fanfics_melissagood_darykerry

July 12, 2018 | Author: Jeanette Quezada | Category: Truth, Nature
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:: CELEBRACIÓN EN AÑO NUEVO :: (RINGING IN THE NEW YEAR) Por Melissa Good La oficina estaba muy silenciosa, mientras el último sol de la tarde se filtraba adentro, pintando la alfombra marrón con tenues y doradas manchas. Estaba vacía, como esperando esperando que algo sucediese, la PC sobre la mesa mostraba lentamente panteras, y una pequeña pecera sobre la superficie de madera contenía dos peces siameses de pelea rodeándose uno al otro. La puerta se abrió de repente, rompiendo el silencio, y una alta y morena mujer entró a grandes pasos, llevando un montón de copias impresas que tiró sobre la mesa, rodeándola y reclamando la silla con un aire de impaciente disgusto. —Estúpidos pedazos de burro inútil… Había sido un día duro. Dos reuniones, y la última había sido especialmente para gritar, en una mesa llena de desanimados jefes de departamento que llevaban semanas cerrando sus presupuestos. —¿Disculpa, Dar? —una cortés voz hispana, interrumpió sus sombríos murmullos. Dar Roberts levantó sus claros ojos azules hacia la puerta y se acomodó en su silla. —Lo siento… ¿qué es eso? —apoyó la cabeza en un puño y señaló. Era tarde y estaba cansada, y de acuerdo, irritable. María le dio una sonrisa de entendimiento. —Kerrisita te dejó un mensaje… dijo que se marchaba, que se iba a como tú dices… A Bayside… y de compras. Rayos. Dar se restregó los ojos y asintió. —Sí… Se suponía que yo tenía que… ah, quiero decir me quedé atascada en esa reunión más de lo que creí —miró fijamente al montón de informes—. Escucha… ¿Por qué no te vas de aquí? —era el día antes de vísperas de Año Nuevo… nada se iba a hacer de todas formas, razonó. —Tú también, vete a casa, Dar —María la reprendió—. Es tarde… así que mucha gente se ha marchado. Dar asintió, y se reclinó hacia atrás en su silla. Tenía un montón de cosas sin hacer en su bandeja de entrada, y una media docena de asuntos todavía en el aire. Pero María tenía razón… dejar las cosas hechas cuando el resto del mundo está de vacaciones fastidia. —Sí… Yo… —una presión alrededor de su muñeca la hizo mirar hacia abajo—. Oh… eso es lo que se supone que tenía que hacer… maldición… Tengo que arreglar esto —se levantó—. De acuerdo… Eso es… Me voy de aquí. Este material puede esperar hasta el año que viene —apagó su PC y se levantó, recogiendo las llaves de su coche y golpeando el montón de informes dentro de su bandeja de entrada. Salieron caminando juntas, y Dar entró en su coche con una extraña sensación de libertad. Una tarde libre era un raro acontecimiento para ella, y se estiró mientras se acomodaba en el asiento de piel, ajustando el espejo retrovisor antes de arrancar el Lexus, y salir del estacionamiento. Bien, consideró, mientras iba a la rampa de entrada hacia la interestatal. —Al menos no hay que ir de compras de Navidad —encendió el reproductor de CD, y dejó que los tranquilos acordes de un disco de Enya la calmaran mientras navegaba el tráfico. *** —Dios… ¿has visto esa rebaja? —Colleen tiró hacia ella de la manga a Kerry, mientras deambulaban por Bayside—. ¿Qué haría yo con Speedos de hombre?

Kerry sonrió abiertamente, estirando sus brazos hacia el sol y exhalando. —Qué semana más extraña… Me alegro de que tengamos ahora un fin de semana largo. —Hmm… —Colleen estudió a su amiga—. ¿Vas a pasar el fin de semana en la isla? ¿cómo si tuviera que preguntarlo? preguntarlo? Kerry miró al suelo, entonces visiblemente inhaló. —Sí… Yo… —se giró y miró a Colleen—. Esperaba que me ayudaras a trasladar algunas de mis cosas. La pelirroja la miró fijamente. —Oh… Vaya —ojeando alrededor, dirigió a Kerry a una mesa de un pequeño café por el que pasaban en ese momento—. Aquí… siéntate… —se miraron la una a la otra—. Entonces… Lo estás haciendo —Colleen murmuró—. Creía que ibas a ver cómo resultaba. La mujer rubia jugueteó con el mantel de la mesa. —Lo he hecho… Quiero decir… —miró hacia arriba a la alegre camarera que se acercó—. Limonada, por favor. —Lo mismo —añadió Colleen, ausentemente, viendo alejarse a la mujer—. Kerry… —Lo sé… Lo… sé —Kerry apoyó los brazos en la mesa, y giró la cabeza, mirando fijamente sobre sobre la Bahía Bahía de Biscay Biscayne— ne—.. He dicho dicho que que quería quería tiempo… tiempo… He dicho dicho que no quería quería precipitarme en nada… —¿Y? ¿Entonces qué es esto? —su amiga preguntó. Kerry apoyó su barbilla sobre los puños y mostró una sonrisa irónica. —Colleen… Realmente me gusta estar con ella… alrededor de ella… soy miserable en los días que no estamos juntas —aceptó el vaso de la camarera e introdujo la pajilla dentro, sorbiendo ruidosamente un poco antes de que se alejara—. Hablamos el otro día… y me dio mi calcomanía de residente… me dijo que también me echaba de menos, en esos días. Colleen asintió. —Ker… Estoy contenta por eso, honestamente lo estoy. Se hizo un pequeño silencio. —Pero —Pero crees crees que que estoy estoy cometi cometiend endo o un error error —la mujer mujer rubia rubia expuso expuso suaveme suavemente nte—. —. ¿Verdad? Su amiga sorbió de su bebida por un momento. —¿Realmente estás apegada a ella, verdad? Kerry absorbió en una inspiración el fresco, salado aire. —Sí… seguro que lo estoy —admitió—. Me siento realmente confortable alrededor de ella, también… la otra noche solamente nos sentamos fuera en el porche, con nuestros brazos alrededor de la otra, e hicimos figuras con las estrellas —se detuvo pensativamente—. Es como si la conociera de toda mi vida. Colleen asintió. —Bien, te voy a echar de menos —le brindó a Kerry una sonrisa irónica—. Y para que lo sepas, no… no creo que estés cometiendo un error… sólo me preocupo por ti aislándote allí afuera. Kerry consideró eso, reconociendo que sería fácil que ocurriera. —Tienes razón… necesito asegurarme de salir de allí… y hacer cosas con otra gente… esos lugares tienden a succionarte —sonrió a Colleen—. Hey… tal vez pueda cambiar a Dar  de ser una reclusa, a un animal de fiesta… ¿Tú qué piensas? La pelirroja hizo rodar sus ojos, después se rió entre dientes.

Kerry sonrió abiertamente, estirando sus brazos hacia el sol y exhalando. —Qué semana más extraña… Me alegro de que tengamos ahora un fin de semana largo. —Hmm… —Colleen estudió a su amiga—. ¿Vas a pasar el fin de semana en la isla? ¿cómo si tuviera que preguntarlo? preguntarlo? Kerry miró al suelo, entonces visiblemente inhaló. —Sí… Yo… —se giró y miró a Colleen—. Esperaba que me ayudaras a trasladar algunas de mis cosas. La pelirroja la miró fijamente. —Oh… Vaya —ojeando alrededor, dirigió a Kerry a una mesa de un pequeño café por el que pasaban en ese momento—. Aquí… siéntate… —se miraron la una a la otra—. Entonces… Lo estás haciendo —Colleen murmuró—. Creía que ibas a ver cómo resultaba. La mujer rubia jugueteó con el mantel de la mesa. —Lo he hecho… Quiero decir… —miró hacia arriba a la alegre camarera que se acercó—. Limonada, por favor. —Lo mismo —añadió Colleen, ausentemente, viendo alejarse a la mujer—. Kerry… —Lo sé… Lo… sé —Kerry apoyó los brazos en la mesa, y giró la cabeza, mirando fijamente sobre sobre la Bahía Bahía de Biscay Biscayne— ne—.. He dicho dicho que que quería quería tiempo… tiempo… He dicho dicho que no quería quería precipitarme en nada… —¿Y? ¿Entonces qué es esto? —su amiga preguntó. Kerry apoyó su barbilla sobre los puños y mostró una sonrisa irónica. —Colleen… Realmente me gusta estar con ella… alrededor de ella… soy miserable en los días que no estamos juntas —aceptó el vaso de la camarera e introdujo la pajilla dentro, sorbiendo ruidosamente un poco antes de que se alejara—. Hablamos el otro día… y me dio mi calcomanía de residente… me dijo que también me echaba de menos, en esos días. Colleen asintió. —Ker… Estoy contenta por eso, honestamente lo estoy. Se hizo un pequeño silencio. —Pero —Pero crees crees que que estoy estoy cometi cometiend endo o un error error —la mujer mujer rubia rubia expuso expuso suaveme suavemente nte—. —. ¿Verdad? Su amiga sorbió de su bebida por un momento. —¿Realmente estás apegada a ella, verdad? Kerry absorbió en una inspiración el fresco, salado aire. —Sí… seguro que lo estoy —admitió—. Me siento realmente confortable alrededor de ella, también… la otra noche solamente nos sentamos fuera en el porche, con nuestros brazos alrededor de la otra, e hicimos figuras con las estrellas —se detuvo pensativamente—. Es como si la conociera de toda mi vida. Colleen asintió. —Bien, te voy a echar de menos —le brindó a Kerry una sonrisa irónica—. Y para que lo sepas, no… no creo que estés cometiendo un error… sólo me preocupo por ti aislándote allí afuera. Kerry consideró eso, reconociendo que sería fácil que ocurriera. —Tienes razón… necesito asegurarme de salir de allí… y hacer cosas con otra gente… esos lugares tienden a succionarte —sonrió a Colleen—. Hey… tal vez pueda cambiar a Dar  de ser una reclusa, a un animal de fiesta… ¿Tú qué piensas? La pelirroja hizo rodar sus ojos, después se rió entre dientes.

—Bueno esa fiesta de Navidad fue muy divertida… tal vez puedas —terminó su limonada y señaló—. Vamos… quiero alguna de esas velas. *** El estacionamiento por suerte estaba sorprendentemente vacío, meditó Dar, mientras se estacionaba cerca de la entrada de Penney's, y caminaba hacia la entrada trasera, yendo directo al departamento de reparación de relojes. Se quedó en pie calladamente y esperó hasta que el empleado del mostrador quedó libre, entonces avanzó y desabrochó el reloj de su muñeca. —Necesito ver si alguien puede hacer algo con esto. El hombr hombre e lo aceptó aceptó,, despué despuéss de brinda brindarle rle una una sonris sonrisa a amiga amigable ble,, y mirarl mirarlo o con ojos ojos entrecerrados. —Oh… ¿lo mojaste, huh? —Mm —Dar confirmó, habiéndolo rescatado del fondo del cuenco del agua de Chino—. Se suponía que era resistente al agua, pero estuvo allí dentro un rato —sin mencionar, que el cachorro estuvo excavando furiosamente detrás de él, enviando regueros de líquido por toda la cocina. —Muy bien… puedo dárselo al técnico y que limpie el mecanismo… mirar si se necesita reemplazar algo —cuidadosamente agregó una etiqueta al reloj, entonces echó una ojeada detrás suyo—. No estamos atareados… se lo daré hoy mismo. Urk . —¿Cuánto tardará? —Dar indagó. —Una hora, tal vez… ¿Está bien? —echó un vistazo detrás de ella—. Puede finalizar sus compras, y estará hecho, si quiere. Mis Mis compr compras as está están n final finaliz izada adas. s.   Dar Dar susp uspiró iró par para sí. sí. Oh buen ueno, al men menos era un interesante… ooh. Tenían un Ben y Jerry. —Claro… suena bien —le proporcionó al hombre una encantadora sonrisa—. Volveré en una hora —se encaminó hacia la salida del almacén y obtuvo su resguardo, dándose cuenta de que su meta estaba en el lado opuesto del lugar—. Supongo —Dar suspiró, entonces reflexionó que al menos estaban bajo el código de vestir casualmente por la semana de vacaciones, y no estaba llevando un traje de lana. Empezó por el piso superior, lanzando curiosas miradas casuales a las tiendas por las que iba pasando. *** —¿Qué opinas de estas? —Kerry indagó pasando una mano sobre la suave, sedosa pieza de tela. Colleen miró con ojos entrecerrados sobre su hombro. —Creo que es una cometa, chiquilla… ¿dónde vas a hacerla volar? —Oh… No lo sé… —Kerry agarró el precioso armazón, un reluciente arco iris que revoloteó en la brisa que venía del agua—. Tenemos ese campo de golf en el centro de la isla… Creo que podría hacerla volar allí —sonrió abiertamente de modo peligroso, y dobló el artículo, entregándoselo al dueño del puesto junto con su tarjeta de crédito—. ¿Vas a ir a casa de tu madre por Año Nuevo? —Ehhh… No lo sé… Aún lo estoy decidiendo —Colleen suspiró—. Están haciendo una fiesta en el complejo… pero Ramón está jactándose de que él va a hacer las bebidas, y tú sabes lo que pasó la última vez que lo hizo… ¿qué hay sobre ti? No he oído tus planes.

—Ah… bueno, la compañía va a tener una reunión en Sonesta Beach, en Key… es algo así como un baile formal —Kerry explicó—. Ninguno de nosotros quiere realmente ir, pero Dar  dice que si no se deja ver por al menos un rato, encontraría toda clase de dolores. —Ooooh… ¿Una formal? ¿Encontraste un vestido? —preguntó Colleen, entonces sujetó la fresca, planchada camiseta de algodón de Kerry—. ¿Una de estas te sienta bien ahora? Kerry pestañeó, luego mordió su labio. —Dios Bendito… Bueno, sí, tengo dos o tres con las que podría ir… —casi se abofetea a sí misma—. No puedo creer que no haya pensado en eso, creo… wow… bueno, pensaré en algo esta noche, supongo. —No… Uh… Vamos… Castellano está justo allí, cariño… vamos a encontrarte un vestido cubano para llevar a tu baile… ¿vas a bailar con Dar? —la pelirroja bromeó. —Uh —Kerry se sonrojó—. No… yo… eso sería demasiado, creo —dio a su amiga una irónica mirada. —Pero sabes, un vestido nuevo no es una mala idea… puede ser que tengan algo más moderno que lo que llevé a Viscaya el año pasado —Colleen hizo un gesto con la cara—. Kerry, haces que cualquier zurcido te quede bien, chica, pero eso… eso es algo en lo que tienes que trabajar realmente, ¿sabes? —puso la mano en la espalda de Kerry y la dirigió hacia la tienda, un majestuoso lugar el cual desprendía el olor a seda, y almidón, y a dinero en cuanto abrieron la puerta y entraron. *** Dar dio una vuelta alrededor del interior de Sharper Image, observando con interés la miríada de artículos que contenía el almacén. —Cortavellos nasal eléctrico —lo levantó y miró, luego lo dejó en su lugar—. Espero no necesitar uno de estos en un tiempo cercano —suavemente rió entre dientes, y rodeó los sillones de masaje de todos los tamaños, mirándolos fijamente—. Nope… encontré algo mejor que eso —dijo acerca del detalle alegremente, encontrando una ligera y mareante sonrisa cruzando su rostro, al recordar el amoroso masaje que recibió la noche pasada de parte de Kerry, después de que volvieran del gimnasio de la isla. Mientras discutían la mudanza definitiva de Kerry. Dar suspiró, después agitó la cabeza silenciosamente, y avanzó a la siguiente fila de aparatos, luego con renuencia avanzó, decidiendo que Kerry probablemente no necesitaría un reloj eléctrico personal que se proyectase en el techo.  Afuera en la galería, se detuvo y tomó algunas nueces asadas con canela, y las mordisqueó mientras caminaba, mirando las últimas modas con ojos desilusionados. —Pantalones de campana… nunca me gustaron desde la primera vez que los vi —murmuró desaprobadoramente, notando que los adolescentes que pasaban a su lado iban vestidos con ellos, junto con elevadas zapatillas de deporte y pequeños tops en color pastel—. Yech —Dar prefería sus polos navales, metidos en pantalones planchados—. Mi padre me habría atado antes de que pudiera dejar la casa vestida de esa manera —reflexionó sobre lo que había dicho, entonces pesarosamente se rió entre dientes—. Dar, te estás haciendo vieja —sus ojos se fijaron en la derecha, entonces disminuyó la velocidad de sus pasos para mirar los artículos del escaparate de la joyería Mayor—. Mm… bonito. Una voz sonó detrás suyo. —¡Ah… Srta. Roberts! Hacía mucho tiempo que no la veíamos. Dar paró y se giró. —Hola, Richard… sí así es —saludó cortésmente al vendedor—. ¿Cómo has estado?

—Bien, bien gracias… la veo muy bien —el hombre alto, inmaculadamente vestido, le sonrió—. Tengo algunos pendientes bonitos… ¿Puedo mostrárselos? Dar suspiró, se imaginó que tenía bastante tiempo, y de todas maneras acababa de perder  una pieza de su par de pendientes favoritos… —Claro —consintió, siguiéndolo hacia el umbral alineado de mármol y entrando en la joyería. *** —Veamos —Colleen sostuvo un vestido largo con volantes de encaje que giraban cerca de la línea del cuello, y lo movió—. ¿Qué opinas? Kerry se echó a reír. —Parecería Carmen Miranda, es lo que opino… fuera de aquí, Col —sacudió la cabeza, y ojeó la selección, dirigiéndose hacia algo más minimizado, trajes sedosamente oscuros con cuellos más conservadores—. Este se pasa del límite de la empresa, creo. —Oh Dios —Colleen hizo rodar sus ojos—. ¿Qué se va a poner Dar? —Um… —las cejas de Kerry se fruncieron—. Algo sin tirantes negro… muy simple… muy escotado… me hace babear… ¿Por qué? Colleen se rió tontamente. —Oh —dirigió una mirada a su amiga—. Ciertamente está desatándote de varias maneras. —¿Huh? —Kerry la miró con ojos entrecerrados, luego se sonrojó gravemente—. Oh… um… eyah… creo que lo está haciendo —se distrajo introduciéndose profundamente en los estantes de los vestidos, entonces se detuvo, cuando sus manos tocaron uno de suave, sedoso, profundo tono verde—. Ooooh. Colleen estuvo inmediatamente allí, mirando sobre su hombro. —Mmm… —levantó el traje y lo examinó. Tenía un sólo hombro, dejando el otro desnudo y la mayor parte de la espalda, y un lado estaba recortado, con un suave fruncido en la cadera, después una recta caída hasta un desigual e inquieto dobladillo—. Es bonito, Ker —le dio un codazo a su amiga—. Pruébatelo. Kerry vaciló, después sonrió abiertamente. —Está bien —sonrió al atento dependiente, y le siguió obedientemente dentro de un probador, cerrando la puerta y colgando el vestido mientras se quitaba los pantalones y la camisa—. Bien —se revisó en el espejo durante un momento, luego descolgó el vestido de la percha y se lo puso, permitiendo que los pliegues sedosos se calentaran contra su piel mientras se ajustaba el tejido—. Hmm —parpadeó, se giró un poco y miró a los huecos llamativos del traje revelar su cuerpo tonificado—. Ooh… nada mal, Stuart… nada mal del todo —sonrió abiertamente durante un momento, con una sonrisa falsa hacia sí misma, luego exhaló y abrió la puerta, asumiendo una expresión más seria—. ¿Qué opinas, Col? Colleen levantó la mirada desde donde estaba ojeando un catálogo, y miró fijamente, dejando escapar un silbido bajo. —Santa María, Madre de Dios, Kerry —rió entre dientes—. Parece fantástico… deberías llevar el cabello recogido también. Servicialmente, Kerry levantó sus mechones pálidos, y los levantó hacia atrás, exponiendo la línea del cuello. —¿Tú crees? —miró de lado, y captó su reflejo en el espejo, sorprendiéndose por su sofisticación—. Mm… Creo que tienes razón. La pelirroja se acercó, y ajustó un poco el hombro. —Definitivamente una buena elección… puedes llevar ese viejo collar de plata que tienes… ¿ese con la esmeralda?

Kerry asintió. —Sí… ese iría perfecto… Muy bien —dio un asentimiento al vendedor—. Me lo quedo… gracias —regresó al probador y se quitó cuidadosamente el vestido, volviéndose a poner su camisa y pantalón—. ¿Crees que te gustará, Dar? —murmuró a su reflejo, cuyos ojos centellearon maliciosamente de vuelta a ella. *** —Aquí… son diamantes azules. Dar sujetó la plataforma de exposición negra, y los examinó. —Huh… nunca antes había visto unos como esos —estudió los pendientes, encaje de platino rodeando un diamante de quilate, en una visible tonalidad azul—. Bonito. —Mm… Pensé en usted cuando los vi… hacen juego con sus ojos —sonrió el vendedor—. Iba a llamarla… pero hemos estado bastante atareados. Dar asintió, discutiendo consigo misma. Eran caros, pero… ¿Cuán a menudo se compraba para sí misma material como este? Se imaginó la reacción de Kerry hacia ellos, y eso puso una sonrisa abierta en su rostro. —Me los llevo —devolvió la plataforma al encantado vendedor, entonces dejó que sus ojos vagaran alrededor del estuche de exposición—. Empaquételos… de hecho, tengo una reunión de la empresa a la que asistir mañana por la noche… esos servirán. Se levantó y vagó alrededor mientras le envolvía la compra, y se encontró mirando a un bien arreglado expositor de anillos.  Anillos. No era muy dada a los anillos, realmente… había intentado llevar uno o dos en alguna ocasión, pero con el movimiento de mecanografiar todo el tiempo, tendía a irritarla, haciendo que se los quitara, y perdiéndolos prontamente. —¿Querría ver alguno, señora? —preguntó atentamente la chica que estaba detrás del mostrador—. Tenemos dentro algunos nuevos… acabamos de recibirlos —antes de que Dar pudiera contestar, desapareció, y regresó con una caja forrada de terciopelo, la cual abrió encima del mostrador y giró, para encarar a Dar—. Aún no hemos tenido realmente tiempo para catalogar estos, pero… Dar encontró sus ojos atraídos al centro de la caja, donde una piedra brillante estaba parpadeando, se ladeó, y pestañeó, luego recogió suavemente el pequeño apoyo sobre el que estaba el anillo, y lo levantó. Recogió dentro la luz y centelleó hacia ella, un diamante cortado brillantemente de al menos dos quilates que tenía una clara definición de rosa en él. El engaste era apropiado, un trazo exquisito de rico oro dando forma a un nido de pétalos de rosas que acunaba la piedra, y dos piedras más pequeñas en cada lado. —Es precioso, ¿verdad? —preguntó la mujer vacilantemente. —Sí, lo es —murmuró Dar, lo asió repentinamente con un impulso loco—. Me lo llevo —silencio mortal. Dar levantó la mirada, para ver la mandíbula de la empleada colgando abierta—. Está a la venta. ¿Cierto? —Uh… sí… um… um… —miró hacia su jefe, quien estaba ocupado en la registradora—. ¿Richard? ¿Sr. Ellis? —Sólo un momento, Judy —murmuró el gerente, sosteniendo un dedo en alto. La chica se lamió los labios. —Podemos… um… creo que el joyero está ahora aquí, podemos ajustarlo a la medida, ¿es para usted, señora? Dar sacudió la cabeza distraídamente, todavía mirando fijamente hacia el anillo.

—No, es para alguien que es tan diferente de mí como se puede ser y todavía seguir siendo humano —como si alguna vez pudiera, si alguna vez tuviera el valor de dárselo, claro. Dar  exhaló calladamente. Realmente no importaba… sólo conseguir esto, sabía en su propio corazón lo que significaba, incluso si nunca encontraba el coraje para admitirlo ante Kerry. Pero espera—. Um… talla… —Dar mordió su labio, entonces extrajo su teléfono celular y marcó. Sonó tres veces, luego fue contestado—. Hey. —Oh. ¡Hey!   —la voz de Kerry sonó sorprendida—.  ¿Dónde estas? Acabo de intentar llamar  a la oficina, pero contestó el correo de voz.

—Salí temprano… tenía que llevar mi reloj a arreglar —le dijo Dar—. Y me encontré… ah… me encontré con ese tipo que está haciendo los nuevos inventarios manuales de conteo para los almacenes… ¿recuerdas que te lo dije? Hubo una pausa. —Oh… Oh, claro… sí, lo recuerdo… lo llevan en sus manos y sólo pulsan… sí  —respondió Kerry—. ¿Y qué? —Oh, bien, sólo estamos especulando aquí, y necesita dar a los ingenieros un tipo de talla común… y… ah… bueno, mis manos no son un buen ejemplo de mujer… ¿Qué talla de anillo tienes tú? Silencio mortal. —Uh… oh… sí… es verdad… sí… um… la mía es una siete… un poco más pequeña que la tuya,¿huh? —dijo Kerry. —Aproximadamente tres tallas —Dar reconoció irónicamente—. Estupendo… gracias, Ker… de todas formas, ¿dónde estás? —Bayside… yo… Col y yo estamos ojeando libros… compré una cometa, y algo para llevar  mañana por la noche.

—Oh ¿Sí? No puedo esperar a verlo —la ejecutiva replicó alegremente—. Gracias, Kerry… te llamo más tarde —desconectó y miró a la vendedora—. Dígale una talla siete. El gerente se acercó, y entrecerrando los ojos miró sobre el hombro de la vendedora. —¿Qué tenemos aquí? —Está… um… compró este —dijo la vendedora con un chillido. Richard cogió el anillo y lo acunó en una mano. —Um… Dar… Yo um… bueno, es espectacular… Estoy encantado, pero um… esta es una piedra con un corte único, y yo… —Shhh —Dar levantó una mano—. No me diga cuánto es. No me importa —entregó una tarjeta diferente—. Esta lo cubrirá, ¿verdad? El gerente tomó la American Express Platino y la miró. —Bueno, alguien puso el otro día un Jaguar en una de estas, así que supongo que lo hará —se aclaró la garganta—. Déjeme hacer salir a Michael y que lo ajuste para usted… yo… —Lo quiere en una siete —facilitó rápidamente la vendedora. —¿Puedo hacerle grabar algo, mientras lo ajusta? —preguntó Dar, repentinamente—. ¿Llevará mucho tiempo? —sacó un pedazo de papel y escribió deprisa en él, luego se lo entregó. Miró fijamente las palabras, después a ella. —No… no… unos minutos, por supuesto… Dar, ¿puedo traerle una taza de café o alguna otra cosa, mientras espera? —preguntó Richard, ansiosamente. —No… no a menos que la cafetería tenga un trozo de helado doble de chocolate… ahí es donde me dirigía.

El gerente dio una mirada significativa a la dependienta, después la incitó a ir hacia la puerta con un gesto casi frenético. —Bien, déjeme entregárselo a Michael enseguida para que se haga cargo de esto para usted —desapareció, junto con la vendedora, dejando a Dar completamente sola en la tienda.  Apoyó la barbilla en su puño, y miró su reflejo en el espejo pequeño apoyado sobre el mostrador, viendo los minúsculos tirones de emoción en las esquinas de sus labios. *** —Eso fue raro —Kerry se inclinó hacia atrás en su asiento, y miró a Colleen probarse zapatos. —¿Qué cosa? —preguntó la pelirroja, levantando la vista desde sus zapatillas de deporte rosas y verdes—. ¿Dar llamándote? Lo hace todo el tiempo, Kerry… Creo que tiene tu número pegado en el interior de esos párpados suyos. Kerry rió entre dientes, luego miró detrás suyo. —Ooh… Ahora vuelvo, Col… —Oh no… otra joyería no… —suspiró Colleen, haciendo girar los ojos—. Te piensas que estás comprando joyas para la corona de Inglaterra, Kerry —suspiró—. No encontraste nada que te gustara en las seis primeras en las que estuvimos, ¿qué te hace pensar que esta es la buena? —Tch… nunca lo sabré si no lo intento —Kerry la regañó—. ¿Es tan malo que quiera encontrarle a Dar un regalo bonito? Tiene que ser sólo lo apropiado para ella —se levantó y trotó hacia afuera, dirigiéndose por el aireado pasillo hacia una tienda pequeña, de apariencia rústica que estaba justo enfrente. La puerta tintineó suavemente mientras entraba, y un hombre pequeño, canoso situado detrás de un mostrador de madera, alzó la mirada. —Hola —su voz tenía acento, pero ninguno que reconociera fácilmente. —Hola —Kerry se retiró el cabello de la frente mientras avanzaba, mirando alrededor. Había árboles de madera que serpenteaban sinuosamente alrededor, cubiertos con joyas de oro y plata, y sonrió, gustándole el lugar por su aire informal—. Estoy buscando algo… um… para un regalo… yo… —Ah —el hombre se levantó y extendió sus brazos—. Aquí dentro lo abarcamos todo, querida… haga su elección. ¿Algo en particular? ¿Es un hombre o una mujer? —Una mujer —respondió Kerry, tajantemente—. Sólo que no estoy segura… no lleva muchas joyas, así que no se realmente lo que le gusta. —Mm —apagados ojos grises parpadearon un poco—. Los que no llevan muchas, son generalmente los más exigentes… Tengo aquí algunos collares realmente bonitos… —atrajo su atención hacia un olmo enorme, forrado en un paño suave, azul marino, con bonitas cadenas de oro reclinadas sobre él—. Esa la hay de nácar pulido o de perla como un engaste… ve… Kerry se apoyó en el mostrador, mirando fijamente a la pieza. Era un armazón formado a partir de la superficie del olmo, con una perla doble colocada en el interior, una negra, y una blanca. —Wow… Eso es poco común —todo el objeto estaba engarzado sobre una delgada copa de oro, los cuales se fruncían sobre los bordes trazados del olmo. ¿Le gustaría a Dar?  Kerry inclinó la cabeza hacia un lado, y miró el collar.  Sí… creo que le gustaría.

—Muy bien… me lo llevo —sonrió abiertamente al hombre—. Era fácil, ¿huh? Se rió entre dientes, y suavemente retiró el collar, volviendo detrás del mostrador y preparándolo para ella. —Buena elección… es de un artista local… todo este material lo es. Lo vendo a comisión para ellos, hacen una única y exclusiva pieza, no como los que nos podemos encontrar en los grandes almacenes. —Mm —Kerry estaba dando un vistazo al resto de la joyería, admirando los diseños únicos—. Sí… son diferentes —tocó un conjunto de pendientes hechos por minúsculas, estrellas de mar secas—. De todas formas, no estoy segura de querer llevar uno de esos. —Apestan, lo hacen… si fueran más grandes —comentó el hombre—. Pero a los tontos les gustan… también tengo relojes de arena miniatura. La mujer rubia se movió hacia adelante, apoyándose en el mostrador para mirar fijamente a través del cristal. Bajo ella había anillos, en todas las formas y tamaños, y un fantástico armazón de ostra cubierto en seda que contenía… Kerry parpadeó. —Cielos… ese es un anillo precioso —respiró, empezó cuando el dependiente apareció al lado del codo. Era un delicado anillo de oro pálido, con entrelazamientos que formaban un intrincado nudo Celta. Arrimado en el centro estaba un diamante cortado en forma de cuadrado que parecía reunir la luz de los alrededores y enterrarla profundamente en el centro de la piedra, produciendo un brillo visible. —Gracias —respondió el hombre tranquilamente—. Es uno de mis trabajos. Levantó la mirada hacia él. —Es precioso —y antes de que se pudiera detener—. Me gustaría comprarlo. Pareció profundamente sorprendido. —Bueno… de acuerdo, entonces chica… es un poco caro así que… Podría querer… —Nooo —Kerry tomó la decisión antes de que pudiera parar y pensar en ello. Sacó una tarjeta y se la entregó—. Envuélvalo. Una risa entre dientes encantada. —Lo haré… espere un momento, y le tomaré la medida para él. —¿Qué talla tiene ahora? —preguntó Kerry. —Es una diez… es un poco grande, pero quería conservar la mejor perspectiva y yo… —Es perfecto —la mujer rubia le aseguró—. Absolutamente perfecto… gracias. *** —Aquí está, madame… todo preparado —el dependiente de la relojería le devolvió a Dar su reloj—. Nos llevó bastante tiempo… ¿qué había en el agua? —Saliva de cachorro —respondió Dar, el rostro franco, mientras tomaba el paquete—. Gracias —salió del almacén, y se dirigió al coche, sintiendo el pavimento bajo sus pies extrañamente lejano. Las puertas se desbloquearon con un toque sobre el control remoto, y se deslizó sobre el asiento de piel, poniendo los paquetes en el otro asiento y encendió el coche. Entonces se quedó allí sentada durante un largo rato, dejando que el aire acondicionado golpeara contra su rostro, y considerando lo que había hecho. Caramba, era sólo un anillo, sólo una pieza de metal y piedra, con un par de palabras grabadas en él. Y a pesar de todo, de alguna manera, encontró que, para ella, era mucho más profundo. Era, incluso sólo para su propia mente, cruzar la línea hacia un compromiso

que una vez se había prometido no volver a cruzar. Sacó el anillo y abrió la caja, mirando fijamente la piedra brillante que parpadeaba hacia ella. Entonces lo sacó y estudió las palabras, sintiendo un inesperado escozor de lágrimas mientras consideraba su significado, comprendiendo su veracidad, independientemente de si Kerry sentía por ella lo mismo o no. Siempre Tuya

Eso esperaba, esperaba tener el valor, algún día, para dárselo a Kerry y averiguarlo. Pero por ahora, simplemente volvió a meterlo dentro de la caja y lo puso a un lado, tomando una respiración profunda y poniéndose las gafas de sol, mientras ponía el coche en marcha, y franqueaba todo el estacionamiento.  Alcanzó el trasbordador a tiempo, se relajó, y comenzó a esperar la tarde con ilusión. Kerry había prometido una nueva receta que iba a intentar por primera vez y después habían decidido ir a una actuación teatral. Las agravaciones del día se desvanecieron completamente y se estiró mientras la rampa de la isla descendía, encontrando una sonrisa en su rostro mientras dirigía el coche hacia el apartamento. Una sonrisa que creció ampliamente cuando observó el Mustang verde arrimado en la zona siguiente a la suya, y casi comenzó a silbar al salir y subió las escaleras de dos en dos, tecleando el código en la puerta y deslizándose hacia el vestíbulo con una sensación de anticipación. —Woo woo… —Chino se abrió paso hacia ella, a través del mármol encerado, con las orejas suaves flotando cómicamente—. Hey chica… —rió Dar, y se arrodilló, recogiendo a la cachorro y abrazándola amorosamente contra el pecho mientras se levantaba. —Argrrrr —Chino mascó su barbilla felizmente y Dar trataba de evitar ser comida, levantó la mirada y notó a Kerry apoyada en el umbral de la cocina, observándola. —Hey —saludó a la mujer rubia, que estaba vestida con un bañador y delantal, y sosteniendo una cuchara de mezclar—. ¿Cómo te fue con las compras? —Estupendamente —le dijo Kerry—. ¿Te arreglaron el reloj? —Sí, claro que lo hicieron —Dar bajó el cachorro, y cepilló los pelos minúsculos y suaves de su camisa—. Me voy a cambiar —se detuvo y miró a su amante—. Sabes… es realmente un lindo traje el que tienes puesto ahí. Los ojos verdes se enternecieron, y chispearon, mientras Kerry alzaba el dobladillo del delantal. —Gracias… imaginé en quitarme esto y podríamos ir a nadar… ¿qué te parece? —Mm —Dar deambuló hasta allí, rozándose con ella y mirando dentro de esos ojos maravillosos—. Tengo una idea mejor… ¿qué tan portátil es? Parpadeando, pestañas pálidas aletearon. —Porta… ¿qué? —preguntó, intrigada. Dar capturó la cuchara que sostenía y lamió el extremo, luego lo liberó. —¿Cesta de picnic, barco, océano, tú, yo? —Ooh —Kerry sonrió ampliamente—. Por eso, lo haría portátil incluso si fueran crepes a la suzette —se inclinó hacia delante y besó a Dar, después la empujó con la cadera—. Ve a cambiarte. *** Las estrellas se extendían a lo ancho sobre sus cabezas, en un cielo nocturno tan claro que incluso el reflejo parecía tenue. Los sonidos de la ciudad estaban lejos detrás suyo, y sólo

los sonidos suaves de los aparejos del bote, y los chapoteos suaves del agua sobre el casco lo rompían. Dar apoyó un pie descalzo contra la pata del asiento, y se reclinó, contenta de los cojines suaves bajo ella sobre la cubierta del barco. Inclinó la cabeza hacia atrás y miró fijamente a las estrellas, después bajó la mirada al regresar Kerry, y arrimarse contra ella, envolviendo un brazo alrededor de su estómago y dejando escapar un profundo y satisfecho suspiro. —Fue estupendo —dijo Dar—. Me gustó eso… el pescado relleno dentro de esas bolsas… fue una gran idea —meneó los dedos de los pies y medio cerró los ojos en satisfacción. —Mm… gracias —replicó Kerry felizmente—. Lo iba a poner sobre pasta, pero pensé que esto saldría mejor —miró fijamente a las estrellas—. Están muy bonitas esta noche. Dar apoyó la cabeza contra la de su amante. —Sí —recordó la caja pequeña escondida en el cajón de la cómoda y mordisqueó el interior  del labio. Parecía un buen momento para tal vez, suavemente, ver si Kerry estaba totalmente receptiva hacia la idea. Se quedaron sentadas en silencio durante un rato, después Kerry se movió. —No puedo creer que sea casi Año Nuevo —murmuró suavemente—. Es seguro que no parece la última semana del año aquí afuera. Dar miró fijamente hacia el mar eterno. —No… aunque si fuera verano, el aire no estaría tan limpio… y la brisa sería un poco más cálida —exhaló—. Pero supongo que para ti es un poco extraño… no muy tradicional —preguntó, cautelosamente. Kerry consideró la afirmación. —No… no lo es… solía en la semana entre Navidad y Año Nuevo ir a una gran ronda de celebraciones… fiestas… hacía frío, generalmente nevando… teníamos yemas y jamones asados enormes, y cantidades de champagne. —Hm —Dar dejó escapar un sonido entre dientes—. Eso no suena muy tradicional —vaciló, después enredó sus dedos con los de la mujer rubia—. ¿Tú…? quiero decir, ¿eres realmente de ese tipo de personas tradicionales, Ker? Kerry le echó una ojeada curiosamente. —Bueno… realmente nunca he pensado sobre ello… en realidad todo esto nunca ha significado nada para mí, así que… no lo sé… puede que no —miró hacia adelante al oscuro horizonte—. Realmente nunca lo pensé… que sólo porque alguien haga algo, esté bien hecho. —Oh —Dar se mordió el labio—. Bueno, algunas tradiciones son buenas… quiero decir, eso creo, de todas maneras. —¿En serio? —Kerry parpadeó hacia ella—. ¿Cómo qué? Dar pensó furiosamente, tratando de salir con algo inocuo. —Uh… Acción de Gracias —murmuró finalmente—. Es una buena tradición ¿no? Pavo y relleno, ¿y todo eso? —Bien… sí, supongo —admitió Kerry—. Excepto aquí, tendemos a tener cerdo asado y yuca, pero sí —paró—. Creo, que los nuestros generalmente eran usados como una excusa para criticar todo. Dar giró los ojos, sintiendo el aliento suave sobre el pecho. —Bueno… um… bien, realmente los nuestros tampoco eran exitosos… Generalmente papá estaba de servicio en algún lugar… mamá nunca entendió la manera de cocinar un pavo. Generalmente terminaba con Froot Loops y un montón de puré de patatas.

