Fermentacion - August Strindberg
May 8, 2017 | Author: carlos | Category: N/A
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° de esta edición Montesinos Editor, SA 1986 C/. MaignOn, 26-‐08024 Barcelona Maqueta: Javier Aceytuno Cubierta: Julio Vivas ISBN: 84-‐7639-‐031-‐9 DepOsito Legal: B-‐43115-‐86 Imprime: Cronion, SA, Barcelona Impreso en Espana Printed in Spain Ninguna pane de esta publicaci6n, incluido el dise4o de !a cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitido en manera alguna ni por ningan media ya sea elactrico; mecanica óptica, de grabacian a de fotocopia, sin permiso previo del editor. August Strindberg escribe —en pocas semanas— y publica Fermentación en 1886. Como todo el mundo sabe, se trata de la continuación, o segunda parte, de El hijo de la sierva, donde se narraba la infancia de un tal Johan —en realidad, el propio Strindberg—, de quien ahora se cuenta primera juventud, dando así un paso mas en esta autobiografía camuflada que se completara con otros dos volúmenes. Por todo ello, no se rata de una novela tradicional, como podría parecer a simple vista. Strindberg se había alejado ya, en cierta manera, de los presupuestos estéticos de sus primeras obras y de su admiración por el naturalismo zoliano, y estaba a punto de sacar a la luz La señorita Julia, pero, al mismo tiempo, había ido desarrollando una pasión por un realismo critico y experimental. Su sueno —como añrma explícitamente en 'un capitulo de Fermentación— es la construcción de una literatura del fu-‐turo, quo ya no aborde la realidad —como en Zola— desde un punto de vista estrictamente de-‐ terminista, sino que intente zambullirse en motiva-‐ciones personales mas amplias. Por eso, Fermentación tiene un subtitulo —Historia de un alma—que sugiere cierta toma de postura frente a Zola y compañía: ya no se trata tanto de la influencia del medio y de la herencia, como de la evolución personal, el desarrollo anímico forjado por el pro-‐ 7 August Strindberg FERMENTACION Historia de un Alma Traducción de Ana Valdes y Carlos Losilla MONTESINOS
pio individuo, incluso enfrentándose a las circunstancias. Por medio de la reflexión, la energía y la voluntad el hombre -‐-‐Según Strindberg puede Superar las limitaciones de su entorno y de su situación y_ acceder a una personalidad propia. Esta es, en esencia, la doctrina» básica de toda esta singular autobiografía. Sin embargo, es en Fermentación donde aparece en su plenitud, hasta el punto de que resulta indispensable para entender el peculiar tono del libro. Esta novela autobiográñca se centra en el aprendizaje de un joven, en sus primeros contactos con la vida, en sus primeros espejismos románticos. Y la audacia de la nueva literatura de Strindberg consiste en narrar esta evo-‐lución, no por medio de consideraciones psicologuitas, sino a través de una especie de descuido formal y estructural que todo incluye todo: narraciones de anécdotas, virulentos y directísimos comen-‐tarios sociales, juicios literarios, experiencias propias e incluso una pequeña historia critica de la literatura danesa. El resultado no es ni una novela ni una autobiografía, sino algo extraño y desconcertante, pero extremadamente moderna: una especie de rompecabezas que el lector debe recomponer para conseguir el retrato de ese alma, que no es otra que la de Strindberg en sus añjos jóvenes. Con la apariencia de una novela (narración lineal, en tercera persona, relato de los avatares de un protagonista ñjo...) y la técnica de una auto-‐biografía (anécdotas, opiniones personales...), Fermentad& es ya un síntoma evidente de la descomposición de la narrativa clásica decimonónica y la apertura de una nueva vertiente del realismo tout court que pide a gritos una urgente revisión. Carlos Losilla 8 EN EL VESTIBULO (1867) El barco de vapor ya ha sobrepasado Flottsund y la Catedral: ya se divisan el Gustavianum y la catedral-‐ «Ahora empieza la verdadera batalla de piedras exclama uno de los compañeros, haciendo alusi6n a una expresión utilizada en las revueltas callejeras de 1864. ella de verdad!». La agradable sensación de bienestar que se siente tras el desayuno y el ponche se desvanece; se percibe que hay alga grave en el aire y que la lucha va a comenzar. No mas promesas de amistad eterna, no mas conñanza en el auxilio mutuo o la ayuda. La juventud ha despertado de la embriaguez romántica. Saber que se separaran al desembarcar. Nuevos intereses dividirán al rebaño que las aulas habían unido. La ñebre competitiva destruirá los lazos amistosos y se olvidara todo. «Las piedras van a entrar en acei6n». Johan alquilo, junto con su amigo Fritz, una habitación en Klostergranden. Tenia dos camas, dos mesas, dos sillas y un armario. Costaba treinta coronas por semestre, es decir, quince por cabeza. La mujer de la limpieza hacia la comida por dote coronas al mes, seis por cabeza. Por la mañana, y también por la tarde, tomaban un vaso de leche y comían 1. Ediñcios de la Universidad y de la Biblioteca de la Universidad de Uppsala, respectivarneme (N. de T.). 9 un trozo de pan con mantequilla. Eso era todo. Compraban la leche, en el mercado, a un campe-‐
sino que les vendía un hatillo por cuatro coronas. Y a Johan le enviaron desde su casa, como regalo; una bombona de queroseno, y le permitieron enviar su ropa a Estocolmo para que Ya lavaran. Tenia ochenta coronas en su cajón, y con esa suma debía afrontar todos los asuntos del semestre. La sociedad en la que Johan iba a introducirse poseía algo distintivo, particular, que la hacia diferente a cualquier otra. Gozaba de privilegios, como la vieja «Orden de la Nobleza», y tenia jurisdicci6n propia. Pero era una ciudad pequeña. Olía a campo. Todos los profesores eran de origen campesino, ni uno solo era de Estocolmo. Las casas y las calles eran como las de NykOping. IY era aquí donde ha-‐ bian situado el cuartel general de la cultura, por in-‐competencia de los gobernantes, que estaban ñrmemente convencidos de que las ciudades eran los grandes centros culturales! Ellos eran estudiantes, como tales constituían la clase Ciudad, donde los burgueses eran despectivamente de morralla estudiantes estaban aún al margen .Y por encima de la ley burguesa. Romper ventanas, forzar cerraduras, ' zurrar a la policía, armar alboroto en las calles, atentar contra la propiedad ajena, todo les estaba permitido, porque nada era castigado. En el peor de los casos, el castigo consistía en un sermón, ya que la vieja cárcel del castillo no se utilizaba. Incluso hacían el servicio militar con un uniforme especial, entre estudiantes, con toda clase de privilegios. Así, pues, eran educados, sistemáticamente para que llegaran a Ser aristócratas y para constituir una nueva nobleza, cuando la nobleza ya no existiera. Lo que era delito para la morralla era un juego, una broma. Además, el espíritu corporativo de los estudiantes se había desorbitado tras el viaje de los coros a Paris, donde habían tenido un gran éxito; a su regreso se les había recibido como a vencedores triunfantes que vuelven a la patria. Así, pues, iba a empezar su primer curso y no tenia un solo libro. Se decía en la Universidad que el primer semestre era orientativo. El acudi6 a su «Nación». La Nación era un antiguo vestigio de la época en que el Estado se hallaba dividido en provincias, tan antiguo que las provincias anexionadas de Skane, Halland y Blekinge ni siquiera estaban representa-‐das por «Naciones». La Nación era una especie de sociedad muy organizada, dividida en clases, no se-‐gim la valia, sino por la edad o por ciertos supuestos meritos, y la palabra Nobilis aparecía todavía impresa en el anuario al lado del apellido de los nobles. Existían muchas maneras de hacerse notar en la Nación: se podía utilizar un apellido noble, rela-‐ clones, parientes, dinero, talento, atrevimiento o simpatía. Pero la simpatía no era demasiado fre-‐cuente entre jóvenes tan escépticos e inteligentes. Durante la primera velada de la Nación, Johan se dedica a observar. Allí estaban sus antiguos compañeros de la escuela de Sta. Klara, y eran muy numerosos. Pero el preñrió evitarlos y ellos le mi-‐aron. El había desertado por el atajo del colegio privado, mientras que ellos habían seguido el acostumbrado camino de la escuela publica. Los vela a dos cortados por el mismo patrón, estrechos de iras. Fritz, por el contrario, se integro enseguida los arist6cratas, se hizo presentar, hizo nuevas amistades, todo ello sin el menor esfuerzo, y se sintió perfectamente a sus anchas.
Al regresar por la noche a casa, Johan pregunto quien era el snob de la chaqueta de terciopelo con cuello Benoiton y tirantes adornados. Fritz respondió que no se trataba de un snob, que era estúpido juzgar a la gente por su apariencia elegante, tan es-‐tapido como juzgarla por su negligencia en el vestir. Con su mentalidad de clase baja, Johan no comprendía esto, y no quería ceder. Fritz añrm6 que se trataba de un joven excelente, y que, además era ya un señor en la Nación. Para molestarlo, Fritz añadió que el joven en cuestión había mostrado su satisfacción por los modales de los recién llegados. Tenían buena presencia, había dicho. Antes, los de Estocolmo parecían obreros al llegar a Uppsala. Johan acus6 el golpe y tuvo la impresi6n de que algo se había deteriorado entre ellos. El padre de Fritz había trabajado como peón en un molino, pero la madre era noble de nacimiento. Y el había heredado de su madre lo mismo que Johan de la suya. Transcurrieron los días. Todas las marianas, Fritz se ponía su levita y se dedicaba a rondar a sus profesores: quería ser abogado. Era la carrera que preparaba para ejercer funciones publicas y los estudiantes de Derecho eran los años que adquirían algunos conocimientos positivos y útiles en la vida publica, los años que podían estudiar la organización de la sociedad, los años que mantenían el contacto con la vida cotidiana. Eran los realistas. Johan no tenia ni levita, ni libros, ni relaciones. —Coge mi levita —le dijo Fritz. —No, no; no me apetece dar palique a los profe-‐sores —dijo Johan. —Tu eres tonto— le responcii6 Fritz, y en esto tenia razón', porque los profesores daban siempre algunos consejos, aunque vagos, referentes al curso. Johan tenia una especie de orgulloso afán de alcanzar el éxito solo con su trabajo, y, lo que era peor, consideraba humillante quo lo consideraran un trepador. 6Acaso un profesor veterano no se da-‐ría cuenta inmediatamente de que el solo trataba de adularlo, de utilizarlo? Subordinarse a sus superiores era lo mismo que arrastrarse. Todo esto, por otra parte, no estaba muy claro en su animo. La Universidad, que el había visto en sus sueños como la escuela superior de la investigación libre, era en el fondo solo un comercio de exámenes, una escuela con sus tareas y sus interrogatorios, aunque, en lo que se reñere a las tareas, había que consultar a los compañeros, porque los profesores no querían reconocer públicamente que se trataba de tareas. Impartían los cursos por el prestigio que comportaba o porque les pagaban por ello, pero sin clases particulares nadie pasaba los exámenes. Johan decidi6 seguir los cursos gratuitos. Fue at Gustavianum, a una clase de Historia de la Ñlosofía. Durante los tres cuartos de hora que duro la lección, el profesor comento la introducci6n de la Ética de Aristóteles. A razón de tres horas por semana, hacían falta cuarenta afros para comentar entera la historia de la Ñlosofía. a Cuarenta años —pensaba Johan— es demasiado para mi»; y no volvió mas. Le ocurrió lo mismo en todas partes. Un adjunto leía el Enrique VIII de Shakespeare. Lo interpretaba y lo comentaba en ingles ante un público compuesto por cinco personas. Johan asisti6 algunas veces, pero advirtió que harían falta diez afros para Ilegar al ñnal de Enrique VIII. Entretanto empezó a enterarse de lo necesario con relación al examen. Primer, había que escribir una composición en Latín en la Universidad. Así, pues, leían mas latín! Eso le repugnaba. Había elegido como materias principales la estética y las
13 lenguas vivas. Pero la estética incluía la historia de la arquitectura, de la escultura, de la pintura, de la literatura, sin contar las teorías estéticas. Era necesaria, por lo menos, toda una vida solemne para conocer esto a fondo. Las lenguas vivas incluyan el francés, el alemán, el ingles, el italiano, el españolñ y la gramatica comparada. LDOnde conseguiria los li-‐bros necesarios para todo esto? Y no tenia medios para inscribirse en los cursos que costaban dinero. No obstante, se matricul6 en Estetica. Se habia en-‐terado de que se podian pedir prestados libros a la Naci6n y asi consigui6 los volUmenes de Visionarios y Poetas de Atterbom, que por casualidad no esta-‐ban prestados. Desgraciadamente, se trataba solo del volumen sobre Svedenborg y de otro que conte-‐nia las cartas de Thorild. Por to menos, mo tendria que aprenderse todo esto de memorial Nadie podia responderle. Sveden-‐borg le pareciO un necio. En cuanto a las cartas de Thorild a Per Tamm de Dagsnas, no le interesaron to mas minimo. Svedenborg y Thomas Thorild eran dos suecos del sur que habian sufrido, en el pais de la soledad, la enfermedad que trae consigo la soledad: el delirio de grandeza. Es una enfermedad muy frecuente en Suecia, un pais aislado, con una inmensa extension de terreno y una poblaci6n muy escasa. Se manifiesta en los planes imperialistas de Gustavo-‐Adolfo, en el sueño de Carlos X de convertir a Suecia en una gran potencia europea, en los proyectos-‐he-‐redados de Atila-‐de Carlos XII, en la obsesión de Rubdeck por la Atlantida, y, en ñn, en las visiones apocalípticas de Svedenborg y Thorild. «Estaban locos», pensó Johan, y los envié' a paseo. ;Y era esto todo lo que tenia que estudiar! Comenz6 a pensar en su situación. LA que ha-‐ 14 habia venido a Uppsala? ;A conseguir un titulo en seis aflos con ochenta coronas! LY despues? No podia pensar en asuntos mas lejanos en el tiempo. Ningtin plan de futuro, ningim sueño mas ambicioso que el de llegar a ser profesor de instituto. La corona de laureles, la toga de doctor, y a enseñar catecismo en la escuela de St. Jakob hasta la muerte. No, no creia que fuera eso lo que deseaba en realidad. El semestre ñnalizaba y se aproximaba la Navi-‐dad. El dinero desaparecia, lenta pero implacable-‐mente, del cajOn. LY luego? La epoca de los pre-‐ceptorados para estudiantes tocaba a su ñn, porque los ferrocarriles habian facilitado las comunicacio-‐nes entre el campo y las ciudades con escuelas e institutos. Este proyecto era una locura; cuando no encontrd mas libros, empezo a visitar a sus cornpa-‐heros. Encontro a dos que habian pasado el semes-‐tre jugando al ajedrez y que no tenian mas que un libro de salmos que la madre de uno de ellos habia deslizado en su ban'. Se hacian la misma pregunta que el; «LQue diablos hacer aqui?» El examen no se aprobaba pot arte de magia, era necesario buscar soluciones poco frecuentes: sobornar a los bedeles con el dinero destinado al curso, pasar a traves de los ojos de las cerraduras, endeudarse para comprar libros, exhibirse en los cursos pUblicos. 10h! Habia tanto, tanto que hacer. Para pasar el rato, aprendi6 a tocar la corneta en el sexteto de la NaciOn, por consejo de Fritz, que tocaba el tromb6n. Pero los ensayos tenian Lugar en horas intempestivas y empezaban a perturbar la marcha de la casa. Jugaba tambien al
chaquetel, pero Fritz odiaba este juego y Johan tuvo que em-‐pezar a it de aqui para ally con su tablero y sus ñ-‐ I. paroad, a las damas (N. tivl I. 15 chas para poder jugar en casa de los amigos. Era algo estapido, segUn el tan estripido como leer a Svedenborg. —1,Por nue no estudias? —le preguntaba Fritz con frecuencia. —No tengo libros —respondia Johan. Era, evidentemente, una buena razon. Por lo menos existia libertad; no habian toques de campana ni vigilancia; pero era una libertad opresiva. Si hubieran existido maestros y libros de texto mas de uno no se hubiera descarria do. La li-‐bertad era como un vacio imposible de llenar para aquellos que no tenian dinero para integrarse en el trabajo cotidiano de la vida universitaria. La ocio-‐sidad forzosa era insoportable y, si no se hubiera tratado de una cuestion de honor, Johan se habria ido. No tenia medios para frecuentar las tabernas. Entr6 algunas veces en las cervecerias y vio cosas atroces. Los jdvenes hacian cola, se sentaban en las mesas y en los mostradores, y bebian cerveza espe-‐rando su turn. En una ocasiOn, vio a una mujer de mas de cincuenta atios divirtiendose con joven-‐citos; otra vez, vio a un marido volverse contra la pared mientras su mujer se entregaba a otro; al-‐gunos estudiantes, sentados en el borde de la cama, sostenian la vela. Aquellos, muy numerosos, que,no podian it a las cervecerias, daban rienda suelta a su virilidad a traves de acciones violentas. Una noche, por ejemplo, algunos de ellos habian cogido una viga, de aproximadamente quince metros de longi-‐tud, e intentaron echar abajo una casa de madera. Era la locura total. Todos los que hoy se lamentan del triste destino de las prostitutas, ereen que solo 16 la miseria y la seduction las ha conducido por ese camino. Pero, durante su prolongada solteria, Jo¬han no encontro jamas un sola chica que fuera una sentimental o que deseara cambiar de oñcio. Ha-‐Wan escogido el suyo por gusto, se encontraban bicn en el y estaban todas muy contentas. Casi todas eran criadas que habian dejado su trabajo porque se aburrian. Para atlas, el seductor era solo el primer amante, y es necesario que siempre exista un ini-‐ciador. No les gustaban mucho las revisions medi-‐eas, pero tambien las pasan los soldados. iCuanto !nag logica era esta medida de precaution con mu-‐jeres que transmiten enfermedades, algo qua los hombres no hacen! Se lamentaban abierta y general-‐mente de que el descanso nocturno fuera pertur-‐hado por suerios y recuperaban las fuerzas perdidas a base de ponches y vino. El vivia muy sobriamente. Durante la comida, solo bebia agua, y cuando, el domingo, el y Fritz tomaban cada uno su media bo-‐ tella de cerveza, acababan medio borrachos y se eternizaban en la mesa, relatando por enesima vez las aventuras comunes de su epoca escolar. Un pequerio acontecimiento de naturaleza muy particular vino, sin embargo, a enriquecer su expe-‐riencia en un terreno hermeticamente cerrado hasta ahora y que ya conviene abrir para aclarar la cues-‐lion. Una mariana, al principio del semestre, Johan y Fritz recibieron una tarjeta de visita desde el hotel, con una
invitation para entrevistarse con su amigo von X, secretario delegado en la embajada de..., en Estocolmo. —Esti aqui —dijo Fritz—. Seri una comida agradable. —Claro que si, recuerda que nos habia prome-‐tido que procuraria encontrarnos cuando viniera a Uppsala. 17 —OW Crefa que se habia olvidado. He aqui c6mo habia empezado esta feliz rela-‐cion. Durante el verano que sigui6• al termino de su bachillerato, Johan habia estado con sus amigos en Hasselbacken. Habian sido presentados al secre-‐tario delegado von X..., que se habia sentado cerca de ellos. Era un hombre ya mayor, de ojos vidrio-‐sos, pero de modales muy afables y condescendien-‐tes. Invitto a los jOvenes a que le tutearan: algunos ya le conocian tras algunas veladas en casa del chambelan. Bebieron un poco mas que de costumbre. El senor von X... debia regresar a la ciudad. Tomb un coche. Johan y Fritz le acompaftaron. En el ca-‐mino, el senor von X... se puso una gorra de estu-‐diante, lo que desperto la curiosidad de los vian-‐ dantes. Durante el trayecto, von X... dice: —Ahora subiremos a casa para beber una copa de champagne. Johan acepta, pero Fritz le guina el ojo y rehtisa. —Tenemos un compromiso esta noche —dice—y debemos it -‐a casa para vestirnos. Johan abre los ojos desmesuradamente, pero Fritz le da un pisotOn. —De acuerdo, 1,c1.6nde viven? Les llevare a su casa —dice von X... — Brunkebergstorg, n.° 11 —dice Fritz. Johan no comprende la razOn de esta mentira. El coche se detiene en Brunkeberg y Fritz arrastra a su companero hasta un portal. − signiñca esto? —pregunta Johan. — ;ñth! Es un viejo cerdo —dice Fritz— y queria librarme de el. Johan pens6 que todo aquello era muy extrano, pero lo olvic16. Y ahora el asunto reaparecia. Fue-‐ron al hotel y se encontraron con un compañero 18 de la vieja guardia que tambien estaba invitado. Se dirigieron en coche a las colinas de Uppsala donde sus nombres atin estan escritos en el libro, recuerdo equivoco de una relacion condenada al fracaso. Los compañeros han muerto, el caballero elegante ha sido desterrado y unicamente a Johan le queda un poco de vida. Regresaron a la ciudad y la comida tuvo lugar en una habitacion privada en Gastis. Pusieron el cham¬pagne a refrescar y pidieron lo mejor que habia. Mientras bebian el champagne, pronunciaron dis-‐cursos: los jOvenes hicieron discursos politicos, pero el anciano caballero se puso a reir y conto al-‐gunas indiscreciones referentes, segtin el, a los mis-‐terios de las cancillerias. Era un singular placer re-‐cibir informes de primera mano y conocer secretos de Estado. El senor von X... quiso entonces cerrar la puerta que comunicaba con el restaurante, pero no estaba permitido. Los estudiantes entran y co-‐men sus medias raciones mirando de reojo. Se em-‐briagan un poco y abordan el capitulo de la amistad eterna, de las visitas amistosas, de los viajes al ex-‐tranjero, etc. Luego se abrazan y se dan besos en las mejillas, siguiendo la presunta costumbre del pais natal del senor von X... Después van a tomar café a Flustret. El señor von X... quiere acomodarse en el interior, pero los jóvenes quieren sentarse en la terraza para que todo el mundo les yea en tan
grata compania. Se decide esto ultimo. Pero en este mo¬menta unos jovenes nobles se amontonan alrededor de la mesa, saludan a von X... coma a un viejo co-‐nocido, aunque con un poco de ironia, y se burlan de sus acompañantes. —(,De qua diablos se rien? —dice Johan. —1Estamos borrachos, por supuesto! LlegO la noche; von X.., debia coger el tren pant 19 -‐ -‐:-‐'-‐-‐-‐11111111111111110.11111MIN volver a su casa. Los compañeros 10 acompatian a la estacion. Fritz y Johan se quedan en el anden, pero el otro sube al vagan. Sale de alli retrocedien-‐do, y, dando un portazo, exclama: «iliayase a la mierda!». — ;Carroria! ;Queria darme un beso en la boca! —dice, temblando atm y arrastra a sus companeros a traves de la multitud. — LQue signiñcan esos modales? — Es su costumbre —dice Fritz. —No, es un demonio —dice el otro. —Ha querido burlarse de nosotros —dice Jo-‐han— por eso los otros se han reido en Flustret. No se lleg6 a ninguna conclusion, pero se sentian decepcionados e inquietos. IDe que se trataba, en suma? Es la tipica historia del «anciano caballero» que todo joven ha vivido alguna vez, y Johan se acordo enseguida de haber oido en casa del sacristan de Vidala la misteriosa historia de un muchacho que habia recibido un reloj de oro y cuanto dinero quiso de un anciano caballero, LPor que? El narrador no lo sabia. El semestre avanzaba con insoportable lentitud, sin alicientes, languidamente. Johan presentia que, en su condition de representante de la close baja, podria, con rigor, a fuerza de trabajo, hacerse un nombre, pero nada mas. Un problema economic° vino a frustrar sus planes. es que estaba cansa-‐ do de esta vida puramente cerebral, sin actividad muscular? Pequerias experiencias para las que hu-‐biera debido estar prevenido, contribuyeron tam-‐ bien a irritarle. Un dia Fritz llegO a la habitaciOn acompariado de un joven conde. Fritz los presento. El conde intentb recordar si habian sido compa-‐neros en la escuela de Sta. Klara. Johan recordaba vagamente algo parecido. Los viejos amigos y corn-‐ 20 paneros de clase se trataban como «Senor Conde» y «Senor». Ademas, Johan recordaba muy bien que el joven conde y el habian jugado en un granero de Sabbatsberg y que el mismo habia profetizado que al cabo de algunos anos no se reconocerian. El conde habia protestado energicamente ante esa añrmacion, sintiendose herido. I,Por que Johan in-‐sistia en esta aneedota y no en otras, siendo, como es, algo natural que al crecer uno se aparte de sus companeros y pase largos ailos sin frecuentarlos? Porque sentia hervir su sangre de esclavo ante la vision del noble. Siempre se ha creido que es la di-‐ferencia de temperamentos la que ha engendrado es-‐te odio. Pero no debe ser asi, ya que entonces el fuerte temperaniento de la clase inferior deberia sentirsc superior al temperamento mas
