Giovanni Levi, La Herencia Inmaterial

August 25, 2017 | Author: jelm1963 | Category: Decision Making, Behavior, Rationality, Society, Politics
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un clásico de la microhistoria...

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GIOVANNI LEVI En un pequeño pueblo del Piamonte, en 1697, se encarcela al cura por ha ber practicado el exorcismo de fQrma generalizada. Es te acontecimiento, así como su condena, sirven al autor para estudiar las vi cisitudes individuales y sociales de las personas que vivieron durante aquellos años. El autor nos ofrece una visión panorámi ca de la vida en el norte de Itali a y, por extensión, en el resto de Europa en el siglo XVII . El hilo cond uctor del libro es el proceso inquisitorial del cura piamontés. La importancia del tema radica en que el siglo XVII forma parte del período más difícil de interpretar de la historia de Europa, a pesar de tratarse de los años en los que se formó la Europa moderna. G. Levi, conocido especialista de la historia de la fam ilia, la demografía y la agricultura de los siglos XVII y XVIII, es profesor de historia económica en la Universidad de Turín.

La herencia

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La h istoria de un exorcista piamontés del siglo XVII

al14-D A/HJriciones en Castilla y Cataluña (Siglos XIV·XVI) H istorUJ social de E spaña (1800-1990)

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NEREA

GIOVANNI LEVI

La herencia inmaterial La historia de un exorcista piamontés del siglo XVII

Traducción: Javier Gómez Rea

NEREA

Publicado originalmente en italiano con el título L'ereditil immateriale. Turin, Giulio Einaudi, 1985

Indice

Cubierta: Francisco de Goya, Lo. lámpara del diablo. Londres, National Gallery

1985 Giulio Einaudi editore s.p.a., Torino

© de la ed. cast.: Editorial NEREA, S. A., 1990 Santa Maria Magdalena, 11. 28016 Madrid Teléfono: 5714517

© de la trad.: Javier Gómez Rea Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de es~e libro pueden reproducirse o transmitirse utilizando medios electrónicos o mecánicos, por fotocopia, grabación, información, anulado u otro sistema sin permiso por escrito del editor ISBN: 84-8676J~

Depósito legaJ:M. ,5.2'0.1990

Fotocomposición: Fermindez Ciudad, S. L.

Catalina Suárez, 19. 28007 Madrid

Impreso en Lavel, Los Llanos, Humanes (Madrid)

Impreso en España

9 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Capítulo 1: Los exorcismos de masas: el proceso de 1697 Capítulo 2: La historia de tres familias: las relaciones de paren­ tesco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , 47 Capítulo 3: Reciprocidad y mercado de la tierra . . . . . . .. 83 Capítulo 4: La autoridad de un notable: Giulio Cesare Chiesa. 119 Capítulo 5: La herencia inmaterial: el proceso de 1694 . . 143 Capítulo 6: La definición del poder: estrategias locales . . 163 Capítulo 7; Las apariencias del poder: la paz en el feudo 183 Notas . . '. . . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197

TABLA DE EQUIVALENCIAS DE PESOS Y MEDIDAS

Medidas agrarias (de superficie): jornada (giornata) 100 tablas (tavole); tabla 12 pies. jornada = 38,104 áreas; tabla = 0,381 áreas; pie = 0,0318 áreas. Medidas de capacidad (sólidos): saco (sacco) 5 = heminas (emw). saco = 138,33 litros; hemina=23,055 litros. Medidas de capacidad (líquidos): carra (carra) = 10 brentas. carra = 493,07 litros; brenta = 49,31 litros. Pesos: rubo (ruhbo) 25=libras; Iibra= 12 onzas. rubo 9,222 kg; libra = 0,369 kg; onza = 30,74 g. La medida de la leña para el fuego que se encuentra en las actas notariales de Santena es diferente de la que estaba en uso en la provincia de Tunn. l carra corresponde a unos 4 metros cúbicos. Cfr. B. Borghino, Tavole di ragguaglio da un sistema all'altro dti pes; e delle misure degli Stati d i S.M. en Terraferma, puhhlicate dal Coverno nel 1849... con tutte le aggiunte e correzioni contenute nel volume puhhlicato con R. Decreto del 5 maggio 1851, Favale, Tunn, 1853. Todas las monedas se han expresado en liras piamontesas: lira piamontesa=20 sueldos; sueldo= 12 dineros.

INTRODUCCION

La sociedad campesina del Antiguo Régimen vivió transformaciones muy profundas con el paso del tiempo; la innovación tecnológica y los comportamientos religiosos son, quizá, los fenómenos más clamorosa­ mente evidentes, ya que a veces han dado lugar a rupturas imprevistas y brutales. Pero también las estructuras familiares, las normas comuni­ tarias, el mundo político, las estrategias económicas o los comporta­ mientos demográficos han vivido cambios que se revelaron de amplitud gigantesca durante el largo periodo del Antiguo Régimen. A pesar de ello, la opinión generalizada es que se trata de un mundo inmóvil, protegido, conservador y fragmentado por la acción de fuerzas total­ mente externas, sustancialmente incapaz de iniciativas autónomas, pero tenazmente dedicado a la tarea de tejer una costosa adaptación, con un continuo replanteamiento de una racionalidad propia, que se convertía progresivamente en anacrónica y desmembrada. Conflicto y solidaridad se mezclan, en la realidad, para hacer difícil la construcción de un modelo. Las comunidades campesinas o las masas populares urbanas muestran en su interior un variado y cambiante proceso de ruptura y de división: no se pueden describir con la imagen J.:,.........

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INTRODUCC/ON

LA HERENCIA INMATERIAl.

idílica de una sociedad solidaria y sin conflictos y, sin embargo, una estrecha homogeneidad cultural parece estar en juego, especialmente en los momentos de enfrentamiento abierto con las clases dominantes y con el exterior. Los modelos construidos por historiadores y antropólogos se han servido (lo que quizá sea inevitable) de definiciones que intentan aunar los comportamientos bajo una única ley explicativa, a menudo oscilando así entre una caracterización rica y articulada, pero inmóvil, de la cultura de las clases populares y un cuadro desarticulado, sin defensas por el atraso mismo de los principios económicos y sociales. Dos ejemplos son especialmente significativos por el gran peso que han tenido en el análisis histórico. La que ha sido definida como economía moral de las clases populares sugiere precisamente una cultura compleja, en la que los derechos de la sociedad predominan, sobre los impersonales de la economía, y las revueltas debidas a la disponibilidad de víveres imponen el precio justb a los especuladores 1,' Al contrario (aunque se refiera a situaciones muy diferentes), se puede presentar la descripción de la cultura popular como condicionada por la imagen de la cantidad limitada e inmutable de recursos disponibles. No es posible el crecimiento económico y toda redistribución de riqueza necesariamente implica el empobrecimiento de uno frente .-.1 enriquecimiento de otro. De ello nace una paralizante guerra de todQ$ contra todos, una continua tensión y una desconfianza generalizada~. Se trata de modelos (el de Thompson, en especial) a los que a ltJ largo de este libro se hará referencia permanente. Sugieren tambi~ ellos, sin embargo, un rasgo conservador: pensados como modelos a4i' comportamiento y de orientación cognitiva compartidos por grupqf sociales ampliamente homogéneos, están teñidos por el objetivo polé~ co principal al que se contraponen, el teleologismo habitual que ve só" en el mundo totalmente mercantilizado del capitalismo la realizaciiw ..~. plena de la racionalidad económica, antes parcial y latente. La realidad estudiada en este libro ha sugerido un modelo comportamiento distinto y una perspectiva diferente, que no parten la idea del lento apagarse de un sistema social frente a la agresi. consolidación del poder centralizado del Estado absoluto y la generalif zación de las relaciones de mercado. Se estudia una fase de un conflic~ del que tanto la sociedad local como el poder central salen cambia~

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No es sólo un problema de interpretación: las explicaciones que basan exclusivamente en causas externas a las pequeñas y frágiles comunida­ des rurales el mecanismo del cambio social que ha destruido el sistema feudal, no consiguen dar cuenta de la heterogeneidad de los resultados de este proceso, a no ser recurriendo a la hipótesis de que la forma de adaptación a las situaciones locales es diferente porque diferentes son también los puntos de partida. Pero esto posterga el problema sin resolverlo 3. Así pues, he intentado estudiar un fragmento minúsculo del Pia­ monte del siglo XVII, reconstruyendo en detalle las vicisitudes biográfi­ cas de cada habitante del pueblo de Santena que haya dejado algún resto documental. A la larga, todas las estrategias personales y familia­ res tienden quizá a aparecer atenuadas, a reflejarse en 1m resultado común de equilibrio relativo. Pero la participación de cada uno en la historia general, en la formación y la modificación de las estructuras que soportan la realidad social, no puede ser valorada sólo por los resultados perceptibles: en el curSG de la vida de cada uno, cíclicamen­ te, surgen problemas, incertidumbres, decisiones, una política de la vida cotidiana cuyo núcleo es el uso estratégico de las reglas sociales. El comienzo de conflictos y contradicciones va acompaiiado de la continua formación de nuevas situaciones de equilibrio, inestablemente sujetas a nuevas rupturas. Generalmente, observamos de lejos esa sociedad: estamos, así, atentos a resultados finales que a menudo . exceden la posibilidad de control de las personas, su propia vida. Nos parece que las leyes del Estado moderno se han impuesto con resisten­ cias insuficientes, e históricamente irrelevantes. Pero no ha sucedido así: en los intersticios de los sistemas normativos estables o en formación, grupos y personas juegan una estrategia propia y significativa, capaz de marcar la realidad política con una huella duradera, no de impedir las formas de dominación sino de condicionarlas y modificarlas. La hipótesis de la que he partido es, por tanto, el supuesto de una racionalidad específica del mundo campesino, pero no en los términos genéricos de una realidad cultural desconocedora de la sociedad com­ pleja destinada a ahogarla progresivamente. Esta racionalidad puede describirse con más precisión si se considera que estaba expresada no sólo en la resistencia a la nueva sociedad que cobraba fuerza, sino que

