GRUPAL 3

December 15, 2017 | Author: ATenea1972 | Category: Psychoanalysis, Psychotherapy, Psychology & Cognitive Science, Ideologies, Testimony
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Descripción: Grupal 3...

Description

A. Bauleo - H. Kesselman - E. Pavlovsky J. C. de Brasi - O. Albizuri de García A. M. Fernández - A. M. del Cueto - D. Bermejo N. Fatala - D. Janin - M. A. Massolo - L. Herrera M. Percia - D. Szyniak

LO GRUPAL 3

K.01 L832I Herrera. Luis; Percia. Marcelo; Lo grupal 3 x¿3»r

EDICIONES BUSQUEDA RUENOS AIRES _

ARGENTINA

INDICE

y I.

GRUPALIDAD

Prólogo,

Y

SOCIEDAD

Juan Carlos de Brasi

Psicoterapia, psicodrama Eduardo Pavlovsky Sobre psicoanálisis

9

y contexto

sociopolítico,

y poder, Eduardo Pavlovsky ...

13 35

Apreciaciones sobre la violencia simbólica, la identidad y el poder, Juan Carlos de Brasi • 39^ Clínica y política: un lugar para la ética en salud mental, Luis Herrera, Marcelo Percia y David Szyniak ;...

55

Contribuciones del psicodrama a la• psicoterapia grupos, Olga Albizuri de García

79>

II.

DIMENSIONES PRODUCTIVAS DE LA ESCENA DRAMATICA

Y

de

FORMATIVAS

Aprendiendo a observar "en escenas". Grupo-análisis aplicado y operativo, Hernán Kesselman

119

Grupos de formación en psicodrama psieoanalítico, Ana María del Cueto y Ana María Fernández

137

Algunas reflexiones sobre la producción de la escena psicodramática, Nelly Fatala y Diana Janin

145

Acerca

151

de la escena, Delia Bermejo

XII.

E S T R U C T U R A Y E F E C T O S EN EL PROCESO

La pirámide grivpal, Miguel A. Massolo Efectos

del proceso

Bibliografía

grupa-I, Armando Bauleo

GRUPAL

157 185 195

PROLOGO

JUAN

CARLOS DE BRASI

Lo grupal habla de algo que espe.ra ser marcado por una lectura posible, pero también de una secuencia —es el tercer volumen— que establece cuestiones para ser pensadas. Lo grupal dice, a un oído atento, sobre conjunciones, disyunciones, atravesamientos; evoca multiplicidad de formas y repertorios que arman esas fluidas —a veces efímeras— "positividades" llamadas grupos. Metáforas vigentes de lo reprimido, adquieren relevancia no sólo por sus existencias reales o sus dimensiones imaginarias, sino por la insistencia con que resuenan en distintas series de acontecimientos. Erradicados de los usos terapéuticos y servicios sociales durante ten período genocida, fueron calificados desde "obscenos" hasta "máquinas sospechosas". La embestida contra los grupos formó parte de un ataque programado a la solidaridad, al tejido conjuntivo de la sociedad civil. A la disolución de una, continuó el aniquilamiento de los otros. La represión a los mismos se transformó en "repulsión", de igual modo que sus diferencias se convirtieron en "deficiencias" (teóricas o vivenciales), en el imaginario de variados núcleos profesionales, quienes se encargaron de fiacer evidentes a las "brujas" en el mismo tribunal de la inquisición. Si en un determinado momento de reflexión sobre la problemática gi-upal se ligó a los grupos con un cowti-

nente irregular, lleno de provisoriedades, como lo es el de la Psicología Social; ahora pensamos que es necesario articularlos con dialécticas específicas, significarlos desde sus relaciones con las instituciones, masas y organizaciones que persisten en diversos ámbitos comunitarios. Por otro lado las mitologías operantes, los rituales consecuentes, las ceremonias regulares y excepcionales, las formaciones de la vida cotidiana, las diseminadas constelaciones imaginarias, así como las construcciones particulares de lo social-histórico, son algunos de los ejes que ordenan las disímiles "totalizaciones en curso". Asimismo a las dialécticas mencionadas, debemos conectarlas con un campo de análisis inaugural: la producción de subjetividades historizadas desde la investigación grupal. En los espacios polisensos de los "pequeños colectivos", convergen determinaciones, efectos y significaciones que parecen distanciadas de los conceptos adecuados para abordarlos. Pero es al analizar los entrecruzamientos citando descubrimos senderos inexplorados, vínculos inéditos y un espectro sorprendente de realizaciones posibles. A ello apunta lo que enfatizábamos en un texto sobre el mismo asunto y las intersecciones que caracterizaban su peculiaridad. Es pertinente retomar aquí —a pesar de su extensión— la semblanza de aquel escrito, donde se enunciaba: "Y ellas deben ser recuperadas si se busca diluir el fantasma que atraviesa las operaciones grupales, fantasma que confunde las acciones en grupo (dispersivas e intrascendentes) con las experiencias grupales que se realizan orientadas por tina concepción desde la cual se analizan y significan. Aunque esto no basta, pues las experiencias estructuradas y su concepción "soporte" no alcanzan, todavía, para fundamentar la noción clave de práctica grupal. Esta requiere una formulación teórica qtie tenga en cuenta la relación entre los "dominios inconcientes" y las "producciones y formaciones significantes" que anidan en el interior de las distintas prácticas".