—Augh… Dar —Kerry se estremeció. —Sí, bueno —le restó importancia la mujer mayor—. De acuerdo… de acuerdo… qué hay sobre… uh… bueno, hey… todas esas cosas sobre la universidad… ya sabes, anuarios, y borlas… y um… bueno, ¿qué hay sobre anillos de graduación? Kerry estuvo callada por un momento. —Nunca tuve uno de esos —se encogió de hombros—. Realmente nunca significó nada para mí. —OH —murmuró Dar—. Lo siento. —Realmente el instituto no fue una gran experiencia para mí —dijo reservadamente, Kerry continuó—. Seguían teniendo esa pequeña competición… todo lo que importaba era cuánto dinero tenían tus padres y qué marca de zapatillas de deporte comprabas… apenas compré nada… especialmente esos anillos. Era todo "el mío es mejor que el tuyo, una piedra mayor, un corte mejor"… así que no quise uno de ellos después de todo, y decidí que si alguna vez tenía un anillo… sería solamente porque me gustara, no porque "significara" algo. —Mm. —Y entonces, por supuesto mis padres… quiero decir, todo lo que oía por parte de mi madre era sobre quién era con el que iba a salir… sólo sobre "¿qué clase de anillo crees que te puede proporcionar?" —la mujer rubia se encogió de hombros—. Tengo un problema con eso —alzó la mirada hacia el perfil de Dar—. No necesito un pedazo de metal para probarme nada. —Oh —exhaló Dar—. Bueno… seguro… yo… tuve un anillo de graduación, pero lo perdí. —Mm… ¿se te cayó? —preguntó Kerry. —No… lo perdí jugando al poker —relató Dar, con un sonrojo apenas visible—. Sólo le dije a todo el mundo que lo perdí buceando. —Ah —Kerry le dio una mirada tolerante—. Podías haber conseguido otro. —Habría podido, sí —admitió Dar—. Pero pasó eso… me parecía estúpido llevarlo mientras estaba en el colegio… y nadie allí llevaba ninguno como ese, así que… —suspiró—. Supongo que no soy muy tradicional después de todo. —Supongo que yo tampoco lo soy —confesó Kerry—. Realmente nunca creí en símbolos. —Oh —Dar exhaló suavemente, mientras estudiaba una estrella particularmente brillante cerca del horizonte. Arañando esa idea—. Supongo que yo también creo en ese tipo de idea. —¿Lo haces? —Bueno, seguro… yo… —Dar se aclaró la garganta—. Crecí militarmente… todo lo que solía oír era tradición, tradición, tradición… vaya dolor, había una forma tradicional para ir a las letrinas, si te lo puedes creer —se encogió de hombros—. Así que yo siendo… bueno, quién soy… solamente acabé por desechar todo eso. No creía en ello. —Oh —Kerry parecía pensativa—. Bueno, sabes, Dar… podemos hacer nuestras propias tradiciones.  A su alrededor se ajustaron confortablemente los brazos largos. —¿Cómo qué? —Bueno, como pasar la noche antes de víspera de Año Nuevo afuera en el agua —sonrió la mujer rubia—. O saludar al Día de Navidad viendo amanecer en la playa —miró hacia arriba—. De hecho, tú sabes, pienso que me gustaría crear nuevas tradiciones contigo. Dar sonrió de vuelta. —¿Te gustaría? Kerry asintió.

—Y quién sabe… y puede ser que desarrollemos el gusto por algunas antiguas. Una mueca invisible dividió la débil luz. —Oh ¿sí? —Sí. Lejos en la distancia sonó una bocina y la línea del horizonte fue rota por un crucero, que iluminó la superficie que oscilaba por las olas, y dispersaba una sucesión débil de ruidos amortiguados a través del agua. FIN

:: CORAZONES DESENMASCARADOS :: (UNMASKED HEARTS) Por Melissa Good Estaba a punto de oscurecer, notó Kerry, mientras conducía a casa. Aunque el invierno tenía muy poco significado en Miami, los días eran cortos, y ahora, casi noviembre, cuando estaría tiritando de frío en su casa de Michigan, la única señal visible de la estación era que se estaba oscureciendo más temprano. Entró a un sitio en el lote afuera de su edificio de departamentos, y se quedó sentada allí por  un momento, sólo relajándose. Había sido un duro y largo día en su nuevo trabajo, y todavía estaba tratando de absorber los suficientes conocimientos para hacer las cosas mientras pensaba cómo repartir todas sus nuevas responsabilidades.  A veces…  Kerry suspiró para sí misma.  Me pregunto si hice lo correcto. Abrió la puerta de su Mustang y salió, jaló su computadora portátil con ella y se la puso al hombro antes de encaminarse para entrar. —¡Hey, Ker! —la voz de Colleen vino desde la puerta de su propio departamento. —Hey —Kerry ondeó una mano—. ¿Qué pasa? La pelirroja trotó hasta encontrarla. —¿Qué pasa contigo? ¿Ya tan noche? Kerry se encogió de hombros. —No realmente…. Sólo tuve una reunión, y luego estuve trabajando un poco con algo de e-mail —echó un vistazo alrededor—. Supongo que perdí la noción del tiempo —¿lo había hecho, realmente? Se preguntó brevemente. Sí, había tenido una reunión, pero pudo haber  partido después de eso ¿cierto? ¿Por qué estar sin hacer nada?—. A decir verdad, Dar me mandó a casa. Volvió de tener una sesión informativa con un cliente y me encontró con la cabeza en mi teclado —Kerry estudió sus llaves pensativamente, recordando el pequeño cosquilleo de placer que había sentido sobre el oído por la voz de su jefa. Bien, quería que su nueva jefa supiera que se estaba esforzando mucho. —Hm —Colleen hizo una cara—. Hey, ¿quieres ir a cenar? Esta noche es dos por uno en el restaurante Cubano. Kerry consideró la pregunta. —Seguro —estuvo de acuerdo—. ¿Pero te digo qué; podemos ir al centro comercial? Colleen ajustó sus teñidos anteojos para leer y le miró. —¿El centro comercial? ¿Acabo de escuchar que quieres que vayamos al CENTRO COMERCIAL? Kerry abrió la puerta y caminó dentro.

—Sí —esperó a que Colleen la siguiera, y luego cerró la puerta detrás de ellas—. No es lo que piensas. —Buen, espero que no —la pelirroja sonrió abiertamente, se sentó sobre el sofá y cruzó sus tobillos—. La última vez que me pediste que fuera de compras contigo terminamos con esos feos floreros para los que ahora tengo que encontrar flores esponjadas. Kerry dejó la bolsa de su computadora portátil, y se despojó de su chaqueta mientras iba hacia su dormitorio. —Tendremos una fiesta de Halloween en el trabajo —explicó—. Se supone que todos deben ir vestidos. —¿Vestidos? —preguntó Colleen, señalando con el dedo el traje de oficina de Kerry—. Whoa… ¿Entonces debes conseguir un vestido de fiesta para esa cosa? Kerry bajó el cierre de su falda y se deslizó afuera de ella, entonces se apoyó en el marco de la puerta con sólo su blusa de seda. —Vestidos con un disfraz —le dirigió una mirada irónica a su amiga—. Ya sabes, ¿como un oso panda o algo? Colleen la estudió. —¿Sabes cuántas almohadas necesitarías para llenar un traje de oso panda, macho? La mujer rodó los ojos, y se hizo hacia entrando a su dormitorio. —No tantas como solía usar —señaló—. Aumenté tres libras desde que empecé a trabajar  en ese lugar —se deslizó en un par de vaqueros gastados y los abrochó. Un bufido. —¿Dónde? ¿En tus lóbulos? Kerry apareció, tirando de una brillante blusa azul. —Ya está —caminó y se sentó sobre el sofá con sus zapatillas deportivas en las manos—. De todos modos, tengo que encontrar algo para llevar a la cosa esa. Si me ayudas, prepararé la cena. ¿Cómo está éste? Colleen se rió entre dientes con regocijo. —Estás bien —se levantó—. Iré a ponerme mis botas, y estaremos en camino —anduvo afuera, dejando que Kerry atara sus cordones en paz. *** Estaba muy silencioso en la oficina. El aire acondicionado se prendió automáticamente, abanicaba una sola pieza de papel aislada en la bandeja de entrada del escritorio. El protector de pantalla del monitor mostraba animales de selva yendo de un lado a otro de la oscura superficie, ignorados por la figura sentada en la suave silla de cuero. Ha pasado mucho tiempo.  Dar meditó, mientras miraba fijamente afuera de las ventanas cuyo tamaño iba desde el piso hasta el techo. Mucho tiempo desde que sólo se sentaba y observaba la puesta del sol. Dejó a sus ojos seguir la trayectoria de un pequeño velero cortando las olas, luego levantó la taza que sujetaba en ambas manos y tomó un sorbo. Su intercomunicador zumbó. Dar se giró a medias y lo miró enfadada, entonces golpeó el botón con disgusto. —¿Sí? —Soy yo, jefa  —la voz de Mark emergió—.  Tengo algunos nabos pidiéndome que los deje guardar porquería en nuestro armario de cableado en el catorce. ¿Está bien?

—No —Dar frunció el ceño—. ¿Qué es? —Sólo un poco de cosas para fiesta  —el director de MIS explicó—.  Sombreros negros, y  telarañas y porquería.

—Oh —Dar rodó los ojos—. Eso —manifestó un agraviado suspiro—. La última vez que los dejamos guardar algo ahí destruyeron la mitad de los salones de conferencia del piso, con las malditas perchas de cable golpeadas en los sesenta y seis bloques. —Sí. Les dije que si ponen un pie en la pared trasera, tú los aplastarías como a un bicho. Dar resopló suavemente con irónica diversión. —¿Se hicieron pipi en la alfombra? —¡Como cachorros recién nacidos! Otro suspiro. —Muy bien —Dar se ablandó—. Iré a verlos. Estaba a punto de irme de todos modos —se azuzó a sí misma fuera de la suave comodidad de su silla y quedó de pie, estirando su cuerpo y haciendo una mueca cuando un conocido dolor se hizo en su espalda—. ¿Esos servidores ya están de nuevo en línea? — Aún no —dijo Mark—. Estoy trabajando en eso. —Sigue trabajando —Dar cortó la comunicación y rodeó su escritorio, recogiendo sus llaves cuando fue hacia la puerta. La mayor parte del piso estaba silencioso, sus ocupantes se habían ido a casa para ese momento, y Dar lo encontró agradablemente tranquilo mientras caminaba silenciosamente sin zapatos sobre la alfombra. El armario hacia el que estaba yendo estaba junto a una de las largas habitaciones de presentación, donde tendrían su fiesta anual de Halloween el día siguiente. Bah.  Dar no estaba encariñada con las fiestas, especialmente una que involucraba a sus compañeros de trabajo ponerse sombreros raros y maquillaje. Con un suspiro, abrió la puerta de la habitación de presentación y anduvo con paso majestuoso hacia dentro, encontrando al equipo de configuración amontonado en una esquina cerca del armario en cuestión. Eran todos muy jóvenes. Dar los miró con enfado sólo por diversión, y observó cómo se alejaban de la puerta, mirándola nerviosamente cuando se acercó. Algo por poco la golpea en la cabeza y apenas se alcanzó a agachar, se detuvo parar y examinar a la grande y peluda araña colgando del techo. Luego se giró en círculo y examinó la habitación, agitando su cabeza ante los chillones adornos. Pasó su tarjeta en el lector junto de la puerta y la abrió, caminó hacia atrás y gesticuló ante los trabajadores. —Entren. Se deslizaron tímidamente pasando junto a ella dentro de la larga habitación, todos ellos sintiéndose a salvo al final. Dar levantó una mano. —Whoa —su nariz vibró ligeramente—. ¿Qué hay ahí? —señaló la bolsa que la mujer  estaba llevando. —Dulces —la mujer respondió, abriendo el saco apresuradamente y exhibiéndolo. Dar inspeccionó dentro con curiosidad y luego metió una mano tomando un puñado, dando a la mujer una gran sonrisa perversa. —Mis honorarios —arrastró las palabras, antes de que se retirara, dejando a los trabajadores ojeando afuera de la puerta y observarla irse. Mm. Dar miró su botín con interés. Caramelos de mantequilla de maní. Desenvolvió uno con su otra mano y rápidamente lo echó en su boca, mascándolo mientras se dirigía hacia atrás a su oficina. Cuando pasó la entrada, sin embargo, se detuvo.

Una vez, había sido una habitación vacía en la que nunca habría mirado dos veces al pasar.  Ahora, detrás de la lisa puerta de roble había algo nuevo y diferente. Dar miró con atención a su puñado de golosinas, luego cambió de dirección y pasó su tarjeta de acceso junto a la puerta, escuchando un ligero clic cuando el cerrojo abrió. Empujó el picaporte abierto y entró, dejándolo cerrarse detrás de ella cuando caminó dentro de la oficina de Kerry. Todavía estaba casi vacía. Reconoció Dar, cuando dejó pasar sus ojos al interior. Pero Kerry le había estado añadiendo pequeños detalles de su personalidad. Dio un paseo alrededor del escritorio, aprobando su ordenada superficie, y se apoyó en la parte de atrás de la silla por  un breve momento. Sus poros nasales vibraron otra vez, detectando los leves rastros del perfume de Kerry sobre la superficie de cuero. Era un olor fresco y ligeramente floral que descubrió que le gustaba. Impulsivamente, tomó tres de sus golosinas, dejándolos en el centro del escritorio antes de virarse e ir hacia la puerta trasera que daba a su propia oficina. Se detuvo, con la mano sobre el cerrojo y se giró, se apoyó sobre la puerta y miró atrás para ver la superficie del escritorio con su pequeño ofrecimiento. —¿Por qué demonios hiciste eso? —se preguntó en voz alta—. No sabes ni siquiera si le gustan. Los dulces de mantequilla de maní acomodados en pequeño montón no le proveyeron ninguna respuesta. —Bueno, puede arrojarlos lejos —Dar agitó su cabeza y pasó por la entrada, haciendo su camino de regreso a su oficina y cerrando su puerta interior cuando entró en ella. Sintiéndose curiosamente intranquila, decidió dejar todo por el día y largarse.  Al final, abrochó el pestillo de su computadora portátil y pasó la correa sobre su hombro, mirando sus zapatos de tacón bajo el escritorio con una mirada perversa. —¿Escándalo o no? Dar extendió la mano abajo y cogió los zapatos, luego los metió en el saquillo exterior de su bolsa. —Escándalo. Con una satisfecha inclinación de cabeza, fue hacia la puerta. *** —¿Qué tal un gato? —Colleen investigó un poco de maquillaje chillón mientras buscaban entre Burdines—. Te verías linda como un gato, Ker. —¿Un gato? —Kerry se apoyó sobre el mostrador. —Sí, dibujas bigotes en tu cara… —Colleen tomó un lápiz morado y hizo la mímica del movimiento—. Te pones una pequeña cola… ¿consigues un leotardo? Podrías llevar eso. Kerry arrancó el lápiz de sus dedos y lo dejó. —Nada de gatos —dijo—. Ni gatos, ni murciélagos, ni ratas, ningún mamífero peludo de cualquier tipo, gracias. No quiero parecer un peluche —empujó la caja de vidrio y paseó, buscando algún tipo de inspiración. —¿Y un estilo escocés? —sugirió Colleen, tocando una falda de tartán. Kerry lo estudió cautelosamente. —¿Quieres decir, como una falda escocesa? —Sí. Camisa blanca, falda de tartán, zapatos de charol… Ya sabes. La mujer rubia suspiró.

—Pienso que parecería una fugitiva de una escuela secundaria privada —siguió adelante hasta llegar a una sección de ondeantes y fruncidas blusas. Kerry se detuvo y tocó una—.  Ahora, ¿qué es a lo que me recuerdan…? —¿Pastel de limón? Kerry se río entre dientes, tocando el ligero zurcido en los bordes de los volantes. —Al quinto grado, en realidad —recordó—. Interpretamos la firma de la Declaración de Independencia en la escuela. Conseguí ser Thomas Jefferson. —Hm —su amiga lo consideró—. Conoces las nuevas chaquetas que los tipos están usando para las celebraciones de promoción este año… Podrías ir con eso, esto, y un par  de pantaloncillos cortos e ir como un revolucionario. Revolucionario. Una de las cejas rubias de Kerry se levantó. Se imaginó en el conjunto que Colleen estaba describiendo, y decidió que tenía posibilidades. No demasiado estrafalario, definitivamente digno. Por alguna razón, eso era importante para ella desde que toda la compañía iba a estar ahí. Halloween o no Halloween, quería verlo… Por ninguna razón particular, una idea de Dar destelló en su mente. Cierto. No quería avergonzar a Dar por escogerla como su nueva ayudante así que quería verse bien. —Está bien —Kerry decidió—. Puede funcionar —ordenó a través de las fruncidas blusas y seleccionó una de su tamaño—. Puedes encontrar algunos Capris que se vean como de terciopelo? Colleen se río con disimulo. —Cariño, esto es Miami. Puedo encontrar Capris que "sean" de terciopelo, en seis colores, con lentejuelas —palmeó a Kerry sobre el hombro—. Regresaré. —¡Nada de lentejuelas! —Kerry le gritó a su espalda. El lino habría sido más adecuado, pero en la mente de Kerry, si tuviera que llevar pantalones cortos, por lo menos quería llevar un par en que se sintiera bien. Colgó la camisa sobre su brazo, y se dirigió hacia la área característica donde se hallaban las chaquetas de hombres. Después de un momento de analizar los tamaños, sin embargo, se rió a sí misma irónicamente y fue hacia la sección de niños. Tenían cosas de mejor apariencia de todos modos. Colleen la alcanzó allí, sujetando dos pares de pantalones suaves, llenos de color. Uno en carmesí y otro en un opulento azul rey. Kerry los tomó, y dos chaquetas, y su camisa, y trotó hacia el probador, los encargados que le dieron un repertorio de raros artículos le dedicaron una mirada a sabiendas sarcástica. Dentro de la habitación, se quitó sus vaqueros y top y revisó sus elecciones. —El azul, creo —tuvo que admitir, entrando en los Capris de terciopelo. Los pantalones pequeños llegaban hasta sus rodillas, y le ajustaban ligeramente, pero no demasiado. Kerry indagó los resultados críticamente, se puso la camisa y la abotonó. Lo sobrante quedó dentro de los pantalones, y luego se puso la rica chaqueta de marina de seda sobre todo eso. La chaqueta era suave, pero los pesados pliegues de ésta prolijamente delinearon su cuerpo, y dio a su reflejo una leve inclinación de cabeza antes de que abriera la puerta—. ¿Hey, Col? Colleen asomó su cabeza por la esquina, y luego caminó dentro del vestíbulo para examinar  a su amiga.

—¿Sabes, Kerry? —habló seriamente—. Eso se ve muy bien en ti —caminó más al frente y esponjó los pliegues de la camisa de Kerry, arreglando el ondeante pañuelo—. Necesitas conseguir un prendedor, un cinturón, y uno de esos sombreros de tres lados, y estarás lista. Kerry puso sus manos sobre las caderas y sonrió abiertamente, muy contenta consigo misma. —Pienso que sé de un lugar donde conseguir un sombrero —dijo—. Y está justo al lado de ese lugar italiano. —¡Dispara y anota! —Colleen rió entre dientes, levantando sus pulgares—. ¡Allá vamos, Tommy! *** Dar no estaba segura por qué había terminado bajando a South Beach. Pudo haber dejado el trabajo, y dirigirse a su hogar pero encontró la idea de sólo ir a su vacío departamento poco atractiva por alguna razón. Así que se había desviado, y condujo sobre la elevada calzada en lugar de entrar en la unidad terminal del trasbordador. Había aparcado en uno de los lotes públicos y sólo empezó a caminar. Halloween estaba definitivamente en el aire. Sintió una abierta sonrisa tirar de sus labios cuando pasó los cafés al aire libre, adornados con molestos esqueletos y murciélagos ligeramente cómicos, con la rara y genuina calabaza parpadeándole perversamente en la mesa. —¡Hey, bonita dama! Tomó un minuto antes de que Dar se diera cuenta de que estuvo andando sin dirección. Había cambiado su ropa de la empresa por un par de vaqueros y una camiseta que había tenido en su bolsa siempre empacada, y no tenía pensado precisamente clavarse en la multitud, pero… Sus ojos se encontraron con los del vendedor ambulante, y sus cejas se levantaron en pregunta. —¿Qué lleva allí? —Ponche de Ghool —el hombre sonrió abiertamente, y sujetó un jarro de pl*stico lleno de…  Algo… que estaba emitiendo humo y niebla que volteó en el borde de la taza y la mitad oscureció su mano—. Justo lo adecuado para pasar el rato en una noche así. Dar estudió la invención. —¿Quién paga la factura de emergencia si se tragan un trozo de hielo seco? —preguntó con curiosidad. —Por la pajilla —el hombre desenvolvió rápidamente una, eludiendo la pregunta—. Es seguro, sinceramente.  Ah bien, sólo se vive una vez, ¿no?

—Seguro —Dar aceptó el jarro, que tenía la forma como de la cabeza de un esqueleto y pagó al vendedor—. ¿Qué hay adentro aparte de lo obvio? —Ron, licor de plátano, *coco libre*, un poco de vodka, y limonada. Dar tomó un sorbo con mucha, mucha cautela, y luego se relajó con la mezcla de desagradables ingredientes probándolo sorprendente al gusto. —No está mal —dio una gran sonrisa al hombre, y luego siguió adelante, buscando más problemas en los que meterse. No caminó mucho. Vio interrumpido su camino entre grupos de sonrientes patinadores, ociosa miró un poco de las tiendas de última moda y las boutiques plagadas entre los cafés. Una captó su atención, y paseó cerca para mirar dentro, la diminuta tienda estaba llena con ropa Nativa Americana y artefactos.

Dar siempre había tenido sentimientos ambivalentes acerca de los habitantes originales del estado en el que ahora vivía. Había gastado mucho tiempo en la escuela secundaria estudiando las tribus locales actuales, los Seminolas y Miccosoukee, y los algunos previos, los Tequesta eran todo lo que había, en su opinión personal, fueron ultrajados por los colonizadores blancos que se apoderaron de la zona. Tener a las tribus ahora recuperando mucho de sus ganancias con circulantes establecimientos de juego siempre le había parecido un poco de justicia divina. Creciendo militarmente, sin embargo, encontró su punto de vista como algo de la minoría, aunque siempre había existido un trasfondo de respeto, y la intriga que giraba en torno a la nativa cultura guerrera. Exactamente como había estado fascinada con eso cuando era más joven.  Ahora, estaba tocando una hermosa camisa de guerra tribal cerca de la parte frontal de la tienda, se inclinó para confirmar la sustancia que lo constituía era, como sospechó, de espinas de erizo de mar. Meticulosamente limpiado, con aburrida paciencia, hicieron clic entre ellos con un sonido musical que reconoció como semejante a uno que ella había escuchado muchas veces debajo del agua. —Bonito, ¿huh? Dar miró hacia arriba, para encontrarse con un sencillo vendedor apoyado sobre el mostrador mirándola. Era alto, aproximadamente de su estatura, y estaban constituidos con similar longitud, largos miembros y cabello oscuro. Imaginó que era por lo menos en parte nativo de ese lugar, sin embargo, no de nacimiento o por elección. —Nunca había visto que las espinas de erizo de usaran de este modo. El hombre sonrió abiertamente y caminó. Estaba usando unos raídos vaqueros y botas igualmente gastadas, con una hebilla de cinturón impecablemente tallada centrada en el medio de éste. —Sí, pensé que era una buena manera de mezclar la tradición con los recursos locales, ¿entiende? —¿Usted hizo esto? —Dar preguntó.  Asintió. —Todos dan algo de ese tipo cosas para la tienda. El tipo que es dueño del edificio nos la ofreció sin tener que pagar alquiler, la razón es que hace dinero por el café de al lado. Así que todo es ganancia prácticamente. —Lindo —Dar miró el artículo detalladamente trabajado, y el par de pantalones de cuero bien curtidos que fueron puestos sobre el maniquí. —Generalmente sugiero a las chicas visitar la pequeña área de ropa, pero tendría que convencerse —comentó el vendedor. Gracioso.  Dar acaba de pensar la misma cosa, rápidamente le siguió un sopapo mental a la parte posterior de su cabeza como castigo por incluso tenerlo en cuenta. —¿Qué diablos haría con algo así? El hombre se encogió de hombros, y se reclinó, cruzando sus brazos sobre el pecho y mirándola con ojos oscuros como el chocolate. —Podría usarlo en algunos de los clubes de aquí… mejor si luce así. Dar resopló. —Creo que sólo quiere hacer una venta —pero echó un vistazo al precio de todos modos. —Es cierto —sonrió ampliamente—. Pero usted quiere comprarlo, yo sólo estoy haciendo mi trabajo, ¿cierto?

Una idea revoloteó dentro de la mente de Dar, mientras saboreaba la tenue pista de mantequilla de maní en la parte de atrás su lengua. Despacio, una peligrosa sonrisa apareció. —Muy bien —dirigió sus ojos a los suyos—. Me quedo con el traje entero. —Genial —no sofocó una triunfante sonrisa, el vendedor cuidadosamente desasió la prenda sin mangas y sin tela en la parte de la espalda cuidadosamente de su puesto y lo colocó sobre su brazo—. Este es entallado, así que puede llevarlo… —la miró por el rabillo del ojo—. Sin nada debajo, si usted quiere. —Lo sé —Dar lo siguió al registro, mirando rápidamente y seleccionando un par de mocasines blandos también. Dobló los artículos prolijamente en algunos cuadrados de papel de seda. —Sabe, tenemos un sistema crédito, si está interesada —sus manos se detuvieron cuando la tarjeta de platino de Dar cayó sobre el papel—. Bueno, quién necesita pagar intereses, ¿correcto? —respetuosamente, levantó la tarjeta y le echó un vistazo antes de sustraerla y la devolvió—. Nombre interesante. —No fue de mi elección —Dar la guardó. Tomó un sorbo de su macabro jarro mientras esperaba que el recibo se imprimiera, tratando de no pensar qué ridículo fue que considerara no solamente ir a la fiesta de Halloween de la compañía, en primer lugar, pero vestirse para eso…—. Gracias —firmó el boleto cuando se lo presentó, y recogió sus bolsas—. Buena suerte con este lugar. —No hay problema —el hombre le sonrío—. Sabe, usted podría casi pasar como una nativa, excepto por esos ojos claros —extendió una mano—. Un placer hablar con usted, Paladar. Dar tomó su mano y le devolvió el saludo, encontrando una mano fuerte y callosa agarrada a la suya. —Igualmente —respondió brevemente, antes de darse la vuelta y avanzar fuera de la pequeña tienda, paseó por el malecón y se sentó en él para mirar la bolsa en sus manos. ¿Fiesta de Halloween, Dar? ¿Qué diablos te está pasando? ¿No fuiste tú quien le dijo a Kerry, justo hoy, que no ibas a las fiestas de la compañía?  —Kerry, por supuesto, esa era la

causa por la que ésta sería su primera vez, y la niña aún estaba tratando de quedar bien ante todos. Dar ajustó su cordón del zapato, tirando de él con dedos flojos—.  ¿Me pregunto qué llevará ella?

*** Kerry tomó una honda respiración de fresco aire matutino mientras cruzaba el aparcamiento de ILS. Era temprano, a penas pasaba del amanecer, y era una de pocas trabajadoras que ahora entraban en el gran edificio. —Buenas, Kerry —Duks Draefus apareció repentinamente junto a ella, su gran figura surgiendo inesperadamente de la nada y casi asustándola—. ¿Qué es lo que tienes allí? Duks era, sabía, relativamente un buen tipo. Era un colega cercano de su jefa, y Kerry también sabía que Dar lo consideraba un amigo. Aunque, ella todavía no lo conocía bien, y él era, después de todo, del mismo rango que Dar. —Oh, sólo mis fiascos de Halloween, Sr. Draefus —le dijo—. ¿Usted irá a la fiesta? —Ah —Duks sujetó la puerta cortésmente para ella, y la siguió adentro del edificio. Ambos mostraron sus insignias al guardia, y los dejó pasar, uniéndose a un pequeño conjunto de otros que iban hacia los ascensores—. Me da miedo, he sido forzado a participar en esta rara celebración de antiguos rituales paganos.

Kerry no estaba segura de cómo responder a eso. Prudentemente sólo sonrió, y se reunió con él en el ascensor, esperando que las puertas se cerraran detrás de ellos. En el último momento, una mano se extendió y abrió los deslizantes paneles. Un segundo después, la propietaria de la mano se asomó por la esquina y entró al cubo del elevador, escogiendo un sitio en la pared cerca de Kerry contra la que se reclinó. —Buenas —Kerry dio la bienvenida a su jefa, añadiendo una sonrisa que le fue devuelta cuando los ojos de Dar encontraron los suyos. —Ah, y buen día también, Dar —Duks se meció arriba y abajo sobre los talones mientras el ascensor se movía despacio—. Llegas temprano hoy. Dar vestía un traje gris metálico, con una camisa negra de seda debajo. —Reunión a las ocho —respondió sucintamente—. ¿Qué es eso? —indicó la bolsa de ropa de Kerry. —Mi traje —dijo Kerry—. Para la fiesta de esta noche. Las cejas de Dar trepidaron. —Me imaginé eso. ¿Qué tipo de traje? Duks se mantuvo silencioso, sus ojos yendo de una a otra con interés. —Creo que podemos guardarlo como un secreto —murmuró Kerry, cuando el ascensor  alcanzó el decimocuarto piso—. ¿Podemos? Hasta la fiesta, quiero decir. Dar sujetó la puerta mientras todos salían. Duks agitó la mano y tomó otro camino hacia su propia oficina, mientras que Dar y Kerry siguieron adelante hacia las suyas. —Ah, pero no iré a la fiesta —Dar recordó a su ayudante—. Además, puedo mantener un secreto. Kerry se rindió graciosamente, disminuyendo la velocidad mientras se aproximaban a la puerta de la oficina. —No es… para tanto en verdad. Sólo salí y conseguí algo… Um…. Dar se recargó contra la pared, con los brazos cruzados, una ceja se levantó hasta la línea del cabello. —¿Qué tan malo puede ser? —preguntó peculiarmente. ¿Por qué demonios estaba con la lengua trabada de repente? Kerry frunció el ceño interiormente, y se dio a sí misma una pequeña sacudida. Era sólo Dar, después de todo. —No es malo; es un poco divertido, realmente. Es una especie de conjunto de la era revolucionaria, más bien. Dar inclinó su cabeza a un lado, se intrigó. —¿Revolucionaria? ¿Como George Washington y todo eso? Kerry asintió. —Correcto. —¿Dónde encontraste la cofia y el mandil? —Bo… —Kerry se sintió ruborizar inesperadamente—. Oh, no… Um… No es el… es el abrigo, y la camisa con volantes, y… —Oooh. El atuendo de un hombre —dijo Dar—. Cierto, lo capto —le sonrió abiertamente a Kerry y le dio una palmadita sobre el hombro—. Buena elección —entonces viró y fue hacia su propia oficina, dejando a Kerrison Stuart muy desconcertada detrás de ella. —¿Qué diablos quiso decir con eso? —Kerry se preguntó en voz alta. —¿*Pardonamente*, Kerry? —María apareció por una esquina—. ¿Me preguntaste algo? —Uh… no —Kerry aclaró su garganta—. No, sólo estaba diciendo que iba a conseguir un poco de café, eso es todo —le sonrío a María—. ¡Buenas!

—*Buenos Días*, Kerry —María le sonrío de vuelta, y siguió su camino.  Agitando la cabeza, Kerry entró en su oficina, deteniendo frente a su pequeño armario para esconder su traje camino a su escritorio. El sol estaba entrando a raudales por la ventana, y pasó un momento disfrutando la vista antes de jalar su silla y sentarse. Solamente entonces notó tres papeles plateados envolviendo unos bultos. Curiosa, recogió uno. —¿Dulce de mantequilla de maní? ¿Cómo llegó aquí? —alguien, por supuesto, debió haberlos dejado, pero…—. ¿Cómo podía alguien saber que adoro estas cosas? —no estaban ahí cuando partió la noche anterior, y ella había sido la última persona en el ala que pudo dejarlos, excepto… Dar. Kerry estudió el caramelo seriamente. Entonces lo abrió, olfateó con delicadeza el chocolate cremoso, y lo puso rápidamente en su boca. —Mm. Dulce de mantequilla de maní para desayunar, Kerry. ¿Qué tan completa, totalmente aterrador es eso? Terrible.  Alegremente, lamió sus dedos, luego se levantó y recuperó su

taza, saliendo para conseguir un poco de café para acompañar los bocadillos. *** Dar entró en su oficina, mirando furiosa la luz del sol de la tarde antes de que tirara de su silla y la reclamara, abrió el cajón de su escritorio y sacó un frasco de aspirinas. —Estúpidos hijo de puta —maldijo, agitando algunas pastillas y dejó el frasco en el cajón—. No tienen ni el cerebro que Dios le diera a un saltamontes, lo juro. Su intercomunicador zumbó suavemente. —¿Dar? —Sí —murmuró Dar—. ¿Qué es, María? —apoyó los codos sobre el escritorio y frotó sus sienes, tratando de aliviar el latido del constante dolor. —Tengo dos mensajes aquí para ti, del Sr. Roesenthal. —Tengo un teléfono celular, y sabe cómo usarlo —Dar gruñó—. ¿Algo más? —*Si*. Tu almuerzo todavía está aquí, sobre mi escritorio. ¿Quieres que te lo lleve? Dar hizo una mueca de dolor. —No —comió bilis con la idea del pan de carne frío—. Pasaré —echó un vistazo a su reloj—. Tengo la reunión con Ops en cinco minutos de todos modos —con un suspiro, se puso de pie y caminó con dificultad hasta el pequeño refrigerador ejecutivo bajo el mostrador  en su oficina, abriendo la puerta y retirando una pequeña botella de plástico marrón. La tomó, y a su carpeta de proyecto, y fue hacia la puerta. El resto de su equipo de operaciones ya estaba ahí cuando llegó a la sala de conferencias. Eso no era sorprendente, en términos generales nadie llegaba tarde a una de sus reuniones de departamento porque ésa era una de las manías de Dar y todos lo sabían.  Así que, no estaba sorprendida de ver la mesa llena cuando abrió la puerta y se hizo de su asiento, la silla al final cerca de la ventana. Se alegró de que ésta era la última reunión del día, y ya había botado su naciente idea de asistir a la fiesta de Halloween, decidiendo sólo irse a casa y tal vez gastar un poco de tiempo en el gimnasio en vez de eso. Cuando se sentó, echó un vistazo por la mesa y encontró su mirada capturada a mitad de su recorrido por un par de tibios ojos verdes, preocupados. Kerry se sentaba en medio del grupo generalmente, y ahora estaba apoyada sobre sus codos, mirando la cara de Dar y esperando lo que sea que tuviera que decir. Dar se relajó un poco, y tomó un sorbo de su leche de chocolate.

