Gabriel Marcel
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Gabriel Marcel El pensamiento filosófico de Gabriel Marcel es influenciado por su vida. Gabriel Marcel nació el 7 de Diciembre de 1889 en París en un barrio de Monceau. Era hijo único y a muy temprana edad perdió a su madre. La infancia de Gacriel Marcel es caracterizada por la soledad "no hay mayor sufrimiento que estar solo"[1]. Su vida será un esfuerzo de comunión con todo, todos y el todo, por la receptibilidad y el don de sí mismo: "Participación sin fronteras". Su interés más profundo a la Filosofía, aparece claro, ya a los 18 años, cuando para terminar sus estudios superiores investiga las condiciones en las que el pensamiento religioso puede ser pensado, es decir, inteligible. Su contacto en la Primera Guerra Mundial, de miseria, de dolor y tras algunas experiencias espiritistas, espiritistas, comienza en 1917, su búsqueda de la fe auténtica. Se dice que en 1929 recibió una carta de F. Mauriac[2] que le pareció una llamada personal de Dios, de la misma manera el 5 de marzo siente lo que él llama una experiencia de gracia, y el 26 del mismo mes recibe el bautismo en la Iglesia Católica, comprendiendo que la fe es esencialmente una fidelidad[3]. Hay en Gabriel Marcel tres facetas importantes, "Todo aquel que se acerque a mi obra tendrá que concebir el drama en función de la música y la filosofía en función del drama". Para Gabriel Marcel las obras de J. S. Bach[4] que tendrá más importancia que B. Pascal o San Agustín; sus dramas parecerán sinfonías. En la música sacia sus afanes de interioridad y con sus impresiones sus anhelos de creación. Además, sus teatros el llamado de "sinceridad", de "comunión", de "indigencia"; "indigencia"; porque según él es: "Drama del alma en su exilio". Para Gabriel Marcel, escribir es la manera de exteriorizar su riqueza interior, de comunicarse; no son obras de tesis, ni didácticas; Gabriel Marcel es un creador de sentimientos a quien interesa el dinamismo de sus personajes como seres vivos y vivientes, cargados de ser, y la experiencia metafísica. Gabriel Marcel ha recibido premios como el de la Academia Francesa, el Nacional de Literatura y otros. Además, con muchas de sus obras y diversos artículos ha realizado críticas teatrales que siendo esencialmente literaria refleja, sin embargo, su preocupación filosófica exigiendo autenticidad, presencia y comunicación. Gabriel Marcel, como pensador es de estilo audaz y prudente, humilde y real, realizando una búsqueda constante y hasta trágica que él mismo ha denominado "Senda tortuosa" y "Camino indirecto", siempre con su voluntad de ser explorador. Su punto de partida será no la duda o el poder de la razón, lejos de empirismos y racionalismos, sino la admiración humilde en presencia de lo existente. Su filosofía concreta es un philosopher hic etnunc, un rechazar cualquier filosofía en que no aparezca la morsure du réel (mordedura de lo real). Mejor que existencialismo cristiano, es filósofo de la existencia, que no es necesariamente afirmar la prioridad de la existencia sobre la
esencia, sino la imposibilidad...de admitir que ésta venga a sobreañadirse de una manera inexplicable a una esencia que sería autosuficiente.
