Fundación Del Campo Freudiano (1993). Cómo Se Analiza Hoy. Ed. Manantial

November 8, 2017 | Author: Tyleresco | Category: Psychoanalysis, Jacques Lacan, Sigmund Freud, Unconscious Mind, Dialectic
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Descripción: Psicoanálisis Técnica Cl inica...

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TERCER ENCUENTRO INTERNACIONAL DEL CAMPO FREUDIANO

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¿COMO SE ANALIZA HOY?

FUNDACION DEL CAMPO FREUDIANO

¿COMO SE ANALIZA HOY?

MANANTIAL

Impreso en la Argentina Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

© De esta edición y de la traducción al castellano, Fundación del Campo Freudiano y Ediciones Manantial SRL, 1984 Uruguay 263, lº piso, of. 16 Buenos Aires, Argentina Tel. 372-8029 Reimpresiones: 1987 y 1993 ISBN 950-9515-02-7 Prohibida su reproducción total o parcial Derechos reservados

EDICIONES MANANTIAL

PRESENTACION

Este libro reune los documentos de trabajo preparados para el Tercer Encuentro Internacional del Campo Freudúmo que tuvo lugar en Buenos Aires, entre el 18 y el 21 de julio de 1984. El conjunto de ponencias sobre temas relacionados con el tema que convocó al Tercer Encuentro: ¿Cómo se analiza hoy? no tiene la intención de servir de manual, sino la de presentar un panorama de la práctica analítica actual, sin ambicionar un carácter de exhaustividad ni proponer o dar caución a standards de ningún tipo. El resultado es un testimonio de convergencias, respetando las diferencias de acento y sensibiÜdad. Cabe indicar que por primera vez en encuentros de la Fundación del Campo Freudiano, se contó para la discusión desarrollada en éste, con trabajos preparados con antelación por analistas de Argentina, Brasil, Francia y Venezuela, los que fueron reunidos en una "prepublicació n" disponible só lo para los participantes en el Tercer Encuentro, y que ahora ponemos a disposición del público interesado. Además, en 1983, en ocasión de una reunión preparatoria del Tercer Encuentro, Jacques-Alain Miller y Diana S. Rabinovich presentaron sus ponencias sobre "Síntoma y fantasma. Dos dimensiones clínicas" y "La teoría del yo en la obra de J. Lacan" respectivamente, las que fueron publicadas anteriormente al Tercer Encuentro en un libro de igual título, e incluidas en las discusiones del mismo. La comisión organizadora del Tercer Encuentro Internacional del Campo Freudiano estuvo integrada por Diana Etinger de Alvarez, Juan Carlos lndart, Zulema Lagrotta, Diana S. Rabinovich y Osear Sawicke, mientras que la programación fue responsabilidad de Eric Laurent y Jacques-Alain Mi/ler.

El Cuarto Encuentro Internacional del Campo Freudiano, cuyo tema será "Histeria y Obsesión", tendrá lugar en París en febrero de 1986.

FUNDACION DEL CAMPO FREUDIANO

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PROBLEMAS DELA DIRECCION DE LA CURA

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TRANSFERENCIA Y CONTRATRANSFERENCIA

Este texto redactado por Michcl Silvestre, fue preparado con la colaboración de: Carole Dewambrc· chias, Jcan-Jacques Gorog, JcanPierre Klotz, Fran\:oise Koehler, Philippe La Sagna, Huguette Menard, Jean-Robert Rabanel, Annie Staricky.

