Grimorio de la MUERTE
Short Description
Libro del Grimorio de la Muerte escrito por Gabriel Corona...
Description
GRIMORIO DE LA MUERTE Gabriel Corona Ibarra Córdoba
SEYCE Ediciones
© Gabriel Corona Ibarra Córdoba
SEYCE Ediciones http://editorialseyce.3a2.com
Primera edición: Enero 2011
Impreso en España
ISBN: 978-84-614-6858-4 Depósito legal: B-00000000000000000 Queda rigurosamente prohibida, sin autorización por escrito del titular del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro, incluyendo las fotografías y la difusión por Internet.
A mi Padre, Licenciado Alfredo Corona Ibarra A quienes lo inspiraron A quienes lo comprendan sin otro particular un saludo, quedando de usted s. s. s.
Gabriel Corona
Grimorio de la muerte
Escribo estas páginas empezando en el número cero; a manera de prólogo, ya que después de haber leído el contenido del presente occursus, me inspiraron el siguiente cuento:
La diligencia de Fermina Por Alejandro Robles Barrón
CAMINANDO tranquilamente por la gran avenida, embebido en extraños pensamientos y aletargado en sendas epifanías, súbitamente me vi de regreso en la realidad; como pluma de ave titánica sentí que algo me había caído en la cabeza. Era una lámina de cartoncillo, con la figura de un anciano que sostenía una lámpara dentro de sus vestiduras, de barbas blancas y mirada nostálgica, con el número nueve romano. Miré hacia arriba, en dirección al balcón donde pudo haber salido despedida; producto de algún influjo del ventarrón que acababa de pasar. Subí la escalera de caracol que me conduciría hacia el lugar exacto. Era una escalinata frágil en la segunda planta de un antiguo edificio destinado a la renta de oficinas. Todas las puertas se veían en desuso y selladas por el tiempo, sin embargo, la última se encontraba entreabierta. - Entra, la carta te eligió-, era la voz de un hombre octogenario, que resonaba desde el fondo de la estancia, oscura. En la negrura de la pieza, pude admirar tapices persas colgados en 5
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
las paredes, espadas de diferentes tamaños y nomenclaturas. La oscuridad no se debía precisamente a estos colguijes sino al crecimiento de plantas trepadoras que hacía tiempo transgredían el patiecillo exterior y que, sus ramas se habían metido a través de las rendijas de las ventanas. El techo se veía plagado de ellas. - No temas a los gnomos que habitan en el techo- aquella voz se tornaba cada vez más ronca. El aire era fresco, frío por algunos instantes. El piso estaba plagado de diminutos charcos, producto de las lluvias recientes, el lugar no tardaría en sucumbir, la construcción sí que era frágil. - Si has podido cruzar la primera sala, entonces no te preocupes, llegarás. - Disculpe señor; ¿cómo es que se le ha caído este icono, si no hay lugar por donde arrojarlo? Las ventanas están prácticamente tapizadas, todo está ennegrecido… dije con la voz entrecortada. - La personas, y aún las cosas, estimado peregrino, si son honestas no tienen porqué salir despedidas e infames por las ventanas; para ellas está la puerta-, un olor a tabaco empezaba a impregnar el ambiente. Cuando por fin estuve a unos cuantos pasos del ser misterioso, de un tirón se encendieron varias velas a su alrededor. Las flamas parecían salamandras bailarinas, que pendían de diminutos pabilos. En los muros podiase admirar extrañas inscripciones y dibujos ejecutados con gran maestría; un gallo con la guadaña en sus patas, varias constelaciones, planetas y la palabra PERSEVERANCIA repetida en cada esquina de la sala. 6
Grimorio de la muerte
- Muy bien que has podido traspasar todas las estancias, jovencito; habitualmente cuando alguien viene siempre hay impedimentos en alguna de ellas; de repente sienten una mano huesuda tocándoles el hombro, o una voz de ultratumba susurrándoles palabras chocarreras; algunos sienten tanto frío que no hallan el valor suficiente para llegar hasta aquí. Lo peor es cuando las musas muertas, de rostros espectrales y cuencos oscuros en lugar de ojos, salen del enramado y ¡ay de ellos!- era un anciano vestido de levita y corbata de vieja usanza, muy elegante. Había sendos volúmenes escritos en una lengua antiquísima sobre su escritorio. Alagado por tanta cortesía, me sentí en la obligación moral de presentarme: - Mi nombre es… - Sé tu nombre, desde hace mucho; de no saberlo, entonces habrías sido otro de los tantos equívocos visitantes-. De su pipa despedía un humo suave y denso, de tabaco aromático. - ¿De dónde viene tanto misterio, señor…?- él no me había dicho su nombre. - Alfredo Corona, abogado -contestó muy digno-. Una mujer bellísima ha venido desde muy lejos para dejarte un presente. Ella, precisamente hoy, se encuentra indispuesta, por lo que ha decidido retirarse a descansar. Sin embargo, me ha dado instrucciones estrictas sobre lo que he de entregarte. En su mano derecha lucía un anillo cuyo grabado parecía ser el de la imagen de una rosa dentro de un triángulo invertido. El trato de este caballero me inspiró tanta confianza, que dejé de sentirme tenso. A la izquierda del escritorio se encontraba un 7
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
yelmo oxidado, coronado por un penacho de plumas apagadas y despintadas por el paso implacable de los siglos. En su interior había una vela blanca que se quemaba lentamente. - Singular artilugio, ¿no?- mi curiosidad crecía cada vez que admiraba los rincones y objetos que la luz de las velas me permitía observar, el resto de la armadura se encontraba a mis espaldas-. Fue el regalo que un poderoso monarca obsequió a mis antepasados, sin embargo, no es precisamente una investidura para la batalla terrenal. Este rey fue a su vez descendiente un poderoso mago y monarca egipcio; quien logró dominar por largos años el corazón de Europa. Se dice que, el metal con que está hecha esta formidable armadura, hacía que su ocupante traspasara las barreras del tiempo y del espacio. ¿Quieres conocer a la dama de la que te he hablado?, es fácil; sólo debes ponerte el yelmo y sabrás de quién se trata. Decidido a romper con el velo del misterio que me envolvía desde que entré a esa estancia, accedí valeroso. Te guiaré, dijo serenamente mi extraño amigo. - Debes apagar la vela con la yema de tus dedos, una vez hecho esto, cerrarás los ojos… Me puse el yelmo, el anciano comenzó a recitar oraciones en una lengua desconocida; y lentamente sentí que mis ojos se adormecían, entonces comencé a notar que una luz platina iluminaba la sala; abrí los ojos y vi que los rayos del sol entraban por las ventanas, totalmente despejadas y libres de ramajes marchitos. Se escuchaban pasos ligeros, era una mujer. Volví la mirada 8
Grimorio de la muerte
y ahí estaba; una graciosa muchachita de grandes ojos y piel pálida, cabello largo y de cuerpo delicado. Me miraba detenidamente: - ¿Se siente bien? Últimamente lo noto muy silencioso y letárgico, será mejor que vaya con un doctor-. No pude expresar palabra alguna. De pronto, con una mirada pícara, la mujer sonrió tiernamente: -Le tengo un regalo, para ver si alegra ése ánimo-. La mujer corrió elegantemente para buscar el obsequio en cuestión. Entonces de súbito sentí un gran cansancio y caí desplomado sobre el piso, escuché un grito estridente envuelto en llanto. Abrí los ojos y recobré la movilidad, estaba de regreso en la sala del anciano. Él encendió de nuevo la vela y colocó el yelmo encima de ella. ¿Reconoció a esa mujer?, preguntó el anciano con las manos juntas y la mirada dubitativa. - La he visto, en sueños, sollozando; ella hace que despierte nostálgico y muchas veces, triste- respondí aturdido. - ¿Cómo es ella? - Tiene una mirada serena, casi triste; aún así noté que perseguía el alegrarme con su marcha grácil; estuvo a punto de hacerme un obsequio. -¡Entonces ella es precisamente la mujer en cuestión! De pronto el anciano se levantó y me dijo: -Ven mañana a esta hora, ¿Qué día será? Viernes… - Veintiocho de julio. - La puerta estará abierta, pasa con toda confianza, ahí verás la diligencia que ésta mujer me ha designado entregarte. 9
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Salí de exabrupto, o mejor dicho, así fui despedido de aquel lugar. Todo el día estuve callado y pensativo; no pude dormir en toda la noche. A la mañana siguiente, emprendí la marcha presurosamente. Olvidé por completo cualquier otro asunto y me dirigí al lugar dónde había sido testigo de las visiones más extrañas. Subí desesperadamente hasta la estancia y me encontré con mayúscula sorpresa: el lugar estaba completamente vacío. Me dirigí hacia la tercera sala, donde un día atrás había conversado con el anciano. Sólo se encontraba en el escritorio un libro viejo y carcomido, y encima de éste, una nota: “Querido A…: he aquí la encomienda, nos veremos en la otra vida. A…C…”. Entonces tomé el libro entre mis manos y lo abrí; estaba en blanco. De entre sus páginas amarillentas cayó un delicado pedazo de papel escrito con antigua caligrafía, de tinta quemada: “Exprese aquí su amor hacia mí, y revívame. Fermina M. Julio veintiocho de mil ochocientos sesenta y cinco”. Palidecí. Era ella, definitivamente. Desde entonces, no he logrado conciliar el sueño, paso las noches en vela; sin saber la fórmula ni el cómo revivir a ese hermoso ángel, atrapado en las páginas amarillentas de éste libro.
Tepic, octubre de 2009
10
Grimorio de la muerte
ADVERTENCIA
Este es el grimorio de los antiguos; gigantes que dejaron sus huellas húmedas en la lava hirviente de las Salamandras, desde el comienzos de los tiempo. Es la sabiduría de sus raíces, y su linajuda herencia mística; directamente de la casa de los dioses, es el conocimiento eterno de generaciones que se han comunicado cada unos de los ritos, desde la frontera última de sus labios, para que en un suspiro del viento, y custodiado por un silfo llegue hasta el oído del neófito. Historias que son cuentos, cuentos que son ritos, ritos que son historias, contadas en lo profundo de las cavernas; entre el estrepito de una fogata, que trata de lamer la oscuridad con sus lenguas de fuego. Pacto secreto entre los dioses y sus hijos. Hoy lo tienes frente a ti, en tus manos, sientes el peso del papel mientras lo sostienes, pero si eso fuera todo que alegría, por que el peso más profundo es el oculto, el tener tanta sabiduría a tu alcance, el poder estar a un pequeño paso a desvelar los misterios del universo, el poder conocer el pasado y el futuro en un solo ahora, sin restricciones. Es de preguntarte si estás preparado para leer estas líneas, por la responsabilidad que implica el que tus ojos se deslicen por entre sus secretos, arrancándole girones a lo cabalístico y alquímico de sus mutaciones. 11
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Si es así, continúa; si las fuerzas no te abandonan de repente, permite que la puerta quede entreverada, que de entre su abertura deje escapar un rayo pequeñísimo de luz que bañe de sabiduría la oscuridad de tu existencia. Si aun con la advertencia, pretendes profanar su intimidad, te advierto que desistas y en el acto te arrepientas, antes de cometer semejante improperio. Si aun con la advertencia quieres continuar en tu ímpetu necio por profanar el contenido mágico de este grimorio, en los secretos de su contenido, asume las consecuencias de tal acto de falsa humildad y curiosidad insana, ya que está protegido por los antiguos conjuros e invocaciones de los arcanos ancestrales. Mientras en la oscuridad más profunda; la parca afila su guadaña para castigar al que sin merecerlo, sin ser el elegido; penetre en los fastos insondables de este libelo. Que los ojos muertos del profano… del entrometido… de aquel que no es digno… sean en el acto sacado de sus orbes y lanzado cual canicas a las fieras del abismo… Por segunda vez… si te hablo desde el silencio de las palabras, a ti… intruso, profano te prevengo; de la danza que las energías místicas que están dando a tu alrededor, en una vorágine de los arcanos mistéricos y ocultos que viven entre los elementos… que se levantaran de entre los estrépitos del átomo inicial en contra de tu impertinencia… está en peligro tu alma, tu espíritu se destruirá, será lanzado al vacio y absorbido por el sol central, mientras el espacio que tus ojos pretenden profanar; te lastimara con fuegos nacidos en los ojos de un dragón.
12
Grimorio de la muerte
Por tercera y última vez. Si por tercera vez. Te conjuro en el nombre de los arcángeles Rafael, Miguel, Gabriel y Uriel; en el nombre de los regentes Eurus con su ejército de Silfos, Notus con su ejército de Dragones y Salamandras, Céfiro con su ejército de ondinas y sirenas, de Bóreas con su ejército de Gnomos; para que seas detenido en este instante cósmico, que no se cree karma. Si no es posible y continuas con el deseo prometeico de continuar, me libero de cualquier carga karmática, de aquí en adelante viajaras sólo por las inhóspitas y gélidas regiones protegidas por el ángel Azrael, serás pesado y medido en la balanza de Anubis, bajo la mirada escrutadora que dejara al descubierto lo más recóndito de tu alma, frene a los 42 maestros del karma, de donde se determinará si eres un iniciado o un eternamente tres veces maldito… Si resultas ser triple maldito, como en el antiguo Egipto: tu nombre será borrado de la piedra, cualquier papel o fotografía quemados, hasta que el asesinato del poeta en su sintaxis trasmutara en execración y muerte tu epitafio. Empero; si estás leyendo estas líneas, revisa tu cuerpo, suspira profundo para que en tu corazón escuches tú alma, estas ahí, sin heridas; entonces resultaste ser un iniciado, un individuo que no doblara su rodilla ante ser nacido de rebelde pecadora, capaz de continuar escribiendo en lo profundo de estas líneas. A ti entrego este grimorio, no para que simplemente lo leas,
13
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
hoy está entre tus manos por que el regente de keter quiere que seas guardián de sus secretos; sea pues cumplido el designio que te reunió en este sendero del tarot hermético, feliz sea tu viaje en los extremos de la carta siete, le chariot1.
1
El Carro.
14
Grimorio de la muerte
LA HIJA DE LA NOCHE
NOCHE CERO La noche tiende su manto por los azules del cielo, dejando a su paso un color profundo plagado de chispas, mientras la banca en que me encuentro sentado, cruje como anunciando la fatalidad de la vida. Hoy en este parque, tan solitario, alejado de mi, en medio del bullicio de las gentes, tan sumido en mis pensamientos, en mis sentimientos, tan vacio de todo y tan lleno de no sé que, tan separado de lo que soy, pensando que la muerte es algo fuera de mi ser, algo mas allá de mi realidad; una alteridad última; algo que llega y nos asesina arteramente, niña que esta simbolizada por un macabro esqueleto blanco que empuña una larga guadaña; enemigo apocalíptico, invisible, que se nos acerca como a traición para dar su golpe mortal casi siempre certero, o dama engalanada que nos acompaña en todo momento, que sensualmente no invita al final del día a seguirla por los senderos de lo desconocido, ser inefable que hasta los inmortales tiemblan al escuchar su nombre. Me pregunto por qué pienso en esto, y llega a mi memoria aquel recuerdo. Fue hace cuatro días cuando una persona vestida de negro, la túnica de pesada lana le llegaba hasta los confines de su roce con el suelo, sólo amarrada a la cintura por un grueso cordón del mismo color opaco, pero con muchas medallas colgando de 15
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
entre su tejido, de varios tamaños, unas doradas otras color azogado; que tintineaban a sus más leves movimientos, en un sonido apagado y sordo; llegó a tocar en mi casa, aproximadamente como a las nueve de la noche, llamó a la puerta fuertemente, como desesperado; tocó con tres grandes golpes, después como apresurado y inmediatamente de una breve pausa tocó tres veces más, para repetir la operación, a lo que acudí para abrir la puerta. Cual va siendo mi sorpresa al ver aquella silueta a contra luz de la lámpara del alumbrado público, que detrás de la siniestra figura resaltaba el aspecto mórbido de su estampa, figura inexpresiva, con la piel demacrada, un ser delgado, con los ojos hundidos; que al verme habló con una voz que le nacía desde el fondo de la garganta, aguardentosa, como si saliera de una gárgola en día de tormenta. ¿Es usted el señor Marih Kjurám Abí-Yah? Si, ¿que se le ofrece? Sólo extendió su mano consumida, que sostenía un cilindro de pergamino, y sin más palabras me entregó aquel paquete; cuando lo tuve entre mis manos; dio la vuelta y se alejó, sin mirar atrás, perdiéndose al dar vuelta en la esquina de la acera, para no volver jamás.
16
Grimorio de la muerte
LA CARTA
Desde que recibí aquella carta, cuatro largos días en que no he dormido, en que las ideas se me han fragmentado, dando paso a una serie de imágenes caóticas que recorren mis recuerdos, sin llevarme a ninguna parte, en un vacio que se antoja superficial. Porque de hacerlo profundo me sumiría en la peor de las locuras. Pero aquel paquete que me entregó el desconocido; consistía en: Una vela de cera virgen, amarillenta, chorreada, con el pabilo ennegrecido por la acción de la combustión; con un olor acre o a panal, pegajosa. Enrollada en un pergamino escrito con tinta escarlata salida de criatura nocturna. Se podía leer al principio una advertencia que rezaba más o menos así: Mi Amigo, Sin Otro Negocio; Urge leas esta carta En la intimidad de tu santuario; a la lux de la vela que se acompaña Ret:.lajado a las doce de la noche Tiempo; para la decisión que se te pide, de lo contrario… ¡¡¡Él Asesino, él enemigo!!!
17
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Si has decidido seguir leyendo la presente misiva, será bajo tu riesgo. Hoy a las tres de la madrugada, hora en que las puertas del cielo se abren de par en par y baja el arcángel Azrael a pasearse por el mundo; se presentara un enviado de nuestra secta secreta, para medir tu valor, así seguidamente se irán presentando algunos de nuestros protectores para que los conozcas, el día 23 de junio en la noche de San Juan pasada la hora que marca el veinteavo segmento de la regla, período en el que se abren de par en par las puertas intangibles del “otro lado del espejo negro”: deberás esperarnos en la encrucijada que forman las calles Mariano Abasolo y Avenida México, en la segunda banca, vestido con algodón de matiz negro para la ocasión, sin dinero en tus bolsillos, ni llaves viejas o cualquier otro aditamento, tus bolsas deberán estar vacías, tus pies descalzos, tu espíritu y alma preparada, tus ojos los vendaras tan pronto empiecen a sonar las doce campanadas, esto es para que no seas tentado por las reinas cobrizas, las princesas en flor o las ninfas diamantinas cautivas de los embrujos, brujerías o maldiciones de los faunos astados; que no te devoren las culebras, o te chamusquen los dragones y salamandras, o se torne tu pelo blancuzco, por mirar de frente a el jinete que hala las riendas del caballo azabache, de ojos centellantes de carmín. Animal que galopa con herrajes de plata, mientras lanza destellos Selene de entre sus pisadas, que se pierden entre la niebla que despide su nariz, o la desnudes de las hadas que salen de paseo a la luz de la Luna llena; seres féminas, misteriosas; o los duendes y trolls 18
Grimorio de la muerte
que se escapan de sus grutas para recorrer el elemento que los vio emerger mientras se cobijan en la oscuridad de la noche, entre los matorrales, solo se te permitirá llevar un pendiente de plata en forma de pentagrama con las cuatro letras del nombre inenarrable. Atentamente s.s.s. 13.44
19
Grimorio de la muerte
PRIMERA VISITA
A la tres de la madrugada de la noche que termina del día y el que comienza me encontraba dormido entre el capullo formado por las mantas de la cama, cuando de mi lado derecho empecé a escuchar un resollar profundo y jadeante, que me obligó a abrir los ojos, voltee poco a poco, en la oscuridad de mi recámara, y tope mi vista con los ojos enrojecidos de un gato montés color negro, al verme; con el nerviosismo propio de su especie, en un arrebato de bestialidad fue que tiró un zarpazo, el cual me dejó herida la nariz, para cruzar de un salto sobre la cama; en una turbulencia salió del cuarto apresurado, como movido por los hilos invisibles de un titiritero siniestro. Salí del lecho siguiendo aquel animal, que se dirigía al portal de la casa. Cuando llegando al final de su travesía, justo donde Juno detiene al viajero, atrapado entre las protecciones de oro y plata incrustadas en los gruesos barrotes de madera que flanqueaban aquel portón, y mi persona; estando la bestia en aquel dilema; me retó con su última mirada amenazante, solo para desvanecerse en la oscuridad del pórtico. Inquieto me quede a meditar aquel suceso, los parpados se esforzaban en permanecer abiertos, temerosos del retorno de la bestia.
21
Grimorio de la muerte
SEGUNDA VISITA
Ya por la mañana, como a las seis; escuche un graznido, que me sacudió, sacándome del estado letárgico en que me encontraba; dirigí mis pasos vacilantes a la sala, revoloteando, chocando contra la ventana, los muros y las puertas vi a un cuervo azabache que revolotea dentro de la casa, corrí por una escoba, dispuesto a matarlo; lo perseguí, el ave asustada se replegó hasta la esquina del cuarto, ya sin salida alguna, clavó su cuencas de obsidiana en el arma que blandía entre mis manos sudorosas; yo dispuesto para asestarle el golpe mortal, alguien tocó suavemente mi hombro izquierdo, susurrando una frase ininteligible al oído, voltee para ver quién era; no había nadie, sólo flotaba en el ambiente el olor de yerbas como el romero, la albahaca y la ruda; lleno de dudas regresé para terminar con la vida de aquel animal, para mi sorpresa había desaparecido, no sé como, por donde salió tampoco, aquella casa estaba totalmente cerrada, y aquel ave negra como el ónix ya no estaba.
