Habermas, Problemas de Legitimación en El Capitalismo Tardío

December 7, 2017 | Author: Ariel Ramirez | Category: Capital (Economics), Capital Accumulation, Society, State (Polity), Politics
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Habermas, Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, España, Cátedra, 1999. Un concepto de crisis basado en las ciencias sociales, pp. 19-66 1.

Sistema y mundo de vida

Hablar de capitalismo tardío supone el Estado y el desarrollo social está sujeto a crisis. Definir crisis. Viene de la medicina. Implica enfermedad, desviación de lo normal, de lo saludable. Es objetivo y empíricamente verificable, más allá del sujeto. Así, con crisis se asocia la idea de que hay una fuerza objetiva que arrebata al sujeto parte de su soberanía. Desde la estética se trata de un “punto de inflexión de un proceso fatal fijado por el destino” (p. 20) donde el individuo no puede hacer nada contra el destino. La noción que usamos viene de Marx, que la hereda del evolucionismo, que a su vez viene de una concepción salvífica. Se trata del concepto de crisis sistémica; de ahí derivamos las crisis sociales y económicas. Habermas introducirá un concepto de crisis. Discute el propuesto por la teoría de sistemas, que plantea que son perturbaciones a la estructura de un sistema de sociedad, atacan la integración sistémica. El problema es que esta idea no considera las causas internas (capacidades de autogobierno). Es un problema interno del sistema, de contradicciones estructurales. Los sistemas sociales “pueden afirmarse en un ambiente en extremo complejo variando elementos sistémicos, patrones de normalidad o ambos a la vez, a fin de procurarse un nuevo nivel de autogobierno”(22). Pero al variar tanto los límites, se vuelve borrosa la identidad. Una alteración al sistema puede generar aprendizaje y cambio o disolución y quiebra. No todo cambio de estructura de un sistema social es crisis. Sólo los sujetos pueden verse envueltos en crisis. “Sólo cuando los miembros de la sociedad experimentan los cambios de estructura como críticos para el patrimonio sistémico y sienten amenazada su identidad social, podemos hablar de crisis” (p.23). Se ve amenazado el patrimonio cuando está en juego la integración social, cuando se dañan las estructuras normativas, la sociedad se vuelve anómica. El estado de crisis se verifica en la desintegración de las instituciones sociales. Los sistemas sociales también pueden perder su identidad. Esto se ve cuando se pierde la tradición, cuando las nuevas generaciones “ya no se reconocen en la tradición que antes tuvo carácter constitutivo” (p. 24).Pero este criterio, el de la tradición, es impreciso, pues todo cambia; además, el criterio de la crisis no puede recaer sólo en la conciencia de los individuos. La objetividad de la crisis recae en “problemas de autogobierno no resueltos” (24), que provocan problemas que repercuten en la conciencia y así “la integración social resulta amenazada” (24). Así, un concepto de crisis debe vincular integración social e integración sistémica. La integración social proviene de un sistema de instituciones socializadoras, que refieren al mundo de vida estructurado por medio de símbolos. La integración sistémica refiere a “rendimientos de autogobierno específicos de un sistema autorregulado” (p. 25); el sistema de sociedad conserva sus límites y patrimonio controlando la complejidad del ambiente. Por mundo de vida se remite a estructuras normativas (valores e instituciones) (p.25). ¿Cómo vincular mundo de vida y sistema? Mundo de vida permite analizar la dependencia de acontecimientos y estados respecto de funciones de la integración social: las normas del sistema se consideran limitantes. Desde el ángulo sistémico se observan los mecanismos de autogobierno y el campo de contingencia; se analiza la dependencia de acontecimientos y estados en dependencia con funciones de la integración sistémica. Al concebir un sistema social como mundo de vida se ignora el autogobierno; al entender una sociedad como sistema no se considera el aspecto de validez (i.e. la realidad social como facticidad de pretensiones de validez aceptadas). La teoría de sistemas concibe el sistema de sociedad a partir de su centro de autogobierno: el sistema político como supraordenado respecto a los sistemas sociocultural y económico. Concibe la evolución social como el acrecentamiento de poder por reducción de la complejidad del ambiente; despoja de su sentido a las pretensiones de validez constitutivas para la reproducción cultural de la vida; traduce los problemas de validez en problemas de comportamiento. La teoría de la acción evita esas deficiencias pero genera una dicotomía entre estructuras normativas y condiciones materiales limitantes; cada susbsistema es coordinado, pero