Gevaert, Joseph - El Primer Anuncio

April 23, 2017 | Author: lagloria28 | Category: N/A
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Proponer el Evangelio i quien no conoce a Cristo finalidades, destinatarios Contenidos, modos de presencia

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^jtk ; Colección I «RECURSOS CATEQUÉTICOS»

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Joseph Gevaert

El primer anuncio Proponer el Evangelio a quien no conoce a Cristo Finalidades, destinatarios, contenidos, modos de presencia

Editorial SAL TERRAE Santander

Título del original en italiano: La proposta del Vangelo a chi non conosce il Cristo

Traducción: Ramón Alfonso Diez Aragón

ÍNDICE

Presentación

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1. Problemas generales del primer anuncio del Evangelio

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1. Comunidades cristianas en un contexto misionero . . . .

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©2001 by Editrice Elledici, Leumann (Torino)

2. Proponer el Evangelio es la primera tarea de la Iglesia 3. El ámbito específico de la primera evangelización . . .

15 19

Para la edición española: © 2004 by Editorial Sal Terrae Polígono de Raos. Parcela 14-1 39600 Maliaño (Cantabria) E-mail: [email protected] www.saltcrrae.es

4. ¿Qué se pretende conseguir con la primera propuesta del Evangelio? 5. ¿Quiénes son los destinatarios del primer anuncio del Evangelio? 5.7. Quienes no conocen a Jesucristo 5.2. Los destinatarios tradicionales del primer anuncio 5.3. Los niños bautizados como destinatarios de la primera evangelización 5.4. Quienes tratan de retomar la evangelización inicial 5.5. Niños no bautizados que acuden a la catcquesis infantil 6. La primera evangelización y las otras formas del quehacer eclesial 6.1. El peligro de no distinguir suficientemente las formas del quehacer eclesial 6.2. La primera evangelización no es la pastoral de los creyentes

Diseño de cubierta: Copieentro - Santander Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducid almacenada o transmitida, total o parcialmente, por cualquier medio o procedimiento técnico sin permiso expreso del editor. Con las debidas licencias Impreso en España. Printed in Spain ISBN: 84-293-1554-3 Dcp. Legal: BI-1526-04 Folocomposición: Sal Terrae - Santander Impresión v encuademación: Graío.'.S.A. -Bilbao

7. La relación entre primera evangelización y catecumenado 5

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2. Presencia - Testimonio - Lugares de encuentro

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I.

PRESENCIA EN MEDIO DE EOS NO CRISTIANOS

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1. Presencia: un espacio dinámico entre dos movimientos 2. Una presencia difícil entre determinados grupos y categorías de personas 3. Aceptar a las personas y ser aceptados 4. Participación en la vida de la gente 5. Diálogo básico con las personas, la cultura, la religión . 6. Presencia con medios poderosos

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II. E L TESTIMONIO DE LA VIDA CRISTIANA

1. La gran importancia que la Iglesia atribuye al testimonio / . / . El «manifiesto» del testimonio 1.2. Una verificación entre los catecúmenos 2. El testimonio: una tarea de todo cristiano 3. El testimonio personal de la evangelización 4. Los múltiples aspectos del testimonio cristiano 5. Diferentes funciones del testimonio en la vida cristiana 5.1. Anuncio implícito del Evangelio 5.2. Credibilidad de la fe cristiana 5.3. El testimonio suscita interrogantes 6. Fuerza y debilidad del testimonio III. ENCONTRARSE CON LAS PERSONAS o CREAR LUGARES DE ENCUENTRO

1. Múltiples posibilidades de encuentro con las personas que no conocen a Jesucristo 2. Lugares abiertos a la evangelización 3. La enseñanza de la religión en la escuela 3.1. ¿Lugar de la primera evangelización? 3.2. Las condiciones fundamentales para que pueda ser lugar de la primera evangelización IV. ¿ S E PUEDE EDUCAR EN LA I-E?

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1. La fe cristiana no es fruto de la educación 2. Cuatro aportaciones de la educación que pueden favorecer el primer anuncio 2. /. Favorecer la atención a los grandes problemas del hombre 6

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2.2. Desarrollar sensibilidades y actitudes humanas más favorables al encuentro con el Evangelio . . . 2.3. La relación educativa puede crear contextos favorables al primer anuncio del Evangelio .... 2.4. El testimonio de una comunidad cristiana en un ambiente educativo 3. La fe en el Dios vivo, que ama al hombre y se da a conocer I.

L A FE EN EL ÚNICO DIOS VERDADERO COMO PRIMERA TAREA DEL EVANGELIO

72 72 73 75 76

1. Textos bíblicos que mencionan la necesidad de la fe en Dios y de la fe en Jesucristo 76 2. La predicación del Evangelio en el mundo pagano . . . 77 3. El fin que hay que alcanzar en relación con la fe en Dios 79 3.1. Un fin que no pertenece al orden de los conocimientos teóricos ni de las creencias . 79 3.2. Empezar a vivir una relación personal de confianza y de amor a Dios 80 3.3. Precisión sobre la expresión «creer en Dios» . . . 81 3.4. Fiarse de Dios no es un acto ciego e irracional . . 82 4. Los contenidos del testimonio acerca del único Dios verdadero 83 4.1. Contenidos que deben caracterizar el testimonio sobre la fe en el único Dios verdadero xxx 4.2. La propuesta de la fe en el único Dios verdadero en el discurso de Pablo en Atenas 84 5. Diversas aproximaciones para situar el testimonio acerca de la fe en el único Dios verdadero 85 5.1. La llamada a poner la fe en Dios en el centro de la vida g5 5.2. Búsqueda de Dios y progresiva apertura al gran misterio del único Dios verdadero 87 6. Algunas dificultades para la fe en el único Dios verdadero gg 6.1. Iniciar la relación de fe en Dios es un camino difícil gg 6.2. Las principales dificultades para la fe en Dios en el mundo occidental 90 7

7. ¿Es válida aún la tradicional «apologética misionera»? 7. /. Una mirada a las directrices «tradicionales» para los misioneros 7.2. Lo que el misionero no debería hacer 7.3. Aspectos apologéticos que siguen siendo significativos hoy

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8. La crítica de los ídolos y de la idolatría 8.1. Crítica global 8.2. Tres estratos o niveles en la religiosidad pagana 8.3. ¿Crítica de los ídolos hoy?

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.

9. Conclusión

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II. LA ESPERA DH C R I S T O - E L DESEO DEI. CORAZÓN HUMANO

.

1. Entre la espera y la ignorancia de Cristo / . / . La experiencia de Jesús y de los apóstoles 1.2. San Pablo en la primera evangelización de los paganos 1.3. ¿Existe hoy una espera explícita de algún Cristo o mesías? 1.4. Pierres d'atiente - stepping stones - semina Verbi 2. Apertura - espera - estado de búsqueda 2. /. La búsqueda de Dios: ¿un camino bíblico para la evangelización? 2.2. Gente insatisfecha y gente que busca

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....

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3. La búsqueda de los bienes mesiánicos 3.1. ¿Qué significa «bienes mesiánicos»? 3.2. ¿Busca también la gente de hoy estos bienes mesiánicos? 3.3. Paz., justicia, salvaguarda de la creación

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4. El camino de los grandes problemas de la existencia . .

