F Naparstek

March 23, 2019 | Author: birrafria | Category: Jacques Lacan, Psychoanalysis, Happiness & Self-Help, Sigmund Freud, Id
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Asunto terapeutico...

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Introducción a la clínica con toxicomanías toxicomanías y alcoholi smo II Índice General General Prólogo.

NAPARSTEK, Fabián Introducción. NAPARSTEK, Fabián; “La era de la fiesta permanente”.

I) La función del tóxico como cl ave. ave.  ABELLO, Eduardo; “El agua toxica toxica de Mario”. SINATRA, Ernesto; “El empuje al olvido: tres nombres del goce”. TARRAB, Mauricio; “La droga como partenaire”. WOLODARSKY, Diana; “La droga partenaire”.

II) El tóxico y el diagnostico diferencial. GONZALEZ, José Luis; “El caso Armando L.”.

KARPEL y CAREW ; “Las dos caras del tiempo en una toxicomanía”. DOTI, Giomar; “Paz y Amor en tiempo de desborde”. BOUSOÑO, Nicolás; “La función del toxico en un caso de psicosis”. LEJBOWICZ, Jacquie; “Saber Leer”.

III) Alcoholismo. SALAMONE, Luis; “Un alcohólico empedernido”. SINATRA, Ernesto; “La función del alcohol”.

IV) Iniciación de los tratamientos. ZAFFORE, Carolina; “Droga y elección sexual”. BOUSOÑO, Nicolás; “Comerse sus palabras”.

V) El trabajo en las las inst itucion itu cion es. CAREW, Viviana; “El Otro social y la dirección de la cura en la clínica de las toxicomanías”. LEJBOWICZ, Jacquie; “Instituciones de lo a-dicto, una articulación posible”.

Prólogo:

Partimos con la convicción de que el psicoanálisis de orientación lacaniana es una herramienta que puede dar respuestas precisas y efectivas en el tratamiento con toxicómanos y alcohólicos. Para demostrar esto no nos sostenemos en la tentación de las estadísticas, sino que nos ajustamos a la demostración fundamentada del caso por caso. En este camino el libro recorre una serie de casos clínicos dirigidos por diferentes analistas que muestran cómo se las arreglaron, o no, con cada caso y en cada ocasión. Así como también el libro da vueltas sobre la práctica analítica en diferentes instituciones. Freud no dudó en contar sus casos clínicos para hacer avanzar el psicoanálisis y dar un aporte en el campo de la salud mental. Tampoco dudó en contar lo que él creía que eran sus fracasos terapéuticos. Ha tenido la valentía de mostrar aquello que no funcionaba en su práctica fundacional con tal que el psicoanálisis vaya construyendo respuestas cada vez mas precisas en la cura. Así mismo, Freud se cuidó de dar recetas mágicas y únicas para todos los casos por igual. De esta forma, como los síntomas de quienes nos consultan van cambiando con la época, el psicoanálisis debe poder dar respuestas a esas maneras novedosas del malestar en la cultura. En ese sentido el aporte de Lacan es central en el modo de abordar la clínica contemporánea. contemporánea. Por eso mismo hemos decidido ubicar como primer trabajo del libro una elaboración que implica una óptica sobre nuestra época desde una mirada clínica.

Con esta perspectiva, el presente libro se construye a partir del resultado de una elaboración colectiva que se enlaza en una red de trabajo que funciona desde hace mucho tiempo. Ya hemos publicado en su momento, en “Introducción a la clínica de las toxicomanías y el alcoholismo”, los teóricos de la Práctica Profesional y de Investigación

Toxicomanía y Alcoholismo . Ahora sacamos un segundo libro que continúa

el anterior. En este caso recoge fundamentalmente el material que se trabaja desde hace tres años en las comisiones de prácticos de la materia electiva Clínica de las toxicomanías y el Alcoholismo . El mismo es principalmente una recopilación de casuística. Los alumnos recorren a lo largo del trayecto de su paso por la materia una serie de casos clínicos que aquí publicamos. Pero también se enmarca en relación con la investigación que venimos realizando en el marco de UBACyT ( “Importancia de los aportes de la enseñanza de Jacques Lacan en la problemática de las toxicomanías”. Proyecto UBACyT, P401. Director: Prof.

Fabián A.

Naparstek. Unidad Académica: Facultad de Psicología. Comisión técnica asesora: Humanidades. Humanidades. Bieño: Bieño: 2008-10). Al mismo tiempo, muchos de los que colaboran aquí con sus casos clínicos han recorrido codo a codo con nosotros el trayecto de una elaboración novedosa en el marco del TyA (Departamento de estudios sobre la toxicomanía y el alcoholismo del Centro de Investigación del Instituto Clínico de Bs. As.). A todos aquellos que han colaborado directa o indirectamente debo agradecerles ya que sin esta red de trabajo hubiese sido imposible tener entre nosotros este libro. Finalmente debo hacer un agradecimiento muy especial a Carolina Zaffore quien desde un principio fue la promotora del libro, luego en un segundo tiempo quien empujó para realizarlo y ya al final quien ha establecido el libro. No me cabe dudas que un libro de estas características es un hecho clínico, epistémico y político. La época nos exige dar respuestas que estén a la altura de las circunstancias y desde aquí se responde con una elaboración colectiva donde cada analista toma el riesgo y hace la apuesta de presentar presentar públicamente su práctica. Fabián Abraham Naparstek Marzo 2009 Introducción:

La era de la fiesta permanente:1 Por Naparstek, Fabián. Me quiero detener en precisar el uso actual de la droga y finalmente su relación con la locura. Con este fin voy a comparar dos tipos de fiestas: Una antigua y la otra actual. Tengo la idea que la fiesta es un lugar central en la vida de los  jóvenes y un lugar especial para el uso de de las drogas. Es allí donde los jóvenes suelen encontrarse, manifestarse, consumir, etc... El primer punto que quiero destacar es bien conocido y se extrae de la concepción de la cultura que desarrolla Freud en su "Totem y Tabú", donde efectivamente habla de la fiesta. En el mito de la constitución de la cultura Freud destaca varios rasgos de los cuales voy a subrayar algunos. Freud nos plantea que existía una horda primitiva donde un protopadre poseía a todas las mujeres. Los hijos lo matan y hacen cultura a partir de un pacto. Se entiende que el pacto es simbólico, es la entrada de la palabra en el lazo social y que para hacer cultura no hubiese alcanzado con solo matarlo. Este pacto está sostenido fundamentalmente en una renuncia y una repartija. Es una idea central en Freud: no hay cultura sin renuncia. Se reparte el botín de guerra por una vía negativa. Es decir, que no es una distribución equitativa al estilo socialista. Es una repartija que se asegura de que al menos a nadie le tocará una parte en especial. Todos renuncian a algo. No importa si a alguien le toca diez mujeres, una o ninguna, sino que se aseguran que al menos una no le tocará a nadie. Todo esto Freud lo deduce desde la llamada fiesta totémica: una vez por año se mata al animal que representa al padre, se lo comen, y realizan un encuentro con un " exceso limitado y obligatorio" 2. Es importante destacar que las dos características características de la fiesta totémica responden al exceso y lo obligatorio. El exceso implica que aquello que durante el tiempo de las normas no se puede realizar, se permite en la fiesta. Está prohibido tocar el tótem y en la fiesta se lo comen. Todas las leyes que rigen la comunidad 1

 - El presente trabajo es un extracto de la tesis para la maestría 1 en la Universidad de par ís 8, presentada y aprobada en 2007. 2  - FREUD, Sigmund: “Tótem y Tabú” (1913 -1914), Obrass Completas, Ed. Amorrortu, 1976, Buenos Aires. Tomo XIII, page. 142.

pueden ser infligidas durante la fiesta. Lo obligatorio responde a un pacto de sangre y se enlaza especialmente a la culpa. Para pertenecer había que participar. De esta forma se aseguraban que todos se sintieran igual de culpables ante la falta cometida. En todo caso, se trata de una fiesta donde lo que prima no es lo singular, sino el tumulto. Todos con todos, donde no hay lo singular. Queda así armada una cultura con una renuncia de un lado (represiones, inhibiciones, neurosis, religión, familia, estado, ideales, etc.) y el exceso a un costado. Sin embargo, hay un resto que no se puede digerir - al padre se lo intenta comer cada año y eso indica que hay un hueso que no se termina de tragar -, ni ordenar, ni hacerlo entrar en ley, pero hay que darle lugar cada tanto. Es una lógica que Freud utiliza especialmente para el Súper Yo. Su idea es que mientras mas virtuoso es el individuo, mas exige el súper yo es. La persona que cada tanto se da un gusto, está menos exigido por el Súper Yo. Se entiende que para Freud era mejor que aquello tenga su lugar cada tanto y que la gente tenga sus pequeños excesos. Es mejor eso a que la gente intente dejar totalmente afuera ese resto. Entiendo yo que sigue la fórmula lacaniana donde aquello que es expulsado retorna en lo real. Se puede representar esto que vengo describiendo con el siguiente esquema de la temporalidad de la civilización descripta por Freud.

Esquema: Goce.

Ley. Padre muerto.

