Guillen, Jose - Urbs Roma I. La Vida Privada, 3ed (Sigueme, 1988, 376pp)

November 21, 2017 | Author: santelmo | Category: Ancient Rome, Rome, Augustus, Latin, Temple
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Study on Ancient Rome - Private Life...

Description

]OSE GUILLEN

DE LOS ROMANOS

l. LA VIDA PRIVADA

VRBS ROMA II LA VIDA PUBLICA l.

La vida social y política l. 2.

3. 4. 11.

La monarquía La república El imperio Las magistraturas

La buena vida 1. Las comidas 2. Juegos y diversiones 3. Juegos públicos y fiestas religiosas 4. Juegos públicos y fiestas profanas 5. Paseos y viajes de recreo

PD , n .º 6

480 págs.

ISBN 84-301-0724-X

Esta obra pretende ser un mosaico detallado del modo de vivir de los romanos en las diversas épocas de su historia. En ella se da cuenta de la vida privada en el misterioso secreto de la reconditez de la «domus», tan reservada incluso para los vecinos más próximos, y de la vida pública en el bullicio de los comicios, de las «contiones» públicas , en las solemnes sesiones de los padres de la patria reunidos en la curia, etc. El lector asistirá además a la formación concienzuda y laboriosa de estos romanos que no sin motivo se comportarán luego con la «grauitas» personal que corresponde a la «maiestas populi Romani». Pero si es grande y poderoso el legado que Roma trasmite , no es menor la sorpresa que causa el pensar que, cuando hablamos de este Imperio, su poder no se centraba en un continente ni en una región , sino en una ciudad: la Vrbs Roma. Sólo cabe una explicación para este fenómeno . La paz y la prosperidad reinaban en la vida pública, la armonía y la concordia, el divertimiento y el solaz en su vida privada, y todo ello apoyado en dos columnas torales: la profunda y sincera religiosidad de los romanos, por una parte, y sus bien organizadas legiones, que la defendía de los peligros exteriores, por otra. He aquí los temas que el profesor Guillén estudia en esta relación de la vida de los romanos, y que constituye una detallada exposición de las instituciones romanas o. si se prefiere, una historia cabal de cómo se desarrollaba en la intimidad y en público la vida de los diversos estamentos sociales que constit~ían la ciudad de Roma.

VRBS ROMA III RELIGION Y EJERCITO l.

Religión romana 1. 2.

3. 4. 5. 6. 7. 8. 11.

Carácter de la religión romana El culto privado Súplicas y sacrificios Culto público . Los dioses Otras divinidades romanas Los sacerdotes romanos Los dioses itálicos recibidos en Roma Dioses griegos y orientales en Roma

Ejército romano

Tiempos de la monarquía Epoca de la república 3. Epoca imperial 4. Los mandos 5. Fuerzas complementarias del ejército 6. Medios y tácticas 1.

2.

PD , n . º 9

636 págs .

ISBN 84-301-0801- 7

JRBS ROMA

EL PESO DE LOS DIAS 5

Otras obras de José Guillén publicadas por Ediciones Sígueme:

-

Gramática latina, 6. a ed. Composición y traducción, 1, 3. a ed. Composición y traducción, 11, 3. a ed. Sintaxis estructural de la lengua latina Paradoxa de Cicerón (introducción y notas)

JOSE GUILLEN

VRBS ROMA Vida y costumbres de los romanos

1 La vida privada TERCERA EDICION

Ediciones Sígueme - Salamanca 1988

"Alme Sol, curru nítido diem qui promis et celas aliusque et idem nasceris, possis nihil urbe Roma uisere maius". (HoR.,_ Car. Saec~ 9-12)

Cubierta: Félix López

© Ediciones Sígueme, 1977 Apanado :;:;2 - Salamanca (España) ISBN: 84-301-0460-7 (Obra completa) ISBN: 84-301-0461-5 (Vol. I)

Depósito legal: S. 41- 1988 Printed in Spain Imprime: EUROPA Artes Gráficas, S. A. Sánchez Llevot, 1 - Salamanca

CONTENIDO

Introducción . . . . ..

9

La ciudad ... l. Desarrollo de la ciudad II. Presentación de la ciudad

22

2.

La vivienda ... l. Las viviendas primitivas II. La casa señorial (tipo pompeyano) (domus) ... III. La casa de alquiler (ínsula e) . . . IV. La casa de campo (uillae) ... V. El ajuar de la casa romana . . .

57 57 60 77 80 92

3.

La familia ... l. Organización de la domus II. El matrimonio III. Los hijos de la familia .. .

l.

4.

La educación de I. El papel de II. La primera III. Etapas de la

los hijos .. . la madre .. . infancia .. . enseñanza en Roma ...

13 13

111 111 126 165

191 191 195 202

265 265 291

El aderezo personal l. El vestido .. . II. El calzado .. . III. Tocados y joyas IV. Los baños ...

329

Indice de nombres propios ...

341

Indice analítico

349

rndice

363

5.

general

294

Introducción

Tratar de describir en unas páginas, aunque sean numerosas,- la vida de un pueblo es ilusionarse con lo imposible. Esa exposición por necesidad será diacrónica y desgarrada, es decir, por partes, tomadas de un conjunto que se· realiza al mismo tiempo. El romano, para ceñirnos a nuestro tema, siente sobre sí a un mismo tiempo preocupaciones muy diversas; es cabeza o miembro de úna familia; continuador de una gens, ánima religiosa, ciudadano, soldado, labrador y político; es el hombre que busca los medios de subsistencia, su género de vida, el solaz en sus villas del Apenino o de las riberas del Mare Nostrum, o el pobre pegujalero que lucha por su existencia y por conseguir el alimento de cada día. La vida es un superpuesto de todas estas facetas que van presentándose y desarrollándose sincrónicamente, pero en su presentación escrita, por necesidad, hay que ir desgranándola en sus diversor aspectos para presentarlos unos detrás de otros. Y esto naturalmente desfigura la realidad de los acontecimientos del conjunto. Surge por tanto el peligro de que cuando nosotros expongamos, por ejemplo, cómo se divertían los romanos, se saque la impresión de que éstos no hacían otra cosa que refocilarse de mil maneras; o cuando tratemos de describir una gran cena, alguien pueda pensar que todos los romanos no hacían otra cosa más que comer a mandíbula batiente y a todas horas. Y no era así. Unos se divertían, otros no; unos pasaban horas y horas en sus grandes cenas, y otros mal comían para seguir viviendo. Unos presentaban en sus hogares todos los lujos de que hablamos y muchos más, y otros tenían poco menos que míseras yacijas y pobres alfombras por todo lecho y elemento de descanso, y el arrimo de un muro o el pórtico de un templo por cobijo. No olvidemos que en el pueblo romano, como 'siempre ha sucedido por doquier, había. de todo tipo de hombres, ·de los más diversos caracteres y condiciones, y que, por otra parte, la humanidad en sus formas de realizar la vida no ha cambiado más que en lo accidental, es decir, en cuanto al medio ambiente. La realidad del fondo de las personas si?,ue siendo la misma a través de todos los siglos. Es preciso no olvidar esta consideración. Aunque temporalmente están los romanos algo distanciados de nosotros, en el modo de ser y de comportarse, no debemos alejarlos demasiado, como si habláramos de habitantes de otro mundo o de seres extraños a nosotros. Los romanos son un grupo de la sociedad humana, de nuestra raza medit_erránea, que en épocas determinadas trataron de realizar su vida no sólo como individuos, sino también en el complejo familiar, social, cultural y político. Sus inclinaciones hacia el egoísmo,