Contexto histórico e intelectual del pensamiento de Marcel
Al inicio de su camino filosófico, Marcel se interesó por el idealismo de cuño alemán (Schelling) y anglo-americano (Coleridge, Bradley y Royce). En el 1910 preparó una tesis intitulada «L’influence de Schelling sur les idées métaphysiques de Coleridge». En el 1913 hizo un estudio sobre Josiah Royce con el título «La métaphysique de Royce». Más tarde, en parte debido a la influencia de Henri Bergson [Ríos Vicente 2005], el pensamiento de Marcel se desplazó hacia lo que se podría llamar la “filosofía concreta”: la filosofía de la existencia. Se interesó particularmente por el tema de la “encarnación”, no en el sentido teológico sino filosófico de esta palabra, es decir, la condición intrínsecamente corpórea del hombre [Riva 1985]. Esta prioridad dada a lo concreto le llevó en muchas de sus obras a un análisis fenomenológico pormenorizado de la vida humana, sobre todo de la interioridad del hombre. Lo mismo puede decirse de sus obras de teatro. Por otro lado, quiso evitar que fuese aplicado a su obra el apelativo “existencialista”, pues consideraba la palabra “existencialismo” un “vocablo horrible” *Troisfontaines 1953: 2,145-148]. A pesar de ello, aunque no lo haya leído hasta tarde, su dependencia de un autor como Kierkegaard es clara [Grene 1952, Kierkegaard et ma pensée]. Situando la búsqueda del ser
Según Marcel, el objeto de la investigación filosófica es siempre y solo el ser: la “exige ncia ontológica” (exigence ontologique) debe caracterizar toda reflexión filosófica. Esta dinámica la expresa Marcel en sus obras en tres momentos que podrían llamarse estructurales [McNicholl 1957, Prini 1950]: el binomio problema/misterio, el binomio ser/tener, y el fenómeno de la encarnación. Para el hombre, afirma nuestro autor, el ser nunca es algo puramente objetivo, un espectáculo, realidad sin vida, externa, perteneciente a lo que él llama el ámbito del “problema”. En efecto, el problema es lo que el hombre puede objetivar, determinar, distinguir netamente de su propia subjetividad, dominar, y al final, transformar. El “problema” expresa el dominio del hombre sobre las cosas. Pero más que un problema ―dice Marcel― el ser es un “misterio”, en el que el yo del hombre queda plenamente involucrado y comprometido [Anderson 1975, Bespaloff 1968, Dec 1982, Gallagher 1966, Keen 1984, Konickal 1992, Lazzaro 1973, Miccoli 1973, Miceli 1965, O’Callaghan 2006, Ostermann 1954, Peccorini 1959, Prini 1950, Russo 1993, Urabayen 2001]. Por esta razón el hombre no puede representar, ni demostrar, ni tampoco delinear el ser, sino sencillamente reconocerlo en la intuición de una trascendencia que la propia existencia encuentra y con la que se vincula. Definido negativamente, el ser es «aquello que no se deja disolver por la dialéctica de la experiencia» [Journal Métaphysique, 181].
Expresión del binomio central problema/misterio en el pensar y en el actuar humanos es otro binomio, muy presente y característico del pensamiento de Marcel: ser y tener, que ha dado el título a un importante libro suyo, Être et avoir. Al hombre se le abre la posibilidad de vivir la propia vida y resolver los retos que se le presentan en el ámbito de la pura objetividad, del dominio y de la posesión (el tener), o de vivirla como misterio de la propia auto-implicación en la realidad en la que está inmerso (el ser). Con este planteamiento, nuestro autor quiere superar la distinción típicamente cartesiana entre el sujeto capaz de conocimiento por un lado, y el sujeto vital, objetivado biológicamente en el cuerpo, por otro, es decir, entre la res cogitans y la res extensa. Dicho con otras palabras, el hombre puede abrirse al misterio del ser recuperando su propia intimidad, dentro de la relación vital con el propio cuerpo (es el tercer momento estructural de la filosofía marceliana) descubriéndose y viviendo como un ser esencialmente encarnado. La dinámica de la búsqueda del ser