23
Grimorio de la muerte
LA TERCERA VISITA
La noche del tercer día tocaron a la puerta de nuevo, como a las tres de la mañana, el sueño se me iba, recuerdo que en ocasiones despertaba pero no podía abrir los ojos, como si algo impidiera que mis párpados abrieran, sentía mi piel muy pero muy caliente, casi sentía que ardía. En ocasiones no podía mover siquiera el cuerpo, como si la sabana pesara toneladas, luchaba por separarme de aquella prisión textil, sentía pesado mi cuerpo como si alguien estuviera encima de mí impidiendo que me levantase, el esfuerzo fue agotador pero finalmente logré levantarme, como si algo o alguien se desprendiera de la cama cual trozo de madera que sale despedido por efecto del hachazo certero del leñador. Por fin logré dirigirme para ver quien tocaba, abrí la puerta, me encontré con una mujer desnuda, su piel blanca azulada, dejaba ver los aureolas excitadas en lo más alto de su erección, en armonía con la redondez de sus senos, invitando a que siguiera el camino que delataba su línea nigra oscura, terminando directamente el lo sensual de sus carnosos labios, la visión se ofrecía cual si fuera en un sueño húmedo. Aquella hermosa mujer; despojada de vanidades y ropas; caminaba muy despacio paralela a la camioneta, con su dedo índice de la mano izquierda, rosándolo por el cofre, muy lento, con la mirada clavada en el trazo que su dedo dejaba, como si 25
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
estuviera enamorando aquel frio metal, dibujando con sensualidad, lentamente volteó para mirarme. Mis ojos lo sentí ardiendo, el alma me dio un vuelco, mi pecho sonó como un tambor tribal, mi respiración se escuchó profusa, mientras se incendiaba la parte baja de mi cuerpo. En la palidez de su figura; ante mí se transformó en un gato blanco con manchas negras, alejándose; por más de forma calma. Poco le importó lo que yo estaba sintiendo. Miré atónito aquella escena, la camioneta y al rededor de la misma se veía como si hubiera llovido, mojado el piso, solo a un metro alrededor del vehículo, y el resto de la calle seco, mientras el gato volteaba para verme de soslayo y sin prisas se perdió entre los carros estacionados enfrente. Aún excitado, con el cuerpo temblando de erotismo y no de frio; me quede un rato pensando en lo sucedido y no supe que hacer, por lo que regrese a dormir, posiblemente en sueños llegara una respuesta a situación tan sicalíptica y extraña.
26
Grimorio de la muerte
CUARTA VISITA
Siendo las doce del día, el sol en pleno cenit, vi en lo alto de la escalera una mujer morena clara, de cabellos negros y pesados, cayendo por los lados de su cuerpo, cubriendo sus senos, logrando que sus pezones fueran el tesoro por descubrir; vestía una túnica blanca de tela muy delgada, vaporosa; que permitía ver las formas redondas de su cuerpo, una doncella como de veinte años, hermosa, escultural, su abdomen se veía suave y definido, su sensualidad atezada inflamaba la pasión de mis sentidos. Me invitaba a subir los escalones. Interrumpiendo mis sentidos; habló con una voz suave y armoniosa, una voz que invita al amor. - Hola Marih, recuerda que hoy a las doce de la noche te vamos a estar esperando. Dicho esto, empezó a evaporarse poco a poco, ejecutando una danza voluptuosa. Recordé lo que escribiera Mozart, en una carta a su padre; describe a la muerte como: “la mejor y verdadera amiga de la humanidad,.... la llave que nos abre la puerta a nuestro verdadero estado de felicidad....”, yo agregaría al amor y la pasión.
27
Grimorio de la muerte
ENCUENTRO
Me recosté con la intención de descansar, de prepararme para el acontecimiento por suceder; en un estado de somnolencia o vigilia mi mente penetró a los sueños donde comencé por ver una semilla entre falanges, blancas, descarnadas…que la depositó en una maceta de tierra negra, la semilla comenzó a descomponerse, putrefacta se apagó su vida, tan solo para dar paso a una nueva, un brote verde salió de sus entrañas, abriéndose paso, las hadas en salmodias de creación, cuidaban aquella planta. La muerte y la vida son las caras de la misma moneda, la vida brota de la muerte, en una danza inalterable, ya la semilla trasformada en árbol, de su follaje dejó caer un millardo de semillas, alimento de aves y ardillas, de ratas y lombrices, el ciclo natural se reconstruye, palpitó un suave susurro en el aire “Lo temps és breu”2. Viento que se lleva lo que ya no se necesita, el desprendimiento de lo viejo, da cabida a lo nuevo, rejuvenecimiento mítico de Perséfone visitando a Deméter.
2
El tiempo es breve.
29
Grimorio de la muerte
LA ESPERA
Sentado en aquella banca del parque, cuando el sol estaba alumbrando en plenitud el nadir. Recordé las historias que me contaba mi padre, sobre la antigua orden de los caballeros de Ophiuchus, semidiós zodiacal capaz de resucitar a los muertos. La leyenda cuenta; que dentro de sus iniciaciones sometían a los profanos, al poder de las constelaciones de Serpens Caputi y Serpens Cauda3, mientras bebían del cáliz serpentario. La copa de oro, cuajada de rubís, presentaba la forma de una serpiente enroscada desde la base, depositando su cabeza amenazante dentro de la misma. Contenía el veneno de un áspid, en mixtura con licor místico. Tras de la libación; los profanos caían en un sueño mortuorio que duraba, lo que duraba los tres giros de la tierra sobre su eje, sueño del que solo unos cuantos despertaban; los más continuaban en el arrebato místico de Hades. Cuál sería mi destino, tomar de aquel brebaje, cortar mi cuerpo para firmar con sangre, morir; desconozco… sólo espero la realidad de mi presente.
3
La cabeza y cola de la serpiente.
31
Grimorio de la muerte
DESDE EL PRINCIPIO
En la esquina varias personas se abalanzaban sobre el puesto de fritangas, en una banca distantes unos novios se prodigaban cariño. En aquel momento fue que llegó una calesa negra, se detuvo, abrieron la portezuela y bajaron dos hombres de gabardina negra, encostalaron mi cabeza, amarraron mi cuello y manos por la espalda. Desesperado, quise gritar, pedir auxilio, nadie atendía al clamor de mi súplica, era como si no existiera, no nos veían, no nos escuchaban, ellos seguían en su mundo, sólo el mío se agitaba. Aquellos hombres me arrastraron rumbo a la calesa, a la fuerza y entre tropiezos entre en el carruaje; ya en el piso, sentí el tirón del movimiento, un tránsito eterno, no sabía a dónde me llevaban, desconocía mi destino, me preguntaba: ¿Cómo fue que llegue a esto? ¿Qué me orilló a tomar este camino? ¿Fui yo el que lo decidí o alguien me manipulaba? mientras las preguntas hacían fila al interior de mi alma, mis raptores me despojaban del calzado, dejando al desnudo las plantas de los pies. La calesa se detuvo, los corceles bufaron, me bajaron. Llevándome a un sitio donde pusieron mis pies desnudos sobre un puño de tierra, mientras alguien punzó mi pecho y me dijo: - No te atrevas a dar un solo paso, permite que la fuerza 33
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
de tus antepasados corra por entre tu ser, que la tierra antigua te transmita los secretos que encierra en su lobreguez, que las cenizas de los abuelos te den la sabiduría necesaria para pasar las pruebas que tendrás que enfrentar. Se lo que estas pensando, si… esta tierra es del barro que uso Dios para hacer a Adán, revuelta con las cenizas fúnebres de tus antepasados alquímicos, todo imbuido con la gnosis de la Diosa Primigenia. Si te atreves a dar un solo paso, serás carroña en la espada que apunta a tu corazón. Así es que mantente quieto, no te muevas… petrifícate. - Las palabras taladraron mi cerebro, quise salir corriendo, si no podía dar un paso al frente, podría darlo hacia atrás. Con los dedos entumidos toque lo que pude alcanzar en la nada, esperando no se diera cuenta mi interlocutor. Se escuchó una carcajada. - Crees que puedes escapar, estas equivocado, detrás de ti se extiende un abismo que puede ser la morada de tus huesos, si lo intentas. - Eso me desanimó, la saliva de mi boca seca, se tornaba espesa; de mi frente corría un sudor grueso, con el que me ardían los ojos, por mi espalda sentía un río; que con su caudal a gotas, me daba escalofrío. De las plantas de mis pies empezó a correr una vibración desconocida para mí, en ratos caliente, en ratos fría, que me angustiaba el intelecto, pero apaciguaba mi espíritu, una ola de sensaciones que fue subiendo hasta apoderarse de mi mente, para dar paso a un sentimiento de vacuidad. 34
Grimorio de la muerte
Me tomaron de la soga que circundaba el cuello, me jalaron, y mis pies empezaron a dar pasos torpes, sobre un piso marmolado, comencé a subir una escalera con dificultad, ya que mis ojos estaban cubiertos, y mi cuerpo se comportaba como drogado, dando tumbos llegue a un espacio, me imagino amplio y alto, por que el viento corría por entre mi cuerpo, me quitaron la caperuza que cubría mi cara. Vi a doce personas vestidas con túnicas negras, al centro uno de ellos con un pedazo de tiza blanca, dibujaba varios símbolos sobre el piso. Yo alcance a reconocer algunos como la estrella de cinco puntas y la de seis, una escalera, varios círculos concéntricos, letras hebreas, el signo de Aries, leo, sagitario y escorpio, unos animalitos como lagartijas alrededor del circulo mas externo, y un dragón coronando. Terminados los trazos, se acercaron dos que traían unos recipientes de latón, con cuidado colocaron el recipiente más grande al centro de aquel diseño. Por lo que pude ver era agua el contenido del mismo, luego sobre el agua pusieron el recipiente más chico, era algo como una copa grande. Cuando estuvieron los recipientes bien dispuestos, se acercó un cuarto que traía en su diestra un martillo negro y en su siniestra una daga flamígera ceremonial, los cuales golpeó con fuerza tres veces sobre los recipientes, hasta sacarles chispas. Aquel trebejo estalló y después del rápido estruendo, se inflamó en el contenido del recipiente más pequeño, levantándose una llama de color azul que iluminó el espacio en que nos encontrábamos. 35
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
El venerable sacerdote en jefe; Comenzó a recitar en latín, mientras colocaba un orbe en el hocico del dragón, sobre la espalda de aquel animal mítico colocó tres plumas de águila, un átame, dos columnas de pan ázimo; de seis piezas cada una, cuatro vasos: uno con vino tinto, otro con sal, tierra el tercero y agua el último, seis inciensos. Levantó la flameante daga, en agresiva actitud, la sostenía con sus dos manos. Trazó en el aire varios símbolos con la punta, dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales. Las llamas del caldero del centro empezaron a verse color violeta, con paso firme y con la daga en su mano se acercó a mí, tomó mi mano izquierda y pinchó el dedo cordial. Vi la sangre manando de la herida, pero no sentía absolutamente nada, me acercaron un pergamino donde puse la huella que dejó mi digitus medius ensangrentado, luego me ofrecieron una bebida amarga, entonces me colocaron en decúbito supino dentro de aquel trazo que se extendía por el piso. Uno a uno se fueron retirando, el último colocó en mi pecho una rama; en cada una de mis manos un talismán, rezó, me tocó la frente y se alejó. Recordé las palabras de Platón: “El cuerpo es la prisión del espíritu, de la que se escapa con la muerte”. Mis parpados empezaron a caer, el cuerpo se entregó al descanso, mi alma a viajar.
36
Grimorio de la muerte
FRONTERAS
En aquel local solo y obscuro, adornado con dos sillas de madera de cedro, frente a un espejo con marco de nogal, con su pequeña mesa de roble, sobre la misma tres vela moradas e inciensos flamígeros, un gato negro acostado del lado izquierdo y al derecho un jarrón con flores blancas. Me senté en un ángulo de cuarenta y cinco grados, viendo en la profundidad de la luna plateada que reflejaba el cuarto, en la silla sobrante, se empezó a ver una nubecilla violeta, que empezó a cobrar forma humana, me frote los ojos, dirigí mi vista a la silla, estaba vacía, pero en el espejo la silla estaba ocupada por una hermosa doncella, sin creerlo aun voltee entre tres y cuatro veces, la silla a mi derecha seguía vacía, en la visión del espejo estaba acompañado. - No te asustes, sólo quiero conocerte… estas traspasando la frontera ente el mundo de los vivos y los muertos. Su voz, dulce me tranquilizó, entonces me detuve en cada detalle de su rostro, para recorrer el resto de su figura, llevaba un tocado de plata, su cara era la de una virgen, su mirada profunda, amorosa; sus labios carnosos, sensuales, provocativos; sus ropas brillaban en un azul añil con vivos dorados y rojos, al cuello le colgaba un dije de dos medias lunas encontradas, varios anillos poblaban sus dedos de marfil, el solo verla me daba un vuelco el corazón, ¿qué le pasaba a mis sentidos?, me estaba enamorando 37
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
locamente, ¿quién es esta mujer que causa desasosiego en mis entrañas? Observando a la damisela, advertí que su boca se movió; volvió a emitir tranquilizadores sonidos - me doy cuenta que estas sintiendo… te conozco. - Dicho esto el espejo se obscureció por completo y solo quedé en medio de aquel cuarto sentado, nadie más me acompañaba. El gato se había ido, las velas ya no estaban, la mesa desapareció, la mujer me abandonó…
38
Grimorio de la muerte
TRECE VELAS
En la oscuridad total en que me hallaba, a merced de las fuerzas universales; negrura que fue tornada en luz, frente a mis ojos incrédulos; cobró vida una llama de color naranja con la forma de una paloma, que en su aleteo dejaba ver llamas con una pátina carmín, mientras entonaba un canto angelical; cuando terminó de cantar, dejó libre el espacio, apareciendo tras de sí un espejo. La magia continuó y fue entonces que se reflejó, mientras aparecía una segunda paloma de fuego, que entonara la misma canción; el ciclo mágico se fue repitiendo hasta que se formó un círculo de trece palomas ígneas, que al unísono cantaban aquella divinal canción. Al terminar de súbito chocaron al centro, por encima de mi cabeza; dando paso a las formas de una mujer algo epicúrea, que descendió suavemente inflamada de pasión en color gules heráldico; tocando con su dedo índice mi hombro derecho, el espacio se incendió por entero en una luz tan brillante en el que perdí la vista no por ceguera, sino por aturdimiento.
39
Grimorio de la muerte
BESTIARUM VOCABULUM4
Comencé a sentir un libro entre mis manos, bastante grueso, pesado, empolvado, viejo, con textura rugosa y aterciopelada en su centro. Con miedo, abrí los ojos, para mirar lo que en mis manos se encontraba. Un compendio de bestias mitológicas estaba ante mis ojos, acaricié el libro, me emocioné, que secretos podría develar al abrir sus páginas, así que sin miramientos lo intente abrir, nada, no se podía. Vi que a un lado de mi pierna derecha estaba un cuenco con granos de sal gruesa, tome unos pocos con los dedos gordo, índice y medio, los lance por sobre mi hombro izquierdo, para ahuyentar a las fuerzas malignas que pudieran estar queriendo ver por sobre mi hombro. El libro cobró vida, levitó; se abrió por si solo en el capítulo dedicado a las gárgolas. Lo leí con detenimiento, cuando llegue al final del capítulo, me fue imposible dar vuelta a las hojas, el libro se cerró para petrificarse por completo, transformase en piedra andrógina. A mi diestra estaban un cincel y un martillo, los tome, y sin proferir palabra alguna, comencé a devastar la piedra negra, conforme volaban las lascas, fue emergiendo de su núcleo una gárgola, sus colmillos estaban afilados, igual que sus garras, sus 4
Bestiario, es un compendio sobre bestias o animales mitológicos.
41
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
ojos amenazantes, la textura de su piel que dejaba entrever fuertes músculos, cuando la terminé por completo, deslicé mis dedos sobre la superficie rugosa de su piel, la observé por un largo periodo, por arriba, por los costados, enfrente, abajo, atrás y quise penetrar en la profundidad de su abstracción. Corrió el tiempo, sería un minuto, serian las horas, poco importaba, aquel demonio menor estaba ahí mirándome desde su lapidaria mirada, algo me quería decir. Continúe viendo a la bestia, para comulgar con su silencio pétreo, fue entonces cuando pensé, en el libro decía que se podría conjurar la piedra, lanzarle un hechizo, para darle vida a la roca, despertar los señoríos que durante milenios la diosa había depositado en sus entrañas y poder contar con la protección de la gárgola. La lectura fue rápida, sólo una vez… si leí una invocación en latín antiguo especial para este caso; pero no la recordaba. Recordé vagamente algunas palabras en latín, asimismo que entre mis pertenencias traía una pequeña piedra de rayo. Coloqué la piedra de rayo en lo profundo de la garganta de la gárgola. Invoqué su poder, y comencé a conjurar por siete veces las siguientes palabras: ¡¡¡Vibratus ab œthere fulgor lapis vita!!! No pasaba nada, entonces tome saliva con mi dedo índice derecho y coloque un símbolo sobre la frente de la gárgola, le di un poco de pólvora fuerte, que gargareó a destajo. Por segunda y por tercera vez repetí siete veces las palabras 42
Grimorio de la muerte
en latín, siempre sosteniendo la gárgola entre mis manos, sin despegarle los influjos magnéticos que fluían de mis ojos a los suyos. Mas que hechizando aquella mole de granito, el hechizado estaba siendo yo, creando un lazo mágico entre aquel ser y mi espíritu, una amistad eterna; fue entonces que la gárgola parpadeó, regresándome la mirada altiva. Un guardia nacía entre mis manos.
43
Grimorio de la muerte
XÓLOTL
La multitud gritaba enardecida, los alaridos se elevaban como anunciando una muerte macabra, serian soltados los perros de guerra; los Alanos; traídos de la península ibérica. En el centro de aquel patio, un indio semidesnudo, sentía flaquear sus fuerzas, miraba alrededor, veía a sus verdugos con las gargantas abiertas, y de entre los dientes correr hilos de baba gruesa; él sólo estaba armado con un garrote, sabía lo que pasaría, el aperreamiento, se enfrentaría a dios Xólotl, su mente divagaba entre luchar por su vida o entregarse a su venerado Dios, inmolándose en su honor. Vio que de unas jaulas de palos retorcidos, dejaron salir a cuatro monstruos con las orejas cortadas al ras de su testa, de un porte esbelto, musculoso y enormes, con las centellas fulgurantes amarillas, plagadas de hilos sanguíneos, la lengua salía cual víbora amenazante, de la que colgaba una masa viscosa, oscura caverna flanqueada por una hilera de cuchillos blanquecinos y maloliente, ladrido estremecedor y demoniaco. La hora estaba marcada, era entregarse o luchar. Los perros bermejos se abalanzaron sin temor alguno, saltando dispuestos a matar, el indígena los recibió a palos, el instinto pudo más que sus creencias, atacó a los perros sin misericordia: el dios dejó de ser, el dios había muerto, el estaba entregado a sobrevivir. 45
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Un perro logró apoderarse de la mantequilla suave, los peroneos se desgarraron entre sus afilados colmillos, la sangre brotó, los animales se excitaron, la comida estaba ofreciendo su mejor aroma, los invitaba inevitablemente al festín. El dolor fue agudo, cayendo de rodillas, no por que estuviera orando; la rodilla se incrustó en la grava y el polvo, el garrote voló decidido a la cabeza incrustada en su pierna. El golpe fue contundente, el perro se desplomó sin vida a su lado. La vida le volvió al cuerpo, se animó, un enemigo menos, sólo quedaban tres, regresó con mayor ímpetu a la batalla, estaba decidido a salir con vida de aquella empresa. Entonces el conquistador venido de Extremadura, dejó escapar su voz, desde lo poblado de su rostro barbado. - Que falible método de tortura es este, sólo una pequeña herida; y una de las bestias muertas; quiero a ese indígena muerto, haz algo. Su interlocutor; hombre menudo, vasallo de aquel señorón; pero con algo de poder por estos lares, algo nervioso dijo - Suelten a Amadís, para emperrar a ese indio insolente. El encargado de las jaulas en su desesperación por obedecer a su patrón, chocó contra ellas, dejando escapar a seis perros más, entre dogos, lebreles y un Ixcuintla negro y pelón. Al menos eso era lo que alcanzaba a ver el indio. Poco le importaron los perros al hombre que dignamente confrontaba a la muerte, se hincó, vio directamente al perro calvo, y sin titubeos comenzó a rezar. La jauría se amontonó a su alrededor…
46
Grimorio de la muerte
El dolor cesó, el indio abrió los ojos impresionado, quería saber que estaba pasando, entonces fue recibido por la lamida del animal bermejo al que le diera muerte, se paró, y vio alrededor, estaba a la orilla de un río, su única compañía era el canino, el cual lo miraba sin parpadear un poco, echado en sus patas traseras y dejando colgada su lengua, aquel animal que momentos antes era el peor de los monstruos, se transformó en dócil. Al otro lado del río había unas personas; empezó a reconocer que varios familiares y amigos… lo venían a recibir, tomó al xólotl-itzcuintli del cuello y juntos cruzaron la corriente por última vez.
