Fragmentos - Grit Jahning

March 11, 2017 | Author: LeiAusten | Category: N/A
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Rayne, una alta británica, es dueña de un bar en Lübeck una ciudad en el norte de Alemania y Liv, una...

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

FRAGMENTOS Grit Jahning

Sinopsis:

Rayne, una alta británica, es dueña de un bar en Lübeck una ciudad en el norte de Alemania y Liv, una joven sueca, es una estudiante en la Universidad de Lübeck, se conocen por primera vez mientras Liv está solicitando trabajo a tiempo parcial como camarera en el bar de Rayne. Y las dos saben más o menos desde el principio que hay algo especial entre ellas - algo que se siente mucho como volver a casa ... La historia cubre cinco años de su vida y el amor que comparten. Un amor que va a sobrevivir a las dificultades que tienen que enfrentar.

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Descargos: Bueno, con esto no tengo que hacer ninguna. Son mis personajes, mi historia. Puede haber cierto parecido con dos señoras que algunos podréis reconocer, pero... podría ser pura coincidencia... :-) Subtexto: Sí, en toda la historia... si os molesta o sois demasiado jóvenes, no leáis esta historia. Violencia: No, la verdad. Algunos puñetazos tal vez. Idioma: No uso el inglés en mi vida cotidiana, así que pido disculpas por cualquier error ortográfico o gramatical. Pero sois libres de señalármelos :-) Ah... y uso la ortografía británica... debo advertir. Ambientación: No hay muchas historias que ocurran en Europa, así que se me ha ocurrido hacer algo al respecto. (Con eso de que yo soy de Europa y tal y cual... :-)). Ocurre en el norte de Alemania. En una ciudad llamada Lübeck. Todos los sitios, calles y bares son reales. Y es una ciudad pequeña y muy bonita... He intentado usar un mínimo de alemán, sólo algunas expresiones de vez en cuando... Nota final: Para todos los que hayáis leído Falling... esto va a tener un final feliz. Lo he tenido que prometer... :-) Se agradecen comentarios: [email protected] Título original: Fragments. Copyright de la traducción: Atalía (c) 2002

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No sé qué está pasando Te vuelves y me tocas el corazón Un momento de silencio dice la verdad Ha ocurrido algo de repente Me debería haber asustado con antelación Pero me estaba hundiendo en esos ojos tuyos Y por eso El miedo desapareció Sabía que no había otra cosa que pudiera desear jamás < estribillo > Te conozco No eres de aquí He esperado a que aparezcas Para dejarme sin aliento Y hacerme llorar No eres de aquí No de este aquí y ahora Sólo una caricia tuya Y echo a volar... y echo a volar... y echo a volar No consigo acostumbrarme a echarte de menos Si así es como tiene que ser Necesito un ángel que vele por mí Nadie puede sujetar las manos del tiempo Pero puedo sujetarte en mi mente Una y otra vez como una melodía Por ahora Me quedaré inmóvil Por ahora Me llenaré del recuerdo de tu piel Te conozco 4

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No eres de aquí No perteneces a las mentiras y las lágrimas La grandeza de tu alma Me hace llorar No eres de aquí No de este aquí y ahora Sólo una caricia tuya Y echo a volar... y echo a volar... y echo a volar —You're Not from Here, de Lara Fabian, John Bettis, Walter Afanasieff, Rick Allison

Prólogo

Había nevado por la noche. Todo estaba cubierto de un blanco reluciente. Todo estaba enterrado bajo una capa de inocencia intocable. Hasta que saliera el sol y el hombre aplastara la pequeña maravilla de la naturaleza. Pero por el momento todavía reinaba la oscuridad. Todavía dominaba un mundo que dormía apaciblemente. El suave rugido de las olas al chocar con la orilla flotaba por el aire gélido. Ruidos de barcas golpeándose entre sí. El ladrido apagado de un perro. Desde algún lugar lejano, el ruido de un coche. Y el sonido de la nieve crujiendo bajo unos pies al caminar. Aliento silencioso que formaba un delicado vapor. Un suave suspiro.

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Unos ojos claros recorrían la playa nevada, siguiendo las pequeñas huellas de los gatos que habían pasado antes por allí, las huellas aún más pequeñas de los pájaros. Una figura alta se estremeció un poco y se arrebujó más en un grueso abrigo. Una cara medio tapada por una bufanda. Copos de nieve atrapados en una larga melena oscura, relucientes a la luz de una farola cercana. El paseo marítimo estaba desierto. No era sorprendente, puesto que era plena noche. Sólo dos de los bares y restaurantes que había a lo largo de la playa seguían abiertos pero en silencio, indicando que esta noche tampoco había muchos clientes. La figura silenciosa pasó ante las ventanas pobremente iluminadas y subió por un estrecho sendero que llevaba a un pequeño claro que daba a la playa y al mar, rodeado de altos pinos y árboles de hoja caduca, todos bien cubiertos de nieve y con las ramas agitadas suavemente por una brisa ligera que también revolvía la melena oscura. En el mar las luces de los barcos parpadeaban rítmicamente. Faros para cualquier alma a la búsqueda... Los claros ojos azules miraron hacia la derecha. Apenas distinguieron el faro situado en una pequeña península que se adentraba en el mar. El rayo de luz resultó cegador por un momento. Unas manos largas se hundieron en el grueso abrigo y salieron con una rosa. Blanca como la nieve que rodeaba a la alta figura. Delicada. Las espinas habían sido eliminadas y el tallo era suave y liso. Los largos dedos lo acariciaron y luego otro suspiro agitó el aire. Unos labios pálidos, debido al frío, tocaron la flor blanca y la mano que sujetaba la rosa se movió rápidamente y lanzó la flor por el acantilado. Los claros ojos

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azules observaron su descenso. Observaron cuando tocó el agua revuelta que había debajo. Observaron cuando se la tragaron las olas oscuras que se chocaban contra la roca. Silencio. En lo alto, las estrellas asomaban por entre las nubes, parpadeando con despreocupado abandono. La alta figura se volvió y emprendió su lento regreso a la playa, dejando tan sólo un rastro de huellas y unas cuantas manchas blancas que flotaban en el agua de debajo.

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Matthias Berger cerró la ventana con un ligero suspiro. Colocándose de nuevo ante el espejo, dijo: —Está nevando, otra vez. El débil sonido de la ropa al caer indicaba que había alguien con él en el pequeño apartamento. Se ajustó la corbata alrededor del cuello y se colocó bien el cuello de la chaqueta azul marina. Pasando las manos por la tela oscura, carraspeó un poco. —Vaya, vaya... pero qué... —Cuidado... —Guapo. —Una risa suave y luego un par de manos le rodeó la cintura y notó una figura pequeña que se apoyaba en su espalda. Cerró los ojos y disfrutó del momento de quietud. Luego se volvió y miró a la menuda morena que tenía delante. Unos ojos oscuros lo miraron chispeantes y ella se dio la vuelta con los brazos estirados. —¿Qué te parece? La miró de arriba abajo y sonrió. —Preciosa. —La besó ligeramente. Corinna estaba realmente preciosa con su vestido negro. Comedido pero elegante. Ceñía su cuerpo esbelto de una forma muy... sonrió aún más... muy atractiva. 8

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Ella le dio un manotazo y luego miró hacia la ventana. —Así que nieva, ¿eh? Eso quiere decir que tenemos que irnos un poco antes, ¿no? Él asintió y cogió su cartera. —Sí... creo que veinte minutos como poco. Seguramente todavía no han limpiado la carretera de Plön... —Un vistazo al reloj—. Pero tenemos que esperar a Ray. Iban a la fiesta de cumpleaños de una amiga común. Liv Forsberg, una pequeña sueca rubia que trabajaba en el bar de Matthias. Corinna ladeó un poco la cabeza y se sentó en el brazo del sofá del cuarto de estar. —¿No va a ir a la fiesta? Una mirada rápida de sus ojos azules claros. —Eeeh... no. Es... —un pequeño suspiro—, ...difícil. Corinna frunció un poco el ceño. Las cosas entre Ray y Liv siempre eran "difíciles". Y Matthias siempre evitaba el tema, diciendo que en realidad no era asunto suyo. Había conocido a Rayne Wilson el año anterior, al mismo tiempo que conoció a Matthias. Estaban en un pequeño bar del centro antiguo de Lübeck llamado Hieronymus. En realidad, la alta británica fue la primera de los dos que le llamó la atención. Parecía fuera de lugar en la pequeña sala atiborrada de estudiantes y artistas. Alta, de por lo menos un metro ochenta, y de piel muy bronceada y demasiado natural para ser falsa. Pelo largo y negro como el azabache y facciones marcadas que casi gritaban "clásicas". Pero lo más llamativo de ella eran sus ojos. De un azul claro, vibrantes y extrañamente vivos.

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Matthias también tenía los ojos azules, pero en los ojos de Ray había algo que era... no conseguía describir la sensación que se apoderaba de ella cada vez que tenía que mirarlos. Y normalmente había en ellos una pena y un dolor... sólo de pensar en lo que podía haberlos causado se estremecía. —¿Corinna? Salió sobresaltada de sus reflexiones. —Oh... disculpa, estaba pensando... ¿Y por qué va a venir aquí? Matthias volvió a suspirar y alcanzó un vaso de agua que había en la mesa. —Tiene un regalo que quiere que le dé a Liv. —Se encogió de hombros ligeramente. —¿Y no se lo puede dar ella en persona? Él se quedó mirándola en silencio. —No... es... Ella agitó las manos. —Sí, sí... ya lo sé. Es difícil. Eran cerca de las cinco y media cuando sonó el timbre de la puerta y la mujer alta entró en su apartamento, sacudiéndose copos de nieve del pelo oscuro y echándose el flequillo mojado a un lado. Saludó a Matthias con un gesto de la cabeza y estrechó la mano de Corinna. —Guten Abend. —Su voz grave hizo resonar las palabras con un ligero acento. Se sentó en una de las butacas de cuero. Se pasó una mano morena por la melena

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oscura para ahuecársela un poco—. No me voy a quedar mucho... sólo... — Levantó la mano. Se quedaron mirándose un momento en silencio hasta que Matthias carraspeó y señaló el paquetito que ella tenía en la mano. —¿Es eso? Los ojos claros se alzaron y lo miraron un momento en silencio. Luego la cabeza morena asintió. —Sí. —¿No lleva tarjeta? —No. Matthias suspiró, bien consciente de los ojos marrones claros que los observaban. —Escucha, Ray... de todas formas, va a saber de quién es... ¿Por qué...? ¿No es éste el momento perfecto para... para hablar de... las cosas? ¿Sabes? Una ligera sonrisa de derrota y la alta figura se levantó. —Debería haber hablado con ella hace dos años, Matthias. El hombre rubio la observó mientras se dirigía a la puerta y se debatió un momento consigo mismo. Pero luego decidió decírselo de todas formas. —Sabes que se va a volver a Suecia, ¿verdad? Rayne se quedó petrificada. Se dio la vuelta muy despacio. Su rostro reflejaba una sorpresa incrédula y algo mucho más profundo... —¿Qué?... ¿Cuándo...? 11

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—Mm... el mes que viene, creo. Corinna vio cómo se movía la garganta de Rayne. Vio cómo aquellos increíbles ojos azules se nublaban con... Sintió un escalofrío que le recorría la espalda al imaginarse lo que había provocado esa mirada. Un suspiro silencioso y luego los anchos hombros se encogieron. —Bueno, tal vez eso sea lo mejor... Tschüss. —Y sin decir nada más, se marchó. Dejando detrás un leve aire de pena y dolor. Corinna se volvió hacia su novio, con una ceja oscura alzada. —¡¿Qué... ha sido todo eso?! El rubio no contestó de inmediato. Miró el pequeño regalo que tenía en las manos. Lo sopesó un poco y luego miró a Corinna. —Te lo contaré de camino a casa de Liv... Es una larga historia.

Rayne Wilson salió a la oscuridad de la noche. Sus ojos claros no veían en realidad nada de lo que la rodeaba. Hacía frío. El final del otoño prometía un invierno aún más frío. La nieve temprana era una clara prueba de ello y había sorprendido a mucha gente que por fin tuvo que preparar su coche para el invierno. Los ojos azules recorrieron la calle casi vacía. Sólo había unas pocas personas fuera a esta hora del día. Suspiró suavemente. Su aliento se transformó en roscas de vapor delante de ella.

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Volvió a su coche y simplemente se reclinó en el asiento de cuero. Cerró los ojos y se dejó inundar por las emociones y los recuerdos.

entonces: hace 5 años —¡¡Será perfecto!! El emocionado joven sonreía de oreja a oreja, agitando una hoja de papel que tenía en la mano. Unos ojos claros y risueños lo miraban y luego una cabeza morena hizo un ligero gesto negativo. —No sé, Matthias... —No, no, no... ¡no te atrevas a negarte, Ray! Vamos... La alta británica suspiró, contemplando el gran almacén en el que estaban. Bueno, con un poco de pintura y algunos arreglos aquí y allá... sí, podía quedar muy bien. La ubicación era estupenda. Cerca del Untertrave en el canal occidental que rodeaba la ciudad antigua de Lübeck, transformándola en una isla a la que sólo se podía acceder por puentes. Estaba cerca del centro de la ciudad, al alcance de compradores rezagados y turistas. Y a la vista del Holstentor, la antigua puerta de la ciudad y ahora atracción turística. —Reconozco que no tiene mala pinta. Matthias resopló con indignación fingida, pero en su atractiva cara había una gran sonrisa. —Te lo digo otra vez, es perfecto. Tenemos el dinero, tenemos el lugar... Sólo tienes que aceptar.

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Rayne sonrió y se adentró un poco más en la inmensa estancia. Sus ojos recorrieron las sucias tablas del suelo y las paredes, las ventanas polvorientas y los picaportes metálicos oxidados. —Va a hacer falta mucho trabajo. Matthias sonrió. Por el tono de la voz grave de Ray, sabía que a ella también le gustaba. —Sí, probablemente. Los claros ojos azules se volvieron hacia él y sacudió la cabeza, rindiéndose en broma. —Bueno, pues vamos a ello, ¿no? Él soltó un grito y casi, casi la abrazó. Pero contuvo ese deseo al ver que la cabeza morena se ladeaba un poco y recibir una de esas miradas. —Genial. Vale, mañana hablaré con Manfred y... guau, Ray... ¡¡todo esto será nuestro!! Ella volvió a mirar a su alrededor, resoplando suavemente. —Sí... eso parece.

Desde la calle subían flotando los ruidos apagados del tráfico. Pitidos de bocinas, frenos... gritos y el delicado campanilleo de timbres de bicicletas. Las palomas arrullaban satisfechas en un alféizar. Y los cálidos rayos del sol se alargaban desde la ventana, cruzando el suelo hasta una cama, acariciando unos pies desnudos que se agitaron con cierta sensación de molestia.

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Luego un leve quejido movió el aire y apareció una cabeza morena. Una mano grande frotó unos ojos claros y enrojecidos. Parpadearon mirando un cielo despejado y se volvieron a cerrar. —Dios, recuérdame que estrangule a Matthias, ¿vale? —dijo, sin dirigirse a nadie en concreto. Habían estado trabajando en el bar hasta la madrugada. Por fin habían conseguido fijar la barra al suelo y arreglar las luces. Y hoy era sábado, de modo que no tenía motivo para levantarse... pero a ese maldito reloj interno que tenía no le importaba. La cabeza morena se volvió. Sí, pasaban pocos minutos de las siete. Fuera oyó el ruido delicado de unas alas que se agitaban y se volvió de nuevo hacia la ventana. Entrecerró los ojos al ver a las palomas allí posadas. —Y cuando haya estrangulado a ese tío... —se levantó y las señaló con el dedo—, ...os toca a vosotras. Tal vez las palomas la vieron acercarse o el viento las incomodó, pero arrullaron con más fuerza y alzaron el vuelo. —Qué suerte habéis tenido. Otro quejido y luego la alta figura se estiró. La fina camiseta negra se tensó sobre su cuerpo delgado y musculoso. Se rascó el estómago y luego se dirigió al cuarto de baño. Ya que estaba, podía empezar el día, ¿no? Un ligero resoplido. —Ya.

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La taza de café humeaba ligeramente y Rayne bebió otro trago. Sus ojos examinaron el periódico de la mañana que había comprado junto con dos bollos en la panadería. Sonrió al recordar al señor Jaap, el dueño. No conseguía pronunciar bien su nombre. Siempre hacía que sonara como René. Alzó la cabeza y contempló su apartamento. Era un apartamento de una sola habitación, una de cuyas paredes estaba ocupada por un enorme ventanal. En un rincón había una pequeña cocina y al fondo, a cierta altura del suelo, estaba su "rincón de dormir". El resto de la habitación estaba ocupado por un cómodo sofá oscuro y una butaca, una mesa pequeña y una televisión. Y contra otra pared estaba su pequeña "oficina": una mesa de ordenador y una silla muy cómoda. No era grande, pero era suficiente para ella, y tenía una bonita vista del pequeño lago que había detrás del edificio de apartamentos. Estaba a punto de empezar con su segundo bollo cuando sonó el teléfono. —No hay nadie en casa. Pero el aparato evidentemente no entendía inglés y siguió sonando. Soltó un suspiro y se levantó. —Wilson. Una voz alegre se coló por el teléfono y ella volvió a suspirar. —Matthias... sólo he dormido cinco horas... no pienso aparecer hoy por el bar. — Pero a la voz del otro lado tampoco parecía importarle—. ...Escucha, ¿qué tal si los entrevistas tú y luego me dices quién te parece mejor, eh?... Confío totalmente en tu capacidad para elegir al personal adecuado. Se sentó en el brazo del sofá y sacudió la cabeza.

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—Matthias... —No pudo terminar la frase porque él la interrumpió. Su alemán acabó sonándole como un galimatías atropellado—. Vale... vale... vale... Estaré ahí dentro de quince minutos. —Otro sonido alegre, pero ella se limitó a colgar—. Bueno —reflexionó mientras alcanzaba un par de vaqueros y una camisa—. Si lo veo, puedo estrangularlo... A lo mejor eso me salva el día.

Era la segunda vez que daba la vuelta a la manzana. Estaba a punto de perder los estribos. Sábado por la mañana y, por supuesto, era casi imposible encontrar sitio para aparcar. Los largos dedos agarraron el volante con más fuerza y volvió a mirar a su alrededor. Ah, ahí... Paró el coche y echó marcha atrás despacio y... En ese momento un VW Escarabajo azul se coló en el espacio libre. Por un momento sus ojos claros se quedaron mirando el pequeño coche con estupor y luego se estrecharon de rabia. —Ah, amigo... eso es justo lo que me faltaba hoy. —Salió del coche y se acercó al coche más pequeño. Agarró la manilla y lo abrió de golpe, agachando la cabeza— . Escuche, amigo... yo he visto... Y se quedó callada cuando la miraron unos sorprendidos ojos verdes. —...Yo... —Se le quedó la mente en blanco e intentó pensar en algo que decir. El par de ojos verdes pertenecía a una cara de rasgos increíblemente delicados enmarcados por un pelo corto y rubio que una mano pequeña apartó a un lado. Y entonces vio chispas de rabia en aquellos pozos verdes. —¿Le importa decirme qué está haciendo? Parpadeó como una tonta y luego se miró la mano.

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—Oh... —Soltó la manilla y se echó hacia atrás. La mujer del coche pequeño salió y cerró la puerta. Se dio la vuelta y ladeó un poco la cabeza... sin poder ocultar del todo una ligera sonrisa de sorpresa. Llevaba un polo blanco y vaqueros azules y ajustados que ceñían una esbelta cintura. Rayne tragó y retrocedió un poco más. Y salió de su trance por los pitidos furiosos de un coche detrás de ella, que le recordaron que su propio coche estaba en medio de la calle. —Mm... —farfulló. Y luego sacudió la cabeza y regresó a su coche. Seguida por unos ojos verdes llenos de diversión. Liv soltó un leve bufido y meneó la rubia cabeza. Y luego observó la manzana, intentando localizar el bar donde tenía una entrevista. Metió la mano en el bolsillo y la sacó con un pequeño recorte de papel. Die Blaue Rose. Mmm. Se volvió un poco y descubrió un pequeño letrero luminoso a pocas puertas de distancia. Se puso el bolso al hombro y se dirigió hacia allá, tomando aliento para prepararse para la entrevista.

Rayne encontró por fin un hueco al otro extremo de la calle. Maldijo durante todo el trayecto de vuelta al bar, sin conseguir borrar de su mente esos ojos verdes. Eso no le había pasado nunca. Estaba a punto de hacer pedazos a una persona y al segundo siguiente... se encontró trabucándose con sus propias palabras.

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—Como una maldita adolescente. —Volvió a sacudir la cabeza, decidida a dejar el bar lo antes posible. Así recuperaría sueño... haría un poco de ejercicio. Tal vez iría a la playa. Era mediados de primavera, pero hacía calor suficiente para ponerse una camiseta, y un paseo por la playa solía tranquilizarla. Sí... y a lo mejor me llevo un libro también. Una vez tomada la decisión, se irguió y entró en el almacén. Sus ojos necesitaron un momento para acostumbrarse a la escasa luz de la entrada. Miró a su alrededor y distinguió la cabeza rubia de Matthias. Oh, amigo... tú y yo tenemos que hablar. Dejando la chaqueta en una de las sillas cercanas, avanzó hacia su amigo.

Liv se tiró nerviosa de la oreja, mirando a su alrededor. Sus ojos verdes se posaron en otros siete hombres y mujeres jóvenes que se habían presentado para solicitar el trabajo. Observó el interior del bar. Era evidente que todavía estaba en proceso de reforma. De repente, las claras cejas se fruncieron al ver a una figura alta que se dirigía hacia el joven que los había recibido hacía unos minutos. Miró con más atención... y soltó aliento suavemente. Era la mujer alta que había estado junto a su coche antes. Se pusieron a hablar. El hombre se echó a reír y golpeó a la mujer en el brazo. Liv suspiró. Estupendo... se conocen... seguro que es una de las jefas de aquí. Y ya está cabreada conmigo por quitarle el sitio para aparcar... Qué suerte la mía. Volvió a suspirar y retrocedió unos pasos. Se apoyó en la pared, con la esperanza de ocultarse detrás del resto de las personas, que eran todas más altas que ella.

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No podía quitar los ojos de encima de la mujer alta que estaba al otro lado de la estancia, advirtiendo la forma en que se movían los músculos de sus antebrazos al gesticular con las manos. Liv frunció el ceño y apartó la mirada, algo nerviosa por lo que sentía por dentro. Recuerda que necesitas el trabajo. Tomó aliento e intentó calmarse cuando el hombre —Matthias— se acercó a su grupo. Les sonrió y agitó un cuaderno que llevaba en la mano. —Bueno... éste es el plan... estamos buscando dos camareros y tres camareras. Si tenéis experiencia previa con este tipo de trabajo, genial, pero no es necesaria. Buscamos gente de mentalidad abierta porque... como ya dije antes, este bar va a ser frecuentado sobre todo por un público gay y quien tenga problemas con eso, ¡ya se puede ir! La gente que rodeaba a Liv se movió un poco y luego vio a una joven que cogía su chaqueta y se marchaba. El rubio que tenían delante esperó otro minuto y luego sonrió de nuevo. —Vale... mm... bueno... —Los miró—. Así es bastante fácil, porque aquí sólo hay dos hombres... ¿os parece bien lo que he dicho? Rayne estaba al fondo mirando al grupo. Sus ojos iban examinando con cuidado a cada uno de ellos. Sonrió irónicamente. Bueno, la verdad era que no hacía falta tener un radar gay con los dos chicos, que evidentemente eran amigos, pero las chicas... Ladeó un poco la cabeza. Y sintió que se le quedaba la boca seca. Vio una mano pequeña que se colocaba unos mechones rubios detrás de una pequeña oreja y quedó atrapada por unos ojos verdes parpadeantes.

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Era la rubita del VW Escarabajo. Sus ojos volvieron a recorrer el esbelto cuerpo. Sooo... ¡¡pero qué estoy haciendo!! ¡¡A ver si te calmas!! Vio un ligero rubor que subía por el cuello de la joven y tragó con fuerza muy a su pesar. Matthias seguía hablando con el grupo y entonces vio a otra joven que se marchaba. El rubio hizo un gesto con las manos para que esperaran un momento y volvió con ella. —Oye... Ray... ¿qué te parecen? —¿Las condiciones les parecen bien? —Sí. Ella se encogió de hombros... sin poder evitar que sus ojos volvieran a la menuda rubia. —¿Tienes sus curriculum? Matthias asintió y le pasó unas cuantas hojas de papel. Las fue pasando hasta que vio la cara que esperaba. Liv Forsberg... Liv... Decidiendo que le gustaba el nombre, miró a su amigo. —Vale... pues prepara el papeleo. Diles que pueden empezar el mes que viene. Matthias asintió y volvió al grupo que esperaba. Liv Forsberg... Levantó la mirada de nuevo y vio que la rubita sonreía ampliamente por algo que había dicho Matthias. Sintió que algo dentro de ella se agitaba con una cálida familiaridad que le resultaba un poco enervante.

—Eh... ¡ya he vuelto!

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Liv cerró la puerta tras ella y dejó la mochila en el suelo. Sus llaves aterrizaron en una mesilla cerca del espejo. Una cabeza pelirroja y despeinada asomó por una puerta. —Hola... cielo... ¿y? ¿Has conseguido el trabajo? Sonrió. —Sí. —¡¡Así se hace, chica!! —La pelirroja se acercó a ella y la abrazó—. Ya te dije que saldría bien... ¿Cuándo empiezas? Pasaron al cuarto de estar. Liv se acomodó en una butaca gastada pero cómoda mientras que su amiga se sentaba en el suelo a su lado. Evelyn todavía tenía aspecto de acabar de levantarse, aunque eran cerca de las tres de la tarde. Compartían el apartamento con otro estudiante y se habían hecho amigas casi de inmediato. La pelirroja era una persona alocada y algo inestable, en total contraste con la sueca, que era más tranquila y reservada. Se habían conocido durante su primera semana en la Universidad de Lübeck y se habían hecho amigas casi al instante, decidiendo alquilar un piso al cabo de seis meses. Lorenz, un buen amigo de las dos, decidió mudarse con ellas también. —Terminan el interior en las próximas semanas y nuestro contrato empieza el mes que viene. Así que... se acabó esa preocupación... —Liv se quedó callada. En su mente apareció de pronto una imagen de una mujer alta y morena. Frunció el ceño y meneó la cabeza ligeramente. Una mano cálida en la rodilla la sacó de su ensueño y bajó la mirada para encontrarse con unos ojos azules y preocupados. —¿Estás bien? 22

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Los ojos verdes parpadearon en silencio un momento, pero luego sonrió. —Sí... claro... estoy bien. Mmm... ¿ha llamado ya Torben? Evelyn observó a su amiga, no muy satisfecha con la respuesta obtenida, pero decidió dejar el tema. —No. Todavía no ha llamado. ¿Es que esperabas que lo hiciera? —El novio de Liv se había tomado una semana libre en la universidad para ir a ver a su madre en Suecia—. Quiero decir, es que llamó ayer... Liv se apartó unos cortos mechones rubios de los ojos y se encogió de hombros. —Yo... mm... es que pensaba... que tal vez... La pelirroja que tenía delante se echó hacia un lado y enarcó una ceja. Ella sonrió y meneó la cabeza, posando su mano más pequeña encima de la que todavía estaba en su rodilla. —Estoy bien, Eph... Sólo un poco cansada. —Se levantó, pero evitó los ojos de su amiga—. ¿Queda comida? La otra mujer suspiró en silencio, reconociendo las señales de que Liv estaba decidida a cambiar de tema. —Eso creo... sí... Lorenz todavía no ha tenido oportunidad de asaltar la nevera, así que debería quedar algo. Riendo ligeramente, se encaminaron a la cocina.

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Con un leve siseo, la farola de debajo de su ventana se encendió y la débil luz amarilla se fue transformando despacio en un blanco cegador. La figura alta estaba de pie en silencio ante la ventana, mirando a la calle. Los ojos claros observaban el paso de los coches y los autobuses. Los destellos de las luces bailaban sobre su cara impasible. Detrás de ella, en el apartamento a oscuras, una música delicada flotaba por el aire, una alfombra apagada de sonidos relajantes. Así que hoy era el gran día. La inauguración del bar. Matthias estaba tan emocionado que la había llamado cinco veces en una hora para asegurarse de que sabía que tenían que encontrarse a las siete delante del bar. Una ligera sonrisa bailó en los labios rojos y la cabeza morena se agitó un poco. A lo largo de las últimas tres semanas habían tenido ocasión de conocer un poco mejor a las personas que iban a trabajar para ellos. Y había descubierto que era incapaz de quitarse a Liv de la cabeza. Era algo que le resultaba muy inquietante. Cerró los ojos y apoyó la frente en el cristal frío de la ventana, intentando calmar el torbellino que sentía por dentro. —...Liv... —Un leve susurro... Su aliento como vapor sobre el cristal... Nublando por unos instantes la vista del exterior. Un suspiro y se apartó de la ventana, volviéndose hacia el interior del apartamento a oscuras. Ya había decidido lo que se iba a poner, y un rápido 24

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vistazo al reloj le dijo que eran las seis y media. Necesitaría por lo menos quince minutos para llegar al bar... Otro suspiro. Bueno, más vale que me ponga en marcha, ¿no? Como si oyera la pregunta y quisiera contestarla... un coche pitó desde el final de la calle.

—¿Has terminado? La voz del joven sonaba impaciente mientras paseaba delante del cuarto de baño. Unos ojos azules lo observaban y Evelyn tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para reprimir un comentario cáustico. Lo cierto era que Torben no le gustaba. Había algo en él... Era guapo. De eso no cabía duda. Y realmente quería a su menuda amiga, pero tendía a tratarla con condescendencia. De vez en cuando le hablaba como podría hablar a una niña que no tuviera ni idea de lo que estaba haciendo. Y eso la enfurecía, porque Liv simplemente... Evelyn suspiró y volvió a la cocina. Se sentó a la mesa y se encontró con la cara sonriente de Lorenz. —¡No digas nada! El joven se echó a reír. —Está bien. No digo nada. —La miró ladeando la cabeza afeitada y meneó las cejas perforadas, burlándose en silencio. Intentó seguir molesta, pero las payasadas de Lorenz se lo impidieron. —¡Eres un monstruito! —Pero sonrió.

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El joven se echó a reír y se levantó para coger la leche de la nevera. —Eso dice Klaus. —Se sentó de nuevo y sirvió un vaso de leche para cada uno—. Y mis padres... y mis profesores también lo decían. —Suspiró con dolor fingido—. ¿Así que por qué no tú también? Se rieron. En ese momento Torben se reunió con ellos, sentándose al lado de Evelyn. —Saldrá dentro de diez minutos. La pelirroja miró el reloj que había en la pared que tenía enfrente. Eran las seis. Tendrían que darse prisa para llegar a tiempo.

Los ojos verdes contemplaban el espejo parpadeando, observando la imagen que aparecía en él. Las cejas rubias se arrugaron confusas a medida que la imagen se fue transformando despacio en unos cincelados rasgos sonrientes. Una larga melena oscura enmarcaba el hermoso rostro. Liv cerró los ojos. Un suave suspiro empañó el espejo. Sentía que le estaba pasando algo. Algo tan nuevo que no tenía palabras para describirlo y sin embargo le resultaba tan extrañamente familiar... Las últimas tres semanas habían sido... Abrió los ojos. Emocionantes. Interesantes. Desconcertantes. Pero sobre todo habían estado llenas de Rayne. La presencia tranquila pero vibrante de la alta británica. Su risa. Esa voz grave... Esos ojos... Soñaba con su nueva jefa. Y lo que la confundía más que nada... y sí, la asustaba un poco, era que no le importaba sentir todas esas cosas nuevas 26

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Traducción: Atalía

por dentro. Ardía en deseos de ir al bar... sólo para ver a Rayne. Las veces en que la mujer más alta no había estado allí, se había sentido decepcionada. Le había dolido. Casi se había sentido dada de lado. Las cejas rubias se fruncieron aún más y se miró meneando la cabeza. Irguió su pequeña figura y, echándose un último vistazo, se volvió, decidida a controlar sus emociones. Bien consciente de que Torben la iba a acompañar a la fiesta de inauguración. E igual de consciente de que no le apetecía pasar la velada con él.

Matthias contempló el bar, con una amplia sonrisa en la cara. El gran espacio estaba atestado de gente. Mujeres... Hombres... Casi todos amigos suyos o de Rayne. El resto amigos de sus empleados. Habían contratado a una banda para la fiesta y estaba planteándose seriamente ampliarles el contrato a por lo menos dos días por semana. Tenía que hablar de eso con Ray. Miró a su alrededor, tratando de localizar a la alta británica. Había estado muy callada al llegar esta noche... casi al mismo tiempo que Liv y sus amigos. Sus ojos claros estaban inusitadamente apagados. Todo intento de conversar con ella había fracasado miserablemente. Suspiró. Necesita a alguien. Sus propios ojos azules miraron a las personas que tenía al lado y por fin localizaron a su alta amiga en un pequeño banco al fondo de la sala. Como siempre, parecía bastante sola y casi perdida en una habitación llena de gente. Suspiró de nuevo y empezó a abrirse paso hacia la alta figura.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Seguido por unos ojos claros que habían notado su avance casi de inmediato. No esperaba nada menos de su amigo, a quien se le había metido la idea en la cabeza de que tenía que cuidar de ella. En sus labios se dibujó una ligera sonrisa afectuosa. Que se desvaneció cuando un destello rubio pasó a su lado. Sus ojos claros siguieron a la cabeza rubia que ahora le era tan familiar... y se estrecharon cuando vio dónde se dirigía Liv. Observó al hombre alto y rubio que estaba de pie al lado de una pelirroja y de un joven calvo cuyos piercings relucían alegremente bajo las luces multicolores que soltaban destellos en lo alto. Movió la mandíbula en silencio... ¿qué? ¿Celos?... Apartó la mirada, molesta consigo misma por permitirse siquiera estos sentimientos, y se topó de lleno con la mirada interrogante de Matthias. —Oye, Ray... ¿estás bien? Tardó un momento en controlar la sensación de revoltijo interno... hasta llegar a un punto en el que pudiera confiar en su voz... pero lo consiguió y hasta sonrió. Aunque estaba segura de que su sonrisa parecía tan falsa como la sentía. —Sí... estoy bien. En serio... —Se levantó—. Es que... mm... necesito un poco de aire... Ahora mismo vuelvo... Se marchó sin mirar atrás. Seguida esta vez por los ojos preocupados de su amigo. Y un par de ojos verdes que miraron hacia abajo con un suspiro silencioso.

Ya era pasada la medianoche... había caído un frío casi relajante y Rayne respiró hondo. Se alegraba de haber dejado el bar abarrotado y lleno de humo.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

¡Tendrías que haber sabido que tiene novio! ¡Estúpida!, se dijo, sacudiendo la cabeza. Levantando la cabeza, sus ojos claros contemplaron los miles de estrellas, trazando dibujos parpadeantes con un aire casi melancólico. —Parece un conejo, ¿verdad? —La voz con un ligero acento sonó detrás de ella. Y casi... casi dio un respingo de sorpresa. Pero no lo hizo. Porque el delicado aroma que siempre rodeaba a Liv ya le había anunciado la presencia de la menuda rubia. —¿Un conejo?... Tal vez. Liv se puso al lado de la alta figura. La voz grave, como siempre, había tocado algo muy hondo dentro de ella. Se quedaron en silencio la una al lado de la otra, contemplando las estrellas del cielo, sintiéndose extrañamente en paz y... Liv frunció ligeramente el ceño. Casi como en casa. Se volvió hacia la mujer más alta, pero antes de poder decir algo, se abrió la puerta detrás de ellas y Torben la llamó. —Liv... ¿vienes? —Sonrió a Rayne y ofreció la mano a la menuda rubia. Los ojos claros lo miraron con una expresión inescrutable. Observaron mientras volvían a entrar en el bar y aquellos ojos verdes se encontraron con los suyos por un instante... y luego la puerta se cerró de nuevo. Dejándola de pie en medio de una fría noche de primavera, con las estrellas en lo alto. Música suave que salía del bar. Los ruidos del escaso tráfico nocturno. Ladridos de perros. Maullidos agudos de gatos.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Y en su interior sintió una pérdida y un dolor tan antiguos que casi se sintió mareada por su intensidad.

3

ahora Ahora ya nevaba mucho. El parabrisas estaba cubierto por una espesa capa de blanco. Una cabeza morena estaba ligeramente ladeada... sin advertir la nieve ni el tiempo que ya había pasado. Los ojos claros miraban sin ver los indicadores que había detrás del volante. Una mano grande se alzó y movió la larga melena oscura, agitándola y apartándola del cuello. Un leve suspiro. Los ojos azules parpadearon y de repente fueron conscientes de lo que los rodeaba. —...Liv... Un susurro que se desvaneció despacio en el pequeño interior del coche. Los ojos claros se volvieron a un lado para mirar por la ventanilla, siguiendo los blandos copos blancos. Recordando una cara risueña que intentaba capturarlos con una lengua cálida. Otro suspiro. Y puso en marcha el coche, sin saber muy bien dónde quería ir. Sabía que la fiesta no empezaría antes de las seis. Y con tanta nieve casi todos los invitados llegarían tarde de todas formas. Todavía podía llegar.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Lo único que tenía que hacer era girar a la derecha en lugar de a la izquierda en el siguiente semáforo. Dos años. Volvería a ver aquel rostro delicado... después de dos años. Volvería a oír la voz de Liv. Su cuerpo... y su alma ansiaban volver a sentir a la pequeña figura. Sólo tenía que cerrar los ojos para ver aquellos ojos verdes, aquella sonrisa... ¿Cómo había ido todo tan mal? Se detuvo ante el semáforo en rojo. Los ojos claros contemplaron el cartel que indicaba Plön. Sabía exactamente qué era lo que había ido mal. Los recuerdos y el dolor que le producían seguían tan vivos como cuando... Detrás de ella otro conductor anunció su fastidio porque no se había movido aunque el semáforo se había puesto en verde. Tragó. Con las manos ligeramente temblorosas, empezó a girar el volante.

Corinna se arrebujó más en su abrigo mientras esperaba junto al coche de Matthias a que éste lo cerrara. Por fin había dejado de nevar, pero ahora estaba bajando la temperatura... la nieve que cubría el pavimento crujía con fuerza con cada pisada. Las farolas hacían que la nieve congelada soltara vivos destellos. —Vale... vamos. Notó el brazo de Matthias alrededor de la cintura mientras avanzaban con cuidado hacia la pequeña casa que había cerca de la carretera. Los inmensos abetos de delante estaban cubiertos de nieve. 31

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

A través de las ventanas una luz cálida y amarilla y unas siluetas oscuras en movimiento indicaban que la fiesta ya había empezado. Matthias sonrió a su novia y luego llamó al timbre. Corinna se pasó una mano por el pelo para ahuecárselo un poco y sacudirse algunos copos de nieve. La puerta se abrió y los sonidos de risas, música suave y voces salieron flotando a la oscuridad. Luego apareció una cara sonriente y sin decir palabra, Matthias estrechó entre sus brazos a la rubia menuda que había abierto la puerta. Notó unos brazos más pequeños que lo rodeaban en un cálido abrazo. —Feliz cumpleaños, pequeñina —susurró. —Gracias, Matti. La soltó y ladeó un poco la cabeza. —Estás preciosa. Consiguió el esperado y ligero sonrojo de Liv... y un suave empujón de Corinna. Las mujeres se echaron a reír y luego se abrazaron también. —Pasad... ¡os tenéis que estar congelando! Liv cerró la puerta tras ellos y les indicó un sitio donde la pareja podía colgar sus abrigos. Sus ojos verdes observaron divertidos mientras Matthias ayudaba a Corinna a quitarse el abrigo. En su cara se dibujó una sonrisa dulce. Quién habría pensado que ibas a estar tan colado, Matti. Pero se alegraba por él. El alto alemán era casi como un hermano mayor para ella... y lo quería muchísimo. —Bueno, cumpleañera... —Ella puso los ojos en blanco—. Ni siquiera te voy a preguntar cuántos cumples. —Obtuvo una rubia ceja enarcada y una verde mirada asesina—. Vamos, vamos... Se echó a reír y le entregó dos paquetes. 32

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—Feliz cumpleaños. Ella sonrió y aceptó los regalos. Los puso encima de una mesa cercana para poder mirarlos. Abrió primero el más grande, levantó la tapa de la caja y soltó una exclamación. —Dios... ¡Matti, no deberías haber hecho esto! —Los atónitos ojos verdes miraban fijamente una primera edición de las obras completas de Albert Strindberg. Una expresión satisfecha se apoderó de la cara del joven... era evidente que estaba muy contento de sí mismo. —Corinna me ha ayudado... un poco. —Lo cual le valió otro empujón. Él se echó a reír y le robó un beso—. Además está firmado. Liv abrió el libro que tenía en las manos con cuidado... y se quedó mirando en silencio lo que había escrito allí. Luego levantó la mirada, con los ojos verdes relucientes de lágrimas. Volvió a abrazar a Matthias, estrechándolo con fuerza. —Muchísimas gracias... —Un leve susurro. Unas manos grandes le acariciaron la mano con ternura. —De nada, pequeñina. Liv sorbió y se frotó los ojos con una mano. Y luego se volvió hacia el otro paquete que seguía encima de la mesilla. Sus dedos tocaron el delicado envoltorio... su cuerpo se quedó inmóvil. Miró a su amigo. —Mm... es... yo... nosotros... —farfulló él. Liv tragó y abrió muy despacio la cajita. Cogió en sus manos el collar que encontró en ella. Con un dedo tocó el pequeño colibrí hecho de oro de las Colinas

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Negras que relucía suavemente con delicados tonos de verde y rojo. Y que le traía tantos recuerdos... —...Rayne...

entonces El cielo ya estaba pasando despacio de un negro oscuro a un gris pálido cuando volvieron a casa. Evelyn gimió y se apoyó en la puerta del cuarto de estar. —Estoy muerta. Mátame. —Liv se echó a reír y meneó la cabeza. Pero antes de que pudiera responder, los ojos azules le clavaron una mirada—. ¡No digas nada! La menuda rubia alzó las manos como si se rindiera y se volvió hacia la cocina. Necesitaba algo de beber y todavía no estaba lista para acostarse... sabiendo que Torben se iba a quedar a pasar la noche. Seguía sin poder quitarse la cara de Rayne de la cabeza. La alta británica había parecido tan perdida, allí fuera del bar. Contemplando las estrellas. Y lo único que ella había querido hacer en ese instante era estrecharla entre sus brazos y quedarse allí. Quedarse allí y olvidarse del resto del mundo. Liv suspiró y se sentó en una de las sillas que rodeaban la mesa de la cocina. Estaba confusa. Los sentimientos que tenía por su jefa eran muy nuevos para ella. Y sin embargo, le resultaban tan correctos que parecía casi sobrenatural. La necesidad de estar cerca de Rayne... de ver esa sonrisa... de oír esa voz... a veces esos sentimientos eran tan fuertes que llegaba a sentir dolor. —¿Liv?

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Notó la mano de Torben que se posaba en su hombro y cerró los ojos. Su caricia no era lo que deseaba sentir en su cuerpo. —Estoy bien... —Se volvió y le sonrió, con la esperanza de resultar lo suficientemente convincente porque por dentro no le apetecía sonreír en absoluto. Le apetecía salir corriendo del pequeño piso que compartía con Eph y Lorenz, quien había decidido pasar la noche en casa de su novio. Lo que de verdad quería era volver al bar, encontrar a Rayne... y olvidarse del mundo. Perderse en esos increíbles ojos azules. Y en la calidez del abrazo de Rayne. Tragó y apagó la luz de la cocina. Torben y ella se quedaron en una débil penumbra. La luz de las farolas de la calle entraba por la persiana medio bajada, formando bandas brillantes en las paredes y en sus caras. Notó que el brazo de Torben le estrechaba los hombros mientras la llevaba a su pequeño cuarto.

Suspirando, Matthias retiró del suelo otro trozo de cristal roto. A lo mejor usar vasos y platos de plástico no habría sido tan mala idea después de todo. Lo tiró a la bolsa de basura que tenía al lado y se enderezó. Miró el bar, muy contento por cómo había salido la fiesta de inauguración. Sus profundos ojos azules soltaron destellos y se balanceó sobre los talones. Una expresiva maldición en inglés procedente del fondo del bar lo sacó de sus reflexiones y se dio la vuelta. Vio a Rayne mirando con mala cara algo que no conseguía distinguir desde donde estaba. Su alta amiga llevaba de este humor desde que había vuelto de su breve salida durante la fiesta. Y podía imaginarse lo que lo había provocado. —Eh, Ray... ¿estás bien?

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Traducción: Atalía

Los ojos claros se volvieron hacia él y se dio cuenta de que tardaba un momento en controlar un comentario cáustico. —Sí... estoy bien. —Una mano de dedos largos aplastó una servilleta y luego la tiró a un cubo de basura. Por el aire flotó un sonido hueco cuando aterrizó en el fondo metálico. Matthias suspiró de nuevo y se acercó un poco, sabiendo que no le convenía seguir preguntándole si de verdad estaba bien. —Ha estado muy bien, ¿no crees? La alta figura se apoyó en la barra. Los ojos claros recorrieron la estancia. Basta, Ray. ¡No es necesario que lo pagues con él! Haciendo un esfuerzo, le sonrió. —Sí, muy bien. Por la forma en que su cuerpo pareció relajarse, vio que había logrado calmar sus preocupaciones, agradeciendo que siempre estuviera pendiente de ella. Durante las dos horas siguientes trabajaron sobre todo en silencio, limpiando los peores estropicios, y decidieron ocuparse del resto cuando los dos hubieran dormido un poco. Matthias la acompañó al coche. Se la quedó mirando en silencio un momento. —¿Estás segura de que estás bien? —Su voz sonaba seria y extrañamente apagada, lo cual solía indicar que estaba preocupado de verdad. Ella volvió a sonreír. Esta vez de forma auténtica. —Estoy cansada. Y hay algo en lo que tengo que pensar muy en serio. Eso es todo. 36

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Traducción: Atalía

Él le devolvió la sonrisa. —Liv. No era una pregunta. Una simple afirmación que demostraba que la conocía mejor de lo que a veces ella deseaba. Montándose en el coche y bajando la ventanilla, tomó aliento. —Ja, Liv. El cielo ya se había puesto gris pálido y un cálido resplandor amarillo y naranja hacia el este prometía el amanecer de un nuevo día. Pero la ciudad misma seguía dormida. Sólo de vez en cuando veía algún otro coche en la calle. Las palomas estaban agrupadas en torno a los cubos de basura. Un perro callejero cruzó la calle, y vio que se apagaban las farolas. A su alrededor todo adquirió un aire inocente de gris y azul claro. La niebla subía del canal que tenía al lado y las barcas atadas a los muros hacían ruidos suaves en la quietud del amanecer. No supo cómo acabó delante del edificio donde sabía que vivía Liv. Durante largo rato se quedó sentada en el coche, contemplando las ventanas oscuras, con la mente llena de imágenes de Liv. Esos ojos verdes... esa nariz tan mona... el pelo suave... y el olor que siempre parecía rodearla. Una mezcla de melocotones y vainilla. Algo que le resultaba casi misteriosamente reconfortante. Suspirando y meneando la cabeza ante sus propias ideas, salió del coche. Cerró la puerta y se apoyó en la chapa ligeramente húmeda. Sus ojos claros contemplaron el edificio. Sintió más que vio que el sol empezaba a salir. Los primeros rayos cálidos le acariciaron la cara y cubrieron de bandas amarillas la calle y las paredes de las casas ante las que se encontraba. 37

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Traducción: Atalía

Con un ligero suspiro, los ojos verdes se abrieron. Las cejas claras se arrugaron por la suave luz que entraba por la ventana. La pequeña figura se apartó del cuerpo cálido que tenía al lado. Incorporándose despacio, alcanzó una camiseta y unos pantalones de pijama. Igual de despacio y cautelosamente

se

levantó

para

no

despertar

a

Torben,

que

seguía

profundamente dormido. Liv se acercó a las ventanas y, levantando un poco las cortinas, miró fuera. Vio los primeros rayos de luz que jugaban en las hojas de los árboles delante de la casa. Los claros ojos verdes siguieron la pelea de un par de palomas. Y entonces se posaron en una figura alta y oscura apoyada en un coche igualmente oscuro. Y por un momento se olvidó de respirar. —...Rayne... Su aliento empañó la ventana y emborronó la imagen de la figura silenciosa que estaba en la calle. Atravesó de puntillas el pasillo del piso. Lo único que oía era el tictac del reloj de la cocina y la respiración suave y profunda del sueño. Con el mayor sigilo posible, cerró la puerta del piso y bajó las escaleras casi corriendo. Salió a la acera y casi de inmediato se topó con la intensa mirada de un azul claro. Que la miraba con sorpresa y deleite... y algo que no conseguía identificar. Cruzó la calle, sin importarle si había tráfico, y se detuvo ante la alta figura. Apenas consiguió contenerse para no apartar unos mechones oscuros y revueltos.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—...hola... Esa sonrisa y la cabeza morena se ladeó un poco. —...hola tú... Y a su alrededor la luz suave iba cobrando fuerza, así como los ruidos de los coches y de la gente que se preparaba para comenzar el día. Y desde algún lugar el sonido delicado de una música flotaba a través de esta nueva mañana.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

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Aquí estoy con las alas rotas Pensamientos callados sueños inexpresados Aquí estoy sola de nuevo La necesito ahora Para que me coja la mano < estribillo > Ella es todo Ella es todo lo que tenía Es el aire que respiro Ella es todo Ella es todo lo que tenía Es cómo hace que me sienta Es lo único real Es cómo me comprende Es mi amante es mi amiga Cuando la miro a los ojos Es cómo me siento por dentro Como la mujer que quiero ser Ella es todo lo que necesito Tanto tiempo tanto dolor Y sólo queda una cosa La forma en que me quería El amor que nos teníamos Y a través de todo ella siempre ha estado ahí < estribillo > Ella es todo Ella es todo lo que tenía En un mundo tan frío tan vacío Ella es todo 40

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Ella es todo lo que tenía Es cómo hace que me sienta Es lo único real Es cómo me comprende Es mi amante es mi amiga Cuando la miro a los ojos Es cómo me siento por dentro Como la mujer que quiero ser Ella es todo lo que necesito —She's All I Ever Had, escrito por Robi Rosa, George Noriega, Jon Secada, Luis Gómez Escolar

4

ahora Unos claros ojos verdes observaban una habitación llena de alegres adornos. Llena de amigos que reían, hablaban, bailaban. Era un ambiente feliz. El calor de la luz y de la pequeña chimenea formaba un eficaz escudo contra el frío que sabía que aún hacía fuera. Volvió de nuevo la cabeza hacia la ventana. Los claros ojos verdes observaron los árboles nevados, las vallas y los céspedes. Los coches estaban enterrados bajo una gruesa capa blanca. Era un inmenso contraste con el alegre calor y el ambiente que había en la habitación. Y sin embargo tenía algo muy reconfortante.

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Le traía recuerdos de una presencia fuerte y cálida a su espalda... que estrechaba su pequeño cuerpo entre sus largos brazos mientras contemplaban cómo caían los esponjosos copos. Recordaba una figura que se movía y temblaba de risa en silencio mientras ella intentaba atrapar los copos con la lengua. Recordaba sin problemas ese grave murmullo. Alzó una mano pequeña y con dedos ligeramente temblorosos tocó el delicado collar que llevaba al cuello. Se lo había puesto sin pensárselo siquiera. Bien consciente del significado más profundo que tenía el pajarillo. Para ella y... Un suave suspiro empañó la ventana por un momento. Liv se volvió y cogió el abrigo. Salió al jardín de atrás y la nieve crujió bajo sus zapatos, con un ruido extraordinariamente fuerte en medio del silencio que la noche había dejado a su alrededor. Se abrazó a sí misma y echó la cabeza hacia atrás, contemplando un cielo oscuro y despejado reluciente de estrellas que le hacían guiños. Y si cerraba los ojos casi podía oír risas que flotaban en la oscuridad por encima de ella. Las risas alegres de unos niños. Abrió los ojos. Su aliento formaba un vapor delicado delante de ella. Y entonces un leve susurro rompió el silencio que la rodeaba. —...parece un conejo... —¿Liv? La voz grave la sobresaltó tanto que apenas consiguió sofocar un ligero grito. 42

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Traducción: Atalía

Porque por un momento le sonó como... Se volvió y se encontró con la cara preocupada de Matthias. —...Hola... Se miraron largo rato en silencio, intercambiando recuerdos. Tácitos como siempre. Y como siempre no les importó el silencio. —Hur har du det? La menuda rubia sonrió ante el uso del sueco por parte de Matthias. Lo había dicho bien, pero tenía mucho acento. —Estoy bien, Matti... es que necesitaba estar un ratito a solas. Él la miró, observando sus rasgos... esa sonrisa ligera y dulce que le bailaba en los labios. La tristeza que había en sus ojos. La cabeza rubia se volvió de nuevo, arrebujándose más en el grueso abrigo. Señaló algo que tenía delante. —Es bonito, ¿verdad? Matthias avanzó un paso y se colocó al lado de Liv. No le veía la cara, pero estaba seguro de saber en qué estaba pensando. De modo que no le sorprendió cuando la suave voz se dirigió a él. —¿Qué tal estaba? Matthias soltó aliento despacio. —Cansada.

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Y Ray le había parecido de verdad cansada. Y extrañamente perdida. De nuevo se hizo el silencio entre los dos. Hasta que él se dio cuenta de que a ella le temblaban los hombros. Sin decir palabra, se puso delante de ella y la estrechó en un cálido abrazo. Notó que la pequeña figura se estremecía en un llanto silencioso. —Ssshh... todo va ir bien... —Meció a la pequeña figura, susurrando dulces palabras de consuelo, sabiendo que no era su consuelo lo que ella necesitaba. O quería. Encima de ellos el cielo empezaba a nublarse lentamente, ocultando los puntos de luz parpadeante tras un pálido gris. De alguna parte los ruidos de los coches se colaban en el jardín de atrás, acompañados de la mezcla de voces y música que salía de la casa. Una alfombra de ruido suave que se posaba apaciblemente a su alrededor.

5 entonces El agua caliente rodeaba a la alta figura de un vapor delicado, empañando el cristal de la ducha. El agua caía a plena potencia sobre el cuerpo inclinado hacia delante, con los brazos estirados, las manos apoyadas en los azulejos. Una larga melena oscura, empapada, se pegaba a los anchos hombros y la espalda, rizándose en las puntas. Sobre la piel relucían pequeñas perlas de agua, que se deslizaban despacio por el largo cuerpo.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Un suave suspiro, apenas audible por el ruido que hacía el agua. Qué día... Rayne cerró los ojos, dejando caer la cabeza entre los hombros para que el agua le diera en el cuello, rígido tras pasarse horas agachándose para recoger la basura de la fiesta. No sabía cuánto tiempo llevaba en la ducha y no le importaba. Lo único en lo que podía pensar era en... Liv. Jamás se había imaginado que la pequeña rubia fuera a verla allí, como tampoco esperaba que Liv bajara a hablar con ella. Aunque no se habían dicho gran cosa. Sus labios esbozaron una ligera sonrisa, derramando pequeñas gotas de agua. Se habían quedado allí paradas, mirándose la una a la otra. Sonriendo. Sintiendo... Se podría haber quedado allí para siempre mirando esos delicados rasgos... esos ojos verdes... esa sonrisita tímida. Le había hecho falta toda su fuerza de voluntad para no echarse hacia delante y besar esos labios. Labios que sabía que eran suaves como la seda. Y esta sensación era casi tan real como un recuerdo... Sabía prácticamente desde su primer encuentro que se sentía atraída por la pequeña rubia. Lo cual no era ninguna sorpresa porque Liv era... La sonrisa se hizo más grande.

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Fragmentos - Grit Jahning

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Y por un momento pensó que hasta podría tener una oportunidad. Pero anoche ese sueño se rompió en mil pedazos, cuando Liv apareció con un joven guapo que era evidentemente más que un buen amigo. Dios, cómo le había dolido. Y sin embargo... Esta mañana había sido casi demoledora por sus nuevas posibilidades. Todavía le hormigueaba el brazo en el punto donde Liv la había tocado antes de marcharse. La alta figura se enderezó y terminó de lavarse. Cerró el agua y salió al baño lleno de vapor. Se secó el cuerpo y el pelo antes de encaminarse a la cama. Sus claros ojos azules se dirigieron un momento a la ventana, observando el despejado cielo azul, escuchando los sonidos suaves del exterior. Se acomodó en la cama, tumbada boca arriba, con los brazos cruzados detrás de la cabeza. La sonrisa seguía bailando en sus labios. Tenía la mente llena de los recuerdos del amanecer y de las posibilidades que podría traer la noche. Liv y ella habían quedado en Zum Zölln, un popular punto de encuentro para los estudiantes de medicina que querían divertirse. Pero los domingos estaba generalmente mucho más tranquilo que entre semana. Los claros ojos azules se cerraron. Y con otro suspiro Rayne se quedó dormida. La sonrisa no desapareció de su rostro.

El pasillo de la planta estaba extrañamente silencioso. Por el aire resonaban unos pasos suaves, anunciando que se acercaba alguien.

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Traducción: Atalía

Pasaban unos minutos de la una de la tarde y la planta de pediatría estaba inmersa en un merecido descanso. Los niños habían comido hacía media hora y ahora estaban echando una siesta, lo cual permitía a los enfermeros ponerse al día con su papeleo y comer ellos mismos. Una cabeza rubia se movió de un lado a otro, observando los alegres dibujos y los animales de peluche olvidados en las sillas alineadas a lo largo de las paredes. Los claros ojos verdes se posaron más tiempo en algunos dibujos evidentemente realizados por un niño que mostraban a una enfermera y un médico. Los labios rojos esbozaron una dulce sonrisa. Una sonrisa que no podía evitar desde por la mañana. No había conseguido disimular del todo sus ganas de que llegara la noche... por suerte, Torben lo había confundido con la emoción que siempre sentía antes de ir al hospital donde, todos los domingos, leía cuentos a los niños. Llevaba un par de libros bajo el brazo y había dejado su mochila y los zapatos de calle en su taquilla del sótano. Disfrutaba inmensamente con estas tardes. Contar cuentos tocaba algo muy profundo en su interior. Acercándose a la puerta que llevaba a la sala de enfermeros, atisbó por la esquina y vio una cabeza morena. En la oscura melena sólo se veían unas pocas canas. Era Magda, la enfermera jefa de la planta de pediatría. Tenía cuarenta y pico de años y la actitud perfecta para bandearse con niños enfermos y médicos gruñones, además de padres recalcitrantes. Liv sonrió aún más.

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Traducción: Atalía

Magda le caía muy bien. La mujer de más edad había sido una fuente de fuerza incombustible durante algunas de sus experiencias más duras, y siempre lograba animarla cuando pensaba que no iba a poder con ello. Dejando los libros en una mesa cercana, se acercó a la enfermera por detrás, despacio y tratando de hacer el menor ruido posible, apenas capaz de contener la risa. —Ni se te ocurra, junges Fräulein. Cualquier comentario que pudiera haber hecho se le quedó atravesado en la garganta y tosió por la sorpresa, mirando directamente a la cara sonriente de su amiga de más edad. —¿Cómo haces eso? —Liv meneó la cabeza con indignación fingida. —Cariño, no serías capaz de sorprender ni a una persona ciega y sorda, ¿sabes? Liv se quedó mirando a Magda en silencio un momento y luego su labio inferior se echó hacia delante, formando un puchero de primera categoría. La mujer de más edad se echó a reír y frotó los brazos de Liv. La joven sueca le caía maravillosamente. Ladeó un poco la cabeza, observando la sonrisa dulce de Liv y el brillo más vivaz que de costumbre de esos extraordinarios ojos verdes. Tenía la cara algo sonrojada, y Magda no pudo evitar sonreír a su vez. Y no pudo evitar notar que su joven amiga tenía el aspecto de una persona enamorada. —Bueno, ¿cómo te va? El ligero sonrojo se transformó en un rubor encantador y Liv bajó la mirada, jugueteando con su camisa. —Bien... Ya sabes... como siempre.

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Traducción: Atalía

Magda se echó a reír. —Ya. —Movió la cabeza un poco para poder mirar a Liv a los ojos. Pero antes de que pudiera indagar más, una de las luces de la consola de enfermeros que tenía al lado se encendió, parpadeando rápidamente. Liv volvió la cabeza y su sonrisa desapareció. —Ésa es la habitación de Ralf.

La primavera estaba ya en pleno apogeo. El verdor nuevo brotaba de cada árbol que había a lo largo de la calle principal del barrio antiguo de Lübeck, atrayendo a los primero pájaros e insectos y dando una sensación de vida nueva a la ciudad. El sol había estado brillando todo el día, arrastrando a gente de toda la ciudad y de los pueblos vecinos al parque de la ciudad, que seguía el río que rodeaba la parte interna de la ciudad. Otros se habían dirigido a la playa para disfrutar del Mar Báltico y dar un paseo por la arena, probablemente comiendo su primer helado del año. Unos claros ojos azules observaban con silenciosa diversión a la gente que pasaba, tomando nota de sus interacciones, sus risas. El sol se estaba poniendo despacio por detrás de las siluetas de los edificios e iglesias del siglo XVIII. Los inmensos árboles contaban antiguos secretos cada vez que la suave brisa del atardecer pasaba a través de sus hojas recién despertadas. Eran cerca de las siete de la tarde y la cabeza morena seguía mirando a su alrededor, buscando una familiar cabeza rubia.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Había elegido una mesa fuera del pequeño bar y había pedido un vaso de agua para pasar el rato hasta que apareciera Liv. Desde que se había sentado, había rechazado varias invitaciones a una copa. Había dormido varias horas y se sentía muy descansada y como si pudiera hacer frente al resto del mundo. Cierto par de ojos verdes no dejaba de rondarle por la mente. Pasaron dos autobuses seguidos de coches y varias bicicletas. Los ciclistas no hacían ni caso de los semáforos para peatones situados a lo largo de la calle principal. Ya eran las siete y media y la alta figura se levantó despacio. Tragó y se mordió el labio inferior un momento. Ya estaba oscureciendo y las farolas se encendieron a su alrededor, seguidas de las brillantes luces que había en los árboles delante del bar. Las miró un momento. Advirtió que aparecían las primeras estrellas en el cielo que se iba poniendo oscuro. Sin darse cuenta, buscó formas en ellas. —...Un conejo... —Un leve susurro arrebatado por la brisa que iba en aumento a medida que se acercaba la noche.

Eran casi las once de la noche cuando Rayne aparcó delante de su apartamento. El cielo ya se había vuelto de un negro profundo y su terciopelo oscuro estaba iluminado por innumerables estrellas. Salió del coche y lo cerró, con movimientos lentos y extrañamente derrotados.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Había una pequeña luz encendida en el portal del edificio de apartamentos, iluminando a una figura pequeña y encogida que estaba sentada en los escalones. Los claros ojos azules se estrecharon cuando Rayne se acercó. Frunció las cejas, preparándose para un ataque. Pero, antes de llegar siquiera a la figura, su expresión pasó de la alarma a la sorpresa y la confusión. —¿Liv? La figura oscura se movió y la luz iluminó una cabeza rubia y unos ojos verdes y llorosos.

El ruido apagado de una ducha abierta flotaba por el apartamento. El olor relajante de una infusión flotaba suavemente sobre una mesilla junto a un sofá de color oscuro. Las cortinas de las ventanas estaban echadas, dejando la habitación iluminada por una cálida luz amarilla que procedía de una lámpara situada junto al sofá. Unos claros ojos azules miraron a su alrededor. Un leve suspiro agitó el aire por un instante. Rayne se reclinó, cerrando los ojos. Liv había estado esperándola en la puerta durante casi una hora. Había vuelto de su trabajo como voluntaria en el hospital... después de que uno de los pequeños —Ralf— sufriera un ataque y muriera. Los llorosos ojos verdes la habían mirado mientras la joven sueca le contaba lo que había ocurrido con la voz temblorosa mientras hablaba. Le habló del niño a la mujer morena. Lo conocía desde que había empezado a leer cuentos en el hospital hacía dos años. Se había encariñado mucho con él... sonrió al recordar algunos momentos divertidos que habían compartido. 51

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—Tenía la sonrisa más alegre que te puedas imaginar. No se podía evitar quererlo —dijo, con la cara llena de lágrimas. Rayne tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para evitar que su mano secara las lágrimas, pues no sabía si la caricia sería bien recibida. Pero sus temores se evaporaron cuando Liv se volvió hacia ella y sin decir palabra el pequeño cuerpo se acurrucó contra ella, llorando, agarrándose a ella con una fuerza casi desesperada. Lo único que pudo hacer fue rodearla con los brazos, acunándola suavemente y susurrándole palabras de consuelo. Pero era muy consciente del calor que emanaba del cuerpo de Liv, del aroma que tenía su pelo, del olor de su perfume... de la forma en que el pequeño cuerpo encajaba entre sus brazos. Los claros ojos azules se abrieron. Qué gusto le había dado abrazar a Liv. El ruido de la ducha se detuvo, seguido de los ruidos de una persona que se vestía, y luego la puerta del baño se abrió y salió Liv. Rayne no pudo reprimir una ligera sonrisa. Dios, qué cosa tan mona. Liv estaba en el umbral, con unos pantalones de chándal y una camiseta de Rayne, ambos demasiado grandes para ella, hasta el punto de tragarse a la pequeña rubia. Una mano pequeña pasó los dedos por el corto flequillo mojado, intentando alisar el pelo desordenado. Una ligera sonrisa cohibida bailaba en sus labios. —...Hola...

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Rayne se levantó y cogió la taza de té. —Toma, he pensado que te vendría bien. La cabeza rubia se inclinó hacia un lado y los ojos verdes la miraron un momento en silencio, despertando un calor en su vientre que poco a poco se extendió por todo su cuerpo. —Gracias. Se quedaron allí de pie, mirándose, las dos con una ligera sonrisa en la cara. El delicado aroma de la infusión flotaba por el aire. La habitación estaba pintada de luz cálida que creaba sombras en las paredes. El ruido apagado de los coches y el ladrido de un perro se colaban por las cortinas echadas. Y por un momento se alzaron unas voces y unas risas, seguidas de los ruidos de las puertas de unos coches al cerrarse y unos motores que se ponían en marcha. Pero fue un tenue rugido lo que las sacó del pequeño momento de silencio que compartían. Frunciendo las cejas oscuras, Rayne intentó dilucidar de dónde salía ese ruido, y entonces advirtió el rubor que teñía la cara de Liv. La joven rubia carraspeó, mirando a todas partes menos a los interrogantes ojos azules. —Llevo sin comer nada desde mediodía... Mi cuerpo tiene... mm... una forma de recordármelo. Sus ojos se volvieron a encontrar y se echaron a reír, relajando el ambiente que las había rodeado desde que Liv le contó lo del niño.

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Se sentaron en el sofá, donde Liv metió las piernas por debajo de su cuerpo y envolvió la taza de té con las manos, bebiendo un sorbo del líquido que humeaba ligeramente. Sus ojos observaron las facciones sonrientes de la alta británica sentada a su lado y se asombró de lo azules que eran realmente los ojos de Rayne. —¿Cómo te sientes? La voz grave, como siempre, despertó algo en su interior que le resultaba tan familiar... Bebió otro sorbo y tragó despacio. —Me siento mejor. Yo... es que... era tan joven y le había prometido este cuento en concreto desde hacía dos semanas. Él... —Se calló, mordiéndose el labio inferior para evitar que temblara. Y notó una mano cálida en la rodilla. —Eh... —Estoy bien. En serio... pero lo voy a echar de menos. La cabeza morena se inclinó un poco y Liv no pudo evitar preguntarse cómo sería sentir esos labios. Notó que se le calentaba la cabeza con el rubor que le subía por el cuello y no pudo creer que hubiera pensado eso de verdad. Y sin embargo... Esos ojos azules la miraban interrogantes y meneó la cabeza. —Estoy bien... sólo... sólo estoy pensando. Rayne no indagó más, aunque le habría gustado saber qué era lo que había provocado el ligero rubor que cubría esos delicados rasgos. 54

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—¿Qué tal si encargo una pizza? Yo misma empiezo a tener hambre. —Oh, sí... eso sería estupendo. No has comido... —Liv no terminó, al recordar que habían quedado en cenar juntas esta noche. Sintió dolor sólo de pensar en Rayne esperándola—. Lo siento. Esos ojos azules se suavizaron y la alta figura se inclinó hacia ella, con una leve sonrisa bailándole en los labios, cosa que a Liv le resultó absolutamente encantadora. —Pues digamos que ahora me debes una cita. Y lo único que a ella se le ocurrió decir fue: —Vale... Lo cual le valió una alegre sonrisa, y de nuevo en su mente se preguntó cómo era posible que unos ojos pudieran ser tan azules... para darse cuenta a continuación de lo bella que era Rayne realmente.

Rayne meneó la cabeza ante la pantalla de televisión y los títulos de crédito de la película que Liv y ella habían estado viendo después de encargar la pizza. La joven rubia se había quedado dormida a media película. Su profunda respiración era algo que a la alta británica le resultaba absolutamente encantador. La pequeña figura se había acurrucado contra ella a los pocos minutos de quedarse dormida. Con una mano de dedos largos cogió el mando, apagó la televisión y luego se reclinó. Se preguntó qué hacer a continuación. Podría despertar a Liv. Claro que podría. 55

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Los claros ojos azules se volvieron hacia las ventanas. La luz tenue apenas era visible a través de las cortinas. Pasaban unos minutos de las dos de la mañana y no estaba dispuesta en absoluto a dejar que la pequeña rubia se fuera a casa sola. Una parte de ella no quería que Liv se marchara en absoluto. Quería tomarla entre sus brazos y estrecharla, sabiendo que entonces todo iría bien, que la oscuridad y el vacío de su interior desaparecerían, que la sensación de estar perdida que había llevado consigo durante tantos años se desvanecería. Suspirando levemente, se levantó. Cogió en brazos con cuidado el cuerpo dormido de Liv y la llevó al fondo de su apartamento donde estaba la cama, situada tres escalones por encima del suelo y rodeada de una pequeña barandilla que separaba ese rincón del resto de la habitación. Depositó con cuidado a la pequeña rubia en la cama, apartándole sin darse cuenta unos mechones rubios y despeinados. Se maravilló por la suavidad de la piel que estaba tocando. Liv ni se enteró. Se dio la vuelta y se acurrucó en las sábanas. Rayne sonrió y se sentó en el suelo al lado de la cama, apoyando la espalda en las barras de la barandilla. Sus ojos claros no se apartaban de la figura dormida. Observó los delicados rasgos tan increíblemente juveniles al dormir, la nariz ligeramente respingona, las pálidas cejas... la suave curva de los pómulos. La única luz que había en el apartamento procedía de una pequeña lámpara junto al sofá que lanzaba sombras contra las paredes. El único ruido era el de dos respiraciones que poco a poco se fundieron en una sola...

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Es ist dein Lächeln An dem ich mich Nicht satt sehen kann— Dein Lächeln, Mit dem du den Augenblick So kostbar machen kannst, Dass ich zu atmen vergesse. Es ist dein Lächeln, Das unsagbar Schönes sagt— Mit einer Anmut, Die mich sprachlos macht. (Es tu sonrisa de lo que no me sacio— tu sonrisa, que convierte un momento en algo tan precioso que se me olvida respirar Es tu sonrisa que habla de una belleza inefable— Con una gracia Que me deja sin habla)

Unos claros ojos verdes siguieron las palabras que había en el trozo de papel y una mano pequeña acarició las líneas de palabras. Un lápiz se alzó y unos dientes blancos empezaron a mordisquear la madera. Liv soltó aliento despacio. 57

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Hacía muchísimo tiempo que no escribía un poema, y mucho menos uno con tanto significado. Se le había ocurrido de repente, al recordar esta mañana. Se despertó en el apartamento de Rayne, acurrucada en la cama de la mujer alta, y en lugar de sentirse cortada, se había sentido... En casa. Sonrió al recordar cómo se había encontrado a la mujer de más edad dormida al lado de la cama. En una postura incomodísima, Liv estaba segura de ello, apoyada en la barandilla de madera. Eso le había dado la oportunidad de estudiar los rasgos de Rayne, y se maravilló por esos pómulos elevados y se descubrió alargando la mano, acariciando ligerísimamente con un dedo una de sus mejillas. Y se quedó mirando directamente a un par de adormilados ojos azules... Un codazo en el costado la sacó de su ensimismamiento y volvió la cabeza. Evelyn la miraba con una ceja enarcada. —¿Qué? Su amiga se limitó a menear la cabeza y señaló hacia la parte de delante del aula donde estaban sentadas. Su profesor estaba en ese momento muy atareado escribiendo y señalando la pizarra negra. —Me ha parecido que querrías apuntar eso... ¿pero dónde estabas? Liv sonrió y bajó la mirada. Tapó el poema con una nueva hoja de papel y se puso a anotar lo que el profesor Braun escribía en la pizarra. 58

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Eph frunció el ceño y ladeó la cabeza, observando a su amiga con más atención. Sabía que Liv no había pasado la noche en casa, pero al preguntarle, la joven rubia había farfullado que necesitaba pasar un tiempo a solas. Se había enterado de lo de Ralf, y la verdad era que había esperado que Liv acudiera a ella para hablar, pero... —¿Seguro que estás bien? Esos ojos verdes se encontraron con los suyos, haciendo que la pelirroja tragara saliva, y luego una mano pequeña y cálida se posó en su brazo, apretándolo suavemente. —Estoy bien, Eph. De verdad. Evelyn carraspeó y asintió. —Bien... mm... yo... mm... vale. Volvió a mirar hacia delante, sin poder dar crédito al hecho de que se estuviera poniendo colorada. Liv, mientras, ya se había puesto a pensar de nuevo en cierta mujer alta y morena. Estaba deseando ir al trabajo esta noche incluso más que de costumbre, pero también sabía que Torben y ella iban a tener que hablar tarde o temprano. Porque fuera lo que fuese lo que estaba ocurriendo entre Rayne y ella... y Dios, vaya si estaba ocurriendo algo entre ellas... quería ser sincera y justa al respecto. Con Torben y con Rayne. Sonrió de nuevo y apoyó la barbilla en la mano, volviendo a prestar atención al profesor que hablaba de física con entusiasmo y de lo importante y bella que era realmente esta ciencia... 59

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Si había una forma de saber de qué humor estaba Rayne era observando cómo reaccionaba con la gente que intentaba mantener una conversación con ella. Los gruñidos breves y las respuestas monosilábicas siempre querían decir: ¡Atrás! Y normalmente así era como se comportaba cuando había mucha gente, pues nunca se sentía cómoda con grandes grupos. Pero esta noche... Matthias estaba sentado destrás de la barra mirando sin dar crédito a su mejor amiga mientras ésta charlaba amablemente con uno de sus clientes y bromeaba con los empleados. Había llegado hacía dos horas para quitarse de encima una serie de papeleos y para ayudarlo a preparar los pedidos para la semana siguiente. Cuando entró en el bar, iba canturreando. Y lo saludó con una sonrisa. Meneó la cabeza, deseando conocer a la persona responsable de este cambio tan evidente en su amiga. Aunque sospechaba qué... o mejor dicho, quién era responsable de ello. Justo en ese momento la puerta que tenía detrás (la entrada y salida de los empleados del bar) se abrió y asomó una cabeza rubia muy familiar, sonriéndole. —Hola, Liv... ¿cómo te va? —Bien, Matthias. ¿Y tú qué tal? Dejó una pequeña bolsa a su lado y cogió unos cuantos vasos vacíos y sucios que estaban en la barra. 60

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—Ah... no podría ir mejor —sonrió él, acariciándole la espalda y haciendo un gesto para señalar a la masa de gente que tenían delante—. Es una noche de locos. Ella se echó a reír. —Seguro que estás encantado. Él se echó a reír también. —Sí, lo confieso. Detrás de él se oyó un gruñido grave, pero no le hacía falta oír el ruido para saber quién estaba ahí detrás. La forma en que esos ojos verdes que tenía delante se iluminaron de repente y la amplia sonrisa ya habían anunciado la presencia de Rayne. Se volvió justo a tiempo de ver una expresión parecida en la cara de la alta británica. Caray, qué fuerte te ha dado. —Hola, Liv. —Hola, Rayne. Las dos mujeres se sonrieron y Matthias puso los ojos en blanco. Mascullando una excusa que sabía que ninguna de ellas oía, salió de detrás de la barra y se dirigió hacia unos amigos que había visto al fondo del bar. —¿Conseguiste llegar a la universidad sin problemas? —Ah, sí... muy bien... mm... ¿qué tal la espalda? —Oh. —Sin darse cuenta, Rayne se tocó los riñones—. Mejor. Me di una ducha bien larga e hice un poco de ejercicio.

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—Esto está bien... tú... —Alguien que pedía ser atendido interrumpió lo que iba a decir la pequeña rubia. Suspiró, pero Rayne sonrió y le tocó el hombro, dejando ahí la mano unos segundos más de lo necesario. El calor de su piel atravesó fácilmente la camisa que llevaba Liv. —Atiende. Estaré aquí más tarde. Casi... casi... le preguntó si era una promesa. Pero no lo hizo, y con una última sonrisa para Rayne, se dirigió al hombre que la había llamado. Seguida por unos ojos claros y alerta que observaban el pequeño cuerpo en movimiento, advirtiendo el leve contoneo de esas caderas. Rayne sonrió y se dio la vuelta, intentando que se le calmara el corazón repentinamente acelerado.

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La alta figura estaba sentada en el sofá de cuero oscuro y sus manos grandes sujetaban una camiseta, pasándosela entre los dedos. Un leve suspiro. Y luego la cabeza morena se hundió en la tela, detectando un olor muy familiar, que provocó una gran sonrisa en los rasgos marcados. Los ojos claros se cerraron. Saboreó ese olor suave durante una pequeña eternidad. Se lo grabó en la mente, justo al lado de los recuerdos de lo suave que era la piel de Liv y del color de esos ojos verdes. 62

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Los ojos azules se abrieron. Se posaron en el alegre folleto que estaba encima de la mesa y que anunciaba una exhibición especial en el Jardín Botánico de Hamburgo. Ya le había preguntado a Liv si le apetecería ir con ella y la respuesta fue una brillante sonrisa y unos chispeantes ojos verdes. Otro leve suspiro. Los ojos claros adoptaron una expresión soñadora al recordar los rasgos de Liv. La pequeña rubia profundamente dormida... la cara tan apacible... Un fuerte timbrazo la sacó de su ensueño. Tardó un momento en darse cuenta de que alguien llamaba a su puerta. Se levantó y abrió la puerta. —Hola, Ray. Un suspiro y la alta figura se apartó de la puerta, dejando pasar a su amigo. —¿Qué quieres, Matthias? —dijo con más brusquedad de la que pretendía. Pero el alto alemán conocía a su amiga, y se limitó a sonreír, dándole una palmada a Rayne en la espalda al pasar a su lado. —Oye... que sólo he venido a hacerle una visita a una amiga. Los ojos claros se entrecerraron y una ceja oscura se arqueó. —Está bien... a lo mejor ésa no es la única razón de que esté aquí. —Se quedó un momento mirando el apartamento y vio una camiseta y unos pantalones de chándal en el respaldo del sofá, y también advirtió que la cama de Ray tampoco estaba hecha.

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Cosa que resultaba bastante rara, porque Ray insistía mucho en la limpieza y el orden de su habitación. Él había aprendido la lección durante el tiempo que compartieron un piso cuando estaban en la universidad. Mmm... interesante... En sus labios bailó una ligera sonrisa al sentarse, mientras observaba a la alta figura, que estaba cogiendo algo de beber para los dos. Su mirada se posó en la mesilla y alzó las claras cejas al ver el folleto que anunciaba la exhibición de aves exóticas en Hamburgo. Se apoyó en el respaldo del sofá y cruzó las piernas... con una expresión bastante soberbia. Pero sus ojos soltaban destellos de risa amable. —Bueno... ¿algún plan para el fin de semana? Los claros ojos azules lo miraron entrecerrados, pero él alzó las cejas, intentando parecer inocente y fracasando miserablemente. —Sí. —Un murmullo grave. —Mmm. Los dos pares de ojos azules se miraron fijamente hasta que por fin él se rindió y se echó a reír, absolutamente feliz por su amiga. No se acordaba de cuándo era la última vez que Rayne había salido con alguien, pero recordaba una conversación que habían tenido hacía años. Habían tomado unas copas y estaban sentados en la playa en una noche de verano muy calurosa, observando el cielo, escuchando música y simplemente disfrutando de su mutua compañía. No recordaba por qué lo había preguntado, pero se volvió hacia ella y bebiendo otro trago de cerveza, le preguntó a su amiga: —¿Tú crees en la posibilidad de encontrar a tu auténtico amor?

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No sabía qué era lo que había esperado. Una carcajada... un suave codazo en el costado por hacer una pregunta tan estúpida, pero en cambio la cabeza morena se volvió hacia él. Esos ojos azules se lo quedaron mirando un rato en silencio. La pálida luz de la luna en lo alto hacía que casi brillaran con luz propia. Y entonces Ray suspiró. —A veces siento que ya sé lo que es encontrar a esa persona especial. Ya sabes... a alguien que sabes que encaja. Justo aquí... Se dio unos golpecitos en el pecho y se volvió de nuevo hacia el mar, observando las olas que se estrellaban en las rocas que se adentraban en el agua y la espuma blanca que se mecía suavemente en la cresta de las olas. —Y que también sé lo que significa perderla. El dolor y la pena que eso conlleva. Él escudriñó la oscuridad para verle la cara, pero sólo distinguía su perfil, que parecía distante... perdido... —Y no sé si quiero volver a pasar por eso. De nuevo se hizo el silencio entre ellos. Él intentó desentrañar sus palabras. Ray sólo miraba la oscuridad y su alta figura casi se fundía con ella, como si formara parte de ella... Sintió un escalofrío por la espalda. Por un instante sintió algo parecido al miedo hacia su amiga. Se le pasó tan rápido como había venido, pero lo dejó confuso. Después le echó la culpa a la cerveza. Pero hasta el día de hoy no había conseguido olvidar la expresión de su amiga. Y siempre se había preguntado cómo era posible que un alma pudiera albergar tanto dolor...

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Y ahora, al mirar esa cara y ver su sonrisa auténtica y esos ojos azules que destelleaban de alegría y felicidad, le dieron ganas de abrazarla y decir: Por fin, Ray. Por fin has encontrado a alguien que puede terminar con el dolor. Su risa se aplacó por fin y bebió un trago de su vaso de zumo de naranja, mientras sus ojos observaban a Rayne atentamente. —Bueno, ¿y vas a ir sola? —Señaló el folleto, y casi creyó ver algo parecido a un rubor que subía por esas facciones marcadas. —No. —Otro murmullo grave. Pero la expresión de sus ojos se estaba ablandando, y él vio la sonrisa que le bailaba en los labios y que Rayne no era capaz de contener del todo. —Mmm... ¿alquien que yo conozca? —Liv. —Un leve susurro, y la sonrisa por fin se liberó, asombrándolo por la ternura que había en ella. Se echó hacia delante y le dio unos golpecitos en la rodilla, esperando a que esos ojos azules lo miraran. La cabeza morena se ladeó con aire interrogante. —Me alegro por ti. Esta vez el sonrojo fue más evidente y carraspeó, evidentemente incómoda por el giro que había dado la conversación. —Es una amiga... Le apetece ver la exhibición, y como a mí me sobraba una entrada... ha sido... eso es todo... —Ya. Él le sostuvo la mirada, sabiendo que si ella le confiaba sus sentimientos, esto iba muy en serio. Se había dado cuenta de cómo miraba a la joven rubia cada vez que creía que nadie observaba. Había visto la expresión de sus ojos. 66

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Y también se había dado cuenta de que era evidente que Liv sentía lo mismo por la alta británica. Su sonrisa siempre se hacía más radiante cuando la morena estaba cerca. —Vale... me gusta... mucho... yo... —Suspiró irritada y se levantó, acercándose a la ventana. Sus ojos siguieron el tráfico que pasaba y las aceras atestadas de compradores del final de la tarde. Me estoy enamorando y estoy muerta de miedo porque encaja. Así de sencillo. Encaja. Una pareja de palomas pasó volando, aleteando locamente cuando se posaron en el alféizar de su ventana. Los pájaros se pusieron a arrullar con evidente contento. —Esta vez quiero hacerlo bien. —Sus palabras eran apenas un susurro, pero Matthias las oyó, sin saber a qué se refería. Pero tenían un sentido que iba mucho más allá de lo que habían estado hablando ahora. Algo casi antiguo... Se levantó y se colocó a su lado, observando su perfil y advirtiendo la sonrisa leve y triste que tenía en la cara, pero también la determinación de sus ojos claros. —Va a salir bien. Ya lo verás. La cabeza morena se volvió hacia él y su mirada se suavizó. —Gracias. Se volvió de nuevo hacia la ventana, conformándose con mirar fuera... disfrutando del sol que se iba poniendo despacio, pintando los edificios que bordeaban la calle de un delicado tono anaranjado.

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—¿Así sin más? —Torben... por favor... Liv le cogió la mano, impidiendo que se levantara de un salto. Era evidente que el alto hombre rubio no se esperaba oír a su novia diciéndole que habían terminado. —Pero Liv... si es por algo que he dicho o hecho... yo... yo... Una mano pequeña se alzó y apartó los cortos mechones rubios mientras Liv intentaba encontrar la forma adecuada de explicar lo que le estaba pasando, los sentimientos que incluso la más leve mirada de aquellos ojos azules despertaba en su interior. —No es nada que hayas hecho, Torben. Yo... ¿Es que no has notado que las cosas ya no están igual entre nosotros? El joven se la quedó mirando un largo momento en silencio. Repasó mentalmente las últimas semanas y lo distante que se había puesto Liv. Había empezado a evitar sus atenciones físicas. Llevaban casi un mes sin hacer el amor... y sí, se había dado cuenta de que algo había cambiado. Había visto la figura oscura junto a un coche en la calle una mañana y a Liv acercándose a ella despacio. Las había visto hablar. La sonrisa que tenía Liv en la cara. Hacía mucho tiempo que no le sonreía así a él. Sus hombros se fueron hundiendo despacio en un gesto casi de derrota. —Así que has conocido a otra persona. —Sí.

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La miró a los ojos verdes. La amaba. Nunca había tenido la menor duda. Desde la primera vez que se vieron en casa de sus padres, que eran buenos amigos de los de ella, y por eso había resultado casi natural que empezaran a salir juntos. Sus padres estaban muy contentos. Y había parecido perfecto. Y sin embargo... Había veces en que la pillaba mirando al vacío... y en sus ojos había una expresión... parecía casi perdida. Y sí... hacía un tiempo que faltaba algo. No conseguía definir esta sensación, pero en las últimas semanas había empezado a notarlo más. Y al ver a Liv con la alta británica dueña del bar donde trabajaba Liv... parecía feliz. Tenía la cara resplandeciente y los ojos... tragó saliva... esos ojos casi soltaban destellos de algo tan profundo... Soltó aliento despacio. —Así que es eso, ¿eh? —Torben... —Un ruego delicado. Él sacudió la cabeza rubia y alzó las manos con gesto de disculpa. —Lo sé... es que... es que no me lo esperaba, creo. —Le cogió la mano y se la apretó—. No quiero que te hagan daño. Ella sonrió. Alzó una mano pequeña para acariciarle la mejilla y su pulgar tocó su piel con enorme suavidad. —No me van a hacer daño. Ella nunca lo permitiría. Liv no sabía de dónde se había sacado esta certeza, pero sabía que Rayne nunca le haría daño. 69

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Torben tragó y asintió. Se rió sin fuerzas. —Pero no esperes que me caiga bien, ¿vale? La mano pequeña y cálida que tenía en la mejilla siguió acariciándolo dulcemente. Él volvió la cara y le dio un ligero beso en la palma, alargándolo un momento. —Prométeme que vas a ser feliz, Liv. Otra sonrisa. —Voy a ser feliz, Torben. Él suspiró y carraspeó. Le dolía, pero sabía que jamás podría hacer nada que pudiera hacerle daño a ella. Y dejarla ir era probablemente lo más difícil que había hecho en su vida. Pero algo en su interior le decía que era lo que debía hacer. La miró con una expresión casi tímida, que le daba aspecto de niño. —¿Me das un abrazo? Liv no contestó a la pregunta sino que se acercó más y lo rodeó con los brazos. Notó que le devolvía el abrazo y se aferró a él durante largo rato en silencio. Cuando por fin se soltaron, él tenía los ojos llenos de lágrimas y se las secó con un gesto avergonzado. Se levantó y soltó otro suspiro lento. —Si alguna vez necesitas un hombro para desahogarte... ya sabes dónde vivo. — Una ligera sonrisa y Liv asintió—. Mas le vale no hacerte daño, Liv. Dicho esto, se fue, observado por unos claros ojos verdes.

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La niebla flotaba entre los árboles, acariciando los primeros rayos de sol que surgían despacio por detrás de las siluetas de la ciudad, difuminando los contornos de edificios y árboles y transformando a la gente y los coches en sombras místicas en movimiento cargadas de antiguos secretos. La niebla se arremolinaba por las paredes, dispersada poco a poco por el sol. Hacía frío. Una figura alta bien arrebujada en una chaqueta ligera se metió de nuevo en la marquesina de la parada del autobús, al tiempo que una mano sacaba del cuello largos mechones oscuros y los dedos agitaban la espesa melena para ahuecarla un poco, notando la humedad de la niebla en el pelo. Rayne soltó aliento despacio y vio el ligerísimo vaho que se formaba delante de ella. Sólo había otras dos personas a su lado en la parada del autobús. Un joven arrebujado en su gruesa sudadera estaba sentado en uno de los bancos. Tenía el pelo revuelto y en su cara aún se veía la somnolencia de alguien que se acababa de despertar. Se le cerraban los ojos cada dos por tres y se le caía la cabeza hacia el pecho, y cada vez que eso ocurría, se erguía sobresaltado, mirando a su alrededor con una ligera sonrisa cohibida. A su lado estaba sentada una anciana que llevaba un perrito en el bolso. Asomaba la cabecita peluda, observándolo todo con sus grandes ojos oscuros. Rayne sonrió y volvió los claros ojos azules hacia donde se suponía que debía venir el autobús, que iba haciendo paradas en los pueblos de alrededor antes de emprender su recorrido por Lübeck.

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La niebla dificultaba ver nada, pero transmitía sonidos a increíbles distancias. Se podían oír incluso los ruidos del pequeño aeropuerto que tenía la ciudad. Sorbió, hundiendo las manos en los bolsillos de sus vaqueros. Se aseguró de que sus llaves seguían allí, así como algo de cambio que necesitaría para pagar el billete del autobús. Liv y ella habían decidido que no iban a ir en coche a Hamburgo. Era el fin de semana y todo el mundo estaría en la gran ciudad. Moverse en coche y conseguir aparcar sería desquiciante. Cerró un momento los ojos claros. Esa noche no había dormido mucho. Tenía el estómago atenazado de nervios. Se había quedado sentada en el sofá de su apartamento a oscuras observando las sombras de las paredes, creadas por los coches al pasar y las farolas de la calle. Era curioso cómo cada una de esas sombras se transformaba en una imagen de los rasgos delicados de Liv... Abrió los ojos claros. Justo a tiempo de ver que llegaba el autobús. Las puertas se abrieron con un suave siseo. Iba casi vacío, puesto que aún era muy temprano. Pagó el billete y se sentó junto a la ventana, apoyando el codo en el estrecho marco y la barbilla en la mano. Sus ojos azules observaron distraídos el panorama que pasaba ante ella. Edificios... árboles... coches... gente... El autobús se fue llenando poco a poco a medida que se acercaban a la estación de ferrocarril. Casi todos los pasajeros parecían muy cansados... algunos acababan de levantarse para ir a trabajar. Otros salían de trabajar y por fin se dirigían a casa. 72

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Minutos después llegaron a la estación de autobuses situada al lado de la Bahnhof. Rayne estiró el largo cuerpo y se dirigió despacio al estrecho pasadizo que comunicaba con la estación de trenes. Como siempre, había dos jóvenes allí sentados, pidiendo limosna. Su perro dormía cerca de ellos sobre un cartón para protegerse del frío matutino. Dejó unas monedas en la cajita que tenían delante y luego se encaminó hacia el edificio principal donde estaban el despacho de billetes, unas cuantas tiendas y los bares.

Tendría que haberme puesto un jersey más abrigoso. Ésta fue la idea que se le pasó a Liv por la mente por enésima vez desde que había salido de su piso rumbo a la estación de ferrocarril. Llevaba los brazos cruzados sobre el pecho para intentar entrar un poco en calor. Habían pasado dos días desde que Rayne la invitó a la exhibición que había en el Jardín Botánico de la Universidad de Hamburgo. Por ella, podrían haberse dedicado a ver los coches pasar... siempre y cuando estuviera con Rayne, nada más tenía importancia. Era una sensación extraña... Sus cejas claras se fruncieron con gesto pensativo. Una sensación de estar a gusto. De estar a salvo. Los ojos verdes miraron a su alrededor al tiempo que Liv soltaba un lento suspiro. Sí, se sentía a salvo con la mujer más alta. Era una fuerte sensación de saber que no le iba a pasar nada mientras estuviera con Rayne.

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No sabía de dónde se sacaba esa certeza... pero con sólo mirar a esos claros ojos azules, se sentía como si hubiera llegado a casa. Como si por fin... por fin estuviera en casa. Y al pensar en esto, en su cara se fue formando una sonrisa inconsciente e increíblemente dulce. Y cualquiera que la hubiera mirado se habría quedado asombrado por la forma en que se le iluminó la cara y la forma en que esos ojos verdes destelleaban con un fulgor interno... Hizo que unos claros ojos azules se quedaran clavados en el sitio cuando Rayne entró en el vestíbulo.

Localizó a la pequeña figura de inmediato. Estaba al lado de una tienda de revistas, vestida con un jersey verde bosque y vaqueros azules. Las luces del techo iluminaban la cabeza rubia de tal forma que destacaban sus ligeros tonos rojizos. Vio la sonrisa dulce que bailaba en esos labios. Y Rayne sintió que el mundo se detenía por un instante breve y eterno. Y durante este breve instante sólo existieron Liv y ella. A su alrededor no pasaba la gente, no se oían voces indistintas por los altavoces reverberando por el edificio. Sólo estaban ellas. Y una suave brisa. Y el olor a hierba fresca. Y, curiosamente, los trinos de los pájaros. 74

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Duró apenas un momento. Pero fue lo suficiente como para que reconociera lo que sentía por dentro. Ese calor que le inundaba el cuerpo con sólo mirar a la pequeña rubia. Supo que estaba total y absolutamente enamorada de la pequeña rubia. Y por algún motivo, esta revelación no le dio tanto miedo como podría haber pensado. En realidad... la cabeza morena se ladeó y los ojos claros recorrieron la esbelta figura. En realidad, le quitaba un gran peso del alma del que ni siquiera había sido consciente, abriéndola a nuevas posibilidades. Y con eso, en sus rasgos marcados se formó una alegre sonrisa, reflejada en los rasgos delicados que tenía delante.

9

El tren traqueteaba suavemente debajo de ellas. Un ruido continuo y extrañamente reconfortante. Árboles, edificios, gente... todo ello pasaba ante la ventanilla como sombras borrosas. Habían decidido tomar una de las rutas más antiguas. Harían parada en todos los pueblecitos hasta Hamburgo y tardarían más que con el IC, pero no les importaba. En realidad... Unos ojos claros se volvieron hacia la ventanilla. A Rayne le encantaba. Tenía algo de romántico, eso de estar sentada en un tren con la persona a la que amabas... En sus labios se dibujó una suave sonrisa. 75

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En estos momentos, estaban sentadas en uno de los compartimentos donde cabían hasta seis personas, pero por suerte, estaban solas y podían disfrutar de su mutua compañía. Los ojos claros se apartaron de la ventanilla y del panorama que se veía por ella. Anchos campos verdes... ganado... pueblecitos que aparecían y desaparecían a toda velocidad. Liv se había sentado enfrente de la alta figura y estaba arrebujada en su jersey, apaciblemente dormida. Los ojos azules se iluminaron de risa afectuosa, disfrutando inmensamente del espectáculo. La joven rubia se había quedado dormida casi nada más instalarse en el tren. Había resistido cinco minutos, cosa que a Rayne le resultó absolutamente encantadora. De modo que ahora estaba en silencio, salvo por el suave ritmo del tren en movimiento y la respiración acompasada y profunda procedente de la pequeña rubia. Le habría encantado hablar con Liv... oír la voz suave de la pequeña rubia adornada por un ligero acento cuando hablaba en inglés. Los labios rojos se curvaron en una sonrisa afectuosa. Sí. Se abrió la puerta del compartimento y entró el Schaffner, que les pidió los billetes. Liv siguió durmiendo apaciblemente durante la breve interrupción. El joven se fue y Rayne se acomodó en su asiento. Sus ojos claros volvieron a mirar por la ventanilla, pero no dejaban de regresar a la pequeña figura dormida, observando sus delicados rasgos. Casi... casi alargó la mano para tocarlos, para apartar algunos mechones revueltos de pelo rubio. 76

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Casi...

—¡No puedo creer que hayas hecho eso! Una risa ligera y grave. —¡¿Cómo has podido dejar que me quedara dormida?! Una cabeza rubia se agachó llena de vergüenza, pero su ligero sonrojo era muy evidente y fue subiendo despacio por un par de bonitas orejas, coloreándoles las puntas. Rayne tuvo que morderse el labio inferior para no echarse a reír. Liv era una absoluta monada cuando se indignaba. —Estabas cansada... no pasa nada. No me ha importado. —Y se mordió el labio por un motivo totalmente distinto. De repente se encontró cara a cara con unos curiosos ojos verdes. —¿Ah, sí? En esos labios bailaba una ligera sonrisa burlona y la cabeza rubia estaba ladeada. Le costó un poco, pero Rayne consiguió evitar que se le notara el sonrojo. Carraspeó y señaló hacia delante, tratando desesperadamente de cambiar de tema. Sorteando grácilmente a un par de señoras mayores, dijo: —El metro está por aquí. Son sólo unos minutos y luego podemos hacer el resto a pie. Oyó la risa suave a su lado.

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Y notó el calor de la mano de Liv que le frotaba la espalda con una caricia breve pero cariñosa, lo cual le hizo tragar saliva para humedecerse la garganta, repentinamente seca.

El aire estaba húmedo. Eso fue lo primero que notó. Estaba cargado de un olor extraño que parecía flotar por la gran sala. El follaje era denso, de un profundo verde fresco. Los sonidos del agua al gotear atravesaban la quietud que las rodeaba. Y en algún lugar, ocultos entre las hojas y las flores de hermosos colores, se oían ruidos de alas y delicados trinos. Unos ojos verdes se movían constantemente, intentando localizar a esos pequeños animales. Habían hecho una cola de casi quince minutos para entrar en el Jardín. Liv se alegraba de que hubieran encontrado un lugar bastante aislado en una de las inmensas zonas. No había tardado en darse cuenta de que Rayne parecía muy incómoda al estar tan cerca de tanta gente. Habían recorrido el Jardín Japonés en agradable silencio, observando lo que las rodeaba y viendo las innumerables mariposas que revoloteaban alrededor de las flores expuestas. Respiró hondo, saboreando el aire cargado y húmedo al fondo de la garganta. Cerró los ojos y empezó a volverse despacio, absorbiendo los ruidos y el ambiente que la rodeaban. Muy consciente de la figura silenciosa que tenía al lado. Captó un leve indicio del perfume de Rayne. 78

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—Es precioso, ¿verdad? La voz grave atravesó como un susurro el silencio que las envolvía y alcanzó de lleno una parte de su alma, acariciándola al reconocerla. Con los ojos cerrados, la pequeña rubia sonrió y asintió. Notó un ligerísimo toque en la cara, una caricia delicadísima en la cara. Tragó y abrió los ojos. Y se topó de lleno con unos profundos ojos azules. Rayne no pudo resistir más, al ver a Liv allí, con esa dulce sonrisa en la cara, con los ojos cerrados. Alargó la mano y le tocó la cara, acariciando su piel. Suavemente... Movió los dedos por la suave mejilla y se detuvo en aquellos labios durante una pequeña eternidad. Tragando, levantó la mirada. E interrogó en silencio a unos ojos verdes. Se le aceleró el pulso cuando notó que Liv se apretaba contra su caricia. Volvió a cerrar esos ojos verdes como respuesta igualmente silenciosa. Se echó hacia delante. Despacio. Vacilando... Se le aceleró la respiración. Tenía la cara a meros centímetros de la de Liv. El delicado aroma que siempre envolvía a la pequeña rubia era casi palpable, intensificado por el aire cargado, y se mezclaba con los olores que las rodeaban. El primer contacto fueron sólo sus labios al encontrarse por un leve instante.

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Rayne levantó una mano y la puso en la mejilla de Liv. Volvió a posar sus labios en los de ella y notó su ligero temblor. Despacio... muy despacio, profundizó el beso. Notó que la pequeña figura se arrimaba más a su propio cuerpo. Unas manos pequeñas se alzaron para tocarla y se posaron en su tripa, aferrándose a su camisa con una fuerza casi desesperada. Los labios de Liv se entreabrieron y sus lenguas se tocaron. Las entrañas le estallaron de calor con un estremecimiento. Pareció pasar una eternidad hasta que por fin tuvieron que tomar aire. Los ojos claros se abrieron y tragó al ver esos rasgos delicados. El ligero rubor era muy evidente. Esos ojos verdes seguían cerrados y había una sonrisa dulce bailando en esos labios tan... tan suaves. Se quedaron mirándose. Sin decir una palabra. Sonriendo simplemente y sin embargo diciéndose más de lo que las palabras podrían expresar nunca. Y de repente, surgiendo de entre las hojas y las flores, aparecieron colibríes, que revolotearon zumbando a su alrededor, con un destello de alegres plumas al pasar ante ellas. Rayne respiró hondo y se limitó a observar a Liv cuando ésta soltó una exclamación de profundo placer cuando las pequeñas aves flotaron suspendidas ante su cara, con los cuerpecillos inmóviles en el aire y las alas batiendo sin cesar. —¡Mira!

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La voz de Liv vibraba de alegría, y se volvió para seguir el vuelo de los pájaros. —Estoy mirando. —Un murmullo grave. La cabeza rubia se volvió para mirarla. Las mejillas de Liv se tiñeron de un suave rubor, y estaba a punto de agachar la cabeza cuando una mano grande le tocó la mejilla. Sus miradas se encontraron. —Y nunca he visto nada tan bello. —Con tranquilidad. Con certeza. Liv tragó y, cerrando los ojos, se apretó contra la suave caricia, deseando que este momento no terminara nunca. El corazón le dio un vuelco cuando un par de brazos fuertes la estrechó, y de repente en su oído resonaron unos latidos firmes y rítmicos, latidos que se aceleraron cuando ella se acomodó en el delicado abrazo. Perdiéndose... Una suave caricia en la cabeza y el mundo que la rodeaba desapareció. Nada importaba salvo el cálido cuerpo en el que estaba apoyada. Hundió la cara en el pecho de Rayne y aspiró hondo, llenándose del olor de la mujer más alta, sabiendo que no había lugar más seguro que éste. De pie en medio de plantas y flores exóticas. Rodeada de innumerables pajaritos de colores, notando la caricia de sus alas al pasar. Soltó el aliento, sabiendo que Rayne notaría el calor de su respiración a través de la camisa... y no pudo contener las lágrimas que le brotaron de repente.

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Rayne notó que el pequeño cuerpo se fundía con el suyo y cerró los ojos. Apoyando la cara en la cabeza rubia, empezó a mecer a la esbelta figura entre sus brazos. Supo que por fin... por fin había encontrado su destino. Y que jamás lo volvería a dejar marchar. Unos ojillos oscuros las miraban, mientras unos cuerpecitos pasaban zumbando alrededor de las figuras altas que estaban abrazadas tan estrechamente que ni una brisa podría haber pasado entre ellas. Los pajaritos se perseguían alrededor de las humanas. De vez en cuando las tocaban y sin embargo era muy evidente que no las molestaban. Y por un instante, parecieron sonreír ante lo que veían...

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Aquí en estos brazos Empezó nuestra historia Antes de que estuvieras Mi corazón tenía sed Mira mis labios, verás Que he bebido del río Que corre hacia el mar Del amor verdadero < estribillo > A salvo en estos brazos, Ahí es donde quiero estar A salvo del dolor, en estos brazos Ahí es donde quiero estar Si muero Que sea aquí contigo Pues aquí contigo Sin duda estaré a salvo A salvo del odio, de las mentiras De los buitres de Cristo No necesito dioses No tengo temores, te tengo a ti < estribillo > No me dejes nunca, no me dejes nunca Di que nunca me dejarás Tómame en tus brazos Y di que nunca me dejarás Tómame en tus brazos y estréchame Di que nunca me dejarás —Safe in These Arms, escrito por Gary Butcher y Jimmy Somerville

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entonces La puerta se cerró con un leve chasquido que resonó misteriosamente por el apartamento oscuro y silencioso. Por las ventanas de la cocina y la sala de estar entraban rayos de luces que se arrastraban por la alfombra clara, destacando los muebles y los marcos de la pared con fuertes contrastes. De la calle y de los apartamentos de debajo llegaban sonidos apagados que flotaban por el silencio, y luego un leve suspiro estremeció el aire. Una mano pequeña echó a un lado el pelo rubio despeinado por el viento y dejó caer una bolsa pequeña junto a la puerta de la cocina. Una figura esbelta —apenas una sombra en la oscuridad— entró en la sala de estar. Se dejó caer en la butaca, iluminada por un rayo de luz que destacó la sonrisa de sus labios rojos, aumentando la suave chispa de los claros ojos verdes. Liv cerró los ojos y alzó la mano derecha para tocarse los labios, que aún sentían el hormigueo del beso de despedida de Rayne. La mujer más alta la había traído a su apartamento. Aquellos ojos azules la miraron simplemente... tantas emociones, expresadas e inexpresadas, que brillaban en las profundidades azules. Después del beso en el Jardín Botánico se habían quedado allí, abrazadas la una a la otra con una necesidad casi desesperada, hasta que otros visitantes entraron en esta parte del jardín y las miraron confusos, divertidos... indignados.

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Aunque ninguno dijo nada al toparse con una gélida mirada azul. La sonrisa que Liv tenía en la cara se hizo más amplia. Mi protectora. Este pensamiento algo cursi se coló en su mente y se echó a reír. Pero ¡Dios, qué sensación tan increíble! Nada en su vida le había hecho sentirse nunca tan bien. El beso había sido tan delicado, tan suave. Sin exigencias, y sin embargo, prometía una pasión y un amor imposibles de comparar con nada de lo que hubiera experimentado jamás. Amor... Los ojos verdes se abrieron y se mordió el labio inferior. Las cejas claras se fruncieron al pensar. Había creído que amaba a Torben. Pero la sensación de perderse en el abrazo de Rayne... el calor de ese cuerpo fuerte... su olor... Caray, no tenía ni idea de lo que es estar enamorada. Pero sabía que se estaba enamorando. Y se estaba enamorando muchísimo. De Rayne. Al recordar su primer encuentro... la sonrisa apareció de nuevo... había habido algo entre ellas desde el momento en que Rayne abrió de golpe la puerta de su coche. Sus ojos se encontraron y fue... No tenía palabras para describir lo que había sentido, pero había sido una sensación asombrosa de conocer a la alta desconocida plantada allí junto a su puerta, intentando decir algo, con unos claros ojos azules que la miraban atónitos. Y hoy... 85

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Un suspiro, y la pequeña figura se reclinó en la butaca, estirando las piernas cansadas y sacándose la camisa de la cinturilla de los vaqueros. No había tenido ni idea de lo que iba a pasar. Estar con Rayne era lo único que había querido. Habían hablado, reído... guardado silencio mutuamente. Un silencio muy cómodo que no habían necesitado rellenar con palabras. Y entonces... Dios, no se esperaba que Rayne fuera a besarla. Pero, oohh, cómo agradecía que la mujer de más edad hubiera decidido dar ese paso. La leve sonrisa se hizo más grande. Los dientes blancos relucieron en la oscuridad. Y esos labios habían sido tan suaves y tiernos como sabía que lo serían. La caricia de Rayne delicada y extrañamente familiar... Habían terminado su visita al jardín, pero ni Rayne ni ella prestaban en realidad atención a lo que las rodeaba. Las dos habían pillado a la otra mirando. Se habían echado a reír. Se habían llenado de felicidad. Tomaron un café en un pequeño bar cerca de la universidad y luego decidieron regresar a Lübeck. Rayne sabía que ella tenía clase por la mañana. Se quedaron largo rato delante de su edificio de apartamentos, despidiéndose una y otra vez... pero sin moverse. Esos ojos azules chispeaban con una risa amable.

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Alzó la mano para tocar la cara de Rayne. Le tocó la mejilla con una caricia vacilante pero tierna. Le dio un vuelco el corazón al ver que esos ojos azules se cerraban y la cabeza morena se apretaba contra la caricia. Tardaron un momento en volver a abrirse. Incluso ahora, recordando ese momento, sentía un hormigueo en el estómago. Un hormigueo de algo tan intenso que soltó un leve gemido. Se acurrucó en la butaca y volvió a cerrar los ojos. Apoyando la cabeza en la mano que había tocado la cara de Rayne, soltó un lento suspiro. Tenía la mente llena de imágenes de esa hermosa cara. La voz grave. La risa amable. La caricia suave.

El agua chapoteaba perezosamente en la orilla, llevándose piedrecitas y palitos, dejando sólo un lienzo vacío listo para volver a ser utilizado, esperando nuevas huellas que llevarse al mundo, a orillas desconocidas llenas de sueños... La arena se había enfriado considerablemente al caer la noche, pero a la alta figura sentada en la playa no le importaba. A lo lejos oyó el sonido de la sirena de un barco que anunciaba su presencia. Los ojos claros escudriñaron la oscuridad, pero no consiguió distinguir el contorno del barco. Probablemente un pesquero de arrastre. Sus ojos siguieron la línea que separaba el mar del cielo, apenas visible en la oscuridad difuminada que compartían. 87

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No había conseguido calmarse después de que Liv entrara en su apartamento. Tenía que hacer algo. De modo que decidió ir a la playa, con la esperanza de que se le calmaran el corazón y el cuerpo. Respiró hondo, notando el aire salobre en la garganta, saboreándolo un momento al recordar las noches largas y apacibles que había pasado de niña en el barco de su padre, cuando lo acompañaba a pescar. Como siempre, los recuerdos trajeron consigo los últimos restos de la pena. Su padre había muerto en un accidente hacía casi diez años. Ella ya estaba entonces en la universidad en Alemania. Bajó la cabeza morena hacia el pecho y la sonrisa pequeña y triste que le había bailado en los labios cambió. Porque captó un ligerísimo rastro de un olor bien conocido en su camisa. Dejándose caer hacia atrás en la arena blanda, alzó los ojos al cielo y contempló las estrellas que relucían en lo alto por entre las que se movían despacio pálidas nubes grises que jugaban al escondite con los puntos de luz. Y sin embargo... su mirada fue más allá del cielo. Fue más allá... buscando un alma que sabía que la estaba esperando. Un alma que siempre había sabido que algún día encontraría. Era una certeza que llevaba en el corazón y que nunca había puesto en duda. Había salido con otras antes. Pero nunca había tenido el deseo de convertirlo en algo más serio o profundo. Ninguna de ellas había conseguido llegar nunca a su interior. A su interior de verdad. Donde aún vivía el recuerdo apagado e intocable del dolor...

