nes. Levántate y mira su espíritu, que vuelve a su Creador para presentarse ante él». Y ella vio un carro de luz, tirado por cuatro águilas esplendo­ rosas y precedido por ángeles. En ese carro esta­ ba colocada el alma de Adán que los ángeles llevaban al cielo. Llegados allí, quemaron incien­ so hasta que las nubes de humo alcanzaron el cielo. Entonces rogaron a D ios que tuviera pie­ dad de su imagen y de la obra de sus santas ma­ nos. En su temor y espanto, Eva llamó a Set, le pidió que observara lo que se veía y que le expli­ cara la visión celestial, que ella no alcanzaba a comprender. 98

Preguntó: «¿Quiénes pueden ser los dos etío­ pes que unen sus plegarias a las de tu padre?» Set le exphcó que se trataba del sol y la luna, que se habían vuelto oscuros porque no podían res­ plandecer delante del Padre de la luz''*^. Apenas había hablado, cuando un ángel tocó la trompeta y todos los ángeles exclamaron con terribles voces: «Bendita sea la Gloria del Señor de todas las criaturas, porque ha mostrado mise­ ricordia para con Adán, la obra de sus manos». Entonces, un serafín tomó a Adán y le condujo al río Aqueronte, le sumergió tres veces y le lle­ vó a la presencia de Dios, que estaba sentado en su trono. El, extendiendo las manos, le levantó y lo confió al arcángel Miguel con estas palabras: « Levántale hasta el Paraíso del tercer cielo y déjale hasta el día grande y terrible establecido por mí de antemano». Miguel cumplió la orden divina y todos los ángeles alzaron un canto de alabanza, exaltando a Dios por el perdón conce­ dido a Adán. Entonces Miguel suphcó a D ios que le permi­ tiera ocuparse de preparar el cuerpo de Adán para la sepultura. Se le dio permiso y Miguel volvió a la tierra, acompañado de todos los ánge­ les. Cuando llegaron a la tierra, todos los árboles florecieron y el perfume que emanaban hizo dor­ mir, como si les acunara, a todos los hombres, excepto a Set^‘^\ Entonces, Dios dijo a Adán, El justo Set. 99

mientras su cuerpo yacía en la tierra: «Si hubie­ ses obedecido mi mandamiento, Satanás y sus compañeros no habrían festejado a quien te ha traído aquí. Pero yo te digo que cambiaré en do­ lor su alegría y tu tristeza se convertirá en gozo. Restableceré tu dominio y te sentarás en el trono de tu engañador, mientras que él será condenado junto con todos cuantos le hayan prestado oíd o s» ’"3

A la orden de Dios, los tres grandes arcánge­ les cubrieron el cuerpo de Adán con lino, ver­ tiendo aceite suavemente perfumado. Junto a él enterraron también el cuerpo de Abel, que había permanecido insepulto desde que Caín le había matado, a pesar de que éste había tratado de esconderle por todos los medios^'*^. Varias veces el cuerpo salió de la tierra, y una voz que provenía de allí, decía: «Ninguna criatu­ ra descansará en la tierra hasta que la primera de todas me devuelva el polvo con que fue forma­ da»’'*^. Los ángeles llevaron al Paraíso los dos cuerpos, el de Adán y el de Abel (éste último había permanecido todo el tiempo sobre una piedra donde los ángeles le habían depositado) y les enterraron en el mismo sitio de donde Dios había tomado el polvo para crear a Adán^'^*’. Dios llamó al cuerpo de Adán: «¡Adán!, ¡Adán!». Respondió: «¡Heme aquí. Señor!» En­ tonces dijo Dios: «Una vez te dije: Polvo eres y al polvo volverás. Ahora te prometo la resurrec­ ción. Te despertaré en el día del juicio, cuando 100