Según Marcel, la “exigencia ontológica” no es un deseo efímero, ni tampoco una afirmación voluntarista que otorga realidad a las cosas. Es más bien un «empuje interior, profundamente radicado en el hombre, o bien, igualmente, una especie de apelación» *Mystère de l’Être, 2,37+. En otras palabras, el hombre experimenta la exigencia ontológica, no la produce. Marcel considera que las formas típicas de pensar en la sociedad actual han impuesto un freno decisivo a este tipo de exigencia, cuando la vida se reduce al “tener”, en vez del “ser”: cuando el hombre busca con ahínco la diversión (el divertimiento). Aún así, la “exigencia ontológica” no desaparece del todo; se experimenta siempre como inquietud, insatisfacción, un elemento que ha caracterizado toda la vida de Marcel. La razón de esta persistencia estriba según Marcel en el hecho que el hombre experimenta el hambre del ser en el fondo del alma, lo que llama une connaissance aveuglée, “una intuición cegada” *Être et avoir, 36+. Al mismo tiempo, Marcel es consciente de que la mera experiencia de la inquietud, de la insatisfacción, podría llevar derechamente a la negación del ser, como sucede por ejemplo en el pensamiento de J.-P. Sartre. La experiencia de la esperanza, del amor, por el contrario, se mueve en la dirección contraria. En su obra Mystère de l’Être, afirma Marcel que el punto de partida para la ontología es doble: una cierta plenitud de vida, y luego la convicción que esa plenitud no puede simplemente ser mía, privada, pues tiene que ser nuestra, del conjunto *Mystère de l’Être, 2,8+. Por ello ofrece la siguiente definición del ser: esse est semper co-esse [Troisfontaines 1953: 1 ,291; 2,27; Lazzaro 1973], «el ser es siempre el co-ser». Y en modo más sugerente: «la metafísica, es el próximo» [Foyers sociaux de Saint-Denis]. Caminos concretos hacia el misterio ontológico: la antropología de Marcel
Marcel habla de los approches concrètes du mystère ontologique, de “los caminos concretos de acercamiento hacia el misterio del ser”. La descripción marceliana de estas vías al ser abre el campo para toda una antropología. Son cuatro: el amor, la fidelidad, la esperanza y la disponibilidad. Hay que tener en cuenta que no se trata aquí de un mero discurso moralístico, que
allana o esquiva el áspero camino de la reflexión filosófica. Por estos caminos, dice Marcel, el hombre toma contacto con la realidad más alta, con el misterio más profundo: el alma, la comunión entre los hombres, y en fin de cuentas, Dios. Con énfasis programática, escribe en el diario Être et avoir, «se da la necesidad de restituir a la experiencia humana todo su peso ontológico» [Être et avoir, 82]. En primer lugar el amor es camino más fundamental hacia el descubrimiento del ser. Bien conocida es la declaración de Marcel: «el amor quiere decir: “tu no deberás morir”» *de la obra de teatro La mort de demain]. La fidelidad contribuye en modo decisivo al encuentro con el ser en tres modos. Primero porque sin la fidelidad el hombre no tendría ninguna unidad en sí mismo, pues sería una pantalla sin más en la que se reflejan los momentos sucesivos de los procesos de la propia vida. El ser y el Ser Absoluto: de la fidelidad a la fe
