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April 28, 2017 | Author: SirMath | Category: N/A
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Germán Puerta Estrellas, planetas y vida en el universo

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Germán Puerta

Estrellas, planetas

y vida en el universo

Planeta

COLECCION DOCUMENTO

(fJ Germán Puerta Restrepo, 1995. (f) Planeta Colombiana Editorial, S.A., 1995. Calle 31 Nº 6-41 Piso 18 Santa Fe de Bogotá Armada en computador: Servigraphic Ltda.

Impreso por: 'lercer Mundo Editores S.A. ISBN: 958-614-486-0 Primera impresión octubre de 1995.

Contenido

I n troduc c i ón

9

l. Del origen del universo

a la formación del sistema solar E l caos y l a l oc o m otora a vapor

15

El u n i verso pri m i t i v o

19

La a n t e n a m ágica de Pen z i a s y W i l so n

Or i gen c ó s m i c o de l as galaxias y l as estre l l a s E l So l y l a formac i ó n de l o s p l anetas

El catál ogo de M e s s i e r

21 23 25 30

11. Un jardín llamado Tierra Receta para un p l an eta flo r i d o

33

L a formac i ó n de l a l un a

37

¿Có m o c o m e n zó l a v i da en l a Ti erra?

39

Obsequios d e l espac i o

42

Ext raña exp l o s i ó n en S i be r i a

44

L a arc i l l a y e l m ar

La c o n c i e n c i a d e l h o m bre

45 50

111. Expedición interplanetaria La v i d a: u n fen ó m eno persistente

57

La L u n a

60

V i aj e s fantást i cos

63

Merc u r i o

66

Venus

68

Marte

72

Invasiones m arc ianas

79

Los asteroides

82

J ú p iter

84

F obos y D e i mos

78

Las l un a s de Júp iter

87

S aturno

89

Las lunas de S aturno

91

Urano

93

Neptu n o

96

Plutón

98

Las fron teras del sistem a solar

99

IV. Retrato de una galaxia Las d i m e n s iones de la Vía Láctea

1 03

E stre l l a s con plan etas

1 08

H i stori a de un astrónomo hon esto

1 14

V i da en el u n i v erso

1 17

Exam i n ando el v e c i n dario

124

V. La búsqueda de vida extraterrestre L l am adas de m e d i anoche

1 29

Los mensajeros del cosmos

1 34

El E n igma de l os O v n i s

1 39

E l plat i llo volador de M c M i n n v ille

1 47

Las prom esas del futuro

1 52

G losario

1 55

B i bliografía

161

I n d i c e tem át i co

1 65

Introducción

Por la noche mirarás las estrellas No te puedo decir dónde se encuentra la mía Porque mi casa es muy pequeña Será mejor así Mi estrella será para ti una de esas estrellas Entonces te agradará mirar todas las estrellas

Y todas serán tus amigas. ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY El Principito

El enigma del origen de la vida y su permanencia en el universo ha sido la fuente de las más profundas discusiones filosóficas en todas las culturas. Las ideas sobre este punto son tan viej as como la civilización misma. En el antiguo Egipto se creía que las ranas y los sapos surgían de los sedimentos del río Nilo; y en Grecia, que los insectos y los gusanos nacían del rocío, los ratones se generaban en el suelo húmedo y los peces bro­ taban de la arena y de las algas. Esta visión del origen de las criaturas vivientes podría enmarcarse en el materialismo filosófico clásico, el cual con­ sideraba la vida como una propiedad indiscutible y primaria de toda la materia. En la antigua mitología griega se afirmó que la Tierra misma era un ente viviente; la llamaban Gaia y se la adoraba como una deidad creadora con influencia sobre la vida y la muerte. Anaxágoras, el gran pensador griego, desarrolló aún más este concepto, considerando que los gér­ menes invisibles y etéreos de la vida que nos colocaron en el 9

mundo estaban también dispersos por todo el Universo. Lucrecio, e l poeta latino , resaltó la capacidad de la naturaleza para reproducir las cosas; no existe nada único por lo que el Cielo, la Tierra, el S o l , la Luna, el Mar y todo aquello que vive, lej os de ser los únicos de su especie, existen por el contrario en número infinito . Estas doctrinas prevalecieron hasta en tiempos de San Agustín, quien pensaba que el mundo estaba lleno de miste­ riosas y ocultas semillas espirituales que generaron las diversas criaturas vivientes de la tierra, el aire y el agua. Sin embargo , durante la edad media, l a Tierra era el centro d e l mundo según la versión de Ptolomeo y la existencia de la vida fue nuevamente restringida a este estrecho marco filosófico. Fue entonces cuando la superstición se apoderó de algunos como San Isidoro de Sevilla, quien creyó en unos árboles que producían gansos, o el médico y filósofo islámico Avicena que daba por cierta la historia sobre una ternera que descendió de la atmósfera al caer un rayo. Al parecer algunas de estas ideas sobre la generación espontánea prevalecieron hasta fines del siglo XVIII. Sólo cuando Copérnico colocó el Sol en el centro y a los planetas girando a su alrededor -y la Tierra ocupando su modesto lugar- renació la idea de otros mundos habitados. En el siglo XVI, Giordano Bruno escribió por ej emplo : H ay innumerables soles e innumerables tierras, que giran alrededor de sus soles, así como nuestros siete planetas giran alrededor de nuestro Sol . Y todos esos m undos están habitados por criaturas vivientes.

Claro está que en su tiempo tales pensamientos eran peli­ grosos y podían castigarse con la persecución y la muerte, como en efecto acaeció. El desarrollo de las ciencias en los años posteriores no hicieron más que confirmar nuestra reca­ tada posición en el concierto de los astros, lo que le permitió a estudiosos como Bernard de Fontenelle publicar obras ver­ daderamente audaces. En su libro Entretiens sur la Pluralité des Mondes, publicado en 1 6 86, Fontenelle populariza el sis-

10

tema copernicano pero también propaga la idea de la vida en nuestros planetas hermanos. Así, todo el sistema solar se encontraría habitado, pero no con criaturas como nosotros, sino adaptadas a las condiciones de cada mundo. Fontenelle creía que los residentes de Mercurio estaban locos por su excesiva vivacidad mientras que los de Saturno serían tan lerdos que tomaría todo el día comprenderles una palabra. Luego, en el siglo XIX, ya estaban muy difundidas las concepciones idealistas que en este aspecto consideraban a la vida como el propósito de la existencia del universo. Si un planeta no estaba habitado no servía para los fines cósmicos . Para terminar c o n este breve recuento, basta entonces se­ ñalar que el enigma de la vida ha sido uno de los que más han provocado la especulación lírica, el temor religioso y el debate científico y filosófico . Hoy en día, pese a que ya se ha iniciado en firme la exploración del espacio y poseemos instrumentos muy sensi­ bles para la observación de los astros, no se ha encontrado el más mínimo rastro de vida en los planetas o en sus lunas y aparentemente los habitantes de la Tierra conservamos todavía este curioso privilegio. Aunque hay sólidas evidencias de la existencia de otros sistemas planetarios, por el momento somos los únicos habitantes del universo . Sin embargo, la idea de nuestra soledad en el espacio no es compartida por todos. El argumento más frecuente entre los defensores de la pluralidad de los mundos es que sería egoísta suponer tal suerte ante la contundente inmensidad del Cosmos. En realidad, ¿qué se sabe sobre este asunto? ¿Es la vida y su origen un evento afortunado y extremadamente im­ probable? ¿Es más bien un fenómeno común e inevitable que hace que brote por todo el universo? Este libro trata sobre el interrogante de la vida en el uni­ verso, una nueva rama de la ciencia denominada exobiología, y está orientado hacia el lector no especializado . Recientes acontecimientos hacen por demás muy oportuna la idea de discutir el tema. 11

El ambicioso retomo de los Estados Unidos al planeta

Marte

comenzó a hacerse efectivo con el lanzamiento de la nave Mars Observer el

25

de septiembre de

1 992,

con la misión esencial de

efectuar el levantamiento de completos mapas marcianos y estudiar con mayor detalle la topografia y el clima del planeta, en preparación

de las futuras misiones tripuladas del siglo XXI. Pero a fines de agosto de

1 993,

luego de

11

meses y

720

millones de kilómetros de viaj e y j usto antes de entrar en la orbita de Marte, los científicos de la NASA perdieron todo contacto con la nave. Los intentos por restablecer la comuni­ cación fallaron. Entre las explicaciones más p lausibles sobre esta tragedia interplanetaria se encuentran: algún daño en los delicados sistemas internos o la ruptura de los tanques de combustible, sin descartar el impacto de meteoritos. Sin embargo, las versiones generalizadas en diversos me­ dios de comunicación afirmaban que la nave podía haber su­ frido un asalto por parte de habitantes de Marte o que inclusive la propia· NASA habría silenciado el aparato al encontrar in­ dicios de vida inteligente en el planeta. Estas noticias me l levaron a participar en diversas reuniones en las cuales las insistentes preguntas sobre marcianos, platillos voladores y demás manifestaciones extraterrestres me indica­ ban que era oportuno hacer algo de claridad sobre este asunto. La cuestión es cómo ofrecer al lector no experimentado una visión clara sobre un tema tan delicado. Espero haberlo logrado con

Estrellas, planetas y vida en el universo

en donde

ilustro las diversas hipótesis, evidencias y resultados que las ciencias naturales nos entregan al momento, así como las pers­ pectivas inmediatas que como una gran promesa se abren sobre este trascendental interrogante : ¿Estamos solos en el universo ? Este libro se divide en cinco partes. Para hablar sobre vida en el universo hay que comenzar desde el principio, el origen del universo, l a formación de las estrellas y galaxias y la conformación de los planetas en nuestro sistema solar, claro está con énfasis sobre nuestra casa, la Tierra. Estos temas los desarrollamo s en la primera sección destacándose que, en la

12

mecánica celeste, la formación de sistemas planetario s podría ser un asunto más bien natural y corriente . En la segunda sección entramos de lleno en el desarrollo de las hipótesis recientes sobre el origen de la vida en la Tierra y las condiciones para su consolidación y evolución. Es indispen­ sable aquí hacer algo de análisis sobre el asunto de la aparición de la inteligencia, facultad que nos permite tener la capacidad de asombramos con las maravillas y las incógnitas universales. La exploración de nuestro sistema solar, desde Mercurio hasta Plutón, la efectuamos en la tercera parte, buscando en los planetas y sus satélites las condiciones que propiciaron la aparición y desarrollo de la vida en la Tierra. É nfasis especial merece el planeta Marte, no sólo por su notable protagonismo en la hi stórica discusión sobre la vida extraterrestre y en la literatura de ciencia ficción, sino porque a pesar de la carencia absoluta de evidencia sobre vida marciana, este planeta hace mi llones de años pudo presentar condiciones mucho menos inhóspitas que las actuales y tal vez muy similares a las de nuestra Tierra. En seguida nos lanzamos al espacio exterior, no para es­ tudiar cada una de los 3 0 0 . 000 millones de estrellas que apro­ ximadamente componen nuestra galaxia, sino hacia las estrellas vecinas, a nuestro alcance con los más modernos telescopios y los grandes radiotelescopios y en un futuro no demasiado lej ano, con nuestras naves interestelares. Lo que sabe la ciencia sobre otros soles y otros sistemas planetarios en nuestro ve­ cindario constituye el tema de esta cuarta parte. Quinta parte. En realidad he cavilado mucho sobre si debía o no presentar todo lo que se detalla en esta sección. En principio es indispensable revisar los más importantes programas que actualmente adelanta la humanidad en la búsqueda de eviden­ cias sobre vida extraterrestre, como por ej emplo en los pro­ yectos SETI -Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre- o las exploraciones del espacio exterior con el telescopio espacial Hubble .

13

Sin embargo, decidí finalmente ir en contra de la opinión de algunas personas que consideran poco serio tratar el tema de los Ovnis -Obj etos voladores no identificados- y dado que es creencia popular que actualmente y a lo largo de la historia hemos sido visitados por habitantes de otros mundos, presento mis apreciaciones sobre tan debatido tema incluyendo los resultados de las más serias investigaciones sistemáticas. Sobre las conclusiones de la existencia o no de vida ex­ traterrestre, no pretendo imponerle al lector mi particular con­ vicción sino más bien ofrecer los elementos esenciales en lenguaj e sencillo para que cada uno forj e sus propias ideas sobre tan especial asunto . GERMÁN PUERTA RESTREPO Santafé de Bogotá, abril de 1 99 5 .

14

l. Del origen del universo a la formación del sistema solar

El caos y la locomotora a vapor Entre todas las mitologías que han creado los pueblos, la griega es quizá la más profunda, bella y simbólica, si consideramos su gran cualidad de reemplazar la angustia de lo desconocido por la seguridad de la subsi stencia material baj o las reglas sagradas de los dioses poderosos. N ada ha c ausado más inquietud a la concienci a humana a lo l argo de l a historia del mundo que el propio origen del universo . ¿Ha exi stido siempre? ¿Fue creado de l a nada? ¿ S erá eterno ? Para resolver este asunto los griegos recrearon en sus leyendas l a exi stencia de un vacío primordial perso­ n i fi c ado por Caos, anterior a la creación y a l o s e lemento s del mundo . Caos existió antes que todos y en seguida Gea, la Tierra, la de anchas espaldas, asiento seguro y permanente de los dioses inmor­ tales, y luego Eros que es el más hermoso de los dioses eternales .

De Caos nacieron las Tinieblas y la Noche, que al unirse dieron vida al Éter, el aire, y a Hemera, el día. Tal visión del origen del mundo fue satisfactoria para los antiguos, y aún hoy día, la imposibilidad para responder ple­ namente a tan inquietante incógnita permite la subsistencia de toda clase de mitos y leyendas sobre la creación. "Sólo hay un problema: el origen del mundo . Si estuviera resuelto, el hombre conocería en el acto la respuesta a todas sus preguntas " 15

afirmaba Jean Charon en su obra Los grandes enigmas de la astronom ía. Sin embargo , es claro que la interpretación griega del origen del mundo ya no es del todo convincente porque este relato plantea más problemas de los que puede resolver. Para el hombre moderno es indispensable tratar de conocer la historia del universo con las herramientas de la lógica, la razón y la ciencia. Esta nueva forma de ver el mundo nos ha llevado a establecer nuestra posición en el sistema solar, las dimensiones de la galaxia que habitamos, la existencia de otras innumerables galaxias de estrellas y el inconcebible tamaño del universo que apenas empezamos a arañar con nuestros modestos artefactos . El universo que conocemos h o y e n d í a n o pasa de. ser en todo caso una ínfima parte del que nos falta por descubrir; a pesar de los avances en el conocimiento, el universo se nos sigue presentando poblado de enigmas y misterios. Aún en años recientes el estudio del universo primitivo era algo que apenas se mencionaba. Durante la mayor parte de la historia de la física y de la astronomía simplemente no exis­ tieron fundamentos adecuados teóricos o de observación para construir una hipótesis consistente sobre el origen del universo. L a solución a este problema apenas se encuentra en el presente siglo pero la clave del asunto se inicia con las inves­ tigaciones del físico austriaco Christian Doppler en 1 842 . Sólo con el invento de la locomotora a vapor con su ve­ locidad y sus sonoros silbatos se volvió común percibir que el sonido escuchado por los transeúntes era agudo cuando la máquina se aproximaba hacia el observador, y grave cuando ésta se alej aba. Doppler estudió el fenómeno considerando que el sonido se propaga en ondas y deduj o y comprobó acerta­ damente que la frecuencia de las ondas acústicas era mayor cuando la fuente sonora se acercaba porque las ondas se j untaban; por e l c ontrario , si l a fuente sonora se alej aba, las ondas se espaciaban y e l sonido percibido era de tono menor. Estos c ambios en la tonalidad del sonido produci do 16

Efecto Doppler. Las ondas sonoras tienen una frecuencia mayor cuando la fuente se acerca hacia el observador. Idéntico fenómeno ocu rre con las ondas lumi nosas.

Galaxia de Andrómeda. Ú nico objeto fuera de nuestra propia galaxia que se percibe a simple vista. Es una galaxia en forma de espiral como la Vía Láctea. Se compone de un enorme número de estrellas, más de 200 mil millones. (Foto cortesía de la NASA ) .

por una fuente en movimi ento se conoce actualmente como e l

Efecto Doppler. Para entonces ya se sabía que la luz también se transmite en ondas, aunque en frecuencias muy superiores a las del sonido. En consecuencia, el fisico Armand H. Fizeau afirmó en

1 848

que

el Efecto Doppler tendría que presentarse además en las fuentes lumínicas en movimiento y que ello debería observarse en los espectros de la luz proveniente de las estrellas. Aunque los primeros estudios de los espectros de las es­

trellas fueron hechos por Joseph von Fraunhofer en 181 7 con su invento, el espectroscopio, los grandes descubrimientos que

éste permitió fueron realizados por Kirchooff en 1860 quien demostró que las rayas negras que se observan en el espectro de la luz de las estrellas permitía reconocer los elementos que las constituían. William Huggins también aprovechó el espectroscopio para demo strar el

Efecto Dopp/er-Fizeau.

Por supuesto, sobre la

base del descubrimiento de Isaac Newton de que la luz se descompone en un espectro visible de siete colores desde el violeta hasta el roj o, se pudo asegurar que la luz de una fuente que se acerca hacia el observador experimentará un cambio de color hacia las oscilaciones de mayor frecuencia, o sea hacia el azul o el violeta; por el contrario, el color cambiará hacia el roj o, longitud de onda mayor, al alej arse la fuente luminosa. Estos cambio s sólo podrían medirse en obj etos luminosos muy veloces como las estrellas. Así, si una estrella estuviera alej ándose de nosotros, la luz emitida ampliaría su longitud de onda y las líneas negras o

líneas de Fraunhofer

se despla­

zarían hacia el extremo roj o del espectro. Si la estrella estuviera aproximándose, su luz nos llegaría en ondas de menor longitud

y

las líneas del espectro se moverían hacia el violeta. Huggins,

en

1 86 8 ,

fue el primero en determinar la velocidad radial de

una estrella con este método, estimando que la estrella Sirio

se alej aba de nuestro sistema solar a una velocidad de 46 kilómetros por segundo.

17

El perfeccionamiento de los telescopios permitió observar que ciertas nebulosas como Andrómeda, en realidad no eran parte de nuestra galaxia, la Vía Láctea, sino que eran otras galaxias que se encontraban a enormes distancias. El astrónomo americano Edwin Hubble, con ayuda del telescopio del monte Wilson, determinó en 1924 que Andrómeda es una galaxia con miles de millones de estrellas, y que se encuentra a 2 . 2 0 0 . 000 años luz; o sea, su luz tarda en llegar a nosotros 2 .200. 000 años a pesar de su fantástica velocidad de 3 0 0 . 000 kilómetros por segundo. Pero en 1 9 1 2 el astrónomo Melvin S lipher había medido la velocidad radial de la nebulosa de Andrómeda, determinando que el desplazamiento hacia el azul de su espectro representaba un acercamiento hacia nosotros a una velocidad de 275 kiló­ metros por segundo . S lipher también había medido las velo­ cidades radiales de otras quince nebulosas determinando que, por e l contrario, todas el las se alej aban de nosotros. Otros astrónomos se sumaron a los estudios con telescopios en varias partes del mundo concluyendo lo mismo : salvo pocas excep­ ciones todas las galaxias están distanciándose de nosotros y algunas a velocidades enormes . En 1 92 8 el astrónomo M ilton L. S. Humason descubrió que una lejana galaxia, apenas visible, se alej a a 3 . 8 00 kilómetros por segundo, y vario s años después descubrió otra que se escapa a 40 . 000 kilómetros por segundo . La conclusión fue extraordinaria. No sólo las galaxias se alej an de nosotros a grandes velocidades sino que a mayor distancia, más rápida es su velocidad de escape. Hubble fue e l primero en advertir que esta conclusión nos l levaría a deducir erróneamente que nuestra localización en el universo estaría en algún lugar de su "centro " . Por el contrario, afirmó que los movimientos de las galaxias no eran sólo de alej amiento de nosotros, sino además que estaban alej ándose entre e llas. S i nos localizamos en cualquier otra galaxia, siem­ pre observaremos que la mayoría de las otras se alej an y que esta velocidad de escape aumenta con la distancia. En 1 929 Hubble concluyó que todo el universo está expandiéndose . 18

Expansión del universo. Sin importar en cuál galaxia estemos situados, siempre percibiremos a las demás alejándose de nosotros. En el universo no existe un observador·"privilegiado".

Todo el universo y sus millones de galaxias permanecen en un estado de rápida expansión donde cada una de ellas se alej a de las otras a gran velocidad. La deducción siguiente fue evidente : si todo el universo está en expansión, entonces en el pasado fue más pequeño . Más aún, conocidas las velocidades de escape y las distancias a las cuales se encuentran ahora las galaxias, se pudo determinar en qué momento en el pasado toda la masa del universo estuvo reunida. Los cálculos varían pero hoy día se tiene establecido que este evento sucedió entre 1 0.000 y 1 5 .000 millones de años atrás. De esta forma nació la teoría más sólida que existe sobre el origen del universo. En 1 927 el astrónomo belga Georges Lemaitre propuso que el universo había comenzado en una especie de "átomo primigenio ", en un estado de alta densidad el cual estalló con descomunal violencia y que desde ese mo­ mento se encuentra en expansión. La Teoría de la relatividad propuesta por Albert Einstein y las observaciones posteriores no hicieron más que confirmar esta hipótesis, la cual es bastante aceptada hoy día baj o un término acuñado en 1 950 por el astrónomo Fred Hoyle como el Big Bang, la Gran Explosión.

El universo primitivo En el comienzo se produj o una explosión, pero no como la podemos imaginar aquí en la Tierra, sino una explosión que llenó todo el espacio dando inicio al tiempo y en la cual cada partícula se alej ó de la otra rápidamente. Más o menos es así como la astrofísica moderna describe el origen de nuestro universo. A pesar de que se tienen hipótesis muy completas sobre lo que sucedió inclusive desde las primeras fracciones de se­ gundo, nada se sabe sobre el primer instante. Sólo hay bastante certeza de que todo el universo con su materia, energía, espacio y tiempo y todas sus fuerzas unificadas, estaba contenido en un punto bastante más pequeño que un átomo, con densidades 19

y temperatura tan altas que no las podemos imaginar. Veamos un resumen de lo que pasó después. La fuerza de gravedad se separa de las demás fuerzas unificadas de la naturaleza en la primera fracción de segundo . Comienza la explosión. En el primer centésimo de segundo aproximadamente, la temperatura podría ser de unos 1 00 mil millones de grados centígrados. Con semej ante calor sólo podrían existir las de­ nominadas partículas elementales que hoy día son obj eto de estudio en los laboratorios de la física nuclear y llevan exóticos nombres como quarks, mesones, electrones, positrones, neu­ trinos, fotones y otros más. Una serie de fenómenos de notable complej idad sucedieron con esta mezcla de partículas en la medida en que el universo se expandía y enfriaba en millonésimas de segundo. Para nuestros propósitos, basta decir que la caída de la temperatura favoreció la conversión y predominancia de los neutrones y protones. Apenas un segundo después es más fácil que los neutrones -más pesados- se conviertan en protones -más ligeros-, lo cual permite que trece segundos más tarde se forme el primer núcleo atómico, el del hidrógeno (hidrógeno pesado o deuterio) que consiste de un protón y un neutrón. Esto sucede a 3.000 millones de grados C. A esta temperatura el núcleo del hidrógeno es de débil cohesión y se rompe tan pronto se forma, pero los neutrones continúan convirtiéndose en protones. A los tres minutos el universo está lo suficientemente frío -1 .000 millones de gra­ dos C- como para que aparezcan y se mantengan unidos los núcleos del tritio y el helio. A los tres minutos y 45 segundos el universo se ha expandido tan velozmente que la temperatura desciende a 900 millones de grados y el núcleo de hidrógeno ya puede mantenerse unido dando lugar a una cadena de reacciones que permiten la formación de núcleos más pesados, en su mayor parte de helio. En la primera media hora desde el Big B ang la temperatura es de 3 00 millones de grados C ; las partículas nucleares están 20

en su mayorí a ligadas a núcleos de helio o de hidrógeno pero el universo aún está demasiado caliente para que se formen átomos estables (núcleos y electrones) . Durante los siguientes 3.000 años la situación continúa siendo más o menos la misma: el universo en constante ex­ pansión y enfriamiento, pero aún tan caliente que la energía predominante está contenida en las partículas que forman los fotones, por lo cual se puede afirmar que el universo primitivo estaba lleno de luz. (La luz consiste en partículas de masa cero y carga eléctrica cero llamadas fotones) . A los 3 00.000 años la expansión y el enfriamiento permi­ tieron a los núcleos empezar a capturar todos los electrones para comenzar a formar átomos completos de hidrógeno, helio y litio . Se podrí a afirmar que termina la dominancia de la energía y comienza el reino de la materia. El universo se vuelve "visible " ya que la energía radiante (fotones) puede viaj ar libremente. El desacoplamiento entre la radiación y la materia permitirá ahora la formación de las galaxias y las estrellas.

La antena mágica de Penzias y Wilson En 1964 en Holmdel, en el estado norteamericano de N ew Jersey, dos radioastrónomos , Amo Penzias y Robert Wilson, comenzaron a utilizar la antena de comunicaciones que la Bell Telephone poseía para enlace con el satélite Echo. Por sus características , la antena era promisoria para su empleo en radioastronomía,. y Penzias y Wilson tratarían con ella de medir las ondas de radio emitidas por nuestra propia galaxia. Este tipo de detección es muy difícil, porque se trata de medir el nivel de "ruido" de radio proveniente del cielo mismo, por lo cual hay que aislar todo el sistema de la antena e identificar todo ruido eléctrico interno o ·externo. En sus primeras puebas notaron mayor ruido del previsto, atribuyéndole el problema a los circuitos del amplificador.

21

Resuelto el asunto del amplificador comenzaron sus ob­ servaciones con longitudes de onda relativamente cortas , de 7. 35 cm, con las que se esperaba que el ruido de radio de nuestra galaxia fuera mínimo. Para su sorpresa encontraron que se captaba una cantidad importante de ruido en este nivel de las microondas y que además parecía provenir de todas direcciones . Continuando las investigaciones observa­ ron que el ruido no variaba ni con la hora, ni con el día, ni con los meses . La constancia en el ruido de microondas en todas las direcciones en que se apuntara la antena indicaba claramente que si esas ondas de radio eran reales no provenían de nuestra galaxia sino de más allá, del espacio extragaláctico. Penzias y Wilson verificaron al extremo que todo estuviera correcto y que la antena misma no estuviera generando más ruido eléctrico del esperado. Atraparon un par de palomas que habían estado posándose en el cuello de la antena y depositando sus desechos, por lo cual optaron por desarmar y limpiar todo el sistema. Pero el ruido de microondas subsistía. ¿ne donde provenía� El único dato numérico que tenían era la intensidad del ruido observado. Como todo cuerpo a cualquier temperatura superior al cero absoluto emite siempre un ruido radioeléc­ trico producido por los movimientos de los electrones, Pen­ zias y Wilson calcularon que la intensidad del ruido que recibían era equivalente a una temperatura de 3. 5 grados centígrados por encima del cero absoluto, o en otros térmi­ nos , de 3 . 5 grados Kelvin. La solución al misterio comenzó cuando Penzias se en­ teró de que un joven teórico llamado P. J. Peebles había afirmado en una conferencia que debía existir un fondo de ruido de radio remanente del Big Bang y que debería co­ rresponder a la temperatura media del universo. Las medi­ ciones posteriores de Penzias y Wilson, así como las de otros astrónomos confirmaron entonces el mayo"r descubrimiento desde el desplazamiento hacia el roj o : el universo tiene un fondo de radiación cósmica a 3 grados K, remanente del

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universo primitivo. Esta radiación en forma de microondas de baj a energía es emitida por los fotones despedidos en la gran explosión y que aún se encuentra en todas las direcciones del universo observable . Este descubrimiento accidental permitió confirmar la teoría cosmológica de la explosión primordial y le valió a Amo Penzias y a Robert Wilson el Premio Nobel de Física de 1 9 78.

Origen cósmico de las galaxias y las estrellas

En algún momento entre el B ig Bang y el nacimiento del sistema solar se formó el carbono que hay en este papel, el hierro de esta tinta y todos los átomos de que se compone el amable lector, considerando, claro está, que las personas estamos he­ chas principalmente de oxígeno en un 65% y carbono en 1 8% . Además, l a s tres cuartas partes d e la masa d e l universo están constituidas por el más común y simple de los átomos, e l hidrógeno, y c a s i l a mayor parte d e l resto p o r helio, ambo s elementos l i v iano s . L a fracción restante se compone d e áto­ mos "pesados " desde oxígeno hasta uranio. O en otras pala­ bras, el nuestro es un universo de átomos de hidrógeno, con manchas de helio y lunares de los demás elementos. Y la mayor parte de los átomos están en las galaxias. El uni­ verso que observamos está poblado de galaxias de estrellas, millones de galaxias cada una con millones de estrellas. L as galaxias empezaron a formarse unos 200 millones de años después del Big Bang, cuando el universo se había ex­ pandido y enfriado lo suficiente para que todos los electrones y protones se combinaran en átomos. Pero éstos se reunieron en grupos que luego atraj eron por gravedad a los demás, for­ mando así nubes de hidrógeno y helio muy densas y turbulentas con enormes cantidades de energía, denominadas por la ciencia como quasars. 23

¡¡ 1

Estas nubes de gas fueron enfriándose por la pérdida de energía y el movimiento de rotación, dando paso a la formación de nuevos elementos, los núcleos del carbono y el oxígeno . Así, las naci entes estrellas resultaron compuestas por hidró­ geno y helio fundamentalmente, pero entre los elementos "pe­ sados " predominan el oxígeno y el carbono . Hay átomos de oxígeno y carbono en todas las galaxias del universo . El corazón de las estrellas se calentó en l a medida que la gravedad las volvía cada vez más densas, por lo que durante unos dos a tres millones de años el proceso dominante fue la reacción interna del hidrógeno y el helio a altas temperaturas. Luego el carbono también se encendió para dar paso a reac­ ciones más complej as que formaron los núcleos del neón que al colisionar con el helio produj eron el silicio. El silicio con el oxígeno son, por ej emplo, los ingredientes de uno de los materiales más comunes en la Tierra: la arena. Así, todos los elementos conocidos fueron formándose en el interior de las estrellas. Eventualmente muchas de estas estrellas explotaron violentamente, arroj ando al espacio tre­ mendas cantidades de energía j unto con los elementos l ivianos y pesados, dando nacimiento a otras estrellas. En los restos de l a explosión, los elementos pesados, carbono, silicio, oxí­ geno, calcio y hierro se agruparon para formar moléculas que luego se condensarían en granos de polvo, la materia prima que servirá más tarde para la formación de los planetas. Y esto sucede en todas partes de un universo que ya tiene cinco millones de años de edad. L a e structura actual del universo visible se compone de fami l i as de galaxias . Así, nuestra galaxia, l a Vía L áctea, tiene a su l ado dos p equeñas galaxias saté lites denominadas Nube s de M agal l anes y , bastante más l ej ana, nuestra galaxia gemela, Andrómeda, que también contiene miles de millones de estrellas en sus brazos espiralados rotando alrededor de su centro . Este conj unto de galaxias lo hemos llamado el Grupo Local, en donde también se encuentran otras 20 a 2 5 galaxias más. 24

Las Pléyades. G rupo constituido por estrellas calientes y jóvenes. Aunque excepcionalmente se pueden observar a simple vista entre 7 y 1 O, en realidad esta especie de "jard ín infantil'' de estrellas se compone de más de 3.000 miembros. (Foto cortesía de la NASA) .

El Sol. Estrella al rededor de la cual gira la Tierra. Esta fotografía, tomada durante un eclipse total, revela el flujo de energía radiactiva y el viento solar que fluye continuamente hacia el espacio interplanetario. ( Foto cortesía de la NASA) .

Y más allá en el espacio, existen otros grupos locales, alrededor de 5 70, que j unto con el nuestro forman el denominado Su­ percluster Local de Galaxias, algo así como la supergalaxia de nuestro rincón del universo. Y más distantes aún y en cualquier dirección que miremos en el espacio, se perciben más y más grupos locales y más superclusters; probablemente el resultado final sea miles de millones de galaxias cada una con miles de millones de estrellas. Como lo afirmé en un libro anterior, hay más estrellas en el cielo que granos de arena en todos nuestros océanos. Y tal vez lo más asombroso es que en todas direcciones aparece un material que no podemos ver, denominado por los entendidos como la "materia oscura", que no se ha determi­ nado aún pero que podría representar el 99% de la masa del universo. O en otras palabras, sólo estamos observando el l % del universo. El Sol y la formación de los planetas Hace millones de años una enorme nube de gas y polvo se contraía en algún lugar de una galaxia que más tarde sería conocida como la Vía Láctea. La nube giraba cada vez más rápido hasta que empezó a tomar forma de disco, pero su centro se tornó tan masivo, denso y caliente que repentinamente se encendió como un gigantesco horno nuclear, convirtiéndose en una estrella que luego se llamaría el Sol. Sin embargo, no todo el material se concentró en el Sol; una pequeña parte, en especial las partículas de polvo, se unieron para formar planetas, lunas, asteroides y otros cuerpos que componen el sistema solar. Esta versión comprimida del nacimiento del Sol y los pla­ netas parece muy sencilla e intuitivamente lógica, pero como ya es una costumbre en la astronomía, dej a muchas incógnitas y misterios por resolver. La controversia sobre el asunto es, por supuesto, bastante antigua, y sin desconocer a sus predecesores, parece que fue 25

René Descartes, en 1 644, el primero en proponer el concepto de una nebulosa solar primitiva de la que surgieron el Sol y los planetas . La convincente idea no generó discusiones hasta que un siglo después, en 1 749, el naturalista francés Georges Louis Lecrec de Buffon sugirió que los planetas se habían formado por los residuos del choque entre el Sol y un enorme cometa. Otros observadores propusieron colisiones aún más extraordinarias contra otra estrella. En 1 796 el célebre astrónomo y matemático francés Pierre S imon Laplace, en su obra Exposición del sistema de m undo, retoma la teoría del origen común del Sol y los planetas. Laplace pensaba que la nebulosa se enfriaba, contraía y au­ mentaba su velocidad de rotación por causa de las fuerzas gravitacionales internas. Eventualmente la rotación era tan fuerte que el gas y el polvo de la periferia comenzaban a formar anillos alrededor. Finalmente la nebulosa se condensaba en el Sol y los anillos en planetas. Esta teoría tuvo un gran éxito pues inclusive había sido anticipada por el filósofo alemán Emmanuel Kant. Pero a finales del siglo XIX la Teoría neb ular estaba ya siendo rebatida por diversos científicos que demostraron que los anillos sucesivos de material j amás podrían reunirse para formar planetas tan disímiles en masa, tamaño, composición y di stancia como eran los planetas conocidos de nuestro sistema solar. Así, en 1 9 1 2 S ir James Jeans expone la Teoría del filamento según la cual el material que formó los planetas habría salido del Sol atraído por el efecto de la marea gravi­ tacional producida por el paso de una estrella errante en la proximidad . El problema central de esta teoría es que los planetas de­ berían tener una combinación de elementos bastante parecida a la del Sol. Aunque el Sol y los planetas tienen los mi smos elementos, las proporciones de éstos son notablemente dife­ rentes especialmente en el caso del hidrógeno . La escuela rusa encabezada por Otto Schimdt propuso en consecuencia un modelo en el cual un Sol relativamente bien formado capturó en su tránsito por el espacio una densa nube de polvo que se 26

convertiría más tarde en el sistema de planetas. Ésta se conoce como la Teoría de la captura. En respuesta, el inglés R. A. Lyttleton sugiere que el Sol tuvo que formar parte de un sistema binario ; como se sabe ahora, estos sistemas de estrellas que giran entre sí, son bastante comunes, ya que aproximadamente el 70% de las estrellas de la galaxia forman parte de un sistema binario o múltiple. Lyttle­ ton afirmó que esta antigua parej a del Sol podría haber explo­ tado hace millones de años como una supernova y parte de los restos de la explosión habrían dado origen a la nebulosa solar primitiva. Sobre esta Teoría de la supernova, Fred Hoy le sugiere una variante en la cual el Sol nace j unto con otras muchas estrellas, algunas de las cuales explotan como super­ novas aportando la mezcla exacta de material es para la for­ mación de los planetas. En 1 95 1 el astrofísico Gerard Kuiper expone una nueva teoría baj o la cual el Sol y los planetas se forman al mismo tiempo en la nebulosa primitiva, pero la concentración en su centro es tan grande que arroj a hacia el exterior enormes cantidades de energía que prácticamente barren con la ma­ yoría de los gases en sus planetas cercanos , Mercurio, V e ­ n u s , la Tierra y Marte, planetas rocosos, mientras que los planetas gaseoso s , gigantes y lej anos, Júpiter, Saturn o , Ura­ no y Neptuno , retienen buena parte del gas original que los formó . Toda esta discusión sobre el origen de los planetas es esencial para el asunto que nos ocupa. Si por ej emplo triunfa la hipótesis del origen común o teoría nebular, se podría afirmar que tal proceso se ha repetido con frecuencia en otras estrellas y que por lo tanto la existencia de sistemas planetarios sería un resultado normal de la mecánica celeste. Millones de sis­ temas planetarios deberían existir en nuestra galaxia� Si por el contrario la formación de los planetas en nuestro sistema se debe a un hecho accidental, como el choque de una estrella con otra o el paso de una estrella errante, la contabilidad de sistemas planetarios se reduciría dramáticamente. Hay que 27

resaltar que la distancia entre las estrellas es tan enorme que si, por ejemplo, dos galaxias colisionaran entre sí, la probabilidad de un choque individual entre algunas de sus estrellas sería muy pequeña. Claro está que a medida que se fueron perfeccionando las técnicas de observación se establecieron claros límites a la formulación de nuevas teorías. Así, en los últimos 30 afios se ha desarrollado ·un panorama bastante sólido de la probable formación del sistema solar, por supuesto no exento de una diversidad de misterios. La astrofísica moderna afirma que hace más o menos 5.000 millones de años una parte de la densa nube de gas que forma nuestra galaxia comenzó a colapsar lentamente formando un disco giratorio. En otros lugares en donde existían regiones de gran densidad sucedía un proceso similar. El continuo colapso de la nube, fundamentalmente consti­ tuida de hidrógeno, calentó su centro dando lugar a las reac­ ciones nucleares y al nacimiento del Sol primitivo. La rotación aumenta en velocidad por lo que parte del gas y el polvo son expelidos hacia el exterior del disco. Esta teoría bajo la cual la parte central de la nebulosa se concentra más rápidamente que el resto es conocida como la Teoría de la acreción y es un desarrollo de la tesis de la nebulosa primaria. Los granos de polvo estaban compuestos esencialmente de carbono, silicio, metano, agua y hielo en forma de monóxido de carbono. Donde la densidad de los granos era mayor, las colisiones fueron frecuentes lo cual permitió que se unieran aumentando en tamaño y masa. El proceso continúa hasta que grandes grupos se reúnen y condensan en asteroides, también denominados "planetesimales", de diversas formas y de varios kilómetros de diámetro. Los asteroides a su vez se reúnen en conjuntos gravita­ torios, mezclándose y chocando para combinarse en núcleos sólidos. Este proceso permite que algunos cuerpos superen una masa crítica que impulsa todavía más su capacidad de acreción. 28

Nebulosas. Ú nicamente en estas nubes donde la materia se condensa fácilmente pueden formarse nuevas estrellas. El polvo interestelar nos oculta grandes porciones de las nubes galácticas, como se observa aqu í en la G ran Nebulosa de Orión. (Foto cortesía de la NASA) .

