Ginel, Alvaro - Repensar La Formacion de Catequistas

March 29, 2017 | Author: lagloria28 | Category: N/A
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Alvaro Ginel

Repensar la formación de catequistas P. Martín Berástegui Iglesia de Piedra Río Abajo PANAMÁ

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Colección M A N Á Colección M A N Á 1. Relatos desde la mesa compartida. Dolores Aleixandre 2. Vocabulario básico para el cristiano. Alvaro Cinel 3. Santos de leyenda. Los 40 principales. José Fernández del Cacho 4. Dios deformado. Imágenes falsas de Dios. Enrique Martínez de la Lama

ALVARO GINEL

5. Iniciarse como catequista. Miguel Ángel Gil 6. Grupo y catequesis. Alvaro Ginel 7. Curso básico de pedagogía catequética. Eugenio González 8. Ser catequista. Hacer catequistas. Alvaro Ginel 9. Dichosos vosotros. Memoria de dos discípulas. Dolores Aleixandre 10. Iniciar en la oración. Dolores Aleixandre 11. La fe de los grandes creyentes. Dolores Aleixandre / Juan J. Bartolomé 12. Esta historia es mi historia. Narraciones bíblicas vividas hoy. Dolores Aleixandre 13. Bienaventuranzas. Ricardo Lázaro Recalde 14. Los Sacramentos. Manuel Bellmunt 15. Psicología y catequesis. Un estilo de educar. Ana García / Mina Freiré

16. Mora!y catequesis, Eugenio .Alburquerque 17. Vocabulario Básico de Psicología y de Pedagogía. Crista Ruiz de Arana

REPENSAR LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS

18. Los salmos, un libro para orar. Dolores Aleixandre 19. Cuando vayas a orar... Guía y ayuda para adentrarse en la oración. M a Dolores López 20. Descubrirla Biblia. Cesare Bissoli /Jordi Latorre 21. El Credo de nuestra fe. Antonio Cañizares / Ángel Matesanz 22. La ética cristiana. Claves para catequistas y educadores de la fe. Eugenio Alburquerque 23. Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia y Principios de Organización. Conferencia de los Obispos de Francia 24. ¡Dichosa catequesis! Tú incomodas a familias y parroquias. Gilíes Routhier 25. Repensar la catequesis. Alvaro Ginel 26. Las diez palabras del Sinaí. Eugenio Alburquerque 27. Caminos para la fe. Líneas básicas sobre itinerarios de educación en la fe. Josep M a Maideu Puig 28. Repensar la formación de catequistas. Alvaro Ginel

EDITORIAL CCS

Introducción

Página web de EDITORIAL CCS: www.editorialccs.com

© Alvaro Ginel © 2009. EDITORIAL CCS, Alcalá, 166 / 28028 MADRID Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Diagramación editorial: Alberto Diez Diseño de portada: Olga R. Gambarte ISBN: 978-84-9842-329-7 Depósito legal: M-40539-2009 Fotocomposición: AHF, Becerril de la Sierra (Madrid) Imprime: Print House, marca registrada de Copiar, S.A

La formación de catequistas (FdC) es una asignatura pendiente en muchas comunidades cristianas. Hay que reconocer los esfuerzos hechos y hay que constatar, en nuestro universo eclesial cercano, también la agonía de muchas escuelas de catequistas. Algo pasa en la catequesis y algo está pasando en la FdC. O lo que les ofrecemos como formación no les vale, o hay una conciencia generalizada de que para dar catequesis «no hace falta mucho» (cosa que he escuchado a más de un responsable parroquial de la catequesis). Contrasta esto con los cuidados y atenciones que la escuela dedica a los profesores desde los más pequeños a los mayores. ¡Ojalá las comunidades cristianas miraran y tomaran nota de esta preparación que exige la escuela a los profesores! Si comparamos la preparación de los profesores que tienen niños y adolescentes o jóvenes en la escuela y en la universidad con la de los catequistas, veremos que la diferencia es asombrosa. Es cierto que los términos de comparación no son exactos, pues los resultados de la catequesis no dependen de las mismas variables que los de la escuela, pero la comparación nos sirve para caer en la cuenta de la necesidad de la FdC. Son muchos los catequistas que dan catequesis sin ninguna preparación especial. La falta de exigencia y de preparación van unidas, en muchas ocasiones, a este principio: «Ya 5

cuesta que acepten ser catequistas como para que les pongamos más exigencias». Y no debemos descartar el miedo de algunos clérigos a que los catequistas sean competentes; el «saber» de los catequistas puede ser molesto y puede cuestionar formas de llevar la comunidad y la celebración, no sólo la catequesis... Cómo no recordar a aquel párroco que me escribía diciendo: «Cuando llega la revista1 la meto debajo del brazo para que no me la vean los catequistas, porque si la ven, saben tanto como yo, y entonces, ¿qué les puedo decir?». Es cierto que la transmisión de la fe no depende en último término de la preparación de los catequistas, sino de la acción del Espíritu. Es cierto que muchos catequistas son «buenos» catequistas no por haber estado en una escuela de FdC, sino por haberse dejado enseñar por el Espíritu y hacerle sitio en su vida de creyentes. Nada de esto se pone en duda. Pero sí hay que levantar la voz para que las comunidades cristianas tomen conciencia de ía «vocación deí catequista» y de (a «necesaria preparación de los mismos». De igual manera que afirmamos que la fe «se transmite» por la acción del Espíritu y de la cooperación de los «buenos» catequistas antes citados, tenemos que constatar que, en no pocas ocasiones, son los catequistas los que empobrecen con su pobreza de vida cristiana (fe, oración, sentido comunitario, celebración de sacramentos, formación bíblica, teológica, pedagógica...) la fe de los catecúmenos o catequizandos que les son confiados. La FdC va muy ligada a la importancia real, no sólo de palabra, que la comunidad cristiana da a la catequesis. Es difícil dar importancia a la catequesis y no darla a la FdC. El Directorio'97, citando a su vez al Directorio'71, es bien explícito: «Todos estos quehaceres (pastoral de catequesis) nacen de la convicción de que cualquier actividad pastoral 1 La revista CATEQUISTAS, para la formación básica do los catequistas. Editorial CCS, Madrid. Cfr. .

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que no cuente para su realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro su calidad. Los instrumentos de trabajo no pueden ser verdaderamente eficaces si no son utilizados por catequistas bien formados. Por tanto, la adecuada formación de los catequistas no puede ser descuidada a favor de la renovación de los textos y de una mejor organización de la catequesis» (DGC 234). En este trabajo ha nacido de una petición que me hicieron para escribir algo sobre la FdC2. Comencé por analizar lo que aquí es el primer capítulo: el estudio de lo que los Directorios de catequesis habían dicho sobre la FdC. Me di cuenta de que había muchas orientaciones por redescubrir y muchas cosas que no hemos sabido leer. Sentí que en mi tarea de formador de catequistas había cosas que programaba recalcando la parte teológica nada más. Me faltó profundizar más las demás dimensiones que están muy bien expl¡citadas en el magisterio ordinario postconciliar sobre la catequesis. En el segundo capítulo recopilo lo que juzgo que son núcleos de la problemática actual de la FdC. Parto de la experiencia acumulada en mi vida de trabajo en la campo de la catequesis y con los catequistas. Por opción personal he excluido de mi manera de reflexionar la lectura de libros sobre la formación de catequistas. Reconozco lo arriesgado de la opción, pero esta decisión me ha llevado a sentirme muy «pegado» a los documentos eclesiales: los Directorios. También he tenido sobre la mesa las reflexiones de dos Iglesias particulares que nos son próximas: la francesa y la italiana. En el tercer capítulo señalo unas acentuaciones que pueden orientar el hacer de los responsables de la FdC.

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«Sinite», vol. XLIX, 148(2008)213-234, allí aparecen las líneas fundamentales del capítulo primero de este libro.

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Esto se completa con dos Apéndices tomados directamente de los documentos de la Iglesia francesa e italiana3.

Una reflexión desde la experiencia personal En los años ochenta del siglo pasado estuve especialmente involucrado en la FdC en diversas entidades, sobre todo en mi provincia religiosa de Salesianos de Don Bosco, Madrid. Entre los responsables, circulaban diversas maneras de entender la FdC. El problema mayor se planteó cuando hicimos la distinción entre lo que es catequesis propiamente dicha o animación de «grupos de fe» y la «animación de grupos de tiempo libre» en la misma obra: colegio, parroquia, centro juvenil. Se llegó a una decisión de actuación práctica, no por todos compartida, pero sí por aquellos educadores, también religiosos, que trabajaban más directamente en el campo de la marginación y del tiempo libre. La podemos formular así: «A los animadores de grupos de tiempo libre no se les puede exigir la fe, pueden ser perfectamente ateos o indiferentes; basta que no se opongan directa y abiertamente al mensaje de Jesús». Esto solucionó no pocos problemas: como tener atendidos grupos de tiempo libre con animadores profesionalmente preparados, aunque religiosamente indiferentes. Las primeras fricciones aparecieron en las llamadas «Semanas de Formación de Animadores», pues en estas semanas la formación era para todos —animadores de grupos de fe y animadores de tiempo libre— la misma y a todos se les «obliga-

3 Tengo que señalar, para quienes me puedan objetar que cómo no he tenido presente el documento de la Iglesia española El catequista y su formación, Edice, Madrid, 1985, que mi asombro ha sido grande al comprobar que las líneas centrales de este documento estaban recogidas en el Directorio'97, con expresiones idénticas, con enumeraciones iguales. Esta aclaración basta para despejar la objeción. Dejo para otros estudiosos la comparación más crítica de los dos documentos.

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ba» a recibir cursos de teología, de biblia, de pedagogía religiosa... Por cuestiones prácticas, por falta de profesores o por lo que fuera, se tomó esa decisión. Los problemas fueron haciéndose cada vez mayores con aquellos animadores sin inquietud religiosa o sin confesión operante de fe, generalmente los animadores de tiempo libre, pues tenían que «aguantar» un discurso religioso y teológico con el que ellos no sintonizaban. Esto sirvió para que los responsables recapacitaran sobre la opción tomada, hasta caer de nuevo en la cuenta de la importancia de la dimensión de la fe en todos aquéllos que animaban acciones promovidas por la comunidad cristiana con cansina propio dedicada al servicio de los jóvenes. No se hace lo mismo—aunque la acción sea igual materialmente—desde una perspectiva de fe que desde una perspectiva de no fe. Lo que no se podía pedir a los destinatarios —la formación religiosa—, sí que se tenía que exigir a los animadores, ya animasen un grupo de fe o un grupo de actividades de tiempo libre en sus múltiples facetas. Sé que éste es un tema de debate abierto todavía. La fe vivida es la que da un «tono diferente» a lo que se hace cuando la fe lo «envuelve todo porque envuelve al ser de la persona». La vida personal es ya una palabra, testificación concreta del Evangelio. La vida personal no puede ser considerada como algo marginal cuando se trata del anuncio del Evangelio. Y esto por el simple hecho de que el Evangelio no es un añadido a la vida, sino un elemento que atañe y afecta a la totalidad de la vida de una persona y la cambia, la modifica, le da un horizonte nuevo. Presento esta anécdota para hacer historia, entre nosotros, acerca de los modos en que ha sido entendida la FdC y la formación de animadores de los grupos promovidos por comunidades cristianas y por carismas eclesiales diferentes. Quizá no siempre hemos acertado en lo que hicimos. Pero sobre todo, quiero llamar la atención sobre la urgencia de cuidar la

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FdC Todavía hoy día hay maneras de formar a los catequistas donde predomina lo técnico y los contenidos sobre la asimilación y vivencia de la confesión creyente. Profundizando en las orientaciones sobre la FdC en los documentos que estudiaremos, veremos la importancia que se da a la asimilación personal del mensaje de Jesús. Lo de Jesús nunca será reductible a teoría. Lo de la Buena Nueva de Jesús siempre tiene que «afectar» al corazón y a la vida misma de la persona en su totalidad. No se es catequista o acompañante de la fe de alguien porque se saben cosas, sino porque el conocimiento de Jesús ha llevado a la persona a una manera de vivir nueva según lo aprendido. Nos podíamos preguntar qué ha pasado con la «legión»5 de catequistas que por los años ochenta existía en nuestras comunidades cristianas y por la «mella» que ejercieron en los miembros de los grupos que animaban. Las páginas que siguen espero que nos ayuden a entender mejor las orientaciones eclesiales sobre la FdC y a una praxis e interés renovados para invertir esfuerzos en formar seriamente a los catequistas. Me parece importante asomarnos a las fuentes de la catcquesis y descubrir en ellas las líneas maestras del pensamiento eclesiaí sobre la FdC. Más de uno seguro que se llevará una agradable sorpresa. Tengo la impresión de que los documentos de la Iglesia universal apuntan hacia metas que estamos muy lejos de alcanzar. 4

Cuando estoy escribiendo estas reflexiones he sido invitado a dar una charla a los catequistas en un arciprestazgo. El responsable me decía: «Los catequistas jóvenes no vendrán como siempre; tienen que trabajar o estudiar. Además a ellos lo que les atrae son ¡as técnicas, no los temas teóricos». 5 El catequista y su formación. Orientaciones pastorales, dice: «Hay entre nosotros un número elevado de catequistas. Se ha producido, incluso, un crecimiento notable de él en los últimos años debido a causas diversas: entre otras, al hecho de que la catequesis ha ganado nuevos espacios al dirigirse a un aspectro de destinatarios cada vez más amplio» (n. 2). «Sorprende gratamente el constatar que la inmensa mayoría de los catequistas son seglares y muchísimos de ellos jóvenes, lo que sitúa a la catequesis como uno de los campos preferentes donde, de hecho, desarrolla el laico responsabilidades eclesiales» (n. 3).

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Capítulo I

LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS EN LOS DIRECTORIOS DE CATEQUESIS DE 1971 Y 1 9 9 7

El Directorio de 1971

Ponemos como momento de arranque de este estudio sobre la FdC el Directorio General de Pastoral Catequética6. Este Directorio, aprobado por el papa Rabio VI el 18 de marzo de 1971, respondía a lo que el Concilio Vaticano I) había dicho en el decreto Christus Dominus: «Hágase un directorio especial sobre el cuidado pastoral de cada grupo de fieles, según la idiosincrasia de cada nación o región; otro directorio sobre la instrucción catequética del pueblo cristiano, en que se trata de los principios y prácticas fundamentales de dicha instrucción y de la elaboración de los libros que a ella se destinen. En la composición de estos directorios, ténganse también en cuenta las sugerencias que han hecho tanto las comisiones como los padres sinodales» (DCG 44).

6 Sagrada Congregación del Clero, Directorio General de Pastoral Catequética {Directorium Catechisticum Genérale) (DCG). Edición bilingüe. Ediciones Secretariado Nacional de Catequesis, Madrid 1973.

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1. LA UBICACIÓN DE LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS El primer Directorio de catequesis postconciliar sitúa en la parte sexta La acción pastoral del ministerio de la Palabra7, en el capítulo tercero (nn. 108-115), la formación catequética. No hay un capítulo especial dedicado a la FdC. El lugar donde se coloca, dentro de un conjunto, una determina acción o realidad eclesial tiene su importancia porque nos indica cómo es percibida y estructurada, en este caso la FdC, dentro de la globalidad de la catequesis. El encuadre de la formación de los catequistas en el primer Directorio es la acción pastoral. La formación está inspirada por la acción pastoral y para la acción pastoral. Se forma a los catequistas para una acción precisa: la acción pastoral8. En este momento del primer Directorio, la Iglesia no tenía bien clarificada la catequesis dentro del proceso evangelizador. Los elementos de la acción pastoral que se explicitan son: — Análisis de la situación (nn. 99-102). — Programa de acción (nn. 103-107). — Formación catequética (nn. 108-115).

— La organización de la catequesis (nn. 125-130). — La necesidad de promover la investigación científica (nn. 131-134). La necesidad de la formación viene como una exigencia para dar calidad a la acción pastoral. Desde esta perspectiva, se establecen unas líneas básicas de la «formación catequética» orientativas para toda la Iglesia. Hay alusiones explícitas a los catequistas pero estas orientaciones entran en un contexto amplio de «formación catequética». Estamos ante los primeros pasos para delinear lo que es la FdC. El número dedicado a la «formación de catequistas» (DCG 115) no describe lo que es la formación, sino que expone «la grandísima importancia» que debe darse a la formación de los catequistas y enumera los agentes de pastoral que deben recibirla: catequistas, seglares, religiosos, padres cristianos, diáconos, sacerdotes, equipo sacerdotal, seminaristas, profesores de religión; un amplio abanico de destinatarios. Como se ve por los agentes de pastoral nombrados, la catequesis está entendida de manera muy amplia. Da la impresión de que aún no está bien delimitada la figura del catequista ni de la catequesis.

— Instrumentos de trabajo (nn.116-124).

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Cfr. nn. 98-134. No encontramos una definición de acción pastoral. Tras el epígrafe «acción pastoral», que encabeza el número 98, se dice: «De cuanto queda expuesto sobre el acto catequístico y el contenido de la catequesis nace el camino de la acción pastoral, cuyos puntos más importantes se examinan en esta parte. Tal acción requiere organismos apropiados, creados a nivel nacional por las Conferencias Episcopales, con misión deliberativa como de investigación y ejecutiva». Sigue una enumeración y ya se pasa a hablar del «análisis de la situación» (capítulo primero de esta parte sexta del Directorio). Se nota que estamos en un momento eclesial marcado por la preocupación de creación de estructuras que permitan poner en marcha realidades pastorales.