10

Introducci6n

hacia la comodidad, hacia la sensualidad eran las mismas que nosotros sentimos, cambiando tan sólo el medio ambiente en que se presentaban. Sus ciudades serían algo distintas, sus casas quizás de otra configuración que las nuestras, vesti11ían de diversa forma, hablarían la lengua de otro período, pero el romano siente, ama, piensa y quiere como sus descendientes que, de una forma o de otra, somos nosotros. . Nuestro propósito, por consiguiente, es tratar de describir ese escenario y ese modo de realizarse en que los romanos proyectan su existencia y, por tanto, tomar, como quien dice, instantáneas de ese género de vida. Que las satisfacciones se busquen por unos medios o por otros, que la vanidad halle unos u otros cauces de manifestarse, que el ambiente de la vida se aureole en unos u otros coloridos no importa mucho para el conocimiento del fondo humano y, por tanto, para conjeturar sus reacciones y compot·tamiento. Por tanto en esta exposición de la vida de los romanos no se intenta más que ofrecer viñetas, escorzos, aspectos y quizás en ocasiones no sean ni los más generales, ni los más auténticos. Bien quisiéramos que estas vistas reflejaran la realidad, es decir, la vida de la mayoría o de la generalidad de los romanos. Pero esto es muy difícil. Porque lo normal, lo natural, lo diario no se recoge en las crónicas ni en las historias, que tan sólo se fijan en lo llamativo o en lo excepcional. Como en la transmisión de la lengua y del estilo por los viejos gramáticos latinos que en sus gramáticas y tratados no consignan más que los giros o expresiones llamativas que por su logro determinado en un momento constituye una elegancia, es decir, algo selecto y distinto del modo común de hablar, y forman con esas dicciones los tratados de elegancia latinll; o, por el contrario, anotan en sus tratados las formas anormales, las dicciones o las palabras inusitadas o raras para desaconsejar su empleo. De todo lo cual un lector poco avisado puede sacar la impresión de que la lengua latina no es más que un amasijo de expresiones extravagantes, unas por su preciosismo y pulcritud y otras por su zaborrería y plebeyez. Y la realidad de la lengua es muy otra, porque la dicción común, familiar, el latín hablado, el verdadero latín, no se cotistgna en ninglm gramático porque está en la mente y en los labios de todos. Y lo recto y normal no llama la atención. Algo así podría sucedernos a nosotros al intentar describir alJ!,unos cuadros de la vida de los romanos, sacándolos de sus prppios cronistas, de sus propias relaciones, de sus leyes, de sus prescripciones, de sus normas de vida, de sus cartas, de sus historias, de sus instituciones. Si, por ejemplo, para analizar el género de vida en Roma no nos fijáramos más que en Juvenal, sacaríamos una idea falsa, puesto que este poeta no busca más que darnos un aspecto caricaturesco de la misma. Pero no podemos prescindir de Juvenal. Si no leyéramos más que a César, creeríamos que todos los romanos militaban bajo sus insignias, y tampoco podemos omitir a César. Buscando la objetividad debemos revolver todos los documentos que poseemos. Desde las inscripciones y las cartas particulares hasta las normas de la ley y de las costumbres tamizadas por los juriconsultos, y las formas de vida recogidas por los historiadores. Es posible que por este motivo las notas nos hayan resultado excesivas en algún punto. Acháquese a nuestro afán de documentar cuanto decimos. Muchos temas quisiéramos haber tratado, pero la extensión de la obra no nos lo ha consentido por el momento. Por eso· hemos orientado nuestro estudio bajo el signo de la vida de los romanos, es decir, los temas que afectan a todos o a la mayor parte, y hemos prescindido del estudio de los gremios particulares,

1ntroducci6n

11

como abogados, labradores, comerciantes, etc., o incluso de condiciones sociales privativas, como los esclavos, las personas libres, etc. (Estos temas hemos procurado darlos en publicaciones aparte). Las partes presentadas serán, pues, tres. La primera hablará de la vida privada, en torno del- hogar. Presentada la ciudad como gran teatro donde esta vida se desarrolla, expondremos el escenario concreto de esta vida, es decir, la domus, para luego hacer discurrir por ella a la familia romana, en la cual nos detendremos un poco morosamente, sobre todo en la parte de la educación de los hijos, por si algún reflejo de ella puede servirnos a nosotros. La .segunda parte se fijará en dos puntos concretos: la vida social y política, en que todo romano vive inmerso de una u otra forma; y los juegos y diversiones a que se entregan constantemente muchos romanos y oportunamente todos. Y, por fin, en la tercera, presentaremos las causas por las cuales la ciudad de Roma consiguió esta grandeza verdaderamente portentosa para ser lograda no por una nación, o región más o menos grande, sino por una sola ciudad, la Vrbs Roma. Sus pensadores atribuyeron este portento a que los romanos eran los hombres más religiosos de la tierra, expondremos por tanto la pietas romana, o su organización religiosa, y como esta grandeza, destinada por los dioses para la ciudad de Roma, los romanos la lograron · con sus legiones, expondremos su organización militar. Todo ello relatado con la mayor objetividad posible, no hablando jamás de memoria, sino repitiendo hasta la saciedad los propios documentos de los romanos. Sin prodigarlas demasiado, procuraremos amenizar un poco nuestras páginas con ilustraciones gráficas, sobre todo cuando sirvan verdaderamente para esclarecer el concepto. JosÉ GUILLÉN

1 La ciudad

«Possis nihil urbe Roma uisere maius» (Hor., Carm. Saec., 11-12)

Según fecha convencionalmente admitida, la ciudad de Roma fue fundada en el mes de abril del año 754 a. C. Su configuración fue ampliándose poco a poco pasando por las etapas siguientes: Roma quadt.>

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La vivienda

de la ciudad» 3 • El pastor de Virgilio 4 , cuando va al destierro, sale de su pobre tugurio. La construcción del tugurio es sencilla, de materiales ordinarios, con techumbre de paja, de césped, de bardal, de cañas, como una barraca o una cabaña, sostenida con un tronco central, o unas horcas: Dos horcas, colocadas a una y otra parte, sostenían la casita, que recubierta con ramas apretadas y fronda, y dispuesta en declive ofrecía vertiente a las lluvias, aun cuando eran abundantes. Bajo estos techos vivieron seguros: a los hijos los protegió un techo de follaje; los esclavos viven ahora bajo mármoles con incrustaciones de oro. 5

Cohstrucción que en realidad fue la primera habitación del hombre, salido ya de las cavernas. Dice Varrón: Si consideramos los primeros tiempos en que se cultivan los campos, los hombres viven en casas y en tugurios, y no saben qué es un muro ni una puerta, y los agricultores superan en muchos años de existencia a los urbanos. 6

Vitruvio por su parte 7 va exponiendo el progreso de la construcción de la vivienda humana desde las humildes cabañas hasta las casas de la ciudad. Y agrega luego: En nuestros días muchos pueblos extranjeros construyen sus casas: galos, hispanos, lusitanos, aquitanos, viven en cabañan semejantes de ramas o de bardales.

Hoy la arqueología afirma que las viviendas en el mundo mediterráneo eran de planta circular, o a lo sumo ovalada. Los palacios de Minos y de Micenas tuvieron como antecedentes verdaderos tuguria. En Grecia el templo es la reproducción de la cabaña, recubierta de pieles o laurel. En Italia los tuguria perduran mucho tiempo. Solares de estas viviendas se conservan en el Cermal en el Palatino: el tugurium Faustuli, la casa Romuli. El templo circular de Vesta en el foro y otros templos circulares en la ciudad eran reproducción de tugurios campestres. Construcciones similares había en el Africa y se llamaban mapalia. 8 Junto a esta forma redondeada aparecen también otras urnas que presentan la figura de casas rectangulares 9 • Esta disposición era la adoptada por los etruscos. La cabaña etrusca, rectangular, presenta en lo alto del techo una abertura también rectangular que da paso al humo y deja penetrar la luz y colarse el agua lluvia. Este es el principio de la abertura en el centro de la casa romana, llamada compluuium en su parte superior, impluuium en el pavimento y atrium en el conjunto. Durante mucho tiempo los romanos no conocieron otra clase de habita3. Pompon., en el D., 50, 16, 180. 4. Virg., Ecl., 1, 68. 5. Seneca, Ep., 90, 9-10. 6. Varr., R. R., 3, 1, 3. 7. Vitruv., Arch., 2, 1, 3-4. 8. Catón en Fest., 132, 11; 133, 13; Sall., lug., 18, 8: «Ceterum adhuc aedificia Numidarum agrestium, quae mapalia illi uocant, oblonga, incuruis lateribus tecta quasi nauium carinae sunt»· Plin., N. H., 5, 22; 16, 178; Liv. 29, 31, 8; Virg., Georg., 3, 339-340; S. Hieron. In Prof. Amos: «Agrestes quidem casas et furnorum símiles, quas Afri appellant mapalia»; 'Serv., ad Aen., 1, 421: «magalia uero antistoechon est, nam debuit magaria dicere, quía magar non magal Poenorum lingua uillam significat». ' 9. Saglio, en Daremberg-Saglio, Dictionn. des Ant. class. II, 350.