115

5. Afinidad del Evangelio con el corazón humano 4. El encuentro explícito con el Evangelio de Jesucristo I.

101

LA FINALIDAD DEL ANUNCIO DE JESUCRISTO

1. Las dos finalidades indicadas en el Evangelio de Juan /. /. Reconocer a Jesucristo como el Mesías. el Hijo de Dios, y creer en él 1.2. Creer que a través de Jesucristo es posible recibir la vida eterna 8

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2. El objetivo no es sólo la simpatía y la admiración por Jesucristo, sino la fe 3. Fe y conversión en el nivel inicial 4. Todo cristiano puede dar testimonio de esta fe 5. El tiempo del primer anuncio de Jesucristo no tiene una duración fija

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II. ¿ Q U É CONTENIDOS HAY QUE PRESENTAR EN EL PRIMER ANUNCIO?

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1. Os transmito lo que también yo he recibido / . / . Textos relativos al mensaje evangélico a los judíos 1.2. La predicación del Evangelio a los paganos . . . .

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2. Los núcleos temáticos del mensaje cristiano 2.1. Los contenidos esenciales de la predicación apostólica según C.H. Dodd 2.2. El esquema del kerigma propuesto por R. Schnackenburg 2.3. La presentación del kerigma según P.-A. Liégé 2.4. El kerigma en el marco de la cristología y la soteriología

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III. ALGUNAS PRECISIONES SOBRE LOS CONTENIDOS DEL MENSAJE CRISTIANO

1. ¿Bastan estos contenidos centrales para presentar íntegramente el Evangelio? 2. ¿Hay que presentar la vocación final del hombre a la vida eterna con Dios? 3. ¿Hay que presentar también el Antiguo Testamento en el primer anuncio de Jesucristo?

. . 132 134 . . 135 137 139

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4. ¿Forma parte del contenido la llamada a la fe y a la conversión?

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. 121

5. ¿Es necesario hablar del pecado en el primer anuncio del Evangelio?

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6. ¿Hay que mencionar el juicio de Dios en el anuncio del Evangelio?

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7. ¿Hay que hablar explícitamente de la Santísima Trinidad? 8. ¿Hay que explicar también al no cristiano qué es la Iglesia? 9

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5. Fragmentos de metodología I.

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ALGUNAS INDICACIONES GENERALES SOBRE LA METODOLOGÍA

1. La preferencia por unas relaciones personales caracterizadas por la confianza 2. El camino del coloquio y del diálogo 3. Estar generosamente disponibles para las personas que buscan 4. Formas de anuncio cristiano ocasional e indirecto . . . . 5. ¿Anunciar con el método de choque o esperar el momento propicio?

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PRESENTACIÓN

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II. RECURSOS METODOLÓGICOS EN RELACIÓN CON LA SITUACIÓN RELIGIOSA DEL NO CRISTIANO

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1. Sumo respeto por la cultura y los usos religiosos . . . . 2. Comprensión y aprecio positivo de la búsqueda religiosa actual 3. Conectar con la situación religiosa real del interlocutor 4. No empezar haciendo una crítica de la falsa religiosidad

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III.TRES MODELOS O PARADIGMAS BÍBLICOS PARA EL PRIMER ANUNCIO DEL EVANGELIO

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Bibliografía

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Este libro es una breve introducción al problema del primer anuncio de Jesucristo. Todas las personas (sacerdotes, misioneros, catequistas, profesores de religión...) que quieran tener una información seria sobre los términos y los contenidos del primer anuncio del Evangelio dirigido a quien no conoce a Cristo, encontrarán aquí algunas indicaciones esenciales. Actualmente, en el mundo occidental, los cristianos convencidos son una minoría en medio de un gran número de no cristianos. Nos encontramos también con muchos bautizados que saben muy poco de Jesús o del Evangelio o que, en cualquier caso, no han hecho personalmente la opción de ser cristianos. En este contexto no se puede asegurar la transmisión de la fe cristiana si no se retoma de forma actual la propuesta misionera del Evangelio. En los últimos decenios nos hemos dedicado preferentemente a la catequesis dirigida a los que son ya cristianos. Hemos desarrollado una gran especialización metodológica en este campo. En todos los países europeos se ha introducido tímidamente el catecumenado para quienes, a través de un camino personal, han llegado a una actitud inicial de fe cristiana y piden el bautismo. Por el contrario, nos encontramos bastante desprovistos y poco preparados frente a la tarea prioritaria de anunciar el Evangelio a quienes no son cristianos. Y también estamos poco preparados en relación con los bautizados que no conocen a Jesucristo. Este libro aborda la primera fase del camino para hacerse cristianos, generalmente denominada primer anuncio de Jesucristo o primera evangelización. Con respecto a las abundantes publicaciones II

sobre el catecumenado y sobre la iniciación cristiana de los niños bautizados, que son ya pequeños cristianos, esta primera etapa del camino cristiano, que normalmente precede al catecumenado, es tratada generalmente como la cenicienta de la evangelización. El Ritual de la iniciación cristiana de adultos, así como otros muchos libros sobre el catecumenado contemporáneo, afirman que el primer anuncio del Evangelio es importante, pero después se limitan a caracterizar como «precatecumenado» este conjunto de complejos y difíciles procesos que pueden conducir a la fe en Jesucristo. En este libro no se abordan directamente los grandes temas que están de moda, como el diálogo interreligioso y la inculturación, dado que se trata de problemas generales pertenecientes a la teología de las religiones y a la misionología. A decir verdad, el principal problema para las comunidades cristianas no se refiere a las modalidades de la inculturación ni al diálogo con las otras religiones. El problema prioritario es lo que tenemos que decir, lo que tenemos que proponer al hombre de hoy. El problema es tener conocimientos e ideas claras en relación con la propuesta evangélica. Si ya no tenemos nada que proponer, entonces también las teorías sobre la inculturación y sobre el diálogo interreligioso carecen de relevancia. Este libro no se ha escrito en un día. Año tras año, en los diálogos con estudiantes provenientes de todos los continentes, la materia ha sido reorganizada y redimensionada para que respondiera mejor a la realidad. Todos, a su manera, han hecho posible con su pequeña aportación que la materia esté mejor elaborada, y por este motivo quiero darles las gracias. Estoy especialmente agradecido a la profesora Marcella Pomponi, que ha leído el manuscrito italiano. J. GliVAF.RT

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se christologie, Acco. Leu ven 1999. pp. 23-24. 137

Además, dan testimonio de que al mismo tiempo, y de repente, también a ellos les ha sucedido algo. Se han visto arrastrados por un nuevo dinamismo que los ha transformado por completo, convirtiéndolos en hombres nuevos. Ellos mismos dan testimonio de que han recibido el Espíritu del Señor resucitado. Han tenido la experiencia de que se les han perdonado los pecados, y sólo ahora comprenden las Escrituras; forman una comunidad y son empujados de un modo irresistible para ir al mundo a anunciar este acontecimiento de salvación. Para ellos es evidente que todo esto no brota de su iniciativa, sino que es obra de Dios»12. Después de estos conmovedores acontecimientos -continúa la presentación de E. Vanden Berghe- los primeros testigos «releyeron» la vida de Jesús y comprendieron la verdadera identidad de aquel Jesús al que habían conocido antes de la Pascua. Retrospectiva y selectivamente (según la posición del Evangelio de Juan), presentaron los hechos dando testimonio de la relación absolutamente única entre Jesucristo y Dios Padre (el Hijo de Dios) y de la relación absolutamente única de Cristo con todos los hombres (Salvador, camino de la salvación y de la vida eterna). Y todo ello tiene un carácter firme, permanente y definitivo (dimensión escatológica). Indudablemente, existen otras muchas formulaciones de los contenidos fundamentales del mensaje cristiano, en una sustancial fidelidad a cuanto se remonta a la tradición apostólica.