Valgan miarlas.

tales líneas, aunque más no sea para ru-

Los diferentes abordajes que componen este libro señalan tenues, dilatadas fronteras epistémicas, a la vez que constituyen una provocación efectiva para el lector ocasional; provocación a trazar un horizonte significativo que impregne su deseo de saber.

PSICOTERAPIA, PSICODRAMA Y CONTEXTO SOCIO-POLITICO 1

EDUARDO PAVLOVSKY

Es posible que a esta altura de ia situación y después de muchos años de experiencia clínica, nos hayamos acostumbrado a pensar que son varios los elementos que perturban la salud mental de la gente y ampliado también nuestro nivel de conciencia de que tenemos que contar con múltiples recursos terapéuticos, para las nuevas situaciones que nos atraviesan. Así por ejemplo me confesaba hace dos años uno de los más importantes ex analistas de niños de Buenos Aires que en este momento podía hacer una autocrítica respecto a la cantidad de niños que había analizado cuatro veces por semana durante años, sin obtener los resultados terapéuticos que obtiene ahora cuando hace tres o cuatro entrevistas familiares. Y que ya no trata niños con psicoanálisis cuatro veces por semana como lo había hecho durante años, excepto que tuvieran un nivel serio de regresión. El terapeuta, honestamente, percibía que el recurso ele las entrevistas familiares era, como intervención, más operativa que los largos análisis kleinianos. La percepción fue realizada por el terapeuta, él sólo se dio cuenta a través de su experiencia. ¿Cómo soy más operativo? ¿Cómo ayudo más? Tenemos que aprender a balbucear, dice un personaje de S. Becket en una de sus obras, dejemos los discursos 1 Conferencia inaugural del área de Influencia del contexto social en la Salud Mental. Contexto Latinoamericano del Encuentro Internacional de Psicodrama y Psicoterapia de Grupo realizado en Buenos Aires en agosto de 1985.

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líenos de verdad y de teoría y aprendamos los unos de los otros desde nuestros tímidos balbuceos. Al fin y al cabo la certeza clínica de nuestra operatividad, hace que nuestro balance, a medida que tenemos más experiencia, se vuelva más balbuceante, menos recortado, menos omnipotente. A medida que conocemos más, nos damos cuenta de nuestras limitaciones, a medida que incorporamos más conocimientos, somos más concientes del frágil campo en el que nos movemos, de la cantidad de factores que atraviesa nuestro campo clínico operativo. Si recordamos la omnipotencia de la institución oficial del psicoanálisis de los años 60 —rectora de la psicoterapia en Latinoamérica— podemos ahora decir con tranquilidad que la actual situación de la psicoterapia es más realista, menos vendedora de ilusiones. En esa época el tener buena vida sexual, buena situación económica eran parámetros tenidos en cuenta para evaluar el grado de salud mental. La arrogancia y la omnipotencia, parecen quedar ahora reducidas a algunos grupos casi religiosos en la creencia de un inconciente metafísico. Podemos entrever que es la experiencia clínica la única que debe guiar y orientar nuestro campo de esperanza y de incertidumbre en nuestra profesión. La verdad es que estamos más humildes, más dispuestos a escucharnos y aprender los unos de los otros, aún a riesgo de darnos cuenta que nos hemos equivocado mucho. Es que nos han pasado demasiadas cosas y los que todavía tenemos el privilegio de haber quedado con vida, necesitamos aprender de la experiencia. Por eso me animo a balbucear, escéptico en los grandes discursos de las grandes verdades donde ya nadie cree a nadie. Creo que estaremos más fuertes en la medida en que tengamos conciencia de nuestro nivel de limitaciones. La omnipotencia de antes era regresiva-defensiva; cada uno en su castillo, refugiados en múltiples grupos objetos dependiendo de órdenes exteriores. Yo creo que existe eso todavía. Pero la gente joven es dueña de otra ética, menos mistificadora y nos enseña día a día que este trabajo artesanal que es la Psicoterapia de grupo, y el Psi-

eodrama, sólo podrá crecer en la medida en que nosotros los terapeutas, psicólogos, psicodramatistas, asistentes sociales, sociólogos, psicólogos sociales, psicoanalistas, antropólogos, etc. nos comuniquemos nuestras experiencias; pero no sólo los brillantes y exitosos trabajos o mostraciones de los Congresos, sino también que hablemos de nuestros balbuceos y de nuestras grandes dudas e incertidumbres y fracasos. Sabemos que aislados perdemos siempre. Ya nadie cree en la eficacia terapéutica de una sola disciplina o técnica. Sabemos que hacemos lo que podemos. La dictadura desarticuló la posibilidad de esta forma amplia de comunicación en todos los sentidos y en todos los niveles posibles. Dicho de otro modo, según Guattari, la cura en lugar de tener como único soporte y símbolo el poder carismático del médico, se distribuye por transferencias en diversos tipos de instituciones, relevos y delegaciones de poder. Allí es donde somos agente de cambio social, de lo contrario cada uno a su boliche a hacer lo suyo, lo privado. Eso es lo que han intentado hacernos. Desarticular nuestra potencia como analizadores sociales. De lo que entre todos somos capaces de develar y de descubrir, de por qué la gente realmente se enferma. Lo que quieren es que nos atomicemos. Quieren que cada uno de nosotros tenga grupos de estudio y que de esos grupos de estudio salgan coordinadores de otros grupos de estudio, y así sucesivamente. No nos quieren como analizadores sociales. Fue interesante observar durante la represión la cantidad de instituciones de enseñanza de psicoanálisis y psicoterapia que florecieron. También la cantidad de congresos. Todo se le permite al psicoanálisis mientras no intente articulaciones. Lo reprimido por la dictadura fueron las articulaciones, los articuladores. Sé de terapeutas que realizaron trabajos clínicos y de formación en las situaciones más adversas y difíciles. Vaya un homenaje a quienes fueron capaces de trabajar en condiciones tan complejas y amenazantes. Pero junto con eso no sólo existió el silencio, sino también la complicidad del borramiento de la transmisión de experiencias articuladoras del psicoanálisis y lo social a