al interior de ellos debe hacerse un esfuerzo por distinguir las estructuras del sustrato limitante; obliga a complementar el análisis de las estructuras normativas con el análisis de limitaciones y capacidades del ámbito del autogobierno. Su problema es que no capta la conexión entre estructuras normativas y problemas de autogobierno. Dice Habermas que se requiere analizar el sistema de sociedad en sentido histórico para poder establecer el margen de tolerancia dentro del cual pueden oscilar los patrones de normalidad de un sistema sin que su patrimonio resulte amenazado críticamente (p. 28) Límites de la continuidad histórica. “Los patrones de normalidad de los sistemas sociales son el producto de los valores culturales de la tradición constitutiva y de exigencias no normativas de la integración sistémica…” (p. 29). Introducir la evolución social para ver el cambio estructural; de ahí la importancia del concepto de formación social, que refiere a un principio de organización “que establece un espacio abstracto de posibilidades de cambio social” (p. 30). Los principios de organización son abstractos “con propiedades emergentes en saltos evolutivos no probables y que en cada caso caracterizan un nuevo nivel de desarrollo” (p. 30).; limitan la capacidad de aprender sin perder identidad. Desde aquí se entiende que “los problemas de autogobierno generan crisis si y solo si no pueden ser resueltos dentro del campo de posibilidades demarcado por el principio de organización de la sociedad” (p. 30). Los principios organizativos establecen: 1) el mecanismo de aprendizaje del que depende el despliegue de las fuerzas productivas; 2) determinan el campo de variación de los sistemas de interpretación garantizadores de la identidad; 3) establecen los límites institucionales del aumento posible de la capacidad de gobierno (p. 30). 2. Algunas instancias constitutivas de los sistemas sociales Propiedades de los sistemas de sociedad. A) el sistema de sociedad se relaciona con su ambiente por medio de la producción y la socialización por medio de pretensiones discursivas de validez. B) los sistemas de sociedad alteran sus patrones normativos según el estado de fuerzas productivas y de autonomía sistémica, pero la variación se restringe por una lógica del desarrollo de imágenes del mundo, lo hacen los individuos socializados. C) el nivel de desarrollo de una sociedad se determina por la capacidad de aprendizaje 1

institucionalmente admitida y según se diferencien las cuestiones teórico técnicas de las prácticas y que se produzcan procesos de aprendizaje discursivos (p. 31). Aclaración del punto A. Los sistemas de sociedad se deslindan de su contorno social mediante símbolos, por medio de morales universalistas o diferenciación moral del endogrupo y moral del exogrupo (p. 31). El modo en que se reproduce la vida sociocultural depende del intercambio con la naturaleza interior y exterior; son procesos de apropiación social en los cuales el sistema de sociedad incorpora naturaleza. “Cuando aumenta su capacidad de autogobierno, un sistema de sociedad desplaza sus límites a costa de la naturaleza y dentro de ella: con el poder del sistema aumenta el control sobre la naturaleza exterior y la integración de la interior. Los procesos de producción aprovechan recursos naturales y transforman las energías disponibles en valores de uso. Los procesos de socialización forman a los miembros del sistema como sujetos capaces de lenguaje y de acción…” (p. 32). Los sistemas sociales extienden sus controles sobre la naturaleza exterior por medio de enunciaciones veritativas. Los sistemas sociales se apropian de la naturaleza interior con la ayuda de estructuras normativas, guían la acción; cumplen la integración de la naturaleza interior por medio de normas que requieren justificación; su pretensión de validez se corrobora de manera discursiva. “A las pretensiones de verdad que elevamos con afirmaciones empíricas corresponden pretensiones de corrección o de adecuación que planteamos con normas de acción o valoración” (p. 33). “Los sistemas de sociedad pueden mantenerse frente a la naturaleza exterior mediante acciones instrumentales (siguiendo reglas técnicas) y frente a la naturaleza interior mediante acciones comunicativas (siguiendo normas de validez) (p. 33). Se reorganiza el comportamiento animal siguiendo imperativos de pretensiones de validez. La reorganización se da en las estructuras de intersubjetividad producida lingüísticamente. La comunicación lingüística tiene una estructura doble: 1) la comunicación sobre contenidos proposicionales es posible sólo con la simultánea metacomunicación sobre relaciones interpersonales; se entrelazan operaciones cognitivas y motivos de acción y la intersubjetividad lingüística (p. 33). El lenguaje como un transformador: episodios o vivencias se transforma en contenidos intencionales; las cogniciones en proposiciones; necesidades y sentimientos en expectativas normativas (mandatos o valores). Este transformador hace que sea diferente la subjetividad del opinar, del querer, del placer y del displacer, respecto de las enunciaciones y normas que se presentan con una pretensión de universalidad. Universalidad como objetividad del conocimiento y legitimidad de las normas vigentes que aseguran la comunidad del mundo de vida social. Las estructuras de la intersubjetividad lingüística constituyen las experiencias y el actuar instrumental, así como las actitudes y el actuar comunicativo; además, regulan los controles impuestos a la naturaleza exterior y la integración de la naturaleza interior (p. 34). “La ampliación de la autonomía sistémica (poder) depende de desarrollos en el despliegue de las fuerzas productivas (verdad) y del cambio de estructuras normativas (corrección/adecuación)” (p. 34). Toda nuestra historia cultural muestra la exigencia de que “las pretensiones de validez normativa se corroboren discursivamente” (p. 35). “Al igual que el conocimiento de la naturaleza, y que las tecnologías, las imágenes del mundo se desarrollan según un modelo que permite reconstruir racionalmente las siguientes regularidades” (p. 35): a) se expande lo profano a expensas de lo sagrado; b) paso de la heteronomía a la autonomía; c) las imágenes se vacían de un contenido cognitivo; d) se pasa de un particularismo étnico a uno universalista e individualista; e) la creencia se torna reflexiva. Lo que permite la integración social, los sistemas morales y sus interpretaciones siguen un modelo paralelo a la lógica del desarrollo de la conciencia moral. Al igual que un saber conquistado colectivamente, un nivel de conciencia moral alcanzado por la colectividad no puede olvidarse mientras se mantenga la continuidad de la tradición Aclaración del punto B. La forma de reproducción de la vida sociocultural es asimétrica: el despliegue de las fuerzas productivas amplía el campo de contingencia del sistema de sociedad y las mutaciones evolutivas de las estructuras de los sistemas de interpretación implican ventajas de selección. La mayor autonomía sistémica y la mayor complejidad en las formas de organización de una sociedad hacen estallar estructuras normativas que se han vuelto estrechas y eliminan barreras impuestas a la participación, disfuncionales desde el punto de vista del autogobierno (como la modernización de los países en desarrollo). Pero puede suceder que por un lado se amplíe el desarrollo de las fuerzas productivas al mismo tiempo que el corpus dogmático de las imágenes tradicionales del mundo; no es necesario que a un despliegue de las fuerzas productivas y a un incremento de la capacidad de autogobierno correspondan transformaciones normativas acordes a los imperativos del autogobierno del sistema de sociedad. También puede ocurrir que un incremento de las fuerzas productivas, que refuerce el poder del sistema, se corresponda con transformaciones de las estructuras normativas que limiten la autonomía sistémica al generar nuevas exigencias de legitimación , estrechando así el campo de variación de los patrones de normalidad. La variación de los patrones de normalidad está limitada por una lógica de desarrollo de las estructuras de la imagen del mundo, que no se encuentra a disposición de los imperativos de incremento del poder. La naturaleza interior no pertenece al ambiente del sistema en el mismo modo que la naturaleza exterior. La naturaleza interior, después de su integración al sistema de sociedad, permanece como un ambiente interior, pues los sujetos socializados se resisten, en la medida de su individualización, a desaparecer en la sociedad (p. 39). La apropiación progresiva de la naturaleza interior restringe el campo de contingencia del sistema. Con una individualización creciente se refuerza la inmunización de los individuos socializados contra las decisiones del centro de autogobierno diferenciado. La naturaleza interior es ambiente sistémico y elemento del sistema a la vez. Al individuo capaz de lenguaje y acción le es dada su propia naturaleza como cuerpo vivido y como cuerpo físico. Estas paradojas desaparecen cuando se escoge, no sistema y autogobierno, sino mundo de vida e intersubjetividad como punto de vista ordenador, y así se entiende la socialización como individualización. Las sociedades también son sistemas, pero en el modo de su movimiento no siguen sólo la lógica de la ampliación de la autonomía sistémica; más bien, la evolución social transcurre dentro de los límites de una lógica del mundo de vida, cuyas estructuras están determinadas por una intersubjetividad producida lingüísticamente, y se basan en pretensiones de validez susceptibles de crítica. Aclaración del punto C. Respecto a las instancias constitutivas de los sistemas sociales, la capacidad de autogobierno varía en relación directa con el aumento del control sobre la naturaleza exterior y la integración creciente de la naturaleza interior. El despliegue de las fuerzas productivas y la transformación de las estructuras normativas siguen, en cada caso, una lógica de creciente comprensión teórica o práctica. 2