12. Véase también A. DONDEYNE, «Jesús-Christ libere et unit. Réflexions oecuméniques sur le thétne de l'Assemblée mondiale de Nairobi»: Revue Théologique de Louvain 6 (1975), p. 293: «Creer en Jesucristo significa entrar en una tradición que se remonta a los primeros apóstoles y, a través de ellos, al acontecimiento de Cristo, del que fueron testigos directos [...|. Las expresiones "acontecimiento de Cristo" y "experiencia de Jesús" se toman en un sentido amplio y global y comprenden al mismo tiempo la vida y la enseñanza de Jesús de Nazaret, su muerte y su resurrección y, por último, la experiencia de la fuerza liberadora del Espíritu Santo que iba unida a la fe en Jesucristo y hacía del creyente un hombre nuevo, el cual es creado, según la imagen de Dios, en justicia y santidad verdaderas (Ef 4,24). Una cosa es cierta: la fe en Cristo nació en los apóstoles por el hecho de que los diversos momentos de su experiencia con Jesús (su vida, su doctrina, su muerte y resurrección, la efusión del Espíritu Santo) se les revelaron como una totalidad significativa e indivisa, como un acontecimiento liberador sui generi.s, es decir, como la irrupción decisiva de Dios en la historia de la humanidad para la salvación de todos, judíos y paganos (Rm 1,16)». 138

III. ALGUNAS PRECISIONES

SOBRE LOS CONTENIDOS DEL MENSAJE CRISTIANO

Por lo que respecta a la antigua tradición cristiana, parece bastante claro y perfectamente establecido cuáles son los temas o contenidos centrales del mensaje cristiano. Hemos intentado también esbozar una presentación de esos mismos contenidos en la forma concisa y elemental que requiere el primer encuentro con Jesucristo y el Evangelio en contextos contemporáneos. Pero, en la práctica, muchos catequistas y evangelizadores tropiezan a menudo, en relación con los contenidos precisos del mensaje cristiano, con una serie de interrogantes e incertidumbres provenientes de dos ángulos o preocupaciones diversas. La primera fuente de preocupación es la experiencia catequística de los mismos catequistas. Muchas veces les preocupa que quizá los pocos temas esenciales del mensaje cristiano no sean suficientes, o desearían que algún tema preferido por ellos fuese propuesto ampliamente desde el principio. La segunda fuente de interrogantes se refiere a la preocupación por decir más explícitamente algunos datos esenciales de la fe, precisamente para que el mensaje cristiano pueda aparecer más fácilmente para el hombre de hoy como Buena Noticia. La dificultad radica, sobre todo, en la vocación última del hombre. No se trata sólo, por tanto, del tema de la remisión de los pecados, sino también del tema de la vocación a vivir eternamente con Dios en su Reino de paz y de justicia. Limitémonos a señalar las principales dificultades con una breve explicación. Para los problemas relacionados más directamente con los métodos, remitimos al capítulo siguiente. 1.

¿Bastan estos contenidos centrales para presentar íntegramente el Evangelio?

La preocupación de algunos catequistas se debe al hecho de que en el primer anuncio del Evangelio a los no cristianos haya que presentar únicamente los datos centrales y esenciales del mensaje cristiano. Quien está acostumbrado a la práctica de la catequesis tiene fácilmente la impresión de que muchas verdades de fe no figuran entre estos contenidos centrales del kerigma cristiano. Por otra parte, en los últimos decenios los documentos eclesiásticos requieren laxativamente la presentación íntegra del mensaje cristiano -por ejemplo. 139

Catechesi tradendae (1979) y el Catecismo de la Iglesia católica (1992). Tal preocupación es comprensible, pero en realidad el motivo carece de fundamento. El principio de fondo es: hay que presentar íntegramente el mensaje evangélico desde el principio, pero la explicitación de los diversos datos centrales es tarea de la catequesis del catecumenado y continúa con otras formas de catequesis que tienen lugar en el curso de la vida cristiana. La posibilidad de proponer, acoger, creer todo el Evangelio desde el primer anuncio está ligada al hecho de que el Evangelio no es ante todo una colección de verdades dogmáticas, sino una persona: Jesucristo mismo es, para todo hombre, la Buena Noticia de la salvación de parte de Dios. Y esto es, precisamente, lo que se hace en el primer anuncio: se indica y se propone todo el Evangelio evocando los hechos salvíficos centrales realizados por Dios en Jesucristo, y se pide al oyente la aceptación global de Jesucristo. Según J. Schmitt, se puede afirmar que el anuncio cristiano, el Evangelio de Jesucristo, en su forma más simple y sintética, «es por definición el mensaje de Cristo muerto y resucitado» 13 . O bien, en palabras de W. Kasper, «el único Evangelio de Dios, que por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo es la salvación del hombre y del mundo»14. Efectivamente, la quintaesencia del Evangelio, la única verdad en la que está todo el misterio de la salvación, es Jesucristo, Señor y salvador. Jesucristo es el Evangelio de Dios. Evidentemente, lo que hay que anunciar no es esa pequeña frase, sino el misterio central, a saber: la persona de Jesucristo y la gran iniciativa que Dios manifiesta y realiza en Él para la salvación de todos los hombres, llamándolos a la vida eterna e indicando el camino que han de recorrer para llegar a esa meta. Ya antes del concilio Vaticano n se vinculó este problema con el primer anuncio de la fe. P.-A. Liégé escribió a propósito de la jerarquía de las verdades: «En definitiva, no hay más que un solo misterio, un misterio orgánico que encierra toda la Palabra de Dios en la unidad de una lógica viva, profundamente percibida por el creyente. 13. J. SCHMITT. art. «Prédication apostolique», en Dictionnaire de la Bihle. Supplément, vol. VIII, Letouzey & Ané, Paris 1972, col. 270. 14. W. KASPER. «Tradierung und Vermittlung ais systematisch-theologisches Problem», en (E. Feifel - W. Kasper feds.J) Tradierungskrise des Glaubens, Kosel, München 1987, p. 42. 140

No todos los aspectos del mundo de la fe tienen la misma importancia: su jerarquía se establecerá en referencia al misterio central de Jesucristo»15. Con otras palabras: quien cree sinceramente que Jesucristo es la manifestación y la realización de lo que Dios quiere ser en la vida del hombre, el ofrecimiento concreto de reconciliación y de salvación, el camino para realizar en nosotros y en el mundo el grandioso plan de Dios para el hombre, el único verdadero Señor del hombre y de la historia... acepta ya en sustancia todo el dogma y toda la vida cristiana, aunque después le queda un enorme trabajo por hacer para llegar a ser realmente discípulo de Cristo (catequesis, catecumenado)' 6 . Hay un ejemplo muy tranquilizador que da el mismo Jesucristo y que todos los catequistas deberían considerar. Jesús usa precisamente en su predicación estas presentaciones globales en las que está contenida toda la revelación de Dios y lo que el hombre tiene que hacer para tener parte en la salvación de Dios. En el Evangelio de Mateo se lee: «Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?". El le dijo: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente". Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,34-40). Tal formulación lapidaria es una referencia segura que contiene toda la revelación del Antiguo Testamento y que, como resulta evidente, es asumida radicalmente en el Evangelio. Está claro que esto requiere después mucha explicación y explicitación. Pero la formulación como tal, por lo demás fácilmente recordada, se mantiene durante toda la vida como una referencia segura. 15. 16.

