Freud Anna - Normalidad Y Patologia En La Niñez.pdf

August 10, 2017 | Author: luzmaresendiz | Category: Psychoanalysis, Unconscious Mind, Adults, Sigmund Freud, Id
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NORMALIDAD Y PATOLOGIA EN LA NIÑEZ

BIBLIOTECA DE PSICOLOGIA PROFUNDA 22. Marie Lange r MATERNIDAD y SEXO

1. Karen Horney LA PERSONALIDAD NEUROTICA DE NUESTRO TIE MPO

23. Harry Guntrip ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD E INTERACCION HUMANA

2. Anna Freud EL YO Y LOS MECAN ISMOS DE DEFENSA 3. C. G. Jung PSICOLOGIA y RELlGION

24. Hanna Segal INTRODUCCION A LA OBRA DE MELAN IE KLEIN

4. C. G. Jung PSICOLOGIA y EDUCACION

25. W. R. Bion APRENDIENDO DE LA EXPERIENCIA

5. J. C. Flügel PSICOANALlSIS DE LA FAMILIA

26. E. Jones LA PESADILLA

6. C. G. Jung LA PSICOLOG IA DE LA TRANSFERENCIA

27. L. Grinberg, M. Langer y E. Rod rigu é PSICOANALlSIS EN LAS AMERICAS El proceso analítico. Transferencia y contratransferenc ia

7. C. G. Jung SIMBOLOS DE TRANSFORMACION 8. C. G. Jung ENERGETICA PSIQUICA y ESENCIA DEL SUEÑO

28. Carlos A. Paz ANALlZAB ILlDAD

9. E. Kris PSICOANALlSIS y ARTE

29. C. G. Jung PSICOLOGIA y SIMBOLlCA DEL ARQUETIPO

10. C. G. Jung - R. W i lhelm EL SECRETO DE LA FLOR DE ORO

30. A. Garma NUEVAS APORTACIONES AL PSICOANALlSIS DE LOS SUEÑOS

11. O. Rank EL MITO DEL NACIMIENTO DEL HEROE

31. Arminda Aberastury APORTACIONES AL PSICOANALlS IS DE NIÑOS

12. C. G. Jung - W. Pauli LA INTERPRETACION DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE

32. A. Garma EL PSICOANALlSIS Teoría, clínica y técnica

13. E. Neumann ORIGENES E HISTORIA DE LA CONCIENCIA

33. R. W. White EL YO Y LA REALIDAD EN LA TEORIA PSICOANALlTICA

14. C. G. Jung ARQUETIPOS E INCONSCIENTE COLECTIVO

34. M. Tractenberg LA CIRCUNCiSION Un estudio psicoanalítico sobre las mutilaciones genitales

15. O. Rank EL TRAUMA DEL NACIMIENTO 16. C. G. Jung FORMACIONES DE LO INSCONSCIENTE

35. W. Reich LA FUNCION DEL ORGAS MO

17. H. Racker ESTUDIOS SOBRE TECNICA PSICOANALlTICA

36. J. Bleger SIMBiOSIS y AMB IGüEDAD

18. A. Garma PSICOANALlSIS DEL ARTE ORNAMENTAL

37. J. Sandler, Ch. Dare y A. Holde r EL PACIENTE Y EL ANALISTA

19. L. Grlnberg CULPA y DEPRESION Estudio psicoanalitico

38. M. Abadi y otros LA FASCINACION DE LA MUE RTE Panorama, dinamismo y prevención del suicidio

20. A. Garma PSICOANALlSIS DE LOS SUEÑOS

39. Sandor Rada PSICOANALlSIS DE LA CONDUCT A

21. O. Fenichel TEORIA PSICOANALlTICA DE LAS NEUROSIS

40 . Anna Freud NORMALIDAD Y PATOLOGIA EN LA NIÑEZ

Volumen

40

ANNA FREUD

NORMALIDAD Y PATOLOGIA ,

EN LA NIÑEZ Evaluación del desarrollo Vers:ión castellana de Humberto Nágera

EDITORIAL PAIDOS

Buenos Aires

·

,

Título del original inglés: NORMALITY AND PATHOLOGY IN CHILDHOOD Assessments of Development Copyright 1965 , by Internatíonal Universities Press , lnc. © 1971 by Arma Freud

Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 1;¡' edición, 1973

La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema "Multígraph", mimeógrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.

© Copyright de todas las ediciones en castellano by EDITORIAL PAIDOS S.A.I.C.F. Defensa 599, 3er. piso

Buenos Aires

INDICE

Reconocimientos,

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Nota del traductor,

10

1. El criterio psicoanalítico de la infancia: en el pasado y el presente, 11 Las reconstrucciones en los análisis de los adultos y sus aplicaciones, 11 El advenimiento del análisis de niños y sus consecuencias,

15 La observación directa al servicio de la psicología psicoanalítica del niño, 16 Ir. Las relaciones entre el análisis de niños y el de adultos, 27 Los principios terapéuticos, 27 Las tendencias curativas, 28 Técnica, 29 La dependencia infantil como un factor en el análisis de adultos y niños, 40 El equilibrio entre las fuerzas internas y externas observado por el analista de niños y por el de adultos, 44

lIT La evaluación de la normalidad en la niñez, 49 El descubrimiento temprano de los agentes patógenos: prevención y pronóstico, 49 La traslación de los hechos externos a las experiencias internas, 50 Cuatro campos diferentes entre el niño y el adulto, 52 El concepto de las líneas del desarrollo, 54 La regresión como un principio del desarrollo normal, 76 IV. Evaluación de la patología. Parte 1. Algunas consideraciones generales, 89 La evaluación descriptiva y la evaluación metapsicológica,

90

Terminología estática y terminología evolucionista, 93 Criterios para evaluar la severidad de la enfermedad, 96 La evaluación basada en el desarrollo y su significación, 100 La evaluación por medio del tipo de ansiedad y de conflicto, 105 La evaluación por medio de características generales, 107 Un perfil metapsicológico del niño, 110 V. Evaluación de la patología. Parte II. Algunos preestadios infantiles de la psicopatología adulta, 119 Las neurosis infantiles, 119 Los trastornos del desarrollo, 123 Asocialidad, delincuencia y criminalidad como categorías diagnósticas en la niñez, 131 La homosexualidad como una categoría diagnóstica en los trastornos de la infancia, 145 Otras perversiones y adicciones como categorías diagnósticas en la infancia, 155 VI. Las posibilidades terapéuticas, 167 La terapia psicoanalítica clásica para adultos: su extensión y definición, 168 La terapia psicoanalítica para niños: su fundamento, 170 Conclusiones, 181 BIBLIOGRAFÍA, 183

RECONOCIMIENTOS

Puesto que la mayor parte de este libro está basada en las experiencias clínicas obtenidas en los distintos departamentos de la Hampstead Child-Therapy Clinic, tengo una enorme deuda de gratitud con la señorita Helen Ross, la doctora Muriel Gardiner y el doctor K. R. Eissler por haber establecido, ordenado y ayudado incansablemente a esta organización y con la Field Foundation, la Foundations Fund for Research in Psychiatry, el Freud Centenary Fund, la Grant Foundation, el Flora Haas Estate, la Newland Foundation, la Old Dominion Foundation, el William Rosenwald Family Fund y la Taconic Foundation, por el generoso apoyo que han brindado a lo largo de muchos años. Tengo una deuda similar con los analistas y terapeutas de niños de la Clínica por haber puesto a mi disposición el material de análisis obtenido de sus pequeños pacientes. Una sección del libro, "Un perfil metapsicológico del niño" (que figura en el capítulo 4) fue presentada a la consideración del National Institute for Mental Health en Washington, en 1961, como base posible para futuros estudios en la Hampstead Clinic y tal investigación, bajo el título de "Evaluación de la patología infantil" ha sido subvencionada desde entonces por el Public Health Service Grant N9 M-5683, MH (1, 2, 3). Otras secciones, compiladas y completadas para servir a este proyecto, son: "El concepto de las líneas del desarrollo" (capítulo 3) y "Asocialidad, delincuencia y criminalidad como categorías diagnósticas en la niñez" (capítulo 5). Las secciones "La evaluación de los trastornos de la niñez" y "El concepto de las líneas del desarrollo" aparecieron como comunicaciones preliminares en The Psychoanalytic Study of the Child, volúmenes XVII y XVIII, mientras que "La regresión como un principio del desarrollo mental" fue publicada en el Bulletin of the Menninger Clinic, vol. XXVII. · A. F.

Nota del Traductor

He aceptado la responsabilidad de traducir este libro de Anna Freud, como un modesto homenaje de admiración y gratitud a su persona, de quien he tenido la fortuna de ser discípulo y colaborador ya por varios años, en la Hampstead ChildTherapy Clinic and Course (Londres) que ella dirige. Es por esto que tengo la esperanza de que la traducción castellana haga justicia a la edición original inglesa de esta importante contribución al psicoanálisis en general y más especialmente al psicoanálisis de niños. Me resta sólo decir que en el caso de un número limitado de términos he encontrado ciertas dificultades en la traducción por no existir equivalentes en español, tal como sucede, por ejemplo, con el término inglés "toddler". En el caso del término "cathexis", que es usualmente traducido como "carga", he decidido introducir el término "catexis" como una corrupción del inglés, dado que "carga" resulta una traducción insatisfactoria en muchos contextos. En cuanto a las citas de Sigmund Freud que aparecen en la obra, he utilizado la edición española de sus Obras Completo», traducida por Ballesteros. Citas de otros autores las he traducido directa y libremente del inglés. HUMBERTo NÁGERA

I EL CRITERIO PSICOANALITICO DE LA INFANCIA: EN EL PASADO Y EL PRESENTE LAS RECONSTRUCCIONES EN LOS ANALISIS DE LOS ADULTOS Y SUS APLICACIONES

Desde el comienzo del psicoanálisis, cuando se determinó que los "histéricos padecen principalmente por causa de sus recuerdos", * los analistas han manifestado más interés en el pasado de sus pacientes que en sus experiencias presentes, y más aún en las etapas de crecimiento y desarrollo que en aquélla de la madurez. Esta preocupación por las primeras experiencias de la vida hizo pensar que se convertirían en expertos especialistas en problemas de la niñez, aun cuando se ocuparan solamente del tratamiento de adultos. Sus conocimientos de los procesos de la evolución mental y su comprensión de la interacción entre las fuerzas externas e internas que forman la personalidad del individuo, permitían suponer que estarían capacitados automáticamente para entender en todos aquellos casos en que se dudara del normal funcionamiento de -Ia estabilidad emocional del niño. En lo que respecta a la primera etapa del psicoanálisis, un examen de la bibliografía demuestra que muy poco se hizo, concretamente, para confirmar estas esperanzas. En aquella época, los esfuerzos se dedicaron totalmente a la búsqueda de información y a perfeccionar la técnica que ponía al descubierto nuevos hechos, tales como la secuencia de las fases del desarrollo de la libido (oral, anal, fálica), el complejo de

* Véase Breuer y Freud, "On the Psychical Mechanism of Hysterical Phenomena: Preliminary Communication" (1893). Standard Edition, vol. Ir, pág. 7. 11

Edipo y el de castración, la amnesia infantil, etcétera. Puesto que estos importantes descubrimientos tuvieron origen en deducciones efectuadas en el análisis de adultos, el método de "reconstruir" los acontecimientos de la infancia se estimaba suficiente, y era empleado coherentemente para obtener los datos que constituyen el núcleo de la psicología psicoanalítica del niño en el momento presente. Por otra parte, después de una o dos décadas de ese trabajo, algunos analistas se aventuraron más allá de la obtención de datos y comenzaron a aplicar el nuevo conocimiento al campo de la crianza del niño. La tentación de realizar esta experiencia resultaba casi irresistible. Los análisis terapéuticos de adultos neuróticos no dejaban ninguna duda sobre la influencia negativa de muchas de las actitudes de los padres y del ambiente, y de acciones tales como la falta de fidelidad en materia sexual, los niveles de exigencias morales excesivamente altos, irrealistas, la severidad o indulgencia extremas, las frustraciones, los castigos o la conducta seductora. Parecía posible extirpar algunas de estas amenazas de la siguiente generación de niños mediante la educación de los padres y la modificación de las condiciones de crianza, y planear, por lo tanto, lo que se llamó "educación psicoanalítica" que serviría para prevenir la neurosis. Los intentos por alcanzar este objetivo han continuado hasta ahora, a pesar de que algunas veces sus resultados fueron confusos y difíciles. Cuando los observamos retrospectivamente después de un período de más de 40 años, los consideramos como una larga serie de ensayos y errores. Mucha de la incertidumbre que acompañaba estos experimentos resultaba inevitable. En aquella época no era posible tener un profundo insight de toda la complicada red de impulsos, afectos, relaciones objetales, aparatos del yo, con sus funciones y defensas, internalizaciones e ideales, con las interdependencias recíprocas entre el ello y el yo y las deficiencias resultantes del desarrollo, las regresiones, las angustias, formaciones de compromiso y las distorsiones del carácter. El caudal de conocimientos psicoanalíticos fue en aumento gradual al sumarse cada pequeño descubrimiento al efectuado anteriormente. La aplicación de los conocimientos pertinentes a los problemas de crianza y a la prevención de las enfermedades mentales tuvo que efectuarse también paso a paso, siempre siguiendo atenta y lentamente el trabajoso camino. A medida que se realizaban nuevos descubrimientos de los agentes patógenos en la labor clínica, o se arribaba a ellos mediante cambios e innovaciones en el pensamiento teórico, eran convertidos en consejos y preceptos para padres y educadores, y llegaban a formar una parte integrante de los conceptos psicoanalíticos para la crianza. La secuencia de estas extrapolaciones es ahora bien co-

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nocida. Así, en la época en que el psicoanálisis puso gran énfasis en la influencia seductora que ejercía el compartir el lecho de los padres y en las consecuencias traumáticas de presenciar las relaciones sexuales entre ellos, se les aconsejó que evitaran la intimidad física con sus hijos y también realizar el acto sexual en presencia aun de los más pequeños. Cuando se comprobó en el análisis de adultos que vedar el acceso a la información sexual era responsable de muchas inhibiciones intelectuales, se aconsejó brindar una completa información sexual desde una edad temprana. Cuando al buscar la causa de los síntomas histéricos, la frigidez, la impotencia, etcétera, se los vinculó con las prohibiciones y las consiguientes represiones del sexo en la niñez, la educación basada en el psicoanálisis incluyó en su programa una actitud permisiva y benévola en relación con las manifestaciones de sexualidad pregenital infantil. Cuando la nueva teoría de los instintos definió que también la agresión es un instinto básico, se aconsejó que la tolerancia se extendiera a las tempranas manifestaciones de violenta hostilidad del niño, a los deseos agresivos y de muerte manifestados contra padres y hermanos, etcétera. Cuando se reconoció que la ansiedad jugaba un papel primordial en la formación sintomática, se hicieron todos los esfuerzos posibles para tratar de disminuir el temor de los hijos frente a la autoridad de los padres. Cuando se demostró que al sentimiento de culpabilidad correspondía un determinado grado de tensión de las estructuras internas, la respuesta fue una eliminación de todas aquellas medidas educacionales que conducían a la formación de un superyó severo. Cuando el nuevo punto de vista estructural de la personalidad responsabilizó al yo del mantenimiento del equilibrio interno, se destacó la necesidad de propiciar en el niño el desarrollo de fuerzas en el yo lo suficientemente intensas como para resistir las presiones de los instintos. Finalmente, en la época actual, cuando las investigaciones analíticas se dirigen hacia los acontecimientos iniciales del primer año de vida destacando su importancia, estos insights específicos son traducidos en nuevas y, en algunos aspectos, revolucionarias técnicas para el cuidado de los niños. Este lento y elaborado proceso hizo que la educación psicoanalítica careciese de sistematización. Más aún, sus preceptos cambiaban de dirección continuamente enfatizando en un principio la libre expresión de los instintos, más tarde la fortaleza del yo, para luego insistir nuevamente en la normalidad de las relaciones libidinales. En esta incesante búsqueda de los agentes patógenos y de las medidas preventivas, siempre parecía que el último descubrimiento analítico prometía una mejor y definitiva solución de los problemas. . De los consejos dados a los padres durante todos estos años,