Los primeros obj etos en lograr la masa crítica crecen ve­ lozmente hasta reunir todo el material circundante y convertirse en planetas. Si se hacen lo suficientemente grandes pueden atraer gravitacionalmente el gas de la nebulosa formando una atmósfera como la tienen Venus, la Tierra y Marte . Si son gigantes pueden concentrar el gas en una capa densa que forma la mayor parte del planeta como es el caso de Júpiter y S aturno . Algunos obj etos que no colapsan en el planeta son capturados gravitacionalmente y se convierten en lunas . Ahora también sabemos por el estudio de otras estrel las como el Sol, pero más jóvenes, llamadas estrellas T Tauri, que en cierta etapa el Sol tuvo fuertes "vientos estelares", radiación y luz que disipó y expulsó de sus cercanías los remanentes de polvo y gas nebular. Así se explica que los planetas interiores hayan sido despoj ados de la mayoría de la atmósfera primitiva de hidrógeno y helio. Finalmente, ciertos planetesimales helados, mej or conoci­ dos como cometas, se habrían formado a partir de pequeños fragmentos de la nebulosa primitiva en el exterior de la nebu­ losa solar. El astrónomo holandés Jan Hendrik Oort afirma que estos agregados de hielo y granos de polvo se encuentran por mil lares al exterior del sistema solar,· en la denominada Nube de Oort. Es posible que una estrella viaj era o un planeta X perturbe la nube y precipite los cometas al interior del sistema solar en donde continúan girando hasta agotarse . Una vez que el Sol comenzó a bri l lar y el viento T Tauri el iminó el gas, el escenario qued ó li sto para la consolidación de la Tierra y los demás planetas según los conocemos ahora. Como se puede notar, este modelo de la formación del Sol y los planetas está lej o s de parecerse a un hecho fortuito o casual . Además, está apoyado por la observación; basta men­ cionar por el momento que la galaxia está aún repleta de nebulosas, tal vez restos de la nube galáctica inicial o nubes de gas y de polvo como restos de la explosión y muerte de otras estrellas y que hoy vuelven a nacer probablemente con sus propios si stemas planetarios como lo veremos más adelante. 29

El

Catálogo de Messier

Charles Messier nació en Badonville, Francia, en 1730 y fue célebre como un tenaz observador del cielo. La comunidad astronómica había anticipado para el año de 1758 el retorno del cometa Halley y Messier se propuso ser la primera per­ sona en observarlo, aprovechando su posición como asistente del director del Observatorio Naval de Francia, gastando casi dos años auscultando en el cielo los posibles lugares de su aparición. Cuando Messier finalmente lo encontró, el observatorio, sin una buena razón, aplazó por un mes el anuncio, tiempo suficiente para que otros astrónomos se adelantaran en la noticia. Pero Messier continuó sus observaciones y en sep­ tiembre de 1758 creyó haber descubierto un nuevo cometa en la constelación Taurus ; al notar que luego de varios días el obj eto no se movía y dada su apariencia gaseosa lo de­ nominó como "nebulosa", años más tarde conocida como la Nebulosa del Cangrejo. Messier se volvió un infatigable cazador de cometas y para no confundirlos nuevamente con las nebulosas, decidió catalogarlas , asignándole a cada una un código : a la primera, la Nebulosa del Cangrej o, la denominó M l; M 1 3 para el Cúmulo de Hércules ; M 3 1 fue el número para la Galaxia de Andrómeda ; M 42 para la Gran Nebulosa de Orión; M 45 correspondió a las Pléyades y M 57 para la Nebulosa del Anillo en la constelación Lyra. Así, en 1771 la Academia de Ciencias publica su Catálogo de nebulosas ygrupos de estrellas mejor conocido como el Catálogo Messier que incluía la clasificación de 1 0 3 objetos que hoy día aún conservan esta denominación. Aunque el Catálogo general de J ohn Herschel publicado 80 años después elevó el número de nebulosas y cúmulos de estrellas a más de 5.000, correspondió a Messier demos­ trar que el firmamento estaba lleno de estos objetos que luego serían señalados por los astrofísicos modernos como la cuna de las estrellas .

30

Pero lo que realmente le interesaba a Messier era descu­ brir cometas y fue tal su devoción a esta tarea que le llamaron el "Zorro de los Cometas". A su muerte en París , en 1817, había descubierto 16 nuevos cometas.

31

II. Un jardín llamado Tierra

Receta para un planeta florido

Los asombrosos avances de la astronáutica en apenas unos cuantos años nos han permitido, entre otros muchos logros, admirar el espectáculo de nuestro propio planeta desde el es­ pacio exterior. La Tierra se nos aparece flotando en el cosmos como un mundo redondo, de color azul, tachonado de nubes entre las cuales se asoman los continentes como regiones de colores más bien opacos. S i nos acercamos lo suficiente, podremos confirmar que las áreas azules son enormes cantidades de agua líquida en los océanos y mares que cubren la mayor parte de la superficie, y que las nubes son de vapor de agua formando parte de la atmósfera que envuelve el planeta. Ahora bien, desde la perspectiva de un desprevenido viajero interestelar, la principal característica de la Tierra sólo sería perceptible en la proximidad de su superficie : hay vida en el planeta. Más que eso, el planeta Tierra está lleno de vida, repleto de vida; innumerables formas de vida, plantas y flores, animales terrestres y marinos, aves, insectos, mamíferos y especies de toda clase se extienden por doquier, desde las cálidas regiones tropicales hasta los más áridos desiertos o las gélidas aguas de los polos. Sin embargo, nuestro asombrado espectador no tardará en experimentar una sorpresa todavía mayor. Una de estas formas de vida es inteligente, piensa, construye instrumentos, se co33

munica y ha logrado extenderse por todo el planeta dominando a las demás especies hasta el punto de lograr la extinción total de muchas de ellas . El viaj ero encontrará que a pesar de la destrucción impuesta por esta evolucionada criatura, el planeta todavía resulta en­ cantador.

Pero no siempre fue así . Hace poco menos de 5.000 millones

de año s, cuando se formaba la Tierra a partir de la acreción de su masa, el bombardeo de asteroides sobre la superficie debió ser impresionante, con cada choque pareciéndonos miles de veces más potente que la mayor de nuestras "modernas" explosiones atómicas . Los impactos también generaban calor por lo cual la temperatura reinante debía medirse en miles de grados

C.

E n estas circunstancias, durante sus primeros 500 millones

de años el planeta era más bien un enorme crisol de fundición en donde los elementos pesados, como el hierro, se licuaban hacia el centro del planeta formando su núcleo interior mientras que los elementos livianos ascendían a la superficie . No debe extrañarnos que la di scusión sobre cuándo su­ cedían esto s evento s haya sido obj eto de debate durante vari o s s i g l o s . Para nuestra i lustración basta mencionar que esta controversia se soluciona finalmente con el descubri­ miento de l a radi actividad de cierto s el ementos como el uranio y e l torio y su propiedad de partirse en otro s átomos más senci l l o s hasta convertirse finalmente en plomo . Este proceso de

degradación radiactiva

e s, sin embargo, muy,

pero muy lento, hasta el punto de que la vida media del

uranio se e stima en 4.500 mil lones de año s y la del torio en c atorce millone s .

Este descubrimiento permitió desarrollar la técnica moder­ na del cálculo de la edad de las rocas y piedras mediante la medición de sus contenidos radiactivos . Así; los primeros es­

tudios encontraron rocas de mil millones de años y, en 1935, ya era común hallar rocas de 2.000 millones de años de edad.

En 1958 se examinaron en Groenlandia rocas de 3.800 millones

34

BOMBARDEO

METEORICO

I billones

de

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aTlos

APARICION VIDA ENTRE

DE LA TIERRA Y LA LUNA FORMACION

DE 43

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Historia de la Tierra.

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Probablemente la vida comenzó cuando el planeta aún era intensamente acribillado por los meteoritos y los cometas. Durante 3.000 millones de años reinaron las bacterias y otros organ ismos unicelulares, y apenas recientemente aparecieron los primeros animales. En el último segmento de esta película encontramos al hombre primitivo, que desarrolla la técnica a una velocidad asombrosa.

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I

ORGANISMOS CON

NUCLEO

PRIMITIV

ol

HERRAMIENTAS DEL ESPACIO

de años y hoy día ya se tienen dataciones de 4 . 3 00 millones de años en los fragmentos más antiguos conocidos, unos pe­ queños cristales provenientes del Parque Nacional de Hamers­ ley en el oeste de Austral ia. Más o menos solucionado el asunto de la edad de la Tierra, se estima que hace aproximadamente 4 . 200 millones de años nuestro planeta ya se diferenciaba en núcleo, manto y corteza; las enormes presiones que soportó el núcleo avivaron el ca­ lentamiento interno, comenzando la actividad volcánica y el levantamiento de montañas . En esa época, diversos gases que habían estado atrapados entre los materiales originales del planeta desde el período de la acreción, comenzaron a abrirse paso en tremendos volúmenes hacia la superficie principal­ mente a través de las chimeneas volcánicas . Aquí había anhí­ drido carbónico, metano, gases con azufre y vapor de agua. La mayor parte de los gases permanecieron en la superficie ya que la gravedad de la Tierra era lo suficientemente fuerte como para impedir su escape hacia el espacio, pero una gran proporción de los elementos más ligeros, el hidrógeno y el helio, fueron expulsados por el viento solar. Así, hace unos 3 . 800 mil lones de años teníamos el pano­ rama de una atmósfera primordial rica en metano, amoníaco y agua, mientras la temperatura comenzaba a descender y el agua a condensarse y a formar los océanos . La superficie era todavía intensamente bombardeada por gigantescos meteoritos y por los cometas que nos aportaron más agua, carbono y gases . A l enfriarse l a superficie y llenarse los océanos comenzaron a funcionar los procesos de erosión por viento y agua. En la denominada Era Arcaica, hace 3 . 000 mi llones de años, llueve intensamente y los enormes ríos y las erupciones volcánicas transforman la superficie iniciándose la formación de los pri­ meros continentes. Mientras tanto, ha disminuido notablemente el bombardeo meteórico. La aparición de la vida y su evolución ej ercieron un deci sivo efecto en la atmósfera. Especialmente la difusión, hace 2 . 5 0 0 35

millones de años, de las algas fotosintéticas empezó a cambiar la proporción de elementos en la atmósfera aumentando pau­ latinamente la cantidad de oxígeno. Lo que sigue es una historia sensacional. Los últimos 700 millones de años que marcan el comienzo de la Era Paleozoica son los mej or conocidos por la abundancia de fósiles de los primitivos animales y plantas. En realidad de verdad, cada vez que llegamos a este punto no hacemos más que maravillarnos con la gran variedad y la extraordinaria velocidad a la que se multiplicaron los invertebrados primero, y luego las plantas vasculares y los vertebrados. ¿Qué permitió esta "inventiva biológica"? Diversos fac­ tores se conj ugaron para generar un ambiente favorable a la evolución de las especies : un clima benigno, una atmósfera protectora de radiaciones solares nocivas y el aumento del oxígeno . Uno de esos inventos notables fue, por ej emplo, la concha animal que servía de armadura protectora contra los depreda­ dores y que inclusive favorecía la supervivencia en medio de los grandes cataclismos naturales que extinguieron a otras especies. Hace 250 millones de años comienza la Era Mesozoica y la conocida predominancia de los reptiles dinosaurios que du­ raría 200 millones de años. Sin embargo, las nuevas formas de vida que evolucionaron en el Mesozoico fueron precisa­ mente la base del mundo como lo observamos hoy día. Apa­ recieron l as plantas con flores y los continentes se cubrieron de árboles y hierbas mientras los mares aparecían pletóricos de nuevos organismos. Con la extinción de los dinosaurios -entre otras hipótesis debido a la invasión de cometas provenientes de los confines del sistema solar- se marca el inicio de nuestra época moderna, la Era Cenozoica, caracterizada por un progresivo enfriamiento que culmina en los últimos años en repetidas glaciaciones. Aparecen muchas variedades de mamíferos incluyendo cierta clase de monos primitivos que luego evolucionarán hasta la 36

aparición del hombre moderno hace más o menos un millón de años. ¡ Asombroso ! En los últimos 1 0.000 años de esta historia, algo así como en el último segundo de un día de 24 horas y después de la anterior glaciación, el hombre se extendió y ocupó casi toda la superficie del planeta. Y en los últimos nanosegundos, no sólo se convirtió en la especie capaz de cambiar la historia de la Tierra sino que se lanzó a la exploración del espacio, puso el pie en la Luna y se prepara para visitar el planeta Marte. ¿Cómo ha sido posible todo esto? ¿Fue acaso producto del azar, de la conj unción de muchas circunstancias favorables o de un milagro? Distancia media al Sol Diámetro Lunas Masa Gravedad en la superficie Duración del día Temperatura, máx. , med., mío. Atmósfera Agua

1 50 millones de kilómetros 1 2 .756 kilómetros 1 1 l

23 horas, 56 minutos, 4 segundos +58, +22, -80 ºC Sí. Nitrógeno 78%, oxígeno 2 1 %, otros 1 % Sí. Líquida, hielos y vapor

La formación de la Luna

Hiperión era uno de los titanes, hijos de Gea y Urano, y fue padre nada menos que de Helios, Selene y Eos ; es decir, del Sol, la Luna y la aurora. En la mitología griega Selene es la personificación de la Luna "la de abiertas alas, cuyo

resplandor aparece en el cielo y envuelve la Tierra, en donde todo surge, muy adornado por su resplandor fulgurante'� cantaba el poeta Homero. La Luna nos ha maravillado desde el primer momento que el hombre elevó su mirada hacia el firmamento. < Pero, cómo llegó allí? La primera teoría científica consistente fue

37

formulada apenas a finales del siglo pasado por el astrónomo inglés George H. Darwin -hijo del famoso evolucionista Charles Darwin- quien sugirió que la Luna y la Tierra tal vez fueron hace millones de años un solo cuerpo girando vertiginosamente en el espacio. Es posible que se haya desprendido parte del material exterior, algo así como una gigantesca burbuj a que es atrapada por la gravedad terres ­ tre dando cuerpo a nuestro satélite natural. Darwin tam­ b i é n c o n s i d e ró que l a Luna t i e n e las d i m e n s i o n e s suficientes como para caber e n el Océano Pacífico p o r lo cual seguramente de allí se habría desprendido la sustancia que la formó . Luego de la vibrante discusión que produjo esta teoría surgieron las hipótesis rivales . La primera consideró que la Tierra y la Luna se formaron al mismo tiempo en la nebulosa solar, pero no puede explicar por qué ambos cuerpos son tan diferentes ; en la Tierra hay tres veces más hierro que en la Luna, la cual no tiene n deo metálico. También pudo suceder que la Luna se formara en al­ guna otra parte del sistema solar, expulsada de su órbita original y capturada por el campo gravitacional de nuestro planeta . Por supuesto, no podía faltar la teoría de la co­ lisión entre la Tierra y un asteroide gigante, un colosal impaq9 que arrojó hacia el espacio el material que más tarde se compactaría como luna. Esta teoría y la de Darwin corroboran la semej anza que hay entre las rocas lunares recogidas por los astronautas y las rocas que componen la corteza terrestre . Más recientemente, el geoquímico William Hartmann ha desarrollado una variante de la teoría del impacto entre la Tierra y otro enorme cuerpo metálico, lo que arroj ó al espacio la superficie rocosa mientras se fusionaban los corazones de hierro en la Tierra. Y hay más teorías . En todo caso, la Luna está allí desde hace mucho tiempo; la más antigua muestra de rocas recogida por los astronautas de la Misión Apolo tiene 4. 500 millones de años y su su­ perficie sin aire ni agua conserva a n los cráteres producidos

38

por el último bombardeo meteórico. Es muy posible que las próximas exploraciones a la Luna nos ayuden a resolver sus misterios y además nos ofrezcan un panorama más com­ pleto de nuestra propia historia en este sistema solar.

¿ Cómo comenzó la vida en la Tierra? Hemos aprendido mucho más del universo en los últimos

40

año s, d e lo que conocimos en miles de años . Hace muy poco tiempo, en

1 95 7,

se lanzó el primer satélite artificial, el Sputnik

I; luego fueron comunes las pruebas tripuladas y las caminatas espa c i a l e s y , uno s años despué s , l l e g am o s a l a L u na mien­ tras naves no tripuladas circunnavegan casi todos los p lanetas

y lunas del sistema solar, desde las inmediaciones del propio

Sol hasta los lej anos Neptuno y Urano, incluyendo aterrizaj es no tripulados en Venus y Marte . En el mismo lapso se desa­ rrollaron velozmente las técnicas de la observación y la co­ municación con telescopios más potentes, enormes antenas de radio para escudriñar los confines del universo y una diversidad de pruebas diseñadas para revelar sus misterios. Sin embargo, fuera de nuestro planeta, el hombre no ha podido encontrar la más mínima señal de vida -por inás primitiva que se considere- vegetal o animal, ni señal alguna de ella, ni en los planetas y lunas del sistema solar, tampoco en las estrellas vecinas

ni en otro

lugar de nuestra galaxia. Es más,

Ja Tierra habría podido p erfectamente ser otra roca carente de toda forma de vida y no estaríamos haciéndonos estas preguntas . Pero, aquí estamos . ¿Cómo ha sido posible? ¿Cómo apa­ reció la vida en la Tierra? Más aún, la vida en este planeta existe hace mucho tiempo, más de lo que el hombre pudo nunca imaginar. Los fósiles más antiguos conocidos, una co­ munidad microbiana de

3 . 5 00 millones de año s de edad,

fueron

encontrados recientemente por el paleo biólogo William S chopf 39

en Australia. Y hay sólida evidencia de que la vida ya existía en la Tierra hace 3 . 900 millones de años ¡ en plena etapa del bombardeo meteórico ! No es necesario recordar que el origen de la vida en la Tierra ha sido una de las discusiones más vibrantes a lo largo de la historia. Veamos cómo va el asunto a la luz de las últimas hipótesis y descubrimientos. Primero , ¿qué es exactamente vida? Podemos afirmar que un caballo está vivo y una roca no, ya que el primero se mueve y relincha mientras que la roca permanece inmu­ tab l e . Sabemo s que una planta está viva porque observamos su crecimiento o su floración; y de organi smo s más elemen­ tal es, como los microbios y las amebas , decimos sin duda que tienen vida porque se mueven y se alimentan. Cuando la roca se desliza por una montaña y el volcán hace erupción, no por ello diríamos que están vivo s . S i el crecimiento fuera la propiedad de la vida, estarían vivos cierto s cristales que crecen e inclusive cesan su desarro llo cuando logran cierto tamaño. Pero no . La definición de vida implica, además, la capa­ cidad de multiplicarse; las ballenas se reproducen, las mari­ posas o las palmeras igualmente y, no importa cuán simple sea el organismo del que estemos hablando, para sobrevivir, debe pasar su información biológica de una generación a otra. Es esta información la que le da a la vida una continuidad . L a capacidad de reproducción es la idea clave en la definición de la vida. Además , l a lenta modificación de esta información he­ reditaria es la que ha hecho posible la evolución desde las primitivas bacterias hasta el hombre moderno . Pero aun los organismos unicelulares más antiguos conocidos ya son lo bastante sofi sticados como para tener los ácidos nucleicos, responsables de la transmi sión genética, y estar constituidos de prote ínas -nombre derivado del griego y que significa ' 'de primordal importancia' '- y de otros ingredientes basados en el carbono . Algo mucho más simple tuvo que precederlos. 40

Una de las primeras contribuciones científicas p ara in­ tentar comprender e ste enigma se l e debe al bioquímico ruso Aleksander Oparin. En el año

1 922

propuso una teoría

sobre la generación de las primeras moléculas orgánicas -las cons­ tituidas con base en el carbono- a partir de las descargas

eléctricas de los rayos, la radiación ultravioleta del Sol y la radiactividad terrestre, actuando al unísono sobre la atmósfera primitiva de la Tierra compuesta de hidrógeno, metano y amoníac o . Oparin pensaba que las moléculas resultantes s e asentaban en los océanos en una especie de "sopa primaria" ; luego, en la constante agitación de los mares químicamente ricos la mezcla pudo desarrollar una amplia gama de sustancias orgánicas y even­ tualmente cadenas más complej as de moléculas y proteínas. En

1 95 3 ,

Stanley Mil ler, un estudiante de química de

posgrado de la Universidad de Chicag o , hizo un experimento para comprobar las hipóte sis de Oparin . En un recip iente combinó agua con hidrógeno , metano , amoníaco y vapor de agua simulando l o s océanos y la atmósfera primitiva. Luego calentó la mezcla y l a sometió a choque-s e léctric o s . Despué s de una semana, el

5%

del carbono del metano se había

trans fo rmado en aminoácidos, la molécula orgánica base de las proteínas . Aunque el experimento de Miller es normal hoy día en cualquier laboratorio estudiantil, en su momento produj o una violenta polémica acerca de la posibilidad de crear vida en un tubo de ensayo . En todo caso , utilizando procedimientos si­ milares se produj eron también otros ingredientes, componentes orgánicos que forman los ácidos nucleicos, que distan mucho de estar "vivo s " pero que probaron la veracidad de la hipótesis de Oparin : la evolución química precede a la formación de las moléculas orgánicas . Ahora el punto crucial es, ¿cómo se organizaron fos com­ ponentes orgánicos en la primera célula autorreproductora, nuestro más lej ano pariente?

41

Obsequios del espacio

Antes de examinar el asunto de cómo el material orgamco cobró vida, quedan todavía otros aspectos por resolver. En la actualidad los científicos piensan que la atmósfera primitiva del planeta no era como se la imaginó Miller, repleta de hi­ drógeno, sino mucho más oxigenada. Es difícil elaborar mo­ leculas orgánicas en la presencia del oxígeno, porque l a infusión d e energía e n una atmósfera oxigenada forma gases inorgánicos como el monóxido de carbono, el dióxido de car­ bono y el óxido de nitrógeno, lo más parecido a nuestra mo­ derna contaminación. S i esto es así, la Tierra primitiva no era nada adecuada para la formación de las moléculas orgánicas. ¿ S ería posible entonces que las sustancias orgánicas vinieran del espacio exterior? Al menos eso es lo que podría pensarse tomando en cuenta un reciente y notable descubrimiento : los asteroides, meteoritos y cometas son ricos en componentes orgánicos. En 1 8 5 7 se detectaron trazas de hidrocarbonos en el interior de un meteorito encontrado en Hungría, sustancias similares se hallaron en el famoso meteorito de Orgueil que cayó en el sur de Francia en 1 864 y en otros encontrados en Siberia y Á frica del Sur. Es evidente sospechar que estos objetos simplemente adquirieron las moléculas orgánicas durante el tiempo que estu­ vieron expuestos al medio ambiente terrestre. Sin embargo, en 1 969 se disiparon estas dudas cuando un meteorito cayó en Mur­ chinson, Australia. Una inmediata investigación reveló la presen­ cia de un gran número de aminoácidos y otras moléculas orgánicas, algunas de ellas jamás encontradas en nuestro planeta. Cuando el cometa Halley se aproximó nuevamente a la Tierra en 1 986, las observaciones efectuadas desde la sonda espacial Giotto confirmaron que el núcleo central del cometa contiene también moléculas orgánicas como el formaldehído, pero en una cantidad mayor de la sospechada, casi un tercio de su masa. Ahora se tiene como un hecho . Los asteroides, y especial­ mente los cometas, son ricos en sustancias orgánicas compues42

El Meteor Crater en Arízona. Cráter de impacto meteórico de más de 1 .200 m de diámetro y 1 80 m de profundidad. Hace más o menos 25.000 años el choque de un enorme meteorito o asteroide dejó esta impresionante huella, bien preservada en el árido clima del desierto. Recientemente se han encontrado evidencias de impactos aún mayores en otros lugares del planeta. ( Foto cortesía de Science et Vie) .

tas de carbono . Pues bien, esto no nos debería extrañar si recordamos que el carbono, el hidrógeno, el helio, el oxígeno y el nitrógeno representan el 98% de los elementos que cons­ tituyen el universo . Más aún, la novedosa técnica de la observación astronómica infrarroj a ha permitido encontrar fuertes evidencias de la pre­ sencia de los precursores orgánicos -amoníaco entre otros­ en el polvo interestelar y el gas concentrado en los brazos espirales de nuestra galaxia. Este hecho sugiere la posibilidad de que las moléculas orgánicas responsables de nuestra existencia se formaran en la nebulosa solar primitiva, siendo más antiguas que la Tierra misma. Sobre este punto, el químico Clifford Matthews, de la Universidad de I l linois, reportó en abril de 1 993 los resultado s de 20 años de experimentos que le afirmaron s u convicción de que los versátiles atributos químicos del elemento carbono, especialmente su predilección por las formaciones en cadena, impliquen que ésta sea seguramente una reacción orgánica muy común, incrementando enormemente la probabilidad del desarrollo de la vida a través de todo el universo. En todo caso, de acuerdo con esta hipótesis, el material orgánico estaba presente desde la formación del sistema solar. L as estimaciones más precisas indican que todavía cada año caen en nuestra atmósfera 3 00 toneladas de material orgánico, la mayoría en las partículas microscópicas de polvo proceden­ tes de los cometas y los asteroides. La mayor parte es destruido por la fricción y el calentamiento por lo cual sólo una cantidad mínima puede llegar a la superficie. Sin embargo, en tiempos del bombarde� meteórico, desde la formación del planeta hasta hace 3 . 800 millones de años, la atmósfera era mucho más densa y frenaba la caída de me­ teoritos y cometas permitiendo que sus moléculas orgánicas llegaran intactas a la superficie. También los cometas nos aportaron la mayoría del agua, gases y carbono por lo que podríamos decir que estamos aquí gracias a los cometas y los asteroides. 43

Extraña explosión en Siberia

El 30 de junio de 1908, en los bosques del río Tunguska en Siberia, a las 8 horas y 1 7 minutos hora local, se produjo una violenta explosión. Una inmensa área forestal de aproximada­ mente 2 . 500 km2 fue completamente asolada; en su centro todo quedó calcinado y los objetos de metal, fundidos (uten­ silios de cocina en una cabaña abandonada) . A su alrededor todos los árboles cayeron en forma radial apuntando hacia el centro, mientras rebaños enteros de renos quedaron aniquila­ dos, encontrándose sólo sus osamentas calcinadas . Por fortuna la zona estaba deshabitada ; los primeros testigos a 60 kilómetros del siniestro reportó una extraor­ dinaria luminosidad y una brusca elevación de la tempe­ ratura que quemó algunas cabañas y hasta el pelo y la ropa de algunas personas. La detonación se oyó a más de 900 kilómetros con tal fuerza que se reportó rotura de cristales a más de 6 50 kilómetros del sitio. El fenómeno también se sintió a escala mundial; dos ondas de presión atmosfé­ rica le dieron la vuelta al planeta y las altas capas de la atmósfera se iluminaron de modo extraño durante dos meses ; i en Moscú se podía leer el periódico en las noches sin luna ! Inicialmente se pensó en la caída de un enorme meteorito. Pero las primeras expediciones científicas que llegaron apenas 20 años después constataron la ausencia de un cráter y no encontraron rastro alguno de fragmentos de meteoritos . Las investigaciones aéreas se iniciaron en 193 5 y permitieron establecer que, a juzgar por la disposición de los restos del bosque, la catástrofe fue producida por una explosión a siete kilómetros de altura. < Qué sucedió ? Las explicaciones iniciales fueron muy originales, inclu­ yendo el choque de partículas de materia con antimateria, un agujero negro errante e inclusive el accidente de una nave extraterrestre . Ahora se afirma que en todo caso la explosión de Tunguska fue un evento producido por un objeto proveniente del espacio exterior, pero los expertos

44

dividen sus opiniones sobre la naturaleza del intruso, entre un meteorito que se desintegró antes de chocar con la su­ perficie o un cometa. Efectivamente, el cálculo de la probable trayectoria del objeto señala que pudo haber sido un fragmento del núcleo del cometa Encke, frecuente visitante del sistema solar interior con una órbita de apenas 3. 3 años y que se espe­ raba para 1908 . De todas formas , sin más evidencias , el suceso de Tunguska continuará siendo en parte un gran misterio.

La arcilla y el mar

El carbono es único por la variedad de moléculas que puede formar dada la facilidad con la cual se liga a otros elementos, especialmente con el hidrógeno y el oxígeno . Todos los seres vivos en la Tierra desde los microorganismos hasta las plantas, los animales y el hombre, están basados en el elemento químico carbono, especialmente por los aminoácidos, cuya complej a estructura d e átomos incluye no sólo e l carbono y e l hidró geno, sino también el oxígeno y el nitrógeno, así como el azufre, el hierro y el fósforo . Los compuestos orgánicos con carbono bien pudieron acu­ ñarse en las nebulosas galácticas y llegar del espacio exterior o estar presentes en la Tierra y mezclarse en la sopa primaria. Inclusive puede pensarse en otras alternativas para la organi­ zación natural del material orgánico inicial y su aparición en el planeta. Una de ellas sugiere que el movimiento del sistema solar a través de la galaxia · hace que cada 1 00 millones de años transitemos una zona de gran densidad de polvo interes­ telar rica en compuestos orgánicos. Este debate es esencial p � a nuestro tema. S i el material orgánico precursor de la vida es tan común y su mecanismo 45

de difusión es muy simple, las opciones de vida en otros lugares de la galaxia se incrementan enormemente . Cualquiera sea el caso, la vida en nuestro planeta no co­ menzó en una tranquila y caliente laguna como uno pudiera imaginar, sino en un medio infernal arrasado por violentas erupciones volcánicas y azotado por los intrusos meteóricos. Algunos especialistas creen que la vida comenzó y fue destruida varias veces antes que pudiera asentarse definitivamente, y otros piensan que la superficie de la Tierra no fue en ningún momento tan amable para sostener el edén original . Si este es el caso, ¿qué solución nos queda? Charles Darwin había sugerido, en

1 87 1 ,

que la vida habría

comenzado en algo así como en "un pozo de aguas termales " , el medio ideal para "cocinar" la mezcla de químicos orgánicos durante mucho tiempo hasta que brotaran los primeros orga­ nismo s simples . Ahora se piensa que el "pozo " es realmente el océano, único lugar que podría ofrecer cierta protección frente a los cataclismos que asolaban constantemente al planeta hace

4 . 000

millones de años .

Esta hipótesis cobró una gran validez cuando e n

1 977

los

oceanógrafos a bordo d e l submarino Alvin descendieron a

2 . 5 00 metros de profundidad y alcanzaron el

fondo de la Grieta

de las Galápagos, una cordillera volcánica submarina en el Océano Pacífico ,

350

kilómetros al oeste de la costa de Ecua­

dor. En medio de la oscuridad de las aguas y a una profundidad en donde normalmente la temperatura se acerca al congela­ miento , el termómetro exterior marcó súbitamente los

45

ºC .

Habían encontrado un fenómeno del cual se había sospechado hace mucho tiempo : aguas termales submarinas conocidas hoy día como

aberturas hidrotermales.

El Alvin encontró cuatro aberturas más en las Galápagos y desde entonces se han encontrado numerosas en diversos lugares de los fondos marinos . Estas aberturas son vías de comunicación entre el agua del océano y el magma en las profundidades del planeta. Caliente por el magma, el agua está en permanente ebullición escapando por las aberturas.

46

Aunque las exploraciones submarinas de los años cincuenta a profundidades aún mayores ya habían encontrado formas de vida en donde se pensaba j amás podría sobrevivir ninguna especie, la vida que se encontró en el vecindario de las aberturas hidrotermales fue fascinante por no decir que bizarra: orga­ nismos similares a enormes gusanos, cangrej o s ciegos com­ p l etamente b l an c o s , a l m ej as g i g antes y otras e s p e c i e s desconocidas pertenecientes más bien a épocas arcaicas. ¿ Serían las aberturas hidrotermales el lugar propicio para el origen de la vida? El ecosistema en torno a las aberturas es muy extenso y variado, incluyendo microorganismos que se alimentan de compuestos de azufre como energético sin nece­ sitar de la fotosíntesis, y que representan el eslabón más cercano a las primeras criaturas en la Tierra. Las otras formas tan primitivas de vida conocidas son microbios que viven en las corrientes termales de algunos géiseres, como las detectadas en el Parque Nacional de Yellowstone en Estados Unidos. Por otra parte, hace 4 . 000 millones de años la corteza terrestre era más delgada y las aberturas hidrotermales más comunes que en la actualidad, lo que probablemente posibilitó uno de los principios del origen de la vida: cuanto más tem­ perado mej or. Ahora bien, la vida pudo originarse en las aberturas hidro­ termales y sobrevivir en los fondos oceánicos protegida de los impactos meteóricos y de las erupciones volcánicas que arra­ saban en la superficie otros intentos vitales . Esta opción parece muy posible considerando que el agua de mar calentada por el magma fluye químicamente enriquecida en elementos como el carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y azufre, los que interactúan con las moléculas orgánicas para formar a su vez nuevos y más complej o s componentes orgánicos. Además, en el ecosistema de las aberturas hidrotermales encontramos temperaturas al gusto; desde las aguas hirvientes hasta las apenas templadas, lo que facilita todavía más las reac­ ciones químicas. Este laboratorio submarino es sin duda un lugar agradable y seguro que ofrecería el medio ambiente ideal 47

para el proceso continuo de transformación de las simples moléculas orgánicas a las células vivientes. Pero el enigma continúa. ¿Cómo las moléculas orgánicas se organizan por sí mismas en una célula autorreproductora y procesadora de energía? El experimento de Miller ya nos de­ mostró cuán fácil es pasar de los elementos inorgánicos a las moléculas orgánicas simples y complej as. Pero, ¿cómo se jun­ taron estas últimas para generar los comienzos de los ácidos nucleicos autorreproductores, transformarse en células y evo­ lucionar a bacterias? Una posible solución fue propuesta por Gunter Wachters­ hauser, un químico alemán quien curiosamente también es abogado titulado. Él piensa que la vida comenzó como una serie de reacciones químicas entre ciertas moléculas orgánicas claves, que se juntaron en una adecuada disposición gracias a un material ordenador. Según Wachtershauser el material can­ didato para obrar como "acomodador" es la pirita, mej or co­ nocida como "el oro de los tontos" ; la pirita es un cristal �rillante que tiene una carga eléctrica positiva y que perfec­ tamente podría atraer las moléculas orgánicas cargadas nega­ tivamente, colocándolas lo suficientemente juntas como para que comiencen a interactuar. Pero la pirita es más bien escasa. Hay otro material cris­ talino mucho más común y que tiene unas propiedades adi­ cionales bastante útiles: la arcilla. Los minerales arcillosos tienen la capacidad de fijar las moléculas externas mediante la absorción, cualidad que ya había sido conocida desde la antigüedad cuando se empleaban para limpiar telas y lana, y que aún hoy día se utilizan para la filtración de vinos y cerveza o la clarificación del agua. El caolín o arcilla blanca se usa como fijador y blanqueador del papel. Las cualidades absorbentes de la arcilla también son conocidas para la neutralización de pro­ ductos químicos tóxicos y en la agricultura. ¿Es la arcilla la clave en el origen de la vida? Muchos investigadores así lo piensan y algunos todavía más osados afirman que los cristales de arcilla en sí mismos son una forma 48

Arcilla. Ampliados 1 5. 000 veces, estos cristales o microcristales de arcilla exhiben sus típicas formaciones en capas, las que se piensa podrían ser claves para la explicación del origen de la vida. ( Foto cortesía de la NASA).

de vida. Efectivamente, la arcilla se compone de microcri stales formados por el desgaste de las rocas por el agua; considerando que los cristales desarrollan su estructura molecular repitiendo el mismo patrón cristalino una y otra vez, se podría pensar que esta es una forma de reproducción. Es común como experimento in­ fantil observar cómo crecen los cristales en soluciones nutrien­ tes . Vi sto desde este ángulo, si la multiplicación es la clave de la vida, ésta no comenzó con las células. Comenzó con los cristales. Aplacemos esta discusión para otro momento , ya que el conocimiento sobre la arcilla no es del todo completo , espe­ cialmente en su extraña capacidad de almacenar energía. Aun­ que es díficil aceptar la idea de que la arcilla o el cri stal mineral sea un material inorgánico vivo, se piensa seriamente que sí haya servido como una especie de molde que incorpora las moléculas orgánicas en patrones precisos y organizados, y les induce a interactuar gracias a sus propiedades catal íticas, o sea, la capacidad de facilitar las reacciones químicas u orgá­ mcas . Así, mientras los cristales van creciendo desarrollan nichos

y grietas que son el rincón perfecto para que las moléculas

orgánicas se encuentren; luego, los cristales de arcilla catalizan la formación de nuevos y más complej o s componentes orgá­ nicos, como los aminoácidos que se reúnen en largas cadenas hasta volverse proteínas, necesarias para formar los ácidos nucleicos. Ahora se discute si los ácidos nucleicos precedieron a las proteínas debido a un reciente descubrimiento : uno de los ác idos, el ARN o ribonucleico, en pruebas de laboratorio se apropia de la materia orgánica para hacer copias de sí mismo sin presencia de las proteínas . ¿Quién llegó primero , las pro­ teínas o los ácidos nucleicos? En todo caso, con el tiempo las interacciones orgánicas cada vez más complej as terminaron por formar una célula autorreplicante que luego abandonaría su refugio arcilloso para . . . asumir su propia supervivencia. .