P.-A. LlÉGÉ, cap. VIII, «Fede», en (Gruppo di teologi \ed.\) lniziazione. teológica, vol. III, Teología inórale, Morcelliana, Brescia 1955, p. 414. Muchos catequistas recordarán el drama y los malentendidos en torno a la condena del «catéchisme progressif» de J. Colomb, en 1957, que probablemente habría tenido un final diferente si todos se hubieran referido al principio de la jerarquía de las verdades o de la presentación global del mensa je cristiano. G. ADIHR - G. VOGEEEISKN, Un siécle de entéchese en ¡•'ranee 1893-1980. Histoire - déplacements - enje.ux, Beauchcsne. Paris 1981, pp. 208-224. 141

En suma, como norma, hay que presentar el Evangelio en su globalidad y totalidad desde el principio. Como primera modalidad hay que proponer los datos esenciales y centrales del mensaje cristiano. Después hay que explicitarlos gradualmente en las fases sucesivas del catecumenado o en la iniciación cristiana de los bautizados. 2.

¿Hay que presentar la vocación final del hombre a la vida eterna con Dios?

El problema es si ya en el primer anuncio de la fe cristiana es necesario hablar de la vocación del hombre a la vida eterna con Dios. Son muchos los argumentos que parecen recomendar esta solución. En primer lugar, la predicación de Jesucristo empieza con la proclamación de la cercanía del Reino de Dios. Se trata manifiestamente de un gran proyecto o gran iniciativa de la que los contemporáneos de Jesús tenían ya un cierto conocimiento (aunque no todos se lo imaginaban del mismo modo). En el encuentro con la Samaritana, en un marcado contexto de primer anuncio, Jesús se refiere justamente a este gran proyecto de Dios y a la vocación final del hombre: «Si conocieras el don de Dios...» (Jn 4,10). San Pablo habla del gran misterio escondido desde siglos en Dios (Ef 3,9), es decir, del hecho de que todos los paganos son llamados a la misma herencia que está destinada al pueblo de Israel. Este proyecto es manifestado (revelado) y realizado por Jesucristo e incluye, obviamente, la llamada a ser hijos de Dios, en Jesucristo, para vivir eternamente con Dios en su reino de paz y de justicia. Por último, muchas personas que buscan el contacto con un sacerdote o con otros cristianos, en un contexto de primer anuncio del Evangelio, están ya motivadas por la convicción de que el destino del hombre no se cumple en la breve duración de la existencia terrena. Al menos estas personas viven con un interrogante real con respecto a la vocación última del hombre y reaccionan contra el sentimiento de inutilidad que mucha gente experimenta frente al inmenso universo, en el que nuestra existencia individual parece absolutamente insignificante. Para el cristiano existe la certeza de que en este universo hay Alguien con un inmenso amor hacia cada uno de nosotros, que piensa en todos y cada uno de nosotros y nos llama a todos a una vocación maravillosa de Vida, Comunión y Amor, en una relación personal con Dios. 142

El texto del Salmo 8 es siempre oportuno para evocar la pregunta relativa al destino final del hombre. 3.

¿Hay que presentar también el Antiguo Testamento en el primer anuncio de Jesucristo?

A la hora de presentar la figura de Jesucristo a los paganos ¿es preciso exponer previa o simultáneamente, de modo explícito, la historia del Antiguo Testamento? La posición de P.-A. Liégé es muy clara: «Cuando estos paganos se hayan convertido al cristianismo, recapitularán el Antiguo Testamento, haciendo de él una lectura cristiana (estadio de la catequesis)»17. A primera vista, parece que también Pablo omite la referencia al Antiguo Testamento. En el famoso discurso de Atenas dice: «Dios, pues, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, anuncia ahora a los hombres que todos y en todas partes deben convertirse, porque ha fijado el día en que va a juzgar al mundo según justicia, por el hombre que ha destinado, dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los muertos» (Hch 17,30-31). Es bien sabido que san Pablo rechazó la tesis según la cual el candidato cristiano tendría que convertirse previamente al judaismo. Además, en los textos -lamentablemente demasiado escasos- en los que se percibe algo del primer Evangelio a los paganos, no se encuentran referencias explícitas a la historia de Israel ni, en general, al Antiguo Testamento. No obstante, si se examina esta cuestión más de cerca, hay que hacer algunas precisiones. Cuando se trata de anunciar a Jesucristo a los judíos, es indudable que se ha de hacer ver que Jesús es realmente el Mesías preanunciado por los grandes profetas. Los Evangelios en particular, y en menor medida los Hechos de los Apóstoles, ponen de relieve que Jesús es el cumplimiento de todo cuanto se dice en la Escritura con respecto al futuro Mesías. En rigor, no es cierto que Pablo, al proponer el Evangelio de Jesucristo a los paganos, omita por completo el Antiguo Testamento. De hecho, considera esencial el discurso sobre el monoteísmo, es decir, sobre la fe en el único Dios verdadero (véase el capítulo 3). Para los paganos la conversión al único Dios verdadero incluye también 17. P.-A. LlÉGÉ, Théologie de l'évangélisation, ISPC. París 1969-1970 |pro in;i nuscripto], p. 31. 143

el rechazo de las creencias y de las principales prácticas de la religiosidad pagana. El dato está ampliamente documentado. Y esta fase, al parecer, es de algún modo anterior al anuncio de Jesucristo. Por lo demás, resulta bastante claro que san Pablo se apoya en la Providencia general de Dios18. Una consideración externa y complementaria podría llamar la atención sobre el hecho de que, por ejemplo, en la cultura ancestral africana la realidad del Antiguo Testamento, debido a algunas afinidades culturales y antropológicas, es más fácilmente accesible que en otras muchas culturas. Por eso muchos africanos escuchan gustosamente relatos del Antiguo Testamento. 4.

¿Forma parte del contenido la llamada a la fe y a la conversión?

A los catequistas provenientes de la catequesis parroquial no les resulta inmediatamente evidente si el llamamiento a la fe y a la conversión, con la motivación del juicio de Dios sobre el hombre y sobre el mundo, es un elemento esencial del mensaje cristiano, o si se trata simplemente de una exhortación que se añade desde fuera a las verdades esenciales. La respuesta es que el llamamiento dirigido al hombre por la predicación de Jesús y por el primer anuncio de los apóstoles forma parte del contenido mismo del mensaje. La manifestación de Dios, de su proyecto para toda criatura humana, no se sitúa en el nivel de la información o del comunicado de prensa. No es simplemente la presentación de un paquete de verdades intelectuales. Lo que Dios manifiesta requiere, esencialmente y de por sí, ser escuchado, tomado en serio y acogido positivamente. En esto el primer anuncio es también notablemente distinto de las enseñanzas dogmáticas o de la doctrina cristiana. Según la conocida distinción entre primer lenguaje y segundo lenguaje en la revelación cristiana, hay que decir que el primer anuncio se sitúa en la prolongación del primer lenguaje, es decir, de Jesucristo y de los hechos de Jesucristo, en los que Dios se revela a sí mismo y su plan sobre el hombre. El primer anuncio debería ser, en primera instancia, escuchado como la palabra misma de Dios, que resuena a través de la voz y la presencia del evangelizador. 18.

lhidem.