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LA HERENCIA INMATERIAL

estaba dirigida activamente a una transformación y utilización del mundo social y natural; en este sentido he usado la palabra estrategia. Es una racionalidad selectiva; muy a menudo la interpretación del sistema de decisiones de un grupo o de individuos particulares, hoyo en el pasado, se ha basado en un esquema funcional y neoclásico: maximi­ zar los resultados prefijados y minimizar los costos; la disponibilidad total del esfuerzo en dirección a un objetivo; la ausencia de inercia; la irrelevancia en la determinación de los objetivos de la interacción entre personas y en el contexto específico; la coherencia de intereses y de mecanismos psicológicos de todos los grupos sociales y la total disponi­ bilidad de información. Se trata de simplificaciones de la realidad que no pueden dejar de hacer mecánicas las relaciones entre individuos y normas, entre decisión y acción. En los acontecimientos narrados aquí, las categorías interpretativas son otras: la ambigüedad de las reglas, la necesidad de tomar decisiones conscientemente en condiciones de incertidumbre, la limitada cantidad de información que permite, sin embargo, actuar, la tendencia psicológica a simplificar los mecanismos causales que se consideran relevantes para elegir comportamientos y, por último, la consciente utilización de las incoherencias entre sistemas de reglas y de sanciones. Una racionalidad selectiva y limitada explica los comportamientos individuales como fruto del compromiso entre comportamiento subjetivamente deseado y comportamiento socialmen­ te requerido, entre libertad y restricción. La incoherencia de las reglas, la ambigüedad de los lenguajes, las incomprensiones entre grupos sociales o entre individuos, o la amplia zona de inercia dictada por la preferencia por el estado habitual y por los costes que se derivan de las opciones asumidas en condiciones de excesiva incertidumbre, no son obstáculos para considerar a esta sociedad como activa y consciente en todas sus partes y al sistema social como resultado de la interacción entre comportamientos y decisiones tomadas en el marco de una racionalidad plena, pero limitada". Así, he elegido un lugar sin importancia y una historia corriente. Santena es un pequeño pueblo y Giovan Battista Chiesa, un sacerdote exorcista, es más bien tosco. Pero es precisamente este carácter cotidia­ no de la vida de un grupo de personas, coimplicadas en acontecimientos locales pero relacionadas con hechos políticos y económicos que esca­

lNTRODUCCION

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pan a su control directo, el que proporciona problemas muy sugestivos sobre las motivaciones y las estrategias de la acción política. No se trata de una revuelta, una crisis definitiva, una herejía importante o una innovación desconcertante, sino de la vida política, las relaciones sociales, las reglas económicas y las reacciones psicológicas de un pueblo normal que me han permitido (espero) contar las cosas relevantes que suceden cuando aparentemente no pasa nada. Son las estrategias cotidianas de un fragmento del mundo campesino del siglo XVII; por analogía sugieren temas y problemas generales y dan lugar a dudas sobre algunas de las hipótesis que una visión desde lejos, menos microscópica, nos ha acostumbrado a aceptar. Lo que he hecho ha sido insertar los acontecimientos en su contexto local. La documentación utilizada tenía que basarse, así pues, en datos cotidianos que permitieran una descripción generalizada: registros parroquiales, actas notariales, datos del catastro y documentos adminis­ trativos. La historia de Chiesa ha sido el objeto, pero también el pretexto, de una reconstrucción del ambiente social y cultural del pueblo: ha tomado connotaciones que remiten al funcionamiento concreto, en una realidad específica, de leyes generales que permiten identificar constan­ tes y establecer relaciones. Los propios documentos han cambiado de sentido, han perdido obviedad, han mostrado cómo su uso inmediato, literal, deforma las razones por las que se han producido en una cadena informativa que no puede interrumpirse arbitrariamente: la referencia de las actas notariales a una única familia nuclear esconde las estrate­ gias contrapuestas de relaciones de parentesco no corresidentes; las compra-ventas de tierra, asumidas como expresión de un mercado impersonal, cubren las reglas de la reciprocidad que presiden las transacciones. Este sistema de contextos, el trenzado de reglas y comportamientos entre estructura social e imagen que ha quedado en las fuentes escritas, entre literalidad del documento y serie documental, es (como podrá verse) parte, y no de segundo orden, de la historia de Giovan Battista Chiesa. He dejado que la secuencia de la investigación dominara sobre la de los acontecimientos: las preguntas que me he hecho en esta búsqueda

LA HERENCIA INMATERIAL

INTRODUCCION

exceden de hecho la elementariedad de la historia que ha servido de hilo al relato. El primer capítulo está dedicado a presentar el episOdio culminante de una historia de treinta años: una predicación teórica­ mente pobre y un entusiasmo campesino en apariencia inmotivado remiten a problemas complejos de orientación cognitiva, de explicación causal, de actitud psicológica hacia lo sagrado, la autoridad y la crisis social, económica y demográfica. El segundo y el tercer capítulos están dedicados a una descripción estructural de las estrategias de conductas familiares y de la actitud hacia la tierra y su mercantilización. Son dos aspectos muy significati­ vos para explicar la dependencia de la realidad económica del mundo social. Pero la estructura no da explicaciones de los comportamientos y de los acontecimientos. Describe, como mucho, cómo algunas carac­ terísticas definen una cultura; sus valores, actitudes generales y moda­ les. Por tanto, había que superar esta descripción estática de la comunidad: el peso de las relaciones sociales en las transacciones económicas, el sistema de las relaciones interpersonales, había mostrado toda su importancia, no su funcionamiento concreto como base de la dinámica social del pueblo. Él sistema de dominación y el modo en que se vivió la crisis general del feudalismo en relación con el Estado absoluto y sus nuevas institu­ ciones, son el objeto del capítulo cuarto. Los documentos nos hacen retroceder unos cincuenta años: el poder y sus mecanismos de integra­ ción social son vistos a través de la vida y la función de Giulio Cesare Chiesa, juez y notario de Santena y padre de Giovan Battista. El frágil orden de las relaciones horizontales entre clases sociales, y verticales entre grupos y clientela, se quiebra y se reconstruye continuamente en un conflicto jurisdiccional en el que señores, monarquía, ciudad, pueblo, notables y campesinos sacan a la luz exigencias, estrategias y voluntades diversas. La legitimidad política de un mediador local se funda, de esta manera, en un frágil equilibrio de intereses irreconcilia­ bles, de perspectivas inciertas y de prestigio personal. Cuando se vuelve a Giovan Battista, en el capítulo quinto, los acontecimientos que preceden a su predicación y a su proceso asumen un significado diferente. Su modo de considerar el poder, la transmisión del prestigio paterno en una especie de herencia inmaterial, tienen

como fondo una vez más una comunidad campesina activa y conscien­ te. Vencida al fin en el entresijo de hostilidades y acuerdos entre los feudatarios, la ciudad de Chieri, el Estado y el arzobispo de Turín, pero protagonista de un largo periodo de relevancia política autónoma, fue el centro de un episodio específico, relacionado con lo sobrenatural, como parte de un esquema ideológico propio, de una forma de actuar y de tomar decisiones propias. Una vez más, la relación entre creer y decidir no tiene un sentido único: la pobre predicación de Chiesa tiene éxito no porque sea coherente con un sistema inmóvil y con ideas y valores tradicionales, sino porque aquel tipo de predicación era una propuesta que le permitía, en la furia de la guerra, a aquel grupo de campesinos, organizar en torno a una creencia ambigua, a un personaje ambiguo, la posibilidad de actuar 5. Frente a los problemas planteados por las transformaciones históri­ cas, las creencias y las ideologías, las relaciones de dominio y de autoridad, he intentado describir la inestabilidad de las preferencias individuales, los órdenes institucionales, las jerarquías y los valores sociales: en suma, el proceso político, que genera el cambio, pero también sus direcciones imprevisibles fruto del encuentro de protagonis­ tas activos.