La vivienda primitiva

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ción. El atrium, de ater, «negro» por el humo del hogar 10 , que es un pequeño patio central rodeado por un pórtico, en torno del cual se disponen las habitaciones. Toda la vida familiar se desarrolla en él. Allí se come, se duerme, se reciben las visitas, juegan los niños, dirige la esposa los quehaceres de las esclavas . . Al fondo del· atrio quedan dos rincones, llamados alae, donde se colocan los archivos y los recuerdos familiares. La casa no comunica al exterior más que por la puerta. Toda la ventilación y toda la luz la recibe por el atrio. Al exterior presenta el aspecto de unos muros compactos, sin aberturas ni ventanas. De ahí que, cuando las hubiera, aparecían irregularmente distribuídas, sin orden ni concierto, como algo hecho por una necesidad imperiosa, por ejemplo, para ventilar y alumbrar alguna estancia que no comunicaba· al atrio. La casa no tiene más que un piso, cuando sea necesario agrandarla, se hará ocupando el jardín o el solar que la rodea. Frente a la puerta de entrada se abre la habitación de estar, de trabajar, de reunirse la familia, de recibir las visitas, es el tablinum. En el tablinum se come también en el invierno; porque durante el buen tiempo se come en el atrio. El hogar estaba delante de la puerta, y frente a ella había también una mesa de mampostería, llamada cartibulum 11 , que luego se transformaría en una mesa lujosa de mHrmol. Además allí estaba el lecho nupcial, llamado lectus aduersus, porque estaba de· frente a la entrada. Desde la antigüedad se conocen ejemplos de tablinos, que como el de la Casa del Cirujano de Pompeya, no sólo están abiertos al atrio, sino también a la parte posterior que daba al hortus. 12 La vivienda particular, ocupada por un solo propietario y su familia, se llamaba domus. Las viviendas construídas para recibir un cierto número de familias diferentes se llamaban insulae. Los ricos vivían en una domus tod. Es posible que la palabra sea etrusca y derive, como indica Varrón, de la ciudad de Atria. Así tenemos 1el primer tipo de atrium Tuscanicum, dictum a Tuscis, posteaquam illorum cauum aedium simulare coeperunt>> (ih, ); cf. también Isid., Orig., 15, 3, 4. 11. Varr., L. L., 5. 125 la describe así: «Altera uasaria mensa erat lapídea quadrata oblonga una columella; uocab~tur cartibulum. Haec in aedibus ad compluuium apud multos me puero ponebatur ct in ea et circum eam aenea uasa: a gercndo cartibulum potest dictum>>. 12. Cf. FnrirlnpPrlif! dassir:a. Torino. vol. XII. 1, 109, fig. 98. P. Grima!, Les ;ardins romai11.L Rihl. des Ec. Franc. 155. París 1943. esoec. R6. 187. 216 ss.

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La vivimda

urbano y comercial, 'destinadas a la cohabitación de varias familias, se desarrollan verticalmente en varios pisos. Pompeya y Herculano, destruídas súbitamente en el siglo 1 d. C., presentan la mejor documentación de la primera clase de viviendas. Ostia, abandonada al fin de la época imperial, presenta sobre todo casas urbanas del segundo tipo. Roma abundaba en ambas especies. A ello alude san Jerónimo cuando dice: La misma Roma, sefíora del mundo, venera en cada una de las «Ínsulas» y de las «casas» con cirios y lucernas, una imagen de la diosa Tutela, a la que llaman con este nombre para que proteja las viviendas. 13

Del siglo IV de nuestra era tenemos una estadística de las domus e insulae que había en cada una de las regiones de Roma, descritas así: Regio 1 Regio 11 Regio 111 Regio IV Regio. V Regio VI Regio VII Regio VIII Regio IX Regio X Regio XI Regio XII Regio XIII Regio XIV

Porta Capena Caelimontium Isis et Serapis Templus Pacis Esquiliae Alta Semita Via .Lata Forum Romanum Circ. Flaminius Palatium Circus Maximus Piscina publica Auentinus Trans Tiberim En total

11.

3.250 insulae )) 3.600 )) 2.757 )) 2.757 )) 3.850 )) 3.403 )) 3.805 )) 3.480 )) 2.777 )) 2.642 )) 2.600 )) 2.487 )) 2.487 )) 4.405

120 domus )) 127 160 )) )) 88 180 )) 146 )) 120 )) )) 130 140 )) )) 89 )) 88 )) 113 130 )) )) 150

46.602 insulae 1.790 domus

LA CASA SEÑORIAL (TIPO POMPEYANO) (domus)

Hemos dicho que está, de ordinario, habitada por una sola familia, y que es de un solo piso. Si encima de la planta sobre el terreno se levanta otro piso, comunica, de ordinario, por dos escaleras de tablas, la una sobre la parte antica, anterior, hacia la calle, y la otra postica, que conducirá sobre el tablinum, o sobre el peristilo. Pero en la distribución superior de estas casas no hay un plan orgánico, forman una serie de huecos que utilizará la familia según las necesidades del mome_nto. Señal de que es algo sobrepuesto al plan inicial. Cada uno de los departamentos o piezas de la casa romana está destinado a un uso concreto: el cubiculum es una alcoba; el triclinium, el comedor; el tablinum, sala de visitas o de reunión; pero ya no se empleará el tablinum para comer, como al principio. Cuando en Italia se fue difundiendo la cultura griega, los romanos pudientes fueron ampliando y enriqueciendo sus casas primitivas, y esto empezó a hacerse entre la primera y segunda guerra Púnica; y se generalizó en el siglo 1 a. C. Hasta entonces las casas romanas, incluso de las clases altas de la sociedad, eran sencillas 13. S. Rieron., Comm. in Isai., cap. 55.

La casa señorial

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Y baratas. La casa de Uivia en el Palatino es un ejemplo de ello

14 • A la casa romana, con sus fauces, atrium, cocina, alae, lararium, tablinum se le une otra casa que podríamos decir griega, porque griegos son los nombres de sus piezas: peristylum, triclinium, oecus, exedra, nimphaeum, bibliotheca, etc. Esta casa, llamémosla de tipo pompeyano, aunque también se construye en Roma, es cómoda, amplia, bellísima, abierta al aire y al sol. Muy apta para poblaciones meridionales. Se está siempre en contacto con el aire exterior que desciende por el impluuium y circula libremente por todos los aposentos. Mucho más aireado y soleado es todavía el peristilo, por ser más amplia la abertura interior. Las habitaciones tienen amplias puertas hacia el atrio o el peristilo, pero el romano vive lo menos posible en su interior. No todas las casas presentan un plano uniforme, ni mucho menos. El solar de que se dispone, el gusto del dueño y las necesidades de la familia, dan como resultado gran diversidad en la ordenación y en los detalles, por ejemplo, la casa del Fauno en Pompeya tiene dos atrios y un peristilo, la casa llamada del atrio o mosáico en Herculano, tiene, en lugar de peristilo, un pórtico con ventanas. Pero sincretizando las formas dominantes en la mayor parte de ellas, pueden concretizarse en un plano modélico. Las partes comunes de la casa son éstas:

l.

El vestíbulo y las fauces

La entrada en las casas romanas aparecía elevada por una o dos gradas del nivel de la acera de la calle, y enmarcada por dos pilastras terminadas en un capitel de ornamentación variada. En la parte interior de estas columnas estaban las puertas, que no se abrían hacia el exterior, como en Grecia con gran peligro de los transeúntes, sino hacia el interior. Antes de las puertas había, pues, un pequeño espacio, que se llamaba vestíbulo 15 • Estaba formado por el umbral (limen inferum), el dintel (limen superum), las jambas (postes). Al conjunto llamaban también Ianua. Fauces llamaban al trocito de corredor que había entre las puertas y el atrio. En las casas señoriales hay unos bancos de piedra junto a portal o a las fauces, para los clientes y los que llegaban a la casa en espera de ser recibidos. 14. Enciclopedia classica, XII, I, p. 227, fig. 240. 15. La nota va a ser un poco larga, pero creo que vale la pena ya que resume todo lo que se sabía en la antigüedad sobre el «vestíbulo». La vamos a tomar de Gell. 16, 5 que empieza diciendo que hay muchas palabras a las que atribuimos un sentido dado tradicionalmente por el vulgo, pero que a veces o es un sentido improprio, o no sabemos por qué se le da tal sentido: «Sicuti est 'uestibulum' uerbum in sermonibus celebre atque obuium, non omníbus tamen, qui illo facile utuntur, satis spectatum. Animaduerti enim quosdam hautquaquam indoctos uiros opinari uestibulum esse partero domus primorem, quam uulgus 'atrium uocat'.C. Aelius Gallus in libro de significatione uerborum, quae ad ius ciuile pertinent, secundo uestibulum esse dicit non in ipsis aedibus neque partero aedium, sed locum ante ianuam domus uacuum, per quem a uia aditus accessusque ad aedis est, cum dextra sinistraque ianuam tectaque sunt uiae iuncta atque ipsa ianua procul a uia est area uacante intersita»; y después de I.Jna larga disquisición comenta así estos versos de Virgilio (Aen., 6, 273-274): «'Vestibulum ante ipsum primisque in faucibus Orci Luctus et ultrices pos u ere cubilia Curae'; non enim uestibulum priorem partero domus infernae esse dicit, quod obrepere potest, tamquam si ita dicatur, sed loca duo demonstrat extra Orci fores, 'uestibulum' et 'fauces', ex qúibus ue~· tibulum appellat ante ipsam domum et ante ipsa Orci penetralia, fauces autem uocat iter angustum. per quon ~rl "P•tihnlnm ~rlir('tpt•>