2. LAS INSISTENCIAS DE LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS

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Necesidad de personas verdaderamente formadas El principio básico de formación catequética queda recogido nada más iniciar el capítulo:

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«Cualquier actividad pastoral que no cuente para su realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, necesariamente carecerá de valor. Los mismos instrumentos de trabajo no pueden ser eficaces si no son manejados por catequistas bien formados. Por tanto, la adecuada formación de catequistas debe preceder a la renovación de los textos y a una más sólida organización de la catequesis» (DCG 108). Como se ve, toda la fuerza de la acción catequética se concentra en la adecuada formación de los catequistas. Este párrafo será asumido íntegramente por el Directorio de 19979. La consecuencia de este principio es la propuesta de creación de lugares deformación: crear institutos superiores y escuelas de catequesis (DCG 109). Es de destacar que se menciona la formación de «quienes desempeñan actividades catequéticas a nivel nacional» (DCG 108), «catequistas ¡dóneos para dirigir la catequesis diocesana» (DCG 109), «las personas dedicadas a tiempo pleno a la tarea de catequizar» (DCG 109). Podemos deducir que en estos momentos, el Directorio orienta la importancia de la formación hacia las personas llamadas a ejercer responsabilidad de gobierno en materia catequética en las Iglesias locales.

mación. En efecto, la formación queda completada cuando el catequista es capaz de elegir el modo más apto para comunicar el mensaje evangélico a grupos y personas que se encuentran en situaciones siempre diversas y particulares» (DCG 111). La FdC tiene su originalidad en que es una formación para comunicar el mensaje evangélico, y se completa o ultima cuando el catequista es capaz de autonomía de elección del modo más apto de comunicación del Mensaje ante la realidad del grupo de personas a las que catequiza. Dicho de otra manera, cuando el catequista no es dependiente de un libro o método, sino cuando sabe organizar y construir la catequesis de acuerdo a las situaciones de las personas. Este horizonte de formación es realmente ambicioso. Podemos decir que la FdC es lograr que los catequistas sean autores de sus catequesis, gente capaz de dar respuesta a la realidad de las personas que le son encomendadas.

Los ejes de la formación catequética >• Eje de la doctrina

Finalidad de la formación catequética En el Directorio se ve claramente la meta de la formación: «La formación catequética se centra fundamentalmente en desarrollar la aptitud y capacidad para comunicar el mensaje evangélico. Por consiguiente, exige una formación teológico-doctrinal, antropológica y metodológica cuidada, según el nivel científico que se tenga que alcanzar. Sin embargo, los conocimientos doctrinales no son el término de la for-

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Cfr. DCC 234.

«Es evidente la necesidad de adquirir una fuerte formación doctrinal [...]. La Sagrada Escritura es como el alma de toda esta formación» (DCG 112,a). Comienza a resaltarse la importancia de la Sagrada Escritura en la FdC. La capacitación en la doctrina (el nombre mismo indica una situación contextual donde todavía no se ha renovado el vocabulario catequético de siglos y etapas precedentes) tiene tres finalidades concretas. Una atañe al catequista directamente: «Transmitir con exactitud el mensaje evangélico» (DCG 112,a). Las otras dos miran a los catequizandos. La capacitación de los catequistas es necesaria con el fin de «capacitar a los mismos catequizandos para recibir ese mensaje de manera activa y, además, discernir lo que es con-

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forme a la fe» (DCG 112,a). Implícitamente se está pidiendo al catequista «algo más» que la transmisión de un saber. Se le está sugiriendo una tarea de lo que más adelante será mejor precisado con palabras como acompañante, guía... Se ve que «late» en el fondo una realidad que va más allá del simple maestro que enseña. Con la reflexión posterior todo quedará mucho más claro. >•

Eje de las ciencias humanas

En una época de enorme incremento de las ciencias del hombre, éstas deben entrar en la formación del catequista con un objetivo bien concreto: «Lo que les puede ayudar directamente a adquirir la capacidad de comunicar» (DCG 112,b). >•

Eje de la metodología

Se define la metodología como «atenta consideración de los medios comprobados por la experiencia» (DCG 112,c). Desde esta definición, que carga el acento en lo que está experimentando, se entiende que a la formación del catequista se le pida «conceder mayor importancia a los ejercicios prácticos que a la enseñanza teórica de la pedagogía» (DCG 112,c). No obstante, se añade que «la enseñanza teórica es necesaria para ayudar al catequista a adaptarse a las diferentes situaciones, para evitar el empirismo en la transmisión de la catequesis, para percibir los cambios existentes en las relaciones educativas y para orientar bien el trabajo futuro» (DCG 112,c).

Estilo de introducir en el arte catequético Se comienza hablando de «arte catequético». La terminología empleada sintetiza, de alguna forma, todo lo que se dice de la FdC en la que hay un elemento de originalidad personal, de asimilación y de traducción personal de todas las cien-

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cias que entran en la formación del catequista. Si anteriormente hemos visto que la FdC pretendía que el catequista fuera capaz de autonomía de elección del modo más apto de comunicación, ahora vemos otro matiz que completa esta automonía personal. No se trata sólo de una autonomía en el orden del saber, sino de una autonomía personalizada, asimilada, pasada por la propia identidad y vivencia personales. El arte catequético consiste en que el catequista pueda «interpretar las reacciones de algún grupo o persona, para que sea capaz de discernir sus capacidades espirituales y elegir la manera por la que el mensaje evangélico pueda ser recibido fructuosamente» (DCG 113). El catequista es como un artista de la catequesis; alguien capaz de construir su personal estilo de hacer catequesis o de ser comunicador del Evangelio con identidad propia. Como comunicador, tiene que tener agilidad para adaptarse al tipo de destinatario que tenga delante. Esta maestría de adaptación exige un aprendizaje, una ejercitación, un modo específico de preparar al catequista: «El arte de dar catequesis se adquiere por la experiencia, por la guía de maestros competentes, por el ejercicio mismo de la función; a la adquisición de este arte contribuyen, al mismo tiempo, la aptitud para el apostolado, el conocimiento de la fe, de los hombres y de las leyes que rigen el progreso de cada hombre o el de las comunidades» (DCG 113). Ser artista de la catequesis o el arte de dar la catequesis tiene como punto de apoyo una aptitud personal básica que es incrementada y enriquecida con la práctica y la reflexión sobre la práctica, con la presencia de maestros, con la fe sabida y vivida y con el aporte de las ciencias del hombre. Es algo que se aprende y que trabaja sistemáticamente.

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Vida espiritual En la formación catequética se incluye la vida espiritual. De nuevo aquí, el vocabulario refleja una época concreta con un léxico circunstanciado. La vida espiritual es una exigencia de la misión que se le confía al catequista. Por vida espiritual se entiende «la vida sacramental y espiritual, el hábito de la oración, un sentido profundo de la excelencia del mensaje cristiano y de su eficacia para transformar la vida y el ejercicio de la caridad, de la humildad y de la prudencia que permitan al Espíritu Santo perfeccionar su fecunda obra en los catequizandos» (DCG 114).

• La FdC tiene una meta: que el catequista sea por sí mismo capaz de elegir el modo de comunicar el mensaje evangélico de acuerdo con los destinatarios. De alguna manera, se está pidiendo a la FdC que forme catequistas capaces de ser autores de la catequesis que hacen. • Los pilares de la formación son: el noético (Teología y Sagrada Escritura), las ciencias del hombre (en cuanto que éstas ayudan a adquirir capacidad de comunicar), la metodología (entendida no de manera teórica, sino como práctica reflexionada y guiada por maestros para evitar hacer de la catequesis un taller de experimentación).

El protagonista es el Espíritu en la tarea evangelizadora, pero la vivencia de aquello que se propone a otros es mediación que facilita la acción del Espíritu.

3. EN SÍNTESIS • En el Directorio de 1971, la FdC está enmarcada dentro de lo que es la formación catequética. No se habla aún de una pastoral catequética, sino de la catequesis en la pastoral. La formación catequética es demandada por la eficacia pastoral. • La FdC tiene algo de específico y elementos comunes con la formación de otras acciones pastorales. Sí que aparece con claridad la convicción de que sin agentes de pastoral formados y preparados es imposible una renovación y una novedad pastoral y catequética. • La FdC tiene como original, desarrollar una aptitud y capacidad para comunicar el mensaje evangélico. El catequista es, ante todo, un comunicador.

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1. UN NUEVO MARCO PARA LA CATEQUESIS La Iglesia particular

El Directorio de 1997

El día 15 de agosto de 1997, Juan Pablo II firmaba el nuevo Directorio™ (DGC), que actualizaba y sustituía al Directorio de 1971. En el breve espacio de veintiséis años habían pasado muchas cosas11 en la Iglesia postconciliar. Se quería, por una parte, mantener las líneas maestras del Directorio de 1971. Baste para ello observar el juego de palabras que se hace en el título mismo: Directorio Catequístico General (1971) frente al Directorio General para la Catequesis (1997). Por otra parte, había que incorporar el Magisterio elaborado en materia de evangelización y catequesis en las décadas siguientes a 1971, y especialmente la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica^2 en su edición típica, el día 8 de septiembre de 1997.

10 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis, Madrid 1997. " Podemos reseñar algunas: Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), ed. española del Ordo Initiationis Christianae Adultorum, Editio Typica, Typis Polyglotis Vaticanis 1972. PABLO VI, Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975): AAS 58 (1976), pp. 5-76. JUAN PABLO II, Redemptor Hominis (4 de marzo de 1979): AAS 71 (1979), pp. 257-324. JUAN PABLO ll, Catechesi tradendae (16 de octubre de 1979): AAS, pp. 1277-1340. JUAN PABLO II, Dives in Misericordia (30 de noviembre de 1980). JUAN PABLO II, Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990): AAS 83 (1991), pp. 249-340. CONGREGACIÓN PARA LA EVANGELIZACiÓN DE LOS PUEBLOS, Guía para los catequistas (3 de diciembre de 1993), Ciudad del Vaticano 1993. 12 Edición española: Asociación de Coeditores del Catecismo, Bilbao 2005.

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La FdC la sitúa el nuevo Directorio en la quinta parte dedicada a La catequesis en la Iglesia particular. El primer capítulo de esta quinta parte expone El ministerio de la catequesis en la Iglesia particular. Situar como seno o matriz de la catequesis a la Iglesia particular trae como consecuencia que la Iglesia local será el centro de referencia y de responsabilidad de toda la catequesis y, por tanto, de la FdC. El segundo capítulo se dedica a La formación para el servicio de la catequesis. Se comienza afirmando que «para el buen funcionamiento del ministerio catequético en la Iglesia particular es preciso contar, ante todo, con una adecuada pastoral de los catequistas» (DGC 233). La FdC no sería «eficaz» sin una adecuada pastoral de catequesis. La catequesis no es sin más una acción pastoral, sino una concreción específica, con identidad propia, de la acción pastoral. De ahí las expresiones «ministerio catequético», «pastoral de catequesis». La FdC no es un elemento autónomo; se comprende dentro del conjunto del ser y del hacer de la Iglesia local y de la pastoral catequética que ésta se dé a sí misma. Como puede observarse, hay un enriquecimiento grande en la forma de situar a la catequesis dentro de las tareas eclesiales fruto de la reflexión catequética realizada a partir de la salida del primer Directorio de 1971. Antes de puntualizar las líneas maestras de la FdC, tenemos que subrayar el hecho de que la formación de los catequistas se encuadre en la Iglesia particular13. La Iglesia particular, la 13

«El anuncio, la transmisión y la vivencia del Evangelio se realizan en el seno de una Iglesia particular o diócesis. La Iglesia particular está constituida por la comunidad de los discípulos de Jesucristo que viven en una espacio sociocultural determinado» (DGC 217). La Iglesia particular es la responsable directa de la transmisión de la fe; por eso lo será de la formación de los catequistas.

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comunidad de fe con características socioculturales propias, es la responsable de la catequesis y, como consecuencia, de la FdC capacitados para hacer esa catequesis. Se forma desde una Iglesia particular y para esa Iglesia. No hay catequistas «generalistas» o «catequistas por iniciativa personal», sino «situados» en una Iglesia particular.

La pastoral de catcquesis Resaltado el hecho de que el Directorio de 1997 coloca la FdC en la Iglesia particular, lo primero que advertimos es que se comienza por la pastoral de catequesis (DGC 233). La FdC es una parte de la pastoral de catequesis. Se evita así impartir una FdC al margen de la catequesis que los catequistas tendrán que realizar en Iglesia local según unas opciones muy concretas. La FdC no es una acción aislada de la catequesis. No se da una formación «general» y después se dice al catequista que él se las apañe para hacer catequesis. El conjunto de la pastoral de catequesis (DGC 233) se describe como: — Suscitar vocaciones de catequistas.

tianas. Una FdC sin pastoral de catequesis no es concebible en el nuevo Directorio. En resumen, vemos que la FdC tiene dos coordenadas de situación: la Iglesia local y la pastoral de catequesis.

2. LA IMPORTANCIA DE LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS Para señalar la importancia de la FdC se toman las afirmaciones de DCG: «Cualquier actividad pastoral que no cuente para su realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro su calidad» (DGC 234, citando DCG 108a). Puesto este principio, hay una concreción nueva: «La pastoral catequética diocesana debe dar absoluta prioridad a la formación de los catequistas laicos. Junto a ello, y como elemento realmente decisivo, se deberá cuidar al máximo la formación catequética de los presbíteros, tanto en los planes de estudio de los seminarios como en la formación permanente» (DGC 234).

— Promover catequistas a tiempo pleno. — Distribuir equilibradamente a los catequistas según los sectores de destinatarios. — Promover responsables de los catequistas. — Cuidar la atención personal y espiritual de los catequistas. — Coordinar a los catequistas con los demás agentes de pastoral de manera que haya una acción evangelizadora global y coherente. Se trata de elementos complementarios que se apoyan constituyendo un tejido coherente dentro de las comunidades cris24

Conviene destacar que se nombra en primer lugar a los catequistas laicos, aunque se reconoce que es decisiva la formación catequética de los presbíteros. La Iglesia local, responsable de la catequesis, tiene señalado como prioridad la formación de catequistas /a/co5. Hay un cambio sobre el Directorio de 1971, que miraba más a los responsables de la catequesis. Ahora, en 1997, se tiene en cuenta la realidad de muchas comunidades cristianas cuyos catequistas son mayoritariamente laicos. Se alude a lo decisiva que es la formación catequética de los presbíteros, pero esta formación entra en otro plan de estudios que desborda las competencias del Directorio. 25

3. FINALIDAD Y NATURALEZA DE LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS

«animar eficazmente un itinerario catequético en el que, mediante las necesarias etapas, anuncie a Jesucristo, dé a conocer su vida, encarnándola en el conjunto de la Historia de la salvación; explique su misterio de Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros; y ayude, finalmente, al catecúmeno o al catequizando a identificarse con Jesucristo en los sacramentos de iniciación» (DGC 235).

Finalidad El DCC asume la finalidad que el primer Directorio había señalado: «Capacitar a los catequistas [...] para realizar un acto de comunicación [...] del mensaje evangélico» (DGC 235, citando DCG 111). El catequista se forma para ser comunicador del Evangelio: «La formación trata de capacitar a los catequistas para transmitir el Evangelio a los que desean seguir a Jesucristo» (DGC 235). De alguna manera, la finalidad de la catequesis le da ya naturaleza, consistencia y forma. La FdC está revestida de aquello que pretende realizar: el anuncio de Jesucristo. La FdC mira a formar para transmitir el Evangelio.

Naturaleza de la formación de catequistas Hablar de naturaleza es hablar de aquello que constituye lo esencial de la FdC. Hay elementos que si faltan, podremos hablar de otra cosa, pero no fe FdC. No hay verdadera FdC sin la dimensión cristológica y eclesial.

La expresión «que el catequista pueda animar eficazmente un itinerario catequético» deja muy clara la finalidad de la formación de catequistas: animar un itinerario catequético, que es mucho más que «salir del paso» en la reunión de grupo. Implícitamente se está aceptando que el anuncio de Jesucristo exige etapas progresivas, no se hace en un día. Y, además, que los itinerarios pueden ser diversos, según la realidad de quienes los recorren. Se busca una capacitación para dar respuesta a la realidad plural que pueden presentar las personas que emprenden un camino de iniciación en la vida de la comunidad cristiana. La catequesis no es para otra cosa que no sea iniciar en la vida cristiana. Y el anuncio de Jesucristo no se hace «de golpe», sino en tiempo largo a través de etapas, es decir, en un itinerario. La catequesis es entendida por itinerarios, no por reuniones puntuales o desconectadas. Es cierto que se habla de catequesis ocasionales^5 en el Directorio: «La catequesis ocasional que, ante determinadas circunstancias de la vida personal, familiar, eclesial y social, trata de ayudar a interpretarlas y vivirlas desde la fe» (DGC 71).

>- Dimensión cristocéntrica de la formación de catequistas Puesto que la catequesis tiene una finalidad cristocéntrica14 (el anuncio de Jesucristo), lo que la FdC persigue es que el catequista pueda 14

«El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo» (DCC 80).

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Lo ocasional en la vida de las personas tiene mucha importancia y hay que darle importancia. La historia de cada persona es un misterio inesperado y sorprendente. Las personas tienen que poder narrar sus experiencias y sus inquietudes vitales. Pero es importante que los catequistas se den tiempo y dejen que las personas se den tiempo, sin perder de vista que lo ocasional puede ser el principio, el umbral de un camino largo y sistemático de encuentro con Cristo según la fe de la Iglesia.

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Esta modalidad de catequesis ocasional está prevista en el Directorio de 7997entre las «formas múltiples de catequesis permanente» (nn. 71 -72). Aún así, se pide que estas catequesis estén bien trabadas «en el proyecto catequético de la comunidad cristiana para que la Iglesia particular crezca armónicamente y su actividad evangelizadora mane de auténticas fuentes» (DGC 72). Pero la catequesis de iniciación, «por ser orgánica y sistemática, no se reduce a lo meramente circunstancial u ocasional» (DGC 68). Posibilitar la total apertura a Cristo, que es lo que la catequesis persigue, es cuestión de «darse tiempo». Veremos más adelante cómo hay que entender el término «animar» un itinerario 16 . Pues habrá que conjugar la dimensión técnica y la propia vivencia cristiana. La catequesis es concebida más como línea que se extiende en el tiempo que como punto; más como camino largo que como camino corto (Éx 13,17). La dimensión cristocéntrica de la catequesis tiene una relación directa con la formación del catequista; éste tiene que ser formado en aquello que deberá ofrecer a los otros: el misterio de Jesucristo. De ahí que la naturaleza de la formación de catequistas esté basada sobre un pilar cristológico: «Esta perspectiva cristológica incide directamente en la identidad del catequista y en su preparación. "La unidad y armonía del catequista se deben leer desde esta perspectiva cristológica y han de construirse en base a una familiaridad profunda con Cristo y con el Fadre en el Espíritu."» (DGC 235).