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Muchos amigos han participado en la crítica del manuscrito. Quiero dar las gracias ante todo a Luisa Accati, CarIo Ginzburg y Edoardo Grendi, que han aceptado hacer una lectura de la obra en ocasiones repetida, y dedicar mucho tiempo no sólo a señalarme errores e imprecisiones sino también a desmontar sabiamente algunas de las certezas a que había llegado; a los estudiantes de la Facultad de Letras de Turín con los que he recorrido parte de la investigación en un seminario, en 1978-79; a Luciano Allegra, Si mona Cerutti, Maria Carla Lamberti, Sandro Lombardini, Franco Ramella, Silvana Patriarca y Angelo Torre, que han leído una primera redacción, y me han hecho críticas severas y afectuosas a las que he procurado hacer caso. La versión final del libro ha sido en gran parte redactada en 1983-1984, cuando era «miembro anual» del Institute for Advanced Study de Princeton. Ser acogido en la School ofSocial Science, a pesar de mi calidad de historiador, me ha permitido trabajar y discutir con colegas de muchas disciplinas y, en especial, con Phil Benedict, Marcello De Ceceo, John Elliott, Gillian Feeley, Clifford Geertz, Albert Hirschman, Axel Leijonhufvud, Donald McCloskey, Theo Ruiz y Jerry Seigel. La presencia en Princeton de Marino Berengo me ha

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LA HERENCIA INMATERiAL

permitido someter este libro a una lectura minuciosa por su parte, y me he aprovechado de muchísimas de sus sugerencias. . El capítulo sobre las familias y el que trata del mercado de la tierra han tenido críticas particulares en el curso de seminarios o de discusiones privadas. Así, he tenido la suerte de contar con sugerencias valiosas de Maurice Aymard, Gregory Clark, Gérard Delille, Andrea Ginzburg, Laurie Nussdorfer, Marta Petrusewicz, Pasquale Villani, Lenore Weitzman, Stuart Woolf y Natalie Zemon Davis. Herbert Hamber ha pasado algunas tardes conmigo para elaborar los gráficos del tercer capítulo. Este libro está dedicado a mi padre Riccardo: la idea de contar la historia de Giovan Battista Chiesa surgió en el curso de una discusión con él a propósito de lo que es relevante y de lo que es irrelevante al escribir una biografia.

CAPITULO 1

Los exorcismos de masas: el proceso de 1697

l. No podemos establecer con exactitud cuánto tiempo hacía que Giovan BattÍsta Chiesa, párroco vicario de San tena , había comenzado su actividad de exorcista y curandero 1; desde luego, hacía menos de un mes que su predicación se había intensificado y se había hecho sistemática cuando le llegó una orden escrita del canónigo Giovan Battista Basso, protonotario apostólico y vicario general del arzobispo de Turín. Se le ordenaba trasladarse a la ciudad y abstenerse de hacer exorcismos hasta que no tuviera el permiso del propio arzobispo. Era el 13 de julio de 1697. «y estando yo-contará en el proceso cuatro meses después- con el señor don Vittorio Negro, capellán del citado lugar de Santena, hacia nosotros se aproximó una gran multitud de gente y por el camino se multiplicaban y muchos de ellos estaban lisiados, eran cojos o jorobados, y otras personas con defectos, con un carro cargado de muletas». Giovan Battista los precedía a caballo y, al llegar al arzobispado, fue interrogado inmediatamente por el canónigo Basso, mientras la muchedumbre de sus seguidores rodeaba el palacio. «Sus señorías --continúa el relato-- para dar lugar a que tanta gente como rodeaba el palacio se marchara, me dijeron que tenía que retirarme en

LA HERENCIA INMATERIAL

LOS EXORCISMOS DE MASAS: EL PROCESO DE 1697

privado a casa del Excelentísimo señor Marqués Tana, señor del citado lugar de Santena, y el propio Monseñor me mandó a casa del tal señor marqués en su litera, para sustraerme al asedio y multitud de toda aquella gente y sus señorías me dijeron que permaneciese retirado hasta que me mandasen llamar después de vísperas». Durante estos tres días, el párroco de Santena, Giovan Battista había estado escondido en Turín, en el palacio que el marqués Federico Tana, caballero de la Annunziata, se había construido en 1662 en el lado de medianoche de la plaza de San Carlos:1. Pero esta vez el interrogatorio es mucho más profundo y están presentes, además del canónigo Basso, también «el reverendísimo Padre Inquisidor, el señor teólogo Carroccio y el canónigo Vola de la Metropolitana, el muy Reverendo Padre Valfré de la Congregación de San Felipe, el muy Reverendo Padre Provana de la Compañía de Jesús y los muy Reverendos padres Cipriano e Hilario de San Miguel de la Redención de Esclavos, el padre Damián de la Virgen de los Angeles y el señor Don Cervone, párroco de la Santa Cruz y no me acuerdo de los otros» 3. Como se ve, el caso había dado mucho que hablar: las máximas autoridades de la diócesis turinesa se habían reunido para examinar «la forma en que yo realizaba los exorcismos y sobre las liberaciones que yo decía haber realizado mediante mis exorcismos». Giovan Battista entrega un libro titulado Manuale exorcistarum 4 y un cuaderno «en el que había anotado las liberaciones de los obsesos y posesos hasta aquel momento realizadas por mi intervencióm>. Giovan Battista no tiene razones teóricas que defender y cuenta en el proceso que había dicho, antes de ser interrogado, «que había corrido un poco demasiado, que acusaba a mi ignorancia, que pedía perdón». El arzobispo y los demás prelados «oídas mis disculpas y que yo había más bien faltado por ignorancia que por malicia» lo dejan libre, sin ni siquiera confiscar el cuadernillo en el que anotaba las curaciones que realizaba. Aunque parezca, por sus declaraciones posteriores, que ha sido suspendido de su puesto en Santena, en los días siguientes los registros parroquiales muestran su firma en las actas de defunciones y matrimo­ nios 5. Realmente le había sido prohibido exorcizar, pero lo que se comunica, incluso por carta, a la Sagrada Congregación del Santo

Oficio de Roma es que se trataba de un pobre párroco de pueblo «completamente ignorante» 6. Pero Giovan Battista no regresa a casa: al día siguiente, el 17 de julio, está en Carmagnola, donde exorciza a doce personas; después se desplaza, tras tres días de silencio, a Vi novo y reanuda frenéticamente su actividad, quizá presionado por la multitud de sus seguidores, quizá con la esperanza de legitimar, multiplicando las curaciones, su vocación de taumaturgo frente a las autoridades eclesiásticas, que se habían mostrado tan indulgentes e inseguras. Entre el 29 de junio y el 13 de julio había realizado una media de poco más de seis curaciones por día; ahora, entre el 17 de julio y el 14 de agosto, la media es de 18 por día, con escasos momentos de descanso y una zona de acción mayor. En el cuaderno de las curaciones se registran con precisión no sólo los nombres de los pacientes, sino también sus enfermedades y la duración, la procedencia de las personas curadas; y los casos a los que se enfrenta se van haciendo progresivamente más dificiles 7. No existen documentos que permitan explicar por qué no se produjo otra intervención inmediata frente a este modo de actuar de Chiesa; quizá la encuesta continuaba siendo secreta, o quizá la protec­ ción de la familia Tana había puesto en movimiento presiones de algún tipo; o quizá, por último, las curaciones eran efectivas y esto ponía en dificultades a la curia y a la Inquisición para intervenir de nuevo. Pero todas las plazas de los pueblos entre Chieri y Carmagnola bullían de agitación y el caso amenazaba con difundirse a una zona más amplia: el 16 de agosto Giovan Battista Chiesa es detenido nuevamente, quizá de forma más clandestina porque esta vez la multitud no le sigue. Es la última vez que aparece libre. Por muchas investigaciones que he hecho, no he vuelto a encontrarle en ningún documento posterior a las actas del proceso.

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2. El proceso comienza el 16 de noviembre ante el canónigo Basso y el muy reverendo señor don Francesco Leonetti, procurador fiscal general de la curia arzobispal de Turín; antes, la acusación y la defensa han recogido los testimonios en contra y a favor: no se ha investigado sólo sobre la actuación de Giovan Battista sino también sobre la realidad de las curaciones, las técnicas utilizadas y el beneficio económico posible-

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LOS EXORCISMOS DE MASAS: EL PROCESO DE 1697

mente conseguido. Y es así, pues, como se desarrolló la investigación. El 26 de agosto don Giovanni Grampino, de la ciudad de Turín, prepósito de la iglesia parroquial de Bricherasio, interroga, por encargo del padre inquisidor general de Turín, a Anna Maria Bruera, de Scalenghe, que aparecía anotada en el cuaderno de Chiesa en el día 10 de agosto como «enferma de un pie desde hacía 25 años». «Hace un mes aproximadamente -dice Anna Maria, una mujer soltera de 28 años-- habiéndose corrido la voz en este lugar de cómo el señor párroco del pueblo de Santena... milagrosamente curaba ciegos, enfermos y poseídos y encontrándome yo enferma de una rodilla y una pierna, me trasladé allí con dificultad ... donde, habiendo llegado, después de haber hablado algo con el citado religioso y habiéndole informado de mi enfermedad y habiéndole hecho ver este mi pobre estado, el mismo señor párroco citado me hizo diversas señales en la espalda con un bastón que tenía en las manos y me puso un pie sobre el cuello después de haberme mandado tender sobre el suelo, y después me hizo tirar la muleta con la que me sostenía de pie y me dijo que estaba curada... que mandara bendecir vino y que lo aplicara sobre las partes ofendidas ... Aunque hice todo ello, no me encuentro al presente aliviada de ninguna manera, antes bien me encuentro igualmente enferma». Esta es la única paciente de Giovan Battista a quien don Grampino interroga. Pero el 10 de agosto había acudido mucha gente de los pueblos vecinos a None; no eran sólo campesinos y mendigos, también había numerosos sacerdotes. Y son ellos a quienes don Grampino va a buscar y a interrogar. Se dirige ante todo al rico sacerdote celebrante de Airasca (sus bienes -declara- valen diez mil liras), don Antonio Ferreri, de cuarenta y cinco años. «Dispuesto también yo -dice éste- a saber la verdad de semejante hecho, me trasladé expresamente al citado lugar de None y en compañía de muchos de mis paisanos». En la casa del prior de None, Giovan Battista Chiesa exorcizaba «y allí, por el grandísimo número de concurrentes, con dificultad habíamos consegui­ do entrar y allí doy fe de haber visto y oído al dicho señor párroco de Santena exorcizando a todo el que se le presentaba delante y a casi todos decía que estaban poseídos por los Demonios, diciendo pública­ mente que los Demonios eranlos que con la opresión de las criaturas