A lo largo de toda la vida y obras, Marcel se concentra en el ser, comprendido ―como hemos visto― en el contexto antropológico más amplio posible. Sin embargo, todo ello encuentra su fundamento en la relación primordial con el Ser Absoluto, Dios. Con palabras de Kenneth Gallagher, «su descenso en la intersubjetividad coincide con su ascenso hacia la trascendencia» [Gallagher 1966: 126]. «Cada relación humana de tipo existencial», decía Leonardo Verga hablando de Marcel, «encuentra su autenticidad y su seguridad en el vínculo de fe con Dios» [Verga 1980: 241]. De hecho, los cuatro caminos que llevan al hombre a la realidad y al ser (el amor, la fidelidad, la esperanza, la disponibilidad), encuentran su grado máximo de realización en la relación con Dios. Es más: el horizonte trascendente de la búsqueda marceliana del ser es en el fondo el Dios de los cristianos. En efecto, Marcel dice que una metafísica de la esperanza «no puede no ser cristiana» [La Structure de l’Espérance, 78+. El vínculo entre el mundo (el ser) y Dios (el Ser Absoluto) es tan estrecho que Marcel pudo decir que su convicción más íntima, la más irremovible, «es que Dios no quiere absolutamente ser amado por nosotros en contra de lo creado, sino glorificado a través de lo creado y partiendo de ello» [Être et avoir, 113]. Una cripto-teología? A veces se puede tener la impresión que el discurso sobre el ser en Marcel coincide con la teología, con el discurso sobre Dios [Sweeney 2006]. En el fondo del primero se encontraría el segundo. Algunos autores han señalado una cierta falta di rigor filosófico en el pensamiento de nuestro autor, tildándolo de “místico”, irracional, fideísta, subjetivista, etc. Fritz Heinemann llama a Marcel “empirista misterioso” *Heinemann 1954+; Étienne Gilson considera que su pensamiento es una especie de “misticismo especulativo” *Gilson 1947: 252+, James Collins dice que su obra es sólo un “drama prefilosófico” *Collins 1959+; Marjorie Grene considera que la filosofía de Marcel es una especie de sermón malo sobre el Dios del Amor, o bien una imitación ambivalente de la
loca dialéctica de Kierkegaard [Grene 1952]. Al respecto se pueden ver los estudios críticos de Battaglia, Morando, Di Corte, Stefanini, Sciacca y Rebollo Peña que se recogen en la bibliografía. De todas formas, no parece lícito afirmar que en Marcel se confunde el ser en general con el ser de Dios El papel del filósofo en la sociedad
Marcel se ha dado cuenta que el papel crítico del filósofo en la sociedad ha sufrido un fuerte disminución a partir del siglo XIX. Y se pregunta por qué. En el mejor de los casos —observa— el filósofo puede llegar a ser profesor de filosofía para profesores de filosofía. En las actuales circunstancias, el filósofo fácilmente pierde la capacidad de meditar, la libertad de pensamiento, la virginidad de espíritu. Cae o bien en una visión utilitarista de la vida, o bien acaba retirándose de la vida, alejándose de la realidad, encarcelado en su propio pensamiento. Hablando de algunos de sus colegas, dice Marcel: « ¿cómo no espantarse ante el carácter estrecho y abstruso de sus investigaciones?» *Les hommes contre l’humain, 81+. Por esta razón, no se puede concebir al filósofo como alguien que esté todo orientado hacia una reflexión especulativa y abstracta siempre más absoluta y definitiva. «Mi obra filosófica se presenta enteramente como una lucha obstinada, sin tregua, contra el espíritu de abstracción» *Les hommes contre l’humain, 7+.
Marcel sugiere que el filósofo debe pensar, por así decirlo, “hacia los demás”, hacia la humanidad. Para esto tiene que reconocer que el hombre —cada hombre— es un ser portador de luz. El filósofo debe dejarse penetrar por esta luz, para dar testimonio a favor de los hombres y para contribuir a mejorar la vida de todos. Sin desconectar de la realidad concreta de la vida, el filósofo debe proponer ante una sociedad en decadencia una flexible y eficaz reflexión sobre el sujeto responsable.
