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Un hilarante libro de instrucciones para padres, contado desde la experiencia y con mucho humor
A la venta el 6 de marzo de 2012 Número de páginas: 224 ‐ PVP: 16,95 €
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Berto Romero, Oriol Jara, Roger Rubio y Rafel Barceló tienen varias cosas en común. La primera es que todos han sido colaboradores del programa Buenafuente. La segunda es que los cuatro son padres. La tercera, que les hacía ilusión escribir un libro (por lo de plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro). Y la cuarta, que tienen mucho sentido del humor. Poniéndolo todo en la coctelera y agitando ha salido este libro escrito a dieciséis manos sobre la paternidad. Lo primero que debemos aclarar es que éste es un libro escrito por padres, sobre padres y para padres. Sí, sí, “padres”. No “padres y madres”. Sólo “padres”. Porque estos personajes, aunque secundarios, (parece ser que) también existen. Con sus imperfecciones, buena voluntad, meteduras de pata, humanidad, virtudes y defectos. Y aunque ocupan, sin duda, el último lugar (posición que no deja de tener sus ventajas) también forman parte ineludible de un proceso largo y sin marcha atrás que comienza con algo tan apetecible como el sexo y que culmina con el “repetimos” de “¿y el segundo, para cuándo?” (gestación, cambios hormonales, partos, biberones, noches en vela, reorganizaciones familiares, papillas, virus, rabietas y un largo etcétera mediante). Un libro ideal para regalar a todos aquellos que estén a punto de entrar en la secta (porque de eso se trata, de un club de elegidos, o sea, una secta). Y también para todos aquellos que ya pertenezcan a ella. Para que al leer el reflejo de su propia vida puedan reírse o llorar (o todo al mismo tiempo) y reconfortarse al comprobar que no son los únicos. Que no están solos.
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EL LIBRO La estructura del libro es sencilla: sigue el proceso biológico normal de la paternidad, desde la concepción. Los distintos capítulos, ordenados cronológicamente, se detienen en los momentos culminantes y fundamentales del proceso (gestación, parto, llegada a la casa, primeras palabras, gateo, primeros pasos, guardería…), en los conceptos clave (cambios hormonales, ecografías, sistema de medición del tiempo, peso, meconio, baño, sueño, biberón, comidas, virus, canguros, vacunas…) y en todos aquellos objetos cuya existencia usted desconocía antes de ser padre pero sin los cuales no puede bajo ningún concepto vivir (moisés, babycook, sacaleches, trona…). Sin olvidarse de contemplar algunos efectos colaterales que vale la pena conocer en profundidad (pros y contras de los abuelos, gestión de regalos, relación con otros padres…). A modo de introducción y salpimentando todos los capítulos encontramos las cartas con rúbrica de Berto, que ejemplifica y corrobora con nombres y apellidos (los suyos propios) los datos “teóricos” aportados hasta el momento.
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LA PATERNIDAD POR ETAPAS Enhorabuena. Está a punto de adquirir un producto líder El primer capítulo del libro desgrana las distintas fases previas a la paternidad. Desde la concepción, en la que el padre es uno de los actores protagonistas (en una “actuación estelar que podemos denominar “concepción”, o con los menos técnicos eufemismos “plantar la semilla”, “meter el pastel en el horno” o “rellenar la hormigonera”), hasta el parto o alumbramiento, en el que definitivamente pinta más bien poco. De hecho, esto es algo que caracterizará el papel del hombre a lo largo de toda esta etapa ya que “sólo interviene en los primeros minutos, mientras que la mujer se encarga de los siguientes nueve meses”. Los autores nos cuentan aquí el porqué de la gestación (“o el período creado por la naturaleza para que un padre se vaya haciendo una idea de lo que se le viene encima”), nos aconsejan cómo disfrutar del sexo durante el embarazo, nos cuentan cómo será la primera foto del retoño (también llamada ecografía) y nos alertan sobre los cambios y rarezas que caracterizaran a la mujer durante este período (cambios hormonales, síndrome de hacer el nido (para ellas) o síndrome de pintar‐montar muebles‐instalar lámparas‐tirar tabiques (para ellos). Parte destacada del capítulo lo merece finalmente el alumbramiento, con interesantes consejos sobre cómo no parecer la persona más prescindible de la sala, la conveniencia o no de grabar el parto en vídeo y cómo no desmayarse en la sala de partos.
