Geertz Clifford Los Usos de La Diversidad PDF

January 20, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Los usos de la diversidad

 

PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO Colección dirigida por Manuel Cruz

i. L. W ittgenstein,   Conferencia sobre ét ética ica 2 .  J. Derrida, La desconstrucción en las fronteras d e la la filosofí filosofíaa 3 .  P. K. Fey erabe nd, Límites de la ciencia ciencia filosofar? 4 .  J. F. Lyotard, ¿P or qué filosofar? 5.   A. C. Da nto, Historia y narración 6. T. S. Ru hn,  ¿Qué  son las revoluciones científicas? científicas? 7. M. Fou cault, Tecnologías del yo 8. N. Luhm ann,  Sociedad y sistema: la ambición de la teoría 9. J. Rawls,  Sobre las libertades 10 10..  G. Vattimo ,  La sociedad transparente lingüístico 11 .  R. Rorty, El giro lingüístico 12. 12 .  G. Colli, El libro de nue stra crisis 1 5 .  R .-0 . Apel, Apel, Teoría de la verdad y ética del discurso suertee 14. 14 .  J. Elster, Domar la suert 15. 15 .  H. G. Gadam er, La actualidad de lo bello 16. 16 .  G. E. M. Anscom be, Intención 17. 17 .  J. Haberm as, Escritos sobre moralidad y eticidad filosofía 18. 18 .  T. W. Adorno, Actualidad de la filosofía 19. 19 .  T. Negri, Fin de siglo 2 0 .  D. Davidson, Mente, mundo y acción 2 1 .  E. Husserl,  invitación a la fenomenología 2 2 .  L. Wittgenstein,  Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa 2 5 .  R. Carnap, Autobiografía intelectual intelectual 2 4 .  N. Bobbio, Igualdad y libertad 2 5 .  G. E. Mo ore, Ensayo s éticos 2 6 .  E. Levinas, El Tiempo y el Otro metafísica Acerca de  la   del juventud E. Jüng Benjamín, er y M.  LaHeidegger, nihili nihilismo smo 2 87 .  W. 2 9 .  R. Dw orkin,  Ética privada e igualitarismo político 3 0 .  C. Taylor, La ética de la a utenticidad 5 1 .  H. Putnam, Las mil caras del realismo 3 2 .  M. Blanchot, El paso (no) más allá 3 5 .  P. W inch,  Comprender una sociedad primitiva ciencia encia 3 4 .  A. Koyré, Pensar la ci 5 5 .  J. Derrida, El lenguaje y las instit instituciones uciones filosóficas filosóficas  Reflexiones exiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social 3 6.   S. W eii, Refl 5 7 .  P. F. Strawson,  Libertad y resentimiento 5 8.   H. Arendt, De la historia historia a la acción 5 9 .  G. Vattimo, Más allá de la interpretación 4 0 .  W. Benjamín,  Personajes alemanes 4 1 .  G. Bataille, Lo que entiendo por soberanía 44 24 ..   M. lenguaje lenguaje literatura literatura Foucault, C. Geertz,  Los Deusos de la la ydiversidad

 

Clifford Geertz Los usos de la diversidad

Introducción de Nicolás Sánchez Dura

Ediciones Paidós I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona Barcelona - Buenos Aires - México

 

Títulos o riginales: 1 . «Thinking as a moral act», Publicado  enAn tioch Review  28 (1968) 2 y reproducido con el permiso de los editores. 2 . «The us es of di lectures on human valúes, valúes,  vol. 7), diversi versity» ty» {The Tannen lectures 251-275; publicado en inglés por Sterling M. McMurrin. 3 .  «Anti-antirrelativism», publicado en inglés por la American Anthropologist,  86:2, junio de 199 1994, 4, y reprodu cción con el perm iso de la Ameri can Anthropological Association. Traducción de M a  José Nicolau La Roda y Nicolás Nicolás Sánchez Du ra (1 y 2) y de Alfredo Taberna (3). Paidós agra dec e a la Revi Revist staa de Occidente la am able autorización par a publicar en el presente volumen la traducción del texto «Anti-antirrelativismo». Cubierta de Mario Eskenazi

1 .a edición, 1996 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción totall o parcial de esta obra por cu alquier m edio o procedim iento, tota com prendidos la reprografía y el tratamien to informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

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ntioch Review   Inc. de 1, 1986 by  AAntioch de 2, 198 19866 by Universit Universityy of Utah Pre ss de 3, 1984 by American Anthropological Association de todas las ediciones en castellano, Ed icione s P aidós Ib érica, S.A. S.A.,, M ariano Cubí, 9922 - 08 08021 021 Barcelona, e Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, 08193 Bellaterra

ISBN SBN:: 84-493-02 33 -1 Dep ósito legal: B-7. B-7.792/199 792/19966 Impreso en Novagráfik, S.L., Puigcerdá, 127 - 08 08019 019 B arcelona Impreso en España - Printed in Spain

 

SUMARIO

Sánchez Dura   1.  1.   Ad iós a to do aquello 2 .  El antirrelativismo c om o rito iniciát iniciático ico del cient científi ífico co social 3 .  Un particularism o optim ista .

12 19

4 .  Co m prensió n sin sin em patia traidores dores 5 .  H abla nd o de trai

26 34

£1 pensar en cuanto acto moral

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Lo s u so s de la diversidad diversidad

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Anti-antirrelativismo

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INTRODUCCIÓN,   Nicolás

9 9

 

INTRODUCCIÓN*

1.   Adiós  a todo  aquello El M inistro inistro del Interior francés francés,, Charles Pasqua, Sorpr S orprendió endió a propios  y extraños saludando saludan do en un u n acto a cto público a los «dos mil millo lo nes de musulmanes franceses». Más allá de la anécdota y de su event eventual ualque oportunismo, oportunism o, lo relevan rel te para que nos ofue cu paos padebido os cona siderar si el ministro seevante expresó de lomanera talocu una situa situaci ción ón de hecho que el pragmatis pragmatismo mo políti político co nnoo puede pu ede ob ob  viar: viar: hoy dos mil m illo lones nes de ciudadanos ciudadano s france francese sess de pleno derecho —incluido el voto— son de origen magrebí. Este hecho, por su puesto, no es sólo característico de la sociedad francesa, pues grandes masa m asass de población de muy m uy divers diversaa estirpe étnica étnica  y cultu ral conviven en estados antaño mucho más homogéneos en este respecto. En cualquier caso, éste y otros fenómenos siempre de carácter masivo configuran un panorama donde el mestizaje cul turall es la regla tura regla  y no la excepción. Ahora Aho ra bien, tal estado de cosas cosas no pued pu edee sino resultar resultar en cam bios profundos en el ámbito del mismo discurso antropológico, tal y como se configuró en su periodo clásico, en cuanto discipli na de carácter empírico con pretensiones científicas. Creo que el trabajo de d e Geertz G eertz parte de la constataci constatación ón de este hecho, y de ssa a car la lass consecuencia consecuenciass teóricas que se desp desprend renden en para la antropo antrop o lo logí gíaa cuan c uando, do, en general, gene ral, cabe preguntarse preg untarse a quién están hoy desdes* Agradezco a Vicente Sanfélix Viciarte y a Carlos Moya, colegas del Dpto, de M etafí etafísi sica ca y T,a  del Conocimiento de la Universitat de Valencia, las observa cioness y comentarios que m e hicieron sobre el borrador cione borra dor de esta esta introducción intro ducción..

 

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tinadas la la verosimili verosimilitud tud y la persuasión que comportan com portan los los textos antropológicos, si si a la comunidad comu nidad de estudiosos de la antropolo antropo lo gía (los (los africani africanistas stas)) o a los sujetos sujetos de las descripcione descripc ioness etnográfi cass (l ca (los os afric africanos) anos).. La pregunta preg unta tiene hoy sentido porq p orque, ue, piensa piensa Geertz, ha desaparecido el supuesto de la antropología clásica consistente consist ente en poblaciones o etnias etnias separadas y estancas, estancas, si sinn ape ap e nas contacto con tacto entre e ntre sí, sí, a las las que accedía accedía el antropólogo a través través de toda suerte de dificultades físicas sirviéndose de intermediarios, dond do ndee los sujet sujetos os de la la descripción etnográfica etnográfica y el púb público lico lector «no sólo eran separables sino que estaban moralmente desconec tados...   (y) los los primeros tenían que ser descrit descritos os pero p ero no ser inter inter pelados, y los segundos informados informados pero no implicados».1 Ciertamente Ciertam ente no n o sólo G eertz ha señalado señalado esta nue nueva va sit situación. uación. Tam bién Lévi-Strauss Lévi-Strauss cuenta cue nta algo signi signifi ficat cativ ivoo en  D  Dee  cerca  y d e   le jos,   libro autobi ográfico publicado pub 1988, por po r tanto lej lejano anobra de cuando cuan do enautobiográf los años 3 0ico hacía hací a trabajo trlicado abajo en de campo cam poyentre  los indios

sileños: «Hace unos días me enviaron de Canadá, a título de cu riosidad, unos cuestionarios, formularios y demás que ahora hay que rellenar, en varios varios ejemplar ejemplares, es, antes de que qu e una "band "ba nda" a" (e (ess el apelativo oficial) de indios de la Columbia británica te autorice a trabajar tra bajar con ellos. ellos. Nadie Na die te contará un m ito ito sin sin que qu e el informador reciba reci ba por po r escrito escrito la la seguridad de d e que qu e él tiene la propiedad propied ad litera litera ria ria con todas las cons consecuenci ecuencias as jurídicas jurídicas que eso implica». Pare Pare  ce innecesari innecesarioo insisti insistirr en que la expresión expresión «propieda «pro piedadd literar literaria ia d e un m ito» es es síntoma síntoma suficient suficientee del  collage  cultural — por utili utilizar zar llaa expresión de G eertz en «Los usos de la la diversidad»— diversidad»— en el que se se han convertido tanto tan to las sociedades de referen referencia cia de los los antropó antrop ó logos log os como com o aquellas que solía solíann estudiar y todavía todavía estudian. N o es pues extraño que el trabaj trabajoo de campo —el — el  íamosofield work, santo y seña de la profesi profesión— ón— se vea afectado afectado hoy por po r esa interpene interp enetración tración de las las tramas tram as simbóli simbó licas, cas, en las que qu e consisten las las culturas, caracter característ ística ica de nuestro nues tro tiempo. tiempo . En «El pensar en cuan to acto mo moral: ral: la lass dimensiones éticas éticas del trabajo trabajo antropológico de 1.  El antropólogo como autor,   Paidós, Barcelona, 1989, pág. 142. 2. LÉVI-STRAUSS,  D e   cerca  y de lejos,  Ali  Alianza, anza, Mad rid, 1990, pág . 65 .

 

IN TR O D U C C IÓ N

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cam po» (1968), campo» (1968), el artí artículo culo más m ás antiguo que aquí se presenta, presen ta, ello ello aparece al hilo hilo de su refl reflexi exión ón en torno to rno al estudio  sur le mo motif tifáe áe la reforma reforma agraria, y cuestiones cuestiones afines, afines, en Java y Marruecos. Pe ro más allá de ser una carga de profundidad, con cierto sarcasmo,  los.de para  quecampo siguenu afirmando forma un tanto que en el trabajo observacióndeparticipante hay beata que perturbar con la la presencia presencia del estudioso lo lo m menos enos posible el comportamien com portamien to del grupo estudiado, estudiad o, a la la vez vez que cuidar de no ligarse ligarse a ningún ningún rol determinado del grupo para distinguir entre lo que los infor mantes dicen que es el caso, lo que dicen debería ser el caso (su ideal) y las explicaciones del etnógrafo, en «El pensar en cuanto acto moral» aparece claramente cómo las cuestiones epistemoló gicas  y meto  metodoló dológic gicas as no n o pueden pue den quedar circunscr circunscrititas, as, rebasando rebasan do más pronto pro nto que tarde estos estos ámbitos ámbitos para desbordarse en la di dimen si sión ón m oral. Pues ya desde ese núcleo seminal, seminal, la la rel relaci ación ón entre en tre in in formante  y etnógr  etnógrafo afo aparece como com o inevitabl inevitablem emente ente ambigua des des de el punto de vista ético y, en todo caso, irónica; ambigüedad e ironíaa que perman ironí pe rmanecerá ecerá cuando cua ndo tal experiencia experiencia vivi vivida da se iinscri nscriba ba y concluya en texto etnográfico. Es precisamente precisamen te est estaa dimensión moral m oral llaa que qu e llllev evaa a Geertz G eertz a reiterar, reit erar, con ciertas ciertas dosis dosis de prude pru dente nte esceptici escepticismo, smo, la defen defensa sa de lo que, por otra parte, ha sido siempre el objetivo explícito de la disciplina: el mejpX- c o m P reno, er aLotm. para, a través del rodeo antropológico, mejor comprendernos a nosotros mismos, si bien la unicidad de ese «nosotros» sea hoy un pálido reflejo de la que fue.   Ya que qu e la la empresa em presa antropológica «v «vaa dirigida dirigida no n o hacia hacia la im im posiblee tarea de controlar la historia, sino hacia la tarea posibl  tarea quijot quijotesca esca de ensanchar el papel pape l que la la razón desempeña desem peña en  ella». De fo forma rma que aquí la actitud analíti analítica ca  y la imp imparcialidad arcialidad cient científ ífica ica nnoo puede pue denn ser sinónimas de exclusión del compromiso moral. Porque pudiera ser el caso,  y d  dee hecho es el caso, caso, como muestra m uestra en «Los usos de la diversidad» (1986) £n su polémica con Rorty  y Lévi-Strauss  Lévi-Strauss,, qu quee el fa fant ntas asma ma del etnocen etnocentri trism smoo nnoo haya haya aband ab andona onado do del todo tod o llos os es tudios sociales y adquiera ahora nuevas configuraciones, algunas de las cuales pueden tener un paradójico parentesco, por cierto,

con ciertas formas de particularismo. Quizá por ello, ya en «El

 

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pen sar en cuanto pensar cua nto acto moral» m oral» Geertz Ge ertz concluye concluye su su artículo artículo afi afirman rman do que «el fa famoso moso relati relativis vismo mo de los valore valoress de la antropología no es el el pirronis pirronism m o m oral del que ésta ha sido a menudo m enudo acusada». acusada». 2 .   E l  antirrelativismo como rito imciático d e l científico social

Sin embargo, Sin em bargo, parece parec e fuer fueraa de lugar atribuir aquí al part particula icula rismo una nueva perversión —ese nuevo sofisticado etnocentrism o —  cuando tantas de ellas desde siempre le ha atribuido el an tirrelati tirr elativismo vismo.. Más, M ás, si cabe,  si tenemos  tenemos en cuenta que G Geertz, eertz, ccomo omo veremos, es un particularista peculiar de la estirpe de Boas. Pero ya se sabe que las cosa cosass no son siempre como parecen. p arecen. Pues P ues bien podría pod ría ser que aquello aquello que el antirrel antirrelati ativis vista ta considera com comoo ine ine vitablemente concomitante del relativismo y del particularismo conexo, a saber: nihilismo moral y cognitivo e imposibilidad de crítica intercultural, lo cumpla sobradamente dicho etnocentrismo renovado fundado ahora en un particularismo también de nuevo tipo. Ese es el pu nt ntoo de llegada llegada d e Lévi-Str Lévi-Strauss auss y de Rorty, aunque aun que por diversos caminos y diagnósticos del mundo en que vivimos: quee cada cual sea cada cual, que las culturas qu culturas sean mónadas m ónadas con al al gún ventanuco que otro, pero mejor cerrados que abiertos, y así cada uno disfrutará en su propia casa de lo que es peculiar eintransferible. Lévi-Strauss Lévi-Strauss concluye concluye en esa esa autocentricidad autoce ntricidad cultural porqu po rqu e piensa que el mestiz mestizaj ajee y los préstamos préstamos culturales culturales son tan intensos y arrolladores arrolladores que corremos el peligro peligro de llegar llegar a so soci cie e dades decadentes. Obviamente, en su posición hay un supuesto injustificado que aparecerá claramente  a  all lector de d e «Los usos usos de la diversidad»: que q ue los grandes grand es valores, obras e invenciones son fru fru to de sociedades no n o mest m estiza izas, s, alej alejada adass unas de d e otras o tras y con con una mí nima ni ma comunicaci com unicación ón entre sí sí.. Sin Sin em bargo, el recorrido reco rrido de Rorty es casi casi el el inverso. Su punto pu nto de partida no es la la estimación estimación de d e que q ue vivimos un mundo donde las diferencias se difuminan hasta casi desaparecer sino que, puesto que no hay manera de ponerse de

 

INTRODUCCIÓN

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acuerdo los unos con los otros, otros, puesto qque ue no hay manera de re conciliar las diferencias, entonces cada sociedad debe hacer la apoteosis apoteos is de d e sus héroes, héroe s, satanizar satanizar a sus enemigos y orquestar diá diá logos log os internos para pa ra redefinir redefinir cada cual su su proyecto. proye cto. Rorty3   matiza su aposición en «On a reply to C. Geertz», posterior «Los usos de laEtnocentrism: diversidad». Allí, parafra seando la expresión de Geertz «anti-antirrelativismo», denomina su posición posición «anti «an ti-anti -antietnocentris etnocentrism m o». Q uiere indicar con ello ello que, si G eertz con su expresión pretend pre tendee más que afirmar afirmar el relat relativi ivis s mo criticar los efectos perlocucionarios indeseables del antirrelativismo, él pretende lo mismo respecto al antietnocentrismo. El anti-antietnocentrismo anti-anti etnocentrismo debe verse, verse, dice, como una terapia fil filos osó ó fica frente al ideal de justif justifica icación ción racional de la Ilustración: no n o es etnocéntricamente perverso el no poder apelar a criterios neutra ideales de d e igualdad y de justi justici ciaa procedim proce dimentaí entaí pued p ueden en ser les. Los ideales considerados como com o desarrollos desarrollos culturales culturales nuestros, nue stros,  y por tanto lo lo cales cal es y excéntricos, excén tricos,  y no po r ello ello perd er su valor. Las democraci dem ocracias as burguesas tienen entre sus héroes, de d e los los cuales cuales hacen apoteosis, tanto a los expertos en diversidad que promueven la existencia pública plena de los diferentes, ampliando así nuestra imagina ción moral («agentes del amor»), cuanto a los guardianes de la universalidad («agentes de la justicia») cuya misión es asegurar que una vez admitidos a la ciudadanía, gracias a los esfuerzos de los agentes agentes del am or, sean sean tratados formalmente igual igual que qu e el res solución de Rort R ortyy es una mezcla mezcla de «narcisismo «narcisismo privado y t o . La solución pragmatismo público». púb lico». Si tenemos en cuenta cue nta lo que nos dicen dicen am bos tipos de agentes, agentes, veremos veremos como indeseable indeseable el establec establecer er como requisito para la ciudadanía plena el comulgar con laj.mismas creencias acerca del de l sentido sen tido de la vida vida y con ciertas ic icjeas, inór inórales ales.. N o podemos podem os aspirar aspirar más que a un com promiso con las las nuestras nuestras y a establecerla establecerlass como convenientes y deseables deseables para los dem demás, ás, que 3 .  Com pilado, aall igual igual que «Postm odernist bo bourgeois urgeois lliber iberali alism» sm» al que hace referencia  GEERTZ,  en  Objectivity,   Relativism, and Truth.  Phil  Philosophical osophical Papers. Pap ers. Vol. 1. Cam bridge U niv. Press Press,, Nueva Y ork, 1991 (trad. cast.: cast.: Objetividad,  relati vismo y  verdad,  Paidós  P aidós,, Barcelona,

 

1996).

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en cualquier caso deben estar sometidos a las mismas exigencias formales for males de la justi justicia cia que q ue nosotros. no sotros. En E n defin definititiv iva, a, hay que disociar disociar los ideale idealess —nuestros— — nuestros— de libertad e igual igualdad dad del de fraternidad. fraternidad. Creo que la posición posición de Rorty adolece, en entre tre otras o tras cuestiones cuestiones  las que no pueden pued en aquí didiferentes scutir irse, se, deconcepciones no considerar considerar  s ituaciones uaciones de conflicto agudo entrediscut de las la sit  Ese con  vida. flic flicto to se muestra, m uestra, por p or ejemplo, en el caso caso del indio alcohólico que q ue Geertz Gee rtz propo pro pone ne en «Los usos usos de la divers diversidad» idad».. Recuerde Recuerde  e  ell lector, en su momento, que para Rorty en esa situación no hay nada que lamentar, lamen tar, ni más lecci lección ón que extraer que la de que las instit institucio ucio nes democráticas han funcionado como se esperaba de ellas y como es conveniente. Parece pues que, por un lado, en caso de conflilict conf ctoo agudo el otro, otro , el que no sea sea un burgué b urguéss liberal liberal posmo posmo  derno de rno,, no tenga más opción que plegarse plegarse a los los valores valores y crit criterios erios de éstos; y, por otro lado, que nuestras posiciones de partida no puedan ser criticadas y reformuladas en esos conflictos. Pero es d ice Rorty implica implica el supuesto de que es que, adem ás, todo lo que dice posible seguir hablando, en sociedades que son  collages  cultura les,  de un incólume «nosotros» frente a un no menos perspicuo «ellos». Y tal cosa es lo que Geertz niega que  defacto  ocurra, de biendo en cualquier caso, a pesar del narcisismo, sacar provecho de ello. ello. El problema no es que G eertz nnoo admit adm itaa que no n o existe existenn criterios neutrales, lo que ocurre es que piensa que el punto de partida —nuestros criterios histórica y culturalmente determina tiene por po r qué q ué ser el mismo que el de llegada. llegada. dos—  no tiene Así pues, el nuevo etnocentrismo no tiene por qué incluir un juicio negativo sobre las particularidades culturales ajenas. Tan sólo se desentiende y desea o concibe un mundo de identidades impenetrables, a la vez que defiende la propia particularidad de toda injerencia. La respuesta de Geertz es, por un lado, afirmar comoo cuestión de hecho com hech o el imparable imp arable proceso de mesti mestizaje zaje de to das las las sociedades sociedades — aunque aun que,, obviamente, hay difere diferenci ncias as de gra gra do según los casos— casos—  y, p  poo r otro, y  yaa lo hemos hemos dicho, afi afirmar rmar que el relativismo de los valores de la antropología no es equivalente al pirronismo m oral del que le acusa frecuentemente frecuentemente el antir antirrel relati ativis vis--

ta, a la vez vez que qu e defiende como com o posible y deseable el diálogo diálogo trans-

 

INTRODUCCIÓN

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cultural en vist vistas as a ensanchar el papel que q ue la razón razón desempeña desemp eña en la histori historia. a. De D e lo que se trata es de conversar con los otros  a fi  fin de de,, comprendiénd com prendiéndolos, olos, ampliar el unj unjy. y.ej ejsso dsi discur discurso so hhum umano ano.. Po Porr tanto perseguiremos aquellas descripciones que hagan más pers facie,  nos picuas inteligibles inteligibl es las acciones de d e losdeotros que q ue,que , prima parecene extrañas e incomprensibles, forma en ocasiones podam os volver volver sobre nosotros mismos  y dejar de d e ver «lo de casa» como lo natural o indefecti indefectible ble — como algo algo de sentido común— com ún— 4 en vez vez de verlo verlo como com o una m anera que tiene su su arraigo en una tra ma culturalmente culturalmen te complej complejaa e historiable. historiable. Esta posición pued pu edee aclararse aclararse si si recurrimos a llaa distinci distinción ón que Geertz Ge ertz hace, en la la anterior refere referenci nciaa a «El pensar en cuanto cuan to acto m oral», entre «relati «relativis vismo» mo» (de los los valore valores) s) y «pirronismo» (mo ral).  El problema problem a con el relat relativi ivismo smo — por cierto, como con el es cepticis cepti cism m o— no es  ya, como señala, señala, que norm no rmalme almente nte sean sean los antirrelativistas quienes lo definen, sino que deben de distinguirse varios vari os aspectos aspectos que normalmen norm almente te se confunden. Cabe Ca be pues distin distin guir al m enos tres aspectos aspectos com o a) qué es  aquello que se relativiza (la ontología, las razones, la verdad, los valores, las costum bres...),   b) respecto a  q u é   marco   o contexto   se hace relativo lo relativi relat ivizado zado (l (las as teorías, los esquemas esquem as con conceptu ceptuales, ales, las las culturas.. culturas...).) y c) la  fuerza o  radicalidad con la la que q ue se rel relati ativiza viza algo respecto respec to de un marco o contexto co ntexto de refere referenci ncia. a. Puess bien, la posición Pue posición de G eertz es que el relat relativi ivismo smo cultural, aquel que qu e elige elige como com o contex co ntexto to de relativi relativización zación las di diversa versass cultu ras, no tiene por po r qué concluir en pirronism o, es decir decir en un relati relati vismo extremo en cuanto a la fuerza de la relativización que con cluya en un escepticismo radical respecto a la posibilidad de 4 . Al decir aquí «sentido común» hay que entender que el llamado sentido común es substantivamente diferente si se considera transcultural y transhistóricamente  pero, como Geertz G eertz se en encar carga ga ddee mo mostra strar,r, en toda cultura cultura hay un tipo de  forma lmente  sí tiene rasgos saber, el sentido sentido com ún, qque ue si no substant substantivamente, ivamente, forma comunes. Como características formales, que se expresan en el lenguaje ordi nario, señala la «naturalidad», el pragmatismo, la literalidad o simpleza y el ser a-metódico y accesible sin más. Véase Conocimiento  local,  Paidós, Barcelona, 1994,

págs. 93-117.