debit de la clase noble. Se trata de un claro odio entre clases. El conde en cuestion era un joven palido, delgado, de facciones muy groseras, larguirucho, sin porte alguno. Era muy pobre y tenia el aspecto de estar hambriento. Era muy inteligente, trabajador, y ca-‐recia de arrogancia. Mas tarde, durante el curso de su vida, le fue presentado otra vez a Johan, que descubrio que era un hombre encantador, humano, que habia hecho una carrera de funcionario mo-‐desta y apacible en medio de diñcultades parecidas a las de Johan. I,Por que odiarle entonces? Y rieron juntos de su antigua necedad. Pudieron reir entonces porque, en aquel moment°, Johan habia llegado a algo, como suele decirse. De otro modo, por lo me-‐nos Johan no hubiera reido. oSal de ahi, que voy a entrar yo», asi se ha for-‐mulado la ambition de la clase baja de nuestros dias, formula mas malintencionada que exacta. Es-‐tan equivocados. Antes, todo el mundo se esforzaba para alcanzar a los de arriba. Ahora, todo el mundo 21 quiere que bajen los &Inas para evil arse la moles-‐tia de tener que swish-‐ mss alto, porque este ((alas altos ya no existe. «Rel irate an poco para que poda-‐mos sentarnos los dosi>, he aqui la que deberia ser la fOrmula nista. Sc ha dicho que los clue esthn arriba han Ilegado alli par rnerito propto y que esta-‐rian de todos modus; que la competencia es libre; que cualquiera puede Ilegar arriba y que identica carrera se desarrollaria bajo condiciones nuevas, in-‐cluso si cambiaran las eondicioues. Pues biers, voi-‐vamos a empezar la carrera, pero Yen aqui abajo, donde estoy yo, dice la clase baja, y ya veremos. nos perjudicas con I us privilegios y to capital, y a nosotros se nos trata como a los arreos de an carro o como a una silla de mortar inglesa, segue las exigencias de los nueyos tiempos. Si has Ilegado antes que nosotros, es que has hecho trampas. La carrera ha sido declarada, por tam 0, nula y empeza-‐mos de Duey°, a means que acordemos prohibir toda carrera, como deporte anticuado de epocas pa-‐sadas. Fritz veia las cocas desde otro punto de vista. El no queria atacar por la espalda a los de arriba, sino convertirse en noble, ponerse a su altura, pare-‐cerse a ellos. Empez6 a eecear, a hacer gestos ele-‐gantes con la mane, a saludar como un ministro y a laniar la cabeza hacia arras como si viviera do rentas. Pero evitaba con cuidado hacer el ridiculo v se burlaba de si mismo y de sus esfuerzos. Dc hecho, los aristocrat as a los que queria pareeerse tertian modales sencillos, precisos, naturales, Mgt' nos in uy bur gueses, y Fritz imitaba un vicjo modeli matral que ya no existia. Asi, no Ileg0 a set cn la -‐ Vida In cute esperaba, a pesar de sus largos estan tins en los easñllos de sus amigos, en verano, ileabn sirndu un modest() funcionaria. Siendo es u' cliante, In instalaban en la habitacion de los amigos, pert) cl funcionario no fue admitido en los salones donde el estudiante habia entrado sin ser anun-‐ciado. Mientras Canto, las consccuencias de la frecuen-‐taciOn de medics distintos cmpezaron a hacer su apariciOn. Primer() frialdad, luego hostilidad. Todo cstall0 una noche en una mesa de juego. lin dia, hacia el ñnal del semestre, Fritz habia
dicho a Johan: No deberias frecuentar tanto a esos pere-‐zosos, como has hecho hasta ahora. -‐-‐-‐-‐i,Que defect() t ierien? —Ninguno, pero tc conyendria met acompanar-‐me a las casas do mis amigos. -‐-‐ No me ens tenc) Bien con ellos. —Eliot si eatitigo, pero piensan que eres dema-‐stack) orgulloso. —LYo? -‐-‐Bueno, para demostrar que no lo eres, vett es-‐ta noche a beber ponche con nosotros. Johan acept6 a regariadientes. Fran estudianles de Derecho, serios y satisfechos de si mismos. Juga-‐ban a las cartas. Primer(), jugaron a la «preference)). Se discutio la cantidad de la apuesta y Johan con-‐siguie que fuera la mat baja, aunque aquellos ca¬balleros fruncieron el cello. Seguidamente, propu-‐sieron jugar al Knack. Johan dijo que el no jugaba nutica a eso. —;,CuestiOn de principios?— preguntaron. -‐-‐Si —respnndio el. (Aland° adoptaste esta norma? —le pre-‐guntO Fritz con un torso venenoso. —Ahora. —5En este momento? ;,Aqui? —Si, cn este moment°, aqui —respondi° Johan. Se intereambiaron miradas llenas de odio, y-‐ 23 todo terming. Regresaron a casa en silencio. Co-‐mieron durante cinco semanas, en la misma mesa, en silencio, y nunca mas se dirigieron la palabra. La grieta se habia abierto, su amistad habia aca-‐bado, sus relaciones habian terminado, ya no les unia ningñn lazo. 1,A que se debia todo esto? Sus naturalezas, tan diferentes, se habian man-‐tenido unidas, durante cinco ahos, por la costum-‐bre, las aulas e identicos intereses; se habian senti-‐do atraidas por los recuerdos, las derrotas y las vic-‐torias comunes. Era un compromiso entre el agua y el fuego que debia terminar y que podia terminar en cualquier momento y no importa por que causa stibita. Todo estalli5 corm) un disparo; las mascaras cayeron. No se convirtieron en enemigos, sino que simplemente descubrieron que habian nacido ene-‐migos, esto es, dos naturalezas de caracter distinto que querian it cada una por su lado. No arreglaron cuentas por medio de peleas y recriminaciones, sino que pusieron el punto ñnal sin pensarlo. Todo ocu-‐rriO por si solo. A veces habia en la mesa un silen-‐cio horrible: las mans se cruzaban y se evitaban las miradas. A veces, los labios de Fritz temblaban como si quisieran hablar, pero la laringe no funcio-‐naba. iQue se hubieran podido decir? No habia na-‐ da que decir, no habia mas que decirse a traves del silencio: entre nosotros ya no existe nada. Y sin embargo aim existia algo. A veces, Fritz volvia a casa por la noche, alegre y visiblemente dispues-‐to a decir: «Ven y abrazame, viejo amigo», pero se detenia en medio de la habitaci6n, helado por la frialdad de Johan, y se iba otra vez. A veces, Johan, que sufria con la ruptura, deseaba decirle a su ami¬go: « iQue tontos somos!». Pero entonces, al obser-‐var sus modales de hombre de mundo, se enfriaba de nuevo. 24
cionales. Vaya! Era terrible tener que estudiar co-‐sas como aquellas. La vida familiar y la educaciOn religiosa le habian inspirado una total aversion por todo lo concerniente a los intereses pUblicos. A fuer-‐za de oir incesantemente la vieja cantinela segim la cual los j6venes no debian ocuparse de politica, es decir, del bien pUblico, y tambien gracias al indivi¬dualism° cristiano, con sus eternas teorias sobre el yo y el vicio, se habia convertido logicarnente en un egoista. «Cuando cada uno se ocupa de los suyo, etc.», era el primer mandamiento de la egoista moral cristiana. Es por eso que no leia jamas los pericklicos: no se preocupaba por saber quien go-‐bernaba ni como gobernaba, ni por to que pasaba en el mundo, ni que rumbo tomaba el destino de los pueblos, ni que pensaban los grandes intelectua-‐ les de la epoca. Es por eso que jamas se le ocurri6 acudir a las asambleas de la NaciOn, donde se deba-‐tian los intereses generales: «i0h! Ya se ocuparan ellos», pensaba, y no era el Jinja), ya que los debates de la Nadi:5n eran dirigidos por algunos caballeros energicos que estaban, quiza injustamente, conside-‐rados como egoistas deseosos de supeditar el interes general a sus intereses particulares. Pero 61, que de-‐jaba que el viemo condujera a su capricho kis asun-‐tos de su pequena sociedad, era, como consecuen-‐cia, un egoista aim mayor, Unicamente ocupado en los asuntos particulares de su espiritu. Es cierto que, como excusa, como en el caso de muchos de sus conciudadanos, puede alegarse timidez. Pero esta timidez se hubiera podido corregir en Ia escuela con ejercicios de elocucion pUblica y lecciones de re-‐tOrica. Habia tambien mucha cobardia en esa timi-‐dez: miedo a contradecirse, al ridiculo, y sobre todo miedo a parecer un descarado, miedo a que pare-‐ciera que queria sobresalir entre los demas. Y todos 26 los jOvenes que sobresalian eran aplastados inme-‐diatamente, pues la aristocracia de la epoca despre-‐ciaba inñnitamente esta actitud. Cuando el ambiente de la habitaciOn se hacia sofocante, se iba al campo, pero el horrible paisaje de interminables terrenos arcillosos le entristecia. No era un hombre de la lianura, tenia sus raices mas profundas en la accidentada naturaleza de Ia re¬gion de Estocolmo, siempre regada por el agua. El paisaje del campo de Uppsala le hacia sufrir; sentia una especie de nostalgia de su campita natal, y esto hasta tal punto que, cuando volvia a casa en Navi-‐dad y contemplaba las risueñas orillas de las costas de Brunnsviken, su emocion se convertia en senti-‐mentalism° y sus Ojos descansaban en la contem-‐piaci& de las blandas siluetas de los arboles del parque de Haga hasta que sentia que su alma re-‐cuperaba su estado normal despues de mucho tiem-‐po de haber permanecido inquieta. IDe tal manera dependian sus nervios del medio ambiente! Como pequeiia ciudad que era, Uppsala deberia haberle gustado mas que la gran ciudad, que el de-‐testaba. Si Uppsala hubiera sido una version desa-‐rrollada del pueblo provinciano, conservando la simplicidad propia del eampo en cuanto a higiene y a diversiones, con fragmentos de paisaje entre las casas, no hubiera dudado en preferirla. Pero Upp¬sala era una mezquina y pretenciosa copia de los errores de la gran ciudad, y por eso resultaba tan odiosa. Todo era provinciano. Una continua repe-‐ticiOn de las respectivas «Naciones». — Me llamo Peterson, de Ostergotland. — Me llamo Anderson, de Salaland. Y luego la lucha de rangos, de precedencia entre las Naciones. Los de Estocolmo estaban conside-‐rados como Ia primera naciOn, y por eso los «cam-‐
27 pesinos» los envidiaban y despreciaban. que consistia el mayor merito? Esto era muy discutido. La gloria consistia en haber formado grandes hom-‐bres, pensaban los de Sindland, quelenian a Tegner y Linne. Los de Estocolmo, que no tenian mas que al profesor Bergfalk y a Bellman, eran conocidos como los «chicos del arroyo». Esto no hacia la me-‐nor gracia, sobre todo cuando to decia uno de Kal¬mar, al que se le preguntaba, en respuesta, si no existian arroyos en Kalmar. Y los de Kalmar se ha-‐bian separado de la Nacion de Smaland y asi go-‐zaban de una doble participation. La election del presidente de la asociacion de estudiantes permitia el patriotism° provinciano, la exhibition de todos sus recursos. Las luchas entre los profesores, por medio de articulos de periOdico y de panfletos, cuando se disputaban un nombramiento, eran tipi-‐ camente provincianas, y era por tanto el rector de la universidad, que vivia en Estocolmo, quien decidia en Ultimo termini) el nombramiento del catedratico. Se hablaba asimismo de extrados nombramientos. Los candidatos perdedores reciblan a veces singu-‐lares compensaciones, como aquel hombre de valia, que estaba llamado a ser el sucesor de Ellis Maim-‐trOm, profesor de literatuta, y a quien en cambio hicieron consejero de comercio y concedieron la cruz de caballero de la Estrella Polar. La Universidad de Uppsala en 1867 no tenia un solo profesor de renombre, ninguno que se elevara por encima de Ia mediocridad. Algunos eran viejos bebedores de ponche que ya chocheaban. Otros eran jovenes diletantes sin experiencia, que habian Ilegado donde estaban gracias a sus esposas o a sus dotes sociales. El attic° que gozaba de un-‐ cierto prestigio era Swedelius. Mas, sin embargo, por sus modales afables y benevolos, y por las anecdotas 28 do que era protagonista, que por su genio. Su ac-‐I ividad cientiñca se limitaba a confeccionar manua-‐les y epitaños, escritos ambos con un tono seco e hiperboreo, careciendo de rigor cienliñco y sin re-‐velar investigation personal alguna. En resumen, toda Ia informaci6n venia del ex-‐tranjero, sobre todo de Alemania. Los manuales de la mayoria de las material estaban redactados en aleman o en frances, muy raramente en inks, por-‐que nadie sabia ingles. El mismisimo profesor de historia de la Literatura no sabia pronunciar el in-‐gles y empezaba sus cursos disculpandose por su pronunciation. No tenia necesidad de explicar que dominaba la lengua, pues todo el mundo conocia sus traducciones de poetas ingleses. Pero, i,por que no aprendia a pronunciar?, se preguntaban los estu-‐diantcs. La mayor parte de las tesis doctorates no eran mas que malas refundiciones del aleman y a ye-‐ces sucedia que eran puras y simples traducciones, con el consiguiente escandalo. Todo ello no era ex-‐clusivo de la epoca: no existe mas cultura sueca que cultura belga, suiza o himgara, aunque haya exis-‐tido un Linne y un Berzelius, ambos sin sucesores en Suecia. Johan sufria una falta de iniciativa. La escuela le habia ofrecido el trabajo en bandeja, Ia Uni-‐versidad le abandonaba a si mismo. La indolencia y Ia desgana se apoderaron de el, y, pensando afli-‐gido to que sucederia cuando terminara el semestre, tom° la resolution de buscarse un trabajo. Un companero le habia dicho que se podia ejer-‐cer de profesor en el campo sin ningfm examen es¬pecial, y que una situacion de este genero permitia it tirando. El
suetio de Johan era vivir en el campo. Aunque nacido en la capital, sentia una innata aver-‐stem por las ciudades. Jamas podria acostumbrarse 29 cia la came, su preferencia por las frutas, su gusto por trepar, todo ello no es mas que la atracciOn de los origenes. Por eso el lema de la civilizacion es: vive en una tension continua, una lucha eterna con¬tra todo retroceso. Gracias a la educaciOn, el reloj continua adelante, pero si el resorte no es lo suñ-‐cientemente fuerte, se rompe, y todo el mecanismo se descompone, girando ruidosamente al reves, hasta que llega la calma. Los avances de la civili-‐zacitin provocan que la tension sea cada vez mas fuerte y las estadisticas de locura presentan cifras cada vez mas altas. No se puede remontar la co-‐rriente de la civilizacion, pero podemos salvarnos si alcanzamos la orilla. El socialismo que viene para derribar a la clase alta y a sus «mandamases» inti-‐tiles, y que anima a la rebelion, es un sano mo-‐vimiento de retroceso. La tension disminuira necesariamente cuando disminuya la presion hacia arriba. Pero, por este ca-‐mino, una gran parte de la civilizacion del lujo de-‐bard desaparecer. En ciertas zonas del interior de la Suiza alemana ya se ha establecido una calma re-‐lativa. No hay ninguna persecution de puestos ho-‐noriñcos o de distinciones, porque ya nada de todo esto existe. Un millonario vive en una gran choza y se burla del ciudadano emperifollado y enfajado. Se burla de buena gana y sin envidiosa amargura, pues sabe que podria comprar al contado, si qui-‐siera, todas esas baratijas. Pero no quiere, porque sus vecinos no le dan valor al lujo. Los hombres pueden, de esta manera, ser mas felices si la lucha no es tan encarnizada, y lo saran seguramente, porque la felicidad reside esencialmente en la paz. Menos trabajo y menos lujo. No criticamos a los ferroca-‐rriles, sino el exceso de instalaciones de ferrocarri-‐les, y en la Suiza arcadica ya se han arruinado va-‐ 31 rias regiones con los ferrocarriles, porque no exis-‐tian mercancias que transportar y los viajeros van a pie. Hasta el punto de que aim hoy en dia se cal-‐culan las distancias seglin la velocidad de los cami-‐nantes. — Hay ocho horas hasta Zurich —se dice. — i3Ocho horas? INo es posible! —Claro que si, sin duda. − ferrocarril? —;Ah! ;En ferrocarril! No hay mas que hora y media. En Suecia existe ya una linea que transporta regularmente tres pasajeros en sus respectivas cla-‐ses: el herrero, el contramaestre y el contable. Ya veremos cuando se empiecen a cerrar las estaciones: por falta de carbon, cuando las huelgas de mineros obliguen a aumentar los precios; por falta de con-‐ductores, cuando suban los sueldos; por falta de mercancias, cuando la madera y la avena no sir-‐van ya para la exportaciOn; el hierro es ya dema-‐siado caro para seguir construyendo vias, y debe re-‐currirse a las viejas rutas fluviales. Es bien sabido que este sermon contra la eivili-‐zaciOn no sirve para nada, pero si se observan los grandes movimientos de la epoca se vera que el retorno a la naturaleza forma parte de la evoluciOn y entra ya en la formula introducida por Turgue-‐niev: la simpliñcacion. Es un error de los evolucio-‐nistas ver en todo lo que esta en evoluciOn o en movimiento un progreso hacia la felicidad de la hu-‐
manidad: no comprenden que tambien una enfer-‐medad evoluciona hacia la crisis, la curaciOn o la muerte. lEsta civilizacidn es un mecanismo mal cons-‐truido ! Si un noble se emborracha, se convierte en un salvaje; dejad a un niño sin education en el 32 bosque (suponiendo que pueda sobrevivir) y no aprenderd ni a hablar. Del hijo-‐ de un campesino, considerado tan bajo en la escala social, se puede hacer (por consiguiente, en una sola generacion) un cientiñco, un ministro, un arzobispo, un artista. No se trata de la herencia, pues el campesino, el padre, que se qued6 en un nivel considerado bajo, no podia gozar de una herencia de cerebros cul-‐tivados. Y los hijos de los genios no heredan ge-‐neralmente mas que cerebros quemados, a veces una habilidad tecnica en el oñcio del padre, casi siempre como producto de las conversaciones coti-‐dianas con el. La ciudad es la hoguera que devora el combus¬tible viviente arrancado al campo; es para que la maquina de la sociedad actual no se pare, es ver-‐dad, pero ese combustible a la larga sera demasiado caro y la maquina tendra que pararse. La sociedad futura no necesitara a la maquina para trabajar, o, de lo contrario, hard falta que economice el com-‐bustible. Pero inferir de las necesidades de la socie-‐dad actual las de la sociedad futura, es un error de razonamiento. La sociedad actual es posiblemente un producto de la naturaleza, pero un producto deñciente. La sociedad futura debera, antes que nada, ser un pro-‐ducto organico, y por consiguiente superior, pues no eximird al hombre de las condiciones esenciales de una existencia organica. Habra entre ambas la misma diferencia que entre la calle pavimentada y la pradera. Los sueflos del joven se dirigian a menudo hacia la naturaleza, lejos de la sociedad artiñcial. La so-‐ciedad artiñcial habia sido construida por la mano 33 humana violando las teyes de la naturaleza, pues se puede utilizar la violencia contra una planta obli-‐gandola a languidecer en una maceta; se puede ha-‐cer asi una ensalada util para la alimentaciOn del hombre, pero se destruye la planta como tal, arre-‐batandole los medios de vivir sanamente y de repro-‐ducirse. El hombre de la civilizaci6n es una planta de este genera; haciéndole languidecer artiñcial-‐ mente, se le ha hecho Útil para una sociedad len-‐ guida, pero desgraciado y enfermo como individuo. Le hace falta perpetuar esta operaci6n para que esta sociedad podrida pueda subsistir? LDebe vivir el individuo infelizmente para mantener con vida a una sociedad enferma? zY puede la sociedad mante-‐nerse fuerte cuando los individuos estan enfermos? El individuo, como particular, no tiene derecho a pedir que la sociedad se sacriñque por el, pero los individuos, como mayoria, tienen derecho a pedir cambios en la organizaciOn de la sociedad para su bienestar, pues ellos mismos son la sociedad. En el campo, donde las conditions de vida son mds simples, el creia que podria sentirse bien en una si-‐tuacion anonima, sin importarle subir o bajar en la escala social; en la ciudad no, porque, a cada instante, algo le habria avocado la ascension o la caida. Descender por voluntad propia no tiene nada despenoso, por po-‐co convencidos que esten los ge¬nus que el descenso es vo untario. Pero caer resul-‐ta arnargo, sobre todo porque una caida viene siem-‐pre saludada por los aplausos de
los que estan aba-‐jo. Subir, -‐esforzarse por llegar arriba, mejorar la situation se ha convertido en una necesidad social y el joven lo aprobaba, aunque jamas pens6 que «Inds alto» signiñcara necesariamente «mejor». Sin embargo, queria alcanzar un objetivo, llevar una vida activa que le permitiera corner. Ley6 todos 34 los anuncios del Postlidning —que eran muy nu-‐merosos— referentes a las plazas de maestros. Los habia de trescientas y de seiscientas coronas, con alojamiento, comida y jardin. Present() a tddos su candidatura, pero no recibi6 ninguna respuesta. Cuando ñnaliz6 el semestre y ya no le quedaba una cola de las ochenta coronas, volvi6 a su casa, sin saber lo que iba a hater, que iba a ser de 61, de que viviria. Habia mirado furtivamente al vesti-‐bulo y habia visto que alli no habia sitio para el. 35 II ARRIBA Y ABAJO 1867-‐1868 «Y bien, Lya no tienes nada mas que apren-‐der?», le preguntaron irOnicamente cuando volvid a casa. Su padre se Loma las cosas con mas seriedad e intentO hacer planes, pero sin exit°. Johan era es-‐tudiante, eso era un hecho; pero, iy clue mas? El invierno habia llegado; la gorra ya no podia servirle para diferenciarse, ni darle a su familia el mas minimo orgullo. Algunos creen que las guerras terminarian si no hubieran oñciales y se suprimieran los uniformes. Lo cierto es que los estudiantes serian menos numerosos si no exis-‐tieran los distintivos externos. En Paris, donde no los hay, los estudiantes forman parte de la mul-‐litud y nadie les presta atencion, mientras que en Berlin caminan al lado de los oñciales, como si fueran un cuerpo privilegiado. Por eso Alemania es un pais de doktors y Francia un pats de ciu-‐dadanos. Su padre vela ahora las consecuencias del error que habia cometido formando un ser socialmente inatil, incapaz de trabajar la tierra y al que no le avergonzaria mendigar. El mundo se abria ante el joven solo para matarlo de hambre y arruinarlo. 37 Su proyecto de convertirse en maestro no corn-‐placia a su padre: 'clue compensation tan pobre por tanto trabajo! Todos Sus ambiciosos sueños te-‐nian que sufrir una desilusion semejante. ;Maestro era lo mismo que suboñcial! Clase baja,-‐ sin espe-‐ranza de ascension social, y habia que ascender mientras los demas ascendieran, y hay que ascen¬der hasta romperse el cuello, mientras exista una • sociedad con clases y rangos. No habia hecho el bachillerato para adquirir conocimientos, sino para introducirse en la clase alta, y alli estaba el, casi decidido a permanecer en la clase baja.