El segundo lenguaje se refiere a todas las consideraciones intelectuales y racionales que tratan de comprender mejor la revelación y referirla a las realidades concretas de la vida y del mundo en que se vive. Éste es, específicamente, el ámbito de la teología y, más inmediatamente, el de la catequesis catecumenal. Nos hallamos ante una característica fundamental del anuncio cristiano. Recordamos a continuación cuatro puntos que parecen particularmente oportunos para ilustrar este aspecto y que están tomados de la conclusión de un estudio del exegeta H. Merklein: a) «El anuncio del evangelio no es ante todo cuestión de adoctrinamiento o transmisión de una enseñanza. Aunque hay unas tradiciones doctrinales que se transmiten y que también Pablo transmitió (véase 1 Co 15,3-5), el "evangelio" no se puede objetivar en una "cosa"»19. b) La predicación del Evangelio hace (casi sacramentalmente) presente la obra salvífica de Dios en Jesucristo. La palabra del kerigma es fuerza de Dios. Es una palabra preocupada, ante todo, por la renovación de los hombres, y no sólo o primariamente por la conservación invariable de un patrimonio doctrinal. c) El Evangelio es fiel a su orientación escatológica cuando no se aterra a la tradición existente. El anuncio del mensaje evangélico es también hoy un acontecimiento que está llamado a renovar el mundo. d) La predicación del Evangelio no es sólo un recuerdo actual de la obra salvífica pasada, sino que es continuidad de esta obra hacia su cumplimiento escatológico; por lo tanto, hace visible de manera creativa el acontecimiento de la obra salvífica de Dios. Consiguientemente, quien anuncia el Evangelio no puede disponer de él de manera autónoma, sino que más bien debe ser consciente de que cumple la función de voz profética de la palabra de Dios20. 19.

20.

144

H. MERKLEIN, «Zum Verstandnis des paulinischen Begriffs "Evangelium"», en (Katholisches Bibelwerk led.J) Dynamik un Wort. Lehre von der Bibel. Leben aus der Bibel. Festsehrift aus Anlass des 50 jahrigen Bestehens des Kaíh. Bibelwerk.es in Deulschland, 1933-1983, Stuttgart 1983, p. 232. Citado en H. WALDENEELS, Teología fundamental contextual, Sigúeme, Salamanca 1994. p. 543 (original alemán: Kontextuelle Fundamenlallhco logie. Schóningh. Paderborn 1988-, p. 412). Ibidern.

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En suma, en el primer anuncio del Evangelio la preocupación dominante no es aportar la doctrina cristiana (= «adoctrinamiento», formación doctrinal, catecismo) ni aumentar los conocimientos dogmáticos. Por el contrario, todo está orientado y tiende hacia la fe en el único Dios verdadero, hacia el amor de Dios, hacia la fe en Jesucristo, hacia la esperanza de la vida eterna con Dios. 5.

¿Es necesario hablar del pecado en el primer anuncio del Evangelio?

Al parecer, entre los temas clásicos del kerigma cristiano no está presente, al menos de manera explícita, el tema del pecado. Provenientes de una catequesis que ha subrayado siempre el puesto central del pecado y del hombre pecador en el cristianismo, algunos catequistas se preguntan si en el primer anuncio de Jesús hay que hablar del pecado, es decir, del hombre pecador. Después de todo, la profesión de la fe apostólica menciona explícitamente el perdón de los pecados.

castigos. Sin embargo, lo que nos correspondía a nosotros ha recaído sobre aquel inocente. También es esencial decir que Jesús no sufrió la pasión y la muerte como algo fatal. Su elección fue una opción consciente de absoluta fidelidad a la misión de manifestar a todos el amor, la reconciliación y la salvación de Dios. No abandonó su misión ni siquiera frente a la amenaza de la muerte. Se ofreció a sí mismo por la reconciliación y el perdón de los pecados. Dio su vida por amor. Así pues, sin hacer un tratado sobre el pecado, el tema está fundamentalmente presente, ya que los hechos de Jesús son presentados en su verdadera naturaleza e interpretación según los testimonios bíblicos. 6.

¿Hay que mencionar el juicio de Dios en el anuncio del Evangelio?

Al hablar de la pasión de Jesucristo no se puede olvidar la interpretación científica del Nuevo Testamento, según la cual nuestros pecados recayeron sobre él. En realidad, sería comprensible que nosotros, como pecadores, tuviéramos que soportar los sufrimientos y

Indudablemente, el tema del juicio figura entre los temas clásicos del anuncio cristiano. La dificultad de muchos catequistas se debe al hecho de que en los catecismos la mayoría de las veces «juicio» se asocia a los lugares escatológicos clásicos: paraíso, purgatorio e infierno. Y se tiene la impresión de que esto es contraproducente y contrario a la mentalidad de hoy. En concreto, es mejor atenerse a los términos en que el problema es planteado en el Nuevo Testamento. En primer lugar, el mensaje sobre la venida del Reino de Dios es ante todo un mensaje sobre la absoluta centralidad de Dios en la vida del hombre, sobre la Vida, sobre la Salvación, sobre la voluntad salvífica de Dios. En el primer anuncio, por tanto, no hay que insistir en el infierno. Es un tema del que se hablará en el catecumenado, dentro de los discretos límites en que aparece en los Evangelios. En segundo lugar, los textos del Nuevo Testamento revelan un cierto paso de una espera del inmediato retorno de Cristo para juzgar al mundo («la feliz esperanza») a una espera menos inmediata y, por ello mismo, necesariamente más centrada en la vigilancia que debe caracterizar la existencia cristiana del individuo, habida cuenta de la brevedad de su existencia antes de morir. Esta vigilancia es siempre necesaria. Aunque el retorno de Cristo se haga esperar, el tiempo de la vida de cada persona es breve. En las parábolas se afirma el juicio de Dios, pero se insiste sobre todo en la vigilancia y la prontitud. Basta pensar en la parábola de las muchachas invitadas al banquete

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La respuesta a la dificultad no deja lugar a dudas. En el primer anuncio del Evangelio hay que hablar necesariamente del pecado. Pero esto no significa que haya que hablar del pecado como si fuese un tema autónomo y aislado. Y ciertamente no quiere decir que, al anunciar el Evangelio, la primera realidad que haya de presentarse sea la del hombre pecador. El lugar apropiado para hablar de este tema es el testimonio central de que Jesucristo ha muerto «por nuestros pecados». En realidad, parece imposible que se puedan presentar los hechos fundamentales de Jesús sin hablar explícitamente de su compromiso de ir en busca del pecador, de perdonar y de reconciliar. Asimismo, la presentación de Jesús es inseparable de la oposición que nació en torno a su predicación y que puso de manifiesto una decidida voluntad de suprimirla para siempre, dándole muerte. De este modo se muestra con absoluta evidencia el alma mala que anida en el hombre, en el sentido de que no respeta ni siquiera al hombre justo e inocente, que teme a Dios y ama al prójimo, sino que tiende a sofocar su presencia, su ejemplo y su voz.

de bodas, o en la del ladrón que viene a una hora no precisada de la noche. Se trata siempre del tiempo útil, del tiempo que hay que usar hoy según el proyecto de Dios y que decide cuál será la futura vida del hombre después de la muerte. Frente al juicio que Dios hará sobre todo ser humano, este tiempo es el tiempo propicio, tiempo de gracia, ocasión favorable. Dios mismo va en busca de quien está perdido. «Él [Jesucristo] es el que nos libera de la ira venidera [de Dios]» (1 Ts 1,10). Este mismo Jesús volverá para juzgar a los vivos y a los muertos (Credo litúrgico). El proyecto de Dios propuesto en el Evangelio confiere una seriedad radical al tiempo de la existencia humana. Al aceptar o rechazar la entrada en el proyecto de Dios, el hombre realiza el juicio sobre su propia existencia.