49

Para completar el panorama de estas hipótesis, las bocas de las - aberturas hidrotermales y el suelo marino que las rodea están saturados de toda clase de minerales arcillosos. Así que las moléculas orgánicas en vez de emerger y desaparecer en el inmenso océano donde nunca se encontrarían unas con otras, sencillamente se precipitan sobre la superficie de las arcillas en donde, como en una colonia, interactúan entre sí, recibiendo c o ntinuamente l o s nuevos componentes arroj ados por las termales . Partículas interestelares, meteoritos, géiseres submarinos

y

arcilla, son piezas claves en los escenarios del origen de la

vida que se debaten hoy día, pero que por supuesto distan todavía mucho de resolver todo el misterio . Aunque varias de estas ideas ya han sido sustentadas a nivel experimental, falta una prueba -que posiblemente nunca se logre- cuando al­ guien llene un tubo de ensayo con los ingredientes correctos

y

¡ plop ! , una molécula autorreplicante entre en escena.

La conciencia del hombre La explosión de Tunguska o el reciente impacto del cometa Shoemaker-Levy con Júpiter nos confirman la subordinación del origen y de la exi stencia de l a vida, a las condiciones impue stas por e l "medio ambiente " del si stema so lar. Efec­ ti vamente , la mezcla básica de átomos en la nebulosa s o l ar primitiva, el aporte de agua y elementos orgánicos de c o ­ metas y astero i d e s , a s í como e l calor, son apenas alguno s de l o s factores esenciales para e l éxito de la vida en l a Tierra. Pero tal vez el panorama sería diferente si solamente se modificara una de las condiciones . Por ej emplo, George Wet­ herill, un científico planetario del Instituto Carnegie de Was­ hington, e stima que si nuestro s i stema s o l ar carec iera de un planeta exterior gigante como Júpiter, l a Tierra sería im­ pactada

50

1 . 000

veces más por l o s cometas, y las catástro fe s

de la clase que muy probablemente extinguió a los dinosaurios sucederían tal vez cada 1 00 . 000 años en vez de cada 1 00 mi­ llones de años. Sin embargo, las condiciones para que la célula autorre­ plicante brotara y evolucionara hasta el hombre se dieron per­ fectamente. Resumamos cómo pasó esto . Efectivamente, la unidad universal de la vida es la célula; simple o en grupos, es la sustancia de toda forma de vida conocida. L a célula desarrolló una membrana para controlar su medio inmediato, y en su centro se ingenió un núcleo para albergar el material genético . Probablemente los primeros or­ ganismos unicelulares en emerger de su cuna submarina fueron las bacterias. De aquí provienen las algas primitivas, similares a cierto tipo de algas unicelulares que todavía existen. En todo caso, durante 2 . 800 millones de años la vida en el planeta estuvo restringida únicamente a los organismos unicelulares : bacterias y algas. Pasó mucho tiempo para que la evolución produj era formas de vida más elaboradas, millones de años para que los orga­ nismos multicelulares se desarrollaran con células especiali­ zadas en tareas claves como la reproducción o la respuesta al medio ambiente. Entre estas nuevas criaturas se cuentan los animales marinos que aparecieron hace 600 millones de años . Al descender el nivel d e las aguas brotaron e n l o s conti­ nentes las primeras plantas, las que rápidamente evolucionaron en diversos tipos, desde los musgos hasta los árboles gigantes, causando un dramático cambio en las condiciones de vida en la Tierra. L a radiación solar constante y una atmósfera pro­ tectora de los rayos ultravioleta fueron indispensables para el éxito de esta invasión verde. El oxígeno no es un componente natural de la atmósfera, es demasiado activo y se combina con muchas sustancias, es decir, pronto se agotaría si se le dej a solo. Las plantas foto­ sintéticas procesan carbohidratos baj o la influencia de la luz y arroj an oxígeno como desecho de su proceso y el único motivo por el cual no desaparece de la atmósfera es que las 51

plantas verdes están continuamente formando oxígeno . Así, gracias a las plantas hace

5 00

millones de años ya debía haber

suficiente oxígeno en la atmósfera como para sostener la evo­ lución de organismos superiores que necesitan del oxígeno libre para sus procesos bioquímico s . Los animales terrestres --empezando por los primeros anfibios- podían ahora poblar el planeta. Con los anfibios encontramos un buen ej emplo de lo que si gnifica la evolución. Luego de muchas generaciones sucesi­ vas en el mar, éstas transformaron la información genética para aj ustarse a los nuevo s ambientes, probablemente en los pantanos . En este sentido , un organismo no evoluciona. Sólo sucesiones de organismos pueden evolucionar y lo único que sobrevive es la información en sí. En los siguientes períodos se desarrollan los primeros rep­

tiles y los insectos alados . Estos últimos evolucionaron en equipo con las plantas floreadas cuya fertilización hacen po­ sible. Junto con los primeros peces de agua dulce se extendieron los reptiles -la era de los dinosaurios-, el vuelo ,de las

primeras aves y los mamíferos primitivos . Sólo cuando finaliza el reinado de los reptiles, hace

60

millones de años, se presenta

el ascenso de los mamífero s. L o s primero s mamíferos eran pequeños pero con e l tiem­ po evoluci onaron y se diversificaron hasta los animales que conocemos hoy, incluyendo l o s primate s , los primero s an­ c e stro s del hombre , que apare cieron apenas hace cuatro a s e i s m i l lones de año s . S in embarg o , la evolución de l o s mamíferos probó ser una d e l a s más exitosas d e la historia esenci almente por su alto grado de encefalización, esto es, la alta relac ión de la masa cerebral al peso del cuerpo . El re­ sultado es un nivel de inteligencia superior al de cualquier otra especie. Pero mientras el crecimiento del cerebro se detuvo en las demás especies continuó en los primates . ¿Por qué? Más aún, . ¿cómo el mono se transformó en hombre? ¿Cómo surgió la conciencia humana?

52

Estos asuntos son esenciales para nuestros propósitos pues­ to que nos inquieta no sólo la presencia de vida en otros lugares del universo sino la existencia de vida inteligente extraterrestre . ¿ Son la conciencia y la razón producto de un accidente evo­ lutivo poco probable? ¿Hay otros caminos para llegar a la vida inteli gente? Claro está que el tema también ha sido la fuente de los más intensos debates filosóficos y científicos desde tiempos remotos, pero fue la contribución de Charles Darwin, hacia 1 8 5 9 , la que abrió el camino para formular las modernas teorías evo­ lutivas . Darwin afirmó que los organismos que mej or se adap­ ten al medio ambiente sobrevivirán y se reproducirán en lo que se l lamó "selección natural continua". De esta forma, de las graduales transformaciones surgen nuevas especies, cada vez mej or adaptadas para la supervivencia. Las que fallaron en el j uego sencillamente desaparecieron . Las ideas de Darwin constituyeron el ej e de la teoría evo­ lucionista, pero hoy sólo son una parte del problema. Las modernas teorías de la evolución miran más allá de los orga­ ni smos individuales, hacia la dinámica conj unta de las especies y los ecosistemas . Federico Enge l s en 1 8 7 8 , en su obra El p ap e l de l trabajo en la transformación de l mono e n hombre, ya hab ía vi sual i zado la influencia de l as necesi dades sociales en e l trán sito evo lutivo del simio al homínido . Engels al mencionar una "raza de monos antropomorfos extraordi nariamente desarro llada" supone que "las manos te­ n ían que desempeñar funciones distintas a las de los pies por lo que estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de e l l as al caminar por el suelo y empezaron a adoptar más y más una posición erecta. Fue el paso decisivo para el tránsito del mono al hombre " . Este evento , que hoy día s e llama bipedalismo , fu e crucial . Hace c inco m i l l ones de años un grupo de criaturas · simiescas, nuestro s ancestros, probablemente saltó de los bosques a las sabanas , teniendo la necesidad de permanecer erectos . Tal vez la obligac ión de mirar por encima de las altas hierbas les 53

impuso esta posición. O más bien, como lo menciona Engels, "la mano se hizo libre " y los homínidos ya podían recoger frutas, cargar a los bebés o, más impresionante aún, usar piedras y palos para luchar por su supervivencia. Versatilidad es una característica de la inteligencia. Mientras otros grupos permanecieron en los árboles -lo s q u e eventual mente se convirtieron en l o s actuale s simios­ e l c o mp leto cambi o de hábitat para todo un grupo animal altam e nte encefal izado s e c o nvirtió en el m e d i o o b l i gado p ara d e s arro l l ar trabaj o s e n s o c ie dad como l a cacería y l a rec o l e c c i ó n . L a fabri cación y e l uso de instrumento s, y luego la palabra, l e s hizo maestros en e l arte de la super­ vivencia. Por supuesto , e ste escenario puede que no sea el único, aunque e sté apoyado por decenas de año s de e studios y de scubrim i ento s paleonto l ó gico s . Inclusive se piensa que muc has de e stas poblaciones fueron muy pequeñas y desapa­ recieron a pesar de su tenaz defensa; así, el paso de simio a primate o a una criatura más avanzada pudo haberse dado varias veces, como lo sugiere la complej idad del árbol genea­ lógico del hombre primitivo . Basta mencionar por ej empl o l a s expediciones de Donald Johanson en Etiopía, en l o s año s setenta, que culminaron con el descubrimiento d e un fósil llamado A ustralopithecus african us, un esqueleto femenino mej or conocido como L ucy. Lucy es un esqueleto relativamente completo para su edad, tres millones de años, con el cerebro de tamaño similar al de los simios pero que sin duda podía caminar en forma erecta. Este y otros hallazgos, especialmente en el continente africano, también inducen a concluir que monos y homínidos provienen de un ancestro común. Tal vez no logremos tener un panorama completo sobre la historia de la evolución humana y más dificil aún saber exac­ tamente cómo brotó la inteligencia; pero la vida en sociedad sin duda pudo haber sido un poderoso estímulo para la inte­ racción de los pro c e s o s cultural e s y b i o l ó g i c o s que resul54

taron en e l hombre moderno .

Y la

historia no para aquí puesto

que la Tierra va a durar varios millones de años más, por lo que la evolución de la raza humana debe continuar, aquí o en otros lugares del universo.

55

111 . Expedición interplanetaria

La vida: un fenómeno persistente

El 1 8 de noviembre de 1 96 1 se publicó en la revista inglesa Nature un sensacional artículo de los doctores George Claus y B artholomew Nagy, médico y químico, respectivamente, en el cual anuncian los resultados de los análisis efectuados sobre los meteoritos de Orgueil y de Ivuna. Literalmente afirman que en estos meteoritos encontraron partículas de tamaño mi­ croscópico "parecidas a algas fósile s " en número relativamente grande j unto con considerable cantidad de "agua de origen extraterrestre ' ' . Estas aseveraciones fueron minimizadas posteriormente por la probabilidad muy alta de que los meteoritos se hubieran contaminado con el ambiente terrestre, y también porque aná­ lisis más precisos en otras muestras han revelado sólo la pre­ sencia de las sustancias orgánicas. Claro que si en algún momento se encontraran fósiles de animales o plantas en el interior de los meteoritos, la discusión sobre la vida extrate­ rrestre cambiaría de tono dramáticamente. En todo caso, mientras tal acontecimiento se present&, res­ pecto a la vida en los demás planetas y lunas del sistema solar, hay que ceñirse a lo que sabemos sobre la composición de sus cuerpos o la historia de su evolución. ¿En cuáles de e stos astros se presentan las condiciones para la existencia de formas de vida? Instintivamente pensamos en factores similares a los de nuestro planeta, pero tal vez las circunstancias de la vida 57

en otro s lugare s no han de ser i guales que en la Tierra. B asta con observar aquí mismo l a gran variedad de ambien­ te s en l o s que se desarro llan l o s seres vivo s . Es tan común pensar que l a vida depende de alguno s p o c o s factores esenciales como oxígeno, agua y luz s o l ar, que e s sorprendente descubrir cómo hay criaturas que pue­ dan ser independientes de todos e l lo s . E s realmente asom­ brosa la riqueza en formas de vida que existe en las más pro fundas fo sas oceánicas en donde j amás llega l a luz s o l ar, o la que hay baj o l o s hielos p o l ares en e l Océano Á rtic o , o en las tierras de l a Antártida. En los denominados

criptoendolitos,

1 974

se descubrieron

organi smo s que habitan

en el interior de las rocas, a uno s p o c o s mil ímetro s de la superficie y en las condiciones más extremas, precisamente en l o s val l e s helados y secos de la B ahía de McMurdo en la Antártida. Pero, ¿qué decir de algunos microorganismos que no ne­ cesitan ni oxígeno ni luz para vivir? Es el caso de ciertas bacterias reductoras del azufre, o bacterias que viven en solu­ ciones salinas y en los nitratos, o las llamadas bacterias del petróleo, estas últimas descubiertas en los pozos profundos y cuya vida consiste en devorar hidrocarburos. En perforaciones hasta de pozo de

500 metros baj o el lecho del 3 00 metros de profundidad

Mar del Japón y en un en Savannah River en

Estados Unidos también se han encontrado verdaderos enj am­ bres de microorganismos incluyendo un bacilo estrictamente anaerobio, o sea que sólo puede vivir en donde no haya oxígeno . De esta forma, prosperando baj o altas temperaturas y presiones, se tiene bastante certeza de que hay una biosfera oculta que se extiende en las profundidades de nuestro planeta. S in duda estas criaturas representan formas muy primitivas de vida que recrean los ambientes extremos en que ésta se originó . C iertas algas también tienen la muy curiosa capacidad de oxidar el azufre ; algunos líquenes pueden desenvolverse muy bien en los desiertos ardientes o en las tundras árticas, y un cierto tipo de bl\Cterias que los microbiólogos han bautizado

58

como arqueobacterias, no consumen oxígeno y pueden sopor­ tar por horas en el laboratorio temperaturas entre -200 ºC y +200 ºC y más de 3 00 atmósferas de presión. En efecto, todas las moléculas con base en el carbono se destruyen aproxima­ damente a + 1 40 ºC, pero las arqueo bacterias tienen reforzados los enlaces de las proteínas por lo que sus moléculas de ADN son más resistentes al calor. Todo esto demuestra que la vida es un fenómeno muy tenaz y resistente ; una vez que aparece se vuelve muy versátil y obstinada. Con sus limitaciones, por supuesto . La radiación ultravioleta es un claro o bstáculo y a que las moléculas ba­ sadas en el c arbono se rompen cuando son expuestas a su influenc ia. Dado que l a radiación ultravioleta y otras rad i a­ c i o n e s de onda c orta están por doquier en e l espac i o , l a vida sólo puede existir cuando está protegida de las rad i a­ ciones solares noc ivas como, por ej emplo, por una atmó s­ fera. E l frío excesivo también e s un problema puesto que la actividad biológica que está ligada a la veloc idad de las reac­ c i o n e s quím i c as d i s m i nuye c o n s i derab l e mente con las ba­ j as temperaturas. Pero los bioquímicos también consideran la posibilidad de la exi stencia de sistemas de vida basados en el elemento silicio en vez del carbono . Aunque el silicio tiene una seria restricción ya que no forma cadenas moleculares muy largas, se combina igualmente bien con el hidrógeno y el oxígeno, y sus moléculas son más resistentes al calor. Así, la vida basada en el siliciO podría ser posible en donde el carbono sea un fracaso, en especial en ambientes muy calientes. La vida basada en los compuestos de otros elementos o baj o otros ambientes naturales -lago s de amoníaco o metano- parece tener aún más res­ tricciones y no es fácil de imaginar. Estas reflexiones sobre los ambientes vitales completan los antecedentes con los cuales podemos lanzarnos al espacio ex­ terior, en una especie de viaj e interplanetario en busca de vida extraterrestre, comenzando con la Luna, los demás planetas y sus satélites hasta los límites conocidos del sistema solar. 59

La Luna

Nuestro único satélite natural es la Luna y, además, es el cuerpo celeste más cercano a la Tierra, entre 3 5 6 . 3 75 km (perigeo) a 406.720 km (apogeo) lo cual para las distancias siderales es bastante poco. Si a esto se le agrega que la Luna no tiene atmósfera resulta entonces el único obj eto al que se le pueden observar detalles a simple vista, como sus manchas oscuras claramente visibles. Galileo probó con el telescopio que la Luna tiene montañas y cráteres, y a las manchas las denominó maria o mares, aunque nada tienen que ver con el agua. En la Luna no hay agua y al parecer nunca la hubo, aunque otro renombrado astrónomo, Giovanni Cassini, creyó haber visto un gran río cuando dibu­ j aba su Carta de la Luna en el año 1 679. Es curio so que precisamente la facilidad de observar la Luna haya provocado las más extraordinarias historias acerca de la posibilidad de la existencia de vida en su superficie. En 1 783 el astrónomo anglo-alemán William Herschel, el descubridor del planeta Urano, afirmó haber visto a través de su telescopio algo así como una chispa de fuego en la porción no iluminada de la Luna. Esto pareció bastante extraño ya que la superficie de la Luna se nos presenta completamente inmu­ table, sin agua ni atmósfera y carente completamente de vida o movimiento . Pero otro astrónomo, William Pickering, fue más lej o s al decir que ciertos cambios que él creía observar en algunos puntos negros eran sencillamente colonias de in­ sectos en viajes migratorios. Tal vez la poca información que se tenía sobre las condi­ ciones físicas de los obj etos celestes, la ignorancia en el tema de la biología o el deseo de la gente de que planetas y lunas se encuentren habitados, fue lo que impulsó inclusive a mentes científicas a poblar con toda clase de formas de vida a nuestros vecinos en el espacio. Los promotores de la idea de vida en la Luna fueron famosos en el siglo XIX especialmente porque gozaban de gran autoridad en la materia. En 1 822 el astrónomo 60

alemán Franz von Paula Gruithuisen, el fundador de la teoría meteórica del origen de los cráteres lunares, declaró que había descubierto una ciudad en la proximidad de

Sinus Medii,

una

planicie en el centro del disco lunar. Inclusive ofreció una de­ tallada descripción de su imaginaria civilización. Pero la mayor de todas las fantasías acerca de los habitantes lunares se le debe a un periodista de aseguró en

1 83 5

The New York Sun,

quien

que el astrónomo John Herschel , hij o de Wi­

lliam , había descubierto con el telescopio más p otente de la época impre sionantes formas de vida en la Luna; nada menos que criaturas simiescas con alas como de murciélago y seres redondos que se desplazaban rodando por las colinas . Lo más interesante de esta historia es que la gente la creyó y el periódico triplicó sus ventas mientras otros medios se apre­ suraron a declarar que una nueva era de la astronomía había comenzado . Sólo cuando Herschel regresó del

Á frica

del S ur se evi­

denció la patraña. También en ciertas ocasiones se pueden observar cambios en las tonalidades de algunos detalles en la Luna, especialmente en el fondo de los cráteres. El mismo William Pickering aseguraba que esto se debía al desarrollo de vegetación. Inclusive bien entrado el siglo

XX,

canales

artificiales, puntos luminosos, vegetación, criaturas lunares y misterios en la cara oculta eran dados como ciertos entre mu­ chos despistados . E n realidad, hoy d í a sabemos mucho más d e la Luna que de cualquier otro cuerpo celeste, especialmente luego de las exitosas misiones Apolo que posaron los primeros astronautas sobre su superficie . La Luna también fue sometida en su infancia a un intenso bombardeo meteórico, cuyas marcas han quedado hasta hoy gra­ badas en la miríada de cráteres, gracias a que sin agua ni atmósfera no hay erosión posible que los pueda borrar. La huella del pie del intrépido Neil Armstrong puede quedar perfectamente en su sitio durante miles de años.

61

La violencia meteórica produj o la fundición de la débil corteza lunar. Los elementos pesados se hundieron para alimentar el núcleo mientras en la superficie fluían los feldespatos, el potasio y el fósforo . El compuesto de estos elementos se define como

rocas anortosíticas pero es más entendible su denominación co­ rriente : rocas lunares. Aparentemente toda la corteza de la Luna hasta

1 00

kilómetros de profundidad es anortosítica.

Eventualmente la corteza se enfrió mientras que lava del interior fluía por entre las aberturas y grietas inundando de basalto las planicies y algunos cráteres formándose las

maria,

más abundantes en la cara lunar que mira hacia la Tierra. Algunos meteorito s posteriores también han dej ado sus marcas en las

maria. Luego de 800 millones de años de fluj o continuo

de lava, la corteza y su manto se solidificaron y crecieron hasta tener un espesor de

1 .000 kilómetros, aislando el pequeño

núcleo en las profundidades del satélite . Si alguna vez hubo una atmósfera, la Luna careció de la fuerza de gravedad necesaria para retenerla y ésta se escapó hacia el espacio . Si alguna vez hubo agua, oxígeno u otro s elementos volátiles, éstos se perdieron por los colosales im­ pacto s en los primeros siglos de su existencia. Si alguna vez hubo vida, no quedó ningún rastro . Los científicos no consi­ deraron en lo más mínimo esta última posibilidad, ni se incluyó en las misiones Apolo ni se ha planteado para futuras misiones lunares . La Luna no s mostró e n s u historia una gran actividad térmica, química y mecánica; ahora, salvo los corrientes im­ pacto s de meteoritos, se le considera como un cuerpo comple­ tamente inerte . 3 .476 k i lómetros

D i ám etro Masa (Tierra

=

1)

0.0 1 2

G ravedad en l a superfi c i e (Tierra

=

1)

0. 1 6

Temperatura, máx . , m í n .

+ 1 0 5 ºC, - 1 5 5 ºC

Atmósfera

No

Agua

No

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La Luna. Satélite natu ral de la Tierra. Su relativa proximidad ha permitido su observación y estudio desde épocas antiguas. Si su masa o distancia a la Tierra fueran bastante diferentes, posiblemente la historia de nuestro planeta o la evolución de los org anismos vivos sería bien distinta. ( Foto cortesía de la NASA).

Viajes fantásticos Tal parece que la idea de viaj ar a la Luna es tan antigua como el deseo del hombre por aprender a volar, como lo vemos en el repaso de algunas de las más fascinantes obras de la literatura fantástica clásica. Muy probablemente la primera obra de ficción que describe lo que hoy llamamos un viaj e espacial fue la *ra Historia de Ludan de Samosata, un filósofo y satírico griego hacia el año 1 60. Ludan hace el viaje de ida y vuelta a la Luna en un barco de vela impulsado por los vientos celestes . Ludan escribió una segunda historia de viajes espaciales, el lcaro-Menippus, en donde el héroe utiliza a modo de Í caro alas de pájaros , no sólo para ir a la Luna sino para circun­ navegar otras estrellas . Durante siglos las aventuras de Ludan fueron las únicas que nos llevaron a la Luna, hasta que aparece el Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, en 1 51 6 . El héroe d e este cuento, Astolfo, viaja a l a Luna e n un carruaje tirado por cuatro caballos rojos. Astolfo encuentra la Luna mucho más grande de lo que se la imaginaba, con enormes océanos , montañas y ciudades y castillos por do­ quier. Jhon Wilkins escribía hacia 1 638 su Discovery of a New WOrld in the Moon, uno de los primeros trabajos pseudo­ científicos ; consideraba inminente el dominio del arte de volar y reclamaba para la gloria de Inglaterra la preeminencia en la conquista de la Luna. Por esta época, la incursión de la ciencia en la literatura ya se había hecho evidente con el Somnium de Johannes Kepler publicado en 1 634, cuatro años después de la muerte del gran científico. Somnium es un cuento fantástico, disimulado en términos sobrenaturales, de un viaje de la Tierra a la Luna; sabiendo que no había atmósfera entre los dos mundos, escoge como medio de transporte para la travesía unos demonios . Kepler des ­ cribe la Luna de acuerdo con los más avanzados cono­ cimientos as tronómicos pero le añade extrañas formas de vida . Al parecer, Kepler se vio forzado a presentar sus ideas

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acerca de la Luna como una ficción para evitar la censura política y religiosa propia de su época. Las obras keplerianas sirvieron de inspiración para mu­ chos escritores de los siglos XVII y XVIII, como Francis Godwin, autor de The Man in the Moon publicado en 1 6 3 8 . Domingo Gonsales, e l protagonista d e l a historia, se divierte entrenando gansos para que le transporten por los aires como pasajero. Eventualmente le llevarán hasta la Luna, pues sin s a berlo, es allí donde acostum bran hibernar. Domingo encuentra que todo en la Luna es enorme, árboles gigantes , grandes animales y seres inteligentes parecidos a los humanos pero con el doble de su estatura. El siguiente trabajo es uno de los más famosos , publicado en 1 649, Vóyage dans la Lune de Cyrano de Bergerac, escritor francés , autor de obras de teatro y cartas amorosas y satíricas . Cyrano pensaba que la Luna era un mundo como el nuestro. Su primer intento de alcanzar el satélite tal vez fue el más original, utilizando gotas de rocío en botellas que al calen­ tarse por el Sol elevaron a Cyrano por los aires , pero infor­ tunadamente aterrizó en el Canadá y no en la Luna. Para el segundo intento emplea una máquina voladora impulsada por triquitraques, e inadvertidamente se convierte en el pri­ mer astronauta en utilizar un cohete como medio de alcanzar la Luna . En la novela de David Russen, Iter Lunare, publicada en 1 703, se introduce la novedad de utilizar una catapulta para escapar de la gravedad terrestre . Pero en 1 705 aparece The Consolidatorj también un cuento de viaje lunar del famoso escritor inglés Daniel Defoe . Defoe recrea diversas leyendas de viajes a la Luna y describe varios medios de transporte parecidos a lo que hoy llamamos naves espaciales . The Con­ solidator fue el más brillante de los viajes ingleses a la Luna inclusive llegando a anticipar la gasolina como propulsor: "una llama ambiental alimentada por un cierto líquido". En 1 727 Samuel Brunt publica su novela satírica, A Vóyage to Cacklogallinia. El capitán Brunt naufraga en Cack­ logallinia, una extraña tierra habitada por hombres-páj aro,

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quienes tienen el proyecto de enviar una expedición hacia la Luna para extraer oro de sus montañas . El capitán Brunt comanda la expedición a bordo de un palanquín transportado por sus alados compañeros , pero �l proyecto fracasa pues encuentran que los selenitas son unos tipos más bien idea­ listas, gobernados por filósofos y poco adictos a las labores manuales . Las historias de viajes espaciales continúan apareciendo profusamente . En la novela de Ralph Morris publicada en 1 751, A Narrative of the Lifa and Astonishing Adventures of ]ohn Daniel, el héroe construye con los restos de un naufragio un aparato volador a pedales con alas de tela que resulta tan eficiente que decide emprender un viaje, a la Luna por supuesto. En 1 757, Miles Wilson lanza The History of Israel jobson, the TVandering jew, personaje que durante años cons­ truye un andamio de palos y cuerdas hasta que laboriosa­ mente logra llegar hasta la Luna en donde encuentra que los selenitas estaban hechos de cobre y plomo y que se alimentan exclusivamente de arcilla . Hacia el año 1 76 7 encontramos un cuento fantástico de Filippo Morghen, Raccolta delle cose piú notabili vedute dal

Cavaliere Wild Scull e dal Sigr. de la Hire nel lor famoso viaggio dalla Terra alta Luna. Aquí los osados aventureros llegan a la Luna en un aparato con alas y encuentran gente que vive en árboles, en casas flotantes y en gigantescos melones . Los selenitas de esta historia resultan muy civilizados y reciben a Scull y De la Hire con banderas y bandas musicales. Publicada en 1 8 27, la historia de Joseph Atterlay, A vvyage to the Moon, muestra un completo cambio en el estilo de las novelas de ficción, describiendo con gran detalle naves espaciales repletas de equipos científicos e impulsadas por un material antigravitatorio llamado "lunarium". A vvyage to the Moon se considera el primer intento de ciencia ficción. Ocho años después Edgar Allan Poe envía al aventurero Hans Pfaall a la Luna en globo, como único medio para escapar de sus deudas, en su novela Hans Pfaall, a Tale. Luego de una azarosa travesía, Pfaall cae en el medio de

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una ciudad lunar poblada por gente pequeña y fea y se convierte para siempre en un deudor en exilio. Finalmente llegamos a Julio Veme y su famosa obra De la Terre a la Lune, año 1 86 5 , la cual marca el inicio glorioso

de la ciencia ficción. Veme le anticipa al público la inminente realidad del viaje espacial. Su nave Columbiad es impulsada por un cañón, pero los pasajeros gozan de las comodidades de los navíos modernos incluyendo las reservas de oxígeno. Luego de acercarse al satélite la historia continúa en Autour de la Lune, en donde los expedicionarios fallan en su objetivo

de alunizar y regresan a la Tierra, para caer en el Océano Pacífico y ser finalmente rescatados por la corbeta USS Susquehanna. En los años siguientes el viaj e espacial en la literatura se convirtió en uno de los temas favoritos de los escritores de obras de ficción, lo que popularizó aún más la idea de otros mundos habitados , generalmente por civilizaciones más avanzadas que la nuestra y en muchos casos poco amis­ tosas .

Mercurio

Mercurio es el planeta más cercano al Sol, encontrándose su órbita a una distancia media de 5 8 millones de kilómetros. Además es un planeta pequeño por lo que es muy difícil de observar a simple vista y, aun con la ayuda del telescopio, sólo se le divisa antes del amanecer o luego del crepúsculo, y siempre muy baj o en el horizonte. Así, las tentativas de cartografiar su superficie con algún detalle nunca prosperaron, e inclusive el conocimiento básico sobre su estructura y mo­ vimiento siempre fue muy fragmentario. Todo esto cambió dramáticamente con el vuelo de la sonda Mariner 1 0 que en 1 974 y 1 975 efectuó tres sobrepasos muy cercanos al planeta, el último de ellos a sólo 300 km de altura. La primera sorpresa que nos ofrecieron las cámaras de foto66

grafía del Mariner es el gran parecido que tiene la superfici e de Mercurio con la de la Luna; regiones montañosas y grandes pl anicies acribilladas por innumerables cráteres de meteoritos. Mercurio no presenta las extensas planicies de lava como las de la luna aunque se detectaron dos "zonas calientes" causadas por alguna actividad volcánica. La estructura más espectacular es una enorme cuenca a la que los astrónomos le han dado el nombre de Planitia Caloris o planicie del calor, un cráter antiguo de más de 1 . 3 00 km de diámetro, que nos recuerda las elevadísimas temperaturas que asolan su superficie. Efectivamente, en Mercurio la temperatura a la altura del ecuador puede llegar a +460 ºC a pesar de que el calor se disipa rápidamente, ya que la atmósfera del planeta es muy tenue . También por ello en las noches mercurianas la tem­ peratura desciende hasta - 1 80 ºC, siendo el astro con el mayor diferencial entre temperaturas máximas y mínimas. Esta característica de Mercurio se debe a una particularidad, la lenta rotación del planeta sobre sí mismo . Un "día" completo dura el equivalente a 1 76 días terrestres mientras que en sólo 88 días da un giro total alrededor del Sol ; o sea, un día dura dos años mercuriales. Esto significa que cualquier punto en su superficie queda alternativamente expuesto a la radiación solar o a la gél ida noche durante mucho tiempo. En cuanto a la atmósfera, si es que se le puede llamar así a esa l i gerísima envoltura gaseosa que tiene apenas una fracción de la densidad de la atmósfera terrestre, está compuesta prin­ c i pal mente por hidrógeno, helio, sodio y oxígeno, y muy seguramente no e s propia sino aportada por el viento solar. En consecuencia, la superficie está continuamente irradiada por los rayos X y ultravioletas, lo que hace de Mercurio uno de los más inhóspitos miembros del si stema solar. Mercurio es un planeta aún lleno de misterios que hacen muy atractivas investigaciones más detal ladas para · el siglo X X I . Mercurio tiene el núcleo más denso en el sistema so lar, lo que le hace parecer como una bola metálica envuelta por una capa de tierra, aunque no se sabe si es enteramente sólido 67

o si está parcialmente fundido . Se piensa además que en los polos, a pesar de la proximidad al Sol, habría hielo; las foto­ grafías de alta resolución tornadas por el Mariner 1 O muestran que en ambos polos hay pequeños cráteres de paredes muy inclinadas, permanentemente libres de la luz solar, una especie de "trampas frías " que podrían tener hielos. Y finalmente hay que resaltar que no hay cobertura fotográfica del hemisferio aún no observado. Distancia media al Sol Diámetro Lunas Masa (Tierra = 1 ) Gravedad en l a superficie (Tierra = 1 ) Rotación sobre e l eje Temperatura. máx., mín. Atmósfera Agua

7 . 9 m i llones de kilómetros 4 . 878 kilómetros No 0.055 0.38 5 8 días, 1 6 horas 460 ºC, - 1 80 ºC Muy tenue Probablemente hielo

Venus

En la mitología clásica romana, la diosa Venus era la repre­ sentación del amor, de la primavera, de la belleza y de todos los encantos de la naturaleza. Infortunadamente la astronomía moderna tiene una visión algo diferente. En verdad, si el in­ fierno existe, éste debe estar en el planeta Venus. Venus está más cerca del Sol que la Tierra y recibe varias veces más cantidad de radiación solar. Pero, a diferencia de Mercurio, Venus es casi tan grande corno la Tierra y tiene una atmósfera gruesa, compuesta principalmente de dióxido de c arbono , algo de nitrógeno y otros elementos como dió­ xido de azufre, vapor de agua, argón y monóxido de carbono. La atmósfera se extiende en varias capas hasta los 80 kilómetros de altura sobre la superficie venusina con una tremenda den­ sidad que a nivel del suelo se acerca a las 95 atmósferas terrestres. Las nubes están compuestas de ácido sulfúrico, así 68

que la lluvia en Venus puede ser el l íquido más corrosivo que se conozca en el sistema solar, ya que la mezcla con otros elementos de la atmósfera puede dar lugar a los más fuertes ácidos minerales. Para completar, las nubes parecen estar en permanente tormenta eléctrica, con centenares de rayos cada mi nuto . A causa de la gran densidad y opacidad de la atmósfera y la predominancia del dióxido de carbono, en Venus se presenta un marcado "efecto invernadero " : la radiación solar es atra­ pada por la atmósfera calentando terriblemente todo el planeta. La temperatura puede llegar a los 500 ºC, más que suficiente para fundir el plomo . Sin embargo, durante siglos lo único que se podía observar de Venus era su notable brillo, siendo el tercer astro más luminoso después del Sol y la Luna. A pesar de contar con la ayuda del telescopio, la atmósfera impidió conocer el más mínimo detalle de su superficie, aunque por su tamaño casi idéntico al de nuestro planeta, apenas 650 km menos de diá­ metro, y por su cercanía, se le consideró como "hermano gemelo" de la Tierra. Inclusive se llegó a pensar que preci samente la perma­ nente nubosi dad refl ej aba buena parte de la luz solar y, de alguna manera, la temperatura no sería tan el evada, lo cual permitiría el desarrollo de al gunas formas de vida, en e s ­ p e c i a l si l a s nubes se asoci aban con agua y grandes océano s . Además , e n l o s siglos X V I I y XV I I I estaba e n boga la idea de que Venus se fo rmó después que la Tierra por lo cual muchos e stud i osos afi rmaban la existencia de una vida exu­ berante , pero en etapas anteriores a la terrestre , o sea ert plena era de los dino sauri os. No es de extrañar entonces que revelar los misterios de Venus haya sido uno de los principales obj etivos de la explo­ rac ión espacial del siglo XX, a juzgar por el número de naves que han sido enviadas para su investigación. S e destacan, en 1 9 6 1 , el primer intento de la Unión Soviética, la sonda Venera 1 , con la cual se perdió todo contacto a mitad de camino. 69

En 1 962 los Estados Unidos tratan de acercarse a Venus con las naves Mariner 1 y 2, las que confirman las elevadísimas temperaturas, las más altas entre todos los planetas; y el 1 º de marzo de 1 966, la sonda Venera 3 se convirtió en el primer vehículo que se posa en otro planeta, pero fue probablemente aplastada antes de alcanzar a enviar algún dato . En los años siguientes las sondas Venera 4, 5 , 6 y 7 y la Mariner 5, recaban información sobre el c lima de Venus y logran determinar, entre otras cosas, que en las capas superiores atmosféricas hay vientos de hasta 3 60 km/hora y que por lo tanto las nubes tardan cuatro días en darle una vuelta completa al planeta. En 1 972 la sonda Venera 8 se posa sobre la superficie de Venus y logra soportar durante 5 0 minutos las condiciones ambientales. En 1 97 8 los Estados Unidos envían las naves P ioneer 1 2 y 1 3 y se determina que Venus tiene un movimiento de rotación muy lento, equivalente a 243 días terrestres mien­ tras que toma 225 días para completar una vuelta alrededor del S o l . Al igual que en Mercurio, el día en Venus es más largo que el año . Adicionalmente, y no se sabe por qué, Venus rota al contrario de los demás planetas, o sea, en el largo día venusino el Sol sale por el oeste. Un gran éxito llega con las sondas Venera 1 3 y 1 4 que en 1 9 82 aterrizan suavemente en la superficie de Venus en dos lugares diferentes y envían imágenes de 1 8 0º del terreno cir­ cundante antes de fundirse . Venera 1 3 mostró un terreno plano con una superficie cubierta de arena y salpicada de pequeños pedazos de rocas . Venera 1 4, por su parte, nos ofreció también un paisaj e arenoso y pedtegoso, inclusive con piedras aplana­ · das. En ambas escenas la erosión posiblemente por agua y ácidos atmósféricos parece presente . Efectivamente, las modernas teorías planetarias estiman que la Tierra y Venus posiblemente comenzaron con compo­ siciones y en condiciones muy similares . Ambos planetas tu­ vieron océanos en su j uventud; además el naciente Sol era bastante menos luminoso que hoy día por lo que las tempera­ turas en Venus podrían haber estado por debaj o del punto de 70

ebullición. Pero en la medida que el Sol se encendió, la tem­ peratura en Venus se elevó y los océanos se evaporaron lle­ nando la atmósfera de vapor de agua. ¿Qué se hizo toda esta agua? Los astrónomos creen que las moléculas de agua reac­ cionaron con la intensa radiación solar y se descompusieron en sus elementos, oxígeno e hidrógeno, escapando este último hacia el espacio exterior. Con la ausencia de océanos, el dióxido de carbono emanado de los volcanes se acumuló en la atmósfera intensificando el efecto invernadero y calentando aún más el planeta. Se estima que este proceso comenzó hace 800 millones de años. ¿Brotó la vida antes que las condiciones se deterioraran? Gran misterio. En todo caso, Venus y la Tierra tienen algunos parecidos, casi la misma masa y tamaño, estructura interna de manto y corteza rocosos que envuelven un núcleo metálico y, lo que es más notable aún, casi idéntica cantidad de dióxido de carbono ; sólo que en Venus éste se encuentra en la atmósfera mientras que en la Tierra se halla disuelto en los océanos y confinado en las rocas carbonadas. A pesar de todos los análisis y exploraciones, por su per­ manente nubosidad h asta hace poco aún no se sabía mayor cosa sobre la apariencia física de la superficie de Venus. Luego de otras misiones soviéticas en los años ochenta, se obtiene finalmente un completo panorama gracias a la exploración por radar efectuada por la misión Magallanes en 1 990. Magallanes no hace más que confirmar el aspecto infernal del planeta Venus. Desde las primeras imágenes se revela una superficie fracturada con montañas, cañones y repleta de vol­ canes. Aún no se ha detectado actividad, pero en casi todo el planeta hay evidencia de vulcanismo, incluyendo enormes pla­ nicies con flujos de lava y cuencas o canales no formados por agua sino por lava extremadamente líquida. Magallanes tam­ bién encontró cráteres de impacto, en menor número. que en la Luna o Mercurio ya que la gruesa atmósfera seguramente sirve como escudo . Sin embargo, los cráteres están uniforme­ mente di stribuidos y apenas algunos de ellos están alterados 71

por el vulcanismo o la actividad tectónica del planeta, lo cual es un enigma para los geólogos. En todo caso, aunque Venus no es el lugar más apropiado para visitar, su estudio es fundamental para comprender la evolución del sistema solar y de nuestro planeta en particular. En principio ya nos dej a una gran lección. No parece buena idea lanzar a la atmósfera el dióxido de carbono y otros gases induciendo el efecto invernadero con consecuencias desastro­ sas para el delicado equilibrio del clima y las aguas dulces de nuestro planeta. D i stancia media al Sol Di ámetro Lunas Masa (Tierra = 1 ) Gravedad en l a superficie (Tierra = 1 ) Duración del día Temperatura, máx . , mín. Atmósfera Agua

1 08 . 2 m illones de kilómetros 1 2 . l 03 kilómetros No 0.88 0.9 2 4 3 días, 1 4 minutos +500 ºC, +300 ºC Dióxido de carbono 96%, nitrógeno 3 . 5% Presencia de vapor en la atmósfera

Marte

El 20 de j ulio de 1 976 el robot explorador de la nave Viking 1 se posó suavemente en la superficie del planeta Marte, en una región desértica llamada Chryse Planitia; al mismo tiempo en la Tierra, a millones de kilómetros, biólogos y otros expertos permanecían expectantes mientras un brazo mecánico del robot extraía material del suelo y lo colocaba en un minilaboratorio automático a bordo, más exactamente un cromatógrafo de ga­ ses . El experimento consistía en mezclar agua y soluciones nutrientes para percibir señales de vida detectando la emisión biológica de gases . Infortunadamente se probó que los gases no eran produ­ . cidos por microbios sino por reacciones químicas inorgánicas. 72

Superficie de Marte. El relieve marciano, tal como lo fotografió la cámara del Viking l. Se observan rocas, arena y polvo, materiales g ranulosos con buena cohesión . El color rojizo del suelo se atribuye a la presencia de óxido de hierro. ( Foto cortesía de la NASA) .