todas las generaciones de hombres, tus descen­ dientes, salgan de la tumba». Después, Dios selló la tumba para que nadie pudiera hacerle daño durante los seis días de espera que debían trans­ currir hasta que, con la muerte de Eva le fuese devuelta su costilla^'*^. Un problema que se podría plantear aquí es que Dios dijo a Adán: «El día en que comieres del árbol del Conocimiento, morirás sin reme­ En realidad, Adán vivió 930 años. Uno dio de los motivos de la longevidad de Adán es que se arrepintió: el arrepentimiento, si nace de un corazón puro, tiene el poder de anular una con­ dena. D e todos modos, las palabras de Dios no quedaron anuladas del todo; aunque a Adán se le concedieran unos cuantos años de más, siguió siendo un ser mortaP'*^. Otros sostienen que Dios había declarado de modo específico: «El «día» en que comieres, mo­ rirás sin remedio». El significado era «uno de los días de Dios», que son mil años, como está escri­ to: «A tus ojos mil años son como el día de ayePor eso Adán murió durante el día de Dios^'*®. Según otra opinión, el significado de lo que dijo D ios es que si Adán comía se haría mor­ tal, y moriría cuando, al llegar su hora^^°. Dios le

Gn 2,17. Sal 90,4. 101

hubiese dado como lugar de sepultura la gruta de Makpelá, que está cerca de las puertas del Jardín del Edén. Fue el propio Adán quien exca­ vó esta gruta. Recordemos que el día en que pecó, Adán se sumergió en el río Jordán, permaneciendo con el agua hasta el cuello. Estuvo ayunando, hasta que su piel se volvió como la seda. Durante todo el tiempo estuvo llorando y rogando al Señor que le perdonara. Cuando se calmó, le asaltó otra preocupación. La gente habría podido enterrarle en cualquier sitio y divinizarlo. Por eso excavó una gruta con dos niveles y dijo a los suyos que le escondieran bien en la parte más baja, de m o­ do que no le pudieran encontrar. D ios mismo le enterró'^'. Aunque Adán fuera expulsado del Jardín del Edén, después de su muerte fue llevado a su sitio y todavía está sentado a la cabeza de todos los santos en el Jardín del Edén. Está rodeado por el Mesías, los Patriarcas, Moisés y Aarón. Cada vez que muere un santo, los ángeles le llevan a la gruta de Makpelá, de Adán, quien se alegra al ver a sus descendientes. El santo es conducido después al Jardín del Edén. Adán tie­ ne un puesto especial en el Jardín del Edén, don­ de está rodeado de todos los santos. Toda perso­ na que se arrepiente de verdad tiene un sitio especial en el Jardín del Edén, donde poder re­ gocijarse. Cuando el Señor, al final, haga resurgir a todos los muertos, Adán se despertará antes

que los demás justos. Esta es la gran promesa en la que todos esperamos.

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M UERTE D E EV A Eva pasó llorando el intervalo entre la muerte de Adán y la suya. Se afligió sobre todo porque no sabía qué había sucedido con el cuerpo de Adán, ya que nadie, excepto Set, estaba despier­ to mientras los ángeles le enterraban. Cuando se acercaba, la hora de su muerte, Eva suplicó que la enter/arari^en el mismo sitio en que reposaban los despojos de su marido. Rogaba a Dios: «Señor de todos los podero­ sos. No alejes a tu sierva del cuerpo de Adán, de quien me sacaste, de quien me formaste. Permí­ teme a mí, que soy una mujer indigna y pecado­ ra, entrar en su morada. Mientras estábamos juntos en el Paraíso nada nos separaba al uno del otro, juntos fuimos tentados y transgredimos tu ley, y nada nos separó. A sí que, Señor, no nos separes ahora». A l acabar su oración, alzando los ojos al cielo, añadió: «Señor del mundo, reci­ be mi espíritu» y entregó su alma a Dios. El arcángel Miguel fue a instruir a Set sobre el modo como debía preparar a Eva para la sepul­ tura, y tres ángeles bajaron y la enterraron junto a Adán y Abel. Después Miguel dijo a Set: «Así