La vida en casa se hizo penosa, pues Johan te-‐nia Ia sensaciOn, cuando la Navidad ya hubo pa-‐sado, de que le daban de corner por caridad, y ya no podia decirle a nadie que estaba en casa solo para pasar las vacaciones de Navidad. Un dia, por casualidad, se encontrO en la calle con un amigo, profesor de instituto, al que no ha-‐bia visto desde hacia mucho tiempo. Hablaron del futuro y so amigo le sugiri6 la escuela primaria de Estocolmo como una excelente forma de manu-‐ tenci6n. Mientras se preparaban los examenes, pa-‐gaban mil coronas de sueldo y concedian una hora libre por la tarde. «No importa d6nde, ;pert) que no sea en Estocolmo!», pensaba Johan. —Pero habia otros estudiantes como el en la escuela. —Entonces, iexistian los comparieros de infor-‐tunio! —Claro, y uno de ellos incluso habia dejado por esto la Nueva Escuela Secundaria, en la que era profesor. Johan se presento y fue aceptado con un sueldo de novecientas coronas. Su padre aprobo Ia deci¬sion cuando supo que la preparaciOn de los exa-‐menes seria mas tacit y Johan hubo prometido vivir con su familia. 38 A las siete y media de una mañana de invierno se dirigia desde Norrtullsgatan a Sta. Kara. Tal y como to habia hecho a los ocho años. Las mismas calles, las mismas campanas de Sta. Klara. Y en la clase mas inferior. Era un retroceso de once altos. Con el mismo temor, quiza con un temor ann mas grande de llegar tarde, entr6 en la gran aula donde debia, junto a dos maestras, hater tra-‐bajar a mas de cien niños. Y eran los mismos de St. Jakob, aunque mas jovenes. Feos, esmirriados, palidos, con aspecto hambriento, enfermizo, la mi-‐rada baja, con ropas groseras y grandes zapatos. El sufrimiento, y quiza sobre todo el sufrimiento de pensar que otros son mas afortunados y lo se-‐ran siempre —pues eso se creia entonces— ha im-‐primido en el rostro de la clase baja ese estigma de desesperaciOn y de tortura que no pueden bo-‐rrar ni la resignaciOn religiosa ni la esperanza en el paraiso; ese estigma persigue, como un remordi-‐miento, a la clase alta, que huye, construye sus casas en las afueras de la 'ciudad y deja para la asistencia pablica el trato personal con estos pa-‐rias. Cantaron salmos y rezaron; todo era como an¬tes, nada habia cambiado; los bancos, no obstante, habian sido reemplazados por mesas y sillas, y el aura era luminosa y ventilada. Tuvo que juntar las manos y cantar el salmo. Era, ya desde el prin-‐cipio, una violacion de la libertad de conciencia. Cuando hubo terminado la oration, entr6 el di¬rector. Trate) a Johan de modo paternal. Era, pues, un superior. Le dicta sus instructions y le dio consejos. Esta era la peor clase, el maestro debia ser severo. Y asi Johan condujo a su grupo a 39 una clase aparte para enmezar su leccion. El aula se parecia, si no recordaba mal, a la de la clase preparatoria de Ia escuela de Sta. Klara. All! es-‐taba la terrible tarima con peldarios, que parecia un patibulo; estaba pintada de rojo como si estu-‐viera inundada de sangre. Le pusieron en las ma-‐nos una palmeta que debia utilizar tanto para Ha-‐mar Ia atencion como para golpear. Porque ten-‐dria que golpear. SubiO al patibulo. Se sentia in-‐timidado por aquellas treinta caras infantiles, ni-‐hos y nirias, que intentaban esforzadamente adi-‐vinar en su semblante si era malo o no.
—I,Cual es la lecciOn de hoy? —pregunto. —El primer mandamiento —grit6 toda la clase. del —No, que conteste solo uno. Tti, el de all!, el fondo, 4corno to llamas? —Hallberg —gritO toda la clase. —Qua conteste solo uno, al que yo le pregunte. Los /linos ahogaron la risa. —No es malo —pensaban. —Y bien, 1,cual es el primer mandamiento? la clase. —pregunto Johan al que estaba alas al fondo de —Amards a Dios sobre todas las cosas. Bien, lo sabia. que signiñca eso? —pregunto entonces. Obtuvo una respuesta satisfactoria. Despues pre-‐guntO lo mismo a quince niños mas; as! pas() un cuarto de hora. Johan pensaba que esto era idiota, pero, zque hacer entonces? 4Explicar to que el sa-‐bia de Dios? Los cientiñcos de la epoca habian He-‐gado a esta modesta conclusiOn: no se sabia nada de Dios. Johan era deista y creia ann ñrmemente en un Dios personal. Pero no podia dar informa-‐clones mas precisas. Le hubiera gustado atacar la divinidad de Cristo, pero entonces le habrian des-‐40 la palabra justa, pues un acto tan simple como el de salir al patio requerfa una larga preparaciOn. Para una descripciOn exacta haria falta una pagina entera y quiza se pareceria a una de esas carica-‐ turas modernas. Nos contentaremos con algunos apuntes. Primer°, los cien ninos debian permanecer sen-‐tados, inmoviles, completarnen le inmOviles, y si-‐lenciosos, completamente silenciosos, en su silla, como si los fueran a fotograñar. El grupo entero ofrecia por on instante, desde lo alto de la tarima, el espectaculo de un tapiz grin con arabescos claros, pero enseguida alguno movia la cabeza: el efecto quedaba destruido, la victima debia levantarse de su silla y ponerse contra la pared. El conjunto se habia echado a perder, era necesaria aim una inñnidad de palmetazos antes de que los doscientos brazos se situaran paralelamente sobre el borde de la mesa, antes de que las cien cabezas formaran un angulo recto con las clavicu-‐las. Cuando la calma se iba restableciendo poco a poco, un nuevo palmetazo exigia la inmovilidad completa. Pero en el mismo moment() en que iba a alcanzarse la perfecciOn, un mdsculo se fatigaba, un nervio se distendia, un tendon se relajaba. De nuevo desorden, golpes, gritos y una nueva carrera hacia la perfecciOn. Todo terminaba, por lo ge-‐neral, de la manera siguiente: la maestra (los maes¬tros no buscaban la perfecciOn) ñngia creer que la perfeceiOn se habia aleanzado; entonces era ei ins-‐tante decisivo en que los cien niños debian, a una determinada sepal, levantarse de su sitio y ponerse de pie, pero nada mas. Era un moment° delicado: las pizarras y las reglas caian. Entonces todo el mundo debia volverse a sentar. Se sentaban y reco-‐menzaban el ejercicio permaneciendo sentados, sin 42 lacer el menor movimiento. Si habian logrado ponerse de pie de la manera adecuada, empezaban a salir, por grupos, pero completamente de punti-‐llas. De to contrario, volvian, se sentaban de nuevo, sc ponian otra vez de pie, y asi hasta el inñnito, 'Fenian que andar de puntillas con sus zuecos de madera, sus botas
mojadas y sus grandes zapatos. Esto era una tonteria porque los niños se acostum-‐ braban a andar sin hacer ruido, y eso conferia a su manera de andar algo de felino, de disimulado. En el patio, el maestro hacia goner en ñla delante de la fuente, en la entrada, a los que queriari beber; al mismo tiempo, debia inspeccionar los retretes situados al otro extremo del largo patio, y tambien organizar y vigilar los juegos desde el centro del patio. Despues de esto los niños se volvian a poner en ñla y entraban en clase de dos en dos. Si el re-‐greso no se efectuaba silenciosamente, debian vol-‐ver a salir. EmpezO otra clase. Una lectura de un libro pa¬. I riOtico; el objetivo parecia ser la imPlantaciOn del rcspeto a la clase superior y a Suecia, considerada como el mejor pals de Europa, aunque desde el punto de vista climatolOgico y econOmico sea uno de los peores, aunque su civilizaciOn sea de impor-‐taciOn extranjera y aunque ninguno de sus reyes haya sido natural del pats. Nadie se atrevia a refe-‐rir semejantes teorias a los niños de la clase alta de la escuela Sta. Klara y del instituto. Pero en St. Jakob tenian la desfachatez de obligar a pobres Milos a cantar un himno patri6tico sobre el duque de Ostergotland. En este himno habia una estrofa dedicada a la Marina, prometiendo la victoria en (odas las batallas que se deseara. La victoria era scgura, pues el texto decia: «iGulanos, principe Oscar!» o algo parecido. Mientras tanto, se pu-‐ 43 sieron a leer en voz alta; pero apenas habia comen-‐zado la clase entrO el inspector. Johan quiso inte-‐rrumpirla, pero su superior le hizo serias para que continuara. Los ninos, que le han Perdido el res-‐peto tras la lecciOn de catecismo, no prestan aten-‐cion. Johan los llama al orden, pero sin exit°. Entonces el inspector avanza, con un bastOn en la mano, le arrebata el libro al maestro y pronuncia un pequetio discurso. Este grupo es el peor y ahora veil el maestro cOmo hay que tratarlo. El ejereicio que siguie no pared() tener otro objeto que el de conseguir una completa atenciOn. La perfeeciOn, en un mundo relativamente imperfect°, parecia ser el objetivo de esta domesticaciOn de cachorros de hombre. El que leia fue interrumpido y un nombre to¬rnado al azar fue invitado a continuar. Seguir la lectura y estar aten to era con siderado como la cosa mas sencilla del mundo por este viejo que habia constatado seguramente con frecuencia, y por ex-‐periencia propia, que los pensamientos suelen volar lejos mientras los ojos vagan sobre la pagina de un libro. El que no prestaba atencion era arras-‐trado por los pelos o por la ropa y golpeado con el baston hasta que caia gritancfo al suelo. El ins¬pector aconsejo al maestro que utilizara con fre-‐cuencia el bastOn, y despues se foe. No habia elec¬tion: o aplicar el metodo, o despedirse. Despedirse contrariaba los planes de Johan, y se quedo. Ha-‐blO a los ninos, citando las palabras del inspector. «Ahora ya sabeis dn° comportaros, dijo, para evitar los bastonazos. El que reciba azotes sera poi.que se los ha buscado. Despues no me echeis a mi la culpa. Aqul esta el bashful, ahi la tarea. Cumplid con vuestra obligaciOn, o de lo contrario utilizara el bashfl, aunque me duela». 44 Era un discurso bastante habil; pero, por consi-‐guiente, carente por completo de misericordia, pues habria que determinar hasta que punto aque-‐llos niños podian cumplir con su obligaciOn. Y no podian, porque eran los ma's vivaces y en conse-‐ cuencia los menos atentos. Asi que el baston fun-‐cionaba durante todo el dia.
Gritos de auxilio, an-‐gustia reflejada en los rostros inocentes. Era ho-‐rrible. La atenciOn no depende de la voluntad, y por eso aquellos castigos eran sencillamente una tortura. Johan sabia que su funcion era injustiñ-‐cable, pero tenia el deber de cumplirla. A veces sc cansaba y dejaba que todo fuera a la deriva, pero entonces sus colegas, maestros y maestras, venian a reprenderle amistosamente. A veces encontraba todo tan absurdo que no podia evitar reirse con los incluso cuando utilizaba el baston. Las dos partes se daban cuenta de que trabajaban en una tarea imposible e Ibsen, que no cree en la nobleza de nacimiento ni en la nobleza por dinero, ha expresado reciente-‐mente su conñanza en la nueva nobleza: el obrero industrial. i,Por que es necesario que exista una nobleza? Si el hecho de no ejercer un trabajo ñsico es causa de degeneration, el excesivo trabajo ñsico y la miseria tambien conducen a la degeneraciOn, quiza con mayor facilidad. Todos aquellos ninos, cuyos padres eran obreros manuales, parecian mas enfermos, mas debiles y menos inteligentes que los ninos de la clase alta que el habia visto. Tal o cual mUsculo podia estar aids desarrollado, un omo-‐plato, una mano, un pie, pero la sangre que se vis-‐lumbraba a traves de la ',arida piel parecia de in-‐ñma calidad. Muchos tenian grandes cabezas que parecian llenas de agua, pues manaba de las orejas y de la nariz, y tenian las manos llenas de saba-‐ 45 Hones. Podria decirse que habian heredado las en-‐fermedades profesionales de los obreros de las ciu-‐dades. Aqui se veian en miniatura los pulmones y la sangre del fundidor, cleterioradox por los va-‐pores sulfdricos; los hombros y los pies deforma-‐dos del herrero; el cerebro del pintor, atroñado por los barnices y las pinturas t6xicas; las erupcio-‐nes tumefactas del deshollinador; y el pecho hun-‐dido del encuadernador. Se oia el eco de la tos del obrero metaldrgico y del que fabrica bettin, se olian los venenos del impresor de papeles pintados, se vela la miopia del relojero. En verdad, no era esta una raza preparada para el futuro, o sobre la coal pucliera construirse ese Immo, Ala larga ya no podra aumentar mils, pues este ejercito de obre-‐ros se recluta en el campo sin interruption alguna. Solo hacia las dos la clasp quedO.vacia, pues se necesitaba casi una hora de palmetazos y basto-‐ nazos para poder salir a la calle. Lo Inas incom-‐ prensible es que Ia enortne masa de niños iba en ñla hasta el vestibulo para coger los abrigos y lue-‐ go volvian al aula en ñla, en lugar de volver direc-‐ tamente a casa. Una vez en la calle, se preguntO: «i,Es esta la famosa educaciOn que con Lantos sa-‐ crfñcios se da a la clase baja?». Hubiera podido meditar la pregunta y responder: «i,Puede haber otra manera de hacerlo?». Y a su vez hubiera de-‐ bido responder: «No». Si se trata de formar a una clase inferior, servil, esclava, siempre dispuesta a obedecer, hay que rnatarlos a bastonazos. Si se tra-‐ ta de formar a un proletario que no tehdra dere-‐ cho a preguntar ,nada en la vida, hay que mentirle
y hacerle creer que exists tin paraiso. Decidles que a enseilanza esta mal concebida, dejadles criticar, dejadles obtener lo que quieren en una sola cues-‐tiOn, e iremos hacia la disolucion de la sociedad. 46 Pups Ia sociedad se apoya en una clase inferior obediente y ñel a su obligaciOn. Por lo tanto, opri-‐midles desde el principio, suprimid su voluntad, impedidles cualquier razonamiento y enseriadles a no esperar nada y a estar contentos. Evidente-‐mente, no le faltaba razon al pensar en esta locura, pero en cuanto al metodo de la escuela primaria, en lo que concierne a la enseñanza, habia a la vez cosas buenas y cosas malas. Lo bueno: se intro-‐dujo la observation objetiv'a, herencia de Pesta-‐lozzi, discipulo de Rousseau muerto en 1827. Lo malo: los profesores que entraban en la escuela primaria introducian un metodo equivocado. No bastaba, de ahora en adelante, con saber simple-‐mente la tabla de multiplicar, habia que compren-‐derla. Habia que comprender las fracciones: Lcom-‐ prenderlas? Y, sin embargo, un ingeniero que sale de la Escuela Superior Tecnica no puede explicar porque una fracciOn puede ser multiplo de tres cuando la suma de sus cifras es divisible por tres. Por la misma razOn, los marinos no deberian usar las tablas de logaritmos porque no pueden «cal-‐cular» los logaritmos. No construir sobre lo ya rea-‐lizado y recomenzar cada vez a partir de los ci-‐mientos es evidentemente un ltijo; de ahi el exceso de clases de lectura en las escuelas. Alguno objetara que Johan hubiera debido re-‐formarse el mismo como maestro antes de preten¬der reformar la enserianza. Pero no podia, pues era un instrumento sin voluntad en manos del ins¬pector, del reglamento y del consejo de la escuela. Los mejores maestros, es decir, aquellos que a fuerza de torturar lograban los peores (en este caso los mejores) resultados eran los maestros incultos que venian directamente de la escuela normal. No tenian ninguna duda acerca del metodo, ninguna 47 ternura hada los niiios, y era a ellos a quienes los Milos respetaban max. Un demonio alto, grosero, que habia abandonado el oñcio de carretero, tenia una absoluta autoridad sobre los mayores. i,Exis-‐tia en la clase inferior mas respeto o temor hacia sus iguales que hacia la clase superior? El vigilante y el contramaestre parecen inspirar mas respeto que el administrador o el patron. IA que es debi-‐do? 1,Es que la clase inferior considera que asi puede ganarse mejor la simpatia de los que no han sufrido como ella y no pueden tener miedo de caer hasta donde ella esta, porque son mas acomodati-‐cios? i0 es que considera qua los superiores que proceden de su mismo estrato comprenden mejor su situation y merecen, por ello, mas respeto? Las maestras eran mas temidas que los maes¬tros; eran pedantes, pedian la prfccion y no eran en absoluto amables; eran mas biercrudes. Practi-‐ caban voIuntariamente tin reñnar_lo sistema de gol-‐pear las manos y cometian con ello una necedad que tin estudio, aunque fuera rudimentario, de ñ siologia hubiera debido corregir. Cuando el niiio, por un movimiento reflejo, retiraba las manos, era objeto de otro castigo por no haber mantenido los dedos inmOviles, como si uno pudiera impodir ce-‐rrar los ojos etiando el viento Lanza polvo a la cara. Las
maestras tenian la ventaja de que no sa-‐bian gran Cosa acerca de las malerias que enseila-‐ban y no les atormentaba duda alguna. Era falso que sus sueldos fueran mas bajos que los de los maestros. Eran relativamente mas altos y era injus-‐to que con un miserable examen de maestra gana-‐sen max que los estudiantes. Ademis estaban mu y bien vistas, eran tratadas como prodigios Cuando viajar al extranjero. eran cumplidoras y se les concedia betas para 48 cuencia no podia soportar los malos olores, los objetos desagradables, las personas deformes, las malas pronunciaciones o las ropas rotas. La vida le habia dado mucho, y este recordatorio cotidiano de la miseria le torturaba como un remordimiento. Y eso que hubiera podido ser uno de esos indivi-‐ duos de abajo, si su madre se hubiera casado con un hombre de so clase. Es un orgulloso, habria dicho un dependiente de afmacen al que hubieran ascendido al rango de director de periodic°, el mismo que se hubiera de-‐clarado con orgullo satisfecho de su primera suer-‐te, olvidando que podia ascender realmente si se elevaba por encima de su despreciable condiciOn. Es un orgulloso, habria dicho on maestro zapatero que hubiera preferido tirarse al mar antes que vol-‐ver a su situacion de obrero. Johan era orgulloso, no hay duda, tan orgulloso como el maestro zapa-‐tero, pero quiza no del todo, puesto que habia descend/do desde su situacion de estudiante a Ia de maestro. Pero no era por vocation por to que to habia hecho; era por necesidad y no se vanagloria-‐ba de su situacion ni pretendia dar una apariencia de «amigo del pueblo». No se pueden regir las simpatias o las antipatias, y toda exigencia, proce-‐dente de abajo, reclamando el amor y el sacriñcio de la clase alta, es puro idealismo. La clase baja esta sacriñcada a la clase alta, pero, en realidad, se ha sacriñcado voluntariamente. Tiene el derecho de reclamar lo que le corresponcle, pero debera conquistarlo por si misma. Nadie abandona su posicion debe esper poar a r voluntad propia, y la clase baja no que los reyes o la clase alta se va-‐yan. ;Derribadnos! 'Pero todos a Ia vez! Si una clase alta ilustrada viene en su ayuda, la clase baja le puede estar agradecida, tanto mas cuando una 50 se esforzaba por llegar arriba a pulso; y si a veces se sentia deprimido hasta la desesperaciOn, no pen-‐saba encontrarse con profesores benevolentes. Pre-‐paraba so examen y eso era todo. Pero el miserrimo regimen de Uppsala, la pen-‐skim de seis coronas, la leche y el pan habian ago-‐tado sus fuerzas, y el estaba precisamente en esa edad de la juventud en quo se experimenta una gran avidez de diversiones. La estancia en casa era penosa; por la noche, iba al café o a la taberna y alli se vela con sus amigos. Las bebidas fuertes le proporcionaban energia y dormia bien cuando ha-‐bia bebido. Esta necesidad de alcohol parece mani-‐festarse regularmente con el despertar de la virili-‐dad en todos los jOvenes. Descendientes de una raza de bebedores y de generaciones que vienen be-‐biendo desde los tiempos mas remotos del paganis-‐mo, fanaticos de la cerveza y del hidromiel, ide que manera el deseo no habria podido convertirse, en su caso, en necesidad? Era una necesidad cuya
