Fericgla-Envejecer-Una Antropología de La Ancianidad-OCR

August 14, 2017 | Author: gabrielcastrox | Category: Old Age, Leisure, Society, Adults, Consumption (Economics)
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Descripción: Fericgla...

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AUTORES, TEXTGS Y TEiAAS

ANTROPOLOGÍA

Josep M. Fericgla

Colección dirigidapor M. 3esús Buró

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LA CULTURA DE LA ANCLVGDAD

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j...] si algún aspecto ~ tic o t i ene la vejez: no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven.

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Parámetros básicos de laCultura de la Ancianidad CA

[...] cabellos blancos, argumento son de edad y no de prudencta.

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referencia a la economía doméstica ha sido crear mentalmente dos categorías de dinero: una se re6ere al que se ha acumulado, y solo se manipula de acuerdo con la concepción más antigua, ya que su mismo origen es también antiguo; la otra categoría, que se refiere a la nueva concepción de la Cultura de la Ancianidad, se desüna a la subsistencia cotidiana y al ocio, y está constituida por los ingresos que reciben los ancianos a par.tir de la jubilación.

5. Estractt i te libres de lazos conyugales, un porcentaje considerable — no P ia totalidad, naturalmente — tie mujetes ancianas no viudas que actúan realmente como líder doméstico secretamente esperan enviudar para sumase a aquel modelo,aunque esto no llegue a verbalizarse.

6. Símbolos y ritos En referencia a la organización simbólica del mundo, la Cultura de la Ancianidad es altamente desordenada. El principal referente simbólico es un ritual desestructurado en sí mismo y desestructurante con respecto a los sujetos, en el sentido de que no señala el paso de una categoría social a otra, sino que indica el 6nal de una etapa vital sin una reinte~ c i ón posterior a la sociedad en una categoría distinta y positiva. Me re6ero al rüo de la jubilación, que marca la entrada oócial en el mundo de la vejez. Es un rito excluyente, al que no sigue otro inclusivo. El hecho de pextenecex al colectivo de jubilados no implica un enclave real en un lugar social determinado por una serie de deberes y obligaciones, y unas estrategias defensivas u ofensivas en el caso de no ser respetados. El hecho de ser jubilado implica más bien un estado limítrofe sin retorno, en el que la vida pierde sus finalidades anteriores, los individuos activos se ven sometidos a una disgregación social impoxtantísima y los códigos diversos que ordenaban el devenir vital pierden sentido aunque sigan siendo utilizados por los sujetos. Las íínicas actividades que ganan'en cuanto a signi6cación son aqueHas impulsadas por el propio individuo por placer personal. Por otra parte, existe un mundo simbólico de signi6cantes

ligado al hecho de ser anciano que, sin embax o, los mismos sujetos rehúyen en la medida de lo posible. Me refiero, por ejemplo, alhecho de vestir colores oscuros en el caso de las mujeres, al pelo blanco y calvicie en el de los hombres, no realizar determinadas actividades consideradas como propias de los jóvenes, y otros muchos. Cuando ser viejo constituía un si~o de sabiduría, de respetabilidad y de distanciamiento, los ancianos no tenían nin~ p r o b l ema en asumir toda la simbología propia de este hecho. Sin embargo, en las xnodernas sociedades industrializadas ser viejo es sinónimo de estigmatización, de proxixnidad de la muerte (¡man y temida desconocida!), de miseria material, de enfermedades indeseables, de soledad cotidiana y de otras realidades igualmente poco atractivas. En consecuencia, prácticamente nadie quiere aceptar la vejez con toda ' su profundidad vital, y la forma de rehuirla es disimulando las evidencias externas y no asumiendo ningún tipo de simbologa propia de la edad: el pelo se tine para ocultar las canas, se utilizan cosméticos para disimular las arrugas de la piel, se visten ropas juveniles que disimulan las formas envejecidas del cuerpo y se practica deporte para xnantener la forma Bsica. Podemos, pues, afirmar que, desde un punto de vista simbólico, la Cultura de la Ancianidad se comporta como una auténtica anticultura que esconde cualquier signo externo de existencia, principalmente cuando entra en relación con otros grupos de edad. La gente mayor no ~ de e x h i bi r sus símbolos, porque son símbolos de marcación, y ninyín grupo realmente max inado quiere aceptar su marginalidad si esta no reporta algún beneficio (por ejemplo solidaxidad), y no es este el caso. Los ancianos pueden darse mutuamente el nombre de viejos («hoy vas vestida como una vieja», «te quejas como un viejo») sin que ello suponga una ofensa, ya que, a pesar de no exhibir una simbología explícita, todos los interesados se reconocen. Sin embargo, si un individuo más joven llama viej o a un anciano, laexpresión tiene una carga ofensiva por el hecho de verbalizar y descubrir aquello que, a pesar de todas las evidencias, el interesado esconde debido a su significación negativa. Prácticamente los únicos símbolos reconocidos que tiene la cultura de la vejez son los síntomas evidentes de senilidad que aparecen a paxtir de un determinado momento, y losclubs,