El acoplamiento de la transferencia y la contratransferencia plantea de entrada el problema de las relaciones entre el movimiento lacaniano y la doctrina llamada ortodoxa, representada por la IPA. En esto reside su interés. · En efecto, por una parte la ensefianza de Lacan, desde el prin cipio, ha conducido a los analistas qu e se valían de esta ensefianza, a descartar la noción de contratransferencia. Este descarte se plantea desde 195 7 en el texto de los Escritos sobre "La dirección de la cura", donde dice que la contratransferencia sefíala una "dimisión a concebir la verdadera naturaleza dela transferencia" (p. 221). No obstante, más allá de la "exaltación de los sentimientos" invoqtda en ese texto, se trataría de mostrar que " la verdadera naturaleza de la transferencia" justifica este descarte haciendo evidente la inutilidad de esta noción. Porque, por otra parte, esta noción se mantiene como el pivote de la práctica del psicoanálisis en su versión IPA. Por esta razón nos pareció necesario retomarla para hacer un rápido balance. Es constatable, en efecto, que la contratransferencia es una noción clave que funda, además. el que Ja jnternretación, para la doctrina IPA, sea esencialmente interpretación de la transferencia. Nosotros nos proponemos siguiendo nuestro plan: 1) recapitular el punto de la contratransferencia, 2) abordar la estructura de la transferencia bajo cinco rúbricas: el sujeto supuesto al saber, el 9

amor de transferencia, el deseo del psicoanalista, el final de la cura, transferencia e interpretación. 1. EL PUNTO DE LA CONTRATRANSFERENCIA

Según parece el término es de Freud, que lo utiliza por primera vez en 191 O (Las perspectivas futuras de la técnica psicoanalítica). Sin embargo, hay que subrayar que Freud no lo desarrolló nunca. Strachey lo señala en la Standard Edition (XII, p. 87), dando como explicación el hecho de que Freud no quería que los pacientes supieran demasiado al respecto; esta explicación resulta evidentemente insuficiente. Nosotros más bien pensamos que Freud decide esta cuestión, en esta etapa de su obra, con la propuesta de la regla de abstinencia. Cuando la retoma tardíamente (Análisis terminable e interminable), -D es para recordar a los analistas que se abstengan de todo ideal Observemos que el término de "neutralidad benevolente" tiene idéntica historia. Escapado en parte de la pluma de Freud, deviene "concepto" mayor para sus discípulos. De hecho , Ja contratransferencia es una noción que merecería ser llamada parafreudiana. Su éxito es correlativo a dos factores: - por una parte, a la insuficiencia de la teoría en lo que concierne al didáctico, es decir a la formación de los analistas, por lo tanto a la "supervisión". Cuanto más obscuro e incierto se mantiene este aspecto de la teoría, más preocupante se vuelve la cuestión del "control" de la práctica y cada vez más el objeto del control deviene la estandarización de la práctica del analista "bajo control", estandanzac1ón ue identifica ráctica técnica. Como a pesar de to o esta técnica sigue siendo dependiente de la transferencia, las "desviaciones" de las que el analista dará cuenta dependerán de sus fallas en la mantención de su neutralidad frente a esa transferencia. Esas fallas a través de los fenómenos que implican son los signos de la contratransferencia; - por otra parte, a la invasió11 cada vez mayor de los fenómenos imaginarios en la práctica. Si el análisis se reduce a una relación dual, si el analista tiene, como ideal ser el "es e'o" de su aciente, no e queda otro reme io que e e preocu arse r ja so re ese espejo: ¡,se trata del paciente o del analista? Se comprende por qué el verdadero auge de la "teoría" de la contratransferencia data precisamente de la instalación de la ego psychology y del fortalecimiento centralizado de la IPA; o sea de la post-guerra. 10

