Fundamentos Sociales de Las Eco Posindustriales Gosta Esping Andersen

July 12, 2017 | Author: Michelle Saturnino Briseño | Category: Egalitarianism, Capitalism, Class & Inequality, Social Inequality, Politics
Share Embed Donate


Short Description

Descripción: Gosta Esping-Andersen...

Description

1

-~-

--

--

--

- -

- - - r--

--

~5/1803 Diseño cubierta: Nacho Soriano Título original: Social Foundations of Postindustrial Economies Traducción de FRANCISCO RAMOS

l.' edición: octubre 2000

© 1999: G!ilsta Esping-Andersen

'

This translation of Social Foundations of Postindustrial Economies originally published in English in 1999 is published by arrangement with Oxford University Press.

AGRADECIMIENTOS

Esta traducción de Fundamentos sociales de las economías postindustriales publicada originalmente en inglés en 1999 ha sido publicada con permiso de Oxford University Press. Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo y propiedad de la traducción: © 2000: Editorial Ariel, S. A. Proven\:a, 260 - 08008 Barcelona

tlB l{'"'f,G

E ~6/V

'i

ISBN: 84-344-1697-2 Depósito legal: B. 35.177 - 2000 Impreso en España Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

e - 93!?..z

j

El material de este libro ha sido repetidamente contrastado con una muestra no aleatoria de estudiantes: en el Instituto Universitario Europeo, la Universidad de Trento, la Fundación Juan March de Mu· drid, la Universidad de Nueva York, Ja Universidad de WisconsiJ1 en Madison, la Facultad de Economía Internacional de Maastrichl, y la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Chris de Neubourg, Woll' Heydebrand y Vicente Navarro merecen mi agradecimiento porque sus invitaciones a disertar sobre el estado del bienestar en Maastrichl, la Universidad de Nueva York y la Universidad Pompeu Fabra, rcspecti." vamente, me ayudaron a comprobar la coherencia de la argumenta" ción que aquí se expone. Los estudiantes son una excelente carne de cañón en el campo de batalla académico mundial. Comprendo en cierto modo a mis est11" diantes de Trento, que se lamentaban de que mis clases resultaban .in·· comprensibles. Obviamente, ellos son los primeros receptores de cualquier nueva idea que acuda a la mente de alguien. Para ellos, pues, vaya mi más sincero reconocimiento, aunque sea colectivo. Muchos de los artículos y conferencias que finalmente cuajaro11 en esta monografía se redactaron como respuesta a las críticas a mis anteriores trabajos, una buena parte de las cuales provenían de los set'· tares feministas. Lo que sus ataques me han hecho comprender no hn sido tanto el papel preponderante de las diferencias de sexo como In potencia analítica que puede desencadenar el hecho de reexaminar la familia. Gracias, pues, a otro colectivo: el de las críticas feministas. Con frecuencia uno necesita que alguien le dé un empujón para decidirse a convertir la interminable masa de artículos que lleva cscr.i.· tos en un libro coh.erente. Debo dar las gracias por ello a Colín Crouch, quien me propuso generosamente que elaborara un estudio compara~ tivo actualizado, repensado y revisado sobre los estados del biencstm~

8

FUNDAMENTOS SOCIALES DE LAS ECONOMÍAS POSTINDUSTRIALES

y lo publicara en su colección en Oxford University Press. También debo pedir excusas por el hecho de que lo que aquí puede verse dista mucho de lo que inicialmente acordamos. Verdaderamente tenía una interminable masa de artículos de los que partir, pero pronto descubrí que muchos de ellos no tenían demasiado sentido. Previsiblemente, muchos de ellos eran el tipo de material que los académicos asiduos a los aeropuertos suelen fraguar entre la facturación y la llegada mientqs viajan con motivo de su enésimo ciclo de conferencias: los mismos argumentos o los mismos datos reciclados una y otra vez. Los que han logrado abrirse paso hasta este libro han sido los que, de una forma u otra, requirieron un verdadero esfuerzo. Dos de ellos son mi estudio elaborado para la Cumbre Social de las Naciones Unidas (concretamente, del Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social, UNRISD) celebrada en Copenhague en 1995, y el realizado para la Conferencia de la OCDE «Hacia el 2000», celebrada en París en 1996. Aprovecho la oportunidad para reconocer mi deuda con Dahram Gai y Cynthia Hewitt (ambos del UNRISD), así como con Peter Sherer (de la OCDE), por la oportunidad de aclararme también ante una audiencia no académica. No puedo aseverar honestamente que todo lo que el lector va a encontrar en este libro sea el fruto de mi propio esfuerzo. Hay dos grupos de personas cuya generosidad ha resultado decisiva. Unas me ayudaron con los datos y el análisis estadístico. Ivano Bisan, en Trento; Koen Vleminckx, del LIS (Estudio de Renta de Luxemburgo), y Axel West Pedersen, del FAFO (Organización de Investigación del Sindicato, Oslo), han sido excepcionalmente generosos. El segundo grupo me ayudó a pensar con mayor claridad sobre varias cuestiones. Jens Bonke y Anne-Mette Sorensen me ayudaron a pensar sobre la economía familiar. Gotz Rohwer, Hans Peter Blossfeld y Karl Ulrich Mayer me ayudaron a pensar sobre la trayectoria vital. Carles Boix, Colín Crouch, Ian Gough, Axel Leijonhuvud, Frances Piven, Adam Przeworski, Jill Quadragno y Vicente Navarro me ayudaron con sus inteligentes sugerencias en todos los ámbitos. John Myles, como siempre, me ayudó a pensar ante todo en qué estaba haciendo y por qué lo estaba haciendo. Pero sólo hay una persona en el mundo a la que realmente deseo dedicar este libro: a Paula Adam.