abrevian la vida de los hombres, los cuales mientras en otros tiempos llegaban hasta la edad de cuatrocientos años, en el presente sólo vivían setenta como mucho». Y todavía más, cuenta que Giovan Battista decía «que la mayoría de las criaturas estaban oprimidas por los Demonios y que de diez mil criaturas más de nueve mil lo estaban». Además -relata el sacerdote de Airasca- «después de haber trabajado un poco en su citado exorcismo se entretenía tocando en compañia de otro músico que había llevado expresamente con él» 8. Por último «ordena­ ba y hablaba públicamente con todos en lengua latina y se hacía comprender cuando estaba con personas ignorantes y cuando estaba con niños». De las liberaciones sólo recordaba dos, que no se encuentran incluidas en la relación que llevaba Chiesa: una mujer aparentemente sana, liberada de unos demonios que no había notado que estaban en su cuerpo poseyéndola, y la hermana del propio párroco de None que, enferma de una pierna, tras el exorcismo caminaba sin bastón. También don Giovanni Lorenzo Cauda, vicepárroco de None pero que vivía en Airasca, se había detenido en su parroquia, cuando se dirigía a Turin, por curiosidad y para ver si podía curarse de su sordera: tenía por entonces cuarenta y dos años, y no era rico (sus bienes valían unas 2.000 liras). Así pues, había pedido a Chiesa que lo exorcizara, para ver si podía curarse de su defecto de oído y Giovan Battista lo había exorcizado. El testimonio, sin embargo, es incierto: Cauda se contradice en el curso de la declaración y, como a veces sucede a quien es duro de oído, en un segundo momento declara que no es sordo en absoluto, a pesar de la opinión de sus parroquianos: «siempre me he arreglado y me arreglo bien». En Volvera se escuchó al párroco, don Gaspare Garis. No había ido en persona inmediatamente a None, pero habían ido todos sus parro­ quianos, que padecían diferentes enfermedades: «como todos mis parro­ quianos, sé que al presente siguen estando afectados por las mismas enfermedades ... a pesar de que algunos de ellos a su regreso dijeran que les parecía sentirse. muy mejorados». Pero después de algunos días Chiesa está de nuevo en None y Garis esta vez va a verlo (""",, ...

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RECIPROCIDAD

Gráficos 3, 4, 5.

Precios de la tierra arable en las ventas entre parientes, vecinos y extraños, 1669-1702

(liras por jornada).

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Más verificable es el caso de los extraños: los compradores parecen con mucha frecuencia diferentes en cuanto a rango, lugar de residencia u origen respecto a los vendedores, aunque naturalmente en la recons­ trucción de las redes relacionales puede haberse perdido algún lazo . Se trata por tanto de tendencias, de combinaciones, pero los resultados me parecen tan claros como para sugerir la existencia de una norma activa que actúa en los intercambios de tierra: el continuum de las reciprocidades influía en el nivel de los precios y en el carácter de las transacciones .

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9. Así pues, intentemos clarificar los elementos que componen este modelo. Estamos ante una situación de tierra relativamente marginal; ante una situación de precio móvil e indeterminado en que la venta total de la tierra está fragmentada en un grandísimo número de transacciones no relacionadas entre sí pero basadas en relaciones de persona a persona o, mejor, de familia a familia. La relación entre oferta y demanda es casual y todo acto de intercambio se resuelve no en la competencia entre vendedores sino en una relación personal entre vendedor y comprador. Sin embargo, surgen reglas identificables en este mercado sin demanda, que permiten explicar la diferencia en la escala de valores según el nivel social. Ante todo, hay que repetir que la tierra objeto de este mercado está muy fragmentada y que la hipótesis de comienzo de una estrategia de agrupamiento está en general ausente, porque es imposible. Las distancias impiden a veces cultivar remotos fragmentos de tierra y especialmente vigilar las cosechas: por ello, son frecuentes los casos de tierras vendidas porque no era posible cultivarlas. La lógica del agrupamiento aparece sólo en los intercam­ bios de tierra entre vecinos o en los raros casos de intercambios de tierra entre personas que de alguna manera consiguen así aproximar trozos de tierra arable demasiado separados. Además de esto, la venta siempre es forzada: necesidades alimenticias, crisis en el ciclo de la vida de la familia o disgregación de grupos domésticos tocados por la enfermedad o por la muerte. Así, imaginemos a nuestro vendedor de tierra presen­ tándose en el mercado y ofreciendo su campo: ¿quién tendrá interés en comprarlo? Los familiares ya habrán empleado otros medios para ayudar al

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vendedor: préstamos en dinero o más frecuentemente en productos para afrontar una coyuntura desfavorable; a nadie le está permitido aprove­ charse de la condición de desgracia de un pariente y, por otro lado, apropiarse de su tierra no resuelve el problema de la mutua ayuda en el interior de la parentela. Veamos un ejemplo. En 1681 un primo paga a otro primo 113,5 liras, un precio muy alto, por 37,5 tablas de tierra; pero sólo se trata del último acto de una serie de ventas y de deudas anteriores: 45 liras son por cerdos cedidos pero no pagados en 1680; 9,10 liras por una deuda residual relativa a otros cerdos, desde 1678; 6 liras por medicamentos; 20,10 liras por un préstamo en dinero; 4,10 liras por la deuda de 3 heminas de forraje; 1 lira se había pagado al agrimensor por su medición, O, l O liras por gastos notariales y por último sólo 26,5 liras se desembolsaban directamente en el momento del contrato 34. Otro ejemplo: la suegra de Stefano Borgarello le debe 265 liras «a causa de los gastos de alimentación suministrados en el curso de nueve meses seguidos del año recién terminado de 1695 incluidas 17 liras para la compra de una pelliza: 11 liras pagadas al recaudador; 6 heminas de trigo valorado en 28 liras y otros gastos hechos con ocasión de su enfermedad sucedida durante siete meses; y 20 liras pagadas al farma­ céutico de este lugar por las recetas y gastos de su botica expedidos a la misma». El yerno solicita «una y otra vez» un reembolso y ella «no sabiendo qué hacer, con las calamidades del presente tiempo por los daños sufridos en la actual guerra» decide pagar vendiéndole a un precio exorbitante, una pequeña parte de un prado 35. Sólo son ejemplos, en los que toda la historia pasada del acto de la venta se cuenta ampliamente. Pero ciertamente, muchas actas son similares a estas aunque menos explícitas: el notario sólo registra la sanción final de una miriada de contratos silenciosos, de transacciones formalizadas o verbales, de apoyos y cambios que se concluyen con un acta de venta. Así, ésta es la única fase de la relación de la que nos quedan restos; y crea artificialmente un velo que oscurece las fases concretas de la reciprocidad entre parientes. Elementos simbólicos y elementos de confirmación de posiciones y de funciones colaboran a formar un precio ficticio, al menos en el sentido de que recurrir al notario es la ratificación final de una transacción en la que el lado social

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predomina sobre el material. No es casual que la venta llegue tras un prolongado flujo unidireccional, que testimonia la indeterminación temporal, cuantitativa y cualitativa con la que se han vivido la espera y la obligación de vender. En el ámbito familiar, en suma, el precio sólo es la conclusión de una serie de prestaciones, más o menos convertibles en dinero, que se desarrollan, para nosotros, subterráneamente. y nos lo confirma el hecho de que un altísimo pocentaje de actas de compraventa no se produzca con una entrega directa de moneda: el acta notarial represen­ ta el traspaso de titularidad de la tierra, por sumas o prestaciones ya recibidas en el pasado. El precio nos resulta elevado, porque podemos referirlo sólo a la última transacción relativa a la tierra, habitualmente la única documentada en el acta notarial. Una reciprocidad generaliza­ da entre parientes deja sólo huellas parecidas a las de la reciprocidad equilibrada, con un intercambio impersonal de bienes; el nivel de los precios nos sugiere la diferencia. 10. Por el contrario, son los vecinos los que se mueven en una lógica más semejante a la reciprocidad equilibrada. Por vecinos entendemos aquellos que poseen una parcela de tierra que limita con la que es objeto de transacción: tienen por tanto un interés concreto en hacer una demanda, ante la ocasión que se presenta de organizar una apariencia de agrupamiento. En un mercado sin demanda o de demanda baja, los vecinos siempre tienen un motivo para aspirar a una tierra que corre el riesgo de caer en manos de otro: aunque el mecanismo remite sólo artificialmente al de un mercado impersonal, aquí más que en ninguna otra transacción la oferta tiene la probabilidad de encontrar comprado­ res interesados. Naturalmente la dispersión de los precios nos confirma que es un proceso ampliamente artificioso, incluso en el sentido de que la categoría social de los vecinos es la más variada, la más superpuesta a otros tipos de relaciones y la más contradictoria por estar envuelta en tensiones y conflictos por problemas de límites y, a la vez, en relaciones de solidaridad y mutua ayuda en el trabajo. A pesar de ello, aquí es donde el precio es más puro, donde la transacción manifiesta una reciprocidad equilibrada cercana al merca­ do impersonal, en los efectos si no en las causas: no porque la relación