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La vivienda

La puerta propiamente dicha (/ores) solía estar formada por dos hojas (ualuae), como se ve en Pompeya en la casa de L. Tiburtino, y se sospecha e11 la de Pansa. A veces se presentaban divididas a la mitad, en sentido horizontal, de forma que podían cerrarse las inferiores para evitar la entrada, por ejemplo, de perros, y quedar abiertas las superiores para iluminar las fauces,' como se ve también en Pompeya en la casa de Cuartión. Las puertas son fuertes, de bronce, o de madera de encina 16 , bien trabajadas,· con largueros y entrepaños, claveteadas con clavos de cabeza de bronce, o de ·hierro. No se unen a las jambas con bisagras, sino que giran sobre fuertes goznes que descansan sobre un quicio metálico. De ahí el ruido que hacían al abrirse o cerrarse (crepare, concrepare, strepere) notado tantas veces en las comedias de Plauto y de Terencio 17 • Cuando las puertas estaban partidas por la mitad en sentido horizontal, giraban sobre bisagras. El hueco de la puerta en muchas casas era enormemente alto. Entonces en la parte superior quedaba un montante que iluminaba el pasillo de las fauces. Sobre la puerta, en la parte de fuera hay una marquesina para protegerla de la lluvia. Desde el exterior se cerraban las puertas con cerrajas. En Pompeya se han encontrado llaves de muy diversas configuraciones, pero siempre grandes y complicadas. Desde el interior se aseguraban con trancas, fallebas o travesaños; con cadenas, con varios cerrojos, de ahí 'que casi siempre al hablar de ellos lo hacen en plural: serae, repagula, pessulus, etc. 18 • No es raro encontrar en el pavimento del vestíbulo una leyenda de saludo (salue!, caue canem), bajo la figura de un perro en actitud de acometer. Junto a la puerta el ianiior, un esclavo que de ordinario no servía para otra cosa, por ser de los esclavos más indeseables solía estar encadenado como si se tratara de un animal dañino 19 • Su vivienda era una pequeña estancia (celta atriensis) cerca de la entrada, y su puerta daba a las fauces. Cuando las puertas están cerradas se llama con aldabas, anillas, llamadores, fijos a las puertas, o con un martillete colgado junto a ellas, o se le grita al

16. Ovid., Am., 1, 6, 28. 17. Cf. Pl., Amp., 496; Cas., 163; Aul., 665; Bacch., 1057; Mil. Gl., 270, 328, 410; Ter., Htm., 613; Eun., 1029; Ad., 264. 18. Varr., L. L., 7, 108; Ovid., Met., 8, 629, etc. Los medios con que contaban los romanos para cerrar las puertas eran muchos y muy efectivos. La sera (barra grande, tranca) que se fijaba en los dos montantes de la puerta (Petron. 16, 2; Ovid., Fast., 1, 266; Varr., L. L., 7, 108; Colum., R. R., 9, 1, 4). Sera significa también los pestillos ordinarios que, fijos en las puertas, se introducen en los montantes o en el suelo (Ovid., Am., 1, 6, 24-25; 28-29; 47-50; 73-74). Estos pestillos se llaman también pessuli (Marc. Emp. · 27: in eo loco uel foramine in quo ianuae pessuli descendunt), que sobre todo indican los pestillos verticales fijados en las puertas. De ordinario cada batiente de la puerta tiene uno, a veces dos; y otras un solo pestillo puede cerrar toda la puerta, cuando está fijo en el batiente que sobremonta (Ter., Htm., 278; Eun., 603; Pl., Aul., 104). Los pessuli (pasadores, cerrojos, travesaños, etc.) pueden ser también horizontales, pero siempre más pequeños que .la ura. Hay pessuli que. se manipulan (desde fuera) con llave (Apul., Met., 1, 11 y 9, 190). En el pasaje ad claustra pessuli recurrunt (Apul., Met., 1, 10) se introduce una nueva cerradura, el claustrum (cerrojo) (Apul.; ib., 4, 10). Era posible que una misma llave manipulase dos cerrojos, uno vertical y otro horizontal. El repagulum parece ser el pestillo de madera que, fijo con un dispositivo especial sobre un batiente de la puerta, y sujeta al otro; pero es dificil distinguirlo de los otros medios de cerrar, puesto que con frecuencia se usa indistintamente (Pl., Cist., 649: occludite aedis pessulis, repagulis; cf. Apul., Met., 1, 10; Cíe., Diu., 1, 74). Los cerrojos y candados con vuelta de la llave, que parece de invención romana, llegaron a una perfección tal, que tenían también sus combinaciones secretas, y tales complicaciones en el paletón de la llave que ciertamente sería bien difícil el poder falsificarlas. 19. Ovid., Am., 1, 6, 1; Colum., R. R., 1 praef. 10; Petron., Sat., 28-29.

La casa señorial

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ianitor, como en Plauto: Heus, ecquis hic est ianitor? Aperite 20 • Las aldabas sm1 al mismo tiempo un objeto de decoración en las puertas por su hermosa y rica factura. En los días de fiesta se adornaban las puertas con guirnaldas de flores y follaje. Para los antiguos la puerta era algo sagrado. Su conjunto estaba consagrado a Ianus y cada uno de los elementos que la componían estaban puestos bajo la protección de una divinidad: Forculus presidía los batientes (/ores); Limentinus velaba sobre el dintel y el umbral {limina); y la diosa Cardea protegía los goznes y el quicio (caraines). El vestíbulo y las fauces manifiestan ya la índole de la casa. En las moradas ricas abundan las estatuas, los decorados, las cornucopias. Además del ianitor hay otro sirviente para recibir e introducir las visitas. Va vestido de librea y tiene a sus órdenes una serie de pajecitos, y un enorme perro moloso, necesario muchas veces para guardar la casa. A veces este perro está simplemente fijado en el mosaico, como refiere Petronio: A la izquierda de la entrada, cerca del aposento del portero, vi un enorme dogo encadenado debajo del cual se leía en letras capitales: ¡Cuidado con el perro! No era más que un perro pintado, pero al verlo me entró tal miedo, que me temblaron las rodillas. 21

Esto lo vemos en alguna puerta de Pompeya. Cuando llega mi visitante se le pregunta el nombre y se le introduce inmediatamente hasta el Señor, o se le entretiene para que se aburra y se marche, según su categoría y en conformidad con las órdenes recibidas. Según Petronio en el vestíbulo de algunas casas hay pájaros exóticos que saludan y dan la bienvenida a los visitantes. Al final de las fauces y dando inmediatamente al atrio hay unas cortinas que se corren para evitar las miradas de los transeúntes hacia el interior. Cuando se quería se dejaban descorridas, y entonces desde la calle se podía ver el fondo del peristilo a través del atrio y del tablinum, que con frecuencia caía en frente a la misma puerta. Además de esta entrada principal, ianua, podía haber otra entrada directa al peristi-lo, por una puerta excusada (posticum, ianua postica, o simplemente postica), que solían dar a un callejón, o calle transversal, por donde entraba y salía la servidumbre, y el mismo señor, cuando quería escabullirse sin que le vieran los impar20. PI., Men., 673-674. He aquí una escena de llamada entre el Parásito y el portero Pistoclerus: · «PAR. Quae harum sunt aedes, pulta. Adi actutum ad fores. recede bine dierecte. Vt pulsat propudium! Comesse panem tris pedes latum potes, fores pultare nescis. Ecquis in aedibust? Ecquis exit? Quid istuc? Quae istaec est pulsatio? Pis. quae te male mala crtix agitat, qui ad istunc modum alieno uiris tuas extentes ostio? · Fores paene effregisti. Quid nunc itis tibi? PAR. Adulescens, salue. Pis. Salue. Sed quem quaeritas? PAR. Bacchidem. Vtram ergo? PIS. Nil scio nisi Bacchidem. PAR. Paucis: me misit miles ad eam Cleomachus», etc ... (PI., Baccb., 578-589) 21. Petron., Sat., 28-29. También había una picaraza en una jaula de oro que saludaba a cuantos entr¡1ban (ib., 89).

