Giddens Anthony - La Tercera Via.pdf

September 26, 2017 | Author: karlxx | Category: Social Democracy, Socialism, Capitalism, Neoliberalism, Left Wing Politics
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La renovación de la socialdemocracia

Anthony Giddens

IA TERCERA VlA Título origina]: TheThird Way D . R. © Anthony Gtddms, 1998 burux

T

D . R . & De l i edición isipaíiola;

íífupo Smiilfani de Edición», SA, 199? ’lórrelaguna 60, 2804Í, Madrid, Eiparia D.íLODf c a edición: Sanrillajia Kítioones Generales, SA .d eC .V -, I9W Av. Universidad 767, CoL dd Valle M éaco, D,P. 03lOO,Td¿f&íio 5*20 7530

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» $artilla»t«iSA. Avda. San Felipe 7 3 l . I i m i EdiraiiilSuicilIaD iSA Av. RiVnmto Gillegos, Edif..Zulia lír . piso Boleit* KV. Caracas Í0 7 I. Venezuela. * Editorial Sim ilhna loe. P.O. Box $462 Waco ftty. Puerto KkX?, 50919. * Saniillana Puhli‘,h¡nj> Company Inc. 20Á$ H. W . $ 6lh Avenue Hiami, Fl.» 33172 U SA * Kíjicioiv» San tillaniSA (P.OU) *

Javier deVjana 3350. Montevideo 11200, Uruguay, * Aguijar, Altea. Taum*, Alfaguara, S A BcaJcy 3860, (437. Buenos Ajíes,. * Agtilar Chilena de Ediciones Lrda. Dr. Aníbal Amrfa 1444. Providencia, Santiago de Cl»ile. Tel,; 600 7 3J 10 03 » Emiliana (tí f íif ü i t f , ni r ^ s r a d j «n o m riíTiú[ ¡da pMuijs'iíUfQl de AXM pcnoln tic i nía m u o ¿ n . en ningurii ¿vttm ni por ningún mddiíi, * e j nyeAniots ÍWOqij£fil»COkíJectríiiÍtt>vjii^ias ideas políticas parecen haber perdido hoy día su capacidad para estimular y los líderes políticos su capa­ cidad para dirigir. El debate público está dominado por preocupaciones acerca de los criterios inórales en decli­ ve, las divisiones crecientes entre ricos y pobres, las ten­ siones del Estado de bienestar. Los únicos grupos que parecen resueltamente optimistas son los que tienen fe en que la tecnología resuelva nuestros problemas. Pero el cambio tecnológico tiene consecuencias ambivalen­ tes y, en cualquier caso, la tecnología no puede consti­ tuir el fundamento de un programa político efectivo. Si el pensamiento político va a recobrar sus cualidades es­ timulantes no ha de ser ni simplemente reactivo ni limi­ tarse a lo cotidiano y a lo provinciano. La vida política no es nada sin ideales^j e r o los ideales son vacíos si no se refieren a posibilidades reales. Necesitamos saber tanto qué tipo de sociedad desearíamos crear como las formas concretas de acercarnos a ella. Este libro quiere mostrar cómo pueden alcanzarse estos objetivos y resu­ citar el idealismo político. Mi principa] punto de referencia es Gran Bretaña, aunque muchos de mis argumentos tienen mayor al­ cance. En el Reino Unido, como en la actualidad ocurre en muchos otros países, la teoría va por detrás de la práedea. Privados de las viejas certidumbres, los gobier­ nos que dicen representar a la izquierda están haciendo política sobre la marcha. El esqueleto de su quehacer político necesita cubrirse con carne teórica —no sólo para respaldar lo que hacen, sino para dotar a la política de un mayor sentido de la dirección y el propósito— .

Pues, por supuesto, la izquierda lia estado siempre unida al socialismo y, al menos como sistema de gestión eco* nómica, el socialismo ya no existe.

L a m u er te d e l

so cia lism o

Los orígenes del socialismo están ligados al primer desarrollo de la sociedad industrial, entre la mitad y el ocaso del siglo x v iil Lo mismo puede decirse de su prin­ cipal oponente, el conservadurismo, que cobró forma en respuestas la Revolución Francesa. El socialismo co­ menzó siendo un cuerpo de pensamiento opuesto al in­ dividualismo; su interés por desarrollar una crítica del capitalismo vino después. Antes de tomar un significa­ do muy específico con el nacimiento de la Unión Sovié­ tica, el comunismo y el socialismo se solapaban en gran medida, cada uno tratando de defender la primaría de lo social o lo comunal. El socialismo fue antes que nada un impulso filosófi­ co y ético, pero empezó mucho antes de Marx a tomar la apariencia de una doctrina económica. Fue Marx, sin embargo, quien proporcionó al socialismo una teoría económica elaborada. También situó al socialismo en el contexto de una descripción global de la historia. La pos­ tura básica de Marx acabó siendo compartida por todos los socialistas, independientemente de lo agudas que fueran otras diferencias entre ellos. El socialismo busca exponer las limitaciones del capitalismo para humani­ zarlo o para acabar con él. 1.a teoría económica del socia­ lismo depende de la idea de que, dejado a sus propias .dinárnicas, el capitalismo es económicamente ineficiente,

socialmcnie divisivo e incapaz de reproducirse a largo plazo. La idea de que el capitalismo puede ser humanizado a través de la gestión económica .socialista dota al socia­ lismo de la mayor ventaja que pueda poseer, incluso aunque haya habido muchas descripciones diferentes sobre cómo pueda lograrse tal objetivo. Para Marx, el socialismo valía o no según su capacidad para crear una sociedad que generara mayor riqueza que el capitalis­ mo y diseminara esa riqueza de un modo más equitati­ vo. Si el socialismo está ahora muerto, lo está precisa­ mente porque estas demandas han fracasado. Lo han hecho de una manera singular. Durante más o menos un cuarto de siglo tras la II Guerra Mundial, la planifica­ ción socialista parecía algo establecido, tanto en el Oes­ te como en el Este, Un destacado observador económi­ co, E. F. M. Durbiiij escribía en 1949 que “todos somos planificadores ahora... El colapso de laíe popular en el laissez-faire ha sucedido con una rapidez espectacular... en todo el mundo desde la guerra” 2. El socialismo fue dominado en el Oeste por la socialdemocracia—socialismo moderado, parlamentario— , constr uida a partir de la consolidación del Estado de bien­ estar. En la mayoría de los países, incluyendo Gran Bre­ taña, el Estado de bienestar fue una creación de la dere­ cha tanto como de la izquierda, pero en el período de posguerra los socialistas lo redamaron como propio. Du­ rante al menos algún tiempo, incluso la planificación mu­ cho más completa adoptada en las sociedades de estilo so­ viético pareció económicamente efica2 , si bien siempre políticamente despótica. Sucesivos gobiernos america­ nos, en los años se.senta, se tomaron en serio la afirmación

AxthowCanrt de que la Unión Soviética podría adelantar económica­ mente a Estados Unidos en los siguientes treinta años. En retrospectiva, podemos tener bastante claro por qué la Unión Soviética, lejos de sobrepasar a Estados Unidos, se quedó trágicamente rezagada, y por que la suciaJdemocracia se topó con crisis propias. La teoría económica del socialismo fue siempre inadecuada, in­ fravalorando la capacidad del capitalismo para innovar, adaptarse y generar una productividad creciente. El so­ cialismo tampoco logró captar la importancia de los mercados como proveedores de información, que ofre­ cen datos esenciales a compradores y vendedores. Estas insuficiencias sólo se revelaron en su total magnitud con los intensos procesos de la globalización y el cambio tec­ nológico de los primeros años setenta en adelante. Duran te el periodo a partir de mediados de los años se­ tenta, bastante antes de la caída de la Unión Soviética, la socialdemocraria se vio crecientemente desafiada por Jas filosofías de libre mercado, en particular por la ascensión del thatcherísmo o del reaganismo —descritos mas gené“ ricamente como neoliberalismo—. Durante el periodo anterior, la idea de liberalizar mercados parecía pertene­ cer al pasado, a una era que había sido superada. De ser generalmente consideradas como excéntricas, las ideas de Fricdrich von Hayek-—el principal defensor del libre mer­ cado— y otros detractores librecambistas del socialismo se convirtieron súbitamente en una fuerza a ser tenida en cuenta. El neoliberalismo tuvo un impacto menor sobre la mayoría de los países de Europa continental que sobre d Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Latinoamérica. No obstante, en el continente, como en todas partes, las fi­ losofías de libre mercado cobraron importancia.

Las categorías de “socialdemocracia” y “neoliberalismo” son amplias, y han. abarcado grupos, movimientos y partidos de varías tendencias y convicciones. Aunque cada uno influía sobre el otro; por ejemplo, los gobier­ nos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher siguieron políticas diferentes en contextos determinados. Cuan­ do Thatcher llegó al poder, no tenía una ideología total­ mente acabada, que fue desarrollando a medida que ella prosperaba. Políticas thatcheristas seguidas por par­ tidos “de izquierda” como en Nueva Zelanda, han dado un aire diferente, una vez más, a ciertas ideas políticas cla­ ves. Es más, el neoliberaüsmo üene dos ramales. El prin­ cipal es el conservador —el origen del término “la nueva derecha”— . El neoliberaüsmo se convirtió en la ideolo­ gía de muchos partidos conservadores en todo el mun­ do. No obstante, hay un tipo importante de pensamien­ to asociado a las filosofías de libre mercado que, en contraste con el conservador, es libertario * en cuestio­ nes morales y económicas. A diferencia de los conserva­ dores thatcheristas, por ejemplo, los libertarios apoyan la libertad sexual o la dcspcnalización de las drogas. SociaMemocratia es un término aún más amplio y ambiguo. Con el me refiero a partidos y olios grupos de la izquierda reformista, incluyendo el Parddo Laborista británico. Al comienzo del período de posguerra, social­ demócratas de muchos países diferentes compartían una perspectiva bastante similar. A ésta es a la que me re* Contrariamente a l o q u e ocurre entre nosotros, en el m u n d o an­ glosajón el término libertario o liherUmsmo lio tiene ninguna rclación direcia con la tradición anarquista. Se refiere n iá s b i e n a un l i b e r a ­ l is m o radicalmente individua 11i sta, tanto on tema* politicoeconó­ micos como morales. £J más relevante ejemplo teórico di'l misino se encuentra en la o b r a de R. No7Íck. (N. ¿d T.)

ferire como social democracia a la antigua o socialdcmocracia clásica. Desde los anos ochenta, como respuesta al ascenso del neoliberalismo y a los problemas del socialis­ mo, socialdemócratas de todo el mundo han comenzado a desviarse de este punto de vista precedente. L¿js regí­ menes socialdemócratas han variado sustancialmente en la práctica, al igual que los sistemas de bienestar que han alimentado. Los Estados de bienestar europeos pueden dividirse en cuatro grupos institucionales, que tienen orígenes históricos, objetivos y estructuras comunes: • el sistema del Reino Unido, que hace hincapié en los servicios sociales y en la salud, pero q*je tiende también a tener prestaciones según el nivel de in­ gresos; • Estados de bienestar escandinavos o nórdicos, que tienen una base tributaria muy alta, universalista en orientación, que proporciona prestaciones ge­ nerosas y servicios estatales consolidados, incluida la asistencia sanitaria; • sistemas ceniroeuropeos, que tienen un compro­ miso relativamente bajo con los servicios sociales, pero importantes prestaciones en otros aspectos, financiadas principalmente por el empleo y basa­ das en contribuciones a la seguridad social; • sistemas meridionales, similares en forma a los centroeuropeos, pero menos completos y finan­ ciando menores niveles de protección 3. Teniendo en cuenta estas variaciones, la sociaJdemocracía clásica y el neoliberalismo encaman dos filosofías políticas bastante distintas.

S o c ia l d e m o c r a c ia c lá s ic a (la v ie ja iz q u ie r d a )

— F u e r te in t e r v e n c ió n d e l E s ta d o e n la v id a s o c ia l y e c o n ó m ic a . — E l E s t a d o p r e d o m i n a s o b r e l a s o c i e d a d c iv il. — C o le c tiv is m o . “

E c o n o m ía k e y n e s ia n a d e d e m a n d a , m á s c o ip o r a t iv is m o .

— P a p e l r e s tr in g id o d e lo s m e r c a d o s : e c o n o m ía m ix ta o s o c ia l. — P le n o e m p le o . — F u e r te ig u a lita r is m o . — E s ta d o d e b ie n e s ta r d e g ra n e x te n s ió n , q u e p r o te g e a l o s c i u d a d a n o s “ d e s d e l a c u n a h a s t a l a t u m b a ”.

—Modernización lineal, — D é b il c o n c ie n c ia e c o ló g ic a , — In te r n a c io n a lis m o . — P e r t e n e c e a l m u n d o b ip o la r .

Thatcherism o o neoliberalism o (la nueva derecha)

—Gobierno mínimo. — S o c i e d a d c iv il a u t ó n o m a .

—Fundamentalismo de mercado. v — A u t o r it a r is m o m o r a l, m á s u n a c u s a d o in d iv id u a lis m o



e c o n ó m ic o .

ii

1'

— E l m e r c a d o d e t r a b a jo s e d e s r e g u la c o iñ o n in g ú n o tr o . — A c e p t a c ió n d e l a d e s ig u a ld a d . — N a c io n a lis m o tr a d ic io n a l. — E s ta d o d e b ie n e s ta r c o m o r e d d e s e g u rid a d . -— M o d e r n i z a c i ó n l i n e a l . — D é b il c o n c ie n c ia e c o ló g ic a . — T c o i í a r e a lis ta d e l o r d e n in te r n a c io n a l. — P e r t e n e c e a l m u n d o b ip o la r .

AnthonyGrimc» Hago un resumen de las diferencias en los dos recua­ dros anteriores. Las comparaciones apresuradas de esta clase acarrean un evidente riesgo de caricaturización. A pesar de ello, los contrastes aquí señalados son reales e importantes, y los vestigios de la socialdcmocracia clási­ ca son aún fuertes en todas partes.

L a sociald em ocra cia a la antigua

La socialdemocracia a la antigua veía al capitalismo de libre mercado como causante de muchas de las se­ cuelas problemáticas que Marx diagnosticó, pero creía que éstas podían ser mitigadas o superadas a través de la intervención del Estado en el mercado. El Estado tiene la obligación de suministrar bienes públicos que los mercados no pueden abastecer, o que sólo lo pueden hacer de modo fraccionario. Una fuerte presencia esta­ tal en la economía, y también en otros sectores de la so­ ciedad, es normal y deseable, ya que el poder público, en una sociedad democrática, representa la voluntad colectiva. 1.a toma de decisiones colectiva, involucrando al gobierno, a los empresarios y a los sindicatos, reem­ plaza en parte a los mecanismos del mercado. Para ía socialdemocracia clásica, la intervención del Estado en la vida familiar es necesaria y merece aplau­ dirse. Las prestaciones estatales son vitales para soco­ rrer a las familias necesitadas, y el Estado debería inter­ venir allí donde los individuos, por una u otra razón, sean incapaces de valerse por sí mismos. Con algunas excepciones conspicuas, los socialdemócratas a la anti­ gua tendían a sospechar de las asociaciones voluntarias.

Tales grupos haccn con frecuencia mayor mal que bien, pues comparados con los servidos sociales de proce­ dencia estatal tienden a resultar poco profesionales, erráticos, entrando en relaciones dientclares con quie­ nes se relacionan. John Maynard Kcynes, Ja inspiración económica del consenso sobre el bienestar de la posguerra, no era socia­ lista, pero compartía algunas de las inquietudes de Marx y del socialismo. Como Marx, Kcynes consideraba que el capitalismo tenía cualidades irracionales, pero creía que éstas podían controlarse para salvar al capitalismo do sí mismo. Tanto Marx como Keynes tendían a dar por sen­ tada la productividad del capitalismo. El hecho de que la teoría keynesiana prestara relativamente poca atención al lado de la oferta de la economía estaba en armonía con las preocupaciones socialdcmócratas, Kcynes mos­ tró cómo el capitalismo de mercado podía estabilizarse mediante la gesdón de la demanda y la creación de una economía mixta. Aunque no la apoyaba, uno de los ras­ gos de la economía mixta en Europa era la nacionaliza­ ción. Algunos sectores económicos deberían ser retira­ dos del mercado, no sólo debido a las deficiencias de los mercados, sino porque industrian esenciales para el inte­ rés nacional no deberían estar en manos privadas. La búsqueda de la igualdad ha sido una preocupa­ ción fundamental de todos los socialdemócratas, inclui­ do el Partido Laborista británico. Una igualdad mayor ha de lograrse mediante diversas estrategias de nivela­ ción. La imposición progresiva, por ejemplo* vía Estado de bienestar, quita a los ricos para dar a los pobres. El Estado de bienestar tiene dos objetivos: crear una socie­ dad más igual, pero también proteger a los individuos

durante el ciclo vital. Las primeras medidas de bienestar, que datan del siglo x j x , fueron introducidas por liberales o conservadores, y a ellas se opuso frecuentemente la clase obrera organizada. El Estado de bienestar de pos­ guerra, sin embargo, ha tenido normalmente una base fuerte entre la clase trabajadora manual, que hasta hace veinte años era la primera fílente de apoyo electoral de los partidos socialdemócratas. Hasta las derrotas de finales de los años setenta, toda la socialdemocracia siguió un modelo lineal de moder­ nización —la ‘Vía del socialismo”—, El sociólogo T. H. Marshall, quizá el más relevante intérprete de la apari­ ción del Estado de bienestar en el Reino Unido, ofreció una descripción precisa de tal modelo. El Estado de bien­ estar es el punto álgido de un prolongado proceso de evolución de los derechos de ciudadanía. Como la mayo* ría de los observadores a comienzos del periodo de pos­ guerra, Marshall esperaba que los sistemas de bienestar se expandirían progresivamente, uniendo el desarrollo económico a una más completa realización de los dere­ chos sociales. En conjunto, la socialdemocracia a la antigua no tenía una actitud hostil hacia las preocupaciones ecológicas, pero le fue difícil acomodarse a ellas. Su acento corporativista, su orientación al pleno empleo y su énfasis aplas­ tante sobre el Estado de bienestar hacían que resultara distorsionante enfrentarse a las cuestiones ecológicas de una manera sistemática. Tampoco en la práctica tenía una actitud global destacada. La socialdemocracia era de orientación intemacionalista, estaba más preocupada por crear solidaridad entre partidos políticos de menta­ lidad similar que por afrontar los problemas globales

como tales. Mas estaba fuertemente ligada al mundo bi­ polar—situada entre el bienestar minimalista de Estados Unidos y las economías dirigíalas del comunismo.

La

perspectiv a n eo liber a l

La hostilidad hacia el “gobierno extenso” (big govemment), una característica primaria y principal de las ideas neoliberales, proviene de varias fuentes. El padre funda­ dor del conservadurismo en Gran Bretaña, Edirimid Burke, expresó su aversión al Estado, que si se expande demasiado se convierte en el enemigo de la libertad y la independencia. El conservadurismo americano ha sido hostil durante mucho tiempo al gobierno centralizado. El thatchcrismo se sirvió de estas ideas, pero también del clásico escepticismo liberal acerca del papel del Estado, basado en argumentos económicos sobre la naturaleza superior de los mercados. La tesis del Estado mínimo está estrechamente vinculada a una visión característica de la sociedad civil como mecanismo autogenerador de soli­ daridad social. Debe permitirse florecer a los pequeños pelotones de la sociedad civil, y lo harán si están libres de trabas impuestas por la intervención estatal. la s virtudes de la sociedad civil, si se deja que ésta se desarrolle a sus anchas, incluyen en teoría “buen carácter, honestidad, deber, autosacrifirio, honor, servicio, autodisciplina, tole­ rancia, respeto, justicia, autosupcración, responsabili­ dad, urbanidad, entereza, coraje, integridad, diligencia, patriotismo, consideración hacia los demás, austeridad y dignidad” 4. “Para la sensibilidad moderna” dice el escri­ tor, estas virtudes “tienen la melodía de un antiguo hechi*

zo” —pero esto es porque el poder del Estado las lia re­ primido a base de sabotear a la sociedad civil. Se dice que el Estado, especialmente el Estado de bien­ estar, destruye e\ orden civil, pero que los mercados no, pues éstos prosperan a partir de la iniciativa individual. Al igual que el orden civil, los mercados, dejados a su pro­ pia dinámica, proporcionarán el mayor bien a la socie­ dad. I jo & mercados “son máquinas en perpetuo funcio­ namiento, que requieren sólo un marco legal y ausencia de interferencia estatal para generar crecimiento inin­ terrumpido” 5. Los neoliberales unen las fuerzas liberadas del mer­ cado a una defensa de las instituciones tradicionales, en especial la familia y la nación* La iniciativa individual se desarrolla en ia economía, pero deberían fomentarse obligacionesy deberes en estas otras esferas. La familia tra­ dicional es una necesidad funcional para el orden social, como lo es la nación tradicional. Otros tipos de familia, como las monoparentales, o las relaciones homosexuales, sólo contribuyen a la decadencia social. Lo mismo ocurre con todo lo que debilite la integridad nacional. Las alusio­ nes xenófobas son normalmente claras en las proclamas de autores y políticos neoliberales —reservan algunas de sus críticas más severas para el multiculturalismo. El thatcherismo es característicamente indiferente a las desigualdades, o bien las respalda activamente. La idea de que “la desigualdad social es intrínsecamente censurable o nociva* es “ingenua y poco plausible” 6. Por encima de todo, está en contra del igualitarismo. Las po­ líticas igualitarias, más obviamente Jas seguidas en la Rusia soviética, crean una sociedad de uniformidad mo­ nótona y sólo pueden implementarse mediante el uso

LaIwKjjwvía del poder despótico. Aquellos mas cercanos al liberalis­ mo, sin embargo, consideran la igualdad de oportuna dades tan deseable como necesaria. Este fue el sentido en quejolm Major, repitiendo inverosímilmente a Marx, habló de su intención de crear una sociedad sin clases. Una sociedad donde el mercado opera libremente pue­ de producir grandes desigualdades económicas, pero éstas no importan mientras personas con determina­ ción y capacidad puedan alcanzar posiciones que se adecúen a sus facultades. I-a oposición al Estado de bienestar es uno de los ras­ gos neoliberales más distintivos. El Estado de bienestar es visto como el origen de todos los males, de manera pa­ recida a como lo hiera el capitalismo para la izquierda revolucionaria. “Recordaremos el Estado de bienestar con la misma sorna despreciativa con la que ahora con­ templamos la esclavitud como medio de organi/ar un trabajo eficaz, motivado*V dice un escritor. El Estado de bienestar “inflige un daño enormemente destructivo a sus supuestos beneficiarios: los vulnerables, los margina­ dos y los desgraciados... debilita el espíritu emprendedor y valiente de los hombres y mujeres individuales, y coloca una carga de profundidad de resentimiento explosivo bajo los fundamentos de nuestra sociedad libre”7. ¿Que producirá bienestar si el Estado de bienestar ha de ser desmantelado? La respuesta ea el crecimiento eco­ nómico guiado por el mercado. Por bienestar no del>erian entenderse las prestaciones estatales, sino la maximizarión del progreso económico, y, por consiguiente, de la riqueza global, derivada de permitir a los mercados hacer sus milagros. Esta orientación va normalmente acompañada de un abandono de los problemas ecológi-

eos por tratarse de historias para no dormir, Thatcher hizo algún guiño al “capitalismo verde”, pero la actitud usual ha sido de hostilidad. Los riesgos ecológicos, se ha dicho, son exagerados o inexistentes —una invención de fatalistas—. La evidencia apunta, por el contrario, hacia una era de prosperidad mayor y más universal de lo que jamás se liaya conocido. Esta es una concepción lineal de la modernización, que prácticamente descarta cualquier límite al desarrollo económico. A diferencia de la socialdemocracia clásica, el neoli­ beralismo es una teoría globalizadora, y ha colaborado muy directamente con fuerzas globalizadoras. Los neo­ liberales aplican a escala mundial la filosofía que les guía en sus compromisos más locales. El mundo progre­ sará más si se permite a los mercados funcionar con pe­ queñas interferencias o sin ellas. Como defensores de la nación tradicional, no obstante, los neoliberales adop­ tan una teoría realista de las relaciones internacionales —la sociedad global es todavía una sociedad de Estadosnación, y en un mundo de Estados-nación es el poder lo que cuenta—. Estar preparados para la guerra, y el mantenimiento de lafuerva militar, son elementos nece­ sario» del papel de los Estados en el sistema internacionaL Como la sociaMemocracia a la antigua, el neolibcralisino se desarrolló en el orden bipolar y está marcado por las condiciones de su origen.