47
Grimorio de la muerte
AMBYSTOMA MEXICANUM5
En este día de luna llena, justo en que cumplo cincuenta y dos años, recuerdo que la muerte se acercaba, acechaba por entre los rincones, se escondía en cada esquina en la que daría vuelta, para observarme detrás de cada puerta, asomarse cual francotirador por cada ventana; sentía lo gélido de su mirar, como caminaba a lo largo de mi espina dorsal, el sueño se esfumaba, llevaba días sin dormir, tal vez semanas, que importaba si podía esconderme de la muerte, ganarle la delantera y que no me encontrara. Esto es gracioso, jugando a las escondidillas con el Ángel de la muerte. Pero tengo la idea de haberle ganado, hoy llega el libro que encargué al tendero de la librería de esotérico, “los dioses prehispánicos, mitos y ritos”. - El asustadizo quídam, caminaba por las calles de la ciudad, con cuidados extremos, al llegar a las esquinas, y antes de cruzar la calle, miraba tres veces en cada dirección, se persignaba y corría apresurado hasta la siguiente acera. Supuestamente ya a salvo, revisaba la cuadra que se extendía frente a él, los edificios, las casas, si las paredes no estaban agrietadas, si no había algún gato negro cerca o perro que le atacara, cuando estaba totalmente seguro continuaba su camino, con pasos lentos, protegiéndose lo más posible. Por fin llegó a la librería esotérica. 5
Ajolote.
49
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
- Hola como está, ya tengo el libro que encargó, llegó justamente hace una hora, permítame traérselo. - Está bien, aquí le espero. - El hombre se sentía seguro, en aquel local comercial abundaban los fetiches, amuletos y talismanes, así es que la espera por el libro no sería problema alguno. Salió el tendero del almacén con un embalaje de paquetería sin abrir, tomó el cúter amarillo… - No… no lo abra, así entréguemelo, mejor dígame ¿cuánto le debo? - Son 888 pesos. - Sacó novecientos pesos de la cartera de piel roja, los deposito sobre la vitrina, se dio la media vuelta y salió de la librería rumbo a su casa. Ya en la intimidad de su casa, se dirigió al closet de su cuarto, quitó las cajas de zapatos, separó la ropa colgada, tomó la caja que contenía el libro colocándola bajo su brazo izquierdo; abrió una puerta oculta, que daba a una escalera de caracol que llevaba al desván, subió nueve escalones, se agarró fuertemente del tubo central de la escalera, y se colocó sobre el décimo escalón, la escalera chasqueó, girando en sentido contrario a las manecillas del reloj, ahora en vez de subir, bajaba, cuando al fin se detuvo estaba en el sótano. Aquel lugar estaba alumbrado por trece lámparas de sal petrificada, dispuestas en círculo, alrededor del cuarto, al oriente estaba una pecera enorme como de cinco metros de frente por tres metros de alto por cuatro metros de profundidad, junto a 50
Grimorio de la muerte
esta un altar; al sur una mesa de trabajo, una silla ergonómica de oficina, cómoda y con ruedas, al norte un sillón, y al poniente un librero, al centro sobre el piso varios signos trazados con tiza blanca y carbón. El hombre tomó la silla, se sentó frente a la mesa de trabajo, tomó una daga ceremonial de pedernal, y con mucho cuidado la corrió por dentro de la caja, abriéndola con cuidado, tomó el libro, se fue directamente a leer el índice, encontrado el tema deseado, deslizó la yema de su dedo de poder; sobre la hoja para posicionarla junto al número de carilla, abrió el libro en la página, para leerlo con detenimiento. Lo leyó una vez, dos, tres… varias veces, hasta que hubo aprendido de memoria el contenido del tema, estaba leyendo sobre la leyenda y ritos del axolotl, del eterno niño, de su eterna búsqueda de la inmortalidad, de cómo huía de la muerte, lográndola esquivar. Dejó el libro sobre la mesa, rodando la silla hasta quedar frente a la pecera, dentro nadaban varios ajolotes negros y blancos, pequeños animalitos parecidos a las salamandras, coronados con un penacho de seis bastones rematados en rojo, con cuatro extremidades cortas, una cola, pero lo más interesante, era que presentaban cuatro dedos en las extremidades delanteras y cinco en las traseras, en una relación cabalística con la carta del tarot denominada la luna. Tomó dos perennibranquios: una hembra y un macho. Recitando un cántico en lengua náhuatl, durante treinta minutos prosiguió cantando aquel salmo, todo el tiempo acariciando a los dos monstruos acuáticos, cuando terminó, los presentó a los 51
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
seis puntos determinados por el símbolo Ollin: me refiero a los cuatro espacios cardinales y los dos recintos mistéricos. Salió sin prisas del sótano, se dirigió a la cocina y aun vivos, cocinó a los pequeños animalitos teratológicos. El mortal, disfrutó aquella cena, sin importarle el lado oscuro de Venus, o si los dioses se enojaban; lo cierto es que el festín era exquisito. Desde aquel día, hace ya setenta y siete años; que la joven criatura cena dos ajolotes cada trece lunas llenas.
52
Grimorio de la muerte
LA PLUMA
El extremo de las alas de un Ángel, justo en el justo lugar donde se doblan; se le llama cuento. Aquel día, caminé por el cuarto, me encontraba solo, sé que me había visitado el Ángel de la muerte, estaba totalmente atormentado, asustado; circulé de un lado para el otro, de un extremo al opuesto, algo me llamó la atención, debajo de la pata izquierda de la silla, estaba una pluma, la recogí con cuidado, la jugué entre mis dedos, estaba suave como las mejillas de un bebé, empero expulsaba un fuerte olor a viejo o a muerte. Me senté, admiré la pluma por largo tiempo, por un tiempo que se antoja eterno, pero por un instante que es efímero; ¿aquel era un regalo?, ¿un compromiso?, ¿la olvidó?, ¿la perdió?, ¿porqué la dejó?...las dudas no doblegaban mi espíritu, lo engrandecían. Entonces vino una idea a mi mente, que pasaría si escribía con la pluma del arcano místico del número XIII del Tarot, el trazo que su punta dejara, transmutaría lo escrito en realidad…que se yo, no soy más que el instrumento de un engranaje cósmico. Pero por que quedarme con la duda… Carbonicé en un carbúnculo; un poco de incienso de copal, me serví una copa de tequila, de cera virgen encendí la vela, dispuse la tinta color vino carmín, un pergamino y me dispuse a escribir… 53
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Las palabras fluyeron con estrépito, dejando su huella en aquel espacio blanco; manchas que cambian el curso de nuestra historia o nuestro pensar, cuento que habla de mis deseos; historia… rito… secreto… Me vigilan; en el fondo unos ojos que espían, se asoman por entre la oscuridad, obsidianas perdidas en lo negro de la noche; mirada mesmerica, hipnótica que recorre mi espina dorsal, mis manos escriben la carta que quiero escribir, escriben la carta que me vas a ordenar; trazo del mortal, grafías influidas por un ser inmortal…
54
Grimorio de la muerte
GATO NEGRO
La noche tendía su velo oscuro por entre los abedules, la noche amamanta a sus hijos, el sueño se vuelca en lo más profundo de sus locuras, más allá de lo que no puedo pensar, logra crear mundos eternos, románticos encuentros, cielos morados llenos de vampiros translucidos. En la oscuridad una sociedad secreta llama, invoca a la hija de la noche, aquella que finge dormir en la oscuridad, para no alertar a su madre. Siguen cantando los rezos bajo la luna nueva, los Caballeros de la Muerte; miran el otro lado del espejo, su profundidad, los reflejos deformados; en un contacto con los Príncipes de la muerte sociedad execrable de mórbidos intereses. El canto ensordecedor continúa, dice algo como:
55
Grimorio de la muerte
LOS GEMELOS
Hermosa; tiendes tus cabellos negros de seda en el profuso espacio endrino: Plagado de lágrimas, de diamantes; ofreces el misterio lácteo de tu busto a la blanca niña en tu regazo, que te cela. Los mielgos acurrucados en tu nido: Duerme plácidamente uno de los amantes, la otra; te miente esperando tu descuido, acecha cual animal herido tras del matorral; afila, persigue; asesta golpe certero para atacar por traición al mortal, centellea el filo de su guadaña que corta de tajo la vida por entero. Eco sofocado, afonía de la entraña… Señor del silencio cuyo corazón está callado; pulso mudo, estremecido; mientras te muerde un perro rojizo. Cloto, Láquesis y Átropo6 te están hilando. Es de aupar los que bajo el polvo yacen… La duración de lo terrenal es como un espejismo; visión opaca del espejo ennegrecido; Cuando quiera tu Mensajero arrebatarte. Porque sólo es una vida… De poco se acerca la languidez, Mientras se desprende La vejez, Con sabiduría acepta la partida; Somos libres, por los dioses con su suerte, Los que nacemos a la vida tras la muerte. Las parcas: Divinidades romanas del Destino, que se identifican con las Moiras griegas, hiladoras del nacimiento, vida y muerte que en México se les atribuye a las tres Marías o tres lloronas, y son referente directo de la muerte. 6
57
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
El espejo oscuro vibra, al unisonó de la convulsión de sus reflejos; gato negro que ronronea la pierna fría del visitante artero, es Ker quien está presente, lado siniestro de la moneda lacerada en su perfil, dualismo intrigante de Mors y Tánatos. El manto oscuro cubre las calles de la ciudad, el amante va en su carro rumbo a su casa después de haber saciado su deseo carnal, no sabe lo que encontrará al dar vuelta en la esquina, conduce creyendo que la calle está sola. Mientras unos ojos obscuros esperan escondidos, esqueleto que se desliza sobre el lomo del gato negro, que tiene un ojo azul y otro café. En el templo del espejo, los cantos continúan su ritmo hipnótico, en lo profundo del cantico, el líder repite incesante un nombre, Al muerto se le suele citar por el nombre completo, sin perdones, el canto se escucha fuerte, el nombre se va escuchando débil, unos cantan, el otro conjura, los muchos llaman, el individuo asesina. El vehículo da vuelta en la esquina, el gato sin saber salta a la calle, se atraviesa, cuando las centellas se reflejan en su cristalino, intentar esquivar el golpe mortal, corre… corre… corre… pobre animal. Da la vida por el ser que en el vehículo va, el caucho se arremanga, chilla el piso, el Ángel corta el hilo dorado…el auto se estrella por esquivar. El amante recuerda de forma fugaz, que de niño le pidió al felino los papeles cambiar.
58
Grimorio de la muerte
Se baja con la frente ensangrentada, ve con la columna desecha al pequeño, su amigo de la infancia; lo toma entre sus brazos, lo aprieta fuerte en su regazo, lo acaricia, lo mima, siente el dolor que se filtra, que puede hacer… nada, se queda quieto… ve su reflejo convexo… Último suspiro, última mirada cóncava… se va…
59
Grimorio de la muerte
GRAZNIDO
La hechicera, la anciana que vive a las orillas de la ciudad, la de los cabellos blancos despeinados, sin dientes, con las manos nudosas, engarrotada la derecha, porque en ella lleva a todas partes la medalla de donde emana su poder; vestido holgado de algodón, veteado y roído, viejo con olor a naftalina, falda larga, pesada, circular como escondiendo la juventud de su sexualidad, chanclas de plástico, uñas terregosas, cigarro en la zurda, siempre preparada con el humo para ahuyentar a las fuerzas de la oscuridad, está un poco vieja, un poco ciega; pero nada sorda, todo lo escucha, todo lo contesta, esperando el momento de que dejes la plata en la mesa; ¡Sí…! ¡En la mesa…! Junto a los cartones amarillentos, las cartas españolas con que te hecha la suerte o te habla del mal de amores o lo que tú quieres escuchar. Aquella señora a la que los del barrio temen, por ser la bruja, que duerme de día y vive de noche. Las madres dicen a sus hijos; -no te acerques a su casa, aléjate de esa bruja maldita, te puede pervertir, drogarte; abusar de tu juventud, robártela; absorber por entre tus narices la energía de vida. Te prohíbo tajantemente que te acerques a ella. Cuando en el lavadero comentan los chismes del día anterior se escucha: - Se dieron cuenta ayer se estacionó frente a la casa de la vieja una camioneta negra como a las tres de la mañana, seguro no anda en buenos pasos. 61
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
- Nada que ayer a las tres de la tarde llegó una señora, acusándola de que le había robado a su hijo, de que se lo estaba devorando poco a poco, que lo dejara libre, que lo dejara ir, que si no lo hacía le echaría a los judiciales, que por qué; disque lo tiene de esclavo sexual; ustedes creen. - No estarás equivocada, porque a quien he visto salir de ahí es a una jovencita como de 15 años de edad, que a veces trae una niña en brazos, yo nunca he visto salir a un jovencito. - Como serás tonta, esa muchachita, es sólo el sebo. Son platicas tan acaloradas, que las vecinas de la hechicera nunca se dan cuenta que el cuervo las observa desde el frondoso paraíso, como avisándole a su ama de las noticia más actuales; dura un poco más la plática, tan solo para ser interrumpida de la forma más arrebatada, cuando llega la bruja con una palangana llena de trapos del mas rojo color, los avienta en el primer lavadero que tiene a mano, sin importar si ya está ocupado, invade lo que cree ella, es de su propiedad. - Órale bola de viejas argüenderas, que si no se van en ese momento pa su casa, les lanzó el hechizo de la mano negra, o el nudo de espalda pa´ sus mariditos, y haber que hacen en las noches calurosas, echarse agua fría o salir a buscar hombre en las esquinas. No está por demás decir que las mujeres renegando, gritando, maldiciendo y demás; se retiran de los lavaderos, pero siempre se les ve en los ojos el miedo; la de la cabellera blanca, tira las tres o cuatro garras, pedazos de vendas llenas con la sangre de los intestinos de pollo que limpió para la comida de esa tarde; porque las brujas también comen. 62
Grimorio de la muerte
Las asusta, con hechizos, sortilegios, conjuros o con la muerte, las aterra, las llena de fantasmas, abusa de las cargas que desde milenios traen arrastrando en su mente, juega con sus temores más profundos, se divierte, las ve correr ante sus ojos; ¡Sí…! ¡Casi ciega! Poco importa, porque logra un respeto que emerge victorioso de lo más subterráneo de sus miedos. Esta noche en sueños voy a visitarla, ¿El cuervo se dará cuenta de mi presencia? ¿Cuándo reza frente a su altar, la imagen descarnada le avisara que voy en camino? ¿Sus cartas se elevaran de la mesita de noche, para avisarle con el siete de corazones, que recibirá una visita inesperada? ¿Cuál será el medio mágico que le informará de mi presencia? o ¿Sólo será un charlatán que se esconde tras la vestiduras histriónicas de un arcano sicalíptico? Hoy por la noche lo descifraré. Prendo cinco velas color violeta, en su llama enciendo los inciensos de sándalo, visto mi cama con sabanas blancas, reviso que este correctamente colocadas las imágenes de los arcángeles en cada uno de los cuatro puntos cardinales, doblo mis rodillas mirando a oriente, arrodillado me presento solo ante el creador, en un rezo para mi protección; me intento persignar con la mano izquierda, pero algo me lo impide, recuerdo que es augur de maldición en santiguarse con la mano zurda; recapacito y bendigo mis cuerpos con la mano derecha, desnudo, tan solo con la protección que cuelga de mi cuello, coloco mi cabeza con dirección al norte, me sumo en la más poderosa vigilia, para poder bilocar mi ser. Me siento ligero, sin ataduras, libre, puedo volar, me reviso, 63
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
veo cada parte de mi cuerpo, si esta completo, ahora me visto de una túnica de un blanco resplandeciente, ahora sí; puedo continuar mi viaje, llego a la casa de aquella mujer, traspaso el techo, y desde lo alto observo la escena. En el cuarto esta una cama, fortín de la abuela de cabellos albinos, una mesita de noche, tres sillas, un tocador antiguo con una luna de cuerpo entero, frente a los pies de la cama, ¿Será para viajar al otro lado del espejo? Un buró que hace las veces de altar, y un closet cerrado; entre la cama y la mesita de noche está sentada la bruja; tendiendo los cartones amarillentos en una acción de cartomancia; manipulando la mente inocente de tres jovencitas que están sentadas enfrente, seguro preguntando sobre el bello mancebo que les roba las horas de sueño, de cómo lograr atraparlo entre los lazos mágicos del matrimonio; observo la escena: - Mira muchachita te voy hablar de la “vena amoris”, la vena que corre directo del dedo anular izquierdo hasta el corazón; haremos un hechizo de amor para lo que tendrás que conseguirme dos anillos de plata, una para ti, y otro para él, un mechón de su cabello, un tarro de miel, un plato blanco nuevo, sin dibujos … Algo está pasando, siento que me observan, una mirada pesada, reviso para cerciorarme si la dama se dio cuenta de mi presencia; no ella esta entretenida con las mozuelas; acaso alguna de ellas tiene el don, ¿es algunas de ellas?; no están bien hipnotizadas… ¿Qué está pasando o qué se me olvido?… Reviso de nuevo el cuarto, todo está igual.