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Los claros ojos azules siguieron el paso de un avión por el cielo oscuro. Sus luces parpadeantes parecían extrañamente fuera de lugar en medio de la antigua frialdad que representaban las estrellas que había a su lado. Y entonces se había encontrado con el par de ojos verdes más bello que había visto en su vida y cayó. Se hundió en algo nuevo y, sí, que le daba miedo. Pero esta pequeña parte de su interior que siempre había estado buscando sonrió y suspiró de alivio... Los largos brazos se alzaron y se doblaron detrás de la cabeza morena. El viento empezaba a arreciar y agitaba los mechones oscuros, tirando de ellos... tentándolos... acariciando los pómulos elevados y los labios rojos. Rayne sonrió más. Lo que había pasado hoy... se tocó los labios... no habría podido evitarlo, como no podía evitar respirar. Cerrar los brazos alrededor del cuerpo ligeramente tembloroso de Liv. Estrecharla. Besarla... Volvió a respirar hondo, apenas capaz de contener la carcajada de felicidad, de vértigo casi, que le acariciaba los labios. La felicidad que sentía por dentro era tan intensa que sentía el pecho a punto de estallar. Al oír un zumbido muy leve se volvió y miró hacia atrás. Los contornos oscuros de las dunas eran visibles en la oscuridad que la rodeaba. Y vio luciérnagas.

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Destellos de luz que bailaban entre las delgadas hojas de hierba que crecían en las dunas. Ladeando un poco la cabeza, Rayne se quedó allí sentada observando a los diminutos insectos.

La puerta se cerró tras él y Lorenz bostezó. Rascándose la cabeza rapada, dirigió sus pasos de inmediato hacia la cocina, sabiendo que seguramente encontraría algunas sobras de comida. Pasó ante la puerta de la sala de estar y se detuvo. Volviéndose de nuevo, se apoyó en el marco de la puerta, con una sonrisa cariñosa bailando en sus labios. El piercing que tenía en el labio inferior se movió hacia un lado. En la butaca había una figura acurrucada. Tenía la cabeza rubia apoyada en un brazo y una pequeña sonrisa en los labios. Se acercó y se acuclilló delante de su amiga dormida. —Eh, Kleines... —Al no recibir respuesta... y no la esperaba, pues conocía bien la capacidad de Liv para quedarse dormida en cualquier sitio y hacer caso omiso del mundo mientras dormía... la sacudió del hombro con mucha delicadeza. La respuesta fue un leve quejido. —Liv, vamos, que mañana vas a estar fatal de la espalda. La cabeza rubia empezó a moverse y luego unos ojos verdes y adormilados lo miraron parpadeando. Tardaron un momento en reconocer quién era, pero entonces lo saludó con una sonrisa amable.

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Liv bostezó y se incorporó. Estiró su pequeño cuerpo y se quejó al notar el dolor sordo de los músculos entumecidos en los riñones. —Caray... me has salvado la vida, Lorenz. Se levantó despacio de la butaca, mordisqueándose el labio inferior. Lorenz se echó a reír suavemente y enderezó su propio cuerpo menudo. La camiseta ceñida que llevaba destacaba sin embargo un cuerpo muy musculoso. —Sí, lo sé. ¡Por eso me quiere la gente, tú incluida! —Sus amables ojos marrones la miraron risueños y los dos se trasladaron a la cocina. El joven se puso a hurgar en la nevera y de su garganta brotó un ruidito de felicidad al encontrar algo de pizza al fondo. La menuda rubia se había sentado a la mesa pequeña que habían comprado para la cocina y estaba acariciando el borde con los dedos. Seguía con la mente llena de los acontecimientos de hoy... sus ojos se posaron en el reloj de la pared y sacudió la cabeza. De ayer, puesto que eran las dos de la mañana. Una vez más, un leve suspiro de felicidad agitó el aire a su alrededor. Volvió la cabeza y se encontró con la mirada interrogante de Lorenz. El joven masticaba feliz el trozo frío de pizza. Liv se echó a reír y se estremeció en broma. La respuesta fue un inocente encogimiento de hombros. Se mordió el labio inferior. Sus ojos verdes contemplaron a su amigo un momento en silencio. Luego respiró hondo y le hizo un gesto para se sentara a la mesa. Él se sentó frente a ella, apoyó los codos en la superficie y la miró parpadeando con devoción.

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—¿Sí, mi reina? Ella le dio un manotazo en el brazo, pero luego se puso seria y ladeó un poco la cabeza rubia. —¿Cómo supiste que eras gay? Habían encendido la pequeña luz de la cocina que colgaba justo encima de la mesa y dejaba parte de la estancia a oscuras. Los únicos ruidos que se oían en el piso eran el tictac del reloj y el leve crujido de sus sillas. Los amables ojos marrones de Lorenz la miraron sorprendidos. —Mmm... buena pregunta. —Le sonrió—. Me enamoré. —¿Así de sencillo? Él se echó a reír y se acomodó en la silla. —No... no, no fue tan sencillo. —Su voz se puso seria de repente—. Estaba muerto de miedo por lo que de repente estaba sintiendo por uno de mis amigos. Es que... por aquel entonces tenía quince años y todos mis amigos no paraban de hablar de chicas y de la "experiencia" que tenían. Y yo... yo me pasaba el día pensando en... —Soltó aliento despacio—. Se llamaba Kirsten. Tenía una sonrisa preciosa y yo... se me encogía el estómago cada vez que lo veía o me hablaba. Al principio no sabía lo que estaba pasando, pero al final... bueno, acabé dándome cuenta y... te lo aseguro, me dio miedo. Miró a los bondadosos ojos verdes que tenía delante y sonrió cuando Liv le acarició la mano. —No podía hablar con nadie. Al menos, eso es lo que me decía a mí mismo. No había forma de que se lo fuera a decir a mis padres, así que opté por ignorar lo que me estaba pasando por dentro y me dediqué a seguir el juego. Salía con chicas. Me jactaba con los chicos de lo "lejos" que había llegado con algunas... 92

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pero por dentro me sentía fatal porque me... no me gustaba nada besar a una chica. No quería tener a una mujer entre mis brazos, sino sentir la fuerza de un cuerpo masculino junto al mío. Bueno, en aquella época leía mucho. Porque quería entender lo que sentía. Por qué era distinto de mis amigos... Pocos meses después de descubrir que era gay... —Su mirada se trasladó a la ventana. La oscuridad de medianoche se iba transformando despacio en el gris pálido de un nuevo día—. Habían perseguido y dado una paliza a una pareja gay de la ciudad donde yo vivía. Los dos tuvieron que pasar varias semanas en el hospital. Me entró el pánico. Y para disimular, empecé a meterme en un montón de problemas... ya sabes, "cosas de chicos"... —Lorenz resopló—. Me metía en un montón de peleas. Pero me gané fama de ser un tío muy duro... ya... Se quedó en silencio un momento, con los ojos marrones perdidos. —Cuando terminé el colegio, empecé a estudiar en Berlín... Dios, qué mundo tan distinto. De repente, lo que sentía no era algo "malo"... algo que había que ocultar. Iba a bares de ambiente y por primera vez en años me sentía libre y vivo. Y entonces conocí a Klaus... —Ahora una alegre sonrisa iluminó sus bellos rasgos, reflejada en las dulces facciones de la cara que tenía delante, pues Liv sabía cuánto quería a Klaus—. Bueno, fue entonces cuando decidí decírselo a mis padres. No quería vivir una mentira y la cosa entre Klaus y yo iba muy en serio. Así que un fin de semana, cuando llegué a casa, me dije: "Ahora o nunca". Estábamos una noche sentados delante de la tele... no tenía ni idea de lo que estábamos viendo... estaba desesperado tratando de encontrar las palabras adecuadas. Fue mi padre el que me preguntó si me encontraba bien. Y yo solté: Soy gay. Se echó a reír de nuevo. Miró a su amiga con los ojos chispeantes. —Me miraron como si acabara de anunciar que era el Mesías. No sabía qué esperar. Gritos... insultos... acusaciones... algo... cualquier cosa. Sobre todo tenía miedo de la reacción de mi padre. Estaba muerto de miedo de que me fuera a dar una paliza. No sé por qué... nunca me había puesto la mano encima... pero 93

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eso es lo que le pasó a Klaus. Su padre se lo dijo a sus hermanos y le dieron una paliza horrible. —Sus ojos marrones se nublaron un momento—. Mi madre se echó a llorar al cabo de un rato. Mi padre... se me quedó mirando... creo que el silencio fue lo peor. Y luego mi padre dijo: "Bueno, entonces supongo que eso quiere decir que no te vas a alistar en el ejército". Me quedé absolutamente de piedra. Mi madre lo miró con los ojos desorbitados... Ella todavía no puede con ello. En realidad no. Pero mi padre... me sorprendió. Quiero decir... nunca hemos tenido una relación muy estrecha ni nada, pero su aprobación siempre me ha importado. Y ahí estaba, sonriéndome... De todas las situaciones que me había esperado y para las que me había preparado, ésta era la única que no me había imaginado... Hubo silencio por un momento. La nevera cobró vida con un suave ronroneo y el ruido de un coche subió hasta ellos flotando desde la calle. El joven estiró el tronco, levantando los brazos por encima de la cabeza. Respiró hondo y dirigió su atención a su amiga. Liv se había quedado pensativa mientras hablaba, con los ojos verdes iluminados por algo que no conseguía entender del todo... Eran amigos desde hacía ya casi cinco años, pues habían empezado a estudiar juntos en la universidad. Cuando Evelyn y ella buscaban un tercer inquilino, él dijo: "Claro, por qué no". La pequeña sueca le gustaba mucho. Siempre decía que de no haber sido gay, le habría pedido salir con ella. Y lo decía sólo medio en broma. Tenía algo... un halo de bondad que parecía afectar a todo el que la conocía. Esos ojos verdes y su sonrisa te cautivaban al instante. Y habían pasado muchas noches de esta forma, hablando de todo lo divino y lo humano. De sus relaciones... de política... de libros... de sus estudios...

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Apoyó el codo derecho en la superficie de la mesa y la barbilla en la mano, mirándola con ojos curiosos. —¿Por qué lo has preguntado? Liv respiró hondo, mientras sus dedos jugaban con un trozo de papel que había encontrado en la mesa. —Torben y yo hemos roto. Lorenz alzó los ojos sorprendido. Luego su mirada marrón se llenó de una expresión traviesa. Se echó hacia delante y la luz iluminó su cabeza rapada, haciendo relucir la piel lisa. —¿Es que es gay? A su pesar, Liv se echó a reír. —No... no. No lo es. —Se volvió a quedar callada. Su amigo le dio todo el tiempo necesario para poner en orden sus ideas. Estaba casi seguro de lo que ocurría, pero guardó silencio. Sabía que Liv había pasado el día con Rayne Wilson, la dueña del bar Die Blaue Rose. —Yo... mm... —Los ojos verdes se encontraron con su mirada—. Rayne y yo... nos hemos besado hoy. Su voz se convirtió en un murmullo suave y maravillado. —Mmm. —Y me ha gustado. —En sus labios bailaba una sonrisa inconsciente que hacía relucir sus ojos—. Me ha gustado mucho. —Mmm. —Ahora Lorenz apenas podía contener la sonrisa. 95

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—Y... creo que a ella también le ha gustado. —¿Ah, sí? —Sí... Los ojos verdes lo miraron soñadores... y fueron mucho más allá de su mirada. Recordando lo bien que se había sentido en brazos de Rayne. La sensación de su cuerpo... la delicada curva de los pechos de Rayne... Lorenz se mordió los labios al ver el leve sonrojo que subía por la cara de Liv a causa de lo que fuera que estuviera pensando. —¿Así que piensas que eres gay? Su voz suave la sacó de los recuerdos de una piel suave y unas caricias delicadas... Frunció el ceño pensativa. A ella le daba igual si era gay o no. Sabía que lo que sentía por Rayne era nuevo para ella. Nuevo y hermoso... y no estaba dispuesta a poner una etiqueta a estos sentimientos. —Sé que la q... que me gusta mucho. Los ojos marrones la miraron risueños. —¿Que "te gusta mucho"? El rubor aumentó. Pero Liv le sostuvo la mirada. —Sí... Se sonrieron y luego Lorenz se levantó. Dejándose caer sobre una rodilla delante de la silla de ella, cogió una de sus manos entre las suyas. —Lo único que importa, Kleines, es que seas feliz. 96

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Ella sonrió y lo abrazó. —Lo soy, Lorenz... lo soy. En alguna parte del edificio una puerta se cerró con gran estruendo y resonó por la casa todavía dormida. Unos pasos en las escaleras anunciaron que alguien se marchaba al trabajo... o a casa. El reloj de la cocina les dijo que ya pasaban de las cuatro. Lorenz bostezó y Liv le frotó la cabeza en broma. —Vamos, Grosser, tú también necesitas dormir un poco. Los dos salieron de la cocina y se dirigieron a sus cuartos. Y el apartamento no tardó en sumirse de nuevo en el silencio. La pálida oscuridad se calmó de nuevo. Por las ventanas una luz suave se deslizaba despacio a través de las sombras, anunciando el despertar de un nuevo día...

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—¿Qué tal sabe? —Delicioso. Hubo un suave murmullo de aprecio, seguido de una risa grave entre dientes. —Así que parece que te gusta el helado, ¿no? —La voz grave tenía un delicado tono divertido y los risueños ojos azules se encontraron con otros verdes igualmente sonrientes.

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—Lo dirás en broma, ¿verdad? Que si me gusta el helado, pregunta... —Una cabeza rubia se agitó fingiendo indignación—. Para tu información, señorita Wilson... me encanta el helado. Rayne se echó a reír y se apoyó en el árbol junto al que estaban sentadas. Habían elegido un lugar en el laguito situado a las afueras de la ciudad antigua de Lübeck. Habían decidido disfrutar del cálido día de finales de primavera. El sol ya calentaba lo suficiente para que algunas personas se hubieran arriesgado a ponerse pantalones cortos, tratando de conseguir el primer bronceado del año. La mujer alta alzó la mano y se pasó los dedos por el pelo, ahuecándoselo para darse un poco de aire en el cuello. El movimiento fue seguido de cerca por unos claros ojos verdes que se recrearon en sus rasgos marcados y observaron la figura que descansaba cómodamente. Liv carraspeó al notar un calor que le atravesaba el cuerpo y que no se debía al sol. —¿Cómo es que estás tan morena? Los ojos azules se volvieron sorprendidos hacia ella. —Mm... —Rayne se incorporó—. Antes salía mucho al mar con mi padre. Supongo que pillaba mucho sol en esas ocasiones. Y se me ha quedado... evidentemente... —Una sonrisa. Liv respondió con una alegre sonrisa propia y se echó hacia delante, tocando la mejilla de Rayne con una mano vacilante, incapaz de reprimir un leve temblor. —Pero tienes la piel suave.

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Rayne se perdió en los ojos verdes y carraspeó apartándose un poco, pero sin perder el contacto con la mano de Liv. Pero intentó encontrar algo que decir. —Mm... sí... bueno, yo... mm... —Fue incapaz de formar una frase coherente. Se le llenó la mente de imágenes de lo que sentiría si esos dedos le acariciaran el cuerpo. La cabeza rubia que tenía al lado se ladeó interrogante cuando Liv advirtió el ligero rubor que teñía la cara de Rayne. La menuda rubia apartó la mano y se volvió hacia el lago, siguiendo con los ojos a los patos y cisnes que flotaban por el agua y a los niños y ancianos que les echaban migas de pan. Ante ellas pasaban personas en bicicleta... seguidas de perros que las perseguían, con la lengua larga y rosa colgando por un lado de la boca. Otros paseaban por el sendero, disfrutando simplemente de una tarde tranquila. Rayne y ella habían elegido un sitio a la sombra en el césped y se habían traído algo de beber y comer. Era martes y Liv había vuelto de la universidad y se había encontrado un mensaje en el contestador. Una voz grave le preguntaba si estaría interesada en una merienda y una película más tarde. Se quedó al lado de la mesilla donde estaba el contestador, suspirando llena de felicidad y comentando en el piso vacío: —Pues... si te empeñas... Ahora, sentada aquí con Rayne a su lado... caray, era increíble.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

La mujer más alta la había recogido... saludándola con un suave beso, cosa que Liv agradeció mucho porque no sabía si debía saludarla con un beso o no. Se quedaron delante del Mazda oscuro de Rayne... mirándose. Y ella estuvo a punto de proponer que se olvidaran de la merienda y de la película. No quería compartir a Rayne con nadie. Lo único que quería en realidad era encontrar un sitio tranquilo donde poder pegarse a la alta figura, sabiendo que no había lugar más seguro que los brazos de Rayne. Pero... aquí estaban. Y tenía que reconocer que era precioso. Rayne le había contado unas cuantas anécdotas graciosas de su infancia. Travesuras que había hecho en el pueblecito donde había crecido en la costa este de Inglaterra. A cambio, la pequeña rubia le había contado recuerdos de su infancia. Su narración fue seguida por unos serios ojos azules que se perdieron en la suave voz, escuchando el ligero acento que caracterizaba el inglés de Liv. Ahora Rayne estaba muy callada. Sus ojos seguían a un gorrioncillo que se peleaba con una paloma por un trozo de pan. El pajarito inflaba el pecho para impresionar al ave más grande, piando con furia a su adversaria, que no parecía muy impresionada. —...hola... La voz suave la sacó de su ensimismamiento y se volvió un poco. —...hola tú... Liv le sonrió... pero esos ojos verdes parecían preocupados.

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Rayne soltó aliento despacio. Había una cosa que quería... que necesitaba preguntarle a la pequeña rubia, pero no sabía cómo sacar el tema. —¿Estás bien? —Sí... ¿puedo...? —La cabeza morena se volvió y se enfrentó a unos confusos ojos verdes—. Me gustaría hacerte una pregunta. Liv sintió un hormigueo de nervios en el estómago. —Adelante. Rayne se mordió un momento el labio inferior, una costumbre que según había descubierto Liv, solía querer decir que la mujer alta estaba nerviosa. —¿Has... has hablado ya con Torben? Ya está, lo he dicho. Pero no tuvo el valor de mirar a Liv a los ojos. No sabía muy bien cuál iba a ser su reacción. Y entonces una mano pequeña tocó su mano, que tenía apoyada junto a la rodilla. Sus dedos se entrelazaron... un pulgar le acarició la piel con delicadeza. La menuda sueca esperó a que los ojos azules se alzaran y entonces sonrió. —Sí. Hablé con él antes de que fuéramos a Hamburgo. Rayne soltó el aliento que no se había dado cuenta de que estaba conteniendo. Apretó la mano que tenía en la suya, asombrada de lo pequeña que era realmente. Sin pensarlo, le dio la vuelta y sus dedos acariciaron la palma. Liv tragó saliva. La piel le hacía cosquillas donde la tocaba Rayne, y tomó aire temblorosamente.

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Traducción: Atalía

De repente, los profundos ojos azules levantaron la mirada, siguiendo los delicados rasgos... los labios suaves... la suave curva de las mejillas... la pelusilla tenue y fina que las cubría. Te amo. Las palabras brotaron repentinamente en su mente. Y casi... casi las dijo en voz alta. La pequeña rubia le sonrió alegremente. Casi...

Matthias suspiró y cerró el cuaderno en el que había estado escribiendo. Bueno, este mes ha ido bien. Sonrió por dentro y se levantó. Metiendo el cuaderno en uno de los cajones de su escritorio, se irguió y salió de la oficina que compartía con Rayne. Mmm. Hablando del rey de Roma... ¿dónde se había metido? Esta noche no tenía que venir, pero de todas formas solía aparecer durante una hora o dos. Pero por ahora no había ni rastro de ella. Frunció los labios y entró en el bullicioso bar. Había un grupo tocando al fondo del bar. Una buena cantidad de gente rodeaba el pequeño escenario, jaleando y aplaudiendo. Volvió a sonreír, muy satisfecho del éxito que había tenido su bar en tan poco tiempo. Una morena alta se abrió paso a través de la gente y se detuvo ante él, apartándose el pelo de la cara con un gesto lento y sonriéndole alegremente. —¿Has visto a Ray? El rubio reprimió el comentario seco de que sólo los amigos usaban esa abreviatura del nombre de Rayne... y ésta no era una amiga en absoluto. 102

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Traducción: Atalía

Se llamaba Susie y se había convertido en una especie de acosadora de su alta amiga, echándole los tejos constantemente. —Está ocupada. Los ojos oscuros se estrecharon un momento, pero la sonrisa demasiado alegre siguió en su sitio. —¿Ah, sí? ¿Pero va a venir esta noche? Matthias suspiró. —No lo sé. No ha llamado, así que supongo que no. Disculpa, si no te importa, pero tengo que hablar con alguien. Con eso, la dejó allí plantada, se apartó y no tardó en perderse entre la multitud. Jo, ¿pero qué le pasa? Sacudió la cabeza y luego tuvo que reprimir una risita al imaginarse a Liv diciéndole cuatro cosas a la molesta morena, pues sabía que la pequeña rubia tenía mucho genio. Casi había llegado al grupo de gente al que se dirigía cuando de repente unos gritos en la entrada le llamaron la atención. Uno de sus porteros, un turco alto e inmenso, entró y soltó un resoplido. —¡Problemas, jefe!

El cielo estaba poblado de estrellas que titilaban suavemente. Unas nubes pálidas se movían despacio por la oscura superficie. Hacía un frío agradable y Liv aspiró profundamente el aire fresco. Cerró los ojos para disfrutar del momento. 103

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A su lado oyó el leve roce de la ropa cuando Rayne se cerró la chaqueta ligera que llevaba y jugueteó con sus llaves mientras se alejaban caminando del cine del que acababan de salir. —Me ha gustado mucho la película. —Mmm. Liv sonrió y se volvió hacia la mujer más alta. —¿A ti no? Los claros ojos azules, casi grises en la oscuridad, la miraron y luego Rayne suspiró. Metiéndose las manos en los bolsillos, se encogió de hombros. —No ha estado mal. Liv se mordió el labio inferior para disimular la sonrisa. —¿Tampoco has visto nunca la serie de televisión? —No. —Ah. Siguieron caminando en silencio por la Königsstrasse hacia el viejo Rathaus. Las calles estaban casi desiertas. Sólo la gente que salía tarde del cine y algunos adolescentes se movían por ellas. Un perro callejero pasó a su lado y sus ojos oscuros y tristes las miraron un momento antes de desaparecer por uno de los pequeños callejones tan típicos de Lübeck. —Siempre me ha gustado esa forma que tenían de insinuar que eran más que amigos, ¿sabes? Eso de "¿son o no son?"

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Los ojos azules, ahora interesados y ligeramente divertidos, se encontraron con su mirada y ella se echó a reír, dándole un manotazo en el brazo que tenía más cerca. —En el fondo soy una romanticona, ¿vale? Rayne dejó de caminar, con la cara repentinamente seria. —A mí me parece muy bien. Liv tragó y notó que se le calentaba la cara con un leve rubor cuando la mujer más alta se acercó más a ella. Una mano grande y sorprendentemente cálida le tocó la cara, acariciándole la mejilla con suavidad. —Me gustas tal cual eres. —...gracias... —fue lo único que se le ocurrió a la pequeña rubia, que de repente se ahogó en esos ojos azules que estaban tan cerca de su cara. La cabeza morena se ladeó un poco y luego bajó muy despacio. Rayne vio que los ojos verdes se cerraban y con una leve sonrisa acarició los labios de Liv con los suyos, maravillándose de nuevo por lo suaves que eran. Fue un beso delicado y breve. Pero los ojos verdes tardaron un momento en abrirse de nuevo. Rayne suspiró despacio y esperó a que los ojos, ahora de un verde intenso, se encontraran de nuevo con su mirada. —Así que ni se te ocurra cambiar, ¿me oyes? Liv se rió suavemente e hizo un gesto negativo con la cabeza. Suspiró en silencio cuando Rayne le cogió la mano y entrelazó los dedos con los suyos.

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Siguieron caminando en silencio hasta el apartamento de la mujer más alta. Se detuvieron al lado de su coche. Ninguna de las dos quería despedirse aún. —¿Te apetece beber algo? —Por dentro Rayne se dio de tortas por la estupidez de la pregunta, pero su preocupación se desvaneció cuando la cabeza rubia se puso a asentir antes incluso de que hubiera terminado de hacerla.

—¿Y por qué quieres ser pediatra? Estaban sentadas en el sofá oscuro, Rayne un poco de lado, con un brazo apoyado en el respaldo del sofá y el tronco girado hacia la pequeña figura que estaba a su lado. Liv se mordió el labio inferior y se colocó unos mechones cortos detrás de la oreja. Habló con tono tranquilo al contestar. —Siempre he querido ayudar a la gente. No sé... desde que era niña he querido mejorar la vida de las personas. Estar a su lado si puedo... aliviar el dolor que sienten. Cuando tenía diez años, mi hermana pequeña murió de cáncer. Fue una época horrible para mí y creo que fue entonces cuando decidí hacerme pediatra. Rayne acarició la manita que sostenía con un gesto cariñoso. Liv se volvió hacia ella con una ligera sonrisa bailándole en los labios. Soltó un suspiro lento y algo tembloroso. —¿Cuándo acabarás tus estudios? —El año que viene. —Los grandes ojos verdes se posaron en los bellos rasgos y en ellos vieron una sonrisa dulce pero seria. —Sé que vas a ser una médico estupenda. 106

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Rayne sonrió y apretó la manita que sostenía al ver el ligero rubor que ascendía por el cuello de Liv. —¿Y tú? La mujer más alta se encogió de hombros. —Mi padre siempre quiso que me alistara en la Armada Real. Tuvo que retirarse después de sufrir un accidente y volvió a su vida de pescador. Es decir, estaba contento, pero siempre quiso que yo tuviera las mejores oportunidades. Rayne se quedó en silencio y posó la mirada en la televisión. El sonido estaba apagado y en ese momento había un anuncio de una gran compañía de telecomunicaciones alemana. —¿Y te alistaste en la Armada? —No. Me... hacerme soldado no me convencía. No sabía cómo explicarlo, pero... bueno, él se quedó decepcionado, pero aceptó mi decisión. Así que me trasladé a Berlín y estudié ciencias económicas. Las cejas claras se enarcaron con gesto de sorpresa. —Sí... me hicieron unas ofertas muy buenas. Me puse a trabajar en una de las compañías británicas más importantes y todo el mundo me decía que tenía una carrera estupenda por delante. —La alta figura volvió a encogerse de hombros—. Entonces mi padre murió durante una tormenta en alta mar... Durante un tiempo me quedé sin rumbo. Entonces volví a encontrarme con Matthias, que no paraba de hablar de tener su propio negocio. Me pidió que me asociara con él... y bueno, así es como he acabado aquí. Se miraron la una a la otra un momento en silencio y luego dijeron a la vez: —Me alegro de que estés aquí.

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Se echaron a reír, rompiendo la tensión que había empezado a acumularse. Y entonces Liv cobró clara conciencia de la mano grande que se había trasladado de su mano a su pierna y le acariciaba el muslo suavemente. Miró a los profundos ojos azules y carraspeó. Rayne ladeó la cabeza. —Tranquila, ¿vale? No tenemos que hacer las cosas deprisa. Quiero que estés a gusto. —Lo estoy. Es que... —Se sonrojó de nuevo—. Es que... nunca he... ya sabes... con una mujer. —Mmm... —Rayne observó los delicados rasgos—. ¿Tienes miedo? —¡No! —La cabeza rubia hizo un gesto tajante—. Pero nervios sí. O sea... —El rubor se hizo más intenso—. He leído... cosas... pero no sé si sabré qué hacer... ya sabes... La figura alta se echó un poco hacia delante. —Créeme... lo sabrás. —Al ver que Liv se estaba poniendo incómoda, intentó relajar el ambiente—. ¿Y qué son esas cosas que has estado leyendo? Era evidente que le estaba tomando el pelo, y la menuda rubia se echó a reír. Acercándose más a la mujer más alta, susurró: —Como que te lo voy a decir... Estaban tan cerca que Rayne veía las motas doradas que salpicaban el verde de los ojos de Liv. Tan cerca que olía su perfume y el aroma que era simplemente Liv.

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Tragó. Cruzando la distancia que las separaba, posó los labios sobre los que tenía tan cerca, vacilando al principio, pero luego sintió la respuesta de Liv y notó que el pequeño cuerpo se pegaba más al suyo. Unas manos pequeñas se alargaron hacia ella al tiempo que las suyas se empezaban a mover... Ring. El timbre del teléfono las sobresaltó a las dos, y los claros ojos azules se clavaron con enfado en el molesto aparato. Sonó de nuevo y oyó que Liv tomaba aliento temblorosamente. Oyó un leve susurro: —...caray... Sin poder reprimir del todo la sonrisa, alcanzó el teléfono. —Ja? La sonrisa desapareció de su cara al reconocer la voz alterada de Matthias, que hablaba en un alemán acelerado que le resultaba casi incoherente al caer en su fuerte dialecto del norte. —Eh... calma... más despacio. ¿Qué pasa? Lo escuchó... y Liv vio que se le ponía la cara impasible y los ojos claros se volvían fríos, con una expresión que le produjo escalofríos en la espalda. Al cabo de un momento, Rayne colgó y alcanzó el jersey que estaba en la butaca. —Tengo que irme. ¿Te quieres quedar o prefieres irte a casa? No sé cuándo voy a volver. Las cejas claras se fruncieron. Estaba desconcertada por la frialdad de la voz grave de Rayne, tan opuesta a la dulce calidez con que hablaba normalmente. 109

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—¿Qué ocurre? Rayne se metió las llaves en un bolsillo. —Problemas en el bar. Unos idiotas... —No terminó, pero apretó los puños. —Voy contigo. Unos atónitos ojos azules se clavaron en unos serios ojos verdes. —¡¿Qué?!... No, Liv, escucha... esto... —¡No, escucha tú! ¿De verdad crees que voy a dejar que te metas sola en una situación probablemente peligrosa? ¿Que me voy a quedar aquí sentada... poniéndome mala de preocupación? ¡No me vas a dejar aquí para nada! Lo primero que se le ocurrió a Rayne fue que la rubita se ponía monísima cuando se enfadaba... y luego que esta "discusión" le resultaba de lo más familiar. De hecho... frunció las cejas oscuras. Se habría sentido decepcionada si Liv no hubiera intentado ir con ella. Qué raro... De modo que tomó aliento con fuerza y lo soltó despacio. —Está bien... pero por favor... —Se acercó a la pequeña figura—. No te metas en líos. Una manita le tocó la mejilla, acariciándole despacio la piel, y luego un dedo le dibujó un momento los labios. —Te lo prometo. Rayne tragó, cerró los ojos para disfrutar de la caricia durante una pequeña eternidad y luego se irguió. Salieron del apartamento, dejándolo en el silencio y la oscuridad.

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La luz de las farolas pintaba la calzada de un resplandor amarillo, devorando cualquier color. Por las aceras se deslizaban sombras oscuras mientras pasaban con el coche ante edificios a oscuras. A lo largo del Untertrave se veían los contornos oscuros de las barcas. Todavía no habían llegado al bar, pero allí delante Rayne vio algo que parecía un grupo de personas. Aparcó el coche a pocos metros de distancia de la entrada y llevó a su compañera a la puerta trasera del bar. Pero sí que oyeron las palabras que estaban gritando. Voces ásperas... risotadas vulgares... Liv tragó y se pegó más a la alta figura que estaba a su lado. Al mirar a Rayne a la cara se dio cuenta de que la británica estaba claramente furiosa. Apretaba la mandíbula con un movimiento rápido. Las recibió Matthias, cuyos ojos azules reflejaban su nerviosismo. —Dios, cómo me alegro de que hayas venido. Rayne se limitó a asentir y recorrió el bar con la mirada, haciéndose idea de cuántas personas seguían allí. Matthias se dio cuenta y se encogió de hombros. —Algunos se han ido por la puerta de atrás, pero no he querido que todo el mundo se marche por ahí. Me daba miedo que les llamara la atención... Ya he llamado a la policía y han dicho que llegarán lo más rápido posible. Un resoplido grave. —Ya. 111

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Ahmed, uno de sus porteros, se acercó y saludó a Rayne con una leve inclinación de cabeza, sonriendo a Liv. —Están borrachos, jefe. Me temo que hablar con ellos no va a servir de nada... — Se quedó callado un momento—. Algunos llevan bates. Había un silencio sobrecogedor en el bar, teniendo en cuenta que todavía quedaban cerca de cincuenta personas. Todas las miradas estaban posadas en la alta figura que estaba junto a la barra, con una expresión intensa en los ojos claros. —Está bien. Echó a andar hacia la entrada principal y notó un tirón en la camisa. Se dio la vuelta y se encontró con unos preocupados ojos verdes. —¿Te importa decirme qué es exactamente lo que quieres hacer? A pesar de la situación, Rayne no pudo evitar sonreír, al advertir la ligera arruga que tenía Liv en el caballete de la nariz. Se le ponía sólo cuando sonreía o cuando estaba preocupada... y enfadada. —Voy a salir y voy a tener una... charla... con esos cabrones. —Rayne... Los fríos ojos azules se encontraron con los verdes y Liv tragó. Dando un paso atrás, soltó la camisa de Rayne y se dio la vuelta mientras la mujer de más edad se encaminaba a la entrada, seguida de Ahmed y Matthias.

Eran ocho. Jóvenes... en su mayoría no pasarían de los dieciséis o diecisiete años. Estaban al lado de un VW Golf de color gris, riendo y bebiendo latas de cerveza que tenían con ellos. 112

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Casi todos llevaban el pelo muy corto y algunos tenían la cabeza rapada, y la piel lisa soltaba destellos a la luz baja de las farolas de la calle. Las botas pesadas con cordones blancos que llevaban en los pies identificaban el ambiente al que pertenecían, y tres de ellos tenían bates de béisbol en las manos. Rayne ni siquiera aminoró la marcha al acercarse a ellos. La piel le hormigueaba de energía. A su pesar, recordó por qué no había querido hacerse soldado como había deseado su padre. En lo más profundo de su interior había una parte de ella que siempre le había dado miedo. Una parte que sabía que disfrutaría matando. Le daba miedo. Le daba miedo lo que había ocurrido en las raras ocasiones en que se había enzarzado en una pelea. Conocía la sonrisa que había aparecido en su cara. El sutil olor de la sangre que había acariciado un punto muy oscuro de su interior... Sacudiendo la cabeza ligeramente para quitarse esos recuerdos de la mente, sus ojos claros se posaron de nuevo en los jóvenes que estaban allí. Uno de ellos advirtió su presencia y alertó a sus amigos. Las caras jóvenes se volvieron hacia ellos. Su odio y su asco eran dolorosamente evidentes. —Hoho, schaut mal an was da kommt. Ein Haufen Perverser! —gritó uno de ellos. Tiró la lata y alcanzó su bate, dando un paso hacia ellos, seguido del resto de sus amigos—. Hey, Schatz... brauchst du mal 'ne richtigen Kerl, der's dir besorgt? Wie wär's? Se echaron a reír de nuevo, claramente divertidos. Y entonces uno de ellos lanzó su lata de cerveza contra una ventana del bar. El cristal estalló con un fuerte

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Traducción: Atalía

estampido y algunos trozos salieron volando por la calle, aunque la mayoría cayó al interior del bar. Rayne oyó gritos apagados de sobresalto y miedo. Despacio... despacio, se volvió hacia el grupo de jóvenes. La cabeza morena se echó hacia un lado. —Was ist los, Schlampe? —El joven, evidentemente el líder del grupo, la miró con desprecio. Matthias agarró a su amiga, que avanzaba hacia el grupo, con la cara firme y fría. Sólo la había visto así una vez, y en esa ocasión, el tipo que la había provocado había pasado una temporada en el hospital. —Venga, Ray... déjalos. La policía llegará dentro de nada. No merecen la pena. No pareció oírlo. Sus ojos claros seguían clavados en los jóvenes. Y entonces una voz suave desde la puerta los distrajo a todos. —¿Rayne...? Unos ojos azules sobresaltados se volvieron y encontraron a Liv en la puerta, con la cara pálida y un ligero reguero de sangre roja que le resbalaba despacio por la sien izquierda. La mujer alta tardó un segundo en darse cuenta de que Liv estaba herida, y al segundo siguiente el joven que había tirado la lata se encontró con la espalda encima del coche en el que había estado apoyado. Dos grandes manos le aferraban la camisa. —¡Hijo de puta!

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—Hey....was läuft denn bei dir schief?? Lass mich los, du Schlampe! Leute, kann mir mal einer helfen? Pero en ese momento un puño entró en contacto con su cara. Un suave crujido, seguido de un torrente rojo que le chorreó desde la nariz, por los labios, hasta la camisa. Detrás de ella oyó una leve exclamación, pero no hizo caso. El joven intentaba soltarse, pero Rayne lo tenía agarrado con fuerza y antes de que sus amigos pudieran intervenir, se oyó el ruido de un coche de policía. El joven siguió debatiéndose. —Lass mich los!! —Su cara se llenó de miedo al ver que sus amigos salían corriendo. Los ruidos de sus botas se fueron perdiendo por la calle desierta. El coche de policía dobló la esquina y se detuvo al lado de Rayne y del chico al que seguía sujetando. Un agente salió del coche y asimiló la situación con expresión sorprendida. Se rascó la barba y se volvió a su compañero, encogiéndose de hombros. —In Ordnung. Was genau ist hier passiert?

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Un leve chapoteo. Eso era lo único de lo que era consciente. Un leve chapoteo. Olas que golpeaban la madera. El sonido apagado del metal chocando con la madera. Los crujidos de las cuerdas al moverse en sus tirantes. Qué nombres tan raros ponía la gente a sus barcas. 115

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Ariane... Adler1... Störtebeker... Wellenbrecher... El agua era de un gris oscuro. En su superficie se veían luces y reflejos que bailaban de un lado a otro. La alta figura se echó hacia delante con un movimiento extrañamente derrotado. Un profundo suspiro agitó el aire. Estaba amaneciendo. El cielo empezaba a transformarse en un pálido azul. Las nubes cargadas todavía se cernían sobre la ciudad dormida. Una suave llovizna acariciaba los rasgos marcados. Rayne respiró hondo y apoyó los codos en las rodillas. Los ojos claros se posaron en el suelo. Dio una patada con el pie a una piedrecilla que encontró allí. La policía se había ido hacía poco. Le habían pedido que acudiera más tarde a comisaría para hacer una declaración completa de lo que había ocurrido. Se habían llevado al joven. Pero como era menor de edad, lo único que harían sería llevarlo a casa con sus padres. Sabía que Matthias se había llevado a Liv dentro para curarle el corte que se había hecho con el cristal que había entrado disparado en el bar. Ella ni siquiera había podido mirar esos ojos verdes. Hacía mucho tiempo que no perdía los estribos de esa manera. El tipo no paraba de meterse con ella, insultándola y provocándola. Ella ya llevaba unas cuantas cervezas encima y en un momento dado... él la empujó, intentando que se peleara con él. Cerró los ojos claros. Y se peleó con él.

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Aún recordaba la sensación de su puño al estamparse en la cara del tipo. Lo que había sentido al oír el crujido de los huesos... al ver la sangre... el miedo que tenía él en los ojos. Fue Matthias quien la apartó del tipo cuando éste se desmayó. Ella había seguido pegándole... perdida en la oscuridad. Y esta noche... Al ver la sangre en la cara de Liv se había asustado. Se había asustado profundamente. La mera idea de que Liv estuviera herida... le había traído el recuerdo de unos sueños que tenía en otra época. De violencia y dolor. Dolor al perder su alma. Dolor al sujetar un cuerpo frío e inerte entre sus brazos... Los ojos claros se entrecerraron. Cerró los puños con fuerza. Hacía mucho tiempo que había aceptado esa parte de sí misma. Pero no quería que Liv la viera nunca así. Así no... Bueno, Wilson... ahora sí que la has cagado. La cabeza morena se alzó y los ojos claros se posaron en el cielo, notando las delicadas gotas de lluvia que le caían en la cara. Consciente de unos ligeros pasos que venían hacia ella.

Liv dudó. Sus ojos no se apartaban de la figura oscura sentada en un banco junto al canal, de la postura derrotada de esos anchos hombros.

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El corte que tenía en un lado de la cabeza le dolía y sentía un leve escozor donde Matthias le había aplicado antiséptico. Suspiró. Su pequeño cuerpo se estremeció un poco cuando la lluvia empezó a arreciar, perdiendo su suavidad... haciéndose más cruda. Las gotas explotaban con un leve chasquido en cualquier superficie. Los ojos verdes volvieron a contemplar a Rayne. La mujer alta ni se había movido. —Dale un poco de tiempo. Oyó la voz de Matthias detrás de ella y se volvió hacia él. Acababa de echar el cierre y se había despedido de Ahmed y de sus últimos clientes. —Yo... El alto alemán se acercó a ella y le acarició el brazo con gesto cariñoso. —Créeme. La conozco. Necesita un poco de tiempo para calmarse. Estará bien. Los claros ojos verdes regresaron a la figura solitaria y oscura. Todos sus instintos le decían que no se fuera, que se quedara allí con Rayne. Matthias suspiró y se arrebujó en la chaqueta. —¿Quieres que te lleve? La cabeza rubia hizo un gesto negativo, salpicando de lluvia su pequeña figura. —No. La cabeza rubia se ladeó un poco y entonces Matthias sonrió, interpretando correctamente la expresión de esos ojos verdes. Vaya, Ray... ésta sí que merece la pena.

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—Está bien. Hasta mañana. Con eso, se metió en el coche y se marchó, mirando a Liv por última vez, con una ligera sonrisa en la cara. Los truenos resonaban por el cielo, reverberando en el tranquilo amanecer. Una mano pequeña se alzó y se apartó el flequillo mojado. Cruzando la calle, Liv se detuvo detrás de la figura encorvada. —¿Rayne...? No hubo respuesta, y Liv respiró hondo. Avanzando otro paso, se colocó lo bastante cerca como para tocarla. Notó el ligero estremecimiento cuando su mano se posó en la espalda de Rayne. Oyó que la mujer más alta tomaba aire profundamente. —Vámonos a casa, ¿eh? La lluvia arreció aún más. Ahora ya era un torrente... un muro transparente de agua que golpeaba el suelo, creando círculos en la superficie del agua que se cruzaban unos con otros... abrazándose y muriendo... El ruido ahogaba cualquier otra cosa salvo el latido constante de dos corazones y dos respiraciones distintas. Dos almas que se buscaban... Unos claros ojos azules se encontraron con unos bondadosos ojos verdes. Se posaron en la mano que se alargaba hacia ella. Se encontró por fin en casa al coger esa manita con la suya, y el calor de sus manos unidas le causó un hormigueo por todo el cuerpo. Se levantó y miró a la pequeña figura y esos delicados rasgos que le sonreían.

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—Sí... vámonos a casa.

Las gruesas gotas de lluvia golpeaban las ventanas con un ritmo constante. Una espesa capa de agua resbalaba por el cristal, haciendo borrosas todas las imágenes de fuera. Unos ojos claros se posaron en la escena del amanecer y luego volvieron a la figura acurrucada en el sofá, envuelta en un albornoz grueso y suave que se tragaba las delicadas curvas ocultas en su interior. Esto se está convirtiendo en una costumbre, ¿verdad? Una sonrisa afectuosa bailaba en los labios rojos. Pero desapareció al ver la fina venda que rodeaba la frente de Liv. Las dos se habían dado una ducha, pero al no poder dormirse inmediatamente, se habían sentado en el sofá y se quedaron charlando. La pequeña rubia se había quedado dormida por fin. La cabeza morena se volvió de nuevo hacia la ventana. Liv había visto su peor faceta esta noche y sin embargo... aquí estaba. Profundamente dormida en su sofá, con una ligera sonrisa en los labios. Rayne levantó la mano y se tocó sus propios labios, en los que aún sentía el cosquilleo de los delicados besos que se habían dado. Un suave suspiro. La alta figura, vestida con pantalones de pijama y una camiseta vieja, se echó hacia delante. —...eh...

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La pequeña figura se movió. Un leve sonido, pero Liv no se despertó. Rayne sonrió y la sacudió por el hombro con mucha delicadeza. Nada. —Eh... dormilona... venga, vamos a ponerte cómoda. Otro ruido, que sonaba sospechosamente parecido a un gruñido. —Mmm... Y entonces unos adormilados ojos verdes miraron parpadeando a la mujer más alta y Rayne tuvo que reprimir una sonrisa cuando la nariz de Liv se arrugó al fruncir el ceño. Jo, qué preciosa es. Liv se incorporó despacio y se pasó las manos por el pelo, intentando acicalárselo un poco. —Ya lo has hecho otra vez. —Una dulce sonrisa quitó a las palabras cualquier idea de mal humor que pudieran haber transmitido. Una alegre sonrisa y la cabeza morena asintió. —Sí. Se sonrieron la una a la otra, disfrutando de su cercanía. —¿Quieres ir a la cama? —No lo preguntarás en serio, ¿verdad? —Liv sonrió y se levantó. Se acurrucaron juntas en la cama de Rayne, sin intercambiar palabra. Liv se puso de lado y colocó la cabeza en un hombro oportunamente cercano. Levantó despacio la mano para tocar la tripa de Rayne, en un gesto que se transformó en una suave caricia.

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Los ojos verdes se alzaron y se encontraron con unos sonrientes ojos azules. La pequeña mano se movió de nuevo, esta vez tocando la sonrisa de los labios de Rayne. La pequeña figura se inclinó hacia delante y sustituyó los dedos por unos labios suaves y temblorosos. Los ojos claros se cerraron y Rayne casi no oyó las palabras que subieron flotando hasta ella en un leve susurro. —Jag älskar dig. Movió la cabeza un poco para mirar a Liv. —¿Qué significa eso? Unos tranquilos ojos verdes la miraron. Luego la cabeza rubia hizo un ligero gesto. —Significa buenas noches. La cabeza morena se ladeó ligeramente. —Ah, vale... Buenas noches, Liv. El silencio se posó a su alrededor y Rayne aprovechó un momento para disfrutar del calor del cuerpo de Liv pegado al suyo. Del aroma de su champú. Del aroma que era Liv. Un brazo largo alargó la mano y apagó la luz, dejándolas a oscuras. Los únicos ruidos eran el tictac del reloj, los suaves suspiros de la madera... y el lento despertar de la ciudad allí fuera.

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He pedido un deseo Puedo soñar Puedo ser lo que quiera ser Sin miedo De vivir la vida Y hacer realidad mis fantasías He aprendido muchos trucos para ayudarme a vivir mi vida Tú me has ayudado a encontrar mi paraíso Cuando llegaste fuiste como < estribillo > un rayo de sol por mi ventana eso es lo que eres, mi estrella brillante un rayo de sol que hace que me sienta en la cumbre del mundo que me dice que llegaré lejos Tratando de alcanzar nuevas cimas Tú me has inspirado para que lo intente He sentido la magia por dentro Y he sentido que puedo volar Miro el mundo con optimismo Tú me has hecho apreciar mi vida Porque cuando llegaste fuiste como < estribillo > Tú eres la calma cuando yo soy la tormenta Tú eres la brisa que me empuja a seguir Cuando voy a la deriva, tú me das un ancla Estás ahí por mí < estribillo > —Sunshine, escrito por Gabrielle, Jonathan Shorten

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ahora La oscuridad se había posado sobre la pequeña ciudad como una manta suave. Las estrellas relucían a través de las nubes lentas apenas visibles en el terciopelo negro. Era casi medianoche y la ciudad se preparaba para dormir. Los restaurantes estaban cerrando y las barcas que ofrecían travesías por el lago de Plön ya habían atracado por esa noche. Sus cascos golpeaban los postes a los que estaban amarrados, produciendo extraños ecos en el silencio que iba cayendo. Los ruidos de los coches flotaban por las calles iluminadas por las farolas situadas en las aceras que lo bañaban todo de un cálido tono amarillo. Algunos paseantes nocturnos, envueltos en gruesos abrigos, seguían caminando por la ciudad rumbo a los pequeños bares que seguirían abiertos. La gente que pasaba las vacaciones en la pequeña ciudad situada cerca del lago y a tan sólo una hora de distancia del Mar Báltico se recreaba en las luces que bailaban sobre el agua. Suaves susurros flotaban por el aire, transportados en la leve brisa que se había levantado y que acariciaba la nieve, creando remolinos en la noche fría. El ruido de puertas de coches al cerrarse. Risas. Voces alegres. Motores de coches. Unos claros ojos verdes sonreían a la docena de personas que se preparaban para volver a casa, riendo... bromeando... Había sido una noche estupenda. Se había divertido mucho. Y sin embargo...

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Fragmentos - Grit Jahning

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Saludó con la mano a Evelyn y a su amiga, que avanzaban marcha atrás por el camino de entrada para regresar a Lübeck, con la ayuda de las bromas de los demás invitados. Lorenz se había tenido que ir antes porque su turno empezaba a las once. Liv sonrió. Pasó casi media hora hasta que casi todos los coches se fueron del pequeño jardín delantero de la casa. El único coche que quedaba era el de Matthias, que estaba ayudando a Corinna a entrar en él. Unos ojos marrones claros le sonreían y él le robó un beso, meneando las cejas descaradamente. Luego se irguió y miró a la pequeña figura que estaba de pie en los escalones de la casita, envuelta en una sudadera enorme que él sabía que era de otra persona. Vio el vaho que se formó cuando Liv suspiró. —Espera un minuto —le dijo a Corinna, y volvió con su amiga. Los claros ojos verdes lo miraron con apacible cariño. —¿Te olvidas algo, Matti? Él negó con la cabeza y carraspeó. Sabía que la pequeña rubia había tenido la esperanza de que Ray apareciera esta noche. En realidad, él mismo lo había esperado, pero... —¿Vas a estar bien? Una dulce sonrisa y Liv le apretó el brazo. —Estoy bien, Matti. De verdad. La fiesta ha sido estupenda... Sólo estoy... cansada, eso es todo.

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Vio en sus ojos que no la creía. Junto con... Rayne... era el único que conseguía entenderla con tanta claridad. La cabeza rubia se ladeó con una mirada cálida y comprensiva en los ojos azules. Ella sabía que, en cierto modo, él la comprendía de verdad. Respiró hondo, pero no dijo nada. Saboreó la humedad de la nieve en la garganta. Entonces Matthias suspiró y volvió a abrazarla. Quiería decir muchas cosas, pero sabía que esto era algo entre Ray y Liv. Y tenían que solucionarlo. Pero le hacía daño ver el mismo dolor y sufrimiento en los ojos de ambas... —Cuídate, ¿me oyes? Liv se echó a reír y asintió. —Lo haré. Conduce con cuidado, ¿vale? Seguro que la carretera es un horror. —Sí... —Matthias volvió la cabeza hacia la calle—. Vamos a tardar una vida en llegar a Lübeck. Bueno, no es que tuviéramos planes ni nada por el estilo... — Hizo una mueca burlona y esta vez la pequeña rubia le dirigió una sonrisa auténtica y alegre. Eso le recordó lo poco frecuente que era ya. Cómo la personalidad alegre y abierta de Liv llevaba casi dos años oculta bajo una sombra... Se puso serio. —Eso está mejor. Esos ojos verdes lo miraron confusos, pero luego se llenaron de comprensión y Liv bajó la cabeza un momento, colocándose un mechón rubio detrás de la oreja. —Vale... nos largamos. ¡Que seas buena! 126

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Una sonrisa afectuosa y un gesto de asentimiento fueron la respuesta y se dio la vuelta y se dirigió al coche. Y a los pocos minutos se hizo el silencio de nuevo. Un escalofrío estremeció a la pequeña figura que estaba de pie en el frío, y Liv respiró hondo, disfrutando del frío que le acariciaba la cara y le quemaba la piel. Retrocedió un paso y cerró la puerta tras ella. El calor de la casa le resultó raro por un momento. Echando un vistazo al caos del salón y la cocina, se encogió de hombros y subió las escaleras. La casa no era grande. Abajo, una cocina y un salón, además de un baño y un despacho pequeños; arriba, dos dormitorios y un baño más grande. No era mucho, pero había sido... de ellas. Liv se detuvo en lo alto de las escaleras. Cerrando los ojos, se apoyó en la pared, recordando el orgullo de aquellos claros ojos azules... Ray había tardado casi cuatro meses en dejar el sótano como lo quería. La pequeña rubia tomó aire temblorosamente y luego los ojos verdes se posaron en la puerta del final del pasillo. En contra de su voluntad, dio unos pasos hacia la pequeña habitación y abrió la puerta. Al encender la luz, notó que le empezaban a temblar las manos. Hacía casi tres meses que no entraba en esta habitación... La recibieron unos vivos colores. La habitación era alegre y llena de vida. —Oh, Dios... —Fue un susurro desesperado al tiempo que le fallaban las piernas y se desplomaba en el suelo, hecha un ovillo sollozante. La pequeña figura se estremecía por las lágrimas... todo su cuerpo estaba contraído por la fuerza del llanto—. Oh, Dios... por favor, Rayne, te necesito... Fuera se empezaban a acumular las nubes, formando un muro sólido de gris pálido, y a los pocos minutos caían delicados copos flotando a través de la noche. 127

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Posándose en cualquier superficie, cubriéndola de una capa de inocencia... pero incapaces de enterrar los recuerdos. O el dolor...

No había mucho tráfico en la pequeña carretera que llevaba a Plön. La máquina quitanieves había pasado por esta carretera hacía unas cuantas horas, pero todavía se podía circular por ella. Por el momento no había nada salvo silencio. El bosque que bordeaba la carretera estaba inmóvil y apacible. Se podría pensar que la nieve se había tragado todo el ruido y sólo había dejado silencio. El viento frío que soplaba y acariciaba las ramas de los árboles desnudos era gélido y estaba congelando la nieve que cubría los árboles y el suelo y que relucía alegremente cuando le daba alguna luz. De repente, la quietud quedó interrumpida por el ruido de un coche al detenerse. Luego la puerta del coche se cerró, con un sonoro eco a través de la noche, seguido del crujido de unas pisadas que avanzaban por la nieve helada. Un vaho caliente flotaba en la oscuridad. Un suspiro. Y unos ojos claros que miraban a través del claro que había delante, hacia la insinuación de luz en el horizonte que era Plön. Rayne se abrazó a sí misma. El frío penetraba fácilmente la gruesa camisa que llevaba. Se había dejado el abrigo en el coche. Pero le daba igual. De todas formas, no temblaba de frío. Estaba asustada. Muerta de miedo.

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¿Cuántas veces había estado en esta carretera en los dos últimos años? Y siempre se había detenido al llegar a este punto. Se había quedado aquí durante horas mirando hacia Plön a través del claro del bosque. Y todas las veces había dado la vuelta y había regresado a Lübeck. Incapaz de dar el último paso. O el primero, en realidad... No sabía si sería capaz de mirar esos ojos verdes y no ver... Un suspiro tembloroso. No ver el calor y el amor que siempre había visto en ellos. La expresión delicadamente divertida y la risa suave. Esa voz dulce que le llegaba al alma. De algún modo había sido más fácil mantenerse lejos. Pero también le había hecho mucho más daño. Detrás de ella pasaba otro coche. El silencio aumentaba el ruido. La alta figura se estremeció y Rayne aspiró hondo el aire frío, notando cómo le quemaba la garganta. Recordar la primera vez que durmieron juntas en la misma cama tampoco la había ayudado esta noche. Dios... había sido casi mágico. La sensación del cuerpo pequeño y cálido entre sus brazos. Para ella había sido tan natural como respirar. Y despertarse aquella mañana... A su pesar, Rayne notó que se le formaba una leve sonrisa en los labios. Echó la cabeza hacia atrás. El viento bailó a través de su melena negra, echándole mechones sueltos por la cara. Los ojos claros contemplaban los puntos de luz que centelleaban en lo alto.

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Despertarse aquella mañana había sido igual de mágico...