 

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juzgar, desde otro contexto cultural, lo relati juzgar, relativizado. vizado. En la cita cita que qu e comentamos com entamos tal afirmaci afirmación ón ri rige ge —en — en cuanto c uanto aquello que se relat relatiiviza viza— — para  lo loss val  valores, ores, pero pe ro la distinción distinción vale vale en general com comoo ve remos detenidamente más tarde. Ello hará plausible que pueda en «Anti-antirrelativismo», que «lamo tendencia relativista, oafirmarse, más exactam ente la incli inclinación nación al rel relati ativis vismo que la aantropolo ntropolo gía gía provoca provoc a en quienes tienen m ucho uch o t,ra t,ratto con sus materiales, m ateriales, est estáá pues en cierto m odo implícit implícitaa en la discipl disciplina ina en cuanto cuan to tal», a llaa vezz que afirma, ve afirma, quince años antes en «El pensar en cuanto cuan to acto mo aun que el rel relati ativis vismo mo no sea sea sinónim sinónim o d e pirronismo «el ral», que aunque juzgar sin comprensión constituye una ofensa contra la morali dad». Y esa comprensión exige exige darle toda su densidad y rele relevan van cia a lo local, particular y variable, y no abandonar a uña de caballo la maraña de las diferencias para llegar cuanto antes a invariantes culturales, c ulturales, realidades subyacentes fij fijas o a universales universales ló lógi gicos cos o empíri em píricos cos — com comoo defienden defienden los antirrel antirrelati ativist vistas— as— que, qu e, en el mejor de los casos, son abstracciones abstracciones vacías vacías carentes de po  tenciaa heuríst tenci heu rística ica en vi vist staa a com prender prende r lo ajeno ajeno y, en el peo peor,r, no no son más que particularidades culturales (nuestras) que de forma injustificada pretenden generalizarse. En este pu nt ntoo creo que G eertz tiene razón frente frente a crít crítica icass tan apasionadas, rayando en el mal tono, como la de Gellner en  Pos modernismo,  razón  y  religión?  cuando afirma, siguiendo explícita m ente a Ian Ian Jarvie, Jarvie, que qu e «el rela relatitivi vismo smo « im p lic a nihili nihilismo: smo: si los criterios son intrínsecos e ineludiblemente expresiones de algo que llamam llamamos os cultura, y no pueden pue den ser ser nada m ás, entonces ningu ningu na cultura puede pue de someter som eterse se a ningún criterio, criterio, po porqu rquee   {ex  hypothepu edee haber ha ber criter criterios ios transculturales transculturales desde los cuale cualess pue s i)  no pued da juzgarse. Ningún argumento podría ser más sencillo o concluyeme».6   No creo que la cuestión sea sencilla, ni su argu  le falt m ento concluyeme concluyeme po rque, rqu e, entre otras cosas, cosas, a Gellner le  faltaa de de-5 .  El libro de Gellner es de 199 19922 y, entre ootros tros escritos, hace referenci referenciaa ex plícita al artículo aquí publicado «Anti-antirrelativismo». Hay edición española en Paidós, Paidó s, B Barce arcelona, lona, 1994. 6.   GELLNER,  ob ob.. cit., cit., pág. 68.

 

INTRODUCCIÓN

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cir cómo   s elogra determinar tales criterios. En   cualquier caso a  cualquier Gellner lo que de verdad le preocupa no es tanto el ni nihi hililismo smo mo ral cuanto  el  cogniti  cogn itivo. vo. Y  es en  este pun punto to dond do nde, e, sirviéndos sirviéndosee del concepto conc epto de «Era «E ra Axial» Axial» de Jaspers, recita recita un unaa lección lección sabi sabida da des las  cien ace tiemp tiempo: o:  «ha  dconocimiento conocim ientode cientí propio prop sob io de dcias e  hhace  naturales—  natur ales— triunfado, triunfado, d científico—e e un modo mfico—el odo  otro,  sobre re  todos los  ulotro, demás,  a juzgar po r el criterio criterio pragm prag m ático de la la eficac eficacia ia tecnológi ca, pero también  de  acue acuerdo rdo con criterios criterios tales tales com comoo la precisión, precisión, la elaboración,  la  elegancia  el egancia y l expans  expansión ión sostenida sostenida y consens consensua ua a da».  Es en ese ese ci cient entif ifici icismo smo positivi positivista sta dond do nd e reside la diferencia diferencia filosófica de base  y donde, por  cierto, cierto, parece reproducirse de nue v o  la  oposición  de  concepc  conc epciones iones filo filosóf sófic icas as  de  fondo  y el  diálogo  diál ogo imposible imposi ble que ya ya se se dio entre Peter W inch, por un lado,  y Gellner y Jarvie por  otro, otro , con moti m otivo vo d  dee lla  publicaci  pu a blicación ón  por  e  ell primero prim ero de su famoso  y extenso artículo artículo «Com «C omprend prender er una u na sociedad primitiva» primitiva» (1964).  En   aquel caso, al principio la la polém polém ica giró giró en torno to rno al re lativismo de las   razones para después desbordarse, también, en cuestiones morales. La acusación general contra Winch  fue de  relat  relativi ivismo smo protapro tagoreano basándose  en el  mis mismo mo argumento que el  que hemos re re producido  d  eGellner. Pero tampoco W inch defendió defendió nunca que  de la moralmente m oralmente necesari necesariaa ampliación ampliación de nuestros criterios criterios de  inte ligibilidad  y   comprensión inhibiera nuestra capacidad  de  comprensión  juicio y  81 . Claro que en   otro momento afirma que tal  estilo  de co 7.   Ib í d e m,  pág. nocimiento   «ha resultado   resultado ser tan   poderoso económica, militar   yadministrativa administrativa m e n t e  que qu todas e   la las  sociedades s   ha  tenido  ntenido  qu que  ehacer las pace s  co n él  adoptar  yadoptar  lleva a  afir afirmar mar que , hoy, ese  estilo d  de  conocimiento e ya no   tiene  tiene lo»,  pág. 80. Eü o le as que e  la  las p o r  qué ser  propio  de llas  cultur  culturas as d on de nació  (hay qu  leer:  santiguas poten cias coloniales) desarrollándose mejor, incluso,  e  en  notros lares.  otros 8 .  H a yedición española  en  Pa idós, Barcelona, 1994. Partes sustanciales sustanciales  de la polémica,  por lo que  respecta  a I.  yréplicas  d WINC e  encuentran  en  JARVIE  réplicas H,  se BORGER Y CIOF FI  (comps.),  La explicación   en las  ciencias  de la  conducta,   Alianza, M adrid, 1 974. Para   GELLNER véase  Cause  and meaning   in the  social sciences,  Routledge   Kegan Paul, Londres, 1973. Allí,   el   objetivo último  d eGellner  es  cri ticar    aWittgenstein, sirviéndose  del de lsiguiente razonamiento:  las   posiciones  d e W i n c h   se   derivan  de la   filosofía  d e Wittgenstein, dado  que las   posiciones e itt de Winch   son  absurdas, la  absurdas,  filosofía  d W  filosofía ittgenstein genstein  es  absurda.

 

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crítica. Sólo  — -y  -y visto el  panoram panoramaa todaví todavíaa hoy no es  poco—  poco — de fendía   dos  cosas. La  primera,  que comprender los criterios qu para e de inteligibili inteligibilidad dad (o de racionalidad) raciona lidad) de los otros otro s es necesario ver ver los y pensarlos teniendo ten iendo  en  cuenta  el  cuenta  particu particular lar sist sistema ema de  reglas  reglas  de un u que  es ri rige ge necesario sus sus vidas, vidas,captar que para p el ara sentido captar elque sentido sentido  nsistema  sistem glas  vida tienen  otrosre de la  al de os (s (sus us concepciones del bi bien en y del mal) mal) y que «tenemos que presen tar la la concepción de inteligi inteligibili bilidad dad de  S [por los otros] en relación (i inteligible )   con   nuestra propia concepción  de   inteligibilidad. Esto es, tenemos tenemos que crear crear una nueva nueva unidad u nidad para el concepto  de inteligibilidad,   que   nuestro antiguo qu eguarde alguna relación  con concepto conce pto y que acaso requiera una considerable reformulación reformulación de nuestras categorías». L  segunda,  estr estrecha echa conexión con la an  La a  en terior,  era  su afirmación  de  que ningún sist sistema ema de  reglas, vale vale de cir ninguna ninguna sociedad, está está  a  salvo de  salvo  perder  s sentido,  usentido, its point. Incluidas, obviamente, obviamen te, las las sociedades sociedades de referen referenci ciaa del antropólo go —en — en este caso Jarvie— Jarvie—   que tan   presto estaba  considerar  presto a  la 9 práctica prácti ca de los los oráculos oráculos azande azan de com o  u  nabsurdo  Y  la verdad es  absurdo  un que uno un o se pregunta  s es  esas afirm aciones  son  dignas de tales  dignas  tales iras, iras , i as afirm m ás  si  tenemos  en   cuenta que el  cuenta   rodeo antropológico sólo tiene sentido  si en el  conocimient  conocim ientoo  y l comprensión a   del  otro adquiri mos algo más  d  ellllevábamos evábamos puesto antes d  comenzar  dee lo qu que  de e  el periplo: si no  aqué tanto empeño en  estudios detallados de la va riada diversidad cultural  que han   sido capaces  de  producir los hom bres a lo lo largo del tiem tiempo po y a ttravés ravés de  l geografía. a

Ahora  en el  caso  de  Geertz, como antes en el de  W inch, inch, el nudo de  la  cuesti  cue stión ón es ssii es  posible el  exilio cósmico (por  decirlo a la la manera del Q uine de  Palabra  y  Objetó)  o la perspectiva del ojo divino   (si  prefiere  l versión  Putnam  de (si se a   del  Razón,   Verdad   e Historia).  O  dicho de otra m anera: de lo que se trata es de saber si si es plausible plausible abordar abo rdar el estudio   y la  la com comprensión prensión de las las diferenci diferencias as 9. En «Com prender una soci sociedad edad pr primit imitiva» iva» WINCH establecía sus  puntos de  EVANS-PRITCHARD Brujería, vista   al  hilo de su   reflexión crítica sobre  el  libro  de magia y oráculos entre   los  azande.  D e este último último hay edici edición ón española españ ola en Anagra A nagra ma, Barcel Barcelona, ona, 1976.

 

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culturales baj culturales bajoo el supuesto de que qu e nosotros «poseemos un conoci miento que está más allá de la cultura y de la moralidad» y, aun «la existenc existencia ia de un conocimiento am oral y transcultural más, que «la es   e l  hecho hech o de nuestras nu estras vidas». vidas».10  Desde luego luego Geertz G eertz no suscri suscribe be semejantee supuesto semejant sup uesto — como com o afirma afirma al final final de ««An Antiti-antirr antirrelati elativisvismo»—  ni está dispuesto a admitir que tal cuestión constituya «el hecho» característ característico ico de nuestras nu estras vidas. Per  Peroo tal cosa no le lleva lleva ni a un pirronismo de la comprensión que afirmara que las diferen tes culturas —por absolutamente incomparables— son incom prensibles desde la cultura de referenci referenciaa de la que se parte, ni a un relativismo moral extremo —el famoso nihilismo— que, por de cirlo con su estupenda fórmula, no supiera distinguir entre   el je  j e vous ai  compris  gritado por De Gaulle  áúje vous ai  compris  que quisieron oír los  pieds noirs  argeli  argelinos. nos. Como en el caso caso de W inch, «comprender» en el sentido de captar no es sinónimo de «com prender» prend er» en el sentido sentido de acuerdo sobre las las opiniones opiniones o com pro miso moral común. Que ambos sentidos se fundan en ocasiones no implica que siempre deba ser ése el caso. Sin embargo, justifi car tales afirmaciones, y aquilatar cómo todo ello es posible, re quiere ofrece ofrecerr las razones razones que G eertz elabora a lo largo largo de d e su obra y que quizá no todo to do lector que qu e se dispone a leer los los ttres res art artícul ículos os que aquí se publican conoce. Vayamos Vayamos pues a ello. ello. 3 .  Un particularismo optimista

Partamos de su aserto de que «el juzgar sin comprensión constitituye const uye una ofens ofensaa para la moralidad», lo cual, he dicho, supo ne darle toda su relevancia a lo particular, local y variable. Este particularismo particul arismo de G eertz, cuyas m odulaciones vamos a ver, ver, obtie ne su sentido tanto de sus concepciones acerca del hombre y la cultura, como com o de d e consideraciones consideraciones acerca acerca de cuáles cuáles han sido las las as piraciones de la disciplina disciplina  y la medida med ida en la que éstas éstas se han vist vistoo satisfechas o frustradas. En cuanto a la cultura, Geertz se separa 1 0 .  GELLNER,  Posm odernismo, razón y religión,  ob . cit. cit.,, pág . 73 .

 

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de lo que podría llamarse conceptos rapsódicos de cultura a fuer de emplear em plear definici definiciones ones vagas e im im precisas, y propone una defini ci ción ón más m ás operativa operativa afirmando afirmando que la cultura no es más que la tra ma de d e signif signific icaci aciones ones en la que el hom bre conforma conforma y desarr desarroll ollaa su conducta. En cuanto al hombre, noqueesélmás que ha un construido. animal in serto en esas tramas de significación mismo Así,, la cultura Así cultura se com prende prend e mej m ejor or no n o como com o compl com plej ejos os ddee esque mas o pautas de conducta (costumbres, hábitos, tradiciones...), sino sino com comoo una serie serie de mecanismos mecanismos de control co ntrol (planes (planes,, recetas, recetas, re instrucciones...«pr ..«program ogramas») as») que gobiernan, gobiernan , modelan y diri glas, instrucciones. genn la ge la conducta; cond ucta; m ientras ientras que qu e el hom bre se piensa como el ani animal mal que más depende de mecanismos de control no-innatos (extragenéticos), es decir de esos programas culturales, para ordenar su conducta.11 Pues en los hom bres, a diferenc diferencia ia de los animales, animales, su su dotación innata la constituyen capacidades de respuesta —a estímulos ex ternos e internos— internos— extremadam ente generale generales, s, vag vagas as e impreci impreci sas.  Esta vaguedad e imprecisión tiene una doble consecuencia: por un  lado, el hom ho m bre es un animal, especialmente especialme nte en la infancia, infancia, extraordinariamente plástico, moldeable o adaptable; pero por otro lado, lad o, esta estass capacidades de respuesta, por p or ser más abiertas abiertas en cuanto a posibilidades efectivas, están mucho menos reguladas. A sí  la lass cos  cosas, as, si esa esa capacidad general de respuesta del hom ho m bre no estuviera gobernada por estructuras culturales —concebidas como sistemas organizados de símbolos—, la conducta de los hom bres sería sería un puro p uro caos, una rapsodia de d e actuaciones actuaciones sin sin fina fina lidad ni orden. En definitiva, su conducta sería un puro estallido de impuls impu lsos os y emociones. Desde Desd e este pun to de vist vista, a, pues, la la cul cul tura no es algo añadido o superpuesto a una conducta biológica mente predeterminada, sino que la cultura resulta de la orienta ción, precisión, especificación y restricción que practican «los sist sistemas emas organizados de símbolos signifi significat cativo ivos» s» en el seno de esas esas capacidades de d e respuesta m muy uy gener generale aless debidas d ebidas a la dotación ge ge nética néti ca del hombre. hom bre. 11 11..  L a  interpretación   d e  las culturas,  G  Gedisa, edisa, Barcelona, 1990, passim.

 

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Geertz entiende por «símbolo» cualquier cosa (objeto, acto, hecho, hec ho, cualidad, palabra, gesto.. gesto...).) que q ue sirv sirvaa como com o vehículo vehículo de una concepción. concepc ión. Dicho de otra manera: m anera: símbolo símbolo es cualquier cosa cosa qu que, e, desprovista de d e su m era facticidad facticidad o actualidad, sea usada para p ara dis pone po nerde r si signif gnificat icativamente ivamente sucesos en entre los que los hombres hom vi vi ven, forma for ma que éstos éstos selosorientan la experiencia. experi encia. Así bres que los símbolos símbolos son, po podría dría decirse, decirse, experiencia experiencia congelada. Siendo abs tracciones de la experiencia expe riencia fij fijadas adas en formas formas perc perceptible eptibles, s, el pen pen samiento humano no es más que el tráfico o intercambio de esos símbolos, n o siendo pues algo algo privado, interno a la mente del su su jetoo si jet sino no que, que , antes al contrario, con trario, las las tram tramas as culturales culturales —«l — «laa cons trucción, aprehensión y utilización de las formas simbólicas»-— son hechos hech os socia sociale less y, por po r tanto, tan to, públi púb licas cas y observables. Al ser las estructuras culturales sistemas de símbolos o com plejos ple jos de símbolos su rasgo más relevante es ser «fuentes «fuentes extrínse cas de información». Por «fuentes de información» debe enten derse que —lo mismo que los genes— suministran un patrón o modelo en virtud del cual se conforman de manera definida los procesos o sucesos exteriores. Y por «extrínsecas» debe enten derse que —a diferencia de los genes— estas fuentes están fuera del organismo individual y se encuentran encue ntran en el ámbito ámb ito de lo inter inter subjeti subj etivo, vo, es decir: decir: del intercam intercambio bio de símbolos, ámbito ám bito en el que los individuos se mueven como agentes pero que preexiste y so brevive a los individuos. Ahora bien, al decir que las estructuras culturales son fuentes extrínsecas de información en tanto mode los en virtud de los los cuales cuales se conformaban conform aban los proceso procesoss exteriores ex teriores hayy que tener  e ha  en n cuenta que el término «modelo» «m odelo» tiene dos senti senti  algo go puede ser ser un m odelo  d e  a  allgo y algo algo pued pu edee ser un m ode dos:  al lo  para algo. Por ejemplo: cuando establecemos una teoría diná mica, ésta presenta de forma sinóptica y perspicua las relaciones que se dan —imaginemos un diagrama— entre los diferentes as pectos de k corriente de un fluido y un objeto objeto que qu e la obstaculi obstaculiza, za, de forma que esas relaciones se nos tornan comprensibles y así comprendemos tanto las evoluciones de una corriente de agua en una acequia como el comportam comp ortamiento iento del flujo del aire aire cuando es cortado por el ala de un avión. De igual forma tal teoría nos sirve

 

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para diseñar

el ala ala de un avión. avión. Aquí Aq uí la la tteoría eoría es un m odelo según el cual se se disponen dispon en  y organizan relaciones relaciones entre en tre aspectos fí físi sicos cos (o sea, se a, no simbólicos). simbólicos). La La teoría es aquí aqu í un m odelo  para la realidad. Pues bien, a diferencia de los genes que son sólo «modelos para...», no «modelos de...», la lassde...» estructuras culturales culturales tienen el carácter ydoble de ser «modelos y «modelos para...». Este doble aspecto  es lo que distingue distingue lo loss verdaderos símbolos de otr otras as formas significativas. Pues «la percepción de la congruencia es tructural tructu ral entre e ntre una serie serie de procesos, actividades, actividades, relaciones, relaciones, en tidades, etc.. y otra serie que obra como un programa de la pri mera, de suerte que el programa pueda tomarse como una representación o concepción de lo programado —un símbolo— es la esencia esencia del pensamiento pensam iento hum h um ano. ano . La posibilidad posibilidad de esta esta tras posición recíproca de "modelos para" y de "modelos de" que la formulación simbólica hace posible es la característica distintiva de nuestra mentalidad».1 2 D e lloo dicho hasta hasta aquí aqu í se se desprenden desprende n consecuencia consecuenciass de orden general gener al sobre el hom bre. Si el hom bre es el an aniimal qque ue más m ás de pende pen de de meca m ecani nismos smos de control no innatos para ordenar su con con ducta y dotar de sentido a su su experiencia, ello ello quiere decir que el hombre es un animal incompleto e inacabado que se caracteriza no tanto por su capacidad de aprender como por las clases par titicular culares es de d e cosas cosas que debe deb e aprend ap render er antes de ser ser capaz de actuar en cuanto hom bre. Hay un vacío vacío que colmar entre lo que el cuer cuer po nos dice debido deb ido a nuestra nuestra dotación dotación genética genética y lo lo que qu e tenemos que lidiar con la experiencia.porEselasvacío hay quecultu col marlosaber con para la información suministrada estructuras frontera entre lo innato inn ato y lo  lo cultural aadquirido dquirido es rales.  Así que la frontera una frontera frontera móvil según según una lílínea nea que se desplaz desplazaa en depen d ependen den ci ciaa de consideraciones consideraciones temporales  y geog  geográ ráfi ficas cas.. D e m manera anera qque ue la capacidad de hablar hab lar o respirar es innata innata  y totalmente  totalmente predetermi nada, y sonreír ante a nte estím estím ulos agradables o fruncir fruncir el ceño aante nte es tímulos desagradables también puede que esté predeterminado genéticamente (los m onos, por ejemplo, contraen los músculos de 12 12..  Ibídem,   pág. 92.

 

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la cara ante a nte un u n m al olor y los dilatan dilatan ante estímulos estímulos agradables). Pero entre los planes para la vida que establecen nuestros genes — capacidad de hablar, sonreír o respirar— respirar—  y la conducta concre ta que nosotros desarrollamos —hablar sofisticadamente inglés oxoniense, socarronamente la huerta valenciana res pirar como sonreír los yoguis— se da todaenuna serie de sistemasosim bólicos o estruc e structura turass culturales según las las cuales, y bajo bajo las las cuales, convertimos aquellos planes generales y laxos en una actividad concreta determinada. Lo cual resulta en que, para Geertz, no existee una naturaleza exist naturaleza humana hum ana indepe ind ependien ndiente te de la la cultura. So Somos mos animales ani males incompletos incom pletos terminados terminad os por p or la cultura. Pero Pe ro esto es muy importante: estamos acabados no por la cultura en general, sino porr formas po formas particulares de la misma; misma; es decir, decir, por po r la cultura de d e llos os apaches, de d e los incas incas o de los catalanes. Veamos ahora el otro polo de la cuestión que había quedado pendiente en cuanto razón de ser de su particularismo: las consi deraciones acerca de cuáles han sido las aspiraciones de la disci plina  y l  laa m medida edida en la que qu e éstas se han visto visto satisfe satisfechas chas o frustra frustra cu anto la cultura cultura es entendida entend ida como un sist sistema ema dinámico das. En cuanto de símbolos símbolos interpretables, no se considera considera como co mo una un a entidad   a la que pued pu edaa atribuirse a tribuirse alguna efic eficaci aciaa causal de acontecimientos acontecim ientos so ciales, la causación de instituciones o modos de conducta. Y así, entender la antropología como una física social de leyes y causas no llev llevaa más que qu e a la la frust frustraci ración ón por po r tanta predicción no cumpli cump li 13 da o verifi verificaci cación ón siempre siemp re aplazada.  Ahora bien, esa concepción que él desecha se basa en un programa que se ha cumplido de muy diversas diversas for formas mas pero que siempre siemp re ha seguido la la misma misma pauta pau ta de separar dos nivele niveles: s: por po r un lado, lo que q ue es natural, natura l, univers universal al y constante en todos los hombres y, por otro, lo que es convencio nal, local y variable. Esta «concepción estratigráfica» nos ha legado una imagen del hom bre como un u n compuesto com puesto de d e nivel niveles es bi biológico, ológico, psicol psicológic ógicoo y cultural. Ese com puesto tendría tend ría un orden orde n jerárquico: cada nivel nivel se superpone a los que están debajo, que son su fundamento, y 1 3 .  Conocimiento local,  ob . cit cit.,., págs, 19-20.

 

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sustenta a los los que están arriba. Pero P ero el caso eess q ue de esta imagen general se se ha desprend desp rendido, ido, en antropología, una estrat estrategia egia o pro gramas de investigación que también se han mantenido siempre los mismos, aunque cumpliéndose de diversas maneras, a saber: por una  yparte, se ha buscado enicas lasque culturas unos principios uni versales  uniformidades  unif ormidades empír em píricas  se m antuvieran constantes c onstantes a través de la diversidad espacio-temporal de las costumbres y, por otra, se ha intentado, una vez supuestamente encontrados esos principios universales, relacionarlos con los elementos cons tantes e invariables establecidos por la biología, la psicología o la sociología. Geertz se aparta de esta concepción estratígráfica y del pro grama de d e invest investiga igaci ción ón que de ella ella se deriva deriva señalando, en primer prim er lugar, los supuestos de tal concepción y programa asociado para, en segundo lugar, criticarlos en cuanto a la posibilidad de poder satisfacerlos. Como supuestos señala: 1) que pueda establecerse un dualismo entre: a) por un lado, aspectos empíricamente  uni la cultura que q ue tienen tienen su fundamento fundam ento en realidades sub sub-versales de la culturales (biológicas, psicológicas...)  y b) por po r otro lado, aspectos aspectos empíricamente variables que no tengan tales tales fundam fundamentos; entos; 2) que q ue pueda establecerse que tales principios universales  sean  substanti relevantes por su contenido co ntenido y que no sean sean vos,  es decir: que sean relevantes meras abstracciones vacías; 3) que pueda establecerse que esos principios están realmente realm ente fundados en procesos biológicos biológicos o psi cológicos y no que se postule vagamente que están «asociados»  y 4) 4) que tales con «realidades subyacentes» subyacentes » tal es principios pri ncipios pueda pu edan n ser considerados como elementos centrales en una definición de la humanidad y que en comparación con ellos las particularidades culturales sean, claramente, de importancia secundaria o irrele vantes. Ante tales tales supuestos G eertz arguye arguye que, en primer prim er lugar, hay un conflicto entre afirmar, por ejemplo, que «religión», «matri monio» o «propiedad» son principios universales empíricos de toda cultura y darles un contenido específico. ¿Por qué? Porque decir que son universales empíricos quiere decir que «religión»,

«matri «m atrim m onio», etc. tienen tienen el mismo contenido, con tenido, y decir decir eso supone supon e

 

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pasar por al alto to el hecho de d e que qu e no lo tienen, tienen, dado dad o que q ue hay formas formas variadísimas de religión, matrimonio o propiedad. Así, ante la afirmación de que es umversalmente propio de toda religión «la creencia en una vida después de la muerte» (Kluckhorn), replica  a los que p ara que tales taleso creencias creenci as resulten atribuibles atribuibles  losdeben confucianos, a lospara calvinistas a los budistas al mismo tiempo, ser for m uladas de forma forma tan abstracta ab stracta y general que su afirmaci afirmación ón como universal queda desvirtuada y sin fuerza. Y ello por la razón de que cada uno de estos tipos de creyentes entiende por «vida» y «muerte» «m uerte» una cos cosa, a, a la vez vez que tienen una concepción del tiem tiem po («después de») completamente diferente. En segundo lugar, G eertz afi afirma que cuando cuan do se ha disoci d isociado ado lo cultural cu ltural,, lloo psi psicoló coló gico y lo biológico y se los los ha elevado a planos cientí científi ficos cos separa dos, autónomos y completos en sí mismos, es muy difícil volver a unirlos. La estrategia estrategia derivada de la concepción conce pción estrati estratigráfi gráfica ca pro pro  cede normalmente considerando «puntos de referencia invarian tes», es decir: necesidades subyacentes de corte psicológico, bio lógico o social, y entonces considera los universales culturales como maneras institucionales de arreglárselas con tales necesida problema para G eertz es que no podemos podem os establ establecer ecer des. Pero el problema de ün modo preciso  y veri  verifi ficable cable las relaciones relaciones entre los distintos nivel niv eles. es. Es decir, dec ir, nunca se pueden establecer establecer genuinas intercone xiones funcionales en las que el elemento cultural es función del nivel biológico o psicológico, etc.14   En vez de interconexiones funcionales lo único que puede establecerse son analogías o para lelis lel ismos mos entre en tre casos casos diferentes. Así las cosas, la propue pro puesta sta es aban donarr la dona la anterior concepción y adoptar ado ptar una un a posición posición sintética sintética qu quee se caracteriza caracteriza por p or volver volver a fifijarse arse en las particularidad particu laridades es culturales 14 14..  Todo lo dicho respecto a la concepción estratigráfica explica que, en «Anti-antirrelativismo», afirme: «La cuestión no es si los seres humanos son orga nismos biológicos dotados de unas características intrínsecas (los hombres no vuelan, vuel an, llas as pal palomas omas n o hab hablan). lan). Ni tam tampoco poco si en el ffunciona uncionamiento miento de sus men tes existe existenn unos rasgos rasgos comunes que sean independ independientes ientes del lugar en el que vi vi ven (los papúes sienten envidia, los aborígenes sueñan). Lo importante es cómo podemo pode moss utilizar est estas as realidades indu indubitables bitables a la hora de explicar rituales, ana ana

lizar ecosistemas, interpretar secuencias de fósiles o comparar lenguas»»-

 

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y verlas verlas y pensarlas pensa rlas com co m o variables variables —junt — juntoo a los los fact factores ores biológi cos,  soci sociológi ológicos cos y psicológicos— psicológicos— den d entro tro del sistema sistema unitario ddee análilisi aná siss que supone supo ne una determinad d eterminadaa cultura. Así,, tanto sus concepciones acerca del ho Así hom m bre como  de la cul tura, a lahaveztenido que laencrítica del disciplina ideal explicacionista la antro pología cuanto empírica dequepretensión científica, le abocan a un particularismo de consecuencias relati vistas pero que en ningún caso, como vamos a ver, concluyen en un pirronismo pirronism o ni epistemológico epistemológico ni moral. 4 .   Comprensión   s in  empatia

Al ser la la cultura cu ltura el contexto contex to simbólico simbólico signifi significat cativ ivoo en el que qu e se inscriben inscri ben los acontecimient acontecimientos os hum anos, ano s, de lo que qu e se trata trata es de in in terpretar el sentido  y el  valor de las acciones sim sim bóli bólicas cas de los hom hom  bres.   Desde este punto de vista, las conductas modeladas por las diferentes culturas aparecen como un texto que hay que leer e interpretar,  y comprender  al  otro «no « no consiste consiste en una simple simple refu refun n dición de  los  modos que otros otros ttiene ienenn de disponer las  cosas en nues tro propio modo de situarlas (que es el modo en que las cosas se pierden), pierde n), sino sino en la exposición, exposición, mediante m ediante nuestras nu estras locuciones, locuciones, de la lógica de sus modos de disposición; una concepción que de nuevo se hall hallaa más m ás próxima próxim a   a lo que hace hac e un críti crítico co para arrojar arrojar luz sobre un poema que a lo que hace un astrónomo astrónomo para tom tomar ar nota de una nueva estrella».15  Bien entendido que en esas descripciones inter pretativas de las conductas pautadas culturalmente debe prece derse como lo que Geertz llama una «descripción densa»: 16  desve lando  la  jerarquía estratifi estratificada cada de estructuras estruc turas signifi significat cativ ivas as do dond ndee se producen, perciben e interpretan las acciones simbólicas de los hombres. Pero hay algo más: esas descripciones deben tener una 15.  Conocimiento  local,   ob ob.. cit. cit.,, pág. 20. 16.  Véase La  L a  interpretación  d e  la  lass  culturas,  ob. cit. GEERTZ imp  importa orta el té térmi rmi  GILBBRT RYLE no de  la distinción que hace GILBBRT  RYLE entre «thick/thin descript description» ion» en «The

thinking of thoughts, what is "le penseur" doing» en   Collected   Papers,   vol. 2, págs. 480 y si sigs. gs.

