ginel, alvaro - la palabra de dios fuente de oracion
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Alvaro Ginel
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La Palabra
-fi de Dios,
¡fuente * oración Una experiencia de Ledo Divina
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RECURSOS DE PASTORAL ^
ALVARO GINEL
LA PALABRA DE DIOS, FUENTE DE ORACIÓN Una experiencia de Lectio Divina
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EDITORIAL CCS
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Página web de Editorial CCS: www.editorialccs.com
© Alvaro Ginel © 2010. EDITORIAL CCS, Alcalá, 166 / 28028 MADRID Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiaro escanear algún fragmento de esta obra.
Diagramación editorial: Nuria Romero Portada: David León ISBN: 978-84-9842-497-3 Depósito legal: M-6018-2010 Fotocomposición: AHF Becerril de la Sierra (Madrid) Imprime: Print House, marca registrada de Copiar, S. A.
A vosotros, Alberto e Irene, que acabáis de llegar desde la orilla del amor a la rivera de vida como palabra hecha carne. Que la Palabra de Dios os preceda y acompañe siempre. Ya ti, Sara, que esperas tu hora para nacer a la vida.
Concha, Sandra, Loli, Villar, Malea, Conchi, Antonieta, Raquel, Ma Paz, Gema, Elisa, Miguel Ángel, Nieves, Eva, Elena, Pepa...: vosotras sois las protagonistas de estos encuentros de oración en el colegio Loreto de las RR. Esclavas del Divino Corazón, de Madrid. Rezando juntos nos animamos a rezar y dejar más sitio a Dios en nuestro corazón. Gracias.
Introducción La introducción en un libro es como la «guía de instrucciones» que acompaña a tantas cosas que compramos y cuyo uso desconocemos. Nos orienta la palabra inicial que el autor pronuncia antes de que entremos en el contenido del libro. Con sencillez y con el deseo de ayudar a situarse en los capítulos que siguen, quiero poner la señalización mínima para conducir la lectura y el uso de cuanto aquí está condensado. 1. Este trabajo supone para mí un cambio pastoral hacia la Palabra de Dios como eje central del anuncio y de la oración. No es que hubiera antes ausencia u olvido de la Palabra de Dios, pero sí había, metodológicamente hablando, una insistencia grande en elementos que reparaban la acogida de la Palabra. El cambio explícito que aquí se da es que la misma Palabra de Dios es punto de partida de toda acción y es, a la vez, pauta o camino para llegar al corazón mismo de la Palabra. Dios nos educa por la Palabra. 2. El libro que tienes en las manos es de los que no están escritos para leer de principio a fin. Se trata más bien de un libro para escoger momentos de oración para ti o para tu grupo de oración, con la certeza de que todo lo que aquí está reflejado ha sido ya ocasión de oración para otros creyentes. Te puedo asegurar que detrás de cada lectio divina hay alegrías, luces, lágrimas calladas, oración intensa, paz y gozo interior, sonrisas, fuerza removedora del corazón en quienes antes que tú, rezaron con estos pasajes bíblicos. Con anterioridad a ser publicado, ha sido, pues, rezado por personas que querían orar, dar consistencia a su vida creyente. Sentían vacío y ganas de Dios, buscaban un encuentro con Dios más personalizado e íntimo. En ocasiones, las personas no saben explicar lo que sienten, pero saben que «necesitan algo más». Dios nos «ronda» y nos lanza a nuevos caminos por síntomas que sólo el corazón percibe al sentirse insatisfecho. Es así como Dios nos solicita y nos invita a «algo más», que comienza por una mejor escucha, una mayor intimidad y una nueva perspectiva de camino que se descubre justamente en el diálogo íntimo con Él. _7_
3. En el grupo de oración de lectio divina escuchamos a personas que decían que querían orar y no sabían. Por eso venían al grupo. Nuestra experiencia es que para rezar no hace falta saber rezar, sino sentir la necesidad de orar, sentir el «gusanillo» de la oración, que es como el susurro del Espíritu para intimar más con Dios. A rezar se aprende rezando. El ejercicio de la oración es el que nos descubre cómo orar. Y no cómo orar de manera «general», sino cómo yo aplico la teoría general de la oración a mi psicología, historia y realidad personal. Muchos creyentes, al hablar de oración y al orar, quieren seguir «patrones» de oración que ellos se han construido, no sabemos bien de qué manera. Se inventaban, sin quererlo, qué es la oración de acuerdo con la idea de Dios que tienen. Recuerdo, por ejemplo, aquella intervención de una señora que decía:
En el ejercicio propuesto, no me he dejado llevar por Jesús, no tenía confianz en él, no sabía dónde me podía llevar y por eso no me atrevía a acompañarle Yo quería saber de ante mano dónde me llevaba. Y me he quedado con muc pena sólita, sin acompañarle. No le he podido seguir. Tenía miedo. Cuando, entre todos, le comentábamos que lo que nos comunicaba era una experiencia preciosa y profunda, no se lo creía. Le dijimos que ese día el Espíritu de Jesús le había enseñado que el corazón de su oración como creyente en este momento consistía en repetir con toda su alma: «Tengo miedo; te tengo miedo; no puedo acompañarte, Señor; no tengo fuerzas para que me lleves donde quieras»... Pero ella no se lo creía. Ella creía que la oración era otra cosa, aunque no sabía explicarlo. Algo así como hablar mucho a Jesús. En otra ocasión, una participante en el grupo nos dijo:
El momento de la contemplación se me hace difícil. A mí lo que me gusta es ha blar, decir cosas, llevarla iniciativa. Eso de quedarse ahíparadita contempland y que te contemplen esperando a que surjan palabras en el corazón... ¡pues, q queréis que os diga, que no me va! Yo las tengo en la cabeza y las quiero de ¡Tanto esperar, esperar!¿A qué esperas? Bueno, ya me entendéis. Esta intervención nos dio pie para reflexionar en el papel de protagonista que tiene el Espíritu de Jesús. En la oración, el principal protagonista es Dios. Esto cuesta entenderlo, quizá se explique así mejor lo mal orantes que somos. Somos malos alumnos del Espíritu. Tenemos muy metido que «tenemos que rezar para algo o por algo o por alguien». Somos nosotros los que tenemos la iniciativa, los que tenemos que hacer algo para Dios. Como si Dios necesitara nuestras oraciones... ¡Y los necesitados de Dios somos nosotros! Es complicado para las personas que comienzan el camino de la oración, entender que es el Espíritu de Jesús el que ora en nosotros, que es Dios el que tiene novedades, secretos e intimidades que nos quiere comunicar, que los momentos de oración son espacios privilegiados para vivir y acentuar lo que está ocurriendo
constantemente en nosotros: la presencia de Dios, la unión con Dios que comenzó con el soplo del aliento de Dios creacionaly que tomó más densidad en el Bautismo... La oración aviva algo que ya se da, pero que está como aletargado. Lo entiende mejor la gente cuando aludimos al amor. El amor se da aunque las personas no estén juntas todo el día, sino cada una ocupada en sus cosas. Ese amor, que no se esfuma por el hecho de que no estar todo el tiempo juntos los amantes, necesita momentos de trato especial. Si no fuera así, correría serio peligro. Una sugerencia: un autor deja de ser autor cuando el libro sale a las librerías. Desde ese instante, el lector se convierte en el verdadero traductor (unas veces) o autor (siempre) de lo que lee. Al autor sólo le queda hacer constancia de posibles maneras de leer y de usar el libro. a) Sé autor. Tengo que confesar que este libro, tal como está aquí escrito, nunca se realizó. Yo llevaba al grupo mis papeles escritos como aquí te los entrego (salvo pequeños retoques) y así se los repartía a los miembros del grupo al inicio o al término de la oración. Pero yo no leía. Yo había escrito primero para no tener que leer después, sino para poder pronunciar (no leer), con las palabras del momento, lo que antes había escrito. Y siempre decía mucho menos de lo escrito. Somos históricos. Nos regimos por un reloj, disponemos de un tiempo determinado, no de todo el «tiempo del mundo». Desde esta experiencia, la primera sugerencia que quiero apuntar es que la persona que anime y guíe la oración de un grupo se sienta libre para elegir de entre el material que se da, lo que a ella le parezca mejor, que personalice, que añada, que dé «calor y color» personal a todo, que el grupo no perciba que lee, sino que escuche lo que brota de su corazón. b) Importancia de las lecturas propias del día en que se hace la oración. A la hora de fijar las oraciones en un libro, he optado por una ordenación numérica de salmos, así como de los pasajes de los diversos evangelistas. Es una cuestión práctica. En la realidad, el día programado para la oración, yo miraba la Liturgia de las Horas y elegía un salmo (durante el tiempo que la oración fue con salmos) o el evangelio del día, y de ese evangelio se hacía la oración, sin andar eligiendo el «evangelio que pegaba a una situación histórica». La Palabra de Dios llega cuando llega y llega, en ocasiones, descentrándonos de nuestras preocupaciones del momento. En algunas oraciones verás que quedan los indicios que remiten al tiempo litúrgico en que se tuvo la oración. c) La finalidad fundamental de este libro no es darlo todo hecho, sino darlo que hemos hecho para que otros puedan emprender su propio caminar. -9-
Estoy convencido de que este método de oración es válido y tiene la virtud de encerrar en un solo acto: la formación bíblica y catequética (lectio), la revisión de vida, confrontación con la Palabra de Dios, el descubrimiento de un camino de compromiso cristiano renovado {meditatio), la oración en toda su amplia variedad de manifestaciones como pueden ser la alabanza, la súplica, la intercesión, la acción de gracias, la contemplación {oratio) y, sobre todo, lleva al creyente a dejarse mirar por Dios {contemplatio), que es como decir: a descubrir (¡y admitir!) el protagonismo de Dios en la vida cristiana. Agradezco a Ma Carmen Cirujano su ayuda desinteresada, incondicional y preciosa en la recopilación y primera ordenación del material de base. Su tiempo ha aliviado mi tiempo. Gracias. Dichas estas palabras, ya te doy paso para entrar en el libro porque te he expuesto las claves fundamentales para leerlo y recrearlo. El Espíritu de Jesús pondrá lo que tú no sepas o puedas, y todo lo que yo no he sabido comunicarte.
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EL CONTEXTO LA EXPERIENCIA
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PRESENTACIÓN DE LA EXPERIENCIA
SURGIMIENTO La oferta del espacio de oración que propongo no nace de una teoría, sino de una petición de un grupo de mujeres de grupos de reflexión cristiana: queremos rezar, ayúdanos a rezar. Hay personas que buscan más trato con Dios, más profundidad en su interior (aunque esta búsqueda no se formule con estas palabras). De la demanda, surgió esta respuesta que fue variando hasta centrarse totalmente en una propuesta clara de lectio divina.
CONSTRUCCIÓN DE UN ESTILO DE ORACIÓN Es bueno que la gente, desde el primer momento, descubra que hay un estilo de oración en la propuesta que se presenta Un estilo ayuda a optar. El estilo va unido a una manera de creer, de animar la comunidad, de vivir, de hacer catequesis y de celebrar. En ese sentido, no se trata de una actividad más, sino de una actividad dentro de un conjunto más global. Unas cosas piden otras. No pasa nada si no se conoce el estilo, si es novedoso, si no se ha estado ya en cosas parecidas... Lo importante es que se pueda descubrir progresivamente. A la hora de construir un estilo de oración damos importancia a elementos externos e internos.
ELEMENTOS INTERNOS • Centralidad de la Palabra de Dios que es la que nos provoca y la que nos educa y nos pone en contacto con el que es la Palabra del Padre. -13-
• Centralidad del silencio como clima para facilitar la palabra personal y la escucha del Otro. • Centralidad del sujeto orante que es el que debe entrar en diálogo con la Presencia misteriosa que ya le habita, siempre ayudado por el Espíritu.
ELEMENTOS EXTERNOS El local Lo externo, sobre todo en un primer momento, tiene un valor pedagógico importante de ayuda y de ambientación. Al preparar el local, tenemos en cuenta lo que la persona percibe por los cinco sentidos naturales. Cuidamos, pues, los detalles que «entran por los sentidos». No se trata de «impresionar» al otro, sino de «acoger al otro» para que disponga de un espacio y tiempo oportunos para orar. En pedagogía, los maestros dicen que una cosa es mejor «retenida» y «aprendida» si «entra por varios sentidos a la vez». Aplicamos este sencillo principio a la pedagogía de oración que proponemos. Existe un «sexto sentido» que no es fácilmente descriptible: el sentido que percibe el conjunto combinado y armónico de cuanto se realiza. Es muy importante poner el local acogedor cuidando mucho la ornamentación, la luz, el suelo... También podemos completar el ambiente añadiendo incienso, música, velas, iconos... La calefacción e insonorización darán comodidad a nuestra postura...
El animador Es el que anima (el que da ánimo o predispone el ánimo); es un colaborador inmediato del Espíritu. No sólo es un técnico de la oración o de animación de grupos. Es, sobre todo, un orante. Ha rezado antes lo que propone y reza mientras lo propone. El animador es una mediación humana para que el Espíritu haga su tarea. Procura y cuida los elementos externos y el proceso dinámico o etapas de la oración. El animador no es lo más importante en la oración. Es trampolín inicial. Su función es sugerir, no imponer una oración, ni hacer oración por los demás... El animador pone en el kilómetro cero a los miembros del grupo. Los kilómetros los recorre cada uno según su don. El animador ofrece un itinerario para que el grupo no se pierda. Es normal que el camino ofertado no valga para todos o algunos ya estén en kilómetros muy avanzados. Ellos deberán discernir y seguir su camino, tomar opciones. i
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Las personas La realidad de estos encuentros depende, a veces, del momento del calendario en el que se vive el tiempo de oración y de las personas que se unen a él; éstas han buscado un hueco en la agenda y vienen porque desean orar. Muchas veces, lo que queremos no lo conocemos ni estamos adiestrados para hacer el camino... Pero esto no es obstáculo. El camino es lugar de aprendizaje de lo que deseamos vivamente. No todos los que vienen al grupo lo hacen por lo mismo ni están igualmente sensibilizados en el tema de la oración. Pero lo cierto es que vienen. Los miembros del grupo se convierten en mediación para los demás. Pero sin olvidar que la oración se nos escapa de todo control puramente humano.
ELABORACIÓN DE LA PROPUESTA: ALGUNOS SUPUESTOS Para entender la propuesta que sigue, es bueno dar a conocer algunos presupuestos en los que está basada. • La experiencia de oración del propio animador y la influencia recibida de otras escuelas de oración. En este caso, la influencia de José Antonio García Monge s.j., a través de los talleres de oración que él dirige1. De este autor tomo estos aspectos: a) La necesidad de pacificar a la persona que vive en la gran ciudad, que tiene mil cosas que hacer, que no sabe hacer silencio ni entrar en lo secreto de su casa, que tiene poca experiencia de oración, pero reza a su modo de vez en cuando, o todos los días. De ahí la importancia de iniciar el proceso de oración con la relajación, tí) Utilizo, además, en algunos casos, los conceptos de consciencia, contemplación y fantasía2. • El segundo pilar de inspiración es la propuesta del Cardenal Martini en muchos de sus libros con la insistencia en la centralidad de la Biblia en la oración. «¡Ay de quien olvida la fuerza creadora y formativa de la Palabra!»3 Y aconseja que una catequesis sobre la oración no ha de ser abstracta: «Hay
1
Cfr. Sadhana. Un camino de oración, Sal Terrae, Santander 1979.
2
Cfr. los ejercicios 21 y 22 propuestos en el libro de J. A. GARCÍA MONJE y todo el capítulo dedicado a la Fantasía (pp. 73-116), para mí de gran evocación y sugerencia para construir la propuesta de oración que ahora sistematizo. 3
C. M. MARTINI, // lembo del mantello, Centro Ambrosiano, Milán 1991, pp. 35-36.
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que orar y hacer orar contemporáneamente, con ejercicios oportunos y pausas de silencio. La necesidad de unir la palabra, el silencio y la oración vale para cualquier comunicación de la fe cristiana»4. Ciertamente muchos cristianos rezan con la Biblia5. De todos los modos posibles de orar con la Biblia, me sitúo en la lectio divina. Hago así un camino y propuesta de oración que la experiencia del grupo nos irá recreando progresivamente. La lectura de la Biblia es el instrumento privilegiado de la escucha de Dios; atenerse literalmente al texto, sólo a él, es ya el primer acto de una atenta escucha que ha de mantenerse hasta que provoque en el lector la prestación de esa audiencia, incondicional y sin defensas, a la Palabra de Dios, que termina por cambiar su existencia. La lectio divina obliga a atenerse a la Palabra escrita, el texto sagrado (Éx 24,4), para prestar atención a la Palabra viva de Dios, Cristo Jesús (1 Jn 1,1)6. «Es al mismo tiempo lectura de la Biblia y lectura de la experiencia; una manera de leer que da sentido a la vida. Es a la vez lectura de la Biblia y lectura de la vida.»7
ESTRUCTURACIÓN GENERAL DE LA ORACIÓN AQUÍ PROPUESTA Tiempo de relajación ¿Por qué comenzar por la relajación? • Porque la realidad que vivimos está llena de prisas, de preocupaciones, de nervios, de palabras, de una gran lista de cosas que tenemos que hacer. • Porque el silencio es un paso inicial y todos podemos hacer silencio y descubrir el que tenemos dentro si nos damos tiempo y método.
4
C. M. MARTINI, La dimensión contemplativa de la vida, Paulinas, Bogotá 1990, p. 40.
6
Cfr. los números de Misión Joven dedicados a este tema: 360 (enero-febrero 2007). Especialmente: J. LATORRE, Uso pastoral de la Biblia con jóvenes: teoría y práctica de la lectio divina, pp. 15-29. De la misma revista, el número 372-373 (enero-febrero 2008). Especial mención al artículo de J. J. BARTOLOMÉ, «Contemplar a Dios en su Palabra, oficio de apóstoles», pp. 5-15. 6 Aunque es convicción cristiana que «las Escrituras son palabras del Verbo de Dios y de su Espíritu» (IRENEO, Adv. Haer. II 28,2: PG 7,804), sería un grave error, por desgracia común entre creyentes, identificar texto sagrado y Palabra de Dios: Biblia y Palabra de Dios no coinciden, sus autores son diversos. La Sagrada Escritura puede ser considerada Palabra de Dios en «cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo» (DV 9): el texto sagrado es el lugar en el cual Dios ha fijado su Palabra y desde el cual sigue conversando con los hombres. O. da SPINETOLI, Bibbia, parola umana e divina, Bolonia 1968, pp. 51-54. 7
M. de VERTEUIL, «El trasfondo teológico de la Inculturación. La Lectio Divina», Dei Verbum 26 (1993) 5.
• Porque dentro de nosotros hay un lugar de silencio y de paz que es poco visitado. Hay palabras que nacen sólo en el silencio. Son palabras que no hay que aprender ni llevar de fuera hacia dentro. El proceso es inverso: están dentro y necesitan una ocasión para que salgan. • Porque el silencio y la paz son el «humus» en el que nacen las palabras de verdad y la verdad de la palabra. • Porque la oración es comunicación, y la comunicación interpersonal necesita un clima en el que sea posible el diálogo. • Porque, tras la relajación, es posible un encuentro íntimo con uno mismo y esto favorece el encuentro con el Espíritu que nos habita. La relajación hoy no es nada más que lo que los santos llamaban la preparación de la oración. En nuestra sociedad de reloj y prisa, la relajación es un camino para hacer oración.
Invocación al Espíritu • Orar es algo divino, algo que hace el Espíritu. La oración nos supera. • Orar, más que quehacer nuestro, es obra de Dios en nosotros. Nosotros no sabemos y no tenemos fuerzas para orar. Por eso invocamos la fuerza de lo Alto. Cuando comenzamos a respirar en paz, el primer grito es de auxilio. No puedo hacer nada sin la presencia y el auxilio de mi Señor. • En la oración oficial de la Iglesia se comienza siempre con estas palabras: «Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrer». O también: «Abre, Señor, mis labios y mi boca proclamará tu alabanza». Nada es divino en nosotros si Dios no es el «autor y suscitador» de lo que nuestro corazón anhela. Anhelar a Dios es ya obra de Dios en nosotros.
Cuerpo de la oración Momento de lectio de un texto bíblico: proclamación o lectura de un texto. Lectura del texto para dejar que el texto hable. No dar por sabido un texto, sino dejar que éste hable en el momento en que es proclamado. Desde un principio, la lectio será escuchada o propuesta al grupo no desde la fidelidad al texto, sino desde una narración «releída» por el animador. Llegará un momento en que la lectio sea leer y releer, con el texto delante, hasta que éste hable por sí mismo a cada persona. Momento de meditatio: comprensión y reflexión sobre el sentido del texto leído, sus valores y su aplicación a la situación propia del lector. Tras saber _ 17_
lo que dice el texto, el lector-orante busca lo que le dice a él; se hace autor. No es sólo actividad de razón. Es la acción del mismo texto sobre la vida de la persona, del grupo. La Palabra de Dios es provocadora de la vida concreta de quien lee. • Momento de oratio o petitio: es la consecuencia de lo leído y meditado. En este momento se hace de ello súplica y petición. Uno encuentra que le faltan fuerzas: de ahí la petición, la alabanza, el agradecimiento, la súplica... Es el momento de aceptación de la voluntad de Dios y de asumirla y hacerla propia, de implorar fuerzas. En ocasiones, el orante recibirá luces interiores {iluminatió), discernimiento, y, en otras, consuelo (consolatio). • Momento de contemplatio: es adoración y silencio, admiración y gusto ante lo que Dios nos dice. Es el momento en que Dios se deja vislumbrar. Se contempla sin discursos, sin palabras; lo importante es gustar y experimentar la presencia y la mirada de Dios sin discurso. Se necesita tiempo para descubrir a Dios en nuestra vida. El tiempo de silencio es un elemento determinante, el rasgo más importante de la reunión de oración. Es un silencio activo, lleno de Espíritu Santo en el que se adora a Dios presente y se dialoga con él, partiendo de la Palabra que nos ha llegado. • Momento de despedida. No vamos a la oración para permanecer en el monte Tabor el resto de la vida. Hay que volver a la vida, bajar del monte y ser creyentes en la normalidad diaria. Es posible que quien ha ido lejos en la oración sienta necesidad de seguir o cierto disgusto de que «esto se acabó». Saber decir adiós y hola es una de las tareas continuas de nuestra existencia. Todo viene y todo se va. Un adiós es un hola a otra cosa. Pero lo que comenzamos está influenciado por lo que dejamos. La oración marca el resto de la vida.
Escuela de oración. Momento de compartir • El Maestro de oración es el Espíritu. Pero el Espíritu se vale de mil instrumentos. Él mismo da lecciones personales al alma orante. Otras veces las lecciones pueden venir por los que a nuestro lado también oran. En esta oferta de oración hemos optado por no comenzar dando «instrucciones sobre la oración», sino lanzando a quien viene a orar a recorrer un camino de oración, guiado por el animador. • Después de la oración, y sobre la experiencia de oración realizada, durante un tiempo no muy prolongado, abrimos un espacio para compartir. Su finalidad es doble: compartir la experiencia de oración y aprender a orar desde lo que escuchamos a los demás orantes. No siempre esto es «alentador».
Hay personas que al ver las maravillas del Espíritu en otras se desalientan, se sienten desanimadas, no dispuestas a seguirle, o se comparan y se vienen abajo porque ellas, creen, no dan la talla. • La forma de orar que cada uno tiene ilumina la oración de los otros: «A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común» (1 Cor 12,7). • No somos maestro de oración, somos discípulos: «Me quedan muchas cosas por deciros, pero no podéis con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena» (Jn 16,14). • Con lo que las personas digan o pregunten, el animador orientará, aclarará, iluminará... Es un momento de «teoría sobre la oración» a partir de las intervenciones concretas. • En ocasiones, habrá que señalar lecturas posibles o iluminar aspectos que no se comprendan... El animador es eso: animador. Es posible que los «maestros de oración mejores» sean otros miembros del grupo a quienes el Espíritu les haya «dado lecciones particulares» más avanzadas que al mismo animador... Deberá acoger él, el primero de todos, estas lecciones y subrayarlas en el grupo. • Partimos del principio básico: lo importante en la oración no es compartir, sino hacerla. Lo que pasa en la intimidad de dos amantes, de dos amigos... no acontece, en primer lugar, para compartirlo con otros. Es para vivirlo. Es su vida, su intimidad. Muchas veces faltan palabras para narrar la intimidad. Si al principio hay que dar más espacio a compartir la oración es meramente una cuestión de pedagogía de iniciación.
El gesto más antiguo de oración en el cristianismo son las manos extendidas hacia lo alto, la «postura del orante» [...] el hombre abre sus manos y, de esta manera, se abre al otro. Es también un gesto de búsqueda y de esperanza: el hombre, en su invocación, busca al Dios oculto, tiende los brazos hacia Él. Se han relacionado las manos extendidas con la imagen de las alas: el hombre busca la altura, quiere dejarse elevar por Dios, sobre las alas de la oración. [...] Nos recuerdan los brazos extendidos de Cristo en la cruz. Al extender los brazos, oramos con el Crucificado, hacemos nuestros sus «sentimientos» (Flp 2,5). J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia
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SALMOS
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T SALMO 19 El Señor es mi auxilio
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Crear un espacio acogedor.
Acogida de las personas • Si el grupo es pequeño, saludar a cada miembro del mismo; presentar a los que no se conozcan.
Ambientación • Nos juntamos a rezar: — Es una reunión que no convoca a demasiados. — Nos juntamos para escuchar cosas bonitas de Dios. Dios sólo tiene buenas noticias que darnos. — Nos juntamos para conversar: hablar y escuchar; hablar a Dios y escuchar a Dios; no sólo hablar. — Nos juntamos y reconocemos que el Espíritu de Jesús quiere hacer algo en nosotros, quiere hacer de nosotros un lugar donde Dios pueda hablar y donde hablar a Dios. -23-
— Nos juntamos y reconocemos que no es iniciativa nuestra: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). • Nos juntamos para ayudarnos a rezar: — La forma de orar que cada uno tiene ilumina la oración de los otros: «A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común» (1 Cor 12,7). — No somos maestro de oración, somos discípulos: «Me quedan muchas cosas por deciros, pero no podéis con ellas por ahora; Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena» (Jn 16,14). • Cómo ayudarnos a rezar: — Comunicándonos cuándo oramos, cómo oramos, qué expresiones nos son más comunes... — Orando aquí juntos y compartiendo la oración.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un tiempo para romper con el exterior, para unificarnos interiormente, para que nuestra mente y nuestro cuerpo estén al unísono. Breve relajación guiada, poniendo la atención en la respiración.
Invocación al Espíritu • Personal o comunitaria. Ven, Espíritu de Jesús. Enséñanos a orar.
El texto: Salmo 191 Que te escuche el Señor el día del peligro, que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;
1 En la medida de lo posible, cada orante debe disponer del texto bíblico. Esta recomendación vale para todas y cada una de las oraciones aquí propuestas.
que te envíe auxilio desde el santuario, que te apoye desde el monte de Sión. Que se acuerde de todas tus ofrendas, que le agraden tus sacrificios; que cumpla el deseo de tu corazón, que dé éxito a todos tus planes. Que podamos celebrar tu victoria y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes; que el Señor te conceda todo lo que pides. Ahora reconozco que el Señor da la victoria a su ungido, que lo ha escuchado desde su santo cielo, con los prodigios de su mano victoriosa. Unos confían en sus carros; otros, en su caballería; nosotros invocamos el nombre del Señor, Dios nuestro. Ellos cayeron derribados, nosotros nos mantenemos en pie. Señor, da la victoria al Rey y escúchanos cuando te invocamos.
Lectio • Estamos ante un salmo de petición de victoria antes de la batalla que encabeza el rey. Se puede observar que el salmo tiene una estructura de solista y asamblea. • Actualidad de este salmo. «El rey» por el que se ora puede ser cualquiera de nosotros. La vida de cualquiera de nosotros es un «campo de batalla». Tenemos batallas íntimas, internas; tenemos batallas familiares, laborales... «La vida es una continua lucha», decimos. Estamos en peligro. Peligramos por todas partes. Somos frágiles. Un accidente, una revisión médica normal nos puede sacar «algo» en lo que no pensábamos... Por eso tiene sentido invocar: «que te escuche el Señor», «que te sostenga», «que envíe su auxilio», «que te apoye», «que vea la ofrenda de tu vida y le sea grata», «que cumpla lo que tu corazón desea», «que dé éxito»...
• ¿Qué es una victoria? Es salir vencedor, conseguir lo que uno se había propuesto... En este brindis o súplica que hace un solista, interviene el coro para apoyar, para afianzar: «que podamos celebrar tu victoria»... Podemos imaginar que cada uno trae a su memoria «sus luchas» y que todos rezamos por él diciendo: «que podamos celebrar tus victorias». Pero al celebrar la victoria, reconoceremos como creyentes que no es sólo cosa nuestra, sino «del Señor». Hay cosas que no podemos por nuestras propias fuerzas. Es él quien concede lo que pedimos. El creyente es nada sin Dios tanto antes de la batalla, como durante o después. El creyente reconoce que Dios es «dador de todo bien», está mezclado en lo que somos y hacemos. No estamos solos. • Así, un segundo solista interviene, no tanto en plan de súplica, sino de forma reflexiva, reconociendo la presencia de Dios en la vida personal y de todos: «reconozco que el Señor da la victoria», «reconozco que el Señor escucha», «reconozco la mano del Señor de mi vida, en mis éxitos». • Y sigue aún, profundizando en la grandeza del Señor: «Reconozco que no valen los carros, las caballerías...». «Reconozco que no se sale airoso de algo por lo que tenemos, sino por lo que invocamos, por el auxilio de Dios que recibimos.» Es decir, Dios es más fuerte que las armas de los fuertes; Dios puede más que los poderosos; una invocación y la acción de Dios es más eficaz que las armas de los ejércitos. «Caen derribados los que se apoyan en lo suyo.» «Vencen los que tienen al Señor de su parte.»
Medítatio • Toma frases, palabras y/o expresiones del salmo con las que te sientes identificado, con las que ves que tu vida conecta perfectamente. • Mira a ver cuáles son los motivos por los que luchas hoy; con qué fuerzas; cómo acudes a Dios. • Descubre la ayuda de Dios en tu vida, en tus cosas...
Oratio • Reza por los que están sometidos a luchas interiores en la vida: personas que conoces o que no conoces (tú misma puedes ser una de ellas, pero no te quedes en ti misma; piensa en otros). • Nombrar uno a uno a los participantes y rezar por las luchas que lleva en la vida; pedir al Señor que le llene de fuerzas. • Terminar este tiempo con la aclamación de todos diciendo: que podamos celebrar tu victoria. Eso, tu victoria, no sólo nuestra conquista.
Contemplado • Pon delante del Señor tus luchas. Ponías como pones un jarrón de flores ante algo o ante alguien, como quien presenta lo mejor de su corazón. Quédate contemplando, presentando, confiando. Si no confiaras, no tendría sentido presentar nada... • Ponte delante del Señor y dile que confías más en Él que en cualquier otra cosa y que en todos los demás. Que no tienes agarraderas. Que sólo te agarras a Él. Que Él es tu apoyo. Que no te rodeas de carros ni de caballos ni de cosas... Atrévete a decir y contemplar: «El Señor en mi fuerza. El Señor es mi auxilio». «El Señor me dará la victoria. No sé cómo, pero me la dará.» Contempla y confía. Confía y contempla.
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Que te escuche el Señor el día del peligro, que te sostenga el nombre del Dios de Jacob; que te envíe auxilio desde el santuario, que te apoye desde el monte de Sión. Que se acuerde de todas tus ofrendas, que le agraden tus sacrificios; que cumpla el deseo de tu corazón, que dé éxito a todos tus planes. Que podamos celebrar tu victoria y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes; que el Señor te conceda todo lo que pides. Ahora reconozco que el Señor da la victoria a su ungido, que lo ha escuchado desde su santo cielo, con los prodigios de su mano victoriosa. Unos confían en sus carros;
Señor, sálvame, que peligro; sostenme, que me hundo; protégeme, que estoy solo y no puedo más. Tú me conoces, Señor, mejor que yo mismo. Tú sabes hasta dónde llegan mis fuerzas. Tú sabes los propósitos que hice. Tú sabes las veces que comencé. Tú sabes mi debilidad. Tengo que confesar, Señor, que lo que pronuncia mi boca no lo siente mi corazón por eso no emprendo batallas de verdad. Me encuentro sin fuerzas. Ahora reconozco, Señor, que sin ti nada puedo. Escúchame, Señor, y ven en mi ayuda. No puedo confiar en nadie.
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otros, en su caballería; nosotros invocamos el nombre del Señor, Dios nuestro. Ellos cayeron derribados, nosotros nos mantenemos en pie. Señor, da la victoria al Rey y escúchanos cuando te invocamos.
No puedo decir mis secretos en alto. No puedo airear mi intimidad. Reconozco que mi corazón te necesita. Señor, conozco la derrota porque he confiado en mis «carros». Señor, conozco la derrota porque no recurrí de verdad a ti. Hoy invoco tu nombre, Señor, te expongo mi causa, y me quedo aguardando. Me mantengo invocando tu nombre hasta que vuelvas tu rostro hacia mí y sienta que tú vas a mi lado en las «batallas» de la vida, en la «batalla» que ahora libro. Señor, da la victoria a este siervo tuyo. Escúchame cuando te invoco.
™ SALMO 26,1 El Señor es mi luz y mi salvación
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Tener en cuenta el tiempo litúrgico en que se ora. • Mantener siempre algunos elementos que den confianza y donde todos se puedan reconocer, como en una sala de estar agradable.
Acogida de las personas • Que nadie se sienta extraño al grupo que reza.
Ambientacíón • Es un grupo de oración, no de reflexión de vida. • Orar es dejarse hacer obras grandes por Dios en nuestro corazón.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Tiempo para relajarse, para situarse, para vaciarse de todo lo que nos ocupa y ha ocupado en el día. -29-
Invocación al Espíritu • Personal o comunitaria. Ven, Espíritu de Jesús. Enséñanos a orar.
El texto: Salmo 26,1 El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor.
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Lectio • Yahvé, protector contra los enemigos (vv. 1-3). El Dios del salmista ilumina la vida en los momentos de ansiedad y de peligro, y le salva de las situaciones comprometidas. Contra los ataques de los enemigos, Yahvé es el baluarte que defiende su vida. Por tanto, no tiene que temer a nadie. Ante la omnipotencia de Yahvé, se quiebran todos los poderes terrenos. Sus asaltantes son como fieras que se lanzan sobre él para devorar sus carnes, pero en el momento del ataque caen vacilantes, sin poder consumar sus siniestros designios. Ni un ejército entero que acampara contra él podría prevalecer. El corazón del salmista permanecerá tranquilo, esperando la intervención divina salvadora. Esta confianza es la que nos hace pensar en los mártires, en los que entregan la vida por Cristo, en gente sencilla que vive la dureza de la vida con plena confianza en el Señor. Es más poderosa la confianza en Dios que todo lo demás. Los que se asustan, lo hacen porque no tienen en quién confiar. El salmista sí tiene a Yahvé como baluarte. Por eso confía y no teme. • Ansias de vivir con Yahvé en el templo (vv. 4-6). Yahvé es el centro de toda la vida y de las aspiraciones del salmista; con Él no teme a un escuadrón de enemigos que se le opongan; pero además, su seguridad encuentra su complemento en la vida litúrgica del santuario, contemplar el encanto de Yahvé, es decir, habitar en su templo; su deseo supremo es ser huésped permanente de su Dios en su santuario, que es la morada que el Señor de los cielos tiene en la tierra para convivir con sus fieles, preocupándose de sus problemas e inquietudes. Allí está el encanto de Yahvé, es decir, la disposición benevolente de Dios hacia los que saben gustar de su compañía espiritual. Sobre todo, allí encontrará el salmista su plena seguridad el día de la desventura; allí se sentirá a buen recaudo, como el arca del testamento en el tabernáculo o pabellón del desierto. Al lado de Yahvé se sentirá lejos de sus enemigos, dominándolos como desde una elevada roca y manteniendo erguida su cabeza sobre ellos. Es el triunfo material y moral sobre ellos, conseguido gracias a la protección de Yahvé, que mora en el templo, inaccesible al malvado. • Llevado del agradecimiento a su protector y salvador, el salmista ofrecerá en el templo sacrificios de júbilo o de alabanza a Yahvé. La expresión del salmo puede significar sacrificios cruentos en acción de gracias o simples manifestaciones de alabanza con ocasión de los sacrificios que se ofrecían en el templo; esta última acepción parece ser insinuada por lo que dice a continuación: cantando y salmodiando a Yahvé (v. 6).
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Meditatio • Buscar las palabras o las imágenes del salmo que a primera vista nos sorprenden, o nos gustan, o en las que encajamos bien nuestra experiencia vital. — Asalto de los malvados (como fieras que devoran a la presa). ¿Qué te asalta hoy: trabajo, familia, amigos, enfermedades...? — Ejército que ataca a uno. Multitud contra uno. Momentos que vives de soledad. Ves personas a tu lado, pero te sientes bien solo... — Estar con el Señor es sinónimo de: no temer; no temblar; tranquilidad; vivir en paz, gozar de la dulzura, contemplar, sentirse protegido en su casa, bajo sus manos, escondido en su morada... • Imaginar o descubrir al orante que ha compuesto este salmo, que puede ser un orante múltiple que ha ido añadiendo detalles en el salmo a partir de las experiencias vividas.
Oratio • Toma expresiones del salmo y óralas, porque ellas te sirven para narrar tu vida y tu situación hoy. • Traduce estas expresiones a hechos de tu vida o de la vida de gente que conoces: buscara Dios, madrugar por Dios; las puedes poner fecha, personas, acontecimientos... Dice Orígenes: «Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas».
Comtemplatio • Sitúate reconstruyendo la escena en la que un día y otro tienes que combatir, que «pelear» (hogar, hijos, trabajo, momentos...). Trae a tu imaginación todos los detalles. Después, sitúa allí al Señor en medio de tu «campo de batalla». Te aterras a Él. Le suplicas. Y, en silencio, contemplas su rostro, sus manos, sus palabras...
Despedida Momento de compartir
no
III. MATERIALES Salmo
Adaptación
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
Señor, en esta tarde de oración, este salmo me sorprende y destapa mi falta de fe. Tú sabes mis temores, Señor. Tú conoces mis miedos. Mis temores y mis miedos son la clara señal de que confío más en mí y en mis fuerzas que en ti.
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Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. 3
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. 4
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. 5
É1 me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; ^y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor.
Me veo asaltado por tantas cosas que me desgarran por dentro, me quitan la paz, me ponen nervioso... Me digo que mi vida es mía y que yo tengo que hacer mi vida. En el fondo, hoy, Señor, descubro mi falta de fe. Me creo capaz de todo, me siento con fuerzas para todo, me molesta ver que ya no tengo las fuerzas de antes. Todo es obra de mis manos. Tú no estás en mi vida. Mi vida no es cosa tuya. Es cosa mía. Así no te disfruto, Señor. Así no te dejo ser protagonista de lo mío... Tú no puedes ser mi íntimo. Señor, ¡que perezco! Ayúdame a entender que salgo ganando teniéndote a ti como luz y salvación. Ayúdame a entender que salgo ganando teniéndote como defensa. Señor, que me sienta habitado por ti, hazme sentir y ser templo tuyo para contemplarte y para salir victorioso de los enemigos que me cercan.
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SALMO 31 Dichoso el que está absuelto de su culpa
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Tener en cuenta el tiempo litúrgico en que se ora para decorar el espacio que sirve para la oración en consonancia con el sentido de Iglesia. • Mantener siempre algunos elementos que den confianza y donde todos se puedan reconocer, como en una sala de estar agradable.
Acogida de las personas • Que nadie se sienta extraño al grupo que reza.
Ambientación • Es un grupo de oración, no de reflexión de vida. • Orar es dejarse hacer obras grandes por Dios en nuestro corazón.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Tiempo para relajarse, para situarse, para vaciarse de todo lo que nos ocupa y ha ocupado en el día.
Invocación al Espíritu • Personal o comunitaria. Ven, Espíritu de Jesús. Enséñanos a orar.
El texto: Salmo 31 Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se había vuelto un fruto seco. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación.
_1A_
—Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos. No seáis irracionales como caballos y mulos, cuyo brío hay que domar con freno y brida; si no, no puedes acercarte. Los malvados sufren muchas penas; al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea. Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero.
Lectio • Salmo penitencial, propio del tiempo de Cuaresma. La primera palabra del salmo es dichoso, es decir, bienaventurado. Es dicha y bienaventuranza «estar absuelto de la propia culpa», «que alguien te haya sepultado el pecado», «que el Señor no te lo apunte» y lo borre de tu cuenta corriente... La dicha no es no tener pecado, sino tener alguien que lo borre, que lo sepulte, que no te lo eche en cara... • El pecado deja en silencio, como al margen, apartado. Y mientras estás apartado, mientras no hablas y no pides perdón, mientras no tomas la situación tal como es y la afrontas, mientras no dices tu verdad, algo por dentro te «consume», te persigue y «ruge en tu interior»; nos quedamos sin savia, sin vida, sin alegría que nos recorra por dentro cuando lo que nos habita es el pecado. La mentira es como losa que pesa o como sombra que nos persigue donde vamos. • El creyente que compuso este salmo tiene experiencia de no haber afrontado la verdad en su vida, es decir, de ser pecador, y de lo que eso supone... ¡Qué descansados nos quedamos cuando decimos lo que teníamos que decir! ¡Necesitamos aprender a relacionarnos con nuestros propios fallos! • Remover la losa que nos aplasta es como una resurrección, como un retirar la losa del sepulcro, el reconocimiento y la confesión del propio pecado sin auto-disculpas y sin engaños. Todo cambia cuando aceptamos la propia verdad sin echar culpas a otros. La crecida de las aguas no alcanzará al que vive en la verdad. Vivir en la verdad es vivir en Dios. Vivir en la verdad es vivir en buen refugio, es vivir liberado. • La segunda parte del salmo es más sapiencial. Dios habla y pone en su boca consejos. Dios instruye, enseña, muestra camino de seguimiento, pone los ojos en el leal. Dios alerta de que el camino del pecado es irracional, desbocado. Dentro, cada uno tiene unos instintos que ha de domar, si no, te pueden y hacen de ti lo que quieren. Pero eso mismo, el ser apresado por lo irracional, es fuente de penas y de sufrimiento. -37-
• Quien confía en la misericordia de Dios está bien rodeado, bien protegido... Saberse rodeado por Dios y protegido es como para estar contento, alegrarse y vivir aclamando a Dios.