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unos eran coherentes entre sí; otros resultaban contradictorios y mutuamente excluyentes y algunos de ellos demostraron ser mucho más beneficiosos de lo esperado. Así por ejemplo, la educación psicoanalítica cuenta entre sus éxitos la mayor comunicación y confianza entre padres e hijos, a las cuales se llegó gracias a la que la educación sexual se había iniciado con mayor honestidad. Otra victoria se obtuvo respecto de la terquedad y el negativismo de los primeros años que desaparecieron casi completamente tan pronto como fueron reconocidos los problemas de la fase anal, y el control de los esfínteres comenzó a plantearse no tan precozmente ni con tanto rigor como en épocas anteriores. También ciertos trastornos relacionados con la alimentación infantil dejaron de existir después que los problemas alimentarios y del destete fueron modificados para adecuarlos más apropiadamente con las necesidades orales. Asimismo, al quedar atenuados los conflictos en relación con la masturbación, la succión de los dedos y otras actividades autoeróticas, fueron resueltas algunas perturbaciones del sueño (por ejemplo, las dificultades para conciliarlo). Por otra parte, no faltaron desilusiones y sorpresas. Fue algo inesperado comprobar que hasta las informaciones sexuales mejor planteadas y formuladas con las palabras más simples no eran inmediatamente aceptadas por los niños, y que se aferraban persistentemente a lo que tuvimos que reconocer como sus propias teorías sexuales, en las cuales se traduce la genitalidad adulta en los términos adecuados de oralidad, analidad, violencia y mutilación. Igualmente inesperado resultó el hecho de que la desaparición de los conflictos acerca de la masturbación tenían, además de sus consecuencias beneficiosas, algunos efectos colaterales indeseables en la formación del carácter, al eliminar problemas que, a pesar de 'sus aspectos patógenos, servían también como campo de entrenamiento moral (Lamplde Groot, 1950). Sobre todo, librar al niño de la ansiedad resultó una tarea imposible. Los padres dieron 10 mejor de sí mismos tratando de disminuir el temor que inspiraban a los hijos, para encontrarse con que lo que estaban logrando era aumentar los sentimientos de culpabilidad de éstos, es decir, el miedo exagerado del niño en relación con su propia conciencia. Por otra parte, cuando se atenuaba la severidad del superyó, se producía en los niños la más profunda de todas las ansiedades, es decir, la ansiedad de los seres humanos que se sienten sin protección frente a la presión de sus instintos. Resumiendo: a pesar de numerosos avances .parcíales, la educación psicoanalítica no logró convertirse en el instrumento profiláctico que todos esperábamos. Es cierto que los niños que crecieron bajo su influencia son en muchos aspectos diferentes de las generaciones anteriores, pero no están más libres de ansiedad o de conflicto, y por consiguiente no menos ex-

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puestos a sufrir de trastornos neuróticos u otras formas de enfermedades mentales. En realidad, esto no hubiera debido sorprendernos si no fuese que en algunos autores el optimismo y el entusiasmo por el trabajo profiláctico predominó sobre la aplicación estricta de los principios psicoanalíticos. De acuerdo con estos últimos, no existe la posibilidad de la "prevención de la neurosis". La división misma de la personalidad en ello, yo y superyó se nos presenta con una estructura psíquica en la cual cada parte tiene sus derivaciones, sus alianzas, sus fines y su modo de funcionamiento específicos. Por definición, las distintas fuerzas psíquicas se encuentran en conflicto entre sí, lo cual da lugar a los desajustes internos que se manifiestan en nuestra mente consciente como conflictos mentales. Estos últimos existen, por consiguiente, donde quiera que el desarrollo de la estructura de la personalidad alcanza un cierto grado de complejidad. Naturalmente que hay casos en que "la educación psicoanalítica" ayuda al niño a encontrar soluciones adecuadas que contribuyen a su salud mental; pero también existen muchos otros en los que los desajustes internos no pueden prevenirse, convirtiéndose luego en el punto de partida de distintas manifestaciones de desarrollo patológico. EL ADVENIMIENTO DEL ANALISIS DE NIÑOS Y SUS CONSECUENCIAS



Algunas dudas e incertidumbres que imperaban en este campo se desvanecieron mediante la aplicación del psicoanálisis de niños, que de esta manera se acercó así un poco más al ideal fijado desde su comienzo: un servicio de especialistas en niños. Con la ·aparición del psicoanálisis infantil surgió una fuente complementaria de material para el desarrollo de una psicología psicoanalítica de la niñez y para la integración de los dos tipos de información, directa y reconstruida, que convirtió así a esta disciplina en una tarea sumamente provechosa: al mismo tiempo que la reconstrucción de los sucesos' de la infancia a través del análisis de los adultos conservaba su lugar, se añadieron las reconstrucciones de los análisis de los niños mayores y los hallazgos de los análisis de los niños en edades más tiernas. Pero el análisis de niños aportó mucho más. Además de estudiar las "interacciones entre el ambiente concreto del niño y el desarrollo de sus capacidades", facilitó el estudio "de una gran cantidad de información de carácter íntimo concerniente a la vida del niño", de manera tal que "las fantasías de éste así como sus experiencias diarias se hicieron accesibles a la observación". No todos .est os datos eran exclusivos; algunos eran ya familiares a los educadores y observadores analítica15

mente orientados, pero la entrevista analítica con los mnos y el uso adecuado de la información por el especialista proveyeron el contexto en el que las ensoñaciones y los temores nocturnos, los juegos y otras creaciones expresivas del niño se hicieron comprensibles en su exacta posición dentro del devenir de su experiencia diaria en el hogar y en la escuela, y fueron definidos en una forma mucho más concreta que nunca.' Afortunadamente, en el análisis del niño pequeño, los complejos infantiles y las perturbaciones que éstos crean en sus mentes son todavía accesibles a la observación directa y no alejados de la mente consciente por obra de la amnesia o de la distorsión debida a recuerdos encubridores. El ajustado y prolongado estudio de la niñez basado en el análisis de niños le ofrece al especialista analítico un criterio sobre el desarrollo de la personalidad, que difiere sutilmente del de los colegas que conocen al niño sólo a través del análisis de adultos. Los analistas de niños, por consiguiente, no solamente ofrecen confirmaciones de ciertas proposiciones analíticas, como se esperaba que hicieran desde el principio, sino que también ayudan a decidir en aquellos casos en que "se han propuesto hipótesis alternativas por los métodos reconstructivos"; 2 y pueden intentar cambiar, con éxito, el énfasis puesto erróneamente en determinadas cuestiones y en corregir ciertos puntos de vista (véase A. Freud, 1951). Además, como espero demostrarlo posteriormente, el analista hace su propia contribución a la metapsicología y a la teoría de la terapia psicoanalítica.

LA OBSERVACION DIRECTA AL SERVICIO DE LA PSICOLOGIA PSICOANALITICA DEL NIÑO En sus escritos teóricos, los analistas tardaron cierto tiempo para llegar a la conclusión de que la psicología psicoanalítica (y especialmente la psicología psicoanalítica del niño) "no está limitada a lo que puede descubrirse mediante el empleo del método psicoanalítico" (Heinz Hartmann, 1950 a). No fue así en el terreno práctico. Inmediatamente después de la publicación de los Tres ensayos sobre una teoría sexual (S. Freud, 1905), la primera generación de analistas comenzó a hacer observaciones e informar sobre la conducta de sus pacientes en relación con detalles tales como la sexualidad infantil, el complejo de castración y el de Edipo. Algunos maestros y asistentes sociales (maestros jardineros, maestros de primaria y 1 Estas referencias provienen de Ernst Kris (1950, pág. 28); véase también Ernst Kris (1951). 2 Ernst Kris (1950), refiriéndose a un trabajo de Robert Waelder (1936) .

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encargados de delincuentes y criminales juveniles) trabajaban en este sentido en las décadas de 1920 y 1930, mucho antes de que estos estudios llegaran a abordarse en forma sistemática, tal como aconteció después de la Segunda Guerra Mundial." No obstante, en lo referente a la observación fuera de la situación psicoanalítica, el analista que está acostumbrado a trabajar con material reprimido e inconsciente tiene que sobreponerse a ciertas dudas antes de desplazar su interés hacia la conducta manifiesta. En este sentido, puede resultar útil el recordar de qué manera se han desarrollado a través de los años las relaciones entre el psicoanálisis y la observación directa.' El interrogante de si la observación directa superficial de la mente puede penetrar dentro de la estructura, funcionamiento y contenido de la personalidad, ha sido contestado en diferentes épocas de distintas maneras, pero de modo cada vez más positivo, especialmente en cuanto concierne al insight de la evolución del niño. Aunque no puede rastrearse una secuencia histórica clara, existen numerosos aspectos y factores que de modo consecutivo o simultáneo han sido importantes a este respecto.

La exclusiva concentración del analista en las motivaciones inconscientes ocultas En los inicios del trabajo psicoanalítico y antes de la aplicación del análisis de niños, existía una fuerte tendencia a mantener el carácter negativo y hostil de las relaciones entre el análisis y las observaciones superficiales directas. Era aquélla la época del descubrimiento del inconsciente y del desarrollo gradual del método psicoanalítico, factores ambos que se encontraban íntimamente ligados entre sí. La tarea de los pioneros analíticos consistía más en remarcar la diferencia entre la conducta observable y 10s impulsos ocultos que en señalar las similitudes, y lo que es aun más importante, en confirmar, ante todo, la existencia de esas motivaciones inconscientes ocultas. Todavía más, este trabajo debía llevarse a cabo a pesar de la oposición de un público que se negaba a aceptar la existencia de un inconsciente al cual la conciencia no tiene libre acceso, o la posibilidad de que ciertos factores pueden influir en la mente sin que estén expuestos a la observación. Los legos tendían a confundir las trabajosas interpretaciones del material que ocurren durante el proceso analítico con una supuesta cas Véase Bernfe1d, Aichhorn, Atice Balint, A. Freud, así como las numerosas publicaciones en el Zeítschríft für psychoanalytísche Piidagogik. Viena, Internationa1er Psychoana1ytischer Verlag, 1927-1937. 4 Véase también Heinz Hartmann (1950 a).

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pacidad sobrenatural para descubrir los más recónditos secretos de un desconocido por medio de una simple mirada, creencia en la que persistían a pesar de todas las aseveraciones en sentido contrario. El analista depende de su laborioso y lento método de observación, y sin él no irá más allá que un bacteriólogo que, privado de su microscopio, pretende ver los bacilos a simple vista. Los psiquiatras clínicos olvidaban un poco las diferenciaciones, por ejemplo, entre la manifiesta violación sexual de una niña por su padre psicótico y las tendencias inconscientes latentes del complejo de Edipo, al referirse al primero y no al segundo como un "hecho freudiano". En un recordado caso críminal," un juez llegó a utilizar la ubicuidad de los deseos de muerte de los hijos en contra de sus padres como parte de la acusación, sin tener en cuenta la existencia de las alteraciones mentales que pueden convertir los impulsos inconscientes y reprimidos en una intención consciente y descargarse en acción. Los psicólogos académicos por su parte trataron de v erifi car o negar la validez del complejo de Edipo por medio de investigaciones y cuestionarios, es decir, utilizando métodos que por su misma naturaleza son incapaces de franquear las barreras que median entre el consciente y el inconsciente y de llegar así a descubrir en los adultos el sedimento de la represión de los impulsos emocionales de la infancia. Tampoco se hallaba la nueva generación de analistas de ese período totalmente exenta de la tendencia a confundir el contenido del inconsciente con sus derivados manifiestos. Por ejemplo, en los cursos sobre la interpretación de los sueños una de las tareas más difíciles para los profesores, que persistió durante años, fue demostrar la diferencia entre el contenido latente y el manifiesto de un sueño; que el deseo inconsciente no aparece en el contenido manifiesto sin antes disfrazarse mediante una elaboración onírica, y que el contenido consciente es representativo del contenido oculto solamente de manera indirecta. Aun más; en su ansiedad por traspasar los límites de lo consciente y de cubrir el espacio existente entre la superficie y lo profundo, muchos analistas trataron de descubrir, por medio del estudio de las manifestaciones superficiales, a los que experimentan impulsos inconscientes específicos, o fantasías incestuosas o sadomasoquistas, angustia de castración, deseos de muerte, etc., intento que en aquella época no era factible y por consiguiente originaba conclusiones erróneas. No es sorprendente, entonces, que en estas condiciones todos los estudiantes de psicoanálisis fueran aconsejados en contra del método de observación superficial, enseñándoseles a no eludir el proceso de desenvolvimiento de las represiones del paciente y a desintere(; El caso Halsmann. 'véase S. Freud (1931).

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sarse de métodos que solamente podían constituir una amenaza contra la tarea principal del profesional, consistente en perfeccionar la técnica analítica. ,

Los derivados del inconsciente como material para la observación

Con el transcurso del tiempo, el aporte de nuevos descubrimientos y factores importantes contribuyó a modificar la firme actitud que existía hacia la observación superficial. Después de todo, lo que el analista explora con el propósito de intervenir terapéuticamente no es el inconsciente mismo sino sus derivados. El medio analítico contiene, por supuesto, los elementos necesarios que incitan y favorecen a la producción de estos derivados mediante el completo relajamiento al que el paciente se somete; 'la suspensión de sus facultades críticas que posibilitan las asociaciones libres; la eliminación del movimiento, que permite verbalizar aun los impulsos más peligrosos sin ningún riesgo; el ofrecimiento del analista para recibir la transferencia de sus experiencias, etcétera. A pesar de que con estas disposiciones técnicas los derivados del inconsciente aparecen en mayor número 'Y se manifiestan con una secuencia más ordenada, las eclosiones del inconsciente profundo y las incursiones en el consciente no ocurren sólo durante las sesiones analíticas. En cuanto el analista se apercibe de esta presencia constante, opta por incluirlas también como "material". En los adultos, encontramos los lapsus verbales, los actos fallidos y sintomáticos que revelan impulsos preconscientes o inconscientes; los símbolos oníricos y los sueños típicos cuyo contenido oculto se puede develar sin necesidad de laboriosas interpretaciones. En los niños, más fácilmente aún, encontramos los simples sueños de realización que revelan los deseos subyacentes; también las ensoñaciones conscientes, que nos informan con muy poca distorsión sobre su desarrollo libidinal. Las fantasías heroicas o de rescate constituyen ejemplos que demuestran que el niño ha alcanzado la cumbre de sus impulsos masculinos; el romance familiar y las fantasías que lo acompañan (Dorothy Burlingham, 1952) que caracterizan el proceso de desilusión del niño con respecto a sus padres, en el período de latencia; las fantasías de recibir castigos físicos que evidencian la fijación sadomasoquista de la fase anal en la sexualidad infantil. Siempre existieron analistas dispuestos más que otros a utilizar estos signos tal como se manifiestan para arribar al contenido inconsciente. Incidentalmente esto los puede limitar como terapeutas, ya que la facilidad con que interpretan tales indicadores suele tentarlos a continuar su tratamiento sin una colaboración total del paciente y a tomar atajos hacia el íncons19

ciente ignorando las resistencias; en definitiva, aplicando un procedimiento que se opone a la mejor tradición del psicoanálisis. Pero esta intuición para lo inconsciente -que puede convertir a un buen analista en un analista "descabellado"- es el atributo más útil del observador analítico quien, por su medio, puede utilizar manifestaciones superficiales, áridas y sin interés como material significativo. Los mecanismos de defensa com o m aterial de obser vación La imagen que manifiestan los niños y los adultos se hace aun más transparente para el analista cuando extiende su atención desde el contenido del inconsciente y sus derivados (impulsos, fantasías, imágenes, etcétera) hacia los métodos empleados por el yo para mantenerlos alejados de la conciencia. Aunque estos mecanismos son automáticos y no conscientes en sí mismos, los resultados que producen son manifiestos y fácilmente individualizados por el observador. Por supuesto, si la represi:ón es el mecanismo de defensa del yo escudriñado, nada puede observarse en la superficie excepto la ausencia de aquellas tendencias que, de acuerdo con la concepción de normalidad del analista, serían ingredientes necesarios de la personalidad. Cuando, por ejemplo, los padres describen a su pequeña hij a como "cariñosa, resignada, dócil",e1 analista observará la notoria ausencia de las exigencias, avaricias y agresiones propias de la niñez. En donde los progenitores remarcan el "cariño hacia los bebés" de sus hijos mayores, el analista deberá investigar el destino de los celos ausentes. Cuando un niño es descripto apropiadamente por los padres como "falto de curiosidad y desinterés en cuestiones tales como las diferencias de los sexos, el origen de los bebés, la relación entre los padres", resulta obvio que una batalla interna ha tenido lugar con el resultado, entre otros, de la extinciónen la mente consciente de una normal curiosidad sexual. Afortunadamente, existen otros mecanismos de defensa que posibilitan lograr al observador resultados más sustanciales. Entre ellos se encuentran en primer término las denominadas formaciones reactivas que, por definición, atraen la atención del observador a la contraparte reprimida de aquello que se exhibe de manera manifiesta. La excesiva preocupación de un niño pequeño "porque su padre tiene que ausentarse por la noche, cuando hay neblina", etcétera, es una clara indicación de la existencia de reprimidos deseos de muerte; como lo es también su ansiosa vigilia nocturna escuchando la respiración de los hermanos que quizá "puedan morir inadvertidamente mientras duermen". Cualidades tales como vergüenza, disgusto y compasión sabemos que el niño llega a adquirirlas como re-