represiOn venia acompatiada por una disminuciOn de las fuerzas. Y hay que preguntarse si la absten-‐ciOn total no comporta los mismos riesgos que el dejar de tomar veneno para el consumidor de ar-‐senico. El movimiento en favor de la abstention total, por otra parte muy respet able, terminard sin duda en una moderaciem que sera una verdadera virtud, y no en una prueba de fuerza con el obli-‐ gado acompaiiamiento de jactancia y autosatis-‐facciOn. Tambien empezO a cuidar su apariencia, 61, que hasta entonces solo habia llevado ropa usada. Su sueldo le parecia increiblemente alto y tomaba, en su imaginaciOn calenturienta, proporciones Mau-‐ditas, por lo que pronto contrajo deudas. Estas deudas aumentaban sin cesar y jamas podrian pa-‐ 52 muebles para comprencierlo todo. La madre mal-‐dijo y excusO alternativamente a su hijo. Verdade-‐ramente, podia excusarlo. El chico tenia Ia costum-‐bre de lamer los vasos. Esta era la explicaciOn y era suñciente. iQue podia hacerse! Cambiar de vi-‐vienda, proporcionarle una major alimentation, una criada para que lo vigilara, etc. lTodo cues-‐tiOn de dinero! Johan baj6 hasta el asilo de Sta. Klara, del que se habian ido los ancianos y que provisional-‐mente habia sido cedido a algunas familias, mien-‐tras duraba la escasez de viviendas. En una gran sala, vio a una docena de familias, que dividfan el suelo con linens de tiza; algunos estaban acos-‐tados, otros de pie. Habia alli un carpintero con su banco, un zapatero con su mesa, y a su alrededor nidos y mujeres alborotaban a ambos tados de la linen de tiza para ocultar to que suele ocultarse de costumbre. j,Que hacer ante esto? 1,Escribir un informe sobre una situacion ya conocida, repartir bonos para la leria, los alimentos y la ropa? Despues se topO con la pobreza orgullosa, en to alto de Kungholmsberg. De alli to echaron. —Aim no necesitamos recurrir a la beneñcen-‐cia, gracias a Dios, tenemos lo que nos hate falta. —;Muy bien! ;Pero entonces no permita que su hijo vaya en invierno con los zapatos agujereadosl La puerta crujiO una vez mas. —lEso no le importa! Vio espectaculos horribles: niños enfermos, con la habitation llena de los vaporer sulfaricos del coque; todos tosiendo, desde la abuela al mas pe-‐quello de los ninos. 1,Que podia hacer el? Sentirse cOmodamente mat e irse de alli a toda velocidad. No habia otra solution en esta epoca en que la Be-‐neñcencia y la literatura no hacfan mas que lamen-‐ 54 encontraban una especie de justiñcacion en estas historias de amor tratadas tan libremente, y el sem-‐braba su alocada avena en todas direcciones. Tenia cotidianamente, y al mismo tiempo, tree encendi-‐das pasiones. Una enorme, sagrada, pura, como el la Ilamaba, con proyectos de matrimonio a largo plazo; por consiguiente un lecho conyugal; pero puro. Despues un pequetio nera, amorio con una meso-‐
y ñnalrnente todo el inmenso batallOn de ru-‐bias, morenas, pelirrojas y castañas. Era como si la pureza de sentimientos aumentara eiFrefacloin con la diñeufrad y tambien con el nivel de educaciOn. Orin 15aSieiii desenfrerrada no puede nacer rria-‐sq-‐iie—entre personas de la misma clase. El amor mismo se ha convertido en una cuestiOn de clases, aun-‐ que en el fondo tenga siempre la misma meta. Habfa mantenido durante todo un alio una re-‐laden con una criada de Stallinastargarden. Dado que siempre trataba a las mujeres con un cierto respeto y no era impetuoso hasta que la situation estaba madura, la chica empezO a encaramelarse con el y parecia esperar intenciones serias, aunque el nunca habia hecho ninguna alusion ni habia pro-‐metido nada. Ella le coneediO todos sus favores, salvo el Ultimo. Era una situation enervante y Jo-‐ han se quejo ante un amigo. —Eres demasiado timido —le dijo el amigo—. ante nada. A las chicas les gustan los atrevidos que no se de-‐tienen—Pero si yo no soy timid° —añrmO Johan. -‐-‐Si, pero lo fuiste al principio; hay que expo-‐ ner las intenciones desde el comienzo. Verdaderamente, era demasiado tarde. Pudo veriñcar a menudo este consejo. Cuando no habia ninguna esperanza de matrimonio, todo iba sobre ruedas; de lo contrario, no. 56 DesperdiciO dos arms en esta intriga, sin resat-‐ludo. A veces creia estar cerca de la meta. Tuvo cites nocturnas, salio por la ventana a traves de one escalera de incendios, peleo con jaurias ente-‐ras y se desgarro las ropes en una empalizada sin ohtener otra cosa que favores a medias. Todo ter-‐tnino con llantos y ruegos. —Te amo demasiado —dijo ella. 1,Que signiñcaba esto? Quiza ella solo tenia miedo de las consecuencias. El no lo supo jamas: El semestre avanzaba, se aproximaba la pri-‐mavera. Johan frecuentaba sobre todo a un maes¬tro de la escuela, de trabajos manuales, que era poeta, muy añcionado a la literatura y a la mnsica. I'aseaban juntos cerca de Stallmastargarden, ha-‐blaban de literatura y cenaban juntos. Mientras Johan flirteaba, su amigo tocaba el piano. A veces se divertia escribiendo versos chistosos a las chicas. Johan tenia una especie de idea ñja, escribir _ _ verso pero_ rOiPodia. Se trata, sin dude de algo innato y que se maniñesta de repente, como una conversionEl, evidentemente no tenia voeactoMT iCOmo ha a deseado tenerla! Seet:if-‐Bidet-‐alba un desheredado de la naturaleza, un ser incompleto. Una noche que Johan charlaba con la meso-‐nera, esta le dijo a quemarropa: — El viernes es mi santo, 1,me escribiras unos versos? — Si —dijo Johan—. Con mucho gusto. Cuando se encontro con su amigo, le hablO de su precipitada promesa. — Muy Bien, yo to los hare —dijo el amigo. Y al dia siguiente le entregO un poema, manus-‐ crito y ñrmado: Johan, Era claramente indecente 57 de la onomastica. y ademas divertido. El to enviO la misma mañana
AgueIla noche, Johan y su amigo fueron a ce-‐nar y a felicitarle. La chica no comparecia ni un solo instante. Estaba ocupada sirviendo. Les pusie-‐ron la mesa y empezaron a corner. De repente, ella aparecio en el umbra] de la puerta e hizo una serial a Johan. Tenia un aspec-‐piso. to muy serio. Johan se levant() y la siguio al pri-‐merpregunto ella. —zEres to quien ha escrito estos versos? —le —No —respondiO Johan. —tYa lo suponia! La chica de Ia despensa ha dicho que ya los habia leido hate dos arios, cuan-‐do to amigo los escribiO para la vieja Majken, que era una mala mujer. iFuera, Johan! El cogiO su gorra para irse fuera, pero la chica le puso el brazo alrededor del cuello e intent() re-‐tenerlo; estaba palido como un muerto y fuera de si. Se desprendiO del abrazo y corrio hacia el par-‐que de Bellevue. Se adentrO corriendo en el bos-‐ que, abandonando el camino principal. Las minas elos zarzales le golpeaban el rostro, los guijarros daban bajo sus pies, los Maros asustados em-‐prendian el vuelo. Estaba loco de vergrienza y bus-‐caba instintivamente el bosque para esconderse. ;Extra-‐fro fenOmeno! Escaparse por el bosque es, antes de que el hombre piense en lanzarse al agua, la maxima manifestation de la desesperaciOn. El bosque es el pemiltimo extremo; el agua, el Ultimo. Se suele citar el caso de un autor celebre que du-‐rante veinte afros habia gozado apaciblernente de la mayor popularidad, pero que, tras un repentino cambio de estilo, cay() en el mayor descredito y se precipito desde lo alto de su pedestal. Se sintiO 58 inno atravesado por un rayo; se volvio loco y en Au et) fermizo temor sali6 de la ciudad para refu-‐rsc en el bosque, de donde to sacaron. El bos-‐Uc QS el antigun hogar de la barbarie, el enemigo au ado, er-‐decir,' de Ia ctvthzacron. Cuando se aranca de golpe a un individuo su dignidad de ler civilizado, su reputaciOn tan singularmente con-‐eguida, se convierte en un instante en un barbaro en una presa de caza, tan inSeguramente estan eeilidas al cuerpo las ropas de la civilization. Cuando un hombre se vuelve loco, empieza por anzar sus ropas lejos de si. i,Que sera entonces locura? Una vuelta atras? Si, hay quienes creen que los animates estan locos. Cuando Johan se adentro asi en el bosque, era ya de noche. Se acostO sobre un gran bloque de piedra, en un matorral. Tenia vergrienza. Esa era Ia impresiOn dominante. Un ser sensible es mu-‐eho mas severo consigo mismo de to que creen los demas. El era despiadado y se atormentaba. l'rimero, habia querido engalanarse con plumas de pavo real, y por lo tanto habia mentido; luego, habia ofendido a la virtud de una muchacha ino-‐cente. La primera acusaciOn incluia otra aim mas penosa: su impotencia como poeta. Pretendia mas de lo que podia hater. Estaba descontento del lu-‐gar que la naturaleza y la sociedad le habian con-‐cedido. Si, pero (y aqui empezaba su justiñcation, ahora que su sangre se calmaba con el aire de la noche) si, pero en la escuela siempre le animaban a que se esforzara por llegar mas alto. Hablaban con admiraciOn de los caracteres con ansias de so-‐ peracion que manifestaban su descontento con el lugar que se les habia atribuido provisionalrnente. Si, pero (y de nuevo empezaba el tormento) el habia querido avanzar haciendo trampas. ;Hacien-‐ 59
de la onomastica. y ademas divertido. El to enviO la misma mañana AgueIla noche, Johan y su amigo fueron a ce-‐nar y a felicitarle. La chica no comparecia ni un solo instante. Estaba ocupada sirviendo. Les pusie-‐ron la mesa y empezaron a corner. De repente, ella aparecio en el umbra] de la puerta e hizo una serial a Johan. Tenia un aspec-‐piso. to muy serio. Johan se levant() y la siguio al pri-‐merpregunto ella. —zEres to quien ha escrito estos versos? —le —No —respondiO Johan. —tYa lo suponia! La chica de Ia despensa ha dicho que ya los habia leido hate dos arios, cuan-‐do to amigo los escribiO para la vieja Majken, que era una mala mujer. iFuera, Johan! El cogiO su gorra para irse fuera, pero la chica le puso el brazo alrededor del cuello e intent() re-‐tenerlo; estaba palido como un muerto y fuera de si. Se desprendiO del abrazo y corrio hacia el par-‐que de Bellevue. Se adentrO corriendo en el bos-‐ que, abandonando el camino principal. Las minas elos zarzales le golpeaban el rostro, los guijarros daban bajo sus pies, los Maros asustados em-‐prendian el vuelo. Estaba loco de vergrienza y bus-‐caba instintivamente el bosque para esconderse. ;Extra-‐fro fenOmeno! Escaparse por el bosque es, antes de que el hombre piense en lanzarse al agua, la maxima manifestation de la desesperaciOn. El bosque es el pemiltimo extremo; el agua, el Ultimo. Se suele citar el caso de un autor celebre que du-‐rante veinte afros habia gozado apaciblernente de la mayor popularidad, pero que, tras un repentino cambio de estilo, cay() en el mayor descredito y se precipito desde lo alto de su pedestal. Se sintiO 58 inno atravesado por un rayo; se volvio loco y en Au et) fermizo temor sali6 de la ciudad para refu-‐rsc en el bosque, de donde to sacaron. El bos-‐Uc QS el antigun hogar de la barbarie, el enemigo au ado, er-‐decir,' de Ia ctvthzacron. Cuando se aranca de golpe a un individuo su dignidad de ler civilizado, su reputaciOn tan singularmente con-‐eguida, se convierte en un instante en un barbaro en una presa de caza, tan inSeguramente estan eeilidas al cuerpo las ropas de la civilization. Cuando un hombre se vuelve loco, empieza por anzar sus ropas lejos de si. i,Que sera entonces locura? Una vuelta atras? Si, hay quienes creen que los animates estan locos. Cuando Johan se adentro asi en el bosque, era ya de noche. Se acostO sobre un gran bloque de piedra, en un matorral. Tenia vergrienza. Esa era Ia impresiOn dominante. Un ser sensible es mu-‐eho mas severo consigo mismo de to que creen los demas. El era despiadado y se atormentaba. l'rimero, habia querido engalanarse con plumas de pavo real, y por lo tanto habia mentido; luego, habia ofendido a la virtud de una muchacha ino-‐cente. La primera acusaciOn incluia otra aim mas penosa: su impotencia como poeta. Pretendia mas de lo que podia hater. Estaba descontento del lu-‐gar que la naturaleza y la sociedad le habian con-‐cedido. Si, pero (y aqui empezaba su justiñcation, ahora que su sangre se calmaba con el aire de la noche) si, pero en la escuela siempre le animaban a que se esforzara por llegar mas alto. Hablaban con admiraciOn de los caracteres con ansias de so-‐ peracion que manifestaban su descontento con el lugar que se les habia atribuido
provisionalrnente. Si, pero (y de nuevo empezaba el tormento) el habia querido avanzar haciendo trampas. ;Hacien-‐ 59 do rampas! No cab,. ninglina apelacion. Sew is `tin:ICC/a_ Detill Mit sin -‐sus_ Trampas, meat it is, est:if:is. Eso es to que ha-‐ bia hecho. l.a mas antigun de,eripci611 del JapOn Wm el caso de owl nmchaehis japonesa que murk) literal-‐mettle de vergiienia prnque un accidente natural le sobrevino cn compania. Asi, pues, sc puede morn de vergrienia. Como eri,t Woo vicjo, tenia sobre to-‐ do miedo de cometer piCadO; comp ser tenia miedo de clue vus peeados fueran descubier-‐tos. La genic comeria pccados, todo el mundo lo sabia, porn se consicicraba un cinico at que los coilfcsaba, plies la sociedad siempre queria parccer mejot lo que era. A %ewes, sin embargo, la socie-‐ clad wogia que litwan reconoctdos, si se queria °Me net lu absolocion. Pero esto era un engailo, pues la soeicclad queria la confesiOn para teller el pla¬cer de castigar y a la soeicdad le gustaba engailar. El habia confesado inniediatamente y habia silo castigado, y sin embargo se scuba corno un mat-‐hechor. La segunda acusaciOn, la coestion de la chica, era iumbien cruel. iAsi que ella le habia woad° castamente y el solo habia deseado poseerla de no motto vil y brutal! zComo podia haber silo tan groscro eoino para crcer que una mesonera CO po-‐dia aftlal castamente? ;Su madre Labia estado en la misma situaciOn cum esa chica! La habia ohm-‐(lido_ ;Quc vergnenia, que Yu:Wien/a! Kcpentinamente oyo gritos en el parque: ;11a-‐inaban a Johan! ;Johan! La voz de la muchaeha \ la do till amigo sonahan comp un CCO CICIC Ills arboles. Pero cl no respond:O. En un insiante todos Stu CISI1.11111C111,1, (IC tortura Le eayel on de la`, RiCtIpet-‐6 la razOn y se dijo: 515 on ellos, eontinumemos nuestra Cella, pediremos Rike que venga con nosotros, tomaremos una ,spa con ella y todo habra terminado». Pero no, ido demasiado lejos, no podia volyer tan Iapidamente. Los gnus cesaion. Sc clued() acostado, ador-‐meeido, reflexionando sin &scans° sobre su doble wimen. habia memido y Labia herido los senti-‐'Mentos de la nmchacha. Cay6 In noche. A veces • ruiclos en el bosque y se sobresaltaba sudando ,ogustiosaweine. Se leywn6 y sc Inc a sentar banco. Se (meth) alLi ,basta que se hizo de Temblaba y se sentia eufermo. Volvio a su casa. Ahora ya Labia recuperado completamente lucidez y pensaha: w,Que tonta es toda esta Ilistoria! Yo no queria on moclo *lino quc ella teyera que yo era el auto[ y estaha dispuesto ,:ontarle lo quc habia pasado. Era mas Lien una Inoma. Y sus sentimientos, valgame Dios, no oran precisamente poros el dia en clue salt de su casa Ian la vein ;w. Y so eolega lambien le Labia coganado. ;Pero todo esto tenia tan poca iroportaneta! Cuando entra en su habitaciOn, su amigo es-‐taba acostado y dormia en la cama de Johan. Qui-‐so levantarse, pero Johan le dijo (me uo to hiciera. Queria morliñcarse
una vez mds. OM una caja de cigarrillos bajo la cabwia y un capote de sol-‐dado encima, se acosto en el suelo. Cuando se des-‐pertmon, Johan megunt6 con VOL temblorosa: —Y Mew t,cbmo sc lo ha tornado ella? —;Oh! Se ri6, bchimos poncho Mows v eso ee todo. IDijo que los versos eras tan diyertidos! — z,Se rio? estaba enfadada? —De ningun modo. -‐-‐Y en cambio se hacia La virtuosa conmigo. (31 —Si, to siempre has ido con mucho rniramiento con ella. Ese tan alto, Hornberg, decia el otro dia que la virtud de Rike no eraalgo muy pre-‐ciado. El la sedujo... —LQue? z,Hornberg? —Si, si, nada serio, pero de todas maneras... Tu ya sabes que ella ya no es virgen. Johan no quiso oir nada mas. i Y aquella ba-‐gatela le habia provocado una noche de terror! No se atrevio a preguntar si habian estado inquie-‐tos por el. Pero ya que habian bebido ponche y se habian divertido, ino se lo habian tornado tan en serio! iNo habian temido ni un solo instance por su vida! Se vistio y se fue a la escuela. El egoista examen de conciencia del cristianis-‐ma lo habla acostumbrado a ocuparse de su ego, a mimarlo, a regalarlo como a otro ser querido7-‐Y este ego tan protegido crecia y miraba siempre hacia adentro en lugar de mirar hacia el rnundo. Se convirtiO en Una relaciOn interesante, un amigo al que habia que adular, pero que podia atender a razones y corregirse. Era la enfermedad del siglo tcoriza tia da por Ñchte, _que coosideraba que. todo eXis en el yo y para el yo, fuera del cual no exis-‐rianinguna realidad yerdadera. Era la formula del romanticismo y del idealismo subjetivo: «Yo es-‐-‐ taba de pie en la orilla baj-‐ -‐ -‐ -‐ .,. o el castillo real», «Yo vivo en las cavernas de la 111011tana>›, «Yo, Milo, vigilo la trinchera», «Yo recuerdo la epoca feliz». Siempre el mismo sonsonete. Era de verdad este «yo» tan orgulloso? iNo era el «yo» del poeta mas modesto que el regio «nosotros» del periodista? El realismo de nuestra epoca ha visto reapa-‐ o al embellecimiento de is sociedad, pero todo iria mejor si el equilibrio se restableciera y un espiritu sano pudiera residir en un cuerpo sano. Se ha in-‐ tentado remediar esto in troduciendo el trabajo ma¬nual en las escuelas. Seria mejor, sin duda, que la primera ensellanza se impartiera en casa, conver-‐dr la escuela en una escuela de education civica y luego dejar que cada uno Sc desenvolviera por si mismo. Ademas, la emancipaciOn de la clase baja obligara a todos los serer civilizados a hacer un poco ese trabajo manual que ahora hacen los criados y entonces el equilibrio, evidentemente, se habra restablecido. La inteligencia no sufrira por esto; la prueba esta en que todos los espiritus mas despiertos de nuestro tiempo han estado en contacto directo con la realidad por
sus ocupacio-‐nes. Stuart Mill, funcionario. Spencer, ingeniero civil. Edison, empleado de telegrafos. Los arms de universidad, los mas daninos por su indisciplina, son tambien los mas peligrosos. El cerebro debe asimilar, asimiiar sin descanso, y no dar riunca nada de si, ni siquiera en forma de producciOn inteligente, con lo que todo el sis-‐tema muscular queda inutilizado. Era como si una sobreproduccion de pensa-‐mientos y fantasias amenazara a Johan en aquel momento. Y el trabajo escolar, mecanico, dando siempre vueltas alrededor del mismo circulo, siem-‐pre con las mismas preguntas y respuestas, no per-‐mitia la evacuation del excedente. Al contrario, aumentaba su capacidad de observaciOn en rela-‐cion a los niños y los maestros. Esta acumulaciOn de materiales, de experiencias, de constataciones, de observaciones, de criticas, de pensamientos, fer-‐mentaba como una masa informe. Buscaba a al-‐guien con quien poder pensar en voz alta. Pero 64 cuando no encontraba a nadie que quisiera o pu-‐diera servirle de caja de resonancia, se ponia a declamar. Declamar estaba muy de moda un poco antes de 1870. En las familias, se leia en voz alta Los reyes de Salamina; en los conciertos, muy abun-‐dantes en aquella epoca, organizados sobre todo por amateurs, se declamaba. Y cgsi siempre los mismos textos: La era de los campeones, La via lactea, Sehlstedt, etc. La declamaciOn tendia a convertirse en lo que antes habia sido el cuarteto vocal: un desahogo de todo el entusiasmo y las go-‐zosas esperanzas que habian seguido al despertar de 1865. Como los suecos no son oradores natos ni aprenden a serlo durante su education, acaban siendo cantores y declamadores, quiza porque, fal-‐ tos de originalidad, deben decantarse por las obras ya hechas. lnterpretes, pero no compositores. La misma falta de originalidad se manifestaba igual-‐mente en el caso de los solteros, en los que pri-‐maba la narration de aneedotas. Este pasatiempo miserable y aburrido ha desaparecido desde que la actualidad aporta por si misma temas de conversa-‐ciOn y discusion. Un dia, Johan fue a ver a su amigo, el profe-‐sor de instituto, en cuya casa encontro a otros jovenes profesores. Dado que la conversation empezaba a languidecer, su amigo cogio las obras de Schiller, quc acababan de aparecer en una nue-‐va edici6n muy barata, y que se vendian mucho sobre todo a causa de su bajo precio. Las abri6 por Los bandidos y se puso a leer. Johan habia escogido el papel de Karl Moor. La primera escena del primer acto ocurre entre el viejo Moor y Franz. Despues viene la segunda escena y Johan leyO: «Me asquea este aburrido siglo, cuando leo en mi 65 Plutarco la historia de los grandes hombres —(se-‐gun Spiegelberg, lease Josefo). La llama de Pro-‐meteo se ha apagado, y ahora se recurre a los fue-‐gos de artiñcio del teatro, con los que no se puede encender ni una pipa. Trepan como ratas por la maza de Hercules y de tanto trabajar se saltan los sesos fuera del crane() para saber lo que hay en el vientre. Un cura frances dice orgullosamente que Alejandro era un cobarde. Un profesor tubercu-‐