I a s d o c t r i n a s c o m p a ra d a s

Puede parecer que el neoliberalismo haya triunfado en ci mundo. Después de todo, la socialdemocracia está

inmersa en una confusión ideológica, y si hace cincuen­ ta años lodo el mundo era planificador, ahora nadie pa­ rece serlo. Es un trastocamicnto considerable» ya que durante al menos un siglo los socialistas se supusieron a sí mism os en la vanguardia de la hi storia. Con todo» más que ser incuesuonado, el neoliberalismo se encuentra en una situación problemática, y es im­ portante ver por qué. La razón principal es que sus dos mitades —el fundamentalismo de mercado y el conser­ vadurismo— están en tensión. El conservadurismo siem­ pre significó un acercamiento cauteloso y pragmático al cambio social y económico —una actitud adoptada por Burke ante las redamaciones mesiánicas de la Revolu­ ción Francesa—•-La continuidad de la tradición es esen­ cial para la idea de conservadurismo. La tradición con­ tiene la sabiduría acumulada del pasado y proporciona, por consiguiente, una guía para el futuro. La filosofía de libre mercado toma una actitud bastante diferente, cifrando sus esperanzas para el futuro en el crecimiento económico ilimitado producido por la liberación de las fuerzas del mercado. 1 .a devoción al libre mercado, por un lado, y a la fami­ lia y nación tradicionales» por otro, es contradictoria en sí misma. Se supone que el individualismo y la elección se detienen abruptamente en la frontera de la familia y de la identidad nacional» donde la tradición debe per­ manecer intacta. Pero nada hay más disolvente de la tra­ dición que la “revolución permanente” de las fuerzas del mercado. El dinamismo de las sociedades de mer­ cado socava las estructuras tradicionales de autoridad y fracciona las comunidades locales; el neoliberalismo crea nuevos riesgos e i n c e r t i d u m b r c s que espera que los

ciudadanos se limiten a ignorar. Más aún, descuida la base social de los propios mercados, que dependen de Jas propias formas comunales que el fundamentalismo de mercado contribuye indiferentemente a disolver. ¿Qué ocurre con la socialdemocracia a la antigua? Po­ demos distinguir un ramillete de rasgos sociales que en el consenso sobre el bienestar keynesiano se daban por supuestos — todos ellos se han desintegrado posterior­ mente: • un sistema social, y especialmente una forma de familia— en la que el marido ganaba el pan y la es­ posa era ama de casa y madre—, que permitían una definición no ambigua de pleno empleo; • un mercado de trabajo homogéneo en el que los hombres amenazados por el desempleo enui prin­ cipalmente trabajadores manuales dispuestos a rea­ lizar cualquier trabajo por un salario que asegurara su supervivencia y la de sus familias; • el predominio de la producción en masa en secto­ res básicos de la economía, que tendía a crear condiciones de trabajo estables, aunque poco pro­ vechosas, para gran parte de la fuer7,a de trabajo; • un Estado elitista, con pequeños grupos de fieles expertos cívicos en la burocracia estatal dirigien­ do las políticas fiscales y monetarias a impíementar; • economías nacionales que estaban sustancialmente contenidas dentro de las fronteras soberanas, ya que el keynesianismo asumía el predominio de la economía doméstica sobre el comercio exterior en bienes y servicios

El igualitarismo de la vieja izquierda tenía intencio­ nes nobles, pero ha llevado en ocasiones, como dicen sus detractores derechistas, a consecuencias perversas —visibles, por ejemplo, en la ingeniería social que ha dejado un legado de viviendas de protección oficial rui­ nosas y convertidas en foco de crímenes—, El Estado de bienestar, considerado por muchos el núcleo de la polí­ tica socialdemócrata, crea hoy casi tantos problemas como los que resuelve.

Los DEBATESRKClKNTES Los partidos socialdemócratas, en Europa y fuera de ella, han sido muy conscientes de estas cuestiones, y al menos desde comienzos de los años ochenta han veni­ do respondiendo activamente a ellas. La necesidad de corlar amarras con el pasado cobró mayor vigor con el colapso del comunismo de Europa oriental en L989. La mayoría de los partidos comunistas occidentales cam­ biaron sus nombres y se acercaron a la socialdemocracia, mientras que en los países del este de Europa se for­ maron nuevos partidos socialdemócratas. En el Reino Unido, el primer intento sistemático de alejarse de los principios socialdemócratas clásicos se encuentra en el Informe Político del Partido Laborista de octubre de 1987. Se formaron siete grupos de análi­ sis, cada uno cubriendo un área política diferente. Se suponía que el informe involucraría también al públi­ co, pero las reuniones públicas fueron escasamente aten­ didas y no tuvieron gran peso al final. Enfrentados con la respuesta pública al thatcherismo, existía un acuerdo

Anthov. Qimvs general entre los grupos.polí ticos sobre la necesidad de que el laborismo pusiera un mayor énfasis en la libertad individual y la elección personal. Se rechazaron prome­ sas anteriores de aumentar la titularidad pública do la industria, se abandonó explícitamente la economía de demanda keynesiana y se redujo la dependencia de los sindicatos. Se introdujeron asuntos ecológicos, pero eran de txya intensidad y no se supieron adecuar real­ mente al resto del programa político. Similares procesos de reforma se dieron también en la mayoría de los partidos continentales, que empeza­ ron generalmente algo antes y produjeron en algunos casos cambios ideológicos más importantes. Los parti­ dos socialdemócratas empezaron a preocuparse por cuestiones como la productividad económica, las políti­ cas participativas, el desarrollo comunitario y, particu­ larmente, la ecología* La sociaídcmocracia “dio un paso más allá del campo de la distribución de recursos para dirigirse hacia la organización física y social de la pro­ ducción y las condiciones culturales del consumo en las sociedades capitalistas avanzadas”9. En Noruega, por ejemplo, el Partido Laborista cele­ bró un “Debate sobre la libertad” en 1986-1988, tras un periodo de gobierno thatcherista. Se debatieron seis te­ mas en grupos locales de estudio de todo el país: la rela­ ción entre lo privado y lo público, la flexibilidad de la jom ada laboral, las oportunidades educativas, el medio ambiente, la vivienda y la democracia económica. De­ fender los intereses individuales ya no era considerado lenguaje obsceno, y el partido debía ser “un partido abierto”, a través del cual una diversidad de grupos po­ día presionar a favor de sus demandas. Un delegado co­

lombiano en una reunión de la Internacional Socialista en 1989 comentaba de este viraje político: “Mi partido se llama liberal, pero es básicamente socialista. Con es­ tos europeos ocurre al revés” li). Algunos de los principales partidos comunistas occi­ dentales sufrieron cambios similares en los años ochenta. El Partido Comunista Italiano se refundo como el Partido Democrático de la Izquierda en 1991. Bastante antes de eso, sin embargo, el partido había empezado a poner de relieve temas como ¡os que discutían los para­ dos socialdemócratas. En Italia se inició un debate de gran importancia a mediados de ios ochenta, para ver hasta qué punto seguían teniendo significado las cate­ gorías de i/quierda y derecha. Tas preocupaciones eco­ lógicas, la participación comunitaria y ia reforma cons­ titucional fueron puestas en primer plano. Probablemente, los debates más significativos tuvie­ ron lugar en Alemania. Como en otros lugares, el obje­ tivo era responder al ascenso de las filosofías de libre mercado, pero la demanda de un giro político estaba también fuertemente influida por la presencia de un movimiento verde poderoso. Cinco años de intensa dis­ cusión desembocaron en un nuevo Programa Básico para el SPD, instituido en el año simbólico de 1989. El programa ponía gran éníasis en las preocupaciones eco­ lógicas. Los socialdemócratas alemanes fueron el pri­ mer gran partido socialdemócrata que aceptó Ja ruptu­ ra producida en el pensamiento ecológico a finales de los años setenta. En el pensamiento socialdemócrata clásico se había asumido que existía un juego de suma cero entre desarrollo económico y protección del me­ dio ambiente. Según la nueva elaboración de la moder­

nización ecológica, la protección del medio ambiente se considera más una fuente de crecimiento económico que lo contrario. El Programa Básico también reconocía el impacto del “posmateríalismo77en los países desarrollados. Esta es una idea desarrollada más extensamente por el cien­ tífico político Ronald Inglehart. Guando se ha alcanza­ do un cierto nivel de prosperidad, se afirma, los votan­ tes se preocupan menos por las cuestiones económicas que por la calidad de sus vidas. El Programa Básico con­ cluía que la acritud de la “mayoría próspera” se había alejado del éthos socialdemócrata del colectivismo y la solidaridad. 1.a realización personal y la competitividad económica habían de ser más recalcadas. Desde su declaración histórica de Bad Godesberg en 1959 el SPD se había sometido a la “disciplina del merca­ do”. Esto iba a combinarse ahora con un distanciamiento ulterior respecto al intervencionismo estatal. “Para nosotros, el cupo del Estado no es un dogma... el punto decisivo es ver si la calidad de vida se asegura mejor me­ diante un aumento del consumo privado o mediante una mejora en la actuación del Estado*1. El Programa Bá­ sico hablaba de la necesidad de “reconciliar la actuación económica con la seguridad social” y subrayaba que “la individualidad y la solidaridad no deberían presentarse como opuestos”. Concluía que “mientras segmentos im­ portantes del electorado no confíen en el SPD para las tareas de la modernización económica» sino sólo para asegurar que la protección social se mantiene, será muy difícil construir una mayoría”

E s t b u c iu r a s d e a p o w POLÍTICO

Que estos cambios de posición política eran necesa­ rios viene indicado por los cambios en los esquemas de apoyo político, a los que todos los partidos socialdemó­ cratas han tenido que reaccionar. Las relaciones de cla­ se que solían servir de fundamento al voto y a la afilia­ ción política se han alterado drásticamente, debido al fuerte descenso de la clase trabajadora de cuello azul. La entrada de la mujer a gran escala en la fuerza de tra­ bajo ha desestabiJ izado un punto más los esquemas de apoyo clasista. Una minoría considerable ya no vota, y permanece básicamente ajena al proceso político. El partido que más ha crecido en los últimos años es uno que en absoluto forma parte de la política: el “no parti­ do de los no volantes”12. Finalmente, hay evidencia sus­ tancial deque ha habido ¡cambios en los valores, en parte como consecuencia del cambio generacional, y en par­ te como respuesta a oirás influencias. En este último punto, los datos apuntan dos tenden­ cias: un cambio, como se acaba de sugerir, de los Valores de la escasez” a los 'Valores posmaterialistas”; y una distri­ bución cambiante de los valores, que no se ajusta ni a los patrones de clase ni a la dicotomía derecha/i2quicrda. Aunque sometida a crítica desde muchos lugares, la tesis de Inglehart sobre el cambio valorativo ha recibido con­ siderable respaldo empírico 13. Reuniendo material esta* dístico de una serie de países industrializados, Inglehart muestra cómo los valores de éxito y crecimiento econó­ mico se debilitan con un bienestar material creciente. La autoexpresión y el deseo de un trabajo con significado están reemplazando a la maximización de las recompen­

sas económicas. Estas preocupaciones están relaciona­ das con irna actitud escéptica hacia la autoridad —que puede ser dcspolidzadora, pero que en conjunto empuja hacia una mayor democracia y compromiso de lo que es posible actualmente en la política convención al. Encuestas sociales llevadas a cabo en determinados países confirman la realidad del cambio de actitud y la insuficiencia de la división izquierda/derecha para dar cuenta de ella. Joh n Blundell y Brian Gosschalk, por ejemplo, opinan que las actitudes sociales y políticas en el Reino Unido se dividen en cuatro grupos, que llaman conservador, libertario, socialista y autoritario. La creen­ cia en la libertad económica —el libre mercado— se mide en un eje y la libertad personal en el segundo. La postura “conservadora.” es la neoliberal: un con­ servador defiende la libertad de mercados, pero quiere un fuerte control estatal sobre asuntos como la familia, las drogas y el aborto. Los “libertarios” defienden el in­ dividualismo, y la escasa intervención del Estado en to dos los frentes. Los “socialistas7’ son lo contrario a los conservadores: quieren una mayor intervención del Eslado en la vida económica, pero desconfían de los mer­ cados y son cautelosos respecto al poder en lo que se re­ fiere a cuestiones morales. Un “autoritario” es alguien que desea que el gobierno tenga mano firme en todas las áreas, incluyendo tanto lo económico como lo mo­ ral. F-l resto mantiene una actitud política más ambigua. A tenor de los datos de las encuestas, en el Reino Uni­ do un tercio de la población es, según estas definicio­ nes, conservadora» casi un 20% libertario, un 18% so­ cialista, un 13% autoritario y hay un 15% residual. El Partido Laborista, tal como fue reconstruido por Tony

Blair, ocupaba justo antes de las elecciones de 1997 el primer lugar en todos estos grupos, exceptuando a los conservadores. De los que pensaban votar a los conser­ vadores, el 84% procedía de dos grupos, conservadores y libertarios. Los resultados mostraban diferencias muy claras en función de la edad, que se amoldan a la tesis de Inglehart: sólo el 18% de los comprendidos entre quince y veinticuatro años eran conservadores, compa­ rados con el 54% de los mayores de cincuenta, y cinco. De los comprendidos entre quince y veinticuatro años, el 72% estaba de acuerdo con la afirmación “el Estado no tiene derecho a prohibir ninguna clase de acto se­ xual si es realizado entre adultos de mutuo acuerdo”, mientras que sólo el 36% de los mayores de cincuenta y cinco años la compartía H. Comparando estos hallazgos con investigaciones en Estados Unidos, el experto elecLoral Robert Worcester concluye que: la s c a i a c t e r i ¿ 'a c i o n e s d e l o s a c t u a l e s p a r t i d o s l a b o r i s t a y c o n s e r v a d o r . c o m o “i z q u ie r d a ” y “d e r e c h a ” e n m a s c a r a n c ó m o a c o n t e c im ie n to s q u e h a n a f e c ta d o a a m b o s p a rtid o s e n la s d o s ú ltim a s d é c a d a s h a n d if u m ín a d o la s e m á n t ic a d e l p a sa d o p a ra d e s c r ib ir

sus

p a p e le s h o y d ía .,, la c o m p a r a ­

c ió n d e lo s d a to s r e c o p ila d o s e n A m é r ic a y la G r a n B r e ta ­ ñ a d e l N u e v o L a b o r is m o s o n n o ta b le s p o r s u c o h e r e n c ia , a lg o s o r p r e n d e n t e p o r c u a n t o Ja s id e o lo g ía s d e a m b a s

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e n g f a n m e d id a m u y d is p a r e s d u r a n te

paí­

los ú l­

t i m o s c i n c u e n t a a ñ o s 15.

La comparación entre una gama más amplia de so­ ciedades muestra que lo general es que las pautas de se­

guimiento y apoyo político hayan cambiado. Práctica­ mente en todos los países occidentales, el voto ya no se ajusta a pautas clasistas, y ha variado desde una polariza­ ción izquierda/derecha hacia un. diseño más complejo. El eje econ óm ico que solía separar a los votantes entre posturas “socialistas" y “capitalistas” tiene una promi­ nencia mucho menor, mientras que los contrastes entre libertarios y autoritarios, y entre “modernos” y “tradicionalisias”, han aumentado. Otras influencias más contin­ gentes — como el estilo de lidera2go— han adquirido más importancia de la que solían tener. Hay aquí varios dilemas de apoyo político, pero lambién nuevas posibilidades de construcción de un con­ senso. Los partidas socialdemócratas ya. no tienen un “bloque de clase” consistente en quien confiar. Al no po­ der depender de sus identidades anteriores, tienen que crear otras nuevas en un ambiente social y culturalmente m is diverso l6. Incluso en Suecia, uno de los países en los que el voto de clase solía ser más representativo, el valor prcdictivo de las clases cayó desde el 53% en 1967 hasta el 34% en 1985. El poder profético de las opinio­ nes sobre ciertas cuestiones aumentó firmemente en este periodo; en Suecia es menos probable que los vo­ tantes másjóvenes y las mujeres se vean influidos por su posición de clase.

El

d estin o d e i a sociajjüem ocracia

Estos cambios no han condenado a los socialdemócra­ tas a una posición política margi nal. A mediados de 1998, hay partidos socialdemócratas o coaliciones de centro*

izquierda que ocupan el poder en el Reino Unido, Fran­ cia, Italia, Austria, Grecia y varios países escandinavos, entre otros, en Europa occidental, mientras que en Euro­ pa del Este tienen una influencia creciente. A pesar de sus éxitos electorales, los sodaldemócratas no han configurado todavía una ideología política nue­ va e integrada. La socialdcmocracia estuvo siempre liga­ da al socialismo. ¿Qué orientación debería tener en un mundo en el que no hay alternativas al capitalismo? El mundo bipolar fue el contexto en el que se modeló la socialdemocracia de posguerra. Los socialdemócratas compartían al menos algunas de las ideas del comunis­ mo, aunque también se definían a sí mismos en oposi­ ción a él. ¿Tiene todavía algún sentido estaren la izquierda ahora que el comunismo se ha desplomado completa­ mente en Occidente, y el socialismo, más ampliamente, se ha disuelto? Los debates políticos que tuvieron lugar en Europa a finales de los anos ochentay a comienzos de los noventa sin duda reconstruyeron sólidamente la socialdemocra­ cia, pero también produjeron una gran confusión ideo­ lógica. Un participante alemán en la iniciativa del Pro­ grama Básico del SPD resumió las cosas de un modo esdarecedor: I-a d e c is ió n d e e m b a r c a r s e e n e l p r o g r a m a s e t o m ó e n u n a s itu a c ió n e n la q u e e s e x tr a o r d in a r ia m e n te d ifíc il tra ­ z a r u n b o s q u e jo c l a r o r íe la s t e n d e n c i a s e n e l m u n d o y e n l a s o c i e d a d . É s e e s e l d i l e m a e n q u e .se e n c u e n t r a e l p a r t i ­ d o . S a b e q u e e n e s t o s t i e m p o s c a m b i a n t e . 1; u n a r e o r i e n t a c i ó n p a r e c e n e c e s a r i a , p e r o e l p r o p i o c a m b i o h a c e q u e la r e o l ie n t a c ió n s e a d if íc il d e c o n s u m a r . L a c ie n c ia n o o f r e ­

c e u n d ia g n ó s tic o d e la é p o c a , n in g u n a c o m p r e n s ió n c o m ú n d e l o q u e e s t á o c u r r i e n d o n i c u á le s s e r á n la s f u t u r a s t e n d e n c i a s l7 .

Ante este escenario, ¿qué provecho podemos sacar hablando de una tercera vía? La expresión parece ha­ berse acuñado ya a finales del siglo pasado, y fue común entre los grupos de derechas en los años veinte. Sin em­ bargo, ha sido utilizada mayormente por socialdemócratasy socialistas. A comienzos del periodo de posguerra los socialdemócratas estaban convencidos de que esta­ ban encontrando una vía distinta al capitalismo de mer­ cado norteamericano y al comunismo soviético. En el momento de su refundación en 1951, la Internacional Socialista hablaba explícitamente de la tercera vía en este sentido. Unos veinte años más tarde, tal y como fue usada por el economista checo Ota Sik y otros, se em­ pleó para referirse al socialismo de mercado. A finales de los ochenta los socialdemócratas suecos parecen haber hablado con más frecuencia de la tercera vía, en su últi­ ma versión, para referirse a una importante renovación programática. La apropiación más reciente de la “tercera vía” por Bill Ginton y Tony Blair ha encontrado un recibimien­ to tibio por parte de la mayoría de los socialdemócratas continentales, así como por los críticos de la vieja iz­ quierda en. sus respectivos países. En su nueva versión, los críticos contemplan la tercera vía, como un neoliberalismo recalentado. Miran a Estados Unidos y ven una economía bastante dinámica, pero también una socie­ dad con los niveles más extremos de desigualdad en el mundo desarrollado. Clinton prometió “acabar con el

sistema de bienestar tal como lo conocemos” parecien­ do imitar algunas actitudes de lo» conservadores neoli­ berales. Al llegar al poder, dicen sus críticos, Blair y el Nuevo Lal>orismo han perseverado en las políticas eco* nómicas de Margaret Thatcher, Mi propósito a continuación no es valorar si osas ob­ servaciones son o no certeras, sino analizar dónde se encuentra el debate sobre el futuro de la socialdcmocracia. Daré por hecho que la '‘tercera vía” se refiere a un marco de pensamiento y política práctica que busca adaptar la socialdemocracia a un mundo que ha cam­ biado esencialmente a lo largo de las dos o tres últimas décadas. Es una tercera vía en cuanto que es un intento por trascender tanto la socialdemocracia a la antigua como el neoliberaüsmo.

C in c o

d il e m a s

L o s debates sobre el futuro de la socialdemocracia habidos en los últimos diez o quince años han suscita­ do diversas preguntas y dificultades generales —una medida de lo problemático que se ha vuelto el terreno de la política— . Sin embargo, no puede configurarse un programa integrado de políticas socialdemócratas hasta que no se den respuestas, por lo menos provisio­ nales, a estas preguntas, Aquí me concentraré en cin­ co dilemas básicos que han sobresalido merecidamen­ te en esos debates. Sugeriré una visión de cada uno, pero he de pedir la indulgcncia.del lector. Todas ellas son grandes preguntas. Aquí sólo hay espacio para ofrecer respuestas concisas, y no podré ofrecer garan­ tías suficientes para convencer a un escéptico en nin­ gún caso particular* Ixxs cincos dilemas se refieren a: • La globalización: ¿qué es exactamente y qué impli­ caciones tiene? • El individualismo: ¿en qué sentido, si lo liay, están haciéndose las sociedades modernas más indivi­ dualistas?

• Izquierda y derecha: ¿qué pensar de la afirmación de que ya no tienen significado? • Capacidad de acción política: ¿está la política ale­ jándose de los mecanismos ortodoxos de ía demo­ cracia? • Problemas ecológicos: ¿cómo deberían integrarse en la política socialdemócrata?

L a (';ijo ba u za c ió n

La historia del poco agradable término “globalizadon" es interesante. Hace sólo unos diez años, la palabra apenas era utilizada en obras académicas o en la prensa popular. De no encontrarse en ningún sitio, la palabra ha pasado a estar en todas partes — ningún discurso po­ lítico es completo, ni ningún manual económico acep­ table, si no contiene referencias a ella—. Su nueva fami­ liaridad ha impulsado un intenso debate en círculos académicos y en la literatura de la sodaldemocracia. Se lia señalado con bastante razón que en años recientes la globalizadón ha estado en el centro de la mayoría de las discusiones políticas y debates económicosl . Gran parte de los aspectos de la globalizadón son controvertidos: cómo debería entenderse el término, si es o no nuevo, y qué consecuencias probables tendrá. Han surgido dos corrientes bastante opuestas, ligadas hasta cierto punto a posturas políticas divergentes. Al­ gunos sostienen que la globalizadón es sobre todo un mito, o como mucho una continuación de tendencias ya estableadas hace tiempo. No sorprende que esta pos­ tura sea atractiva para aquellos que quieren defender

aspectos de la socialdcmocracia a la antigua* Para ellos, la globalización es un invento de los neoliberales. Una vez que entrevemos el engaño, podemos seguir más o menos como antes. En el otro polo están los autores y políticos que dicen que la globalización es no sólo real, sino que está ya bastante avanzada. En palabras del gurú financiero Keniche Ohmae, vivimos ahora en un mun­ do sin fronteras, en el que el Estado-nación se ha con­ vertido en una “ficción” y los políticos han perdido todo poder efectivo2. La globalización se entiende comúnmente en su di­ mensión económica, y, como sugiere su raíz, incluye co­ nexiones que abarcan al mundo entero. En su libro sobre el tema, Paul Hirst y Graham Thompson lo expresan de este modo: “Se afirma que ha aparecido, o que está apa­ reciendo, una economía verdaderamente global, en la que las diferentes economías nacionales y, por consi­ guiente, las estrategias domésticas de gestión económica nacional, son crecientemente irrelcvanies* Estos auto­ res montan una ofensiva contra este punto de vista. La mayoría del comercio sigue siendo regional. Los países de la Unión Europea, por ejemplo» comercian principal­ mente entre ellos. F.l nivel de exportaciones de la UE al resto del mundo sólo ha aumentado marginalmente en las tres últimas décadas. Mientras que Estados Unidos se ha abierto más, habiendo doblado sus exportaciones du­ rante el mismo periodo, tal evolución está muy lejos de crear una “economía totalmente globalizada” El aumen­ to del comercio dentro de y entre bloques económicos diferentes nos ha, devuelto simplemente a finales del si­ glo xix. En aquel tiempo, dicen HirstyThompson, había, tal como hoy, una economía de comercio liberalizado.

Este último punto puede, en realidad, rebatirse con bastante facilidad. Incluso si el periodo actual fuera sólo una repetición del siglo pasado, seguiría siendo bastante diferente de la época de posguerra del Estado de bienes­ tar keynesiano. Las economías nacionales estaban más cerradas de lo que están ahora. En 1950» la exportación ríe bienes comerciales constituía únicamente el 1% del PIE de los países de la OCDE, comparado con un 12% en 1911. Se alcanzó el 12% de nuevo en 1970, y en 1997 liabía crecido hasta el 17%. Por otra parte, ahora se pue­ de comerciar con una gama mucho mayor de bienes, in­ cluidas muchas formas de servicios, que en el siglo pasa­ do. Muchos más países están implicados en negocios comerciales mutuos. El cambio más importante es el mayor papel de los mercados financieros mundiales, que operan creciente­ mente a tiempo real. Más de un billón de dólares se nego­ cian al día en transacciones financieras societarias. La proporción de intercambios financieros en relación al comercio se lia multiplicado por cinco en los últimos quince años 4. El “capital aislado” — dinero gestionado institucionalmente— ha aumentado en un 1100% a esca­ la mundial desde 1970 en comparación con otras formas de capital. Unicamente en Estados Unidos, inversores ins­ titucionales tenían 11,1 billones de dólares en activos en julio de 199f>. Los fbndo& de pensiones privados, o l>onos puestos en circulación para garantizar planes de pensio­ nes, son una parto básica de esta suma enorme. En 1995, fondos de pensiones, mutualidades y pólizas ascendían a 331.000 millones de dólares en valores institucionales5. 1.a globalización económica es, por tanto, una reali­ dad, y no sólo continuación, o reversión, de las tenden­

cias de años anteriores. Mientras que gran parte del co­ mercio continúa regionalizado, sí hay una “economía plenamente global” a nivel de mercados financieros. No obstante, la idea de globalizadón no se comprende si se aplica únicamente a conexiones que son literalmente mundiales y si se considera únicamente, o incluso prin­ cipalmente, en su dimensión económica. La globaliza­ dón, al menos tal como la concebiré en lo sucesivo, no es sólo, ni principalmente, interdependencia económi­ ca, sino la transformación del tiempo y del espacio en nuestras vidas. Acontecimientos lejanos» económicos o no, nos afectan más directa e inmediatamente que nun­ ca. A la inversa, las decisiones que tomamos como indivi­ duos tienen, con frecuencia, implicaciones globales. Los hábitos dietéticos de los individuos tienen, por ejemplo, consecuencias para los productores alimenticios, que pueden vivir al otro lado del mundo. La revolución de las comunicaciones y la extensión de la tecnología informática están estrechamente vincula­ das al proceso globalizador. Esto es así incluso en el terre­ no económico. Los mercados monetarios que funcionan las veinticuatro horas del día dependen de una fusión de tecnologías satélite e informáticas, que afectan también a muchos otros aspectos de la sociedad. Un mundo de comunicación electrónica instantánea, en el que están implicados incluso los que viven en las regiones más po­ bres, reorganízalas insúmdones locales y las pautas vita­ les cotidianas. La sola influencia de la televisión es consi­ derable. La mayoría de los comentaristas coincide, por ejemplo, en que los acontecimientos de 1989 en Europa del Este no se habrían desarrollado del modo en que lo hicieron si no hubiera sido por la televisión.