/-----------/-------------------------------------------------------------/ Cultura. Así las cosas, el goce queda a un costado de la ley, como goce clandestino. La psicosis muestra muy bien los efectos devastadores cuando el goce no se hace clandestino e invade por todas partes. En ciertas tribus indígenas  – como lo he descripto anteriormente - la droga era parte de la cultura y fundamentalmente de estas fiestas. La descripción de dichas tribus mostraba muy bien que el consumo de droga estaba al servicio de ratificar el pacto con el padre, con la autoridad, para revalidar la cultura dentro de la fiesta. Es la droga al servicio del ritual religioso y de la l a cultura. Ordalías que sirven para hacer entrar al individuo

o confirmar un individuo en un grupo. En ese caso es un consumo limitado y reglado3. Vayamos ahora a la actualidad. Lo que antes era algo limitado en el tiempo y espacio ahora se extiende a todo. Esto es consecuencia de la llamada caída de los ideales y de la autoridad. Vivimos un empuje a la satisfacción total por el consumo, a una especie de fiesta permanente  – llámese fiestas reves o fiestas de los dj´s, etc. -, donde no habría límite, donde no habría renuncia, donde Imposible is Nothing (como dice la publicidad) . Lo que antes estaba al

costado y acotado, ahora es el protagonista. Hablar de hipermodernismo como lo introduce Lipovetzky - implica llevar al extremo el modernismo. La idea de Lipovetzky es que se resaltó el derecho a gozar - las diferentes luchas del derecho al goce - y del derecho al gozar se pasó al empuje al goce. Por eso dice que no estamos en la posmodernidad ya que implicaría un cambio y acá no se trata de un cambio, sino de llevar al punto límite lo mismo. Así el mundo queda dividido entre empuje al goce - lo que antes era una obligación limitada a participar de la fiesta, hoy es empuje al goce del consumo - y depresión que es una de las patologías mas extendida en la actualidad. Antes era entre orden y pequeños desordenes cada tanto. Ahora el que consume obtendría un goce sin freno, el que no, se deprime. Se puede decir entre consumo y abstinencia. La llamada globalización hace creer que en cualquier parte del mundo se puede gozar de lo mismo, todos por igual. Las guerras étnicas - que Lacan de alguna manera anticipó - aparecen como una resistencia a mantener algo de cada cultura; mantener algo de lo singular frente al todos por igual. Pero se puede dar un paso más y ubicar lo siguiente. De acuerdo a lo que he planteado hasta ahora, lo que antes era un resto a un costado, ahora se ubica en el centro. Hay un culto por el resto, una cultura del resto. En este punto hay que tener en cuenta que el resto puede ser un desperdicio o lo que causa a un trabajo. El que causa al trabajo es un resto fecundo que en Freud se ve muy bien con lo que él llama el resto diurno. Es un resto que empuja al trabajo, que pide que se lo tramite. Sin embargo hoy hay más bien un culto del resto como desperdicio. El desperdicio es algo propiamente humano y es lo que resta de 3

 - FURST, P., Alucinógenos y cultura, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1980, p. 42 – 23.

toda operación - simbólica - y cae como residuo. No lo he verificado en otros países, pero en la Argentina en las fiestas de los jóvenes se consume al final de la misma lo que se llama el JUNTADITO o MEZCLADITO. El JUNTADITO es una mezcla de todos los restos que han quedado de lo que se ha bebido en la noche. Se juntan en un solo vaso, jarra o recipiente y se lo toman. Consumir el juntadito en un intento de que no quede resto de la fiesta. Se entiende, quien toma ese resto se identifica a él y queda tirado en la calle como el resto mismo de la civilización. Pero también hay una forma de intentar desconocer el resto en el empuje eufórico a una fiesta permanente que se muestra muy nítidamente en la promoción del after. Me refiero al término inglés para nombrar lo que sigue luego. Contamos hoy con el after hour, after office y hace poco me han hecho saber que en Inglaterra se ha puesto de moda el after party. El show debe seguir y la fiesta debe continuar ininterrumpidamente. A cada after seguramente se le podrá agregar un nuevo after. Es un intento de barrer con las alternancias de intervalos de tiempo entre ley y goce de la que Freud hablaba para su época. La sexualidad queda también marcada por esta tendencia a la continuidad. El viagra es utilizado cada vez más por los jóvenes en el after party y para evitar las alternancias propias del falo. La manía laboral también está marcada con esta tendencia a acumular cada vez mas trabajos after hour. Se entiende que la manía por la rapidez entra claramente en esta estructura que intenta evitar la irrupción del resto como lo que cae en el corte. Así como el fast food está al servicio de la manía laboral, la fast therapy está al servicio de hacer creer que impòssible is nothing Se trata de la promoción del objeto a como brújula de la civilización - como afirma Miller 4 -. Esta promoción es lo que transforma al sujeto hipermoderno en un sujeto desinhibido. Como dice Miller "La dictadura del a hace estallar el matrimonio, dispersa la familia y modifica los cuerpos (cirugía, dieta, anorexia, etc.)"5. Eric Laurent a su vez agrega que además del goce de la sobredosis (de la overdose) existe la alloverdose6 . La experiencia del todo respecto del 4

 - MILLER, J.-A.: “Una fantasía”, conferencia de Comandatuba, Inédita, 2004  - Op. cit., pagina 8. 6  - LAURENT, Eric, "La societé du symptôme", in Quarto 79, revue de l'Ecole de la Cause Freudienne, Bruxelles, Belgique, 2004, pagina 9. 5

goce. La sobredosis tiene lugar siempre y cuando haya una medida sobre la cual se sobre pasa la dosis. En cambio Eric Laurent desarrolla como en la actualidad hay una búsqueda generalizada del goce total sin resto. Lacan decía que se trataba de l “ascenso del a al cenit de la civilización” 7. Esto Miller lo escribió como: a > I8. La prevalencia del a sobre el significante, sobre los ideales, sobre el Nombre del Padre. La explicación que da Miller, ya no en Comandatuba, sino en su curso del año anterior, es que el a cuestiona el Nombre Del Padre. Y por eso a la última clase del seminario de la Angustia la llamó "del a a Los nombres del padre" 9. El a es lo que no se deja nombrar, lo que resta a la función nominadora del nombre del padre y por eso lo cuestiona. Cuestiona al padre universal. Miller dice: "cuestiona la unicidad del nombre del padre"10. Llegado a este punto se puede comparar el esquema de la civilización descripta por Freud con un nuevo esquema que representa este nuevo estado de la civilización. Es un esquema que describe una diacronía temporal invertida respecto del anterior esquema. En la civilización freudiana  –  si se la puede llamar así  –  la mayor parte del tiempo estaba regulada por la ley y sus instituciones. Al costado teníamos esos pequeños excesos festivos cada tanto. En la actualidad habría un empuje a una fiesta permanente con un intento de hacer desaparecer el resto. A mi gusto, a un costado se encuentran los defensores del Nombre del padre y de las creencias bajo la forma del fanatismo. Empuje al Goce. Dicatadura del a.

NP. fanatismo

/------------------------------------------------------/-----------------------/ Se puede comparar a estos sujetos  –  que Miller llama desorientados - de la actualidad con el hombre libre. Efectivamente esa noción de la tiranía del a

7

 - LACAN, J.acques: Radiofonía & Televisión, Ed. Anagrama, 1977, Barcelona, pages 25-26.

8

 - LAURENT, Eric: "La societé du s ymptôme", Op. cit., page 6.

9

 - MILLER, J.-A., “Curse de laOrientation Lacanienne”, clase 19, 19 -06-2004, Inédito. Ver Lacan,  Le séminaire, livre X, L'Angoisse, Ed. Seuil, Paris, 2004, page 375.

10

 - MILLER, J.-A., “Curse de laOrientation Lacanienne”, clase 17, 12 -05 – 2004, Inédito.

es una noción que Lacan utiliza para el hombre libre. Esos mismos sujetos que no pueden zafar de esas libertades que lo dejan totalmente desorientados. Por otra parte, el hombre libre según Lacan era el Loco. Lo cual acerca nuestra clínica actual claramente a la locura. El daba un argumento que apuntaba al mismo punto respecto del objeto a. El loco es el que no está interesado por el Otro ya que él tiene el objeto a. Es libre respecto del Otro ya que no le demanda el a. Sus voces lo demuestran, dicía Lacan y agregaba 11. "El tiene su causa en su bolsillo" 12. Fuerzo la frase y digo que la época actual pretende meternos la causa en el bolsillo (con las múltiples significaciones que pueda tener) con el objeto fetiche de la mercancía y nos deja en la locura de la libertad respecto del Otro. Se entiende, tiranía del a, de un a suelto, y libertad respecto del Otro. Es la lógica de la psicosis remarcada por Lacan. En este texto que vengo comentando (“Pequeño discurso a los psiquiatras”) Lacan adelanta lo que Miller llama la tiranía del a - adelanta con una increíble deducción para la época  – cuando dice que: “!Si hay uno de los frutos mas tangibles que ustedes puedan tocar todos los días, de lo que devenga de los progresos de la ciencia, es que los objetos a se meten en todas partes, aislados, solos y siempre listos a sorprenderlos en el primer encuentro”, Se entiende aquí

que son los objetos a aislados, no enlazados de manera particular en el fantasma de cada quien. Agrega Lacan: “Hago alusión a las mass -media, a saber esas miradas errantes y esas voces caprichosas de las cuales están destinados muy naturalmente a estar rodeados cada vez mas ..... se los meten por los ojos y por las orejas” 13. Se ve que nos metan esos objetos a

por los ojos y las orejas y eso tira abajo al Otro y nos deja en la desorientación de un a que no hace punto de capitón singular. En este sentido la sexualidad actual también recibe el impacto del cambio. A mi gusto hay una tendencia hacia una sexualidad maníaca y desorientada. Para

11

 - LACAN, Jacques: “Petit discurs aux psychiatres” (1967), Inédit. Op. cit., 12

 - Op. cit..