Un experimento adicional capaz de medir el más mínimo rastro de compuestos orgánicos tampoco encontró nada. Cuarenta y cinco días más tarde, el explorador de la nave Viking 2 des­ cendió a 1 . 600 kilómetros de distancia en la región de Utopía Planitia y repitió los experimentos de su hermano gemelo, con los mismos resultados negativos. Sin embargo , para los científicos responsables de la misión la única conclusión posible es la de que no hay vida exactamente en el lugar en donde la buscaron los exploradores . No significa que en Marte no haya vida o que no la hubiera en épocas anteriores. Más aún, hay bastante evidencia que indica que hace millones de años el planeta Marte no era el astro seco y frío de hoy, sino un lugar bastante parecido a la Tierra en la misma época en que la vida surgía en nuestro planeta. En realidad, la idea de la vida en Marte es tan antigua como la invención del telescopio; los primeros observadores pronto descubrieron los casquetes helados en ambos polos, claramente visibles con modestos instrumentos, y un periódico cambio en la tonalidad roj iza del planeta que rápidamente fue asociado con la presencia de estaciones y vegetación. Pero la gran noticia sobre vida marciana ocurrió por una curiosa equi­ vocación, cuando en 1 877 Giovanni Schiaparelli, el director del Observatorio de Milán, notó sobre la superficie de Marte una serie de líneas rectas que parecían extenderse por todas partes . Schiaparelli las llamó "canali " que e n italiano alude a un cauce natural, pero en su traducción al inglés se les denominó simplemente como "canals ', que significa una construcción artificial, como el Canal de Suez inaugurado por esa época. Así que Marte debía estar habitado . El promotor más entusiasta de esta idea fue el astrónomo norteamericano Percival Lowell, quien en 1 894 construyó su propio observatorio en Arizona con el propósito principal de observar Marte. Lowell comprobó que todo lo que había visto Schiaparelli era cierto; dibuj ó mapas que contenían más de 500 canales y teorizó sobre su existencia. Sencillamente, el '

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agua corriente se había evaporado hace años; por lo tanto los marcianos elaboraron esta intrincada red de canales para trans­ portar el líquido desde los helados polos. Por supuesto que no todos los expertos estaban de acuerdo con estas ideas. Aun con los más modernos telescopios y en las ocasiones en que Marte se acerca a la Tierra, no es posible distinguir con nitidez su superficie. Inclusive, varios observa­ dores simultáneos muy probablemente dibuj arían mapas dife­ rentes del planeta. Otro astrónomo norteamericano, Edward Emerson Barnard, renombrado por su buena vista, afirmaba en 1 9 1 3 que j amás pudo distinguir los famosos canales mar­ cianos e insistía que tales historias se debían a ilusiones ópticas. Vemos lo que queremos ver. Además, las imperfecciones del oj o humano tienden a registrar líneas en donde solamente hay puntos . U n astrónomo británico, Edward Maunder, comprobó esta idea al colocar a numerosos testigos a dibujar a distancia puntos y manchas irregulares colocados sobre círculos. Casi todos ellos inconscientemente conectaron los puntos y trazaron líneas rec­ tas parecidas a las de Lowell y Schaparell i . Así que los canales de Marte debían ser una ilusión. Pero hasta hace pocos años todavía no se tenía mayor conocimiento sobre Marte y la existencia de canales aún era considerada por muchos. El diámetro de Marte es la mitad del de la Tierra, tarda 6 8 7 días en dar una vuelta completa alrededor del Sol y 24 horas y 3 7 minutos en girar sobre sí mismo, casi la misma duración del día terrestre. Como todos los planetas interiores del sistema solar, es rocoso con un núcleo metálico, manto y corteza, y al igual que Venus, tiene una atmósfera compuesta principalmente de dióxido de carbono y algo de nitrógeno, pero muy fina, menos del 1 % de la atmósfera te­ rrestre . La temperatura superficial puede oscilar entre + 1 5 ºC bas­ tante confortable al mediodía a la altura del ecuador, - 5 5 ºC en la noche o - 1 3 5 ºC en los polos . Como Marte no tiene océanos, su superficie responde rápidamente al diferencial de 74

temperaturas ocasionando fuertes vi ento s , de hasta 3 2 0 km/hora, y tormentas d e arena que periódicamente ocultan los pocos detal les que pueden observarse desde la Tierra. La situación cambió drásticamente con el advenimiento de la Era del Espacio . En 1 965 se efectuó la aproximación a Marte de la sonda Mariner 4 que tomó 22 imágenes lo suficientemente claras para advertir que definitivamente no existían los canales artificiales, y que el planeta es estéril y presenta cráteres de impacto esparcidos por todas partes. Otros Mariner compro­ baron estas características hasta que, en 1 97 1 , el Mariner 9 se convirtió en el primer satélite en colocarse en la órbita de otro planeta; se observaron entonces enormes cañones de 200 km de ancho y de hasta 7 km de profundidad, gigantescos volcanes apagados como el Olympus Mons de 600 km de diámetro y 2 4 km de altura, el más grande del sistema solar, y lo que resultó aún más sorprendente, lechos secos de lo que, aparen­ temente, fueron grandes ríos. En 1 976 los Viking comprobaron que actualmente no hay agua líquida en la superficie marciana, algo que ya se sabía por la baj a presión atmosférica que impide la permanencia de los líquidos, pero la profusión de sinuosos cauces secos y una red de valles con nítidas señales de antiguas corrientes, con­ firman la idea de un Marte diferente en épocas anteriores. Más aún, por la edad de estas formaciones, apenas 1 . 000 millones de años, que para la geología planetaria es poco tiempo , podría pensarse que existirían todavía reservas de agua en el subsuelo permanentemente congelado (permafrost) o en cavidades sub­ terráneas . Recientes teorías nos presentan un planeta Marte más ca­ liente y húmedo que el actual, gracias a una densa atmósfera que producía un efecto invernadero . Esto sucedía poco después del bombardeo meteórico hace 4 . 000 millones de años. Inclu­ sive las imágenes de los Viking mostraron claras €videncias de antiguos glaciares en Marte . La existencia de glaciares es la prueba más sólida de la presencia de agua en dimensiones oceánicas, ya que ésta es 75

necesaria para suplir la cantidad de nieve suficiente para que los hielos se desarrollen. Además, en Marte pueden distin­ guirse dos períodos de glaciaciones; uno de ellos muy antiguo, de hace 3 .400 millones de años, y uno mucho más reciente de hace sólo 300 millones de años. Esto significa que durante algún tiempo entre estas dos glaciaciones el clima de Marte fue relati­ vamente húmedo y cálido, y con una atmósfera más densa que la que existe ahora. En todo caso, hace 3 .000 millones de años Marte y la Tierra se parecían mucho por su atmósfera y los grandes cuerpos de agua. Pero mientras en la Tierra la tectónica de placas ayuda a reciclar el dióxido de carbono, en Marte este proceso geo­ lógico no existe. Sin un mecanismo de largo plazo que recicle los gases entre la atmósfera y el manto, la atmósfera de Marte se rarificó y no pudo seguir atrapando la energía solar. Así, el clima se deterioró congelando el agua que todavía existía. Sin embargo, la más profunda implicación de la presencia de placas de hielo y de grandes masas de agua en Marte es la posibilidad de que la vida haya alguna vez existido. ¿Durante cuánto tiempo tuvo Marte hábitats acuáticos adecuados para la vida? Posiblemente entre 500 y 1 .000 millones de años. ¿Surgió la vida en este período? Si esto fue así, en la medida que paulatinamente el planeta se hacía más seco y frío, ¿tu­ vieron las formas de vida la habilidad de adaptarse a las nuevas condiciones? Desgraciadamente, la oportunidad de obtener más infor­ mación sobre Marte y sus secretos se aplazó con el extravío de la sonda Mars Observer y sus programas de cartografía detallada e investigación sobre el clima y demás aspectos del planeta, también esenciales para la planeación de las próximas misiones con robots o tripuladas. En todo caso, el estudio sobre la vida en Marte forma parte del calendario de las futuras exploraciones. ¿Dónde buscar las evidencias de la vida en Marte? Es posible que si el agua permaneció el tiempo suficiente, en millones de años por supuesto, algunas formas primitivas de 76

vida hayan surgido a partir de moléculas orgánicas complej as en algún escondite cálido, tal y como se piensa sucedió en la Tierra. Más interesante aún es el hecho de que la baj a actividad geológica de Marte podría permitir la búsqueda de microfósiles de estas formas de vida entre los sedimentos antiguos e inal­ terados de la superficie marciana. En este sentido, los lechos de antiguos lagos o el fondo de los profundos cañones como en la región de Valles Marineris podrían ser sitios adecuados para excavar. Pero las expectativas van más lej os. B aj o la superficie es posible que aún existan depósitos de agua, acuíferos subterrá­ neos que alberguen alguna forma de vida que obtenga su ener­ gía no de la luz solar sino por procesos químicos. El lugar ideal se parecería a una fuente termal subterránea. Otra opción es la de encontrar organismos parecidos a algunas de las bac­ terias que en la Tierra viven en ambientes extremadamente salinos. Al secarse lentamente los océanos de Marte, los or­ ganismos habrían evolucionado para refugiarse entre las rocas o en los sedimentos salinos, considerando además que la sal tiene la ventaj a adicional de filtrar los rayos ultravioleta mien­ tras dej a pasar la luz visible para que los procesos de fotosín­ tesis ocurran. Todavía no sabemos de refugios salinos en Marte, aunque otro lugar interesante serían los bordes de las capas polares, lo más parecido a los valles de la Antártida en la Tierra, muy secos y fríos y en donde se pensó que no podría vivir ningún organismo . Pero allí en los años setenta se descubrieron eco­ sistemas de algas y líquenes baj o capas permanentes de hielo de tres a seis metros de espesor, lo suficiente para dejar pasar la luz visible y detener la radiación ultravioleta. En la Antártida también se encontró vida microbiana hasta en lugares con -20 ºC de temperatura ambiente. En Marte, el lugar propicio sería algo así como un antiguo lago cubierto de hielo . Mientras la esperanza de encontrar señales de vida en Marte se mantiene hasta las próximas m i s i o n e s , incluyendo un probable viaj e tripulado para la segunda década del siglo XXI, 77

todavía deben resolverse numerosas preguntas sobre nuestro enigmático vecino, especialmente una de ellas: ¿Qué se hizo toda esa cantidad de agua que alguna vez existió en Marte? D i st a n c i a m e d i a al S o l

2 2 7 . 9 m i l l o n e s d e k i l ó m etros

D i ám etro

6 . 7 8 6 k i l ó m etros

L u n as

Dos

M a s a ( T i e rra

=

1)

0. 1 1

G ra v e d ad e n l a s u p e rfi c i e ( T i e rra

=

1)

0.38

D u rac i ó n d e l d í a

2 4 h o ra s ; 3 7 m i n u t o s

T e m p e ratura, m áx . , m í n .

+15

A t m ó s fe r a

D i ó x i d o de c arbo n o 9 5 % ,

ºC ,

- 1 20

ºC

n i tróge n o 1 . 6 % , ox íge n o 1 . 3 % , vapor d e agua 0 . 3 % . Agua

H i e l o e n l o s p o l o s y p re s e n c i a de vapor en l a atm ó s fe r a . Probab l e agua s u bterrán e a .

Fo hos y

De imos

Johannes Kepler asumió que las progresiones geométricas eran una ley de la naturaleza, así que si la Tierra tenía una luna y Júpiter cuatro -las "lunas de Galileo " como se conoc ían­ entonces Marte debía tener dos. Tal vez Jonathan Swift conoció este argumento para menc ionar en 1 726, en sus Viajes de G u llh·er. la exi stenc ia de ' 'dos pequeñas estrellas que rotan alrededor de ,\,/arte " Pero no fue sino en 1 8 7 7 , 1 5 0 años después. cuando el astrónomo americano Asaph Hal L aprove­ c hando un acercamiento entre la Tierra y Marte, confirmó lo que la imaginac ión ya había previsto : Marte tiene dos pequeñas l unas . Hall las denominó Fobos y Deimos. Miedo y Pán ico . que según La Ilíada son los hij o s de Marte, dios d � la guerra. aunque en otros texto s se las identifica como sus dos perros de presa. En todo caso Fobos y Deimos son unas l unas bien raras. 78

Fobos está más cerca a Marte y tiene extrañas particulari­ dades en su movimiento orbital, como su progresiva caída hacia el planeta, lo que hizo pensar al científico ruso Iosif Shklovskii que la única explicación era una densidad muy baj a o , e n otros términos, que Fobos debía ser hueco. Como esto es imposible en un satélite natural, se discutió que podría ser más bien un obj eto artificial "refugio de una antigua civiliza­ ción marciana ' ' . Pero los Mariner 7 y 9 nos enviaron fotografías de esta luna en 1 969 y sólo se vio su aspecto rocoso y lleno de cráteres, y su forma ovalada de apenas 20 x 28 km. Deimos, por el contrario, está más alej ado y es más pequeño . Sus 1 2 x 1 6 km le hacen parecer como una papa rocosa, también llena de cráteres, orbitando el planeta en dirección opuesta a Fobos. Así que un observador en la superficie de Marte notará que las lunas aparecen en horizontes opuestos y se cruzan en el cielo. Es muy posible que estos helados y secos satélites marcianos y, por supuesto, sin atmósfera, hayan sido asteroides capturados por el planeta hace millones de años. La oportunidad de aprender más sobre las lunas de Marte se perdió al extraviarse en su cercanía la sonda soviética Phobos 1 en 1 989, debido a un error de un controlador de la misión; Phobos 2 tuvo mayor éxito y alcanzó a enviar algunas foto­ grafías, pero un daño en una computadora también hizo perder el control sobre la nave.

Invasiones marcianas La aparición de Marte en el firmamento con su color rojizo generalmente fue asociada por los antiguos astrólogos con el desorden y la destrucción, según lo constatamos en di­ versas leyendas y mitologías . El planeta recibió desde los tiempos clásicos el nombre del dios de la guerra romano, Marte, y tenía como símbolos el lobo y el pájaro carpintero. En la alquimia se representa con un escudo y una espada . La astrología occidental asumía como de carácter belicoso

79

a los nacidos baj o su influencia. Además su mov1m1ento errático entre las estrellas y constelaciones le agregó aún más misterio. Con tales antecedentes es comprensible que en algunas creencias populares se calificara de poco amistosos a sus habitantes , una vez que el telescopio demostró que ese astro de color sanguíneo era un planeta que, como la Tierra, tenía casquetes polares , clima con estaciones e inclusive canales muy seguramente artificiales . Pero cuando Percival Lowell publicó su libro Mars, en 1894, la existencia de los mar­ cianos fue por muchos dada como verosímil. Lowell afir­ maba que los marcianos muy seguramente no eran como los humanos porque la atmósfera de Marte era distinta a la nuestra, por lo que se acostumbraba a describirlos de manera más o menos espantosa. Inspirado por el libro de Lowell, el escritor inglés Her­ bert George Wells publicó en 1897 una novela titulada The �r of the Wórlds casi simultáneamente con la novela del alemán Kurd Lasswitz, On Two Planets; ambos libros tratan de invasiones de marcianos a la Tierra. Luego, en 1912, Edgar Rice Burroughs , el creador de Tarzán, también in­ cursiona en la ciencia ficción con A Princess ofMars, novela en la cual un explorador viaj a a Marte encontrando un lugar hostil poblado por seres inteligentes y maléficos . Pero la comprobación de la creencia generalizada de la existencia de habitantes en Marte se presentó en 1938 en New Jersey cuando Orson Welles emitió un programa noc­ turno de radionovela basado en la obra de H. G. Wells, con actores en vivo simulando las horribles escenas de la invasión marciana; decía uno de los protagonistas como radio-repor­ tero con la voz entrecortada : ''No puedo describirlo, señoras y señores . . . Me causan tanto espanto que trato de no verlos . . . Sus ojos son negros y despiden destellos como los de las víboras . . . Tienen bocas enormes con saliva chorreando por unos labios que parecen estremecerse . . . " .

80

El programa ubicó el comienzo de la invasión en Tren­ ton, 50 km al norte de Filadelfia. Miles de personas com­ pletamente histéricas salieron a las calles , o se escondieron en los sótanos mientras otras llamaban a la policía for­ mándose un verdadero caos en todo el Estado. El programa fue de tal realismo que una encuesta posterior reveló que el 30% de los oyentes pensaron que la invasión sí era real. Sin embargo, semej ante impacto no se habría producido sin un fenómeno cultural latente presente en un numeroso grupo de personas : el convencimiento de que existen ci­ vilizaciones extraterrestres con vanguardias que pueden aparecer en cualquier momento en la Tierra . Por fortuna los planes de conquista fracasaron pues los marcianos co­ menzaron a morirse por la acción de las modestas bacterias de nuestro planeta. Este evento no hizo más que darle un renovado brío a los escritores de ciencia ficción, y por supuesto haciendo de Marte el tema preferido. Se destacan Arthur C. Clarke con The Sands ofMars, Ray Bradbury con The Martian Chronicles, Robert Heinlein con Stranger in a Strange Land ; y notables películas de largometraje de los años cincuenta : Flight to Mars con la invasión a la Tierra de habitantes de un mundo marciano subterráneo, aprovechando nuestras propias naves espaciales ; Invaders from Mars, Devil Girl from Mars y The Angry Red Planet, una película inglesa de 1954 en donde los astronautas que exploran Marte terminan combatiendo contra amebas gigantes . Para completar este pandemónium marciano hay que agregar la �orpresa que causaron algunas fotos del Viking 2, en 1976, que muestran en la región de Cydonia un grupo de rasgos superficiales que parecen una cara o una esfinge, y a sólo unos kilómetros , unas colinas parecidas a enormes pirámides . Aunque con toda seguridad se trata de formaciones naturales , sirven para avivar aún más las fantasías sobre Marte, al igual que la serie de catástrofes que han acompañado las misiones al planeta roj o ; con la desaparición de la sonda Mars Observer, en 199 3, son ya

81

catorce los accidentes o fracasos que se cuentan desde el 24 de octubre de 1 962, cuando el cohete que debía llevar el Sputnik 22 rumbo a Marte se incendió .

Los asteroides

Entre las órbitas de Marte y Júpiter se encuentran numerosos obj etos conocidos como asteroides o miniplanetas y cuyo des­ cubrimiento no fue del todo casual . Y a desde el siglo XVIII Johann Titius y Johann B ode habían observado cierta relación matemática entre las distancias de los planetas al Sol que les permitía predecir el lugar donde debían buscarse los planetas aún no conocidos. La Ley de Titius-Bode se cumplió con el descubrimiento de Urano, así que también debía existir un planeta en el otro sitio previsto, el amplio vacío existente entre Marte y Júpiter. Un astrónomo aficionado húngaro-alemán, el barón Franz Xaver von Zach, se lanzó a la búsqueda del astro perdido, pero quince años de observaciones no le reportaron ningún éxito . Así que en el año 1 8 00 decidió formar junto con otros aficionados un grupo de observadores, conocido como la "po­ licía celeste ' ' , con el único propósito de encontrar el esquivo planeta. Infortunadamente se les anticipó un monj e siciliano, el director del Observatorio Astronómico de Palermo, padre Giuseppi Piazzi, quien el 1 º de enero del año 1 8 0 1 , cuando cartografiaba las estrellas de la constelación Taurus, descubrió un pequeño obj eto en movimiento . Debido a que el punto luminoso se desplazaba a una ve­ locidad menor que la de Marte pero más rápido que Júpiter, acertadamente razonó que debía estar entre los dos : Lo bautizó Ceres en referencia a la diosa romana protectora de Sicilia. Las observaciones posteriores confirmaron su tamaño, 9 15 km de diámetro, y su órbita alrededor del Sol, y se le definió 82

entonces como un pequeño planeta o asteroide. Para 1 807, tres asteroides más, Juno , Pallas y Vesta, habían sido descubiertos, el último de ellos al fin por la policía celeste, con tamaños menores pero en órbitas semej antes. Desde entonces, oficialmente se han nominado más de 5 . 000, casi 1 3 . 000 más se han identificado y se estima que el total puede llegar al millón; pero sólo 33 de ellos superan los 200 km en tamaño . Desde el comienzo se elaboró la hipótesis de que los asteroides eran los restos de un planeta importante que había explotado por razones desconocidas . No faltaron quienes afirmaran que miembros de una avanzada civilización habrían logrado escapar de la catástrofe en naves espaciales. Pero en realidad la masa combinada de todos los asteroides apenas representa 1 /2 ,000 de la masa de la Tierra, así que lo más seguro es que sean condensaciones de la nebulosa solar original o planetesimales que no lograron reunirse, perturbados por las mareas gravitacionales del gigante Júpiter. Los asteroides son como terrones de diversas formas, pa­ recidos a las lunas de Marte, rocosos, muchos de ellos metálicos compuestos de hierro y níquel y marcados por el impacto de las colisiones entre sí y con los meteoritos . Difieren en su color según la presencia de los diversos minerales y en algunos se ha detectado la presencia de hielo. No todos los asteroides orbitan entre Marte y Júpiter; muy seguramente las fuerzas gravitacionales de este último han impelido a un cierto grupo a desplazarse en sus trayectorias hasta las vecindades de Neptuno y Plutón, y a otros hacia las cercanías de Mercurio, Venus y la Tierra. Existe la permanente posibilidad de que alguno de ellos pueda chocar con la Tierra o la Luna como ha sucedido antes. Por ej emplo, el 1 O de abril de 1 9 7 2 e l paso de un asteroide o mete o rito a una altura de 60 km sobre el estado de Montana en Norteamérica, se detectó en los radares y fue observado por numerosos testigos. El obj eto que se calcula podría pesar más de 1 . 000 toneladas, rebotó tangencialmente en la atmósfera y regresó al espacio. Si semej ante· cuerpo hubiera llegado a la superficie habría 83

producido una gigantesca explosión y un cráter de 8 0 km de diámetro . Brian G . Mardsen, director del Centro I nternacional para l a Observación de los Planetas Menores, estima que el número de asteroides que se encuentran en trayectorias en vecindades de la Tierra pueden ser unos 1 0 . 000, así que a pesar de las enormes distancias, la probabilidad de una colisión importante entre nuestro planeta y un asteroide no es del todo despreciable. Júpiter

Júpiter es el planeta más grande del sistema solar y de los planetas exteriores el más cercano al Sol. En realidad Júpiter es gigantesc o ; con un volumen 1 . 3 00 veces el de la Tierra representa por sí sólo el 70% de la masa de todo el conj unto de planetas y lunas . El desprevenido viaj ero interestelar defi­ niría nuestro si stema como una asoc iación de dos cuerpos, el Sol y Júpiter, acompañados por otro s astro s menores. Más aún, si Júpiter hubiera adquirido mayor masa durante su formación, las presiones internas habrían desatado las reacc iones nucleares y Júpiter tal vez se hubiera encendido como una estrel la, y el panorama de este si stema solar binario sería completamente d i ferente. Júpiter es esenci almente un planeta gaseoso o, en otros término s , un obj eto rodeado por una inmensa y densa atmósfera que tiene miles de kilómetros de espesor, compuesta esencial­ mente de hidrógeno y hel io, lo que hace que al menos en su composición sea muy parecido al S o l . Su diámetro ecuatorial es de 1 4 3 . 000 km y da un giro compl eto sobre su ej e en sólo 1 O horas . más rápido que ningún otro planeta. En 1 6 1 O Gal i leo Gal ilei apuntó su rec ién construido teles­ copio hac ia Júpiter y se sorprendió al ver cuatro brillantes l unas orb itando el planeta, bautizadas posteriormente como Jo, Europa. Gan imedes y Calisto, cuatro amores del mitológico · · Rey de los Dioses " . Esta fue la pri mera prueba de que un 84

Superficie de Júpiter. Detalle de la atmósfera de Júpiter con la G ran Mancha Roja. Se observa la extrema tu rbulencia de esta atmósfera. Cada mancha blanca es una tormenta huracanda de centenares de kilómetros de diámetro. (Foto cortesía de la NASA) .

planeta distinto a la Tierra podía tener satélites, desacreditando por completo las viej as teorías de la mecánica celeste . Los primeros observadores también notaron un sistema de bandas oscuras paralelas al ecuador y una extraña perturbación de color roj izo descubierta en 1 664 y bautizada como la Gran Mancha Roja. Como la superficie no presenta accidentes per­ manentes y por el contrario cambia continuamente, con acierto se deduj o que debían ser aglomeraciones de nubes. Pero si Júpiter ya es espectacular visto con los telescopios desde la Tierra, resultó todavía más llamativo mediante las imágenes enviadas, primero por las naves Pioneer 1 O y 1 1 , en 1 973 , y luego por las sondas Voyager 1 y 2 , en 1 97 9 . La superficie visible de Júpiter, además de las bandas y la Gran Mancha Roj a, se nos presenta con brillantes colores exhibiendo una gran diversidad de rasgos que indican unos fortísimos patrones de circulación en la capa atmósférica ex­ terior. Por ej emplo, la Gran Mancha Roj a es apenas uno de varios gigantescos huracanes ciclónicos, aunque el más grande, con un tamaño tres veces mayor al de la Tierra y una longevidad excepcional : hace más de 3 00 años que circula por el hemisferio sur del planeta. La velocidad del viento en Júpiter normalmente es de 1 8 0 km/hora, pero puede llegar hasta 5 3 0 km/hora en los bordes huracanados. La evidencia de las nuevas observaciones nos muestra que las nubes superficiales son en un 90% de hidrógeno, y que el 1 0% restante es casi todo de helio con trazas de amoníaco, metano y vapor de agua. El espesor de esta capa es de 1 . 000 kilómetros y su temperatura es variabie según la profundidad y la zona, entre - 1 5 0 ºC y + 7 ºC . Las cámaras y detectores infrarroj os de los Voyager tam­ bién nos permitieron conocer bastante sobre el interior de la atmósfera. Así, la capa exterior envuelve una zona sometida a grandes presiones y compuesta básicamente de hidrógeno líquido con una profundidad de 2 5 . 000 kilómetros. Baj o este enorme océano se encuentran otros 3 0 . 000 kilómetros de hi­ drógeno pero sometido a una presión de 2 . 000 toneladas por 85

centímetro cuadrado, lo que lo convierte a un estado metálico líquido, una forma de hidrógeno aún no observada en los laboratorios . Su temperatur � es de + 1 0.000 ºC . Finalmente, se piensa que todas estas capas envuelven un núcleo central de 3 0 . 000 km de diámetro, compuesto princi­ palmente de hierro y silicatos con trazas de hielo, amoníaco y metano convertidos a su forma metálica gracias a la inmensa presión del material que lo recubre : 450.000 toneladas por centímetro cuadrado y una temperatura de +3 5 . 000 ºC en su centro, lo cual hace que Júpiter despida más calor del que recibe del Sol. Los Voyager también descubrieron que Júpiter tiene un sistema de anillos como los de Saturno, pero mucho más tenue, compuesto de granos de polvo . En fin, con semej ante descripción es obvio a simple vista descartar la posibilidad de vida en Júpiter. Sin embargo, al­ gunos científicos consideran que ciertas zonas de la atmósfera j oviana se parecen al medio ambiente de la Tierra en la época que la vida emergía, con su atmósfera primitiva de amoníaco y metano, gases apropiados para la formación de las moléculas orgánicas complej as. Además, Júpiter tiene hidrógeno y vapor de agua, energía permanente suministrada por las incesantes tormentas eléctricas y, en las capas externas, presiones mode­ radas y temperaturas positivas producidas por un efecto inver­ nadero a pesar de la lej anía del Sol. En todo caso las muy hipotéticas formas de vida en Júpiter serían algo difícil de imaginar; tal vez como bacterias aéreas desplazándose ince­ santemente al vaivén de la turbulenta atmósfera, o microbios acorazados suspendidos en las inmensidades del océano de hidrógeno . Júpiter guarda muchos misterios; por ej emplo, ¿cuál es la abundancia y profundidad de las nubes de agua? ¿Cuáles y en qué cantidad se encuentran las moléculas orgánicas? Algunos enigmas esperan resolverse con la nave Galileo que llegará a su órbita a fines de 1 99 5 . Galileo estudiará el planeta inclusive lanzando un pequeño explorador blindado que penetrará la 86

atmósfera hasta donde le sea posible, reportando la valiosa información antes de ser aplastado, muy probablemente a sólo 1 00 km de profundidad. Distancia media al Sol Diámetro Lunas Masa (Tierra = 1 ) Gravedad en l a superficie (Tierra = 1 ) Duración del día Temperatura, máx . , mín. Atmósfera Agua

7 7 8 . 3 millones de ki lómetros 1 42.984 kilómetros 16 3 1 7. 9 2.54 9 horas, 50 minutos +7 ºC, - 1 50 ºC Hidrógeno 90%, Helio 9%, metano, amoníaco, vapor de agua 1 % Presencia de vapor en la atmósfera.

Las lunas de Júpiter

Transcurrieron 2 8 2 años para que a las cuatro lunas mayores de Júpiter descubiertas por Galileo se les agregara una quinta, Amaltea, detectada por Edward E. Bamard en 1 892 . Hasta hoy ya se conocen en total 1 6 satélites en el sistema j oviano com­ pletamente confirmados, varios de ellos encontrados por los Voyager. Metis es la luna más interior y recibió su nombre de la primera amante que tuvo Júpiter. Con un diámetro de sólo 40 k m , no se ha precipitado sobre el planeta gracias a su fantástico período orbital, pues gasta algo más de siete horas en darle la vuelta completa; probablemente sea un asteroide capturado hace mucho tiempo . Luego sigue A drastea, la nodriza de Jú­ piter, satélite similar al anterior, probable asteroide de 40 km de diámetro . A ma/tea es la mayor de las cuatro lunas interiores con un tamaño irregular de de 270 x 1 50 km, y en seguida Tebas de 80 km de diámetro . Entre los cuatro satélites gigantes, Ío es el más cercano a Júpiter. Í o tiene 3 . 6 3 0 km de diámetro y cuando los Voyager 87

lo estudiaron efectuaron uno de los mayores descubrimientos : hay volcanes, algo completamente inesperado ; y todavía más, volcanes en erupción en tal cantidad que clasifican a esta luna entre los más extraños obj etos conocidos. Su actividad geoló­ gica proviene del continuo j alonamiento gravitacional entre el gigante Júpiter y las lunas galileanas vecinas; así que la es­ tructura de Í o parece "pulsar" o estirarse y torcerse continua­ mente, lo que mantiene su interior en constante ebullición. La superficie de Í o está compuesta de azufre a baj a tem­ peratura, - 1 5 3 ºC, que se eleva hasta +300 ºC en los volcanes, en donde el azufre fundido toma colores roj o y naranj a, dándole el particular aspecto a todo el satélite. El vulcanismo es tan fuerte que la superficie está sometida a un remodelamiento continuo como lo testifica la total ausencia de cráteres de impacto ; debido a su baj a gravedad, los volcanes expulsan su material hasta varios centenares de kilómetros en el espacie exterior. Í o, además, tiene una tenue atmósfera compuesta principalmente de dióxido de azufre. Europa es algo más pequeña que nuestra Luna, 3 . 1 3 8 km de diámetro, y no presenta cráteres de impacto en su superficie por una razón bien distinta al caso de Í o. Toda la superficie de Europa es una gruesa capa de hielo reciente con fracturas y grietas entrecruzadas que le dan el aspecto . de un astro com­ pletamente liso, como una bola de billar. Se piensa que baj o e l hielo d e 5 0 a 1 00 km d e espesor exista un enorme océano de agua que cubre la estructura rocosa del satélite, con tem­ peraturas algo más benignas gracias a un recalentamiento in­ terior del tipo de Í o . ¿Se habrá desarrollado en este oscuro océano alguna forma de vida? ¿Hay fuentes internas de energía? ¿Hay volcanes de hielo en Europa? El satélite más grande del sistema solar es Ganimedes; con sus 5 .260 km de diámetro es mayor que Mercurio y casi igual a Marte. Su helada superficie está salpicada de antiguos cráteres de impacto, largos surcos, depresiones y montañas. Posible­ mente hace mucho tiempo algún tipo de lodo cubrió varias áreas por lo que ahora queda hielo en muchas partes de su 88

Superficie de Ío. Imágenes de la luna volcánica tomadas por el Voyager 1 . Cada una de las formaciones circulares que aparecen en la superficie es u n volcán, algu nos de más d e 3 0 k m de diámetro y permanentemente activos. ( Foto cortesía de la NASA) .

geografía, confirmándonos una historia geológica bastante ac­ tiva, inclusive una probable tectónica de placas. Ganimedes también está envuelto por una atmósfera muy tenue . E l cuarto de los grandes satélites j ovianos es Calisto, casi del mi smo tamaño que su vecino Ganimedes, 4 . 849 km de diámetro , y similar en composición, roca y hielo, pero inten­ samente acribillado por cráteres de impacto, lo que indica que su superficie es aún más viej a. De hecho, Calisto es el astro con mayor número de cráteres en el sistema solar, incluyendo la zona de impacto de un enorme meteorito, Va/halla, de 600 km de diámetro . La temperatura superficial es de - 1 5 3 ºC. En órbitas mucho más alej adas encontramos otro grupo de cuatro satélites. E/ara de 8 0 km de diámetro, Himalia ( 1 8 0 km), L isitea (20 km) y Leda de apenas 1 O km, la más pequeña luna conocida en el sistema solar. Los parámetros orbitales de este grupo de rocas sugieren un origen común como asteroides capturados por Júpiter. Finalmente, otras cuatro lunas pero con trayectorias orbi­ tales aún más elípticas y alej adas y en direcciones opuestas al resto . Carme de 30 km de diámetro, Sinope de 30 km, A nanke con 2 0 km, y Pasifae de 40 km, asteroides capturados o so­ brantes del proceso de formación de Júpiter. Aunque nuestro conocimiento sobre los satélites de Júpiter es todavía muy limitado, la sonda Galileo también los estudiará con más detalle, en especial las lunas mayores . Los científicos de la misión están seguros de encontrar nuevas sorpresas en este complej o sistema de Júpiter y sus satélites.