Meditatio • Recrea las imágenes literarias del texto: sepultado bajo el peso de tu «pecado», tus limitaciones, tus problemas, tus vacíos, tus ansias de más y quedarte en menos... Siente que Dios no te apunta el delito, el pecado. Te mira en esa situación y «hace algo». Contempla qué se le ocurre a Dios hacerte... • Pon realidad a frases del salmo: «Mi savia se me ha vuelto un fruto seco. La crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. No seáis irracionales como caballo y mulos... freno y brida...».
Oratio • Reza: dichoso yo, N., porque Dios... • Confieso que lejos de ti se pasa mal, Señor... Quiero estar siempre contigo. • Instruyeme, Señor, para que siga el camino de la verdad... • Haz que me sienta mirado con cariño por ti... Que goce al saber que pones los ojos en mí... • Enséñame a poner freno y brida a eso que tú sabes que me domina a nada que me descuido...
Contemplatio • Imagina la escena: sentirte en brazos de Jesús, de Dios... Acostarte y reclinar la cabeza como un niño en su regazo. Ante el Señor siéntete pecador, necesitado de él.
Despedida Momento de compartir • Me han servido para rezar estas expresiones..., me he detenido en... • No he podido rezar estas frases:...
III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
¡Qué mal se pasa siendo pecador! ¡Qué tristeza me invade! ¡Cómo duele el pecado! ¡Cómo me arruina la vida! ¡Cómo me atormenta no escuchar palabras de perdón! Y qué bonito, Señor, cuando oigo y siento que me llamas y me perdonas y no me apuntas para siempre mi pecado.
Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se había vuelto un fruto seco. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. —Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos. No seáis irracionales como caballos y mulos, cuyo brío hay que domar con freno y brida; si no, no puedes acercarte. Los malvados sufren muchas penas; al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea. Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero.
Tú, Señor, eres un lujo para mí. Tú me rejuveneces cuando me perdonas y el perdón me llena de alegría y la vida se me vuelve primavera cuando siento que tu palabra me riega hasta los huesos. Contigo no temo. Contigo me siento feliz. Contigo me siento a salvo: nada me alcanza, nada me ahoga. Señor, reconozco que en lo más íntimo de mí existen tendencias que me llevan a buscar lo que a ti no te gusta. A veces me llama y me tira tanto el pecado que no puedo dominarlo; me domina, me desboca y ando como caballo desbocado. Ten misericordia de mí, Señor, y cantaré tus alabanzas y pregonaré que eres mi Dios y Señor.
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SALMO 41 Deseo de Dios
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Decoración sencilla, pero confortable. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda a poner el interior en orden y paz.
Acogida de las personas • Siempre es importante la acogida.
Ambientación • Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad donde se ora.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Invitar al sosiego, a la paz, a la concentración. • Dar tiempo para que los participantes respiren, se tranquilicen, se pongan en actitud de orantes, sin ruidos interiores. -41 -
Invocación al Espíritu • Presentar la escena del publicano, que, al fondo del templo, se pone en postura de penitente, de necesitado, de pobre. • El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.
El texto: Salmo 41 Como busca la cien/a corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene Sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y día. mientras todo el día me repiten: «¿Dónde está tu Dios?». Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío». Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor. Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado.
De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida. Diré a Dios: «Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo?». Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?». ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío».
Lectio • Imaginar al orante que ha compuesto esta oración o salmo por las cosas que dice: — Tiene sed de Dios..., ganas de estar con Él o donde Él está {templo). Después de Jesús, sabemos que Dios está en todas partes, que no está sometido a un espacio. El principal espacio de Dios es la persona humana. — Se acuerda de momentos felices sintiendo a Dios... La ausencia de Dios le llena de lágrimas... — Se ve acosado y burlado por los de su entorno. A veces a los creyentes los otros les llaman «tontos», «pasados de moda» y mil otras cosas... Se siente arrollado por las cosas de la vida... — Se da ánimos y razones para esperar...
Meditatio • Este salmo también tiene actualidad hoy para el conjunto de creyentes y para cada uno de nosotros. Las circunstancia son distintas, pero el fondo de sentimientos y de realidades vitales es el mismo.
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• Nos preguntamos por las cosas que nos sugiere el salmo: cosas generales, lo que no entendemos, lo que nos gusta del salmo...; detalles más particulares, expresiones, palabras, evocaciones... ¿En qué este salmo conecta con mi vida, aclara mi vida, redice mi vida de creyente? • Interiorizamos las imágenes que llaman la atención; nos detenemos en los sentimientos que salen en el salmo. • ¿Nos sentimos buscadores de Dios como sedientos, como la cierva que va a las fuentes? Y así otras expresiones del salmo.
Oratio • Hacemos una oración personal con palabras del salmo para identificarnos o para ver que nuestra vida está al margen de la sed de Dios. — Como busca la cierva corrientes de agua... — Tengo sed de Dios o no la tengo y la pido. — Las lágrimas de mi vida: quién las provoca, cómo las pongo en Dios... ¿Quién conoce tus secretos gritos? — Recuerda los momentos «divinos» de tu vida cuando sentías a Dios cerquita, importante... Que esos momentos te animen a otros momentos, a volver a Dios, a sentir sed de Dios. • Si en estos momentos sientes desconsuelo, ¿por qué te acongojas...?
Contemplatio • Elige una escena de las muchas que el salmo propone; la que más te represente en este momento (sediento, con lágrimas, con ganas de Dios, criticado por otros, acongojado, añorando tiempos pasados...). Reconstruyela con paz, despacio, sin prisas... Siéntete protagonista de la escena. Descubre a Dios que se hace presente en ella. No digas nada. Situada en la escena, mira a Dios y, como mucho, dile: gracias por hacerte presente en mi existencia. Y calla.
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Salmo Como busca la cierva : : mentes de agua, ¿sí mi alma te busca -- z. Dios mío; z-zr\e sed de Dios, ZÁ DiOS VÍVO: ; cuándo entraré a ver =• rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: •¿Dónde está tu Dios?». Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío». Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor. Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado. De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida. Zzré a Dios: «Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo?».
Adaptación Tengo sed de ti, Señor, aunque intente disimularlo o acallar la sed con otras cosas. Tengo secreta sed de ti, Señor, aunque me lo calle. En los momentos peores cuando me siento en soledad, cuando mi pan interior es el vacío y la nada, te recuerdo. Recuerdo los momentos en los que tú eras algo en mi vida, en los que vivía con sencillez. Me he complicado la vida con tantas cosas que pasan y no dejan alegría en mí. Cuando me pregunta por mi pena y mi soledad vacía me acuerdo de ti, y me digo que la alegría descansa en ti. ¡Pasa todo y dura tan poco! ¡Sólo tú eres el poso de mi vida! ¡Sólo el que me da consistencia! En secreto envidio a los que creen en ti, a los que se apoyan en ti, a los que viven de ti. Sé misericordioso conmigo. Devuélveme la alegría para que pueda unir mi vida a los que se alegran contigo. Señor, que sin ti no soy nada. Señor, que sin ti todo es pesado. Señor, que sin ti no descanso. Señor, que sin ti las lágrimas son mi pan cada día. Señor, que sin ti el agua me arrastra, la vida me lleva sin dirección. Señor, confío en ti. Señor, espero en ti. Señor, tú volverás a ser mi salud y mi salvación, mi alegría y mi dicha, mi consuelo y mi fortaleza.
Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?». ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío».
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"i" SALMO 48 Vanidad de vanidades
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Decoración sencilla, pero significativa. Detalles de cambio, pero permanencia de lo esencial. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda a poner el interior en orden y paz.
Acogida de las personas • Siempre es importante la acogida. Cómo nos acogemos nos predispone a sentirnos acogidos por Dios.
Ambientacíón • Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad donde se ora.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Invitar al sosiego, a la paz, a concentrarse, a dejar a un lado todo lo que tenemos encima. -47-
• Dar tiempo para que los participantes respiren, se tranquilicen, se pongan en actitud de orantes, sin ruidos interiores.
Invocación al Espíritu • Presentar la escena del publicano, que al fondo del templo se pone en postura de penitente, de necesitado, de pobre. • El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.
El texto: Salmo 48 Oíd esto, todas las naciones; escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles,ricosy pobres; mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones; prestaré oído al proverbio y propondré mi problema al son de la cítara. ¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate? Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa. Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños. El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a países. El hombre no perdurará en la opulencia, sino que perece como los animales. -48-
Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura, y el abismo es su casa. Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo. No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él. Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo que lo pasas», irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz. El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece.
Lectío • El título del salmo en la Liturgia de las Horas es: «Vanidad de las riquezas». Esto ya nos orienta para rezarlo. Se trata de una oración que nace de la reflexión sapiencial, es decir, de la sabiduría acumulada por los creyentes en Yahvé de lo que es la vida, de lo que duran los aplausos, las alabanzas... • Comienza con una invitación a que escuchen «la sabiduría» todos: naciones, habitantes del orbe, plebeyos y nobles, ricos y pobres. Se trata de algo que concierne a todos. Aprender de la vida es una tarea que convoca a todos; y todos vamos aprendiendo a sentirnos confiados, desconfiados, engañados, amados, olvidados, necesitados... Para atraer más la atención, se anuncia que las «reflexiones serán sabias, que se hablará con sensatez». • El salmista se enfrenta al problema del más allá: después de la muerte, ¿qué? Y este problema lo afronta comparando dos estilos de vida: la gente sencilla y
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buena, los arrogantes y ricos. ¿Cuál es el destino de unos y de otros? ¿Tiene ventaja al final ser rico sobre ser pobre? • Los malvados, si pudieran, darían lo que fuera en rescate de la propia vida, es decir, para no morir y seguir pasándolo bien. Están tan bien aquí que no saldrían de la vida y darían su fortuna por seguir viviendo. Pero nadie puede salvarse. Por mucho que acumularas, no tendrías oro suficiente para pagar el vivir eternamente aquí. Mueren todos. Es dato de observación. Dejan sus riquezas a extraños. No importa lo importante que hayas sido... Perecemos como perecen los animales. En esto, no los superamos, somos igualitos. ¿Te has paseado alguna vez por un cementerio y contemplado esos mausoleos envejecidos que guardan personajes que acabaron? • ¿Cómo vivir sin pensar que tienes que morir? ¿Cómo hacerte ilusiones duraderas si nadie perdura? • Una vez hecha la reflexión, basada en la observación sobre los vivos, se presentan dos caminos o modos de vida: — El camino de los satisfechos, de los que viven agarrados a lo suyo: «Son un rebaño para el abismo». No se llevan nada, tienen que dejar aquí el fasto, todo aquello de lo que presumía; no verán más la luz; son como animales. — El camino de los que confían en el Señor. Es un camino distinto: Dios salva, saca del abismo, lleva consigo. Dios es compañía.
Meditatio • Nos fijamos en las imágenes literarias del salmo en las que nos podemos ver y además contemplar nuestra realidad actual. Habla de días aciagos, el sepulcro es su casa de edad en edad, el hombre no perdura en la opulencia, los satisfechos son un rebaño para el abismo. Todas estas expresiones nos sitúan ante un espejo en el que nos miramos. Claro, estas expresiones son un poco relativas: mientras unos no tienen dinero para comprar leche y dan a sus hijos una manzanilla caliente de desayuno o Cola-Cao con agua, otros protestan porque no se compran productos de marca o porque la mamá un día compró yogures genéricos... De ahí que el salmista diga: «El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece». ¿Cómo te sitúas y ayudas a situar a los que viven contigo ante las riquezas? • También está la otra perspectiva: Dios saca de las garras del abismo. Imagina la escena: Dios me salva, me saca de las garras del abismo (¿qué abismo?, ¿qué me atrapa?, ¿qué te da un miedo horroroso?), me lleva consigo... Siéntete llevado por Dios (¿dónde?, ¿hacia qué?), Dios nos lleva hacia lo mejor que sentimos en el corazón. • Ante el Señor, siéntete pobre. Analiza a qué te agarras; cuáles son tus cimientos. -50-
Oratío • Pídele a Dios que te dé luz para ser sensato y sabio... Ser sensato y sabio es comprender que nada de lo que tienes te salvará, que nada de lo que tienes te lo llevarás puesto, que tus días terminarán... • Señor, hazme una persona sensata, capaz de reflexionar sobre la vida... • Señor, tú me salvas: cuando caigo en la cuenta..., cuando escucho..., cuando me dicen..., cuando me ayudan a reflexionar..., cuando... • Señor, tú me sacas de las garras del Abismo... • Haz que me sienta mirado con cariño por ti... Que goce al saber que pones los ojos en mí...
Contemplado • Imagina una escena a partir de estas palabras del salmo: Dios me salva. Sitúate en una situación en la que necesites salvación. La palabra salvación significa liberación, propuesta de perspectiva de vida con horizonte, con futuro que no acaba con un «triunfar en la vida», sino con un «salvar la vida más allá de aquí y de lo de ahora». La salvación no es solución de un problemilla, de una dificultad... No. La salvación es «solución total a mi manera de situarme y enfocarme en la vida que lleva más allá de la muerte». Así que al elegir la escena, tienes que elegir algo que te sea vital... Detente en situarte bien..., con todos tus sentimientos a flor de piel. Cuando ya hayas construido la escena, contempla a Dios como salvador... que llega a tu vida.
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Oíd esto, todas las naciones; escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y pobres;
Como discípulos difíciles aprendemos mal las lecciones de la vida.
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mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones; prestaré oído al proverbio y propondré mi problema al son de la cítara. ¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate? Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa.
Se nos llena el corazón de ganas de gozar y se nos olvida que todo tiene su límite, que hay cosas que acaban, que «lo bueno dura poco». Pero vivimos como si durara siempre. ¡Qué bien nos agarramos a lo nuestro! ¡Qué afán de lo nuestro tenemos! Guardamos todo y nos hacemos museos en el corazón con ganas de eternidad...
Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan susriquezasa extraños.
Enséñanos, Señor, la sabiduría de los sabios y prudentes. Mueren los sabios lo mismo que perecen los ignorantes. Mueren los pobres y los ricos tienen que dejar aquí sus riquezas.
El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a países.
¡Qué importa lo que fuiste! ¡Qué importa el renombre...! ¡Qué importa lo que acaba un día...!
El hombre no perdurará en la opulencia, sino que perece como los animales.
Si no aprendemos la lección somos como un rebaño para el Abismo.
Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura, y el abismo es su casa.
Sólo los que esperan en el Señor son del Señor. El Señor los salva. El Señor los saca del Abismo. El Señor los hace grandes. El Señor los lleva consigo.
Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo. No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él. Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo que lo pasas», irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz. El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece.
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No envidies nada ni a nadie. Todo acaba, nada de aquí vale más allá de aquí... Te llevas sólo lo que es el corazón, lo que el corazón tiene dentro. Todo lo demás perece. No te sirve. No te salva. Confía en el Señor, sé cuerdo: no confíes en tus riquezas. Nadie puede salvarse. Nadie puede comprar días a sus días. Sólo Dios salva. Sólo Dios es nuestro refugio y fortaleza. Esta es la Sabiduría.
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SALMO 61 Sólo en Dios descansa mi alma
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Decoración sencilla, pero significativa. Detalles de cambio, pero permanencia de lo esencial. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda a poner el interior en orden y paz.
Acogida de las personas • Siempre es importante la acogida. Cómo nos acogemos nos predispone a sentirnos acogidos por Dios.
Ambientación • Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad donde se ora.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Crear clima de paz con un poco de música suave, con una breve relajación, con una respiración pausada y profunda. -53-
• Dar tiempo para que los participantes entren en otra atmósfera de quietud y de acogida íntima sin ruidos interiores.
Invocación al Espíritu • Recordar las palabras del Señor: Cuando oréis, entra en el secreto de ti mismo. • El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.
El texto: Salmo 61 Sólo en Dios descansa mi alma, porque de Él viene mi salvación; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré. ¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre todos juntos, para derribarlo como a una pared que cede o a una tapia ruinosa? Sólo piensan en derribarme de mi altura, y se complacen en la mentira: con la boca bendicen, con el corazón maldicen. Descansa sólo en Dios, alma mía, porque Él es mi esperanza; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré. De Dios viene mi salvación y mi gloria, Él es mi roca firme, Dios es mi refugio. Pueblo suyo, confiad en Él, desahogad ante Él vuestro corazón, que Dios es nuestro refugio. Los hombres no son más que un soplo, los nobles son apariencia: -54-
todos juntos en la balanza subirían más leves que un soplo. No confiéis en la opresión, no pongáis ilusiones en el robo; y aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón. Dios ha dicho una cosa, y dos cosas que he escuchado: «Que Dios tiene el poder y el Señor tiene la gracia; que tú pagas a cada uno según sus obras».
Lectío • Este salmo es la oración de un creyente que se encuentra solo, no cuenta con nadie, no tiene apoyos, «está más solo que la una» sería la expresión vulgar que mejor refleja la situación de su existencia. Es posible que haya tenido amigos y eso le hace añorar un pasado de relaciones. Pero ahora la realidad se impone. No tiene nada, no tiene a nadie. Y ha aprendido la lección: «Sólo en Dios descansa mi alma». • Una primera parte del salmo se centra más en lo que el creyente ve que hacen contra él. La segunda parte del salmo refleja cómo el creyente vive y sale de esa situación reconociendo la acción de Dios y confesando cuál es su fuerza en la debilidad. • Descansar en Dios es salvación, es firmeza (roca, consistencia), lugar seguro (alcázar). Descansar en el Señor es tener seguridad y salvación. Desde esta seguridad, el creyente que descansa en el Señor ve lo que pasa y lo ve con paz: — Las arremetidas de todos contra él para tirarle, como se arremete y se suman fuerzas para tirar una pared, una tapia, mover un mueble... — Las maquinaciones de la gente para derribarle de su sitio... Todo, a su lado, es juego sucio, acoso, mentiras, farsa, buenas palabras que no tienen buenos hechos... — Pero «no pasa nada» para quien descansa en el Señor: roca, alcázar, salvación, esperanza... Dios es Dios de vida. Dios es Dios de futuro. No pasa nada pase lo que pase, cuando el punto de apoyo es el Señor.
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Meditatio • Seguro que hay situaciones vitales tuyas que están reflejadas en este salmo. Quizá tienes experiencia de gente que te acosa, que habla mal de ti, que te falla, que dice palabras bonitas, pero en el fondo, por detrás, o te traiciona o te pone «verde» o te la juega... • ¿Cómo reaccionas ante estas personas? ¿A quién te agarras? El salmista lo tiene claro: Descansa sólo en Dios, alma mía... sólo Él es mi roca y salvación. • Otra razón que se da el creyente bíblico es que tiene muy claro que los hombres no son más que un soplo. El descanso del creyente es Dios. Y Dios paga a cada uno según sus obras. Por eso invita a todos a: confiar en Dios, a desahogar en Él el corazón, pues no merece la pena torcer el corazón a la mentira, al robo. Todo lo que no sea Dios, por mucho que sea, es siempre poco, nada, caduco.
Oratio • Haz una oración desde la comprensión de lo poco que es el hombre, por muy fuerte que parezca. • Ahora tienes tiempo para rezar: — Sólo en Dios descansa mi alma porque lo estás viviendo o porque estás experimentando que por no descansar sólo en Dios estás angustiada... Por querer llevar solos nuestra vida sin dar a Dios participación de ella... nos angustiamos y la vivimos «en un sin vivir». — Trae a tu oración a los que «empujan tu vida para desequilibrarte: situaciones, personas, acontecimientos... Tómalos en las manos y ponlos hoy en las manos y en el corazón de Dios...
Contemplatio • Imagina una escena en la que estés sentada al lado de Jesús. Busca una postura de intimidad, mírale a los ojos, pon tus manos en sus manos y dile con toda tu alma: Tú eres mi salvación, mi roca, mi refugio, mi abogado... No se lo digas una vez, dilo muchas, como cuando dices cosas importantes a quien quieres de verdad.
Despedida Momento de compartir -56-
III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Sólo en Dios descansa mi alma, porque de Él viene mi salvación; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré.
Señor, me he quedado solo, nada ni nadie son mi roca, nada ni nadie llena del todo mi corazón, nada ni nadie me da seguridad, esa que yo ansio en el fondo de mí mismo. Siempre hay un vacío que nadie llena si tú no lo llenas. Señor, voy aprendiendo día a día: Tú eres mi descanso. Tú eres mi salvación. Tú eres mi roca. Tú eres el que disipas mis vacilaciones. Mi vida está sacudida por todas partes: me sacuden los míos, me sacude la vida, me sacuden los acontecimientos. A mi lado hay oleaje. Sonrío y aparento tranquilidad, pero por dentro la agitación sigue, se me escapan los puntos de apoyo. Nadie me apoya tanto que su apoyo me valga del todo. ¿Dónde descansaré si no descanso en ti? Hay cercanías de gente que son interesadas o de ocasión o de conveniencia... ¡¡Qué frágil es todo!! Y los que de verdad me apoyan no pueden apoyarme del todo. Mi vida o descansa en ti o no descansa. Ningunas manos pueden entrar tan dentro de mí que sean mi consistencia, Señor. Sólo tú eres mi Dios Sólo en ti descanso. Sólo en ti me refugio. Sólo tú puedes ser mi sosiego, mi paz. Sólo tú, Señor, me puedes salvar... Los otros me ayudan en lo que pueden. Tú me salvas en lo más íntimo, desde lo más íntimo de mí. Sólo confío en el Señor. Él es mi roca firme. Dios es mi refugio. Dios es mi esperanza que no defrauda.
¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre todos juntos, para derribarlo como a una pared que cede o a una tapia ruinosa? Sólo piensan en derribarme de mi altura, y se complacen en la mentira: con la boca bendicen, con el corazón maldicen. Descansa sólo en Dios, alma mía, porque Él es mi esperanza; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré. De Dios viene mi salvación y mi gloria, Él es mi roca firme, Dios es mi refugio. Pueblo suyo, confiad en Él, desahogad ante Él vuestro corazón, que Dios es nuestro refugio. Los hombres no son más que un soplo, los nobles son apariencia: todos juntos en la balanza subirían más leves que un soplo. No confiéis en la opresión, no pongáis ilusiones en el robo; y aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón. Dios ha dicho una cosa, y dos cosas que he escuchado: «Que Dios tiene el poder y el Señor tiene la gracia; que tú pagas a cada uno según sus obras».
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SALMO 62,2-9 El alma sedienta de Dios
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Decoración sencilla, pero significativa. Detalles de cambio, pero permanencia de lo esencial. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda a poner el interior en orden y paz.
Acogida de las personas • Siempre es importante la acogida. Cómo nos acogemos nos predispone a sentirnos acogidos por Dios.
Ambientación • Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad donde se ora.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Crear clima de paz con un poco de música suave, con una breve relajación, con una respiración pausada y profunda. -59-
• Dar tiempo para que los participantes entren en otra atmósfera de quietud y de acogida íntima sin ruidos interiores.
Invocación al Espíritu • Recordar las palabras del Señor: Cuando oréis, entra en el secreto de ti mismo. • El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.
El texto: Salmo 62,2-9 Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Lectio • Este salmo es recitado todos los domingos y fiestas en la Hora de Laudes. El dato indica la importancia del salmo, su tono mañanero y su contenido: alabanza, ganas de Dios, bendición... Es un salmo lleno de imágenes. El creyente que lo compuso, ya sea una persona o una comunidad o ambas realidades a la vez, siente necesidad de decir su fe en Dios con imágenes muy realistas.
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• Parece un orante que tiene experiencia de ausencia de Dios y de ganas de volver a vibrar con Él. La ausencia del Dios deseado produce más anhelo de Dios: sed, sentido de su vida, de iniciar la jornada con él... El anhelo no es algo ilusorio, sino que se alimenta de recuerdos bonitos de atrás, por experiencias positivas. Llega a considerar que el encuentro con Dios vale más que la propia vida. El sentido de vivir es Dios. Vivir por vivir, sin Dios, no tiene sentido para este orante. • Toda la vida y toda la jomada es un suspiro por Dios: comienza el orante madrugando por Dios y en el lecho se acuerda de Él y vela y medita... y así se siente unido... Sin Dios, es estar sin sentido... • El salmo habla de los deseos, de ese mundo secreto de nuestros deseos... «Recorrer el camino de oración es recorrer el camino de los propios deseos; pero no podemos confundir deseos con necesidades. Cuando nos movemos desde ahí, y buscamos en Dios la satisfacción de esa necesidad, identificamos su causa con la nuestra, le reducimos a nuestro tamaño y queremos que la oración nos dé respuestas tranquilizadoras» (D. Aleixandre, Los salmos, un libro para orar).
Meditatio • Estamos ante un salmo cargado de significado también para los hombres y mujeres de hoy; el corazón humano ha variado menos que las circunstancias donde el corazón tiene que vivir en la sociedad actual. • Imagina o descubre o métete en la piel del orante que ha compuesto el salmo y recórrelo de nuevo con él. Le puedes preguntar qué significan expresiones o imágenes que utiliza en el salmo para decir su «verdad» de anhelo de Dios. Te puedes comparar con él. Tú tienes experiencia de estar con personas que te encandilan porque dicen cosas que viven y que tú no vives, pero te gustaría vivir. Si haces este ejercicio, no te eches para atrás ni te acomplejes, ni digas que tú no puedes vivir eso que él vivió. Únicamente constata que aún eso no te es posible, no se te ha dado. Pero no se te ha negado, más bien, todo lo contrario. • Expresiones del salmo que «traducimos» a nuestra realidad: Buscara Dios, madrugar por Dios es... Dice Orígenes: «Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas».
Oratio • Elige alguna expresión del salmo: Mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti; soy tierra agostada, reseca...
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• Recuerda y reza a partir de los momentos bonitos de tu vida de creyente: la primera comunión, una convivencia, la muerte de un ser querido, un día de silencio... • Pon delante del Señor tu sed o tu aridez, tus ganas de Dios o tu indiferencia...
Contemplado • Imagina que sacas tu corazón y lo pones sobre una mesa y lo contemplas y analizas detalladamente. Vas descubriendo todo lo que le habita: nombres, personas, acontecimientos, dolores, fracasos, ansias, ilusiones, desengaños, miedos, fuerzas para luchar... Estás haciendo ese recorrido por tu corazón, con mucha paz y detenimiento. De pronto, se te presenta Jesús y te dice: «¿Y yo dónde estoy, dónde me tienes?». Si posees palabras, habla. Pero mejor es que calles y que le mires y te dejes mirar...
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
Tú eres mi Dios. Estás tan dentro de mí que rebosas, que me vienes en todo momento. Al levantarme, me acuerdo de ti y te deseo y deseo verte, estar contigo, disfrutar de tu presencia, de tu cercanía... Eso ya me basta. Tu recuerdo moviliza todo mi ser y sin ti siento que algo me falta, que mi vida no se riega y por eso se resquebraja.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
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Recuerdo. Señor, momentos bonitos. Sólo pensar en ti. sólo pensar que te iba a encontrar me hacía saltar de alegría. Tu presencia era para mí fuerza, alegría, optimismo soplo de vida, aire fresco y ganas de vivir.
Tú me dabas ganas de vivir. Sí, recuerdo aquellos días en que tú me llenabas de vida y de ganas de vivir... Y eso es lo que me ayuda a vivir y a volver a ti, Dios mío. Por eso te añoro, tengo sed de ti. Por eso estás tan clavado dentro de mí, que no te olvidaré jamás. Siempre serás algo mío, muy mío. Te bendeciré, te recordaré, te guardaré dentro de mi corazón y de sólo pensar en ti, viviré... Tu nombre me alimenta más que los alimentos. Tu nombre me inspira cantos y palabras bendición. Al terminar la jornada, en el silencio nocturno, ¡¡no sabes cómo te recuerdo!! Tu recuerdo es para mí como sombra que me cubre y me llena de júbilo y de paz. Me siento unido a ti. Tu diestra me sostiene. Sólo pensar que estás ya me da consistencia y razón para vivir.
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SALMO 64 Solemne acción de gracias
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Decoración sencilla, pero significativa. Detalles de cambio, pero permanencia de lo esencial. El exterior, allí donde rezamos, nos ayuda a poner el interior en orden y paz.
Acogida de las personas • Siempre es importante la acogida. Cómo nos acogemos nos predispone a sentirnos acogidos por Dios.
Ambientación • Aprovechar el momento histórico, lo que pasa en la ciudad o en la comunidad donde se ora.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Crear clima de paz con un poco de música suave, con una breve relajación, con una respiración pausada y profunda. • Dar tiempo para que los participantes entren en otra atmósfera de quietud y de acogida íntima sin ruidos interiores.
Invocación al Espíritu • Recordar las palabras del Señor: Cuando oréis, entra en el secreto de ti mismo. • El Espíritu viene en ayuda nuestra. Invocarle.
El texto: Salmo 64 Oh Dios, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplen los votos, porque tú escuchas las súplicas. A ti acude todo mortal a causa de sus culpas; nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonas. Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios: que nos saciemos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu templo. Con portentos de justicia nos respondes, Dios, salvador nuestro; tú, esperanza del confín de la tierra y del océano remoto; Tú que afianzas los montes con tu fuerza. ceñido de poder; tú que reprimes el estruendo del mar, -66-
el estruendo de las olas V el tumulto de los pueblos. Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo. Tú cuidas la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales; riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes; coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan.
Lectio • Comienza el salmo con tono festivo porque es una gran acción de gracias a Dios. El salmista se nota que ha tenido una experiencia de Dios tan fuerte que sólo sabe decir: Tú mereces un himno en Sión (Sión era el monte donde Dios habitaba, donde se construyó el templo, la casa de Dios, el lugar de la presencia de Dios), es decir, tú mereces todo, tú mereces un himno de alabanza en el lugar más sagrado, más bonito, más tuyo; todo lo que haga por ti es poco; tú mereces un himno en Sión, en Sión sólo se te puede dar gracias a ti porque es «tu lugar». • Haber tenido experiencia de Dios le lleva al creyente a reconocer: — Que Dios es aquel a quien se acude por causa de los pecados; y se va a él porque escucha y perdona. Sin ser perdonados, viviríamos abrumados. — Que la cercanía de Dios sacia, deja sin otras apetencias, Dios alimenta más que nada, más que nadie... — Que Dios es justicia. -67-
— Que Dios es cimiento de todo: afianzas los montes con tu fuerza, puede a la fuerza de las olas y al tumulto de los pueblos. — Que Dios hace signos que sobrecogen. A la puerta de la aurora (amanecer) y a la puerta del ocaso (atardecer), gracias a Dios, se llenan de belleza, de alegría. El signo de belleza de un amanecer o de un atardecer es destello de Dios. — Que Dios cuida la tierra..., que la acequia de Dios tiene siempre agua aunque haya sequía. Dios no tiene sequía. Yo me puedo quedar sin «fuelle», sin «agua», reseco... pero Dios siempre tiene agua, lozanía, vida, chispa... Dios no se agota. — Que Dios es fuerza de vida, de juventud, de potencia: la lluvia, los brotes, los pastos... todo aclama y canta la grandeza de Dios... Mirar la naturaleza es como mirar la fuerza de Dios creador... recreador de todo.
Meditatio • Mira a ver si tú puedes hoy cantar: Oh, Dios, tú mereces un himno. ¿Tienes hechos para entonar un himno de acción de gracias a Dios? ¿Tienes experiencia de Dios? Mira a ver si dentro de tu corazón hay palabras para cantar como el salmista canta... Mira a ver si tus ojos han «palpado a Dios» en la naturaleza, si están llenos de Dios, si tus ojos ven a Dios en todo... Cuando los ojos están llenos de Dios se ve vida en todas las partes..., la acequia de Dios va llena..., rezuman los pastos del páramo... • Observa tu existencia: ¿te sientes cuidada por Dios o elegida por Dios para estar en sus atrios, en su presencia...? Siéntete afianzada en Dios, que Dios sea tu cimiento. Descubre qué es lo que te «descentra», lo que te deja «inconsistente», lo que te zarandea como una hoja, lo que te saca de tus casillas... ¿Cuándo y cómo es Dios tu fuerza y tu poder...? • Siéntete acudiendo a Dios a causa de tus culpas, buscando perdón para no vivir abrumado...
Oratio • Pide a Dios: — Un lugar en su presencia para saciarte de Él. — El don de una experiencia de Dios que sea fuente y referencia en tu vida de creyente. — Su fuerza para afrontar las tormentas de la vida con paz, sin dejarte bambolear... -68-
• Pide que no te separe nada de Dios. • Pide que te riegue la vida, que seas fecunda en vida y en frutos... • Pide a Dios que la acequia de tu alegría, de tu amor, de tu... no se seque, vaya siempre llena de agua... que mana de Él...
Contemplado • Imagina que un día, el que tú quieras, mientras estás en tu hogar, haciendo la limpieza, sólita, Jesús llama a tu puerta, le abres, entra. No te dice nada, sólo con los dedos te hace una señal para que le acompañes. Te arreglas mínimamente y te vas con Él. Te lleva de la mano. No habla. Camina. Te dejas llevar. No sé dónde te lleva: ¿una iglesia, un parque, la orilla del mar, la montaña, un paisaje bonito, una fuente...? Cuando ya estáis allí sólo te dice esto: Dichoso el que yo elijo para que esté a mi lado, en mi ámbito; se saciará de todo lo que yo llevo como don de mi Padre: paz, alegría interna... Después de estas palabras ya no dice nada. Comienza una escena de silencio. Lo importante es lo que tu corazón viva y sienta. Date tiempo.
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Oh Dios, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplen los votos, porque tú escuchas las súplicas.
Oh Dios, me quedo sin palabras. ¡Qué grande eres! Tú lo mereces todo. Sin ti no soy nada. Cuando mi alma te siente cerca, cuando me dejo llenar de tu presencia todo cambia: mi vida se llena de alegría. ¡Oh Dios, qué grande eres! Lo tuyo me sacia, me llena; todo lo demás me deja vacío.
A ti acude todo mortal a causa de sus culpas; nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonas. Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios:
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que nos saciemos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu templo. Con portentos de justicia nos respondes, Dios, salvador nuestro; tú, esperanza del confín de la tierra y del océano remoto; Tú que afianzas los montes con tu fuerza, ceñido de poder; tú que reprimes el estruendo del mar, el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos. Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo. Tú cuidas la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales; riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes; coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan.
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Me siento dichoso en tu presencia. Tu vida contagia mi vida y la llena de fuerza. Me pongo a mirar y todo es digno de admiración. Nada de lo que existe es pequeño porque es obra tuya. En ti se apoya cuanto existe. ¡Oh Dios, qué grande eres! Señor, tú eres mi sólido cimiento. En ti me siento seguro. Con los pies en tu roca, me pase lo que me pase, yo sé que no me pasará nada. Tú eres mi Señor. Señor, tú eres la fuente de donde brota el agua queriegami vida. Muchas veces me siento agotado, invadido por la sed que produce el camino, pero tú siempre tienes agua para mis sequedades. Me haces reverdecer, tú haces que germinen en mí todas las semillas que me regalaste al nacer. ¡Oh Dios, todo rezuma perfume tuyo! Has dejado huella de tu paso en todo lo que contemplo y todo me habla de tí, todo rezuma vida de Dios. ¡Oh Dios, qué grande eres!
Sitfr
SALMO 76 Añoranza del Señor y de su acción salvadora
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Un espacio donde estemos bien. Como preparamos los espacios en la vida ordinaria: comedor, etc.
Acogida de las personas • Quiénes somos los que nos reunimos. Qué buscamos. Qué puesto tiene la oración en nuestra vida. Cómo lo vamos a hacer.
Ambientación • Estar aquí para rezar ya es un don. Nos sentimos fermento en medio de nuestra realidad humana. Todo sigue su curso y nosotros aquí haciendo un paréntesis para que después, la colaboración nuestra al caudal que lleva la vida a nuestro lado, esté impregnada de los susurros de Dios. • Los hechos de la vida que nos son más cercanos.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad.
Invocación al Espíritu • Dar oportunidad a la petición de ayuda personal. Después, también, a la comunitaria. Sin la ayuda del Señor, nuestros intentos no son nada.
El texto: Salmo 76 Alzo mi voz a Dios gritando, alzo mi voz a Dios para que me oiga. En mi angustia te busco, Señor mío; de noche extiendo las manos sin descanso, y mi alma rehusa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios, gimo, y meditando me siento desfallecer. Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar. Repaso los días antiguos, recuerdo los años remotos; de noche lo pienso en mis adentros, y meditándolo me pregunto: «¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos? ¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa? ¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad. o la cólera cierra sus entrañas?». Y me digo: «¡Qué pena la mía! ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!». Recuerdo las proezas del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos, -72-
medito todas tus obras y considero tus hazañas. Dios mío, tus caminos son santos: ¿Qué dios es grande como nuestro Dios? Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos; con tu brazo rescataste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José. Te vio el mar, oh Dios, te vio el mar y tembló, las olas se estremecieron. Las nubes descargaban sus aguas, retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban. Rodaba el estruendo de tu trueno, los relámpagos deslumhraban el orbe, la tierra retembló estremecida. Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de tus huellas: Mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón.
Lectio • La primera parte (las dos estrofas primeras) describe una situación de angustia desde la que se parte para orar. El orante atraviesa una situación crítica de desolación y abandono. En esa realidad, como creyente, «alza la voz», «grita», «quiere ser escuchado». La comparación entre el recuerdo de Dios y lo que está palpando o viviendo ahora, le lleva a gemir y a desfallecer. ¿Cómo es posible que Dios permita todo esto? ¿Cómo encajar esto en la vida de un creyente? • Recuerda otros tiempos de presencia de Dios en su vida y se pregunta si Dios ya no está con él y con su pueblo, si se ha agotado su misericordia, si se ha ol-73-
vidado de nosotros... Hay algo incomprensible en su vida de relación con Dic; Se inscribe el creyente del salmo en esa lista de creyentes a quienes nos cuesta constatar que Dios unas veces nos es muy cercano y, otras, lejano. Es la experiencia de quienes salieron de Egipto contentos y después, en el desierto, sienten a Dios ausente... Es la experiencia humana de tiempos de «luna de miel» y de tiempos de «duro soportar o entender al otro». • El tiempo recio, oscuro, duro... es un tiempo de preguntas. El creyente se cuestiona para ir más allá, para purificar su imagen de Dios. No podemos vivir con una idea o fotografía fija de Dios. La relación con el otro y con Dios no lleva a cambiar, a descubrir novedades en el otro, a no ¡nfantilizarnos en un momento, porque nos perdemos riqueza. El otro tiene sorpresas que no conocemos y se descubren en el camino, a veces, de desierto. • Termina sometiéndose a los caminos de Dios que no son nuestros caminos. Pase lo que pase, Dios está presente y no hay otros dioses más grandes. ¿La razón? Los prodigios que realizó cuando nos sacó de Egipto. Si Dios fue capaz de aquello, Dios será capaz de todo.
Meditatio • Hay una primera aproximación al salmo que consiste en preguntarte cuáles son tus sintonías con el salmista, con el orante. ¿En qué expresiones puedes decir: Esto es lo que a mime pasa; esto es lo que yo vivo; me identifico con estas palabras que salen de la boca del salmista? • La primera parte del salmo es la oración como grito, como gemido, como desfallecimiento. Como gritan los niños desconsolados para llamar a sus padres. • La segunda parte del salmo es la descripción de acontecimientos de presencia y acción de Dios como el paso del Mar Rojo con un Dios que domina todo, hace maravillas, tiene poder ante el mar, las nubes, la tormenta... Todo lo que el hombre no puede dominar, lo domina Dios. ¿Por qué ahora Dios parece dormir o estar inactivo? • Es importante el final: el creyente no entiende, pero sigue creyendo. Una postura creyente es permanecer creyendo sobre todo cuando no se explica uno las cosas. Los caminos de Dios son santos porque Dios es grande. El creyente se apoya en el pasado de las obras del Señor para comprender el presente y lanzarse al futuro.
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Oratio • En mi angustia te busco: presenta tus angustias de hoy. • Alzo mi voz a dios gritando: esto es lo que hoy grito a Dios. • Repaso los días antiguos, recuerdo tus portentos: doy gracias por todo lo que veo como intervención de Dios en mi vida. Reconozco que, de lejos, las cosas se ven mejor y se ve más nítida la mano de Dios. • Tus caminos son santos, Señor: mirando hacia atrás, oro al ver lo que Dios ha hecho en mí.
Contemplatio • Imagina una escena en la que te retiras a un rincón, o un día de esos que te han dado una mala noticia y andas como «en otro mundo»; estás desconcertada, no te lo puedes creer, te han abandonado, te han dejado sola, te han arrancado lo más querido y no te lo quitas de la cabeza... ¿Es posible que Dios se porte así conmigo?, te preguntas. Estás ahí dando vueltas a todo, y Jesús, en figura de alguien, se acerca a ti, te pone la mano en la cabeza y sólo pronuncia estas palabras: «Mujer de poca fe». Después, tú vas recordando y rehaciendo en ti la misma lógica que el salmista para acabar confesando: «Reconozco, Señor, que tus caminos son santos».
Despedida Momento de compartir III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Alzo mi voz a Dios gritando, alzo mi voz a Dios para que me oiga.
Estoy roto, sin palabras. Sólo me queda un grito, un gemido: ¡Dios, Dios mío! Me invade la angustia, es mi compañera de día y de noche; nadie me consuela, nada me consuela, me puede la pena,
En mi angustia te busco, Señor mío; de noche extiendo las manos sin descanso, y mi alma rehusa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios, gimo, y meditando me siento desfallecer.
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Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar. Repaso los días antiguos, recuerdo los años remotos; de noche lo pienso en mis adentros, y meditándolo me pregunto: «¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos? ¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa? ¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad, o la cólera cierra sus entrañas?». Y me digo: «¡Qué pena la mía! ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!». Recuerdo las proezas del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos, medito todas tus obras y considero tus hazañas. Dios mío, tus caminos son santos: ¿Qué dios es grande como nuestro Dios? Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos; con tu brazo rescataste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José. Te vio el mar, oh Dios, te vio el mar y tembló, las olas se estremecieron. Las nubes descargaban sus aguas, retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban. Rodaba el estruendo de tu trueno, los relámpagos deslumhraban el orbe, la tierra retembló estremecida. Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de tus huellas: Mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón.