13

 - Op. cit..

dar cuenta de esto me permito tomar a la vieja fábula de la Cenicienta como forma antigua de la sexualidad. La Cenicienta  deja su rastro: el zapato. El príncipe no pudo mas que salir a buscar aquella mujer que encajara en el molde del zapato. El zapato le funcionaba como una linterna que alumbraba en un campo sumamente oscuro. La neurosis freudiana muestra que el amor hace creer en la contingencia del zapato, pero más bien la estructura enseña que el molde o el "cliché" estaba desde antes. Cada hombre con su zapato sale al mundo a ver qué mujer "hace consonancia" con su horma - como decía J. Lacan: "con su inconsciente" 14 -. La "condición fetichista" 15  del hombre - o como Freud la llamó luego, la "condición erótica"- no sigue al empuje del mercado. Dicha condición pide siempre el mismo zapato. La sexualidad perversa que Freud muestra claramente en su época, es una sexualidad firmemente orientada. La perversión así entendida hace de brújula al hombre en un campo indefinible. Sobre la base de la falta de objeto pulsional la sexualidad ordenada perversamente

(condición

fetichista,

-

o

sea,

heterosexualidad-,

homosexualidad y fetichismo; mas tarde agregará al masoquismo, sadismo, exhibicionismo y voyeurismo) sigue fielmente la fijación a un objeto fantaseado. En efecto, cuando Freud habla de la perversión polimorfa habla de la variedad de perversiones en el recorrido diacrónico y libidinal del niño, pero la perversión por excelencia es unimorfa. De una sola forma. En cambio, en la actualidad, un muchacho de unos 20 años llega a la consulta diciendo que en lo que respecta a la sexualidad, él parte "de cero". No tiene y no encuentra nada anterior que lo pueda guiar. Necesita probar cada vez para saber cuál es su camino. Encuentros con travestíes, homosexuales, partenaires del otro sexo, etc., son una muestra de su búsqueda. Finalmente dice que es como "si fuera a comprarse zapatos y no supiera cuanto calza". "Se trata de lo básico, no del gusto" termina agregando. Se entiende allí que hay un problema de horma respecto a la sexualidad. Como si no tuviese el antiguo zapato de nuestro príncipe perversamente orientado. Esto es lo que me hizo pensar, a partir de varios casos clínicos con estas características, que hay 14

 - Lacan, J.: "Conferencia en Ginebra", En Intervenciones y textos 2, Ed. Mannatial, Bs. As. 1988, pag. 131. 15  - Freud, S.: "Tres ensayos de teoría sexual", Ed. Amorrortu, Bs. As., 1985, tomo VII, pag. 139.

en la actualidad una tendencia que marca una caída de la perversión como directriz sexual, como respuesta al agujero del sexo. Es evidente, a su vez, que esta caída toca especialmente al campo masculino en términos de su orientación por el "gnomon" fálico - como lo llamaba Lacan-. Como él mismo lo afirmaba, no se han inventado nuevas perversiones - entre otras cosas por su fijeza -, pero el mercado ha logrado que el petit a no sea un capitón singular para cada sujeto. Hoy se trata del fetichismo por la mercancía generalizada que depende del mercado. Un mercado que va contra la fijeza del fantasma y pide un nuevo zapato cada vez. Así entiendo lo que J.-A. Miller muestra claramente como la tiranía actual del petit a. Es una tiranía desligada de la singularidad de cada sujeto y es justamente por eso que la llama tiranía 16. Se genera así una tensión entre empuje al mas de goce de la ALLOVERDOSE 17 o la singularidad del síntoma. La tiranía actual del a es una tiranía desligada de la singularidad. Por esto mismo el psicoanálisis nunca se llevó bien con las tiranías. Así mismo, este mismo panorama es lo que permite a J.-A. Miller hablar de los "nuevos híbridos"18. En los términos que vengo planteando, llamo a esto: la sexualidad inclasificable de los jóvenes de hoy . Así como hay que diagnosticar la

estructura de un sujeto entre neurosis, psicosis o perversión también en psicoanálisis debemos diagnosticar la posición sexual. No damos por sentado ni la posición sexual, ni la elección sexual respecto de la anatomía. Así entiendo, que este joven que partía de cero era un inclasificable sexual. Se ve en este sentido que es un a desligado del sujeto, que no es el a en un fantasma que orienta perversamente y de manera repetitiva y siempre igual a la sexualidad. Se desprende de este razonamiento cómo la época se asemeja a la fórmula de la locura que describe Lacan en estos párrafos que vengo comentando. Cómo ya lo subrayé, el loco que es el hombre libre respecto del Otro, sin embargo padece por ello mismo la tiranía de un objeto a suelto que lo invade por todos lados. En efecto, Lacan describe de la misma manera a la época. Un objeto petit a suelto y libertad respecto del Otro.

16

 - Miller, J._A.: Curso de la orientación lacaniana, clase 20, año 2003-4, inédito. Ver también conferencia en Comandatuba. 17  - Laurent, E.: "La societé du symptome", en Quarto 79, revue de l'Ecole de la Cause Freudienne, Bruxelles, Belgique, 2004, pag. 9. 18  - Miller, J.-A.: "Le neveau de Lacan", Ed. Verdier, Paris, 2003, pag. 165.

La caída de los emblemas paternos ha traído aparejado, entre otras cosas, esa tendencia a la desaparición de las formas masculinas y unimorfas - la forma "hommosexuelle", "hombresexual"19 - de acceder al sexo. Ahora bien, estos cambios en la práctica sexual se correlacionan con un consumo festivo: éxtasis, alcohol, cocaína, psico estimulantes, etc. Son todas drogas que responden a una demanda de euforia. Diferente es el consumo de heroína que es un psicodélico que permite suprimir la angustia y abstraerse del mundo y que finalmente aniquila la sexualidad. O la marihuana que puede ser mas un tranquilizante. Por otro lado, esto lleva hoy a lo que llamé una sexualidad bajo influencia , a una sexualidad reforzada ya que además se

llega al acto sexual luego de la fiesta, luego del reviente, destruidos. La fiesta de los DJ, son un ejemplo, de una sexualidad bajo el efecto del éxtasis. Por otro lado, el viagra hoy es de consumo masivo y fundamentalmente para  jóvenes y no tan jóvenes. Lo que apareció como una droga supuestamente para la gente mayor, hoy es de uso masivo. Se ve allí que se intenta desconocer el límite fálico, pero no solamente como límite simbólico, sino orgánico. Hay un consumo con un retorno a lo sexual, luego de una época donde se intentó dejarla afuera. Este consumo masivo deja a los individuos cada vez más solos. Efectivamente, está el goce globalizado y está la soledad globalizada. La gran dificultad hoy es establecer lazos duraderos o fuertes entre los diferentes sujetos y el encuentro entre los sexos se ve así alterado. Por lo tanto, lo que Freud propuso respecto del lugar de la droga en s u texto “El malestar en la cultura”, creo que no se puede sostener hoy en día. Entiendo

que la época de Freud y la nuestra son diferentes y que, por ende, las coordenadas cambian. En la época de Freud  –  como ya lo anticipé en otro texto - la toxicomanía es un síntoma aislado, entre otros. En la actualidad, hay una tendencia que lleva a una respuesta única y globalizada, se trata de un goce unitario y para todos por igual, intentando barrer con todas las diferencias. Esta tendencia parece diferente a la destacada por Freud en su malestar en la cultura. Es una época donde priman los ideales y hay cierta preponderancia del Nombre del Padre, por eso la droga se ubica - en el caso de ciertos alcohólicos -, como posible partenaire. En ese momento, la toxicomanía  – como ya lo dije

19

 - Lacan, J.: "Seminario, libro 20, Aún", Ed. Paidós, Bs. As., Barcelona, México, 1985, pag. 103.

anteriormente - parece ser una respuesta al costado de otras, como algo localizado y puntual. Pero, a su vez, tenemos otro momento que responde a la época, llamada por J.-A. Miller, de la inexistencia del Otro, en donde ya se trata de la "toxicomanía generalizada" 20, como un modo único y globalizado. Es el tiempo del consumo generalizado como supuesta y única respuesta al malestar. Pero además, se ve cómo la época ha emparejado un modo de goce bajo la forma del consumo y la locura. Se ve allí una relación estrecha entre la descripción que hace Lacan de la psicosis y la época del consumo generalizado. I) La función del tóxico como cl ave El agua tóxica de Mario

Eduardo Abello psicoanalista, miembro de la EOL y de la AMP

(El presente texto ha sido publicado anteriormente en: Sexuación y Semblantes: ¿Mujeres anoréxicas, hombres toxicómanos?", Ed. plural. Colecc. Sujeto, goce y modernidad nueva serie, TyA-Plural 2002, impreso en La Paz, Bolivia. pág. 19 a 23.) “...no todo el que ha tenido la oportunidad de tomar durante un lapso morfina, cocaína, clorhidrato, etc., contrae por eso una “adicción” a esas cosas. Una

indagación más precisa demuestra por lo general que esos narcóticos están destinados a sustituir  – de manera directa o mediante unos rodeos  – el goce sexual faltante...” No es una cita de Lacan. La cita tiene más de cien años. Freud dice esto en “La sexualidad en la etiología de las neurosis” (1) que

terminó el 9 de febrero de 1898. Es una cita que encuentro puede aplicarse a Mario, quien solicita atención en un centro asistencial privado donde trabajo, a instancias de su esposa y de una constelación de médicos de diversas especialidades. Unos días atrás, Mario 20

 - SINATRA, Ernesto.: “La toxicomanía generalizada y el empuje al olvido",  Más allá de las drogas, Plural Editores, Bolivia 2000, página 39. SINATRA, Ernesto.: “La toxicomanía generalizada y el empuje al olvido",  Más allá de las drogas, Plural Editores, Bolivie, 2000, page 39.

había huído de un hospital público donde estaba internado a causa de una neumonía y una gastritis “rebelde” a los tratamientos, confrontado con la

muerte, la castración, la falta. Las primeras palabras que me dirige expresan el horror: “me afectó mucho la

internación, compartía la habitación con dos viejitos casi muertos; me afectó tanta miseria: no valés nada”. Enunciado sorprendente para quien escapa de

una hospitalización, porque es la muerte del Otro la que, como él dice, lo hace “optar por la vida” al huir del Hospital, abriendo el camino a un pasaje al acto

que lo libera del encuentro con la propia muerte. Mario, con sus 40 años, ocho después de haber recibido un riñón trasplantado por su nefropatía diabética, debió volver a dializarse en abril, dos meses antes del episodio relatado. El sentido que recobra durante las primeras entrevistas y la pronta mejoría de su “gastritis resistente” genera el surgimiento de un enigma para el sujeto: “ ¿no me estaré autodestruyendo?”. Confiesa que creía que en el estómago tenía un cáncer, al que califica como “la muerte rápida”. La pregunta sin

respuesta aparente da paso a los dichos del sujeto acerca de lo que considero su toxicomanía oral. Mario me comenta, entre sonrisas, su preocupación, que además le es transmitida por los médicos que lo asisten. Toma mucha agua. “Es un abuso”, dice, “me da gracia”. “Soy adicto al agua, es la mejor bebida”. Describe con

detalles su ritual nocturno: cuando todos duermen en su casa, se levanta de la cama, va hacia la heladera, toma la jarra y, solo en la cocina, como él dice: “me

la chupo toda, no puedo controlarlo”. -“Es mi mayor placer. Estoy bien con ese  juego de la jarra”. Es necesario subrayar que el consumo nocturno, abusivo y

selectivo en el horario, el hecho de mantener controlada su diabetes y, como veremos más adelante, la raiz de esta práctica en la historia del sujeto, permiten apartar la consideración de su conducta como correspondiente al síntoma médico de la polidipsia, relacionado con la diabetes; desbordando asimismo lo que de exceso puede tener la ingesta de agua en los hemodializados. Mario conoce que, sin riñones, el agua es  – a partir de un límite  – “tóxica”. Su corazón, su vida, están en riesgo a causa de la hipertensión; sus actividades diarias se hacen casi nulas por el peso de su cuerpo, especialmente su abdomen; los calambres post-diálisis son mayores y más incapacitantes. Sin

embargo Mario confiesa: -“Quiero que en cada diálisis me saquen la mayor cantidad de líquido posible; cuanto más sacan, más agua puedo tomar después”.