las generaciones más jóvenes que recibían enseñanza. Hubo un saber institucional previo que no se trasmitió. Hoy esa misma generación cuestiona dicho "borramiento" a los responsables del "olvido". En el año 1982 en una mesa sobre grupo, en un congreso de psicopatología, yo intentaba explicitar ciertas formaciones imaginarias dentro de los grupos terapéuticos psicodramáticos como producto del inconciente social de esos años, y señalaba la descripción de la figura presente del "sospechoso" como rol o figura inconciente grupal de esas épocas. Alguien me dijo que eso no era psicoanálisis, y que yo no era psicoanalista. Este es un ejemplo típico. Mis años de experiencia me permitían articular mis conocimientos de psicoanálisis, psicoterapia de grupo y psicodrama y descubrir un fenómeno grupal que nunca había observado en otras épocas. La invalidación de mi descripción no la hizo un agente de la represión, la realizó un compañero psicólogo que se hacía cargo entre nosotros de una forma de pensar autoritaria, que divide, invalida y descalifica a otra manera diferente de pensar; la que en esos momentos denunciaba que la simple descripción de ciertos fenómenos clínicos en los grupos de psicodrama podía develar ciertos fenómenos del terrorismo de Estado. Es que hubo delegados de la represión en la psicología. Pertenece a este capítulo de discusión de la política del movimiento analítico el tomar en consideración —como ejemplo— un libro de reciente aparición en Francia, cuyos textos son alemanes y se refieren al psicoanálisis bajo el Tercer Reich (Les Années bruñes. Conírontation). Se habla allí del silencio que sobrevino después de la caída del nazismo, de lo que le había sucedido al psicoanálisis en aquella época. También sobre la situación de los analistas que aceptaron continuar a condición de rechazar al paciente alemán o extranjero que fuera judío. Se medita ahora o se intenta meditar sobre el significado del "si" de aceptación a esa condición propuesta por los nazis. Alguna vez tendremos que empezar a ha-

blar de lo que nos pasó aquí y de lo que nos sigue pasarldo hoy. Ese psicoanálisis alemán aparece transversalizado por un condicionamiento político. Se lo "extraterritorializaba", se lo colocaba "fuera de zona". "Que sigan analizando pero que no se hable más de los crímenes", parecieran decirle los nazis a los psicoanalistas. Sigan haciendo ciencia psicoanalítica pero no tomen judíos. Es curioso este fenómeno de "extraterritorialidad" del que pretende ubicarse a veces la psicoterapia o el psicoanálisis. Como perteneciendo a esa "zona del limbo", tierra de nadie. A este respecto Roberto Castels dice en El psicoanalismo. El orden psicoanalítico y el poder: "¿Se ha pensado bien lo que significa el hecho de dejar en paz al 'inconciente' como estructura específica? Estoy de acuerdo en otorgarle en cuanto sea posible el carácter de específico mientras no implique la total extraterritorialidad social del psicoanálisis o sea, mientras no suponga el privilegio único y desorbitante. que entrañaría la posición de una sustancia completamente histórica, social y apolítica. Es la definición misma de Dios. La Soberana Neutralidad, el Arbitro, la otra escena, como lugar ontológico donde no pasa la crítica, rechazada por la tajante espada de la ruptura epistemológica". Estamos de acuerdo, siempre balbuceando, que si ahora delimitamos los grupos como campo de problemática, éstos están atravesados por múltiples inscripciones: deseantes, institucionales, ideológicas, socio históricas, políticas, etcétera. Guattari dice que todo fantasma es de grupo pero el mismo fantasma está transversalizado. Esto no significa que no haya formaciones específicas y singulares imaginarias grupales (la red de identificaciones cruzadas, las ilusiones grupales, los mitos, la institución. Fernández-Del Cueto, "El dispositivo grupal". Lo Grupal 2). Cuáles son las verdaderas posibilidades de nuestra intervención, nuestros márgenes reales de maniobra. Es necesario que no se superpongan discursos de teorización general, sino también microdiscursos zigzagueantes en todos los niveles posibles.