7. ¿Hay que hablar explícitamente de la Santísima Trinidad? En la historia de las misiones el tema de la Trinidad ha sido siempre uno de los puntos delicados. Como norma, muchos misioneros posponían el tema de la Trinidad hasta la última fase del catecumenado, cuando se hace el comentario del Credo o Símbolo de los apóstoles. Hay que tratar necesariamente este tema, dado que la fórmula bautismal habla explícitamente de bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Probablemente, una sencilla distinción ayudará a comprender mejor el problema. En el primer anuncio de Jesucristo se hablará normalmente de Dios, de Jesucristo, Hijo de Dios, y del Espíritu Santo, según el esquema que presentan los textos del Nuevo Testamento. En este sentido el kerigma mismo es trinitario (como se refleja también, por lo demás, en el Símbolo de los apóstoles y en la fórmula bautismal). Una exposición más explícita, a la luz de las precisiones dogmáticas post-bíblicas, podrá tener lugar en el catecumenado, precisamente cuando se explica el Símbolo de los apóstoles. Ciertamente, en el primer anuncio de Jesucristo está fuera de lugar la introducción de sutiles y difíciles distinciones que se encuentran en el tratado teológico sobre el Dios uno y trino.

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8. ¿Hay que explicar también al no cristiano qué es la Iglesia? A todas cuantos se dedican al anuncio del Evangelio debería resultarles bastante claro que el objeto primario del anuncio cristiano no es la Iglesia institucional, sino el Dios que se revela en Jesucristo y llama a todos los hombres a la conversión, a la fe y a la vida eterna. Ciertamente, ningún evangelizador debería pensar que anunciar el Evangelio es una especie de «publicidad para inscribirse en la Iglesia» (en analogía con la propaganda para inscribirse en un partido político, en una asociación, etcétera). Así pues, queremos ante todo, como el mismo Jesús, que la gente se abra a la gran iniciativa de salvación de parte de Dios y se esfuerce por entrar en la gran novedad de vida que se requiere para vivir como verdaderos hijos de Dios, en la nueva relación de amor, de fe y de esperanza en Dios, y de este modo tenga la vida eterna. No obstante, en el primer anuncio tendrá que estar presente la idea fundamental que se realiza en la Iglesia: en Jesucristo, Dios mismo viene a convocar universalmente a todos los seres humanos. Dios convoca a los hombres, porque quiere reunificar en Cristo, bajo una sola cabeza, a todo el género humano: vivir como hermanos en el amor radical a Dios y a los hermanos y tener la vida eterna en el Reino de Dios. Desde el principio los apóstoles y los cristianos tuvieron la experiencia de que eran una comunidad o Iglesia. Todos los que creen en Jesucristo forman un único y gran cuerpo. Por lo demás, debería resultar bastante obvio que en el primer anuncio del Evangelio no se debe hacer nada parecido a un tratado de eclesiología. En ningún caso hay que programar explicaciones sobre las estructuras jurídicas, sobre el funcionamiento de la Iglesia institucional. En el catecumenado se podrá decir algo más, pero sin la preocupación de explicar toda la estructura jurídica de la Iglesia. Bastará con exponerla de un modo general.

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Fragmentos de metodología

La palabra «método» indica generalmente el camino que hay que recorrer para alcanzar un determinado objetivo. El sueño de muchas personas que trabajan en el anuncio del Evangelio es encontrar indicaciones precisas, detalladas y circunstanciadas para conseguir llevar al no cristiano a la fe cristiana. Pero los sueños reflejan pocas veces la realidad. Por lo que respecta al primer anuncio del Evangelio, hemos tratado ya de clarificar cuáles son los objetivos que se han de alcanzar. Los capítulos anteriores ofrecen también abundantes precisiones sobre los contenidos centrales e indispensables para alcanzar dichos objetivos. Tampoco faltan, dispersas a lo largo del texto, indicaciones y sugerencias de metodología: por ejemplo, acerca de qué hacer y qué no hacer al presentar los contenidos centrales del Evangelio. El medio principal para alcanzar los objetivos del primer anuncio consiste en dar el testimonio de la palabra referente a esos núcleos centrales de la fe cristiana. Las sugerencias metodológicas propuestas en este capítulo se refieren principalmente a los modos de dar dicho testimonio del Evangelio. No abordamos los problemas generales de los métodos misioneros, relacionados sobre todo con elecciones y procedimientos generales para la edificación de la Iglesia en una determinada región. Estos problemas (indicados a veces también como estrategias) suscitaron gran interés a principios del siglo xx. Pero desde hace unos decenios la misionología apenas les presta atención1. 1.

Véase J. SCHMJTZ - H. RZEPKOWSKI, art. «Missionsmethode», en (K. Míillcí - Th. Sundermeier [eds.]) Lexikon Missionsíheologischer Gruiulbcí'riffc, I). Reimer, Berlin 1987, pp. 292-297. 151

I. ALGUNAS INDICACIONES GENERALES SOBRE LA METODOLOGÍA

Reunimos a continuación algunas indicaciones que son objeto de un cierto consenso en la larga tradición de la transmisión de la fe y en las experiencias contemporáneas del anuncio del Evangelio.

de todavía están enjuego los procesos de identificación con modelos de vida. Cuando surge una relación de confianza, puede ser muy eficaz un testimonio convencido de la propia fe en Dios y en Jesucristo. 2. El camino del coloquio y del diálogo

Una regla bastante general enseña que en una relación de confianza recíproca resulta más fácil encontrar las palabras apropiadas para decir algo importante a una persona. Por eso, un camino privilegiado para el anuncio del Evangelio consistirá en crear verdaderas relaciones personales, caracterizadas por el conocimiento de cada una de las personas, la comprensión y la estima por lo que son, lo que hacen y, en definitiva, lo que andan buscando en su vida. El lugar donde tales relaciones de confianza se dan de manera espontánea y donde, además, la transmisión del anuncio se produce al menos desde hace 1.500 años, es el ambiente familiar, la relación entre padres e hijos (al menos en los años que preceden a la adolescencia). Los padres hacen participar espontáneamente a los hijos en su vida cristiana y, sin necesidad de haber realizado estudios especiales de ningún tipo, encuentran las palabras apropiadas para decir cuáles son esos contenidos fundamentales del mensaje evangélico. Frente a la constatación de que este tipo de primer anuncio del Evangelio no es suficiente y con frecuencia, en muchos casos concretos, es fragmentario o está subdesarrollado hoy, debido a la escasa fe y práctica de los padres, al impacto del pluralismo cultural y religioso..., sería un gran error pretender renunciar globalmente a este método que durante tantos siglos ha mostrado su validez. Más bien, se tratará de potenciar el clima de confianza de la familia cristiana. Lo de menos es que se denomine «despertar religioso», «catequesis familiar» o «implicación de los padres en la evangelización de los hijos»; lo importante es que haya, por parte de los éstos, una participación real en el cristianismo vivido por sus padres. Una tercera realización del mismo principio es la preferencia por los ambientes educativos donde surge una relación de confianza con los educadores cristianos de grupos de adolescentes y jóvenes, don-

