Fabulas Mayas

October 15, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Fabulas mayas El Maya y el Azteca

Erase una vez, en una época muy remota, solo dos habitantes sobre una parte específica del suelo mexicano, se trataba untener indio maya y otrorazteca.  A pesardede que convivir convivi juntos porque no habían muchos lugares a donde recurrir, no se llevaban bien, puesto que tenían diferentes formas de pensar tras venir de distintas tribus. Pasaba el tiempo y los hombres nunca lograron ponerse de acuerdo sobre sus decisiones y formas de convivir, hasta que un día debían tomar una elección de la cual dependería su permanencia en la tierra. El hombre Maya estaba más acertado en su decisión, y había hecho un plan excelente que les permitiría continuar viviendo. Pero la terquedad del Azteca fue mucho más poderosa, negándose a hacer todo aquello que le dijera el Maya solo por ser diferente y por tener orígenes distintos a los suyos. Prefirió la muerte, en lugar de doblegarse y darle la razón que tenía el hombre Maya. Moraleja: no porque alguien sea diferente a nosotros y tenga orígenes distintos, como por ejemplo de nacionalidad, género o color de piel, debemos rechazar cualquier idea que provenga de ellos, pues esto no determinará el hecho de que quieran hacerte daño con sus decisiones o pensamientos. Hay que darles la oportunidad. Fabula el conejo conejo y la luna

El aburrimiento le llevó al dios maya a pensar: ¿y si viajo por el mundo transformado en hombre? Y eso hizo: el e l dios Quetzalcóatl se convirtió en hombre y bajó a la Tierra. Y andando y andando por el mundo, comenzó a tener hambre. De hecho, llevaba todo el día andando y no había probado bocado. El sol se puso, la luna y las estrellas iluminaron el cielo.

 

El dios se sentó a descansar y  de pronto vio a un conejito grisáceo que entraba en su madriguera a comer.  – Eh, conejito, ¿qué comes?- le preguntó el dios.  – Un poco de zacate (hierba de pasto) que encontré- contestó él- Si quieres, puedo compartirlo contigo.  – Oh, gracias, conejito, pero yo no como zacate. El conejo vio que estaba realmente hambriento y muy cansado…   – ¿Y entonces, qué comerás?  – Nada- contestó Quetzalcóatl.  – Pero… ¡morirás de sed y hambre!   – Así  Así será…   – No, eso no puede ser- dijo de pronto el conejito-. Si quieres, puedes comerme. Yo solo soy un conejo, y tú eres un hombre. Si tienes hambre, debes comerme.

Entonces, el dios Quetzalcóatl, impresionado por la bondad y humildad del conejo, le tomó entre sus brazos, le acarició y le alzó muy alto. La luna lucía muy redonda y blanca. El dios bondadoso miró la luna y luego al conejito y dijo:  – Tú solo serás un conejo, pero tienes un corazón más bondadoso que el de muchos humanos. A partir de ahora, serás ejemplo para todos. Tu imagen quedará grabada en la luna y así, cada vez que los humanos la miren, recordarán tu enorme gesto.

De forma casi inmediata, la imagen del conejito quedó grabada en la luna. El dios Quetzalcóatl dejó al conejo en su madriguera y decidió volver a su mundo, satisfecho al comprobar que hasta los animales más insignificantes tenían un gran corazón.

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