Una definición generalmente aceptada puede darse: la contq1transferencia designa los sentimientos y asociaciones producidas el analista por su paciente. Cuatro textos centrales son nuestra referencia: D.W. Winnicot , "El odio en la contratransferencia" (IJP 1949); P. Heimann "On countertransference"(IJP, 1950, XXXI,p.25); A. Reich"On countertransference" (IJP, 19 51, XXXII, p. 25); M. Little "Countertransference and the patients responses to it" (IJP, 1951, XXXII, p. 32). Retomando estos textos resulta que todos giran alrededor de dos cuestiones. En primer lugar, si bien la tesis común parece ser considerar • la contratransferencia como nociva a la evolución de la cura, parecería que para el movimiento kleiniano (P. Heimann) esto debe ser matizado. Para estos autores, en efecto sería posible que la contratransferencia fuese~, y por ende fiel, del inconsciente del paciente. Pero, evidentemente, la pregunta se desplaza levemente: ¿cómo asegurarse de esta fidelidad? A continuación se presenta una tentación: ¿debe el analista comunicar sus sobresaltos contratransferenciales al paciente? Pode·· mos reconocer acá una filiaeión Ferenczi, Balint (Transferencia y contratransferencia, 1939) y Winnicott, a la que se une M. Little. Tentación de la que testimonian todavía ciertos textos recientes del IJP. ,_..Nos hemos dedicado especialmente a un analista argentino, H. ~' cuya enseñanza, esencial según parece en su país, es reconocida en muchos institutos de Norteamérica. Retendremos esencialmente sus esfuerzos por dar a la contratransferencia una función dinámica en la cura: concibe la 9ontratransferencia como el lugar privilegiado del resurgimiento repetitivo de. situaciones infantiles del paciente.. Se esfuerza incluso por aislar bajo el término de "neurosis de contratransferencia" a la parte "no analizada'', es decir resistente del analista, en tanto que ésta se opone a ese resurgimiento. Abreviando, siempre la misma pregunta: ¿cómo evitar que el analista se equivoque? A lo que se responde siempre, en forma esperanzada: que profundice su análisis. Para el movimiento ortodoxo la cuestión de la contratransferencia compete, in fine. a la formación del psicoanalista. Siempre se perfila el ideal de un analista neutro; o, lo que no es precisamente superpomble, un ana-

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lista pura repetición. Si la . contratransfercncia es una respuesta fallida. es, de todas formas, una respuesta ante verdaderas dificultades que tiene al menos el mérito de señalar. Resulta, en efecto, que la interpretación contradice la neutralidad; ¿en qué puede fundamentarse el analista para tomar partido por su interpretación? Detrás del analista "neutro" se perfila el analista "objetivo", es decir la partición que debe operarse en rel-ª.;' ción al fantasma. A este respecto, la tentación de un analista totalmente silencioso - no que enseña las cartas del muerto (Lacan, Escritos, p. 221 ), sino que se hace el muerto- es igualmente un impasse en tanto que su silencio acentúa, en c;,ceso, su presencia, la que no puede permanecer mucho tiempo neutra para el analizante por el solo efecto de la transferencia. Dicho de otro modo, la contratransferencia aparece como el anhelo del analista de escapar a la "máquina" de la transferencia y a su lógica intransigente e implacable. 2. ESTRUCTURA DE LA TRANSFERENCIA

Si Ja posición de la IPA mantiene la tesis de la contratransferencia, es porque esa designación le parece a los analistas la más adecuada para tratar algunas dificultades técnicas que encuentran en su práctica. Solamente encontrando "mejores" respuestas a estas dificultades puede el analista aceptar abandonar el apoyo que encuentra en sus sentimientos para dirigir la cura. La estructura de la transferencia, tal como permite despejarla la ensefíanza de ~. puede ser abordada en cinco puntos,: el sujeto supuesto al saber, el amor de transferencia, el deseo del psicoanalista, el final de la cura, transferencia e interpretación. Estos puntos pueden ser organizados por .dos eje~ esenciales cuya convergencia permite llevar la cura a su término. Primero: el punto de partida de la transferencia reposa y se resume en conectar al sujeto con el@er sostenido por el significante. Segundo: la invención lacaniana delébjetiP ofrece al analista la posibilidad de tratar la vertiente de res1stenc1a de la transferencia. Estos dos ejes permiten organizar la estructura de la transferencia por Ja puesta ~ ¡en tensión - hasta en conflicto- de las dos vertientes del sujeto, ~) la vertiente del significante y la vertiente del objeto. Pasemos ahora los cinco puntos enumerados más arriba. 12