Los procesos de aprendizaje colectivo (la historia del saber profano y de la tecnología; y el cambio estructural de los sistemas de interpretación garantizadores de la identidad) sólo explican las consecuencias lógicamente necesarias de desarrollos posibles. Los desarrollos fácticos (innovación y estancamiento, estallido de crisis, reelaboración productiva o improductiva de las crisis) se explican con ayuda de mecanismos empíricos. El mecanismo fundamental de la evolución social consiste en un automatismo del no poder dejar de aprender. Aprendemos en dos dimensiones (teórico/práctica); procesos de aprendizaje ligados con pretensiones de validez corroborables discursivamente. El aprendizaje no reflexivo se cumple en tramas de acción en que las pretensiones implícitas de validez, teóricas y prácticas, se dan por supuestas de manera ingenua y se aceptan o rechazan sin elucidación discursiva. El aprendizaje reflexivo se cumple a través de discursos en que tematizamos pretensiones prácticas de validez que se han vuelto problemáticas o se han hecho tales por la duda institucionalizada, corroborándolas o rechazándolas sobre la base de argumentos. El nivel de aprendizaje posibilitado por una formación social podría depender de si el principio de organización de esta sociedad admite a) la diferenciación entre cuestiones teóricas y prácticas y b) el paso de del aprendizaje no reflexivo al reflexivo. Se impone en la filosofía la tendencia, de sesgo positivista, a diferenciar las cuestiones teóricas y las cuestiones prácticas de acuerdo con su forma lógica, pero ello con el fin de excluir de los discursos las cuestiones prácticas: ahora no se las considera veritativas (p. 43). Habermas pretende buscar “principios de organización que definan la capacidad de aprendizaje y, con ella, el nivel de desarrollo de una sociedad en atención a sus fuerzas productivas y a los sistemas de interpretación que garantizan su identidad, y que delimiten el posible incremento de las capacidades de autogobierno. Marx fijó el núcleo organizador de las formaciones sociales en un plano donde se entrecruzan las estructuras normativas con el sustrato material (relaciones de producción). Esas relaciones de producción, “si han de representar los principios organizadores de la sociedad no pueden identificarse sólo con las formas históricas de la propiedad de los medios de producción. Los principios de organización son regulaciones muy abstractas que definen campos de posibilidad. Además hablar de relaciones de producción sugiere una interpretación economicista estrecha. Es el propio principio de organización el que decide qué sistema parcial de una sociedad poseerá el primado funcional, es decir, presidirá la evolución social” (pp. 43-44). 3. Ilustración de los principios de organización de las sociedades Cuatro formaciones sociales: la anterior a las altas culturas, la tradicional, la capitalista y la poscapitalista. Las tres últimas son sociedades de clases (poscapitalistas las socialistas). Las tendencias a la crisis en las sociedades del capitalismo tardío y poscapitalistas , interés de explorar las posibilidades de una sociedad posmoderna (nuevo principio de organización en la historia. Elucidará respecto de tres formaciones sociales, el significado del principio de organización social y el modo en que de éste pueden deducirse determinados tipos de crisis; se trata de una introducción ejemplar de un concepto. Precisará el principio de organización de esas formaciones sociales, indicando el campo de posibilidades que abre a la evolución social, e inferir el tipo de crisis que admite. 3.1 La formación social anterior a las altas culturas Su principio de organización son los roles primarios de la edad y el sexo. El núcleo institucional es el sistema de parentesco, es una institución total. Las estructuras familiares determinan el intercambio social, aseguran la integración social y la integración sistemática. Imágenes del mundo y normas están apenas diferenciadas entre sí, se organizan en torno de rituales y tabúes que no requieren sanciones específicas. Una moral familiar o clánica: no son posibles relaciones verticales u horizontales que rebasen los límites del sistema de parentesco. Las fuerzas productivas no se pueden incrementar por vía de la explotación de la fuerza de trabajo. El mecanismo de aprendizaje, circunscrito al ámbito de funciones de la acción instrumental, lleva en el largo plazo a una secuencia ordenada de unas pocas innovaciones fundamentales. Son cambios de origen externo los que sobrepasan la limitada capacidad de autogobierno de las sociedades organizadas por el parentesco y socaban la identidad familiar y clánica: crecimiento demográfico unido a factores ecológicos, influencias interétnicas, resultantes del intercambio, la guerra y la conquista (pp. 45-46). 