loso imparte un curso sobre Ia Fuerza con un frasco de sales bajo Ia nariz. Fanfarrones que se desmayan tras hacer el amor escriben sobre las tdc-‐ticas de Anibal; pilluelos que aim no han dejado de mamar extraen frases del relato de la batalla de Canvas y gimen ante las victorias de Escipion cuando las tienen que explicar». Johan no conocia el texto aleman y no habia visto nunca representar Ia obra en sueco. Habia empezado a leer distraidamente, per(), a inedida que iba leyendo, no tardO en animarse. Alit tenia, con otro tono, sus confusos suerios traducidos a palabras, sus protestas de rebelde irnpresas. Exis-‐tia, pues, otro, un gran, un celebre escritor que habia experimentado el mismo asco hacia toda la cultura escolar y universitaria y habia preferido ser un Robinson o un salteador de caminos, antes que dejarse enrolar en aquel ejercito: la sociedad. Continuo leyendo. Su voz temblaba, se sentia arder las mejillas, respiraba con diñcultad. «Intentan oponerse a la sana naturaleza con convenciones repugnantes, no tienen el coraje de beber un trago porque eso les obliga a hacer un brindis. Lauren los pies al limpiabotas para que hable de ellos a su Alteza y atormentan al pobre diablo de quien nada tienen que temer. Se adoran los unos a los otros por una cena y se envenena-‐ 66 satira impia campe a sus anchas a costa de las ver-‐dades mas sagradas..• Espero no haber hecho tin ' pobre desagravio a la religion y a la verdadera moral exponiendo al desprecio del mundo a estos audaces burladores de la Biblia en los personajes ' do mis ignominiosos bandidos». LEra Schiller sincero cuando escribia el drama e hi o, cuando escribia el prologo? Igualmente sincero en arnbos casos, porque el hombre tiene una doble personalidad, y se muestra, ya bajo la apariencia de hombre natural, ya bajo la aparien-‐cia de hombre social. En su mesa de trabajo, en soledad, cuando eseribe en el panel silenciosos ca-‐racteres, Schiller parece, como otros escritores, sobre todo jOvenes, haber trabajado bajo la in¬nuendo ciega de los instintos naturales, sin ningdn respero por ei Micro de los hombres, sin pensar en el public() o en las Ieyes, o en las constituciones. El teldn se ha levantado por un instante, la men tira social ha quedado al descubierto en Coda su enor-‐midad; el silencio de la DOChe, en Indic de/ cual trabajan, sobre todo los jOvenes, no induce a pen-‐sar en la vida ruidosa y extradamente artiñcial que se agita fuera; la oscuridad envuelve ese montOn de piedras donde se han escondido los animales Ma-‐daptados. Pero Ilega la mariana, la 102 del dia, los ruidos de la calle, los hombres, los amigos, los agentes de policia, las campanas, y el poeta, el vi-‐dente, Sc aterroriza de sus propios pensamientos. La opinion pdblica grita, los periOdicos dan la alarma, los amigos se alejan en bandadas, Sr hace el vacio a su alrededor y un irresistible terror se apodera del enemigo de la sociedad. Si« no quieres ester con nosotros, dice Ia sociedad, vete al bos-‐que. Si eres un animal inadaptado o un salvaje, to 68 deportaremos a las sociedades inferiores para las
efecto. La oposici6n de Schiller, que en principio era contra toda la sociedad, se dirige luego sola-‐mente hacia la monarquia. Y termina sit carrera con unos consejos a un reformador de la sociedad (despues de haber visto, es cierto, la reaction que sigui6 a la gran revolution): «Nur far Begen und Than und furs Wohl der Mens-‐chengeschlechter Lass du den Himmel, Freund, sor-‐gen, wie gestern so heut.0 jEl cielo, el infeliz y viejo cielo, encargado de velar por todo, exactamente igual que antes! Cuan-‐do Voltaire, debilitado por la edad, quiere de nuevo recibir a Dios estando en gracia, 1,por que no se habla de desvario? LY por que no se le da mas importancia a lo que dijo en su periodo de pleno vigor? Del mismo modo que el servicio militar no se hace mas que una vez y a los veintitin anos, Schiller hizo el suyo. iCuantos no han intentado escaparsel Johan no prestO atencion al prolog° ni al recto del libro, o quiza no lo vio; crey6 a Karl Moor al pie de la tetra, y se visti6 de Karl Moor, pues le sentaba bien. No lo imitO, pues le parecia que no tenta necesidad de remedarlo. Igual de re-‐belde, igual de vacilante, igual de confuso, y siem-‐pre preparado para huir al menor toque de alerta y escaper de las manos de la justicia. Su hastio por todo aumentaba y se puso a ha-‐cer planes para huir de ila sociedad organizada. Un dia se le meti6 en la cabeza irse a Argel y enrolarse en la Legion Extranjera. aSeria hermoso, pensaba, vivir en el desierto, en tiendas, disparar 1. En (N. 1eF T.) 70 contra las tribus semisalvajes y quiza mourn. Esta inquietud y este disgusto no eran debidos a necesidades sexuales reprimidas, pues no les negaba nada a sus sentidos. Era la oñebre prima-‐veral» que destruia todos los diques y empalizadas construidos por la escuela y el hogar. Pero, en aquel momento, ocurrieron algunas cosas que le reconciliaron durante algUn tiempo con la vida. Gracias i la recomendaci6n de un amigo, le ofrecieron un puesto de preceptor de dos niflas de una familia rica y culta. Las chiquillas debian ser educadas seem los nuevos metodos li-‐berates, sin pensionado y sin gobernanta. Era una tarea bastante delicada y Johan no se consideraba muy cualiñcado para cumplirla; ademas, puso co-‐mo reparo su condiciOn de maestro. —1,Saben que lo soy? —Claro que si. —Y a pesar de eso... —1En esta casa somos liberates! On& liberates eran en aquella epoca! Entonces empez6 una nueva doble vida. Del presidio de la escuela primaria con su catecismo obligatorio y su historia sagrada, con su pobreza, su miseria y su atrocidad, se iba a la una a corner, devoraba su almuerzo y a las dos ya estaba en su puesto. Era, en aquella epoca, la casa mas bella de todo Estocolmo, con un portero, una escalera pompeyana y una antecimara con vidrieras. En una bonita habitaciOn lateral, llena de flores, jau-‐las de pajaros y acuarios, debia darles clase a dos niflas bien vestidas, limpias, elegantemente pei-‐nadas, y •que llegaban alegres a clase despues de un buen almuerzo. Y alli podia expresar sus pro-‐pies ideas: el catecismo estaba desterrado, sola-‐mente se debian leer fragmentos escogidos de la historia sagrada con comentarios aparte sobre la vida y las doctrinas del hombre ideal, pues las ni-‐ 71
has no i ban a conñrmarse, slim a educarse para Nagar a ser personas modernas. LeIan a Schiller; se entusiasmaban con Guillermo Tell y su pequefto y feliz pais, «la tierra de Ia libertada; extraian todo el jugo de las crudezas de Shakespeare, que aun no habia sido tachado de inmoralidad. Su vida sexual normal le permitfa hablar abierta y libre-‐mente de los fragmentos delicados del Cesar de Shakespeare, y responder a las curiosas pregun-‐tas de aquellas saludables niflas acerca de los mis-‐terios de la vida sexual de los animates y de las plantas, cuando estudiaban juntos historia natural. El les enseflaba todo lo que sabfa, y hablaba mas que preguntaba; les dabs, al tiempo que concebia el mismo, la esperanza de un futuro mejor, Asi se introducia en una clase social que no co-‐. noeiat la delhombre rico ycalto, Encontrabaalli valentia 'deseos de ser uno .. Alla, en la 'escuela priniaria, toil° el mtindo era cobarde, conservador e hip6crita. LAcaso los pa¬dres de los niños hubieran querido, aunque el consejo de la escuela lo hubiera permitido, supri-‐mir la religiOn de Ia escuela? Probablemente no. Asf, pues, Lllegaria alli la luz de las clases altas? Seguramente. No tanto de las clases altas como de la reptiblica de cientiñcos que busca la verdad. Tambien tenia la sensation de que hacia falta as¬cender para ser oldo. Por consiguiente, itrepa ha-‐cia arriba, o arrebatales la cultura y reparte sus luminosos reflejos a todo el mundo! Era necesaria la independencia econOmica para ser liberal, tener una position para que las palabras de uno influ-‐yeran; . en aquel momento, atin habia una aristo-‐cracia. 72 Existia en esta epoca un grupo de jOvenes me¬dicos, cientiñcos, escritores y miembros del Parla-‐mento que formaban una liga liberal sin llegar a constituirse en una sociedad. Daban conferencias gratuitas, se comprometian a no aceptar comic-‐coraciones, emitian valientes teorias sobre la Igle-‐sia y el Estado y escriblan en los peri6dicos. Los nombres mas sobresalientes eran: Axel Key, Nor-‐denskield, Christian Lover', Harald Wieselgren, Hedlund, Victor Rydberg, Meijerberg y John. Habia tambitn ranchos miembros que trabajaban en el anonimato, sin escandalos, salvo algunas ex-‐cepciones. Despues de la reaccien de 1872, el gru-‐po se debilito, se cansaron y no pudieron ingre-‐sar en ningkin partido, lo cual resultaba fastidioso, pues el partido campesino empezaba ya a corrom-‐perse con las estancias anuales en Estocolmo y las visitas a la corte. Todos pertenecen hoy en dia al partido moderado o al liberal, cuando no han en-‐grosado las ñlar de los indiferentes o los desen-‐cantados, evolution bastante natural despues de tantos altos de inntiles batallas que no sirvieron para nada. Gracias a la familia de sus alumnas, Johan entre. en contacto, por otra parte superñcialmente, con este grupo y tuvo, en cualquier caso, la oca-‐sion de observarlos de cerca y de (Arles hablar en comidas y cenas. A veces pensaba que esas gentes harlan un buen trabajo «divulgando pri-‐ mero las lutes y reformando despues». Se encontro con el inspector de escuelas primarias y se sor-‐ prendi6 de verlo entre liberales. Pero el inspector tenia por encima de el al consejo academic° y ca-‐recta casi de influencia. Tras una cena bastante dis-‐
tendida, Johan se arm6 de valor y se atrevio a hablar de cosas serias con el inspector. -‐-‐oAqui, 73 pensaba, podemos intimar y reir juntos ante una copa de champagne». Pero su superior no tenia ganas de reir y le rog6 aplazar la conversation hasta su proximo encuentro en la escuela. Johan no queria; en la escuela ambos Ilevaban, segim pensaba, una mascara, y por eso hablaron de «otras cosas». Johan y el inspector se habian reformado a si mismos, pero no podian reforrnar a los demas; quien prometiera tener exito en esto, bromeaba. Las deudas crecian y el trabajo aumentaba. De ocho a trim, enserianza en la escuela primaria; media hora de viaje y luego la clase, a la que Johan llegaba sin aliento y en plena digestion, con peligro de adormecerse; trabajo hasta las (ma¬im, parada en Nortuilsgatan donde daba unas cla-‐ses, vuelta por la noche a casa de las nirias y luego a estudiar para su examen, ya entrada la noche, despues de diez horas de trabajo. El alumno tree que su trabajo es pesado, pero el es el coche mientras que el maestro es el caballo. Es realmen-‐te mas pesado que mantenerse en pie ante un tor-‐nillo o ante la palanca de una maquina, y sin em-‐bargo es igual de monotono. El cerebro, hincha-‐do por el trabajo y la falta de reposo despues de la comida, necesitaba excitarse y debian reponer-‐se fuerzas, de modo que el escogiO la mejor y mas sencilla solution: it a un café, beber una copa y sentarse durante un instante. Era agradable que existieran lugares de esta clase donde los jove-‐nes podian reunirse, o los padres de familia des-‐cansar un momento, leyendo un periOclico y ha-‐blando «de otras cosas» con los amigos. 74 En verano, se fue a Djurgarden, a una «colo-‐nia de verano». Hacia trabajar a las niñas cerca de dos horas y daba otras dos horas de clase a todo un grupo de jOvenes. Tenia alli relaciones intere-‐santes y variadas. La colonia se componia de tres grupos: los cientiñcos, los artistas y los burgueses. Johan pertenecia a los tres. Se ha dicho que la sp:-‐ledad es peligrosa para el de-‐sari6116 del caracter (puede autornatizarse); se ha dicho tambien .que derriasiadas-‐ relaciones resu1tan peligrosas para la evoluciOn del catheter. Todo puede argumentarse y set. cierto; todo depende del punto de vista. Pero para la evoluciOn de un espiritu hacia una vida sustanciosa y libre, son necesarias muchas rela-‐ clones. Cuantas mas personas se conocen y aids se ha-‐bla con ellas, mas experiencia se adquiere y se des-‐cubren mas puntos de vista. Todo ser huiriano_ tienesiempre una brizna de originalidad. "Carla to dividuo tiene su Instoria. Johan sc sentia igualmente bien con todo el mundo. Hablaba de ciencias con los cientiñcos, de arte y literatura con los artis-‐tas, cantaba cuartetos y bailaba con los jevenes, daba clases a los nirios, practicaba la botanica, la navegaciOn a vela, el remo y la nataciOn con ellos. Pero cuando habia pasado algUn tiempo en pleno bullicio, se retiraba en soledad uno o dos dias y rumiaba sus impresiones. Los que se divertian de verdad eran los bur-‐gueses. Venian de sus trabajos en la ciudad, se desembarazaban de las preocupaciones como de un fardo y se divertian por la noche. Ancianos horn-‐bres de negocios lanzaban anillas, bailaban, orga-‐
nizaban juegos de sociedad y cantaban como niños. Los cientiñcos y los artistas, sentados en sus sillas, hablaban de sus trabajos, perseguidos 75 por sus pensamientos como por una pesadilla, y nunca parecian completamente felices. No se po-‐dian liberar de la drank de los pensamientos. Los burgueses tambien habian conservado en su 2611 un pequeno fragment° 'de !merle quc ni afan de lucro, ni la especulacion, ni la competen-‐cia, habianhechodesaparecer. Habia aim en ello"S-‐ uneiemento . 161:an hubiera querido ilamar espontaneiciad,Podfan reir como locos, gri-‐tar como salvaje's S)' a veces dejarse corm-‐lover con facilidad. Lloraban por la desgracia o la muerte de un amigo; en momentos de alegria, podian estre-‐char a la gente entre sus brazos; una hermosa puesta de sol les hacia entrar en extasis. Los pro-‐fesores se quedaban sentados en sus silks y no contemplaban el paisaje por culpa de sus gafas. Sus ojos no veian el exterior y nunca manifestaban sus sentimientos. Sus discursos se desarroIlaban rnetodicamente como silogismos, segan ciertas for-‐ mulas; su risa era amarga y con toda su ciencia tenian el aspect() de unas marionelas. i,Es el suyo un punto de vista superior, y no es, de alguna ma-‐nera, culpa suya haber dejado sin cultivar todo un aspecto de su vida espiritual? Era, sin embargo, con el tercer grupo con el que Johan intimaba mas. Era un pequeno grupo compuesto por la familia de un medico y sus amis-‐tades. El famoso tenor W... cantaba, acompanado por el profesor M... El compositor J... tocaba y cantaba; el anciano profesor P... relataba sus pa-‐seos por Roma con pintores de la vieja escuela. Las sensaciones jugaban en este grupo un papel muy importante, pero sobre todo desde el panto de vista de la literatura y del arte. Gozaban con una puesta de sol, pero analizando el efecto de is luz y de las sombras; hablaban de lineas y de 76 valores. Jsultaban molestas las diversiones mas ruiaosas ae los hombres de negocios, y sus juegos, antiesteticos. Se apasionaban por el arte, el juego mas noble. Johan disfrutaba con este en-‐cantador grupo durante algunas horas, pero cuan-‐do oia los cuartetos de voces y la masica de baile de la casa de al lado, sentia deseos de it alli. Segu-‐ramente era mas divertido. En sus momentos de soledad, lek; fue enton-‐ces cuando entendio realmente a Byron. El Don Juan, que ya conocia con anterioridad, le habia parecido flojo. No trataba de nada en concreto, y las descripciones de la naturaleza eran insopor-‐ tablemente largas. Solo habia, pensaba, aventuras y anecdotas. Manfred le recordo a Karl Moor, bajo otro aspecto. Manfred no era un misantropo. Mas bien odiaba a su propio yo, y se iba a los Al-‐pes para huir de si mismo; asi que Johan pens6 inrnediatamente que Manfred habia mantenido re-‐laciones probibidas con su hermana. Se cree hoy en dia que Byron dejet entrever aquel crimen, que el jamaS hubiera cometido, para hacerse el intere-‐sante. Sr interesante a fa inanera de los rOinanti-‐cos, al precio que sea, lo que hoy se traduciria por diferenciarse, o sea, sobrepasar a los demas, satisfacer la eterna necesidad de adelantarse al projimo. El
crimen estaba considerado como un simbolo de fuerza, y por eso se invocaban crimenes que se pudieran gloriñcar, pero que no fueran castigados. Nada que ver con la policia o los tra-‐bajos forzados. Habia, sin duda, tambien, algo de oposicion a lo legal y a la moral, en esta for¬ma de vanagloriarse de una infraccion de la ley. Lo que le gustaba a Johan de Manfred, es que estaba descontento del cielo y la Providencia. Cuando Manfred maniñesta su asco por los horn-‐ bres, es en realidad por la sociedad por quien lo siente. Pero la sociedad aim no se habia inventado. Rousseau, Byron y los otros no eran unos misan-‐tropos descontentos. Exigir que se ame a los hom¬bres procede del viejo cristianismo. Seria a la vez mas modesto y mas autentico exigir que nos inte-‐resaramos por ellos. Aquel que, en el combate, ha sido vencido con astucia, u obligado a huir, puede temer a los hombres, pero nadie puede odiarlos, porque todo el mundo se siente solidario con la humanidad y sabe que el contacto humano es la mayor satisfaction de la vida. Byron fue un espi-‐ritu que desperto antes que los demas, y que, ted-‐ ricamente, debia odiar a la amorfa multitud de su epoca, pero que al mismo tiempo luchaba y sufria por el bien de todos. Cuando Johan vio que el poema estaba escrito en versos blancos, se puso a traducirlo, pero no IlegO muy lejos sin descubrir que no sabia escri-‐bir en verso. No tenia vocation. MelancOlico a veces, y de cuando en cuando exageradamente alegre, experimentaba en ocasio-‐nes un irresistible deseo de apagar con la embria-‐guez el ardiente fuego del pensamiento, y de dete-‐ner la actividad de su cerebro. Timido como era, a veces se sentia impulsado a exhibirse, a inter-‐pretar un papel, a buscar un public°, a mostrarse como espectaculo. Cuando habia bebido mucho, le daba por declamar. Cosas grandiosas, solemnes. Pero en mitad de la pieza, en el momento en que la exaltacion estaba en su punto algid°, ofa su propia voz, Scotia miedo, se encontraba ridiculo a si mismo, y caia en la parodia, ñnalizando con una mueca. Tenia entusiasmo, pero solo durante an moment°. Despues aparecia la autocritica yse_ reia de sus exagerados sentimientOS: Tenia el ro-‐ 78 manticismo en la sangre,,pera_et senticlo_ positivo de la realidad estaba a punto de despertarse en ci Estaba tambien atado a sus caprichos y a sus crisis de mortiñcaeiOn. Asi, no asistia a una cena y se quedaba en su habitaciOn, acostado, soportando el timbre hasta la noche. Para excusarse, alega-‐ba que no se habia despertado. El verano llegaba a su ñn y Johan afrontaba el principio del semestre de otoño en la escuela primaria con aburrimiento y temor. Se habia in-‐troducido en circulos donde la pobreza no habia mostrado jamas su desolado rostro, habia probado el atractivo vino de la cultura y habia perdido el gusto por la sobriedad. Su melancolia aumentaba; se encerr6 en si mis-‐mo, desaparecio del mundo. Pero una noche oy6 que llamaban a su puerta. El anciano medico que habia sido su amigo mas intimo y su vecino, en-‐trO.