 

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orientación émic. Veamos, orientación Veam os, en prime p rimerr lugar, el sentido canónico de la disti distinción nción émic/éti ém ic/étic, c, para después señalar señalar su peculiar posición. Los términos «émic» y «étic» designan dos modos de proce der en la investigación antropológica.17  Aunque esa terminología es relativamente relat ivamente proviene p roviene del misionero  lesos ingüista Kenneth Pike en reciente, 1954, depues hecho la confrontación entre y lingüista dos puntos pun tos de vist vistaa viene de lej lejos os (de for forma ma que el particularism particularismoo de Boas lo podríamos podríamo s caracteriz caracterizar ar com o una defens defensaa de la la perspecti va émic, aunque aunqu e el trabajo trabajo de Boas B oas sea sea vari varias as décadas anterior a la distinción de Pike). Y así puede decirse, como declara Geertz, que lo que se ha discutido bajo la sistematización de la oposición émic/éti ém ic/éticc se ha discutido d iscutido también como descripciones desde den tro tr o  versus  descripciones desde fuera, como descripciones en pri mera persona   versus   descripciones en tercera persona, o como teorías fenomenológicas fenomenológicas   versus  teorías objetivistas.18 Una descripción émic es una descripción hecha en términos, 17.   Los ttérm érminos inos «étic/émic» provienen de general generalizar izar el contraste qque ue exis te entre la  fonética y  la f onología  (en inglés phonetics  y phonemics).  En efecto, la fonética fonét ica se dedica a estudiar los aspectos  físicos de los actos de habla. ha bla. Resumien d o , podem  podemos os decir que se dedic dedicaa a estudiar y cl  clasi asifi ficar car los sonidos que resultan ddee la alteración alteración de llaa co corriente rriente de aire, que exhalamos al hablar, ccuan uando do se tienen tienen en cuenta elementos como la presión del aire, llaa gloti glotiss y las cuerdas vocales, la cavi cavi dad oro-nasal, etc. Así, teniendo en cuenta esos elementos, y sea cual sea la len gua, podemos clasificar los sonidos como de un determinado  tono  (mayor o me nor el elevaci evación ón rel relati ativa va de llaa líne líneaa ddee enton entonación); ación); com comoo sonidos  sordos o sonoros; como  nasales  u orales,   etc. Ahora bbien, ien, ocurre que no en todas las le lenguas nguas las las di ferenci fer encias as foné fonéticas ticas tienen la mis misma ma rel relevanci evanciaa desd desdee el pu punto nto de vista del si signi gnifi fi cado. Por ejemplo, en las lenguas tonales —a diferenci diferenciaa del castellano castellano que no n o lo es—  la  la dif diferenci erenciaa de ton tonoo de un m ismo sonido ppued uedee hacer que el signif signific icado ado va ríe absolutam ente (es (es eell caso del chino o del dobayo que tiene hasta cua cuatro tro tonos para cada sonido). Pues bien, la fonología  est estudia udia de qué m odo los ra rasgos sgos de llos os sonidos del habla se combinan para par a formar uunidades nidades si signif gnifica icatitivas. vas. De forma forma que el estudio fonológi fonológico co siempre lo es de una lengua co concreta, ncreta, pue puess es en el interior de una un a ddeterm eterminada inada lengua do dond ndee se establecen esas di difer ferencia enciass si signif gnific icati ativas, vas, te niendo cada lengua las suyas propias. La fonética es una disciplina que procede considerando todas las lenguas desde un punto de vista externo a las mismas, pues lo que qu e hace es inventari inventariar ar los sonidos  y sus característ características, icas, y para ello ello las ni vela a todas considerándolas solamente en cuanto sistemas físicos. 18.   Conocimiento  local,  ob . ci cit.t.,, pág. 74.

 

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utilizando distinciones distinciones y contrastes que los agentes descritos consi consi deran significativos, con sentido, reales, verdaderos o, en cualquier caso, aprop ap ropiado iados. s. Uña descripción descripción émic ém ic queda falsa falsada da si los  agentes descritos  se  m uestran disconf disconformes ormes con c on la la misma, o bien bien porque no admiten como real,sisignificativo adecuado lopción que los etnógrafos concluyen, conclu yen, o bien se demuestrao que la descri descripción contradice el cálculo cognitivo por el cual los agentes informados llegan a esta blecer lo que q ue es real, signi signifi ficat catiivo o adecuado en general. Por Po r con tra, una descripción étic está hecha en términos que involucran conceptos considerados adecuados por la comunidad científica para llevar adelante su tarea de análisis antropológico. Contraria mente al caso anterior, una descripción étic no queda falsada por q u e  lo descritos no en encue cuentren ntren signif significa icatitivo, vo, real o adecua  loss  agentes descritos do lo que dice el estudio etnográfico sobre ellos. Una descripción éticc queda éti qu eda verifi verificada cada,, en principio, p rincipio, cuand c uandoo varios varios observadores in depend dep endientes, ientes, usando usan do de categorías categorías y procedimientos procedim ientos similare similares, s, es tán de acuerdo a cuerdo en la formul formulaci ación ón de un hecho  y en su ocurrencia.19 Ante la disyu disyunci nción ón de la oposic oposición ión ém ic/éti ic/étic, c, Ge Geertz ertz prop propone one 20 una posición posición que q ue podríamos llamar llamar pond ponderada erada   y co  contextual ntextual..  Para ello se sirve de dos términos acuñados por el psicoanalista Heinz Kohut:  conceptos cercanos   de la  experiencia  y conceptos distantes  d e la  experiencia.   Un concepto cercano de d e la la experien experiencia cia es aquel que un sujeto sujeto — un inform inform ante en este este  caso—  puede naturalmente naturalmente y sin esfuer esf uerzo zo usar para pa ra definir definir lo que él o sus compañeros compa ñeros ven, sienten, imaginan, imagi nan, etc., y que el suj sujet etoo entiende directam directamente ente cuando otros lo aplican. Un concepto lejano de la experiencia es el que varios tipos de especialistas especialistas usan para formular su tarea tarea teó teórica, rica, cient científ ífic icaa o fil filosóf osófiica. Por Po r ejemplo, en el contexto con texto de nuestra nu estra cultura, c ultura, «amor» «am or» es de la primera cl clase ase y «ob  «objet jetoo de catexis» catexis» es de la segunda. Lo que hay que subrayar es que esta distinción importada por G eertz es, claramente, una distinción distinción contextual y de grado («mie(«mie19.  Véase HARRIS, M ., Introducción  a  la antropología general,  Alianza Univer sidad, Madrid, Mad rid, 1983, págs. 128 y sigs. Más sobre el asunto asun to en HARRIS,  M ., E  Ell   de sarrollo d  dee  la  teoría antropológica,   Sigl Sigloo XX I, 1978, págs. 492 y sigs. 20.  Véase «Desde el pun punto to de vi vist staa del nati nativo: vo: sobre la nat natural uraleza eza del cono

cimiento antropológico», en  Conocimiento  local, ob. cit, passim.

 

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d o »  es más  cercano de la exper experienci ienciaa que «fobia»), «fobia»), y la la dif difere erenci nciaa no es una diferenci diferenciaa — para la antr antropología— opología—  normativa, en  el  el sen sentido tido de que una clase  de  concepto  conce pto sea sea preferibl preferiblee  aotra. D esde luego el problemaa no problem n o consiste consiste en imaginarse imaginarse como uno un o de d e  los  analizados, n  nii en «po nerse envos su  piel».  Ciertamente, en un u n senti sentido, do,ennadie sabeintentar mejor «ponerse mejor que  lo  los s  nativos nati qué es  Ciert lo queamente, ell ellos piensan. Pero, Pe ro, otro sentido, ésa es una   obviedad simplemente falsa porque todas las gentes usan usan los conceptos cercanos de la experienci experienciaa de una un a mane ra espontánea  e  inconscient  inconsciente, e, y sólo cuando, cuan do, baj bajoo cuesti cuestionam onamient ientoo ajeno,  se les  llama a la rrefl eflexión, exión, están dispuestos a reconocer que en sus descripci descripciones ones hay implicado implicadoss «conceptos» en absoluto. Debe tenerse  en  cuenta  que en la  cuenta  análisi  anál isiss ém ic, l definición a   de cuando cuan do para p ara señalar señalar un criterio de falsa falsaci ción ón de una un a descripción se introduce  la  cláusula «si s  edemuestra que l  descripci  des ón contra  se  la a cripción dice  e  cálculo cognitivo por  el cual los los agentes informados llegan llegan  el l  see a establecer lo que es real, si signi gnifi ficat cativo ivo o adecua ade cuado do en general», gene ral», s está estableciendo un criterio criterio muy estricto. estricto. P orq ue pue p uede de ddarse arse el caso  de  que yo describiera describiera un  conjunto  de  conjunto  conductas de u  nagen  agen un te según   las  distinciones de su  lenguaje  y no por eso  lenguaje  tendría que  tendría estar  él de  acuerdo con la  descripción  concreta  que yo  hiciera en  hiciera ese lenguaje   de   una una   conducta suya particular.  Por   otra parte, cuando se habla  de  estrategias émic ém ic es fáci fácill dejarse llevar por  una imagen que, qu e, al generalizar generalizar un u n solo tipo de situación, situación , se sesg sgaa el asun t o   y lo  lo deforma. M e refi refiero ero  que siempre en  las las interpre interpretacio tacio a no siempre nes antropológicas an tropológicas se está en la situación situación  de  dos hablantes co-preuna sentes. sent es. Adoptar Ado ptar   un  aestrat estrategia egia émic también ha de ser  posible y pensable pen sable cuand cu andoo la descripción interpretativa interp retativa se refi refiere ere a situacio situacio nes pasadas.  Es  decir: puede plantearse una  etnografía  (¿o  ohisto (¿ histo ria?),21  de  orientación émic cuando  s trata e   de  describir  el  amor 2 1.   Para la lass rel relaciones aciones entre antropología e  historia, y cómo se diagnostica  historia, diagnostica la confusión de  esos, hasta hoy distintos, d istintos, géneros, véas véasee GEERTZ, «Historia  y Antro

pología», en  Revista  de  d e  Occidente,  n. 1 3 7,199 7,1992. 2. Es iinteresante nteresante comparar este tex to con  LÉVI-STRAUSS, «H ist istoria oria y Etnología», e  enn  Antropología  estructural, Paidós,   LÉVI-STRAUSS Barcelona, 1993. Si tenemos  en  cuenta matizaciones  cuenta matizaciones posteriores p osteriores de LÉVI-STRAUSS veremos   que qu ambos e autores, aunque con  diversos  divers os puntos pun tos d  de  vista, e coinciden en no consider considerar ar  un  criterio de  criterio  dem demarcación arcación estricto en entre tre am ambas bas disciplinas. disciplinas.

 

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obaleresco.  En estas dos cuestiones planteadas la posición de  salvar var los los escollos escollos.. Porqu Por quee en el primer prim er caso caso yo no Geertz puede  sal tendríaa por  qué renunciar a mi interpretación porque los agentes tendrí n o   estuvieran de acuerdo con mis descripciones (lo que supone lass entienden). los  yo podría q u e  la En émicamente el segundo de hacerndo una descripción orientada   a lo los  casos Geertz) despreocupándo despreocupá me de que los agentes ya no estén aquí como posibilidad de falsación.22 Así pues, el problema problem a es qué tipo tip o de papel p apel juega juega cada tipo de concepto conce pto (cercanos (cercanos o lej lejanos anos de d e la la experiencia), o có cóm m o, en cada caso,  deben ser ser empleados empleados para producir produ cir una interpretaci interpretación ón que ni quede presa dentro d entro de los los horizontes de los interpretados interpretad os (un (unaa etnograf etno grafía ía de los brujos azande hecha hech a por p or uno de ellos), ellos), ni, eenn el otro extremo, extrem o, sea absolutamente insensi insensible ble a llos os mati m atices ces peculia peculia res de su particularidad (una etnografía de la magia azande escri ta por un físi sico co nnuclear). uclear). En este e ste pun punto, to, G eertz ext extraj rajoo las conse conse cuencias epistemológicas epistemológicas de llaa publicación del  Diario en el sentido  dee M alinowski, alinowski, donde dond e éste expresa su dis disgus gus estricto  d e l  término  d to por po r los lugares lugares en los los que q ue se encuentra encuen tra y su suss problemas problem as con, y su aversión por, los nativos que estudió. De forma que, más que hablar de las características psíquicas del etnógrafo —de sus sen timientos de empatia o de antipatía hacia los hombres objeto de su estudio—, estudio— , lo lo que hay hay que ver es cómo se captan los conceptos cercanos de la experiencia experiencia de otras gentes gentes  y cómo se conectan con los distantes de la experiencia que los teóricos han fraguado para  l  las as característ capturar  características icas generales de d e la vida social. social Po r tanto, problema aquí no es moral sino epistemológico: qué. Por pasa con  el la comprensión comprensi ón cuando desaparece desaparece la la empatia. No se trata de con vertirse en un nativo o en una bruja, se trata nada más y nada m enos que qu e de d e conversar con ellos ellos a fin de, al comprende com prenderlos, rlos, am2 2 .  Lo cual, por cierto, no obvi obviaa el pr problema oblema de cuál cuáles es puedan y deban ser los criterios criterios de vali validación dación ddee una descripción interpretati interpretativa va en el contexto de d e va rias interpretaciones en conflicto. conflicto. EEsta sta dif difíc ícilil cuesti cuestión ón desb desborda orda el marco de est estaa introducción, y para desa desarr rroEarl oEarlaa habría que alud aludir ir a llas as concepciones concepciones pragm áti áti cas general generales es de G eertz. C Creo, reo, si sinn em bargo, qu quee est estee pu punt ntoo crucial crucial no ha suscita suscita

do toda la atenci atención ón que merece en su obra.

 

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pliar el universo del discurso discurso hu hum m ano («ensanchar («ensanchar el papel que qu e la la razón desempeña en la historia», dice en «El pensar en cuanto actoo m oral»). act oral»). Y para  ello, en la interpretación interpretación de las for formas mas simbó simbó lilicas cas ssegún egún las cuales se autoentiende autoen tiendenn los otros, otro s, tal peculiar movi m iento intelectual intelectual consist consistee en un continuo desplazarse desplazarse dial dialécti éctico co loss detalles a la más global de lass estructuras, desde el más local de  lo d e la de forma forma que pued p uedan an ser puestos ambos am bos aspectos a la la vist vistaa si simul mul táneamente. táneam ente. Hay que irir  y veni  venirr entre el tod todoo concebido conce bido a través través de la lass partes parte s  y la  lass partes concebidas a trav través és del todo tod o que las moti motiva. va. N o pu ede saberse saberse lo que es un juez de lín línea ea a menos que se sepa sepa lo que es el fút fútbol bol y vi viceve cevers rsa. a. Po Porr eso dice Geertz Ge ertz qque ue compren com pren der una forma forma cultural e  ess m  más ás parecido a captar un proverbio o un chiste chis te que a una comunión. com unión. En cualquier caso, y eess considerable la forma for ma en que qu e resuena resuen a aquí el final final de la cita cita que más m ás arriba hacía mos de W inch, se trata de «reorganizar la  lass categorías (las (las nue nuestras stras y las de otros pueblos...) de un modo tal que puedan divulgarse más allá allá de los contextos en los que se gestar gestaron on y adquirieron sen sen tido originalmente con el fin de encontrar afinidades y señalar di ferencias».23 Pero Pe ro en cualquier caso, llllegar egar a cumplir cum plir tal tarea, es decir, llelle o b . cit., pág. 22 2 3 .  Conocimiento local,  ob  22.. Creo que q ue es conveniente, conveniente, después de todo lo dicho, com parar llaa ori orientaci entación ón émi émicc de Geertz con un texto de Boas que, porr su pa po parte, rte, expresa uuna na posición m much uchoo más taj tajante, ante, excl exclusi usiva va y normativa: «En las ciencias naturales estamos acostumbrados a exigir una clasificación d e  los los fenómenos expresada en una terminología concisa y no ambigua. El mismo

término debe tener el mi mismo smo sentido cada vvez ez que se  use. Nos gustarí gu staríaa qque ue en an tropología ocurriera igual. Y mientras no nos sali salimos mos ddee llos os llímites ímites de una cultu ra somos som os capaces de clasi clasifi ficar car sus ras  rasgos gos con una terminología clara y definida: sa bemos lo que quiere decir familia, Estado, gobierno. Pero tan pronto como traspasamos los límites límites de una cultura deja dejamos mos de saber hasta qué pu punto nto esos tér minos pueden corresponder a conceptos equivalentes. Si tratamos de aplicar nuestra cl clasi asifi ficac cació iónn a cult culturas uras alie alieníge nígenas nas pu puede ede que com binemos formas que no pueden pue den confundirse. La mis misma ma rigidez rigidez de la lass defi definici niciones ones puede pu ede llevar llevarnos nos a con fundir los problemas esenciales implicados.   S i  tenemos  e l  propósito serio  de en  todo el  análisis  d  dee  la experiencia debe  basartender los pensamientos de un pueblo,  pueblo, todo se en sus conceptos, sus  conceptos,   no en los nuestros»,   citado por  HARRIS,  E l  desarrollo  de la teoría...,  ob. cit., pág. 275. El subrayado final es mío: es en ese punto donde se muestra la dife diferenci renciaa entre el uno y el otr otro. o.

 

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gar a visiones generales y sinópticas, sólo es posible a partir de comprensiones circunstanciadas y de detalle. No cabe buscar re gularidades abstractas sobre la base de generalizaciones a partir de casos casos particulares, ni cabe una vez obtenidas obtenida s estas general generaliz iza a ciones dedicarse a subsumir casos particulares bajo leyes genera les (desde luego las leyes generales de tipo causal quedan descar tadas desde un punto de vista ontológico, pues ya dijimos que, para Geertz, la cultura en cuanto sistema dinámico de símbolos no se considera considera una u na entidad e ntidad a la la que qu e pueda pued a atribuirse efi efica caci ciaa cau sall alguna). D e lo que se trata sa trata es de hacer  lo  lo que G eertz lla llama, ma, por po r analogíaa con la medicina analogí m edicina y el psicoanálisis, psicoanálisis, «i «infere nferencias ncias clí clínicas»: nicas»: empezar con una serie de significantes y buscar situarlos dentro de un m arco de d e inteli inteligibi gibililidad. dad. Com C omoo dice en  La  L a  interpretación   d e las culturas:  lo que se buscan son relaciones sistemáticas entre di versos fenómenos, no identidades sustantivas entre fenómenos si m ilares. ilares. D icho aún de otra manera: m anera: de lo qu quee se trata no n o es de ssa a berr si, por be po r ejemplo, ejem plo, el arte es universal universal (y decidir decid ir si el el urinario de Duchamp, las máscaras Dagon y las pinturas rupestres son todos fenómenos subsumibles subsum ibles bajo bajo la misma categoría, ca tegoría, yyaa sea sea llaa de d e «for mas expresivas expresivas»» o cualquier otra); sino sino qu quee se trata trata de hablar ha blar so bree tales br tales cosas cosas —la — la pintura rupestre, rupe stre, las las máscaras máscaras  y el famoso uri nario—  de una forma tal que dichos fenómenos arrojen luz unos sobre otros. otro s. Y la orientación orientación émic, ém ic, tal y como com o hemos hem os visto visto que la entiende G eertz, lo lo perm itite. e. Desde luego, descartada la explicación —entendida según el modelo o inductivo-probabilístico— procedernomológico-deductivo propio de la antropología se descarta el caráctercomo predictivo de la misma. Sin embargo, los «marcos de inteligibilidad» no sólo deben ser operativos respecto a realidades pasadas, tam bién se deben poder aplicar a realidades futuras: «El marco teó rico dentro del cual se hacen las interpretaciones debe ser capaz de continuar dando interpretaciones defendibles a medida que aparecen a la vista nuevos fenómenos sociales». 24  D e ello ello se des prenden consecuencias relativas al papel de la teoría en la etno2A .   \M interpretación de las las culturas,   ob . cit cit.,., pág . 3 7.

 

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grafía. Después de lo dicho parece obvio que en este enfoque es necesario que la teoría teoría permanezca más cerca cerca del terreno terre no estudia estudia do que en el caso de las ciencias naturales; es decir: la teoría no debe despegars despegarsee abruptam ente de los concepto conceptoss «cercanos «cercanos de la la experiencia» de los estudiados. Si tenemos en cuenta que las in terpretaciones deben estar orientadas émicamente, hay una ten sión ineludible entre la necesidad de rescatar lo particular y efí mero en «términos susceptibles de consulta» (es decir: entre la teoría «solidificada»)   y la  la interpretación de casos casos concretos de ac ci ción ón simbólica. simbólica. En general, general, todo proceso hacia una teorí teoríaa general de la la interpretación cultural hará aumentar aum entar la tensión. El prob proble le ma reside en una especie de equilibrio inestable. Esta tensión y este equilibrio corren paralelos a los existentes entre la reacción m oral del antropólogo  y la observación científica. Tal y como afir afir ma en «El pensar pen sar en cuanto acto moral»; m oral»; «el desli deslizamiento zamiento hacia el cientificismo, o del otro hacia el subjetivismo, es sino signo signo de qu quee la la tensión tensión ya nolado, pued p uede e soportarse, de que qu e senohan per dido los nervios nervios  y de que se ha optado o ptado por la supresi supresión ón de, o bien la propia humanidad, hum anidad, o bien bien de la propia racionali racionalidad». dad». Llegados aquí creo que carece de base la diatriba de Gellner que concluye concluye afirmando afirmando que, que , más all allá de las las protestas de G eertz y de sus confesas intenciones, su punto de vista hermenéutico no puede sino abocarlo a declarar a los otros incomprensibles. De  si m  ess como muestr toda manera, si  mee he fifijado ado en G ellner e m uestraa de un es es tiloo de pensam til pen samiento iento que q ue va m ucho uch o más allá allá de él y viene de lejos. lejos. El relativismo de Geertz se debe a su particularismo, pero como hemos hem os visto visto tal tal relati relativis vismo mo cultural no le compele comp ele a un pirronismo pirronism o — esceptici escepticismo smo radical— radical— ni en cuanto cu anto  a la  la posibil posibilidad idad de conocer las diferencias diferencias culturales, ni en cuanto cu anto a establecer juicios m orales o críticas culturales. En cualquier caso, juzgar sin comprensión es claramente una ofensa contra la moralidad y embarcarse en el estudio estud io de d e la la diversidad diversidad cultural sin sin  m  más ás fi  fin que volve volverr a encontrar enco ntrar lo ya ya sabido bajo bajo apari apariencias encias distintas distintas —lo propio pro pio,, lloo qque ue todavía no lo es pero está en camino de serlo, o lo aberrante, absurdo o irracional visto con nuestros ojos— es, si no una estupidez, una pérdida de tiempo. Como dice Geertz: «Si lo que queríamos

 

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eran verdades   caseras, deberíamos habernos quedado en casa».  aunque que parezca paradójico, un relati relativis vista ta pued pu edee sin sin inco inco P o r  eso, aun herencia, como com o hace en «Los «L os usos usos de la diversidad», diversidad», prevenir con tra un mal uso del aserto wittgenst wittgensteiniano einiano del Tractatus:   «los lími tes de mi m i mund mu ndoo son los los límit límites es de d e mi m i lenguaj lenguaje». e». Porq P orque ue,, si bien es cierto que qu e el signif signific icado ado se construye socialmente socialm ente y que las tra mas simbóli simb ólicas cas en las que vivimos vivimos son las qu quee definen definen cogniti cognitiva va y m oralmente oralme nte el m undo un do en que q ue vivi vivimos, mos, no es menos cierto que q ue el ello lo no me recluye en una mónada sin ventanas, pues dichas tramas pueden alterarse y ampliarse, alterándose y ampliándose así mi m undo. un do. Para ello ello podemos aprovec aprovecharnos harnos del hecho de que aque llllaa diversidad cultural c ultural que qu e antaño anta ño residía residía tan sólo en leja lejanos nos mares m ares o frondosas selvas está hoy también en casa. Pero, también, hoy como ayer, cierta actitud moral es necesaria. 5 .   Hablando   d e  traidores

Para concluir, algunas consideraciones en torno a las dos tra ducciones que son de nuestra respon responsabil sabilidad: idad: «El pensar en cuan to acto a cto moral» moral»  y «Los usos de la diversidad». diversidad». Geertz G eertz ha h a insistido insistido en una obviedad del mismo tipo que la de la la carta carta robada del cuento d e  Poe: la etnografía  es escri  escritura tura de una determinada especie especie y toda investitigación inves gación etnográfi etnográfica ca acaba teniendo tenien do la forma de un determina determ ina do texto tex to (artícul (artículos, os, ponencias, monografía monografías. s.....)) que tien tienee un público p úblico lector lect or bien determinado en pprincipi rincipio. o. Y ello ello por porque que el discur discurso so an an tropológico tiene como condición retórica tanto el «haber estado all allí» como el «estar aquí». Esto últim últim o quiere qu iere decir que qu e no hay que perde pe rderr de d e vist vistaa el hecho de que el discurso discurso antropológico es un dis dis  hoy más que nunca, universitario y académico en general.25 curso, hoy curso, Por ello «hay un contrato narrativo muy minuciosamente redacta do y respetado respetado entre el escritor escritor y el lector. Los presupuestos socia les, literarios y culturales comunes al autor y su público están tan profundam profunda m ente arraigados arraigados e insti instituci tucionali onalizados zados que signos signos casi casi imim2 5 .  Véase El  E l  antropólogo como  autor,  ob ob.. cit cit.,., págs. 139 y sigs.