El análisis consiste en articular, en hacer coexistir, en disponer según un principio de transversalidad y en lograr que se comuniquen estos diferentes discursos. La represión, insisto, desmanteló la articulación de los diferentes analizadores sociales. Lo que se reprime es la articulación de los analizadores, para evitar que se adquieran niveles de conciencia más amplia. El análisis del futuro sólo tendrá sentido si deja de ser asunto de un especialista, psicodramatista, psicoanalista o de un grupo psicodramático o psicoanalítico, que se constituyen todos ellos como una formación de poder. Al respecto dice Guattari: "Pienso que debe llegar a producirse un proceso que surja de lo que he llamado dispositivo de enunciación analítico". El lo extiende más cuando dice que no están compuestos solamente de individuos sino que dependen de cierto funcionamiento social, económico, político, institucional, etcétera. Un ejemplo que se ha adaptado como obvio en nuestra subcultura psicológica, es la forma en que el psicoanálisis atraviesa todas las técnicas psicoterapéuticas y no psicológicas, interiorizando como obvio un fenómeno que es singular y específico de nuestro medio. . Concretamente: En cualquier revista de psicología aparece la publicidad de gran cantidad de institutos de enseñanza de psicoanálisis y de otras disciplinas psicológicas y no psicológicas. Institutos de psicodrama, guestalt, sistémicos, bioenergéticos, expresión corporal, técnicas lúdicas, expresión creativa, grupos operativos, de fundamentos teóricos diferentes y de aplicaciones clínicas diversas, pasando desde el diván hasta la meditación oriental. El fenómeno curioso no es ese: dado que es natural que un momento como este exija diferentes recursos para tratar la salud mental de la población. Lo singular es que todos o casi todos los que lideran estos centros de investigación o estudio sean psicoanalistas o hayan realizado un psicoanálisis personal de muchos años de diván, y la mayoría de ellos hayan recibido una sólida formación teórica analítica con supervisiones o

grupos de estudio de psicoanálisis en algún momento. Es casi explícito una ideología común donde el psicoanálisis les va a dar la suficiente profundidad para ser mejores terapeutas sistémicos, bioenergetistas. de grupos lúdicos, creativos, gestálticos o coordinadores de grupos operativos o psicodramatistas grupales. Hay por supuesto, nuevas generaciones que no han seguido estrictamente este directo camino, pero en el fondo todavía lo viven como un profundo anhelo o como un déficit en su formación. La frase: "tenés que entrar en análisis", es una frase común en Buenos Aires, que se ha instituido para todos los coordinadores de técnicas terapéuticas psicológicas y no psicológicas. Se ha interiorizado como obvia. He visto a personas comprometidas en un micro proceso analítico auténtico —maestros educadores—, verdaderos agentes de cambio que estaban descubriendo, sin ningún tipo de dogmatismo, fenómenos reveladores, novedosos, creativos e inéditos y para quienes el prestigio del saber del ambiente les ha hecho entrar en análisis, dejando a veces su tarea de investigación original para transformarse a la larga en mediocres psicólogos clínicos. Es probable que en ningún otro lugar del mundo un bioenergetista, un guestaltista, un sistémico o un psicodramatista pensara que el psicoanálisis debe ser la terapia a la que debe recurrir en caso de necesidad. Voy a dar otro ejemplo más sencillo. Este Congreso que nos convoca se titula: Encuentro Internacional de Psicodrama y Psicoterapia de Grupo (no se lee Psicoanálisis). Incluye una lista de Miembros de Honor de este Congreso de Psicodrama. Cada uno de los miembros de Honor de este Congreso de Psicodrama ha estado como paciente seguramente diez años en un diván de psicoanalista. Somos nueve. Noventa años de diván sumamos orgullosamente entre todos los Miembros de Honor de este Congreso de Psicodrama. Ustedes se preguntarán: cuántas horas de terapia grupal psicodramática como pacientes suman los nueve miembros de Honor del encuentro de Psicodrama. Mejor que no se lo pregunten; y si sumáramos los años de diván de los Coordinadores del Congreso o del Comité Asesor lle-

garíamos todos juntos los especialistas de grupo a una cifra increíble de honor de psicoanalizados. Dentro de estos miembros de honor hay un ilustre psicoanalista que hace años realizaba Psicodrama, y la Institución Oficial del Psicoanálisis se lo prohibió, y el ilustre analista dejó de hacer Psicodrama a riesgo de perder su título en la A.P.A. Estamos transversalizados por el psicoanálisis. Es bueno saber hasta dónde. A veces no es necesario) hacer conciente lo inconciente. Es necesario sólo nombrar obviedades, y cuando se nombran adquieren sentido de descubrimiento. En el año 1969 en el Primer Congreso Internacional de Psicodrama, que se realizó en Buenos Aires, el doctor R. Sarro, ilustre psiquiatra español invitado por el Congreso, se sorprendía permanentemente de la fuerte subcultura psicoanalítica que impregnaba las reuniones sociales del congreso, donde según él se "interpretaban desde cefaleas, dismenorreas y actividades políticas hasta determinismos inconcientes". Hace años que nos preocupamos con H. Kesselman de la figura del terapeuta. "Escenas temidas" era el comienzo de esa tarea. Colocar un poco el cono de luz en la figura de los terapeutas.- Centrar más la tarea en lo que sería la Identidad del Terapeuta (tarea que realiza desde hace años Olga García). "Terapia y Existencia" 1 fue mi otra contribución al tema. Identidad del terapeuta, tema bastante oscuro, pero que hace a los fenómenos de transversalidad: económicos, ideológicos, políticos, institucionales, que lo determinan en su práctica clínica y del que en general se habla bastante poco, acostumbrados por la misma tradición psicológica a pensar al terapeuta o como pantalla o como escucha neutral sin deseo. Con el término de escena 2 intentábamos hace años definir este proceso de identidad del terapeuta. Los fenómenos de transversalidad incluyen a los pacientes y al terapeuta por igual. 1

Ediciones Búsqueda, Bs. As., 1982.