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tunos vtsHantes o los mismos ianitores: atria seruantem postico falle clientem 22 • No se cuentan entre las puertas las aberturas que daban al jardín (hortus) que estaba cerrado con altas tapias, porque se consideraba como parte de la casa. 2.

El atrio

De las fauces se pasaba al atrio. Es la pieza central de la casa hacia la cual se ordenan todas las habitaciones. Es el punto de reunión de la familia. En él recibe el padre de familia a sus clientes. En él se encuentran el hogar, el altar doméstico, el larario, el lecho nupcial 23 y las imágenes de los antepasados. En los primeros tiempos en el atrio trabajaba la señora de la casa con sus esclavas. En realidad es un patio cuadrado, rodeado de un pórtico. Hacia él están inclinadas las aguas de los tejados, que caen hacia dentro, de ahí el nombre de compluuium a esta parte superior formada por los aleros del tejano. En la parte correspondiente del pavimento hay un recipiente de agua, como un pequeño estanque (impluuium) que, o bien conserva el agua y la renueva con una fuentecilla constituytndo un estanque, o bien formando como el brocal de un pozo (putea!) la deja salir por una abertura lateral hacia una cisterna más profunda. Vitruvio al describir la casa romana, usa en este lugar las palabras atrium y cavaedium 24 , que vienen a ser equivalentes. El atrio puede presentar diversas formas. Vitruvio estudia 25 estas cinco: a) El tuscanicum es el atrio más antiguo y quizás el más común. Las cuatro vertientes del tejado están inclinadas hacia el interior, sostenidas por vigas apoyadas en las paredes, dejando en medio una abertura de igual dimensión que el impluuium del pavimento. Por lo mismo es de pequeñas dimensiones; pero puede estar ricamente decorado en los aleros 26 • Así el de la casa de Salustio en Pompeya. b) El tetrastylum tiene cuatro columnas, una en cada uno de los ángulos del compluuium, en que se apoyan los arquitraves. Un bello ejemplo es el atrio de la casa de las Bodas de Plata de Pompeya 27 , el segundo atrio de la casa del Fauno, y la casa del Laberinto. Naturalmente este atrio es más abierto, y, por tanto, más aireado y luminoso que el anterior.

22. Hor., Ep., 1, 5, 31; Val., Max., 5, 7, 3; Seneca, Breu. Vitae, l4, 4: «Quam multi per refertum clientibus prodire uitabunt et per obscuros aedium aditus profugient, quasi non inhu· manius sit decipere quam excludere». 23. El lecho nupcial, preparado el día de la boda (Cic., pro Cluent., 5; Serv., Ad Aen., 6, 603) estaba situado frente a la entrada, por lo cual se llamaba lectus aduersus (Propert., 5, 11, 85; Gell. 16, 9, 4; Hor., Ep., 1, 1, 87). Se conserva siempre en este lugar, por lo menos como mueble de adorno, aun cuando los dueños de la casa tienen su alcoba interior. 24. Varr., L. L., 5, 161: «Cauum aedium dictum qui locus tectus intra parietes relinquebatur patulus, qui esset ad communem omnium usum» ... >; en el párrafo siguiente ( 5) se propone la cuestión sobre los tapetes, alfombras, cobertores, paños, pieles, correas, si hay que considerarlos como vestidos y no pertenecen a la supellex, o como cobertores de lechos, de asientos y de muebles y entran eh el concepto de supellex. Paulo se inclina por esta sentencia. En cuanto a las alfombras y pieles con que se protegen los vehículos, dice que se discute y que a su parecer son instrumentos del viajero, lo mismo que las pieles con que se protegen los vestidos y las correas con que se aseguran. Alfeno (ib., 6) .piensa que ni los instrumentos de escribir, ni los códices entran en el concepto de supellex, porque son instrumentos del arte, más bien que utensilios propios del padre de familia. Celso (ib., 7) recoge el parecer de Labeón: «Labeo ait, originem fuisse supellectilis, quod olim his, qui in legationem proficiscerentur, locari solerent, quae sub pellibus usui forent. 1) Tubero hoc modo demonstrare supellectilem tentat: «lnstrumentum quoddam patrisfamiliae rerum ad quotidianum usum paratarum, quod in aliam speciem non· caderet: ut (uerbi gratia) penum, argentum, uestem, ornamenta, instrumenta agri, aut domus'». Para Modestino (ib., 8) los objetos de plata aunque se usen para la comida o la bebida no entran en el concepto de supellex, mientras no lo diga el testador. Papiniano (ib., 9, 1-2), escribe: «1) Supellectilis mensas esse cuiuscumque materiae (scilicet uel argenteas, uel argento inclusas) placet: nam et argenteos lectos, ítem argentea candelabra supellectili cedere, posterior aetas recepit ... ». Javoleno (ib., 10) testifica que los vestidos no pertenecen a la supellex; ib., 11) ni los vasos puestos en las fuentes para que salte el agua, ni demás instrumentos que no sirven más que de placer; pero la vajilla, vasos y demás, aunque sea de vidrio y murrea, destinados al uso de la mesa. es decir "~"' rr,mer v hi>her, hav oue contarlos "'" 1~ sutJPllP'IC

La vivienda

los lugares abiertos, como el atrio, o el peristilo. b) Y en segundo lugar, de los muebles propiamente dichos; camas, sillas, mesas, etc., que vamos a exponer algo más detalladamente. Para proceder con -cierto orden hablaremos en primer lugar de los muebles, y luego de los objetos que servían para el alumbrado y la calefacción. l.

Los muebles a) Los lechos

Los romanos usaban los lechos mucho más que nosotros, porque además de emplearlos para dormir (lec tus cubicularis ), se servían de ellos para trabajar (lec tus lucubratorius) y para comer (lectus triclinaris). La cama de dormir (lectus cubicularis) consistía en un bastidor de madera, rectangular, sostenido por cuatro o seis patas. Las camas de lujo tenían un respaldo de madera y los pies y en el lado que daba hacia la pared (pluteus) y un soporte en la cabecera (fulcrum ). El lado de fuera, por donde se subía, o se acostaba uno, se llamaba sponda. El soporte de la cama era frecuentemente de madera, pero también los bahía de bronce, de concha, de hueso, de marfil, de plata y hasta de oro, o por lo menos guarnecidos de estos materiales preciosos. 187 Sobre el soporte rectangular se ponía algún jergón de paja o de hojas (institae, fasciae) y sobre él el colchón (torus, culcita) de la lana o de plumas 188 • Los colchones y almohadas más finas y lujosas se rellenaban de lana de Mileto, o de plumas de ganso. Sobre el colchón se ponían las almohadas (puluini, ceruicalia), y las mantas o cobertores (stramenta, stragula, peristromata), unos para debajo del cuerpo y otros para taparse por encima. Los cobertores más apreciados por su finura y confección se traían de Sardes, de Tiro, de Sidón, de Cartago, de Mileto, de Corinto o de Alejandría. Con frecuencia estaban bordados y sus colores eran muy vivos. En el invierno se tapaban con pieles. Por encima de todo se echaba la cubierta y se la dejaba caer hasta cerca del suelo por todos los costados. Era la prenda más ·lujosa de la cama. Algunas camas son bajas, pero otras necesitan un escabel para subir a ellas. · Los lechos de trabajo eran parecidos a nuestros divanes y también se revestían de cojines y de almohadones en que, más que el lujo, se buscaba la comodidad. El señor se tendía en él, y el esclavo lector le leía; él saboreaba, meditaba y dictaba al amanuense, que escribía apoyado sobre sus propias rodillas o sobre un pequeño atril o pluteus. No usaban tanto las mesas como nosotros para este menester. Los lechos triclinares eran algo más bajos que las camas, pero en conjunto resultaban más complicados, puesto que eran piezas de lucimiento. Y el lujo se manifestaba no sólo en la materia de su confección, madera finísima incrustada de marfil y oro, sino sobre todo en los cojines, almohadones y los tapices que los cubrían 189 • Se dice que Catón compró algunos tapices de Babilonia para los lechos de su comedor al precio de 800.000 sestercios; Nerón pagó por los cobertores de su triclinio cuatro millones de sestercios. En el banquete de Trimalción los cojines 187. 9; o de 188. Juvenal. 189.

