Fingersmith - Tácito

February 17, 2018 | Author: Silvina | Category: Film Noir, Coffee, Nature
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Short Description

Descripción: Rachel Thompson pasa la mayor parte del tiempo en la biblioteca. No es realmente el escenario que la mayorí...

Description

TÁCITO de Fingersmith

TRADUCTORA:

© 2018

REVISADO POR: charisen

SINOPSIS Rachel Thompson pasa la mayor parte del tiempo en la biblioteca. No es realmente el escenario que la mayoría de las personas imaginan como romántico. Pero una reunión casual con una compañera investigadora la deja con ganas de más que libros viejos. Tal vez era hora de levantar su cabeza de debajo de la sobrecubierta y enfrentar la vida real.

Descargos de la traducción:

Esta traducción es libre al español realizada para entretener a todas las personas que les gusta este tipo de lecturas. Es totalmente gratuita, por lo que no se puede comercializar. Esta traducción no se puede publicar en cualquier tipo de página de internet dedicada a la publicación de traducciones de fanfics o libros de temática lésbica, sin el permiso de la traductora. Pueden ponerse en contacto conmigo a través de este correo [email protected] Este correo, también puede ser utilizado por las lectoras que quieran hacer cualquier comentario constructivo sobre la traducción.

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~ TÁCITO ~ Unspoken de Fingersmith [email protected]

Descargo de responsabilidad: Sí. Una mujer enfrentándose al amor… y tal vez un poco más. Sexo: Erm. Tos. Erm. Sonrojándose furiosamente. Un poco… o tal vez mucho… tú decides. Y es entre dos mujeres… por lo tanto, si eres menor de edad o es ilegal donde estás, lo siento. Pero apuesto a que lo leerás de todos modos Gracias: a mis lectores beta, que me dicen contrólate y sigue adelante. Gracias por tratarme como familia. También muchas gracias a ti, lector, que me diste comentarios fantásticos y quieres que siga escribiendo. También gracias a todos los escritores fantásticos por aquí, que me han dado horas de alegría. Si te gusta lo que has leído, escríbeme. Advertencia. Soy extremadamente sensible… puedo llorar cuando me lo pidan O si quieres ver mi trabajo publicado… bajo LT Smith… http://www.pdpublishing.com/smith.html

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Es increíble cómo suceden las cosas. Por lo general, cuando menos te lo esperas, y por lo general ni te das cuenta de que los estás buscando en primer lugar. No tuve la oportunidad de buscar nada. Mi vida estaba completamente absorta en el estudio… investigación, para ser exactos. Pero así como las cosas inesperadas suceden, también está la ubicación. Quiero decir. Una biblioteca. No cualquier biblioteca… la biblioteca… la Biblioteca de la Universidad de Cambridge para ser exactos. Ahora esa es una ubicación Enorme. Intimidante. Tal vez con un toque prisonesco1 (si eso es incluso una palabra, pero estoy segura de que permitirás una licencia poética). La entrada está custodiada por hombres y mujeres con expresiones uniformes y duras, y un suministro ilimitado de guantes de látex, que no se usaban para manejar libros, si me entiendes. Cada vez que les mostré mi tarjeta de membresía fui recibida por una mirada de total incredulidad, que se tradujo en “¿Cómo se le ha otorgado acceso a los manuscritos?” O simplemente, “escoria”. Pero la tenía. Maldición si no me gane el derecho. Seis años me he pasado investigando viejos manuscritos para mi jefe, el Dr. Lawson, que era demasiado vago para descubrir las cosas por su cuenta. Él prefería tomar el centro de atención cuando era el momento adecuado. Ni siquiera una mención en la sección de agradecimientos para mí. Ahora era mi turno. Mi propio libro. Mis propios pensamientos Y un hambre dentro de mí que se comía todo a su paso. 1

En el original pone prisonesque, haciendo referencia a prisión. Palabra que no existe en inglés, al igual que prisonesco no existe en castellano.

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No tenía tiempo para una vida social. Ya había perdido suficiente tiempo con mujeres en el pasado y me había dejado vacía. Todo lo que tenía era mi trabajo… eso es todo lo que pensé que necesitaba. Hasta ese día. El día. El día que la vi inclinándose sobre el tomo más grande que había visto en mi vida. Fue el libro, como de costumbre, lo que me llamó la atención. Bien. Era enorme. Jodidamente enorme, si perdonas el lapso en la forma más baja de la lengua vernácula. Podía escuchar gruñidos y gemidos, como si la persona del otro lado estuviera haciendo favores sexuales entre las hojas de papel, luego un golpe al dejarlo sobre la mesa, estremeciendo las luces. El polvo voló hacia arriba y nubló mi primera visión de la persona detrás del gruñido. Luego tosiendo. Estaba a punto de decirle “¿Te importa?” Cómo los ratones de biblioteca analmente retentivos tienden a hacer, cuando me detuve, la boca ligeramente abierta. Incluso atónita. La mujer estaba inclinada sobre la mesa tratando de recuperar el aliento… y yo también. Mi corazón había empezado a bombear un poco más rápido y la sangre estaba causando estragos en mis terminaciones nerviosas. Pero fue cuando ella me miró, que sentí que mi mundo había comenzado a descontrolarse. Entonces ella sonrió. Tosió. Luego sonrió de nuevo. Mi cara se mantuvo floja, la sonrisa huyendo de los labios, que esperaban para reflejar el gesto. En mi cabeza estaba gritando “¡Devuélvele la sonrisa, idiota!” Pero las palabras tronaron en silencioso vacío.