1. EL SUJETO SUPUESTO AL SABER

Ese concepto da cuenta del despegue de la cura, es decir de la conmoción del inconcjente por la sumisión del analizante a la regla fundamental, es decir la pyesta en marcha del trabajo de "sy." in con ciente. Se trata de conectar el inconciente, planteado como saber, a un sujeto, como lu ar donde los efectos de ese saber tienen ue ser n c 1 recog1 os. transferencia es en rirner lu ar "re saber" lo ue reud esi naba como " lo ue es re rimido". La epresi' freudiana, el "devenir inconsciente" , se reduce a desconectar los significantes del sujeto gue tienen la función de representar. El síntoma es su ejemplo y, más banal.mente, toda formac1on del inconciente, donde, sin embargo, el sujeto "se vuelve a hallar" más fácilmente, gustosamente. Reencuentra . En todo caso, vuelve a encontrar en él, más gustosamente su deseo. El analista ofrece al analizante sostener el efecto "de sujeto" para esos significantes inconcientes que, por la asociación libre, van a volver así a la palabra. Se ve así que la contratransferencia .í .I res onde exactamente a la tentación ara el analista de creerse el ~ sujeto supuesto al saber Lo que equivale para él a interrumpir y endosar la significación que el analizante produce por sus asociaciones y que "normalmente", si el analista no se interpone, debe retornarle. Proponiendo un sujeto, como tercero, a esos significantes así liberados por el trabajo, por la "tarea" analizan te, la transferencia abre así la vía de la repetición. La repetición "bajo transferencia" deviene el elemento dinámico y necesario de la irrupción del material, hasta el punto que la teoría no lacaniana de la transferencia no distingue entre transferencia y repetición. Mientras que, si bien la primera es la condición de la segunda, se disocia de ella por dos razones. La primera porque la repetición pura y simple no basta: hay que interpretarla. Segunda razón: porque la repetición no entrefill todo el material necesario al análisis, El automatismo al que obedece la repetición bajo transferencia supone, en el límite, un analista uramente trans arente reduce la interpretac1on a a sola escansión, es decir al acuse de recibo por parte del analista, de la significación que el retorno del material inconciente no puede dejar de producir. Lo que Lacan aisla con el término "formaciones del inconciente" es uno de sus ejemplos. Su producción, es decir su paso por la 13

palabra bajo la égida del sujeto supuesto al saber, es, como tal, ya interpretación del inconciente en la medida en que el analizante admita su significación. El inconciente, soportado y sostenido or el sujeto supuesto al saber se hace intér rete e sa er ue lo compone; en e cua e consiste A esto se debe que los efoctos de significación del inconsciente sean accesibles fuera del análisis y antes de que Freud lo inventara. Porque el analista no es el único que puede proponer al ser hablante el enganche del sujeto supuesto al saber. Toda apelación at saber implica la invocación a un sujeto, cuya irrupción em er necesaria lantea al analista la cuestlon e s e ac1on, como so ución de la cura misma. Por esta razón la pura repetición automática, la pura metonimia significante, entraña en sí la consecuencia de una cura que no se termina. Para este fin es necesario un elemento que escape a esta metonimia y con el que pueda actuar el analista para hacer surgir una conclusión. Sea como fuere, si la asociación libre puede provocar, por el automatismo de la escansión, el despuntar de la significación, el deseo así revelado es solamente el Wunsch inconciente. Revela al sujeto, eventualmente, las ilusiones de la "captura de su deseo" -es decir lo que se da como meta- pero mantiene en la sombra su motor, .es decir lo que lo causa y que, como tal, escapa al saber in conciente. Esta causa escapa al saber inconciente en tanto que su trama no es significante, sino objeto. La transferencia introduce ese objeto en el discurso analítico, es decir, en el lazo social que se establece entre el analista y el analizante. Esta introducción sólo es posible bajo dos condiciones: que el analista mantenga al sujeto supuesto al saber en posición tercera y que no encarne al Otro como lugar del saber; o por lo menos que no se aloje allí. 2. EL AMOR DE TRANSFERENCIA