hogares y centros específicos dedicados a fomentar la propia Cultura de la Ancianidad. En este mismo sentido, la actitud oficialista de respeto a la Bgura del viejo — explicitado en discursos, homenajes, etc.— es totalmente falsa por lo que respecta a su credibilidad.

7. Territorialidad y formas de residencia Otros dos elementos que confi~ a n los parámetros básicos de la Cultura de la Ancianidad son las bolsas territoriales en las que se encuentran y reúnen los viejos, y las formas anómalas de residencia. La territorialidad.de la Cultura de la Ancianidad está circunscrita a los centros de ocio y a las residencias de ancianos exclusivamente. Los centros de ocio (esp/ais, hogares o clubs) han sido realmente los catalizadores de esta formación cultural. Es decir, los factores que la conforman estaban ya presentes anteriormente, pero hasta que no empezaron a constie los hogares (esp/ais) para jubilados, aproximadamente a principios de la década de los ochenta, no tomó forma la Cultura de la Ancianidad propiamente dicha. De hecho constituyó un proceso típico de retroacción cultural: el contenido forzó el continente, y este catalizó el contenido, que realimenta el continente (hasta el momento). Los centros de ocio para jubilados constituyen la expresión más clara de los parámetros de funcionamiento de la Cultura de la Ancianidad. En ellos, no solamente se ofrecen actividades instrumentales de ocio a parte de lascuales los ancianos ordenan cronológicamente sus vidas y fomentan las relaciones sociales, sino que se dan además servicios médicos asistenciales diversos que se corresponden con las necesidades más específicas e inmediatas de los viejos. Se trata de territorios altamente formalizados frente al resto de la sociedad: tienen una ubicación clara, con carteles que indican la finalidad del establecinuento, y aparecen en los listados de servicios que cualquier persona puede obtener en los ayuntamientos. Sin embargo, la estructura social interna oscila entre un absoluto desorden pasivo, observable en algunos ca-

sos, hasta una estructura altamente formalizada en otros. Podemos aBrmar que la función de estas bolsas territoriales es doble, y mientras una es constante (la que cumplen hacia el exterior), la otra es variable (la que opera interiormente). Me explicaré. Los hogares constituyen el territorio específico en el que queda patente la Cultura de la Ancianidad, pero han sido creados por el resto de la sociedad {entidades Bnancieras y de ahorro, religiosas, administraciones públicas), y se puede pensar que la sociedad quiere recluir a los viejos en estos espacios para que no se difunda la anomalía que representan. De hecho, más de un informante anciano ha formulado esta lectura de los hogares. Por tanto, la función de la territorialidad de la cultura de los ancianos debe estar muy formalizada hacia el exterior, ya que no son ellos sino el resto de la sociedad la que así lo determina Bnanciando los centros de ocio geriátrico: este es el lugar en el que deben estar los ancianos. Sin embargo, el funcionamiento interno de estos espacios ya no depende de la sociedad externa, sino del propio colectivo de usuarios.Y dada la desorganización interna que presenta todavía la Cultura de la Ancianidad, los territorios en que se proyecta lo son también. En algunos centros este desorden vital se manifiesta en forma de absoluta pasividad (la doble negación de la Cultura de la Ancianidad), y en otros — se-esta=blece un orden interno que presenta unas características muy similares a las de la ocupación laboral de cualquier adulto, pero sustituyendo las actividades propiamente productivas por las lúdicas. También en'la organización territorial se manifiesta este orden, fundamentalmente en los centros que dependen de las administraciones públicas: hay un despacho para el presidente, uno para el secretario, uno para el administrador, todos ellos cerrados a los simples socios como.en cualquier empresa; el horario de funcionamiento de los hogares corresponde habitualmente a un horario laboral, más que a un horario lúdico, etc. El otro territorio específico y propio de la Cultura de 'la Ancianidad está representado por las residencias de ancianos. La consideración que reciben los territorios dedicados a residencias es totalmente negativa desde la escala de valores de los viejos, pero necesaria. Prácticamente ningún anciano desearía 37