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hasta el punto de que desfallezco. No sé si los míos son míos. Dudo del querer de los que me quieren tan solo me encuentro que nada me consuela; mi vida es un llanto secreto aunque ponga cara de «que-no-pasa-nada». ¿Dónde estás, Señor? ¿No me ves? ¿No te importo? ¿Te has apartado de mí? ¿Por qué mi manjar son mis lágrimas? ¿Por qué tengo que vivir así? Parece que todo me aplasta y no veo horizonte ni futuro. ¿Te has olvidado de ser bueno conmigo? Me digo: ¡Qué pena! Dios ya no se ocupa de mí; yo ya no le importo; se ha olvidado de mí... ¡Tan poca cosa soy que no estoy ni en el corazón de Dios! ¿Dónde estoy? ¿No hay sitio para mí en ti? Pero recuerdo el ayer. Tú eres un Dios de maravillas. Tú diste la cara por tu pueblo. Tú hiciste lo que nadie hace. Tú pudiste al mar. Tú fuiste más fuerte que el viento y que los nubarrones. Tú pudiste al rayo y a la tormenta y a todo... Tú no eres un cualquiera. ¿Cómo te vas a olvidar de mí? Quizá no te entiendo, Dios, ni entiendo tus caminos, ni sé descubrirte en la angustia. Acepto que tus caminos son grandes. Acepto que tú abres caminos en medio de mi angustia como los abriste en medio del mar. Acepto que tú no eres como los demás dioses. Tus caminos, aunque no los entienda, son caminos de salvación. son caminos de encuentro,
son caminos de verdad. Tú no me has olvidado aunque yo no sepa leer tus letras escritas con reglones torcidos. Cuando me acuerdo de Dios, gimo, y meditando me siento desfallecer. Cuando me acuerdo de Dios me estremezco, y meditando en Él, me quedo sin argumentos humanos. Todo es nuevo, todo es diferente en la lógica de Dios. Tus caminos son santos, Dios. Tus caminos son santos. ¿Qué dios es más grande que tú? ¿Qué son mis planes ante tus planes? Lo que para mí es tiempo perdido es para ti camino de vida, camino hacia la plenitud. ¿Qué dios es más grande que nuestro Dios?
SALMO 80 Difícil alianza de Dios con su pueblo
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Un espacio donde estemos bien. Que todo esté preparado cuando el grupo llega o que éste prepare el local como a él le gusta.
Acogida de las personas • Quiénes somos los que nos reunimos. Qué buscamos. Qué puesto tiene la oración en nuestra vida. Cómo lo vamos a hacer.
Ambientación • No nos hemos convocado. Hemos sentido una llamada interior que viene de lo que Dios hace en lo más íntimo de nosotros. Nos está diciendo que tiene cosas que comunicarnos que sólo se pueden oír en la oración. • Los hechos de la vida que nos son más cercanos.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad, de abrir el corazón al Señor.
Invocación al Espíritu • Dar oportunidad a la petición de ayuda personal. Después, también, a la comunitaria. Sin la ayuda del Señor, nuestros intentos no son nada.
El texto: Salmo 80 Aclamad a Dios, nuestra fuerza; dad vítores al Dios de Jacob: Acompañad, tocad los panderos, las cítaras templadas y las arpas; tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna llena, que es nuestra fiesta. Porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob, una norma establecida por José al salir de Egipto. Oigo un lenguaje desconocido: «retiré sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la espuerta. Clamaste en la aflicción, y te libré, te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto a la fuente de Meribá. Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases Israel! No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor, Dios tuyo, -80-
que saqué del país de Egipto; abre la boca que te la llene». Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios; los que aborrecen al Señor te adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre.
Lectío • Comienza el salmo con una invitación a la fiesta, a la aclamación, a la alegría porque es la luna llena, la luna nueva (cfr. 10,1-10). Es el salmo que los judíos cantaban en la celebración de la fiesta de los tabernáculos en la que Israel vivía una semana en tiendas rememorando los cuarenta años de nomadismo por el desierto. Durante la fiesta, se renovaba la Alianza. La fiesta caía en el plenilunio del mes de Tisrí (septiembre-octubre), inicio del año civil. La fiesta es de institución divina: «Porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob» (Lev 23,39-44). • Una voz hace recordar a la asamblea las maravillas de Dios en pasado: Dios retiró la carga de los hombros de la gente de su pueblo y la espuerta de trabajos forzados de sus las manos. Dios escuchó la aflicción. Dios respondió desde el trueno. Porque Dios hizo tantas obras, se siente con el derecho de tener respuesta del pueblo. Al no tenerla: Dios probó al pueblo. Dios dio un mandato: no tendrás dios extranjero. Lo que Dios hizo por su pueblo no era merecimiento del pueblo, sino alianza de Dios, fidelidad de Dios a su elegido Israel. La fidelidad de Dios con su pueblo es palpable, como es evidente la infidelidad del pueblo: No escuchó mi voz. Doy testimonio contra ti, Israel. No hubo obediencia a Dios. Dios lo abandonó a sus antojos. • Un deseo, una súplica o anhelo de Dios queda patente: Ojalá me escuchase Israel. El deseo de Dios es que su pueblo le preste atención y le obedezca: todo quedaría allanado. La suerte de Israel depende de la escucha y la obediencia a Dios.
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Meditatio • Busca motivos que tienes en tu historia personal o comunitaria de creyente para celebrar fiesta, para aclamar al Señor... • Enumera esos días del calendario personal o comunitario en que tienes motivos para aclamar al Señor, para darle gracias, para bailar al son de trompetas... Porque seguro que tú tienes tus razones de alegría y de alabanza al Señor. • Recuerda ahora lo que Dios ha hecho en tu vida, las hazañas de Dios en tu historia personal o comunitaria: si Dios es Dios salvador, ¿qué «cargas ha retirado de tu vida»? ¿De qué pesos puedes contar que te ha librado? Dios, ¿qué alas te da para caminar en libertad? ¿Qué momentos de alianza especial con Dios recuerdas? • Y ahora escucha a Dios que te echa en cara: tu modo de escucharle..., tus ídolos..., tus infidelidades... y desobediencias, sobre todo las pequeñas, las que se notan poco, las que sólo son detalles... Escucha qué te dice de tus «antojos»... No escuchar a Dios es hacer caso a los propios caprichos. Dios, ahí, no tiene nada que hacer... El abandono peor que Dios pudo hacer a su pueblo es dejarle caer en sus antojos, no corregirle; algo así como cuando vemos las actuaciones de alguien, nos cansamos y decimos: «¡Ahí te quedes! ¡Haz lo que te dé la gana, allá tú! No te vuelvo a decir ni una palabra sobre esto. Ya aprenderás cuando te estrelles. Ya te acordarás de lo que te dije». • También escucha esto: si escuchas a Dios, si le obedeces ¡todo en tu vida puede tener otro aire...!
Oratio • Pide a Dios: — Saber vivir sin olvidar lo mucho que ha hecho y hace por ti... — Saber descubrir la liberación que supone vivir escuchando a Dios... — Saber obedecer y tener fuerza para vivir en obediencia a Dios... — La fuerza para no darte a ídolos ni a dioses falsos... — La fuerza para no vivir colgado de los caprichos, sino de su Palabra, de su querer...; fuerza que Dios te ayude a retirar lo que te pesa sobre los hombros... o a llevarlo entre los dos, que siempre será menos peso...
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Contemplado • Ponte cara a Dios... que Dios ya está cara a ti, esperándote... Haz una foto fija de Dios ayudándote a retirar de tus hombros la carga y de tus manos la espuerta de la esclavitud... ¿Qué haces tú? ¿Qué dificultades pones para que te retire las cargas que te pesan y casi te pueden, pero sigues con ellas...? ¿Quieres de verdad verte libre de la espuerta? • Contempla con paz ese altar de tus ídolos y el altar de Dios... Contempla y deja que el corazón te hable...
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Aclamad a Dios, nuestra fuerza; dad vítores al Dios de Jacob:
Nos convocas a la fiesta, nos convocas a la Pascua, nos convocas a celebrar que eres un Dios de libertad. Detestas la esclavitud. Detestas vernos atados por las incoherencias que cargamos.
Acompañad, tocad los panderos, las cítaras templadas y las arpas; tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna llena, que es nuestra fiesta. Porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob, una norma establecida por José al salir de Egipto. Oigo un lenguaje desconocido: «retiré sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la espuerta. Clamaste en la aflicción, y te libré, te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto a la fuente de Meribá. Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases Israel!
Señor, tu palabra es brisa, tu ley es la libertad. Señor, tu corazón es sensible, siempre atento para escuchar los gritos de aflicción, los gritos de cansancio que desgarran el silencio y suben hasta tu morada. Señor, tú nos conoces bien. Nuestros gritos son como lamentos de niños. Al atardecer gemimos y al alba ya nos olvidamos de todo
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No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor, Dios tuyo, que saqué del país de Egipto; abre la boca que te la llene». Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios; Los que aborrecen al Señor te adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría conflorde harina, te saciaría con miel silvestre.
porque nuestros caprichos nos entretienen. ¡Qué fácilmente nos olvidamos de ti! ¡Qué fácilmente construimos ídolos que a la larga nos pesan y nos esclavizan...! Amamos la esclavitud, aunque gritemos que nos pesa. La elegimos y preferimos. Nos cuesta dejar el fango en el que nos hundimos cada vez más. Si tú no eres nuestro Dios no seremos salvos. Hoy, Señor, no puedo pedir que me escuches. Hoy sólo puedo pedir que sepa escucharte, que tenga fuerzas para escucharte, que me enseñes a obedecerte. Hoy, Señor, confieso que tú eres mi Dios, que no hay otro Dios. Hoy, Señor, confieso que los dioses extranjeros son los dioses de mis caprichos; los dioses que taponan mis oídos para obedecerte. No me castigues, Señor, ni me abandones a mis antojos. ¡Cómo podré ser feliz abandonado a mis caprichos! Señor, tú eres mi Dios.
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SALMO 89 Señor, tú has sido nuestro refugio
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Un espacio donde estemos bien. Que todo esté preparado cuando el grupo llega o que éste prepare el local como a él le gusta.
Acogida de las personas • Quiénes somos los que nos reunimos. Qué buscamos. Qué puesto tiene la oración en nuestra vida. Cómo lo vamos a hacer.
Ambientación • No nos hemos convocado. Hemos sentido una llamada interior que viene de lo que Dios hace en lo más íntimo de nosotros. Nos está diciendo que tiene cosas que comunicarnos que sólo se pueden oír en la oración. • Los hechos de la vida que nos son más cercanos.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad, de abrir el corazón al Señor.
Invocación al Espíritu • Tú has sido, Señor, nuestro refugio... Tú has sido el que ha movido y movilizado corazones, fuerzas, vidas, ilusiones... • Tú has sido el que ha estado presente y ahora estás presente y te quieres hacer presente en nuestros corazones...
El texto: Salmo 89 Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre tú eres Dios. Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. ¡Cómo nos ha consumido tu cólera y nos ha trastornado tu indignación! Pusiste nuestras culpas ante ti, nuestros secretos ante la luz de tu mirada: y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera. y nuestros años se acabaron como un suspiro. -86-
Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan. ¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, quién ha sentido el peso de tu cólera? Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando? Ten compasión de tus siervos; por la mañana sacíanos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas. Que tus siervos vean tu acción y sus hijos tu gloria. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Lectío • La Biblia de Jerusalén da a este salmo el título de Fragilidad del hombre. Es el único salmo atribuido a Moisés, quizá a causa de sus conexiones con Génesis y Deuteronomio 32. El v. 12 recuerda que del conocimiento de la fragilidad humana procede la sabiduría, que es temor o respeto a Dios. El salmista lamenta la brevedad y miseria de la vida y pide a Dios luz para por ella conocer la grandeza divina, ante la cual somos un día que ya pasó: nada. • El salmo es una meditación sobre la vida humana. En estilo bellísimo y pintoresco, con abundancia de metáforas, el salmista canta en la primera parte la grandeza de Dios, Señor del universo, anterior a la formación de los montes, para quien mil años son como un día. Frente a esta grandeza divina, está la pequenez e indigencia del hombre, hecho de la tierra, sin consistencia, y cubierto de pecados, que excitan la ira divina. Por sus faltas, la vida humana transcurre triste y en constante turbación. Pero, aunque esté bajo el golpe del dolor y de una punzante melancolía, el poeta no se deja arrastrar por ella fuera de Dios ni de la confianza en Él...
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Meditatio • La lectura de este salmo nos puede llevar a una reflexión sobre el valor de la vida, sobre la caducidad de todo. • Te puedes imaginar el momento en el que se te dirá: «Retorna, hija(o) de Adán». ¿Cómo te ves en ese momento? ¿Qué te llevas en las manos? • Fíjate cómo pasan los años, qué velocidad decimos que llevan... ¿qué madurez te están dando los años?
Oratio • Reza con estas expresiones: Tú has sido mi refugio desde siempre. Ten compasión de mí. Dame alegría, que mi vida está llena de fatigas y sufrimientos. Que tu bondad me acompañe. • Si sientes el paso del tiempo, si sientes que envejeces o que las arrugas llegan a ti, pide al Señor saber aceptar el paso del tiempo en tu vida. • Reconoce en sinceridad que todo lo que haces en la vida tiene sentido si está realizado desde Dios.
Contemplado • Imagina que eres una planta que Dios ha plantado en el jardín de la vida. Reconoce los cuidados de Dios para que crecieras, para que dieras frutos. Reconoce los frutos que tú, como planta, has dado o estás dando. Pon los frutos de tu vida en manos de Dios y ponte en manos de Dios. Deja que Él te cuide, como cuida un jardinero las flores cada día. Imagina que la planta que tú eres envejece y que cae en manos de Dios jardinero y que Él te trasplanta a su casa para cuidarte allí para siempre...
Despedida Momento de compartir
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III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Desde que fuimos bautizados hasta nuestros días, tú has sido nuestro refugio. ¿Dónde iremos si no vamos a ti? ¿Dónde encontraremos reposo si no reposamos en ti? ¿Dónde encontraremos agua viva si no bebemos en tus palabras?
Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre tú eres Dios. Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. ¡Cómo nos ha consumido tu cólera y nos ha trastornado tu indignación! Pusiste nuestras culpas ante ti, nuestros secretos ante la luz de tu mirada: y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera, y nuestros años se acabaron como un suspiro. Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan. ¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, quién ha sentido el peso de tu cólera? Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando? Ten compasión de tus siervos; por la mañana sacíanos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas. Que tus siervos vean tu acción y sus hijos tu gloria. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Tú estás antes de todo. Tú estás detrás de todo. Antes del principio, tú ya estás. Después del final, tú estarás. Pasa todo. Se acaba todo. Los días son un sueño, un ayer. Lo que parecía consistente se marchita como la hierba de la noche a la mañana... Recordamos obras, afanes, estructuras... Recordamos personas que eran una «institución». Nada es consistente. Nada de nuestras manos dura. Florece por la mañana, por la tarde se seca. Nos pusiste ante ti. Nuestros secretos brillaron ante tu mirada. Lo humano eclipsó a veces lo divino porque no supimos escucharte. Reconocemos la obra de nuestras manos: todo pasa aprisa y vuela, fatiga inútil. Vuélvete, Señor, y míranos: ten compasión de nosotros, quizá confiamos mucho en nosotros mismos. Lo reconocemos. Llénanos de tu misericordia para cantar tu nombre, para proclamar la obra de tus manos, para saltar de alegría y de júbilo,
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para reconocer que fuiste nuestro refugio de generación en generación. Danos alegría por los días de aflicción cuando veíamos que caían tantas obras nuestras, fruto del esfuerzo y del trabajo de muchas hermanos. Danos alegría para reconocer tu acción y cantar tu gloria. Que baje a nosotros tu bondad, Señor, y que tu fuerza haga prósperas las obras de nuestras manos, pues en ti confiamos y a tu Reino queremos servir desde la realidad que somos, desde el futuro que hoy soñamos con esperanza. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Señor, tú serás nuestro refugio de generación en generación.
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SALMO 130 Como un niño en brazos de su madre
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Un espacio donde estemos bien. Que todo esté preparado cuando el grupo llega o que éste prepare el local como a él le gusta.
Acogida de las personas • Quiénes somos los que nos reunimos. Qué buscamos. Qué puesto tiene la oración en nuestra vida. Cómo lo vamos a hacer.
Ambientación • No nos hemos convocado. Hemos sentido una llamada interior que viene de lo que Dios hace en lo más íntimo de nosotros. Nos está diciendo que tiene cosas que comunicamos que sólo se pueden oír en la oración. • Los hechos de la vida que nos son más cercanos.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad, de abrir el corazón al Señor. • Breve ejercicio de relajación y de respiración.
Invocación al Espíritu • Ora en tu corazón pidiendo al Señor fuerza para dejar que todo tu ser se abra a Dios. • Haz un ejercicio de pobreza: siéntete pobre, incapaz de rezar si no te ayuda el Espíritu. • Repite: Que tu Espíritu, Señor, venga en ayuda de mi debilidad. Que tu Espíritu, Señor, susurre en mí gemidos de deseo de ti.
El texto: Salmo 130 Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.
Lectio • Salmo breve, pero inmensamente profundo. El autor de este salmo tiene un gran dominio de sí y mucha experiencia de tratar y educar una parte de la persona que es delicada y difícil: el corazón, los deseos del corazón. El salmo alude al mundo sutil (muchas veces se nos escapa de las manos) de los deseos, donde nos solemos perder...
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• Lo que deseamos es lo que nos moviliza. Perder los deseos o no desear nada es como caer en una depresión: todo da igual. Cuando una persona dice que no le ilusiona nada, que todo es igual, es síntoma de que atraviesa un mal momento. • Los deseos no controlados son los que hacen que digamos que una persona es caprichosa... Caprichoso es el que funciona por lo que le apetece o se le antoja en cada momento. Y uno de los peores castigos de Dios es abandonar al pueblo a sus caprichos: «Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos» (salmo 80). • El creyente que ha compuesto este salmo parece que ha recorrido un largo camino espiritual y humano: — Domina su ambición. — Domina sus ganas de aparentar. — Domina vivir pensando en lo que los demás dicen. — Domina vivir según lo que los demás hacen y piensan de uno. — Domina sus ganas de grandeza, de riqueza. • Este creyente sabe contentarse con su realidad: — Con lo que es. — Con lo que tiene. — Con su historia. — Con sus dotes personales... • La razón de moderarse y acallar los deseos no es un trabajo personal sin más, sino la sabiduría de poner la confianza en Dios. Dios es comparado con una madre que acalla y da seguridad al hijo pequeño. Dios es padre y madre en quien el creyente se confía totalmente y todo se acalla. El niño en brazos de su madre: — Deja que su madre haga... — Confía en que su madre hace por él... • Quien se alimenta de Dios, se abandona a Dios, sin pedirle explicaciones... en Él descansa. Esperar, abandonarse en Dios es la suerte del creyente. Esta actitud de «infancia espiritual» es propuesta por Jesús en el Evangelio al presentar a los pequeños como modelo de abandono en Dios.
Meditatio • Es fácil decir «mi corazón no es ambicioso». Pero las ambiciones pueden ser muy sutiles: todo aquello que nos reservamos y no queremos que otro toque. Hay ambiciones de tener, de dinero, de cosas, de personas, de posesión de los hijos, de -93-
escalar en el trabajo... Mira a ver en tu vida qué hay de «secreta y solapada ambición», qué «cotos reservados» tienes donde no dejas que nadie entre. • Una forma de grandeza es ver con quién te comparas, de quién tienes envidia, qué dependencias tienes de otras personas... Todo aquello que hay en tu vida que te lleva a decir: «Ser como». • La imagen del niño es evocadora. ¿Qué te evoca a ti? Los niños tienen algo que Jesús pone como modelo de relación entre la persona y Dios. ¿Qué parte de niño tienes que Dios, al verte, dice: Da gusto, eres como un niño'?
Oratio • En presencia de Jesús hacer una lista de los deseos más íntimos, los que conoces y te martillean, los que te dan paz o te la quitan; nombrarlos ante Jesús con las dificultades que tienes para acallarlos, moderarlos... Ponlos en su corazón. • A lo mejor te da miedo tocar tus deseos más íntimos... y rezas desde tus miedos... Es otra posibilidad. • En la presencia del Señor, reza: — Señor, hoy, lo que más deseo es... — Señor, hoy, los deseos de mi corazón son... — Señor, hoy, mi corazón está agitado por... — Señor, hoy, sólo deseo llorar, amar, cambiar, ver luz, escucharte, solucionar, calmar, callar, etc. • Acallo y modero mis deseos {repetirlo muchas veces). • Quiero alimentarme, Señor, de ti para acallar mis deseos... • Dame fuerza para tocar y dominar mis deseos más hondos y fuertes, Señor {y sigue una palabra: luz, amor, ver, fuerza...).
Contemplado • Imagina esas escenas en las que tú has tenido a tus hijos en brazos, les has sostenido la cabecita, les has mirado, les ha dicho: «¿Qué te pasa, hijo? Estás con mamá, no llores, no tengas miedo, yo te cuido». O cuando les hacías caricias y bromas... Después de recrear estas escenas, cambia de personaje: tú eres el niño o el bebé en manos del Padre-Madre Dios. Deja que Dios haga contigo...
Despedida -94-
Momento de compartir III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.
Señor, mi corazón... ¡Cuántas cosas brotan en mi corazón! ¡Cuántas tormentas, volcanes y movimientos sísmicos atraviesan mi corazón, Señor! Unas veces, los modero y controlo. Otras, me dominan y controlan...
Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.
No puedo decir hoy todavía que no sea ambicioso, que no pretenda grandezas, que no quiera vivir sobre posibilidades, que no dependa de otros, que no... No puedo decir todavía, Señor, que acallo y modero todo lo que bulle dentro de mi corazón. Es cierto que no lo tengo abandonado, pero tengo que reconocer, Señor, que mi corazón es asignatura pendiente. Señor, déjame soñar en ese día que espero vendrá, en el que mi corazón esté educado y acallado y moderado hasta poder decir: que mi alimento es tu voluntad, que mis deseos son lo que tú desees, que mi sitio es reclinar la cabeza en tu corazón y sentir la paz porque tú eres el Dios en quien me confío. Ayúdame, Señor, a educar mi corazón y modelarlo siguiendo tu corazón.
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SALMO 136 ¡Que se me pegue la lengua al paladar!
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Habitualmente, la gente decora las estancias de acuerdo con lo que en ellas acontece: una es la decoración de la cocina, de la sala de estar, del comedor, de los dormitorios... Así también, la sala de oración tiene que tener su propia decoración en consonancia con el estilo de oración.
Acogida de las personas • Los participantes llegan con sus preocupaciones, tales como «ayer entraron y me robaron en casa»; «acabo de salir del hospital»; «tengo a la hija enferma»... Estas son las cosas que traen a la oración. Es importante escuchar este «mundillo» personal antes de comenzar la oración.
Ambientación • El Señor nos convoca para decirnos algo, aunque no sepamos escuchar porque estamos llenos de ruidos interiores. No valen nuestros esfuerzos, aunque sean necesarios. Por eso nos damos un tiempo de «calentamiento» previo a lo que es la oración en sí misma.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un tiempo de pausa, de respiración, de serenidad, de abrir el corazón al Señor. • Breve ejercicio de relajación y de respiración.
Invocación al Espíritu • Ora en tu corazón pidiendo al Señor fuerza para dejar que todo tu ser se abra a Dios. • Haz un ejercicio de pobreza: siéntete pobre, incapaz de rezar si no te ayuda el Espíritu. • Repite: Que tu Espíritu, Señor, venga en ayuda de mi debilidad. Que tu Espíritu, Señor, susurre en mí gemidos de deseo de ti.
El texto: Salmo 136 Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión». ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha; que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.
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Lectio • Se trata de un salmo orado por prisioneros deportados en Babilonia, fuera de su patria, Palestina. No les era posible peregrinar al Templo de Jerusalén para orar y para cantar salmos. Recuperada la libertad y la tierra de la que fueron arrojados, recuerdan su fe en los momentos del exilio. El salmista comienza con lo que sentían (llorar con nostalgia), lo que hacían (sentarse junto a los canales y colgar las cítaras), lo que los dominadores les decían (cantadnos un canto de Sión). En medio de la nostalgia no les salía el cantar. Por eso cuelgan las cítaras. Junto a los canales de agua viva, recuerdan la sequedad en la que viven. • Quienes les tenían prisioneros, se reían de ellos, se mofaban, les pedían que les divirtieran con sus canciones sagradas. Les pedían un imposible, una profanación: reírse y divertirse ellos con lo sagrado de los creyentes, con sus oraciones y sus cantos... • Los creyentes se niegan a entrar en el juego. Prefieren el silencio. Cualquier cosa que digan les sirve a los opresores para reírse, para burlarse de sus creencias. Por eso callan. Pero no se olvidan de lo sagrado, de su Dios, de su Templo. • Lo que el salmista recalca es que el creyente no se puede olvidar de los lugares sagrados, lo más sagrado de su fe (el Templo, Jerusalén). Hay cosas que no pueden borrarse del corazón, si en el corazón estuvieron como centrales. Lo más sagrado, lo que da identidad (la fe) a un creyente, no puede perderse aunque las circunstancias sean adversas. ¡Que se me pegue la lengua al paladar!, es decir, que no pueda comer ni hablar ni nada si dejo en el olvido la fe de mis padres, la fe de los míos, la fe que me da identidad de creyente... Más aún, que se me pegue la lengua al paladar si la cumbre, la fuente, el origen de mi alegría no es mi Dios; recordar a Dios y los lugares santos es la mayor alegría del creyente, como es alegría para un enamorado o un padre o madre mirar la foto de ia esposa o del esposo o de los hijos, en una palabra: recordar a su familia. • Para el creyente, Dios es fuente de alegría suprema. No otra cosa. Jerusalén, el lugar donde Dios habita, es la cumbre de las alegrías del creyente del salmo. Después, el lugar donde Dios habita, nos dirá Jesús que no es un lugar físico, sino que «adoraréis a Dios en espíritu y en verdad».
Meditatio • Quizá hoy se repiten escenas parecidas. Nos tenemos que callar en determinados ambientes porque la gente se ríe de lo sagrado, de nuestros sentimientos religiosos, de nuestra fe; o nos hieren con frases que duelen en lo íntimo nuestra sensibilidad religiosa... Hoy te puedes encontrar con gente que, por el hecho
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de ser cristiano, ya te «tacha de atrasado»: crees en «-algo» que pertenece al pasado, pero que no va en la sociedad moderna. Para alguno, esa situación le puede llevar a dudar de su fe y de su Dios o a «entrar en el juego» de los que se ríen de lo sagrado, que nos da consistencia como creyentes... A otros les puede sumir en el silencio porque no tienen ni formación ni razones suficientes para defender su fe. Por dentro algunos se dicen: «Tengo que callar, pero me gustaría poder defenderme». Y se albergan en el silencio, que no es dar razón al otro, sino reconocimiento de la falta de razones personales o de formación. No sé si estas cosas las has vivido en propia carne. • Como creyente, quizá anhelas momentos de otra Iglesia, otra comunidad, otra forma de poder manifestar, vivir y celebrar tu fe... Como creyente, mira a ver qué es lo que es fuente de tu alegría o cómo Dios es fuente de vitalidad en tu vida... Te puedes comparar con el creyente del salmo que pone a Dios en la cumbre de sus alegrías a pesar de la situación que vive. ¿Es Dios fuente de alegría o te deja indiferente, frío? ¿Qué te da alegría? • Reconstruye escenas de la vida en las que descubras un paralelismo con el creyente deportado del salmo. A lo mejor, en esta tierra que ayer era «tierra de cristiandad», hoy te sientes como extraño.
Oratio • Pide a Dios: — Fuerzas para los momentos en los que te sientes acosado como creyente. — Creatividad para afrontar las dificultades de los ataques. — Palabras o gestos posibles en esos momentos. • Reza por los que se mofan de Dios, de los creyentes...; reza por los que optan por vivir sin Dios o atacando a Dios. Recita lentamente sus nombres con la certeza de que también son hijos de Dios... • Con humildad: — Pide que no te separe nada de Dios. — Pide que no se te caiga ni de la mente, ni de la boca, ni del corazón el nombre de Dios. — Pide que tu alegría tenga a Dios como fuente y como cumbre: que nada te proporcione más alegría que Dios...
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Contemplado • Haz una foto fija de Dios en la que esté contemplándote rezar: «Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, Señor». • Sitúate en un lugar querido y familiar rezando, recordando las maravillas de Dios... Gusta, «re-gusta» tu nostalgia, tus ganas de ser más de Dios y de que Dios ocupe más espacio en todo lo tuyo: tu vida, tu respiración, tus palabras, tus risas, tus quehaceres...
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Salmo
Adaptación
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras.
Señor, en tantos momentos me acuerdo de ti y me tengo que morder la lengua porque hablar de ti no está de moda y sirve para que algunos se mofen de todo lo más santo...
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión». ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha;
Me duele en el alma palpar que lo que para mí es un tesoro para muchos es motivo de mofa. Y me callo y espero otros tiempos y en silencio te nombro.
que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.
Señor, que me quede sin nada, que me quede sin habla, que me quede sin vida pero que no me quede sin ti. Tú eres el centro de mi vida y nada tiene valor si tú no eres mi Señor.
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MATEO
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MATEO 1,18-24 El nacimiento de Jesucristo
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • El lugar de oración tiene que ser un lugar de acogida. Es la primera palabra que se pronuncia como disposición para que el grupo entre en otro modo de relación y comunicación más profunda.
Acogido de personas • Si hay personas nuevas, cuidar la acogida. Breve explicación de lo que hacemos. • Un estilo de oración que parte de la Palabra de Dios y se centra en escucharla y rezarla. A veces la Palabra de Dios sólo la escuchamos. Aquí hacemos el doble ejercicio de escucharla y de orarla. Puede hacerse difícil, al principio, pero no lo es. Basta dejarse guiar.
Ambientación • Hacemos oración en el corazón del Adviento, en los días especiales de preparación para la Navidad.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación de la oración • Un poco de relajación. (Música.)
Invocación al Espíritu Personal • Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal ante el Señor y sus ganas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesidad de Dios... o su desierto y aridez espiritual o su olvido de Dios... Pero la realidad es que venimos, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro» de Dios. Comunitaria • Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos. — Ven, Espíritu de Jesús. — Enséñanos a orar... — Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...
El texto: Mateo 1,18-24 El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa '"Dios-con-nosotros"». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer. -106-
Lectio • El texto es una narración: el nacimiento de Jesús según lo ve Mateo. No hay diálogo entre los protagonistas. A José se le dicen cosas, pero él no responde. Es de pocas palabras, pero es de hechos. José es un interlocutor «oyente», «silencioso», «acogedor». • Sólo nos describen el nacimiento de Jesús dos evangelistas: Lucas y Mateo. Marcos y Juan lo omiten. Las versiones de Lucas y de Mateo son diferentes. Lucas pone a María en el centro. Mateo, a José. Describe su genealogía y así une a Jesús con toda la tradición del Antiguo Testamento y termina: «Jacob engendró a José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Mesías». Quien engendra a Jesús es Dios mismo por obra del Espíritu Santo. No engendramos nosotros a Dios. Dios nace en nosotros. Dios mismo se planta en nosotros. Dios mismo acampa en nosotros. • En la descripción, el primer párrafo plantea el hecho: La madre de Jesús está desposada con José y, antes de vivir juntos, éste se da cuenta de que está embarazada. José se queda perplejo. De entrada se nos adelanta que lo que pasa en María es obra de Dios, pero José desconoce la obra de Dios en María. No conocer la obra de Dios en su prometida, le lleva a tomar sus determinaciones. No sospechar la presencia de Dios en el otro hace que José se comporte de una manera justa, pero no divina. Cuando descubra la obra de Dios, cambiará su plan de acción. Hay en María algo desconcertante para José. Lo de Dios siempre nos desconcierta un poco o un mucho. • Este Dios que viene, lo hace rompiendo moldes, descolocando a las personas. Lo de Dios no puede acomodarse a nuestra lógica. • José es justo, es bueno, pero no es tonto. No lo es porque se da cuenta de las cosas, las ve, las reflexiona y, ante ellas, toma iniciativa personal: quiere abandonar a su desposada. Lo planea de manera civilizada, sin herir, en secreto, sin comentarios verduleros. José es un hombre de categoría. • En un segundo momento se nos describe la explicación que Dios da a José. En su lucha interna de no entender lo que está pasando, cuando tiene ya hecho su plan (abandonar a María en secreto), Dios se hace presente. Dios se presenta en su vida para que abandone su plan de separación. Dios le rompe el plan. El justo, el que se ajusta a Dios, tiene que estar dispuesto a que Dios le rompa planes... Se le dice: no tengas reparo, no desconfíes de tu mujer, no la dejes. Ella no es culpable de nada. Todo lo que está pasando en su entraña, le sobrepasa a ella tanto como a ti. No entiende ella más la situación que lo que tú la puedas entender... Ella se ha fiado de Dios y ha dejado que Dios obre en ella. A ti se te pide lo mismo. No se le explica cómo ha sido; sólo se le dice que es «cosa de Dios». Y las cosas de Dios no se discuten, ni se intenta ver su lógica. Las cosas de Dios son para obedecer y basta. -107-
• La narración alude, a continuación, a que lo que está pasando no es tan desconcertante como parece; estaba ya profetizado. No es una cosa que no estuviera «prevista» por los profetas. Ellos habían dicho: «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, Dios-con-nosotros». Dios es imprevisible, pero todo está profetizado, obra «según las Escrituras». Mirando hacia atrás, hacia otros creyentes, poniéndonos delante de la Escritura Santa, entendemos lo que Dios hace con nosotros. Lo de Dios no lo entendemos por nuestras propias fuerzas ni lógica. Dios no juega con las personas. Eso no es el estilo de Dios. Para alejar estas tentaciones que nos llevan a decir: «Dios está jugando conmigo o se está ensañando conmigo» (que se oye a veces), hay que recurrir a los profetas, a la Biblia, al estilo de hacer de Dios en la historia. Dios es verdad que nos rompe los planes, pero pidiendo permiso y aceptando que consintamos. Si no fuese así, los creyentes seríamos inhumanos. El creyente es el que se deja romper planes, como José, como María, a sabiendas, consintiendo, dejando a Dios ser Dios en nosotros. El creyente es «sitio de Dios», sitio donde Dios se encarna, acampa, se hace visible. • El final de la narración es contar lo que hace José, el bendito de Dios: obedecer a Dios sin rechistar. Ni pregunta ni pone objeciones. Obedece. • Obedecer a Dios suponía salvar las apariencias de María a costa de una renuncia: apadrinar a un hijo que él no había engendrado. Cuando Dios llega, algo de la vida cambia: Dios llega cambiando las vidas. La venida de Jesús no es una venida sin consecuencias para el creyente. • ¡Increíble! Todo el proyecto de Dios para estar con nosotros y de acampar a nuestro lado pasa por la fe de un hombre y una mujer. Estas dos personas son el resto de Israel: los fieles a Yahvé. Han tenido que pasar muchos años desde Abrahán para encontrar a un hombre y a una mujer que digan sí a Dios más allá de toda lógica. La primera Navidad fue posible porque Dios quiso encarnarse y porque encontró a un hombre y una mujer que le dejaron ser Dios con ellos, en sus vidas. Dios sigue naciendo en esta Navidad en la medida que haya hombres y mujeres que se dejen llevar por Dios y que dejen que Dios les cambie los planes...
Meditatio
• Leemos la Palabra para aplicarla a nuestra vida, para meditarla, para confrontarla con nuestra vida o nuestra vida con la Palabra. Nos preguntamos: ¿cómo ilumina mi vida este texto? Tú puedes hacer tu camino personal de meditación desde lo escuchado y desde la lectio. Si no ves camino, aquí tienes unas pistas. No son para «meditarlas todas», sino para escoger la que más te interese en este momento vital. • José es presentado como justo, como bueno, como quien se «ajusta» a lo de Dios y lo hace sin «rechistar»... Hay creyentes en la Biblia (algunos profetas) -108-
que se encaran con Dios y protestan aunque, al final, acaban obedeciendo. José es «un bendito». No es tonto, se da cuenta de todo, pero obedece por encima de todo, «como un bendito de Dios»... Es lo que hace grande a José. A lo mejor tienes aquí un filón de meditación, ¿cómo dialogas con Dios, cómo obedeces a Dios, cómo te comportas con Dios...? Dios no quiere entrar en nuestra vida engañándonos. A veces los que nos engañamos, los que no queremos ver la realidad o la disculpamos y después nos arrepentimos, somos nosotros... Piensa en tus hijos: mil veces les dices las cosas y no quieren ver... Parece que nos tenemos que equivocar para aprender... Mira a ver si te das cuenta de verdad de lo que Dios te pide, y si el darte cuenta te lleva a decir sí o a decir no a Dios. ¿Qué te reservas? ¿Qué te cuesta dar a Dios? • Mira a ver tu modo de tomar decisiones. José toma «por su cuenta una decisión, que no es mala; es muy lógica». Pero cuando Dios se hace presente, cuando pone su decisión ante la mirada de Dios, todo cambia. También lo más lógico cede ante la propuesta de Dios. Dios nos propone otra lógica. Dios no nos dice que no seamos lógicos, sino que estemos dispuestos a romper nuestra lógica para asumir la suya. Quizá puedes poner delante de Dios «cosas que te pasan por la cabeza desde tu lógica». Quizá estás viendo ahora «cosas» que no te encajan o que te desencajan, no las entiendes y te llevan a tomar decisiones... ¿Cuáles son esas cosas? ¿Qué planes o proyectos actuales estarías dispuesta a romper si Dios te lo pidiera, si los pusieras delante de Dios? ¿Cuáles no? • Examina en tu historia de creyente la manera que Dios ha tenido de «explicarte cosas» o la manera de «enterarte tú de que Dios te pedía algo». Dios te puede dar «explicaciones» y «luces» por medio de otras personas, por medio del silencio, de la oración... • ¿A qué estás dando vueltas ahora en esta etapa de tu vida? ¿Qué opciones estás tomando o tienes que tomar? ¿Cómo está Dios presente en ellas? Mira a ver si puedes unir con otros momentos de tu historia personal cosas que ahora te pasan... Que no puedas hacerlo, no quiere decir que no guarden relación... Quizá tienes que esperar un poco todavía para verla.
Oratio • La meditación te lleva de la mano enseguida a una oración: — Pide ayuda a Dios para entender su plan, a pesar de la lógica de tu cabeza... Preséntale lo que no entiendes... — Pídele que se haga presente en tu vida antes de tomar alguna opción para que no te tengas que arrepentir... — Presenta a Dios las decisiones que tienes que tomar y que te cuesta afrontarlas. -109-
Contemplatio • Tómate un tiempo de contemplación: Imagina cómo miraría Dios a José en esos momentos en los que él daba vueltas en su cabeza buscando cómo comportarse ante la realidad que sus ojos veían... Cuando entres en los sentimientos de Dios hacia José, ponte tú en lugar de José. Siéntete mirado por Dios en medio de tus perplejidades... Siente la mirada de Dios sobre ti... Déjate envolver, abrazar, acariciar... por la mirada de Dios, por los brazos de Dios... Deja que pase algo en tu corazón... • Contémplate en una escena en la que Dios te quiere decir algo, como a José en sueños. Manten la imagen detenidamente. Deja que la imagen contemplada se haga palabra viva en ti, en tus adentros... • Siéntete sitio o lugar donde Dios quiere estar.
Despedida Momento de compartir • Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el mejor momento del itinerario de oración propuesta donde más vibró tu corazón por lo que sea: alegría, miedo, acción de gracias... • Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueado: cuándo, por qué... • Comparte la obra de Dios en ti para edificación de todo el grupo. No tenemos nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros a decir: Padre.
III. MATERIALES Gesto • Meter en una cascara de nuez (media) un papelito con la frase: SOY SITIO-LUGAR DE DIOS. • Se entrega a cada participante la media nuez, como recuerdo y como «adorno» de Navidad.
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MATEO 11,25-30 Has escondido estas cosas a los sabios
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar la decoración de la capilla, sobre todo el cirio, el agua, las flores y un icono del Resucitado.
Acogida de las personas • Si hay personas nuevas, cuidar la acogida. Si las personas habituales han avisado de que no pueden venir, comunicarlo al grupo. Este pequeño dato proporciona tranquilidad y, quizá, motivo de rezar por los ausentes. Además, es un ejemplo del aprecio que se tiene al grupo de oración.
Ambientación • Estamos a pocos días de la celebración de la solemnidad de la Ascensión, aunque se traslada al domingo. En este contexto hay que situar el evangelio que hoy nos sirve para orar.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de relajación. (Música)
Invocación al Espíritu Personal • Soy templo del Espíritu. Estoy habitado por el Espíritu. E! Espíritu quiere rezar en mí. Sin él no podemos decir ni la palabra Jesús. Me hago consciente de esta realidad y pido al Espíritu fuerza y le dejo que ore en mí. Me dispongo para dejar toda otra tarea y estar dispuesto a que rece en mí, a que me hable del Padre. Comunitaria • Donde dos o tres están reunidos en su nombre, allí está la presencia de Jesús. Aquí, entre nosotros, reunidos en el nombre del Señor, le hacemos presente y desde el fondo del alma gritamos: — Enséñanos a orar...