64
Grimorio de la muerte
¡Claro…! Me olvide del cuervo. Volteo a la esquina superior cercana a la ventana, ahí está el ave negra muy quieta, viéndome, sin parpadear, estudiándome; queriendo saber quién soy, a que voy, para inmediatamente graznar; anunciando a su dueña sobre el intruso y sus intensiones. Las dos pequeñas piedras negras brillantes, estaban clavados en espera de los movimientos que hiciera, este era el momento preciso para ver si podría comunicarme con los lenguajes de los animales, sin emitir sonidos, con los ecos suaves apagados de una comunicación mental, más que palabras, transferí los sentimientos, las ideas, los símbolos de un arte antiguo, los ojos del cuervo se transformaron en las ventanas de una declaración interminable, en ellos podía ver los comienzos de la amistad con aquella bruja, los pactos realizados, mucho más, los secretos se desdibujaron, la bruja quedó a descubierto, en lo negro del reflejo ocular. El cuervo quedó tranquilo, espolvoreó su plumaje, se acomodó, dirigió su pico a donde seguían platicando las mujeres. Volví a concentrarme en las platicas de la bruja, seguí dispuesto a saber los rituales que aquel ser me podía enseñar. - Como te decía muchachita, tienes que atrapar a ese hombre, vas a realizar el siguiente ritual, dos días antes de luna llena, tomas dos cuarzos rosas en tu mano derecha, luego colocarás las dos sortijas de plata dentro de un vaso de vidrio sin dibujos, lleno hasta la mitad con agua bendecida, poniéndolo fuera de tu ventana, para que las saetas de la luna llenen el vaso con su energía romántica, la foto que tienes, donde estas con él; la po65
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
nes bajo el vaso, el resto del vaso lo llenas con miel y pétalos de rosas, esto a media noche, empiezas a rezar, diciendo: Gran Diosa de la Luna Llena, Selene diáfana que ves lo más profundo de los misterios del alma de los amantes, te invoco para que unas nuestros corazones, permitas que nos amemos por siempre, danos la prosperidad y el amor que necesitamos para llegar al altar unidos por el lazo de tu bendición; así sea, así se haga y así es. Cuando termines la oración coloca los cuarzos en el vaso, repite la oración los dos días siguientes, el día después de la luna llena, regálale el cuarzo y el anillo a tu amor, coloca el cuarzo tuyo bajo la almohada donde duermes, para que tus sueños se unan a tu hombre, y el anillo ponlo en tu dedo anular izquierdo para que con esto ahuyentes a todas las energías negativas y a los Ángeles malvados que te emboscan por encima del hombro izquierdo, con esto te aseguro que en menos de tres meses, te estará pidiendo matrimonio. - ¿Qué era lo que tenía que aprender de esta mujer? ¿Por qué los antiguos me mandaron a este paraje? ¿De qué se trataba esta empresa? Yo quiero trascender… No comprendo… Será que al pertenecer a la tierra, a su gente, a los hechizos más básicos; al ser parte de ellos, más que trascender en lo individual, trasciendo formando parte del grupo, porque tú te vuelves la posibilidad de trascendencia, desde el escaño más humilde, que permite que de entre el grupo sea uno el que lo represente, si y sólo si; uno, el líder. 66
Grimorio de la muerte
No comprendo… Estoy confundido… El viaje iniciático es individual, se trasciende con el trabajo arduo, con la destrucción del ropaje de oropel, cambiándolo por un simple harapo que te permita ser más libre. Por hoy es todo, mañana regresaré, tal vez tendré la oportunidad de develar el mensaje encriptado que los antiguos me dejaron oculto entre los girones de vida de esta anciana. El cuervo intenta graznar… se da cuenta que me puede delatar, no es el momento, entonces con un parpadeo me despide. Dure varios días pensando, no me hacía a la idea de volver por aquel lugar, la vieja indígena, me descubría, y la verdad que podía aprender, las dudas viajaban por mi mente. Está bien, este viernes visitaré aquel lugar de la bruja canosa, veré que es lo que los antiguos quieren enseñarme. - Sin saberlo la siguiente incursión del temerario caballero; le permitiría conocer como se invoca a los elementales, las fuerzas que se conjugan para formar el cosmos, el polvo de estrellas que se reúne en un torbellino luminoso que logra darle forma a los seres que se creen semidioses. - Cuando la noche había tendido su manto, y su hijo Hipnos terminó de pasarse por entre las almohadas de la ciudad, realicé mi ritual de protección, me dispuse y viajé. Recién llegué al recinto de la bruja; el cuervo me estaba esperando, me vio llegar, pero esta vez me tenía un lugar reservado, una vista diferente de aquel lugar, lo recorrí, era el mismo sitio de la otra noche, nada había cambiado, sólo una cosa, desde el techo no advertí que el armario o pequeño altar, era un baúl viejo 67
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
y con una cerradura muy particular, desde la cual se desprendía una cintilla como de seis centímetros de ancha, de plata, llena de varios símbolos de protección, todos en una filigrana exquisita, entonces me comió la curiosidad, esos signos los conocía, el mensaje estaba en esa cintilla o dentro del baúl de roble dulce, oscurecido por el tiempo, con algunas quemaduras, huellas de los mas ancestrales rituales en el que fuera testigo, era testigo mudo que sobrevivió a quienes lo crearon y utilizaron, estaba desesperado, que podría decir tanto signo, así que comencé a descifrar, después de un rato descubrí que sólo eran símbolos de advertencia y otros de protección, entonces lo importante estaba dentro, el contenido me llamaba, sería esta mujer mi Pandora. La bruja se levantó, se acercó al baúl, despejó el altar improvisado, sacó una llave de entre las prendas que sostenían su feminidad; la introdujo en el ojo del pestillo, y dando varios giros en un sentido, en otro; lo abrió. Sin saber que la observaba, que mis ojos miraban por detrás de su persona, con la ansiedad del niño que quiere descubrir los secretos de la abuela, levantó la tapa, dejando al descubierto sus magníficos tesoros. Me apresuré por ser el primero en descubrir su contenido: dentro estaban una espada, joyas, monedas, un cuenco, una copa, y un libro antiguo, pesado, grande grueso, amarillento de pasta engarzada, con decoración de piedras preciosas. Tomó la espada, la colocó solemnemente sobre la mesita de noche, con el pomo orientado hacia el occidente, colocó el libro sobre la mesita y con respeto, el respeto que se merecen los que han trascendido 68
Grimorio de la muerte
a sus creadores, lo abrió; tomó un lápiz y unas hojas, comenzó a tomar nota de lo que leía, ensimismada en su investigación no se percató de mi algarabía, encontré el secreto de aquella bruja. Tocaron a la puerta en esa noche de luna en cuarto creciente, la mujer cerró el libro, y bajó las escaleras que la conducían al desván, para abrirle la puerta a una de las doncellas del día anterior. - Hola muchachita, pasa te estaba esperando, recuerda que no es muy sabio hacer esperar a esta vieja bruja, porque sus minutos son el tesoro perdido de sus días. - Señora, mire le traje lo que me pidió. - Déjame ver si esta todo… Si… Bien… La anciana miró sigilosamente en todas direcciones, como buscando espías escondidos entre los carros; para luego cerrar, poniendo doble llave. - Déjame ver la foto que traes. - Tomó la foto y la guardó en el cinto que sostiene su falda; de que le servía verla, estaba casi ciega. Tomó el brasero que contenía las ascuas de carbón, tomó las siguientes yerbas: ruda macho y hembra, laurel, rodajas secas de cebolla morada, cáscaras de ajo macho, hembra y japonés e incienso que estaban dispuestas sobre la mesa del comedor, rezando y soplando la bruja se inclinó sobre el brasero, La respiración entrecortada de la bruja empezó a parecer un estertor agónico. Movió ligeramente los párpados, mostrando las encías desdentadas. El viento agitó el humo del brasero... las ascuas se tiñeron de un rojo fulgor, o tal vez lo hacían invisibles presencias 69
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
que se revolvían en la penumbra, sahumerio todos los rincones que pudo, limpió a la muchacha, todo estaba listo, se podía dar comienzo al ritual, el propósito la unión de dos seres nacidos de la carne. La joven mujer no estaba impresionada, no se daba cuenta que sólo era el comienzo. Llenó de sal gruesa un plato de porcelana, que flanqueaba la puerta que daba al jardín; con delicadeza le puso alcohol; le lanzó un cerillo de palo, se inflamo; las llamas embravecidas bufaron, retando los poderes de la vieja, sesenta años tentaban al destino, mientras un humo negro oscurecía los cabellos de la enmarañada cabeza blanquecina. El calor de las brasas reveló un rostro lleno de heridas, marcadas por el tiempo, surcos profundos, sembrados de experiencia. La bruja profirió, -anda muchacha sáltale, pasa al patio y comienza a desnudarte. La muchacha asustada, saltó aquella llamarada azur, entre mil estrépitos la sal mágica que se quemaba empezó a tronar incontrolable, saltan despavoridos los enemigos, corren a esconderse. La bruja tomó las notas que escribiera en su cuarto. Agarró una botella de aguardiente, se deslizaron en su garganta tres tragos, sin hacer un solo gesto, colocó de nuevo la botella en la mesa, y se limpió los labios con la manga mugrosa, beso proscrito, dirigiendo sus pasos al patio. En aquel claro selvático urbano, microcosmos de la madre tierra, se encontraba en el piso un símbolo de protección; un pen70
Grimorio de la muerte
tágrama wicca orientado hacia el oriente, rasgando en su punta más próxima el velo de Isis, en el naciente se enarbola un altar. La joven mostraba la redondez de sus senos, su piel se antojaba cual pétalo de tinta rosa, con la textura carnosa del durazno, mujer delgada; con los aureolos en estado de tumefacción, el frio se reflejaba en sus pezones. La bruja sostenía la espada en su derecha. Sin titubeos la deslizó por los cuatro costados de la doncella, como cortando los cordeles de un titiritero siniestro, terminando; las dos voltearon directamente donde el sol asoma sus primeros rayos al amanecer, para tocar a las cuatro puertas que existe en su corazón, mientras el campanario toca la doceava nota de bronce. En la regencia de Ralpada; se encontraba un sahumerio despidiendo una columna de humo. En la regencia de Nijd; una veladora dorada destellaba sus lenguas de fuego. En la regencia de Kanisc; un cáliz estaba lleno de agua lustral. En la regencia de Bhog; una sal terrosa, gruesa estaba depositada en un cuenco de madera. En un círculo más interno, en cada una de las puntas de la estrella refulgente; unos pequeños depósitos con miel, tenían en el centro una vela rosa prendida. Trazó a lo largo de su cuerpo la cruz cabalística, arrebato alquímico para su protección. La mujer de la cabellera color Ixtlac, con fuerza expelió tres veces el aire que contenían sus pulmones; blandió la espada cor71
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
tando la columna de humo, trazando un signo, para al final dar una estocada al centro, en dirección de su corazón, purificando el aire, invocando a los Silfos, bajo los aires de Ressu, se le oyó decir -YHVH-. Una columna de luz amarilla apareció, descendió el arcángel Rafael. El fuego la esperaba, crispado, con sus dedos tocó tres veces la llama, trazó el mismo signo con la espada; estocada, que purifica el Fuego, invocando a las Salamandras, bajo los aires de TusNo, se le oyó decir -INDA-. La columna roja de luz fue el vehículo del arcángel Miguel. Hundió los dedos gordo, índice y medio en el cáliz por tres veces, sacudiéndolos en las cuatro direcciones, con el gordo esbozó una cruz en el entrecejo de la mujercita, la punta de la espada tocó la superficie del liquido en un dibujo antiguo, arañazo al espacio que purificó el agua, invocando a las Ondinas, bajo los aires de Féroci, se le oyó decir -EHEIEH-. La columna azul deslumbró a la llegada del arcángel Gabriel. Tres granos de sal jugaron entre los dedos de la derecha, se deslizaron en el tobogán que formaba la esperaba, el signo, el corte, tuche, purificaron la tierra, invocando a los Gnomos, bajo los aires de SABORE, se le oyó decir -AGLA-. El arcángel Uriel descendió en la columna blanca que iluminó aquel rincón. Llegando al centro, con la espada en alto; invocó a la Diosa, al gran espíritu y al arcángel Metatrón. Invocó las fuerzas de cada uno de los elementos, les dio la bienvenida a los elementales, explicó que los convocó para que
72
Grimorio de la muerte
la mujer desnuda pudiera llegar al altar de la mano del hombre de sus sueños. Pidió su consejo e intervención. Con gran reverencia se dirigió a la diosa afrodita para que dirigiera aquel ritual, tomó un listón rojo en el que estaban escritos los nombres, colocó la fotografía en el regazo desnudo, joven y pulcro; el rojo cordel se extendió alrededor de la cintura de la doncella, como queriéndola atrapar, amarrándola a los dejos de sus sentimientos pasionales, deseos condenados con el listón del deseo de la mujer; 7 velas rosas con el nombre de ella y él; grabados con la punta de una espina desgarradora en lo blando de su textura, fueron el testigo mudo de fuego que iluminó su desnudez; la anciana dejó un camino circular, sello de amores formado de polvo de canela y azúcar. Las rodillas tocaron la tierra en un acto de humildad, el contacto con la madre estaba hecho, en el ambiente empezó a flotar una tonadilla femenina de súplica, su cantar parecía agradar a los presentes, los labios se fueron tornando suaves y carnosos gajos de durazno, las pupilas se dilataron, bajo el ritmo de los más ocultos tambores de sus cuerpos deseosos de amor. Después de un rato el sonido de tambores, liberó su hechizo al universo, el silencio se apoderó del espacio entero, el tiempo se detuvo, sólo para comenzar el segundero su carrera, cuando las flores rebosaron de rocío. La bruja ofrendó en el altar tres panes ázimos y una copa de vino tinto, dirigió la hogaza a los labios ávidos de besos. Con la delicadeza de los ángeles trozo el pan clavando los dientes en lo
73
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
suave de su cuerpo, sin abrir los ojos, entregada totalmente a su divinidad íntima, el licor mojó sus labios, para deslizarse por las profundidades de su ser, comunión entre mundos. Dieron las gracias a las fuerzas presentes, las despidieron y en un borneo final cerro el circunvalación de los dioses. - Mi niña vístete, y coloca esa foto junto con el lazo entre tus ropas íntimas. Me dispuse a retirarme, ya conocía el secreto, regrese mi vista, para observar a mi cómplice emplumado, su actitud era diferente, algo había cambiado, el ave abrió su pico negro, y lanzó al viento su más feroz grito de batalla, mi presencia había quedado comprometida. La anciana con cabeza de cotomitl; volteó para todos lados, buscando al intruso que se atrevía a conquistar el espacio más sagrado de su casa, el perturbador de sus hechizos; lanzó sal al suelo, a los cuatro puntos cardinales y maldijo, así que me retiré en el instante, podría ser el blanco de aquellas maldiciones. Vi por última vez al pajarraco, el entrelazó lo negro de su mirar, por un momento fuimos uno solo. Al recuperar la conciencia de mi unicidad, mi cuerpo reposaba indolente sobre el frio tálamo de mi habitación.
74
Grimorio de la muerte
TLALLI7
- Tetlamatzin me citó esta noche en la caverna de la diosa negra. - ¿Y para que pediste el consejo del anciano ese? - Quiero saber que pasó el día de mi nacimiento y que me depara Tlaltecuhtli. - Todos sabemos que serás un gran guerrero, que lograras todo lo que te propongas en esta vida. - No importa, hoy estaré a la hora indicada a la entrada de la caverna, llevando un ocelotlxochitl en mi mano derecha. La luna se formó circular en el firmamento, el manto nocturnal se extendió, dejando entrever pequeños orificios, pequeñísimas ventanas al infinito luminoso, o serían ojos cristalizados de ciempiés. El muchacho dispuesto se acercó a la entrada de la cueva, esperándolo estaba un tlilocelotl. Caminaron juntos, internándose en las profundidades de la tierra, la tea destellaba hermosamente en los ojos del ocelote8. Caminaron como una hora aproximadamente, se detuvieron cuando llegaron donde se veía un pequeño hilo de lava, el ocelote se transformó en el anciano, tomó un poco de pinoltetl, o polvo de tierra, lanzándolo a la lava, y comenzó diciendo: 7 8
Tierra. Jaguar.
75
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
- Tlalollin, el señor Tlaltecuhtli responde a tu pregunta. El reino de la tierra se extiende incesante bajo nuestros pies y tú estás destinado a ser el señor de estas tierras, te llevare a mi reino por tres días para que aprendas a gobernar con respeto, honor y la estimación de tu pueblo; solo cuídate de la traición de Maghiscatzinn. - Dicho esto, la lava despidió un vapor mortal, que Tlalollin aspiró por completo; dejó de sentir su cuerpo el cual quedó en estado catatónico, sólo a un paso de la muerte, quedaría boca arriba en aquella gruta, entonces recordó dolorosamente; que el nombre del brujo era Maghiscatzinn.
76
Grimorio de la muerte
EHECATL9
La dama desesperada tomó las cartas del mazo del tarot: la emperatriz, el mago, los enamorados, y la luna. Con mucho cuidado las colocó en cruz, uniéndolas entre sus centros. La foto del hombre que ella quería para esposo, la colocó sobre la cruz que formaran las cartas del tarot, formó un círculo de azúcar mascabado y canela en polvo. Prendió una vela rosa. En la flama prendió un tronquito de canela en rama, debidamente enrollado en hilo color rojo, bañado de miel. Cuando la rama de canela tuvo un ascua al rojo vivo le pidió al hada que vigila esta especie que intercediera. - Espíritu que habitas la canela; te ruego que escuches mi voz, gracias por traer a mis brazos, al hombre de mis sueños, que es justamente el amor que merezco, en gracia y perfección; asimismo que el humo de este incienso vuele alto y llegue hasta ti, llevando mi mensaje de gratitud. Introdujo su dedo índice derecho en la boca, y lo llenó de saliva, trazando un símbolo mágico sobre aquella fotografía. - Con el poder del liquido mágico de mi voluntad, que la fuerza está en mi, invoco el poder. Comenzó a soplar con fuerza, pero despacio, sobre la rama 9
Viento.
77
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
de canela, a cada soplo la ascua se encendía con una intensidad pasional, el humo se vertía sobre la foto, para luego ascender a las alturas… Detengo mi dialogo: no sé por qué estoy pensando en… Mary; años que no la veo.
78
Grimorio de la muerte
TLEMAQUILIZTLI10
En la mañana la madre indígena llevó a sus gemelos, para bañarlos en el remanso que forma el río, con mucho cariño los acarició, mientras el agua corría, les cantó una melodía en náhuatl. Los niños jugaban alegremente con el líquido transparente; mientras el agua seguía corriendo entre las piernas de la madre. Terminado el chapuzón; se puso a secar a su pequeña hija Tlapipitza, a la niña se le cayó el ombligo. La madre lo tomó y lo situó sobre una penca de maguey, su esposo se los había encargado mucho. - Mi amor, cuando se le caiga el ombligo a los niños; me los guardas, para llevar a cabo el ritual tradicional de mi familia. Recordando esas palabras, la mujer se dispuso a secar el agua del pequeño cuerpo de Tletl, pero sus ojos se desorbitaron, no tenía el ombligo, donde estaba, se paró de súbito, volteó en varias direcciones, siempre son los ojos hurgando el suelo, si no encontraba aquel cordón umbilical, sería un pleito fuertísimo con su viejo. Buscó por un lado por otro, y nada, su frente y manos estaban empapadas, tomó la pequeña toalla con la intención de recoger aquel copioso sudor, al pasar la tela por el rostro sintió que algo le raspaba, sería un insecto que se enredó, revisó, para 10
Día del Fuego Nuevo.
79
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
advertir que era el ombligo del niño, lo puso junto al de su hermana, y se sentó a descansar, no habría problemas al llegar a casa. Tomó a los bebés, amarrándolos con el huipilli; lo más cerca a su cuerpo, ya asegurados, agarró la hoja de maguey; pero otro contratiempo, había pateado aquella penca, los ombligos estaban revueltos, que le diría a su viejo, después de mucho pensar decidió decirle de forma discrecional que un ombligo le pertenecía a Tletl y el otro a la niña. Cuando llegó su marido, ella le entregó los ombligos. - Viejo, aquí están los ombligos; mira este es el ombligo de Tlapipitza y este es el de Tletl. La mujer había salvado el día, resolvió de forma practica el dilema, pero lo más importante su marido se comió la mentira. - Gracias mujer, hoy en la noche realizare el ritual de mis antepasados, sembrare el ombligo del niño en el campo de batalla, el de mi hija en la cocina cubierto con cenizas del fogón. Emocionado tomó los ombligos, los guardó, cuando cayera la noche realizaría el rito, sin la mirada indiscreta de sus vecinos. Cuando Selene tubo su más fuerte brillo azul, el hombre salió de su casa rumbo a el escogido campo de batalla, sembraría el ombligo de su hijo, sería un guerrero valeroso, estaba sumido en sus pensamientos, de repente tropezó, al caer de bruces, botó el tesoro que ocupara su mano derecha, se levantó, sacudió sus ropas, y con la luz argentina encontró aquellas joyas familiares, pero cuál sería el ombligo de Tletl.
80
Grimorio de la muerte
Se sentó hasta bien salido el disco áurico, pensando que si llegaba a sembrar el ombligo de Tlapipitza en el campo de batalla, su hijo seria un mandilón, o quien sabe que pasaría, asustado dirigió sus pasos a la choza del brujo del pueblo. Ese hombre sabio, el nahualli; sabría qué hacer. Tocó a la puerta de la choza, y escuchó una voz ruda, pero cansada. - Pasa muchacho te esperaba hace tres horas. Ándale pásate, la puerta está abierta. El hombre entró en la choza, y puso sobre la mesa los ombligos, y le contó detalladamente la pequeña y dolorosa historia. No te preocupes, yo se que hacer. - Déjame los ombligos, yo resolveré el problema. ¡Ahhh y pon un billete de quinientos pesos! El padre desesperado, colocó un billete junto a los ombligos, retirándose de aquel lugar, confiado en que el nagual resolvería el problema, con los conocimientos que los ancestros le enseñaron. Aquel indio, prendió el fuego de un anafre que tenía dentro de la choza, le rezó a Xiuhtecuhtli, cuando los carbones estaban al rojo vivo, lanzó los ombligos al fuego, regresaría en unas horas, cuando el fuego hubiera cumplido su encargo, mientras se marcharía a descansar. Cuando las ascuas fueron sólo cenizas blancas, despertó el brujo, tomó las cenizas, salió al patio y esparciéndolas por los seis puntos cardinales, diciendo en cada uno de ellos:
81
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
- Hijos míos, los libero; que los dioses cuiden sus pasos, que la ardilla mística traiga el fuego de la sabiduría a sus mentes. Tracen sus vidas, logren sus metas, sean las personas que su voluntad determine.
82
Grimorio de la muerte
ATL11
El día de campo era estupendo, corríamos de la mano, por fin había salido con la mujer de mis sueños. La alegría corría por mis venas, animándome por completo, las horas se volvían minutos, el amor inflamaba mis sentidos. El sol nos regalaba su luz, iluminando nuestra unión, el pasto jugueteaba con nuestros pies, los arboles plagados de cantos eran los testigos mudos de aquel momento. Nunca me fijé que nos acercábamos inocentemente a la orilla del risco. Ese último giro fue mortal. Brinqué y giré en el aire, mi corazón no cabía en mi pecho, cuando de repente el suelo bajo mis pies se despeño, y fui a dar al río que se encontraba tres metros abajo, caí en el agua, me hundí, a lo lejos escuchaba los gritos de mi amada. - Mi amado Acolmán; cayó al río. Nada mi amor, nada… auxilio, que alguien me ayude. Siento la agonía tomando por casa mi corazón.
11
Agua.
83
Grimorio de la muerte
AUXILIO, AUXILIO, AYÚDENME…
- La voz frágil de la mujer se desgarraba, mientras Acolmán luchaba por volver al regazo de su amada. - Poco podía hacer; luché con todas mis fuerzas por escapar, por llegar a la orilla, pero un remolino me jalaba, nadé, nadé y volví a nadar, el río solicitaba mi sacrificio; ¿Porque tenía que morir, si el amor tocaba mi corazón? Decidido continúe braceando contra corriente, hasta que las fuerzas se acabaron, no podía moverme; sabia que todo llegaba a su fin, volteé para buscar el rostro angélico, para llevarme el recuerdo de la chispa de sus ojos a la noche eterna, seria la luz que acompañara mi soledad. La encontré, y vi rodar sus lágrimas. Entonces me deje llevar por el afluente. Sería mi tumba. Tendí mi cuerpo a lo largo del agua, me convertiría en uno con ella. - Esa mirada en lo oscuro del momento, es la forma más amorosa con la que me han visto, ¡Me ama! Tengo que salvarlo. - La mujer bajó al río por una pendiente que se encontraba metros más adelante, se paró en un peñasco que se adentraba sin temor en las fauces de aquel torrente. - El tiempo se veía cuadro a cuadro, pasé junto al remolino y continúe de largo, hasta que choqué con una roca. Cansado, sin 85
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
fuerzas sentí que un ángel tomaba mi mano, eran los guardines del inframundo recibiéndome. No; ahí estaba ella, Atezcatl, salvándome, asistiendo a mi segundo nacimiento. - ¡Acolmán; mí amor! - ¡Atezcatl! Fueron las únicas oraciones que pudieron salir razonadamente, de la boca de los amantes, que se debatían entre lágrimas y sollozos, mientras la mano pálida, trémula y fría de su amada se entrelazaba con la de Acolmán, convirtiéndose en una sola.