Iauolen., D., 32, 100, 4; Paul., D., 33, 10, 3, 3; Plaut., Stich., 377; Martial. 9, 59, madera preciosa como el cidro, Virg., Cir., 440; Martial. 14, 89; Persio 1, 52-53. Plin., N. H., 8, 192; 19, 13; 10, 54; Cíe:, Tusc., 3, 19; Isidor., Orig., 19, 26, 4; 6, 8; Martial. 14, 159. Cíe., Tusc., 5, 61; Hor., Sat., 2, 6, 102.

El a;uar de la casa romana

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de los lechos estaban forrados con telas de lana teñidas en púrpura y escarlata 190 ; luego echaron sobre ellos tapices que representaban diversas escenas de caza 191 • Estos cobertores no cubrían más que parte del lecho, y para cambiarlos unas cuantas veces durante la cena, no era necesario que el comensal se levantara. Había también lechos de mampostería, sobre ellos los cojines eran absolutamente necesarios. A los roq:¡anos gustaban mucho los adornos cincelados y esculpidos. El lujo de estos muebles podemos deducirlo de estas palabras de Clemente de Alejandría: Es preciso desterrar de nuestras camas las magnificencias superfluas: las almohadas, los cobertores recamados de oro y de pedrería, los abrigos preciosos, las colgaduras, los velos resplandecientes y otras mil invenciones de lujo, infinitamente más muelles y más voluptuosas que el mismo sueño. No es necesario dormir ni en lechos cuyos pies estén formados por columnas de plata, que manifiestan un orgullo excesivo, ni en lechos enriquecidos por el marfil, despojo inanimado de· los elefantes. Que el lecho no esté elaborado con un trabajo exquisito; que sus patas sean sencillas y sin complicaciones. Los innumerables cincelados con que los embellece el arte del tornero, sirven frecuentemente de nido a los insectos dañinos que se esconden y que la mano no puede alcanzar para destruirlos. 192

Como es natural, no todos en Roma dormían en camas de marfil y oro, ni comían sobre mesas de cidro; muchos dormían sobre· míseros petates y comían sentados en un taburete, o en el suelo mondo y lirondo. b) Las mesas

Según el uso que se hacía de las mesas tenían diversas formas y valor. Unas servían como ornamentación en el atrio, o en otros departamentos de la casa; otras se empleaban para exponer la vajilla y las joyas antes de comenzar el banquete ( abacus )j otras para que los comensales pusieran sus platos durante la comida, y estaban colocadas entre los triclinios ( tabula uinaria, cartibulum, cilybathum, urnarium),· otras, muy pequeñas, se colocaban junto a los lecti lucubratorii y sobre ellas se ponían algunas viandas y bebidas, por si al señor le apetecían durante sus meditaciones ( mensa lunata y abacus) 193 • El mismo nombre_ de abacus recibía la mesa sobre la que trabajaban los matemáticos y geómetras. Ya de por sí, derivada de las primeras letras del abecedario (A B C = abacus) es la mesa de estudio. La espolvoreaban de arena fina para trazar sobre ella las figuras geom~tricas, en lugar de escribir en el suelo. 194 También se servían de las mesas para jugar, mensae lusoriae, lusoriae tabulae, llamadas también alueus 195 , y abacus 196 , donde nos dice Suetonio que Nerón jugaba con figuritas de marfil a las carreras del circo, como nuestros niños con sol· daditos de plomo o coches diminutos. 197 190. 191. 192. 193. 194. 195. 8, 8, 2; 196. 197.

Petron. 38. Petron. 40. Clemente de Alej., en Fr. Luis de León, La perfecta casada, cap. 2. Cato, R. R., 10, 4; 11, 3. Persio, 1, 131 ss.; Apul., De Mag., 16. Lucí!. 14, 4, en Priscian. 6, 5; Varr., en Gel!. 1, 20; Cic., Fin., 5, 56; Val. Max. Suet., Claud., 33. Macrob., Sat., 1, 5. Suet., Nero, 22.

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Los cambistas, usureros y banqueros (argentarii, trapezitae) tenían también sus mesas donde ponían el dinero; los comerciantes sus mesas de pesos y medidas (ponderari) y las mesas-mostradores de las mercancías que enseñaban. En los templos, y junto al ara, había también una mesa para exponer los instrumentos necesarios para el sacrificio, y para colocar las ofrendas presentadas a la divinidad 198 , que a veces' era de oro o de plata. 199 Sobre la materia y confección de las mesas se montó un lujo verdaderamente extraordinario. Antiguamente las mesas eran sencillas, y las más lujosas y de mayor duración eran consideradas las de nogal. Pero poco a poco fueron confeccionándose mesas de maderas exóticas y raras, decorándose incluso con metales preciosos, y dotándose de patas de marfil, de bronce, de plata y de oro; y algunas estaban incrustadas de pedrería 200 ; labradas en figuras de pies de animales, sobre todo de leones y leopardos, grifos, esfinges y otros animales fantásticos. Por las censuras con que satíricos y moralistas tratan de reprimir el lujo, podemos figurarnos los excesos a que se llegó. Antiguamente -dice Juvenal- las mesas se fabricaban con madera del país. Cuando por azar derribaba el viento algún nogal, se reservaba para este uso. Pero ahora los ricos no sienten placer en la comida, ni le encuentran sabor al rodaballo, ni al venado, ni perciben el aroma de las flores, si su mesa no está sostenida por un gran leopardo con la boca abierta, confeccionado con el marfil de los dientes más bellos que nos envían Siena, la Mauritania, la India y los bosques de la Arabia, donde los deja el elefante cansado de tanto peso. He ahí lo que aviva su apetito y estimula su estómago: Una mesa con pies de plata es para ellos lo que sería en su dedo un anillo de hierro. Lejos de mí ese comensal soberbio que no me relaciona consigo más que para despreciar mi mediocridad. 201

La madera más apreciada para las mesas era el limonero, la cidra o tuya, por su hermosura, pero sobre todo porque estos árboles difícilmente daban en el diámetro de sus troncos planchas que pudieran cubrir con una sola pieza la extensión de una mesa de regulares dimensiones. Sin embargo lograron conseguir planchas de cuatro pies de diámetro. Quien conseguía una mesa fabricada así, no dudaba en pagar por ella verdaderos capitales. Cicerón poseía una de estas rarezas que valía 1.000.000 de sestercios, y que aún existía en tiempos de Plinio. Este escritor nos dice que Galo Arino tenía otra que costó 1.300.000 sestercios, y que a la muerte de Juba se vendieron dos de estas mesas por la cantidad de 1.200.000 sestercios la una y la otra un poco más barata. Recientemente ~añade- un incendio ha destruido una mesa hereditaria en la familia de los Cetegos, .que había costado 1.400.000 sestercios, «con este precio ~ice- se podía haber comprado una gran. hacienda». Como dueño de una riqueza inmensa, se dice que Séneca poseía 500 mesas de cidro. ¿Qué tenían, pues estas mesas para valer esas fortunas? Ante todo servían al dueño para hacer ostentación de su gusto y de su riqueza. Eran objetos rarísi198. Virg., Aen., 2, 764; Petron. 135; Plin., N. H., 25, 9, 59. 199. Val. Max. 1, 1, 3; Cic., Verr. 2•, 4, 131. 200. Athen. 15, 693 E; Paul., D., 33, 10, 3, 3: «Vítrea scaria et potona m supellectili sunt, sicut fictilia; nec solum uulgaria, sed etiam quae in pretio magno sunt; nam et pelues argenteas et aquimina!ia argentea, et mensas, et lectos inargentatos, uel inauratos, atque gemmatos in supellectili esse non dubitantur; usque adeo, ut idem iuris sit, et si tota argentea; uel aurea sint»; cf. también ib. 7, l. 201. luvenal. 11, 117-131.