En el Nuevo Testamento encontramos dos modelos principales del primer anuncio del Evangelio que siguen explícitamente el camino del coloquio: el encuentro de Jesús con la Samaritana junto al pozo de Jacob (Jn 4,1-30) y el episodio de los discípulos de Emaús (Le 24,13-35). En ambos casos se empieza por preguntas dirigidas a la otra persona, y en ambos casos también hay una referencia precisa a una situación subjetiva y vivida (que surge en una breve historia de vida). En el diálogo con las preocupaciones fundamentales del interlocutor se ofrece el espacio para una gradual e integral propuesta del Evangelio. La razón por la que conviene llamar la atención sobre este aspecto es que muchos catequistas y sacerdotes provienen de la experiencia de los catecismos o de la predicación, donde a menudo se hace un discurso en un único sentido, de tipo magistral, no un coloquio o diálogo en el que las preguntas del interlocutor son tomadas absolutamente en serio. Es posible que el catequista o el evangehzador sienta una cierta ansiedad por dar a conocer lo antes posible la verdad cristiana, pero muchas veces no le preocupa si lo que dice sirve para esclarecer los interrogantes angustiosos que atormentan el corazón de su interlocutor. Tal vez no le conceda ni siquiera la alegría de decir lo que piensa y lo que está buscando en relación con el sentido religioso de su existencia humana. Quizás sea una caricatura excesiva decir que la catequesis (como un cierto tipo de filosofía) da respuestas a preguntas que nadie ha hecho, pero deja a la gente con las preguntas que realmente se hace. Con todo, tal vez también la caricatura tenga su parte de verdad... En realidad el anuncio del mensaje evangélico a una persona concreta (adolescente, joven o adulto) se hace, la mayoría de las veces, en el contexto de un coloquio sereno, cordial y a la vez muy serio. El interlocutor habla de sus preocupaciones humanas o religiosas, o bien manifiesta su perplejidad o los profundos interrogantes que le suscitan la vida y la muerte. En este caso, el modelo para el evangehzador no es el pulpito de una iglesia, ni el lugar donde tiene

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1. La preferencia por unas relaciones personales caracterizadas por la confianza

lugar la catequesis infantil, ni la clase de religión con su didáctica particular, con los métodos habituales y tal vez con métodos «multimedia», sino el diálogo de Jesús con la Samaritana o con los discípulos de Emaús. El aspecto coloquial entra aquí en juego de distintas maneras. Ante todo, parece muy importante que el otro tenga libertad para hablar y esté motivado por una pregunta sincera e interesada. Muchas veces, nosotros podemos compartir las reservas o las observaciones críticas de estos interlocutores, por ejemplo con respecto al comportamiento de personas religiosas. Este intercambio ofrece la ocasión para orientar la atención hacia lo que es esencial, central en la fe cristiana. Las preguntas críticas que se hacen de vez en cuando al interlocutor son muchas veces más eficaces que una respuesta inmediata, porque le permiten caminar en la dirección del Evangelio. La propuesta del Evangelio se hace en el contexto de problemas, posiciones, preocupaciones, búsquedas suscitadas por el interlocutor, como cuando hace preguntas sobre el sentido de la vida o sobre el comportamiento de personas religiosas que no son caritativas o no respetan al prójimo, o cuando manifiesta su angustia por la muerte de una persona a la que está ligado en el amor y el afecto, etcétera. Las indicaciones del misionero y catequista español A. Nebreda, que ha trabajado durante mucho tiempo en Japón y en Filipinas, son algunas de las más concretas y experimentadas a este respecto2. Hay una segunda razón por la cual, en el primer anuncio del Evangelio, el coloquio es sumamente importante. El objetivo que se quiere alcanzar a través del anuncio del mensaje evangélico es que el interlocutor haga personalmente, al menos en el nivel inicial, el acto de fe en el único Dios verdadero, dé el primer paso hacia la conversión y camine hacia una fe personal en Jesucristo. Todo ello no sucede normalmente en un minuto ni en un día, no es un fogonazo, sino que suele constituir un proceso laborioso, caracterizado por la perplejidad, los interrogantes, las dudas, los deseos de clarificación... El proceso es siempre doloroso, porque pone en crisis todo el planteamiento de la existencia. Hace falta un tiempo más o menos largo, en el que el interlocutor tiene que vérselas consigo mismo. Quien empieza a interesarse por el mensaje evangélico ha de tener la oca-

sión de decir explícitamente cómo percibe el problema de Dios y lo que ya sabe del cristianismo, qué dificultades encuentra. Tiene que encontrar a una persona que le ayude a disipar las principales dificultades y a comprender en concreto qué quiere Dios de él. En este marco, el coloquio con el sacerdote o con el catequista se hace relevante para disipar las numerosas dificultades que nacen a medida que se va haciendo camino. También aquí es necesaria la función de acompañamiento: recorrer juntos una parte de dicho camino. De todos modos, tampoco hay que mitificar el diálogo, como si fuese el único contexto en el que anunciar el Evangelio. En la historia de las misiones se encuentran también otros ejemplos que tuvieron cierto éxito. Por ejemplo, Alexandre de Rhodes en Vietnam, en el siglo XVII, pedía 8 días de escucha silenciosa. En cualquier caso, lo que los interesados escuchaban era presentado en forma de ocho coloquios entre un maestro cristiano occidental y un maestro chino confucionista'. Se pedía la escucha silenciosa de estos ocho coloquios porque la experiencia había enseñado que de ese modo muchas dificultades del camino quedaban resueltas por las diversas exposiciones, y al final quedaban pocos interrogantes. Cuando se trata de niños, se puede practicar un método más propositivo o narrativo. No obstante, también en este ámbito algunas investigaciones recientes, por ejemplo las del grupo dirigido por John Hull en Inglaterra, han demostrado que las preguntas de los niños son relevantes, y su potencial de apertura y búsqueda muy importante. También ellos pueden mantener un diálogo4.

3.

Es muy importante orientarse hacia las personas que muestran interés o piden escuchar en qué consiste realmente nuestra fe cristiana. Las declaraciones genéricas sobre la indiferencia religiosa del hombre de hoy hacen que corramos el peligro de no prestar atención a 3.

2.

Véase el interesantísimo texto de A. NEBREDA, «Preevangeli//.a/ione in forma de dialogo», en Nuovi orizzonli del dialogo missionario, Queriniana EMI, Brescia- Bologna 1968, pp. 153-166. 154

Estar generosamente disponibles para las personas que buscan

4.

Véase Peter C. PIIAN, Mission and Catechesis. Alexandre de Rhodes & Inculluration in Seventeenth-Centun Vietnam, Orbis Books. Maryknoll (New York) 1998, p. 118. Véase John HULL. «Theological Conversaron with Young Children»: Rritish Journal of Religious Education 20 (1997-1998/1), pp. 7-13. 155

muchas personas que están embarcadas en un proceso de búsqueda. Tales personas constituyen, por lo general, un terreno fecundo para testimoniar la fe evangélica. Esto vale también para las personas que aparentemente no buscan se interesan por una perspectiva religiosa: las personas, por ejemplo, que buscan interioridad o espiritualidad, o que se sienten frustradas por las respuestas ofrecidas por el supermercado religioso, con sus «macedonias» consumistas.