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sultado de luchas internas contra el exhibicionismo, el placer en la suciedad y la crueldad; la aparición de éstas en la superficie son, por consiguiente, un valioso indicador para diagnosticar el destino de estos componentes de los impulsos instintivos; De modo similar, las sublimaciones pueden interpretarse con facilidad en los significativos impulsos primitivos de los que son desplazadas. Las proyecciones en los niños pequeños demuestran su sensibilidad frente a una no deseada multitud de cualidades, actitudes, etcétera. Educados en la experiencia que adquirieron dentro de su profesión, los analistas se manifiestan cada vez más atentos a la aparición de ciertas particulares combinaciones de actitudes; es decir, de determinados tipos de personalidad que pueden ser identificados mediante la observación directa y de los que se pueden extraer valiosas deducciones. Estos cauces hacia la comprensión se abrieron paso a través del insight obtenido sobre las raíces genéticas del carácter obsesivo, en donde la manifestación de la tendencia al orden, a la limpieza, a la obstinación, a la puntualidad, a la parsimonia, a la indecisión, al atesorar, al coleccionar, etcétera, pone al descubierto las tendencias sádico-anales inconscientes, de las que derivan las inclinaciones anteriormente nombradas. No había razón para suponer que este particular aspecto, el primero que fue estudiado, sería el único ente comunicante entre la superficie y lo profundo. Pero era razonable esperar "que también otras cualidades del carácter se nos muestran como residuos o productos reactivos de determinadas formaciones pregenitales de la libido" (S. Freud, 1932, vol. Il). En efecto, desde la época en que se escribió el pasaje arriba citado, muchas de estas expectativas fueron confirmadas, sobre todo las pertenecientes a tipos de carácter oral y uretral, y especialmente aquéllas relacionadas con los niños. Si un pequeño exhibe fallas tales como insaciabilidad, voracidad, avidez, apegamiento, es exigente y egoísta en SUS! relaciones objetales, desarrolla temores de ser envenenado, siente repulsa hacia ciertos alimentos, etc., resulta obvio que el punto crítico en su desarrollo y que amenaza a su progreso, es decir, su punto de fijación, yace en la fase oral. Si exhibe vehementes ambiciones asociadas con una conducta impulsiva, el punto de fijación debe ser localizado en la zona uretral. En todos estos casos, los lazos entre el contenido reprimido del ello y las estructuras manifiestas del yo son tan fijos e inmutables que una simple ojeada de la superficie es suficiente para permitir al analista llegar a conclusiones relacionadas con los hechos y actos presentes o pasados en los, de otro modo, ocultos repliegues de la mente. 21

Items de la conducta infantil como material para observación A través de los años surgió "una creciente concientización apreciativa sobre el valor que la función de los signos y de las señales de la conducta pueden tener para el observador" (Hartmann, 1950 a). Como un derivado del análisis infantil, muchas de las acciones y preocupaciones propias del niño se tornaron comprensibles, de tal manera que cuando se aprecian pueden descifrarse, de la contraparte inconsciente de la cual se derivaron, a su correcta interpretación. La claridad de las formaciones reactivas ha estimulado a los especialistas analíticos a coleccionar elementos complementarios que tienen iguales e inalterables relaciones fijas con impulsos específicos del ello y sus derivados. Tomando una vez más como punto de partida el hecho de que la tendencia al orden, a la exactitud, a la puntualidad, a la limpieza y la falta de agresividad son indicaciones manifiestas de pasados conflictos con las tendencias anales, es posible señalar indicadores de conflictos similares en la fase fálica. Estos son la timidez y la modestia, que representan formaciones reactivas y como tales son una reversión completa de las tendencias exhibicionistas previas; existe además una conducta descripta comúnmente como bufonada o payasada, que en los análisis se ha revelado como una distorsión del exhibicionismo fálico, con tendencia a lucir desplazada del aspecto positivo del individuo y hacia alguno de sus defectos. La exagerada masculinidad y la agresión ruidosa son sobrecompensaciones que delatan al temor subyacente de la castración. Las quejas de maltrato y discriminación representan una clara defensa contra los deseos y fantasías propias del carácter pasivo. Cuando el niño se queja de un excesivo aburrimiento, podemos estar seguros que ha reprimido enérgicamente las fantasías masturbatorias e incluso la masturbación misma. El estudio de la conducta infantil durante la enfermedad orgánica también permite arribar a conclusiones con respecto a su estado mental. Un niño enfermo puede tratar de buscar alivio en el medio o evadiéndose a través del sueño; uno u otro tipo de reacción delata algunos aspectos relacionados con el estado de su narcisismo mensurado con la intensidad de su interés y su relación con el mundo de los objetos. La sumisión pasiva a las órdenes del médico, aceptando las restricciones de la dieta, del movimiento, etc., que a menudo se atribuye erróneamente a una supuesta madurez, es la resultante del placer regresivo que se experimenta al ser cuidado y atendido mientras se permanece pasivo o bien es un sentimiento de culpa, o sea del significado que el niño le da a su enfermedad aceptándola como un castigo que sus actitudes previas han originado y que bien se merece. Cuando un niño enfermo se atiende impa22-

cientemente a sí mismo como un hipocondríaco, el hecho indica de modo palpable su sentimiento de que su madre no se interesa lo suficiente por él y de encontrarse insatisfecho con la protección y atención que se le brinda. La observación de las actividades infantiles típicas durante los juegos también permite recoger información en cuanto a su mundo interno. Las conocidas ocupaciones sublimadas de pintar, modelar y jugar con agua y arena señalan que el punto de fijación está ubicado hacia las zonas anal y uretral. El desarmado de los juguetes para tratar de ver lo que tienen adentro delata la curiosidad sexual. Es incluso significativa la manera en que el ,infante juega con sus trenes: sea que su mayor placer se derive de escenificar choques (como símbolo de las relaciones sexuales de los padres), o cuando se concentra preferentemente en la 'construcción de túneles y vías subterráneas (expresando de este modo su interés por el interior del cuerpo humano); sea que sus automóviles y ómnibus tienen que transportar grandes cargas (como un símbolo del embarazo de la madre), como cuando la velocidad y el funcionamiento adecuado son su mayor interés (símbolos de la eficiencia fálica). La posición favorita del niño en la cancha de fútbol indica sus particulares relaciones con los otros niños en el lenguaje simbólico del ataque, la defensa, la habilidad o incapacidad para competir, para desempeñarse con éxito, para adoptar un rol masculino, etc. La locura por los caballos de algunas niñas señala sus deseos autoeróticos primitivos (si su placer se encuentra circunscr ípto al movimiento rítmico sobre el caballo); a su identificación con la tarea protectora de la madre (si lo que disfruta especialmente es el atender al bienestar del caballo); a su envidia del pene (si se identifica con el grande y poderoso animal y 10 trata como si fuera una parte de su propio cuerpo) ; a sublimaciones fálicas (si su ambición consiste en dominar al caballo, en exhibir sus habilidades al montarlo, etcétera). La conducta de los niños con respecto a la comida revela mucho más al observador entrenado que una simple "fijación en la fase oral", con la que se relaciona comúnmente a la mayoría de los displaceres ante ciertos alimentos y en la cual el apetito exagerado hasta la gula es la manifestación que más obviamente la representa. Examinando en detalle la conducta infantil son notorios también otros elementos por igual de significativos. Sobre todo, dado que los desarreglos con respecto a la alimentación son trastornos del desarrollo 6 relacionados con fases particulares y con los niveles de desarrollo del ello y del yo, su observación y discriminación detallada llena a la perfección el cometido como señal indicadora de los desniveles de la conducta. 6

Véase el capítulo V.

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Aún quedan por analizar las manifestaciones dentro del área de la vestimenta, de la que se puede extraer valiosa orientación. Es bien sabido que el exhibicionismo puede trasladarse del cuerpo hacia las ropas, apareciendo superficialmente como una actitud vanidosa. Si está reprimida, la reacción es opuesta y se manifiesta como negligencia en el vestir. Una sensibilidad exagerada con respecto al material para vestimenta que es rígido y "pincha" indica un erotismo reprimido de la piel. En las niñas, el disgusto ante su anatomía se revela por la manera con que evitan las ropas femeninas, los volados, los adornos, o si no, como lo opuesto: un deseo excesivo por ropas ostentosas y caras. Esta multitud de actitudes, atributos y reacciones se manifiesta abiertamente en la vida diaria del niño, dentro del hogar, en la escuela o en todo lugar que el observador elija. Dado que cada uno de estos elementos se encuentra relacionado genéticamente con el derivado específico del impulso del cual se originaron, permiten la deducción de formulaciones directas partiendo desde la conducta del niño, en relación con los conflictos e intereses que juegan un papel central en la parte oculta de su mente. De hecho, existe tal cantidad de datos relacionados con la conducta que pueden utilizarse provechosamente, que los analistas de niños deben evitar la confusión que determinan. Por un lado este tipo de deducciones no son aptas para su empleo terapéutico o, para expresarlo con mayor claridad, son inútiles desde el punto de vista terapéutico. Fundamentar con ellas las interpretaciones simbólicas, equivaldría a ignorar las defensas del yo contrapuestas a los contenidos inconscientes; estosignifica incrementar las ansiedades del paciente y endurecer sus resistencias, para cometer en corto término el error técnico de omitir la interpretación analítica propiamente dicha. En segundo lugar, la extensión de este insight no debe sobrevalorarse. Al lado de elementos de conducta que nos resultan claros, existe una multitud de otras motivaciones que se derivan, no de una fuente específica e invariable, sino a veces de uno u otro impulso subyacente sin que estén relacionadas específicamente con ninguno de ellos. Por consiguiente, sin el análisis estas formas de conducta no son concluyentes. El yo bajo observación

Dentro de los campos estudiados y con el solo empleo de los métodos descriptos anteriormente, el observador directo se encuentra en notoria desventaja comparado con el analista, pero con la inclusión de la psicología del yo en la tarea psicoanalítica su situación mejora decisivamente. Por cuanto el yo 24

y el superyó son estructuras conscientes e inequívocas, la observación superficial se convierte en un instrumento de exploración idóneo que colabora en la investigación de lo profundo. No existe controversia alguna en cuanto al empleo de la observación directa, fuera de la sesión analítica, con respecto a la esfera libre de conflictos del yo, es decir, los distintos aparatos del yo para la percepción y recepción de estímulos. A pesar de que el resultado de sus funciones es de primordial importancia para la internalización, identificación y formación del superyó, por ejemplo, para procesos que son accesibles solamente durante el trabajo analítico, el observador externo puede medirlos, así como el nivel de maduración que han alcanzado. Aun más, en lo que respecta a las funciones del yo, el analista logra similares satisfacciones tanto por medio de la observación interna como externa de la condición analítica. Por ejemplo, el control del yo sobre las funciones motrices y el desarrollo del lenguaje por parte del niño, pueden evaluarse a través de la simple observación superficial. La memoria se mide por medio de tests en cuanto a su eficiencia y extensión, mientras que se requiere la investigación analítica para medir su dependencia del principio del placer (para recordar lo placentero y olvidar lo desagradable). La integridad o las deficiencias de esta prueba de la realidad se revelan en la conducta. La función de síntesis, por otra parte, no es aparente y su daño debe determinarse mediante el análisis, excepto en los casos de fallas graves y notorias. La observación directa o superficial y la exploración analítica o de profundidad se complementan también en relación con aspectos vitales como las distintas formas de funcionamiento mental. El descubrimiento de un proceso primario y secundario (el primero gobierna al mecanismo del sueño y la formación de síntomas y el segundo el pensamiento consciente y racional) se debe, por supuesto, a la investigación analítica. Pero una vez establecidos y descriptos, la diferencia entre ambos procesos puede determinarse rápidamente, por ejemplo mediante la observación extraanalítica de niños en su segundo año de vida, o de púberes y adolescentes con inclinaciones delictivas. En estas dos situaciones infantiles se pueden observar rápidas alternancias entre estos dos tipos de funcionamiento: en los períodos de calma mental la conducta es gobernada por los procesos secundarios, pero cuando algún impulso (de satisfacción sexual, de agresión, de posesión, etc.) se vuelve urgente, son los procesos primarios de funcionamiento quienes toman el control. Finalmente, existen campos donde la observación directa, en contraste con la exploración analítica, es el método de elección. Las limitaciones al análisis 7 están determinadas, en parte, 7

Véase también Heinz Hartmann (1950 a).

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por los medios de comunicación que se encuentran a dísposición del niño, y en parte por lo que hay de recuperable en la transferencia analítica adulta y que puede utilizarse para la reconstrucción de las experiencias infantiles. Aun más importante que ese enunciado es la carencia de un camino que conduzca desde el análisis hasta el período preverbal. En años recientes, la observación directa en esta área ha ampliado el conocimiento del analista con respecto a la relación madre-hijo y al impacto que las influencias ambientales producen en el niño durante su primer año de vida. Es necesario destacar que las variadas formas de la angustia inicial por la separación se detectaron por vez primera en los internados, casas cuna, hospitales, etc., y no en las sesiones analíticas. Estos insights hablan a favor del método de observación directa. Por otra parte, conviene recordar que los observadores no lograron ninguno de estos hallazgos sino después de haber sido entrenados analíticamente, y que hechos vitales, como la secuencia del desarrollo de la libido y los complejos infantiles, a pesar de sus derivados manifiestos, no fueron detectados por los partidarios de la observación directa antes de ser reconstruidos a través del trabajo analítico. También existen otras áreas, en donde la observación directa, los estudios longitudinales y el análisis de niños trabajan en estrecha colaboración. Puede obtenerse una mayor cantidad de información si los cuidadosos registros de la conducta en la época infantil se comparan posteriormente con los resultados de la observación analítica del antiguo bebé, ahora infante; o si el análisis del niño pequeño sirve como introducción para un estudio longitudinal detallado de la conducta manifiesta. Constituye otra ventaja el hecho de que en tales experimentos la aplicación de los dos métodos -el analítico en oposición al de la observación directa- sirve para determinar su necesaria evaluación,"

8 Véanse a este respecto los estudios realizados por Ernst y Marianne Kris en el Child Study Center, Yale University, E.U.A., y en la Hampstead Child-Therapy Clinic, Londres, Inglaterra.

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11 LAS RELACIONES ENTRE EL ANALISIS DE y EL DE ADULTOS

NI~OS

LOS PRINCIPIOS TERAPEUTICOS

Aunque las diferencias entre el análisis de niños 1 y el de adultos se hicieron notorias de manera gradual, los analistas de niños no se apresuraron a proclamar su independencia de los procedimientos técnicos clásicos. Por el contrario, la tendencia definida que se seguía, normalmente, consistía en enfatizar la similitud o cuasi-identidad de los dos procesos. Era casi una cuestión de prestigio para los analistas que también administraban tratamiento a los niños, sostener que los principios terapéuticos 2 eran idénticos a los que se utilizaban en el análisis de adultos. Referidos al análisis de niños, estos principios involucraban: 1. no hacer uso de autoridad y eliminar, en la medida de lo posible, la sugestión como un elemento del tratamiento; 2. descartar la abreaccíón como un instrumento terapéutico; 3. mantener la manipulación (manejo) de los pacientes en un nivel mínimo, es decir, interferir solamente en la vida del niño cuando existen influencias de naturaleza lesiva o potencialmente traumática (seductivas); 4. considerar como legítimos instrumentos del proceso te1 Todo lo que en esta obra expongo acerca del análisis de niños, se refiere solamente al método con el cual estoy relacionada y no a ninguna otra técnica, teoría o variedad derivada de aquél. 2 Véase Edward Bibring (1954).

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rapéutico al análisis de la resistencia y de la transferencia y a la interpretación del material inconsciente. Con la técnica del análisis de niños gobernada por estas consideraciones, los profesionales podían sentirse satisfechos de que no hubiera mejor definición para sus actos que la empleada en el análisis clásico: analizar las resistencias del yo antes que el contenido del ello, permitiendo el libre movimiento entre el ello y el yo de la labor de interpretación a m edida que se va obteniendo el material; accionar desde la superficie hacia lo profundo; ofrecerse como objeto de transferencia para la revivificación e interpretación de fantasías y actitudes inconscientes; analizar, en la medida de lo posible, los impulsos en estado de frustración, evitando así que sean actuados y satisfechos; esperar que disminuya la tensión no a través de una catarsis sino mediante el material que surge desde el nivel de funcionamiento de los procesos primarios hasta los procesos secundarios del pensamiento; en suma, vertiendo el contenido del ello en el contenido del yo. LAS TENDENCIAS CURATIVAS Aun si el análisis de niños fuera idéntico al de adultos en relación con los principios que regulan el manejo de la situación, ambos permanecen distintos en lo que concierne a otras condiciones terapéuticas básicas. De acuerdo con una feliz formulación de E. Bibring (1937), el psicoanálisis de adultos debe su buen resultado terapéutico a la liberación de ciertas fuerzas que normalmente están presentes dentro de la estructura de la personalidad y que actúan espontáneamente para lograr la curación. Estas "tendencias curativas", como las denomina ese autor, se activan bajo la influencia del tratamiento en beneficio del análisis, y están representadas por .las apetencias innatas del paciente, tendientes a completar su desarrollo, a obtener satisfacción de los impulsos y a repetir experiencias emocionales; por su preferencia hacia la normalidad; por su capacidad para asimilar e integrar experiencias y por proyectar en los objetos parte de su propia personalidad. Es precisamente en todos estos aspectos que los niños difieren de los adultos, y estas diferencias afectan necesariamente a las reacciones terapéuticas que experimentan los dos tipos tratados. El paciente neurótico adulto anhela aquella normalidad que le ofrece posibilidades de placer sexual y de éxitos profesionales, mientras que para el niño "la curación" no le causa placer ya que presupone adaptarse a una realidad desagradable, renunciar a una inmediata realización de sus deseos y a las gratificaciones secundarias. Las tendencias del adulto a

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repetir experiencias emocionales, que son importantes para el establecimiento de la transferencia, se complican en el niño por su marcado interés en experiencias nuevas y en nuevas relaciones objetales. Los procesos de asimilación e integración, de gran utilidad durante la fase de elaboración, son neutralizados en el niño por el énfasis puesto por la "adecuación del yo" sobre mecanismos opuestos tales como la negación, proyección, aislamiento y desdoblamiento del yo. La apetencia de gratificar el impulso -que explica las periódicas oleadas provenientes del ello y que es indispensable para la producción de material en general- es tan pronunciada en el niño que se convierte en un obstáculo y no en una ventaja, durante su análisis. En efecto, el psicoanálisis de niños recibiría poca ayuda por parte de las fuerzas curativas, si no fuera por una excepción que restaura el equilibrio. Por definición y debido a los procesos de maduración, la apetencia por completar el desarrollo es muchísimo más marcada durante la inmadurez que en ninguna otra etapa posterior de la vida. En el adulto neurótico, la libido y la agresión, simultáneamente con lascontracatexis oponentes, están atrapadas en su sintomatología; la energía instintiva nueva, tan pronto como se produce, es forzada en la misma dirección. Por el contrario, la incompleta personalidad del niño permanece en un estado de fluidez. Los síntomas que sirven para solucionar conflictos en un determinado nivel de desarrollo, resultan completamente inútiles en la fase siguiente y son abandonados. Las energías libidinal y agresiva están en continuo movimiento y más fácilmente dispuestas que en los adultos, a circular a través de los nuevos canales abiertos por la terapia analítica. Así, donde la patología no es demasiado severa, el analista de niños con frecuencia se pregunta, después de la satisfactoria terminación de un tratamiento, hasta qué punto la mejoría es el resultado de las medidas terapéuticas o en qué medida se debe a los procesos de maduración y a los progresos espontáneos del desarrollo. TECNICA Comparados con problemas tan esenciales, las discutidas diferencias técnicas entre el análisis de adultos y el de niños aparecen casi como de importancia secundaria. Es de esperarse que debido a su inmadurez, los niños no posean muchas de las cualidades y actitudes que en los adultos se consideran indispensables para emplear el tratamiento psicoanalítico: que carezcan de insight con respecto a sus anormalidades; que por consiguiente no experimenten el mismo deseo de curarse ni idéntico tipo de alianza terapéutica; que habitualmente su yo esté del lado de 'sus resistencias; que no decidan por sí mismos

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para miciar, continuar o completar el tratamiento; que su relación con el analista no sea exclusiva, sino que incluya a los padres, quienes deben sustituir o complementar el yo y superyó del niño en varios aspectos. Toda descripción del análisis de niños es aproximadamente sinónimo de los esfuerzos necesarios para vencer y neutralizar estas dificultades. La ausencia de asociaciones libres

Las características de la niñez anteriormente mencionadas, tan importantes como son, juegan un pequeño papel dentro de las diferencias existentes en la metodología del análisis de adultos con respecto al de niños, al compararlas con un factor esencial: la incapacidad o carencia de inclinación del niño para producir asociaciones libres. Los niños pueden relatar sueños y ensoñaciones al igual que los adultos, pero en ausencia de asociaciones libres falta la vía que conduzca con certeza desde el contenido manifiesto al latente. Pueden comunicarse verbalmente, después de hesitaciones iniciales, pero la carencia de asociaciones libres no les permite traspasar los confines de la mente consciente. Esta actitud irreconciliable hacia la asociación libre se encuentra en todos los niños, sea porque no confían lo suficiente en la fuerza de su yo como para permitir la su;presión de la censura, sea porque no confían del todo en los adultos como para ser completamente honestos con ellos. En mi opinión, no hemos encontrado a través de los años una solución para remediar este problema. Los juegos con juguetes, el dibujo, la pintura, la puesta en escena de juegos fantásticos y la actuación en la transferencia han sido aceptados en reemplazo de las asociaciones libres y, faute de mieux, los analistas de niños han tratado de convencerse de que constituyen sustitutos válidos. En realidad esto no es cierto. Una de las desventajas consiste en que algunos de estos sustitutos elaboran principalmente material simbólico, cuya interpretación introduce en el análisis de niños elementos de duda, de incertidumbre y de arbitrariedad. Otra desventaja consiste en que bajo la influencia de la presión del inconsciente el niño actúa en vez de verbalizar, lo que infortunadamente limita la situación analítica. Mientras que la libertad de asociación verbal es ilimitada siempre que esté restringida la motricidad, este principio no es válido cuando se producen ciertas acciones motrices dentro o fuera de la transferencia. Cuando el niño pone en peligro su propia seguridad o la del analista o causa daños importantes a la propiedad, o trata de seducir o forzar la seducción, el analista no puede evitar su interferencia, a pesar de su paciencia extrema y de sus mejores intenciones y aun cuando sabe que podría recoger mucho material de naturaleza 30

vital a través de esa conducta infantil. Las palabras, los pensamientos y las fantasías, al igual que los sueños, no influyen de manera directa en la vida real, pero no sucede lo mismo con las acciones. Tampoco ayudará prometer a los pequeños pacientes que podrán liberarse de todas las restricciones durante la sesión analítica y, para hablar con la licencia que se concede en el análisis de adultos, "que harán lo que quieran". El niño pronto convencerá al analista de que esa libertad no es factible y que no se puede mantener una promesa de ese tipo. Otra diferencia entre las dos técnicas surge por sí sola, diferencia a la cual no se le ha prestado mucha atención. Mientras que las asociaciones libres parecen liberar las fantasías sexuales, la libertad de acción -aun relativa- actúa de manera similar con respecto a las tendencias agresivas. Los niños fundamentalmente realizan el acting out en la transferencia y, por consiguiente, la agresión o el aspecto agresivo de sus tendencias pregenitales, que los lleva a agredir, golpear, patear, escupir y provocar al analista. Técnicamente esto crea dificultades, dado que una parte del valioso tiempo del tratamiento debe dedicarse a controlar la agresión desencadenada por la tolerancia analítica inicial. Teóricamente esta relación entre el acting out y la agresión puede originar una idea errónea acerca de la proporción entre la libido y la agresión infantiles. Es un hecho indiscutible, por supuesto, que este acting out que no es interpretado o cuya interpretación no se acepta, no resulta beneficioso. A pesar de que es una expresión infantil normal, no conduce a un insight o a cambios internos, aunque el criterio opuesto, remanente del período catártico del psicoanálisis, haya persistido en el análisis de niños en varios países, mucho tiempo después de haber sido abandonado en el análisis de adultos. Interpretación y verbalización

El criterio de que la tarea del analista para interpretar el material inconsciente es la misma en niños que en adultos necesita corregirse y aclararse aunque, obviamente, es cierto en un aspecto. También con los niños la finalidad del análisis consiste en ampliar el campo consciente sin lo cual no puede aumentarse el control del yo. Esta finalidad debe lograrse aun cuando la ausencia de asociación libre y la intensidad del acting out obstaculicen la técnica del análisis. La diferencia entre las dos técnicas no reside entonces en el objetivo, sino en el tipo de material que se debe interpretar. En los adultos, el material para analizar ha estado durante largos períodos bajo los efectos de la represión secundaria, es decir, que se deben derribar las defensas contra los derivados

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del ello, que se expulsaron de la conciencia en un determinado momento. Solamente entonces avanza hacia la interpretación de los elementos que se hallan bajo represión primaria, que son preverbales, que nunca han formado parte del yo organizado y que no pueden "recordarse" sino solamente revivirse dentro de la transferencia. Aunque este procedimiento es idéntico para niños mayores, difiere en los más pequeños en quienes la proporción entre los elementos del primero y segundo tipos, y también el orden de su aparición, se encuentra invertida. , El yo del niño pequeño es el responsable, durante su desarrollo, de dominar, por un lado, su orientación en el mundo exterior y por el otro, los estados emocionales caóticos que experimenta; y gana sus victorias y progresa a medida que comprende esas impresiones, las expresa en pensamientos y palabras, y las somete a procesos de tipo secundario. Los niños más pequeños concurren al tratamiento analítico con este desarrollo demorado o incompleto debido a razones variadas. En ellos, el proceso de interpretación propiamente dicho está unido a la verbalización de muchos impulsos de los que serían capaces de tomar conciencia como tales (por ejemplo, bajo la represión primaria) pero que no han podido alcanzar aún el estado yoico, la toma de conciencia ni la elaboración secundaria. Anny Katan :(1961) ha señalado la importancia de estas verbalizaciones en las etapas primarias del desarrollo e insiste en que la fecha de formación del superyó depende hasta cierto punto del período en que el pequeño adquiere la capacidad de sustituir los procesos secundarios del pensamiento por procesos primarios; que la verbalización es requisito preyio e indispensable para elaborar los procesos secundarios del pensamiento; que la verbalización de las percepciones del mundo exterior precede a la del contenido del ámbito interno, y que esto último a su vez determina la prueba de la realidad y el control del yo sobre los impulsos del ello. En efecto, el insight del papel que juega la verbalización en el desarrollo no es, en modo alguno, nuevo en las técnicas analíticas; S. Freud lo señala cuando dice: "el hombre que por primera vez lanzó una palabra de abuso a su enemigo en lugar de una lanza fue el fundador de la civilización" (1893, pág. 36) ,;, Mientras que la verbalización como parte de la interpretación de lo inconsciente reprimido pertenece al análisis de todas las edades, la verbalización en el sentido señalado más arriba juega un papel específico en el análisis de niños muy pequeños o con retraso, detención o deficiencias graves del desarrollo del yo.

* Traducción directa de la Standard Edition.

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Resistencias Con respecto a la resistencia, resultaron fallidas las esperanzas iniciales de que la tarea del analista sería fácil. El inconsciente del niño no probó estar menos estrictamente separado de lo consciente que el de los adultos. No se logra con más facilidad la oleada de derivados del ello hacia la superficie y hacia la sesión analítica. Por el contrario, las fuerzas que se oponen al análisis son quizá mayores en los niños que en los adultos. Las resistencias en el análisis de adultos se reconocen por lo general relacionadas con los procesos internos o acciones que las determinan. El yo resiste al análisis para proteger las defensas, sin las cuales el displacer, la ansiedad y el sentimiento de culpa tendrán que volver a enfrentarse. El superyó se opone a la licencia concedida por el análisis a pensamientos y fantasías que pueden amenazar su existencia. Los derivados de los impulsos dentro o fuera de la transferencia, aunque liberados por el proceso analítico, actúan como resistencias en contra si son presionados para descargarse a través dela acción en vez de controlarse una vez que han servido al propósito del insight. El ello mismo se resiste al cambio puesto que está unido al principio de la repetición. Los niños comparten estas legítimas resistencias con el adulto, algunas de ellas intensificadas, modificadas y exageradas, y agregan además las dificultades y obstáculos específicos de las situaciones interna y externa de un individuo en desarrollo. Se debe tener en cuenta: 1. Que el niño no recurre al análisis por propia voluntad ni suscribe el contrato con el analista, y por lo tanto tampoco se siente obligado a aceptar sus reglas. 2. Que el niño no formula criterios sobre ninguna situación, y entonces la molestia, la tensión y la ansiedad provocadas por el tratamiento pesan más en su mente que la idea de un provecho futuro. 3. Que siendo normal para su edad, prefiere actuar y como resultado el "acting out" domina el análisis, excepto cuando se trata de niños obsesivos." 4. Que el equilibrio del yo inmaduro es inestable entre las presiones internas y externas y entonces el niño se siente más amenazado por el análisis que el adulto y mantiene sus defensas con mayor rigídez," Este criterio se aplica a la niñez en general pero se experimenta con mayor intensidad al comienzo de la adolescencia. Para detener 3 4

Véase más arriba: la acción en lugar de la asociación libre. Véase más arriba: el rechazo de la asociación libre.

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el aumento de los impulsos de la cercana adolescencia, el adolescente refuerza sus defensas y por consiguiente su resistencia al análisis. Que durante el curso de la niñez los métodos más primitivos de defensa continúan junto a los más elaborados, por lo que la r esist en cia del y o está aumentada en comparación con el adulto. Que habitualmente el yo del niño se une a sus resistencias, y así tiende a desertar del análisis, sobre todo en aquellas etapas en que aumentan las presiones desde el material inconsciente o por transferencia negativa intensa, y lo lograría si no fuera por la decisión y el apoyo de los padres. Que la necesidad de sobrepasar y rechazar el pasado es más intensa durante algunas etapas del desarrollo y entonces sus resistencias al análisis fluctúan en concordancia. Un ejemplo es la fase de transición entre el período edípico y el de latencia. De acuerdo con las imposiciones del desarrollo, el pasado infantil se clausura en este punto, se le vuelve la espalda y queda cubierto por la amnesia; pero según las reglas del análisis, debe mantenerse la comunicación con el pasado. De aquí el choque entre estos dos objetivos. Para el niño neurótico o con trastornos de otro tipo la necesidad de tratamiento no disminuye durante esta etapa, pero sí su deseo de continuarlo. Lo mismo sucede durante la adolescencia, cuando el adolescente necesita separarse de los objetos de su infancia, mientras que el análisis promueve la revivificación de las relaciones objetales en la transferencia. El paciente lo experimenta como una amenaza especial y con frecuencia determina la interrupción abrupta del tratamiento. Que todos los niños tienden a externalizar los conflictos internos en batallas con el ambiente, y por ello prefieren las soluciones ambientales a los cambios internos. Cuando esta defensa predomina, el niño manifiesta una renuencia absoluta a someterse al análisis, actitud que a menudo se confunde con una "transferencia negativa" y que (sin éxito) es interpretado como tal.