 

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perceptibles   so son  ncapaces de  capaces  transm transmiti itirr m mens ensaj ajes es importantes». imp ortantes».2 6 Nadie como Geertz ha subrayado  y reivindicado es esaa noción de autoría para   el  antropólogo  que,  como explicó Foucault, hoy se asocia asoc ia con los textos literarios literarios pero p ero no con los cientí científi ficos. cos. Estos úl  una titimos mos exhiben  un  asecuen secuenci ciaa de verdades anónimas anónimas demostr dem ostradas adas y redemostrables; de los  literarios,  sin  embargo, podemos pregun tarnoss quién tarno q uién los escribió escribió   y  con qué qu é intenciones. intenciones. Podem os aplicar a Geertz   s propio  upropio dictum,  preguntarnos cuáles  son  los  los presupues to toss  de su  escritura y de  escritura  paso señalar las dificultades de la  traduc ción. ci ón. Porque Porqu e  el  caso es qu  que  Geertz  G e eertz se place en  m ostrarnos  mostr arnos que su escritura está  de  acuerdo con el collage  cu  cultural ltural que qu e él señ señal alaa  y con la confusión   de  géneros  qu  impera.  textos están cuajados de que e  Sus  Su s referencias   la histori historiaa de la antropología, la literatura,  l crítica a   literaria, a los más diversos diversos campos cam pos   y escuelas de la  reflexión filosó  media   y también  la   v i e mondaine. fica, fi ca, la l a historia, al m un undo do de los Y así en  tres líneas líneas nos podemos podem os encontrar en contrar una  referencia a un fi lósofo de  l am ente como Thomas Thom as Nagel, Nagel, a un  m odistoo parisino  modist parisino d  dee los años veinte   y a un  predicador  predicad or cuya rel relevanci evanciaa se  debe a s pre  upre senciaa macabra senci m acabra en los m edios  de  comunica comunicaci ción ón del m undo und o entero. entero . Este piélago   de  referencias   cosmopolitismo  ycosmopolitismo  no   sólo está al  sólo servicioo de servici d e  l aargumentación sino de una ir ironía onía mordaz m ordaz que ha te nido  l  la  virtud a   de  irri irritar tar a muchos. much os. No   hay prosa más distante que  hay la   de  Geertz  yGellner, pongamos pongam os  por  caso. Este último, serio y amante  de la  aridez, qu  que  ecree propia de la  ciencia estricta, resulta

  má más s   de  que el   a cual l   de  Esa al caboplagada  insultante  primero, acusa  ello. prosa   referencias cultas  populares,  ypopulares,   el  gusto  por el matiz   y su compulsión polémica, se expresan expresan en una escritura muy fluida que gusta de d e la lass fr fras ases es de período pe ríodo  largo. Todo To do ello ello redunda redu nda en una puntuación que para el el traductor   e s  una tortura  y en un vo cabulario  de muy   amplio espectro. Desde luego  en   nuestra tra ducción   no h ha  sido a difícil sentir el malestar de la  traición. NICOLÁS SÁNCHEZ DURA

Universidad   de  Valencia «Diapositivas antropológic antropológicas», as», en  T O D O R O V T comp.),  e   culturas  y   mestizaje cultural,  Júc  Júcar ar Universidad, M adrid, 19 88, pág.  103 26.

GE ERT Z

ruce

 

EL PENSAR EN CUANTO ACTO MORAL

 

EL PEN PENSA SAR R EN CUANTO ACTO MOR MORAL AL:: LAS DIMEN DIMENSI SION ONES ES É TI TICAS CAS DEL TR TRAB ABAJ AJO O ANTROPOLÓGICO ANTROPOLÓGI EN LOS NUEVOS CO ES ESTAD DETADOS CA CAMP MPO OS O I Cua ndo trato de recapitul Cuando recapitular ar lo que, por encima de todo tod o lo de más, he aprend ap rendido ido en mi m i esfuer esfuerzo zo por po r hacerme hacerm e con la la desmadeja desmadeja da proliji prolijidad dad de la obra   de Joh Johnn Dewey, Dewey, me encuentro encu entro con la la su su cinta  y esc  escal alofr ofria iante nte doctrina de que qu e el pensam iento es conducta y debe ser juzgado moralmente como tal. No se trata de la idea de que pensar pen sar es un asunto serio, idea por po r la la que parec parecen en distingui distinguir r se estos últimos filósofos de Nueva Inglaterra; todos los intelec tuales miran las producciones del espíritu con cierta estima. Se trata del argumento de que la razón por la cual el pensar es serio es porqu po rquee éste es un acto socia sociall y de que uno u no es por ello responsa ble de éste como com o de cualquier otro acto social. social. Acaso más incluso, incluso, pues es, a la larga, larga, el acto social social de m mayores ayores consecuencias. con secuencias. Dicho brevemente: brevem ente: Dewey Dewey trae el pensar al mundo mun do de lo pú  dond ndee el juic juicio io ético ético pued pu edee acceder a él. él. Para algunos, esto blico,  do parece degradarlo convertirlo en Los una moralistas cosa, un arma, una posesión terriblemente, o algo igualmente ordinario. revolucionarios —pues esto es lo que era en definitiva Dewey, pese a lo extraño de su expresión— no son nunca muy aprecia  especialmente almente por po r aquéllos, en este este caso usuarios de los mer dos, especi cados intelectuales, a quienes tan severamente llaman a cuentas. Casi siempre son tachados, tachad os, como com o él lo ha sido, de socavar prácti cas establecidas  y de corromper a los jóven  jóvenes. es. Con todo , para bien o para mal, normalme norm almente nte tienen efecto: efecto: la prácticas,  sprácticas, si bie  bienn no n o del tod o socavadas, socavadas, sí sí quedan, qued an, al m enos, conmovidas; conm ovidas; los jóvenes jóvenes,, si  ha a no corrompidos, corrom pidos, sí sí al menos inquietos.  partir de Dewey, h  sido  sido

 

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m ucho más m ás di difíci fícill considerar co nsiderar el pensar pensa r como com o una abstención abstención de llaa acción; acci ón; el teorizar, teorizar, como una alternat alternativa iva al com comprom promiso; iso; y la vida intelectual, como una especie de regla monástica secular exenta de responsabilidad por p or su dedica dedicación ción a lo santo. En ninguna otra parte p arte ha sido esto esto más cierto que en las las ccie ien n cias sociales. Como quiera que estas ciencias se han desarrollado técnicamente, la cuestión de su estatus moral se ha ido haciendo cada vez vez más acuciante. Aun así, así, desde un punto pu nto de vist vistaa a lo Dewey, la mayoría de los debates suscitados por este asunto se han desenfocado, pues rara vez se han basado en un examen circuns tanciado de lo que tal invest investiga igaci ción ón sea sea como una forma forma de con ducta. Los hum anistas anistas claman claman porq p orque ue consideran que los cient cientíífi fi cos soci social ales es están están barbariza ba rbarizando ndo el m undo und o y arrebatándole todo su fondo;; mientras fondo m ientras que qu e los los cientí científi ficos cos social sociales es creen estar salvándolo — o que qu e lo van van a lograr lograr p ron to, si es que sus fondos fondos se ven incre m entados— . Pero la calidad calidad m oral de la experiencia experiencia de los los ci cientí entí ficos sociales en activo, la vida ética que llevan mientras se de dican a sus investigaciones, no se discute prácticamente nunca excepto excep to en sus térm términos inos más generales. generales. Esto, que debería ser una profunda profun da investi investigación gación de un aspecto asp ecto central de la la concienci concienciaa m o derna, ha quedado desgraciadamente en un intercambio de opi niones de familia entre guardianes del juego cultural, como Jacques Barzun, y fundamentalistas científicos, como B. F. Skinner, acerca de los terribles o maravillosos efectos que el estudio siste mático del hom bre ha tenido, está está teniendo o va va a tener antes antes de lo que Connostodo, todpensamos. o, el impacto impac to de d e las cienci ciencias as social sociales es sobre el carácter de nuestras vida vidass vendrá finalmente finalmente determinado determ inado más por el tipo de experiencia experiencia m oral que éstas éstas encarnen, que por p or sus m eros efec efec tos técnicos o por cuánto dinero les esté permitido gastar. Al ser el pensam iento conducta, cond ucta, los resultados resultados de dell pensamiento pensam iento ref efllejan ejan inevitablemen inevit ablemente te la la calidad calidad del tipo de situación situación hum ana en la la qu quee se obtuvieron. Los métodos y teorías de la ciencia social no son producidoss por ordenadores, producido ordenado res, sino sino por po r el hom bre; y, y, en su mayor parte, por hombres que no trabajan en laboratorios, sino en el mismo m undo und o socia sociall en el que se apli aplican can los métodos  y al que per-

 

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tenecen las teorías. Es precisamente esto lo que imprime a toda esta empresa su especial carácter. La mayor parte de la investiga ciónn social ci ció cient entíf ífic icaa implica encue en cuentros ntros directos, directo s, estrechos y más o menos molestos con los inmediatos detalles de la vida contem poránea, poráne a, encuentros enc uentros de una clas clasee que difícil difícilmente mente ayuda, sino sino que q ue más bien afect afectaa a las las sensibi sensibililidades dades de los hombres hom bres que la practi can. Y, como quiera que cualquier disciplina es lo que los hom bres que la practican hacen de ella, estas sensibilidades resultan tan dependientes de su constitución, como las sensibilidades de una época é poca lo son de su cultura. U na valoració valoraciónn de las impli implicaci cacio o nes morales del estudio científ científico ico del hom ho m bre qu quee vaya vaya a consisti consistirr en algo más que q ue en elegant elegantes es mofas o descerebradas descereb radas celebraciones celebraciones debee comenzar deb com enzar con un reconocimiento de la inves investitigaci gación ón cientí cientí fica como com o una variedad de d e la la experiencia experiencia m oral. Proponer, después de tal preámbulo, mi propia experiencia como upretenciosidad. n objeto apropiado apro piado para la evaluaci eval ón pue p de uede de aca acaso so sugerir sugerir cierta un Ciertamente, eluación riesgo amaneramiento no debe deb e ser rechazado a la liligera. gera. Discutir las las propias percepcio p ercepcio nes morales en público supone siempre una invitación a la hipo cresía  y  y,, lo que es peor, a acarici acariciar ar la la idea idea de que q ue hay algo algo particu larmente noble en el mero hecho de haber sido suficientemente refinado por haberlas tenido. Incluso aquel que se odia invetera damente a sí mismo se enorgullece, como puso de manifiesto Nietzsche, de su finu finura ra m oral a la hora de percibir tan agudamen te lo lo desgraciado desgraciado q ue  es. Ahora bien, discutir aquíinvestigadora, algunas de las mensiones éticassideyomipropongo propia experiencia no di es porqu po rquee las considere considere únicas o especiale especiales. s. Sospecho, más bien, que son comunes  a l laa idea de universali universalidad dad que se da entre quienes es tán entregados en tregados a un trabajo trabajo si simila milar,r, y que son po r ello ello representa titivas vas de al algo go más que qu e de d e ellas ellas mismas mismas o de m í mismo. Y lo que es más importante todavía: dado que mi trabajo ha tenido que ver con los nuevos Estados de   Asia  y África (o, para ser más preci sos, con dos de ellos, Indonesia y Marruecos) y con el problema general de la modernización de   las sociedades tradicionales,  es quizá qui zá particularmen particularmente te apropiado a propiado  para una  una evaluación evaluación de  d e la inves-

 

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tígación socia sociall como una for forma ma de conducta  y de  d e la lass implicaciones quee deben qu de ben extraerse en el caso caso de la cienci cienciaa socia sociall en cuanto c uanto fuer fuer za moral. Se diga lo que se diga de tal investigación, desde luego lo qu quee no n o se puede pue de afir afirmar mar es que se centra en cuestiones cuestiones triv trivia iale less o que está está desvincul desvinculada ada de los los intereses intereses humanos. hum anos. Por descontado, éste no es el único tipo de trabajo que los cientí cie ntífi ficos cos sociale socialess están llevando a cabo, cab o, ni tam poco po co el único que hacen los antropólogos. antropólog os. Se suscit suscitarí arían an otras nuevas percepciones, perce pciones, se aprenderían aprende rían otras lecciones lecciones,, al examinar exam inar otros tipos, y una eva luación general sobre el impacto de la ciencia social en nuestra cultura debería tener en cuenta a todos todo s  ellos. A lo que apuntan apu ntan las siguientes reflexiones, dispersas  y necesariamente algo algo personales, es a contribuir al asentamiento del debate deb ate acerca del estatus estatus m moral oral de la ciencia ciencia social social sobre una un a base b ase más m ás firme, firme,  y no a proponer propone r mis experiencias experi encias o mi propia prop ia línea línea de d e trabajo trabajo como canónicas. can ónicas. II Una de las más inquietantes conclusi conclusiones ones a las las que qu e me m e ha lle lle vado la refl reflexión exión acerca de los nuevos Estados E stados  y sus problemas problem as es que tal refle reflexi xión ón es bastante basta nte más m ás efec efecttiva a la hora de exponer expo ner los problemas que a la hora de descubrir sus soluciones. Existe un diagnóstico diagnóst ico y un aspecto terapéutico terapéu tico en nuestro interés cient científ ífic icoo en estas sociedades  y, por la naturaleza naturaleza del caso, el el diagnóstico diagnóstico pa rece procede proc ederr infinit infinitam amente ente más deprisa que el remedio. rem edio. Por Po r tan  y cui tinvestigación o , un resultado de periodos periodo s dilatados, detallados det allados  cuidadosos dadosos de de se traduce habitualmente en un más hondo recono cimiento de que los nuevos Estados Estados se encuentran encue ntran verdaderamen verdaderam en te en en algún algún tipo de aprieto. La emoción emoción que qu e produce prod uce este este tipo ddee recompensa al paciente trabajo es algo así como lo que imagino sentiría Charlie Brown cuando, en una tira de  Peanu va y  Peanuts ts,,   Lucy va le dice: «¿Sabes cuál es el problema contigo, Charlie Brown? El problema contigo es que tú eres tú». Tras una escena de muda apreciación de la lógica de esta observación, Charlie le pregunta: «¿Bueno, y qué pued o hacer hacer?» ?» y Lucy responde: «Yo no doy con con

sejjo alguno. Me se M e limito limito a señalar señalar las las raíces raíces del problem a».

 

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Las raíces del problema en los nuevos Estados son bastante profundas   y la investigación social sirve a menudo para poco más que para mostr m ostrar ar precisamente precisamente lo profund profundas as que son. Cuando Cu ando se llega a dar un consejo, lo que se ha descubierto parece normal m ente ser más útil a la hora de señalar señalar modos m odos de cómo cóm o la la insoste insoste nible situación presente podría empeorar (como ocurra), que modos m odos de cóm cómo o podría ser ser m ejorada. ejor ada. probablemente El afori aforismo smo de Francis Bacon Bacon me parece cada día notablemente notablem ente m menos enos axiomáti axiomáti co::  el conocimiento —al menos, el tipo de conocimiento que yo co he sido sido capaz de obtener— obtener— no si siempre empre tiene tiene mucho m ucho que ver con con la eficacia  (power). Todo esto no es un mero ataque de pesimismo sentimental por mi parte; es un aspecto inquebrantablemente objetivo de la investigación social en los nuevos Estados. Como evidencia de esta afirmación, permítanme presentar por un momento un pro blema que no sólo encamente Indonesia o Marruecos, donde don de m e lo loeshefundamental, encontrado, encon trado, sino prácti prácticamente en todos los los nue vos Estado Esta dos: s: la rrefor eforma ma agraria. Este problema aparece de forma bastante diferente, incluso opuesta, en Indonesia y en en M arruecos, por po r razones a la vez ecoló gicas,  hi  históri stóricas cas y culturales. culturales. Pero, Pe ro, en cualquiera cualquiera de ambos luga luga res,  el analizarlo analizarlo sistemáticam sistemáticamente ente no consiste consiste sólo en apreciar a preciar por po r  veez lo grave primera  v grave que qu e es en cuanto problema, sino sino en descubrir lo loss ffactor actores es que lo hacen tan recalcitrante;  y estos factor factores es resultan ser muy semejant semejantes es en ambos ambo s lugares. En particular, a corto pla  enn ambas situaci situaciones ones se da una radi radical cal iincom ncompatibil patibilidad idad entre en tre z o , e los dos fines fines económicos económ icos que qu e conforman aquello en lo que qu e consis consis te una reforma reforma agraria agraria de d e largo largo alcance: el pro progre greso so tecnológico y una mejora del bienestar social. Hablando de forma menos abs tracta, tract a, por po r el momento mom ento parecen anhelos anhelos directamente contradic contradic torios un radical aumento aumen to de la la producción agrícol agrícola, a, por un u n lado, y una significativa reducción del des-(o sub-)empleo rural, por otro. En Indonesia, y en particular en su  su corazón javanés, javanés, donde don de las densidades de población superan los   1.500  habitantes por milla cuadrada, esta contradicción se  expre  unn m odo  expresa sa en términos términos de d e u

 

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de explotación extraordinariamente intensiva desde el punto de vi vist staa del trabajo, trabajo, pero p ero,, en su conjunto, altamente altam ente productivo. prod uctivo. Los innumerables bancos de arroz de tercio y de cuarto de acre que cubren  Java, Bal  Balii y determinadas determinada s regiones regiones de Sum Sumatr atraa y las las Céle com o si fueran fueran jardines — o ,  acaso acaso más m ás exac bes,  se trabajan casi como tamente, enormes invernaderos—. Prácticamente todo se hace a m ano. Se utili utilizan zan he herram rramientas ientas muy simples simples (y también muy inge inge niosas).. M ultitud de peones niosas) peone s provenientes de la enorm e población po blación rural trabaj trabajan an con extremo extrem o cuidado cu idado y gran meticul m eticulosidad. osidad. El que qu e se quiera o no llamar llamar a estos estos trabajadores trabajadores «subempleados»» depende de  la dos lass defi  definici niciones. ones. C iertamente, iertam ente, la mayoría de d e ellos ellos contribuye contri buye d e al alguna guna manera  a la al  alta ta tas tasaa de prod producción ucción por po r acre; con igual certeza, estarían mejor empleados en algún otro sitio, si es que existiera existiera ese algú algúnn otro o tro siti sitioo dond d ondee emplearl emp learlos os  y si tuvieran a su alcance medios mecanizados con los que llllevar evar a cabo sus ta ta reas tad: agrícolas. agrícola Sin Sinreso em bargo, bargo , no lo lossde  hay. Y  hay.  Y es aquí dond do ndee es está lmar a di ficul ficultad: un prog ps.rogreso tecnológico serio alcance alcance (esto  es, , al la gen de cambios marginales marginales com comoo el aum ento en la fert fertililiz izaci ación ón y la mejora en la elección de las semillas) semillas) signi signifi fica ca el m asi asivo vo despla d espla zamiento zam iento del de l trabajo rural y ello ello es es im im pensable pen sable en e n las actuales actuales cir cir cunstancias. Como puso de relieve un economista holandés, el trabajo trabajo agríc agrícol olaa de Java Java podría po dría realiza realizarse rse haciendo uso ddee la m o derna tecnología tecnología con el die diezz po porr ciento de d e la la actual mano de ob obra, ra, pero ello dejaría famélico al otro noventa por ciento. Llegados a este pu nto, nto , siem siempre pre aparece alguien, alguien, que recuerda lo que fue de los horribles presagios presagios de M althus althus en lo referente referente a Europa, para decir «¡industrialización ». Pero, ¿cómo se debe fi nanciar la industrialización en un país donde el vasto campesina do consume consume masivament masivamentee lo que produce produ ce y donde don de la la es esca casa sa ex portación va destinada en su mayor parte a asegurar la subsist subsi stencia encia de d e las las masas urbanas? urbana s? ¿Y cómo, cóm o, incluso incluso aunque aun que pue p ue da financiarse, puede alcanzar tal envergadura (y en estos días de la automatización, de tal clase) como para absorber más allá de una diminuta fracción del trabajo que liberaría una auténtica re volución agrícola agrícola en Java? Java? En esencia, enfrentado a una elección entre mantener el em-

 

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pleo y aumentar aume ntar la producción por po r trabajador, el agricultor agricultor jav java a nés «elige» (palabra absurdamente voluntarista cuando se usa en estee contexto) m antener el empleo est em pleo sin sin importarle imp ortarle el nivel nivel de bi bie e nestar. De D e hecho, hech o, ha estado haciendo ha ciendo esta «elecci «elección» ón» en práctica práctica mente cualquier coyuntura desde hace al menos cien años. Se hace difoíci difí cilqué l verotra quécosa otra o tra puede cosa cosa podría pohacer dría ahora. haber hab er hecho h echo en esas circuns tancias D esde luego, la la situación situación no es tan tan negra. Simpli Simplifico fico po r mo tivos de argumentación y de énfasis. Hay algunas otras cosas (la mejora de los niveles educacionales, el despertar de las aspiracio nes populares) que deben debe n hacerse constar en el balance. Pero tam poco es como para echar las las campanas al vuelo. Existe la la estrecha estrecha conexión entre en tre la ttecnologí ecnologíaa que absorbe el trabajo trabajo  y el intrincado sistema social de los pueblos. Existe también la completa traba zón de los procesos d e parcelación parcelación de la la tierra, culti cultivos vos m múlti últiples ples y arriendos compartidos com partidos que q ue los los hace mucho muc ho más m ás difí difíci cilment lmentee re convertibles. Y existe el siempre creciente énfasis en cultivos de subsistencia y el consecuente declive de la crianza de animales y de las granj granjas as mixtas. Dondeq Don dequiera uiera que se mire, las las arterias arterias se en durecen. La situación marroquí presenta un panorama a primera vista bastante diferente, pero, examinado de cerca, no mucho más bri llante.  A pesar de d e que la población est estáá creciendo con alarmante a larmante ra ra pidez, su pura masa no constituye todavía un problema tan impo nente como lo es es en en Indonesia. Más que un patrón de explota explotació ciónn altamente intensivo desde el punto de vista del trabajo, pero a su vez también altam altamente ente productivo, produc tivo, se da una separación entre mo dernos granjeros a gran escala (a menudo a   m u y   grande escala —2.500  acres y más—), en su mayor m ayor parte france franceses ses,, y granjer  granjeros os tra tra  dicionales a muy pequeña escala (cuatro y cinco acres), todos ellos marroquíes. Los primeros están altamente mecanizados —proba blemente más inclus inclusoo qque ue muchos m uchos de sus compatriotas compatriotas en Fran cia— y, en su mayor parte,  son bastante productivos. Los segun dos no sólo sólo no están están   mecanizados, mecanizados, sino que ade además más el nivel nivel de su tecnología tradicional es, al contrario   que qu e el de Java, muy bajo. Como trabajan tierras marginales   en   lo que es  como mucho (de

 

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nuevo en contraste c ontraste con Java) un paraj parajee ecológi ecológico co extremadamen extremadam en te dificult dificultoso, oso, son notablem ente improductivos. im productivos. Un epítome epítom e esta esta dístico, díst ico, aunque aunqu e sea sólo sólo aproxim ap roximado, ado, pon p onee de m mani anifi fiest estoo la sit situa ua ción con suficiente brutalidad: alrededor de la mitad del uno por ciento de la población rural —unos   5.000   colonos europeos— cul culti tiva va aproxim ap roximadam ente eldesiet siete po de lasa tierr tierras as del país, contribuye con adam alrededor une  por por ciento su producción 1 5r ciento agrícola total y representa más o menos el sesenta por ciento de sus ingresos por exportación agrícola (treinta por cien del total). Así pues, la imagen es clásica y clara. Como también lo es el dilema que presenta. Por una parte, el mantenimiento de una si tuación constituida por pudientes granjeros foráneos a gran esca la entre los mis m iserabl erables es agricult agricultores ores indígenas a pequeñ peq ueñaa escal escalaa no e s,   por encima y más allá de su injusticia social, un modelo que vaya va ya a perdurar perdu rar durante duran te mucho m ucho tiempo en el m undo post-col post-coloni onial al es,otra es, de hecho, modelo que ya htales a es comenzado vsu erse sesustit alterado. altitución erado. Py or parte p arte,, un la la desaparición de ha tal granje granjeros ros ayver sust ución porr campesi po cam pesinos nos plantea, al menos meno s en principio  y qui quizá zá por mucho mu cho tiempo, tiem po, la amenaza de una un a caída en la la producción produ cción agríc agrícol olaa  y en las las ganancias en los intercambios internacionales, algo que un país al bo rde rd e de una un a cris crisis is de demográf mográfic icaa  y acos  acosado ado por po r los  los gal  galopantes opantes pro pro  blemas habituales de la balanza balanza de pagos no es capaz de conside rar con la adecuada ecuanimidad. D e llaa misma misma m anera que en una situaci situación ón como la de Indone Indone  sia la primera respuesta es pensar en la industrialización, en una situación sit uación de este tipo se piensa en la reforma reforma agraria. agraria. Pero Per o a pesar de que la reforma agraria puede desplazar —como de hecho lo está haciendo— a los colonos de manera bastante fácil, ella no puede por sí misma transformar a los pobres agricultores tradi cionales en modernos y capaces granjeros. De hecho, como tien d e , dadas las presiones populares, a traer consigo la parcelación extensiva extensi va con la consiguiente descapitalización descapitalización de las grandes grand es fin fin signif ific icar ar un ppaso aso en la misma dirección d irección que en el caso cas, viene a sign de Indonesia: Indo nesia: escoger escoger nive nivele less más m ás altos altos de em pleo rural rura l por po r enci ma de la racional racionaliza ización ción económica. E ste tipo de «elecci «elección» ón» es, a pesar de sus atractivos en cuanto al bienestar, de lo más dudosa,

