Feyerabend - La Ciencia Una Sociedad Libre

April 25, 2017 | Author: RIOFA | Category: N/A
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LA CIEN'CIA EN UNA SO'CIED,AD LIBRE

))(() siglo xxi editores, s.a. de c.v. CERRO DELAGUA248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MÉXICO, D.F.

siglo xxi editores argentina, s.a. TUCUMÁN 1621, 7 N, Cl OSOAAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA

por

P.AUL FEYERABEND

))((] siglo veintiuno editores

primera edición en español, 1982 © siglo xxi de españa editores, s.a. tercera edición en español, 1998 ©siglo xxi editores, s.a de c.v. isbn 968-23-1472-0 primera edición en inglés, 1978 ©nlb tí tul o original: science in a free society derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico / printed and made in mexico

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Prefacio

1

PRIMERA PARTE

RAZON ·y PRACTICA l. 2. 3. 4.

A vueltas c;on el Tratatfo contra .el método Razón y práctica Acerca de la crítica cosmológica de los cri~erios cTodo vale• 5. • La «revolución copemicanai. 6. Aristóteles no ha muerto 7. Ii;iconmcnsurabilidad

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SEC;;UNDA PARTR

LA CIENCIA EN UNA SOCIEDAD LIBRE l. Dos pre8untas 2. El predominio de la ciencia, una amena2:~ para la democracia 3. El ~pectro del rél,ativismo 4. ~ juicio democrático rechaza la , e Verdad• y la opinión de los expertos . 5. La opinión de los expertos es a menudo interesada y poco fiable y i-cq~icrc un control exterior · 6. El extraño caso de la astrología 7. El hombre de la calle puede y debe sµper>. El argumento que para un obse!Vadpr es propaganda, para otro es la esencia del discurso humano. v. Hemos visto ya cómo lós individuos o grupas que participan en la interaC:dón de las tradiciones pueden adoptar un~ filosofía pragmática a la horá de juzgar los acontecimientos y las estructuras que se presenten. Los principios de su filosofía a menudo sólo surgen durante la interacci6n (la gente cambia mientras · observa. el ~ainbfo o participa en él, pudiendo cambiar al mismo tienipo las tradiciones que utilizan). Esto significa que al iuzgar un proceso

histórico se puede emplear una práctica 4ún indeterminada e indeterminable. Los juicios y la.s acciones pueden basarse en criterios que no pueden ser determinados por adelantado, sino que son introducidos por lós propios juicios (acciones) que se supone van a guiar; e incluso se puede" actuar sin ningún criterio, siguiendo sencillamente una inclinación natural. El feroz guerrero que cura a su enemigo herido en lugar de rematarlo no tiene ni idea de por qué actúa así y da uná explicación . completamente errónea de sus razones. Sin embargo, su acción inaugura l,lna época de colaboración y competencia pacífica en lugar de la época de host~idad .perma-

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Paul Feyerabend

nente y de este modo crea una tradición de comercio entre distintas naciones. Por consiguiente, .la pregunta: «¿cómo decidir el camino a seguir?», «¿cómo saber lo que a uno le agrada y lo qüe son términos auxiliares ideados para poner algo de ordén en nuestras experiencias. Son como los operadores en matemáticas o las conectivas en lógica: relacionan afirmaciones sobre los datos de los sentidos, no se refieren a cosas distintas de éstos. Los filósofos realistas aCtuales no ven así las cosas. Para ellos, la interpretación de las teorías puede decidirse sobre la base de la ·mera metódología y con independencia de la investigación científica. No es de extrañar que su idea de lo que es la realidad y la de los científicos apenas tengan alg~ en común 23 •

4.

«TODO VALE»

Una de las formas de criticar los criterios consiste en realizar una investigación en la que sean violadós (tal y como se explica en la sección 3 ). Al evaluar la investigación podemos participar en una práctica todavía indeteri:ninada e indeterminable (tal Y' cotilo se explica en la tesis v de la sección 2). Conclusión: en las ciencias (y, si vamos a eso, en cualquier campo) uria investigación interesante .conduce a menudo a una impredecible revisión de criterios, aunque ésta pueda no ser la intención. Al basar nuestro ¡uicio en los eriierio$ :ia Se encontrarán más detalles en el capítulo 5 de mi Der Wissenrchaftstheoretische Realismus und die Autoritiit der Wissenschaften, Wiesbaden, 1978.