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no esté personalizada sino porque el aspecto material de la transacción es no menos decisivo que el de las relaciones, al estar sostenido por un interes económico más aislable que en el caso de la reciprocidad entre parientes. Pero el precio cae cuando el comprador es un extraño. En años de crisis los campesinos no encuentran compradores ni entre los parientes ni entre los vecinos, igualmente afectados por la crisis: precisamente ponen en venta su tierra marginal, que no quiere nadie. ¿Cómo crear una demanda? Son precisamente las ocasiones en que aparecen en nuestros contratos los nobles del pueblo o los notables de las ciudades vecinas, a quienes están ligados los campesinos por mil hilos de dependencia, de clientela, de prestaciones. Estos personajes tienen un alto nivel de riqueza, una más amplia función de poder; pueden dar ayuda con la entrega directa de dinero o de alimentos: pero con todos no es posible y, en cuanto el lazo se difumina más, la compra de una tierra no deseada, difícil de cultivar, de alquilar, de dar a colonos precisamente por su pequeña dimensión, por su localización dispersa, se convierte en una acción política que se incluye en el marco de una gestión paternalista y clientelista de su prestigio de notables. Pero el precio es un precio caritativo, es el precio bajo de la reciprocidad negativa. Si consideramos los aspectos asistenciales presentes en las compras de tierra por parte de los señores locales o los burgueses de la ciudad, los caracteres de la reciprocidad generalizada parecen estar presentes: no ya los derivados de la solidaridad de parentesco sino otros más fríos debidos a la confirmación del prestigio y del rango a través de la generosidad y la asistencia ante la necesidad. Pero hay que decir otra vez que en este análisis la perspectiva está artificialmente limitada a un solo bien, la tierra, y otras formas de caridad más desinteresadas no se consideran. Así, las relativas indeterminaciones en el tiempo y en la contrapartida que caracterizan la reciprocidad entre parientes están sustituidas aquí por una caridad controlada, cuya dimensión temporal está definida por la bidireccionalidad del flujo de los bienes-poco dinero inmediato por una tierra marginal-, en la que el interés de las partes se cierra en una especie de recíproca extorsión. Otros actos, desde luego, simbolizarán mejor un significado lleno de solidaridad

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generalizada ligada a las distancias de rango: aquí la venta de tierra pagada a un mínimo nivel de precio aproxima estos actos a la violencia impersonal de la reciprocidad negativa 36. Es una caridad desnaturali­ zada de una sociedad que se dirige a una plena mercantilización, en que los participantes se enfrentan con intereses hostiles, pendiente cada cual. de buscar su propio interés a expensas de otro: rango y prestigio frente a subsistencias inmediatas y supervivencia. 11. Si en el gráfico 2 se trazara una curva de tendencia de los precios . de la tierra, los precios estarían todavía indiferenciados y la disper­ sión parecería restringirse un poco con la crisis de los años 90. La tendencia en conjunto parece decrecer y reagruparse. Me detengo brevemente en este punto para subrayar otra ilusión óptica de nuestra documentación. Si repetimos la lectura anterior y pasamos a los gráficos 3. y 5 nos encontraremos con una sorpresa: los precios de la tierra vendida a los familiares y los de la tierra vendida a extraños, tomados por separado, tienen una evolución paralela y ascendente. En los años de crisis el mercado tiene en seguida una nueva modificación, es decir, quedan disminuidas las ventas entre parientes porque las familias tienen en conjunto agotados gran parte de los recursos que pueden utilizar en su ayuda mutua. Por el contrario, aumentan las ventas a extraños: los campesinos pobres recurren con más frecuencia a los señores para conseguir una ayuda necesaria, quizás ponen en venta tierras ligeramente más .apetecibles o quizás, incluso, la reciprocidad negativa de la caridad está dispuesta a pagar más, contradiciendo de nuevo las leyes del mercado impersonal. Este desplazamiento del número de los compradores, con la disminución en porcentaje de los parientes a favor de los extraños tiene así como resultado una reducción del nivel de los precios en su conjunto, aunque hay un aumento real de los precios, para cada una de las dos categorías de compradores, consideradas por separado. y en esta situación, a finales del siglo, llegan los medidores de la Repartición. Como se ha dicho se comportaban con una mentalidad bastante más mercantil que la que encontraban en las comunidades: lectores quizás de abstractos manuales de agrimensura, redactados sobre la base de la agricultura de la gran hacienda que producía para el

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mercado, intentaban definir el precio de la tierra presuponiendo la demanda y la oferta de un mercado impersonal autorregulado. 'Quizás también con la voluntad de incentivar la producción y el intercambio de productos agrícolas, no consideraban la dificultad de aplicar concep­ tos de este tipo a economías campesinas de mercado parcial: ¿cuál es el precio del trigo que no pasa por el mercado porque es consumido por sus productores, del trabajo que el campesino realiza en su propia tierra o de la tierra que no se ha vendido y, a veces, que no es ni siquiera vendible? Y también los historiadores que se han ocupado de los catastros de los estados del Antiguo Régimen han descuidado este problema: el catastro se ha leído siempre como la preparación para una imposición fiscal que afectaba a un porcentaje definido de una renta inmobiliaria realmente calculable, realmente existente 37. Examinar a fondo este problema nos llevaría demasiado lejos. Pero ciertamente es en la definición del precio o del rendimiento de la tierra donde los medidores del duque de Saboya deben haberse encontrado con obstáculos antes de llegar a un compromiso, el de monetizar todo, incluso como estímulo a una inclusión más general de los campos en el mundo mercantil, pero monetizar todo a un nivel muy bajo, el único que, aunque mintiendo sobre la realidad, estuviera en condiciones de abarcarla toda. En el fondo se trataba de una ficción inocente, porque su finalidad era establecer una estimación homogénea, sobre la que calcular una imposición variable de año en año. Pero antes de la realización del catastro de finales del siglo XVII, ¿qué relación había entre los precios de la tierra que hemos discutido ampliamente y los rendimientos de la tierra? Los precios en relación a los rendimientos pueden valorarse asumiendo los datos suministrados por todas aquellas valoraciones que daban los expertos del pueblo en el caso en que se hicieran intercambios de tierra: son algunas decenas de valoraciones que precisamente se aplican a un precio ficticio en el sentido señalado antes, un rendimiento quizás real y, en todo caso, calculado con más detenimiento. Esperaríamos que el rendimiento de la tierra estuviera en tomo al 5 por ciento de su valor, una proporción considerada normal por los economistas de los siglos XVII-XVIII que permitía «recompraf) la tierra cada veinte años. Los datos de nuestros estimadores son muy diferentes: oscilan entre

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el 6,50 Y el 37,28 por ciento, con valores medios en tomo al 15 por ciento. Ciertamente han de separarse, si consideramos sólo la parte del señor, pero en el cálculo campesino, que probablemente no se ha hecho en términos monetarios y sin considerar el valor del trabajo realizado, la tierra producía el equivalente a su valor en unos siete años. Todo nuestro examen, por tanto, ha de ser visto en este marco: precios situados en un amplio abanico, determinado por la distancia social de los contratantes; pero también precios muy bajos si se consideran en relación con la cantidad de moneda real o teórica que las propiedades estaban en condiciones de proporcionar con su producción bruta. Precios bajos y bajas estimaciones estarán, por tanto, también en las bases de estimación de la Repartición piamontesa y ésta será, en cierto sentido, la condición que permitirá a los funcionarios de Víctor Ama­ deo 11 abarcar en una única medida y en un solo modelo económico ~mpliamente mercantil, el conjunto no uniforme de las normas sociales con las que los diferentes estratos de la población vivían su relación con la tierra. 12. Estamos sólo aparentemente lejos de los valores que presidían las solidaridades familiares descritas para los colonos. En el caso de los pequeños campesinos es dificil descubrir las estrategias de cada grupo individual: las escasas visitas al notario, una exposición a los riesgos del llambre y de la miseria que permanentemente cortaban los hilos de las continuidades biográficas y. documentales y una dificil diversificación de las actividades me han llevado a medir el significado y la amplitud del mundo de relaciones en el comportamiento de conjunto frente a la . tierra, la base misma de la subsistencia. El lazo irrompible entre flujos ptateriales y relaciones sociales me parece que sitúa significativamente el mercado de la tierra junto a los demás mecanismos de la comunidad, para mostrar un predominio de la búsqueda de seguridad en la solidaridad de grupo frente a las aventuradas formas de afirmación individual. Pero he intentado mostrar que la actitud hacia la tierra no manifestaba una realidad ideológica uniforme: otros grupos, en el interior y en el exterior de la comunidad, proponían modelos diferentes, sin que hubiese una consciencia plena de la lejanía de los presupuestos y las consecuencias. La sociedad compleja se organizaba en configurado­