enterrarás a todos los hombres que mueran has­ ta el día de la resurrección», Y, además, después de haberle dado esta orden, dijo: «No hagas due­ lo durante más de seis días'^^. El reposo del sép­ timo día es símbolo de la resurrección del último día, porque en el séptimo día el Señor descansó de todo el trabajo que había hecho^^^. Aunque la muerte entró en el mundo por cul­ pa de Adán, no se le puede considerar responsa­ ble de la muerte de los hombres. Una vez Adán le dijo a Dios: «No me preocu­ pa la muerte de los malvados, pero no quisiera que se me reprochase la de los justos y que la responsabilidad de su muerte recayese sobre mí. Te ruego que no me señales mi culpa». Y Dios le prometió atender su deseo. Por eso, cuando un hombre está a punto de morir. D ios aparece y le manda poner por escrito todo lo que ha he­ cho durante su vida, porque dice el Señor: «Mo­ rirás a causa de tus malas acciones». Cuando el documento está terminado. Dios manda sellarlo con su sello. Este escrito es el que Dios sacará el día del juicio y a cada uno le dará a conocer sus obras^^"^. Apenas muere un hom­ bre, lo presentan ante Adán a quien acusa de ser el causante de su muerte. Pero Adán rechaza la acusación cada vez: «Cometí un solo pecado. ¿Hay alguno entre vosotros, y en verdad que de­ be ser el más piadoso, que no haya pecado más de una vez?»’”’-*’

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INDICE BIBLICO Antiguo Testamento

GENESIS:

DEUTERONOM IO:

1,26: 25 2,4: 72 2,17: 43-101 2,19: 26 3,19: 39 6-8: 31 4,9: 48 18, 13-15: 60 21,12: 40 39,2: 40

4,29: 9 4, 41-43: 83 9,9: 84 34,6: 74 JOSUE: 3, 14-17: 85 JUECES: 6,29: 9

EXODO: 24,18: 84 34,28: 84

RUTH: 4,18: 72

LEVITICO:

2 SAMUEL:

12,1-8: 60 15, 19-33: 60 16: 79

13,15: 57 1 REYES:

NUMEROS:

17,6: 31 19: 84

15, 7-21: 63 22,9: 48 22,10: 48

ESDRAS: 7,10: 9

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NEHEMIAS; 8, 1-12: 16 10, 29-30: 16

ISAIAS:

NOTAS BIBLIOGRAFICAS

11, 6-9: 31 25,8: 73 30,26: 82 39,10: 49 42,8: 27 62,25: 55

SALMOS; 8,5: 26 19,3: 75 36,12: 42 49,18: 81 90,4: 44-101 90,10: 44 92,1: 81 114,5: 85

JEREMIAS: 7,26: 40 15,2: 40 23,24: 47

PROVERBIOS:

JOB: 13,17: 75 32, 6.10.17: 75

20,27: 63

Nuevo Tesíamenfo MATEO:

LUCAS:

1, 19-21: 61 4,2: 84 4,11: 31 10,39: 44 27,45: 69 27,51: 69

I, 26-38: 60 2,51: 61 2 CORINTIOS: II,14

EFESIOS: 6,11: 27

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Gaón de Vilna. Yalquth Shimoni 8,1 (105) Pirqei Rabbi Eliezer 13,2; Zohar 1,35. Yalquth Shimoni 8,1 (105) Midrash Hagadol 3,22 Cf. Ginzberg V, Adam, nota 60. Midrash Genesis Rabbah. 19,3 Ibn Ezra. Midrash Hagadol 3,1. Kesef Nivchar; ver también Shnei Luchoth Ha Bril, p. 20 (Yalquth Meam Loez, ed. A. Kaplan, p. 264). Rashi. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 61. Midrash Tehillim 1,9. Cf. Ginzberg V, Adam nota 62. Cf. Ginzberg V, Adam nota 63. Tzeror HaMor; Cf. Ginzberg V, Adam, nota 64. Midrash Genesis Rabbah 19,7. Pirqei Rabbi Eliezer 11; Cf. Ginzberg V, Adam, nota 65. Midrash Genesis Rabbah 19,8. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 66. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 67 Cf. Ginzberg V, Adam, nota 68. Pesiqta de Rabbi Kahane, 197. Etz Yosef. Midrash Hagadol 3,22. Midrash Leqach Tov. Midrash Genesis Rabbah 19,11. Yalquth Shimoni 8,1 (27). Cf. Ginzberg V, Adam, nota 69.

T Cf. Ginzberg V, Adam, nota 70. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 71. Midrash Genesis Rabbah 71. Midrash Hagadol 3,8. nota 74 Cf. Ginzberg V, Adam, nota 72. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 73 y 77. Midrash Hagadol 3,8. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 74. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 74. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 76. Midrash Genesis Rabbah 19, 17. Midrash Hagadol 3,10. Midrash Hagadol 3,10. Midrash Genesis Rabbah, 19,2. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 78. Pír^e/ Eliezer 1,52. Midrash Aggadah (Torah Shlemah 3,65). Pirqei Rabbi Eliezer 14. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 79. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 80. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 81. Midrash Aggadah (Torah Shlemah 3,73). Midrash Hagadol 3,13. Midrash Genesis Rabbah 20,7. Midrash Genesis Rabbah 30,4 y Rashi . Cf. Ginzberg V, Adam, nota 82. Midrash Genesis Rabbah; Tiquney Zohar (p. 95). Cf. Ginzberg V, Adam, nota 83. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 84. Toldoth Yitzchaq. Zohar Chadash 18b. Targum Jonathan; Bachya. ^ Midrash Tanchumah, Yashan, Introd. 78. Cf. Ginzberg V, Adam. nota 85.

Cf. Ginzberg V, Adam, nota 86. “ Midrash Hagadol 4,1 ^ Targum Jonathan Ex 1,19. Midrash Leqach Tov, Ex 1,19 Midrash Hagadol 3,7-9. ^ Pirqei Rabbi Eliezer 14; Radal Midrash Tanchumah; Génesis, Noé 1. b Talmud Shabbath 31. Ibid. Comentario de Rashi ™ Pirqei Rabbi Eliezer 14. Zohar 2, 33; 2,142. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 91. Zohar 2,33. bTalmud Baba Bathra 25a Zohar Chadash 18b. Targum Jonathan: Bachya. Yad, Yesodei Ha Torah 4. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 87. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 88. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 89 . Cf. Ginzberg V, Adam, nota 90. Kli Yaqar. Ramban. ^ Tzedah Laderekh. Toldoth Yitzchaq. Midrash Genesis Rabbah. Cf. Tzedah Laderekh, Vayetzeh, p. 20 (Yalquth Meam Loez, ed. A. Kaplan p. 276). Cf. Ginzberg V, Adam, nota 92. ¡Talmud Avodah zarah 1; Ramban; Bachya; Abarbanel. Bachya Midrash Aggadah 3,18. Pirqei Rabbi Eliezer 20,1.

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Pirqei Rabhi Eliezer 24; Torah Shlemah 3,184; Sefer Hayashar 7,24. bTalmud Sotah 14a. Imrei Noam; Zohar Chadash. Abarbanel. Imrei Noam. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 93. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 94. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 95. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 96. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 97. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 98. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 99. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 103. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 104. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 105. Midrash Genesis Rabbah 11,2. Midrash Genesis Rabbah 21,11. Tifereth Tzion. Midrash Numeri Rabbah 23,3. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 106. jTalmud Eruvim 1. Avoth de Rabbi Natan. jAvodah Zarah I; Tiquney Zohar (p.9). Yafeh Toar (p. 159). Cf. Yalquth Meam Loez, ed. Kaplan p. 282; Yafeh Toar. b Talmud Berakoth 58. Yalquth Shimoni 8,1 (42). Cf. Ginzberg V, Adam, nota 111. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 112. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 113. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 114. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 115. Cf. Ginzberf’ V, Adam, nota 117. 110

Cf. Ginzberg V, Adam, nota 118. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 119. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 120. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 121. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 122. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 123. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 124. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 125. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 126. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 127. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 128. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 129. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 130. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 131. Bibel und Talmud Schatz (J.B. Lemer, The legends o f Israel, Par 13) Cf. Ginzberg V, Adam, nota 132. ^*2 Cf. Ginzberg V, Adam, nota 133. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 134. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 135. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 136. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 137. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 138. Ibn Ezra; Zohar Chadash 17d Midrash Genesis Rabbah 22; Midrash Tehillim 25. Targum Jonathan; Ramban; Bachya. Cf. Zohar 1, 65. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 139. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 140. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 141. Cf. Ginzberg V, Adam, nota 142.

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