El texto: Mateo 11,25-30 En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Lectio • El pasaje es una corazonada de Jesús en la que se siente, por una parte, Hijo, y, por otra, descanso y alivio de los cansados. -112-
• Se siente Hijo. Para entender esta exclamación de Jesús a lo mejor tenemos que pensar en esos momentos de nuestra vida en que nos vemos con alguien que nos llega al alma y exclamamos: ¡Qué alegría conocerte! ¡Qué alegría volverte a ver después de tanto tiempo! ¡Eres lo mejor que me ha podido pasar! O cuando un hijo siente la necesidad de decir: ¡Qué suerte he tenido con estos padres! ¡Estoy orgulloso de mis padres! ¡Cuánto te quiero mamá! Así vemos a Jesús gritar: ¡Te alabo, Padre! Es decir, estoy orgulloso de que seas mi papá, mi padre querido. Lo más importante es que Jesús da nombre a Dios. El nombre de Dios es Padre. Ésta es la gran revelación. Se siente hijo y a Dios le llama Padre. Es una explosión de filiación. Se han roto, se han borrado todos los nombres de Dios anteriores. Desde ahora en adelante, dirigirse a Dios es dirigirse a un Padre. Tener Dios es tener Padre. • El motivo de la exclamación consiste en reconocer cómo actúa su Padre en los sencillos. El modo de actuar de su Padre le encanta a Jesús. Está orgulloso de su Padre porque oculta las cosas grandes a los grandes y se las revela a los pequeños. Jesús presume de un Padre que tiene debilidad por los pequeños, por los que no cuentan, por los que no son más que nadie, por los que no presumen de nada. Dios actúa en los pequeños, en lo pequeño, en los sencillos. Dios está inclinado hacia los pequeños. Éstos tienen una sensibilidad que los grandes y poderosos no entienden. El saber de Dios ya no está reservado a los sabios, a los grandes, a los ¡lustrados y doctos. Hay saberes sobre Dios en que los sencillos dan lecciones a los letrados. El saber de Dios es patrimonio de los sencillos. Los sencillos pueden saber de Dios más que nadie. Éste es el querer de Dios Padre y esta forma de ser del Padre a Jesús le hace saltar de júbilo, le encanta. • Jesús, además de revelarnos que tiene intimidad con Dios, tanta que le llama Padre, nos revela algo de sí mismo: que él es pequeño, que a él mismo se le está manifestando. Y todavía será más pequeño, más siervo cuando lave los pies, cuando se deje matar... Nos revela que el Padre le ha entregado todas las cosas y se las ha puesto en sus manos por hacerse pequeño. Nos revela que el que conoce de verdad al Hijo es el Padre y el que quiera conocer al Padre tiene que pasar por el Hijo. No hay hilo directo con el Padre. El camino hacia el Padre pasa obligatoriamente por el Hijo. Este Hijo dirá más adelante que él es el Camino, la Verdad y la Vida. • Se revela como alivio y apoyo. Jesús invita con un imperativo a los cansados, a los agobiados (a los empobrecidos por el peso de la vida) a venir a él. Jesús se revela como descanso. El descanso que propone está unido a una imagen de sujeción: el yugo. El yugo es un instrumento al que se uncían o ataban los animales para que tiraran del carro, de la carga. Parece contradictorio que un yugo sea instrumento de descanso. El yugo que descansa es el de la fidelidad y unidad con Jesús. Nada es peso o pesado si es llevado con amor. El amor es descanso. La imposición o la norma por la norma es cansancio. La fidelidad de - 113-
la persona con Jesús es una fidelidad con quien es paciente y de corazón humilde. La fidelidad que él tiene con el Padre le proporciona descanso y ese mismo descanso promete a los que, unidos a él, se sientan cansados. El descanso que es para él el Padre, es el descanso que promete a los demás.
Meditatío • Trae a tu memoria momentos de tu vida creyente en los que te haya pasado algo similar a lo que el evangelista nos describe de Jesús: sentir a Dios muy adentro y saltar de alegría porque Dios es Padre, porque Dios es una realidad en tu vida. Quizá no son muchos momentos, o sí, pero son momentos muy significativos y dejan huella imborrable. Decir o haber dicho; ¡Da gusto contigo, Dios! ¡Te alabo, te bendigo por ser como eres!, es una experiencia imborrable. • Da la impresión de que lo que a Jesús le hace saltar de alegría y reconocer a Dios como Padre es ver las obras que realiza en otros. Algo así como si el reconocimiento o el conocimiento de Dios estuviera muy íntimamente unido a lo que contemplamos que Dios hace en otros, a la acción de Dios en las personas que conocemos, especialmente en los sencillos. Reconocemos a Dios no sólo en lo que hace en nosotros, sino en lo que hace en los que están a nuestro lado. Los otros, especialmente los sencillos, se convierten en lugar de revelación de Dios. Quizá tienes casos de gente muy sencilla que sabe (= palpa) mucho de Dios, conoce y trata muy familiarmente con Dios y esto nos «descoloca» y nos hace abrir los ojos, gritar sus maravillas, su forma de ser. Quizá tus hijos son lugar de revelación de Dios o la gente sencilla con la que te encuentras... Tratar, buscar, acercarse a los sencillos es ponernos en ocasión de «contemplar las maravillas de Dios», de descubrir mejor a Dios. • Puedes meditar cuál es tu relación con Dios y ver si realmente es Padre, o es una idea, o unos saberes... Cuando te diriges a Dios, ¿es para ti Padre o qué es? ¿Tu trato es de hijo o de un lejano? No vale no sentirse hijo por ser pecador. Se es hijo siempre, seas como seas... Ser hijo es una identidad que no se borra con nada, ni con la distancia ni con la lejanía del pecado. Basta que recuerdes que el hijo pequeño de la parábola que se marcha de casa y se lo pasa bomba... no pierde la identidad de hijo y la posibilidad de relacionarse con su Padre de nuevo. Más bien, esta identidad intocable e imborrable es la que le hace volver a la casa del Padre. • Entretente en gustar, en sentir a Jesús como tu descanso, tu apoyo, tu «paño de lágrimas» en los momentos duros de la vida... Lo duro de la vida no lo podemos llevar solos. Jesús se nos brinda para ser alivio, apoyo, descanso, solaz... Basta confiar en Él, ser fieles... Es culpa nuestra llevar lo duro de la vida en solitario cuando tenemos uno que se ofrece para que todo sea más llevade-114-
ro... La relación, la amistad, la intimidad hacen que los problemas sean más soportables... Esto es algo más que pedir a Jesús ayuda... Esto es una manera de vivir la relación con Dios confiadamente como cuando vas por la vida del brazo de alguien que te «sostiene» y te ayuda a caminar o en quien descansas. • Mira a ver si eres «pequeña» ante Dios o si «te las apañas tú en todo» de manera que no le necesitas... Y, como no le necesitas, pues él se queda al margen, esperando que «sientas necesidad de Dios».
Oratio • Este momento de la oración, en continuidad con los que has leído y meditado, lo puedes centrar en una oración: — De alabanza, es decir, en una oración de agradecido reconocimiento de cómo es Dios, cómo se comporta, cómo obra... Que Dios sea como Jesús nos revela que es, nos da motivos para entonar una alabanza... O quizá te tengas que conformar con orar: Señor, mis ojos no saben ver tus maravillas, tu acción en los sencillos. — De gratitud, en la que das gracias por lo que Dios es para ti, por lo que hace y quiere hacer en ti y por ti... — De petición, para que te puedas trabajar y hacer sencilla, pobre, necesitada de Él, y descansar en Él más que en ti, que en los tuyos, que en lo que tienes... — De confianza, esto es, deposita en Él con toda confianza tus «pesos», llévalos con Él, siente que Él es tu descanso; Jesús parece que se hace «el mozo que me ayuda a llevar las maletas de la vida», «los fardos de la vida»... Pídele que los cargue en sus espaldas y que te descargue de algo... Quizá tienes que confesar que no sabes confiar en Dios de verdad y que no le sientes como compañero de camino en el que cada día te apoyas, sobre todo poniendo en sus manos lo pesado de tu vida; y vas tú con todo, sin poder, roto, casi sin fuerzas.
Contemplado • Elige un lugar (tu casa, tu trabajo, un camino imaginario, un bonito paisaje) y contémplate caminado con Jesús, los dos abrazados con los brazos sobre los hombros... Hacéis un paseo silencioso visitando los lugares donde está «el peso» de tu vida o las personas «que te pesan», etc. O quizá estáis abrazados en un parque o en el salón de tu casa porque reconoces que el «peso» que llevas no está fuera de ti, sino dentro de ti, en tu hogar. No explicas nada. No ha-
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blas nada. Le llevas, en silencio, a visitar «los pesos de tu vida». Y le dejas que se detenga, que los examine, que los haga suyos..., que reaccione ante lo que ve porque tú se lo muestras. Tú sientes su compañía, nada más. No vas de «guía turístico», sino de guía de tus «pesos de la vida». Haces este ejercicio para ver si durante el camino eres capaz de sentir el descanso que proporciona la compañía de Jesús, el descanso que da el apoyarse en Jesús... Deja que en el hondón de corazón brote palabra simplemente de este caminar así abrazada a Jesús. Lo demás no importa.
Despedida Momento de compartir III. MATERIALES Gesto • Andar por la sala de dos en dos bien cogidos, apoyados en el otro.
Textos Me pesa la vida Me pesa la vida. Me duele la vida... pero no tengo fuerzas, Señor, para confiar mi vida y depositarla toda entera en ti. Siento que no puedo descansar en ti porque no tengo fuerzas para cambiar. Sólo descanso en mí. Sólo camino con mis fuerzas y ¡ya no tengo fuerzas! Sobre todo, Señor, no tengo fuerzas para cambiar.
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Y voy por la vida cargado, cansado, agobiado. Señor, me pesa la vida porque me resisto a cambiarla. Este es mi peso. Este es mi dolor. Venid a mí los cansados Si quieres: Yo seré tu descanso, Yo seré tu apoyo, Yo seré tu compañero, Yo seré tu alivio, Yo seré tu alegría, Yo seré tu confidente, Yo seré tu confianza, Yo seré tu camino, Yo seré tu maestro, Yo seré quien te revele el corazón grande de mi Padre. Si quieres: ven a mí y encontrarás descanso; ven a mí y tendrás paz; ven a mí y no sentirás soledad; ven a mí y tu vida será más llevadera; ven a mí, confía en mí, aprende de mí que soy paciente y de corazón tierno.
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MATEO 20,17-28 No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber mi cáliz?
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar el orden en la capilla, la belleza natural y el ornato sencillo.
Acogida de las personas • Acogida a la entrada. Ver si hay nuevos miembros. Atenderlos sobre todo si no saben cómo funciona el grupo de oración: un estilo de oración que parte de la Palabra de Dios y se centra en escucharla y rezarla. A veces la Palabra de Dios sólo la escuchamos. Aquí hacemos el doble ejercicio de escucha y de orar la Palabra.
Ambientación • Hacemos oración en el corazón del Adviento, en los días especiales de preparación para la Navidad.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación de la oración • Un poco de relajación. {Música.)
Invocación al Espíritu Personal • Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ganas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesidad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la realidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro» de Dios. Comunitaria • Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos. — Ven, Espíritu de Jesús. — Enséñanos a orar... — Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...
El texto: Mateo 20,17-28 En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará». Entonces se le acercó la madre de los Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Lo somos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra -120-
los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos».
Lectío • El texto es una narración en la que Jesús hace el anuncio de lo que le va a pasar en Jerusalén. Este anuncio, a diferencia de otros, se reserva a los Doce y se hace «subiendo» a Jerusalén, en el camino de la vida. El episodio nos puede recordar esos momentos en los que nosotros mismos nos sorprendemos hablando de lo «que nos va a pasar», de lo que «nos puede pasar». «¡A ver lo que pasa!», es una expresión que entendemos bien. Jesús adelanta «lo que le va a pasar». Jesús anuncia sólo lo que le va a acontecer a Él, no a ellos. Jesús predice a los más íntimos su pasión y muerte. Hay cosas que no son para todos porque «no las entenderían». Los íntimos, en principio, son los que mejor podrían entender todo lo que se refiere a él. Para eso están conviviendo con él. • El evangelista introduce inmediatamente, como formando una unidad, otro acontecimiento: protagonizado por la madre de dos de sus íntimos, a la vista de los demás discípulos. No se dice cómo está allí presente la madre de los Zebedeo, Juan y Santiago. Simplemente se narra el hecho y la respuesta de Jesús. • Mientras Jesús les habla de su pasión y su muerte, la madre de los Zebedeo se aproxima a Jesús para «mirar» por el futuro de sus hijos. Como una «buena madre», pide para sus hijos un puesto de honor en el «Reino de Jesús». Jesús anuncia su muerte, ella piensa en el triunfo de sus hijos: «Que estén sentados a tu derecha y a tu izquierda». No puede escuchar lo de Jesús, porque «le importan sus hijos», «está muy ocupada con el porvenir de sus hijos». Ocupada con sus hijos, Jesús es inaudible...Todo lo mejor para sus hijos. Los demás, que se las apañen... Esta exclusividad es la que indigna a los otros diez, mostrando así, que los Doce elegidos para la confidencia de Jesús están pensando lo mismo: asegurarse el aquí con un «buen puesto». Jesús les confía el secreto de su destino y ellos están mirando cómo asegurarse un destino de prestigio junto a Jesús sin entender el dolor y el sufrimiento que le espera. La forma estructural que el evangelista emplea al poner en contraposición la postura de Jesús y la de los Doce, encabezados por la madre y los hijos de Zebedeo, da un relieve especial a lo que Jesús vive y a lo que los suyos, los íntimos, desean vivir secretamente en su corazón. Hay seguimientos de Jesús que no se aprenden ni siquiera siendo compañeros de camino de Jesús. No es fácil entender la vida cristiana que siempre tiene cruz. -121 -
• Quizá no se trata de mala voluntad por parte de los discípulos, sino de dificultad de entender la propuesta y la vida de Jesús. De hecho, Jesús no responde a la madre, sino a los hijos: «No sabéis lo que pedís». La madre, por lo que se ve, está hablando por ellos, verbalizando lo que ellos no se atreven a decirle. Jesús olvida a la madre que habla por sus hijos y busca la palabra personal de Juan y Santiago. El que quiera algo, que se atreva a hablar personalmente con Jesús, que se lo diga «a la cara». A ellos les interroga directamente: «¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber?». Los dos discípulos contestan que pueden. Y eso que afirman poder beber, sí que se les promete y se les concede. Jesús sólo asegura que la suerte que Él corra la correrán ellos porque se sienten dispuestos a correrla (¡no porque se les imponga!), pero se desmarca de prometer sitios de honor. Con Jesús no es pensable hablar en categorías de honor, sino de disponibilidad para la entrega de la propia vida. Nadie decide por nadie lo que quiere hacer con su vida y está dispuesto a hacer. Con Jesús sólo se puede hablar de compartir y de entregar la propia vida. Los honores los da el Padre, y no precisamente aquí en la tierra. Queda claro: No se está al lado de Jesús para medrar, para tener puestos, sino para cargar con la cruz. Seguir a Jesús no es seguir a un líder político que te promete puestos... Es seguir al Hijo de Dios que se entrega hasta la muerte. • Después de haber respondido es cuando el evangelista coloca el malestar, la indignación de los otros íntimos contra la familia Zebedeo por querer acaparar los puestos de privilegio, por querer «salir en la foto» junto a Jesús, escoltando su derecha y su izquierda. Es entonces cuando Jesús aprovecha para indicar cómo tienen que ser las relaciones entre sus seguidores y el sentido de la autoridad en la Iglesia y en el Reino que anuncia. • Nada de Jesús es comparable con el funcionamiento de los poderes de la tierra, con las esclavitudes que los poderosos imponen a los pequeños, con la explotación del sencillo, con la autoridad por la autoridad. Nos queda mucho por aprender lo que es la autoridad en la comunidad: servicio, y no servirse de ella. Jesús inaugura otro modo de relaciones: hacerse pequeño, servir, hacerse esclavo de los otros. Y engancha con el anuncio primero hecho: el de su pasión y entrega. Este es el modelo de autoridad: dar la vida, entregarse, no ser servido, sino servir a todos.
Meditatio • Leemos la Palabra para aplicarla a nuestra vida, para meditarla, para confrontarla con nuestra vida o nuestra vida con la Palabra. Nos preguntamos: ¿cómo ilumina mi vida este texto?
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• Una señal de intimidad, de predilección de Jesús con los suyos es que nos comente lo duro de su vida y de nuestra vida, la cruz que debemos soportar. Entender el dolor y el sufrimiento es de íntimos. Jesús busca a los íntimos para hablarles de lo duro. Ser capaces de descubrir la propia cruz y las cruces que otros llevan es señal de predilección, de elección de Dios para escuchar lo duro, lo que nadie quiere oír. La capacidad para no asustarnos de la cruz es señal de estar en la onda de Jesús... Te puedes preguntar cómo reaccionas ante la cruz, lo duro de la vida, lo que no elegirías pero te ha tocado en el «lote de tu vida». Jesús no toma la cruz porque la elige, se la ponen encima y la acepta y la lleva. En el cristianismo no elegimos la cruz por «deporte» o por «necesidad» o para «machacarnos» alegremente. No. Elegimos a Dios, fidelidad a Dios y a los hermanos, y esto acarrea «el peso de la cruz». No hay fidelidad sin entrega de la vida. Las cruces somos y las hacemos las personas para otros y se las cargamos. No elegimos la cruz por sistema, por gusto, por principio... Lo que aceptamos es cargar con la cruz de cada día, la que está oculta en la vida ordinaria, y esto lo hacemos fiados del Padre. • Mientras Jesús está anunciando lo central de su vida, los suyos, los elegidos, los íntimos están «a lo de ellos mismos». Sólo piensan en sí mismos. Hay un abismo entre lo que vive Jesús y lo que viven y anhelan los «íntimos». Hay intimidades aparentes, sólo son presencia física, pero que no conectan con lo más íntimo de las personas... Quizá tienes experiencia de vivir situaciones de intimidad, de estar juntos, sin sintonía en lo más profundo de lo que anhelas, de lo que vives, de lo que deseas... Entrar en sintonía con lo más profundo del otro exige tiempo y que el otro nos «aguante», nos diga, nos repita las cosas... Quizá Jesús, en esta etapa de tu vida, te está pidiendo algo, te está comunicando algo y tú estás «a lo tuyo»... ¿Qué abismo te separa de lo que Jesús te comunica y lo que tú estás viviendo, de lo que tú estás esperando? • Sitúate en la postura de la madre de los Zebedeo y mira a ver si te ocurre algo como lo que ella protagonizó: hablar por los suyos sin entender a Jesús; escuchar los anhelos de los hijos y no escuchar las confidencias y los anhelos de Jesús. Aprende hoy la lección de Jesús: escucha, sí, a la madre, pero inmediatamente la deja en un segundo plano... Al final, nadie habla por nadie a Dios. Ante Dios sólo vale la palabra personal. • Qué estás dispuesta a responder a Jesús ante la pregunta: «¿Puedes beber el cáliz que yo voy a beber?». Haz una lista de «cosas» que presentarías a Jesús con esta introducción: «Por favor, Señor, que esto no me suceda, que esto no me pase...».
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• En tu hogar, en tu «mundo», donde realizas la vida ordinaria: ¿cómo eres servidora, esclava = cómo entregas la vida? ¿Cómo llevas el ocupar los últimos puestos? ¿Cómo disciernes cada día el servir a los demás? A lo mejor hay «servicios» que no debemos realizar porque no dejan madurar a otros, ni les ayuda a crecer ni a tomar en sus manos la propia vida... El servicio no es infantilizar a otros... El servicio es echar una mano donde la mano del otro no llega. • Entra en el secreto de tus anhelos... y ponlos en la presencia de Jesús con toda sencillez...
Oratio • Lo que hemos meditado lo hacemos ahora oración: — Pídele perdón por no saberle escuchar o por pedirle para ti o para los tuyos cosas que «no le van a Jesús», que no van con su estilo de entrega... — Pídele perdón por las cosas que Jesús te dice: «Hija, no sabes lo que pides...». — Pídele a Jesús «sabiduría» de corazón para entender sus confidencias, para estar a su lado no sólo físicamente, sino con oído atento para saberle entender... — Habíale de tus fuerzas actuales para «beber el cáliz» que él bebió... para «tirar con lo que la vida te trae»... — Pon en sus manos tus secretos anhelos, los que sólo tú sabes y él lee en lo secreto de tu corazón. — Nombra en su presencia tus «me cuesta», «no sé si hago bien»...
Contemplatio • Crea en tu imaginación una escena: primeramente revístete o empapélate con tus «secretos deseos» y preséntate así ante Jesús. No digas nada. Ya te ve. Ya lee lo que llevas escrito... Tú sólo tienes que mirarle, que contemplar sus reacciones, sus ojos, sus manos, su rostro... Oye, contemplando... Oye, callando... No tengas miedo, no te avergüences de nada. Es tu realidad. Es así como Él ahora te acoge y te quiere, te acepta y te puede sugerir caminos nuevos... Manten la escena. No te muevas. Deja que tu corazón sienta o escuche en lo más hondo esa palabra sanadora de Jesús.
Despedida
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Momento de compartir • Compartimos nuestra experiencia de oración: los momentos mejores, los de más dificultad, los pasos que saltamos... • Quizá vas notando avance y progresión en el camino de oración... Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueado: cuándo, por qué... • Comparte la obra de Dios en ti para edificación de todo el grupo. No tenemos nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros a decir: Padre.
III. MATERIALES Gesto • Entrega de una copita que, dentro, contiene un mensaje:
¿Puedes beber la copa que yo voy a beber?
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MATEO 21,28-32 Os precederán
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Lamparitas por el suelo. Todo sobrio. Algo que indique de qué irá la oración.
Acogida de las personas • Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Cada persona tiene que ser recibida de manera específica. No se recibe y saluda primeramente al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.
Ambientación • Dedicar un momento a explicar cómo solemos hacer la oración, a las posturas en la oración y su importancia.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de respiración y de pausa. (Música.)
Invocación al Espíritu Personal • Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la advertencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... — Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. • En este tiempo de Adviento, pedir a María, la Madre de la esperanza, que nos ayude a aproximarnos a Dios, a ser «seno de Dios», «acogedores de Dios». Comunitaria — Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.)
El texto: Mateo 21,28-32 En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña". Él le contestó: "No quiero". Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor". Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «Os aseguro que los publícanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publícanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis».
Lectio • El pasaje que hoy nos sirve de base para la oración pertenece a lo que Mateo narra que acontece en Jerusalén después de la entrada triunfal, lo que nosotros -128-
llamamos Domingo de Ramos. En este pasaje, Mateo nos presenta a Jesús en el templo dialogando con los sacerdotes y los ancianos. Sus interlocutores son, pues, los importantes, los influyentes, los que enseñaban al resto de la gente. Con ellos habla y a ellos se dirige. • Jesús propone un hecho imaginario, pero que tiene una intencionalidad profética, pues acaba denunciando a sus interlocutores. Un padre tiene dos hijos. Uno dice no pero es sí, otro dice sí pero es no. ¿Qué está desvelando Jesús con este ejemplo? Está diciendo que hay personas que dicen sí a Dios, pero es un sí oficial o para «salir del paso». En el fondo de ellas mismas, el s/'no pasa de palabras. La boca dice una cosa; el corazón, otra. Más de una vez, entre nosotros, funcionamos con «respuestas» para que el otro oiga lo que quiere oír, pero por dentro nos estamos diciendo «te digo eso para que me dejes en paz; yo haré después lo que me dé la gana». Conocemos, seguramente, personas de las que no nos fiamos porque «no tienen palabra»: dicen sí a todo, pero después no son «gente de palabra». Dicen a todo que sí y después te dejan en la estacada. • En el texto de Mateo, la palabra de Jesús es profética. Contrapone: Sacerdotes y ancianos del pueblo (los bien considerados, los buenos oficiales, los maestros del pueblo).
SÍ (de circunstancia, que después es no).
Publícanos (ladrones, colaboradores con el poder opresor, pecadores públicos) y prostitutas (las que tenían que ser apedreadas).
NO (que después es sí a la conversión).
• Jesús comienza afirmando rotundamente: os precederán, os llevan la delantera aquellas personas que consideráis malas (publícanos y prostitutas). Después, Jesús explica el porqué de su afirmación: hay más dificultad en «los buenos» para creer y aceptar a Jesús que en los considerados malos. Los buenos se cierran en su «oficial» verdad y eso les basta. Les basta vivir de «formas, de títulos, de puestos de responsabilidad». Con su «oficial» verdad no necesitan más verdad, no necesitan que les digan qué hay que hacer... Con su «oficial verdad» se hacen unos creídos, lo que les imposibilita ser creyentes. No necesitan nada. Rechazan a los profetas. Rechazaron la verdad de Juan. Lo suyo es su único alimento, su autosuficiencia. Pero no se paran ahí: rechazan el presente, la verdad presente, el momento presente. Rechazan al que está presente como enviado de Dios. «Estoy delante y me estáis rechazando». Y el rechazo llegará a su culmen en el grito: ¡¡Crucifícale!! -129-
• Es curioso que los sacerdotes y ancianos sepan juzgar muy bien el hecho de vida presentado por Jesús, pero no se lo sepan aplicar a ellos mismos. Saben ver la verdad, pero no saben ver «su verdad». Hay un saber religioso humano que impide o bloquea la sabiduría de Dios: gustar y conocer a Dios. • El que dice «no» pero después va, es porque emprende y atraviesa un proceso de conversión. El no convertido en sí, por pequeño que sea, es un paso interior que moviliza a la persona, no la deja como estaba. El sí que se convierte en no, deja a la persona sin posibilidad de tocar el corazón, más cerrada en lo suyo, más metida en su solo mundo. Nada pasa por su corazón más que su autojustificación. Porque en su corazón no se mueve nada, no le «acontece» la salvación.
Meditatio • Quizá puedas traer a tu imaginación situaciones de «noes que han sido síes» y de «síes que han sido noes»... Reconstruye el marco y la escena en que sucedió y procura analizar el movimiento interno de tu corazón que te llevó a optar por una cosa u otra. • Imagínate que escuchas a Jesús que se dirige a ti y te dice: «Te precederán...». ¿Cómo reaccionas? ¿Qué preguntas te haces? • Mira a ver si estás en algún proceso personal interior parecido al de los síes que se hacen noes o al de los noes que se hacen síes. • Date un paseo por una calle de tu ciudad, o por tu barrio, o por las personas que sabes que «son de mala fama», «de poco fiar», esas personas de las que dices «no te fíes de ellas»... Pon delante de cada persona todos los prejuicios fabricados... Y ahora, escucha a Jesús, que, mirándolas, te dice: «Os precederán...». • Los sacerdotes y los ancianos estaban «muy seguros de sí mismos», lo tenían todo sabido y controlado... en lo que a Dios se refería y a las conciencias de la gente. Ése fue su pecado. Cuando Dios se presenta u obra de manera diversa a lo que ellos «controlaban»... se quedan al margen de Dios. Prefieren decir: «El Dios que no es como nosotros pensamos, no es Dios. Lo que se salga de lo que nosotros pensamos, no vale». Y Dios les deja al margen... Sigue obrando maravillas en otros y ni se enteran... ¿Cómo esto puede ser realidad hoy en ti? ¿Quieres controlar a Dios? ¿Te despista Dios? Cada vez que Dios te despista, te está invitando a creer más en Él y a hacerte menos esquemas de Dios...
Oratio • Si descubres que en tu vida hay «síes» que se convierten en «noes», pide perdón. • Si en tu vida descubres una tendencia a condenar a otros, pide perdón. -130-
• Si descubres que en tu vida hay «noes» que se convierten en «síes», da gracias. • Si en tu vida descubres resistencias, dificultades para decir sí a Dios, pide fuerza. • Si sientes que Dios ocupa poco espacio en tu vida, pide sensibilidad religiosa.
Contemplatio • Imagina una escena: has recibido una carta de Dios y te da entrevista. No pasa nada extraordinario, sencillamente Dios está hablando con todos sus amigos y tú eres amiga de Dios. Preparas la entrevista de las cosas que quieres hablar con Dios. Por una parte, aquellas cosas de las que te sientes contenta: has hecho esfuerzos, y la cosa va bien; por otra, haz la lista de las cosas que, a pesar de los esfuerzos no logras llegar. Cierras la lista, preparas cómo vas a contarlo todo... Cuando ya lo tienes, te encaminas a la entrevista con Dios. Elige tú el lugar donde Dios te ha citado, la hora y el escenario de la sala donde te recibe... Entras, Dios te abre la puerta, te invita a acomodarte... Te da la palabra. Miras sus gestos, su reacción, su mirada, su sonrisa, su cara... Observas que Dios no toma nota de nada de lo que le cuentas. Cuando terminas de exponerle tus listas, Dios te dice: «Muy bien, pero te falta una cosa... Se te ha olvidado algo». Y se calla... Te mira. Le miras y ahí te quedas.. .Te quedas mirando y eres mirada... Permaneces... Y notas que en el fondo de tu corazón, sin que Él diga nada, va surgiendo eso que se te olvidó...
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Gesto • En un caramelo, o bombón, o dulce de navidad, pegar un papel que diga:
Se te olvidó esto: «Yo, Dios, te quiero MUCHO».
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^1 MATEO 25,31-46 A mí me lo hicisteis
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Todo sobrio. Algo que indique de qué irá la oración.
Acogida de las personas • Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Cada persona tiene que ser recibida de manera específica. No se recibe y saluda primeramente al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.
Ambientación • Dedicar un momento a explicar cómo solemos hacer la oración, a las posturas en la oración y su importancia.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de respiración y de pausa. (Música.) -133-
Invocación al Espíritu Personal • Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la advertencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... — Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. • En este tiempo de Adviento, pedir a María, la Madre de la esperanza, que nos ayude a aproximarnos a Dios, a ser «seno de Dios», «acogedores de Dios». Comunitaria — Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.)
El texto: Mateo 25,31-46 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestísteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme". Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?". Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis". -134-
Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestísteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis". Entonces, también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?". Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo". Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
Lectio • La perícopa de este evangelio (uno de los evangelios de la fiesta de Cristo Rey del Universo) clausura la vida pública de Jesús. Después ya vienen los acontecimientos pascuales. Jesús se encuentra en Jerusalén y en su enseñanza comienza a insistir en la necesidad de la vigilancia y de estar preparados, porque a la hora que menos pensemos vendrá el Hijo del hombre (Mt 24,44). • En el pasaje de hoy es conocido por estos nombres: juicio de las naciones, juicio final. Jesús se presenta como el que juzga a todas las naciones. En efecto, el Padre no juzga a nadie, sino que ha depositado la totalidad del juicio en el Hijo (Jn 5,22). Jesús que, como buen pastor, conoce a sus ovejas (Jn 10,14.17), separará a las que han escuchado su voz y le han seguido, de las cabras, que han vivido de espaldas al amor (v. 32). Esta separación no se realizará según las medidas y los cálculos del hombre, porque el hombre no tiene la misma mirada de Dios. Dios ve toda la verdad del hombre y, cuando venga, manifestará las intenciones de cada corazón (cf. 1 Cor 4,5). Entonces cada hombre ocupará su puesto a la derecha o a la izquierda de Jesús. • El Rey llama a los de su derecha benditos de mi Padre (v. 34). Al comienzo de la vida pública, Jesús llama dichosos a los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt 5,3). Jesús promete una gran recompensa en el cielo a todos aquellos que vivan según el espíritu de las bienaventuranzas y que se esfuercen en alcanzar la perfección del amor, según el ejemplo del Padre (Mt 5,12.48). Y Jesús invita a tomar posesión del Reino a aquellos que han practicado la misericordia con los hermanos más pequeños (cf. Le 10,37). No se puede hacer el bien sin ser hijo del Padre y sin ser hermano de los semejantes. Esta es la relación que Jesús mismo puso en práctica: vivió como Hijo y como hermano. -135-
• Los buenos, los que son colocados a la derecha no se explican bien el porqué. Lo que les parecía lo más natural del mundo atendiendo a los demás es lo que les hace buenos. • El Reino nos ha sido preparado desde el origen del mundo (v. 34). Dios ha pensado en nosotros antes del comienzo de nuestra existencia. En Cristo, Dios nos eligió antes de la creación del mundo (Ef 1,4). Y Jesús, antes de pasar de este mundo al Padre, nos ha prometido que en la casa de su Padre hay muchas moradas y él nos preparará un sitio (Jn 14,2s.). • Jesús se dirige a los de su izquierda rechazándolos con dureza: «Apartaos de mí». La enseñanza de Jesús es clara: el Reino del Padre no es para ellos. Hay un rechazo, una separación. El mismo rechazo y separación que optaron en la vida ahora se consuma. Ellos también se extrañan del rechazo y preguntan, como los buenos, los motivos. No reconocer al hermano es no reconocer a Dios. Así de simple. Reconocer al otro exige una conversión, una descentralización de uno mismo para dar importancia al otro. No basta amar con las palabras y con la lengua, y repetir cada día: «Venga tu Reino», sino que es preciso amar de verdad y con obras (1 Jn 3,18), porque de esto seremos juzgados al final. Por ello, mientras tengamos ocasiones propicias, practiquemos el bien hacia todos (Gal 6,10).
Meditatio • Posiblemente estés haciendo «obras de Reino» de manera muy sencilla, sin darte cuenta casi, porque entran dentro «lo normal» para ti. ¿Qué es para ti hacer con normalidad algo por los demás? En la enumeración que realiza Jesús, los que hacen algo por los demás, atienden a lo esencial: dar de comer y de beber, acoger al forastero, vestir, visitar... A lo mejor nos queremos inventar cosas «muy nuevas» y lo nuevo siempre es atenderá lo básico que las personas necesitan. • Detente a considerar qué parte de tu actividad y tiempo es para el círculo de los que no son tu hogar o tu familia... • En tu experiencia de vida, ¿cómo y por qué cauces llegan a ti las necesidades de los otros? ¿Qué haces al sentirlas a tu puerta? • Hoy y siempre el trigo y la cizaña están mezclados, los buenos y los malos conviven en la misma geografía. Trae a tu memoria el recuerdo de las personas que están haciendo el Reino de Dios acogiendo y comprometiéndose con la gente.
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Oratio • Pide al Señor que te dé sensibilidad para vibrar y actuar ante la necesidad de los hombres y mujeres que te encuentras. • Ora con estas dos expresiones: ¿cuándo, Señor, lo hice?; ¿cuándo, Señor, no lo hice? • Suplica al Señor que te dé fuerzas y ganas de «inclinarte», de «convertirte», de «volverte» hacia los que experimentan necesidades básicas..., que no se te quede el corazón frío. • Da gracias a Dios por ponernos las cosas tan fáciles: hacer algo a Dios es tan sencillo que sólo nos pide dar de lo nuestro a los que tenemos al lado.
Contemplado • Tú posiblemente tienes experiencias de personas que te han llamado y felicitado, ya sean jefes, profesores, amigos, compañeros...O estás necesitada de reconocimiento inmediato por lo mucho que te entregas y nadie te lo agradece. Sobre este telón de fondo, que tú personalizarás a tu medida, te invito a recrear una situación en la que te sientas convocada por Jesús a su «despacho». Eres libre de imaginar la escena. Cuando hayas entrado en su «despacho», tras los saludos, Jesús te dice: Estoy encantado contigo. Te felicito porque... Tú te quedas casi sin palabras... y en ese momento congelas la escena para contemplarla, para saborearla y para dejar que tu corazón hable desde el silencio. Creías que tu vida de servicio pasaba desapercibida y descubres que no, que Alguien ve y premia tu callada entrega, tu silencioso servicio.
Despedida Momento de compartir III. MATERIALES • Se entrega un sobre cerrado que contiene una carta en la que está escrito:
GRACIAS por lo que tú sabes y yo considero hecho a mí mismo. Jesús -137-
LUCAS
LUCAS 1,39-56 Feliz la que ha creído
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar el orden en la capilla. Importancia especial a la Virgen.
Acogida de las personas • Acogida antes de comenzar la oración. Es ya una manera de predisponer para la oración. Comentar lo que ha sido este año del grupo de oración...
Ambientación • Oramos en un momento histórico concreto: mayo, mes de la Virgen, días previos a Pentecostés... No es el evangelio del día. Nos salimos de la norma ordinaria.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Ejercicios de respiración, de ruptura con el trajín de la vida. No es perder tiempo el dedicado a preparar la oración. • Si no logras rezar, quizá ya tiene sentido unos momentos de paz. -141 -
Invocación al Espíritu Personal • Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ganas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesidad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la realidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro» de Dios. Comunitaria • Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos. — Ven, Espíritu de Jesús. — Enséñanos a orar... — Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...
El texto: Lucas 1,39-56 En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
Lectio • El texto tiene un contexto: el anuncio del ángel a María y su sí a Dios. Llenada de Dios. • Después del sí a Dios, el siguiente sí de María es a su prima necesitada. Dios no nos deja con él; nos manda a otros necesitados. La prima necesitada no está al alcance de la mano, sino en un pueblo de la montaña, hay que hacer viaje, hay que decidirse a ir... El necesitado no es el que «está al lado» y como está al lado «me es fácil»... El necesitado está donde vive, donde muere... Se pide ir. -142-
• Es un sí que se hace inmediatamente después de escuchar a Dios (postura de acogida a postura de acción: se levantó. Puede recordar en algo el pasaje de Marta y María), se moviliza y se va apresuradamente. • María se presenta como «provocadora» de la vida que Isabel lleva dentro: saltó la criatura. Llevar a Dios en las entrañas es hacer saltar la vida de Dios que está al lado... María, portadora de Dios, es la que hace saltar «al niño», «la novedad» que llevaba Isabel dentro. Ésta se convierte en cantora de lo que ocurre... Es una cantora con estas cualidades: reconoce lo que María es y lleva en su seno, escucha el salto del fruto de su vientre y eso le hace cantar; cantar es reconocer lo que tiene el otro dentro y lo que yo también tengo. El fruto del vientre de María «provoca» el fruto del vientre de Isabel. Cantar es reconocer lo del otro y lo propio con humildad y sin merecimiento. Ante Dios no merecemos nada: sólo cantamos su acción en nosotros. Cantar es reconocer que lo que le pasa a Isabel es porque la otra, María, ha creído en Dios... Lo de Dios es una cadena...
Meditatio • Escuchar a Dios moviliza. La creyente modelo, María, es una creyente en marcha hacia los necesitados... Descubrir la necesidad de alguien y acudir en su auxilio es fruto de escuchar a Dios y de intimidar con Él, no sólo de filantropía. Aquí difieren las acciones de los creyentes con otros hombres y mujeres de buena voluntad. • María no va sola, lleva en su vientre un misterio de gestación que le acompaña. Lleva a Dios dentro, engendrado en su vientre, y Dios «se hace notar»... Lo que su prima ve es lo que no se ve..., lo que no todos ven... El Dios escondido en María es percibido por Isabel, otra «mujer buena», abierta al Señor. El Dios que llevamos dentro nos acompaña y siempre hay ojos limpios que lo perciben... Trae personas que te han piropeado por lo que llevas de vida de Dios dentro y que suscita vida... Personas que han dicho, ante acciones tuyas, alabanzas a ti y a Dios... • Observa qué hay en ti que deja ver a Dios, eso a través de lo que los que te conocen, o no conocen, perciben a Dios, o te perciben habitada por Dios... Este camino lo tienes que recorrer haciendo pasar delante de ti a las personas que telo han dicho... • O quizá eres una persona que no deja percibir a Dios... en lo que haces, dices, en tu forma de ser y de verte la gente... ¿Nadie te ha dicho que eres buena persona o que Dios se deja ver en ti? • Posiblemente haya cosas en ti que no nacen porque no las tomas en serio, porque no crees en serio, porque no se te puede decir lo que Isabel dijo a María: «Feliz tú porque has creído».
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• Qué has creído de verdad en tu vida que se ha cumplido... ¿Por qué cosas te podríamos decir: «Dichosa tú porque has creído». • Tú puedes ser misionera de Dios sólo por lo que dejas ver... ¡Cuántos, a lo mejor en silencio, al verte, cantan: «Dichosa tú que no eres como las demás»; «Dichosa tú que se ve que eres persona profunda»; «Dichosa tú que da gusto estar contigo»; «Dichosa tú porque donde tú estas brota la alegría»...
Oratio • Visita con tu oración a las personas que hoy sientes que tienen necesidad... Nómbralas ante el Señor. • Nombra a las personas que te han removido la vida que llevas dentro y que te han ayudado a que lo mejor de ti saliera a la luz, naciera dentro de ti... • Reza con esa expresión: «¿Quién soy yo, Señor, para que alguien se acuerde de mí; para que tú te acuerdes de mí a través de...?». • Reza el Ave María como final de todo lo meditado. • Mira y pide perdón y fuerza por las cosas que no pueden ser en ti, porque no te las crees de verdad...
Contemplatio • Sitúate paseando sola por el lugar que quieras: el barrio, un paisaje que te es querido, la playa, el mar, la montaña, o uno de esos lugares que te chiflan... porque te transmiten paz... Pasea sola con tus pensamientos; elige si quieres pasear pensando cosas «tristes» o cosas «positivas»... En un momento se acerca Jesús a ti, se pone a tu lado y te acompaña de esa manera que a ti te gusta... Siente el paseo con Jesús así, sin decir nada. Siente. • En un momento, Jesús se detiene y te invita a sentarte mirándoos a los ojos. Y con mucha ternura te dice: «No entiendo que no te creas que puedes...». Y te mira y te mira y te coge de la mano... y tú reaccionas como el corazón te sugiera, pero sin discursos, esperando la palabra que nace del corazón... Y aprendes que hay palabras que no vienen de la cabeza ni de los labios, sino del fondo del corazón...
Despedida
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Momento de compartir • Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el mejor momento del itinerario de oración propuesta donde más vibró tu corazón por lo que sea: alegría, miedo, acción de gracias... • Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueada: cuándo, por qué... • Comparte la obra de Dios en ti para edificación del todo el grupo. No tenemos nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros a decir: Padre.
III. MATERIALES Texto Carta de Isabel a una prima que no era precisamente como María
Querida May: Te escribo esta carta porque sé que puedes entenderme y porque sabes el cariño que te tengo. Te he dicho en otras ocasiones que hay cosas inexplicables que sólo el cariño las «entiende», porque el cariño además de la cabeza pone el corazón. Y hay cosas que hay que entenderlas más con el corazón que con la cabeza... No hay nada que el amor no pueda entender. Tú sabes que con mucha frecuencia vemos cosas que nos «chocan un poco», pero, para los que las hacen, no son nada chocantes porque el amor todo lo explica, todo lo entiende, todo lo disculpa... Me vas a permitir que con mis entrañas de embarazada, «cuando ya nada esperaba», te hable con todo el corazón. Mira, May, prima querida, después de lo que estoy viviendo (¡estar embarazada a mis años!), te puedo decir que nada es imposible en tu vida y que nada puedes dar por imposible. La mejor manera de hacer imposible algo es «darlo por imposible», «darte por derrotada desde ya». Cuando se quiere de verdad, y es verdad ¡o que se quiere, estoy segura de que lo alcanzarás. Te escuché el otro día cuando me comentabas «todos tus males». Me los decías de una forma que parecía que el cielo estaba cerrado del todo para ti y que el sol ya no brillaba ni brillaría en tu vida... Yo creo que sólo no brilla el sol que no queremos que brille... Yo creo que lo negro que vemos en nuestra vida brota de la falta de confianza en nosotros mismos. -145-
A veces, me da la impresión, May, de que nos falta damos importancia y creer con fuerza en aquello que intuimos que podría ser... pero nos da miedo. Todo lo nuevo cambia mucho nuestra vida. Nada nuevo llega sin que se modifique nuestra rutina de vida... Y eso es una de las cosas importantes de la novedad: nos saca de lo de siempre, nos cambia planes, nos rompe las rutas trilladas, nos pone en situaciones que no habíamos vivido antes... Hoy, May, te quiero decir que me gustaría poderte cantar: Dichosa tú porque has creído que puedes más de lo que te crees. Dichosa tú porque crees y confías en ti misma. Dichosa tú porque crees y confías en el Dios de nuestros padres. Dichosa tú porque tu fe hace que lo nuevo sea posible en ti y para otros. Dichosa tú porque eres un manantial de fertilidad. Dichosa tú porque estás llamada a ser fecunda siempre; pueden cambiar las formas de ser fecunda, pero tú eres seno fecundo. Dichosa tú porque la vida que llevas dentro hace brincar a otras vidas. Y, May, dichosa tú porque crees que Dios está en ti y tú eres sitio de Dios. Tengo ganas de vernos y de hablar juntas de estas y otras muchas cosas. Recibe un fuerte abrazo de tu prima que está viviendo cosas que creía que jamás le acontecerían... Pero para Dios, nada es imposible. Isabel
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LUCAS 2,15-20 Todos se admiraban de lo que contaban del niño
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Lamparitas por el suelo y un icono de la Virgen. Todo sobrio, pero cálido.