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Compruebe que el producto se encuentra en perfecto estado Con este título han bautizado los autores al período en que el padre puede ya denominarse como tal pero en el que todavía permanece en el hospital (entrañable refugio plagado de serviciales enfermeras que lo hacen todo, sin duda, más sencillo). Se detallan los componentes fundamentales que debería contener el “producto” o bebé, cómo debe el padre actuar al verlo por primera vez, cuando se lo dejen a la madre, cuando él mismo lo coja por primera vez (concentrándose “en tres cosas: que no se le caiga, no hacerle daño y sujetarle la cabeza”), cómo propagar la feliz noticia y el dato fundamental a retener y sobre el que sentirse orgulloso: el peso del bebé (“puede vacilar de que le ha salido un bebé fortachón si supera los 3,4 kilos pero no sobrepasa los 4”). Finalmente se define el que será su rol fundamental a lo largo de esos primeros días: la gestión adecuada de las visitas: “mucha gente querrá conocer la nueva adquisición de la familia y saber cómo está la madre. (Y a usted que le zurzan, ya lo sabe.) Este conflicto de intereses recae directamente sobre sus espaldas, por lo que le tocará actuar cual portero de discoteca.” Y también como “el encargado de las reservas de un restaurante. En este sentido, procure que la habitación se parezca más a uno de cinco tenedores (donde hace falta reservar con antelación) que a un chino (donde pueden presentarse veinte personas sin avisar y siempre hay sitio). Aun así, en las horas punta la habitación parecerá el camarote de los hermanos Marx, sólo que más pequeño y con más gente. Tranquilo, mantenga la calma (…)”.
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Instalación del producto en su casa Llegar a casa con el bebé recién nacido puede ser (y de hecho es) una de las partes más traumáticas del proceso. Para ayudarnos a sobrellevarlo, los autores nos ilustran sobre los sitios adecuados (e inadecuados) donde dejar al niño, la importancia de defender la lactancia materna (“lo comprenderá cuando a las tres de la madrugada su pareja pronuncie unas palabras que caerán sobre su adormilado cerebro como las tablas de Moisés: “Te toca darle el biberón.”) Se completa la etapa con unos prácticos consejos sobre cómo bañar al niño o hacerlo dormir para pasar la “instalación del producto en exteriores”: “el ser humano goza complicándose la vida. Por eso, cuando tengamos más o menos aprendidas las técnicas de instalación en casa penetrará en un campo nuevo: los exteriores”. En este ámbito hay dos instalaciones “aparentemente sencillas” que son cruciales: el cochecito y la cuna de viaje. “Su mayor dificultad reside en aprender a desplegar y plegar ambos artilugios”.
Complementos necesarios para el producto Este capítulo lo compone un glosario de todos los objetos “que le resultarán básicos en su recientemente estrenada paternidad.” Se trata de objetos que uno no sabía ni que existían antes de ser padre o cuya existencia sencillamente despreciaba. Y ahora se hará cruces de ello. Porque “un error típico de los padres es pensar que comprando aparatos harán más felices a sus hijos. Se equivocan; en realidad las expectativas de felicidad de su hijo son sorprendentemente bajas. En resumen podríamos decir que su hijo necesita un pecho para comer y unos brazos (a poder ser, maternos) en los que dormir, pasear, descansar e incluso jugar. Estas dos cosas son, a grandes rasgos, las herramientas para contentarlos. En cambio, usted se sentirá desbordado por su nuevo hijo. Le abrumará la responsabilidad y, ante tanta presión, sentirá el impulso irrefrenable de comprar cachivaches que usted cree que convertirán la paternidad en algo más llevadero”.
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Uso correcto de los otros miembros de la familia La llegada de un hijo hace que toda la familia se resienta, más allá del primer núcleo familiar. “Nada es lo que era, y nunca volverá a serlo”. Pero esto no debe verse como un problema ya que “usados correctamente, los miembros de su familia tienen muchas más prestaciones que antes. Pero, atención, también poseen algunos inconvenientes, y es importante conocerlos”. En este capítulo los autores desgranan no solamente los pros y contras de suegros, cuñados y sobrinos en sus nuevas funciones (abuelos, tíos y primos) sino algunas pistas para hacer que todo (o prácticamente todo) sean ventajas.
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Carga de baterías y suministro de combustible Este capítulo está dedicado íntegramente al maravilloso tema de la alimentación infantil: de la leche materna a la comida de adulto, pasando por los biberones y las papillas.
