Francisco de La Torre. Simbología

December 11, 2017 | Author: Francisco Jose Menargues Molina | Category: Rose, Poetry, Love
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Descripción: Francisco de la Torre, uno de los autores más importantes de la llamada generación de Garcilaso....

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SIMBOLOGÍA- Francisco de la Torre La crítica moderna ha demostrado que el tópico de la yedra abrazada al árbol aparece en el Siglo de Oro en un amplio conjunto de testimonios tanto poéticos como emblemáticos. Numerosísimos ejemplos han sido extraídos: Garcilaso, Francisco de Figueroa, Hurtado de Mendoza. Un símbolo tradicional de la amistad, del amor recíproco y de la unión de los amantes. Enraizada en los textos clásicos de Catulo, Horacio y Ovidio, en Herrera, y en Quevedo (quien, en un poema dedicado a Lisi, compara la unión de la yedra y del álamo con el abrazo de los amantes). Francisco de la Torre parece insertarse en esta tradición cuando, en su Égloga I, representa la yedra abrazada al olmo como uno de los elementos de un locus amoenus de armonía y amor universal: Sube la yedra con el olmo asida y en otra parte con la vid ligado; ellas reciben de su arrimo vida y él de sus hojas ornamento amado. Sin embargo, es fundamental señalar que F. de la Torre suele utilizar este tópico a contrario, representando no una yedra llena de vida, unida a un árbol o muro, sino una yedra débil y marchita, que expresa la soledad y la pérdida del ser amado. Así aparece en la Canción I del Libro I (grabada en la corteza de un roble tres veces viudo, ya que, despojado de su vid, de su yedra y de sus hojas), en la Canción II del Libro I (que evoca e invoca un roble despojado de su yedra) y, sobre todo, en la Canción /del Libro II, que describe largamente una yedra viuda y marchita, verdadero alter ego del yo poético privado de su dama: Verde y eterna yedra, viuda y deslazada del yerto monte dada; tu bellísimo tronco en flor cortado: si del dichoso estado en que un tiempo viviste, conserva la memoria algún rastro de gloria en la dureza de este crudo y triste, lloremos juntamente tu bien pasado y tu dolor presente. (ed. de Cerrón Puga, 150-152) En este fragmento, el empleo de la primera persona del plural une al poeta con la yedra, una metáfora vegetal del yo lírico. En todos los ejemplos aducidos, la atribución de la viudez a la yedra, vegetal que simboliza tradicionalmente la unión amorosa y el amor feliz, permite, mediante un efecto de contraste y de paradoja, proporcionar mayor intensidad al sentimiento de pérdida. Veamos otro fragmento con abundantes notas coloristas, las Canciones II del Libro I / del Libro II: Austro nevado y frío, yerto y helado invierno derribó tu bellleza por la tierra. (Libro I, Canción II, ed. de Cerrón Puga, 118) Tú cuya verde cara

había florecido sobre cuanta beldad adorna el prado; cuya belleza rara había siempre sido ornamento del Tajo celebrado; mustio color violado, amarillez caída, ocupa tu belleza. (Libro II, Canción II, ed. de Cerrón Puga, 152) El motivo poético de la yedra marchita permite oponer, en una perspectiva nostálgica, el presente al pasado y encarna metafóricamente la añoranza y la queja del yo poético. Por fin, en algunos casos, la yedra aparece coronando el yo poético o sus dobles, los pastores de la égloga, como en el Soneto VI del libro II, en que el pastor Damón, aparece coronado «de yedra, roble, y olmo» (ed. de Cerrón Puga, 139), o en el Soneto VII del mismo libro: «En esta cueva de este monte amado/me dio la mano, y me ciñó la frente/ de verde yedra y de violetas tiernas» (ed. de Cerrón Puga, 141). Este empleo de la yedra sugiere una relación metonímica entre la yedra y el yo poético: el sujeto poético lleva en las sienes un vegetal que simboliza su propio ser, o incluso, como lo intentaré demostrar aquí, sus propias opciones poéticas. La poesía de F. de la Torre teje una constante relación especular entre el yo poético y la yedra, en la cual la yedra funciona como un doble, una imagen, una proyección metafórica o metonímica del yo poético. Para ello, F. de la Torre se apoya en el contexto cultural de su época, en el cual los colores de la yedra (verde oscuro, amarillo y «violado» en la marchita yedra de la Canción I del Libro II) se hallan relacionados con la tristeza y el duelo. En la poesía de F. de la Torre, la elección y la evocación de la yedra, que precisa un soporte para crecer, expresan metafóricamente la humildad del yo poético y la incapacidad de vivir sin su dama. La yedra marchita se asocia a evocaciones del invierno y del paisaje invernal en la escritura de este autor. El autor sustituye el locus amoenus tradicional por unos paisajes áridos, nocturnos y helados. La yedra marchita unida a estos paisajes si la metáfora que asocia a la dama con el sol, la luz y esplendor. El autor así opone dos mundos: el paisaje bucólico asociado a la dama, y el paisaje asociado al yo poético: invernal, estéril, nocturno y poblado de vegetales marchitos. Esta antítesis entre dos espacios aparece por ejemplo en la Oda I del Libro II, que opone el paisaje habitado e iluminado por Flora y Filis, en que «todo brota y estiende/ramas, hojas, flores, nardo y rosa», al mundo del yo poético, situado en un paisaje invernal, lejos de la dama-sol: Yo triste, el cielo quiere que yerto invierno ocupe el alma mía» «Renueva, Filis esta esperanza marchita, que la helada aura de tu respuesta tiene desalentada. Ven primavera, ven mi flor amada. (ed. de Cerrón Puga, 142-143) Asimismo, el poeta vincula a la dama de manera tópica, al lirio y a la rosa, como en el Soneto XXIII del Libro II («La blanca nieve y la purpúrea rosa/que no acaba de ser calor o invierno;/el sol de aquellos ojos puro, eterno/donde el Amor como en su ser reposa», ed. de Cerrón Puga, 173) o en la Égloga VIII: «Lícida mía, más que el Sol hermosa/(...) más blanca y colorada/que el blanco lirio y la purpurea rosa» (ed. Cerrón Puga, 283). La rosa, atributo de Venus, simboliza la belleza, la perfección y el amor sensual; el lirio encarna la belleza y perfección de María. Podemos afirmar que el lirio y la rosa, siempre asociados al

tú y nunca al yo, representan todo aquello cuya pérdida lamenta el yo poético. Resulta significativo el trato que Francisco de la Torre otorga al laurel, frente a la abundancia de la yedra, este vegetal se encuentra casi ausente y cuando aparece, siempre se relacionado con la dama, con el tú y no con el yo como en la Égloga V (ed. de Cerrón Puga, 253), en que el yo poético se queja de la crueldad de una tal Dafnis, asimilada al laurel y al mito de Dafne. La ausencia del laurel tiene varias explicaciones. En la tradición petrarquista el laurel suele simbolizar a la dama amada y perdida. Pero también simboliza todo aquello que el yo poético no posee y cuya pérdida lamenta. La antítesis del laurel y de la yedra, son para el poeta la oposición de la luz y de la oscuridad, del calor y del frío, de la actividad y de la esterilidad. Estas representaciones explican la ausencia del laurel en la poesía de F. de la Torre, su preferencia por la frágil y débil yedra, y su predilección hacia los paisajes nocturnos e invernales. El poeta nos dibuja dos escenarios, por un lado, el mundo de su amada a través de la presencia del laurel con una imaginería de luz, calor y perfección y por el otro la noche invernal donde se encuentra el yo. Así, en el Libro I, el primer soneto, que es una traducción de un poema de Francesco María Molza publicado en las Rime de 1556, opone el «vos» famoso al «yo», la lira al caramillo, el Tajo (metáfora de un estilo rico y abundante) al Jarama (emblema de una vena poética más humilde): Vos a quien la fortuna dulce espira, Títiro mío, la gloriosa llama cantando, vuestro Tajo y mi Jarama, paráis al son de vuestra hermosa lira. Yo aquí, donde conmigo vivo en ira, (...) cuelgo mi caramillo de una rama de salce y lloro; lloro y él suspira, (ed. de Cerrón Puga, 73). La lira y el Laurel se insertan en los códigos tradicionales de la poesía elevada (épicoheroica, panegírica, mitológica, o moral-religiosa), mientras la yedra simboliza la poesía lírica y bucólica. Sin embargo, F. de la Torre opone la corona de laurel y la corona de la yedra, pero la yedra del autor ostenta siempre hojas verdes que indican la poesía y la fama eterna del poeta. Francisco de la Torre, así como Garcilaso y Boscán; dotan a la yedra de una nueva significación en la que la lírica y bucólica se dota de inspiración clásica, elevada; floreciente de un amor platónico donde sus protagonistas son pastores idealizados, con un lenguaje cortesano y refinado. Nuestros poetas nos adentran en una nueva simbología en la que F. de la Torre aprovecha su propia ambigüedad, proyectada sobre dos géneros humildes, la lírica y la bucólica, para elevar ambos géneros y con ellos su propia escritura.

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