¿Está el Estado-nación convirtiéndose en una "fic­ ción”, como sugiere Ohmae, y el gobierno en algo obso­ leto? No, pero su forma está cambiando. La globaliza­ ción “se aleja” del Estado-nación en el sentido de que algunos de los poderes que las naciones poseían, inclui­ dos los subyacentes a la gestión económica keynesiana, se han debilitado. No obstante, la globalización tam­ bién ‘‘presiona” hacia abajo —crea nuevas demandas y también nuevas posibilidades de regenerar identidades locales— El repunte rccienie del nacionalismo escocés en el Reino Unido no debería verse como un ejemplo aislado. Es una respuesta a los mismos procesos estructu­ rales que se dan en otros lugares, como Quebec o Catalu­ ña. Los nacionalismos locales no están desintegrándose ineludiblemente, Puede que Quebec opte por separar­ se de Canadá, como Escocia del Reino Unido. Alterna­ tivamente, puede que ambos sigan el camino catalán, constimycndo partes cuasiautónomas de un ente nacio­ nal mayor. La globalización también presiona lateralmente; crean­ do nuevas regiones económicas y culturales que a veces traspasan las fronteras nacionales. Además de parte de Cataluña, y también de España, Barcelona se incorpora también a un área económica que se extiende al sur de Francia- El movimiento en tres direcciones de la globali­ zación está afectando a la posición y el poder de los Es­ tados en todo el mundo. La soberanía ya no es una cues­ tión absoluta, sí es que alguna vez lo fue: las fronteras se están volviendo más borrosas, especialmente en el con­ texto de la Unión Europea. Con todo, el Estado-nación no desaparece, y el campo de acción del gobierno, to­ mado en su conjunto, más bien se expande que dismi­

nuye a medida que la globalización evoluciona. Algunas naciones, en ciertas situaciones, tienen más poder del que tenían, no menos —por ejemplo, los países del este de Europa tras la caída del comunismo. Las naciones mantienen, y mantendrán durante el futuro previsible, un considerable poder gubernamen­ tal, económico y cultural, sobre sus ciudadanos y en el ámbito exterior. A menudo, no obstante, sólo serán ca­ paces de ejercer tales poderes en activa colaboración mutua, con sus propias localidades y regiones, y con grupos y asociaciones transnacionalcs. “Gobierno” por tanto, empieza a identificanse menos con “cT gobierno — el gobierno nacional— y se convierte en algo de ma­ yor alcance. “Gobernancia* * aparece como un concep­ to más pertinente para referirse a algunos tipos de fa­ cultades administrativas o reguladoras, Organizaciones que o bien no son parte de ningún Estado — organiza­ ciones no gubernamentales—, o bien son de carácter transnacional, contribuyen al gobierno. Se habla con frecuencia de la globalización como si fuera una fuerza de la naturaleza, pero 110 lo es. Estados, empresas y otros grupos lian promovido activamente su * Hemos incluido aquí el término “gobernancia" para distinguirlo del anteriormente mencionado, “gobierno*’. En castellano no exis­ te lodavia, sin embargo, un claro acuerdo sobre el uso específico que competa a este barbarigmo. En el campo de Jas ciencias de la administración, el único en el que de hecho es utilizado, n o tiene además el sentido del que aquí le dota Giddens, Se refiere más bien a la capacidad de un Estado, o un conjunto de órgímos c insti­ tuciones administrativas, para go7.ar de los medios financieros y ad­ ministrativos necesarios panx hacer efectivas sus decisiones. Cuando más adelante lo utilice el autor en otro contexto, por ejemplo, al hablar de globalgavemáncr, preferiremos mantener el más generali­ zado término de “gobierno". (N. del T.)

avance. Gran parte de la investigación que ayudó a crear la comunicación por satélite fue sufragada por gobier­ nos, al igual que, más recientemente, lo fueron las pri­ meras fases de lo que ha resultado ser Internet. Los go­ biernos han contribuido a la expansión de los mercados financieros mundiales mediante la emisión de obliga­ ciones dirigidas a recaudar dinero para sus compromi­ sos domésticos. Las políticas liberalizadoras y privatizadoras han contribuido a la intensificación del comercio mundial y del intercambio económico. Las empresas se han involucrado cada vez más en la inversión exterior directa. I.as ventas de las sucursales de las empresas transnacionales fueron en 1997 superiores en un 20% a la exportación mundial total de bienesy servicios. La globalízación} en suma, es una compleja serie de proce.^os, impulsados por una amalgama de factores po­ líticos y económicos. Está transformando la vida diaria, especialmente en los países desarrollados, a la vez que cica nuevos sistemas y fuerzas tj-ansnacionales. No se li­ mita a ser únicamente el telón de fondo de la política contemporánea: tomada en conjunto, la globaÜ2ación está transformando las instituciones de las sociedades en que vivimos. Influye directamente, sin duda, en el as­ censo del “nuevo individualismo” que ha destacado en los debates socialdemócratas.

El

in d iv id u a u sm o

1.a solidaridad ha sido desde hace mucho tiempo un componente de la socialdcmocracia. El legado original del marxismo era ambivalente en el tema del individua­

lismo frente al colectivismo. Marx habló de la desapari­ ción del Estado con el advenimiento de una sociedad socialista plenamente madura, en la que “el libre desa­ rrollo de cada cual será la condición del libre desarrollo de todos5'. E ií la práctica, el socialismo y el comunismo ponían igualmente un gran énfasis en el papel del Esta­ do para generar solidaridad e igualdad. El colectivismo se convirtió en uno de los rasgos principales que distin­ guían a la socialdcmocracia del conservadurismo, que ideológicamente acentuaba mucho más la dimensión del “individuo" Una actitud colectivista ha formado par­ te también durante mucho tiempo de la ideología de­ mócrata-cristiana en los países continentales. Gran parte de esto ha venido retrocediendo desde fi­ nales de los setenta* Los socialdemócratas tenían que responder al reto del neoliberalismo, pero eran más im­ portantes los cambios qué ocurrían en los países occidentales y que ayudaron a dar al thatcherismo su sopor­ te ideológico. Simplificando bastante, podría decirse que la socialdemocracia clasica tuvo más éxito y se desa­ rrolló mejor en países pequeños, o en países con culturas nacionales homogéneas. Todos los países occidentales, sin embargo» se han vuelto mas pluralistas culturalmen­ te, con una proliferación de estilos de vida—una conse­ cuencia, en parto, de la propia prosperidad que la “so­ ciedad del bienestar” ayudó a producir. Al estar su nueva postura más l>asada en un renuente repliegue de las viejas ideas que positivamente funda­ mentada, no sorprende que los socialdemócratas se ha­ yan tenido que esforzar para adaptarse a Ja creciente im­ portancia del individualismo y a la diversidad de estilos de vida. Han sido incapaces de aclararse sobre cuál es la

medida en la que el nuevo individualismo se identifica al individuo egoísta retratado en la teoría económica neoliberal, y se han visto constreñidos por ello. Después de todo, la idea del “individuo autónomo” era precisa­ mente el concepto que el socialismo fue combatiendo desde sus orígenes. Hay que afrontar varios problemas básicos. ¿Qué es exactamente el nuevo individualismo? ¿Qué relación tie­ ne con el papel creciente que juegan los mercados? ¿Es­ tamos presenciando el nacimiento de una generación, del “yo”, que genera una sociedad del “yo primero” que inevitablemente destruye los valores comunes y las preo­ cupaciones públicas? Si los socialdemócratas van a ha­ cer más hincapié en la libertad personal que en el pasa­ do, ¿cómo debería abordarse el antiguo problema de la relación entre libertad c igualdad? Tanto la izquierda como la derechase han preocupa­ do por la sociedad del yo primero y sus desastrosas consecuencias para la solidaridad social, pero señalan cau­ sas diferentes. Los autores socialdemócratas ven sus orígenes en las fuerzas del mercado, junto con el impac­ to ideológico del thatcherismo, con su énfasis sobre la idea de que los individuos deben valerse por sí mismos en lugar de depender del Estado. Los neoliberales y otros conservadores apuntan en su lugar a la permisividad de los sesenta, que puso en marcha un proceso de deca­ dencia moral. Ninguna de las hipótesis resiste un análisis minucio­ so. Investigaciones de diferentes países sugieren que el debate en su conjunto ha de ser reconducido. La gene­ ración del “yo” es una descripción errónea del nuevo in­ dividualismo, que no indica un proceso de decadencia

moral. Más bien al contrario, las encuestas muestran que las generaciones más jóvenes están sensibilizadas hoy día con una gama mayor de preocupaciones morales que generaciones anteriores No relacionan, sin em­ bargo, estos valores con la tradición, ni aceptan que las formas tradicionales de autoridad legislen en cuestiones relativas al estilo de vida- Algunos de estos valores mora­ les son claramente posmaterialistas en el sentido que le atribuye Inglehart, referidos, por ejemplo, a los valores ecológicos, los derechos humanos o la libertad sexual. Tal como observa el sociólogo Ulrich Bcck, el nue­ vo individualismo: no es t h a t c h c r i s m o ,

n i in d iv id u a lis m o d e m o r c a d o , n i a t o ­

m iz a c ió n . A l c o n t r a r i o , s ig n if ic a “in d iv id u a lis m o in s titu ­ c i o n a l i z a d o ' ’. 1 .a

m ayoría

d e lo s d e r e c h o s

y

titu la r id a d e s

q u e c o n f ie r e e l E s ta d o d e b ie n e s ta r , p o r e je m p lo , e s tá n d e s tin a d o s

casos

a

in d iv id u o s e n lu g a r d e a f a m ilia s . E n m u c h o s

p r e s u p o n e n e l e m p le o . E l e m p le o , a su v e z , im p lic a

e d u c a c ió n ,

y

a m b o s s u p o n e n m o v ilid a d . M e d ia n t e to d o s

e s to s r e q u is it o s so in v ita a la g e n t e a c o n s t itu ir s e c o r n o in ­ d iv id u o s : a o r g a n iz a r s e , e n t e n d e r s e , d is e ñ a r s e c o m o in d i­ v id u o s 7.

El nuevo individualismo, en suma, está asociado a la difuminación de la tradición y de la costumbre en núes* tras vidas, un fenómeno relacionado con el impacto de la globalización entendida de un modo más amplio que la mera influencia de los mercados. El Estado de bienes­ tar hajugado su papel: instaurado bajo la égida del colec­ tivismo, las instituciones del bienestar han ayudado a li­ berar a los individuos de algunas de las fijezas del pasado.

En lugar de ver nuestro tiempo como una época de deca­ dencia moral tiene, pues, sentido con templarla como una época de transición moral. Si individualismo institu­ cional no es igual a egoísmo» representa una amenaza menor para la solidaridad social, pero sí implica que te­ nemos que buscar nuevos medios de conseguir esa soli­ daridad. I¿i cohesión social no puede garantizarse me­ diante la acción vertical del Estado ni mediante el apego a )a tradición. Hemos de construirnos nuestras vidas de un modo más activo que las generaciones anteriores, y tenemos que aceptar más activamente responsabilidades por las consecuencias de lo que hacemos y por los hábi­ tos de estilo de vida que adoptamos. El tema de la res­ ponsabilidad, u obligación mutua, estaba presente en la socialdemocracia a la antigua, pero estaba en gran medi­ da latente, subsumido bajo el concepto de provisión co­ lectiva, Hoy día hemos de encontrar un nuevo equilibrio entre responsabilidades individuales y colectivas. Muchos críticos de izquierda mantienen una actitud reservada hacia el nuevo individualismo. La aulorrealizarión, la realización del potencial: ¿acaso no es esto más que pura jerga de terapia, o un capricho de los ricos? Obviamente, puede que así sea, pero limitarse a esta, per­ cepción equivale a ignorar un cambio de rumbo en las actitudes y aspiraciones de la gente. El nuevo individua­ lismo está ligado a presiones hacia una mayor democrati­ zación. Todos hemos de visir de una manera más abierta y reflexiva que las generaciones anteriores. Este cambio no es sólo beneficioso: aparecen nuevas preocupaciones e inquietudes. Pero también muchas más posibilidades positivas.

IZQUIKRDAYDKRECI L\ Desde sus inicios, a finales del siglo xvm, la distinción en^re izquierda y derecha ha resultado ambigua y difícil de concretar, pero se resiste obstinadamente a desapa­ recer. En su historia de los grupos y parados políticos que se lian descrito a sí mismos como M ni de izquierdas ni de derechas", el historiador del fascismo francés Zeev Sternhel! señala lo polémica que ha sido siempre la na­ turaleza de la división s. La izquierda y la derecha tam­ bién han cambiado sus significados a lo largo del tiem­ po. Una ojeada al desarrollo del pensamiento político muestra que las mismas ideas han sido consideradas de izquierdas en determinados periodos y contextos y de derechas en otros. Por ejemplo, los defensores de las fi­ losofías librecambistas eran considerados de izquierda en el siglo XIX, pero hoy se les sitúa normalmente a la derecha. La afirmación de que la distinción izquier­ da/derecha está agotada fue hecha en la década de 1890 por sindicalistas y defensores del solidarisme. La afirma­ ción ha sido repetida con frecuencia a través de los años. Jean-Paul Sartre nwonaba en esos términos en los se­ senta, pero la tesis ha sido desarrollada más a menudo por personas que proceden de la derecha. En 1930, el historiador Alain (Émile Chartier) comentaba: “Cuan­ do se me pregunta sí la división entre izquierda y dere­ cha tiene todavía algún sentido, el primer pensamiento que me viene a la cabeza es que la persona que hace la pregunta no es de izquierdas” El pensador político italiano Norberto Bobbio publi­ có en 1994 el Ubro más debatido sobre el tema de la h-

q uierda y la derecha en tiempos reci en tes El libro fue un iKstseUeren su publicación originad en Italia, vendien­ do más de 200.000 ejemplares en su primer año. Bobbio trataba de defender la relevancia perdurable de la distinción haciendo frente a un torrente de libros que la declaraban obsoleta — que venían esta vez principal­ mente de personas de procedencia más izquierdista que de derechas—, Los argumentos de Bobbio mere­ cen escucharse. la s categorías de izquierda y derecha, dice, han continuado ejerciendo tanta influencia sobre el pensamiento político porque la políüca es necesaria­ mente una actividad adversarial. La esencia de la políti­ ca es la lucha dcxoncepriones y políticas opuestas. La izquierda y la derecha proceden de los dos lados de un cuerpo. Aunque lo que está “en la izquierda" o “en la de­ recha” puede cambiar, nada puede estar en la izquierda y en la derecha al mismo dempo. La distinción es polarizadora. Cuando los partidos o las ideologías políticas están más o menos igualados, argumenta Bobbio, pocos cues­ tionan la relevancia de la distinción entre la izquierda y la derecha. Pero en momentos en los que una u otra se hace tan fuerte que parece “el único casino de la ciu­ dad” ambas partes tienen interés en cuestionar esa re­ levancia. La parte más poderosa tiene interés, como proclamara Margare! Thatcher, en declarar que “no hay alternativa”. Al haberse hecho impopular su éthos, el lado débil intenta normalmente adoptar algunas de las convicciones de sus oponentes y propagarlas como opi­ niones propias. I a estrategia clásica del lado perdedor es producir una “síntesis de posturas opuestas con la in­ tención práctica de salvar lo que se pueda salvar de la

propia postura abriendo espacios a la postura opuesta, y, así, neutralizarla” u . Cada parte se representa a sí mis­ ma como yendo más a)lá de la vieja distinción izquier­ da/derecha o combinando elementos de ella para crear una nueva y vital orientación. La derecha política se vistió con nuevos ropajes, por ejemplo, en el periodo posterior a la IT Guerra Mundial, tras la caída del fascismo. Para sobrevivir, los partidos de derechas tuvieron que adoptar algunos de los valores de la izquierda, y aceptar el marco básico del Estado de bienestar. Desde comienzos de los ochenta, las cosas han sido al reves, debido al influjo ideológico creciente del neoliberalismo y al colapso del comunismo. La afirma­ ción de que Tony Blair ha adoptado la mayoría de las ideas del thatcherismo, reciclándolas como si fueran algo nuevo, se comprende fácilmente desde tal punto de vista. Esta vez es la izquierda la que más dene que ganar diciendo que las viejas categorías ya no tienen sentido. La distinción entre izquierda y derecha se reafirmará, se­ gún Bobbio, como ya hiciera con anterioridad. De este modo, dado que la socialdemocracia está volviendo a la vida y la nueva derecha está rápidamente dejando de ser tan nueva, los socialdemócratas pronto pueden dejar de dudar sobre si la izquierda y la derecha están obsoletas. La diferencia izquierda/derecha, en opinión de üobbio, no os solamente una cuestión de polaridad. Un criterio importante reaparece continuamente al distin­ guir la izquierda de la derecha: las actitudes respecto a la igualdad. T,a izquierda favorece una mayor igualdad, mientras que la derecha ve la sociedad como inevitablemen;e jerárquica. La igualdad es un concepto relativo. Debemos preguntar: ¿igualdad entre quiénes, de qué y

en qué grado? La izquierda busca reducir la desigual­ dad, pero esta meta puede entenderse de diferentes maneras. No es que la izquierda quiera disminuir todas las desigualdades, mientras que la derecha quiere siem­ pre preservarlas. La diferencia es de contexto. Por ejem­ plo, en un país con una reciente población inmigrante, el contraste entre izquierda y derecha puede expresarse en la extensión en que deba otorgarse a los inmigrantes derechos básicos de ciudadanía y protección material. A pesar de argumentar que la división entre izquier­ da y derecha seguirá existiendo, Bobbio concluye en una “Respuesta” a los críticos de su libro aceptando que Ja distinción no posee ahora el apoyo que solía tener; E s in n e g a b le q u e e l m o tiv o d e la a c t u a l fa lta d e d ir e c ­ c ió n d e la iz q u ie r d a e s q u e c u e l m u n d o m o d e r n o h a n s u r g id o p r o b le m a s q u e lo s m o v im ie n to s tr a d ic io n a le s d e l a i z q u i e r d a n u n c a s e h a b í a n p l a n t e a d o , y a l g u n a s d e la s h ip ó te s is s o b r e la s q u e fu n d a b a n s u fu e r z a y s u s p la n e s p a r a la t r a n s f o r m a c ió n d e l a s o c ie d a d n o s e h a n m a te r ia li­ z a d o ... N in g ú n iz q u ie r d is t a p u e d e n e g a r q u e la iz q u ie r d a n o e s h o y l o q u e e r a 1?.

Bobbio está seguramente en lo cierto al decir que la distinción izquierda/tlerecha no desaparecerá, y al con­ siderar la desigualdad como núcleo de ella. Aunque puede ser interpretada de maneras bastante distintas, la idea de igualdad o justicia social es básica para la pers­ pectiva de la izquierda. Ha sido criticada persistentemen­ te-por personas de derechas. La definición de Bobbio necesita, no obstante, algún refinamiento. Las personas de izquierdas no sólo buscan justicia social, sino que

creen que el gobierno debe jugar un papel clave en fo­ mentarla. En lugar de hablar de la justicia, social como tal es más preciso decir que estar en la izquierda signifi­ ca creer en una política de la emanciparión. La igual­ dad es importante sobre todo porque es relevante para las oportunidadesvitales, el bienestar y la autoestima de la gente. Como dice el filósofo de Oxford Joseph Raz: L o q u e h a c e q u e n o s p r e o c u p e m o s s o b r e d ife r e n te s d e s ig u a ld a d e s ... e s e l h a m b r e d e lo s h a m b r ie n to s » l a n e c e ­ s id a d d e lo s n e c e s ita d o s ... e l h e c h o d e q u e e s t á n e n p e o r s itu a c ió n q u e su s v e c in o s e n a s p e c to s im p o r ta n te s e s r e le ­ v a n te . P e r o e s r e le v a n te n o c o m o u n m a l in d e p e n d ie n te d e la d e s ig u a ld a d . S u r e le v a n c ia e s t r ib a e n m o s t r a r q u e su h a m b r e e s m a y o r, s u n e c e s id a d m á s a c u c ia n t e , su s u fr i­ m ie n t o m á s d a ñ in o , y, p o r t a n t o , e s n u e s t r o in t e r é s p o r la ig u a ld a d

el q u e

n o s h a c e d o t a r l a s d e p r i o r i d a d ,3 .

También hay otras razones para preocuparse por la igualdad. Una sociedad altamente desigual se ve perju­ dicada por no hacer el mejor uso de los talentos y facul­ tades de sus ciudadanos. Por otro lado, las desigualda­ des pueden amenazar la cohesión social y tener otras consecuencias socialmente indeseables (como provo­ car altas tasas de criminalidad). Es cierto que ha habido sociedades que han all>ergado grandes desigualdades y a pesar de ello han permanecido estables -—el sistema tradicional de castas indio, por ejemplo— . Pero en una época de democracia de masas las cosas son muy dife­ rentes. Una sociedad democrática que genera desigual­ dad a gran escala producirá probablemente desconten­ to y conflictos generalizados.