Saturno

Los cuatro planetas gaseosos, Júpiter, Saturno, Urano y Nep­ tuno tienen ani llos pero los de Saturno son inigualables en belleza, extensión y variedad . Además, son los únicos que pueden observarse desde la Tierra con un telescopio. Cuando Galileo enfocó su muy imperfecto aparato, apenas pudo dis89

tinguir unas protuberancias como "orej as " por lo que describió al planeta como "tricorporado " . Dos años más tarde, una nueva observac ión del gran astrónomo seguramente coincidió- con una perpendicular posición de los anillos y por lo tanto vir­ tualmente invisibles desde nuestro planeta; tal vez Galileo se imaginó que Saturno se había devorado sus propios hij o s tal y como lo hizo el mito lógico dios romano, para evitar la profecía que uno de ellos lo derrocaría. L uego, en 1 65 5 , con instrumentos mej orados, el astrónomo danés C hristian Huygens descubrió a Titán, la mayor luna de S aturno y resolvió el misterio del anillo, plano y circular al­ rededor del planeta. En 1 677, Giovanni Cassini observó un vac ío en el medio del que hasta entonces parecía un solo anillo, La División de Cassini; pero tuvieron que pasar más de 3 00 año s para que las naves Voyager nos permitieran una vista cercana de los anillos de Saturno, uno de los espectáculos más fasc inantes del sistema solar. En realidad se pueden diferenciar al menos 1 0 . 000 an i l los compuestos de granos de h i elo y polvo gravitando independientemente en bandas de más o menos un kilómetro de espesor. Su origen es todavía un misterio, restos de una o varias lunas destruidas por las mareas gravitacionales de Saturno, o material que no llegó a cohesionarse cuando el planeta se formaba. Los Voyager también nos permitieron conocer mej or las c aracterísticas de Saturno --con muchas semej anzas con Jú­ piter-, y de su complej o si stema de lunas, 1 8 contabilizadas hasta el momento . La estructura interna se parece a la de Júpiter pero tiene una mayor proporción de hidrógeno, por lo que su densidad es apenas de 0 . 6 9 ; quiere decir que si colo­ cáramos a Saturno en una piscina, una verdaderamente grande por supuesto , el planeta flotaría. Saturno también tiene una tormentosa atmósfera visible como bandas nubosas compuestas de hidrógeno, helio, metano y amoníaco cri stalizado, y un enorme huracán que aparece c ada treinta años y que ahora se conoce como La Gran Mancha Blanca. B aj o la atmósfera hay un océano de hidrógeno líquido 90

Saturno y sus anillos. Visto desde las naves Voya g er, el planeta nos ofrece plenamente la belleza de su sistema de miles de anillos de pedazos de hielo y polvo. É stos g ravitan a su alrededor independientemente, como si cada uno fuera un pequeño satélite. ( Foto cortesía de la NASA) .

y helio que gradualmente va tomando la forma metálica en las profundidades. En el centro del planeta se estima que hay un núcleo de 2 5 .000 km de diámetro compuesto de silicatos, minerales y varios tipos de hielo sometidos a una densidad tan grande que la temperatura se eleva a 1 4 . 000 ºC . Saturno también emite más radiación que la recibida por el Sol. D i stan c i a m e d i a a l S o l

1 .427 m i l l ones de k i lómetros

D i ám etro

1 20 . 5 3 6 k i l óm etros

L u n as

18

Masa (Ti erra = 1 )

95.2

G ravedad en l a superfi c i e (Tierra = 1 )

0 . 92

Durac ión del día

1 O h oras, 40 m inutos

Temperatura, m á x . , mín .

O ºC , - 1 8 0 ºC

Atmósfera

H idrógeno 93%, h e l i o 6%, m etano, am oníaco, v apor de agua 1 %

Agua

Presen c i a de vapor en la atmósfera.

Las lunas de Saturno

Con al menos 1 8 satélites y un puñado de menudas rocas sin nominar, Saturno es al igual que Júpiter algo así como un sistema solar en miniatura. Muchas de estas lunas fueron des­ cubiertas por los Voyager mostrándose también con notables y fascinantes particularidades. Por ej emplo, tenemos a las lunas "pastoras ", A tlas (40 x 20 km), Prometeo (?) y Pandora ( 1 09 x 69 km), que orbitan el planeta en distancias semej antes a los anillos interiores y tienen el efecto de mantener o "pasto­ rear" el material de éstos en su lugar. Más extrañas aún son Jano (220 x 1 60 km) y Epimeteo ( 1 40 x 1 00 km), dos lunas cuyas trayectorias son tan similares -separadas por apenas 5 0 km-, que cada cuatro años una alcanza a la otra, pero la coli sión se evita por los efectos gravitacionales mutuos que hacen que intercambien órbitas ; la luna más veloz se convierte así en la más lenta. 91

Algo más grande es Mimas con sus 3 90 km de diámetro y su helada superficie llena de cráteres, incluyendo uno de 1 40 km, impacto que por poco destruye completamente al satélite . Más alej ado del planeta encontramos la órbita de En­ celado (500 km) constituido de hielos y particularmente frío, -205 ºC, tiene la misteriosa característica de presentar una cara con muchos cráteres y otra casi completamente ausente de ellos. Te/esto (2 8 km) y Calypso (3 1 x 1 9 km) son dos rocas que orbitan en la misma trayectoria de la luna interior más grande, Tetis ( 1 . 0 5 0 km), gélido satélite con enormes cráteres de impacto, montañas y profundas fosas. A mayor distancia están la pequeña Helena (34 km) y su compañera mayor Dione ( 1 . 1 20 km) , que es posible que ya tenga algo de calor interno . En seguida las lunas grandes, Rea ( 1 . 5 2 9 km) l lena de cráteres, y el gigante Titán con sus 5 . 1 5 0 km de diámetro, mayor que Mercurio y probablemente la más intrigante de las lunas de Saturno . Titán es lo suficientemente masivo como para retener una densa atmósfera constituida de nitrógeno en un 9 0 % , metano , argón y trazas de hidrocarburos , esto s últimos mo­ léculas orgánicas complej as, al parecer precipitadas por l a acción d e l a radiación solar ultravioleta. Esta condensación se presenta a gran altura ocultando completamente la superficie del satélite con una bruma espesa y uniforme de color naranj a. La superficie de Titán probablemente sea de hielo, rocas y algo de amoníaco con temperaturas hasta de - 1 8 0 ºC , con la posible existencia de lagos de metano líquido y l luvias de metano . Lo más sorprendente es que el Voyager 2 también descubrió en la atmósfera de Titán la presencia de cianuro de hidrógeno, una molécula que se pueqe combinar con otras del satélite y formar adenina, uno de los componentes del DNA. En este sentido los científicos piensan que, aunque no hay agua que permita la formación de aminoácidos, Titán podría considerarse como en un estado prebiológico, parecido al de la Tierra millones de años antes de aparecer la vida en nuestro planeta. 92

Finalmente las tres lunas exteriores, Hiperión ( 4 1 O x 260 km), con una superficie muy antigua constituida de hielo ; Febe (220 km), probable asteroide rugoso capturado por el planeta, y el gran Japeto ( 1 .449 km) con una cara de material muy oscuro que siempre mira hacia Saturno, y la cara oculta con un material brillante . Se cree que el material oscuro que cubre una parte del satélite consiste también en materiales orgánicos precursores de los aminoácidos. En 1 977 se descubrió un obj eto, Chirón, orbitando en una región entre Saturno y Urano, lugar en donde j amás se pensó encontrar un obj eto como éste . Por su tamaño, entre 500 y 800 km de diámetro y su resonancia gravitacional con el pla­ neta, se cree que es una antigua luna perdida por Saturno aunque más recientemente se le han observado características propias de un cometa. Como se observa, son innumerables las incógnitas y desa­ fíos que nos presenta Saturno y su sistema de anillos y satélites. Para estudiarlos con mayor precisión ya se inició el proyecto de la nave Cassini que deberá llegar al área hacia el año 2003 . Incluye el análisis en detalle de la atmósfera de Titán mediante el lanzamiento en paracaídas del explorador Huygens con la misión especial de detectar posibles moléculas orgánicas com­ plej as .

Urano

Lanzadas en 1 977, esas maravillas del ingenio humano, las sondas Voyager 1 y 2 exploraron los sistemas de Júpiter y Saturno en 1 979, 1 9 8 0 y 1 98 1 . Mientras que el Voyager 1 se dirige ahora hacia las profundidades del espacio exterior, el V oyager 2 con todos sus equipos de cámaras, espectrómetro ultavioleta, sensores infrarrojos, detectores de partículas, mag­ netómetro, equipos electrónicos y demás instrumentos, llegó al vecindario del planeta Urano a principios del año 1 9 8 6 .

93

Hasta ese momento sólo se sabía que, a pesar de pertenecer a la familia de los planetas gaseosos gigantes, era sensiblemente más pequeño que Saturno pero más denso, y que además era el primer planeta descubierto en los tiempos modernos. En una despejada noche de marzo de 1 78 1 el organista y director del coro de B ath, Inglaterra, William Herschel --considerado el má­ ximo observador visual en la historia de la astronomía-, apun­ tó hacia el firmamento su telescopio de fabricación casera y se encontró un nuevo mundo . Aunque en principio quiso bau­ tizarlo como "planeta Jorge 1 1 1 " en honor de su protector, el rey de Inglaterra, y otros simplemente querían llamarlo "pla­ neta Herschel'', primó afortunadamente la tradición y se le denominó como Urano, el mitológico padre de S aturno, los de titanes y de los cíclopes. Años después Herschel mismo identificó dos de sus lunas, Titania y Oberón. Doscientos años más tarde el Voyager 2 encontró un planeta de color aguamarina con una atmósfera compuesta esencialmente de hidrógeno y helio, pero con fuerte presencia de metano que baj o la acción de la luz solar también se transforma en acetileno y etano . Se estima que Urano tiene un núcleo rocoso a alta temperatura y presión rodeado por un manto de agua, amoníaco y metano . La atmósfera cubierta de bruma casi no presenta detalles pero al igual que en sus dos gigantescos parientes, la turbulencia parece ser el distintivo . Una de las rarezas de Urano es que su ej e de rotación es inclinado casi en el mismo sentido de la trayectoria orbital . Se cree que esto fue ocasionado en los primeros tiempos de su existencia por la colisión del planeta con un cuerpo por lo menos del tamaño de la Tierra. También se confirmó la existencia de un sistema de anillos y la presencia de nada menos que un total de quince lunas, recibiendo las nuevas sus nombres basados en las obras de William Shakespeare. Cordelia ( 3 2 km) y Ofelia (3 0 km) también pastorean los anillos del planeta. Más lej o s estan Bian­ ca (40 km), Cressida (70 km), Desdémona (60 km), Julieta

94

( 8 0 km), Porcia ( 1 1 0 km), Rosa/inda (60 km), Be/inda (70 km) y Puck ( 1 5 0 km) . Las cinco lunas exteriores son también las más grandes . Las fotografías de Miranda (472 km) revelaron una intrigante superficie con cráteres, surcos, acantilados, planicies, monta­ ñas y además dos enormes áreas rectangulares que hace pensar a los astrónomos que esta luna fue destrozada en algún antiguo cataclismo, probablemente el mismo que alteró el ej e de rota­ ción de Urano ; la gravedad reuniría luego los pedazos del satélite. Como resultado Miranda tiene tal diversidad de terre­ nos que podría ser el paraíso de los geólogos. A riel tiene 1 . 1 5 8 km de diámetro, pocos cráteres, extraños surcos de hasta 30 km de profundidad y señales de recientes erupciones de magma congelado o glaciares. Casi del mismo tamaño, la luna Umbriel ( 1 . 1 79 km) tiene por el contrario muchos cráteres y no presenta signos de actividad geológica reciente. No se sabe aún por qué Ariel y Umbriel son tan diferentes. Finalmente en las órbitas más exteriores encontramos las dos lunas mayores, Titania ( 1 . 5 7 8 km) repleta de pequeños cráteres y una de sus caras atravesada por una enorme zanj a, y Oberón ( 1 . 5 2 3 km) también con cráteres de impacto pero muchos de ellos llenos de un intrigante material de color os­ curo . Extraños y misteriosos mundos esperan a los futuros exploradores de las lunas de los planetas gigantes. D i stan c i a m e d i a a l S o l

2 . 8 7 1 m i l l ones de k i lóm etros

D i ám etro

5 1 . 1 1 8 k i lóm etros

L u n as

15

Masa (Tierra = 1 )

14.5

G ravedad en l a superfi c i e (Tierra = 1 )

0.79

D u rac i ó n d e l d í a

1 7 horas, 1 4 m inutos

Temperatura, m áx . , m ín .

-20 ºC , -2 1 0 ºC

Atmósfera

H idrógeno 82%, h e l i o 1 5 %, m etano 2%, amon íaco, vapor de agua

Agua

Presen c i a de vapor en l a atm ósfera y agua en e l manto.

95

Neptuno

La existencia del más lejano de los planetas gaseosos gigantes, Neptuno, fue ·predecida en el siglo XIX casi simultáneamente por dos astrónomos, John Adams en Inglaterra y Urbain J. Le Verrier en Francia. Ambos se l anzaron a la búsqueda del objeto que aparentemente causaba irregularidades en la órbita de Urano. Adams, un estudiante de matemáticas, tenía sólo 22 años de edad cuando calculó, en 1 845, el lugar exacto en el que debía encontarse el planeta, infortunadamente al otro lado del Sol siendo imposible su observación. En el año siguiente Le Verrier había efectuado cálculos similares y le envió sus resultados a Johann Galle, asis­ tente del director del Observatorio de Berlín. La noche del 23 de septiembre de 1 846, el mismo día que recibió la carta de Le Verrier, Galle apuntó su telescopio al lugar indicado en la cons­ telación de Acuario y encontró el octavo planeta del sistema solar a menos de 1 º de distancia de la posición precisada. Neptuno era el planeta menos conocido cuando el Voyager 2 lo visitó en agosto de 1 989, luego de doce años de su épica travesía, encontrando un planeta con algunos parecidos a Júpiter, Saturno y Urano, pero también con notables diferencias; un núcleo rocoso rodeado por un manto de moléculas de agua, amoníaco y metano y todo ello envuelto por una espesa atmósfera de hidró­ geno, helio y metano con temperaturas de -200 º C . Bajo la in­ fluencia de la radiación solar ultravioleta, el metano es separado en carbono, hidrógeno y en una mezcla de hidrocarbonos, en un proceso similar al observado en otros astros. La turbulencia es todavía mayor en las capas visibles ya que se identificaron los vientos más fuertes en el sistema solar, ¡hasta de 2 .000 km/hora! , y un gigantesco huracán denominado La Gran Mancha Oscura formado por nubes de cristales de metano. Como los otros gigantes gaseosos, Neptuno emite más ener­ gía que la recibida por el Sol y también tiene su propio sistema de anillos. Además, cuenta con un buen número de lunas, ocho, junto con las seis nuevas encontradas por la misión del Voyager 2 . 96

Neptuno. Es el planeta gigante gaseoso más lejano. Esta imagen del Voyager muestra la atmósfera azulada de hidrógeno y helio cruzada por las blancas n ubes de metano. (Foto cortesía de la NASA) .

Descubierto también en 1 846, Tritón, el mitológico hij o d e N eptuno, es e l satélite más grande del sistema con sus 2 . 800 km de diámetro . Los astrónomos esperaban encontrar en Tritón una luna parecida a los otros grandes satélites del sistema solar pero en realidad hallaron uno de los más exóticos mundos. Para empezar, Tritón tiene capas polares amarillentas hechas de nitrógeno helado con trazas de hidrocarbonos. Se observan terrenos con superficies difíciles de interpretar y cráteres de i mpacto que parecen haberse llenado con una mezcla de amo­ níaco y agua; y por todas partes el satélite está cubierto de hielo . Por supuesto, es el lugar más frío del sistema solar, -23 5 ºC ; inclusive e l nitrógeno líquido e s más caliente que l a su­ perficie de Tritón. Además, Tritón está todavía geológicamente activo con gé i seres que lanzan columnas de vapor de nitrógeno mezclado con un polvi llo negro que se elevan hasta 1 O km de altura; para completar, la luna t i ene una delgada atmósfera de nitró­ geno y metano . L o s demás lunas son bastante más pequeñas y no fueron observadas muy bien por el Voyager 2; Nereida ( 3 8 0 km), Proteo ( 400 km), Larissa ( 1 90 km), Galatea ( 1 5 0 km), Des­ po ina ( 1 8 0 km), Talassa (?) y Náyade (?), probables asteroides capturados . ·

D i stan c i a m e d i a al S o l

4 . 497 m i l lones de k i lóm etros

D i ám etro

4 9 . 5 2 8 k i l óm etros 8

Lunas M as a (Tierra

=

1)

1 7. 1

Gravedad en l a s u perfi c i e (Tierra

=

1)

1 . 12

Durac i ó n d e l d í a

1 6 h oras, 7 m i nutos

Temperatura, m áx . , m í n .

-40 ºC , -2 1 0 ºC

A t m ó s fera

H i drógeno 85%, h e l i o 1 3 % , m etano 2 %

Agua

Presenc i a de vapor en l a atm ósfera y agua en el m anto.

97

Plutón

A comienzos del siglo XX ya se había notado que la gravedad de Neptuno no bastaba por sí sola para explicar todas las irregularidades medidas en la órbita de Urano ; así que debía existir otro planeta más lej ano y desconocido . Percival Lowell era uno de los convencidos de esta idea y dedicó doce años a buscar el misterioso obj eto desde su observatorio de Flagstaff, Arizona. Pero tal vez Lowell y otros astrónomos perseguían un nuevo planeta gaseoso gigante o no contaban con las técnicas adecuadas para encontar el escurridizo obj eto, así que en este caso, como en otros en la historia de la astronomía, tampoco se hizo j usticia. Treinta años después de la muerte de Lowell, un j oven astrónomo que apenas tenía el rango de asistente en el obser­ vatorio de Flagstaff encontró entre centenares de fotografías que contenían millares de puntos luminosos, uno muy especial . Así, el 1 8 de febrero de 1 93 0 , Clyde Tombaugh identificó inequívocamente al nuevo planeta como el puntito que de una a otra placa fotográfica se desplazaba entre las estrellas de la constelación Gemini, muy cerca de la posición estimada por Lowell. El nuevo planeta fue denominado Plutón, el mitológico dios del mundo subterráneo, pero también porque las dos pri­ meras letras corresponden a las iniciales de Percival Lowell, merecido honor a uno de los grandes promotores de la astro­ nomía moderna. Plutón es difícil de observar porque es muy distante y también porque resultó ser bastante pequeño, apenas 2 .400 km de diámetro . Además, su constitución rocosa y una órbita alrededor del Sol demasiado inclinada hacen pensar que má:; bien sería una luna perdida por Neptuno . Lo que actualmente se puede registrar desde la Tierra indica que Plutón está hecho de rocas, hielo y amoníaco, rodeado por una leve atmósfera de nitrógeno y monóxido de carbono . Se sospecha que tenga casquetes polares de metano congelado . 98

En 1 97 8 el astrónomo americano James Christy descubrió que Plutón tiene una luna, Caronte , el barquero del mundo infernal . Se estimó que Caronte tiene 1 . 200 km de diámetro y una composición de rocas y hielo; también es la luna más grande en comparación con su planeta, lo cual le otorga al sistema Plutón-Caronte la característica más bien de un planeta doble. Sin embargo, Plutón y Caronte no resultaron con la masa suficiente para explicar todas las perturbaciones constatadas en los movimientos orbitales de Urano y Neptuno, lo cual mantiene el interrogante de la existencia eventual de un planeta aún más lej ano, ansiosamente buscado por centenares de as­ trónomos, muchos de ellos aficionados, sin éxito hasta el mo­ mento . D i stan c i a m e d i a al S o l

5 . 9 1 4 m i l lones de k i l ómetros

D i ámetro

2 . 400 k i l ó m etros

L u n as

1

M a s a ( T i erra = 1 )

0 . 0022

Gravedad en l a superfi c i e (Tierra = 1 )

0 . 04

D u rac i ó n del d í a

6 días; 9 h oras

Temperatura, m áx . , m í n .

-2 1 0 ºC , -23 0 ºC

A t m ó sfera

N itrógeno

Agua

H ielo

78% (?), m etano 2 1 % (?)

Las fronteras del sistema solar

Los nueve planetas conocidos y sus lunas principales suman un total de 70 obj etos de los cuales 30 tienen diámetros supe­ riores a 3 00 km con características únicas cada uno de ellos. No hay duda de la diversidad de mundos que tiene este sistema solar, sin contar con los asteroides y los cometas y por supuesto nuestra 'propia 'estrella, el Sql. Pero, ¿es el planeta más lej ano, Plutón, la frontera conocida del sistema solar?

99

La órbita de la Tierra se encuentra a una distancia media al Sol de 1 5 0 millones de kilómetros, la cual se ha definido como la Unidad Astronómica (UA) para las distancias sidera­ les. Así, la Tierra se halla a 1 UA del Sol y de nuestros vecinos Venus y Marte apenas a 0 . 2 8 UA y 0 . 5 2 UA, respectivamente . Júpiter en cambio se encuentra a 5 .2 UA del Sol y Neptuno, aún más alej ado a 3 0 UA. Plutón por su parte tiene una órbita muy excéntrica que lo coloca en ocasiones a 2 9 . 6 UA del Sol -algo más cercano que Neptuno- y en su punto más alej ado a 4 9 . 3 UA (7 . 3 8 0 millones de kilómetros). En 1 992 dos astrónomos de la Universidad de Hawaii, David Jewitt y Jane Luu, encontraron un obj eto más allá de Plutón y al que por el momento se le ha denominado con el nombre poco romántico de 1 992 QBJ . La estimación de su tamaño lo coloca en un rango de 200 km de diámetro y lo más probable es que sea un planetesimal compuesto de roca y hielo . Este descubrimiento le otorga enorme validez a la hipótesis planteada hace más de 30 años por el astrónomo holandés Gerard Kuiper, sobre la existencia en el exterior del sistema solar de un "disco " de obj etos parecidos a 1 992 QB 1 , pequeños y helados "escombro s " del origen del sistema solar. Esta aglomeración de obj etos se conoce ahora como El Cinturón de Kuiper y 1 992 QB 1 podría ser el primero de tal vez miles o aun millones de planetesimales que lo componen, extendiéndose posiblemente a cientos de UAs de distancia. En este caso, la existencia del desconocido Planeta X o de varios planetas masivos adicionales ya no sería necesaria para explicar las irregularidades orbitales de Neptuno y Urano . L a periódica perturbación del Cinturón de Kuiper por Plu­ tón o por otro obj eto desconocido podría también ser el origen de los cometas de ciclo corto con órbitas inferiores a 1 5 0 años . Pero todavía más significativa es la Nube de Oort, la que según el astrónomo holandés Jan H. Oort existiría a distancias de 40. 000 a 1 00 . 000 U As y que contiene millones o tal vez tri llones de planetesimales helados, los restos de la nebulosa solar primitiva. Se cree que la perturbación de esta nube externa 1 00

del sistema solar por un obj eto desconocido -tal vez una estrella enana compañera de nuestro Sol o un planeta X o el paso de una estrella errante- explica el origen de los cometas de período largo, los que tardan hasta varios miles de años en darle la vuelta al Sol. Inclusive se piensa que la masiva perturbación gravitacional de la Nube de Oort originaría cada varios millones de años una catastrófica invasión de los planetesimales en forma de cometas al interior del sistema solar, hipótesis que se vincula a la periódica extinción de especies en la Tierra. Pero hay otro obj eto que va a superar todas estas distancias, tiene 2 5 8 kilos de peso y viaj a a 4 5 .440 kilómetros por hora. Es el Pioneer 1 0 que ahora se encuentra a casi 7 . 000 millones de kilómetros -46 UAs- y se va a convertir en el primer aparato hecho por el hombre en escapar del sistema solar. Aún continúa transmitiendo débiles señales que confirman todavía a esa distancia la existencia de la heliosfera o viento solar. Cuando el Pioneer 1 O abandone por completo el sistema solar y perdamos todo contacto, su destino será la navegación solitaria hasta alcanzar el siguiente sistema estelar. Los exper­ tos indican que de acuerdo con el análisis de su trayectoria, el Pioneer 1 O llegará a las proximidades de las estrellas Alfa del Centauro, a 2 5 0 . 000 UAs, en más o menos 26.200 años .

101

IV. Retrato de una galaxia

Las dimensiones de la Vía Láctea

El planeta Tierra se encuentra en el lugar preciso para que grandes cantidades de agua puedan permanecer en su superficie en estado líquido ; una especie de "zona azul " con una ampl itud que se extiende entre las órbitas de Venus y Marte; además nuestro planeta también tiene el tamaño correcto para conservar la atmósfera protectora y la actividad geológica interna. Venus probablemente tuvo tanta agua como la Tierra, pero al recibir el doble de radiación solar, el efecto invernadero calentó el planeta y sus océanos se evaporaron rápidamente . En Marte, más lej o s del Sol, los océanos también habrían existi do en edades tempranas cuando la atmósfera era más densa, pero su actividad geológica cesó probablemente porque el planeta se enfrió y era más pequeño ; sin una actividad tectónica que ayudara a recircular el dióxido de carbono, la atmósfera se degradó hasta un estado que le era imposible retener en la superficie el agua en su estado líquido . Sin em­ bargo, agua subterránea o congelada puede aún existir en can­ tidades importantes y la exi stencia de posibles formas de vida adaptadas a ese medio es algo que no se descarta completa­ mente . Ahora bien, si recordamos los ambientes extrem0s en los cuales se piensa que brotó la vida en la Tierra -fuentes hi­ drotermales en el fondo de los océanos- las implicaciones de esta hipótesis van más allá de pensar en planetas con su1 03

perficies temperadas y agua corriente como requisitos únicos para mantener la vida. Bastaría con astros que presentaran condiciones críticas similares, calientes por dentro y fríos por fuera, para que en algún lugar intermedio se dieran las condi­ ciones en donde el agua constituyera un ambiente propicio para las reacciones orgánicas. De esta manera, baj o el hielo de algunas lunas de Júpiter -Europa por ej emplo-, si hay un núcleo caliente debe haber un lugar con agua líquida. Y en cuanto a los precursores orgánicos, nada por qué preocuparse; en todo el sistema solar parecen abundar el metano y el amoníaco, además de las mo­ léculas orgánicas, como los hidrocarbonos, compuestos entre otros elementos por carbono, hidrógeno y oxígeno . Pero la vida inteligente ya es otro asunto ; aunque los or­ ganismos unicelulares o primitivos pueden surgir y sobrevivir en ambientes extremos, la evolución hacia criaturas superiores requirió, al menos en nuestro caso, atmósferas protectoras oxigenadas y, por supuesto, un Sol radiante y estable, entre otras condiciones; y no hay el más mínimo indicio de que en el sistema solar existan más seres con la capacidad de razonar salvo en la Tierra. Así que el camino a seguir para encontrar otras civilizaciones es el de las estrellas de nuestra galaxia, la Vía Láctea. En una noche despej ada y sin Luna podemos observar la Vía Láctea como una banda blanquecina irregular que atraviesa todo el cielo estrellado . La mitología clásica atribuía su origen a las gotas de leche caídas del seno de la diosa Juno cuando alimentaba a Hércules; se le conocía también como Eridano o el Río de los Cielos y era el camino que emprendían las almas de los hombres ilustres para alcanzar la inmortalidad. En realidad su naturaleza es algo diferente pero no menos extraordinaria; son la multitud de estrellas no diferenciables de nuestra propia galaxia vista de lado, algo así como ver hacia el centro de un disco estando en el borde. Es más; al observar el firmamento vemos unas 4 . 000 es­ trellas, y aunque todas están en nuestra galaxia, son apenas 1 04

una mínima parte del total que la componen. Se estima que la Vía Láctea es una galaxia típica en forma de disco en espiral con el sistema solar localizado al margen j unto con otros centenares de miles de estrellas, en el denominado Brazo de Orión . Pero en realidad la galaxia está compuesta aproxima­ damente por 200.000 a 400.000 millones de estrellas que giran alrededor del núcleo central . En éste se hallan con gran den­ sidad estrellas viej as y de color roj o y amarillo, mientras que en los brazos espirales, ricos en nubes de hidrógeno y polvo estelar, se encuentran la mayoría de las estrellas j óvenes y de color azul; y un halo con las más viej as estrellas que envuelve a todo el conj unto . Para poder definir las dimensiones de la galaxia fue nece­ sario inventar nuevas unidades de medida, ya que nuestros familiares kilómetros no sirvieron para este propósito ; en su lugar utilizamos la velocidad de la luz. En un segundo un rayo de luz recorre casi exactamente 3 0 0 . 000 kilómetros, o sea, podría darle en ese tiempo diez veces la vuelta a la Tierra y, en un año, recorrería 1 O mil millones de kilómetros. En estos términos, la Vía Láctea tiene un diámetro de 1 00 . 000 años-luz y el ancho del núcleo de 20. 000 años-luz, dimensiones real­ mente enormes; y en esta gigantesca galaxia, el Sol es una más entre los miles de millones de estrellas . Pero n o todas las estrellas son iguales. Aunque la diferencia en su brillo lógicamente podría atribuirse a una mayor o menor distancia respecto a nosotros, es fácilmente · distinguible que las estrellas tienen también colores diferentes . Luego, la as­ tronomía moderna también descubrió que las estrellas tienen masas diversas y temperaturas distintas. El más famoso método para clasificar las estrellas de la galaxia se le debe a los astrónomos Ejnar Hertzsprung y Henry Russell, quienes en el año 1 905 observaron que cuando se diagraman en función de su temperatura y color, la mayoría de las estrellas siguen un patrón definido. Así, en el denominado Diagrama de Hertzsprung-Russell, más que distribuirse aleatoriamente, la mayoría de las estrellas 1 05

cae en una diagonal denominada Secuencia Principal, en donde las estrellas roj as, pequeñas y frías, se sitúan en un extremo y las brillantes, calientes, azules y blancas, en el otro . El Sol, estrella amarilla con una temperatura media, se encuentra justo en el centro del diagrama. No todas las estrellas caen en la Secuencia Principal. Algunas estrellas "frías" son además muy brillantes lo cual sugiere que son muy grandes, y otras calientes son tan opacas que necesa­ riamente deben tener tamaños enanos . Esta especie d e ' ' censo ' ' estelar e s fundamental para nuestra discusión sobre la vida extraterrestre, dado que la condición primaria para el surgimiento de la vida es la fuente de energía, y mucho más para la evolución a formas superiores en procesos que, por lo que sabemos, tardan varios miles de millones de años. Es en este último aspecto que el Sol resulta ser la estrella ideal . Su edad, más o menos 5 mil millones de años, le ha permitido irradiar el sistema de planetas el tiempo suficiente para que en uno de ellos las primitivas formas de vida cuenten con las oportunidades adecuadas para su evolución. Además, tiene una temperatura media, 5 . 5 00 ºC en su superficie, y lo que es fundamental , una radiación estable, sin bruscos cambios que pudieran alternativamente abrasar o congelar los planetas. Pero la mayoría de las estrellas no se parece al Sol. Apro­ ximadamente el 6 5 % de las estrellas de la galaxia es del tipo denominado enanas rojas, con diámetros que varían entre el O . 7 y el 0 . 0 3 del Sol, tienen masas pequeñas y apenas brillan, pues su temperatura superficial promedia los 3 . 000 ºC . Luego siguen en número las estrellas clasificadas como enanas naranj as correspondientes al 1 5 % del total . Son estre­ l las algo más calientes, 4 . 2 00 ºC , pero todavía más pequeñas y menos brillantes que el Sol. Las estrel las llamadas enanas blan cas que representan un 1 0%, son extremadamente densas con una masa comparable a la del Sol pero coi;nprimida en un astro del tamaño de la Tierra, y muy débiles en su brillo a pesar de su elevadísima temperatura superficial, 8 . 000 ºC . Las 1 06

enanas blancas son estrellas decadentes o moribundas, con poca radiación para sostener vida, o si la tuvieron, ésta desa­ pareció hace mucho tiempo . Así que e l 90% de las estre llas de nuestra galaxia son más pequeñas y menos radiantes que e l S o l ; un 5% adicional es un conj unto bastante hetereogéneo incluyendo estrellas blan­ cas , grandes, j óvenes, muy cal ientes y brillantes; estrellas azules, con temperaturas superficiales de más de 1 5 . 000 ºC ; Riga nte s rojas, ancianas que casi han acabado con toda su energía; supergigantes, con diámetros tan grandes que si se colocaran en lugar del Sol hasta la órbita de Júpiter giraría en su i nterior; masivas y diminutas estrellas de neutrones, resul­ tado de las explosiones de las estrellas supernovas que a veces también pueden transformarse en estrellas pulsares, curiosi­ dades galácticas que giran varias veces en un segundo, y otras más; y muchas de estas estrel las tienen diversas características como las estrellas variables cuya radiación no es constante, al triplicar su emisión de energía repentinamente y en sólo unos minutos . E ste cálculo nos dej a aproximadamente un 5 % d e estrel las q ue se parecen al Sol ; las estrellas tipo Sol, amaril las, calientes, edad madura, tamaño medio y radiac ión constante . Así que e l Sol e s t á lej os de ser una estr � Ha promedi o , pero sí consideramos que en la Vía Láctea hay alrededor de 3 00 . 000 millones de estre l las, esto significa que habría más o menos 1 5 . 000 mil lones de soles en nuestra galaxia, un número bastante grande y sobre el que ,·olveremos más adelante . Para completar esta complej a familia que es la Vía Láctea hay que indicar que muchas estrellas forman sistemas binarios con e strel las compañeras o sistemas m últiples con tres o más e strel las de diverso tipo ; más del 70% de las estrel las de la galax i a forman parej as o se encuentran en si stemas múltiples. Y también tenemos los agujeros negros, regiones con tal den­ sidad que ni la luz puede escapar de su campo gravitac ionaL y los cúmulos de estrellas y las neb ulosas de gas y po lvo en donde continuamente nacen nuevos miembros estelare s . 1 07

Estrellas con planetas

Considerando como cierto que la vida sobre la superficie de las estrellas no puede existir, dadas las enormes temperaturas que destruirían los encadenamientos moleculares complejos, al hablar de vida en otros lugares de la galaxia necesariamente se trataría de vida planetaria. Así que tenemos que empezar por preguntarnos si hay planetas en torno a otras estrellas. Aunque intuitivamente pensamos que los sistemas planetarios podrían ser comunes ya que la mecánica celeste que formó el Sol y su sistema perfectamente podría también aplicarse a otras estrellas -e inclusive a la mayoría de ellas- este plantea­ miento se había enfrentado desde hace siglos a una seria di­ ficultad : no era posible observar los supuestos planetas ni siquiera en las estrellas más cercanas. Lamentablemente, ni aun con los telescopios más potentes se pueden distinguir otros sistemas planetarios, esencialmente por las enormes distancias que nos separan de las estrellas más cercanas, el tamaño mínimo de los planetas, y su escasa lu­ minosidad que quedaría enmascarada por el brillo propio de la estrella. Sin embargo, existen otros métodos para detectar lo que no se puede ver. En 1 8 3 4 el astrónomo alemán Friedrich Wil­ helm Bessel concluyó después de una serie de largas y cuida­ dosas observaciones que la estrella Sirio se movía en los cielos en una trayectoria ondulante y no en línea recta como debería hacerlo un astro solitario. Esto puede entenderse solamente porque la estrella y el otro cuerpo giran alrededor de un centro de gravedad común, y es esta revolución alrededor de ese centro -en un período de 50 años para el caso de Sirio- la que produce este vaivén. Pero Bessel no podía ver en el ve­ cindario de Sirio nada que le explicara esta situación, así que por mucho tiempo se habló del "compañero oscuro ". de esta estrella blanca azulosa, la más brillante del firmamento y a 8 . 8 años luz de distancia.