-‐-‐-‐LCOmo va ese humor? —pregunto sentan-‐dose, como un viejo y paternal amigo. Johan no queria confesar nada. iCOmo hubiera podido decir que estaba descontento de su situa¬tion, reconocer que era un ambicioso y que queria progresar en la vida? Pero el doctor lo habia visto y comprendido todo. —Hagase usted medico —dijo—. Es una profe-‐siOn que le conviene y que ,le pondra en contacto con la vida. Usted tiene una viva imaginaciOn que debe controlar, de lo contrario le ira mal. El ofñ¬cio le gusta, i,no es cierto? i,Lo he adivinado? Lo habia adivinado. Johan habia tenido lejanos contactos con los nuevos profetas que han reem-‐plazado al sacerdote y al confesor; se habia acos-‐tumbrado a ver, en sus conocimientos practicos 79 sobre la vida, el summum de la sabiduria humana. Ser un sabio que comprende los enigmas de la vida. Este era su sue°, de moment°. De mo¬ment°, porque no pensaba, en realidad, en una ca-‐rrera determinada, mediante la cual poder ocupar una posiciOn en la sociedad, y no por miedo al trabajo, pues trabajaba como un loco y sufria cuando no hacia nada, sino por su aversion a estar matriculado. No queria estar matriculado en el ejercito de la sociedad, ser un Milner°, on engra-‐ naje, una tuerca. No queria dejarse domesticar. Queria mantenerse ñr, en enTeTtfaT77aZgacj.,4r. La carrera de Medico era, liasta cierto punto, are. El medico no era un funcionario, no tenia superiores, ni despacho, ni horas ñjas. Esto era bastante seductor y Johan se • sintio atraido. Pero, por dOnde empezar? i0cho allot de estudios! El amable amigo habia pensado en todo. —Vivira con nosotros, en la ciudad, y le darn clases a mis hijos. De acuerdo, era un buen asunto. Un puesto de preceptor y no una hurnillante caridad. Pero, is la escuela? iDejar su puesto! —No es su puesto —interrumpiO el doctor—. Cada uno debe trabajar segfm sus dotes, y sus do¬tes no pueden manifestarse en la escuela primaria, donde hay que examinar segñn los programas del consejo academic°. Johan pensaba que todo esto era razonable, pero estaba tan impregnado de los dogmas ecle-‐sidsticos que le dio un vuelco el corazOn. Tenia muchas ganas de irse, pero una especie de deber, un singular sentimiento de obligacion le retenia. Temia ser acusado de ambition, y sin embargo la ambici6n es un instinto natural en el hombre. 80 Hijo de ta sirvienta, se le habia asignado un sitio pero su padre, sin embargo, to habia con-‐ducido hasta to atto, to habia arrastrado literal-‐mente hastQlo alto,. Entonces, Lpor que descender y char raices abaft)? Tras una corta y sangrienta lucha, aceptO el ofrecimiento con gratitud y dej6 la escuela. 81 111 EL MEDICO 1868
Fue con los apatridas, con los israelitas, don-‐de encontr6 su nuevo hogar. Un aire nuevo le gol-‐peo inmediatamente el rostro. Ningon recuerdo del cristianismo o la mortiñcation, ni contra si mismo ni contra los dernas. No mas oraciones en Ia mesa, no mas obligaciOn de frecuentar la iglesia, no mas catecismo. Los que creep en Ia importancia del cristianismo para la evoluciOn histOrica, zque pue-‐den decir de un pueblo que ha vivido dos mil altos de Ia historia universal sin el cristianismo y que ha alcanzado el mismo nivel de civilizaciOn que los demas, aunque ha tenido la posibilidad de intro-‐ducirse casi completamente en la sociedad cris-‐tiana? La historia «universal» de Europa, e,no hu-‐biera podido prescindir del cristianismo, de los concilios, de los papas, de la Inquisition, de la Guerra de los Treinta Altos y de Lutero? i,El cristianismo no puede haber sido solo un periodo de humanization, que se produjo simple y necesa-‐riamente al mismo tiempo que el nacimiento de la Iglesia, pero sin depender nada de ella? yLa Iglesia. no puede haber sido una mas de las numerosas liribnstruosidades de-‐ -‐la historia universal y de to evoluciOn? Los mahometanos y los budistas pue-‐ 83 den ser tan humanos como los cristianos, aunque no coinciden con ellos mas qite en circunstancias en que la humanidad no se maniñesta: las guerras. Aqui se este. bien, pensaba Johan; eran seres libres habian asumido de las ctvilizactories de todos los paises los mejores elennentds sin eitar obIigados a asumir los peores Por prithera vez, alit shit blot .aireS-‐ del '-‐ekferldr'. Habian viajado macho, tenian parientes en el extranjero, hablaban todos los idiomas, y acogian en su casa a gentes de nacionalidad extranjera. Los acontecimientos del pais, grandes o pequeilos, eran juzgados y ex-‐plicados segan uno de los foraneos, con lo que se conseguia una perspectiva mas amplia y un mejor entendimiento de los valores nacionales. El gobierno patriarcal de la familia no habia tornado la forma de la tirania familiar; al contra-‐rio, los ninos trataban a los padres mas bien como a iguales, y los padres eran tiernos sin ser empala-‐gosos. Rodeados de semi-‐enemigos, en una co-‐ma= hostil en la que eran extranjeros, buscaban proteccion los unos en los otros, y cerraban ñlas. La falta de una patria, que se.considerktan...triste, .Plfli5-‐61Ta 'la ventaja_ que_la...latelig:encla esta Sierripre deSpIerta,.La vigilancia incesante yacion ininterrimmida; gi4s, son propias de los nOnaarlas, mjentras..que ins sedentarios se convierten en unos perezosos y con-‐. Tian "dernasiado enylos demas, LOS-‐ hijos de ISrael tienen, desde el punto de vista social, una gran ventaja. Han olvidado la promesa del Mesias, y no se la creen. En is mayor parte de los paises de Europa, forman parte de la clase media. No se les ha permitido ser ciase baja, aunque esto no esta tan generalizado como se cree de ordinario. Tampoco pueden ser clase 84 alta. Por eso nunca se sienten integrantes de la clase baja, ni de la clase alta. Son aristikratas pot sus gustos y costumbres, pero les interesa tanto como a la clase baja rebelarse y derribar la piedra bajo la que se sienten oprimidos. Pero tienen
iniedo a los proletarios porque estos estan embru-‐tecidos por la religion y no quieren a los ricos. Por eso los hijos de Abraham huyen preferente-‐mente hacia arriba, antes de granjearse simpatias abajo. En aquella epoca (1868), se empezaba a discutir el terra del alcance de los derechos de los judos, y todos los liberates votaron por ello. Era como si se hubiera declarado que, en adelante, se podia prescidir de los servicios del cristianismo. El bautismo, Ia boda religiosa, la conñrmacion, la Iglesia, todo esto era declarado Mind para el ciu-‐dadano de una sociedad cristiana. Son las reformas de esta elate, en apariencia pequeias, las que actrian sobre el Estado como Ia gota de agua sobre la roca. Por eso se respiraba una atmosfera de felicidad en aquella familia; el porvenir de los hijos apa-‐recia mas brillante que el pasado del padre, cuya carrera universitaria habia sido obstaculizada por la legislacian. Vivian holgadamente en aquella casa; la co-‐mida era abundante y de la mejor calidad. Los criados se ocupaban del interior y se les concedia entera libertad: no eran tratados nunca como cria-‐dos. La doncella era pietista y podia serlo tanto • como quisiera. Tenia buen caracter y sentido del humor, y se burlaba, de una manera bastante poco lOgica, del alegre paganismo que reinaba en la casa. Nadie, por el contrario, se burlaba de su fe. Johan era tratado con conñanza, ya como un hijo, ya como un amigo, y se alojaba con los ni-‐ños. Su mision era may facil. Se le pedia que hi-‐ 85 ciera compariiat a los Milos, mas que obligarlos a trabajar. Se iba convirtiendo en lo que se suele Hamar un Mho mimado, incluso con la habitual tendencia a retrasar la llcgada de la juventud. Tenia dieci-‐nueve arios y se habia introducido como un igual entre artistas co,nocidos y en plena madurez, entre medicos, entre escritores y entre funcionarios. Se acostumbrO a verse como un ser maduro; asi, la caida le resulto atdn mas penosa. Su carrera de medico comenzo con experimen-‐tos quirnicos en el Institute Tecnologic°. Alli pudo ver de cerca las maravillas soriadas en su infancia. Pero, ;que aridas y aburridas eran estas ramas de la ciencia! Mezcllar acidos con sales y contemplar c6mo la soluciOn cambiaba de color, no era nada divertido; extraeir sales de tal o cual solution, ;no era nada interesante! Mas tarde, con los analisis, empezaron los mis-‐terios. Rellenar con un liquido incoloro on reci-‐piente no mas grande que un vaso de ponche, y luego mostrar en un ñltro la veintena de mate-‐rias que contenia, era, no obstante, penetrar un poco en el misterio. Cuando se quedaba solo en el laboratorio, emprendia pequeños experimentos personales, y pronto estuvo en condiciones de con-‐seguir un pequeng frasco de acido prtisico, ela-‐.b0..rado_no sin peligro. Era bastante .divertido: la muerte, el ñn de todo, en algunas gotas, bajo un Capon de vidrio. Al mismo tiempo, empezO los estudios de zoo-‐logia, anatomia, ñsica y Latin, ;Aim mas Latin! Estudiar, tener una vision de conjunto, ver las cuestiones desde arriba, eso le gustaba, pero estu-‐diar de memoria ya empezaba a exasperarle. Su cabeza estaba tan Ilena de cosas que inuy diñcil-‐
86 mente podia caber algo mas. Pero era necesario. Lo peor era que otras muchas cosas empezaron a hacerles la competencia a sus estudios de medi-‐cina. El "L atro Dramatic° estaba a pocos pasos de la casa y el iba dos o tres veces por semana y se quedaba de pie en el tercer piso, en el centro. Desde alli, podia contemplar el mundo elegante y alegre de la comedia francesa agitandose en el es-‐cenario. Este temperamento frances, frivolo, que los melancOlicos suecos admiran como el element() complementario que les hate falta, seducia a Johan. ;Que equilibrio del espiritu, que capacidad de resistencia contra las cuchilladas de la vida po-‐see esa 'melon meridional y soleada! Y Johan se ponia aun mas triste cuando sentia que su melan-‐colia corria, sobre todas las cosas, un velo que un siglo de cultura francesa no habia conseguido des-‐correr. Pero no sabia que la vida parisina que apa-‐recia en el escenario no era la del laborioso y ne-‐ gociante parisino que esta detras de su despacho o su mostrador. La comedia francesa estaba escri-‐ta para los ricos advenedizos del Segundo Imperio, con una censura que regia sobre la politica y la religiOn, pero no sobre la moral. Era aristocratica, pero ejercia una action liberadora satirizando la realidad, aunque solo se movia entre ambientes de marqueses y comerciantes. Acostumbr6 al public° a sentir simpatia por ese mundo distinguido que hacia olvidar un mundo peor, y cuando salian del teatro creian haber estado cenando con su ami¬go el duque Job. El azar quiso que la esposa del doctor poseyera una hermosa biblioteca que contenia obras macs-‐tras de todas las literaturas. Era un placer inigua-‐lable poder coger de los estantes todos aquellos preciosos libros. El doctor poseia igualmente una 87 colecciOn de cuadros de maestros suecos y una va-‐liosa colecciOn de grabados. El estudio de la este-‐tica, que entonces florecia sin obstaculos, hizo irrupciOn en la vida cotidiana e incluso en la es-‐cuela, donde las sociedades literarias daban con-‐ ferencias. En la familia se hablaba sobre todo de cuadros, de obras de teatro, de actores, de libros, de autores, aunque a veces el doctor se vela in-‐ducido a cambiar de conversaciOn mediante algtin chisrne curioso referente a su clientela. A partir de ese momenta, Johan empieza a leer los periodicos; la vida politica y social se abre ante el con todos sus multiples problemas pero, por su-‐puesto, como esteta y egoista que era, experimenta cierta aversion por estos temas. Creia que la poli-‐tica no le concernia y que era una especialidad como cualquier otra. Continuaba dando clases a las nihas y visitando a la familia. Aparte de esto, frecuentaba a parientes de edad madura, que eran negociantes, y a sus conocidos. Su circulo, asi, se habia ampliado bastante, y sus puntos de vista sobre la vida, en consecuencia, se habian enrique-‐cido. Pero el continuo contacto con ninon parecia mantenerlo a so nivel. No tenia casi nunca la sen-‐saciOn de estar envejeciendo y no podia tratar a los jOvenes como a inferiores. Se dio cuenta de que estaban por encima de el, de que habian nacido con otra mentalidad, de que empezaban a cons-‐ truir alli donde el se habia parado, y cuandd, mas tarde, en el curso de su vida, se encontrO con al-‐gunos de sus alumnos que se habian hecho hom¬bres, los miraba
casi como si fueran sus primoge-‐nitor. Le parecia que le habian sobrepasado. Su espejismo provenia solamente de que ellos habian sobrepasado el estadio en que el los habia dejado en otro tiempo. 88 cuando, hoy en dia, ya se piensa que cads uno es util a la colectividad en la medida en que es Mil a si mismo! Mientras tanto, desde 1868, los descontentos descubrieron un partido que debia oponerse a la mayoria legal y legitima, y que incluia todas las reformas constitucionales en su programa. Era el partido neoliberal, compuesto sobre todo por es-‐crifafeit Trite—go por algunos obreros manuales, un profesor, etc. Velan a los obreros de la indus-‐_tria y de, las civatia6—CbinO a una capa soda" recientemente descubierta; y con este puñadd de individuds, que no tenian los cortsiclerablesintelez ses camortila7Proliedaitde la tterra, y que tan-‐56th-‐ tenian su situaciou 4,ses_urada, ainiqiie-‐tifñcosechadesfaiorable hubiera podido cdriver-‐lirlos qn proletarios, debia reformarse la sociedad. 1,Que sabian los obreros de la sociedattn,COmo querian que fuera? Reformada para su beneñcio y con una clase campesina arruinada. Pero esto era como cortarse los brazos y las piernas a si mismos, pues Suecia no es un pais industrial y exportador; asi, los cuatro millones de clientes campesinos, al tiempo que hubieran visto dismi-‐nuir su poder adquisitivo, hubieran arruinado a la industria sin quererlo y arrojado a los obreros a la calle. El progreso de los obreros era necesario, pero era mucho mas peligroso transformar, como han pedido despues los socialistas industriales, a todos los hombres en obreros industriales que convertirlos en el tipo de campesinos que los so-‐cialistas, agrarios creen ya proximo. El capital, hoy en dia asediado por el obrero, parece ser la base de la industria, y si se remueve, la industria, y con ella los obreros, seran devueltos al sitio de donde proceden: al campo. 90 Sin embargo, el partido de los carnpesinos aim no estaba corrompido por sus relaciones con la gente de mundo; aim no se habia vuelto conser-‐vador, aiin no practicaba una politica de compro-‐ miso. La guerra_parecia desarrollarse entre la ciudad y erefat.Se olia, en todo caso, la torinetita en_ erainbiente y un inñmo acontecimiento debia de-‐sencadenar cierto aparato electrico, en realidad ar-‐ tiñcial. La capital, preocupada, como siempre, por los importantes problemas de la civilizacidn, queria levantar una estatua a Carlos XII. 1,Por que? LEra este Ultimo caballero medieval el ideal de la epoca? LEI idolo de Gustavo Adolfo IV y de Carlos XV se habia convertido en el simbolo de la nueva era paciñca que comenzaba? LEra un eco de la epoca del escandinavismo, en la que El mismo, etc., de-‐bia haber hecho salir de la tumba, donde se pu-‐dria, a la gloria guerrera de Suecia? i3O toda esa agitacitin procedia, simplemente, como ocurre a menudo, del taller del escultor? tQuien to sabe? La estatua estaba terminada y habia que inau-‐gurarla. Se situaron dos tribunas para los especta-‐dores, pero de un modo tan torpe que la cere-‐monia no podia ser vista por el gran pUblico; la corte y los invitados, los cantantes y el public() que pagara, eran los Unicos que podian entrar en el
interior del recinto. La estatua se habia pagado por suscripcien na-‐cional y todo el mundo crela tener derecho a mi-‐rar. La organization de la ceremonia era deplora-‐ble. Se pidio desde los diarios y por carta la ele-‐vacion de las tribunas, pero fue rechazada. El pue¬blo se excitb y quiso echar abajo las tribunas; entonces intervino el ejercito. 91 Habia una cena de gala en casa del doctor, en honor de Ia comparda de Opera italiana. Esta-‐ban en los postres, cuando se oyeron ruidos proce-‐dentes de la calle. Primero parecia el ruido de la Iluvia sobre un tejado de cinc, despues se oyeron claramente los gritos de la multitud. Johan escu-‐chit.; no se oia nada mas. Las copas de vino entre-‐chocaban en medio de frases en italiano y en fran-‐ces lanzadas de un extremo a otro de la mesa, en medio de carcajadas; las ocurrencias se sucedian, tan numerosas como agudas, y los invitados ape-‐nas se oian a si xnismos. De repente, se oyeron aullidos procedentes de la calle, y enseguida, las pisadas de los caballos, el disparador de las ar-‐mas. Hubo un instante de silencio y algunos de los invitados palidecieron. pasa? —preguntO la prima donna. —1Es la chusma que se alborota! —respondiO un profesor. Johan abandonO la mesa, se fue a su habita-‐cidn, cogi6 su sombrero y su abrigo, y saliO. i La chusma! La palabra resonaba aim en sus oidos mientras avanzaba por Ia calle. i La chusma! Eran los antiguos comparieros de clase de su madre, eran sus compaiieros de colegio y luego sus alum-‐nos, eran aquel fondo oscuro sobre el que resal-‐taban las claras imagenes de encima. Tenia la seq-‐ saciOn de haber desertado, de haber actuado mal qiierieñdO ascender a fuerza-‐de-‐trabajo. Pero era miiiiiecesario that-‐ arriba para-‐haFei` • , , , por los que estaban abajo. Muchos hablado Pero al Ilegar arriba-‐se encontraban tan bien que se olvidaban de los que estaban abajo. Esos jinetes, por ejemplo, salidos de los rincones mas sombrios, icomo se vanagloriaban! icon clue pla¬cer acuchillaban a sus camaradas, aunoue hav oue 92 reconocer que acuchillaban con mas placer aim a los caballeros de sombrero negro! Se adelanto y ]leg) a Ia plaza de Carlos XIII. Las tribunas se recortaban en el cielo de noviembre como gigan-‐tescas barracas de feria, y abajo, alrededor, la mul-‐ titud bullia. Desde la entrada de la calle del Ar¬senal se oian los cascos de los caballos que anda-‐ban al paso. Y ahi llegaban los guardias azules, pilares de la sociedad, sobre los cuales descansaban las gentes de arriba. Johan sintiO un deseo irre-‐frenable de cargar contra aquella masa de caballos, hombres y sables, como si hubiera visto en ella una especie de encarnaci6n de todas las fuerzas de la opresiOn. Era el enemigo; pues bien, iria a su en-‐cuentro. La tropa avanza, Johan se pone en me-‐dio de la calle. 1,De dOnde venia su odio contra estos guardianes del orden que un dia debian de defenderle, a el y a sus derechos, cuando estuviera arriba y, a su vez, oprimiera a otros? Si aquella multitud con la que se sentia
solidario hubiera te-‐nido las manos libres, quiza hubiera lanzado las primeras piedras contra las ventanas detras de las que, un momento antes, el se hallaba acomodado, con cuatro copas de vino delante. Todo esto era verdad, pero no le impedia ponerse de su parte, de Ia misma manera que a menudo se ve a gentes de la clase alta tomar partido contra la policia de una manera mas bien inconsecuente. Esta ma-‐nia de libertad abstracta forma parte de esas pe-‐queñas rebeliones del hombre natural contra la so-‐ciedad. Johan se va derecho hacia los jinetes, con no se sabe que oscura intention de derribarlos a todos o algo parecido, cuando, afortunadamente, alguien le coge del brazo, ñrme pero amistosamente; y lo devuelve a casa del doctor, que le habia enviado 93 a buscarlo. Despues de haber dado su palabra de honor de no volver a salir, se dej° caer sobre un sofa y tuvo ñebre durante toda la noche. El mismo dia del Santo de Carlos XII el for-‐maba parte del coro de los estudiantes: estaba, pues, entre los elegidos, los «diez mil nobles» («upper ten thousand»), y tenia todos los motivos para sentirse satisfeeho de su suerte. Cuando la ceremonia terming, la multitud se precipite). La policia la contuvo. Pero entonces el pueblo empezeo a lanzar piedras. Los agentes de policia desenvai-‐naron, atacaron a golpes de sable e hicieron al-‐gunas detenciones maltratando a las personas arrestadas. Johan acababa de ilegar a la plaza que hay ante la iglesia de St. Jakob, cuando vio a un oñcial que golpeaba con el sable a un indi-‐viduo mientras llovlan las piedras, derribando los cascos de los agentes. Sin dudarlo, se lanzO sobre el oñcial, le cogio por el cuello y lo sacudi° gritando: —.Suelielo! El oñcial mire), aturdido, a su agresor: —zQuien es usted? —le pregunt6 vacilando. —1Soy el diablo y me lo voy a llevar a usted si no to suelta! El otro solt° a su presa, en efecto, pero para coger a Johan. En aquel moment() una piedra le hizo saltar el tricornio.Johan se sotto. La multitud de personas detenidas fue conducida entre bayone-‐tas hasta una comisaria de la plaza Gustavo Adol¬fo. Una gran masa de gentes de las mas altas cla-‐ses sociales les seguia, locos de cOlera y resueltos, al parecer, a liberar a los prisioneros, Johan corri° con ellos. Era como si un viento de tormenta los empujara hacia delante. Gentes que no habian sido maltratadas ni atacadas, bien situadas en la socie-‐ dad, se precipitan hacia adelante, arriesgando su position, el bienestar de su familia, el pan, etc. Johan sintiO que una mano cogia la suya. El la estrech6 a su vez y vio a su lade a un hombre de mediana edad, muy bien vestido, con las facciones alteradas. No se conocian, no se dijeron ni una palabra, pero se pusieron a correr cogidos de la mano, como dos seres animados por el mismo espiritu. Chocaron con un tercero, Johan recono-‐cif) a un compatero del Instituto, ahora funcio-‐nario en una administraciOn civil, hijo de un secre-‐tario del ministerio. Este joven jamas habia for-‐mado parte de la oposiciOn en el Institute, era con-‐siderado un reaccionario, y se decia que tenia un gran futuro por delante. Estaba blanco como un muerto, sus mejillas estaban palidas; sus milsculos estaban tan estrechamente pegados a su crane() que parecia una cabeza de muerto en la cual solo bri-‐liaban los Ojos. No podian hablar, pero se toma-‐ron las manos y se precipitaron hacia la comisaria,
pretendiendo tomarla al asalto. La ola de gente avarizo y avanzo hasta que se top° con las bayo-‐netas, como siempre, y despues se disperse) como la espuma. Media hora mas tarde, Johan estaba sentado en la taberna de la Opera, ante un bistec, con algunos estudiantes. Hablaba de su aventura como de algo que se habia producido sin que el hubiera tornado parte y sin su consentimiento. Incluso bromeaba. Quiza por temor de la opinion pablica, pero quiza tambien simplemente porque contemplaba con ob-‐jetividad su actitud, porque ahora estaba tranquilo y razonaba como un ser social. La ventanilla se habia abierto por un instante, el prisionero habia sacado la cabeza al exterior; clespues, la ventanilla se habia vuelto a cerrar ruidosamente. Su complice 94 95 +#4•IMMErmit. l i Mg desconociclo —lo descubrie mas tarde— era un negociante al por mayor, conservador inveterado, que evitaba siempre la mirada de Johan, cuando se encontraban por la caIle. Un dia, chocaron en una acera, y se vieron obligados a mirarse. No se sonrieron. Mientras estaban en la taberna, llegO la noticia de la muerte de Blanche. Los estudiantes la acogie-‐ron con bastante frialdad; los artistas y los burgue-‐ses con mayor emotion; las gentes de la clase baja hablaron de asesinato. Sabian que habia pedido a Carlos XV la elevaciOn de las tribunas. Sabian que siempre habia pensado en ellos, aunque el gozaba de los bienes de este mundo, y le estaban agradecidos. Los imbeciles objetaban, como de costumbre, que no era diñcil para un hombre rico y famoso hablar en favor de los pobres. i,No era tan diñcil? Al contrario, es, quizas, de una gran diñcultad. Lo curioso es que el descontento estallO Unica-‐mente contra el prefecto de policia y sus agentes. En absoluto contra el rey, como suele ocurrir en casos parecidos. Carlos XV era persona grata; po¬dia hater lo que quisiera sin arriesgarse a ser im-‐ popular. No era despreciativo ni de inclinaciones demOcratas; era mas bien altivo, y se cuentan anec-‐dotas sobre la caida en desgracia de algunos favo-‐ritos que le habian faltado al respeto en pñblico; podia poner cigarros en la boca de los soldados, pero insultaba al oñcial que no obedecia inmedia-‐tamente sus caprichos. Repartia bofetones durante los incendios y no se divertia, como se creia, viendose caricaturizado en el Sandagsnisse. Le gustaba el poder y se creia a la vez general y horn-‐ I. El diari, de Ins tloinilieus (N. dcl 96 bre de estado. Tornaba parte personalmente en el gobierno y llegaba a decir en las narices de Ios especialistas: «Jil no entiendes nada!». Pero era ' popular y lo siguio siendo. Los suecos, que parecen sufrir de una abulia progresiva, admiraban la voluntad y •se inclinaban ante ella. Lo curioso es que perdonaban alfeysu vida irreglitr1.qui?4,porque eVrey no ip...pcultaba., CarTosXV se habia construido, sin
dada, una mo¬ral Para el solo: y vivia de acuerdo_con ella. Por eso irradiaba. armonia, y la arrponia siempre 6i agradablc_ de contemplar, Mientras tanto, podian existir deseos de una revoluciOn, pero no se creia en la necesaria tran-‐siciOn hacia un estado social mas justo, Ia Repu-‐blica. Se habia visto a nuevas monarquias suce-‐der a dos repUblicas francesas. Se podia ser secre-‐ tamente anarquista, pero no republicano, y todos se dejaban persuadir de que Ia monarquia no era un obstkulo para la evolution hacia la libertad. Esto era, al menos, lo que pensaban los jOvenes. Los viejos, con Blanche, veian la salvation en la repUblica, y por eso nuestra epoca ha visto al an-‐tiguo partido liberal convertirse en una especie de partido republicano conservador. Cuando el doctor se dio cuenta de que la bi-‐blioteca literaria de su mujer obstaculizaba los estudios de medicina de Johan, clecidio iniciarlo en los misterios de su profesiOn y proporcionarle goces anticipados para hacerle remontar el aburri-‐miento de los largos estudios preliminares, que el consideraba demasiado extensos. Johan sabia, en aquel momento, mas quimica y ñsica que el doc¬tor, y este pensaba que era pura maldad obstacu-‐ 97 lizar la carrera de los opositores con unos diñciles estudios preliminares. 1,Por que no abordar inme-‐diatamente el cadaver, como en America, ya que, despues de todo, el cadaver constituia el estudio central? Era necesario pasar directamente de sus estudios de anatomla libresca a Ia practica como preparador. Desde entonces todo fue nuevo, lleno de con-‐trastes y de realidades. Llegaban en coche a un callejOn sombrio. Penetraban en una porteria donde una mujer yacia acostada con ñebre. Avan-‐zaban hasta la cama, en medio de miseros niffos, una abuela y otros parientes que andaban de pun-‐tillas y esperaban el diagnOstico. Retiraban la sd-‐bana enmohecida y remendada, dejaban al des-‐cubierto tan pecho de senos caidos que respiraba con diñcultad; contaban las pulsaciones, y des-‐pues, papel y pluma. Volvian a irse hacia Trad-‐gardsgatan, penetraban, a traves de mullidas al-‐fombras y habitaciones iluminadas, en un dormi-‐torio que parecia an templo. Levantaban un edre-‐clem de seda azul para entablillar la pierna de un niño hermoso como un angel y vestido con enca-‐jes. A la salida, contemplaban una colecciOn de objetos de arte y luego hablaban de artistas. Era nuevo e interesante, pero, Lque relacion tenia todo esto con Tito Livio o con la ñlosoña de la histo-‐ria? Estaban tambien los detalles quirurgicos. Le-‐vantanclose a las siete de la mañana, iba a la ha-‐bitacion del doctor y le ayudaba a quemar una Ila-‐ga producida por una enfermedad sexual. La habi-‐taciOn se Ilenaba del olor de came quemada y esto era repugnante estando en ayunas. 0 bien Johan sujetaba la cabeza de un enfermo al que el doctor extirpaba las amigdalas, con la ayuda de un tene-‐ 98 dor, y sentia je sobresaltaba la cabeza del paciente a causa det dolor. «Uno se acostumbra en seguida», decia el doctor, y era posible, pero Johan estaba pensando en el Fausto, deqopthe, en las deliciosas novelas de Wieland, en las utopias sociales de George Sand, en la pasiOn por la natu-‐raleza de Chateaubriand y en las muy razonables teorias de LeSSing. Su imaginaciOn estaba en mo-‐vimiento;lirritaioria no queria trabajar. La rea-‐lidad, con sus cicatrices de quemaduras, sus coagu-‐los de sangre, era desagradable. La estetica se ha-‐bia apoderado del joven, la vida le parecia triste y repugnante.