En resumen, el analista de niños debe enfrentar muchas situaciones difíciles en el curso del tratamiento, que ponen a dura prueba su idoneidad, pero el hecho que más le afecta es que durante largos períodos del análisis tiene que proseguir sin el apoyo que significa la alianza terapéutica con el paciente. 34

Transferencia

Como fruto de mi experiencia, de la eliminación de la fase de introducción (excepto en casos seleccionados) y del empleo inicial deliberado del análisis de las defensas (Bornstein, 1949) he modificado mi opinión anterior de que la transferencia en la niñez estaba restringida a "reacciones transferenciales" únicas y que no alcanzaba por completo el carácter de una "neurosis de transferencia". No obstante, aún no estoy convencida de que lo que denominamos neurosis de transferencia en los niños equivalga a la variedad adulta en todos los aspectos. La solución de este problema es más difícil, pues se encuentra oscurecida por dos de las particularidades del análisis de niños mencionadas más arriba: la ausencia de las asociaciones libres impide que toda la evidencia de la transferencia aparezca en el material y, debido a la tendencia infantil a actuar en vez de asociar, la transferencia agresiva es demasiado pronunciada y oscurece la transferencia libidinal. En cuanto al tratamiento de adultos, la posición con respecto a la transferencia ha sido tema de controversia en los últimos años. Algunos de nosotros todavía adherimos a la creencia más ortodoxa de que al comienzo del tratamiento existe una relación real (médico-paciente) que de manera gradual y pr ogr esiva se deforma a través de elementos regresivos, agresivos y libidinales acoplados que son transferidos desde el pasado del paciente hacia el analista, y que este proceso continúa hasta que en la neurosis de transferencia definitivamente establecida, la relación irrealística sumerge por completo a la real. Esperamos que se restablezca la primera relación al finalizar el tratamiento, después de separados los elementos infantiles por medio de la interpretación, y después que el fenómeno de la transferencia haya alcanzado la meta que se propone: proveer de insight al paciente. Una opinión más corriente espera poner las manifestaciones transferenciales en evidencia desde el comienzo del análisis, con el requisito de interpretarse como tales y no solamente en comparación con las actitudes realísticas que reemplazan. Desde que se consideran de primordial importancia, acaban por ocupar el lugar de casi todas las demás fuentes del material analítico, y se convierten en el "camino real hacia el inconsciente", un título de honor que en el pasado estaba reservado a los sueños. En algunos casos extremos, el compromiso del analista con estos aspectos del tratamiento es tan grande que corre el riesgo de olvidar que la transferencia constituye un medio y no un fin terapéutico. Considero que este último criterio acerca de la transferencia está basado en tres presunciones: 35

a) que todo lo que sucede en la estructura de la personalidad de un paciente puede analizarse según sus relaciones objetales con el analista; b) que todos los niveles de las relaciones objetales son igualmente accesibles a la interpretación, a los que puede modificar hasta idéntica medida; e) que la única función de las figuras ambientales es la de recibir las catexis libidinales y agresivas. Al examinar estas presunciones a la luz de la experiencia del analista de niños, quizá puedan aclarar a su debido tiempo su importancia en los adultos.

El analista de niños como un objeto nuevo En el análisis de niños más que en el de adultos resulta obvio que la persona del analista es utilizada de diversas maneras por el paciente. Como se ha dicho anteriormente," todos los individuos a medida que se desarrollan y maduran sienten la necesidad de experiencias nuevas que es tan intensa como la apetencia a la repetición. La primera es parte importante del equipo normal del niño; no obstante, los problemas neuróticos alteran la balanza en favor de la segunda. El niño sometido al análisis ve en el analista un objeto nuevo y lo trata como tal, en tanto exista una parte sana de su personalidad, y utiliza al analista para la repetición, es decir, para la transferencia toda vez que su neurosis u otros trastornos entren a discutirse. Esta doble relación es de difícil manejo para el analista: si acepta la condicíón de objeto nuevo, diferente de los padres, está indudablemente interfiriendo con las reacciones transferenciales. Si, en cambio, ignora o rechaza este aspecto de la relación, desencanta al pequeño en sus esperanzas que él considera legítimas. También puede ser que el analista interprete ciertos aspectos de la conducta del niño como transferenciales, lo que en realidad no es así. Dos de los elementos esenciales del entrenamiento técnico de todos los analistas de niños son aprender a distinguir esta superposición y a actuar cuidadosamente según los papeles que le son impuestos. Este elemento del "objeto nuevo", es decir, de actitudes hacia el analista que no son el resultado de transferencias, también se observa en el análisis de adultos y es útil destacarlas. Pero la necesidad de experiencias nuevas en el individuo maduro no es tan central ni tan poderosa como en el niño. Cuando 5

Véase el capítulo "Las tendencias curativ-as".

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esta necesidad es parte integrante de su relación con el analista, por lo general está al servicio de la función de resistencia.

El analista de niños como objeto de la transferencia libidinal y agresiva En relación con la transferencia propiamente dicha y durante el curso del análisis los niños, al igual que los adultos, repiten y escenifican alrededor de la persona del analista por medio de la regresión, sus relaciones objetales provenientes de todos los niveles de su desarrollo. El narcisismo, la fase de la unidad biológica con la madre, de la satisfacción de las necesidades, de la constancia objetal, de la ambivalencia, las fases oral, anal y fálico-edípica, todas contribuyen con elementos que forman parte de la situación de tratamiento en un momento determinado, a menudo en un orden invertido, pero también de acuerdo con el tipo de trastorno, es decir, con la profundidad de la regresión en que el niño se encuentra al comenzar el tratamiento. Además de suministrar información con respecto a los niveles o fases que han tenido un papel importante en la patogénesis individual, cada una de las diversas tendencias transferidas colorea la situación analítica de una manera especial. La autosuficiencia narcisista se manifiesta bajo la forma de una separación del mundo de los objetos, incluido el analista, es decir, como una barrera opuesta al esfuerzo analítico. Las actitudes simbióticas reaparecen como el deseo de una completa e ininterrumpida unión con el analista; en los adultos esto se expresa a menudo con el deseo de ser hipnotizado. La re-emergencia de la dependencia anaclítica constituye una dificultad de carácter especial durante el análisis, y se disfraza con el deseo de ser ayudado, pero hace recaer toda la responsabilidad de esa ayuda en la persona del analista. El paciente !(niño o adulto) por su parte, está pronto a interrumpir la relación emocional con el analista cuando éste le impone esfuerzos y sacrificios. El retorno a las actitudes orales reemplaza las exigencias del paciente frente al analista, tanto como el descontento por todo lo que éste le ofrece (en el niño, con respecto al material para el juego, etc.; en el adulto, con respecto a la atención que se le brinda); la transferencia de las tendencias anales es la responsable de la obstinación del paciente, la retención del material, las provocaciones, la hostilidad y los ataques sádicos que dificultan la tarea del analista, no con las asociaciones libres del adulto pero sí con el acting out de los pequeños. La necesidad de ser amado y el temor a la pérdida del objeto también se transfieren bajo la manifestación de una sugestibilidad y complacencia hacia el analista; a pesar de su apariencia superficial positiva, el analista teme a ambas tendencias, y este ' temor es justificado pues son responsables de 37

las falsas mejorías transfer enciales. En su ma, la pregenit alidad y las tendencias preed ípicas intr oducen en la relación de transf eren cia una gama com plet a de elementos cuasi "resistentes" y negativos. Por otro lado est án los el ement os benefic iosos que aportan la aparición de transferencias de la constancia objetal y las actitudes que pertenecen al complejo de Edipo positivo y negativo, coordinados con el logro alcanzado por el y o de autoobservación, insight y funcionamiento de los procesos se cundarios. Todo esto consolida la alianza t erapéutica con el analista, ayudándola a soportar las vicisitudes del tratamiento. De acuerdo con el razonamiento anterior, los elementos preedípicos de la transferencia deben interpretarse antes que los edípicos, lo que quizá se considere como una variación de la técnica inicial de F r eud, que recomendaba an alizar la transferencia en el punto en que es empleada con propósitos de resistencia. Este criterio es válido, p or supuesto, t an t o para el análisis de niños como de adultos. Para el analista de niños, esta situación explica algunas de las dificultades t écnicas que se presentan con los más pequeños antes de que hayan alcanzado el nivel fálico-edípico , y con los mayores cuyo desarrollo se ha detenido (en contraste con las regresiones) en uno de los niveles preedípicos. Ninguno de estos niños responderá a un método basado en la cooperación voluntaria con el analista, es decir, actitudes que aún n o han adquirido y, por lo t ant o, d et er min an para su beneficio la introducción de modificaciones en la técnica. En este aspecto mucho se ha aprendido del tratamiento de los niños que han soportado intensas privaciones, que han carecido de hogar y del cariño maternal y de los que han estado confinados en los campos de concentración. Los pacientes que no alcanzaron nunca la constancia objetal en sus relaciones demostraron ser incapaces de establecer alianzas firmes y perdurables en la transferenciacon sus analistas (vé ase Edith Ludowyk Gyomroi, 1963) . El analista de niños como objeto para la externalización

No todas las relaciones establecidas o transferidas por un niño durante el tratamiento analítico son relaciones objetales en el sentido de que el analista es catectízado con la libido o con la agresión. Muchas se deben a externalizaciones, es decir, a procesos en los que la persona del analista es utilizada para representar una u otra parte de la estructura de la personalidad del paciente," En la medida que el analista "seduce" al n iño al to lerar su 6 Al respecto véanse los estudios de Warren M. Brodey (1964 ) quien apoya este criterio en -relación con las relaciones patológicas infantiles dentro de la familia ,

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libertad de pensamiento, de fantasía y acción (esta última dentro de ciertos límites), se convierte en el representante del ello del paciente, con todas las inferencias positivas Y- negativas que se derivan en su mutua relación. En tanto que verbaliza y ayuda al niño en su lucha contra la ansiedad, se convierte en un yo auXiliar, al que se aferra el pequeño para protegerse. Debido a que es un adulto, el niño considera y también trata al analista como si fuera un superyó externo, es decir, paradójicamente como el juez moral de los mismos derivados instintivos que se han liberado gracias a sus esfuerzos. El niño de este modo re-escenifica sus conflictos internos (intersistémicos) en batallas externas con el analista, procedimiento que provee material de gran utilidad. Sería erróneo interpretar estas externalizaciones como relaciones objetales dentro de la transferencia, aunque originalmente todos los conflictos dentro de la estructura se producen en las relaciones más tempranas. En el curso del tratamiento, no obstante, su importanciaconsiste en que revelan lo que sucede en el mundo interno del niño, en la relación entre sus diversas actuaciones internas, opuestas a sus relaciones emocionales con los objetos del mundo exterior. El analista de adultos también está familiarizado con el mecanismo de externalización de los conflictos intersistémicos e intrasistémicos de sus pacientes. Pacientes con neurosis obsesivas severas escenifican querellas entre sí y su analista, provocadas por asuntos sin importancia, para escapar de las indecisiones internas penosas originadas por su ambivalencia. Los conflictos entre las tendencias activas y pasivas, masculinas y femeninas, se externalizan cuando el paciente atribuye al analista la preferencia por una de las dos posibles soluciones y lo combate como si fuera el representante de aquélla. En el análisis de los adictos a las drogas, el analista representa al mismo tiempo oen rápida sucesión, sea el objeto deseado ardientemente, es decir, la droga misma, sea el yo auxiliar cuya ayuda se requiere para luchar contra la droga. El rol del analista como yo auxiliar es bien conocido también en relación con el tratamiento de pacientes al borde de la esquizofrenia. Un paciente confuso, asustado por sus propias fantasías paranoídes empleará la presencia del analista para fortalecer su salud mental. El tono de la voz del analista, las palabras utilizadas en un interpretación (antes que el contenido) pueden determinar que los procesos primarios del pensamiento se desvanezcan en el olvido. Estos pacientes se aferran al analista como a un yo externo, pero esta situación es completamente diferente del apego del paciente histérico que desea al analista como el objeto de su pasión. Entendida de esta manera, la externalización es una subespecie de la transferencia. Tratada como tal en las interpreta-

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ciones y mantenida al margen de la transferencia propiamente dicha, es una valiosa fuente de insight dentro de la estructura psíquica.

LA DEPENDENCIA INFANTIL COMO UN FACTOR EN EL ANALISIS DE ADULTOS Y NIÑOS Algunas de las más animadas controversias concernientes a la especificidad del análisis de niños corresponden a si los padres deben incluirse y hasta qué punto, en el proceso terapéutico. Aunque este es un problema manifiestamente técnico, el punto en discusión es de naturaleza teórica, es decir, la decisión de si el niño debe, y en qué momento, ser considerado no como un producto dependiente de la familia sino otorgándole el status de una entidad separada, de una estructura psíquica con derecho propio. La dependencia infantil como un agente en la formación del carácter y en la neurogénesis es un 'c oncept o familiar en los trabajos de Freud, donde se la considera como un "hecho biológico" y responsable de la mayoría de los logros de la personalidad del ser humano en desarrollo. Por el miedo de la pérdida del objeto, de la pérdida del amor del objeto, de los castigos a que se encuentra expuesto debido a su dependencia, el niño dependiente acepta el "sometimiento educacional" del mismo modo que el adulto convierte el temor de ser rechazado por la comunidad, en "sometimiento social". Al temor de la conciencia (culpabilidad) como residuo y producto final del período de dependencia infantil, adopta la tendencia a convertirse en neurótico. El adulto considera que la prolongada dependencia del retoño de la especie humana también es responsable de cuestiones tan vitales como la capacidad de formar relaciones objetales en general y el complejo de Edipo en particular; la lucha cultural contra la violencia y la necesidad de la religión; en resumen, la humanización del individuo, su socialización y sus necesidades éticas." 7 Véase a este respecto los siguientes comentarios en los trabajos de S. Freud: " ... del hecho biológico de que el infante de la especie humana pasa a través de un largo período de dependencia [de los padres] y sólo muy lentamente alcanza la madurez . .. " (1919, pág. 261).* " ... que el complejo de Edípo es la contraparte psíquica de dos hechos biológicos fundamentales: el largo período de dependencia del infante de la especie humana ... " (1924, pág. 208).* "El factor biológico es la larga invalidez y dependencia de la criatura humana. La existencia intrauterina del hombre es más breve que la de los animales, ,siendo así echado al mundo menos acabado que éstos. Con ello queda intensificada la influencia del mundo exterior real e impulsada muy tempranamente la diferenciación del yo y

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La dependencia como un factor en el análisis de adultos A pesar de que nunca se dudó de la importancia de esta dependencia en los pacientes adultos, se refería solamente a los antecedentes, es decir, a los aspectos' genéticos del problema. Con respecto a los aspectos dinámicos, topográficos y económicos, los pacientes eran considerados seres independientes, con acciones y estructuras internas propias y con conflictos neuróticos localizados dentro de la personalidad y, sólo de manera secundaria, relacionados y conectados con el ambiente. La consecuencia de este criterio en relación con el tratamiento fue ineludible. La técnica analítica fue diseñada estrictamente para su empleo dentro de la estructura: el material es ofrecido por el propio paciente y acerca de sí mismo; el medio se observa desde un punto de vista subjetivo, es decir, a través de los ojos del paciente; las relaciones entre el analista y el paciente son privadas y exclusivas; las relaciones objetales pasadas y presentes del paciente serán restablecidas en esta condición privada. A pesar de algunas opiniones disidentes," todo esto permaneció como la estructura sobre la cual continuó desarrollándose la técnica para el análisis de adultos.