No permanezco impasible frente a sus sonrisas y con semblante de preocupación apunto a lo mortífero de esa práctica. A la entrevista siguiente concurre diciendo: “uno no espera que le digan la verdad”. Reconoce que,

durante mucho tiempo después del transplante, se colocaba ampollas de “Klosidol”, hecho que tampoco era capaz de controlar. - “No me interesan los estimulantes”, dice. -“Tomo las cosas, las pruebo, para ver qué le pasa al cuerpo. Si me gustó, sigo”.

Así, como modo de goce, el consumo abusivo es usado para tapar, para anestesiar si se quiere, la falta en tanto dolor insoportable. Un exceso, en suma, que habla de la pulsión de muerte. Sus dichos sobre ese modo de goce solitario, permiten poner en contrapunto lo que inmediatamente después aborda expresando que tiene “un conflicto en casa”: “mi mujer no me banca, no me da lugar”. El reinicio de la diálisis luego de los ocho años de “libertad” con el nuevo riñón modificó su condición de

partenaire, después de cinco años de pareja, y llegó hasta alterar el lugar de padre de familia que ostentaba. Aunque con temor y prevenido respecto a la falta del partenaire, comienza a hacerse la idea de una posible separación. Esta ruptura, este quiebre en la no-relación de pareja, que es caída del amor en tanto, como decía Javier Aramburu, “suplencia de la falta en ser del sujeto”

(2), diluye de cierta manera su relación con el goce fálico, precipitándolo a procurarse otro goce, ya que el encuentro con el Otro sexo no hace sino mostrarle el fracaso de su encuentro con el objeto “a”, al dejarlo a este último al

descubierto. El goce fálico deja así de ser la “vía de escape” al goce sexual imposible. La vía se convierte en el goce a-sexuado del cuerpo. Nos preguntamos: ¿qué es lo tóxico, entonces? Etimológicamente lo venenoso. Desde nuestro ámbito, el goce mismo. El caso de Mario nos muestra que, bajo ciertas condiciones, aún el agua puede ser tóxica.  Algunas entrevistas después, ese “juego de la jarra”, ese modo de goce que

mostraba difucultad para situarlo a nivel del Otro, se nutrió de un aporte valioso para su análisis. Mario hablaba de su niñez en un pueblo del Norte argentino,

de la pobreza de su familia y de sus primos, vecinos de enfente, que tenían almacén. De la bronca que sentía: ellos podían comer dulce de leche, él no. Me relata este episodio: “Me decían e l Negro Batatero porque comía batata asada,

ya que ni galletas teníamos. Un día en que ví a mi tía distraída en su negocio, abrí la heladera con pausa, saqué una Crush, corrí a casa, hasta el patio, y la tomé, ¡con qué placer! Tiré la botella al fondo. Nadie se enteró. Nunca antes había tomado una gaseosa. La mejor es la Crush.”

La secuencia es la misma en la actualidad. Con ese acto Mario dejaba de ser el negro Batatero, obteniendo a cambio un goce que, para esconder su naturaleza de hurto, debe mantener en soledad. Siguiendo a Lacan en su seminario “Aún” cuando dice que el cuerpo es algo que se goza de manera

significante (3), esta recuperación de goce del ser hablante se evidencia anudando pulsión y repetición, búsqueda de lo perdido y a su vez memoria del mismo. En cada jarra, en ese exceso, Mario goza de su “rebeldía”, que

tampoco va sin relación al padre. Se podría introducir aquí entonces, la cuestión del superyó. En su seminario “Los divinos detalles” (4), Miller destacaba que el psicoanálisis

repitió durante mucho tiempo un primer abordaje a la noción del superyó: aquel que lo definía como representante introyectado de los padres. Abordaje que ocultaba la otra cara del superyó: el ser en definitiva el resultado de la renuncia a las pulsiones. Para aclararlo Miller hacía un esquema: dolor moral Pulsiones

Superyó renuncia pulsional

Relaciono esto con lo que Juan Carlos Indart planteó (5) al analizar las referencias de Lacan con respecto al superyó, hablando de un funcionamiento del mismo, destinado a negar la castración del Otro. Es decir, la renuncia a las pulsiones (que es pérdida de goce) implica la creencia en un Otro que ex-siste, en un “padre Todo goce”, como dice Indart (6). Y se pregunta, y ella me parece apropiada para ilustrar este caso: ¿porqué la muerte rodea al goce?. Es que la pulsión de muerte surge a partir de la

negación de un Otro castrado, del “fantasma del Otro del goce total” (7). Mario

se pregunta si no estará pagando las maldades que cometieron sus padres a través de actos de ocultismo, de curanderismo, que sabe que realizaban. - “Le hicieron mal a mucha gente”, dice.

El esquema de Miller nos permite ubicar los diferentes modos de goce toxicómanos a los cuales hizo referencia en la segunda de sus conferencias brasileñas sobre el síntoma (8), y relacionarlos con el superyó. Por un lado, el ejemplo heroinómano, que apunta a la separación del Otro, mantiene con el tóxico a distancia a ese Otro, tapando con su consumo la renuncia pulsional y, por el otro, aquellos que, como Mario, en la vertiente de la alienación al Otro, el funcionamiento superyoico, con ese Otro de goce absoluto en quien cree, impone un gozar mortífero que se expresa a través de su oralidad. Lo que Mario tampoco soporta es el mundo pulsional en donde reina la falta. La sustancia misma “en juego”, la “mejor bebida”, el “mayor placer”, es el que

obtiene de un líquido que no falta (que reemplaza su Crush), y que calla en cada jarra, en cada chupada, el decir castrado del sujeto. La salida rápida, el cáncer, que cobró sentido a partir de lo que el sujeto interpretó en un momento crucial de su historia, se esfumó dejando al frente lo que para él, es la vía “lenta” a la muerte, vía que evita cuidadosamente los

baches de la pulsión. Pero el punto de fuga, ese Otro barrado presentificado en su cuerpo, le reclama para ello agua como el tonel de las Danaides. Miller decía hablando de la heroína que era la sustancia que reunía el llamado “criterio lacaniano del goce toxicómano” (9), poniénd ose en la vertiente de la

separación del Otro. Usando los significantes de Lacan, Miller define ese criterio diciendo que “es patológico cuando es un goce que se prefiere al pitito

(petit-pipi)”(10). La función de la droga según este criterio al que se alude, es promover, como decía Miller, “la insumisión al servicio sexual”(11), al tiempo que aparece como

objeto de deseo, pero no objeto causa de deseo. Es mas bien un objeto de demanda imperiosa y un objeto causa de goce (12). Es precisamente en este caso cuando se aprecia que dicha función combina, en un solo partenaire, el tóxico como escape al goce del Otro sexo imposible, y como vehículo de una recuperación de goce que le da una inscripción en el

Otro, que le permite nombrarse como el “rebelde”, con un a botella en el fondo,

en solitario. Entonces, ¿ hay algo que pueda detener o modificar ese goce ? Lacan nos da una respuesta en “Aún” (13): la “otra satisfacción”, la satisfacción de la palabra.

Eso podemos ofrecer los analistas al toxicómano: la posibilidad de restituirle una relación más estrecha a su inconsciente, relación que él se encarga de borrar con el tóxico. En la clausura de las Jornadas sobre “El toxicómano y sus terapeutas”, Miller

condicionaba el éxito del análisis a que el analista se convi erta en un “dealer” de “la droga de la palabra” (14) e invitaba a introducirlo a ese goce: el de la palabra, “la droga normal” (15).

Se trata, en definitiva, de un pasaje. Podríamos incluso, tomando este caso, tomando las metáforas que nos permite usar el recurso a la palabra misma, definirlo así: del “agua tóxica de Mario” a la “rosa púrpura del Cairo”.

Córdoba, mayo de 2000 Notas: 1- Freud, S.: “La sexualidad en la etiología de las neurosis”, en “Obras Completas”, Amorrortu ed., Bs. As., 1986 , tomo III; pág. 268.

2-  Aramburu, J.: “Del Ideal al síntoma, un cambio de orientación”, en “El peso de los ideales”, EOL-Paidos, Bs.As., Barcelona, México, 1999; pág. 89.

3- Lacan, J.: ”El Seminario- Aún”, Ed. Paidós, Bs.As., Barcelona, Mé xico;1989; pág. 32. 4- Miller, J.- A.: “Les divins détails”, clase del 7/6/1989, inédita. 5- Indart, J.C.: “El peso del superyó”, en “El peso de los ideales”, EOL -Paidos, Bs.As., Barcelona, México, 1999; pág. 98. 6- Indart, J.C.: “El peso del superyó”, en “El peso de los ideales”, EOL -Paidos, Bs.As., Barcelona, México, 1999; pág. 99. 7- Indart, J.C.: “El peso del superyó”, en “El peso de los ideales”, EOL -Paidos, Bs.As., Barcelona, México, 1999; pág. 100.