86
Grimorio de la muerte
TU NOMBRE
Al fondo se escucha el rechinar de un metal, arrastrado por el suelo. Agudizo la vista para ver de quien se trata. Sólo veo las chispas que salen del choque del acero, con la roca. Se escucha el latido de un corazón de bronce. La oscuridad me invade, esta alrededor, no estamos más que las chispas y yo. Las chispas, el ruido, la angustia se acerca sin descanso. ¿Quién será? ¿De dónde vendrás? ¿A dónde va? ¿Es a mí a quien buscas?… ¿Qué quieres? El miedo se apodera de mi espíritu… tiemblo, los músculos no me responden, siento adoloridas las articulaciones, está cada vez más cerca. Las chispas dejan entrever una frase grabada en el metal, es una hoz la que se abalanza sobre el suelo, la frase dice nemini parco. Recuerdo haber leído en alguna parte esa frase… ¿Dónde?… ¿Dónde?… Si ya recordé es la frase grabada en la guadaña del ángel de la muerte, recuerdo ahora que significa “no hay lugar para el perdón”
87
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Me dan escalofríos. ¿Qué está pasando? ¿Llegó la hora precisa de mi retorno?... Los miedos me corroen… No puedo pensar con claridad… Quiero salir corriendo… Una mano me toca el hombro y me susurra en el oído, -no te preocupes-; dicho esto. Apareció de súbito sobre mi regazo una biblia abierta en el libro del génesis 32, por curiosidad o por oportunidad leo el versículo 28: Dijo el otro: «¿Cuál es tu nombre?» - «Jacob.» El Ángel en mi espalda me susurró lo siguiente: - Sería conveniente que leyeras el siguiente versículo: «En adelante no te llamarás Jacob sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido.» Ese era el secreto, darme otro nombre para que el ser que estaba buscándome no me encontrara. ¿Qué nombre seria el indicado? Me obligaré a guardar silencio, tomando el nombre místico y secreto, de NIIR. Escaparé de las garras de duendes, ogros, hadas, magos negros y la innombrable…
88
Grimorio de la muerte
DOBLE
- Aquel hombre Dormía plácidamente, después de una jornada ajetreada, en que se esforzó por pasar un día totalmente ocupado, sin respiros como queriendo olvidarse que era el aniversario luctuoso del ser que le diera apellido, sustento y amor, el padre abnegado de mil noches de desvelo. Pero su afán no dio los resultados esperados, siendo las doce de la noche se presentó su padre en Sine corpore vitœ, en un cuerpo sin vida habitado por el alma inmortal; se sentó a la orilla izquierda de la cama; tomó su tiempo, vio en el hombre que su hijo se había vuelto, sus dedos fantasmales recorrían el rostro del dormido, sacando el máximo de provecho de aquel evento, cuando su corazón silencioso estuvo satisfecho, posó lo frio de su mano en el rostro inconsciente. - Hijo despierta en los confines del mundo invisible. Hijo levántate. - Abrí los ojos, solo para encontrarme con mi padre. ¿Cómo estas? ¿Qué has hecho?... - Viajar, trabajar; lo de siempre, nada ha cambiado. - ¿Por qué has venido a visitarme? - Tengo un recado para ti, mañana cuando el sol este en el cenit, tendrás que ir a mi tumba, llevado un ramo con doce rosas rojas, vestido de luto; un hombre te estará esperando para platicar contigo. 89
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
- Espera… Espera. ¿Pero cómo puede ser posible?… Tú estás muerto. - Hijo que error cometiste… - Dicho esto; el viejo se desvaneció en el espacio, se convirtió en una nube de polvo que no dejó rastros de su presencia. ¿Qué pasaría con el durmiente? ¿Recordaría el recado? o ¿Al levantarse sólo sería un sueño lo sucedido? O lo que es peor no recordaría nada queriéndose ocultar en la inconsciencia de su vida. El reloj continuó su carrera interminable, el segundero rozaba el minutero segando las horas, dejando los cadáveres de los días a su paso, sin intentar siquiera detener el curso ya trazado, la mañana se precipitó en la ventana, dejando pasar lo dorado de los rayos de astro rey, los párpados se convirtieron en un telón rosáceo, que se transparentaba, el día había llegado, la hora era la indicada, la mañana cobraba a los durmientes el precio de su descanso. Me levanté por el lado izquierdo de mi habitación, recordaba aquel sueño, como si lo hubiera vivido, mi padre hablándome, hace 16 años que el viejo me abandonó (sin darme explicación alguna de su partida, quien se creía, que dios le había dado la potestad, para que se atreviera abandonarme, justo en el momentos que empezaba a entenderlo, cuando sus consejos se convertían en instantáneas de sabiduría, ¿Por qué me dejaste? Qué importa que me regañaras, o que me impongas el peor de los castigos, si puedo tener la oportunidad de abrazarte). Si el viejo se había tomado la molestia de visitarme o la imaginación me jugaba el peor de los engaños, poca importancia 90
Grimorio de la muerte
tenía esto, la verdad estaba enfrente, que me costaba visitar la tumba olvidada de mi padre, le llevaría flores, en un acto de humildad y reconocimiento; limpiaría de maleza la pequeña lápida de piedra, que rezaba su Esquela:
SABED QUE EL LICENCIADO
Aldo Fre Oro Can IL.’. Y POD.’. SOB.’. GR.’. GRAL.’. Y EX - GRAN MINISTRO DE ESTADO DEL SUP.’. CONS.’. DEL R.’. E.’. A.’. Y A.’. PARA LOS EE. UU. MM.
21 - V - 1916 12 - VII - 1989
“Era un hombre bueno; no alimentó en su vida odio ni veneno y por su amor se fue por los rumbos del tiempo... ... Al dolor y al gozo fue discreto y del bien y lo bello apasionado”.
91
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Entonces podríamos platicar. Preparé mi día, cuando el tiempo se acercaba a la parte superior del reloj, encaminé mis pasos al cementerio. El pasillo de ladrillo rojo se alejaba en alfanorona jugada, mis ojos recorrían los pequeños caminos terrarios; queriendo descifrar el laberinto que se formaba entre sus juntas; me encaminé cuidando que mi huella no pisara las mojoneras del choque entre sus zonas; perdido en obtener la victoria, me alejo por un momento de mi propósito. Un ruido en el césped terminó de súbito con mi siguiente jugada, entonces voltee a ver qué o quién se atrevía a perturbarme. Mi columna vertebral resintió un choque eléctrico espantoso… Yo estaba ahí parado en la tumba de mi padre, hundiéndoseme los zapatos negros en lo suave del zacate, esperando al viajero incógnito, que viene a conocer a la devoradora de inmundicia, las canicas cristalinas que llevo en las cuencas de mi calavera, se posaron en el transeúnte, que despreocupado caminaba por el callejón que llevaba directo al sepulcro íntimo… pero veo su rostro; algo le asustó, algo vio que no esperaba; se ve su rostro demacrado, una vela tiene en estos momentos mas color que él. Me estaba viendo desde el fondo del cementerio, un segundo petrificado en la eternidad, cual si Medusa estuviera jugando a los encantados…
92
Grimorio de la muerte
¿DÓNDE ESTÁS?
- Tomo la pluma que va a continuar la búsqueda… Instrumento caído del cielo, desprendido del ala izquierda del Ángel aquel… ¿Qué pasa con mis dedos?… Se engarrotan, no quieren continuar, me come la angustia quiero escribir, me aúpa el ser a dejar un trazo informe sobre mi hoja… la pluma sigue inerte… busco dentro de mí, busco… no encuentro… ¿Qué pasa? - Mientras Ic Oro Can tomaba un tequila, inocente; sin saber que su amante puso gotas de un liquido rojo; recomendación de una hechicera. Ic Oro Can lleva el líquido a su boca, lo bebe de un solo trago, le arde la garganta; pero le calma sus ganas de tener. Tras unos minutos, la sensual mujer se acerca, se desliza sobre la alfombra afelpada, que dejaba un sonido callado a los pasos suaves, posa sus delicadas manos en Ic, sus labios de un carmín profundo, dejan entrever las perlas de su sonrisa; entonces le susurra una frase antigua y extraña, al oído derecho de su amante, el cual está totalmente drogado. - Quiero escribir, esa carta de amor que nunca te regalé, me imagino que estas entre los brazos de un hombre, en una lucha interminable, feroz negro cisne de cuello erguido que te doblega a sus placeres. ¿Dónde estás?
93
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
- Con los ojos abiertos y las pupilas dilatadas; Ic se levanta del sillón, y arrebata bruscamente a su amante, le desliza sus manos sobre la frente y por el pecho las uñas van dejando un arado listo para sembrar pasiones y desdichas. - ¿Qué te busco en los lugares más oscuros, lo sabías? ¿Dónde estás? - La mujer golpea a Ic, lo quita… lo detiene; se da cuenta que no es lo que busca… con la pócima quería traer el alma de aquel ser, que conoció en un antro el viernes 13 de marzo pasado. Pero fue tal la cantidad de alcohol o de cannabis, que no recordaba su nombre o apariencia. Sólo sentía el deseo de tenerlo entre sus piernas. No recordaba si tuvieron sexo o si sólo vivieron el momento. Lo que si llevaba tres meses tomando diario en el antro y nadie le sabía dar razón, ni siquiera el bar ténder recordaba que ella compartiera con otra persona la bebida. - ¿Qué hago?… Como te encuentro. Si sólo te tuve en un sueño, de los que despierto y no recuerdo; sólo sé que te deseo. ¿Quién serás? ¿De qué mundo vendrás? ¿Te volveré a ver o a soñar?… Sólo sé que te necesito.
94
Grimorio de la muerte
TOCI12
Espesaba el día, preparé la tina con agua caliente, para darme los treinta minutos de relajación, suficientes, para encontrarme antes de enfrentar las montañas de fierro y asfalto, que se interponían entre mi destino y mi felicidad, cuando la luna argentina estuvo opaca por el roció de la bañera, me dispuse a penetrar en las profundidades del espejo aqueo que ofrecía lustrar las larvas negras que atormentaban mis sueños, convirtiéndolos en pesadillas. Deje caer el cuerpo, en aquella masa de agua, y no era Arquímedes; simplemente sentí el agua caliente correr entre mis extremidades, para luego precipitarse en el entramado de escaques, cerré mis ojos para poder perderme en los sueños que se me tornaban húmedos e infatigables, dispuesto a disfrutar cada momento como si fuera único, mi frente comenzó a producir un racimo infinito de perlas, que rodaban por entre mis mejillas, otras se escondían entre la oscuridad del caracol. El tiempo se empezaba a tornar interminable, el desasosiego empezó a minar los rincones de mi ser, mi alma vibraba con la ansiedad de niño que ve a su madre perderse en la esquina, el cuerpo en un acto involuntario me enderezó, como dispuesto a levantarme, y salir de aquel placer que se tornaba en mi prisión. Contracción de Tonantzín, la madre tierra o madre de los dioses, en la mitología azteca. 12
95
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Medite el momento, los acontecimientos, los detalles, abrí los ojos y reconocí el territorio, para apoderarme del mapa. ¿Qué me pasaba? Estaba en mi baño, en un lugar seguro, que hacía años me pertenecía, o que yo le pertenecía, aquí estaba en el lugar preciso donde los miedos podrían ser los eternos proscritos de mi espíritu. Entonces regrese a cerrar las ventanas que me ofrecían la aparente realidad que vive afuera de mi ser, me di cuenta de cada ruido que me rodeaba, la regadera estaba dejando caer una pequeña gota desde lo alto de su nido, cual aguililla que emprende su primer vuelo, para estrellarse en el océano de mis deseos; un sonar de tambores se precipitaba desde el fondo de mi pecho, danza ritual de los antiguos, que con cada latido me acercaba a la línea sanguínea de mis antepasados; en un vahído hipnótico. Sentí en mí el incendio que se producía a lo largo de la geografía agreste de mi frontera más próxima, y como se inundaba como queriendo apagar la fuerza de un fuego sin llamas. En la pantalla cinematográfica y onírica de mis parpados, se proyectaban las imágenes más sicalípticas de aquel momento; se oscureció, me talle los ojos, como queriendo arreglar aquel desperfecto técnico que no me permitía ver en tecnicolor, fue entonces que abrí los ojos… ¿Abrí los ojos?… ¡Abrí los ojos!… Mi corporeidad estaba en un valle que se extendía verde delante de mis ortejos… Una mujer hermosa estaba con los brazos extendidos al cielo, bajo la planta de su pie derecho una serpiente; hacia sus cuatro puntos cardinales, empezando por el levante; estaban parados 96
Grimorio de la muerte
Tezcatlipoca Grana, Tezcatlipoca Azabache, Tezcatlipoca Albo, Tezcatlipoca Azur; y sobre su cabeza una serpiente emplumada. Toci dijo: Señores de los seis puntos cardinales los invocó para que me ayudes a regresar de la muerte a mi ser amado. La serpiente contesto: Toci, síguenos cuando el cielo se caiga, y los dioses entremos al inframundo por el poniente, tendrás que acercarte de rodillas, lentamente, y orando con la suplica del alma de tu amor. - Por lo pronto arrodíllate, espera que las estrellas pueblen el espacio, contestó el dios blanco. La noche se precipitó en el preciso instante que los Dioses chasquearon sus dedos, el cosmos se oscureció, las estrellas empezaron a resplandecer, pero una estrella le llamaba la atención a la mujer, una pequeña estrella doble o triple que parpadeaba, como enviándole señales, como encriptado un mensaje, para que sólo y sólo la mujer lo leyera. - Tendrás que orar a la estrella de algol, mientras me sigues. Fueron las palabras de un ser que no vi llegar, no se dé donde apareció, tenía el pelo erizado, el cual estaba habitado por infinidad de animalitos algo extraños y nocturnos: tepocates; alacranes, ciempiés, arañas, que con su tejido dejaban caer un cabello sedoso blanquecino, y muchos más; al pecho llevaba un collar del cual colgaba un cráneo, sus pies y manos tenía en vez de uñas, garras de jaguar. Caminaban la mujer y el ser aquel, pero lo extraño resultaba, que en vez de alejarse a cada paso, lo que se movía era el escenario. Yo seguía parado sin moverme, la mujer caminaba 97
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
con pasos muy sensuales, mientras el ser enterraba sus garras en la tierra, y al dar el paso dejaba un surco de su huella, pero seguían a la misma distancia de mi persona, lo que cambiaba era el ambiente, hasta que detuvieron sus pasos frente a un cementerio o ¿Se detuvo el mundo?… No sé… - Mi niña Toci, todavía quieres continuar con el ritual; estas a tiempo de retractarte. - Continuemos, si estoy segura. - Toma mi mano izquierda, y acompáñame al inframundo. - Cuando la mujer tomó la garra del ser ya estaban dentro del cementerio, justo en el centro. - Póstrate mi niña, y con las manos elevadas; tendrás que orar junto a mí, desde las doce de la noche hasta que el sol me haga desaparecer con sus primeros rayos, y justo en ese momentos hazme la petición desde el fondo de tu ser, que el ultimo latido de la noche te escuche. - Si lo hare madre… ¡Si lo hare! - Me faltan las palabras para describir aquella escena, empero cuando se puso en posición orante la mujer, los parpados cayeron pesados, cual si fueran plomos, como me perdería semejante acontecimiento. ¿Cuál sería el final o seria el inicio de qué? Así que inmediatamente los abrí, estaba en la bañera de mi casa, el reloj marcaba la hora de ir a trabajar.
98
Grimorio de la muerte
SENTIMIENTO
La noche corría sin altibajos, un padre se dirigía por su hijo, con el que se quedó de ver en el centro comercial, eran aproximadamente las veintitrés horas con treinta minutos. Al llegar se dio cuenta que su hijo estaba siendo molestado por dos muchachos del barrio, los conocidísimos Lini y el Calo, muchachos entre 25 y 27 años, que seguido viajaban con rumbo al país del norte, para poder negociar con los deseos más oscuros de sus lóbregos clientes. Fue tal el enojo, que la fuerza mágica del mismo, llenó de flamas la testa, que dejó fluir los rayos de ira por entre las ventanas de la calavera, con un paso mágico, que corría desde el fondo del corazón, para proyectarse en energía sonora, fuera de aquel padre, que dirigía sus fuerzas más primitivas en contra de los muchachos. Aquel hombre conocía el manejo de las artes mágicas del hipnotismo. Así que los sumió en un trance hipnótico, convenciéndolos de conducir sus respectivos automóviles. Cuando los vio al volante, les ordenó emprender una carrera sin destino, sin meta, sólo que se alejaran hasta donde el energético llegara a su fin, quería alejarlos de aquel estacionamiento, para que sus sentimientos ya no estuvieran en juego, y prevenir el lastimarlos. Dicho esto; logrado atreves del influjo magnético salido de 99
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
sus manos, menester de la voz mesmérica iracunda adminiculada; los muchacho emprendieron vertiginosa carrera con los bólidos de acero, por aquella estrecha callejuela, levantaron a su paso la grava, no respetaron a la triste anciana que intentaba cruzar, y las encrucijadas del diablo, se convertían en cruces destellantes de muerte. El hombre sentía en el fondo de su ser, la victoria, dominaba la magia y manipulaba a los mortales. Cuando las llantas rozaban sobre el tercer cruce de calles, un camión de carga los impactó, los autos volaron para ser detenidos por las bardas, que al impacto botaron el enjarre, dejando al descubierto el esqueleto de terracota, de su andamiaje. El Lini dio la última bocanada de aire, el estertor se apoderó de su tráquea, el rayo de la muerte traspasó los cielos para iluminar el ataúd metálico que se antojaba la pira de un funeral vikingo. Mientras en el centro comercial padre e hijo se retiraban, dispuestos a descansar aquella noche, ignorantes del acontecimiento que tenía lugar sólo a menos de un kilometro. Por la mañana en el desayuno, prendieron la televisión para enterarse de las noticias. - Ayer siendo aproximadamente las veinticuatro horas, en la esquina de las calles Arquitecto Rivas y Veracruz; perdió la vida un muchacho de 26 año apodado el Lini, producto de una carrera clandestina, el conductor del otro carro alias el Calo se encuentra internado en el nosocomio central, en estado de coma… - ¿Mi amor por qué apagas el televisor? ¿Oye que no son 100
Grimorio de la muerte
vecinos de tu mamá esos muchachos? Mira que desperdiciar la vida en una tonta carrera, pero era de esperarse andaban en muy malos pasos. ¿Vas a querer chilaquiles o migas con huevo? - Se me revolvía el estomago, no tenía intención de comer; yo mandé a esos muchachos directo a su muerte. ¿Por qué me comió el coraje? ¿Por qué dejé que las salamandras se apoderaran de mí? ¿Por qué no fui tolerante? Total solo una llamada de atención, hubiera sido suficiente. Pero él hubiera es un pensamiento perdido en el espacio de nuestros sueños, de nuestros más púberos anhelos, la realidad es esta que estoy viviendo. En cambio ahora tengo este sentimiento que me está corroyendo el alma… pensar que hoy quede de ir a visitar a mi madre, y el Lini vivía justo en la casa de enfrente. - Cabizbajo, pensativo, reflejando en su rostro una pesadez que nunca había conocido, llegó a la casa de su madre, mirando por entre el hombro vio directamente a la casa blanca de enfrente. Tenía sobre el marco de la puerta un moño negro. - ¿Alguien me habrá visto cuando los convencí de entrar en los carros? Es un sentimiento horrible. - Aquel despojo se debatía entre sus pensamientos, cuando de la casa de Lini abrieron la puerta y salieron los padres del muchacho, la madre estoica, callada, con los ojos inyectados de lágrimas y sangre, el padre destrozado. No fue como otras veces, que los señores salían a la calle 101
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
felices, saludando a todo el mundo, esos viejecitos que siempre estaban atentos a los vecinos. Hoy era diferente, el cuerpo de los ancianos estaba cubierto de harapos negros, pero más que las vestiduras de sus cuerpos, las vestiduras de su alma y su espíritu eran el dolor, un dolor que no existen las palabras para describirlo. - ¿Los señores sabrán que soy el culpable de la muerte de Lini? Este sentimiento me está torturando, ¿qué puedo hacer?... La viejecita colocó su mano en el brazo del hombre y dijo: ¿Hola Ic, nos podría acompañar al sepelio de mí querido Lini? - Aquello era una trampa, o la verdad no sabían lo que había pasado, lo que sí es cierto es que los remordimientos se están agravando en mi alma pero, ¿cómo salir de esta y como saber qué es lo que realmente está pasando? ¿Sepelio doña Mary, qué sepelio… de quién… qué pasa? - Mi muchacho que ayer por ganar unos dólares, expuso la vida en una loca carrera, pero el destino lo esperaba, aquí cerca; a unas cuadras, un camión desbarató su coche y… y… mm… mi muchacho… - Las lágrimas brotaban de los ojos hinchados de aquella madre desconsolada, los sentimientos, el dolor, la garganta, su cuerpo y su alma entera, no podían aceptar aquella fatalidad, la obligaron a callar. - No sabe nada, el único que sabe lo que ocurrió soy yo, horrible prisión la que me espera, tener que guardar silencio por siempre, o ¿decirle la verdad a esta señora, mejor aun liberarme 102
Grimorio de la muerte
del pecado, de la tortura en acto de confesión? - La magia trabaja de formas inimaginables, uno logra visualizar un proyecto, un escenario, pero al final las fuerzas ocultas de la naturaleza le dan un giro a los acontecimientos y cambia el resultado esperado. - Mi más sentido pésame, me encuentro con usted en el pesar. Pero le pido una disculpa; no podre acompañarla, mi madre me está esperando. ¿Por qué no me dice en que funeraria lo estarán velando? Sirve que convenzo a mi madre y pasamos los dos para acompañarlos. - Gracias muchacho, tu siempre tan oportuno y considerado. - Los ancianos se retiraron en silencio, hasta perderse del campo visual del hombre… El quídam sentía en el fondo de su ser, la derrota, la magia lo dominaba, lo manipulaba, lo convirtió en su esclavo hasta que el reloj se detuviera.
103
Grimorio de la muerte
DUALIDAD LUNAR
Está obscuro, no me veo mi reflejo en la pupila de tus ojos, cielo lóbrego de luna nueva. Lanzo el hechizo invocado por hombre nacido de mujer que incendia la luna llena. Tus ojos resplandecen, reflejo y luz.