—Aparte del hecho de que voy a tener que agarrarme a golpes con Eleanor por nuestra rebanada del presupuesto, no tengo nada que valga la pena decirles. Todos estuvieron callados, digiriendo eso. —¿Puedo vender boletos? —Mark Polenti habló más fuerte, indecisamente—. Pienso que podría conseguir al menos diez dólares y una gaseosa, aunque fuera sólo durante cinco segundos. Eso consiguió una risa ahogada de todos, incluso una sonrisa de Dar. —Ni siquiera —Cherylee Simons le agitó un dedo—. Estaría gritando ¡*No más*! Y corriendo afuera del edificio antes de que empezara siquiera. —¿No tratarías de arrancarle la oreja con los dientes, o sí, jefa? Dar reconoció la broma ondeando una mano. —Bueno, bueno. Es suficiente —posó la barbilla en su puño—. Su turno. Uno por uno diligentemente informaron sobre los pocos, y algunos otros grandes, éxitos y fracasos. Dar se encontró escuchándolos con mediana atención, sin embargo, sus pensamientos parecían andar en otro lugar. Tomó algunas notas en su agenda de bolsillo, sólo para tener a todos bajo control, y deseó que el día terminara. Entonces sus ojos fueron capturados por un destellante indicador en su dispositivo de mano, y le echó un vistazo, perpleja, antes de tomarlo y darle un golpecito al cuadro con su bolígrafo. Una diminuta calabaza apareció. Dar alzó la mirada y revisó alrededor de la mesa. Varios de su personal llevaban dispositivos de mano, pero solamente una tenía al suyo a la vista y abierto. Kerry cruzó sus manos en frente de su aparato y aclaró su garganta un poco. —No tengo mucho que informar por mi parte —dijo suavemente—. Las tres nuevas cuentas que contratamos sólo deben estar listas para la integración de la próxima semana, y tenemos todos sus sitios de inspección listos para Mark —sus ojos se levantaron y encontraron a Dar—. No tenemos los problemas que tuvimos en el asunto de Canadá. Pienso que la gran orden que necesitabas se está redirigiendo por Newfoundland, y debe llegar a Londres mañana por la noche. Dar le sonrió con gusto. —Buen trabajo. Kerry sonrío de vuelta, visiblemente contenta por el elogio. —Eso es todo con lo que termino —dijo—. Estamos haciendo el servidor de emigración para la próxima semana para Australia. Pienso que estamos listos —sus ojos pasaron a Mark—. Estamos listos, ¿cierto? —Puedes apostar —Mark estuvo de acuerdo—. Trescientos servidores, dos tubos grandes, seis administradores, no pueden esperar. Sólo necesitamos un nombre para el proyecto. —¿Qué les parece Calabaza? —Dar habló arrastrando las palabras, manteniendo la mirada sobre el rostro de Kerry. La mujer rubia resplandeció en una gran sonrisa ligeramente avergonzada, mientras sus dedos hacían girar su lapicero un poco nerviosa—. Me gusta ese. Mark se encogió de hombros. —Seguro. Adecuado para la ocasión —garabateó algo sobre su tablero—. Entonces es Calabaza, jefa —revolvió unos papeles—. Por mi parte, estamos principalmente bien, excepto que todas las cajas fueron al departamento de ventas.

—¿Qué? —ladró Dar—. Sólo consiguieron un ciento. ¿Qué diablos están haciendo con ellas, usándolas como macetas? —Nuse. —INVESTÍGALO —Dar gruñó—. Ese tonto de José probablemente está permitiéndole a sus favoritos que se las lleven a su casa. Tendré sus *cojones* sobre una bandeja si lo permite. —Veré qué es lo que puedo averiguar —Kerry agregó suavemente—. Tendré una reunión con ellos mañana por la mañana —aclaró de nuevo su garganta—. Pero haré, um… que deje sus c… *cojones* donde están, a menos que tú realmente, realmente los quieras. Hubo un momento de honesta sorpresa en el grupo. Kerry había estado con ellos muy poco tiempo, no se había aventurado dentro del familiar lenguaje con ninguno del equipo, además de Dar. La observaron con curiosidad, y luego todos miraron a Dar esperando su reacción. Dar exhaló, frunciendo sus labios mientras pensaba seriamente considerando la pregunta. Luego se encogió de hombros. —Demonios. Incluso si los petrificara, solamente serían del tamaño de canicas. ¿Por qué preocuparse? —sus ojos azules destellaron gentilmente hacia Kerry—. Ve si puedes conseguir que alguien además de él te diga la verdad. Sé que le da incentivos a su mejor  gente… Y no me importa, pero los reemplazos tienen que venir de su presupuesto. —Muy bien —asintió Kerry. —Eso es —Dar se empujó hacia atrás desde la mesa—. Los veré mañana —se levantó y se dirigió a la puerta, sin mirar atrás. La atmósfera en la habitación se relajó palpablemente tan pronto como Dar se fue. Todos se reclinaron y estiraron, algunos tomaron notas y acomodaron cosas dentro de sus maletines. —Diantres, la gran D estaba gruñona hoy —suspiró Cherylee. —Como que hay algo diferente —remarcó uno de los asistentes, irónicamente—. Nunca la había visto de buen humor. ¿Cómo puedes decirlo? Cherylee hizo sonar la lengua y rodó los ojos. —Cierto… cierto… —dio una mirada a Kerry—. Eres afortunada, creo. Le gustas. —Oh. Síp. —Hey, sólo hago lo que debo hacer —Kerry sacudió una mano en negación—. No tiene nada que ver con la suerte o con que le guste. —Tiene razón —Intercedió Mark suavemente—. Ella sabe de esa mierda, y la gran D lo sabe también. Eso es todo lo que ocurre, ustedes lo saben. —Debes saberlo —le dijo Cherylee—. Tú eres su chico favorito. —Conozco mi propia mierda —extendió las manos, irradiando confianza—. Y nunca trato de ganármela. Ahí es donde tú eres un asno derribado, Chery —dijo—. Ella sabe cada vez que tratas de poner un poco de azúcar sobre algo. —Sí, sí —la mujer se levantó—. Bueno, voy a conseguir mi sombrero para la fiesta —echó un vistazo a Kerry—. ¿Vas? Kerry asintió, mientras guardaba sus notas. —Sí, no me lo perdería. —Ooh… Primera vez en cinco años que tendremos alguien de Ops Exec ahí —Cherylee se río—. ¿Alguien trae una cámara? *** Kerry decidió relajarse con una taza de té antes de vestirse con su traje para la fiesta. Golpeó debajo de su escritorio con los zapatos y se reclinó, acunando la taza entre sus manos y bebiendo a sorbos de él.

Había sido un muy buen día. Había conseguido hacer la mayor parte de su lista de tareas antes de comer, y se dio cuenta de que se estaba acostumbrando al ritmo de trabajo mucho más rápido de ILS. Se adaptaba bien, a decir verdad. Kerry se percató de estar disfrutando el desafío la mayor parte del tiempo, aunque había veces cuando se sentía un poco abrumada.  Aunque, no eran sólo sus responsabilidades de trabajo. Quedar bien con esta nueva y gran compañía había sido más estresante de lo que había previsto. Su muy visible posición la puso en el centro de atención más a menudo de lo que le gustaba, y ella misma sabía que estaba bajo curioso escrutinio, incluso dentro de su propio departamento.  Aún. Abrió su cajón y tomó su último dulce de mantequilla de maní, que se había salvado en la mañana. Lo abrió y mordió con gusto, masticándolo con satisfacción mientras la luz empezaba a difuminarse afuera de su ventana. Después de terminar, se levantó y fue a su armario, lo abrió y deslizó el cierre de la bolsa para prendas de vestir en la que había escondido su traje. Algunos minutos después, había cambiado su traje de oficina y medias, por terciopelo y seda, las suaves telas se sentían estupendamente contra su piel. —Mm —exhaló en satisfacción—. Mucho mejor que un traje de gato.  Abrochó el delgado cinturón de cuero y recogió la caja de joyas viejas que había tomado de su maletero. Llevándolo al pequeño apoyo bajo un espejo igualmente pequeño, lo puso encima y lo abrió. Dentro, descansando sobre un pedazo de antigua tela había un broche familiar, que se puso, y un viejo reloj de bolsillo. Primero, abrochó la cadena del reloj en su cinturón, y entonces con cuidado lo llevó al bolsillo de su chaqueta. La brillante cadena resplandeció contra la tela azul, y sonrío, sólo un poco mientras sujetaba los enlaces de metal. Una de las pocas cosas que tenía que en verdad, honestamente la unía a su familia. El reloj había sido pasado por generaciones de padre a hijo primogénito, hasta que su padre había decidido, sin importar la razón, que él iba a dárselo al primer hijo que tuviera.  Así que cuando había cumplido dieciocho, la había llevado a su despacho, y dado un discurso sobre las costumbres, y le pasó este trozo de historia que había sido transmitido por al menos cuatro guerras e incontables manos. Abrió la tapa y miró fijamente el grabado. Era sencillo, sólo el apellido de la familia, y la fecha en que el reloj había sido creado. Tradición.  Kerry suspiró, y cerró la tapa, poniendo el reloj en su bolsillo. Sus padres le habían llamado la noche pasada, y luego había hablado con Angie y Mike. Aunque adoraba su vida aquí, tuvo que admitir que extrañaba a su familia, extrañaba la cercanía y la intimidad de sus hermanos y la confianza de casa. Tenía amigos aquí, pero no era lo mismo. No la conocían, y ella no los conocía a ellos, no realmente. Una suave llamada la sacó de sus pensamientos. —¿Sí? —su puerta interior se abrió, y la cabeza de Dar apareció, los sorprendentes ojos azules cruzaron la oficina hasta que descansaron sobre ella—. Oh, hola. —Hola —Dar entró y cerró la puerta detrás de ella, una sonrisa cruzó su rostro a medida que examinaba el traje de Kerry. —¿Qué te parece? —Kerry se sentía más relajada siempre que ella y Dar estaba a solas. Tal vez sus experiencias juntas durante las reuniones en la Consolidación la hicieron sentir  así, pero cuando sólo eran ellas solas, fuera del alcance de ojos atentos, se sentía más a gusto con su a menudo intimidante nueva jefa.

—¿Qué me parece? —Dar caminó y cruzó los brazos sobre su pecho, su camisa de seda negra con las mangas enrolladas reflejaba la luz. Examinó la esbelta figura antes que a su vestimenta revolucionaria, y sonrió ampliamente—. Bonito conjunto. Kerry sintió una mezcla de confusión y placer. —Gracias —palpó el broche—. ¿Puedo pedirte un favor? Ojos azules valoraron cautelosamente. —Seguro. —¿Podrías colocarme este prendedor? —indicó su pañuelo, y el broche—. Nunca consigo centrarlo. Dar tomó el broche de su mano y se acercó, entrando en el espacio personal de Kerry. Cuidadosamente laboró para sujetar la joya, y la puso en su lugar, mientras Kerry permanecía de pie inmóvil. Tan cerca, que Kerry podía oler la débil esencia del especiado perfume que Dar usaba, y ver  el golpeteo de su corazón latiendo en su garganta. —Ya está —Dar terminó y caminó hacia atrás, mirando su obra—. ¿Te parece bien? Kerry bajó la mirada. —Genial —sonrió generosamente—. Gracias —luego miró hacia atrás—. ¿Necesitas algo? Supongo que probablemente no estás aquí para ayudar a vestirme. Dar titubeó, y luego volvió a cruzarse de brazos. —Yo… um… —se detuvo, inusitadamente—. En realidad, sólo vine para decirte buenas noches —se encogió de hombros—. Pásala bien en la fiesta. —Deberías ir —Kerry se vio a sí misma diciendo. —¿A casa? —una ceja de Dar se levantó. —A la fiesta. —No soy un animal de fiestas —la mujer de cabello oscuro encogió los hombros—.  Además, mucha de esa gente odia mis agallas. No quiero agriar su ponche. —Mmph —Kerry frunció las cejas. —¿Tienes un sombrero que vaya con eso? —Dar cambió el tema—. ¿Para hacer que te veas apropiadamente como Yanqui? —dejó aparecer un poco de su natural acento sureño. Kerry sospechó que ella estaba empezando a molestarse así que sonrió amigablemente, pero recuperó su sombrero tricornio y lo acomodó sobre su cabeza. —Estoy lista —puso una mano sobre la manija, apuntando su mirada fijamente en Dar—. ¿No vendrás aunque sea por algunos minutos? Es sólo una fiesta. Los ojos de Dar cayeron, y se repusieron otra vez. —Realmente no es mi estilo. Diviértete, ¿está bien? —levantó una mano en despedida, y se retiró por la puerta trasera hacia el pasillo. —Está bien —Kerry suspiró, inquietamente conciente de lo vacía que parecía la habitación sin su fascinante y desconcertante jefa en ella. Pero se deshizo de su decepción y verificó su imagen una vez más en el espejo, enderezando su sombrero antes de dejar su oficina y fue hacia la habitación de presentación. *** Dar se desplomó en su silla, sus ojos estudiaban la pantalla en frente de ella aparentemente. Sin tener idea de lo qué había en ésta, pero sospechaba que no era agradable así que cuando una llamada vino de su puerta, abandonó lo que sea que era gustosamente. —Pase.

La puerta se abrió, y María clavó su cabeza dentro. La vista de su asistente administrativa logró una sonrisa en Dar, por ninguna otra razón más que la de tener una brillante bola roja sobre su nariz. —María… ¿eres tú detrás de todo eso? —*Si* —María entró, y se cercó al escritorio. Iba vestida como un payaso, de cabello rizado y rojo brillante, una polca haciendo el conjunto, y zapatos demasiado grandes—. Soy como el "eso", ¿*no*? Dar tuvo que reírse. —María, tú tienes más agallas que yo, tengo que admitirlo —aceptó—. Yo nunca podría ponerme eso. María sonrío. —Es sólo por una noche, y mis *familias* no celebran el Halloween, así que me divierto —enlazó sus manos frente de ella—. ¿No te pararás por allí para ver otras cosas graciosas? Oí que el Sr. Draefus viene como oso. ¿Qué tienen todos hoy?

—Sabes que no soy de fiestas, María —le dijo Dar—. Además, contigo y Kerry, nuestra oficina está perfectamente bien representada este año. —Ah —María asintió—. *Si*, ¿entonces Kerry irá también? Dar confirmó. —Síp, se ha vestido como George Washington o algo así —dijo a su administradora—. Realmente linda. María estudió su rostro atentamente. —Sabe, *Jefa*, me preocupo por ella en este lugar. Pienso que no lo está encontrando tan fácil entrar en el modo en cómo somos nosotros. —¿Qué quieres decir? —las cejas de Dar se contrajeron—. Pensaba que lo estaba haciendo bien. Hace un buen trabajo. —Oh, no, *si*, quiero decir, ¡por supuesto lo hace! —María se corrigió—. Pero pienso que no encuentra amigos aquí tan rápido. Es debido a lo que está haciendo, creo. Las personas no saben cómo ser con ella. —Sí —Dar exhaló—. Está en un mal sitio —admitió—. Todos en nuestro grupo tienen que reportarse con ella, y no se sienten seguros de acercarse a ella porque están temerosos de mí. María reprimió una sonrisa. —*Si* —asintió tristemente—. Es una lástima, es tan linda. —Sí —eso preocupó a Dar, porque le gustaba la niña, y quería que fuera feliz en el sistema de ILS, ¿no? Kerry era una gran ayudante, una gran empleada, tenía gran potencial… —Es una lástima que no tendrá un amigo con quien divertirse en la fiesta esta noche, *Jefe* —María presentó educadamente, el más gentil ataque cubano que Dar hubiera sentido—. Pienso que tú eres la más cercana a ella, aquí. Dar la miró. —Creo que estoy siendo emboscada. —No sé cómo entender, eso que dices, de estar siendo emboscada, *Jefe*, pero tengo razón, ¿sí? El significado de las palabras casi le cuesta a Dar su serenidad. Fregó su cara con una mano, y tomó una honda respiración, luego se relajó en el respaldo de su silla, rindiéndose con la cercana lucha ante la que siembre había pensado que podría.

—Muy bien —dejó sus manos caer en los brazos de la silla, y dio una sonrisa irónica a su administradora—. Además, tengo esta maldita cosa de ropa que compré, dentro del endemoniado guardarropa. Mejor que la use. María sonrío ampliamente. —¡*Jefe*! ¡No hiciste eso! —Sí, lo hice —admitió Dar—. Así que, vamos. Con un poco de suerte, la habitación entera se desmayará cuando aparezca y será una fiesta breve. —Voy —María parecía sumamente satisfecha, por lo menos tanto como podría verse alguien con círculos de lápiz labial rosa brillante sobre sus mejillas—. Te veré allí, Dar. Es bueno —se giró y marchó, o algo, hacía afuera, cerrando la puerta detrás de ella. Dar se sentó por un momento, absorbiendo las implicaciones de lo que estaba haciendo. Entonces sonrió abiertamente, y lanzó la precaución por la ventana cuando se levantó de un salto y fue hacia donde había escondido su traje. *** Kerry avanzó dentro hasta un lugar cerca de la pared, dejando a sus ojos acostumbrarse a la tenue y extraña iluminación, mientras miraba alrededor de la habitación. Los decoradores habían hecho un gran trabajo… había globos con cabezas de brujas, fantasmas, duendes traviesos y otras cosas… que colgaban del techo, al mismo tiempo que murciélagos y arañas. Alguien tenía una máquina de hielo seco guardada en algún lugar porque una baja capa de niebla oscureció el piso. Dos barras grandes en lados opuestos de la habitación estaban distribuyendo sodas, cerveza y vino, y había dos mesas muy largas recargadas en las paredes del contorno que tenían varias golosinas en ellas. En el centro de la habitación, un área grande había sido limpiada, y alrededor de ella había mesas pequeñas donde las personas estaban sentadas y hablaban. Dos de las mesas habían sido usadas como sitios de adivinos, e hicieron un pequeño negocio alrededor de ellos. Se oía música atemorizante, y las luces estaban bajas, cubiertas por plásticos de colores que pintaban todo en bizarros matices. Kerry decidió que lo prefería así en lugar de la apariencia normal de la habitación. Miró alrededor, y vio algunos ojos alejarse de ella, lo que repentinamente la hizo sentir muy cohibida. —Hey, Kerry —Mark apareció junto a ella, se había vestido como un vampiro—. ¿Quieres una "mordida" para comer? —mostró su extraordinario brillo en unos oscuros colmillos. —Yikes —Kerry ahogó una risa; se alegró de que pudiera hablar con alguien por lo menos—. Este lugar es salvaje. —Síp —Mark se quitó los colmillos, y pasó la lengua alrededor de sus dientes—. Odio el sabor del plástico —comentó, guardando el artículo para después—. No es tan malo. Me gusta sólo pasar el rato mirando qué tan estúpidos parecen todos. Bien. Kerry observó a una analista de mercadotecnia cruzando el despejado espacio del centro dirigiéndose hacia la barra. —¿Qué se supone que es eso? —preguntó. Mark miró, luego inclinó su cabeza y observó otra vez. —Creo que cree que es Carmen Miranda —dijo—. Eso, o está representando a la industria de la salchicha. —Wow —Kerry murmuró—. Es diferente.

—Pero hey, adoro tu traje —Mark continuó—. Capa legítima —admiró la chaqueta de seda—. Sabía que no harías nada… ahm… —Estúpido —agregó Kerry, con una sonrisa irónica—. No, no pensé que mi primer fiesta de la compañía sería el momento o lugar para eso —dijo—. De todos modos, iré a por una taza de algo frío o algo. —Está bien, te veo al rato —Mark blandió su capa alrededor de él y salió con paso airado, empeñado en asustar a cuanta víctima desprevenida podía. Con un suspiro, Kerry pasó a través de la multitud que iba en aumento hacia la barra, devolviendo sus más cordiales sonrisas mientras se aproximaba a ella. —Hola —saludó al barman, sufriendo bajo un juego completo de maquillaje azul y cadenas—. ¿Qué tipo de cerveza tienes? El hombre sujetó dos botellas calladamente. Kerry señaló con el dedo una, y fue recompensada con una taza de plástico llena hasta el borde de la bebida de su elección. Lo sujetó y regresó, preguntándose a dónde ir después. —Ah, Kerry. Justamente estábamos hablando de ti —Eleanor apareció por uno de sus codos, se había vestido como Cruella DeVille, completando con una capa de piel sintética con lunares—. ¿Por qué no vienes y te reúnes con nosotros? —tomó el brazo de Kerry y la llevó a una de las pequeñas mesas, donde José y un número de otros de sus amigotes estaban reunidos. Yippee, mis personas favoritas.   Kerry suspiró interiormente. Pero al fin de cuentas eran alguien con quien hablar, al menos. Ella misma permitió ser introducida en el grupo, devolvió varios de los murmullos y sonrió en saludo. —Hey, ése es un conjunto bonito —comentó José—. Mozart, ¿cierto? —José, eres tan inculto —Eleanor rodó sus ojos—. Es obviamente del período revolucionario, ¿o no, Kerry? —Es correcto —Kerry asintió con la cabeza—. Ésa es una capa encantadora, Eleanor. La Vicepresidenta de mercadotecnia le sonrío radiantemente. —¡Gracias! ¿Ya ves, José? ¿Alguna vez imaginaste oír eso de la boca de alguien en esa oficina? José giró sus ojos. —No espero ni mierda de esa oficina. Sin ofender, ¿cierto? —echó un vistazo a Kerry—. Eres una linda niña, pero no creo que dures mucho tiempo allí. Nadie lo hace. —¡José! —Eleanor le frunció el ceño—. ¡Por favor! No la asustes. Es la única voz civilizada que hemos obtenido de esa letrina. Kerry no esperaba la fría cólera que sintió repentinamente. Sospechaba que se veía en su rostro, sin embargo, porque las dos mujeres más cercanas a ella retrocedieron un paso, y José tenía el talante de parecer incómodo. —Discúlpenme —se las arregló para hablar en un tono suave y civilizado—. Ocurre que tengo mucho respeto y admiración por la persona para quien trabajo, y preferiría no ser parte de esta conversación. —Ya, estoy segura de que José no quiso decirlo de esa manera… —Eleanor empezó, pero se vio hablándole a la espalda de la chaqueta de seda de Kerry cuando ella simplemente se dio vuelta y se alejó caminando, moviéndose a través de la multitud con una gracia inconsciente—. Hijo de puta. José lanzó un gruñido. —Pensé que se lo había imaginado ya.

Eleanor suspiró disgustada. —Es inteligente. No comprendo por qué todavía no lo consigue. Kerry bloqueó las palabras mientras se dirigía a otro lado de la habitación. Estaba sorprendida por lo mucho que se había estremecido interiormente de ira debido a los insultos proferidos hacia Dar, y decidió mandarlo al infierno. Terminaría su cerveza y sólo se largaría. Debía haber algo en la televisión que preferiría ver que permanecer por aquí. —*Hola*, Kerry. Kerry disminuyó la velocidad, entonces se detuvo cuando encontró a María de pie en un círculo de algunos de sus amigos. —Hola, María. Ése es un lindo atuendo —murmuró. —*Muchas gracias*, y tú, también, te ves muy bien —María devolvió el cumplido—. Eso se ve tan bonito en ti. Síp.

—Gracias —Kerry respondió quedamente, mientras echaba un vistazo alrededor de ellos—. Es sólo algo que… —sus palabras se arrastraron cuando sus ojos dieron con una alta figura que acababa de entrar en la habitación. Oh cielos.  Kerry estaba sorprendentemente consciente de una verdad que vino a golpearla en la ingle, tan fuerte, que sus rodillas temblaron. —Ah, bueno —María miraba sin notar el repentinamente pasmado enmudecimiento de la mujer junto a ella—. Me alegro mucho de que *el Jefe* decidiera venir, después de todo —comentó plácidamente—. Ése es un traje muy interesante, ¿no, Kerry? Interesante.  Kerry parpadeó. Su jefa estaba vistiendo un par de pantalones de cuero flexible, decorado con piedras y conchas, y un top con la espalda descubierta que cubría sólo el frente de ella y un poco más. Sus hombros y brazos estaban desnudos excepto por las finas cintas de cuentas alrededor de sus bíceps, y su cabello tenía una pluma larga y colorida introducida en él. Caminó con gracia felina apropiada a la vestimenta india, y su acostumbrada actitud de intensidad casi salvaje era perfectamente conveniente para el conjunto. —Uh. Síp —Kerry se las arregló para decir las palabras—. Muy interesante —finalmente recobró su serenidad, y lamió sus labios—. No pensé que ella fuera… ella dijo que no le gustaba las fiestas. —Siempre hay una primera vez —comentó María—. Dar nunca es predecible —miró a Kerry con brillo centelleando en sus ojos—. Debes decirle qué bonito es su traje. Tal vez haga otra fiesta de nuevo. —Debo —Kerry hizo rodar las palabras en su boca—. Sí, tienes razón, María. Debo —tomó el control de sí y se dirigió hacia su jefa resueltamente. De repente, la fiesta estaba definitivamente mejorando. *** Dar se detuvo antes de abrir la puerta del cuarto de presentación; cambiando su postura y echando un vistazo abajo para asegurarse de que las espinas de erizo estuvieran donde se suponía debían estar. El aire acondicionado rozó contra sus desnudos omóplatos, y repentinamente estuvo conciente de la cantidad de piel que estaba mostrando. ¿Fue esto una buena idea?  Echó un vistazo a uno de los reflejantes paneles a su lado de la puerta y revisó la estrafalaria figura que miraba atrás de ella.  Tal vez no. Frunció el ceño a su reflexión, y estaba a punto de dar media vuelta y irse a su oficina cuando las puertas dobles se abrieron y Duks apareció en su traje de oso.

Era difícil decir cuál de los dos estaba más sorprendido. —No puedo creer lo que veo —farfulló Duks—. ¿Dar? Oh bien.  Dar exhaló, viendo los ojos que repentinamente miraron hacia ella desde el interior  de la habitación. Supongo que debo entrar. —Síp —tiró de la peluda vestimenta de Duks—. ¿Qué diablos es esto? —Era algo como eso, o un traje de vaquero —Mariana apareció, sus ojos captando la alta forma de Dar—. Hm… Ustedes dos podrían haber venido como pareja si hubiera traído eso. Por los cielos, Dar… Ése es un traje original. Dar se encogió de hombros. —Déjame entrar ahí, dejar a todos sin sentido, tomar una bebida, e irme de aquí —caminó más allá de ellos—. Si no salen corriendo y gritando por la puerta —se reforzó a sí misma con una honda respiración, entró en la habitación de presentación, apelando a su actitud tanto como podía para cubrir la vergüenza. Se detuvo justo al pasar por la puerta para orientarse, y dejó a sus ojos ajustarse a la oscuridad. Eso no paró que todos los más cercanos la miraran fijamente, naturalmente, y cuando se movió hacia la barra más cercana escuchó los susurros resultantes detrás de ella. —Oh, eso es apropiado. ¿Dónde está el hacha de guerra? —Salvaje… Sí, eso es adecuado. —No puedo creer que se mostrara. ¿Alguien murió? Resueltamente, Dar siguió su camino, con cada paso lamentaba más y más su decisión de venir. Casi había llegado a la barra cuando fue interceptada por una persona elegantemente vestida, baja y rubia viniendo en la otra dirección. Cautelosamente, de detuvo, esperando la reacción de Kerry, su expresión era difícil de percibir en la débil luz. —Hey —la voz de Kerry era cálida—. Pensé que no vendrías. Dar se encogió de hombros. —No hay ningún otro lugar a donde llevar esto —respondió escuetamente. —Qué mal —dijo su ayudante—. Es precioso. Te ves genial en él. Hm.  El ego de Dar pinchó sus orejas cautelosamente. ¿Esa era admiración genuina o sólo los usuales y amables buenos modales de Kerry? Decidió ser directa. —No estás diciendo eso sólo porque soy tu jefa, ¿o sí? Los ojos de Kerry se alzaron y encontraron los suyos, y Dar sabía la respuesta antes de que la mujer rubia dijera una palabra. —No —dijo Kerry, con una cálida sonrisa—. Lo dije porque es verdad. De algún modo, realmente te queda bien. Bien, entonces. Dar se sintió un poco mejor por dejarse ver. Dio la vuelta y se dirigió al barman. —¿Qué es lo que tienes? —examinó las ofertas—. Dame un vino frío. Kerry levantó su copa casi llena. —¿Puedo tomar un frío de ésos? He estado cargando esto durante un rato. Tomaron sus bebidas y se trasladaron a un lado de la barra, a un sitio más silencioso cerca de la pared. Kerry se reclinó y sorbió su cerveza, mirando a la multitud irónicamente. —¿Dar? —¿Hm? —Todos nos están mirando.

—Umhm —Dar estuvo de acuerdo—. Están esperando que actuemos las Guerras Indias de la frontera. Creo que se supone que te golpee en la cabeza, y te saque cargando sobre mi hombro. Kerry casi escupió su cerveza a un pie de distancia frente de ella. Cubrió su boca y se las arregló para tragar, luego despejó su rostro. —Oh, Dios. Eso haría la compañía del periódico. Dar se río ligeramente. —Síp —sorbió su vino frío, esperando que la multitud encontrara algo más interesante que mirar—. ¿Estoy interrumpiendo tu diversión? Kerry se quedó en silencio por un momento, determinando cómo responder. —No —decidió ser honesta—. Estaba a punto de irme. En realidad no me siento muy cómoda aquí aún —dijo—. Las personas todavía me miran del mismo modo que a una cruza entre una simplona y una demente. Dar se sintió vagamente como un caballero sin brillo en armadura de cuero. —Eso está bien —dijo a su ayudante irónicamente—. A mí me miran como a una cruza entre Satanás y un cobrador de impuestos —una sonrisa intentó cruzar su rostro y desapareció—. ¿Quieres que pasemos el rato juntas? Por lo menos podemos hablar de los mismos temas y entendernos. Kerry aceptó el cumplido con una amplia sonrisa. —Sí, me gustaría, gracias —indicó las largas mesas—. ¿Quieres ver lo que han puesto ahí? —Ve primero, Kemosabe —replicó Dar, con una sonrisa satisfecha. *** Encontraron una mesa pequeña junto a la parte posterior de la habitación, después de que recogieron unos platos del buffet y se sentaron. —¿Esta es la comida tradicional de Halloween aquí en Miami? —preguntó Kerry, mirando su plato de exquisiteces del sur de Cuba y el Caribe con expresión irónica. Dar se río suavemente. —Tratan de poner un poco de eso a todo. —Ya veo —Kerry inspeccionó la superficie de su plato—. ¿Qué es eso? —señaló curiosamente con su tenedor. —Hush puppy —Dar respondió. —Pensé que ésos eran zapatos. —Lo son —Dar rompió a su "puppy" por la mitad y puso parte sobre el plato de Kerry—. Los muelen y los fríen muy bien cuando son demasiado viejos como para usarlos —mordió de su mitad y masticó, mirando los ojos ensanchados de su ayudante inocentemente—. Sabes lo que dicen en el sur… Bátelo suficientemente bien, fríelo y cualquier maldita cosa será un delicioso y fino platillo. Kerry bajó su tenedor, y se sujetó ambas manos, mientras miraba a Dar con toda seriedad. —Me estás tomando el pelo, ¿no? —señaló con el dedo—. Esos no son realmente zapatos molidos, ¿cierto? Dar mantuvo su cara seria por un momento más, entonces lo dejó y se río entre dientes. —Sí, sólo es harina freída de maíz. Relájate. —Ah —Kerry investigó el artículo, cortando un pedacito de eso con su tenedor y poniéndolo dentro de su boca. Lo masticó y tragó pensativamente—. Está muy bueno, en realidad —admitió—. ¿Alguien te ha dicho alguna vez que tienes un retorcido sentido del humor?

—Shh —Dar hizo la acción de mirar alrededor—. Si la noticia se sabe de que lo tengo, voy a tener que matar a alguien para refutarlo —dijo, mirando la cara de Kerry con toda tranquilidad. Los ojos de la mujer rubia brillaron divertidos, y una media sonrisa tiró de sus labios. Dar la devolvió, disfrutando del tiempo con su interesante e inteligente nueva subordinada. Le gustaba Kerry, había decidido. Tanto como empleada, y como persona. La mujer rubia era no sólo buena en lo que hacía, era sagaz del modo en que pocas personas que Dar  conocía lo eran. Aunque parecía cordial, y algo inocente, había una muy aguda, hábil y brillante mente detrás de esos suaves ojos verdes, y era lo suficientemente flexible para absorber las excéntricas rabietas de Dar y encontrar el lado positivo. —Y —Kerry terminó su pechuga de pollo—. ¿Realmente eres del sur, o ese acento era sólo una imitación? Dar jugó con sus frijoles y arroz brevemente, considerando cómo responder. —Es real —respondió—. Crecí al sur de aquí, pero he estado por los alrededores mucho más que eso, así que la mayor parte de él se ha desvanecido. —Ah, ya veo. —Lo uso a veces cuando quiero que José se orine —ofreció Dar. —A él en verdad no le gustas —Kerry dijo, dando una mirada arrepentida a Dar—. ¿O sí? Dar agitó su cabeza. —A la mayoría de las personas no. Eso era, Kerry supo, la verdad. Tuvo solamente que mirarlos y ver las fijas miradas disimuladas para saber eso. Su hábil sentido le dijo que su vida daría grandes saltos más fácilmente si se divirtiera con la mayoría, e ir con el grupo de Eleanor y José, distanciándose de Dar tan lejos como fuera capaz. Bien. Desecha eso.

—A mí sí —dijo Kerry alegremente—. ¿Eso me hace uno de los pocos y orgullosos? Dar levantó la mirada con sorpresa y sus ojos se encontraron. Tomó una respiración para responder, pero las sombras que las cubrieron les forzaron a reconocer a dos visitas inoportunas. —¿Sí? —una fría sombra cayó sobre el rostro de Dar cuando Eleanor y José se sentaron a la mesa. —Por qué, Dar, querida. Sólo vinimos para ver si eras realmente tú —Eleanor le sonrío—. Nunca te había visto en una fiesta. —Soy yo —respondió Dar—. ¿Otra cosa que quieras saber? —¿Qué rayos es esa clase traje? ¿Piensas que eres Peter Pan o algo? —¿Peter Pan? —Kerry murmuró quedamente para sí misma, sus cejas se contrajeron en perplejidad. —Es… encantador… Dar, realmente —Eleanor le dio una mirada condescendiente. —Viniendo de una mofeta y un mono, eso es muy gracioso —Dar respondió—. ¿Por qué no van ustedes dos a compartir pulgas por una esquina? Me están picando. Kerry apresuradamente cubrió la amplia sonrisa de su cara cuando Eleanor la miró, buscando a una víctima más fácil. —Y, Kerry. Dime. ¿Sobre qué están charlando aquí tú y el eslabón perdido? —Multi-administradores integrados a mesas de direccionamiento —Kerry respondió—. Y la implementación de las nuevas especificaciones de IEEE… ¿Te interesa? Eleanor se levantó.

—Sabes, querida, creo que estaba equivocada. Pienso que estás exactamente donde debes estar en esta compañía —jaló la manga peluda de José—. Vamos, José. Veo algunos vasos de vino con nuestros nombres en ellos. Un fuerte chirrido paró la mayor parte de la conversación, y luego Mariana consiguió el control de su micrófono y agitó la mano. —Está bien, gente. Bienvenidos a la fiesta. Todos aclamaron y aplaudieron. —Me alegro mucho de que pudieran reunirse con nosotros —dijo Mariana, señalando un punto con la mirada en dirección a Dar y sonrió abiertamente—. Pienso que esta podría ser  la primera vez en que tenemos a nuestro contingente ejecutivo entero aquí, y es grandioso ver eso. Dar rodó los ojos. —Ahora —Mariana sujetó un fajo de papeles—. He conseguido algunos incentivos muy interesantes que fueron donados de nuestros varios clientes. Como todos ustedes saben, no puedo sólo darlos, porque si lo hago, entonces todos ustedes tendrían que pagar  impuestos por ellos. Un cordial gemir apareció. —Así que, como de costumbre, ahora tengo que hacer estúpidos juegos de fiesta por si es que uno de ustedes puede "ganar" estos encantadores artículos —Mariana concluyó—. He decidido crear dos categorías. Una, daremos dos de estos artículos a los mejores trajes, elegidos por nuestro panel de distinguidos jueces —señaló a su derecha, donde las dos adivinas estaban sentadas ahora. Las mujeres saludaron con felicidad—. Y dos, tendremos un concurso para ver qué equipo de dos personas puede mantener una pelota de volleyball en el aire por más tiempo. Dar resopló suavemente. —Bueno, es justo —concluyó, posando su barbilla en su puño—. Las personas que se esforzaron en sus trajes no pueden jugar bien la pelota de volleyball realmente, y las personas que son capaces de jugar bien el volleyball probablemente no hicieron mucho por  su traje. —Es muy sagaz —Kerry estuvo de acuerdo—. ¿Qué son los premios? —No tengo idea —Dar respondió—. Generalmente cruceros de un día, cosas como esas. —Hm —Kerry miró cuando dos de los ayudantes de Mariana sacaron cuatro pelotas de volleyball—. Nunca he estado en un crucero —se giró hacia Dar—. Quieres hacer el intento del volleyball conmigo? —se quitó su chaqueta, y la enganchó sobre su silla. Dar quedo seriamente sorprendida. Kerry se ruborizó ligeramente. —Lo siento, puedo preguntarle a otra persona. Tú probablemente preferirías comer clavos antes de pararte allí. Tal vez Mark lo hará —empezó a levantarse, y luego se detuvo cuando Dar puso una mano—. Está bien. —No, no está bien —discrepó Dar—. Si realmente quieres ganarlo. Mark tiene la coordinación ojo-mano de un pelícano —no se paró a pensar—. Seguro, lo haré. Vamos. Y, en realidad, Dar tuvo que reconocer, que la mirada del rostro de Mariana cuando tomó una de las pelotas hizo que todo valiera la pena. *** Kerry se acopló al ritmo de Dar rápidamente, después de solamente algunas suertes de ida y vuelta de la pelota. Ligeramente golpeaba la superficie con las puntas de los dedos con

una segura destreza erudita debida a muchas horas de practicar el juego. Le había gustado el volleyball, en realidad, aunque había estado en una seria desventaja de estatura contra sus mucho más altos compañeros de equipo y oponentes. Dar no parecía estar tan familiarizada con el deporte, pero Kerry descubrió que la destreza atlética natural de su jefa se adaptó a eso rápidamente. El alcance de Dar era sorprendente, y podía devolver la pelota a Kerry incluso con uno de sus brazos reposando a un lado, comprobando la fuerza de sus hombros.  Al principio fue difícil, porque sabía cuántos ojos estaban sobre ella. Sospechaba que Dar  también, pero se concentraron, y después de algunos minutos empezó la diversión. Escuchaba a Mark ulular detrás de ellas, y vio la breve sonrisa de Dar en reconocimiento. Entonces esos ojos azules se dirigieron a ella, y Kerry casi fallaba el golpe. Se recuperó y envió la pelota hacia Dar, quien la bateó perezosamente de regreso a ella. Oyó un chillido junto a ella, y vio una pelota botar en la multitud por la esquina de un ojo. Dos de los concursantes se retiraron, riendo con arrepentimiento. Eso despejó un poco de espacio, y Kerry lo fue abarcando, manteniendo su atención sobre el cuerpo de Dar, moviéndose bajo su ligera ropa. Podía ver los músculos moverse justo debajo de la piel de Dar, y su largo torso parecía tener un gran poder elástico adentro. Kerry vio la pelota yendo a ella de regreso y cambió de lugar un poco, colocándose debajo de ella y regresándola rápidamente con las puntas de sus dedos. Fue empujada entonces por el hombre junto a ella, quien farfulló una disculpa antes de tratar desesperadamente de devolver una pelota muy mal lanzada de su pareja. —Hey —la voz de Dar llamó su atención bruscamente, justo a tiempo para golpear la pelota que se dirigía a su cara. Frunció el ceño para sí misma y redirigió su atención, restableciendo el ritmo que habían fijado. Dar mandó la pelota otra vez, y fue por ella, y luego sintió a su adversario chocar  violentamente contra ella otra vez, sacándola de balance. Logró tocar la pelota con una mano, pero ésta voló en un arco desatinado, forzando a Dar a saltar tras ella. Su adversario tropezó y casi la hizo caer, pero se las arregló para saltar por encima de sus piernas, guardando precariamente su posición mientras enfocaba sus ojos en la dirección de Dar. Su jefa había seguido sus mociones precisamente, dando con una mano a la pelota justo antes de que golpeara el suelo para dar a Kerry el mayor tiempo posible para que pudiera ponerse nuevamente de pie. Cuando levantó sus manos, Dar envió la pelota, junto con una sonrisa libertina y un guiño. La multitud aplaudió inesperadamente. ¡Sí!  Kerry trató de contener su impulso competitivo, pero se sintió dar lo mejor de ella cuando se dio cuenta de que solamente habían quedado dos equipos. El premio era irrelevante, sabía. Ganar era lo que quería, ganar, y el hecho de fueran ella y Dar las que lo hicieran. De pronto, eso era lo que más importaba. Dar sólo tenía una enorme sonrisa pirata en su rostro ahora, mientras tiraban la pelota de un lado a otro con confianza. Kerry sabía que sonreía también, y cuando el otro equipo se tambaleó, y su pelota salió rodando, envió un ultimo voleo hacia Dar, cuando Mariana silbó en su micrófono. Dar cogió la pelota y la sujeto en la palma, entonces se acercó a Kerry y se encontró impulsivamente estrechando sus cinco. Sus ojos se encontraron. —Vaya equipo —anunció Mariana, y rió en el micrófono.