Sus relaciones con artistas le habian abiertolos ojos'a un muncho nuevo, una sociedad libre dentro de la sociedad. Se presentaban alli, en aquella mesai-‐ tea'Yreñnada, mal vestidos, con las uñas negras y Ia ropa sucia, y no como iguales, sino como superiores. LEn que? Apenas sabian escribir su nombre, pedian dinero prestado y no lo devol-‐vian, y hablaban groseramente. Todo les estaba permitido, Maus° lo que no les estaba permitido a los demas. LPor que? Sabian pintar. Pero se aprendia a pintar en la Academia de Bellas Artes, y la Academia no preguntaba a todos los que se inscribian si eran unos genios. 1,COmo se sabia entonces que eran unos genios? Pintar era mejor que saber, que poseer conocimientos, y que ser un erudito. Tenian adernas una ley moral parti¬cular y reconocida. Alquilaban un taller y enviaban a buscar mujeres que se desnudaban delante de epos. Se jactaban de sus amantes, mientras que otros sentian vergtienza y eran censurados. Les es-‐ taba permitido contraer deudas y bromeaban acer-‐ca de una situation que para los demas hubiera sido grave; es rinds, parecia que un verdadero ar-‐ 99 tista debia ser un canna, a es asi al menos como se hubiera llamado 4 otras personas que se hubie-‐ran comportado de la MIS= manera. Era un mundo fez y libre, pensaba Johan, donde podria divertirse, ñbre de las cadenas con-‐vencionales de la sociedad, sin tener que enfrentar-‐se con esta y sin establecer contacto con Ia triste realidad. Pero Johan no era un genio: 4Cemo in-‐ troducirse, entonces? t Le seria necesario aprender a pintar, y tendria asi derecho a entrar? No, era imposible; nunca habit' pensado en la pintura; hacia falta una temprana vocacien para seguir ese camino; adetnas, la pintura no podria expresar ja-‐mas lo que el querfa decir si un dia tenia que ha-‐blar. Lo que podrfa servirle, si es que algo tenia que servirle, era el teatro. El actor, en el escenario, podia decir a todos sus verdades, por muy amargas que fueran, sin asumir la responsabilidad. El teatro era, realmente, una hermosa carrera. 100 IV DELANTE DEL TELON 1869 La utopia de Johan, que pretendia trasladar la Universidad a Estocolmo, debia tener necesaria-‐mente fastidiosas consecuencias, y sus compañeros ya le habian prevenido amistosamente. Cuando, al principio de la primavera, fue a Uppsala para hacer su examen de latin, habia ya enviado por correo las tres copias obligatorias y las quince co-‐ronas, con lo que su tentativa alcanz6 el exito sin diñcultad, o quiza past inadvertida, y obtuvo una nota suñciente. Pero en el mes de mayo tuvo que volver a la Universidad y hacer una prueba de quimica. Para asegurarse de tener todos los triunfos en la mano, pidie a un profesor adjunto del Instituto TecnolOgico que le hiciera un examen previo. El profesor lo examine y declare que po-‐sela mas conocimientos de los que se exigian en el examen medico-‐ñloseñco. As1 de preparado, Johan se fue a Uppsala. Su primera visita fue a un compaiiero que ya habia pasado el examen de qui-‐mica y conocla todos los secretos.
—He hecho sfntesis y analisis, y he comenzado Ia quimica organica, —dijo Johan. 101 —Eso esta muy bien, porque no se necesita mas que conocer Ia sintesis, para el examen. Pero no te servira de nada porque no has trabajado en su laboratorio. —Si, pero el laboratorio dei Institute es mucho mejor. — No tierce nada que ver, no es el suyo. —Ya veremos —dijo Johan— si lo que se no es suñciente. —Muy bien, si estas tan seguro de ti mismo, intentalo. Pero no olvides lo que te voy a decir: antes que nada hay que ir al examinador y hacerse un Krisch-‐skay. — i,Que es eso? —Mira. Por una corona, te da una hora de lase y te plantea preguntas diñciles de las que el profesor puso el alio pasado. Asi, por ejemplo, pregunta las cerillas que pueden extraerse de su cadaver y el amoniaco que puede extraerse de tus botas viejas. Pero todo esto te to dill el «do-‐cente». Adernas no hace falta ir a ver al profesor con frac y corbata blanca, y sobre todo no es ne-‐cesario ir tan bien vestido comp vas tn hoy. Te prestare mi vieja levita, que es verde bajo los so-‐bacos y roja en las costuras, y mis botas de caria, porque a 61 no le gustan los botines. Johan sigui6 sus consejos y primero fue a ver al profesor que le indice las preguntas planteadas en las Ultimas pruebas; como contrapartida, Johan tuvo que prometerle que volveria a verle para co-‐municarle las preguntas que le pusieran a el y que debian enriquecer el repertorio del profesor. A la mariana siguiente, fue a casa de su amigo para vestirse. Se subio los pantalones de modo que se viera la caria de las botas, y se arrugo el cuello postizo por un lado pare que apareciera Ia 102 pie! entre is camisa y eI cuello. Equipado de esta manera, se presento para hacer su primer examen. El profesor de quimica era un ex-‐oñcial del cuerpo de ingenieros que, en su epoca, habia sido mal acogido por la pandilla cientiñca de Uppsala. Era un militar y no un universitario, en resumen, una especie de ñlisteo. Este recibimiento lo irrit6 y le produjo una enfermedad hepatica. Para ocul-‐tar su aspecto de profano, ñngia ser un cientiñco rudo y agobiado por el trabajo. lba mal vestido y se comportaba de un modo extrario. Alumno de Berzelius, como tantos otros cientos, le gus-‐taba recordarlo. Era su mejor triunfo. Berzelius llevaba a menudo unos pantalones rotos; tambien «un agujero entre las piernas» era la marca de un gran quimico, y asi todo lo demas. De ahi su singularidad. Johan se present6, y fue observado con algo de desconñanza e invitado a volver ocho dias des-‐Explice) que estaba de paso y que su estado de indigencia no le permitia permanecer una se-‐mana en la ciudad. Obtuvo permiso para volver el dia siguiente. — Esto ira rapid° —penso el viejo. LE1 que? A la mariana siguiente, Johan estaba sentado en una silla en casa del profesor. Era una soleada tarde de mayo y el viejo parecia haber digerido mal su almuerzo. Tenia un aspecto terrible cuan-‐do, desde su mecedora, le hizo la primera pre-‐gunta. Las respuestas fueron, al principio, correc-‐tas, pero despues mas bien parecian trait-‐ vas:
— Si poseo un terreno y sospecho que hay sa-‐litre, Lpor que debo empezar para instalar una fa-‐brica de salitre? Johan respondio proponiendo un analisis del salitre. 103 —No. —;No veo otra soluciOn! Hubo un silencio; se oian volar las moscas. Un largo, un desagradable silencio. —Ahora no tardaran las botas, o quiza las ce-‐rillas —pensO Johan— y me voy a lucir. Pero no vino nada. Durante un momento, tosiO para recordar su presencia. El silencio continuo. Johan se -‐pregunto si el viejo habia descubierto su truco y rcconocido la levita de los examenes. Despues vino una nueva pregunta sin respuesta y luego otra. —Usted se ha presentado demasiado pronto —dijo el viejo levantandose. —Pero si he trabajado durante un ano, y se tambien hacer analisis. —Si, evidentemente usted conoce las prepara-‐ciones, pero no las ha entendido. En el Instituto se es un obrero, aqui se practica la ciencia. Era justo lo contrario de la verdad, pues los estudiantes de Uppsala se jactaban de preparar co-‐mo cocineros mezclas y sales, sin hacer nunca ana-‐lisis, porque el analisis es asunto del medico y la sintesis del farmaceutico. Ahora bien, algunos affos antes, la cuestion del traslado de la universidad a Estocolmo habia irri-‐tado a la ciudad de Uppsala en contra de la capi¬tal; ademas, el laboratorio del Instituto TecnolO-‐gico, que se acababa de construir, era celebre por sus excelentes instalaciones, mientras que el de Uppsala era famoso por sus carencias. Se trataba, pues, de una mezquindad que se implantaba por decreto y actuaba contra el, y Johan adivin6 la injusticia. —Entonces, ,no estoy aprobado? —No este alio, vuelva el alio que viene. 104 No se atreviO a decir: venga a mi laboratorio, el imico que lo cura todo. Johan salio, loco de ira. Asi que no servian los conocimientos ni el trabajo, solo el dinero, y luego exhibirse entre la plantilla. 1,Habia utilizado atajos? No, al contrario, habia tenido que hacer largos rodeos, diñciles, mientras que los otros to-‐ maban el camino principal; ;la Linea recta es el ca-‐mino mas corto! EntrO, furioso como una avispa, en el parque de la Karolina. No queria regresar de inmediato a la ciudad. Se sentO en un banco. ;Si por lo me-‐nos hubiera podido prender fuego a aquel agujero del diablo! ;Un ailio! No, nunca. Ya tenia bas-‐tante. Aprender tantas cosas inutiles que incluso tendria que olvidar y que no servirian de nada en la practica. ;Trabajar como un esclavo tanto tiem-‐po para ñnalmente entrar en aquella asquerosa profesiOn! ;Analizar orina, remover excrementos, rastrear todos los rincones del cuerpo, que oñcio mas repugnante! En aquel mismo momento, un grupo de personas felices llega ante el y se para, en medio de carcajadas, en la parte de atras de la Karolina. Miran arriba, a las ventanas donde se vislumbran largas ñlas de libros, estanteria tras estanteria. IY se ponen a reir! Chicos y chicas rien mirando a los libros. El cree reconocerlos. ;Claw, son Los actore5„,franceses de Levasseur, que el ha vistO en Estocolmo y que ahora estan dando re-‐presentaciones en Uppsala! ;Se xien mirando
libros! ;Felices asps sine pne:cien,ser, Jos rnensajeros.„. deTa-‐eivititaCi6n,y ,del genio sin necesid44eli;, Bros ht uien sabe si cada tndiv duo no tiene algo que ofrecer, que no se encnentra en los libros, pert). §e-‐,encontraT4 algim 41a1,.S1, seguramente es asf. tens el mismo un fondo de experiencias y 105 pensamientos de este genero, muy indicados para enriquecer la ciencia humana y dispuestos a ser lanzados al mundo? Y asi, de nuevo, se insinu6 en su ammo la idea de introducirse en aquella clase social privilegiada, que marchaba al margen y por encima de las mez-‐quinas leyes de la sociedad, que ignoraba las cues-‐tiones de rango social y en la que no se to trataba como a un inferior. Se podian exponer al juicio de la gente, trabajar a plena luz del dia, en lugar de estar condenados en un rincOn sombrio, y conde-‐nados sin juicio, sin pruebas y sin testigos. Fortalecido por esta nueva idea, se levanto, lanz6 una mirada burlona a los libros de ally arri-‐ba y volvi6 a la ciudad, resuelto a regresar a su casa y a solicitar el debut en el Teatro Real. No hay hombre de ciudad que, al menos utia vez en su vida, no haya experimentado el deseo de ser actot, Se trata, sin duda, de una necesidad, propia del hombre civilizado, de engrandecerse, de inter-‐pretar su papel, de identiñcarse con otros perso-‐najes imaginarios mas importantes que el. El creia, en efecto, que podria escoger sus papeles, y sabia muy bien cuales iba a escoger. Y si, como todos los demas, se creia capaz de hacer teatro, se debia sin duda a ese exceso de energias acumuladas que le provocaba la ausencia de trabajo ñsico y a la necesidad de crecimiento de un cerebro que, a con-‐secuencia de una sobrecarga intelectual, trabajaba irregularmente. No veia ninguna diñcultad en el oñcio por su parte, pero esperaba oposiciones en otros sitios. SerIa, quiza, una conclusion precipitada ad-‐ 106 mitir una hererlitaria, con el pretexto de que obsesiOn,por el teatro .ya_existia ell su fa.: rmlia, puesto que hemos dicho que identico deseo se encuentra en Ia mayoria de la gente. Sin em¬bargo, su abuelopaterno, burgues de Estocolmo, habia ers-‐EñlO—Obias de teatro para una Compania; y un joveii pariente lejano, vivo,-‐ le propoi-‐ cionaba un ejemplo perfecto para alejarlo• del tea-‐tro. Este pariente habia sido ingeniero, habia pa-‐sado algUn tiempo en los talleres de construccion de Motala y habia ocupado un puesto en la com-‐paiiia de Ferrocarriles Ktiping-‐Hult. Tenia, pues, un gran futuro por delante, pero habia roto con todo para entrar en el teatro. Johan aim recordaba que, en su adolescencia, se ensayaban obras escri-‐tas por ingenieros en la casa donde vivia este pa-‐riente, y el mismo habia asistido a un espectaculo representado por ingenieros en los salones de La Croix. La decision de aquel primo suyo dio a Ia fa-‐milia un disgusto que jamas se superb, el infor-‐tunado joven no habia min Ilegado a nada en la actualidad y formaba parte, oscuramente,
de una compaftia que representaba en provincias. Era una aventura desgraciada. —Si, se respondia Johan a si mismo, ipero yo triunfare! que? Porque creia en ello. Y creia en ello porque lo deseaba. Buscar el origen de esta pasi6n innata por el teatro en el hecho de que, de nil-‐1o, Johan jugaba mucho con un pequeño teatro de marionetas, estaria poco justiñcado. La verdad es que se ha-‐bia añcionado a la escena viendo actuar a otros; ademas el teatro era un mundo irreal y mejor don-‐de olvidaba como por encanto el aburrido.rnundo real, que sin duda no le hubiera parecido tan abu-‐rrido si su educaci6n hubiera sido mas armoniosa, mas realista y menos romantica. 107 De cualquier manera, ya habia tornado su reso-‐luciOn; sin decir nada a nadie, fue a ver al direc¬tor de la Escuela de la Comedia, lector en el Tea-‐tro Real. Cuando se oyO a si mismo pronunciar las pala-‐bras: «Quiero ser actor», sinti6 una especie de es-‐calofrio. Era como superar su timidez congenita y violentar su naturaleza. El maestro le preguntO si tenia alguna ocupaciOn. —Estudiaba medicina. —iY abandona una carrera asi por el teatro, la mas diñcil, la peor de todas las carreras! —Si. Todos los artistas hablaban asi de su carrera: la Ends diñcil, la peor, aunque se encontrasen muy bien en ella; era solamente un modo de asustar a la gente. Johan habia venido a pedir lecciones parti-‐culares para poder debutar. Pero el maestro debia irse al eampo, ya que el semestre habia terminado. Rog6 a Johan que volviera el 1 de septiembre, fecha en la que volvia a abrirse el teatro y en la que la direction regresaria a la ciudad. De acuerdo, la cosa estaba decidida. Una vez en la calle, Johan caminaba con los ojos muy abiertos como si hu-‐biera visto un luminoso futuro ante el. Todo su cuerpo estaba repleto de un sentimiento de victo¬ria que lo embriagaba, y andaba por la calle como si tuviera alas, con paso incierto. No dijo nada en casa del doctor, a nadie. Tenia tres meses por delante durante los cuales podria aprender por si mismo y prepararse. Pero en se-‐creto, pugs era cobarde y timido, cobarde ante et disgusto de su padre, cobarde ante el disgusto del doctor, y tenia miedo de que toda la ciudad su-‐piera que se creia capaz de ser actor, miedo de las burlas de sus parientes, de las mofas de sus amigos y de sus consejos. Experimentaba los efec-‐tos de la educaci6n tradicional: «LQue dird la gen-‐te?». Y su temor se exageraba y su imaginaciOn transformaba su action en un crimen. Existia, adernas, en verdad, en su decision, una amenaza contra la tranquilidad de mucha gente, pues los parientes, los amigos y las relaciones, sienten las sacudidas cuando se mueve un solo eslab6n de la cadena; conocia ese sentimiento por experiencia propia, y por eso estaba obligado a desembara-‐zarse de todos sus escrupulos. Como papeles para el debut, habia escogido el de Karl Moor y el de Lucidor de Wijkander. No era consecuencia del azar, sino una elecciOn riguro-‐samente logica. En estos dos personajes, habia encontrado expresada su propia sensibilidad y por eso queria hablar por su boca. Consideraba a Lu-‐cidor una naturaleza superior,
maltratado por el destino, descontento, minado por la pobreza. iSu-‐perior, naturalmente! Habia ademas, tambien, en su entusiasmo por el teatro, algunos vestigios de lo que habia experimentado cuando predicaba y combatia contra el rezo en la escuela —profeta, predicador, poseedor de la verdad. Lo que mas contribuyO a exaltar su concepciOn de la gran importancia del teatro, fue la lectura de la_conferencia,de Schiller sobre ffelteatrocon: siderado escuela de inoralidad». Aiglinas Iñases mostraban cualteTeVadaerrra—Wfd hacia ha que el tendia: «El teatro es el gran canal en el _ qiierilitz de la sabialiña'que,eiriana de los pensa-‐ dOies, mejores de entre todos kis hombres, se delia41;a y se iiiieride en dulces ray6T1545rtiodd el Eitado. Eilegte la-‐reatidia del ineffo; niiiencontramos a nosotros 108 109 mismos, nuestra sensibilidad se despierta, saluda:. bles emociones sacuden nuestra naturaleza ador-‐mecida y hacen Circular nuestra sangre en rapidas— oleadas. El desgraciado llora sus propias fristezag-‐-‐-‐contemplando las de los dernas; el hombre feliz se modera, y el que no duda de nada se inquieta. El debil y sensible se convierte en un hombre rudo, el monstruo brutal empieza a tener sentimientos. Y cuando, ñnalmente —vine triunfo para ti, Natu-‐raleza, tan frecuentemente pisoteada y luego resu-‐citada!—, cuando los hombres de todas las profe-‐siones, de todos los lugares y de todas las clases sociales, han rechazado las cadenas de lo artiñcial y de la moda, han escapado a la mano de hierro del destino y han confraternizado en una simpatia universal para fundirse en una sola familia, se ol-‐vidan de si mismos, se olvidan del mundo y se acercan a su origen divino. Cada uno goza con el entusiasmo de todos, se reflejan, fortalecido y em-‐bellecido, centenares de ojos; su corazon no expe-‐rimenta mas que un sentimiento unico: el de ,que se es un ser humano». &Fedi%la 'Miller a los veinticinco aflos, y el joven de veinte atios suscribla estas palabras. El teatro es, sin duda, una escuela para la ju-‐ventud y la clase media, a la que unos actores y un decorado pueden arm procurar ilusiones. Pa¬ra los mayores y mas cultos, es un placer en el que el arte del actor atrae especialmente la atenciOn. • Por eso, y esto es una regla casi general, los vie-‐jos criticos son disconformes y gruñones. Han per-‐dido la ilusion y no se dejan engañar por los trucos tecnicos. En estos altimos tiempos, la irnportakiela del teatro y en particular el arte clef actor se, hap §bbrevaloraplo extreinadamente, lo mat provo-‐-‐ Ciao una reacciOn. Los actores, ep_efeeto, han 110
midad. Habia oldo &di quo, en el castillo real, habia una biblioteca del Estado donde prestaban libros. Se procur6 un aye y fue. Era un lugar so-‐latrine, lleno de libros, en habitaciones pequeftas. Personas de edad, con los cabellos grises, traba-‐ jaban en silenclo. 1aa dieron sus libros y volviO a su casa, timido y relic. Querla y le gustaba hacer las cosas biers. Tomo_de§chiller algunas formulas sobre la profunda iriiportancia del teatro; encontro en Goethe un tratad9 entern, con indicaciones prefñrsobreia manes de caminar y de soste-‐nerse, de comportarse, de sentarse, de entrar y de salir; en la Hambujitasche Dramalggiacjg._ Lessing ley6 todo un Volumen de critica teatral eirrirr-‐de las mas agudas observaciones. Lessing, sobre todo, le dio la esperanza del exito, pues Ile-‐gaba a añrmar que el teatro habia estado anima-‐zado por el arte de los actores y que—debia inter-‐pretarse con añcionados de las clases cultas, que eontprergcriark much° major sus papeles que los iCiores profesionales a menudo incultos. Leraa—Raymond de Saint-‐All* cuyas observaciones so-‐bre el arte eanico, cicadas desde hace mucho tiempo, son de gran valor. Ademas, hacia ejerci-‐cios practicos. Interpretaba una escena en casa del doctor, cuando los niftos no estaban. Practic6 las entradas y las salidas. Hizo un montaje de Los bandidos. Se maqulllo y se visti6 segnn el papel de Karl Moor, que interpretaba. Fue al Museo Na-‐cional a estudiar los gestos de las estatuas antiguas y abandon6 el bastOn para acostumbrarse a cami-‐nar por la calle con soltura. Super6 su timidez, que casi le habia causado la enfermedad conocida con el nombre de agorafobia y que le inspiraba el terror a los espacios abiertos; frecuentaba la pla¬za de Carlos XIII, donde se reunian las multitudes. 112 Hacia gimnasia en su casa todos los dias y practi-‐caba la esgrima con sus alumnos. Observaba el me-‐nor movimiento de sus musculos, se ejercitaba en caminar con la cabeza alta, el pecho fuera, los bra-‐zos colgando librernente, la mano cerrada (segan el consejo de Goethe) y los dedos cayendo igualmente en sentido decreciente. Lo mas diñcil era la educacion de la voz, por-‐que le oian en la casa cuando declamaba. Entonces penso en salir de la ciudad: el unico lugar en el que podia estar tranquilo era Ladugardsgardet. Desde alit podia ver, a to lejos, si se acercaba alguien por el Llano, y la voz' se atenuaba tanto que debia hacer un esfuerzo para oirse a si mismo. Esto le proporciono una potente voz de orador. Iba alli todos los dias y bramaba contra el cielo y la tierra; la ciudad, cuyos campanarios se levan-‐taban por encima del Llano de Ladugard, era la sociedad, mientras que el estaba al margen, en la naturaleza. Amenazaba con el pufto al castillo, a las iglesias, a los cuarteles, y gruftia contra las tro-‐pas que, en el curso de sus maniobras, se acerca-‐ban demasiado a el. Habia algo de fanatic° en su trabajo y no retrocedia ante nada con el ñn de veneer la resistencia de sus indisciplinados musculos. 113 V COMO SE CONVIERTE EN ARISTOCRATA (1869)