Es el primer encuentro de Freud con lo que se opone a la acción del sujeto supuesto al saber, es decir al retorno automático de los significantes reprimidos. No retomaremos en detalle el fecundo debate que opusiera a Freud y Ferenczi, ni las razones de la discreción del primero frente a los requerimientos del segundo. Sin embargo lo que estaba en juego era despejar -aunque en 14

forma embrionaria- lo que Lacan designa, en la transferencia, bajo el término tyché, para oponerlo a automaton. Si bien la transferencia es, en primer lugar, el llamado al inconciente por la palabra del analizante, es prontamente el choque de esta palabra con el analista como presencia; presencia ajena al saber. Ese momento de transferencia, que no es de escansión, es pues: cierre del inconciente. Cierre del inconciente cuyos fenómenos son diversos: silencio, declaración de amor, retención de material, machacamiento -abreviando, lo que desvía o traba la asociación libre- y más generalmente lo que intercepta u obstaculiza el desarrollo y culminación del analista. Por esta razón, en esta rúbrica habría que incluir tanto a la reacción terapéutica negativa, la adherencia al síntoma, como el rechazo a la castración, tope freudiano de la cura. Este obstáculo manifiesta una cosa: que el sujeto supuesto al saber, por haber provocado al inconciente y el retorno de lo reprimido, también ha hecho tambalear la relación del sujeto con el significante del goce. Este tambaleo depende de muchos factores. Para empezar, el efecto de significación al revdar las ilusiones del deseo, pone en peligro el marco significante del fantasma que sirve de soporte a ese deseo. En la medida en que el fantasma es interpelado, el confort que el sujeto encuentra en él para su goce se ve comprometido. El sujeto se ve constreñido a reformar ese marco, es decir a depurar cada vez más su formulación. Esta depuración -que afecta la vertiente imaginaria del fantasma- fuerza al saber inconciente hasta sus límites. Es decir sobre lo que es imposible de decir. Se reconoce aquí la conexión percibida por Freud entre el amor de transferencia y el Agieren y, accesoriamente, el acting-out donde el Otro es convocado para suplir un saber en falla, no siempre evitable por el analista. Pero este obstáculo es también una contrapartida del efecto "terapéutico" del análisis sobre el síntoma. El síntoma es en efecto un alojamiento para el goce, en la medida en que depende de una denegación de la castración, la cual implica una renuncia a este goce. Dada la eventualidad de que la metonimia desplace al síntoma liberando su significación para el sujeto, este último puede rechazar la ganancia que obtiene en cuanto -a'"su deseo fálico, para mantener un goce -como lo decía Freud- por él mismo ignorado. Este obstáculo tiene pues dos vertientes, la primera, como acabamos de ver, consiste en oponerse a la irrupción del material in15

conciente, vertiente "negativa". Pero una segunda vertiente es, por el contrario, hacer surgir en la transferencia un material distinto a la repetición significante, por eso de hecho necesario a la cura. Si este obstáculo entra justamente bajo la rúbrica del amor, es en tanto que este último suple al d eseo. El sujeto acepta saber lo que desea, pero no por qué. Al contrario, puesto que el deseo se sostiene en un desconocimiento de lo que lo causa. Lo que el sujeto desea es accesible por la significación de la repetición, y es aquí donde debe ser diferenciada la transferencia del lugar que el analista ocupa en ella. Lo que se repite es el señuelo del deseo, lo que produce esta repetición es lo que causa el deseo. La resistencia al saber sobreviene cuando se plantea la pregunta sobre esta causa: el deseo de saber si el objeto que se desea es el adecuado deja lugar a l rechazo de saber porque el objeto que se desea no es nunca el adecuado. Es en este punto que el llamado al sujeto supuesto al saber (deseo de saber) deja lugar al amor. Por dos razones. La primera va en el sentido de la resistencia y del cierre del inconciente. El analista es interpelado ya no en nombre del saber y como lugar de la verdad, sino en nombre del amor. La pregunta del sujeto deviene: "¿soy amable?" y su palabra adquiere la forma de una demanda de amor. La segunda razón se desprende de la primera pero permite a la resistencia actuar en el sentido de la cura. El amor conduce en efecto al sujeto a trasladar sobre el analista eso mismo que rechaza como saber, o sea la causa de su deseo. El analista no es amado por lo que sabe sino por ser el lugar de lo que el sujeto rechaza saber. Es el analista como lugar del agalma. Es desde esta posición que el analista está en condiciones de volver a lanzar la cura, por el sesgo de lo que Lacan llama deseo del psicoanalista. 3. EL DESEO DEL PSICOANALISTA