CAPÍTULO

1

INTRODUCCIÓN

-1

G0STA ESPING-ANDERSEN

Barcelona Junio de 1998

1

l1

\

Los sociólogos tenemos cierta dificultad en seguir el ritmo de la historia. La mayoría de nosotros nos formamos con la noción de que el siglo XX ha sido el siglo de la victoria del pluralismo, la ciudadanía social y el capitalismo del bienestar. Sin embargo, hoy miramos hacia atrás con profunda nostalgia, a las décadas de la época dorada del capitalismo, cuando todo parecía funcionar mejor. Actualmente parece que, uno tras otro, todos sus componentes, que antaño aseguraban la armonía y la felicidad, se deslizan hacia una crisis y una decadencia irreversibles. Europa saluda al nuevo siglo con más de 15 millones de parados, mientras que Norteamérica lo hace con aproximadamente el mismo número de trabajadores de bajo nivel salarial. Puede que el estado del bienestar, probablemente uno de los más espectaculares logros reformistas de la historia moderna, no resulte ya sostenible en el tipo de orden económico que se inicia. Los problemas que acosan al estado del bienestar se hallan íntimamente ligados al mal funcionamiento del mercado de trabajo y de la familia. Ambos funcionan mal debido a que se hallan inmersos en un cambio revolucionario. Aquél parece incapaz de proporcionar el pleno empleo y la igualdad al mismo tiempo; ésta, antaño el núcleo de la integración social, se muestra hoy inestable y, en muchos países, aparentemente en huelga de fecundidad. Estamos entrando, en suma, en una nueva e't:onomía política arruinada por dilemas y disyuntivas. Puede que la sociedad postindustrial siga prometiéndonos numerosos prodigios, pero no es probable que la igualdad sea uno de ellos. De ahí nuestra creciente nostalgia por la época dorada. Pero ¿hasta qué punto fue realmente una época dorada? Es cierto que probablemente no podemos esperar que resurjan las vertiginosas tasas de crecimiento del pasado; pero, no obstante, hoy somos mucho más ricos. Desde la primera crisis del petróleo de la OPEP, los países de la OCDE han aumentado, como media, en un 50 % su PIB per cápi-

10

FUNDAMENTOS SOCIALES DE LAS ECONOMÍAS POSTJNJ)USTIUALES

ta real; y, si contamos desde 1960, hasta en un 84 %. También es cierto que la mayoría de los países avanzados sufren de un masivo desempleo crónico; pero no debemos olvidar que esto ocurre como telón de fondo de unos índices de participación mucho mayores que en el pasado. A diferencia de lo que ocurría antaño, hoy debemos incluir a las mujeres en las promesas de pleno empleo de un país. Y si situamos la época dorada en las décadas de 1950 y 1960, veremos que seguramente no se trata de una época caract~rizada por sus maduros estados del bienestar y sus generosos derechos sociales. La mayoría de los países están aún lejos de conseguir la cobertura universal, las suficientes prestaciones sociales o los niveles de protección al empleo que hoy se dan por sentados. Más que cualquier otra cosa, lo que simboliza el malestar actual es la crisis del estado del bienestar. Sin embargo, y como señaló en cierta ocasión Hugh Hedo (1981), parecería que el estado del bienestar estaba destinado a entrar en crisis desde su mismo comienzo. La tabla 1.1 ilustra la larga secuencia de crisis del estado del bienestar. Es posible que esta tabla resulte demasiado esquemática, pero es suficiente para impartir algunas lecciones básicas. En primer lugar, aun cuando el estado del bienestar esté condenado a una vida de interminables crisis, al menos sus dolencias cambian continuamente. En la década de 1950, el ataque provenía de la derecha y de los economistas preocupados por la posibilidad de que el rápido crecimiento del sector público ahogara el mercado. Una década después, el péndulo se inclinaba hacia la izquierda, que veía desigualdades crónicas en todas partes a pesar de que por entonces la construcción del estado del bienestar se había declarado ya completa. A finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 llegamos a la tercera crisis, que esta vez mereció una conferencia de alto nivel (OCDE, 1981), de la que he sintetiza-