Es importante para un psicodramatista conocer todos los fenómenos que hagan a su identidad terapéutica. Nombrar lo obvio es novedoso. Otra manera de conocer la identidad del terapeuta es conocer la historia del desarrollo de la disciplina que se practica en el país. Me he encontrado con terapeutas de grupo y psicodrama en supervisiones que desconocían la historia del desarrollo del Movimiento de la Psicoterapia de Grupo y del Psicodrama en nuestro país. La identidad del terapeuta se hace también reconstruyendo el paso histórico de la trayectoria de la disciplina desde sus orígenes en el país y el recorrido de sus vicisitudes ideológicas, científicas y políticas de esa disciplina. Conocer la historia del rol que hoy ocupo se hace importante. La dialéctica de la historia del rol y sus vicisitudes. "Mi posición no encierra —dice Guattari— ningún misterio; he explicado siempre que con razón o sin ella, seguía esperando que pudiera nacer, a partir de ciertas corrientes psicológicas y de trabajadores de la salud mental, algo que cuestionara radicalmente este tipo de técnicas elitistas. "Considero que las teorías freudianas y lacanianas y grupales son fundamentalmente reaccionarias en todo lo que concierne a la articulación de los problemas del deseo en el campo social. "Pero no condeno en bloque las prácticas psicoanalíticas o grupales sobre el terreno, aunque de hecho en ciertas circunstancias histórico sociales sobrevienen reaccionarias. (Pregunto yo, ¿las prácticas o los practicantes?). "Estoy convencido que la parte verdadera de análisis que puede contener la actividad de algunos analistas o terapeutas de grupos, nada tiene que ver con sus referencias teóricas. "La suerte del análisis y de las terapias de grupo no se encuentra ligada necesariamente a la existencia de esas camarillas insoportablemente amaneradas que cons-

tituyen lo que se denomina las Sociedades o Escuelas analíticas o de grupo. Después de todo, en nombre de cierta concepción del Análisis o de la Psicoterapia de grupo y del Psicodrama, centenares de terapeutas argentinos se han comprometido sin reservas en la lucha contra la dictadura y han enfrentado encarcelamientos, torturas o muertes". ¿De qué habla Guattari: de técnica, de concepciones teóricas o concretamente de posiciones ideológicas, posiciones políticas de terapeutas o de étical La identidad del psicoterapeuta, por ejemplo, se hace también por las diferentes incursiones donde ese psicodrama que fue realizando se fue inscribiendo a través de su práctica social. En relación específica al psicodrama hubo antecedentes que también signaron o marcaron desarrollos o líneas diferentes del psicodrama en nuestro medio, y sus diferentes compromisos ideológicos o políticos en sus comportamientos. Durante el año 1966 se realizaron unas jornadas de nsicodrama, que incluían la presencia de otros psicodramatistas latinoamericanos, en el Hospital Borda. Las autoridades de dicha institución prohibieron la entrada al Dr. José Blejer por razones políticas. Algunos psicodramatistas solidarizados con el Dr. Blejer prefirieron no participar en las jornadas del encuentro en respuesta a dicha actitud discriminatoria. Los organizadores de las jornadas prefirieron obviar esta exclusión y realizar las jornadas. La exclusión, quedaba de este modo, interiorizada como obvia para una generación de jóvenes psicodramatistas. El argumento que se esgrimía era la importancia que tenía para el psicodrama argentino la organización de dicho evento con la participación de psicodramatistas latinoamericanos. Había que salvar al psicodrama a costa de la complacencia y complicidad con las autoridades. Era una complacencia no grata, por supuesto. Entonces ocurre que se compromete la ética. Se crea un precedente. Un modelo para los jóvenes. Se aprende a sacar partido. Allí el psicodrama se ve atravesado por una instancia ética-ideológica. ¿Se puede pen-

