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November 12, 2018 | Author: Carmen Delia Pérez | Category: Soul, Johann Sebastian Bach, Love, Public Health, Vaccines
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Adriana Morera

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FLORES DE BACH Y CUPLAS LAS NUEVAS SINERGIAS QUE ACTIVAN LA SANACIÓN DEL KARMA

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Flores de Bach y Cuplas Morera, Adriana Flores de Bach y Cuplas : Las nuevas sinergias que activan la sanación del karma . - 1a ed. - Buenos Aires : SAMIZDAT, 2011. 200 p. : il. ; 22x18 cm. ISBN 978-987-xx xx-xx x 1. xxx xxx. I. xxxx x CDD 00000 00

Serie VIRGEN AURA | 01 Ilustración de tapa y portada: XXX XXX Diseño integral: El Chico Artificial © 2011, Adria na Morera Derechos exclusivos de edición en castellano y en otros idiomas reservados para todo el mundo: © 2011, Samizdat Ediciones. Perú 457, piso 6, oficina “D”. Ciudad Autónoma de Bueno s Aires. Primera edición: marzo de 2011 ISBN: X XX-XXX-XXXX X Impreso en XXXX X XXXXXxx 3333, Cap Fed en el mes de marzo de 2011 Hecho el depósito que prevé la ley 11.723 Impreso en la Argentina Todos los dere chos reservados. Ninguna parte de es ta publicación, incluida la ilustración y el diseño de cubierta, puede ser almacenada, reproducida o transmi tida de manera alguna ni p or ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito del editor.

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AGRADECIMIENTOS A veces siento muy muy fuertemente fu ertemente dentro de mí que tod o está planeado planeado en otros planos de conciencia, antes de nuestra venida a este mundo. ¿No es maravilloso poder sentir el fluir del amor que no cesa, porque es un ma nantial que emerge emerge directa mente desde el centro de nuestra galaxia hacia nuestra propia vida, y desde nuestro centro hacia los demás? Me siento en una profunda comunión con un grupo de almas en crecimiento aquí en la Tierra. Siento Siento que, en gran parte, gracias a ella s se ha entretejido en mi vid a el hilo conductor hacia mi alma. Es la frecuencia vibratoria del amor la que me posibilita sentir esa conexión y llevar a cabo la concreción de uno de mis sueños en este mundo: el de poder realizar la escritura de est e primer libro. Es mi intención agradecer a cada ser que logró tocar y llegar a mi esencia, porque gracias a ellos soy lo que yo soy ahora. Por eso comienzo agradeciendo a mis abuelos maternos, Dionisio Llach y Ángela Rubio, que me nutrieron de amor; a mis abuelos paternos, Manuela Pérez y, en especial, a mi abuelo Adrián Morera Pérez, que me habló por primera vez de la existencia exis tencia del alma. A mi m i tía Ester C. Llach, a la la cual sentí mi herma h erma na mayor y un lugar lugar donde ref ugiarm ugiarmee cuando me s entía sola. A mi mamá, Ángela Llach, Llach, a mi papá, Adolfo Morera, y a mi her mana Claudia Claudia A. Morera, Morera, por haber nos propuesto juntos trascender nuestras propias limitaciones y decidir estar un idos en el amor. Al médico homeópata que me rescató en mi adolescenciaa y me mo stró que d ebí adolescenci ebíaa desp ertar y dar me cuenta de que era un a lma libre, el doctor Dim ent. Al ex grupo grup o juvenil del coro coro de Ramos Ramo s Mejía, Mejía, y a su directora Norma Norm a Miazza, con quienes compartí momentos hermosos en mi adolescencia, liberando la voz y el alma. Mi agradecimiento a aquellos seres que me fueron entregando las herramientas d el despertar d e mi mundo espiritual, desde los budista s con los que que transité siete años de mi v ida, practicando el budismo de Nichiren Daishonin, y me enseñaron a sentir y darme cuenta que todo el potencial del Universo se encuentra dentro de cada uno de nosotros, así como a mi musa inspiradora, el doctor Edward Edward Bach. A mis maest ras espirituales, María Ita liano y Graciela Marzoratti; a mis maestras en la formación como terapeuta floral, Silvia E. Marín y Liliana Inglese. A Susa Susana na Torres Torres Molina por los tallere s de invest investigació igaciónn creativa que lograron revelarme la conexión con el arte, lo que me llevó a descubrir mi pasión por la escritura. A Sabina Pettitt y a Jessica Bear, por transmitirme sus conocimientos; a Eduardo y Marcelo Londners, y a Claudia Claudia Miranda, por haber dep ositado en mí la confianza d e ser docente de FULTENA y haberme haber me brindado brind ado la posibilidad de dar a conocer la la primera parte part e de mi investigación, investigación, trabajo seleccionado por el consejo académico de la institución en mayo de 2001, participando como disertante en el II Congreso Latinoamericano de Terapias Naturales .