8- Miller,J.- A.: “Segunda conferencia: el síntoma como aparato”, en “El síntoma charlatán”, Ed. Paidós, Bs.As., Barcelona, México, 1998; pág. 39.

9- Miller, J.- A.: “L’Autre qui n’existe pas et ses comités d’éthique”, clase del 21/5/1997, inédita. 10- Miller, J.- A.: “L’Autre qui n’existe pas et ses comités d’éthique”, clase del 21/5/1997, inédita. 11- Miller, J.- A.:“Cloture” en “Le toxicomane et ses thérapeutes”- Ed. Navarin, Paris, pág.137. 12- Miller, J.- A.:“Cloture” en “Le toxicomane et ses thérapeutes”- Ed. Navarin, Paris, pág.135 13- Lacan, J.: ”El Seminario- Aún”, Ed. Paidós, Bs.As., Barcelona, México;1989; pág. 79. 14- Miller, J.- A.:“Cloture” en “Le toxicomane et ses thérapeutes”- Ed. Navarin, Paris, pág.138. 15- Miller, J.- A.: “L’Autre qui n’existe pas et ses comités d’éthique”, clase del 2/4/1997, inédita.

El empuje al olvido: tres nombres del goce

Por Ernesto Sinatra: (El presente texto ha sido publicado anteriormente en Drogas”,

Ed.

Plural,

La

Paz,

Bolivia,

2000,

“Mas Allá de las página

171.)

En un texto de este volúmen presenté una hipótesis a partir de una siniestra publicidad sobre jeans con la que caractericé nuestra época : El empuje al olvido es promovido por el amo moderno occidental con el auxilio técnico de la ciencia en complicidad con la tecnología y patrocinado por los  mass media.

Intentaré ahora demostrar el valor de goce del olvido a partir de tres fragmentos clínicos articulado con el valor de goce del nombre. Las tres personas sobre las que les he de hablar tienen varios rasgos en común: Sufrieron un

Estaban drogados cuando se perpetró el hecho Olvidaron totalmente lo ocurrido Sólo pudieron recordar el acontecimiento al ser localizado por su puesta en discurso El demostró ser contingente pero no accidental: en los tres casos se trató de un pasaje al acto suicida La figura del padre  –en los tres casos- es emblemática por su desfallecimiento Los tres sujetos se inventaron un nombre para gozar de él

1°) ‘Don Juan’: un nombre transitorio de goce

La búsqueda de las drogas como vehículo de sabiduría había llevado a Juan al precipicio, literalmente. Un día, borracho, luego de haber fumado marihuana e inhalado -una vez más- casi una lata entera de pegamento, decidió salir al balcón para enfrentar de una buena vez a la muerte invulnerable. Sólo la providencial presencia de un amigo y compañero de travesías evitó que cayera al vacío: lo abrazó cuando ya había perdido pie. Su presencia en mi consulta no anunciaba nada alentador. Casi no hablaba, sólo lo hacía por compromiso porque entendía la desesperanza de sus padres, y estaba allí frente a mí con su boca abierta y con sus mono-frases prearmadas. Era evidente cómo se presentaban las cosas: él era su propio ‘cocodrilo’ y los dos sabíamos que si tenía la chance de hacerlo yo habría de oficiar del ‘palo apaciguador’. No había demasiado tiempo.

La entrada fue la literatura, Castaneda y Las enseñanzas de Don Juan , en verdad su único libro de referencia, libro en el que la droga toma un valor iniciático al ser introducida por el chamán, Don Juan. Se localiza el problema: el cortocircuito de goce en el cuerpo que procura al toxicómano la substancia, estaba en este caso asegurado por un sujeto supuesto saber...gozar. Para Juan todo su consumo era filtrado a través de allí, por la trascendencia que lograría con ese camino. Comprendí, entonces, que ese era también mi único acceso a su intimidad, por ello con extrema paciencia escuché sus relatos -los que comenzó a soltar algún tiempo depués de que me dispuse a escucharlo.

Su historia familiar comenzó a entramarse en derredor de Don Juan, como asimismo de sus relaciones con sus amigos y sus desventuras con las mujeres. Este Don Juan moderno, para seguir la lógica de los tiempos, no estaba seguro si no era homosexual y temía tanto a las mujeres que no podía casi acercárseles. Al principio lo había intentado con el alcohol y con la marihuana, algunas veces también con la cocaína. Luego -ya resignado- se retiró al pegamento y al cuasi ostracismo. Ya casi no se veía con sus amigos, no estudiaba, no trabajaba, sólo esperaba algo de Don Juan; pero cada vez eran menos sus expectativas de alcanzar el viaje que lo redimiera. Comenzó a traerme escritos que denunciaban las dificultades en sus ‘viajes’: cada vez le

iba peor en las inhaladas -su forma de goce preferida- ya que el tormento de sus pensamientos amenazaba arrasar su frágil estabilidad psíquica. Luego de muchas entrevistas surgió para su sorpresa -y la mía- un sueño que permitió localizar un recuerdo. Su madre, mujer rígida y distante, era en el sueño bonita y lo convidaba con marihuana, de pronto entraban dos tipos y la violaban. Todo sucedía delante de Juan, de su deseperación. Incluso creyó ver a su padre y a sus dos hermanos mayores llorando en la escena. Varios años atrás había presenciado una escena en la que su padre, veterano marido de la botella, estaba una vez más alcoholizado. Pero esta vez, a diferencia de todas las otras, no estaba triste ni violento como acostumbraba; y además no estaba la madre de Juan con él, sino que estaba acompañado por dos -extrañas- mujeres y un hombre. Sólo tiempo después, Juan calificó el encuentro como la ‘fiesta de mi viejo con dos putas y su cafishio’, a pesar de

que nunca presenció nada. Sólo a partir de entonces comenzó a desanudarse su relación tóxica al goce, intercalándose eslabones simbólicos asociativos que Juan consumía lentamente, substituyéndolos a las substancias. Yo, con mi silencio y algunas puntuaciones que siempre cuestionaban la certeza de goce que quería demostrarme, me había transformado en su chamán. En verdad, su carrera tóxica había comenzado al poco tiempo de esa escena, la que trastocó para siempre sus relaciones con sus padres: con él por no entender por qué en su casa había llevado a esa gente tan peligrosa, por qué su padre tan callado, culposo y tímido siempre, reaccionó aquella vez tan vívida...‘y estúpidamente’; tal era su lástima que Juan no podía nunca enojarse

con él. Con ella por no animarse a contarle la escena, tranformándose en cómplice silencioso de su padre, del cual comenzó a compartir también otro rasgo: la auto-compasión. Pero además fue necesario otro tramo de sesiones para localizar un sueño que había precedido exactamente su pasaje al acto (al que sólo en la elaboración onírica a la que se dedicó denominó ‘mi intento de suicidio’): El tenía ‘violentas’ relaciones sexuales con una bellísima mujer que se llamaba en el sueño ‘la bruja’. Ella gozaba sin parar y él con ella. El estaba asustado, pero igual seguía

gozando. Sin querer saber nada más, al día siguiente saltó al vacío, perseguido por una voz que -sólo entonces recordó- le decía ‘matate, si vos no merecés vivir!’. Muy angustiado, pudo precisar que antes de arrojarse le había contado a su amigo, drogado, el sueño que había tenido y aquél le recordó burlándose que ‘bruja’

era el nombre con el que Juan había ‘bautizado’ a su propia madre. Ya casi en el aire -si bien el ‘palo de piedra’ fue insuficiente, la arriesgada maniobra de su amigo evitó el desenlace mortal- sólo pudo gritar: ‘¡papá...papá!’.  A partir de alcanzado este punto se ‘despegó’ la culpa por el goce incestuoso (con ‘la bruja’) del tormento del padre del goce (que lo empujaba a la muerte).

Así, Juan fue -paulatinamente- perdiendo interés tanto en las drogas -su recurso inefable y místico- como en aquel Don Juan - ‘su’ mito del padre, en nombre del cual autorizaba su consumo-, hasta dejar que los dos cayeran definitivamente. Fue la caída de esta figura del padre ideal la que conmovió el goce que obtenía con la droga (en especial con el pegamento) al par que deshizo la identificación del sujeto con el rasgo de impotencia -alcohólica- del padre (figura del goce del Otro que, transformada en ‘padre muerto’, lo

empujara al vacío). Sólo entonces él descubrió las resonancias ‘sexuales’ que habitaban su

nombre de goce elegido y se interrogó por lo que era su verdadera preocupación: la relación con las mujeres. Para Juan, a partir de entonces, el análisis se transformó en asunto serio. 2°) Las banderas del kamikaze

Un hombre llega a consulta diciendo encarnar las fuerzas del mal al par que se presenta con notorias contusiones y lastimaduras. Su motivo de consulta es por

demás razonable: quiere seguir viviendo, pero no está seguro de poder hacerlo. Afirma que no puede dejar de hacer ciertas 'cosas' que le acarrean cada vez más dificultades. Su pacto con la muerte adquiría renovadas formas: respecto de las substancias tóxicas que empleaba, hasta extremos de frecuentes sobredosis; respecto de la angustia que provocaba en sus partenaires, amenazándolas hasta el colmo de sus resistencias; ofreciéndose para ser golpeado salvajemente, una y otra vez, hasta extremos en los que su vida siempre pendía del azar de su resistencia física. No puede dejar de tomar alcohol para darse el coraje que necesita, ni abandonar las drogas que consume -sobre todo,cocaína- y que habitualmente combina con sus 'drinks'. Su discurso es elíptico, de difícil cernimiento y pleno de alusiones, al par que espera de mí una complicidad de sentido -a la que, naturalmente, rehúso. Le formulo entonces sucesivas preguntas, demostrando mi ignorancia respecto de los sintagmas fijos con los que pretende sostener el diálogo -la mayoría de ellos extraídos de la cultura analítica. Al ubicarme en esta posición, comienza a hablar -no sin reticencias- de su consumición, significante que se hallará a posteriori ligado con una secuencia, la que circunscribirá sus condiciones de goce en sus encuentros con las mujeres, a partir de ocho momentos repetidos de modo sucesivo sin alterar su carácter ordinal. Los enumeraré: 1º)Seducción