La globalizadón, junu, con la desintegración del co­ munismo, ha alterado lo* contornos de la izquierda y de la derecha. En los países i idusü'ializados no hay extre­ ma izquierda de la que ha). *r. Pero sí hay una extrema derecha, que se define ca D£ a cción

En todos los intentos de renovación política surge la cuestión de la organización. Si puede configurarse un programa político coherente, ¿cómo ha de ser impiementado? I.os partidos socialdemócratas comenzaron originariamente siendo movimientos sociales, a finales del siglo xix y comienzos del xx. Hoy, además de sufrir

su crisis ideológica, se ven desbordados por nuevos mo­ vimientos sociales y, como oíros partidos, envueltos en una situación en la que la política se ha devaluado y el gobierno ha sido aparentemente privado de poder. El neoliberalismo ha armado una crítica continuada del papel del gobierno en la vida social y económica, que parece resonar en tendencias existentes en el mundo real. Es hora de que los socialdemócratas lancen un contraataque contra tales ideas, que no resisten un aná­ lisis detenido. Los temas del fin de la política, y de la inmersión del Estado en el mercado global, han sido tan destacados en la literatura reciente que merece la pena reiterar qué es lo que el gobierno puede lograr en el mundo contem­ poráneo. El gobierno existe para: ►suministrar medios para la representación de inte­ reses diversos; • ofrecer un foro para conciliar las demandas rivales de estos intereses; • crear y proteger una esfera pública abierta, en la que pueda llevarse a cabo un debate libre sobre cuestiones políticas; • suministrar una variedad de bienes públicos, inclu­ yendo formas de seguridad y bienestar colectivos; • regular los mercados siguiendo el interés público y fomentar la competencia mercantil donde haya amenaza de monopolio; • fomentar la paz social mediante el control de los instrumentos de violencia y mediante el manteni­ miento del orden;

• promover ci desarrollo activo de capital humano a través de su papel esencial en el sistema educativo; •

m a n t e n e r u n s is te m a ju d ic ia l e fic a z ;

• tener un papel directamente económico, como empleador principal, en intervención macro y microecónomica, además de la provisión de infraes­ tructuras; • más discutidamente, tener una meta civilizadora —el gobierno refleja normas y valores ampliamen­ te aceptados, poro también puede ayudar a mol­ dearlas, en el sistema educativo y fuera de él; • fomentar alianzas regionales y transnadonales y perseguir objetivos globales. Por supuesto, estas tareas pueden ser interpretadas de maneras muy diferentes* y siempre hay áreas de solapamiento con organizaciones no estatales. La lista os tan impresionante que suponer que el Estado y el gobierno se han vuelto irrelevantes no tiene sentido. Los mercados no pueden reemplazar al gobierno en ninguna de estas áreas, pero tampoco pueden hacerlo los movimientos sociales u otras clases de organización no gubernamental (ONGs), por muy significativas que se hayan vuelto. Los movimientos sociales y los llamados “partidos antisistema” no han jugado un papel tan im­ portante en el Reino Unido en los años ochenta y co­ mienzos de los noventa como en muchos países conti­ nentales. No obstante, los cambios producidos por la globalización han amenazado en todas partes con debi­ litar a los partidos políticos ortodoxos. Los socialdemó­ cratas se vieron en los años ochenta, sin un marco ideo­ lógico efectivo con el que responder, mientras que los

movimientos sociales y otros grupos pusieron de relieve las cuestiones que caían fuera de la política socíaldemócrata tradicional —la ecología, los derechos de los ani­ males, la sexualidad, los derechos de los consumidores y muchas otras. Lo que a algunos les parecía un proceso de despolitización —la pérdida de influencia de gobiernos nacio­ nales y partidos políticos— era para otros una extensión del compromiso y activismo políticos. Ulrich Beck ha­ bla del surgimiento de la “subpolítica” —la política que ha emigrado del parlamento hacia grupos de “interés único” (singíe-issue) en la sociedad 16—. Muchos de estos grupos, como Greenpeace u Oxfam, operan a una esca­ la globaJ. Un episodio clave para Bcck y muchos otros fue el de Brent Spar. 1.a compañía de petróleo Shell pía* ncó en 1995 deshacerse de la plataforma petrolífera Brent Spar hundiéndola en el océano. Grupos de defen­ sa del medio ambiente organizaron protestas enérgicas y consumidores de muchos países dejaron de comprar gasolina Shell. Los cambios en la actitud de la compa­ ñía desde entonces han sido profundos. En 1998 Shell publicó un interesante informe descri­ biendo sus nuevas actitudes hacia la responsabilidad corporativa. El informe habla de implicarse en un “de­ bate global”, “para aprender de otros” y “explicar nues­ tras acciones”. Acepta que hay una “responsabilidad de asegurar que nuestros negocios se llevan de una mane­ ra que sea éticamente aceptable para el resto del mun­ do" y que “debemos mostrar que lo estamos haciendo ofreciendo garantías susceptibles de verificación inde­ pendientemente”. Shell reclama ser la primera gran compañía energética que apoya públicamente laDeda-

ración Universal de Derechos Humanos de la ONU. Se formó un Comité de Responsabilidad Social en 1997 para revisar la política y la conducta de los negocios S h elll7. Un discurso pronunciado por Cor Hcrkstrotcr, el presidente mundial de Shell, es revelador. De los grupos defensores del medio ambiente y de los consumidores dice que “fuimos algo leu los en comprender que estos grupos tendían a adquirir autoridad. Infravaloramos la extensión de estos cambios — erramos en no implicar­ nos en un diálogo serio con estos nuevos grupos— *\ Añade que “sencillamente, las instituciones de la socie­ dad global están siendo reinventadas a medida que la tecnología redefine las relaciones entre individuos y or­ ganizaciones”. Los nuevos movimientos, grupos y ONGs son, pues, capaces de tensar sus músculos en la escena mundial y hasta las corporaciones mundiales lian de tomar nota. Beck compara “el intnovilismo del aparato gubernamen­ tal” con la “movilidad de los agentes en todos los niveles posibles de la sociedad” y “el declive de la política” con íkla activación de la subpolítica”. Los grupos de iniciativa ciudadana, argumenta, han adquirido poder unilateralmente, sin esperar a los políticos. Ellos, no los políticos, han incluido las cuestiones ecológicas, y otras muchas preocupaciones nuevas, en los programas. Grupos de ciudadanos originaron las transiciones en Europa del Este en 1989: “Sin foiocopiadoras ni teléfonos, fueron capaces de forzar a los grupos dirigentes a retirarse y caer por el simple hecho de reunirse en una plaza” lS. El crítico cultural Hans Magnus Enzensbergcr escribe de Alemania —y por inferencia también de otros países:

Se injuria a los políticos diciendo que el pueblo se inte­ resa menos y menos por ellos... [pero] las innovaciones y decisiones sobre el futuro no provienen de la clase políti­ ca dcs lógica son los más limpios y verdes de las naciones in­ dustrializadas. Sin embargo, exigiendo el mejor mundo de los posibles, la modernización ecológica elude algu­ nos de los principales desafíos que los problemas ecoló­ gicos plantean al pensamiento socialdemócrata. No es realmente convincente dar por sentado que la protec­ ción medioambiental y el desarrollo económico encajan cómodamente —algunas veces, una entrará con seguri­ dad en conflicto con el otro— , Por otro lado, la moder­ nización ecológica es principalmente una cuestión de política nacional, pero la mayoría de los peligros am­ bientales atraviesan las fronteras de las naciones y algu­ nos tienen alcance mundial. Las hipótesis algo cómodas de la modernización eco­ lógica desvían la atención respecto de dos cuestiones fundamentales suscitadas por consideraciones ecológi­ cas: nuestra relación con el avance científico y nuestra respuesta al riesgo. En parte como consecuencia de la globalizadón, el cambio científico y tecnológico se ha acelerado, y su influencia sobre nuestras vidas se ha vuel­ to tan inmediata como profunda. Podemos pensar en el “medio ambiente” como el mundo natural, pero, por supuesto, ya no es eso. Mucho de lo que antes era natu­ ral es ahora el producto de, o está influido por, la activi­ dad humana — no sólo el mundo exterior, incluyendo posiblemente el clima de la Tierra» sino el “medio am­ biente interno* del cuerpo— . Para bien o para mal, la ciencia y la tecnología han invadido el cuerpo humano, y han vuelto a trazar la frontera entre lo que puede hu-

monamente conseguirse y lo que simplemente hemos de ^aceptar” de la naturaleza. Ciencia y tecnología solían considerarse fuera de la política, pero esta concepción ha devenido obsoleta. Todos vivimos en una relación más “interrogativa" con la ciencia y la innovación industrial que antes. '‘Nuevas autopistas, plantas incineradoras de residuos, fábricas químicas, nucleares o biotécnicas e institutos de investi­ gación encuentran la resistencia de los grupos de pobla­ ción inmediatamente afectados. Eso, y no [como en la temprana industrialización] regocijarse por este pro­ greso, es lo que ha venido a ser predecible" 2R. La toma de decisiones en estos contextos no puede dejarse a los “expertos”, sino que tiene que involucrar a políticos y ciudadanos. Resumiendo, ciencia y tecnología no pue­ den quedar fuera de los procesos democráticos. No se puede confiar automáticamente en los expertos para sa­ ber lo que es bueno para nosotros, ni pueden ofrecer­ nos siempre verdades inequívocas; deberían estar obli­ gados a justificar sus conclusiones y políticas ante el escrutinio público. La crisis del BSE * en el Reino Unido es vista por mu­ chos como un caso puntual —como un problema britá­ nico o, a los ojos de algunos izquierdistas, como un fallo de regulación thatchcrista—. No es ninguno de los dos, o no sólo eso. El episodio del BSE debería considerarse más bien típico de las situaciones de riesgo que se origi­ nan cuando “la naturaleza ya no es la naturaleza*1. Ca­ racterístico de las nuevas situaciones de riesgo es que ios * En castellano, EEB (Encefalopatía espongiforme bovina); he mantenido las siglas inglesas debido a la difusión generalizada quehan alcam ad o. (N. delT.)

expertos discrepan entre sí. En lugar de existir una serie bien definida de hallazgos a los que recurrir por parte de los políticos, las investigaciones generan conclusio­ nes ambiguas e interpretaciones encontradas. Con muchos riesgos corrientes, las tendencias están establecidas históricamente. I j o s riesgos pueden calcu­ larse sobre la base de ía experiencia anterior. El riesgo de que un conductor se vea envuelto en un accidente de tráfico en un determinado periodo de tiempo puede calcularse fácilmente sobre una base estadística. Las nuevas situaciones de riesgo no son así. No tenemos ex­ periencia anterior para guiarnos, c incluso el que exis­ tan riesgos puede discutirse a voces. La mayoría de los científicos del ramo cree que el calentamiento global está ocurriendo, que tiene un origen humano, y que tie­ ne reservados desastres posibles para la human idad. No obstante, una minoría significativa de especialistas no cree ninguna de estas cosas y; como hemos visto, algu­ nos colaboradores de la literatura medioambiental es­ tán de acuerdo. Los sucesos del BSE están por ahora lejos de haber fi­ nalizado. Nadie sabe en cuántos otros países puede apa­ recer el BSE, o cuáles puedan ser sus consecuencias a más largo plazo. El modo preciso de su transmisión en­ tre especies es un misterio y puede tener un periodo de gestación largo. Su impacto puramente económico ya ha sido considerable. La última estimación de la investi­ gación del BSE en 1998 señala, por el momento, un co*te para la economía británica de 3.000 millones de li­ bras, calculado sólo en términos de compensaciones pagadas a los granjeros y de los costes derivados de sacri­ ficar vacas infectadas y eliminar sus restos. El consumo

de vacuno ha caído en algunos países no directamente afectados hasta ahora por el BSE. El episodio del BSE ofrece abundante evidencia, si fuera necesaria, de que los riesgos ecológicos no pue­ den “dejarse a un lado", pues inundan las áreas centra­ les de la política moderna. Es obvio, por ejemplo, que las políticas sanitarias no pueden diseriarse como si con­ trolar la contaminación fuera un área distinta del “me­ dio ambiente”, o como si estuvieran separadas de los procesos de cambio tecnológico. Hacer frente al riesgo ecológico será un asunto problemático en el futuro pre­ visible. En la literatura de la modernización ecológica, el prin­ cipio precautorio se ofrece normalmente como medio de tratar las amenazas ecológicas. El concepto parece haber sido utilizado por primera vez en Alemania en los años ochenta, y hasta cierto punto ha formado paite de la política pública en aquel país. Muy simplificado, esta­ blece que debería actuarse sobre las cuestiones medio­ ambientales incluso aunque exista incertidumbre cien­ tífica sobre ellas. Así, en varios países continentales se iniciaron programas para combatir la lluvia ácida en los ochenta, mientras que en Gran Bretaña la falta de evi­ dencia concluyente se utilizó para justificar la inactivi­ dad en éste y otros problemas de contaminación. Sin embargo, el principio precautorio no es siempre útil o siquiera aplicable. El riesgo ecológico no se nor­ malizará con frecuencia de esta manera, porque en mu­ chas situaciones ya no tenemos la opción de “estar cerca de la jiatui-aleza”, o porque el balance de bcneílciosy pe­ ligros del avance científico y tecnológico es impondera­ ble. Puede que necesitemos con cierta frecuencia ser

más audaces que cautelosos a la hora de apoyar la inno­ vación científica y tecnológica. El complejo carácter de las nuevas situaciones de ríes^ go se extiende incluso a la manera en la que entran en el debate público. Consideremos de nuevo el ejemplo del BSE. El gobierno de aquel momento ha sido general­ mente culpado, antes que nada, por negar que el BSE presentara, un nesgo sanitario para los humanos, y pos­ teriormente cambiara su postara a la luz de nueva evi­ dencia científica- Es demasiado fácil despachar tal inco­ herencia como incompetencia gubernamental. Donde existen nuevos riesgos, y la evidencia científica es in­ completa, los gobiernos han de tomar decisiones que son por definición un salto en la oscuridad. Existe una incertidumbre elemental en cuándo y cómo anunciar posibles peligros que han sido revelados a través de la información científica. El anuncio público de un nuevo escenario de riesgo, como demuestra el episodio BSE, puede tener consecuencias profundas. Si un riesgo se divulga —o se le da estatus “oficial* mediante la inter­ vención del gobierno— y resulta haber sido exagerado o ser inexistente, los críticos dirán que es “alarmismo”. Supóngase, no obstante, que las autoridades creen que el riesgo es bajo, o son cautelosas respecto a hacer un anuncio. Los críticos dirán “encubrimiento" —¿por qué no se informó al público antes? Los problemas involucrados aquí son aún más com­ plicados. En ocasiones, asustar a la gente puede ser nece­ sario para persuadirles a cambiar su comportamiento, o para que acepten los pasos que deberían darse para pre­ venir un peligro o serie de peligros concretos. Una ac­ ción mundial eficaz para combatir el calentamiento glo­

bal, por ejemplo, es probable que se inicie sólo si los go­ biernos y otras instancias se ven sensiblemente afectados por los desastres que, en otro caso, pueden sobrevenir. Con todo, hay presumiblemente un límite al número de temores que pueden o deberían ser fomentados pi> bbeamente. Si hay demasiados, existe la posibilidad de que ninguno sea tomado en serio. Ofrecer seguridad a los ciudadanos ha sido desde hace mucho tiempo una preocupación de ios socialde­ mócratas. El Estado de bienestar ha sido visto como el ve­ hículo de dicha seguridad. Una de las principales leccio­ nes a sacar de los problemas ecológicos es que la misma atención ha de concederse al riesgo. La nueva promi­ nencia del riesgo conecta la autonomía individual, por un lado, con la influencia arrolladora del cambio cientí­ fico y tecnológico, por otro. El riesgo llama la atención sobre los peligros que afrontamos —los más importantes de los cuales hemos creado nosotros—, pero también so­ bre las oportunidades que corren parejas con ellos. El riesgo no es sólo un fenómeno negativo— algo a ser pre­ venido o minimizado— . Es al mismo tiempo el principio kinético de una sociedad que ha roto con la tradición y la naturaleza. Tradición y naturale7a se parecen en el sentido de que muchas decisiones “vienen dadas” Las actividades y acontecimientos “ocurren siempre así”, o son acepta­ das como “naturales” Una vez que la tradición y la na^ turalcza son transformadas» hay que tomar decisiones progresivas» y tenemos responsabilidad por sus conse­ cuencias. Quién debería cargar con la responsabilidad de las consecuencias Altura.? de acdvidades presentes (ya sean de individuos, naciones u otros grupos) es una

de las principales preocupaciones de la nueva política, como es quién proporciona seguridad si las cosas van mal, cómo y con qué recursos. La matriz del riesgo Oportunidad

Innovación

Seguridad

Responsabilidad

La oportunidad y la innovación son el lado positivo del riesgo. Nadie puede escapar al riesgo, por supuesto, pero hay una diferencia básica entre la experiencia pasi­ va del riesgo y la exploración activa de los entornos de riesgo. Un compromiso convencido con el riesgo es un componente necesario de la movilización social y eco­ nómica. Algunos riesgos los queremos minimizar cuan­ to sea posible; otros, como los derivados de decisiones inversoras, son una parte positiva c inevitable de! buen funcionamiento de la economía de mercado. Riesgo no es exactamente igual a peligro. El riesgo se refiere a los peligros que tratamos activamente de afron­ tar y analizar. En una sociedad como la nuestra, orienta­ da hacia el futuro y saturada de información, el tema del riesgo unifica varias áreas de la política, que de otro modo serian bastante distintas entre sí: la reforma del Estado de bienestar, el compromiso respecto a los mer­ cados financieros mundiales, las respuestas al cambio tecnológico, los problemas ecológicos y las transforma­ ciones geopolíticas. Todos necesitamos protección con­

tra el riesgo, pero también la capacidad de afrontar y contraer riesgos de un modo productivo.

La

po lít ic a dk i a te r c er a vía

Hasta ahora he abordado los “cinco dilemas” de for­ ma separada, como si fueran independientes entre sí. Por supuesto, no lo son, y en ésto y en los siguientes capí­ tulos hemos de atar los cabos. I a. meta general de la política de la tercera vía debería ser ayudar a los ciudadanos a guiarse en las grandes revo­ luciones de nuestro dempo: la globalizadón, las transforma­ ciones de la vidapeKsonaly nuestra relación con la naturaifza. La política de la tercera vía.debería adoptar una actitud positiva hacia la globalizadón —pero, necesariamente, sólo como un fenómeno con un alcance mucho mayor que el mercado global—, Ix>s socialdemócratas necesitan responder al proteccionismo económico y cultural, el te­ rritorio de la extrema derecha, que ve la globalizadón como una amenaza a la integridad nacional y a los valo­ res tradicionales. Kvidentemente, la globalizadón econó­ mica puede tener efectos destructivos sobre Ja autosufi­ ciencia local. Pero el proteccionismo no es sensato ni deseable. Incluso si se consiguiera que funcionara, crea­ ría un mundo de bloques económicos egoístas y proba­ blemente belicosos. La política de la tercera vía no debe­ ría identificar globalizadón con un apoyo universal al libre comercio. El libre comercio puede ser un motor del desarrollo económico, pero dado el poder social y cuJturaJmente destructivo de los mercados» sus consecuencias más generales han de ser siempre examinadas.

1.a. política de la tercera vía debería mantener como preocupación esencial la justicia social, y aceptar que la gama de cuestiones que escapan a la divisoria izquier­ da/derecha es mayor que nunca. Igualdad y libertad in­ dividual pueden colisionar, pero las medidas igualita­ rias también aumentan a menudo la gama de libertades accesibles a los individuos. La libertad debería significar para los socialdemócratas autonomía de acción, que a su vez exige Ja implicación de la comunidad social en sentido amplío. Habiendo abandonado el colectivismo, la política de la tercera vía busca una nueva relación enire individuo y comunidad, una redefinición de dere­ chos y obligaciones. Uno podría sugerir como lema principal para la nue­ va política: ningún derecho sin responsabilidad. El gobier­ no tiene una multitud de responsabilidades respecto a sus ciudadanos y respecto a otros, incluida la protección de los débiles. La socialdemocracia a la antigua, sin em­ bargo, tendía a considerar los derechos como exigencias incondicionales. Con el individualismo creciente debe­ ría venir una extensión de las obligaciones individuales. Las prestaciones por desempleo, por ejemplo, deberían acarrear la obligación de buscar trabajo activamente, y depende de los gobiernos asegurar que los sistemas de bienestar no desalienten la búsqueda activa. Como prin­ cipio ético, “ningún derecho sin responsabilidad” debe aplicarse no sólo a los destinatarios del bienestar, sino a lodo el mundo. Es muy importante que los socialdemó­ cratas recalquen esto, porque, de otro modo, puede considerarse que el precepto se refiere sólo a los pobres o a los necesitados —como tiende a ocurrir con la dere­ cha política.

En la sociedad actual, un segundo precepto debería ser: ninguna autoridad sin democracia. La derecha ha re­ buscado siempre entre los símbolos tradicionales como medios principales dejustificar la autoridad, ya. sea en la nación, el gobierno, la familia u otras instituciones Pensadores y políticos de derecha mantienen que sin tradición y formas tradicionales de respeto la autoridad se desmorona —la gente pierde la facultad de diferen­ ciar entre lo que está bien y lo que está mal—. En conse­ cuencia, la democracia nunca puede dejar de ser in­ completa. Los socialdemócratas deberían oponerse a esta concepción. En una sociedad donde la tradición y la costumbre están perdiendo su fuerza, la única ruta para establecer la autoridad es la democracia. El nuevo individualismo no corroe inevitablemente la autoridad, pero reclama que sea reconfigurada sobre una base ac­ tiva o participativa.

Valores de la tercera vía Igualdad Protección de los débiles Libertad como autonomía Ningún derecho sin responsabilidad Ninguna autoridad sin democracia Pluralismo cosm opol ica Conservadurismo filosófico

Otras cuestiones de las que se ocupa la política de la tercera vía no pertenecen al marco de la política eman­ cipadora» o sólo parcialmente afectan a dicho marco. Incluyen respuestas a laglobalización, al cambio cicntí-

fleo y tecnológico, y a nuestra relación con el mundo natural. Las preguntas a hacer aquí no son sobre justicia social, sino sobre cómo deberíamos vivir tras el declive de la tradición y la costumbre, cómo recrear la solidari­ dad social y cómo reaccionar ante los problemas ecoló­ gicos. En respuesta a estas preguntas hay que poner gran énfasis en los valores cosmopolitas, y en lo que puede llamarse conservadurismo filosófico. En una era de ries­ go ecológico» la modernización no puede ser puramen­ te lineal y desde luego no puede equivaler simplemente a crecimiento económico. El lema de la modernización es básico para la nueva política. La modernización ecológica es una versión, pero también hay otras. Los discursos de Tony Blair, por ejemplo, están salpicados de referencias a la moderni­ zación. ¿Qué debería entenderse por modernización? Una cosa que significa, obviamente, es la modernización de la propia socialdemocracia —la ruptura con las po.v turas socialdemócratas clásicas— . Como programa más amplio, sin embargo, una estrategia modernizadora pue­ de funcionar sólo si los socialdemócratas tienen una comprensión sutil del concepto. Una modernización ecológicamente sensible no sig­ nifica “más y más modernidad”, sino que es consciente de los problemas y limitaciones de los procesos modernizadores. Está atenta a la necesidad de restablecer la continuidad y desarrollar la cohesión social en un mun­ do de transformación errática, donde las energías in­ trínsecamente imprededbles de la innovación científi­ ca y tecnológica tienen un papel tan importante. El tema del conservadurismo filosófico es esencial. Modernización y conservadurismo, por supuesto, son

normalmente considerados como opuestos. No obstan­ te, debemos utilizar las herramientas de la modernidad para poder vivir en un mundo “liiás allá de la tradición” y “al otro lado de la naturaleza", en el que el riesgo y la responsabilidad forman una nueva mezcla. El “conservadurismo”, en este sentido, tiene sólo una vaga afinidad con el modo en que ha sido entendido en la derecha política. Sugiere una actitud pragmática a la hora de afrontar el cambio; una concepción matizada de la ciencia y la tecnología, reconociendo sus consecuen­ cias ambiguas para nosotros; un respeto al pasado y a la historia; y en el ámbito medioambiental, una adopción del principio precautorio allí donde sea factible. Estas metas no sólo no son incompatibles con un programa modernizador; lo presuponen. Ciencia y tecnología, romo se ha afirmado antes, no pueden dejarse ya fuera de la esfera de la democracia, pues influyen en nuestras vidas de un modo más directo y trascendental que en generaciones anteriores. Como otro ejemplo, tomemos la familia, que figura en algunos de la? mayores contenciosos de la política moderna. Mantener la continuidad en la vida familiar, especialmente proteger el bienestar de los niños, es una de los principales objetivos de la política familiar. Esto no puede lograrse, sin embargo, mediante una postura reaccionaria, un intento de reinstaurar la “familia tradi­ cional*. Como intentaré mostrar después, exige un pro­ grama de democratización modernÍ2ador.

E l E sta d o

y i a s o c ie d a d c iv il

I jax ideas desarrolladas a continuación presentan el perfil —y no es más que un perfil—>de un programa p o ft'tko integrado, que cubre cada uno de los principales sectores de la sociedad. La reforma del Estado y del go­ bierno debería ser un principio orientador básico de la política de la tercera vía —un proceso de profundización y extensión de la democracia—, El gobierno puede actuar en asociación con instancias de la sociedad civil para fomentar la renovación y el desarrollo de la comu­ nidad. La base económica de tal asociación es lo que liamarc la nueva economía mixta. Esa economía sólo pue­ de ser eficaz si las instituciones del bienestar existentes se modernizan completamente. La política de la tercera vía es política de una nación. La nación cosmopolita ayuda a promover la inclusión social, pero también tie­ ne un papel clave en fomentar los sistemas trajisnacionales de gobierno. Cada uno de estos conceptos serán discutidos con al­ gún detalle en las secciones siguientes. No quiero insi­ nuar que ninguna de las ideas que propondré sea proble­ mática. Al contrario, casi todas son discutibles y difíciles. No sabemos si seremos capaces de controlar adecuada­

mente las fuerzas que la globalización y el cambio tec­ nológico lian desatado. Los nuevos escenarios de riesgo presentan una mezcla enigmática de peligros y ventajas. El marco aquí propuesto equivale, de este modo, a un programa que está confeccionándose.