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entonces El pequeño gorrión sacudió el cuerpecillo. Desplegando las alas, alzó el vuelo y flotó en la fuerte brisa por encima de la ciudad. Sus ojillos oscuros observaban las siluetas de los edificios de debajo. Las torres de las iglesias se alzaban por encima de la ciudad. Sus tejados relucían bajo la luz que las acariciaba, junto al antiguo Rathaus y el mercado que ahora seguía vacío y en silencio, pero que dentro de unas horas estaría ajetreado y lleno de gente. En estas primeras horas de la mañana no se oían ruidos fuertes y sólo algún que otro coche. Ladridos de perros. De algún lugar lejano el suave sonido de una música. El pajarillo se posó en el alféizar de una ventana y volvió el pecho hacia el sol, capturando los primeros rayos de luz que besaban los tejados de la ciudad dándole los buenos días. Volvió la cabeza y sus ojos oscuros atisbaron por las ventanas junto a las que estaba posado. Los rayos de luz avanzaban por la alfombra... acercándose despacio al fondo de la estancia, tocando un montón de ropa de cama y unos cuerpos cálidos, haciendo cosquillas en los dedos de unos pies destapados. Una bola de sábanas y cuerpo se movió ligeramente, con delicadeza.

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Unos ojos claros miraron hacia la ventana, parpadeando adormilados. Una ligera sonrisa se dibujó en los labios rojos al ver al pajarito que se estaba inflando. Una bola suave de plumas y ojillos oscuros. Rayne soltó el aliento despacio. Sin dejar de sonreír, volvió la cabeza hacia el pequeño cuerpo totalmente pegado al suyo más alto. Liv apenas se había movido en toda la noche. Un brazo seguía rodeándole la cintura con gesto posesivo y la cabeza rubia descansaba cómodamente sobre su hombro. Unos cuantos mechones rubios le caían sobre la cara, acariciando los delicados rasgos. Una mano larga se acercó y Rayne los volvió a colocar en su sitio, maravillándose por la suavidad del pelo. Un suave suspiro. Dios. Era increíble lo bien que se sentía al tener a Liv en sus brazos. Rayne respiró hondo y aspiró el aroma del cuerpo caliente por el sueño. Sintió un cosquilleo cálido que le subía por todo el cuerpo. Colocó los brazos en una postura más cómoda alrededor del pequeño cuerpo, depositando un beso en la cabeza rubia. Cerrando los ojos, se dejó flotar en la sensación que se estaba apoderando de ella. —...te amo... —No fue más que un susurro. Un suspiro ahogado por el roce de las sábanas. Rayne no sabía cuánto tiempo llevaba allí echada, en un punto entre el sueño y la vigilia, disfrutando simplemente de la quietud de la mañana y la sensación del cuerpo de Liv en sus brazos. 131

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Por la ventana los suaves tañidos de las campanas de las iglesias se colaban en la habitación. Empezó una y luego las demás iglesias de la ciudad se unieron a los pocos segundos. Un coro de campanas profundas y reverberantes. El pálido azul del cielo se transformó poco a poco en un azul claro por el que se movían nubes esponjosas. Fue la clara sensación de estar a salvo lo que acabó despertándola. Y el sueño de encontrarse en un abrazo fuerte y delicado se hizo realidad al notar el movimiento de los brazos de Rayne a su alrededor. Liv estuvo un buen rato sin moverse. Todavía no quería romper el hechizo en el que se había despertado. El olor de Rayne la rodeaba y lo aspiró profundamente. En sus labios se formó una sonrisa. Un corazón fuerte y firme latía bajo su oreja y volvió la cara ligerísimamente para hundirla en el cuerpo suave y cálido al que estaba pegada. Soltó un lento suspiro. —...Dios, me encanta despertarme así... Fue sólo un leve susurro, pero oyó que el corazón que tenía tan cerca se paraba un instante y volvía a latir al doble de velocidad, y se dio cuenta de que Rayne ya estaba despierta. Por un momento ninguna de las dos se movió, pero por fin ella levantó la cabeza. Y se quedó mirando unos atónitos ojos azules claros. Unos ojos que relucían con tantas emociones que por un momento se quedó sin respiración. —...hola... Las bellas facciones sonrieron dulcemente. —...hola tú... 132

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Durante una pequeña eternidad no hubo nada salvo ellas dos. Y el mundo era sólo el espacio que compartían sus cuerpos... Rayne alzó la mano y acarició los mechones rubios, tragando al ver que esos ojos verdes se cerraban y al notar que Liv se pegaba más a la caricia. —Eres preciosa. Los ojos verdes se abrieron parpadeando y la miraron sorprendidos. Y entonces un ligero rubor se extendió por esas bellas facciones. —Gracias. —Un leve susurro y Liv bajó la mirada. Pero la mano delicada que le acariciaba la cara volvió a subirle la cabeza para que mirara a unos ojos repentinamente serios. —Lo eres. Sonrió y sintió que el cuerpo que tenía debajo se relajaba. Y también se dio cuenta de lo pegadas que estaban. De la respiración acompasada de Rayne. De la forma en que esos ojos claros se oscurecían de repente... Se encontraron a medio camino. Sus labios se tocaron con una suave caricia que poco a poco... muy despacio, se hizo más profunda. Rayne sintió que todo su cuerpo cobraba vida al notar que Liv se pegaba aún más a ella, y sus manos emprendieron una exploración por su cuenta, moviéndose por debajo de la camiseta que llevaba Liv, acariciando su piel cálida y suave. Moviendo los dedos por la espalda de Liv, Rayne empezó a moverse. Sin interrumpir el beso, rodó delicadamente hasta colocar a Liv boca arriba.

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Sus manos se movieron y terminó el beso despacio. Las dos respiraban con dificultad, y apoyó la frente en la de Liv, sin poderse creer del todo que esto fuera real. Quedó convencida de lo contrario al notar unas manos cálidas que se deslizaban por debajo de su propia camiseta y subían despacio por sus costados, quemándole la piel. Soltó un profundo suspiro y volvió a besar los suaves labios, sintiendo su leve temblor. Dio un respingo cuando esos dedos le tocaron un punto muy sensible. —Mmmm. —Unos ojos verdes amablemente burlones la miraban parpadeando. Enarcó una ceja oscura y desafió a la pequeña rubia a que repitiera el gesto. No pudo reprimir un ligero chillido cuando Liv hizo exactamente eso. Se movió y capturó esos dedos traicioneros. Entrelazándolos con los suyos, levantó las manos por encima de la cabeza rubia y sonrió. Al ver esos ojos verdes que la miraban con confianza absoluta, tragó y despacio, con mucha delicadeza bajó su cuerpo más alto, juntando sus cuerpos totalmente. Se besaron de nuevo y se perdieron en su propio mundo... Rayne soltó los dedos de Liv y los colocó sobre su esbelta cintura. Apoyando el peso en sus manos se quedó mirando aquellos ojos verdes. Y entonces sonó el teléfono. El timbrazo atravesó con fuerza el silencio que compartían. Rayne suspiró y volvió un ojo claro hacia el molesto aparato. Al advertir la sonrisa divertida en los labios suaves, dirigió de nuevo su atención a la pequeña figura que tenía debajo. Enarcando una ceja, preguntó: 134

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—¿Qué es lo que tiene tanta gracia? Una mano pequeña se alzó y le tocó la mejilla, con una caricia suave e increíblemente tierna. —Nada. —Un susurro. Volvió la cara hacia la mano. Cerrando los ojos, besó la piel suave que tenía tan cerca. Liv notó que se le aceleraba el corazón al ver que esos ojos claros se cerraban. Las facciones angulosas de Rayne reflejaban un ensueño que le llegaba al alma, despertando una necesidad en su interior de la que ni siquiera había sido consciente. El teléfono volvió a sonar. El pequeño aparato se estremecía con cada timbrazo. —A lo mejor es importante. Vio que los claros ojos azules se abrían despacio y se estrechaban con aire pensativo. Luego se oscurecieron hasta volverse de un azul casi profundo y la alta figura se enderezó, se movió y se echó a su lado. La mano que descansaba en la tripa de Liv se deslizó por debajo de su camiseta. Las cosquillas se transformaron despacio en una suave caricia. Los sensibles dedos rozaron la piel cálida y la carne suave. La cabeza morena se movió de nuevo y tocó los labios que seguían temblando. Rayne se tomó su tiempo. El beso fue lento. Delicado. Pero lleno de una profunda pasión que apenas consiguió controlar al ver que la piel de Liv se ponía de un delicado tono sonrosado. Sintió un cosquilleo en el estómago que fue bajando rápidamente... Sin interrumpir el contacto de sus labios, preguntó: 135

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—¿Qué podría ser más importante? Los ojos verdes se habían oscurecido un poco y vio que Liv tragaba. Su voz sonó repentinamente ronca. —...nada... Pero era evidente que al teléfono y a quienquiera que estuviera al otro lado no les importaba la intensidad que se había apoderado del apartamento. El aire vibraba de emociones y el teléfono sonó otra vez. Y otra. Un profundo gruñido resonó en el pecho de Rayne, haciendo que Liv se echara a reír suavemente. La mujer más alta suspiró y robó otro beso. —No te vayas, ¿vale? Se levantó y fue a la mesita situada junto al sofá donde estaba el teléfono que la estaba incordiando de mala manera. Pero oyó el suave susurro que la siguió. —...nunca... Por un momento se olvidó de enfadarse con quienquiera que estuviera llamando, pero lo recordó bien deprisa al oír la voz de Matthias al otro lado. —Hola, Ray... ¿qué tal? —Su voz grave sonaba alegre, y casi oyó su sonrisa. Echó un vistazo al reloj y meneó la cabeza. —Son las siete y media. ¿Te importa decirme para qué me llamas tan temprano? La respuesta fue una alegre carcajada. —Venga... normalmente ya estás levantada a estas horas... y además, sólo quería comprobar que Liv está bien. ¿Cómo tiene el corte? Rayne sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco.

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—¿Qué te hace pensar que está aquí conmigo? Detrás de ella oyó el leve roce de las sábanas al moverse y luego unos pasos ligeros. Y entonces un cuerpo pequeño se apoyó en su espalda y notó que la cabeza de Liv se colocaba entre sus omóplatos y un par de brazos le rodeaba la cintura. Tragó. De repente se le puso la garganta seca mientras intentaba comprender lo que le decía Matthias. —Digamos que es una intuición. Bueno, ¿cómo está? —Está bien. —Rayne suspiró por lo bajo al oír el tono ronco de su propia voz, y al otro lado se hizo un silencio significativo. —¡Genial! Eso es lo único que quería saber. —La voz del alemán rubio sonaba despreocupada y sin embargo, en ella se advertía un extraño tono de felicidad que no conseguía entender del todo. —Sí... luego hablamos. —Colgó y cerró los ojos, disfrutando simplemente del calor en el que se recreaban su cuerpo y su alma, mientras la mano de Liv le acariciaba la tripa despacio. —¿Matthias? —Un suave susurro, algo apagado porque Liv tenía la cabeza hundida en la espalda de Rayne, ahogándose en su olor... —Mmm. —¿Está bien? —Mmm. Una risa suave. Seguida de un leve rugido.

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Los ojos verdes se encontraron de repente cara a cara con unos sorprendidos ojos azules y Liv se sonrojó. Colocándose unos mechones rubios detrás de las orejas, atisbó tímidamente a través del flequillo rubio. —¿Qué tal si desayunamos? Las facciones marcadas sonrieron alegre y cariñosamente. Tras robar otro beso... que duró una pequeña eternidad y poco a poco se transformó en algo más profundo, Rayne carraspeó y se volvió hacia la zona de la cocina. —Estupendo.

El vapor flotaba en espirales por el baño, empañando el espejo y cubriendo los azulejos de una fina capa de agua que resbalaba por la superficie lisa. Apenas se oía un leve canturreo por encima del ruido de la ducha y una figura alta se movía despacio al ritmo de una música silenciosa. Los ojos claros se cerraron y Rayne soltó un suspiro de felicidad, disfrutando con la ola de calor que le golpeaba el cuerpo. Volvió la cara hacia el chorro para ahogarse un poco en la sensación de felicidad que se estaba apoderando despacio de su cuerpo. Y de su alma... Detuvo todo movimiento cuando una caricia de aire frío le rozó la espalda y cobró conciencia de otra presencia. Su corazón tardó un momento en volver a latir y captó un leve susurro. —...respira... Haciendo lo que le decía, respiró hondo y sintió que se le estremecía el cuerpo por la absoluta intensidad que se había aposentado en el pequeño cubículo de la ducha. 138

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Ninguna de las dos se movió durante largo rato. Rayne no sabía si debía volverse y, sin embargo, al mismo tiempo, estaba desesperada por volverse. Por ver... Pero también comprendía que ahora mismo Liv era quien establecía las reglas y que irían tan deprisa o tan despacio como necesitara la menuda rubia. Con lo difícil que ya le resultaba respirar, le costó aún más al notar de repente un par de manos pequeñas y cálidas que se posaban en su espalda. También notó su ligero temblor. —¿Te... te importa si te lavo la espalda? El tono era bajo. Y sin embargo, tenía una fuerza que sorprendió a Rayne. La cabeza morena asintió, pues la mujer más alta no creía que su voz fuera capaz de dar una respuesta coherente. No tardó en sentir las manos de Liv que se deslizaban suavemente por su espalda, enjabonándole la piel con un gel que olía levemente a albaricoque. Sonrió. Qué agradable. Las manos le acariciaron los omóplatos, los hombros, por debajo de los brazos, subieron por su espalda. Notó que se le aceleraba la respiración y que un cosquilleo familiar le recorría el cuerpo, directo hacia abajo. Liv soltó un suspiro lento y tembloroso. Se había quedado un rato ante la puerta del cuarto de baño hasta que decidió entrar. Despertarse esta mañana...

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Había sido increíble. Tierno. Cálido. Seguro. Y de no haber sido por la llamada de Matthias... Había anhelado las caricias de Rayne casi con desesperación. Era una necesidad muy profunda que se había apoderado de ella desde el primer beso. Al apartar el largo pelo mojado que se rizaba en la punta, se quedó quieta. Los ojos verdes contemplaron un tatuaje pequeño pero delicado. Tocándolo con dedos suaves, Liv soltó aliento despacio. Era un colibrí. Pequeño, pero con todos los detalles visibles. Era de un intenso color verde que se iba transformando en azul. Sus ojos oscuros parecían observarla con una leve sonrisa. No pudo evitar echarse hacia delante y depositar un beso tierno en la pequeña imagen, saboreando la sensación de la piel suave que estaba tocando. Rayne tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no volverse y tomar a la pequeña rubia entre sus brazos. La sensación de esos labios suaves tocándole la piel casi acabó con ella. Entonces sintió que las manos pequeñas se posaban en sus caderas y la menuda figura se acercaba a su propio cuerpo más alto. Tocándolo casi... Entonces Liv se movió de nuevo y de repente se encontró cara a cara con unos ojos verdes tímidos, pero decididos. No pudo evitar que sus propios ojos recorrieran la pequeña figura. —...preciosa... Se dio cuenta de que había dicho la palabra en voz alta al ver que todo el cuerpo de Liv se cubría de un delicado color rosa. Y sintió que aumentaba el cosquilleo que tenía en el vientre. 140

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Tragando con dificultad, carraspeó. Levantó la mano y la puso en la mejilla de Liv. Se miraron a los ojos. Ninguna de las dos hacía caso del agua que seguía cayendo sobre ellas, ni del ruido que llenaba el pequeño espacio. Les daba igual el mundo que seguía adelante allí fuera... Aquí y ahora no había nada salvo ellas. Nada salvo unos corazones temblorosos... Sus labios se juntaron en un beso delicado y Rayne se acercó más a Liv. Sus propias manos tocaron vacilantes la piel cálida y mojada. Las apartó al oír un chillidito de sorpresa. Antes de poder disculparse vio que Liv se apartaba de los azulejos de la ducha, con toda la piel de gallina. —Están fríos. —En su voz se advertía un leve tono de indignación, y Rayne no pudo evitar echarse a reír. La risa de Liv no tardó en unirse a la suya. La intensidad que había entre ellas se rompió. Cuando dejaron de reírse se quedaron mirándose. Dudando un momento, Liv decidió seguir adelante y se acercó. Rodeó a la figura más alta con los brazos y cerró los ojos, maravillada de lo bien que se sentía así de cerca de Rayne. De lo bien que se sentía al sentir a Rayne de esta manera. La propia Rayne no conseguía poner en palabras las sensaciones que la atravesaban. El contacto de la piel de sus cuerpos por primera vez era... Dios... los ojos claros se cerraron. La curva de los pechos de Liv tocándole el estómago... su cara hundida en su pecho... Apoyó la cabeza encima del pelo claro que tan cerca tenía. No, no había palabras para describir esto. Bueno...

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Los ojos claros se volvieron a abrir. A lo mejor sí que las había. Al ver que Liv estaba a todas luces muy dispuesta a quedarse donde estaba, cerró los ojos de nuevo y empezó a mecerse suavemente. Ya llegaría el momento de decir esas palabras. Se quedaron así durante lo que pareció una eternidad, mientras el chorro caliente de la ducha seguía acariciándolas. Rayne agachó la cabeza morena y observó las delicadas facciones que tenía tan cerca. Miró directamente a unos vivaces ojos verdes en los que se veían unas emociones tan evidentes que tuvo que tragar. Una manita le acarició la cara, siguiendo la forma de su oreja, bajando despacio por su mandíbula... rozándole la clavícula... Capturó los labios suaves en un profundo beso y luego apoyó la frente en la de Liv. —Eres muy especial. —Un susurro grave. Recibió una alegre sonrisa y un beso en el esternón. Y las manos pequeñas le acariciaron la espalda. —Pero creo que deberíamos parar. Esos ojos verdes la miraron parpadeando confusos. Confusión que poco a poco se transformó en sorpresa y luego dolor. Y sintió que el pequeño cuerpo se apartaba de ella. —No, no, no... —Agarró a la menuda rubia del brazo y volvió a estrecharla, esperando hasta que los ojos verdes se encontraron con su mirada—. No tienes ni idea de cuánto deseo hacer el amor contigo. —Un suave rubor subió por esas orejitas tan monas y Rayne sonrió. Acarició la mejilla de Liv y se puso seria—. 142

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Pero quiero que nuestra primera vez sea especial... especial de verdad... y aunque hacer el amor en la ducha se puede considerar especial... no es así como quiero que sea. La cabeza rubia se ladeó y Liv la miró en silencio durante largos y dolorosos instantes. Para acabar calmando sus temores con una dulce sonrisa. —Tú también eres muy especial. Rayne rió aliviada por lo bajo y luego miró sus cuerpos con atención. —Nos estamos arrugando. Liv siguió su mirada y se echó a reír. Un sonido de deleite que a la mujer más alta le llegó al alma, llenándola de calor y capturándola en unas manos delicadas que prometían no soltarla jamás... Cortando el agua, salieron de la ducha y terminaron de secarse. Cada una pilló a la otra mirando y cada vez que sus ojos se encontraban, las dos pensaban lo mismo. Te amo. Liv se puso delante del espejo, intentando colocarse bien el pelo. Levantó la vista y se encontró con unos intensos ojos azules. Sintió unos brazos largos que le rodeaban la cintura y tiraban de su cuerpo para apretarlo contra el cuerpo fuerte que tenía detrás. —El motivo de que me lo cortara fue para evitar todo el follón de las mañanas... pero ¿sabes qué? Ahora es incluso peor. Rayne sonrió y le dio un beso en la cabeza.

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—A mí me gusta. —Revolvió el corto pelo rubio—. Yo siempre he pensado en cortármelo también. —Se encogió de hombros y se pasó la mano por la melena oscura. Y se encontró con unos ojos verdes llenos de espanto. —¡Ni se te ocurra!... Me parece... —Liv se volvió entre sus brazos—. Eres tan guapa. No te lo cortes. ¿Por favor? La cabeza morena se agachó y Rayne la besó. Despacio. Sensualmente. —No te preocupes. —Un susurro ronco. Que de nuevo le provocó un intenso hormigueo en el vientre. Los labios rojos hicieron un puchero, cosa que a Rayne le pareció una monada absoluta. Apoyó un dedo en esos morritos y ladeó la cabeza. —¿Tienes planes para esta noche? —Mm... —Liv frunció el ceño, tratando de recordar el día que era—. Nooo... —dijo alargando la palabra. Cruzándose de brazos, preguntó—: ¿Por qué? ¿Tenías algo pensado? —Su tono era burlón, al ver las chispas traviesas en esos ojos azules. —Tal vez. —Rayne imitó la postura de Liv. Los ojos verdes y azules se miraron, sonriendo. —Bueno... —Liv se acercó un poco más y agravó la voz. Ella también podía jugar—. Mientras tenga algo que ver contigo, estoy dispuesta a lo que sea. Rayne tuvo que toser para aclararse la garganta repentinamente seca. —Vale —dijo, soltando un gallo. Volvieron a echarse a reír y salieron del baño, dejando atrás el vapor que se iba posando, el calor y la energía que restallaba en el aire... 144

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—¿Se puede saber dónde te has metido, jovencita? Evelyn estaba en medio del pasillo con los brazos en jarras, una ceja bajo el flequillo y dando golpecitos impacientes con el pie. Liv pasó a su lado y suspiró soñadoramente. —...en el cielo... Lorenz, que estaba apoyado en el marco de la puerta de su habitación, soltó una risotada y meneó la cabeza. —Ya... eso dicen todas. —Sonrió con aire burlón y volvió a meterse en su cuarto. Evelyn se echó a reír también y siguió a Liv hasta la cocina. —¿Me vas a decir dónde has estado? La menuda rubia se había sentado a la pequeña mesa, con los ojos verdes perdidos en la distancia. —Con Rayne. —Ah. —Evelyn se sentó, advirtiendo por primera vez la tirita que llevaba su amiga en la frente—. ¿Qué te ha pasado? —preguntó alarmada. Liv tardó un momento en comprender de qué hablaba Eph. Se tocó la tirita y se encogió de hombros. —Hubo problemas en el bar.

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—¿¡Qué!? —Eh... —Liv le puso a Eph la mano en el brazo, impidiendo que se levantara de un salto—. No es nada, en serio. Y Rayne se ocupó de todo. De verdad... estoy bien. Los ojos azules la miraron sin mucho convencimiento, pero la pelirroja volvió a sentarse, echando una larga mirada a su amiga y notando el brillo que había en sus ojos, más alegres incluso que de costumbre, y el leve sonrojo de sus delicadas facciones. Apoyando la barbilla en la mano, suspiró en silencio. —La quieres, ¿verdad? Liv miró sorprendida a su amiga. No iba a negarlo... porque, sí. Sí, estaba enamorada de la alta británica. Dios... vaya si lo estaba. En sus labios bailó una leve sonrisa. Y esta mañana en la ducha... Evelyn enarcó las cejas rojas al ver el rubor de la cara de Liv. Sí, estaba enamorada de Rayne, pero le sorprendía que... —¿Tanto se me nota? Al oír eso, Evelyn se echó a reír. —Liv... notarse no es la palabra adecuada... —La cabeza pelirroja se echó hacia un lado, mirándola exageradamente de arriba abajo—. Prácticamente reluces. — En su tono había algo casi melancólico, y Liv frunció el ceño. —¿Estás bien? —Sí... sí, claro. —Eph se levantó y se dio la vuelta. Cogiendo un vaso del armario, continuó—: Ah... casi se me olvida... han llamado tus padres. 146

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—Jo... tenía que llamarlos ayer. Se me pasó por completo. Mm... —Los ojos verdes miraron el reloj de la pared. Eran las 9:30. Tenía que estar en la clínica dentro de dos horas y luego tenían clase en el laboratorio. Bueno, su madre todavía estaría en casa. —Voy a llamar a mi madre ahora. ¿Han dicho algo? Evelyn se volvió de nuevo. —No... sólo que no sabían por qué no habías llamado. —Vale. —Sonrió a su amiga y se miró a sí misma—. Así que prácticamente reluzco, ¿eh? Su amiga asintió y sonrió divertida cuando la pequeña rubia se encogió de hombros y se irguió un poco más. —Bien. Evelyn miró a su amiga mientras ésta salía de la cocina. Su sonrisa se fue entristeciendo poco a poco. —...sí, reluces... —Un susurro apagado y triste.

Oyó el teléfono sonar tres veces hasta que contestó una voz amable y cálida. El tono cálido de la voz de su madre siempre le traía innumerables recuerdos de su niñez. De días llenos de música y risas, de juegos y cuentos. Su madre siempre había sido su roca en los momentos difíciles. Sonrió inconscientemente. —Hej. 147

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Traducción: Atalía

Hubo un breve silencio al otro lado y luego le contestó una exclamación de deleite. —Hej! Hur mår du? —Mycket bra, mamma! Och du? —Bien, älskling... estoy bien. Estábamos un poco preocupados porque ayer no llamaste. Mmm. Qué decir. —Sí... estaba con una amiga. Se me hizo muy tarde, así que... —Bueno, era cierto. —Ah. —Una leve pausa—. Escucha, älskling... tienes las vacaciones de primavera dentro de dos semanas, ¿no? Tu padre se preguntaba si las vas a pasar con nosotros. ¿O tenías otros planes con Torben? —Mm... no, no... Torben y yo... no tenemos planes. Yo... —Liv tomó aliento—. Todavía no lo sé. ¿Qué tal si os llamo este fin de semana y os lo digo seguro? —Naturligtvis! Lo siento, cariño... tengo que irme dentro de nada. ¡Hablamos dentro de unos días! Adjö! —Adjö, mamma! Liv colgó el teléfono y soltó aliento despacio. Vale. Ahora tenía que hablar con Rayne. Normalmente habría pasado las vacaciones con su familia, pero ahora... la mera idea de pasar dos semanas sin ver a Rayne... Mm... Los ojos verdes se pusieron pensativos. A lo mejor...

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Rayne cerró la puerta del coche y se volvió para mirar el bar atentamente. Los ojos claros se estrecharon al ver el remiendo con cinta adhesiva de la ventana que se había roto ayer. Meneó la cabeza. Cabrones. Acababa de volver del Polizeipräsidium de hacer su declaración. Le habían dicho que el chico no iba a denunciarla por romperle la nariz. Lo más seguro era que sus padres tuvieran que pagar la ventana rota... y eso era todo. Se había cabreado muchísimo, por lo que estaba de pésimo humor al entrar en el bar y recibir el alegre saludo de Matthias. —Vaya, dichosos los ojos. —¿Has llamado a alguien para que arregle la ventana? Su amigo la miró sorprendido. —Claro. Llegará dentro de media hora para arreglarla. ¿Por qué me lo preguntas? ¿Estás bien? Ella suspiró. —Sí... vengo de la policía. Estoy cabreada. Disculpa. Matthias se encogió de hombros. —Eh... no pasa nada. —Se dirigieron a la pequeña oficina situada en la parte de atrás del bar. Había hojas de papel desordenadas encima de un pesado escritorio de madera. Se oía una suave música de fondo. Rayne cogió un vaso de una pequeña barra y lo llenó de agua. Tras beber un buen trago, soltó aliento despacio. —¿Qué te parece... dejamos el bar cerrado esta noche? 149

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Los ojos claros examinaron pensativos un cartel que había en la pared. Anunciaba el concierto de un grupo alemán muy popular. —Mmm... buena pregunta. Pero no quiero que esos cabrones se crean que nos han asustado. El rubio se mordisqueó el labio inferior y se sentó encima del escritorio. —En eso tienes razón. —Escucha... dile a Ahmed que esta noche traiga a tres hombres más. Por si acaso. No creo que vayan a volver, pero conviene que estemos preparados. Matthias ya estaba anotando cosas y luego miró a su amiga asintiendo. —Vale. Eso haremos... —Dejando el bolígrafo, se volvió con una sonrisa descarada en los labios—. Buenoooo... ¿y qué tal el resto de la noche? Una ceja oscura se enarcó y unas facciones angulosas e impasibles le devolvieron la mirada. —Ah, venga... ¿eh? Soy tu mejor amigo, Ray. Si no me cuentas nada a mí... ¿a quién se lo vas a contar? —Su tono era de broma y captó la ligera chispa de esos ojos claros. Pero la mujer alta no respondió. —Vale... mira. Yo no tengo un amor, por no hablar de vida sexual, así que lo único que me queda es lo tuyo. Eso hizo que la alta británica soltara una profunda carcajada y sacudiera la cabeza. Echándose la melena oscura hacia atrás, sonrió. —Liv me mataría. Matthias se encogió de hombros. 150

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—Tal vez, pero al menos me habría enterado... —Meneó una ceja rubia con gesto provocador. —Payaso. —Sí, señora. Se rieron. Pero luego el alto alemán se puso serio. —Sé que ya te lo he dicho, pero estoy contentísimo por ti... —Unos afectuosos ojos azules le devolvieron la mirada—. Creo que es buena para ti. Buena para mí. Rayne dio vueltas a las palabras en su cabeza. Luego sus serios ojos claros se encontraron con los de Matthias. —Creo que es lo mejor que me ha pasado en la vida. La cabeza rubia que tenía delante se echó hacia un lado. —La quieres. Rayne decidió ignorar el leve rubor que le subía por el cuello y asintió. —Sí. —Bueno. —Matthias se levantó del escritorio y se acercó a ella, sonriendo de oreja a oreja con cierta suficiencia—. No te olvides de mandarme una invitación para la boda, ¿vale? Y apenas esquivó la mano que pretendía agarrarlo. Se echó a reír y agitó un dedo delante de su amiga. —Oye... no puedes echarme en cara que quiera estar preparado. Los ojos claros se estrecharon y él retrocedió prudentemente, reconociendo la expresión de los ojos de Rayne. 151

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—No irás a hacerle daño a tu mejor amigo, ¿verdad? La respuesta fue una bola de papel que pasó rozándole la sien, y se dio la vuelta y echó a correr hacia la puerta de atrás, oyendo la risa entre dientes de Rayne, que salió detrás de él.

Todavía algo jadeante, Rayne se sentó detrás del escritorio de su oficina, meneando la cabeza. Pero había sido divertido. Lo había atrapado en el servicio de hombres, del que salió empapado de agua fría... Una sonrisa satisfecha y feliz bailó en los labios rojos y los ojos claros se cerraron mientras la alta figura se reclinaba en la silla, disfrutando del silencio. Intentó recordar la última vez que se había sentido así de exuberante. Mmm... Parecía que había sido hacía siglos. Los ojos claros se abrieron. Sí... estaba claro que Liv era buena para ella. La luz del sol entraba a franjas amarillas en la pequeña oficina, con un ligero matiz verdoso al abrirse paso a través de las copas de los árboles densamente pobladas de hojas. Ladeó la cabeza morena y luego se levantó, parándose junto a la ventana. Los ojos claros observaron el panorama que se veía fuera. El patio trasero estaba flanqueado por otros tres edificios y formaba un inmenso cuadrado. Parte del espacio estaba ocupado por tres altas y viejas hayas. Los viejos árboles estaban rodeados de bancos y unas cuantas mesas. Cuando hiciera más calor habían planeado usar aquello como extensión del bar. Había unos cuantos gorriones posados en el suelo que se peleaban por medio bollo de pan, piando con fuerza y agitación.

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Rayne sonrió y se apoyó en el marco de la ventana. Una extraña paz se asentó en su interior. Un leve suspiro y luego volvió al trabajo. Los ojos claros se posaron en el calendario y lo hojeó distraída. Se detuvo al encontrar una hoja marcada con lápiz negro. Otro suspiro. Pero éste era diferente. Casi triste. Cerró el calendario y dejó las manos en la superficie de la mesa. En ese momento se abrió la puerta y asomó una cabeza rubia. —Oye, Ray... ¿tienes un...? ¿Estás bien? —Matthias advirtió la expresión perdida de Rayne y se acercó. —¿Ray? Los ojos claros se levantaron hacia él, con una expresión inescrutable. —Estoy bien. ¿Qué pasa? Su amigo se debatió consigo mismo, pero decidió dejarlo pasar. Rayne era una persona muy privada y él no quería presionarla con algo de lo que era evidente que no quería hablar. Hacía tiempo que había aprendido esa lección. —Mm... sólo quería decirte que he hablado con los chicos y ya está todo arreglado para esta noche. —Bien. Se hizo un silencio incómodo y Matthias carraspeó. —Vale... entonces... mm... me voy. Creo que volveré hacia las siete. Hasta luego. —Sí... 153

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Vacilando, cerró la puerta de la oficina preguntándose qué podía haber causado ese súbito cambio en Rayne.

El sol iba desapareciendo muy despacio por detrás de los árboles y los edificios, pintando el cielo con una paleta de colores: un delicado rosa que se disolvía en un profundo azul que poco a poco iba siendo dominado por el negro. La luz se reflejaba en el agua tranquila del pequeño lago de las afueras de la ciudad antigua de Lübeck. Unos patos y algunos cisnes daban vueltas con despreocupado abandono, acariciándose las plumas con el pico y alcanzando trozos de pan que los paseantes habían echado al agua, ajenos al par de ojos claros que los observaban. Una figura alta estaba sentada encorvada en uno de los bancos que bordeaban el lago. Su larga melena oscura estaba recogida en una coleta floja. Una brisa ligera agitaba alegremente algunos mechones sueltos. Escuchaba el ruido de las olas al rozar la orilla que le recordaba todos esos días y noches que había pasado en el pequeño pesquero de arrastre de su padre. De niña se escondía allí. Aún recordaba el olor a aceite viejo, diesel, sal y océano. Libertad... Dios, le encantaba salir al mar con su padre. El traqueteo grave del motor los sacaba del pequeño puerto. Los gritos agudos de las gaviotas los acompañaban por el camino. La voz áspera de su padre gritando. Riendo. Su rostro ajado y marcado por el sol y la sal. Sus ojos sonrientes casi tan claros como los de ella. La barba desaliñada que siempre enmarcaba sus facciones. Una ligera sonrisa bailó en los labios rojos. Había sido la mejor época de su vida. 154

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Él amaba el mar. Casi tanto como lo odiaba. Y al final, lo había matado... La sonrisa desapareció y la alta figura se irguió, avisando de su presencia a unos cuantos pájaros. Los ojos claros los observaron cuando se dispersaron. Un suspiro. Descubrir el recordatorio en su calendario de que dentro de un par de semanas sería el aniversario de su muerte había sido... había ensombrecido la sensación de felicidad que se había asentado en su interior. Le había prometido a su madre que iría a verla. Que tal vez pasaría un fin de semana en Inglaterra. El sol había desaparecido por completo por detrás de los perfiles de la ciudad. Sólo una línea de un intenso color naranja indicaba su presencia. Rayne respiró hondo, saboreando el polvo y el aire frío. Los ruidos de coches y bicicletas que pasaban por detrás flotaron hasta sus oídos. Una capa continua de sonido a la que ya se había acostumbrado. Los ojos claros se cerraron. Notó la caricia del viento fresco en la cara. Oyó el leve zumbido de una mosca. El graznido de los patos. Los suspiros de las ramas por encima de ella. El suave crujido de unos pasos. Y entonces el viento le trajó un olor muy familiar... —...hola... La cabeza morena se volvió y contempló a la pequeña rubia que estaba a pocos pasos de distancia con un alivio casi desesperado. —...hola... 155

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Liv sonrió y avanzó dos pasos más, pero seguía demasiado lejos para poder tocarla. Al darse cuenta de eso, Rayne alargó la mano y sonrió. Necesitaba sentir cerca ese pequeño cuerpo. La respuesta fue una alegre sonrisa y sintió que una mano caliente se deslizaba en la suya. Liv se sentó a su lado. Sin que la instara a hacerlo, se pegó de inmediato a la alta figura. Se quedaron sentadas en silencio, disfrutando de su mutua compañía y de los últimos vestigios de la puesta del sol. Con un leve siseo una farola cercana se encendió. Los pájaros echaron a volar en silencio y los patos se acurrucaron juntos en los arbustos cercanos, ocultando la cara entre las plumas. Rayne pensó que era raro lo segura que se sentía aquí sentada con Liv. Y entonces empezó a hablar. De su padre. De lo importante que había sido para ella y de lo mucho que lo echaba de menos todavía. De cómo su muerte las había dejado conmocionadas a su madre y a ella. De que intentaba estar en casa hacia la fecha de su muerte. Para estar con su madre. Liv escuchó en silencio, con una mano entrelazada con la mano mucho más grande de Rayne, notando el leve temblor. Cuando la mujer más alta terminó, volvieron a quedarse en silencio. La cabeza rubia se ladeó y luego miró los claros ojos azules, tratando de encontrar una forma de abordar el tema. —¿Entonces eso quiere decir que dentro de unas semanas te vas a ir a Inglaterra?

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—Bueno. —Rayne se encogió de hombros y sin pensarlo apartó unos mechones rubios sueltos de la cara de Liv—. Sí... eso quiero. Pero... La respuesta fue una sonrisa y las cejas oscuras se arrugaron confusas. —Eso es genial. —La pequeña figura sentada a su lado se movió un poco para mirarla más de frente—. Porque... porque yo también voy a pasar unos días con mis padres. —Ah. —Rayne no sabía cómo interpretar esto y esperó, sintiendo que se le iba haciendo un nudo incómodo en el estómago. Que se disolvió en una bola de calor cuando unos labios suaves acariciaron los suyos. —Y quiero que te conozcan.

La gran habitación estaba iluminada únicamente por dos pequeñas lámparas situadas al lado de un sofá de cuero de aspecto muy cómodo. En uno de sus brazos había una gruesa manta de color azul oscuro. Había revistas y libros en una mesita delante del sofá. A su lado dos tazas. En el aire todavía se percibía el aroma a café. En una esquina estaba encendido un aparato de televisión. Estaba en un canal de música en el que ahora sonaba música suave que flotaba por el silencio, tejiendo una alfombra de sonidos. Una estrecha rodaja de luna asomaba por unos grandes ventanales y su pálida luz se arrastraba curiosa por el suelo, por encima de dos pares de zapatos. Calcetines. Pantalones. Camisetas. Acariciaba unos cuerpos que se movían despacio. El roce suave de las sábanas. Leves susurros. Gemidos. 157

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Había empezado con un beso. Y ninguna de las dos había podido parar. Ninguna de las dos había querido parar. Cada una ansiaba las caricias de la otra. Rayne movió las manos por debajo de la camiseta fina que llevaba Liv. Se regodeó en la piel cálida, en la carne suave que descubrió. La pequeña figura se arqueó cuando le quitó la camiseta, seguida del sujetador. Tragó ante lo que veía. Despojándose de su propia ropa, colocó despacio su cuerpo más alto encima del de Liv, ahogándose en unos profundos ojos verdes. Cerró sus propios ojos al sentir unas manos tiernas que le acariciaban la cara y dibujaban la forma de sus mejillas, los contornos de sus orejas. Bajaron por su cuello, acariciándole el pecho y dejando la piel de gallina a su paso. Oyó el suave susurro que subió flotando hasta ella. —¿Yo he hecho eso? Abrió los ojos y volvió a quedarse atónita ante la belleza del rostro de Liv. Se puso de lado y cogió una de las pequeñas manos, poniéndosela encima del corazón, sabiendo que la menuda rubia notaría lo rápido que latía. —Sí, tú has hecho eso... —Besó los suaves labios—. Y mucho más. Liv estaba maravillada por la piel bronceada y suave que estaba tocando. La acarició, siguiendo una cicatriz desvaída que encontró en ella. Y acabó cerrando los ojos al notar unos dedos curiosos que investigaban su cuerpo, incapaz de contener un gemido al sentir unos labios suaves que bajaban por su pecho. Se pegó al cuerpo más alto cuando unos escalofríos le 158

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estremecieron el cuerpo, provocados por una lengua suave que le acariciaba el esternón. —...herregud... Oyó la risa grave mientras Rayne se tomaba su tiempo explorando el tesoro que tenía delante, deseosa de grabarse en la mente hasta el último centímetro. Deseosa de que este momento durara para siempre. No había habido una cena a la luz de las velas, ni violines tocando suavemente, ni el susurro de palabras que expresaran un compromiso. Y sin embargo... al escuchar los suaves sonidos que emanaban de Liv... al sentir su cuerpo tembloroso, decidió que no podía haber habido un momento más perfecto que éste.

—Oh, Dios... Tardó un momento en bajar de la ola que la había arrastrado sin peligro. Parpadeando al abrir los ojos azules que se habían oscurecido hasta hacerse de un azul intenso, miró a unos sonrientes ojos verdes. Notó esas manos suaves que le tocaban la cara. —Qué bella eres. —Unas palabras que le hicieron cosquillas en los labios mientras Liv la besaba. Había tantas cosas que quería decir. Tantas palabras a la espera de ser dichas. Pero lo único que pudo hacer fue rodear con los brazos el pequeño cuerpo cuando Liv se acurrucó junto a ella.

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Tomó aire dos veces y luego se movió un poco, queriendo mirar esos increíbles ojos verdes. Era asombroso cómo pasaban del azul al verde, con un ligerísimo matiz de gris. La delicada curva de esos rasgos. Los pelillos suaves que cubrían las mejillas sonrientes. Levantando una mano aún temblorosa, alisó las cejas rubias. —Jag älskar dig. —Palabras coloreadas por un fuerte acento. Pasó un momento antes de que el esperado rubor se apoderara de la cara de Liv. Y entonces la cabeza rubia se hundió en su pecho. Liv sintió y oyó el murmullo grave de la risa amable de Rayne. —No creías que lo fuera a buscar, ¿eh? —Un tono burlón en la voz grave. Fuera cual fuese la respuesta de la pequeña rubia, apenas se oyó, puesto que Liv no se había movido de su "escondrijo". —¿Es que no es cierto? Eso hizo que la cabeza rubia se alzara y que unos serios ojos verdes la miraran. —¡¡Es cierto!! Dios... —Los ojos verdes bajaron la mirada. Unos dedos acariciaron la piel húmeda de sudor—. No sabes cuánto... Rayne sonrió y agachó la cabeza para captar la mirada de Liv. —Creo que sé a qué te refieres. Se miraron en agradable silencio. Dos corazones y dos almas unidos en un antiguo baile de emociones... Y entonces dijeron a la vez:

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—Te amo. Y allí fuera, oculta poco a poco por pálidas bandas de nubes, la luna se fue a dormir, riendo suavemente...

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Ya me he enterado Pasaba de lo más alto a lo más bajo y todo lo que hay en medio Era malvada y salvaje, cariño, tú sabes a qué me refiero Hasta que apareciste tú, sí, tú Algo fue mal Hice un pacto con el diablo por un pagaré vacío He ido al infierno y he vuelto pero un ángel me protegía Eras tú, sí, tú Es todo por ti Tú eres la razón Tú eres la razón de que me despierte todos los días Y duerma la noche entera Tú eres la razón, la razón En medio de la noche Me calmo porque te adoro Quiero dejarte de piedra Voy a dejarlo Se acabó ir corriendo por ahí girando mi propio volante Tú saliste de mi sueño y lo hiciste realidad Sé lo que siento Eres tú Es todo por ti Tú eres la razón Tú eres la razón de que me despierte todos los días Y duerma la noche entera Tú eres la razón, la razón En medio de la noche Me calmo porque te deseo Quiero tocarte 162

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Quiero dejarte de piedra Tú eres la razón, cariño Tú eres la razón Tú eres la razón de que me despierte todos los días Y duerma la noche entera Tú eres la razón, la razón —The Reason, escrito por Carole King, Mark Hudson, Greg Wells

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entonces —¿Cómo es posible? —¿Cómo es posible el qué? Una cabeza clara se apoyó en un pecho cálido y desnudo. Una mano pequeña dibujó las clavículas que encontró allí. Los claros ojos verdes se cerraron con evidente placer cuando una mano igualmente osada le frotó la espalda con una caricia suave. —Que estemos tan cómodas la una con la otra. —Mmm. —A la voz grave no pareció importarle esta clase de comodidad cuando unos labios suaves rozaron los suyos. Los ojos verdes estaban muy cerca. —Quiero decir... —Una manita colocó unos mechones rubios tras una pequeña oreja. Las cejas rubias se fruncieron pensativas—. Quiero decir... Una cabeza oscura se echó hacia un lado. —¿Te molesta? 163

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Liv parpadeó mirando sorprendida a Rayne con sus ojos verdes y sacudió la cabeza con vehemencia. —¡No! ¡Por supuesto que no! Es que... lo que quiero decir es que casi parece que nos conocemos desde hace mucho más que unos pocos meses. Alargó la mano y tocó con dedos tiernos los labios sonrientes. —...es increíble... Besando los dedos que le tocaban los labios, Rayne guiñó un ojo a su amante. Pero habló con seriedad. —Lo es, ¿verdad? Casi como si estuviéramos destinadas a conocernos. No expresó este pensamiento en voz alta, pero dio las gracias con todo su corazón a quienquiera que hubiera sido responsable de que se conocieran aquel sábado. Los claros ojos azules y verdes se quedaron mirándose en agradable silencio. Hacía tiempo que había salido el sol, pero ninguna de las dos tenía prisa por empezar el día. Estaban perfectamente contentas de quedarse ahí tumbadas, la una en brazos de la otra. El mundo podía prescindir de ellas durante un tiempo. El hecho de que Rayne hubiera desconectado el teléfono la noche antes era sin duda un motivo de que la mañana transcurriera sin interrupciones. Entonces los ojos verdes se pusieron pensativos, estudiando las facciones angulosas que tan cerca tenían. Mordisqueándose el labio inferior, Liv parpadeó de repente y miró con tímidos ojos verdes a Rayne. —¿Puedo... puedo preguntarte una cosa? —Mm... claro. —Rayne la miró confusa mientras Liv se ponía como un tomate y farfullaba algo. 164

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Tardó un momento en descifrar lo que decía la pequeña rubia y entonces tuvo que reprimir una sonrisa de adoración. La cabeza rubia se había hundido en su pecho y oyó un leve susurro que sonaba sospechosamente a: —...qué vergüenza... Rayne esperó pacientemente a que esos ojos verdes volvieran a mirarla. —¿Me acabas de preguntar si anoche lo hiciste bien? El rubor se hizo más intenso y la cabeza rubia volvió a agacharse. —...sí... —Mírame. Liv suspiró y atisbó a través del alborotado flequillo rubio, mirando directamente a los serios ojos azules, focos de un alma tan familiar que tuvo que tomar aliento profundamente para contener la avalancha de emociones que estalló en su interior. —¡Lo has hecho mejor que bien! ¡Créeme!... Eso no me había pasado nunca. Los ojos verdes la miraron con curiosidad. —¿El qué? —Pues... cuando me acuesto con alguien por primera vez, normalmente nunca me... —Las manos grandes hicieron unos gestos—. Ya sabes... Pasó un momento hasta que la comprensión iluminó los ojos verdes y para entonces el sonrojo que casi había desaparecido regresó plenamente. —Ah... oh, Dios... 165

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La cabeza rubia quedó oculta bajo la manta y Rayne se rió entre dientes. —Y yo que creía que los escandinavos erais tan abiertos de mente. Notó un dedo que se clavaba en su estómago. —Uff... Pasó un momento, pero por fin Liv volvió a aparecer y ladeó un poco la cabeza. —¿De verdad que nunca...? La cabeza morena hizo un gesto negativo. Una mano grande acarició la suave curva de una mejilla. —No... tú eres la primera. Los ojos verdes se cerraron y Rayne notó que Liv se apoyaba en la caricia. —Te amo. Notó que esos labios suaves le rozaban la palma. —Yo también te amo.

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Los rayos de la alegre luz del sol entraban por la vidriera, pintando el suelo de madera de mosaicos de colores, persiguiendo motas de polvo por la gran estancia tranquila y apacible. Por el aire flotaba un levísimo olor a alcohol y perfume, así como a cera de vela.

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Entonces unos alegres silbidos interrumpieron la quietud y la puerta del bar se abrió. Dos figuras altas entraron con una ráfaga de viento que arrastraba polvo y trocitos de papel. —Déjalo. —Un tono grave y molesto que no impresionó en absoluto a quien estaba silbando. Por la sala resonó el ruido de sillas al apartarse de las mesas, arrastradas por la madera. —Ooh... venga ya, Ray. Se te nota en los ojos, sabes. Matthias apoyó los brazos en el respaldo de la silla y sonrió con cariño a su amiga. Tenía el corto pelo rubio despeinado y en sus atractivos rasgos aún quedaban rastros de sueño. Bostezó y se rascó el costado. —Bueno, ¿algún motivo especial para que me hayas arrastrado hasta aquí, prácticamente en medio de la noche? Una risa grave y una mujer alta se sentó frente a él. Llevaba el largo pelo oscuro recogido en una coleta floja que le caía por la ancha espalda. —¿Cómo es que no te he matado todavía? Los ojos claros lo miraban con irritación, pero en la voz grave de Rayne se percibía un tono de guasa. Su amigo sonrió e irguió su propio cuerpo alto. —Porque me quieres —dijo con tono práctico, con expresión suficiente. —Ah. —La cabeza morena asintió—. Será por eso. Se echaron a reír. Matthias se levantó para coger una botella de agua. —¿Quieres? 167

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Rayne dijo que no con la cabeza y respiró hondo. —No voy a estar aquí las dos próximas semanas. Matthias no se dio la vuelta, pero en su cara se formó una amplia sonrisa y se rió por dentro. Ray, Ray, Ray... ¿qué es eso que dicen: cuanto más grandes son, más dura es la caída? Se mordió el labio inferior para contener la risa y se volvió. —¿Y eso? —Sí... mm... voy a ir a ver a mi madre y... —Se calló, con una sonrisa en los labios y la mirada perdida en la distancia. Matthias suspiró y chasqueó los dedos. —¿Y? Los claros ojos azules lo miraron parpadeando. —Y... mm... Liv me ha invitado para que conozca a sus padres. —Carraspeó. —¿Nerviosa? —Sus propios ojos azules la miraron chispeantes y Rayne se encogió de hombros. —Pues... sí, un poco. O sea, nunca... ya sabes... me han presentado a los padres de alguien, así que... El alto alemán sofocó un grito de ofensa en broma. —¡A mis padres sí que los has conocido! —dijo con altivez. Rayne puso los ojos en blanco y suspiró. —¡Bobo! Ya sabes a qué me refiero. Matthias se puso serio. 168

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—Así que esto va muy en serio, ¿eh? —Era algo que sabía prácticamente desde el principio, pero quería estar seguro. Los ojos claros se volvieron hacia las ventanas, posándose en los alegres colores. ¿En serio? Dios... Despedirse de Liv esta mañana le había costado tanto que estuvo a punto de preguntarle si podía ir con ella. Sólo para estar cerca de ella. En serio... —Nunca me he tomado nada tan en serio en toda mi vida. —Un susurro apagado.

La Mensa, la cafetería de la universidad, estaba atestada como siempre, llena de decenas de estudiantes hambrientos que hacían cola delante del mostrador de comida, sin importarles la calidad de dicha comida, sino el hecho de que era barata, aunque normalmente no se sabía a qué se suponía que tenía que saber. Por la gran sala flotaban voces alegres, enfadadas y soñolientas, acompañadas del ruido de cubiertos y platos al moverse por las mesas gastadas. De vez en cuando se oía una carcajada. En algunos rincones había estudiantes leyendo libros o escribiendo algo. Una mesa cerca de uno de los ventanales estaba ocupada por un grupo con una guitarra y de vez en cuando se oía la melodía apagada de una canción. Lorenz suspiró y miró a su alrededor, intentando sujetar el plato y la mochila y al mismo tiempo encontrar un sitio donde sentarse. Entonces divisó una cabeza pelirroja hundida en un libro y se dirigió hacia allí. —Hola... Evelyn levantó la mirada y le sonrió. 169

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—Hola, Grosser. Se sentó y colocó la mochila debajo de la silla. —Ah... ya veo que has elegido lo más seguro, ¿eh? La joven miró a un lado, donde estaba su plato a medio terminar de espagueti con salsa de tomate. Se rió entre dientes. —Sí... Lorenz frunció el ceño y ladeó un poco la cabeza rapada. Eph llevaba ya un tiempo de un humor raro. Su carácter normalmente hiperactivo parecía extrañamente apagado. —¿Va todo bien, Eph? Los ojos azules se encontraron con su mirada y se encogió de hombros. —Estoy bien. Creo que necesito dormir más. —Se echó a reír—. Gracias a Dios que tenemos vacaciones dentro de dos días. Qué falta me hace. Tragándose un bocado de ensalada de patatas, Lorenz asintió. —Y a mí. Klaus y yo probablemente vamos a ir a Amsterdam. —Meneó las cejas y sus piercings bailaron con el movimiento—. Va a ser divertido. Evelyn se echó a reír. Esta vez fue de verdad y miró a su amigo con una sonrisa afectuosa. —Espero que sepa lo afortunado que es de tenerte. Lorenz se sonrojó un poco. —Yo soy igual de afortunado.

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La pelirroja sonrió con tristeza. —Sí... Liv también se va a ir. Va a visitar a sus padres. —Sí, ya me lo ha dicho. Y luego Rayne y ella van a pasar unos días en Inglaterra. Vaya, vaya, conociendo ya a los padres. Te lo digo yo: esto va en serio. —Tenía los ojos en su plato y no captó la expresión mal disimulada de dolor que tenía Evelyn. —¿Va a ir con Rayne? Los ojos oscuros se alzaron y Lorenz tragó a toda prisa. —¿No lo sabías? La pelirroja hizo un gesto negativo. Luego se volvió para mirar por la ventana. El cielo se había nublado a lo largo del día y las primeras gotas de lluvia golpeaban el cristal. No, no lo sabía. Pero lo había sospechado. En las dos últimas semanas Liv había pasado un total de tres noches en su piso, normalmente cuando tenía un examen al día siguiente o si Rayne estaba trabajando hasta tarde en el bar y el horario de trabajo de Liv no era el mismo. Pero... Evelyn suspiró en silencio. Había algo en esos ojos verdes... no era solamente el amor que las dos sentían de forma evidente la una por la otra (cualquiera, ya fuera sordo o ciego, podría darse cuenta de eso) ni la felicidad que se veía en cada sonrisa y que se veía cada vez que sus ojos se encontraban... Liv parecía contenta. Las cejas rojas se fruncieron. Pero ésa tampoco era la palabra adecuada para describir lo que veía cuando miraba esos rasgos delicados. En una ocasión estaban sentadas en su sala de estar. Era tarde y fuera una tormenta doblaba los árboles. Sus furiosos aullidos eran un ruido espeluznante 171

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que de vez en cuando interrumpía su conversación. Habían bebido vino y estaban disfrutando de su mutua compañía, hablando de todo y de nada, y en un momento dado Liv la miró y tras dudar un momento, le preguntó si creía en el destino. —Pues... no, la verdad —dijo ella, sin saber muy bien cómo interpretar la pregunta, pero Liv ya había apartado la mirada y contemplaba la copa de vino que tenía en la mano. El líquido rojo intenso se movía levemente con cada gesto. —Yo creo que a veces las personas están destinadas a conocerse. Ya sabes... que saben que ahí fuera hay alguien que las está buscando con la misma desesperación que ellas. Es como... —Hablaba suavemente, en apenas un susurro. Sus ojos no se encontraban con su propia mirada desconcertada—. Es como si dentro faltara algo. Una pieza que complete tu alma. Alguien que encaje. Y entonces esos ojos levantaron la vista y se encontró con un dolor y una soledad antiguos como el tiempo que la miraban. Tragó saliva, incapaz de decir nada. —...que encaje aquí... —Liv se tocó el pecho y en su voz se oyó el dolor que había visto en los claros ojos verdes. Evelyn respiró hondo, agradecida de que Lorenz se estuviera concentrando en la comida y en un libro que estaba leyendo. Liv y ella no hablaban así desde hacía mucho tiempo. Desde Rayne... Y en el fondo de su corazón, Eph reconoció que Liv había encontrado a esa persona. Que encajaba. Dentro. Que complete tu alma...