Y por espacio de algunos latidos de corazón, esas palabras parecieron hacer eco alrededor  de ellas mientras relajaban sus hombros con golpecitos mutuamente, Dar extendió una mano para calmar el exceso de emoción de Kerry. Mariana les dio la pila de papeles, todavía riendo. —No puedo creerlo —se dirigió a Dar—. ¿Qué diablos te picó esta noche? Dar trató de no encogerse por eso. —Después de todo el tiempo que he estado aquí, más valía hacer algo bueno —tomó una respiración, y se condujo a Kerry que aún sonreía abiertamente—. No sé tú pero… —Definitivamente necesito una trago —Kerry estuvo de acuerdo—. Y un poco de aire —se abanicó, la cerrada habitación ya se había viciado. Y así, algunos minutos después se encontraron afuera en el balcón del decimocuarto piso, con copas en la mano, y el mar que se extendía hasta el horizonte frente a ellas. Kerry se apoyó contra la barandilla y secó su frente, agradecida de la fresca brisa rozando su espalada. —Wow. —Puedes decir eso otra vez —respondió Dar, con una risa sofocada—. Vamos tener que escuchar acerca de esto durante la próxima década fiscal. —¿Eso es algo malo? —Kerry tomó una largo sorbo de su cerveza fresca, sus ojos mirando el perfil de Dar. Dar se recargó sobre la barandilla, mirando hacia el mar por un minuto. —¿Para mí? No —respondió al final—. Para ti podría serlo. Kerry inclinó su cabeza en pregunta. —¿Cómo? —Si quisieras ir a lugares dentro de la compañía, es mejor para ti si te mantienes lejos de mí todo lo que puedas —Dar habló muy suavemente, y muy uniformemente. Quedó sorprendida cuando Kerry se río y se giró para encontrarse cara a cara con ella—. Es en serio. —Lo sé —Kerry dejó a su risa disminuir—. Pero… el único lugar en el que quiero estar aquí es este lugar en donde ya estoy —dijo a su jefa—. Así que realmente no me importa qué piensen todos ellos de mí por eso —ahora era su turno de estar seria—. Dar, podría ser  inapropiado de mi parte decirte esto, pero… eres brillante. Quiero aprender de ti, aprender de la mejor, y el resto de esas sandeces políticas no significan nada para mí. Conozco sobre eso más que nadie aquí de todos modos —echó un vistazo al interior de las puertas abiertas hacia la habitación de presentación, y agitó su cabeza ligeramente—. Aficionados. Dar la miró atentamente por un momento muy largo, y luego sus labios fueron dibujando una sonrisa diminuta. —¿Sabes algo? —dijo—. Algún día tú y yo vamos a sentarnos y sumar quién de nosotras aprendió más de quién —con eso, levantó su copa y la extendió, y miró cuando Kerry tocó el borde con la suya. Terminaron sus bebidas en tranquilo silencio, sólo disfrutando del aire nocturno, y la luna llena que iluminaba el océano con un sendero plateado brillante. Entonces Kerry se giró a medias y vio hacia la ruidosa fiesta, mirando cuando Eleanor desfiló ante los jueces en su traje. —Creo que he tenido suficiente por una noche, pero con tres cervezas dentro de mí, es mejor que me enfríe en alguna esquina antes de pensar en conducir a casa. Dar parpadeó en dirección a las puertas pensativamente.

—Hay una pequeña cafetería doblando la esquina. ¿Quieres tomar una taza en lugar de esperar ahí?  Allí había, Kerry estaba bien conciente, máquinas de café en dos variedades en cada piso del edificio de oficinas de ILS. Eran incluso gratis. Era asombroso qué feliz era la idea de pagar por una taza de las que hablaba. —Suena a un buen plan —elogió a su jefa—. No creo que conozcas un salida alternativa de aquí, ¿o sí? —Seguro —Dar respondió, señalando hacia el otro lado del balcón—. Sígueme. —A donde sea —Kerry obedeció fácilmente, y desaparecieron en la oscuridad. Había comenzado su noche sola en algo en lo que apenas se había dado cuenta de que estaba perdida, y terminándola al encontrarse más de lo que alguna vez había esperado. Solamente el tiempo revelaría a dónde eso la llevaría.

:: LA CASA DEL MAR :: (HOME FROM THE SEA. A SHORT HOWLOWEEN STORY) Por Melissa Good —No voy a usar esto —Kerry cruzó sus brazos y asumió con su más testaruda expresión—. No me importa lo que digas, Dar, no iré a la fiesta de día de brujas vestida como Dogbert —la mujer rubia de ojos verdes contempló el disfraz—. Así es que olvídalo. —Aw —Dar Roberts, su alta compañera de cabello oscuro, se acercó y recogió una oreja caída—. Lucirías tan linda, vamos, Kerry. —No —Kerry frunció el ceño—. Y no luciría linda como un perro blanco, mentecato y redondo. —Está bien —Dar deshizo toda la fila de posibilidades—. ¿Que tal éste? —alzó un traje de princesa hindú de cuero blanco y finos hilos. —Vaya, andas en los extremos hoy, ¿no es así? —Kerry escogió un traje más suave—. Allí. ¿Qué tal el de Robin Hood? —¿No te refieres a la doncella Marian? —Maldición, no. ¿Qué tuvo ella de divertido? —la mujer rubia recogió algunos accesorios y se dirigió hacia el cajero—. Y no puedo esperar a verte en esa armadura. —Mm —Dar la siguió, reservando sus comentarios sobre el pesado traje de malla de hierro entrelazada del que Kerry le había hablado—. Entre las dos, tendremos suficientes armas para llevar la torre Centrust, si tenemos que hacerlo. Kerry pagó por el disfraz y dejaron la tienda, caminando a través de la puesta del sol y conduciendo la corta distancia hacia la terminal del trasportador, que las llevaría a casa. *** Después de la cena, se sentaron tranquilamente en el pórtico que daba hacia el Atlántico, y observando aparecer las estrellas, junto con una agradable luna llena que pintaba una franja cremosa a través de las ligeramente agitadas aguas. —Me gusta el Día de Brujas —comentó Kerry—. Es divertido y todos tienden a actuar un poco locos. Nosotros solíamos ir al lago que estaba cerca de la casa de mis padres y contar  historias de fantasmas alrededor de una pequeña fogata. —¿Historias de Fantasmas? —Dar rió entre dientes. —Oye, no te rías, algunas de ellas realmente eran espantosas. Teníamos una acerca del tren fantasma, donde podías oír el silbato una y otra vez, pero si permanecías cerca de las

vías, nunca podías verlo —Kerry le dijo—. A menos que estuvieses a punto de morir, entonces lo hacías y el conductor te daba un saludo de despedida. —Si toda la gente que lo vio estaba a punto de morir, ¿cómo conseguiste salir librada de eso? —su compañera preguntó razonablemente—. ¿Correo electrónico interdimensional? —Hah hah —Kerry apoyó sus desnudos pies sobre el barandal—. Apuesto a que no sabes una buena historia de fantasmas, ¿o sí? Dar estuvo en silencio un momento. —Bueno, en realidad sí —asintió—. No tanto una historia, es una leyenda de aquí mismo, en la isla. —Ooh —Kerry se acomodó en una posición más confortable—. No puedo esperar a oír  esto, ¿alguna historia de los Miccosoukee? —No exactamente —Dar colocó sus dedos en una rodilla—. Esta isla solía ser gobernada por Vanderbilts. —Lo sé. —¿Quieres escuchar la historia ó no? —Kerry cubrió su boca pacientemente—. Ellos construyeron una enorme mansión en la orilla del agua que daba hacia el Atlántico, y allí fue donde vivieron una buena parte del año —Dar señaló con el dedo—. ¿Puedes ver la mansión allá, cierto? —Kerry asintió—. Estaban tan encariñados con la isla, que aquellos Vanderbilts que murieron aquí, fueron sepultados en la propiedad, en dos lápidas monumentales, porque sacarlos de aquí no era una opción. Pero la cabeza de la familia, Commodore Vanderbilt era un veterano de la Armada, salió un día de invierno y su barco se perdió en el mar. —Oh. —Su esposa estaba devastada, sufrió mucho por él y esperó a que llegara a casa, pero él nunca lo hizo. Así que ella murió en la mansión y fue enterrada ahí. La mansión fue heredada a uno de los chicos, pero ellos no se aparecieron por aquí por algún tiempo. —Oh. —Cuando lo hicieron, empezaron a escuchar historias del servicio que abandonaron. Parece que las sirvientas y los jardineros estuvieron diciendo que en las noches de luna llena, veían a la Sra. Vanderbilt deambulando alrededor de la mansión, llamando a Commodore. —¿En serio? —murmuró Kerry—. Vaya, eso es triste, y de alguna manera, romántico. —Bueno, el personal no lo pensaba así —remarcó Dar secamente—. Muchos de ellos hablaban de dar testimonio de eso. De todas formas, uno de los hijos dijo que se quedaría durante toda la noche, sólo para comprobar que no había nada que temer —se hizo silencio. —¿Y qué pasó entonces? —Lo encontraron en el fondo de la alberca —le dijo Dar—. Al parecer estaba caminando sonámbulo, caminó justo hacia el agua y se ahogó. Kerry sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. —Eso es… muy extraño —observó por encima del cuerpo de Dar para mirar la sombría mansión visible a la luz de la luna, justo bajo la orilla—. Sin embargo, piensan que es sólo una historia, o es lo que se sabe de eso hasta ahora. Dar reposó su mentón en la barandilla y miró fijamente la costa. —No lo sé. Alguna vez en algún momento aparecerá repentinamente otra vez, Clemente estuvo mencionando el otro día, que al parecer una noche, una de las sirvientas corrió

gritando del segundo piso, entonces cayó por las escaleras circulares. Aseguran que vio un fantasma. —Ew —Kerry hizo una cara—. Ella probablemente lo estaba imaginando. —Probablemente —Dar estuvo de acuerdo—. Bueno, iré a correr, ¿quieres acompañarme? —No esta vez —Kerry rechazó con pesar—. Tengo un proyecto en el que hay que trabajar y dos cargas de ropa que lavar —se levantó y siguió a Dar adentro, subió con dificultad a su oficina y se colocó calmadamente detrás de su escritorio. Sacó sus archivos y se puso a trabajar, pero la historia de los Vanderbilts seguía dentro de sus pensamientos, hasta que finalmente se levantó de su silla y regresó abajo, a la tranquila sala. Dar había llevado consigo a su labrador, Chino, a que la acompañase, así que Kerry estaba completamente sola, fue de regreso hacia el balcón y se inclinó contra el barandal. Sus ojos encontraron la silenciosa mansión y estudió el piso de arriba, donde las puertas de las que solían ser las habitaciones de los Vanderbilts se abrieron directamente hacia el océano. Las paredes de piedra de la vieja casa resplandecían débilmente ante la luz de la luna con los oscurecidos cristales de las ventanas con los postigos cerrados que daban hacia el mar. Era un truco de la luz, estaba segura, cuando una sombra se movió a través del lejano barandal y desapareció. Un pájaro o algo, ¿verdad?. Las aves no vuelan de noche, Kerry . Miró fijamente, convencida de que vería el movimiento una vez más.   Qué demonios…   dudó, después compuso su mente, luego entró al apartamento, deteniéndose en la cocina para agarrar una linterna antes de que abriese la puerta trasera, bajó los escalones y salió de la pequeña área del jardín, cerrando el portón de metal tras ella. La costa estaba tranquila mientras hacia su camino por la arena, las olas golpeando contra sus pies desnudos. Caminó mas allá del oscurecido Club de Playa, luego avanzó playa arriba hacia las escaleras de coral, que la llevaron hasta el patio de la mansión. El edificio apareció ante ella. Una construcción de dos pisos, compuesta por extraños adornos en los bordes y estatuas talladas en las esquinas que la miraban con ojos vacíos mientras ella se acercaba, sus pies desnudos ligeramente raspados por el coral rodeando la alberca, y alzó la vista hacia el balcón. Nada. Sólo el suave siseo de las olas y el revoloteo de las aves tropicales, en el nido que estaba cerca, rompieron el silencio. Entonces escucho débilmente un ruido sobre ella. Como si trapos empezasen a cubrir la piedra, retrocedió y miró hacia el balcón, pero sólo vio sombras. Impulsada por la curiosidad, fue hacia la puerta trasera, en donde estaba el bar, y giró la perilla. Se sorprendió cuando giró fácilmente bajos sus dedos, entonces se dio cuenta de que el personal de limpieza probablemente no terminó la cena ahí dentro. Empujó la puerta de madera y entró, una ráfaga de aire frío le golpeó el rostro mientras se desplazaba del coral hacia la alfombra, dejando que la puerta se cerrase. Kerry caminó más allá del latón y del bar de madera, en donde vasos recién lavados reposaban sobre una alfombrilla, sin embargo un cazo negro atrajo su atención, se estiró lo suficiente para agarrar un Marascino de cereza de él. Chupando con satisfacción la colorida fruta mientras continuaba su camino. El bar daba a lo que una vez fue el estudio de Commodore y ahora era sólo un gran salón. Estaba amoblado con muchos muebles de cuero y con libros. Caminó más allá y subió los dos escalones de la entrada principal, donde las enormes puertas dobles de madera

estaban rigurosamente cerradas. En la entrada circular, una escalinata en forma de espiral de mármol adherido a las paredes sobre ella, Kerry escuchó repentinamente un ruido, como si algo hubiese caído. Su corazón empezó a latir con fuerza. —Vamos Kerry, no seas estúpida —murmuró a sí misma mientras ponía su mano en el barandal y empezaba a subir las escaleras. Las pisadas cesaron y la superficie se sentía extraña bajo sus pies, mitad limpio, mitad revuelto, donde la superficie de mármol se había deteriorado a través de los años. Movió la linterna en su mano pero no la encendió, puesto que la luz de la luna alumbraba a través de las numerosas ventanas y hacía innecesaria la luz de la lámpara, hasta ahora. Salió a la cima de la plataforma y miró fijamente hacia el vestíbulo, el cual tenía puertas revestidas del lado este, y otras pocas en el oeste. Una fina banda de antigua alfombra corría por el centro, puesto que esta parte de la habitación no era usada en las actividades diarias del Club, y de hecho, las antiguas habitaciones se utilizaron en su mayor parte para guardar  muebles y para proporcionar el espacio para oficinas para el Maitre del Club y el departamento de abastecimiento.  Ahora se habían ido, seguramente a casa. El silencio la envolvió y se detuvo, escuchando. Un suave rechinido la hizo saltar un poco, se giró mirando fijamente la puerta abierta que estaba junto a ella. Era una habitación ensombrecida, asomó su cabeza por la puerta, mirando alrededor y viendo nada, sólo muebles empolvados. Había un espejo colgado en la pared, se introdujo adentro, echando un vistazo afuera de las puertas dobles que daban hacia el mar, después se volvió para encontrar a ella misma reflejada en la oscuramente plateada superficie.  Algo se movió. Kerry se giró pero no encontró nada, había sólo un cuadro desequilibrado colgado en la pared. Muy bien.  Respiró profundamente y exhaló.  Sólo relájate, empuñó sus manos y flexionó sus brazos, sintiendo un ligero frío entrar en el aire nocturno de afuera mientras una puerta se balanceaba con el viento. La miró fijamente por un momento, luego caminó hacia ella y la cerró calmadamente, sintiendo la firme resistencia de cómo el viento se asentaba a regañadientes en el lugar. —Creo que mejor salgo de aquí —su propia voz sonaba extraña y lejana. Se dirigió hacia la puerta y reingresó al pasillo, pretendiendo dirigirse hacia las escaleras, pero se detuvo al escuchar un fuerte rechinido detrás de ella. Despacio, se giró, su corazón palpitando fuertemente, sus ojos buscando nerviosamente en la oscuridad. Vio el enorme y vacío pasillo ante ella, iluminado solamente por las franjas de la luz de luna entrando a través de las puertas medio abiertas. Tranquilizándose un poco, caminó empezando a sentir un hormigueo en su piel, mientras llegaba a la última puerta, la cual era un poco mas grande y colorida que las demás. La atrajo poderosamente. Se encontró dejándose llevar hacia ella. Y antes de saber lo que realmente estaba sucediendo, empujó el entrepaño de madera y entró en la habitación. Lo primero que percibió fue el olor, una delicada insinuación de rosas cosquilleó su nariz y giró en círculo buscando su fuente. No había nada. La puerta del balcón estaba abierta, la brisa marina entraba agitando la tela suavemente drapeada sobre la grande cama cubierta, rozando suavemente sobre la piel de Kerry, con un toque de fresca humedad. Las paredes aquí se cubrían de pintura vieja y desteñida, flores de

plantas trepadoras alcanzaban el techo enyesado. Un tocador finamente tallado cubría toda una pared, con un espejo redondo montado sobre él. El espejo tenía sólo una larga grieta que cruzaba en forma diagonal sobre el cristal, pero de otra manera, estaba intacto. Un fuerte viento sopló, y la puerta azotó cerrándose detrás de ella. Kerry saltó a mitad del camino hacia el techo, sujetó y tiró la vieja y redonda manija de acero, jalando con todas sus fuerzas, se desprendió de su mano y la puerta quedó firmemente cerrada. Estaba empezando a temblar. —Muy bien —se obligó a calmarse y caminó hacia las puertas del balcón, saliendo hacia el frío mármol y tomando un respiro de aire limpio y salado. Miró hacia el mar, observando las líneas cruzar el horizonte, entonces se giró hacia la siguiente ventana y volvió a entrar en ese camino. Sus ojos se fijaron en un movimiento de una forma oscura, vio una mano extendida yendo hacia ella y se aterrorizó—. ¡Jesús! —retrocedió hacia adentro y llegó a la puerta oyendo un crujido tras ella, mientras agarraba el antiguo mecanismo en un poderoso puño y girándolo, sintiendo un débil clic y empujando su cuerpo hacia atrás para abrir la puerta.  Afortunadamente se movió y se deslizó a través de ella, corriendo a toda velocidad hacia los escalones, sólo para repentinamente tener la puerta de la primera habitación balanceándose frente a ella. Siendo incapaz de detenerse, dio el portazo contra ella, derribándola y dejándola sin sentido por un largo y confuso momento. Un escalofrío vino sobre ella y se puso en pie al sentir un toque tras su cuello. Empujó la puerta fuera de su camino, reservando una mirada atrás mientras abandonaba el pasillo. Unas manos la agarraron y ella gritó luchando contra el puño que la sostenía firmemente mientras retorcía su cuerpo a un lado en un desesperado intento de huir. Sus sentidos estaban sobrecargados tratando de absorber en su cerebro aterrado la cascada de sensaciones que caían alrededor de ella, hasta que su sentido del olfato se impuso a todo lo demás con sólo un absoluto mensaje desesperadamente importante. Los fantasmas no sudaban. Ellos generalmente tampoco la llamaban por nombre; entonces sus oídos finalmente identificaron el sonido hueco alrededor de ella. Tampoco eran, usualmente suaves, y más altos de lo que ella era. Y no traían perros labradores para lamer sus temblorosas rodillas. —Oh Dios mío —Kerry se desplomó en los brazos de Dar, enterrando su cara en el sudor  de su húmeda camiseta, mientras los escalofríos la recorrían a través de su cuerpo—. Oh Dios mío —susurró. —Calma —la voz baja de Dar retumbó—. Calma. Te tengo —frotó la espalda de la pobre mujer y la abrazó—. Te tengo —echó un vistazo sobre el hombro de Kerry hacia el pasillo polvoriento y sacudió la cabeza—. Sólo relájate. Kerry quedó en silencio por un momento, acurrucada en el abrazo de Dar hasta que su respiración volvió a la normalidad y fue capaz de abrir los ojos. —Lo siento —tocó la superficie que había estado golpeando. —No bromees —Dar le rodeó los hombros con un largo brazo—. ¿Estás bien? te has dado un golpe en la cabeza —verificó el bulto con cuidado—. ¿Qué sucedió? Kerry se asomó inciertamente hacia atrás. —No lo sé… realmente yo… pensé haber visto un movimiento desde el apartamento, así que bajé a echar un vistazo y… —miró hacia arriba—. ¿Acabas de venir de las escaleras? —Dar asintió—. Dar, vi algo ahí afuera. Lo juro —Kerry dejó escapar—. Había algo afuera en

el balcón y me persiguió —exhaló inestablemente—. La puerta en esa última habitación se azotó y no podía salir, la puerta finalmente se abrió y entonces estaba afuera, entonces me persiguió y la otra puerta se abrió y me golpeé y entonces me levanté y me agarró y yo… —Shhh —Dar acarició su rostro suavemente—. Bueno, bueno… puedo ver que algo aquí te asustó, eso es seguro —sus ojos buscaron las paredes y la alfombra—. Iré a ver. Tú quédate aquí. —Sí como no —Kerry cerró con picaporte firmemente ante ella—. No necesito verlo otra vez, salgamos de aquí, Dar. —Déjame ir a echar un vistazo —instó Dar—. Entonces quédate conmigo si quieres. Vamos a la última habitación y regresamos —se detuvo—. Ésa era la habitación del amo. —Yo pienso que el amo aún sigue ahí —Kerry dijo entre dientes, permitiéndose de mala gana dejarse llevar. Aunque con Dar aquí, la mansión parecía perder su amenaza, cualquier  fantasma que las asechara retrocedería debido a la poderosa personalidad de su amante.  Anduvieron por el vestíbulo acompañadas por la juguetona Chino, entrando en el dormitorio que ahora era un espacio mundanamente empañado, polvoriento, monótono completamente vacío, sin ninguna persona… corpórea al menos. Kerry sacudió la cabeza—. Vi algo —suspiró—. No era sólo mi imaginación, ¿era… esa era sólo una historia ó era verdadera, Dar? —No lo sé —Dar la dirigió afuera del balcón, una extensión descubierta de mármol con torcidas grietas muy finas en él por los años de abandono y sostenido bajo su propio peso. Caminó hacia el borde y reposó sus manos en él mirando hacia el mar—. Yo… en cierto modo, siempre esperé que la historia no fuese verdad —se giró y encaró a Kerry—. Siempre esperé que, de alguna manera… —Mmm —Kerry frotó sus brazos aún fríos—. ¿No sientes que es escalofriante aquí? —Sólo un poco triste —Dar miró de nuevo hacia el agua—. Pero, la familia de mi padre estuvo en la Armada por sólo Dios sabe cuántas generaciones, quizá sólo lo entiendo desde una perspectiva diferente. La luna salió de detrás de las nubes y quedaron en una breve, casi alarmante oscuridad. Kerry fue al lado de Dar y miraron hacia afuera, viendo las luces del barco, claras y brillantes en el horizonte. Muy lejos, oyeron una campana de barco, suave y solitaria en la noche. Detrás de ellas, una puerta se cerró. Y se miraron mutuamente. —¿Podemos salir de aquí ahora? —Kerry preguntó sintiendo que un escalofrío le venía a la piel otra vez. —Sí —Dar convino—. Buena idea. Fueron hacia afuera de la mansión y salieron a la plataforma de coral, todavía envueltas en sombras, e hicieron su camino a casa. Sin mirar atrás. Fin

:: LA NOCHE ANTES DE NAVIDAD :: (T'WAS THE NIGHT BEFORE CHRISTMAS) Por Melissa Good Kerry cuidadosamente colgó el último, pequeño ornamento de madera sobre el árbol, retrocediendo para inspeccionar su trabajo cuando hubo terminado.

—Allí —se dio la vuelta para mirar a la mujer de extensos miembros y cabello oscuro, reclinándose sobre el sofá mirándola a su vez—. ¿Cómo está? Dar inclinó su cabeza a un lado y examinó el árbol. —¿Ése es el último? —acarició la cabeza de una Labrador color crema que estaba dormitando sobre el sofá junto a ella. —Síp —Kerry cruzó sus brazos a la altura del pecho. —Qué bien, porque pienso que uno más y nos caería una avalancha sobre nuestras manos —Dar se río entre dientes, sonriendo abiertamente cuando Kerry le dio una falsa mueca—. Es perfecto, Ker —se ablandó, admirando los ocho pies de estatura adornados con las luces, el espumillón, guirnaldas, y una plétora de brillantes ornamentos—. La única cosa que falta son las castañas asadas a fuego abierto. —Bien, al menos que quieras estar en la cocina conmigo sosteniéndolas sobre el gas de los quemadores… —Kerry caminó y se sentó a lado de Dar—. Eso es todo lo que podemos hacer ya que no tenemos fuego abierto en el que asarlos. Se sentaron juntas, y miraron el centelleo del árbol alegremente. —Además… —dijo Kerry—. No hay ninguna manera de que ese árbol se vaya a caer. Hay demasiado sujetándolo —miró las pilas y pilas de regalos debajo del árbol—. No puedo esperar a mañana. —¿Para abrir tus regalos? —Dar la molestó—. ¿O para nuestra fiesta? Kerry le enseñó su lengua. —Ambos —admitió—. Adoro el Día de Navidad, por muchas razones. Dar movió los dedos de sus pies, cubiertos por las medias, con satisfacción. —Yo también —dijo—. ¿Qué te parece si nos vamos a la cama, para que así llegue más pronto? —Está bien —Kerry se puso en pie—. Déjame sólo poner el regalo para Santa, ¿sí? —desapareció en la gran cocina bien iluminada. Un guante acolchonado estaba tendido sobre el mostrador, lo recogió y abrió el horno con él—. Hm… ¿Hey, Dar? —¿Sí? —la voz de Dar sonó justo detrás de ella, y su respiración hizo cosquillas a la oreja de Kerry. Kerry saltó. —¡Yipe! —Mmmm —Dar hizo caso omiso de la moción y miró con atención sobre el hombro de Kerry—. Ésos huelen bien. —¡Son para Santa! —Kerry apuntó con su guante a Dar—. ¿Así que no te hagas ideas —se puso el guante sobre su mano otra vez y retiró la bandeja llena de galletas, poniéndolas sobre un apoyo para que se enfriaran. —¿Ho ho ho? —Dar puso su barbilla sobre el hombro de Kerry, olfateando esperanzadamente. —Darrrr… —Vamos. Hay una docena de galletas. No se dará cuenta de que falta una —protestó Dar—. Y además, sabes que terminaré comiéndomelas para el desayuno. Kerry suspiró, entonces recogió la última galleta sobre la bandeja, rompiéndola por la mitad y ofreciendo una parte a Dar—. Es cierto. Toma —observó a Dar mordisquear el trocito de la galleta de chocolate caliente con delicadeza, entonces tomó una mordida de la otra mitad—. Saben bien ¿huh?

—Perfectas —Dar asintió—. Ligeramente crujientes por fuera, suaves por dentro, chispas agradablemente tibias —caminó hacia el refrigerador—. La única cosa que necesita es… —Leche —Kerry se río mientras apilaba las galletas sobre un gran platón—. Dame un vaso para acompañar esto —no estaba realmente segura de por qué guardaba la tradición, desde que era ciertamente suficiente que Dar querría ir directamente por el platón a la mañana siguiente, y ambas sabían de dónde procedían los regalos debajo de ese árbol en la sala. Pero era una bonita tradición… una en que podrían regresar un poco de lo que se habían dado, y Kerry siempre se había sentido cómoda con eso.  Así que llevó el platón a la sala, así como al vaso de leche y los puso sobre la mesa del comedor junto a la hermosa, fragante pieza de centro. Entonces se dio vuelta y levantó las manos para sujetar a Dar, sonriendo cuando su pareja se acercó y se las tomó. Atrajo a Dar  hacia ella y se besaron delante del árbol, poniendo sus brazos alrededor una de la otra y simplemente disfrutaron del momento. —Vamos, chica del cumpleaños. Es tiempo de ir… —¿A ponerme en mi traje de cumpleaños? —preguntó Dar. Kerry sonrió abiertamente. —Sí —desabrochó uno de los botones de Dar, y enganchó su dedo en torno a un segundo, tirando de ella hacia el dormitorio—. Otra razón por la que adoro la Nochebuena. Dar puso sus brazos alrededor de Kerry y se las arreglaron de algún modo para pasar por la puerta del dormitorio sin romper el beso. Chino bostezó y trotó detrás de ellas, yendo a su canasta y haciéndose un ovillo adentro. En la sala, el árbol continuó centelleando, lanzando reflejos llenos de color contra las ventanas de vidrio deslizables y simulando al ausente cielo estrellado. La media noche fue interrumpida por un suave campaneo del reloj de pared que resonó ligeramente en el usualmente silencioso y oscuro apartamento. Las ramas del árbol se agitaron, balanceándose ligeramente y produciendo el más bajo de los tintineos, y las luces bajaron como una dorada neblina que se expandía entre ellas. Bajaron y se elevaron, esparciéndose como polvo en el interior de la sala en forma de una manta cálida antes de unirse en dos distintas figuras. —Ooh. Me gusta éste, Xe —dijo la primera, y más pequeña. La más grande musitó enseguida. —Linda —vino la respuesta—. Pero mira este lugar. Otra caja. ¿Por qué están todos en cajas? —Mm… no es realmente una caja. Se parece más a montón de cajas. ¡Mira la ventana! —¿Qué océano es ése? —la figura extendió una mano más allá del cristal, luego la atrajo de regreso—. Hace calor afuera. —No lo sé —la pequeña se movió a lo largo de las paredes—. ¡Oh, Xe, mira! ¡Mira esto! Las dos formas doradas se unieron. —Un pez —la más grande dijo pragmáticamente. Un mechón de luz tocó el marco. —¿Cómo pusieron el pez ahí? ¡Está aplanado! Una baja, suave risa imperceptible cruzó el aire. —Sigues haciendo preguntas después de todo este tiempo ¿hmmm? —Bien. ¿Qué más cosas aprendes? —la más pequeña se precipitó emergiendo en un remolino de luz—. Oh, Xe, ¿no es bonito? —¿Qué es?

—No lo sé, pero mira todas las pequeñas velas. —No creo que sean velas. No calientan. —Lo que sea. Sin embargo, esto no es diferentes de nuestra cabaña. ¿ves? Dos nubes de luz descendieron y se posaron sobre el sofá. —Ah —la más alta rió entre dientes—. Definitivamente una de nosotras. Huele ese cuero. La más pequeña rió suavemente. —No creo que eso sea heredado. —Seguro que sí. Todas ellas lo tienen —replicó la más alta—. Asientos de cuero, bolsas de cuero, ropa de cuero… —Silencio —la más pequeña susurró—. Oh, Xe… —un halo de luz le rodeó—. Este es un lugar feliz. La alta figura se extendió a lo largo del sofá, formando una larga y elegante imagen descansando en ese lado. Puntos de luz siguieron la otra ondeante nube. —¿Cómo puedes decirlo? La nube más pequeña se expandió, lanzando zarcillos que cruzaron el espacio. —Puedo sentir el amor —se movió hacia atrás pasando al otro lado de la habitación—. ¡Oh! —¿Ahora qué? —la más grande se giró hacia arriba, envolviéndose alrededor de la más pequeña con gracia sinuosa—. ¿Más peces? —Ellas —un diminuto chispeo señaló una escena. —Nosotras —una voz más profunda respondió. —Mm —un momento de silencio—. Cielos, eso es raro. —Síp —la más grande se separó, y vagó despacio hacia la ventana. Pasó sobre la mesa, y se detuvo—. Hm. —¿Qué? —¿Qué tenemos aquí? —la figura más larga se solidificó sobre la mesa, posándose sobre ella—. Ah hah. Una risita tonta. —Imagino que donde sea que hubiera galletas, las encontrarías. —¿Eso quiere decir que tú no quieres ninguna? Bien. —Xena —la forma más pequeña giró hasta allí—. No te puedes comer sus galletas. —Sí que puedo. Mira —una galleta desapareció en un rizo dorado—. Mmmmm… —otra más desapareció. —¿Cómo hiciste eso? —la más pequeña se entrelazó con la más grande con curiosidad—. Oh. —¿Ves? Fácil —un polvo de migajas cayó como lluvia. —Mm —una risa de luz—. Sigues aprendiendo cosas de ti después de todo este tiempo. Tienes razón. Están geniales. ¿Pero esto no es robar? —Las galletas no cuentan —un suave sorbo sonó enseguida—. Leche de vaca. Buen detalle. —Me gustan las pequeñas cosas marrones en la galleta. ¿Qué crees que sean? —¿Uvas deshidratadas? —Xena. —Tú eres la cocinera en la familia, no yo, Gabrielle —otra galleta desapareció—. Creo que es chocolate. —¿Chocolate? —Síp.

—Hm… Tengo que encontrar algo de esto cuando regresemos. Tiene que haber un poco de esta cosa en los Campos Elíseos "en alguna parte". El plato brilló vacío en poco tiempo. La figura más pequeña vagó de regreso al árbol. —Es tiempo de hacer lo que vinimos a hacer —destellos dorados giraron alrededor del árbol y los regalos debajo de él—. ¿Crees que necesiten obsequios de nosotras? Parece que tienen muchos. La nube más grande rodeó a la más pequeña. —Los regalos siempre son buenos. —¿Sabes qué les daría si pudiera, Xe? —¿Qué? —Una vida juntas tan larga, y tan feliz como lo fueron la tuya y la mía —Mm —la luz dorada se intensificó—. Nunca pensé que terminaríamos siendo capaces de decir eso. Una clara y encantada sonrisa. —La vida es tan rara —un remolino brillante repentinamente llamó su atención—. Oh, Xena. Mira. La alta figura se movió hacia la pared, y se colocó ahí frente a la base en la pared de dura madera, con un enroscado pedazo de metal montado en ella. Indecisamente, una mano dorada moldeó y alcanzó la destruida reliquia, los dedos se amoldaron alrededor de lo que era vagamente identificable como la empuñadura de una espada. —Por los dioses, extraño esto. La forma más pequeña flotó hasta allí, y se acomodó alrededor de la más grande. —Wow. No puedo creer que haya durado todo este tiempo. Despacio, la luz dorada se extendió sobre la vieja espada, entretejiéndola en el resplandor. Luego el halo se replegó. —Un obsequio —el bajo susurro de Xena resonó. —Y añadiré el mío —Gabrielle respondió, formando un pedazo de su alma en algo real y gentilmente la colocó sobre la espada. Por un momento, la luz dorada se dispersó, esparciéndose en todo radiantemente, luego se desvaneció hasta ser sólo dos puntos. —Es tiempo de irse —dijo Xena. —Lo sé —dijo Gabrielle—. Los dioses estén con ustedes, nuestras niñas lejanas —los puntos se unieron, y luego se elevaron hacia las estrellas. —Buena suerte —una voz más profunda les siguió—. Van a necesitarla. —Xena. Una suave y musical risa se disipó en la noche. *** Kerry frotó sus ojos mientras caminaba con dificultad hacia el otro lado de la sala, con una  juguetona labrador a sus talones. —Te escucho… Te escucho…. detén tu cola, Chino —abrió la puerta trasera, y luego miró hacia el mar, tomando una honda respiración del salino y fresco aire—. ¡Feliz Navidad a todos! —gritó, a pesar de la temprana hora, escuchando sus palabras en el viento. Sonrío al amanecer, luego se giró y alcanzó el interruptor de la cafetera antes de regresar a la sala para mirar el centelleo de su árbol. Después de estudiarlo por un momento, intuyó algo un poco diferente pero era incapaz de percibir qué, dirigió sus ojos inspeccionando la mesa.