>- Dimensión eclesial Pertenece también a la naturaleza de la FdC la dimensión eclesial: «La formación de los catequistas no es otra cosa que un ayudar a éstos a sumergirse en la conciencia viva que la Iglesia tiene hoy del Evangelio, capacitándoles así para transmitirlo en su nombre [...] Esta eclesialidad de la transmisión del Evangelio impregna toda la formación de los catequistas, confiriéndole su verdadera naturaleza» (DGC 236). La conciencia viva del Evangelio que tiene la Iglesia donde el catequista es miembro, configura el Evangelio que el catequista vive y propone. El Evangelio lo vive el catequista en una Iglesia histórica, concreta, y este hecho configura la formación de los catequistas. La vivencia del Evangelio debe estar «situada» en el aquí y ahora de una comunidad cristiana concreta: la Iglesia local. Si se ha situado, como hemos visto anteriormente, a la catequesis en el corazón de la Iglesia local, se sigue con lógica que la FdC tenga como elemento característico de su naturaleza la eclesialidad, la cual no se puede entender sólo como una característica de orden jurídico o disciplinario, para regular y controlar, sino de orden vivencial, comunitario, como sensibilidad espiritual con la que una Iglesia particular vive y asume el Evangelio y engendra creyentes nuevos en su seno maternal (DGC 79).

4. CRITERIOS INSPIRADORES DE LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS Puesto que el Directorio no es un tratado de formación de catequistas, sino una fuente de inspiración y de referencia para la FdC de todas las Iglesias, se dan unos criterios básicos de formación (DGC 237).

' Cfr. DGC nn. 244-245.

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«El cristiano sabe que en toda realidad y acontecimiento humano subyacen al mismo tiempo:

Formar catequistas para las necesidades evangelizadoras de este momento histórico El punto de partida de la formación es que el catequista sea persona de nuestro hoy y en sintonía con nuestro hoy, con la realidad, porque a la realidad del presente es enviada la Iglesia a predicar y, con ella, el mismo catequista. Conocer la realidad del momento en que vivimos y lo concreto de las personas a las que son enviados los catequistas es criterio elemental de formación. Evangelizar entronca con aspectos propios de la ley de encarnación: acampó entre nosotros, que la plegaria eucarística cuarta resume bellamente así: «El cual se encarnó por obra del Espíritu Santo, nació de María, la Virgen, y así compartió en todo nuestra condición humana, menos en el pecado». Esto exige: fe profunda, identidad cristiana y eclesial, así como sensibilidad social. Para entender lo que aquí se pretende, hay que mirar a otras partes del Directorio, como los números de la exposición introductoria (DGC nn. 1623). Un catequista «reñido» con la realidad de nuestro mundo difícilmente puede anunciar a Jesucristo. Esta sensibilidad hacia la realidad de nuestro hoy es el eslabón de la encarnación para poder hablar de Dios. Encontramos una síntesis ajustada cuando se dice en el Directorio: «Esta exposición introductoria pretende estimular a los pastores y a los agentes de la catequesis a tomar conciencia de la necesidad de mirar siempre el campo de la siembra17 y hacerlo desde la fe y la misericordia» (DGC 14).

17 «Como madre de los hombres, lo primero que ve la Iglesia, con profundo dolor, es una multitud ingente de hombres y mujeres: niños, adultos y ancianos, en una palabra, de personas humanas concretas e irrepetibles, que sufren el peso intolerable de la miseria. Ella, por medio de una catequesis en la que la enseñanza social de la Iglesia ocupe su puesto, desea suscitar en el corazón de los cristianos el compromiso por la justicia y la opción o amor preferencial por los pobres, de forma que su presencia sea realmente luz que ilumine y sal que transforme» (DGC 17).

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— la acción creadora de Dios, que comunica a todo su bondad; — la fuerza que proviene del pecado, que limita y entorpece al hombre; — el dinamismo que brota de la Pascua de Cristo, como germen de renovación, que confiere al creyente la esperanza de una «consumación» definitiva. Una mirada al mundo que prescindiese de alguno de estos tres aspectos no sería auténticamente cristiana. Es importante, por eso, que la catequesis sepa iniciar a los catecúmenos y a los catequizandos en una lectura teológica de los problemas modernos» (DGC 16).

Formar catequistas para una catequesis determinada La formación de los catequistas brota de la identidad de catequesis. Qué es catequesis y qué entiende la Iglesia por catequesis influye en la formación de catequistas. El catequista tiene derecho a una formación específica, a estar formado para una catequesis concreta. Tres palabras, muy ambiciosas, resumen lo que el catequista tiene que llegar a ser: maestro, educador y testigo (DGC 237). Hoy tenemos que hablar de formar catequistas capaces de llevar adelante una catequesis de iniciación18. Así entiende hoy la Iglesia la catequesis, como catequesis de iniciación, «como eslabón necesario entre la acción misionera, que lla-

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Cfr. los documentos que se citan en el Apéndice donde se ve la concreción práctica que hacen dos Iglesias particulares de esta forma de entender la catequesis hoy.

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ma a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana» (DGC 64), «como elemento fundamental de la iniciación cristiana» (DGC 66).

Una formación integradora El término «integradora» puede llevar a algunos a pensar en formación «integrista». Pero son dos cosas bien diferentes. Una catequesis integradora pide catequistas integrados. Tres conceptos fundamentales encierra el término «integradora»: • Catequistas creadores, es decir, hacedores, promotores de comunión y de comunidad, no rompedores de la Iglesia o francotiradores que «dan la catequesis» que quieren. • Catequistas que posean unos conocimientos suficientes y que lleven adelante una catequesis que integre los saberes, los cohesione y los armonice, sin acentuar mucho unas cosas y olvidando o dejando al margen otras; por ejemplo, insistencia en lo social sin atender a la dimensión orante o celebrativa. Se trata de conjugar todas las dimensiones de la catequesis (DGC nn. 67-68). • Catequistas que hayan integrado o armonizado su propia vida. La formación lleva aneja la integración de la persona misma del catequista, exigencia que se pide en diversos momentos para llegar a ser buen catequista (DGC 239, 241). Una persona íntegra es la que tiene una formación asimilada, hecha personal. Sus saberes no son algo yuxtapuesto a su vivencia.

Una formación que respete la originalidad laica de los catequistas19 Se da por hecho que los catequistas son cuantitativamente laicos más que clérigos o religiosos. La formación de los catequistas no es una «mini-formación clerical». No se puede perder de vista la originalidad laical. «Los laicos ejercen la catequesis desde su inserción en el mundo, compartiendo todo tipo de tareas con los demás hombres y mujeres, aportando a la transmisión del Evangelio una sensibilidad y unas connotaciones específicas: "esta evangelización [...] adquiere una nota específica por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo"» (DGC 230).

Una formación con una pedagogía propia El Directorio cuida mucho este aspecto de la forma en que se educa a los catequistas. «Debe existir una coherencia entre la pedagogía global de la formación del catequista y la pedagogía propia de un proceso catequético. Al catequista le sería muy difícil improvisar, en su acción catequética, un estilo y una sensibilidad en los que no hubiera sido iniciado durante su formación» (DGC 237). Da la impresión de que se recoge aquí la insistencia que el DCG daba a las prácticas y a la experiencia reflexionada como metodología de formación de los catequistas (cfr. n. 113). Este criterio de pedagogía de la formación de catequistas sitúa la

19 El documento El catequista y su formación (cfr. nota 5, p. 10) dedica ios números 96-97 a la teología del laicado. Al comparar lo que allí se dice con el Directorio de 1997, llama la atención el «olvido» de la denominación de la Iglesia como «Pueblo de Dios».

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formación en un camino distinto de la formación de otros agentes de pastoral de la comunidad cristiana y exige creatividad para estructurar los planes de formación, «teniendo como referencia metodológica» lo que el catequista debe hacer en su grupo o con las personas que anime, aunque no formen grupo (pensemos en catequistas que animan a una persona sola).

5. DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN Acabamos de ver los criterios por los que la FdC debe regirse. El Directorio delinea también un «mapa» de los ejes que tiene que tener la formación. Es un mapa amplio que cada Iglesia tiene que llenar de contenido. Se dan principios orientadores que después las Iglesias locales deberán rellenar. Se ponen los elementos básicos de las dimensiones que la FdC tiene que cuidar y armonizar para que nos salga un catequista razonablemente formado en la totalidad de los aspectos que le harán falta en el ejercicio de su tarea evangelizadora. Las dimensiones de la persona que la FdC debe tener presentes son tres: el ser, el saber y el saber hacer (DGC 238), es decir, testigo (ser), maestro (saber) y educador (saber hacer).

Ser La primera dimensión es la del ser. Queda explicitada en estos términos: «La [dimensión] más profunda hace referencia al ser del catequista, a su dimensión humana y cristiana» (DGC 238). Se concibe a la persona como una unidad. Al hablar del ser se entendería mal si se fragmentara y sólo creyéramos que se refiere a la maduración humana de la persona. La forma-

ción debe ayudar al sujeto a madurar a la vez como «persona, como creyente y como apóstol» (DGC 238). • Ser persona. Partiendo de un mínimo de madurez humana, «el ejercicio de la catequesis, constantemente discernido y evaluado, permitirá al catequista crecer en equilibrio afectivo, en sentido crítico, en unidad interior, en capacidad de relación y de diálogo, en espíritu constructivo y en trabajo de equipo [...] respeto y amor hacia los catecúmenos y catequizandos» (DGC 239). El ejercicio de la catequesis es lugar de educación del propio ser personal. No sólo hay que ser para hacer la catequesis, sino que haciendo la catequesis se aprende a ser. • Ser creyente. De nuevo se insiste en que «el ejercicio de la catequesis alimente y nutra la fe del catequista haciéndole crecer como creyente» [...] «cada tema catequético [...] debe nutrir la fe del propio catequista» (DGC 239). • Ser apóstol. La conciencia apostólica se alimenta y forma por tres vías: «Conocer y vivir el proyecto de evangelización concreto de su Iglesia diocesana y el de la parroquia» (DGC 239); «identificarse con la figura de Jesucristo, maestro y formador de discípulos, tratando de hacer suyo el celo por el Reino que Jesús manifestó» (DGC 239); «a partir del ejercicio de la catequesis, la vocación apostólica irá constantemente madurando» (DGC 239). Conviene destacar la importancia dada al «ejercicio de la catequesis» en la maduración del ser del catequista. En términos de evangelización, la acción evangelizadora es también lugar de crecimiento personal. Por decirlo en una frase: el anuncio de la fe influye en el agente de catequesis en su dimensión humana y creyente. La fe anunciada humaniza al anunciador y le hace más creyente.

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Saber

tiempo de la formación 20 . Por último, la formación bíblico-teológica ha de ser tal que el catequista «pueda no sólo transmitir con exactitud el mensaje evangélico, sino también capacitar a los mismos catequizandos para recibir ese mensaje de manera activa y poder discernir lo que, en su vida espiritual, es conforme a la fe» (DGC 241). Es decir, que el saber bíbl ico-teológico debe capacitar a la vez: un saber verdadero, una aptitud para transmitirlo con exactitud y una dimensión pedagógica, que mira no tanto al contenido del mensaje, sino a la acción pedagógica para que el catequizando reciba el mensaje y confronte su vida con el mismo.

El catequista es definido como «maestro que enseña la fe» (DGC 240). El nivel de contenido doctrinal de la formación de un catequista «es el mismo que el de la catequesis que debe transmitir» (DGC 240). Al catequista no se le pide más de lo que tiene que dar. Se le diferencia así de un maestro en teología. Los contenidos de la formación doctrinal vienen pedidos por el mismo proceso orgánico de la catequesis: la Historia de la salvación y los grandes núcleos del mensaje cristiano (símbolo, liturgia, moral y oración). Las dos referencias fundamentales para la FdC son: la Sagrada Escritura «deberá ser el alma de toda esta formación» (DGC 240) y «el Catecismo de la Iglesia Católica es la referencia doctrinal fundamental de toda formación juntamente con el Catecismo de la propia Iglesia particular o local» (DGC 240).

La formación en las ciencias humanas (DGC 242). Se reconoce y acepta el empleo de las ciencias profanas; al menos «algunos elementos fundamentales» (DGC 242) de la psicología y de las ciencias sociales que proporcionan «el conocimiento del contexto sociocultural en que vive el hombre y que afecta decisivamente a su vida» (DGC 242). Después se cita también a las «ciencias de la educación y ciencias de la comunicación» (DGC

Más concretamente, los ejes de este saber se especifican en: • La formación bíblico-teológica debe ser «de carácter sintético, que corresponda al anuncio que se ha de transmitir», con una «visión orgánica» (DGC 241). La síntesis ha de ayudar «al catequista a madurar su propia fe, al tiempo que le capacite para dar razón de la esperanza en un tiempo de misión» (DGC 241). Tiene que ser una formación bíbl ico-teológica «muy cercana a la experiencia humana, capaz de relacionar los diferentes aspectos del mensaje cristiano con la vida concreta de los hombres y las mujeres» (DGC 241). Todos los contenidos que el catequista necesita adquirir tienen que ser impartidos con un «sello» especial. A esto se le llama una formación con «talante catequético» (DGC 241). Lo que se le pide al catequista como «normas y criterios para la presentación del mensaje evangélico» (cfr. DGC 94-118), se deberá, primeramente, realizar con él en el

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Las normas y criterios aludidos son: cristocentrismo del mensaje evangélico (98), cristocentrismo trinitario del mensaje evangélico (99-100), mensaje que anuncia la salvación (101-102), un mensaje de liberación (103-104), eclesialidad del mensaje (105-106), carácter histórico del misterio de la salvación (107-108), la inculturación del mensaje evangélico (109-110), integridad del mensaje evangélico (111-113), un mensaje orgánico y jerarquizado (114-115), un mensaje significativo para la persona humana (116-117). La exposición de las normas y criterios termina con estas palabras: «De estos criterios y normas, sin embargo, no puede deducirse el orden que hay que guardar en la exposición del contenido. En efecto, "es posible que en la situación actual de la catequesis, razones de método o de pedagogía aconsejen organizar la comunicación de las riquezas del contenido de la catequesis de un modo más bien que de otro". Se puede partir de Dios para llegar a Cristo, y al contrario; igualmente, se puede partir del hombre para llegar a Dios, y al contrario. La adopción de un orden determinado en la presentación del mensaje debe condicionarse a las circunstancias y a la situación de fe del que recibe la catequesis. Hay que escoger el itinerario pedagógico más adaptado a las circunstancias por las que atraviesa la comunidad eclesial o los destinatarios concretos a los que se dirige la catequesis. De ahí la necesidad de investigar cuidadosamente y de encontrar los caminos y los modos que mejor respondan a las diversas situaciones» (DGC 118).

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242). Se da como criterio la autonomía de las ciencias y su uso «con vistas a la fe en que se quiere educar» (DGC 243) al hombre. Hay que «evitar que estas ciencias se conviertan en la única norma para la pedagogía de la fe, prescindiendo de los criterios teológicos que dimanan de la misma pedagogía divina» (DGC 243).

Saber hacer La catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe (DGC 82). Este punto de partida y esta meta pasan por un acto educativo cuyos dos grandes pilares son la transmisión de la fe y la experiencia de vida cristiana. No se da por hecho que se sepa transmitir. El catequista es adiestrado o formado para transmitir. A la catequesis le corresponde la «educación de las diferentes dimensiones de la fe, ya que la catequesis es una formación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana» (DGC 84). Para poder realizar su tarea, el catequista tiene que aprender a hacer bien, a transmitir bien. «La cima y el centro de la formación de catequistas es la aptitud y habilidad de comunicar el mensaje evangélico» (DGC 235, citando DCG 111). El catequista no es un comunicador sin más, sino un «educador que facilita la maduración de la fe que el catecúmeno o el catequizando realiza con la ayuda del Espíritu Santo» (DGC 244). El contenido que se comunica en la catequesis, que es el mismo Cristo21, «modifica la propia vida» y cuenta 21 «La comunión con Jesucristo, por su misma dinámica, impulsa al discípulo a unirse con todo aquello con lo que el propio Jesucristo estaba profundamente unido: con Dios, su Padre, que le había enviado al mundo, y con el Espíritu Santo, que le impulsaba a la misión; con la Iglesia, su Cuerpo, por la cual se entregó; con los hombres, sus hermanos, cuya suerte quiso compartir» (DGC 81).

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con un elemento que se escapa de las manos tanto al catequista como al catecúmeno: la acción del Espíritu Santo. Lo primero que el catequista tiene que saber hacer es «respetar la pedagogía original de la fe» (DGC 244), porque el catequista no es dueño de la fe. Después tendrá que saber: centrarse en las personas concretas, interpretar y responder a las demandas educativas, activar procesos de aprendizaje y conducir un grupo humano hacia la madurez. Todo esto realizado de manera personal, como quien transmite algo que le atañe y que vive con originalidad personal. De ahí que se insista en que: «[...] el catequista adquiera su estilo propio de dar catequesis, acomodando a su propia personalidad, los principios generales de la pedagogía catequética» (DGC 244). Para llegar a este estilo propio conviene tener en cuenta que: «[...] el fin y la meta ideal es procurar que los catequistas se conviertan en protagonistas de su propio aprendizaje, situando la formación bajo el signo de la creatividad y no de una mera asimilación de pautas externas. Por eso debe ser una formación muy cercana a la práctica: hay que partir de ella para volver a ella» (DGC 245).

6. LUGARES DE FORMACIÓN DE LOS CATEQUISTAS El primer y básico lugar de formación es «la propia comunidad cristiana» (DGC 246). Afirmación importante y que sigue la lógica de haber situado a la catequesis en el corazón de la Iglesia local. La vida comunitaria es lugar primero e insustituible de formación. En la comunidad Cristina nace la vocación y el sentido apostólico; en la comunidad cristiana se madura progresivamente. Para todo esto «la figura del sacerdote es fundamental» (DGC 246).