2º)Enamoramiento

3º)Desprecio

4º)Coerción

5º)Terror

6º)Arrepentimiento 7º)Entrega 8)Humillación . Pero una vez aislado el circuito en el que dicho sujeto condensaba su satisfacción, -y precisamente cuando parecía hallarse en posición de reconocerse en él a partir del significante consumición (que ligaba la coacción ejercida sobre el otro al sufrimiento de su existencia con las ingestas tóxicas- el entrevistado adoptó un último recurso: intentar coaccionar a una mujer que lo había abandonado por su crueldad -una vez más- para que ella retornara a él por la mediación de un niño al que había aleccionado muy precisamente para 'engatusarla'. Esta mujer era estéril y él sabía el impacto que ejercería sobre ella usando este recurso. Fue en ese momento cuando decidí suspender las entrevistas, haciéndole saber a esa persona las razones por las que no le daría entrada en análisis: él

pretendía una y otra vez rechazar su responsabilidad respecto de los actos que realizaba en su vida, utilizando cualquier recurso para lograrlo. Desde la posición analítica yo no podía -ni debía-convalidar esa falla ética. Consumir o ser consumido, tal el vel con el que se desplegaba en este sujeto un fantasma de vampirismo. Por este sesgo no era infrecuente que al ofrecerse como instrumento de goce del Otro, él pasara a transformarse en el Otro propiamente dicho: ‘yo soy las banderas del kamikaze, el problema es cómo entregar ese producto a otro’ . Por lo cual, querer ser el Otro y dejar que el otro,

su semejante, finalmente se sacrificara por él, denuncia por este sesgo su canallada: un ‘bien apetecible’, también del perverso.

3°) Las mutaciones de un Gulliver moderno en el país del olvido

a) La substancia del consumo: Un hombre de mediana edad consultó por lo que él llamó sus ‘adicciones’. Desde joven, había visto peligrar su vida en numerosos encuentros con lo que llamó su ‘destino’. Al interrogarlo, surge con claridad la fuerza de un eufemismo: decía ‘destino’en lugar de ‘policía’. Luego

de uno de esos encuentros en el que escapaba corriendo por las vías del ferrocarril borracho y drogado después de un acto delictivo, tropezó y cayó, salvándose por azar. Su vida delictiva se remontaba a los 18 años, época en la que comenzó a consumir con frecuencia todo tipo de substancias tóxicas: anfetaminas, cocaína, marihuana, alcohol... A partir de entonces alternó cárceles con hospitales. Decía haber sido un transgresor, y que se salvó por casualidad de morir ‘reventado’ por las drogas. Finalmente confesó que consultó conmigo a

instancias de su hermana menor, quien lo amenazó con cerrarle las puertas de su casa si no se trataba. Para entonces ya su esposa lo había abandonado por sus repetidas ingestas alcohólicas. b) El ‘olvido’, síntoma de la entrada: Pero no bien comenzadas las entrevistas

comenzó a situarse un problema que desplazó el motivo de consulta: sus frecuentes olvidos. Ante preguntas que yo le formulaba -a decir verdad, obviasrespecto de fechas y acontecimientos familiares nunca sabía qué contestar. En el extremo de la angustia, un día manifestó -sorprendido por sus mismas palabras: ‘No recuerdo nada, ¡no tengo historia!’.

Luego de varias entrevistas volvió sobre esas preguntas para comenzar a situar -muy vagamente- los acontecimientos que marcaron su vida. Pasado este -largo- período de entrevistas en el que las rememoraciones acudían de un modo prolífico, concluyó con una afirmación inesperada: ‘¡No puedo creer que haya olvidado tantas cosas que yo sabía!’

c) Un predicador del bien común: En el inicio de sus entrevistas hablaba de su padre como de un desconocido; lo acusaba de no haberle prestado jamás atención y de ser el verdadero responsable por su temprana adicción a las drogas. Pedro decía haber necesitado de él, pero que cada vez que lo esperaba, él no estaba: su padre parecería haber estado demasiado ocupado en predicar sobre el bien a sus congéneres. Era un líder barrial, muy apreciado en la comunidad, que predicaba especialmente no fumar y no tomar alcohol; y que intentaba argumentar que el bien común estaría garantizado si las personas se esforzaban en no cometer ningún exceso. Aunque Pedro se las ingeniaba para darle muestras de que él hacía exactamente lo contrario de lo que su padre recomendaba en sus predicaciones, éste se hacía el desentendido. d) No pensar en nada para que nada suceda El Otro -siempre maligno- era presentado por Pedro como un padre hipócrita, el que, además, tenía un hijo atorrante (el mismo Pedro) quien constituía claramente su envés identificatorio. Entre idas y venidas, surgen en estas entrevistas, restos de

sueños de

angustia reiterados, acompañados por incomprensibles miedos que padeció de niño. Hasta que -con extrema dificultad- Pedro localiza una frase pronunciada -y reiterada- por su padre como respuesta a tal insistencia de sus padecer es: ‘Concentrate y pensá sólo en esto: que tenés que pensar en nada.  Así nada va a suceder’. Se conmociona ante la presencia de esta paradójica

frase, la que había sido su amuleto desde su niñez. Cada vez que sus miedos y angustias de muerte lo perseguían, él apelaba a este recurso -paterno- para neutralizarlos. Este remedio lo incitaba al olvido, ya que tenía que pensar...en nada para que nada (le) sucediera. e) El fantasma del hombre del cuchillo: Fue entonces que un fantasma, olvidado, y que constituía el centro de sus terrores nocturnos apareció en su relato: un hombre podía entrar en su casa, especialmente de noche, y

asesinarlo con un cuchillo. Sus intentos por evitar esta muerte (que anticipaban sus pesadillas y que mostraban sus fantasmas entre la vigilia y el dormir), se habían transformado en una terrible obsesión que lo llevó a la realización de complicados rituales, defensas secundarias contra la agresión tan temida. El diagnóstico de neurosis obsesiva comienza a localizarse. f)La locura de un padre mutante: De pronto, siguiendo el tenue hilo de su memoria, surgió un recuerdo fundamental: tenía cinco años y el padre, cariñoso y comprensivo con él (quien era hasta ese preciso día su hijo preferido) devino un absoluto extraño, un sujeto despótico que podía pegarle sin razón alguna. En ese momento no pudo precisar por qué. Fueron necesarias aún muchas entrevistas para llegar a situar otro acontecimiento -también absolutamente olvidado- y que precedió a tal modificación de carácter-: cuando él era niño su padre había sido internado en un manicomio. A partir de ese momento se presentaron en su memoria una larga serie de recuerdos que daban cuenta de su desconcierto frente a la presencia monstruosa de su padre. El no sabía qué le había sucedido a su padre para cambiar tan abruptamente su modo de ser: de bonachón y cariñoso a despótico y agresivo: ‘se transformó en un mutante’. Había sido a partir de ese momento (sin ‘saberlo’) que su vida cambió: ya nunca más sería el mismo. El miedo a la

locura quedó así vinculado con el miedo a la muerte. g) El hombre del cementerio: En ese momento surgió un nuevo recuerdo. Este hombre, que parecía

-según sus propias palabras- no tener historia propia,

tenía sin embargo un gusto muy singular. Desde chico, cuando podía, se escapaba y recorría los cementerios: allí contaba las lápidas según un ritual muy tipificado, finalizando su misión sólo cuando encontraba una tumba (siempre de un desconocido) que debía llevar inscrita una fecha que superara a la más antigua que hasta ese momento había encontrado en sus peregrinaciones anteriores. El hombre-niño que no tenía que recordar, conjuraba la muerte de este modo. La muerte, verdadero centro del tormento sintomático del pensamiento de Pedro. h) Los nombres de la droga: Finalmente, fue posible precisar el secreto de su relación con las substancias tóxicas. El pudo situar la correlación entre el miedo a su locura y el olvido de la internación de su padre en el manicomio. Las pesadillas -que lo asolaban desde niño, y que no cesaban-, se habían iniciado

a partir de lo que ni él ni su padre sabían: la causa de la locura ‘hiriente’ de su

padre. Durante mucho tiempo guardó un saber sin él saberlo: su creencia de que la locura del padre le había sido transmitida, genéticamente. La frase aprendida (‘Concentrate y pensá sólo en esto: que tenés que pensar en nada.  Así nada va a suceder’) funcionó -durante algún tiempo- como una defensa

frente al temido goce del Otro (condensado en el fantasma del hombre del cuchillo). Fue posible, de este modo, localizar dos versiones antinómicas del padre. Al par que una lo aterra, la otra lo tranquiliza; con una responde (como defensa) frente a la amenaza de la otra versión del padre (que lo invade). En una el Otro toma forma del goce anonadante, en la otra el Otro toma su lugar en el lenguaje a partir de un sintagma cristalizado que funciona como fórmula conjuratoria del mal. La père-version de Pedro comenzaba a desplegarse. Curiosamente, recordó entonces que cuando años después acudió al recurso de los tóxicos, los sueños amenazantes se detenían. Es decir, que ‘falopearse’ y ‘chuparse’ funcionaban también como antídotos -paradójicos- de la locura.