3.2 La formación social tradicional Principio de organización: sociedad de clases con fuerza política. Aparato burocrático de dominación, con un centro de autogobierno; la producción y distribución de la riqueza social traspasan de las formas de organización familiares a la propiedad de los medios de producción. Las funciones centrales de poder y de autogobierno pasan al Estado. La familia pierde sus funciones económicas y es despojada en parte de sus funciones de socialización. Surgen subsistemas que sirven a la integración sistemática o a la integración social. El punto de articulación es el régimen jurídico que regula la facultad de disposición privilegiada sobre los medios de producción y el ejercicio estratégico del poder, que a su vez requiere legitimación. Separación institucional entre autoridades seculares y sagradas. Incremento de la autonomía sistemática, diferenciación funcional y creación de medios generalizados (poder y moneda) así como de mecanismos reflexivos (derecho positivo). La posibilidad de aumento de la capacidad de autogobierno se obtiene al precio de una estructura de clases inestable. Se institucionaliza una relación coactiva que amenaza la integración social. Las imágenes del mundo o las ideologías legitimantes sustraen de la tematización y del examen públicos las pretensiones contrafácticas de validez de las estructuras normativas. Las relaciones económicas están reguladas por la autoridad legítima. El régimen de poder se justifica invocando imágenes del mundo tradicionales y una ética convencional del Estado. Admite asociación horizontal determinada por formas de intercambio no políticas (mercados locales, ciudad-campo). La dominación política clasista mediatizada por una ética del Estado, dependiente de la tradición y particularista, incompatible con formas universalistas de intercambio social. Aumento de fuerzas productivas por medio del aumento de la tasa de explotación; la producción social genera un plusproducto que es objeto de apropiación privilegiada. Su crecimiento es limitado por la falta de innovaciones técnicas (el saber susceptible de aplicación técnica no es ampliado mediante un aprendizaje reflexivo). Crisis que brota de contradicciones internas. Las pretensiones de validez de sistemas de normas y de justificación que no pueden admitir la explotación de manera explícita; una estructura de clases que convierte en regla la apropiación privilegiada de la riqueza producida por la sociedad. Esta distribución desigual y legítima se resuelve ideológicamente. Incremento de la explotación mediante una mayor coacción física. Las crisis se originan en problemas de autogobierno que vuelven necesario reforzar la autonomía sistemática con una mayor represión; esto genera déficit de legitimación que da lugar a la lucha de clases; estas amenazan la integración social y pueden llevar al derrocamiento del sistema político. 3

3.3 La formación social del capitalismo liberal Principio de organización: relación trabajo asalariado-capital fundada en el sistema de derecho privado. Con la institucionalización de los mercados de bienes, capitales y trabajo y el establecimiento del mercado mundial, la sociedad civil se diferencia a partir del sistema político económico, lo que implica la despolitización de las relaciones de clase y la anonimización del poder de clase. El Estado Fiscal se convierte en la complementaria del mercado autoregulador. El Estado asegura desde fuera, con instrumentos políticos. La integridad territorial y la capacidad de competencia de la economía nacional. En el interior el poder legítimo sirve para mantener las condiciones generales de producción que posibilitan el proceso de valorización del capital, regulado por el mercado; el intercambio pasa a ser el instrumento dominante de autogobierno. El ejercicio de la autoridad pública en el interior del sistema de sociedad puede restringirse a: 1) la defensa de los contratos civiles (policía y magistratura), 2) la protección del mecanismo del mercado contra efectos secundarios autodestructivos (v.gr. legislación de protección al trabajador), 3) el cumplimiento de las premisas de la producción en el ámbito de la organización económica (educación pública, medios de comunicación y transporte), 4) la adecuación del sistema del derecho privado a necesidades que surgen del proceso de acumulación (derecho fiscal, derecho especial de la banca y la empresa). Con el cumplimiento de estas tareas, el Estado asegura las premisas para que el proceso de reproducción se mantenga en sus términos capitalistas. El relativo desprendimiento del sistema económico respecto del sistema político permite que surja, en la sociedad civil, un ámbito emancipado de los lazos tradicionales y confiado a las orientaciones de la acción estratégico utilitarista de los que participan en el mercado. Los empresarios guían su conducta orientados por el interés. El nuevo principio de organización posibilita el despliegue de las fuerzas productivas y el desarrollo de estructuras normativas. Debido a la autovaloración del capital genera mecanismos de innovación e incrementa la productividad del trabajo. Al llegar al límite de la explotación física, la acumulación del capital obliga al despliegue de las fuerzas productivas técnicas y así al acoplamiento del saber susceptible de aplicación técnica con procesos de aprendizaje reflexivos. El intercambio, al volverse autónomo, descarga al orden político de exigencias de legitimación. El mercado autoregulador exige ser complementado por una administración estatal racional, un derecho abstracto y por una moral estratégico-utilitarista en el ámbito del trabajo social, que en las esferas privadas es compatible con una ética protestante o formalista. Las ideologías burguesas adoptan una estructura universalista y apelan a intereses generalizables porque el régimen de propiedad se ha despojado de la forma política. El mercado se apoya en la justicia propia del intercambio de equivalentes. El estado constitucional burgués se justifica en las relaciones de producción legítimas; pueden prescindir de un poder tradicional legitimado desde lo alto. La integración social del proletariado se mantuvo por una mezcla de ataduras tradicionalistas, obediencia fatalista, falta de perspectivas y represión desembozada. Anonimización política de la dominación: la clase dominante se convence que ha dejado de hacerlo. Pueden hacerlo porque las ideologías burguesas 1) se fundan científicamente en la crítica a la tradición; 2) poseen carácter de modelos, anticipan un estado de la sociedad cuya posibilidad no puede ser desmentida de antemano por una sociedad económica en crecimiento dinámico. La crítica a la sociedad burguesa se desarrolló desenmascarando las ideologías burguesas mediante la confrontación de la idea con la realidad. El logro del principio de organización de la sociedad capitalista es que no sólo emancipa el sistema económico, desprendido del sistema político, de las restricciones impuestas por los sistemas parciales de la integración social, sino que lo habilita para contribuir a la integración social al tiempo que desempeña sus tareas de integración sistémica. Esto vulnera el sistema de sociedad, pues los problemas de autogobierno pueden convertirse en amenazas directas a la identidad. En este sentido se habla de crisis sistémica. Principio de organización no pone frenos al desarrollo de la capacidad productiva. Las estructuras normativas se desarrollan más, pues el principio de organización admite sistema de valores universalistas. Pero es incompatible con una ética comunicativa que no exija sólo la universalidad de las normas, sino un consenso, obtenido por vía discursiva, acerca de la capacidad de generalización de los intereses normativamente preescritos. (p. 54). El principio de organización desplaza el potencial de oposición de conflictos de clase a la dimensión del autogobierno, donde se exterioriza en la forma de crisis económicas. En la alternancia de la coyuntura (crisis-depresión) la oposición de intereses (trabajo asalariado y capital) no se manifiesta en enfrentamientos de clases, sino en la ruptura del proceso de acumulación y, por tanto, en la forma de problemas de autogobierno. De la lógica de la crisis económica puede derivarse un concepto general de crisis sistémica. 4.4 Crisis sistémica (Dilucidada según el ejemplo del ciclo de la crisis en el capitalismo liberal) Aquí las crisis se presentan en la forma de problemas económicos de autogobierno no resueltos. Lo que pone en peligro la integración sistémica son amenazas directas a la integración social; esto justifica que se hable de crisis económica; las tareas de integración social se traspasan al mercado como sistema de autogobierno diferenciado, no político. Los problemas de autogobierno socialmente desintegradores, periódicos, crean, junto con la inestabilidad permanente de un cambio social acelerado, la base objetiva para una conciencia de la crisis por parte de la clase burguesa y para expectativas revolucionarias para el caso de los asalariados (p. 56). Aparece por primera vez el temor de una repentina transformación del sistema. Las relaciones