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Se distinguen diversos tipos de acciones formativas en el seno de la comunidad: — «Alimentar constantemente la vocación eclesial de los catequistas» (DGC 247). — «Procurar la maduración de la fe de los propios catequistas, a través del cauce normal con el que la comunidad educa en la fe a sus agentes de pastoral y los laicos más comprometidos» (DGC 247). — «La preparación inmediata de la catequesis, realizada con el grupo de catequistas, es un medio excelente, sobre todo si va seguida de una evaluación de todo lo experimentado» (DGC 247). — «Otras actividades formativas», entre las que se enumeran los cursos, los retiros, las convivencias, es decir, la formación doctrinal más sistemática. Es importante resaltar la importancia que se da en la formación de los catequistas a la vida de la comunidad y a la misma acción que el catequista realiza; se mencionan los cursos de cualquier tipo que sean. Se excluye, de esta manera, a los catequistas «que vienen de visita al grupo», cumplen con su «empleo o tarea» y se van, sin vivir la realidad de la comunidad. La comunidad es seno de formación porque es también el seno de la vivencia de la fe, y es seno de alumbramiento o de «engendramiento» de catequistas. Cada comunidad cristiana está llamada a tener sus propios catequistas. Después de poner este principio básico de la comunidad como lugar de formación de los catequistas, ya se enuncian otros lugares de formación: escuelas de catequistas de base (248), escuelas de responsables (249) o centros superiores para peritos en catequesis (251). Cada uno de estos lugares tiene su originalidad y sus objetivos. No se puede pedir a la comunidad local objetivos que sí podrán aportar los Institutos Superiores, por ejemplo. 40

7. SÍNTESIS COMPARATIVA ESQUEMA COMPARATIVO DE LA FORMACIÓN EN LOS DOS DIRECTORIOS DIRECTORIO 1971

DIRECTORIO 1997

Marco • La acción pastoral.

Marco • La Iglesia particular. • La pastoral catequética de la Iglesia particular.

Importancia La FdC debe preceder.

Importancia • La FdC debe preceder. • Absoluta prioridad catequistas laicos.

Finalidad • Capacitar para comunicar el mensaje evangélico. • Autonomía de elección del modo de comunicación del mensaje.

Finalidad • Capacitar para ser comunicador del Evangelio = finalidad cristocéntrica. • Animar un itinerario catequético: anuncio, conocimiento, identificación por los sacramentos. Naturaleza Cristológica: la FdC incide en la identidad del catequista y en su preparación. Criterios inspiradores de la FdC: • Formar catequistas para las necesidades del momento histórico. • Formación específica de catequistas que nace de la identidad de la catequesis. • Formación plena y completa.

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• Originalidad del catequista laico. • Pedagogía apropiada: enseñar la manera en que el catequista tiene que hacer la catequesis. Ejes de la formación • Doctrina. • Ciencias humanas. • Metodología.

Dimensiones de la formación • Ser: persona, creyente, apóstol. • Saber: bíblico-teológico, ciencias humanas, ciencias de la educación y de la comunicación. • Saber hacer: educador con estilo propio.

Estilo de la formación

Estilo de formación

• Con maestros competentes.

Pasa a ser un criterio de la FdC (pedagogía apropiada).

• Ejercicio, que es lo que da experiencia. Lugares de formación • El principal, la vida de la comunidad. • La preparación de la catequesis en grupo. • Cursos sistemáticos y cursillos ocasionales o monográficos.

La FdC sigue una línea de complementariedad profundizada. El Directorio'97 es más acabado y sistemático. Recoge la reflexión catequética postconciliar y la experiencia eclesial de la FdC en la Iglesia. Mientras el Directorio'71 era, en cierto modo, motor del movimiento catequético, el Directorio'97 estructura la FdC de manera más clara. 42

Podemos destacar algunas líneas significativas: 1. El lugar donde se coloca la FdC. El Directorio'77 la coloca en la acción pastoral, como formación que prepara para una acción concreta, la catequesis, o para una organización y animación de la catequesis. El Directorio'97 sitúa la FdC en la Iglesia local, como un acto eclesial local con fisonomía y originalidad propias. El catequista es un fruto que pertenece a la esencia de lo que es la comunidad cristiana local. Tanto la catequesis como la FdC es tarea prioritaria de la Iglesia local. No hay una formación estándar de catequistas, sino una FdC en y para una Iglesia local. El punto de encuentro eclesial universal de la FdC no es lo concreto, sino los grandes principios inspiradores de la FdC. La aplicación práctica es responsabilidad inherente a la Iglesia local, que vive, celebra y anuncia a Jesús vivo en unas coordenadas históricas propias. 2. La naturaleza de la FdC no es considerada en el Directorio'71, mientras que en el Directorio'97 se precisa bien. Es lógica esta novedad que deriva de la reflexión eclesial sobre la catequesis realizada entre 1971 y 1997. La formación de los catequistas está en íntima relación con la definición de catequesis y con la finalidad de la acción catequética, que consiste en proclamar el mensaje de Jesucristo. Así, pues, la naturaleza de la FdC le viene dada por la catequesis y por Cristo, centro del mensaje de la catequesis. La acción pastoral no es la inspiradora de la FdC, sino una plasmación de la comprensión que la Iglesia tiene de sí y de su realizarse históricamente. 3. El Directorio'97 puntualiza unos criterios claros de FdC. En estos criterios se recoge el espíritu del Directorio'71. Pero hay acentuaciones significativas. Mientras en 1971 los destinatarios de la formación eran sobre todo los responsables de la catequesis, el Directorio'97 pone el acento en los catequistas laicos, los catequistas de base. Hay un cambio 43

perceptible en la vida de la Iglesia: la catequesis está en manos de laicos más que en manos de clérigos. El catequista no es un clérigo «en pequeño», sino un laico con un ministerio eclesial específico. Formar catequistas no es formar «clérigos rebajados», con una formación menor, sino laicos con una capacidad de comunicación del mensaje evangélico. 4. En el Directorio71 se habla de «ejes de formación»; el Directorio'97 habla de «dimensiones de la formación». El cambio es importante se pasa a primer término la persona del Catequista. La FdC no parte de lo que hay que saber, sino de la persona que tenemos que construir y ayudar a ser en la totalidad de su dimensión. En todas las dimensiones (ser, saber y saber hacer) están presentes los «ejes de la formación» de que hablaba el Directorio'71 (doctrina, ciencias humanas, metodología). Admitida la importancia de las ciencias humanas y pedagógicas, el Directorio'97 deja bien claro que la «pedagogía de la fe» tiene sus propias exigencias y que la fe no depende del buen uso de las aportaciones de las ciencias humanas. 5. Hay una complementariedad en ambos documentos en subrayar el est/7o de /a formación de los catequistas: se ha de emplear un estilo especial, mirando a que en la formación, el catequista encuentre un modo de hacer similar a lo que él tendrá que realizar después con su grupo. El hacer es un lugar para aprender. 6. Al mencionar los lugares de formación, el Directorio '97, en sintonía con el punto de arranque o con el lugar donde se sitúa laformaciónde los catequistas, pone como primera plataforma de FdC la vida de la comunidad. Sigue, en importancia, la preparación de la catequesis en grupo y, después, los cursiíhs, cursos y lugares académicos. Hay que destacar esta primacía de la comunidad como lugar formativo de los catequistas. Vivir la comunidad en acto es ya aprendizaje para hacer catequesis.

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Capítulo II

APROXIMACIÓN AL ESTADO ACTUAL DE LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS

Después de analizar el contenido de la FdC en los dos Directorios, queremos centrar la atención en algunos puntos de la realidad de la FdC en el ámbito cultural religioso desde el que reflexiono. No dispongo de datos científicos en los que apoyarme22. Se trata, pues, de una visión parcial y subjetiva. Lo que sí es cierto es que la «radiografía» está hecha desde el contacto con los catequistas, que me viene por dos caminos: la animación de la revista CATEQUISTAS y los encuentros con catequistas en los que me veo envuelto (parroquiales, diocesanos, catequistas que trabajan unidos a grupos con carismas diversos en la Iglesia...). De ahí extraigo las reflexiones que siguen23. La finalidad de este trabajo es aclararme yo mismo un poco en este tema y ordenar sistemáticamente los datos recogidos en la experiencia para exponerlos a los demás agentes ocupados en la FdC. Mantengo como convicción personal de fondo que sin reflexión profunda no podemos ser creativos ni hacer propuestas para cambiar la situación. La ausencia de reflexión crítica sobre la acción24 nos reduce el horizonte creativo y puede llevarnos lo mismo a repeticiones que a hacer propuestas sin coherencia interna que están llamadas a ser poco eficaces.

21 Situación diferente ofrece la Iglesia italiana, cfr. C. MORANTE y V. ORLANDO, Catechisti e catechesiall'inizio del terzo millennio, Elledici, Leumann (Torino) 2004, pp. 9-26. Allí se analizan las encuestas a los catequistas al final de los setenta del pasado siglo; la segunda en el año 1982, la tercera en 1990 y la cuarta en 2003. 23 F. Xavier MORELL ROM, La formación de catequistas en España, en Sinite vol. XLIX, 48(2008)309-335. Ofrece un itinerario de la formación de catequistas a partir de 1966. 24 Recuérdese que la evaluación crítica es uno de los elementos señalados por el Directorio'97 en la formación pedagógica de los catequistas (cfr. n. 244).

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1. UNA CONSTATACIÓN INICIAL Una reflexión hecha desde la Iglesia española nos lleva a señalar las orientaciones catequéticas que los Pastores ha publicado: — 1983: La catequesis de la comunidad. — 1985: El catequista y su formación. — 1990: Catequesis de adultos. Orientaciones pastorales. — 1999: La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones. — 2004: Orientaciones pastorales para la iniciación cristiana de niños no bautizados en su infancia. A partir de 1997, fecha de aparición del DGC, no ha habido pronunciamientos explícitos ni sobre la catequesis ni sobre el catequista en la Iglesia española25. El centro de reflexión ha sido la iniciación cristiana. Es cierto que son ricos en contenido los documentos de 1983 y de 1985. Una somera lectura y comparación con el DGC hará caer en la cuenta de las coincidencias doctrinales de los documentos españoles con el mencionado Directorio. Quizá la Iglesia española, en estos últimos años, está carente de un magisterio colectivo 26 que impulse y dinamice la catequesis en las Iglesias particulares.

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Cfr. apéndice III: Referencias bibliográficas, pp. 106-111. Cfr. la bibliografía sobre otras Iglesias particulares que han redactado documentos catequéticos para adaptar a su realidad el Directorio de 1997. Anexo 3, pp. 106 6

allí.

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2. SÍNTOMAS SOBRE LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS La FdC está experimentando una crisis que va unida a la misma que vive la catequesis. Sin pretensión de ser exhaustivos, podemos señalar algunos síntomas.

Disminución de catequistas Hay una disminución de catequistas que está muy relacionada con el descenso de niños catequizandos que acuden a las parroquias. Cada vez son más frecuentes los padres que no bautizan a sus hijos o, si los han bautizado, no los «llevan a catequesis de preparación para el sacramento de la Eucaristía». «Ya lo harán, argumentan, cuando ellos decidan por su cuenta». Esto es más notable en la medida en que la catequesis en nuestro contexto religioso era fundamentalmente catequesis de niños y de adolescentes íntimamente unida a la preparación del sacramento de la Eucaristía y de la Confirmación. Además, hay un clamor generalizado de que la catequesis de preparación a un sacramento casi desaparece una vez celebrado el mismo. La mayor parte de los catequistas de las comunidades cristianas están en las catequesis sacramentales de la primera Eucaristía y de la Confirmación. Los catequistas sin referencia explícita a los sacramentos son menos, o nulos en muchas comunidades cristianas. La gran concentración de catequistas está en la catequesis sacramental. Este hecho no debería causarnos extrañeza, ya que lo que mejor sabemos ofrecer por tradición es la catequesis de preparación a un sacramento. La historia más reciente de nuestra catequesis está inspirada en el impulso catequizador, sobre todo de los niños, del papa Pío X con sus documentos Acerbo nimis (1905) sobre la

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enseñanza del catecismo27 y el decreto Sacra Tridentina Synodus» (20 de diciembre de 1905) sobre la comunión frecuente28. Pero el decreto más influyente es sin duda Quam singulari (8 de agosto de 1910) sobre la comunión de niños, que ha modelado la estructuración de la catequesis que hoy tenemos29 y en la que más recursos se invierten. Si se nos saca de este molde, tenemos que reconocer que nos faltan «¡deas» para proyectar una catequesis no sacramental; por otra parte, acostumbrados como estamos a que la catequesis termine con un sacramento, parece poco «atractiva» una sin «final sacramental». Lo que en este momento está cambiando, y que es causa de la disminución de catequistas, es la menor demanda de sacramentos, comenzando por la infancia; aunque sigue siendo esta franja de edades la que se mantiene con números más abultados. La disminución de los catequistas no es síntoma directo de cómo se hace la FdC. Pero en la medida en que una comunidad cristiana tiene menos catequistas, puede darse una de27 Estas eran las normas que se dictaban: 1) Todos los párrocos, y en general cuantos ejercen cura de almas, han de instruir, con arreglo al Catecismo, durante una hora entera, todos los domingos y fiestas del año, sin exceptuar ninguno, a todos los niños y niñas en lo que deben creer y hacer para alcanzar la salvación eterna. 2) Los mismos han de preparar a los niños y a las niñas, en épocas fijas del año, y mediante instrucción que ha de durar varios días, para recibir dignamente los sacramentos de la Penitencia y Confirmación. 3) Además, han de preparar con especial cuidado a los jovencitos y las jovencitas para que, santamente, se acerquen por primera vez a la Sagrada Mesa, valiéndose para ello de oportunas enseñanzas y exhortaciones, durante todos los días de Cuaresma, y si fuere necesario, durante varios otros después de la Pascua. 28 1) Dése amplia libertad a todos los fieles cristianos, de cualquier clase y condición que sean, para comulgar frecuente y diariamente, pues así lo desean ardientemente Cristo nuestro Señor y la Iglesia católica... 29 Se dictan estas normas: 1) La edad de discreción, tanto para la confesión como para la Sagrada Comunión, es aquélla en la cual el niño empieza a raciocinar; esto es, los siete años, sobre poco más o menos [...]. 2) Para la primera confesión y para la Primera Comunión, no es necesario el pleno y perfecto conocimiento de la doctrina cristiana. Después, el niño debe ir poco a poco aprendiendo todo el Catecismo, según los alcances de su inteligencia [...].

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jación e interés por la formación, de manera que algunas escuelas de catequistas se cierran o se empobrecen en número. Todo ello influye en la FdC.

Disminución de las escuelas de catequistas Las escuelas de catequistas, lógicamente, han disminuido. Pero la disminución de las escuelas de catequistas es previa al descenso de catequistas. Es muy bajo el porcentaje de catequistas en activo que sigue una formación sistemática en una «escuela de catequistas». La FdC se concentra en muchas comunidades cristianas principalmente en el cursillo de inicio del ciclo de catequesis y en alguna charla conjunta para un arciprestazgo (una por trimestre, en el mejor de los casos). El resto de la formación se realiza en la parroquia, ya sea en la preparación de la catequesis en grupo o en la experiencia que el catequista va adquiriendo por su cuenta al hacer la catequesis. A los catequistas les cuesta recibir sistemáticamente la formación en la escuela de catequistas. Una hipótesis del poco interés que las escuelas de catequistas están suscitado habría que buscarla posiblemente en la capacitación del profesorado que las anima o en la ubicación de las mismas. Las escuelas de catequistas han hecho lo que han podido y con los medios humanos que tenían, tanto en las zonas urbanas como en las rurales (siempre éstas con menos medios) y se han alimentado sobre todo de profesorado voluntario. A la larga, los catequistas abandonaban progresivamente la asistencia, siendo muchos los factores del abandono: la falta de concienciación de los catequistas sobre la necesidad de estar formados, la calidad catequética del profesorado, la orientación de la formación dada, la conciencia de ser catequistas que éstos tenían, la multiplicidad de compromisos comunitarios y familiares de los mismos catequistas que hacían incompatible la vida familiar o personal y la formación, etc. 50

Escuelas de teología en vez de escuelas de catequistas Muchas escuelas de catequistas nacieron como «escuelas de teología» con objetivos de formación teológica básica; otras se convirtieron posteriormente en centros de reflexión teológica o bíblica. Lo cierto es que los catequistas no encontraban en la escuela aquello que necesitaban cuando se ponían delante de los miembros del grupo. Saber teología o Biblia no era suficiente para animar y llevar el grupo de catequesis. Esto produjo un cierto descontento o un juicio de valor: «Lo que me enseñan en la escuela de catequistas no es lo que yo necesito para hacer catequesis». Las escuelas de catequistas, con un componente teológico básico muy fuerte, estaban llevadas por profesores de teología y respondían a una catequesis que miraba a transmitir los contenidos de la fe. Los catequistas formados así tendían a repetir el modelo en el cual ellos habían sido formados. Pero sentían que «algo» no funcionaba. Tenemos que reconocer con toda sencillez que las escuelas de catequistas han hecho mucho bien y, a la vez, no han sabido captar cuál era su originalidad y con qué pedagogía debían formar a los catequistas. Unas veces se convirtieron en simples escuelas de teología menor y, otras, en escuelas de «recetas» para que el catequista saliera airoso ante las dificultades que se encontraba en los grupos. Lo cierto es que entre las causas del abandono de las escuelas de catequistas hay que incluir esta dificultad real de no haber acertado con la originalidad de la escuela de catequistas.

Sentido peyorativo del término catequista El mismo término catequista no es usado habitualmente por todos los que ejercen la tarea de catequesis en los grupos de niños, 51

jóvenes y adultos que se preparan para recibir un sacramento, que es la catequesis más corriente (casi única) que existe hoy en nuestras iglesias. Así, con frecuencia, podemos encontrar que se llama monitores o animadores a los creyentes que dirigen o animan grupos de fe (¡hasta en esto se buscan nombres nuevos!) de jóvenes y de adultos. Hay una tendencia a evitar, con los grupos de estas edades, la denominación de catequista. Se puede percibir mejor esto que acabamos de decir en los grupos de preparación a la Confirmación y, sobre todo, cuando quienes ejercen esta función de animación son animadores jóvenes. La palabra catequista no les gusta; la evitan. Quizá porque intuyen que es una palabra muy rica en contenido y se saben por debajo de mínimos; o porque hay razones históricas, locales y culturales que justifican estas resistencias como son: equiparar catequista con un determinado tipo de personas que se ocupan en la comunidad de la «Primera Comunión». Para muchos, este «cliché» de catequista como «señoras catequistas de Primera Comunión» que más se parecen a maestras de la escuela que a un catequista dinámico, les parece inapropiado con jóvenes y adultos. Otras veces, el «cliché» de catequista creado refleja un estilo o forma de ser creyente y de hacer catequesis con el que no se sienten identificados y por eso rechazan llamarse así. Nace en ellos la necesidad de diferenciarse de «un modelo de creyente, de catequista y de catequesis que se asocia únicamente a «cosas de niños», a «catequesis de Primera Comunión», a «catequesis muy cercana al antiguo Catecismo», donde lo más importante es «aprender cosas de memoria». Los catequistas de jóvenes y adultos prefieren otros nombres. Tendrá que pasar tiempo y redescubrir la riqueza de la palabra catequista con el fin de que sea usada de manera habitual en todas las comunidades, sin referencias peyorativas.

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Desconcierto actual ante la catequesis En el momento presente, el desconcierto de los catequistas quizá viene al tocar con la mano la poca eficacia de su acción catequética. Los catequistas experimentan, por una parte, una especie de soledad o de vacío: los responsables de la comunidad les dicen que sigan haciendo «lo que buenamente puedan, y que no se preocupen, que algo quedará», pero no les saben dar líneas directrices. Quizá no existen o no las conocen. Por otra parte, poco o nada pueden contar con los padres de los niños y jóvenes que se preparan ya sea a la primera Eucaristía como a la Confirmación. Tienen los catequistas la sensación de ser personas que mantienen una acción pastoral poco fecunda simplemente por el hecho de que hay que mantenerla. Perciben que «algo no va» y que el problema sobrepasa su saber o su poder de tomar decisiones. En algunos casos, los catequistas se sienten inclinados a culpabilizarse al pensar que no están haciendo lo que tenían que hacer. Algunos prefieren dejar de dar catequesis. Perciben, de alguna manera, que es la catequesis en su raíz la que está seriamente tocada y no tienen cauces de reflexión ni de orientación que les ayuden a soportar las dificultades del momento presente. Se sienten desfasados o superados por la situación. «Así no se puede seguir, aunque continuemos porque no tenemos más remedio o porque no tenemos otra cosa», decía un grupo de catequistas en una parroquia. Esta es una situación personal complicada: algunos catequistas siguen en catequesis convencidos de que lo que hacen «no es eficaz», «no es lo que habría que hacer», pero no saben hacer otra cosa y nadie les abre a otros horizontes.

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3. NÚCLEOS DE LA PROBLEMÁTICA DE LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS

«Más en concreto, destacan como tareas propias del presbítero en la catequesis y particularmente del párroco, las siguientes:

A la hora de pensar en una renovación de la FdC, creemos que tenemos que poner el acento en unos núcleos que son básicos para afrontar la renovación de ésta.

— Suscitar en la comunidad cristiana el sentido de la común responsabilidad hacia la catequesis, como tarea que a todos atañe, así como el reconocimiento y aprecio hacia los catequistas y su misión;

Importancia de la formación catequética de los presbíteros

— cuidar la orientación de fondo de la catequesis y su adecuada programación, contando con la participación activa de los propios catequistas, y tratando de que esté "bien estructurada y bien orientada";

Pongamos como premisa inicial la siguiente: no es seguro que, en nuestro contexto eclesial más cercano, exista conciencia de la urgencia y necesidad de la FdC; tampoco hay que dar por hecho la preocupación de los responsables presbíteros de las comunidades por la formación de los llamados a dar catequesis. Hay, por el contrario, una conciencia bastante generalizada que cree que «para ser catequista no hace falta mucho». De esta creencia difusa, pero real, participan muchos presbíteros. Pido perdón desde aquí a los presbíteros que no se sienten para nada en esta afirmación. Ellos saben que hay mucha verdad en la constatación inicial. Comencemos con unos datos: la materia de catequética no está en todos planes de formación del ciclo institucional en Seminarios y Universidades. Muchos párrocos y vicarios parroquiales o presbíteros con responsabilidad en la pastoral catequética no han tenido una formación explícita catequética, aunque sí la han tenido en Liturgia o Pastoral Sacramental o Dogma o Biblia. Este déficit en no pocos presbíteros, a la larga, puede influir en el apoyo y en el fomento de la FdC en la comunidad. No podemos olvidar el reconocimiento de la importancia del presbítero en la FdC que hace el Directorio de 1997: «En relación con la catequesis, el sacramento del Orden constituye a los presbíteros en "educadores en la fe"» (DCC 224). Y se explícita en el número siguiente: 54

— fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y, como catequista de catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos; — integrar la acción catequética en el proyecto evangelizador de la comunidad y cuidar, en particular, el vínculo ente catequesis, sacramentos y liturgia; — garantizar la vinculación de la catequesis de su comunidad con los planes pastorales diocesanos, ayudando a los catequistas a ser cooperadores activos de un proyecto diocesano común. La experiencia atestigua que la calidad de la catequesis de una comunidad depende, en grandísima parte, de la presencia y acción del sacerdote» (DGC 225). De la formación de los presbíteros se dice expresamente: «La pastoral catequética diocesana debe dar absoluta prioridad a la formación de los catequistas laicos. Junto a ellos, y como elemento realmente decisivo, se deberá cuidar al máximo la formación catequética de los presbíteros, tanto en los planes de estudio de los seminarios como en la formación permanente. Se recomienda encarecidamente a los obispos que esta formación sea exquisitamente cuidada» (DGC 234).

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Pluralidad de formas de entender la formación Queremos destacar, de manera general, que existe una gran variedad de modelos de entender la «formación». Aun en las comunidades donde se potencia la FdC, hay que verificar qué se entiende por ésta y qué es lo que la Iglesia pide a los catequistas, sobre todo a los que están dedicados de manera más plena a este ministerio. En algunas comunidades, la FdC se reduce a una reunión inicial cuando comienzan las catequesis, y después cada uno ya se las tiene que apañar como puede con el «libro» que «tienen que dar». Hay comunidades donde es impensable hablar de «grupo de catequistas» porque son uno, dos, máximo tres (pensemos en áreas rurales donde la catequesis y la FdC tienen aspectos totalmente particulares por lo reducido de los participantes en la catequesis). En otras comunidades se hacen «cosas», pero sin un programa articulado. Es necesario pensar la FdC como algo orgánico y sistemático, tanto se realice ésta en niveles básicos, medios, superiores o de formación permanente.

Declive del modelo de catequesis doctrinal Estamos en el final de una catequesis30 entendida como «lugar de aprendizaje del catecismo», como «pequeña escuela de teología para saber las cuatro cosas del cristianismo», como «mo-

30 Enzo BIEMMi, en Ciuseppe RUTA, La catechesi in Europa: tra passato, presente e futuro/1, en Catechesi 78 (2008-2009) 1,42-60. El texto aquí citado, p. 56. «Algunos piensan que la crisis actual de la catequesis sea haber abandonado la modalidad doctrinal que le era propia y predican el retorno a los viejos métodos y a los viejos instrumentos. Esto es el primer riesgo que hay que evitar con todas las fuerzas porque se trata de una interpretación ingenua de la crisis actual de la catequesis [...]. He aquí lo que estamos aprendiendo en estos momentos: estamos pasando de la doctrina cristiana a la catequesis para la vida cristiana. Tenemos que dar un nuevo paso. La "catequesis para la vida cristiana" sigue ligada al viejo presupuesto de que la fe cristiana es-

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mentó para aprender la doctrina», como «escuela parroquial de preparación para un sacramento», etc. Por mucho que nos parezca que estas concepciones son «cosas ya caducadas», la realidad se impone. Tenemos que reconocer que gran parte de la catequesis que se realiza todavía hoy en nuestras comunidades responde, en el fondo, al modelo de catequesis como saber, de catequesis que tiene como modelo de referencia la escuela: saber aquello que voy a recibir, saber lo más elemental del sacramento que se va a celebrar. La gran preocupación de muchos catequistas y responsables es: «Tienen que saber lo básico». «Dad la catequesis como queráis, pero al final lo que importa es que sepan responder a preguntas esenciales como qué es la fe, los mandamientos y las oraciones». A las editoriales de catequesis se les hacen insinuaciones como: «¿Por qué no editáis pequeños libros con resúmenes de preguntas y respuestas de lo que hay que saber para hacer la Confirmación?». La «cultura» de la pregunta-respuesta persiste en la comunidad, en los adultos y en el clero. No se trata de criticar esta postura. Más bien nos indica una preocupación por la formación cristiana de las nuevas generaciones. El problema está en si es válida la respuesta que se da. La preocupación es laudable. A la hora de responder creo que es donde hay que dar un gran salto, como propone el autor citado, E. Biemmi. La educación de la fe tiene que partir de una propuesta de la fe y de un proceso de catequesis de tipo catecumenal. De lo contrario, lo aprendido se borra inmediatamente de las cabezas

tá ahí ya; loque hace falta es sencillamente nutrirla, alimentarla. Es una manera de hacer catequesis en perspectiva de situación de cristiandad. Un nuevo paso hay que dar: de una "catequesis para la vida cristiana" a una "catequesis de propuesta" o de primer anuncio. Me parece que este es el elemento nuevo de la catequesis actual.»

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de los catequizandos. La mayor parte de los catequistas son testigos de este hecho: se matan en enseñar a los niños lo que olvidarán a los dos días. Y se preguntan, ¿qué hacemos mal para que se les olvide todo inmediatamente? La gran constatación que muchos catequistas tienen hoy es que los esfuerzos realizados sobre la base de insistir en que los niños y adolescentes aprendan lo básico a fuerza de memoria no está dando frutos. Los catequistas hacen todo lo posible por «enseñar», pero advierten que los destinatarios «no se quedan con nada», «se les olvida todo», «parece que sembramos en el vacío», «como que no hubieran estado jamás en catequesis»... Esta constatación palpable es la que lleva a muchos catequistas a decir que el modelo de catequesis como saber, catequesis como enseñanza de conceptos o de vocabulario religioso no es eficaz, no vale hoy, porque no está sustentado y complementado por un entorno de realidades que lo haga consistente; es un modelo de catequesis que pertenece a un pasado cercano, al menos en nuestro ámbito cultural español, pero que ya no existe la realidad sociorreligiosa a la que respondía. La referencia de enseñanza-aprendizaje de la religión que muchos catequistas poseen es el Catecismo. Otros catequistas ya se han formado en otro tipo de catequesis, pero aunque las formas eran diferentes, el fondo era el mismo. Y lo normal es que los catequistas acudan, de manera inconsciente, a su propia referencia de haber «hecho-recibido catequesis» durante su formación y aplicar esos principios cuando ellos realizan la catequesis o se encuentran en situaciones de dificultad. La pregunta de los catequistas: «¿Cómo me las apaño yo ahora?», se resuelve acudiendo a lo aprendido, a lo que vieron hacer y a lo que recibieron como formación, aunque, por otra parte, sea eso lo que quieren superar. Pero no poseen experiencias de referencia diferentes que les ayuden a salir del esquema que ellos mismos juzgan ya caduco. 58

El catequista necesita experimentar otra forma de hacer catequesis y eso exige una FdC que responda a la realidad de hoy.

Ajusfar la formación de catequistas a la naturaleza de la catequesis No podemos reflexionar sobre la FdC sin partir de la base de qué es catequesis. Se forma a los catequistas para hacer una catequesis, no en general para hacer «catequesis». Los catequistas son para una catequesis. La manera que tengamos de definir la catequesis condiciona la FdC. La naturaleza de la catequesis radica en que es «una acción esencialmente eclesial» (DGC 78), cuyo fin definitivo es poner a la persona «no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo» (DGC 80), con otras palabras, «propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe» (DGC 66). Hay que notar el carácter relacional que estas expresiones encierran. Lo relacional no es reductible a nocional, aunque lo incluya. Hay «novedades», como la novedad del Evangelio, que sólo se aprende por «contacto», por «roce» con otras personas que creen y por el «ambiente» que estas personas plasman en realidad tangible, en la comunidad creyente. Mientras las «ideas» no se traducen en «entorno vital», todo es muy abstracto y difícil de retener en la memoria. Abrirse a la propuesta del Jesucristo es entrar en un dinamismo gradual que se denomina «proceso de evangelización» (DGC 47). En este proceso evangelizador la catequesis ocupa un lugar intermedio (sigue al primer anuncio) y acaba con el ingreso en la comunidad. «Esto quiere decir que hay acciones que "preparan" a la catequesis y acciones que "emanan" de ella» (DGC 63). Esto no es teoría simplemente, sino la «pura realidad». Pero el catequista tiene que saber qué es catequesis y qué acciones le preceden y cuáles le siguen.

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Cuando decimos que la catequesis es una acción esencialmente eclesial, tenemos que ser consecuentes con lo que la afirmación indica. Está bien extraer de este principio la unidad de los catequistas con la comunidad. Pero habrá que aprender que la renovación de la catequesis no es cuestión de metodología simplemente, sino que afecta a la misma vida de la comunidad. No se cambia la catequesis sin cambiar la misma comunidad: su manera de organizarse, de celebrar, de cuidar la vida de fe de sus miembros, de abrirse a los de fuera, de formar a los catequistas, etc. Y esto es algo en lo que algunas comunidades ponen resistencias. «Que se formen los catequistas, pero que no nos toquen la vida de la comunidad», dicen algunos. La catequesis es una de las expresiones de la comunidad. Si la FdC reduce estos elementos a «un saber sobre», le será muy difícil a los destinatarios relacionarse con Dios y con la comunidad.

Dimensión iniciática de la catequesis Pertenece también a la naturaleza de la catequesis el que ésta es «elemento fundamental de la iniciación cristiana y que está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación» (DGC 66). >- ¿Qué entendemos por dimensión iniciática? El término iniciación se desprende de que hay unos sacramentos iniciales de la fe, es decir, que dan comienzo a la vida cristiana: Bautismo, Confirmación, Eucaristía. La catequesis que prepara a estos sacramentos está influenciada por el objeto (los sacramentos) a los que prepara. Lo que pide la comprensión y celebración de los sacramentos de iniciación influye y da forma a la catequesis. Así podemos hablar de

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catequesis de iniciación, cuya finalidad es «propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe» (DGC 65). Lo característico de la catequesis de iniciación consiste en que es «formación orgánica y sistemática de la fe»; es más que una enseñanza, es «un aprendizaje de toda la vida cristiana integral, que propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo»; «trata de educar en el conocimiento y en la vida de fe, de forma que el hombre entero, en sus experiencias más profundas, se vea fecundado por la Palabra de Dios» (DGC 67). Podemos estar utilizando la palabra iniciación aplicada a la catequesis sin que ésta sea una verdadera catequesis de iniciación. En la vida humana todo es iniciación: se inician los niños en la familia, en la manera de comer, de comportarse, de ir por la calle para no saltarse el semáforo, de estudiar, de jugar... En la vida cristiana también hay una iniciación. Ser cristiano exige entrenamiento, aprender a serlo, ejercitarse en serlo. La dimensión de iniciación cristiana es la que hace que la catequesis no se reduzca a una clase de teología, o a una enseñanza de la religión sin más. El catequista no es un profesor de religión rebajado o de segunda categoría. El catequista tiene su propia manera de iniciar en la vida cristiana. Quizá lo entendamos mejor con imágenes. Pensemos por un momento en el «maestro de novicios» o en el «maestro artesano». El catequista es el que no sólo sabe, sino que sabe transmitir, comunicar, distribuir a su tiempo el saber y el ejercicio del saber, dosificándolo y adaptándolo a la persona concreta o al grupo. Como el maestro artesano, el catequista no sólo sabe, sino que tiene un saber personalizado que va transmitiendo progresivamente al aprendiz en la medida en que éste va siendo capaz de captar, asimilar, poner en práctica, entrar en «el saber» (en el «misterio», en los «secretos») del maestro. La palabra iniciación aplicada a la catequesis hace que ésta se convierta en transmisión y ejercitación de una experiencia viva del Evangelio, y no sólo en un conocimiento de 61

cosas sobre el Señor Jesús. «La auténtica catcquesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y comunicada constantemente, mediante una traditio viva y activa, de generación en generación» (DGC 66). >

y las tareas, por la superficialidad 31 . En un tiempo pasado, la formación orgánica y sistemática, esencial y básica estaba traspasada a los «instrumentos» de catequesis. Se presuponía que los materiales ya tenían hecha esta síntesis. Bastaba seguirlos. (En verdad, esto siempre fue algo teórico. Creo que en todo momento los catequistas se sintieron obligados a «adaptar» el instrumento que seguían para hacer la catequesis a su realidad concreta.) Hoy pocos catequistas singuen «un libro». Aunque lo intentan, no pueden. Existen hoy sobradas facilidades para «componer el propio texto» tanto con los materiales impresos como con aquellos que se extraen de la red. Gran ventaja y, a la vez, posible inconveniente en la medida en que falte formación de base a los catequistas. De hecho, se toman datos de acá y de allá de tal manera que cada uno «se construye el libro a su medida» aunque «oficialmente» se «siga» un libro normativo. El catequista tendrá que tener muy en

Capacidades de un catequista de la iniciación cristiana

Un catequista formado para una catequesis de iniciación tiene que ser capaz de: — Sentirse enraizado en una comunidad que le alimenta y le educa constantemente. La comunidad cristiana educa no sólo a los que vienen a ella por vez primera y quieren formar parte de ella, sino a los que ya forman parte de la misma. La comunidad es siempre el primer lugar formativo y de profundización de la fe. — Dar respuesta de la fe le anima. Quien desea ser discípulo de Cristo por el Bautismo necesita que alguien le inicie en el misterio bautismal. La «catequesis es elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al Bautismo, "sacramento de la fe"» (DGC 66). — Conocer las características que hacen que la catequesis se pueda calificar de iniciática (cfr. DGC 67-68): • Formación sistemática de la fe; básica, esencial y centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana. Sólo así la catequesis podrá poner lo que se le pide que ponga: «Los cimientos del edificio espiritual del cristiano» (DGC 67). Esto es importante en un mundo y sociedad donde corremos el peligro de vivir «despedazados, troceados o parcheados» por las prisas

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Reconocemos la intuición de los obispos de Quebec cuando nos invitan a renovar la perspectiva de la educación de la fe. «Estamos acostumbrados, dicen, a pensar que la transmisión de la fe es como un río que se va haciendo más grande poco a poco, a medida que los afluentes van acrecentando su caudal y ensanchando su curso. Así, la tradición de la fe tenía su fuente en el hogar. Luego, durante la infancia y la adolescencia, ensanchaba su curso con el gran afluente de la escuela y la enseñanza religiosa escolar. A continuación, la parroquia tomaba el relevo para el resto del camino y el declinar de la vida. La transmisión de la fe se realizaba de modo progresivo [...]. Hay que reconocer que esta imagen del río y sus afluentes no se corresponde demasiado con la realidad. En la familia, con frecuencia parece que la fuente se ha secado [...]. En las nuevas condiciones, que son ahora las nuestras, lo que nos importa es remontar hasta allí donde la fe tiene su fuente; es decir, hasta el corazón de la experiencia de la gente. La fuente está en la persona, en los momentos esenciales de su vida, en las experiencias más básicas en que se dieron las primeras vibraciones, los primeros rumores de la fe. Esta fuente es la que está en el punto de partida de todos los caminos y es la que hay que volver a buscar continuamente, abrirla, canalizarla... Atentos a ese pozo secreto que cada uno lleva en lo más profundo de sí mismo». ASAMBLEA DE OBISPOS DE QUEBEC, Proponer hoy la fe a los jóvenes. Una fuerza para vivir (marzo 2000), en DON ACIANO MARTÍNEZ y otros, Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Sal Terrae, Santander 2005, pp. 168-1 70.