La dependencia como un factor en el análisis de niños Obviamente, nada de esto es útil para el analista de niños, quien se enfrenta con la dependencia mientras es un proceso activo. A él le corresponde la evaluación de los distintos grados de influencia que puede ejercer sobre su paciente en lo que del ello, elevada la significación de los peligros del mundo exterior y enormemente incrementado el valor del objeto único que puede servir de protección contra tales peligros y sustituir la perdida vida intrauterina. Este factor biológico establece, pues, las primeras _,s it u acion es peligrosas y crea la necesidad de ser amado, que ya no abandonará jamás al hombre" (1926, Obras Completas, vol. 1). "La defensa contra la indefensión infantil presta a la reacción ante la impotencia que el adulto ha de reconocer, o sea precisamente a la génesis de la religión, sus rasgos característicos" (1927, Obras Completas, vol. I). El motivo para la lucha de l a civilización contra la violencia "es fácilmente descubierto en el desamparo del niño y su dependencia de otras personas y puede ser mejor designada como el temor a la pérdida del cariño" (1930, pág. 124).* 8 Véase por ejemplo, los comentarios de R. Laforgue (1936) en relación con las neurosis familiares y la necesidad de tratar a varios miembros de la familia.

* Traducción

directa de la Standard Edition

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respecta al nivel de su desarrollo, a la etiopatogenia y al tratamiento. Con respecto al nivel de desarrollo del paciente, es decir, los pasos dados para alcanzar su individualidad, es necesario que el analista se informe sobre cuáles son los aspectos vitales en que el niño depende de los padres y hasta qué punto los ha superado. Podemos evaluar aproximadamente si el estado de su dependencia, o independencia, está en relación con su edad cronológica a través de los siguientes servicios que el niño requiere consecutivamente de sus padres: -

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para la unión narcisista con una figura materna a una edad en que no puede distinguirse a sí mismo del medio; para emplear la capacidad de los padres en comprender y manipular las condiciones externas de tal manera que pueda satisfacer las necesidades corporales y - los derivados instintivos; como figuras en el mundo externo a las que puede vincular su libido narcisista inicial y donde ésta puede convertirse en libido objetal; .. para que actúen como agentes limitadores de la satisfacción de los impulsos, y en consecuencia, iniciando el control del ello por medio de su propio yo; para -pr oveer los patrones de identificación que el niño necesita para la construcción de una estructura independiente.

Con respecto al rol de los padres en la causación de enfermedades, el analista de niños debe tener gran cuidado para que las apariencias superficiales no lo desorienten y sobre todo para no confundir los efectos de la anormalidad infantil sobre la madre, con la influencia patógena de la madre sobre el nífio." El método más seguro y laborioso para evaluar estas interacciones es el análisis simultáneo de los padres con sus hijos.t? De estos análisis surge un número de hallazgos concernientes a las relaciones patógenas entre padres e hijos, tales como las siguientes: Existen padres cuyo apego al hijo depende de que el niño represente una figura idealizada de sí mismos o una figura de su pasado. Para retener el amor de los padres en estas condiciones, el niño permite que su personalidad sea moldeada de acuerdo con patrones que no son los propios y queconflictúan, o no toman en cuenta sus propias potencialidades innatas. 9 Esto puede suceder con facilidad, especialmente en el autismo infantil. _" '1'f'!f1 10 Como se están r ealizando en la Hampstead Child-Therapy' Clinic, así como en otros lugares.

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Algunas madres o padres asignan al niño un rol dentro de su propia patología, estableciendo sus relaciones sobre esta base y no sobre la de las necesidades reales del niño. Muchas madres realmente trasvasan sus síntomas a sus pequeños y luego los escenifican conjuntamente a la manera de una folie a deux (véase Dorothy Burlingham y otros, 1955). En todos los casos mencionados, las consecuencias patológicas para el niño son más pronunciadas cuando los padres expresan su relación anormal con éste por medio de acciones en lugar de fantasías. Cuando esto sucede, sólo el tratamiento simultáneo de los padres es capaz de aflojar suficientemente la tensión entre ellos, actuando como una medida terapéutica para el niño.P Los padres pueden también jugar un papel en el mantenimiento de los trastornos infantiles. Algunas de las fobias de la niñez, el disgusto por ciertas comidas, los rituales para dormirse son mantenidos por el niño solamente en connivencia con la madre. Debido a que ella teme los ataques de ansiedad del . niño tanto como él mismo, participa activamente en el mantenimiento de las defensas, precauciones, etc., y por consiguiente disimula la extensión de la enfermedad infantil.P Ciertas acciones sintomáticas, especialmente de carácter obsesivo, son llevadas a cabo por la madre y no por el niño. Algunos padres por razones patológicas propias, parecen necesitar un niño enfermo, con trastornos o retrasado (infantilismo) y así mantienen el statu quo con este propósito. Respecto de la conducción del tratamiento, está bien justificada la envidia del analista de niños porque sus colegas que tratan adultos pueden establecer una relación de persona-apersona. En el análisis de niños, el comienzo, la continuación y la posibilidad de terminación del tratamiento depende no del yo del paciente sino de la comprensión e insight de los padres. En este sentido, la tarea de los padres consiste en ayudar al yo del niño a vencer las resistencias y los períodos de transferencia negativa sin que descuiden las sesiones del análisis de su niño. El analista se verá imposibilitado de cumplir con su tarea si los padres apoyan las resistencias del pequeño. En los períodos de transferencia positiva los padres a menudo agravan el conflicto de lealtad que invariablemente padece el niño con r espect o al analista y sus progenitores. Las técnicas del analista de niños en cuanto a la manera 11 Véase en este sentido, Dorothy Burlingham y otros (1955); Ilse Hellmann y otros (1960); Kata Levy (1960); Marjorie Sprince (1962) . 12 Véanse las experiencias realizadas durante la última guerra cuando muchos trastornos neuróticos se descubrían después que los niños habían sido separados de sus hogares (distintos de los producidos por esta separación) .

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de tratar con los padres varían ampliamente desde excluirlos por completo de la intimidad del tratamiento, mantenerlos informados, permitirles participar en las sesiones (en los casos de niños muy pequeños), tratarlos o analizarlos de modo simultáneo aunque separadamente del hijo, hasta llegar al extremo opuesto de tratarlos a ellos solos debido a los trastornos del niño, en vez de analizar a éste. Estudios sobre la dependencia Dos trabajos importantes sobre la teoría de la relación padres-hijos resumen la posición del analista a este respecto: el de Phyllis Greenacre (1960) que unifica el material sobre los procesos de maduración, y el de Winnicott (1960) sobre los hechos y consecuencias del cuidado maternal. Tomados en conjunto, estos trabajos ofrecen una descripción comprensiva de la fase preverbal de absoluta dependencia, de las influencias internas y externas que actúan sobre ella y del papel que juegan en la formación de la normalidad o anormalidad futuras. Existen muchos otros estudios analíticos derivados de investigaciones realizadas durante y aparte de la sesión analítica, cada uno enfocando aspectos diversos tales como la empatía entre madre e hijo durante la fase de dependencia absoluta (Winnicott, 1949); el aporte de esta fase a la constitución del individuo (Martin James, 1960); las consecuencias lesivas de omitir o interrumpir el estado de dependencia (A. Freud y D. Burlingham, 1943, 1944; John Bowlby y otros, 1952; James Robertson, 1958; R. Spitz, 1945, 1946); la influencia de largo alcance de las preferencias y actitudes de la madre durante el período de completa dependencia (Joyce Robertson, 1962).

'EL EQUILIBRIO ENTRE LAS FUERZAS INTERNAS Y EXTERNAS OBSERVADO POR EL ANALISTA DE NIÑOS Y POR EL DE ADULTOS La constante relación con la dependencia emocional del niño respecto de sus padres tiene consecuencias trascendentales para las perspectivas teóricas de su analista. En cambio, el analista de adultos, debido a las impresiones que recibe en su trabajo diario; no corre el riesgo de convertirse en un ambientalista. El poder de la mente sobre la materia, es decir, del mundo interno sobre el externo, se le presenta en una serie inacabable de ejemplos que le brindan sus pacientes: en los aspectos cambiantes de la descripción de circunstancias vitales originada por las modificaciones del estado 44

de ánimo desde la elación a la depresión; en el empleo que hace el paciente de los elementos ambientales para acomodarlos o alimentar sus fantasías inconscientes; en sus proyecciones, que convierten en perseguidores a las personas incapaces de hacer daño, indiferentes o benévolas; en la distorsión de la imagen del analista que sirve a los propósitos de una transferencia irracional y a veces delirante (Little, 1958), etc. Es especialmente esta última la que explica la predisposición del analista a creer que también durante la niñez del paciente operan fuerzas similares y que los responsables del origen de su enfermedad son los factores internos y no los externos. En suma, el analista de adultos cree firmemente en la realidad psíquica en oposición a la realidad externa. Si acaso, está demasiado dispuesto durante el tratamiento a considerar los hechos corrientes como resistencias y transferencias y, por consiguiente, a desestimar su valor como componentes de la realidad. Para el analista de niños, por otra parte, todas las indicaciones señalan la dirección opuesta, atestiguando sobre la poderosa influencia del ambiente. En el tratamiento, especialmente los más pequeños revelan hasta qué punto se encuentran dominados por el mundo objetal, es decir, la medida en que el ambiente llega a influir para determinar su conducta y su patología, tales como las actitudes protectoras o de rechazo, cariñosas o indiferentes, críticas o de admiración por los padres, así como la armonía o la discordia en la vida matrimonial de los progenitores. El juego simbólico del niño durante la sesión analítica no comunica sólo sus fantasías internas; también es su forma simultánea de comunicar los hechos familiares habituales, como las relaciones sexuales entre los padres, sus desacuerdos y peleas, sus actos frustrantes o que provocan ansiedad, sus anormalidades y expresiones patológicas. El analista de niños que toma en cuenta sólo el mundo interno de su paciente corre el riesgo de fracasar al interpretar en las comunicaciones del pequeño, la actividad relacionada con sus circunstancias ambientales, que en esa etapa vital es igualmente importante." Pero a pesar de que las pruebas acumuladas evidencian que las circunstancias ambientales desfavorables desembocan en resultados patológicos, nada debería convencer al analista de niños de que las modificaciones de la realidad externa pueden lograr la curación, con excepción quizá cuando se trate de 13 Sus "gestos testificantes" de acuerdo con el término introducido por Augusta Bonnard, También en el análisis de niños mayores donde las palabras reemplazan al juego simbólico, son los hechos externos habituales los que a menudo dominan el material. Pero este uso de la realidad externa tiene en la mayoría de los casos carácter defensivo y sirve a los propósitos de una cantidad de resistencias.

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pacientes que cursan los períodos más tempranos de la infancia. Esta creencia significaría que los factores externos por sí mismos pueden ser agentes patógenos y que podría desestimarse su interacción con los factores internos. Esta consideración es opuesta a la experiencia del analista. Todas las investigaciones psícoanalít ícas demuestran que los factores patogénicos actúan desde ambos lados y que una vez entremezclados, los procesos patológicos impregnan la estructura de la personalidad y sólo pueden extraerse por medio de las medidas te apéuticas que tienen efecto sobre la estructura. Mientras que los analistas de adultos deben recordarse a sí mismos las causas externas frustrantes que precipitaron los trastornos del paciente, para no encandilarse con las fuerzas del mundo interior, el analista de niños ha de recordar que los factores nocivos externos que pueblan su criterio, adquieren significación patológica cuando interactúan con la disposición innata y adquirida y con las actitudes internalizadas de naturaleza Iibidinal y yoica. Ambos procedimientos, el análisis de adultos y el de niños tomados en conjunto, pueden ayudar a mantener la perspectiva equilibrada, requerida en la fórmula etiológica de Freud de la escala variable de influencias internas y externas: que existen personas cuya "constitución sexual no habría producido la neurosis sin la intervención de influencias nocivas, y estas influencias no habrían sido seguidas de un efecto traumático si las condiciones de la libido hubieran sido diferentes" (S. Freud, 1916-1917, Obras Completas, vol. II). A pesar de sus convicciones teóricas, los analistas de niños están siempre tentados a explorar la extensión en que actúa, la ecuación etiológica, es decir, a probar si existen límites cuantitativos más allá de los cuales la influencia patógena puede considerarse unilateral. Estas investigaciones pueden llevarse a cabo si se seleccionan para el análisis niños situados en los dos extremos de la escala etiológica, es decir, aquellos en quienes el daño determinado por el factor congénito o el ambiental es de carácter masivo. Los individuos que pertenecen al primer grupo manifiestan importantes contraindicaciones innatas para el desarrollo normal, tales como severas carencias de naturaleza física o sensorial (ceguera, sordera, deformaciones, etc.); los que integran el otro grupo son niños severamente traumatizados,con padres psicóticos, huérfanos o criados en instituciones, es decir aquellos cuyas condiciones complejas externas para su desarrollo normal no existieron. Pero hasta ahora, el material obtenido de estos casos tampoco ofrece un cuadro clínico que haya sido determinado por un solo tipo de factores. Aunque ciertas formaciones patológicas son inevitables cuando las influencias patogénicas tanto internas como externas alcanzan tal 46

magnitud, su variedad y las detalladas características de las personalidades infantiles dependen, como en los casos menos graves, de la interacción entre los dos factores, es decir, de la manera en que reacciona una constitución particular frente a determinada serie de circunstancias externas.

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111 LA EVALUACION DE LA NORMALIDAD EN LA

NI~EZ

EL DESCUBRIMIENTO TEMPRANO DE LOS AGENTES P ATOGENOS: PREVENCION y PRONOSTICO

Para el analista de nmos, la reconstrucción del pasado del paciente o el rastreo de los síntomas hasta sus orígenes en los primeros años de vida constituye una tarea muy diferente de la detección de los agentes patógenos antes de que éstos hayan comenzado su tarea nociva; de la evaluación del grado de progreso normal de un niño pequeño; del pronóstico de su desarrollo; de interferir con el tratamiento del niño; de guiar a los padres; o en general de prevenir las neurosis, las psicosis y la asocialidad. Mientras que el entrenamiento reconocido para la terapia psicoanalítica prepara al analista de niños para llevar a cabo las primeras tareas señaladas, aún no se ha preparado un plan de estudios oficial para que logre cumplir todas las demás. El interés en los problemas del pronóstico o de la prevención conduce inevitablemente al estudio de los procesos men- . tales normales opuesto al estudio de los patológicos, o a la transición insensible entre los dos estados que concierne al analista de adultos. Este conocimiento de lo normal al que Ernst Kris (1951) denominó campo "subdesarrollado" o "problemático" del psicoanálisis, se ha ampliado considerablemente gracias a las extrapolaciones teóricas de los hallazgos clínicos realizados por Heinz Hartmann y Ernst Kris. También se debe mucho a la creciente importancia de los principios y presunciones de la psicología psicoanalítica del niño dentro del pensamiento metapsicológico, que "comprende el campo total del desarrollo, normal y anormal':' (Ernst Kris, 1951, pág. 15). El analista de adultos en su trabajo clínico tiene poco interés en el concepto de

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normalidad, excepto de manera marginal, en cuanto se refiere al funcionamiento (en el amor, el sexo y en el buen rendimiento en el trabajo ). En contraste, el analista de niños que considera el desarrollo progresivo como la función más esencial de un inmaduro, está profunda y centralmente comprometido con la integridad o el trastorno, es decir, la normalidad o anormalidad de este proceso vital. Como ya lo he indicado desde hace varios años (1945) se puede evaluar el grado de desarrollo y las necesarias indicaciones terapéuticas en el niño a través del escrutinio, por un lado, de los impulsos libidinales y agresivos, y por el otro, del yo y del superyó de la personalidad infantil por medio de signos que indiquen, según la adaptación del yo, su precocidad o su retardo. Con la secuencia de las fases de la libido y una lista de las funciones del yo en el trasfondo de su mente, esta tarea no es en modo alguno imposible ni siquiera difícil de realizar para el analista de niños. Pero las indicaciones que así se obtienen son más útiles para establecer el diagnóstico y para revelar el pasado que para decidir las cuestiones relativas a lo normal o las perspectivas futuras, y demuestran de manera satisfactoria las formaciones y soluciones de compromiso que se han logrado en la personalidad del paciente; pero no incluyen señales de cuáles son las oportunidades que existen para mantener, mejorar o disminuir su nivel de rendimiento. x