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Otro suspiro silencioso. Pero reconocerlo le dolía, y levantó la mirada. Sus ojos azules se posaron en los marrones. —¿No crees que esto va muy deprisa? O sea, lo de Liv y Rayne. Lorenz se encogió de hombros. Cruzando los brazos encima de la mesa, se echó hacia delante. —¿Deprisa?... Mmm. ¿Sabes que lo creo?... Creo que son perfectas la una para la otra. O sea, míralas. Tienen una química estupenda cuando están juntas. Klaus también lo ha dicho. Sólo las ha visto una vez, en la fiesta, y me preguntó si había algo entre ellas. —Se rascó la mejilla, recordando, una vez más, que tenía que afeitarse—. Y Liv es feliz de verdad. Y eso es lo que cuenta. Sus ojos oscuros observaban a Evelyn con seriedad y ésta sonrió. —Lo sé. —Volviéndose de nuevo hacia la ventana, soltó aliento despacio—. Lo sé...

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Los muros que rodeaban el puerto estaban plagados de gaviotas y otras aves a la espera de que regresaran los pesqueros de arrastre, con la esperanza de conseguir restos de pescado. Sus profundos ojos oscuros estudiaban el agua, esperando pacientemente cualquier señal de movimiento, preparados para salir volando y caer sobre cualquier pez lo bastante incauto como para nadar demasiado cerca de la superficie.

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El hondo sonido de la sirena de un barco se dejó oír por encima del ruido y las filas de coches que esperaban para subir al ferry empezaron a moverse. Voces impacientes y risas de niños. Música de varias radios. El aire estaba cargado de un fuerte olor a sal y carburante, pintura y asfalto caliente. El cielo era un muro gris de nubes y un fuerte viento rozaba las carrocerías inmóviles de los coches que hacían cola. —¿Nerviosa? —Una voz suave. —Qué va... ya he estado en un barco. —Un tono grave y guasón. Una carcajada suave y luego una cabeza rubia se apoyó en un hombro ancho. —No me refiero a eso y lo sabes. Rayne se rió por lo bajo y volvió la cabeza, depositando un delicado beso en el pelo rubio. —Lo sé... y sí, estoy nerviosa. ¿Y tú? Un leve suspiro le calentó la piel a través de la camisa que llevaba. —Un poco. Quiero que les caigas bien. Y... y me da un poco de miedo cómo vayan a reaccionar, así que... —Mmm. —Rayne mantuvo los ojos al frente y metió la marcha cuando la cola en la que estaban empezó a moverse hacia la boca abierta de par en par del ferry. La tripulación estaba al lado dando instrucciones o gritando de vez en cuando a las personas que no se movían todo lo deprisa que debían—. ¿Has hablado con tus padres? Liv se estiró un poco, intentanto relajar los músculos tensos.

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—Sí. Ayer llamé a mi madre. Le dije que Torben y yo hemos roto, así que ya sabe que no va a venir conmigo. Los ojos claros la miraron, con las cejas oscuras fruncidas en un ceño inconsciente. Liv sonrió y alargó la mano, alisándoselas con una caricia suave que bajó por los rasgos marcados. —Pero les dije que me traigo a una amiga. —Ya sabes que no tienes por qué decírselo. Es decir... puedes esperar un tiempo. La cabeza rubia apoyada en su hombro hizo un gesto negativo. —No, no quiero eso. Quiero ser sincera con ellos... ¡y no quiero ocultar lo que siento por ti! Te amo... ¡y quiero que lo sepan! Rayne no consiguió reprimir del todo la sonrisita de felicidad que le bailaba en los labios, ni ignorar la sensación de intenso alivio que la atravesó. —Vale —dijo, volviendo la cabeza un momento para mirar a los sonrientes ojos verdes—. Me parece bien. Liv se echó a reír y se arrimó un poco más, mordisqueando un lóbulo que era demasiado tentador para no hacerle caso. La mujer más alta dio un respingo y estuvo a punto de salirse de la rampa que llevaba al segundo nivel de la zona de embarque del ferry. Oyó los gritos iracundos de varios tripulantes. Miró ceñuda a una cara que la miraba a su vez con inocentes ojos verdes. —Tienes suerte de que te quiera. Liv suspiró devotamente y asintió. —No creas que no lo sé. 175

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Se echaron a reír y Rayne sacudió la cabeza morena, rindiéndose con felicidad. Sí... este viaje podría acabar siendo muy divertido después de todo...

El viaje desde Sassnitz, una ciudad portuaria del Mar Báltico, hasta Trelleborg, una de las ciudades situadas más al sur de Suecia, duraría cinco horas. Si hacía buen tiempo, la cubierta solía llenarse de turistas que disfrutaban del sol o del mar en calma. Las cosas se ponían algo espinosas si el mar y el viento decidían divertirse con el gran barco que cruzaba el agua oscura. Efectivamente, el barco se agitaba de un lado a otro en las aguas turbulentas y más de un pasajero avanzaba por los pasillos buscando desesperadamente un cuarto de baño. La tripulación intentaba convencerlos de que comer algo y mantenerse ocupados los ayudaría a vencer el mareo, pero no tenía mucho éxito. Ni siquiera un camarero joven y muy alegre que ofrecía galletas y bocadillos cada cinco minutos obtenía la reacción que probablemente esperaba. —Me voy a morir. El lastimero quejido procedía de un asiento junto a una ventana donde una pequeña figura estaba acurrucada pegada a una figura alta y morena. —No, no te vas a morir. —Oh, sí... ¡me voy a morir! Otro estremecimiento sacudió al barco y por un momento la pequeña figura se quedó rígida. Pero entonces una mano grande y caliente se posó en su tripa y empezó a acariciársela en círculos lentos y suaves.

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—Tranquila... ¿Por qué no me dijiste que te mareas? Unos cohibidos ojos verdes miraron los bellos rasgos que estaban por encima de ella. —Es que no suelo. Pero cuando hace un tiempo como el de hoy... Es el movimiento, en realidad. Estoy bien cuando el mar está en calma. Esos ojos azules se acercaron mucho de repente y por un momento Liv tuvo la extraña sensación de estar en el claro de un bosque, con una suave brisa que se movía alrededor y los pájaros cantando en lo alto. Hasta olía el aroma de las flores. La sensación se pasó cuando unos labios suaves tocaron los suyos. —Pues entonces creo que tenemos que encontrar un modo de distraerte, ¿verdad? —La voz grave resonó muy cerca de su oído y notó un agradable cosquilleo que le recorría la piel. Cerrando los ojos, se rindió a la delicada caricia que seguía apaciguándole el estómago. —...mmmm... Rayne se rió suavemente y colocó el cuerpo más pequeño de Liv en una postura más cómoda apoyado en su pecho. Tomando aliento, se puso a canturrear. Un sonido profundo que Liv sintió más que oyó, y de algún modo... Inclinando la cabeza, Rayne escuchó. En sus labios se formó una sonrisa cariñosa al oír los delicados ruidos que indicaban que Liv estaba dormida. Depositando un suave beso en la frente de la pequeña rubia, volvió su atención hacia la ventana, sintiéndose extrañamente en paz y contenta...

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—Tienes que encender los faros. —Todavía es de día. Liv se echó a reír. —Ya lo sé, pero es una norma. En Escandinavia hay que conducir con las luces encendidas de día y de noche. Rayne masculló algo, pero encendió los faros. Liv se acercó. —Gruñona. Una lengua rosa que asomó entre dos labios rojos fue su respuesta y se echó a reír, un sonido alegre que tocó algo muy profundo en el interior del alma de la mujer más alta, despertando algo que llevaba mucho tiempo dormido... —Vale, tenemos que tomar la autopista 9 y luego cambiar a la E22 en Kristianstad y luego dirigirnos hacia Karlskrona. Mis padres viven en un pueblo al norte de ahí. Pasaron en agradable silencio ante campos amplios y despejados, por carreteras desde las que se veía el mar, a través de pueblecitos. Los claros ojos azules miraban a su alrededor con interés. —Es bonito. Liv suspiró. —Sí... a mí me encanta. Sobre todo en invierno. Aquí abajo no nieva mucho, pero cuando nieva es como en esos cuentos de hadas que nos contaba mi madre cuando éramos pequeñas.

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El tono de la pequeña rubia era apagado y Rayne volvió la cabeza para mirarla un momento. —Echas de menos a tu hermana, ¿eh? Los ojos verdes se volvieron hacia ella y Liv sonrió. Apartándose el flequillo rubio, asintió. —Sí, la echo de menos. Es decir, yo sólo tenía diez años y Birte tenía seis, pero... —Un leve suspiro—. A veces me pregunto cómo sería tenerla conmigo. Ya sabes... —Se calló y apartó la mirada. Y notó una caricia cálida y delicada en el muslo. Sonrió y cogió los dedos que tenía sobre la pierna. —...gracias... —De nada. —¿Te importa si paramos un momento? La cabeza morena que tenía al lado hizo un gesto negativo, y a los pocos minutos Rayne encontró una zona de aparcamiento donde podían parar. Un pequeño banco daba al mar y la zona estaba rodeada de altos abetos que se agitaban ligeramente con la brisa que revolvía los cabellos rubios y morenos. Liv respiró hondo y cerró los ojos, disfrutando simplemente del momento de quietud y de la alta figura que le tocaba la espalda, así como del par de brazos que le rodeaba la cintura. Rayne sonrió por dentro. ¿Cómo podía estar tan cómoda con alguien? ¿Sentirse tan segura?

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Notó que la pequeña figura que tenía entre los brazos se daba la vuelta y se pegaba más a ella. La cabeza rubia de Liv se hundió en su pecho. Su respiración le calentó la piel. El ruido de las gaviotas llegaba flotando hasta ellas de alguna parte, así como el estruendo lejano de las olas al chocarse con las rocas. Atardecía y la temperatura empezaba a bajar. Ya se notaba una ligera helada, pero no conseguía penetrar el calor en el que estaban envueltas esas dos figuras, de pie en un aparcamiento vacío.

—¿Han llegado ya? Henrik Forsberg suspiró y se volvió hacia su mujer. Poniendo los ojos en blanco, dijo: —Cariño, el ferry llega a las tres y van a tardar unas tres horas en llegar aquí. — Mirando el reloj de la pared, se volvió de nuevo a la ventana—. Todavía les quedan veinte minutos. Mette se puso en jarras. —¿Y? Sin apartar la vista del camino de entrada, él añadió: —Que no seas tan impaciente. Su mujer se echó a reír y le clavó un dedo en el costado. —Ya. Él sonrió también y la miró con más atención. Era casi dos cabezas más baja que él y llevaba el espeso pelo rubio, casi blanco, en una melena ondulada que le 180

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pasaba de los hombros. Tenía profundos ojos azules, mientras que él los tenía verdes, y cada vez que la miraba... —Dios, ¿tú sabes cuánto se parece Liv a ti? Mette lo miró confusa. —¿Y eso? Él se encogió de hombros y se pasó una mano por el corto pelo castaño. —No sé... me acaba de entrar en la cabeza. Su mujer se acercó más y entrecerró los ojos pensativa. Alargando la mano, le golpeó la frente con los nudillos. —¿Así? —¡Oye!.. —La miró ceñudo, pero no pudo evitar reírse con ella al cabo de un momento. Robándole un beso cariñoso, se volvió de nuevo hacia la ventana—. ¿Te dijo Liv por qué han roto Torben y ella?... —Ladeando la cabeza, se le ocurrió otra cosa—. ¿Y quién es esta amiga que se trae? Mette se sentó en una de las butacas que había en la sala. Buena pregunta. Había habido algo en la voz de Liv al mencionar a esa amiga... Mmm. Al oír el ruido de ruedas en el camino de entrada, los dos se levantaron de un salto y corrieron a la puerta. —Me parece que lo vamos a averiguar ahora mismo.

Habían pasado por Lyckeby, por Karlskrona y ahora se dirigían a Lyckeåborg, un pueblecito situado no muy lejos de las dos ciudades. Los padres de Liv trabajaban en Karlskrona —una ciudad situada en una bahía que llegaba al Mar 181

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Báltico— pero habían comprado una vieja casa solariega en el pueblecito hacía unos años. Su padre dedicaba los fines de semana a restaurarla, y a los dos les encantaba la quietud y la paz del campo. Su madre hasta se estaba planteando conseguir gallinas y vacas. Liv sonrió al contárselo a Rayne. La carretera por la que conducían estaba bordeada de árboles inmensos, detrás de los cuales había una interminable extensión de campos verdes que llegaban hasta el horizonte. El sol había iniciado su lento descenso y el cielo empezaba a oscurecerse por los bordes. Largas sombras cruzaban la carretera, cortándola en trozos de luz y oscuridad. Liv se había quedado muy callada. Con la cabeza apoyada en el respaldo del asiento, miraba fijamente por la ventanilla, con los brazos cruzados como si tuviera frío. Los ojos claros la miraron en silencio y Rayne no pudo contener del todo una sensación de aprensión. —¿Estás bien? Un leve suspiro. Un sutil movimiento. Una manita que apartó los cortos mechones rubios. —Sí. Silencio. El suave rugido del motor.

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Dos respiraciones. —No. Estoy... —Un suspiro lento—. Estoy asustada. Un poco... Rayne no contestó inmediatamente sino que volvió a concentrarse en la carretera. Estaba casi desierta, y pasaron ante otra manada de vacas cuyos grandes ojos marrones las miraron con apenas un leve indicio de interés. Los cuerpos inmensos se movían despacio, con calma. Pero antes de que pudiera contestar, Liv se inclinó hacia ella, sin llegar a tocarla, pero notó que esos ojos verdes la miraban. —¿Cómo reaccionaron tus padres? La cabeza morena se volvió un instante. Un ancho hombro se encogió. —A mi madre no le pareció mal. Es decir, al principio no supo muy bien qué pensar, pero luego... —Una leve sonrisa—. Sintió curiosidad, más que nada. Ya sabes... sobre las "cosas". —Entonces Rayne se echó a reír, una carcajada profunda y sonora que inundó el pequeño coche por un momento—. Teníamos unas conversaciones tronchantes. Liv sonrió y se movió de nuevo, esta vez apoyando el hombro en el de Rayne. Notó una mano cálida que le acariciaba el muslo un momento. —¿Y tu padre? La sonrisa desapareció y en su cara se formó una expresión pensativa. —No lo entendía. Cuando se lo dije... se pasó dos meses sin hablarme, evitándome, y cuando yo intentaba hablar de ello con él, se enfadaba. —Una manita le cubrió la suya y sonrió—. No me malinterpretes. No me gritaba ni me insultaba... me miraba y yo lo veía en sus ojos. No sé... decepción, rabia... asco... Para entonces, yo ya estaba lista para marcharme a Alemania y en cierto modo

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me alegraba de irme. Mi madre me dijo que tenía que tener paciencia, que ya se le pasaría, pero... yo no me lo creía. Delante de ellas se había parado otro coche y Rayne tuvo que frenar, lo cual le dio un momento para mirar a los cálidos ojos verdes. Sin pensarlo, se echó hacia delante y besó los suaves labios. Vio cómo los ojos verdes se cerraban. —Fue durante la última noche que pasé en casa de mis padres —continuó al cabo de un momento—. Mi padre había pasado el día entero en el mar y con sus amigos. Para cuando decidí irme a la cama, todavía no había vuelto. Ya había aceptado que me iba a marchar sin despedirme de mi padre. Cuando me desperté... ya casi amanecía... estaba sentado en mi cama. Mirándome. No sé cuánto tiempo llevaba sentado allí. Pasó un largo rato sin que ninguno de los dos dijera una palabra, pero por fin él suspiró... y alargó la mano y me acarició el pelo, revolviéndomelo un momento. Eso era algo que hacía desde que yo era niña. "¿Eres feliz?" me preguntó y yo asentí. Bajó la cabeza y respiró hondo. Cuando volvió a levantar la mirada, sonrió. "Pues eso es lo único que importa". Y con eso, me dio beso en la cabeza y salió de mi habitación. Las cosas nunca volvieron a ser lo mismo entre los dos, pero... —Se encogió de hombros un instante. Se le había puesto la voz algo ronca y Rayne carraspeó. Liv tragó y se enjugó unas lágrimas de la mejilla. —Te quiero. Los ojos azules se volvieron de nuevo hacia ella. Y se ahogó en una oleada de calor. —Yo también te quiero. Se sonrieron un momento la una a la otra. Luego, señalando hacia delante, Liv dijo: —En el siguiente cruce a la derecha, es la casa que está al final de la calle. 184

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Rayne asintió y comprobó que no venía tráfico hacia ellas. —Por cierto... ¿tus padres hablan inglés? Liv se rió y asintió. —Sí... y alemán también... por si acaso. Rayne suspiró con alivio exagerado, lo cual le valió un ligero pellizco en el costado. —Ay. Giró el volante y entró en un camino que llevaba a una casa de típico estilo escandinavo, con la madera pintada de un relajante tono pardo, rodeada de enormes abetos. Para entonces ya se estaba poniendo el sol, que lo pintaba todo de un profundo tono naranja con levísimos matices de rosa. Cuando aún no había apagado el motor, vio a dos figuras que salían de la casa saludándolas. Liv respiró hondo y le apretó la mano. Y con una última mirada, salieron del coche.

La madera suspiraba melancólicamente, acariciada por una fría brisa nocturna. La casa estaba a oscuras salvo por una suave y delicada luz que iluminaba la sala de estar. Una alfombra de puntos luminosos titilaba sobre el telón de terciopelo que cubría el cielo. En alguna parte maulló un gato y el sonido se oyó por todo el pueblo, produciendo extraños ecos y despertando a los perros, que se pusieron a aullar, creando una extraña armonía con sus ásperas voces.

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Una cabeza morena se volvió cuando otra rama rozó la parte de fuera de la pared. La madera volvió a suspirar. Tras la cálida bienvenida de los padres de Liv, se instalaron en la sala de estar. Saludaron a Liv en sueco y hablaron un rato con ella, mientras Rayne sacaba su equipaje del coche. Liv no tenía muchas oportunidades de hablar en sueco cuando estaba en Lübeck, y Rayne disfrutó del sonido de su voz al emitir ese idioma extrañamente arcaico. Sonaba duro y, sin embargo, tenía una tonalidad suave y delicada. La pequeña rubia tendía a susurrar en sueco cuando hacían el amor. Y después, acariciándole la cara, a veces le susurraba en su idioma materno. No siempre sabía lo que le decía, pero los sentimientos que había tras las palabras eran más que evidentes... Oírla hablar en su idioma materno le daba un aire casi sensual. Rayne carraspeó un poco y volvió a centrarse en las tres personas con las que estaba sentada en la sala de estar. La habitación estaba decorada con muebles de madera clara. Haya o pino probablemente. Unas alfombras de colores tejidas a mano, típicas de Suecia y Noruega, cubrían el suelo de madera pulida. Como era la costumbre en Escandinavia, en las ventanas no había cortinas ni visillos. La alta figura se reclinó un poco y consiguió ver las estrellas que titilaban en lo alto. En ese momento, Liv y sus padres hablaban de un primo o algún otro pariente que se había metido en algún tipo de lío. Rayne sonrió. En ningún momento le habían hecho sentirse como una intrusa. Mette, la madre de Liv, no paraba de hacerle preguntas sobre su trabajo, de 186

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dónde era originalmente, sobre su familia... su opinión sobre el tema del que estuvieran hablando. Pero había una expresión extraña en sus ojos cada vez que la miraba... Al mirar a la mujer de más edad, no le cupo duda de que Liv había sacado su belleza de ella. Aunque tenía profundos ojos azules, mientras que Liv los tenía verdes, y sus facciones tenían un aspecto mucho más maduro, estaba claro que Liv era hija de su madre. La misma sonrisa. Y los mismos ojos dulces y cálidos. Rayne estaba sentada al lado de la pequeña rubia y vio que Liv bostezaba por segunda vez en otros tantos minutos. Apenas consiguió evitar rodear con el brazo el cuerpo más menudo para que Liv pudiera apoyar la cabeza en su hombro. Pero era evidente que su madre también lo había notado, porque dejó su taza de té y se echó un poco hacia delante. —Cariño... qué cansada debes de estar. —Un vistazo al reloj que colgaba de la pared enfrente de ella—. Dios, si casi es medianoche. Se levantó, seguida de su marido, que se estiró y les sonrió. —Hemos preparado la habitación de invitados para tu amiga... y esperemos que te acuerdes de dónde está tu habitación, ¿eh? —Su tono era de guasa, pero frunció un poco el ceño al no obtener la respuesta que esperaba. Los ojos verdes se encontraron con los azules claros. Henrik observó el silencioso intercambio y sacó la conclusión equivocada. —Señorita Wilson... no estaría usted pensando en marcharse, ¿verdad? Para eso tenemos la habitación de invitados. Puede quedarse sin el menor problema. — Les sonrió como para tranquilizarla.

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Rayne estaba a punto de decir algo cuando intervino la voz de Mette. Había observado a su hija y su amiga desde que habían llegado. Y casi desde la primera mirada que dirigió a la cara de su hija, había sospechado algo. Era por la forma en que siempre se las arreglaban para estar cerca la una de la otra. Aunque no se tocaran. Simplemente una necesidad inconsciente de estar cerca. Era por la forma en que esos llamativos ojos azules de Rayne se suavizaban en el momento en que se posaban en Liv. Hasta la voz le cambiaba y el zumbido grave adquiría un tono cariñoso y cálido. Era por esos pequeños gestos que apenas parecía capaz de controlar... Liv también lo hacía, aunque tocaba a Rayne de vez en cuando con una familiaridad que sólo... Dando un paso al frente, miró a su hija. Ladeando la cabeza, preguntó: —Hon är din älkare. —Sólo que no era una pregunta. Liv soltó un suspiro lento. Henrik tardó un momento en asimilar las palabras y entonces abrió mucho los ojos verdes. —Vad?! Rayne los observó atentamente y se acercó más, protegiendo a Liv con su alta figura. Y como si ésta fuera la seguridad que necesitaba, Liv se irguió. —Ja. —Espera, espera, espera... ¡¿me estás diciendo que sois amantes?! —Henrik parecía algo conmocionado y tenía la voz extrañamente áspera. —Pappa...

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—¡No! —Esta vez la voz sonaba fría y retrocedió un paso—. ¡Quiero una respuesta! Como no estaba dispuesta a quedarse a un lado y dejar que Liv cargara con toda la rabia, Rayne colocó las manos sobre los hombros ligeramente temblorosos que tenía delante y notó que Liv se apoyaba en su propio cuerpo. Sólo podía suponer lo que se había dicho, pero... Clavando en Henrik su mirada más fría, dijo: —Si lo que ha preguntado es si su hija y yo nos amamos, la respuesta es que sí. Lo dijo en un tono bajo y tranquilo, pero él lo percibió en sus ojos. Esos ojos claros que le decían que se apartara. Se erizó ante el desafío y volvió a dar un paso al frente. —¡Fuera de mi casa! —¡Henrik! —Fue la voz de Mette la que le gritó, parando cualquier otra cosa que pudiera haber dicho... y lamentado por la mañana. Poniéndole una mano en el brazo, intentó tranquilizarlo. Vio la expresión de Liv y supo que su hija estaba a punto de echarse a llorar. También vio el evidente apoyo que buscaba con el íntimo contacto con Rayne. —No nos pasemos, Henrik. Es tarde. Todos estamos cansados. Vamos a hablar de esto por la mañana... con calma. —El último comentario era para su marido. Pero éste la miró furibundo, se dio la vuelta y se dirigió a la cocina. Liv tragó. Tomó aliento temblorosamente y se volvió, buscando casi con desesperación el cálido abrazo que la rodeó de inmediato. Mette observó la interacción con una sonrisa tensa y soltó aliento despacio.

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—Lo siento, cariño. No sé qué mosca le ha picado. —...da igual... —Un murmullo apagado, puesto que Liv ni se había apartado de los brazos de Rayne. —No, no... no da igual, pero... hablamos mañana, ¿de acuerdo? La cabeza rubia asintió. —Vale... ¿qué tal si os retiráis? ¿Sabes cómo llegar a tu habitación? —Era un pobre intento de bromear, pero consiguió hacer sonreír un poco a Liv y a Rayne. Mette se apoyó en el marco de la puerta de la sala de estar, observando mientras Rayne cogía su equipaje y seguía a Liv escaleras arriba. Y tomando aliento de nuevo, entró en la cocina.

Rayne dejó el equipaje en el suelo y se volvió hacia Liv. La pequeña rubia estaba en medio de la habitación, con una expresión perdida en la cara. Volvió a tomar aliento temblorosamente y se mordió el labio inferior, esforzándose desesperadamente por contener las lágrimas que amenazaban con derramarse en cualquier momento. Sabía que Rayne la estaba mirando. Dios... después de todo lo que le habían contado Rayne y Lorenz, lo cierto era que no se había esperado que reaccionaran con gran alegría, pero con todo, la reacción de su padre le dolía. La expresión de sus ojos le dolía... Notó una mano delicada en la barbilla y alzó la cabeza. Al mirar a los comprensivos ojos azules, todas sus intenciones se vinieron abajo y se echó a llorar con fuerza.

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Acogida en un refugio de calor y seguridad, siguió llorando. No notó que Rayne se había trasladado con ella a la cama y se había sentado, colocándola en una postura más cómoda. Pero sí que oyó el canturreo de la voz grave. —...no sé... no sé qué haría sin... sin ti... Una mano cálida le frotó la espalda y notó la caricia delicada en la sien donde Rayne la besó. Por fin se calmó. Respirando hondo, se frotó la cara con la mano e intentó sonreír sin fuerzas. Y obtuvo un dulce beso. —Todo va a ir bien... sólo tiene que asimilarlo. Seguro que mañana se disculpa. —¿Y si...? Otro beso acalló cualquier protesta. —Todo va a ir bien. Miró a aquellos ojos azules... y lo creyó. Sólo el hecho de tener a Rayne aquí significaba que todo iba a ir bien. Alzó la mano y tocó esos rasgos marcados, acariciándolos con delicadeza, perdiéndose en las profundidades azules. —Te amo. —Jag älskar dig. Se sonrieron hasta que Rayne se echó un poco hacia delante y apoyó la frente en la de Liv. —¿Estás bien? 191

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La cabeza rubia asintió y Liv se apartó, dejando que Rayne se levantara. Observó mientras la figura alta se movía por la habitación y volvía con sus pijamas. Rayne se quitó la camiseta por encima de la cabeza y de inmediato sintió que Liv se pegaba a su espalda, acariciándole suavemente la piel de una forma que la alteraba mucho. Notó un largo suspiro que le calentaba el hombro al tiempo que unos dedos tiernos acariciaban la pequeña imagen que encontraron en él. —¿Cuándo te hiciste esto? —Un leve susurro. Sabía que Liv intentaba hacerse la fuerte, no dejar que la reacción de su padre la afectara demasiado, pero también comprendía lo difícil que era. Ver a alguien a quien quieres reaccionar de esa manera ante ti siempre dolía. Y dolería siempre. Cerrando los ojos, respiró hondo, sin dejar de disfrutar de las delicadas caricias que le recorrían la espalda y de los sentimientos que creaban. —Mmm... hace unos años. Una de esas locuras que hacía cuando era más joven —Puso a propósito tono de autocompasión y obtuvo la reacción que esperaba. El resoplido de una carcajada contenida subió flotando hasta ella. Luego unos labios suaves acariciaron el pájaro. —¿Por qué un colibrí? Se dio la vuelta. Cogiendo la delicada cara con una mano, se encogió de hombros. —La verdad es que no lo sé. Vi el dibujo y... simplemente... —Su pulgar acarició la piel suave y sedosa—. Me pareció bien. Por algún motivo...

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—Encajaba. Sonrió y se sentó en la cama. —Encajaba. Liv se colocó entre sus piernas, notó las manos de Rayne apoyadas en sus caderas y se estremeció al sentir los labios suaves rozándole la tripa. Pasó los dedos por la melena oscura y luego frunció pensativa las cejas claras. —¿Pero cuántos años tienes? La risa grave le hizo cosquillas en la piel y se echó a reír, risa que se transformó rápidamente en un suave gemido cuando Rayne le levantó la camisa y una lengua cálida le acarició el ombligo. —Treinta y dos este año. —Eres mayor que yo. —Un suave susurro con la respiración entrecortada. Miró a los divertidos ojos claros cuando las cejas oscuras se alzaron interrogantes. Liv le guiñó un ojo y se agachó para robarle un beso. —Mi mujer mayor. Eso hizo reír de verdad a Rayne, que hizo cosquillas a la pequeña figura que tenía en sus brazos, haciendo que Liv se debatiera en un débil intento de escapar. —¡No bromees con eso! Voy a tener canas mucho antes que tú. Lo dijo en broma, pero se quedó paralizada al darse cuenta de cómo sonaba. De lo que suponía...

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No es que no fuera cierto. Porque ya sabía que quería que su relación fuera seria. Que durara. Para siempre... Los inseguros ojos azules miraron a Liv parpadeando. Pero eso no quería decir que Liv quisiera lo mismo. La pequeña rubia tragó. Ésta era en realidad la primera vez que Rayne decía algo que indicara lo que quería de su relación. Y por un momento Liv no supo si reír o llorar. Sus emociones seguían revueltas tras la escena con su padre. Vio que los ojos azules la miraban con una expresión atormentada. Notó la rigidez de la alta figura. Está asustada. Cayó en ello de repente. Tomando aliento con fuerza, apoyó la frente en la de Rayne, con los ojos muy cerca, y luego sonrió, sintiendo cómo Rayne poco a poco, muy despacio, se iba relajando. Echó a un lado la melena oscura, un movimiento que se convirtió en una suave caricia cuando sus dedos bajaron por la mejilla de Rayne. Cerrando los ojos, volvió a besar esos labios suaves. Sintió los fuertes brazos que la estrechaban mientras las dos se perdían en su propio mundo durante una breve eternidad. Sin romper el contacto de sus labios, susurró: —Qué ganas tengo de verlo. Y entonces su espalda dio en la blandura del colchón y no hubo nada más salvo las delicadas caricias de Rayne y el fuego que iba creciendo en su interior. De la alta figura que tocaba la suya cuan larga era no emanaba más que calor y amor, arrebatándolas a las dos en una oleada de emociones y sensaciones que parecían tan nuevas y, sin embargo, tan familiares que se dejó ir sin planteárselo siquiera. Confiando plenamente... 194

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Sabiendo que Rayne la cogería en sus brazos. A salvo.

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El viento venía del mar y traía consigo un levísimo olor a sal y arena mientras pasaba por entre las casas dormidas y los árboles que se despertaban despacio, haciendo cosquillas a las hojas recién nacidas, cuyo roce sonaba como risa alegre. El sol todavía no había salido, pero la oscuridad de la noche ya se empezaba a retirar como una manta que se apartara para revelar pálidas capas de gris en el cielo. Los pájaros parpadeaban adormilados ante el nuevo día que amanecía. El calor de sus nidos soltaba vapor en el frío matinal. El rocío estaba atrapado en las delgadas briznas de hierba, acariciándolas con delicadeza al moverse... despertándolas. En alguna parte se oía el chirrido de una bicicleta seguido de golpes suaves cuando el periódico caía sobre una entrada. Y entonces, poco a poco, vacilando, los rayos del sol atravesaron la bruma matinal, haciendo que las gotas de rocío relucieran alegremente. Se arrastraron por la pared de una casa, asomando curiosos por las ventanas que encontraban... riendo ante lo que veían. Su luz se posó en una cama que estaba debajo de la ventana. Sus bandas largas entraron en la habitación. Encima de la cama una figura pequeña yacía boca

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abajo, con el corto pelo rubio alborotado, los delicados rasgos relajados en el sueño, los últimos vestigios de una sonrisa aún visibles. Cubriendo en parte a la pequeña figura había otra más alta y ancha. Un halo de pelo oscuro se extendía por una almohada. Tenían las manos unidas con delicadeza en el punto donde sus dedos se encontraban fuera de las mantas. Unos claros ojos azules se contentaban con observar las delicadas facciones que tan cerca tenían. No quería moverse, pues no deseaba despertar a Liv. Su aliento acariciaba un omóplato que se movía despacio y cambió ligeramente la postura de su cabeza, rozando la piel suave con los labios de la forma más ligera posible. Obtuvo un leve sonido y Liv se arrimó aún más a su largo cuerpo. Sonrió. —...te quiero... —El susurro apenas agitó el aire y sin embargo, la sonrisa de la cara dormida se hizo más amplia. Volviendo los ojos hacia la ventana, reflexionó sobre los últimos días que habían pasado aquí. Tal y como había supuesto, el padre de Liv les pidió disculpas a las dos al día siguiente. Y en esos ojos verdes vio lo importante que eso había sido para Liv. Los siguientes días habían sido muy divertidos. Los padres de Liv estaban decididos a contarle todas las historias embarazosas de la infancia de Liv que se les ocurrían. Una noche estaban sentados en el porche que daba al jardín trasero y Mette le enseñó fotografías de Liv desde que era un bebé hasta su graduación en el instituto. Había sido una niña monísima y sobre todo las últimas fotos anunciaban la belleza que ahora era tan evidente para sus claros ojos azules llenos de admiración.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Aunque... eso le recordaba que tenía que distraer a su madre durante su visita el tiempo suficiente para que no se le ocurriera siquiera sacar las viejas fotos. Pero algo en esos sonrientes ojos verdes le decía que iba a ser en vano. La madre de Liv había sido muy agradable durante esos días, pero Henrik, el padre de Liv, todavía parecía guardar las distancias con ella. Bromeaba con Liv... le tomaba el pelo. Su amor por su hija era muy evidente, pero nunca sabía de qué hablar con Rayne cuando se quedaban solos unos momentos. Un leve suspiro y un ligero movimiento la sacaron de sus reflexiones. Los claros ojos azules se enternecieron. Sabía que Liv tardaría aún unas horas en despertarse, de modo que despacio, muy despacio, soltó sus dedos entrelazados y apartó su propio cuerpo del calor en el que había estado flotando. Esta vez las cejas claras se fruncieron, pues Liv sintió la pérdida del contacto con Rayne incluso en sueños. —Sshh... no pasa nada. Vuelvo dentro de un momento... —El leve susurro pareció tranquilizar a la pequeña rubia quien, no obstante, se dio la vuelta y hundió la cara en la almohada donde había dormido Rayne. La mujer más alta alargó la mano y acarició el ceño que todavía tenía. Al cabo de un rato de mirar a Liv dormir, se puso unos pantalones de chándal y una camiseta y salió de la habitación. La casa estaba en silencio. Las tablas de madera que tenía debajo suspiraban suavemente mientras bajaba por las escaleras hasta la sala de estar. Los rayos de luz cruzaban el suelo y las motas de polvo bailaban al son de su música silenciosa.

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Traducción: Atalía

Rayne se cruzó de brazos para protegerse del ligero frío que todavía quedaba en la habitación tras la noche. Luego sus ojos se posaron en las fotografías que había en una pared. Dudando un momento, se acercó a ellas. En sus labios bailó una sonrisa al ver las fotos de Liv de cuando era bebé. De cuando tenía dos años. Con otro bebé. Y luego una en que las dos niñas ya tenían más edad. Birte. Lo sabía. La hermana de Liv que había muerto a los seis años. Mientras que Liv tenía el pelo rubio, su hermana lo tenía castaño como su padre, pero tenía los mismos ojos que Liv. De un verde brillante. Las dos sonreían a la cámara. Sonrisas amplias y felices. —La echa mucho de menos. La voz baja casi le hizo dar un respingo. Casi... de no haber oído las suaves pisadas un momento antes. —Lo sé. —En un tono igual de bajo. Se volvió y miró a Henrik, que estaba en la puerta, vestido con vaqueros y una sudadera y con el pelo todavía algo revuelto. Pareció quedarse pensando una cosa y luego suspiró. Entrando en la habitación, se detuvo a pocos pasos de ella. Eran casi de la misma estatura y la miró a los ojos. En los últimos días se había dado cuenta sin el menor asomo de duda de que las dos se amaban. Dios, era tan evidente a veces sólo por cómo se miraban que había sentido que se estaba inmiscuyendo en algo tan profundo e íntimo... Otro suspiro.

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¡Pero se trataba de su niña! Se preocupaba por ella, pero también comprendía que la decisión no le correspondía a él. Liv tenía edad suficiente para tomar sus propias decisiones... pero eso no quería decir que a él tuvieran que gustarle. Pero quería que su niña fuera feliz... y era evidente que Rayne la hacía feliz. Respiró hondo y se quedó mirando a la mujer alta y silenciosa que tenía delante. Esos rasgos angulosos y luego esos ojos... Parecían llegarte hasta dentro. Con un fuego propio. Se apartó y se sentó en una de las butacas, haciéndole un gesto a Rayne para que se sentara también. Mordiéndose el labio —un hábito que ella había descubierto que solía indicar que estaba nervioso— tomó aliento con fuerza. Sus ojos verdes se encontraron con su mirada. —¿Alguna vez has oído el dicho del pájaro y el pez? La cabeza morena se echó hacia un lado pensando un momento, pero luego Rayne asintió. —Bueno... —Él se enderezó un poco—. Supongo que ella ha encontrado a su pez, ¿no? —La risa grave lo sorprendió, pero al menos no se lo había tomado mal. Pero luego sus ojos se pusieron serios. —No le hagas daño jamás a mi niña. —No había amenaza alguna en su tono. Ninguna advertencia... tan sólo el ruego tranquilo de un padre preocupado. Rayne se echó un poco hacia delante. —Quiero a Liv. Con todo mi corazón... ¡jamás le haría daño!

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Traducción: Atalía

Se quedaron sentados en silencio, sin apartar la mirada, y luego Henrik sonrió y se levantó. Alargando la mano, esperó hasta que Rayne la aceptó, con evidente confusión en sus ojos claros. —Bienvenida a la familia, Rayne. En la puerta, Mette tragó y se enjugó las lágrimas, con una sonrisa de felicidad en la cara. Volviéndose en silencio, regresó a su dormitorio. Ellos no se habían percatado de su presencia y seguían allí de pie, mirándose el uno al otro hasta que Henrik sonrió. Ladeando la cabeza, se echó un poco hacia delante. —¿Te gusta pescar? Una risa grave fue la única respuesta. Fuera el sol atravesó las nubes, bañándolo todo de luz y calor. Los últimos restos de bruma desaparecieron en la nada... y en algún lugar un pájaro se puso a cantar. Iba a hacer un día precioso.

ahora Matthias giró la llave y abrió la puerta. Una bocanada de calor los recibió al entrar en su apartamento. Los dos estaban cansados de la fiesta, aunque lo habían pasado bien, Matthias doblemente porque no tenía tantas oportunidades de visitar a Liv como hacía unos años. Corinna suspiró y se quitó el abrigo. —Gott... estoy helada. 200

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Traducción: Atalía

El alto rubio que estaba a su lado sonrió y la abrazó, no sólo para calentarla, sino también para recordarse a sí mismo que ella seguía allí. Casi como para tranquilizarse... Corinna frunció el ceño y se apartó un poco, intentando mirarlo a la cara. —¿Estás bien? Él asintió en silencio y la soltó. Pero ella no se quedó satisfecha con la respuesta y él lo percibió en sus ojos. Le acarició la mejilla con delicadeza, tocándole la piel con el pulgar. —Sólo un montón de viejos recuerdos. —Ya lo creo... —Ya estaba sentada en su cama, pues se habían trasladado al dormitorio. Lo que le había contado durante el regreso a casa... No conseguía entenderlo del todo. Continuando la conversación, dijo: —Vale... así que a los padres de Liv les parecía bien su relación. Tardaron un poco, pero la aceptaron, ¿no? —Mmm... —La voz de Matthias sonaba apagada, pues se estaba lavando los dientes en el cuarto de baño adyacente. Las cejas oscuras se fruncieron con aire confuso. —¿Y la madre de Rayne? Él asomó la cabeza rubia por la puerta. Sonrió, pero con extraña tristeza. —¡Rose adora a Liv! A los cinco minutos de conocerla, Liv se apoderó de su corazón. —Su tono se puso serio y se sentó al lado de ella—. Siempre había tenido la esperanza de que algún día Ray encontrara a la persona adecuada. 201

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Siempre había parecido tan... —frunció el ceño—, ...perdida, en cierto modo... Y al conocer a Liv... Rose supo que ésta era la persona adecuada. Mientras hablaba, Corinna había ido al cuarto de baño y había terminado de prepararse para acostarse. Tras ponerse un sencillo camisón, se detuvo delante de él. Él le puso las manos en las caderas y apoyó la frente en su tripa. Unas manos tiernas le acariciaron el pelo y Corinna notó un suspiro lento que le calentaba la piel a través de la tela. Al meterse en la cama a su lado, envuelta en un cálido abrazo, seguía dándole vueltas a la historia de Rayne y Liv. —Bueno... los padres de ambas estaban contentos por ellas. Por lo que me has dicho, era evidente que se querían más que a nada en el mundo. —...estaban hechas la una para la otra... —dijo él en un susurro grave. —Y por lo que he visto hoy... es evidente que todavía se quieren... ¿Pero por qué ya no están juntas? ¿Qué es lo que salió mal? Él movió su largo cuerpo y apagó la luz. Se quedaron tumbados en silencio largo rato. Tanto que ella pensó que no iba a contestar, pero entonces su voz flotó por la oscuridad. Un susurro bajo, triste. —...todo...

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Traducción: Atalía

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...Al mirarte a los ojos esta noche Veo todo lo que necesito Abrazando tu corazón junto al mío Sintiéndote, respirándote Nos fundimos, dos se hacen uno La noche arde más que el sol Cuando estoy contigo Cuando estoy contigo Podría ahogarme en tus ojos Morir en tus brazos Vivir por estos momentos aquí en la oscuridad No sé dónde termino No sé dónde empiezas Cuando estamos cuerpo con cuerpo, corazón con corazón Respirando cada aliento contigo A tu lado es donde necesito estar Parte de cada parte tuya Sintiéndote, sintiéndome Nos fundimos en un tierno beso Ninguna noche ha sido nunca como ésta Cuando estoy contigo Cuando estoy contigo Podría ahogarme en tus ojos Morir en tus brazos Vivir por estos momentos aquí en la oscuridad No sé dónde termino No sé dónde empiezas Cuando estamos cuerpo con cuerpo, corazón con corazón —Body to Body, Heart to Heart, escrito por Diane Warren 203

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entonces Hacía calor. Esto era lo primero que se notaba al salir. La humedad del aire denso y cargado. El olor a cuerpos calientes, lociones para la piel, perfume y helado que flotaba pesadamente en el aire. El suave zumbido de las abejas y las avispas era una constante alfombra de ruido que rodeaba los bancos y las mesas colocados bajo unos árboles antiguos e inmensos en un patio trasero. Las pobladas copas de los árboles daban sombra suficiente para mantener el patio fresco y agradable. Ya era tarde y la oscuridad empezaba a caer despacio, perezosamente sobre la ciudad. El bar seguía ajetreado: casi todos los clientes estaban sentados fuera para disfrutar al menos de la ligera brisa que se había levantado al ponerse el sol. Se oía música, que añadía un agradable sonido a las conversaciones interrumpidas de vez en cuando por una carcajada alegre o una exclamación. Matthias sonrió y se reclinó en su silla. Llevaba pantalones cortos y una camiseta suelta. Intentaba moverse lo menos posible. —Hola, du müder Knochen... La voz grave sonó a su lado y levantó la mirada, para encontrarse con un par de ojos azules que le sonreían.

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Traducción: Atalía

—Hola, Ray... ¿vienes a recogerme con una bayeta? —La miró parpadeando lastimeramente y recibió una carcajada afectuosa. La mujer alta paseó la mirada por el patio y se estiró para quitarse una contractura de la espalda. Ya era casi medianoche y estaba comprobando cómo iba todo antes de irse a casa. Volviéndose de nuevo hacia su amigo, se sentó en la silla que había a su lado. —He hablado con el tipo ése de lo del aire acondicionado. El precio me parece bien... creo que deberíamos pensarlo. De todas formas tenemos que sustituir el antiguo. —Mmm. —Matthias se irguió un poco—. Sí, ya lo sé... si el precio te parece bien, lo llamaré mañana. —Estupendo. Sonrió. Sus ojos se posaron de nuevo en los clientes sentados alrededor de las mesas. El bar llevaba ya abierto casi un año y medio y las cosas iban bien. Habían tenido unos meses bajos, pero habían superado el bache con pérdidas razonables. Desde que Liv había dejado de trabajar en el bar, no habían tenido que despedir a nadie más del personal. Matthias ladeó la cabeza. Llevaba el pelo muy corto para el verano, y ahora se frotó la nuca, estudiando a su amiga. Ray tenía una ligera sonrisa en los labios, las facciones claramente relajadas y satisfechas y la expresión de los ojos perdida en la distancia. Suspiró en silencio. Daba gusto verla así de feliz. En este último año en sus ojos había habido una luz que hasta ahora nunca había visto. La había visto contenta, por supuesto, pero nada comparable a lo que veía ahora cada vez que sonreía. 205

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Traducción: Atalía

Sonrió con sorna y meneó la cabeza ligeramente. Quién lo habría pensado... Carraspeando, dijo: —Por cierto... la fábrica de cerveza también nos ha hecho una oferta muy buena. A lo mejor quieres echarle un vistazo. Te la he dejado en tu mesa. Tardó un momento, pero por fin la cabeza morena se volvió hacia él. —¿Mmm?... Ah, sí... claro. Él se echó a reír y le dio un manotazo en el brazo. —Ah, Ray, Ray, Ray... ¿dónde tienes la cabeza? De no ser porque no le parecía posible, habría dicho que se estaba sonrojando. —Estaba pensando. Sonrió burlón y meneó las cejas. —¿No me digas? Ella se rió entre dientes y se pasó los dedos por la melena oscura, levantándosela del cuello para que le diera un poco de aire. —¿Por qué no te lo cortas? Así no te molestaría tanto. Rayne soltó una risotada y volvió a colocarse bien la melena. —Porque Liv me mataría. Uniéndose a su risa por lo bajo, la observó y vio que recuperaba esa ligera sonrisa. Llevaba toda la semana de un humor estupendo y él sabía que eso sólo podía querer decir una cosa. —¿Lo has conseguido? 206

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Traducción: Atalía

Los ojos claros se volvieron hacia él. En sus labios había una gran sonrisa. —Sí, ya lo creo. —¡Eso es genial! Te lo dije, ¿o no? —Sí, me lo dijiste... Matti... —Su voz grave sonaba burlona al utilizar el mote que le había puesto Liv. Él se encogió de hombros y sonrió aún más. —¿Cuándo se lo vas a decir? —Quiero enseñársela hoy. Tiene el día libre en la clínica, así que... ¿puedes ocuparte de las cosas que te pedí? —Claro, no hay problema. Pero me debes una buena. —Arrastró las dos últimas palabras y le sonrió. La única respuesta fueron dos cejas oscuras enarcadas. Sacudiendo la cabeza rubia, volvió a reclinarse—. Ray... te estás domesticando. —Esto le valió una auténtica carcajada por parte de su amiga. —Lo sé... y no podría gustarme más. Él sonrió y la miró mientras ella se levantaba y saludaba a alguien a quien conocía. —Por cierto... ¿te importa echarle un vistazo a la oferta de la fábrica de cerveza? —No... está en la oficina, ¿no? —Sí. —Vale. —Encaminándose a la entrada de atrás, le revolvió el pelo corto—. Hasta mañana.

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El bar estaba tranquilo, ya que todos los clientes estaban sentados fuera. La música y las voces eran sólo un ligero sonido que se colaba por las ventanas. Oyó el sordo traqueteo del aire acondicionado y se alegró de que fueran a tener un sistema nuevo. Saludó a dos de sus camareros que estaban cogiendo bebidas de la barra y se dirigió a la parte trasera del bar. Aquí estaban situados los baños para los clientes y el personal y una pequeña cocina. Y la pequeña estancia que Matthias y ella usaban como oficina. Cuando estaba a punto de entrar oyó una voz suave. —Buenas noches, Ray... Irguiéndose, se volvió y se encontró con Susie. La alta morena llevaba un vestido que en realidad no hacía honor al calificativo de ceñido, pues le quedaba mucho más que ceñido. Apartándose el largo pelo ondulado de los hombros, se acercó más, con una sonrisa dulce en los labios. —¿Trabajando hasta tarde? Rayne suspiró. —Susie, ésta es una zona reservada al personal... por favor, vete. Los brillantes labios rojos hicieron un mohín y la mujer se acercó aún más. Su perfume era un aroma denso que flotó hacia Rayne en espesas oleadas. —Ah, vamos, Ray... sólo quiero hablar contigo. —Me llamo Rayne. Susie advirtió que la alta figura se había puesto rígida y que esos ojos claros se habían estrechado con evidente impaciencia y enfado. Pero todavía no estaba dispuesta a ceder. Estaba disfrutando demasiado con todo esto. Además... los

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ojos oscuros recorrieron el cuerpo alto y musculoso. Lo único que quería era un poco de diversión y estaba segura de que podían divertirse mucho juntas. Si no fuera por esa pequeña y molesta... rubia... Se acercó más. —¿Dónde está tu amiguita? Esta vez en esas bellas facciones se formó un profundo ceño y Rayne avanzó el último paso que las separaba. Sus cuerpos casi se tocaban. Los claros ojos azules se clavaron en los ojos oscuros. —Mi compañera está en casa. Dormida... y yo estaba a punto de ir a casa con ella... y si te vuelvo a encontrar aquí otra vez, haré que se te prohíba entrar en el bar. ¿Me he expresado con claridad? —Hablaba con un tono tranquilo y bajo. Pero sus ojos estaban fríos. Y furiosos. Susie se mordió el labio inferior. Pensó en responder con aspereza, pero se aguantó. Rayne era un desafío para ella. Y a ella le gustaban los desafíos... —Te oigo alto y claro, Ray. —Dándose la vuelta, saludó a la alta figura agitando la mano—. Nos vemos. Rayne meneó la cabeza y entró en su oficina. Tardó sólo un momento en encontrar la nota que le había dejado Matthias. Metiéndosela en el bolsillo, cerró la puerta con llave y se marchó del bar por la puerta principal. Para entonces tenía más que ganas de ir a casa y ponerse al mimo con Liv. No la había visto en todo el día, pues se había tenido que ir al bar poco antes de que Liv volviera del trabajo.

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Traducción: Atalía

Llegó al coche y se quedó un momento ahí parada. Cerrando los ojos, echó la cabeza hacia atrás y disfrutó de la suave brisa que le acariciaba la cara. Los claros ojos azules se abrieron parpadeando y contempló las estrellas que había en lo alto. Distinguió un avión cuyas luces eran puntos titilantes de colores en movimiento. Muchos de los barcos que solían estar amarrados a las paredes del canal habían salido de la ciudad para hacerse a la mar. Sus dueños aprovechaban el buen tiempo para hacer un viaje por la costa. Eso le recordó todos esos días que había pasado con su padre en el mar. Tenía pensado comprarse un barco, pero tendría que esperar unos años más. Y el motivo volvió a dibujarle una ligera sonrisa en los labios. Ah, qué ganas tenía de ver la cara de Liv cuando se lo dijera. Silbando, se metió en el coche y se dirigió a su apartamento. Las calles estaban vacías. De vez en cuando pasaban los autobuses que estaban de servicio por la noche. Algunos paseantes nocturnos disfrutaban de la noche que por fin había refrescado un poco el ambiente. Bajó la ventanilla y respiró hondo. De algún lugar llegaba música flotando y sonrió. Pero luego sus cejas oscuras se fruncieron en un leve ceño. —Mmm... ¿cómo se lo digo?... Liv, quiero enseñarte una cosa. Qué va, eso sonaba demasiado sospechoso. Mmm... bueno, ya se le ocurriría algo. Y como ya tenía una sorpresa preparada... ¿Y si no le gusta? Rayne se mordió el labio inferior. A fin de cuentas, no habían hablado de ello. El hecho de que Liv se fuera a vivir con ella había parecido lo 210

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natural, dado que pasaba la mayor parte del tiempo allí. Y porque ninguna de las dos conseguía superar el día si no se veían por lo menos una vez. Y pasar la noche sin Liv había sido... Rayne soltó aliento despacio. En esas ocasiones había vuelto a tener esos sueños. Se despertaba y por un momento no sabía dónde estaba. Perdida. Llena de dolor. Sola. No poder darse la vuelta y sentir el cuerpo cálido de Liv, ni ver su cara... Le había dado miedo, en cierto modo. Había tenido que adaptarse, por supuesto... en realidad nunca se había considerado capaz de vivir con alguien. Sus años de universidad, durante los que había compartido un apartamento con Matthias, se lo habían enseñado. Se llevaban bien, pero ella tenía algunas manías que a él generalmente le hacían gracia, pero que aceptaba. No obstante, compartir su espacio privado con alguien, por muy buen amigo que fuera, le había resultado difícil. Pero con Liv... Compartir con ella... un apartamento... su vida... era lo que quería. Lo que necesitaba. Pero éste era un gran paso. No por el dinero. Había conseguido la casa a buen precio, puesto que había muchas cosas que tenía que hacer en ella. Cosas que había que arreglar... pero era un gran paso, con todo. Sin dejar de pensar en ello, salió del coche, lo cerró y luego se dirigió al edificio de apartamentos. Vio que todavía había luz en el salón y frunció el ceño por una razón totalmente distinta. Una mirada al reloj le dijo que eran casi las dos de la mañana. 211

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

El recibidor estaba silencioso. Sólo el suspiro de los escalones mientras subía las escaleras interrumpía el silencio... y el sonido lejano de voces y música. El roce apagado de pasos sobre una alfombra. Su piso estaba igual de silencioso. La pequeña lámpara del cuarto de estar que seguía encendida iluminaba la gran estancia. Dejando la chaqueta en una de las butacas, se encaminó en silencio hacia el fondo de la habitación, con una sonrisa en los labios al ver la figura acurrucada en el sofá, bien arropada en una manta ligera y suave... de la que sólo asomaban unos mechones rubios y despeinados. Y no había más sonido que la respiración apacible y profunda que indicaba que Liv estaba dormida. Rayne suspiró y se sentó en la mesita delante del sofá, mirando a la pequeña figura. Había algo inexplicablemente apacible en el hecho de quedarse mirando a Liv mientras dormía. Tal vez era la forma en que su rostro parecía iluminado de fuerza y gracia, incluso dormida. O tal vez era esa sonrisita que le bailaba en los labios. O la forma en que algunos mechones rubios siempre conseguían alborotarse y acariciarle las cejas claras. Tal vez era el olor que envolvía a Liv cuando dormía. Una mezcla de calor y algo que Rayne no conseguía definir. Tal vez era la forma en que su pequeño cuerpo se volvía hacia ella. Daba igual donde estuviera, Liv siempre lo sabía y por lo general se despertaba apenas un momento después de que ella saliera de la cama para ir al baño o a la cocina.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Esos adormilados ojos verdes la miraban parpadeando y cuando ella volvía a la cama, Liv se acurrucaba envolviendo su cuerpo más alto. O era la forma en que sus mejillas siempre tenían un ligero tono sonrosado. Pasándose las manos por el pelo oscuro, apoyó los brazos en las rodillas y se echó hacia delante. Sus ojos claros estaban cargados de emociones tan profundas que avivaban el azul de sus ojos. —...o tal vez es simplemente porque te quiero... —el leve susurro rompió la quietud del apartamento—, ...y no puedo imaginar la vida sin ti... Un año. Liv llevaba un año en su vida y todavía no comprendía cómo había sobrevivido sin ella. Tal vez porque antes de Liv se había limitado a existir. Y sólo la extraña sensación que tenía por dentro y que siempre le decía que había alguien esperándola la había impulsado a seguir adelante. Y aquí estaba. No... aquí estaban. Alargó una mano y con delicadeza, con enorme delicadeza, apartó los mechones rubios, posándose en la piel suave y cálida que encontró. La alta figura se inclinó hacia delante y rozó con labios suaves una mejilla igual de suave. —...eh, dormilona... Primero no hubo la menor reacción, pero luego esa preciosa bola de manta y cabeza rubia se movió y susurró algo, antes de quedarse dormida de nuevo.