Instrucciones detalladas (cómo preparar correctamente el biberón), trucos (gane cincuenta minutos en cien noches preparando previamente la cantidad de agua del biberón y las medidas de leche en polvo), consejos (para sobrevivir, por ejemplo, a una comida en un restaurante), tabla extremadamente orientativa (lo suficientemente vaga como para contentar a todos los pediatras y demás expertos en la materia) sobre la paulatina introducción de alimentos en la dieta del bebé y verdades como puños: “Resumiendo el capítulo, comer es una de esas cosas que su hijo debe hacer sí o sí. Y ya ve que el tema de la alimentación infantil es complicado y con muchas aristas. Pero, para ponérselo fácil, hay dos maneras de llevar correctamente el tema: una es como diga su mujer y la otra… ¿Para qué quiere saberla?
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Habilidades básicas del producto adquirido “Una vez instalado el producto en casa podrá empezar a disfrutar de un mundo nuevo de sensaciones” a largo plazo ya que “durante los primeros meses de vida, por lo general los bebés hacen pocas cosas y casi todas irritantes”. Sus habilidades se desarrollarán más o menos en este orden: expresiones faciales, mantener el equilibrio de la cabeza, hacer la croqueta girando sobre sí mismos sobre una colchoneta, sonreír, primeros balbuceos, gateo, primeros pasos… A lo largo del proceso, el padre primerizo descubrirá que es un hacha haciendo reír a su hijo (“Una de las cosas que más risa causa a los bebés es pensar que su padre es idiota”), que el lenguaje infantil hasta los dos años es extremadamente complejo y mucho más comprensible por parte de la madre, que los niños huelen las palabrotas, que el gateo es una forma de desplazamiento poco elegante pero efectiva y que, hasta que los niños aprenden a caminar, los zapatos cumplen una función meramente decorativa. Finalmente, el mundo que rodea a su bebé se convertirá, a medida que el niño sea cada vez más autónomo, en un lugar plagado de trampas dispuestas a hacerle acabar el día en urgencias pediátricas.
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Puntos de cuidado y mantenimiento de su producto Afortunada o lamentablemente los padres generalmente tienen que trabajar para mantener entre otras cosas a aquellos que se ocupan de cuidar a sus hijos cuando ellos están trabajando. Para esta tarea los padres pueden optar por las guarderías, los canguros profesionales o los abuelos. En caso de optar por la primera opción es probable que se tenga que acudir también a alguna de las otras dos soluciones en cuanto el niño entre en contacto con otros niños (y por ende con sus virus y bacterias), cosa que sucederá increíblemente pronto. En este capítulo los autores nos desvelan los secretos del período de adaptación a la guardería, el misterio de que los niños que asisten y comen en la guardería coman perfectamente entre semana y olviden todo rastro de su nueva rutina en cuanto llega el fin de semana, la cantidad de virus y bacterias que uno puede llegar a conocer (en el más amplio sentido de la palabra) en un curso escolar y las relaciones sociales que la escolaridad conlleva.
Acuda a un técnico autorizado Y finalmente llega también a la vida de todo padre, el pediatra. El médico especializado en niños que tiene la función de solucionar el entuerto de virus, bacterias y gérmenes que se han instalado en su hijo (y en su casa) entre otras cosas por la asistencia a los puntos de cuidado y mantenimiento del capítulo anterior. “Para enfrentarse a los padres, los pediatras han perfeccionado (a través de los años) una serie limitada de respuestas que usarán metódicamente ante cualquier pregunta que usted (o su pareja) pueda hacer”.
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PALABRA DE BERTO O extractos de las cartas de Berto que aparecen intercaladas entre los distintos capítulos que forman el libro.
Prólogo Bienvenido a la secta Está usted comenzando a percibir una honda grieta, un abismo insondable que divide a la población en dos grupos que se ignoran y desprecian mutuamente y en silencio: los padres y los no padres. Dos grupos sociales estancos que viven de espaldas: se conocen y se toleran, pero no quieren saber nada el uno del otro, como España y Portugal. Usted está a punto de cruzar la línea de no retorno para convertirse en uno de los nuestros. Lo sé porque a ningún no padre se le ocurriría leer este libro.