Este es uno de los aspectos más sorprendentes de la doctrina lacaniana. Ciertamente, conviene ponderar la inversión radical que supone, no sólo frente a lo que la doctrina ortodoxa ha conservado de la concepción freudiana, sino también en relación a las primeras posiciones de Lacan con respecto a esta concepción. No obstante evocaremos br~vemente las repetidas advertencias que Freud dirige a los analistas, y su recuperación, incluso sus transformaciones, por los analistas. 16

Para empezar se trata de permanecer neutro frente a los deseos, a Jos anhelos e incluso ante los proyectos del analizante, no tomar partido en esos conflictos actuales. Para esto, cae de su peso que el analista está obligado a mantener fuera de su práctica todo prejuicio, toda ideología, toda concepción del mundo. Más aún, recordemos que Freud sanciona duramente todo encarnizamiento, incluso toda tentación terapéutica, a la que ubica bajo el registro del idea] que debe, él también, ser dejado de lado por el analista. Es por ese sesgo que la curación no puede ser encarada directamente. Por otra parte, el ideal para Freud no concierne solamente a la "normalidad mental", sino también a las posiciones simplemente humanas del paciente, ante las cuales el analista no podría dejar transparentar ninguna opinión ni ejercer ninguna presión. Estas consideraciones han servido de soporte a la doctrina de la contratransferencia, una de cuyas funciones es delimitar las secuelas - provocadas en el analista por la transferencia- de lo que este último debería mantener fuera de la cura. Desde entonces emergió, a partir de los años 50, una figura estandarizada de] analista: neutra, impasible, sin humor ni emoción, desprovisto de sentimientos. El sobrevuelo de la literatura deja sin embargo aparecer algunas desviaciones de esta concepción. Como, por ejemplo, las virtudes terapéuticas del amor para Balint, también subyacente en Margaret Little, o Ja lucha sin cuartel que mantienen algunos analistas kleinianos con la imago materna del paciente. Incluso la ego-psychology, promoviendo la mira, que hay que llamar ideal, de un yo fuerte, no escapa a esta crítica. Y, como consecuencia de esta exaltación del yo, agregaremos la concepción del fin de la cura como identificación al analista, concepción que, sin embargo, proviene de la corriente anna-freudiana. Vamos a terminar esta lista con la preocupación por el afecto que hiciera furor hace algunos años en el seno del movimiento francés ligado a la IPA. Ciertamente se trataba de oponerse a la .enseñanza de Lacan, con todo, denotaba el aprieto técnico de los analistas petrificados en una neutralidad que trababa sus más mínimas acciones. Sin embargo, también con respecto a la primera etapa de la enseñanza de Lacan la introducción del deseo del analista está referida a una pura función significante. Ya no se trata para el analista de ser "purificado" - por el análisis de la contratransferencia17