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nes mutables, en la dificil comunicaclOn entre sistemas de normas y comportamientos, que convivían pero que no se superponían, 'ocultos por la aparente rigidez de grupos sociales con límites definidos. El análisis estructural de dos aspectos básicos, como el mercado de la tierra y las estrategias familiares, sugiere alguno de los principios normativos sobre los que la comunidad se organizaba: una uniformidad moral que intereses contrapuestos fragmentaban, en actitudes diferentes y no homogéneas, en la práctica de la actuación concreta de cada estrato social. La ausencia de la gran familia corresidente no representa una comunidad modernizada, en la que la complejidad del sistema se acompaña de una creciente especialización institucional. Y tampoco la presencia de la moneda y la frecuencia de la venta de la tierra representan el predominio de un sistema de maximización de las rentas monetarias. La comunidad de Santena parece más bien protagonista de una estrategia activa de protección contra la inseguridad que la gran imprevisibilidad del ciclo agrario y la dificultad de control del mundo politico y social crean continuamente. U na estrategia precisamente, ya que el intento no es únicamente el de afrontar la naturaleza y la sociedad corriendo el menor número de riesgos posible sino también el esfuerzo continuo de mejorar la previsibilidad de los acontecimientos, de sustraerse a la fatalidad de un mundo de familias o de individuos aislados, para desarrollar activamente una política de relaciones que dé frutos permanentes de seguridad relativa, sobre los que construir una dinámica social y también un crecimiento económico. Sin embargo, como toda sociedad, aunque con diferentes caracteres y dimensiones, también ésta está ampliamente dominada por la incerti­ dumbre del futuro. Organiza su propia protección, pero ha de enfren· tarse a situaciones determinadas: los peligros de una evolución agraria especialmente insegura, de un contexto político especialmente incontro­ lado, de una mortalidad especialmente alta y de una técnica relativa­ mente poco ágil. Así pues, lo específico es el modo de esta protección, que se dirige en primer lugar a las relaciones personales de solidaridad y apoyo, de dependencia y de desigualdad, de deuda y de reciprocidad. El funcio­ namiento del mercado de la tierra es un testimonio concreto de ello. Es un modo de aumentar la certeza que es diferente del que actúa

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en las sociedades en que la competencia entre individuos o grupos se desarrolla abiertamente como ética y técnica económica aceptada. En el pueblo de Santena parece, por el contrario, que se admiten todos los comportamientos que no disminuyen la cantidad de información a disposición de cada miembro de la comunidad, y que se consideran positivos los comportamientos que aumentan la previsibilidad del futuro, que aumentan la información social e individualmente disponi­ ble 38. Lo que desde el punto de vista general es la homogeneización del sistema político en cada .estado, del sistema religioso en cada culto, del sistema económico en una creciente impersonalidad de los comporta­ . mientos mercantiles, requiere desde el punto de vista local un esfuerzo intenso de creación de canales permanentes y eficientes de información. Los recursos agricolas entran de forma cada vez más amplia en un juego de intercambios que requiere que se sepa más sobre la evolución de mercados cada vez más lejanos y coordinados. El poder político local debe gestionar nuevas relaciones administrativas y fiscales con el poder central: y no hay forma más que una muy limitada de saber cómo se reorganizarán las pretensiones de los feudatarios y las del Estado, cómo cambiará el ejercicio de la justicia y cómo se afrontará el peligro de la guerra. También el sistema religioso local es cada vez menos autónomo: controles centrales imponen una conformidad de comportamiento que las vicisitudes de Chiesa ilustran dramáticamente. Una lectura demasiado economicista de esta sociedad, por tanto, pondría el acento ante todo en la búsqueda directa del enriquecimiento y ocultaría un gran esfuerzo colectivo y cotidiano de solidificar institu­ dones que garanticen una mayor previsibilidad. Este pueblo campesino no se limita a reproponer fragmentos residuales de su pasada economía moral, sino que trabaja selectivamente en la creación de instituciones, estructuras y situaciones de control del mundo natural y social. En esta fase fluida de formación del Estado moderno en Piamonte, quedaban abiertos grandes espacios de funciones de mediación entre grupos, entre realidad y poderes políticos locales y superiores. Las vicisitudes de Giovan Battista Chiesa, al que podemos regresar ahora, se desarrollan en estos intersticios, posteriormente ampliados por la crisis de los años 90, que estaba destinada a romper muchos mecanis­ mos protectores de la comunidad, el primero ----como se ha visto- la

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venta de tierra entre familiares que, por encima de su significado solidario, fue bruscamente sobrepasada por la venta a extraños. La vida política local manifiesta de forma dinámica el proceso de adaptación continua, resultado del encuentro de un sistema estructural relativa­ mente rígido y del conjunto fluido de las voluntades individuales.

CAPITULO 4

La autoridad de un notable:

Giulio Cesare Chiesa

. Una gran parte de la historia de Giovan Battista Chiesa está todavía investigar. La atención a las relaciones sociales como punto focal mecanismo de protección en torno al que la comunidad se había sugiere ir en una dirección diferente y profundizar el anallSlS del mundo familiar de Chiesa. Como veremos muy pronto, el del padre aparecerá como algo central en la historia política del iOueblo, y la vida de Giovan Battista quedará ligada, consecuentemente no causalmente, a la estrategia política que Giulio Cesare Chiesa desempeñado en los cincuenta años anteriores. En común ten­ drán al menos una característica: la de intentar una vía hacia el poder la comunidad alejada totalmente de la acumulación de tierra y, uUlzás, de riqueza. Una vía que se dirigirá al prestigio, las relaciones y capacidad de mediación entre la comunidad y el mundo exterior. En la aceleración de la inserción en la unión estatal, la realidad local veía modificados sus límites: los límites a los que estaba restringida información necesaria para prever los acontecimientos futuros con algún margen de certeza eran también límites psicológicos y elementos t:onstÍtutivos del sentido local de seguridad y de identidad. La brusca

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modificación de este límite planteaba problemas inmediatos, impoIÚa una reorganización de la experiencia: el flujo de informaciones"debía ampliarse, dirigirse hacia cuestiones políticas y económicas cada vez más complejas. El espacio local estaba así disponible para la acción política de un nuevo tipo de notable, especializado en proporcionar noticias del exterior, en simplificarlas y en adaptarlas a la situación interna de la comunidad. En este capítulo, a través de la biografía del padre de Giovan Battista, intentaré describir un aspecto más móvil y dinámico:' la relación entre la comunidad y un líder político local. Mi intención es mostrar el significado de la adhesión voluntaria a una política y el relieve que ello tiene también en sociedades en las que estamos habituados a considerar como únicas fuerzas dinámicas posibles las modificaciones generadas por la iniciativa externa, y a considerar la respuesta local sólo como un reflejo pasivo del cambio del mundo social en su conjunto l. Las tendencias de larga duración hacia sistemas políticos cada vez más centralizados y formas de organización cada vez más complejas se han visto como tendencias por las que sistemas de estratificación social y de poder político hereditarios y atributivos evolucionan hacia sistemas más elásticos y más personalizados, en los que relevantes estatus adquiridos toman la forma de carreras individuales. Es una considera­ ción demasiado exclusiva y la historia que se va a contar en este capítulo se propone precisamente sugerir -incluso para sociedades profundamente jerarquizadas, con mecanismos de sucesión para las diferentes funciones y esta tus sociales ampliamente predeterminados a través de formas generalizadas de atribución- la presencia de espacios para personalidades emprendedoras, dinámicas que manifiesten una fuerte capacidad de innovación y de ruptura 2. Aunque estas funciones móviles estarán a veces destinadas al fracaso y no conseguirán solidifi­ car formas permanentes de poder familiar o de grupo, a menos de entrar en los mecanismos conocidos y divulgados de ,la sociedad de atribución, es a través de estas situaciones cómo las lógicas de la elección quedaban abiertas en cuanto modelos posibles de modificación del cuadro social rígidamente propuesto: contribuían así a conservar un espacio para la transformación continua de las instituciones.

En este caso, el juego entre varios sistemas normativos contradicto­ rios será especialmente evidente: la capacidad de Giulio Cesare Chiesa está conectada con las garantías de relativa seguridad que su presencia dará a los campesinos de San tena. La mediación abierta, el uso explícito de los intersticios locales abiertos por los conflictos entre feudatarios, comunidad y autoridades centrales será la zona de su actividad, la fuente de su éxito. La historia de la familia Chiesa nos ha dejado pocos documentos, aunque Giulio Cesare había sido la figura más notable de Santena entre 1647 y 1690. Como sucede a veces con la documentación de la vida cotidiana del Antiguo Régimen, las fuentes hall sufrido una selección no sólo fortuita sino también ligada a la estructura de la propiedad: el escaso interés por la propiedad inmobiliaria y la dimensión de la estrategia de la familia Chiesa ha contribuido, más que en otros casos, a crear en torno a ellos una atmósfera nebulosa, como de personajes que aparecen sólo esporádicamente en una escena que, por el contrario, habían ocupado de forma estable durante medio siglo. Todo el cuadro de los pequeños notables locales estaba marcado, de la misma manera, por esta jerarquía distorsionada; y tenemos en general muy pocas noticias precisamente de aquella miriada de pequeños estrategas, móvi­ les y llenos de iniciativas, a menos que hubieran convertido en tierra su éxito en la lucha por el poder local. Precisamente esta involuntaria clandestinidad suya, una presencia oculta ante nuestros ojos por los documentos menos claros, ha acentuado la imagen estática que tenemos de la sociedad rural del Antiguo Régimen, en el que la rígida división de clases, la escasa movilidad social, los papeles y los status atribuidos parecen, por un trompe l'oeil documental, dominar incontrovertibles. Giulio Cesare Chiesa era uno de estos protagonistas un poco misteriosos de la transformación política en la vida local del siglo XVII: nacido en Cresole, un minúsculo pueblo en los feudos de la familia Roero, en 1618 3 , era hijo de Gian Galeazzo, por aquellos años un administrador de 'molino poco escrupuloso, que en 1622 sufrirá un proceso para obligarlo a rendir cuentas de su administración por parte de la casa del duque de Sabaya 4, Gian Galeazzo, muerto quizás durante la peste de 1630 o en los años inmediatamente siguientes, tenía negocios en Carmagnola y en