Una ceja se alzó. —Jesus, Dar —empezó a reírse—. ¿No pudiste esperar ni siquiera para desayunar? —¿Esperar qué? —inquirió Dar, asomando su cabeza afuera del dormitorio. Tenía un cepillo de dientes asomando en su boca. —Para comerte esas malditas galletas —Kerry continuó riéndose—. Buena la hiciste. Dar la miró, luego miró la mesa, y de regreso a ella. —Yo no lo hice —se quitó el cepillo de dientes de la boca y limpió sus labios—. Yo no las toqué. —Vamos —Kerry puso sus manos en las caderas—. Dame un momento, Dar. ¿Estás diciendo que Chino lo hizo? —caminó hacia adelante y levantó el platón, luego tomó el baso  junto a ella—. ¿Y se tomó la leche? —le dirigió una amorosa mirada irónica—. Está bien… te las ibas a comer de todos modos, ya sabes. Dar se aproximó e inspeccionó el platón, sus cejas se fruncieron. —Kerry, te lo estoy diciendo, yo no las toqué —dijo con voz curiosa. Kerry la consideró. —¿De verdad? Dar tocó una migaja caída dentro de una de las flores en el arreglo. —De verdad —sujetó la migaja—. Espero que Chino no haya aprendido a sentarse sobre la mesa. —Yikes —Kerry hizo una mueca. —Síp. No toqué ninguna galleta —Dar hizo un mohín. Kerry se rió entre dientes, y la encerró en un abrazo. —Te haré algunas más tarde, lo prometo —se giró y regresó hacia la cocina, sólo para ser  detenida por la voz de Dar. —¿Kerry? Kerry se dio la vuelta, para ver a Dar inspeccionando fijamente la pared. —¿Hm? Qué este dul… Jesús —caminó de vuelta al lado de Dar y estuvo de pie junto a ella—. ¿Cómo ocurrió eso? Sobre la pared, montado en el apoyo de madera, lo que una vez fuera un vestigio enroscado de una vieja espada ahora brillaba completamente, su hoja de metal suavemente reflejaba la luz matutina del sol. Dar sólo parpadeó ante ella. —Oh —Kerry abofeteó su cabeza—. Apuesto que lo sé —dijo—. Tu papá. Él me estuvo preguntando acerca de conseguir restaurar esa cosa… No estaba segura si tú… —Papá —la voz de Dar parecía aliviada—. Sí, y eso explicaría lo de las malditas galletas, también —se rió, y frotó sus cejas—. Wow. Me atrapó por un minuto. No estaba segura de lo que estaba ocurriendo. —Sí, a mí también. Chico escurridizo —se sonrieron la una a la otra, y luego Dar dio una palmadita a Kerry en su costado mientras se giraba y se dirigía por el café, dejando que Kerry mirara su nuevo adorno—. Espera un minuto —Kerry caminó hacia éste y retiró algo que colgaba de la espada, desenrollándolo y revisándolo con ojos curiosos—. ¿Hey, Dar? —¿Hm? —Dar echó un vistazo por encima de su tarea. —¿Papá habla griego? —¿Griego? Una brisa sopló por la puerta abierta, trayendo con ella la esencia del pasado, y una suave, fusionada risa.

FIN

:: UN AÑO NUEVO EN MIAMI :: (A NEW YEAR IN MIAMI) Por Melissa Good Kerry puso el freno de mano en su vehículo todo-terreno y se recostó, dejando las manos reposar sobre el volante mientras miraba su destino a través del parabrisas. El Hotel Biltmore se erguía frente a ella, su exterior de piedra estaba encendido por focos que rodeaban el viejo edificio, prestándole gracia y grandiosidad bajo el cielo oscuro. Una larga línea de automóviles esperaba la atención del servicio de estacionamiento, y Kerry calculó que podría tardar aproximadamente diez minutos para poder pasar. —Bonito lugar —comentó, girando su cabeza para dirigirse a su compañera. —Es una pila de roca que cuesta un millón de dólares al mes para su mantenimiento —Dar  respondió, sus brazos plegados sobre su pecho y los ojos cerrados—. Pero sí, es bonito —abrió un ojo azul pálido y atisbó a Kerry—. ¿Te he dicho qué bien se ve ese vestido en ti? —tiró de su barbilla hacia el ligero conjunto azul y plata de mediana longitud, que se ceñía a las hermosas curvas de Kerry. —Mmhm —Kerry sonrió abiertamente—. Pero puedes seguir diciéndomelo. No me molesta —echó un vistazo a lo largo del cuerpo de su pareja, quien estaba cubierta de seda color  ciruela—. Dios, te amo con eso —cloqueó su lengua varias veces. —Uh huh —Dar le dio un ligero codazo—. Muévete, antes de que alguien detrás de nosotras quiera conducir pasando por encima de esta cosa. Kerry soltó el freno y dejó que el Lexus avanzara. —¿Crees que necesitemos llevar puestas nuestras chaquetas para entrar? —Nuse —Dar se movió y presionó el control de ventana con la punta del dedo. Fue recompensada con una infusión repentina de ruido y una explosión del aire exterior de 38 grados—. Eso sería un sí —cerró la ventana apresuradamente, luego dirigió manualmente uno de los ductos de aire que proveían calor en dirección a ella. —Sureña —Kerry la molestó. —Ah ah… veo esa piel de gallina —Dar la golpeó en el brazo—. No me des ese sermón de lo resistentes que son los norteños, Kerrison. Tu gente busca calentarse. —Uh huh —Kerry boqueó hacia ella—. Deja de hablar, Dixiecup. Dar le enseñó la lengua. —No me tientes —rió Kerry, mientras avanzaba otro par de pies de distancia—. Chico, qué diferencia con el año pasado, ¿huh? —Mmm —Dar reasumió su relajada pose, jugueteando sus pulgares mientras observaba los automóviles moverse frente a ellas—. Oh sí. Incluso nos mostramos en el mismo automóvil esta vez —extendió la mano hacia el asiento trasero y tomó dos sencillas chaquetas de cuero, poniendo la de Kerry sobre la barrera entre los asientos, mientras se arropaba con la suya—. Maldición, esto se siente bien. Kerry condujo hábilmente hasta la estación del servicio, dando una agradable sonrisa al  joven que les se acercó cuando puso el automóvil en el estacionamiento. Recogió su abrigo, dando un apretón a la mano de Dar al encaminarse. —Vamos a la fiesta.

Salieron, y Kerry se encogió dentro de su abrigo, jalando el cierre y atando el cinturón antes de caminar hacia atrás del automóvil y dejar al servicio encargarse de éste. A pesar de sus presumidas palabras, el aire frío la hizo estremecerse y no hacía falta molestarse en preguntar si Dar oía a sus dientes castañear. Inclinó hacia atrás su cabeza, viendo a las estrellas brillar resueltamente cuando era tan raro que lo hicieran en Miami y exhaló una gran bocanada de aliento hacia la noche. Acababan  justamente de regresar de sus semanas de vacaciones, y el contraste entre el tibio Caribe y este sorprendente clima frío había sido significante. Kerry esperó que ninguna de las dos fuera a coger un resfriado. Dar puso una mano en su espalda y pasaron por en frente del automóvil, dirigiéndose hacia las anchas escaleras frontales del viejo edificio clásico. Empezó a silbar con baja respiración mientras se acercaban a la entrada, ya llena de personas. El patio exterior estaba siendo usado para servir bebidas y entremeses a pesar del clima, y la visión de la mayoría de sus empleados con igual indumentarias, haciendo frente al frío en delgados vestidos y smoking, cosquilleó el sentido del humor de Dar. —¿Cuánto tiempo calculas antes de que empiecen a congelarse en su lugar? Kerry amortiguó una risa mientras subían por los últimos peldaños del patio, y pasaban de la respectiva oscuridad de las sombras hacia los torrentes de tibia luz dorada. Fueron reconocidas inmediatamente. —¡Hey! —Mark Polenti fue hacia ellas, al mismo tiempo que Mari y Duks, y algunos otros—. ¿Cuándo regresaron chicas? —Ayer —Kerry le dio un abrazo—. No queríamos perdernos la fiesta. Dar dio vuelta a sus ojos. —Sí queríamos —discrepó—. Cambiaría este puesto de paletas heladas por una noche de zambullida en el sur, en un latido. —Oí que ustedes dos tuvieron toda una aventura —dijo Mari. Mark se enganchó alrededor de ellas. —¿Quieren darme sus abrigos? —preguntó cortésmente. —De ninguna manera —Kerry agarró su cinturón y tiró de él más fuerte—. ¿Estás loco? —Ahem —Dar dejó caer su brazo sobre los hombros de Kerry—. Perdona al oso polar, aquí. Dejó su abrigo de piel en Michigan. Kerry golpeó su pareja con la cadera, y le enseñó su lengua. Un camarero llegó con una bandeja llena de champagne, seguido por otro con surtidos aperitivos. Kerry tomó una flauta rellena y le pasó una a Dar, luego echó un ojo a la bandeja de comida y decidió esperar por el segundo asalto. —No, gracias. Tuve suficiente paté de hígado de pollo para el resto de mi vida. —Ew —Dar examinó sus opciones, luego ahuyentó al camarero—. Es una cosa horrible hacer Mousse a uno inocente salmón. —Así que, aparte de eso, ¿cómo estuvieron las vacaciones Sra. Lincoln? —Mari preguntó a Kerry—. ¿Pudiste tomar el sol al menos? Kerry sorbió su champagne, devolviendo un saludo informal de Eleanor. —Sí, el viaje de regreso fue tranquilo —dijo—. Hicimos un poco de buceo, pero principalmente sólo holgazaneábamos sobre cubierta y nos relajamos. —Suena como el paraíso —la VP de Personal suspiró—. Aunque encuentro difícil de imaginar a Dar relajándose.

Kerry se permitió recordar por un momento algunas largas tardes que pasaron dormitando bajo el sol. —Oh, ya sabes, cuando pone su mente en ello, Dar puede hacer casi todo, incluso eso —respondió—. ¿Oí que todo estuvo tranquilo en el trabajo? —Es verdad —Duks convino seriamente—. Y ahora todos pueden dejar de contener la respiración desde que ustedes dos han regresado y no ha ocurrido ningún desastre. El pequeño círculo de personas alrededor de ellas se río levemente. Dar levantó su copa y reconoció el irónico cumplido, entonces señaló hacia las puertas abiertas del imponente salón de baile del hotel. —Voto por que entremos antes de que esto se haga escarcha blanca de uva. Cruzaron el patio de piedra juntos, filtrándose a través de grupos de empleados iguales y recogiendo a más seguidores mientras iban hacia el tibio lugar. Kerry sintió la mano de Dar  volver a descansar en su espalda de nuevo cuando se acercaron a la puerta, y cuando miró alrededor, la cosa más bonita que podía imaginar ocurrió. Nadie se daba cuenta. O si lo hacían, no importaba. Qué diferencia. Kerry sonrió abiertamente, desajustando el cinturón de su chaqueta mientras cruzaban el umbral, y una ráfaga de aire tibio la azotó. Se desamarró y bajó el cierre delantero, luego quedó sorprendida cuando el peso fue levantado de sus hombros y retirado. Se giró para ver a Dar colocando el abrigo sobre su brazo, junto al de ella. Su alta pareja le hizo un guiño, entonces señaló con el dedo en dirección a la barra mientras se volvía para encontrar un lugar donde guardar sus abrigos. —¡Gracias! —Kerry la llamó desde atrás, sacudió su vestido hasta quedar un poco más recto y se movió fuera de la entrada para que los demás pudieran entrar. —Dud —Dudé é de la caba caballller eros osid idad ad de nues nuestr tra a amig amiga a por por much mucho o tiem tiempo po —c —com omen entó tó Duks Duks irónicamente, y se giró cuando Eleanor y José llegaron. —Oh sí, Dar… El verdadero príncipe azul en su brillante armadura —Eleanor interrumpió—. Kerry, ése es un vestido asesino. ¿Dónde compras? —En Wal-mart —Kerry respondió fácilmente—. ¿Y tú? Todos se rieron. Eleanor giró sus ojos. —Jesus, —Jesus, has estado estado pasando pasando demasiad demasiado o tiempo tiempo cerca cerca de Dar. Estás desarrol desarrolland lando o su enfermizo sentido del humor. Cruzaron por el salón de baile, pasando las mesas redondas puestas con adornos de color  oro y plata que contornaban una pista de baile hecha de duela. En uno de los lados estaba la indisp indispens ensabl able e banda, banda, que parecí parecían an tener tener los sufici suficien entes tes instru instrumen mentos tos en basta bastante ntess variedades posiblemente para satisfacer todos los rangos de edades que pudiera presentar  la fiesta. —¿Qué son los asientos este año, Mari? —Dar los sujetó—. Adornos bonitos. ¿Podemos pagar eso ahora? El Vicepresidente de HP se río entre dientes. —Los de Ventas lo pagaron —dijo—. Tú hiciste sus vidas maravillosas este año, y esto es lo que conseguimos por eso. —Ah —Dar se detuvo frente a una mesa y levantó un adorno de recuerdo. Era una rana de oro, cuya lengua se extendía cuando se le presionaba. Dar lo apretó experimentalmente. No sólo extendió un apéndice rojo brillante, también croó—. Para morirse —la CIO lo aprobó—. Me gusta.

—Lo harías —Eleanor cubrió sus ojos—. El tipo a quien tuvimos que ordenarlos no hablaba español. Son en realidad los sobrantes de una convención de Budweiser. Kerry puso su mano sobre su boca y casi se convulsionó de risa, al mismo tiempo que todos los demás. Incluso Dar se turbó, guardó su rana en el cinturón de cuero alrededor de su cintura y dio un codazo a Eleanor. —¿Se los ordenan todos los años? Seguro los escupieron a todos el ultimo año hasta dejarlos resplandecientes resplandecientes de saliva. —Hey, ¡mi primo hizo ésos! —José objetó. —Imagínate —Dar giró los ojos—. Estoy sorprendida de que *arroz con pollo* no viniera escupiendo. Consiguieron bebidas en la barra, luego pasearon alrededor para encontrar sus mesas. Dar  localizó la suya sin dificultad, y se sentó en su lugar, observando el lugar marcado para Kerry justo a su lado. —¿Ningún buffet este año? —¡No! —José les había seguido, sentándose en la mesa justo al lado de la suya—. Así hacemos las cosas en Ventas. Nos sentamos, y dejamos que vengan a nosotros. Dar giró la cabeza y le dio una mirada. —Tú pagas, Sr. Pastalito. —Dame otro año como este otra vez, y los tendré llevando todo a tu hacienda con guantes blancos —le dijo José—. Tengo tantas ventas llegando hasta por el tubo de escape del Mercedes como para tener una nueva orden de contratos para repartir. Dar aceptó el cumplido con una abierta sonrisa. Extendió la palma de su mano hacia arriba, y después de una breve pausa, José chocó la suya con ella. —*Gracias, señor*. José asintió con la cabeza. —Peleamos como animales, pero al final, es bueno. —Hey —Kerry captó la atención de Dar—. Encontré algo que te gusta. Tenía algo que parecía ser una golosina en una manta. Kerry se lo ofreció, y Dar lo tomó de sus dedos prolijamente, mascándolo con manifestado deleite. —Lagranmadre de todos los entremeses —la mujer de cabello oscuro lamió sus labios—. Mm. ¿Hay más de donde vino eso? Kerry acercó un plato pequeño, y lo puso sobre la mesa al mismo tiempo que dos jarros helados de cerveza. Se sentó junto a Dar y colocó sus tacones bajo ella, mirando cómo la habitación empezaba a llenarse con personas. —Esto es bonito. —Delicioso —Dar estuvo de acuerdo, llevando rápidamente otro bocado a su boca. La banda empezó a tocar. Kerry escuchó la música por un momento, dejando los recuerdos del año anterior reinar en su mente. Entonces sonrió abiertamente. —¿Hey Dar? Dar se apoyó sobre el brazo de su silla y dio una mirada totalmente inapropiada a Kerry. —¿Siiii? —ronroneó—. ¿Qué puedo hacer por ti, Kerrison? Kerry sujetó su mano. —¿Bailas conmigo? Los ojos de Dar brillaron. —Pensé que te había dicho que soy muy mala para bailar. —Mientes —Kerry movió sus dedos—. Vamos.

En un simple y grácil movimiento, Dar se puso de pie y tomó la mano de su pareja, caminando prolijamente alrededor de la silla cuando Kerry se reunió con ella. —Esto va a ser la portada del periódico de la empresa, lo sabes —remarcó la mujer de cabello oscuro, mientras caminaban juntas hacia la pista de baile. —Espero que tomen una buena fotografía —respondió Kerry. Ya había algunas parejas sobre la pista, pero tenían suficiente espacio cuando se reunieron con ellas. Dar puso sus brazos alrededor de Kerry con la lenta música, y se acoplaron al ritmo juntas. —Ha sido un año asombroso. —Dice —Dicen n que que el prime primerr año es el más duro —Kerr —Kerryy respo respondi ndió, ó, con con una gran sonrisa sonrisa—. —. Cielos, ahora lo hemos logrado. Dar descansó su frente contra la de Kerry y miró dentro de sus ojos. —¿Sabes una cosa? Kerry miró alrededor, aceptando el hormiguear de la emoción cuando se dio cuenta de que a pesar de la amigable atmósfera, serían el centro de atención. —¿Qué? —La vida da muchas vueltas —Dar la besó.  Ahí mismo, en la pista de baile, en frente de cada persona de la compañía que quisiera mirar, Kerry estaba segura de estar rodando ahora sobre la alfombra y probablemente a medio camino de salida por la puerta. Besó a Dar de regreso. —También te amo —cuchicheó—. Feliz año nuevo. *** —¿Cielo? —Kerry miró el ocioso perfil de Dar mientras se giraba para encontrarse cara a cara con ella. La cena había terminado, y mucho bailar y beber se había consumado—. Creo que es mejor que conduzcas a casa. La cara de Dar se frunció en una sonrisa. —¿Demasiado champagne? —adivinó, mirando los ojos de Kerry entrecerrados. —Demasia —Demasiada da cerveza cerveza —Kerry —Kerry agitó agitó su cabeza, cabeza, pero le sonrió sonrió en reciproc reciprocidad idad—. —. Estoy Estoy borracha. —No puedes estarlo —objetó su pareja—. No te has colgado de los candelabros cantando Dixie. No, probablemente no estaba borracha realmente, porque sus pensamientos estaban tan lucidos como siempre. Kerry sólo decidió quedarse donde estaba, su silla colocada cerca de la de Dar y sus dolientes pies estaban cubiertos por sus zapatos y guardados debajo de ellos. La carne asada había sido excelente, había disfrutado la papa horneada, y ella y Dar habían cambiado cucharadas de mousse de chocolate. Esta había sido una de las pocas veces en que habían tenido una cena de "Convención" y disfrutado de ella totalmente. Habían bailado  juntas varias veces, y considerándolo considerándolo todo, lo habían pasado muy bien hasta ahora. En una fiesta de la compañía. ¿Quién tendría que guiar? Dar estaba hablando con Duks sobre algunos de los proyectos para el próximo año, pero Kerry se descubrió estudiando algo en el curtido y musculoso hombro de su pareja que tenía cerca. cerca. Dar Dar poseí poseía a una suave suave y bonit bonita a piel, piel, tersa tersa,, con sólo sólo alguna algunass disper dispersas sas pecas pecas distribuidas sobre ella. Encantador.

Todavía estaban en su periodo de vacaciones, decidió. Aunque les había pasado mucho en una semana, no le había parecido suficientemente largo ahora que estaba terminado. El último día a bordo del bote se había encontrado deseando que fuera solamente el primer día afuera, sin importar cuántos problemas habían tenido en él. Tal vez fue la cena a la luz de las velas a la que Dar la había invitado, ahí sobre cubierta, con una langosta recién atrapada y una botella de vino, sólo ellas y las estrellas y la música del mar. —¿Ker? Kerry apoyó su puño contra el brazo de la silla y apoyó su barbilla en éste. —¿Hm? —¿Tienes ganas de ir a casa? —Dar preguntó, con una voz baja—. Ya he socializado lo suficiente. —¿Estás leyendo mi mente otra vez? Dar se río entre dientes. —Vamos. Digamos nuestros adioses —se apoyó en la mesa y se enderezó—. Bien, damas y caballeros, ha sido divertido. —Sí, lo ha sido —Mari estuvo de acuerdo, con una sonrisa—. Es tiempo para mí de irme también. Empiezo temprano mañana. Un quejido pasó alrededor del grupo. —Eso es verdad —dijo Duks—. Mañana empezamos la tortura de clasificación. Dar se puso de pie, y el resto de la mesa lo hizo también, empujando sus sillas hacia atrás y diciendo despedidas conforme bordeaban a través de la multitud que todavía se divertía e iba hacia la puerta. Cuando ella cruzó la habitación, sus ojos capturaron la mirada de las personas que pasaban, reconociendo por una de las primeras veces, desde que había empezado a trabajar en la compañía, que había más expresiones amigables en comparación con las que no lo eran. Sintió a Kerry estrechar su mano y sujetarla firmemente, un vistazo mostró que la mujer  rubia lo había hecho inconscientemente. Dar dobló sus dedos alrededor de los de su pareja, frotando su pulgar contra los nudillos de Kerry. Estaba consciente de qué precioso era, aquí era la notoria bruja de hielo paseando por el salón de baile tomándose de las manos después de todo, pero no le había importando lo que otras personas pensaran de ella y Kerry. De lo que se preocupaba era sobre lo que Kerry y ella pensaran una de la otra. Dio a Kerry un apretón de mano, y la sintió acercarse más y devolver el gesto al juntar hombro con hombro. Se detuvieron en el guardarropa y presionaron con urgencia al servicio de los abrigos, reclamando su cuero, después caminaron hacia afuera cruzando el ahora patio vacío. —Brr —Kerry exhaló, mirando la niebla de su aliento—. Necesito más anticongelante, supongo. Dar abrió y cerró sus ojos ante el aire seco, frunciendo el ceño un poco al levantar el cuello de su chaqueta. —Sí. Esto es ridículo —observó a Kerry echar nubes más pequeñas mientras esperaban su turno en el puesto del servicio de estacionamiento—. Quieres que nos detengamos por un… um… Ojos verdes le echaron una ojeada desde debajo de unas largas y rubias pestañas. —Calma Dixiecup, la última cosa que necesito es más alcohol.

—Taza del café —Dar se corrigió, con una sonrisa—. Esas cosas que tenían ahí no eran dignas de beber. Kerry lo consideró. —Sí —decidió—. Escoge algún sitio bonito. —¿Tienes tu boleto? La mujer rubia ofreció su bolsillo a Dar, sofocando un gemido cuando la mujer más alta deslizó una mano dentro y capturó el talón de estacionamiento. Entonces se apoyó contra la conv conven enie ient nte e cali calide dezz de Dar, Dar, de form forma a afec afectu tuos osa a y tena tenazz mien mientr tras as espe espera raba ban n por por el automóvil. Su teléfono celular sonó en cuanto entraron en él. Esperó a que el hombre del servicio cerrara su puerta antes de responder, echando un vistazo al identificador y abrió el flip. —Hey, Angie. —Feliz año nuevo, hermanita —Ángela respondió, con una risa ahogada—. ¿Dónde estás? —En el automóvil —Kerry se reclinó mientras Dar ajustaba el asiento del conductor a su anter anterior ior posic posición ión antes antes de que pusie pusiera ra el vehíc vehículo ulo en camino camino—. —. Sólo Sólo estamo estamoss dejan dejando do nuestra fiesta de la compañía. ¿Qué hay de ti? —Toda la familia está aquí en casa  —dijo Angie—. Lo usual, ya sabes. —Mmhm. ¿Cómo está mamá? —Mejor  —su   —su hermana respondió—. Va a tomar el asiento de papá. Las cejas de Kerry se alzaron. —¿De verdad? —Sí, en serio. Se ha puesto un poco difícil por aquí. Pero pienso que estará bien  —dijo  Angie—. Espera. —Mi —Mi madr madre e tomó tomó el asie asient nto o de papá papá en el sena senado do —Ker —Kerry ry info inform rmó ó a Dar, Dar, mientr mientras as escuchaba sonidos amortiguados por el teléfono. —Hm —Dar salió de la zona de estacionamiento del hotel y se dirigió al este. —¡Hey, hermanita!  —una   —una voz diferente vino de la línea. —Hey, Mike —Kerry sonrió en reflejo—. ¿Cómo estás? —¡Tengo una novia! —¿Una más? —su hermana rió—. Eso fue rápido —aventó sus zapatos otra vez, y movió los dedos de sus pies, agradecida del calor dentro del Lexus—. Espero que esta última dure más que el resto de ellas. —Bueno, no soy monogámico como tú —admitió su hermano—. Pero veremos. Como sea, feliz año nuevo hermanita. ¡Diviértete!

—Gracias, tú también. Dile a todos que les mando un saludo —respondió Kerry. —Lo haré. ¡Adiós! Kerry plegó el teléfono y lo guardó. —Eso es tan raro —dijo, después de un momento de silencio. —¿Lo de tu madre? —Sí.  Ambas quedaron en silencio por un breve momento, mientras Dar navegaba por las calles atasca atascadas das de tráfic tráfico. o. Entonc Entonces, es, cuando cuando estaba estaban n a punto punto de dirigi dirigirse rse hacia hacia Biscay Biscayne ne Boulevard, Kerry apuntó a su pareja repentinamente. —Sabes, Dar, ahora que yo… —Tal vez, sólo debamos… —Dar habló al mismo tiempo. Se miraron una a otra.

—El sofá, pijamas, chocolate caliente, nosotras —Kerry sugirió brevemente. —Viendo caer la bola en la pantalla grande —Dar concluyó—. Sí —giró hábilmente el automóvil en una gran U, y fue hacia la calzada—. Mucho mejor plan. Kerry movió los dedos de sus pies otra vez con satisfacción. *** Media hora después estaban desvestidas y yacían juntas sobre el sofá, acurrucadas en una confortable frazada cubriendo sus cuerpos. —Jes —J esús ús —Ker —Kerry ry exam examin inó ó su mang manga— a—.. No he usad usado o esto esto desd desde e que que esta estaba ba en la universidad, allá en casa. —Te ves adorable en ellos —le aseguró Dar—. ¿O no es así, Chino? La Labrador levantó su cabeza y paró las orejas. —Growf. —¿Ves? —Dar rió sutilmente. —Parezco una Dorky de preparatoria en ellos —corrigió la mujer rubia—. Mira… Incluso son de tartán. —Mejor eso que un duende demasiado grande —Dar dobló el dobladillo de su Navideña camisa de dormir de franela verde—. Pudo haber incluido un sombrero de borla. Kerry puso su cabeza sobre el brazo forrado del sofá, relajándose en su cómoda superficie cuando Dar la envolvió con un brazo alrededor de su cintura y la jaló más cerca. El Times Square se mostraba esplendorosamente repleto de gente frenética, y la idea más importante en la mente de Kerry era de completo alivio porque no estaba ahí. —¿Alguna vez hiciste eso? —preguntó Dar, pasando ociosamente sus dedos a través del cabello de Kerry. —¿Estar en el Times Square? —Kerry preguntó—. Sí —miró la pantalla—. El año antes de ir  a la universidad. Toda la familia estaba en Nueva York para alguna cosa política o algo así. Evadí una reunión y fui ahí. —¿Y? Kerry estuvo en silencio por un momento. —Y era increíble cuán sola podías sentirte entre una multitud como esa —colocó su mano sobre el muslo de Dar—. Me quedo con esta vista en todo momento. Dar la besó en la curva de su cuello, luego repitió el acto sobre sus labios cuando Kerry giró su cabeza. —¿Y qué hay acerca de esta vista? Kerry miró fijamente dentro de esos ojos azules. —Al diablo con la Gran Manzana —dio la espalda a la televisión y se permitió gozar de una festividad mucho más de su agrado. La bola cayó, los fuegos artificiales explotaron, y Dick Clark aclamó, todo en vano, perdiendo importancia ante una celebración tan antigua como el tiempo mismo. —¡Feliz año nuevo, a todos! FIN :: UN REGALO BAJO EL ÁRBOL :: (A PRESENT UNDER THE TREE) Por Melissa Good El barco se movía ligeramente hacia arriba y hacia abajo con las suaves olas, el latón golpeando suavemente contra el viento del este. El cielo estaba despejado, unas cuantas

bocanadas entrometidas de humo blanco lo cruzaban, emitiendo sombras a través del agua verde azulada mientras el sol se dirigía hacia el oeste. La cubierta cubierta del barco barco estaba estaba llena llena de varios varios instrumen instrumentos tos para bucear, bucear, dos regulado reguladores res limpios y secos; junto a ellos los cinturones, chalecos, redes y unas anchas aletas tiradas en el centro del hueco de la escalera. En la parte delantera del barco, dos figuras estaban tendidas, tomando el sol de la última hora de la tarde. —¿Dar?—. Kerry siguió con los ojos cerrados y bostezó. —¿Mm?—. Su alta compañera solamente gruñó en respuesta. —Sab —Sabes es,, es algo algo real realme ment nte e dist distin into to pasa pasarr el día día ante antess de Navi Navida dad d en traj traje e de baño baño,, bronceándome en el Océano Atlántico. —¿Sí?—. Dar levantó un párpado, mostrando el azul claro y cristalino de su ojo, y la miró con atención. —Sí… Se supone que en Navidad hay trineos, y se patina sobre el hielo del lago y Jack Frost te pellizca la nariz… sudaderas… electricidad estática… ya sabes—. Kerry suspiró. —No me puedo creer estar a 35 grados en Navidad. —Ah… no hace suficiente frío ¿eh?—. Contestó Dar, abriendo el otro ojo y dedicándole una mirada amorosa. —Creo que los norteños estáis locos… ahí afuera cantando a cero grados bajo cero… deslizándoos por el hielo, tropezando con el suelo, apartar la nieve del camino de la entr entrad ada… a… sufr sufrie iend ndo o la hume humeda dad… d… —. Exte Extend ndió ió los los braz brazos os y dejó dejó que que caye cayera ran n suavemente a ambos lados de la cubierta. —No, no… no tienes ni idea—. Objetó Kerry. —En Navidad hay nieve, hace frío… hay hielo en el lago… la nieve cubre los tejados de las casas como en las películas, tu nariz tirita. Eso forma parte de esta estación. —De acuerdo… no hay problema… sírvete de aquí—. Un descomunal puñado de hielo cayó en la mitad en la que estaba Kerry —¿Algo así? —Aaauuuuuuggg—. La rubia se sacudió, quitándose el hielo del estómago y cogió una toalla. —¡Dar!—. Gritó indignada. —¡Está frío! —¿No —¿No se trat tratab aba a de eso? eso?—. —. La muje mujerr more morena na preg pregun untó tó,, razo razona nabl blem emen ente te.. —¿No —¿No te quejabas de que hacía demasiado calor?—. Sonrió un poco, mientras el color de los ojos de su acompañante estaba a menos de un centímetro, una distancia estrechamente calculada. —Uh, oh. —Uh, oh, es adecuado… para ti—. Kerry cogió hielo del bolso-nevera con las dos manos y echó una gran parte de él sobre la espalda de Dar mientras ésta intentaba girarse para que no le cayera. —Ah ah… Dar reía entre dientes mientras se levantaba y se sacudía el hielo de encima, luego se estiró perezosamente. —Bueno… de todos modos es hora de regresar… el sol se está ocultando y tengo tres informes que revisar—. Tendió una mano a su amiga. —He estado dejando esto demasiado tiempo… vamos… está refrescando aquí fuera. —Oh, sí—. Kerry cogió la mano ofrecida. —Podríamos estar a 80 grados bajo cero si no tenemos cuidado… eso es peligroso—. Se acercó a Dar y puso una rápida mano sobre el cuerpo de la alta mujer, hechizada por el llamativo traje de baño blanco. —Me gusta—. Fue un cumplido a su compañera. —¿Es nuevo? Dar guardó el hielo. —No… la verdad es que es viejo. Lo encontré el otro día vaciando el cesto de la ropa—. Dijo. —Encontré alguna otra ropa que había olvidado que tenía… y algunas de las cosas que la tía May dejó cuando me dio la casa.

—Mm… Bueno, es bonito y me gusta cómo queda—. Kerry caminó cautelosamente hasta el final de la curva del barco y, siguiendo su camino, bajó las escaleras que llevaban a la cabina. —Voy a ponerme algo seco… Creo que tengo algas marinas en sitios donde no deberían estar. La mujer morena rió entre dientes. —Asegúrate de que no cogiste ninguna jibia de nuevo… La semana pasada me diste un susto de muerte cuando gritaste—. Sus ojos vagaron hacia la figura delgada. —De todos modos, fue gracioso ver tu cara. Kerry se detuvo en un escalón y la miró por encima del hombro. —Gracias… pero si intentas untarme mantequilla te quedarás sin sorpresa mañana, así que olvídalo—. Los ojos verdes pestañearon traviesamente. —Chica del cumpleaños. Una ceja oscura se elevó. —Oh, chico—. Murmuró Dar. —Estoy en un buen lío. ¿Cómo me he metido en esto? —¿Qué? ¿La fiesta, tener un cumpleaños, o tenerme a mí?—. Kerry preguntó inocentemente mientras bajaba nuevamente las escaleras, entonces se apiadó de ella. —No he preparado nada horrible, lo prometo. Dar cogió el timón cuando escuchó como el ancla terminaba de elevarse, y suavemente puso su mano en la barbilla de Kerry, la alzó y la besó con sincera pasión. —Haz algo malo—. Murmuró mirando dentro de los ojos verde azulados. —Pero recuerda… me comportaré como una puta. —Oooh… ¿qué es lo que me vas a hacer?—. Bromeó Kerry. —Mmm… ¿qué te pasees por la oficina sin nada de ropa?—. Ofreció Dar con una amplia sonrisa. Una momentánea pausa mientras Kerry parpadeaba. —Uh… tú no harías… eso… ¿lo harías? Sonrisa deslumbrante. —Vaya—. Kerry sonrió, se inclinó hacia delante y la besó. —No te preocupes… no he preparado nada que me haga pagar ese precio—. Le susurró a su compañera. —Había pensado preparar tu postre preferido para la fiesta. —Ah—. Dar olvidó los mandos de la embarcación y encontró cosas más interesantes que explorar en el cuerpo que tenía delante de ella. —No sabía que tuviera uno favorito… —. Dijo cerca del oído de Kerry, y escuchó el suave sonido de aprobación que salió de la garganta de la rubia. —Bueno… no creo que puedas servir esto en una fiesta… —Llevas razón… —. Kerry se detuvo un momento para tomar aliento. —¿Soy mucho mejor  que una tarta de chocolate de muerte? Una suave y seductora sonrisa fue la respuesta mientras Dar lentamente y con facilidad deslizó el tirante del bañador por el brazo de Kerry y unos delicados dedos recorrieron la piel bronceada. Kerry sonrió ante la respuesta mientras iba trazando una senda de besos por el cuello de Dar, dando pasos lentos hacia la minúscula cabina llevando a la alta mujer con ella. Dar la siguió complaciente, prestando atención ahora al otro tirante, sus cálidas manos en contraste con la húmeda piel de Kerry. Ésta volvió su atención hacia la delicada tela sobre los anchos hombros de Dar y la deslizó por su cuerpo, recorriendo con sus manos la poderosa espalda de la alta mujer. El calor de la colcha la sorprendió cuando Dar la rodeó por la cintura y la tumbó sobre ella, uniéndose ambas sobre la suave superficie en un movimiento equilibrado, sin dejar de besarse en ningún momento. Las ventanas de la cabina estaban abiertas y una cálida brisa

entraba por ellas, trayendo el olor del agua salada del océano, mientras sus ropas iban cayendo suavemente dejando los hombros desnudos, cuando una solitaria gaviota se oyó. —¿Todavía crees que necesitamos nieve?—. La voz de Dar ronroneando en el oído de Kerry, mientras fuertes manos se deslizaban por la cadera de ésta y bajaban a sus muslos. —No, no—. Kerry empujó a su compañera suavemente contra ella y comenzó con la boca una suave exploración descendente, empezando por la clavícula, saboreando la sal del mar  en su cuerpo. —No desearía intentar esto en el norte. La luz del sol dibujaba rayos dorados sobre ellas, mientras se desvanecía en un día de invierno tropical. *** —Bueno—. Kerry se echó sobre la consola de mandos, ahora vestida con unos pantalones de chándal y una camiseta excesivamente grande. —Siempre quise ver el ocaso desde esta perspectiva. Dar dio un sorbo a su humeante taza de café, cortesía de la pequeña cocina del barco. —Tuve suerte al localizar este lugar… hemos ido a la deriva un poco más lejos de lo que había pensado—. Dirigió el barco hacia el noroeste, y el motor rugió hacia la oscura noche del Atlántico. —Recuérdame que no eleve el ancla cuando me distraiga. Kerry apagó una risita. —Permíteme que te diga que nunca había oído tanta sarta de maldiciones a la vez—. Miró con atención a la oscuridad que tenía delante de ella, moteada de vivas luces de colores. —¿Es ese el centro de la ciudad? Dar guiñó los ojos. —Sí… aquella es la maldita torre Centrust—. Identificó el alto edificio, de luces azules y con bulbos blancos entremezclados imitando los adornos de Navidad. —Y puedo ver el metro desde aquí—. La gente se movía atravesando el centro de la ciudad, en el cual realmente no vivía nadie y estaba rodeado por elevadas luces de neón. El resto provenían del interior de altos edificios con brillantes luces. —¿Todavía existe la torre Centrust?—. Preguntó Kerry, disfrutando de la vista. —Pensaba que se había arruinado ¿no es así? —Sí, sí… —. Dar vio la boya del sur. —No recuerdo qué es ahora… ha cambiado de dueño tres veces desde entonces, pero todavía recuerdo la torre Centrust. —Oh… ahí está la feria… ¡Guau! Está llena de luces—. Apuntó Kerry. —¿El árbol de la cima es el Hard Rock? —Algo así—. Contestó Dar con una risita. —El ahorcado… estoy intentando sacar tajada del Gobierno. Kerry complacientemente rodeó con sus brazos a la alta mujer, abrazándola. —De acuerdo… estoy lista—. Anunció, sintiendo la risa de Dar a través de su cuerpo y su calidez mientras un largo dedo acariciaba el hombro de Kerry, la sudadera cubriendo su brazo. —Es agradable pasar un par de días así, ¿eh? Ciertamente lo era, consideró Dar, guiando el barco por el canal y dirigiéndolo hacia la isla donde estaba su casa. Por primera vez lo tengo todo, supongo, murmuró. Los años anteriores había pasado la Navidad en la oficina, brindando por las vacaciones con el empleado gruñón de la limpieza que estaba obligado a trabajar ese día. Ella llevó ponche de huevo el año pasado y eso la volvió un poco divertida, halagando con sonrisas a los trabajadores inmigrantes, quienes no esperaban ver a nadie en la oficina. Este año no. Habían dejado el trabajo a las 5 de la tarde y no volverían hasta el lunes por la mañana, y se había encontrado a sí misma esperando la llegada de su cumpleaños que

amenazaba con una fiesta para ella. —Sí, he pasado buenos momentos… ¿y tú?—. Dar  preguntó sonriendo. Kerry afirmó con la cabeza, ahogando un bostezo. —Muy buenos… nunca me había fijado en las palmeras que rodean el flamingo con esas luces rosas. Dar disminuyó la velocidad al entrar en el puerto, y dirigió el barco entre las dársenas con gran habilidad. —Ey… las palmeras son algo natural para las luces—. Señaló la larga fila de árboles que encabezaban el paseo del puerto deportivo. Alguien había puesto minuciosamente diminutas luces blancas entre todas las hojas. —¿Lo ves? Kerry miró detenidamente. —¡Eh! No está mal—. Suspiró. —Sin embargo, me gusta más nuestro árbol. Sin duda. Dar había insistido en que si tenía que serle impuesta la adquisición de un árbol, éste al menos tenía que oler a pino y no a plástico seco. Así que salieron y encontraron de las siete tiendas con un número de árboles astronómico dispersadas alrededor del mercado, una en la que los árboles habían sido transportados desde Carolina del Norte embalados con nieve y todo, y eligieron un Abeto Douglas que era un poco más alto que Dar.  Atracó el barco y avanzaron por el sinuoso sendero hacia la casa, saludando a varios vecinos que Dar no conocía hasta que la amistosa Kerry empezó a pasar mucho más tiempo con ella. Un canto suave de villancicos se oía en los altavoces de la isla, himnos suaves que las siguieron de árbol en árbol a lo largo del camino, y Dar se dio cuenta de que estaba tarareando. —Perdona, ¿he oído bien?—. Kerry acercó la cabeza. —¿Has dicho algo? —Um… no… solamente… —. Dar chasqueó un altavoz con la mano. —Tarareaba… me gusta éste—. Puso una mano en la espalda de Kerry cuando subieron por el sendero que llevaba a la puerta de la casa. —Creo que esta noche recordaré villancicos… ¿te interesaría escucharlos? La mujer rubia la miró fijamente. —¿Recordar villancicos? Jesús… no tenía ni idea de que aquí supierais lo que son… Claro… me gusta escucharlos… ¿Sabes, Dar? —¿Sí?—. Dar abrió la puerta y se apartó para dejarla entrar. Kerry respiró, de repente, un poco nerviosa sabiendo que entraba en aguas turbulentas. —Sé que no eres una persona religiosa pero… ¿querrías ir a misa esta noche? La mujer morena se detuvo y la estudió. —Creía que habías dicho que no había ninguna iglesia de tu religión por aquí. —Y no hay… pero mi antiguo pastor en casa me dio los nombres de unas cuantas en las que pensó que me sentiría cómoda… hay una aquí en South Beach—. Hizo una pausa. —Esto… no es algo formal. Dar torció la cabeza y lo consideró. —¿Quieres decir que no es un gran compromiso si vamos y nos cogemos de la mano?—. Preguntó con su típica franqueza conteniendo una sonrisa que hizo ruborizar el cuello y la cara de Kerry. —Algo así, sí—. La mujer rubia murmuró. —Um… no importa… es una idea tonta—. Se giró y reanudó la marcha. —Voy a poner a lavar esta ropa… ¿quieres que lave también la tuya? —¿Kerry?—. Dar la cogió del brazo y la giró hacia ella, quedando así una enfrente de la otra. —Tu fe… es importante para ti, ¿verdad?—. Kerry desvió la mirada, sintiendo vergüenza de repente. —¿Kerry? De mala gana, los ojos verdes volvieron su atención a los de Dar. —Supongo que es algo tonto, ¿eh? Después de todo, las escrituras dicen que Dios le vuelve la espalda a la gente como… yo.