de sus impurezas morales, ideológicas o sentimentales. Si el analista asegura su posición en la localización del Otro y su función en la mecánica significante, su neutralidad deviene la misma del significante, que sólo produce su significación al ser confrontado con otro significante. El sujeto se deduce allí, simplemente con ser substituído a esta producción de significación. No obstante esta neutralidad encuentra su límite y su impasse en el hecho de que el circuito significante entre el sujeto y el Otro es también el circuito -el grafo- del deseo. Lo que Lacan llama: la dialéctica del deseo. El apoyo -y la dependencia- que el sujeto encuentra para su deseo en el Otro, implica que "su" deseo hay que ubicarlo -en la estructura- como deseo del Otro. Especialmente en la situación analítica, el deseo se manifiesta para un sujeto primeramente como deseo del Otro. Esta primera emergencia del deseo - que Lacan llama alienaciónpuede encontrar una resolución puramente significante. Lo que permite a Lacan decir que el deseo es su interpretación, el deseo en tanto que deseo del Otro. En esta función interpretativa, el analista puede aún ser referido al significante. El deseo es aquí una respuesta. Sin embargo, como regla general, es decir en la práctica, el sujeto permanece cerrado a esta interpretación, en la medida en que la mantiene en el lugar del Otro. La relación que acepta con ese deseo sigue siendo la de la identificación. Sino el deseo (del Otro) sigue siendo enigma para él, pregunta que le dirige el Otro: ¿Qué quieres? El Che vuoi? mantiene el intervalo entre el deseo del sujeto y el deseo del Otro. Es precisamente ese intervalo lo que el analista es llevado a encarnar, incluso a colmar, ubicándolo así como lugar del deseo. Es incluso por este sesgo que el analista se hace causa del deseo -causa puramente dialéctica- en tanto que la pregunta que sostiene da un envión al sujeto en la prosecución de su interrogación sobre el deseo. Sólo que, si este envión de la palabra del analizante es el primer efecto del ¿che vuoi? entraña también una implicación esencial. En este punto de inversión, la pregunta se hace respuesta para descalificar al analista como lugar del saber. Si el deseo del Otro es un enigma, es porque el Otro,. en este punto, no tiene el saber de ~se deseo, ésta es una de las significaciones de la escritura S(,). Tanto el analizan te como el analista -digamos aquí: ersujeto supuesto al saber- se ven confrontados a lo que falta al Otro, es decir al ob18

jeto a, él que es causa real del deseo del sujeto. Es incluso ta causa del hecho de que él desee. El deseo del analista puede entonces situarse en un doble registro. Primero el de la dialéctica del deseo, en tanto que, frente a ta revelación de que su deseo responde al deseo del Otro, el sujeto está tentado de ratificar esta alienación por la identificación; desde ese momento el analista pone en función su deseo para desbaratar esta artimafia que es denegación del deseo. En segundo lugar, para el analista se trata de desbaratar el sefiuelo de un saber último sobre el deseo que detentaría el Otro. Producido en la estructura por la dialéctica del deseo, el deseo del analista tiene pues una vertiente de envión de esta dialéctica y una vertiente de tope en tanto que remite al sujeto al objeto de su fan,tasma que escapa a esta dialéctica. El deseo del analista sitúa a este último, no como pura función significante, sino como lo que liga al sujeto a su pasión, es decir el objeto. El deseo del analista tiene como función conectar el objeto con la dialéctica del deseo. Pensamos que semejante ubicación del analista requiere que sea elaborada una concepción del final de la cura que, precisamente, haga posible y efectivo el acceso a este objeto, puesto que, para el analista, se tratará de valerse de él en su práctica. 4. EL FINAL DE LA CURA

La cuestión del final de la cura anuda, en efecto, por una parte por que medio el analizan te deviene el analizado y, por otra, cómo puede este analizado responder a las particularidades que se le pueden exigir a un analista. Para Lacan, lo que permite a una cura terminarse es al mismo tiempo lo que define el acceso a la función del analista. Por esta razón Lacan puede decir que todo psicoanálisis es didáctico de ºentrada; que lejos de ser un más allá del psicoanálisis, es a partir del psicoanálisis didáctico, por el contrario, que se determina y se limita el psicoanálisis con miras terapéuticas. Digámoslo, esta posición está a contramano no sólo de la IPA, sino también de Freud. La concepción Iacaniana del final de la cura, identificando ésta al psicoanálisis didáctico, implica que sea decidible, poco o mucho, un objetivo parcial, terapéutico; e incluso que, para esto último, sean pensables estrategias que Jo · tengan en cuenta. Teniendo 1·11 cuenta, ciertamente, que esta orientación terapéutica no til•111· 1•11