105
Grimorio de la muerte
LUNA NEGRA
El clan de la muerte: los miembros de esta sociedad secreta no son seres histriónicos, más bien son humildes, o podría decir opacos, un ejemplo es: cuando se sientan a la mesa, después de unos minutos los comensales se olvidan de que existen; son inteligentes, astutos e ingeniosos; conocen las artes del glamour, el espionaje, la magia y secretos olvidados de sus víctimas, por lo que hablemos un poco de ellos, bueno de su secta, no de sus ritos, bueno simplemente hablaremos un poco, porque entre menos los mencionemos, estaremos más a salvo, recordemos que su lemas es: hazlo a como dé lugar, sin importar los medios, ni lo que suceda. Dispongámonos a trazar líneas rotas sobre el pergamino de nuestras conciencias de la siguiente manera: Todo era la magia de la Luna Negra; La posición del disco argentino de Lilithu, en que se dejaron ver sus fuerzas aquella noche. El cielo está completamente oscuro, las estrellas dejaron de brillar, la luna se escondió, el sol está luchando en el inframundo por resucitar, bajo miles de serpientes que lo quieren doblegar; es el augurio de una noche infernal. En el centro de la plaza una anciana esta sola, su hombro izquierdo se torna oscuro, amenazante por el amigo fiel que ahí vive, un perturbador zanate que tiene un ojo colgando fuera de 107
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
su cuenca, la viejecilla con una mirada lechosa intenta ver lo que sucede, sólo escucha un metal que golpea sobre las piedras de la calle, se esfuerza, pero lo único que logra es aguzar mas el oído; mientras una bicicleta con las llantas ponchadas, está dando círculos, un hombre de tez negra, silba una tonadilla, mientras gira y gira, y continua pedaleando su vehículo, frente a la iglesia del lugar. En el templo del clan de la muerte, una sacerdotisa prende los inciensos de madreselva y novia o Enamorada de la noche, a una estatua de hueso; ennegrecida por el efecto de años de hilos de humo que la han vestido, es la figura de la madre oscura, que está sentada sobre tierra del mas atezado color, con las cuencas bien abiertas y vacías. Si aquella figura no tiene ojos: es alta, bastante delgada, desde el final de la tierra donde esta posada, se extiende un piso formado por miles de cráneos, todos perfectamente alineados, los candelabros son de fémures humanos, las velas chisporrotean furiosamente, el espacio se antoja esotérico, misterioso. Desde el fondo se acercan en procesión fieras líbicas, van realizando dibujos en el aire con el dedo envenenado; son varias hijas de la Madre Anterior a Eva, de la que habla el profeta Isaías en el versículo 34:14, aquella que Dios Creó a su imagen y semejanza según relato oculto dentro del antífona del Génesis 1:27. Al frente camina una doncella de piel cobriza, lo único que cubre su desnudez, son los cabellos negros que caen entre sus senos; con las palmas de las manos volteando al cielo, las trae 108
Grimorio de la muerte
estilando, cae de entre sus dedos un líquido carmesí, gotas rojas que deja a su paso, gotas obscuras que se pierden entre las huellas de la multitud, son dos esferas marrones que juegan sobre las palmas, los ojos de la doncella son dos espacios desiertos y lóbregos, mientras camina por sus mejillas se va deslizando un rosario de margaritas rojas. Los cánticos se empiezan a volver ensordecedores, se elevan por entre los ladrillos, embelesan al escucha, generan una embriagues alucinante. Las margaritas dejan un camino de desolación hasta los pies de la madre oscura, las rodillas se estremecen de dolor, cuando su desnudez descansa sobre la blanqueada calota craneal entre las suturas del frontal y el parietal. Se entregan a los más bajos placeres que pueden tener, y van drenando la sangre de aquellos miserables. Illorum mors beata videtur13. Los espíritus caníbales y necrófago, sacian su hambre ancestral. La pitonisa mayor; toma las esferas lacrimosas, para colocarlas en los espacios oscuros de la estatua, poco a poco la estatua cobra vida, extiende su mano y la clava en el pecho de la doncella, corta de un solo golpe la flor roja, arrebatándole la lozanía de sus mejillas, se lleva el corazón a un tibio y humante a la boca, para devorarlo por completo. La Diosa tenebrosa que los mortales daban por muerta, la dama de hueso que habían dejado atrás los amuletos y recuerdos, 13
La muerte de aquellos parece feliz.
109
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
para protegernos, creando un universo en fragmentos, con partes de ella, en un nosotros, pertenencia etérea a la inmortalidad; en estos momentos estaban cobrando vida, para tomar venganza del olvido en el que se encuentra. Sin darnos cuenta que su actuar nos motiva a realizar las mejores cosas de la vida, a valorar lo que tenemos dándole sentido a las decisiones que tomamos, y justificando los éxitos o los fracasos, sabiendo que lo que logremos es para compartirlo. Sin querer llega a mí la imagen de mi hijo, esto me lleva a una pequeña reflexión, al que se le muere su esposa es viudo, al que se le muere el padre es huérfano, pero al que se le muere un hijo: no ha encontrado el diccionario como llamarle, y si tenemos que culpar al diccionario, porque si tuviera que tomar la decisión de crear un concepto, el dolor sería terrible, sería preferible tomar el lugar de Prometeo, y que mil veces me coman el hígado los buitres, hasta la eternidad. En aquel lugar escatológico tanatorio; la diosa advierte que un profano está siendo testigo de aquel rito, levanta su mano, señalando el escondrijo del profano. Esto llego a su fin, he sido descubierto. Mi mente empieza a inventar mil formas de salir de este problema, el instinto me obliga a querer conservar el aliento de vida. No fue suficiente tiempo, ya tengo varias Nornas frente a mí, no puedo escapar, no pensé en nada, el momento llego. Me toman por los brazos, colocan la punta afilada de una espada en mi pecho, y me obligan a caminar a contra sentido, 110
Grimorio de la muerte
no sé el destino, no sé a dónde dirijo mis pasos tambaleantes, me tropiezo y caigo, me levantan de nuevo, pero nunca quitaron aquella amenaza de mi corazón. Llegamos a un salón, me avientan, me levanto, para darme cuenta que estoy en presencia del tribunal de Minos, Éaco y Radamantis, sentados en unas urnas funerarias gigantes, de una simplicidad elegante. A mi derecha estaban las Moiras, hilando tres hebras de diversos colores: blanco, negro y dorado. Una en la rueca esta hilándolos, la que sigue los está haciendo ovillos, y la ultima de manera inflexible; toma los ovillos entre sus manos para revisarlos y destruirlos sin miramientos, fueran de hombres o de dioses. Del otro lado está la vengadora Tisífone. La voz inexorable de Minos retumba diciendo - anciana Átropos; deja tu balanza a un lado, toma las tijeras de oro y corta el hilo de este mortal, que ha osado perturbar nuestro sacro recinto. La más joven; Cloto, solicitó al conclave el indulto del extranjero. - Es de ver que el forastero, no llegó a este recinto queriendo perturbar nuestros asuntos, el llegó guiado por una mano experta; que no advierten el símbolo que traes tatuado en la mano derecha, es el salvoconducto que permite visitar nuestro reino, por eso solicito que le sea perdonada la vida, y se le dé el pase a la tierra. Al escuchar las palabras de nona, el mortal dijo en su favor: - Éaco: juez del inframundo y eterno rey de la isla Egina en 111
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
el golfo Sarónico. Suplico a ti, indulto a mis ofensas, atendiendo a tu famoso sentido de piedad, de justicia y de rectitud. Radamantis: en tu carácter de Juez de las sombras y siempre vivo rey de Creta: suplico pronuncies una sentencia benevolente. Minos: Juez prudente, implacable y eterno rey de Creta; ruego que aclares la ubicación correcta de mi alma, sabedor de que no pertenece a los nueve círculos dantescos, la ubiques en el reino de los mortales. Diosas del destino: permítanme el carrete que controla mi vida, para esconderlo; dejándome salir de este problema en que me encuentro, diosas de la verdad, la sabiduría y el Finis Initium, cúbranme con el manto de su indulgencia. Las parcas se voltearon a ver, dirigiendo una mirada cruda a los jueces de las sombras. La tría Fata habló, en una sola voz - nos toca velar porque el destino de cada ser en el universo, sea quien sea, hacer que se cumpla. Tu destino no es fenecer hoy. La sangre volvió a correr por las venas heladas del hombre, pero faltaba que los jueces dieran su veredicto, con una mirada nerviosa, los vio, temeroso que el verlos los ofendiera. Entonces tomo la voz Éaco - Haz viajado por nuestros misterios, has visto cosas que no están destinadas a los mortales, y aun te atreves solicitar nuestro disimulo ¿Quiénes crees que somos? - Pero no importa traes el salvoconducto - fueron las palabras de Radamantis. 112
Grimorio de la muerte
Minos golpeó su puño contra su pierna, rechinó los dientes, levantó la vista, directamente contra el profano, los ojos centellaron en mil flamas, su boca se abrió, la garganta emitió un sonido profundo te ofreceremos la libertad, abriremos tus ojos de nuevo a la luz del día; vivirás, pero no para contarlo, y recuerda esto tiene un límite, este es el tuyo; y sólo regresaras cuando vengas a cubrir un trono entre nosotros. Las furias elevaron al unisonó la mano derecha, con los dedos estirados, de entre sus ropas se precipitaron tres hebras, las cuales se fueron enhebrando conforme se pasaban por la palma de sus manos, como ofreciéndoselas al profano. Tomaron la palabra las parcas y en una sola voz dijeron -Toma este hilo trino, para que conozcas del nacimiento, la vida y la muerte. El hombre extendió su brazo para tomar cada uno de aquellos hilos trinos. Para su sorpresa, a su mano llegó una sola cuerda de nueve hebras, que se fue trenzando a su brazo, hasta formarse un collar de protección. El silencio se antojaba sepulcral, cuando el collar estuvo terminado, al centro del recinto apareció una pequeña pirámide de luz. - ¿Qué será esa luz?, me llama, siento la necesidad de poseerla, la voy a tomar. El mortal giró su brazo, cuarenta y cinco grados, hasta estar en la dirección de la luz, se levantó, y como hipnotizado se dirigió hacia la luz, cuando la tocó, se unió a la luz, los tres jueces de 113
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
las sombras soplaron con la fuerza de los dioses, extinguiendo aquella luz. - Que hermosa luz, cuanta paz ofrece a mi espíritu. Siento como mis dedos se introducen en su esencia, me confundo con su calor. Me jala, me lleva, empiezo a viajar en el torrente de un río subterráneo, la luz se ha transformado en la oscuridad más intensa; me traga por entero en lo oscuro del infinito vacio, pasa el tiempo. El corazón me empieza a palpitar con fuerza, un pequeño punto blanco asoma; al fondo se ve un ojo de luz, se agranda, me alumbra, me deslumbra, me lastima, cubro mi rostro con el brazo, abro los ojos, se incendian mis pupilas, se contraen, me duelen; quiero escapar de tanta luz. Me doy cuenta que estoy tirado en la puerta de mi casa, el sol pega directamente en mi cara, trato de incorporarme, tambaleante, saco las llaves y con trabajos logro abrir la puerta. Entro para escapar de tanta luz que me lacera los ojos. Que sueño tuve, que bárbaro… ¿Sería un sueño? Yo creo que sí. Lo grave es que no sé ni cómo llegue al pórtico, que día es, o que hora. Veo mi reflejo en el espejo de la entrada... El hombre se quedó inmóvil, empezó a sudar profusamente, la respiración se volvió jadeante, pálido, nervioso, aferró sus manos a la mesita que estaba debajo de la luna reflejante y pla-
114
Grimorio de la muerte
tinada, sus ojos quedaron directamente viendo el reflejo de su cuello. Sería que le atormentaba el collar que dibujaba su contorno, o sabedor de los destinos de la humanidad, y sobre todo del suyo propio, su alma trémula de agonía; Conocía los designios del torcedor eterno.
115
Grimorio de la muerte
KUPURI MUCANIERI Cuento primer lugar del XIII CERTAMEN DE CUENTO INDÍGENA TLAHUITOLE en 28 de noviembre de 2008 Me encontraba en aquel lugar solitario, retirado del pueblo; aquel sitio donde en la infancia no nos acercábamos por miedo a los espíritus. El sitio de los hechizos; a lo lejos, como parte del paisaje: la casa del brujo, aquel anciano que recorría el pueblo de noche, que los viejos señalaban: ¡Es un nahualli! Solo lo susurraban, por temor a que los escuchara -a que les lanzara una maldición. Estaba parado en el portal de aquella choza en ruinas, a mi izquierda una itzcuintli negra franqueaba la puerta; mientras me mostraba los colmillos amenazantes. Toque tres veces a la puerta de palos… Nadie contesto; sin más por mis espaldas apareció el viejo con un cubo de agua en su diestra… Sin decir palabra abrió la puerta; entre el crujir de la madera, el polvo que se desprendía de los adobes. Me señaló que entrara en la choza solo había un gran pozo bordeado de tepalcates, con varias piedras volcánicas todavía calientes, al centro; siete montículos de tierra apisonada a su alrededor, un camastro de palos, yerbas colgando del techo. Me senté en uno de los montículos, mientras el viejo rezaba unas oraciones incomprensibles para mí; tomó varias de las yerbas, ahogándolas en el balde; las asperjó por todo la apitzalli [cuarto], para al final lanzar las yerbas húmedas al fogón del pozo. 117
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Se sentó lentamente; sin dejar de verme directamente a los ojos, como estudiándome: una mirada gélida, penetrante, que me dejaba desnudo con una oscilación que más que hurtarme, arrancaba mi carne; dejando al descubierto mi esqueleto, mi ser interno, lo que yo realmente soy. En ese momento me sentí libre, ya que nada podía ocultar, una sensación de alivio, seguida de una tranquilidad inesperada, desconocida… Ese hombre sabía todo de mí con solo mirarme. Era el mismo marak’ame [curandero] que se apareció en mis sueños: con los rasgos regios, su cara poblada de profundas arrugas, como anunciando su experiencia y sabiduría, tés cobriza, pelo negro, lacio, grueso, vestido con su calzón de manta, la camisa del mismo material con la parte inferior de las mangas abierta, bordada, con diseños simétricos, de alacranes y murciélagos; su cinta de lana a la cintura, un sombrero de palma con adornos de chaquira, plumas de águila y colas de ardillas, un morral pequeños; calzando sus huaraches. Recuerdo vagamente que en aquella visión me señalaba su xacalli, mientras flotaba, todo a su alrededor en el sueño, era como transparente, sólo las dos figuras con gran colorido y realismo que se veían eran la figura del marak’ame, apuntando directo a la choza. - Te esperaba para oquitzalometztli [luna nueva]; pero has llegado antes… dijo sonriendo. Interrumpió mis pensamientos, con su voz ronca, avejentada; no supe que decir, lo mire por largo tiempo, el silencio se hizo pétreo, las piedras volcánicas pareciera que se ponían al rojo por el destello de las miradas que se cruzaban en aquel cuar118
Grimorio de la muerte
to, la sensación de vacío se apoderaba de mi, que le podía decir a un marak’ame, que la primera vez lo vi en un sueño, que no lo conocía, que sin palabras me invitó a su nocal [casa], y decía esperarme con la certeza del amigo entrañable que has dejado de ver desde la adolescencia… Los pensamientos se amontonaban dentro de mí, para luego abandonarme de súbito; sin poder llegar a conclusión alguna, el espacio de aquel xacalli, se deformaba ante mis ojos, no sabía qué hacer, cuando de repente el anciano como adivinando lo que estaba pensando, rompió el silencio. - Unos me dicen loco, otros marak’ame, brujo, o mil cosas más. Te llame por que ha llegado la hora de cerrar mi círculo. Tú eres la sangre nueva que tengo que preparar; para que tome mi lugar al término del Macuilli Mázatl de la Panquetzaliztli del Matlactliomei Técpatl [sábado 22 de diciembre del año 2012]. Te voy a contar la historia de mi vida… para que sepas lo que te sucederá; cuales serán tus responsabilidades. Corrían los tiempos de Chiconahui Tochtli, en el día de Chicuei Mázatl, o el año de 1306, en el poblado de Tzinacantepec; dormía plácidamente cuando fui despertado por los gritos de mi madre. Unos hombre pintados con cenizas; vestidos tan solo de esqueletos; me arrebataron por los brazos, taparon la cara, fui arrastrado por el monte, perdí la noción del tiempo y el espacio, no sé cuando desperté, porque me taladraba los oídos el chillido de un murciélago, con la vista nublada y a siegas por la oscuridad empecé a recorrer los alrededores, para poder saber en dónde me encontraba; estaba frio, húmedo, oscuro, las paredes 119
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
eran de tezontle; al pasar del tiempo me di cuenta que estaba dentro de una cueva, deambule por la misma por horas, por días, por semanas, realmente no lo sé… sin saber si era de noche o de día, me encontraba en las fauces del destino; sin más que mi existencia. Tras varios recorridos encontré un Kutsa’la, en lo alto de la gruta una abertura, por donde periódicamente dejaban algunos alimentos, los de ese día me los comí como desesperado, por ese mismo socavón descubrí cuando salía el sol en el firmamento, cuando aparecía metztli, para tranquilizar mis sueños. La tomé por confidente de mi soledad, poco a poco me fui acostumbrando, noche con noche, escuchaba el chillido de mi único amigo Tzinacantli. Pasaron los meses, hasta que empecé a comprender la vocecilla chillona de mi orejudo amigo, el cual me guió por un laberinto a lo profundo de la cueva, al fondo empecé a ver una luz verdosa emitida por unos hongos, que iluminaba una pared con varios grabados, cerca estaba un sillón labrado en la piedra, me senté; cual va siendo mi asombro… aquel pequeño animalito, se transmutó, en un ser Antropozoomorfo: un Camazot, el que se presentó, argumentando ser mi maestro. Desde ese día todas las noches recibía educación de aquel ser, me enseñó a comprender las inscripciones de la gruta, fue como conocí la historia de su linaje sagrado, su nacimiento del semen y sangre de Quetzalcóatl, aprendiendo los misterios de místico origen de la cempoalxóchitl, flor de los muertos, como los de la vida eterna y la muerte. Cuando mi instrucción estuvo al parecer concluida, en el lu120
Grimorio de la muerte
gar de la comida sólo encontré una flor de tzompanxochitl, junto con un cuero de Maxa, era un códice, del pozo colgando una escalera de mecate, trepe torpemente, con miedo; sin saber el destino que me esperaba al terminar los peldaños; pero resuelto a lograr mi asenso continúe. Salí del pozo, respire profundamente, mordiscando el sabor del aire, libertad etérea, gritos y sollozos, di algunos pasos; tropecé entre ramas, piedras, cayendo de rodillas al suelo, mientras de mis ojos rasos, brotaban lagrimas amargas como queriendo borrar la soledad, sólo para encontrarme con Xuturi Ifa’akatne [Nuestra Madre la Flor del Amanecer], el corazón palpito fuerte, en el instante en que el sol acarició mi rostro, grite desde el fondo de mis entrañas, hasta desgarrarme la garganta, de rodillas ya sin fuerzas me desmayarme por completo. Cuando la luna iluminó la vereda; desperté, tome un itacatl que estaba entre las ramas, sólo para comenzar mi peregrinar rumbo al norte, aquel códice me mostraba un cerro, el cerro de Coamiles donde encontraría una inscripción de petroglifos; dos perros con la visión puesta en entre los símbolos del sol y la luna, con una actitud de caminar orgulloso; en lo alto tres círculos concéntricos. - Me está hablando de la carta XVIII en el tarot, la luna… argumente en voz alta, pero el viejo con voz severa prosiguió. - No sé, si como la carta que dices. Pero no me interrumpas, porque se me acaba el tiempo eterno, se vacía de cuajo en un momento la inmortalidad y quedamos a merced de lo efímero. En fin: el viaje lo realizaba de noche; con la protección 121
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
de mi pequeño amigo. En tanto dentro del morral la flor no se marchitaba, seguía viva, vibrante, intensa, como el primer día… eterna. Tras haber dado cincuenta y dos vuelcos la segur de plata; Llegue una de esas noches a las faldas de un cerro; donde me encontré con un hombre; acompañando fielmente por Ûlu’no’no; pequeña perrita negra como el hollín. Me dijo su nombre; el cual recuerdo que era algo así como: Tmurahue, Hueman, Watá’kame o Huemantzin [primer hombre] o algo por el estilo. Me pidió le mostrara la flor amarilla; con tan solo verla salir de mi morral; en recompensa me prodigo con una flor morada, sedosa, la cual mire con detenimiento, la jugué entre mis dedos, para girarla lentamente, como el amante que acaricia el rostro del ser querido, con delicadeza; una pequeña danza donde aprendí que los sépalos y el pedúnculo; formaban una calavera; regrese la vista a mi interlocutor; pero ya no estaba; otra vez solo, más en el espacio reducido de mi morral; mi flor tenía una nueva compañera. Lo cierto resultaba que había llegadó a el cerro indicado, tenía que buscar el petroglifo que indicaba el códice, estudiarlo, por lo que sin prisas encendí una fogata para que me protegiera y poder hacer las ofrendas a mis ancestros, prepararme para lo que se avecinaba; con la flama chisporroteante entre naranjas, rojos, azules más violáceos, dueño de una madures hasta entonces inexplorada, me acosté a dormir, por la mañana sería más fácil encontrar las inscripciones. Cuando el sol tocaba el cenit; recorrí la cima del cerro, para encontrarme con el petroglifo, lo estudie, para dar paso a la in122
Grimorio de la muerte
tuición después de una ración de Hiku’ri, donde los perros me indicaban un punto especifico en un río cercano, el cual debía cruzar para así poder llegar al cerro de las Calaveras; encamine mis pasos al río, cuando llegue a el sitio me estaban esperando Tucacame [Diablo], junto a él, dos de los hombres que hacía años me raptaran, cada uno de los hombres tomó un hueso de su collar y con un conjuro los lanzaron, al tocar el suelo los huesos de vida se astillaron, en su lugar sólo quedaron dos perros: una negra, otro negro con manchas blancas, mire en el cielo la canícula, este es un día de perro; estaba sobre el horizonte anunciando el desbordamiento de aquel rio; se acercaron a mí los perros; dócilmente los abrace, acariciándolos, lentamente me llevaron al río, para cruzarlo; las aguas se tornaron turbulentas; pero yo estaba tranquilo, los Xoloitzcuintle, franqueaban cualquier contrariedad, llegamos a la orilla, caminamos juntos hasta las faldas del cerro de las Calaveras. En la angostura estaban parados Toka’kami o Mictlantecuhtli y Mictacacíhuatl, señores de la muerte. Era un sitio muy oscuro; clave en el piso cuatro flechas y prendí cuatro teas que traía en mi morral, con lentitud, para no perturbar el lugar; saque las flores de mi morral; con la intención de entregárselas a mis anfitriones; la flor amarilla de cuatrocientos pétalos destellaba con hermosos tornasoles, iluminando el lugar, dotándolo de una paz inmutable, trascendiendo el mundo profano, en una manifestación de lo solemne. Fue la muerte un lazo más con lo sagrado, tomaron las flores entre sus huesos, las depositaron con pulcritud dentro de su 123
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
corazón, en un eco sofocado, afonía de las entrañas…los señores del silencio cuyo corazón está callado; sonido que despierta, levanta a los que bajo el polvo yacen… visión opaca del espejo ennegrecido; que me permitió ver, aprender los misterios de las almas, de la vida, de la muerte y la eternidad… me convertí , en guía de los vivos, difuntos; fiel guardián de los secretos de los mundos, para viajar a voluntad, en una libertad, otorgada por los dioses, a todos los que nacen a la vida tras la muerte, Kupuri mucanieri [cuando el peregrino tiene su alma], mi visión espiritual se ubicó en el cerro donde se reúnen la luz y la oscuridad; el reutari. Desde ese día es mi compañera fiel la perra negra… Pero hoy es tu día, tu momento; será tu amigo inseparable de la Natikari [noche]; Camazot. Extendió la mano, señalándome con el dedo índice. Del fondo de la choza, por detrás de su cuerpo encorvado; voló hechizado un murciélago, que fue a posarse en mi hombro derecho: atónito la primera reacción fue de espanto, intente ahuyentarlo, manoteé; pero todo fue en vano de repente quede petrificado, retrocedí cuando mi mano golpeo contra el anciano… lo mire con detenimiento… todo el tiempo fue sólo una roca muy grande, finamente tallada, una obsidiana, lo que veía a cada momento era mi reflejo. El anciano se desmoronaba en un fino polvo blanquecino, confiándose sobre la tlaltepehualli [tierra amontonada], mi silueta ganaba en colorido; pero mi ser peregrinaba en el vacío. Las llamas de las rocas crecían en el fogón, mirada fugaz en el espejo ennegrecido.