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mos Y; por tanto, sus precios eran estimativos por la moda y el capricho. Pero a eso se llega cuando los objetos de tales precios llaman la atención por su rareza y preciosidad. Según Plinio el principal mérito de. estas mesas consistía en su color. En unas -dice- los colores se presentan en tranjas amplias y prolongadas, a éstas se las llama «atigradas». En otras las líneas aparecen curvas y forman pequeños torbellinos, éstas se llaman «apanteradas» 202 . Hay también otras en que el color aparece salpicado, y de éstas las más apreciadas son las que imitan los ojos de la cola del pavo real203, Detras de éstas siguen en valor aquéllas cuyas vetas presentan un acervo de granos apretados, por ello se les da el nombre de mesas «de granos de perejil». En todas ellas lo esencial es el color: en conjunto se prefiere las que en sus vetas brillantes muestran el color del vino enmelado. Luego se atiende a su tamaño. Hoy se emplea un tronco entero, y a veces más, para hacer una sola mesa. Los naufragios nos han revelado que el cidro se seca en el mar, y que sumergirlo algún tiempo en las aguas del mar es el sistema más seguro para hacerlo incorruptible. Estas mesas se conservan y se lustran frotánd9las con las manos secas, sobre todo al salir del baño. El vino no las ataca. 204

De ordinario esta madera preciosa se limítaba al tablero ( orbis) ya que las patas y el soporte central ( trapezophorus) solían ser de marfil, o hueso, o metales finos. Ricas y hermosas resultan también las mesas fabricadas con las raíces del nogal y del olivo, por los dibujos que presentan y la irregularidad de sus fibras. Este lujo de las mesas era manía de los hombres; por eso, cuando éstos censuraban a sus mujeres los gastos que hacían en joyas personales, ellas les argüían acusándoles de los dispendios que ellos hacían comprando estas mesas. Es curioso el diálogo en que Marcial hace hablar a las mesas más usadas por los romanos: Mesa del comedor: Si tú me crees guarnecida de la caparazón de una tortuga de tierra, te equivocas: mi guarnición, procede de una tortuga macho y de mar. Mesa de cidro: Recibes este precioso don de los bosques del Atlas; no valdría tanto tu peso en oro. Mesa de arce: Yo no soy veteada, es cierto; yo no procedo de los bosques de Mauritania, pero he asistido a los festines más espléndidos. · Mesa de marfil: Estos dientes que soportan los cuerpos de los toros, ¿preguntas tú si pueden sostener mesas de cidro de la Libia? 205

Las mesas de los romanos eran generalmente pequeñas. Una de las más grandes que se conocen era la de Ptolomeo, hijo de Juba, rey de Mauritania. Medía cuatro pies y medio de diámetro, y tres pulgadas de espesor. Estaba compuesta de dos piezas, aunque soldadas tan perfectamente, que era imposible señalar la juntura. Pero el estar formada por una sola tabla aumentaba mucho su valor. Tiberio poseía un ejemplar de una sola pieza, que medía cuatro pies de diámetro y seis pulgadas de espesor. Estaba hecha de un nudo del tronco, tomado en la parte que estaba bajo la tierra, cosa que le daba mucho más valor que si hubiera sido de los nudos de donde parten las ramas. 202. 203. 204. )05.

Plin., N. H., 13, 15, 30 (96). Plin., l. c. luvenal. 1, 137. Martial. 14. 88-101.

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La vivienda

Ya hemos hablado de la mesa de mármol que solía haber en el atrio, entre el estanque y el tablino, en sustitución del ara familiar ( cartibulum). De ellas se han encontrado algunos ejemplares preciosos en las casas de Pompeya. Suelen ser de mármol blanco, con las patas sumamente decoradas. No tenían ningún fin especial, mas que estar allí como recuerdo del ara; jamás se empleaba para comer 206 • Mesas de mármol solía haber también en los cenadores de los jardines. Había mesas de un solo pie ( monopodia), como las nuestras. Pero los romanos las apreciaban mucho. Se introdujeron en Roma después de la conquista del Asia Menor 2!11. Solían construirse de acebo de la Mauritania y de cidro. El pie, artísticamente esculpido y adornado de figuras, de madera, o de bronce o revestido de marfil. Era una pieza de lujo. Se han encontrado en Pompeya. La mesa tripes, por el contrario, era sumamente modesta, como deducimos de Horado 208 que presenta a uno de buen conformar, diciendo: sit mihi mensa tripes. Con todo, la mesa tripes, llamad~ Delphica, porque recordaba el trípode de Delfos, solía ser de metal bien trabajado, y era muy apreciada 209 • Muy fácil de transportar, ocupaba muy poco espacio, porque incluso las había que plegaban sus patas, y hacían muy buen juego en todas part.es. Las mesas de cuatro patas eran muy abundantes y muy variadas, incluso las había de patas metálicas que se plegaban. En cuanto a la forma del tablero de las mesas, predominaba el redondo 210 • Las mesas rectangulares abundaban también, pero más en las casas pobres. Solían ser de maderas ordinarias, nogal, castaño, chopo, pino, etc. Un mueble que solía haber en el triclinio estaba formado por una serie de aparadores adosados al muro ( trapezophorum) o ( abacus) donde se exponían los vasos preciosos, los utensilios de oro y de plata, y otros pequeños objetos que entre nosotros suelen guardarse en vitrinas. Cuando a principios del siglo 11 a. C. Roma se iba apoderando del mundo mediterráneo, fueron los romanos llenando sus casas de utensilios y vasrjas de oro, de plata y de otras materias preciosas, que tenían expuestas en estos vasares. 211 Esta vajilla no se empleaba más que en las grandes solemnidades y aniversarios familiares, sirviendo ordinariamente de ornamentación de la casa.

206. Varr., L. L., 5, 125: «haec in aedibus ad compluuium apud multos me puero ponebatur et in ea et circum eam ae1;1ea uasa». Parece que al principio se llamaba gestibulum a gerendo, después cartibulum. 207. Liv. 39, 6: «li primum lectos aeratos, uestem stragulam pretiosam, plagulas, et alía textilia, et, quae tum magnifice supellectilis habebantur, monopodia et abacus Romam aduexerunt». Y de una forma semejante, Plinio, N. H., 34, 3, 8: «Triclinia aerata abacosque et monopodia Cn. Manilium Asia deuicta primum inuexisse triumpho suo, quem duxit Vrbis anno 567 [187 a. C.] L. Piso auctor esb>. 208. Hor., Sat., 1, 3, 15; Martial. 16, 66: «argentum atque aurum non simplex Delphica portat». 209. Cíe., Ve". 2•, 4, 131 es de mármol. Muy apreciada en las casas ricas; y usada también en el culto, por lo cual conserva también el nombre délfico de «trípode», Plin., N. H., 34, 3, 8. . .210. Por eso Juvenal, 1, 137, las llama orbes: «nam de tot pulcris et latís orbibus J antiquis». 211. Cíe., Verr. 2", 4, 35; Tusc., 5, 61; Varr., L. L., 9, 46; Liv. 39, 6, 7; Plin., N. H., 34, 3, 8. Del tra.pezophorum nos habla Cíe., Fam., 7, 23, 3; y Paul, D.~ 33, 10, 3, incluyendo entre los objetos del ajuar doméstico: «mensae, trapezophora, delphica, subsellia, etc.».

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e) Asientos

Entre los asientos (sedes, sedilia), además de los bancos de mampostería, adosados a la pared en algún lugar de las fauces y del jardín, podemos distinguir tres clases. 1) El taburete (scamnum, subsellium ), simple banquillo de madera sostenido por dos o m.ás órdenes de patas, empleado sobre todo para los siervos y los niños 212 ; y en los banquetes se destinaban para los parásitos 213 • El subsellium simboliza la subordinación, y la s,ella el mando. Un tipo especial de subsellium era el bisellium, silla donde pueden sentarse dos personas. En Pompeya se conserva una representación de este asiento, en que aparecen acomodados un joven y una muchacha tocando la lira. Podríamos llamarlo «confidente». En los municipios se concedía a las personas a quienes se deseaba honrar en recompensas de sus beneficios o funciones bien desarrolladas, lo mismo que en Roma se dispensaba la sella o el subsellium a los magistrados. Otro taburete más bajo se ponía como escabel ( suppedaneum, scamnum) delante del solium, de la cathedra, y con frecuencia junto a la cama. Era rectangular, se apoyaba sobre cuatro patas, y algunos, sobre todo los que se destinaban para el solium, estaban artísticamente elaborados 214 • 2) La silla (sella), apoyada sobre cuatro patas rectas, sin brazos ni respaldo, o con brazos pero carente de respaldo. Es un mueble ligero y fácilmente transportable. Se fabricaban de madera y de bronce. Las de madera han desaparecido, pero por los ejemplares conservado.> de bronce, y por las pinturas de Pompeya y de Herculano, podemos conjeturar que se usaban mucho. Una especie era la sella curulis, plegable, con asiento de cuero, y patas curvadas en forma de S. Según la tradición recogida por Silio Itálico se introdujo de la Etruria en tiempos de Tarquinio el Soberbio. Públicamente y construída en marfil la usaban los magistrados mayores 215 • Privadamente y sencillas abundaban en las casas 216 • La silla gestatoria, o lectica, era una silla de mano, para ser conducido de una parte a otra. La utilizaban sobre todo las mujeres 217 • 3) La cathedra, silla con respaldo largo y arqueado. Se hacen casi únicamente de madera. Las patas suelen estar un poco arqueadas hacia afuera. No tiene apoyos para los brazos. Solían ponerse cojines sobre el asiento, como también en las otras sillas. Las usaban sobre todo las mu-