IV

psicoanálisis el mismo . contenido que en otros lados. Evoquemos, por ejemplo, lo que podría tener que ser mantenido de un síntoma cuando permite al sujeto domesticar allí su goce. Pero, ¿después de todo, no era esto lo que Freud ¡ireconizaba cuando desaconsejaba el idealismo a sus discípulos? En lo que concierne al didáctico, la oposición con la IPA es más tajante. La enseñanza de Lacan implica los siguientes puntos: - si el final de la cura es tan marcado por un paso, por una solución de continuidad efectiva, nada asegura desde el comienzo que ese punto pueda ser alcanzado; dicho de otro modo, ninguna demanda de cura puede ser calificada de didáctica al comienzo; - si no hay más que un final de la cura, exigible para cualquiera que se dijera didáctica, ésta es también accesible para cualquier otro; - luego, la elección de ser analista puede plantearse en la cura misma, independientemente de cualquier otro criterio social o universitario. Conocemos las consecuencias institucionales de estos aspectos de la enseñanza de Lacan: caída. en desuso de la denominación de analista "didacta", apertura a quienquiera de la enseñanza y formación del psicoanalista, multiplicación del psicoanalista "profano" (es decir no médico) ... Entendemos que esta cuestión del final del análisis, ligada así al didáctico, ha estado siempre en el centro mismo de los conflictos que han opuesto a Lacan a los analistas ortodoxos. Vayamos ahora al nudo de la cuestión. Algunas palabras sobre el punto al que llega Freud al final de su obra, que llamaremos el to-· pe freudiano. A partir de 1920, Freud se dedica a resolver una serie de fenómenos que manifiestan la oposición del sujeto a la salida y a la terminación de la cura. Puede ser la simple negativa del sujeto a dejar a su analista, o su partida precipitada antes de que hayan sido resueltos los síntomas. Muchos términos freudianos designan estos fenómenos: negativa a curarse, adherencia al síntoma, reacción terapéutica negativa, masoquismo ... La ihtroducción de la segunda tópica y de la pulsión de muerte se produce en parte para explicar estructuralmente estos fenómenos. En 1937, con Análisis terminable e interminable, Freud hace de la castración, de su aceptación o rechazo, el punto· último donde se juega en la práctica la salida de la cura. Es sabido que este punto es una roca contra la que Freud reco20

noce que el analista fracasa a veces; o a menudo. En pocas palabras, para el sujeto es preferible rechazar la castración que abandonar su síntoma. Dos elementos convergen para esta elección. Por una parte, el sujeto se niega a abandonar a su analista, es decir que mantiene en pie al sujeto supuesto al saber. Por otra, se niega a renunciar al síntoma porque para él representa un goce; por supuesto paradoja! porque hay que ubicarlo del lado del masoquismo. No s encontramos en presencia de u n proceso interminable donde el llamado de la palabra, Ja asociación libre, es auto-mantenida. La paradoja es que la castración como tope es también una ausencia de punto de detenció n para Ja metonimia significante. No retomaremos la crítica a la posición freudiana. Digamos que ésta depende del soporte que Freud encontraba en el Nombrc;-delPadre como agente exclusivo de la metcífora. Freud reconoce, por otra parte, implícitamente este punto observando que es principalmente al padre al que se dirige ese rechazo de la castración. Señalemos, sin embargo, que esta exclusividad sitúa al analista como pura función d el significante. Es sabido que, en el álgebra lacaniana, (-
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