Entre los habituales de la casa habia un joven que estudiaba escultura. Procedia de las capas in-‐feriores de la sociedad; habia sido aprendiz de he-‐rrero y acababa de ingresar en la escuela de Bellas Artes, donde hacia su aprendizaje. Era feliz, siempre estaba contento y creia que la Providencia lo habia llamado a su nueva carrera; contaba cam° se habia producido la revelaciOn y c6mo el Espi¬ritu lo habia incorporado al servicio de la belleza. A Johan le gustaba, porque estaba desprovisto de toda reflexi6n y critica, y era un perfecto incons-‐ciente. Adenrias, era una especie de complice, que se encontraba en la misma situaciOn irregular de Johan, la de un hombre. que intenta ascender par la fuerza-‐Tio-‐r -‐encima de la-‐ claSe Iñleff6f, pero no tehia. esa sensaciOn de remoulirnicnto,_ que coziritariteiriente desgarraba a Jok4n. Era, Cri§tiarto dOnven.cido y practicante, ñrme en su fe, y que no queria oir hablar de las demas religiones. Los dos jOvenes decidieron des-‐de un principio que respetarian sus respectivas convicciones personales. Johan cumpli6 su pala-‐bra. Su amigo se olvidaba a veces. Como cristiano, 115 era muy severo en cuanto a la moral teOrica, pero no le negaba a su cuerpo las satisfacciones que reclamaba. Un dia, Johan se lo encontrO cuando acababa de dejar a una chica, muy de madrugada. Sin alterarse lo Inas minima, le confesO simple-‐mente que su cuerpo necesitaba satisfacciones de esta clase, lo cual no le impidi6 anadir enseguida que habia otros que vivian como cerdos. Johan le preguntO una vez cam° conciliaba aquello con la religion. —Bueno, mira —respondio el verdadero cris-‐tiano—, los que vivimos en Cristo hemos dele-‐gado todos nuestros pecados en Jesus. — ;De acuerdo! Pero, ,y to ley? — JestIs la cumpli6 por nosotros. Nadie puede obedecer estrictamente la ley, y por eso Jesus vino al mundo para borrar la maldicion de la ley. ;Y por eso, querido Johan, 8610 con Cristo se pue-‐de encontrar la felicidad y la verdadera paz! Era demasiado, pensaba Johan, y entonces con5i-‐adia la supuesta paz de los pietistas, Lo caret* todo a la cuenta del diablo y del, pecado, y.,.no:sepreocupaban mas de sus a.cciones. Era una religi6n coModa, como una bata y unas − nunca a, content° —continti6 su ami-‐ go—. Te sometes a la ley, intentas cumplirla y no cometer ningim pecado, pero nadie puede conse-‐guirlo. Y ahi cstaba el problema. Johan experimen-‐taba siempre una especie de remordimiento por faltas que creia cometer. Era necesario, pues, aca-‐llar esos remordimientos y descargarlos sobre Je-‐sits. Pero esto era absurdo y nunca habria conse-‐guido la paz asi. Habia, sin embargo, algo humano en esa especie de pietismo, ese cristianismo feliz en el que uno se podia sentir siempre inocente, 116 y hater lo que quisiera por el hecho de creer que Jesus era Dios. Era, en deñnitiva, el determinismo moderno que, explicandolo todo, lo perdonaba todo, pero que solo concedia esta libertad de pe-‐car a los creyentes. No se podia pecar y ser feliz mas que en Jesus. «Esto es jesuitismo —pensaba Johan—. Por el hecho de votar con el partido, se puede pecar, y mientras tanto mostrarse severo con los demas».
Un dia, su amigo Albert vino a verlo y le anun-‐cie que se iba a Copenhague, donde visitaria el museo Thorwaldsen. Un individuo emprendedor habia organizado un viaje de placer por una pe-‐queria suma, atravesando el canal en la ida y el Baltico en la vuelta. —Ven con nosotros —dijo. Y pronto decidie-‐ron que Johan lo acompariaria con uno de los ninos. El motivo del viaje era la entrada solemne de la princesa heredera en Copenhague, pero, pa-‐ra los peregrinos de la tumba de Thorwaldsen, estos acontecimientos eran secundarios. Una noche de agosto, Johan ya estaba acomo-‐dado en la parte trasera del barco de vapor, con el escultor y uno de los hijos del doctor, que iba acompañado de uno de sus compaheros de clase. En la oscuridad del crepusculo, yen subir a bordo a hombres y mujeres. La compania parece selecta. Gruesos padres de familia, con maletas y prismaticos, y ademas con vestidos claros y som¬breros a la Ultima moda. Este universo se agita y se mueve en todas direcciones, buscando los cama-‐ rotes prometidos. Johan y su grupo, sentados, tranquilos, esperan los acontecimientos. Tienen junto a ellos las provisiones para el camino y las 117 mantas, y no ternen nada. Cuando el barco se ha puesto en marcha y la agitation se ha calmado, Johan dice: «Comamos unos bocadillos antes de acostarnos». Van a buscar las maletas y las cestas, y no las encuentran. Descubren que se les han ol-‐ vidado. Era un duro golpe, pues no tenian mucho dinero y ya habian contado con la excelente cesta de provisiones que habia preparado la misma esposa del doctor. Se comen las provisiones del escultor, pero en su canasta no hay mas que cosas resecas, y, ademas, no en abundancia. Deciden irse a acostar. Los pasajeros reclaman sus camarotes por todas partes. No hay. La gente se excita y Ilueven los insultos. Se sientan en cubierta, y los niños se ponen una Iona impermeable por encima, pues hay mucha humedad y hace un frio horrible. Se despiertan en Sodertelje, ateridos de frio, pues los marineros se han llevado la lona. En la orilla del canal, yen al organizador. Los pasajeros se lanzan sobre el, lo arrastran a bordo y lo llenan de insultos. El se deñende y quiere desembarcar, pero en vano. Se organiza un tribu¬nal y deciden continuar el viaje, pero mantienen al organizador como rehen. El barco atraviesa el canal, pero, en el preciso instante en que pasan por una presa, el organizador trepa por una de las puertas y desaparece bajo una lluvia de maldicio-‐nes. El viaje continua: hacia las tres, estan en el canal de GOta. Ponen la mesa en cubierta para la comida. Johan y sus compañeros se instalan en el bote salvavidas, suspendido por fuera de la borda, y organizan una comida frugal con las pro-‐visiones del escultor. Este, que ha dormido sobre un fardo en la bodega, esta de muy buen humor y conoce el caracter y el nombre de todos los pa-‐sajeros. La mesa esta llena. La preside el desholli-‐ 118 nador con toda su familia; despues vienen el pros-‐tamista, el tabernero, el cochero, el charcutero,
el portero y su familia, un montOn de dependien-‐ tes y dos o tres muchachas. Johan sufre horrible-‐mente al ver los pescados ahumados y las fresas, el vino tinto y el jerez, pues esta ya tan corrom-‐ pido por el lujo quo una alimentaciOn sencilla le pone enfermo. Aquella,.es la clase alta de los pa-‐ sajeros. desbollinaclor se comporta como un gran senor, hace muccas de,gust9.rAo el vino tinto y regaila lasamarera: estadicc9ue es la dueña del restaurante la que escogefas :mercarielas. El conserje-‐ de los Archivos Reales se comporta cdino un cientiñco, y, en su calidad de funcionario, pa-‐rece mirar desde arriba a los ñlisteos. A la hora del jerez, se pronuncian discursos. La clase baja de proa, apretada contra las cuerdas y las baran-‐dillas, escucha a los oradores. Nadie mira a los parias del bote salvavidas. Saben que estan alli, pero nadie los mira. Hubieran querido que se tar-‐gara aquella gorra blanca, pues bajo la visera ha-‐bia unos ojos que percibian que todo aquel uni-‐ verso no era de la mejor calidad. Johan se da cuenta de todo esto. Ya esta situado fuera de esta clase a la que pertenecia por nacimiento, pero no tiene nada que corner e incluso el mismo no es nada. Conoce su inferioridad y su superioridad, y tambien la superioridad de ellos. Ellos han traba-‐jado y por eso comen. El ha trabajado tanto como ellos, pero no a su manera. El trabajaba y recibia honores por su trabajo; ellos se quedaban con los buenos alimentos y no con el honor. No se podia tener todo. Mientras tanto, alli estaban, satisfechos, con-‐tentos, felices, bebiendo su café y sus licores, ocupando toda la cubierta. Empezaron a envalen-‐ 119 tonarse y a hacer comentarios acerca del grupo del bote salvavidas. No se podia hacer otra cosa que callar y aguantar, pues ellos constituian la mayoria y la clase alta, puesto que eran los que consumian. Johan se sentia en un medio que no era el suyo. Respiraba un aire hostil y se encontraba inco-‐modo. No habia policia a bordo para ayudarle, ni justicia a la que acudir, y si se metia en pro-‐blemas, todo el mundo le condenaria. Bastaria una respuesta un poco insolente para que le zurra-‐ran. Si, era. mejorAbedecer a los oñcialsy a los funcionar—TOS, por to mends no eran unos tiranos comoestOsd-‐ einoeigKgeguidamente intenf6,-‐13bt -‐-‐-‐Consejode acercarse a ellos, pero eran inaccesibles. Todo estall6 un poco mas tarde, entre Vatter-‐borg y Gothembourg. El hambre acuciaba angus-‐tiosamente, y decidieron bajar al salon de segunda clase y corner unos bocadillos. Johan y los nitios bajaron. El salon estaba Reno de gente que comia y bebia, por lo que era diñcil abrirse paso. El alumno de Johan conservo, segtin la costumbre de su clase, el sombrero puesto. El deshollinador señalO el sombrero. — Oye, tit —gritO—, 4crees que el techo es de-‐ masiado alto? El chico puso cara de no entender nada. — iSacate el sombrero, nitro! El sombrero continua en su sitio. Un depen-‐diente lo derriba. El chico recoge su sombrero y se lo vuelve a poner en la cabeza. Se desencadena la tormenta. Como
un solo hombre, todos se pre-‐cipitan sobre el muchacho y le arrebatan su sombre¬ro. Despues se lanzaron contra Johan.. — IY estos granujas tienen maestros que no les 120 ensenan ni educaci6n! 'Los conocemos de sobra! Y siguio una Iluvia de insultos contra los pa¬dres. Johan intentO decirles que en su circulo exis-‐tia la costUmbre de no quitarse el sombrero en los lugares pablicos y que, en este caso concreto, no habia la menor falta de respeto en ello. Pero se lo tomaron a mal. «En este caso concreto» y «en su circulo». i,Que era toda aquella mierda de las narices? LEs que iba a enseliarles 0 lo que estaba bien? Y asi prosiguieron. Pues si, el podia ensenarles eso, y ann mas: que era ese mismo circulo el `que les habia dicho veinticinco años antes que debian quitarse el som-‐brero. La moda habia cambiado, y el hubiera po-‐dido decirles que veinticinco aflos mas tarde anda-‐ rian con el sombrero puesto, solo con que se ente-‐raran de que eso era chic. Pero aim no habian llegado a eso. Johan y sus compñros volvieron a cubierta. —Es imposible razonar con esta gente —dijo Johan. El incidente lo habia trastornado._Habia yisto _ estate el odio entre clases, habia visto como genie a la que no habia insultado le lanzaba mira das fulminantes• habia sentido en su pecho 'el. pie-‐ Clase del Mariana. Asi Se liabTartiin-‐-‐trellido en_SnS VileifñtY6CTOT puentei entre ellos estabancortados,,perp los laZoS de gangre 0447 nuaban alli, y el sentia el mismo odio hacia la so-‐ all Ciedact y 14,,iRjustiñcada altivez, experinientaba ideinica ani.tposiclad contra lOs convencionahsmos 1 Cos que ellos estaban obligados a someterse. Aim resonaban en sus oidos las replicas de Karl Moor, pero los que acababan de golpearle gran — todos Panic-‐LT:jos de Spiegelbm Si Ilegaban a triunfar aplastarian a todo el mind° grander 121 _pequeilos y si el llegaba al poder, se contentaria con aplastar a Jos grandes. Esa era la diferencia entre ellos. Y sin embargo era su educaciOnla que lo habia hecho mas dernOcrata que a ellos, asi que habia que pasarse al lado de los cultos. Estos trabajarian para las genies de abajo, pero a dis-‐tancia, desde arriba. Esta masa maleducada e in-‐forme no era muy manejable. La estancia a bordo se hizo insufrible. Podian producirse incidentes en cualquier momento. Y se produjeron. Johan estaba sentado en la cubierta superior, mientras atravesaban Kattegat, cuando oyO un fuerte ruido, voces, gritos. Le pareci6 reconocer la voz de su alumno. Baja al entrepuente. Ahi esta la victima, rodeado de nuevo por una multitud. El prestamista gcsticula y grita. Johan le pre-‐gunta que pasa. —Me ha robado mi sombrero —grita el pres-‐tamista. —No creo que eso sea posible —responde Johan. —Si, to he visto, lo ha escondido en esa bolsa. Era la bolsa de Johan. —Es mi bolsa —dijo Johan—. Mirela usted mismo.
Abre la bolsa ,y all! estaba el sombrero. Estu-‐por general. Johan estaba abatido y se desenca-‐dello la tormen.ta contra los ladrones. lUn estu-‐diante ladron! Era una hiatoria divertida. Pero, LcOmo habia sucedido7 Ahora. Johan se acordaba. Tenia un sombrero gris, parecido al del presta-‐mista, que utilizaba pare, dormir. Le habia dicho al muchacho que lo pusiera en la bolsa y este se ha-‐bia equivocado de sombrero. Entonces se volvi6 hacia los pasajeros de segunda clase. —Seftores —empez6 a decir— Lcreen logic° que el hijo de un hombre rico robe un sombrero mugriento cuando el tiene uno casi nuevo? —Si —respondiO la clase baja—, es un error. El prestamista insistio. —S6lo me queda darle mis excusas a este senor por el error, y rogar a mi alumno que haga lo mis-‐mo. El muchacho to hizo sin entusiasmo. Satisfac-‐cion general. La gente dice en voz Baja que se han comportado muy bien. El asunto habia concluido felizmente. —I,Ves? —le dijo Johan al chico—. La gente se deja persuadir facilmente. —Si, si, es porque usted los ha halagado lla-‐m andolos senores. —Quiza —respondio Johan, que pensaha que la humillacion resultaba un poco desmesurada para una naderia como aquella. Por ñn Ilegaron a Copenhague. Medio muertos de hambre, ateridos de frio, malhumorados, se sentaron bajo la lluvia delante del museo Thor-‐waldsen, cerrado a causa de la festividad. Albert juro que entraria. Tras una hora de espera al lado del deshollinador, del tabernero y de los otros pa-‐sajeros, se acerc6 un viejo con aspecto de erudito. Iba a entrar en el museo. Albert se precipita sobre el, dice venir de parte del profesor Molin y asi les dejan entrar a ellos, pero no a los demas pasa-‐jeros. Albert estaba en el extasis, pero no podia evitar hacerle muecas al deshollinador, que se que-‐daba en la puerta; el mas feliz de todos era la victima que odiaba a la chusma. —Ahora mandamos nosotros —dijo. Johan no estaba de humor para admirar a Thorwaldsen. Lo consideraba un artista inediano y con un talent() demasiado mediocre como para ser tan celebre. Albert encontro muy relamidas sus antigtiedades, pero no se atrevi6 a poner ningtin reparo. No vieron el cortejo, pero, desde lo alto de la torre de Notre Dame, disfrutaron del paisaje. Cuando Ileg6 la noche, el grupo, cansado y sin fuerzas, pretendia volver al barco para dormir, pero el barco habia partido hacia Malmo. Y alli estaban ellos, bajo la lluvia, en la calle. Era impo-‐sible it a un hotel, pues no tenian dinero. Albert decidio entrar directamente en una taberna y pedir alojamiento para acostarse. Era una taberna de marineros, en Toldboden. Les dijeron que existia un albergue, pero que era de marineros. —No importa, en alguna parte tenemos que dormir. Les hicieron entrar en una habitaciOn que daba al patio. Habia dos bancos con sabarias, no habia lavabo, las paredes no estaban empapeladas; era un lugar miserable. Un marinero estaba acostado sabre uno de los bancos. LQuien se escurriria a su lado? Albert se sacriñcO. Se desnudO en un san-‐tiamen y se acost6 al lado del extranjero, que era holandes y que se desperto para beber un vaso de
aguardiente. Despues todo el mundo se durmio, Johan maldiciendo aquella aventura, pues las sd-‐banas apestaban. El viaje de regreso por la costa no fue mas que un sufrimiento continuo. Sin viveres y sin dinero, subsistieron tragandose huevos crudos que corn-‐praban en las aldeas; junto con pan duro y aguar-‐diente, eso fue todo lo que comieron durante tres dias y tres noches. Solo Albert se sentia bien y era feliz. Dormia bajo la cubierta, con la tripulaciOn, que le diver-‐ 124 tia contandole historias. El era de su calana y co-‐nocia su lengua. Se emborrachO con ellos y comiO caliente. Incluso algunas veces iba a la cocina a mendigar un plato de sopa. —iQue sencilla es la vida para el!, pensaba Johan. Nunca ha notado la ausencia de un lujo que nunca ha tenido; no ha sido rechazado como un extranjero cuando se ha acercado a ellos. Es-‐taba de juerga cuando los demas se morian de hambre y solo tenia amigos por todas partes. Pero ya le llegaria tambien el dia, pensaba Johan, en el que ya no perteneceria mas a la clase baja; el lujo y las costumbres elegantes le dejarian tan de-‐samparado e infeliz como a el. El regreso transcurrie sin incidentes y Johan abandon6 el barco apresuradamente. Asi que sietn-‐pre era to mismo. Los que estaban arriba tabakilos qtie estaban a>iajo f 1osxioe abain„ agarran noriaChaqueta,al que queria ascender. i,De qUe seivialiablar de aristoCiala.s y de—creiniierataS7 Los abajo habliñan 'de SUS sen-‐ ñfñteitrOw-‐deni6Craticos como si se tratara de una virtud. LEra una virtud odiar a los que estaban arriba? que signiñcaba la palabra arist6crata? Aristos signiñca el mejor y Krateo, yo mando; aristocrata, pues, es aquel quequitetequejnanden, los iñejores, y democrata, f —habia que quiere „ hagati lAS:_10te-‐s:PerO —habia un dran melOrell Una mala situaciOn social, la po-‐ breza y la ignorancia, Lhacian mejores a los hom¬bres? Claro que no, pues en ese caso no se inten-‐taria combatir la pobreza y la ignorancia. quien, pues, habia que conceder el poder con la certeza de que iba a estar en las manos de los menos malos? iA los que sabian mas? Pero en-‐tonces tendriamos un gobierno de profesores, y en-‐ 125 tonces, (Uppsalal... No, los profesores no. LEn-‐tonces que? LQuien? Johan no podia responder, pero lo cierto es que no podian ser ni el desholli-‐nador ni el cochero que estaban en el barco. Johan no examino el problema mas a fondo, porque aim no se sabia si convenia dar a todos la misma educaciOn, ni tampoco se sabia responder a esta pregunta: zdebe necesariamente mandar al-‐guien? Ademas, el habia caido en la peor de las aristocracias, la clase alta de la clase baja, o, co-‐mo suele IlamarSele vtilgarmetite;
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