El program a de la tercera vía El c e n t r o radiad

El nuevo Estado democrático (el Estado sin enemigos) U n a s o c i e d a d c iv il a c t iv a

La familia democrática La nueva economía mixta Igualdad como inclusión Bienestar positivo El Estado social inversor I-anadón cosmopolita Democracia cosmopolita

D e m o c ra tiz a n d o

i a . d e m o c ra c ia

Los neoliberales quieren reducir el Estado; los socialdemócratas, históricamente, han buscado insistente­ mente expandirlo. La tercera vía sostiene que lo necesa­ rio es reconstruirlo —ir más allá de aquellos derechistas “que dicen que el gobierno es el enemigo”y de aquellos izquierdistas “que dicen que el gobierno es la solución". Si hoy hay una crisis de la democrada liberal, no es, como hace medio siglo, porque esté amenazada por ri­ vales hostiles, sino, al contrario, porque no tiene rivales. Tras el fin de la era bipolar, la mayoría de los Estados no

tienen enemigos claros. Los Estados que afrontan peli­ gros en lugar de enemigos han de buscar fuentes de le­ gitimidad diferentes de Jas del pasado. El Estado mo­ derno fue foijado en las tribulaciones de la guerra, y la guerra o su preparación influyó en la mayoría de los ras­ gos de las instituciones estatales. Los derechos de ciuda­ danía y los programas de bienestar fueron establecidos principalmente al tratar los Estados de aü'aer a sus po­ blaciones y mantener su apoyo, un fenómeno que con­ tinuó durante el periodo de la Guerra Fría. Este hecho ha sido ignorado por muchos autores socialdemócratas —entre ellos quizá el más influyente, T. H. Marshall—, que ven el desarrollo de la democracia liberal y del Esta­ do de bienestar como procesos más autónomos de lo que realmente faeron. El avance del mercado global y el repliegue de Ja gue­ rra a gran escala no son los únicos factores que afectan a Ja estructura de los Estados o a la legidmidad de los go­ biernos. Otras influencias son la propia extensión de la democratización» que está estrechamente ligada a la in­ fluencia declinante de la tradición y la costumbre. Ei apego a la democracia no proviene sólo, o incluso prin­ cipalmente, del triunfo de las instituciones democriítico-liberales sobre otras, sino de las fuerzas más profun­ das que están remodelando la sociedad global, entre ellas la demanda de autonomía individual y la emergen­ cia de una ciudadanía más reflexiva- La democratización está desbordando la democracia, y la desproporción ha de ser consignada. 1.a crisis de la democracia viene de no ser suficiente­ mente democrática. Mientras que, como se lia explicado en el capítulo anterior, la proporción de gente que ex­

presa su confianza en los políticos ha caído en las tres últi­ mas décadas, la fe en la democracia en sí no lo ha hecho. De la población de Estados Unidos, un 90% está “satisfe­ cha con una forma democrática de gobierno” l. Una en­ cuesta en once países europeos durante el periodo 19811990 también mosiróque más del 90% daban por bueno “el sistema democrático de gobierno”. La misma propor­ ción estaba de acuerdo en que “deberíamos buscar ma­ neras de desarrollar más ampliamente la democracia”. La cuestión no es más o menos gobierno, sino reco­ nocer que el gobierno debe ajustarse a las nuevas cir­ cunstancias de la era. global; y que la autoridad» incluida la legitimidad del Estado, ha de ser positivamente reno­ vada. En una sociedad postradidonal, la autoridad ya no puede legitimarse mediante símbolos tradicionales o diciendo “así es como se han hecho siempre las cosas”. ¿Por qué reformas deberíamos presionar? ¿Cómo pode­ mos democratizarla democracia? Las respuestas depen­ den en parte del contexto, ya que países distintos han seguido trayectorias diferentes, y tienen antecedentes constitucionales variables. Pero los énfasis generales de­ bieran ser iguales en todas partes. Pueden resumirse de la siguiente manera: (l) El Estado debe responder estructuralmcnte a la globalizadón. La democratización de la democracia implica antes que nada descentralización — pero no como proceso unidireccional—. La globalizadón da un impulso y una lógica fuertes a la devolución de p o der hada abajo, pero también a la airibución hacía arriba. En lugar de simplemente debilitar la autori­ dad del Estado-nación, este doble movimiento —un

movimiento de doble democratización— es Ja condi­ ción para reafirmar esa autoridad, ya que este movi­ miento puede hacer al Estado más sensible a influen­ cias que, en otro ca.so; le desbordan por todas pai tes. En el contexto de Ja Unión Europea, esto significa considerar la subsidiaríedad como algo más que un término doctrinal: es la forma de construir un orden político que no sea ni un superestado ni únicamente un área de libre comercio, y al mismo tiempo otorgue aJ Estado una influencia renovada. (2) El Estado del)ería aumentar el papel de la esfera pública, que implica una reforma constiaicional diri­ gida a una mayor transparencia e imparcialidad,junto a Ja introducción de nuevas salvaguardas contra la corrupción. No es casualidad que gobiernos de todo el mundo hayan afrontado acusaciones de corrupción en años recientes. La razón no es que la corrupción esté aumentando, sino que la naturaleza del entorno polí­ tico ha cambiado. Supuestamente bastante abiertas, las instituciones democráticas liberales de la mayoría de los países han dependido en la práctica de acuer­ dos entre bastidores, prerrogativas y prebendas. Uno de los mayores cambios que afectan ala esfera política es que los gobiernos y los ciudadanos viven ahora cada vez más en un entorno único de información. Las for­ mas existentes de hacer las cosas se someten a escruti­ nio y se amplía la gama de Jo que es considerado co­ rrupto o inaceptable. Una de las dificultades específicas — ¿o se trata de una oportunidad?— para el Reino Unido es que el país necesita un doble procéso de modernización

constitucional. Una reforma constitucional extensa ha estado en la agenda desde que la Carta 88 la invo­ co hace diez años, y ha formado parte del programa político laborista. Cuando se debatió por primera vez, ]a reforma estaba inspirada en la idea de que Gran Bretaña tenía que equipararse a modelos constitu­ cionales existentes más avanzados- Ahora necesita, además, reaccionar a tendencias más generales. A diferencia de prácticamente todas las demás de­ mocracias liberales, Gran Bretaña no tiene Constitu­ ción escrita. Sólo en la costumbre, y en algunos casos la ley, están expuestas las fondones del gobierno y los derechos y deberes de los ciudadanos. El cambio constitucional no sólo debería aspirar a hacer explí­ citos estos principios, sino a combatir la cultura del secrctismo que ha invadido los niveles más altos de las instituciones británicas, El ejecutivo ostenta de­ masiado poder, y ías formas ejdstentes de responsabi­ lidad son deficientes; los comités parlamentarios re­ flejan la composición de la Cámara de los Comunes, y rara vez denen mucho efecto. En su estado actual, la Cámara de los Inores es un anacronismo en una so­ ciedad democrática. A primera vista, una reforma en cualquiera, de eslas áreas parece enormemente difícil, por no hablar de una general. Después de todo, la reforma han de realizarla las mismas instituciones que constituyen el problema. Sin embargo, el laborismo en el poder ha hecho ya un intento audaz, y es posible que lo que parecen modos profundamente arraigados de hacer las cosas puedan mostrarse abiertos al cambio si se les aborda activamente.

(3) Para conservar o recobrar legitimidad, los Esta­ dos sin enemigos han de elevar su eficiencia adminis­ trativa. Se desconfía del gobierno, a todos los niveles, en parte porque es engorroso e ineficaz. En un mun­ do en el que las organizaciones económicas respon­ den rápidamente al cambio y son muy ágiles por sí mismas, el poder puede quedarse rezagado. Después de todo, el término “burocracia”, con sus connotacio­ nes concomitantes de papeleo, fue inventado para referirse al gobierno. La reestructuración del gobier­ no debiera seguir el principio ecológico de “obtener más de menos", entendido no como una despedida de empleados sino como una mejora, del valor produ­ cido. La mayoría de los gobiernos tiene todavía mu­ cho que aprender de la mayor eficiencia de las empre­ sas —por ejemplo, controles de objetivos, auditorías eficaces, estructuras de decisión flexibles y mayor participación de los empleados—, siendo el último de éstos un factor de democratización. Los socialdo­ mó eratas deben responder a la crítica de que, sin dis­ ciplina de mercado, Jas instituciones estatales se vuel­ ven indolentes y ios servidos que proveen de mala calidad. Como indica el comentarista político norteameri­ cano E. J. Dionne, el argumento puede convertirse en una parodia de sí mismo, como si gobierno fuera sinónimo de inefidenda, ignorando la existenda de buenas escuelas, hospitales públicos o parques * La respuesta apropiada no es introducir mecanismos de mercado, o cuasimercados, allí donde se vea la míni­ ma posibilidad. La idea de que el gobierno debería

imitar al mercado constituía el embate principal del li­ bro de David Osborne y TecI Gacbler Reinventando d gobierno^. Su obra influyó en las políticas de Clinton a comienzos de los noventa- Reinventar el gobierno sig­ nifica a veces, desde Juego, adoptar soluciones basa­ das en el mercado. Pero también debería significar re­ afirmar la eficacia del gobierno frente a los mercados. (4) La presión hacía abajo de la globalización intro­ duce no sólo la posibilidad, sino la necesidad, de for­ mas democráticas distintas al proceso ortodoxo de votación. El gobierno puede restablecer un contacto más direcLo con los ciudadanos, y los ciudadanos con el gobierno, mediante los “experimentos de demo erada” —democracia local directa, referendos elec­ trónicos, jurados ciudadanos y otras posibilidades*—. Éstos no sustituirán a los mecanismos de voto norma­ les en el poder local y central, pero podrían conver­ tirse en un complemento perdurable de ellos. Un modelo es el planteamiento utilizado en Suecia hace veinte años, cuando el gobierno involucró directa­ mente al público en la formulación de la política energética. El gobierno, sindicatos» partidos y organi­ zaciones educativas pusieron en marcha cursos de un día sobre energía* Cualquier persona que asistiera a tal curso podía hacer recomendaciones formales al gobierno. Setenta mil personas participaron en una práctica que influyó decisivamente en Ja política. (5) Los Estados sin enemigos dependen más que an­ tes, .si quieren conservar su legitimidad, de su capaci­ dad para la gestión del riesgo. La gestión del riesgo,

como se subrayó antes, no concierne sólo a la provi­ sión de seguridad, que es la forma en la que se ha en­ tendido el riesgo en el contexto del Estado de bien­ estar. Ni se refiere sólo a riesgos económicos: oíros riesgos, que provienen, por ejemplo, de la ciencia y Ja tecnología también afectan directamente al go­ bierno. Gobernar tiene que ver necesaria e intrínse­ camente con regular el cambio científico y tecnoló­ gico, a la vez que con abordar las cuestiones éticas que suscita. Definir el riesgo, como se afirmó antes, no puede dejarse únicamente a los expertos. Requiere desde el principio un compromiso público. Entre las muchas situaciones diferentes que pueden producirse están aquellas en las que el peligro es serio, pero la con­ fianza en la organización responsable es baja. Se ne­ cesitan en cada momento procedimientos deliberati­ vos que lleven a decisiones de riesgo, y normalmente deberían incluir a expertos, al gobierno y a indivi­ duos legos. El objetivo de la caracterización del ries­ go es alumbrar elecciones prácticas y los límites del conocimiento científico o técnico aprovechable. La. naturaleza compleja de muchas situaciones de riesgo implica que el marco del debate ha de ser con fre­ cuencia amplio. El Proyecto de Riesgo Comparativo de California es un ejemplo instructivo de cómo pueden combi­ narse la evaluación del riesgo y la participación dia­ léctica ciudadana. Se formaron tres comités técnicos sobre salud, protección medioambiental y bienestar social, que trabajarían independientemente para gra­ duar los riesgos en sus categorías. Se establecieron

otros tres comités para analizar cómo podrían admi­ nistrarse los riesgos y sus implicaciones legales y eco­ nómicas. Los dos grupos de comités fueron después reunidos e incitados a llegar a conclusiones. Los co­ mités legos plantearon muchas inquietudes que los técnicos simplemente ignoraban, y que condujeron a un debate público provechoso sobre los criterios de riesgo, algunos de los cuales alimentaron luego la política pública. (6) La democratización de la democracia no puede ser sólo local o nacional —el Estado debe tener una perspectiva cosmopolita, mientras que la democrati­ zación ascendente no debiera detenerse en el nivel regional—. La democratización descendente supo­ ne la renovación de la sociedad civil, de la que se ha­ blará más tarde. En conjunto, estos puntos definen una forma de gobierno que debería constituir el ob­ jetivo que los socialdemócratas han de promover: el nuevo Estado democrático.

El nuevo Estado democrático (el Estado san enemigos)

Devolución Doble democratización Renovación de la esfera pública —transparencia Eficiencia administrativa Mecanismos de democracia directa El gobierno como gestor del riesgo

El nuevo Estado democrático es un ideal, un tanto impreciso además. No pretendo desentrañar ninguno de los detalles que serían necesarios para darle verdade­ ro cuerpo. Además, todas las reformas tienen sus pro­ pias complicaciones. Deseenualización y devolución, por ejemplo, suenan atractivas — \devolver el poder a Jas regiones, las ciudades, los barrios!— . Como todos los procesos democratizadores, sus ventajas llevan apare­ jadas ciertas condiciones. La devolución puede conducir a la fragmentación si no se equilibra con una transferen­ cia de poder “hacia arriba”. No es intrínsecamente democratizadora: dene que ser convenida en ello. Como señalan algunos crídcos, la devolución puede añadir co­ las de poder burocrático local a las ya existentes en el centro polídeo. Las “ciudades pobres, tristes” de Gran Bretaña, se ha dicho* podrían regenerarse mediante un mayor autogobierno, y esto es seguramente cieno 4. En­ tre los peligros obvios, sin embargo, está que algunas ciudades o regiones podrían valerse de ello para ade­ lantar a otras, agravando las marcadas desigualdades re­ gionales ya existentes en el Reino Unido.

L a c u e st ió n

d e la sociedad c iv il

La promoción de una sociedad civil acdva es una par­ te básica de la política de la tercera vía. En contraste con la vieja izquierda, que tendía a apartar las preocupacio­ nes sobre una decadencia cívica, la nueva política acep­ ta que tales inquietudes son verdaderas. La decadencia cívica es real y visible en muchos sec­ tores de las sociedades contemporáneas, y no sólo un

invento de políticos conservadores. Se observa en el de­ bilitado sentimiento de solidaridad en algunas comuni­ dades locales y vecindarios urbanos, en los altos niveles de criminalidad y en las rupturas matrimoniales y fami­ liares. La derecha tiende a negar que la carestía económica esté asociada a estos problemas. Pero es igual de erró­ neo reducir la decadencia cívica a la economía, como bacía con frecuencia la vieja izquierda, que negar la in­ fluencia de la pobreza y el desamparo. No podemos culj>ar de la erosión del civismo al Estado de bienestar, ni suponer que puede revertirse dejando a la sociedad ci­ vil funcional’ a sus anchas. El gobierno puede y debe ju­ gar un papel principal en renovar la cultura cívica.

La renovación de la sociedad civil

Asociación de gobierno y sociedad civil Renovación de la comunidad mediante el aprovediamien lo d el a ¡n íc íativa local Implicación del sector terciario Protección de la esfera pública local Prevención comunitaria del crimen Ta familia democrática

El Estado y la sociedad dvil deberían actuar asociados, caria uno para ayudar, pero también para controlar, la acción del otro. El tema de la comunidad es fundamen­ tal para la nueva política, pero no sólo como lema abs­ tracto. El avance de la globalizadón hace que un foco comunitario sea necesario y posible, debido a la presión

que ejerce hacia abajo. “Comunidad" no implica tratar de recobrar formas perdidas de solidaridad local; se re­ fiere a medios prácticos de apoyar la restauración social y material de barrios, ciudades y áreas locales mayores. No hay fronteras permanentes entre gobierno y socie­ dad civil. Dependiendo del contexto, el gobierno necesi­ ta a veces ser atraído más profundamente a la arena civil, otras veces debe reararse. Donde el gobierno se aleja de la implicación directa, sus recursos pueden ser todavía necesarios para mantener actividades que los grupos locales asumen o introducen— sobre todo en las áreas más pobres— . Pero es sobre todo en las comunidades más pobres donde el fomento de ia iniciativa local y el compromiso pueden generar un mayor rendimiento. La confianza disminuida en los políticos y otras figu­ ras de autoridad es considerada en ocasiones como in­ dicador de apatía social general. Como ya se ha dicho, no lo es—quizá lo contrario— . Una sociedad creciente­ mente reflexiva es también una sociedad caracterizada por altos niveles de autoorganización. Investigaciones en Estados Unidos, el Reino Unido y otros lugares pare­ cen mostrar una esfera civil floreciente, al menos en al­ gunos áreas y contextos. Algunas formas más antiguas de asociación civil y compromiso cívico están perdien­ do síi arraigo, pero otras modalidades de energía comu­ nal las están reemplazando. La cuestión es aprovechar éstas en pro de fines sociales más amplios de manera que beneficien tanto a las comunidades locales como a la sociedad en su conjunto. Roben Wuthnow ha estudiado la evolución del movi­ miento de grupos pequeños en Estados Unidos. Por grupos pequeños entiende cantidades pequeñas de

gente que se reúne de modo regular para, desarrollar in­ tereses comunes. A partir de una extensa investigación» concluye que el 40% de los norteamericanos — unos 75 millones— pertenecen al menos a un grupo pequeño que se reúne con regularidad. En tales grupos se genera un sentimiento de comunidad, pero 110 sólo en el viejo sentido de formar parte de un área local. La gente con inquietudes similares se junta más bien para hacer un “viaje por la vida*: A los grupos pequeños les va mejor de lo que a mu­ chos de sus críticos les gustaría pensar. Las comunidades que crean rara vez son frágiles. La gente se siente queri­ da. Se ayudan entre sí... Los vínculos que nacen entre los miembros de grupos pequeños demuestran claramente que no somos una sociedad de individualistas ariscos que desean vivir completamente solos, sino, más bien, que... incluso en medio de las tendencias discordantes de nues­ tra sociedad, somos capaces de apiñarnos en lazos de ayuda mutua

Muchos de los grupos se formaron en los sesenta» y reflejan ideas sobre el sistema grupal que se difundie­ ron por entonces. Algunos practican explícitamente las clases de valores que Inglehart denomina posmaterialis­ tas. lx>s modelos terapéuticos han influido a la mayoría fie estos grupos, independientemente de cuáles sean sus ámbitos específicos ríe interés. Los grupos de autoayuda son especialmente llamativos. Ck>mo todo grupo o comunidad, los grupos pequeños obviamente tienen sus limitaciones y problemas, pero evidencian una vida cívica floreciente.

En su estudio del Reino Unido en el periodo poste­ rior a 1950, Peter HaJl muestra que la actividad en el sec­ tor terciario — trabajo voluntario— ha crecido durante los últimos cuarenta años. I x>s grupos más tradicionales han decaído, pero han sido más que compensados por otros nuevos, especialmente grupos de auloayuda y eco­ logista5. Un cambio importante es el aumento de parti­ cipación de las miyeres. Los grupos de caridad han mostrado un incremento considerable —había más de 160.000 grupos caritativos registrados en Gran Bretaña en 1991—. Casi el 20% de Ja población se compromete con alguna forma de trabajo voluntario durante el año, y aproximadamente el 10% lohacesemanalmente. Hall comprobó que la gente joven se involucra hoy día en trabajos voluntarios al menos en igual proporción que las generaciones anteriores. Significativamente, sin embargo, la mayor parte del aumento de la actividad cívica se ha dado entre los es­ tratos más ricos. La gente de entornos más pobres suele central' sus contactos sociales informales en los parien­ tes y allegados. Proporciones mucho menores de gente perteneciente a los grupos más ricos sufre una ausencia total de apoyo social comparados con las personas de estratos más pobres °. Una de las preocupaciones principales del gobierno debería ser contribuir a restaurar el orden ciudadano en tales grupos. La comunidad integrada de la clase tra­ m adora es una imagen recurrente, pero hoy día perte­ nece principalmente al pasado. El compromiso ciuda­ dano está menos desarrollado en áreas y vecindarios marginados por la estela del cambio económico y so­ cial. La renovación de comunidades locales pobres su­

pone incentivar la iniciativa económica como medio para generar una recuperación cívica más amplia. Las lecciones de la ingeniería social de los sesenta se han aprendido ya en todas partes. Estudios recientes indi­ can que con un adecuado apoyo externo la iniciativa lo­ cal puede invertir procesos de declive, incluso aquellos profundamente arraigados7, Estos estudios provienen de muchas panes del mun­ do, no sólo de Europa o Estados Unidos. Ccara, al nor­ este de Brasil, es un ejemplo Las reformas en la zona fueron iniciadas por un grupo de jóvenes empresarios que trabajaban en sectores como la televisión, el comer­ cio minorista o los servicios. Las élites tradicionales de Ccara exportaban productos agrícolas al exterior, y esta­ ban más interesados en mantener los bajos salarios que en el desarrollo local. Los reformadores se juntaron seguidamente con ins­ tancias gubernamentales* utilizando técnicas de planifi­ cación partlcipativas y reuniéndose con organizaciones comunales. Para fomentar el desarrollo indígena se le­ van laron proyectos para introducir nuevas empresas en la región. A las familias más necesitadas se les asignó un empleo con salario mínimo por vivienda. Se construye­ ron centros de asistencia diaria, regidos no por el gobier­ no, sino por voluntarios con, al menos, el salario mínimo garantizado. Se ofrecieron recursos a grupos vecinales y organizaciones comunitaria* para hacer préstamos a pequeña escala —por ejemplo, prestar dinero a una mu­ je r para comprar una máquina de coser y que así pudie­ ra ganarse la vida—. Entre 1987 y 1994, la economía de Ceara creció a una tasa del 4%, comparada con el 1,4% del conjunto de Brasil.

La empresa social es otro ejemplo que viene al caso. Se han desarrollado una extraordinaria variedad de pro­ yectos de empresa social en diferentes países desde fina­ les de los ochenta. Uno es el “crédito de servicio”, intro­ ducido en una serie de ciudades en Estados Unidos y Japón. Los voluntarios que participan en obras de cari­ dad son “pagados” en tiempo donado por otros trabaja­ dores voluntarios. Un sistema informático registra cada “dólar temporal* ganado y gastado y proporciona a los participantes facturas regulares. Los dólares temporales están libres de impuestos y pueden acumularse para pa­ gar la asistencia sanitaria y otros servicios de salud, in­ cluyendo la reducción del coste del seguro sanitario. El Instituto Time Dollar de Nueva York está desarrollando una agencia de empleo que ofrezca acceso a oportuni­ dades laborales, formación y programas de apoyo. Los individuos pueden usar la agencia para obtener infor­ mación laboral y reciben un dólar temporal por cada hora adicional trabajada sobre cualesquiera que sean los salarios ortodoxos que reciban del trabajo. Estos pueden ser juntados y utilizados para cursos formativos o como recurso si la persona pierde su empleo. Un pro­ yecto iniciado en 1998 establecerá centros en cincuenta y dos ciudades del mundo para ofrecer programas de voluntariado, apoyados por empresarios, relacionados con educación y sanidad. Basados en programas de dó­ lar temporal, trata de fomentar una economía de tiem­ po voluntario, utilizando tecnología informática sofis­ ticada. El gob iern o d eb ería estar dispuesto a co lab o rar con estas tentativas, al igual que estim ular otras form as de adopción ‘consensuada d e decisiones y a u to n o m ía lo-

La TERCÍKAVÍ^

cal* I jos programas de microcréditos, por ejemplo, tie­ nen una probada eficacia como medio de estimular ini­ ciativas económicas locales. Algunas actividades pueden ser desarrolladas por comunidades locales, pero necesi­ tan a menudo ser autorizadas o revisadas por el gobier­ no. Esto es obviamente así en la educación, por q'emplo, en la que las escuelas pueden recibir una serie de nue­ vas potestades, pero el modo en el que éstas son ütiliza* das ha de ser regulado por el Estado. La inversión continuada en zonas recónditas de la ciudad puede engendrar técnicas de trabajo aplicables, desarrollar la propiedad económica local y suministrar capital para la restauración del activo inmobiliario. El gobierno puede suministrar capital de manera directa, pero también crear incentivos para que las sociedades privadas hagan inversiones, ofrecer programas de for­ mación y fomentar la iniciativa local. California, entre otros estados de Estados Unidos, tiene áreas empre.saríales productivas en funcionamiento, y otras planifica­ das. Se han hecho varias propuestas ulteriores. Una es renunciar al impuesto sobre las ganancias del capital si los beneficios se rcinvierten en negocios de manera que las acciones sean adquiridas por empleados resi­ dentes en zonas empresariales. Otra es hacerlo si las ga­ nancias se rcinvierten en organizaciones no lucradvas que ofrezcan formación laboral u otros bienes comuni­ tarios. Las políticas d.e renovación comunitaria no deben ignorar la esfera publica. Una esfera publica, abierta es tan importante a nivel local como nacional» y es una ma­ nera en la que la democratización conecta directamen­ te con el desarrollo comunitario. Sin ella, los programas

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de renovación comunitaria corren el riesgo de separar Ja comunidad de Ja sociedad globálmente considerada, y son susceptibles de corrupción. “Público” incluye aquí eJ espacio físico público. La degeneración de las comu­ nidades locales está marcada normalmente no sólo por la ruina genera], sino por la desaparición del espacio público seguro — calles, plazas, parques y otras áreas donde la gente puede sentirse a salvo. El Estado puede ahogar a la sociedad civil. Esto ocu­ rrió en las economías comunistas de Europa del Este y la Unión Soviética, donde no había una esfera pública desarrollada y donde Ja sociabilidad cotidiana estaba en gran parte reservada a la casa —había normalmente pocos restaurantes, cafés o entornos públicos para la in­ teracción social— Una sociedad civil saludable prote­ ge al individuo de un poder estatal abrumador. Tero la sociedad civil no es, como algunos quieren imaginar, una fuente de orden y armonía espontáneos. 1.a regeneración comunitaria puede producir sus propios pro­ blemas y tensiones. ¿Cuánto poder deberían tener las organizaciones de vigilancia .vecinal? ¿Qué ocurre cuan­ do grupos activistas locales tienen interpretaciones muy diferentes del futuro de la comunidad? ¿Quién decide dónde termina “la comunidad* y empiezan las otras? El gobierno debe pronunciarse sobre éstas y otras cuestiones difíciles. El Estado debería también prote­ ger a los individuos de los conflictos de interés siempre presentes en la sociedad civil. El Estado no puede üansmutarse en sociedad civil: “Sí el Estado está en todas partes, no esta en ninguna”^.