Acogida de las personas • Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Cada persona tiene que ser recibida de manera específica. No se recibe y saluda primeramente al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.
Ambientación • Jesús buscaba «geografía» para orar: se iba a la montaña, a un lugar retirado. El lugar en el que oramos influye en la calidad de nuestra oración. Con tu imaginación vete a un lugar familiar, donde te sientas bien... Elígelo sabiendo que pasarás allí un momento largo, un momento a solas... escuchando y escuchándote... Un lugar que te estimule a la oración...
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de respiración y de pausa. (Música.)
Invocación al Espíritu • En esa paz que ahora tienes, deja caer estas palabras: Señor, enséñame a orar. Repítelas despacio muchas veces sin pensar en otra cosa; repítelas gustándolas, deseando lo que pides. No dejes que venga otro pensamiento a tu mente. Y si viene... vuelve tranquilamente a repetir: Enséñame a orar.
El texto: Lucas 2,15-20 Después de que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer». Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían. María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior. Después los pastores regresaron alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, tal como los ángeles se lo habían anunciado.
Lectío • Este texto pertenece a la narración del nacimiento de Jesús que san Lucas relata. Lo que precede a estos versículos es la promulgación del decreto de empadronamiento mandado por el emperador Augusto, el viaje de José y María de Nazaret a Belén, el nacimiento en una choza porque no había sitio en la posada y el anuncio a los pastores. • Los pastores en la Biblia tienen significados diversos. Los profetas hablan en contra de los «pastores» de Israel, refiriéndose a los «jefes» del pueblo que se apacientan a sí mismos (Ez 34,1). Y el mismo profeta promete un «buen pastor»: Yo mismo en persona buscaré mis ovejas siguiendo su rastro (Ez 34,11). En el
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evangelio de san Juan, Jesús se define como buen pastor: Yo soy el buen pastor; el buen pastor da la vida por las ovejas... conozco a las mías y las mías me conocen (Jn 10,11.14). Aquí no se refiere a los «jefes del pueblo», sino a los pastores de rebaños de ovejas. No gozaban de buena fama porque solían traficar con la leche y la lana de ovejas que no eran suyas. Pero, como en toda realidad humana, los había sencillos. El texto no nos da a entender ni una cosa ni otra. Sólo los menciona. Y sí se dice que estaban velando en la noche el ganado, no sólo por miedo al lobo, sino también por miedo a los robos de otros pastores.
• Lo importante es que los pastores se convierten en anunciados y en anunciadores. Lo que ellos reciben como noticia sobre el niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre sirve para causar admiración: Les contaron todo lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores (vv. 17-18). José y María aprenden de los pastores. Da la impresión de que María sabe menos que los pastores y tiene que ir aprendiendo quién es este hijo biológico que acaba de nacer. • Resalta la actitud creyente de María: Lo conservaba y meditaba todo en su corazón (v. 19).
Meditatio • María, que en la anunciación tuvo un protagonismo relevante, no lo tiene ni en el nacimiento ni en la resurrección de su Hijo. Tiene que aprender de lo que le van comentando. Por eso María puede ser modelo de creyente, porque tiene que aprender a creer sin señales extraordinarias de lo Alto. Como nos pasa a nosotros, en la vida ordinaria es donde tenemos que abrir los ojos a Dios. Y Dios nos da pistas para «abrir los ojos» de manera indirecta, por otras personas... Hasta puede darse que sea por medio de personas de no muy buena reputación... Nunca se sabe. Mira lo que acontece en tu vida: cómo Dios te es anunciado, de quiénes aprendes cosas sobre Dios... • En la vida, algunos creyentes «protestan» contra Dios y le piden signos o que hable «más claro». Dios nunca será evidencia totalmente clara. Dios está siempre envuelto en un manto de misterio que la fe tiene que ir asumiendo y acogiendo. Sí ahora miras tu vida de creyente, podrás ver qué actitudes o exigencias planteas a Dios. El creyente, como María, descubre a Dios en las personas que nos rodean, que nos hablan, que nos cuentan su «vida y milagros» o su «experiencia» de Dios. La experiencia o noticia de Dios que tienen otros es también noticia de Dios para nosotros mismos. ¿Lo vives así? • Nuestra actitud creyente se inspira en la actitud de María: a Dios se le entiende callando y meditando en el corazón... Los anunciadores se van. Te dejan la no-
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ticia y sus consecuencias y te quedas tú sólita con la noticia para rumiarla, para digerirla, para ahondarla, para posicionarte ante ella y tomar decisiones. • Lo de Dios asombra. Trae a tu memoria personas, noticias de «gente buena» que te han asombrado, que te han interrogado, que te han abierto la ventana de la vida... u otra densidad de Vida...
Oratio • Pide perdón en tu oración por ser exigente con Dios, por intentar hacer de Dios un Dios a tu medida, que te diga las cosas de manera más clara... • Da gracias a Dios por las personas que te hablan de Él en la sencillez de su vida, contando la experiencia que tienen del Evangelio... • Da gracias a Dios por el asombro que te produce saber que hay gente que desde la fe hace cosas increíbles a simple vista, cosas que te asombran, que te abren caminos nuevos aunque no tengas fuerzas para recorrerlos. • Con María, ora y pide que se te concedan esas actitudes de conservar todo lo de Dios y de meditarlo en el corazón...
Contemplado • Imagina la escena de la gruta de Belén. Sitúate allí, en el rincón que quieras, en la postura que quieras. O imagina una escena de tu vida en la que hayas tenido un «anuncio» de alguien que hablaba de Jesús, de la manera que tiene de vivir el Evangelio de Jesús. Reconstruye bien la escena, con todo detalle. En un momento determinado, en tu lugar de observadora de lo que pasa, el ángel, los pastores, una persona que conoces o no conoces se dirige a ti y te dice: «Jesús cuenta contigo. Tiene algo especial preparado para ti». Esto te moviliza, y te hace acercarte a Jesús. Todo lo demás se desvanece y estás tú delante de Jesús esperando que te anuncie lo que te tiene preparado. • Te quedas muda ante Él, mirando y esperando, sintiéndote mirada por Jesús hasta lo más secreto de tu alma. Estáte así todo el tiempo que sea hasta que notes que Jesús no habla, pero el corazón sí.
Despedida Momento de compartir
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III. MATERIALES • Recortar de revistas y de publicidad, diversas escenas de la vida de una mujer o de varones haciendo las tareas ordinarias: cocina, plancha, paseo, comida en familia, tareas de fregar, niños con sus papas, etc. Cada una se pega en una hoja en blanco. Debajo, estará fotocopiada esta frase (a cada participante se le entrega, al azar, una hoja): Cualquier actividad de tu vida ordinaria es un lugar oportuno para escuchar las maravillas de Dios. A tu lado siempre hay alguien que, cuando menos lo esperes, te hablará de Dios, aunque sea para negarlo.
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T LUCAS 12,13-21 La vida no depende de las riquezas
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Lamparitas por el suelo y un icono de la Virgen. Todo sobrio, pero cálido.
Acogida de las personas • Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Cada persona tiene que ser recibida de manera específica. No se recibe y saluda primeramente al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.
Ambientación • Jesús buscaba «geografía» para orar: se iba a la montaña, a un lugar retirado. El lugar en el que oramos influye en la calidad de nuestra oración. Con tu imaginación vete a un lugar familiar, donde te sientas bien... Elígelo sabiendo que pasarás allí un momento largo, un momento a solas... escuchando y escuchándote... Un lugar que te estimule a la oración... -153-
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de respiración y de pausa. {Música.)
Invocación al Espíritu • En esa paz que ahora tienes, deja caer estas palabras: Señor, enséñame a orar. Repítelas despacio muchas veces sin pensar en otra cosa; repítelas gustándolas, deseando lo que pides. No dejes que venga otro pensamiento a tu mente. Y si viene... vuelve tranquilamente a repetir: Enséñame a orar.
El texto: Lucas 12,13-21 En aquel tiempo, uno de entre la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Jesús le dijo: «Amigo, ¿quién me ha hecho juez o arbitro entre vosotros?». Y añadió: «Tened mucho cuidado con toda clase de avaricia, que aunque se nade en la abundancia, la vida no depende de las riquezas». Les contó una parábola: «Había un hombre rico, cuyos campos dieron una gran cosecha. Entonces empezó a pensar: "¿Qué puedo hacer? Porque no tengo dónde almacenar mi cosecha". Y se dijo: "Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros, construiré otros más grandes, almacenaré en ellos mis cosechas y mis bienes, y me diré: 'Ahora ya tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y pásalo bien'". Pero Dios le dijo: "¡Insensato! Esta misma noche vas morir. ¿Para quién va a ser todo lo que has acaparado?". Así le sucede a quien atesora para sí, en lugar de hacerse rico ante Dios...».
Lectio • Jesús va camino de Jerusalén. Diversos episodios nos presenta el evangelista que van aconteciendo a su paso por los lugares que atraviesa. El que hoy meditamos y rezamos es una disputa familiar por una herencia, algo bastante ha-
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bitual en las familias. Jesús claramente se declara incompetente en la materia, pues no es ni juez ni arbitro en esos temas. Pero aprovecha para una reflexión sobre la codicia. • El principio de Jesús es claro: la vida no depende de las riquezas; dicho de otra manera, las riquezas no son todo en la vida ni salvan la vida de lo fundamental: la muerte. • Jesús adorna su pensamiento con una parábola, que es la mejor manera de entender que tienen los sencillos: almacenas, guardas para cuando estés jubilado, o para cuando tengas más tiempo, y un día descubres que los planes que te habías hecho no son los que se cumplen... Con frecuencia decimos: «Ahora que ya lo tenían todo..., ahora que podían dedicarse más el uno al otro..., ahora que ya estaba más libre...». Ahora se acabó todo, ahora «es otra historia» y no la que habíamos presupuesto... • La vida de la persona no es como un almacén donde se guarda para consumir en un tiempo que vendrá. La vida no sigue las leyes de los polígonos industriales donde hay grandes almacenes... La vida se llena dando (vaciándose), no almacenando. El almacén de la persona está dentro de ella misma, en su corazón. El corazón no es lugar de acumulación de egoísmos, sino de «reparto de amor». Eso es ser rico para Dios. Eso es lo que el mismo Jesús nos demostró. • Jesús sentencia: La vida no depende de las riquezas... En el Evangelio, al final, se tiene sobre todo lo que no se tiene..., lo que se dio a los demás... Eso tendrás: lo que hayas dado... Sólo será tuyo para siempre lo que has dado a otros... Es lo único que no te pueden quitar... Es lo único que te llevarás... Siéntete llamado a tener el corazón «en otro lado»..., en los hermanos..., en las cosas que no son caducas... Siéntete llamado a no amontonar, sino a repartir... Siéntete llamado a no construirte sobre lo que se queda aquí...
Meditatio • Esta parábola de Jesús es «muy sabia». El virus de la avaricia, de tener un poco más cada día, de que me toque la mejor parte de la herencia... ha «infectado» a muchos corazones y los ha «ocupado», de manera que Dios no tiene lugar casi. • Podías hacer un breve examen de las cosas que usas una vez al año o ni siquiera, pero las tienes «por si acaso» y te ocupan espacio físico y, quizá, espacio en el corazón. Después, saca conclusiones de todo lo que tienes y te sobra... Si tuvieras que tirar lo que usas en cada temporada del año nada más una vez... ¿cuánto tirarías? Pregúntate si las cosas «te tienen» o «tienes» tú a las cosas...
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• Es bastante corriente que la gente muera dejando un montón de cosas sin estrenar o sin casi usar porque las dejaba para «una ocasión importante». La ocasión importante es hoy, es el presente, es darte y dar. Las claves de la felicidad humana están en tener algo que hacer, algo que esperar y alguien a quien amar. Por eso es absurdo hacer del ganar la fuente principal de la felicidad. • Sorpréndete «infectado» por el virus de la codicia, del tener; sorpréndete acumulador de cosas, reticente para dar y darte, para repartir lo que «consideras muy tuyo»... Intenta reaccionar con las palabras del Señor: La vida no depende de los bienes.
Oratio • Preséntate ante el Señor atada y llevada por la avaricia..., o por el tener..., o por el apego a pequeñas cosas que las haces muy grandes. Preséntate «tenida» por cosas o por personas... y pídele que te ayude a liberarte de esas ataduras... • Observa si lo que tienes, lo que «te va», te ata manos, corazón, mirada y sentimientos... • Nombra ante el Señor a personas que sabes que están preocupadas sólo por tener y almacenar, por aparentar, o que lo pasan mal porque se comparan con otras que tienen más... • Da gracias por los ejemplos de personas que viven sin preocuparse de nada, todo lo dan y se dan...
Contemplatio • Estás en ese lugar que tú sueles elegir para sentirte bien y poder pasar unos momentos de quietud... Eres consciente de ese lugar..., lo saboreas... Ahite ha llegado esta Palabra de Dios. Con ella son alimentados los creyentes: tú, yo, nosotros, muchos. • Imagina la escena... Tú vas a Jesús con un problema de herencia o parecido... uno de esos litigios familiares que a lo mejor vives... Tú te quejas de que te toca a ti mucho y tu marido (o tus hermanos o quien sea) se lava las manos... Vas a Jesús a quejarte de tu marido, de tu mujer, de tus hijos porque no te ayudan, de tu suegra, del amigo que te ha defraudado porque se están riendo de ti... Vete. Presenta ese problema a Jesús despacio... Mira cómo te escucha: su cara, sus ojos, sus gestos... Y ahora, cuando has acabado, te dice: ¿Para qué me quieres meter a mí en vuestros líos? ¿Cómo te quedas? Ya ves, Jesús no res-
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ponde a tus preguntas... Jesús no está para resolver «esos» problemas tuyos... sino para iluminar cómo vivir tus relaciones personales y sociales... Escucha lo siguiente que añade: Tened cuidado con la avaricia, con la abundancia... La avaricia, la abundancia nos estropea la vida... Te quedas más desconcertada... Y pensando o meditando estas palabras en el corazón.
Despedida Momento de compartir
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LUCAS 13,18-21 Como un grano de mostaza
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Darle el aire que queramos, ponerla acogedora: primero para vernos y después para posicionarnos como orantes.
Acogida de las penónos • Saludo cordial especialmente a las personas que vengan nuevas. Breve explicación de lo que hacemos. Lo mejor es sumergirse y si no es esto lo que buscas... no pasa nada. Por probarlo una vez... no pasa nada. Sigue buscando.
Ambientación • Lo importante en este grupo no es lo que nos decimos, sino lo que dejamos que Dios nos diga... • Encendemos una vela, signo de esa presencia divina que buscamos, pero que no encontramos y no se nos muestra... si no nos encuentra ella.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación de la oración • Un poco de relajación. {Música.)
Invocación al Espíritu Personal • Le manifestamos nuestra necesidad de él, de que nos enseñe a rezar... de que nos caliente el corazón... Comunitaria — Ven, Espíritu de Jesús. — Enséñanos a orar... — Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...
El texto: Lucas 13,18-21 En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas». Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».
Lectio • En estos versículos de Lucas nos espera hoy Dios. Lo primero que vamos a hacer es leerlos bien y no darlos por sabidos. Si los damos por sabidos, no nos dirán nada. Diremos, como dicen muchos: «Eso ya lo he oído. Eso ya lo sabía yo». Y en lo de Dios, en su Palabra, siempre hay algo nuevo que no sabemos, algo que Dios tiene reservado para nosotros simplemente si lo leemos bien hoy, despacio y como «comida que Dios nos ofrece en este momento».
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• Comenzamos por la primera palabra del texto: les decía. No hay destinatario preciso. Habla a todos. En el capítulo 13, al que pertenecen estos versículos, Jesús habla «a unos» (v. 1), «a una mujer tullida» (v. 12), «a la gente» (v. 14). A continuación de estos destinatarios, viene el genérico: les decía. Se sobreentiende la gente. Lo que hoy tenemos para rezar no es para un grupo escogido determinado. Es para todos, es decir, nos atañe. • ¿Qué les dice Jesús? ¿Qué quiere comunicarles, cuál es el tema que a Jesús le interesa proponer? Les quiere hablar de reino o reinado de Dios y de forma que lo entiendan. Les quiere hablar de las cosas de Dios, del estilo de vivir que le gusta y de las normas de vida que a Dios le encantan. Lo primero de todo es que no lo define. No dice es esto, es aquello... Lo compara. Como si lo de Dios fuera «indecible», «informulable»... pero hay aproximaciones para podernos hacer una idea de cómo es Dios... — El Reino de Dios, lo de Dios, es como un grano de mostaza. Grano pequeño que se siembra. Lo de Dios es pequeño, comienza pequeño y se siembra en un huerto. Lo de Dios es algo pequeño que lleva vida dentro. Lo de Dios es para sembrar, para germinar, para dar fruto, no para almacenar. Hay granos para almacenar. El grano de lo de Dios es para sembrar. No tenemos «algo de Dios» para que no germine. Lo de Dios es para crecer y para cobijar a aves y a todo lo creado por Él. — El Reino de Dios es como la levadura que toma una mujer y la mezcla con la masa. La masa es mucho más que la levadura. La levadura es pequeña o es poco. Pero es para remover la masa, lo mucho. Lo de Dios es para mezclarse con la masa, con lo que no es Dios y hacer que Dios esté presente donde no estaba y donde no estaba haya cambio, y haya sabor... Lo de Dios es para hacer «remover» lo que no tiene fuerza y la necesita de fuera. Lo de Dios lleva siempre vida y fuerza, de tal forma que hace que algo nuevo nazca, que algo se remueva, que lo que no tenía vida, la tenga... Lo de Dios tiene aliento de Dios y ese aliento, como en la creación, porta vida. • Nos aproximamos a lo de Dios y tenemos que cambiar de idea: no ir a la catedral, ni a no sé qué obra que funciona bien y es grande... Lo de Dios es de inicio pequeño, casi ni se ve, pero se siente por los efectos de vida..., por la masa removida...
Meditatio • Leemos la Palabra para aplicarla a nuestra vida, para meditarla. ¿Cómo ilumina mi vida este texto? Tú puedes hacer tu camino desde lo que has leído y escuchado. Si no ves camino, aquí tienes unas pistas:
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— Siéntete interpelada por Dios, en medio de tus quehaceres, por esta preocupación suya de querer hablarte del Reino, cuando a lo mejor ni se te ha ocurrido pensar en «el tema». — Sin darte cuenta, a lo mejor tú eres tierra o masa donde ha caído una semilla de reino y ahí quiere nacer y ahí quiere remover tu «masa», tu «vida». ¿Descubres alguna semilla de «lo de Dios» que en estos días haya caído en tu tierra? ¿La acoges o la rechazas para que no germine? Tómate tiempo, que las cosas pequeñas no se ven a simple vista. Hay que poner atención... Y a lo mejor ni te das cuenta de que tienes semilla de reino dentro de ti, que está ya germinando o esperando la germinación... — ¿Y si tú estás llamada ahora mismo a ser semilla o levadura? Quizá en tu familia, en tu grupo, en... eres semilla de Dios... — Somos invitados a analizarnos a la vez como semilla para que otros den frutos y como tierra donde Dios siembra semillas... — Imagínate que Dios siembra en ti una semilla de Reino, la semilla, lo que más deseas... y crece, y crece, y se hace inmenso... Mira cómo cuidas la semilla para que crezca, de qué la proteges, cómo te las ingenias... — Trae a tu imaginación alguna realidad que tú creas que ha cambiado porque tú eres allí levadura... y estás haciendo que algo cambie... ¿Cómo te sientes levadura? ¿Cómo percibes que las cosas cambian? Quizá tienes que decir más de una vez: «No me lo explico».
Oratio • La meditación te lleva de la mano enseguida a una oración: — De petición: como tierra dispuesta a acoger la semilla que Dios quiera depositar en tí; como tierra rebelde, reseca que se resiste a acoger la semilla de Dios en ti depositada...; como levadura que siente las dificultades de que la masa fermente... — De acción de gracias: por lo que Dios ha hecho en ti y por ti... — De alabanza: de lo que ves que Dios hace a tu lado y que florece quizá donde menos lo esperabas... — De intimidad: de todo lo tuyo con Dios, de tus peleas... • Siente en lo más adentro de tu corazón la necesidad de reconocer tu pobreza y la fuerza misma de la semilla; reconoce lo que ha germinado en ti sin darte cuenta y un día dijiste: «¡Mira lo que hay en el huerto de mi corazón...!». Y ahí lo vas cultivando, por ejemplo, el estar esta tarde aquí... • Date cuenta de todo lo que necesitas a Dios para ser seguidora de Jesús... -162-
Contempicitio • Date un respiro para callar y contemplar, para no hablar ni contigo ni con Dios. Sólo ver y callar... y contemplar... Te puede valer elegir alguna de las imágenes que te han servido hasta este momento de la oración. Imagínate que eres semilla o levadura en un determinado sitio y que Dios te mira como semilla o como levadura. Sólo contempla y calla. O imagínate a Dios como jardinero poniendo una semilla en tu vida para que algo nuevo crezca en ti... Deja que el corazón actúe, que los sentimientos afloren, que las palabras calladas lleguen. Contémplate mirada por Dios. Vive tu vida contemplado por Dios y ayudado por Dios para que quieras lo que él quiere de ti.
Comparte lo que Dios ha obrado en ti • Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el mejor momento de la oración propuesta, donde más vibró tu corazón por lo que sea: alegría, miedo, acción de gracias... • Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueado: cuándo, por qué... • Comparte la obra de Dios en ti para edificación del todo el grupo. No tenemos nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros a decir: Padre.
III. MATERIALES Gesto • Entrega de una «carta» a cada persona con un semilla dentro y este texto:
Eres tierra de semillas de Reino. Eres semilla de Reino en tierra y en masa sin Dios.
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LUCAS 14,12-14 No invites a los que pueden invitarte
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar la decoración de la capilla, sobre todo el cirio, el agua, las flores y un icono del Resucitado.
Acogida de las personas • Es posible que haya alguna incorporación. Las personas nuevas son las que cuentan y a las que hay que dar acogida.
Ambientación • Dedicar unos momentos a explicar cómo solemos hacer la oración, las posturas en la misma y la importancia de la oración. Todo sencillo, pensando especialmente en las personas de nueva incorporación.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Relajación • Un poco de respiración y de pausa. (Música.)
Invocación al Espíritu Personal • Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la advertencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... — Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. Comunitaria — Enséñanos a orar...
El texto: Lucas 14,12-14 En aquel tiempo decía Jesús a uno de los principales fariseos que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos».
Lectio • Este es el evangélico que hoy los cristianos tenemos como «alimento», y con este texto rezamos. Forma parte de un capítulo de recopilación de enseñanzas de Jesús. • La propuesta de Jesús parte de un hecho que no está aquí narrado: Jesús está invitado a un banquete y observa que la agente «se busca un buen sitio». Nosotros hoy decimos «salir en la foto», «situarse para trepar», etc. Son los comportamientos de los que les gusta aparentar, figurar, hacerse amigos, «salir en la foto»... A lo me-lóó-
jor, esas personas son las que ni hacen ni dejan hacer, pero les gusta aparentar, arrimarse a ios que tienen poder; el poder, dicen, es un buen aliado para medrar a base de sentirse, muchas veces, esclavos o «la voz de su amo». • Después de esta observación, lo nuevo o extraordinario es lo que hoy tenemos como «palabra de Dios». Jesús se dirige al que ha organizado la comida y da otra visión de las cosas «totalmente inusual». • Lo que propone Jesús es no invitar a los que tienen capacidad de corresponder con otra invitación. Tú y yo sabemos la rivalidad social que a veces se crea entre la gente. Te invitan, y lo importante es que veas su casa, lo que tienen, y se esfuerzan por quedar bien (que muchas veces es superarte a ti si les invitaste antes). Y eso hace que uno se diga por dentro: «Pues cuando invite yo voy a hacer...»; «Cuando me toque a mí tengo que superar lo que esta familia ha hecho». Así la invitación es como una competición o mercado para ver quién es más, quién es más original, quién hace las cosas mejor... Jesús corta por lo sano y propone una novedad: invitar a los que no te pueden invitar ni devolver nada, ni competir: los pobres, los lisiados, aquellos en los que nadie pone los ojos..., aquellos que no pueden devolverte la invitación. • Jesús rompe la lógica del «doy para que me devuelvas». Vamos por la vida midiendo: «Ya he invitado yo dos veces y ellos, que pueden, nada; así que no vuelvo a invitar»; «Ellos hicieron tal cosa, yo les voy a sorprender con...». • Jesús entra en otra lógica que no es la de «mercado», la de la «competición». La vida cristiana no es una vida de competición, de medir quién es más bueno, quién hace más... La vida cristiana es vida de dar, compartir lo que se tiene con quien no tiene, sin esperar más, sin estar atento a que te devuelvan. La vida cristiana no está pendiente de lo que me devuelven, sino de una acogida desinteresada. Dios no nos da porque le damos, sino porque ama sin más. Dios mide los corazones, todo, sabe por qué hacemos las cosas...
Meditatio • Esta novedad de Jesús nos cuestiona nuestra manera habitual de funcionar... Es cierto que la vida está llena de muchos detalles de generosidad a fondo perdido: madres que no miden lo que dan y saben que, quizá, no reciban nada; pero dan y se dan; hay educadores, gente buena que da mucho más de lo que recibe, que lo que les pagan, que lo que está en contrato. Hay mucho que se hace «sin paga». Sí, hay cosas que tienen que estar en contrato, pero hay muchas cosas que superan los contratos de horas, de paga... Para trabajar hace falta contrato. Para darse, para invitar, para regalarse al otro, no hace falta nada... Sólo hace falta hacerlo. Dios, que lee lo que no leen los ordenadores, lo que nadie ve, Él sí que lleva buena cuenta de la riqueza y bondad y de la entrega de nuestro corazón. -167-
• Hoy Dios interpela tu vida con esta palabra. Tienes aquí una oportunidad para analizar y confrontar tus comportamientos, tus invitaciones, tu manera de situarte ante los que te invitan, ante los que invitas. En definitiva, tu manera de situarte en la vida ante el dar o el darte. Hoy se te llama la atención sobre tu forma de ir por la vida: con competitividad, con ganas de demostrar «lo mucho que eres, sabes, tienes...» o, si simplemente, si te dejas llevar por responder a la necesidad del que está delante sin más..., sin mirar más, sin analizar si eso que haces redundará después en algún beneficio personal. Hay cosas muy hondas, muy clavadas dentro, muy invisibles, muy «normales» a los ojos del mundo que nos alejan del estilo del Evangelio... Sólo la Palabra de Dios es penetrante y nos hace ver maneras internas de funcionar que nadie ve... • Cuando Jesús propone invitar a los que no pueden corresponder nos está lanzando a vivir en generosidad, a dar sin esperar..., sin medir todo. Medir es esperar recuperar lo que hoy das. Medir es comportamiento «de mercado», no de «amor generoso». Hoy todo tiene precio: las patatas, las huevos, el tiempo, «mi» tiempo... Invitar a los que no pueden devolver nada es ir y darte a los que no te agradecerán nunca lo que haces por ellos. Quizá nadie les enseñó a agradecer o quizá digan de lo que haces que «es su trabajo»... Y dicen bien: es el «trabajo de un cristiano» darse a los demás... gratis... Tú, dentro, sabes que Dios lo ve todo... ¿Qué haces por los demás, qué esperas de los demás, qué haces por nada...? Son algunas preguntas que te podrías plantear delante de Dios en tu silencio... • Escucha de Dios la palabra dichoso, bendito, feliz el que hace algo a alguien por nada.
Oratio • Pide al Señor que te dé fuerza para aprender esta lección de la generosidad... • Nombra ante el Señor la letanía de excusas que te das para no salir de ti mismo y no echar una mano a quien la necesita... • Nombra cosas que te es posible dar y que no te decides a darlas... • Da gracias por lo que das (nómbralo) sin pedir nada a cambio... Cada vez que obras así eres feliz, Dios te llama dichoso, bienaventurado.
Contemplado • Imagínate que alguien te dice que estás invitado, que vas de acompañante a una fiesta, a una cena de gala, y tienes que llevar un «detalle» que no sea un «sobre con dinero». La cena es importante... Quizá no tienes ropa, tienes que salir a comprar algo para no hacer el ridículo o sacas lo que ya tienes y crees
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que puede quedar bien o no te importa quedar bien, sino ir sencillamente bien, digan lo que digan los demás... Ahora, el regalo. Piensas en él. Crees que vas a quedar bien si llevas... Lo compras, lo envuelves «para regalo». Ya está todo listo. Ahora vas con la sorpresa a esa cena de gala. No conoces muy bien al que ha invitado. Pero vas, y vas acompañada de un amigo que te sirve de apoyo, de alguien importante para ti que te ha metido en este lío... Eso te salva un poco del apuro. Imagina la escena de entrar, el salón, los invitados y, al fondo, está el que te ha invitado. Te acercas con tu «regalo»... y descubres que es el Señor Jesús. Ahí te paras. Le miras y te mira en el momento en que le entregas tu ofrenda. Congela ahí la escena y deja que el corazón funcione... Te mira, le miras... Quizá comiences a entender algo, o no. ¿Qué sientes con el regalo que elegiste? Si hubieras sabido que era para el Señor Jesús, ¿hubieras traído otra cosa? Recrea tú la imagen. No pierdas de vista esa mirada del Señor Jesús que lo dice todo: cómo te mira, cómo mira tu regalo... Qué te dice en silencio... Déjate mirar por Jesús. Su mirada trae novedad a tu vida...
Momento de compartir III. MATERIALES Una carta Querida: Eres mi querida de verdad. Te quiero de verdad. Hoy te he invitado a través de otra persona y has aceptado la invitación. ¡Dichosa tú! Yo me valgo casi siempre de otros para llegar a ti, para acercarme a ti, para acercarte a mí. Hoy podemos iniciar una manera de hablarnos más íntima y personal... Yo sé que estás harta de superficialidad, de palabras que no dicen nada, palabras que no nos dicen ni dejan ver lo que hay dentro del corazón. Hoy te he puesto un «gusanillo» en el corazón y lo has escuchado. ¡Algo nuevo puede nacer hoy! ¡¡Yo quiero!! ¿Tú quieres? Te seguiré invitando. En tus manos queda el seguir o no seguir aceptando la invitación. No vengas jamás «por compromiso». - 169-
Ven sencillamente por sentirte invitada. No vengas pensando que esto te hace bien. No es eso. Ven por sentirte invitada, llamada, convocada por mí. Ven para responder a mi susurro. Cuando menos lo esperes, pasará lo que ni te imaginas. Ten paciencia. Yo te espero siempre, siempre, siempre... No me canso de esperarte... El «oficio de Dios», como el oficio de los padres y madres, es esperar siempre, siempre, siempre... Te invito para comer, para alimentarte, para lanzarte más allá de lo que a ti se te ocurre o te apetece... Puedes ir más allá de donde hoy estás. Déjame que yo te ponga metas. No te las pongas tú. Es la manera de que avances, de que no se te llene el corazón de insatisfacción. Te quiero decir una cosa: no intentes quedar bien conmigo. No entiendo ese vocabulario que usas de vez en cuando, por ejemplo, dices: «A mí me gusta quedar bien con todos». Quiero que sepas que conmigo «no tienes que quedar bien». Mi invitación no es para que me invites a mí, o quedes bien conmigo. No necesito nada. Lo que crees que me haces a mí, te lo haces a ti misma. Orar, comulgar, leer el Evangelio y vivirlo, te hace ser a ti más de lo que puedes ser. Y eso es lo que me gusta: que seas todo lo que puedes ser... Como te gusta a ti ver que tus hijos crecen y logran ser lo que ellos se proponen o lo que tú les ayudas a ver..., así me gusta a mí verte crecer. Yo, no lo olvides, soy Dios Padre. Me entenderás un poco más si te miras a ti misma como madre... Tengo hijos e hijas que sí necesitan algo tuyo. Tu riqueza no es para ti. No te la guardes. Da. No midas. Juzgar, medir, ver tu adentro es cosa mía. No te preocupes. Nada que hagas en mi nombre, nada de lo que te despojes y des a otro en mi nombre, nada, nada cae en la nada. Todo queda guardado en mi corazón... Y te lo pagaré cuando llegues al cuarto de estar donde estoy yo esperándote... Un abrazo fuerte: Jesús.
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LUCAS 21,1-4 Cuando lo poco es mucho
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Tiempo de otoño: decoración con hojas secas, con motivos de naturaleza de otoño. Todo sobrio. Icono, velas, agua. No colocar flores ni plantas, si se usan los motivos otoñales.
Acogida de las personas • Saludo cordial a las personas que vengan, especialmente a las nuevas. La acogida crea ambiente. Cada persona tiene que ser recibida de manera específica. No se recibe y saluda al grupo, sino a cada una de las personas del mismo.
Ambientación • Dedicar unos momentos a que la gente se sitúe cómodamente; indicar que no se quiten ropa. La relajación hace después sentir frío si no hay muy buena calefacción. Tomar expresiones escuchadas a ellas mimas para que se sientan «tomadas por la palabra».
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Relajación • Un poco de respiración y de pausa. (Música.)
Invocación al Espíritu Personal • Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la advertencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... — Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. Comunitaria — Enséñanos a orar...
El texto: Lucas 21,1-4 En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra; pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Lectio • El pasaje que hoy nos sirve de texto orante sitúa a Jesús en Jerusalén, en el tiempo que va del Domingo de Ramos, con la entrada triunfal, al Jueves Santo. Son, pues, las últimas enseñanzas de Jesús. El texto es breve. • Jesús observa cómo se hacen las limosnas en el templo de Jerusalén. No se nos describen escenas con detalle, pero sí se pueden suponer. La «foto» en la que se fija Jesús es una anciana viuda depositando su limosna. Esto le sirve para contraponer: ricos/anciana pobre.
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RICOS: - Mucho - Vale poco ANCIANA POBRE: - Poco - Vale mucho
• La razón de la valía de la limosna para Dios no está en la cantidad, sino en la parte de sí mismo que va en lo que se da. Lo poco de la viuda es mucho porque es lo que tenía para vivir; entrega parte de su existencia, de su vida, de su comida. Eso es lo que Dios mira. Hay regalos, limosnas, ofrendas que no valen porque son «sobras» o son para «vanagloriarse». Cuando, aun dando mucho, nuestra vida no esté afectada, no cambie o siga con el mismo ritmo de vida, no hemos dado gran cosa. El verdadero dar «afecta a la propia vida». • Se entiende mejor si lo unimos con lo que pocos días después Jesús haría: entregar la vida. Mientras comía, tomó el pan y dijo: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros». • La lógica que inaugura Jesús es una lógica de donarse, no sólo de donaciones. Mientras las donaciones o limosnas no nos afecten, tampoco llegan muy arriba. La lógica que inaugura Jesús es una lógica de empobrecimiento personal. • No se trata de ser pobre, sino de hacerse pobre. Contra la pobreza, Jesús reacciona para liberar a la persona. El hacerse pobre es otra cosa: es un don de Dios, es una escucha a la llamada que Dios pone en el corazón. Hacerse pobre no es un deporte. Es un signo del Reino: valorar poco las cosas porque se ha encontrado un tesoro, el Reino de Dios, la vida de Dios, las cosas de Dios. Entonces se emprende un seguimiento de Jesús y seguirle se pone por encima de todo. Todo lo demás es prescindible. Todo lo demás es nada comparado con el Reino o las cosas de Dios. • En el texto, una pobre se convierte, además, en referencia de hacerse pobre: da todo lo que tenía. Nos envía a otras personas que también nos propone Lucas cuando habla Jesús de la pobreza: contra la codicia (Le 12,13-34), el hombre rico (Le 18,18-29), Zaqueo (Le 19,1-9)...
Meditatio • La riqueza, el dinero, lo queramos o no, es un tema sensible en nuestro mundo y en cada persona. «Sin dinero no se va a ningún sitio»; «Poderoso caballero es don dinero»; «Luchamos y nos movemos por el dinero»; «El único incentivo que algunos entienden es el dinero»; «El dinero abre todas las puertas»... Tenemos mil expresiones diarias que indican la importancia del dinero. La primera cosa que hay que decir es que nadie da su justo valor al dinero si no es «tocado» por -173-
la luz de Dios. Valorar o no el dinero, las riquezas, las cosas queridas (desde una joya a una cuenta en el banco o un mueble que nos gusta mucho) es sólo posible desde el susurro de Dios en nuestro interior. Desprenderse de algo, quedarse sin algo, dar algo querido es imposible si no tenemos fuerza que nos viene de Dios. Te puedes entretener en meditar esto. Observa las cosas que tienes guardadas, esas que están llenas de recuerdos y a las que das mucho valor. Observa tu corazón: cómo «funciona» ante las «cosas buenas y de valor» (porque te gustan, porque te agrada que te vean, porque hay que «tener clase»...). • El relato de hoy no es un modelo de ayuda al necesitado. Eso es otra cosa. La Palabra de Dios de este evangelio es mucho más que ayudar; se trata de darlo que tenía para vivir, de desprenderse de lo propio para entregarlo en el Templo. La limosna de la pobre viuda está en perspectiva de entrega de algo que necesitaba para vivir, que la dejaba sin algo necesario. Es una manera de decir: Mi vivir depende de Dios, no de lo que yo tengo. Nuestra meditación entra, pues, en otra dimensión. No se trata de preguntarnos si damos, cuánto damos y cuánto tenemos que dar para quedar tranquilos, qué aportamos como ayuda a los necesitados, etc. Pasamos a otro nivel: el nivel de la oración, del encuentro con Dios, del discernimiento de lo que tengo que dar, entregar para ser yo más íntima y dependiente de Dios. La medida y la regulación de este comportamiento escapan de toda sugerencia que venga del exterior. Es Dios el que nos susurra la entrega de nosotros mismos en el adentro de nuestra relación con él. • ¿Qué sientes que Dios te está pidiendo desde hace tiempo o en estos momentos como entrega de tu vida? • También puedes meditar lo que son tus limosnas: ¿algo que te sobra?; ¿en qué se nota que has hecho limosna: abstinencia de algo, menor calidad en los alimentos o en el vestido, privación de cosas...? • Cuando nos hemos acostumbrado a un nivel social de consumo, de gasto, o cuando nos hemos instalado en un nivel de relaciones... todo lo que no sea mantenernos en ese nivel quizá nos cuesta... o no lo entendemos..., o nos vemos obligados a justificarlo como lo más normal del mundo... Analiza las justificaciones que nos damos... y su valor evangélico...
Oratio • Presenta al Señor tus miedos, si los tienes, en materia de tener, poseer, quedarte sin nada... Sé clara. No disimules lo que tu corazón siente. • Reza: Yo ahora estaría dispuesta a darte... Yo ahora tengo miedo de que me pidas... Yo ahora no puedo darte... • Si tienes fuerza, pide luz al Señor para que te ilumine el sentido de entregarte... que ya sabes que es algo más que dar limosna... -174-
Contemplario • Imagínate que has tenido una gracia de Dios y te decides a desprenderte de aquello que más te gusta, que con más cariño guardas, que más pobre te deja ante los ojos de los demás, o eso que llevas «por compromiso social más que por convicción personal», algo que realmente te deja empobrecida... Analiza qué vas a dar. Elige conscientemente, no cojas nada que no usas o que no te hace falta; escoge algo en lo que tienes puesto el corazón. Repasa... A lo mejor son varias cosas... Siempre queda por ahí algo a lo que nos agarramos... Quédate sin nada material a lo que agarrarte... Envuélvelo... Vete dándote cuenta de los sentimientos que pasan por ti al hacerlo... Vete despacio... Ahora encamínate sola o acompañada a llevarlo a algún sitio o institución... que has pensado.. . O a venderlo para dar el importe... Llamas a la puerta... Te abren desde dentro... Entras y te encuentras con Jesús. Te quedas ahí, contemplado, con tus cosas en las manos, con sus manos recogiendo tus cosas, con sus ojos mirándote... y te quedas sin palabras... sólo con los ojos... A lo mejor te surge dentro un «si hubiera sabido que era para ti»... ¿Para quién crees que es lo que das cuanto entregas lo que tenías para vivir...? Quédate ahí... Después vuelves a casa y recoges aquello que te quedó o que te «quedaste con ello».
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Gesto ¡Bah! ¡Para dar esto, mejor es no dar nada...!
¿No será esta la frase que dice Dios de ti cuando das lo que das?
LUCAS 21,5-11 Estad atentos: vigilad
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar todos los detalles que puedan ayudar a nuestros sentidos para hacer bien la oración.
Acogida de las personas • Es bueno estar esperando a los otros y no hacer esperar.
Ambientacion • Comentar algún detalle escuchado en la acogida, la necesidad de alguien, el tiempo litúrgico en que estamos. La ambientacion es como una continuación de la acogida que prepara a la oración.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación de la oración • Relajación. Ruptura con lo que hemos hecho durante el día y con lo que aún nos espera. Ayudar a vivir el aquí y ahora del momento de oración. -177-
Invocación al Espíritu • Puede hacerse de manera personal con un momento de silencio o de forma comunitaria, después de unos momentos de silencio personal. — Ven Espíritu de Jesús. — Enséñanos a orar... — Cuando dos o tres están reunidos en tu nombre...
El texto: Lucas 21,5-11 En aquel tiempo, al oír a algunos que hablaban sobre la belleza de las piedras y exvotos que adornaban el templo, dijo: «Vendrá un día en el que eso que veis quedará totalmente destruido; no quedará piedra sobre piedra...». Entonces le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo será eso? ¿Cuál será la señal de que esas cosas están a punto de suceder?». Él contestó: «Estad atentos, para que no os engañen. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy, ha llegado la hora". No vayáis detrás de ellos. Y cuando oigáis hablar de guerras y de revueltas, no os asustéis, porque es preciso que eso suceda antes, pero el fin no vendrá inmediatamente». Les dijo además: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino, Habrá grandes terremotos y, en diversos lugares, hambres, pestes, apariciones terroríficas y grandes portentos en el cielo».