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finalizar sus días en una residencia, pero todos piensan que el hecho de que e~tan es positivo, por si acaso... Las residencias son los territorios que simbolizan de forma e~ m a e l desarraigo famiTiar de los viejos y el abandono que sufren. Cuando no pueden llevar una vida independiente y no son admitidos en los domicilios de sus descendientes, no queda otra alternativa que ingresar en una residencia, institución en la que serán cuidados, alimentados y medicados. Allá esperan la muerte. Nuestras sociedades ofrecen muchas categorías de residencias: algrnas muy caras (210.000 ptas./mes), otras gratuitas. La principal diferencia estriba en la calidad de vida material y también en el intento, en las más caras, de reproChkciral máxkmo el ambiente familiar. De hecho, la mayoría de ancianos procuran, mientras pueden, mantener un estilo de v ida i n d ependiente, y el ingreso en una residencia es vivido como la pérdida de la batalla vital. La vivencia de desarraigo, abandono e inutilidad es la tónica dominante en los ingresados. Un elevado porcentaje de viejos mueren antes del segundo año de estancia, a pesar de no presentarninguna enfermedad grave en el momento del ingreso. El orden interno de las residencias habitualmente es rígido y muy formalizado (horario fijo de comidas, de ape~ y ci e rre de puertas, jerarquía interna); sin embargo, no depende de los valores propios de la Cultura de la Ancianidad, sino que

viene impuesto por la administración de cada establecimiento, y no está nunca dirigido por ancianos. Existen otros territorios en los que se manifiesta la Cultura de la Ancianidad,pero son de orden menor, y en cualquier caso queda proyectada en ellos la desestructura interior de este colectivo: plazas urbanas donde toman el sol, bancos públicos de calles donde se entretienen con la observación de la vida cotidiana, estaciones de ferrocarril y de metro donde los ancianos observan también movimiento degente,mercados a los que'las mujeres ancianas acuden diariamente para adquirir los alimentos imprescindibles para el día y aprovechan para encontrarse con otras ancianas del vecindario y hablar entre compra y compra, etc.

8. vida cotidiana e inCk ferenciación temporal En la vida cotidiana es donde mejor pueden reconocerse los parámetros que constituyen la vida de los ancianos de nuestras sociedades. Si bien las diferencias observables entre distintas etclases de ancianos son acusadas en la vida cotidiana, trataré este epígrafe de un modo general una vez indicado este previo. Los elementos predominantes que se observan en lavida cotidiana de la gente mayor son la soledad y la indiferenciación cronológica. A partir de su jubilación, el h ombre pierde la función vital para la que habíasido entrenado durante anos, y en este momento, a menos que tenga un importante bagaje de imaginación, creatividad y deseo de realizar actividades relacionadas con el propio placer individual, se convierte en un ser prácticamente inútil desde el punto de vista social, y fácilmente interioriza esta valoración. Las mujeres mantienen viva su función social mientras conviven en familia y deben encar arse de la casa, lascompras, cocinar, etc.;sin embargo, si se convierten en viudas y los hijos han f~ d ado ya un nuevo domicilio, no tienen para quién cocinar, y pierde t ambién sentido aquello para lo que habían sido entrenadas d~ t e t o d a su vida. Por otra parte, a par5r de la actividad laboral se organizaban los horarios y las secuencias temporales de los individuos (fines de semana sin obligaciones, veladas dedicadas a la farrdlia y amigos, etc.); este orden cronológico pierde también sentido después de lajubilación. Los ancianos se sumergen en un continuum temporal indiferenciado que se tramforrna en una búsqueda constante de actividades que aporten orden (¹y sentido?) a sus vidas."Voy a recordar aquí lo que ya he señalado anteriormente sobre elvacío de contenido del tiempo desocupado de los ancianos, cualitativarnente distinto del tiempo libre. En este sentido, cualquier pequeña obligación cotidiana de los ancianos es voluntariamente prolongada y se convierte en un

especi almente

elemento instrumental que introduce cierto orden en la tempo* Más adelante me extiendo en Ia información y las propuestas sobre lo que implica «el sentido de la vida .