ÜEI .INCUENCIA Y COMUNIDAD

Prevenir la delincuencia, y reducir el miedo al crimen, están ambos estrechamente ligados a la regeneración comunitaria. Una de las innovaciones más significativas en criminología en años recientes ha sido el descubri­ miento de que la decadencia del civismo cotidiano está directamente relacionada con la criminalidad. Durante bastante dempo se prestó atención casi exclusivamente a los delitos graves —robo, agresión o violencia—. Sin embargo, los delitos menores y algunas formas de des­ orden público suelen tener un efecto cumulativo. En las ciudades europeas y americanas, cuando se les pide que describan sus problemas, los residentes en vecinda­ rios problemáticos mencionan los coches abandona­ dos, los graffitit la prostitución, lás bandasjuveniles y fenómenob similares. La gente actúa movida por la inquietud sobre estas realidades: se van de las áreas en cuestión, si pueden, o compran pesadas cerraduras para sus puertas y rejas para sus ventanas, y abandonan las instalaciones públi­ cas. Las alteraciones desenfrenadas del orden público son an indicador para los ciudadanos de que el área es insegura. Los ciudadanos temerosos se alejan de las ca­ lles, evitan ciertos barrios y restringen sus actividades y asociaciones normales. A la vez que se retiran física­ mente, se apartan también de los roles de mutua ayuda respecto a sus conciudadanos, con lo cual renuncian a Los controles sociales que en otro tiempo ayudaron a man­ tener el civismo en la comunidad. “En definitiva, el re­ sultado para un barrio cuya red de vida urbana y trato social ha sido socavada es una creciente vulnerabilidad

al influjo de un mayor desorden público y crímenes graves” La$ implicaciones de esta tesis deberían compren­ derse fácilmente. No significa aumentar los poderes de la policía para barrer a los indeseables de la calle. Más bien al contrario, significa que la policía debería cola­ borar estrechamente con los ciudadanos para mejorar los niveles comunitarios locales y la conducta cívica, uti­ lizando la educación, la persuasión y el asesoramiento en lugar de la denuncia. En su reciente libro, el aboga­ do Stephen Cárter ha trazado el derrotero del civismo en las sociedades modernas. Define el civismo como “la. suma de los muchos sacrificios que nos corresponde ha­ cer para poder vivir juntos*. Trata sobre nuestras rela­ ciones con extraños— sentirse seguro en encuentros en lugares públicos con individuos que puede que no vea­ mos nunca más n . Se dice con frecuencia que la gente suele tener un miedo irracional al crimen. La gente mayor, en especial la que vive en áreas más pobres, se angustia a menudo ante la posibilidad de ser atracados, cuando las oportu­ nidades de que esto ocurra, son bajas. Los hombres más jóvenes tienen mucha mayor probabilidad de ser vícti­ mas de una agresión que los mayores. No obstante, esto no tiene en cuenta el hecho de que la gente que teme el crimen altera su comportamiento para evitar situacio­ nes potencialmente peligrosas —no salir de noche, y demás—. El riesgo de ser una víctima de la delincuencia parece, por ello, menor de lo que realmente es. Una labor de policía colal>oradoTa requiere no sólo ganar la cooperación de los propios ciudadanos, sino cambiar la actitud característica de las fuerzas policia­

les. La mayoría de los países lia adoptado el “modelo profesional de policía”, introducido a partir de finales de los años cincuenta. 1.a “policía profesional” implica concentrarse principalmente en la delincuencia grave y atajarla a través de la centralización de la autoridad policial, también a nivel transnacional. Sin embargo, las im­ plicaciones devolutivas de la globalizadón atañen a la policía tanto como a otras esferas. Un énfasis renovado en la prevención del crimen antes que en el endureci­ miento de las leyes puede ir acompañado de la reinte­ gración de la policía en la comunidad. El aislamiento de la policía respecto a aquellos a los que supuestamen­ te sirve origina a menudo una mentalidad de sitio, ya que la policía tiene poco contacto regular con los ciuda­ danos comunes. Para que funcionen, los consorcios entre las instan­ cias gubernamentales, el sistema de justicia criminal, las asociaciones locales y las organizaciones comunitarias han de ser completos — todos ios grupos económicos y étnicos han de estar incluidos E2— . El gobierno y los empresarios pueden actuarjuntos para ayudar a enmen­ dar la decadencia urbana. Un modelo es la creación de distritos de aprovechamiento empresarial que conce­ dan rebajas fiscales a las sociedades que partidpcn en una planiíicadón estratégica y aporten inversiones a las áreas designadas. Para tener éxito, tales programas exi­ gen un compromiso a largo plazo con objetivos sociales. Hacer hincapié en estas estrategias no significa negar los vínculos existentes entre desempleo, pobreza y delincucnda. De hecho, la lucha contra estos males sociales debería estar coordinada con programas comunitarios dirigidos a la prevención del crimen. Estos programas

pueden, en verdad, contribuir directa e indirectamente a fomentar lajusticia social. Donde el orden ciudadano ha decaído a la vez que los servicios públicos y el capital inmobiliario, otras oportunidades también disminuyen. Mejorar la calidad de vida en un barrio puede revivirlas.

La

familia dem ocrática

l,a familia es una institución básica de la sociedad ci­ vil. La política familiar es un test clave para ía nueva po­ lítica: ¿hay una política familiar más allá del neoliberalismo y de la sorialdemocracia a la antigua? Como en tantos otros ámbitos, el telón de fondo es el cambio. I^s estadísticas son bien conocidas. El divor­ cio ha aumentado exorbitantemente en casi todos los países occidentales, aunque las tasas en algunos de ellos son mucho más altas que en otros. La proporción de fa­ milias monoparentales y de niños nacidos de padres solteros ha crecido considerablemente. En el Reino Uni­ do, en 1994, el 32% de los nacimientos ocurrían fuera del matrimonio. Mientras que en Italia la tasa era sólo del 7%, en Francia era del 35%, en Dinamarca del 47% y en Suecia del 50%. El número de gente que vive sola tam­ bién se ha incrementado. En muchos países, sólo una minoría de niños crece en un contexto “tradicional", donde el padre y la madre están casados y viven en la misma casa que sus hijos biológicos, en la que el padre es el sustento económico y la madre ama de casa. Muchos hablan ahora de la desintegración de la fa­ milia. Si tal desintegración está ocurriendo, es extrema­ damente significativa. La familia es punto de encuentro

de una serie de pautas que están afectando a la sociedad en su conjunto —creciente igualdad entre los sexos, entiada generalizada de las miijeres en la fuerza de traba­ jo , cambios en el comportamiento y expectativas sexua­ les, relación cambiante entre hogar y empleo. La derecha tiene una historia particular que contar acerca de las consecuencias de estos cambios. La. familia está en crisis porque la familia tradicional está desinte­ grándose. Los remedios propuestos brotan de este análi­ sis. Debería reafirmarse la inviolabilidad del matrimonio. El matrimonio es el principal campo de entrenamiento emocional para los machos descarriados, comprometién­ doles a deberes y responsabilidades que en otro caso abandonarían. 1.a ausencia de padre, según esta visión, "es la tendencia demográfica más perjudicial de esta ge­ neración... Es también el motor que impulsa nuestros problemas sociales mas urgentes, desde la delincuencia a los embarazos adolescentes, pasando por el abaso sexual infantil y la violencia domestica contra las mujeres” 13. Para preservar la familia, el divorcio debería hacerse mas difícil de obtener. Las relaciones familiares heterodoxas, como las homosexuales, no deberían redbir apoyo ni del gobierno ni de las autoridades religiosas, o deberían ser activamente dificultadas. El matrimonio homosexual debe seguir estando legalmente proscrito. I jz s medidas sociales que incentivan los hogares monoparentales de­ berían ser reformadas para erradicar este efecto. Muchos socialdemócratas de izquierda, y también al­ gunos libertarios, mantienen una postura muy diferen­ te. Para ellos la historia de la familia contemporánea es una saludable proliferación. Después de todo, si diversi­ dad y elección son los lemas de la época, ¿por qué debe­

rían detenerse en el umbral de la familia? Deberíamos aceptar que la gente pueda vivirjunta felizmente sin es­ tar casada, que los homosexuales puedan criar niños con igual competencia que la población heterosexual, y que, con los recursos adecuados, los padres solteros sean capaces de criar niños igual de satisfactoriamente que las parejas. ¿Cómo puede la nueva política afrontar la cuestión de la familia? Deberíamos tener claro en primer lugar lo poco plausible que es la idea de regresar a la familia tradicional. Merece la pena enumerar las razones: • Estamos asistiendo a profundos procesos de cam­ bio en la vida cotidiana, que tienen un alcance mucho mayor que la capacidad de ninguna ins­ tancia política para invertirlos. • I ,a nostalgi a de la familia tradicional idealiza el pa­ sado. Las familias rotas eran casi tan comunes en el Reino Unido en el siglo xix como ahora, aun­ que el motivo principal era. la muerte de un cónyu­ ge en lugar de la separación o el divorcio. La inves­ tigación histórica está desvelando mudias cosas sobre el lado oscuro de la familia tradicional, en la que la violencia y el abuso sexual contra niños eran mucho más frecuentes de lo que la mayoría de los historiadores creía. • La familia tradicional era ante todo una unidad económica y de parentesco. Los lazos matrimoniar les no estaban individualizados como ahora, y el amor o el compromiso afectivo no eran la base fun­ damental del matrimonio, tal como se han con­ vertido con posterioridad.

LaTOORaYU

• El matrimonio tradicional estaba basado en la des­ igualdad de los sexos y la posesión legal de las mu­ jeres por parte de los maridos —las mujeres fue­ ron vasallas en la ley inglesa hasta bien entrado este siglo—. De manera similar, los niños tenían es­ casos derechos legales. • La familia tradicional implicaba generalmente un doble rasero sexual. Las mujeres casadas debían ser "Virtuosas”, en parte por la importancia de ase­ gurar la paternidad. A los hombres les estaba per­ mitida una mayor libertad sexual. • Los niños eran la raison d’étreorque las actividades económicas informales, los true­ ques y las transacciones monetarias no oficiales son más

comunes entre los grupos más desfavorecidos. Final­ mente, los países con periodos duraderos de gobierno neoliberal han mostrado mayores aumentos de la des­ igualdad económica que otros, con Estados Unidos, Nue­ va Zelanda y Reino Unido a la cabeza. Escribiendo sobre Estados Unidos, el periodista polí­ tico Mickey Kaus ha sugerido una distinción entre el “li­ beralismo económico”y el "liberalismo cívico" 4. La bre­ cha entre ricos y pobres seguirá creciendo y nadie puede evitarlo. El reino de lo público, no obstante, puede re­ construirse a través del “liberalismo cívico" Kaus tiene seguramente razón aJ afirmar que el vaciamiento del es­ pacio público puede revertirse, y que abordar la exclu­ sión social en la cúspide no es sólo una cuestión econó­ mica. Sin embargo, las desigualdades económicas no son, ciertamente, irrelevantes para los mecanismos ex­ cluyen tes y no hemos de desistir en reducirlas. En el contexto europeo» un elemento clave es mante­ ner los niveles de gasto público. El Estado do bienestar puede necesitar una reforma radical, pero los sistemas de bienestar influyen» y deben hacerlo, en la distribu­ ción de la riqueza. También pueden contemplarse otras estrategias» algunas de ellas susceptibles de aplicación generalizada» tales como programas de suscripción de capital por parte de los empleados, que podrían tener importantes implicaciones redistributivas. Una influen­ cia esencia] para la distribución de la renta es la cre­ ciente igualdad sexual. Aquí la desigualdad de renta decrece, no aumenta, contradiciendo de nuevo la afir­ mación simple de que la sociedad se está haciendo más desigual. I>os cambios en la familia afectan a las estruc­ turas de desigualdad. Por ejemplo, en el Reino Unido

en 1994-1995, la mitad de los incluidos en el 20% supe­ rior de los ingresos eran o bien trabajadores solteros a tiempo completo o parejas en las que ambos trabajaban a tiempo completo. Los nuevos patrones de desigual­ dad no vienen simplemente dados. Pueden ser afecta­ dos por políticas gubernamentales, como las que esti­ mulan la inclusión de los padres solteros en la fuerza de trabajo. El “liberalismo cívico”—la recuperación del espacio público— debe ser, en todo caso, parte básica de una so­ ciedad inclusiva en la cúspide. ¿Cómo puede renovarse o mantenerse tiste liberalismo? FJ cultivo exitoso de la nación cosmopolita es una manera* La gente que se sien­ te miembro de una comunidad nacional es más procli­ ve a reconocer un compromiso con otros dentro de ella. El desarrollo de un ithos empresarial responsable es también importante* En términos de solidaridad social, los grupos más importantes no son solo los nuevos ricos incorporados, sino también los miembros de la clase media profesional y adinerada, pues están más cerca de las franjas que amenazan con apartarse del espacio pú­ blico. Mejorar la calidad de la educación pública, soste­ ner un .servicio sanitario sólido, promover prestaciones públicas seguras y controlar los niveles de criminalidad, todo esto es relevante. Por estas razones es por lo que la reforma del Estado de bienestar no debería reducirlo a una red de segundad. Sólo un sistema de bienestar que beneficie a la mayor paite de la población generará una moral común de ciudadanía. Allí donde el “bienestar” asume sólo una connotación negativa y se dirige mayor­ mente a los pobres, como ha solido ocurrir en Estados Unidas, los resultados son divisorios.

Estados Unidos tiene un nivel mayor de desigualdad económica que ningún otro país industrializado. Con todo, incluso en esa sociedad, la tierra natal del indivi­ dualismo competitivo, hay motivo para la esperanza en que la “rebelión de las clites” pueda contenerse. En su reciente investigación, el sociólogo Alan Wolfe encon­ tró escasa evidencia de que las personas de clase media alta estuvieran separándose de la sociedad globalmente considerada. Descubrió un amplio respaldo a la justicia social en América, “compartido con tanta probabilidad por conservadores cristianos como por liberales de la Costa Esto” La mayoría cree que la desigualdad econó­ mica en Estados Unidos se está extremando demasiado: Los economistas que adoptan un enfoque fatsset- [aire hacia su disciplina han tendido a sostener que los sueldos elevados de altos directivos, incluso cuando son aparente­ mente abusivos, acaban por beneficiar a todo el mundo, ya que las compañías ineficientes o los ejecutivos ¡nfrapagados no sirven a los intereses de nadie. Pero desde la perspectiva de la América de clase media, los salarios cor­ porativos altos son más susceptibles de sor considerados egoístas, y las personas y organizaciones egoístas, por es­ tar fuera de equilibrio, ponen en peligro la fragilidad del orden social No es difícil pensar en políticas que tengan un efecto positivo sobre el espacio público en lugar de corroerlo. La atención sanitaria, por ejemplo, debería responder a las necesidades de un electorado amplio. “Atención sani­ t a r i a e n este contexto, debería entenderse en sentido extenso, de modo proporcionado a la idea del bienestar

positivo que se discutirá posteriormente. 1.a reducción de la contaminación medioambiental, por ejemplo, es un beneficio general. Ciertamente, las estrategias ecoló­ gicas son un elemento central de los acuerdos sobre cali­ dad de vida, pues la mayoría de los beneficios ecológicos repercuten sobre las distintas clases. Al igual que la exclusión social en la cúspide, la ex­ clusión en la base tiende a reproducirse a sí misma. De­ bería seguirse cualquier estrategia que rompa los ciclos de pobreza: Es... absolutamente esencial ayudar a los adultos sin habilidades o cualificadones básicas a que las adquieran, ayudar a las personas cuyas habilidades están anticuadas a que las actualicen, y aumentar la confianza en sí mismo de cualquiera cuya moral haya sido minada por un perio­ do largo sin empleo. Las personas sin cualificación denen cinco veces más probabilidades de quedarse sin empleo que aquellos con unas cualificariones de mayor nivel edu­ cativo: al fixial, el empleo va a los empleables 7. La educación y el aprendizaje se han convertido en el nuevo mantra para los políticos socialdemócratas. Tony Blair describe notoriamente sus tres prioridades princi­ pales en el gobierno como “educación, educación, edu­ cación”. La necesidad de mejores técnicas educativas y aprendizaje cualificado es aparente en la mayoría de los países industrializados, especialmente j>ara los grupos más pobres. ¿Quién podría negar que una población bien formada es deseable para cualquier sociedad? La inversión en educación es hoy un imperativo parad go­ bierno, una clave para la “redistribución de posibilida­

des”. Sin embargo, la idea de que ía educación puede reducir las desigualdades de manera directa debería contemplarse con cierto escepticismo, Gran cantidad de estudios comparados, en Estados Unidos y Europa, demuestran que la educación tiende a reflejar desigual­ dades económicas más amplias, y que éstas han de ser abordadas en su origen. La participación en la fuerza de trabajo, y no sólo en empleos sin proyección, es claramente vital para atacar la exclusión involuntaria. El trabíyo tiene múltiples be­ neficios: genera ingresos para el individuo, da una sen­ sación de estabilidad y dirección en la vida, y crea rique­ za para la sociedad en general. Pero la inclusión ha de extenderse mucho más allá del trabajo, no sólo porque hay mucha gente en cualquier momento incapaz de es­ tar en la fuerza de trabajo, sino porque una sociedad dominada en exceso por la ética del trabajo sería un lu­ gar bastan lc desagradable en el que vivir. Una sociedad inclusiva debe proveer lo suficiente para las necesida­ des básicas de los que no pueden trabajar, y debe reco­ nocer la mayor diversidad de metas que la vida ofrece. Los programas convencionales contra la pobreza han de ser reemplazados por enfoques basados en la comu­ nidad, que permiten mayor participación democrática a la vez que son más eficaces. Los incentivos a la cons­ trucción comunitaria mantienen las redes, la autoayuda y el sostenimiento del capital social como medios para generar la renovación económica en barrios de rentas bajas. Luchar contra la pobreza requiere una inyección de recursos económicos, pero aplicados a apoyar la ini­ ciativa local. Dejar a la gente enredada en prestaciones tiende a excluirla de la sociedad globalmente conside­

rada. Reducir prestaciones para forzar a los individuos al trabajo les empuja a mercados de trabajo precario ya saturados. Las iniciativas de construcción comunitaria se concentran en los múltiples problemas a los que se enfrentan individuos y familias, incluyendo la calidad del trabajo, atención sanitaria e infantil, educación y transporte

U na sociedad de bjknestar positivo Ningún asunto ha polarizado a la izquierda y a la de­ recha tan claramente en años recientes como el Estado de bienestar, ensalzado por un lado y vituperado por el otro. Lo que llegó a ser “el Estado de bienestar” (un tér­ mino no usado extensamente hasta los años sesenta, y que a William Beveridge, el arquitecto del Estado de bienestar británico, le disgustaba profundamente) tie­ ne en realidad una historia ajetreada. Sus orígenes estu­ vieron bastante lejos de los ideales de la izquierda —en verdad, fue creado en parte para disipar la amenaza so­ cialista.—. Los grupos dirigentes que levantaron el siste­ ma de seguridad social en la Alemania imperial a finales del siglo xjx despreciaban la economía del UússezrfaiTe tanto como el socialismo. Sin embargo, el modelo de Bismarek fue copiado por muchos países. Beveridge visitó Alemania en 1907 para estudiar el modelo El Estado de bienestar* tal como existe hoy en Europa, fue creado en y por la guerra, como lo fueron tantos aspectos de la ciudadanía nacional. El sistema que Bismarck creó en Alemania es consi­ derado usuaJmente como la forma clásica del Estado de

bienestar. No obstante» el Estado de bienestar alemán ha tenido siempre una red compleja de grupos y asocia­ ciones del sector terciario, de la que han dependido las autoridades para poner en práctica fas políticas del bien­ estar. La meta es ayudar a éstas a alcanzar sus objetivos sociales. En áreas como la atención infantil, los grupos del sector terciario tienen casi un monopolio. El sector no lucrativo en Alemania se expandió, en lugar de men­ guar, a medida que el Estado de bienestar crecía. Los Estados de bienestarvarían en el grado en que incorpo­ ran o dependen del sector terciario. En Holanda, por ejemplo, las organizaciones no lucrativas constituyen el principal sistema de provisión de servicios sociales, mien­ tras que en Suecia casi no se utiliza ninguna. En Bélgica y Austria, como en Alemania» casi la mitad de los servi­ cios sociales son asegurados por grupos 110 lucrativos. El científico político holandés Kees van Kcrsbcrgcn sostiene que “uno de los grandes discernimientos del debate contemporáneo [sobre el Estado de bienestar] es que igualar socialdemocracia y Estado de bienestar puede haber sido un error"l0. Examina en detalle la in­ fluencia de la democracia cristiana sobre el desarrollo de los sistemas de bienestar continentales y el mercado social. Los partidos demócrata-cristianos descienden de los partidos católicos que fueron importantes en el pe­ riodo de entreguerras en Alemania, Holanda, Austria y, en menor grado, Francia e Italia. Los unionistas católi­ cos veían al socialismo como el enemigo y trataron de desbordarlo en su propio terreno subrayando la codeterminación y la reconciliación de clases. La opinión de Ronafd Reagan, expresada en 1981, de que “hemos per­ mitido al gobierno arrebatarnos aquellas cosas que an­

tes podíamos hacer voluntariamente” llene un eco muy anterior en Europa en la tradición católica. Iglesia, fami­ lia y amigos son las principales fuentes de solidaridad so­ cial. El Estado debería intervenir sólo cuando esas insti­ tuciones no cumplan enteramente con sus obligaciones. Reconociendo la historia problemática del Estado de bienestar, la política d.e la tercera vía debería aceptar al­ gunas de las críticas que la derecha hace al Estado. Es esencialmente no democrático, dependiendo efectiva­ mente de una distribución vertical de prestaciones. Su fuerza motriz es la protección y la atención, pero no da suficiente espacio a la libertad personal. Algunas formas ríe institucionalización del bienestar son burocráticas, alienantes e ineficientes, y las prestaciones del bienestar pueden producir consecuencias perversas que socavan aquello para lo que estaban diseñadas. No obstante, la política de la tercera vía no ve estos problemas como una señal para desmantelar el Estado de bienestar, sino como una parte de la necesidad de reconstruirlo. ¡.as dificultades del Estado de bienestar son sólo en parte económicas. En la mayoría de las sociedades occi­ dentales, el gasto proporcional en sistemas de bienestar ha permanecido bastante estable durante los últimos diez años. En el Reino Unido, la porción de PÍB inverti­ da en el Estado de bienestar aumentó regularmente du­ rante gran parte del siglo, hasta finales de los años se­ tenta. Desde entonces se ha estabilizado ll, aunque las figuras brutas esconden cambios en la distribución del gasto y las fuentes de ingresos. La elasticidad de los pre­ supuestos del sistema de bienestar en el Reino Unido es tanto más notable dada la determinación de los gobier­ nos de MargaretThatchcr por recortarlos.

El gasto en educación, como porcentaje del PÍB, cayó entre 1975 y 1995 del 6,7% al 5,2%. El gasto en el servi­ cio sanitario, sin embargo, creció durante este periodo. En 1975 era equivalente al 3,S% del PIB. En 1995 había aumentado hasta el 5,7% (un porcentaje menor que en la mayoría de los demás países industriales). La vivienda pública experimentó el mayor recorte, cayendo del 4,2% del PIB en 1975 al 2,1% veinte años más tarde. Como ocurrió en otros lugares, el gasto en seguridad social fue el que más aumentó. En 1973-1974 llegaba al del PIB. En 1995-1996 alcanzó el 11,4%. El gasto en se­ guridad social creció más del 100% en términos reales durante esc periodo. Los principales factores que subyacen a este aumento fueron el alto desempleo, un cre­ cimiento del número de empleados: pobres y cambios en los patrones demográficos, especialmente un creci­ miento del número de padres solteros y de ancianos. Todos los sistemas de bienestar han seguido evoluciones muy similares, pues están ligados a cambios es­ tructurales intensos. Están causando problemas funda­ mentales a los Estados de bienestar más completos, como los existentes en Escandinavia. El igualitarismo nórdico dene raíces históricas y culturales, no es sólo producto de un Estado de bienestar universalista. Hay lina mayor aceptación pública de altos niveles de im­ puestos que en la mayoría de los países occidentales. Pero el sistema de prestaciones sufre tensiones cuando el desempleo crece, como ocurrió en Finlandia—^esto a pesar del hecho de que los países nórdicos iniciaron po­ líticas activas de mercado de trabsjóvenes deberían buscar modelos entre los ancianos, y la gente mayor de­ bería verse como sirviendo a las generaciones futuras 17. ¿Son realistas tales aspiraciones en una sociedad que se ha apartado del respeto, y en la que la edad ya no parece portar sabiduría? Varios factores apuntan a que pueden serlo. Ser “anciano" dura más de lo que solía. Hay mucha más gente mayor en la población y, por tanto, los ancianos son más visibles sorialmente. Finalmente, su impli­ cación creciente en el trabajo y la comunidad debería servir para vincularles directamente con las generacio­ nes másjóvenes. La posición de los ancianos frágiles, gente que nece­ sita atención continua, suscita cuestiones más peliagu­ das. Hoy hay veinte veces más gente mayor de ochenta y cinco años en el Reino Unido de la que había en 1900* Muchos de los “ancianos jó venes” pueden estar en una situación bastante distinta a la de aquellos pcrtenecien-

tes ai mismo grupo de edad hace un par de generacio­ nes. El problema es diferente para los “ancianos viejos”, algunos de los cuales lo pasan m a l L a cuestión de que recursos colectivos deberían ponerse a disposición de los ancianos frágiles no es sólo de racionamiento. Hay que afrontar ciertos temas, incluidas cuestiones éticas bastante fundamentales, que sobrepasan en mucho el alcance de esta discusión. ¿Y el empleo? ¿Significa algo todavía la meta del pleno empleo? ¿Hay una relación directa, como dicen ios neoli­ berales, entre empleo y mercados laborales desregula­ dos, contrastando el “milagro laboral” de Estados Unidos con la Euroesclerosis? Deberíamos señalar, antes de nada, que no hay una sencilla comparación posible entre “Estados Unidos" y el “modelo europeo” Como ha mos­ trado el economista Stephen NickeJl, ios mercados labo­ rales en Europa muestran una gran diversidad. Durante el periodo entre 1983 y 1996 hubo grandes variaciones en las tasas de desempleo en la Europa de la OCDE, des­ de un 1,8% en Suiza hasta más del 20% en España. De los países de la OCDE, el 30% tuvo durante estos años tasas de desempleo menores que Estados Unidos. Aquellos con las menores tasas no destacan por tener los merca­ dos de trabajo más desregulados (Austria, Portugal» No­ ruega). Las rigideces del mercado laboral, al igual que una legislación estricta sobre el empleo, no influyen fuer­ temente en el desempleo. El alto desempleo esta ligado a prestaciones generosas que continúan indefinidamente y a pobres niveles educativos en el extremo inferior del mercado laboral—el fenómeno de la exclusión l9. La postura de la tercera vía debería ser que la desre­ gulación general no es la solución. El gasto en bienestar

debería permanecer en niveles europeos y no estado­ unidenses, pero habría de destinarse en cuanto fuera po­ sible a la inversión en capital humano. Los sistemas de prestaciones deberían reformarse cuando induzcan al riesgo moral, y debería estimularse una actitud de adop­ ción de riesgos más activa, allí donde sea posible me­ diante incentivos, pero donde sea necesario mediante obligaciones legales. Merece la pena, quizá, llegados a este punto, comen­ tar brevemente el “modelo holandés” citado a veces como adaptación exitosa de la socialdemocracia a las nuevas condiciones sociales y económicas. En un acuer­ do concluido en Wassenaar hace unos dieciseis años, los sindicatos del país accedieron a la moderación salarial a cambio de una reducción gradual de horas de trabajo. Como resultado, los costes laborales han caído en más de un 30% durante los últimos diez años, mientras que la economía lia prosperado. Esto se ha logrado con una tasa de desempleo menor del 6% en 1997. Examinado más de cerca, sin embargo, el modelo ho­ landés es menos impresionante, por lo menos en térmi­ nos de creación de empleo y reforma del sistema de bienestar. Cantidades importantes de personas que en otros países contarían como descmpleados viven de presta­ ciones por incapacidad —el país, de hecho, tiene más gente registrada como no apta para el trabajo que como oficialmente dcscmpleada—. En el 51%, la proporción de la población con edades entre quince y sesenta y cua­ tro años trabajando a tiempo completo es menor que en 1970, cuando era casi del 60% y está bastante lejos de la media europea del 67%. De ios empleos creados du­ rante los últimos die2 años, el 90% son a tiempo parcial.