212. También era considerado como asiento humilde, por ejemplo en torno de las cocinas primitivas, Ovid., Fast., 6, 305; Martial. 5, 41. 213. Subsellium es un taburete sostenido por cuatro patas, sin respaldo ni brazos. Es el asiento de los parásitos en los triclinios, PI., Stich., 489; Capt., 471; de los senadores en la curia, de los acusadores y de los testigos en los juicios, Cic., Rose. Am., 17. 214. Scamnum propiamente es un taburete que se ponía junto a los lechos que eran muy elevados para subir cómodamente a ellos, Varr., L. L., 4, 168; Ovid., Ars am., 2, 211; 1, 162; Lactant. 4, 12. 215. La sella es el asiento propio y distintivo de los que ejercen la autoridad, por eso suele tenerse buen cuidado de indicar que desempeñan sus funciones sentados en sus sillas correspondientes, Cic., Verr. 2", 2, 94; 3, 135; Phil., 2, 85; Plin., Ep., 2, 11; Suet., Galb., 18. 216. Entre ellas la sella familiarica para desocupar el cuerpo, Scribon., De Compositione medie., 193; Cato, R. R., 157, la llama sella pertusa. 217. Sella gestatoria, Seneca, Benef., 1, 9; Juvenal. 3, 136. Puede ir descubierta o cerrarse para disimular u ocultar a la persona que va en ella. Plin., Ep., 3, 5; Juvenal. 1, 124; Suet., Aug., 35; Martial. 12, 17; 2, 57. Se usa indistintamente la palabra lectica, o se relacionan ambas, como en Martial. 10, 10: «lecticam sellamque sequar», aunque se distinguen bien estos dos objetos. La lectica es mayor y el conducido puede incluso ir recostado totalmente, cosa que en la sella no es posible. Suet., Claud., 25; Martial. 11. 98.

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jeres 218 y los hombres delicados y afeminados 219 • Cátedra se llamaba también el asiento de los maestros en la escuela, con apoyos para los brazos y respaldo recto. 220 El solium o trono 221 era una cátedra lujosa, un poco más alta y por ello se le ponía Ün escabel para apyar los pies. Era el asiento propio de los dioses, de los reyes, de los príncipes 222 , y en casa, del paterfamiti'as. Es el asiento de honor 223 • Pasaba de padres a hijos como algo propio del cabeza de familia. Se compone de un asiento cuadrangular, un alto respaldo recto y apoyos para los brazos. Hay dos tipos de solio usados contemporáneamente: el uno de patas torneadas y el otro talladas. Rarl} vez presentaba las patas en forma de animales. El solio con patas torneadas era más simple y más sobrio. Sobre el asiento siempre hay un almohadón o cojín. Es de madera, pero puede tener incrustaciones de bronce, de marfil o de hueso, sobre todo en el apoyo de las manos. El solio de patas talladas, parece que deriva de los etruscos. Las pata'> aparecen delicadamente cinceladas, trabajadas finamente con elementos vegetales, estilizados, incrustados. A veces las inscrustaciones se hacen de finos cristales y piedras preciosas. El solio estaba en el atrio de la casa, y, cuando no estaba ocupado por el padre de familias, solía recubrirse con un tapiz de lana de vivos colores. Se usaba sobre todo en las recepciones y en las salutationes matutinae, o cuando había consejo de familia por los motivos que fueran, que se celebraban more antiquo en el atrio. En los teatros había también un asiento para la autoridad en forma de tronos; y en tiempos cristianos, para el obispo o preste. En los asientos, ya fueran lechos, divanes, sillas, tronos, etc., se colocaban almohadas o cojines ( ceruicalia, puluinar, puluinus y diminutivo puluillus). Consistía en un recipiente o funda de tela (culcita, torus) que se rellenaba de una materia resistente y elástica, paja, algas, heno, hojas secas, borra (tomentum ), plumas, lana, etc. Los rellenos de plumas eran los más lujosos y motivaban un intenso comercio sobre todo con el Norte, de donde se importaban plumas de aves, especialmente de cisnes 224 • Las más delicadas se rellenaban de pétalos de rosas. 225 También en la funda del puluinus cabía todo el lujo imaginable. Lino finísimo, biso, púrpura recamada de oro, bordados de flores, con animales, escenas mitológicas, etc. Conocían también unos cojines de cuero, llenos de aire, qué inflaban y desinflaban según convenía 226 • De ordinario no estaban fijos en ningún sitio, 218. Hor., Sat., 1, 10, 91; Propert. 4, 5, 37; Martial. 3, 63. 219. Juvenal. 6, 90. 220. Martial. 1, 77; Juvenal. 7, 203. 221. Es curiosa la etimología propuesta por Serv., ad Aen., 1, 510: «Solium proprie est armarium uno ligno factum, in qua reges· sedebant propter tutelam corporis sui: dictum quasi solidum: modo iam abusiue sellam regalem intellegimus», v. id., 7, 169. Fest. 386, 1, lo relaciona con solus, vocablo etrusco que indica «macizo, sincero, sólido», o palabra latina solus, «solo», porque en él no puede sentarse más que uno solo; pero también sospecha alguna relación con el verbo sedere. Esta conjetura la expresa ya claramente S. Isidoro, Orig., 20, 11, 10: «seéundum alias per antistichon quasi sodium a sedendo», etimología que hoy mantienen los·. filólogos. , 222. Vir., Aen., 10, 116; 11, 301; 8, 178; Ovid., Fast., 6; .353. . 223. Cicerón presenta a los jurisconsultos sentados en el.solio, cuando responden a los que van a consultarles en sus casas, Cic., Leg., 1, 10; De Or.., 2, 143. 224. Plin., N. H., 10, 53 y 54; Cic., Tusc., 3, 45; Juvenal. 6, 88; Martial. 5, 62, 5; 12, 17, 8; 14, 161; 14, 146; de plumas de pavo (Martial. 14, 85); de algas (Ovid., Fast., 5, 519); ·· de heno (Martial. 14, 162); de borra (Martial. 14, 159 y t60). 225. Cic., Verr. 2", 5, 27; Hor., Od., 1, 5, l. 226. Lamprid., Elagab., 25.

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sino que se traían y llevaban según la conveniencia del momento. Se llevaban cuando se salía de paseo, o al circo, o al teatro, o a la escuela para sentarse 2Z1; se ofrecía al huésped al que se quería honrar 228 • Las hay de todos los tamaños y de todas las formas; redondos, cuadrados, alargados, etc., parecidos a nuestros colchones, colchonetas, cojines, almohadones. Apuleyo presenta un acomodo dispuesto con variedad de ellos: ¡Buenos dioses, qué aparato y qué esplendidez! En seguida cuatro eunucos con muchos cojines muellemente rellenos de plumas delicadas nos prepararon una yacija en el suelo. Sobre ella extienden cuidadosamente un cobertor bordado de oro y púrpura tiria, y encima disponen otros almohadones, pequeños, pero en gran cantidad, de los que suelen usar las mujeres elegantes para reclinar muellemente sus mejillas o su nuca.~ ·

d) Armarios y cofres

Los griegos y los etruscos no conoderon los armarios 230 • Los romanos los usaban mucho en sus casas, y de ellos se hace mención en el último siglo de la República. En principio eran como los nuestros. No debían de tener cajones, como nuestras cómodas, sino tablas corridas en el sentido de la latitud. Como es natural, la distribución interior dependía del destino que se les daba. Los había también en las tiendas, para exponer mercancías, en los talleres presentando los objetos elaborados, en ellos se colocaban también los libros y demás recados de escribir en las bibliotecas. Los de madera han perecido todos, de forma que nuestra fuente de información es la pintura pompeyana. En la villa de Boscoreale se encontraron las cenizas de uno de este tipo. sobre el cual se pudo fundir un modelo .en escayola. También los había practicados en la pared, como nuestras alacenas. Estos eran grandes, con numerosos anaqueles, estaban situados en las alae y en el tablinum, conservando los documentos familiares y las imagines maiorum 231 • En otro se guardaban ropas, vajillas, alhajas, etc. 232 • Todos podían cerrarse con llave e incluso sellarse. 233 Los cofres o arcas eran de muy variadas formas, según el fin a que se destinaban. Había unos grandes de madera, en los que se metía la ropa, la arca uestuaria de Catón n~_ Las arcas en que se guardaba el dinero, o los objeto preciosos, como nuestras
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