Con ellos se adormecía ( y aún cuando después se exaltaba) porque de ese modo ya no pensaba -una vez más...nada. El miedo a la locura también se le presentó -de chico- bajo la forma de una alucinación (que nunca antes había contado, precisamente por el miedo a ser encerrado...como su padre): veía los objetos alejarse y empequeñecerse lentamente. El tratamiento que le dió a esta nueva forma del retorno ‘vengativo’ de la identificación al padre pudo ser precisado en el trabajo analítico a partir de un  juego infantil (repetido hasta el hartazgo): él era Gulliver en el país de los enanos y hacía que los pequeños lo respetaran. Por medio de este fantasma llegaba a ‘dominar’ a las alucinaciones, pero al cometer ciertas crueldades

contra los enanos, el castigo le retornaba potenciado una vez más en sus pesadillas y alucinaciones, engordando el círculo vicioso del miedo a la locura. La obsesión se presenta en la neurosis infantil, desplegada en recuerdos y asociaciones. Queda por decir al respecto el nombre que él daba a sus figuraciones de

pequeñez visual: las llamaba ‘alucinetas’. En este punto cae en la cuenta de un sobrenombre usual de una de las drogas que consumía: las ‘anfetas’. Sólo así recuerda que comenzó a tomar anfetaminas para ‘ser más hombre’; es decir

para mantenerse despierto y luchar contra las pesadillas que persistían en su adolescencia. Es decir, para mantenerse en el sueño de la inacción, en el circuito marginal del dormir, asegurando su identidad sexual. Los recuerdos permitieron retornar entonces sobre aquella escena de sus 5 años cuando por primera vez tuvo la imagen descontrolada de su padre, luego de -lo que sólo entonces pudo deducir- fue la primera de sus internaciones. El padre estaba en su casa, había tomado el té con unos amigos y de repente se dirigió a él y, sin decirle nada, lo cruzó de un cachetazo. Al interrogarlo, respondió sin hesitar: ‘lo que tomó lo puso loco’, para agregar a continuación: ‘yo debo haber pensado que en lo que tomó había una droga’.

Una droga adquiere el valor de causa de la enfermedad del padre: las vías del consumo posterior se encuentran así facilitadas. Pero también lo estuvieron las coordenadas que encarrilaron el análisis, en cuanto que este pensamiento interrumpió la rumia gozosa de sus cogitaciones, introduciendo un sentido posible al sin-sentido más absoluto que tenía para él la brusca modificación de temperamento de su padre. Pero entre la locura real del padre y sus tortuosas cogitaciones se incluía otro saber de verdad. Finalmente, Pedro recordó que él gozaba en forma secreta de un favor que suponía le era concedido por su condición de varón: ser el preferido de su madre. Madre que, precisamente, gustaba denostar al padre ante sus hijos. El ‘tradicional’ horror de la castración que cabe a todo hijo de cada madre, horror

producido por el saber extraído de su posicionamiento estructural como su objeto -imposible- de satisfacción, encontró esta vez como respuesta una diversión del padre. Un padre que no piensa en nada y propone no saber nada, ‘otro’ padre que goza de su hijo, castigándolo de un modo incomprensible.

Pero es necesario destacar que estas versiones han sido construídas desde los fantasmas de Pedro, el que ha respondido de diferentes maneras para intentar escapar de su ‘destino’ mortal.

Aquí se anudan la locura y la muerte

empalmados por la castración. La labilidad simbólica de un individuo, ha sido tratada sin más mediación que por la directa incorporación de objetos de la teconología. Por este medio, el

valor de verdad de las diferentes identificaciones al padre, eran recusadas al par que mostradas. Se aprecia el lugar que ciertas substancias tóxicas cumplen en el preciso lugar del fracaso de la identificación significante al padre ,  al par que sostienen la substancia del olvido -es decir aquí del goce- con la que protegen de un modo paradójico al individuo de las consecuencias de sus actos. Tal su verdadera condición de hombre moderno. La carrera de las drogas cumplía con esta secuencia: primero alcohol, luego tranquilizantes, después ‘anfetas’ y finalmente cocaína. Se establece de este

modo un circuito dividido en dos fases

aparentemente opuestas, aunque

complementarias. Con el alcohol y las pastillas para dormir intentó deshacerse del gozo del pensamiento, mientras que con las anfetaminas y la cocaína intentó tratar su -lábil- posición sexual. El pensamiento goza de él haciendo existir un padre-asesino, mientras con el pensamiento intenta no pensar en nada, en que va a pasarle...nada. Eso, precisamente, es lo que había hecho en su vida, intentar seguir la vida de un hombre ‘normal’, sin sobresaltos. Pero fueron los tormentos de su

pensamiento que se filtraban entre los intersticios de las exigencias de su ‘adaptación al medio’ (adaptación exigida por sus familiares) los que verdaderamente lo condujeron al psicoanálisis y le permitieron dejar su ‘carrera hacia la muerte’ –como solía denominar a sus adicciones polimorfas-.

El resto para él lo constituye la embriaguez ocasional que alcanza con su hasta ahora- inseparable compañera del único lazo permanente que ha logrado sostener: su matrimonio con la botella. 6) Nombres del cambio de sigl o

A partir de estos nombres del goce con el que tres hombres pretendieron anclar su ser en el olvido, podremos ahora señalar una diferencia entre el final de siglo pasado ‘freudiano’ y el actual, ‘lacaniano’. Ya que no parece ser el mismo

olvido el que se ha puesto en función en ambas épocas: De las grandes amnesias histéricas de fin de siglo pasado a la historicidad auto-recusada de los toxicómanos de este final de siglo, hay un abismo. Por ello es necesario interrogarnos por qué acompañan hoy al olvido substancias tóxicas introducidas para obtener un cortocircuito de goce en el

propio cuerpo (con un riesgo a menudo mortal para los usuarios), en lugar de aquellas conversiones freudianas que ofrecían secretamente las huellas corporales del olvido; conversiones que, a pesar de su compleja trama de combinaciones significantes indicaban siempre historias de amor con frecuencia no correspondidas, y que eran -finalmente- dóciles a la interpretación. De los amores secretos prohibidos de la moral victoriana -en la que los síntomas eran dirigidos al Otro para su desciframiento- nos hemos deslizado al goce cínico de los procesos de ‘segregaciones renovadas’ en la época de la ‘toxicomanía generalizada’ .

Ya que no sólo existen las drogas prohibidas para adormecer o exaltar de un modo artificial, sino que el consumo ofrece variantes innúmeras para intoxicar a los individuos. Por ejemplo, las ofertas de innúmeros gadgets que explotan la función de la mirada para hacer gozar a los individuos del goce contemplativo, hasta prótesis farmacológicas que prometen  –una vez más- una felicidad química universal a cambio de una dócil (y estúpida) resignación frente al aplastamiento del deseo singular. Por ello, entre las drogas existe otra diferencia. Mientras las drogas ilegales parecen ser el recurso desesperado para algunas personas confrontadas con la inexistencia del Otro, las drogas legales,‘milagrosas’, son el recurso con el

que los amos modernos intentan restablecer cínicamente al Otro por un sesgo químico para reparar ‘científicamente’ las ‘injusticias’ subjetivas de género,

raza, condición socio-económica o credo. Del amor al inconsciente freudiano, asistimos al cierre del inconsciente, en una época donde se hace cada vez más evidente que no existe el Otro de las garantías universales de las que los Dioses resguardaban el semblante, y que cada vez menos existe el Otro de las garantías nacionales, de las que el ‘Estado protector’ constituía el semblante.

La pluralización de nombres de goce no regulados por el falo gira, en este fin de siglo, entre el empuje al consumo desaforado y el olvido generalizado.

LA DROGA COMO PARTENAIRE



Por Mauricio Tarrab. (El presente texto ha sido publicado anteriormente en "Mas Allá de las Drogas", Editores

Plural,

La

Paz,

Bolivia,

2000

pagina

El que voy a presentar es un caso que permite situar la función de la droga como partenaire . En este caso, esa función, demuestra ser un tratamiento de sustitución. Están muy de moda  –al menos aquí en Europa- los tratamientos de sustitución; se suministra al toxicómano  –en general un consumidor de Heroina- de manera regular y legal, un producto de menor peligrosidad, por lo general Metadona. El que voy a presentar es un caso que permite pensar en otra sustitución, en la sustitución que hace la droga del síntoma y el fantasma.Es lo que, para decirlo de entrada, constituye el nucleo de esta presentación clínica. Se trata de un hombre de algo más de 30 años que no llega a consultarme por su relación con las drogas. Aunque

se

presenta como alguien que ha pasado por un tratamiento para dejar de tomarlas, me consulta por un síntoma de impotencia. Rápidamente sabré que se trata de una impotencia que ha surgido repentinamente acompañada por una emergencia desconcertante. No lo desconcierta la impotencia , que como veremos no hace sino representarlo, sino una fantasía. Este hombre, que durante sus casi 20 años de consumo se ha mantenido

categóricamente

al

margen

de

inquietudes

sexuales, se ha encontrado luego de terminar su tratamiento para las drogas, invadido por una evidencia que le resulta  Presentado en Mesa Plenaria del X Encuentro Internacional del Campo Freudiano. Barcelona 1998 Publicado en el libro En las huellas del síntoma, Mauricio Tarrab, Editorial Grama Buenos Aires, 2005 

166.)

insoportable. Ha reentrado en su vida el “apetito” sexual pero

sorprendiéndolo con una condición de goce que le resultaba según dice- completamente desconocida hasta entonces y que es insoportable para su razonabilidad, y para su moral. El experimentado toxicómano viene al analista problematizado entre el Ideal y la pulsión. Trae uno de los que Freud llamaba problemas morales, y una consecuencia en el cuerpo : la impotencia sexual. Por otra parte como imaginarán, se han sumado a su vida -ya que parecían excluidas hasta entonces- nuevas fuentes de problemas, vacilaciones, angustias : es decir mujeres. Aunque los escasos encuentros en los que se evidencia su fracaso, lo mantienen a una distancia que llama “prudente y vergonzante ”.