Lectio • El momento inicial de nuestra oración es comprender el texto que nos sirve para orar. Sin comprensión honda no hay elementos para una oración específica. El gran peligro en la comprensión de un pasaje evangélico es decirnos: «Eso ya me lo sé». • Después de la entrada triunfal en Jerusalén, Lucas sitúa a Jesús en el templo, donde acontecen varios episodios, como el de la ofrenda de la viuda y el discurso escatológico, es decir, el discurso sobre lo que pasará en el futuro, tanto en el más inmediato como en el más remoto, al final del mundo. Lo que Jesús dice tiene como punto de partida lo que ve u oye. En este caso, Jesús oye ensalzar la belleza del templo, lugar sagrado para los judíos. Sus piedras eran una
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verdadera joya. Y Jesús se atreve a profetizar que no quedará piedra sobre piedra. La consistencia del templo es relativa. Nada humano es eterno. • La reacción de los que le oyen, no se dice quiénes son, es lógica: ¿Cuándo ocurrirá esto? Por una parte, hay una normal curiosidad, por otra «estar preparados para cuando suceda». El Maestro, como le llaman, se desmarca de una respuesta precisa, aunque da pistas, y llama la atención ante el engaño: Muchos se presentarán en mi nombre, muchos se Uamaván a s'\ mismos mesías, muchos se harán pasar por mí. No vayáis tras ellos. • El Maestro está diciendo a los suyos que hay una manera de confundir y engañar a los sencillos que es el miedo, la amenaza de catástrofes. Meter el miedo en el cuerpo es un viejo truco para esclavizar y dominar al otro. El miedo es lo que menos libres nos hace. Los falsos mesías predicarán el miedo. No perder la vida, no vivir un momento catastrófico lleva a mucha gente a «dar lo que sea», a «hacer lo que sea». Por eso la advertencia: No os dejéis engañar. El final de todo no llega enseguida. Permanecer en la confesión de la fe es lo que os salvará. • Unos años después, el templo fue destruido hasta el día de hoy. Las guerras, las catástrofes se han sucedido siempre. Pero el final no llega enseguida.
Meditatio • Nuestra historia y geografía están llenas de grandes monumentos artísticos que unos hombres construyeron y otros destruyeron. Lo que unas manos edifican otras lo destrozan. Es doloroso y tú puedes traer a tu memoria monumentos que fueron y hoy son ruinas. Todo nos habla de la inconsistencia de lo consistente hecho por manos humanas. Las personas tenemos poder de destrucción. Destruir lo que nos precede y no es nuestro es, para muchos, señal de poder. Así está hecha la historia. • Jesús tiene en cuenta esta realidad, pero va más allá: va a las razones por las que se arrasa lo que otros levantaron. Un mecanismo de arrasar lo que no es nuestro edificio es la calumnia, la mentira, presentarse como «nuevos salvadores», usurpar el título de mesías al único Mesías. Analiza un momento el funcionamiento de la competencia en la publicidad: lo que yo anuncio es lo mejor; como lo mío, nada; lo que te dará felicidad, lo que te quitará problemas es mi producto. Aquí interviene el mensaje de Jesús: No os dejéis engañar. Quizá tú tienes experiencias que te han llevado a exclamar: «¿Por qué le haría yo caso? ¿Cómo me habré dejado engañar tan fácilmente?». Aprender a discernir las corrientes de pensamiento es importante porque son caducas, aunque parezcan muy consistentes, como el templo y su belleza eran caducos.
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• Una segunda pista de meditación nos viene por el recurso empleado por los «mesías de turno» de apelar al miedo; apoderarse de nuestra vida íntima «metiéndonos el miedo en el cuerpo». El mensaje de Jesús es libertad, un final de encuentro con Dios en su casa. Saber permanecer en pie, creyendo contra toda esperanza, es lo que nos dará el «final feliz». Una salvación que se centra en el miedo a lo que nos pueda pasar ya parece, de entrada, sospechosa. Jesús, el Salvador, predica un mensaje de liberación, no de miedo; de amor, no de temor. El «temor de Dios» es una virtud. El «temor de Dios» viene del amor que me lleva a querer tanto, que temo no saber amar o «equivocarme» en algún momento. El temor de Dios nada tiene que ver con el miedo. Piensa un poco en tu relación con Dios, ¿por qué te mueves, por el amor o por el miedo?
Oratio • Dile a Jesús tus miedos al futuro... Habíale de tantos signos como pasan a tu lado de guerras, de destrucción que te abaten y, a veces, te dejan perplejo... • Nombra ante Jesús a las personas que conoces que viven en el temor, en el miedo y no en el amor... • Presenta al Señor tu fragilidad, tu tendencia a buscar lo seguro que a veces te puede llevar a seguir a mesías baratos y caducos... • Pide fuerza para permanecer en la verdad, para confiar sólo en él, que es el Templo verdadero que el Padre ha reconstruido, resucitándolo de la muerte.
Contemplado • Imagina la escena... Estás con Jesús y estáis contemplando el templo de Jerusalén... o estás contemplando una obra de arte que te admira... un palacio que lleva en pie siglos... Siéntete contemplando con Jesús algo grandioso construido por los hombres... Eso que te hace exclamar: «¡Cómo habrán podido construir esto con la falta de medios que tenían antes!»... Todo son admiraciones... Las miradas están dirigidas hacia el objeto contemplado... Vas enumerando detalles de admiración... Jesús también mira... A cada una de tus sorpresas y admiraciones, Jesús, con voz sosegada, casi triste... dice: Vendrá un día y no quedará piedra sobre piedra... ¿Qué dices? ¿Cómo te «sientan» estas palabras de Jesús? ¿Qué pregunta te brota enseguida...? Se la dices... Dísela... Y mira por dónde te sale Él... Jesús casi nunca responde en directo a la pregunta que le formulas... Jesús no es un «buscador de Internet» que nos da las soluciones... Jesús sale a su aire, con sus preguntas... Estad atentos para
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que no os engañen... Van a pasar muchas cosas delante de vosotros... Vais a ver caer muchas «torres» que parecían construidas sobre roca... Se van a presentar muchos ante vosotros diciéndoos cosas y haciéndose pasar por mesías... Os van a intentar engañar... La advertencia de Jesús no está tan fuera de sitio. Tú te has encontrado con gente que habla mucho... De algunos decimos que son «unos bocazas», que hablan mucho y no son nada. Jesús te hace la pregunta: ¿qué tienes tú de apariencia y de qué apariencias te alimentas? Todo eso se vendrá abajo... No te servirá para nada... Quédate en silencio. No digas nada, contempla...
Despedida Momento de compartir
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JUAN
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JUAN 4,43-54 Tu hijo esfá curado
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Tiempo de Cuaresma: poner lamparitas por el suelo, tantas como personas haya en la oración. Sólo hay luz de lamparitas y de velas, además del icono.
Acogida de las personas • La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. La acogida hace que en la oración no seamos islas, sino grupo de orantes. Atención a las posibles personas nuevas.
Ambientación • Aprovechar acontecimientos del tiempo litúrgico y del día para situarnos en el aquí y ahora de unos orantes históricos. Si hubiera personas nuevas, dedicar un momento a explicar cómo solemos hacer la oración. Repetir la importancia de las posturas y de estar abrigados.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de respiración guiada y de pausa. (Música.)
Invocación al Espíritu Personal • Lo que vamos a hacer, orar, nos supera. Reconocemos con sencillez que necesitamos la ayuda del Espíritu de Jesús. Es Él quien nos puede enseñar a orar y quien nos puede abrir al misterio de Jesús y del Padre. La advertencia de Pablo es clara: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). — Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... • Desde la realidad de nuestro día de hoy, rezamos: ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. • Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el misterio de su Hijo. Comunitaria — Enséñanos a orar... {Repetir varias veces esta expresión.) — Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo.
El texto: Juan 4,43-54 En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: «Un profeta no es estimado en su propia patria». Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, Jesús a Cana de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafamaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. -186-
Jesús le dijo: «Como no veáis signos y prodigios, no creéis». El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño». Jesús le contesta: «Anda, tu hijo está curado». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Hoy a la una lo dejó la fiebre.» El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
Lectío • El pasaje bíblico de hoy está enmarcado en el tiempo de Cuaresma, la cuarta semana, llamada «semana de ver» o semana de «abrir los ojos de la fe». Yo creo que todos tenemos experiencia de decir: «¡No me lo puedo creer!»; «¡Si no lo veo no lo creo, me parecería imposible!»; «No lo veo claro». Ver algo y creérnoslo están muy relacionados. (Para la geografía de los lugares que salen en el texto, será bueno llevar el mapa de Palestina, póster Catequistas, n. 14.) • El texto nos presenta a Jesús saliendo de Judea, camino de Galilea. Sale huyendo, porque temía que los fariseos se metieran con Él, que era ya más seguido que Juan Bautista (v. 1). De Judea a Galilea, es obligado a pasar por la región de Samaría (que nos suena por la parábola del samaritano, por el encuentro con la samaritana, que precede a este pasaje, por la expresión: Porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Galilea es la región norte de Palestina, donde se encuentra el lago de Galilea o de Genesaret, la región donde Jesús se despide de sus discípulos y sube al cielo; es la región más pagana, de más cruces de ideologías. Es la región donde Jesús comenzó sus signos, en Cana de Galilea. Se trata de un escenario geográfico lleno de significado: en este territorio los evangelistas sitúan a Jesús mucho tiempo, sobre todo en Cafarnaún. Llega, pues, Jesús a Cana de Galilea. En Cafarnaún hay un funcionario real y se entera de que Jesús está en Cana de Galilea, y allí se va. Lleva este funcionario en el corazón una espina y una esperanza: la enfermedad de su hijo y la esperanza de sanación. Acude a Jesús con esperanza. Esperar en alguien es, al mismo tiempo, creer en alguien: «Creo en ti y creo que tú puedes lo que yo no puedo». • El encuentro con Jesús es frío, o Jesús se muestra frío. Jesús toma distancias de aquellos que acuden a Él como milagrero, sólo por la fama, no por creer en Él. Por eso les dice: Si no veis señales y prodigios, no creéis; que nos suena a lo que le dirá a Tomás: Crees porque has visto; dichosos los que crean sin ver. Jesús recibe al funcionario con una no disimulada resistencia o frialdad. -187-
• Lo central, de todas formas, está en lo que sigue: Saya antes de que muera, le dice el funcionario. Jesús le responde: Vete, que tu hijo vive. Y se lo creyó el funcionario. Le bastó la palabra. No añade ni quita nada. Se queda con la sola palabra de Jesús. Ésa es la fe. No necesita ver para creer. Le basta escuchar y creer lo escuchado. • Podemos ver un proceso en este hombre: va a Jesús porque ha oído hablar de Él y algo le atrae. Va porque tiene una necesidad que le llega al alma (su hijo se muere), reconoce abiertamente que de este Hombre puede venir salvación. En el funcionario pagano hay, a la vez, curiosidad, esperanza, confianza, desplazamiento o búsqueda de Jesús. Primero, le expone su necesidad y, segundo, cree en su palabra. Cree que la palabra de Jesús tiene poder, es activa, opera vida y salvación. El tercer paso es que cuando comprueba la curación del hijo, que antes de ser realizada ya ha sido soñada, palpa la fuerza de creer en Jesús. El resultado es que a su fe se suma su familia y una nueva manera de relacionarse con Jesús se inicia. • Los paisanos de Jesús, los habitantes de Nazaret, desconfían de Él y dicen: ¿No es este el hijo del carpintero? (Mt 13,55; Me 6,3). No pudo hacer allí signos porque no tenían fe en Él. Bien contraria es la actitud del funcionario de Cafarnaún.
Medita tío • Si ya tienes en tu corazón alguna luz para aplicarte esta palabra a tu vida, sigúela. Te propongo algunas pistas, por si te sirven: — Ir a Jesús, visto desde la narración del funcionario real, tiene dos polos: lanecesidad que siente y lo que ha oído hablar de Jesús... No vamos a quien no conocemos. Vamos hacia alguien del que nos han comentado que es un médico muy bueno... Nos cercioramos para no ir «a cualquiera». Exigimos garantías, que nos las dan los que conocen... Por aquí tienes una pista de interiorización, de ponerte en la piel del funcionario: ¿Quién te habla de Jesús para acudir a él? ¿Qué tienes hoy como necesidad? ¿Qué te moviliza para ir donde sea con tal de que te dé garantías? Sólo los instalados no van a ningún sitio. Sólo los instalados en lo suyo no se mueven para cambiar. Les basta lo que tienen, aunque protesten... — A Jesús se va con fe. Jesús puede hacerse/ labor, su obra, su salvación (= Jesús significa Salvador) si nos aproximamos a Él como Salvador, no como titiritero o como mago. Ésta es la gran cuestión: creer es fiarse. Creer es dar a Dios la posibilidad de ser Dios-con-nosotros. Muchas culpas que echamos a Dios tendríamos que retomarlas y ver hasta dónde llega nuestra fe... Cómo, cuándo y por qué acudes a Jesús son preguntas que nacen de este pasaje bíblico. Se puede estar junto a alguien sin creer en él o de manera rutinaria. -188-
— Necesitamos «anunciadores» que nos cuenten cosas y que nos narren las acciones de Dios, que nos encandilen y nos pongan en pista hacia Dios. No hablar de Dios a los nuestros es cerrarles el camino hacia Jesús. No contar las maravillas y las «buenas nuevas» de Jesús es dejar a otros sin la posibilidad de acercarse a Jesús y, por Él, al Padre que lo envió. — Creer no es un gran discurso sobre Dios, sino una aceptación de la Palabra de Dios pronunciada en su Hijo. Creer es movilizarse para acudir a Jesús y para alejarse de él creyendo que pone la mano en nuestra necesidad para salvarnos. Creer es fuente de vida. Creer crea una nueva manera de existir: la que el funcionario nos ofrece: oye, cree y obedece. • Quizá esta meditación te ayude a revisar tu fe a la luz de la fe de este funcionario...
Oratio • Preséntate ante Jesús tal como te sientes ahora: persona de fe, o de poca fe, o de fe muy amañada, a tu aire... • Di a Jesús tus dificultades para creer o dale gracias por la fe que hay en ti y que te supera... porque notas que Alguien te la da. • Atrévete a nombrar tus necesidades, tus íntimos deseos secretos... aunque no tengas la fe del funcionario... • Pídele (o dale gracias) que te ponga en contacto con personas que te hablen de Jesús de manera enamorada y enamorante..., no de libro. • Confiesa tu dificultad para creer de verdad: porque lo quieres todo clarito, porque no te fías ni de ti misma, porque Dios te ha decepcionado, porque crees que la fe es saber cosas, porque eres muy insegura y te cuesta confiar, porque te has llevado muchos desengaños... • Métete en la piel del funcionario y escucha: Vete, tu hijo vive. En vez de «hijo» pon lo que tú quieras.
Contemplatio • Imagínate en un momento de necesidad de tu vida (pasado, actual o imaginario). Te decides a acudir a Jesús después de dar muchas vueltas en la cabeza. Imagínate el escenario del encuentro: una iglesia, tu casa o una escena que creas en tu imaginación con un encuentro físico con Jesús. Es importante que recrees con detalle la escena. Llegas allí. Jesús te está esperando. Te acercas. Expones
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lo que te «duele en el alma». Y notas que Jesús no te hace mucho caso. Ahí congelas la escena. Ahite quedas... No hablas. No dices nada. Sólo sientes, estás, escuchas lo que va surgiendo en ti... No te des explicaciones... Deja que todo vaya surgiendo del fondo del corazón, no de la cabeza... Y el final será feliz...
Momento de compartir III. MATERIALES Se entrega a los participantes una hoja que contiene el dibujo de unas gafas negras y la frase:
Cuando queremos ver claro todo lo de Jesús y hasta leer bien la letra pequeña, posiblemente no veamos nada. Se cree oyendo, más que viendo.
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JUAN 5,1-3.5-16 ¿Quieres quedar sano?
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Tiempo de Cuaresma. Decoración sobria. Importancia de la Palabra en el centro de la capilla o sala donde se hace la oración.
Acogida de las personas • La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. La acogida hace que en la oración no seamos islas, sino grupo de orantes. Atención a las posibles personas nuevas.
Ambientación • Aprovechar acontecimientos del tiempo litúrgico, de las noticias del día para situarnos en el aquí y ahora de unos orantes históricos.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de respiración guiada y de relajación. (Música.) -191 -
Invocación al Espíritu Personal • Lo que vamos a hacer, orar, nos supera. Reconocemos con sencillez que necesitamos la ayuda del Espíritu de Jesús. Es Él quien nos puede enseñar a orar y quien nos puede abrir al misterio de Jesús y del Padre. La advertencia de Pablo es clara: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). — Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... • Desde la realidad de nuestro día de hoy, rezamos. — Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. • Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el misterio de su Hijo. Comunitaria — Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.) — Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo.
El texto: Juan 5,1-3.5-16 En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?». El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina; para cuando llego yo, otro se me adelantado». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla». Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar». -192-
Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?». Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.» Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Lectío • Juan acaba de narrar el encuentro de Jesús con la samaritana. Jesús se encuentra ahora en Jerusalén, en una fiesta religiosa a la que acude gran número de judíos y no se nos dice qué fiesta es. Visita el lugar del dolor donde están los enfermos ciegos, cojos y lisiados. Allí acontece la escena que acabamos de escuchar. • Jesús se fija en un enfermo del que se dice la cantidad de tiempo (treinta y ocho años) que llevaba esperando. Es un detalle de acercamiento a los más pobres en espera y en soledad: no tengo a nadie. Con él entabla conversación. La pregunta inicial no es qué te pasa, sino ¿quieres curarte? Y la respuesta no es lacónica, sino la descripción de su realidad de soledad: No tengo a nadie. No se puede curar porque no tiene a nadie. En ese momento es cuando Jesús actúa: Me tienes a mí. Levántate, toma tu camilla y marcha. En definitiva, se está respondiendo: Quiero, pero no puedo. Hay situaciones y enfermedades que son incurables sin la ayuda de otro. • Los judíos que ven al enfermo transportando la camilla no se fijan en la salud recobrada por el que llevaba tanto tiempo enfermo, sino en la ley: Hoy es sábado y no puedes llevar la camilla. Aquí está la diferencia entre el actuar de Dios y el actuar de los judíos. En este relato no se especifica si eran los sacerdotes del templo o quiénes. Poco importa. Pero es cierto que Jesús, actuando como Salvador, rompe esquemas y entra en conflicto con el pensamiento dominante religioso. Jesús justifica lo que acaba de acontecer porque su Padre trabaja. Si su Padre está dispuesto siempre, también el día de reposo, a trabajar por los privados de salud, Él se siente con derecho para obrar la salvación en todo momento. No hay días prohibidos para hacer el bien a otro.
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Meditatio • Una primera apropiación del texto de san Juan es la de mirar las «enfermedades» que padecemos y desde cuándo las sufrimos. Hay males que los llevamos al hombro quizá toda la vida y no somos capaces de curarlos: egoísmos, envidias, superficialidad, inmadureces, decisiones equivocadas de las que no acabamos de arrepentimos y asumirlas, ganas de juzgar a todos o de poseerlos... Sentir nuestra enfermedad es el primer paso para poder curarla. Y hay enfermedades que si las llevamos solos, sin ayuda de otros, pesan más. No tienen solución. Tú lo sabes bien. Hay enfermedades que necesitan la presencia de otro para que nos demos cuenta de que las tenemos y podamos superarlas. La soledad, el aislamiento son causa de que las enfermedades nos duren y se apoderen de nosotros. Pero no sólo necesitamos a semejantes nuestros, también necesitamos la presencia, la visita de Jesús para llevar nuestras carencias físicas, espirituales... • Es muy interesante la pregunta de Jesús: ¿Quieres curarte? Hay personas que no quieren curarse de su manera de ser, que, por otra parte, les hace sufrir y se lamentan de ella constantemente. Piensan que viéndolos así alguien se compadecerá de ellos. «Yo no tengo nada que cambiar en mí», «me gusta como soy», «al que le moleste como soy, que se aguante», etc. son expresiones que se escuchan con alguna frecuencia. ¿De qué quieres curarte? ¿Qué necesitas curar en ti? Estas preguntas son básicas, son las que a Jesús le dieron pie para poder curar al enfermo de tantos años de postración. Sin querer algo de todo corazón es difícil alcanzarlo... • Quedar curado trae consecuencias... La gente se acostumbra a que somos de una determinada manera; nos hacen «la foto» de nuestro genio, egoísmo, etc. y si cambiamos, algunos se molestan. Nos quieren ver siempre con nuestro fardo a cuestas... Sí alguna vez lo soltamos, podemos encontrarnos con personas que nos digan: «Tú eres tonto, ¿para qué cambias? ¿Te has vuelto un santurrón? ¡Si eso ya no se lleva!», y frases parecidas. En tu experiencia, seguro que tienes casos parecidos al que nos narra san Juan. Son posibles los miedos, los retrocesos, la vuelta a lo de antes... Nuestras fuerzas son frágiles... Necesitamos estar en conexión y en comunicación continua con quien nos puso en marcha, para que no nos pase algo peor, para no volver a las andadas. Sin intimidad con el Señor Jesús, sin estar muy cerca de Él, las recaídas pueden llegar. Echa un vistazo a tu vida, a tu experiencia de cercanía con Dios.
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Oratío • Pide a Jesús que visite tu «lugar de postración», el lugar donde te toca vivir con tus achaques físicos, psíquicos, espirituales, preocupaciones... • Responde a Jesús con una oración que te salga del fondo del alma ante la pregunta, aparentemente sencilla: ¿Quieres curarte? Dile tus miedos de curarte, tus propias contradicciones... • Pide fuerza para vivir curado a pesar de lo que diga la gente, de lo que te digan, de los cambios que eso suponga... • Nombra a personas que necesitan una palabra de ánimo, una mano de ayuda, un empujón para comenzar a caminar...
Contemplado • Imaginar la escena: tumbada imitando al enfermo. Sentirte enferma: tus enfermedades corporales y del alma... Los años que llevas con ellas, luchando... De algunas de tus «dolencias» seguro que ya has dicho: «Imposible cambiar». Nadie te las ha quitado... Ni otros pueden, ni tú puedes. Ahí sigues con tu «enfermedad». • Jesús aparece y se fija en ti, precisamente en ti... ¿Quieres quedar sana? ¡Ojo a la respuesta! Hay cosas de las que no queremos quedar curados... Nos trae cuenta, pensamos, seguir enfermos: excusas, provocación de compasión... Detente ahí, en tus ganas de ser curado... o de seguir en la situación... Sobre todo en la situación de tu alma... • Imagina que respondes que sí, que quieres ser curada, que estás dispuesta a coger tu camilla y salir con ella sin que te importe lo que la gente dice... Pon nombre a la camilla que tienes que llevar como consecuencia de recuperar tu salud. Pon nombre a los que se pueden reír de ti y decirte algo. Pon nombre a lo que te pueden preguntar. Pon nombre a tus respuestas... • Imagina el encuentro con Jesús y que te dice: Estás sano. No vuelvas a pecar. Las recaídas son peores...
Momento de compartir
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JUAN 5,17-30 Lo mío es hacer la voluntad de mi Padre
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar los detalles que favorezcan la oración. Un estilo de decoración educa al grupo en una forma de oración.
Acogida de las personas • Antes de orar, acoger a las personas de manera individual.
Ambientación • Siempre es bueno una palabra del momento, el tiempo litúrgico, lo que acontece en la historia de la ciudad, del pueblo o del mundo. Rezamos y somos convocados por el Espíritu en un momento histórico concreto.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Estás aquí con tu cuerpo. Vas a intentar estar también aquí con tu espíritu, con tu mente, con todos los sentidos. Te propongo «hacerte un escenario» para el -197-
encuentro de intimidad, de oración con Dios. Imagínate a tu gusto ese escenario donde crees que podrás sentirte bien. Puede ser el escenario habitual que usas en tu oración o un escenario particular, para el día de hoy. Jesús buscaba geografía para orar: se iba a la montaña, a un lugar retirado. Haz lo mismo. Elígelo sabiendo que pasarás allí un momento largo. Sitúate en la postura que quieras. Se tú y sé dueño del lugar... Capta todos los detalles... y retira o coloca los objetos que quieres tener hoy contigo... El lugar no es lo más importante, pero es un elemento fundamental... Respira, concéntrate en la respiración, en sentir tu cuerpo en paz...
Invocación al Espíritu Personal • En esa paz que ahora disfrutas con todo tu cuerpo y en todo tu cuerpo, comienza aceptando que Dios es el interlocutor importante de este momento del día y es Él quien quiere entretenerse y hablar contigo. Reza: — Dios, tú me has llamado. Dios, habla, que te quiero escuchar. Comunitaria • Repetimos. — Enséñanos a orar.
El texto: Juan 5,17-30 Jesús les replicó: «Mi Padre, hasta el presente, sigue trabajando y yo también trabajo». Más aún, en vista de esto, los dirigentes judíos trataban de matarlo, ya que no sólo suprimía el descanso de precepto, sino también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose él mismo igual a Dios. Reaccionó Jesús diciéndoles: «Pues sí, os lo aseguro: Un hijo no puede hacer nada de por sí, tiene que vérselo hacer al padre. Así, cualquier cosa que éste haga, también el hijo la hace igual, porque el padre quiere al hijo y le enseña todo lo que él hace. Y le enseñará obras mayores que éstas, para vuestro asombro. Así, igual que el Padre levanta a los muertos dándoles vida, también el Hijo da vida a los que quiere; de hecho ni siquiera el Padre sentencia contra na- 198-
die, sino que la sentencia la ha delegado toda en el Hijo para que todos honren al Hijo como lo honran a él. Negarse a honrar al Hijo significa negarse a honrar al Padre que lo envió. Sí, os aseguro que quien escuche mi mensaje, y así da fe al que me envió, posee vida definitiva y no está sujeto a juicio; ya ha pasado de la muerte a la vida. Sí, os aseguro que se acerca la hora, o, mejor dicho, ha llegado, en que los muertos van a oír la voz del Hijo de Dios, y los que la escuchen tendrán vida. Porque lo mismo que el Padre dispone de la vida, así también ha concedido al Hijo disponer de la vida y, además, le ha dado autoridad para pronunciar sentencia, porque es hombre. No os asombre esto, porque se acerca la hora en que van a oír su voz los que están en el sepulcro, y saldrán los que predicaron el bien, para comparecer y tener vida; los que obraron con bajeza, para comparecer y recibir sentencia. Yo no puedo hacer nada de por mí; doy sentencia según lo que aprendo, y esa sentencia es justa, porque no persigo un designio mío, sino el designio del que me envió».
Lectio • La narración evangélica proclamada es la respuesta que Jesús da a los judíos que le achacan que ha curado a un enfermo en día de sábado y éste camina con la camilla en la que estaba postrado. Los judíos perseguían a Jesús por hacer tales cosas en sábado (v. 16). Jesús es perseguido por las curaciones que hace en sábado. Acaba de curar a un enfermo que llevaba treinta y ocho años esperando que alguien lo empujara a la piscina y todavía no ha logrado entrar en ella. Jesús le cura y le envía a casa. Los fariseos ven al recién curado y se escandalizan porque el día de sábado no se puede hacer eso, pues «trabaja» llevando la camilla a cuestas. El curado dice que cumple las órdenes que le ha dado el que le curó. Por eso las iras de los judíos van contra Jesús. • Jesús justifica por qué obra así: porque es Hijo de Dios, porque su Padre está todo el tiempo «manos a la obra» de extensión del Reino, en un ejercicio de amor infinito. La muestra de este obrar de Dios es este signo de salvación con un enfermo de treinta y ocho años de sujeción a una camilla. Jesús no tiene más norma que la voluntad de Dios, no las normas inflexibles humanas. Ante su Padre, todo lo demás es lo de menos, no importa. Hacer las obras de Dios en sábado no es romper la ley, sino seguir la voluntad de Dios, continuar su obra de salvación y de creación.
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• Lo que hace Jesús no es por cuenta propia, sino lo escuchado y aprendido de su Padre. Hay total unidad y acuerdo entre lo que el Hijo hace y lo que el Padre quiere. Eso mismo puede ocurrir entre los hombres y el Padre: podemos llegar a total armonía. • Oír a Dios es apostar por la vida. Dios llena a la persona de vida. Escuchar a Dios es escuchar la vida que llena de alegría y hace exclamar: ¡Da gusto vivir! La consistencia de Jesús está en que hace la voluntad de su Padre. La consistencia vital no son los caprichos, sino la obediencia al Padre. Escuchar la palabra y cumplirla es pasar de la muerte a la vida, es ser hijos de Dios. Pero obedecer a Dios trae consecuencias.
Meditatio • El Hijo no hace nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Jesús se confiesa Hijo porque hace las obras del Padre. El carné de identidad de Jesús no es un papel escrito, sino unas obras palpables. Lo que hace el Hijo es lo que ve hacer al Padre. No es «creatividad» ni «ocurrencia», es salvación, es «algo divino»: plasmación del hacer del Padre. La relación e intimidad con el Padre es la que le revela lo que tiene que hacer: dar salvación, dar salud, poner vida donde hay muerte... En la vida cristiana, a la pregunta ¿qué tenemos que hacer?, se responde sólo desde lo que dicte la intimidad con el Padre, lo que sea salvación para otros... Y cada uno tendrá la respuesta desde el grado de intimidad que mantenga con el Padre. Las obras de salvación y de evangelización no son productos de laboratorio, ni de márquetin, ni de reuniones de evaluación o programación, sino vida de Dios escuchada en intimidad y puesta en obra, tarea de Dios rezada y puesta en signos. • El Hijo da vida a los que ama. Sentirse amados de Jesús es sentir vida. La vida, la alegría interior, el saber gozar de todo lo creado, es realidad que se nos da. Amar a Jesús nos da vida. Amar a Jesús comienza por el anuncio de que somos amados por Jesús. La fuente de la alegría verdadera para el creyente está en Dios. No hay otro manantial. Tener en el primer puesto a Dios en nuestra vida es lo único que nos dará la verdadera paz. Nos lleva esto a revisar nuestras «fuentes y manantiales» de alegría. «Estar contentos» porque tenemos en perspectiva un acontecimiento, una salida, una visita... está bien, pero es muy caduco. Después de eso, ¿qué? • Nos sorprendemos como comunidad cristiana muchas veces pensando qué hacer para dar vida a la parroquia, a la comunidad, a lo que llevamos entre manos. Nos encontramos con fracasos porque «las cosas no marchan». El secreto del hacer de Jesús está en hacerlo que ve que el Padre hace. Jesús se pasea por el lugar de los enfermos y allí hace la salvación que su Padre está realizando continuamente. El secreto de la eficacia de las acciones del Reino es muy fácil: -200-
intimidad con el Padre. En la intimidad es donde se ve la acción salvadora y donde se «inspira uno» para realizarla. Aquí están juzgados todos nuestros haceres...
Oratío • Acabas de meditar la palabra y de confrontarla con tu vida. Comienza a hablarle haciendo oración de lo que has reflexionando... Dile si lo entiendes, si quieres entender estas palabras o si prefieres ir a tu aire... a tus cosas. • Dile: Tú siempre miras al Padre... Enséñame a mirar y a vivir cara al Padre. • Dile que te gustaría estar tan unido al Padre como Él lo estuvo... • Dile que te gustaría escuchar la voz del Padre; que te enseñe el secreto de su escucha del Padre... Quizá no tienes tiempo para escucharle o quizá «no tener tiempo» es una bonita excusa para vivir sin escucharle...
Contemplatio • Imagina una postura de contemplación... Imagina que Dios te llama a su despacho, a su casa, a su corazón y te quiere comunicar algo. Es una frase sola, breve, pero importante. No te la dice de inmediato. Antes te mira, te remira, te rodea con su rostro; a lo mejor se acerca, se pone a tu lado... Después, habla y calla y calla y calla y mira y espera... Tú sigues ahí, acariciando esa palabra que no quieres que se te escape... Date tiempo... Vete despacio... Si te distraes, no pasa nada, comienza de nuevo... Dios te llama y te espera y hoy te quiere comunicar un secreto íntimo. ¿Qué sientes que Dios te comunica hoy?
Actio • Antes de volver a la realidad que dejaste y que te espera, párate un momento y mira cómo viniste y cómo vuelves... Toma un detalle para que la oración te ayude a rehacer tu vida cristiana de relación con el Padre a través de Jesús.
Despedida Momento de compartir
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4 JUAN 6,30-35 Yo soy pan de vida
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Presencia del cirio, del agua, de las flores...
Acogida de las personas • Atención a las posibles personas nuevas.
Ambientación • Señalar que es tiempo de Pascua. Todo está coloreado por lo que la Pascua significa. Fiestas próximas y otros acontecimientos recientes.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de relajación. (Música.)
Invocación al Espíritu Personal Comunitaria — Ven, Espíritu de Jesús. — Enséñanos a orar.
El texto: Juan 6,30-35 En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo"». Jesús les replicó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed».
Lectio • Hay que situarse en un contexto de discusión de los judíos con Jesús. Es un diálogo intencionado, construido por el evangelista. Jesús da respuestas provocativas y, a la vez, reveladoras de lo que el Padre y Él son. Los interlocutores no tienen nombre; habla alguien, la gente. Es un diálogo impersonal: Dijo la gente a Jesús. Pero quizá expresa lo que muchos piensan. Es gente buena, en principio, que busca, que pregunta; tienen ganas de saber, no de polémica. Tendrán sus cosas, pero es gente buscadora (¡lo cual no es poco!), que se acerca a Jesús y pregunta directamente. En sus preguntas revelan su mentalidad. La pregunta inicial del texto con el que hoy vamos a rezar es: ¿Qué signo haces para que creamos? ¿Cuál es tu signo? (Acaba de darles de comer, multiplicación de panes y peces, y preguntan por signos; lo que han visto no les convence del todo o no les parece signo.) Para la gente que pregunta, creer va unido a ver, a palpar. Pero, ¡oh contradicción!, acaban de ver y no les parece suficiente. No vale como signo lo que tienen delante, quieren «otra cosa» (¿más espectacular?) que no se nombra. De alguna manera, se nos está remitiendo a Tomás: Si no veo no creo. Bueno, aquí peor, porque acaban de ver la multiplicación y «no les sirve». -204-
• Es un evangelio pascual: la resurrección siempre tiene dificultades, resistencias... La pregunta por los signos, por lo palpable es una objeción de mucha gente. No es fácil creer en la resurrección. Es más fácil creer en los resultados del mercado o del laboratorio. Tenemos clavado dentro que es verdad lo que se demuestra y palpa; vale lo que se compra. Con esta filosofía han funcionado muchos hombres y mujeres de todos los tiempos, no sé si hoy más que ayer. • Quienes formulan la pregunta apelan al Antiguo Testamento, al maná como signo. Con la misma lógica tendrán un signo en Jesús, bajado del cielo. Jesús aclara: — El maná no fue obra de Moisés, sino de su Padre. Moisés no tenía poder para dar de comer a tanta gente ni para enviar el maná. — Lo que baja del cielo (de Dios, de su Padre) es pan, es alimento. Dios es un Dios que alimenta. Todo lo que baja del cielo es alimento, es bueno. • Hasta ahora no se ha dicho nada concreto. La petición de los oyentes es: si lo que baja del cielo es buen alimento, es pan... ¡danos siempre de ese pan! La petición es buena. Quizá no saben bien lo que piden. Pero piden «lo del cielo». El problema será reconocer que lo que piden lo tienen al lado. Es Jesús mismo. • La concreción salta a la vista: «Yo soy pan de vida. Yo soy el pan bajado del cielo». Yo soy alimento del Padre para vosotros como el maná lo fue para vuestros padres. Yo soy alimento para vuestra hambre y vuestra sed. Jesús está respondiendo a la pregunta inicial: El signo que pedís soy yo. Vosotros queréis que yo haga signos y lo que tenéis que aprender es que «yo soy el signo de Dios para vosotros». ¡¡Aprended a verme como el signo que pedís!! El maná era signo porque bajó del cielo. Yo soy signo porque he bajado del cielo, de mi Padre. Aquí viene la dureza, la dificultad... «Nosotros creíamos...» «Nosotros esperábamos otro signo...» Los signos de Dios no se reconocen fácilmente... O queremos imponer a Dios el tipo de signos que nos interesa...
Meditatio • Imagínate en un grupo, en este grupo, haciendo preguntas a Jesús. ¿Qué cosas concretas tienes que preguntarle? ¿Qué te cuesta aceptar de Jesús? ¿Qué es lo que exiges y pides a Jesús para creer en Él? Dile abiertamente: ¿Qué signo haces para que yo crea en ti? O dile los signos por los que crees en Él. Puedes preguntar o puedes afirmar, todo depende del momento en que vives, de la experiencia de Jesús que en estos instantes estás disfrutando o atravesando. Quizá no se te había ocurrido preguntar nada a Jesús y, al ver que otros le preguntan, tú te atreves a preguntar... • Escucha lo que Jesús te responde. Escucha como dichas a ti estas palabras: Yo soy el pan (tu pan) de la vida. Y reacciona. ¿Es verdad en ti, para ti esta afir-205-
mación de Jesús? ¿Cómo es verdad, cómo se hace realidad en tu vida? ¿Te alimenta Jesús? ¿Te alimentas de Jesús? ¿Qué otros alimentos o personas te alimentan? Enuméralos o los «mercados» donde vas a distraer tu hambre... ¿Se hará Jesús alimento concreto en personas concretas? ¿Qué o a quién tienes atragantado ahora y por eso Jesús no te alimenta? • Jesús afirma: Yo soy el pan de vida. El que viene a mino pasará ni hambre ni sed. Aplícate esta afirmación a tu hambre y a tu sed... Atrévete a poner delante de Jesús los «panes» con los que te «distraes» sin llegar a alimentarte. Atrévete a nombrar y a reconocer el hambre que sientes, quizá cada vez con más intensidad, porque comes panes que no son bajados de cielo, sino muy humanos, muy antojos tuyos... Atrévete a decir a Jesús que «tú misma eres pan de vida» para alguien, que tú eres el pan por el que algunos se pueden alimentar de Jesús... Alégrate de ello.
Oratio • Pide: — Señor, que no te pida signos... — Señor, que te reciba como el signo de Dios para mí... — Señor, que sepa ver los signos de tu presencia en... — Señor, que sea capaz de discernir los alimentos que no me alimentan... — Señor, que te busque a ti como alimento..., que seas mi único alimento... — Señor, que te tenga como alimento imprescindible... — Señor,...
Contemplatio • Imagínate a la persona o personas que son hoy para ti alimento porque te dan vida, alegría, sustento, consistencia, etc. Quédate contemplando en silencio a estas personas que son tu alimento... Intenta, con tu imaginación, sobreponer o sustituir a estas personas por Jesús, que se borren y que se quede Jesús... Observa qué pasa en ti: ¿es posible?, ¿resistencias?, ¿hace falta de verdad que se borren las personas de tu imaginación para que Jesús se haga presente..., todas, alguna...? Mira a ver si escuchas en tu interior a Jesús que te dice: «Yo soy tu alimento»; «Conmigo no pasarás hambre». Detente y gusta estas frases dichas a ti. Saboréalas... • Imagínate contemplada por Dios y regalada por Dios con un alimento (Jesús) que ni te lo podías suponer...
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Comparte lo que Dios ha obrado en ti • Testifica la acción de Dios en ti: los momentos más importantes de esta «tedio divina». Lo que te ha ocurrido (= la oración es acontecimiento de Dios en ti) y es don de Dios que puedes derramar sobre otros para que le conozcan y le descubran...
III. MATERIALES Gesto • Entrega de un «panecillo» a cada persona con este texto:
Cuando hoy comas este pan, que hemos «comprado» para ti, recuerda esta palabra del Señor: Yo soy el pan de vida. El que me come no pasará hambre ni sed. Haz presentes todos los «alimentos» que comes y vuelves a sentir hambre... Comprométete a alimentarte de Jesús, lo cual significa que tienes que dejar «algunos alimentos». Si no tienes fuerza para dejarlos, pídesela a nuestro Alimento Verdadero, Jesús.
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JUAN 10,11-18 Buen Pastor
l. PREPARACIÓN Decorar la sala • Tiempo de Pascua. Poner lamparitas por el suelo, tantas como personas haya en la oración. Sólo hay luz de lamparitas y de las velas del ¡cono. El animador se procura una linterna o una lamparita que dé más luz para poder leer. Otros elementos sobran, porque no se verán.
Acogida de las personas • La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. Saberse acogido humanamente, favorece también la entrada en la oración.
Ambientación • Aprovechar acontecimientos del momento (Pascua) y del día para situarnos en el aquí y ahora de unos orantes históricos. Si hubiera personas nuevas, dedicar un momento a explicar cómo solemos hacer la oración. • Repetir la importancia de las posturas y de estar abrigados.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Relajación • Un poco de respiración guiada y de relajación. (Música.)
Invocación al Espíritu Personal • Ponernos en actitud de humildad. Ante Dios no cabe otra cosa que hacernos pequeños y reconocer nuestro egoísmo. La figura del pecador de la parábola puede ser un icono en el que mirarnos y una orientación para entrar en la oración reconociendo que todo lo que nos pase es cosa de Dios, no nuestra. — Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... — En tu presencia, Señor, soy pecador. — No soy digno de que entres en mi casa... — Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. • Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el misterio de su Hijo. Comunitaria — Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.) — Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo.
El texto: Juan 10,11-18 En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder re-210-
cuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he redado del Padre».
Lectio • La liturgia nos invita a penetrar en el significado de lo que es el Resucitado. Muchos evangelios de este tiempo litúrgico pascual nos traen diversas definiciones de Jesús: Yo soy agua, yo soy vid, yo soy pastor, yo soy puerta, yo soy alimento, yo soy camino, yo soy verdad. Hoy Juan nos presenta un texto donde Jesús dice: Yo soy el buen pastor. «Yo soy» es la expresión del Antiguo Testamento con la que Yahvé se revela a Moisés. • La imagen del pastor empleada por Jesús para referirse a sí mismo en los evangelios era muy familiar para los judíos de su tiempo, oriundos de un país mediterráneo agrícola y ganadero. Los pastores, con sus rebaños de ovejas y cabras, o con sus vacadas, formaban parte esencial del paisaje de Palestina, en tiempos de Jesús.
• Pero, además, a un buen judío, conocedor de la Escritura, la palabra «pastor» le evocaba, irremediablemente, textos proféticos y salmos, recitados frecuentemente, cuyo protagonista era Dios como único Pastor de su pueblo. Por eso, cuando Jesús dice: Yo soy el buen Pastor (v. 11), su afirmación trasciende el significado inmediato del término: alguien que apacienta el rebaño, es decir, alguien que cuida de la comunidad de discípulos como líder. Jesús no es sólo eso. El término pastor tiene, en boca de Jesús, una connotación mesiánica: Jesús es el cumplimiento definitivo de la promesa de Dios hecha a su pueblo a través del profeta Ezequiel: Yo suscitaré, para ponérselo al frente, un sólo pastor que los apacentará, mi siervo David: él los apacentará y será su pastor (Ez 34,23). Mi siervo David reinará sobre ellos, y será para todos ellos el único Pastor (Ez 37,24). Jesús, descendiente de David, es el mesías-pastor tan deseado por el pueblo. No es un pastor más, como los que Dios suscitó en el pasado para conducir a su pueblo (cf. Núm 27,17-18), sino el pastor-mesías definitivo.