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Traducción: Atalía

Rayne sonrió. Sabía que Liv estaría llena de dolores si la dejaba durmiendo en el sofá. Y además, era demasiado pequeño para las dos... Mmm... Levantándose, se puso unos pantalones cortos y una camiseta vieja y luego regresó. Con cuidado, levantó a Liv del sofá, tragando cuando la mujer más menuda se volvió de inmediato hacia su cuerpo más alto y se acurrucó contra su pecho. Por un momento se quedó así. En una habitación a oscuras con los leves sonidos de la nevera y su respiración flotando a través de la noche. Sabiendo que no podía haber un lugar mejor que éste. Casa. Fue al fondo de la habitación y depositó a Liv en la cama. Pegándose a su espalda, rodeó con los brazos la esbelta cintura y cerró los ojos. —...te amo... Un leve sonido. Liv se movió y notó unas manos pequeñas encima de las suyas. Entrelazó los dedos sin pensarlo. Apenas distinguió la ligera sonrisa en los labios de Liv. Y luego sintió que el pequeño cuerpo que tenía en sus brazos se daba la vuelta y se encontró mirando directamente a unos soñolientos ojos verdes, apenas abiertos. —...hola... —Un susurro, ronco de sueño. Los dedos de Rayne dibujaron la dulce sonrisa de esos labios rosas... sustituyéndolos con sus propios labios. —...hola... —Mmm. Sin darse cuenta, su mano empezó a acariciar la tripa de Liv y se deslizó por debajo de la ligera camiseta, tocando piel cálida y suave. Eso siempre le ocurría 214

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

cuando estaba cerca de la pequeña rubia. Esta necesidad casi abrumadora de tocarla. De sentirla. De convertirse en parte de Liv... Los ojos verdes se abrieron de nuevo. —No tienes nada de sueño, ¿verdad? —Incluso apenas despierta, Liv conseguía tomarle el pelo. Rayne se rió por lo bajo. —Estoy bien... vuelve a dormirte. Liv se movió de nuevo para ver mejor los rasgos marcados apenas visibles en la oscuridad del apartamente. Con dedos tiernos, acarició los familiares contornos. —Te quiero. Sintió unos labios suaves en la frente. —Yo también te quiero. Se pusieron cómodas, envueltas en el calor, a salvo en su propio mundo. Fuera una brisa fresca agitaba las cortinas y traía ruidos apagados de coches y de hojas que susurraban entre sí, cuyas delicadas voces eran como una manta fina que arropaba a la noche. 21

Había llovido por la noche. Una lluvia abundante y cálida que, en lugar de refrescar el ambiente, había creado un bochorno. La humedad era una nube vaporosa que flotaba sobre la hierba y los tejados de las iglesias de la ciudad.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

En lo alto de las farolas había pájaros posados cuyos ojos oscuros contemplaban el lento despertar de la ciudad que los rodeaba. Poco a poco, los coches y las personas empezaban a poblar las calles que se habían limpiado de polvo durante la noche. El sol se deslizaba con pereza por las siluetas de la ciudad, iluminando tejados relucientes y brillantes hojas verdes. En el aire flotaba un denso aroma a flores y loción para la piel. Unos ojos verdes se volvieron parpadeantes hacia la ventana. Estaba ligeramente entornada para dejar pasar aire limpio y un poco de brisa fresca que ayudara a refrescar el apartamento. Tendrían que dejar las persianas echadas durante el día porque a partir de mediodía el sol daba directamente en la parte de atrás del viejo edificio, calentándolo considerablemente. No se había movido desde que se había despertado. Estaba demasiado a gusto en su nido de brazos cálidos y seguros y cuerpo alto. No solía despertarse antes que Rayne, pero disfrutaba de estas raras ocasiones porque le daban la oportunidad de observar a su amante en su momento más relajado, de recrearse en la belleza de sus facciones claramente definidas. Sus labios suaves... el pelo oscuro y espeso, que era demasiado tentador para no enrollarse con delicadeza los largos mechones entre los dedos. Le daban la oportunidad de simplemente ver a Rayne respirar. Una respiración profunda y regular. Por alguna razón, eso le hacía sentirse segura. De disfrutar de la forma en que encajaban sus cuerpos. Dos piezas de un rompecabezas que por fin se habían juntado... De sentir unas manos grandes que le acariciaban la espalda por una necesidad inconsciente de tocarla. 216

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

De escuchar los latidos fuertes y rítmicos junto a su oído. De aspirar el olor que era Rayne. No podía imaginarse siquiera la vida sin Rayne. No sabía cómo se las había arreglado todos esos años sin ella. Los amigos siempre le habían dicho que era una romántica sin remedio, convencida de que su auténtico amor estaba ahí fuera. En alguna parte. Esperando. Buscando... Ella se había reído con ellos... y había dejado de hablar de esa parte de sí misma que tenía, junto con la esperanza, una extraña y sorda sensación de dolor. Y entonces, una mañana se despertó, dispuesta a acudir a una entrevista para un trabajo a media jornada... y se topó con su destino. Una ligera sonrisa en unos labios rosas. Una mano pequeña acarició la mandíbula de Rayne. Una caricia ligera y tierna, regodeándose en la sensación de la piel cálida, los pelillos diminutos y suaves. Con un ligero suspiro, Liv apoyó la barbilla en el ancho hombro. ¿Cómo se puede estar tan perdidamente enamorado de alguien? Poco a poco, el ritmo de los latidos que escuchaba fue cambiando. La caricia de una mano sobre su espalda se trasladó hacia su cabeza. Unos dedos delicados se entrelazaron con su pelo, rascándole el cuero cabelludo. Levantando la mirada, vio unos claros ojos azules que le sonreían. —Buenos días. Rayne sonrió y carraspeó. —Buenos días.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Se quedaron mirándose durante una pequeña eternidad, sin necesidad de palabras... simplemente sintiendo que cada una decía todo lo que había que decir. Y luego se besaron. Una lenta exploración de dos almas que no necesitaban nada salvo la una a la otra. Y luego su beso se hizo más profundo y sus manos emprendieron su propia exploración. Liv movió un poco su cuerpo más pequeño y levantó la camiseta que llevaba Rayne, besando el vientre liso y ligeramente musculoso que encontró. —...len... —Un susurro sin aliento. Su lengua acarició el ombligo, trazando un cálido dibujo a su alrededor... insinuando un camino hacia zonas inferiores...—. ...varm... Rayne cerró los ojos de nuevo, incapaz de contener un leve gemido. —...tålamod... —Risa cariñosa. Bocanadas de aliento cálido sobre sus pechos. Dedos curiosos que hacían cosquillas en muslos temblorosos. Sus

camisetas

desaparecieron,

seguidas

de

otra

prenda

de

ropa

que

obstaculizaba el acceso a la piel cálida y suave. Y saludaron la mañana con una lenta unión de cuerpo, corazón... y alma.

—¿Qué te parece si conseguimos un piso más grande? Liv apartó la vista de su bollo, con expresión sorprendida. Tragando, frunció pensativa las cejas claras. —¿Y eso? 218

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Rayne se rascó la mandíbula. Buena pregunta. Probablemente ésta no era la mejor manera de entrar en el tema, pero... —Llevo un tiempo pensándolo. Ya sabes... podría estar bien buscar algo que nos guste a las dos... —Mmm... —Liv se inclinó por encima de la mesa, con una sonrisita encantadora en los labios—. A mí me gusta éste. En serio. Claro que... tú estás en él, así queee... —Alargando la última palabra, ladeó la cabeza y le guiñó un ojo a Rayne. La mujer más alta no pudo evitar reírse. Frotándose la cara con la mano, se recostó en la silla y se cruzó de brazos, sin dejar de sonreír con aire burlón. —Sólo era una pregunta. —Ya... —Liv se había levantado y rodeó la mesa, arrastrando consigo el delicado aroma a bollos recién hechos y fresas—. Bueno... Lorenz me ha preguntado si quiero mis muebles y como de todas formas aquí no entrarían... —se encogió de hombros—, ...seguro que será divertido. Y entonces, recordando algo de repente, dio una palmada. —Oooh... me encantan esos pisos viejos de la ciudad antigua. Rayne meneó la cabeza y alargó un brazo, rodeando la cintura de Liv y acercándola a ella. Sin pensarlo, apoyó la cabeza en la cadera de la pequeña rubia y notó unos dedos cariñosos que le acariciaban el pelo. Se quedaron así un rato. Las dos tenían los ojos cerrados y flotaban en las oleadas de emoción que sentían brotar la una de la otra.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Fuera se oían las risas de unos niños que jugaban. Alguien había puesto música y el alegre sonido se transmitía claramente por el aire, haciendo la competencia a los pájaros que cantaban en los árboles cubiertos de hojas de un verde intenso. —Bueno... —Un suave murmullo—. ¿Te apetece ir a Plön? Rayne seguía con los ojos cerrados, contenta por la reacción de Liv a su pregunta. Tal vez no había sido la forma más inteligente de sacar el tema, pero al menos ahora sabía que a Liv no le importaba la idea. —¿A Plön? —Mmm... la playa va a estar de bote en bote. Has tenido una semana de mucho trabajo y he pensado que a lo mejor te apetece una excursión tranquila por el lago... solas tú y yo y una barquita. Y de repente los vivaces ojos verdes se clavaron en los suyos. Las pestañas claras parpadearon... una caricia suave sobre sus labios. —...te quiero... Rayne se regodeó en la suave caricia. Liv era una amante muy atenta. Siempre se tomaba su tiempo explorando su cuerpo, susurrando suaves palabras que le acariciaban la piel sensible... despertando su cuerpo como nadie había podido hacerlo nunca, haciendo que se sintiera a salvo de una forma imposiblemente profunda. Se entregó al beso lento que se dieron. —¿Eso quiere decir que sí? Recibió un pellizco por eso. Y otro beso breve. —Sí.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—Genial. —Se levantó y estiró su largo cuerpo, bien consciente de los apreciativos ojos verdes que la miraban—. Pues vamos. Pasó al lado de la pequeña rubia y se detuvo un momento para inclinarse hacia ella. Bajando la voz una octava o dos, susurró: —Yo también te quiero. Sus dedos rozaron la tripa de Liv, percibiendo el leve temblor. Sonriendo, siguió hacia el cuarto de baño... deteniéndose en la puerta... para echarse a un lado a los pocos segundos y dejar pasar a Liv.

El verano en Alemania tiene dos posibilidades. O un calor achicharrante... o lluvia y frío. El verano de este año era caluroso. Un calor húmedo con el que sólo de pensar en moverse se empezaba a sudar. Era el tiempo perfecto para pasar el día en el jardín sin hacer nada más que vaguear y disfrutar de la escasa brisa que de vez en cuando acariciaba los cuerpos recalentados. Era el tiempo perfecto para pasar el día en la playa. Y por tanto, para atestar cada centímetro de arena de la costa del Mar del Norte y el Mar Báltico. A Rayne le encantaba nadar... pero detestaba las muchedumbres. Y no tenía la menor intención de pelearse por un pedacito de arena caliente para quemarse la piel y ponerse roja como un cangrejo.

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Además... tenía cosas mejores que hacer que mirar a la gente pasearse desnuda (o medio desnuda) por la playa. En realidad, sólo había una persona a la que quisiera ver pasearse desnuda. Pero, desde luego, no en una playa atestada. Una sonrisa bailó en los labios rojos. Los claros ojos azules contemplaron el cuerpo en cuestión, recreándose en el ligero contoneo de esas caderas. Canturreando por lo bajo, cerró el coche y alcanzó a Liv, que estaba mirando a su alrededor. Llevaba pantalones cortos azules y una camiseta blanca. Su piel había adquirido un profundo bronceado a lo largo de las últimas semanas. Rayne sabía que estaba embobada, pero no podía importarle menos. —Deja de babear. —La voz de Liv era suave y burlona. Se echó a reír cuando Rayne la miró meneando las cejas oscuras—. Bueno... ¿dónde vamos? —Primero tienes que cerrar los ojos. Los ojos verdes miraron parpadeantes a la mujer más alta un momento. Y luego se cerraron despacio. Liv no se lo pensó dos veces: confiaba en Rayne por completo. Pero sentía curiosidad: —¿Por qué tengo que cerrar los ojos? Liv notó que le daban la vuelta. Unas manos cálidas sobre los hombros y una presencia alta a la espalda. Sintió más que oyó la risa grave. —Porque yo te lo pido... y porque es una sorpresa. Liv lo pensó y luego se encogió de hombros. —Pues deberías haberme vendado los ojos.

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Sintió un aliento cálido estremecedoramente cerca del oído. —No me tientes. Soltó aliento despacio, gozando de la oleada de calor que le atrevesó el cuerpo, una reacción que la voz de Rayne siempre provocaba en su interior, despertando necesidades y deseos de los que nunca había sido consciente. Había algo que no podía explicar sobre sus reacciones físicas hacia Rayne. Le gustaba el sexo. El sexo con Torben le había gustado, pero... Con Rayne era diferente. Cada caricia, cada beso, era algo nuevo... y sin embargo, parecía formar parte de sus recuerdos. Familiar. Bello. En sus labios se formó una ligera sonrisa y soltó un lento suspiro, echándose hacia atrás para entrar en contacto con el cuerpo alto que tenía detrás. Sentía el sol que caía sobre ellas... la temperatura ya rondaba los 35°C aunque sólo eran las diez de la mañana. Olía el ligero perfume que se había puesto Rayne... mezclado con el olor de su piel cálida. Oía coches que pasaban por ahí cerca. Retazos de conversaciones. Risas. Y el levísimo ruido de las olas. El zumbido grave del ferry que transportaba pasajeros a través del Plöner See. De nuevo la voz grave cerca de ella. —¿Te estás quedando dormida? Se rió entre dientes e hizo un gesto negativo con la cabeza. —Sólo disfruto del momento...

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Hubo un momento de silencio y luego sintió la suave caricia de unos labios en su cabeza. —Bien... no abras los ojos. —No. —Tocó la mano que tenía en el hombro—. Me fío de ti. La mano le apretó los dedos y luego la guió con cuidado hasta un lugar desconocido. Pero el sonido del lago se hizo más fuerte. Ruidos alegres de patos... pájaros... en algún sitio oyó ladrar a un perro y luego el chapoteo del agua. —Cuidado ahora... esto se mueve. Sus pies tocaron una superficie bamboleante y se encontró rodeada del olor fuerte y metálico del agua. Sentándose, ladeó la cabeza, escuchando los movimientos de Rayne, oyendo el roce de la madera con la madera y de nuevo las olas que acariciaban una superficie de madera. —¿Puedo abrir ya los ojos? Una risa grave. —No. Suspirando, palpó a su alrededor con las manos y tocó las piernas de Rayne. Moviéndose, se sentó en el fondo de la barca de remos en la que sabía que estaban y apoyó la cabeza en un muslo cálido, acariciando distraída con los dedos la piel caliente. Ni se dio cuenta cuando poco a poco se fue quedando dormida.

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La islita no era en realidad más que una parcela de tierra situada en medio del lago con unos cuantos árboles y hierba. En un lado una familia de patos tenía su hogar. Los leves graznidos flotaban por el aire. Los árboles eran viejos y altos y su espeso follaje daba buena sombra. Debajo de ellos una extensión de hierba estaba cubierta con una suave manta, de un vivo color azul que hacía un bonito contraste con el verde de la hierba. Encima de la manta había una cesta, con un trozo de papel sujeto en la parte de arriba que se agitaba ligeramente al tocarlo el viento. Rayne sonrió al verlo. Le había pedido a Matthias que trajera la merienda hasta aquí y había rezado para que llegara a tiempo. —Oooh. —La exclamación de evidente deleite procedía de Liv, que se había despertado pocos minutos antes. Volvió la cabeza rubia y sus alegres ojos verdes la miraron parpadeando—. A ver si lo adivino... ¿Matti? —Sí. Rayne llevó el bote remando hasta la pequeña banda de arena y desembarcó de un salto, remolcándolo hasta un poste viejo y carcomido que estaba cubierto de algas, cuyas delgadas frondas se mecían suavemente con cada ola. Ofreciéndole la mano a Liv, la ayudó a salir del bote y la llevó hasta la manta. La pequeña rubia entrelazó sus dedos con los de Rayne y su pulgar acarició la piel despacio y con ternura. Se detuvieron y Liv meneó la cabeza. Volviéndose, rodeó con los brazos el cuerpo más alto de Rayne, hundiendo la cara en su pecho. Soltó un gran suspiro, incapaz de contener las lágrimas que le ardían en los ojos. Rayne tragó y la abrazó, meciendo el cuerpo tembloroso, sabiendo que Liv había tenido una semana muy dura. No hablaba mucho de su trabajo... pero no le 225

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hacía falta. Esos ojos verdes decían más de lo que podrían comunicar jamás las palabras. Un susurro tembloroso. —Lo intenté... lo intenté con todas mis fuerzas, pero... —Ssh... tranquila, amor. —Cerró los ojos claros, deseando poder quitarle todo el dolor que llevaba dentro. Se sentaron. Liv se frotó la cara con manos cansadas, esquivando esos ojos azules que sabía que la estaban mirando atentamente. Entonces una mano vacilante le tocó la cara, suavemente, rozándole apenas la piel y, sin embargo, protegiendo su alma con manos seguras. Volvió la cabeza, parpadeando a través del despeinado flequillo rubio. Cerró los ojos al notar el dedo de Rayne que se lo apartaba a un lado. La caricia se alargó para dibujarle la oreja y bajar por su mejilla. —Me tienes aquí. —Un murmullo grave, tranquilizador. Con los ojos todavía cerrados, se imaginó la expresión de Rayne. El azul de sus ojos. El levísimo ceño de sus cejas. La cabeza ligeramente ladeada. La forma en que se mordía el labio inferior. Abrió los ojos, para cubrir la imagen con la realidad. Volvió la cabeza hacia la mano grande que seguía cubriéndole la mejilla. Besó la palma. Se encontró con esos ojos claros, ahogándose. Cayendo... Una y otra vez. —Lo sé. 226

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En lo alto los pájaros salieron volando a través de las copas de los árboles, invadiendo el claro azul del cielo, piando con alegre frenesí. Sus cuerpecillos flotaban en las corrientes del viento que les agitaba las plumas. No eran conscientes de unos ojos verdes y azules que los miraban. No eran conscientes de dos sonrisas idénticas.

ahora La casa estaba a oscuras. Una sombra más en una hilera de siluetas grises. La luz plateada de la luna le acariciaba los costados. Una brisa helada rozaba su superficie como un beso de amante. No parecía haber nadie en casa, pero entonces algo se movió. Sólo un instante, pero lo suficiente para que la luz de la luna iluminara una figura esbelta de pie ante una ventana. Unos claros ojos verdes contemplaban los reflejos de la luna al bailar en el jardín nevado. Destellos de luz gélida. No sabía cuánto tiempo llevaba allí de pie. Hacía frío. Lo notaba por el temblor de su cuerpo, por los pelillos erizados de sus brazos. Daba la espalda a la habitación... como si intentara negar su existencia, su significado... Dios, qué cariño sentía por esta casa. La quería por todos los recuerdos que había en ella. Hacía un día precioso cuando Rayne la trajo aquí para pasar el día sin hacer nada más que disfrutar la una de la otra. La merienda en la islita. El paseo por el lago.

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Esa sonrisa taimada cuando se pusieron a hablar de lo estupendo que debía de ser tener una casa cerca del lago. Rayne la llevó por una calle estrecha que iba subiendo colina arriba hacia una hilera de casas pequeñas que daban al lago. Recordó cómo se había quedado mirando una casa en concreto. No era gran cosa. La parte externa necesitaba serias reparaciones, lo mismo que el jardín de delante, lo cual le hacía suponer cómo debía de estar por dentro. Y sin embargo... A la suave luz del atardecer, con la presencia tranquila de Rayne a su espalda, con el recuerdo de la apacible tarde que habían pasado juntas en la isla todavía cálido y entrañable en su mente... para ella no parecía existir un lugar más perfecto. Se quedaron un rato delante de la casa. En un momento dado, Rayne le puso la barbilla en el hombro, rodeándola del aroma cálido de su piel. —Bonita, ¿eh? —preguntó. Ella se limitó a asentir, sin saber cómo sacar el tema de que tal vez podrían comprar una casa. Buscar un nuevo apartamento sería una cosa, pero... cuando estaba a punto de moverse, esa voz grave habló de nuevo. Y la dejó clavada en el sitio. —¿Cuándo quieres mudarte? Al principio creyó que era una broma. Se echó a reír y le clavó un dedo a Rayne en la tripa. Sin darse cuenta transformó el contacto en una suave caricia, sin importarle la gente que pasaba a su lado. Pero esos ojos azules la miraban con seriedad y tardó unos instantes en sumar dos y dos... y hallar la respuesta correcta.

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El flequillo claro se apoyó en la fría superficie de la ventana. En los labios rosas había una sonrisa delicada y triste. Recordó la expresión tan graciosa de suficiencia que se apoderó de las bellas facciones de Rayne. Habían tardado bastante en arreglar la casa. Pasaban allí cada fin de semana libre que tenían y Rayne solía trabajar en ella incluso durante la semana. Matti las ayudaba cuando no tenía trabajo en el bar. Lorenz y Klaus les echaban una mano siempre que podían. Un suspiro lento contra el cristal frío que lo empañó en unos segundos. Luego la pequeña figura se volvió y Liv contempló la habitación. Alargando la mano, cogió un animal de peluche que estaba encima de una cómoda. Se lo había regalado Rayne. La sorprendió con él un día, colocándoselo encima de la ligera curva de su tripa y haciéndole cosquillas con el suave peluche. Se suponía que era un pájaro, pero tenía las alas demasiado pequeñas y un cuerpo grande y blando. El pico sólo era un trozo de tela. Pero tenía ojos grandes y oscuros, que relucían cuando les daba la luz. Era una monada. Y sin embargo... En cierto modo casi parecía triste. Tal vez porque no podía volar... Un leve suspiro. Manos temblorosas. Dejando la habitación, cerró la puerta despacio, con cuidado. Como si temiera interrumpir la triste quietud que había en ella. A lo largo de las paredes del pasillo había varias cajas, llenas con la mayoría de sus pertenencias. Acarició con una mano la tapa de una caja. No quería marcharse. No había querido que Rayne se marchara.

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Pero lo había hecho. En cierto sentido, las dos se habían marchado. Hacía dos años. Y cada una se había llevado consigo parte del alma de la otra...

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entonces Evelyn observó en silencio cuando la mujer alta levantó el último mueble y, haciéndole un guiño cariñoso a Liv, lo bajó al camión que esperaba en la calle. Observó la sonrisa que había en los labios de Liv mientras sus ojos seguían a Rayne. El brillo alegre de esos ojos verdes. El leve rubor que le subía por el cuello. Tragó y se dio la vuelta. Se entregó a la tarea de encender la aspiradora, meneando un poco la cabeza y dándose de tortas por sentir lo que sentía. El sonoro zumbido de la aspiradora tapaba cualquier otro ruido, y por el momento consiguió incluso ensordecer a la vocecita que tenía dentro de la cabeza, regalándole un momento de silencio. No sabía muy bien qué era lo que le molestaba de Rayne y Liv. Era evidente que estaban perdidamente enamoradas la una de la otra. Qué diablos, se acababan de comprar una casa... así que estaban seguras de lo que sentían. ¿No? Haciendo una pausa, se apartó unos mechones rojos de los ojos y miró a su amiga. 230

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Liv estaba metiendo sus últimas pertenencias en una caja, sin dejar de sonreír. Se había vuelto a dejar crecer un poco el pelo, pero seguía siendo lo bastante corto como para darle ese aire despeinado tan gracioso estilo "Me acabo de levantar". Llevaba unos cómodos vaqueros desteñidos y una camiseta que le quedaba un poco grande. Las cejas rojas se fruncieron un momento, al recordar que había visto a Rayne con esa misma camiseta hacía poco. Parecía más relajada de lo que la había visto Eph desde que la conocía. Liv era una persona muy abierta y simpática. Siempre sonreía y estaba dispuesta a escuchar cuando alguien necesitaba hablar, ladeando un poquito la cabeza rubia, mientras esos ojos verdes te penetraban hasta el fondo. Y sin embargo, siempre había habido una parte de ella que ninguno de ellos había conseguido alcanzar, tocar... Y entonces apareció Rayne, que entró directamente en ese sitio y cerró la puerta por dentro. Evelyn suspiró y apagó la aspiradora. En cierto modo, estaba celosa. No del amor que sentían Rayne y Liv. De eso no. Se alegraba por su amiga. Había visto con demasiada frecuencia esa expresión triste y perdida de sus ojos. Se alegraba de que Liv hubiera encontrado por fin lo que había estado buscando. Pero sí que le dolía verla marchar para emprender una nueva etapa de su vida. Eran amigas desde hacía casi seis años. Habían reído juntas, llorado juntas. Se habían peleado. Habían tenido una intimidad...

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Se distrajo de sus reflexiones al oír la risa suave de Liv. Dándose la vuelta, la vio de pie inclinada sobre la caja, con una foto en la mano. —Eph... —La pequeña rubia hizo un gesto a su amiga para que se acercara y le mostró la foto que había encontrado. Era de ellas dos, vestidas de piratas, con expresión amenazadora. —La fiesta de Fasching de hace tres años. Liv se rió entre dientes. —Sí... qué risas. ¿Lorenz no se emborrachó tanto que tuvimos que cargar con él hasta aquí porque no venía ningún autobús? Al recordar aquella noche, Evelyn se echó a reír. —¡Oh, Dios, sí! Y no paraba de cantar esa canción tan horrible... —Se le puso tono melancólico—. Lo pasamos muy bien. Los ojos verdes se alzaron y la miraron pensativos. —Sí, así es. —La cabeza rubia se ladeó y una mano pequeña y cálida se posó en su brazo—. Todavía lo pasamos bien. La pelirroja se mordió el labio inferior y luego soltó un profundo suspiro, esquivando los ojos interrogantes de Liv. —¿No? Esperando que su sonrisa resultara lo bastante sincera, Eph asintió. —Pues claro. —Por la expresión de Liv, supo que su amiga no la creía. Suspiró de nuevo y se sentó en el suelo de la habitación vacía en la que Liv había vivido hasta ahora.

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—Es que... —¿Es que qué? Evelyn se pasó las manos por el pelo y se encogió de hombros. —No sé... es que... —Hizo un gesto señalando la habitación—. Esto quiere decir que se ha acabado de verdad. Ya sabes, la época que hemos vivido los tres. Nos hemos pasado seis años viviendo juntos... estudiando juntos. Y ahora, todos vamos a empezar una nueva vida... creo... —Pero ya sabías que eso iba a pasar, tarde o temprano. —Por supuesto. —Eph cogió un trocito de fibra de la alfombra—. O sea, a fin de cuentas, yo he aceptado la oferta de Heidelberg. Yo también me iré dentro de dos meses. —Mmm. La suave respuesta la hizo sonreír. Conocía demasiado bien ese tono. Sabía que Liv sabía que había algo más y que estaba dispuesta a darle todo el tiempo que necesitara para hablar de ello. Pero no sabía si quería hablar de ello. Se quedaron sentadas un rato en silencio. Por la ventana entraba el ruido apagado del tráfico. A lo lejos, risas. Eph distinguió la voz grave de Rayne y la risa ronca de Lorenz. —¿Te sienta mal que esté con Rayne? La pregunta la pilló desprevenida y volvió los sorprendidos ojos azules hacia Liv, que no la estaba mirando a ella, sino hacia la ventana, buscando con los ojos algo que estaba mucho más allá.

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—¡No! Por Dios, claro que no. Liv siguió con la cara apartada, pero luego bajó la cabeza despacio. Tomando aliento con fuerza, sus intensos ojos verdes se clavaron en ella. —Pero has cambiado desde que Rayne y yo estamos juntas. —Yo... —Quería decir no he hecho tal cosa, pero cerró la boca, pues sabía muy bien que sí había cambiado. Se había ido apartando cada vez más de Liv, rechazando sus invitaciones para ir al cine o simplemente para salir a tomar una copa. De repente, se dio cuenta de lo que le debía de haber parecido a su amiga—. No me sienta mal que estés con Rayne... es que... —Se movió un poco— . Lo que ha pasado es que... estaba... ¡me alegro por ti, Liv! Pero de repente las cosas cambiaron... incluso con Torben todo era distinto. Cuando Rayne y tú empezasteis a salir, casi no se te veía por aquí. Te fuiste a vivir con ella a los seis meses... tenías un resplandor... —Lo último lo dijo en apenas un susurro. —Te sentiste dada de lado. —No era una pregunta. Evelyn sonrió cortada. —Sí... en cierto modo, sí. Es decir, por un lado me decía, ¡Vamos! Alégrate por ella. ¡Esto es lo que ha querido siempre!... Pero por otro estaba esa... vocecita infantil y estúpida... Se sintió algo más aliviada al oír la risa suave de Liv. Le cogió la mano. —Eres mi mejor amiga. Y por un tiempo creí haber perdido a esa amiga especial. —Oh, Eph. —Liv se acercó y se abrazaron, estrechándose largo rato en silencio— . ¡Te voy a echar muchísimo de menos! —dijo Liv, con la voz un poco ronca—. ¿Me prometes que me llamarás?

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—Oye... tu teléfono va a sonar tan a menudo que vas a tener que desconectarlo. Se echaron a reír, notando cómo desaparecía esa extraña pesadumbre que había habido entre las dos durante casi un año. Eph alargó la otra mano y echó a un lado unos mechones sueltos de pelo rubio. —Que seas feliz, Liv. La respuesta fue una sonrisa resplandeciente. —Lo soy.

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Los truenos estallaban en lo alto, persiguiendo a los relámpagos deslubrantes y cegadores que por un instante inundaban la noche de una sobrenatural luz blanca. La lluvia golpeaba las ventanas. Gotas gruesas y pesadas que estallaban contra el cristal, sin dejar nada a su paso más que restos evanescentes sobre su superficie que hacía borrosa la vista desde dentro. Un fuerte viento corría arremolinado por las calles, estremeciendo los tejados, azotando los árboles para despojarlos de sus últimas hojas, cuyos restos de colores caían al suelo silenciosamente rendidos mientras las ramas suspirantes observaban su descenso. En algún lugar el eco de la madera al quebrarse resonó por el aire. Otro relámpago. Sobrenatural luz blanca. Trueno.

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—Genial. —La voz suave y soñolienta rompió el silencio de una habitación. La escasa luz de una lamparilla iluminaba apenas lo suficiente para distinguir una pequeña figura de pie cerca de la ventana, envuelta en un albornoz enorme. Una mano pequeña apartó unos cortos mechones rubios y despeinados. Liv suspiró y se dio la vuelta, sonriendo al ver a su amante moviéndose por la cocina con la camiseta y los pantalones cortos de dormir y la larga melena oscura recogida en una coleta floja. Avanzó los pocos pasos que la separaban de Rayne y se apoyó en la ancha espalda. Rodeándole la cintura con los brazos, canturreó suavemente y notó la suave risa entre dientes. —¿Te importa que hoy me lleve el coche? —La pregunta sonó algo apagada contra la suave tela de la camiseta. —Mmm... ¿y qué me gano con ese favor? —La voz grave, que sentía vibrando a través de Rayne por el contacto que tenía con su espalda, sonaba guasona. Sonriendo, se echó a un lado y se apoyó en la encimera. Enarcando una ceja, se encogió de hombros. —No sé... ¿hay algo que quieras? —Alargó la mano para trazar una línea sobre el pecho de Rayne. Y de repente se encontró pegada a unos profundos ojos azules y la presencia cálida y sensual que era Rayne. —Bueno, si me lo preguntas así... Unos labios suaves acariciaron los suyos en una exploración lenta y provocativa. Unas manos delicadas le soltaron el cinturón del albornoz, a la búsqueda de piel cálida y suave.

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Liv cerró los ojos, esperando el contacto. Los ojos verdes parpadearon sorprendidos cuando no se produjo. Echó una mirada aviesa a su sonriente amante. —Qué suerte tienes de que te quiera. Rayne dejó de sonreír y su cara se puso repentinamente seria. —Lo sé. Se quedaron mirándose durante una pequeña eternidad, sonriéndose con ternura la una a la otra. Luego Liv respiró hondo y acarició la mejilla de Rayne. Poniéndose de puntillas, la besó. Una caricia lenta y delicada de labios suaves. Sin romper el contacto de sus labios, murmuró: —¿Vienes a lavarme la espalda? Una risa grave y de repente se encontró en el aire cuando Rayne la levantó en brazos y la trasladó hasta el cuarto de baño.

La tormenta había cedido para cuando llegó a Lübeck. El tráfico había sido sorprendentemente ligero y no había perdido tanto tiempo como se temía. Ya veía la clínica allí delante y tras mirar por última vez a la derecha, entró en el aparcamiento, buscando un hueco. No fue difícil, pues eran las 5:30 de la mañana y el aparcamiento aún no estaba atestado de visitantes. Eso cambiaría dentro de unas horas.

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Tras cerrar el coche, entró en el edificio. La saludó el habitual silencio de la mañana, mezclado con el típico olor que siempre flotaba en el aire. Antisépticos. Linóleo. Café y bollos recién hechos... eso procedente de la cafetería situada en la parte de atrás del edificio. Liv se dirigió a las escaleras para subir al piso donde se encontraba la sección de pediatría. Le encantaba su trabajo. Disfrutaba trabajando con niños. A pesar del dolor que eso a veces le producía. Todavía le costaba hacer frente a la muerte de un niño durante una operación o a causa de la enfermedad. Una paradoja de su trabajo... traer vida al mundo... y verla desaparecer. A veces en el mismo segundo. Era difícil y le pesaba más de lo que debería. Pasaba muchas noches llorando en brazos de Rayne, sobre todo durante los primeros meses. Pero ver los ojos relucientes de un recién nacido... la sonrisa de un niño. Su risa alegre. Los gorjeos agudos. Saber que había conseguido mejorar sus vidas... Nada podía quitarle eso. Se puso la ropa de trabajo y recorrió los pasillos silenciosos. Las luces seguían bajas y la extraña penumbra creaba sombras pálidas en el suelo. No había nadie en la sala de enfermeros y frunció el ceño. Sabía que Magda tenía turno de noche. Mmm. Girando a la derecha, fue a la sección de recién nacidos, entrando en silencio en la sala donde dormían los bebés.

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De inmediato la rodeó el delicado olor a bebé y la profunda respiración de los niños. Sonrió, mirando sus caritas. Ladeando la cabeza, soltó aliento despacio, con una extraña sensación de calor en el vientre que le produjo un cosquilleo en la piel. Justo en ese momento, uno de los bebés se despertó y sus gritos de pánico resonaron por el silencio. —Ssh. —Levantando al bebé en brazos, empezó a acunarlo—. Det är bra... ssh, liten —canturreó suavemente, notando que el bebé empezaba a calmarse y su cuerpecito dejaba de debatirse. Con la cabecita apoyada en su cuello, soltó un hipo, aferrándole la camisa con una mano. Se dio la vuelta y se encontró con la cara sonriente de Magda. La mujer de más edad llevaba un rato en la puerta, observando la escena con sus bondadosos ojos oscuros. —Hola, doctora. Liv le sonrió a su vez. Devolviendo con cuidado el bebé a su cuna, se quedó mirándolo un momento. Magda se acercó. Se moría por hacer una pregunta, pero se mordió el labio para evitar que se le escapara. —Una ricura, ¿verdad? —Mmm. —Liv acarició ligerísimamente con un dedo la mejilla del bebé, sintiendo una piel imposiblemente suave. La vieja enfermera suspiró en silencio y cedió a su curiosidad. 239

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—¿Rayne y tú habéis hecho planes ya para tener un bebé? La pregunta pilló desprevenida a Liv, que volvió sus sorprendidos ojos verdes hacia su amiga, moviendo los labios sin conseguir decir nada. Carraspeó un poco, sin saber qué contestar. Porque no, Rayne y ella nunca habían hablado de bebés. Ni siquiera sabía si Rayne querría un bebé. Los ojos verdes regresaron al bebé que una vez más dormía apaciblemente. Su pequeño pecho se movía al respirar. De repente, en su mente surgió la pregunta de qué aspecto tendría un bebé de Rayne y ella. Pasó otro minuto antes de que se diera cuenta de que la imagen que se había formado en su cabeza era una imposibilidad. Aunque se quedó con la idea de tener un bebé. Se volvió hacia Magda, con una sonrisa no tan alegre como antes. —No. No hemos hecho ningún plan. La enfermera estuvo a punto de comentar algo... pero se quedó callada al ver la expresión de esos ojos verdes. Salieron de la sección en silencio. Magda se iba dando de tortas por haber preguntado... Liv iba pensando en muchas cosas que hasta entonces no se le habían pasado por la mente. La imagen de un bebé de rasgos delicados... y con ojos de una curiosa mezcla de verde y azul seguía viva en su mente.

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La alta figura esquivó a otro grupo de estudiantes mientras avanzaba hacia la entrada principal de la clínica, sonriendo divertida al oír retazos de su conversación. Algo sobre que un profesor era un auténtico hueso. Se acordó de cuando Liv y Lorenz hablaban de cosas parecidas al aproximarse su examen final. También recordó las largas noches que Liv había pasado estudiando. Y su sonrisa de orgullo al aprobar el examen. Todavía sonreía al doblar una esquina y chocarse con una figurita. Apenas consiguió agarrar al niño del brazo para evitar que se cayera. —Eh... vorsichtig, kleiner Mann... Unos grandes ojos grises la miraron y luego una sonrisita cortada iluminó su cara, que estaba pálida y tenía grandes ojeras. Su cuerpecito iba ataviado con un pijama de alegres colores. —Soy un piloto. —La sonrisa se hizo más grande al hinchar el pequeño pecho. Rayne se rió por lo bajo. —Ya. Sus ojos grises la miraron pensativos durante un momento. Luego carraspeó y se acercó más a ella. —¿Me coges en brazos? La mujer alta no pudo evitar sonreír antes su inocente desparpajo. Mirando un momento a su alrededor, se encogió de hombros y lo levantó en brazos, sentándolo sobre sus hombros y agarrándolo de las piernas para sujetarlo bien. Él se echó a reír, un sonido alegre que resonó un momento por el largo pasillo. —Hazme volar. 241

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—Vale. Escuchando los ruidos que hacía el niño para imitar el motor de un avión, echó a correr despacio por el pasillo, mientras él gritaba órdenes y hablaba con su tripulación invisible. Al doblar otra esquina, se quedó callado de repente. Rayne, que había estado mirando el suelo para evitar tropezar, levantó la mirada. Y sintió un lento rubor que le subía por la cara. Carraspeó, pero no esquivó los divertidos ojos verdes que estaban clavados en ella y en el pequeño piloto que llevaba a hombros. Por encima de ella, oyó un tímido saludo: —Hola, doctora Liv. —Hola, Florian... te está buscando todo el mundo. El niño parecía estar buscando una respuesta, pero no se le ocurría ninguna. Rayne suspiró por dentro y se irguió un poco. —Teníamos que ocuparnos de un vuelo muy importante... doctora Liv. Esta vez su amante tuvo que morderse el labio para contener la sonrisa. —Ya... bueno, pues si no te importa aterrizar y que el capitán Florian vuelva a su habitación... Florian soltó una risita y Rayne lo cogió en brazos y lo depositó en el suelo con cuidado, recibiendo un tímido beso en la mejilla. Luego el niño se echó a reír de nuevo y corrió por el pasillo hasta desaparecer por una puerta. Las dos se quedaron solas... siguiendo al niño con la mirada.

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Cuando se volvieron y se miraron, no dijeron una palabra. Pero no obstante, entre ellas hubo un entendimiento. Algo que no necesitaba expresarse en voz alta. Aún no, al menos...

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Desde el momento en que nos conocimos Supe que conectaríamos Tus ojos me habían dicho que compartíamos una historia Sin miedo me arriesgué No podía dejar pasar el momento Me parecía que el destino había jugado una baza Y te había traído hasta mí Pero la felicidad puede ser breve Y el dolor te puede hundir < estribillo > No creo Que consiga olvidarte No sé Si puedo superar Mis días más oscuros sin tenerte en mi vida Y no creo Que pueda enfrentarme al dolor Nunca volveré a ver tu cara Cierro los ojos y me pregunto cuándo acabará todo esto Teníamos la mayor intimidad posible Me parecía que podías verme hasta el alma Me leías la mente, conocías mi vida Eras parte de mí Di por supuesto un tiempo precioso Creía que estaba de nuestra parte Por un cruel capricho del destino Tuve que ver cómo te desvanecías < estribillo > No creo Que consiga olvidarte No sé 244

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Si puedo superar Mis días más oscuros sin tenerte en mi vida Y no creo Que pueda enfrentarme al dolor Nunca volveré a ver tu cara Cierro los ojos y me pregunto cuándo acabará todo esto —Over You, escrito por Gabrielle/Jonathan Shorten

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ahora Unas formas tenues y cristalinas avanzaban despacio por un parabrisas helado. Bellas y frágiles arquitecturas de nieve, acariciadas por el viento frío que todavía agitaba la nieve, arremolinándola sobre el coche aparcado. Hacía frío. La figura alta sentada en el coche se estremeció un poco y se ciñó mejor el abrigo. Sus ojos claros contemplaban la casa al otro lado de la calle. Vieron cómo se encendía la luz en la cocina, así como arriba, en el dormitorio. Observaron la sombra oscura de una figura pequeña. Tenía la piel de la cara tirante por las lágrimas que se habían secado hacía poco. El mero hecho de ver a Liv la había desgarrado por dentro. La había dejado llena de dolor. Todas las cosas que quería decir... hacer... Sólo quería tomarla entre sus brazos... Y hacer que todo volviera a estar bien. Todo lo que había ido mal hacía dos años.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Su aliento formó una nube ondeante delante de ella, empañando por un momento la vista de los cristales de hielo sobre el cristal. —...todas las cosas que debería haber hecho hace dos años... Pero que no había hecho. Recordaba esos momentos de silencio oscuro y opresivo entre ellas. Todas las palabras que habían estado ahí pero no se habían dicho. Recordaba la expresión de esos ojos verdes. Y el leve sonido de la puerta al cerrarse tras ella. A veces pasas por una puerta y la cierras deliberadamente. Y a veces la puerta se cierra por mucho que te empeñes en mantenerla abierta. O se cierra porque nadie intenta mantenerla abierta. Las dos estaban en un campo abierto y las dos empujaban una puerta que había en medio del campo. En cierto modo, era lo único que les quedaba. Porque no estaban preparadas para dejarse. Todavía no. Tal vez nunca. Pero necesitaban tiempo. Tiempo para descubrir una manera de rodear la puerta. Tiempo para dejar que el dolor que llevaban dentro se curara. La nieve suspiró sorprendida cuando la alta figura salió del coche y se quedó a su lado como una sombra oscura y perdida, apretando los músculos de la mandíbula de esos rasgos marcados, pasándose los largos dedos por los mechones electrizados de pelo oscuro.

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Pero tal vez lo único que necesitaban era librarse de la puerta. O del dolor que llevaban dentro... Rayne avanzó. Despacio. Vacilante. Y supo que necesitaba a Liv para librarse de ese dolor. Necesitaba sentir el calor de su cuerpo. Necesitaba mirar esos ojos para saber que podía hacer eso. Que podía librarse de ello. Por fin... Se le pasó por la mente un verso de una canción. Algo sobre dar marcha atrás al tiempo. Los ojos claros siguieron el contorno de la silueta silenciosa de la casa. Tal vez no se trataba de dar marcha atrás al tiempo... sino de hacerlo bien esta vez. Estaba tan cerca que el cálido resplandor amarillo de la luz iluminaba su alta figura, creando fuertes contrastes en sus facciones, destacando las sombras que tenía debajo de los ojos, la expresión cansada de su rostro. El anhelo de los claros ojos azules. Estaba cansada de huir. Sólo quería volver a casa.

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entonces Las gaviotas flotaban en un viento fuerte que azotaba la playa. Sus gritos estridentes resonaban por la hierba verde de los prados. Las olas se estrellaban 247

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contra los acantilados de la costa, haciendo estallar su cuerpo líquido en espuma. Hacía frío. El rebaño de ovejas que pastaba en lo alto de los acantilados estaba bien apiñado. Había estado lloviendo tres días y la hierba estaba empapada. Con cada paso que daban las ovejas se oía un fuerte chapoteo. Pero la lluvia había parado por la mañana temprano y ahora el muro gris que cubría el cielo se estaba disolviendo muy despacio. De vez en cuando, se veían bandas de azul pálido. Hasta el sol asomaba de vez en cuando, acariciando los charcos de agua, para volver a esconderse tras las nubes que aún quedaban. Y creaba sombras que se movían como locas por encima de la casita situada cerca de la costa. Era vieja, pero no parecía en mal estado, sólo desgastada por el viento, la sal del aire y el tiempo. Un lado estaba protegido por unos grandes robles cuyas ramas colgaban por encima del tejado. Las paredes de la casa, en tiempos blancas, estaban cubiertas de vides salvajes. El jardín trasero estaba bien cuidado, con unos manzanos cuidadosamente podados a un lado cuyas ramas desnudas se balanceaban al son del viento. En un rincón había un banco hecho a mano y tres sillas alrededor de una mesa desgastada. La mesa misma estaba hecha con el inmenso tronco de un roble. El jardín estaba en paz. Ni siquiera conseguía alterarlo el fuerte viento que agitaba juguetón los postigos de las ventanas, cuya vieja madera gemía irritada. Rose suspiró.

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Éste no era el tiempo que había deseado para Navidad. Otro breve retazo de sol. Bueno... podría ser peor. A su espalda, la cocina estaba inundada del aroma abrumador de una comida recién hecha. Patatas. Carne. Verduras. Todo ello mezclado con el delicado aroma a chocolate caliente. En sus labios bailó una ligera sonrisa. Rose sabía que a Liv le encantaba el chocolate caliente... y para cuando las dos llegaran del aeropuerto, estarían más que deseosas de algo caliente. Una risa suave. Bueno, de algo caliente para beber. Rose sacudió la cabeza, sin poder creer que realmente hubiera pensado tal cosa. Recogiéndose el pelo, en otra época oscuro pero ahora con una curiosa mezcla de canas, en un moño flojo, se puso a preparar la masa para una tarta que había planeado hacerles a sus niñas. Se puso a silbar suavemente, sin dejar de sonreír un segundo. Sus niñas. Qué gusto le daba eso. Poder decir que eran sus niñas. Qué gusto le daba ver a Rayne así de feliz. Así de apacible. Su hija siempre había sido un espíritu libre. En realidad nunca había encajado con los demás niños de Flamborough, un pueblecito de la costa este de Inglaterra. Tenía amigos... pocos, pero íntimos y, sin embargo, siempre había sido una especie de solitaria. Se pasaba tardes enteras sentada en la playa viendo los barcos pasar. O contemplando lo que pudieran estar viendo esos ojos claros, perdidos en la distancia... 249

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Tenía los ojos de su padre. Rose dejó de trabajar un momento para apartarse un mechón suelto. La misma mirada intensa. El mismo azul claro y extraño. Se parecían en muchas cosas, y no sólo en el aspecto físico. Rayne era alta como su padre y sus rasgos eran un pasmosa copia de los de él. Pero también se parecían por dentro. Muchas características que tenía Wayne las veía también en su hija. El silencio... el carácter reflexivo... la sonrisa... la forma en que se entregaban por completo cuando amaban. Y aunque estaban cerca el uno del otro... era una cercanía extraña. Se podían pasar días enteros en el mar, donde no había nada salvo ellos dos, unas cuantas gaviotas y peces. Y no cruzaban una sola palabra. El simple hecho de estar juntos les bastaba. Recordó el nacimiento de Rayne. Cómo él se quedó junto a su cama mirando al diminuto ser que ella tenía en los brazos. Le tocó la cabeza con un dedo, revolviendo delicadamente el pelo suave que la cubría. Nunca lo había visto llorar... hasta ese día. Y cuánto quería a su niña. Qué orgulloso estaba de ella. Pero no podía cambiar su forma de ser... y la forma en que había sido educado. De modo que cuando Rayne les dijo que era lesbiana... fue difícil para él. Lo intentó... quería decirle tantas cosas... y al final no tuvo la oportunidad de decírselas. Rose se enderezó un poco, pues le dolían los riñones. Pero estaba segura de que Liv le habría encantado. De que se habría alegrado muchísimo por su niña. Tragó y parpadeó para contener las lágrimas.

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Éste no era en absoluto el momento de ponerse sentimental. Los postigos volvieron a estremecerse y se acercó un poco más a la ventana, mirando el jardín delantero, contemplando el suave balanceo de los árboles. El muro de nubes grises no había desaparecido como había esperado y mientras miraba empezó a caer una tenue llovizna. Rayne lo iba a detestar. Sobre todo la lluvia, porque Liv había tenido una gripe muy seria hacía dos semanas. Rose se lavó las manos y se trasladó al cuarto de estar. Se sentó en la butaca grande y blanda que había cerca de la chimenea, dedicando un tiempo a examinar el árbol de Navidad alegremente decorado que estaba en el rincón opuesto. Recordó la llamada teléfonica que había tenido la semana pasada. Rayne parecía muy preocupada. Su voz sonaba casi desesperada cuando le contó que Liv había tenido que pasar dos días en el hospital de tanto que le había subido la fiebre. Rose dudaba de que su hija hubiera dormido en esos dos días. No quería ni imaginarse lo que habría pasado si... ¡No! No, no servía de nada pensar algo así. El escalofrío que sentía en la espalda tardó un momento en desaparecer. Pero Liv se había recuperado. Todavía estaba un poco débil y seguía de baja en el trabajo. Por eso habían decidido pasar la Navidad aquí. Cosa por la que Rose estaba más que agradecida. Sus ojos castaños se volvieron hacia el reloj que había encima de la chimenea. Llegarían en cualquier momento. La mujer mayor ya sentía el cosquilleo de felicidad en el vientre. 251

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—Rayne, estoy bien. —La voz suave no sonaba molesta, sólo cansada. —Ya. Por eso estás tosiendo así. —La voz más grave tenía un tono de irritación, pero más de preocupación. Rose suspiró. El taxi que había traído a las dos mujeres y su equipaje tocó una vez la bocina y luego regresó al pueblo. Había oído las voces antes incluso de abrir la puerta y al hacerlo vio unos ojos verdes que se volvían hacia ella... y hacían un gesto que no necesitaba palabras. Mordiéndose el labio inferior para disimular una sonrisa, abrazó a Liv. —Hola, cariño. —Apenas logró contenerse para no preguntarle a Liv qué tal estaba. —Ah, genial... y a mí ni me saludas. El tono de Rayne era guasón al pasar junto a las dos mujeres más menudas y dejar sus cosas en el suelo. Estiró su alto cuerpo para aflojar los músculos entumecidos. Rose soltó a la pequeña rubia que ahora sonreía y se volvió hacia su hija. Poniéndose en jarras, tomó aliento con fuerza. Pero no logró decir una palabra, pues Rayne le dio un suave beso en la mejilla y dijo: —Yo también te quiero, mamá... ¿eso que huelo es la cena? Y con eso Rayne desapareció en la cocina.

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Oyó la risa delicada a su espalda. Meneando la cabeza, se volvió hacia Liv y le frotó ligeramente los brazos. —Lo sé, lo sé... no debería preguntar... ¿cómo estás? Liv sonrió y esos asombrosos ojos verdes chispearon llenos de risa afectuosa. —Mejor. Todavía me canso muy deprisa, pero la fiebre por fin ha desaparecido. Sigo con tos, pero mi médico ha dicho que debería mejorar dentro de una semana o así. Se quedaron mirándose en silencio un momento. Hasta ellas llegaron los ruidos apagados de un movimiento de cacharros en la cocina, junto con una exclamación de placer. —Sigue sin dormir bien. La otra noche me desperté y me la encontré sentada al lado de la cama mirándome. A Rose ni siquiera le había hecho falta preguntarlo. Liv estaba más que dispuesta a decirle cómo se encontraba Rayne. —Creo que se ha asustado muchísimo. —Un leve susurro. —Sí. Sí, eso me temo... —Rose soltó aliento despacio—. Ten paciencia. Una alegre sonrisa y Liv volvió a abrazarla. —La tendré. Se volvieron y se encontraron con una figura alta de pie en la puerta de la cocina. —¿Venís? Tengo hambre. —Jovencita... esperarás a que todo el mundo esté listo.

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Rayne la miró ceñuda y luego su labio inferior se alargó en un puchero, que rápidamente se transformó en una dulce sonrisa cuando el pequeño cuerpo de Liv se acopló a su costado, acariciándole la tripa con suavidad. Rose sonrió y entró en la cocina. Ah, sí... iba a ser una Navidad estupenda.

El fuego crepitaba suavemente. Unas chispas saltaron por el aire cuando uno de los leños cedió por fin a las llamas hambrientas. La madera estaba de un resplandeciente y profundo color rojo. Unos claros ojos azules contemplaban el baile despreocupado de las llamas, que acariciaban los leños de una forma casi sensual. Despacio. Provocativamente... Una ligera risa. Sólo sé pensar en una cosa, ¿verdad? La cabeza morena se movió. Los ojos claros miraron unos rasgos delicados, relajados al dormir. Una mano pequeña le tocaba el muslo. Una cabeza rubia descansaba sobre su regazo. Sí, ya lo creo. Liv se movió un poco y se arrebujó más en la manta. Una tos breve le tensó el cuerpo y sus cejas claras se fruncieron. Gesto que imitaron unas cejas oscuras. Rayne alargó la mano y acarició el ceño con delicadeza, recreándose en la piel cálida, comprobando inconscientemente si tenía fiebre. Soltó un suspiro lento e inmediatamente sus pensamientos fueron en otra dirección, resistiéndose a la imagen de la cara pálida de Liv... el brillo febril de esos ojos verdes... su mano apartando el flequillo húmedo... el pequeño cuerpo tenso de dolor con cada tos...

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Entonces unos tenues pasos la avisaron de que venía su madre. —Toma, cariño... tu té. —Su madre le ofreció la taza humeante y se sentó en la butaca al lado del sofá. Sonrió dulcemente cuando sus ojos se posaron en la pequeña figura acurrucada junto al cuerpo de su hija. Luego levantó la mirada y no por primera vez advirtió la expresión torturada de Rayne. Metió las piernas por debajo del cuerpo y se echó un poco hacia delante, tocando el brazo de Rayne. —¿Cómo estás? Esos ojos azules no se encontraron con su mirada. —Estoy bien. Rose se quedó callada. Podía esperar lo que hiciera falta hasta que su hija diera el primer paso. Había aprendido esa lección hacía mucho tiempo. Otra cosa que tenía en común con su padre. No servía de nada obligarlos a hablar. Eso sólo hacía que se cerraran aún más. De modo que se quedó sentada en silencio, contemplando el fuego, oyendo la profunda respiración de Liv y detectando su ligera aspereza. Fuera la oscuridad había descendido sobre la costa, dejando tan sólo los ruidos del mar en su lucha eterna... Y en alguna parte el grito solitario de un búho resonó a través del silencio. Entonces se oyó la voz grave, que hablaba suavemente. —Estoy bien... ahora. Pero ha faltado muy poco, mamá. —Los ojos claros la miraron y en sus profundidades relucían lágrimas silenciosas. 255

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A Rose le hacía daño ver así a su hija, esforzándose por mantener la serenidad, por ser fuerte. —No pasa nada, cariño... Una débil sonrisa. Unas manos grandes que acariciaban el pelo rubio con asombrosa delicadeza. Vio que Rayne tragaba con dificultad. La cabeza morena asintió despacio. —Ya lo sé... pero me ha dado un buen susto. Las dos se volvieron para mirar a Liv. Entonces Rose se rió un poco. Ante la mirada sorprendida e interrogante de Rayne, dijo: —¿Sabes cómo la habría llamado tu padre? Rayne sonrió. —Bella señorita —dijeron a la vez. Rayne logró incluso imitar la voz grave y ronca de su padre. Las dos se rieron por lo bajo, logrando disipar la pesadumbre que se había apoderado de ellas. Rose alargó la mano y le frotó el brazo a su hija. —¿Por qué no os vais a la cama, eh? Yo voy a echar los postigos y a cerrar la puerta. Estaba a punto de proponer que despertaran a Liv, pero se calló al ver que Rayne se levantaba y simplemente cogía en brazos a la pequeña figura. Liv se agitó un instante. Farfulló algo y luego se volvió hacia el pecho de Rayne, soltando un ligero suspiro de felicidad. 256

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Los claros ojos azules miraron risueños a Rose. —¿A que es una monada? La mujer de más edad meneó la cabeza y dio un manotazo en broma a su hija. Y luego le hizo un gesto para que fuera a la parte de atrás de la casa donde estaba la vieja habitación de Rayne. Se quedó mirando mientras salía del cuarto de estar, regodeándose un momento en la calidez que le invadía el pecho.