Aportes de la filosofía existencial en el desarrollo del concepto de dimensión corporal Gabriel Marcel fue el primero que se ocupó puntualmente de la problemática del cuerpo desde esta perspectiva; él le otorgo prioridad metafísica a la existencia, la cual define como “ la misteriosa potencia de afirmación de sí” . También introdujo el concepto de Urgefühl , que tiene connotaciones que lo asemejan a la náusea sartreana y al cuerpo vivido, de Merleau-Ponty. Tal concepto es considerado por Marcel (1927, p. 251) como un descubrimiento fundamental, debido a que: “ La existencia de una vida personal se apoya sobre un inmediato no mediatizable sobre una no objetivable sensación o experiencia fundamental ; es decir, Marcel precisa que las condiciones metafísicas de la existencia es un nivel de lo vivido, que implica y se relaciona con la acción. En este sentido se entiende su afirmación (Marcel, 1956) referente a que el propio cuerpo es sentido y entendido realmente en tanto la persona que lo vivencia es un yo en acción. Dicho en palabras de Marcel (1964): [… ] en tanto que soy alguien en particular no tengo realmente ningún privilegio ontológico en relación a otros alguien’ . Además, es evidente que soy alguien’ en
relación y oposición a otros; y esto nos permite resolver a priori y sin ninguna dificultad un problema que los filósofos del pasado habían complicado sin razón” . (p.81). Para Marcel (1964) separar en la realidad la existencia y la conciencia exclamativa de existir es una disociación desnaturalizante que convierte la existencia en un cadáver” . Pueden surgir dificultades cuando se advierten diferencias entre el hecho de existir y el de decir yo existo . Existo para este autor (1964, p.84) significa: puedo hacerme conocer o reconocer por los otros, o por mí, afectando una alteridad ficticia” . No se puede separar así la propia individualidad de la posesión del cuerpo propio, y ese cuerpo propio establece algo así como una zona media entre lo físico y lo espiritual, pues al ser mío deja de constituir algo puramente corporal, se torna en presencia sólida y globalmente experimental” (Marcel, 1964, p.220). De esta manera, para el autor (1927, p.328), lo que nos da la experiencia no es ni el cuerpo ni el alma, sino un indivisible en que la reflexión no puede hincar el diente . Implícita y explícitamente se observa que autores como Marcel, Sartre y MerleauPonty, como podremos confirmar más adelante, coinciden en que tanto la existencia como la conciencia de existir son inseparables entre si y a su vez del cuerpo, al cual Marcel llama, “ Mi cuerpo , Sartre “ en-sí” y Merleau-Ponty “ cuerpo vivido . Basado en todo lo anterior, podemos considerar muy valiosa la teoría de Marcel por sus aportes a la filosofía y a la psicología, debido que a pesar de no basarse en pruebas objetivas, hace uso de la lógica para argumentar sus planteamientos tomando como punto de partida la experiencia que se trasmite al ser humano a través del cuerpo. Así, sus estudios sobre el esquema corporal, sobre medicina psicosomática y en psicología, acerca de tipologías morfológicas y temperamentales, dieron nuevas luces en estos campos para posteriores desarrollos tanto en la filosofía como en la psicología. Por ello, no es posible negar que él sea el primero dentro del pensamiento filosófico contemporáneo en hacer énfasis en el cuerpo propio como vivencia. Asegura Aisenson Kogan (1981, p. 32) que en este punto Marcel coincide con la posición “ antimentalista” (entendiendo por ésta no una postura negativa y/o de rechazo hacia la mente y sus procesos, sino que se refiere a la necesidad de reinterpretar y contextualizar los procesos mentales en y a partir de la corporalidad o el cuerpo vivido), la cual constituye un rasgo característico de la psicología fenomenológica: “ la expresión es parte constituyente de la emoción, y las intenciones no están como detrás de los actos, gobernándolos, sino formando parte de los mismos” . En palabras del propio Marcel (1956, p.328): “ no hay ciencia posible del paso que conduce de la idea del acto o mejor dicho, del que –por una transposición viciosa, bien que sin duda inevitable – creemos representarnos como comunicación entre esferas distintas” . Sin embargo, a pesar de los aportes encontrados en Marcel para la filosofía y la psicología, hay autores que realizan algunas críticas a este autor respecto a su posición y entendimiento de la corporalidad. Aisenson Kogan (1981) nos muestra como Georges Gusdorf en su obra Traité de Metaphysique, haciendo una crítica de la obra de Marcel, le reprocha: [… ] que haya ensanchado la distancia entre el cuerpo objetivo y el cuerpo vivido, que constituye una dimensión mental, al fijar hasta tal punto la atención de este último que
parecería prescindir por completo de todo rasgo constitucional, morfológico o de otra índole. Tales rasgos se disolverían al parecer en meros estados de conciencia, al modo idealista. La crítica alcanza a la consideración de la corporeidad por parte de l a filosofía existencial toda, con su característica inflexión fenomenológica que la hace partir del campo de las vivencias . (p. 33).
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