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Su sonrisa se escapó lentamente y fue reemplazada por un fruncimiento de labios, un ligero movimiento de la cabeza y luego. —Perdón por molestarte. Antes de tener la oportunidad de responder, ella estaba absorta en su libro y me quedé varada al margen como una imbécil. Probablemente porque lo era.

No fue hasta que me fui a tomar café unos cuarenta y cinco minutos más tarde que me permití digerir por completo a la mujer de la sala de manuscritos. Mientras estaba sentada, cuidando la bebida a un precio elevado, la documentaba en mi cabeza, comenzando desde su cabeza hasta sus pies. Esta no fue una tarea fácil, de ningún modo, ya que en realidad no había visto todo de ella… solo fragmentos. Pero lo que había visto era más que suficiente para empezar. Déjame explicarte. Cabello castaño oscuro... Descuidadamente atado en una floja cola de caballo, mechones perdidos luchando por liberarse. Ojos. Dos de ellos. Marrones y llenos de algo que no podía ubicar. Labios… una vez más… dos… rojos rubí y llenos. También relucientes, si mi memoria no me fallaba. Debe haber sido de tanto toser. Entonces todo se volvía un poco confuso. Había otras dos cosas que me habían llamado la atención, pero dudo que quieras saber sobre ellas ¿verdad? Digamos que eran perfectas.

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Me senté en la cantina durante los quince minutos asignados que me di. Y todo se redujo a la mujer con las referencias perfectas. Cuando volví, ella se había ido, y me sentí devastada por alguna razón. Habría sido agradable compartir el espacio de trabajo con otra persona que un tipo calvo y gordo que estaba constantemente tratando de frotarse con la pretensión de solo tratar de alcanzar algo que estaba muy cerca y no se podía alcanzar sin un rápido frote con un pene flácido en tú espalda. Larga condena, ¿eh? El libro seguía allí, despatarrado sobre la mesa y con aspecto tímido, ya que dejaba al descubierto sus profundidades internas para todos. Al menos podría haberlo devuelto a donde pertenecía, aunque hubiera sido una lucha, era la regla no escrita de esta sección. Y también fue una que mis grandes molestias. Limpia después de usar. Quiero decir. Sé que era más pesado que el material de lectura promedio, pero en primer lugar, ella había encontrado la fuerza para sacarlo de la estantería. Estaba a medio camino de mi asiento para resolverlo, cuando ella apareció de nuevo. Sus ojos se desviaron para encontrarse con los míos y un parpadeo de sonrisa apareció seguido por un marcado asentimiento de cabeza. Sonreí a cambio, pero se lo perdió porque estaba sacando su silla en ese momento. Sentí que debería inspeccionar mis uñas, como suelen hacer las personas que han sido ignoradas. Sí. Lo sé. Ella no me ignoró. No me vio eso es todo. ¿O me había visto y pensó que era bueno ignorarme por la forma en que la había tratado antes? Tío. Pero no la había ignorado. Fue culpa de mi cerebro de lenta actuación. Había estado más que dispuesta a mostrarle la sonrisa

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Thompson2, pero mi cerebro había puesto las esposas a eso y se negaba a trabajar. ¿Y por qué estoy hablando de mi cerebro como si fuera una persona? Y, más importante aún, ¿era tan importante que ella viera mi sonrisa? “Porque eres del tipo anal3” Respondió mi cerebro. —Que te jodan. —¿Disculpa? —Su voz era dulce, ligera y rica, todo al mismo tiempo. Y dirigida hacia mí. La descerebrada que acababa de decirle a su cerebro que se fuera a la mierda. En voz alta, sin lugar a dudas. Sentí que mi rostro resplandecía cuando la sangre se abrió camino hacia él, tratando de estar al tanto de mi vergüenza. Mi garganta decidió que era el momento de eliminar todo el líquido de sí misma y de mi boca por lo que era casi imposible responder. —Solo aclarando mi garganta. Lo siento. —Me di cuenta por su rostro que había escuchado lo que había dicho antes; la mirada de incredulidad era obvia. Pero, le di una sonrisa ganadora, que esta vez definitivamente vio—. Todo este polvo… se pega… —y señalé dramáticamente a mi cuello—, aquí mismo. —Sé lo que quieres decir. Necesitas tomar un trago. Querrías… —Acabo de tener uno. —Y desearía no haberlo dicho tan condenadamente rápido, ya que la había interrumpido a medio camino a punto de decir acerca de tomar un café. Eso creo, al menos. Esperaba que lo fuera, ya que la mirada que dio mostró desilusión, y esperaba que fuera por mí.

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Dr. Peter L. Thompson, uno de los mejores dentistas de Estados Unidos. Se refiera a personas que tiene las siguientes características: ordenados, estructurados, económicos y tenaces.

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Eso no suena bien, ¿verdad? No quise decir que a propósito decepcioné a la mujer. Y eso tampoco suena bien. Cojones. Estaba corriendo verbalmente por una calle de sentido único de la manera incorrecta. Tampoco sin frenos. Me alegro que era un monólogo interno. Volviendo al silencio. Yo cerniéndome a la casi inteligible escritura de Emily Bronte, cedida por la Bronte Society, y ella casi sumergiéndose en su libro, cuyo título se me escapó desde esta distancia. El único sonido que se oía fueron de las páginas pasando, arrugándose con la edad, y el zumbido de las lámparas de escritorio y las luces del techo. Es sorprendente cómo el tiempo se te escapa cuando estás completamente inmersa en un libro, y antes de que te des cuenta, alguien está al lado de tu mesa y diciéndote que la biblioteca será cerrará en breve. Mis ojos se dispararon hacia la mesa de enfrente. Vacía. Libros despejados, silla empujada debajo de la mesa. Ahora era mi momento para sentirme decepcionada. Y por una vez no fue porque la biblioteca se cerraría pronto. Ella ni siquiera se había despedido. Yo tampoco, en realidad. Pero fue definitivamente desilusionante de todos modos.

Todavía no podía deshacerme de la imagen de sus ojos cuando volví a mi apartamento. Seguía repitiendo el momento en que me miró directamente, y la sensación que tenía dentro. Había pasado demasiado tiempo desde que alguien había despertado una emoción dentro de mí... demasiado tiempo. Realmente no

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sabía cómo responder, ya que tenía dos emociones principales luchando por el dominio. Excitación y miedo. Ambas pueden acentuar a la otra si no se las atiende, pero tampoco podía entender por qué me sentía así. Quiero decir, yo y la Dama del Libro habíamos intercambiado apenas media docena de palabras o menos, así que, ¿por qué estaba actuando como una maldita adolescente? Erm… no tanto actuar, como sentir. Debe ser un desequilibrio químico o algo así. ¿Falta de comida? ¿Sueño? ¿Estrés? Sí. Todos ellos, creo yo. Es sorprendente cómo tratamos de racionalizar nuestros anhelos más íntimos con la dieta, la privación del sueño e incluso el ambiente de nuestro entorno, ¿no es así? Pero siempre hay una salida, cualquiera que sea la razón aparente. Y la mía fue durante mi sueño. Y el sueño que tuve esa noche liberó más que emociones reprimidas, lo puedo garantizar. Ubicación. La biblioteca. De acuerdo, no es el lugar más romántico o sensual. Pero ten paciencia conmigo en esto. En mi paisaje de los sueños, la biblioteca adquirió una calidad etérea... la luz del techo era tenue y el lugar estaba iluminado por las pequeñas lámparas de mesa. Era tarde. La biblioteca estaba cerrada y yo estaba sentada en mi escritorio habitual, bolígrafo en mano… libro abierto. Una voz se deslizó en mi conciencia, suave… relajante… sensual e inequívocamente la mujer del día. Tenía el cabello suelto y tocaba su cara con suaves caricias. Los ojos marrones parecían húmedos, suplicando y buscando una señal de mí.

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Mi mano se levantó de la mesa para rozar su mejilla, un suave gemido escapó de esos hermosos labios. Ella volvió la cabeza y me besó los dedos, tan suave… delicado y prometedor, y luego hacia abajo por el dorso de mi mano y a lo largo de mi antebrazo, su cara progresivamente acercándose a la mía. Cara a cara. Ella se inclinaba hacia mí; pocos centímetros separaban su boca de la mía… distancia que se evaporó en un segundo cuando presioné mis labios contra los suyos. La suavidad de esos labios me absorbía y literalmente caí en ella. Su mano serpenteó detrás de mi cabeza y me atrajo más cerca… más cerca… más cerca y contra ella. Mi nariz llena de su aroma, mi boca llena de su sabor, mi cuerpo aferrado al contacto. La humedad se acumuló y se derramó dentro de mí, un impulso primitivo de tumbarla y follarla sobre la mesa estaba anulando toda mi sensibilidad. Dios. Quería follarla. Follarla. Y follarla de nuevo. Los dedos se enredaron en mi pelo, y mis dedos se enredaron en la tela de su blusa, queriendo arrancar los botones de sus restricciones, desgarrarlos y presionar mi rostro contra el calor de sus pechos. Así que lo hice. El sonido de los botones rebotando me llenó de una necesidad al borde de la desesperación. Brillantes luces bailaban sobre su carne expuesta y mi boca se hizo agua. Quería comérmela. Probarla. Veneré y saboreé la ofrenda ante mí. La decisión fue tomada cuando empujó sus pechos hacia mí al mismo tiempo que tiraba de mi cabeza hacia adelante. Ambos lados de mi cara estaban rodeados por la sensación lujosa de su piel, la redondez, la curva y la turgencia de su… casi sofocante … casi delirante. Presioné su sostén sobre los pezones levantados con mis pulgares, y soplé suavemente, escuchándola jadear. Mis labios se separaron y me detuve sobre uno

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de ellos, mis ojos atraparon su mirada entrecerrada antes de cerrar mi boca alrededor de él. Gemidos flotaron y cayeron. Míos o suyos, a quién le importaba. Chupé y tiré y chupé y… tiré, aumentando la presión mientras ella se recargaba en mi, rogándome que la engullirla entera. Y deseé haber podido. Quería comerla… devorarla centímetro a centímetro… deleitarme en la piel que la cubría, tenerla dentro de mí como quería estar dentro de ella. Ahí fue cuando me puse de pie, mi boca dejando su pecho y buscando su boca. Besos calientes acompañados de manos salvajes. Empujé su top sobre sus hombros, por sus brazos y a través de sus manos. Luego la giré hacia la mesa y la bajé, mis labios nunca dejaron los suyos. Podía sentir sus dedos deslizándose debajo de mi top, arriba de mi estómago y jugando con la parte inferior de mis pechos. Empujé en ella, necesitaba aumentar el contacto… necesitando calmar la sed corriendo con furia por cada uno de mis poros. Mientras forcejeaba con el botón en sus pantalones, una de sus manos abandonó el santuario de mi pecho y se aventuró a mi botón de los jeans, luchando con el perno de metal en un intento de liberar el dolor. La liberación de la tela se sincronizó y el aire llegó a mi carne expuesta mientras empujaba la tela hacia abajo y sacandola, justo cuando saqué sus pantalones a lo largo de los muslos. Era realmente hermosa. Tumbada allí, desnuda. Esperando que la tomara. Abierta y lista, esperando un toque… un sabor… una realización que anhelaba darle. Mis manos acariciaron sus muslos, pero mis ojos se quedaron en los suyos, necesitando ver lo que quería que hiciera. Cuando pasé mis dedos sobre ella, los pulgares errantes rozaron el exterior de su inocencia, la presión aumentando lentamente. Un pulgar se deslizó dentro de sus pliegues y se sacudió debajo de

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mí… y de verdad su clítoris estaba excitado. Lo reemplacé con un dedo… lento y seguro... lento y seguro. Estaba tan mojada como yo… reluciente y madura. Necesitaba probarla. Necesitaba conocer su secreto. Hubiera sido tan fácil simplemente levantar mi dedo y colocarlo en mi boca, pero quería más. Me sumergí más profundo, bañando ese dedo solitario con sus jugos y embadurnándolo sobre su pecho, mientras ella observaba… hipnotizada. Separándole sus piernas, me metí en el medio y me dejé caer sobre ella, mi boca capturando tanto su pecho como su esencia. En ese momento, supe cuál era el sabor del cielo… sabía lo que era la perfección. Mis caderas se movían constantementes y mi protuberancia se frotaba a lo largo de su clítoris. Ella se levantaba para recibirme y pude sentir la tensión creciendo. Era tan fácil ir con la corriente… solo follarla… follarla… follarla. Pero ella valía más que eso. Así que me alejé. Y el aire entre nosotras causó un vacío que parecía impenetrable. Hasta que me incliné entre sus piernas. Manos agarrando muslos y levantando y separando, exponiendo el Santo Grial… mi búsqueda completada. Bajé la cabeza, la lengua sobresaliendo… expectante. Lamido. Agudo y deliberado. Lamido. Rápido y hambriento.

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Levantó las caderas para tratar de obtener más contacto, pero me alejé. —Por favor. —Su voz era suplicante, y mi boca babeaba. No pude resistir solo abrir mis labios y capturarla por completo en mi boca. Labios suaves y húmedos capturando… la protuberancia lista para comerse y succionarla. La besé, besé y besé, volviéndome frenética por quererla. Mis dedos apretaron sobre sus muslos, mi boca delirantemente contenta con consumirla toda. Estaba tan jodidamente mojada… podía sentir gotas escapando y corriendo por mis piernas. Pero sabía que quería hacerla correrse… correrse… encima de mí, alimentarme… saciar está furiosa necesidad de hacerla correrse. Sus gemidos fueron rápidos, también su respiración. Ella estaba cerca… cerca… y yo tenía la llave, girando dentro de su cerradura interna. Me concentré en su capullo… totalmente centrada. La atraje a la boca para rozar los dientes sobre él… golpeando la punta de mi lengua sobre él… chupando … y chupando. —¡Joooder… si… jodeeer! —Y ella llegó. Colapsando y golpeando su culo contra la mesa de madera, alargando los focos de placer que estaba segura que estaban cayendo en cascada a través de ella. Entonces sus manos estaban en mi cara y tirando de mi cabeza para encontrar su cara. Los ojos se oscurecieron con los efectos posteriores de su corrida, los labios separados en anticipación mientras me atraía hacia ella. El beso era hambriento y todavía insatisfactorio. Pero antes de que pudiera desenredarme de ella, me tenía extendida sobre mi espalda, y entre mis piernas. —Voy a follarte. Chapoteo en los jugos vertidos. La expectativa de lo que ella iba a hacer casi me hizo venir en ese momento. Estaba delante de mí, la expresión de su rostro era exigente y primitiva. Dios. Era tan sexy… tan caliente.

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—¿Dedos o boca? Solo supliqué con mis ojos... —¿Dedos o boca? Apenas podía hablar, mi garganta estaba seca, y mi boca todavía estaba en silenciosa oración por el regalo de su corrida. —Entonces, dedos serán. Sentí su mano ahuecar mi núcleo y detenerse. Valorar. Luego, gradualmente, movió la palma sobre mí con lentos movimientos circulares, provocando un gemido gutural desde lo más profundo de mí. Cuando retiró su mano, agarré su muñeca e intenté volver a colocarla donde la necesitaba. Los ojos marrones brillaban, la sonrisa torcida. —Paciencia. La solté y levantó su mano hacia su boca arrastrando su lengua sobre la palma húmeda. Me estaba probando, y Dios… eso me hizo desearla aún más si eso era posible. Los dedos volvieron y separaron mis pliegues. La sensación de sus dedos en mi clítoris equivalía a la tortura…. gloriosa agonía. Podía sentir un dedo perdido merodeando fuera de mi entrada, en círculos, esperando para entrar. Empujé hacia abajo y sentí que se deslizaba dentro. Sus ojos nunca se apartaron de mi rostro, y ella sabía que la quería… la quería dentro. Lentamente se deslizó adentro. Profundo. Y se quedó allí. Vi como sus ojos parpadeaban cerrados y luego se abrieron con el deseo filtrándose de ellos. El dedo salió para ser empujado dentro de nuevo… luego fuera… luego dentro… luego un segundo dedo se unió. Y fue entonces cuando gruñí.

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Comenzó un ritmo dentro y fuera… dentro y fuera… dos dedos… dentro y fuera. Mis caderas se unieron al baile y mis terminaciones nerviosas estaban en alerta roja. Cuando dio un paso atrás y avanzó con mi pierna entre las suyas, sabía que no iba a tardar mucho. Podía sentir su humedad cubriendo mi muslo, y era como un afrodisíaco. Bombeo de caderas y movimientos concentrados. Golpes que se volvían cada vez más rápidos y profundos… más profundos y más rápidos. La respiración era esporádica y excitada. Me estaba follando, el ritmo eléctrico y oh tan jodidamente delicioso. Agarré su culo, tiré y empujé. Se estaba construyendo. Se estaba construyendo. Ella estaba construyendo. Y Dios... necesitaba correrme con ella. El sudor brillaba y llovía, el sudor en aumento se acumulaba entre mis pechos. Se inclinó y deslizó su lengua sobre la piel, sus ojos increíblemente cerca, su aliento como fuego. Las luces del clímax progresivamente intensificadas y supe que iba a llegar. Y lo hice. Y ella también. La sensación de la humedad saliendo de ella y de mí hizo que mi clímax fuera mucho mejor. Estaba tendida sobre mí a esas alturas, mi muslo sujeto entre sus piernas, sus dedos enterrados profundamente. Lo curioso es que me había despertado para ese entonces, pero te juro, con Dios como mi testigo, sentí que besaba mi boca. Suavemente. Un fantasma de un beso, pero un beso de todos modos. Tenía mi almohada sujeta entre mis piernas y mi mano bajo mis pantalones de dormir, mis dedos escondidos en lo profundo de la humedad de mis recovecos. Me sentí contenta por primera vez en mucho tiempo. El sueño vino rápido de nuevo, y esperaba soñar el mismo sueño. ¿Tú no?

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Al día siguiente en la biblioteca, ella estaba allí de nuevo. Sentí la oleada de un sonrojo cuando levantó la vista de su libro y sonrió. —Buenos días. —La sonrisa permaneció intacta, plena y muy absorbente. Parecía que las luces del techo habían aumentado la luminosidad, pero era solo su sonrisa. Asentí y balbuceé un saludo, ni siquiera recuerdo lo que dije. Me sentí totalmente expuesta y tan avergonzada. Quiero decir, no es como si pudiera leer mi mente. Pero eso es un pensamiento racional, ¿no? Si alguna vez has experimentado un sueño erótico sobre alguien y luego te encuentras cara a cara con ella poco después, entenderás lo que estoy diciendo. Toda la mañana nos sentamos en silencio… era una biblioteca después de todo. Pero a diferencia de todas las otras veces que la había visitado, esta vez el silencio era agónico. Quería acercarme y comenzar una conversación sin sentido con ella, pero eso no era posible. La hora del almuerzo vino y se fue y ella no se movió. Yo tampoco, en realidad. Estaba desesperada por un pis y tomar una bebida (en ese orden), pero no quería perderme de nuevo, su pregunta si quería tomar un café. Podría haberle preguntado, pero eso era demasiado simple. Sentí mi concentración desviada de mi trabajo y casualmente me volví hacia su mesa, luciendo inocente en una nerviosa manera de decir “No debería estar aquí”. Curiosamente, la mayoría de las veces que le eché un vistazo, parecía que me había estado mirando, pero se alejaba rápidamente. Tal vez fue sólo una ilusión.

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Entonces la vi hurgar dentro de su bolso y sacar su monedero. Iba a buscar una bebida, y por los dioses le iba a preguntar si podría ir con ella. Joder. Después de todo, era una mujer adulta. Qué tan difícil podría ser decir casualmente “Oh… Buena idea. ¿Te importa si me uno a ti?” Sencillo. Resuelto. No. —¡Rachel! ¡Hola! Joder. El maldito doctor Lawson tenía que aparecer, no es cierto ¿verdad? ¿Cuándo alguna vez, había remolcado su culo mantecoso a la biblioteca? Nunca. Él NUNCA vino a la biblioteca. Y confíe en él para que se convirtiera en el epítome de lo inoportuno. Vi el cuerpo del zampa donuts andar como un pato hacia mí, hojas de papel revoloteando de sus dedos rechonchos de zampa donuts, y luego meter su culo en forma de donuts en el asiento junto al mío. Rápidamente, la miré, y ella estaba medio fuera de su asiento, con el monedero en la mano, la pregunta tácita en sus labios y en sus ojos. Iba a ofrecer café de nuevo y este idiota lo arruinó. —¿Phil, qué quieres? ¿Más sangre, sudor y lágrimas? —Estaba totalmente cabreada con él, por más de un motivo, sobre todo como me había estafado en los honorarios de investigación de su último libro. Pero, eso estaba en el pasado, ahora tenía que estafarme jodiendo la oportunidad de tomar un café con la hermosa morena. —Veo que tu gusto ha mejorado. —Sus ojos grises pequeños y brillantes siguieron la salida de ella, su lengua gorda de engullirse donuts relamiéndose sus labios regordetes—. Buen culo. —¿Qué quieres, Phil? —Traté de mantener la pregunta sin emociones, pero él podía leerme como un libro.

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—Nada. Quería saludarte. Coño. Y, Rachel, querida, no vayas a perder el tiempo con mujerzuelas como esa. Estás aquí para trabajar. —¿Y a ti qué te importa lo que hago? Ya no trabajo para ti. —Me sentí decaída. No es que tomara nota de lo que pensaba, solo la constatación habitual de que la mujer muy probablemente ni siquiera me consideraba de esa manera. Quiero decir. Ni siquiera habíamos hablado. Todavía vivía del sueño que tuve la noche anterior. —Solo un consejo amistoso. —Trató de levantarse de la silla y encontró su culo atascado entre los apoyabrazos. Ni siquiera me reí. Todavía no puedo creer que no me reí, especialmente cuando estaba tratando de dar consejos sobre cómo debería vivir mi vida y no podía obtener su trasero fuera de la silla. Debería haberlo tomado como una metáfora viviente. Pero tú sabes... soy un poco torpe a veces. Apretó ambas manos en el reposabrazos, y con un gran tirón él estaba libre. —Debo irme. Reunión con mi publicista. —Reunió los papeles caídos del suelo exponiendo la raja de su culo en el proceso. Cuando se volvió para irse, se detuvo, pensando, y luego se volvió—. Por cierto, buen trabajo en la investigación que hiciste. Y luego se fue. Y me quedé atónita. Esa fue la primera vez. Para cuando llegué a la cafetería, ella estaba simplemente colocando su taza y platillo vacíos en el carrito. Cojones. La extrañaba. Cuando paso junto a mí, sonrió y asintió de nuevo, y me quedé allí, sin aliento. De la carrera o la sonrisa, solo Dios sabe.

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Pasaron semanas sucediendo más o menos lo mismo. Algunos días ella estaba allí antes que yo, y otros la aventajaba en el puesto. No habíamos progresado de los ocasionales momentos de saludos, asentimientos y sonrisas. Y estaba cada vez más frustrada. Estaba soñando con ella al menos dos veces a la semana, y mi cuerpo me gritaba que me moviera. Ya sea, invitarla a salir o a ir y echar un polvo. Pero, como te puedes imaginar, no lo hice. La Navidad vino y se fue, la biblioteca cerraba por las fiestas. Enero llegó trayendo consigo estudiantes que sabían que su momento de perder el tiempo había terminado. Por lo tanto, la sección que solíamos tener para nosotras fue invadida por delincuentes de todas las formas y tamaños. Dios. Qué días aquellos. Ni lavarse, comer o dormir. El alcohol como nutrición líquida. Compartir alojamiento con completos extraños a los que normalmente tú no mearías si estuvieran quemándose. Estudiando para los finales con el celo de un hombre en el corredor de la muerte. No lo cambiaría por nada del mundo. Sin embargo, estaba molesta que mi paz y tranquilidad se vieran afectada por las ramas de los jóvenes macetas. Y no podía darle una buena mirada porque algunos jóvenes mugrosos insistirían en sentarse frente a mí con sus rastas enmarañadas que habían visto por última vez el jabón y el agua la última vez que sus padres las habían puesto debajo de la manguera. Así que… enero se fue. Pasó volando, en realidad. Era la segunda semana de febrero cuando la biblioteca volvió a ser nuestra una vez más. Y fue una dicha. Silenciosa y reflexiva… tiempo de estudiar… para investigar sin ser molestadas. Y, aún más importante, la tenía toda para mí.

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Tomó una eternidad reunir coraje para decir —Más tranquilo ahora, gracias a Dios. —Y luego ponerme como una remolacha. Ella sonrió, asintió y repitió— Gracias a Dios. Y luego volvimos al trabajo.

Fue el segundo martes de febrero que sucedió. Otro día ordinario… yo robando astutas miradas en ella sobre los libros altísimos, y tratando de convencerme de que ella estaba haciendo lo mismo. ¿Por qué ninguna de nosotras dimos el paso y comenzamos una conversación en los últimos meses? El único problema al que podía atribuirlo era a que estábamos en una biblioteca… ya sabes… la regla “silencio” y todo eso. Mi culo inquieto me estaba volviendo loca, pero no tanto como la necesidad de llegar a conocerla, incluso averiguar qué estaba investigando habría sido un comienzo. No hubo invitaciones para tomar café, ni debates sobre filosofías obsoletas. Nada. Eran las cuatro cuarenta y cinco, mi hora habitual de partida, cuando un joven estudiante me pidió ayuda para encontrar un libro. No me impresionó. Quiero decir…. debería haber estado empacando a estas alturas… dirigiéndome a la puerta… dejando otro día siendo una muda. Pero ¿qué se le va hacer? Alguien te pide ayudarle a encontrar un libro, que por apariencia era imperativo, y no pude resistirme. Quince minutos después, me veía corriendo de vuelta a mi mesa, recogiendo mis cuadernos, lápices, chaqueta y bolso. Ella ya se había ido. Mesa,

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como de costumbre, recogida a su nivel habitual de condición prístina. No pude evitar soltar un suspiro. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de poder pararme ante ella? O ella, para el caso. Una vez más, estaba saltando demasiado deprisa. ¿Por qué demonios tiene que hablarme? No estaba en las normas de la biblioteca. Ella era libre de ir y venir a su antojo. Entonces, ¿por qué me siento tan vacía? Trabajar había perdido su atractivo. La investigación que había estado haciendo parecía palidecer en comparación con el deseo de conocer a alguien más en lugar de querer saber lo que había sucedido hace más de ciento cincuenta años. La vida debe ser vivida en el presente, aprendiendo del pasado concedido… mirando hacia el futuro… pero definitivamente debería estar en casa solo viviendo aquí… en 2006. Fuera de la biblioteca, el aire de febrero estaba frío y vivificante. Refrescante después de un día atrapada en el falso calor y las salas anticuadas. Llene mis pulmones de aire... exhale lentamente, ligeramente embelesada con el aire del interior de mi cuerpo empañado con la frescura del atardecer. Mi automóvil estaba estacionado en la esquina más alejada del estacionamiento y me acerqué hasta él. No hay necesidad de apresurarse. Todo lo que haría esa noche sería procesar la información que había recogido ese día. No hay nadie para conversar sobre las cosas… analizar los hallazgos… argumentar la autenticidad… Nunca me había molestado eso antes, y no podía entender por qué parecía molestarme ahora. Quiero decir, había estado sola durante casi un año y he sido feliz de tener el tiempo y el espacio para hacer lo que deseaba. Pero ahora la idea de tener que volver a otro piso vacío, para otra noche de la otrora codiciada soledad no me sirvió de nada, bueno, aparte de hacerme sentir deprimida.

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Antes de que me diera cuenta, el auto Seat plateado estaba frente a mí y palpé con una mano dentro del bolsillo de mi chaqueta para encontrar la llave. No una buena idea. Especialmente si estás llevando un montón de cosas con la otra mano. Una cierta garantía de que todo estará perdido y terminarás pareciendo alguien practicando movimientos para un final de break dance. Mis cosas estaban en todas partes. Los papeles revoloteaban por el suelo en busca de un lugar de descanso, mientras bailaba una delirante danza de la lluvia, golpeando con mi pie y recogiendo a los pequeños fugitivos. El cuaderno yacía desolado, ya que la mayoría de sus entrañas estaban ahora acurrucadas en mi puño. Cuando me incliné, pude ver algo rojo asomando entre sus hojas. Un sobre. No es mi sobre, de eso estaba segura. “Rachel” Mi nombre, pero no era mi sobre. Miré a mi alrededor como una loca, pensando que alguien iba a salir de las sombras como un film noires 4 y exigiría “Dame el código, camarada”. Nada. Solo yo y un sobre rojo con mi nombre. Qué demonios. Deslicé mi dedo debajo del cierre y a lo largo del borde engomado, mi atención totalmente en el contenido. Dentro había una tarjeta… de bastante buen gusto... diseño victoriano. Las palabras en la parte superior decían “¿Vendrás…?” Lo abrí rápidamente, pensando que el mensaje se autodestruiría si no lo hacía.

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El cine negro o film noir es un género cinematográfico que se desarrolló en Estados Unidos durante la década de 1940 y 1950. Se suele considerar como la primera película de este tipo a El halcón maltés, de John Huston, con Humphrey Bogart y Mary Astor, estrenada en 1941.

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—¿Serás…mi Valentine5? ¿Huh? ¿Quién diablos envió esto? Las imágenes del estudiante de aspecto nervioso se filtraron en mi cabeza. Cojones. Justo lo que necesitaba. Un adolescente enamorado queriendo ponerse en horizontal conmigo. Entonces vi el mensaje. ¿Quieres un café? ¿Esta noche? CB2 - 7 p.m. ¿Tal vez podríamos charlar por una vez. XXX? CB2 era una popular librería ciber café que era popular entre los estudiantes. Debe ser el estudiante. ¿Quién más lo haría? Ella. Ella me envió esto. ¿No es así? Ella debe ser… el “Tal vez podríamos hablar por una vez” era una jodida gran pista. ¿Verdad? Ah, mierda. ¿Qué pasa si me presentaba allí y era el estudiante con granos luciendo un poste de carpa en sus bóxers? ¿Qué le diría? ¿Muy joven? ¿Sexo equivocado? ¿Apestas? Pero no pudo haber sido él. No estaba cerca de mi mesa… ni cerca de ninguno de mis libros desde la última vez que los usé. Solo los había dejado una vez y él estaba conmigo en ese momento. La única otra persona era ella… mierda... realmente deseaba saber su nombre. Y ni siquiera había una firma para ir con los besos. Besos. Tres de ellos. También grandes. Podría ir a CB2 y espiar por las ventanas para ver si ella estaba allí. ¡Un plan! Uno excelente de hecho, que con mi historial era increíble.

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Ser el “Valentine” quiere decir que es la persona elegida para pasar el día de San Valentín. Algo así como una cita para pasar juntos el día de los enamorados.

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Hora. Cinco y media. La hora de encontrarse con el sospechoso desconocido. Siete. Dejándome con una hora y media para prepararme y desarrollar mi plan. Y, la gente piensa que las personas de letras no pueden hacer matemáticas…

Lo que no podemos hacer es estacionar. Me recuerdo continuamente este hecho cada vez que quiero aparcar mi maldito automóvil en Cambridge. Odiaba estacionar en el Grafton Center, ya que los aparcamientos de pisos múltiples tienden a dejar marcas en mi paragolpes delantero. Las paredes saltan, ¿sabes? Entonces, opté por Sturton Street y decidí caminar hasta CB2. De esa manera podría caminar algunas veces y echar un buen vistazo al interior. Adolescente con granos = correr. Hermosa mujer sin nombre = sentarse y tomar café. Nop. CB2 decidió que la planta baja debía utilizarse para las personas que querían sentarse y cenar, por lo que el lugar estaba lleno de personas llenándose la boca. No hay señales de joven o mujer solitarios. La única opción era ir arriba. Debo haber pasado diez veces por delante de la ventana antes de tener las pelotas para aventurarme adentro. ¿Por qué estaba nerviosa? Soy una mujer adulta y podría manejar situaciones como esta. ¿No podía? Erm… ¿Podrías por favor explicarle eso a mis intestinos? Joder. Podía hacer esto. Esto era un lio. Podría responder de dos formas dependiendo de quién estaba esperando. “Lárgate, polla flácida”.

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O. “Hola…” suave y seductor, seguido de maniobras felinas en la silla… todo bajo control. Y… en mi cabeza… sexy como el infierno. Estaba subiendo las escaleras pisando con la gracia y destreza de un bebé elefante, mi corazón se lleno de latidos silenciosos y sentía que me enfermaria. Solo quería que fueran diez minutos desde ese momento… ya sea que yo aterrizara en el piso o yo tomando café con leche. La parte superior de las escaleras dio paso al resto del café, y allí estaba ella… sentada al lado de la ventana… mirándome, sus manos debajo de su barbilla. “Cálmate, chica”. Sí claro. Hablar con los órganos internos realmente funciona. Mmm… en realidad, creo que les emociona más. Es hora de exudar encanto y realizar las maniobras felinas. —Ya era hora de que entrara. Me estabas mareando mientras te veía subir y bajar por la calle. —¡Joder! —Por qué he dicho eso, entonces estába más allá de todo pensamiento racional, y definitivamente no estaba entre los diez primeros temas para charlar. O tal vez sí. —Mejor que „Jódete‟ como la otra vez”. —Honestamente. Podrían tostar pan en mi cara. Quiero decir, ¿cómo respondes a eso? —Yo… yo… —Cálmate, Rachel. Te estaba tomando el pelo. —Y luego comenzó a reír. Qué forma de romper el hielo. Tenía una risa tan contagiosa, que no pasó mucho tiempo antes de que me uniera a ella—. Ven. Siéntate. —Medio se levantó, su mano extendida—. Helen Simons. Encantada de finalmente hablar contigo.

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Dedos cálidos tomaron mi mano y apretaron mis dedos suavemente… no flojos, justo la cantidad correcta de presión. Su otra mano hizo un gesto hacia la silla en invitación. —Siento que esté tan lleno aquí esta noche. Especial de San Valentín… dos comen por el precio de uno. Mierda. No me extraña que estuviera ocupado y hubieran transformado la planta baja. Me pregunté de qué se trataban todos los globos rojos y corazones de amor. —¿Y todavía no me has respondido? La miré, mi parte idiota completamente expuesta. —La pregunta que te hice. —Sus ojos estaban revisando alrededor de mi cara buscando una chispa de actividad… vida incluso. —Y la pregunta era… —Divague para el efecto, aunque salió muy simple. La sonrisa llegó a su rostro instantáneamente. —Para una investigadora, realmente no prestas mucha atención a lo que has leído, ¿verdad? ¿Huh? —La tarjeta que te envié tenía una pregunta en ella. —Lo sé “te apetece un café y una charla”. Pregunta respondida. —Me sentí presumida. Pero no por mucho. —Había otra pregunta antes que eso. —Hubo tres besos… eso lo recuerdo. Le lancé una mirada codiciosa a su boca, completamente distraída al pasarse la lengua por sus labios. —¿Y? —Se inclinó hacia delante con expectación, y yo también. Seguía pensando en esos besos.

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—¿Y qué? —Tu respuesta. Estaba increíblemente cerca ahora y el pensamiento racional hacía tiempo que había huido. Solo quería inclinarme y besarla. Su aliento cosquilleandome en la cara para entonces e incitando partes de mí que es mejor no mencionar. La gente estaba comiendo después de todo. Entonces caí en la cuenta, como un rayo salido de la nada. Tan sencillo. Tan obvio. La pregunta en la tarjeta. Ella sonrió tan maravillosamente… había perfeccionado el arte de capturar mi corazón. Así que hice lo único que se me ocurrió. La besé. No se necesitaban palabras.

FIN…y ¡Feliz san Valentín!

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