124
Grimorio de la muerte
Hable la tradición - sólo para mí- caminar de noche, bajo los rayos de la luna o la tormenta más artera; ser el guía, el animero, el guardián del tiempo, el argonauta eterno entre el mundo de los vivos y los muertos…
125
Grimorio de la muerte
EL MARA’AKAME MUDO Pseudónimo: Caballero Águila Blanca Nombre Autor: Gabriel Corona Ibarra Córdoba PRIMER LUGAR EN EL CONCURSO DE CUENTO INDÍGENA TLAHUITOLE 2010 Corría el tercer año de la brutal sequia, la comida escaseaba, el ganado estaba flaco; mientras los danzantes ejecutaban un ritual, sonaban fuerte el ruido de los huaraches, los dioses del inframundo escuchaban la plegaria. Fue cuando el aventurero Alemán J. C. Rosenkreutz, escuchó de la existencia del Mara’akame14 mudo; alias el Lute. Al que sus padres le llamaron “Juan Toci López” y sus dioses lo bautizaron como Eleuterio de la Rosa de la Cruz. Esto despertó la llama de la curiosidad del extranjero, motivándolo a recorrer el sendero fuera del pueblo; aquel pequeño atajo de terracería que lo llevaría a la cueva serpiente, donde vivía el hombre sabio. No era cualquier Cantador, era un Nauxa15; pero vaya paradoja: el silencio de este hombre, que sellaba sus labios por decisión personal. Pensar que su poder estaba en el justo momento en que al mover las manos… lograba que el viento emitiera sonidos envolventes, que permitían visualizar los mutismos oscuros de la naturaleza. 14 15
Chamán, cantador, curandero. Cargo de un peregrino asociado con Kawyumari.
127
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
¡Sí!. Los elementos y espíritus cobraban elocuencia en las manos de aquel hombre. Esos pases hipnóticos fueron los que permitieron a Rosenkreutz escribiera en su diario; unas cuantas aventuras de Juan Toci. “Hoy me es posible poder contar esas historias, porque el referido diario, fue la única herencia de mi padre”. En el pequeño libro es que fueron plasmándose las aventuras y los recovecos de una vida; en lo negro de la sangre que manaba de la vena de su pluma, esparciendo filigranas por el espacio vacío de luz, espejo de nimbos y vías paralelas. Así las cosas. Empezare por relatarles esta Kawjtu16, lo que se lee en las hojas viejas del diario; sobre el origen del mutismo misterioso del Lute. La historia comienza en el justo momento en que Juan Toci López, Siendo apenas un niño; jugaba con su perra negra, la Camila. El vientre abultado del animal dejaba ver que tendría a su camada en unas dos semanas. El pequeño estaba emocionado de saber que tendría muchos perritos; fue cuando el Viejo sabio del pueblo se presentó con sus padres. De sus labios emigró el vaticinio; rumbo a los oídos del padre del muchacho. Pedro vengo a decirte lo escrito en las hojas de los árboles, en las plumas del águila blanca; lo que me contaron los espíritus que se mecían entre las ramas. Aquel indio robusto frunció el entrecejo, la visita de aquel viejo no era un buen augurio, la preocupación pasó por las arrugas de su cara. 16
Narración mítica.
128
Grimorio de la muerte
Las palabras del viejo fueron - El destino de tu hijo está sellado, será un Cantador. Todos sabían que aquel destinado a transitar por el camino rojo, el de la magia de los ancestros; obligadamente pasaba por un ritual iniciático que consistía primero en morir para su familia, los cuales obsequiaban al pueblo exequias de cinco días, con el ritmo arcaico de un réquiem místico; el banquete funerario del quinto día contaba contejuino, frijoles, tortillas, caldo; carne de venado e iguana, acompañado de un petate con cinco tortillas, un bule con agua y tres monedas de cobre; para que el elegido encaminara sus pasos a la montaña, transmutando; platicando con los dioses, desapareciendo por cinco años; viviendo de lo que la naturaleza le prodigaba. El niño cruzó su mirada con la del viejo, lentamente regresó para ver a Camila. La acarició; de su raso ojo izquierdo; se desprendió una perla salada del engarce de su alma. - No es posible, no lo permitiré, ¡Estamos en pleno siglo XX!... No, No y NO, fueron los alaridos de Pedro. El anciano. En silencio, tocó a Juan, diciéndole antes de retirarse. Vengo por ti en 15 días, inevitablemente comenzarás tu viaje. Esa noche la cena fue amarga, el silencio y las caras largas fueron la sobremesa; en el ambiente flotaban el coraje y la confusión. Los días pasaron, las cosas se fueron calmando u olvidando poco a poco; la familia estaba más preocupada por qué comer, angustiados por llevar un dinerito extra a la casa, fue como Pedro aceptó algunos negocios poco recomendables. 129
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Las manecillas del reloj cortaban el espacio de los segundos, hasta acumular costales de inútiles horas. Cuando el último ruido acompasado, anunció un trágico día de luna llena, en que se presentó el dueño, dispuesto a recoger su mercancía. Un hombre de sombrero, alacrán de pita, bordado en la hebilla de su cinturón, dijo. A ver Pedro me estás entregando 14 paquetes y yo te dejé 20… ¿Qué pasa? Pedro; que por ahí había guardado unos paquetes, bien escondidos en su almiar. - No patrón, sólo esos son lo que tengo… los que me dejó. - ¡O me dices dónde están los otros paquetes o…! Sin más le mostró el filo del machete a tres centímetros de su rostro; entonces Pedro no supo que más decir, que hacer. El interlocutor, descargó su furia; decapitando al padre de Juan; su madre se abalanzó para defender su familia, lo único que logró fue sentir el frio del metal; como cortaba sus carnes, arrancándole el aliento en la lucha. Cuando el machete goteaba lágrimas escarlatas, desgarrando el viento en dirección a Juan. Camila saltó; sus colmillos encontraron la mano ensangrentada del perpetrador, tal fue el combate entre la perra fiel y el asesino, que de un tajo artero corto el vientre canino, los perritos quedaron tirados sobre la tierra, mientras sus fauces se aferraban a la yugular del matón. Ese fue el final de la batalla. De aquella perrería sólo se salvó un hijuelo. El pequeño lo tomó, el rostro se le humedecía, no sabía si 130
Grimorio de la muerte
de llanto o de sangre; temblando lo acicaló, entonces; el miedo se apoderó de él; cuando escuchó que crujían las cosas a su alrededor, unos pasos se dirigían a su espacio... - Párate, he venido por ti, hoy es el día; acompáñame. Fueron las palabras del Aojador, que regresaba por Juan. La profecía se cumplía. El pequeño solitario se encaminó hacia la casa del hechicero, abrazando a su pequeño cachorro, era lo único que le quedaba de su familia, el dolor se tornaba insoportable, sentía que el pecho le estallaría, no podía respirar, en su confusión desconocía el futuro. Ya en la jacalito el viejo dio a tomar Nawá17 a Juan, le contó que tenía que empezar su peregrinaje a Wiricuta, rumbo al Levante; justo en la orilla del mundo. Le regaló un pequeño Imumui18, y le dijo - Escucha Toci, el silencio de la roca en bruto; es la enseñanza más profunda, el grito más desgarrador, el niño apretó los labios, sellándolos; su mirada lo decía todo. El Curandero comenzó a preparar la despedida, quemó macuchi19 para elevar columnas de humo a los puntos cardinales, empezando por el este la casa Tawewiekame20, luego el norte, oeste, sur, al centro de la tierra y por último al cielo; comunicándose con tatewari21; cantando un huahui22. Alrededor del círculo mágico que se trazó, con paso de anciano; se encendieron cuatro velas de cera cruda, una quinta ardía fuerte al centro, sobre un rukuri23 con tejuino. Los cinco postes de madera roja como el fuego, de Ützaj24, columnas que sostenían el cielo, no corrían peligro alguno; habían sido renovados. 131
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Dio su primer paso; Juan se alejó del xiriki25. No estaba solo; le acompañaba su cachorro, los espíritus, la luna y la bendición de su primer gran amigo. El peregrinar iniciaba. Toci se presentaría con uno de los siete demonios, para recibir su privilegio, y poder llegar hasta Jícuri26. En el fondo se escuchó una voz aguardentosa “nos volveremos a ver Kauymáli27 Eleuterio de la Rosa de la Cruz; recuerda que hoy murió Juan Toci López”, el neófito de Cantador apretó contra su pecho al perro, apresuró sus pasos, perdiéndose a lo lejos entre el breñar. Pues el que habló; era el mismísimo Tukákame28. Cabe señalar en esta parte de la historia, que entre las hojas del diario se encontraba un recorte, una nota periodística; en la que se leía con letras grandes amarillentas, “FAMILIA MUERE POR AJUSTE DE CUENTAS”; en letras pequeñas ”se presume que el hijo fue secuestrado”.
Tejuino: bebida fermentada de maíz. Piedra que representa la escalera de los Dioses. 19 Tabaco. 20 Nuestro Padre el Sol. 21 Dios del Fuego. 22 Canto Ritual esotérico. 23 Jícara. 24 Palo del Brasil. 25 Casa Adoratorio. 26 Dios del Peyote. 27 Hermano Lobo Mayor. 28 Dios de la Muerte Huichol. 17 18
132
Grimorio de la muerte
GUERRERO INMORTAL Pseudónimo: Tatei Wierika Wimari TERCER LUGAR EN EL CONCURSO DE CUENTO INDÍGENA TLAHUITOLE 2010 En estas primera líneas, las cuales me resisto a escribir con la frase tan trillada: “ESTE ERA”, o aquella que dice: “ERASE QUE SE ERA”, o en su defecto: “EN UN PAÍS MUY LEJANO”; frases tan socorridas, pero tan europeas, lejanas a la costumbre, porque este cuento no es cuento, podría decir que es una “LEYENDA”, pero me niego a referirme de esa manera, dado que lo que les voy a narrar es la historia que me tocó vivir por los años 1400 o 1500 aproximadamente, en ese orden de ideas tampoco es la elucubración de una mente desquiciada que quisiera tocar por un momento los más fríos bordes de la realidad, o los más locos símbolos de lo onírico. Entonces la suma de las leyendas adminiculadas a la historia da como resultado la mitología de un pueblo, de mi pueblo. Por lo tanto, respecto a lo que se sucedió en aquel tiempo, les comentare un pasaje mitológico: Fue una noche profunda, inmensa y aterradora, trasiega batalla de poder. El día se había presentado eterno, el Sol renunciaba ante la luna; lentamente. El cielo se encendía de bermejos, rojos y naranjas destellantes, entre montañas verdes, nubes blancas y azules, que se entretejían allende el horizonte, en las postrime133
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
rías del mundo material. Aparece un millardo de chispas en el firmamento, despidiendo a su hermano mayor, al incandescente Señor de las saetas fulgurante, en su éxodo al inframundo, al lugar de los esqueléticos. El chaman águila bicéfala, todo cubierto de insignias mágicas, se preparaba para recibir los misterios de la oscuridad. La multitud danzaba, las flamas se reflejaban en las pieles rayadas con las pinturas mágicas de una ceremonia antigua. Gargantas de una raza cobriza, bocas que gritaban enardecidas, con alaridos que se elevaban cual oraciones, sus cuerpos borrados los ocultaban de una muerte macabra. El arcano carente de nombre visitaría aquel paraje, seguido de los perros pelones, una pequeña perra blanca, y un guerrero de mil castas, perro altivo y negro. En el centro de aquel círculo mágico, un indio airoso, marcado con los tatuajes del tiempo, líneas agrestes que se hunden en lo árido de su rostro, eleva sus pequeñas varas de poder, cubiertas de coloridos hilos de vida y plumas que disipan los destinos y elevan las plegarias entre silfos, todo bajo las percusiones en son de guerra, gallardo enfrenta a los espíritus de las sombras. En un rito que palpita en lo profundo del corazón del indio. Que en sus movimientos arrítmicos presentan es su cosmovisión: el pasado, presente y futuro. Observa cómo sus altares van siendo destruidos por seres cuadrúpedos, barbados del color áurico del sol, mientras entre las llamas abrasadoras se consumen los secretos entre los aullidos de dolor de sus amigos venerables sacerdotes ancianos, y van quedando sus costumbres cubiertas 134
Grimorio de la muerte
entre cenizas y huesos de sus muertos, puñados de tierra y en el extremo de las depredaciones; bajo miles de granos cristalinos blancos, cual lágrimas coaguladas de un mar de olvido caótico. El anciano no comprende lo que sucede, limpia sus ojos queriendo saber que está sucediendo, canta, entona los sonidos ocultos de la naturaleza, los que aprendió de dioses y ancestros. Busca las respuestas entre las cenizas y las ascuas, revisa el augur de las estrellas, escucha los murmullos de los arboles, entre los silencios de sus muertos, se adentra en el sendero de su corazón, caminando por los ofídicos trazos de una antigua ciencia. Águila bicéfala, pregunta entre los mundos, el hombre se desvanece entre lo efímero de la muerte, infante inocente que es elegido por el “Poder”, epígono de las enseñanzas de Los Abuelos el fuego, el mar, la lluvia, la tierra y el sol. Recuerdo bien que sacó del morral una cantidad prodiga de macuche y de hícuri. Quemó el macuche para que sus plegarias viajaran en lo alto envueltas en el humo, mientras los seres tenebrosos fueron cegados. La profecía debía ser clara. Comió más peyote, el diálogo divino se estaba tornando algo complicado. Clavó la mirada en la bella primigravida, que lo consultaba sobre el nombre que le pondría a su hijo. - Muchacha, te veo y te veo, eres sólo una mujer, solo un embarazo, y solo un hombre toma tu mano, mientras te ofrece tejuino. ¿Quién eres? 135
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
La mujer con los ojos rasos le dijo - por favor apúrese, quiero saber el nombre que deberá llevar mi hijo, por favor; es que ya va a nacer. - Aquí mismo está mi abuelito el Dios Sol, que habló con voz fuerte, sonido que tronó como un rayo en el cerro, poderío que hasta los sordos escucharon. Y me dijo que en una tarde, cuando el viento mecía los eternos verdes de la sierra, te tomó entre sus brazos, disfrutando de las mieles de tu inocencia, dejando en lo profundo de tu cuerpo joven, la semilla de su existencia. Por otro lado aquí se encuentra un espíritu, que me dijo, al oído izquierdo, que él fue tu anterior esposo, que te preñó, pero que el hombre que hoy esta a tu lado, lo mató, para poder casarse contigo. Aun que por el amor, luchó fieramente por aferrarse a la vida, pero danzado su última danza ante la poderosa energía que a todos los seres vivos nos arranca violentamente de este mundo. Asimismo veo al hombre que te cuida, que él ve tu vientre con un amor que sólo un padre puede profesar por el no nato. Efectivamente, aquel ser; estaba destinado a ser un gran hombre, tenía la gracia divina de contar con tres padre. Y yo Majakuagy señor del imperio de hicuripa, No podía faltar al nacimiento de un inmortal, aquel que tendrá el don de profecía, aquel que podrá decir el porvenir de los simples mortales. El chaman continuo hablando - No veo a un niño, veo un guerrero, un gobernante, un ¡REY!, que dirige los designios divinos de su pueblo aun cuando su cuerpo no son más que un montón de huesos blanqueados al tiempo, que sigue acumulando 136
Grimorio de la muerte
victorias, en el ocaso de sus cenizas, y que su nacimiento es el de una tierra, de una población, de su gente, egida de un ejército inconquistable, indómito y rebelde. En eso la comadrona, anciana sabia y conocedora de la naturaleza, se dio cuenta que ésa noche caería una gran tormenta de rayos y centellas, que los hombres temblarían ante el poder de los dioses, dando como resultado el nacimiento del niño. La paz de las danzas ceremoniales fue rota por un relámpago, que iluminó las lágrimas que corrían por las mejillas de la madre, mientras estremecía los nervios del venerable anciano. La lluvia se precipitó como por mandato divino, el diluvio parecía ser el vaticinio, desde el primer momento inundo los alrededores. Las mujeres jóvenes se pusieron a rezar, mientras la partera con cinco féminas entradas en años se dispusieron acompañar en aquel acontecimiento cósmico, Los gritos de dolor eran velados, ennegrecidos por los truenos, mientras la madre tierra dejaba oír su palpitar con el golpe rítmico de gorgoteo de la lluvia. Aquella hermosa flor de renovaciones, efímera belleza entre dos eternidades, limite carnal entre los mundos, luchaba dispuesta a todo, con tal de traer un pequeña vida, en medio de grandes dolores, sólo pensaba en darle al mundo a su primogénito. Cuando las primeras flechas flamígeras asomaron por entre los negros eternos de la noche, sólo para desintegrarla, mientras las últimas aguas se derramaban desde lo alto del cielo. Iluminó la bóveda celeste un gran número de relámpagos, como nunca antes se había humano alguno había tenido la oportunidad de 137
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
presenciar, el sonido que acompaña al potente trueno anunció el nacimiento del niño; mientras cuatro águilas se posaban en cada uno de los puntos cardinales, un águila de plumas doradas volaba en torno al recién nacido, alucinando a los danzantes con los destellos de sus alas. El chaman, hombre sabio y viejo, dio por fin con la respuesta del nombre de aquel chamaco, su mente se iluminó de súbito, y empezó a relatar la costumbre: - Todo en el universo está vivo, late el corazón del cosmos en la mano de tata sol, no hay nada muerto en el mundo, todo es verde, las flores eclosionan, las aves conmueven el cielo entre sus alas, el fuego chisporrotea lamiendo el horizonte. Los mortales creen que los muertos están muertos; pero están mucho más vivos que antes, mientras danzan y cantas las glorias del ser inmortal que pronto caminara por el canal húmedo de la vida. Se encontraban presentes todos los dioses, hasta los del inframundo, cada uno dispuesto a otorgan su don al que nacería. Continuó rezando la tradición el venerable anciano - tú serás un gran hombre, de mayor estatura de los que te quieran conquistar, tu alma volara en las alas de del lucero del alba, tramontándote por las ramas del árbol cósmico, caminaras con la frente en alto, porque perteneces al linaje de gobernantes de los totanis, esto será; palmo a palmo de los abuelos del fuego, cola de venado y nuestro padre. Y sabiendo que “El que es dueño de su pan, es dueño de su conciencia”, guiaras a tu pueblo por las sendas de lo omnipotente. 138
Grimorio de la muerte
Por eso tu nombre será ¡NAYERI! Dicho el nombre del niño, el cielo se cubrió de un silencio sacramental, y sólo el primer llanto del niño logró arrancar una lágrima de tinta sangre a los dioses, la grandeza de un reino se estaba escribiendo en los fastos de la historia.
139
Grimorio de la muerte
TEPICQUE
Aquella noche el mensajero celestial empezó su recorrido atreves de las estrellas. Avisando que la reunión de los dioses sería en un paraje hermoso, verde, lleno de luz, el ombligo del planeta tierra. Tal fue el alboroto que todos dijeron: Vamos a Tepic, aquel pequeño lugar creado por Dios. Otro lo corrigió y le dijo: - Nada, nada será un TEPEC, cuando estemos todos los dioses reunidos, un lugar de mucha gente. Otro de los dioses gritó desde el fondo del universo y dijo: - Estás equivocado, ahí haremos la masa para crear el primer hombre, por eso será el lugar del maíz. Una más que escuchaba, un dios de esos muy serios, que se toman todas las cosas a pecho, con una voz cacofónica, pero solemne, les dijo: - Vamos al lugar para conocerlo, entonces los cometas poblaron el cielo. La infinitud del firmamento se vio ahogada en innumerables colas de papagayos diamantinos; que formaban un enrejado en el cielo, entramado de luces, que anunciaban la grandeza de un advenimiento. Las plantas de los seres primigenios se posaron sobre la tierra de Xalisco, y al contacto con sus plantas el suelo se empezó 141
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
a calcinar, la tierra transmutaba en una lava incandescente de un rojo color, tan sólo para que al momento que su pie dejaba el espacio limitado de su huella, quedara en su lugar, un montón de piedras blancas y livianas, paso a paso los dioses se fueron reuniendo alrededor de TEPIQUE, sentándose en los cerros del rededor, y uno gritó, -este es un lugar entre cerros, vean al centro esta una piedra de basalto llorón. Cuando dijo esto último, apareció entre truenos y centellas, el Dios de Dioses, poso con lentitud inefable sus pies en aquel lugar, con yerbas que traía en su morral, marco una cruz, en el justo lugar donde pondría una gran piedra que cayó del cielo, aun en vuelo e hirviendo por el roce con la atmosfera, la tomó con su mano derecha, la llevó hacia su rostro en un arrebato divinal, y con la fuerza de los mares, sopló sobre aquel basamento hasta enfriarlo, ya maciza la roca, la colocó en el centro de la cruz, y con sus manos, que no son las manos de cualquier mortal, comenzó a devastar aquella roca, con la maestría del artífice de mil vidas, le dio la forma que sólo él podía darle, entonces sin más, volteó y barrió con su mirada los alrededores, y dijo, con una voz que no es de este mundo: - Desde hoy este será el lugar donde Dios devastara la piedra fundamental de todas sus obras, por eso la llamare Tepic. Dicho esto, el aire se volvió más denso que de costumbre, apareciendo una niebla espesa, y en el horizonte, por los cielos se dibujaron las serpientes, los dioses se volvieron invisibles y la piedra que Dios tuviera entre sus manos transmutó por artes de la alquimia celestial en una pareja de mortales… 142
Grimorio de la muerte
Información adicional: TEPIC. Tepi-c. De c, sinónimo de co, en, y tepic, verbal de pretérito en pasiva, criar Dios algo. Lo criado por Dios, lo formado por Dios, hechura de Dios, cosa hecha por Dios; la Ciudad de Tepic. TEPEC -TEPIC. Tepe-k. Tepek-cerro K lugar. TEPEC TEPICQUE TEPIC. “En la piedra dura o entre mucha gente” (Traduce Fortino Ibarra de Anda). “Ripio, piedrecillas o pequeño, insignificante o piedra maciza” (expresa Eufemio Mendoza) “El nombre primitivo de esta ciudad, debió ser TEPEC que significa lugar muy poblado, sin embargo otros autores dan la etimología de “lugar de maíz” (dice Alberto Leduc). TEPIC Tepelli (?) Tepito (?) Geográficamente En el primer caso mpio piedrecillas. Etim. Tetl piedra, picilloa devastar, achicar. En el segundo, pequeño insignificante; quizá sea tepicqui piedra maciza. Etim. Tetl piedra, picqui cosa maciza. Ahora bien tenemos que en diversas palabras compuestas en lengua náhuatl, nos encontramos con ciertas formas lingüísticas que tienen contextos discursivos definidos, pero en el más de los casos son discursos abstractos. Dichas formas han sido nombradas de diversas maneras: parábolas; metáforas, entre muchas. Con la relación verbal y conceptual de dos o más signos, conceptos o imágenes cuyo significado no se construye por sus individualidades o a través de la suma de sus partes; sino que remiten a un significado más incluyente. Básicamente son abstrac143
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
ciones conceptuales, con significados semióticos más allá de las simples palabras que los componen, de ahí tenemos lo siguiente: Fuego: tletl Dios: teotl Piedra: tetl C-> co: en Ic: para que Piciltli: devastando Picilli: devastado Picqui: piedra maciza o fundamental Por lo que el de la voz llega a la siguiente afirmación: De la conjugación abstracta tenemos que TEPIC, TE (1, 2, 3); PIC (6, 7, 8); IC (4, 5): se definiría como: “El lugar donde Dios devasta la piedra fundamental”.
144
Grimorio de la muerte
CAJA MÁGICA DE IC
Aquel día viernes al salir de la escuela, como siempre mi madre pasó por mí, pero esta vez estaba muy apurada. Me dijo: corre hijo, apúrate. Corrimos por entre los carros, como tres cuadras. Llegamos a una zapatería, donde le entregaron una caja gris. Sin decir más nos fuimos a la casa. Al entrar lo primero que hizo fue dirigirse a su closet y guardar aquella misteriosa caja gris. Con cuidado colocó la caja encima de sus cobijas, como arrullando a un bebe; como depositando al niño Dios sobre el pesebre. Con aquel cuidado, como si se fuera a romper la caja, que no veía mi mamá que la caja era de cartón, sólo eso; de cartón… ¿Qué pasaba, qué contenía esa caja, porqué tanto misterio y cuidados? Tomó la llavecita plateada que colgaba de su cuello y cerró el closet. Pasó el sábado, le siguió el domingo y la caja gris continuaba en el closet, mi madre no la abría, no dejaba al descubierto el mistérico contenido… si fueran simples zapatos, mínimo se los abría probado frente al viejo espejo de vanidad del corredor, espejo que perteneció a la abuela. Pero nada. 145
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Acaso temía desatar los demonios y la destrucción de la tierra si esa caja fuere violada en sus misterios. Realmente no se… pero el miércoles llegaron sus amigas con un vestido blanco, pletórico de organdí, de encajes y una máquina de coser, con gran algarabía decían todas que para probarle el vestido. Entraron a su cuarto, mi madre tomo la llavecita y abrió el closet, tomó varios adornos para presumir con sus amigas, y descuidó aquel tesoro gris… ahí estaba, solo; sin un vigía que lo cuidara, era la invitación perfecta para descubrir el contenido de aquel tesoro. Me escabullí al interior de la recamara, con la gallardía de un gato me pare frente a la caja gris, sentí mucha angustia, miedo, un frio sepulcral me recorrió la espalda del principio al fin y de regreso, las manos me temblaban, pero esta era la oportunidad perfecta, así que volteé de reojo a ver a mi madre, la cual estaba poniéndose un gran trapo blanco, que le cubría los ojos por completo, ahora o nunca, así que con mi mano derecha, que sudaba a mares tome la tapa de aquel obstáculo entre mi persona y el descubrimiento del secreto. Cuando tuve por fin entre mis pequeños dedos la tapadera, lentamente me asomé al interior de la caja… lo único que vi fueron unas zapatillas cerradas de charol color blanco, era todo, mire con mayor detenimiento, sí; era lo único que contenía aquel cofre de los tesoros. Pero porque mi madre lo guardaba con aquel celo, porque no había visto que se probara las zapatillas, si en ocasiones an146
Grimorio de la muerte
teriores, hasta me pedía consejo sobre si el vestido de la noche combinaba con su bolso o su color de ojos, ¿Qué pasaba el día de hoy? ¿Cuál era el secreto que guardaba esa caja gris? Mientras entre mis pequeños dedos estaba la tapadera de la caja, la cual me empezó a dar cosquillas en mi mano, vi detenidamente aquel pedazo de cartón, simple, sin dibujos, por fuera tenía unos garabatos, empecé a leerlos, porque yo ya era un niño grande, estaba en primero de primaria y ya me sabia el abecedario; aquellos trazos eran el nombre de mi madre, y un número, el 21, esto me pareció mágico, así que sin decir nada me encaminé a mi cuarto, con el hurto perfecto de mi infancia; con aquella tapadera mágica, nadie notaria su ausencia. Ya en mi cuarto me puse a jugar con la tapadera, con mi dedo índice de la mano derecha, el cual lo coloqué en la esquina superior del mismo lado, para jugar, por lo que empecé a girar la tapadera, primero despacio, luego un poco más recio, así conforme giraba; un pequeño ruido, un golpeteo rítmico, se apodero de los espacios, del cartón; como si estuviera siendo castigado con algo, aquel ruidito mecánico me sumió en un trance hipnótico, del cual fui brutalmente despertado, justo en el momentos en que se escuchó el timbre de la puerta; clásico; tres timbrazos pequeños y uno largo, quien más podía ser que el detestable noviecito de mi mamá. Mi madre alzó la voz para ordenarme: Ic, hijo ve abre la puerta, ve quien es. Mi mamá, como si no supiera que era el enfadoso de su novio. 147
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Pero cual va siendo mi sorpresa; de repente de la tapadera todavía en giro vertiginoso, saltó un pequeño dado de colores, rodó por debajo de mi cama hasta el otro lado; no sabía qué hacer o decir, si gritar o llorar, pero corrí a verlo. Ahí estaba, junto a mis patines, a un lado de la rueda delantera del patín izquierdo, un pequeño dado que marcaba el número cinco en su cara azul. Pero el momento mágico se interrumpió de súbito, cuando la madre le habló a su retoño: Ic, apúrate hijo, ve abre la puerta…
148
Grimorio de la muerte
DEBERÁS SERÁ UNA BRUJA… LA HECHICERA
Quiero que le digas a esa bruja con la que vas. Sí… a la mujer aquella de los pelos platinados y despeinados, que trae todo el día la bata roída, con la medalla en su mano derecha, los dedos nudosos y engarrotados, las chanclas de plástico, y las uñas llenas de tierra; que ni sabe, que no es una hechicera de verdad, que si fuera una bruja se diera cuenta el día que yo fuera a ir a su territorio, cosa que no se asomaría al balcón; cada vez que me acerco a su casa… para impedirme el paso cual dragón que cuida una doncella.
149
Grimorio de la muerte
UN CAMINO A LA ILUMINACIÓN
Un hombre distraído, lo fue dejando todo en el camino, para encontrarse libre de ataduras, bufón y comodín de mil mudos, que se ríe de los limites, porque en su libertad, es capaz de referirles la verdad a reyes y plebeyos, porque sabe de magia, se pone a preparar sus mutaciones alquímicas frente una mesa Mientras la Sacerdotisa, toma la posición sedente al centro de las dos columnas, proponiéndose como el tercer camino a la iluminación, y mira al mago, como estudiándolo. Lo enamora con los ojos, prende el deseo de su hombre, los opuestos se han encontrado en una explosión cósmica, lo que dio paso a la emperatriz. El mago renuncia por el momento a su vida y en los brazos de su amor empieza a envejecer, se empodera y acepta ser el emperador. Pero por las noches lo visita Marte el dios de la guerra que lucha en defensa de la quinta esencia de la existencia, para convencerlo de que él es un sumo sacerdote de los misterios iniciáticos. Sin importarle el sueño, se despierta para hacerle el amor a su emperatriz, enamorados entre las sabanas de su deseo. Por la mañana sube a su calesa y empieza un gran viaje. Busca a la justicia y la sabiduría para su reino. Sin encontrarla, viaja por los confines allende el horizonte, 151
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
y regresa por la noche, ya viejo, sin dinero, y con la lámpara de Diógenes iluminando su camino. El viejo sabio, prudentemente camina; apoyándose sobre un bastón; que antes fuera su báculo mágico, ya aquel hombre se construye él mismo, en su necesidad de autoconocimiento, originando la mágica triplicidad de los tres mundos Y ve las ruinas de su carro de guerra, al fondo están jugando un perro y un gato en la única rueda completa, que gira desdibujados de los ciclos de vida, que se resuelven en los escaques de la cuadratura del círculo. Su emperatriz lucha con un león, por que prometió casarse con otro hombre, el día que sus fuerzas no lograran abrir las fauces de aquel fiero animal, entonces dejaría de esperar el regreso de su ser amado. El hombre al ver a su mujer en peligro, se auto sacrifica, se cuelga boca abajo del pie izquierdo, como fuera la costumbre de los reyes de antaño, para ceder su reino material, pierde los tesoros que contenían sus bolsas, pero lo único que quiere a cambio es a su mujer, su amor. El arcano sin nombre, llega a visitarlo en aquel suplicio, le acaricia la cara con la guadaña, y corta la cuerda que sostiene aquel emperador de mapas de papel. Un Secreto Ángel Guardián de las aguas primordiales, mezcla unos líquidos especiales para darle a beber, y el colgado recupere sus fuerzas, a su mujer y su reino. Pero Mefistófeles no puede dejar pasar la oportunidad y llega a realizar un pacto demoniaco con el recién colgado. 152
Grimorio de la muerte
El hombre quiere sólo recuperar el amor, rechaza al tentador. Mefistófeles lleno de ira destruye los castillos del reino. Las flamas de aquella destrucción, lamen el limbo en sus confines y en el cielo asoma la estrella que auguraba la venida de mesías o reyes. La luna celosa de sus hermanas menores llega a la fiesta emocionada por conocer que rey llegaría a conquistar la tierra. El sol escucha rumores de que nacerá un rey más grande que él, y se presenta presuroso en aquel evento, cubre a la luna con su manto, eclipse de luces, amores y presagio de grandeza. El arcángel Gabriel se asoma, anuncia el nacimiento del nuevo hombre, aquel loco, que se creyó emperador, caminó por los senderos y se colgó, es el nuevo hombre que viene a vivir en el mundo, reinándolo al lado de su mujer. Nació el viejo sabio e iluminado que vivirá por siempre en la montaña.
153
Grimorio de la muerte
ZAÍD Cuento segundo lugar del concurso de cuento “AL RITMO DE LA LUZ” 2008 Parafraseando a mi Hermano, atreviéndome a pedirle prestada su voz; es de referir que conozco un país. Mi país, del cual hablaré; de todas sus bondades, de nuestro amado país, de aquel terrón en que cada uno nos esforzamos para contribuir de manera suficiente a su desarrollo, que es cuestión más de fe que de esperanza, de paciencia y que entre todos lograríamos hacer de este, un mejor lugar en el centro de la Luna; para nuestros hijos o debo decir para nosotros mismos; para mí. Ayer, al salir de casa y justo en el primer cruce de calles. Encontré como ya es Costumbre un gran cerro de basura al centro de la encrucijada, el que quizá siga ahí desde hace varios días; porque el honorable ayuntamiento municipal no tiene dinero para el biocombustible del camión que recolecta en mi colonia, digo es sólo una posibilidad; por cierto en la cima de aquel collado se encuentra el perro bermellón y callejero de siempre, buscando sus alimentos del día, haciendo un reguero por la calle, demostrando en su nimiedad que es el pequeño rey del mundo, todo porque esta hasta arriba en aquella porquería; destapando los olores suficientes para recordarnos los peores momentos de la vida; aquella inmundicia hay que esquivarla por la Izquierda porque del otro lado hay un bache descomunal, que aunque estoy seguro que si por accidente llego a caer en el, cuando logre 155
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
salir de ahí; el municipio se enfrentara sus obligaciones con un civismo por demás ético, reparando los daños causados bajo la premisa de un derecho de lo contencioso administrativo, pero para evitar retrasos prefiero el estrecho paso de terracería que ofrece la intersección, porque con el problema de la caída de la bolsa no se ha podido reencarpetar la vía, pensar que yo un ciudadano de miles no entiendo porque el bullicio de unos cuantos hombre encerrados entre computadoras y pantallas pueda afectar mi vida; en fin debo seguir mi camino; porque mi hijo debe llegar a tiempo a la escuela. Al llegar a la avenida me encuentro un gran embotellamiento, porque como es rutina, el egregio chofer del vehículo popular que por ahí transita; cabe aclarar que es lo único verdaderamente democrático y dinámico que se mueve por mi ciudad; este hace sus paradas a media calle para evitar que otros camiones lo pasen, le ganen el pasaje o el horario, como si fuera el único que lleva prisa por llegar, lo irónico es que sólo da vueltas en su circuito sin horizontes; pero sin importarle, en un acto de prepotencia se detiene con aquella gallardía en las inmediaciones del nodo vial; cuando por fin se reanudó el movimiento; veo a el agente de tránsito que acostumbra a desayunar un pastelillo con refresco; paso por los rescoldos de mi mente la lejana posibilidad de que el feliz conductor del urbano lo invitó a desayunar este día o cualquier otro en el pasado, pero no lo creo; porque eso no sucede en donde vivo… por otro lado al conductor que estaba justo atrás de mi y que sonaba la bocina como un maniático; retando al destino, para que se apure; fue detenido por el oficial, 156
Grimorio de la muerte
que a su vez fue abruptamente interrumpido en la digestión de su paquete de calorías multinacionales; todo por hacer tanto escándalo, eso habla bien del agente y deja ver que es substancial para él, aplicar el reglamento hasta en el más mínimo detalle; no más contaminación por ruido en mi ciudad, este es mi gallo. Por fin y después de varios sobresaltos viales logre llegar a la escuela de mi hijo; momentos más tarde, en lo acogedor que resulta el nido que llamo casa; donde espero tener un baño caliente, una gran taza de café; si es que de la mesada mi mujer alcanzó a pagar el ticket del gas; mientras veo el noticiero de la mañana, para estar bien informado. Qué raro mientras veía el noticiero me di cuenta de varias cosas, por ejemplo: que empiezo a acostumbrarme a ver la muerte de gracia como el diario ser de mi país; digo después de algunos años de lo mismo es normal ó no; a nuestro liberal y democrático representante del poder ejecutivo federal que se ve pequeño cuando está detrás del pódium; pero estoy seguro que con la banda tricolor y sentando en la silla por el águila coronada, es un héroe nacional… que con un golpe certero de su escoba, hace que salgan corriendo los demonios de entre nuestro matorrales y litorales… dejando una tierra limpia; me estoy acostumbrando también a oír que las bombas hoy sólos son unos insignificantes artefactos explosivos que no causaron más daño que un leve desprendimiento del asfalto, seguido de la frase al tropel “Son hechos aislados”, seguido del audaz dictamen donde señalaron que si hay gobernabilidad, que vivimos los coterráneos en un estado de derecho; pero a pocos días todo al trasto. 157
Gabriel Corona Ibarra Córdoba
Que ahora sí, que en este sexenio la lucha contra el narcotráfico es frontal. Mientras reflexionaba recordé a mi viejo de pelos platinados; que lleva muchos años esperando que las cosas mejoren esforzándose todos los días, a mis amigos, al vecino, al anciano que recorre las calles de nuestra ciudad, con paso lánguido; pero lleno de esperanza vendiendo ilusiones en cachitos de lotería que explora entre sus nudosos dedos, al indígena que tocando casa por casa, apostó el pequeño patrimonio metálico a unos kilos de nopales, que espera venderlos para llevar alimento a sus hijos; a mi hijo que aun en su inocencia espera el plato de alimento, con todo y postre, el de todos los días, sin darse cuenta de lo que ocurre a su rededor; de pronto se hizo tan grande la lista que me di cuenta, que la esperanza; prácticamente todos la tenemos, me di cuenta que generaciones enteras se han extinguido con la esperanza de ver un mejor país y que de seguir así mi generación morirá esperanzada, o cegados estamos muriendo de a poco creyendo que vivimos mejor que antaño y quizá ese país por el que todos trabajamos día con día nunca cambie. Entonces grito sólo para mi, en un gutural rugido ahogado en la profundidad de mi garganta, un vibrar de tambores silenciosos que deja saber su sonido sólo a lo profundo de mi ser, por que el sólo murmurarlo públicamente puede ser una invitación a la parca. ¿Qué necesitamos?; si somos más los que esperamos esperanzados, los cansados; de la educación gris que se ofrece a nuestros hijos, de la inseguridad, de la miseria, de la desigualdad, de la represión, del compadrazgo, de las relaciones mediáticas entre la prensa y los poderes, de los comercios familiares llama158
Grimorio de la muerte
dos partidos políticos, de funcionarios corruptos, de gobiernos sin rumbo, de instituciones vetustas, grotescas, de un estado de derecho inventado, de ver como las empresas sindicales saquean a sus agremiados, de ver pues, como los parvos sin conciencia alguna, destruyen lo que a muchos les cuesta en vida y trabajo. No Juan Pueblo; los mexicanos le hemos fallado a los mexicanos en general y a ti en particular; no seas más un muerto gris que deambula por las aceras en una tarde que derrite el asfalto bajo tus pies, no creas que con votar ejerciste la democracia y construiste el bien común, no aplaudas pequeñas obras viales o monumentos rimbombantes cuando la ciudad se cae a pedazos, en medio de la incertidumbre; que por Rutina vegetamos con la esperanza de que todo cambiará, que con miedo no vamos mas allá; porque podemos perder el mendrugo de pan, que difícilmente llevamos a la mesa de nuestro hogar; lo que alcanzamos a lograr en un cuchicheo apagado en contra del gobierno, un murmullo de café, un filosofar entre los amigos, donde logramos en el mejor de los caso un país que sería la envidia del mundo entero, empero no pasamos de eso; una charla nada más. Juan Pueblo, por favor ya no más; Por que amarrarse la lengua, comer poco y dormir menos; deja de guardar silencio; sal a las calles a gritar, exige tu libertad.
159
View more...
Comments