Holanda gasta la proporción más alta de renta de los paí­ ses europeos en seguridad social, y su sistema de bienes­ tar está sometido a una tensión considerable 20. Las estrategias para la creación de empleo y el futuro del trabajo han de estar basados en una orientación ha­ cía las nuevas exigencias económicas. Empresas y con­ sumidores operan crecientemente a escala mundial si­ guiendo los criterios exigidos para los bienes y servicios. Los consumidores compran a escala m undiaJ»en el sen­ tido de que la distribución es global y, por tanto, “lo me­ jo r” ya no tiene conexión genérica con el lugar en que se producen los bienes y servicios. Las presiones para cumplir estos criterios alcanzarán también cada vez más a las fuerzas de trabajo. En algunos contextos, tales pre­ siones profundizarán probablemente los procesos de exclusión social. La diferenciación no será sólo entre tra­ bajadores manuales y c o t í estudios, o entre alta y baja cualificadón, sino entre aquellos con una perspectiva lo­ cal y aquellos más cosmopolitas. 1.a inversión en recursos humanos está demostrando ser la fuente principal de eficacia de las empresas en sectores económicos clave. Un estudio en Estados Uni­ dos comparó 700 grandes empresas de industrias dife­ rentes. Los resultados mostraron que incluso una dife­ rencia marginal en un índice de inversión en personas aumentaba las ganancias de los accionistas en 41.000 dólares 21. El analista financiero Rosabeth Moss Kanter identifica cinco áreas principales en las que la política gubernamental puede contribuir a la creación de em­ pleo. Debería haber apoyo a im cialivas empresariales rd ativas a la puesta en marcha de pequeños negocios y a la innovación tecnológica. Muchos países, particularmen­

te en Europa, ponen todavía demasiada fe en que las instituciones económicas establecidas, incluido el sec­ tor público, creen empleo. En un mundo “en el que los consumidores pueden literalmente comprar trabajado­ res", sin las nuevas ideas avaladas por el empresariado hay ausencia de competencia. La empresa es una fuente directa de empleos. También estimula el desarrollo tec­ nológico, y da a la gente oportunidades para el autoempleo en épocas de transición. La política gubernamental puede ofrecer apoyo directo al empresariado, ayudan­ do a crear capital empresarial, pero también reestructu­ rando los sistemas de bienestar para dar seguridad cuando los negocios arriesgados vayan mal —por ejem­ plo, dando a la gente la opción de declarar sus impues­ tos en ciclos de dos o tres años en lugar de sólo anual­ mente. Los gobiernos han de impulsar la educación durante toda la vida? desarrollando programas educadvos que comiencen en los primeros anos de un individuo y con­ tinúen incluso a una edad madura. Aunque el aprendí* ¿aje de conocimientos específicos pueda ser necesario para muchos cambios de empleo, más importante es el desarrollo de la competencia cognitiva y emocional. En lugar de descansaren prestaciones Acondicionadas, las políticas deberían orientarse a estimular el ahorro, el uso de recursos educativos y otras oportunidades de in­ versión personal. Las asodaciones para proyectos públicos pueden otorgar a la empresa privada un papel mayor en actividades de las que antes se ocupaban los gobiernos, a la vez que asegurar que el interés público sigue siendo el superior. El sector público puede a su vez proveer recursos que

pueden ayudar a florecer a Ja empresa y sin los cuales los proyectos conjuntos pueden fracasar. Moss Kanter s^ ala que los programas de bienestar para el trabajo en Estados Unidos han fracasado por el problema del transporte, l-as empresas ofrecen empleos en zonas que las personas dispuestas a ellos no pueden alcanzar fácil­ mente debido a la ausencia de infraestructuras adecua­ das de transporte. Las políticas gubernamentales pueden acrecentar la movilidad, ya sea mediante niveles comunes de educa­ ción o mediante derechos transferibles de pensiones. Una mayor armonización de prácticas y niveles educati­ vos, por ejemplo, es deseable para una fuerza de trabajo cosmopolita. Algunas sociedades mundiales han estable­ cido ya requisitos de entrada estandarizados» pero los gobiernos han de llevar la pauta. Como en otras áreas, la armonización no es necesariamente enemiga de la di­ versidad educativa y puede incluso ser la condición de su mantenimiento. Finalmente, lo s gobiernos deberían estimular políti­ cas de lugar de trabajo compatible con la fam ilia, algo que también puede realzarse mediante colaboraciones público-privadas. Los países varían considerablemente en el nivel de atención infantil que ofrecen, por ejemplo, al igual que las empresas. No sólo la atención infantil, sino otras oportunidades laborales, como la telecomuni­ cación o los años sabáticos, pueden ayudar a reconciliar empleo y vida, doméstica. Cuanto más hincapié hagan las empresas en lo s recursos humanos, más competencia habrá para tener lo s mejores ambientes laborales com­ patibles con la familia. Los gobiernos que las ayuden tenderán también a atraer inversión interna ^

¿Pueden producir estas estrategias una vuelta al ple­ no empleo en el sentido corriente: suficientes buenos empleos para lodos los que quieren uno? Nadie lo sabe, pero parece poco probable. La proporción de em­ pleos duraderos a tiempo completo está descendiendo en las economías occidentales. Las comparaciones entre las '‘economías de pleno empleo”, como Estados Unidos o el Reino Unido, y las sociedades “con alto desempleo”, como Alemania o Francia, son menos inequívocas cuan­ do comparamos no el número de empleos sino las horas de tral>ajo realizadas. La creación neta de empleo cualifi­ cado seguro y bien pagado durante la década 1986-1996 fue la misma en Alemania que en Estados Unidos, un 2,6%. La productividad del trabajo se duplicó en Alema­ nia durante ese periodo, mientras que en Estados Uni­ dos aumentó sólo un 25% 23. Ya que nadie puede decir si el capitalismo glolad ge­ nerará o no suficiente trabajo en el futuro sería absurdo proceder como si lo fuera a hacer. ¿Es posible la “redis­ tribución activa” del trabíyo sin consecuencias contra­ producentes? Probablemente no en la forma de límites a la semana laboral fijados por el gobierno —las dificul­ tades de tales proyectos son bien conocidas—. Pero si la contemplamos en un contexto más amplio, no tenemos que preguntarnos si es posible la redistribución del tra­ bajo. Está ocurriendo ya. de modo generalizado, y la cla­ ve es fomentar sus aspectos positivos. Un experimento muy citado es el de la planta de Hewlett Packard en Grenoble. La planta se mantiene abierta en un ciclo de 24 horas siete días a la semana. Los empleados tienen una semana laboral justo por encima de 30 horas, pero reci­ ben los mismos salarios que cuando trabajaban 37,5 ho­

ras semanales. La productividad del trabajo ha aumen­ tado sustancialmente ¿i. Puesto que el renacimiento de la cultura cívica es una ambición básica de la política de la tercera vía, el compromiso acdvo del gobierno en la economía social tiene sentido. De hecho, algunos nos han presentado la elección en términos rigurosos, dado el estatus proble­ mático del pleno empleo; o bien ana mayor participa­ ción en la economía social, o bien afrontar el surgimien­ to de “culturas proscritas”. Las posibilidades son diversas, incluyendo los programas del dólar temporal mencio­ nados anteriormente y los salarios indirectos — rebajas fiscales por horas trabajadas en la economía social—. Como muestran divertios estudios en Europa, “más y más personas buscan un trabajo con significado propio y oportunidades para el compromiso fuera del trabajo. Si la sociedad puede valorar más y recompensar ese com­ promiso, y ponerlo al nivel del empleo remunerado, puede crear tamo una identidad individua] como cohe­ sión social” *5. En «uma, ¿que apariencia tendría un Estado de bien­ estar reformado radicalmente, el Estado social inversor en la sociedad de bienestar positivo? El gasto en bienes­ tar, entendido como bienestar positivo, no será genera­ do y distribuido totalmente a través del Estado, sino por el Estado actuando en combinación con otros agentes, incluyendo el mundo financiero. La sociedad del bien­ estar en este contexto no es sólo la nación, sino que se extiende por encima y debajo de ella. El control de la contaminación medioambiental, por ejemplo, nunca puede ser asunto del gobierno nacional solamente, pero es, sin duda, directamente relevante para el bienestar.

En la sociedad de bienestar positivo se altera el contrato entre individuo y gobierno, pues la autonomía y el desa­ rrollo personal —el medio de expandir la responsabili­ dad individual—* se convierten en el foco principal- El bienestar, en este sentido básico, atañe a los ricos igual que a los pobres. El bienestar positivo sustituiría cada aspecto negativo de Bcveridge por uno positivo: en lugar de Indigencia» autonomía; no Enfermedad, sino salud activa; en lugar de Ignorancia, educación, como elemento duradero de Ja vida; en vez de Miseria, bienestar; y en lugar de Indo­ lencia, iniciativa.

H a c ia

ia era global

L o s socialdcmócratas deberían buscar un nuevo papcl a la nación en un mundo cosmopolita. El orden glo­ bal emergente no puede sostenerse como un “merca­ do puro”. El mercado fracciona tanto como unifica: un mundo de mil ciudades-estado, que algunos han predicho, sería inestable y peligroso. Una reafirmación del papel de la nación * es importante como fuerza estabilizadora, constituye una barrera frente a la fragmenta­ ción completa. 1.a identidad y la pertenencia son potencialmente divisivas. ¿Cuán realista es suponer que la afiliación a la nación puede ser una fuerza benigna? Al fin y al cabo, el Estado-nación y el nacionalismo es sabi­ do que tienen un rostro de Jano —las naciones propor­ cionan un mecanismo integrador de la ciudadanía, pero el nacionalismo puede hacerse beligerante, y las aspiraciones nacionalistas han alimentado muchos con­ flictos destructivos durante el último siglo y medio. * E n e J t e x t o i n g l e s o r i g i n a l s e u t iliz a a q u í l a p a l a b r a n a lio n . C o m o e s s a b i d o , e n d i c h a l e n g u a s e r e f i e r e e n g e n e r a l a s u s e n t i d o d e E sc a d o - n a r i ó n o p a ís . C o n t o d o , h e m o s p r e f e r i d o t r a d u c i r l o c o m o n a c i ó n . (N . d e lT .)

Los aspectos divisivos del nacionalismo no desapa­ recerán, desde luego. Pero precisamos exactamente de una versión más cosmopolita de la nacionalidad para ir controlándolos. Dicho cosmopolitismo es causa y condi­ ción de Ja posible desaparición de la guerra agran escala entre Estados-nación. Él "Estado fuerte” solía estar bien pertrechado para la guerra. Hoy día debe significar algo distinto: una nación suficientemente segura de sí misma como para aceptar los nuevos límites a la soberanía-

La nación co sm o po lita Los Estados-nación se formaron realmente cuando consolidaron “fronteras* claras, en lugar de los “límites” más imprecisos característicos de los Estados más tradi­ cionales. la s fronteras son líneas precisas dibujadas so­ bre un mapa, que designan el territorio de la nación, y cualquier violación de ellas es considerada como un ata­ que a la integridad de la nación. Los Estados están vol­ viendo a tener limites más que fronteras, pero no por Jas mismas razones que en el pasado. Los Estados más an­ tiguos tenían límites porque tenían un aparato político inadecuado: no podían haccr que su autoridad tuviera efecto en sus perímetros externos. Las fronteras de los Estados actuales están convirtiéndose en límites debido a sus lazos con otras regiones y a su integración en agru­ paciones transnacionales de todo tipo. La Unión Euro­ pea es el prototipo, pero el debilitamiento de las fronte­ ras está ocurriendo también en otras partes del mundo. l a identidad nacional sólo puede ser una influencia benigna si es tolerante con la ambivalencia o con la afi~

liación múltiple. Los individuos que son simultánea­ mente ingleses, británicos, europeos y que tienen algún sentido general de ciudadanía global pueden conside­ rar a alguna de éstas como su identidad dominante, pero esto no ha de evitar necesariamente que acepten tam­ bién las otras. El nacionalismo xenófobo es lo opuesto; la nación es “una, indivisible”. Es culturalmente proteccio­ nista, asumiendo que la nación tiene un “destino”*—que no está únicamente separada, de, sino que es superior a, otras naciones—. Pero las naciones no üenen destinos, y todas las naciones, sin excepción, son “naciones híbri­ das”. La nación no es algo dado por naturaleza, y por remotas que sean las conexiones que puedan tener con comunidades étnicas anteriores, las naciones son un producto relativamente reciente de la historia. Todas han sido construidas a partir de una diversidad de frag­ mentos culturalesEn su obra sobre el nacionalismo, el filósofo político David Miller se afa^a en combatir dos opiniones sobre la nación y el nacionalismo ampliamente extendidas entre la izquierda. Una es que el nacionalismo es ante todo una cuestión de sentimiento o emoción, desprovis­ ta de contenido racional. La segunda es que el naciona­ lismo es intrínsecamente una doctrina de la derecha política, hostil a los valores de la izquierda. Los que sos­ tienen tales opiniones, afirma, tienden a tratar el nacio­ nalismo como si fuera de una pieza, mientras que, en realidad, podemos distinguir sin muchas dificultades que posee formas distintas. El “principio de nacionali­ dad” descansa sobre una serie de postulados. Las identi­ dades nacionales son una fuente válida de identidad personal; los individuos que experimentan ser parte de

una nación como elemento de su identidad no sufren una ilusión. Es moralmente defendible que deseen pro­ teger su identidad contra las fuerzas que puedan ame­ nazarla. I,as naciones son comunidades éticas, en las que aquellos incluidos en ellas tienen ciertas obligacio­ nes respecto a los otros miembros que no siempre son reconocidas frente a personas de fuera. Las naciones proporcionan un foco para la autodeterminación: la na­ ción debería desarrollar estructuras estatales que per­ mitan a los ciudadanos decidir por sí mismos cuestiones de importancia general. Ijds naciones congregan estos tres elementos con particular fuerza debido a otras determinadas cualida­ des especiales: las naciones no son asociaciones voluntarias, sino com u­ nidades en las que la mayoría de los m iem bros nacen, vi­ ven y m ueren, de m anera que estamos unidos con nues­ tros com patriotas en una com unidad de destino; más aún, oslas com unidades,., se con ciben a sí mismas com o históricam ente extendidas, así que nuestros deberes no son sólo co n nuestros contem poráneos, sino tam bién res­ pecto a m iem bros pretéritos y fmunos... debem os asirnos al principio de nacionalidad, m ientras procuram os foijar identidades nacionales que puedan acom odar el pluralis­ m o y la mutabilidad de la cultura co n tem p o rán ea 1.

¿Pero cómo puede esto suceder? ¿Puede la idea de nación ser compatible con el pluralismo étnico y cultu­ ral? En respuesta, a esta, pregunta, el nacionalismo conservador mantiene que la “nación unitaria” debe seguir siendo la unidad, suprema —la “nación una” se hereda

del pasado y debe ser protegida de la contaminación cultural— . El coste de la comunidad nacional, tal como lo expone un autor de dereclias, es “santidad, intoleran­ cia, exclusión y un sentido de que el significado de la vida depende de la obediencia, y también de la vigilancia frente al enemigo”2. E! mulüculturaJismo radical de los libertarios, y de al­ gunos izquierdistas, sigue una senda muy diferente, abrazando el pluralismo cultural cualquiera que sea el coste que tenga para la solidaridad global. Desde esta perspectiva, la identidad nacional no tiene prioridad so­ bre otras demandas culturales—de hecho, la identidad nacional se considera a menudo como de procedencia dudosa, artificialmente construida, al servicio de los in­ tereses de los grupos dirigentes.

P lu r a lism o

cultukal

Ahora bien, afiliaciones grupales especiales no me­ noscaban, obviamente, la identidad nacional. Muchas adhesiones que mandenen individuos y grupos, como el barrio o la religión, no chocan inevitablemente con la pertenencia nacional. Debido a su cualidad inclusiva, étnica y, a veces, religiosa, las identidades plantean el ma­ yor problema. Sin embargo, respecto a tales grupos las demandas del inulticulturalismo son bastante engaño­ sas. Las identidades étnicas están tan socialmentc cons­ truidas como las identidades nacionales — toda identi­ dad étnica es, en parte, producto del uso del poder y es creada a partir de diversos orígenes culturales— . En el ámbito de laetnicidad, como en el del nacionalismo, no

hay sangres poras. Por otra, parte, c\ multiculturalismo radical présame la misma comunidad nacional que pare­ ce rechazar. La meta de la política multkulturalista es completamente loable —combatir la explotación de los grupos oprimidos— . Pero esto no puede hacerse sin el apoyo de la comunidad nacional más amplia, o sin un sentido de justicia social que debe trascender las deman­ das y resentimientos de cualquier grupo específico. “A1l>erga mucho más el sentido de la equidad de la mayoría de lo que el multiculturalismo aprecia, y ese sentido de la equidad es susceptible de reducirse si los grupos que ha­ cen demandas rechazan la identidad por la que pertene­ cen a la misma comunidad que la mayoría” 3, Podría afirmarse, por supuesto, que las actuales ten­ dencias sociales socavan la posibilidad de construir la nación cosmopolita. ¿No es acaso una realidad la frag­ mentación antes aludida, con la identidad nacional des­ gajándose frente al tribalismo étnico, por un lado, y la desintegración regional de los Estados, por otro? En Eu­ ropa, Wigoslavia y Checoslovaquia se han subdividido, ¿Quien sabe si Bélgica se mantendrá unida, el norte de Italia se separará del sur o los vascos formaran un Esta­ do separado? Sin embargo, no todo es fragmentación* En Alema­ nia, en lugar de dos estados ahora hay uno, y lo mismo acabará sucediendo probablemente en Corea. El “tribaJismo" está disminuyendo en algunas áreas y contex­ tos en vez de ir aumentando. Los conflictos étnicos en Irlanda del Norte, por ejemplo, son excepcionales en Europa, y en el momento de escribir estas líneas parece que se ha encontrado un arreglo constitucional que los pueda detener.

La nación cosmopolita es una nación activa; pero la construcción de naciones ha de tener un significado di­ ferente ahora que en generaciones anteriores, cuando era parte de un sistema “realista” de relaciones interna­ cionales. En el pasado las ilaciones estaban construidas en gran parte desde eí antagonismo hacia otros— en el caso de Gran Bretaña, como Linda Colley ha demostra­ do, la hostilidad, hada la Francia católica 4— . Hoy día, las identidades nacionales han de sostenerse en un en­ torno tolerante, en el que no tendrán el nivel de inclusividad que una vez tuvieron, y donde existen otras lealta­ des paralelas. Lo que se quiere dar a entender, como en otras esferas de la sociedad, es una construcción más abierta y reflexiva de la identidad nacional —que subra­ ye lo distintivo de la nación y sus aspiraciones, pero de un modo menos heredado que antes. A medida que las fronteras se vuelven más difusas, y las demandas de autonomía local más insistentes, viejas formas de identidad nacional han de ser reestructura­ das. La pregunta de “¿quienes somos?” deviene confusa, pero presiona, sin embargo, hacia una respuesta cohe­ rente. La “britanidad”es de lo más confuso. Como subra­ ya el pensador político Bemard Crick, “soy ciudadano de un país sin un nombre coloquial aceptado* Muchos di­ cen “Inglaterra” cuando quieren decir “Gran Bretaña", y a veces al revés. “Bretaña* no es técnicamente lo mismo que “Gran Bretaña” (Inglaterra, Escocía y Gales), o que el “Reino Unido** (Gran Bretaña c Irlanda del Norte). La devolución agudizará el sentimiento nacional de Escocia y Gales —de hecho, puede que Escocia reclame la inde­ pendencia total—. Si el acuerdo cristaliza allí, Irlanda del Norte tendrá vínculos tanto con Irlanda como con el

continente británico. No sólo esto: Gran Bretaña tiene grandes minorías étnicas e inmigrantes, en parte un le­ gado de su pasado imperial. Esta heterogeneidad puede vencer cualquier intento de rcmodelar una identidad nacional omnicomprensiva, pero no es en sí misma una barrera. Más bien, es parte integral del significado mis­ mo de “nación cosmopolita”como tal. Uno de los grandes temas que afrontan muchos paí­ ses es la inmigración. Estados Unidos ha sido desde sus comienzos una sociedad inmigrante. Los países euro­ peos» sin embargo, tienen ahora poblaciones mucho más heterogéneas que hace veinte años. Alemania, por ejemplo, es un país inmigrante de hecho si no de repu­ tación. Su composición demográfica ha variado en bas­ tante poco tiempo. Cuatro veces más inmigrantes fueron a Alemania que a Francia en 1990, y ocho veces más que a Gran Bretaña. Alemania aceptó 1,1 millones de inmi­ grantes en 1995, mientras que la inmigración a Estados Unidos fue de 720-000 personas La inmigración ha sido durante mucho tiempo suelo fértil para el racismo, a pesar del hecho de que estudios de todo el mundo demuestran que la inmigración es normalmente ventajosa para el país anfitrión. Oabitualmente, los inmigrantes quieren trabajar y son con fre­ cuencia más aplicados que la población autóctona. Quieren prosperar, y al hacerlo se convierten en consu­ midores, creando empleos en lugar de usurparlos. Las propias diferencias culturales que pueden causar resen­ timiento u odio tienden a producir un efecto vigorizador sobre la sociedad en su conjunto. Los países que firmaron el acuerdo de Schengen de 1985 para tener fronteras abiertas están apelando a los

miembros de la UE con “fronteras externas** para que las vigilen con mayor rigor. En junio de 1998, Francia envió refuerzos policiales a su frontera italiana para impedir que entraran refugiados kurdos. Alemania so­ licitó que se establecieran controles de carretera en Italia; ha intensificado el control en su frontera con Polonia. No obstante, el acuerdo de Schengen ha sobrevivido al flujo de refugiados de "ttigoslavia y, des­ pués, de Albania. Cosmopolitismo y multiculturalismo se fusionan en el tema de la inmigración. Una perspectiva cosmopolita es condición necesaria para una sociedad multicultural en un orden globalizador. El nacionalismo cosmopolita es la única forma de idenddad nacional compadble con ese orden. Incluso más que la mayoría de los otros países, Alemania se está viendo forzada a revisar su iden­ tidad nacional. Fue la única sociedad realmente frac­ cionada en dos por el mundo bipolar. El país ha de moldear una nueva identidad, como otros en Europa, mientras cede un tanto de autonomía económica y cul­ tural a la UE — en la que es el primero entre iguales. Alemania es una especie de caso de prueba para el nacionalismo cosmopolita en el contexto europeo, pues el país niega oficialmente su multiculturalismo. La na­ turalización se basa actualmente en la descendencia, no en el lugar de nacimiento. Generaciones de niños inmi­ grantes nacidos en Alemania siguen siendo extranjeros, mientras que aquellos de origen alemán nacidos en otros países ptieden reclamar la nacionalidad alemana. Para promover una identidad cosmopolita han de cam­ biarse las leyes de nacionalidad y realizarse un gran giro cultural. Una nación cosmopolita necesita valores con

los que todos estén comprometidos, y una identidad con la que los ciudadanos se sientan cómodos, pero también ha de aceptar la ambigüedad y la diversidad cultural, ¿Es un nacionalismo benigno, cosmopolita, posible realmente? Como succdc con otras ideas abordadas an­ teriormente, se trata de un idea], pero dada la naturale­ za cambiante del orden mundial no está tan distante de la realidad. Los discursos existentes en el Reino Unido sobre la Gran Bretaña “que mola.” y sobre “recrear el Made in BriUrin^ deno tan >por balbuceantes que pue­ dan ser, un reconocimiento de que la identidad nacio­ nal ha de ser acdvamente analizada en diálogo con otras identidades. Según la teoría “realista”, las naciones y los bloques de poder, que actúan egoístamente siguiendo sus inte­ reses, son los árbitros del poder en la arena mundial. Es obvio, sin embargo, que esta es una teoría que se retroalimenta. Los líderes de Estados que piensan así actua­ rán así. El fin de la era. bipolar, junto con el impacto de la globalización, han alterado radicalmente la naturale­ za de la soberanía estatal- Globalización, debería subra­ yarse, no es igual a internacionalízación. No significa sólo lazos más estrechos entre las naciones, sino proce­ sos, como la emergencia de la sociedad civil global, que traspasan ias fronteras nacionales. Estados que afrontan riesgos y peligros, en lugar de enemigos, no rienen por * L o s t é r m i n o s C o o i B r ila n n t a y r e b r a n d in g lír it n s n s e g e n e r a l i z a r o n e n e s te p a is a

raíz d e l l i b r o

d e l j o v e n n e o l a b o m t a M a r k I ^ o n a r d R f-

b r a n d in g B r itm n , L o n d r e s , D e m o s , 1 9 0 7 . A l u d e n a l a n e c e s i d a d d e r e h a b ilita r la c o n c ie n c ia n a c io n a l a p a r tir d e n u e v a s s e ñ a s d e id e n ­ t id a d , c o m o e s l a n u e v a e x p l o s i ó n d e c r e a t iv id a d — q u e s e m a n i f i e s ­ ta

sobre

to d o e n e l c a m p o d e l d is e ñ o y la

l o d o e l R e i n o U n i d o . (AT. d e t 'í\ )

música p o p — o c u r r i d a

en

qué Y er el mundo en términos realistas — “realismo” es un término equivocado, pues la mentalidad a laque se refiere está volviéndose arcaica.