 

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dado un emplazamiento físico donde las técnicas avanzadas son necesarias no sólo para prevenir el descenso en la producción, sino para evitar evitar un progresivo progresivo deterioro del entorno hasta nivele niveless prácticamente prácticam ente irreversi irreversibles. bles. Pero lo contrario contrario es igual igualmente mente dudoso: el manteni man tenim m iento iento de un enclave enclave de prósperos pró speros granje granjeros ros foráneos foráneos (o, com comoo es cada ve vezz más el  caso, de granj granjas as estatales altamente altame nte meca mecanizadas nizadas y dirigidas porr élit po élites) es) en en medio m edio de una creciente creciente masa de empobrecidos em pobrecidos ppro ro letarios rurales. En Indonesia, los marxistas siempre han pasado algún apuro a la hora de identificar a sus familiares enemigos de clase de forma que pudieran culparles de la pobreza de los cam pesinos; siempre ha habido escasa oferta de kulaks. Pero en Ma rruecos, sus argumentos argum entos gozan gozan de d e una plausibilidad plausibilidad no tan super ficial. La situación marroquí es bastante revolucionaria. El único problema reside en que es difícil ver cómo la revolución podría llllevar evar a otra cos cosaa que a unos ni nivel veles es de vida en descenso descenso y a una complet com pletaa hipoteca de cualquier posibilidad posibilidad futura de ganancia ganancia al al guna, ganancia por otro lado marginal y a corto plazo, que iría a parar a un pequeño porcentaje de la actual población rural. Aun admitiendo que el cálculo es extremadamente tosco, si, como se ha estimado estim ado,, (hacia (hacia 1960) 1960) el el sesenta sesenta por po r cien de la la población rural no tiene tierra alguna en propiedad y los colonos poseen alrede dor de dos millones de acres, entonces redistribuir las tierras de los franceses en, digamos, parcelas de diez acres reduciría la po blación carente de propiedad en aproximadamente un tres por ciento la ttasa asalaanual de incremento increm demográfico. demográfi De — nuevo, situación no esento en realidad ni co. tan desoladora ni tan simple. Una discusi discusión ón más equilibrada equilibrada debería debe ría mencionar men cionar los los deno de nodad dados os esfuerzo esfuerzoss realizados realizados para elevar elevar el nive nivell tecnológico ddee la agricultura de los labra labradore dores, s, el nivel nivel relati relativam vamente ente alt altoo de rea lismo de las políticas del gobierno marroquí comparadas con las de Indonesia, Indone sia, etc. Pero m i tesis tesis en  e n este este pu punto nto es meram meramente ente que, tanto en Marruecos como  en Indonesia, la la tarea de ordenar, por una parte, la necesidad de  mantener y aumentar  la producción agrícola agrí cola y, por po r otra, la de   mantener y aumentar  empleo pleo agríco agríco aumentar el em   d o s fines fines ssimu imultltáneos áneos de d e la la, es extremadamente difícil. Los  ge-

 

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nuina reforma agraria —el progreso tecnológico y la mejora en el bienestar social— tiran muy fuertemente en direcciones opuestas; y cuanto más profundamente se introduce uno en el problema, tanto más patente se hace este desagradable hecho. En verdad v erdad,, si en estos m omentos om entos me m e sient sientoo ligeramente ligeramente m ás op timista acerca de la situación marroquí que de la de Indonesia, me temo que ello es así sólo porque no he estado estudiándola durante tanto tiempo. Pero mi intención aquí no es la de predicar la desesperanza, una desesperanza que de hecho no siento, sino la de sugerir algo respecto de d e cómo cóm o se encarna el aspecto moral en el tipo de d e traba jo que yo reali realizo. zo. El desequilibrio desequilibrio entre la capacidad para recono cer el problema, o al menos parte del problema, y la capacidad para encontrar algo que pudiera mitigarlo no se limita, en la in vestigación de  los nuevos EEstado stados, s, al ám ámbito bito de la reforma reforma agraria; es omnipresente. om nipresente. En la educación, uno u no se enfr enfrenta enta al conf conflilict ctoo en tre la necesidad de mantener los estándar y la necesidad de am pliar las oportu op ortunid nidad ades; es; en la política, política, al confl conflict ictoo en entre tre la necesi necesi dad de un liderazgo racional y una organización eficaz y la necesidad de vincular vincular a las las masas masas en el proceso gubernam guberna m ental y de proteger la libertad individual; en la religión, con el conflicto entre la necesidad de prevenir el agotamiento espiritual y la de evitar evit ar la la petrificaci petrificación ón de actitudes obsoletas. obso letas. Y así sucesivamente. sucesivamen te. Al igua iguall que q ue el problema problema de ordenar la producción produc ción y el el eem m pleo, estos dilemas no se dan exclusivamente en los nuevos Estados. Pero allí son, por lo general, más graves, apremiantes y de más difícil tratamiento. Por continuar con más la imagen médica, el tipo de at atmósfer mósferaa m oral en la la que al algui guien en profesionalm profesionalm ente com prometido con la reflexión acerca de los nuevos Estados se en cuentra, con frecuencia no me parece del todo incomparable con aquella aquel la del oncólogo, que qu e sólo sólo puede pu ede esperar la curación de d e al algu gu nos de sus pacientes pacientes y que dedica la mayor parte de su esfuer esfuerzo zo a expone exp onerr detall d etalladam adam ente severas severas patologí patologías as ante las las que nada pue pu e de hacer.

 

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III To do esto se mueve, sin Todo sin embargo, emb argo, a un nivel nivel más bien bien imper- , sonal, m eram ente profesional; profesional; y uno un o lo lleva leva mejor o peo peorr apelan do al acostumbrado acostum brado estoici estoicismo smo vocacional. vocacional. A pesar de lo inef nefiicaz caz que pueda ser un enfoque científico de los problemas sociales, siempre será más eficaz que las alternativas existentes: cuidar de nuestro nue stro jardín, dar d ar vueltas sal salvaj vajement ementee en la oscuridad, o encen derle unas velas a la Virgen. Pero existe otra peculiaridad moral de la la experiencia experiencia del trabajo trabajo de campo cam po en los nuevos Estados que es bastante bastan te más m ás difí difíci cill de neutrali n eutralizar, zar, puesto pu esto que, qu e, al ser ser tanto tan to más personal,l, repercute bastante persona b astante más m ás cerca cerca de casa. casa. Se hace difícil for mularla mular la adecuadamente adecuadam ente para al algui guien en que no n o la la ha experimentado experimen tado o, incluso, incluso, si si a eso vamos, vamos, para uno un o mismo. m ismo. Trataré Tra taré de expresarlo en términos de una un a noción de un tipo especial especial de ironía ironía —l — la «iro nía antropológica». La ironía ironía reside, por po r supuesto, sup uesto, en una percepción perce pción de la la m ane ra en que qu e la la realidad realidad simplemente se mofa mofa de los pareceres hum h uma a nos respecto de ella y reduce las actitudes grandilocuentes y las magnas esperanzas esperanzas   a l laa parod parodia ia de sí mismas. La Lass formas formas habitua le less que qu e ello ello toma son suficientemente suficientemente conocidas. En la ironía ironía tea tral,   la deflación resulta del contraste entre lo que el personaje tral, cree que qu e es su situación situación y lo que el público sabe realmente realmen te de ell ella; en la ironía histórica, de la inconsistencia entre las intenciones de personajes soberanos y los resultados naturales de las acciones proce procedentes dentes de tales tales intenciones. irlector onía literar lifrente teraria iaa reside resi en una momentánea complicidad de autorLay ironía las de estupide ces y decepciones decepcione s propia p ropiass de la vida cotidiana; c otidiana; la la ironía socrática, o pedagógica, reside en suponer el conocimiento para acabar pa rodiando rodian do la arrogancia arrogancia intelectual. intelectual. Pero Pe ro el tipo tipo  d  dee ironía ironía que q ue aparece en el trabajo trabajo de campo cam po an tropológico, pese  a n  noo ser menos efectivo  efectivo a la hora  hora de desinflar desinflar las ililusiones usiones,, no se parece  dem  demasi asiado ado a ninguno de  d e los a  anteriores nteriores.. N o es teatral, porque tiene  doblefilo:  filo: e l actor actor ve a través través del público pú blico tan claramente clarame nte como el púb  públilico co a través del  del actor actor.. N o e  es  shistórica,  histórica, porque no es causal: no es  que nuestras acciones, por la lógica

 

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interna de los acontecimientos, produzcan efectos contrarios a los que pretendían (aunque esto también ocurre en ocasiones), sino sino qu quee nuestras predicciones acerca acerca de qué va a hacer otra gen te te,, nuestras expectativas expectativas sociale sociales, s, se se ven ven constantem co nstantemente ente sorpren didas por lo que dicha gente hace realmente con independencia de nuestra propia conducta. No es literaria, porque los conten dientes no sólo sólo no compit com piten en en la misma misma liga, liga, si sino no que qu e se encuen tran en universos morales diferentes. Y tamp  tampoco oco es socrática, socrática, pues lo que se parodia parod ia no es la arrogancia intelectual, intelectual, sino llaa mera m era co municación del pensamiento —y no a través de un conocimiento supuesto, supue sto, sino de un esfuer esfuerzo zo de comprensión completamente com pletamente ho  casi diríam diríamos os severo. nesto, casi nesto, En el tr trabajo abajo de cam c ampo, po, llaa manifest manifestaci ación ón de grandes equívo cos en lo que se refiere al carácter de una situación comienza casi siempre por parte del informante, aunque, por desgracia para la autoestima del investigador, no termina allí. Las primeras indica ciones, que apuntan hacia firmes demandas de ayuda material y humana, aunque complicadas de atender, se ajustan con impar cialidad cial idad a la lass necesidades. Estas Estas demandas dem andas no n o desaparecen nun nunca ca y nunca dejan de tentar al antropólogo hacia el ofrecimiento de chucherías chuc herías y abalorios com co m o fáci fácill   e inút  inútilil)) m odo de establecer re re laciones laci ones con los nativos nativos o de acallar acallar su sentido de culpa por po r ser un príncipe entre indigentes. Sin embargo, las demandas pronto se convierten en rutinarias y, pasado un tiempo, uno desarrolla in cluso una cierta resignación hacia la idea de ser considerado, incluso por en loscuanto amigosfuente de mayor confianza,Uno tanto per sona como de ingresos. de en loscuanto beneficios psicológicos marginales de la investigación antropológica —al menos yo lo veo como beneficio— beneficio— es que te enseña qué se siente siente al ser considerado un imbécil y ser tratado como un objeto, y cómo soportarlo. sop ortarlo. Sin embargo, resulta mucho más difícil de llevar a buen tér m ino otro tipo de discrepancia, discrepancia, muy estrecham estrecham ente ligada ligada  a la an terior, entre la manera en que yo suelo ver las cosas y la manera como suelen hacerlo la mayoría de mis informantes. Ello resulta más difícil aún porque concierne no sólo al contenido inmediato

 

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de nuestra relación, sino al más amplio significado de tal conte nido,   a su trasfondo simbólico. Para todos los informantes más tradicionales tradi cionales (y uno ya no encue e ncuentra ntra casi ninguno ningun o de ellos) ellos) repre sento una ejempli ejemplifi ficac cació ión, n, una muestra m uestra andan an dante, te, del tipo de opor o por tunidades tunidad es que la vida vida pron p ronto to va a brindarles a ello elloss m mis ismos, mos, o, si no a ell ellos, al al menosobservaciones con toda tod aones seguridad seguri dadca adesusloshijos. hijproblemas os. Com o indi caban mos, mis is sí anteriores observaci acerca acer y las las soluciones, soluci ones, est estoy bastante bastan te m enos seguro de d e ello ello de lo que qu e lo están están los nativos y el resultado de esta creencia, desde el punto de mis propias reacciones, es es lo que q ue considero «el problem a de la fe fe ccon on^^ movedora». No resulta del todo cómodo vivir entre personas que sienten que van a heredar repentinamente unas enormes posibili dades, que con seguridad seguridad tienen todo tod o el derecho del m mund undoo a po seer, see r, pero que con toda probabilidad pro babilidad no reci recibirán. birán. Tampoco facilita las cosas el hecho de que uno parezca, a sus ojos,  haberr sido  habe a premiado con no legado este tipo (cellos omo uno efectivamente  loyya  ha sido, aunque nuno hasta  el de extrem extremo o que q ue(como ell os sue len imaginar). Uno se encuentra, lo quiera o no, en una postura moral en algún sentido com parable a la del burg burgués ués que q ue le pide al pobre pob re que sea pacient paciente, e, que Roma no se hi hizo zo en un día. día. Uno nnoo pronuncia pronun cia realm realm ente este este tipo de d e homilía homilía;; al menos nnoo más m ás de una vez. Pero Pe ro la postura es inherente a esta esta situa situació ciónn — no importa imp orta lo que uno un o haga, piense, piense, sient sientaa o desee— en virtud del hecho de que el antropólogo es, aunque aunq ue lo sea sea sólo sólo margi m arginalmente, nalmente, un m iembro de las clas clases es más privi privile legi giadas adas del mun m undo do.. Y, a pesar de todo to do,, ex ex cepto en el caso de que éste sea increíblemente ingenuo o de que se engañe descaradamente a sí sí mismo mismo (o, como  a veces ocurre, am bas cosas), difícilmente puede llegar a creer que el informante, o los hij hijos del informante, estén a pu punto nto de sumarse sum arse  a él como miem bross de bro d e esa élite élite transcultural. Es esta radical asimetría, asimetría, a la vi  vista sta de lo que q ue son las oportunidades oportunidad es real reales es que qu e la la vida va va a brindar b rindar al in in formante   y más all  alláá de él, a su país), especialmente cuando cuan do va uni da a un acuerdo acerca acerca de cuáles cuáles debieran ser esa esass oportunidade oportun idades, s, la que reviste reviste a la la situación situación del trabajo trabajo de campo cam po con ese espe especi cialí alí-simo simo tono ton o moral m oral que yo considero considero como irónico. E s , en primer prim er lugar, irónico, porqu po rqu e las insti instituci tuciones ones socia sociale less

 

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d e  la lass c  cuale ualess el antropólogo mis m ismo mo es un pro ducto du cto eje ejemplar, mplar, y que él val valora ora consecuentemente consecuentem ente en un grado grad o bastante bastan te alto, no parecen ser para sus informantes las alamedas hacia la fortuna que fueron para él: el antropólogo es una muestra de bienes que no están, a pesar de d e su parecido p arecido superf superfic icia iall con produ p roductos ctos local locales, es, al al alcance alcance ef efect ectiievoenenel caso lo loss mercados mde ercados domésti dom ésticos. cos. Ell es especialmente especia almente ci ciabl able la la educación, dond do ndeEllo e elo problema problem de la «f «feaprecon movedora» aparece en su forma más aguda. Se halla muy ex tendida la noción de que q ue la escuel escuelaa es una varita varita mági m ágica ca que qu e trans formará for mará sus sus propias oportunidades oportunidade s en la la vi vida, da, como niño marro m arro quí o indonesio, en aquellas de las que están rodeados los niños ameri am ericanos, canos, fra france ncese sess u holandeses. Para una muy pequeña peque ña mino m ino ría de los que ya están bien establecidos, lo será y las transforma rá. Pero para la inmensa mayoría no podrá más que transformar niños carentes por completo de toda formación en niños ligera mente formados. Esto es un logro por sí mismo nada desprecia ble.  La rápida difusión de la educación popular es uno de los fenómenos más alentadores en el generalmente desalentador pa noramaa de los nuevos Estados, noram Estad os, y ssii ell elloo requ requiere iere ilusi ilusión ón para sus tentarse, entonces deberemos ilusionarnos. Pero para gente con ideas más elevadas, ideas estimuladas por el fanático optimismo del nacionali nacionalismo smo radical, radical, este este tipo de avance avance marginal no  es en ab soluto la la idea que q ue  ellos ti  tienen enen en m en ment Pa recidas confusione confusioness en ente. e.  Parecidas tre esperanzas y posibilidades se centran en torno al funcionariado y a la propiedad de maquinaria y de vivienda en las grandes ciudades;  y en lo referente al país en en su conjunto, en torno torn o a la pla nificación económica, el sufragio popular  y la  la diplom diplomacia acia inspira da en los principios de la tercera fuerza. Esas instituciones e ins trumentos tienen su lugar en cualquier genuino intento de reconstrucción reconstrucci ón social social;; de hecho, hech o, tal reconstrucción reconstrucción es, según tod todaa probabilidad, prob abilidad, imposibl im posiblee sin sin  ellos. Pero ellos ellos no son los mil m ilagrosos agrosos obreros que su reputación reputación proclama.  La, as  asíí l  llamada lamada revolución revolución de las expectativas crecientes lleva todas las trazas de acabar siendo loss creci una revolución revolución de  lo  crecientes entes desengaños, hecho éste que el an tropólogo,, que después de tod o volver tropólogo volveráá a su su resi residencia dencia más o me nos en un año, puede permitirse ver con bastante mayor claridad

 

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de lo que lo hacen sus demasiado comprometidos informantes. Com o much m ucho, o, éstos éstos sól sóloo pueden puede n permiti perm itirse, rse, con dif dific icult ultad ad   y cons cientes cien tes sólo a m edias, sospecharlo. Esta sensación de que uno ve su relación con sus propios in formantes con la vista despejada sería, sin embargo, más agrada ble d eeste de no ser por po r otro o tro giroo. en sisistuación ón que suscita suscies ta en seria sergran iass du duras ras sobre supuesto hecho. hech Pues, Puelas,situaci i el antropólogo me dida ciertamente irrelevante por lo que al destino de sus infor mantes respecta y si se rige por intereses que, salvo en los casos más tangenciales, tangenciales, no coinciden con los de éstos, ¿en qué q ué se basa el que tenga derech d erechoo a esperar que ellos ellos lo acepten   y le  le ayuden? EEnn este tipo de trabajo, uno se encuentra entre hombres necesitados que albergan albergan la esperanza esperanza de progresos p rogresos radicales radicales en sus condicio condicio nes de vida, progresos que no parecen precisamente inminentes. Adem ás, uno un o es un tipo de d e benefactor precisamente p recisamente de d e la ccla lase se de mejoras que ellos—y andan buscando, quer, también está obligado pedirles caridad lo que es casi casi peor, peo habiéndosela concedido conce didoa a ellos—. Esto debería ser una cura de humildad y, por ello, una enriquecedora experiencia, pero muy a menudo es simplemente una experiencia desorientadora. Todas las racionalizaciones fami liliares ares que qu e tienen que qu e ver con la ciencia, el pro progre greso, so, la filantropía, filantropía, la ilustración y la desinteresada pureza de la dedicación suenan falsas y uno se encuentra abandonado, éticamente desarmado, para lidiar con una relación humana que debe justificarse una y otra vez en los términos más m ás inmediatos. inme diatos. M oralmente oralmen te uno un o regresa  se ha al ni nivel vel del trueque: truequ e: su m moneda oneda es innegociable, innegociable, sus sus créditos  se  ha llan todos agotados. Lo único que uno tiene que dar realmente para evitar evitar la la mendici m endicidad dad (o —para no pasar por p or alto alto eell método mé todo de las chucherías  y lo  loss abalorios— el soborno) es a sí mismo mismo.. Este es un pensamient pensam ientoo alarmante, alarmante,  y la respuesta respue sta ini inicial cial al mismo es la la aparición de un apasionado deseo de convertirse en alguien per sonalmente apreciable para   nuestros  informantes —esto es, un amigo— amig o— para m antener el prop  propio io respeto. La La idea de que uno ha obtenido un éxito éxito extraordinario extraordinario   en esta materi  caraa que q ue le materiaa es e s la car toca al investi investigador gador en la moneda mon eda  de la  conmovedora: é  en f conmovedora:  éll cree en la comunión transcultural (la llama  «compenetraci  «compenetración») ón») de la m  mis is--

 

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ma manera que los sujetos de su estudio creen en el mañana. No es de extrañar que tantos antropólogos dejen sus campos de tra bajo viendo en los ojos de sus informantes unas lágrimas que, es to toyy bastante bastan te seguro, no n o están realmente allí. allí. No quisiera ser malinterpretado en este punto. Del mismo m odo nlos o tengo laEstados impresión impresión que q ue un progreso soci al signi signi fica ficat tivoque en no nuevosla seade imposible, tam tampoco pocosocial la tengo de que el contacto hum ano genuino a tr través avés de las las barrera barrerass cultur cultura a les sea sea imposible. imp osible.  S  Sii no hubiera h ubiera visto una cierta cierta cantidad ca ntidad de lo pri mero y experimentado, aquí y allá, en cierta medida lo segundo, mi trabajo trabajo m e hubiera resultado insoportable. insopo rtable. Lo que q ue est estoy oy seña seña lando,, en ambos lando am bos casos, casos, es una enorm e presión tanto tan to en el invest investi i gador como en sus suj sujet etos, os, para considerar estas estas metas como cer cer canas cuando de hecho están lejos, como seguras cuando no son más que deseadas deseadas y como cumplidas cumplidas cuando, cu ando, como mucho, m ucho, sólo sólo nos hemos hemos aproxim ado. del Esta presióndenace de d e laPor asr imetría inhere inherente nte aaproximado. la situación situación dEst el atrabajo trabajo cam po. Poasimetrí ello ello noa m esoral del todoo evitable, sino tod sino que es parte pa rte del carácter carácter éticamente éticame nte ambiguo am biguo de esa situación como tal. De una manera en absoluto adventi cia, la relación entre un antropólogo y su informante descansa sobre un conjunto de ficciones parciales reconocidas sólo a me dias. Mientras sigan siendo no más que ficciones parciales (y así, también verdades parcia parciales les)) y reconocidas reconocidas sólo sólo a medias (esto (esto es, también m edio oscurecidas), la re rela lació ciónn progresa suficie suficientemente ntemente bien. El antropólogo antropó logo se m antiene por p or el valor ci cient entíf ífic icoo de los da tos que consigue  y aca  acaso so por un cierto aliv aliviio al descubrir qu que, e, des pués de todo to do,, su su tarea no es por completo com pleto semejant semejantee a llaa de Sís Sísifo. fo. En cuanto  a  all informante, inform ante, su interés se  se m  mantiene antiene vivo vivo gracias a toda una serie de conquistas secundarias; la sensación de ser un cola borador bora dor esenci esencial al en en una empresa importante im portante aunque apenas apenas com com prendida; pren dida; el orgullo orgullo de d e su propia pro pia cultura y de su conocimiento ex perto de la misma; misma; la la oportunidad opo rtunidad de expresar ideas y opiniones opiniones personales  y de contar co ntar chismes) chismes) a un oyente neutral y extern  externo; o; así como, de nuevo, una cierta cantidad de beneficios materiales di rectos e indirectos de uno u otro tipo. Y así sucesivamente —las

 

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recompensas son diferentes para prácticamente cada uno de los inform infor m antes— antes— . Pero Pe ro si el acuerdo acue rdo implí im plícit citoo en con considerar siderarse, se, a pe sar de la evidencia que aportan algunos indicios muy serios en sentido contrario, con trario, como miembros miem bros del d el mismo universo cultural se viene abajo, ninguno de estos incentivos fácticos puede prolongar la relación durante mucho tiempo. La relación, o bien se va apa gando gradualmente en una atmósfera de futilidad, aburrimiento y decepción generalizada generalizada o, con mucha m ucha m enor eno r frecuenci frecuencia, a, se colapsa de repente en una recíproca sensación de haber sido enga utilizado zado y rechazado. Cuan Cuando do est estoo ocurre, el antropólogo antropólogo ñado,   utili ve una pérdida de la «compenetración»: le han dado calabazas. Porr su parte Po p arte,, el inform inform ante ve una revel revelaci ación ón de mal m alaa fe: fe: ha sido hum illado. illado. Y el ello loss se quedan cal callados lados de nuevo en sus m undos und os se se parados, internamente coherentes, coherentes, incomunicados. Permítítanm Perm anmee un ej ejemplo emplo.. Cuando C uando estuve estuve en Java, uno de mis mis mejores informantes era un oficini oficinist staa de unos treinta trein ta  y pocos años quien, a pesar de haber ha ber nacido en el pequeño pueb pueblo lo que yo eest sta a ba estudiando y hab haber er vivido vivido allí allí toda toda su vida, vida, tenía aspiraciones aspiraciones más altas; altas; quería ser escritor. escritor. De D e hecho he cho,, lo era. Mientras yo estuve estuve al allílí,, él él escr escribió ibió y produjo una obra de teatro, tea tro, basada en el recie recien n te divorcio divorcio de su hermana, herm ana, en la la que qu e ell ella mis misma ma actuaba, en pa parte rte porr razones de verosimili po verosimilitud, tud, pero pe ro más bien por po r revancha (su de safortunado ex marido aún vivía en el pueblo). La trama venía a ser una especie de  Casa  d e  Muñecas   javanesa: una chica educada (e (ellla había había pasado pasa do po r un centro de enseñanza secundaria) quiere q uiere escapar las las lilim m ititaciones aciones de papel de esposa tradiciona suexcep mari do no le apermite hacerlo, hacerl o, del del modo mo do que ell ella lloo tradicional; abando abandona nal;—su to que, mejorando el arte a la vida, en la obra le pega un tiro—. Aparte de este curioso trabajo, escribió también un buen número de otras o tras histori historias as (no publicadas) y obras de teatro teatro (nu (nunca nca produ prod u cidas),  la mayoría de las cuales tomaba su esquema general de cuentos tradicionales tradicionales en los que mi informan informante te estaba, a pesar de su modernismo superficial, muy  interesado y muy informado. informado. Su trabaj trabajoo a mi lado tuvo que ver  princi  principalmente palmente con c on tales materi  m ateriales ales —mitos, leyendas, conjuros, etc.—  y él fue un buen informante: trabajador, inteligente, esmerado,   entusiasta. Nos iba bastante

 