TABLA

1.1.

Principales síntomas de la perenne crisis del estado del bienestar

Década de 1950

Década de 1960

Décadas de 1970-1980

• Crea inflación • Perjudica al crecimiento

•No produce igualdad •Demasiado burocrático

• Estanflación •Desempleo • Posmaterialismo • Excesiva carga sobre el gobierno

FUENTE:

Esping-Andersen (l 997b ).

Década de 1990

• Globalización •Desempleo •Rigideces •Desigualdades, exclusión social • Inestabilidad familiar

INTRODUCCIÓN

J1

do los f>r.incipales síntomas. El desempleo aparecía por primera vez corno un importante fracaso del estado del bienestar, y existía el temor

(';l'ncralizado de que los gobiernos hubieran de soportar una carga excesiva de demandas y responsabilidades, y de que la sociedad se hubiera vuelto ingobernable. Los nuevos movimientos sociales, preocupados por los cambios de los valores culturales, consideraban que el estado del bienestar se había fosilizado y era incapaz de adaptarse a las :necesidades reales. La crisis actual destaca por ser un poco menos partidista, pero también por tener una mayor amplitud; y, de nuevo, mereció una conferencia internacional (OCDE, 1997a). La segunda lección es que todas las crisis anteriores se disiparon con el tiempo. El colapso del crecimiento anunciado en la década de 1950 se convirtió en un espectacular boom económico, al tiempo que crecía el gasto público. Durante las décadas de 1960 y 1970, los estados del bienestar de todas partes dieron pasos importantes para asegurar unas prestaciones sociales suficientes y reducir las desigualdades. En realidad -y este es un aspecto vital-, fue este, y no la década de 1950, el auténtico período de consolidación del estado del bienestar. Fue esta la época de la discriminación positiva, de los programas contra la pobreza, de la mejora generalizada de las prestaciones sociales, y, en conjunto, de la consolidación de los derechos de ciudadanía social. La respuesta al ataque igualitario fue realmente masiva. De hecho, fue precisamente esto lo que desencadenó la tercera crisis. Desde 1960 hasta mediados de la década de 1970, el gasto público total (expresado como porcentaje del PIB) se elevó a una media del 30 %, debido casi exclusivamente al aumento de los gastos sociales. 1 Ciertamente, puede que desde la década de 1980 la «excesiva carga sobre el gobierno» (al igual que el desempleo) no haya desaparecido; pero su significado y sus implicaciones han cambiado. Por lo menos, desde esta época los gastos sociales se han estancado casi en todas partes, lo que contradice la tesis -entonces popular- de que el apetito de prestaciones sociales de los ciudadanos y el ansia de cargos de los políticos son insaciables, y de que, en consecuencia, el crecimiento del gobierno resulta imparable. Por otra parte, la cuestión principal que preocupa hoy a los críticos no es tanto la «Carga excesiva» como las «rigideces». La tercera lección es que la crisis contemporánea difiere notablemente de sus antecesoras. Hasta ahora, la crisis era invariablemente endógena al propio estado del bienestar: éste hacía las cosas mal o generaba consecuencias molestas. En cambio, la crisis actual es básical. Aquí, como antes, las tasas de crecimiento se han calculado partiendo de OCDE, Historical Statistics, varios números.