1 08

En 1 8 62 un fabricante de telescopios americano, Alvan Graham Clark, estaba probando nuevos lentes sobre la brillante estrella cuando creyó notar una chispa repentina que atribuyó a un defecto del lente ocular. Al probar con otras estrellas, el defecto desaparecía pero con Sirio se repetía el extraño fulgor. No podía ser un defecto ; así que lo que Clark observaba era el misterioso compañero de Sirio . En efecto, para "mover" a Sirio, una estrella dos y media veces más masiva que el Sol, el cuerpo compañero tiene que ser también muy pesado. En 1 9 1 5 el astrónomo americano Walter Sydney Adams aplicó las nue­ vas técnicas espectroscópicas para determinar que Sirio efec­ tivamente es un sistema binario con su estrella compañera clasificada como S irio B que resultó ser una enana blanca tan masiva como el Sol pero con apenas 1 0 . 000 km de diámetro . Así quedó demostrado que la cuidadosa observación de las estrellas podía deparar muchas sorpresas, como lo confirmó Edward E. Barnard, descubridor de 1 6 cometas y de Amaltea, la quinta luna de Júpiter. Barnard también utilizó la astrofo­ tografía para catalogar nebulosas y nubes de polvo en la ga­ laxia; en 1 8 94, en una de sus placas grabó una porción de la constelación de Ophiuchus y en 1 9 1 6 hizo otra similar. Cuando Barnard comparó las dos placas notó una curiosa estrella que se había desplazado sustancialmente de su sitio en el intervalo de 22 años entre las dos exposiciones. Edmond Halley ya había descubierto, en el año 1 7 1 8 , el movimiento propio de las estrellas cuando notó que las posi­ ciones de las estrellas Sirio, Aldebarán y Arturo diferían de las registradas por Ptolomeo hace varios siglos. Halley con­ cluyó que todas las estrellas se mueven en relación con nuestra posición aunque debe pasar mucho tiempo para notarlo por las enormes distancias a las que se encuentran. Sin embargo, la estrella descubierta por Barnard se movía más rápido que ninguna otra. Barnard anunció el descubri­ miento de esta pequeña estrella describiendo su movimiento propio en dirección norte y su posición apenas a seis años-luz de nosotros, la más cercana después del vecino sistema triple 1 09

de

4.3

años-luz. Actual mente se sabe que la Estre lla de Barnard, como ha sido denominada, es una enana roj a y que se mueve en el cielo con relación a nuestra posición tan rápidamente que dentro de 1 0 .000 años será la estrella más c ercana --exceptuando claro está al Sol- a sólo 3 . 8 5 años luz. Pero la hi storia de la Estrella de Barnard no termina aquí. Una vez se confirmó su cercanía, los científicos concentraron su interés en la estrella. El astrónomo holandés Peter van de Kamp se dio a la tarea de examinar más de 2 . 000 fotografías que regi straban el comportamiento de la Estrella de Barnard durante 5 0 años continuos; en 1 962 Van de Kamp anunció que en la Estrella de Barnard se podían detectar unas minús­ c u las oscilaciones que necesariamente se debían explicar por los j alonamientos gravitacionales de uno o varios compañeros pl anetarios. Con toda certeza los planetas del tamaño de la Tierra causan pertubaciones mínimas que probablemente no puedan ser de­ tectadas por sus efectos gravitacionales, así que los únicos c uerpos que pueden ser percibidos por este método son los muy masivos, exactamente como sucedió en el caso del des­ cubrimiento de Sirio B . E n consecuencia, Van de Kamp calculó que e l vaivén so­ lamente podía explicarse por la presencia de un planeta 1 . 6 veces más masivo que Júpiter que orbitaba completamente la E stre l l a de Barnard cada 24 años. Luego, en 1 969, ofreció una i nterpretación diferente mencionando dos planetas, uno interior algo más pequeño que Júpiter con una órbita circular de 1 2 años y otro exterior del tamaño de Urano con una órbita de 20 año s . D a d o q u e la Estrella d e Barnard es una enana roj a más fría que el S o l , los pl anetas rocosos no se habrían formado en las baj as temperaturas de la nebul osa primitiva sino únicamente planetas gaseosos. Pero aunque existieran, la vida probablemente no progresaría en el sistema planetario de la Estrella de Barnard ya que las enanas roj as no despiden suficiente radiación para 1 10

A l fa C entauro a

PLANETA

CENTRO DE MASA





/



TRAYECTORIA DE ESTRELLA LA C ENTRO

DE

MASA

La estrella que salta. En realidad, un planeta y su estrella giran al rededor del centro común de sus masas. Para una estrella de poca masa, como la estrella de Barnard , o con un hipotético planeta masivo, el centro orbital está alejado de la estrella y es más factible percibir en ésta su oscilación en el espacio.

calentar los planetas vecinos, a menos que éstos orbiten muy cerca a la estrella, en cuyo caso las mareas gravitacionales y el viento solar se encargarían de su destrucción. A lgunos científicos han indicado que se requieren obser­ vaciones más precisas y prolongadas para concluir, fuera de duda, que la Estrella de Barnard tenga compañeros planetarios . Utilizando la misma técnica de observación del movimiento radial, otros astrónomos tienen evidencias de que las estrellas binarias 61 Cisne A y B a 1 1 . 1 años-luz, cuentan con un tercer compañero, ocho veces la masa de Júpiter; la estrella La/ande 2 1 1 85 , a 8 años-luz, también dispone de un planeta muy ma­ sivo ; Epsilon Eridani a 1 0 . 8 años-luz, con un planeta de entre una y cinco masas j ovianas ; la estrella 40 Serpens, a 1 6 años­ luz, con un planeta tres veces Júpiter; y Gamma Cephei, una estrella subgigante, con un planeta apenas dos veces el tamaño de Júpiter. La Era del Espacio traj o nuevos instrumentos y técnicas para la observac ión de las estrellas. En agosto de 1 9 8 3 el Satélite de Astronomía Infrarroj a, IRA S , capaz de registrar la temperatura de los cuerpos celestes lej anos, detectó un ani llo probablemente hecho de fragmentos rocosos rodeando la bri­ llante estrella Vega, a 2 7 años-luz. Coincidiendo con la j uven­ tud de esta estrel la, 3 00 a 1 . 000 millones de años, lo que I RAS encontró podría ser un incipiente si stema planetario o un su­ perc inturón de asteroides con un diámetro el doble de nuestro si stema solar. Casi simultáneamente, varios astrónomos, que también uti­ lizaban la astronomía infrarroj a, detectaron con el telescopio de Mauna Kea, en Hawai , una banda de polvo y gas alrededor de T Ta uri, una estrella tipo Sol a 4 5 0 años-luz y muy j oven, con apenas dos millones de años de edad . También se regi stró un c uerpo compañero a una distancia el doble de la de Plutón al S o l , esti mándose su masa actual en diez veces la de Júpiter y posiblemente en pleno proceso de acreción que podría llevarle a encenderse y convertirse en estrella dentro de unos 1 00 . 000 año s . 1 1 1

Una de las más sólidas pruebas de la existencia de discos protoplanetarios se obtuvo en 1 9 84, cuando los astrónomos Bradford Smith y Richard Terrile acoplaron al telescopio de 1 00 pulgadas del Observatorio de Las Campanas en Chile, una cámara e l ectró n i c a infrarroj a extremadamente sensib l e . Además, c o n l a intención d e registar probables discos de gas y polvo montaron sobre el aparato un "parche " regu­ larmente uti lizado para enmascarar el S o l y estudi ar l a co­ rona so lar. Como IRAS había detectado en la estrella Beta Pictoris, a 50 años-luz, una cantidad anormal de radiación infrarroj a, signo de la presencia de materiales fríos, Smith y Terrile en­ focaron la estrella con su sofisticado instrumento, encontrando con extraordinaria nitidez que estaba rodeaba por un disco de fragmentos, probablemente hechos de hielo, silicatos y com­ puestos orgánicos. El disco se extiende a una distancia diez veces el tamaño de nuestro sistema solar y la evidencia sugiere que cerca de la j oven estrella pareciera que ya comenzaran a formarse los planetas. Un disco de acreción como éste también se observó tiempo después en la estrella Fomalhaut de la constelación Piscis Austrinus. Afortunadas coincidencias también contribuyeron a aumen­ tar las evidencias de planetas en otras estrellas . Un grupo de astrónomos que trabaj aba en el Observatorio Astrofísico Smith­ soniano de Cambridge, Massachusetts, observaron durante sie­ te años la estrella HD 1 1 4 762 tipo Sol, a 80 años-luz, en la constelación Coma Berenices con el único propósito de utili­ zarla como estrella de referencia para calibrar los movimientos propios de otras estrellas . En 1 9 8 7 el grupo anunció que en vez de mostrar una velocidad radial constante, HD 1 1 4 762 la variaba periódicamente; un resultado que sólo puede explicarse por la presencia de un obj eto masivo girando a su alrededor, probablemente diez veces más grande que Júpiter. Una nueva oleada de observaciones de estrellas con planetas comenzó en 1 99 1 , cuando el astrónomo americano Andrew Lyne anunció el descubrimiento de varios planetas en una 1 12

Estrella Beta Pictoris. Esta imag en muestra claramente el halo de materia que circunda la estrella, enmascarada por el círculo central. Detectado por vez primera en 1 984, el disco se extiende hasta casi diez veces las dimensiones de nuestro sistema solar. (Foto cortesía de la NASA) .

estrella pulsar. Luego lo hizo Alexander Wolszczan, un radioas­ trónomo del Observatorio de Arecibo en Puerto Rico . La ra­ dioastronomía se sumaba así a la cacería de planetas. Wolszczan descubrió en la estrella pulsar PSR 1 25 7 + 12, de un diámetro de apenas 1 7 kilómetros pero con 1 .4 masas solares y a 1 .400 años-luz de la Tierra, una mínima variación en las radiopulsaciones que sólo puede explicarse por la pre­ sencia de cuerpos planetarios. Como las fluctuaciones ocurren en dos ciclos separados de 67 y 98 días, se estimó la existencia de dos planetas, el más interior a la altura de la órbita de Mercurio y 3 .4 veces la masa de la Tierra y, el exterior, un poco más alej ado con 2 . 8 masas terrestres . Por fin se habían detectado planetas menores. El pulso de PSR 1 25 7 + 1 2 es tan exacto, 1 60 . 8 veces por segundo, que su periódica variación permite sospechar la pre­ sencia de un tercer planeta a la altura de la órbita de la Tierra y con un período de rotación de 3 5 5 días. En cuanto a la vida en estos sistemas, no hay posibilidades, pues las estrellas pul­ sares son los más probables remanentes de las violentísimas explosiones de las estrellas supernovas. En 1 993 se confirma­ ron las observaciones de Wolszczan pero con un notable cam­ bio ; el tercer obj eto sería más bien del tamaño de la Luna y orbitaría el pulsar cada 25 días. Los detectores infrarroj os continuaron sus éxitos en 1 993 . La astrónoma Karen Strom, de la Universidad de Massachu­ setts, los utilizó en el telescopio de Kitt Peak, en Arizona, para estudiar la nube de polvo denominada Lynds 1 64 1 , cerca de la Nebulosa de Orión, encontrando un cúmulo de 2. 000 estrellas muy j óvenes en grupos de 1 O a 5 0 y muy cercanas entre sí. Además, casi las dos terceras partes de estos grupos regi straron fuertes señales infrarroj as, ahora consideradas como típicas de los discos de fragmentos de polvo . Strom asegura que en los próximos cuatro millones de años las par­ tículas en los discos comenzarán a reunirse en el proceso de acreción para conformar planetesimales del tamaño de aste­ roides, y simultáneamente las estrellas se irán alej ando entre 1 13

sí. Parece que estos astros se comportaran como la gente : pasan la j uventud con sus familias y luego se van de casa. Finalmente, el telescopio espacial Hubble comprobó, en diciembre de 1 99 3 , que la Vía Láctea definitivamente cuenta con abundante material para la formación de planetas. El as­ trofísico Robert O ' Dell empleó el Hubble para tomar fotogra­ fías de 1 1 O estrellas j óvenes, apenas con un millón de años cada una, localizadas a 1 . 500 años-luz de distancia, encontran­ do que aproximadamente la mitad presentan las bandas rota­ torias de gas y polvo . Así que el asunto de los planetas en otras estrellas se convirtió en algo común en la medida que se perfeccionaron las técnicas de observación. Inclusive planetas masivos varias veces el tamaño de Júpiter se han detectado en algunas estrellas de la Gran Nube de Magallanes, a 200.000 años-luz de dis­ tancia, mediante el análisis de cambios en su brillo producidos por los eclipses de los planetas con las estrellas. Sólo falta desarrollar la técnica de detección de planetas del tamaño de la Tierra para aplicarla en las estrellas más cercanas y comprobar definitivamente que sería un fenómeno bien raro que el Sol fuera la única estrella con sistema de planetas.

Historia de un astrónomo honesto La existencia de las estrellas de neutrones se sospechaba desde los años 30, esencialmente como el resultado del colapso de la masa de una estrella en un cuerpo de apenas algunos kilómetros de diámetro, y tan denso que una cu­ charadita de su materia pesaría 1 00 millones de toneladas . Es posible comprimir tanto la materia porque los átomos se caracterizan por tener mucho espacio vacío ; si un núcleo atómico consistiera de unos cuantos limones colocados en el centro de París , sus electrones se asemej arían a unas abej as volando en las cos tas del B rasil.

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En 1 96 7, Jocelyn Bell, una es tudiante irlandesa recién graduada en as trofísica en la Universidad de Cambridge , tenía la labor, como asis tente , de ayudar en la cons truc­ ción y operación de la nueva radio- antena gigante de la institución. En noviembre , luego de dos meses de fun­ cionamiento del aparato, B ell descubrió en una de las cintas de grabación una anomalía . Mirando hacia atrás en los largos regis tros , encontró variaciones similares que repetidamente parecían provenir de la misma parte del cielo. B ell puso el asunto en conocimiento de la dirección del observatorio ; las pruebas efectuadas confirmaron el hallazgo de un obj eto con una intens a fuente de radio tan precis a que pulsaba cada 1 . 3 3 73 0 1 1 segundos , más exacta que un reloj atómico. Ningún astro conocido podía emitir ondas tan estables y tan mecánicas que no parecían naturales . Y tal vez no lo eran por lo que esta fuente de radio sin identificar se acordó denominarla PHV, Pequeños Hombres Verdes . Por la cabeza de todos pasó la idea de una civilización extraterrestre tratando de comunicarse con la Tierra . Pero el caso es que el fenómeno no era único ya que pronto se encontraron señales parecidas que parecían provenir de to­ das partes del firmamento. Considerando bastante impro­ bable que muchas civilizaciones galácticas trataran de comunicarse al mismo tiempo con nosotros, la teoría de los PHV se cambió por la de Fuente de Radio Pulsar o sim­ plemente "pulsares". El científico austríaco Thomas Gold sugirió que los pulsares eran esencialmente las mismas estrellas de neutro­ nes que al comprimirse giraban cada vez más rápido hasta que se convertían en poderosos magnetos emitiendo ráfagas de radiación. Centenares de pulsares han sido catalogados desde que el primero fue descubierto. En julio de 1 99 1 , un grupo de investigadores encabezados por Andrew Lyne de la Univer­ sidad de Manchester, en Inglaterra, anunciaron la identifi-

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cacion del primer planeta en una estrella pulsar, la PSR 1829- 1 0 a 30. 000 años-luz, en la constelación Scutum. Lyne dedujo a partir de las irregularidades de la emisión pulsar, que un planeta del tamaño de Urano orbitaba la estrella cada seis meses . Su anuncio fue recibido con admiración al mismo tiempo que se publicaban sus resultados en los medios científicos . Poco después, preparándose para escribir un segundo documento acerca del planeta, Andrew Lyne se dio a la tarea de refinar los cálculos orbitales , incluyendo la adi­ ción de nuevos datos para reestudiar la serie completa . La doble comprobación le permitió a Lyne descubrir un error en el procedimiento de corregir el efecto de la trayectoria orbi tal de la Tierra, lo cual les había llevado a obtener resultados falsos . El planeta en la es trella pulsar no exis tía . Lyne se retractó inmediatamente en un artículo publi­ cado en Nature) la misma revista científica británica en la cual había anunciado su descubrimiento. En el mes de enero de 1 99 2 se celebró la reunión de la Sociedad Americana de Astronomía en Atlanta, en donde, irónicamente, Ale­ xander Wolszczan presentó fuera de toda duda las evidencias de su descubrimiento de dos planetas en la estrella pulsar

PSR 1257 + 12.

Pero Andrew Lyne también asistió a la reunión de Atlanta para explicar su error a la comunidad científica y retractarse de su descubrimiento. Cuando terminó su exposición, los astrónomos en vez de criticarlo le dieron una de las ova­ ciones más largas que se recuerden en la historia de la Sociedad, en reconocimiento a su honestidad y coraj e . Este caso le recordó al público que las fronteras de la investi­ gación son desconocidas y que los errores pueden ser más bien frecuentes .

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Vida en el universo

Las nubes de gas y polvo que aportaron la materia prima para la formación del Sol y de su sistema de planetas, lunas, aste­ roides y cometas, ya han sido observadas en otras estrellas, lo cual sugiere que este proceso puede ser más bien universal y que los sistemas planetarios se han formado por doquier en l a galaxia. Pero la existencia de otros sistemas planetarios no significa que necesariamente la vida haya surgido en ellos, ya que por lo que sabemos se requiere de una serie de requisitos y factores, menos limitantes en el caso de las formas primitivas de vida y más condicionantes para su evolución a organismos superiores. Estos elementos se podrían reunir en dos grupos: los que definen la estrella óptima y los que son propios al planeta ideal. l.

La estrella

Una estrella debe cumplir al menos cinco requisitos para que pueda considerarse como promisoria para incubar la vida en su sistema. a. Estabilidad. Una estrella puede clasificarse como estable si pertenece a la Secuencia Principal en el diagrama de Hertzsprung-Russell, o sea, que se encuentre en la etapa de transformación del hidrógeno en helio generando luz y calor. Después de agotar el hidrógeno, la estrella sufre rápidos cambios como su mutación a gigante roj a y luego en enana blanca, desastrosa para la vida. Afortunadamente el hidrógeno es tan abundante en las estrellas que la mayoría de ellas permanecen en la Secuencia Principal durante mu­ cho tiempo . El 90% de las estrellas de la galaxia. se hallan en la Secuencia Principal . b. Capacidad de radiación. La cantidad de energía que emite una estrella se llama Tipo Espectral. Las estrellas más 1 17

calientes son tan radiantes que agotan rápidamente el hi­ drógeno combustible abandonando prematuramente la Se­ cuencia Principal sin dar tiempo a que prospere la vida superior. Lo opuesto también es negativo, porque las e s ­ tre l las que emiten baj a energía v i v e n mucho tiempo , pero son tan poco radiantes que sus s i stemas permane­ c erían c ongelado s . Entre e stos extremo s están las estre­ l l as como e l S o l , denominadas de Tipo E spectral G, y al gunas otras que despiden j usto la cantidad de energía requerida. c. Energía constante. L as periódicas variaciones en brillo y emisión de energía estelar alternadamente congelarían o arrasarían con los planetas a su alrededor. Para que la vida se conserve y evolucione requiere de una cierta cantidad de radiación constante, lo cual elimina las estrellas varia­ bles, las del tipo cefe idas, las explosivas o eruptivas y cierto s si stemas binarios o múltiples. d. Edad. E l Sol y la Tierra tienen más de 4 . 5 00 millones de años, e l tiempo que se tomó la vida para evolucionar a formas intel igentes . Más o menos la mitad de las estrellas de la galaxia son más j óvenes que el Sol; en aquel las con edad inferior a unos 2 . 000 millones de años la vida superior probablemente no exi sta. e. Balance químico. Este requisito es díficil de cumplir. Las estrellas deben tener elementos "pesados " como el carbo­ no, nitrógeno, oxígeno y hierro, j usto lo que la vida necesita. Como casi todas las estrellas, el Sol está compuesto esen­ c ialmente de hidrógeno y helio, pero un 2% de su masa son elementos pesados, suficiente para nuestra presencia en el sistema solar. Comparado con muchas otras estrellas de la galaxia, e l Sol es especialmente rico en estos elemen­ tos, en particular con las más viej as que tienden a tener pocos metales. En este sentido, el Sol y las estrellas de su mismo Tipo E spectral G cumplen cabalmente con todos los requisitos, aun1 18

que algunas estrellas de otros tipos espectrales también se aproximan a las condiciones ideales. 2.

Los planetas

Una buena estrella es importante para la vida, pero no es suficiente . También se necesita un buen planeta girando a su alrededor, cumpliendo al menos seis requisitos. a . Planeta rocoso . Aunque ya vimos que la vida primitiva podría en teoría subsistir aun en los planetas gaseosos, aquellos con superficies sólidas son los adecuados para la evolución hacia formas superiores. En la consolidación de los sistemas planetarios, los elementos livianos, esencial­ mente el hidrógeno, tienden a ser confinados en las regiones externas del sistema, mientras que los metales y las sus­ tancias rocosas permanecen cerca de la estrella. En este sentido hipotético, los sistemas planetarios presentarían las dos clases de cuerpos, sólidos y gaseosos. b. Distancia. Uno de los factores claves es la distancia entre el planeta y su estrella. La Zona de Vida alrededor de cualquier estre l l a estaría definida como l a región en don­ de la temperatura de la superficie de los planetas esté entre el punto de ebul lición y de congelamiento del agua; o en otro s términos, la zona que permita que el agua per­ manezca en su estado líquido . La Tierra claramente se halla en la Zona de Vida, la que también podría llamarse Zona del Agua -entre 0.90 y 1 . 5 AUs- con Marte y Venus en sus límites. Pero el espesor de la Zona es muy pequeño comparado con el tamaño del sistema solar, así que la probabilidad de que ésta sea ocupada por un planeta puede ser baj a, a menos que lo típico de la formación de los sistemas sea que muchos planetas rocosos se ubiquen en el vecindario de la estrella, a menos de tres UAs.

1 19

e.Agua. Los elementos que la componen se cuentan entre los más comunes del universo . De acuerdo con lo expuesto en la revisión del sistema solar, existe agua en alguno de sus estados casi que en cada cuerpo u obj eto del sistema. Por supuesto no sabemos aún cómo es el sistema planetario típico de la galaxia, pero si el nuestro es común, grandes masas de agua deben encontrarse en los planetas interiores. d. Masa. El tamaño del planeta y su masa deben ser tales que permitan retener la envoltura gaseosa primaria. Si la masa es demasiado grande el planeta estaría envuelto por un gigantesco manto atmósferico y la superficie no sería al­ canzada por la radiación estelar, eso sin contar las enormes presiones a las que los objetos estarían sometidos. Con masas pequeñas el planeta no puede retener la atmósfera, quedando expuesto a las más nocivas radiaciones, y el agua no podría permanecer en su estado líquido . e. Órbita estable . El planeta debe recibir una cantidad cons­ tante de radiación durante mucho tiempo para que la vida orgánica pueda prosperar. Además de girar alrededor de una estrella adecuada, es necesario que su trayectoria orbital sea aproximadamente circular, sin bruscas inversiones en su movimiento o alteraciones que frenen la rotación sobre el propio ej e. f Edad. El planeta debe alcanzar una edad suficiente para que se produzcan los procesos evolutivos. Todo este conj unto de factores es por supuesto cabalmente cumplido por el Sol y el planeta Tierra, único sistema que por el momento se conozca con criaturas vivientes en toda la galaxia. ¿Hay otros planetas habitados en la galaxia? Antes de re­ chazar la posibilidad con una rotunda negación o responder con una convincente afirmación, la manera más sensata, por el momento, de comprender el asunto es efectuar una estima­ ción numérica de la probabilidad de este evento, según nuestro todavía incompleto conocimiento de la estructura galáctica. 1 20

Este ej ercicio, que podemos asimilar a la construcción de una especie de Pirámide Vital, tiene en su base el primer requisito, el número conocido de estrellas en la galaxia consideradas óptimas para la incubación de la vida, y en su cúspide, el número probable de civilizaciones: Las estrellas tipo Sol son adecuadas para el sostenimiento de los organismos vivos. Aquí suponemos que ninguna otra clase de estrella sirve para este propósito . Si consideramos que en la Vía Láctea hay alrededor de 3 00. 000 millones de estrellas y que un 5 % son parecidas al Sol, esto significa que aproximadamente hay 1 5. 000. 000. 000 de soles en la galaxia. De las observaciones recientes se puede deducir que la mitad de las estrellas j óvenes tienen discos de gas y polvo protoplanetarios. Así que en la mitad de los soles maduros ya se habrían formado planetas . Para ser más restrictivos supon­ gamos que en una tercera parte de los soles actuales se formaron los sistemas planetarios. Por lo tanto, hay 5. 000. 000. 000 de sistemas solares. Si nuestro sistema solar es típico, en promedio cada uno tendría nueve planetas. En aras del pesimismo concedamos sólo cuatro planetas por sistema. Entonces hay 20. 000. 000. 000 de planetas solares. En nuestro sistema, aproximadamente la mitad de los pla­ netas son rocosos lo cual parece razonable. Entonces hay 1 O. 000. 000. 000 de planetas rocosos. En nuestro sistema hay al menos tres cuerpos rocosos que en algún momento tuvieron condiciones para la vida: sin duda la Tierra; posiblemente Marte y tal vez alguna luna de los planetas gigantes. Pero ahora, de los cuatro planetas rocosos interiores, apenas uno se encuentra en la Zona de Vida, a la distancia adecuada al Sol. Entonces, continuando con el pes1m1smo, 121

supongamos que apenas e l 1 0% de los planetas rocosos podrían encontrarse en el intervalo favorabl e de distancias a los soles, lo que significa que hay 1 . 0 0 0 . 0 0 0 . 000 de planetas en las Zonas de Vida. En nuestro sistema, sólo Venus y la Tierra, dos planetas de nueve, tienen el tamaño ideal para retener las atmósferas protectoras, aunque la mayoría tiene órbitas aproximadamente circulares. Supongamos de nuevo que apenas un 1 0% de los planetas en la Zona de Vida tienen las medidas apropiadas . L uego hay 1 O O. 000. 000 de planetas adecuados para la vida. Por lo que sabemos, la vida brotó con éxito en ambientes cósmicos extremos como en la catastrófica infancia del planeta Tierra, sin duda por la facilidad de adaptación demostrada por la base molecular orgánica. Pero en realidad es en este momento del cálculo cuando la escogencia del factor es menos segura; así que supongamos algo bien restrictivo como que en uno de cada cien planetas adecuados efectivamente brotó la vida. En­ tonces hay 1. 000. 000 de planetas que estuvieron alguna vez habitados. E l valor del factor que represente el número de mundos que lograron evolucionar con éxito a formas superiores también es bastante incierto . Tal vez muchos de los planetas no contaron con nuestra suerte aunque partimos de la base de que todos e l l o s di sponen al menos de una estrella ideal para la evolución a las escalas superiores de la vida. Entonces escoj amos un 1 0% como fórmula de éxito evo lutivo y tendríamos que h ay 1 OO. 000 planetas con formas superiores de vida. Muchos pasos fueron necesarios en nuestra hi storia evolu­ tiva para l legar al actual hombre moderno , y es bastante im­ probable que este proceso se repita en forma idéntica en otro l ugar. Por otra parte, es razonable pensar que éste no sea e l 1 22

:14

a

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4 !1 0

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318

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1ll •



10 DISTANCIA

CE.

SOL

(UNIDACES

17



100

ASTRONOMICAS)

Sistemas planetarios alternativos. Algunas posibilidades de distribuciones planetarias. En el sistema B hay un cuerpo tan masivo que está a un paso de converti rse en una estrella. El Sistema Solar es el F.

único camino para el desarrollo de la inteligencia, ni tal vez e l más común. Así que asumamos que apenas en uno de cada cien planetas habitados por organi smos super i ores evolucionó fi nal mente el ser inteligente . Entonces hay l. 000 planetas habitados por criaturas inteligentes en nuestra galaxia. E stos resultado s son bastante notables y por supuesto polémicos, pero no tienen nada de novedosos. En 1 9 5 8 el astro físico ruso Victor Fesenkov había efectuado sus propios cálculos partiendo de un número de estrellas en Ja galaxia que correspondía a la mitad de Jo que se estima que tiene en reali dad. El resultado : 1 5 0 . 000 planetas en los que la vida pudo brotar y desarrol larse. Casi simultáneamente Frank Drake, pro fe sor de astro ­ n o m í a y astrofísica de l a Universidad de C a l i fornia, desa­ rro l l ó la denomi nada Ec uación de Drake , para comprobar q ue l a idea de comuni carse con otras civi l i zaciones tecno­ l ó g i c as en l a galaxia mediante e l uso de radiote lescopios n o era del todo descabe l l ada. En forma s i m i l ar a nuestra P i rámide V i tal , Drake supone fi nal mente que e l factor críti co e s e l promedio de vida de las c i v i l i zac iones tecno lógicas, antes de que al gún catac l i smo natural o artificial las de­ vuelva a J a Edad de Pi edra. Su resultado : en este momento h ay 1 0 . 0 0 0 c i v i l i zaciones en la galaxia tecno lógi camente avanzadas . U ti l i zando l a Ecuación de Drake pero con información más actual , e l pro fe sor Drake y e l astrónomo C arl S agan e x p u s i ero n , en 1 9 8 0 , sus nuevos cálculos en el famoso libro Cos m o s . Su esti m ac i ó n : 1 0 0 . 0 0 0 . 0 0 0 . 0 0 0 de mundos habi­ tad o s , y 1 . 0 0 0 . 0 0 0 . 0 0 0 de planetas donde han aparecido por J o menos una vez las civi l i zac iones técni cas . Pero Sagan presenta dos variantes en la proyección. En la primera alternativa se muestra extremadamente pesimi sta acer­ ca de Ja posibi lidad de sobrevivir a las autoinmolaciones, J o cual le d a a las civilizaciones tecno lógicamente avanzadas 1 23

apenas unos cuantos millones de años de supervivencia; así, el número de civilizaciones técnicas en la galaxia en un mo­ mento dado del tiempo sería de una cifra tan pequeña como 1 O. En la segunda, los miembros de las civilizaciones altamente tecnificadas aprenden a convivir entre sí y con el planeta, lo cual puede representar que el número de civilizaciones exis­ tentes en nuestra galaxia sea de millones. Ahora bien, podemos ser todavía más pesimistas acerca de las probabilidades de cualquier forma de vida en la galaxia y forzar los factores de cálculo para que arrojen la única cifra sobre la cual existe total certeza: sólo hay un mundo habitado, el planeta Tierra, y una sola civilización en toda la galaxia, la nuestra. Y aún así habría que multiplicar esta ínfima cantidad de una civilización por galaxia por la cifra de miles de millones de galaxias que componen el universo conocido para obtener otra vez una cantidad enorme de mundos habitados y millones de civil izaciones en todo el universo .

Examinando el vecindario

La posibilidad de la existencia de otros mundos habitados en la galaxia no irá más alla de esto, una hipótesis razonable, un enigma fascinante o una simple probabilidad matemática, a menos que podamos viaj ar hacia otros sistemas o entrar en contacto con las civilizaciones lej anas. El problema es que nuestro estado tecnológico actual no es compatible con la distancia que nos separa de las otras estrellas. En realidad, podemos uti lizar muchos adj etivos como gi­ gantesco , enorme, vastísimo, y no serían lo suficientemente precisos para describir el tamaño de nuestra galaxia. Aún nues­ tro sistema solar, un pequeño rincón del universo, es tan grande que una mej or comprensión de su tamaño se logra empleando algunas analogías . Por ej emplo , si en un modelo a escala el Sol tuviera el tamaño de una naranj a, Mercurio sería como un granito de 1 24

arena a 3 . 5 metros de distancia; la Tierra sería un granito algo mayor puesto a nueve metros; Marte se encontraría a catorce metros ; Júpiter ya se parecería a una cereza colocada a 6 5 metros y, Plutón, otro granito a 3 6 0 metros de distancia, que también sería el alcance actual aproximado de las naves Pioneer y V oyager en viaj e desde hace varios años. El asunto es que en esta misma escala, el sistema de Alfa Centauro -nuestras estrellas vecinas- se parecería a dos naranj as y un limón ¡ pero colocadas a 3 . 0 0 0 kilómetro s ! Otro sencillo ej emplo. Supongamos que la distancia entre la Tierra y Marte --que en realidad es de 78 millones de kilómetros- sea de apenas un milímetro . A esta misma escala, las estrellas del Centauro estarían a casi seis kilómetros. Y hay que considerar que el viaj e tripulado a Marte será la gran hazaña espacial del comienzo del siglo XXI . En función de la distancia recorrida por un rayo de luz, la Luna se encuentra a 1 . 3 segundos-luz; el Sol a 8 minutos y 1 7 segundos ; las estrellas del Centauro a 4 . 3 años-luz; el diá­ metro de la Vía Láctea sería de 1 00 . 000 años-luz; y la galaxia de Andrómeda estaría a 2.200.000 años-luz. Aún comparados con todo el universo, los años-luz parecen una pequeña unidad de medida por lo que los astrónomos usan el parsec equivalente a una distancia de 3 .26 años-luz; el kiloparsec igual a mil parsec s ; o e l megaparsec i gual a un m i l ló n de parse c s . Así, las galaxias m á s l ej anas se encue ntran a más de 3 mega­ parse c s . C o m o se puede notar, e ste asunto de l a s di stancias en e l universo e s bastante seri o . S i di stribuyéramos de manera uniforme en l a galaxia l as 1 . 0 0 0 civil izaciones esti madas en la P irámide V ital , cada una se encontraría a una di stanc ia promedio de 2 . 6 0 0 año s - l uz de la si gui ente . Aún di stri bu­ yendo 1 0 0 . 0 0 0 si stemas pl anetari o s con formas superiores de v i da, éstos se enco ntrarían espaciados a 260 años- l u z de di stan c i a entre s í . A s í que tratándose d e posibi lidades d e comunicac i ó n y co ntacto extraterre stre habría que descartar, por el momento . 1 25

l a mayor parte de la galaxia, y mucho menos pensar en otras galaxias más distantes . En consecuencia, lo más sensato es limitarse al entorno inmediato de nuestro sistema solar, algo así como el vecindario de estrellas en un radio de unos diez años-luz, único lugar del espacio sobre el cual podemos efec­ tuar un razonable censo de las estrellas para tratar de resolver el siguiente interrogante. Si partimos de la hipótesis de que las estrellas tipo Sol son las ideales para albergar mundos habitados, ¿cuáles y cuántas de las estrellas del vecindario se parecen al Sol? ¿Cuáles podrían tener sistemas planetarios? A la distancia de diez años-luz hay doce estrellas, inclu­ yendo al propio Sol, y todas, en comparación con las distancias galácticas, son vecinas a la Tierra. Comencemos por la más lej ana del grupo, al final de la esquina de los diez años-luz, la estrella Ross 1 5 4, una enana roj a opaca y de poco brillo, sin particular significancia. Luego están Sirio A y B que ya las conocemos. Sirio A es la aristócrata del barrio ; más grande que el Sol y casi seis veces más lumi­ no sa, mientras que Sirio B es una menuda enana blanca. Las siguientes cinco estrellas son enanas roj as, y se sos­ pecha la presencia de planetas en dos de ellas, la Estrella de B arnard y Lalande 2 1 1 8 5 . Todas estas estrellas son débiles en brillo y temperatura. Wolf 3 5 9 es la enana roj a más opaca conocida. Finalmente, las estrellas más cercanas, el sistema de Alfa Centauro A, Alfa Centauro B y Próxima Centauro . Esta última es una estrella enana roj a apenas descubierta en 1 9 1 5 por el astrónomo australiano Robert Innes, y demasiado apagada para poder divisarla visualmente a pesar de ser en realidad la estrella más cercana; tiene sólo 1 . 000 millones de años, lo cual sugiere que fue un astro capturado por las hermanas mayores del si stema.

1 26

Las estrellas m á s cerca n a s N o m bre

C o n stelación

Tipo

Descripción

Dista n c i a

(años l uz) Próx i m a Centauro

C entaurus

M

Enana roj a

4.22

A l fa C entauro A

C entaurus

G

A m ari l l a

4.35 4.35

A l fa C e n tauro B

C entaurus

K

N aranj a

Estre l l a d e B am ard

Ophiuchus

M

Enana roj a

5 .93

Wolf 3 5 9

Leo

M

Enana roj a

7.65

L a l an d e 2 1 1 8 5

Ursa M aj or

M

Enana roj a

8. 1 5

Luyten 7 2 6 - 8 A

C etus

M

Enana roj a

8 .4 8 .4

L u yten 7 2 6 - 8 B

C etus

M

Enana roj a

S i ri o A

Canis M ajor

A

B l anca- azu losa

8.8

Sirio B

Canis M ajor

A

Enan a b l anca

8.8

Ross 1 54

S agittarius

M

Enana roj a

9 .4

Alfa Centauro B es más grande y luminosa, pero sin duda Alfa Centauro A es la estrella más interesante del vecindario , puesto que es la única que está catalogada como Tipo Sol, brillante, caliente y también una fuente de abundante y per­ manente energía, la condición primaria para la existencia de la vida en un sistema estelar. Y es aquí donde surge una respuesta sorprendente, ya que al observar las características de las estrellas más cercanas a nosotros, solamente una cumple con el exigente examen como candidata a estrella madre; y es precisamente Alfa Centauro A, j usto en la casa de al lado . Alfa Centauro A aprueba con tan buenos resultados todos los requisitos que inclusive puede considerársele como una estrella casi gemela del Sol. Claro que para clasificarla como un sistema solar debe probarse que tenga planetas que orbiten a su alrededor y éstos aún no han podido ser detectados. Más aún, para continuar especulando sobre las posibilidades de vida, el planeta o los supuestos planetas deben pasar los exá­ menes respectivos. Por el momento basta saber que cuando el hombre emprenda el viaj e interestelar (¿en el siglo XXV?) sin duda su primer obj etivo será el cercano sistema triple de es­ trellas de Alfa Centauro, en donde una de ellas, por asombrosa coincidencia, se parece mucho al Sol.