de clase se despolitizan porque la integración social se ha institucionalizado a través del mercado. La riqueza social, la capacidad productiva de los trabajadores, se ha convertido en mercancía. Los procesos del trabajo sirven a la producción de valores de cambio; y los procesos de intercambio sirven a la formación y autovaloración del capital. Así, el mercado adquiere una doble función: a) opera como mecanismo de autogobierno en el sistema del trabajo social; b) institucionaliza una relación de coacción entre los propietarios de los medios de producción y los obreros asalariados. La coacción social se institucionaliza en el contrato de trabajo privado como relación de intercambio; la extracción de plusvalía reemplaza a la dependencia política; así, el mercado adquiere una función ideológica: la relación de clases se vuelve anónima en la forma no política de la dependencia salarial (p. 57). “El crecimiento económico se cumple a través de crisis que sobrevienen periódicamente, porque la estructura de clases desplazada y traducida al sistema de autogobierno económico ha transformado la contradicción de los intereses de clase en una contradicción de imperativos sistémicos” (p. 58). “De contradicción fundamental de una formación social podemos hablar si y solo si a partir de su principio de organización puede deducirse la necesidad de que en ese sistema se enfrenten individuos y grupos con pretensiones e intenciones incompatibles” (p. 59). Si la incompatibilidad no llega a la conciencia, el conflicto es latente; ideológicamente se reprimen las necesidades. Se desfigura o bloquea la 4

comunicación entre sus miembros. La contradicción adopta la forma ideológica de una contradicción entre las intenciones que los sujetos creen tener y sus motivos inconscientes o los intereses de la ideología. Cuando la incompatibilidad llega a la conciencia, el conflicto se vuelve manifiesto: las intenciones incompatibles son reconocidas como intereses opuestos (p. 60). Propio de la estructura de clases son las contradicciones que surgen de la apropiación privilegiada de la riqueza producida socialmente. La crisis económica define el modelo de un proceso de crecimiento económico sacudido por crisis. La acumulación de capital se produce a través de desvalorizaciones periódicas de elementos del capital, es el ciclo de la crisis. Bajo el aspecto de la acumulación del capital se instala un modelo de desarrollo que se niega a sí mismo; a) la masa de los valores de cambio y de uso se acumula por vía del aumento de la plusvalía relativa, de un progreso técnico que disminuye los costos e intensifica el uso del capital; b) en cada nuevo estadio de la acumulación la composición del capital se modifica en detrimento del capital variable, el único que produce plusvalía. Bajo el aspecto de la realización del capital se presenta la misma contradicción: a) en cada nuevo estadio de acumulación aumenta la plusvalía y crece la riqueza social, pero b) la capacidad de consumo de las masas y las posibilidades de realización del capital, sólo pueden aumentar igual si los propietarios del capital renuncian a porciones equivalentes de plusvalía. Así, el proceso de acumulación se paraliza por falta de posibilidades de realización o por falta de estímulos a la inversión (p. 63). Al romperse el proceso de acumulación se destruye el capital: genera quiebras y desempleo. La crisis económica se transforma en una crisis social. Al quedar al descubierto la oposición entre las clases cumple una crítica ideológica práctica a la ilusión según la cual el intercambio social configura un ámbito en que no interviene el poder. La crisis económica constituye el primer ejemplo en la historia mundial de una crisis sistémica caracterizada por el hecho de que la contradicción dialéctica entre miembros de una trama de interacción se cumple en los términos de contradicciones sistémicas insolubles estructuralmente, o problemas de autogobierno (p. 63). En el capitalismo liberal la oposición de clases es traducida de la intersubjetividad del mundo de vida al sustrato de ese mundo de vida. ¿La contradicción fundamental de la formación social capitalista sigue actuando, inalterada, tras las formas de manifestación del capitalismo de organización, o se ha modificado la lógica de la crisis?¿Ha traspasado el capitalismo a una formación social poscapitalista que dejó atrás las crisis como la forma en que transcurre el crecimiento económico?

Tendencias a la crisis en el capitalismo tardío, pp. 67-94

Tendencias a la crisis en el capitalismo tardío, pp. 95-131 Tendencias a la crisis en el capitalismo tardío, pp. 132-160 Acerca de la lógica de los problemas de legitimación, pp. 161-195 Acerca de la lógica de los problemas de legitimación, pp. 195-234

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