LA TRASLACION DE LOS HECHOS EXTERNOS A LAS EXPERIENCIAS INTERNAS Los analistas, en la medida en que se los considera expertos en niños, deben enfrentar una multitud de interrogantes que el público les plantea, acerca de la crianza de los niños y de las decisiones que los padres deben tomar en relación con la vida de sus hijos y que pueden resultarles conflictivas. El hecho de que las consultas se refieren a situaciones de la vida diaria no es razón para delegar las respuestas en quienes carecen de entrenamiento analítico y se ocupan habitualmente de la vida mental normal (tales como los mismos padres, los pediatras, las enfermeras, las maestras jardineras, las maestras, los funcionarios de bienestar social, las autoridades educacionales, etc.), En efecto, los interrogantes planteados circunscriben precisamente aquellos campos en que pueden aplicarse con gran provech o las teorías psicoanalíticas desde el punto de vista preventivo. Los siguientes constituyen algunos ejemplos. ¿Debe la madre cuidar en forma exclusiva a su pequeño, y la madre sustituta significa un peligro para el desarrollo del niño? Si el niño está al cuidado exclusivo de la madre, ¿cuándo

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puede comenzar a dejarlo durante cortos períodos para tomarse un descanso o para atender al esposo, a los hijos mayores, a sus propios padres, etc.? ¿Cuáles son las ventajas de amamantarlo comparadas con la alimentación a biberón o de la alimentación según la solicite el apetito del niño frente al sistema de horarios rígidos de comidas? ¿Cuál es la mejor edad para comenzar el entrenamiento del control de esfínteres? ¿A qué edad es beneficiosa la inclusión de otros adultos o niños como compañeros de juegos? ¿Cuál es la edad adecuada para su ingreso al jardín de infantes? Si se requiere una intervención quirúrgica (h er nia, circuncisión, amigdalectomía, etc.) y si existe la posibilidad de elegir el momento, ¿es mejor llevarla a cabo cuando el niño es muy pequeño o ya mayorcito? ¿Qué tipo de escuela (formal o informal) es más adecuada para qué tipo de niño? ¿Cuándo debe comenzar su educación sexual? ¿Existen edades determinadas para tolerar con mayor facilidad el nacimiento de un hermano? ¿Qué actitud tomar frente a sus actividades autoeróticas? ¿Debe permitírsele el chupeteo del dedo, la masturbación, etc., sin control y sería válida la misma actitud en relación con los juegos sexuales infantiles? ¿Debe permitirse libremente la expresión de agresión? ¿Cuándo y de qué manera debe informarse al niño adoptivo de su adopción? y en este caso ¿se les debe hablar de sus padres verdaderos? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de las escuelas para alumnos externos e internos? Y finalmente, ¿existe un momento específico durante el proceso de la adolescencia en el que sea conveniente para el joven "alejarse" (Anny Katan, 1937) de su hogar correspondiendo al distanciamiento emocional de sus padres? Frente a cualquiera de estas preguntas, aun las que en apariencia son más simples, la reacción del analista tiene un doble carácter. Como resulta obvio, no basta con señalar que no existen respuestas generales aplicables para todos los niños, sino solamente respuestas particulares que se adaptan a un niño específico; ni tampoco que no pueden basarse tales respuestas en la edad cronológica, dado que los niños difieren tanto en la rapidez de su crecimiento emocional y social como en el momento en que empiezan a sentarse, caminar, hablar, etc., y en sus edades mentales; o incluso que no es suficiente evaluar el nivel del desarrollo del niño cuya conducta es consultada. Consideraciones de este tipo constituyen sólo una parte de su tarea y quizá sea la más simple. La otra parte, no menos esencial, consiste en la evaluación del significado psicológico de la experiencia o de las exigencias a las que los padres intentan som eter al niño. Mientras los padres consideran sus planes a la luz de la razón, la lógica y las necesidades prácticas, el niño los experimenta según su realidad psíquica, es decir de acuerdo con los complejos, afectos, ansiedades y fantasías que esos mismos pla-

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nes origman y que corresponden a las distintas fases de su desarrollo. La tarea del analista consiste, por consiguiente, en señalar a los padres las discrepancias que existen entre la interpretación del adulto y la que hace el niño de estos hechos, explicándoles las formas y niveles específicos de funcionamiento que son característicos de la mentalidad infantil.

CUATRO CAMPOS DIFERENTES ENTRE EL NIÑO Y EL ADULTO Existen varios campos en la mente del mno de los que parecen derivarse estos "malen t endidos" de las acciones adultas. Ante todo, el punto de vista "egocentrista" que gobierna las relaciones del infante con el mundo de los objetos. Antes de que haya sido alcanzada la fase de la constancia objetal, el objeto, es decir la persona que cumple las funciones de madre, no es percibido por el niño como poseedor de una existencia independiente y propia, sino sólo en relación con el papel que tiene asignado dentro del esquema de las necesidades y deseos del niño. En consecuencia, todo lo que sucede en el objeto, o al objeto, se interpreta desde el punto de vista de la satisfacción o frustración de estos deseos. Las preocupaciones de la madre, su interés por otros miembros de la familia, por el trabajo u otras cosas, sus depresiones, enfermedades, ausencias, incluso su muerte, son transformadas en experiencias de rechazo y deserción. Por la misma razón, el nacimiento de un hermano se interpreta como una infidelidad por parte de los padres, como una expresión de la falta de satisfacción y la crítica de sus padres hacia su propia persona; en resumen, como un acto hostil al cual el niño responde a su vez con hostilidad y desilusión que se expresa a través de exigencias o en un retraimiento emocional con sus consecuencias negativas. Existe en segundo lugar la inmadurez del aparato sexual infantil que no le deja al niño alternativa, sino que lo fuerza a traducir los hechos genitales adultos en pregenitales. Esto explica la razón de que las relaciones sexuales entre los padres se interpreten como escenas brutales de violencia y conduce a todas las dificultades que resultan de la identificación con la supuesta víctima o el supuesto agresor, que se revelan posteriormente en la incertidumbre con respecto a su propia identidad sexual. Ello explica t ambién, como lo sabemos desde hace mucho tiempo, el fracaso relativo y la desilusión de los padres con respecto a la información sexual de los hijos. En lugar de aceptar los hechos sexuales de la manera razonable con que se les explica, el niño no p úede evitar traducirlos en términos que concuerdan con su experiencia, es decir, convertirlos en las

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llamadas "teorías sexuales infantiles" de insem inación a través de la boca (como en los cuentos), el nacimient o a través del ano, la castración de la mujer durante las r elacion es sexuales, etcétera. En tercer lugar, están todas aquellas circunstancias en donde la falta de comprensión por parte del niño está basada no en su carencia absoluta de razonamiento, sino más bien en la relativa debilidad de los procesos secundarios del pensamiento cuando se comparan con la intensidad de los impulsos y las fantasías . Un niño pequeño, después del segundo afio de vida, puede entender muy bien, por ejemplo, la importancia de los hechos médicos, reconocer el rol beneficioso del médico o del cirujano, la necesidad de tomar las medicinas al margen de su sabor desagradable, de respetar ciertos regímenes dietéticos o hacer reposo en cama, etc. Sólo que no podemos esperar que se mantenga esta comprensión. A medida que la visita del médico o la operación se acercan, la razón naufraga y la mente del niño se inunda de fantasías de mutilación,castración, asalto violento, etc. El hecho de que deba permanecer en cama se convierte en prisión, la dieta en una privación oral intolerable; los padres que permiten que sucedan todas esas cosas desagradables (en su presencia o ausencia) cesan de ser figuras protectoras y se convierten en hostiles, contra las cuales el niño descarga su hostilidad, enojo o agresión.' Finalmente, existen algunas diferencias básicas y significativas entre el funcionamiento de la mente infantil y la del adulto. Menciono como la más representativa la diferente evaluación del tiempo en las distintas edades. El sentido de la duración del tiempo, largo o corto, de un determinado período, parece depender de que la medida se tome por medio del funcionamiento del ello o del yo. Los impulsos del ello, por definición, no toleran la demora ni la espera; estas últimas actitudes son introducidas por el yo y, entre ellas, postergar la acción (por interpolación de los procesos del pensamiento) es tan característica como la urgencia de gratificación para el ello. La manera como el niño experimente un período determinado dependerá, por consiguiente, no sólo de su duración real medida objetivamente por el adulto con el calendario y el reloj, sino de las relaciones subjetivas internas del ello o del yo sobre el dominio de su funcionamiento. Estos últimos factores decidirán si los intervalos fijados con respecto a la alimentación, la ausencia de la madre, la duración de la asistencia al jardín de infantes, la hospitalización, etc., le parezcan cortos o largos, tolerables o intolerables, resultando por lo tanto nocivos o in 0fensivoscon respecto a sus consecuencias. 1 Véase a este respecto Anna Freud (1952), Joyce Robertson (1956) .

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El egocentrismo, la inmadurez de la vida sexual, la preponderancia de los derivados del ello sobre las respuestas del yo, la diferente evaluación del tiempo son características de la mente in fan til que pueden explicar muchas de las insensibilidades aparentes de los padres, por ejemplo su dificultad para trasladar los hechos externos a experiencias internas. En consecuencia, la información de los padres sobre los antecedentes del niño en las entrevistas diagnósticas es superficial y enga. ñosa. Los informes pueden contener explicaciones acerca "d e una batalla en relación con la alimentación de pecho que duró poco tiempo"; "del rechazo inicial del niño en el segundo año de vida, de un sustituto de la madre durante la enfermedad de ésta"; o del niño "que desconoció a la madre momentáneamente cuando ésta retornó de la maternidad con el nuevo bebé"; de la "pasajera infelicidad del niño en el hospital", etcétera," Se requiere toda la ingenuidad del diagnosticador y algunas veces un período de tratamiento analítico para poder reconstruir, desde las descripciones, los conflictos dinámicos que yacen detrás del cuadro clínico superficial y que a menudo son los responsables del cambio de curso de la vida emocional infantil, desde la relación positiva, el cariño normal hacia los padres, al retraimiento, el resentimiento y la hostilidad; del sentimiento de haber sido altamente apreciado al de ser rechazado como un objeto sin valor alguno, etcétera.

EL CONCEPTO DE LAS LINEAS DEL DESARROLLO Para ofrecer respuestas útiles a las consultas de los padres en relación con los problemas del desarrollo, las decisiones externas bajo consideración deben trasladarse a su significado interno, lo cual no es posible, como mencionamos más arriba, si se consideran aisladamente el desarrollo de los impuls os y del yo, aunque esto es necesario para el propósito de r eali zar análisis clínicos y disecciones t eóricas. Hasta ahora, en nuestra teoría psicoanalítica, las secuencias del desarrollo se han establecido solamente en relación con ciertos as pectos particulares circunscriptos de la personalidad del niño. Con respecto al desarrollo de los impulsos sexuales, por ejemplo, poseemos la secuencia de las fases Iibidinales (oral, anal, fálica, período de latencia, preadolescencia, genitalidad adolescente) que, a pesar de su considerable super posición, 2 Ejemplos tomados del Servicio Diagnóstico de la Hampstead Child-Therapy Clinic,

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corresponden de manera aproximada con edades específicas. En relación con los impulsos agresivos somos menos precisos y por lo general nos contentamos con correlacionar las expresiones agresivas específicas con las fases específicas de la libido (tales como morder, escupir y devorar con la- fase oral; las torturas sádicas, golpear, patear, destruir con la fase anal; la conducta arrogante, dominante con la fase fálica; la falta de consideración, la crueldad mental, las explosiones asociales con la adolescencia, etc.) . Del lado del yo, las conocidas fases y niveles del sentido de la realidad en la cronología de la actividad defensiva y en el crecimiento del sentido moral, establecen una norma. Los psicólogos miden y clasifican las funciones intelectuales por medio de escalas de distribución relacionadas con la edad, en los diferentes tests de inteligencia. No hay duda de que necesitamos para realizar nuestras evaluaciones algo más que estas escalas seleccionadas del desarrollo que son válidas solamente para aspectos aislados de la personalidad del niño y no para su totalidad. Lo que buscamos es la interacción básica entre el ello y el yo y sus dIstmtos m ': veIes-dé- de sarrolio', ' y también las secuencias de fas mismas dE acuerdo con la edad que"en importancia, frecuencia y regularidad son comparables con las secuencias de maduración del desarrollo de la libido o el gradual desenvolvimiento de las funciones del yo. Naturalmente, es.tas secuenci?s d e ~ entre los dos aspectos de la personalidad pueden determinarse si ambos son bien conocidos, como sucede por ejemplo en relación con las fases de la libido y las expresiones agresivas del ello y las correspondientes actitudes de relaciones objetales del yo . Así podemos rastrear las combinaciones que conducen desde la completa dependencia emocional del niño hasta la comparativa autesuñciencia, madurez sexual y de relaciones objetales del adulto, una línea graduada de desarrollo que provee la base indispensable para la evaluación de la madurez o inmadurez emocional, la normalidad o la anormalidad. Aunque quizá son más difíciles de establecer, existen líneas similares de desarrollo cuya validez puede demostrarse para casi todos los campos de la personalidad individual. En cada caso trazan el gradual crecimiento del niño desde las actitudes dependientes, irracionales, determinadas por el ello y los objetos hacia un mayor control del mundo int er no y del externo por el yo. Estas líneas, a las que contribuyen el desarrollo del ello y del yo conducen, por ejemplo, desde las experiencias del lact an t e con la amamantación y el destete, hasta la actitud racional, antes que emotiva, del adulto hacia la alimentación ; desde el entrenamiento del control esfinteriano impuesto al n iño por las presiones ambientales, hasta el control más o menos integrado y establecido del adulto; desde la fase en que

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el niño comparte la posesión de su cuerpo con la madre hasta la exigencia del adolescente de su independencia y propia determinación en cuanto a la disposición de su cuerpo; desde el concepto infantil egocentrista del mundo y de los otros seres humanos hasta el desarrollo de sentimientos de empatía, mutualidad y compañerismo con los otros niños; desde los primeros juegos de carácter erótico con su propio cuerpo y con el cuerpo de su madre a través de los objetos de transición (Winnicott, 1953) hasta los juguetes, los juegos, los hobbies y finalmente hacia el trabajo, etcétera. Cualquiera que sea el nivel alcanzado por el niño en algunos de estos aspectos, representa el resultado de la interacción entre el desarrollo de los impulsos y el desarrollo del yo, del superyó y de sus reacciones frente a las influencias del medio, es decir, entre los procesos de maduración, adaptación y estructuración. Lejos de constituir aDsiracclOnes t eón cas, as 1:ñeaS del desarrollo en el sentido que aquí se les atribuye, son realidades históricas que en conjunto proporcionan un cuadro convincente de los logros de un determinado niño o, por otro lado, de los fracasos en el desarrollo de su personalidad. Prototipo de una línea del desarrollo: desde la dependencia hasta la autosuficiencia emocional y las relaciones objetales adultas Para establecer el prototipo, hay una línea básica de desarrollo sobre la que han dirigido su atención los analistas desde las etapas iniciales. Se trata de la secuencia que conduce desde la absoluta dependencia del recién nacido de los cuidados de la madre, hasta la autosuficiencia, material y emocional, del adulto joven, para la cual las fases sucesivas del desarrollo de la libido (oral, anal, fálica) simplemente forman la base congénita de . maduración. Estas etapas han sido bien comprobadas en los análisis de adultos y de niños y también a través de la observación analítica directa de niños, y se pueden enumerar aproximadamente en la forma siguiente: 1. La unidad biológica de la pareja madre-hijo, con el narcisismo de la madre extendido al niño, y el hijo incluyendo a la madre como parte de su milieu narcisista interno (Hoffer, 1952), período que además se subdivide (de acuerdo con Margaret Mahler, 1952) en las fases autistas, simbióticas y de separación-individuación con ciertos riesgos específicos del desarrollo inherentes a .cada una de estas fases; 2. la relación anaclítica con el objeto parcial (Melanie Klein) o de satisfacción de las necesidades, que está

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basada en la urgencia de las necesidades somáticas del niño y en los derivados de los impulsos, y que es in termitente y fluctuante, dado que la catexis del objeto se libera bajo el impacto de deseos imperiosos y es vuelta a retraer tan pronto como se los ha satisfecho; la etapa de constancia objetal, que permite el mantenimiento de una imagen interna y positiva del objeto, independiente de la satisfacción o no de los impulso~; la relación ambivalente de la fase preedípica sádicoanal, caracterizada por las actitudes del yo de depender, torturar, dominar y controlar los objetos amados; la fase fálico-edípica completamente centralizada en el objeto, caracterizada por una actitud posesiva hacia el progenitor del sexo contrario (o viceversa), celos por rivalidad hacia el progenitor del mismo sexo, tendencia a proteger, curiosidad, deseo de ser admirado y actitudes exhibicionistas ; en las niñas la relación fálico-edípica (masculina) hacia la madre precede a la relación edípica con el padre; el período de latencia, es decir, la disminución postedípica de la urgencia de los impulsos y la transferencia de la libido desde la figura paterna hacia sus compañeros, grupos comunitarios, maestros, líderes, ideales impersonales e intereses de objetivo sublimado e inhibido, con fantasías que demuestran la desilusión y denigración a su respecto ("r om an ce familiar" , fantasías equivalentes, etcétera); el preludio preadolescente de la "rebeldía de la adolescencia", es decir, el retorno a conductas y actitudes anteriores, especialmente del objeto parcial, de la satisfacción de las necesidades y del tipo ambivalente; la lucha del adolescente por negar, contrarrestar, aflojar y cambiar los vínculos con sus objetos infantiles, defendiéndose contra los impulsos pregenitales y finalmente estableciendo la supremacía genital con la catexis Iíbídinal transferida a los objetos del sexo opuesto, fuera del círculo familiar.

