Felix Baez-Jorge Los Oficios de Las Diosas

October 5, 2017 | Author: Joaquin Duran | Category: Mesoamerica, God, Mythology, Culture (General), Religion And Belief
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Los oficios de las diosas de Félix Báez-Jorge*

* Báez-Jorge, Félix. Los oficios de las diosas. (Dialéctica de la religiosidad popular en los grupos indios de México). Prólogo de Johanna Broda. Universidad Veracruzana. Xalapa, 2000. (2a ed.) 457 pp.

¿Cuáles son los oficios de las diosas? Los oficios de las mujeres sublimados: depositarias de la maternidad, las diosas reproducen a dioses, astros y plantas; se embarazan no sólo a partir de la cópula, sino además mágicamente, sin intervención carnal; hilan con cuerdas que atan a este mundo con otros niveles; viven los ciclos mensuales como la luna; germinan como la tierra; se asocian al agua y a los cielos. A lo largo del volumen Los oficios de las diosas, Félix Báez recorre los cultos mesoamericanos a deidades femeninas desde épocas prehispánicas hasta nuestros días. Después de revisar las particularidades de la visión de los aztecas y los mayas, de concepción telúrica unos y de esencia selénica otros, y a pesar de estos énfasis distintos, reconoce un sustento común que nos permite identificar una religión esencialmente única en Mesoamérica, que habrá de sustentar los cultos maria nos de los indígenas actuales disfrazando a las viejas diosas con las advocaciones de María. Por eso le es posible reconocer una similitud en la percepción de las epifanías marianas entre los nahuas de Durango, los huicholes, los tzotziles, los totonacas, los chatinos, los mixes y los zoque-popolucas. En estos grupos los cultos a las deidades femeninas permanecen cual fenómeno de larga duración, sobreviviendo a partir de una reinterpretación simbólica que permite la articulación de elementos viejos con los nuevos impuestos durante la Colonia, disfrazando a las viejas entidades con los nuevos atavíos de la Virgen María. Por eso también en oca-

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siones reconocemos en determinados mitos actuales ciertas coincidencias con alguna imagen prehispánica procedente de tiempos y espacios variados. Desde luego, su inmediata identificación con mitos indígenas contemporáneos no está exenta de riesgo y a menudo la evitamos para no ser calificados de proceder con escaso rigor metodológico. Sin embargo, el reconocer la coherencia presente en diversas tradiciones aparentemente alejadas, nos convence más y más de ese sustento inicial, único, básico, que dio forma al mosaico cultural mesoamericano tanto prehispánico como contemporáneo. Así, aunque los nombres de numerosas deidades han sido olvidados (Itzpapálotl, Yaocíhuatl, Tla zoltéotl, Ixcuina, Chalchitlicue, Omecíhuatl, Mictecacíhuatl, Cihuacóatl, Xochiquetzal, Mayahuel, Xilonen, Xochitécatl, por mencionar algunos solamente), sus ámbitos numinosos se revelan en la cosmovisión de los grupos indígenas actuales y se conme moran en los cultos marianos. Como letanías enumera Báez sus significados ancestrales y permanentes: Madre del Sol, Madre de la Luna, Madre del Fuego, Madre de los humanos, Madre de la vegetación, Esposa del Sol, Protectora de la Salud, Causante de enfermedades... y revela con ello su multiplicidad de valores e, incluso, sus contradictorias personalidades, pues en la concepción mesoamericana dioses y diosas crean o destruyen. Báez reconoce, sin embargo, que el número de formas religiosas de origen prehispánico presente en los pueblos indígenas contemporáneos es reducido, aunque cualitativamente se aprecia su importancia. Con todo cuidado desen-

traña las reminiscencias de un mundo simbólico que se disfrazó con las nuevas creencias traídas durante la Colonia. Así, el embarazo mágico de las deidades terrestres que reciben hoy culto y que recuerdan la concepción de Huitzilopochtli en su madre Coatlicue a partir del contacto con un ovillo de plumas, se identifica sin dificultad entre los grupos actuales en el mito de la inmaculada concepción de María. Por ello el análisis no es sencillo, pues los símbolos convergen a partir de las antiguas formas de religiosidad popular y de procesos cul turales compartidos. La catequesis produjo resultados diversos y variaciones en forma y contenido: algunos símbolos se concretaron en el sincretismo, se articularon simbólicamente, permitieron los cultos paralelos o desplazaron a las deidades prehispánicas. La Virgen de Guadalupe es la mejor prueba de la adaptación de cosmovisiones indígenas a partir de la reinterpretación de las nuevas epifanías marianas: ...Guadalupe se presenta alternativamente como propiciadora de lluvias (mayas), Madre Primordial (totonacas) o asociada a diversas diosas huicholes (como deidad del mar y de la lluvia identificada con Nakawé la Abuela Crecimiento, o con su equivalente Otuanáka, la deidad subterránea). Algo semejante puede decirse en sentido inverso; también las vírgenes en sus diversas advocaciones absorbieron los atributos de las diosas indígenas.

En Los oficios de las diosas, Félix Báez encuentra las concordancias y las discordancias de las cosmovisiones de estos grupos actuales y los prehispánicos, y nos conduce a través del

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espacio y el tiempo siguiendo los mitos y los ritos que revelan este sistema de creencias. Clasifica a estas entidades en tres niveles jerárquicos en orden descendente: — primordiales, donde incluye a las diosas generadoras que tienen que ver con la creación; — intermediarias, que son advocaciones de las anteriores y coadyuvan en áreas específicas, y — auxiliares, que son deidades complementarias de las anteriores e indican las relaciones específicas entre las divinidades y los elementos naturales o las actividades concretas desprendidas de principios sagrados superiores.

Reconoce además una posible clasificación que va de acuerdo con el ámbito espacial donde las diosas se arraigan simbólicamente; así, pueden ser celestes, terrestres o acuáticas. Pero acaso más importante que estas clasificaciones en sí es la reiteración de que si bien son válidas, no deben ser tomadas como compartimientos rígidos, pues las interdependencias entre los ámbitos sagrados son tales que Báez habla de un calidoscopio simbólico, que no es otra cosa que la identificación dialéctica de

la unidad de la diversidad que se reconoce en todo el sistema de creencias mesoamericano. Desde 1988, cuando apareció la primera edición de este volumen, hasta hoy, que damos la bienvenida a ésta su segunda edición, Félix Báez ha escrito otros libros que amplían su discurso sobre la religiosidad popular: Las voces del agua, La parentela de María, Entre los naguales y los santos, títulos que cumplen con la promesa del autor de que Los oficios de las diosas sería el producto inicial de una investigación mayor a la que dedica su quehacer y que ha demostrado la congruencia y el rigor de este prolífico autor, quien es ya referencia obligada en los estudios de historia de la religión mesoamericana. Educada (al igual que el maestro Báez, pues así lo relata en la introducción del volumen) en la religión católica, adquirí desde niña una noción religiosa de un culto a varones hecho por varones: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo no admitían personalidad femenina. La Virgen, se insistía, no es diosa sino humana, en todo caso un vehículo que permite la concepción de Dios en un cuerpo humano, sin que medie acto carnal previo. En cuanto a los ministerios de la Iglesia, desde el de monaguillo

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