1 27

02

1 .0

1 .0

D i ámetro

Brillo

p l anetario?

¿ S i stema

suficiente?

¿ Edad

correcto?

¿Tipo espectral

principal?

¿ E n l a secuencia



1 .0









5 . 500

A m ari l l a

o

Masa

(ºC)

Temperatura

Color

Espectral

Tipo

(años-luz)

D i stanc i a

E l Sol

Próx i m a

?

No

No



0. 00005

0.2

0. 1 2

2 . 600

Roj a

M5

4.22

Centa u ro

?







1 .4

1 .2

1 .09

5 . 5 00

Amari l l a

G2

.

·- �·-- ·-

4.35

Centauro A

A l fa

KI

----

?



Tal vez



0.44

0.8

0.9

5 . 000

Naranj a



No



0. 0004

0.2

0. 1 4

Tal vez

--· � - -

3 . 1 00

Roja

M5

5 . 93

B a r n a rd

--------- -··-·

4.35

Centa u ro B

A l fa

El Sol y sus vecinos

8.8

S i rio A

1

?

No

No



26.0

1 .8

1 .68

1 0 . 000

B l anca

Al

··- ----

Tal vez



No



0.005

0.3

0.3

3 . 000

Roj a

M2

8.2

La l a n d e

?



No

No

0.003

0.008

0.04

8 . 000

B l anca

A7

8.8

Sirio B

V. La búsqueda de vida extraterrestre

Llamadas de medianoche En tiempos de la Grecia antigua el mundo conocido comprendía Europa y porciones de África y Asia, y estaba rodeado por el Océano Tenebroso, extenso mar en el que sólo se aventuraban los héroes mitológicos o los insensatos. Hoy el planeta está prácticamente explorado de polo a polo y sabemos que es uno más de entre varios que giran alrededor de una estrella que hemos llamado el Sol. Pero este sistema solar también está rodeado por un nuevo Océano Tenebroso, las profundidades del espacio interestelar. La diferencia es que ahora no pensamos que este océano sea impenetrable, y nuestras modestas naves, algunas tripuladas por valientes astronautas, ya han iniciado la navegación cós­ mica que algún día nos llevará hacia las otras estrellas. Por otra parte, sabemos que la luz en sus diversas longitudes de onda también puede atravesar el océano cósmico trayéndono s información sobre las estrellas y las galaxias que parecen ex­ tenderse por doquier. Lo que aprendimos hace muy poco es que además podemos recibir y enviar mensaj es desde y hac ia otros sitios de la galaxia o el universo . E n los años treinta y a era común l a utilización d e las ondas de radio para propósitos de comunicación aunque la interfe­ rencia era frecuente especialmente cuando se trataba de superar grandes distancias. Las causas de la estática pueden ser diversas como las tormentas, los equipos eléctricos y los aeroplanos . 1 29

En 1 93 1 el ingeniero de radio norteamericano Karl Guthe Jansky, quien trabaj aba para la empresa Bell Telephone, trataba de resolver este problema de la estática que interfería las co­ municaciones. Jansky construyó un artefacto en forma de "pla­ tón " con el cual esperaba detectar e identificar todo el ruido . Al probar el aparato notó un nuevo tipo de interferencia que nunca había escuchado, una estática débil que se percibía como una especie de silbido y cuya fuente no pudo identificar aunque parecía provenir de lo alto moviéndose en forma permanente . Jansky observó que la nueva estática parecía desplazarse con las estrellas, por lo cual razonó que debía encontrarse más allá del sistema solar; en 1 93 2 calculó que su origen se hallaba en la constelación de Sagitario, precisamente en donde ahora se sabe que se encuentra una intensa fuente de radio, el centro de la Vía Láctea. Había nacido la radioastronomía. En 1 93 7 Grote Reber, otro ingeniero de radio americano, se decidió a aprovechar el descubrimiento de Jansky y cons­ truyó un receptor de ondas de radio más grande y en forma de aro paraboloide que rápidamente fue denominado como "antena parabólica" y que resultó ser el primer radiotelescopio. Reber descubrió y trazó mapas del cielo en los que identificaba las fuentes intensas de ondas radiales. La experiencia de su investigación fue publicada en 1 942 pero despertó poca aten­ ción ya que el mundo se encontraba inmerso en la Segunda Guerra Mundial . Sin embargo, las ondas de radio más cortas, las llamadas microondas, sí resultaron muy útiles para la guerra, pues podían emitirse en forma tal que se reflej aran en aviones o naves distantes . Así se inventó el radar (radio detection and ranging) y en el proceso de su perfeccionamiento, el arte de la captación de las ondas de radio se desarrolló notablemente. Cuando la guerra terminó, ya era posible detectar con gran precisión las ondas de radio provenientes del espa¡;; i o exterior en la medida en que empezaron a construirse los grandes radiotelescopio s . En 1 95 9 , los físicos de la Universidad de Cornell Philip Morrison y Giuseppe Cocconi sugirieron que 1 30

los radiotelescopios podrían ser e l medio para comunicarse con c ivilizaciones lej anas . Sus conclusiones publicadas en la revista Nature aumentaron el interés en el tema de la vida extraterrestre . En 1 960 Frank Drake estaba j ustamente trabaj ando en esta dirección con el denominado Proyecto OZMA; empleando el radiotelescopio de Green B ank, West V irginia, se dio a la tarea de rastrear dos estrellas cercanas Tipo Sol, Epsilon Eridani y Tau Ceti , en la búsqueda de radio-señales que pudieran indicar vida intel igente. Este fue e l primero de muchos proyectos que en adelante se l l amarían SETI (Search for Extra-Terrestrial 1 nte l l i gence ) . L a racional idad d e l o s Programas SETI parte d e la idea de que la vida exi ste por todas partes en la inmensa galaxia, que las c ivilizaciones tecnológicas se han desarrollado en diversi­ dad de planetas, y que lo más lógico que haría cualquiera de ellas sería tratar de comunicarse con las otras enviando men­ saj e s de radio para indicar su presencia, dado que puede pasar mucho tiempo antes de que superen la frontera técnica que les permita el viaj e interestelar. Además, es muy posible que las supuestas civilizaciones se encuentren relativamente cerca, considerando que una esfera de 200 años-luz, con nosotros en el centro, contiene miles de estrellas tipo Sol . La inversión en recursos, equipos, tiempo de investigación y escucha no es nada despreciable; así que tiene que existir un fuerte convencimiento entre los medios científicos de que tal es civil izaciones exi stan y que sea posible captar sus señales. Morri son y Cocconi habían indicado que las ondas de radio de corta longitud, las microondas, recorren enormes di stancias a la velocidad de la luz, atravesando inclusive el gas y polvo interestelar. Las frecuencias más baj as son contaminadas por los ruidos galácticos naturales y las frecuencias altas son ab­ sorbidas por la atmósfera terrestre . Y lo más importante, el universo no di spone de casi nada de emisiones naturales de microondas ; por lo tanto, exi ste una especie de "ventana" en el amplio espectro de radio, un rango de observación de mi131

croondas entre uno y diez gigahertz que es la frecuencia usual de investigación en los Programas SETI . Aun así, los radioastrónomos gustan de comparar su trabaj o como l a tarea d e encontrar un gato negro en un cuarto oscuro, y nadie sabe si el gato se encuentra allí. Además, todavía falta saber qué clase de mensaj e sería enviado por los lej anos co­ municadores, el que eventualmente debería confirmarse al me­ nos por dos observatorios diferentes. Lo más razonable sería algo que pudiera fácilmente distinguirse de cualquier emisión natural ; una onda continua, una serie de pulsaciones, tal vez alguna señal codificada. O en el mej or de los casos una irre­ gularidad regular sin nada de caótico o azaroso . Y para com­ pletar, hay que tener el instrumento adecuado, en la frecuencia correcta, apuntado a la dirección exacta y en el momento justo . Frank Drake precisamente logró escuchar algo así como unos "bips " espaciados y al parecer provenientes de Epsilon Eridani . Al poco tiempo se comprobó que las señales las emitía un avión militar, en lo que sería la primera de muchas falsas alarmas, incluyendo los PHV de Jocelyn Bell y las emisiones de radio cada vez en mayor cantidad de los satélites artificiales. El Proyecto OZMA que empezó con gran fanfarria terminó abruptamente sin que se hubiera encontrado nada interesante. El problema parecía ser de capacidad de cubrimiento ; así que en 1 97 1 , el científico B ernard Oliver propuso el montaj e de 1 . 0 0 0 grandes radiotelescopios que podrían escudriñar miles de estrellas simultáneamente . Este proyecto conocido como Cíclope por supuesto nunca pudo fi nanciarse . Iniciado e n 1 973 y todavía e n operación, el proyecto d e la Universidad del estado de Ohio es manej ado enteramente por estudiantes y voluntarios que utilizan un radiotelescopio fij o que simplemente aprovecha la rotación terrestre para rastrear el firmamento . Más de 20 años de trabaj o continuo no han reportado nada aún. Pero es posible que el mensaj e .esté en camino, tal vez de Alfa Centauro tomándose poco más de cuatro años de viaje, o recién haya partido del sistema de la estrella Capella en cuyo caso habría que esperarlo 42 años. 1 32



1

10

El telegrama cósmico d e Drake. Desde arriba, ( 1 ) los números 1 a 1 0, (2) los números atómicos de cinco elementos, (3) 1 2 bloques en sistema binario con los componentes del ADN y (4) (5) su estructura en forma de hélice, (6) u n s e r h u mano con l a expresión binaria d e su estatura (7) y l a población del planeta (8) . A sus pies, el Sol y sus nueve planetas (9), el radiotelescopio que transmitió el mensaj e ( 1 O) y su diámetro ( 1 1 ) .

¿ Y si fue enviado hace mucho tiempo por alguna remota civilización que posiblemente ya no exi sta? Otra alternativa es pasar a la ofensiva. Al menos esa fue la opción que Drake tomó en 1 974 utilizando el potente ra­ diotelescopio de Arecibo en Puerto Rico, el más grande del mundo, para radiar un mensaj e hacia los miles de estrellas que se encuentran en el cluster globular M 1 3 en la constelación Hércules a 2 5 . 000 años-luz de distancia. El mensaj e fue dise­ ñado por el propio Drake describiendo en código binario sistema simple de ceros y unos- aspectos de la vida en la Tierra y la ubicación del sistema solar. La respuesta, si hay alguna, la recibirán nuestros descendientes dentro de miles de años. Los programas SETI se expandieron en los años ochenta aprovechando los revolucionarios avances en microelectrónica y procesamiento de datos. El astrofísico Paul Horowitz lideró el Proyecto Sentinel, un esfuerzo conj unto de la NASA y la Sociedad Planetaria para operar un radiotelescopio en Massa­ chusetts. El mismo Horowitz y la Sociedad Planetaria todavía operan dos radiotelescopios en Massachusetts y Argentina den­ tro del Proyecto META (Megacanal Extraterrestre) de rastreo de señales puesto en marcha en 1 9 8 2 . También desde 1 9 8 3 funciona el Proyecto Serendip (Búsqueda d e Radio Emisiones Extraterrestres de Poblaciones Inteligentes Cercanas) ope­ rado por la Universidad de California. Los programas han efectu a do los dos tipos de búsqueda, en las estrellas cercanas simi lares al Sol y en todo el firma­ mento, sin ningún resultado positivo hasta el momento que les permita competir por los escasos fondos dedicados a las ciencias del espacio . Se puede entender entonces que los ra­ dioastrónomos no han logrado c o ntag i ar de su paciencia a los patrocinadores. A pesar de las dificultades fi nancieras, nuevos programas S ETI se iniciaron en los años 9 0 . El Proyecto MOP (Proyecto de Observación de Microondas-NASA) está en operación desde el 1 2 de octubre de 1 992 en conmemoración de los 500 1 33

años del desembarco de Cristobal Colón en América. La es­ trategia de MOP es rastrear 1 . 000 estrellas similares al Sol en edad y tamaño incluyendo los Tipos Espectrales G, F y K y que además se encuentren a menos de 5 0 años-luz de la Tierra. Se emplean el radiotelescopio de Arecibo, otro en Virginia y vario s en Australia, no sólo para distinguir comunicaciones intencionales sino las ondas continuas generadas por posibles emisiones de televisión o de estaciones de radio. Efectivamente, la Tierra también es desde hace más de 5 0 años un transmisor d e microondas generadas por l a televisión y las estaciones de radio, lo cual significa que cualquier ra­ dioastrónomo extraterrestre bien atento, con un aparato alta­ mente sensible y dentro del rango de los 50 años-luz, también podría eventualmente localizar nuestro "ruidoso " planeta. Con incertidumbre financiera se ha diseñado también el Proyecto S erendip 1 1 1 que planea además efectuar rastreos con los grandes radiotelescopios de Rusia. Finalmente, para los próximos años parecen bastante promisorias las aplicaciones para los programas SETI de la tecnología del láser óptico, la astronomía infrarroj a y los telescopios espaciales. En resumen, después de más de 3 0 años de búsqueda de mensajes de otras civilizaciones parece que las opciones de la astronomía para captar las radio-señales extraterrestres están próximas a expirar; primero, por la creciente interferencia local especialmente de los satélites artificiales y que solamente po­ dría evitarse en el futuro con radiotelescopios en el espacio o en la Luna; y segundo, por la impaciencia de los patroci­ nadores que pareciera que apenas se sentirían satisfechos con el rastreo de un mensaje extraterrestre nítido y convincente: ¿Aló? ¿Me escuchan?

Los mensajeros del cosmos

No todas las personas están completamente de acuerdo con la idea de establecer contacto con las civilizaciones extraterres1 34

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Placas de los Pioneer 10 y 1 1. Si algún viajero estelar se encuentra esta placa de 23 cm de oro y aluminio, tal vez podría deducir de dónde proviene y cómo lucen los remitentes de tan curioso mensaje. (Foto cortesía de la NASA) .

tres. El esfuerzo parece demasiado grande frente a la posibi­ lidad más bien incierta de que alguien en algún remoto planeta esté radiando o escuchando los mensajes; también hay quienes opinan que sencillamente las otras civilizaciones pueden ser completamente diferentes; por ej emplo, mundos felices de in­ teligentes delfines que no se interesan para nada en asuntos del espacio . Y los más pesimistas condenan los intentos por revelar nuestra presencia y localización en la galaxia, por el peligro que malévolas criaturas del cosmos puedan venir a atacarnos o comernos . Considerando que nuestra existencia e n la galaxia ya e s u n hecho para cualquier propósito, hay que aceptar que la búsqueda incesante del conocimiento, impulsiva y natural en la raza humana, necesariamente debe llevar al hombre hacia las inmensidades del universo . Y por supuesto, enterarnos de que existe vida en otros mundos y establecer un puente entre dos seres con 4 . 000 millones de años de evolución inde­ pendiente, sería el evento de mayor trascendencia desde la aparición de la conciencia humana. Para este fin, la captación o el envío de mensajes de radio que van a la velocidad de la luz es por el momento una de las pocas cosas que podemos hacer, aunque la idea de establecer un diálogo interestelar por este medio no parece muy práctica. La otra es enviar un mensaj e más seguro, más permanente; algo así como un paquete postal cósmico que pueda ser inter­ ceptado y analizado por un desconocido receptor en un futuro muy distante. En 1 9 74 se puso en una órbita elevada alrededor de la Tierra al pequeño satélite Lageos (Satélite Geodinámico para Láser), cuya misión es medir el movimiento de los continentes en el planeta, lo que se conoce como la deriva de placas, y que sucede a una velocidad muy reducida: algo así como tres centímetros por siglo, en el caso más veloz. Para poder efectuar mediciones tan precisas, Lageos se situó en una órbita tan estable que no se ve afectado por la radiación o por la atmósfera terrestre, así que podrá permanecer en el espacio más o menos 135

durante diez millones de años . En el último momento antes de su lanzamiento se consideró que sería buena idea que nues­ tros descendientes o algún visitante, digamos por allá en el año ocho millones, pudiera encontrar el Lageos y reconocer algo de nuestro mundo actual . Con esta idea se colocó una pequeña placa metálica con un mensaj e para el futuro ; un diagrama que indica la aritmética binaria y la notación numérica del 1 al 1 O, un dibuj o esque­ mático de la Tierra en órbita alrededor del Sol y tres mapas de la superficie de nuestro planeta; uno cuando hace millones de años los continentes estaban j untos, el segundo cuando se lanzó el Lageos y el tercero con la configuración estimada que tendrían los continentes dentro de ocho millones de años. También se incluyó una tarj eta con un breve texto explicativo que concluye diciendo "Les saludarnos atentamente " . La placa d e l Lageos es una verdadera cápsula del tiempo hecha para sobrevivimos a nosotros y a muchos de nuestros descendientes. Otros mensajes cósmicos también viaj an a bor­ do de las sondas Pioneer 1 O y 1 1 , nuestros primeros correos interestelares. En cada nave se instaló una placa de aluminio y oro con información sobre la naturaleza de la raza humana, la época y el lugar de lanzamiento . Incluye _un dibuj o de hombre y muj er desnudos en tamaño relativo al Pioneer, la posición de la Tierra en el sistema solar y un mapa de estrellas pulsares respecto a la localización de nuestro planeta. En este sentido, dada la irnpresionanate precisión en su latido, las estrellas pulsares servirían corno una especie de faros de señales que indicarían con gran e xactitud nuestra p o s i c ión en la galaxia. Con su lanzamiento en 1 977 le llegó el turno a los Voyager 1 y 2 de sumar a sus extraordinarios éxitos en la exploración del sistema solar exterior, el papel de convertirse en correos estelares con el más sofisticado y completo mensaj e hasta ahora despachado . Cada nave lleva un disco fonográfico de cobre recubierto de oro dentro de un empaque de aluminio y con casi 90 minutos de música seleccionada de todo el mundo, 1 36

grabac iones de sonidos de la Tierra, 1 1 8 fotografías de nuestro planeta. saludos en casi 60 idiomas incluido uno en el lenguaj e d e las bal lenas. además de los del presidente d e los Estados U nidos y del secretario general de las Naciones Unidas . Este último dice así : En m i c a l idad de S e c retario G e n e ral de l a s N a c i o n e s Un i das, u n a organ i zac i ón de 1 4 7 Estados m i em bros q u e repre senta a c a s i todos l o s h ab itantes h u m an o s del p l aneta Tierra, envío s a l u d os de parte del p u e b l o de n u e stro p l an et a . Damos un paso fuera d e n u e stro s i stema s o l a r y salimos a l u n i verso buscando ún i camente paz y am i stad, para e n s e ñ ar si s e n o s p i d e y para aprender si somos afortunados . Sabemos m u y bien q u e nuestro p l aneta y todos s u s h ab i tantes n o son m ás que u n a pequeña parte d e l i n m en s o un iverso q u e n o s rodea, y dam os este p a s o con h u m i l d ad y esperan za. K u rt W a l d h e i m S e c retario G e neral de l a s N ac i ones U n i das

Entre los temas de las fotografías enviadas se incluyeron: - El Sol - La Tierra - Estructura del DNA y su reproducción - La anatomía humana - La reproducción - Retratos fami liares - Lugares y paisajes - Animales - Personas de diversos sitios del mundo - Gente trabaj ando - C iudades, casas y edificios - Escenas callej eras y de la vida cotidiana - Autos, aviones, trenes, barcos - Astronautas y lanzamiento de cohetes Las dos últimas fotografías son las de un cuarteto de cuerda y su partitura. Entre los saludos seleccionados para la grabac ión se tienen los si guientes ej emplos:

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- Que os vaya todo bien (Antiguo Sumerio, 2 . 000 a.C.) - Saludos a nuestros amigos de las estrellas . Deseamos encontrarlos algún día ( Á rabe) - Paz (Hebreo) - Hola y saludos a todos (Español) - Hola de parte de todos los niños del planeta Tierra (Inglés) - Os saludamos eminentes. Os deseamos longevidad (Zulú-Sudeste de Á frica) - Hola (Bal lenas Yubarta)

Considerando que la música puede ser un lenguaj e más universal y que reflej a mej or las emociones humanas, a bordo de cada nave viaj a hacia las estrellas música variada de los diversos pueblos de la Tierra y de su cultura. Una muestra de la música del Voyager es la siguiente : - Conci erto de Brandenburgo Nº 2 en Fa. Primer movimiento (Johan\). Sebastián Bach) - Percusiones de l Senegal - E l Cascabel (Lorenzo Barce lata y el Mariachi Méj ico) - Melancholy Blues (Louis Amstrong) - Canción de los pastores búlgaros

Se incluyen también obras de Mozart, Beethoven y Stra­ vinski. En la cubierta del disco se marcaron las instrucciones para tocarlo, escritas en lenguaj e binario; dentro de las naves y cerca del disco están guardadas una cápsula y una aguj a, ilustradas también en la cubierta. El disco está listo para ser escuchado . Los astrónomos calculan que mientras las naves Pioneer viaj an hacia las estrellas del Centauro , la Voyager 1 se acercará dentro de 40.0CJO años a la estrella AC+793 8 8 8 , una enana roj a en la constelación de la Osa Menor, y la Voyager 2 a la estrella DM+2 1 65 2 en la constelación de Tauro, en más o menos 50.000 años. En principio es bastante baja la probabilidad de entrar en la zona de influencia de algún sistema planetario en estas estrellas, por lo cual nuestros mensaj eros están destinados a vagar hacia sistemas estelares cada vez más remotos. Claro que esto no debe preocupamos porque se estima que la vida media de los discos es de mil millones de años, por lo que 138

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0-·0 Mensaje interestelar del Voyager. Mensaje grabado en la cubierta de aluminio del disco del Voyager. Se observan el disco y su aguja, el tiempo correcto de rotación del disco en aritmética binaria y una vista lateral del disco. A la derecha, los pasos para obtener una figura a partir de las señales grabadas. Abajo, la posición del sistema solar que ya había sido enviada en los Pioneer, y una representación del átomo de hidrógeno. ( Foto cortesía de la NASA).

podría pensarse que tarde o temprano encontrarán un destina­ tario . Así, la posibilidad d e recepción d e los mensaj es puede ser una esperanza para el recuerdo de una antigua civilización que en algún momento floreció en un lugar llamado Tierra, y de una especie que tal vez ya no exista, a menos que hayamos aprendido a sobrevivir con el planeta o a viaj ar hacia otras estrellas.

El enigma de los Ovnis

El 24 de j unio de 1 94 7, Kenneth Arnold, un piloto privado, volaba en solitario su pequeño avión en las vecindades del Monte Rainer, estado de Washington, buscando los restos de un C -46 de carga perdido la víspera y sobre cuya localización se ofrecía una recompensa. Aproximadamente a las 3 de la soleada tarde y sobre el cielo azul , Arnold observó durante algunos minutos nueve brillantes obj etos en formación y que estimó en un tamaño de más o menos quince metros cada uno, desplazándose frente a su avión a una vertiginosa velocidad de más de 1 . 000 km/hora. Cuando relató su experiencia a los periodistas describió el fenómeno como unos obj etos plateados en forma de disco y que parecían como platos saltando en el agua. La prensa acuñó entonces la frase "platillos voladores". Había nacido la era moderna de los Obj etos Voladores No Identificados, los Ovnis . Tal vez este aislado evento n o habría sido importante de no habérsele otorgado tanta publicidad ; y si no se hubiera presentado un serio incidente relacionado con otro Ovni unos meses después, el 7 de enero de 1 94 8 . Ese día, a la 1 : 1 5 p . m . , varios observadores reportaron a la Patrulla d e Caminos de Kentucky la presencia de un extraño obj eto volante en forma de plati llo circular de 1 00 metros de diámetro . Con la alarma general, el Ovni también fue observado por el comando de la Fuerza Aérea en la Base Godman en Loui sville. Un grupo de 1 39

cuatro aviones militares F-5 1 al mando del capitán Thomas Mantell y que estaba a punto de aterrizar, fue comisionado para observar el fenómeno . A las 2 : 3 0 p.m. los aviadores divisaron el objeto. El capitán Mantell reporta a la torre de control que el Ovni está a gran altura, parece metálico y de gran tamaño y se apresta a seguirlo eleván­ dose a más de 7.000 metros mientras los otros F-5 1 permanecen atrás. Ninguna de las naves llevaba provisión de oxígeno. Minutos después se pierde contacto con Mantell. A las 4 p.m. se reporta que el avión de Mantell ha sido encontrado completamente des­ trozado, el capitán muerto y ninguna señal del Ovni. Una de las posibles explicaciones del incidente es que lo que en realidad Mantell estaba persiguiendo era un globo-sonda extraviado o tal vez había confundido al brillante planeta Ve­ nus. En todo caso, la persecución con poco combustible y sin oxígeno podría haber sido la causa de la tragedia. El asunto recibió tal publicidad que causó una psicosis de Ovnis, no sólo en los Estados Unidos sino en Europa. Se recibieron miles de reportes en pocos meses que incluían extraños encuentros con los supuestos tripulantes de naves y platillos de evidente origen extraterrestre. Además, los angustiosos años del comienzo de la "guerra fría" eran propicios para pensar que detrás del fenómeno se escondían pruebas secretas de armas modernas o de nuevos misiles. La confusión llegó a tal extremo que la Fuerza Aérea en Estados Unidos se decidió a iniciar la primera de las investi­ gaciones sobre el fenómeno Ovni, el denominado Proyecto Signo, que durante 1 948 estudió una serie de casos seleccio­ nados para concluir finalmente que estos hechos no repre­ sentaban ninguna amenaza para la seguridad nacional. En febrero de 1 949 el Proyecto Signo fue reemplazado por el Proyecto Grudge que se concentró en el análisis de 244 casos recientes de Ovnis. Se consideró que el 32% de los casos tenía una explicación como avistamiento de obj etos astronó­ micos, otro 1 2% se j uzgó como observaciones de globos y balones meteorológicos, y un 3 3 % como engaños, fraudes o 1 40

reportes con descripciones muy vagas . El residuo, 2 3 % , se estableció como "Desconocido ". El Proyecto Grudge concluye entonces que la mayoría de los testigos en realidad malinterpretan obj etos convencionales, y que muchos reportes provienen de individuos mentirosos o que buscan publicidad, y advierte sobre los peligros de la "histeria de masas y la guerra de nervios". En 1 9 5 0 comenzaron a aparecer numerosas publicaciones que por lo general atribuían un origen extraterrestre al fenó­ meno, especialmente Los platillos voladores son reales, de Donald Keyhoe, Cómo los científicos investigan los platillos voladores de R. B . McLaughlin, Detrás de los platillos vola­ dores, de Franf Scully e inclusive un folleto de Kenneth Arnol d describiendo su propia experiencia. La hipótesis extraterrestre cobró entonces enorme vigencia entre el público. Sencillamente la idea de que los platillos voladores son naves espaciales enviadas a la Tierra con toda una diversidad de propósitos, por una o varias civilizaciones que residen en otros planetas, fue considerada como la expli­ cación más directa del fenómeno . La confusión l levó a asimilar como iguales los términos Ovni y plati llo volador, equivoca­ ción que aún prevalece en nuestros días. En 1 95 2 se reportó un número tan grande de avi stamientos de Ovnis en diversos lugares del mundo que luego se creyó que éstos se presentaban en "oleadas ", como las que se regis­ traron también en 1 95 7 , 1 96 5 , 1 972, 1 977 y 1 9 8 6 . En el m e s de marzo d e 1 95 2 el Proyecto Grudge se reor­ ganizó baj o el nombre de Proyecto Libro Azul que se concentró en el estudio de casos en Estados Unidos entre 1 95 0 y 1 969, período en el que el Proyecto recibió 1 2 . 5 8 1 reportes de fe­ nómenos de Ovnis . Sus resultados : el 5 8% de las observaciones fueron efectuadas por personas sin entrenamiento o poco do­ cumentadas sobre los eventos celestes o atmosféricos. El 3 1 % de los casos tenían explicación en eventos astronómicos, me­ teoritos, bólidos, planetas y estrellas; e l 27% eran aviones o globo s ; el 7% eran satélites artificiales; el 3 % eran fraudes ; 141

el 1 0% eran casos con una amplia gama de explicaciones como misiles, fuegos artificiales, aves, espej ismos y otros fenómenos atmosféricos; el 1 7% de los casos resultaron con información insuficiente. Finalmente un 4% aproximadamente de los re­ portes, o sea poco más de 500 casos, se clasificaron como "No Identificado s ' ' . E n 1 966 la empresa Gallup efectuó una extensa encuesta que señaló entre otros resultados que el 34% de los entrevi s­ tados creían que no estabámos solos en el universo, el 48% pensaban que los platillos voladores existían, y que un sor­ prendente 5% había por sí mismo observado algo que pensaron podría ser un platillo volador. La investigación también encontró una clara tendencia a creer en la hipótesis extraterrestre en la medida que se elevaba el nivel educacional del entrevistado. Estos resultados, los reportes continuos sobre el fenómeno y las contradictorias explicaciones arroj adas por los proyectos efectuados, llevaron a promover la ej ecución de un estudio independiente comisionado por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos a la Universidad de Colorado, con el obj etivo de ade­ lantar por vez primera una investigación verdaderamente cien­ tífica sobre los Ovnis. El grupo a cargo fue liderado por Edward Condon, un destacado físico de la Universidad. El informe denominado Estudio Científico de los Objetos Voladores No Identificados fue publicado en marzo de 1 969 y se considera el mayor y más detallado esfuerzo por analizar el fenómeno, siendo inclusive revisado por la Academia Nacional de Cien­ cias de los Estados Unidos. El grupo de trabaj o se concentró en la investigación de casos de interés con cierto énfasis en aquellos que involucraban el análisis de fotografías, presentando en su informe final una s e l e c c i ó n de 5 9 incidente s bien documentad o s y repre­ sentativos, incluyendo algunos fuera de los Estados Unidos. Los investigadores afirmaron que casi todos los casos pueden ser explicados racionalmente y que más o menos la mitad de las fotografías son claramente identificables como fenómenos conocidos; buena parte son fotos de mala calidad, fotografía 1 42

nocturna y obj etos amorfos ; y una mínima parte se consideraron como montajes. S in embargo, el estudio también considera que "una pequeña fracción de casos fotográficos de interés permane­ cen sin identificación" y que "al menos uno, que muestra un obj eto en forma de disco volando sobre Oregon (Caso Nº 46), está clasificado como de difícil explicación por los medios con­ vencionales ' ' . De todas formas, aunque el estudio reconoce que perma­ necen algunos incidentes sin explicación, concluye rotunda­ mente que la evidencia no apoya la creencia de que visitantes extraterrestres han entrado en nuestro planeta y por lo tanto no hay ninguna j ustificación científica para continuar con in­ vestigaciones específicas sobre el fenómeno Ovni . El estudio prácticamente se da a la tarea de demoler todas las posibles explicaciones sobre visitantes extraterrestres. Por ej emplo, con respecto a una de las hipótesis de los defensores de los plati llos voladores, la exi stencia de un supuesto planeta l l amado Clarión, que se encontraría siempre opuesto al nuestro al otro lado del Sol, el estudio muestra los cálculos que de­ terminan que la órbita de Venus no presenta ninguna pertur­ bación mi steriosa. Por lo tanto Clarión no existe. C l aro está, la discusión no se hizo esperar ya que los aficionados al tema son numerosos y cuentan con sus propias defensas como el Comité Nacional para la Investigación de Fenómenos Aéreos, Nicap, dirigido por Donald Keyhoe quien protesta indignad o . Sencillamente acusa a los investigadores de parcialidad y confabulación con los intereses de la Fuerza Aérea y de ignorar la gran mayoría de casos confiables e i nexplicados . I nclusive el grupo de Colorado recibió ataques de uno de sus propios investigadores. Por supuesto, estos sucesos no hacen más que confirmar que el asunto de los Ovnis es un profundo mi sterio obj eto de fuerte controversia. En los años setenta el tema tomó otro giro con la publicación de libros como Recuerdos del futuro de Erich von Daniken, y Los extraterrestres en la historia, de Jacques Bergier. Centenares de enigmas históricos, bíblicos o mitológicos, así 1 43

como hechos insólitos de toda clase encuentran una posible explicación con la hipótesis extraterrestre. Referencias sobre Ov­ nis y platillos voladores se destacan por miles en la historia y desde épocas tan remotas como el Antiguo Egipto . Así, los aficionados al fenómeno Ovni ganan nuevos adep­ tos; en 1 97 8 , una nueva encuesta Gallup eleva a 5 7% el número de entrevistados en Estados Unidos que creen en la existencia de los platillos voladores, y ¡ uno de cada diez afirma haber visto alguna vez un Ovni ! Los avances en la astronáutica y la cosmología, una mayor difusión de las ciencias del espacio y la nueva ciencia ficción representada en la televisión y el cine de los años ochenta, con­ tribuyen aún más a extender la idea de que muy probablemente no estemos solos en el universo y que el viaj e interestelar puede ser algo común en civilizaciones más avanzadas. Los defensores de la hipótesis extraterrestre encuentran finalmente sus mej ores armas en los centenares de casos muy bien documentados, con numerosos testigos, fotografías y hasta filmaciones que muestran extraños obj etos volantes en forma tan real como este libro que sostenemos en las manos. Y sin mencionar las historias de encuentros con los supuestos tripu­ lantes y otras más. Inclusive en informes tan exigentes como el de la Univer­ sidad de Colorado siempre se encuentran casos sin explicación posible . Por ej emplo, en 1 976 en Francia, el Centro Nacional de Estudios Espaciales, CNES, estableció un Grupo de Estudio de Fenómenos Aeroespaciales No Identificados, Gepan, no sólo para estudiar los reportes de Ovnis sino para investigar y analizar inclusive las evidencias físicas de los incidentes . E n 1 9 86, después d e 1 0 años d e trabaj o sobre 1 . 600 casos, e l Gepan concluyó que la mayoría tiene explicación e n fenómenos atmosféricos o astronómicos, o en aviones u otros obj etos fami liares. Pero el 3 8% de los casos aún no tienen j ustificación apropiada y en algunos hay evidencias físicas -por ej emplo, quemaduras por radiación- totalmente inexplicables.

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En otros términos, desde los platillos voladores de Kenneth Arnold en 1 947 se habrían obtenido reportes de más de 1 00 . 000 avistamientos en diversas partes del mundo ; si uno de cada cien casos estudiados de incidentes con Ovnis tiene serias e insólitas evidencias que hacen imposible su explicación, esto significa que al menos 1 . 000 eventos de esta naturaleza se habrían presentado en los últimos 45 años. En este momento vale entonces hacer algunas reflexiones. Si efectivamente nuestro planeta está siendo visitado regular­ mente por habitantes de otros mundos, ¿de dónde vienen? Por lo que sabemos, del sistema solar y tal como lo estudiamos atrás, no hay luna o planeta que presente el más mínimo asomo de albergar una adelantada civilización, ni las condiciones para que esto suceda. Por lo tanto nuestros enigmáticos visitantes vendrían de otros sistemas estelares. Pero parece bastante cu­ rioso viaj ar de tan lejos para solamente hacer unas piruetas aéreas, asustar a algunos curiosos y luego desaparecer. ¿Por que no manifestarse más abiertamente? Es posible que la clave del asunto esté en las ideas de Albert Einstein con el desarrollo de lo que hoy se conoce como la Teoría de la relatividad especial. Entre sus postulados se tiene que la velocidad de la luz es constante y que nada puede moverse más rápido que ella. Pero también Einstein demuestra que el tiempo pasa de manera distinta para cada individuo, dependiendo de su movimiento. Entonces, para un astronauta que viaj e a ve­ locidades próximas a las de la luz, el tiempo le transcurrirá mucho más lentamente que para las personas que se encuentran estacio­ narias. Este fenómeno, conocido como la dilatación del tiempo, sólo es sensible a velocidades cercanas a las de la luz. Antes se pensaba que para llegar a lejanos mundos, a cente­ nares de años luz, habría que construir enormes naves en las que viajarían sucesivas generaciones de cosmonautas hasta que la última pudiera llegar a su destino final. Luego de los desarrollos de Einstein es virtualmente posible que los viajeros recorran grandes distancias en un tiempo que les parecería apenas unos minutos, días o años --dependiendo de la proximidad al límite 1 45

de la velocidad de la luz-, aunque en su lugar de origen realmente hayan transcurrido centenares o miles de años . Por l o tanto -al menos e n teoría- es enteramente posible gastar poco tiempo en circunnavegar la galaxia y, por qué no, buena parte del universo, tal y como si fuera un crucero por entre islas tropicales, si se domina la técnica del viaj e a velo­ cidades cuasilumínicas. S i en la galaxia hay civilizaciones que dispongan de tales adelantos, la siguiente pregunta sería, ¿cómo nos encontraron? Un observador extraterrestre midiendo el movimiento del Sol a través del espacio podría detectar una oscilación en un período de 1 2 años, correspondiente al efecto gravitacional del planeta Júpiter. Y con las técnicas apropiadas podría detectar un segundo vaivén de 29.5 años, causado por la presencia de Saturno, dedu­ ciendo entonces la existencia de un sistema planetario. Tal expe­ riencia en todo caso sólo podría registrarse desde estrellas relativamente cercanas y con instrumentos muy precisos. También favorece la hipótesis del viaj e interestelar cercano la posible detección del sistema solar desde las estrellas vecinas con sofisticados telescopios y otros instrumentos. Si, por el contrario, nuestros visitantes provienen de regio­ nes más alej adas de la galaxia o de otras galaxias, vale de nuevo la pregunta. Entre los millones de estrellas a su dispo­ sición, ¿cómo nos eligieron y encontraron? ¿Qué les impulsó a tomar la decisión de efectuar tan larga expedición? Si nos hallaron por coincidencia, ¿es posible efectuar tal viaj e al azar sin estar seguros de lo que se va a encontrar? Por lo que hasta el momento sabemos, las leyes de la naturaleza son idénticas en todas partes, los mismos elementos químicos existen por doquier en el universo, y compartimos entre todas las galaxias los mismos principios que gobiernan el dominio de la materia, la energía y la luz. Ahora bien, algunos científicos discrepan de Einstein y su barrera de la velocidad de la luz y consideran que es posible superar este límite y viaj ar en el tiempo. Así, nuestros clan­ destinos visitantes podrían ser del planeta Tierra del futuro . 1 46

O tal vez de otro universo paralelo o de otro tiempo o tal vez de otra dimensión. Puede ser, después de todo, que e l universo sea más com­ plicado y más m isterioso de lo que pensamos, y que no nos haya l ibrado aún sus más prodigiosos secretos.