Dar suspiró silenciosamente. —Kerry, ningún Dios le volvería la espalda a un corazón bondadoso como el tuyo—. Suavemente acarició la mejilla de su amiga con el pulgar. —Me encantaría ir contigo—. Una sonrisa diminuta se dibujó en su cara. —Aunque tendrás que empujarme cuando tenga que levantarme y esas cosas… no sé mucho sobre eso. Kerry la obsequió con una sonrisa. —Creo que podré hacerlo… no será difícil… no es como si fuéramos a una misa católica o algo así. —Vi una el año pasado por televisión—. Comentó Dar. —Salía el Papa. Hizo estallar el infierno en mí. Kerry se rió, ya más tranquilamente. —Sí… yo también vi la repetición después de llegar a casa tras la misa de la noche. Es un verdadero circo—. Soltó un suspiro. —En fin… Bueno, eso no es hasta las once así que… ¿te apetece cenar? —¿Después de ocho horas zambulléndonos?—. Dar resopló. —Podría comerme el sofá para cenar—. Echó un vistazo fuera. —Hace una noche preciosa… ¿Podría convencerte para ir a cenar a la Mansión y sentarnos en una mesa en el exterior? —Ooo… la luz de las estrellas, la luz de las velas, y tú… Creo que puedo dar mi brazo a torcer—. Kerry rió. —Con la condición de que me dejes pagar—. Levantó un dedo ante la protesta de Dar. —Ah, ah… recuerda nuestro trato. Un suspiro. —De acuerdo—. Dar se quejó. —Pero el champán corre de mi cuenta. —Trato hecho—. La mujer rubia cedió alegremente. —Vamos… no creo que los jerseys sudados sean el código de vestimenta allí por Nochebuena. —Seguramente no si llevas puesta mi sudadera—. Dar se rió. —Pero si te pones un cinturón podrías decir que llevas un vestido y te dejarían pasar—. La sudadera le llegaba casi hasta las rodillas. Kerry le sacó la lengua. —Me gustan cuando me quedan así y ninguno de mis jerseys lo hace. —Vale… —. Dar arrastró la palabra. —Ahora ya sé que tengo que comprarte los jerseys dos tallas más grandes y serás feliz. —No es lo mismo—. Contestó Kerry tímidamente. —¿Ah, no?—. Preguntó la mujer morena. —No huelen a ti—. Confesó Kerry, alzando la mirada. —Oh—. Dar sintió como la sangre coloreaba su cara. Se aclaró la garganta. —Entiendo—. Tuvo un sentimiento repentino e inexplicable de dèjá vu, pero estaba bastante segura de que nadie había expresado alguna vez que quisiera llevar su ropa porque olía a ella. —Bien entonces—. Kerry suspiró con satisfacción. *** —¿Estás segura de que este traje es apropiado?—. Dar dirigió con habilidad el Lexus por la terminal del aparcamiento del barco. —Siempre pensé que a la iglesia se iba mucho más formal… ya sabes, sombreros, pamelas, ese tipo de cosas. Kerry se sacudió una hoja de pino de su camisa, la cual estaba remetida con esmero bajo un par de pantalones oscuros y cubierta por un chaleco que tenía bordado un reno y un acebo. —Bueno, llamé al pastor y me dijo que me pusiera aquello con lo que estuviera cómoda. Entonces le dije que si me presentaba en bañador y con un sombrero de Santa Claus, y todo el mundo se reía de mí, no me sentiría muy feliz. Dar se rió. —Oh, Dios mío… habría pagado por ver eso.

—Dar—. Kerry la miró. —De todos modos me dijo que la mayoría de la gente va en vaqueros o en chinos y con camisetas, y que una o dos personas llevarán vestidos y hay un tipo que lleva un traje de reno. —¿Con o sin cuernos?—. Preguntó seriamente la ejecutiva. —Dar—. La mujer rubia rió. —Ha sido una mala idea beber esas cinco copas de champán—. Dar se disculpó. —Por no mencionar el magnífico pastel, guau—. Exhaló un poco. —Me parece que voy a explotar. —Mm… que me dices sobre eso—. Kerry giró su cabeza y miró la oscura agua que discurría a lo largo del barco. —¿Debería conducir yo?—. Le dirigió a su compañera una mirada afectada. —Pareces estar bien. —No, estoy bien—. Dar sacudió la cabeza. —No me ha afectado… sólo tiendo a no cerrar la boca cuando he bebido unas cuantas copas—. Se encogió ligeramente de hombros. —Lo siento. Kerry acarició su brazo. —Está bien… estás graciosa—. Kerry confió en ella. —Tuerce a la izquierda allí arriba y luego tres calles abajo a mano derecha. —Lo sé—. Murmuró Dar mientras conducía por el denso tráfico. —Jesús, menudo lío hay aquí abajo. Kerry miró a su amante por el rabillo del ojo, aprobando el jersey verde que se había puesto sobre una camisa remetida bajo unos pantalones negros. El jersey era claro pero alrededor  del cuello y los puños tenía bordadas en vivos colores unas aves que se perseguían la una a la otra. —Me gusta mucho ese jersey—. Comentó, tocando el bordado. —Te queda realmente bien—. Cómodo, pero no demasiado, de hecho. Reflexionó. —Gracias… tú también estás muy guapa—. Comentó Dar casualmente. —Hemos llegado—. Aparcó en un hueco adyacente a un viejo edificio de cemento. La parte de atrás del edificio había sido convertida en una iglesia con vidrieras de colores que daban al mar. —Debe ser agradable estar dentro durante la salida del sol. Kerry estuvo de acuerdo, sintiéndose algo nerviosa ahora que estaban allí. ¿Era esta una buena idea? No tenía ni la menor idea de cómo actuar, considerando la naturaleza abierta de la iglesia, o que tipo de creencia o servicios tendrían. El pastor había mencionado la música, y cuando le confesó como era, él le dijo que se sentiría cómoda, pero… Exhaló. —¿Estás bien?—. Dar la estudió. —Sí—. Kerry se cruzó de brazos. —Es sólo que… es algo estúpido, pero nunca he estado en un lugar donde la mayoría son gays. —Ah—. Dar rió entre dientes. —Relájate… se comportan de manera normal… no te darán en la frente cuando entres—. Salió del coche y se estiró el jersey, entonces esperó a que Kerry se le uniera. —Piensas que todo el mundo te va a mirar, así que relájate, porque ellos son como tú. —Consolador. Gracias—. Kerry afirmó con la cabeza, suspirando. —Sólo piensa en como fueron los primeros días como pareja en el trabajo—. Su compañera la tranquilizó. —Doy por hecho que has estado antes aquí, en South Beach—. Preguntó Kerry cuando comenzaron a andar por el camino uniéndose a un pequeño grupo de gente. —Sí—. Contestó Dar prontamente. —Solía frecuentar algunos bares por aquí cuando era  joven—. Devolvía las miradas de valoración que provenían de los demás asistentes. —¿Faltaba entonces a la escuela secundaria, abuela?—. Kerry la empujó suavemente. —En mis años más jóvenes sí, cuando íbamos de arriba abajo…

—Kerry—. Dar puso un brazo alrededor de ella y la atrajo hacía sí. —Ser natural de Miami no significa que tengas que subir siempre a la escuela—. Le recordó. —A no ser que vivas bajo un paso a nivel.  Ambas se rieron y entraron en el edificio, y un hombre alto que sostenía la puerta abierta cortésmente para que pasasen las saludó con la cabeza. *** Era extraño. Kerry miraba aquí y allá, sus ojos captando a las variadas y singulares parejas reunidas en la capilla; al menos era ligeramente familiar, una estructura cuadrada con un altar al final del pasillo y filas de bancos a través de él. Los bancos habían sido donados de otras iglesias, y notó, en un caso, un templo. Había mezclas de maderas y tamaños pero a nadie parecía importarle eso. Notó la ausencia de las Biblias típicas pero había libros de himnos y tomó uno, hojeando sus páginas gastadas para ver los que ellas conocía y otros que no sabía. Dar y ella se sentaron a mitad del pasillo, en el lado izquierdo, y cuando el recinto se llenó, miró alarmada a su amante que miraba todo con interés. Por supuesto, la mitad de la iglesia, la mitad femenina también la miraban. Kerry sintió una mezcla de orgullo y consternación, y en algunos casos notó miradas no tan veladas de lujuria dirigidas hacia su compañera, pero Dar parecía ausente. O tal vez no. Sintió un roce tibio de un brazo alrededor de sus hombros cuando Dar se acercó con el pretexto de examinar su libro de himnos. —¿Qué es esto? La llegada del pastor interrumpió su descripción que trataba sobre los servicios de misa básicos, y ambas volvieron su atención al hombre. Era de estatura media, con pelo castaño arenoso y ojos pálidos coloreados. Les ofreció a cada uno una sonrisa amistosa, y luego hizo un sermón corto. Era… interesante. Kerry captó la idea esencial de lo que decía siendo una súplica de más tolerancia en el mundo, y sintió que probablemente era mejor que eso fuera dicho fuera de ese cuarto, ya que cada uno de los que allí había era tolerante con ella. Sin embargo, apreció el gesto y el pastor tocó varios puntos interesantes sobre cómo la gente que es perseguida tiene cuidado de no dejar salir su cólera y poner en práctica las mismas clases de discriminación que ellos mismos sufren. Entonces tres personas se levantaron, dos hombres y una mujer, y leyeron algunos poemas que habían escrito. A Kerry le gustaron mucho, y también el hecho de que ellos contribuyeran en algo a la ceremonia. A ella le pareció una buena idea y que otras iglesias debería adoptarla. A veces el seguir usando las viejas tradiciones hace que no entre sangre nueva en las iglesias… bueno… ella se acordó de cómo se aburría en su iglesia cuando era adolescente, sintiendo que la gente responsable, la que realmente tenía el poder, no tenía ni idea de cómo era su mundo. Estas personas tenían poder –en sus trabajos hablaban del sentimiento de destacar entre la muchedumbre, de tener a la familia alejada,- y lo último, dicho por un hombre bajito con gafas de búho y un zumbido cortante, era que sentían que podían decir que Dios te odiaba. Kerry había sentido eso, pero de alguna manera le ayudó oírlo porque entendió que no estaba sola. Se preguntó brevemente si quizá algún día ella tendría las agallas suficientes para subir ahí arriba y hablar de sí misma, entonces llegó a la conclusión de que antes de que pasara eso el Infierno se congelaría. Dar se inclinó cuando el hombre terminó. —No ha estado mal.

—Mm—. Concordó Kerry suavemente. —Pero lo que tú escribes es mejor—. Le confió la morena casualmente. Kerry sintió como si un carámbano se abriera paso en su estómago. —¿Qué?—. Puso una mano en el brazo de Dar y lo sujetó. Una sospecha se dibujó en su cara y sintió una sacudida en el corazón. —¿Cómo lo has sabido? —Uh… —. Los ojos azules se abrieron aún más en señal de consternación. —Tú… tú dejaste un par de páginas en la impresora… no hice bien… um—. La gente comenzó a cantar cuando el coro dio la entrada y Dar miró alrededor. —Lo siento… no me di cuenta de… uh… —. Era obvio que Kerry estaba muy enfadada. —Kerry, lo siento. Muy lentamente liberó el agarre del brazo de Dar. —No… no… es culpa mía… yo los dejé en la impresora—. Dijo. —Ese material es tan personal… yo sólo… —. Entonces paró de hablar y arrugó la frente. —Espera un momento… ¿te gustó? Dar soltó el aire que tenía retenido aliviada. —Sí… uno acerca de un gran viento—. Concordó entusiasmadamente. —Y había algo familiar… um… Kerry giró la cabeza. —Era sobre ti, sí—. Echó una mirada a su amante, que se sonrojaba. —¿De verdad te gustó?—. Dar asintió con la cabeza, enderezándose luego cuando el pastor volvió a subir al podio. —Adivino que tendremos algo de que hablar cuando lleguemos a casa ¿eh? —Sí—. Kerry sonrió. —Apuesta que lo haremos—. Sintió una tranquila felicidad que le cambió el humor considerablemente, y abrió el libro de himnos por la página que indicó el pastor. —Bien… esto es sencillo. Ellos cantan, tú cantas—. Instruyó a Dar, sosteniendo el libro. —Este me gusta. Se levantaron y esperaron a que el coro terminara la primera parte, luego se le unieron cuando el pastor lo indicó. Kerry comenzó a cantar, y se detuvo cuando una voz cristalina se elevó a su lado. Se quedó con la boca abierta y se giró para mirar a Dar, que se contenía para no reírse. —¡Jesús! Su parte terminó y el coro prosiguió cantando. —¿Algo va mal?—. Dar preguntó con una sonrisa satisfecha definida sobre su cara angular. —¡Puedes cantar!—. Susurró Kerry incrédulamente. —Quiero decir… no solamente cantas sino que… suena increíble. Un ligero encogimiento de hombros. —Sí… Bueno, supongo que ambas tenemos talentos ocultos, ¿um?—. Comentó Dar en voz alta, poniendo las manos detrás de la espalda y mirando fijamente alrededor del cuarto. Algunos de los allí reunidos la miraban interesadamente, y ella levantó una ceja. El resto de los cantos fueron rápidos y antes de que se diera cuenta, Kerry se encontraba metida entre un montón de gente intentando salir del edificio al aire puro de la noche. Unas manos la pararon y se encontró en un círculo de sucesión rápida de caras, masculinas y femeninas, la mayor parte de ellas parecían amistosas, y recibió bastantes invitaciones para tomar café, para conversar, y en un caso, hasta una lectura llevada a cabo por un médium en la playa. Todos parecían fascinados por Dar, quien asumió su cara de negocios prestando atención a todo con cortesía enérgica, hasta que el pastor las alcanzó y les ofreció la mano. —Sois nuevas—. Declaró francamente. —¿O habéis venido porque este es un lugar apropiado para oír misa?

—Um… la verdad es que llamé antes… preguntando por la iglesia—. Contestó Kerry, un poco vacilante. —Ah… el traje de baño y el sombrero de Santa Claus… Reconozco tu voz—. El hombre sonrió y le guiñó un ojo. —Querida, podrías haberte presentado así y te garantizo que a nadie le habría importado ni siquiera un poco—. Ofreció su mano. —Soy David Argnot… el pastor, el fontanero y el manitas de la Iglesia. Kerry ligeramente avergonzada forzó una sonrisita. —Es un placer conocerle… mi nombre es Kerry y um… —. Ella cabeceó hacia Dar que estaba parada con una chica pelirroja asombrosa casi de la misma estatura que la ejecutiva. —Esta es mi amiga Dar.  Al oír su nombre, Dar se giró y prestó atención al pastor, sus ojos pálidos destacando con claridad sorprendente. —Encantada de conocerle—. Le tendió la mano. El pastor parpadeó. —¿Alguna vez te han dicho que tienes unos ojos preciosos?—. Él tomó la mano y la sacudió cautelosamente. —Por no mencionar la voz asesina. Dar le ofreció una breve sonrisa. —Gracias… ha hecho un discurso agradable. —Ah… no ha sido nada—. Sonrió abiertamente. —Deberías oírme cuando no tengo vacaciones y hago la oratoria… hablando de esto… la misa es los domingos a última hora de la tarde, por si no lo he mencionado. —¿A última hora de la tarde?—. Kerry se rió, recordando que las ceremonias en su casa se hacían al alba. —Somos hedonistas y no fingimos por otra parte—. Dijo él solemnemente. —Tengo una cita en la playa, con una manta y una cesta de merienda campestre para el domingo por la mañana—. Se meció de un lado a otro. —Y bien… ¿qué me decís sobre eso? ¿Vendréis? Dar le mostró una sonrisa torcida. —Depende… ¿Sirve usted la merienda?—. Sus ojos centellearon divertidos. La frente del pastor se arrugó. —¿Qué? ¿Le parecemos católicos? Con todo ese vino y queso… y obleas—. Él escuchó alguna broma de los oyentes cercanos. —Nah… sólo estoy bromeando… Por lo general nos reunimos después de la misa a tomar café en una cafetería cruzando esta calle, ya están acostumbrados a que la invadamos y hacen el agosto con nosotros. —Deberíais dejaros caer por allí—. Las instó una de las del coro. —Hay buena conversación y pasamos un buen rato—. Se giró cuando una mujer bajita, de pelo castaño, pasó y apoyó su barbilla en el hombro de la pelirroja. —¿Verdad, Anne? —Cierto—. Concordó la mujer. —Mientras eso implique el zumo de naranja y zurrar—. Les dio a Dar y Kerry una sonrisa traviesa. —Ups… estoy en la iglesia… lo siento. Kerry no tenía ni idea si a Dar le gustaba aquello, si estaba enfadada o se sentía alucinada por el grupo. —Claro. Suena divertido—. Dijo finalmente, pensando que ella podría pasarse por allí sola, en cualquier caso. Era extraño, y nada parecido a lo que estaba acostumbrada, pero la gente le pareció bastante agradable y le gustó el pastor, el cual tenía buen sentido del humor. —Bien… nos vemos la semana que viene entonces—. El pastor David les sonrió, y exhaló cuando se aflojó el cuello. —Hey… la marea está subiendo… ¿quién se apunta a nadar a medianoche? Se abrieron paso a través del parking que se estaba quedando vacío bajo las estrellas centelleantes de una noche tropical clara. Kerry esperó hasta que estuvieron dentro del coche para hablar. —Um… esto, de cualquier modo, no quiere decir que tengamos que venir… lo sé… es un lugar raro pero agradable… no tienes que sentirte obligada de ninguna

manera a volver. — Explicó. —Puedo venir sola… tal vez hablé un poco con esta gente… dos de las mujeres son de la misma condición que yo. Dar pasó una mano por su pelo oscuro y sacó el Lexus del lugar, entonces puso una mano sobre el brazo de Kerry. —Kerry, sabes que te quiero ¿verdad? —Um… sí—. La mujer rubia afirmó, vacilantemente. —¿Alguna vez has visto lo que una piraña le puede hacer a una vaca en menos de un minuto?—. Preguntó la mujer más alta, girando hacia la calle principal. Kerry arrugó la frente. —¿Y esto que es lo que tiene que ver?—. Preguntó. —Y sí… vi el documental Planeta Animal, gracias—. Hizo una mueca. —Se comieron las partes del Hombre Cocodrilo. Dar paró ante un semáforo en rojo y se volvió hacia ella. —Bueno… pues eso es lo que esa gente te haría si volvieras allí sola—. Sonrió abiertamente y acarició la barbilla de Kerry. —Reconocen a un inocente en cuanto lo ven. —No soy inocente—. Protestó la mujer rubia, entonces hizo una pausa. —¿Lo soy? Pensé que eran agradables… parecían buena gente. —Fueron agradables y estoy segura de que haremos buenos amigos ahí—. La tranquilizó Dar. —Pero antes tienes que conocer las reglas, ¿lo entiendes? Kerry pensó en eso durante un minuto. —Oh—. Se mordió el labio. —Te refieres a las normas sociales… en nuestra iglesia también las teníamos pero es diferente—. Reflexionó. —Ellos cuidan más los círculos pequeños. Dar ahogó una risita. —Bueno, estoy segura que algunos de este grupo querrán cuidarte—. Murmuró. —Pero fue una misa agradable. Me alegro de que hayamos venido. ¿Ha hecho que te sientas mejor? Kerry se echó hacia atrás. —Sí… lo hizo… tal vez por las cosas que se llevaron a cabo, no sé… pero la poesía era buena, y me ha gustado el sermón… y el coro no es malo—. Reflexionó. —Es muy diferente, pero he disfrutado. —Bien—. Dar miró por la ventanilla para ver el tráfico. Condujeron en silencio durante un rato, entonces Kerry le echó un vistazo al reloj. —¡Eh! Es más de medianoche. —Sí… ya es Navidad—. Comentó Dar mientras giraba para tomar el camino a la terminal de los ferrys. —Es tu cumpleaños—. La corrigió Kerry dulcemente. El Lexus se paró en la rampa de carga mientras los marineros de cubierta comenzaron a mover la superficie para que el barco atracara. —Lo es—. Dar se echó sobre el volante y miró el agua. —No puedo creer que ya tenga treinta años. —Considerando todo lo que has hecho, yo tampoco puedo creerlo—. Confesó Kerry. —Me siento tan incapaz. Dar parpadeó. —¿Qué? —Bueno, Jesús, Dar… sólo eres dos… bueno, tres años más mayor que yo… y mira lo que has conseguido ya… Quiero decir, eres vicepresidenta, tienes una gran carrera, llevas un estilo de vida fantástico… eres magnífica… tienes éxito—. Agitó las manos. —Es increíble. Su amiga la consideró seriamente. —Nunca me lo había planteado así. Kerry le dio una media sonrisa. —Lo sé. El móvil de Dar sonó, suspiró y lo cogió. —¿Sí? —Buenos días, Dar—. La voz de Mark sonaba irritantemente alegre. —Feliz Navidad. —Sí, sí… ¿qué va mal?—. Gruñó Dar.

—Nada—. El jefe de dirección del Sistema Informativo arrastró la palabra. —Sólo llamaba para desearle a mi tiburón corporativo favorito feliz cumpleaños. Dar golpeó el volante con los dedos y le dio a su compañera rubia una mirada sospechosa. —¿Cómo has sabido que era mi cumpleaños, Mark? Kerry miró detenidamente hacia fuera por la ventanilla con cara inocente. —Caramba… mira que luna, ¿verdad? —Me lo dijo un pajarito—. Mark contestó con una sonrisa muy evidente en su voz. —Uh huh… ¿y ese pajarito mide más o menos un metro sesenta, tiene pelo rubio y ojos verdes?—. Preguntó Dar irónicamente. —Lamentablemente, Dar… eso es información confidencial—. Contestó el jefe del Sistema Informativo. —De cualquier forma… mañana tendrás un buen cumpleaños ¿vale? Nos vemos mañana en tu… uh… fiesta de cumpleaños. Uh huh. —Gracias, Mark. Recordaré esto—. Amenazó Dar consiguiendo una sonrisa traviesa en respuesta antes de que Mark colgara. Kerry todavía miraba detenidamente por la ventanilla, aparentemente fascinada por el reflejo de las olas. Dar la cogió y le hizo cosquillas, haciendo que saltara y gritara. —Un pequeño pajarito, ¿eh? El móvil sonó otra vez y Kerry apagó una risita cuando Dar suspiró, y luego contestó. —¿Sí?—. Una pausa. —Oh, hola Ducks… sí, gracias… aprecio que… uh huh… no… ¿qué? Oh… claro… Hola Mariana… gracias… no, bueno, si tengo que decírtelo… cumplo treinta—. Una pausa más larga. —Deja de llorar… no es tan malo… de acuerdo, sí, veré a los chicos mañana—. Colgó justo cuando el barco atracó en la isla. —¿Qué has hecho… enviar un mail a toda mi libreta de direcciones?—. Preguntó. Kerry silbó suavemente para sí. El móvil sonó otra vez. *** La suave melodía de los villancicos se introdujo en la somnolienta mente de Dar e identificó la canción como "Oh Tannenbaum" cuando fue algo más consciente. También la despertó el olor a tortitas y galletas. —Mm… —. Abrió los ojos, percatándose de la ausencia de Kerry que tenía que ver con los deliciosos olores que le hacían crujir las tripas. Se dio la vuelta, se estiró y bostezó; la luz de la mañana que entraba a través de las persianas se reflejó en su cuerpo desnudo. Echó un vistazo a su cuerpo, trazando con un dedo los resurgidos músculos de sus abdominales. El entrenamiento con Ken, la natación casi continua y el submarinismo que había estado practicando con Kerry habían tenido un efecto inesperado pero no se quejaba. Tomó una larga respiración y llegó hasta ella el aroma del abeto de la sala de estar y recordó el montón de regalos que había bajo él envueltos con esmero. Dios, se había divertido envolviendo los regalos de Kerry… hacía años que no jugaba con oropeles y cintas, y se había entretenido haciendo lazos pequeños de colores. Con una sonrisa en la cara, se levantó de la cama y se dirigió al tocador, se puso una camiseta y unos boxer de algodón. Luego fue al cuarto de baño, se lavó los dientes y la cara y se dirigió hacia la sala de estar, oyendo un tarareo suave cerca de ella. Dar siguió el sonido, que la llevó hasta la cocina donde se encontró a una afanosa Kerry que llevaba puesto su pijama favorito de Piolín y llevaba el pelo recogido. —Buenos días—. Saludó Dar con una sonrisa, recordando que hacía tan sólo dos meses ella habría salido de la cama y se habría encontrado con la fría soledad.

Kerry se echó hacia atrás recostándose sobre ella y echó la cabeza hacia atrás devolviéndole la sonrisa. —Feliz cumpleaños—. Besó suavemente a Dar. —Feliz Navidad. Dar echó un vistazo a la sartén por encima del hombro. —¿Es ese mi regalo? Si es así, tendré un cumpleaños cada semana. —Tortitas de chocolate, huevos a la benedictina, galletas y esa pasta de cereales que insistes en comer—. Concordó Kerry. —Está casi listo… sal al porche y deja que te lo lleve allí—. Había insistido en servirle el desayuno en la cama pero dejó de discutir ante la demostración de la mujer más alta de lo difícil que resultaba comer en una cama de agua. —Granos de avena—. Contestó Dar mordisqueando su oreja. —No pasta de cereales… tienes que echarles bastantes cosas para que sepan a algo—. Protestó. —Es parecido al puré de patatas… tienes que agregarle mantequilla, sal y azúcar. —De acuerdo—. Kerry le dio un empujón. —Déjame pasar… me tomaré un café contigo.  Acabo de poner la cafetera. Dar cogió la cafetera, dos tazas y se fue hacia el porche, el cual estaba iluminado por la luz del sol y dejó que una fresca brisa proveniente del noroeste le diera en la cara. Era lo suficientemente fresca para permitir que el sol calentara su piel y tomó asiento apoyando sus pies desnudos sobre la barandilla de piedra mirando las azules aguas que se extendían en el horizonte. Una gaviota volaba sobre la playa buscando comida. La brisa agitó el pelo de Dar y sonrió con satisfacción contemplando la belleza del día y lo bien que se sentía. La puerta corrediza se abrió y Kerry maniobró al entrar llevando una bandeja grande que puso sobre la mesa, y miró el mar sonriendo. —Guau… bonito día. —Sí—. Su compañera estuvo de acuerdo. —¿Sigues opinando que es mejor la nieve? Kerry se echó un mechón de pelo hacia atrás y llenó dos vasos con zumo de naranja. —Bueno… —. Le dio un vaso a su amante. —Estoy empezando a considerarlo. Compartieron el desayuno, pero Kerry rechazó la pasta de cereales a pesar del engatusamiento insistente de Dar. —Lo siento… lo siento… simplemente no puedo… son demasiado gruesos, Dar—. Se negó riéndose y tomó otro huevo. —Pásame la salsa holandesa, por favor. —Podrías echarle de eso también a los cereales—. Contestó Dar, impávida. —No—. Kerry agitó un tenedor. —¿Y si les pones chocolate? —NO… mira… yo no te obligo a comer brécol ¿verdad?—. Se quejó Kerry. —Sí lo haces—. Contestó Dar. —De hecho el otro día le echaste a la sopa pensando que no lo notaría. La mujer rubia sonrió. —Ups… —. Abrió la boca. —Bueno… era para darle un poco de sabor. Dar cogió una cucharada de cereales y la puso en la lengua de su compañera con una sonrisita sardónica. Kerry masticó la sustancia e hizo una pausa pensativamente. —Dar, a lo único que saben es a mantequilla, sal y azúcar. —Sí, gracias—. Dar sonrió. —¿A qué te equivocabas respecto a ellos? —Para nada—. Kerry se inclinó y tomó otra cucharada. —Probaré otra. Volvieron dentro después de desayunar y se acomodaron en la sala de estar donde estaba el árbol de Navidad, silenciosamente instalado en una esquina adornado con luces blancas y ornamentos brillantes que adornaban bastante la habitación. Kerry se estiró en el sofá y apoyó la cabeza en el regazo de Dar mientras ésta ponía un nuevo CD de música navideña.

—Esto es muy diferente—. Comentó la mujer rubia, acariciando la piel de Dar con el pulgar. —En casa de mi padre lo primero que hacíamos la mañana de Navidad era sentarnos en la mesa de la sala de estar y mi padre llevaba a cabo la entrega de los regalos. Dar le acarició el brazo pero no dijo nada. Kerry había hablado con su familia una vez desde  Acción de Gracias durante un largo rato y la conversación la había dejado llena de rabia y la amarga confrontación la dejó desfallecida, pero lo había hecho, le había reconocido a su padre su condición. No había vuelto allí, y ella lo sabía, y Kerry aceptó tristemente la separación pero Dar entendía que todavía era duro para su amante, a pesar de lo que había pasado tanto era el profundo amor que sentía por su familia. Y no era sólo eso –habían pedido a Kerry que declarara en la investigación después de Año Nuevo y eso era algo que no le hacía ninguna ilusión. Su parte en la liberación de la información no había sido hecha pública pero había preguntas en cuanto a los beneficios que había tenido debido a los delitos de su padre. —Nosotros… nunca tuvimos ninguna tradición—. Dijo Dar suavemente. —Esto… independientemente del lugar en el que estuviéramos… mi padre siempre tenía un regalo para mí… pero no decorábamos la casa ni poníamos ningún árbol—. Miró el árbol adornado. —Mala idea… son agradables. —Sí—. Kerry sonrió un poco. —Así que… ¿quieres abrir los regalos ahora o más tarde? Dar sonrió abiertamente, como un niño pequeño. —Adivino cuál es la respuesta—. La mujer rubia rió, doblando sus brazos sobre el estómago y mirando fijamente. —Además, tenemos que dejar espacio libre. Tengo la sensación de que podrían haber más cosas debajo del árbol cuando acabe la fiesta—. Sus ojos centellearon. —Urgh—. Dar se estremeció. —Bueno, si tengo que hacerlo… —. Le hizo cosquillas a Kerry a través del suave algodón de su camiseta. —Venga… vamos. Se sentaron a los pies del árbol entre montones de pequeños regalos envueltos. —Creo que se nos fue un poco la cabeza comprando cosas—. Comentó Dar con sequedad observando los montones de regalos. —Sobre todo porque aquí estamos sólo dos personas. Kerry frotó su nariz. —Bueno… tal vez… sí… pero… —. Hizo una pausa y respiró. —No tenía demasiadas personas a la que hacerles regalos este año. Supongo que eso lo compensé contigo. Dar miró hacia abajo y jugueteó con el puño de su camisa. —Vale… ¿y cuál es mi excusa?—. Contestó Dar suavemente, intentando no pensar en el diminuto paquete que había escondido en el tocador, insegura de que estuvieran listas ya para eso. Insegura de si alguna vez lo estarían y sintiéndose tonta cuando salió de Mayors con ello. —Normalmente mis mañanas navideñas hasta ahora habían sido un croissant de chocolate, ver vídeos y una carrera por la playa. —No sé… —. Kerry se echó el pelo hacia atrás. —Quizás podemos hacer algunas tradiciones nuevas… siempre veía las compras de Navidad como una tarea, especialmente las de mis padres, pero para nada me resultó así con las tuyas. —Sí—. La morena sonrió un poco mientras se sentaba en el suelo. —Cuando salí del centro comercial la semana pasada no podía creer todas las cosas que llevaba—. Alzó la vista. —¿Esto hace que te sientas incómoda?—. Conocía el fuerte sentimiento de Kerry sobre su independencia y había insistido en compartir todos los gastos sin tener en cuenta el hecho de que Dar le decía que ganaba más dinero que ella y que sabía lo que tenía que hacer con él.

—Bueno… —. Kerry miró la montaña de regalos. —Alucinaría si me hubieras comprado un pony o algo así… pero creo que sobreviviré—. Sonrió abiertamente a su compañera. —Además… he hecho lo mismo que tú… pero sabes que si me hubieras comprado un paquete de pañuelos de papel habría sido feliz—. Se inclinó y abrazó a Dar. —Tú eres el único regalo que realmente me importa. Dar sonrió. —Lo mismo digo—. Echó un vistazo alrededor. —Pero deberíamos abrir los regalos—. Apretó la mano de Kerry. —¡Oye! El desfile de Disney empieza dentro de diez minutos… deja que lo ponga. Kerry se rió y empezó a clasificar los paquetes cuando su teléfono móvil sonó. —Oh… diablos—. Echó un vistazo alrededor. —¿Puedes darme el móvil?—. Había arreglado que las llamadas al número de su apartamento fueran desviadas a su teléfono móvil y contestó cuando Dar se lo entregó. —¿Hola? —Feliz Navidad, chica—. La voz risueña de Colleen retumbó. —Sabía que no te vería por  aquí antes de la fiesta así que pensé en llamarte. Kerry sonrió. —Gracias… Feliz Navidad para ti también, Col… ¿Cómo te fue anoche con tu madre?—. La familia de Colleen abrieron los regalos durante la cena de Nochebuena, antes de que fueran en tropel a la Misa del Gallo. —Oh, Dios mío… —. Colleen gimió. —Necesitaré un baúl para meter todos los regalos… mi madre, bendito sea su pequeño corazón irlandés, se ha vuelto loca este año y me regaló toallas nuevas y ropa interior. —Oye… eso es tan dulce—. La mujer rubia rió. —¿Consiguió que fueran todas tus hermanas y todos tus hermanos? —Oh, sí… parecía un circo irlandés… la comida voló enseguida… pasamos un buen rato, excepto que mis hermanos se pelearon, como siempre y terminamos llevando a Mike a urgencias después de la misa para que le dieran puntos en el labio. —Oh… —. Kerry hizo una mueca. —¿Cómo fue tu noche?—. Preguntó Colleen. —Bien, estuvimos todo el día buceando, luego cenamos viendo el océano y después fuimos a misa aquí en la playa… fue agradable—. Le dijo Kerry mirando a una Dar impaciente en una esquina esperando. —Sólo hemos desayunado y estamos a punto de abrir los regalos. —Las cosas no cambian—. Colleen suspiró. —Pasé la noche escuchando a mis tías y a mis tíos decir los buenos que eran los días de antes, que cuando iba a tener novio y lo gorda que estoy. Una perspectiva interesante, pensó Kerry. —Curioso… es exactamente lo que yo habría estado haciendo—. Comentó. —No cambies—. Ella vio aparecer lentamente una sonrisa tímida en la cara de Dar, como si estuviera reconstruyendo la conversación. —Así es que… ¿cuándo te vas a pasar por aquí? —Bueno… dijiste que la fiesta empezaba a las siete… pero creo que me pasaré un poco antes para que me enseñes la casa, ¿vale?—. Bromeó Colleen. —Quiero ver esa famosa y fantástica isla tuya. —Te lo has ganado—. Bromeó Kerry. —Te veo luego—. Colgó y guardó el teléfono mientras se reía entre dientes, luego echó un vistazo a su compañera. —Es muy divertida. Dar sonrió. —Sí… ella parece… muy agradable… aunque estoy bastante segura de que tiene dudas sobre mí—. Le dio un paquete a Kerry.