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Flores de Bach y Cuplas A mi prim o hermano Gustavo Massutti Llach, Llach, que me ay udó en los comienzos del proyecto de éste libro, así como a mis sobrina s Laura, Melisa y María Sol Traid, Traid, que dieron alegría alegr ía a mi v ida y esperanz a en momentos difíciles, difíciles, y también participaron en los comienzos del libro, en en espe cial a Laurita que, a pesar de su corta edad, fu e la que me enseñó a utilizar la computadora. A mis am igos y amigas amigas del alma, a A na Miyahira por hab er transitado 12 años de nuestras vida s juntas. A mi am igo Marcelo Marcelo Maidana, Maidana, por su a mor incondicional; incondicional; a mis hermanas del alma Elsa Del Corno y Mónica Del Corno. A mis amigas Mónica Vernengo Lima, Gaby Melcon, Silvia Tasistro, Amalia Trinidad, Susana Perazzo y Mirta Trevisán, por compartir experiencias y descubrimientos de la vida humana enriquecedores. A Fabi Fabiana ana Rivero, por las correcciones gramaticales, a Claudia Franco y Horacio Moreno que un día me propusieron editar el libro y eligieron creer en él. A Silvia Vargas, mi pareja, por su amor y por su ayuda para concretar este sueño, por la paciencia y el incentivo para creer que esto es posible. A mis ex compañeros del grupo Tejas, a mis pacientes, compañeras y alumnos y, por sobre todo, a mis guías espirituales que, desde otro nivel de conciencia, me protegen y me orienta n hacia la conexión de mi pro pia alma, pudiend o percibir cada día un po co más el ser parte de la conciencia de Unidad.

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PARTE I

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REFLEXIÓN Cuando nos “damos cuenta” de que es por y a través de nosotros que circula parte de la energía de la Fuente Primordial, de que somos una  partecita de la energía de Dios latiendo en nuestro interior, nos animamos a vivir una vida plena.  Nuestra vida está compuesta de dolores, alegrías, luz y sombra que laten dentro, pero al estar entregados en cuerpo y alma a nuestro espíritu sagrado, a nuestra fuente primordial, la luz y el amor restablecerán y sanarán nuestras sombras, nuestras heridas, nuestros dolores, nuestras tristezas y al salir de las crisis, estaremos más cerca de ser quienes somos en verdad, ya que nos rescataremos desde la esencia misma de la vida, desde el verdadero espíritu que nos habita, teniendo la posibilidad de ser más sabios, pero también más amorosos…  La vida entonces, puede convertirse en un viaje interno de auto conocimiento.  Así logramos enamorarnos de ella y sentimos que lo único que nos sana las heridas todavía sangrantes es el amor, la comprensión, la delicadeza con la que hemos de tratarnos y tratar a los otros, convirtiéndonos en un acompañante amoroso tanto de nosotros mismos, como de los demás, dispuestos a dejarnos Ser, y dispuestos a alojar, en nuestro corazón, a quienes nos pidan ayuda para reencontrarse con su verdadero potencial y animarse a Ser desde su alma.  Allí se producirá el verdadero milagro: el de reconocer al otro como a mí mismo… dándonos cuenta que también habitan casi los mismos dolores, las mismas sensaciones de plenitud o de vacío, y que sólo la energía del Amor podrá sanarnos… Como dicen los mayas… yo soy otro tú… sabiéndonos y sintiéndonos 11

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seres unidos desde nuestro corazón hacia la vida misma que late en el Cosmos… una única vida manifestándose en tantas existencias como las que existen en todo el Universo…

BUCEANDO EN MI INTERIOR Luego del fallecimiento de mi abuela, quien me había nutrido de amor mediante canciones, yemas de huevo batidas con azúcar, cálidos abrazo s, momentos mágicos escuchando las novelas en la radio eléctrica, etc., la soledad se apoderó de mi alma… Mi madre había entrado en un estado de shock tan profundo que permaneció en la cama, con la vista perdida y sin poder ocuparse de las tareas domésticas ni de su trabajo como profesora de piano, ni de mí. Mi padre y mi abuelo trabajaban todo el día, y mi tía de 16 años era la única a la que me había aferrado, cual abrojito. Ella luchaba intentando escapars e de mí y de esa vida, (lograba hacerlo de a ratos, yo a veces me salía con la mía y me iba con ella por ahí); otras me quedaba llorando durante horas debajo de la mesa, en un rincón, sintiendo la profunda soledad del alma. Cuando no lograba estar junto a ella, a veces me escapaba y otras me llevaban a la casa de una familia vecina que, sin darse cuenta, salvaron mi vida al rescatarme, día a día, de la cruda y fría realidad que me estaba tocando atravesar… tenía apenas cuatro añitos, fue así como emprendí mi primer viaje sola, buceando en mi interior y en la energía invisible que me rodeaba. Allí conocí a las hadas, que me mostrab an un mundo paralelo a éste, me adentré en la música, por la que transitaba deslizándome en distintos acordes que reproducía en el piano de mi casa, intentando im itar a los alumnos 12

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de mi mamá hasta cansarme o caerme del taburete. Hablaba con una estrella todas las noches, y con el ciruelo del jardín del fondo de mi casa durante el día, él me ofrendaba sus exquisitas frutas ro jas, o verdes si me apuraba a tomarlas sin su consent imiento. Hablaba con la tierra, ya que pasaba horas haciendo tortas de barro y con las flores del  jardín... al descubrirlas sentí una emoción enor me, cuando me di cuenta de que latían y estaba n tan v ivas como yo... Hablaba con el gran árbol de laurel, al que sentía mi protector porque cuando estaba triste y me sentía sola, a pesar de las arañita s que vivían pegadas a él, compartíamos el escondite preferido entre sus ramas. Y allí lloraba, sin que nadie me viera. Mis amigos y aliados reales eran muy pocos, sentía que no podían comprenderme y no conversaba con ellos acerca de los mundos que visita ba a solas. La necesidad de prof undizar en la vida, de encontrarle un verdadero sentido, fue, es, y será una consta nte en mi vida. No es casual que me gust ara  jugar a ser detective, a meterme en casas abandonadas para ver lo que ocultaba n en su interior, además de vivir arriba de los techos, los árboles o cuanta altura existiera, buscando respuestas en el cielo, como si subir más alto me revelara algo especial, algo que siempre sentí estaba allí guiándome. Así transité mi infancia hasta que nació mi hermanita, una alegría en el alma para mí pues ya no estar ía tan sola... pero lamentablemente, su nacimiento coincidió con el momento de comenzar primer grado y no fue una experiencia saludable empezar a t ransitar m i vida escolar en un colegio de monjas, con las que no podía compartir mi mundo interior... Tuve que realizar un enorme esfuerzo para comprender esas reglas rígidas que imponen “dejar de ser”   para convertirse en alguien que cumple con lo que “dicen que hay que hacer para ser” . 13

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Puedo rescatar de esos momentos en el colegio el haber aprendido a disfr utar del ejercicio físico, de los juegos en grupo. Cuando podía, me escapaba con la bicicleta y la compañía de m is amigos del barrio, compañeros de aventuras, recorriendo y conociendo nuevas calles por los alr ededores… Me maravillaban los barriletes, hacerlos y remontarlos; corría a mis amigos varones cuando querían cazar mariposa s, lloraba si lograban lastimar a alguna, y me enojaba tremendamente con ellos cuando se les ocurr ía cazar pajaritos. Amaba a la naturaleza y no podía creer cómo los demás no se daban cuenta de la presencia de vida latiendo en cada rincón de nuestro mundo. A los nueve años, mi padre se va de casa hacia su lugar natal, las Islas Canarias. Mi hermana, que en ese momento tenía 4 años, se enferma de hepatitis. Mi madre cosía de noche y atendía el almacén de día, para pagar deudas. Yo sentía que debía ayudarla: atendía el almacén, jugaba con mi gato, soñaba con tener un caballo como mascota, así estuvimos, las tres solas, durante un año y medio, hasta que se decidió que viajemos a las Islas Canarias junto a mi papá. El desarraigo fue muy fuerte, la alegría de estar con mi pa pá también lo fue, pero esta situación detonaba en mí un terrible conflicto: por un lado, mi tía había quedado en Buenos Aires, su hijito había fallecido pocos días después de nacer y yo la extrañaba mucho; por el otro, mis padres, que se amaba n profundamente pero discutían con la misma intensidad. Esto hacía difícil mi vida, me sentía muy trist e y presa en otro colegio de monjas, donde iba mañana y tarde. La disciplina era estricta y el mied o a ser castigada me obligaba a esforzar me más de lo que podía. Conocí allí a m is abuelos pater nos, doña Manuela, madre de siete hijos, que vivía cocinando, moliendo café, haciendo potajes y quejándose p orque 14