sar en la neutralidad del conflicto? ¿Falla el psicodrama o sus intérpretes? Yo creo, de acuerdo a mi experiencia, que el olvido, complicidad o neutralidad frente a cualquier arbitrariedad contra cualquier compañero debe ser respondida con una actitud política, a riesgo de creer inocentemente que esa complacencia no es una actitud política. Hay que aprender a perder algo. Como si política siempre la hicieron los que manifiestan sus ideas y los cómplices o temerosos fueran siempre los neutrales. Ya no hay distraídos o neutrales en Latinoamérica. Ya no hay teoría que salve a nadie. La antinomia es ética solidaria o complicidad colaboradora. Y esa complicidad o colaboración es una marca ideológica que se transmite por todos los poros de la práctica atravesándola. El silencio cómplice, es graduación desde la colaboración activa hasta la indiferencia cómplice. Recordemos el ejemplo de los psicoanalistas de la Alemania nazi que no podían atender judíos. Esa actitud cómplice permite un modelo de identificación para una generación. En ese sentido Plataforma Internacional fue el modelo de una ética para una generación. Un grupo de psicoanalistas se reunió para enunciar algo —lo imposible antes de nombrar— y luego nos enfrentamos con la disolución del grupo, después de la enunciación intentamos tener acceso al más allá del grupo, aún a riesgo de la disolución del grupo. Lo importante fue la enunciación, no su disolución. Un grupo se debiera valorar más por su capacidad de enunciación y no por su perdurabilidad. Cuestionamos 1 y Cuestionamos 2 2 son válidos ejemplos de enunciaciones. El Manifiesto del Grupo Latinoamericano de Psicodrama también fue una enunciación (ver más adelante). Cada vez que un psicoanalista o psicodramatista intenta enunciar un más allá del grupo al que pertenece, pone en peligro al grupo enfrentándolo "ante el absurdo, la muerte 2

Cuestionamos 1 y 2. Granica, Buenos Aires, 1974.

y la alteridad" (Guattari). Los psicoterapeutas eliminan estos peligrosos enunciadores (W. Reich es un buen ejemplo) y generalmente se aglutinan en grupos objetos recibiendo órdenes del exterior. Cada vez que el psicoanalista o psicodramatista enuncia un más allá del grupo al que pertenece, transforma el enunciado en acto político. El poder teme los grupos sujetos y facilita los grupos objetos. Las dictaduras reprimen enunciadores y enunciados. Las democracias burguesas disocian la información de ciertos enunciados (los dejan afuera sin tocarlos). Los enunciados nunca mueren, son retomados por generaciones posteriores que los recrean contextualmente. El modelo de Plataforma Internacional creó modelos de intervención socioanalíticas transformadoras en muchos lugares del mundo. El ejemplo que di antes sólo creó modelos empresariales del psicodrama y peleas no ideológicas sino por dividendos. No quiero con esto sino abrir un espacio posible de discusión para estos temas que hacen al problema de la identidad del terapeuta. Hoy, aquí, Latinoamérica. Yo creo que es la identidad del terapeuta psicodramático o grupal la que definirá el tipo de práctica social que desarrollará, el tipo de investigación que llevará a cabo, la selección de pacientes que hará, el tipo de congresos y aportaciones científicas que realizará, el tipo de contactos ideológicos con otros grupos, el tipo de compromiso político que asumirá o no. Todo este marco define su identidad profesional, y no sólo el nombre con que define su técnica. La identidad del terapeuta en su quehacer va más allá de su adscripción a una teoría y una técnica. Creo que este análisis de la identidad profesional del terapeuta se hace importantísimo para quienes trabajan en grupos en Latinoamérica. Otras implicaciones: En cuanto al psicodrama, sabemos de desarrollos de la técnica en prácticas sociales y políticas comprometidas, como el sociodrama que practicaba N. Brisky con el Grupo Teatral Octubre3, donde trabajaba creando obras de Peronismo de Base.

teatro en los barrios a partir de los emergentes problemas más concretos de la comunidad. El psicodrama como toma de conciencia de las problemáticas sociales más urgentes y de toma de decisiones frente a esas problemáticas se define ideológicamente y requiere una identidad clara del coordinador que utiliza el psicodrama con una finalidad de toma de conciencia social. Conviene aclarar que este tipo de psicodrama se torna "subversivo" para las dictaduras latinoamericanas. Otra tarea que define la identidad es la que se define, por ejemplo, cuando trabajan los terapeutas con psicodrama en los organismos de derechos humanos realizando terapia con los niños de padres desaparecidos. Allí las técnicas dramáticas se utilizan desde una óptica ideológica clara del terapeuta. El psicodrama en la terapia para las víctimas de la represión, sea en su carácter eminentemente clínico, en su tarea de formación, de supervisión o de investigación científica. Lo mismo podríamos decir de los trabajos científicos de toda esta nueva psicología de situaciones límites, donde ya existen trabajos, algunos grupales, otros de psicopatología y otros de los emblemas del imaginario social en las tareas grupales, que sin lugar a duda abren un capítulo nuevo para la psicoterapia. Muchos terapeutas hoy en plena democracia no se animan a publicar fenómenos que perciben en la población torturada, por el temor a ser marcados por los servicios de información. Tal ha sido la gran neurosis traumática que hemos padecido y que seguimos padeciendo. En un trabajo que realizamos con Bauleo en 1976 y que titulamos "Psicoterapia en situaciones excepcionales", intentábamos caracterizar algunos fenómenos clínicos de dinámica grupal y de psicodrama que habíamos observado en nuestros grupos durante el lapso 76-77, período caracterizado por la represión política por todos conocida. En dicho trabajo nos formulábamos los siguientes interrogantes. ¿Cómo eran las sesiones de psicoterapia de grupo durante ese lapso? ¿Qué efecto tenían en el específico campo de la