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bien hasta que ocurrió un extraño incidente con mi máquina de escribir, después del cual él se negó incluso a saludarme cuando nos cruzábamos cruzábam os en la calle, calle, y tanto más m ás a trabajar trabajar conmigo. conm igo. El había tomado toma do prestada la máquina una y otra vez vez para es es cribirr sus obras a salto cribi salto de m ata  y preparar una especie de edición manuscrita. Progresivamente, la tomó prestada más y más veces hasta que parecía tenerla la la mayor parte del ttiem iempo, po, lo cual, cual, dado que yo no disponí d isponíaa de otra, era un inconveniente. Por  ello, decidí tratar de rebajar el préstamo a niveles más moderados. Un día, cuando envió, como era de costumbre, a su hermano pequeño a tomar prestada la máquina por p or una tarde, le le mandé mand é de vuel vuelta ta una nota diciendo que lo sentía, sentía, pero que la la necesitaba necesitaba para pa ra algún algún tra bajo mío. Esta fue la primera vez que yo manifesté una negativa diez minutos, m inutos, el hermano herm ano m enor volvi volvióó con una nota que, qu e, tal.  En diez sin sin mencionar menc ionar en ningún m omento om ento la m áquina de escribir escribir  o mi ne gat gativ iva, a, decía dec sim sim plemente q po ue der mi m ir informante, debpor a una apre m iante obligación, obliíagación, no iba aque pode (esto (esto tambiéndebido poido r primera vez) vez) acudir a la cita que habíamos concertado para el día siguiente. Trataría, sin sin embargo, em bargo, de acudir a la la próxima, próxim a, dentro de ntro de tres días, días, si es que podía. Yo interpreté tal cosa, bastante acertadamente, como un «donde  la lass dan, las tom toman» an» y, tem  temeroso eroso como si siempre empre de perder perd er «compenetraci «com penetración», ón», cometí un estúpido  y  y,, po porr lo que hacía a nuestra relación, fatal error. En lugar de dejar pasar el incidente sin más, contesté a su nota diciendo que sentía que no pudiera acudir  a nuestra cita, cita, que esperaba no n o haberle ofendido  y qu  quee des pués de todo tod o podía prescindi de la lsahoras máquina porq enviósu lugar iba a acercarme a  lo lossprescindir  arrozales.r Tres Tre hora s más m ás porque tarde, tard e,uevol volvi ó ellugar her mano menor cargado con la máquina y una larguísima nota (me canografiada), cuyo contenido venía a ser el siguiente: 1) que por supuesto no le había había ofendido, ofendido, después de todo se trat trataba aba de   m i máquina de escribir; 2) que lo sentía mucho, pero que ahora re sultaba sult aba que q ue no sólo sólo no iba a poder pode r acudir a nuestra próxima próxim a cita, sino sino qu quee el apremio de su obra liliterar teraria ia le iba a hacer lam lamentable entable m ente imposible imposible disponer de tiempo para volve volverr nunca  más. Hice algunos débiles intentos por arreglar la situación —situación que se tornó incluso más precaria debido a mi sensación de haberme

 

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comportado como un estúpido— pero ya era tarde. Él volvió a transcribir sus obras a mano y yo encontré un nuevo informante con el que trabajar trabajar con materiales materiales acerca acerca del mit m itoo —al — algui guien en que trabajaba en un hospital y que, dado que practicaba en cierto m odo la medi m edicin cinaa  amateur  entre sus compañeros, estaba más in teresado cribir. en mi provisión de fármacos que en mi máquina de es ¿See trata de un m ero equívoco ¿S equívoco ridiculam ridiculamente ente exagerado? ¿De un gracioso malentendido agravado por susceptibilidades dema siado grandes y estúpidos errores de tacto? Seguramente. Pero, ¿cómo es que se hizo una montaña de semejante grano de arena? ¿Por qué qu é encontramos encontramo s tantas dificu dificultltades ades en un asunto a sunto tan simple simple como dejar y tomar prestada una máquina de escribir? Por su puesto, porque porqu e nnoo era una máquina m áquina de escr escribi ibirr  — o , po  porr lo m enos, no sól sólo eso— lo que se dej dejaba y tomaba prestado, prestado , sino sino un com plejo de concesiones y reivindicaciones sólo confusamente reco nocidas. Tomándola prestada, mi informante estaba expresando tácitamente táci tamente su dem anda de ser tenido en cuenta com comoo inte intelec lectual tual,, como «escritor», esto esto  es  comoo un igual; igual; dejándosela, dejándosela, yo estaba re  es,, com conociendo, tácitamente, esa demanda. Dejándosela, yo estaba, tácitamente, interpretando nuestra relación como una relación de amistad personal —es decir, considerándome a mí mismo dentro del círcul círculoo intern internoo de d e su comunidad comu nidad moral— m oral—.. Al tomarla, él estaba, también tácitamente, aceptando esa interpretación. Ambos sabía mos, es  esto toyy seguro de ello, que estos estos acuerdos ac uerdos sólo sólo podían pod ían ser par ciales:   no éramos realmente colegas, ni ciertamente tampoco ciales: camaradas. cam aradas. Pero Pe ro mient m ientras ras persistió persistió nuestra relación, relación, dichos dichos acuer acuer dos fuer fueron on al m enos parciales, parciales, hasta cierto pu nto también reales, reales, lo que dados d ados los hechos —que — que él estaba estaba tan lej lejos de ser un desco nocido Milton como yo de ser un javanés— constituía un logro. Pero cuando le negué negué el uso uso del símbolo símbolo de nuestro pacto no ver ver bal para para considerar, por una suert suertee de mutua puesta entre parén tesis de la incredulidad, nuestros dos mundos culturales como u n o  y el mismo, su sospecha, siem siempre pre persistente, de que q ue yo no to maba su «obra» con la seriedad con la que tomaba la mía se le hizo súbitamente súbitamen te cconsciente. onsciente. C uando uan do él se negó a su vez vez a acudir

 

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a nuestra próxima ci cita ta,, mi miedo, también también siempre siempre ahí, a que me vi viera era sól sóloo como com o a un extranjero extranjero inconsecuente inconsecue nte al cual ééll estaba estaba lli i gado sólo por las consideraciones más oportunistas, se me hizo consciente a m í. La relación, relación, su auténtica anatomía abiertamente expuesta, expu esta, se colapso colapso cayendo en la acritud  y el desengaño. final asínormalmente, para una relación antropólogo-informante es muyUn habitual: la sensación de ser miembros,noaun que temporal, temp oral, inse insegur guraa e incompletam incompletamente, ente, de una única comuni com uni dad moral mo ral puede pue de m antenerse incluso incluso a la la vist vistaa de d e llas as ampli amplias as rea lilidades dades socia sociale less que qu e presionan, presionan , casi a cada mom m omento, ento, para negarla. Es esta ficción —ficción, no falsedad— lo que está en el corazón de una un a investi investigaci gación ón antropológica antropológica de cam po exitosa; y, como ello ello nunca resulta del todo convincente para ninguno de sus partici pantes, tal hecho convierte tal investigación, considerada como una forma de conducta, en algo continuamente irónico. Reco nocer tensión moral, la ambigüedad el en cuentrola entre antropólogo e informante,ética, y serimplícita todavía en capaz de disiparla disi parla a través de d e nuestras n uestras acciones y actitudes, actitudes, es lo que qu e el en cuentro cuen tro reclama reclama a ambas partes si es que quiere ser auténtico, au téntico, ssii es que quiere darse efectiva efectivamente. mente. Y descubrir descub rir esto es descubrir algo algo muy com plicado y no del todo claro claro acerca acerca de la naturaleza naturaleza de la la sinceridad   y la insinceridad, la autenticidad  y la  la hipoc hipocresía, resía, la ho ho nestidad y la autodecepción. El trabajo de campo es todo él una experiencia educativa. Lo que resulta difícil es decidir qué se ha aprendido. IV Existen, por supuesto, muchas otras dimensiones éticas del tr trabaj abajoo de cam po aparte a parte de las dos que qu e he presentado aquí: el de sequilibrio entre la capacidad para poner al descubierto proble mas y la la facultad facultad de resolverl resolverlos os y la la inherente inhe rente tensión tensión m oral que q ue existee entre exist en tre el investigador investigador y su su objeto ob jeto  {subject).   Tampoco Tam poco son son es tas dos necesariamente necesariamente las más profundas, como quizá quizá haga pen sar el el hecho hech o de d e que las las haya haya discutido aquí. Pero Pe ro incl incluso uso la la mera m era

 

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revelación de revelación d e que éstas,  y otras com o éstas, éstas, existen, podría contri buir a desvanecer unos cuantos espeji espejismos smos hhabituales abituales acerca acerca de lo que es la la cienci cienciaa social social en cuanto cu anto conducta. cond ucta. En particular, debería deb ería gravitar la duda sobre la extendida creencia de que la investiga ción social científica consiste en un intento de descubrir los hilos ocultos con los que m anipular marionetas. m arionetas. No sólo sólo es que los los hi los no existen y que los hombres no son marionetas; se trata de que toda tod a la empresa va dirigida dirigida no hacia la im  im posible tarea tarea de con trolar la historia, sino hacia hacia la ttarea area quijotesc quijotescaa de ensanch en sanchar ar el pa pel que la razón razón desempeña desemp eña en ella. ella. Es el fracaso en darse cuenta de ello —no sólo por parte de quienes son hostil ho stiles es  a la cienci cienciaa social social por principio p rincipio (por qué pprin rin cipio,   eso es una cuestión más profunda), sino por parte de sus más fervie ferviente ntess apologetas— apologetas— lo que qu e ha converti conve rtido do en ociosa ociosa gran parte par te de d e la la discusi discusión ón acerca acerca de d e su estatus estatus moral. mo ral. El hecho es que lra, a cienci cien ciaamsocia soc iallpara no essunirescate un ataque po espalda espalda a nuestra cultu cultesa u ni el edio fin final al;por ; esr lasimplemente p arte de cultura. Desde el punto de vista de la filosofía moral, la cuestión central que se debe preguntar acerca de la ciencia social no es la que siempre se están planteando supuestos guardianes platónicos desde ambos  lados: ¿nos hund hu ndirá irá o nos no s salv salvará ará?? Casi C asi con total se se guridad no hará ninguna de las las dos cosas. cosas. La cuestión cuestión central que cabe plantearse es qué nos dice acerca de los valores según los cuale cua less nosotros — todos nosotros— de hecho vivi vivimos. mos. Lo que se necesitaa no es colocar a la necesit la ciencia ciencia social social en el ban banquillo quillo de  los acu sados, lugar quegos. pertenece nuestra cultura, sino hacerlo en la tribuna de losaltesti testigos. Una vez vez hecho hec ho esto, el el que resulte resulte ser un testigo testigo de d e la acu acusa sa ción o de la defensa es, supongo, una cuestión abierta. Pero está claro que su testimonio, como el de cualquier otro testigo, será más pertinente para determinados respectos que para otros. En particular, particu lar, una un a investi investigación gación tal debería deb ería clarif clarificar icar qqué ué tipo ddee con ducta duc ta social social es es la refl reflexió exiónn cientí científi fica ca sobre sob re los asun asuntos tos hum anos, an os, y filosóficosde   debería hacerlo de un modo en que los análisis filosóficos  d e los términos térm inos éticos, de la lógic lógicaa d e la decisión decisión  pers  personal onal o de las fuen tes de la autoridad m oral — esf esfuer uerzos zos  todos todo s eflos eflos útiles po por  rsí mis sí

 

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puede n hacerlo. hacerlo. Incluso Incluso mi rápido examen de unos po mos—  no pueden cos fragmentos de mi propia experiencia arroja algunas pistas en esta dirección —en exponer lo que significan «la imparcialidad», «el relativismo», «el método científico» y cosas por el estilo no como dogmas y lemas, sino como actos concretos realizados por personas particulares en contextos sociales específicos. Abordar lo loss com comoo tales, como com o aspectos de un ofic oficio io,, no n o pon p ondrá drá fin a la la dis dis puta, p ero pu ede ayudar a hacerla hacerla más provechosa. provechosa. La naturaleza na turaleza de d e la la imparcialidad imparcialidad cient científ ífic icaa — su carácter de sinteresado, si si es que uno u no todavía todavía puede pue de usar u sar este este término—  es un buen ejemplo. El popular estereotipo del técnico de laboratorio de bata blanca, tan aséptico en lo emocional como en su vesti m enta, no es sino sino la la expresión expresión de una idea general de que tal im parcialidad consiste en una especie de neurótica indiferencia puesta en práctica. Cual eunuco en un harén, el científico es un funci funcionari onario o con un uan causa útil ú til defecto, def y, como el eun eunuco uco,las , encuestiones la la misma medida peligroso deecto, su insensibilidad hacia subcerebrales (también llamadas comúnmente «humanas»). No conozco dem asiado lo que se cuece en los labora laboratorios, torios, pero, pero , en el trabajo trabajo de cam po antropológico, an tropológico, la imparcialidad imparcialidad no es ni un don d on natural ni un talento prefabricado. Es un logro parcial, ganado trabaj trabajosamente osamente y precari precariam amente ente m antenido. El pequeño pequ eño desinte desinte rés que uno trata de alcanzar no proviene del fracaso en sentir emociones o del negarse negarse a percibirlas percibirlas en los demás, ni tam tampoco poco de encerrarse dentro de un vacío moral. Proviene de una sujeción personal a una éticadevocacional. Me doy cuenta que éste no es un descubrimiento original. Lo que q ue precisa una explicaci explicación ón es por qué tanta gente está está ansio ansio sa por negarlo y por po r insisti insistir,r, en su lugar, lugar, en que qu e los cient científ ífic icos os so ciales no se mueven en absoluto por preocupaciones morales, al menos mientras practican su ciencia —no es que carezcan de in tereses morales, sino que qu e los deja dejann a un  la  lado— do—.. Con respecto a las las críticas crít icas externas, externa s, llos os intereses intereses creados académicos explicarán qui zá la la mayoría de d e  lo loss casos y l  laa ignorancia se hará cargo de la  la m mayor ayor parte del resto. Pero cuando son los mismos científicos sociales los que elevan elevan esas protestas protesta s —«yo — «yo no doy consejo consejo alguno; me llii-

 

EL PENSAR PEN SAR EN CUANTO ACTO MORAL

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m ito ito a señalar llas as raíces raíces del problema»— problem a»— se hace quizá quizá necesaria una mir m irada ada  m  más ás profunda hacia la lass dificult dificultades ades inherentes inhere ntes al m an tenimiento de un unaa ética ética cientí científi fica ca no sólo sólo desde la mes m esaa de mi m i des des pacho o desde una tribuna de conferenciante, sino en el mismo centro de situaciones sociales cotidianas; una mirada hacia las di ficul fiservador culta tades desimparcial. de ser, a un mismo tiempo, tiem po, un actor implicado  y un ob La característi característica ca sobresalient sobresalientee del trabajo trabajo de cam po antropo antro po lógic lóg icoo como una forma orma de con conducta ducta es que no perm ite ite una sepa ración si signi gnifi ficat cativ ivaa entre en tre las esfer esferas as ocupac ocupacionales ionales y extra-ocu e xtra-ocupapacionales de la propia  vida. Por el contrario, fuerza su fusión. Uno debe encontrar a sus amigos entre sus informantes y a sus infor mantes entre sus amigos; uno debe considerar ideas, actitudes y valores valor es como otros muchos m uchos hechos culturales culturales y continuar actuan do en términos de d e los los que defin definen en sus propios prop ios compromisos; com promisos; uno debe contemplar la sociedad como un objeto y experimentarla como un sujeto. Todo lo que alguien dice, todo lo que alguien hace,  incluso el mero emplazamiento físico, tiene que formar la sustancia sust ancia de d e la propia existenc existencia ia personal persona l com o deb d ebe, e, a la la vez, sa sa cársel cár selee to todo do su jugo analítico. analítico. En casa, casa, el antropólogo va tranqu tranqui i lamente lam ente a la la ofic oficina ina a ejercer su profesión profesión como com o cualquiera. cualqu iera. En el campo, cam po, tiene que qu e aprender apren der a la la vez vez a vi vivir vir y a pen pensar. sar. Com o he sugerido, este este proceso de aprendizaj aprendizajee sólo sólo puede pue de  lle gar hasta este punto, incluso en las mejores condiciones, condi cione cioness que de todos modos m odos nunca se dan. El antropólogo antropólogo perma nece inevitablemen inevitablemente te más m ás ajeno ajeno de lo que desea desea  y menos cerebral de lo que imagina. Pero ello ello renueva, un día ttras ras otro, o tro, el esf esfuer uerzo zo por seguir adelante, por conjugar dos orientaciones básicas res pecto de la realidad —la comprometida y la analítica— en una solla actitud. so ac titud. Es esta actitud, y no el vacío vacío m oral, lo lo que q ue llamamos imparcialidad o desinterés. Y sea cual sea la pequeña medida de ello que uno logre alcanzar, ésta no se consigue adoptando una ideolo ide ología gía del tipo «soy-una-cámara» «soy-una-cámara» o ccubriéndo ubriéndose se de m más ás y más capas de blindaj blindajee m etodológico, sino sim sim plemente intentan in tentando do lle lle var a cabo, en una un a situa situación ción tan  ambigua, el ttrabajo rabajo científ científico ico que qu e uno ha ido a hacer. hacer. Y como  la habilidad para m  mir irar ar a lo  loss hombres hom bres

 

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y a los acontecim acontecim ientos ientos (y también tam bién a uno mismo) con ojos ojos a la la vvez ez fríos e interesados es uno de los signos más claros de madurez, tanto en un indi individuo viduo como com o en un pueblo, este este tipo tipo de experie experien n cia investigadora tiene implicaciones morales bastante más pro fundas,  y bastante distintas, distintas, para nuestra cultura que qu e las las que habitualmente propu estas. propuestas. Un compromiso comson promiso profesi profesional onal de avista avistarr los los asunt asuntos os hum anos de forma analítica no se opone a un compromiso personal de avistarlos en los términos de una perspectiva moral particular. La ética profesional descansa en la personal y de ella obtiene su fuerz fue rza; a; nos n os forzamos forzamos a nosotros noso tros m ismos ismos a mirar m irar desde de sde la convic ción ci ón de d e que qu e la la ceguera ceguera — o la la ilusi ilusión— ón— m utila utila la vir virtud tud como m mu u til tila al hom ho m bre. bre . La imparcialidad imparcialidad no proviene del descuido, descu ido, sino sino de un cuidado lo suficientemente plástico como para resistir una enorm e tensión tensión entre la reacci reacción ón m oral y la observación científ científi i ca; una se sólo sólounda crece crece la la medida m edida queiento la percepción percepc ión moral  setensión  hace mque ás profunda prof   y avanza  aenvanza el el entend enteen ndim imiento científi científico. co. El deslizamiento hacia el cientificismo o, del otro lado, hacia el subjetivismo, no es sino signo de que la tensión ya no puede so portarse, por tarse, de que se han perdid pe rdidoo los nervi nervios os y de que q ue se ha opta o pta do po r la la supresión supresión de, o bien la propia hum anidad, anidad , o bien d e la propia racionalidad. Estas son patologías de la ciencia, no su norma. Bajoo esta Baj esta luz, luz , el famoso famoso relativi relativismo smo de los valore valoress de la antro antro  pología no es el pirronismo moral del que ésta ha sido a menudo acusada, sino sino una expresión de fe fe en que q ue tratar de ver el el compor compo r tamiento hum h um ano en términos de d e las las fuer fuerzas zas que lo animan animan es un elemento esenci esencial al a la la hora de com prenderlo, prend erlo, y que el juzgar juzgar ssiin comprensión com prensión constituye constituye una ofensa ofensa contra la moralidad. Los valo res son ciertamente valores, y los hechos, por desgracia, cierta mente hechos. mente  Pero ro oocuparse cuparse d e este este estil estiloo de ppensam ensam iento lla llama ma  hechos. Pe do social social y científ científico ico es intentar inten tar trascende trasce nderr el hiato lógico que los separaa por separ po r medio m edio de un patrón de conducta condu cta que, q ue, envolvi envolviéndo éndolo loss en una un a experiencia unitari u nitaria, a, los los conecta racionalmente. racionalm ente. La lllama lama da a la aplicación del «método científico» en la investigación de los asuntos humanos es una llamada a enfrentarse directamente

 

EL PENSAR PENSAR EN CUAN TO ACTO MORAL

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con ese divorcio entre el sentido   (sensé)   y la sensibilidad, al que acertadamente se ha diagnosticado como el mal de nuestro tiem p o  y a cuya cuya resoluc resolución ión dedicó d edicó John Jo hn Dewey incondicionalmente incondicionalmen te su obra,, imperfect obra imperfecta, a, por po r cierto, como com o cualquier cualquier otra.

 

LOS USOS DE LA DI D IVERSIDAD VERSIDAD

 

LOS US USOS OS DE LA DI DIVERS VERSIIDAD*

l La antropología, mi  fróhliche   Wissenschaft,1  se ha ocupado irremediablemente, irremediablem ente, a lo largo del entero curso de su historia historia (una la larga rga historia, historia, si comenzamos con H Heró eródo doto; to; más m ás bien co corta, rta, si si lo hacemos con Tylor), de la inmensa inmensa variedad de modos m odos en que los los hom y las lla mujeres mujeres han ha tratado tratad o tado de vivi viv sus vidas. algunos algu nos m omentos, ombres entos, las a antropología intentado inten habérselas hairbérselas conEnesta vari varie e dad capturándola capturán dola a trav través és de alguna alguna red teórica universal universalizador izadora; a; estadios evolutivos, ideas o prácticas panhumanas o formas tras-   < cendentales (estructuras, arquetipos, gramáticas subterráneas). En otros mom entos, si sin embargo, em bargo, ha acentuado la parti particulari cularidad, dad, la idiosincrasia, la inconmensurabilidad —los repollos   y los reyes 2  Recient ecientem emente, ente, empero, empe ro, la la antropologí antropologíaa se (cabbages and   kings —.  R * Conferencia   TANNER sobre los Valores humanos, pronunciada en la Uni versidad versi de M«Mi ichi ichigan, gan, el Ciencia». 8 de noviem noviembre de 1985. 1.dad   [N.T.:  Gaya   Enbrealemán en el original. original.]] 2.  [N.T.: Muy probable alusi alusión ón al poe poema ma «La m morsa orsa y el carpintero» carpintero» que q ue aparecee en el capí aparec capítulo tulo 4 — «Tararí y Tarará»— del llibro ibro de L.  CARROLL A  través del  espejo  y  lo   q u e  Alicia encontró  al  otro  lado.  U  Una na de sus estr estrofas ofas dice; «The time has come», the W lrus said,/«To tal talkk of many thi things:/Of ngs:/Of shoes —and shi ships— ps— and sealing wax-/Of cabbages —and Kings—/and why the sea is boiling hot-/And whether wh ether pigs have wings wings». ». (Ha lle llegado gado llaa hora —dij —dijoo la morsa— /de que hable moss de muchas cosas:/de barcos... llacres... mo acres... y zapatos;/de reyes... y rep  repollos... ollos...// y d  dee po r qqué ué hierve eell mar tan caliente/y de si vuelan procaces los cerdos.) La traduc traduc  ción es la la ddee  JAIME DE OJEDA para la edición de d e Ali Alianz anzaa EEditorial ditorial,, M Madrid, adrid, 1973. Precisamente, viene al caso caso llaa nota a pie de página (n. 2, págs. 201-202) de  OJEDA: «Éste es uno de los poemas más famosos de la literatura inglesa... La morsa y el

 

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ha visto visto a sí misma confrontada con algo algo nuevo: la la posibilidad posibilidad de que la la variedad variedad se esté esté difum difuminando inando rápidam ente para p ara convertir convertir se en un cada vez más pálido,  y redu  reducido, cido, espectro. Podríamos es tar ante un m undo und o en el que, sencill sencillam amente, ente, ya ya no existen cazado res de cabezas, matrilinealistas o gente que predice el tiempo a partir par tir de las las entrañas entrañas de un cerdo. cerd o. Sin Sin duda, du da, la difer diferenci enciaa perma necerá —lo — loss fra france ncese sess nunca nun ca com erán mantequil m antequilla la salada—. salada—. Pero P ero aquellos aquell os buenos bu enos vi viej ejos os tiem tiempos pos del canibali canibalismo smo y de la quema de viudas se se nos fueron fueron para siempre. Este proceso de difuminación de los contrastes culturales (asumiéndolo como real), quizá no sea en sí mismo, en cuanto una cuestión profesional, tan inquietante. Es sencillo: los antro pólogos pólo gos sólo sólo tendrán que aprender apre nder  a sacar pa partid rtidoo de d e diferencias diferencias más sutiles y puede que lo que escriban sea así más agudo, si bien menos espectacular. Pero esto plantea una cuestión más am amplia, plia, a la vez vez moral, morasel, estética estéti cognit iva;decuestión m ucho más problemática y que sitúa ca en yelcognitiva; centro la actualísima dis cusión sobre cómo deben justificarse los valores: lo que yo lla m aré, sólo sólo por hacerlo h acerlo de forma forma pegadiza, el futuro del etnocentrismo. Volveré a algunos de estos debates más generales un poco más tarde, pues hacia ellos se dirigen mis intereses de conjunto; pero para abordar el problema quiero empezar presentando un argum ento, creo que inusual, inusual,  y también no poco desconcertante, quee el antropólogo qu antrop ólogo francé francéss Claude Clau de Lévi-Straus Lévi-Strausss desarrol d esarrolla la al co mienzo de su reciente colección de ensayos polémicamente titu lada (polémicamente al menos para un antropólogo)   La mirada alejada  ( L e  regard  éloigné)} carpintero... representan de m anera genia geniall a los políticos ingleses, ingleses, sepulcros blan queados de hipocresía hipocresía bien entonada que encubren sus rapiñas voraces. rapiñas voraces. Ha  Ha sido citado muchas veces en este sentido... Todo el ambiente que se respira en este poema está profundamente calcado del que se respira en la política anglosajona, especialmente antes  de la segunda guerra mundial, mund ial, que tantas cosas ha cambiado».] [N .T.: En franc francés és en el original. Hay edición española en Argos Vergara, 3 .  [N.T.: Madrid, 1985.]