D em ocracia

co sm o po lita

£1 nuevo Estado democrádeo y la nación cosmopoli­ ta están ligados a un campo político mucho mayor, que no puede ser abordado durante más tiempo como mo­ ramente “externo”. La nación cosmopolita implica una democracia cosmopolita, funcionando a escala global7. Pero normalmente tales cuestiones se mantienen bastante separadas de los debates sobre política nacional e incluso regional* El resto del mundo está lejos, so dice, y tenemos suficientes problemas en nuestra propia casa, mientras que la idea de una democracia superior a la ca­ tegoría del Estado-nación es utópica. En el discurso aca­ démico» esta separación ha estado formalizada desde hace mucho por la existencia de la disciplina de las “rela­ ciones internacionales” cuyo ámbito de estudio es preci­ samente este “campo externo”. En un orden globalizador, sin embargo, tal diferenciación tiene poco sentido. Algunos dicen que el mundo esta retrayéndose del gobierno global, no avanzando hacia ella —la desinte­ gración del mundo bipolar ha generado más desorden que interdependencia—.Aunque reconoce que el “caos global es completamente evitable” el periodista Robert Harvey afirma que “al acabar el milenio, las... semillas del desorden global, incluso la anarquía... se están sem­ brando”8. El pensador frailees Alain Mincha hablado en términos parecidos de un retorno a una nueva Edad Níe-

dia, caracterizada por una profusión de conflictos, ene­ mistades y zonas grises carentes de autoridad Sin embargo, en lugar de describir el mundo tal y como es, lo que por el momento es obvio que no hacen, tales interpretaciones deberían contemplarse como cristalizada en asambleas repre­ sentativas, con los mismos problemas de apatía y hostili­ dad con los que tropieza a nivel nacional? Respecto a la segunda pregunta, es esencial subrayar de nuevo la difu­ sión bidireccional del poder. La democracia cosmopoli­ ta no es sólo el movimiento del gobierno hacia un nivel mundial, sino también su difusión descendente hacia los entes locales. Los que dudan sobre tales posibilida­ des deberían analizar lo que se ha logrado en la Unión Europea, Hace sólo medio siglo Europa estaba postra­ da, recuperándose de una guerra fruto de tensiones du­ raderas entre los Estados europeos. Pero esos Estados han colaborado para crear un nuevo sistema de poder transnacional y transferido, han cedido aspectos de su soberanía y han erigido tribunales eficaces de justicia. Lo han hecho, por otra parte, no sólo por idealismo, sino por interés propio, e intereses parecidos incumben hoy a todos los Estados en el gobierna global18. 1^ expansión de la democracia cosmopolita es una condición para regular eficazmente la economía mun­ dial, combatiendo las desigualdades económicas globaiesy controlando los riesgos ecológicos. No tiene sentido competir con el fundamentalismo de mercado a nivel loca! mientras se permite que rija en el ámbito global;

El lahsezrjaireglobal es un momento en la historia de la economía mundial nádente, no su momento final.., lo que está más allá de la duda razonable es que organizar la economía mundial como un único mercado libre global promueve la inestabilidad. Fuerza a los trabajadores a so­ portar el coste de las nuevas tecnologías y del libre comer­ cio sin trabas- No incluye medios con los que poder conte­ ner las actividades que pongan en peligro el equilibrio económico global... supone, en efecto, poner en juego el futuro del planeta bajo la suposición de que estos enor­ mes peligros se resolverán como consecuencia automádca de la búsqueda natural de beneficios. Es difícil pensar en una postura más temeraria19.

E l FUNDAMENTl ALiSMO d e MERCADO a ESCAIj \ m undial

El fundamentalismo de mercado ha sido forzado a re­ plegarse en la política nacional debido a su naturaleza es­ trecha y contradictoria. Sin embargo, continúa rigiendo a nivel global, a pesar de que allí surgen los mismos prc> blemas que en ámbitos más locales. En la ortodoxia neo­ liberal, dar total libertad, a los mercados globales es lógi­ co, porque, como todos los mercados, son mecanismos que resuelven problemas y denden al equilibrio* Fluc­ tuaciones aparentemente irracionales son en realidad actividades condensadas de resolución de problemas, que conducen muy pronto a un nuevo y reajustado equilibrio. Una descripción más convincente de la diná­ mica de los mercados mundiales sugiere, sin embargo, que son las expectativas de las fluctuaciones de los pre­ cios, más que los precios en sí, ías que impulsan las decí*

siones, y las expectativas son habitualmente inducidas más por fenómenos psicológicos que por los puramente económicos. Crisis, fluctuaciones erráticas, la repentina afluencia de capital que entra y sale de determinados paísesy regiones—éstos no son rasgos marginales, sino cen­ trales, de los mercados descontrolados. La regulación de los mercados financieros es la cues­ tión más apremiante de la economía mundial, a raíz de la crisis mexicana de 1994 y los sucesivos problemas en el sureste asiático. Aquí, como en otras partes, desregu­ lación no es igual a libertad, y un compromiso global con el libre comercio depende de la regulación eficaz en lugar de hacer caso omiso de su necesidad. Los obje­ tivos de tal intervención son fáciles de identificar, pero qué políticas concretas debieran seguirse, y cómo pue­ den ser implementadas, es obviamente más problemá­ tico. Las necesidades son: restringir los excesivos movi­ mientos de capitales y controlar los excedentes; separar la especulación monetaria a corto plazo de la inversión; y fimdar una mayor responsabilidad entre las organiza­ ciones transnacionales involucradas en la gestión eco­ nómica mundial, a la vez que reestructurarlas. Del billón de dólares USA en divisas que se intercam­ bia a diario, sólo el 5% deriva del comercio y otras tran­ sacciones económicas sustantivas. El otro 95% está com­ puesto por especulaciones y arbitrajes, al buscar los negociantes que manejan sumas enormes beneficios rá­ pidos en fluctuaciones de tipos de cambio y diferencia­ les de tipos de interés. Estas actividades distorsionan las señales que dan los mercados para las operaciones a lar­ go plazo y el comercio. El capital en valores tiene una movilidad espectacular —cientos de miles de millones

de “dinero caliente” pueden abandonar un mercado o un país en un día—. Los bancos centrales no tienen re­ servas suficientes para soportar la presión colectiva de los especuladores jugando con la devaluación de las monedas más débiles. Tras la crisis mexicana, muchos escribieron sobre la necesidad de crear instrumentos más eficaces de go­ bierno financiero —pero se instituyeron pocos cambios sustanciales— . Los trastornos sufridos por las economías del tigre asiático han hecho mucho más aparente la ne­ cesidad de nuevas formas de regulación. Recuérdese que los países asiáticos pasaron de la noche a la mañana de representar modelos de éxito industrial a ser econo­ mías en apuros* Antes de estos acontecimientos, no era tan obvio que los movimientos de capital pudieran ge­ neral* crisis con tanta facilidad. En 1996, 93.000 millo­ nes de dólares afluyeron hacia Indonesia, Corea del Sur, Malasia, Tailandia y Filipinas. De repente, en 1997, la si­ tuación se invirtió, con un flujo saliente de 12.000 millo­ nes de dólares20. La respuesta neoliberal, liberalizar aún más los mer­ cados de capitales, sólo sirve de recela para unos tras­ tornos incluso mayores de los que se han sufrido en los últimos años* La idea de que controlar la libre movili­ dad de capital produce una pérdida de eficiencia no toma en cuenta los costes sociales y económicos de las crisis. Asegurar la rentabilidad del capital significa habi­ tualmente subir los tipos de interés y vender activos na­ cionales. Por otra parte, las afirmaciones frecuentemen­ te realizadas sobre los beneficios de la libre movilidad de capitales son, cuando menos, cuestionables. China y Japón, entre otros países, han tenido altas tasas de crecí-

miento sin convertibilidad de la cuenta de capitales. En Europa, ha ocurrido lo mismo en Irlanda y Portugal, que no avanzaron resueltamente en esta dirección hasia comienzos de los noventa. ¿Cómo pueden regularse los mercados financieros? Un aspecto clave es la especulación monetaria. La. entra­ da del curo significa que habrá tres monedas mundiales, con una interrogación sobre el yen. Esta, situación po­ dría llevar a enfrentamientos entre los bloques moneta­ rios, pero también implica una coordinación creciente en la economía mundial que podría volverse en coope­ ración activa. El financiero George Soros ha sugerido que el euro y el dólar estadounidense podrían unirse for­ malmente como mecanismo estabilizador. Los tipos de cambio estables erían beneficiar por igual a las instituciones financieras, a las empresas, a los inversores y a los gobiernos. La inversión a largo plazo y el préstamo son estimulados por una mayor estabilidad. Los costes para los exportadores e importadores serán menores, pues no existirá la necesidad de protegerse contra las fluctuaciones en los tipos de cambio. Por otra parte, tanto los países industrializados como los que eslán en vías de desarrollo tienen qué ganar, ya que am­ bos buscan una mayor autonomía gubernamental y una intervención efica2 de los bancos centrales. Una alternativa al régimen fijo de dpos de cambio es el muy discutido impuesto Tobin, cuyo creador propuso hace más de un cuarto de siglo 21. El impuesto podría es­ tablecerse a un nivel que desincentivara la especulación financiera, pura, en tanto que no evitaría el intercambio monetario necesario parala financiación del comercio y la inversión directa. Una tasa del 0,5% aplicada en 1996

habría producido 150.000 millones de dólares si se hu­ biera recaudado a escala mundial. Sus detractores afirman que no sería viable, porque los negociantes encon­ trarían maneras de evadirlo. El obstáculo principal, sin embargo, no atañe a problemas de evasión, o, en gene­ ral, de implementación, sino a la falta —por el momen­ to— de voluntad política. A un nivel más local, el siste­ ma de reservas en Chile ha atraído, merecidamente, mucha atención. Aquellos que desean invertir en el país están obligados a efectuar un depósito sustancioso, al 0% de interés, en eí banco central durante un año, sien­ do el efecto separar la inversión verdadera de los nego­ cios financieros más especulativos. El Banco Mundial, e l FMI y el GATT fueron creados para lidiar con los trastornos globales de los anos veinte y treinta, no con los de hoy. El sistema Bretton WoodsGATT fiie introducido para evitar las dificultades surgi­ das tras la I Guerra Mundial, incluidas las políticas co­ merciales restrictivas y la Gran Depresión — el periodo conocido comúnmente como “la era de la catástrofe"— . El objetivo era estimular la cooperación económica in­ ternacional a través de una economía mundial abierta y en expansión. Estos objetivos han sido en gran medida logrados. El nacionalismo económico virulento no ha reaparecido y no ha habido grandes guerras entre los países que forman el núcleo del sistema. En parte, es ese mismo éxito el que ha generado una nueva serle com­ pleta de problemas. Debería considerarse seriamente el establecimiento de un Consejo de Seguridad Económica en el seno de las Naciones Unidas. Hacerlo sería tan difícil como otras reformas, o más, pero sería complicado refutar su im-

portancia. Requeriría un cambio en la Carta de la ONU y “una voluntad política de proporciones heroicas” El G8 podría seguir jugando su papel actual en la coordi­ nación de las estructuras políticas de los países indus­ trializados. Hay muchos asuntos, como é¡ gobierno de los mercados de capitales y la respuesta a los riesgos eco­ lógicos, que no pueden resolverse sin una acción colec­ tiva que involucre a muchos países y grupos. Ni siquiera la economía nacional más liberalizada funciona sin una coordinación macroeconómica; no dene sentido suponcr que la economía mundial es diferente. El tema de la gestión ecológica global se solapa en gran medida con el de la profunda división económica en la sociedad mundial. Hay un paralelismo real entro la exclusión den tro de las naciones y regiones y la exclusión a escala mundial. Una prosperidad creciente para mu­ chos deja a otros sin recursos y marginados. Los veinte países más ricos del mundo han experimentado un cons­ tante avance en riqueza desde 1980. Aproximadamente, un cuarto de la población mundial vive en estos países. El estancamiento económico, o incluso el declive absolu­ to, ha caracterizado a muchas de las sociedades más po­ bres. Un 30% de la población mundial vive en el umbral de la renta de pobreza equivalente a un dólar USA dia­ rio. El Africa subsahariana, con la excepción parcial de Suráfrica, integra prácticamente un continente comple­ to de excluidos. Incluso en los países más pobres hay también exclusión en la cúspide. Pequeñas élites, a veces objetivamente ricas, viven física y culturalmente aisladas de la gran mayoría. Con bastante frecuencia sacan sus In­ gresos abiertamente del blanqueo de dinero, el tráfico de armas o el de drogas.

A v n fO N Y C JD D L ss

Los problemas relacionados con la reducción de la desigualdad mundial son verdaderamente intimidadores. Parece muy improbable, sin embargo, que pueda causarse un impacto significativo sobre ellos sin un pro­ greso hacia un mayor gobierno global. Lo mismo ocu­ rre con el riesgo ecológico. La cuestión no es sólo cómo contener los peligros medioambientales, sino los efectos del desarrollo económico de los países pobres, supo­ niendo que aquello se consiga. La modernización ecoló­ gica, tal como es entendida actualmente, no proporciona estrategias para la transición desde una economía agraria a una industrial. I^a gestión económica global, como mínimo, no será fácil, y no sólo debido a las pre­ siones a favor de un crecimiento económico medioambientalmente nocivo, sino debido a que los riesgos eco­ lógicos, y más ampliamente los asociados al cambio tecnológico, son tan intrínsecamente controvertidos. Las acusaciones de alarmismo innecesario no provie­ nen sólo de la derecha, y mucha gente se abandona a la opinión de que “las cosas acabarán saliendo bien”. Puesto que por definición nadie puede calcular los ries­ gos, y el cambio tecnológico futuro es imposible de pre­ decir, no pueden describirse escenarios plenamente convincentes. Los problemas globales responden a ini­ ciativas locales, pero exigen también soluciones globa­ les* No podemos dejar tales problemas a. merced del errático torbellino de los mercados mundiales y de los relativamente impotentes cuerpos internacionales si queremos crear un mundo que combine estabilidad, equidad y prosperidad.

C o n c l u s ió n

A . comienzos de los noventa, participantes en el debale sobre el futuro de la socialdemocracia hablaban del aire de desilusión que ha rodeado ala renovación socialdemócrata Los sodaldemócratas en Europa, y tam­ bién en otras zonas del mundo, perdieron confianza a la vista del ascenso de la filosofía del libre mercado y el co­ lapso del “socialismo actualmente existente** en Europa del Este. Ronald Reagan y George Bush ostentaron el poder en Estados Unidos, mientras dos de los grandes partidos sodaldemócratas, en Gran Bretañay Alemania, pasaron largos periodos en la oposición. Aunque los sociaJdemócratas mantuvieron el tipo en Europa meridio­ nal, tanto electoral como conceptualmente “lasocialdemocrada entró en un estado de depresión*2. Una serie de acontecimientos clave, como la elec­ ción de Bill Clinton a la presidencia de Estados Unidos en 1992, ayudaron a que cambiara la suerte* Wim Kok .se convirtió en primer ministro de Holanda, Lioneljospin accedió al poder en Francia, Romano Prodi en. Ita­ lia. La victoria del laborismo en el Reino Unido fue con* siderada también en muchos países como un nuevo comienzo. “;Y entonces llegó TonyP, proclamaron los

autores de un libro sobre el estado de la socialdemocracia en Europa en 1998» añadiendo que Tony Blair de­ rrotó “al símbolo mismo de la crisis socialdcmócrata de los anos ochenta, el conservadurismo thatcherista” 5. No obstante, muchos de los que ensalzan la propor­ ción de la victoria también ven hueco el proyecto del Nuevo Laborismo. La m ayoría aplastante conseguida por el Nuevo I.al>orísmo fue el resultado de una campaña muy activa y profesional, en la que se utilizaron técnicas desarrolladas en Estados Unidos. Se piensa general­ mente que el Nuevo laborismo depende de una políti­ ca orientada hacia los medios, y que esta creando un “socialismo de diseno*. “La imagen personal, las esce­ nificaciones simbólicas, los efectos de sonido, los gags vi­ suales* cuentan más que "los temas de discusión, los ar­ gumentos, los proyectos y Ja evaluación de las promesas de campaña”4. Una regla de la publicidad exitosa es, sin embargo, que la imagen sola no es suficiente. Debe haber algo só­ lido tras el montaje, pues si no el público ve muy pronto lo que hay detrás de la apariencia. Si todo lo que el Nue­ vo Laborismo tuviera que ofrecer fuera astucia mediáti­ ca, su permanencia en la escena pofíüca sería corta, y su contribución a la revitalización de la sodaldemocracia limitada. Espero que este no sea el caso. Como he intentado mostrar en este libro, está sur­ giendo una agenda sustanciosa de los debates socialdemócratas, una agenda a la que el Reino Unido tiene mucho que ofrecer. Cuanto más verdaderamente transnacionalcs se conviertan estos debates, mejor. Incluso dentro de Europa, no ha habido tanta interacción entre contextos nacionales como podría haber. Y un diálogo

del centro-izquierda debería tener mucho mayor alcan­ ce, como de hecho exige una orientación hacia la globalización.

N otas

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I n d ic e

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cambios de valores, 32,34, 48

149,158-161

capital humano, 62,121,139

Amnistía Internacional* 166'

capitalismo, 13-15,19-20. 57

atención sanitaria, 120, 355

Ó?ara. 100

autoritarios, 33

ciencia y tecnología. 57,73.124 ciudadanía, 64,72,87

Banco Central Europeo, 168

clase, 24.32,35.124

Banco Mundial, 167,170.177

Gausewiu, Karlvon, 164

Beck, Ulricli> 10, 49,63,67

Clinton, Bill, 37,02,181

Bcvevidgc, WíUiam, 132, 138,

cohesión social, 23,51, 56,116

151 bienestar, 60,129,133, 138* 150

comercio, 41,46 comunidad, 96,102-107,124,131

bienestar para el trabajo, 8, 147

comunismo, 11.13,28,30.36,47

bipolar, mundo, 22, 36*86,161,

conservadurismo, 13,16,22.26,

165 Blair, Tony, 8, 11, 3^3-1,37, 38, 53. 83,130,181,182 BobbiOv Norberto, 51-54,56

33,83, 143 contaminación, 69, 130.150 cosmopolitismo, 83,85,94, 146, 154-156,159, 16M67

Brandt, Willy, 69

creación de empleo» 145, 149

Burkc, Edmund, 22, 26,143

creación de riqueía, 100, 119,

Bmh, Geor^c, 181

139

delincuencia, 104-106,116

Estado social inversor, 139, 150

democracia, 82, 86-95.111,168

Europa, 17. 28, 30. 66,100.131,

derecha política, 5 3 ,5 6 ,6 6 ,9G,

144, 158; vid. también Europa

m dcTcchos/iesponsabilidadcs, 81,

Europa del Este, -13, 64. 68,103,

M3 detóiroUo sosicjjibte, 69

dei Este m exclusión, 122, 130,146

devolución, 95,159 desempleo, 135, 136,144,1*19

familia, 23, 27, 34,107-117

desigualdad* 12, 23, 95, 110,

FM1, 167,170,177

122, 127-120,179 división izqnierda/’di-j'echa, 33,

fondos de pensiones, 42 fuerzas del mercado, 48,174.175

4/», 51-60 divorcio, 107, 107-115, 115

Galbraii]*. John K-, 59

dólares temporales, 101* 150

gasto público, 127 globalización, 25, 40-46, 56, 80,

ecología, 24, 29-31, ftfWJO

87,161,105,172

educación, 101,123, 150, 335,147

gobernaneia, 45,165. 170

Estados Unidos, 8, 37, 41, 56*

gobierno, 44,45,61; vid. también

100. 129,148, 160.181,182

Estado

empico, 27,123,144,147-148

Gorbachov, Mijail, 164

empresariado, 147

Gran liretaña,8, 9,12,14, 21,

Enzensbcrger, Hans Magnus, 64

26,33, 34,44,76,89,90,95,

Escartriinavia, 135

97.99,124, 134,140.159,

Escocia, 44, 159

160,

162,JS1

espacio público, 103,128

Greenpeace, 63,166

España, 44, 66, 144

guerra, 164

Estado, 18, 22, 86,103; vid. también gobierno

Esiadode bienestar, 12,14, 17,

Hayck. Friedricb von. 15 Haxgreaves, lan, 9

2 0 ,2 1 ,24,87,93, 132, 133,

Held, David, JO

135,138,140, 150

Hewlett Packard, 149

Holanda, 66, 7 2 ,1 3 3 ,1 4 5 .1 8 1

modernización ecológica, 67, 72,76,83,179

identidad, 4 4 .1 5 7 ,

moví miento* ecologistas, 69,165

identidad nacional, 154,159-161

movimiento de grupos

igualdad. 20,24,53.81.112,

pequeños, 97 Mulgan, GcofF, 9-10

120

multiculturaliuao, 25. 157. 161

imposición, 20 individualismo, 39, 45, 81, 87 Inglehart, R*, 31, 49, 98 inmigrantes, 5 4 ,1 2 4 ,1 6 0 intervención estatal, 18, 31. 77

nacionalismo, 44,153, 155-156, 162 Estado-nación, 41, 44,68, 153, 154, 165, 167

Jo&pin, Uonel, 181

Naciones Unidas, 64, 166, 170, 177,178

Kersbergen, Kees van, 1 33 Keynes.J. M .,2 0 ,2 7

neoliberalismo, 8, 15, 18, 23, 25, 38,47, 121, 127, 182 conservadurismo. 16, 26. 33

lib e r a l i s m o , 1 6 , 1 2 7 , 1 2 8

fuerzas del mercado. 119,

l ib e r t a d e s , 3 3 , 1 2 0

120.174

l ib e r t a r i o s , 1 6 , 3 3 3 5 , 1 0 8

democracia social, 17, vid, también thatcherismo

M ajor, Jo h n ,

8,

24

niños, 107-117,132, 161

M a is h a lU T .I L .2 U 8 7

nueva eeonomía mixta, 85, 119

M a r x .K a r l, I I , 1 3 , 1 4 ,1 9 .2 0 ,

nuevos movimientos sociales,

2 4 ,4 7 .5 0

61,66,67

m a tr im o n io , 1 0 7 , 1 1 7 m e r c a d o s , 1 5 , 1 9 , 2 3 , 2 6 , SO , 9 1 , 1 1 9 ,1 5 3 ,1 7 3 m e r c a d o s f in a n c i e r o s , 1 7 4 m e r c a d o d e t i a b a jo . 8 , 2 7 . 1 3 2 ,

OCDE, 42.144,170 OMC. 167,170 ONGs, 45, 62, 64, 67, 165, 166, 167

136, 144 r o e r íio c r a e ia , 121

papel de Jas mujeres, 32, 99

paternidad, IOS, 111,114

mundo bipolar, 21, 22, 36

Partido r^iborisia, 9 ,1 6 , 20, 29,

clásica, 16,17,18, 46,119

3 3 ,3 4 ,9 0 ,1 8 1

ecología, 40, 68-80

partidos antisistema, 62, 06

igualdad, 20

pensiones, 137,140,142

familia, 9$

población envejecida, 60, HO

Alemania, 30

pobreza» 126,131,135, 178

división izquierda/derecha,

poder, 35, 88, 162

33,40,51-60

política, 12, 32-35, 53, 61, 64, 97

neoMberallsmo, 8,15,23, 38,

política de la tercera vía, 8, 37, 3 8 ,8 0 3 4 ,1 1 9 ,1 3 4 ,1 5 0

121, 127 a la antigua, 19, 28

posmateríalisrno, 31, 3 2 ,4 8 , Ü8

poder, 35

prestaciones riel bienestar, 19,

riesgo, 120

81, HO

Prodi, Romano, 181

socialismo, 11,13, 33, 48. 56, 182 sociedad civil, 22,85, 95-103,

RaZjJoscph, 55

165

Reagan, Runald, 16,133,181

subpolítica, 63.67

Reino Unido, lwzspGran Bretaña

Suecia. 35,37.92,133, 136

riesgo, 72, 7 3 ,7 9 ,92; 120,138

Thatcher, Margzrct, 8, 9, Sarire.Jean-Pant, 51 sectores público y priado, 120. 132, M7

16. 25,

38, 52,134

thatcherismo, 16,18, 22, 28, 29, 46, 53,182

seguridad social, 135,140 sexualidad, 34, 109,112 Shell, compañía petrolera, 63,64

Unión Europea, 44.89, 154, 161, 166.167. 171

Sik, Ota, 37 soberanía, 27, 44, 165

votar. 31,35,65,92,169

südaidemocracía, 16,28,39,4045,91, 182

Wtifhnow, Robert, 97

¿ ¿ tercera v ía íc irrim nó d e im prim ir í n ju n io d e 2 0 0 5 , en Pr¡7, Impresos, S.A. de C .V . Su r 113-A , Mnz, 3 3 C o l. Juvenirno Rosas, C .P . 0 8 7 0 0 , M éxico, D .F .

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