producción imaginaria de la sesión los acontecimientos sociopolíticos de ese período? • ¿ Qué fenómenos singulares observábamos en la transferencia, en la dinámica de grupo, en las fantasías inconcientes grupales, en el cuadro sintomático de los integrantes y en las condiciones de seguridad de los grupos y en el tipo de dramatizaciones ? ¿Existía alguna singularidad específica del proceso inconciente grupal y su relación con el inconciente social ? En algunos de nosotros existe hoy una cierta necesidad de intentar describir el clima imperante en las sesiones durante ese período, a riesgo de sortear o eludir la fractura o solución de continuidad que sufrió parte de la psicología grupal en Buenos Aires. Por qué hubo perturbaciones serias en el desarrollo de la psicoterapia de grupo en esos años. Desde allanamientos policiales en plena sesión de grupo con la consecuencia de terapeutas desaparecidos u obligados a emigrar, pacientes desaparecidos, sesiones en instituciones que se realizaron con policía dentro de la sesión, terapeutas que abandonaron la práctica grupal de un día para el otro, pacientes que eran torturados, grupos de pacientes que buscaban un nuevo terapeuta de grupo ante la desaparición, exilio forzado o abandono brusco de la tarea grupal por parte del terapeuta anterior. Era común, lo hemos visto en supervisiones, que ciertos temas fueran evitados en los grupos por razones de seguridad o autocensura. Se nos ocurre que no queremos ni debemos perder la memoria de esa época, precisamente porque trabajamos en la clínica con el recuerdo para evitar la repetición. Algunos de nosotros tenemos la necesidad de recuperar nuestra memoria para evitar fragmentar nuestra propia identidad profesional. Las sesiones de grupo de esa época eran analizadores del terrorismo de Estado. Pensamos que somos el testimonio clínico de una época que no debe volver a repetirse. Nuestro testimonio dramatizado desde todos los lugares posibles es también

la psicoprofilaxis de toda forma de autoritarismo y fascismo futuro. Adorno, ese infatigable ideólogo de la Escuela de Francfort, sugiere que para que no ocurra otro Auschwitz no debe tratar de olvidárselo. La curación es recordar para no repetir. Si no recuerdo repito. Y si repito actúo. Otro tema atractivo: producción científica del psicoanálisis, psicoterapia de grupo y psicodrama durante la dictadura. En un trabajo titulado "Lo fantasmátíco social y lo imaginario grupal", trabajo leído en 1982 en el Congreso de Psicopatología, intentaba describir el fenómeno del "sospechoso" en los grupos terapéuticos durante él período represivo, como una producción del imaginario grupal y como intento de elaborar en el grupo las ansiedades terroríficas del inconciente social, analizando la estructura imaginaria de la sospecha. Siempre existía la posibilidad de recrear en el grupo un "sospechoso", un elegido por el rol de la sospecha. Algún rasgo bizarro del sospechoso es aprovechado para invitarlo al escenario. Fisic du Rol. Nuestro mago de turno. Tiene poderes inventados. Pero lo creemos. El peligro es grande. La sospecha circula. El sospechoso se siente investido por el rol. Sabemos que es un buen compañero del grupo. Lo reconocemos. Pero el efecto de la proyección lo transforma de golpe en sospechoso. Sabiduría grupal. Lo necesitamos para atemorizarnos. Es nuestro candidato para el exorcismo. Ojo —inventamos al sospechoso— le ponemos carga de torturador, de asesino a sueldo. Pero él también tiene que inventar la magia del fisic du rol y entonces las proyecciones se producen. Una suerte de fascinación y encantamiento. El sospechado asume su rol con la magnificencia que corresponde al asesino. En el grupo inventamos con nuestra imaginería un sospechoso de un compañero de grupo y el compañero se hace sospechoso. Actúa como sospechoso. Nosotros rein-

ventamos el gran terror de afuera del inconciente social. Jugamos con el miedo. Dispusimos que alguien tenía que aterrorizarnos y el sospechoso aceptó el reto. Escena de terror infinito. Cualquiera puede caer en la trampa y desaparecer. Máximo momento de alineación y máximo momento de creación y exorcismo colectivo (cada grupo tiene en su imaginería su sospechoso, su asesino a sueldo). El máximo momento de terror es el punto más alto del exorcismo. Luego, más adelante alguien dice la palabra, que denuncia la ceremonia inventada para el exorcismo. Desaparece el terror inventado. Reencuentro con el aquel compañero, destinatario de la gran proyección grupal del inconciente social. La institución de la muerte recreada, reinventada en la gran imaginería grupal, padeciendo y recreando los terrores infinitos. Como intento de elaborar lo imposible a través de la encarnación en el grupo de los actores principales del drama del inconciente social. Nuestra preocupación por la transversalidad en los grupos de psicodrama ya se inicia desde 1970, cuando al mismo tiempo que escribíamos sobre los aportes del psicodrama a la clínica grupal (Psicodrama: cuándo y por qué dramatizar; Psicodrama analítico de grupos), también estábamos preocupados por un cierto psicodrama que nos parecía creador de ilusiones de fascinación y transmisor de ideologías que no compartíamos y de quienes intentábamos discriminarnos. Esto se completaba en Buenos Aires con la presencia de coordinadores norteamericanos de técnicas grupales sensitivas, con quienes algunos de nosotros realizamos experiencias que nos demostraban la fuerte ideologización con que los coordinadores operaban en las experiencias, creando por ejemplo una ilusión de felicidad humana a partir de la ruptura de las barreras de la represión sexual. Contra este tipo de técnicas grupales de happy end, es que surgió el Manifiesto del Grupo Latinoamericano leído en Amsterdam en 1971 en el 6" Congreso Interna-