¿Está usted preparado para ser padre? No. Y sí. La verdad es que nunca lo sabrá. Habrá notado que nadie explica con claridad en qué consiste eso de “ser padre”. Cuando pregunta siempre escucha vaguedades como “te cambia la vida” o “es lo más grande”. (Observe que es lo mismo que decían de Rocío Jurado; también fue difícil definirla.) Esto ocurre porque nadie lo sabe. Quizá le preocupe hacerlo mal. Quítese esa duda de la cabeza rápidamente: lo va a hacer mal seguro. Como su padre y su abuelo antes que usted, y así hasta el primer homínido macho. Concéntrese simplemente en no hacerlo muy mal, esto será suficiente.
Gracias. ¿Podríamos quedarnos un par de semanas más? Disfrute el momento del parto, es precioso. No lo olvidará jamás. Y hágalo también de los días que le permitan permanecer en el hospital. Los añorará toda la vida. Porque su casa es sin duda muy acogedora y está repleta de comodidades pero, como descubrirá enseguida, presenta una alarmante carencia de enfermeras.
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Feliz bajo el camión Calma. Luego lo olvidará, y llegará un día en que hasta le parecerá entrañable. Pero prepárese para ser arrollado por un camión. Nadie se lo habrá explicado con claridad, pero entenderá que esta parte del proceso es lo que subyace bajo la enigmática frase “Te va a cambiar la vida”. Lo han oído cientos de veces. Todos los padres se la soltaban, acompañándola con una risilla misteriosa y una mirada al infinito. La risilla era de malo de película de 007 y la mirada era la de las 500 yardas, la que traían los veteranos de Vietnam.
“Por si acaso” Un bebé humano funciona como un agujero negro. Atrae objetos hacia sí mismo con una fuerza que crece exponencialmente y, además, es un pequeño vórtice de caos que comenzará a sembrarlo de forma progresiva. No crea que por haberle preparado una habitación va usted a contener ahí dentro su espiral de entropía. Mientras escribo esto, ladeo mi cabeza y observo cómo de las dieciséis estanterías del salón, los objetos del bebé ya han ocupado cuatro, una cuarta parte, y eso que sólo tiene un año. No es una mala progresión.
El muro de contención Mi experiencia: veía acercarse el día de la rotura de la piñata, y se elevaba de manera exponencial la temperatura de los ánimos de la familia. Había recibido propuestas de mi suegra y mi madre para instalarse en casa, asistir al parto e incluso ejercer directamente de comadrona. Aparecieron tías y tíos de los sitios más insospechados. Había un gran revuelo. Los indígenas estaban inquietos. Entonces propuse a mi mujer levantar “el muro de contención”, una táctica consistente en comunicar a la familia que tanto usted como su pareja han decidido pasar los primeros días solos en casa con el bebé para aclimatarse y adquirir seguridad.
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Ah, pero ¿come? (…) el hecho de que empezara a alimentarse con comida “de adulto” fue para mí otro momento sorprendente. Y ocurrió justo cuando me acababa de acostumbrar al hecho de que sorbiera leche de los pechos de su madre… (Que sí, que es algo natural, ya. También lo es que la mantis religiosa se coma la cabeza del macho y cada vez que lo veo por la tele me quedo helado.) Y lo de la comida del bebé es, efectivamente, un cachondeo.
“Ardilla” “Ardilla”. Ésta es la primera palabra que mi hijo ha comenzado a balbucear con conciencia de hacerlo: “ardilla”. Se refiere a un retrato de este animal que le pintó su madre y que a él le gusta mucho. Lo tenemos colgado en su habitación. Nosotros se lo señalamos y le decimos “ardilla”, y él repite la palabra a su manera, más o menos, “a‐ yi‐á”, con gran convicción, entusiasmo y alegría. “A‐yi‐á”, grita. Nunca ha repetido “papá” a petición mía.
Mmmm… Conejitos De repente estábamos pagando la guar escuela y también al canguro. Una mañana nos dimos cuenta de que a lo mejor estábamos haciendo un poco el tonto y decidimos tirar del abuelo. Él, por supuesto, encantado, se ofreció a cuidar al nene todo el día. Al día siguiente el hombre estaba en cama con treinta y nueve de fiebre y bronquitis. Un dato importante: las personas mayores están llenas de voluntad, pero vacías de defensas, y darles al nene es como dejarles en la nevera un bote con la cepa del virus Ébola junto a la mayonesa.