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Turín: pero la casa familiar estaba en Ceresole y sus lazos con los feudatarios locales eran fuertes, dictados quizás por intereses comunes en la comercialización de los granos en los ricos mercados de la llanura. Dejaba dos hijos: Giulio Cesare, el mayor, destinado a la profesión notarial, y el segundo, Giovanni María, sacerdote secular. No tenía tierras y, en cualquier caso, en 1647 los bienes inmobiliarios de los Chiesa en Ceresole se limitaban a la casa donde habían vivido y vivían, con era, huerto y anexos. Y precisamente hasta 1647 no tenemos otras noticias de la familia: pero en este año el grupo feudal de San tena elige a Giulio Cesare como podesta y juez de su jurisdicción. Ningún docu­ mento nos dice por qué precisamente él, y el impersonal decreto de aprobación senatorial de aquel año 5 no ofrece ninguna indicación. Así pues, para comprender no tanto el porqué de este nombramien­ to sino más bien qué esperaban los señores de Santena del nuevo podesta, debemos retroceder un poco, hasta 1643. En este año había estallado un conflicto entre Santena y Chieri. Como se ha dicho, San tena estaba a las puertas de Chieri, una ciudad textil ahora en decadencia, con una población casi diezmada respecto a la de un siglo antes, en que había sido la primera ciudad del Piamonte, más populosa incluso que Turín, que todavía no era la capital. Los propios nobles de la ciudad habían comenzado a trasladarse a la corte, la producción algodonera había sufrido una crisis y el poder de las corporaciones estaba probablemente minado por la difusión del tejido por los campos. Las pretensiones de autonomía de Santena quizás estaban relacionadas con este declive relativo de Chieri. Así, el conflicto de 1643 sólo era una nueva agudización de los problemas en un proceso más largo y estallaba en un momento especial de desorden político, al término de la guerra civil entre principisti y mlldamisti. Entre 1637 y 1642, de hecho, el partido hispanófilo y el francófilo se habían enfrentado en el Piamonte, y la guerra había implicado a la zona de Chieri, especialmente durante 1639, cuando las tropas francesas mandadas por Enrique de Lorena, conde de Harcourt, habían ocupado la ciudad 6. Así pues, las cosas se estaban preparando ya desde hacía mucho tiempo, pero en esta situación se había abierto una nueva fase aguda de la lucha entre Chieri y Santena para definir la amplitud de la jurisdicción de la ciudad sobre el territorio del pueblo, para limitar su

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relativa autonomía y las dimensiones de la exenclOn fiscal para los bienes de los feudatarios. El problema no era pequeño: ¿era feudal sólo la zona edificada con los castillos, de puente a puente, con un total de poco más de 50 jornadas y todas las casas, huertos y pajares, o el conjunto de todo el territorio agrícola de San tena, de unas 3.000 jornadas? Se trataba de un problema antiguo, que implicaba muchos aspectos del ambiguo estado jurídico de este pequeño pueblo, con sus anco familias feudales organizadas en un consorcio, y poderosas mucho más allá de San tena, en la propia Chieri, en Turin, en la corte ducal. Santena tenía una parroquia autónoma, un podestlJ., un juez, un derecho feudal sobre el horno, sobre el peaje, sobre la alta y la baja justicia y sobre la gestión de los alimentos: todo contribuía a darle la imagen plena de una comunidad autónoma ante las pretensiones de inclusión mantenidas por la ciudad, como si fuera un simple conglomerado de \Casas campesinas de su territorio. Pero no estaba claro cuándo había nacido el conjunto de los derechos feudales, porque los papeles del archivo del obispo de Turín, de quien dependía el feudo de Santena, no decían nada o eran contradictorios a este respecto e incluso el cuidado ¡de las almas de la parroquia de San Pedro era incierto, hasta el punto de que la visita pastoral de Peruzzi en 1584 «alude a impugnaciones sobre la naturaleza del beneficio, simple o con cuidado anexo de almas» 7; se puede suponer que habria un beneficio con cuidado de almas incorporado en un antiguo monasterio y posteriormente conver­ lido en encomienda 8. Este es un aspecto relevante en toda nuestra que se desenvuelve en una atmósfera jurídicamente indefinida y llena de conflictos, de pretensiones, de defensas y de astucias relativas a los poderes y a las jurisdicciones. En 1643 la crisis había estallado de forma más dura: a las pretensio­ nes de Chieri de controlar, como parte de su territorio, todas las tierras cultivadas que dependían de San tena, se había unido una enérgica súplica de veinte «particulares» del pueblo, en apoyo de las tesis de la ;dudad y en abierta ruptura con los señores feudales del lugar 9, unidos ,en una defensa a ultranza de la autonomía de su poder sobre el pueblo. El conflicto jurisdiccional se mezclaba con una fuerte tensión social en el interior del pueblo, que ya no presentaba un frente único ante las amenazas procedentes del exterior.

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Por tanto 10, el 25 de febrero veinte santeneses se habían presentado al señor Roberto Biscaretto de los señores de Cervere, juez de la ciudad de Chieri. Entre ellos estaban los Megliore, los Cavagliato, los Tosco, los Romano, los Rasetto, los Tesio, los Gaude, los Porta, los Converso, los Piovano, los Basca, los Torretta, los Sarotto, los Griva, los Ressia y los Taschero: todos ellos los mejores pagadores de Santena, propietarios medianos que tenían tierra en el campo hacia Chieri y decían hablar en nombre propio y «de todos los demás particulares que vivían también en ese término y junto al lugar de Santena, a las tejavanas, las casas y las granjas». Y expusieron sus quejas: «Los señores del mismo lugar de Santena, con el pretexto de esta vecindad a veces han pretendido tratarlos como a sus súbditos y los hombres del citado lugar de Santena por este motivo han pretendido de igual manera hacerlos venir y reunirse, como indebidamente y contra razón y justicia han hecho los días pasados, en los castillos y con colaboración de soldadesca enviada por los señores ministros de Su Alteza Real Ducal al citado lugar de San tena». No sé qué habrá pensado Roberto Biscaretto de estas quejas y si estaba en condiciones de darse cuenta de que los veinte personajes no eran sólo algunos propietarios de tierras en los límites de Chieri, sino todos, sin excepción, los mayores propietarios no nobles del pueblo. Probablemente se habrá contentado con la conclusión de su súplica y no se habrá andado con sutilezas: los campesinos santeneses habían terminado pidiendo «estar siempre unidos y juntos como miembros del cuerpo de esta ciudad de Chieri y de hacer todo lo que la obligación de ciudadanía requiere» y en especial pagar los tributos impuestos por la ciudad. Pero ni en éste ni en sucesivos documentos (la causa se arrastrará a oleadas todavía más de cien años) se puede comprender exactamente si se trataba de restablecer una pertenencia perdida o de crear una separación nueva del «feudo eclesiástico, dependiente de la Sede arzobispal de Turín, cuerpo separado de esta ciudad de Chieri». O quizás la iniciativa había nacido en el intento de huir del peso de una tasación extraordinaria, relacionada con la guerra, que se sumaba a los impuestos feudales, haciendo desfavorable una situación fiscal, antes probablemente especialmente ventajosa. No es preciso aquí tampoco indagar a fondo la verdad, establecida avanzado el siglo XVIII en contra de los señores de Santena y en

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beneficio de la ciudad de Chieri: pero es cierto que este clima de protesta contribuirá a crear la atmósfera de inseguridad que hará de alguna manera de Santena un pueblo fiscalmente escondido. Giulio Cesare será llamado a ocupar la plaza de notario del lugar y, como juez podesta, a gestionar la situación. 2. Pero no nos podemos limitar a esta constatación. Giulio Cesare era llamado a un cargo importante en un momento dificil. El consorcio del que dependía su sueldo debía haberlo considerado especialmente capaz de desenvolverse en una situación conflictiva. Por tanto, hay que investigar, en cuanto sea posible, en qué había cambiado el poder señorial, en qué dirección se había reforzado, suscitando la abierta 'rebelión de los veinte propietarios no nobles. Ante todo hay que subrayar una vez más la fuerte homogeneidad social de los firmantes de la petición al juez de Chieri: todos eran los notables y propietarios del pueblo que no dependían, por contratos de colonato o por necesidades salariales, de los señores del pueblo. Algunas de las causas de conflicto con los señores eran evidentes. La misma vigilancia de los bandos por daños campestres estaba confiada a Un guardián nombrado por el consorcio de los feudatarios: a través de él los señores podían recibir con una cierta parcialidad las multas por los daños hechos por los campesinos a sus bienes, cuando pisaban la hierba o las cosechas, entrando en los campos a pie o en sus carros; y podían pasar por alto comportamientos análogos cometidos por sus colonos en los pequeños terrenos de los campesinos. Pero este tipo de conflicto era tradicional y ni siquiera la súplica del año 43 hará caer al :territorio en torno a Santena bajo la vigilancia de los guardianes de no aparecerá ningún santenés en los registros de las condenas daños campestres de la ciudad, que se han conservado durante todo el siglo. Pero es precisamente en un sector afin a éste donde encontra­ Inos por los mismos años un hecho nuevo: la pretensión de los señores de aplicar un «Bando para las ovejas y cabras a todos los propietarios y colonos del término y territorio de Santena, alegándose que la costum­ bre practicada otras veces era que sólo los señores podían tener rebaños de ovejas» 11. El territorio de Chieri, de San tena, de Cambiano, de ':Villastellone era la base invernal para pastores y ganados, en especial