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cuenta la formación orgánica y sistemática. Le será más difícil al catecúmeno o al catequizando llegar a una síntesis y organizar el saber y los comportamientos vitales. Una formación hecha a base de «fotocopias» puede llevar a pensar que «lo del Evangelio» tiene poca importancia, es algo «fragmentario» y «suelto». El catequista tiene que ser capaz de hacer caer en la cuenta de la coherencia y consistencia interna de la fe que propone. Sin duda que una formación así exigirá tiempos más largos, permitirse desvíos por caminos y atajos o atravesar rotondas en las que no se sepa muy bien qué sentido tomar. Ahí es donde está la tarea del catequista para mantener el norte de lo nuclear de la experiencia cristiana y de los valores fundamentales. • Formación orgánica, es decir, una formación que organiza, estructura, da consistencia y vertebralidad a la fe en la persona; una fe que se hace vida normal, ordinaria. La fe tiene que llegar a impregnar, a vertebrar, a organizar toda la vida, no sólo algunos momentos de ésta. Es toda la vida de la persona la que se vive como creyente. No se puede permanecer de pie sin columna vertebral. Y no se puede ser creyente sin consistencia en Aquel en quien se cree. Estar «organizado» como creyente implica que la inteligencia del saber sobre Dios va al unísono con la vida personal: vivimos lo que sabemos y sabemos lo que vivimos. Son de temer los creyentes que lo que conocen de Dios no les lleva a cambiar el corazón para adecuarlo al seguimiento de Jesucristo. Hay saberes raquíticos que llevan a vivencias raquíticas o a posturas en que se vive a la defensiva, en algunos casos se podría caer en posturas integristas.Tener la vida «organizada» como creyente significa que lo que sé de Cristo toca las experiencias 64

más profundas de mi existencia (DGC 116-117). El Evangelio nos organiza y nos da escala de valores y de comportamientos. • Formación que inicia, que introduce en un estilo de vivir de los seguidores de Jesús, en el estilo de una comunidad de creyentes viva y avivada por el Espíritu. Vivir y descubrir cuál es el peso en la vida de la comunidad de la oración, de los sacramentos, de la vida comunitaria, del testimonio, de la urgencia de anunciar el Evangelio y hacerlo práctico y visible en el día a día donde se vive. Un catequista que no tenga claro o que no haya sido formado en esta dimensión iniciática de la catequesis corre el peligro de convertir la catequesis en una acción aislada o erudita que no se interrelaciona con los demás elementos del proceso de evangelización (primer anuncio, catequesis, acción pastoral dentro de la comunidad). Igualmente se corre el peligro de perder de vista los sacramentos de la iniciación cristiana de los que la catequesis es un elemento fundamental o de no prestar atención a los interrogantes de la persona. Un Evangelio que no llega a todas las dimensiones y momentos de la persona es incompleto. La iniciación cristiana no es una actividad «a la carta» u «opcional» de la comunidad cristiana. Es una acción que brota de una fe pensada y vivida, ¡una fe adulta! que se comunica a otros. Estamos ante un reto de significado de la catequesis que consiste en el cambio de una catequesis reducida a enseñanza a una catequesis mucho más envolvente de toda la persona. De nuevo, considerada así la acción de los catequistas, éstos no son los únicos «responsables» de la comunicación de la fe. 65

La responsabilidad recae, en primer lugar, en la misma comunidad. Con los catequistas, habrá que pensar en otros actores que tendrá que tomar progresivamente más peso específico en la comunidad: padrinos, acompañantes y otros ministerios.

La catequesis en la Iglesia particular La comunidad cristiana convoca en la actualidad especialmente a niños y jóvenes para la «instrucción, formación religiosa y preparación de un sacramento determinado». Es cierto que el término que se emplea es el de «catequesis de primera Comunión, Confirmación, etc.». La vida de la comunidad parroquial sigue su curso. La catequesis es una «actividad» de la parroquia. Los destinatarios vienen, la reciben y se van. Se puede dar el caso de niños, adolescentes y jóvenes que vengan a la catequesis uno o dos años sin participar en otras actividades y celebraciones de la comunidad. A los catequistas no siempre se les pide formación especial (en algunos casos, ni se les pide ser practicantes de aquello que enseñan; basta con que «lleven» el grupo). Sí era imprescindible aceptar la invitación a animar un grupo de catequesis. La catequesis era una actividad parroquial más que no se «entrecruzaba» mucho con la vida de la parroquia. El DGC no sólo sitúa a la catequesis en el proceso de evangelización de la Iglesia, sino que la misma acción catequética, es decir, la intervención más concreta de un catequista con el catequizando está enmarcada en un conjunto más amplio que se denomina «el ministerio de la catequesis» que corresponde a la Iglesia particular (DGC 217-219). Quizá nos cueste entender hoy esta línea maestra de la acción catequética propuesta por el DGC que consiste en acentuar que la catequesis es una realidad elaborada por la Iglesia local dentro de un conjunto de acciones más amplio. La cate66

quesis no agota ni la vida ni la acción pastoral de la comunidad. Pero ninguna comunidad cristiana puede disociar la catequesis de su forma de vivir el seguimiento de Jesús. Esta visión de la catequesis no es nada más que la profundización del principio básico de que la: «[...] catequesis es una acción esencialmente eclesial. El verdadero sujeto de la catequesis es la Iglesia que, como continuadora de la misión de Jesucristo Maestro y animada por el Espíritu, ha sido enviada para ser maestra de la fe [...]. La Iglesia transmite la fe que ella misma vive: su comprensión del misterio de Dios y de su designio de salvación; su visión de la altísima vocación del hombre; el estilo de vida evangélico que comunica la dicha del Reino; la esperanza que la invade; el amor que siente por la humanidad y por todas las criaturas» (DGC 78). El catequista es un creyente situado históricamente que vive su fe en una Iglesia particular. «La catequesis es una acción evangelizadora básica de toda la Iglesia particular. Mediante ella, la diócesis ofrece a todos sus miembros y a todos los que se acercan con el deseo de entregarse a Jesucristo, un proceso formativo que les permita conocer, celebrar, vivir y anunciar el Evangelio dentro de su propio horizonte cultural. De esta manera, la confesión de fe, meta de la catequesis, puede ser proclamada por los discípulos de Cristo "en su propia lengua"» (DGC 218). La FdC depende directa y expresamente de la Iglesia particular porque de ella depende el ministerio de la catequesis (DGC 219). Esta afirmación es enormemente exigente para las Iglesias particulares. No existe catequesis en general, sino catequesis en esfa Iglesia local. No se es catequista a secas, se es catequista en unas coordenadas espaciales concretas, en una comunidad cristiana concreta. No hay formación general de catequistas, sino formación de los catequistas de esta concreta 67

Iglesia particular. Y eso es lo que incide en la FdC, porque la catequesis transmite el Evangelio vivido por una comunidad concreta. ¿Qué se deriva de estos principios para la FdC? • La necesidad de reflexionar sobre la originalidad de la Iglesia particular, ésta conoce, vive, celebrar y anuncia el Evangelio en un marco determinado. Los cristianos de cada Iglesia local tienen su lengua, sus costumbres, su historia, sus santos, su organización, sus problemas socioculturales y laborales, etc. El cristianismo se ha implantado en el territorio con unas características diferenciadas y se vive de una forma concreta. Cada comunidad cristiana, cada diócesis tiene peculiaridades propias en la forma de vivir el Evangelio que viene de una historia pasada y de una realidad sociorreligiosa. Todos estos datos son patrimonio de la Iglesia particular. La catequesis obliga a la Iglesia local a «repensarse», a reflexionar sobre (a originalidad con que vive el Evangelio y (a realidad de los hombres y mujeres con los que quiere vivir y anunciar el mismo. Lógicamente aparecerán aspectos positivos y negativos o posibles lagunas. Pero al reflexionar como Iglesia particular, no sólo se conoce mejor a sí misma (su forma de vivir el Evangelio), sino que al «conocerse» ella misma reconoce su fe vivida en un contexto o en los contextos plurales en que tienen que vivir el Evangelio los fieles de su territorio (pensemos en Diócesis con zonas rurales y zonas urbanas, por ejemplo; o en Diócesis con zonas de bienestar y bolsas humanas de pobreza). Esto influirá en la forma de hacerse presente, de existir como Iglesia y de realizar el ministerio de la catequesis. Bien podemos decir que no existen catequistas en general, sino catequistas de «esta Iglesia local». • Un segundo elemento que podemos subrayar es el reparto de responsabilidades que conlleva el ministerio 68

de la catequesis dentro de la Iglesia particular. Ciertamente que la responsable del ministerio catequético es la comunidad cristiana. Pero hay una manera diferenciada de realización del ministerio: el obispo, los presbíteros, religiosos y religiosas, catequistas laicos y miembros de la comunidad que dan testimonio de la fe. No todos reciben la misión de ser catequistas. «La Iglesia confía oficialmente a determinados miembros del Pueblo de Dios, especialmente llamados, la delicada tarea de transmitir orgánicamente la fe en el seno de la comunidad» (DGC221). «La catequesis es una acción educativa realizada a partir de la responsabilidad peculiar de cada miembro de la comunidad, en un contexto o clima comunitario rico en relaciones, para que los catecúmenos o catequizandos se incorporen activamente a la vida de dicha comunidad» (DGC 220). El cambio que es necesario operar en este aspecto en las comunidades cristianas es brutal. Tenemos que pasar de una mentalidad en la que la catequesis era cosa de los catequistas, a una catequesis que concierne a todos. Es curioso ver en los documentos que tenemos del catecumenado primitivo32 cómo la comunidad participaba con sus catecúmenos. ¡Qué lejos está la comunidad de hoy de lo que acontece en los grupos de los catecúmenos y de los

32 Cfr. Itinerario de la virgen Egeria, BAC, Madrid. «[...] Todos los que serán bautizados, hombres y mujeres, se sientan alrededor junto al obispo, quedando en su lugar, los padres y las madres, y también de entre el pueblo entran todos los que quieran oír y se sientan, si son fieles» (n. 46; p. 313). «Cuando ya se han cumplido cinco semanas de enseñanza, reciben el símbolo, del cual les expone la doctrina, lo mismo que hizo con todas las Escrituras, frase por frase; primero el sentido literal y luego el espiritual. Y así sucede que en estos lugares todos los fieles siguen las Escrituras cuando se leen en la iglesia, porque todos son instruidos durante aquellos cuarenta días, desde la hora prima hasta la tercera; pues la catequesis se hace durante tres horas. Dios sabe, señoras mías hermanas, si los gritos de los fieles que van a la catequesis para oír lo que dice o expone el obispo son mayores que cuando, sentado, predica en la iglesia sobre cada una de las materias que va exponiendo» (n. 46; p. 315).

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catequizandos! En algunas celebraciones previas a la primera comunión es cierto que participan los adultos, pero siempre son celebraciones concretas, muchas veces en horario especial, diverso del de la comunidad 33 .

tequesis en la pastoral educativa, análisis de la situación y de las necesidades, programa de acción y orientación catequética, elaboración de instrumentos y medios didácticos, elaboración de catecismos locales).

El ministerio de la catequesis no se puede reducir a una acción sino que hay que entenderlo como una «pastoral de catequesis» (DGC 233). La pastoral de catequesis tiene que tener en cuenta:

Es cierto que el catequista de base no puede llegar a todo este universo de la pastoral de catequesis, pero sí conviene que tenga una panorámica extensa. Su acción es parte de un todo mucho más amplio que de alguna manera le afecta y en el que se mueve aportando su parte.

— La pastoral de los catequistas (DGC 223-251): (suscitar vocaciones de catequistas, promover catequistas a tiempo pleno y a tiempo parcial, distribución equilibrada de catequistas, promover responsables de la acción catequética, organizar la FdC, cuidar la atención a los catequistas, coordinar a los catequistas con los demás agentes de pastoral en las comunidades). — La pastoral de los lugares de catequesis (DGC 253263) (la comunidad cristiana como hogar de catequesis, la familia como ámbito o medio de crecimiento, el catecumenado de adultos, la parroquia como ámbito de catequesis, la escuela católica, asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles, las comunidades eclesiales de base). — La organización pastoral de la catequesis en la Iglesia local (DGC 265-285) (el servicio diocesano de catequesis, servicios de colaboración ¡nterdiocesanos, servicios de la Conferencia Episcopal, el servicio de la Santa Sede, coordinación de la catequesis, el proyecto diocesano de catequesis, la actividad catequética en el contexto de la nueva evangelización, la ca-

33 Piénsese, por ejemplo, en celebraciones como renovación de las promesas bautismales o entrega del Nuevo Testamento que se planifican al margen de la celebración eucarística dominical de la comunidad.

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Pedagogía de la formación de catequistas El último núcleo que señalo es el de la pedagogía de la FdC. En el análisis de lo que los Directorios dicen sobre el modo de FdC, coinciden en señalar una especificidad en la formación. No se forman catequistas de la misma manera que teólogos, o animadores de la música en la celebración, o lectores para el ministerio del lectorado. El DGC, recogiendo lo que se dijo en el Directorio de 1971, concluye los apartados dedicados a la formación pedagógica de los catequistas con estas palabras: «Esta capacidad educativa y este saber hacer, con los conocimientos, actitudes y técnicas que lleva consigo, "se puede adquirir mejor, si se imparten al mismo tiempo que se realizan, por ejemplo, durante las reuniones tenidas para preparar y revisar las sesiones de catequesis". El fin y la meta ideal es procurar que los catequistas se conviertan en protagonistas de su propio aprendizaje, situando la formación bajo el signo de la creatividad y no de una mera asimilación de pautas externas. Por eso debe ser una formación muy cercana a la práctica: hay que partir de ella para volver a la misma» (DGC 245). Hay que reconocer que el reto es grande. Tenemos experiencia de escuelas de teología o d e escuelas donde se forma informando, instruyendo, dando lecciones.

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Por los datos que nos aportan los documentos, da la impresión de que la FdC tendría que tender más a un modelo de formación de tipo taller o laboratorio donde se reflexiona, investiga, propone, y donde cada miembro es protagonistaaprendiz de su propia experiencia. Es un camino en el que nos quedan muchos kilómetros por recorrer y donde nos faltan referencias y maestros en los que inspirarnos y a los que mirar.

Capítulo III

PROPUESTAS PARA UNA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS

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En los capítulos precedentes hemos analizado el contenido de la FdC de los Directorios y los núcleos de la problemática actual que la formación presenta hoy. Al formular unas propuestas para repensar la FdC, queremos mantenernos cercanos a los documentos analizados, los Directorios. No se trata ahora, pues, de sugerir algo diferente al pensamiento de los documentos eclesiales sobre la FdC, sino de señalar las acentuaciones que quizá han quedado olvidadas en los programas de las escuelas de catequistas. La convicción de partida es la misma que los Directorios de catequesis han señalado: «Cualquier actividad pastoral que no cuente para su realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro su calidad [...]. La adecuada formación de los catequistas no puede ser descuidada a favor de la renovación de los textos y de una mejor organización de la catequesis» (DGC 234).

1. UNA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS BASADA EN LA FINALIDAD QUE EL DIRECTORIO LE SEÑALA Lo primero que los responsables de la FdC deben tener en cuenta en la programación de planes de formación es el punto de llegada: cómo queremos que sea el catequista al final del proceso de formación. Pero no sólo cómo queremos nosotros que sea el catequista al terminar dicho proceso, sino cómo nos dice el Directorio que debe ser. El DGC describe perfectamente el final de la FdC: «La finalidad de la formación busca que el catequista sea lo más apto posible para realizar un acto de comunicación: la cima y el centro de la formación de catequistas es la aptitud y habilidad de comunicar el mensaje evangélico» (DGC 235). «Lo que ésta [la FdC] persigue, en efecto, no es otra cosa que lograr que el catequista pueda animar eficazmente un itinerario catequético en el que, mediante las necesarias etapas: anuncie a Jesucristo; dé a conocer su vida, enmarcándola en el conjunto de la Historia de la salvación; explique su misterio de Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros; y ayude, finalmente, al catecúmeno o al catequizando a identificarse con Jesucristo en los sacramentos de iniciación» (DGC 235). La formación está encaminada a: — Potenciar una aptitud y habilidad para que el catequista comunique el mensaje evangélico. Este aspecto mira a la capacitación para llevar adelante eficazmente un grupo de catequesis. — Lograr que el catequista pueda animar eficazmente un itinerario catequético. Aquí ya no se mira sólo a la sesión práctica, sino a la capacidad de organizar un iti-

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nerario de catequesis conjugando en él los elementos propios de la catequesis adaptados a la realidad de los destinatarios. En esta capacitación para comunicar el mensaje de Jesucristo se encuentra la originalidad propia de la FdC. El acto de comunicación es, a la vez, un qué y un cómo. Una lectura superficial de la finalidad de la FdC podría llevar a pensar que el catequista es sólo un técnico en comunicación. No se puede perder de vista que el catequista es un creyente que vive su fe y que sabe comunicar la fe que él mismo ha recibido y vive en la comunidad.

Formación del ser del catequista >- Formación humana • Comprenderse como personas libres, con historia personal, capaces de interiorizar, de hacerse preguntas, de verbalizar sentimientos, de escucharse y de escuchar al otro, de caminar hacia la verdad, de dialogar con el otro y con la cultura de su tiempo, de cambiar esquemas de mentalidad y de comportamiento, de sentir la necesidad de estar siempre en formación... • Aceptar y recorrer un camino de maduración afectiva. • Crear relaciones positivas y profundas de acogida.