12

13

FUNDAMENTOS SOCIALES DE LAS ECONOMÍAS POSTINDUSTRIALES

INTRODUCCIÓN

mente una manifestación de choques exógenos que ponen en cuestión la viabilidad del estado del bienestar a más largo plazo. La nueva economía global -se dice- restringe el uso discrecional de la política fiscal y monetaria por parte de los diversos estados, necesita una mayor flexibilidad de empleos y de salarios, y especialmente los menos cualificados se verán condenados al desempleo a menos que se reduzcan los salarios y las prestaciones social~s. El envejecimiento de la población supone que debemos repensar nuestros compromisos con la seguridad social. La inestabilidad familiar implica, por una parte, que la capacidad de cuidado de las familias tradicionales se está erosionando, y, por la otra, que el riesgo de pobreza se incrementa, al tiempo que se pide a las familias que absorban los nuevos riesgos que provienen de los mercados de trabajo. Por encima de todo, estos choques exógenos se combinan para crear dolorosos dilemas políticos: si, como ocurre en casi toda Europa, los estados del bienestar se comprometen a sostener los niveles actuales de igualdad y justicia social, el precio es el desempleo masivo; para reducir el desempleo, Europa parece abocada a abrazar la desregulación al estilo norteamericano. Esto producirá inevitablemente más pobreza y más desigualdad. En el diagnóstico contemporáneo, las rigideces aparecen como el único, aunque grave, síntoma de crisis «endógeno». Básicamente, el estado del bienestar genera demasiada protección allí donde se necesita flexibilidad, demasiada igualdad allí donde la diferenciación está a la orden del día. Los diversos síntomas de la nueva crisis del estado del bienestar se pueden basar, o no, en sólidos hechos empíricos; pero, en cualquier caso, suelen estar poco especificados. El envejecimiento demográfico es, ante todo, una cuestión de baja fecundidad, y, en consecuencia, es esta última la que debemos analizar. Los crecientes riesgos de pobreza y exclusión social no constituyen necesariamente características inherentes e inevitables de nuestra sociedad, sino que nacen de dos instituciones que «funcionan mal»: el mercado de trabajo y la familia.

gentes de regímenes del bienestar que los distintos países construyeron durante las décadas de la posguerra ejercen un efecto duradero y abrumador sobre el tipo de estrategias de adaptación que se pueden seguir y de hecho se siguen. De ahí que veamos varios tipos de sociedades postindustriales abriéndose ante nuestros ojos. Los estados del bienestar respondieron de una manera bastante enérgica -aunque lejos de la uniformidad- a las crisis pasadas. Y, ciertamente, hoy está ocurriendo lo mismo. Hay que añadir algo fundamental a esta proposición general: el período decisivo en el que se establecieron los componentes básicos de los regímenes del bienestar de la posguerra -cuando se institucionalizó el capitalismo del bienestar, por así decirlo- no fueron las décadas de la posguerra, sino las de 1960 y 1970. Fue entonces cuando surgió una importante protección al trabajador y una fuerte regulación del mercado de trabajo, cuando se afirmó plenamente la ciudadanía social. Y fue entonces cuando cristalizaron los rasgos fundamentales de los estados del bienestar. En esos años se afirmaron las diferencias esenciales entre los estados del bienestar nórdico, socialdemócrata, europeo continental y liberal anglosajón. Dicho esto, apenas necesitamos que los historiadores nos recuerden que el momento era propicio; la consolidación y maduración del capitalismo del bienestar de la posguerra coincidió con el inicio de las nuevas realidades económicas de la época «post-OPEP»: el crecimiento lento y el aumento del desempleo estructural. Coincidió también con la aceleración de la globalización económica y la inestabilidad¿,~ la familia. No resulta sorprendente que muchos interpreten esta coincidencia histórica como una causalidad unidireccional: el exagerado estatismo del bienestar es lo que catapulta la «eurosclerosis», el escaso rendimiento económico, el desempleo masivo e, incluso, la crecicnW pobreza (Giersch, 1985; Lindbeck, 1992; Murray, 1984 ). El libro desarrolla un conjunto de razonamientos interrelaci. El debate contemporáneo se ha centrado excesivamente en el ('S~ tado. La auténtica crisis, si es que la hay, estriba en la interacción l'lltn• las múltiples partes que forman, al unísono, los «regímenes» del hil' nestar contemporáneos: los mercados de trabajo, la familia, y, s6l11 como tercera parte, el estado del bienestar. No debemos olvidar qlll' l:t suma total del estado del bienestar se deriva de la forma en In qw• .'it' combinen los inputs de estas tres instituciones. Algunos regírne1ws 1 l'~, pecialmente el liberal anglosajón, presentan un sesgo en favor del llH't' cado; otros, sobre todo los europeos meridionales o el japonés, sed¡•· cantan poderosamente hacia el lado de la familia; y otros hat:l'tl hincapié en Ja distribución de bienestar por parte del estado. Esta for·.

Objetivos de este libro

Esta obra es una tentativa de abordar la
View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF