Fiebre de Rodadoras de LJ Maas

September 21, 2017 | Author: sazy666 | Category: Cowboys, Clothing, Fashion & Beauty, Soul, Love
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Descripción: Fiebre de Rodadoras de LJ Maas...

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Fiebre de rodadoras Tumbleweed Fever De LJ Maas † Traducido por: Julieta “Meltryth” (2015)

Descargo de traducción: Esta edición iba a ser la extraída del libro de Intaglio, o sea, corregida y presentada para la venta por la editorial tras la muerte de LJ. Por ejemplo, lo primero que noté es que cambiaron el “rider” original por “wrangler” (¡No sufras, LJ!) cuando ella había dicho que no utilizaría la palabra “cowboy” ni “cowgirl”. ¿Qué tiene de malo “jinete”? Pffff. PEEERO… resulta ser que traduciendo noté que ELLAS habían quitado las partes divertidas, los pensamientos y los insultos de las dos protagonistas, incluso dejando sin sentido algunas partes. ¿¿¿Por qué desgraciadas, malditas hijas ***, per****??? Entonces las odié, a la Sweeney (sí, la misma de “Vientos celestiales” y también vicepresidenta de Intaglio) y a la otra, la Payton (presidenta de Intaglio). Se han ganado mi eterno rencor arruinando lo mejor de LJ Maas, sépanlo. No voy a culpar a la viuda de LJ, CB, porque puede que ella ni siquiera haya revisado cómo dejaron este desastre siendo tan reciente su muerte al momento de la publicación. ¡Te amamos, LJ! (Sí, yo y mis otros yo) Así que, para conmemorar la década de su deceso en octubre de 2005, lo mejor para la mejor. La traducción de una de sus obras de la forma más respetuosa posible y sin cobrar un solo centavo, porque LJ Maas merece ser reconocida en un mundo que la copia constantemente y no le da el crédito que merece. Gracias por leer. Julieta “Meltryth”.

Anotaciones originales de LJ Maas

Descargo de responsabilidad: Todos los personajes que son © copyright de MCA / Universal y Renaissance Pictures son definitivamente similares a propósito, pero bueno, ¡no tengo la intención de beneficiarme ni un poco! Todos los personajes originales que aparecen aquí: Devlin, Sarah, etc. son © copyright de [email protected] Esta historia no puede ser vendida o utilizada con fines de lucro de ninguna forma. Se pueden hacer

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copias para uso privado y apreciaría si incluyes todos los avisos de copyright y este aviso legal. Si tienes un sitio fanfiction, por favor envíame un correo electrónico colocas esto en tu sitio (A mí me gusta llevar la cuenta). Advertencia de violencia: Existe cierta violencia (vamos, que es el Lejano Oeste y un uber princesa guerrera), pero nada más que PG13 (apto para mayores de 13). Sexo: Nop, no esta vez. (No sé si "tomar el asunto en sus propias manos" es considerado el sexo). Hay un montón de angustia, nostalgia, fantasías, miradas muy intensas y un beso masivo increíble, ¡pero estoy haciendo esto a cappella! Si la idea de dos mujeres enamoradas te molesta... bueno, como dijo Xena: "Bite me!" (¡Muérdeme!) Advertencia a menores de edad: Hey, dijo la Corte Suprema en Reno versus la Unión Americana de Libertades Civiles (1997) que las leyes contra las decisiones, online, de ciertos materiales "indecentes" disponibles para los menores de 18 era inconstitucional... ¡Búsquelo! Además, esto es perfectamente "decente". Otros descargos: 1) Está bien, tienen que admitir que adapté (liberalmente podría añadir) el pequeño pedazo de la planta rodadora para esta historia de una película llamada "Connagher". ¡Es una gran western y me encanta Katherine Ross y pensar en Sam Elliot es cool! He usado esa idea sin el permiso o la intención de sacar provecho. 2) El término “jinete” (rider), no es necesariamente un término que encontrarás en el diccionario. Yo he acuñado la frase de esta historia simplemente porque detesto la distinción entre sexos con los términos de vaquero (cowboy) y vaquera (cowgirl). Sólo sé cómo se sienten acerca de mis historias con retroalimentación. Déjame saber lo que piensa de esto, o lo que te gustaría ver en el futuro... los homófobos no necesitan aplicar sin embargo. Estoy en: [email protected]

Prólogo LJ Maas falleció 29 de octubre 2005, dejando tras de sí una legión de fanáticos y amigos que quedaron devastados por su prematura pérdida. No sólo era una narradora dotada y autora, LJ Maas era un alma gentil que dejó una huella imborrable en todos los que la 3

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conocían. No importa cuánto pase el tiempo, siempre vamos a sentir el vacío que se creó cuando ella dejó esta vida. Su espíritu vive en su escritura sin embargo, y hemos hecho todo lo posible para preservar su voz, mientras que este libro haya sufrido una edición. Si LJ todavía estuviera con nosotras, este libro podría haber sido editado de manera distinta, pero sin ella, hemos elegido

mantener

las

cosas

tal

como

fueron

escritas

originalmente.

Tenemos que dar un agradecimiento especial a la persona que fue más afectada que cualquiera por su muerte, CB, la pareja de LJ. Ella ha trabajado tan diligentemente como nadie a llevar el trabajo de LJ vuelta a la impresión. Creo LJ estaría extremadamente satisfecha con CB por sus esfuerzos. Te amamos, CB. Gracias por compartir este regalo. Sheri Payton y Kate Sweeney

*****

Capítulo I

La nieve se arremolinaba alrededor del jinete, mordiendo cualquier carne expuesta. La yegua dorada caminó con su propietario encima con insistencia, el futuro estable de ellos sólo una sombra detrás una cortina blanca. El jinete se detuvo frente al granero, desmontando con esfuerzo cansino. Una vez retirado el mitón de piel de conejo, la figura solitaria sopló un aliento cálido en sus dedos casi congelados, incitándolos a moverse. Pronto los dígitos podrían sentir nuevamente, y una mano agarró firmemente el pestillo, tirando de la puerta que se balanceaba para abrirla. Una vez dentro, los amargos vientos susurrantes se oían golpetear en las paredes de la estructura, haciendo que se sacudieran y crujieran. Conduciendo a la yegua a un puesto de vacío, el jinete comenzó a sentirse mejor ya que el calor de las brasas de carbón todavía mantenía caliente el aire. Ellos tendían los cubos para mantener a los animales calientes toda la noche. La silla y la manta fueron extraídas de la yegua y colgadas 4

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encima de la barandilla donde se dejaron secar. Los brazos fatigados llegaron y quitaron las alforjas, que contenían las pocas posesiones personales propiedad del jinete, incluyendo las preciadas notas. El jinete colocó las bolsas en la paja esparcida suelo. —Ahí estás, chica. Apuesto a que te sientes mejor, ¿eh, Alto? —una gruesa voz de cansancio, dijo. Mientras el jinete utilizaba cálidos y secos pedazos de arpillera para masajear los músculos fríos y cansados del caballo. Después de largos minutos de una brocha y almohaza, el caballo relinchó suavemente. Dos grandes cucharadas de avena se colocaron en un depósito de alimentación frente del caballo y heno fresco se arrojó en el establo. Recogiendo las alforjas y tirando hacia arriba el cuello de cuero gastado, el alma cansada de viajar abrió la puerta del establo y entró en el frío glacial. Un mundo de blanco envolvió al jinete. No se sirvió de nada para buscar puntos de referencia. Incluso si no hubiera estado en la medianoche, no habría nada que ver, pero se manejaba en la nieve. El jinete, de espaldas contra las puertas de granero, cuidadosamente deslizó su cuerpo musculoso y alto a lo largo de la longitud del edificio. Acercándose a la esquina del granero, el jinete le tendió un brazo y envolvió una mano fuerte alrededor de un trozo de cuerda atada a un lado de la cuadra. Un degradado sombrero Stetson luchó contra la fuerza de la explosión de hielo, pero el viento y la nieve caía un poco a la cara del jinete. Mano sobre mano, el jinete siguió el largo de la cuerda que conducía lejos del granero. Los ventisqueros se habían apilado hasta la cintura, y las extremidades que se tornaron rápidamente insensibles trabajando laboriosamente en sucesión. El jinete nunca cedió a la tentación de limpiarse la nieve de las pestañas congeladas; dejar de lado la cuerda conducía a una muerte segura. Los ojos experimentados habían visto los cuerpos de los hombres que habían muerto de frío a no más de metro y medio de distancia de la puerta de su cabina porque habían perdido en la blancura que todo lo abarca. Nunca perdiendo el contacto con la línea de vida que conducía a la seguridad, el jinete sintió la madera de la barraca y empujó con fuerza contra la puerta, liberando el pestillo. Al entrar en la gran estructura de madera, la nieve inmediatamente comenzó a fundirse, dejando un charco creciente en el suelo. El barracón era el más grande creado en el rancho. Capaz de permitir dormir a cuarenta hombres, estaba casi lleno como el visitante recién llegado se quitó la ropa chorreando y mojada en su exterior. Dos fogones barrigudos quemaban calurosamente. Uno en el 5

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centro de la sala sostenía una cafetera y una olla de gran tamaño que burbujeaba con algún tipo de guiso. El segundo fogón estaba cerca de la puerta donde el jinete ahora se estaba quitando un empapado pañuelo, la chaqueta, la bufanda y los guantes. Las sillas estaban esparcidas alrededor del fogón humeante, cubiertas con abrigos y mantas, a la que el viajero cansado añadió unas cuantas prendas de vestir. Una carcajada vino de la parte posterior de la barraca, un gigante de un hombre con el cabello largo y castaño, con ojos marrones suaves caminó a través de la habitación, deteniéndose justo en frente de un vaquero que lucía molesto. El hombre de pie le tendió la mano y golpeó unas cuantas monedas de mala gana en la otra palma de la mano esperando. Volviendo hacia el jinete, el vaquero canoso burló. —¡Tienes más vidas que un gato! —Espetó. Otra risa profunda ruido provino del hombre grande, sus largas zancadas cubrieron rápidamente la distancia entre él y el jinete—. Sabía que lo lograrías, Dev. ¿Puedes creer que un cabeza hueca apostó contra ti? La respuesta fue una sonrisa silenciosa; emitir palabras habría tomado más esfuerzo que de las que el jinete se sentía físicamente capaz de ahora. La figura oscura se dirigió a la parte posterior de la sala, hacia una litera fijada levemente apartada de los demás y se detuvo en seco. Otro vaquero yacía en toda la litera que siempre había sido apartada para Devlin Brown. —Estás en mi litera —Devlin gruñó en voz baja, con tono siniestro. —Vete al infierno —el vaquero contestó, sin molestarse en abrir los ojos. —Muéstrame el camino —Devlin siseó y agarró al muchacho por su garganta, casi levantándolo con un brazo y arrojándolo al suelo. El muchacho miró a Devlin y al doble juego de seis disparos colgando en las caderas de Devlin. Un mero tic del ojo le dio un mensaje sobre sus intenciones. Si bien la idea de avanzar hacia la pistolera era sólo una idea en su cerebro, el brazo de Devlin salió disparado y el muchacho tragó saliva. El movimiento fue tan rápido que fue sólo un borrón, y de repente el chico estaba mirando directamente el cañón de una pistola con mango de marfil.

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—¡Si vas a pensar en ello, más te vale que lo hagas! —Devlin exigió, añadiendo un toque de amenaza en el sonido. El muchacho bajó la mirada y murmuró: —Lo siento... no vi el nombre de nadie en ésta. Devlin se agachó y sacó un cuchillo de hoja grande de una funda envuelta alrededor de su pierna. Con un movimiento rápido como un rayo, la hoja del cuchillo Bowie se hundió en la madera en la parte superior de la litera. Devlin se acercó y quitó el degradado sombrero Stetson de su cabeza. Tan pronto como el sombrero salió, una larga melena azabache caía por la espalda de Devlin. Ella se quitó su chaqueta corta de cuero en el interior y la tiró en la parte superior del colchón delgado. Con la chaqueta eliminada, era fácil ver que el chaleco de cuero, que se ajustaba firmemente contra una vieja camisa de algodón y los pantalones que se aferraban a curvas elegantes que indudablemente pertenecían a una mujer. Colgando de su sombrero, sobre el mango del cuchillo todavía temblando, Devlin fijó una azul mirada de hielo hacia abajo, en la figura arrodillada del muchacho, con la boca abierta viendo por encima de él. —¡Devlin Brown! ¿Lo ves ahora, muchacho? Había oído todas las historias. ¿No lo hacía todo el mundo? Él supo de inmediato que tenía la suerte de estar vivo. —Sí, señora —dijo él con voz temblorosa, levantándose y rápidamente recogiendo sus pertenencias antes de pasar al otro extremo de la barraca, tan lejos de la vista de Devlin como pudo. Devlin contempló la figura que se alejaba del joven jinete, más chico que hombre. Ella nunca tuvo la intención de dispararle. Los días en los que colocaba una bala en el corazón de un hombre sólo por mirarla de una manera extraña habían pasado para ella, pero no por mucho. La voz de Hank la hizo consciente de que ella todavía estaba allí de pie, inmóvil. Devlin se trasladó a una mesa en el centro de la habitación y se dejó caer en la silla que le ofrecía. Ella envolvió sus dedos congelados alrededor de una humeante taza de café. Hank

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colocó un plato de estofado y algunos panes de maíz frente a ella y Devlin procedió a devorar la comida muy caliente. —Despacio o no serás capaz de probarlo —dijo Hank con una risita. —No importa a qué sabe —dijo Devlin, continuando rápidamente con su alimento. Ella tenía razón también. Nunca importaba. Había comido cosas para continuar con vida que habrían hecho vomitar a una ruda cabra, pero hizo lo que su amigo le sugirió y aminoró el paso. Habían pasado tres días desde que había tenido una comida caliente y esta comida comenzó a calentar su vientre. Una vez que ella se tomó el tiempo, se dio cuenta que eso era carne era conejo, su favorita. Le resultaba difícil de creer, pero una persona puede malditamente hartarse de comer carne todos los días. Pero en un rancho ganadero, ¿qué más había? La carne seca se mantenía en el área de distribución, pero si ella alguna vez veía otra pieza, sin dudas no se lo perdería. Hank se acercó y colocó la mitad de las monedas que ganó en la mesa a su lado. Parecía justo compartirlas. Fue debido a Devlin que él había ganado la apuesta de todos modos. Ella se limitó a gruñir y las metió en su bolsillo. Dinero extra significaba mucho whisky o tal vez un par de cosas buenas. Dios, amaba las cosas buenas. Tal vez incluso una noche en casa de Ellen. Devlin se sintió sonreír ligeramente ante la idea de un baño caliente y un par de horas en una cama suave y la piel aún más suave de una de las chicas en casa de Ellen. La sonrisa se convirtió rápidamente en un ceño fruncido, sin embargo, cuando se acordó de su última visita. La joven había sido lo suficientemente bonita y con ganas de agradar, pero Devlin no pudo conseguir la visión de su mente. Por fin había terminado pagando a Ellen por un baño caliente y una buena noche de sueño antes de regresar al rancho. Las imágenes mentales comenzaron tan pronto como Devlin encontró la primera nota. Imágenes de una misteriosa mujer, la que había escrito la carta, colmaba los sueños de Devlin por las noches. Hank miró a su amiga mientras comía. Sólo había transcurrido poco tiempo antes de que Hank hubiera decidido tener de misión el ayudar a reformar a la antigua forajida. Dos años antes, él se había unido con una pandilla para ayudar a localizar a la pandilla de Devlin

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Brown después de que habían matado a un marido y a su esposa, los dueños de un rancho en Pawnee1, entonces brutalmente violaron y asesinaron a su pequeña hija. Cuando la banda se fue, cabalgaron con cincuenta cabezas de ganado por lo que no fueron demasiado difíciles de rastrear. Mucho antes que él se encontrase con la pandilla, la pandilla se detuvo a dejar beber a sus caballos en un muelle en algunas cavernas rocosas. Hank vio el rastro de sangre y lo siguió hacia los acantilados. Una estupidez, se había dicho a sí mismo, pensando que era probablemente un puma herido. Lo que encontró escondido en la grieta de la roca era sin duda tan temible como cualquier felino herido. Devlin tenía un par de balas en su hombro, cubierta de pies a cabeza con la sangre y moretones. Ella actuaba como un animal herido, retrocediendo contra la roca y prácticamente siseando al hombre, con su mano temblando débilmente mientras ella hizo un débil intento de elevar su arma. Hank sabía que no importaba cuál fuese el pasado de una persona, podría cambiar si realmente lo deseaba. Su padre le había enseñado eso. Le contó a Devlin todo lo que debía para que ella tomase ese primer paso. Se quedó con la mujer herida, y para su sorpresa, no sólo ayudó a levantarla en sus pies de nuevo, así también nunca pidió nada a cambio. Devlin se había acostumbrado a usar su cuerpo para pagar y engatusar a los hombres en su pandilla. Así que poco a poco, se formó un lazo de amistad entre los dos. Fue más tarde que Hank aprendió que Devlin había sido golpeado, tiroteada y dada por muerta por su banda. Su crimen había estado en tratar de detener la violación de la hija de los dueños del rancho en Pawnee. Hank pensó que significaba que Devlin ya había hecho lo más difícil, dar el primer paso. Una vez Devlin se había curado considerablemente, Hank avaló su historia cuando se encontraron con el Cuerpo de Alguaciles de Kansas City. Hank incluso montó con Devlin durante un año, persiguiendo a algunos de los miembros de su pandilla. Su primera tentación había sido disparar a los hombres por sí misma, pero Hank le había hablado sobre intentar un modo distinto. Ella depositó cinco hombres en las puertas de las oficinas y juzgados de cinco alguaciles diferentes en una gran porción del Oeste. Ella guardaba el dinero de las mercedes que había recogido y lo envió a una hermana del ranchero de 1 Condado de Oklahoma que debe su nombre a los “Pawnee”, una tribu indígena del centro de Norteamérica. 9

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Pawnee, que vivía en St. Louis. El monto llegaba casi a los dos mil dólares. Hank fuertemente deseaba el haber podido estar allí cuando la mujer abrió el paquete. Devlin durmió profundamente hasta su reloj interno le comunicó a su cuerpo que era cerca de la madrugada. Ella salió de su litera y se frotó las manos a lo largo de sus brazos para conseguir un poco de calor de nuevo en estos. Se detuvo frente a la estufa, abrió la puerta con bisagras de ésta e introdujo un poco de madera dentro, devolviéndola a la vida nuevamente. A continuación, estableció la misma olla de café sobre la placa de metal en la parte superior de la estufa. Se abrió paso fácilmente en la oscuridad, la luz de la luna brillando a través de los huecos en las persianas de madera y cayendo al suelo en pequeñas porciones. Ella apretó el postigo y se asomó por la ventana. El viento escapaba a través del cristal escarchado, empujando su camino contra su cara. La nieve había dejado de caer, pero ahora tenían el viento amargo con el que lidiar. Por lo que alcanzaba a ver, una manta de color blanco azulado cubría la llanura. Su superficie brillaba como diamantes. La temperatura estaba cayendo rápidamente y el viento arremolinaba la nieve en montones más altos que Devlin de pie. Devlin suspiró y soñó una vez más con un invierno que no significara pasar días encerrada en una cueva o debajo de una manta empapada de hielo en la llanura abierta. Ella soñaba con una casa donde un fuego y una buena comida esperasen todas las noches cuando apareciera desde las distancias. Y siempre era ella, no una cara o solamente una voz, y la sensación de que esta era la indicada. Devlin siempre había sentido tales deseos, a pesar de que casi no lo admitiría a otro ser viviente. Quizás a Hank, pero eso era porque sabía que él no se iba a reír de ello. Él terminaría por decirle que fuese en busca de su visión. Los sueños no habían comenzado seriamente otra vez hasta que ella había empezado a encontrar las notas. Eran pequeños cuadrados de escritura fantasiosa en un pergamino enrollado con fuerza y atado con hilo de algodón en una planta rodadora callejera que se había dejado ir libremente en la pradera. Al principio, ella no sabía qué hacer con la planta rodadora con la nota adjunta. Había volado rápidamente al pasar y se había pegado a su manta en el suelo. Era difícil no perderse el mensaje, y algo le dijo a Devlin que una mujer lo había escrito antes de que ella lo abriera. Sólo parecía que fuese algo que una mujer pudiera hacer. Cuando ella miró a la delicada caligrafía precisa, sólo pudo leer la mitad de las palabras. Devlin sólo había 10

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ido a una escuela adecuada hasta que tuvo ocho años. Trató de manejarse lo mejor que pudo después de eso. Puedo no haber sido capaz de reconocer todas las palabras, pero sentía el sentimiento. La mujer decía que estaba cansada de estar sola, con temor de lo que el futuro traería, y ella lloraba con un corazón adolorido de nunca haber encontrado el verdadero amor. Devlin se apartó de la ventana y fue a verter dos tazas de café. Llevando las dos, ella se acercó a una litera a la derecha de la suya y puso las tazas de estaño en el suelo. Sacudiendo un fósforo de madera con la uña del pulgar, la astilla de madera se despertó a la vida. Ella insertó la cerrilla dentro de la lámpara de queroseno, que colgaba en la pared junto a la litera, y colocó la mecha hacia abajo. —Hank —Ella le dio un codazo enorme cuerpo de Hank. Tumbado bajo las sábanas, con los pies colgaban sobre el extremo del colchón—. ¿Estás despierto? —Creo que lo estoy ahora —dijo él adormilado. Devlin llevó el farol más cerca mientras Hank se sentó y se rascó el pecho, tirando su cabeza hacia atrás a bostezar. Devlin entregó a su amigo somnoliento una taza de café, y murmuró sus gracias. Como nunca había ganado una reputación de buenos modales, Devlin empujó bruscamente un pedazo de papel debajo de la nariz de su amigo. —¿Qué es esta palabra? —Compromiso —Hank sonó la voz de ella—. Significa, al igual que conformarse con algo. —¿Qué tal ésta? —Dev señaló a otra palabra en el papel. —Solitario... significa estar por sí mismo. Devlin sacó una docena de hojas de papel del bolsillo de su chaleco apuntando a las palabras que no podía entender o de las que nunca había aprendido el significado. Ella nunca dejó que Hank leyese lo escrito por sí mismo. Era casi como si ella tuviera temor de dejar que cualquiera toque los trozos de papel, como si eso fuera a hacer realidad que el sueño desapareciera. Él sonreía cuando ella no estaba mirando, con su ceño fruncido en concentración mientras escribía el significado junto a la palabra con el grafito de escritura que había comprado en la tienda de ramos generales. 11

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Devlin apretó el hombro de su amigo en agradecimiento y apagó el farol. Había tal vez otra hora más de oscuridad todavía. Todo estaba nevado en cualquier caso, no tenía sentido salir todavía. Se sentó en su litera, quitando un paquete de las notas de su alforja y la adicionando las nuevas. Miró a su alrededor cuidadosamente antes de que desatara la cinta que sujetaba las notas unidas. Sabía que era una cosa extraña llevarlas a todas partes, y ella no tenía intención de tener pena de ello. Recordaba haber visto una mujer atar un paquete de cartas de un antiguo amante con una cinta y parecía apropiado para las notas estas. Recordó también su vergüenza por tener que ir a la tienda de ramos generales, desembolsar un centavo en el mostrador y pedir una cinta larga. Lo peor no era la forma en que las chicas de la tienda la miraban, sino que esperaban que se fuera. La peor parte fue que una chica le pregunto qué color que quería. Eso la había anonadado. Ella no había pensado en esa parte. Se encontró diciendo "verde". No sabía por qué, pero parecía correcto de alguna forma. Cuando la chica le dio el listón para que Devlin lo inspeccionara, ella sonrió. Eso había puesto la chica de la tienda más amable. Devlin no lo hacía a menudo, pero cuando lo hacía, la sonrisa hacía que sus ojos azules brillasen. La empleada de la tienda había envuelto la cinta de color verde oscuro en un pedazo de papel, y Devlin la escondió cuidadosamente dentro de su camisa. Ahora cada vez que Devlin tocaba la cinta de seda, pensaba en la mujer misteriosa que perseguía sus sueños. Devlin sacudió la cabeza para eliminar la imagen de su mente. No importaba si estaba durmiendo o despierta. Nunca había un rostro. Devlin había besado esos labios una y mil veces en sus sueños, pero nunca fue capaz de colocarle un rostro a la visión. Se había hecho más duro cada día caminando penosamente en el barro, la lluvia, la nieve y el calor, todo sin un hogar para llamar propio. Estaba en su litera, girada hacia la pared. Las lágrimas calientes picaban sus ojos, pero ella las hizo retroceder. No tiene sentido lloriquear sobre lo que nunca será. Dios, este va a ser un invierno muy largo.

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Sarah Tolliver se inclinó y dejó más de cera caliente gotear a lo largo de la costura de la caja de pino. Peter la había preparado para esto bien y ella siguió sus instrucciones con atención. Él había construido su propio ataúd con las pocas fuerzas que le quedaban. Él había sido un carpintero, no un ranchero, y había sido su último trabajo amado. Le había advertido a Sarah que probablemente moriría durante la parte más dura de la temporada de invierno, le explicó cómo sellar la caja de pino, obstaculizando su cuerpo hasta que el deshielo de la primavera llegase y la tierra estuviera lo suficientemente caliente para ser cavada. Las lágrimas se deslizaban por el rostro de Sarah mientras terminaba la tarea tediosa. Peter, por favor perdóname, Sarah pensó por enésima vez en los últimos dos meses. Ella había cuidado de su marido hasta que pareció que lo inevitable estaba cerca. Sarah ya no pudo contener la angustia que había mantenido oculta durante tantos años. Peter no descansaría hasta que su esposa le hubiera admitido la verdad. Sarah sollozó cuando ella le pidió a Peter que la perdonara. Ella nunca había tenido intención lastimarlo, pero la verdad que era su sueño venir al Oeste. Había sido su sueño de ser una ranchera, no de él. Él había sido un carpintero con un alma gentil y una natural entrega. Simplemente que él no tenía la fortaleza mental y la arena se llevó su vida en el territorio de Oklahoma. Como la enfermedad asoló su cuerpo, Sarah confesó que a pesar de que siempre tendría un lugar en su corazón para el padre de sus dos hijos, ella nunca había amado a Peter del modo en que su esposa debería haberlo amado. Ella se había preocupado por él y estado junto a él, pero la pasión y el amor nunca se habían desarrollado por un hombre que siempre sería más un amigo que un amante. —Sarah... Sarah… —Peter susurró—. "Pequeña, ¿no crees que sé eso? No había nada más importante para ti que dejar Kentucky y ser independiente, lo sé. Me casé contigo sabiendo que yo siempre sería el segundo mejor en tu corazón. Peter forzó una sonrisa débil. Acarició su rostro redondeado por el cabello del color de la miel, mirando a los ojos que eran de un verde esmeralda profundo.

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—Sarah, eso siempre ha sido suficiente para mí y nunca he lamentado mi vida contigo, ni una sola vez. Me diste un hijo fuerte y una hermosa hija. Has sido mi fuerza a través de todos nuestros años juntos. Por favor, no llores. Ella se sacudió las lágrimas a un lado. Peter empujó a Sarah hacia él y la besó en la frente. —Sé que nunca me has amado de esa forma. Supongo que sabía que tu corazón siempre sería para otra persona. Sarah... —dijo él bruscamente hasta que la joven lo miró a los suaves ojos grises—. Sigues siendo una mujer joven. Por favor, no cometas el mismo error otra vez. Peter apretó la mano de Sarah con fuerza, sabiendo las palabras que decía serían las últimas.

—Sarah... la próxima vez... no te conformes con menos que el deseo de tu corazón. La nieve era profunda y el viento amargo cuando el sol salió a la mañana siguiente, pero con la ayuda de una litera, su hijo, y Atlas, un gran caballo negro, Sarah colocó el ataúd de Peter en el sótano, sellado con cera y envuelto en sacos de arpillera. Antes de que ella llevase el cuerpo de la granja, ella y los niños estuvieron junto a la caja de pino y dijeron su adiós. Ella miraba a sus hijos, ya que ellos tocaron suavemente la caja donde su padre yacía. Matthew, de once, se esforzó por no llorar, tomando su nuevo rol como hombre de la casa en serio. Hannah tenía sólo seis. Con el cabello rubio fresa y los ojos verdes del color de su madre, Hannah parecía angelical. Sarah leyó un poema que había sido uno de los favoritos de Peter, y luego instaló a Hannah de vuelta dentro de la cabaña antes de mover los restos de Peter. Una vez dentro de la calidez de la cabaña, Sarah miró a su alrededor y comenzó a pensar en todas las cosas que ahora eran su responsabilidad. Peter no pudo haberse imaginado a sí mismo en gran medida como un ganadero, pero no tenían uno de los ranchos más prósperos de los alrededores por su tamaño, además del que tenía el tío de Sarah. Sarah aprendió dos cosas de su padre antes de morir en Gettysburg. Él le había enseñado sobre los caballos y el ganado. Ahora ella se dio cuenta de que su conocimiento se pondría a prueba.

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Sarah empujó piezas de ropa de Matthew en su pecho, que descansaba junto a la escalera hasta el altillo. Sosteniendo los pantalones, se dio cuenta de que su hijo era tan alto como ella. —Mamá, ¿qué estás haciendo? —preguntó el muchacho. —Tenemos que conseguir un poco de alimento en los ganados de la cresta norte. En realidad, creo que debemos llevarlos a los pastos y la valla cercana. Tenemos un montón de heno y grano para sostenernos hasta el deshielo de la nieve, pero tenemos que tener cuidado con este lugar. Tú no puedes hacerlo solo, y desde luego que no se puede hacer en un vestido. El viento era amargo, pero Sarah trajo un gran tronco del porche y la puso en su extremo. Luego de dejarlo desordenadamente para Hannah, le mostró a la niña cómo subir la leña y golpear la alarma de metal en caso de una emergencia mientras Sarah y Matt estaban fuera. El sol se ponía detrás de las montañas con crestas blanquecinas a la distancia antes de que madre e hijo regresasen de su trabajo. Sarah se quitó la ropa mojada por la nieve y se envolvió una manta alrededor suyo antes de iniciar un fuego en la chimenea de piedra. Ella se calentó a sí misma y se puso ropa seca, entrando en la parte principal de la cabaña y revisar en el guiso que había puesto sobre una parte baja del fuego al principio del día. Después de la cena, Hannah se durmió rápidamente, mientras que Matthew veía las llamas bailar en la chimenea. Sarah sacó lápiz y papel e hizo una larga lista de tareas, cosas que ahora eran novedosas para ella. —¿Qué estás haciendo, mamá? —preguntó Matthew. —En su mayoría tratando de organizar mis pensamientos. Va a ser un gran trabajo mantener todo lo que sucede hasta la primavera. Una vez que el deshielo llegue, podemos obtener alguna ayuda de tío Art. Con el tamaño de la manada, es posible que tengamos que contratar arrieros al llegar al clima cálido. Sarah no quería asustar al niño, pero el invierno era una época en que único que hacía era matar a la manada. Una vez que llegaba la primavera, eso cambiaba. Cuatreros y ladrones pronto se enterarían que el rancho “Doble Deuce” estaba sin la protección de un 15

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hombre y su manada comenzaría a desaparecer. Ella tendría suerte si de hecho se detenían sólo en su ganado, y un escalofrío le recorrió el cuerpo. No sabía mucho de pistolas, aunque su padre le había enseñado a disparar un rifle. Su habilidad con un Winchester finalmente superó la de él. Sí, arrieros y armas destinadas al poder, y en el territorio de Oklahoma, se necesitaban ambas para sobrevivir. —Ve a la cama, Matt, ya es tarde —dijo, todavía pérdida en sus pensamientos. Una vez que Sarah estuvo sola, ella sacó su pequeño diario, abriéndolo y escribió sus pensamientos en un pequeño cuadrado de pergamino. Había pasado casi un año desde que había comenzado a colocar sus pensamientos más íntimos y deseos en un papel. Se hizo más fácil de alguna manera, más fácil de enfrentar cada día con la comprensión de que podría a tener lo que ella anhelaba. Sarah no era naïve como para pensar en un amante resolvería todos sus problemas, sino que deseaba a alguien para completar la otra mitad de su alma. Metiendo el pergamino firmemente enrollado en el bolsillo del delantal, ella amontonó cuidadosamente el fuego y se fue a la cama. Estar recostada en la cama grande sólo sirvió para aumentar sus sentimientos de soledad. Ella cerró los ojos y dejó que la visión de su alma gemela pasase sobre ella. No sabía si la otra mitad de su alma se vería así, pero no le importaba. Era una sensación, una emoción que agitaba más que su cuerpo físico. Los brazos fuertes sosteniéndola a través de la noche, haciéndola sentir amada y protegida. Alguien que entendería quién era ella y lo que quería de la vida sólo por conocerla. Volviendo a yacer sobre su lado, dejó que las lágrimas se deslizasen por sus mejillas. Lloró en silencio por lo que se dio cuenta de que nunca sería. Entonces, ¿por qué sigo esperando? Dios, este iba a ser un invierno largo.

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Capítulo II

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Arthur Winston miró al pequeño grupo frente a él. Los buenos jefes senderistas, un grupo variopinto tomaban a una barbacoa. De todo el grupo, supuso que el único que sería capaz de actuar como un caballero en una situación social sería Hank. Por otra parte, la única mujer no sería su sobrina, y cualquier hombre aquí sería un tonto en intentar cualquier cosa con la sobrina de su empleador. Bueno, la única mujer si él no contaba a Dev, y Art no lo hacía. Además, esta barbacoa no era exactamente una visita social. Habría otros cuatro ganaderos allí, cada uno con sus jefes de senderos en el remolque. Los jinetes se convirtieron en una especie de símbolo de estatus en el territorio. La mayor cantidad de jinetes que podían permitirse el lujo de contratar, ser el más rico ranchero era simplemente un concepto. Art no tenía tantos como algunos, pero aun así regenteaba uno de los más grandes ranchos de este lado del Mississippi. Él no necesitaba tantos vaqueros; contrataba los mejores que habían. Eran buenos vaqueros, llenos de agallas y determinación. La mayoría de ellos estaban de este lado de la ley, pero cuando un ganadero paga buenos salarios, los jinetes montaban para ellos. —Sé que no es sábado, pero tomaré un baño de todos modos, tenemos una barbacoa para ir a la mañana —fue todo lo que él dijo, sabiendo que seguirían sus órdenes sin rechistar. Cuando los jinetes se volvieron a irse refunfuñando un poco, Art se volvió hacia Devlin. —Dev, ¿tienes un minuto? —preguntó, indicando que debía seguirlo a la casa. Devlin asintió y lo siguió. Ella le gustaba este viejo hombre que era duro como una roca en el exterior, pero más justo que el día que pasaba. Él era un verdadero ganadero. Nunca colocó alambradas, dejaba que sus novillos compartieran los pastos con los pocos búfalos que quedaban, dejando a sus vaqueros mantener una rienda en los rebaños. Devlin tenía un problema con los hombres que colocaban vallas para mostrar que poseían la tierra. Los Choctaw2 le habían enseñado que era imposible de poseer algo tan grande como la tierra bajo sus pies. Los hombres blancos simplemente no lo entendían. —Siéntate, Dev —Art señaló una silla frente a la gran mesa de madera en el estudio. Devlin se sentó en la silla recubierta de cuero; la suavidad de los cojines se sentía bien en su espalda rígida. Sus hombros habían comenzado a darle más y más problemas 2 Son unos indígenas que habitaban entre los condados del Mississippi, Luisiana y Oklahoma. 17

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últimamente, probablemente por las heridas de bala añejas. Art le ofreció un cigarro, que ella negó, y un vaso de whisky, que se apresuró en aceptar. Al sentir el suave deslizar del licor por su garganta, sonrió. Ah, las cosas buenas3. Art le sonrió a la mujer, con la cabeza inclinada un poco hacia atrás, sus los ojos medio cerrados mientras saboreaba el primer sorbo del líquido ámbar. Nunca había conocido a una mujer que disfrutase de un buen whiskey como ella lo hacía. Bueno, tal vez sólo había otra. —Conseguí una propuesta para ti, Dev —dijo Art, interrumpiendo el silencio. La ceja de Devlin se arqueó, esperando sus siguientes palabras. —Quiero ofrecerle un acuerdo para ir y trabajar en el rancho de mi sobrina, el “Doble Deuce”. Devlin sonrió ante el chiste, luego se dio cuenta de Art estaba serio. Ella se bebió el resto de su copa de un trago y se levantó para irse. —¿Quieres que trabaje para una mujer? Olvídalo —dijo en voz alta. —Vamos, al menos vamos a hablar de ello. El dinero será bueno. Puedo prometerte eso… —¡Ni por todo el dinero del mundo! —Respondió ella, pero no volvió a sentarse. Art sirvió otros tragos y dejó la botella frente de Devlin. —Ella tiene un bonito pequeño rancho a unos cuarenta kilómetros al sur de aquí. Su marido murió durante el invierno y va a perder el lugar si no puede conseguir tener a un jinete ahí para proteger sus intereses. No puedo encontrar a nadie lo suficientemente confiable que esté dispuesto a aceptar el trabajo. Esta barbacoa a la que vamos a mañana puede ser el fin, a menos que yo pueda contratar a alguien para ella. Todos los grandes hombres estarán allí, y John Montgomery no está muy contento de que ella decidió quedarse y manejar el lugar después de que su esposo murió. Dev levantó su sombrero y se pasó las manos por su cabello, luciendo incómoda. John Montgomery... qué bastardo sin espinas. Paseando en traje actuando “como si él 3 Pensamiento quitado en la versión editorial. 18

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poseyera el territorio”. Ni siquiera usar un arma. Para Dev, eso sólo significaba una cosa. Él contrató su propio asesinato. —¿Por qué no la traes aquí? Tienes un gran lugar. Ella estará sana y salva, sin preocupaciones. Art le dio a Devlin una sonrisa torcida. —No conoces a mi sobrina. Ella no es exactamente el tipo de mujer a la que le gusta ser atendida. Ese maldito rancho es toda su vida —él se limpió la cara con una mano grande y callosa. —Dev, conozco tu pasado... demonios, todos los niños que pueden leer una novela barata conocen a Devlin Brown, pero quiero que sepas que eres uno de los pocos a los que confiaría el cuidado de mi sobrina. Yo no estaba bromeando cuando te dije que me gustaría hacer que la oferta valga la pena tampoco. Tú no quieres pasar el resto de tu vida como un jinete, ¿verdad? Devlin pensó en eso. En el pasado, sólo había pensado su existencia día a día. Ahora ella realmente podía pensar en el mañana y pasado mañana. ¿No sentía por sí misma la sensación de que simplemente rayar la existencia no era suficiente ya? —Toma el trabajo sobre el “Doble Deuce”, ya lo verás por eso tiene los mejores salarios. Si permaneces allí durante dos años y voy a colocarme a arrear por mí mismo. Voy a dejar que tengas veinticinco cabezas de mi mejor existencias... incluso te dejaré un poco de superficie si te apetece establecerte aquí abajo. Art esperó la respuesta de Devlin. Devlin no podía obligarse a hacerlo… trabajar para una mujer. Francamente, cuanto más pensaba en ello peor sonaba, pero esa no era la razón real y ella lo sabía. Devlin se dijo esas palabras en voz alta para convencerse a sí misma, pero que no podía esconderse de sus pensamientos. Sólo había una razón para rechazar una oferta tan buena. Gente como Devlin Brown no merecían oportunidades como esta. Ella tenía demasiado para compensar, demasiadas fechorías para pagar en su pasado. Al ser un jinete, sin esperanza de un futuro, no había oportunidad para el amor y una familia, esa era la penitencia de Devlin Brown, y ella no podía ceder a la esperanza de que podría haber algo más esperándola. 19

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–Lo siento, señor Winston, pero simplemente no puedo, simplemente no funcionaría. Sólo tienes que decirle que se mude aquí, de esa es la forma en la que tiene que ser. Lo mejor que puede suceder. Art sonrió con tristeza y estrechó la mano de Devlin. —Como he dicho, nunca has conocido a Sarah.

*****

Al día siguiente, Arthur Winston caminó junto al corral con su sobrina, quién a su vez vio a su hijo sosteniendo un lado de la carne que sería el plato principal. —¿Cómo lo estás haciendo en realidad, Sarah? —Algunos días son mejores que otros —ella sonrió cálidamente volviéndose hacia su tío. —Mira, sé que quieres quedarte aquí, y si la opinión de un anciano significa algo en absoluto, estás haciendo un gran trabajo. Estoy orgulloso de ti. Tengo que decir, sin embargo, jugar a la anfitriona y hechizar los pantalones fuera de estos hombres aquí hoy no detendrá lo que ellos quieren. Él tenía que ser honesto con ella. —Creo que en el fondo lo sé también, tío Art, pero tengo que probar con todo —Sarah se apoyó en una barandilla y miró a los caballos moverse alrededor del corral—. No voy a renunciar, no importa lo que ellos decidan. Ella puso su frente en el brazo de una manera cansina. El sonido de los caballos al galope atrajo su atención. Dos jinetes entraron y rápidamente desmontaron: un hombre grande con una sonrisa y ojos marrones, y una figura femenina, que causaron los ojos de Sarah se ensancharan. El polvo y la suciedad del camino cubrieron a Devlin. Ella había tenido la intención de mantenerse alejada de la reunión; muchas personas en un solo lugar la ponían nerviosa, pero el señor Winston era el jefe. Había enviado a Hank tras la jinete pródiga, y el amigo 20

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de Devlin se encontró con ella, tratando de empujar una cría de primavera de un barranco poco profundo. —Sarah, he aquí un ejemplo de dos de los mejores —dijo Art, deslizando un brazo protector alrededor de la cintura de su sobrina—. Hank Sutton, esta es mi sobrina, la señora Sarah Tolliver. Hank se adelantó y tomó suavemente la mano que le ofrecía. —Es muy agradable conocerla, señora Tolliver. Tiene una buena variedad aquí. Estoy encantadamente alegre de que nos invitase, gracias. A Sarah le gustó de inmediato el hombre que se alzaba sobre su pequeño cuerpo. Tenía un rostro amable y le gustaba la forma en que sus ojos sonreían como él lo hacía. Mientras ella le estrechó la mano, sin embargo, por el rabillo del ojo veía a Devlin de pie junto a él. Sarah sintió la intensidad de la mirada de la otra mujer, y su cuerpo se sintió un tanto expuesto bajo el escrutinio. —Esta es Devlin Brown —su tío introdujo a la jinete sucia. —Oh —dijo Sarah. Devlin levantó la cabeza, sus ojos ya no se ocultaban bajo la sombra del ala de su sombrero. Devlin absolutamente esperaba ver el miedo en los ojos de la joven, sobre todo después de su jadeo sorpresivo. Pero cuando ella miró a Sarah, Devlin no vio temor en absoluto. Ella pensó que se parecía mucho a... diversión. Devlin se percató de que la mujer le tendía la mano. Devlin miró hacia abajo a los guantes de cuero sucios que llevaba. Quitándolos con sus dientes, ella se limpió de barro de su sudorosa mano en sus pantalones, solamente empeorando las cosas. Devlin no estaba acostumbrada a este tipo de situaciones sociales, no con una verdadera dama de todos modos. La única clase de mujer con la que tenía alguna experiencia eran las que tocaba por un precio. Ellas nunca se preocupaban por lo sucia que estaba. Sin saber qué más hacer, Devlin se encogió de hombros como si quisiera disculparse. Su expresión parecía decir que no se ofendería si Sarah no aceptaba su mano sucia.

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Sarah se acercó un paso firme y tomó la mano de Devlin, apretando suavemente los dedos callosos y haciendo caso omiso de la tierra rojiza. Devlin pensó que nunca había sentido algo tan cálido y tranquilizador como el apretón de manos de la joven. —Hay un barril de lluvia atrás, por la pila de madera, para que puedan limpiarse. Ustedes dos estarán sentados en la mesa principal conmigo —dijo Art. Cada uno de los ganaderos se sentarían con sus dos de sus mejores vaqueros a la mesa con ellos. Devlin se giró y se dirigió a la parte trasera de la casa como Sarah observaba sus movimientos.

*****

Sarah sacó una pastilla de jabón para Devlin, quién balbuceó su agradecimiento y olió el jabón, sonriendo para sí misma ante el aroma de flores. Sacó un pañuelo rojo degastado de su cuello, junto con la camisa sucia, dejando al descubierto una camiseta de lana, una vez blanca pero ahora gris y andrajosa. Devlin empapó su cabello y se lavó la cara y el cuello en el agua fría, viendo todo el tiempo una figura diminuta por el rabillo del ojo. Devlin echó su cabello hacia atrás y miró a la niña, que le devolvió la mirada con atención. Por último, una tímida sonrisa apareció en el rostro de la chica y Devlin no pudo resistirse. De rodillas, se limpió el agua que goteaba de sus ojos y le susurró a la muchacha: —¡Buu! Hannah chilló, y la chica riendo corrió directamente entre las piernas de su madre como Sarah dio la vuelta de la esquina. —Hannah —Sarah no pudo evitar sonreír—. No molestes a la señorita Brown.

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Devlin pensó que sus oídos le estaban jugando una mala pasada. Sólo en sus sueños había alguna vez escuchado la voz de una mujer que fuese tan cautivadora. Era suave y se deslizó lentamente a través de sus sentidos como la miel. —Ella no es una molestia, señora —dijo Devlin, enderezándose y elevándose por sobre Sarah. Sarah no podía hablar y casi había olvidado por qué había vuelto exterior. Devlin parecía ser capaz de decir mucho con sólo una mirada, y Sarah no entendía demasiado el calor que ascendió a sus mejillas. —Yo... um... me olvidé de traer una toalla —dijo Sarah, extendiendo el paño suave. El silencio persistió hasta que Devlin tocó su ropa interior de lana. —Lo siento, no tengo una camisa limpia. Espero que no le moleste. Sarah levantó la vista del tirón de su hija en su falda ante la mirada de disculpa. —Creo que podemos arreglar eso. Sígueme. Sarah hizo una pausa para juzgar el ancho de hombros de Devlin y se alejó. Devlin contempló la figura que se alejaba y se molestó con la orden. No estaba acostumbrada a recibir órdenes de una mujer, pero ella no quería ofender a la sobrina de su jefe. Mirando a su alrededor para ver si alguien estaba mirando, Devlin se encogió de hombros con una sonrisa de Hannah, que todavía estaba junto a la pila de leña, y trotó para seguir a Sarah cuando entró en el granero. Sarah abrió un pequeño depósito y se arrodilló delante de un cofre abierto. Escogió una camisa gris oscura y en el último momento sacó una abotonada camiseta de algodón. Se puso de pie, cerrando el cofre y le entregó la ropa cuidadosamente doblada a Devlin. Devlin tocó la tela tentativamente, sin saber qué debía hacer. Lo último que necesitaba era caridad. —Gracias, pero no puedo. Ella trató de tirar la mano hacia atrás. Sarah podía ver el orgullo rebelarse contra la sensibilidad en el interior de Devlin. Parecía como si la bondad era algo ajeno a ella. 23

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—Tomarlo o no, señorita Brown, es sin duda su elección —Sarah se volvió para dejar el granero—. Mi hijo tiene once, pero las polillas tendrán eso mucho antes de que él sea lo suficientemente grande como para caber ahí. ¡Su hijo! ¡Ella apenas tiene edad para haber tenido a la niña, mucho menos a un muchacho de esa edad!4 Sarah dejó el granero y Dev se quedó sosteniendo la ropa, sin saber lo que había ocurrido. Ella sabía una cosa, sin embargo. Quería escuchar más de la hermosa voz de esa mujer. Escuchar a su cuerpo en lugar de su razón, Devlin se desnudó rápidamente, colocándose las ropas limpias y almidonadas. Tuvo que vestirse apresuradamente, así Devlin entró por la puerta abierta y se dirigió a la mesa donde Hank y el señor Winston ya estaban sentados. La mandíbula de Hank casi golpeó la mesa. Nunca había visto a Devlin parecer tan... él apenas tuvo palabras para ello. Ella había dejado su rostro limpio y se había peinado el cabello hacia atrás, fijándolo en una sola trenza en la espalda. Llevaba una camisa gris oscura debajo de su chaleco de cuero negro habitual que permanecía abierto en el sitio de un cinturón en el frente. Sarah acababa de colocar dos grandes bandejas de galletas en la mesa, mirando hacia arriba como Devlin entró dentro. Sus ojos se encontraron y se sostuvieron en franca mirada. Devlin sintió el ala del sombrero todavía en su cabeza. Rápidamente quitándoselo, se dio cuenta de que todos los ojos estaban sobre ella. —Señora —dijo ella en voz baja mientras se colocaba el sombrero Stetson en su cabeza. Sarah sonrió como Devlin llevaba la ropa limpia. —Señorita Brown —la reconoció y se sentó a la cabecera de la mesa junto a su tío. Hank vio el breve intercambio tácito entre su amiga y su hermosa joven anfitriona. Él sonrió en su plato, preguntándose si alguna de ellas era consciente de ello, sin embargo, sorprendido por lo duro y rápido que acababa de caer su amiga.

4 Párrafo quitado de la versión editorial. 24

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La comida fue la mejor que alguno de ellos tuviera la probabilidad de probar por un largo tiempo. Sarah no reparó en gastos e intentó, durante el resto de la tarde y noche, mantener a los hombres entretenidos y felices. Después de que los hombres terminasen de comer, destaparía un barril de cerveza. El sonido de la risa de la ruidosa charla se filtraba hasta la cabaña. Sarah escuchó el violín de Matthew, preocupada de cómo iría todo con los jinetes.

*****

Dentro de la cabaña, Sarah y los ganaderos por fin llegaron al motivo de la fiesta. Los hombres y sus vaqueros tomaron un breve descanso para estirar sus piernas. Ellos comenzaron a filtrarse de nuevo en la gran sala cuando el tío de Sarah los condujo aparte. Esperando hasta que pensó todo el mundo había entrado en la cabaña, él le habló en voz baja. —Sarah, no puedes entrar, no a menos que ellos pregunten por ti. Él no fue capaz de encontrarse con la mirada de Sarah. —Una reunión sobre mí... sobre cómo van a disponer de mi vida, ¿y yo no puedo entrar? ¿Porque soy una mujer? —El temperamento que había heredado de su padre se elevó rápidamente. —Están acostumbrados así. No hay mucho que pueda hacer al respecto, cariño. Sarah... no pude encontrar a nadie dispuesto a viajar por ti —dijo Art, sabiendo lo que significaba para ella—. Puedes volver al este. Tú y los niños siempre tendrán un hogar conmigo —Art continuó, sabiendo Sarah sólo escuchaba a medias lo que él decía—. De hecho, serás una mujer joven y rica. Tienen la intención de darte un generoso precio por las tierras y tu ganado. Tal vez podrías empezar a pensar en buscar a un hombre. Quiero decir, si tuvieras un marido, ellos no serían capaces de manejarse de esa forma. Sarah sintió las lágrimas amenazantes.

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—Lo hice una vez. No voy a hacerlo de nuevo. Si tengo que perder todo lo que tengo y morir sola, la próxima vez me case, sólo será por amor. Ella le dio la espalda y él reconoció el lenguaje corporal orgulloso como uno de sus rasgos familiares. En silencio entró para esperar que los demás regresaran y empezar la reunión. Devlin se quedó de pie en las sombras de la cabaña como la joven y su tío hablaba. No había querido escuchar a escondidas, pero por el momento se dio cuenta que ellos mantenían una conversación privada ya era demasiado tarde para hablar sin avergonzar a alguien. Devlin vio como los hombros de Sarah cayeron en derrota. No iba a dejar que nadie lo vea, pero una vez que Sarah estuvo a solas, ella se convirtió sólo en una mujer joven que intentaba llevar más carga de lo que podía. Devlin había escuchado durante todo el día las historias de los otros vaqueros que habían contado sobre el invierno que la mujer tuvo que soportar, cómo casi todo lo que les rodeaba había sido obra suya. Ahora estaba a punto serle todo arrebatado porque no llevaba pantalones y un par de seis cañones. Devlin se aclaró la garganta y fingió que acababa de entrar a la cabaña. Sarah volvió y alcanzó a verla. Sarah se quedó expectante como si esperara que Devlin hablase. —Tiene un bonito lugar aquí —dijo Devlin débilmente, incapaz de llegar a cualquier tipo de charla. —Date prisa a la reunión entonces, podrás comprarlo barato —respondió ella con amargura. Al ver la sorpresa en el rostro de Devlin, Sarah se apresuró a pedir disculpas—. ¡Dios, lo siento! No tengo derecho a arrojarle eso. Le pido disculpas por mi rudeza. Las comisuras de la boca de Devlin se volvieron hacia arriba. —Estás lo suficientemente loca. No te disculpes por decir la verdad. La cabeza de Sarah bajó por un momento. Ella volvió la cara en la brisa cálida noche y cerró los ojos. Las lágrimas la amenazaron una vez más, pero ella juró que no iba a llorar. Se dijo que no les daría a los hombres la satisfacción de verla llorar. —Creo que voy a extrañar más los cedros. La forma en que son tan fuertes, pero se doblan casi hasta el suelo durante una tormenta de viento —dijo Sarah ensoñadora.

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—Se doblan pero nunca se quiebran —Devlin se encontró diciendo. Sarah se volvió y miró a Devlin, sin entender el abrumador deseo de su cuerpo que esta misteriosa mujer la sostuviese en sus fuertes brazos. Devlin miró profundamente a los ojos color jade, observando con ligera diversión mientras un rubor claro coloreaba la mejillas de la joven. Había tanta tristeza por ella, y Devlin pensó en la razón. ¿Y si todo por lo que había trabajado toda su vida estaba a punto de serle quitado por John Montgomery y sus idiotas amigos? —Bueno, aquí voy... doblada, pero no dejaré que me vean quebrarme —Sarah entró en la cabaña seguida de un Devlin reflexiva.

*****

Sarah bullía alrededor de la mesa como una buena anfitriona. Ella captó la mirada de Devlin, y Devlin le sonrió con complicidad a la rutina de belleza sureña de Sarah. Abrió una caja de madera grande y ofreció a cada hombre un cigarro, incluso deteniéndose a encender el de su tío con fuego. Art miró a su sobrina y se preguntó si la tensión al fin la había impulsado a la locura. Ella actuaba como la reina que nunca había sido realmente, saltando para llevar cigarros y café a los invitados sentados. Él la miró con suspicacia, casi temeroso de beber el café que le había traído después de que ella se inclinase y le diera llama a su cigarro. Sarah sacó una botella de licor de un gabinete y la vertió para cada uno de ellos, incluida ella misma, para diversión de Devlin, arrojándolo de un tiro desde la botella. Ella contuvo la copa en alto y la inclinó ligeramente hacia el grupo. —Señores... señorita Brown... por el futuro. Un par de ellos casi escupen sus bebidas por la sorpresa. La mayoría de ellos sólo se veían condenadamente incómodos. Sarah, no perdió el ritmo, se tragó el líquido ámbar de un trago, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

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Ninguna de las acciones de la mujer se perdió para Dev, incluso mientras disfrutaba de su propia bebida. ¡Dios mío, ella tiene la cara de un ángel y el temperamento de una puta! ¡Debe haber matado a su marido tratando de mantenerse a la par con ella! Devlin había experimentado del mejor licor de la casa en un buen número de refinados establecimientos, pero esto tenía que ser el mejor whisky que jamás se había deslizado a través de la lengua. Su satisfacción se mostró en su rostro. —¿Usted disfruta del buen bourbon de Kentucky, señorita Brown? —preguntó Sarah. Devlin respondió con una gran sonrisa llena de dientes, la sonrisa que ella rara vez utilizaba. —Nunca antes, señora, pero tengo que decirle, es mi bebida favorita de ahora en adelante. Sarah echó hacia atrás la cabeza y se echó a reír. Fue genuino, y se sentía bien ser capaz de recuperar una pequeña parte de su sentido del humor, aunque sólo fuese durante un momento. —Bueno, yo voy a dejarlos que debatan ahora —dijo ella. Apretando la mano de su tío, ella miró a los ojos azules que la observaban. Sarah sonrió y salió de la cabaña con tanta gracia y dignidad como una reina. Devlin estaba estupefacta. Ella lo había estado desde el instante en el que la risa cantarina de la mujer llenó sus sentidos. ¡Dios, esta mujer es buena! Está a punto de perderlo todo y ella camina fuera de aquí como si fuese la Reina de Saba5. Entonces Sarah le había sonreído a Devlin. Las piernas de Devlin involuntariamente se abrieron más debajo de la mesa cuando sintió un calor increíble irradiar a través de su cuerpo adoleciendo su centro. Devlin sabía en ese momento que ella haría cualquier cosa por ver esa sonrisa, escuchar esa risa dirigida a ella, incluyendo cabalgar para el “Doble Deuce”, cabalgar para una mujer. ¡No, no, no! ¿Qué demonios estás pensando? ¡Maldita sea, estás dejando que lo que hay entre tus piernas piense por ti! Bueno, ella es hermosa y puede ser una fiera, pero ella es 5 Otro pensamiento quitado de la versión editorial. 28

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una dama, no una puta. No hay forma en esta tierra que esa mujer alguna vez te deje tocarla, ¿y qué demonios estás soñando? —Esa niña hizo una mesa muy fina —dijo Montgomery. ¿Niñita? Tú imbécil, esa niña ha estado manejando todo este rancho por casi cinco meses, viste el nuevo corral... ¿piensas que una niña construyó esa cosa? Viste esos caballos en ese nuevo corral... ¿piensas que llegaron a mantenerse por sí mismos? ¡Dios mío, ella consiguió pasar a través del peor invierno en cincuenta años sin perder la mitad de su ganado como tú lo hiciste!6 En ese momento, la sangre de Devlin hirvió. Quería golpear a alguien, y tomó todas las técnicas de meditación que conocía no continuar adelante con ese sentimiento. Se pasó una mano por la cara y respiró hondo. —Señor Winston —susurró ella, inclinándose hacia el hombre a su derecha—. Cambié de opinión.

*****

Sarah vio como la puerta de su cabaña se abrió y una fila de hombres con rostros sombríos salía. Las disposiciones exteriores cambiaron una vez que vio a su tío y a Hank. Llevaban sonrisas de oreja a oreja. —Gracias por un día maravilloso, señora Tolliver. Fue... um... —John Montgomery echado un ojo inquieto hacia Devlin—. Fue... educativo. Uno por uno, los hombres se estrecharon la mano de Sarah y le dieron las gracias antes de irse. —Has sido indultada, cariño —dijo su tío—. Conoce a tu nuevo jinete.

6 Esto no estaba en la versión editorial, las muy imbéciles no se dieron cuenta que si quitaban ese párrafo, el enojo de Dev no tenía ningún sentido.

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Sarah miró a la cara de Hank, con la sonrisa socarrona todavía en su lugar. Art le dio un codazo de vuelta a Devlin para empujarla a dar un paso o dos, y finalmente levantó la cabeza. Ella parecía sonrojarse mientras se tocaba el ala de su sombrero. —Señora —fue la única palabra que pronunció Devlin. La mirada de sorpresa en el rostro de Sarah era evidente, pero su felicidad pronto lo dominó. Ella le sonrió a Devlin de nuevo, causando que el sonrojo en el rostro de Devlin se profundizara. —Gracias, señorita Brown —dijo Sarah. —Sí, señora. Sarah pasó unos momentos hablando a solas con su tío y observó mientras él cabalgaba hacia su casa. Los otros jinetes, tomaron algo de la cerveza para llevarse, moviéndose alrededor y montando mientras Devlin movía sus alforjas al granero. Regresó a dónde los otros vaqueros estaban de pie, con los brazos cruzados, asegurándose de que todos se fuesen, ya que tomaban en serio su trabajo. Ella le había prometido al señor Winston que no sólo montaría, sino también mantendría un ojo en su sobrina y sus hijos. Sarah les dio las buenas noches y fácilmente luchó contra cada avance no bienvenido como si tuviera años de experiencia haciendo eso. Cuando se dio la vuelta hacia su cabaña, oyó la voz arrastrando las palabras del jinete que ella rechazó. —¿Dev? ¿Aquí afuera? ¡Algo así como poner al zorro a cargo del gallinero! Desde las sombras, Devlin golpeó al hombre grandote en el hombro. Cuando él se giró, ella tenía su brazo amartillado y listo. Su brazo derecho se lanzó hacia delante, aterrizando su puño en el medio de la cara del hombre ebrio. Él pareció aturdido durante un segundo hasta que sus rodillas finalmente recibieron el mensaje de su cerebro nublado de alcohol y cayó al suelo. Los otros jinetes se rieron de su camarada caído. Devlin pasó junto a Sarah, que había presenciado el intercambio con cierta diversión. Devlin tomó un cubo de agua del canal, y sin miramientos, lo arrojó en el jinete inconsciente.

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Sacudiendo la cabeza y riendo, los otros hombres lanzaron a su compañero a la silla de montar sobre su caballo y se marcharon. Sarah miró a Devlin, capturando su mirada. Sarah repentinamente se sintió tímida y torpe a su alrededor. —¿Necesita conseguir sus cosas? Quiero decir, ¿quiere comenzar mañana? —preguntó Sarah. —Tengo todo lo que necesito conmigo, señora Tolliver. Voy a acostarme en el granero y… —Oh no. Quiero decir, tenemos una habitación atrás. No es tan grande como un barracón, pero por otra parte, nunca pensé que estaría contratando un jinete. —Creo que debemos conseguir algo en claro de inmediato, señora Tolliver. Yo trabajo para su tío. Realmente preferiría que no le dijera a la gente que usted me contrató — Devlin miró a Sarah a los ojos, con su mirada estrechándose. Sarah abrió la boca para hablar y rápidamente volvió a cerrarla. Está bien, cálmate... necesitas a esta mujer. —Creo que estoy un poco sorprendida por ese comentario. ¿Tiene problemas para trabajar para una mujer? ¿De quién cree que saldrá el pago de su salario, señorita Brown? ¡Usted puede venir de mano de mi tío, pero por Dios, eso vendrá de mi cuenta bancaria! Pensé que se sentía distinta. Usted es una mujer, ¿o no? Esto último fue lo que probablemente la presionó, pero Sarah tenía muy mal genio una vez que se ponía en marcha. El problema era, que tenía un tiempo difícil refrenarse una vez que lo soltaba. Sarah se dio cuenta que había cruzado una línea cuando la mirada de Devlin se elevó, su ceja arqueada en una combinación de la intimidación y seducción. Devlin dio un paso hacia adelante, cerrando la distancia hasta que estuvo a algunos centímetros entre ellas. La altura de Devlin hacía de ella una figura aún más imponente. Su normalmente azul mirada palideciendo como el hielo, la voz de Devlin bajó hasta que las palabras salieron como un gruñido. —Soy una mujer, señora Tolliver. Una mujer que no piensa dos veces antes de matar a un hombre en una pelea justa ni de tomar a una mujer adulta que está actuando como una

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niña encima de mi rodilla. Así que si me quiere como jinete en esta área, vamos a fingir y decir que trabajo para su tío, ¿de acuerdo? Si Devlin no hubiera estado tan alterada, se habría reído en voz alta por la expresión en el rostro de Sarah. Sarah parecía como si no supiera si debía estar aterrorizada, abofetear el rostro de Devlin, o escupir en su ojo. Ella no escogió ninguna de las anteriores y repentinamente se giró sobre sus talones y se fue pisoteando a la casa. Antes de que Devlin pudiera moverse, Sarah estaba de vuelta y lanzó un par de mantas en el pecho de Devlin. Ella sostuvo un farol y se dirigió hacia la parte trasera de la casa. —Sígame —ella se detuvo y respiró hondo—. Por favor. Devlin sonrió en la espalda de la mujer, disfrutando el regreso de su control habitual. Ella se había sentido como un pez fuera del agua, tropezando y tartamudeando como una colegiala enamorada. Esta mujer con los ojos esmeralda era un premio, sin duda, pero ya era hora de que viese a la verdadera Devlin y se enterara que ella no sería ordenada por que sí en el campo. Devlin miró a su alrededor en el interior de la habitación. Allí podrían haber dormido cuatro hombres fácilmente. No había tenido una habitación para llamar propia desde que era una proscrita. Entonces ella se había quedado en hoteles de lujo y colocado a sus hombres en los burdeles locales. Recordó haber visto cantinas en el viejo México más pequeñas que esto. Mientras tanto, el temperamento de Sarah había comenzado a enfriarse un poco. Rápidamente se dio cuenta de que no iba a ser capaz de atropellar a este jinete. Devlin no se dejaría intimidar por lengua afilada de Sarah o encantar por la coacción de un par de pestañas batientes. Sarah había pasado tanto tiempo tratando con hombres que casi se había olvidado de que ella tenía que lidiar con otra mujer. La honestidad producía mejores resultados. —¿Señorita Brown? —¿Sí, señora Tolliver? —¿Por qué le pegó a ese hombre? ¿Fue porque lo que él dijo?

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—No me importa demasiado lo que digan de mí. He oído de todo. Simplemente me irritó cuando me di cuenta... bueno, ya sabe, que no hay cosa como el honor de una dama... — ella se interrumpió. ¿Cómo es que esta chica puede hacer que me tropiece con mi lengua con sólo mirarme? Devlin pasó una apreciativa mirada de arriba abajo pequeño cuerpo de la mujer. —No me diga que nunca ha tenido a nadie peleando sobre usted anteriormente —dijo con una leve sonrisa. Sarah miró a los ojos eléctricos de Devlin. —Sobre mí, sí. Por mí... Nunca. Parecía como si hubiera transcurrido mucho tiempo mientras que las dos mujeres estuvieron cara a cara mirándose una a la otra, pero en realidad, sólo unos segundos habían transcurrido. Devlin fue la primera en romperlo, moviéndose para abrir la puerta de su nueva habitación. —Mejor que vaya a hacer un paseo para comprobar la manada. ¿Quiere darme la disposición de las tierras? —Iré con usted. —Es para eso que me tiene a mí, señora. Es mi trabajo ahora. —¿Pero en la oscuridad? ¿No será peligroso si no sabe a dónde va? Devlin levantó una ceja y fijó una mirada perturbada a la mujer hasta que Sarah le dio la información necesaria. Una vez que Devlin ensilló a Alto de nuevo, Sarah salió a hablar con Devlin. —¿Seguro que no le debería dibujar un mapa o algo así? ¿Cómo va a ser capaz de moverse en los alrededores?

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—Tengo muchas habilidades7, señora Tolliver —dijo Devlin, bajando la voz una octava y tirando de su sombrero cómodamente en la cabeza. La mirada Devlin se niveló con la de Sarah cuando ella tiró de las riendas del cuello de su caballo para girar al animal que envió una sacudida como rayo directamente a través del cuerpo de Sarah. El calor de ese impacto se centró en sí directamente entre sus piernas. Apuesto a que las tiene, señorita Brown. ¡Apuesto a que las tiene!8 Devlin no tuvo que ir muy lejos. Los Tolliver había pastoreado la mayor parte de la manada en la cresta norte, una zona cercana a la cabaña de la familia. Devlin regresó con bastante rapidez, abriendo la puerta de su habitación, cerca de la parte trasera de la casa que ahora llamaba suya. Con la iluminación de la lámpara en una pequeña mesa de madera junto a la cama, vio un cofre pequeño tirado en el suelo cerca del final de la litera. Devlin lo reconoció como el mismo cofre que Sarah había tenido en el granero cuando ella le había dado a Devlin ropa limpia. Cayendo de rodillas y levantando la tapa, vio camisas y piezas surtidas de ropa. Encima de la ropa asentada una botella sin abrir de bourbon de Kentucky. Devlin no sabía si tirar las cosas de nuevo en el rostro de la mujer o sostenerla en sus brazos y nunca soltarla. Tomó la botella, echó el sombrero en la silla y sacó dos notas de su bolsillo. Al abrir la botella, tomó un largo trago. El líquido suave deslizándose fácilmente en su garganta, infundiendo a su vientre su calor. Apoyando su largo cuerpo de nuevo en la cama, ella sostuvo el papel en la luz. Devlin se sorprendió al encontrar dos notas tan lejos al sur. Haciendo su mejor esfuerzo, leyó lentamente las palabras en voz alta. Sólo existe el cielo de la noche para hablarle... no hay nadie más para compartir mis sonrisas y lágrimas. Al igual que los cuentos de hadas que solía leer, mi cabeza está llena de pensamientos de un guerrero oscuro montado en un pálido corcel.

7 Les confieso una herejía (malditas editoras), cambiaron la típica frase de Xena de “Tengo muchas habilidades” (como yo) por “Tendrá que confiar en mí”. Menos mal que lo recordé y lo dejé como el uber. ¡Un Xenite es un Xenite!

8 Pensamiento quitado de la versión editada. ¡Juro que ya las estoy odiando a esas perras! 34

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Un día, ese guerrero cabalga sobre la cima y me lleva fuera, y yo estoy segura en sus fuertes brazos. Voy a esperarlo para siempre esta vez... esperando al guerrero oscuro... Extendió la mano y rozó suavemente sus dedos por el pergamino desgastado y sucio, la mano de cruzando a través de una mancha descolorida que parecía como si la tinta se hubiese desdibujado por una sola lágrima. Ella desenrolló la siguiente nota y la leyó, y aunque no podía entender por qué, sus manos temblaban ligeramente cuando sostuvo el pergamino. Nadie ha tenido nunca mi corazón, no de la manera que sueño... ¿Es malo desear un amante que cautivará el corazón, así como mi cuerpo? Demasiado tiempo he esperado por el guerrero de mi alma... Pienso que siempre voy a estar sola, Todo lo que mi corazón desea está aquí, a mi alrededor, por todas partes lo veo, Aun así, significa muy poco sin alguien con quien compartirlo. Devlin se quitó las espuelas y pateó sus botas, rodando para dejar un soplo de cálido aliento apagar la lámpara. Su cuerpo estaba cansado, y sus ojos dolían por el sueño, sin embargo, tardaría mucho tiempo en llegar. Cuando por fin relajó su mente lo suficiente que el sueño la reclamara, la misteriosa mujer perseguía sus sueños, sólo que esta vez, ella tenía el cabello largo del color del trigo y sonrientes ojos esmeralda.

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Capítulo III

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El amanecer estaba todavía a una hora de distancia cuando Sarah se empujó a sí misma de su cama caliente la siguiente mañana. Sintiéndose cansada hasta los huesos, deseó no tenía tareas u obligaciones, a nadie, valerse por sí misma. Por un día, ella juró que si tuviera la elección, se tiraría las mantas sobre la cabeza y se quedaría en la cama hasta que el sol estuviese alto en el cielo. Por desgracia, tenía bocas que alimentar y un rancho para gestionar. —Es decir, si Devlin Brown me deja —dijo en voz alta, sintiéndose culpable por su estilo de humor. Se lavó la cara y se cepilló el cabello, tirando de éste hacia atrás en una trenza. Sabía que ella había actuado como una niña petulante la noche anterior y esperaba que Devlin hubiese aceptado la botella de lo mejor de su padre como ofrenda de paz. Sarah se había sentado leyendo durante la noche hasta que oyó el caballo de Devlin entrar en el corral. Sorprendentemente, se quedó dormida con bastante rapidez después de eso. Fue debido a la extraña sensación de que todo no se sostenía sobre sus propios hombros. Alguien vigilaba por ella, para variar. Al principio, se enfadó ante la idea de que ella pudiese necesitar ser cuidada. Por alguna razón, Sarah recordó el fuego en los ojos furiosos de Devlin cuando ella había intervenido por Sarah y otra vez, la mirada posesiva en el ojo derecho de Devlin antes de que ella golpease al hombre borracho. Sarah no quería admitirlo, ni siquiera para sí misma, pero en el fondo le gustaba la idea de tener un protector. Devlin se detuvo, con la silla echada sobre un hombro y una manta de Alto en la mano cuando la puerta de la cabaña se abrió. El sol acababa asomar sobre las crestas, el valle todavía permanecía en las sombras de la noche. Sarah se acercó a Devlin, secándose las manos en una toalla pequeña. Parecía como si ninguna de las dos supiera qué decir a la otra. —¿Va al menos a comer con nosotros, señorita Brown? —preguntó Sarah torpemente. Devlin tomó una bocanada de aroma tentador proveniente de la casa, y su estómago rugió. Ella levantó la cabeza y sonrió. —Sí, señora.

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Mientras caminaban por la puerta de la cabaña, ambas mujeres dieron un suspiro silencioso de alivio ante la tregua que se había formado entre ellas. Devlin se admitió a sí misma que no había probado la comida tan buena desde que había estado en un hotel en Kansas City. Filete, huevos, galletas y salsa. Si comía un sólo bocado más, Alto le estaría dando sus miradas asesinas. Dev tomó un sorbo de café mientras furtivamente miradas a Sarah, que hablaba y de buen humor bromeaba con sus hijos. Devlin no tenía mucho más que para una pequeña charla, y al principio, conversar con Sarah la ponía nerviosa, pero ahora, sentada allí viendo la interacción de la familia, la voz de Sarah y la risa fácil actuaron como un bálsamo para nerviosismo característico de Devlin. —¿Qué va a hacer hoy, señorita Brown? —Sarah miró al otro lado de la mesa a Devlin. —Tienes vacas listas para tener terneros. Ponerlas en el pastizal en la parte baja de la colina. Necesito asegurarme de que no haya lobos o grandes felinos apareciendo. Se quedarán lejos si ven los humanos alrededor, sin embargo —Devlin tomó otro trago de su café—. Puede ser que necesite un poco de ayuda actualmente. ¿Vienes por ello, muchacho? Ella asintió con la cabeza en la dirección de Matthew. Los ojos de Matt se iluminaron y él se volvió hacia su madre. —¿Iré, mamá? —Querrás decir si puedes…9 —Lo siento. ¿Puedo ir? —Por supuesto que puedes, siempre y cuando hagas todo lo que la señorita Brown te diga —Sarah se dirigió a Devlin—. Vas a echarle un ojo, ¿verdad? Devlin se tragó el resto de su café, llegando a despeinar el cabello del niño.

9 En realidad, esta oración y la siguiente son obra de las editoras, en el original le da permiso sin “corregirlo”. Juro que siento como si se burlaran de la forma en la que escribió LJ. ¡Era la conversación de un nene de 11!

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—Oh, creo que yo debería ser capaz de encontrarle trabajo suficiente para mantenerlo fuera de problemas. Se puso de pie para irse. —Señora —dijo ella en la dirección de Sarah, metiendo su cabello en su sombrero—. ¿Vienes, muchacho? Devlin preguntó a Matthew que se levantó para seguirla. Sarah hizo un nudo con saco de comida alrededor de la cabeza de la silla de la montura de su hijo. —Haz todo lo que la señorita Brown te diga, ¿está claro? —Sí, señora —El muchacho se volvió y espoleó a su caballo para ponerse al día con Devlin. —¿Ella te estaba dando instrucciones de última hora, no es así? —Devlin sonrió. —Ella me dijo que debería hacer todo lo que me diga, señorita Brown. —Mujer inteligente, solamente no me llames señorita Brown, me hace sentir como una maestra de escuela que no soy —Devlin levantó una ceja al muchacho. —Pero mamá te llama señorita Brown —dijo Matt, apareciendo confundido. —Bueno... —ella rebuscó en su cerebro una respuesta—. Supongo que es porque ella es una dama. —Eres una dama también, sin embargo —Matt parecía aún más confundido. Devlin echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Mirando por encima la cara roja del muchacho, ella se echó a reír de nuevo. Golpeando su brazo en un gesto amable, ella le dio una sonrisa de gato de Cheshire. —¡Confía en mí, hijo, no soy ninguna dama! Era mediodía en el momento Devlin y su nuevo compañero se detuvieron por un descanso. Devlin tuvo que admitir que el chico tenía los ingredientes de una buena

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ganadero. Trabajó duro y nunca se quejó. Devlin aprecia el silencio del muchacho, tan diferente de su madre en ese sentido. —¿Tu mamá siempre cocina de esta manera? —Devlin preguntó mientras se apoyaron contra la áspera corteza de un roble. —Sep —dijo Matthew con la boca llena—. Bueno, ¿eh? —Malditamente bueno —Mirando hacia arriba de repente se detuvo de comer, ella le sonrió a Matthew—. No empieces a utilizar lenguaje como ese, muchacho, o tu mamá va a tirarme con una de esas Winchester ella tiene sobre la chimenea. Matthew se rió de Devlin. Bebió de su cantimplora y silenciosamente la observaba. Su cuerpo ya estaba dolorido, pero él no estaba dispuesto a admitirlo. Le gustaba estar con ella casi tanto como le gustaba salir con su padre. Había algo en la mujer alta que dejaba a Matt a gusto. Él sabía que ella podría trabajar con él hasta que cayera exhausto, pero se sentía seguro y protegido a su alrededor. Devlin tenía los ojos un poco cerrados, pero sentía el peso de la mirada del chico. Él era un gran trabajador, eso era seguro. Sin embargo, él tenía una batalla cuesta arriba, su padre se había ido a su edad. Un crac se hizo eco a través del aire y Devlin rápidamente estuvo en posición vertical a la espera de que la última reverberación desapareciera. El muchacho miró en su dirección inquisitivamente, pero Devlin ya había saltado a sus pies. —Sube a tu caballo ahora —le dijo. No tuvo que decirlo dos veces que los dos saltaron en sus sillas de montar y rápidamente montaron de nuevo hacia la cabaña. Alto iba al galope a lo largo a toda velocidad y rápidamente superó al negro castrado del muchacho. Era como si el caballo sintiese las oleadas de preocupación que fluían de Devlin. Devlin conocía el sonido de un rifle Winchester cuando lo oía. Devlin empujó a Alto rudamente frente al gran granero, arrojando tierra y rocas al aire. Devlin, junto con su joven compañero, no había estado demasiado lejos de la cabaña, pero fue tiempo suficiente para que Sarah ya hubiera sustituido a la Winchester preciada detrás sobre la repisa de la chimenea.

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Devlin echó la pierna derecha sobre la cabeza de la silla y sin esfuerzo se deslizó de la silla de la yegua, mientras Sarah y Hannah parecían un poco sorprendidas por los dos. Devlin siguió los ojos de Sarah y finalmente vio al culpable acostado sobre su costado cerca del gallinero. Devlin se acercó y le dio un codazo en gran zorro con la punta de su bota. Inclinándose, ella se sentó sobre sus talones y silbó entre dientes. —¡Por Dios, mujer, le diste justo entre los ojos! —dijo Devlin en una mezcla de sorpresa y agradecimiento. Devlin levantó el zorro por la piel del cuello como Hannah tímidamente se acercó más a tener una mejor vista. Sarah sonrió con una sonrisa cómplice. Devlin la había sorprendido al galope en el rancho, pero Sarah no dijo una palabra. Se sentía segura alrededor de la mujer que se ponía a los hombres más adultos nerviosos. Debido a la alabanza de Devlin, Sarah también sentía algo que ella no podía entender. Se sentía halagada. Ella sintió una fluencia de calor inexplicable hacia arriba en sus mejillas y ella se dio la vuelta, pero no antes que Devlin viese el rubor en su rostro. —Contrariamente a la creencia popular, señorita Brown, no estoy completamente indefenso —dijo Sara mientras entraba dentro de la cabaña. Devlin se quedó allí, sin soltar al ladrón de gallinas desafortunado del cuello. —Muchacho, ¿recuerdas qué te dije sobre no maldecir delante de tu madre? —Sep —Matthew sonrió—. Así ella no te tiraría después con su Winchester. Devlin tomó una larga mirada hacia la cabaña y luego al zorro, con un agujero de bala colocado perfectamente entre los ojos de la criatura. —¡Muchacho, nunca le digas a esa mujer que fui yo quién te enseñó a maldecir! —Dev miró a Matthew con una sonrisa de medio lado y le guiñó un ojo. Justo antes de que ella dejase la piel del animal, dejó que otro silbido se deslizara en agradecimiento a través de sus labios.

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Ya era tarde en el día. Devlin y Matt se turnaron para montar a caballo con la manada en trabajo de parto. Devlin había despellejado al zorro y le mostraba al chico cómo curar la piel cuando la voz de Sarah se acercó por detrás de ellos, con un dejo de preocupación en su tono. —Señorita Brown, creo que tenemos visitantes —dijo Sarah, mirando a través de la llanura. Devlin no levantó la vista de la piel del animal en la que trabajaba. —Sí, han estado por ahí desde hace un tiempo. Probablemente tratando de averiguar si es seguro viajar por aquí —ella miró a Sarah con un toque de picardía en sus ojos—. No hay duda de que han escuchado acerca de sus habilidades de fina puntería. Ella volvió a su tarea. Sarah le dirigió una sonrisa de satisfacción. —Entonces, ¿no la preocupa? —No, señora. Son Choctaw. Ellos probablemente quieren comerciar... tal vez necesiten un poco de carne. —Tenemos un montón. Si tienen hambre, podríamos cortar un trozo de carne para ellos. —No —dijo Devlin con más dureza de lo que había previsto. De pie, explicó con voz más suave—. Ellos no lo aceptarían de todos modos. Sería como la caridad para ellos. Los Choctaw siempre quieren comerciar. Si les das algo, tienen que darle algo de igual valor a cambio. Si le das a un Choctaw algo de valor que no puede devolver, sería un gran insulto. Ellos pasarían hambre antes de aceptar la caridad. —Eso no tiene mucho sentido —dijo Sarah sin pensar. Devlin la miró fijamente. —La tiene para ellos. Lo que no tiene sentido para ellos es por qué el hombre blanco entró en su mundo y mató a todos los búfalos, una criatura que siempre fue salvaje, libre y abundante, sólo para reemplazarlo con una versión más pequeña, más tonta de la cual tenemos que cuidar. No tiene sentido para ellos que coloquemos vallas alrededor de la tierra que significaba que es de todos. Lo que no tiene sentido para ellos es eso, que

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queramos tener un sistema que ha funcionado muy bien desde el principio de los tiempos y lo reformemos. Devlin concluyó y las dos mujeres se miraron. Sarah vio que la rabia ardiendo de nuevo en los ojos de Devlin, y ella se dio cuenta de lo inmadura que había sido su declaración. Se apartó un mechón de cabello de su ojo y lucía contrita como ella miró a la mujer de cabello oscuro. —Lo siento. Lo que dije fue una cosa bastante arrogante. Hablé sin pensar. Antes de que Sarah hubiera terminado, la mirada de Devlin se suavizó. La alta jinete miró al rostro angelical de Sarah y sintió que su corazón perdía su ritmo. Su mirada fría se derritió y una de las esquinas de su boca se curvó hacia arriba en una media sonrisa. —Supongo que es difícil hacer un seguimiento de tus palabras cuando dices demasiadas —bromeó Devlin, levantando su sombrero Stetson y pasando una mano por su cabello, reemplazándolo con un aire desenfadado. Sarah abrió la boca por una fuerte respuesta, pero inmediatamente la cerró. Ella miró a Devlin y vio la sonrisa en su rostro. Era la primera vez que había visto a Devlin mostrar una sonrisa tan brillante y sintió a su corazón aletear. Ella es absolutamente hermosa cuando sonríe así. Está bien, ¿de dónde viene eso? Sarah empujó el pensamiento de su mente y abofeteó a Devlin en el brazo. —Muy gracioso. ¡No va a estar sonriendo cuando se tenga que hacer su propio desayuno en la mañana! —Ella se rió y se dirigió hacia el corral. Bueno, Dios... ¿ella acaba de golpearme? Tomó Dev un latido del corazón para que lo registrara, pero oyó el sonido de su propia risa mientras seguía a la joven. —¿Qué están esperando? —preguntó Sarah, apoyada en la verja cercana. —Una invitación. Ellos no vienen si no son bienvenidos. Los Choctaw son un pueblo amable. Si yo no estuviera, esa es de la forma en la que sabrías que son ellos. Ellos nunca viajan hasta la cabaña a menos que los conozcan. Ellos nunca roban o demandan. Siempre tratan de comerciar. —¿Cómo puedo saber si son indios amigos o enemigos? 42

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Devlin frunció el ceño. —Lo sabrás —dijo con seriedad. —Entonces, ¿quieres conocer a tus vecinos? —Sí, por favor. Mientras se volvió la cabeza de Sara, Devlin se dio el lujo de sonreír ante la emoción que escuchaba en la voz de Sarah. Devlin sintió una oleada de agradecimiento desarrollarse. Sarah sonaba como si ella fuese naturalmente una especie de mujer animada. Agarrando su sombrero por el borde, Devlin lo agitó al grupo en la distancia más cercano. — Kantakiya10 —Devlin dijo al hombre mayor que llevaba el grupo. — Kantakiya, Halcón Rojo11 —el anciano regresó. Sarah se quedó con la boca abierta por Devlin, quién llevaba una conversación en otro idioma con el mayor del grupo de los hombres. Sarah había sospechado que la mujer a su lado conocía casi todo y a todos en el territorio de Oklahoma, pero ahora Sarah estaba segura de ello. —Ko ah tay, Sarah Tolliver —dijo Dev, introduciendo a la joven—. Cierra la boca y di hola. —Ho… hola —Sarah tartamudeó. —Es… Kantakiya —Dev dijo la palabra lentamente. Sarah repitió la palabra, mirando hacia el anciano y sonriendo dulcemente.

10 Cambié el “Halito” de saludo y lo subsiguiente en el idioma de los Choctaw que puso la editorial por el original de LJ Maas, porque, como buena obsesiva que era ella tanto como yo, siempre hacía una investigación antes de colocar algo en sus obras. Lo hizo en “La hija de Meridio” con el griego, supongo que en esta que es posterior también.

11 Le dice “Redhawk” en inglés, por si quieren saber. ¿Ya encontraron quién le robo el apodo? Sino, descúbranlo, mis amores. 43

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—Halcón Rojo, kia tay no see ah squa —dijo el anciano a Devlin con una sonrisa, lo que provocó las risas de los demás hombres. La mirada de Devlin se lanzó ida y vuelta de Sarah a la banda de los indios, un rubor caliente inundando su rostro. —¿Qué te dijo? —preguntó Sarah, notando el tinte de color en las mejillas de bronce de Devlin. —Está tratando de ser gracioso —Devlin arqueó una ceja en dirección al anciano. Sarah oyó un ruido detrás de ella. Se dio la vuelta para encontrar Matthew y a Hannah de pie en la puerta de la cabaña, con sus bocas abiertas tan grandes como la de Sarah había estado. Ella los llamó. Devlin introdujo a Matthew pero al parecer ignoró a Hannah, que se aferraba a la falda de su madre. Un niño indio joven, no mucho mayor que Matthew, dio un codazo a su caballo más cerca y miró a Matt. El muchacho indio se quedó mirando el cuchillo atado en el cinto de Matthew. Él llevaba el cuchillo en la cadera, al igual que Devlin le había enseñado a hacerlo más temprano en el día. Devlin contempló el intercambio entre los dos jóvenes. —Ven aquí, muchacho —ella llamó, posicionando a Matthew delante de ella. Devlin apoyó las manos en los hombros del muchacho, levantando la cabeza para hablar con el muchacho a caballo. —¿Ko es risa too a ma? —preguntó Devlin, señalando hacia el cuchillo del muchacho. Era joven, pero trató de ocultar su emoción. —Ato—él asintió con la cabeza. —Él quiere cambiarte el cuchillo, muchacho —le dijo Devlin a Matt. —¿Comerciar por qué? —preguntó Matt. —Esa es su parte. Tienes que ver algo si él tiene que quieres tanto como él quiere el cuchillo. 44

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Devlin mantuvo su voz, así como su rostro, impasible mientras que daba las instrucciones al chico. De esta manera, parecía como si ella sólo estaba traduciendo idiomas. Era importante para los Choctaw de esa edad que un niño como Matthew ya fuese capaz de negociar con eficacia. Parecía importante para Devlin que estos hombres los tomasen en serio. —Él tiene ese estupendo cinturón —dijo Matt finalmente. —¿Crees que te gusta lo suficientemente como para desprenderte de tu cuchillo? —Bueno, yo no creo que pueda hacer uno como ese. Devlin le gusta la forma en que el niño pensó el comercio. Un buen comercio no siempre fue algo que necesitaba en ese momento, pero algo que no podía ser de otra manera. Se necesitarían muchos años para Matt para aprender a tejer un cinturón de cuentas como la madre o la hermana de este valiente probablemente le dieron. Del mismo modo, la hoja de metal del cuchillo de Matt era un elemento codiciado entre los indios, porque no había manera de que pudieran entrar en la tienda de un hombre blanco y comprar uno, incluso si tenían el dinero. —Saca el cuchillo y di la palabra ato. Eso significa que sí —dijo Devlin, viendo como el chico hizo lo que se le indicó. El joven valiente sonrió y se deslizó de su caballo, con las manos vacías, con las palmas hacia arriba. —Él quiere saber qué es lo que tiene que tú deseas —dijo Devlin. Matt señaló el cinturón de cuero intrincado con cuentas que el otro chico llevaba alrededor de su cintura. El joven valiente sonrió ampliamente. —Te on oh atay —señaló su cinturón—. Ki ah mena… ¿risa too a may? Señaló el cuchillo. —Él quiere saber por qué se debe negociar un regalo tan maravilloso por tu cuchillo.

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Matthew no sabía qué decir, pero él no quería mirar a Devlin para obtener ayuda. Tenía la sensación de que podría parecer que no sabía lo que estaba haciendo ante esos extraños. —Tienes que demostrarle que es un buen cuchillo. Muéstrale cuán fuerte es —dijo Devlin —. Pon tu mano con la palma hacia abajo y pasa ligeramente la hoja en la parte superior de tu mano. Él quiere ver cómo corta. Tan pronto como las palabras salieron de la boca de Devlin, Sarah intentó dar un paso adelante para detener las acciones del chico. La mano de Devlin salió disparada y agarró el brazo de la mujer por encima de la muñeca, manteniéndola en su lugar. Sarah miró a Devlin, pero Devlin no le devolvió la mirada. Ella le dio al brazo de Sarah un suave apretón, sin retirar la mano, pero dejando que sus dedos descansen ligeramente alrededor del antebrazo de Sarah. Trató de mantener la concentración cuando lo único que quería hacer era cerrar los ojos y ceder a la tentación de acariciar la suave piel bajo sus dedos. En cambio, sostuvo el brazo de la mujer contra la parte exterior de su muslo y trató de concentrarse en el mundo exterior. Sarah tenía terror de lo que Devlin le había pedido a su hijo que hiciera. Ella trató de ponerle fin cuando la mano de Devlin extendió la mano y la detuvo. La primera reacción de Sarah había sido alejarse de las manos de la mujer, pero cuando Devlin apretó tiernamente el brazo, la respiración de Sarah atrapada en su pecho. Ella trató de ignorar la sensación de hormigueo que sentía cuando Devlin la sostenía. Cuando Matt reazlicó un corte ligero en la parte superior de su mano, Sarah se acercó y envolvió sus dedos en los fuertes dedos de Devlin. A medida que los hombres mayores asintieron su aprobación de la técnica comercial de Matthew, Devlin se centró en la recopilación de aire en sus pulmones. Todo movimiento involuntario de su cuerpo se había detenido en el momento Sarah entrelazó sus dedos suaves en la mano callosa de Devlin. Una vez que los dos chicos intercambiaron sus bienes, Devlin sintió la pequeña mano dentro de la suya relajarse, pero no hizo ningún movimiento para alejarse. Devlin sacudió la cabeza para volver a la realidad de la situación. —Ahora sostén tu mano y dale la mano tomándolo por su antebrazo —Devlin instruyó.

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Una vez que los chicos se dieron la mano al estilo indio, se consideraba el fin del trato. Todo el mundo felicitó a ambos niños por el buen negocio. Una vez más, fue cuando el más anciano de los indios apareció para ver la interacción entre Sarah y Devlin con cierto interés. Él se dio cuenta que la mano de Sarah se mantenía firmemente en las garras de Devlin. –Halcón Rojo, kia tay no see ah squa… ¿no tay ahna? —el más anciano de los indígenas le dijo a Devlin, de nuevo haciendo reír a los otros valientes. Devlin se mantuvo firme esta vez, ni se puso roja ni soltó el agarre suave que tenía en la mano de Sarah. Enderezándose en toda su estatura, ella lo miró a los ojos del anciano. —No ata wa —ella golpeó el pecho con un dedo esbelto, sus labios se retiraron en una sonrisa salvaje—. Squa kiso oma a tay —Devlin terminó señalando a todos los valientes en el partido diciendo—: Too ah komatay, squa… te ah Halcón Rojo. Sarah observó el intercambio y sabía que la conversación tenía algo que ver con ella. Podía ver que Devlin había tomado el control de una situación, que involucraba a Sarah, pero ella no podía entender nada del lenguaje. De pronto, los ojos de Sarah se agrandaron con la comprensión. Luego vio con las miradas los deseos que algunos de los hombres jóvenes le dirigían a ella. Observando el lenguaje corporal de Devlin, Sarah escuchó el tono de posesividad en la voz de ella. Sin barrera del idioma que existía cuando se trataba de las emociones, Sarah no necesitaba un traductor para decirle que Devlin les había advertido con eficacia a los hombres que Sarah era de la mujer que ellos hablaban. Los bravos se rieron en voz alta. Un hombre mayor abofeteó a un alto y musculoso joven, que había mirado fijamente a Sarah durante toda su visita, en la parte posterior. —¡Halcón Rojo, oma a tay! —él se rió de nuevo del joven avergonzado, quién hizo una mueca cuando el hombre mayor edad chocó contra su brazo izquierdo. Sarah jadeó en voz alta y la mano de Devlin se tensó involuntariamente alrededor de la mano de Sarah. Ambas vieron que la manga de piel del valiente ante ellas era del color de la sangre, que comenzó a gotear desde el cuero escarlata empapado. —Estás herido —dijo Sarah a la joven en el caballo con preocupación.

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Entonces, antes de Devlin pudiera sostener a la mujer hacia atrás, ella se escabulló y se trasladó hacia el valiente lesionado. Sarah alcanzó su mano y tiernamente examinó el brazo herido. Sarah tenía la mano del valiente en la suya propia antes de que Devlin pudiera llegar a ella. El joven tenía una mirada que no era nada menos que de terror en su rostro, sin atreverse a insultar a la mujer tirando de su brazo para alejarse. Los ojos del valiente rogaron a Devlin, sin embargo, y Devlin sacó suavemente la mano de Sarah lejos de él. —¡Ah, ya sé... déjame adivinar! ¡No puedo tocarlo porque soy una mujer!12 —Sarah exclamó, con un destello de genio mostrándose mientras sus ojos chispearon fuego verde. Devlin tenía ganas de reír a carcajadas al ver la expresión de valor incalculable por la rigurosa indignación en el rostro de la mujer. Bueno, Dios, Sarah Tolliver... lo que puedes hacerme con sólo una mirada. —Sí, pero no es por las razones que usted está pensando —explicó lentamente el jinete —. Usted es una mujer soltera. A sus ojos, está por debajo de ti atender sus heridas. Devlin se dio cuenta, por la confusión escrita en el rostro de Sarah que su mensaje no estaba siendo recibido por la joven. Ella se miró las botas y tragó saliva cuando se dio cuenta, una vez más, que todavía sostenía la mano más pequeña de la mujer dentro de la suya. —Señora Tolliver... Sarah, esta gente mantiene a las mujeres en muy alta estima, especialmente a las mujeres solteras —Ella no sabía una forma mejor de explicar que eso. Observando fijamente la mirada fija de Devlin, Sarah se sintió avergonzada por haber perdido los estribos tan rápidamente, pero ese pensamiento desapareció cuando vio los ojos de Devlin estrecharse. Sarah sintió que se aceleraba el pulso de Devlin bajo sus dedos. Cuando Sarah miró, observó que había empezado a acariciar distraídamente la parte exterior de la mano de Devlin con el pulgar.

12 De acá hasta que Sarah la mira fijamente, o sea, cinco párrafos en total, fueron eliminados de la versión editorial y, como siempre, no se entiende de qué va el texto gracias a las editoras.

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Todo el aire en los pulmones de Devlin desapareció. Se quedó completamente inconsciente de las personas a su alrededor y así se perdió con la sensación placentera de los dedos de Sarah acariciando su piel. Devlin intentó abrir la boca para hablar, pero el discurso la abandonó cuando vio a Sarah mirando sus manos. Para Devlin, Sarah parecía consciente de que ella había estado acariciando la muñeca de Devlin. Devlin sabía que si no la soltaba ahora, ella haría algo rápidamente que la humillaría a ella, a Sarah, o a ambas. Con agonizante lentitud, ella de mala gana desprendió sus manos de las más pequeñas que continuaron sus toques ligeros. La realidad era que unos pocos segundos habían sido marcados durante el intercambio, sino para Devlin y Sarah, cada una atrapada en sus propias emociones, pasó el tiempo para siempre. Uno de los caballos sacudió su cabeza, haciendo tintinear de herradura contra su cuello. El sonido atrajo la as dos mujeres de nuevo en el mundo actual, recordando al joven herido. —Soy viuda. ¿No tiene cuenta si me casé una vez? —Sarah le preguntó a Devlin. Le tomó un segundo a ella para conseguir la cabeza de nuevo en el lugar anterior de la conversación. —No estás casada ahora. Todo lo que ven ellos es que estás sin pareja. Sarah sonrió hacia Devlin, arqueando una ceja como ella. Fue la frustración que la llevó a decir lo que dijo a continuación. —Hubiera pensado que manejaste esa situación que les dijo que le pertenecía a usted. Devlin se congeló. —Yo... eh... pero yo... Ella estaba pérdida. Devlin no podía encontrar la forma en la que Sarah lo había sabido. No creía que Sarah pudiera descubrir lo que ella les había dicho a los hombres Choctaw que Sarah le pertenecía a ella. ¿Cómo iba a saberlo? ¿Ella entendió cuando les dije que

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me pertenecía, podía decirle lo que estaba haciendo cuando le advertí a cada uno de los valientes que no comparto lo que me pertenece? ¿Incluso entendió por qué lo hice?13 —Está todo bien y realmente lo entiendo. De lo contrario, tendría un valiente llamando a mi puerta todos los días, ¿no? Devlin sonrió con alivio. —See —susurró Devlin. Ella apenas podía admitirse para sí misma lo satisfactorio que se sentía reclamar a la hermosa mujer joven de pie junto a ella. —Parece como si estuviera bastante mal herido —Sarah trajo su atención de nuevo a la situación—. ¿No hay ninguna forma en la que lo podamos ayudar? Devlin sabía que no iba a ganar esta vez, pero ella ya se estaba acostumbrando a las agallas y la determinación de Sarah revestía. Ella se volvió de nuevo a donde el indio se sentaba a horcajadas sobre su caballo. —Konoa wat asay… ¿to may satah neah oh? —Devlin le preguntó al joven, indicando que debía tirar de su manga. El valiente le habló a Devlin como Sarah se puso de puntillas para mirar por encima del hombro de Devlin. Dev sintió el cálido aliento de Sarah en su cuello y un escalofrío la recorrió a lo largo de su cuerpo. —Dijo que un oso atacó a su grupo de caza en el bosque ayer. Las garras de dicho animal le hicieron esto. Es un gran orgullo el hecho de que él fuese el cazador que lo mató. —Las garras de oso pueden causar una infección. Además, dos de esos cortes necesitan ser cosidos —dijo Sarah. —Soy buena con las hierbas, pero no lo soy demasiado con una aguja e hilo. —Yo sí. Lo he hecho mucho a través de los años. 13 Cambio la versión editorial tipo maestra explicando algo por la de LJ que es mucho más humana con los pensamientos de Dev.

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—Bueno, vamos a ver si podemos conseguir que lo acepte. Devlin habló con los valientes hasta que estuvo a punto de perder el último trozo de paciencia que tenía. Engatusar y suplicar no funcionó. Él rotundamente se negó a que Sarah lo tratase. Devlin incluso enrolló su propia manga de la camisa, dejando al descubierto una cicatriz larga y delgada que iba desde el codo a la muñeca. —¿Qué le dijiste a él? —preguntó Sarah. —Le dije que cosiste este para mí y que sobreviví. —Pero yo no lo hice. Arqueando una ceja, Devlin entornó los ojos al mismo tiempo. —Trabaja conmigo aquí, ¿de acuerdo? —Oh —dijo Sarah con súbita comprensión. Aun así los valientes se negaron, y Devlin, nunca habiendo sido conocida por su paciencia, levantó las manos en el aire. —¡Wanta knoya et too may!" Le espetó al joven tonto. —¿Quiero saber qué es lo que significa? —preguntó Sarah. —Le dije que en algún momento su orgullo lo mataría. Un pensamiento se le ocurrió a Sarah. Había aprendido cómo jugar el juego con los hombres, porque si había algo que un hombre valioso sobre todo lo demás, era su orgullo. —Dile que no creo demasiado que sea un hombre —le dijo Sarah a Devlin. Devlin miró a Sarah como si hubiera perdido la cabeza. —¿Ves ese arco colgado en su espalda, señora Tolliver? No está allí por decoración. ¿Quieres que él empuje una flecha de mi pecho? —Eso no va a pasar si yo lo digo y tú simplemente traduces para mí. ¿O estás más preocupada por cómo te verás ante los hombres que piensan que te pertenezco? —Sarah cruzó los brazos sobre su pecho y le respondió a Devlin.

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—Bueno, tal vez lo estoy. Es... ¡bueno, parecerá que no te puedo controlar! —Devlin siseó entre dientes. Buen Dios, ¿cómo puede hacerme querer violarla en un minuto y volverme tan loca que quiero arrojarla al río al siguiente?14 Una vez más, ella sabía que estaba luchando una batalla pérdida—. ¡Oh, muy bien! ¿Cómo era eso de nuevo? Ella se volvió hacia el valiente y tradujo como Sarah hablaba. —No creo que sea demasiado hombre. Había oído que los hombres Choctaw eran valientes y orgullosos. Veo que debo haber entendido mal, viendo que eres demasiado cobarde para dejar que una mujer te toque. Devlin casi se atragantó con las palabras como ella las repetía, pero las palabras de Sarah afectaron al joven. Él miró a sus compañeros, parecía como si se preguntaran si él sentía respeto por la mujer soltera o si sólo estaba asustado de ella. Sarah continuó con su humillación cuidadosamente planificada hasta que los otros hombres en el grupo se burlaban y se reían de la joven. De repente, el valiente saltó de su caballo y tiró de su camisa por la cabeza. De pie frente a Sarah, se refirió a su brazo. —¡Meeho tay! —él exigió. Devlin le dio una mirada de advertencia al joven. El valiente dio un paso hacia atrás y bajó la cabeza hacia Sarah. —Enteah —concluyó. Devlin le sonrió a Sara. —Él dice que lo arregles... por favor. En el momento en que Sarah había terminado con envolver un vendaje alrededor del brazo del joven, Devlin se acercó a ella, con los brazos cargados de mercancías que había obtenido de los demás comerciando. —¿Tienes algo de azúcar y harina de sobra? —preguntó Devlin. —Claro. ¿Cuánto quieres?

14 Adivinen. Síp, omitieron el pensamiento en la editorial. 52

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—Sólo un pequeño saco de cada uno. ¿Qué tal un poco de carne ahumada o salada? Para el momento en el que Sarah reunió a todos los elementos solicitados, Devlin había regresado a su sesión de trueque con el grupo.

*****

El sol poniente refulgía naranja contra la parte posterior de la parte de los indios mientras cabalgaban a lo lejos. Fue un buen día de comercio para Kontonalah y su grupo, y el viejo se divirtió. Él rara vez pasaba a comerciar ya, pero había sido estado tan curioso acerca de la pequeña mujer que habían visto de lejos como el resto de los miembros del clan Thunderbird15. Cuando le informaron que se colocaba de pie sola en la oscuridad, hablando en voz alta a los espíritus del cielo de la noche que los habían alcanzado, eso impresionó a los ancianos de los clanes. Las mujeres rara vez hablaban con los espíritus. Las mujeres blancas nunca lo hacían. Keeho, la curandera del clan, dijo que ella mantenía una fuerte medicina. Una noche, después de que habían ofrecido oraciones y el humo del tabaco sagrado había ido hasta el gran espíritu, Keeho dijo de ver a la mujer blanca que marcaba los mensajes sobre un pergamino. A continuación, las ataba a matas secas de artemisa, utilizando el viento para enviarlas a los espíritus. Keeho dijo que esa era la razón por la cual ella no había sufrido los estragos del invierno, como los hombres blancos alrededor lo hicieron. Kontonalah se rió para sus adentros. Él creía en los espíritus, por supuesto, pero no estaba seguro de que todo lo que los espíritus hicieron hubiesen salvado el ganado de la mujer. Él había dejado el calor de su propio fuego por la ocasión de verla, vestida con la ropa de un valiente, haciendo el trabajo de un valiente. La vio caminar penosamente a través de la nieve que casi se la tragaba, respirar sus dedos congelados para mantenerlos funcionando y luchar con las pequeñas bestias-búfalo para mantenerlas vivas. Él sentía 15 El clan Thunderbird realmente existió, pero era un clan más cercano a Canadá. Como sea, “Thunderbird” significa el “pájaro del trueno”, que es el águila. También eran llamados el “Hawk Clan” o el clan del halcón y su animal para los tótems era el Halcón de cola Roja.

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que su trabajo había sido en mayor parte la razón por la que le había ido tan bien. No quiso insultar a Keeho o los espíritus, diciendo eso en voz alta sin embargo. Siempre era un placer ver a Halcón Rojo. Ahora, ¿cuál era el nombre que el hombre blanco le dio? Ah, sí, Devlin. Halcón Rojo le sentaba mucho mejor. Ella estaba más en paz de lo que Kontonalah la había visto nunca, y él sonrió para sus adentros, pensando que mucho de ello tenía que ver con la mujer llamada Sarah. ¿Qué había visión Keeho en su visión? Sakli, el pequeño Salmón. Era duro recordar cosas en esos días. Parecía como si pudiera recordar los acontecimientos de hace mucho tiempo, como si acabaran de suceder, pero tenía más dificultades con los acontecimientos que sucedieron momentos antes. Ahora ¿dónde estaba él en sus divagaciones? Pequeño Salmon. Era algo sin precedentes para nombrar a alguien que aún no era miembro del clan Thunderbird, pero Keeho tuvo el don de la visión y nadie podía discutir contra eso. La curandera dijo que vio el tótem de la joven como un pez, Sakli que siempre estaba tratando de nadar contra la corriente. Una vez más, él se echó a reír. Se ajustaba la visión con la realidad de la mujer joven que acababa de conocer. Vio el fuego en sus ojos y fue testigo de más de lo que Halcón Rojo pensaba, mirando a las dos mujeres interactuar. Sí, ésta sería buena para Halcón Rojo. Kontonalah permitió que su sonrisa alcanzara su rostro esta vez. Ya era hora de que su nieta encontrase un corazón capaz de aliviar su dolor. El anciano sonrió porque sabía que Halcón Rojo y el Salmón, siempre hacían una buena pareja.

*****

Capítulo IV Devlin observó al grupo comerciante hasta que el anochecer y el horizonte brumoso los tragó. Ella recogió los elementos adicionales que había que con los que había comerciado los productos secos y carne, llevándolos en dirección a la cabaña. Devlin se detuvo en la puerta abierta, sin poder caminar adelante sin una invitación. Al ver la sonrisa de Sarah, sin embargo, Devlin entró con los brazos cargados de mercancías.

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Sarah se inclinó sobre la chimenea, revolviendo un guiso espeso en una olla grande de hierro fundido. —Parece que has tenido un buen día de negocios —dijo ella, mirando Devlin estaba su paquete sobre la mesa. —Dos mantas para caballos, dos cabestros caballo de pelo y una cuerda de plomo. Hombre, toma esto y ponlo en el establo —ordenó Devlin—. Tengo algo que quiero mostrarte cuando regreses. Sorprendió a Sarah cuando su hijo tomó la mercancía y acató la solicitud de Devlin sin dudar. ¡No es demasiado parecido a su madre, eso seguro!16 Sarah sustituyó a la pesada tapa de la olla de hierro fundido después de caer en algunas bolas de masa hervida al vapor en la parte superior de la olla, con su mano rozando ligeramente la mejilla de Hannah mientras se levantaba. La niña se sentó en un taburete con la cabeza baja, mirando el fuego. Sus piernas se balanceaban hacia delante y atrás, con los pies pateando en contra de la chimenea de piedra. —Alguien se siente un poco descuidada hoy —dijo Sarah con suavidad. —Me preguntaba si sucedería —Devlin miró con una sonrisa de disculpa—. En realidad, estoy un poco sorprendida de que no peleaste conmigo de eso en el momento. —Supongo que tantas otras cosas estaban sucediendo que me lo perdí —dijo Sarah—. Entonces, ¿hay un motivo? —Te dije que los Choctaw mantienen a las mujeres solteras en alta estima. Eso va por diez para las niñas bajo la edad de feminidad. Las niñas no pueden hablar con cualquier hombre de la tribu a menos que estén relacionadas con ellos. En consecuencia, los hombres no parecen a las niñas hasta que alcancen una edad de madurez. Se resguardan... —Un pequeño gesto de dolor se hizo visible en el rostro de Devlin—. Se resguardan de que cosas desafortunadas les suceda a las jovencitas. —Podríamos aprender algunas cosas de ellos —dijo Sarah, sin apartar los ojos de su hija —. Me gustan esos amigos suyos, señorita Brown.

16 Pensamiento sólo en el uber. 55

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Devlin sonrió. Era una sonrisa fácil y lenta, el tipo se había acostumbrado a mostrar alrededor de esta mujer y su familia. Me pregunto, ¿qué diría ella si supiera que yo no he dicho tantas palabras, todas juntas, en no sé cuánto tiempo? ¿Me pregunto si ella sabe lo diferente que soy a su alrededor?17 —Y a ellos les gustas, señora Tolliver. Ahora son tus amigos, también. Discúlpeme un minuto, por favor. Devlin se sentó a sentarse con las piernas cruzadas en el suelo junto a Hannah. —Hey, chica —Ella inclinó la cabeza para hacer el contacto visual con ella—. Nuestros amigos me dieron un regalo para darte. ¿Quieres verlo? —¿Para mí? —preguntó Hannah, radiante. —Uh, huh. Devlin metió la mano en el bolsillo de su chaleco y sacó un pequeño collar delgado hecha de pequeñas cuentas azules. Devlin sostuvo el collar ante el rostro de la chica y vio sus ojos verdes abrirse grandes. —¡Ooh ... lindo! Devlin deslizó las cuentas sobre la cabeza de la niña y se echó hacia atrás para disfrutar de su alegría. Sin previo aviso, Hannah saltó del taburete y al regazo de Devlin. Envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Devlin, Hannah dio un beso en su mejilla. Luego se sentó cómodamente en el regazo de Devlin. Sarah estaba a punto de rescatar a la sorprendida Devlin cuando Hannah se movió en el regazo de Devlin y apoyó la espalda contra el pecho de ella. Devlin levantó el collar para que la niña pudiera hacer una inspección más cercana de su regalo, lanzándose a una historia sobre cómo una niña pequeña llamada Hannah hizo que el agua en el lago se volviera azul con sus bonitas cuentas azules. Una vez que Devlin hubo terminado su historia, Sarah sonrió y se enfrentó a Devlin. —Creí que habías dicho que los Choctaw nunca daban regalos.

17 ¡Adivinen! Sep, tampoco estaba. 56

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—Hay dos excepciones a esa regla —ella sacudió suavemente Hannah en su regazo—. En primer lugar de la excepción, las niñas —Devlin besó la parte superior de la cabeza de Hannah, haciendo que la chica se acurrucara más en el abrazo de Devlin—. Dado que los hombres no pueden prestarles mucha atención a ellas, les hacen regalos. De esa manera, las niñas crecen sintiéndose especiales y muy queridas. La segunda excepción es cuando el regalo es dejado por un espíritu. —¿Un espíritu? —Bueno, en realidad, alguien deja el regalo, pero tienes que ser lo suficientemente bueno para no dejar que nadie te vea. Es un insulto no aceptar un regalo de los espíritus — Devlin se detuvo, deslizando Hannah suavemente de su regazo—. Hablando de regalos, pensé que merecía algo por la forma en la que lo manejó hoy. No una gran cantidad de mujeres habrían ayudado a ese joven de la manera que lo hizo. Devlin

sacó

un

pequeño

cuadrado

de

tela

de

su

bolsillo

de

la

camisa.

Separando la tela, ella levantó un collar, sujetándolo hacia Sarah. —Yo no merezco un regalo sólo por ser amable —dijo Sarah, un rubor arrastrándose hasta su cuello—. Además, ¿no debería sentirme insultada por usted tratando de darme un regalo? —concluyó sonriendo a Devlin. —No es Choctaw. No aplica —Devlin devolvió una sonrisa propia. Tomó la mano de Sarah, colocando el collar decorativo en su palma. Sarah tomó el collar a la luz para examinarlo. La cadena consistía en diminutas conchas ensartadas con cuentas claras en el medio, una pequeña piedra azul verdosa colgando de su centro. —Es hermoso —dijo Sarah sin aliento. Le dio la espalda a Devlin—. ¿Lo ataría por mí? Devlin se acercó a la mujer más pequeña y tomó el collar en sus propias manos, con cada uno de sus brazos alrededor del hombro de Sarah. Sarah levantó la mano y barrió su cabello sobre un hombro. Los dedos inusualmente temblorosos de Devlin ataron los extremos del collar para cerrarlo.

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Sarah se volvió hacia el espejo, con la reflexión de Devlin detrás de ella. Ella sintió la suave textura de la piedra bajo sus dedos. —No creo que haya tenido nada tan hermoso. ¿Qué tipo de piedra es esta? —Ella levantó la mirada hacia la imagen de Devlin en el espejo. —Los indios lo llaman Teklia. Significa piedra azul. Los Choctaw creen que si recibes un Teklia como un regalo, tus sueños se llenan de visiones del deseo de tu corazón. De repente, las palabras de Peter volvieron a ella. —Sarah, la próxima vez, no te conformes con menos que el deseo de tu corazón. La mirada de Devlin se quedó fija con la de Sarah, y permanecieron en silencio, mirando el reflejo de la otra. El sonido del burbujeo cafetera arrancó a Sarah de sus pensamientos. Sacó el café fuera de la cocina de la estufa justo como Matthew entró en la cabaña. En ese momento, Devlin se arrodilló junto a Hannah, una vez más, burlándose y cosquilleando el estómago de la chica, lo que provocó carcajadas de la joven. Sin detenerse o levantar la cabeza, Devlin habló con el chico. —¿Te aseguraste que tu madre tuviera suficiente leña partida? —Sí, señora. —Buen hombre. Devlin se puso de pie y levantó a Hannah sobre un hombro antes de establecer a la chica todavía riendo al suelo. Sarah vio como el pecho de su hijo hinchó ligeramente. Era la primera vez que había oído a Devlin llamarlo algo más que chico. Devlin levantó su chaleco y sacó una bolsa de cuero metida en su cinturón. Ella la arrojó hacia Matthew. —Esto debería salvarte de haber perdido al otro tan mal. Matt abrió la bolsa y un agudo silbido pasado a través de sus dientes frontales. —¿De qué está hecho?

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—Cornamenta de ciervo. ¿Ves cómo se agudiza en medio de la hoja, luego sale por la otra parte sin tocar por lo que actúa como un mango curvo? No va a durar tanto como una hoja de metal, pero es igual de fuerte como tu otro cuchillo, así que no vayas cortándote los dedos. Déjeme saber si se te astilla y yo te mostraré cómo tallarlo. —La cena está lista. Vayan a lavarse —dijo Sarah. Observando los tres salir al exterior, con Devlin agachándose para recoger Hannah en sus brazos, Sarah sintió una punzada de felicidad inexplicable. No sabía por qué ella experimentaba una sensación reconfortante alrededor de Devlin, ni podía explicar el calor que envolvía su cuerpo cuando los dedos de Devlin habían rozado el cuello al atar la pieza de joyería. Una vez más, Sarah tocó la piedra lisa alrededor de su cuello. Por el momento, decidió no cuestionar nada de eso. No podía explicarlo, pero ella no quería estropearlo.

*****

Devlin se sentó afuera en la oscuridad, la silla inclinada hacia atrás sobre las dos piernas contra la cabaña, cuando Sarah se fue. —Creo que nos merecemos esto, ¿no? —Sarah preguntó mientras sostenía dos tazas de Devlin, que vierte de una botella de Kentucky bourbon. —Sí, señora —Dev se sentó inmediatamente. Sarah se sentó en una silla al lado de Devlin y tomó un sorbo de whisky suave. Apoyando su espalda contra la cabina, cerró los ojos y dejar que el lavado de la noche cálida brisa sobre ella. Devlin disfrutó del espectáculo inmensamente. A ella le gustaban los momentos en que podía mirar a Sarah sin tener que echar miradas por el rabillo del ojo. Ella decidió romper su silencio. —Significó mucho para esas personas lo de hoy, la amabilidad que les mostraste. Ellos nunca olvidan. 59

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Devlin se preguntó si debía decirle a Sarah de lo que Kontonalah le había dicho al clan Thunderbird sobre lo que creía respecto de lo que Sarah había dicho. El viejo buitre estaba refrenándome, aunque... pude sentirlo mirándome hoy, sólo Dios sabe lo que él piensa sobre qué realmente está sucediendo aquí18. —Espero que no me vayan a olvidar. Yo sin duda nunca los olvidaré a ellos. ¿Sabes dónde viven? ¿Crees que alguna vez podría reunirme con alguna de las mujeres? — Sarah preguntó con un toque de emoción. —Sí, lo sé, y tal vez —dijo Devlin con una media sonrisa misteriosa. —Señorita Brown... Devlin cerró los ojos. Ella sabía lo que venía. Sólo esperaba que no fuera tan pronto. ¿Podía hacer otra cosa que decir la verdad? Devlin se sintió como si no le debiera nada menos a Sarah. Gran espíritu, sé que no hablo contigo mucho, pero por favor, ten corazón. He estado tratando, ¿no? —¿Cómo aprendiste a hablar la lengua Choctaw? Aun así Devlin esperó, sintiendo como si la pregunta inevitable llegaría. —Viví con ellos hace mucho tiempo —Ella miró a Sarah y sabía que no iba a salirse con respuestas de una sola línea. Sarah se volvió en su asiento, metiendo sus piernas debajo de ella y cubriendo un brazo sobre el respaldo de la silla en preparación para el resto de la historia. Ella devolvió su mirada al rostro de Devlin firmemente, en silencio pidiendo a Devlin que continuase. Devlin se aclaró la garganta, con sus ojos mirando hacia la oscuridad. —Fue... tal vez veinte años atrás ya. Estaba bastante herida. Se sorprendido haciendo el tipo de cosas que por lo general hace una chica imprudente y salvaje asesina —¡Oh, por el amor de Dios, dile que estabas fuera de la ley!— Sólo trece años tenía, pero ya me había unido a un mal grupo. Estaba disparado y tenía más huesos rotos de los que podía contar, pensé que seguramente estaría muerta. No me acuerdo demasiado incluso de lo

18 Ídem. 60

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que me dieron allí, pero cuando volví en mí, alguien estaba cuidándome. Ellos nunca pidieron nada a cambio, sólo vieron a una niña que necesitaba ayuda. »Me quedé con ellos durante mucho tiempo después de que me curé. Algo así como que me crié allí. Una parte de mí quería ser como ellos, del tipo de personas que eran. El único problema era en ese entonces, que había una parte de mí que no podía dejar de lado todo el odio. Así que después de unos diez años, me fui. —¿Diez años? No me extraña que hablaras la lengua tan bien. ¿Crees que podrías enseñarme, así que puedo hablar por mí misma? —Si así lo desea —Vamos Sarah, ¿eso es todo? ¿No quieres hacer la pregunta que todos hacen? ¿No quieres saber a cuántas personas he matado... las cosas horribles y crueles que he hecho? ¿No quieres preguntarme si todo eso es verdad? —Escuché que ellos utilizaban el nombre de Halcón Rojo. ¿Es así como la llaman? —Sí —Devlin no podía soportar la espera—. Señora Tolliver, ¿no ha escuchado alguna vez alguna de las historias sobre mí? —Devlin contuvo el aliento. —Bueno, Dios... —Sara se rió—. ¡Creo que he oído todas las historias sobre ti! Devlin la miró con asombro. —¿No tiene miedo? ¿Miedo de tenerme cerca de sus hijos, durmiendo justo afuera de su casa? Sarah apoyó la cabeza en la palma de su mano. —Yo no conozco a la mujer que pareces pensar que debería asustarme —Sarah hizo una pausa para tomar un sorbo de su bebida—. ¿Sabes qué clase de mujer era yo, señorita Brown? Devlin negó con la cabeza. —Yo era una niña mimada que alguien debería haberle puesto una mano antes de que se me permitiera hacer daño a tanta gente. Mi madre murió cuando yo tenía un año de edad y me convertí en una belleza sureña que terminó siendo todo lo que pedí porque mi padre no podía decirme que no a mí. He utilizado el chantaje emocional para que mi padre me enseñara cómo disparar, cabalgar y atender el ganado. Puse fin a cualquier posibilidad 61

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que he tenido en la búsqueda de un marido. Era tan egoísta que le negué a mi padre una oportunidad en el amor y la felicidad, porque no quería tener que competir con cualquier mujer de sus afectos. Pensé que era suficiente que tuviera una hermana con la que compartir su amor. »Él murió en la guerra, sin saber cuánto realmente lo admiraba, respetaba y amaba. Yo era inteligente y lo sabía. Tenía una lengua afilada y un temperamento más nítido, y he usado eso en cada oportunidad que tuve. Me casé con un hombre que sabía que nunca amaría. Yo lo usé para cumplir mi propio sueño de ir al Oeste —Sarah se detuvo mientras las lágrimas llenaron sus ojos. »Ya ve, no creo que le hubiera gustado que la mujer que yo era en ese entonces, y creo que no me hubiera gustado la mujer que fue demasiado. Así que cuando oiga que alguien está hablando de nuestros pasados, se lo haré saber y podremos ambas colocarnos en la fila —terminó con una sonrisa triste, dando otro gran trago de la bebida en la mano. Devlin no podía soportar ver a la mujer infeliz; sus lágrimas le rompían el corazón. Cuando Devlin miró a Sarah, ella vio una lágrima rodando por su mejilla y sin pensarlo se apresuró a quitarla. Sarah tomó la mano de Devlin y la sostuvo en su regazo, ya que ambas mujeres lucharon para encontrar el aire necesario para continuar. —No sé cómo la otra mujer que solía ser, pero me gusta la mujer que eres ahora — susurró Devlin. —Y me gusta la mujer que eres. Me gustaría pensar en ti como algo más que alguien que trabaja aquí. Me gustaría pensar en usted como... bueno, como mi amiga —dijo Sarah, dándole a la mano de Devlin un apretón. Devlin le ofreció una sonrisa de medio lado. —Me gustaría eso, también —Oh, Sarah, te quiero como mi amiga, pero quiero mucho más que eso. Nunca voy a traicionar su confianza sin embargo. Si la amistad es todo lo que estás ofreciendo, yo la atesoraré por el resto de mi vida. —Mira, una estrella fugaz. Rápido, pide un deseo —dijo ella con entusiasmo infantil y un brillo en sus ojos. Dev cerró los ojos. Ya ha hecho realidad, mi amiga. Ya ha hecho realidad.

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*****

Capítulo V

Devlin trabajaba duramente en el “Doble Deuce”, tomando en serio su trabajo. Ella y Sarah finalmente formaron una relación de trabajo tolerante. Sarah trataba de cumplir con la regla número uno, lo que le permitía a Devlin hacer su trabajo sin lugar a dudas, y Devlin intentaba no molestar cuando Sarah se olvidaba de la regla número uno. Devlin cabalgó sobre todo lejos de un día a casi el borde de la tierra del “Doble Deuce”. Se había producido una división en el rebaño que había pastoreado en la cresta ahora. No todo el mundo se habría dado cuenta, pero para el ojo entrenado de Devlin, estaban cortos de por lo menos de veinte cabezas de ganado. Siguió las indicaciones hasta encontrar lo que ella esperaba. ¡Fuego infernal! Devlin maldijo para sus adentros, mirando hacia abajo en el valle. Un pequeño rebaño de vacas había sido acorralado, sin vigilancia. Se quitó la chaqueta exterior y la metió bajo la silla detrás de ella. Tirando de ambas pistolas de su funda, procedió a revisar cada una, asegurándose a sí misma de tener carga completa. Montando con el rebaño, empujó a una de las grandes vacas en el trasero, haciendo que el animal gire su cadera marca hacia Devlin. La marca se sintió demasiado levantó, una indicación de que el animal había sido doblemente marcado. También era la marca de una letra Z doble. La marca que Sarah utilizaba, el número dos, estrechamente solapado por otro número dos, obviamente había sido hábilmente recubierta por esta marca nueva. Dev empezó a mover las vacas cuando escuchó una voz detrás de ella. —¿Qué diablos piensas que estás haciendo con esa manada? Devlin giró su caballo para encontrarse a sí misma unos cuatro metros de distancia del vaquero canoso que había perdido cinco dólares con Hank porque apostó contra el 63

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regreso de Devlin en la tormenta de nieve. Justo a su derecha estaba el joven que ella había expulsado de su litera de la noche de la tormenta de nieve, sentado a horcajadas sobre su yegua mirando alrededor con nerviosismo. —Estas vacas pertenecen al “Doble Deuce” y ahí es donde van Miró a los dos hombres, viendo sus ojos y lenguaje corporal. —Sería mejor si te metes en tus propios asuntos. No queremos problemas contigo, Brown —dijo el joven, con la voz ligeramente quebrada. —Cabalgo para el “Doble Deuce”. Eso hace estas vacas mi asunto. Muchacho, ¿realmente estás pensando lo que estás haciendo aquí? —Yo puedo cuidar de mí mismo. —Mira, no quiero matarte y aún menos quiero un muerto. ¿Por qué no lo dejamos en que fue un error y vamos por caminos separados? Devlin tenía el ala de su sombrero hacia abajo. Podía ver las reacciones en los ojos de los hombres a través de este, pero la sombra del sombrero cubría sus ojos azules. Durante unos segundos, se miraron el uno al otro de esa forma, pero Dev sabían que no serían capaces de dejarlo ir. ¡Hombres! Ellos siempre pensaban que si ellos eran más, serían capaces de matarla. Sólo quería decir una cosa para Devlin... más cadáveres. Fue una pequeña sacudida, pero Devlin lo vio. El hombre mayor miró algo sólo por encima del hombro izquierdo de Dev. Devlin lo oyó entonces, suave como un susurro. Era una pezuña de caballo en la tierra. Ella no tenía el lujo de esperar a que los hombres delante diesen el primer paso. Con cuidado y sin llamar la atención, Devlin deslizó su pie izquierdo fuera del estribo y empujó el estribo derecho hacia adelante hasta que sólo la bola de su pie descansaba allí. Incluso por encima del sonido del ganado, oyó el débil chasquido de metal detrás de ella. Con un movimiento rápido, Devlin lanzó su cuerpo sobre el lado de su caballo. En el aire, sacó dos armas de su cartuchera e hizo una llamarada de fuego sobre los dos hombres delante de ella. Haciéndose una bola tan pronto como ella cayó al suelo, rodó dos veces, empujándose hasta estar de cuclillas detrás de una vaca. Levantó la vista y vio a los dos

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hombres a los que se habían enfrentado muertos en el suelo. La silla del tercer hombre estaba vacía, pero no había ningún cuerpo para dar cuenta de su paradero. Fuego infernal, maldijo de nuevo, volviendo a cargar su arma. Empezaba a oscurecer, y ella apenas podía ver nada, mucho menos un hombre que venía hacia ella. Una explosión sonó y pudo sentir el golpe de aire, con una bala pasando muy cerca de su cabeza. Devlin vio el fuego de una explosión en la oscuridad y trató de ir hacia él por el camino largo. Las vacas y los caballos se movían contra ella en la oscuridad. Vio la sombra demasiado tarde. Un intercambio fuerte sonó en sus oídos como el hombre disparó su arma y Devlin sintió un perno al rojo vivo de un disparo doloroso a través de su abdomen. Ella fue incapaz de mantener sus rodillas erguidas con el dolor y se desplomó en el suelo. El cerebro de Devlin le dijo que se levantara, pero su cuerpo no podía cooperar. Yacía boca abajo en el suelo, intentándolo todavía, con su corazón golpeando rápidamente con sus latidos. Oyó al hombre venir por detrás de ella, inclinándose para tirar de su cuerpo caído. Ella llevó su rodilla con fuerza hacia la cara del hombre como él la dio la vuelta, gritando por el dolor en sus entrañas que la acción provocó. Él cayó al suelo, con las manos cubriendo su nariz rota y la sangre derramándose entre sus dedos. Al arrastrar su cuerpo hacia arriba, Devlin le dio la vuelta y apretó el gatillo en el estómago del hombre. Ella se puso en pie, silbando por Alto. El caballo se acercó al lado de la mujer y se detuvo. Dev puso la mano en su costado, presionándola para verla cubierta de sangre. "¡Mierda!" Ella trató de dar un paso adelante y se dejó caer sobre una rodilla. Empujándose a sí misma al mismo tiempo que tiraba del estribo de Alto, ella fue capaz de pararse de nuevo. El hombre detrás la alcanzó como ella hizo un esfuerzo supremo para montar la enorme yegua. —Pensé que te maté —él se quejó. —Ese fue tu segundo error —hizo una mueca de dolor cuando ella cayó en la silla de montar. —¿Y cuál fue el primer error?

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—Joder conmigo en primer lugar —ella gimió, con la cabeza inclinada sobre el cuello de la yegua pálida. Su sarcasmo se perdió como el hombre cayó. Él ya estaba muerto.

******

Sarah había comenzado a preocuparse cada vez más. Para esos momentos ella estaba francamente asustada, pero trataba de no demostrarlo delante de Hannah y Matthew. Devlin no había vuelto al rancho la noche anterior. Eso ocurría cuando arrieros estaban fuera de rango, pero cuando empezó a oscurecerse de nuevo esa noche, su preocupación se convirtió en terror. Sarah se puso de pie en medio de la cabaña, vestida con una camisa y unos pantalones, poniéndose una chaqueta pesada. Matthew ensilló a Telémaco, el semental de carreras negro que Sarah había preparado por sí misma. —¡Mamá! —Matthew gritó desde el corral. Sarah corrió a donde su hijo estaba y siguió su mirada hacia la creciente oscuridad. Parecía un caballo, pero no podía decirlo de esa distancia. El muchacho llevaba las riendas como su madre rápidamente se detuvo en la silla de montar. Sarah empujó al caballo negro bruscamente delante de la gran yegua. Devlin apenas colgaba por la cabeza de la silla del Alto, y cuando el caballo se sacudió en una parada, Devlin se deslizó del lomo de la yegua. Saltando de su propia montura, Sarah medio atrapó, medio sintió a Devlin caer sobre ella. El rostro de Devlin eran círculos pálidos de color oscuro en la piel debajo de sus ojos, y ella gimió de dolor cuando su lado fue presionado contra el cuerpo de Sarah. Sarah observó la camisa de Devlin empapada en sangre. —¡Matt! —Sarah gritó—. Trae el carro. ¡Ahora! Sarah acunó a Devlin en sus brazos, con impaciencia esperando el sonido de las ruedas de la carreta.

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—Oh, Dios, Devlin... ¿qué te ha sucedido? Devlin recuperó la conciencia como Sarah y Matthew arrastraron su cuerpo inerte en la cabaña. Sarah echó una manta sobre la larga mesa de la cocina y descendió su espalda hasta que el largo cuerpo yacía encima de la mesa. Sin contemplaciones, Sarah comenzó a rasgar la camisa de Devlin para abrirla, tirando hacia arriba de la ropa interior de algodón. Ella empapó un paño en un cubo de agua que Matt le había traído, enjugando lo peor del sangrado para que pudiera conseguir una mirada decente en la herida. A Devlin le costaba con cada respiración. Apretó los dientes y gruñó cuando Sarah apretó su lado. —Matthew… —Sarah volvió y abrió el cajón superior de una gran oficina. Levantó la tapa de una caja de madera de roble resistido y sacó media docena de instrumentos palas afiladas—. Toma el pequeño frasco, cocínalo y frótalo con jabón de lejía, coloca agua limpia en el mismo y ponlo a hervir. Deja estos instrumentos en el agua hirviendo durante cinco minutos. Sarah se trasladó a la repisa de la chimenea y tiró hacia abajo el reloj de bolsillo de su padre. —Usa el reloj de tu abuelo y podrás saber cuándo son los cinco minutos. Después de ese tiempo, sácalos y tráemelos. Ten cuidado, no los toques con las manos una vez que están limpios y no te quemes. A continuación, pon el agua dulce a hervir, toma este paño y rómpelo en tiras así de amplias —ella hizo un gesto con las manos—. Hiérvelo durante unos minutos. Entonces ven y pon las tiras para secar en el estante junto a la chimenea. ¿Podrás hacer todo eso? —Sí, señora. ¿Ella va a estar bien? —Si tengo algo que decir al respecto, ella lo hará —dijo Sarah con confianza, poniendo una mano en su mejilla. Hannah se asomó por la escalera que conducía a la buhardilla donde ella y Matthew dormían. Sarah volvió a entrar en su habitación para conseguir un último elemento necesario. Devlin espió a Hannah, volviendo la cabeza hacia la exclamación de sorpresa de la niña.

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—¿Estás herida, Dev? —preguntó Hannah. —Sí —susurró—. Pero todo va a estar bien, princesa. Cuando Sarah regresó, Hannah sostenía la mano de Devlin. Devlin le susurraba pequeñas garantías que ella estaría alrededor por la mañana. Sarah recogió a la niña para llevarla al piso de arriba. —Pero quiero el beso de Devlin de las buenas noches —la joven se lamentó. Devlin miró a la niña con una sonrisa de medio lado y torció el dedo hacia Sarah, señalando hacia sí misma. Hannah se inclinó de los brazos de su madre y le dio un beso en la mejilla sucia de Devlin. Sarah depositó a la niña al pie de las escaleras. —Hannah, quiero que seas una niña grande, vayas arriba y te metas en la cama. No quiero que vengas aquí esta noche, no importa lo que escuches. ¿Entendido? La muchacha asintió. —Y, Hannah... nunca me has desobedecido y no lo harás ahora, ¿verdad? —No, mamá —la chica dijo en serio, subiendo las escaleras. Devlin sopló con fuerza contra el dolor, los ojos cerrados. Sarah empujó el flequillo humedecido de la frente de Devlin. La mujer herida abrió los ojos y miró al rostro angelical, los ojos verdes mirando fijamente los suyos. —Supongo que me dispararon -ella sonrió. —Supongo que lo hicieron —dijo Sarah con preocupación—. ¿Qué pasó? —Cuatreros. Debería ver a los otros chicos, sin embargo —Devlin sonrió tanto como pudo, teniendo en cuenta las circunstancias. —¿Qué pasó con ellos? —preguntó Sarah, con miedo por la respuesta. —Muertos —Devlin cerró los ojos una vez más—. Sarah, tiene que tener cuidado. Los cuatreros fueron contratados desde el rancho de su tío. Mantenga los ojos abiertos y los Winchester cargados. Envíe al niño a la casa del señor Winston por la mañana, digale lo que pasó. Si algo me pasa a mí… 68

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—¡Nada de eso va a suceder! —Sarah se armó de valor para enfocarse en lo que tenía que hacer—. Todavía esta esa bala en su lado. Lo que es peor, que ya ha comenzado a desarrollarse una infección. Su piel se siente como si estuviera en llamas justo aquí. Ella colocó su mano fría sobre la piel se calienta por encima de la cadera de Devlin. —Eso significa que tienes un absceso comenzando debajo de la piel. Tenemos que conseguir que esa bala fuera de ti, Dev. Mi padre me enseñó mucho. Él era muy bueno en lo que hacía para ganarse la vida. Los ojos de Devlin se abrieron rápidamente. —¿Qué es lo que hacía su padre para ganarse la vida? Matthew trajo en los instrumentos hervidos envueltos en una toalla, y Sarah se frotó las manos con jabón antes de tomarlos. Ella puso los instrumentos sobre la mesa al lado de la mujer en decúbito prono. —Él era un médico. Devlin echó un vistazo a los instrumentos, sus hojas refulgiendo brillantemente en la luz de la cabaña y luego volvió a mirar a Sarah, luego hacia abajo a los instrumentos de nuevo. —¡No, no, no, no! Devlin se intentó levantar a sí misma fuera de la mesa, pero en su condición debilitada, Sarah fácilmente la sujetó. —Mira —dijo Devlin en estado de pánico—. He cabalgado cosas peores que esto antes. Puedo hacerlo de nuevo. —Devlin, vas a morir de la infección y punto —Sarah tomó de la barbilla de Devlin, disponiendo los ojos azules hacia los suyos—. ¡Wanta knoya et too may! —le dijo ella con enojo, perdiendo los estribos. Los ojos de Devlin se estrecharon cuando Sarah dijo las palabras que había usado con el valiente: “Tu orgullo te matará algún día”.

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Sarah se inclinó sobre la mujer herida, acarició su mejilla y frente, con las lágrimas llenando sus ojos. —No quiero perderte, Dev. Necesito que confíes en mí —susurró Sarah. Devlin lentamente cerró los ojos y asintió con la cabeza a la joven que había llegado a significar tanto en su vida. Sarah sacó el corcho de la botella que había recuperado de su habitación y después de ayudar a Devlin para apoyarse en un codo, ella se la dio. —Bebe —Sarah ordenó. —¿Qué es? ¡Llamas infernales! Huele a queroseno. —Sabe a eso también. Sólo bebe. Sarah ordenó mientras se quitaba la chaqueta y enrolló las mangas de su camisa. —¡Por Dios, mujer! ¿Qué es esto? —Devlin gritó, sintiendo su primer trago a quemar hasta el fondo de su garganta. —De donde yo vengo, se llama “brillo”. La gente fuera de Kentucky lo llama “luz de luna”. Vas a estar borracha muy rápido o limpiará el óxido de todos tus instrumentos. Tres tragos y estarás golpeándote el culo, así que cuidado con la bebida. Sarah comenzaron a quitar las prendas de Devlin. Es una buena cosa que estoy tan malditamente asustada en este momento porque yo no quiero ni saber por qué la visión de Devlin, desnuda de la cintura para arriba, me está afectando de esta manera. Devlin no tenía inhibiciones acerca de su cuerpo y continuó bebiendo el licor poderoso, como Sarah le quitó la ropa. Matthew entró y colocó los vendajes limpios junto a la chimenea para secar, bajando la cabeza ante la vista. Sarah se acercó a su hijo y se limpió las manos con agua y jabón. —Voy a necesitar tu ayuda, pero voy a necesitar también que actúes como un adulto y un caballero. ¿Entiendes? —La vista de la fuerte, hermosa mujer había producido una reacción poderosa en Sarah, por lo que sólo podía adivinar lo que debía estarle haciendo a su hijo—. Te necesito para tratar de sujetarla cuando tomo la bala. ¿Crees que puedes manejar eso? 70

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—Sí, señora —Matt tragó como madre e hijo se volvieron hacia Devlin. Media botella de licor potente estaba dentro de la mujer sobre su vientre. Matt se colocó en el lado derecho de Devlin. Fiel a su palabra, se quedó mirando hacia el frente. Devlin sentía muy poco para entonces, el licor de haber ido directamente a su cabeza. Se dio la vuelta para mirar a Sarah, observando por encima de la mesa en la figura de Sarah, las curvas de su parte inferior se abrazaban con fuerza por los pantalones. —Te ves distinta —Devlin dijo arrastrando las palabras, mirando de reojo a Sarah y todavía aferrada a la botella de alcohol ilegal. —Dame eso —Sarah entornó los ojos a la mujer ahora ebria. La primera incisión fue bien, Devlin apenas se inmutó por el dolor. Sarah sondeó la zona con los dedos y Devlin casi saltó de la mesa. Ella jadeó con fuerza y Matthew se frotó un ojo que, momentos antes, habían entrado en contacto con el puño de Devlin. Sarah tomó una larga serie de pinzas y una sonda muy fina. Su hijo vio lo que ella venía y volvió la cabeza, casi colocando todo su cuerpo a través del lado derecho de Devlin. —Esto va a doler como el infierno, Dev. —Hazlo —Devlin gimió, armándose de valor contra el dolor. Sarah sintió la bala a unos cinco centímetros de profundidad. Ella trató de trabajar con rapidez, por la mujer herida y el chico tratando de mantener apretada a la mujer de metro ochenta, así los segundos se volvían interminables. Las manos de Sarah eran seguras, incluso con los tirones y los sacudones, ella sacó el metal liberándolo del cuerpo de Devlin justo antes de Devlin estuviera convencida de que su mandíbula se rompería por la tensión de moler los dientes con tanta fuerza. El pecho de Devlin se liberó y tomó grandes bocanadas de aire, tratando desesperadamente de luchar ante la sensación de náuseas. Su cabeza estaba mareada, tenía una sensación de picadura como Sarah limpió la herida de cualquier infección restante. Para el momento en el que Sarah cosió la herida para cerrarla, el mundo de Devlin no sólo giraba frenéticamente, sino apenas sentía nada en absoluto. Sarah trabajó para envolver vendas limpias alrededor de la herida. Junto con su hijo, se las arreglaron para conseguir Devlin sobre la cama de Sarah. 71

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—Matt, calienta un par de cubos de agua para mí, luego llévalos a la cama, ¿de acuerdo? —dijo Sarah con cansancio—. Fuiste una gran ayuda esta noche. No podría haberlo hecho esto sin ti, hijo. Matthew sonrió cansadamente a su madre y rápidamente fue para suministrarle agua caliente. Cuando se fue por el agua solicitada, Sarah se sentó a solas con una Devlin inconsciente. Quitó la ropa de la mujer, usando agua y jabón para limpiar el barro y la sangre del cuerpo de Devlin. Lavó el cabello de la mujer lo mejor que pudo y le cambió la ropa sobre la cama. Tirando el edredón suave hasta los hombros de Devlin, Sarah pasó tiernamente los dedos por el cabello todavía húmedo antes de alejarse. Sarah estaba cansada hasta los huesos, más que temerosa y la tensión esta vez le daba una necesidad real de descansar. Ella sólo se había quitado la camisa, estaba vestida sólo con su camisola de algodón cuando oyó un gemido de la cama. Devlin se movió y sus ojos se abrieron, pero parecía incapaz de concentrarse. Sarah se acercó y se sentó en el borde de la cama. —¿Devlin? ¿Dev? —preguntó Sarah. Devlin encontró su voz, captando la visión emocionante ante ella. —¡Te ves muy distinta! —ella miró de reojo a Sarah. —Y tú te ves borracha —Sara se rió en voz baja. —Oh, no —dijo Devlin arrastrando las palabras— Si yo estuviera borracha, ¿podría hacer esto? Antes de que Sarah tuviera la oportunidad de reaccionar, la mano de Devlin se disparó a la parte baja de su espalda, presionando a Sarah hacia abajo contra el pecho de Devlin. La boca de Devlin tomó posesión de la de Sarah antes de que tuviera la oportunidad de protestar. Al principio, Sarah estaba conmocionada y sorprendida. Sintió los labios de Devlin por su cuenta, las manos fuertes pasando a acariciar su cara, entonces la lengua de Devlin rozó ligeramente contra los labios que comenzaron a moverse involuntariamente en respuesta a la pasión de ella.

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Los brazos de Devlin rodearon nuevamente a Sarah. Sarah sabía que tenía que dejar de hacer lo que estaba haciendo, pero cuando el calor de la lengua de Devlin entró en su boca, ella se perdió por completo a las sensaciones físicas. No sólo permitió que el beso suceda, de alguna manera se convirtió en una participante dispuesta. La boca de Devlin encontró su camino al lóbulo de la oreja, aspirando la tierna carne. —Oh, Dios, mujer, te deseo —Devlin gimió. Había pasado tanto tiempo desde que Sarah había experimentado intimidad física con cualquiera que su cuerpo la traicionó con un torrente de necesidades y deseos físicos, todos ellos repentinamente se reunieron en la mujer que ahora sostenía a Sarah en sus brazos. La mano de Devlin presionó firmemente contra el pecho de Sarah, su pulgar acariciando el pezón en un punto endurecido. Devlin tomó a la joven en otro beso vertiginoso, quitando su mano del pecho de Sarah. Devlin tiró la manta hacia abajo, justo a la parte superior de los rizos oscuros entre sus piernas. Agarrando la pequeña mano de Sarah en la suya, Devlin colocó la mano de la joven sobre su propio pecho. Pasando a lo largo de su torso hasta que los dedos de Sarah rozaron ligeramente debajo del vello debajo del abdomen de Devlin, entonces Devlin sacó la mano de Sarah de nuevo a su pecho. Ella amasó la mano debajo de la suya, presionando los dedos de Sarah contra un pezón ya endurecido y erecto de deseo. Los movimientos de Devlin se detuvieron repentinamente, tan rápidamente como comenzaron, con el brazo golpeando la cama con un golpe. La mujer ebria perdió el conocimiento, dejando la figura jadeante de Sarah algo aliviada, pero muy frustrada. Sarah se deslizó de la cama al suelo, con la cabeza entre las manos. —¡Buen, Dios! —gimió.

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HASTA AQUÍ LLEGA LA PARTE 1 EN EL UBER ORIGINAL. 73

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SEP. CONTINUARÁ. (A las detractoras de mis entregas por partes… Bite Me! Si yo lo hago tan mal, no lean y a las que me borran los descargos se merecen leer Radclyffe eternamente) 21 de octubre de 2015

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