• Y aún, un paso más: según el evangelista Juan, entre Jesús y el Padre hay una unión tal, que Jesús se atreve a usar, para sí mismo, el nombre de Dios: Yo soy (cf. Éx 3,14; Jn 4,26; 6,20; 8,24.57). En el evangelio de hoy, es como si Dios mismo estuviese pastoreando a su pueblo y pronunciase, por boca de Jesús, estas palabras de consolación: Aquí estoy yo: yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño, cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, asi velaré yo por mis ovejas... Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la des carriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma... (Ez 34,11 -16a). -211 -
• Jesús es no sólo el buen Pastor, es decir, el pastor auténtico frente a los falsos pastores (dirigentes religiosos a los que no les interesan en absoluto las personas, sino medrar ellos mismos), sino también el Pastor bueno. Tanto Marcos como Mateo nos cuentan que a Jesús se le conmovían las entrañas ante la multitud vejada y abatida, como ovejas que no tienen pastor, y les enseñaba y les curaba (cf. Mt 14,14; Me 6,34; Mt 9,36). En el evangelio de hoy, la bondad y el amor del Pastor se expresan en que da la vida por sus ovejas. • Este gesto de dar ¡a vida ocupa, junto con la imagen del pastor, el centro del evangelio. Jesús lo dice cuatro veces (vv. 11.14.17.18): Yo doy mi vida. Esta afirmación trasciende la imagen de la relación entre un pastor responsable y sus ovejas, y entra en las coordenadas de las relaciones interpersonales: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos (Jn 15,13). El buen Pastor, muriendo por todos, es la prueba viva de que Dios nos ama (Rom 5,8). • Es sorprendente que Jesús ponga en paralelismo el conocimiento que sus discípulos tienen de Él y el conocimiento que Él tiene del Padre (recordemos que «conocer», en la Biblia, es entrar en comunión íntima). Jesús podía decir: El que me ha visto a mí ha visto al Padre (Jn 14,7). Sin embargo, aunque los discípulos estemos llamados a reproducir la imagen del Hijo (Rom 8,29), ninguno nos atreveríamos a decir, seguramente: «Quien me ve a mí ve a Jesús». Pero eso es lo que Jesús afirma:«... mis ovejas me conocen», es decir, tienen una profunda comunión conmigo, como yo la tengo con el Padre. • Finalmente, Jesús habla de «otras ovejas» que no pertenecen al redil de Israel, para las que también llegará a ser Pastor. La buena noticia se extiende, por tanto, no sólo a los discípulos provenientes del judaismo sino también a los paganos. Todos, judíos y gentiles (de los cuales formamos parte nosotros).
Meditatio • Para la meditación, es decir, para aplicarte esta palabra de Dios de hoy a tu realidad, te propongo algunas pistas: — La primera: busca definiciones tuyas que comiencen por la expresión yo soy. Yo soy buena cocinera, yo soy buena esposa, yo soy buena madre, yo soy... Elige un yo soy aplicado a ti y visualiza en tu interior lo que significa, cómo te realizas, a qué te lleva ese yo soy buena... Prohíbete una falsa modestia diciendo que «tú no eres nada». Viéndote desempeñar tu yo soy buena... en el que te sientes segura, descubre y comprende el yo soy buen pastor de Jesús. No olvides añadir el adjetivo buena, como Jesús se lo aplica a sí mismo. — Ya sé que no tienes mucha cultura agrícola ni de pastoreo, pero has leído el texto y has visto películas. Imagínate que eres pastoreada, guiada por Je-
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sus... y aplica a tu situación expresiones de buena... que antes has visto; después, pasa a la descripción de buen pastor que sale en el texto evangélico: dueño de las ovejas (siéntete propiedad de Dios); da la vida por las ovejas (qué sientes ante lo que Dios hace por ti); le importas a Jesús (regusta esta expresión); íe conozco-me conoces (qué conoce Jesús de ti y tú de Jesús; fíjate qué intimidad propone Jesús con los suyos: conocerse como se conocen Él y el Padre: intimidad máxima); tengo otras ovejas que no son de este redil (siéntete en comunión con hombres y mujeres que no son creyentes, pero que Jesús cuenta con ellos y cuentan para Él). • Quizá has escuchado la parte peyorativa de la imagen de Jesús, buen Pastor, criticando a los católicos de no pensar, de dejarse llevar como borregos... Hay que aceptar la crítica en lo que tenga de realidad. Pero en el evangelio de Juan las cosas no van por ahí. No habla Juan de «borreguismo», ni de seguimiento acrítico. Lo que Juan destaca son dos cosas: conocimiento íntimo entre el Pastor y sus ovejas; y cuidado por las ovejas, que llega hasta la entrega total de la propia vida por parte del Buen Pastor.
Oratio • Cae en la cuenta de cómo estás en este momento: — Si tienes hambre de algo en tu vida. — Si te sientes orientada o perdida. — Si sabes ver la presencia amorosa y providente de Dios en cada persona o acontecimiento, o andas agobiada y dispersa «como una oveja sin pastor». • Pregúntate qué voces escuchas, a dónde te orientan y si sabes oír los reclamos de Dios, que desea conducirte por un camino de libertad y Evangelio. • Pídele al Espíritu que venga sobre ti y te guíe hacia la verdad plena de ti misma, de tu Dios y de la vida que quieres vivir.
Contemplatio • Imagínate en una situación en la que has salido a dar un paseo en una ciudad que no conoces bien. Saliste sola porque querías estar sola, pasear sola, tocar tu soledad paseando por las calles... Paseas, ves monumentos, te fijas en la gente, andas y andas sin darte cuenta... te alejas, vas «como perdida» sin más preocupación que andar... En un momento, siente o que alguien te ataca o que estás completamente perdida, sin saber nada, y la lengua que hablas no la entiende nadie... Situación -213-
embarazosa, perdida, atacada... En ese momento aparece Jesús, el buen pastor, y dice a todos y te dice a ti: «Eres mía, eres mía, te conozco muy bien». Y te abrazas locamente a Él. Ahí dejas de imaginar y comienzas a callar, a sentir. Gusta el momento: tu comportamiento, el de Jesús contigo. Escucha lo que tu corazón pronuncia. No te preocupes en decir cosas, mejor que te centres en sentir la presencia de Jesús a tu lado. Deja que todo vaya surgiendo del fondo del corazón, no de la cabeza...
Despedida Momento de compartir III. MATERIALES Salmo 22 El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
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JUAN 17J1B-19 ¡Que sean uno como nosotros!
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Mantenemos la continuidad de la decoración ambiental de la sala.
Acogida de las personas • Que se sepan esperadas. Y que encuentren la sala preparada. Se les transmite así un mensaje de paz y tranquilidad, de confianza y seguridad.
Ambientación • Es bueno que se encuentren no con novedad, sino con lo de siempre: un estilo, un ambiente, una manera de hacer las cosas.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Nos preparamos a la oración con una ruptura de lo que es el ajetreo de la vida y de la acción para centrarnos en nosotros y en Dios. A veces decimos al otro: -215-
¡¡Que estoy aquí!! ¿Dónde estás? No estás centrado. Estoy delante y no me haces caso. En este momento se trata de ayudar a los participantes a salir de sí mismos para dejar la puerta abierta al Espíritu. Un tiempo de relajación facilitará este proceso.
Invocación al Espíritu Personal • Si vas encontrando la paz, pide al Señor que venga en tu auxilio porque no sabemos rezar, porque en la oración no somos nosotros los primemos ni los protagonistas, sino el Espíritu. Comunitaria — Señor, mándanos tu Espíritu. — Señor, enséñanos a orar...
El texto: Juan 17,llb-19 En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como lo somos nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad».
Lectio • Situamos el evangelio en un contexto más amplio. El fragmento pertenece a la llamada «Oración Sacerdotal» de intercesión de Jesús. El evangelista Juan coloca esta oración después de la última cena, antes de la entrega de Jesús. Pertenece, -216-
pues, a esa oración última que Jesús hace en la que presenta al Padre sus «deseos más íntimos y más últimos»; lo mejor de sí mismo, lo más querido. • Aparece en el texto una preocupación de Jesús: el grupo o comunidad que ha formado. Le pide al Padre que los guarde, que los custodie, que se ocupe de ellos. Lo entendemos bien. Es la preocupación de muchos cuando se van o antes de morir. Dicen: «Cuida de...», «Ocúpate de...», «Cuida a..., es lo más querido que tengo», «Manteneos unidos...». Cuando la responsabilidad que tenemos sobre alguien ya no la podemos «realizar nosotros», se la encomendamos a alguien querido y de confianza. El «querido y de confianza» es el Padre. Nadie más. A nadie más acude Jesús.
Medita ti o • Muestra Jesús dos inquietudes que nos sirven para poner nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios: — El mundo es un lugar donde «peligra» la unidad. Él les ha mantenido en la unidad. Sólo uno, el hijo de la perdición, se perdió. El mundo es un lugar adverso porque odia la verdad. Y los hijos de la luz son hijos de la verdad. Estar en el mundo es «ir contracorriente», no aceptar verdades baratas vendidas como «grandes verdades». La unidad peligra en la misma proporción en que haya medias verdades o verdades revestidas de mentira. La verdad es unidad; la no verdad es desunión y ruptura. Mientras no se embote su corazón con la mentira, mientras busquen la verdad, la verdad les mantendrá unidos al Padre. Lo vemos en nuestras relaciones humanas también. — La segunda cosa que Jesús pide es que se mantengan en la verdad. Estar en el mundo es una búsqueda de la verdad. Es el mayor sacrificio que pueden hacer los discípulos. Pertenecer al Padre es buscar la verdad. Lo que Jesús pide es «que sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad» (v. 17). Jesús no le pide al Padre que meta a sus discípulos en una burbuja o que los saque del mundo. El lugar de los seguidores de Jesús es el mundo, es la auténtica realidad. Pero se pide al Padre que les dé fuerza para saber navegar contracorriente. El discípulo de Jesús está en el mundo sin ser del mundo, sin hacer las cosas que hacen los que son mundo, realidad que sigue sus gustos y no busca la verdad. • La raíz del influjo negativo del mundo está en que se edifica sobre mentira. El mundo, el cosmos, es obra de Dios. En ese sentido es bueno: obra salida de sus manos: Y vio que todo era bueno. El mundo hecho por los hombres está mezclado y entretejido por el pecado de los hombres, su egoísmo, su mentira, su búsqueda de sí y no de la verdad. San Jerónimo, cuando traduce la palabra griega cosmos por mundo, tiene sentido positivo, es creación. Pero cuando -217-
cosmos significa el mundo habitado y hecho por los hombres, lo traduce por «saeculum», siglo. Mundo es una palabra ambigua, significa muchas cosas. Es cierto que el mundo es obra de Dios, es cierto que en el mundo hay signos de los tiempos y de la presencia de Dios, es cierto que este mundo nuestro es un mundo de oportunidades, de tolerancia, de encanto y de sorpresas; pero también es cierto que el mundo está puesto en el maligno: es el lugar de los egoísmos del hombre, lugar de mentira, lugar donde te pueden engañar y abusar de ti; lugar de permisión y transgresión, de modas y de algo que «repugna» al buen gusto y que se hace «en nombre de la libertad», valor supremo que esconde envidias y venganzas... Todo es cierto a la vez.
Oratio • En tu silencio, reconoce las dificultades de permanecer en la verdad, de buscar la verdad, de ceder tus posiciones ante la verdad... • Haz una oración de perdón por tus fragilidades ante la verdad; hay veces que los intereses nos llevan a pisotear la verdad... • Siéntete en compañía de aquellos que te ayudan a vivir el Evangelio, a vivir en la verdad, a no tener nada que perder porque estás en la verdad, a ir con la verdad por delante... • Habíale de la verdad que encuentras en el mundo, en tu mundo...; de las personas que te llevan a la verdad y te hacen hacer-buscar la verdad...; de tu empeño por buscar las huellas de su presencia en el mundo... • Habíale de las zancadillas que encuentras, de las trampas, de los tirones que te da el mundo para apartarte de la verdad o para andar a tu aire y no en unidad... • Habíale de tu fragilidad y de tu necesidad de que él siga hablando de ti y de todos al Padre... • Habíale de que te haga estar en el mundo sin ser del mundo..., de ser del mundo sin pertenecer al mundo... Vete despacio. No corras. • Cuéntale tus dificultades de ser discípulo en este hoy que es tu y nuestro hoy...
Contemplado • Cuando quieras, quédate en silencio en presencia de Jesús. Imagínalo como desees. Escucha estas palabras: Yo soy la verdad. Haz el esfuerzo de callar, de no pronunciar nada con la cabeza. Deja que vaya surgiendo algo como poso que brota de tu corazón, como rescoldo que está ahí, en el fondo de ti... Espera
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con paz que el corazón, no la cabeza, hable. Espera con paz que acontezca un diálogo que no viene de la cabeza, sino que surge desde la profundidad del corazón.
Actio • Con el sabor que tienes en la boca de esta oración, si es que has llegado a orar, elige una frase o recoge ese sentimiento que has vivido con más fuerza para estar en el mundo sin ser del mundo...
Despedida Momento para compartir
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mm JUAN 20,11-18 He visto al Señor
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar el orden en la capilla, la belleza natural y el ornato sencillo. Es Pascua: agua, cirio y flores.
Acogida de las personas • Previsiblemente la gente esté hablando de las vacaciones, de la vuelta al trabajo tras la Pausa... Hablar de los que no pueden venir y se disculpan...
Ambientación • Hacemos la oración en el día que dura siete días, Pascua. Es todo contexto de resurrección, de vida, de novedad a la que Dios invita.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación de la oración • Un poco de relajación, de silencio y respiración. (Música.) -221 -
Invocación al Espíritu Personal • Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ganas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesidad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la realidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro» de Dios. Comunitaria • Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos. — Ven, Espíritu de Jesús. — Enséñanos a orar... — Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...
El texto: Juan 20,11-18 En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabbonü», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro"». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».
Lectio • El pasaje corresponde al capítulo 20 de Juan. El relato que hoy nos guiará la oración nos sitúa a María llorando a la entrada del sepulcro. No llora porque Jesús está muerto, sino porque no encuentra el cadáver... Siente que le han arrebatado todo, la vida y el cuerpo cadáver de alguien a quien quería. No le queda -222-
nada. Quizá esta escena nos recuerda nuestras experiencias duras de muerte y de entierro cuando nos quedamos totalmente sin nada de la persona amada o ese momento duro de encerrar en el nicho los despojos mortales... María vive una situación de dolor que le sitúa un poco al margen de todo. No es capaz de entrar en el sepulcro. Mientras no entre, aunque no sea nada más que con los ojos, no verá caminos de novedad. • Fuera, pero mirando la realidad, no dándole la espalda ni poniéndose en una postura de no querer mirarla, encuentra a dos ángeles vestidos de blanco; María descubre algo cuando se moviliza, cuando se agacha a mirar dentro. María, al atreverse a observar la dura realidad, comienza a descubrir novedades. El lugar del dolor y del vacío comienza a poblarse. De allí sale la voz y la luz de dos ángeles. —¿Por qué lloras? —Porque han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Cuando María ha verbalizado lo que vive y siente es cuando está en camino de romper su noche. • Hay una progresión: primero ve dos ángeles; después, cuando vuelve a mirar, ya ve a Jesús, pero no lo reconoce. Es curioso: María está delante de aquel a quien busca y no lo reconoce. Vive tanto la ausencia que no ve la presencia. Está delante de quien busca, pero no lo reconoce... Está tan en su problema que no ve la solución del mismo: la presencia de Jesús. María se hace su montaje: cree que es el jardinero y que lo puede haber llevado a otra parte. María está en lo suyo y a lo suyo y «lo suyo» es lo que no le deja ver a Aquel por el que llora. • Una mujer que con tanta pasión busca a su querido Señor, no es capaz por sí sola, a pesar de estar todo tan a mano, de reconocer al Resucitado. Por sus propios esfuerzos no logra lo que busca: ha salido hacia el sepulcro, llora, no ve nada dentro, se imagina que le han robado, se sienta al borde del sepulcro... Sus propios esfuerzos no son suficientes... Lo de Dios nos viene de Dios. En el caso de María, Dios se revela pronunciando su nombre. Dios creó pronunciando el nombre de las cosas. Dios se revela vivo pronunciando el nombre de María, con una admiración en la que hay que suponer un tono de voz propio, desvelador de trato íntimo, personalizado. Pueden pronunciar otros nuestro nombre y no darnos por enterados, no decirnos nada... Pero si lo pronuncia quien nos quiere, ¡la cosa cambia! • La reacción de María es doble, de palabra y de gesto de cuerpo: abrazar. Una reacción muy femenina. Llama la atención que lo central del relato se hace con interjecciones más que con discursos... «¡María! ¡Rabboni!» El final de un proceso de búsqueda de Dios no es un discurso con Dios y sobre Dios, sino una admiración, una confesión, una palabra de reconocimiento. Me dejo reconocer, nombrar, y exclamo nombrando yo a Dios después de que Dios me nombra. -223-
• Se da en ella una tendencia natural, fruto del cariño: atrapar, abrazar al que se me desvela. ¡Ya te tengo! ¡Ahora no te me escapas! Imposible empresa la de atrapar a Dios. Al Resucitado ya es imposible atraparle entre nuestros brazos. El Resucitado se da a conocer para invitar a anunciarle...
Medítatio • La actitud de María nos invita a comparar su búsqueda de Jesús y nuestras búsquedas... María no puede vivir sin su Maestro. El amor hace echar de menos al otro y el amor moviliza a la búsqueda, al encuentro. Seguro que tú esto lo vives, lo sientes, no está lejos de tu vida de esposa, amiga, madre... No sé si esto lo sientes igual referido a Dios. María ha tenido una experiencia de amistad profunda con Jesús y se resiste a vivir sin Él, sin su cercanía. Vivir echando de menos es un vivir que moviliza, pone en marcha, impulsa a buscar. Vivir echando de menos hace sufrir. Vivir echando de menos, hace madrugar y salir a buscar. Pero mientras llora, o sólo hace que llorar, no adelanta nada, no da pasos. Las lágrimas no son operativas. Cuando se moviliza, cuando además de llorar hace algo, agacharse y mirar dentro, es cuando comienza el camino del descubrimiento del que busca. Hay búsquedas que son paralizantes porque se estancan en el solo llanto. • La profunda manera de vivir María el problema que le afecta es justamente lo que le impide solucionarlo. Está tan metida en lo suyo que no ve lo que pasa a su lado... Quizá esta experiencia de María te recuerde hechos y maneras de vivir tú determinados acontecimientos... Es una forma cerrada en nosotros mismos que nos impide ver y escuchar todo lo que pasa a nuestro lado. Trae a tu memoria o a tu corazón historias de tu vida donde te veas reflejada en estas actitudes de María... • Lo verdaderamente revelador de Dios es el amor con que Dios nos pronuncia, nos llama... Quizá hoy se te tengan que caer esquemas de tu búsqueda de Dios para aprender a ser buscada, nombrada por Dios... María, a pesar de su manera cerrada de vivir el problema, tiene una cosa muy buena, se pone a tiro de Dios, busca a Dios, el llanto es ocasión para encontrarse con Dios. Trae a tu memoria hechos de tu vida en los que estabas cerrada y la voz y la palabra de alguien te han abierto los ojos, te han hecho ver con más claridad las cosas... Detente en esas personas que a tu lado son como ángeles que te sacan de tu noche... O quizá te puedes ver tú como ángel... • Al responder a la pregunta: ¿Por qué lloras, a quién buscas?, mira a ver en qué número de la lista de tus lloros aparece que lloras y buscas a Jesús o algo de Jesús... Lo que para María era el problema número uno, ¿qué lugar ocupa en tus preocupaciones? Comenta en tu silencio lo que veas... -224-
• María busca a Jesús como antes de su muerte. No es consciente de lo que le ha pasado. Tiene que aprender que este Jesús no es como antes. Ha cambiado. Una nueva relación se tiene que establecer, no vale la de antes. Sigue el amor, pero ahora ya no le puede tocar como antes... Jesús no se deja atrapar. Quizá también esto te lleve a entender que no te vale la relación de Jesús como cuando eras niña, como no te vale estancar a tu marido o a tus hijos en una etapa de la vida. A veces dices de tus hijos: ¡Qué lástima que crezcan! Te encantan con esos tres o cuatro años en donde te los comerías... y al mirarles dices: «Realmente me han salido preciosos, estoy satisfecha». Pero cambian. Y una nueva relación y una nueva manera de amar tienes que inventar... Ya no les puedes llevar de la mano, ni agarrar como de pequeños... Algo te grita: «Quiéreme de otra manera». No me toques, quiéreme de otra manera, le grita Jesús a Magdalena. Y si me quieres a mí, ahora la forma de quererme es ir a otros, para hablarles de mí.
Oratío • Una primera petición es poner en las manos del Señor los momentos en los que vives las cosas con tanta fuerza que no eres capaces de ver bien la realidad... Tus momentos de depresión o los momentos de depresión que viven personas que conoces... • Escucha que un ángel o el mismo Jesús esta tarde te pregunta- ¿Por qué lloras? ¿Qué es lo que en estos momentos de tu vida te hace llorar? ¿Qué te preocupa? Y deja que tu corazón hable, exponga como súplica lo que vives... • Reza con condicionales, como María, como Marta: Si has sido tú el que lo ha robado... Si hubieras estado aquí no habría muerto (Jn 11,21). Quizá también tienes una serie de condicionales que plantear a Dios desde tu realidad vital... Si te sintiera más; si me ayudaras; si me hicieras caso; si tuviera fuerza y fe... Quizá después de pronunciarlas escuches en tu interior una respuesta... o la intuyas... • Una letanía: En mi noche, ¡nómbrame, llámame, Señor! En mis depresiones, ¡nómbrame, llámame, Señor! En mis fijaciones, ¡nómbrame, llámame, Señor! En mis días grises, ¡nómbrame, llámame, Señor! En las horas que no veo nada, ¡nómbrame, llámame, Señor! En los momentos que estoy obcecado en lo mío y nada más que en lo mío, ¡nómbrame, llámame, Señor! -225-
En las ocasiones que me hablan y no escucho, ¡nómbrame, llámame, Señor! En los días bajos, ¡nómbrame, llámame, Señor! En las ocasiones en que no quiero salir del pozo, a pesar de las lágrimas, ¡nómbrame, llámame, Señor!
Contemplado • Elige una situación que te está haciendo llorar en este momento, que te es especialmente sangrante... Colócala en un sitio, como el cuerpo de Jesús estaba puesto en un sepulcro... Una vez colocada la situación en el sitio que tú has elegido, sitúate tú allí, en la escena: elige lugar, postura, actitud y sentimiento, elige llorar o silencio... Es el momento de máxima angustia... Coloca ahora en la escena, la mirada de Dios Padre o de Jesús... Esta es la escena. Ahí te quedas. Sintiéndote mirada en la contemplación de tu problema... Siente... No des vueltas a las cosas... Es tiempo de contemplar la escena. Deja que la escena hable, que surja la palabra del fondo de la contemplación de la escena... Deja que en tu corazón se pose un rayo del amor del Padre y a ver qué pasa, a ver qué sucede y qué cambia en la escena por el hecho de ser contemplada por Dios.
Despedida Momento de compartir
III. MATERIALES Las lágrimas no son operativas Está bien que llores, Y casi entiendo tus lágrimas. Está bien que llores, Y casi te doy la razón. Está bien que llores, Y dice mucho de ti. Está bien que llores, Así te desahogas... Está bien que llores, Y es bien normal... -226-
Está bien que llores, Y dejes ver todo lo que sientes. Está bien que llores, Y así revelas tu dimensión humana... Está bien que llores, Y muestres tu debilidad y tus sentimientos mejores. Está bien que llores, Y que todos veamos que eres de carne y hueso. Y además de llorar, ¿qué? Puedes moverte. Puedes hacer algo. Puedes pedir ayuda. Puedes mirar con más detención. Puedes escuchar palabras. Puedes agacharte hacia el suelo. Puedes preguntar. Puedes prestar más atención. Puedes salir de tu mundo pequeño Entonces: verás, comprenderás, gritarás de alegría, te despertarás, reconocerás mejor, como María, como los grandes creyentes...
Gesto • Fotocopiar una ventana abierta, como la que se adjunta en la página siguiente, en una hoja DIN A4. Después, la arrugas, hasta hacer una pelota con ella. Esta pelota la circundas con una tira de papel o con una pegatina como las de regalo donde está escrita esta frase: «Desenrolla y verás».
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MARCOS 1,12-13 El Espíritu lo sacó al desierto
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar el orden de la capilla, la belleza natural y el ornato sencillo.
Acogida de las personas • Acogida antes de comenzar la oración. Es ya una manera de predisponer para la misma.
Ambientación • Oramos en un momento histórico concreto. Conviene tenerlo en cuenta, verbalizarlo. Puede ser motivo de nuestra oración o dar motivos para ella.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Ejercicios de respiración, de ruptura con el trajín de la vida. No es perder tiempo el que se dedica a preparar la oración. -231 -
Invocación al Espíritu Personal • Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ganas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesidad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la realidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro» de Dios. Comunitaria • Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos. — Ven, Espíritu de Jesús. — Enséñanos a orar... — Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...
El texto: Marcos 1,12-13 Inmediatamente el Espíritu lo sacó al desierto, donde pasó cuarenta días, sometido a prueba por Satanás. Vivía con las fieras y los ángeles le servían. Lectio • Texto muy breve. Popularmente es conocido como el «relato de las tentaciones». Los demás sinópticos narran el hecho, pero de manera más amplia. • Marcos no nos ofrece la infancia de Jesús. Su evangelio comienza situando a Jesús inmediatamente en la predicación del Reino. Los primeros versículos del capítulo están dedicados a la presentación de Juan Bautista como precursor de Jesús, sigue el bautismo de Jesús y este texto de la «prueba» o tentaciones, antes de iniciar la predicación en Galilea, tras el arresto de Juan. Así sitúa Marcos a Jesús como el continuador de los profetas. • El protagonista de la prueba es el Espíritu. Él es el que saca al desierto. Una lectura poco seria llevaría a pensar que cómo el Padre de Jesús permite que su Hijo sea puesto en el maligno. La misma pregunta se podría hacer ante el hecho de su crucifixión. Y, sin embargo, ahí está la afirmación del evangelista. Quiere decir que no se contradice con la verdadera fe. El desierto es el lugar de la soledad, de -232-
es mi misión. El desierto es el lugar de la verdad. Que Marcos sitúe a Jesús en el desierto antes de comenzar la predicación no es casualidad. El desierto es el lugar de maduración personal, de la verdad interior. Que sea el Espíritu el que lleva a Jesús al desierto quizá no lo tengamos que entender como una realidad física, sino como una exigencia de la respuesta personal a Dios que Jesús tenía que darle, como hombre que era. La forma literaria dei desierto, los animales y los ángeles engancha con la más profunda tradición profética bíblica. • Alude Marcos a que vivía con las fieras. No sé si en el desierto hay fieras o éstas viven más bien en la selva. Sin embargo, tiene sentido la expresión «vivía con las fieras». Los profetas hablan con imágenes de fieras para describir la realidad nueva del tiempo del Mesías: «El lobo y el cordero pastarán juntos; el león comerá paja con el buey» (Is 65,25). Es en la soledad donde la persona percibe si vive en armonía o si su interior está poblado de «fieras»: de miedos, de afectos, de ambiciones, de proyectos, de necesidad de halagos, de dudas... Es curioso que en la descripción del profeta no haya supresión de las fieras, sino una realidad de convivencia de las fieras con los animales domesticados. El desierto es el lugar donde se domestican las fieras, sin suprimirlas. • Los ángeles le servían. Marcos hace una presentación de Jesús como hombre verdadero, inmediatamente después de que Jesús ha sido señalado como «Tú eres mi hijo querido, mi predilecto» (Me 1,11) por la voz que viene del cielo, al salir de las aguas del Jordán. El plenamente Hijo de Dios es, a la vez, plenamente hombre, y se ve sometido a enfrentarse con sus «bestias», en el fondo de su ser más profundo. Por ser hombre, y para ser verdaderamente hombre no sometido a sus pasiones, Jesús, en el desierto, madura, purifica y somete a control todo aquello que le puede descentrar de la voluntad del Padre. «Vencer las tentaciones» no es no tenerlas o arrancar de cuajo sus raíces. Tarea imposible. Pero sí es posible que los «ángeles», lo mejor de Jesús, convivan con las fieras. La sabiduría popular a esto lo llama «hay que tener paciencia», «no se puede ser así», «hay que aceptarse». Detrás de estas palabras hay un inmenso trabajo, no sólo humano, sino un trabajo de comprenderse uno a la luz de Dios, bajo la escucha de la Palabra de Dios. La palabra de Dios es arma de doble filo que penetra hasta nuestro corazón y nos descubre sus recovecos, sus torcidas intenciones, sus secretas ambiciones, etc. Éste es el trabajo de Jesús en el desierto hasta lograr una profética convivencia de las fieras y los ángeles.
Meditatio • Una vía de meditación la podemos encontrar en eso que muchas veces nos decimos en la prueba y en la dificultad, expresiones como «si me está muy bien lo que me pasa. Es por mi culpa, por no haberme dado cuenta antes, por no haber -233-
dominado mi genio», «me está bien empleado, así descubro lo que ni me podía imaginar. Si en el fondo lo agradezco, así espabilo». Las pruebas de nuestra vida nos dan la medida de lo que podemos, de lo que somos, de lo que son los que están a nuestro lado. El dolor y las contrariedades tienen una dimensión positiva de conocimiento personal y de maduración. Leída nuestra vida con ojos de Providencia («nada os pasa sin permiso del Padre» [Mt 10,39]), los desiertos de nuestra vida son ocasión de reencuentro con lo mejor de nosotros y con Dios. • «Se puso que parecía una fiera», «Pareces una fiera y no un hombre» son expresiones que usamos para indicar comportamientos humanos que sobrepasan los límites de lo controlado por la persona. Tú puedes entrar dentro de ti y descubrir qué es lo que te «enfurece», lo que despierta las «fieras» que llevas dormidas, pero que están ahí. Gracias a la acción de Dios podemos conocer, reconocer y trabajar lo que hay en nosotros que nos «saca de nuestras casillas». En la vida ordinaria seguro que hay momentos, personas, comportamientos que «no soportas» porque te ves amenazada, atacada, descubierta y «te defiendes», «te pones como una fiera», es decir, «respondes a las fieras que te atacan, con las fieras que tú llevas dentro, en lo más hondo de ti». En el desierto, estamos llamados a descubrir esas raíces que nos conmocionan los cimientos de la persona y nos hacen tambalear. Quizá no se trate de extirpar nada, sino de saber convivir con la más profunda realidad de nuestro ser, de aceptar nuestra realidad para vivir en paz, como «señores» que dominan la situación y que no se dejan extraviar del camino por los miedos interiores, por los egoísmos o por los halagos que nos puedan venir de fuera. Ésa fue la situación vivida por Jesús en el desierto. • Como tercera pista de meditación puedes emprender una reflexión que te lleve a descubrir cómo en ti ya están conviviendo, al menos en determinados días, tus zonas menos domesticadas y lo mejor que hay en ti. Los momentos de silencio que te tomas o te impones, la escucha y meditación orante de la Palabra de Dios son esos ejercicios que te ayudan a «domesticar» tus fieras, a sosegar tus pasiones, a vivir en paz, a rezar con más tranquilidad... No es posible pensar que sólo estemos habitados por «ángeles», por lo bueno. Sí es posible alcanzar la madurez y la luz del Espíritu que todo lo penetra para convivir el cordero que somos y el lobo que somos a la vez.
Oratio • Ora y presenta al Señor «tus fieras», todo eso que te saca de tus casillas, que te pone como loco, lo que no soportas... En todo eso hay algo de verdad, y algo de «salvaje». Quizá sientas que sin la ayuda de Dios hay cosas que son imposibles...
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• Pide perdón por no tener paciencia contigo misma, por ser «fiera», quizá, para otros, por la dificultad de aceptar tus propias lagunas o por la dejadez en madurar... • Nombra en el silencio de tu corazón a personas que ves que necesitan madurar, que no se soportan, que crean a su lado siempre un infierno o una selva... • Da gracias al Señor por todas las oportunidades de madurar que la vida te ha dado y que has sabido acoger y aprovechar...
Contemplado • Te propongo entrar dentro de ti mismo e ir poniendo nombre a las fieras salvajes que ves en tu interior, que te quitan la paz, que te hacen sentirte mal o pecadora o «no perfecta», «no buena persona», o hasta culpabilizar y juzgarte como «soy mala persona». A tu genio lo puedes representar como un tigre... Reserva el león para aquello que es más determinante en tu vida. Cuando hayas acabado de «enumerar y concretizar» esa selva de «animales salvajes» que te habitan, te presentas delante del Señor Jesús. Camina con ellas hacia ese lugar donde tú sitúas el encuentro. Observa cómo se desarrolla el camino de ida con tus «animales salvajes». En el momento del encuentro con Jesús, no tienes nada más que decir: «Aquí estoy, Señor, con todas mis fieras». Te prohibes decir más cosas. Te sitúas ahí, cara a cara con el Señor. Siente que te mira, que mira a cada una de tus fieras... Siente lo que allí pasa. Siente lo que te pasa al contemplar la escena. No tengas prisa. Vete lentamente y deja que en tu corazón surjan sentimientos y palabras nuevas.
Despedida Momento de compartir • Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el mejor momento del itinerario de oración propuesta donde más vibró tu corazón por lo que sea: alegría, miedo, acción de gracias... • Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueada: cuándo, por qué... • Comparte la obra de Dios en ti para edificación del todo el grupo. No tenemos nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros a decir: Padre.
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III. MATERIALES Texto Entonces, el lobo y el cordero irán juntos, y la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león engordarán juntos, un chiquillo los pastoreará; la vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas, el león comerá paja con el buey. El niño jugará con la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi Monte Santo porque se llenará el país de conocimiento del Señor como colman las aguas el mar. (Isaías 11,6-9)
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MARCOS 2,23-28 Soy Señor del sábado
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar el orden de la capilla, la belleza natural y el ornato sencillo.
Acogida de I » penónos • Acogida antes de comenzar la oración.
Ambientación • Si el día de la oración es en tiempo de Adviento, hacemos un hincapié especial en la preparación para la Navidad.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Ejercicios de respiración, de ruptura con el trajín de la vida. No es perder tiempo el que se dedica a preparar la oración.
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Invocación al Espíritu Personal • Cada miembro del grupo manifiesta en silencio su situación personal y sus ganas de Dios o de que Dios haga en él obras divinas, su sed de Dios, su necesidad de Dios... o su desierto y aridez espiritual, o su olvido de Dios... Pero la realidad es que venimos a la oración, estamos, queremos orar, ponernos «a tiro» de Dios. Comunitaria • Si es factible, estar unos segundos con las manos unidas, orando e invocando a Dios que se haga presente en nosotros porque le necesitamos. — Ven, Espíritu de Jesús. — Enséñanos a orar... — Donde dos o tres estén reunidos en tu nombre...
El texto: Marcos 2,23-28 Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: «Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». Él les respondió: «¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros». Y añadió: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es Señor también del sábado».
Lectio • El texto es una narración: se describe un hecho y la pregunta que éste suscita a los fariseos. El fragmento pertenece al segundo capítulo de Marcos. Es la irrupción del Reino que lo va transformando todo; por donde pasa Jesús, «algo pasa», las cosas cambian, no queda todo igual. Los enfermos son curados, los paralíticos son sanados, los publicamos, como Leví, le siguen, los discípulos
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de Jesús son distintos de los de Juan, no ayunan como ayunan ellos. Lo de Jesús «llama» la atención. Ponerse al alcance de Jesús trae como consecuencia la posibilidad de algo nuevo. • Un sábado: el sábado era el día de descanso de los judíos. Los pasos que se podían dar estaban contados. La religión lo medía y controlaba todo. Y ahí están Jesús y los suyos atravesando sembrados, cogiendo espigas y comiéndolas, actividad prohibida, por considerar que era un esfuerzo innecesario y, por tanto, prohibido. Jesús y los suyos se presentan, pues, como «transgresores de la ley». No es de extrañar que los fariseos pregunten: ¿Por qué hacen eso tus discípulos? • La respuesta de Jesús es muy viva: se defiende apelando nada menos que a David. David es la referencia mesiánica por excelencia para los judíos. Y David hizo también cosas prohibidas, se saltó la ley ante una necesidad: el hambre. David, saltándose la ley, pone como centro de importancia a la persona necesitada. Ante el hambre de él y sus compañeros, los panes del templo, que sólo podían comer los sacerdotes, fueron el alimento de los que tenían hambre. David supo romper la ley, la norma fría por la realidad del hambre de sus compañeros. • La respuesta de Jesús denuncia la tendencia a atrapar a las personas en normas, en una tela de araña que aprisiona e impide ser libre. Hay maneras de hacer que dan más importancia a las normas que a la libertad personal y no son nada más que maneras de hacer esclavos... Esto sucedió ayer y sucede hoy, de mil maneras, muchas veces sutiles... • Lo más importante de este hecho no es la intervención de Jesús que pone de manifiesto las contradicciones de sus interlocutores llamándoles, finamente, esclavos de la ley, incapaces de la verdad y de la defensa del hombre... Lo más importante es la revelación que Jesús hace de sí mismo: este Hombre es Señor del sábado. Este Hombre instaura una manera nueva de vivir. No hay nada más sagrado que la persona. Las leyes que hacen esclavo al hombre, el Señor del sábado se las salta con toda la tranquilidad del mundo.
Meditatio • Leemos la Palabra para aplicarla a nuestra vida, para meditarla, para confrontarla con nuestra vida o nuestra vida con la Palabra. Nos preguntamos: ¿cómo ilumina mi vida este texto? • Métete en el pellejo de Jesús y sus discípulos. Te puedes preguntar sobre la libertad que tienes para actuar, para ser tú, para decir y hacer lo que te sale del corazón con toda libertad... Hay que ser muy libre y verdadero para ir contracorriente con la cabeza muy alta porque uno está seguro de lo que hace. Decir
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lo que sale del corazón, con libertad, exige coherencia personal y tener claras las razones de lo que hacemos y por qué lo hacemos... • Metida en el pellejo de Jesús y los suyos, puedes traer a tu memoria personas, hechos que te coartan la libertad: ¿qué o quiénes no te dejan ser libre?, ¿ante quiénes y por qué sientes miedo y te echas atrás o dices: es que a tal persona la tengo miedo?, ¿qué notas que te falta para romper el miedo que experimentas o que te paraliza y te impide expresarte, hacer, decir lo que piensas? • También te puedes meter en el pellejo de los que critican la acción de Jesús y sus discípulos. Lo primero de todo puede ser percibir cómo reaccionas, ¿te sientes a gusto siendo «arbitro» o «juez» de la gente? ¿O quizá te sorprendes «tejiendo» una tela de araña para «hacer caer en la trampa» a alguien...? • Descúbrete en la vida ordinaria poniendo escala de valores: a las cosas, a las personas, al dinero, al marido, a los hijos, a la familia, a la plancha, al trabajo, al tiempo libre, a permitirte algún capricho, a darte tiempo y cuidarte un poco, al amor, a hacer algo por los demás, a los amigos... • Imagina que preguntan a tu marido o a tus hijos que hagan una escala de valores tuya: ¿qué pondrían?, ¿qué es lo queda claro y se percibe viviendo contigo? Hay que ser capaces de poner algo en el centro personal que descentre todo lo demás, y eso, sin exigírselo a otros... No podemos exigir a los demás lo que nos centra a nosotros. Nuestra escala de valores no la podemos imponer; simplemente la vivimos delante de otros y con otros... Y es una escala de valores que va cambiando a medida que vamos descubriendo más lo esencial... o van pasando los años. Lo que tengas por esencial, eso es lo que te da escala de valores para hacer y deshacer... para organizar todo el resto de tu vida. • Ponte delante del «Señor del sábado» y medita cómo Jesús es fuente de tus valores, de tu vivir... El amor es lo que le hace a este Hombre «romper y rasgar» lo viejo y poner en el centro lo nuevo: la persona, Dios. Entretente un rato descubriendo a Jesús en tu vida y organizando tu vida desde Jesús...
Oratio • Ora y presenta al Señor los miedos que te atan, que no te dejan ser libre, que te paralizan... Nombra ocasiones y personas que te tienen atrapada y no te dejan ser tú como sientes y deseas... • Pide perdón si descubres que eres una persona que tiende a tender «redes» que atan y no dejan crecer y madurar a los que están a tu lado. Nombra ante el Señor a los acusadores-controladores de vidas ajenas que conoces..., a los que ponen trampas a otros... y pide perdón por ellos...
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• Implora del Señor ayuda para obrar con la libertad de Jesús. Esto implica saber llegar a lo esencial de las cosas, de las personas, del Evangelio... Pide al Señor que sea tu maestro, que te ayude a entender la verdad, a vivirla...
Contemplado • Crea en tu imaginación una escena en la que tú estés delante de este Hombre que es Señor del sábado. Elige la postura corporal que desees. Y elige la postura interior más habitual en ti: una persona atemorizada por miedos, una persona que no sabe romper ataduras y salir de una situación oculta y secreta, una persona que tiene miedo a lo que otras le puedan decir, una persona libre y cada vez más dueña de sí misma, cada vez más centrada en lo esencial y por eso más libre, etc. Siéntete mirada en esa postura por Jesús, el Señor del sábado. No digas nada. Mira y contémplate mirada. Que de esa contemplación vaya brotando en el corazón palabra transformadora... Deja que en esta oración y contemplación Dios te transforme...
Despedida Momento de compartir • Compartimos nuestra experiencia de oración: cómo nos hemos sentido, el mejor momento del itinerario de oración propuesta donde más vibró tu corazón por lo que sea: alegría, miedo, acción de gracias... • Quizá no entraste en oración, te sentiste bloqueada: cuándo, por qué... • Comparte la obra de Dios en ti para edificación de todo el grupo. No tenemos nada de qué presumir; sí mucho que compartir para enseñarnos unos a otros a decir: Padre.