2. LOS EJES DE UNA SÓLIDA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS Siguiendo las orientaciones de los Directorios, queremos esbozar un marco general para que la FdC alcance la finalidad que se le señala. Nos mantenemos en un plano general conscientes de que cada Iglesia particular tiene que hacer la formación de catequistas que necesite. Nos parece importante ofrecer grandes líneas de formación, sobre todo para aquellos que no disponen de equipos de reflexión especializados y, a pesar de todo, necesitan impartir formación a sus catequistas. Organizamos la formación siguiendo los ejes o dimensiones que el Directorio propone: el ser, el saber y el saber hacer.

• Ejercitarse en la adquisición de actitudes para trabajar en grupo. >* Formación como creyente • Vivir la fe integrada en la persona, no como dos realidades yuxtapuestas. • Asumir la historia personal, los acontecimientos, el ejercicio de la catequesis como fuentes de crecimiento personal y como ocasión de crecimiento en la fe. • Afrontar de manera positiva los retos de la vida y de la Historia desde una perspectiva de resurrección: el mal será finalmente vencido por la Vida. • Asimilar los contenidos de la fe de manera que no se queden en teoría, sino que «afecten» y modifiquen la propia existencia. >- Formación apostólica • Descubrir la vida de la comunidad como ambiente nutricio de la propia fe y de la vocación de catequista.

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• Aprender a contemplar y a escuchar el grito de la sociedad y de los hombres y mujeres de hoy que buscan testigos, creyentes, personas cercanas y acogedoras.

Formación del saber del catequista >- Formación para el aquí y el ahora • Conocer los elementos básicos de la realidad en la que se vive y anuncia. • Conocer la Iglesia local a la que se pertenece. • Manejar las claves básicas sociológicas para orientarse correctamente en el lugar y en la realidad en la que evangeliza. >- Formación bíblica • Conocer las grandes etapas de la historia de salvación: Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, Historia de la Iglesia. La fuente de donde la catequesis toma su mensaje es la misma Palaba de Dios (DGC 94). • Poseer una cultura bíblica mínima para poder comentar un texto. • Ser capaz de descubrir el carácter histórico de la Biblia para interpretar los acontecimientos actuales a la luz de los textos bíblicos: «Hoy se cumple esta escritura». • Ser capaz de leer la Biblia como «palabra de Dios» que nos provoca hoy en lo más íntimo de nuestras aspiraciones humanas para abrimos a la novedad que viene de Dios.

>- Formación teológica • Adquirir un conocimiento orgánico y básico de los fundamentos de la fe: el Símbolo, los Sacramentos, la Moral cristiana..., teniendo siempre en cuenta que el catequista no es un teólogo, sino la persona que pone los fundamentos de la fe, y que al catequista hay que darle aquello que necesitará para su tarea. El DGC pone como referencia de los contenidos teológicos que hay que impartir la síntesis que ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica. El nivel propio de enseñanza teológica y doctrinal «es el mismo que el de la catequesis que debe transmitir» (DGC 240). • Acompañar a los catequistas en la elaboración de una síntesis personal. «Proporcionar a los catequistas un resumen orgánico y riguroso de la fe cristiana es hoy una de las urgencias más importantes. Los cristianos en la actualidad saben muchas cosas de la fe, pero las saben de manera fragmentada, sin orden y sin perspectivas.»34 Todo esto se resume en aquello que Pedro indicaba para todos los creyentes: «Si alguien os pide explicaciones de vuestra esperanza, estad dispuestos a defenderla» (1 Pe 3,15). • Ofrecer una «formación teológica muy cercana a la experiencia humana, capaz de relacionar los diferentes aspectos del mensaje cristiano con la vida concreta de los hombres y las mujeres, ya sea para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio. De alguna forma, y manteniéndose como enseñanza teológica, debe adoptar un talante catequético» (DGC 241c).

• Situarse ante la Biblia no sólo como libro de cultura, sino como creyente que se deja interpelar por Dios y que, interpelado, ora a Dios. £/ catequista y su formación 711.

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>- Formación en las ciencias humanas • Adquirir un conocimiento del hombre y de la realidad en la que vive a través de las ciencias humanas (psicología, sociología). • Capacitarse para conocer mejor a los destinatarios en orden a ofrecer itinerarios catequéticos acomodados a la realidad; de la misma forma, disponer básicamente de claves de análisis de la realidad en la que se vive y que afecta a la recepción del Evangelio. • Conocer los funcionamientos de un grupo humano y la manera de animarlo, así como de las formas de acogida, diálogo y relación que nos aportan tanto la pedagogía como las ciencias de la comunicación. >• Formación catequética • Conocer la dinámica y los momentos del proceso de evangelización. • Conocer bien el concepto de catequesis elaborado en la reflexión postconciliar. • Conocer la realidad de la Iglesia particular y las opciones catequéticas. • Conocer y saber aplicar a la realidad concreta las normas y criterios de presentación del mensaje evangélico. • Ser capaz de elaborar un itinerario catequético para el grupo concreto.

Formación en el saber hacer >• Formación en la pedagogía religiosa • Comprender bien el sentido de que el catequista es un educador que facilita la maduración de la fe que el ca80

tecúmeno o el catequizando realiza con la ayuda del Espíritu Santo. La fe no es el resultado de un esfuerzo humano bien programado y pedagógicamente bien realizado. La pedagogía de la fe tiene sus propias normas (cír. DCC94-118, 139-147, 148-162). • Capacitar para que el catequista pueda animar un itinerario catequético adaptado a las necesidades de los destinatarios. «La formación queda completada cuando el catequista es capaz de elegir el modo más apto para comunicar el mensaje evangélico a grupos y personas que se encuentran en situaciones siempre diversas y particulares» (DCG 111; DCC235). Formación en metodología • Adquirir la destreza de aprender evaluando y reflexionando sobre la acción realizada, en compañía de maestros y del mismo grupo de catequistas. • Ser capaces de elaborar un arte personal de dar catequesis (DCG 113; DGC 244). «El fin y la meta ideal es procurar que los catequistas se conviertan en protagonistas de su propio aprendizaje, situando la formación bajo el signo de la creatividad y no de una mera asimilación de pautas externas» (DGC 245). Esto exige una metodología de formación de tipo laboratorio.

3. IA MANERA DE FORMAR A LOS CArtQUISlAS De nada servirían unas referencias de los contenidos de la FdC si no se cuidara la manera de formar a los catequistas, o lo que es lo mismo, la pedagogía utilizada en la FdC. Esta se juega en el estilo de formación que se emplee. Es aquí donde las comunidades cristianas están llamadas a hacer un esfuerzo de creati81

vidad que supere la enseñanza expositiva y que aporte la originalidad que le es propia al catequista y que el DGC pide: «La pedagogía utilizada en esta formación tiene una importancia fundamental. Como criterio general hay que decir que debe existir una coherencia entre la pedagogía global de la formación del catequista y la pedagogía propia de un proceso catequético. Al catequista le sería muy difícil improvisar, en su acción catequética, un estilo y una sensibilidad en los que no hubiera sido iniciado durante su formación» (DGC 237). Lo que se desprende de este criterio general de la FdC es que hay que caminar hacia un modelo de formación que alterne de manera inteligente y justa la teoría con la práctica. Resumimos en dos modelos la formación que parece más propia para quienes tienen la tarea de promover la FdC.

Formación de tipo laboratorio35 El término laboratorio está entrando en el argot educativo. En la preparación de las futuras profesiones de todo tipo se insiste cada vez más en la experiencia, que académicamente se traduce por «hacer prácticas» guiadas y controladas por profesores. Aquí, al hablar de formación de tipo laboratorio no estamos pensando en ese modelo que distribuye en dos tiempos lo que es el saber: tiempo de la teoría y tiempo de la experimentación o prácticas. Sino una formación toda ella en forma de laboratorio. ¿Qué se entiende cuando aquí se habla del modelo laboratorio? 35

Esta expresión la tomo del documento La formazione dei catechisti per l'iniziazione cristiana dei fanciulli e dei ragazzi. Roma 4 giugno 2006, publicado por el UFFICIO CATECHISTICO NAZIONALE della Conferenza Episcopale Italiana y recogido en el volumen, «La formazione dei catechisti. Documenti e orientamenti della Conferenza Episcopale Italiana», Elledici, Turín 2006. El documento citado, pp. 93-126.

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Podemos entender mejor lo que se quiere decir si precisamos que al hablar de laboratorio pensamos en un tipo de formación en el que la vida, el saber teórico-práctico del formador y la vida y el saber práctico que los formandos se van entretejiendo y modulando y se convierten en centro de reflexión, análisis y profundización que hace abrirse a nuevas perspectivas. No se plantea la formación en dos tiempos, sino en uno solo donde se combinan y conjugan de manera armónica la teoría y la praxis. Partimos de que este método es exigente y nada fácil. No se trata de seguir una línea bien derecha, sino de ir descubriendo, en la espesura del hacer, una reflexión que nos permita valorar la propia acción, compaginarla con la teoría y descubrir nuevas metas. En la formación de tipo laboratorio, el catequista y el catequizando o catecúmeno tendrán que adquirir un adiestramiento para percibir en el hilo conductor de la trama de la vida, con sus encrucijadas y curvas, la presencia operante de Dios. >* Los formadores de una formación de tipo laboratorio La formación de tipo laboratorio tiene su propia identidad y características. La importancia principal de una buena formación de tipo laboratorio recae en los formadores, como en un taller de artesanía todo depende del «arte» del maestro artesano. El perfil de los formadores de catequistas que quieran poner en marcha una formación de tipo laboratorio es el siguiente: — Unos formadores que utilizan instrumentos que hacen emerger la experiencia de los catequistas, su historia formativa, la concepción de la catequesis que tienen; que proponen esquemas que permiten verbalizar aquello que ellos mismos han experimentado y hagan avanzar a los catequistas hacia nuevas metas.

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— Unos formadores que sintonizan con los catequistas y les ayudan a establecer objetivos formativos para cada encuentro o sesión; es importante presentar siempre, al inicio de cada momento formativo, las actividades y las motivaciones que les sustentan con una guía o ruta de camino que implique directamente a las personas.

boratorio», pero esto no significa que «lo sepa todo». Continuamente tendrán que apoyarse en los evangelios, en el Magisterio de la Iglesia, en el estudio que son «el corazón de toda la Escritura, por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador» (DGC 41).

— Unos formadores que presten atención a lo que los catequistas están viviendo en su servicio de catequesis. Para esto, se pueden proponer durante el itinerario momentos particulares de trabajo y de profundización que tengan en cuenta la realidad de los catequistas.

El laboratorio es, además, un reflejo o plasmación de la misma Iglesia (relaciones evangélicas, búsqueda, vivencia de la fe, ministerios...). La formación teológica entendida como «laboratorio» implica: el estudio de la Biblia, de la teología, del Catecismo de la Iglesia Católica, la personal vida de fe, las capacidades de cada uno, la realidad de las personas, la presencia de la Iglesias en el mundo, en las instituciones, en la cultura... El laboratorio, para describirlo mejor, tendría que ser un lugar de experiencia eclesial en totalidad.

— Unos formadores que hagan realidad el aprendizaje práctico de manera que el catequista se sienta creativo en su forma de aprender. Los formadores deben estar presentes en las sesiones formativas y prácticas para ayudar a los catequistas a desarrollar nuevas competencias36. >• Los núcleos de la formación en laboratorio Los núcleos no pueden ser diferentes de los señalado anteriormente. La novedad radicará en la forma de entretejerlos y combinarlos. • Núcleo teológico. Desde el punto de vista teológico, el laboratorio designa a la vez un lugar de investigación, de reflexión sobre la fe y de revisión sobre la acción pastoral para poder ser fieles a Dios y a los destinatarios (DGC 145). En el laboratorio todos están implicados: el animador del laboratorio y los participantes. Podrán aparecer situaciones cuya solución no la conoce de antemano ni el «maestro». El «maestro» o «animador del laboratorio» posee una formación teológica y experiencia pastoral que son garantía del funcionamiento del «la1

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Documento citado, n. 46.

• Núcleo pedagógico. La formación en «laboratorio» es concebida como transformación. Para la transformación se necesitará información, referencias teóricas sólidas, proyección de objetivos, adiestramiento, evaluación... ¿Qué queremos decir? En el laboratorio, lo principal es mirar a la persona que participa en él y a los destinatarios: qué viven, qué les pasa, cómo se transforman, qué pasos dan, qué impedimentos tienen, qué funciones deberán desempeñar y con quiénes y en qué contextos socioculturales... No se trata de acumular, sino de profundizar en un camino de cambio, de conversión, de iniciación. Hay que aprender a abrir los ojos a la realidad, a las necesidades del otro y su personal progresión. Esto exigirá tiempo, modos, asimilación. La vida personal y la del grupo se convierten en contenido. El animador del «laboratorio» tiene que ser capaz de ofrecer elementos de estudio, de interpretación, de información, de apertura a la realidad...

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Más en concreto, habrá que tener en cuenta: — La expresión de vivencias de los participantes. En el «laboratorio» se oyen cosas, pero no todas son ¡guales; es preciso saber seleccionar, subdividir, acentuar dónde están los núcleos esenciales... No todo es lo mismo... Ayudar a ver «dónde nos jugamos lo esencial» es fundamental para adquirir experiencia personal. El papel del animador se centra en ayudar a expresar, a valorar, a captar y reconocer la profundidad de aquello que acontece, que brota quizá tímidamente del fondo de la vida de las personas y de los acontecimientos... — La profundización de lo expresado. Una vez expresado algo, y analizados los puntos de vista o aproximaciones diversas a un tema, conviene situar a los miembros ante una realidad más grande que su problema, ante estudios, comentarios, hechos que les ayuden a entender y a entenderse, a ¡r más al fondo de los problemas y de los interrogantes suscitados. Y hay que dejarse interpretar por la vida y el misterio de Cristo. No nos referimos sólo a teorías; pueden ser, actitudes, capacidades personales, ejercicios de adiestramiento, maneras de comprender la Palabra de Dios, momentos de reflexión, oración, de dinámica de grupo, solución de casos... — Fase de apropiación. Es importante que tras los momentos anteriores, la persona haga su propia síntesis, interiorice, descubra lo que es nuevo para él, lo que ha vivido...

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Formación acompañada o tutorial No en todas partes es posible, por diversas causas, una formación de tipo laboratorio. Entonces, habrá que pensar en una formación acompañada o tutorial. Es la formación posible cuando una comunidad cristiana no dispone de bastantes formadores o cuando no hay número suficiente para formar un grupo de catequistas. En la formación tutorial todo acontece entre el acompañante (que se supone que posee un saber y una práctica de acción catequética) y el catequista. En el fondo, esta formación acompañada o tutorial no es algo diferente de la que antes hemos llamado formación de laboratorio. Tendríamos que pensar más bien en que es una manera de traducir las grandes líneas de la formación de laboratorio a una situación concreta donde aquélla es imposible llevarla a cabo. Conviene desterrar la idea de que cada catequista se las «apañe» como pueda para realizar su servicio dentro de la comunidad. El catequista tiene que estar acompañado al menos durante un tiempo de formación y, posteriormente, será bueno que ejercite un estilo de trabajo en grupo (que es una manera de acompañar y ser acompañado) para preparar y revisar la acción catequética (DCC 245). Es significativo el relieve que el Directorio de 1971 daba a la presencia de los «maestros competentes» al lado de los catequistas (DCG 113). Da la impresión de que se tenía como horizonte un tipo de formación como el que aquí describimos. La formación acompañada o tutorial será mucho más rica y fructuosa para los catequistas si éstos cuentan con la presencia de una persona de experiencia y con preparación para guiar y orientar sus posibles dificultades, para apoyar sus aciertos pedagógicos.

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De cualquier modo, la acción catequística tiene necesidad no sólo de ser preparada y realizada, sino de ser acompañada y revisada. La revisión y evaluación son más ricas y se convierten en formación permanente cuando contamos con el saber de alguien. El acompañante o tutor de los catequistas debería ser normalmente: — Una persona con experiencia en el campo de la catequesis y de la iniciación cristiana, es decir, que imparta o haya impartido catequesis y que tenga una reflexión catequética teórica y práctica. El ideal se quedará rebajado a la realidad de acuerdo con las auténticas posibilidades de cada comunidad. — Una persona cuya presencia signifique una garantía de confianza, de apoyo para los catequistas; una persona que les anime y les haga descubrir cuáles son sus posibilidades con el fin de que lleguen a adquirir «un estilo propio de dar catequesis, acomodando a su personalidad los principios generales de la pedagogía catequética» (DCC 244). — Una persona capaz de entablar relaciones y comunicación con todos, de manera flexible, creativa. — Una persona que no se haga imprescindible, bien al contrario, que confíe responsabilidades y permita al catequista sentirse cada vez más autónomo tanto en la praxis como en la reflexión, en la acción como en la revisión o evaluación. En varios momentos se pide en el Directorio de 1997 que: «[...] el ejercicio de la catequesis alimente y nutra la fe del catequista» [...] «cada tema que se imparte debe nutrir, en primer lugar, la fe del propio catequista» (DGC 239); «esta síntesis de fe ha de ser tal, que ayude al catequista a madu-

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rar en su propia fe, a la vez que le capacite para dar razón de la esperanza en un tiempo de misión» (DGC 241 b); «la formación tratará de que madure en el catequista la capacidad educativa» (DGC 244). Esta insistencia conlleva que el acompañante del catequista no sea simplemente «un técnico», sino un creyente formador de creyentes que, al mismo tiempo, se prepara para ser animador de la fe de otros. «El acompañante es importante cuando el catequista vive momentos peculiares de crisis en su propia fe, en la identidad personal, en algunas frustraciones que se presenten en el ejercicio de su misión cuando no se sienta capacitado o reciba críticas, ya sea por parte de las personas como de la misma comunidad.» 37 La primera acompañante y la primera tutora de todo catequista es la comunidad misma en la que realiza la acción catequética. Es la comunidad la que anuncia la fe que ella vive y celebra. El simple hecho de vivir y celebrar la fe es ya un acompañamiento, una maternidad38 que la comunidad realiza con todos sus miembros. La Iglesia no hace cosas especiales con los que se quieren incorporar a ella, sino que aquello que le es propio, lo realiza y adapta, según sus necesidades, a los catecúmenos o catequizandos.