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LA HERENCIA INMATERIAL

de Entracque, en el Cuneese, feudo de los Tana y máximo centro, junto a Briga, de la cría de ganado lanar en los estados saboyanos de Terraferma en el Antiguo Régimen. El fertilizante producido, el pago en queso y en dinero por las hierbas y los tallos comidos y la venta del heno, eran una fuente muy importante, de las pocas de que disponían, para completar los reducidos ingresos por la tierra, que los señores intentaban reservar para sus propias granjas. No sólo el nivel de precios pedidos en una temporada se mantenía más alto con esta forma de exclusividad, que impedía la competencia campesina, sino que también la relativa estabilidad de los rebaños dentro de las grandes haciendas permitía evitar daños a las cosechas y controlar los comportamientos de los hombres y de los animales. En este problema se polarizará gran parte de la tensión social del pueblo y muchas de las causas criminales juzgadas en este periodo se referirán precisamente a actos violentos ligados a la presencia de los pastores cuneeses. En los procesos de los que tenemos noticias durante los cincuenta años siguientes, la tensión sobre este problema aparece endémica, con puntas epidémicas de esta guerra de las ovejas no sólo frente a la nueva propuesta del bando citado antes, sino también al final del periodo, cuando Giovan Battista Chiesa es párroco de Santena o tras su desaparición. Todavía en 1684 Giovan Tommaso Torretta es procesado «por haber querido herir un rebaño que estaba en el redil del señor marqués Balbiano, llamado el techo del Busso»; y en 1699, ante una nueva publicación del bando, Carlo y Lorenzo, hermanos Meglio­ re, son procesados porque «habían llevado ovejas requisadas por el podesta, como signo de justicia» 12. En todo caso es cierto que la tensión en el pueblo era especialmente fuerte cuando Giulio Cesare fue nombrado podesta y que en cierto sentido a los feudatarios, a sus colonos, a sus braceros --que eran a menudo campesinos propietarios pero de parcelas pequeñísimas- se contraponía toda la escala de los campesinos medios, que vivían con un cierto margen, de los productos de sus campos o que unían a la base agrícola y a la propiedad, profesiones liberales (médicos, curas), activi­ dades mercantiles (los Romano eran grandes comerciantes de pieles y cuero), comercio de grano o transportes. Un interés específico los animaba a unirse a la ciudad de Chieri, rica en comercio de todo tipo, y

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a defenderse del aislamiento un poco arcaico que los señores proponían como modelo de equilibrada gestión de estos campos. En los años cuarenta la estructura estatal piamontesa había sufrido, tras la crisis económica y demográfica que culminó con la peste de 1630 y las graves devastaciones de la guerra civil, un notable debilitamiento. Las familias feudales y nobles, por una parte, habían afrontado ~omplejos problemas de organización y, por otra, habían jugado todas l¡¡s cartas que tenían a su disposición en favor de su autonomía en los feudos que controlaban, ampliando cuanto podían su poder sobre jurisdicciones y derechos discutidos y sobre los pasos en otras ocasiones ~edamados por los campesinos o por la administración estatal! 3. Y en este clima el consorcio de los señores de Santena había vivido una fase 4e cohesión, dictada por intereses comunes y por una ocasión especial­ mente favorable de debilidad en la capacidad del control del poder y de menor capacidad de reacción y de defensa contra una tendencia restauradora por parte de los de abajo. En este caso además trataba de un feudo particular, porque dependía de la curia arzobispal de Turín y en el que, por consiguiente, le era dificil ~r",>n;r a la hacienda ducal. Por tanto, había también una dificil entre los poderes de los que provenían los derechos de del feudo de Santena y la limitación del área feudal al suelo ~ncéntrico --es decir, a las casas ya los huertos entre los dos puentes­ que será sancionada en 1721 con la Repartición y significará también . ""na disminución de los derechos de investidura de la curia de Turín, ir Q,ificil de imponer antes, al 'margen del conflicto con Roma de Víctor ; Amadeo 11 1 ­

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cuarto es Giovanni Battista, comerciante de granos y propietario. El de farmacéutico pasará a un sobrino, también llamado Giovanni .l'-lllullio, hijo de Tommaso, que por su parte cultivaba la tierra de la familia. El hijo de Matteo, Tommaso, está menos ligado a la política de familia tras el traslado a Villastellone del padre y se emparenta con :los Romano, riquísimos comerciantes de cuero, propietarios de colonos PI San tena y Villastellone, cuya rama de mercaderes se trasladará .después a Chieri. Como se ve las actividades se conservan y se amplían en el interior de todo el frente de parentesco pero son transmitidas no .,tanto de padre a hijo como de tío a sobrino, según las exigencias de edad, de ciclo de vida y de sucesión que parecen más oportunas. y no hay que olvidar las alianzas: a la rama de Tommaso se ,confiará en cierto sentido la misión de confirmar un parentesco ya muy estrecho con los Razzetto, otros notables del lugar, propietarios, médi­ cos y eclesiásticos también ellos, de los que procedía la mujer de Francesco; Maddalena se casará con messer Agostino Razzetto, el ~iembro más importante de aquella familia, pero el matrimonio durará poco por la muerte de ella. Una nueva confirmación de este lazo se tendrá con el matrimonio consanguíneo en tercer grado del farma­ Céutico Giovann' Antonio con Giovannna Maria Razzetto en 1701 2. La nueva generación está dominada por el reverendo Giovanni Amedeo, que gestiona un beneficio ligado a una capilla de los Benso, pero que no conseguirá (suponiendo que haya aspirado a este cargo) convertirse en párroco en lugar de Giovan Battista Chiesa. A él se le confiarán en la práctica los registros notariales, la mayoría de las muchas compras y de las pocas ventas hechas por la familia en su conjunto: evidentemente no tiene herederos directos y la acumulaciórt .de tierra está hecha precisamente con vistas a un refuerzo de conjunto del tronco familiar, teniendo también en cuenta que la propiedad de un '~ura escapaba con más facilidad al pago de los impuestos feudales' y :comunitarios. Entre 1673 y 1693 comprará o cambiará, él sólo o con sus hermanos y primos, en cincuenta contratos, 27,89 jornadas de tierra y 5 casas y venderá 10 y 5 casas, desembolsando 3.869,13 liras frente a 1.880,10 ganadas. No parece tener una gran cantidad de préstamos, como sucede con otros notables: apunta más bien a lazos de prestigio. Considérese por ejemplo, que los Tesio están insertos en toda la red de

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LA HERENCIA INMA TERIAL LA DEF!NICION DEL PODER: ESTRATEGIAS LOCALES

los médicos y de los curas de la zona: estaban ligados con los Castagna de Cambiano, el tío político que será tutor del sobrino cirujano Giovanni Antonio y del sobrino-nieto farmacéutico, tras la muerte de sus respectivos padres; y con los Razzetto, otra familia cuya diversifica­ ción profesional también jugaba sobre el trinomio médico-cura-propie­ tario. Pero esto no es todo: en los años 70 el reverendo Tesio será tutor del médico Ottavio Negro de Pecetto, hijo de un oficial y hermano del cura, don Vittorio Negro, que acompañará a Giovan Battista Chiesa en sus hazañas como exorcista. No es tan sólo la presencia única de Giovanni Amedeo en las compras de la familia lo que nos indica su función; una continua política de apoyo y de redistribución le tiene como protagonista: donaciones de tierras a los hermanos, primos y sobrinos, que culminan en el paso en bloque de 27,50 jornadas del hermano cirujano en 1680 a cambio de 3.000 liras en una operación ficticia, porque las mismas tierras volverán al cirujano como herencia. Por otro lado, el tándem entre el cura y el hermano cirujano funcionará como centro de toda la red de relaciones y económica de la familia, porque también Giovanni Antonio estará muy presente en el mercado de la tierra de la comuni­ dad: veintiún contratos de compra de 32,89,9 jornadas (por 3,444,13,7 liras) y de venta de 18,78,7 jornadas (de pésima calidad, ya que las entradas serán sólo de 330 liras). También este tronco familiar vivirá un periodo dificil en los años de crisis del último decenio del siglo: entre 1691 y 1694 morirán sucesiva­ mente Carlo Tommaso, el cura Giovanni Amedeo y el cirujano Giovanni Antonio, con una compleja redistribución de bienes y de profesiones: el hijo de Cario Tommaso es cura gracias al patrimonio que su tío Giovanni Amedeo le había constituido en 1680 permitiéndole hacerse clérigo con ocho jornadas de tierra; el primogénito de Giovanni Antonio, Giovanni Bartolomeo, será farmacéutico, mientras que el hijo segundo será, junto con sus hermanos, comerciante y labrador. Todos los bienes de tierras son formalmente dejados al cura Carlo Francesco tanto por el padre como por su tío cura; algunos muebles al farmacéuti­ co, que se los dejará a sus hijos. Se crea así un nuevo frente farmacéuti­ co-cura-comerciante que será consolidado en 1698 con una donación, hecha por el cura, de la mayoría de sus bienes en tierras a sus primos.

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Tal complicación de personajes, de profesiones y '
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