Rayne depositó a Liv en la cama despacio y delicadamente, con cuidado de no despertarla. Mirándola, sonrió. Luego empezó a quitarle los calcetines y no pudo resistirse a la tentación de hacerle cosquillas en los deditos de los pies. Al levantar la mirada vio unos adormilados ojos verdes que la miraban parpadeando. —...hola... Liv soltó un ruido incoherente, sin estar despierta del todo pero bien consciente de la cercanía de Rayne. —...kyss... La mujer más alta se rió por lo bajo. Pero obedeció y depositó un delicado beso en los labios rosas, despacio para disfrutar de su suavidad. —Tengo que desnudarte, ¿vale? No puedes dormir en vaqueros. Cualquier respuesta que pudiera haberle dado Liv se quedó en el tintero cuando sintió unas manos cálidas que le desabrochaban los pantalones y unos dedos juguetones que le acariciaban el vientre. 257

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Se movió un poco al sentir un cosquilleo de calor y deseo que le atravesaba el cuerpo, acabando con cualquier resto de sueño que le pudiera quedar. Un leve gemido cuando sus vaqueros desaparecieron y unas manos suaves le acariciaron los muslos, subiendo para tirar juguetonamente de la cinturilla de sus bragas. —¿Estás bien? Los profundos ojos verdes se abrieron y Liv se limitó a asentir con la cabeza. Pero advirtió la preocupación de esos ojos azules. Incorporándose un poco, acarició con la mano los rasgos marcados, alisando la cejas oscuras. —Estoy bien, Rayne... —Ya lo sé, es que... —Un leve suspiro. Y entonces quedó atrapada por esos intensos ojos azules—. No puedo perderte. —No me vas a perder. Rayne se había movido y ahora estaba sentada al lado de Liv, con los hombros caídos en un gesto extraño de derrota. —Tengo miedo. La pequeña rubia soltó aliento despacio. Ésta era la primera vez que Rayne expresaba su miedo, que le dejaba ver esta parte de sí misma que había estado muerta de miedo mientras ella pasaba dos días en la clínica. Se había sentido preocupada. Rayne tendía a guardárselo todo dentro, sobre todo las cosas que le hacían daño, y no quería hablar de ello con nadie. Aunque una sola mirada de esos ojos tan expresivos decía más que mil palabras. —No pasa nada por tener miedo.

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—Tal vez... —La cabeza morena se movió y los claros ojos azules la miraron, siguiendo sus facciones como para grabarse su imagen en la mente—. Me habría matado. —Rayne... Una mano cálida en su mejilla. —Lo sé, lo sé... no debería pensar esas cosas... pero... —Un hondo suspiro—. Me dio miedo. La respuesta fue un dulce beso. Suave. Tranquilizador. —Estoy aquí... estoy bien... y te aseguro que no me voy a ir a ninguna parte. La expresión de Rayne era una curiosa mezcla de diversión, anhelo y miedo. Liv sonrió y se acercó más. Sus cuerpos se tocaron. Ladeando la cabeza, le guiñó un ojo a su amante. —Tänker du slutföra det här? Rayne se rió por lo bajo. —No sabía que había empezado algo. —Pero mientras lo decía sus manos tiraron del jersey que llevaba Liv, buscando piel cálida y suave. Se desprendió de sus temores al ver que Liv cerraba los ojos y que la pequeña figura se pegaba a su cuerpo en el momento en que sus labios rodearon la carne suave. Su aliento cálido dejó un rastro de piel de gallina. —Por otro lado...

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El cielo era una alfombra despejada de terciopelo negro. Unos puntos de luz parpadeante contemplaban el mundo envuelto en el frío. La helada cubría los árboles y la hierba de una reluciente capa blanca. Rose aspiró profundamente el aire gélido y soltó el aliento despacio. Era casi medianoche y no se oía gran cosa, salvo el mar que estallaba contra las rocas que se adentraban en el agua. Al otro lado de las colinas que rodeaban su propiedad se veía el leve resplandor que era Flamborough. Se volvió, encendió la luz del porche y luego cerró la puerta tras ella. Echando el cerrojo, apagó la luz del cuarto de estar, dejando que sólo el brillo dorado y trémulo del árbol de Navidad iluminara la habitación. El fuego se había consumido hasta convertirse en unas pocas brasas relucientes que crepitaban de vez en cuando, disparando brumas de chispas que se desvanecían en la nada. Contemplándolas un momento, Rose sonrió. Ya había puesto los regalos para las chicas debajo del árbol y sentía bastante curiosidad por saber qué le iban a regalar a ella. Habían insinuado que era algo especial... con los ojos risueños. Eso le había hecho preguntarse... Bueno, no tardaría en descubrirlo. Dirigiéndose a su propio dormitorio, se detuvo al oír un ruido extraño que flotó hasta ella. Al principio no supo de dónde venía, pero luego volvió a oírlo. Era un leve susurro. Un gemido entrecortado que se transformó en una palabra igualmente entrecortada: —...Rayne... Oyó roce de ropa y de nuevo la voz suave:

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—Jag ber dig... A continuación la risa grave e inconfundible de su hija. Rose notó que se le ponían las orejas coloradas y se apresuró a entrar en su habitación, sin poder creer que se estuviera sonrojando de verdad. No era que no supiera que las dos... pues eso... pero una cosa era saberlo y otra oírlo. Entonces esbozó despacio una sonrisa burlona. Claro, que iba a ser muy divertido tomarles el pelo al respecto por la mañana. Mmm... La sonrisa no desapareció cuando apagó la lamparilla de su mesilla de noche.

Había nevado. Los ojos claros contemplaron un paisaje cubierto de esponjosa blancura, intentando recordar su última Navidad blanca... Aunque eso no importaba. La Navidad siempre quería decir que su padre iba a estar en casa y que podrían pasar mucho tiempo juntos. Tal vez hacer muñecos de nieve. Utilizar a su madre como blanco de taimados ataques con bolas de nieve... En los labios rojos se dibujo una melancólica sonrisa burlona. Bebiendo otro sorbo de café, observó el humo que se rizaba delante de ella. El fuerte aroma llenaba la cocina donde se encontraba. Todavía era temprano. Se había levantado con cuidado, sabiendo que Liv todavía necesitaba descansar. De pie al lado de la cama, se quedó mirándola mientras dormía. Era increíble lo bonito que podía parecer el futuro cuando se tenía a alguien amado con quier compartirlo. Su futuro... 261

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Era increíble el gusto que daba. La sonrisa burlona se transformó en una sonrisa dulce. —¿Me vas a decir por qué sonríes? Rayne no se volvió al oír la voz de su madre. Pero la sonrisa burlona apareció de nuevo mientras decía: —Lo sabrás bien pronto. La risa divertida de su madre le hizo cosquillas en la espalda y se volvió un poco para mirarla. —Buenos días, mamá. —Buenos días, cariño... —Esta vez le tocó a su madre sonreír con sorna. Rose observó divertida cuando las cejas oscuras se fruncieron en un gesto desconcertado—. ¿Habéis dormido bien? —Mm... sí. Sí, muy bien. —Rayne no sabía lo que quería decir su madre. Pero los ojos oscuros la miraron fijamente y luego su madre meneó las cejas. Tardó un instante, pero luego los ojos claros se llenaron de comprensión. —Oh, Dios mío... —gimió Rayne, tapándose los ojos con una mano—. Dime que no has hecho tal cosa... Su madre se echó a reír y luego alzó las manos con gesto de inocencia. —No lo he hecho... en serio... fue un accidente. Me dirigía a mi habitación y... ya sabes. La casa es vieja y las paredes son delgadas... Rayne sacudió la cabeza, intentando controlar el rubor que notaba que le iba subiendo por el cuello.

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—No te preocupes, cariño... soy una mujer adulta. Conozco el tema del... —Rose carraspeó—. Ya sabes... del sexo. Esta vez Rayne se echó a reír y volvió a sacudir la cabeza. Pero luego frunció los labios. Bueno, ella también podía jugar. —Bueno, es que sabes... —Se acercó a la encimera para dejar su taza, dando la espalda a su madre deliberadamente—. Tenemos que practicar para tu regalo de Navidad. Silencio. Luego una tos de sorpresa. —¿Cómo dices? Rayne se mordió el labio para que no se le escapara la risa. Pero antes de que pudiera seguir con su pequeña venganza, se oyó una voz suave y adormilada desde la puerta. —...Buenos días... La pequeña figura que estaba en la puerta iba envuelta en un albornoz blanco que parecía tragársela. Sus pies desnudos apenas hicieron ruido cuando entró en la cocina. Rose todavía intentaba desentrañar lo que había dicho su hija cuando Liv se acercó a su amante y se acurrucó contra su pecho, notando de inmediato un par de brazos cálidos que la estrechaban en un delicado abrazo. Rayne besó suavemente el revuelto pelo rubio y sonrió a su madre con sorna, acunando sin darse cuenta a la pequeña figura que tenía entre los brazos. —Disculpad si interrumpo esta tierna escena, pero... ¿qué quieres decir exactamente con eso de practicar para mi regalo de Navidad? 263

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Un sonido apagado... y Rayne notó realmente el sonrojo de Liv a través del grueso jersey que llevaba. —No le habrás... —Un susurró algo avergonzado. —Oye... que ha empezado ella. —La mujer más alta consiguió parecer indignada, aunque la sonrisa no despareció de sus ojos. Liv no se movió mucho... estaba demasiado cómoda en su cálido nido de amor y en el olor que era Rayne. Sólo lo suficiente para mirar con sus soñolientos ojos verdes a Rose, que ahora daba golpecitos impacientes con el pie. —Lo que Rayne quiere decir... es que se supone que vas a ser mormor para la próxima Navidad, así que, sí... en cierto modo... sí que necesitamos practicar. — Esto último lo dijo con una sonrisa encantadora en los labios rosas. Los ojos oscuros miraron parpadeantes a la pareja abrazada y apoyada en la encimera de la cocina. Luego se entornaron pensativos. —¿Mor... qué? Rayne hizo un visaje con irritación fingida. —Abuela, mamá. La expresión desconfiada no desapareció de la cara de Rose, hasta que la palabra "abuela" caló por fin y entonces un chillido agudo resonó por la cocina. Rayne y Liv se miraron. Los ojos azules hicieron un guiño a los sonrientes ojos verdes. —Parece que era el regalo acertado, ¿eh?

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ahora El roce de la ropa al caer quedó ahogado por el estruendo del agua caliente al derramarse en la bañera. El vapor ya subía por el aire, empañando el espejo, desdibujando la imagen de la figura desnuda que se metía despacio en la bañera, dudando un momento para quitarse un delicado collar. Los dedos temblorosos acariciaron la pequeña imagen de un pájaro que colgaba de él. Se detuvo un momento para que su cuerpo pudiera acostumbrarse al calor del agua. Los ojos verdes se cerraron cuando la pequeña figura se hundió en el agua aromática. Un suave suspiro agitó el vapor... No había podido dormirse y había decidido darse un baño. Normalmente eso la tranquilizaba. Se movió un poco. Recordar aquella Navidad tampoco la había ayudado. Esos ojos azules habían estado tan llenos de alegría y... Una mano apartó el flequillo mojado y acabó posándose sobre su estómago. Su mente se llenó de repente del recuerdo de una noche pocas semanas después de que regresaran a Lübeck. Había sido un día muy largo en la clínica. Había sido una semana muy larga, en realidad. Las dos habían estado muy ocupadas, puesto que el bar estaba a punto de ser redecorado y pintado. Rayne había pasado allí más tiempo del habitual. No se habían visto mucho y las dos estaban cansadas y un poco irritables... ansiosas de pasar un tiempo en paz la una con la otra. Y esa noche, cuando una vez más llegó tarde a casa, Rayne la estaba esperando. No dijo una palabra. Un beso provocativo se apoderó de sus labios mientras unas manos expertas la desnudaban con delicadeza y la llevaban al cuarto de baño. El delicado aroma a pino flotaba densamente en el aire. Se metieron en la bañera y

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ella apoyó la espalda en el pecho de Rayne, al tiempo que unos brazos seguros le rodeaban la cintura. Era la felicidad absoluta. Flotó en las emociones que sentía que emanaban de Rayne. El roce delicado de unos dedos inquietos sobre sus caderas. La voz grave que le susurraba al oído. El aliento cálido que le acariciaba el cuello. Hasta este momento no se había dado cuenta de lo mucho que se podía echar de menos un simple roce. De lo mucho que había echado de menos que Rayne la tocara. El cosquilleo de su pelo sobre su vientre mientras una lengua cálida bajaba por su cuerpo... Y entonces sintió unas manos cálidas y curiosas que subían por su cuerpo, cogiéndole los pechos con delicadeza, pero sin recrearse en ellos, mientras unos labios suaves le mordisqueaban el cuello y una mano seguía adelante, acariciándole la tripa por un instante... para desaparecer debajo del agua. Ladeó la cabeza para que Rayne llegara mejor y su cuerpo estalló en llamas bajo la mano que le acariciaba la parte interna del muslo. Entonces un susurro grave le rozó el lóbulo... en el momento en que la mano cambiaba ligeramente de dirección. —Te echaba de menos... En ese momento ella ya no podía responder —al menos verbalmente— y su cuerpo se arqueó pegándose a la figura alta que tenía detrás. Los ojos verdes desaparecieron tras los párpados cerrados. Unos suaves gemidos agitaban el aire a su alrededor... Liv abrió los ojos. Le dolía el cuerpo entero sólo de recordar las caricias de Rayne. Las sonrisas... sus ojos. Esa voz grave que siempre le llegaba hasta dentro, acariciándole el alma como un suave cosquilleo. 266

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El agua salpicó a la pequeña figura cuando se movió. Pegando las rodillas al pecho, no hizo caso del aire frío que le rozaba la espalda. No hizo caso de las lágrimas saladas que le rozaban las mejillas... para disolverse en la nada al ser recibidas por el agua humeante. —...Jag saknar dig... —Un leve susurro que apenas agitó el aire.

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entonces —Se va a poner histérico. —La voz parecía preocupada. Unas manos nerviosas se movieron por un pelo que ya estaba despeinado. —No, qué va... y deja de moverte. —Un par de manos grandes cubrió las manos pequeñas, sujetándolas con delicadeza. Unos claros ojos azules se clavaron en unos ojos verdes—. Todo va a ir bien. —¿Y tú cómo lo sabes? —El comentario fue un poco más mordaz de lo que Liv pretendía y cerró los ojos—. Lo siento... Rayne le levantó las manos y rozó los nudillos con labios suaves. —No lo sientas... lo comprendo. Y lo conozco... no se va a poner histérico. Es nuestro amigo. —¿A cuántos amigos se les pide que sean padres de un niño? Una lenta sonrisa sardónica al tiempo que unas cejas oscuras se meneaban burlonas. —No a muchos, ¿eh? Jo, cómo se le va a hinchar el ego. 267

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A su pesar, Liv se echó a reír y se inclinó hacia delante, apoyando la mejilla en el hombro cálido que tenía al lado. A su alrededor el bar se iba llenando despacio. Era la noche del viernes y Matthias había conseguido contratar a una nueva banda para esta noche, de modo que no sólo habían aparecido los clientes habituales, sino que también había gente nueva que sentía curiosidad por el grupo (o por el bar). Los ojos claros observaron a un grupo de jóvenes que acababa de entrar. Se estaban riendo y miraban a su alrededor con franca curiosidad. Uno de ellos llamó la atención de los demás cuando dos hombres pasaron a su lado cogidos del brazo. El primero dijo algo que provocó más risas. Luego se dirigieron a la barra. Rayne frunció el ceño y tomó nota mental para advertir a Ahmed de que los tuviera vigilados. Una mano provocativa le hizo cosquillas en el costado. Sofocando a duras penas un chillido de sorpresa, miró ceñuda a los risueños ojos verdes. —¡Oye! Liv sonrió y se irguió un poco, acercándose lo suficiente para que sus labios se tocaran... ligeramente... nada más que un breve roce de piel. —¿Sí? Tuvo que aplicar toda su fuerza de voluntad para impedir que se le notara la sonrisa que le tiraba de la comisura de los labios. —¿Por qué has hecho eso? —Y consiguió mantener el ceño, aunque no sabía hasta qué punto resultaba convincente. La punta de una lengua le hizo cosquillas en el labio inferior. Los ojos verdes parpadearon inocentes. 268

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—¿Porque puedo? Se quedó callada un momento y luego capturó los labios suaves con un beso. Durante una breve eternidad todo lo que las rodeaba desapareció y sólo quedaron ellas dos... el calor... y la extraña sensación de hierba acariciando la piel desnuda. —Sólo de miraros se me derrite el corazón. La voz burlona intervino a su lado y Rayne rompió despacio su beso. Miró con una ceja oscura enarcada al alto hombre rubio que estaba de pie junto a su mesa. Liv se echó a reír y se acurrucó a su lado, agitando los dedos para saludar a Matthias, que tenía una amplia sonrisa en la cara. Alargó la mano y le revolvió el pelo a Rayne juguetonamente y luego se sentó, haciendo caso omiso del grave gruñido dirigido contra él. —Hola, pequeñina... ¿cómo te va? Liv sonrió y se encogió de hombros. —Me va estupendamente. Gracias. —Eso seguro. —La miró meneando las cejas—. ¿Y cómo le va a la larguirucha? —A mí también me va muy bien... gracias por interesarte. ¡¿Y ahora quieres dejar de dar la lata?! Matthias se echó a reír y se relajó en su silla, intercambiando sonrisas maliciosas con Liv. Rayne sacudió la cabeza y se levantó. —Voy a buscar algo de beber.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Su amigo la miró mientras se iba y se le puso cara de preocupación al volverse de nuevo a la rubia sentada frente a él que seguía sonriendo. Bueno, eso era buena señal... ¿no? Tragó y señaló por encima del hombro con el pulgar. —¿Crees que me he pasado? Al advertir un destello muy familiar en esos ojos verdes, evitó que respondiera alzando una mano. —¡No digas nada! Eres tan mala como ella. Liv se echó a reír. —Eso me lo tomo como un cumplido... y no, no está enfadada. Creo que ha ido a hablar con Ahmed de esos tipos de ahí. Matthias se volvió un poco. —Ah, sí... ya los había visto. Parece que pueden dar problemas, ¿verdad? —Vio la alta figura de Rayne que desaparecía en dirección a su oficina—. Bueno, ya se encarga Ray. Volviéndose, apoyó la barbilla en la mano y sonrió a Liv. —Bueno, ¿de qué queríais hablar conmigo? —Se quedó sorprendido al ver un vivo rubor que le iba subiendo por el cuello—. ¿Liv? —Mm... —La pequeña rubia se pasó una mano por la cara como si intentara quitarse así el rubor—. Pues... verás... —Respiró hondo y sus ojos verdes miraron a su alrededor buscando desesperados a cierta figura de un metro ochenta de estatura. Liv suspiró. La idea había parecido genial cuando se les ocurrió. Pero una cosa bien distinta era sentarse delante de la persona a la que estabas a punto de pedirle que... Hundió la cara entre las manos. 270

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Traducción: Atalía

Matthias frunció el ceño, sin saber cómo tomarse la reacción de Liv. —¿Os puedo ayudar en algo? Eso la hizo reír. Levantando la mirada, imitó la postura de él y apoyó la barbilla en la mano, sin dejar de sonreír. —Pues la verdad es que... sí, nos puedes ayudar en algo. Pero antes de que pudiera continuar, una sombra alta cayó sobre la mesa e instantes después Rayne volvió a sentarse, colocando una bebida delante de cada uno de ellos. Recibió un suave beso por el esfuerzo y se volvió para sonreír con aire suficiente a su amigo, que se limitó a encogerse de hombros y devolverle la sonrisa burlona. —¿Se lo has preguntado ya? —Se echó hacia atrás, pasó un brazo por el respaldo de la silla de Liv y sus dedos jugaron sin darse cuenta con el corto pelo rubio. Matthias levantó las manos. —¡¿De qué demonios hablas?! ¿Qué me tiene que preguntar? —¿Quieres ser el padre de nuestro hijo? Liv suspiró y meneó la cabeza. Sus ojos verdes hicieron un visaje al mirar a los interrogantes ojos azules. —¿Qué? —Podrías haber sido más sutil. Las cejas oscuras se fruncieron y luego Rayne se encogió de hombros, volviéndose hacia Matthias... o al menos hacia la silla donde había estado sentado.

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Traducción: Atalía

—¿Pero qué...? —Se inclinó hacia un lado y vio la alta figura de su amigo tirada en el suelo. Se había desmayado. Suspiró y miró a Liv. —Ya te dije que no se iba a poner histérico.

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ahora Su habitación quedó a oscuras cuando Matthias apagó la luz. Las cortinas filtraban delgados rayos de luz procedentes de la calle. El techo quedaba resaltado por bandas en movimiento que pintaban los coches al pasar. Corinna se recostó. Sus ojos oscuros contemplaron parpadeantes la oscuridad. Oía la respiración de Matthias a su lado... demasiado tranquila y regular. Lo había oído en su voz... el leve temblor mientras seguía contándole lo que había sucedido entre Rayne y Liv. Tenía la garganta seca y tragó saliva. —Un bebé. —No era una pregunta. Tampoco era una acusación. Tan sólo un suave susurro. Él se movió... pero no intentó tocarla. Ella volvió la cabeza, apenas capaz de distinguir sus rasgos en la oscuridad que había entre los dos... Tantas preguntas. Se le acumulaban en la cabeza y le costaba concentrarse, recordarse a sí misma que esto había ocurrido mucho antes de que lo conociera. 272

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Traducción: Atalía

El aire estaba frío y respiró hondo. Colocándose de lado, sus dedos le tocaron la mano. Suavemente... vacilando. Sintió una cálida oleada de alivio cuando él no se apartó. —¿Por qué no me lo dijiste? De nuevo notó que se movía. El roce de la almohada mientras la colocaba como respaldo contra el cabecero de la cama. Su cara y su cuerpo formaban una silueta marcada contra la luz que entraba por la ventana. Vio que su pecho se movía con un profundo suspiro. Pero no le soltó la mano. Se la apretaba con una intensidad casi desesperada... Pasó otro largo momento hasta que se volvió hacia ella. —¿Por qué no te lo dije? —Era una pregunta, pero se fundió en un largo suspiro—. Sabes, cuando por fin recuperé el conocimiento... —Una risa triste—. A Rayne le encantó. Se pasó meses riéndose de mí. Y yo no hice más que aumentar mi vergüenza porque tardé un rato en darme cuenta de que querían que fuera el donante, no que me... —Se quedó callado. La luz difusa dejó ver la suave sonrisa que se formó en sus labios. —Eran tan felices. ¿Sabes lo que es mirar a los ojos de tus mejores amigas y ver hasta el fondo de su alma? ¿Quedarte cegado por la luz que ves allí? Ella no le veía los ojos, pero su voz... en todos estos años desde que lo conocía, lo había visto triste en muy contadas ocasiones. Simplemente era un hombre alegre. Siempre estaba sonriendo y riendo, gastando bromas. Pero ahora lo notaba en su voz. El llanto que no veía en sus ojos. —¿Tú crees que Dios está muy ocupado?

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Traducción: Atalía

La suave pregunta fue tan inesperada que tardó un momento en seguir el hilo de sus ideas. Sus ojos oscuros parpadearon sorprendidos. —Mm... no lo sé. ¿Por qué lo preguntas? —Yo creo que sí. —En voz baja. Con certeza. Ella sintió su mano que le tocaba la cara... estaba fría, pero dibujó delicadamente la curva de su mejilla. —Yo creo que sí —repitió, y luego la mano desapareció—. Sé que debía de estar ocupadísimo... aquel día...

entonces El rocío acariciaba las verdes briznas de hierba y se deslizaba por los pétalos aún cerrados que poco a poco —despertados por el suave roce— se iban enderezando, abriéndose y estallando en una alegre mezcla de colores, volviendo la cara hacia los primeros indicios del sol. Los últimos restos de niebla flotaban en el aire, atrapados en las hojas dormidas que poco a poco los iban soltando para desvanecerse en un gris pálido que se iba transformando despacio en azul, bañados aún de un delicado rosa y tragados por fin por el calor que se iba apoderando del día. El lago estaba en calma. Apenas se oía el chapoteo de las olas al acariciar perezosas las orillas, apoderándose de granos de arena y piedrecitas para llevárselas a una curiosa profundidad verde. El suave murmullo del lago se mezclaba con el chapoteo de los patos y los cisnes que saludaban el nuevo día con voces alegres. Entonces un ruido profundo y resonante flotó por el aire y el contorno brumoso del ferry que transportaba pasajeros por el Plöner See apareció en el horizonte, 274

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Traducción: Atalía

para desaparecer tras una línea de pinos inmensos, dejando atrás el eco del zumbido de su motor. De alguna parte una mariposa se coló revoloteando por el hueco de una valla. Sus alas eran un remolino de colores mientras se dirigía a las flores que bordeaban un lado de un jardín pulcramente cuidado. Ascendió jugando... y se quedó flotando ante una ventana abierta, con las antenitas temblorosas, y luego desapareció. Seguida por unos risueños ojos claros. Llevaba ya un rato despierta, pero todavía no estaba dispuesta a abandonar su cómodo nido lleno del aroma cálido de Liv. Su cuerpo alto estaba pegado a su espalda y tenía la nariz hundida en el corto pelo rubio que olía a una curiosa mezcla de albaricoques y sol... Los labios rojos esbozaron una dulce sonrisa. Era temprano. El sol aún no era más que una línea amarilla sobre un fondo rosa, en el que se disolvían unos pálidos rayos azules. Se movió un poco. Su cabeza morena se apoyó en la palma de su mano derecha. Los claros ojos azules contemplaron las delicadas facciones completamente relajadas al dormir. Su sonrisa aumentó cuando sus dedos curiosos bailaron por la piel suave y cálida, capaces apenas de notar la delicada curva del vientre de Liv. Su mente todavía intentaba comprender lo que su corazón y su alma ya habían aceptado. Que allí se estaba formando una vida diminuta. Su hijo...

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Traducción: Atalía

Apretando los labios contra un omóplato que se movía delicadamente, Rayne cerró los ojos, escuchando la profunda respiración tan característica de Liv al dormir. Por un momento se dejó llevar por una oleada de emociones que la atravesó. ¿Era posible ser tan feliz? Durante una breve eternidad no hubo nada más que la pequeña figura que tenía en sus brazos y el calor que compartían. Nada más tenía importancia... Entonces en sus labios bailó una sonrisa traviesa. Mordisqueando la piel suave, la lamió juguetonamente y esperó un momento para ver la respuesta. Que fue un ruidito monísimo que indicaba claramente la irritación de Liv con su cálido respaldo. Luego la pequeña figura pegada a su pecho se movió y se puso boca arriba. Todavía profundamente dormida. Rayne sonrió. La mano que tenía sobre la tripa de Liv bajo una camisa de dormir abotonada tiró con cuidado de un botón, soltándolo del ojal. Tras desabrochar el tercer botón, se detuvo y apoyó la cabeza, sabiendo que no había la menor posibilidad de que oyera nada, pero intentándolo de todas formas. Sus dedos tiernos acariciaron la delicada curva. —...nuestro hijo... —Su aliento cálido rozó la piel suave, agitando los pelillos diminutos. Y notó una manita que le apartaba el flequillo oscuro. Besó la tripa sobre la que estaba tumbada, pero no se movió, disfrutando simplemente de la suave caricia. —Hur länge har du varit vaken? —Una voz suave, ronca de sueño.

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Rayne sonrió y volvió un poco la cabeza, ahogándose en unos adormilados ojos verdes. Se encogió de hombros. —No mucho. —Mmm. —Un leve sonido, acompañado de unos dedos juguetones que le hicieron cosquillas a Rayne en la nariz—. ¿Alguna razón concreta para que estés usando mi tripa de almohada? —Liv ladeó un poco la cabeza, mirando sonriente a los relucientes ojos azules y obteniendo una risa grave como respuesta. Y sintió unos labios suaves que iban subiendo por su cuerpo... hasta encontrarse con los suyos en un dulce beso. —¿Porque puedo? —Un susurro grave y guasón que le hizo cosquillas en la oreja. Se sonrieron, perdiéndose la una en los ojos de la otra. Liv levantó la mano y dibujó un par de labios sonrientes. —...buenos días... —Y se echó a reír cuando Rayne le atrapó los dedos con los dientes. Soltándolos, se apoderó de los labios de Liv con otro beso suave, que saboreó durante una breve eternidad. —He comentado lo feliz que soy, ¿verdad? Liv sonrió. —Creo que lo has mencionado una o dos veces... o cada dos minutos. Rayne se rió y se colocó de lado. —Quería asegurarme.

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Traducción: Atalía

Liv se movió con ella y simplemente hizo rodar a la mujer más alta hasta ponerla boca arriba, tras lo cual se colocó cómodamente encima de ella, mirando sonriente a los ojos azules. —¿Vas a alguna parte? Los labios rojos sonrieron con igual alegría y los ojos claros observaron la posición en la que se encontraban. Rodeando con los brazos a la pequeña figura que se había apoderado de su cuerpo, hizo un gesto negativo con la cabeza. —Me parece que no. Lo cual le valió un suave beso que no tardó en transformarse en algo más profundo. Y sin planteárselo siquiera, se rindió a la dulce seducción. Sus claros ojos azules desaparecieron tras los párpados cerrados cuando sintió unos dedos aventureros que bailaban por su cuerpo, acariciándole el alma con el amor que había en ellos...

—No sé, Ray... —Es... bonito. —Mmm. Silencio. Crujido de papel. —Como... alegre. —Sí, como eso... Dos figuras altas ante una mesa de madera. Rollos de papel pintado encima de la mesa. La habitación misma cubierta de papel viejo. Junto a la mesa había brochas y pintura. 278

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Traducción: Atalía

Un suspiro y el hombre rubio levantó otro papel pintado. Sus ojos azules estudiaron el diseño un momento. Sus cejas claras se fruncieron pensativas. —Éste me gusta. La cabeza morena que estaba a su lado se movió. Mordiéndose el labio, Rayne se lo quitó y lo colocó contra una pared. Los brillantes rayos del sol iluminaron unos graciosos personajillos que bailaban por el papel. Luego se oyó una risa grave y la mujer alta se volvió hacia su amigo. —Por ahora es el mejor. Matthias se echó a reír y le clavó un dedo en el costado. —Que no te oiga Liv. —Recuperando el papel pintado, suspiró y la miró interrogante—. ¿Éste o qué? Rayne se lo pensó un momento. Las otras posibilidades no acababan de convencerla. No tenía la menor intención de decorar la habitación de rosa. Sobre todo porque no tenían ni idea de si iba a ser niño o niña... aunque su madre estaba empeñada en que el bebé iba a ser niña. Por suerte, ése era un tema en el que Liv y ella estaban de acuerdo. Una vez más, los claros ojos azules contemplaron el último rollo de papel pintado. Azul pálido adornado con nubes esponjosas y corderitos de grandes ojos oscuros. Era una monada. Y a Liv le encantaría. Suspiró en silencio. ¿Quién habría pensado que decorar un cuarto para niños iba a ser tan difícil? Frotándose la cara con una mano, asintió. —Sí, nos quedamos con éste. Matthias se echó a reír. —Deberías verte la cara, Ray. 279

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Traducción: Atalía

Ella lo miró ceñuda. Pero a su amigo no le causó gran impresión. Le sonrió con sorna y quitó el resto del papel pintado de la mesa para preparar la cola. —Vamos a ello, ¿eh? Liv me ha prometido Kapusta para cenar y quiero estar listo para entonces. —Le estaba dando la espalda a Rayne y por eso no vio su expresión de profundo afecto. —Gracias. Él se rió por lo bajo. —Oye... hago prácticamente lo que sea por un buen plato de Kapusta. —No me refería a eso. —La voz grave sonaba apagada, y él se volvió, mirando a su amiga sorprendido. —¿Eh? —Lo que has hecho por nosotras significa muchísimo para Liv y para mí. —Tragó e hizo un gesto señalando la habitación—. Esto... nos... —Tomando aliento, avanzó un paso y lo abrazó—. Es... Gracias. —Un susurro bajo, agradecido. Lo pilló por sorpresa. Carraspeando, se pasó algo cohibido una mano por los ojos. —Oye... no te me pongas sentimental, ¿vale? —Pero sonrió al decirlo. Mirándola con la cabeza ladeada, de repente se puso serio—. Veros a las dos tan felices es el único agradecimiento que necesito, Ray. Se quedaron mirándose largo rato en silencio. —¿Recuerdas aquella noche en la playa? ¿Cuando estuvimos hablando del amor? Las cejas oscuras se fruncieron pensativas, pero luego Rayne asintió. 280

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Traducción: Atalía

—Yo siempre he querido que seas feliz, Ray. Porque si hay alguien que merezca ser feliz, ésa eres tú. ¿Qué se dice ante eso? No tenía ni idea, de modo que lo abrazó de nuevo. —Gracias, Matthias. —De nada... ponedle mi nombre al bebé. —Su voz ligeramente temblorosa era burlona, lo mismo que sus ojos cuando le hizo un guiño. Rayne se echó a reír. —Lo pondré en la lista. —Vale... ahora basta de sentimentalismos. A trabajar. Ella sonrió, pero asintió y alcanzó la brocha que le tendía él. Fuera, el sol acababa de llegar a su cénit. Sus rayos curiosos se arrastraron por el suelo para hacer cosquillas en unos sonrientes labios rosas, iluminando unos relucientes ojos verdes cuando Liv se dio la vuelta y bajó a la cocina con el mayor sigilo posible, sin dejar de sonreír dulcemente.

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Ring Una maldición entre dientes. Roce de ropa. Ring

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Traducción: Atalía

Esta vez un gemido ronco resonó por la habitación a oscuras y un brazo largo intentó acabar con lo que hacía ese ruido. Pero lo detuvo una mano pequeña. Unos labios suaves acariciaron una mejilla caliente. —No pasa nada... vuelve a dormirte. Un susurro ininteligible cuando Rayne se volvió un poco y se acurrucó contra el cuerpo más pequeño que estaba a su lado, oyendo sin comprender con quién hablaba Liv. Pasó un brazo alrededor de una tripa claramente protuberante... e incluso medio dormida, en su cara se formó una pequeña sonrisa de felicidad. Un leve chasquido anunció que Liv había colgado el teléfono. Rayne frunció el ceño al notar que se movía. Abriendo con dificultad los soñolientos ojos azules, intentó distinguir las familiares facciones en la oscuridad. —¿Qué ocurre? Y notó unos labios suaves que tocaban los suyos en un dulce beso. Mmm. Qué agradable. Sonrió. —La clínica... tengo que ir. ¿Te acuerdas de la pequeña de la que te hablé ayer? Ha empeorado y necesitan mi ayuda. Encendiendo la luz, Liv tuvo que reprimir la risa al ver los labios rojos que hacían un puchero. Por un momento, se quedó mirando a Rayne, recorriendo esos bellos rasgos... Era bella... pero sobre todo en momentos como éste, cuando se estaba despertando, era una auténtica ricura, con el pelo oscuro todo despeinado y esa expresión casi de niña. Rayne frunció el ceño. —¿Qué?

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Traducción: Atalía

Levantando una mano, acarició suavemente los labios malhumorados. —Te amo. —Un suave susurro. Y notó que los labios suaves se movían en una sonrisa. —Jag älskar dig. Se sonrieron. Durante una

breve eternidad, todo lo que

las rodeaba

desapareció... y sólo quedó la calidez y unos relucientes ojos verdes y azules. —Intentaré volver lo antes posible. Rayne suspiró y se echó hacia delante, apoyando la cabeza en la curva que era su hijo, siguiendo el contorno con un dedo. —Más te vale. —Besó la piel suave y luego se levantó también—. Voy a preparar el desayuno. Liv se rió entre dientes y abrazó a la alta figura. —Gruñona. —Sintió unos brazos largos que la estrechaban en un cálido abrazo. —No es cierto... ve a ducharte. Los sonrientes ojos verdes siguieron a la alta figura mientras Rayne se dirigía al piso de abajo, rascándose la espalda y sin dejar de refunfuñar malhumorada. Intentó imaginarse lo que sería no tener a Rayne en su vida. Incluso la mera idea le causaba dolor. Respiró hondo... abrumada por un momento por las emociones provocadas por esa idea. Sin darse cuenta, sus manos cubrieron su vientre. Bajando la mirada, se lo frotó con ternura. —Qué ganas tengo de que te conozca tu mamma. 283

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Traducción: Atalía

Abajo oyó la radio y una voz grave que se unía a la música, mezclada con los ligeros ruidos del movimiento de cacharros. Y sólo con oír estos ruidos familiares, desapareció la sensación lúgubre que se había apoderado de ella por un instante. Uniéndose al suave canturreo que se oía abajo, fue al cuarto de baño.

Los claros ojos azules se quedaron mirando mientras el pequeño coche salía del camino de entrada. La alta figura se fundía con la oscuridad que tenía aferrado al mundo que la rodeaba. Se quedó allí hasta que dejó de ver las luces. Hasta que la noche se tragó el leve ronroneo del motor. Respiró hondo. El aire gélido le hizo cosquillas en la garganta. Sonriendo, echó la cabeza hacia atrás y contempló el cielo. Los ojos claros divisaron puntos de luz titilante. Y había una luz... pequeña, apenas visible, que le hacía alegres guiños. La había descubierto la noche en que Liv le dijo que estaba embarazada. Por algún motivo había levantado la mirada y allí estaba. Haciéndole guiños tan alegres como ahora. Sonrió. Sentimentalona. Una risa grave agitó el aire. La cabeza morena se movió y se dio la vuelta para regresar a la casa. El ligero crujido de sus botas se mezclaba con el maullido desesperado de un gato que producía ecos sobrenaturales por el lago. Cuando estaba a punto de entrar en la casa, volvió a mirar hacia arriba. Y frunció las cejas oscuras. Había desaparecido.

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Traducción: Atalía

Soltando la puerta, salió de nuevo. Sintió un escalofrío por la espalda que no tenía nada que ver con el aire helado. Sintió una pesadumbre que se posaba sobre ella. Dentro de ella... Un amago de oscuridad que le resultaba dolorosamente familiar. Le costaba respirar al avanzar unos pasos por el camino de entrada. Sus ojos claros estaban clavados en la oscuridad que la rodeaba. Y lo supo... Sus llaves hicieron un ruido metálico sobre el asfalto al caérsele de la mano. Su cuerpo se quedó paralizado en el sitio... con la mente en blanco al tiempo que un susurro desesperado agitaba el aire. —...Liv...

Silencio. Un silencio extraño que parecía haberse aposentado en su interior, dejándole la mente en blanco. Lo único que se oía era el rápido latido de su corazón. ¿Estaba flotando? Tenía una sensación increíble de caminar sobre las nubes. Así de ligera se sentía... Ligera... ¿Luz? Recordó la luz. Deslumbrante. Cegadora... le hacía daño en los ojos. Seguida del agudo chirrido de los frenos de un coche. El crujido del metal bajo una presión inmensa. El ruido de cristales rotos. Y con eso, la devoró el dolor. 285

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Traducción: Atalía

¿Ese grito ronco era suyo? No tenía ni idea de si se estaba moviendo, pero le daba la impresión de que todo su cuerpo estaba en llamas. El dolor se coló en su interior, posándose en su estómago... Oh, Dios... ...por favor... no... no... Otro grito ronco. Por favor, no... Intentó mover las manos. Intentó sentir. Por favor... Sintió que su mente empezaba a dar vueltas y le costaba pensar. Le dolía respirar. Rayne. La oscuridad se apoderó de su cabeza, tentándola con la promesa de la paz... Intentó luchar contra ella. Intentó escapar. Rayne. Ojos azules que le sonreían. El cosquilleo de su piel bajo las tiernas caricias... su alma envuelta en calor. Y se rindió a la voz grave que le susurraba. No había dolor. No había oscuridad. Sólo... ...Rayne.

La luz plateada de la luna se arrastraba despacio por los campos abiertos y despejados, iluminando las siluetas oscuras del ganado, los contornos brumosos de casas e iglesias, acariciando un paisaje que seguía profundamente dormido, ajeno a la vida que continuaba a su alrededor... 286

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Traducción: Atalía

En el horizonte la luz plateada se mezclaba con destellos azules y rojos. Débiles sonidos de sirenas. Motores de coche. Gritos. La luz de los focos que resultaba casi cegadora por su intensidad bañaba de un blanco descarnado parte de la carretera que llevaba a Lübeck. Un montón de gente corría en un caos organizado mientras los bomberos intentaban llegar a un pequeño coche oscuro medio sepultado debajo de un camión inmenso. La parte delantera no era más que una ruina de metal estrujado. La hierba, ahora verde grisácea, estaba salpicada de hilos rojos que resbalaban despacio por las briznas húmedas. Un líquido espeso y rojo... —...¡cuidado!... ¡Está viva! Calma... calma... —Voces angustiadas cuando por fin llegaron al asiento del conductor. La carretera estaba cortada por coches de policía, aunque casi no había tráfico. Los agentes vestidos de verde y caqui estaban plantados junto a los restos. —¿Cómo ha ocurrido? —En voz baja. —Se quedó dormido... perdió el control del camión... la pobre estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. —En un tono igual de bajo. —¿Alguna identificación? —Habrá que esperar a ver qué encontramos. De repente las voces de los encargados de la ambulancia subieron de tono. Ruidos de estática de la radio. —Está embarazada... ¡tenemos que sacarla de ahí lo antes posible! Más ruido. Movimiento frenético.

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Luego un destello de pelo rubio cuando trasladaron una figura tendida a una camilla. Rasgos delicados manchados de rojo oscuro... que resbalaba despacio por la suave curva de sus pómulos. Piel suave oscurecida por las magulladuras. —¡Vamos! Sirenas estridentes cuyo eco espeluznante reverberaba en la noche. Destellos azules que desaparecieron en la oscuridad, dejando atrás un silencio hueco, luz blanca y deslumbrante, figuras oscuras que se movían para asegurar la zona. A su alrededor el viento había aumentado y acariciaba los árboles que bordeaban la carretera, agitando las hojas dormidas, llevándose consigo los últimos sonidos de la ambulancia que acababa de desaparecer, empujando capas de gris pálido por el terciopelo oscuro que tapaban débiles puntos de luz...

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Traducción: Atalía

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No sé por qué hice lo que hice No sé por qué dije lo que dije El orgullo es como un cuchillo, puede cortar profundamente Las palabras son como armas y a veces pueden hacer daño No quería hacerte daño No quería verte marchar Sé que te hice llorar Pero cariño < estribillo > Si pudiera dar marcha atrás al tiempo Si pudiera encontrar una forma Retiraría esas palabras que te hicieron daño Y tú te quedarías Si pudiera alcanzar las estrellas Te las daría todas a ti Entonces me amarías Me amarías como antes Si pudiera dar marcha atrás al tiempo Mi mundo está destrozado Me quedé hecha trizas Como si alguien hubiera cogido un cuchillo Y me lo hubiera hundido en el corazón Cuando saliste por esa puerta Juré que no me importaba Pero lo perdí todo, mi amor, en ese preciso instante Demasiado fuerte para decirte que lo sentía Demasiado orgullosa para decirte que no tenía razón Sé que estaba ciega Y mi amor < estribillo > Si pudiera dar marcha atrás al tiempo 289

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Traducción: Atalía

Si pudiera encontrar una forma Retiraría esas palabras que te hicieron daño Y tú te quedarías Si pudiera alcanzar las estrellas Te las daría todas a ti Entonces me amarías Me amarías como antes Si pudiera dar marcha atrás al tiempo No quería hacerte daño No quería verte marchar Sé que te hice llorar Pero ah, si pudiera dar marcha atrás al tiempo —If I Could Turn Back Time, escrito por Diane Warren

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entonces El sonido hueco de unos pasos sobre el linóleo gastado. Paredes carentes de adornos y de un soñoliento color hueso iluminado por una luz difusa desde arriba, tan suave que reducía la sombra de una figura alta a un pálido gris. El aire estaba cargado de un olor intenso a antisépticos y desinfectantes. Y un levísimo aroma a café. En alguna parte unas voces creaban un tapiz de sonido que flotaba por el largo y ancho pasillo, mezclado con el ruido de platos y risas. Otras personas pasaban ante la figura que estaba de pie junto a una ventana. A su lado pasaban flotando retazos de conversaciones mientras los ojos claros miraban sin ver la parte de atrás del hospital. 290

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Daba la espalda a una puerta señalada como Habitación 9. Una mano temblorosa apartó el largo pelo oscuro y frotó unos ojos doloridos. Las lágrimas humedecieron la punta de los dedos. Un suspiro trémulo empañó la ventana por un instante y Rayne estiró su alta figura. Le dolían los riñones. Llevaba diez horas sentada junto a la cama de Liv y sus músculos protestaban por el mal trato. Pero le daba igual. Porque no se podía comparar con el dolor que sentía por dentro. Que había roto su alma en un millón de pedacitos... atravesándole el corazón cada vez que respiraba. Cada vez que miraba a los ojos verdes llenos de dolor. Cada vez que miraba los oscuros moratones y los pequeños cortes. Cada vez que miraba la pequeña figura de su amante hecha un ovillo tenso, con los brazos alrededor del estómago... Unas manos grandes se aferraron al marco de la ventana. Su mente seguía repitiendo las palabras del médico que se había acercado a ella cuando llegó a la clínica. Al principio no sabía cómo decírselo... lo notó por la forma en que evitaba mirarla. Pero luego sus ojos grises se clavaron en ella "Hemos podido estabilizarla. Ha perdido mucha sangre... y..." Ella quiso decir algo, hacer la pregunta, pero tenía la garganta penosamente seca y su mente todavía se negaba a aceptar lo que había pasado. "No hemos podido salvar al bebé. Lo siento". ¿Cómo se puede venir el mundo abajo en una sola noche?

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Los claros ojos azules se cerraron y Rayne respiró hondo. Le dolía el pecho de las lágrimas que no había derramado. Liv no estaba despierta cuando llegó. Eso le daba tiempo para serenarse, una vez más. Para reprimir el dolor que sentía por dentro. La alta figura se volvió despacio. Por un momento miró distraída a la gente que pasaba ante ella. Enfermeros. Pacientes en bata. Visitantes. Luego los ojos claros se posaron en la puerta de la habitación donde dormía Liv. Enderezándose, dio unos pasos hacia ella. Sus dedos aferraron el picaporte con una fuerza casi dolorosa. Abriéndola despacio, entró. Y se encontró con unos ojos verdes llenos de dolor.

Le dolía todo. El cuerpo. La mente. El alma. La pequeña figura que estaba en la cama estrecha se movió. Tenía los ojos cerrados y por un momento se limitó a escuchar. Por la ventana entraban los ruidos apagados del tráfico. Sonido lejano de voces. Pájaros en los árboles que sabía que había delante de la ventana. Un suspiro vacilante. Entonces los ojos verdes se abrieron parpadeando. Por un instante la luz la cegó... y luego se adaptó. Observó la habitación. Era pequeña, sólo había dos

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Traducción: Atalía

camas más, por el momento vacías, contra la pared de enfrente. Una mesa y cuatro sillas en un rincón debajo de la ventana. Una silla al lado de cada cama. La que le correspondía a ella se había movido. En su respaldo aún había un jersey doblado. Recordó el leve roce de las patas sobre el linóleo. Recordó el rastro de un olor conocido que le había invadido los sentidos, diciéndole que estaba a salvo. Llena de dolor, pero a salvo. Y que no estaba sola... El contacto vacilante de unas manos cálidas sobre las suyas. Una voz grave y trémula que le hablaba. Rayne. Era lo único que le había hecho resistir, luchar contra la oscuridad que le acariciaba la mente, que la tentaba con las promesas de la ausencia de dolor. No podía dejarse ir. No podía dejar a Rayne. Habían perdido ya tanto que no podían perderse la una a la otra. En contra de su voluntad, sus manos se posaron sobre su vientre y tocaron vacilantes los últimos vestigios de... Se volvió y hundió la cara en la almohada. Los sollozos silenciosos sacudían su cuerpo, pero le daba igual. Al menos el dolor físico ahogaba el dolor interno. El suave crujido de la puerta. Pasos y el reconocimiento instantáneo de Rayne al entrar. Tragó y se volvió un poco, despacio para evitar más dolor... dudando porque no sabía lo que iba a ver... Temerosa de lo que pudiera ver.

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Traducción: Atalía

Silencio. Rayne parecía cansada. Ojeras oscuras bajo los ojos... que se encontraron con los suyos un momento para volver a mirar al suelo. Tardó otro instante, pero luego Rayne se movió y se sentó junto a su cama. Y le cogió la mano, tocándole los dedos con una caricia casi inconsciente. Luego la cabeza morena se alzó y se ahogó en unas claras profundidades azules. Los labios rojos intentaron formar palabras, moviéndose en silencio por un instante. Luego: —...no sé qué hacer... —Un mero susurro que apenas movió el aire. Casi no lo oyó... y no sabía si iba dirigido a ella. Alzando la mano, acarició la piel suave y vio que los ojos claros se cerraban. —...stanna hos mig... —No era una pregunta y sin embargo en el tono se percibía cierta duda... Fuera hubo un repentino estallido de sirenas que atravesaron el silencio. Voces preocupadas. Puertas que se cerraban. Gritos. Rayne volvió la cabeza y vio unas esponjosas nubes blancas que flotaban perezosas por un cielo casi tan claro como sus ojos. Estar aquí por mí. Siempre, contestó su corazón. ¿Lo has hecho?, preguntó su mente. Volviéndose de nuevo hacia Liv, se inclinó en silencio hacia delante y apoyó la cabeza en la cálida curva de la cadera de Liv, sintiendo unos dedos tiernos que le acariciaban el pelo. Y de nuevo se hizo el silencio entre ellas.

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Traducción: Atalía

Y por primera vez desde que se conocían, fue incómodo...

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El sol iluminó el parabrisas por un instante, cegándolo al apagar el motor. La animada voz de un reportero se cortó a media frase. El hombre rubio cerró los ojos y tomó aliento profundamente. —Bueno... vamos allá. —Matthias salió del coche y cerró con llave. El día había empezado con una bonita mañana y parecía que todo el día iba a ser bonito. El cielo estaba azul brillante con apenas unas capas de nubes translúcidas. El sol era un alegre foco de luz que ya le calentaba la espalda mientras se quedaba parado en medio del aparcamiento mirando lo que lo rodeaba. El aparcamiento estaba situado al final mismo del campus... detrás estaban los edificios de la biblioteca, la Mensa y las aulas de primero. La clínica estaba situada en medio del campus y allí era donde se dirigía. Sonrió al ver a los estudiantes tirados en los céspedes... leyendo, hablando o simplemente disfrutando del sol. Dormidos, probablemente. Al subir por el estrecho sendero que llevaba a la entrada principal, las vio de inmediato. Se detuvo para mirarlas un momento. A veces se preguntaba si tenían idea de hasta qué punto estaban sintonizadas la una con la otra. Se notaba en la forma en que se movían juntas... en que siempre parecían saber lo que la otra estaba a punto de decir. No llegaban a terminar las frases de la otra, pero a veces daba la impresión de que podrían hacerlo... Ladeó la cabeza rubia. 295

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Había sido así prácticamente desde el principio. Recordó el fin de semana anterior a la fiesta de inauguración del bar, cuando pidieron a todo el personal que los ayudara a preparar la sala principal. Incluso entonces había habido algo entre Rayne y Liv. Habían trabajado codo con codo... sin molestarse la una a la otra y sin embargo, parecía... No tenía palabras para describirlo. Le había asombrado entonces... y le asombraba ahora. Pero ahora... al verlas ahí delante de la clínica... Se lo notaba en la cara. Faltaba algo. Aunque estaban cerca... probablemente tocándose incluso... no lo sabía seguro desde donde estaba... parecía que hubiera algo con ellas. Un abismo que resultaba evidente incluso para él. Se preguntó qué se sentiría al estar a uno de los lados de ese abismo. Tragó con dificultad. Su mente recordó la noche en que Rayne lo llamó. Al principio creyó que era un chiflado que llamaba en medio de la noche, porque no contestó nadie cuando cogió el teléfono. Luego oyó un suspiro tembloroso. Y luego la voz de Rayne. No había dicho gran cosa... Liv está en la clínica... un accidente... le dijo lo del bebé cuando llegó a la clínica. El bebé.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Eso le había dolido. Mucho. Más de lo que se esperaba... y sin embargo, no podía ni imaginarse siquiera lo que debía de haber sido para Rayne y Liv. Habían deseado tanto ese bebé. Alzó una mano y se la pasó por el corto pelo rubio. Tenía que calmarse... no les sería de ninguna ayuda si ahora se venía abajo. Irguió su alta figura. Le costó un poco, pero incluso logró sonreír ligeramente para cuando llegó ante ellas. Rayne lo miró ladeando la cabeza... Liv se acercó y lo abrazó con fuerza un momento. La había visitado todos los días en la clínica, y aunque no habían hablado mucho, sabía que ella había agradecido su presencia. Soltándola, señaló la bolsa que estaba junto a Rayne. —¿Eso es todo? Otro gesto de asentimiento en silencio. —Pues muy bien... vamos a llevaros a casa, ¿eh?

Sus ojos azules se posaron en el espejo retrovisor. Liv estaba acurrucada en un rincón del asiento de atrás, con la cabeza apoyada en el respaldo. Sus ojos observaban cualquier cosa que viera fuera. Tenía dudas de que realmente se estuviera percatando de nada de lo que veía. Rayne iba sentada a su lado, igual de callada. Sus manos estaban unidas y entrelazadas en medio del asiento trasero.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Volvió a mirar hacia delante, mordisqueándose el labio... tentado, por primera vez desde que las conocía, de llenar el silencio con algo... lo que fuera. No habían intercambiado palabra desde que habían salido del aparcamiento y el trayecto de treinta minutos hasta Plön parecía estar durando una eternidad. Eso le preocupaba, pues era muy poco habitual en ellas, y aunque Rayne no era muy habladora, Liv y ella siempre tenían algo de que hablar. Aunque sólo se estuvieran tomando el pelo. El sol ya estaba en lo más alto y notaba el calor que se desplomaba sobre su coche. Poniendo el aire acondicionado, suspiró cuando a los pocos segundos el aire fresco le acarició la piel. —Así está mejor, ¿eh? —Mmm. —La voz grave de Rayne. Al volver a mirar en el espejo se encontró con unos ojos verdes que atraparon los suyos por un instante y en los labios rosas se dibujó una leve sonrisa. —Gracias, Matti. —Un susurro suave y cansado. Él le devolvió la sonrisa, aunque no sabía hasta qué punto resultaba convincente. Liv volvió a mirar por la ventana, moviéndose un poco... e inconscientemente la mano grande que sujetaba la suya se la estrechó. La cabeza rubia se volvió y se miraron. Es increíble lo lejos que puede estar una persona... sentada a tu lado. Matthias suspiró de nuevo, y para llenar el coche silencioso con algún tipo de ruido, puso la radio.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Pasaron diez minutos más y por fin apagó el motor tras entrar en el camino de entrada de la casita. Se quedaron sentados en el coche en silencio. —Voy a sacar la bolsa. Reprimiendo apenas las ganas de salir de un salto del coche, Matthias lo rodeó y sacó la pequeña bolsa del maletero. Oyó el leve sonido de las puertas al cerrarse y luego el lento crujido de unos pasos. Le pasó la bolsa a Rayne. Luego se quedaron plantados el uno frente al otro en un silencio incómodo. Él no sabía qué se había estado esperando... tal vez que lo invitaran a pasar. O algo. —Estupendo... vale... pues... —Movió las manos—. Creo que me voy a ir. Cuidaos. Liv le dio otro abrazo y esta vez incluso consiguió sonreírle de verdad al tiempo que le revolvía el pelo con un gesto juguetón. Al volverse hacia su amiga, ésta se quedó mirándolo un buen rato y luego lo abrazó también. Su voz era un susurro bajo que le acarició la oreja. —Gracias por apoyarnos. Él tragó, sin saber qué decir. Las miró mientras se volvían para dirigirse hacia la casa y no pudo contener la pregunta que lo tenía preocupado. —¿Vais a estar bien? Se volvieron a la vez. Los claros ojos azules y los ojos verdes lo miraron un momento en silencio. —Sí... —dijeron a la vez.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Habría resultado divertido de no haber sido tan doloroso de ver. Dos semanas atrás se habrían echado a reír juntas... hoy evitaban mirarse... Una imagen de la clínica acudió a su mente... había entrado en la habitación, sigilosamente, porque no sabía si Liv estaría despierta. No lo estaba. Estaba acurrucada de lado... incluso dormida en su cara se notaba la angustia. Y Rayne estaba sentada al lado de la cama. Con las manos alrededor de la mano mucho más pequeña de Liv, estaba allí sentada... simplemente mirando a la pequeña figura. No lo había oído entrar y por eso no había muros, no había máscaras para ocultarse... sólo un dolor que le resultaba tan evidente que mirarla le hacía daño. Y ahora, al mirarlas... Quería preguntar si podía quedarse un poco, sólo para asegurarse de que estaban bien, pero dudó. Luego respiró hondo, agitó la mano de nuevo y volvió a meterse en el coche. Y cuando estaba doblando la esquina al final de la calle, vio que todavía no se habían movido.