37 La formazione dei catechisti per l'iniziazione cristiana dei fanciulli e dei ragazzi, doc. cit. n. 50. 38 «La Iglesia, al transmitir —en la iniciación cristiana— la fe y la vida nueva, actúa como madre de los hombres, que engendra a unos hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios. Precisamente, porque es madre es también la educadora de nuestra fe; es madre y maestra, al mismo tiempo. Por la catequesis alimenta a sus hijos con su propia fe y los inserta, como miembros, a la familia eclesial. Como buena madre, les ofrece el Evangelio en toda su autenticidad y pureza, que les es dado, al mismo tiempo, como alimento adaptado, culturalmente enriquecido como respuesta a las aspiraciones más profundas del corazón humano» (DGC 79).

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Propuesta (ormatíva para los catequistas de la iniciación cristiana39

La elección Proponer una hipótesis de estructura que tenga presente la actual situación en la que la Iglesia está llamada a promover caminos de iniciación cristiana y, por tanto, la exigencia de nuevas opciones pastorales. La finalidad de la propuesta es dotar a las comunidades parroquiales de animadores que trabajen en el proyecto de evangelización y de catequesis de iniciación cristiana. El método Hay una opción por el método de laboratorio como camino de formación y se privilegia una pedagogía adulta. Para alcanzar un aprendizaje activo por parte de los catequistas, se alterna adecuadamente la proyección sobre lo vivido con momentos de expresión y diálogo, para llegar a la elaboración de propuestas concretas para hoy. En este sentido, es importante promover una formación que:

39 Este apéndice está tomado del documento La formazione dei catechisti per l'iniziazione cristiana dei fanciulli e dei catechisti, pp. 122-126.

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— tenga en cuenta la experiencia de los participantes; — cuide la interioridad de los catequistas; — ofrezca capacitación competente para la tarea que se está llamado a desenvolver.

Destinatarios La propuesta formativa se dirige a quien, dentro de la comunidad cristiana, pretende llevar a cabo un servicio de animación en el proyecto de iniciación cristiana. Hay que tener en cuenta que la persona:

Perfil del catequista/acompañante de la iniciación cristiana El catequistas/acompañante de la iniciación cristiana es una persona que: — aprende a interpretar los cambios que se producen en el ámbito de la iniciación cristiana; — relee la propia historia de creyente y de formador en un contexto de transición, y adquiere capacidad para intervenir de manera competente; — sabe relacionarse con los adultos y colaborar, leer su historia a la luz de la palabra de Dios, se educa para discernir los signos de Dios, sabe iniciar en la experiencia eclesial. El plan de formación Se estructura un plan de formación que se desarrolla en dos años en torno a las siguientes áreas formativas: — — — —

Competencias relaciónales. Capacidad de anuncio. Capacidad de educar para leer los signos de Dios. Capacidad de introducir en la vida de la comunidad.

El plan exige: — tener siempre presente la situación; — promover un proceso de autoformación o transformación, para resolver adecuadamente una acción. 94

— esté inserta de manera activa en la comunidad cristiana a la que pertenece, — sea una persona con una experiencia significativa.

Primer año Objetivo Ayudar a los catequistas/animadores a entrar en un dinamismo o estilo de autoformación como la capacidad de tomar conciencia de los cambios que acontecen en el ámbito de los itinerarios de iniciación cristiana y de asumirlos conscientemente en la propia historia personal para superar resistencias o miradas nostálgicas al pasado. La atención al ser del catequista es premisa importante para transformar los procesos. Competencias relaciónales — Escucha de sí para vivir relaciones de libertad y asumir un estilo de vida capaz de expresar la propia personalidad. — Capacidad de vivir relaciones auténticas con adultos en un clima de verdadera complementariedad de competencias. Capacidad de anuncio — Ejercicios para aprende a narrar la historia de la salvación promoviendo una implicación existencial.

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— Lectura de los núcleos bíblicos para habituar a elegir el núcleo del mensaje y proponerlo con competencia. Capacidad de leer los signos de Dios — Educación en la admiración y la contemplación. — Uso correcto de la Palabra para superar la lectura subjetiva de la realidad. Capacidad de inserción en la vida de la comunidad

8. Enseñar a leer y habituarse a leer los signos de Dios en la creación; educarse en la contemplación. 9. La oración y la liturgia como momentos de encuentro con Dios; educación personal en la dimensión ritual. 10. El mundo de los destinatarios y la centralidad de su persona en la acción educativa.

— Desplazar la atención del propio mundo de acción al de los niños y sus familias.

Segundo año

— Madurar la convicción de que la evangelización no es cuestión de resultados personales, sino un acto eclesial, una llamada, un acto de caridad.

Objetivo

1 . Contrato formativo: expectativas, necesidades, presentación de la propuesta, trabajo sobre las motivaciones.

Los catequistas/animadores son invitados a dejar las modalidades formativas obsoletas para promover nuevos procesos. La atención a los otros y a su maduración es premisa indispensable para una renovación basada en procesos pastorales que reclaman nuevas atenciones e iniciativas. Es imprescindible promover una nueva dimensión comunicativa y comunitaria.

2. La relación educativa: retos y alertas que provocan los cambios y la revisión personal.

Competencias relaciónales

Propuesta de programación de encuentros

3. La relación educativa: las personas implicadas, capacidad de instaurar complementariedad entre las diversas figuras de adulto. 4. Los núcleos de la historia de la salvación y la centralidad del mensaje cristiano que hay que presentar en la iniciación cristiana. 5. La historia de salvación narra mi historia: leer la vida a la luz de la Palabra. 6. La capacidad de narrar la Biblia: ejercicios para adquirir capacidad narrativa. 96

7. Conocer y experimentar los elementos de la iniciación y saberlos aplicar a la iniciación cristiana.

— Promover la capacidad de trabajo en equipo, de colaborar con la comunidad. — Atender a una pedagogía centrada sobre el sujeto más que sobre los contenidos. Capacidad de anuncio — Mostrar cómo los núcleos centrales de la historia de la salvación iluminados por la acción de Jesús nos remiten al proyecto del Padre. — Propuesta de la centralidad del misterio pascual como camino que conduce a la vida plena.

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Capacidad de leer los signos de Dios — Profundizar los lenguajes de los símbolos y de los ritos para descubrir la fuerza de provocación oculta en ellos. — Educación en la contemplación para abrirá a la admiración, al silencio, a la contemplación. Capacidad de inserción en la vida de la comunidad — Recuperar la dimensión de la tradición y orientar hacia los retos del cambio cultural. — Valorar el cansina y la dimensión ministerial de cada uno de los sujetos que intervienen en la iniciación cristiana (la comunidad, las familias, los niños, los catequistas, los acompañantes...). Propuesta de programación de encuentros 1. La catequesis, acción de la comunidad: la competencia comunicativa. 2. El valor del grupo como experiencia de comunicación y de compartir: proyectar y discernir juntos.

10. Los ministerios en la Iglesia, una Iglesia ministerial para una iniciación cristiana que implique a varios sujetos.

Ejemplo de un encuentro formativo (Podría ser el primero o el segundo del primer año) Tema La relación educativa: retos y alertas que provocan los cambios y la revisión personal. El catequista que escucha su vida y los retos que la iniciación cristiana vislumbra una revisión de las propias modalidades de anuncio. Primer momento (Proyección) — ¿Qué es lo que vivo?

3. Jesús revela el proyecto del Padre.

— ¿Qué es lo que experimento en mi tarea de anuncio del Evangelio: mis miedos, mis dificultades?

4. El misterio pascual, centro de la propuesta cristiana y experiencia de vida plena.

— ¿Qué anuncio recibido en la infancia recuerdo ahora con particular interés?

5. El discernimiento: como capacidad de leer la propia vida a la luz de la Palabra y como capacidad de acompañar al que está creciendo en la fe.

— ¿Cuáles son los retos que hoy encuentro y que provienen del contexto ambiente cultural?

6. Conocimiento y profundización en el lenguaje de los símbolos y ritos. 7. Elementos para proyectar itinerarios diversificados. 8. Aprender a programar encuentros y a proponer o construir experiencias significativas. 98

9. La comunicación de la fe: lenguajes, implicaciones personales, tradición...

Segundo momento

(Análisis) — Contrastar todo esto con una página bíblica, por ejemplo, las características del anuncio en Lucas, en los Hechos de los Apóstoles. 99

— Presentación de algunos números del DGC sobre las características de nuestro mundo (nn. 24-32), los catequistas laicos (nn. 219.230-231), etc. — ¿Qué es lo que siento como luz nueva para mi vida, para mi tarea en la catequesis?

Una pedagogía de iniciación en catequesis40

Tercer momento (Síntesis verbalizada) — ¿Qué actitudes exige la iniciación cristiana? — ¿Qué es lo que me suscita todo lo visto? — ¿Cuáles son los cambios más inmediatos, urgentes, por dónde comenzar? — ¿Qué estrategias de cambio idear para que realmente se produzca el cambio?

Los Obispos franceses han publicado un documento que ha sido valorado por la Congregación del Clero con alabanzas altamente significativas41: — Riqueza de intuiciones. — Laudable esfuerzo de inculturación desde el punto de vista catequético. — Respeto a la originalidad de la pedagogía de la fe. — Propuesta de modelo que suscite iniciativas regionales y nacionales. Estas alabanzas nos llevan a presentar como apéndice el capítulo 3, titulado Les points d'appui d'une pédagogie d'initiation en catéchése42 (Elementos que sustentan una pedagogía de la iniciación en catequesis). Nos parecen que pueden ser una referencia interesante a la hora de programar la formación de los catequistas.

40 CONFÉRENCE DES ÉVÉQUES DE FRANCE, Texte national pour l'orientation de la catéchése en France et principes d'organisatíon, Bayard, Cerf, Fleurus-Mame, París, 2006. Traducción castellana, Texío nacional para la orientación de la catequesis en Francia y principio de organización, Editorial CCS, Madrid 2008. 41 Cfr. Decreto, p. 12. Cito siempre la edición original francesa. 42 Doc. cit., pp. 45-60.

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Por otra parte, creemos que la diversidad y las confluencias o la insistencia de líneas de acción es importante para quienes tienen la responsabilidad de la formación de los catequistas. Como cabecera del capítulo se pone esta cita del DGC: Para poder expresar su vitalidad y eficacia, la catequesis debe asumir hoy los siguientes desafíos y opciones [...] a ejemplo de la catequesis patrística, debe modelar la personalidad creyente y, en consecuencia, ser una verdadera y propia escuela de pedagogía cristiana (n. 33). La elección de una pedagogía de iniciación es una opción válida para todas las modalidades catequéticas que se desarrollen en las Iglesias particulares.

2. La pedagogía de la iniciación exige un itinerario — Entrar en la experiencia cristiana exige recorrer un itinerario. — La pedagogía de la iniciación organiza las etapas del camino para sacar gusto y desear ¡r siempre más allá. — Responsabilidad en la propuesta: conocer las etapas que se invita a recorrer, preparar las diversas fases. — Acompañar una aventura interior. La práctica del catecumenado tiene muchas cosas que decir a los catequistas en este sentido de acompañamiento.

El capítulo sintetiza en siete elementos la pedagogía de la iniciación.

1. La pedagogía de la iniciación tiene como base la libertad de las personas — Decir «yo creo» tiene sentido desde la libertad y el conocimiento de lo que significa. En el proceso de catequesis, el destinatario ha de tener la posibilidad de manifestarse activa, consciente y corresponsablemente y no como simple receptor silencioso y pasivo (DGC 167).

3. La pedagogía de la iniciación bebe en la fuente de la Escritura — Los textos bíblicos son mediación para mostrar al Dios que no cesa de manifestarse. — La palabra de Dios está en las Escrituras. Es una Persona la que se dirige a los hombres más que un texto que hay que estudiar. — Dios habla para entablar un diálogo y una relación personal con cada uno. — El diálogo con Dios es fundamento de la oración.

— Que cada persona pueda formular sus preguntas existenciales y se le pueda poner en camino hacia el encuentro con Cristo según la fe de la Iglesia. — Ofertas diversificadas que respeten la libertad de todos. — No considerarse más que nadie, sino discípulos en camino.

4. La pedagogía de la iniciación exige la mediación de una tradición viva — Para entrar en la experiencia de la Revelación, la pedagogía de la iniciación tiene necesidad de los tesoros de la Escritura y la Tradición.

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— Dios llega a los hombres de hoy a través del eco de las comunidades cristianas a lo largo de la historia. — Son necesarios ejemplos de creyentes que viven y dan la vida por el Evangelio. — El catequista es testimonio de la fe que él mismo ha recibido; es hermano del catecúmeno o del catequizando.

5. La pedagogía de la iniciación exige itinerarios de tipo catecumenal — La primera experiencia es que es Dios quien nos busca. — Itinerarios que se apoyen y hagan vivir la gracia de los sacramentos a los que preparan. — Proponer itinerarios para después de la celebración del sacramento, pues una vida no es suficiente para comprender el don de Dios. — Los elementos de un proceso catecumenal: la Biblia que nos revela a Dios; la llamada personal a la conversión que la Biblia provoca; el encuentro con una comunidad viva, donde celebrar, compartir, vivir en cristiano...; la iniciación en la oración y celebración; la capacidad para organizar y expresar lo que se le ha dado.

6. La pedagogía de la iniciación exige un dinamismo de opción

— La pedagogía de la iniciación educa en una forma de ser cristiano que encuentra sus raíces en la gracia de Dios. — La pedagogía de la iniciación muestra a un Dios que se manifiesta a los hombres enseñándoles a amar con la promesa de su apoyo para poder llegar a vivir así.

7. La pedagogía de la iniciación exige una apertura a la diversidad cultural — Los mundos culturales hoy no son cerrados. Esto hace que hombres y mujeres tengan dificultad de construir su propia identidad o de dar sentido a su vida. — La pedagogía de iniciación intenta que el hombre acepte vivir plenamente y que acepte encontrarse consigo mismo, con su originalidad. — La pedagogía de la iniciación favorece los esfuerzos con el fin de que las personas puedan encontrar las palabras para pronunciar lo esencial, para expresarse. — La pedagogía de la iniciación apoya el arte y la belleza como mediaciones por las que en cada época «toma cuerpo» el Evangelio. — La pedagogía de iniciación no es un problema de oportunidad, sino la manera en que la Iglesia comprende el ejercicio de su responsabilidad catequética en la sociedad actual.

— La pedagogía de iniciación introduce en un estilo de vida que brota del misterio pascual y conduce a una respuesta a Dios según la dinámica del misterio de muerte y resurrección de Cristo.

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105

Bélgica = Devenir adulte dans la foi. La catéchése dans la vie de l'Eglise. Bruxelles, Edition Licap 2006.

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43

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110

111

B. El Directorio de 1997

22

1. Un nuevo marco para la catequesis

23

• La Iglesia particular

23

• La pastoral de catequesis

24

2. La importancia de la formación de catequistas

25

3. Finalidad y naturaleza de la formación de catequistas

26

• Finalidad

26

• N.iiuraleza de la formación de catequistas

26

Introducción

5 -

Dimensión cristocéntrica de la formación de catequistas Dimensión eclesial

4. Criterios inspiradores de la formación de catequistas

CAPÍTULO I

LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS EN LOS DIRECTORIOS DE CATEQUESIS DE 1971 Y 1997

• Formar catequistas para las necesidades evangelizadoras de este momento histórico

A. El Directorio de 1971

13

1. La ubicación de la formación de catequistas

14

2. Las insistencias de la formación de catequistas

15

verdaderamente formadas

15

• Finalidad de la formación catequética

16

• Los ejes de la formación catequética

17

29 30

• Formar catequistas para una catequesis determinada

• Necesidad de personas

26 29

31

• Una formación integradora

32

• Una formación que respete la originalidad laica de los catequistas

33

• Una formación con una pedagogía propia

33

5. Dimensiones de la formación

34

• Ser

34

-

Eje de la doctrina Eje de las ciencias humanas

17 18

• Saber

36

-

Eje de la metodología

18

• Saber hacer

38

• Estilo de introducir en el arte catequético

18

6. Lugares de formación de los catequistas

39

• Vida espiritual

20

7. Síntesis comparativa

41

3. En síntesis

112

20 113

CAPITULO III CAPÍTULO II

PROPUESTAS PARA UNA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS

APROXIMACIÓN AL ESTADO ACTUAL DE LA FORMACIÓN DE CATEQUISTAS 1. Una constatación inicial

47

1. Una formación de catequistas basada en la finalidad que el Directorio le señala

2. Síntomas sobre la formación de catequistas

48

2. Los ejes de una sólida formación de catequistas .... 76

• Disminución de catequistas • Disminución de las escuelas de catequistas

48 50

• Escuelas de teología en vez de escuelas de catequistas • Sentido peyorativo del término catequista • Desconcierto actual ante la catequesis

51 51 53

3. Núcleos de la problemática de la formación de catequistas • Importancia de la formación catequética de los presbíteros • Pluralidad de formas de entender la formación .. • Declive del modelo de catequesis doctrinal • Ajustar la formación de catequistas a la naturaleza de la catequesis • Dimensión iniciática de la catequesis - ¿Qué entendemos por dimensión iniciática? .

54 54 56 56 59 60 60

- Capacidades de un catequista de la iniciación cristiana Formación sistemática Formación orgánica Formación que inicia • La catequesis en la Iglesia particular

62 62 64 65 66

4. Pedagogía de la formación de catequistas

71

114

• Formación del ser del catequista - Formación humana - Formación como creyente - Formación apostólica • Formación del saber del catequista -

Formación Formación Formación Formación Formación

para el aquí y ahora bíblica teológica en las ciencias humanas catequética

• Formación en el saber hacer -

Formación en la pedagogía religiosa Formación en metodología

3. La manera de formar a los catequistas • Formación de tipo laboratorio -

75

77 77 77 77 78 78 78 79 80 80 80 80 81 81 82

Los formadores de una formación de tipo laboratorio 83 Los núcleos de la formación en laboratorio ... 84 Núcleo teológico 84 Núcleo pedagógico 85

• Formación acompañada o tutorial

87

115

APÉNDICES I. Propuesta formativa para los catequistas de la iniciación cristiana

93

II. Una pedagogía de iniciación en catequesis

101

III. Referencias bibliográficas

106

116

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