Kerry lo cogió. —¿Te volverá loca esta invasión?—. Separó con cuidado el lazo y lo puso aparte y luego comenzó a quitar el papel adhesivo que lo mantenía cerrado. —Por cierto… a Colleen le gustas… sólo que le ha llevado un tiempo olvidar tu reputación. —Puedes romper eso—. Observó Dar. —Y… no, puedo con la fiesta. Soy una gran chica. Kerry abrió pacientemente el envoltorio y lo puso a un lado, revelando una caja grande y dorada. —Nunca rompo el papel regalo—. Informó a su compañera firmemente. —Ahora abre uno de los tuyos y así no me siento tan egoísta—. Miró a Dar hasta que ésta cogió una caja, entonces abrió la suya y miró dentro. —Ooohh—. Era una camisa con un bordado precioso en la espalda. Tuvo la sensación de que iba a ser una mañana muy interesante. Habían abierto ya la mitad de los regalos compuestos de prendas de vestir y complementos para el ordenador cuando el móvil de Kerry sonó de nuevo. Ella lo cogió en el momento en que abría una caja de sales de baño y aceites con un maravilloso olor, y contestó. —¿Hola? —¿Kerry?—. La voz sonó ronca. —¿Ángela?—. Dejó la caja en el suelo y escuchó. —¿Eres tú? —Sí… —. Su hermana suspiró. —Michael también está aquí… Tenemos un problema o algo así. Kerry miró a Dar, quien había levantado la cabeza al oír el nombre de su hermana. —¿Qué va mal? —Bueno… —. Ángela se aclaró la garganta. —Este año… no ha sido muy bueno en casa. Supongo que puedes imaginártelo. —Lo siento—. Contestó Kerry suavemente. —No… yo no… quiero decir—. Su hermana vaciló. —Hiciste lo que tenías que hacer. Pero aún así… durante estos dos últimos días hemos tenido que oír cómo has arruinado nuestra vida y Michael y yo nos hemos cansado ya de eso esta mañana. Kerry notó que un par de brazos cálidos la rodeaban y se echó hacia atrás contra la presencia consoladora de Dar. —Ángela, lo siento… sé que os puse las cosas difíciles a ambos… yo… —No… —. Ángela calló, al momento volvió a hablar. —Michael dice que no te atrevas a culparte, que tú no hiciste ninguna de esas cosas, él lo hizo, y la culpa es suya no tuya—. Se volvió a aclarar la garganta. —De todas formas, nos hemos marchado esta mañana… y si esto es culpa de alguien, es suya, y él ha perdido. Kerry respiró hondo. —¿Ha perdido? —Sí… nos ha echado de casa—. Ángela se rió débilmente. —Richard está en un viaje de negocios… Sally con la madre de Richard, porque no quise que estuviera rodeada de este mal ambiente navideño… es demasiado pequeña y no lo entendería. —Vaya… —. Kerry sentía que se le encogía el corazón y apretó los labios. —Y bien… ¿puedes volver por allí? —Um… bueno… —. Ángela volvió a callarse y Kerry se dio cuenta de que se oía un sonido de fondo. —La verdad… a Michael se le pasó una idea loca por la cabeza y antes de que pudiera detenerlo, tomó la iniciativa… así que nosotros… um… —. Una suave risa. —Estamos a punto de coger un vuelo para Miami para pasar un tiempo con nuestra hermana favorita. No pudo hablar durante un momento. —Ángela, eso es una locura—. Kerry respiró finalmente.

—Sí… lo sé… pero vamos a tomar el vuelo… espero que no te importe—. Su hermana rió. —Francamente… de verdad queremos verte… tenemos el billete de vuelta para mañana… pensé que sería más fácil porque hoy prácticamente nadie coge aviones. —No… no me importa—. La tranquilizó Kerry. —Hoy tenemos aquí una fiesta… será estupendo teneros aquí… Iré a recogeros y podremos pasar algún tiempo juntos antes—. Miró a Dar, impotente. La mujer morena solamente sonrió abiertamente. —Me gusta la espontaneidad—. Arrastró las palabras. Kerry interiormente estaba contenta porque al menos conseguiría ver a parte de su familia. —Estoy contenta. —Estupendo… tenemos que irnos—. Ángela sonó mucho más alegre. —Te veo en unas horas—. Colgó y Kerry exhaló pesadamente. —Bien, ha sido toda una sorpresa. Dar rió suavemente. —Vamos… deberíamos terminar de abrir los regalos—. Se dio la vuelta y frunció el ceño cuando su móvil sonó. —¿Hola? —Feliz Navidad, Dar—. La voz de Gerald Easton retumbó en el auricular. —Espero que te llegara el pequeño paquete que te envié. Dar sostuvo el teléfono un poco alejado de su oído. —Sí… y espero que el mío también llegara bien. —Estamos sentados justo debajo del árbol mientras hablamos… estábamos a punto de abrir los regalos cuando pensé en llamarte para desearte feliz, feliz… oh… espera… quita tus manos del teléfono… —Hola, Dar. —Feliz Navidad, Jack—. Dar sonrió. —Veo que has conseguido ese permiso para ir casa. —Sí, un solo día—. Bufó el piloto. —¿Qué haces? ¿Cómo está Kerry? —Bien, bien… gracias—. Aseguró la mujer morena. —¿Qué tal tú? Una vacilación. —Ocupado… estresado… lo usual—. Contestó Jack. —¡Ey! Alabastro dice hola y quiere saber si él también puede mandarte un regalo. Kerry la miró detenidamente por encima del hombro. —¿Alabastro? —Un labrador de Gerry—. Articuló Dar. —Ha tenido cachorros. —Ooohhhh—. Gritó Kerry. —Oh, Dar… unos preciosos cachorros… ¿Tú los has visto? Dar la miró durante un momento. —Tuve a once de ellos por todo mi cuerpo—. Le aseguró a su amante. —Sí—. Finalmente contestó al teléfono. —Lo siento… ¿de qué se trata, Jack?—. Su voz fue amortiguada. —Oh… nada—. Contestó Jack inocentemente. —¿Cómo está el tiempo por ahí? —Bien… ¿por qué?—. Preguntó Dar con recelo. —Solamente preguntaba… esta noche tengo que volar por ahí y pensé que podría detenerme y pasarme a saludar—. Contestó Jack alegremente. La fiesta iba a alcanzar la dimensión de un acto inaugural, reflexionó Dar. —Claro, porqué no… nos vamos a reunir aquí. Añadiré tu nombre a la lista. —¡Genial! Hasta luego—. Contestó Jack con una sonrisa demasiado evidente en su voz, cuando devolvió el teléfono. —Bueno, esto es encantador—. Declaró Gerald, complacido. —Os lleváis muy bien. Dar suspiró interiormente. —Claro… Escucha, dile a Mama de mi parte que Feliz Navidad y espero que os gusten los regalos.

—No te preocupes, rugrat… todo lo que envías siempre es algo bueno—. Gerald rió entre dientes. —Hablamos más tarde—. Colgó y Dar dejó el móvil sobre su rodilla. —¿Rugrat?—. Kerry sonrió traviesamente. —No empieces—. Advirtió Dar en broma. —Me ha llamado así desde que tenía 12 años. —Rugrat… es tan mono—. Kerry apoyó la cabeza sobre el brazo de Dar. —Es simpático. —Él es… para mí es como mi familia—. Contestó Dar suavemente. —Su esposa es muy dulce… y una gran cocinera… lo que me recuerda… —. Una ceja oscura se alzó. —Oigo que tengo una espía en mi campo. Ojos verdes centellearon. —¡Eh!… Deberías estarme agradecida porque de otra forma habrías estado comiendo coles de Bruselas en Acción de Gracias. Dar se inclinó y la besó. —Gracias—. Murmuró con sinceridad. —Por entrar en mi vida y cambiarla a mejor. Kerry no esperaba eso y tuvo que tragar saliva y tomarse un minuto para recuperar el aliento antes de poder contestar. —¿He hecho eso?—. Preguntó. —Es gracioso… pienso que tú has hecho lo mismo conmigo. Se besaron otra vez. Dar dio un pequeño empujón a los regalos y los puso aparte y recostó a Kerry en su regazo para concentrarse mejor. —Maldita sea—. Miró hacia arriba. —Me he olvidado de poner el muérdago. Kerry exploró sus labios. —Creo que sería una exageración—. Confesó suavemente poniendo una mano en el cuerpo de Dar y acariciando la piel tibia bajo la suave tela de la camiseta. Sus dedos trazaron curvas familiares y cosquillearon el ombligo de Dar, lo que causó que la mujer más alta soltara una risita sorda. —Ha sido un mes estupendo, ¿verdad? Dar asintió con la cabeza sosteniéndola suavemente. —Lo ha sido… um… —. Un encogimiento de hombros. —¿Te irás a casa?—. Mantuvo su tono de voz casual. Pero el latido de su corazón llegó hasta los oídos de Kerry y ésta respingó interiormente cuando se dio cuenta de que eso fue mucho antes de que Dar dejara atrás sus inseguridades. —Sí, excepto una cosa—. Contestó Kerry mirándola fija e irónicamente. Los ojos oscuros parpadearon. —¿Cuál? Kerry arrugó la nariz. —Bueno… este martes y jueves me deprimiré bastante cuando me despierte y me dé cuenta de que no te veré esa noche. Los ojos de Dar se abrieron. —¿En serio?—. Sonrió. —Bueno, podríamos arreglar eso—. Contestó de manera práctica. Dar alcanzó el árbol y arrancó algo de él, examinándolo antes de entregárselo a su compañera. —¿Qué es esto?—. Kerry miró detenidamente el pedazo de plástico traslúcido. —Tu tarjeta de residente—. Confesó la ejecutiva. —Yo también me vuelvo loca cuando no estás por aquí. —Así que… ¿no te vuelvo loca entonces? —¡No! —Bien—. Suspiró Kerry aliviada apoyando su cabeza en el hombro de Dar. —Porque estoy tan enamorada de ti que debe ser ilegal—. Admitió suavemente. —Me pregunto si esto lo siente todo el mundo de la misma manera. —No lo sé—. Dar tuvo problemas para tragar. —Pero nunca me había pasado algo parecido y dudo que alguna otra vez me pase, así que espero que esto dure mucho tiempo—. Era más de lo que ella alguna vez había pensado confesar y ahora lo único que podía hacer era esperar oír una respuesta a una pregunta que no podía hacer.

—Mm… odio decirte esto, Dar—. Los ojos de Kerry se entrecerraron. —Pero cuando tenía… ocho años, creo… decidí que si alguna vez me enamoraba sería para siempre—. Respiró cuando sintió que la respiración de Dar se cortó. —Sé que esto suena… um… —Perfecto—. Dejó escapar Dar. —Suena perfecto… para siempre… solamente conmigo. Para siempre. Kerry sonrió interiormente. —Adivino que esto entonces va en serio—. Comentó, acurrucándose felizmente bajo los brazos de Dar. Bienvenida a casa. Kerry alzó la mirada. —¿Has dicho algo? Los ojos azules parecían que miraban profundamente una sombra y una débil insinuación de felicidad los matizó. —Nada que no hayas oído antes… solamente que te amo. La frente de Kerry se arrugó. —Pensé… —. Le tiró de la oreja. —Algo de eso había oído… yo también te quiero. *** El sol se reflejó en la cara de Kerry cuando giró hacia el oeste en el paso a nivel y se dirigió hacia el aeropuerto. Cogió las gafas de sol de la guantera del Mustang y se las puso, sintiéndose aliviada al disminuir la deslumbrante luz. Un CD de música navideña sonaba en el reproductor de música del coche e iba tarareando cuando tomó la I395 y luego hizo el cambio a la 836 que llevaba al aeropuerto. El tráfico estaba sorprendentemente fluido y se figuró que muchas personas habrían tenido una copiosa comida de Navidad y la mitad de ellos estarían ahora delante del televisor viendo el partido de fútbol y otros tendrían cena de Navidad y estarían llevando a cabo los últimos preparativos. Y las personas que no se juntaban por Navidad probablemente estarían en la playa ya que todo lo demás excepto Walgreens estaba cerrado. El aeropuerto, sin embargo, estaba a tope. Kerry suspiró y esquivó varios taxis cuando entró en la zona de llegadas encontrándose con gente enfadada por el lío que había. Se dirigió al parking y cogió su ticket, esperando tener suerte. Y desde luego, no fue así teniendo que estacionar lejos de la salida noroeste sintiéndose que podría ser un soldado desaparecido en combate pero supuso que todavía era temprano y el paseo no le haría daño, no al menos después de lo que había desayunado. Kerry se pasó una mano por el pelo rubio y salió del coche, cerrando el Mustang y poniéndose derecha. Estaba muy contenta de que ellos vinieran pero el sentimiento de culpa que tenía por haberles roto en algún modo sus vidas pesaba sobre ella.  A fin de cuentas, nadie más era responsable de aquello. Dar se extrañó cuando ella filtró la información y sólo el hecho de que el servidor enviara los documentos anónimamente le salvó el culo y cuando los documentos fueron recibidos la mierda había sido aireada. Dar había permanecido detrás de ella, lo sabía. Pero renunciar había sido realmente su única opción. Mezclar a la compañía en aquel asunto habría sido algo de lo cual ni el jefe más poderoso la habría podido proteger. Era demasiado malo que hubiera sido llamada por el subcomité judicial que llevaba a cabo la investigación para declarar. Eso había causado una oleada de cuchicheos en el trabajo aunque… ahora que lo pensaba había más miradas de admiración velada que otra cosa y Eleanor Anastasia se había acercado hasta su oficina para decirle cuánto respetaba a Kerry por haber ido a trabajar a la compañía a la que su padre odiaba tanto.  Al menos no tenía que preocuparse de que encontraran algo que la hubiera beneficiado de aquellos negocios sucios. Ella se había estado manteniendo desde la universidad y le había pedido a Mark que se asegurara que no tenía cuentas bancarias con dinero sospechoso

escondidas a su nombre. Pero de todos modos, la prensa la había estado agobiando y se alegró, más de una vez, de trabajar en un edificio seguro y de pasar la mayor parte de su tiempo en una agradable isla e inaccesible a personas que no vivieran allí. Kerry andó enérgicamente a través del aparcamiento, contenta de haber elegido una camiseta ligera remetida bajo unos vaqueros descoloridos cuando comenzó a sentir el calor. Dentro de la terminal hacía algo de fresco y entró sintiéndose aliviada, entonces se paró y se sorprendió al ver el caos formado delante de ella. El mal tiempo en el resto del país había obligado a centenares de personas, sino a millares a esperar en el aeropuerto y había cuerpos desplomados por todas partes intentando descansar. Los restaurantes estaban haciendo horas extras y aquello parecía una convención multinacional. —¡Guau!—. Se dirigió hacia la terminal G, donde llegaba el avión procedente del noroeste y buscó el panel que le indicaba el número de vuelo. Se alegró al comprobar que llegaría en poco tiempo, aproximadamente en unos diez minutos. Kerry se aseguró qué puerta era, entonces se dirigió a la barra del bar y pidió un capuchino doble y se sentó mientras esperaba. Dio un sorbo al café y disfrutó su sabor fuerte cuando éste entro en su cuerpo reanimándola. Había visto a Ángela en Acción de Gracias, pero a su hermano no lo había visto desde las vacaciones anteriores y se preguntó si habría cambiado algo. Ella sí había cambiado, tenía el pelo más corto, estaba más morena y tenía algunos kilos de más que en su mayor parte eran músculo y había ensanchado un poco de hombros lo que le hacía andar y moverse de una manera completamente diferente. Todo eso se debía a la natación, el submarinismo, correr, y el montañismo que había estado practicando con Dar y que requería una increíble cantidad de energía pero que la había hecho sentirse realmente bien.  Ahora todos la miraban cuando pasaba por alguna habitación y le gustaba que fuera así aunque pensaba que eso era algo tremendamente egoísta y que nunca se lo admitiría a alguien excepto a ella misma.  Ah. Una muchedumbre salía de las puertas de los vuelos del noroeste llevando abrigos, bufandas y jerséis de manga larga. Kerry sinceramente esperó que todos se quitaran los abrigos antes de salir por las puertas principales a la calle así no causarían atascos. Vio a su hermana y su hermano mientras éstos se dirigían hacia la salida, se levantó acabando su capuchino, y se dirigió hacia ellos; Ángela la vio cuando estuvo más cerca. Su hermana tiró de la manga de Michael y señaló hacia Kerry y ésta tuvo que esconder una sonrisilla cuando su hermano la miró y se le abrieron los ojos como platos. Realmente ella debía estar diferente, pensó cuando se acercó hasta ellos. —¡Eh…! Michael la abrazó y antes de retroceder le sostuvo la mano. —Mierda, Kerry… ¿te conozco? Su hermano era algo más bajo que ella, llevaba el pelo castaño desaliñado y tenía los ojos color avellana. Se recompuso un poco y la miró con admiración. —Lo comprobaré fuera. —Esto no es una biblioteca—. Contestó Kerry irónicamente antes de soltarse de su apretón y abrazar a Ángela. —Es agradable veros… aunque el motivo sea algo malo—. Intercambiaron miradas. —¿Qué tal ha sido el vuelo? —Considerando el tiempo que hace en todas partes, no ha sido malo—. Le dijo Ángela. —El tiempo cambió cuando pasamos por Detroit y aunque éste fue desigual la mayor parte del tiempo, una vez que cruzamos Florida, todo era hermoso—. Echó un vistazo alrededor. —Esto parece un zoo.

—No, esto es algo adicional al Sur—. Contestó Kerry solemnemente. —La verdad es que todo el mundo está aquí porque el tiempo está mal en el noroeste y el medioeste—. Tiró de las mangas de sus jerséis. —Vamos… ¿Habéis traído mucho equipaje? Espero que no. Michael sacudió la cabeza. —No… solamente esto. Imaginamos que para solamente una noche con una muda de ropa sería suficiente. Tenemos el vuelo de vuelta mañana al mediodía. Ángela cree que llegaremos sobre las cinco y yo luego tengo que coger un vuelo a las siete para ir a la universidad. Kerry los dirigió a través de la confluencia de gente con habilidad hasta las puertas principales. —Primero quitaos los abrigos—. Advirtió. —Estaremos bien—. Se rió Ángela. —Bien—. Kerry abrió la puerta y pasaron de 22 grados que hacía dentro debido al aire acondicionado a 38. —Guau—. Ángela se detuvo. —Vaya… me voy a quitar el abrigo—. Se quitó la pesada chaqueta y se la echó sobre un brazo; Michael hizo lo mismo con su pesado jersey. —Dios mío, todo es verde—. Comentó echando un vistazo alrededor. —Es tan extraño. Kerry rió. —Te acostumbrarás después de un rato… Vamos. He aparcado en alguna parte al sur—. Empezó a andar a través del aparcamiento y sus hermanos la siguieron. Ángela se puso a su altura rápidamente. —¿Cuánto sabe él?—. Preguntó Kerry en voz baja. —Bueno… sabe sobre… um… ti—. Ángela contestó en un susurro. —Y sobre Dar. —Maldita buena cosa… ya que vamos a su casa—. Contestó Kerry irónicamente. —Sí… pero no sabe nada sobre Brian y yo… y él es… um… tiene la idea de que va a asegurarse de que Dar puede… dijo algo así —cuida de mi hermana. —Oh, chico—. Kerry se echó a reír y rápidamente se calló. —Bueno, allí no hay ningún problema… espera a ver el lugar—. Echó un vistazo a su hermano que miraba fijamente y con interés el frondoso follaje de alrededor. —¿Cómo es Dar? Se me olvidó preguntártelo antes—. Preguntó Ángela casualmente. Kerry sonrió. —Ella es buena… esta mañana hemos abierto los regalos de la una a la otra… Jesús, nos volvimos locas comprando—. Confió. —Y hoy también es su cumpleaños.  Ángela asintió con la cabeza y exhaló. —Me pareció agradable los pocos minutos que pasé con ella… nunca me has contado exactamente cómo se implicó contigo en aquello. —Es una larga historia—. Kerry refunfuñó cuando Michael las alcanzó. —¿Cómo va la universidad? —Como un grano en el culo—. Contestó Michael agriamente. —El otro día discutí con el profesor de estadística—. Dio una patada a una piedra, un comportamiento algo adolescente para su edad. —Eso no me ayudó… me suspendió de todas formas. Kerry suspiró. —Uh uh… ¿tienes problemas?—. Lo miró conociendo la respuesta. Estudiar  nunca fue el punto fuerte de Michael. De hecho, ella no estaba segura de cuál era su fuerte. —Sí—. La miró detenidamente avergonzado. —De hecho te debo un gran favor… si no hubiera sido porque has movido todas esas cosas habría tenido que decir que este semestre salí de la universidad sin recibir el título otra vez y se habrían preocupado—. Confesó mientras se acercaban al coche de Kerry. —¡Oye! ¿Este coche es tuyo? —Sí… y no, no puedes conducir—. Kerry pulsó la llave automática y abrió el maletero para que metieran sus bolsos de mano. —Me gusta pagar un seguro bajo de precio, gracias—. Esperó a que guardaran las cosas, luego cerró el maletero y abrió las puertas. —Tendréis la oportunidad de conocer algunos de mis amigos y compañeros de trabajo esta noche… celebramos una fiesta.

—Estupendo—. Michael galantemente se sentó en la parte de atrás y le permitió a Ángela el privilegio de sentarse delante. —Quiero conocer a Dar, aunque deberías oír lo que papá dijo sobre ella. Kerry arrancó el coche y lo puso en marcha. —No te preocupes… la vas a conocer—. Le prometió saliendo con cuidado del aparcamiento y se dirigió al puesto de peaje. —Y Mike… no intentes nada con ella, ¿de acuerdo? Está fuera de tu alcance. Su hermano resopló. —¡Eso ha dolido! ¿Cómo intentaría algo estando con mi dulce hermana?—. Sonrió a Kerry libidinosamente. —No es culpa mía si las chicas piensan que soy guapo… ¿Y qué quieres decir exactamente con que está fuera de mi alcance? Kerry no contestó, estaba ocupada pagando el aparcamiento y pasando por las rampas de salida para coger la carretera derecha del aeropuerto. Hablaron de cosas intrascendentes por el camino y Kerry les indicó algunos lugares mientras subían la rampa, incluso el Puerto de Miami. —Los barcos salen de ahí… es una bonita vista los domingos por la mañana—. Se metió en la terminal del ferry. —Hay que coger un barco para salir de donde vive Dar. —Guau… eso sí que es privacidad—. Indicó Michael con aprobación. Kerry cogió la vía para invitados, entonces en el último momento recordó que podía tomar la vía para residentes, y el guarda de seguridad le sonrió cuando pasó.  Ángela echó un vistazo a la señal, luego a ella. —Vía para residentes, ¿eh?—. Preguntó levantando una ceja. —Parece que te conocen bastante bien por aquí. —Hola, Carlos—. Kerry saludó al marinero de cubierta. —Feliz Navidad. —Feliz Navidad, señorita Kerry—. El hombre señaló su nueva pegatina y alzó los pulgares mientras cruzaba la cubierta del barco y aseguró la rampa. Kerry era consciente de las miradas que le daban sus hermanos y esperó a que el barco atracase antes de tomar el camino y echarles un vistazo. —Así que… ¿tú también vives aquí?—. Preguntó Michael con curiosidad. —Más o menos, sí—. Contestó Kerry. —Dar tiene una casa grande… cinco dormitorios… hay mucho espacio. Después de Acción de Gracias me preguntó si me gustaría mudarme aquí… y le dije que sí—. Sabía que el silencio era incómodo. —Heredó la casa de una tía suya… no tenemos que pagar el alquiler pero compartimos los gastos. —Ah… como compañeras de piso—. Contestó Ángela lentamente. —¿No te dificulta esto en el trabajo? —La verdad es que no—. Contestó Kerry echándose hacia atrás y apoyando una rodilla sobre el volante. —No lo hemos dicho en el trabajo y allí llevamos a cabo nuestras obligaciones—. Un encogimiento de hombros. —Nos íbamos a casa… yo me quedaba en mi apartamento la mayor parte de la semana, pero era algo inútil. Otro silencio incómodo. —Así que… esto es… algo serio, ¿verdad?—. Preguntó despacio Michael finalmente. —Vosotras dos… ¿vivís juntas? Kerry giró la cabeza para mirarlo. —Sí… esto no es un capricho de una semana, Mike—. Sintió que se enfadaba un poco. —¿O crees que sólo voy besando el culo a mis jefes?—. Una pausa. —Literalmente.  Ambos se sobresaltaron por lo que acababa de decir y Kerry casi se ríe de la expresiones de sus caras. —Lo siento… ha sido bastante ordinario. Michael agitó la cabeza. —Bueno… va a llevar un poquito de tiempo acostumbrarse a esto… quiero decir, Jesús, Kerry, acabas de empezar con esto… va tan rápido.

Ella bufó. —Creo recordar que el año pasado tú estuviste con seis chicas en cuatro meses… dame un respiro—. Lo miró. —Doble récord, ¿eh? —Bueno… no… no es eso—. Protestó. —Quiero decir… siempre he sido un ligón… todos lo sabemos… tenía tres citas para el baile de fin de curso, por el amor de Cristo… —. Se inclinó sobre el asiento y puso una mano sobre su hombro. —Pero tú siempre has dicho que cuando te enamoraras sería para siempre, ¿recuerdas?—. Una sonrisa. —¿Es así? Kerry lo miró fijamente a la vez que cruzaba los brazos sobre el pecho. —Esto es para siempre—. Contestó firmemente.  Ambos la contemplaron. —¿De verdad?—. Preguntó Michael. —Sí—. Contestó Kerry con una sonrisa. Él digirió esto. —Bueno… entonces todo lo que puedo decir es que ella debe merecerlo—. Se mordió el labio. —Debe ser lo bastante buena para mi hermana. Kerry ahogó una sonrisa sardónica, y arrancó el coche cuando el barco atracó. —Podrás  juzgarlo en unos minutos—. Dirigió el Mustang por la rampa, giró a la izquierda y se dirigió hacia la casa. Se mantuvieron en silencio mientras aparcaba al lado del Lexus de Dar. —Bueno… aquí estamos—. Abrió la puerta y salió mientras oía como se abría la puerta de la casa cuando sacaba los bolsos del maletero. —¡Eh!—. La voz de Dar, teñida de diversión, flotó sobre ellos. —Clemente ha llamado para saber si querías chocolate negro o mousse de chocolate con leche. Kerry alzó la vista y vio a su amante inclinada sobre la barandilla de la escalera vestida con unos pantalones cortos de algodón desteñidos y una camiseta roja brillante remetida en ellos. —Oh—. Kerry sonrió abiertamente. —Lo llamaré—. Notó las miradas de sus hermanos. —Ya conoces a Ángela… este es mi hermano Michael—. Le dio un empujón. —Mike, esta es Dar. Di ¡hola! Y deja de mirar fijamente como si fueras un turista. —¡Soy un turista!—. Protestó su hermano y luego sonrió. —Hola, Dar. Un placer conocerte. Una ceja oscura se levantó a la vez que torcía la boca. —Igualmente—. Contestó cortésmente. —Hola Ángela… bienvenidos a Miami. La mujer castaña asintió cortésmente. —Es agradable verte otra vez, Dar—. Miró a su alrededor. —Esto es precioso. —Gracias… subid—. Les indicó Dar mientras andaba. Kerry los empujó hacia arriba y ya dentro de la casa, suspiró cuando sintió la caricia de la mano de Dar en su espalda que los seguía. —Dejadme llamar a Clemente… ¿queréis tomar  algo de beber?  Ambos echaron un vistazo a la casa. —Eso sería genial—. Dijo Ángela firmemente. —Los vuelos siempre me dejan sedienta. Kerry desapareció en la cocina dejando a los tres solos. Dar, finalmente habló. —¿Queréis sentaros?—. Preguntó cortésmente señalando el sofá. Las familias, reflexionó, eran algo duro de llevar. —¿Un vuelo agradable?  Ángela dejó su bolso y se sentó, fulminando con la mirada a Michael hasta que éste hizo lo mismo, con mirada vergonzosa. Había estado estudiando el dibujo del sofá con fascinación. —Pues… el vuelo fue bien, sí… —. Declaró la mujer. —El tiempo ha causado mucha congestión en los aeropuertos pero no tuvimos ningún problema. Dar estuvo a punto de contestar cuando oyó el ruido de vasos rotos en la cocina. —Disculpad un minuto—. Sonrió brevemente y fue hasta donde estaba Kerry que estaba cogiendo un vaso. —Hola.

—Hola—. La mujer rubia dejó el cristal en la basura y sacó una jarra de té de melocotón con hielo del frigorífico. —¿Estás bien?—. Preguntó Dar suavemente cuando pasó por detrás de su amante y frotó sus hombros, sintiendo la tensión en ellos. Kerry llenó dos vasos, luego dejó la jarra en el frigorífico. —Están raros—. Se dio la vuelta y miró a Dar. —Es tan extraño… la mitad del tiempo me parece que debería estar pidiéndoles perdón y la otra mitad me vuelvo loca pensando que me están juzgando. —Bueno—. Dar mordisqueó su labio inferior. —No tengo ninguna experiencia con tu hermano pero creo que ellos me están juzgando a mí, y no a ti—. Afectuosamente pasó sus manos por el pelo de Kerry. —Dales tiempo… se les pasará… y sino es así les haré una visita y los sacudiré un poco. Consiguió hacer reír a su compañera. —Jesús… solamente son mi hermano y mi hermana y me siento como si estuviera en mi primer debate nacional—. Cogió los vasos. —Vamos… plantemos cara a la Inquisición. *** —Ya abro yo—. Dar se levantó aliviada y fue hacia la puerta, contenta de tener esa distracción después de dos horas de conversación desesperadamente inteligente con la familia de su amante. Abrió la puerta y se encontró con la sonrisa afable de Colleen. —Hola Colleen. La pelirroja saludó con la cabeza. —Feliz Navidad, Dar… esto es algo de la isla que has conseguido. La mujer alta sonrió. —Gracias… Entra… Los hermanos de Kerry han venido… nos estábamos conociendo—. Había logrado un trato más amistoso con Colleen la semana pasada cuando le estuvo dando algunas clases en el gimnasio. —Oo… —. Colleen hizo una mueca. —Las familias… deben amarse… ser agradable no es lo mío… —. Entró delante de Dar quien mantuvo la puerta abierta al ver a los trabajadores de hostelería dirigirse hacia ella. —¡Hola, Clemente! Feliz Navidad. —Feliz Navidad, señorita Roberts—. El gerente de hostelería se secó el sudor de la frente. —Mi gente entrará las mesas y prepararán todo ahora, si usted está de acuerdo. —Claro… sigan adelante—. Dar escuchó como la voz de Colleen se había unido a la conversación y las cosas parecían que se habían relajado un poco. Curiosamente, agotaba tratar con personas a ese nivel emocional, reflexionó mientras se apoyaba en la barandilla y miraba cómo los ayudantes uniformados metían dentro mesas plegadas y fiambreras de comida. Era mucho más fácil estar de pie en una sala de conferencias entre adversarios comerciales que estar ahí dentro. Jesús. Tenía una maldita fiesta de cumpleaños. Se dio cuenta, de repente. Y la gente iba a ir. Dar miró cómo un camarero entraba llevando un centro de mesa precioso que bañaba la estancia de un olor dulce y floral. Extendió la mano y cogió una pequeña flor, la elevó y girándola entre los dedos la olió ociosamente, se enderezó y volvió a la sala de estar. Kerry estaba sentada en el lugar de su amante, enfrente del sofá donde estaban sus hermanos. Colleen se había sentado en una silla al lado de ella. Dar anduvo hasta dónde estaba su amante y se colocó a su lado, la levantó y la sentó sobre ella. Kerry perdió el equilibrio y miró a Dar casi sin aliento, asustada mientras cogía la flor y en un acto reflejo se la llevó a la nariz y la olió, mientras la mujer más alta se relajaba, estiraba las piernas y las cruzó a la altura de los tobillos. —Gracias—. Kerry sonrió, olvidando a sus invitados durante un largo rato.

Dar le guiñó un ojo y luego miró al trío que observaba absorto. —¿Hay algún problema?—. Preguntó con su mejor voz de sala de juntas que no se andaba con tonterías, y elevó una ceja en cuestión. —Uh… —. Colleen intentó comenzar una conversación. —Ya sabes—. Michael se cruzó de brazos y agarró el toro por los cuernos. —Fuera de las películas nunca antes he visto que una persona levantase a otra de esa manera—. Cabeceó hacia Dar. —Es tan patéticamente romántico. Todos los presentes se quedaron congelados esperando la reacción de Dar. Ella esperó un poco, luego sonrió perezosamente. —Mi padre me lo enseñó—. Contestó simplemente. —El qué, ¿dar flores a la gente?—. Preguntó Colleen con curiosidad. —Dejar que mis actos digan más que mis palabras—. Contestó Dar irónicamente, sintiendo que el hielo se rompía un poco cuando sonrieron. Kerry se acercó y se apoyó en su hombro relajándose. —Y ahora… ¿alguien me explica que son todas esas velas envueltas en papel que vi por  todas partes la última vez que estuve en el norte? —Bueno… —. Michael se frotó las manos. —Es una tradición… Kerry consideró el perfil de su amante sintiendo un caluroso afecto por ella cuando reflexionó sobre el sacrificio que estaba haciendo Dar renunciando a un pedacito de su intimidad para allanar el camino para la propia comodidad de Kerry. Exhaló un poco pensando en el regalo que tenía guardado arriba hasta reunir el suficiente coraje para dárselo. Tal vez esta noche. Sí. *** Dar se apoyó contra la puerta de cristal corrediza dando sorbos a su vaso de ponche y escuchando a Duks contar la historia de sus vacaciones en Alemania. Había ido mucha gente a la fiesta, y después del shock inicial de tener a tantas personas en su casa, por lo general pacífica, había comenzado a pasárselo bien. Kerry estaba sentada en el sofá con sus hermanos, y Mariana y Mark estaban al lado de ella, y cinco personas más discutían sobre la adecuación de los sueldos de los deportistas. Dar  se rió entre dientes cuando Mark, como era de esperar, apoyó ‘lo valen porque ellos marcan’, y Mariana insistía en que el dinero podría usarse mejor para alimentar a huérfanos en países del Tercer Mundo. Cada uno había llevado regalos y Dar, haciendo uso de sus tácticas verbales insistió en ponerlos debajo del árbol y abrirlos más tarde. —No he abierto regalos en una fiesta de cumpleaños desde que tenía cinco años—. Le había dicho a Kerry. —No voy a empezar a los 30. Colleen estaba sentada con Duks, Ray y una expectante pero tranquila María. Dar se había sorprendido de que Kerry la invitara y mucho más le sorprendió que su secretaria hubiera asistido, pero se alegró y había pasado unos minutos con ella enseñándole la casa y convenciéndola, sobre todo, de que no vivía en el Lexus. —¿Dar? —¿Hmm?—. Se sobresaltó cuando oyó su nombre. —Lo siento… estaba en otra parte. —Tú has estado en los Países Bajos, ¿verdad?—. Preguntó Duks. —Diles que las cosas son más relajadas en Europa. —Bueno… —. Dar se apoyó sobre el sillón y lo consideró. —Sí y no… son culturas diferentes y en algunas cosas son muy estrictos… como en Francia con el lenguaje. Odian

los americanismos… y tenemos problemas con eso porque es muy difícil traducir muchos términos tecnológicos. —Sí… —. María interrumpió tímidamente. —Cuando tengo que ordenar cosas para ti es difícil—. Declaró. —Yo hablo español y nuestro vendedor también, y la tercera parte de lo que hablamos tenemos que decirlo en inglés como —autobuses— o —gigapets. —Gigabytes—. Ray y Duks corrigieron simultáneamente. Dar afirmó con la cabeza. —Es cierto… y tienes que tener cuidado con la tendencia cultural, sobre todo en los países más periféricos si eres mujer. Yo diría que en Europa tienen una postura más relajada frente al sexo. Todos rieron y María se sonrojó. —Um… —. Dar se rió de sí misma. —Eso ha sonado mal… lo que quiero decir es como por ejemplo el caso Clinton. Un francés nos mira y dice ‘Debe estar bromeando… ¿qué gasta cuánto en QUÉ?’—. Esperó a que la risa cesara. —Porque allí, por supuesto, las amantes son pagadas como un gasto del gobierno… nadie se preocupa por eso. Se preocupan de si la persona realmente hace su trabajo, por eso piensan que somos muy estrictos con el sexo y, francamente, no tiene mucho sentido para ellos. —Sí… es cierto—. Duks estuvo de acuerdo. —Y los americanos pueden llegar a ser los más grandes como… —. Sus ojos se volvieron hacia María. —Ah… la gente es más desagradable en ultramar… no nos hace ningún favor y eso hace que la gente vea al país entero de otra manera. Dar sonrió y bebió su ponche. —Hay sitios en ultramar en los que me niego a hablar en inglés a no ser que salga fuera y por casualidad. Duks recitó a toda prisa una pregunta en alemán y ella la contestó con una sonrisa. —No está mal—. Rió entre dientes. —Has acertado hasta en el acento—. Todos rieron. Kerry echó una mirada alrededor y sonrió cuando vio a Dar echarse hacia atrás y dar un sorbo a su bebida. La fiesta estaba saliendo mejor de lo que había planeado y se estaba divirtiendo; había hablado con sus hermanos y relatado cuentos de terror con Mark. Los proveedores habían llevado ocho fiambreras llenas de comida que sabía que le gustaría a Dar y también había un camarero detrás de la barra del minibar que habían llevado para la fiesta. Ya habían dado cuenta del bufete y sólo quedaba la tarta y entonces podría reclamar  el triunfo. Un golpe suave en la puerta, y ella alzó la vista y vio cómo se abría para dejar paso a la cabeza de Jack. Él sonrió, sostuvo la puerta con una mano y se puso un dedo en los labios con la otra en señal de silencio. Kerry miró a Dar, que no se había dado cuenta, y se puso en pie estirándose los pantalones y andando rodeando la mesa del centro. —Perdonadme un minuto—. Cruzó la habitación y llegó hasta la puerta. —Hola, Jack… pasa. —Shh… ven—. Tiró de ella hacia fuera. —Tengo un regalo, pero si se lo doy yo va a decir  que no—. Susurró. —Pero apuesto que si se lo das tú dirá que sí. Kerry frunció el ceño. —¿Qué?—. Apagó una risita. —¡Ay! Venga, Jack, sé que a ella le gustará… —. Dejó de hablar cuando le enseñó el regalo, un cachorro color crema que llevaba puesta una diminuta sudadera naval. —¡Oh, Dios mío! —¿A qué es mona?—. Susurró Jack. —Vino montada en el asiento de atrás y ha sido una buena chica—. Le ofreció el cachorro. —Di ¡hola!