 

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El argum ento de Lévi-Strauss Lévi-Strauss surge en prim er lugar como res puesta a un a invitac invitación ión de llaa U N E S C O p ara dar una conferenci confe renciaa en la inauguración del «Año internacional de la Lucha contra el racismo y la19discriminación racial» que,Lév pori-Strauss, si les pasó inadverti fue en 71 . «F ui elegido», escribe d o ,  fue „. porque veinte años antes escribí [un folleto llamado]   Raza e historia 4  para la la UNE SC SCO, O, [dond [d onde] e] afirmé afirmé unas cuantas verdades básicas.... [En] 1971, me di cuenta enseguida de que lo que la UNESCO esperaba de mí era [simplemente] que las repitiera. Pero Pe ro ocurre que veinte años atrás, para ayudar a llas as insti instituciones tuciones internacionales  —  entonces onces m mii sent sentimiento imiento de que deb debía ía apoyar  —y y ent lass era la era m ucho m ayor que ahora— , exageré un tan to m i tesi tesiss en la la conclusión de  Raza   e historia.   Quizá a caus causaa de m i edad, y a buen seguro el estado actual del mundo,aelcausa caso dees reflexiones que en ese inspiradas momento por sentía cierto desagrado ante tal honor y estaba convencido de que, si es que quería serle útil a la la UN ESCO ESC O y cumplir honest honestamente amente con mi com compromiso, promiso, debía hablar con total franqueza. franqueza. Como de costumbre, ello no resultó ser del todo una buena idea y lo qu e sucedió tuv o algo algo de fa farsa rsa.. M iem bro s del persona l d e la UNESCO quedaron consternados de que «yo cuestionara un catecismo [c [cuya uya aceptación ] lles es hab ía perm itido pas ar de traba trabajos jos m ode stos en países en desarrollo a posiciones santifi santificadas cadas en tan to que ejecutivos de una institución internacional. El entonces D irecto r general de la U N E S C O , otr o decid ido francés francés,, ssal alió ió ines ines peradamente a la palestra con el ánimo de reducir el tiempo del qu e Lévi-St Lévi-Strauss rauss dispon ía pa ra h abla r y forza forzarle rle así a que hiciera las «mejoras oportunas» que se le habían sugerido. Lévi-Strauss, velo mcorrigible,5  leyó p o r en tero su tex to, pare ce ser qu e a gran velo cidad, justo en el tiempo que le quedaba. 4 .  [N.T [N.T.:.: Hay edi edición ción es español pañolaa  : Raza  y  cultura.  Cátedra, Madrid, M adrid, 1993.] 5 .  [N [N.T.: .T.: En fr francés ancés en el origina original.] l.]

 

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Al margen de todo esto, el pan nuestro de cada día en las Naciones Unidas, el problema en el discurso de Lévi-Strauss era que en él «me rebelé contra el abuso del lenguaje por el cual la gen te tien de cada vez más a confundir el racismo... racismo... con actitudes que son normales, incluso legítimas y, en todo caso, inevitables» — esto es, au nq ue él n o lo llame así así,, el etnocen trism o. El etnocentrismo, argumenta Lévi-Strauss en  Raza y cultura, cultura, y algo más técnicamente en otra obra titulada   El antropólogo y la condición humana   escrita aproximadamente una década más tar d e ,  no sólo no es algo malo en sí mismo, sino que, al menos en la m edid a en q ue n o se nos va vaya ya de llas as m ano s, es más bien un a bu e na cosa. La lealtad a un cierto co njunto de valores conv ierte iinevi nevi tablemente a la gente en «parcial o totalmente insensible hacia otros valores», valores valores a llos os qu e o tra gen te, de me ntalidad igua igual l mente estrecha, es igualmente leal. «No es del todo reprochable colocar manera po decovivir o de ppensar porvalores encima de todas las dem ás o una el sentirse atraídos or o tros valores.» .» Esta «relati «relati va incomunicabilidad» no autoriza a nadie a oprimir o destruir aquellos valores qu e se rechaz an o a quien es los sostiene n. P er o , aall m argen d e ello, ello, «pa ra nad a es rechazable»: Pu ede que sea iincluso Puede ncluso el precio a pagar para que los los sis siste temas mas de valores de cada familia espiritual o de cada comunidad se pre serven y encuentren en sí mismos los recursos necesarios para su renovación.  Si... las sociedades hum anas exhiben una cierta cierta diver diver sidad óptima más allá de la cual no pueden ir, pero también por debajo de la cual no pueden descender sin peligro, entonces de bemos reconocer que, en gran medida, esta dive diversi rsidad dad resul resulta ta del deseo de cada cultura de resi resisti stirse rse a llas as cult culturas uras qque ue la rodean, ddee distinguirse  d  dee ella ellass — dicho brevemente, de ser ser ellas mis  mismas— mas—.. Las culturas no se iignoran gnoran la lass unas a llas as otras, incluso toman présta mos unas de otras de vez en cuando; cu ando; pero , para no perecer, en al al gunos aspectos deben permanecer de alguna manera impermea bles unas respecto de otras. D e m od o que no sólo sól o eess una ilus ilusión ión el que la hu m anid ad pue  da liberarse l iberarse po r com pleto del etnocentrism o, «o incl incluso uso que deb a pre oc up arse de hac erlo», si sino no qu e no ser sería ía na da bu en o si as asíí lo hi-

 

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ciera. Tal «libertad» llevaría a un mundo «cuyas culturas, fervoro samente partidarias unas de otras, sólo aspirarían a glorificarse m utu am en te en tal confusión, confusión, qu e cada una de ella ellass perd ería to do el atractivo que pudiera tener para las demás, así como su propia razón de ser». trae consigo, si si bien no llala fasci fascinación, nación, casoLasí sí dlaistancia indifer indiferencia encia y, de este m od o, a integrida d. Een n elcualqu pa sadier o, cu an do las así así llamadas culturas primitivas tenían sólo m uy ma rginalmente contacto entre ellas —refiriéndose a sí mismas como «Las Verd aderas» , «Las Buenas» o, simplem ente, «Los H um an os » y recha zab an a los de la ot otra ra o ril rilla la del río, o a llos os de m ás al allá lá de las montañas, como «monos de tierra» o «huevos de piojo», esto es, como no, o no plenamente, humanos— la integridad cultural se man tenía fácilmente. fácilmente. U na «p rofun da indi indifere ferencia ncia hacia otras cul cul turas era... era... un a garantía d e qu e pod ían exist existir ir a su man era y en sus prop ios término s». Aho ra, cuan do claram ente yyaa no prevalece est estaa situación sit uación y, cada ve vezz más ago biados en un plan eta pe qu eñ o, tod os están profu nda m ente interesados en llos os demás y en llos os asuntos d e los demás, se vislumbra la posibilidad de perder tal integridad a causa de la pé rd ida de aquella indifer indiferencia. encia. Q uizá el etno cen trism o pu ed a n o desapa recer jjamás amás po r com pleto, aall ser «consustancial «consustancial a nuestra especie», pero puede criarse peligrosamente débil, deján donos a merced de una suerte de entropía moral: Sin duda nos hacemos falsas ilusiones cuando creemos que la igualdad  y la fr  fraternidad aternidad reinarán en entre tre los ser seres es hum humanos anos sin com prom eter su diversidad. Sin Sinl em embargo, bargo, si la de hum anidad adesnoqque se res resig ig na a convertirse er erii la la estéri estéril consu consumidora midora losanid valor valores ue logró crear en el pasado... capaz únicamente de alumbrar obras bastar das,  invenciones burdas y pueriles, [entonces] ella debe aprender u n a  vez vez más que toda verdadera verda dera creaci creación ón implica ciert ciertaa sordera ha cia  la ll  llamada amada de otros valores, pud pudiend iendoo incluso rechazarlos, cuan do no negarlos, en su su conjunto. Porqu Porquee uno un o no pued puedee fundi fundirse rse ple namente en el disfrute del otro, identificarse con él, y, al mismo tiempo, permanecer diferente. Cuando se alcanza una comunica ción integral integral con el otro otro,, se se presagi presagiaa tar tarde de o tem pran pranoo un desastre tanto para su creatividad como para la mía. Las grandes épocas

 

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creadoras fueron fueron aquell aquellas as en las que llaa comunicaci com unicación ón logró ser la adecuada para la mu mutua tua esti estimulación mulación eentre ntre interlocutores ale alejado jados, s, peroo donde per don de aún nnoo er eraa tan ffrec recuent uentee o tan rápida como para hacer peligrar los los obstáculos indispensables en entre tre individuos   y grupos, o como para p ara red reducirlos ucirlos hasta el pu punto nto de qque ue una exc excesi esiva va accesi accesibibii\   lidad en los inter intercambios cambios pu pudiera diera igua iguala larr y anular ssuu ddivers iversidad. idad. Sea lo que ffuere uere lo que un o piense sobr e tod o ello, e indep en dien tem ente de la sorpresa q ue un o pu ed a llevar llevarse se aall oírl oírlee decir tal cosaa a un antro pólo go, lo ciert cos ciertoo es que se trata sólo de una voz m ás de las que forman el coro de hoy día. Los atractivos de la «sorde ra hacía llaa llamada de otros valores» y de un enfoq ue del tipo «re lájese y disfrute» del propio encierro en la tradición cultural pro pia, están siendo cada vez más jaleados en el pensamiento social co nte m po rán eo . Incapaces d e abrazar ni el el rel relati ativismo vismo ni el abso lutismo , lo prim ero p or qu e inval invalida ida eell juici juicio, o, lo segund o po rq ue lo abs trae d e la la historia, nu est ros filósof filósofos, os, h istoria do res y cient científ icos 6íficos Social Soci ales es vue lven la mir ad a hac ia esa espe cie d e  im  imperméab perméabililititéé   del «som os-quienes-somos» y eellllos os «son-quienes-s «son-quienes-son» on» qu e LéviLévi-Str Strauss auss recomienda. Según se considere tod o el ello lo com o una cóm oda arro gancia, justi justificada ficada en llos os prejuicios, o com o la la esp lén did a h one sti dad «aquí estoy yo» del «si vas a Roma, haz lo que en Milledgeville» 7  de Flann ery O 'C on no r, ell elloo sit sitúa úa claramen te la cuesti cuestión ón del futuro del etnocentrismo —y de la diversidad cultural— bajo una luz del todo diferente. ¿Es acaso el retroceder, el distanciarse no importa dónd e,  La mirada alejada,  realme nte llaa m ane ra d e escapar a laarcis extrem tolerancia erancia delrnativa cosmopoliti cosmopolitismo smopíade mo la la ral? U N ES C O ? ¿Es eln ismao tol m oral la alte alternati va a la entro 6. [N [N.T.: .T.: En franc francés és en el original. original.]] 7.  [N [NT: T: El rrefr efrán án reza en inglé ingléss «When in Rome  do as  Romans do»,   que cabría traducir, en su equival equivalente ente castel castellano, lano, por «D «Donde onde fueres, fueres, haz lo que vieres». vieres». La curiosa variación que usa   GEERTZ hace referencia a la novelista norteamericana FLANNERY O'CONNOR  (Savanna (Savannah, h, 1925 - M illedge illedgevil ville, le, 1964), autora de nu num m ero sos relatos relatos am ambientados bientados en el Sur de los EE.U EE.UU. U. do dond ndee ref refllej ejaa los confli conflicto ctoss vita vita les les de sus provincia provincianos nos habitantes. EEntre ntre sus obras más conocidas cabe citar San gre  sabia  (1952) y su colección de cuentos  Todo lo que se  levanta   debe  reunirse (1965).]

 

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En los últimos últimos  2  25 5 o 30 años, añ os, m uchas son las fu fuer erzas zas que coad yuvan yuv an a una m irada más indulgen indulgente te de la la autocentricidad cultu  Porr una u na parte p arte,, tenem tenemos os aquellas aquellas cuestiones cuestiones que qu e se ref refie iere renn al ral. Po «estado del mundo mu ndo»» a las las que qu e alude Lévi-Straus Lévi-Strausss y, sobre to todo do,, el el fracaso de la mayoría de países del Tercer 8 Mundo en vivir con arreglo a las esperanzas de «las cien flores»  que tenían tenían inmedia tamente tam ente antes, an tes, e inmediatamente inmediatam ente después, despué s, de sus luchas por po r la in dependencia. Amin, Bokassa, Pol Pot, Jomeini en los extremos. Marcos, Mobutu, Sukarno y la señora Gandhi de manera menos extravagante. extr avagante. Todos To dos vertieron vertieron su pequeño pequ eño  jarro de agua frí fría sob sobre re la ideaa de que nuestro m undo ide und o parece claramente claramente enfer enfermo mo compara do con otros que q ue existen existen all a llende. ende. Po r otra parte, pa rte, tenemos el suce sivo desenmascaramiento de las utopías marxistas —La Unión Soviét Sovi étic ica, a, China, Cuba, C uba, Viet V ietnam— nam— . Adem ás, contam contamos os con el de bil bilit itamiento amiento del pesimismo pesi «Decliv ivee del dedel l Oeste» inducido por po r la guerra m undial, la lamismo depresión depresitipo ón  y«Decl la pérdida im perio. im Pero tam bién se da, y no creo que q ue sea m enos importa im portante, nte, la la progr progresi esiva va con ciencia de que el consenso universal (trans-nacional, trans-cultural,  incluso trans-clasista) sobre cuestiones normativas no está a nuestro nue stro alcance. No to todo do el m undo un do — sikhs, soci sociali alist stas, as, posi posititivis vis tas, ir  irla landese ndeses— s— va a acabar concordando concordan do respecto a qué qu é es de cente  y qué no es decente, qué es justo y qué no n o lo es  es,, qué es y qué no es bello, bello, qué es razonable razonable y qu quéé no lo es; ni pronto, pro nto, ni tal ve vezz nunca. abandona (y desde desde llauego ha el hecho tod o elencamina mundo mu ndo , quizáSinise siquiera quizá siqui era la mayoría mayor ía)) luego ideanodeloque q ue m undo un todo do se haciaa un acuerdo haci acue rdo esencial esencial sobre asuntos fundamentales, fundamentales, o incluso, como recom reco m endaba Lévi-Stra Lévi-Strauss, uss, que debiera deb iera hacerlo, entonces la la llamada al etnocentrismo del «relájese y disfrute» crece de forma  del el presidente Mao Tse-tung, 8. [N [NT: T: Referenci Referenciaa   a la consigna d   Tse-tung, «que cien cien flo res se abran, que cien escuelas  rivalicen». Del periodo del Gran salto adelante, uno de  los lugar  lugares es en los que ppuede uede encontrarse es en su texto De  De ¡ajusta solución d e  las contradicciones en el  seno del pueblo.]

 

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natural. Si nuestros valores no pueden desvincularse de nuestra historia e instituciones, ni asimismo los de nadie pueden desvin cularse de las las suyas, enton ces pa rece q ue no no s qu eda rá más qu e seguir a Emerson y alzarnos sobre nuestros propios pies y hablar con nuestra propia voz. «Espero sugerir», escribe Richard Rorty en una reciente obra maravillosamente titulada   Postmodernist Bourgeois Liberalism {Liberalismo burgués postmoderno),   «cómo [nosotros liberales burgueses postmodernos] podríamos conven cer a nuestra sociedad de que la lealtad a sí misma es una lealtad suficiente... que necesita ser responsable sólo de sus propias tradi ciones...» 9   Allí donde llega un antropólogo, desde el lado del ra cionalismo y la alta alta ciencia, en busc a de «las leye leyess consisten tes qu e subyacen a la di diversidad versidad o bservab le de creencias e instituciones» (Lévi-Strauss), allí también va a parar, desde el lado del pragma tismo y la éti ética ca pru de nt e, un filó filóso sofo fo pe rsua did o d e qu e «no exis exis te m ás "fun dam ento " para [nuestras] leal lealtades tades y convicciones sal sal vo el hecho de queconlasla emociones queotros las apoyan se solapen lasscreencias, creencias creencias,, deseos deseos yy em ociones de muchos miembros del grupo con los que nos identificamos en lo qu e con cierne a la deliberación m oral y polí política. tica.....». ». La similitud similitud es aún m ayor a pesar de llos os mu y dif diferent erentes es pu nto s de partid a d e est estos os dos sabios: kantism o si sinn un sujeto tras cend ental, hegelianism o sin espíritu ab solu to; y los todavía m ás diferentes fines fines hacia los que tienden: un mundo pulcro, de formas intercambia  ell otro d esord enad o, de discurs discursos os coincidentes, pues también bles; e bles; Rorty considera las las odiosas distinciones distinciones entre gru po s no sólo com o natura les, ssino ino com o ese esencial nciales es al razon am iento m oral. [El] análogo hegeliano hegeliano naturalizad naturalizadoo ddee la [kan [kantiana] tiana] «intrínse ca dignidad dignidad hum h umana» ana» es la dignidad comparati comparativa va de un grupo gru po con el que una persona se identifica. Las naciones o credos o movi mientos son, vistos así, esplendentes ejemplos históricos no por9 .   Journal ofPhilosophy,   1983:583-589. [N.T.: Com pilado posteriorm ente en en Rorty,   Qbjectivity, relativhm and truth. Philosophical Papen,   vol. 1, Cambridge Universityy Press, Cam bridg e, 1991 (trad. Universit (trad. cast.: cast.:  Objetividad, relativismo y   verdad, Paidós, Barcelona, 1996).]

 

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que reflejen rayos provenientes de una fuente superior, sino por

ef efect ectos os de contrast con trastee — comparaci comparaciones ones con comunidades peores— . Las personas tienen dignidad, no como una luminiscencia inte rior, sino porque participan de tales efectos de contraste. Es un corolario de esta perspectiva el que la justificación moral de las instituciones y prácticas del grupo al que uno pertenece —por ejemplo, eje mplo, de llaa burguesí burguesíaa contemporánea— es en gran medida uuna na cuestión de relatos históricos (incluyendo escenarios acerca de qué es probable que ocurra en determinadas contingencias futu ras),  más que de meta-relatos filosóficos. El principal respaldo para la historiografía no es la filosofía, sino el arte, que sirve para desarrollar desarrol lar y modif modific icar ar la iimagen magen que un grupo tiene de sí mismo, por ejemplo, al hacer la apoteosis de sus héroes, satanizar a sus enemigos o al orqu orquestar estar diál diálogos ogos en entre tre sus miemb miembros ros y refoc refocali alizar zar su atención. Ahora bien, mi propio punto de vista en cuanto miembro yo mismo de ambas tradiciones intelectuales, a saber, del estudio científico de la diversidad   cultural  por profesión y del liberalismo burgué s postm ode rno po r persuasión persuasi ón general general,, es, para decirlo decirlo br e vemente, que una rendición  apresurada al bien estar de ser si simp mp le mente nosotros mismos,  cultivando la  sordera y maximizando nuestra gratitud gratitud po r   no haber nacido vándalo o ik, sería fatal para amb as tradicione tradicione s. U na an tropología tan asustada de destruir la in tegrid ad y creatividad creatividad culturales, yyaa sea seann las nu estra s o llas as de cu al quier otro, po r culpa de acercarnos a otra gente, em barca rnos con ellos e intentar captarles en su inmediatez y su diferencia, está con a perecer de puede una inani inanición ción tal, tal, Cualquier qu e ni ninguna nguna manipula ciónden de ada datos objetivos compensar. filosofía mo ral tan temerosa de verse enredada tanto en un relativismo romo como en un dogmatismo trascendental que no pueda pensar en nada mejor que hacer con otros modos de lidiar con la vida más que hacerles parecer peores   q u e  el nuestro, está condenada sim pleme nte a hacer del m un do  u  unn objeto  de piadosa condescenden cia (como alguien dijo de las  obras de V. S. Na ipaul, quizá nu estro mayor aficionado a la construcción   de tales  «efectos de contras te»).  Tratar de salvar, a la vez, dos disciplinas de  los peligros que

 

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entrañan para  sí  sí mismas, puede de parecer altanero. altanero. Pero cuando uno u no  mismas,  pue

tiene doble dob le ciudadanía, ciudada nía, ve también tam bién duplicadas sus obligaciones. obligaciones. 4

A pesar pes d me e susconfieso diferent diferentes es man maneras eras sus sus diferent dif es caballos cabal los de batalla (y aryode mucho más ycerca delerentes confuso populis*mo de Rorty que del quisquilloso mandarinismo de Lévi-Strauss — tal cosa cosa quizá quizá no n o sea más que mi m i propio sesgo sesgo cultural— cultural—),), estas estas dos versiones de moralidad del «a-cada-uno-lo-suyo» descansan en parte sobre una misma opinión acerca de la diversidad cultu im portancia reside en presen presentarnos, tarnos, por p or ral:  la de que su principal im utilizar util izar una fórmula de Berna B ernard rd W ililliliam ams, s, las las alternat alternativas ivas  a* noso tros mismos como opuestas a alternativas válidas  para*   nosotros. O tras creencias, valores valores y m odos de hacer son vist vistos os como com o creen ci cias as que podríam pod ríamos os haber habe r tenido, tenid o, valor valores es  a los que nos podríamos haber adherido y m odos de hacer que q ue podrí podríamos amos haber pract practic ica a h aberr nacido en algún algún otro lugar o en algún otro tiemd o , caso de habe pfl.4ifgrent pfl. 4ifgrente§a,donde e§a,donde y cuand cua ndoo realmente realmen te lo hicimos. En efecto, efecto, as  asíí habría sido. Pero esta esta opinión opinión parece pa rece tanto m jgni nifi ficar car como com o a la vez vez minusvalorar, minusvalorar, m más ás de lo que debiera, el he cho de la diversidad cultural. Lo magnifica, porque sugiere que haberr llevado habe llevado una vida diferente diferente de la que uno un o de d e hecho hech o ha lllleva eva do es una opción práctica por la que uno debiera decidirse (¿de biera bie ra haber si sido do un bororo? bo roro? ¡Qué suerte suerte he tenido tenido de no ser ser un hitita ).  Lo minusvalora, porque ello oscurece el poder de tal di versidad, cuando cuan do uno u no la refi refiere ere a  sí mismo, para transfor transform m ar nues tro sentido de d e qué sign signiifica fica para p ara un ser humano hum ano — bororo bo roro,, hiti hitita, ta, es es-tructurali truct uralista sta o liberal liberal postmod po stmoderno erno burgués— creer, creer, valorar valorar,, hacer. Qué significa, tal y como puso de relieve Arthur Danto hacién dose eco del famoso asunto del murciélago de Thomas Nagel, * [La cursi cursiva va es de los traducto traductores.] res.] 10 10..  [N.T [N.T.:.: Ref Refer erenc encia ia al escri escrito to de Thom as Nagel «Wh «What at is lilike ke to be a bar» en  Mortal  Questt ons,  Cambridge University Press, C ambrid ambridge, ge, 1988. Hay edic edición ión española: españo la: /.;/ /.;/ muerte en cuestión,  F .C.E, México, 1981. 1981.]]

 

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«pensar que el mund mu ndoo es plano, plano , que estoy estoy irresi irresisti stible ble con  mi traje

11 d e  Poiret,  que el reverendo Jim Jim Jones12  me habría hab ría salvado salvado con su amor, que los animales animales no titienen enen sentim sentim ientos ientos o que las flores sí sí 13 loss tien lo tienen en — o que el punk est está donde d onde est enojoso del et está— á—». ».  Lo enojoso nocentrismo no es que nos compromete con nuestros propios compromisos. Estamos, por definición, tan comprometidos como acostumbrados a nuestros propios dolores de cabeza. Lo enojoso del etnocent etnocentris rism m o es que nos impide descubrir descubrir qué tipo de d e punto pu nto de vista, como el Kavafis de Forster, mantenemos respecto del mundo; qué clase de murciélago somos realmente. Este pu nto de vist vistaa —que — que los problem problemas as suscitados suscitados por p or el he cho de la diversidad cultural tienen que ver más con nuestra ca pacidad de sentirnos sentirnos  a nue  nuestro stro modo m odo entre e ntre sensibil sensibilidades idades y modos de pensar ajenos (rock punk, trajes de Poiret), que nosotros no poseemos y que no nos son próximos, que con si podemos o no escapar a nuestras propias preferencias— tiene muchas implica

ci ciones ones que son mala señal señal para enfoque de lo cultural del ratipo «somos-quienes-somos»  y ell  ellos os un «son-quienes-son». «son-qui enes-son». La primera prime de ellas, y puede pue de que la más im im portante, es que estos estos problemas su sur r gen no sólo sólo en los lilindes ndes de d e nuestra sociedad, dond do ndee cabría cabría espe  asíí decirlo, en lo loss lindes de no rarlos, según según este e ste enfoque,  sino, p  poo r as  no sotros mismos. La extranjería   iforeigness)   no comienza en los márgenes de los ríos, si sino no en los de la piel. Este tipo de idea, que q ue gustan de abrazar tanto  los antropólogos desde Mal M alin inowski owski como los filósof ósofos os desde W ittgenstein, ittgenstein, de que, q ue, pongamos pongam os por p or ejemplo... ejemplo... 11 11..  [N.T.: Paul Poiret —m odist odistoo parisino, cu cuyo yo apogeo ssee da en llos os años 20 20,,

caracterizado caracteriz ado ppor or haber liberado a la lass mujer mujeres es de los cor corsés sés y por su diseño de una fa fald ldaa de través, de corte oriental, aju ajusta stada da a los los tobillos y qu quee hacía hacía di difí fíci cill el paso de las mu mujer jeres.] es.] 12 12..  [N.T.: [N .T.: El reverend reverendoo Jim Jones fue el jef efee de la sect sectaa milenarista milenarista «Temp «T emplo lo del Pueblo». Pueb lo». É sta tuvo su origen en Cal Calif iforni orniaa  y reclutaba a sus sus m iembros entre lo loss negros y llos os jóve jóvenes nes m arginados. En   1978, Jim Jones orde nó a sus ffiiel eles es qque ue se suicidaran y más de d e novecientas mujeres, hombres y niños m urieron así en la sel sel va de la Guyana.] 13 13.. «Mind as Feel  Presence; ce; Lange Langerr as Philosopher», Journal of Feeling; ing; Form as Presen Philosopby,  198 1984: 4: 641641-647 647 («La («La me mente nte com comoo senti sentimiento; miento; La forma forma como presen cia; Langcr como filósofo»).