Raz6n

y pr&ciica

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po~emos decir sobre esa investigación es, por timtp: todo vále. Obsérvese el contexto de la afirmación. «Todo vale» no es el primer y único «principio» de una nueva metodología que .yo recomiendo. Es la única forma en que aquéllos que confían ·plenamente en los criterios universales y desean comprender la. histoi-ia en función de éstos pueden describir mi explicación 'de las tradiciones y las prácticas de investigación (tal y como aparece en las secciones 2 y 3 ). Si esta explicación es correcta, entonces todo lo que un racionalista puede decir sobre la ciericia (y sobre cualquier otra actividad de interés) es: todo vale. Nadie niega que existan sectores de la ciencia que hayan adoptado algunas reglas y que nunca las hayan violado. Después de todo, una tradición puede remozarse por tnedio de enérgicos procedimientos 'de lavado de cerebro y, una vez remozada, contener principios estables. Pero lo que a mí me interesa señalar es que las tri:tdiciones r~mozadas no son demasiado frecuentes y que desapareceri en períodos revolucionarios. También sostengo que las tradiciones remozadas aceptan los criterfos sin examinarlos y que cualquier intento de hacerlo desetnbocárá de itimediato en la situació~1 del «todo vale» (tal y como se explicó en la sección 3 ). Tampoco se niega que quienes proponen el cambio puedan disponer de excelentes argumentos para cada uno de sus pasos 24 • Sin embargo, sus argutnentos serán argumentos dialécticos, conllevarán up.a racionalidad cambiante y no un conjunto fijo de criterio~ constituyendo. a menudo el primer paso hacia la introducción de esa racioilalidad. Este es, dicho sea de paso, el modo como procede el sensato ra2:onamientó del sentido común: puede partir de algunas reglas y sig'nificados y acabar en algo totalmente distinto. No es de extrañar que la mayor parte de los revolucionarios tengan evoluciones insólitas y frecuentemente se consideren a sí mismos como diletailtes 25 • Sorprende ver cómo los filósofos que una vez forjaron nuevas concepciones del mundo y nos ense.ñaron a analizar el status. quo se han convertido ahora eri sus siervos más obedientes: philo-

aceptados, lo único que

sophia ancilla scientiae. 24 Véase la secdón 9 de «Consolations for the specialist», en Lakatos y Musgrave, · qmíps., CriJidsm and the growth of kf'!owledge, Cambridge, 1970 [La critica y el desarrollo del conociinientd, Barcelona, Grijalbo, 1975]. 25 Bohr, Einstein y Bom se consideraban a s{ mismós diletantes y así lo dijeron a menudo.

42 5.

. Paul Feyerabend LA «REVOLUCION COPERNICANA»

En TCM me serví de Galileo para ilustrar los principios abstractos ·que acabo ~e explicar. Ahora bien, fa. «revolución copernicana» no sólo incluye a Galileo, sino que es un fenómeno muy complejo. Para comprenderlo hay que dividir el conocimiento de la época en compop.entes distintos y a veces claramente independientes, hay que analizar cómo reaccionaron los distintos grupos en distintas ocasiones ante cada uno de los componentes y cómo lentamente desarrollaron el proceso que hoy denominamos, bastante si...,nariamente, «revolución copernicana». Solamente este estudio punt~) por purito nos proporcionará una información sobre la razón y la práctica que no sea una mera repetición de nuestros ensueños .metodológicos. También es necesario determinar claramente qué es lo. que se quiere saber. Yo he elegido estas tres preguntas, que parecen ser de interés general: A) ¿Existen reglas y criterios que sean «racionales» en d sentido de que conc;uerden con algunos principios generales plausibles y hayan de ser observados en c:Ualquier circunstancia a lcis cuales obedezcan todos los buenós científicos cuando hacen buena ciencia y cuya adopción explique hechos como la Y no eran consideradas como objeciones. Otras parecían poner en cue;;ti6n el sistema aristotélico en su totalídad. A la hora de .hacer estas objeciones genéricas se manejaban interpretaciones de Aristóteles que tenían poco que ver con el propio autor, interpretaciones que entrelazaban todas sus afirmaciones, teorías y argumentos en un sistema que resultaba así d.ebilitado por cualquier dificultad. El para la precesi6n (con trepidaci6n) y p~ra el paralelismo d7l eje terr.estre. Tampoco tiene en cuenta el supuesto, fundamental en la física copern1cana, de que las partes de la Tierra participan de su movimiento aun cuandq est~n ~eparadas de ella. Este último supuesfo es una aplicaci6n directa de los .Prin" cipios aristotélicos del movimiento celeste a la Tierra, borrando· de este modo la distinci6n entre los elementos y los movimientos sublunares y supralunares. 4 7 Véase TCM, p. 82, nota 114. 48 Empleo esta manera tan simplificada de hablar siri por ello suponer que las partes de la controversia adoptaron una postura plat6nica o aristotélica en el sentido de estos autores y con pleno conocimiento de sus antecedentes intelectuales. 49 Me refiero ahora a la teoría original de Schr9dinger y no a la forma que adoptó cuando se fusion6 con la interpretáci6n de Copenhague.

Raz6n y prtlctiea

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peso asignado a la arnionfa O. a «Aristóteles» dependía, por tanto, de la actitud que se ·adoptara frente a estas dificultades y esta actitud dependía a su. vez de las expectativas que cada cual túviera acerca de su elimiriaci6n. Y, como quiera que estas expectativas variaban de un grupo a otro, to4o él argumento se inscribía firmemente en un trasfondo al que únicamente cabe llamar «.subjetivo»· 50. . De este r,nodo, Copérnlco, Rheticus y Maestlin -:--"as{ como también Kepler- considerara.n fundamental el atgumento de la armonía. Tycho lo meneionó, pero no lo aceptó aun cuando· parecía gustarle. Para él, las dificultades físicas y teol6gkas decidían la c~esti6n 51 • 'Los mieqibtos de la Escuela de Wittenberg que estudiaron con Cierto detalle a Copérhico no quedaron convencidos 52 • Muchos de ellos utilizat~n el esquema y las constantes copernicanas como punto
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