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¿Cuántos dedos, dices? A ver, vuelve a contar ¿Come poco? Quizá tenga anemia. ¿Come demasiado? Quizá tenga la solitaria. ¿Tarda demasiado en hablar? Puede ser mudo o autista. ¿Por qué no se calla nunca? A lo mejor es hiperactivo. Cada minúsculo cambio en su conducta o aspecto hace saltar miles de alarmas. Además, usted, como padre moderno que es, cometerá un error mayor que cuando el técnico del Challenger le dijo a su superior: “Le echaría otro vistazo a los remaches, pero no hará falta, seguro que están bien.” Hablo de buscar información en internet. Buscar en Google cualquier síntoma que aparezca en su bebé es firmar la sentencia de muerte de su tranquilidad.
Epílogo Y el segundo, ¿para cuándo? Hemos conseguido no ponernos babosos hasta el final, pero no tiene sentido negarlo más tiempo. Todo este rocambolesco entramado se sostiene solamente por el infinito amor hacia ese pequeño insensato o insensata que se comporta como un adorable alcohólico psicópata. (…) Me siento orgulloso de ser el último mono; con el tiempo, espero, mi hijo se convertirá también en un último mono. Y así, generación tras generación, iremos perpetuando nuestra prescindible e insignificante tarea en la gran aventura de la supervivencia de la especie. Mucha suerte, amigo. Y permítame insistir: ¿para cuándo el segundo? BERTO ROMERO
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LOS AUTORES Berto Romero Tomas (Cardona, 1974). Tiene un hijo, Lucas (1 año). Es humorista profesional, pero su verdadera pasión es inseminar mujeres, hobby al que ha dedicado toda su vida. Extremadamente perfeccionista y autodidacta, sólo lo ha conseguido en una ocasión, tras una larga trayectoria de pruebas y experimentos fallidos, la mayoría de ellos llevados a cabo en solitario, en el cuarto de baño. Actualmente dedica la mayor parte de su tiempo a sacar juguetes pequeños de los cajones de la ropa y de detrás de los radiadores, tarea que compara en importancia y misticismo a la de los zahoríes que buscan agua con un palo. Suya es la frase: «Duérmete, por el amor de Dios.» Oriol Jara Vales (L’Hospitalet, 1980). Tiene dos hijos, Roger y Guillem. Es guionista de televisión y ha dirigido el programa «Buenafuente», pero su verdadera pasión, en la que tiene una larga experiencia, es el redactado de instrucciones de electrodomésticos. En 2010 consiguió el premio a las mejores instrucciones de lavadora en el festival de literatura técnica de Madrigueras (Albacete), el Litertech. Una de sus obras más famosas, Instrucciones de uso de la tostadora Tomsung, será llevada al cine próximamente por el director Steven Spielberg. Suya es la frase: «No las llame instrucciones, llámelas poesía ultra‐funcionalista.» Roger Rubio Mora (Barcelona, 1975). Tiene una hija, Martina (4 años). Es guionista de televisión y ha sido guionista de «Buenafuente» y «Salvados», pero además es licenciado en Pediatría en una universidad cuyo nombre prefiere mantener en secreto. Ha escrito varios libros sobre el cuidado y la educación de los niños y adolescentes, entre los que destacan Haberlo pensado hace 9 meses, Cómo desatascar un niño gordo de un columpio o Tengo un hijo gilipollas. ¿Qué hago? Es el creador del famoso Método Rubio contra las infecciones, que consiste en forrar al niño con ironfix antes de sacarlo de casa. Suya es la frase: «La sonrisa de un niño es nuestro mayor tesoro, una vez pagada la ortodoncia.» www.novedadesplaneta.es
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Rafel Barceló Figueira (Falset, 1974). Tiene dos hijas, Maria (6 años) y Carla (4 años). Es guionista de televisión y ha sido guionista de «Buenafuente», pero en lo que realmente destaca es en su labor como padre. Posee un Oscar de plástico al mejor padre y ha sido nominado varias veces a padre del año, premio que concede su mujer. Hasta ahora el premio ha quedado desierto. Ha impartido varios cursos sobre paternidad («El padre enrollado: técnicas para regalarle golosinas a tu hijo sin que se entere la madre») y como activista pro‐derechos de los padres ha redactado algunos panfletos («Custodia compartida de los pechos de la madre: hay que pactar un régimen de visitas con el bebé»). Suya es la frase: «Cariño, la niña se ha cagado.»
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