Mientras que los detalles de estas posiciones han formado parte durante mucho tiempo del conocimiento común en los círculos analíticos, su importancia en relación con los problemas prácticos está siendo investigada cada vez más en los últimos años. Por ejemplo, con respecto a las controvertidas consecuencias de la separación del niño de la madre, de los padres o del hogar, una rápida mirada al desenvolvimiento de esta línea 57

de desarrollo será suficiente para demostrar de manera convincente la razón de reacciones comunes a las respectivas consecuencias patológicas frente a hechos tan variados como lo demuestra la experiencia y que están relacionados con las realidades psíquicas variables del niño en los diferentes niveles. Las interferencias con el vínculo biológico de la relación madrehijo (fase 1), debidas a cualquier motivo, darán lugar a una separación de la ansiedad propiamente dicha (Bowlby, 1960) ; la incapacidad de la madre para cumplir con su rol como organismo estable para la satisfacción de necesidades y para brindar confort (fase 2) determinará trastornos en el proceso de individuación (MahIer, 1952) o una depresión anaclítica (Spitz, 1946) u otras manifestaciones carenciales (Alpert, 1959) o el precoz desarrollo del yo (James, 1960) o lo que se ha denominado un "falso yo" (Winnicott, 1955). Las relaciones libidinales insatisfactorias con objetos inestables o por cualquier razón inadecuados durante la fase de sadismo anal (fase 4) trastornarán la fusión equilibrada entre la libido y la agresión y darán origen a una agresividad, una destrucción, etc., incontrolables (A. Freud, 1949). Es solamente después que se ha alcanzado la constancia objetal (fase 3) que la ausencia externa del objeto se sustituye, al menos en parte, con la presencia de una imagen interna que permanece estable; para fortalecer esta determinación pueden extenderse las separaciones temporales, en proporción al progreso de la constancia objetal, Por consiguiente, aun cuando sea imposible señalar la edad cronológica en que pueden tolerarse las separaciones, aquélla puede establecerse de acuerdo con la línea del desarrollo cuando las separaciones se adecuen al yo y no sean traumáticas, un punto de importancia práctica en relación con las vacaciones de los padres, la hospitalización del niño, la convalecencia, el ingreso al jardín de infantes, etcétera." También hemos aprendido otras lecciones de carácter práctico gracias a esta secuencia del desarrollo, tales como las siguientes: - que la actitud de marcado apego durante el segundo año de la vida (fase 4) es el resultado de la ambivalencia preed ípica, y no de los exagerados mimos maternales; - que no es realista, por parte de los padres, esperar durante el período preedípico (h asta el final de la fase 4) las relaciones objetales mutuas que pertenecen sólo al siguiente n ivel de desarrollo (fase 5) ; 3 Si por "du elo" entendemos no las diversas manifestaciones de la ansiedad, la aflicción y las disfunciones que acompañan a la pérdida del objeto en sus fases iniciales, sino el proceso doloroso y gradual de la separación de la libido de la imagen interna, es claro que no podemos esperar que esto ocurra antes de establecerse la constancia objetal (fase 3).

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- que ningún niño se puede integrar completamente con un grupo hasta que la libido se haya transferido desde los padres a la comunidad (fase 6). Cuando la resolución del complejo de Edipo se demora y la fase 5 se prolonga como resultado de una neurosis infantil, serán comunes los trastornos de adaptación al grupo, la pérdida de interés, las fobias escolares (escolaridad diurna) y la extrema añoranza del hogar (alumnos internos) ; - que las reacciones en relación con la adopción son más severas durante la última parte del período de latencia (fase 6) cuando, de acuerdo con el proceso de desilusión normal de los padres, todos los niños sienten como si fueran adoptados y las emociones relacionadas con la adopción real se mezclan con la presencia del "romance familiar"; - que las sublimaciones vislumbradas en el nivel edípico (fase 5) y desarrolladas durante el período de latencia (fase 6) pueden desaparecer en la preadolescencia (fase 7) no a través de trastornos del desarrollo o de la educación, sino debido a la fase que corresponde a la regresión hacia niveles anteriores (fases 2, 3 Y 4); - que es tan antirreal por parte de los padres oponerse a la liberación del vínculo existente con la familia o a la lucha contra los impulsos pregenitales del adolescente (fase 8) como quebrar el vínculo biológico durante la fase 1 u oponerse a las manifestaciones autoeróticas pregenitales durante las fases 1, 2, 3, 4 Y 7. Algunas líneas del desarrollo hacia la independencia corporal

El hecho de que el yo del individuo comienza inicialmente y sobre todo como un yo corporal, no significa que él niño alcanza la independencia en cuanto al cuidado de su cuerpo con anterioridad a su autosuficiencia emocional o moral. Al contrario: la posición narcisista de la madre con respecto al cuerpo de su hijo coincide con los deseos arcaicos del niño de sumergirse en la madre, y la confusión de los límites corporales que se deriva del hecho de que en las etapas vitales iniciales la distinción entre el mundo interno y el externo se basa no en la realidad objetiva, sino en las experiencias subjetivas de placer y displacer. Por consiguiente, mientras que el pecho de la madre, su cara, sus manos, su pelo pueden ser tratados (o maltratados) por el infante como si fueran partes de sí mismo, el hambre, el cansancio, la falta de confort del niño le conciernen a la madre en igual medida. Aunque durante la época de la primera infancia la vida del niño está dominada por sus necesidades corporales y derivados, la cantidad y calidad de las gratificaciones y frustraciones están determinadas no por el niño sino por influencias ambien-

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tales. Las únicas excepciones a esta regla son las gratificaciones autoeróticas que desde el principio están bajo su control y, por consiguiente, le conceden una independencia limitada del mundo objetal. Contrapuestos, como lo demostraremos más adelante, se encuentran los procesos de la alimentación, del sueño, de la evacuación, de la higiene corporal y de la prevención de daño o enfermedad, procesos que deben sufrir un complicado y largo desarrollo antes de convertirse de interés propio del individuo en crecimiento.

Desde la lactancia a la alimentación racional El niño debe superar una larga línea de desarrollo antes de alcanzar el punto en que es capaz, por ejemplo, de regular de modo activo y racional la ingestión de alimentos, tanto en cantidad como en calidad, de acuerdo con sus propias necesidades y apetito, y de manera independiente de sus relaciones con la persona que lo alimenta y de sus fantasías conscientes e inconscientes. Los pasos .que sigue son aproximadamente los siguientes: 1. La etapa de la lactancia de pecho a biberón, según un horario fijado o de acuerdo con su exigencia, con las dificultades comunes debidas en parte a las fluctuaciones normales del apetito y a los trastornos intestinales y, en parte, a las actitudes y ansiedades de la madre ; la interferencia en la satisfacción de sus necesidades originada por períodos de hambre, por largas esperas para comer, por el racionamiento de la comida o por la ingestión forzada de alimentos que determinan los primeros trastornos -a menudo perdurables- en la relación positiva del niño con la alimentación. El placer en el chupeteo aparece como un predecesor, un producto colateral, un sustituto o una interferencia con respecto a la alimentación; 2. el destete iniciado por el niño o por la madre. En el último caso y especialmente sí tiene lugar en forma abrupta, la protesta del niño por la privación oral produce resultados negativos con respecto al placer normal en la comida. Pueden presentarse dificultades con la introducción de sólidos, cuyos nuevos sabores y consistencias se reciben con agrado o rechazo; 3. la transición de que lo alimenten a comer por sí mismo, empleando utensilios o no, cuando "comida" y "mamá" aún se identifican entre sí; 4. comer por sí solo usando cuchara, tenedor, etc., con el desacuerdo de la madre acerca de la cantidad, a menudo

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desplazado hacia el problema de los modales en la mesa; las comidas como un campo de batalla general en el que tienen lugar las dificultades de la relación madrehijo; el deseo ardiente por caramelos como una fase sustitutiva adecuada para los placeres orales ; el rechazo de ciertos alimentos como resultado del entrenamiento anal, es decir, de la recientemente adquirida formación reactiva de disgusto; 5. la desaparición gradual de la razón comida-madre en el período edípico. Las actitudes irracionales hacia la comida son determinadas ahora por las teorías sexuales infantiles, es decir, las fantasías de la inseminación a través de la boca (el temor de ser envenenado), del embarazo (el temor de engordar), de los partos anales (temor de ingestión y evacuación), así como por formaciones reactivas contra el canibalismo y el sadismo; 6. la gradual desaparición de la sexualización de la comida durante el período de latencia, con abstención o con el aumento del placer que acompaña al acto de comer. Al aumentar las actitudes racionales hacia la comida y la propia determinación en todo lo que a ella concierne, son decisivas las primeras experiencias en esta línea de desarrollo para determinar los hábitos de la alimentación adulta, los gustos, preferencias, así como las adicciones ocasionales o las aversiones relacionadas con la comida y la bebida. Las reacciones del infante en la fase 2 (es decir, el destete y la introducción de alimentos con sabores y consistencias nuevos) reflejan por primera vez sus inclinaciones, bien hacia el progreso y la intrepidez (que ve con gusto todas las experiencias nuevas) o la tenaz aferración a los placeres ya existentes · (qu e hace que todos los cambios y nuevas experiencias se perciban como peligros y privaciones) . Cualquiera que sea la actitud que domine los procesos de la alimentación, ésta también ejercerá influencias importantes en otros campos del desarrollo. La relación comida-madre que persiste durante las fases 1 a 4 fundamenta la convicción subjetiva de la madre de que el rechazo del niño hacia la comida está dirigido personalmente en contra de ella, es decir, expresa el rechazo del niño por la atención y los cuidados maternos, convicción que origina una hipersensibilidad durante los procesos alimentarios sobre la que se basan las batallas de la alimentación con respecto a la madre. También explica por qué en estas fases el rechazo y el extremo disgusto demostrado con respecto a ciertos alimentos desaparecen por la sustitucíón temporaria de la madre para alimentar al niño. Entonces los niños comen cuando están en

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el hospital, en la escuela o de visita, sin que esto varíe en modo alguno las dificultades en el hogar a este respecto cuando la madre está presente. También esta observación explica la razón de que las separaciones traumáticas de la madre sean seguidas a menudo por rechazos del alimento (rechazo del sustituto materno) o por excesos alimentarios (cuando el niño considera a la comida como un sustituto del cariño maternal). Los trastornos de la alim entación de la fase 5 que no están relacionados con objetos externos pero que se originan en conflictos estructurales internos, no se afectan por la presencia . o ausencia física de la madre, hecho que puede utilizarse para establecer el diagnóstico diferencial. Después de la fase 6, cuando la personalidad madura es la responsable de la alimentación, las dificultades previas con la madre pueden ser reemplazadas por un desacuerdo interno entre el deseo manifiesto de comer y la incapacidad inconscientemente determinada de tolerar ciertas comidas, es decir los diversos trastornos digestivos y el disgusto por ciertos alimentos, de carácter neurótico.

De la incontinencia al control de los esfínteres Puesto que la finalidad expresa de esta línea de desarrollo no es la supervivencia relativamente intacta de los derivados de los impulsos sino el control, la modificación y transformación de las tendencias uretrales y anales, se pueden observar claramente los conflictos entre el ello, el yo, el superyó y las fuerzas ambientales:

1. La duración de la primera fase, durante la cual el niño tiene completa libertad con respecto a la evacuación, se determina no por el grado de maduración alcanzado, sino por influencias ambientales, es decir, por la decisión materna de interferir, también a su vez presionada por necesidades personales, familiares, sociales y médicas. En las condiciones actuales, esta fase puede durar desde unos pocos días (el entrenamiento comienza inmediatamente después del nacimiento y está basado en reflejos condicionados) hasta los dos o tres años (el entrenamien t o basado en la relación con los objetos y en el control del yo). 2. Encontraste con la fase primera, la segunda fase se inicia por un avance en la maduración. El papel dominante en la actividad de los impulsos se traslada desde la zona oral a la anal y debido a esta transición el niño , aumenta su oposición a cualquier interferencia relacionada con sus emociones vitales. En esta fase, los productos de la evacuación se encuentran grandemente ca-

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tectizados con la libido y como se consideran objetos preciosos, el niño les otorga un carácter de "regalo" que entrega a la madre como un signo de amor; puesto que reciben también una carga agresiva, constituyen instrumentos por medio de los cuales se descargan las desilusiones, la rabia y la agresión en las relaciones con los objetos. En correspondencia con esta doble carga de estos productos, la actividad del niño hacia el mundo objetal, alrededor del segundo año de la vida, está dominada por la ambivalencia, es decir, por violentas fluctuaciones entre el amor y el odio (libido y agresión no . fusionadas entre sí). Este hecho está equiparado con respecto al yo por la curiosidad dirigida hacia el interior del organismo, por el placer en la suciedad y el desorden, en modelar, en los juegos de retención como vaciar y llenar, acumular objetos así como dominar, poseer, destruir, etc. Mientras que las tendencias observadas durante esta fase son bastante uniformes, los hechos reales varían de acuerdo con la actitud de la madre. Si mantiene su sensibilidad con respecto a las necesidades del niño con las que está tan identificada como en lo referente a la alimentación, entonces podrá mediar hábilmente entre las exigencias higiénicas del medio y las tendencias uretrales o anales opuestas de su niño; en este caso el entrenamiento del control esfinteriano progresará gradualmente, con tranquilidad y sin trastornos. Por otra parte, establecer esta empatía con el niño durante la fase anal puede ser imposible para la madre debido a su propio control de esfínteres, sus formaciones reactivas de disgusto, la tendencia al orden, la minuciosidad u otros elementos obsesivos en su personalidad. Si estos elementos la dominan, la madre impondrá las exigencias para el control esfinteriano de manera severa y sin concesiones, dando origen al comienzo . de una batalla en la que el niño está tan determinado a defender su derecho a evacuar caundo lo desee, como la m adre en entrenarlo para que logre la limpieza y la regularidad, es decir, los rudimentos sine qu a non de la socialización. 3. En una tercera fase, el niño acepta e incorpora las actitudes de la madre y el ambiente con respecto al entrenamiento esfinteriano convirtiéndolas por medio de identificaciones, en una parte integral de las exigencias de su yo y superyó; desde ese momento en adelante el control de esfínteres será un precepto interno y se crearán barreras internas contra los deseos uretrales y anales a través de la actividad defensiva del yo en las for-

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mas familiares bien conocidas de represión y formaciones reactivas. La repugnancia, el orden, el aseo, el disgusto por las manos sucias, etc., protegen contra el retorno de lo reprimido; la puntualidad, la escrupulosidad y la fidelidad son productos laterales de la regularidad anal; la inclinación al ahorro y a coleccionar son evidencias del alto valor de las materias fecales desplazado hacia otros objetos. En suma, en este período tiene lugar la modificación y transformación de largo alcance de los derivados de los impulsos pregenitales anales que -si se mantienen dentro de límites normales- suministran a la personalidad una estructura de cualidades sumamente valiosas. Es importante recordar, en relación con estos progresos, que se basan en identificaciones e internalizaciones y como tales, no son totalmente seguros antes de la l:esCllu.d6n del cample)a
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