E l platillo volador de McMinnville

El reporte final efectuado por la Universidad de Colorado consideró que de los casos estudiados, solamente uno pre­ sentaba sólidas evidencias de un extraño obj eto volador. A continuación la transcripción resumida del informe. Caso 46 McMinnville, Oregon Mayo 1 1 de 1 9 5 0 Investigador : Hartmann

Resumen La Testigo Nº 1 ve un objeto volador de apariencia metálica y en forma de disco. Ella llama a su esposo, Testigo Nº 2, traen su cámara de fotografía y obtienen dos exposiciones antes que el objeto desaparezca en la distancia.

Entorno Hora : 7 : 3 0 p . m . Posición : aproximadamente a 1 5 km a l suroeste d e McMinn­ ville, Oregon, en la granj a de los testigos . Terreno : granja de terreno ondulado; otras casas a doscien­ tos metros . Clima : opaco, con nubes a 1 . 5 0 0 m de altura.

Información general de la observación del fenómeno La observación sucede en el patio de la granj a . La Testigo Nº 1 está alimentando sus conej os cuando ve por vez pri­ mera el obj eto. El Testigo Nº 2 aparentemente está dentro

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de la casa en ese momento. Diecisiete años después del suceso, la Testigo Nº 1 está segura de que los conej os no mostraron ninguna señal de alterarse . La Testigo Nº 1 llama a s u esposo y ambos ven e l obj eto que se desplaza lentamente hacia el Oeste . Inmediatamente piensan en la cámara de fotos . El Testigo Nº 2 corre hacia el automóvil pero la Testigo Nº 1 recuerda que la cámara está en la casa, entra y la trae. El Testigo Nº 2 toma la cámara que por fortuna ya tenía el rollo puesto, comprado hace 4 meses y que todavía tenía 3 o 4 fotos disponibles . En ese momento "el objeto se dirigía hacia nosotros y parecía algo ladeado. Era muy brillante, casi plateado, y no había ni ruido ni humo" El Testigo Nº 2 toma la primera fotografía y pasa rápida­ mente el rollo a la siguiente foto. Jus to en ese momento el objeto dobla hacia el Noroeste. El Testigo Nº 2 se mueve inmediatamente hacia la derecha y toma la segunda foto­ grafía . El tiempo entre las dos exposiciones fue de aproxi­ madamente 3 0 segundos . Durante el intervalo entre las fotos el objeto se movió muy lentamente , casi s uspendido, pero se desplazó tanto en s u pos ición como en su orientación . Las fo tos mues tran claramente este movimiento. La Testigo Nº 1 lo describe "s i n ondulación ni ro tación, parecía 'planeando' ". El Ovni aceleró lentamente después de la segunda foto y se dirigió hacia el Oeste. La Testigo Nº 1 entró a la casa a llamar a su suegra, no la encuentra y regresa al patio justa­ mente para notar que el objeto ya no estaba.

Investigación Los tes tigos describen el o bj eto como "metálico bri­ llante , plateado o de aluminio". Los reflej os en la su­ perficie s e confirman en el análisis de las fotos . Cuando el objeto se ladea exponiendo su lado inferior hacia los testigos, éstos sienten "una brisa como si viniera de arriba". Respecto al tamaño, el Testigo Nº 2 estima su diámetro entre 8 y 1 0 me tros .

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El Testigo Nº 2 termina el rollo de fotos tiempo después en el Día de la Madre y lo manda revelar en el pueblo de McMinnville . Las fotos del Ovni aparecen nítidas, menciona su experiencia y se las muestra a varios amigos . Afirma que no quiere publicidad acerca de las fotos y admite que "estaba asus tado y temeroso de tener algún problema con el Go­ bierno" pues pensaba que era algún artificio secreto. Sin embargo, el periodista B ill Powell del diario local, el Telephone Register, s e entera del incidente y va has ta la granj a de los tes tigos . Powell encuentra los negativos "en el s uelo baj o un mueble, donde los hij os de los tes tigos han es tado j ugando con ellos". El Telephone Register edita la historia el 8 de j unio de 1 9 5 0 con un artículo en la primera plana mostrando las dos fotogra­ fías y con una nota del editor que decía : " . . . s e ha examinado la autenticidad de las fotos . Fotó­ grafos expertos declararon que no había adulteración de los negativos . Las fotos o riginales fueron reveladas p o r una e m p r e s a . l o c a l . D e s pués d e u n a s e r i a r e flexi ó n a p a re c e q u e no h a y p o s i b i l i d a d d e fr a u d e o alucina­ ción en relación a las fotos . En consecuencia el Telephone Register las considera auténticas . . . ". Varios residentes de McMinnville atestiguan sobre la repu­ tación y veracidad de los testigos . El 9 y 1 0 de j unio la historia aparece en periódicos de Portland y Los Angeles . En la semana siguiente los testigos le prestan los negativos a la revista Life que publica las fotos . Los tes tigos aceptan una invitación para aparecer en te ­ levisión en New York en el programa "We the People". Es tando en esta ciudad Life informa a los testigos que los negativos están "temporalmente extraviados" y pro­ m e te enviárs elos por correo a Oregon lo cual nunca s ucede . El Proyecto de la Universidad de Colorado, diecisiete años después, y en cooperación con Life, descubre que los negativos habían es tado en posesión de la International N ews Photo Service que más tarde se transformó en la

1 49

United Press International. El Proyecto encuentra los ne­ gativos originales en las oficinas de la UPI y recibe el permiso para analizarlos . El Proyecto comisiona a su investigador, Dr. William K. Hartmann, para estudiar el caso. Hartmann entrevista a los testigos y los encuentra sinceros , no muy ilus trados ni ob­ servadores experimentados . Le parecen granj eros industrio­ sos no dados a adornarse inútilmente . Hartmann asegura que : 1 ) No encuentra ninguna motivación para fabricar la his toria aunque los testigos se benefician luego de un viaje gratis a New York.

2 ) Es casi imposible que en el ambiente rural de O re­ gon en 1 9 50 alguien se ponga en la tarea de fabricar una his toria que involucre la sofis ticada adulteración de unos negativos . La apariencia general de las fotografías es consis tente con la hora del incidente . El Ovni flota más allá de los cables de teléfono y el garaj e de la casa alcanza a aparecer a la izquierda.

Realidad del objeto físico Definitivamente los negativos no han sido adulterados . Ambas fo tos muestran un mismo obj eto real, de fo rma circular con una especie de "torre" en su parte superior. En la foto 2 ampliada se observa que el Ovni es asimétrico con una diferencia en los perfiles del lado derecho y el izquierdo . El sombreado del obj eto también confirma es ta observación. La torre aparece levemente inclinada y no está centrada . La asime tría es por lo tanto física y no óptica. La foto 2 es consistente con la aseveración que el Ovni empezaba a alejarse . La reacción reportada por el Testigo

1 50

Nº 2, "movimiento hacia la derecha" es también consistente con las fotografías .

Posibilidad de fabricación Entre el obj eto y los tes tigos aparecen varios cables de teléfono. Parece imposible que se trate de un modelo sus ­ pendido puesto que los cables aparecen debaj o del Ovni . Aparentemente no hay rotación. El fraude mediante el uso de un modelo "frisbee" se descarta.

Análisis fotométrico La fotometría indica que el objeto se encuentra distante, a más o menos 900 metros y con un tamaño aparente de "decenas" de metros de diámetro. Los análisis fotométricos implican en su más directa interpretación que las fotografías confirman con gran exactitud precisamente lo que los tes ­ tigos dicen que vieron.

Conclusión Este es uno de los pocos reportes de Ovnis en el que todos los factores investigados , geométricos , psicológicos y físicos aparecen consistentes con el testimonio de que un extraor­ dinario obj e to volador, plateado, metálico, en forma de disco, de decenas de metros de diámetro, y evidentemente artificial, voló a la vis ta de dos testigos . No se puede asegurar fuera de toda duda que no exis ta la p o s i bilidad d e fa b r i c a c i ó n , aunque hay algunos fa c t o res fís icos tales como la precisión de ciertas medidas fo tométricas d e los negativos originales que s e oponen a la idea del engaño .

Nota del autor Un Ovni casi idéntico al de McMinnville fue fotografiado por un piloto privado mientras volaba sobre Rouen, Francia, en agosto de 1 9 54.

151

Las promesas del futuro

¿Para qué explorar el universo cuando aún existen tantos pro­ blemas por resolver en nuestro propio planeta? No es sólo la obstinación por acrecentar el conocimiento ; parece que hay una motivación mucho más profunda, una especie de angustia frente a la inmensidad del Cosmos. Desde la antigüedad, la astronomía no ha hecho más que ampliar los límites de lo desconocido ; y los viaj es espaciales parecen el último esfuerzo por acercarse hacia las fuentes que revelarán los secretos de la vida y de la muerte, algo así como el retorno al edén perdido . En el camino se encuentra una esperanza: acabar con nues­ tra soledad encontrando más seres pensantes como nosotros, depositarios de otra porción de conocimiento para intercam­ biar. El asunto queda entonces en manos de la técnica, puesto que no existe ninguna imposibilidad teórica o física para visitar todo nuestro universo . Todas las estrellas del firmamento están a nuestro alcance; el único problema es el medio de transporte y su velocidad. En los últimos doscientos años el progreso ha sido espec­ tacular puesto que desde el carruaj e de 1 O km/hora hasta el Voyager de 5 0 . 000 km/hora, hemos multiplicado por 5 . 000 nuestra velocidad de desplazamiento . El problema es que para alcanzar la velocidad de la luz falta mucho más, ya que ésta es 2 2 . 0 00 veces más veloz que nuestras sondas espaciales. Se requiere de otra clase de combustibles, de energía o de la misma luz, tarea para el hombre del futuro . Lo que definitivamente es una realidad, además de la ex­ ploración del sistema solar, es la nueva astronomía, que nos permitirá descifrar más misterios sobre el origen, evolución y estructura del universo. En los próximos años, todo un batallón de nuevos telescopios en Tierra y una gran escuadra de teles­ copios y radiotelescopios en el espacio, y algo más tarde, desde la Luna, examinarán todos los rincones de la galaxia y el universo conocido, analizando una a una las radiaciones de1 52

Foto Nº 1 del Ovni de McMinnville (Arriba) . El objeto se dirige muy lentamente hacia el observador a una distancia calculada en más o menos 1 .300 m y un diámetro de30 m . Foto N º 2 del Ovni de MacMinnville (Abajo). El objeto dobla hacia el noroeste dejando expuesta su parte superior y alejándose rápidamente, lo cual impide tomar una tercera foto.

Detalle de la foto Nº 1 de McMinnville (arriba) . Apenas visible, la "torre" superior aparece levemente fuera del centro del disco. Detalle de la foto·Nº 2 de McMinnville (en medio). La inclinación de la torre se hace evidente hacia la m isma di rección de la foto N2 1 . El objeto se ha enderezado sin rotación aparente. Detalle de la foto del Ovni de Rouen (abajo). U n ovni casi idéntico al de McMinnville fue fotografiado por un piloto m ilitar mientras volaba sobre Rouen, Francia, el 5 de marzo de 1 954.

tectables en el cielo, el espectro electromagnético, los rayos gamma, X, ultravioletas, infrarroj o y las ondas de radio . Es posible que los científicos con sus nuevos y más potentes instrumentos se interesen no sólo por descifrar los enigma s de las profundidades del océano cósmico, sino por examinar la orilla del frente, en donde se encuentran estrellas como Alfa Centauro, Epsilón Eridani y Tau Ceti . ¿Qué secretos nos ocul­ tan estos tres soles cercanos? Por lo que sabemos, parece bastante común la formación de sistemas planetarios, así como la difusión de los elementos que forman el agua y las moléculas orgánicas . Pareciera como si bastara poner j untos a la estrella y el planeta adecuados, agregar agua y moléculas orgánicas, y calentar a fuego lento durante bastante tiempo para que el resultado fuera siempre el mismo . ¡ Vida ! Otro asunto es la evolución. Se puede entender que la diferencia en edad de la estrella y de los sistemas de planetas puede ser considerable en función del tiempo necesario para la aparición de nuevas especies. Además, no hay ninguna razón para que el camino y la velocidad de evolución sean los mismos sobre cada planeta ni que desemboquen obligatoriamente en una especie inteligente ; así que lo más probable es que los supuestos habitantes de sistemas planetarios vecinos no se encuentren en un estadio igual de desarrollo físico o tecnoló­ gico. Lo que sí es seguro es que las leyes naturales que nos rigen son las mismas en todas partes -la universalidad de las leyes de la naturaleza- por lo que no hay que descartar que nos animen las mismas angustias, esperanzas y deseos; y que además tengamos un idioma común que nos permitiría comunicarnos, inclusive a distancia: el lenguaje de la ciencia y de las matemáticas. Encontrar otros habitantes en el universo, no importa que se trate de una bacteria o un hábil piloto de platillo volador, cambiaría completamente la visión sobre nosotros mismos y la concepción sobre todo el universo, con un efecto mucho más profundo que el ocasionado por la revolución copernicana en la Edad Media y el Renacimiento, gracias a la cual se 1 53

desplomó la idea de que el hombre era el centro del mundo . Jamás podremos estar seguros de nuestra soledad en el espacio sin que antes hayamos explorado hasta el último planeta y la última luna del más profundo rincón del universo.

1 54

Glosario

Agujero de gusano: Un hipotético túnel que ligaría un aguj ero negro con otras dimensiones o con otro universo . Agujero negro: Un obj eto, generalmente una estrella colapsada, con tal fuerza de gravedad que ni la luz puede escapar. A ntimateria: Materia hecha de antipartículas, con la misma masa que las partículas ordinarias pero con la carga opuesta. A ño luz: Distancia que recorre la luz en un año : aproxim8 rl a­ mente 9 .46 billones de kilómetros. Arqueoastronomía: Estudio de la actividad astronómica de ías civilizaciones antiguas. Asteroides: Trozos de roca y metales que orbitan alrededor del Sol. También se conocen como planetas menores o planetoides. Astrofisica: Los principios de la física aplicados a los obj etos celestes. Astronomía : Ciencia que estudia los movimientos, estructura y evolución de las estrellas, los planetas y demás cuerpos celestes. La ciencia que estudia el universo . Big Bang: El momento en el cual el espacio comenzó a ex­ pandirse desde un punto denso y caliente hasta el universo que conocemos hoy día.

155

füg Cr u nc h :

Una teoría que considera el fin del universo como su colapso total luego del freno de su expansión.

Bioastronomía: Ciencia que estudia la posibilidad de la existencia de vida extraterrestre.

Cero absoluto : Temperatura a la cual una sustancia no contiene ninguna energía calorífica. Condrilas: Meteoritos rocosos con inclusiones de glóbulos de si l icatos. Coma: Delgado halo gaseoso que que rodea el núcleo de un cometa. S inónimo de cabellera. Cometa: Trozos de hielo y polvo en órbita alrededor del Sol. Cuando pasan cerca del S o l , parte i..'. d hielo se vaporiza en gas, el cual es repelido por el viento solar formando una larga cola. Constelación : Grupo de estrel las aparentemente vecinas que parecen formar una figura convencional . Cosmogonía: Estudio de la formación de los cuerpos celestes. Cosmología: El estudio de la evolución y estructura del uni­ verso . Densidad: La cantidad de cualquier magnitud por unidad de volumen. De.splazamiento al azul: E l cambio en la longitud de onda producido cuando un obj eto luminoso se aproxima hacia el observador. De5plazamiento al rojo: El cambio en la longitud de onda produc ido cuando un obj eto luminoso se alej a del obser­ vador. Disco de acreción: Un disco de gas o materia orbitando alre­ dedor de una estrella central o un aguj ero negro .

1 56

Eclíptica: Círculo que marca la trayectoria anual aparente del Sol sobre la bóveda celeste . Efemérides: Tablas que contienen la posición diaria o anual de los astros sobre la bóveda celeste . Electrón : Partícula subatómica con carga negativa, que gira alrededor del núcleo de un átomo. fapectro electromagnético: El rango completo de las longitu­ des de onda, desde las ondas más largas, las ondas de radio, las microondas, radiación infrarroj a, luz visible, radiación ultravioleta, rayos X y rayos gamma, los más cortos . Estrella: Astro dotado d e u n brillo propio, observable como un punto luminoso (ex . el Sol). Estrella b inaria: Dos estrellas orbitando alrededor de un centro común de sus masas . Estrellas b inarias eclipsadas: Parej a de estrellas alienadas en forma tal respecto a la Tierra, que una de el las regularmente se mueve frontalmente ecl ipsando a la otra. Estrella de neutrones: Estrella pequeña y densa formada casi enteramente por neutrones, restos de la explosión de una supernova. Estrella doble : Dos estrellas que aparentan estar extremada­ mente vecinas en el cielo. Estrella enana blanca: Una estrella densa y pequeña, última fase de la vida de una estrella ordinaria que ha agotado su combustible nuclear. Estrella enana café: Un obj eto pequeño y de poca masa que no alcanzó a encender su núcleo para producir la fusión nucl ear que lo convertiría en estrella. Estrella enana negra: Una estrella enana blanca que ha cesado de brillar. 1 57

Estrella fugaz: Incandescencia producida por la fricción de una partícula proveniente del espacio exterior contra la atmósfera terrestre . Estrella gigante roja: Un tipo de estrella grande, fría y lumi­ nosa en las últimas fases de su evolución. Estrella supergigante : Una enorme estrella extremadamente luminosa. Estrella variable : Una estrella de brillo variable periódica­ mente . Estrella variable cefe ida: Estrella amarilla y supergigante y cuyo brillo varía siguiendo un período determinado. Exobio/ogía: Sinónimo de bioastronomía. Fotón: Partícula asociada a una onda de luz. Galaxia: Conj unto de millones o billones de estrellas que permanecen agrupadas por la fuerza de gravedad. Geocentrismo : Sistema astronómico según el cual se considera a la Tierra como el centro del universo . Gravedad: La fuerza de atracción entre dos obj etos y una de las cuatro fuerzas básicas del universo . Grupo local: Conjunto de galaxias que incluye la Vía Láctea, las Nubes de Magallanes y la Galaxia de Andrómeda. Heliocentrism o : Sistema astronómico según el cual se consi­ deraba al Sol como el centro del universo. Ley de Hubble : Descripción de la expansión del universo es­ tableciendo que a mayor distancia de una galaxia, mayor será su velocidad de escape . Magnitud aparente : Una medida del bri llo aparente de una estrella. Masa: La cantidad total de materia en un obj eto . 1 58

Materia oscura: Materia desconocida que se piensa que existe como base de la explicación del movimiento gravitacional del universo. Meteorito : Un trozo de materia proveniente del espacio exterior y con el tamaño suficiente para atravesar la atmósfera terrestre. Neutrón: Partícula sin carga que se encuentra j unto con los protones en los núcleos atómicos. Nova: Una estrella que repentinamente aumenta su brillo en miles de veces. Nubes de Magallanes: Gran Nube de Magallanes y Pequeña Nube de Magallanes, dos pequeñas galaxias v�cinas de la Vía Láctea, visibles en el hemisferio sur. Nube de Oort: Nube esférica de cometas que se piensa rodea al sistema solar. Parsec: Unidad de distancia igual a 3 . 26 años luz. Planeta: Cuerpo celeste sin brillo propio que gira alrededor de las estrellas . Planetesimal: Pequeño cuerpo sólido producido por la con­ densación de materia. Planetoide : Planeta en formación por el proceso de acreción de obj etos sólidos o pl anetesimales. Protoestrella: Una masa c o l apsante de polvo y gas en proceso de convertirse en estre l l a . Protón: Partícula subatómica d e carga positiva. Pulsar: Una estrella de neutrones rotando velozmente y emi­ tiendo ondas de radio . Quásar: Un obj eto extremadamente lej ano y más luminoso y radiante que toda una galaxia. Posiblemente el núcleo vi­ sible de una galaxia en formación. 1 59

Radioastronomía: Ciencia que estudia la radiación electromag­ nética emitida por los astros. Satélite : Cuerpo en movimiento orbital alrededor de otro ob­ j eto . Sinónimo : luna. Singularidad: Un punto de densidad infinita en el centro de un aguj ero negro . Supercluster: Un conj unto de grupos de galaxias. Supernova: Una estrella en explosión que incrementa su lu­ minosidad en grado tal que puede iluminar toda una galaxia o aparecer como una nueva estrella en el cielo. Teoría de la relatividad: Teoría de Albert Einstein que rela­ ciona la gravedad con la curvatura del espacio y el paso del tiempo. La teoría de la relatividad especial establece por su parte que la velocidad de la luz es constante para todos los observadores y que la materia y la energía son equivalentes (E=mc2) Un idad astronóm ica ( UA ) : La distancia media entre la Tierra y el Sol : alrededor de 1 5 0 millones de km. Vía

1 60

Láctea: Nuestra propia galaxia. También es el plano de la galaxia visible en el cielo como una multitud de estrellas no diferenciables.

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1 63

Índice temático

A

B

�berturas hidrotermales 46, 49

Bacterias 40, 48, S l , S8, 77, 8 1 , 86

Adams, Walter Sydney 1 09 Adams, John 96 Aguj eros negros 44, 1 07, l S S ,

Bell, Jocelyn 1 1 S , 1 3 2 Bergier, Jacques 1 44 Bessel, Friedrich Wilhelm 1 08 Beethoven 1 3 8 Big Bang 1 9, 20, 22

Acidos nucleicos 40, 48

161

Algas unicelulares S 1

Bamard, Edward E. 74, 87, 1 09

Ariosto, Ludovico 63 Amold, Kenneth 1 3 9, 1 4 1 , 1 4S

Bipedalismo S3 Bombardeo meteórico 3S, 3 9 , 43 ,

A l fa C entauro 1 0 1 , 1 1 0, 1 2 S ,

Bode, Johann 82 Buffon, Georges Louis Lecrec de 26

Atterlay, Joseph 6S Aldebarán 1 09

1 27, 1 28, 1 3 2, 1 S 3 Am inoácidos 4 1 , 4S, 49, 93 Anaxágoras 9 Andrómeda 1 8, 24, 3 0, 1 2S, 1 S 8 Antimateria 44, 1 S S Arqueobacterias S 9 Asteroides 2 S , 28, 34, 4 2 , 43 , S O , 79, 82, 89, 97, 99, 1 1 1 , 1 1 3, 1 1 7, l S S Astronom ía Infrarroj a 43 , 1 1 1 , 1 34 Atmósfera primitiva 29, 4 1 , 42, 86 Australopithecus africanus S4 Avicena 1 0

6 1 , 7S

Burroughs, Edgar Rice 80

Bradbury, Ray 8 1 Brunt, S amuel 64 Bruno, Giordano 1 O

e Cassini, Giovanni 60, 90 Canales marcianos 74 Caos l S Caronte 99

Ceres 82 Cocconi, Giuseppe 1 3 0 Cometa Encke 4S Cometa Halley 3 0 , 42

1 6S

29, 3 0, 3 5 , 3 6, 42, 43, 50, 1 00, 1 0 1 , 1 09, 1 1 7, 1 59 Compuestos orgánicos 45, 73, 1 1 2 Copérnico 1 O Cúmulo de Hércules 3 0 Cúmulos de estrellas 3 0, 1 07 Cyrano de Bergerac 64 Charon, Jean 1 6 Chri sty ,James 99 Claus, George 5 7 Condon, Edward 1 42 Clarke, Arthur C . 8 1 Clark, Alvan Graham 1 09 Chirón 93 Clarión 1 43 Criptoendolitos 5 8 Cometas

D Darwin, Charles

38

Daniken, Erich von Darwin, George H. Defoe, Daniel

64 26

1 44 38

Descartes, René

Discos protoplanetarios

1 12

Sol 25, 27, 2� 99, 1 0� 1 05, 1 06, 1 0� 1 1 7, 1 1 8, 1 20, 1 25, 1 27, 1 28 El C inturón de Kuiper 1 00 Emmanuel Kant 26 Engels, Federico 53 Espectroscopio 1 7 Estrella Beta Pictoris 1 1 2 Estrella de Barnard 1 09, 1 1 O, 1 26 Estrella enana 1 O 1 Estrella errante 26, 27, 1 0 1 Estrella tipo Sol 1 1 1 , 1 1 2 Estrellas azules 1 07 Estrellas binarias 1 1 1 Estrellas blancas 1 07 Estrellas de neutrones 1 07, 1 1 4, 1 1 5 Estrellas pulsares 1 07, 1 1 3, 1 1 5, 1 36 Estrellas roj as 1 06 Estrellas supernovas 27, 1 07, 1 1 3 Estrellas T Tauri 29, 1 1 1 Estrellas tipo Sol 1 07, 1 1 1 , 1 2 1 , 1 26, 1 3 1 Estrellas variables 1 07, 1 1 8 Exobiología 1 1 , 1 5 8 Explosión de Tunguska 44, 50 El

Di agrama de Hertzsprung-Russell

1 05

16 1 23 , 1 3 1 , 1 32

Doppler, Christian Drake, Frank

Efecto invernadero

86, 1 03

El El

1 66

79

10

8, 78 3 3 , 36, 46, 5 1 , 57, 6� 6 1 , 63, 6� 76, 8� 1 03 , 1 06 Fotones 20, 23

Fobos y Deimos Formas de vida

69, 7 1 , 75,

1 9, 1 45, 1 60 24 Proyecto MOP 1 3 3 S i stema solar 25, 28, 43 , 50, 72, 74, 84, 99, 1 04, 1 1 8, 1 20

Einstein, Albert El Grupo Local

Fizeau, Armand H. 1 7 Fontenelle, Bernard de Fobos

E Edad de la Tierra 3 5 Efecto Doppler 1 7

F

G Galaxias 1 8, 2 1 , 23 , 28, 1 24, 1 26 Galileo 60, 78, 84, 86, 87, 89, 90

Gal le. Johann 96

J u n o 8 2 , 1 04

Gaia 9

J ú p i ter 5 0, 7 8 , 8 2 , 8 3 , 8 4 , 8 7 ,

G i gantes roj a s 1 0 7

1 0 0 , 1 04 , 1 2 5 , 1 4 6

G o d w i n , F ran c i s 64 G ru i t h u i se n , F ranz von Pau l a 6 1

K

G l ac i ares en M arte 7 5 G ran N eb u l o s a de O r i ó n 3 0

H H a l l ey, E d m o n d 1 09

Kamp, Peter van de 1 1 O Kepl er, Johannes 63 , 7 8 Keyhoe, D o n a l d 1 4 1 , 1 43 K i rchooff 1 7 K u i per, Gerard 2 7 , 1 0 0

H artm a n n , W i l l i a m K . 1 5 0 H artm an n , W i l l i a m 3 8

L

H a l l , A saph 7 8 H e i n l e i n , R o bert 8 1 H e rsc h e l , J o h n 3 0 , 6 1 H e n d r i k , Jan Oort 2 9 H e rtzsp r u n g , Ej nar 1 0 5 H e rsc h e l , W i l l i am 6 0 , 94 H i pótes i s extraterrestre 1 4 1 , H o row i tz, P a u l 1 3 3 H o m ero 3 7

La L u n a 3 7 , 6 0 La l u z 2 1 Lassw i tz, K u rd 8 0 La T i e rra 3 3 , 1 1 9 Lageos 1 3 5 , 1 3 6 Las P l éyades 3 0 Lap l ace, P i erre S i m o n 2 6 Le, U rb a i n J . Verrier 9 6

H o y l e , F red 1 9 Hubble, Edw i n 1 8 H u m ason, L . S . 1 8 H u gg i n s , W i l l i a m 1 7 H u yge n s , C h r i s t i an 9 0 , 1 44

1 1 n n e s , Ro bert 1 2 6

Lem a i tre, Georges 1 9 Ley de T i t i u s- B ode 8 2 L íneas de Frau n h o fer 1 7 Los p l anetas 1 O , 2 4 , 2 5 , 2 9 , 3 9 , 7 0 , 7 4 , 8 2 , 8 4 , 9 5 , 1 06 , 1 0 8 , 1 1 O , 1 1 4 , 1 1 8 , 1 22 Lowe l l , Perc i v a l 7 3 , 8 0 , 9 8 L u u , Jane 1 0 0 Lytt l eton , R . A . 2 7

I n fo rmac i ón genét i c a 5 2

Lyne, A n d rew 1 1 2 , 1 1 5

I n vas i o n e s m arc i anas 7 9

Luc í an de S a m osata 63

l o, Europa, Gani medes y Cal i sto 84

J J a n sky, Karl G uthe 1 3 0 J e an s , S i r J a m e s 2 6

Lucrec i o 9 Lunas de G a l i l e o 7 8 Lunas d e M arte 7 9 , 8 3

M

J e w i tt, Dav i d 1 0 0

M ante l l , Thomas 1 4 0

J ohanson, Donald 54

Maund er, Ed ward 74

1 67

M atth ews, Clifford 43 M areas grav itac ionales 83, 90, 1 1 1

Opar i n , Aleksander 4 1 , 1 62 Origen de la v i da 9, 4 7 , 4 8 , 5 0 Origen del u n i verso 1 2 , 1 5 1 9

M ar i n er 66, 7 0 , 7 5 , 7 7 , 79

Ovnis 1 3 , 1 3 9, 1 4 1 , 1 43 , 1 44, 1 5 1

M ardsen , Bri an G. 84

M ars O bserv e r 7 6 , 8 1 M arte 1 1 , 2 7 , 2 9 , 72, 74, 79, 8 3 , 1 0 0 , 1 03 , 1 1 9 , 1 2 5 Materi a osc ura 2 5 , 1 5 9 M erc u r i o 1 1 , 1 3 , 2 7 , 6 6 , 7 0 , 8 3 , 88, 92, 1 1 3 , 1 25 Meteoritos 1 2 , 3 5 , 42, 44, 50, 5 7 , 62, 67, 8 3 , 1 4 1 M i l l er, S tanley 4 1

P i on eer 7 0 , 8 5 , 1 0 1 , 1 2 5 , 1 3 6 ,

M i s i ón M agallanes 7 1

138

M o rri s , Ralph 6 5

P oe, Edgar Allan 6 5

M e , R . B . Laughl i n 1 4 1

Powel, Bill 1 49

M o rr i s o n , Philip 1 3 0

Planeta X 29, 1 0 0 , 1 O 1

M o rghen , F ilippo 6 5 M oléc ulas orgán i c as 4 1

J

43 ' 4 7

Planetas gaseosos 2 7 , 8 3 , 8 9 94, '

N N agy, Bartholomew 5 7 N ewton, Isaac 1 7 N e b u l o sa de A n drómeda 1 8 N e b ulosa del A n illo 3 0 N e b u l os a del C angrejo 3 0 N e b u l osa solar 2 6 , 2 9 , 3 8 , 43 , 5 0 , 8 3 , 1 00 N e i l A rmstrong 6 1 N e ptuno 96 N u be de Oort 2 9 , 1 00 , 1 5 9 N u bes de M agallan es 24, 1 5 8,

o O l iver, Bern ard 1 3 2 Ondas de radio 22, 1 29, 1 53, 1 5 7, 1 59 1 68

21 Phobos 79 P i ckering W illi am 6 0 , 6 1 P i azzi, G i usep p i 8 2

M i s i ón A polo 3 8 , 6 1

M ozart 1 3 8

P allas 8 2 P artículas elementales 2 0 P e n z i as, Arno y W i lson, Robert

Meteorito de Orgue i l 42

7 7 , 8 6 , 9 2 , 1 04 , 1 5

p

96, 1 1 9 Plan etas i n teri ores 2 9 Plan etas rocosos 2 7 , 1 1 0 , 1 1 9 , 121 Planetes i m ales 2 8 , 8 3 , 1 0 0 , 1 1 3 , 1 59 Plantas fotosintéticas 5 1 Plat illos voladores 1 2 , 1 3 9 , 1 4 1 , 1 43 , 1 44 Plutón 1 3 , 8 3 , 9 8 , 1 00, 1 1 1 , 1 2 5 P o l v o i n terestelar 43 , 4 5 , 1 3 1 Program as S ETI 1 3 , 1 3 1 , 1 3 4 Proteín as 40, 4 1 , 49, 5 9 Próx i m a C entauro 1 2 6 , 1 2 7 Proyecto Grudge 1 4 0 Proyecto Li bro Azul 1 4 1 Proyecto M ETA 1 3 3 Proyecto OZ M A 1 3 1 P royecto Sent i n el 1 3 3 Proyecto S erend i p 1 3 3 Proyecto Signo 1 4 0 Ptolomeo 1 O, 1 09

Q Quasars 23

Shklovsk i i , l o s i f 7 9 Sm ith , Bradford 1 1 2 Sputn i k 22 3 9 , 8 1 Strav i n s k i 1 3 8

R Rad i oastróno m i a 2 1 , 1 1 3 , 1 3 0 , 1 3 2 , 1 60 Rad i ote l e s c o p i o 1 3 , 1 2 3 , 1 3 0 , 1 52

Superc l u ster 1 60 Superc l u ster Local 2 5 Superficie d e la Luna 6 0 S uperficie d e las estre l las 1 0 8 Superficie de Mercurio 67 Superfici e de Venus 6 8 , 70

Rayos ultrav i o l eta 5 1 , 77

T

Radar 7 1 , 83, 1 3 0 Rad i ación cósm ica 22 Rad i ac i ón u ltrav i o l eta 4 1 , 5 9 , 77, 1 57

Terrile, Richard 1 1 2 Telescopio espacial 1 3 , 1 1 4

Reber, Grote 1 3 0

Teoría de la acreción 2 8

Robert O ' De l l 1 1 4

Teoría d e l a captura 2 7

Russen, Dav i d 64

Teoría d e l a re l ativ idad 1 9, 1 4 5 ,

Russe l l , Henry 1 0 5 Ruido de m i croondas 22

1 60 Teoría de la supernova 2 7 Teoría d e l fi l amento 2 6

s S an Agustín 1 O S agan, Carl 1 2 3

S an I s i doro de S ev i l l a 1 O Saturno 1 1 , 2 7 , 29, 8 6 , 89 9 1 , 93 , 94, 1 46 S c h i apare l l i , G i ovanni 73

Teoría del impacto 3 8 Teoría evolucionista 5 3 Teoría meteórica 6 1 Teoría nebu l ar 26 Teorías evo l utivas 53 Titán 90, 92 Titius, Johann 82 Tom baugh, C l yde 98

Scul ly, Franf 1 4 1 S i rio 1 7, 1 0 8 , 1 1 0, 1 26, 1 2 8

u

S i stem a binario 2 7 , 1 09, 1 0 7, 1 1 8 S i stemas múltiples 1 0 7 Sistemas planetarios 1 1 , 1 3 , 27, 29, 1 08, 1 1 7, 1 1 9, 1 2 1 , 1 25 , 1 5 3 Schopf, W i l l i am 3 9

Un iverso prim itivo 7, 1 6, 1 9, 2 1 , 23 Urano 93

S h akespeare, W i l l iam 94 Schimdt, Otto 26 S l i pher, Melvin 1 8

V

Strom, Karen 1 1 3

Veme, J u l i o 66

Swift, Jonathan 7 8

Ven era 69, 70

1 69

V e n u s 2 7 , 2 9 , 3 9 , 6 8 , 69 , 7 0 , 7 4 , 8 3 , 1 0 0, 1 0 3 , 1 1 9 , 1 2 2 , 1 4 0 ,

Voyager 8 5 , 8 7 , 9 0 , 9 2 , 93 , 9 6 , 1 2 5 , 1 3 6, 1 3 8

1 43 V e sta 8 2 V ía Láctea 1 8 , 2 4 , 1 03 , 1 04 , 1 0 7 ,

w

1 1 4, 1 2 1 , 1 2 5 , 1 3 0, V i aj e s a l a L u n a 64 V i ctor Fesenkov 1 2 3

Wachters h a u ser, G u nter 4 8 We l l es, Orson 8 0

V i da en J ú p iter 8 6

W e l l s , Herbert George 8 0

V i da en l a L u n a 6 0

Wetheri l l , George 5 0

V i da en l a Ti erra 1 3 , 3 9 , 5 0 , 1 0 3 ,

W i l so n , M i l e s 6 5

1 33 V i d a en M arte 73

W i l k i ns, J h o n 63 W o l szczan , A l exander 1 1 3 , 1 1 6

V i da extraterrestre 1 3 , 1 4 , 5 7 , 5 9 , 1 0 6, 1 2 9, 1 3 1 V i da i n te l i gente 1 2 , 5 3 , 1 04 , 1 3 1 V i e n to s o l ar 3 5 , 6 7 , 1 0 1 , 1 1 1 , V i e ntos este l ares 2 9 V i k i n g 72, 73, 75, 8 1

1 70

z Zach, Franz X aver von 8 2

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