cional de Psicodrama, por Carlos Martínez, Fidel Moccio y Olga Albizuri de García 4 . En ese manifiesto los autores cuestionaban: 1) el uso de las técnicas dramáticas como un producto de consumo; 2) como un supuesto factor de cambio, pero que al pasar solamente por el nivel individual no conduce a cambios institucionales; 3) cuando las transformaciones profundas son evitadas y en su lugar son ofrecidos sustitutos compensatorios que no tienen un real valor de cambio; por ejemplo, la sexualidad sin verdadera genitalidad, el exitismo económico, diversos modos de vida, etcétera; 4) el empleo de las técnicas dramáticas como espectáculo de fascinación o juego novedoso dentro de las técnicas grupales de adaptación. Tenía valor histórico como enunciación, algo quisimos decir balbuceantemente. Fue anterior al nacimiento de Plataforma y Documento, los movimientos que produjeron la gran ruptura ideológica del psicoanálisis internacional. En esa misma época escribíamos otro artículo titulado: "Sensitivity training" ("Mistificación o compromiso"), 1970. Este artículo criticaba a las coordinaciones mistificadoras de los laboratorios de fin de semana. Hace poco estuve reunido con un grupo de médicos y psicólogos de un importante servicio de psicopatología de la capital. La mayoría de los jóvenes me hicieron preguntas que habría que tomar como emergente de una generación de terapeutas que intentan cuestionar viejos lugares de la psicoterapia para crear nuevos cuestionamientos, nuevas preguntas y nuevas identidades profesionales. Están saturados de información teórica no operativa. 1) Decían, por ejemplo, que no tenían acceso a la información de ciertas actividades comunitarias que se habían realizado años antes (72-73-74) y que les sería sumamente útil para sus tareas actuales comunitarias. Concretamente se les evitaba la información. 4 N. del E.: Lo firmaron también Raimundo Dinello guay) y E. Pavlovsky.

(Uru-

2) Cuestionaban el papel del psicoanálisis y sus instituciones durante la dictadura, como lugares donde no se había impartido algún tipo de enseñanza acorde a la excepcionalidad clínica que se vivía. 3) Les llamaba la atención la ausencia de trabajos científicos en los congresos realizados durante el período represivo, que aludieran a lo social, la psicopatología y la asistencia psicoterapéutica y psiquiátrica de esos momentos. 4) En ese momento en el servicio se estaban atendiendo, algunos de ellos internados, "represores de la dictadura". Muchos de ellos, torturadores directos de la época represiva. ¿Qué hacer con ellos?, se preguntaban. ¿Se los atendía a pesar de ser monstruos? ¿Qué pasaba con la contratransferencia? ¿Para qué intentar ayudarles ? ¿ Vale la pena tratar un torturador en crisis ? 5) Reconocían cierto nivel de ocultamiento en la información de los casos de torturadores que ellos atendían. Autocensura. 6) ¿Quiénes ocuparon el poder del psicoanálisis durante la época de la represión?, se preguntaban. Yo era la primera vez que los veía y al dialogar con ellos percibí que se está gestando una nueva generación de terapeutas, que necesita nuevas respuestas para su identidad profesional. El período pasado alertó demasiado a los jóvenes sobre temas como la ética, responsabilidad social, ideología y conciencia de límites. En la misma semana y sin ninguna conexión me llegó un trabajo del Movimiento Solidario de Salud Mental, que cuestionaba cierto movimiento del psicoanálisis durante la dictadura, donde responsabilizaban al lacanismo, entre otras cosas, de la impugnación desea lificatoria, desde las pretensiones de un saber absoluto de todas las prácticas más ricas para la eficacia social del psicoanálisis grupal. Instituciones, inserciones hospitalarias y comunitarias. Ambas impugnaciones provienen de grupos diferentes pero con una actitud semejante. Son gente joven que está trabajando y que tiene la necesidad de revisar la

identidad profesional del psicoterapeuta, psicólogo, psicodramatista. Es la "ambigüedad" —identidad profesional— de muchos terapeutas durante los años de dictadura la causa de que los jóvenes no hubiesen obtenido nuevas respuestas, ni científicas, ni ideológicas, ni éticas. Aún hoy no encuentran respuestas lúcidas. Se abre un capítulo nuevo que trataremos de escribir entre todos. Los momentos de excepcionalidad social y política que vivimos produjeron efectos notorios sobre el normal desarrollo de la psicoterapia. Es imposible negarlo. Mejor hablar o balbucear. Pero decir algo. No repetir el silencio vergonzante de los alemanes a quienes la institución oficial Ies prohibía tratar judíos. Mejor hablar ahora de lo que nos pasó con la atención clínica. Los jóvenes ya no se contentan ni con teorías amaneradas ni con discursos políticos no específicos de la psicoterapia. Ellos preguntan ¿qué pasó?, y ¿
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