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El leve crujido de electricidad. Una voz conocida que sonaba extrañamente metálica por teléfono. —...¿y cómo vas? —La preocupación era evidente en la cálida voz. Un leve silencio. Un suspiro... que resonó como una ola de roces eléctricos a través de la línea.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—Mejor. —Mmm. —Duda. Preguntas tácitas. —En serio, Rose... ha sido... difícil, sí... pero voy mejorando. —¿Y Rayne? Otro silencio. Más largo esta vez. Luego: —...no lo sé... —En voz baja. Vacilante. El llanto evidente en el ligero temblor. —Liv... —No quiere hablar conmigo de... —un suspiro trémulo—, ...del bebé... y de lo que siente... no... no consigo llegar a ella... —Sí, puede ser muy terca... dale tiempo. —¿Tiempo? —En realidad no era una pregunta. Sólo un susurro sin aliento. —A ese respecto es como su padre. Él siempre lamentó no haberle dicho nunca cuánto la quería... lo orgulloso que estaba de ella. Pero lo sentía... lo llevaba dentro... sólo que necesitaba tiempo para expresarlo. Silencio. Luego la voz de Rose adquirió un tono insistente. —¡No te rindas, cariño! Más silencio. Suspiros temblorosos. Luego: —Estoy llena de dolor... y sé que ella siente el mismo dolor... pero no acude a mí... y yo... cada vez que intento acudir a ella, se aparta. Es como... —Liv no

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

terminó la frase. Por un momento sólo se oyó el ruido de su respiración—. Me temo que me echa la culpa. —Apenas un susurro. —¡Liv! ¡No digas eso!... ¡¡Ni se te ocurra pensar eso!! ¡La conoces demasiado bien para pensar eso siquiera! Llanto. Hipos entrecortados. —Lo sé... es que... me... duele. No... no me ha tocado desde... —Su voz se apagó en un susurro. —Cariño... sshh... vamos, ssh... llora, estoy aquí... —Un largo rato de llanto y suaves palabras de consuelo—. ¿Quieres que vaya y me quede un tiempo allí con vosotras? Un profundo suspiro. —Me encantaría tenerte aquí, pero... esto es algo que tenemos... que tenemos que solucionar nosotras. —Suavemente, agotada. —Pero ya sabes dónde encontrarme si necesitáis ayuda. No es demasiado mayor para que su madre le inculque un poco de sentido común. —La sonrisa era más que evidente en la cálida voz. —Lo sé, svärmor. —Una risa dulce cuando Rose reconoció el apelativo que Liv empleaba con ella. Otra vez silencio. —Vale... tengo que marcharme dentro de nada... pero Liv, por favor... ¡no te rindas! —No lo haré. La quiero. —¡Y ella a ti, cariño! 302

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—...lo sé... —Un leve susurro. Despedidas seguidas del clic hueco del teléfono al colgar. Una figura inmóvil sentada en una habitación devorada poco a poco por la oscuridad a medida que el sol se ponía por detrás de las siluetas oscuras de la ciudad.

El sol poniente bañaba el jardín de un profundo resplandor naranja. Unas sombras de color ocre reptaban perezosas por la áspera corteza de los árboles que bordeaban la valla del jardín trasero, haciendo cosquillas a las hojas adormecidas... agitándolas por un instante. Entonces las gaviotas interrumpieron la quietud del atardecer. Sus gritos estridentes creaban ecos sobrenaturales que flotaban por el aire cálido. Unos ojos claros las observaron un momento. Una alta figura oscura estaba apoyada en el marco de una puerta, extrañamente perdida en la oscuridad creciente... y sin embargo, se fundía con ella y apenas se distinguía de los contornos oscuros de la casa. Un leve suspiro. Luego la forma oscura se movió y cerró despacio la puerta que daba al jardín. Volviéndose, se quedó escuchando un momento. Oyó la voz de Liv en el cuarto de estar. Cuando estaba a punto de dirigirse hacia allí, se detuvo de nuevo, debatiéndose entre la necesidad de acurrucarse en el regazo de su amante para esconderse para siempre, arropada en el calor y el amor que sabía que la esperaban allí... y la necesidad de huir lo más deprisa posible.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Había una parte dentro de ella que necesitaba ayuda desesperadamente, que no necesitaba nada salvo a esa pequeña figura a la que agarrarse. Nada salvo esos hermosos ojos verdes en los que ahogarse. Y la otra parte que no paraba de decirle que había fracasado. Que había fracasado a la hora de mantener a Liv a salvo. Que había fracasado a la hora de hacerlo bien esta vez... Los claros ojos azules se cerraron. —...Liv... —Un susurro que apenas movió el aire que la rodeaba. Se volvió hacia las escaleras y subió a su dormitorio, sin molestarse en enceder la luz al entrar. Se quedó de pie en la oscuridad largo rato, perdida en sus pensamientos y en el dolor que la atravesaba... Un leve suspiro al empezar a desabrocharse la camisa. Se le cayó de los hombros con un suave roce. El aire frío atacó su torso... ...y de repente fue sustituido por un cuerpo cálido que se apoyó en su espalda. Su piel se animó de inmediato con una sensación de hormigueo. Notó unas manos pequeñas que se apoyaban en sus riñones. No se movían, pero despacio, vacilantes, le tocaban la piel con una ligera caricia. Los dedos bailaron por su espalda y por un momento subieron para dibujar el pequeño tatuaje que tenía en el omóplato. Se quedaron allí durante una breve eternidad. Luego la frente de Liv se apoyó justo entre sus hombros. Y un cálido suspiro le bajó por la espalda. Tragó.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Quería volverse... quería decir algo... lo que fuera... lo adecuado... pero entonces notó unos labios temblorosos en su espalda que le tocaron la piel por un instante y el calor desapareció. Unos pasos suaves anunciaron que Liv se había metido en el cuarto de baño. Sin decir una palabra. Los ojos claros se cerraron. La carne de gallina que le cubría la piel no era a causa del frío que se estaba apoderando de la habitación, sino del frío que se estaba apoderando de su interior...

El cielo era de un negro aterciopelado cubierto de finas capas de gris que se movían despacio, sin prisa, envolviendo el brillante círculo blanco que asomaba por ellas, de vez en cuando. La luz plateada iluminó una ventana y bailó por ella provocando alegres destellos... hasta entrar en la habitación oscura. Un delgado rayo de luz se arrastró por la alfombra hasta una cama, acariciando dos figuras que descansaban en ella. Estaban tumbadas de lado cara a cara... prácticamente pegadas la una a la otra. Entonces una de las figuras se movió. Sus cejas claras se fruncieron al tiempo que sus labios rosas formaban palabras en silencio. Un cuerpo pequeño empezó a agitarse inquieto. Unos leves sonidos de angustia agitaban el aire silencioso. Luz. Destellos. Le dolían los ojos. Gritos estridentes, un ruido espeluznante que parecía retumbar a través de su mente. ¿Era su voz?

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Y entonces llegó el dolor... Oleadas de dolor lacerante que le atravesaban hasta la última fibra de su cuerpo. Intentó moverse... protegerse. El bebé... El bebé. De nuevo los gritos. Roncos esta vez. ¿Su voz? Sus dedos tocaban un calor líquido. Sus manos se alzaron a cámara lenta y sus ojos vieron el color rojo oscuro que resbalaba por sus dedos. Bajó los ojos... No le quedaba voz cuando se miró la tripa... abierta. Una masa de sangre y carne y desde dentro unas manitas que intentaban alcanzarla... ...Liv se despertó con un sobresalto... apenas capaz de contener un grito. Jadeando, miró a su alrededor frenéticamente... intentando orientarse. Entonces se oyó una voz grave. —¿Liv? Se encendió una lamparilla de la mesilla de noche y su dormitorio quedó bañado en una luz cálida y amarilla, que daba a los preocupados ojos claros una curiosa profundidad de un intenso azul. Estaba temblando... por el frío de la habitación y por el recuerdo del sueño. Vio que Rayne se movía para abrazarla. Pero se detuvo. Por un momento se quedaron mirándose. Lo bastante cerca como para tocarse... lo bastante cerca como para sentir el aliento de la otra como una caricia cosquilleante... y sin embargo, tan lejos la una de la otra... 306

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Quería moverse. No había nada que quisiera más que hundirse en el abrazo de Rayne, ahogarse en el calor, donde sólo había un latido lento y rítmico, una respiración profunda y ese olor que formaba tanta parte de Rayne. Pero algo se lo impidió. Era lo mismo que había impedido a Rayne abrazarla. Lo mismo que causaba el silencio opresivo y oscuro entre las dos... Respiró hondo y se levantó despacio, temblando. —Estoy bien... sólo necesito beber algo. —Sus pasos sonaron apagados sobre la alfombra. Unos heridos ojos azules siguieron sus movimientos. —Liv... yo... Se detuvo y se volvió. Los ojos verdes siguieron los contornos de la figura oscura e inmóvil que estaba en la cama. Sus ojos claros eran unos puntos de luz en una hermosa cara oculta entre sombras. Y aún sentía este impulso... Esta increíble necesidad de estar cerca de Rayne. Había existido desde el momento en que se conocieron. Ese sábado por la mañana, hacía una vida... Tal vez había existido incluso antes de ese día. Sin ser consciente de ello, volvió al borde de la cama y se sentó, despacio, vacilante. Y alargó una mano, echando a un lado el flequillo oscuro y despeinado, dibujando las cejas oscuras. —...yo... —Los ojos verdes desaparecieron tras los párpados cerrados. Un suspiro tembloroso—. Estoy bien, Rayne... vuelve a dormirte. —En voz baja, apenas un susurro. Con eso se levantó y salió de su habitación.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Abajo se acurrucó en una de las butacas del cuarto de estar, sin molestarse en tapar su cuerpo estremecido, pues no era el aire frío lo que le causaba los temblores, sino el intento de mantener en silencio sus sollozos. Se quedó dormida sin saber cuánto tiempo había pasado. Sin ver a la figura alta que estaba en la puerta. Perdida y llena de dolor...

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—Karo... noch einen! La voz grave pronunciaba difusamente el alemán con más acento que de costumbre y unos ojos marrones llenos de dudas miraron a la alta figura sentada ante la barra, encorvada sobre un vaso de cerveza. Karoline se mordió el labio y buscó a Matthias con la mirada. Rayne había aparecido tres horas antes y llevaba bebiendo desde entonces. La joven camarera no sabía qué debía hacer. Todo intento de convencer a su jefa para que se tomara una taza de café... incluso el ofrecimiento de llamar a un taxi, habían sido recibidos con una gélida mirada azul y una voz áspera que le decía que se metiera en sus propios asuntos. Incluso había intentado llamar a Liv, pero nadie había cogido el teléfono. Suspirando, recogió el vaso ahora vacío y cogiendo uno limpio, lo colocó junto con otra botella de cerveza delante de su jefa. —Mm... a lo mejor... ¿no crees que ya es suficiente? —Aunque quería sonar segura, la voz le tembló un poco cuando los claros ojos azules se alzaron para encontrarse con los suyos. 308

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—¿Suficiente? —La voz grave sonaba ronca... como si Rayne se hubiera pasado largo rato gritando...—. No. Todavía siento el dolor, así que no es suficiente. — Sus ojos claros se volvieron hacia un lugar muy lejos del bar—. Nunca es suficiente... —Un susurro ronco. Karoline tragó, sin saber qué decir o si había siquiera algo que decir. Al ver que Rayne bebía un buen trago, se volvió y se dirigió a la oficina, con la esperanza de encontrar allí a Matthias. Y por eso no vio a una morena que se acercó a la figura alta. —Hola, Ray.

Matthias miró ceñudo la pantalla del ordenador que tenía en la mesa y suspiró. Llevaba un buen rato peleándose con la carta y no conseguía que le quedara bien. Normalmente era Liv la que se ocupaba de este tipo de cosas, pero no había querido molestarla con esto. Habían pasado cuatro meses desde el accidente, y aunque parecía que las cosas estaban volviendo poco a poco a la normalidad... seguía preocupado por ella. Por ellas. Las dos se habían apartado de él. De todos sus amigos. Había hablado con Lorenz hacía unos días y éste le había dicho que Liv lo había llamado una sola vez desde el accidente y ni siquiera entonces quiso hablar de cómo se sentía. Sus ojos azules se volvieron hacia la ventana, observando cómo el viento perseguía nubes esponjosas por el cielo. La llamada repentina a la puerta le dio un susto y trasladó su ceño a la figura que entraba insegura. —¿Qué?

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Karoline se mordió el labio y se adentró un poco más en la pequeña estancia. —Es... mm... se trata de Rayne. Matthias se levantó al instante. —¿Qué le pasa? La joven parecía muy incómoda y suspiró. —Lleva ya un buen rato bebiendo y creo que debería irse a casa, pero... El hombre alto asintió. Esto era lo que llevaba haciendo Ray desde hacía ya casi dos semanas. Se presentaba en el bar, sólo para emborracharse. Aunque nunca se emborrachaba demasiado. De algún modo, siempre sabía cuándo parar, pero ya había notado que cada vez le resultaba más difícil. La primera noche él llamó a Liv. No sabía qué esperar. Tal vez que se pusiera a gritarle... o algo... pero entró en silencio, se detuvo al lado de Ray... y simplemente se quedó mirándola. Simplemente se quedó mirándola... Él siempre había sabido que Liv no necesitaba hablar. Cualquier cosa que uno quisiera saber, se veía en sus ojos. En esa curiosa mezcla de verde y azul que con la luz adecuada mostraba matices de gris. Uno se podía enamorar de ella con sólo mirarla a los ojos. Se marcharon en silencio. No se dijeron ni una palabra. Pero tampoco se tocaron... —¿Matthias?

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

La voz de Karoline lo sacó de sus reflexiones y frunció un poco el ceño, intentando quitarse la imagen de la cabeza. —Vale... voy a hablar con ella. —Mm... —La joven se mordió el labio—. ¿Llamo a...? El rubio soltó aliento despacio. Mientras salía de la oficina, meneó la cabeza. —No... no, si hace falta, ya la llevo yo a casa. Entraron en la sala principal del bar. Había muchos clientes. Todas las mesas que había a lo largo de las paredes estaban ocupadas por grupos de cuatro o por parejas. El pequeño espacio reservado para bailar estaba atestado de cuerpos que se movían al ritmo de la música que salía a todo volumen de los altavoces. Era miércoles. La banda sólo tocaba los martes y los jueves. El aire estaba cargado de risas y con una capa grave de ruido creado por muchas voces distintas. El olor a humo y velas mezclado con numerosos perfumes flotó hacia ellos cuando entraron. —Pero qué zorra. Matthias parpadeó y se volvió hacia Karoline, que indicó la barra. Él se volvió hacia allí y su mirada se volvió fría. Susie estaba al lado de Ray. Estaba pegada a su amiga. Muy pegada. Vestida con una camiseta de tirantes y unos vaqueros ceñidos que no dejaban nada a la imaginación. Alzó una mano para posarla en el hombro de Ray, jugueteando con un mechón de pelo oscuro. No oía lo que le decía... pero no le gustó la expresión de Ray.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—¿Estás sola esta noche, Ray? Susie se acercó aún más y sonrió dulcemente a los claros ojos azules que parecían un poco desenfocados. Rayne parpadeó. Captó unas bocanadas de un perfume abrumadoramente dulce que le hacía cosquillas en la nariz. No le gustaba. Le gustaba el que usaba Liv. Siempre le recordaba a un día caluroso de verano, corriendo por un campo de trigo. En sus labios se dibujó una ligera sonrisa, que Susie interpretó mal y apoyó la mano en el hombro de Rayne, tirando de un mechón oscuro. Señalando el vaso de cerveza, dijo: —No parece muy divertido. —Con un dedo siguió lentamente la curva de un ancho hombro hasta rozarle la mandíbula—. Conozco un lugar donde podemos divertirnos mucho más. La cabeza morena se echó hacia un lado. Por primera vez los ojos claros se fijaron en la alta figura que tenía tan cerca. ¿Alta? Eso no estaba bien. Liv no era tan alta. Liv era del tamaño perfecto para encajar. En sus brazos. En su corazón. En su alma. Dentro... Las cejas oscuras se fruncieron. Tenía la cabeza atontada. Otra bocanada de perfume y tuvo que apartarse un poco. 312

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—Es lo único que quiero, Ray... un poco de diversión. ¿Mmm? ¿Qué dices? Nadie tiene por qué saberlo. —La voz sonaba extrañamente lejana al tiempo que notaba unos dedos que le subían por el muslo. Los claros ojos azules se alzaron de nuevo y no vieron nada más que unos rasgos delicados, sonrojados. Unos profundos ojos verdes. Un aliento trémulo que le acariciaba los labios... Susie tragó al ver cómo se oscurecían los ojos claros. Cuando estaba a punto de besar a Rayne sintió que le ponían una mano en el hombro. —No te conviene hacer eso. Soltándose de la mano firme, Susie se volvió y se topó con otro par de ojos azules. Sólo que estos parecían furiosos. Muy furiosos. Sonrió burlona y se apartó. —No ha pasado nada, Matthias. Él apretó la mandíbula y se acercó a ella. —Lárgate de aquí. Ahora. —Hablaba en voz baja pero forzada. Como si intentara con todos sus fuerzas no ponerse a gritar. La alta morena se encogió de hombros. Volviendo a sonreír falsamente, le guiñó el ojo a Rayne y se fue. Karoline había tomado la sabia decisión de marcharse también y estaba desapareciendo detrás de la barra cuando Matthias le quitó el vaso a Rayne. —Ya has bebido suficiente. Su amiga se quedó inmóvil y luego se volvió hacia él.

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Traducción: Atalía

—Yo decido cuándo he bebido suficiente —dijo en voz baja y fría. Pero claramente borracha. —¿Cuándo es suficiente, Ray? Los desenfocados ojos azules lo miraron como si intentara buscar una respuesta. Luego bajó aún más la voz, hablando apenas en un susurro. —Nunca me llama Ray. ¿Lo sabías? Nunca Ray... Como hablar en alemán parecía resultarle difícil, se había puesto a hablar en inglés, y él tardó un momento en descifrar lo que había dicho. —Ray... vamos. Te llevo a casa. —Ella quiso negarse. Lo notó por la forma en que se endureció su cara, pero luego se levantó despacio, sujetándose a la barra un momento. —Puedo conducir. Él no pudo evitar echarse a reír al oír esto. —Ya. Pero no lo vas a hacer. Lograron salir del bar y llegar a su coche sin más incidentes y ella jugó con sus llaves. El suave tintineo resonaba por la calle silenciosa. —Estoy bien. —No lo estás, Ray. Apartándose de él, se apoyó en el coche, con expresión furiosa. —No me digas cómo estoy o dejo de estar... ¡he dicho que estoy bien! —Estás borracha.

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Traducción: Atalía

—¿Y? Ahora él mismo se estaba enfadando, y por primera vez desde que se conocían le dieron ganas de pegarle. En parte era por la frustración de no poder llegar a ella. No había conseguido llegar a ella desde el accidente. —¿Es que quieres matarte? ¿Es eso? —Se acercó más a ella—. ¿Es eso lo que quieres? ¡Eres una cobarde, Ray! Ella avanzó hacia él tambaleándose, con los ojos todavía desenfocados, pero fríos y furiosos. —No tienes ni idea de cómo me siento... no te atrevas a... —¿A qué, Ray? ¡Tienes que controlarte! ¡Deja de sentir lástima de ti misma! Estás viva... Liv está viva... ¡no eches a perder lo mejor que te ha pasado en tu vida! Ni siquiera lo vio venir, pero estuvo a punto de tumbarlo. Sintió un escozor en el lado de la cara donde lo había alcanzado el puño. Ella se quedó mirándolo parpadeando en silencio. Se oían los ruidos de los barcos amarrados a las paredes del canal. El suave crujido de las cuerdas. El débil ruido del tráfico. Risas y música que salía de alguna parte. Y de repente pareció encogerse. Hundió los hombros y pasándose las manos temblorosas por el pelo oscuro y despeinado, tragó con dificultad. —Fue culpa mía. —Un susurro bajo, lleno de dolor. —¿Qué? —Tendría que... no tendría que... haber dejado que fuera sola esa noche... yo... 315

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Traducción: Atalía

—Ray... no fue culpa tuya. —Intentó abrazarla, pero ella se apartó. Tirándole las llaves, se apoyó de nuevo en el coche. —Llámame a un taxi. —Derrotada. Cansada. —Yo te llevo... sube. —No... Llámame a un taxi. Se planteó discutir con ella, pero luego se encogió de hombros. En este estado no tenía ningún sentido discutir con ella. Fuera cual fuese la locura que se le había metido en la cabeza... hablar de ello mientras estuviera borracha no serviría de nada. Sacando el teléfono móvil, llamó a un taxi, observando a Rayne, que cerró los ojos y se abrazó a sí misma con fuerza.

La miró ladeando la cabeza. Las orejas eran demasiado grandes para la cabecita que se movía hacia delante y hacia atrás. La punta de la cola se agitaba nerviosa. Un paso vacilante. Luego otro. Casi tan cerca que podía tocarlo. Casi podía sentir el leve cosquilleo de sus bigotes. Pero entonces el gato se quedó paralizado. Las orejas se movieron de nuevo y se echó hacia un lado. Y luego salió corriendo. Los claros ojos verdes se quedaron mirándolo mientras la pequeña silueta oscura desaparecía por debajo de una valla.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Despacio, volvió a levantarse. La parte inferior de la espalda todavía le daba problemas si se quedaba en la misma postura mucho tiempo. Echando la cabeza hacia atrás, contempló el despejado terciopelo negro que tenía encima. Unos puntos de luz parpadeante le sonreían. —...un conejo... —Un susurro triste. Ya pasaban de las dos de la madrugada, pero no podía dormir. No podría dormir hasta que oyera el ruido de la puerta diciéndole que Rayne había vuelto a casa. Por fin. Un profundo suspiro. Las cosas habían ido a peor en las dos últimas semanas. Ya casi no hablaban... entre ellas se había creado una dolorosa incomodidad, y ella se sentía tan llena de dolor de no poder simplemente acercarse a Rayne y abrazarla... no saber si sería bien recibida era aún peor. Anoche se había despertado y se había encontrado a Rayne sentada al lado de la cama. Mirándola. Y durante ese breve instante entre la vigilia y el sueño fue como hacía una vida, cuando todo iba bien entre ellas. Y sonrió. Hasta que vio las lágrimas. Nunca hasta entonces había visto llorar a Rayne. Y se sintió absolutamente desvalida. —Rayne... por favor... háblame... La cabeza morena se agachó y dos manos, tan frías, cogieron una de las suyas, agarrándola con una fuerza casi desesperada. Y entonces se ahogó en unos ojos claros. 317

Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

—¿Por qué sigues conmigo? —Voz ronca, apenas audible. Al principio no tenía ni idea de a qué se refería Rayne. Realmente tardó un momento en comprenderlo y luego sacudió la cabeza. —Dios, Rayne... te amo. —Se incorporó, acercándose más a la figura temblorosa que tenía tan cerca... pero tan lejos—. No quiero perderte. Más lágrimas. Silencio. Vio que Rayne tragaba y de nuevo esos ojos azules bajaron la mirada. Los dedos fríos le acariciaban la mano sin darse cuenta, siguiendo una fina cicatriz. Los labios rojos se movían pronunciando palabras silenciosas. Y entonces Rayne le soltó la mano y se marchó de la habitación. Una brisa gélida la rozó y Liv sintió un escalofrío por la espalda. Abrazándose a sí misma, cerró los ojos. No se movió, ni siquiera cuando oyó un coche que subía hasta la casa.

Moverse era un dolor. Rayne salió despacio del taxi y buscó las llaves en sus bolsillos. Gimió al recordar que se las había dado a Matthias. Frunció las cejas oscuras. ¿Le había pegado? Pensar también era un dolor. Se quedó delante de la casa, tambaleándose con mal equilibrio hasta que advirtió que se encendía una luz en el cuarto de estar. Un rayo de luz amarilla cuando se abrió la puerta. Y una figura oscura de pie en el interior. Tragó.

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

¿Por qué hacía esto Liv? Debería haberse ido hacía mucho tiempo. Se merecía mucho más que... Un fuerte suspiro. Mucho más que lo que ella podría darle jamás. Pasando ante la figura silenciosa, no miró a Liv a los ojos, sabiendo que olía a cerveza y humo, asqueada de sí misma. —¿Quieres... te apetece una taza de café? —La voz era suave, pero distante, sin la calidez que normalmente había en ella. Cansada, en cierto modo. Rayne intentó decir algo, pero tenía la garganta seca y hasta tragar le hacía daño. Levantó la mirada y se encontró con los claros ojos verdes. Ojeras oscuras debajo... y a la derecha, rozando casi la sien derecha, una leve cicatriz. Otro recuerdo del accidente. Los ojos claros se cerraron. Esto empezaba a ser demasiado. —¿Rayne? De repente sus sentidos cobraron vida al percibir el olor que era Liv. Sintió el calor de la figura más pequeña que estaba a su lado. Se sintió morir cuando una manita le tocó la cara. —¿Rayne?... Por favor... Se apartó, tropezando con la pared... intentando huir aunque cada parte de su cuerpo, de su corazón... de su alma le decía que se detuviera. Pero no podía. Porque... porque... ¿Por qué? Liv había sufrido por su causa. Habían perdido al bebé por su causa... si... si ella hubiera... debería haber...

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Fragmentos - Grit Jahning

Traducción: Atalía

Vivir era un dolor. Se acurrucó todo lo que pudo en lo más profundo de su interior y se irguió todo lo posible sin perder el equilibrio. Volviendo sus ojos claros hacia Liv, su voz sonó ronca e inestable al decir: —¿De verdad deseabas el bebé? —farfullaba un poco, pero se le entendía. Una exclamación sofocada. La pequeña figura que tenía delante se la quedó mirando horrorizada. Los labios rosas intentaron formar palabras. Haciéndose fuerte para resistir el dolor que sabía que le estaba causando a Liv, fingió una despreocupación que ciertamente no sentía. Metiéndose las manos en los bolsillos, se apoyó en la pared. —¿Has visto a Torben últimamente? —Hasta consiguió sonreír con picardía. Fue como si le pegara un puñetazo. Lo vio por la forma en que esos ojos verdes se abrieron de par en par. Y la luz de su interior se hizo añicos. Lo vio por la forma en que Liv retrocedió un paso alejándose de ella. —...går inte så här... —Un susurro lleno de dolor. Rayne se dio la vuelta, incapaz de soportar la expresión de esos ojos. Incapaz de... Se dirigió despacio hacia la puerta. Su mente era un caos. Sabía que esto estaba mal... sabía que estaba haciendo aún más daño a Liv, pero... Si Liv la odiaba, le sería más fácil volver a empezar. Volver a ser feliz. ¿No? ¿No? El picaporte de la puerta estaba frío al entrar en contacto con la piel de su mano. Tenía frío por dentro... su alma estaba tan helada como su mente. —...snälla, gå inte... —Un suspiro tembloroso—. ...Rayne... 320

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Traducción: Atalía

Ni siquiera se dio la vuelta. Y el tenue chasquido cuando la puerta se cerró tras ella pareció reverberar atronadoramente en medio de la noche. Seguido inmediatamente del ruido de su alma al caer hecha pedazos...

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ahora —¿Se marchó sin más? Corinna se incorporó y encendió la luz. Tuvo que cerrar un momento los ojos para protegerse de la luz brillante. Los abrió de nuevo y se quedó mirando a Matthias, que estaba sentado inmóvil y en silencio a su lado. —¿Sin más? Un suspiro silencioso agitó su pecho y se volvió un poco para mirarla, con los ojos azules cansados. —No es tan sencillo. Ella... —¿Ella qué? —Corinna sacudió la cabeza—. ¡Con lo mucho que la necesitaba Liv y ella simplemente se marchó! No puedo creer que hiciera eso... ¿es que no comprendía que...? Él le apretó la mano, interrumpiéndola, y ella se calló. Sus dedos jugaron con los de ella, haciéndole cosquillas en la piel donde la tocaba. La luz iluminaba su corto pelo rubio, alborotado por pasarse las manos por él sin parar mientras hablaba. Un suspiro lento y sus ojos azules la miraron parpadeando. —Se sentía culpable.

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Las cejas oscuras se fruncieron en un ceño. Eso no tenía sentido. —¿De qué? —Ray creía que si ella hubiera conducido el coche esa noche, podría haber evitado el accidente. Se culpaba a sí misma de la muerte del bebé y... eso la mató. No quería hablar de ello con nadie... ni conmigo ni con Liv. Sobre todo con Liv. Creo que esperaba que la odiara... que le gritara... que la dejara. No comprendía cómo Liv podía seguir queriéndola. Los ojos castaños claros lo miraron. Se dio cuenta de que a Corinna le costaba entenderlo. No se lo podía echar en cara. No había tenido mucho sentido dos años antes... ¿por qué iba a ser más fácil ahora? —Pero... —Un suspiro irritado mientras Corinna intentaba comprender todo lo que le había contado—. ¿Por qué se fue? ¿No podían intentar solucionarlo? Era evidente que Liv aún la quería. Estaba muy claro que no la culpaba de nada. ¿No? La cabeza rubia se echó hacia un lado, frunciendo las cejas claras mientras pensaba. —No. No, no la culpaba. Al principio creí que eso era lo que les había pasado. Ver cómo se iban distanciando... —Tomó aliento con fuerza—. Fue horrible... pero no, Liv no la culpaba. Creo que... —Se quedó callado cuando algo pareció aclararse dentro de su cabeza. Enderezándose un poco, se mordió el labio—. Ray no quería permitirse ser amada por Liv. La expresión de Corinna era casi cómica por su grado de confusión y él no pudo evitar sonreír. Alzó la mano para acariciarle la mejilla. —¿No lo ves? Se le había metido la idea en la cabeza de que todo había sido culpa suya... y para ella lo mejor que podía hacer era marcharse. Para que Liv

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tuviera la posibilidad de empezar de nuevo. No quería permitirse creer en una segunda oportunidad. —¿Sin importarle lo que sintiera Liv? —Creo que pensó que era lo mejor para Liv. Corinna suspiró y se apartó unos mechones sueltos. —Pero no han podido dejarse, ¿verdad? O sea, aquí siguen. Ray le ha hecho un regalo que es evidente que significa mucho para ellas. Vi la cara de Liv cuando vio el colgante. —Claro que no han podido dejarse. ¡Se aman! Y yo intenté hablar con Ray una y otra vez. Intenté meterle un poco de sentido común en esa cabeza tan dura que tiene, pero no quiso escucharme... Estaba realmente convencida de que era lo mejor. Pero... —Se volvió hacia la ventana. La oscuridad de la noche se iba disolviendo despacio, muy despacio, en un pálido gris—. No siempre se tiene una segunda oportunidad. Y Liv está realmente decidida a marcharse de Alemania. Ésta podría ser la última oportunidad de Ray para dar el primer paso. —¿Se va a marchar de verdad? Matthias bajó la cabeza, mirando la mano pequeña que descansaba sobre su pecho, tocándole la piel con una ligera caricia. Recordó la expresión de esos ojos verdes cuando Liv le dijo que había firmado un contrato para empezar a trabajar en un hospital de Suecia. Sí, se iba a marchar de verdad... aunque sólo fuera para escapar del dolor que todavía sentía. Pero él también sabía que eso las destruiría. Una vez más, se volvió hacia la ventana. Notó que Corinna se pegaba a él y sin pensarlo la rodeó con los brazos.

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Fuera el gris pálido de un nuevo día quedaba roto aquí y allá por finos rayos rosáceos, que anunciaban el sol que se iba abriendo paso despacio a través de lo que quedaba de oscuridad, tiñendo la nieve que cubría la ciudad de una inocente capa sonrosada.

entonces De algún modo acabó en la playa. Donde no se oía nada salvo las olas chocando contra la orilla y en algún lugar lejano el grito ronco de un barco. Y una brisa juguetona le revolvía el largo pelo oscuro. Sus ojos claros miraron a su alrededor en silencio y luego advirtió el estrecho sendero que subía hasta un pequeño claro que daba a la playa y al mar. Sabía que desde allí podría ver el faro. Y se dirigió hacia allí, sin pensarlo mientras sus pies la llevaban hacia las siluetas de unos árboles viejos e inmensos. Aquí arriba todo parecía tan insignificante. Sólo se oía el susurro del mar, el suspiro de las ramas, el leve crujido de sus pies al pisar piedrecillas y palitos. Abrazándose a sí misma, Rayne aspiró profundamente el aire salobre, gélido, que le quemaba la garganta. Liv le había enseñado este sitio. Un día la había recogido en el bar y le dijo que cerrara los ojos. Aceptando con una sonrisa divertida, se reclinó en el coche y dejó que Liv la llevara donde quisiera. Tardaron una media hora y luego saboreó la sal en los labios y oyó el característico ruido del mar y los sonidos de una playa llena de gente. Risas alegres de niños. Chapoteo de agua. Música. El olor a Bratwurst asadas. 324

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Oyó la risa dulce cuando Liv vio el ceño inconsciente de sus cejas. Bueno, no se esperaba pasar un día en una playa atestada... mmm, pero si eso quería decir que podía ver a cierta rubia en biquini... —Deja de sonreír así —Un susurro burlón que le hizo cosquillas en la oreja. Se encogió de hombros y se dejó llevar lejos del coche. Oyó que Liv sacaba algo del maletero y luego subieron por un sendero pedregoso, dejando atrás casi todo el ruido de la playa cuando llegaron a un sitio sorprendentemente tranquilo. Y notó unos dedos suaves que le tocaban los párpados. Abriéndolos, se quedó mirando los sonrientes ojos verdes, las delicadas facciones bronceadas por el sol, aunque no tan morenas como su propia piel, más bien de un ligero tono tostado dorado. Todo eso dejó de tener importancia en cuanto sintió unos labios suaves que acariciaban los suyos en un beso lento. —Feliz cumpleaños. —El movimiento de esos labios al tocar los suyos le hizo cosquillas y sonrió. Sonrisa que se hizo burlona cuando vio que Liv se acercaba a un tronco viejo. —Bueno... ¿y dónde está mi regalo? Las cejas claras se enarcaron. —¿Qué te hace pensar que vas a tener un regalo? —En broma, con los encantados ojos verdes llenos de risa. —Mmm. —Avanzó los pocos pasos que la separaban de la pequeña figura cómodamente sentada en el árbol caído. Liv apenas podía contener una alegre sonrisa. Arrodillándose delante de su amante, la miró parpadeando con inocentes ojos azules—. ¿Y si te lo pido con mucha amabilidad? —Dejó que sus

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manos acariciaran la piel suave, puesto que Liv sólo llevaba unos pantalones cortos. Advirtió que los ojos verdes se hacían un tono más oscuros. Y entonces Liv metió la mano en la mochila que llevaba y le entregó un sobre. Mirándolo un poco sorprendida, tardó un momento en reconocer el nombre del médico de Liv escrito en la parte superior. Y a su alrededor el mundo se quedó en silencio. No había nada salvo su respiración y los latidos de su corazón. Y un par de relucientes ojos verdes en los que se estaba hundiendo, ahogándose para ser salvada por manos tiernas... No tenía ni idea de cómo consiguió abrir la carta sin destrozarla, de lo mucho que le temblaban las manos. Las líneas impresas se convirtieron en un borrón tras las dos primeras frases. Tragó varias veces e intentó decir algo. Cosa que acabó siendo un graznido ronco. Y unas manos cálidas le tocaron la cara, bajando por sus mejillas para acariciarle los labios. —...feliz cumpleaños... —Un susurro entrecortado. Los ojos claros se abrieron despacio cuando el grito solitario de un búho resonó por el claro y el roce de una sombra pasó a su lado. El terciopelo oscuro del cielo salpicado de luces titilantes estaba siendo invadido poco a poco por una espesa capa gris a medida que llegaban nubes desde el mar. El aire estaba cargado de un fuerte olor a lluvia al tiempo que el viento iba cobrando fuerza. Rayne soltó un suspiro tembloroso. Le dolía el cuerpo entero por el recuerdo de aquel día. Le dolía por lo que acababa de hacer...

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Traducción: Atalía

—...lo siento... —Un susurro que murió en la brisa que soplaba a su alrededor, acariciándole la piel con las primeras gotas de lluvia. Y entonces se fue ahogando en la lluvia cada vez más fuerte. Echando la cabeza hacia atrás, cerró los ojos. Ahogándose... Su mente... Su corazón... Su alma llenos de unos bondadosos ojos verdes. Y unos sonrientes labios rosas... Lo siento.

ahora Eres una cobarde. ¿No era eso lo que le había dicho Matthias? Rayne hundió las manos en los bolsillos de su abrigo, intentando que entraran un poco en calor. El frío de la noche se estaba apoderando sin prisa pero sin pausa de todo su cuerpo. Su aliento era una nube de vapor que flotaba delante de ella. La nieve suspiraba suavemente con cada paso que daba. Cubría las ramas desnudas como una gruesa manta y su blancura estaba teñida de un delicado resplandor amarillo en los puntos donde la acariciaba la luz de la calle. Los ojos claros parpadearon cuando unos copos de nieve le hicieron cosquillas en la cara, derritiéndose en su piel, dejando rastros húmedos como lágrimas de hielo...

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—...cobarde... —Una nube de aliento. Le pesaban los pies al subir los dos escalones que la llevaron hasta la puerta. Estaba cansada de huir. Llevaba dos años huyendo. Había estado huyendo de lo único que le había importado en la vida. Porque había tenido miedo y se había dejado cegar por la culpa que sentía. ¿Cómo había podido hacerle tanto daño a Liv? ¿Y creer de verdad que eso era lo mejor? Cuando ocurrió el accidente y Liv perdió al bebé... La alta figura se detuvo. La cabeza morena se agachó un momento. Perder al bebé la había matado. Sólo una semana antes del accidente habían conseguido la primera fotografía del bebé donde se veía su cara... los deditos de las manos y los pies... y una nariz que ella habría jurado que se parecía tanto a la de Liv... La nieve del suelo le soltaba destellos, y le dio una patada, esparciéndola como niebla blanca por el aire frío hasta que volvió a posarse en el suelo. Dejar a Liv... Realmente había creído que no había otro camino. No podía entender por qué Liv no la odiaba. Por qué no la culpaba. Aunque eso no importaba, puesto que ella ya se culpaba a sí misma suficiente por las dos. Los ojos claros se cerraron. Dios, verla en la clínica. Pálida y magullada. Esos ojos verdes que le preguntaban... rogándole que le dijera algo. Lo que fuera. Y ella no lo hizo. 328

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No pudo. Sabía que era culpa suya... que se hubieran distanciado. Si acaso, esto era donde de verdad había fallado. Al dejar a Liv fuera y enterrarse a sí misma en la culpa que sentía, las había destruido. Todas esas veces que Liv intentó acercarse a ella. Que intentó hablar con ella. Y ella la rechazó. ¿Entonces por qué estás aquí? Rayne miró la casa ahora a oscuras. La oscuridad de la noche se estaba debilitando y un pálido gris se iba colando despacio por los bordes, trayendo consigo los primeros indicios de rosa. ¿Por qué lo intentas ahora cuando ya has perdido dos años? ¿Y si ahora ella te rechaza a ti? ¿Por qué le va a importar? Un suspiro tembloroso. No tenía las respuestas a todas esas preguntas, pero sí sabía que amaba a Liv. Y que ya no podía seguir lejos. Y aunque sólo fuera, podía al menos pedirle disculpas. Había cometido el mayor error de su vida al marcharse hacía dos años. Y si había algo en esta vida por lo que mereciera la pena luchar... eso era Liv. Y su amor. Unos pasos lentos la acercaron más a la puerta. Era demasiado tarde para dar explicaciones, eso lo sabía. Y tal vez Liv ya no quería volver a verla. Tal vez sí que la odiaba... por decirle las cosas que le dijo aquella noche de hacía dos años. 329

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Pero... Pero tal vez, tal vez tenía una posibilidad. De hablar. Por fin. De decir por fin todo lo que había querido decir dos años antes. No esperaba que Liv la perdonara. Pero tal vez... Una extraña sensación de déjà vu cuando su mano aferró el picaporte de la puerta. No hubo el menor ruido cuando se rindió a la ligera presión de sus manos y se abrió.

—Que sí. —Que no. Ruido de papel. Una risotada divertida. —Vaya que sí. Un suspiro en broma y luego un par de brazos pequeños envolvieron unos hombros anchos. Unos labios suaves mordisquearon una oreja cercana. —Que no. —Mira... ¿ves cómo es un poquito respingona? ¿Ahí? Ésa es tu nariz. —Mmm... —Las cejas claras se fruncieron ligeramente—. Sí que se parece un poco a la mía, ¿no? —¡Te lo he dicho! —Una sonrisa satisfecha que se volvió tierna cuando los labios rosas hicieron un puchero. Se tomó su tiempo para explorarlos, notando la presión

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de su bebé contra su tripa...—. Te amo. —Una voz grave le hizo cosquillas en la piel, al tiempo que unas manos cálidas se colaban por debajo de su camisa... La pequeña figura acurrucada en una esquina del sofá se movió de nuevo. Incluso dormida, un ceño dominaba esos rasgos delicados. Un leve ruido mientras Liv luchaba por salir del sueño. Supo que seguía dormida y soñando cuando abrió los ojos... ...para ahogarse en el azul claro de otros ojos.

La casa estaba en silencio. No se oía nada salvo sus pisadas sobre la alfombra. Los leves suspiros de las tablas del suelo no eran más que un ruido apagado mientras avanzaba por el pequeño pasillo hacia el cuarto de estar. Daba miedo lo bien que se sentía estando aquí. Donde todo le recordaba el tiempo que habían estado juntas. Hasta el aire tenía el delicado aroma que formaba tanta parte de Liv que lo habría reconocido en cualquier parte. Rayne se detuvo al pie de las escaleras. Sus ojos las siguieron hacia arriba, apenas capaz de distinguir los contornos de las puertas del piso superior, borrosas por la penumbra que había dentro. Un leve suspiro. Se le hizo un nudo en el estómago al darse la vuelta y encaminarse al cuarto de estar. Su mano aferró el marco de la puerta cuando la vio. Acurrucada con una gruesa manta. La cabeza rubia apenas visible. 331

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Rayne tragó. Le temblaba el cuerpo entero de la pura intensidad de volver a ver a Liv. Pareció tardar una vida, pero consiguió avanzar los pocos pasos que la separaban del sofá. Pero entonces le fallaron las piernas y tuvo que sentarse. La mesita que había delante del sofá se quejó cuando su alta figura se posó encima de ella. El corazón le latía tan rápido y tan fuerte que le sorprendía que no se oyera por la silenciosa estancia. Entrelazando las manos con fuerza para evitar que le temblaran, aspiró una trémula y profunda bocanada de aire. Se quedó paralizada cuando Liv empezó a moverse, volviéndose hacia ella, con las cejas claras fruncidas en un ceño inconsciente. Y entonces un suave susurro, que apenas agitó el aire, flotó hasta ella. —...Rayne... Los claros ojos azules se cerraron por el dolor que la atrevesó. Dios, qué dolor. Al oír esa voz suave. Y su nombre... nadie decía su nombre como Liv. Era como una tierna caricia. Cada letra recibía el beso de esos labios suaves y hasta cuando discutían jamás perdía esa dulzura. Incluso durante aquellas últimas semanas antes de que ella se marchara... Nunca había dudado de que Liv la amara. Pero después del accidente no entendía por qué. Ella se odiaba a sí misma... ¿cómo podía seguir amándola Liv? La alta figura se echó hacia delante. Los ojos claros contemplaron esos rasgos delicados... la lamparilla que estaba al lado del sofá los bañaba en suaves sombras. La pequeña figura se movió de nuevo. Los labios rosas formaron palabras silenciosas y estuvo a punto... a punto de alargar la mano para tocarla. A punto... 332

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—...te amo... —Un susurro desesperado que apenas movió el aire. Fuera, el primer pájaro se acicaló las plumas. El animalito infló el pecho y sus ojos oscuros contemplaron parpadeantes el amanecer. La ciudad seguía en silencio. Sólo el débil ruido del tráfico matinal flotaba por el aire frío. Las casas y el lago seguían enterrados bajo una suave capa de nieve. Bajó de un salto de la rama donde estaba posado y voló hacia el alféizar de una ventana. Sus patitas dejaron unas tenues huellas en la nieve. Ladeó la cabeza, mirando a las dos figuras que había dentro. Una sentada en una mesa con los anchos hombros hundidos en una postura derrotada. La otra dormida en el sofá de cuero oscuro. El pajarito se acercó a saltos a un cuenco lleno de alpiste y grano, sin hacer el menor caso ya de las dos figuras que había estado mirando. Y no vio una mano pequeña que salía de debajo de la manta para apartar el alborotado pelo rubio y frotar unos soñolientos ojos verdes que miraban confusos a la alta figura sentada frente al sofá y que no era más que un contorno oscuro contra la ventana donde el cielo era de un gris pálido que poco a poco se iba transformando en un azul claro, mientras las estrellas se iban desvaneciendo en la nada. Liv parpadeó de nuevo. Se le cortó la respiración cuando su mente por fin aceptó el hecho de que Rayne estaba sentada ante ella, de que realmente estaba mirando esos pozos de un claro azul... Se incorporó y se apoyó en el respaldo del sofá. Vio que Rayne tragaba y luego agachaba la cabeza morena al tiempo que respiraba hondo. Tenía las manos entrelazadas con fuerza, pero eso no parecía servirle para intentar ocultar su temblor. 333

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Entonces los ojos claros la miraron de nuevo. Oh, Dios. Liv apenas consiguió controlar el sollozo que tenía atravesado en la garganta al mirar esas profundidades azules que se había pasado dos años anhelando ver. El largo pelo oscuro humedecido por la nieve... rizado en las puntas. Los rasgos marcados enrojecidos por el frío de fuera. ¿Cuánto tiempo lleva aquí? Por su mente se cruzaba un millón de preguntas, haciendo un ruido ensordecedor... y sin embargo lo único que consiguió decir fue un ronco: —...hola... Si el alivio fuera audible, habría oído un estrépito. En realidad, lo único que vio fue cómo los hombros de Rayne se hundían. Todo su cuerpo pareció relajarse. Ligeramente. Esos ojos azules la miraron parpadeando. —...hola tú... —Igual de ronco. Silencio. Respiración. Roce de ropa. El débil tictac de un reloj. Suaves suspiros de la madera. Los ojos claros la miraron cuando Liv se abrazó a sí misma en un gesto inconsciente para protegerse de lo que pudiera pasar a continuación. El movimiento hizo que el jersey que llevaba se ahuecara en el cuello. Un delicado colgante atrapó la escasa luz de la lámpara con destellos relucientes... Rayne carraspeó, con un áspero graznido. Ladeando la cabeza, miró a los inseguros ojos verdes. —...feliz cumpleaños... 334

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Traducción: Atalía

Los ojos verdes parpadearon. —...gracias... De nuevo el silencio. Ensordecedor por todas las palabras sin decir que flotaban entre ellas. Liv fue la primera en moverse. Incapaz de quedarse quieta, se levantó y se puso detrás del sofá. Sus manos aferraron el respaldo, con los nudillos blancos de la presión. —¿Por qué has venido? —No había rabia en su voz, ni indignación, ni asco. Sólo... Tristeza. Rayne tragó y se levantó también, dando un paso vacilante hacia la pequeña figura. —Yo... —Se pasó los largos dedos por la melena oscura. Luego—: No quería marcharme. Liv se quedó paralizada. Los ojos verdes se la quedaron mirando un rato dolorosamente largo. La cabeza rubia se ladeó ligeramente. —Pero lo hiciste, Rayne. Agachó la cabeza y tomó aliento temblorosamente. En este momento se sentía horriblemente vulnerable con los recuerdos de su sueño todavía muy presentes en su cabeza. Tampoco le ayudaba el hecho de haberse pasado toda la noche pensando en Rayne. Un leve suspiro. Ruido sutil de movimiento. Y entonces sintió una presencia cálida a su espalda. 335

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—...no... —Se apartó un paso de la alta figura. Por mucho que quisiera hundirse en el abrazo de Rayne, había... Dios... Uno habría pensado que después de dos años no dolería tanto—. ¿Por qué, Rayne? ¿Por qué estás aquí? —Desesperada. Casi suplicante. Silencio. Luego un hondo suspiro y el suave ruido de Rayne al acercarse. No se apartó... pero tampoco se dio la vuelta al notar una mano cálida en el hombro. Los ojos verdes se cerraron al sentir que su alma parecía repararse sólo por ese simple contacto. —Si quieres que me vaya, lo haré. Una risa triste, más un quejido de dolor que una risa. —No necesitaste mi permiso hace dos años. La mano desapareció. —No quiero hacerte daño. Esta vez se volvió. No se acercó, pero sí atrapó los ojos claros, que no se apartaron sino que se encontraron con su mirada. —¿Más del que ya me has hecho? Ahora no podrías hacer nada que pudiera hacerme tanto daño como aquella noche... Te necesitaba, Rayne... —Un suspiro trémulo—. Y tú te marchaste. La voz de Liv era suave, sin rabia. Sólo una voz suave y cansada. Y unos ojos verdes llenos de dolor. Y un alma que todavía buscaba a su otra mitad...

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El cuarto de estar estaba lleno de rayos rosáceos del sol naciente que las bañaban en un halo de luz delicada. Entre los rayos bailaban motas de polvo. Desde el lago el zumbido grave del ferry llegaba flotando hasta ellas, acompañado de las alegres voces de los pájaros. El débil ruido del tráfico. Un leve goteo donde el calor del sol derretía la nieve que cubría las ramas y plantas. —Lo siento. —La voz grave sonaba extrañamente fuerte en la quietud que las rodeaba. Las cejas claras se fruncieron al tiempo que unas lágrimas silenciosas resbalaban por los delicados rasgos. —¿Lo sientes? ¿El qué? ¿Haberte marchado o haber venido aquí esta noche? —Haberte hecho daño... nunca quise hacerte daño. Pero esa noche... me odiaba a mí misma y no conseguía entender por qué tú no. El bebé... el accidente... Los ojos verdes la miraron parpadeando. Las lágrimas reflejaban destellos de luz. —¿Odiarte? —Sin pensarlo, Liv avanzó un paso. Estaba cerca, pero no lo bastante para tocarse—. ¿Odiarte? Dios, Rayne... yo te amo. Me enamoré de ti en el momento en que nos conocimos... ¿cómo podría odiarte? Latidos. Latidos y dos respiraciones. Eso era lo único de lo que era consciente. Y de un par de ojos verdes que desaparecieron cuando Liv agachó la cabeza, al darse cuenta de lo que había dicho. Los ojos claros la observaron cuando se abrazó a sí misma. Yo te amo.

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Traducción: Atalía

Le costó respirar cuando las palabras chocaron con su mente. Tanto que por un momento llegó a sentirse mareada. —No hablabas conmigo. Siempre decías que estabas bien... que necesitabas tiempo... y yo lo comprendía. Me costaba, pero Rayne... —La voz de Liv era apenas un susurro y todavía no había levantado la mirada. Unos mechones rubios le rozaban las cejas—. No sabía qué te pasaba por dentro... hubo un momento en que pensé que me culpabas por... —Se calló, ahogada por un sollozo. La pequeña figura se estremeció por el llanto que ya no podía contener. Rayne se movió y abrazó a Liv, que se resistió al principio, pero luego simplemente se entregó al calor que la rodeaba. Hundió la cara en el pecho de Rayne, ahogándose en oleadas de ese olor tan familiar. —...perdóname... perdóname... —El susurro le acariciaba los oídos una y otra vez, ronco y cargado de todo el dolor que sentía por dentro. Agarrándose al jersey que llevaba Rayne, simplemente se sujetó. Cerró los ojos con fuerza y simplemente... Se sujetó. Los fuertes brazos la estrechaban casi dolorosamente, pero le daba igual. Esto era lo que había faltado desde el accidente. Que Rayne la necesitara tanto como ella necesitaba a Rayne. Su frente tocó la piel cálida al pegarse aún más a ella. Si hubiera podido meterse dentro de esa piel suave, lo habría hecho. —...jag älskar dig... —Oyó las palabras en voz baja tanto como las sintió reverberar contra su sien.

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Traducción: Atalía

Unos labios temblorosos le tocaron la cara suavemente, vacilando, rozándole apenas la piel. Una caricia fugaz. No quería moverse. Si moverse suponía el fin de este momento, no se movería durante el resto de su vida. Oía el corazón de Rayne. Notaba su respiración como olas de leve movimiento contra su pecho. —...no me dejes, nunca más... —Ni siquiera sabía si se oía lo que decía. Tenía la garganta ronca y dolorida. Pero le daba igual porque esos brazos que la rodeaban la apretaron más. Y entonces se encontró cara a cara con unos relucientes ojos azules claros. Y volvió a caer. Se hundió totalmente en las profundidades azules... Para ser recogida por unos labios temblorosos que tocaron los suyos con una delicada caricia, que duró una pequeña eternidad. Una vida entera... —...no...nunca más... —El aliento cálido le hacía cosquillas en la piel—. ...nunca más... Los ojos claros se cerraron cuando dos manitas se aferraron a su jersey y por un momento sintió como si la pequeña figura se hubiera metido dentro de ella, colándose debajo de su piel. Y por bien que se sintiera... sabía que eso sólo era el principio. Había tantas cosas de las que tenían que hablar... de las que ella tenía que hablar. Pero... La pequeña figura se movió un poco entre sus brazos. Pero esto era un primer paso.

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Traducción: Atalía

Un primer paso para volver a juntar los fragmentos de unas almas destrozadas, para que formaran de nuevo una sola... Fuera, el sol atravesó las últimas capas de oscuridad, bañándolo todo en un cálido resplandor dorado, acariciando la nieve soñolienta que se disponía a descansar por el día. El cielo era de un azul brillante que anunciaba una nueva y hermosa mañana. Un nuevo comienzo...

...a salvo en estos brazos ahí es donde quiero estar a salvo del dolor, en estos brazos ahí es donde quiero estar tómame en tus brazos y estréchame tómame en tus brazos y estréchame di que nunca me dejarás...

FIN

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Traducción: Atalía

J7 y XWP (Traducciones al Español y demás) https://j7yxwp.wordpress.com

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