Kerry cogió el animal, que se retorció y olió su pelo, dando un pequeño gemido. —Jack… nos va a mandar a hacer puñetas… lo sabes—. Acarició la suave piel del cachorro. —No sé si ella esta preparada para esto. —Escucha… obtuve un quizá cuando fue a vernos y además le gusta Alabastro—. Hizo una pausa. —Es la madre del cachorro… son grandes perros. —Ah… lo sé… lo sé… —. Kerry acarició el pecho del cachorro y ésta le lamió, encontrando alguna salsa errante sobre su barbilla buscándola con entusiasmo. —Pero esto es mucha responsabilidad y no está en casa la mayor parte del día. No sé si esto es apropiado. Jack se encogió de hombros. —Deberías haber visto su cara cuando jugaba con ellos… sé que realmente quiere uno, son grandes compañeros… podría ir a correr por la mañana con Dar… —. Vio la cara de Kerry. —No, ¿eh? Kerry suspiró mirando fijamente los ojos negros del cachorro que parecían irradiar amor. —No es decisión mía—. Se acordó de Susie, que la había mirado con aquella misma mirada confiada. —¡Oh, qué dulce!—. Susurró, recordando aquella mañana cuando le dijo adiós a su amigo, y sintió el dolor una vez más. Desde entonces no había tenido un animal de compañía y pensó que tenía buenas razones para ello. —No haré… La puerta se abrió llenando de luz el porche y un par de ojos azules los miró. —¿Qué pasa aquí fuera?—. Dar preguntó mirando a Jack y Kerry, ésta última girada hacia ella para afrontarla. —Vosotros dos… —. Una pausa. —Oh… ya veo—. Sus ojos fueron del cachorro a su amante y nuevamente al cachorro. —¿Qué tenemos aquí? Jack puso su cara más inocente. —Dijiste que podía traerlo. —¿Qué yo qué?—. Dar alzó las cejas. —¿Cuándo? —Cuando hablé hoy contigo… te pregunté si podía traer un regalo especial y me dijiste que sí—. Jack puso las manos detrás de la espalda y se balanceó sobre los talones. —Así que lo hice. —Um… —. Kerry cambió al cachorro de postura y trató de impedirle mordisquear el lóbulo de su oreja. —Yo… me llamó para que saliera aquí fuera… y yo um… para esto—. Levantó la vista a Dar en súplica. —Le dije que no era una buena idea. —Ah—. Dar miró a ambos. —A ver si acierto… te llamó para que salieras aquí fuera, tratando ponerte de su parte porque sabe que si tú me preguntas que nos quedemos con el cachorro yo probablemente diré que sí—. Hizo una pausa. —¿Correcto? Jack estudió sus botas de vuelo, luego echó un vistazo hacia arriba. —Ese era el plan. —¡Uh!… ¿y qué piensas de este plan, Kerry?—. Preguntó Dar, un centelleo suave en sus ojos. —Oh… bueno… yo um… —. Kerry miró como el cachorro bostezaba y apoyaba la cabeza en su hombro. —Le dije que creo que no estás preparada para esto… quiero decir, no estás mucho aquí y un perro es mucha responsabilidad y todo eso—. Acarició al animal. —Es realmente mona, ¿eh?—. El cachorro la acarició con el hocico. —Tal vez yo podría, um… —. Dejó que el pensamiento se asentara. —Encontrarle un lugar… o… quizá podría… —. Una pequeña lengua lamió su mejilla. —Aww, uh… El cachorro se dio la vuelta y la miró fijamente. Kerry la miró fijamente. Jack la miró fijamente. Dar se echó a reír. —Bueno, para ser sincera, me acabas de echar una mano, Jack—. Informó a su amigo el piloto. —Estaba pensando en conseguir un cachorro… —. Sus ojos miraron a los sorprendidos ojos de Kerry. —Un Cocker Spaniel de hecho… pero supongo que un Labrador servirá—. Miró a Jack y le guiñó un ojo.

Él le devolvió el guiño. La mandíbula de Kerry se abrió enormemente cuando vio la sonrisa maliciosa en la cara de Dar. —Espera… ¿estás diciendo que es para mí? Me habéis engañado, ¿verdad?—. Preguntó apenas con un hilo de voz. —Hijo de… —. Se volvió para mirar a Jack. —¡Tú! Él rió. —Feliz Navidad, Kerry—. Su cara arrugada en una sonrisa. —Cuando Alabastro oyó lo que te pasó cuando eras una niña… insistió personalmente en enviarte un regalo. Kerry tuvo que pararse y pensar un minuto. Su corazón bombeaba tan rápido que le era imposible distinguir los latidos. Esto era más que un cachorro. Era un compromiso de parte de Dar a ella. Entre ellas. Kerry suspiró y alzó la vista hacia su amante. —Creo que con dos personas… tal vez no será tan difícil—. Abrazó al cachorro y ésta lamió su cuello. —Ay… hace cosquillas—. Miró a Dar. —Gracias. Dar parecía sumamente contenta. —De nada—. Giró su cabeza. —Jack, ¿tienes hambre? Tenemos bastante comida como para alimentar a la mitad de Miami—. Abrió la puerta y le dejó pasar. —Pasa… hay una barra detrás de ti… puedes quedarte hasta mañana, ¿de acuerdo? Jack la abrazó. —Sí, sino tendría que beber sólo agua con gas y menuda basura de fiesta sería—. Pasó por delante de ellas y las dejó solas en el porche. Dar cerró la puerta tras él y se inclinó sobre la barandilla respirando el aire fresco y soltándolo. —¿Aún no has pensando un nombre? Kerry se puso a su lado. —¿Estás de broma? Mi cabeza aún no ha parado de girar… ¿Dar?—. Acarició al cachorro. —No sé qué decir… nunca pensé que tú… podría suponer un problema en tu vida diaria. Dar rasguñó la barbilla del cachorro, luego se cruzó de brazos y se inclinó hacia atrás. —He querido un perro durante mucho tiempo—. Contestó en voz baja. —Mi madre era alérgica a su piel y nunca tuvimos uno… pero cuando fui a la universidad me encontré un perro mestizo y lo adopté. La maldita cosa me seguía a cualquier parte y me esperaba fuera de las aulas. Yo era su mundo entero. Kerry sólo esperó. —El día después de graduarme, lo atropelló un coche—. La voz de Dar era estable. —Pasé todo el día en la consulta del veterinario pero al final no pudieron hacer nada por él… yo solamente lo sostuve cuando ellos lo dejaron—. Sacudió la cabeza. —Es increíble cuánto puedes encariñarte con un animal… fue como si se muriera un hermano o una hermana. —¿Dar?—. Dijo Kerry con dolor en la voz. —Mi padre me dijo que es porque los animales dan a la gente un amor incondicional—. Concluyó suavemente la mujer morena. —No les importa lo rico que seas, o quienes son tus padres, o lo que haces… no les importa—. Alzó la vista hacia Kerry. —No es ningún problema, Kerry… encontraremos el modo de llevarlo… el mayor problema será conseguir  quitarnos todos los pelos de Labrador de la ropa o acabaremos llevando una chaqueta de lana al trabajo. —Um—. Kerry miró al cachorro, el cual bostezó y lamió su cara otra vez. —Me gusta la lana. —La odio—. Contestó Dar alegremente. —Venga… vamos a presentar a nuestro nuevo amigo al personal—. Abrió la puerta y rodeó con un brazo los hombros de Kerry. —¿Cómo vamos a llamarle? —Dar, vas a tener que darme un ratito para pensar en eso—. Le aconsejó la mujer rubia mientras entraban en la casa. —¡Espera! Es de color crema… ¡Capuchino!

Dar rió. —Capuchino se llamará. ¡Eh!—. Levantó la voz. —Venid, Kerry os va a presentar a su regalo de Navidad, Capuchino. —¡Oh, qué lindo!—. María se acercó rápidamente arrullando al cachorro que se despertó y miró alrededor asustado ante tantas caras desconocidas. Dar retrocedió y cogió una mini brocheta de uno de los platos y la mordisqueó mientras miraba cómo cada una de las personas mimaba a su amante y al cachorro. Kerry se veía más animada cada vez, se sentó en el suelo y dejó al cachorro en él riéndose de sus payasadas. El animal decidió que el cordón de sus zapatos era una presa apropiada y tiró de él, gruñendo y escarbando sobre la superficie lisa. —Creo que puedo decirle a Alabastro que su hija está en una buena casa—. Comentó Jack equilibrando su plato lleno con una mano y cogiendo los cubiertos con la otra. —Será enormemente feliz. —Sí—. Dar cogió un camarón de coco y lo mordió por la mitad. —Gracias, Jack, te debo otro—. Miró a su amigo agradecida. —No hay problema—. El aviador sonrió. —He conseguido un buen plato de comida, un sofá de aspecto cómodo para esta noche, la compañía de dos damas encantadoras y una buena casa para uno de los cachorros de Alabastro. No puedo pedir más. Dar miró como el cachorro tiraba del puño de la camisa de Duks. —Cambiando de tema… ¿Cómo te van las cosas? Jack se encogió de hombros. —Podrías darme algún consejo mañana si tienes unos minutos para mí. —Los tengo—. Dar acarició su brazo, luego volvió su mirada al mejor de sus regalos de cumpleaños. *** —Cierra la puerta. Kerry echó un vistazo alrededor de la ahora tranquila y oscura casa. Jack estaba tumbado en el sofá, y había llevado a Ángela y Michael a la parte de arriba, a su hermana en su habitación y a su hermano en la habitación libre al lado de su oficina recién reconstruida. Cerró la puerta del dormitorio de Dar y se volvió hacia su amante, que estaba tumbada con los ojos cerrados sobre el colchón de agua. —Wheew—. Kerry bostezó mientras frotaba sus ojos. —No recuerdo haber hablado tanto desde las finales de debate de la universidad. —Mmm—. Dar afirmó con la cabeza. —Ha sido una fiesta agradable. Kerry se sentó en el filo de la cama de agua. —¿Sí? ¿Te has divertido? Un ojo azul se abrió. —Sí—. Dijo Dar sorprendida. —Creo que todos se han divertido… y la foto que le hiciste a Duks durmiendo en la silla con la perrita es el mejor material de chantaje que he visto en años—. Comentó levantando los brazos sobre la cabeza y estirándose. —Postre asesino. Los ojos de la mujer rubia la miraron. Ella personalmente había hecho el pastel con una capa de crema batida de chocolate negro cubierta de virutas de chocolate y las capas estaban separadas por una base de galletas Oreo aplastadas cubiertas de chocolate con leche crujiente. —Deberías saber que te has comido cuatro trozos—. Bromeó. —Y guardé algunos en el frigorífico. Dar abrió los ojos. —¿En serio?—. Comenzó a levantarse hasta que Kerry la sujetó por el hombro y la detuvo. —Te vas a poner mala del estómago, Dar… —. Rió. —Y despertarás a Jack y a la perrita.

La mujer morena se echó hacia atrás. —Sí… tienes razón—. Estuvo de acuerdo de mala gana. —Siempre queda el desayuno. —Augh—. Kerry cerró los ojos y un escalofrío le recorrió el cuerpo. —¿Qué? Tomaré zumo de naranja con el pastel si te hace más feliz—. Bromeó Dar, acariciándole la pierna. —Sólo bromeaba… nos lo comeremos mañana por la noche cuando todos se vayan—. Se ablandó. —¿Escribiste a máquina la receta para cada uno? Creo que María quiere ponerla en el tablón de anuncios de la compañía—. Dar se detuvo. —Espero que lo llame de otra manera distinta que mi bizcocho de cumpleaños. Kerry rió mientras se dejaba caer en el colchón de agua descansando su cabeza sobre el estómago de Dar mirando fijamente al techo. —Creo que mi hermano está loco por ti. —Ah… lo dices porque él tartamudeaba—. Reflexionó la ejecutiva. —¿Es propenso a ligar  mucho? —Oh, sí—. Resopló la mujer rubia. —No te ofendas… pero se pone así cada vez que ve a una mujer bonita—. Giró su cabeza y miró a Dar. —Y tú, definitivamente, lo eres. Dar sonrió. —Él es muy dulce… y tu hermana y yo tuvimos una agradable conversación sobre Miami… es graciosa. —Mm… le gustas—. Kerry se quedó algo sorprendida por esto. —No estaba segura… Angie tiende a ser conservadora. Dar movió la cabeza. —¿Por qué no me dijiste que ella lo sabía? —He dicho conservadora, no ciega o estúpida—. Contestó la mujer más pequeña irónicamente. —Muchos personas comenten ese error… el que alguien no quiera ver algo no significa que no puedan verlo. —Ah—. Dar bajó una mano y acarició el vientre de Kerry haciendo que ésta susurrara placenteramente. —Gracias por la fiesta. Un ojo verde la miró fijamente. —¿Significa eso que puedo hacerlo otra vez?—. Preguntó Kerry. —Tantas veces como quieras—. Le aseguró la morena. Kerry se dio la vuelta para poder mirar a Dar. —Eso son muchas fiestas de cumpleaños. Consiguió una sonrisa de su amante. Se miraron en silencio fijamente la una a la otra durante un momento. —Creo que María sabe lo nuestro—. Comentó Kerry finalmente, sorprendida cuando Dar comenzó a reírse. —María sabe lo nuestro antes de que yo lo supiera—. Confesó la mujer alta. —Lo tenía que haber sospechado cuando me preguntó si quería uno o dos billetes para Acción de Gracias y si reservaba cuartos separados en Disney. —¿En serio?—. Kerry casi se sienta de la impresión. —¿Hizo eso? O sea, que a ella no le asombró que te quedarás conmigo, ¿eh?—. Dijo la mujer más pequeña suavemente. Una risita suave y sensual. —¿El que nos quedáramos en el parque?—. Los ojos de Dar  brillaron maliciosamente. —Venga, Kerry… eso al menos lo entendí—. Le dio un suave empujón a la mujer más pequeña. Kerry se sonrojó. —Sólo quería que te relajaras—. Se quejó débilmente. —Si te lo habías imaginado, ¿por qué te quedaste conmigo?—. Miró a Dar. —Lo podías haber parado. Ojos azules la consideraron cariñosamente. —Lo sé. Pero no quise. —Ah—. Murmuró Kerry. —Bueno, me alegro de que no lo hicieras—. Sonrió a Dar. —Porque nos ha llevado a esto. —Lo ha hecho—. La morena pasó un dedo por la cara de Kerry. —¿Sabes que eres lo mejor que me ha pasado?

Kerry se quedó sin aliento sintiendo una repentina intensidad entre ellas. —Lo mismo digo—. Soltó las palabras. —Sólo te conozco de hace un par de meses pero si fuera legal, te pediría que te casaras conmigo. Dar dejó de respirar durante un momento, una mirada placentera cruzó su cara. —¿Lo harías? —Sí—. Kerry apoyó la cabeza en la caliente superficie y exhaló. —Seguro. —Yo diría que sí—. Una sonrisa sincera apareció mientras Dar enredaba sus dedos en el pelo rubio que caía sobre su pecho. —¿Lo harías?—. Kerry sintió una sacudida de felicidad. —Sí… seguro—. La tranquilizó la morena. —Será legal algún día—. Sintió una idea que se formaba y la dejó a un lado para más tarde. —Lo sé… es cuestión de tiempo—. Contestó suavemente su amante. —Y tenemos todo el tiempo del mundo—. Entrelazó sus dedos con los de Dar y levantó la mano besando el dorso de la mano de Dar y luego la puso junto a su corazón. Nunca esperé vivir un cuento de hadas. Dar parpadeó despacio. Es sólo que esto parece… nadie dice estas cosas en la vida real ¿no?, Pero ella podía sentir el latido del corazón de Kerry bajo su mano, fuerte y verdadero. Levantó el otro brazo y acarició la cara de la mujer  más pequeña, mirando el movimiento de los ojos cerrados de Kerry, al compás del ritmo perceptible de los latidos de su corazón. Solamente el suave latido… Dar se maravilló. Somos una parte de la otra. Encontró este pensamiento bastante atractivo y una especulativa sonrisa apareció en su rostro. —¿Crees en el destino? Los ojos verde mar se abrieron y la miraron. —¿Qué quieres decir? Dar vaciló. —Pues… cómo suceden algunas cosas… que algunas personas están hechas para encontrarse y ese tipo de cosas. Kerry movió un poco su mandíbula meditando. —No sé—. Contestó suavemente. —Lamentaría creer que no tenemos una opción en la vida… que las cosas solamente pasan y que no tenemos ningún control sobre ellas—. Hizo una pausa durante un momento. —Pero soy bastante soñadora, creo… y me gustaría pensar que Dios puso en algún lugar  ahí fuera a una persona para cada uno de nosotros, otra mitad… alguien que nos completa y nos hace uno solo—. Consideró las palabras con cuidado. —Creo que la mayor parte de las personas nunca encuentran a esa persona… pero a veces… si tienes suerte o tal vez, ahora que lo pienso, si uno está predispuesto a que así sea entonces ocurre. —Es una teoría interesante—. Reflexionó Dar. —Se parece a algo que mi padre solía decir  cuando él trataba de explicar a alguien cómo mi madre y él terminaron juntos. —¿En serio? —Sí, en serio—. Contestó Dar pensativa. —¿Crees que él tenía razón?—. Kerry se volvió hacia Dar descansando sobre sus codos, la suave superficie del colchón de agua bajo ella. Se miraron la una a la otra. —Comienzo a creer sólo en eso—. Contestó la morena. —¿Tú qué piensas? Kerry sintió un suave calor atravesándola, dejó caer su cabeza y aspiró el olor limpio del lino de la colcha. —Creo que soy una de los pocos afortunados—. Levantó la vista y encontró unos alegres ojos azules mirándola. —Creo que estaba en el lugar adecuado en el momento adecuado. Dar agitó su pelo afectuosamente. —Incluso cuando no parecía ser el mejor momento—. Comentó irónicamente.

—Sí—. Kerry se acercó a ella y la besó. —Creo que deberíamos desvestirnos. —¿Ah, sí?—. Dar contestó afectuosamente, deslizando sus manos por las caderas de Kerry desabrochando el cinturón de cuero. —Ningún problema. —Bueno… no era esto en lo que estaba pensando, pero… —. Kerry desabrochó el botón superior de la camisa de Dar con los dientes. —Pero creo que servirá para alcanzar el objetivo principal—. Sintió el frescor del aire acondicionado sobre su piel cuando Dar le quitó los pantalones y sus familiares manos rodearon sus muslos y subieron hacia arriba para desabrochar su camisa. —Mm… —. La camisa de Dar estaba desabrochada y la mujer más alta levantó su cuerpo un poco dejando que la prenda resbalara por sus bronceados hombros. Kerry dejó que sus manos vagaran por los abdominales tensos, inclinándose ligeramente contra ellos cuando acarició con su boca el cuello desnudo de Dar, luego bajó un poco dejando que sus cuerpos se tocaran y se deslizaran uno contra el otro. Notó el aire fresco en su espalda, se deshizo de su camisa y sintió un rastro de calor en su piel por donde las manos de Dar pasaban, deslizándose por sus omóplatos y siguiendo hacia abajo entonces suavemente agarraron sus caderas haciéndola girar y enredaron sus piernas mientras olvidaba el largo día y la fatiga mordisqueando insistentemente el cuello de Dar, bajando por su clavícula y más allá. Era, decidió Kerry, el final perfecto para un día perfecto. Lo malo de trabajar era despertarse antes de que el sol saliera, reflexionó Dar. No solía dormir muy a menudo hasta más tarde como los fines de semana. Se desveló justo cuando el alba coloreaba la ventana de su cuarto, derramando la suave luz gris nacarada a través de la cama y formando sombras azules en la colcha que cubría a ambas. Kerry estaba profundamente dormida, su espalda acurrucada contra el pecho de Dar, los brazos de la mujer más alta rodeándola, y Dar, que conocía a la mujer rubia, sabía que si se lo permitía dormiría hasta mucho más tarde de lo que ella misma podría. No pensaba que ninguno de los otros invitados tampoco se levantara con el sol, entonces abandonó la idea de considerar un poco de acción. Podría solamente cerrar los ojos y tratar de dormirse. O podría levantarse, ir a su oficina y ponerse al corriente de su correo electrónico. Pero Dar sabía que las probabilidades de quedarse dormida eran bastante pequeñas y realmente no tenía ganas de examinar su bandeja de entrada interminable. Sin embargo, echó un vistazo a la ventana, una carrera no era una idea demasiado mala… parecía una mañana agradable y su ritual habitual de las mañanas por lo general le permitía poner en orden sus pensamientos. Dar salió con cuidado de la cama, tapando el cuerpo cálido de Kerry y fue hasta los cajones de la cómoda cogió unos pantalones cortos y una camiseta. Entró en el cuarto de baño y cerró la puerta; abrió el grifo, se cepilló los dientes y se peinó, echando un breve vistazo a su reflejo en el espejo. Su imagen le devolvió la mirada y acercó su cabeza al espejo, notando que las sombras bajo sus ojos y las líneas de tensión que durante tanto tiempo habían caracterizado su cara habían desaparecido misteriosamente. Se dio cuenta de que estaba sonriendo y casi no reconoció a la persona reflejada. Bien. Terminó de lavarse y apagó la luz antes de salir y alumbrar el dormitorio débilmente iluminado, y salió a la oscuridad del pasillo haciendo una parada para ponerse las zapatillas de deporte. Logró abrir la puerta principal sin despertar a nadie y se detuvo en el porche para respirar el aire cubierto del rocío de la mañana.

Era una mañana agradable con pocas nubes en el cielo, tenue y bajo en el horizonte, haciendo que el alba se rompiera en manchas rosas y corales a través de la ondeante agua gris. La temperatura era de dieciocho grados y Dar sentía una alegría pura y animal cuando fue camino abajo y se dirigió al agua. Sus pasos contra el áspero hormigón se elevaban ligeramente sobre el suave silbido de las olas y el grito de las gaviotas que sobrevolaban sobre ella; aligeró su paso, dando a sus músculos la posibilidad de calentarse. Cuando pasó por el puerto deportivo, saludó a los empleados portuarios que después de devolverle el saludo volvieron a sus tareas matutinas de lavar los barcos y limpiar la zona de las dársenas. Maldición. Dar consiguió un ritmo fácil, sintiendo la elasticidad en sus pasos que hacía tiempo no había sentido. Se sentía bien. No estaba segura si esto se debía solamente a los recientes cambios en su vida o al renovado interés en sus sesiones con Ken, pero era como si se hubiera quitado años de encima. Seis vueltas y ni las había notado, y una sonrisa apareció en su cara; hizo varias vueltas más deteniéndose cuando el sol empezaba a calentar el aire y una capa de sudor cubrió su piel. Se paró en el rompeolas y miró fijamente el Atlántico, la luz de la mañana reflejándose en las olas grises, haciendo una mezcla de verdes y azules cuando el viento del noroeste sopló a su espalda, secando el sudor y refrescando su piel. Suspirando, se sentó con las piernas colgando sobre el hormigón y sintió el rocío de las olas cuando chocaban contra el muro. El silbido suave de neumáticos detrás de ella hizo que se girara y sonrió cuando vio a Carlos con el carrito del Club de Playa y se levantó de un salto. —Buenos días—. Saludó al camarero. —Buenos días, Srta. Roberts—. No la he visto por aquí fuera últimamente—. Sonrió alegremente. —¿Quiere lo de siempre? Dar lo consideró. —Sí… —. Hizo una pausa. —Y un vaso de zumo de naranja, sino te importa—. Sus labios formaron una sonrisa sardónica. —¿Valencia o California?—. Preguntó Carlos. —Valencia, por favor, con pulpa si tienes—. Contestó Dar notando que estaba desarrollando un interés por las cosas de Kerry. Había logrado que Dar tomará algunas cosas más sanas y le habían gustado las frutas y los frutos secos mucho más de lo que había esperado. Las manzanas empezaban ahora a ocupar un lugar en la casa. —Y probablemente, dentro de una hora aproximadamente, bajaré a cuatro o cinco personas a desayunar. —Muy bien—. Carlos liberó el freno del carro y reanudó su camino. —Ahora vuelvo. Dar volvió su vista al horizonte y se inclinó hacia atrás estirándose y tensando los músculos de los muslos cuando bostezó, entonces giró la cabeza cuando oyó pasos cercanos. —¡Eh! Buenos días, Jack. El piloto estaba haciendo footing y se le unió en el rompeolas; iba vestido con unos pantalones azul oscuro y una camiseta con el escudo en dorado de la Marina. —Buenos días para ti también—. Se pasó las manos por su pelo cortado al rape y miró el mar. —Le di a Capuchino algo de comer… te advierto que está en la etapa del juego. Dar sonrió. —Gracias… iba a darle algo cuando regresara… no pensé que iba a estar aquí fuera tanto rato—. Vio cómo Carlos volvía llevando su zumo de naranja, y unas tazas junto con un termo y una cesta que le dejó allí. —Traje una taza para el caballero—. Explicó el camarero cortésmente. —Y una cesta de pasteles recién hechos.

Dar sonrió. —Gracias por ambas cosas—. Firmó la nota y lo vio alejarse, luego investigó la cesta. —Éste… prueba uno de estos… están buenísimos. Jack lo hizo saboreando la miel y las nueces que cubrían el pastel. —Mm… está bueno—. Masticó mientras se echaba una taza de café. —Se está bien aquí fuera. La mujer morena asintió con la cabeza. —Tuve algún problema para adaptarme a esto—. Confesó. —Estaba acostumbrada tanto a la vida espartana, ya ves lo que se parece esto a donde vivía antes—. Sonrió irónicamente. Una silla, una mesa y un futón para dormir. —Oh, sí… —. Jack rió. —Es muy diferente… francamente, estuve preocupado durante un tiempo imaginándote viviendo aquí. Un encogimiento de hombros. —Al principio fue difícil, pero me he acostumbrado a esto—. Contestó Dar. —Ahora creo que he desarrollado una afición por la vida tranquila y fácil—. Le informó con algo de pena. —Y este lugar tiene ventajas… aislamiento, seguridad, un sendero agradable por el que correr… ya sabes. —Sí—. Comió otro pastel mientras ella se bebía el zumo de naranja, masticando la pulpa pensativamente. —No quiero ser extremista pero pareces bastante feliz, Dar… mucho más de lo que lo has sido en mucho tiempo. Ojos azul claro miraron fijamente el agua durante largo rato, luego se giró hacia él. —Eso es una declaración bastante exacta—. Dijo despacio. —Kerry es un verdadero amor—. Jack siguió. —¿Cómo lo hace después de todo lo que ha pasado? Dar exhaló y dejó descansar sus manos sobre las rodillas. —Es duro—. Confesó. —Pero trata de llevarlo lo mejor que puede… se ha alegrado mucho de que sus hermanos vinieran, porque sé que ella sentía no poder ver a su familia en vacaciones. —Mmm—. Jack reconoció. —Es fuerte. —Sí—. Declaró Dar, bajando la vista. —Hablando de otra cosa… ¿qué pasa contigo?—. Cortésmente desvió el tema de conversación. —Dijiste que querías algún consejo. Jack permaneció tranquilo durante un momento y se cruzó de brazos. —Robbie… se va después de estas vacaciones—. El piloto hizo una pausa. —Ha decidido dejar la Marina… su tío es el jefe del proyecto Grumman y le ha ofrecido un trabajo. Dar sólo escuchaba. —Ha conseguido que a mí también me hagan una oferta… quiere que yo también deje la Marina y… —. Jack vaciló. —Quiere que me vaya a vivir con él. La morena consideró la cuestión. —Creía que la Marina era tu vida. Se miró las manos. —Yo también lo creía… Dar, tú sabes que me gusta el servicio, aunque suene tonto, me gustan las reglas, la camaradería… me encanta subir a la pista y ver a mi avión esperando; hasta me gustan las misiones peligrosas, los aterrizajes en la noche y los vuelos sobre el fuego… —¿Pero? —Pero… —. Jack suspiró. —No importa que sea un buen piloto, no importa que sea buen soldado… no importa cuántas medallas tenga o lo doradas que sean mis alas… si les digo lo que siento por Robbie, me tirarán a la basura—. Miró el horizonte. —Me obligan a elegir… Dar le dio un sorbo a su café. —No tienes porqué decirlo—. Ofreció tranquilamente. —Mucha gente no lo hace. Él afirmó con la cabeza lentamente. —Lo sé… pero Robbie quiere marcharse y yo…

—Jack, te va a sonar muy raro que yo te diga esto—. Dar inhaló silenciosamente. —Pero tienes que mirar dentro de tu corazón, y decidir qué es lo mejor para ti, no para él—. Pensó un minuto. —¿Está en el departamento de investigación y desarrollo tecnológico? Jack afirmó con la cabeza. —¿Y tu oferta es igual que la suya? Otro asentimiento. —¿Serías feliz haciendo eso?—. Preguntó la ejecutiva suavemente. Jack bajó la mirada. —Soy piloto—. Era una afirmación sosegada, triste. —Podría hacer  investigación y desarrollo pero… —. Levantó la vista y miró a Dar. —Estaría renunciando a algo que realmente me gusta hacer—. Una pausa. —¿Tú qué harías, Dar? ¿Dejarías tu trabajo por Kerry? ¿Te marcharías y harías otra cosa, algo que no tuviera interés para ti, si ella te lo pidiera? Dar pensó en eso durante un momento mientras miraba a una gaviota descender en picado hacia las olas buscando comida. Finalmente, exhaló y lo miró. —Sí—. Contestó brevemente. —Pero Jack, es la primera persona con la que me he planteado esa opción, por lo general mi respuesta habría sido no—. Aclaró su garganta. —Creo que todo esto depende de si amas a Robbie con esa clase de intensidad, lo bastante como para realmente dejar algo en lo que tienes puesto el corazón—. Lo miró fijamente. —¿Lo amas? Jack se giró y miró fijamente a lo lejos durante un largo rato, mientras Dar se bebía el café y se comía un pastel caliente. Jack agachó la cabeza. —No—. Confesó pesadamente. —Él me gusta, nos divertimos juntos, es mi mejor amigo… pero no. Dar lo rodeó con su brazo por los hombros. —Me pediste consejo, así que te diré que a mí me parece que deberías quedarte donde estás hasta que encuentres a alguien que te guste mucho más que volar. Pareció curiosamente aliviado. —¿Cómo lo sabré? Dar sonrió silenciosamente. —Lo sabrás—. Lo miró pesarosamente. —Créeme, lo sabrás—. Se quedó sentada allí durante un rato y miró al cielo. —Todos deben haberse levantado ya, vamos a recogerlos y llevarlos a desayunar—. Se puso de pie y le ofreció una mano y él la tomó. —Me parece bien—. Se sacudió el polvo de los pantalones y puso las manos en las caderas, estudiándola. —¿Puedo decirte algo totalmente sexista? Dar frunció el ceño. —Claro… no soy tu suboficial de Marina. —Para alguien que vive rodeada de todo este lujo, tienes una apariencia ardiente—. Jack sacudió la cabeza y chasqueó la lengua. —Maldita sea, Dar, ¿de dónde sacas tiempo para conseguir un cuerpo así?  Asustada, echó un vistazo a su cuerpo y parpadeó. —Um… supongo que sólo es un hábito—. Contestó. —Me gusta sentirme fuerte, ya sabes—. Le hizo señas para que empezara a andar. *** La luz del sol de la tarde iluminó la ahora tranquila casa. Dar estiró una pierna sobre el brazo de la silla y se inclinó hacia atrás para ver a Kerry andando con su nuevo cachorro. —Por fin todo el mundo se fue a su casa—. Comentó cuando la mujer rubia se sentó en el brazo de la silla mientras Capuchino mordisqueaba sus dedos. —Por fin—. Estuvo de acuerdo Kerry. —Creí que no conseguiría echar nunca a mi hermano… te estuviste paseando esta mañana prácticamente en ropa interior.

Dar la miró. —No era ropa interior… era ropa de deporte—. Se opuso. —Esto es Miami, ¿recuerdas? Correr con chandal es una invitación a la insolación—. Se apoyó contra el espaldar de la silla. —Maldición, tengo dieciséis folios de correo electrónico que tengo que leer antes de mañana por la mañana. —No me lo recuerdes—. Kerry suspiró. —Mañana tengo una reunión de personal a las nueve de la mañana y tengo que presentar un informe sobre el estado de dos cuentas diferentes y aún no lo he empezado—. Atrajo a la perrita más cerca. —Supongo que deberíamos ponernos a ello… tenemos muchas sobras para la cena a no ser que te gusten los insectos. —Nah… eso está bien—. Dar levantó una mano y acarició con los nudillos el muslo desnudo de Kerry. La mujer rubia llevaba puestos unos pantalones cortos de algodón y una camiseta, y Dar podía oler la loción bronceadora de su piel. —La verdad es que no tengo ganas de mirar el maldito correo—. Confesó finalmente. —Mm… tampoco yo tengo ganas de hacer el informe, así que supongo que estamos igual—. Le dijo Kerry. —Podríamos hacer como los demás y realizar nuestro trabajo cuando realmente debemos estar trabajando—. Razonó. —De hecho, no puedo creer que no hayamos tenido ningún problema grave este fin de semana… es el primero. —Shhh—. Dar le imploró. —Por favor, no lo digas muy fuerte, aún queda la noche—. Cosquilleó a la somnolienta perrita. —¡Eh, aquí chica!—. Una sonrisa dibujó su cara. —Es una preciosidad, ¿eh? —Sí… —. Kerry sonrió. —Antes defendió la cocina ferozmente de la escoba—. Rió entre dientes. —Vamos a jugar un ratito con ella, luego le damos de comer y a lo mejor así estamos de mejor humor para trabajar. —Vale—. Dar estuvo de acuerdo rápidamente. —Aquí… ataca aquí—. Tiró del cojín de la silla sobre el que estaba sentada Kerry, sonriendo abiertamente cuando la mujer rubia acabó en mitad del asiento y medio tumbada sobre Dar, y la perrita cayó en su regazo. Capuchino sacudió la cabeza batiendo las diminutas orejas y bostezó, mostrando su lengua rosada. Trepó por el pecho de Dar y puso sus patitas sobre los hombros de la morena, mordiendo su barbilla con entusiasmo. —Aquí… —. Kerry le enseñó un calcetín que la perrita enganchó con su boca tirando de él y emitiendo pequeños gruñidos. —Aquí… buena chica… te entrenaremos para que le traigas los calcetines a mamá Dar por la mañana. ¿Mamá Dar? Una absurda sacudida en el cerebro. —Probablemente eso le enseñará a llevarlos lejos, Kerry—. Dar se opuso. —Bueno, eso también está bien—. La mujer rubia sonrió abiertamente luego rió tontamente cuando Capuchino mordió laboriosamente la camisa de Dar y le desabrochó un botón. ¡Hey, esa es mi chica!—. Besó a la perrita en la cabeza. —Bienvenida a la familia, pequeña. La familia. Dar se puso detrás de Kerry, con un brazo la rodeó por los hombros y con el otro brazo rodeó a Capuchino. Su familia. Le gustó ese pensamiento. Miró como Kerry jugaba con las patitas del cachorro, palmeándole los diminutos pies.  Al diablo con su correo electrónico. —Oye, ¿por qué no le damos un paseo por la isla?—. Sugirió. —Podríamos presentársela a los vecinos. Kerry se despidió de sus informes sin pena. —Vale, me gusta eso… y podríamos ir al mercado a comprar una o dos cosas—. Decidió. —Si puedo arrastrarte hasta allí. —Por supuesto—. Contestó Dar satisfactoriamente. —Permito que me lleves.

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