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ralidad de susvidas. Muchas mujeres, por ejemplo, van al mercado y compran solo lonecesario para el día, cuando en realidad podrían, con un solacompra, hacer provisión para varios días; el motivo es que de este modo tienen una actividad a realizardiariamente. Conozco hombres que han dejado de pagar los recibos domésticos a través delbanco para contraer ciertas obligaciones mensuales: desplazarse personalmente hasta laso6cinas de las empresas de servicios para abonar lasfactura y llevar la contabilidad doméstica. Esta indiferenciación cronológica que caracteriza la Cultura de la Ancianidad elimina también el sentido de los días festivos: el estado de permanente desocupación de toda la semana provoca esta pérdida de contraste. El 52,6 % de la muestra estudiada a6xma no realizar absolutamente nada que les permita distinguir los días de fiesta, o, como máximo, reciben la visita de algíín familiar. Los días de Gesta son incluso los menos deseados, ya que durante los días laborables siempre hay algo que hacer, las tiendas y los escaparates están abiertos, y un paseo por las calles puede aportar algún elemento de interés, mientras que los días festivos son absolutamente vacíos. Por otra parte, la soledad, o la propia vivencia de soledad, es una característica predominante en la vida cotidiana de los ancianos, que llega a determinar pautas de comportamiento y otros factores observables en la Cultura de la Ancianidad. La soledad, o sentimiento de soledad, es la consecuencia del desarraigo familiar y social de la gente mayor. Solamente queda camuQada en loshogares y esplaisde jubilados, o en el caso de que el sujeto viva en familia. Al mismo tiempo, es uno de los factores más temidos por el colectivo de ancianos, pues acentúa la sensación de abandono — del cual es una consecuencia —, las dificultades materiales y psicológicas para vivir, y hace resaltar el estigma que comporta la vejez. La soledad se da principalmente entre los ancianos viudos, si bien muchos viejos que conviven con el cónyuge la experimentan también {los años de convivencia han dado un tono de rutina a la r elación, y ha desaparecido cualquier interés por el cónyuge; en ocasiones, un cónyuge está enfermo, causando así trabajo al otro sin okecerle compañía, etc.). Algunos ancianos que vivensolos pasean por lugares deter-

minados en los que saben encontxmán a otros individuos del mismo grupo de edad, con la esperanza de poder establecer algún tipo de conversación con otrapersona; sin embargo, el recelo y las prevenciones con que actúan frecuentemente les impiden entrar en contacto con los demás. Ningún anciano quiere reconocer susoledad, y menos ante un desconocido; por lo tanto, la conversación con el contertulio casual debe aparentar espontaneidad y no evidenciar que está directamente buscada. El tema de los hijos es el preferido para el coloquio: induce a los ancianos a sentirse idealmente ligados a la estructura fa* mili ar de los descendientes — a pesar de que estos les tengan abandonados —, y les permite también dar una imagen de viejo no solitario y, por tanto, no estigmatizado. En este sentido, un 33,5 % de la muestra encuestada, ante el ítem «¹Qué es lo peor que puede sucederle a una persona de edad?», respondenestarsolo, y otro 41,5 % responden que lo peor sería estar ue en muchos casos equivale a la imposibiTidad de salir del domicilio y a l a soledad absoluta). Para completar estos porcentajes, las respuestas contrarias obtenidas en el ítem «¹Qué es lo mejor que puede sucederle a una persona mayor?», se distribuyen en un 25,4 % que a6rman que lo mejor que puede sucederle a un anciano es encontrarse en

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buena compañía, y un23,2 % que responden que lo mejor es tener salud {lo que, entre otras cosas, permite movilidad).

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