 

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los chiítas, ch iítas, al ser  el otro otro,, plantean un problema, problem a, pero , digamos, digamos, lo loss

hinchas de fútbol, al ser parte de nosotros, no lo plantean, o por lo menos no suponen supon en un problem problem a del mismo tipo, es si simplemente mplemente fa fallsa. sa. El E l mun m undo do social, social, en sus arti a rticulaciones, culaciones, no se divide divide en pers per s picuos «nosotros» con los los que podem po demos os sim sim pati patizar zar a pesar de d e las las diferencias que tengamos con  ellos,  y enigmáticos «ellos» «ellos» con los que no podemos podem os simpat simpatiz izar ar por m ucho que q ue defendamos defendamos hasta hasta llaa m uerte su derecho de recho a diferenc diferenciar iarse se  de  n  nosotros. osotros. Los «negratas» «negratas» em piezan bastante ba stante antes de Calais. Calais.14 Tanto la reciente antropología del tipo «Desde el punto de vista del nativo» 15  (l  (laa que qu e yo practico), practic o), com comoo la la reciente re ciente fil filosof osofíía de «Las formas formas de vida» vida» (a la que m e adhiero), han conspirado o parecen conspirar para oscurecer este hecho por medio de una continua con tinua mal m alaa aplicación aplicación de d e su idea  má máss po  poderosa derosa e importante: la idea de d e que qu e el si signif gnifica icado do se construye socialmente. socialmen te. La percep pe rcepción ción de que q ue el signifi significado, cado, en la forma forma de signos signos in in terpretables artefactos, ges sólo dentroimágenes, de juegos sentimientos, de lenguaje, comunidades de tos—   existe —sonidos, discurso, sistemas intersubjetivos de referencia o maneras de ha cer el mundo; de que surge en el marco de la interacción social concreta en la qu quee algo algo es un al algo go para ti y para m í, y no en algu algu na gruta escondida e scondida en la la cabeza, cabeza,  y de que qu e es por po r com pleto históri históri co y elaborado trabajosamente en el discurrir de los aconteci m ientos, se entiende entiend e como com o la la implica implicación ción de qque ue las las com unidades humanas son, o debieran ser, mónadas semánticas, casi casi sin ventanas (cuando, en mi opinión, ni Malinowski ni Wittgenstein —ni siquiera Kuhn Foucault en este asunto— lo vieron este modo). Somos, diceo Lévi-Strauss, como pasajeros de losdetrenes que son nuestras culturas, cada uno viaja sobre sus propios raíles, 14.   [N.T [N.T.:.: Para eentende ntenderr el sentido ddee la ffras rase, e, que hemos traducido tradu cido ca casi si lilite te ralmente, ral mente, ha hayy que tener en cuent cuentaa qu quee  wogs («negr  («negrata ata») ») es un término sumam sumamente ente despectivo despect ivo qque ue se us usaa en Londres para ref referi erirse rse a la la gente ddee color. La fra frase se equi vale aproxim adam ente a «Áf «Áfri rica ca empiez empiezaa en los Piri Pirineos» neos» dicha por un franc francés. és.]] 15. 15 . [N.T.: El lector puede consultar el cap. 3, «Desde el punto de vista del nativo: sobre la naturaleza del conocimiento antropológico», de su libro  Conoci miento  local, Paidós, Barcelona, 1994.]

 

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con su propia velocidad y en su propia dirección. Los trenes que

corren junto al nuestro, en direcciones similares y a velocidades n o mu y distintas a la nu estra , nos son al m eno s vi visibl sibles es cu an do los miramos desde nuestros compartimentos. Pero aquellos trenes que van por una vía oblicua o paralela y circulan en dirección opu esta, n o lloo son. «[N oso tros ] perc ibim os sólo un a iimagen magen vaga, fugaz, apenas identificable, normalmente un contorno borroso en nuestro campo visual, que no nos proporciona ninguna informa ción sobre sí misma y solamente nos irrita porque interrumpe nuestra plácida contemplación del paisaje que sirve de telón de fondo a nue stra ensoñ ación.» Rorty eess más cau to y m eno s p oético, y le no to tam bién m enos interesa do en los trenes d e otra gente, de tan centrado que está en hacia dónde se dirige el suyo. Pero aun así,, habla de un m ás o m eno s accidental «solapam iento» de ssist así iste e mas de creencias entre las comunidades «norteamericanas ricas y burguesas» y otras «con las que necesitamos hablar», que permi tiría «cualquier conversación entre naciones sea del aún senti posi fundamentación tanto del pensamiento como ble».  elLaque ble». miento y del juicio en una forma de vida (en mi opinión, como también en la de Rorty, el   único lugar  donde pueden fundamen tarse), se en tiend e co m o   que los límites de m i m un do son los los lími lími tes de mi lenguaje, lo  cual no es exactam ente lo que aquel h om bre dijo.1 6 Lo que dijo fue, por supuesto, que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, lo cual no implica que el alcance de nuestras mentes, de lo que podemos decir, apreciar y juzgar, esté preso de nuestra nuestro país, nuestradentro cl clase ase odenuelos stromárgenes tiem po, sino más biensociedad, qu e el alcanc alcance e de nues tras mentes, el rango de signos que de alguna manera podemos tratar de interp retar, es lloo qu e define el espacio intelectual, em o cional y moral en el que  vivimos.  Cuanto mayor sea este alcance, tanto más pod em os   desarrollarlo desarrollarlo al tratar de com pren der qué ssiig nific nif icaa aque llo de q ue llaa tierra  sea plana o del reverendo Jim Ji m J ones 16. 16 .  [N.T.: «Aquel hom bre» es, obviamente, el Wittgenst lo- Wittgenstein ein del Tractatus  lo gico-philosophicus 5.6.]

 

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(de los iks o de d e los vándalos), qué q ué si signi gnifi fica ca set uno u no de  ellos; y tanta

mayor claridad ganaremos ganarem os respecto a nosotros mismos, m ismos, ya sea sea en térm tér m inos de lo que nos parece remo remoto to al verlo verlo en los otros, otros, como de lo que nos parece evocador, así así como de lo atractivo atractivo  y lo repe lente, lo sensato y lo disparatado —oposiciones éstas que no se pJttgnt pJ gntean ean de una un a m anera simple,, pues pu es hay algunos aspect aspectos_ha os_ha& & tante atractivos en los murciélagos, como otros bastante repug nantes en los etnógrafos. Son, dice Danto en el mismo artículo que cité hace un mo m ento, ento , «los «los hiatos hiatos existentes existentes entre e ntre yo y los que piensan dif diferent erentee a  mí — que es como decir cualqui cualquiera, era, y no únicamente únicam ente aquel aquellos los se se gregados a causa causa de difere diferenci ncias as en cuanto a generación, sexo, na cionalidad, sectas, incluso raza— [los que] definen los lindes rea les del yo». Son, como también dice, las asimetrías entre lo que creemos o sentimos sentimos  y lo que creen o sienten sienten los otros, lloo qque ue hace hac e posible lo local caliz izar ar dónd d óndee nos situamos situamos nosotros noso tros ahora en el m un do, do , lo se hiatos siente estando siente all allí y adonde adonrelegándolos de querríamos no ir. de O scure cerque estos y estas asimetrías al oámbito la reprimible o ignorable diferencia, a la mera desemejanza, que es lo que el etnocentrismo etnocentrismo hace  y está llamado a hac  h ace/ e/ (Lévi (Lévi-St -Straus rausss lleva lleva toda la razón cuando afirma que el universalismo de la UNESCO los oscurece negando negand o toda tod a su realidad), es apartarnos de tal cono cimientoo y de esta posibilidad: cimient posibilidad: la posibilidad posibilidad de cambiar cam biar nuestra nu estra m entalidad entalidad de forma forma amplia y genuina.

5 La historia, tanto de los pueblos por separado, como de los pueblos en su conjunto e incluso la de cada persona individual m ente, ha  sido la his  histori toriaa de tales tales cambios de m entalidad; entalidad; cambios habitualmente habitualm ente lentos, aunque aun que en ocasiones ocasiones algo algo más rápidos. O si al lector le molestan las resonancias idealistas de la expresión (aunque no deberían molestarle, porque la expresión no es idea lista  y no niega niega ni n i las las presiones presiones naturales de d e los hechos ni n i llos os lílími mi tes materiales de la voluntad), cambios de sistemas de signos, de

 

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formas simbólicas, de tradiciones culturales. Tales cambios no

han sido necesariam necesariamente, ente, acaso acaso ni siqui siquiera era normalm norm almente, ente, para me jor. Tampoco han llevado a una convergencia de pareceres, sino más bien  a un  unaa mez m ezcl claa de los los mismos. Lo que q ue antaño, en el bendi to Neolítico, fue de hecho algo parecido al mundo de sociedades íntegras en comunicación com unicación distante de Lévi-Strauss, Lévi-Strauss, se ha converti do en algo algo más m undo und o postmodern postm de sensib sens idades ades enfrentadas en parecido contactoal ineludible deloderno que onos hablaibililid Danto. Com Co m o la nostalgi nostalgia, a, la diversidad diversidad ya no es lo lo que era; y el el encerrar las vidas vidas en vagones vagones separados para p ara produ p roducir cir renovaci renovación ón cultural o el desperdigarlas en efectos de contraste para desatar energías m orales, orales, eso son son sueños románticos no exentos e xentos de peligro. La tendencia general que subrayé al principio de que el es pectro pec tro cultural devenía devenía cada vez vez más pálido y reducido sin sin hacer se por po r ello ello menos discrim discrim inado (de hecho, hec ho, es probab pro bable le que qu e se esté haciendo más discriminado discriminado a medida qque ue  la  sform as simbólicas  form simbólicas se las escinden y proliferan), altera nomismo sólo   su con el razona miento moral, sino el carácter d e  relación tal razonamiento. Nos hemos acostumbrado  a la idea idea de q  qu u elo loss con  concep ceptos tos cien cientítífi ficos cos va va rían en función de los cambios   en el tipo de asuntos por los que los propios científicos se  interesan —q ue  uno no necesita necesita del ccál ál culo infinitesimal para determinar   la  velocidad de un carro o de la lass energí energías as cuánticas para explicar exp licar la osci oscilac lación ión de d e un pénd p éndulo— ulo— . Pero somos bastante menos conscientes de que esto mismo es verdad de los instrumentos especulativos (por tomar prestado un viej viejoo término térm ino de I. A. A . Richards que q ue m erece ser resucitado) resucitado) del ra zonamiento moral. Ideas que bastan para las sobresalientes di ferencias de Lévi-Strauss, no bastan para las problemáticas asi metrías de Danto; y es con esto último con lo que nos vemos enfrentados de manera creciente. Más concretamente,   las  cuestiones morales suscitadas por la diversidad cultural (que  están, por sup supues uesto, to, lejo lejoss de ser todas las cuestiones morales que   existen) que,  de surgir, lo hacían princi palmente palm ente entre sociedades sociedades  —la lass «costumbres contrarias a la razón y a la la moral», m oral», ejempl ejemploo de  te  tema ma del que qu e se nutri nu trióó el imp imperi eriali alismo— smo— , surgenn ahora cada ve surge vezz más   dentro de ellas ellas mi m ismas. smas. Los lindesj lindesj>q>q-

 

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cíal cíales es y culturales culturales coinciden cada vez m enos y de forma forma m enos es

tricta — hay japoneses tricta japoneses en Brasil Brasil,, turcos en el Main M ain y hay indios indios del d el Oeste que se encuentran con los del Este por las calles de Birmingham—. Es éste un proceso de mestizaje que está en marcha desde hace bastan ba stante te tiem po (Bélg (Bélgiica, Canadá, Can adá, El Líban Líbano, o, Sur Suráf áfri rica ca —ni la Roma del César result resultóó ser tan homogénea— ), pero per o que qu e está, hoy por hoy, tomando proporciones extremas y casi universales. Ya pasó el día día en qque ue la ciudad ciudad americana era el principal modelo m odelo de fragmentación cultural y mezcla étnica; el París Pa rís de  nos ancétres 11 les gaulois acabará siendo tan políglota y tan polícromo como M anhattan y pued pu edee que q ue tenga incluso un alcal alcalde de asiático asiático (o eso se temen, en cualquier caso, muchos de   les le s  gaulois)   antes de que Nueva York tenga uno hispano. Este surgimiento, surgimiento, dentro del cuerpo de una soci sociedad, edad, ddentro entro de los lindes lindes de un u n «nosotros», de d e angustios angustiosas as cuestiones cuestiones m moral orales es centradas en la diversidad diversidad cultural c ultural y las im  im plicaciones plicaciones que ello ello tie ne para nudaestro nuestro problema prob lema el del «fut del etnocentris pueda  pue quizá vers verse e degeneral, forma forma más nítida níti«futuro da uro a través través de un ejem ejem mo», plo.  Pero no un ejemplo prefabricado, de ciencia ficción, acerca de agua en antimundos o de gente cuyos recuerdos se intercam bian mientras duermen (a los que en mi opinión los filósofos se han vuelto, más bien, demasiado aficionados últimamente), sino uno real, o al menos uno que me fue presentado como real por el antropólogo que m e lo contó: contó : el caso caso del indio indio alcohól alcohólic icoo y el ri ñon artificial. El caso es simple simple a pesar de lo enredado enred ado de su resolución. resolución. La extrema escase escasez, z, debido a su alto al coste, de como las las máquinas de hemohem odiálisis llevó hace unos años a to establecer, es natural, largas listas de espera para acceder al tratamiento de diálisis en el seno de un programa program a médico m édico gubernamental gubernam ental al suroeste suroeste de los los Estados U nidos. Program Prog ramaa dirigido, dirigido, como también tam bién es natural, por jjóven óvenes es doctores idealistas provenientes de facultades de medicina en su mayor parte p arte del noreste. Para que el tratam tratamiento iento fuese fuese ef efect ectiv ivo, o, al menos durante duran te un periodo pe riodo prolongado d e tiem tiempo, po, se se requerí requeríaa una 17.   [N [N.T.: .T.: «Nues «Nuestros tros ancestros los galos». En franc francés és en el original.] original.]

 

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estrict estr ictaa discipl disciplina ina por po r parte pa rte de los pacientes pacientes por p or lo que hacía a la

dieta y otros asuntos. Como dieta Com o empresa pública, regi regida da ppor or códi códigos gos antidiscriminatorios y, en cualquier caso, se supone, moralmente m otivada, las lilistas stas se se organizaron no en función función de las posi posibili bilida da des económicas, sino sino por la urgencia urgencia del d el tratamiento  y por riguroso orden  de inscripción. U  Una na políti política ca que q ue condujo, con la lass usuales par ticularidades ticulari dades de la lógic lógicaa práctica, prác tica, al problema problem a del indio alcohólico. El indio, tras tras haberse hab erse ganado gan ado el acceso acceso a tan escas escasaa m áquina, se negó, para gran consternación de los doctores, a abandonar, o a moderar al menos, su prodigiosa capacidad para la bebida. Su postura, inspirada en algún tipo de principio como el que men cioné anteriormente de Flannery  O'Connor  de seguir siendo uno mismo sin importar imp ortar lo que otros o tros quier q uieran an hacer de ti, era era ésta: soy soy ciert cie rtamente amente un indio bebed b ebedor, or, lo he sido sido durante du rante bastante ba stante tiem tiempo po y pretend  pretendoo segui seguirr siéndol siéndoloo por p or tanto tan to tiem tiempo po como me m e podáis con con servar ser var vivo vivo atándom atándo m e a esa esa maldi m aldita ta máquina. m áquina. Los L os médicos, m édicos, cu cuyos yos val valores oresesoeran mmáquina bien otros, oatros, eltaindio bloqueaba bloque el acceso acc a la lamás másáquina otrosconsideraron pacientes d eque la lis lista en situac situación iónaba no m enos desesperada, los cuales cuales podían, podía n, a su juicio, juicio, hacer un mejor mejor uso de sus beneficios —jóvenes de clase media como ellos mis mos,  cuyo destino era la la universidad y, quién sabe, acaso la la facul facul tad de medici medicina—. na—. C omoquiera que, que , para cu cuando ando el problema se hizo patente, el indio ya estaba recibiendo tratamiento en la má quina, los m édicos no se atrevían a   y supong  supongoo que tampoco tampoco le less e  es s taría permitido) interrumpirlo. Pero sí estaban profundamente contrariados —al — al menos tan contrariados co ntrariados como com o decidido dec idido estaba el indio,  quien lo sufici suflas iciente mente disci plinado nado como com o para acudir puntualm enteeraa todas la sentemente citas— citas—  buen seguro, hubieran perge  y, adiscipli ñado cualquier razón, ostensiblemente médica, para desplazarle de su posición en la  lista, cas  casoo de haberle hab erle visto visto venir a tiem tiempo. po. Du D u rante varios años, el indio continuó recibiendo tratamiento en la máquina, y el  ello loss continuaron con tinuaron desconcertados, descon certados, hasta que q ue muy dig dig n o , com  comoo le imagino, y agradecido (aunque (aunq ue no n o a los los doctores) de haber tenido una vida algo más prolongada en la que seguir be biendo, murió sin disculparse  por todo el asunto. Ahora bien, lo digno digno d e  subrayarse de esta peque pequeña ña fábul fábulaa en

 

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tiempoo real no es el que nos muestre tiemp m uestre cuan insensibl insensibles es puede pu edenn ser

los m édicos édicos (y no lo fueron, fueron, cuando cuand o bien podrían p odrían haberlo sido), o lo erráticos que q ue pu puede edenn llllegar egar a ser los los indios indios (é (éll no lo era, pues sabía perfectamente lo que hacía); ni tampoco el sugerir que tu vieran vier an que hab h aber er prevalecido prevalecido los valores valores de los médicos (es decir, más o menos los nuestros), los del indio (esto es, aproximada m ente no n o los nuestros), o algún algún juicio juicio más all allá de las partes basa do en la filosofía o la antropología y avanzado por alguno de los hercúleos jueces jueces de Ronald Dwo D workin. rkin. É ste fue fue un' caso caso peliagudo pe liagudo y su su fifinal también lo fue fue;; pero pe ro no n o pued pu edoo ver que m más ás etnocentrisrelativi ivismo smo o una mayor m ayor neutralidad neu tralidad hubieran h ubieran mejorado m o , más relat las cosas cosas (aunque (au nque quizá más imaginaci imaginación ón sí lo hubiera hecho). hech o). Lo digno de subrayarse —no estoy seguro de que esta fábula tenga propiamente propiam ente una moral moralej eja— a— es que es este este tipo de asunto,  y n o la tribu distante encapsulada en su propia diferencia coherente (el azande o el ik ik que qu e fasci fascinan nan a los los fifilósof ósofos os sólo un poco po co menos m enos que las fant as de ciencia ficció ficción, acaso acasoesporq poconsecuentem rque ue se les puente), ede ed e conver conve r tir en efantasí n marcianos masías arcianos sublunares yn,tratarles tratarl con secuentemente), el que mejorr representa, mejo represen ta, si acas acasoo algo melodram áticamente, la forma forma ge neral que qu e hoy día toma el confli conflict ctoo de valores valores que surge de la di versidad cultural. cu ltural. Aquí, Aq uí, los antagonistas, antagonistas, si eso es lo que qu e eran, no eran represen tantes de totalidades sociales absortas en sí mismas que se en cuentran cuen tran al azar en  l  los os bo  borde rdess de sus sist sistemas emas de creencias. creencias. Los in in dios que qu e mantienen m antienen a raya raya el el destino con el alcohol alcohol forman forman parte pa rte de la América América contemporánea tanto como los los médicos médicos que lo co rrigen con susenaparatos. (Silos quieren hasta qué punto esto es el caso de indiosver —les supongo al corriente así,  al menos p o r  lo qu  quee a los m édicos respecta— pueden pue den leer la inquietante no vella de James W elch Winter in the blood  {Invierno  e« ve  e «  la  sang  sangre), re), donde don de los efect efectos os de contraste con traste aparecen de una m manera anera un tanto singul singular. ar.)) Si es que aquí hubo hu bo algún algún error e rror   y, para ser just justos, os, desd desdee la distanci distanciaa es difí difíci cill precisar en qué m edida lo hubo hu bo , fue fue uunn error en comprender, por ambas partes, lo que significaba estar en la otra parte y, así, lo que significaba estar en la propia. De todos ellos, ninguno, al menos así parece, aprendió demasi dem asiado ado en este epi-

 

LOSS USOS DE LA DIVERSIDAD LO

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sodio ni acerca acerca de d e sí mismo ni de nadie na die más, m ás, ni nada en absoluto, a bsoluto,

más allá allá de las banalidades banalidades del disgusto disgusto  y la  la ac acritud, ritud, acerca del ca rácter de su encuentro. No es la incapacidad de los implicados para abandonar sus convicciones y adoptar las perspectivas de otros lo lo que hace esta esta pequeña fábul fábulaa tan tan comp complet letam amente ente depri mente. Tampoco  lo e  ess su fal falta ta de una regla regla m oral desvinculada— el gran Dios o el principio de la diferencia (que parecería, como cuestión cuest ión de hecho, hec ho, que fueran fueran a dar aquí resultados resultados diferentes diferentes)— )—  a la que apelar. Se trata de su incapacidad_para siquiera concebir, en medio del misterio de la diferencia, cómo puede uno soslayar una asimetría moral por completo genuina. Todo ello sucedió en la más com pleta titiniebla. niebla. 6 qu eitir que tiende tiend a ocurririón en las —la — lahumana única úniana ca cosa que con ppa a receLo permit perm ir unae concepción concepc de la ltitiniebl anieblas dignidad digniasdad hum acorde «una cierta cierta sordera hacia hacia la llamada llamada de otros o tros valores» valores» o «una com paración con com unidades defecti defectivas vas respecto de las las nuestras»— e s,  o bien la aplicación de la fuerza para asegurar la conformidad a los valo valores res propios de los que poseen la fuer fuerza; za; o una un a tolerancia toleranc ia va va  cua que, si sin com prometerse prometerse con nada, nada cambia; cambia; o bien, como aquí, don d onde de falta falta la fuerz fuerzaa   y do  dond ndee la toleranci toleranciaa es innecesar innecesaria, ia, un regateoo continuo regate co ntinuo hacia hacia un fin ambiguo. am biguo. Seguramente hay casos casos dond do ndee éstas son, de hecho he cho,, las alterna alterna tivas Unamucho metido lleno en el sermón, no parece que seprácticas. pueda pue da hacer mvez ucho con eldereverendo reverendo Jones excepto impe impe dirle fí físi sicamente camente que qu e reparta repa rta la Subvención Kool  (KoolAid).   Si la gente cree cree que qu e el rock rock punk pu nk ha llegado llegado donde don de ha llegado, llegado, ent enton on alláá ello elloss con sus ces, mientras no se pongan a tocar en el m etro, all oídos y su funeral. Y es que   e s   difícil (algunos murciélagos son más murciélagos murciélagos que q ue otros) saber siquiera siquiera cómo cóm o se debería proce der con alguien que sostiene que las flores tienen sentimientos y que los animales no. El paternalismo, la indiferencia, incluso la arrogancia, arroganci a, no n o siempre siem pre son actitudes inútiles inútiles de cara a la difere diferenn-

 

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cia de valores, incluso en aquéllos de mayores consecuencias que

éstos. El problema problem a es saber saber cuánd c uándoo son útiles, útiles, y la  la diver diversi sidad dad pue p ue de dejarse entonces sin cuidado en manos de sus  connaisseurs™  y cuándo, como creo que es más usual, incluso de manera crecien son y n  noo se puede pu ede y se se requiere algo algo más: m ás: un acceso acceso ima ima te te,, no lo son ginativo ginat ivo a (y (y una admisi adm isión ón de) una un a disposición m ental ajena ajena.. En nuestra n uestra sociedad, sociedad, el experto exp erto  par excellence  en lo que se re fiere a disposiciones disposiciones mentales m entales aj ajenas enas ha sido el etnógrafo (también el historiador, hasta cierto punto, y el novelista, aunque de otra m anera; pero volvamos volvamos a llos os de mi tribu), dram atizando la rareza, ensalzando la diversidad  y rezumando amplitud amplitud de de miras.  Cuales ales  miras. Cu quiera que fueran fueran las difere diferenci ncias as en cuanto cuan to a m étodo o teoría teoría que q ue nos han separado, separa do, nos hemos hem os parecido en esto: en estar profesioprofesionalmente obsesionados con mundos en alguna otra parte y con hacerlos comprensibles, primero a nosotros mismos y después a nuestros lectores, utilizando para ello estrategias conceptuales no

dem de asiada asiapoco dadislin dislintas a las lasdiferentes de los historiadores histori y estrat estrategia egias litera litera rias riasmtam tampo co demasiado demtas asiado difer entes a las lasadores de los noveli nove list stas. as.,,  sY m  mie ien n tras esos mundos estaban realmente en alguna otra parte, donde los encontró Malinowski y donde Lévi-Strauss los recuerda, ello fue relativamente aproblemático como tarea analítica, aunque bastante bastan te complicado com plicado como tarea práctica. práctica. Podíamos Podíam os pensar en los los «primitivos» («salvajes», «nativos»,...) como peoját>amos en los marcianos: como maneras posibles de sentir, razonar, juzgar'^' com portarse, maneras man eras de hacer, discontin discontin s de   la lass .nues .nuestras, tras, al al ternativas  a*  nosotr no sotros. os. A hora que qu e ésos mu muii< v esas disposición disposición nes no se encuentrau^riiicipalmente en ninguna otra mentales parte, pa rte, sinoajenas que, que , siendo una alte altern rna*' a*' - nuy ceicana/w n.. »? sotros, sot ros, son son inmediat inmediatos os «hiat «hiatos os entre entre a q u e ll o ^ i. .   TMJSS .  .. , m anera diferente diferente a la la mía  y yyoo m ismo», ismo» , parece pa rece qu>- . _na por.i ceder a un cierto reaj reajust ustee tanto de nuestros nue stros hábitos hábitos retóricos retóricos como com o del sentido de nuestra n uestra m mis isión. ión. Los usos de la diversidad cultural, de su estudio, su descrip18 18..  [N.T.: «Expertos». En francés francés en el original. original.]] * [La curs cursiva iva es de los los traductores.] tradu ctores.]

 

L O S U S O S D E LA LA D I V E R S I D A D

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ción, su análisis y su comprehensión consisten menos en nuestras

pro pias clasi propias clasifi ficaci caciones ones que qu e nos separan de los los demás  y a los demás de nosotros nosotros po r mor m or de defender defender la integrida integridadd del grupo  y mante ner la lealtad lealtad hacia él, que en defin definir ir el terren terrenoo que q ue la razón razón debe atravesar si se quieren alcanzar y ver cumplidas sus modestas re compensas. Es éste un terreno desigual, lleno de repentinas fallas y pasos peligrosos donde los accidentes pueden suceder y suce den, y atravesarlo, o intentar hacerlo, poco o nada tiene que ver con allanarlo hasta hacer de él una llanura uniforme, segura y sin fisura fisuras, s, sino que simplemente simplem ente saca saca a la luz luz sus grietas grietas y contornos. Si es que nuestros acuciantes acuciantes médicos m édicos y nuestro nue stro intransigente intransigente in in dio («los («los ricos ricos americanos» am ericanos» y «[aquellos] con quienes necesitamos necesitamos hablar» de d e Rorty Rorty)) quieren enfrentarse enfrentarse de una manera ma nera menos m enos des des tructiva (y está lejos de ser cierto —las grietas son bien reales— que efectivamente puedan), entonces deben explorar el carácter del espacio existente entre ellos. Son ejjó ejjóss mismos los que al final final tienen que qu e hacerlo; aquí aqu í no hay sustituto sustituto para el conocimiento local, local, ni tampoc tam pocoo para p ara el valor. valor. Pero tanto los mapas  y los gr  gráfi áficos cos como com o las tabla tablas, s, relatos, pelícu las y descripciones, incluso las teorías, pueden'ser de ayuda, si atienden a lo efectivo. Los usos de la etnografía son principal mente auxiliares pero son, no obstante, reales. Como recopilar diccionarios o ajustar ajustar lentes trabajosam trabajosam ente, la et etnografí nografíaa   es es,, o de. ^.iia ser. una disciplina eapacitadora. Y  a lo que capacita, cuando cuan do lo hace, es es a un cont conta
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