III. MATERIALES Gesto Una escalera. Jesús tiene una escala de valores. Todo parte de un centro: su Padre Dios, a las personas... Nos invita a construir nuestra propia escala... ... de valores. -241 -
Aquí tienes una escalera y unas palabras. Puedes ir poniendo las palabras en los peldaños según el lugar que creas ocupan en la escala de valores con la que en esta etapa de la vida funcionas: Dinero Amigos Pareja Tiempo libre Consumo Hijos Trabajo Cuidado personal Música Oración Consumo Dios Silencio Lectura Acciones solidarias Televisión Familia Relaciones sociales
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MARCOS 3,22-30 ¿Cómo puede luchar Belcebú en su contra?
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Con sobriedad; utilizar todo aquello que haga el ambiente más acogedor y con signo religioso.
Acogida de las personas • La acogida crea ambiente. En la oración todos somos familiares de Dios. La acogida hace que en la oración no seamos islas, sino grupo de orantes.
Ambientación • Aprovechar acontecimientos del momento y del día para situarnos en el aquí y ahora de unos orantes históricos. Si hubiera personas nuevas, dedicar un momento a explicar cómo solemos hacer la oración. Repetir la importancia de las posturas y de estar abrigados.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Relajación • Un poco de respiración y de pausa. {Música.)
Invocación al Espíritu Personal • Invitación a que cada persona invoque la presencia del Espíritu según la advertencia de Pablo: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... • Invitación a rezar desde la realidad que hoy vives, desde el estado anímico que ahora tienes. — Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. • Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el misterio de su Hijo. Comunitaria — Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.) — Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo. Está aquí.
El texto: Marcos 3,22-30 En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre». Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo. -244-
Lectio
• El pasaje que hoy nos sirve de base para la oración pertenece a lo que Marcos nos pone inmediatamente a continuación de los primeros milagros de Jesús y a la elección de los apóstoles. La presencia sanante de Jesús produce reacciones. Los primeros que reaccionan ante la novedad de Jesús son sus familiares: (Sus familiares) vinieron a llevárselo, porque creían que no estaba en sus cabale (Me 3,21). Los de casa le llaman «loco». Los segundos que reaccionan son los letrados, los sabios. Desde el inicio, la predicación de Jesús se presenta como insoportable, desestabilizadora o como «una locura». No se soporta que Jesús haga cosas «nuevas», cure, sane... No se soporta que la gente le acompañe y siga porque ve «algo» diferente en él. La novedad produce pánico, conmoción. ¡Hay que acallar o encerrar o ridiculizar al que trae lo nuevo! Su familia cree que está loco y le quieren quitar del medio, llevárselo. • Los letrados le atacan y ridiculizan con argumentos, para eso son «letrados», «gente de letras», «de saber». Argumento utilizado: Lo que Jesús hace es por fuerza del demonio, de Belcebú. Este Jesús está habitado por el demonio. El argumento es pobre y Jesús lo desmonta enseguida: Si yo expulso a los demonios de la gente no puede ser por poder del demonio ya que estaría éste obrando en contra suya. ¡Poned argumentos mejores! No los tenéis. Lo que tenéis es pavor a lo nuevo. Tenéis pavor a que os quiten los «demonios» que os habitan, que os poseen. Os defendéis de mí y de la novedad que traigo. Tenéis miedo al cambio que yo traigo. Preferís vuestros demonios, preferís vuestras tristezas, vuestras «enfermedades». No queréis que la gente viva libremente. Estáis bien con vuestros «demonios». Esta historia no es nueva. La vives tú a menudo, cuando desenmascaras y dices la verdad a tus hijos y se defienden... • El final es también sorprendente: Jesús asegura que se puede perdonar todo, que no hay pecado grande para el amor de Dios. Dios puede perdonar todo menos a aquellos que no quieren recibir el perdón, que no quieren reconocer la verdad, que se empecinan en la mentira o no quieren ver, los que se esconden de la fuerza del Espíritu, los que llaman (o confunden) al Espíritu de Dios con el nombre de demonio. Ésos no tienen perdón porque no son capaces de pedirlo.
Meditatio • Quizá puedas traer a tu imaginación situaciones en las que has actuado de «letrado», de persona que critica, sin tener razones (o con razones falsas), actuaciones de otras personas, comportamientos de gente que intenta poner un poco de luz, de cariño, de bondad en la vida... Pero «como eso no entraba en
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tus planteamientos o formas de hacer o de imagen formada de la otra persona», buscas la manera de «atacar», de criticar... Cuando no tragamos a alguien, somos incapaces de ver lo que tiene de novedad y de positivo. Echa una mirada a tu vida, a tu forma de comportarte como «letrado», como el que «cree que sabe todo lo que el otro tiene que hacer y se convierte en juez de lo que otros hacen»... • Si quieres, puedes ir más allá: hay veces que atacamos a uno porque nos sentimos atacados o amenazados. Atacamos, con frecuencia, a quien ayuda a abrir los ojos a otro. Hay personas y entidades que «ganan» con la «ceguera» de otros... Es la ceguera de otros la que les da beneficio. Abrir a alguien los ojos a sus «drogas», a sus «consumos», a su «ingenuidad», a su «falta de crítica», a su «inocencia»... conlleva quitar un «consumidor» de droga, un «apoyo» en el que los poderosos se sustentan, uno del que se puede abusar por su inocencia... Lógico que salten los que «viven de la ceguera de otros» y critiquen a los que sanan y abren los ojos. Esta acción de liberar, de abrir los ojos, es lo que provoca a los que se alimentan de la ceguera de otros. • Quizá tú has sido víctima de los ataques de alguien por decir la verdad, por sanar... Y te han dicho: «¡Pero qué tonta eres! ¿Quién te manda meterte o ayudar a esa persona si no la conoces? ¡Bastante tienes con lo tuyo!». Sanar, liberar a alguien acarrea críticas o amenazas o pequeños líos... Decir la verdad cuesta. Cuesta decir al marido o a los hijos: «No me tratáis como merezco». Me reducís a ser la «chacha» de la casa». O lo dices, y no te hacen caso, te tratan de histérica perdida... Decir (o hacer) la verdad es, a veces, escuchar (hasta de los más cercanos) que «estás medio loca», «que no tienes razón porque el 80% de las parejas, de las familias son así, se comportan así»... Por mucho que hagas, no te creerán. Ése es su gran pecado, del que no quieren salir. En el fondo, «les interesa que no cambies, que no abras los ojos», que no digas la verdad. El pecado mayor de las personas que no admiten nada más que lo suyo, el de quienes no dejan lugar a lo nuevo, ni a un pequeño cambio... es que no se abren a lo nuevo. Lo dan todo por cerrado. Todas son disculpas ante el cambio. Nos hacen ver que su vida está condenada a lo triste, nada nuevo puede entrar en ellas. Las personas más temibles para los que se instalan en «su verdad» son las que denuncian la mentira y no hacen paces con ella. Las personas sin «perdón» son las que se encierran en sus trece, en su negativa a salir de sus «espíritus». No hay solución para ellas. Por eso ellas mismas se niegan el futuro, el perdón. • ¿Qué crees que pueda hacer contigo el Señor? ¿De qué situaciones crees que «ni Dios» te puede liberar?
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Oratio • Por las veces que has estado en la acera de los letrados, haciendo lo que ellos hicieron con Jesús, pide perdón. • Por las veces que has sanado, liberado, apostado por la verdad y eso te ocasionó críticas o enfrentamientos, da gracias, pide fuerzas para seguir siendo hija de la verdad. • Por las zonas que ves en tu corazón que todavía están en tinieblas, por las contrariedades que vives, por las resistencias que pones, por las falsas razones que te das para no dejar penetrar la luz en tu corazón, pide luz y pide verdad. • Por las cosas que hay en ti ante las que dices «esto no tiene solución», «esto lo doy por perdido en mí», pide confianza en Dios.
Contemplatio • Imagínate en una escena real (o construida) sobre tus mejores deseos, aunque no los alcances todavía. Imagínate ayudando a alguien, defendiendo a alguien, abriendo los ojos a alguien de un vicio que tenga, o diciendo la verdad a un íntimo tuyo... Imagínate que al ayudar a la persona elegida, ésta «salta» y se revuelve contra ti y empieza a «ponerte verde», a echarte en cara toda tu vida, a decirte que no vales para nada..., que te calles porque no tienes autoridad ni derecho para hacer o decir lo que haces... ¿Cómo reaccionas? ¿Qué sientes? En el momento en que empiezas a reaccionar (ya sea que se te suba la sangre a la cabeza o cualquier otra cosa) notas que una mano se posa sobre tu hombro. Es Jesús. Te paralizas y... El resto, vívelo, siéntelo, acaricíalo, gózalo... ¡No te lo pierdas! • Si prefieres otra pista: imagínate haciendo una lista de las cosas de las que dices: «Esto ya no tiene solución». Contemplas la lista, vas mirando, añadiendo... Y sientes «algo por dentro»... Mientras las contemplas, y sientes... se te acerca Jesús... Te mira y mira tus cosas y tu adentro... El resto, vívelo, siéntelo, acaricíalo, gózalo... ¡No te lo pierdas!
Despedida Momento de compartir
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III. MATERIALES Gesto Entregar una bola o pelota pequeña de plástico, de esas que se desmontan en dos. Dentro habrá un papel escrito:
DENTRO DE TI HAY UNA VERDAD, UNA FUERZA QUE NO SOSPECHAS. ¡ROMPE EL CASCARÓN! DESCUBRE LO MEJOR TUYO. ESTÁ AHÍ.
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MARCOS 8,11-13 No se os dará otro signo
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Como es habitual, cuidar el local de oración con mimo.
Acogida de las personas • La acogida hace que en la oración no seamos islas, sino grupo de orantes. Atención a las posibles personas nuevas.
Ambientacíón • Aprovechar acontecimientos del momento y del día para situarnos en el aquí y ahora de unos orantes históricos. Si hubiera personas nuevas, dedicar un momento a explicar cómo solemos hacer la oración.
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de respiración guiada y de pausa. [Música.) La gente suele venir con prisas, con mucha aceleración, para poder llegar a todo. Necesita paz. - 249 -
Invocación al Espíritu Personal • En el momento de la oración nos presentamos como necesitados. No somos nosotros los que «vamos a dar algo a Dios». Venimos a recibir de Dios su luz, su palabra, su intimidad. Nosotros nos ponemos sólo a disposición, como si fuéramos un vaso o jarra que va a la fuente para que el agua de ésta nos llene y poder llevar agua a los demás. La advertencia de Pablo es clara: «Nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3): — Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... • Desde la realidad de nuestro día de hoy, rezamos: — Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. • Pedir a María, la mujer del silencio contemplativo, que nos ayude a entrar en el misterio de su Hijo. Comunitaria — Enséñanos a orar... (Repetir varias veces esta expresión.) — Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo. Está aquí.
El texto: Marcos 8,11-13 En aquel tiempo se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús. Para ponerlo a prueba le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación». Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Lectio • El pasaje que hoy nos sirve de base para la oración pertenece a lo que Marcos pone inmediatamente a continuación de la multiplicación de los panes y de los peces. El evangelista, en el relato de la multiplicación, presenta a Jesús como alguien que «siente lástima» de los que le siguen y le escuchan y, de ahí, el signo de la multiplicación para calmar su hambre. Saciarse de pan es consecuencia del hambre de escucha. Por escuchar a Jesús se han quedado sin provisiones de comida. Jesús, una vez saciada el hambre material de la gente, despide a -250-
todos y se marcha. La siguiente escena, en la lógica del evangelista, es el relato que hoy meditamos y oramos. • Aparecen unos personajes: los fariseos. No es que vengan porque tengan hambre de su palabra y quieran escucharla: vienen a discutir, y aponerlo a prueba... Le piden a Jesús un signo según lo que ellos piensan y rechazan (o no ven) los signos que Jesús está haciendo. En principio, tienen una escucha selectiva: sólo les interesa lo que les pueda servir para descalificar al otro. Lo podemos entender pensando en el funcionamiento actual de los grupos (políticos, económicos, etc.): se acechan para echarse en cara las cosas, atacarse mutuamente, robarse cotas de poder, de mercado, de influencia... • Nada se nos dice de la discusión tenida. Sí queda patente que le piden un signo. Jesús acaba de realizar el signo de la multiplicación y piensan que «quien ha hecho un cesto hace un ciento»; quien ha dado de comer a muchos, puede seguir haciendo «cosas prodigiosas». Esta lógica cambia el sentido de la realidad de Jesús. Le reducen a «titiritero o a mago». «¡Haznos un numerito nuevo del repertorio de tu espectáculo!», parece que le proponen. • Jesús dio un profundo suspiro, añade Marcos, ante esta petición. Para entender esta expresión del evangelista, tendremos que imaginarnos esos suspiros que damos cuando los hijos, o el marido, o los alumnos, o las personas que sean... nos dicen que les repitamos las cosas... ¡Y están tan claras! ¡Y estamos tan hartos de decirlas! Y se nos escapa un suspiro por dentro, un «mira, guapo, vete a la porra. Te lo he dicho mil veces. Deja de tomarme el pelo». Y nos callamos. Y les dejamos plantados... • No se le dará un signo a esta generación. Jesús afirma algo así como que «a los que son como vosotros, a los que piden lo que vosotros pedís, no se les dará nada. Ya están servidos». Y sin más contemplaciones, se fue. • Jesús entiende que hay gente que está cerrada para escucharle, que es inútil perder el tiempo con ellos. No están delante de Él de buena fe. No hay nada que hacer. Y se va a otra parte.
Meditatio • Quizá puedas traer a tu imaginación situaciones en las que has actuado de «fariseo». Busca en tu manera de comportarte con los otros (o con Dios) ocasiones en las que estás delante de alguien con «actitud de caza»: Voy a ver si cazo a éste, voy a ver si le pillo. Verás que detrás de esta actitud se esconde una «cerrazón» que nos incapacita para ver algo bueno en el otro. Es una actitud que nos lleva a vivir juzgando todo y a todos... Sólo nos salvamos nosotros, sólo somos los únicos buenos y los únicos que estamos en la verdad...
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• Afronta con paz la manera que tienes de tratar a Jesús y de tratar con Jesús. Mira a ver si hay algún atisbo de acercarte a Él con esa solapada actitud de «pedirle» un milagro, de exigirle que «haga una excepción contigo y te conceda un milagro»... Al encuentro de Jesús vamos porque Él es salvación, porque Él tiene palabra de vida, porque Él es la cara visible del Padre. Todo lo demás que pase después ya no nos pertenece. Es acción suya. A Jesús no le vamos a cazar... A Jesús vamos para escucharle y su palabra no tiene desperdicio... • Trae a tu imaginación la escena en la que Jesús da un profundo suspiro por las cosas que le pides... ¿Qué petición (o comportamiento, o...) mía le hace suspirar y llevarse las manos a la cabeza? En el texto es una petición fuera de sitio. Resulta que piden lo que tienen delante. Jesús es el signo de Dios, pero están ante Él con una actitud tal que no lo pueden reconocer. Quieren que Dios haga magia en vez de hacer salvación... No son capaces de ver las cosas pequeñas de su entorno que ya son «signo de Dios, signo del Reino»: el servicio sincero, la delicadeza de gestos, la palabra que se pronuncia de consuelo, el perdón de las faltas, el «yo no se lo tengo en cuenta»... Dedícate un tiempo a ver los signos de Dios que no ves y que, sin embargo, están ahí cada jornada. Estamos rodeados de huellas de Dios y decimos que ¿dónde está Dios? • Descubre lo que ha puesto en ti el Espíritu de Jesús que te hace convertirte en signo de Dios para otros... Créetelo. El signo de Dios está en lo ordinario, en la trama densa de sentido de la vida ordinaria...
Oratío • Pide por las personas que viven «a la caza» de los gestos, de las palabras de los otros... para machacarlas. Por esas personas que hacen imposible la vida a los otros porque sólo ven lo malo. Pide perdón si tienes algo de esto en tu vida. • Pide por los que se quejan de que Dios no habla, no es perceptible en sus vidas... y, sin embargo, ¡¡hay tantas huellas de Dios al alcance de la mano!! • Pide a Jesús que te enseñe a acercarte a Él sin más, sólo para escuchar su palabra, para descansar en Él. Que Él te haga comprender que es el signo de Dios; que te aleje de esa lógica corriente: «Como te pido y no me das nada, te dejo de lado y no quiero saber nada de ti».
Contemplado • Imagínate recorriendo, como en una movióla, los momentos de tu jornada ordinaria desde que te levantas hasta que te acuestas. Es una jornada normal, de un día normal, que rehaces y repasas en vídeo. La visionas una vez, o dos... -252-
Quizá ves algo o nada. Sorpréndete porque en un momento Jesús se te aparece y da un suspiro y te dice: ¡¡Pero no te das cuenta de que estoy aquí!! ¿Qué más quieres? • Abre los ojos, contempla, calla, aprende a descubrirle.
Despedida Momento de compartir III. AAATERIALES Oración Señor, al escuchar hoy tu palabra, descubro mi vida de creyente con sus pequeños ateísmos solapados, secretos y sutiles... ¡Cuántas veces te pido señales y no soy capaz de ver que todo lo que me rodea está repleto de pequeñas señales que me hablan de ti! Tú estás escondido en el adentro de la vida ordinaria que yo digo que es «rutina» porque mis ojos no logran traspasar más allá de lo que ven. Tú eres señal y me haces señales donde las personas se ayudan, donde las personas se perdonan, dónde las personas se acogen, donde las personas se escuchan, donde las personas se bendicen, donde las personas se miran a los ojos,
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donde las personas se animan mutuamente, donde las personas saben olvidar el mal recibido... Tú eres señal y me haces señales para ir más allá de mi urgencia de hacer «Dios a mi medida» cuando callas y te vas y me dejas sólito para que recapacite y medite y vuelva sobre mí mismo y descubra mis ganas de manipularte, mayores que mis ganas de escucharte en lo cotidiano de cada día.
MARCOS 10,28-31 Lo hemos dejado todo
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • Cuidar la decoración de la capilla, sobre todo el cirio, el agua, las flores...
Acogida de las personas • Si hay personas nuevas, prestarles acogida. Si las personas habituales han avisado de que no pueden venir, comunicarlo al grupo. Eso le proporciona tranquilidad y, quizá, motivo de rezar por los ausentes.
Ambientación • Esta oración es la última reunión del curso. El evangelio es «fuerte». Nos «ataca» en aquello que tenemos de más íntimo, nos «ataca» en lo que tenemos de intocable en el secreto de nuestra vida. Es un buen colofón...
II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Un poco de respiración y de pausa. (Música.)
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Invocación al Espíritu Personal — Reconozco, Señor, que no puedo orar si tú no me enseñas... — Ven, Señor, en ayuda de mi debilidad y de mi no saber rezar. Comunitaria • Donde dos o tres están reunidos en su nombre, allí está la presencia de Jesús. Aquí, entre nosotros, reunidos en el nombre del Señor, el Señor está presente: — Enséñanos a orar...
El texto: Marcos 10,28-31 En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más — casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones—, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos, primeros».
Lectio • Lo que precede a estos versículos es el pasaje del joven rico; un joven dispuesto a seguir a Jesús, un joven que cumple perfectamente la ley, pero que no tiene fuerza para dejar aquello que Jesús le pide para seguirle: vender sus bienes, dejar su riqueza. A eso se resiste. Y se fue. Sólo le faltaba una cosa. En todo lo demás era de «diez», pero una cosa sola le impidió lo que se le propuso: seguir a Jesús. Jesús quiere que los que le sigan no se reserven nada, ni una cosa... Quizá esto explica muchos seguimientos a medias que por eso son poco significativos a la larga... • Jesús aprovecha para hacer un comentario: «¡Qué difícil es que un rico entre en el reino de Dios!». ¡Qué difícil es que un rico escuche la Buena Nueva de Jesús! Ya tiene bastante con lo suyo, ¿para qué más?, se dice. Los apóstoles están asustados de las palabras de Jesús. Son muy duras. Como nosotros, ellos tienen experiencia de que «a nadie le amarga un dulce» y de que hay «dulces» que no queremos dejar de comer. En lenguaje popular esto tiene nombre: «la -256-
buena vida», «la dolce vita», «que no me falte nada», «a todos nos gusta que nos sirvan», etc.
• En este contexto aparece la intervención de Pedro, que pregunta a Jesús sobre la situación de ellos, los que lo han dejado todo y le siguen. La respuesta de Jesús es clara: Dejar es tener; dejar es recibir más; dejar es multiplicar. Dejar no es perder, sino recibir más; dejares una aventura para descubrir nuevos valores nuevos hermanos. Dios nos quiere vacíos de lo nuestro para poder llenarnos de lo de Él, de los que Él ama con predilección: los pobres. • En la enumeración que hace Jesús de las cosas dejadas, comienza por lo más familiar, lo más cercano, los más íntimo. Nos cuesta más entender este mensaje de Jesús: los más queridos son los primeros que hay que dejar o los últimos, pero, al final, hay que dejarlos también. Lo último que se nombra son los campos, es decir, las cosas materiales. Lo que Jesús pide primero es dejar a las personas queridas. Jesús da a entender que sabe muy bien que el corazón de la persona se apega más a las personas, a los que decimos que son «nuestra familia», a las personas que les ponemos el adjetivo «mío». Emprender proyectos con Jesús «toca a los nuestros en primer lugar». Pero no se queda ahí: llega a lo que tenemos. Poner a Jesús en el número uno de nuestra escala de valores tiene la consecuencia de que todo lo demás es segundo, hay que saber dejarlo, hay que tener fuerza para dejarlo. Jesús se manifiesta excluyente. No casa con nada. Él es capaz de llenar todo el corazón. Nos descubrimos como personas que nos gusta dejar «algo» para nosotros en lo que apoyarnos «por si acaso». El seguidor de Jesús no tiene más apoyo que Él. Confiar en Jesús es no necesitar más compañía, más riqueza que Él. • ¿Cómo entender este dejar? Lo primero de todo: el creyente no deja cosas porque se le ocurre. El creyente está llamado a dejar aquello que siente como pedido por Dios en su corazón. En el corazón, es donde Dios nos habla y nos pide cosas. Lo que Dios pide, lo pide por una razón: para aumentar y consolidar el seguimiento de Jesús. No se trata de una ascesis para quedarnos sin nada porque sí. Desprendernos de algo, en cristiano, es para ser más seguidores de Jesús. Tú no te tienes que hacer la pregunta: ¿qué tengo que dejar? Esto se te sugerirá. Lo escucharás en tu corazón. Un día escuchas o sientes que tienes que dejar que tu familia haga su vida y horario durante un tiempo, y tú la tuya para venir a la Eucaristía... Un día tendrás que decir a tu familia que no te regalen nada y el importe del dinero que te lo den para darlo a un misionero; un día tendrás que decir que te tomarás dos días a la semana para darte a los demás, y que esas horas que «se las apañen». Cada persona, en lo más íntimo de su corazón, escucha qué es lo que el Señor le pide dejar. No te preocupes por averiguarlo. Tu trato con Jesús te lo irá mostrando. Lo que sentimos que Dios nos pide es normativo para el seguimiento de Jesús. Si no lo damos, interrumpimos el seguimiento, lo estancamos, lo frenamos. -257-
• Dios no deja con las manos vacías: nos las llena de otra manera. Hace que hagamos nuestros a los que no son de nadie; hace que los que no tienen a nadie reconozcan que Dios existe porque nosotros hacemos de manos, de boca, de corazón de Dios. Dejamos lo nuestro para hacer nuestros a los que no son de nadie. Esa es la herencia que da el Señor. Esa es la multiplicación que da el Señor. Este es un signo del Reino: hombres y mujeres que acogen a otros como si fueran de su familia y les hacen familiares. Y este acoger como familia a los «sin familia» es lo que ya prepara el premio de la vida futura. • Lo que Jesús anuncia, el Reino de Dios, es decir, la manera nueva de vivir, cambia todo, lo pone todo «del revés». Los grandes son pequeños y los pequeños son grandes a los ojos de Dios. Los que se hacen servidores son los que de verdad «valen la pena», porque manifiestan mejor a los ojos de todos cómo es el corazón de Dios. Los seguidores de Jesús son los que mejor anuncian con su vida cómo es Dios.
Meditatio • En primer lugar, intenta «tocar» o dar nombre al movimiento interior que este pasaje bíblico suscita dentro de ti. Mira a ver si hay sentimientos de extrañeza, de repulsa, de incomprensión, de resistencia... Pon nombre a tus sentimientos y selecciona el sentimiento principal que descubres... • Haz tuyas las palabras de Pedro: «Yo, N, que lo he dejado todo y te he seguido». Detente a enumerar lo que has dejado, lo que te cuesta dejar, lo que te resistes a dejar... Quizá este trabajo de meditación te lleve a descubrir si en tu corazón, no en tu cabeza, has sentido o sientes la voz de Dios que te sugiere lo que tienes que dejar para ser más seguidora... Analiza si la iniciativa de dejar cosas es algo «que a ti se te ocurre» o son las que «Jesús te pide». Recuerda, no se trata de dejar lo que nosotros pensamos, sino lo que Dios nos pide. Es decisión de Dios, llamada de Dios, el que caminemos haciéndonos pobres. Sólo es importante dejar lo que sentimos como petición de Dios. Si no sientes que Dios te pide... a lo mejor es que estás en un seguimiento muy pobre... o que no le dejas a Dios espacio para que te pida... • Alégrate de descubrir la realidad del Reino de Dios en esas pequeñas cosas que se te piden y que ponen el mundo del revés porque lo que rige los comportamientos de las personas nace del amor de Dios y no de leyes humanas...
Oratio • Dale permiso al Señor para que te pida cosas... ¡¡Ufffü • Nombra tus resistencias: Me cuesta darte... ¡Esto no me lo pidas, por favor! -258-
• Pídele que te haga gustar ese poner las cosas del revés que nace de vivir la vida de Dios: «Los últimos son los primeros»...
Contemplado • Compon en tu imaginación una escena en la que estés rodeada o atada o unida a todas las cosas, personas a las que pones el posesivo «mío». Colócalas como quieras: las más próximas, a tu lado; lo que más quieres, bien agarrado... Date tiempo para recrear la escena. Cuando la tengas recreada, llama a Jesús, dile que venga a verte. Y tú le miras y él te mira. Lo demás, deja que vaya viniendo, que se vaya tejiendo en ese silencio sagrado de mirada de Jesús sobre tu realidad... Déjate mirar por Jesús en tu realidad de poseedora o de dadora de tus posesiones, de tus riquezas... todo se juega en el silencio de una mirada, o de dejarte mirar por Jesús...
Despedida Momento de compartir III. MATERIALES Gesto En una cartulina bonita, escribir esta frase:
¡¡MÍO!! ESTO NO ME LO TOQUES, DIOS, POR FAVOR. (Marcos 10,17-31) Enrollar la frase y atarla con una bonita cinta. Si se puede lacrar, mucho mejor. Entregar a cada participante una cartulina.
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Oración Hoy descubro, Señor, que lo que me parece imposible, que donde yo más resistencias pongo, que a lo que yo más me aferró y no quiero soltar es donde se juega mi vida y mi manera de seguirte. Hoy descubro, Señor, que tú estás donde está lo que me reservo. Y estás allí para hacer posible mi liberación, mi confianza total y absoluta en ti. Hoy descubro, Señor, que no te puedo seguir llevando mis cosas encima porque son ellas las que ocupan tu sitio. Hoy descubro, Señor, que cuando tú bastas todo sobra. Hoy descubro, Señor, que cuando yo me vacío de unas cosas, tú me llenas de tus preferidas. Hoy descubro, Señor, que me pides dejar cosas y personas por ti, para tener a los tuyos como míos; para hacerlos míos por el gran motivo de que son tuyos. Hoy descubro, Señor, que dejar todo es sólo para seguirte. Hoy, descubro, Señor,
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MARCOS 16,15-18 Id por todo el mundo
I. PREPARACIÓN Decorar la sala • La decoración de la sala es la primera palabra que escucha el que llega a orar. Conviene que sea una palabra que le ayude a abrirse al Señor.
Acogida de las personas • La acogida humana es reflejo de la acogida de Dios. Cuidarla.
Ambientación • Hemos sacado un rato para orar. Estamos aquí. Lo hacemos durante el día. Lo nuevo es que lo hacemos juntos y con un estilo diferente. Podemos decirnos aquí hoy: No me equivoco; donde están dos o tres, está Dios. Aquí está Dios con nosotros aunque no le veamos. Está. Tiene comprometida su palabra.
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II. DESARROLLO DE LA ORACIÓN Preparación para la oración • Al menos en la gran ciudad, comenzar por un tiempo de relajación es muy conveniente para aparcar lo inmediato y disponer mejor el corazón a la escucha.
Invocación al Espíritu • En esa paz que ahora tienes, deja caer estas palabras: — Señor, enséñame a orar. — Señor, que tu Espíritu caliente e ilumine mi corazón para orar. • Repítelas despacio muchas veces sin pensar en otra cosa; repítelas gustándolas, deseando lo que pides.
El texto: Marcos 16,15-18 Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamar la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
Lectio • Jesús buscaba geografía para orar: se iba a la montaña, a un lugar retirado. Tenemos el lugar habitual de la vida, del trabajo, de la familia, donde oramos en lo que hacemos y con la calidad con que hacemos las cosas. Pero este tiempo de oración en grupo es especial: es tiempo de gracia, tiempo concentrado. Como hay tiempos de amar donde se concentra más intimidad y otros donde vivimos la intimidad distanciada, así pasa con la oración y con la relación con Dios. • La dinámica del envío que vemos en este evangelio es la siguiente: — Quien sigue a alguien (= cree en alguien) es enviado a anunciar. — El que escucha puede aceptar o rechazar lo que le presentan. -262-
— Jesús tiene necesidad de misioneros, de personas que acepten hablar de él a otros. • Escuchar y aceptar es obediencia. Hay cosas que no se discuten, se aceptan. Puedes preguntar, pedir explicaciones pero, al final, aceptas, es decir, obedeces. Aceptar a alguien es obedecerle. • No se manda creer. Se manda predicar. El imperativo es para los predicadores, no para los que escuchan. Creer es respuesta a una invitación: «El que crea...». Es creyente el que acoge la palabra en libertad. Todo lo que afecta a lo sagrado de la persona es terreno de libertad, no es impuesto. En la predicación del Evangelio, no imponemos la Buena Nueva al otro. Se anuncia y se acoge o no. • Dios nos salva porque no se impone, sino porque es acogido. • No nos salva lo que sabemos de Dios, sino que nos encontramos con Dios, que tratamos a Dios, que aceptamos a Dios. Dios deja con hambre de más... • La fe es un encuentro que no se agota en un momento. Las personas que se agotan en un momento son porque son poco, porque no son nada. «No tiene fuste», nos decimos. Y pasamos de ellas. De ahí no sacamos nada y nos interesa poco... • Dios es todo lo contrario. Cuanto más intimamos, más importante aparece.
Meditatio • Creer tiene consecuencias: vivir de otra manera. • Expulsar demonios. Esta expresión es rica en significado: los demonios que el evangelizador expulsa en los escuchadores son: el miedo, la autosuficiencia, lo nuestro, el egoísmo, la comodidad, dejar que las cosas vayan a la buena... • Agarrar serpientes con las manos. Tú tienes experiencia de comprometerte en cosas que parecen imposibles, pensabas que te harían daño, que no podrías con ellas, que te superarían... Hay cosas que sólo se pueden hacer con fe y por fe. El creyente se compromete en empresas que le superan no porque es fuerte, sino porque su fuerza es el Señor. • Beberán veneno y no les hará daño. En alguna ocasión seguro que te han dicho o has dicho a alguien: «No seas tonto, deja eso para otros». Tú, en tu sinceridad, te das cuenta de que tienes que afrontar la situación, «beber el cáliz» de la situación difícil que se te presenta. Y lo haces con honradez, como expresión de tu fe. Al final descubres que esa dificultad, aunque te cueste, no te mata. Sacas fuerzas de no sabes dónde. Alguien te da fuerza y, sobre todo, alegría. Lo que parecía un veneno resulta que no lo es. Hay cosas de la fe que no se entienden desde la lógica...
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• Impondrán las manos. Imponer las manos, en la Biblia, es señal de transmisión de fuerza y de Espíritu de Dios. Hay creyentes que sólo de ver cómo viven las cosas que les pasan te dejan admirados, te dan vida, te ayudan mucho... Mira a ver si en tu vida de creyente se dan estas realidades o cuál es la manifestación de fe que más se da en ti como creyente.
Oratio • Reza con toda tu alma. No digas mucho. Una sola cosa mucho tiempo o de manera repetitiva. Es bueno detenerse en un aspecto, el que más a flor de corazón tengas ahora. Elige una de las expresiones vistas en el momento anterior y recréate en ella, por ejemplo: Enséñame a fiarme de ti, a entregarme a ti... • Reza desde lo que ves que te falta: incapacidad para echar demonios, para arriesgarte, para demostrar ante otros que eres un sencillo creyente, siempre aprendiendo... • Recuerda y reza las palabras de creyentes que te han empujado a vivir, a crecer, a creer, a reconocer más y mejor a Dios...
Contemplatio • Imagina una postura corporal en la que te entregues totalmente en las manos de Dios. Siéntete en las manos de Dios. Calla. Contempla. Regusta.
Actio Esta oración de hoy: — ¿A qué me lleva en mi familia? — ¿A qué me lleva en los grupos con los que me reúno ya sea para salir, para el ocio, para la reflexión, para el alterne...? — ¿A qué me lleva para trabajarme un poco más y ser mejor creyente?
Despedida Momento de compartir
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III. MATERIALES • Se entrega un sobre en el que hay una carta para leer en casa, no inmediatamente. CREER
es entrega, es abandono total, es confianza, es obediencia a fondo perdido. CREER
tiene consecuencias en tu vida: te hace más libre de espíritu y te llena de Espíritu; dices cosas que «dejan pegado» a uno; te atreves a cosas que otros «ni pensarlo»; tragas cosas que a otros se les atragantan; allí donde estás se nota, «hay otra vidilla». A LO MEJOR NO TE DAS CUENTA
pero si eres creyente, a tu lado pasan estas cosas que dice Jesús y muchas más... De verdad, lo dice Jesús, y te aseguro que no miente.
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índice de salmos
SALMO
CONTENIDO
TEMA
Salmo 19
Unos confían en su carros.
Confianza. Acción de Dios. Auxilio de Dios.
Salmo 26,l
El Señor es mi luz y mi salvación. Ansias de Dios. Dios es luz. Dios es salvación. Gratitud.
Salmo 31
Dichoso el que está absuelto de su culpa.
Penitencia. Perdón. Misericordia de Dios.
Salmo 41
Deseo de Dios.
Búsqueda de Dios. Sed de Dios. Memoria de la obra de Dios. Espera, esperanza en Dios.
Salmo 48
Vanidad de vanidades.
Caducidad de todo. Confianza en Dios.
Salmo 61
Sólo en Dios descansa mi alma.
Salvación. Protagonismo de Dios. Confianza. Poder de Dios.
Salmo 62,2-9
El alma sedienta de Dios.
Fe. Ansia de Dios. Alabanza. Recuerdo de Dios.
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Salmo 64
Solemne acción de gracias.
Alabanza. Reconocimiento de la acción de Dios. Fecundidad de la acción de Dios.
Salmo 76
Añoranza del Señor y de su acción salvadora.
Recuerdo de Dios. Búsqueda en la ausencia. Alabanza. Presencia de Dios en la vida de su pueblo.
Salmo 80
Tocad la trompeta por la luna nueva.
Aclamación, fiesta. Canto maravillas de Dios. Fidelidad, alianza.
Salmo 89
Señor, tú has sido nuestro refugio.
Fe. Eternidad de Dios. Caducidad humana. Súplica.
Salmo 130
Como un niño en brazos de su madre.
Confianza. Descanso en Dios. Deseos acallados.
Salmo 136
¡Que se me pegue la lengua al paladar!
Recuerdo de Dios. Destierro. Añoranza. Ansia del Templo.
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índice de pasajes evangélicos
PASAJE
CONTENIDO
TEMA
TIEMPO LITÚRGICO
Mateo 1,18-24
El nacimiento de Jesucristo.
Fe. Escucha de Dios. Voluntad de Dios.
Navidad. Fiesta de san José.
Mateo 11,25-30
Has escondido estas cosas a los sabios.
Filiación divina. Reconocimiento de Dios. Sencillos de corazón. Presencia de Dios en los sencillos. Intimidad con Dios.
Tiempo ordinario.
Mateo 20,17-28
No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber mi cáliz?
Petición. Vocación. Aceptación plan de Dios. Anuncio pasión-muerte.
Tiempo ordinario. Cuaresma.
Mateo 21,28-32
Os precederán.
Decir sí a Dios. Sencillez. Orgullo. Arrogancia.
Adviento. Tiempo ordinario.
Mateo 25,31-46
A mí me lo hicisteis.
Prójimo. Misericordia. Reino de Dios. Vigilancia. Juicio de las naciones.
Tiempo ordinario.
-269-
Lucas 1,39-56
Feliz la que ha creído.
María. Fe. Aceptación plan de Dios. Visitación. Ayuda al otro.
Adviento. Fiestas marianas.
Lucas 2,15-20
Todos se admiraban de lo que contaban del niño.
Sencillez. Vigilancia. Obediencia a Dios. Buscar a Dios. Anuncio de Dios. Noche de Dios.
Navidad. Fiestas marianas.
Lucas 12,13-21
La vida no depende de ¡as riquezas.
Codicia. Riquezas. Dar. Felicidad.
Tiempo ordinario.
Lucas 13,18-21
Como un grano de mostaza.
Reino de Dios. Semilla. Levadura.
Tiempo ordinario.
Lucas 14,12-14
No invites a los que pueden invitarte.
Reino de Dios. Compartir. Dar sin esperar respuesta.
Tiempo ordinario.
Lucas 21,1-4
Ha echado más que nadie.
Darse. Dar de lo necesario. Dar sin hacer ruido. Hacerse pobre.
Adviento. Tiempo ordinario.
Lucas 21,5-11
Estad atentos: vigilad.
Vigilancia. Fin de los tiempos. Falsos mesías.
Adviento.
Juan 4,43-54
Tu hijo está curado.
Fe. Confianza. Hablar de Jesús.
Cuaresma.
Juan 5,1-3.5-16
¿Quieres quedar sano?
Fe. Opciones personales. Decisión. Necesidad de otros.
Cuaresma.
Juan 5,17-30
Lo mío es hacer la voluntad de mi Padre.
Intimidad con el Padre. Escucha. Filiación.
Tiempo ordinario. Tiempo de Pascua.
-270-
Juan 6,30-35
Yo soy pan de vida. Jesús alimento. Alimentarnos de Jesús. Signos del Reino. Fe.
Tiempo de Pascua.
Juan 10,11-18
Buen Pastor.
Tiempo de Pascua.
Juan17,11b-19
¡Que sean uno como Unidad. nosotros! Oración. Lucha.
Juan 20,11-18
He visto al Señor.
Marcos 1,12-13
El Espíritu lo sacó al Desierto. Tentación. desierto. Fidelidad. Oración.
Cuaresma.
Marcos 2,23-28
Soy Señor del sábado.
Adviento.
Marcos 3,22-30
¿Cómo puede luchar Reino de Dios. Belcebú en su Apertura a lo nuevo. contra? Descubrir lo bueno de las personas.
Tiempo ordinario.
Marcos 8,11-13
No se os dará otro signo.
Ceguera. Reino de Dios. Dureza de corazón. Imagen falsa de Dios.
Tiempo ordinario.
Marcos 10,28-31
Lo hemos dejado todo.
Seguimiento. Riqueza. Desprendimiento.
Tiempo ordinario.
Marcos 16,15-18
Id por todo el mundo.
Fe. Anuncio. Buena nueva. Acogida.
Tiempo ordinario.
Buen Pastor. Escucha. Intimidad. Pertenencia. Seguridad. Reconocimiento.
Resurrección. Fe. Búsqueda.
Reino de Dios. Novedad de Dios.
Tiempo de Pascua.
Tiempo de Pascua.
-271 -
índice
Introducción
7
I. EL CONTEXTO DE LA EXPERIENCIA I. Presentación de la experiencia
13
II. SALMOS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. II. 12. 13.
Salmo 19. El Señor es mi auxilio Salmo 26,1. El Señor es mi luz y mi salvación Salmo 31. Dichoso el que está absuelto de su culpa Salmo 41. Deseo de Dios Salmo 48. Vanidad de vanidades Salmo 61. Sólo en Dios descansa mi alma Salmo 62,2-9. El alma sedienta de Dios Salmo 64. Solemne acción de gracias Salmo 76. Añoranza del Señor y de su acción salvadora Salmo 80. Difícil alianza de Dios con su pueblo Salmo 89. Señor, tú has sido nuestro refugio Salmo 130. Como un niño en brazos de su madre Salmo 136. ¡Que se me pegue la lengua al paladar!
23 29 35 41 47 53 59 65 71 79 85 91 97
-273-
III. MATEO 1. Mateo 1,18-24. El nacimiento de Jesucristo 2. Mateo 11,25-30. Has escondido estas cosas a los sabios 3. Mateo 20,17-28. No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber mi cáliz? 4. Mateo 21,28-32. Os precederán 5. Mateo 25,31 -46. A mí me lo hicisteis
105 111 119 127 133
IV. LUCAS 1. Lucas 1,39-56. Feliz la que ha creído 2. Lucas 2,15-20. Todos se admiraban de lo que contaban del niño 3. Lucas 12,13-21. La vida no depende de las riquezas 4. Lucas 13,18-21. Como un grano de mostaza 5. Lucas 14,12-14. No invites a los que pueden invitarte 6. Lucas 21,1-4. Cuando lo poco es mucho 7. Lucas 21,5-11. Estad atentos: vigilad
141 147 153 159 165 171 177
V. JUAN 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Juan 4,43-54. Tu hijo está curado Juan 5,1-3.5-16. ¿Quieres quedar sano? Juan 5,17-30. Lo mío es hacer la voluntad de mi Padre Juan 6,30-35. Yo soy el pan de vida Juan 10,11-18. Buen Pastor Juan 17,11 b-19. ¡Que sean uno como nosotros! Juna 20,11-18. He visto al Señor
185 191 197 203 209 215 221
VI. MARCOS 1. Marcos 1,12-13. El Espíritu lo sacó al desierto 2. Marcos 2,23-28. Soy Señor del sábado
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231 237
3. 4. 5. 6.
Marcos 3,22-30. ¿Cómo puede luchar Belcebú en su contra? Marcos 8,11-13. No se os dará otro signo Marcos 10,28-31. Lo hemos dejado todo Marcos 16,15-18. Id por todo el mundo
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