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la hacían renegar un puñado de nietos que entraban en su casa y salían casa hacia el patio trasero, que daba directo a la playa. Mi abuelo Adrián no era un abuelo común, era el sanador de la isla, el curandero del pueblo. El día que llegamos, fuimos a vivir a la casa de mis abuelos por un tiempo, y en la entrada de la casa había una especie de salita de espera, donde la gente aguardaba pacientemente ser atendida por él. Personas con gallinas, huevos, queso de cabra... Yo sentía mucha curiosidad por saber qué hacía mi abuelo con ellos dentro de ese cuarto. Mis primos, mi hermana Claudia y yo, en Santa Cruz de la Palma. Él, al conocerme, me miró, tomo mis manitos, las observó y le dijo a mi papá: “Quiero que traigas a esta niña a las reuniones que hacemos” . Mi papá lo miró asombrado, pues ningún nieto tenía perm itido asist ir a ellas… Así fue como comencé a concurrir a dichas reuniones, en las cuales escuché lecturas donde narraban experiencias de vida después de la muerte, la teoría de la reencarnación, la import ancia de la oración y el unirse para orar por aquellos que lo necesita n. El océano visitaba a mis abuelos los días de tormenta, pues el mar “se  ponía malo”  y las olas, al estirarse, se colaban por debajo de la puerta de la cocina, entrando y saliendo sin cesar, hast a que el tiempo mejoraba… Una experiencia única era la de salir con dos de mis primos hermanos, más o menos de mi misma edad (en ese momento, yo tenía 11 años). Sentadas mi hermana y yo dentro de una gran goma de rueda de camión, a la que le habían atado una madera debajo para fabricarnos una pequeña embarcación, nos llevaban mar adentro. Todavía tengo grabada en mis pupilas la belleza de la vida del océano en su interior: peces de todo s colores, 15

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agua tan cristalina como no vi nunca jamás, y ellos sintiéndose orgullosos de mostrarnos y ofrecernos ese tesoro del que formaban parte con tanta naturalidad. Ese recuerdo, y los encuentros con mi abuelo Adrián, son los recuerdos hermosos de esa época. Antes de partir de la isla, un año y dos meses después de haber llegado, al despedir me de mi abuelo, me dijo: “Hija mía, volverás aquí pero yo ya no estaré en esta tierra. Quiero que sepas que estaré cuidando de ti donde tú estés, ayudarás y curarás a muchas personas, y volverás a esta isla a dar y enseñar aquello que tengas para transmitir…“ . A pesar de mis 12 años, nunca se borraron sus palabras de mi corazón y, con el paso de los años, fui encontrándoles verdadero sentido, dándome cuenta de que todo está g uiado desde un plano superior de conciencia, que nada es casual y que todo t iene un propósito en la vida... Siempre tuve la sensación de haber venido a la Tierra con un propósito, con una misión. Durante muchos años busqué, sin poder encontrar, qué era eso que estaba buscando. Muchos acontecimientos de mi vida se su cedieron de tal forma que me fueron guiando hasta la escritura de este libro. A partir de los 25 años, comencé la búsqueda de mi carrera, pero nada de lo que había emprendido me llenaba: cursé un año del profesorado de Educación Física, luego ingresé a la Facultad de Psicología y estudié allí un año, pero había algo que no encajaba con la forma de impartir el conocimiento. Lo que me gustaba profundizar era lo que “No teníamos que leer en la facultad” , por ejemplo, Mi abuelo Adrián, mi hermana y yo. Jung, que era lo que más me llegaba y s entía que tenía que 16

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ver conmigo. Así, también dejé la facultad y me de diqué a profundizar en las filosofías orientales, estudiando al ser humano desde su punto de vista: las diferentes leyes que rigen nuestro Universo, el budismo y otras disciplinas, distintos métodos de meditación, de visualización, y la conexión con esferas energéticas del ser humano más profunda s. Investigué la medicina china, aprendiendo el arte de la digitopuntura, y es en ese tiempo cuando una amiga de la infancia, Silvia Marín, licenciada en Psicología, me propuso realizar un intercambio con ella: que le enseñara digitopuntura y ella me formaría como Terapeuta Floral Así es como en 1989 tomé contacto, por primera vez, con la filosofía de Edward Bach, y quedé absolutamente enamorada de su obra. A partir de allí, me entregué a estudiar y profundiz ar sus legados a través de sus escritos y tomando seminarios con Jessica Bear en 1992, prestigiosa kinesióloga estadounidens e que trabajó e investigó los remedios del doctor Bach por más de quince años, y amplió la utiliz ación de ellos mediante sus experiencias con los pacientes. De ella aprendí la técnica del teste o muscular en las pers onas para verificar que las fórmulas que esta mos preparando para los pacientes sean las correctas. Creo que Jessica dio el puntapié inicial, y rescató la importancia de los doce curadores de Bach. También me formé con otra maestra y psicóloga aquí, en la Argentina, Liliana Inglese, y profundicé a sí el tema de las emociones en los s eres humanos y sus respuestas al efecto de las flores, así como ta mbién la característica de la personalidad de distintas tipologías de carácter. En 1993, participé del Congreso Mundial de Terapias Florales. En 1994, realicé un Seminario Inter nacional de Esencias del Pacífico, con Sabina Pettitt, de Canadá. Me formé como Facilitadora de Talleres de la Abundancia 17

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