4. Formas de anuncio cristiano ocasional e indirecto En los contactos personales con personas adultas o con adolescentes y jóvenes, se dan múltiples ocasiones de atestiguar con sencillez la fe en el único Dios verdadero o en Jesucristo. Esto sucede, la mayoría de las veces, en los diálogos espontáneos, donde los interlocutores exponen o defienden su modo de ver, o el que predomina en el ambiente en que se mueven, con respecto a los grandes problemas de la vida humana. También el testigo cristiano interviene espontáneamente, atestiguando la propuesta evangélica. Existen también posibilidades indirectas de anuncio del Evangelio y que no parecen ser despreciables. Señalamos a continuación algunos modelos conocidos y experimentados. En primer lugar, en la clase de religión, sin hacer propaganda religiosa ni ejercer forma alguna de presión, es posible entrar en contacto con algunos textos bíblicos que contienen testimonios fundamentales relativos al mensaje cristiano. Aun cuando los textos sean estudiados con una intención formativa, cultural o académica, nunca se puede excluir que alguno de los participantes se sienta fascinado por el contenido mismo y pueda considerarlo una llamada dirigida a él personalmente. Otro ejemplo en esta misma línea es el contacto formativo y cultural con grandes monumentos artísticos del cristianismo; por ejemplo, la visita cuidadosamente preparada a una catedral ofrece siempre la ocasión para atestiguar cuál es la fe que ha inspirado tales obras y a los personajes presentes en ellas a través de los siglos. Un tercer modelo, con una larguísima tradición en el trabajo misionero, consiste en organizar iniciativas en torno a los grandes problemas de la existencia humana. Esta reflexión interesa profundamente desde el punto de vista humano y es significativa también para quienes participan sin convicciones religiosas concretas. El deba156

te y la reflexión crítica sobre muchas respuestas y propuestas permite focalizar la importancia de tales problemas, a la vez que hace posible que también la respuesta cristiana sea presentada junto a otras. La fórmula recibe a veces el nombre de «cátedra de los no creyentes». El nombre puede sorprender, porque, mientras no se demuestre lo contrario, precisamente en este nivel no es muy oportuna la imagen de la cátedra, como si se tratara de alguien que sabe y se dirige a otros que no saben. Hay que señalar un cuarto modelo. Muchos responsables en las misiones o en los países de vieja cristiandad tienen unas expectativas casi místicas en relación con los medios de comunicación social (particularmente la televisión y, en parte, el «cine religioso») como métodos para hacer llegar a todos el mensaje evangélico. Sin embargo, las escasas investigaciones realizadas en este campo parecen documentar que sólo una parte muy pequeña de los actuales catecúmenos ha recibido de estos medios de comunicación un impulso para acercarse al catecumenado. En cambio, está documentado que en casi todos los casos son las relaciones personales con cristianos las que provocan la apertura al Evangelio y al catecumenado.

5. ¿Anunciar con el método de choque o esperar el momento propicio? Conviene añadir una última observación. Entre cristianos que se interesan por la evangelización abunda a veces la idea de que la proclamación del mensaje evangélico ha de hacerse de un modo brusco, sin demasiadas contemplaciones, sin excesiva preparación y educación y sin necesidad de complicados esquemas. Hay que sorprender y sacudir a las personas, y de ese modo se pueden esperar conversiones... En cualquier caso, más de uno preferiría métodos más agresivos, no muy distintos de los practicados por algunas sectas religiosas. Efectivamente, la historia de la predicación nos recuerda a ciertos directores de ejercicios espirituales o predicadores de misiones populares que aplicaban una especie de terapia de choque o de intimidación, basada en las consiguientes consecuencias desastrosas para quienes no escuchaban la predicación y no iban a confesarse... Al margen de estas posiciones, parecen necesarias un par de ob servaciones. Anotemos, ante todo, que no son aceptables la intimi dación ni la amenaza con castigos temporales y eternos, porque son 157

contrarias al principio del respeto y la libertad. Lo mismo vale para los métodos más agresivos (no muy distintos de los de la publicidad igualmente agresiva). Pero tal vez el problema esté mal planteado. No parece que el problema consista en recurrir o no a un método de choque. Es el contenido mismo de la propuesta evangélica lo que tiene un carácter de contraste, desconcertante además en muchos aspectos. La propuesta del proyecto de Dios, tal como se manifiesta y se realiza en Jesucristo, hay que hacerla con todo lo que tiene de inesperado, de inactual, de profundamente crítico con respecto a la lógica corriente y cotidiana. Lo que Pablo llama el «escándalo de la cruz» es parte constitutiva del mensaje evangélico. En relación con el kerigma o con la proclamación del mensaje cristiano, hay que ser siempre conscientes de que este carácter de novedad, de ruptura, de contraste con los discursos normales de la gente está presente desde el principio. El valor de decir que la realidad central es Dios y que lo importante en la vida humana es poner a Dios en el centro, convertirse a Dios, buscar la voluntad y el proyecto de Dios... no tiene ciertamente nada de conformismo o de cesión a la mentalidad corriente. En cierto sentido, es radicalmente anticonformista para la mayor parte de las personas. Y lo mismo puede decirse del discurso sobre la muerte y la resurrección de Jesucristo, el perdón de los pecados, la vida eterna, etcétera. Por otra parte, es un dato humano bastante general que el encuentro con algo nuevo e inesperado puede sacudir al sujeto, abrir horizontes antes insospechados, cambiar profundamente el planteamiento de la vida. Lo importante es que esa realidad nueva con la que una persona se encuentra, aun sin esperarla como tal y de esa forma determinada, pueda ser reconocida. El encuentro con el otro, con lo nuevo, con lo no esperado, forma parte de la experiencia humana. Con respecto al segundo aspecto de la pregunta -a saber, si hay que esperar el momento propicio y oportuno para hacer la propuesta evangélica-, también aquí hay que distinguir. Si las personas no tienen ningún deseo de escuchar, no podemos obligar a nadie. Pero en el caso de muchas personas no se sabe si es oportuno o no lo es, si hay alguna posibilidad o no de que se abra una puerta. En efecto, no tenemos escalas de verificación para juzgar si tales o cuales personas reúnen o no las condiciones suficientes para que el encuentro con el Evangelio tenga alguna posibilidad de éxito. De cualquier modo, muchas experiencias misioneras enseñan que las esti158

maciones sobre la preparación y disponibilidad se ven muchas veces frustradas por la realidad: con personas que prometen, a veces no se obtiene nada, mientras que hay personas que aparentemente no ofrecen ninguna perspectiva razonable de escucha y acogida, pero que en realidad acogen el Evangelio. Hace falta un cierto valor para anunciar... y para soportar que en muchos casos la semilla del Evangelio no sea acogida.

II. RECURSOS METODOLÓGICOS EN RELACIÓN CON LA SITUACIÓN RELIGIOSA DEL NO CRISTIANO

La enorme cantidad de artículos y libros que se publican hoy sobre el diálogo interreligioso y sobre la inculturación podría fácilmente dar la impresión de que el problema de los métodos de la primera evangelización se reduce a estos dos ámbitos de problemas, que indudablemente son importantes, pero que se refieren ante todo -en particular el problema del diálogo con las religiones no cristianas- a la teología de la evangelización y, más concretamente, a la teología de las religiones, y se desarrollan ampliamente en el nivel de la misionología. No es éste el momento de exponer todas las investigaciones teóricas y los puntos neurálgicos de las discusiones en torno a tales cuestiones. Y aunque se aclaren las ideas sobre todos estos grandes problemas, no por ello se resuelven los problemas prácticos que se plantean en el plano del anuncio de la fe a personas concretas. Con esta conciencia se pueden recordar aquí algunas indicaciones o sugerencias de orden práctico y más útiles para la propuesta del Evangelio en el mundo occidental.

1. Sumo respeto por la cultura y los usos religiosos Para el anuncio del Evangelio a las generaciones jóvenes de hoy, y en general al hombre contemporáneo occidental, podría ser útil considerar un principio general que se remonta a 1659 y que fue formulado con vistas al anuncio del Evangelio en China y demás países de Oriente. Se trata de la ya mencionada Instrucción de Propaganda Fide a los Vicarios apostólicos de la Société des Missions Etrangc res, publicada en 1659. El documento es conocido como Monilti
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