Las referencias a sus problemas con las drogas y a su tratamiento son múltiples: comenzó a tomar cocaína y alcohol en la pre-adolescencia y no paró más. Entre la iniciación y la actualidad hay un trayecto que recorre el borde de la marginalidad , la toma de drogas, el consumo desmedido de alcohol, pero también actividades que lo ponen en una relación problemática y peligrosa con la ley. La muerte del padre, convierte lo que era un consumo errático, en una voraz carrera dificil de detener. La indiferencia materna y la invalidez de un hermano lo precipitan a una soledad y a una lamentación de la que hace culto, y de la que padece. Lo que pone límite a esto es lo que se puede llamar una adopción. Se hace literalmente adoptar por una mujer mayor y poderosa , de quien se transforma gustosamente en boy –scout, cruzado, servidor, acompañante, admirador, esclavo . Es ella la que lo orienta, y también la que lo lleva a tratarse, y que representa una referencia fundamental.

El tratamiento que a todas luces fue eficaz, cortó esa carrera con mucho esfuerzo. Por un lado de la mano de una transferencia masiva ,que demostró en este caso su poder sugestivo; al constituirse el terapeuta en un lugar de amparo y preocupación al mismo tiempo que exigía de él una renuncia, lo que era como veremos el correlato de su demanda. Por otro lado la modalidad del tratamiento, lo prometía a una causa a la que consagrarse y le ordenaba hasta los menores aspectos de su vida, compensando la soledad y alojando la satisfacción incluida en la letanía de sus lamentaciones. Por otra parte se ve también que cuando emerge el síntoma no retorna a su antiguo terapeuta. Ni vuelve a tomar drogas. Ante la nueva encrucijada, frente a la prueba del deseo y el cuerpo a cuerpo sexual no recurre a las drogas como solución. Y se da cuenta de que se trata esta vez de otra cosa. Y se trata de otra cosa porque padece ahora de un problema moral al que ha respondido con un síntoma, en el que creee. Y eso da la chance de constituirse en tal bajo transferencia, teniendo entonces un estatuto por completo diferente del consumo. Pero sabemos también que allí donde el sujeto cree, donde espera una respuesta, allí también goza. Y tenemos allí ya, de entrada, una sustitución, un pasaje de un goce a otro, ya que entrar en la asociación libre es cambiar un goce por otro, operar una metonimia, un pasaje del goce al inconsciente, donde se debe verificar que el síntoma encuentre mediante el descifarmiento su envoltura formal, y se formalice su función de goce. Tengo que decir que fue para este hombre muy difícil entender y soportar en nuestros encuentros

la privación, la no

satisfacción de su demanda insistente, indomeñable  –casi un vicio, reconocerá tardíamente- de ser tratado como un pobre infeliz. Un pobre infeliz que debía  –además- ser castigado

moralmente por sus pensamientos, sus falencias, sus fallos y una interminable lista de iniquidades que exhibía para mi . Fue necesario intervenir de tal modo de evitar la puesta en acto en la transferencia de un fantasma de humillación, que se hacía evidente tras la auto-tortura moral a la que se sometía. El saldo fueron dos significantes alrededor de los cuales giraba su ofrecimiento al goce del Otro. El salvador, daba explicación a

una condición

que

identificaba al partenaire del amor: una mujer marcada por el abandono . Esta terminaría dejando al enamorado plantado con sus buenas intenciones por algún otro partenaire menos cuidadoso y más decidido. Este circuito, por el que toda su vida estaba sintomatizada, giraba alrededor de ofrecer su empeño, su lealtad, hasta su libertad por el Otro. El análisis le permitiría situar este empeño: terminar como una víctima. Múltiples ejemplos de su vida, daban cuenta de este circuito infernal, por donde habían fluido esfuerzos, riesgos graves, esperanzas y sumas abultadas de dinero. Un secreto voto de pobreza y castidad, que fue puesto en evidencia por un lapsus, termina de situar esta vertiente del síntoma . Este

se articula además tanto a la madre -quien habría

abandonado a hijos de un anterior matrimonio- y como al padre, quien por su parte había sido él mismo marcado por el abandono y la soledad, cuya tristeza no dejó nunca de ahogar en alcohol, hasta su muerte. Inmolarse por estos padres no deja entonces de articularse a la impotencia , El pobrecito, significante fundamental, reúne las dos caras del síntoma. Aquella del mensaje, donde la impotencia es metáfora

de lo imposible y que por ese medio se articula al Otro, y aquella donde es goce. Esto marca un desplazamiento operado en la cura sobre el síntoma: del pobrecito impotente que no puede gozar de una mujer a la evidencia del gozar en la pobreza y la impotencia.  Allí goza de su pobrecito impotente sin encontrar su dos.

Es ese precisamente su problema y el de la cura. Y esto ubica la función del síntoma frente a la mal-dicción del sexo. El tema de sacrificarse por el Otro tiene su reverso en una fantasía sexual-agresiva, cuya confesión permitió ulteriormente aislar el significante estrangulada,  que es el significante de la castración maternal : esta mujer, que exponía a su hijo menor sus miserias, pesares,

verguenzas, y males corporales,

impacta tempranamente al niño exhibiendo en su abdomen un bulto, una hernia, que habría adquirido  –según su escrupuloso relato- por el esfuerzo realizado durante el nacimiento de mi paciente. Y que los pesares, los disgustos, el peso mismo de la vida está siempre a punto de estrangularla. Estar sometido a una mujer dominante es la posición que lo impotentiza, lo ata, lo sacrifica a ser tapón de la castración del Otro. Un recuerdo lo sitúa apretado entre los cuerpos de los padres . Eso le hace pensar que algo ha pasado allí, que los padres han abusado sexualmente de él. Esto lleva finalmente a un fantasma donde un adulto abusa de un niño indefenso. Es precisamente esta matriz fantasmática la que retorna en sus condiciones de goce, aquellas que como intromisión sorpresiva precipitaron la consulta. Pero no solo precipitaron la consulta, también precipitaron la iniciación con las drogas en la temprana adolescencia. Y esto

puede situarse por un recuerdo de un juego sexual con una niña pequeña del que él abusa . Ese punto de emergencia de esta condición de goce es contemporáneo de la primera toma de droga. En el momento mismo en que se podría venir a constituir el síntoma, se produce la iniciación21. Se podría decir también para situar la particularidad de este caso que en el momento en que el sujeto, parafraseando a Lacan, ha metido fugazmente las narices en el fantasma, prefiere antes que eso y durante más de 20 años meterse cocaína en la nariz : eso es la operación toxicómana 22, cuya eficacia consiste en ser un operación que no requiere del cuerpo del Otro como metáfora del goce perdido, una operación que saltea esas soluciones mentirosas que son el síntoma y el fantasma. El levantamiento del síntoma  –nunca mejor aplicada la palabra levantamiento que cuando se trata de una impotencia- no deja de ir acompañado de una breve pero furiosa toma de droga.

Se puede entender que si no hay relación sexual, entonces entre el hombre y la mujer ¿qué hay sino las condiciones de amor y las condiciones de goce de cada quien?. Para quien está estorbado por el falo, dice Lacan en RSI 23 una mujer es un síntoma. Es el problema al que mi paciente debe ahora enfrentarse, y de eso da cuenta la impotencia, cuando la droga - eso que permite según la definición de Lacan la ruptura del matrimonio con el falo24, deja de ser eficaz.

21

 E.Sinatra Variantes del argumento ontológio en la modernidad. Sujeto,goce y modernidad I . Atuel-TYA 1993. Buenos Aires 22  M.Tarrab Una experiencia vacía en este volumen 23 J.Lacan RSI Semianrio inédito 24  J.Lacan Cierre de las Jornadas de Carteles 1972

Ahora es otro goce, el goce autístico del síntoma, su modo de gozar del inconsciente el que debe cederse, para articularse a una existente; es decir para hace de una mujer su síntoma. La función del tóxico es, en este caso como decía al comienzo, una sustitución, la sustitución que la droga hace de las condiciones de goce, lo que la constituye en un relevo del síntoma.

La droga-partenaire

Diana Wolodarsky (El presente texto ha sido publicado anteriormente en Pharmakon 9, Editado por TyA Barcelona, Publicación del Instituto del Campo Freudiano, 2002, pagina 103) Valiéndome de un caso en el que destaco ciertos momentos cruciales del tratamiento, apunto a descifrar un interrogante: de qué goce se trata cuando se dice “goce toxicómano”. El sujeto presa de este goce generalizable se

presenta, hasta tanto lo singular de su goce se sintomatiza, como un irresponsable en términos éticos, un cobarde en sentido moral. En tanto la ética concierne al ser parlante, decimos que un sujeto es irresponsable en la medida en que no puede responder por sus propios actos. Cobardía moral como rechazo o cierre del inconsciente a aquello que pudiera hacer eco de la falta, el decir mismo. En el año 74, Lacan nos enseña: “Todos inventamos un truco para llenar el agujero en lo real… uno inventa lo que puede.”i Pero no se trata de la invención

inútil, sino de producir con ella un efecto de mutación, responder con un saber hacer allí donde antes sólo respondía la repetición. El pasaje de lo necesario  – que pide más de una satisfacción imposible y que insiste hasta los límites de lo peor- a lo contingente, abre a la posibilidad del amor y del deseo, atemperando el horror que la castración impone a estos sujetos. El caso

Un joven de 23 años llega a consulta en un estado de obligada abstinencia, ya que su libertad civil “está en peligro” a causa de un hecho que protagonizó, “del

cual resulta acusado por la ley”. Cuando se presenta a la consulta no es ese

hecho, el cual compromete su vida, lo que relata en primer lugar, aunque luego constatemos que es causa de una angustia silenciosa. Dará cuenta del suceso acontecido tiempo después de las entrevistas preliminares, sin demostrar mayor implicancia afectiva. Sin embargo, a pesar de su comprometida situación civil, ése y otros temas quedan opacados ante la insistencia de uno en particular: la ansiedad que le despierta “verse obligado a separarse” de su partenaire ideal, la marihuana –es

indicación del juez controlar su abstención tóxica y comenzar un tratamiento del cual deberá demostrar su progreso-. Si bien es un sujeto que consumió gran variedad de sustancias, la marihuana se presta a suministrarle un goce particular. El suceso que lo cond ena

A pocos días de realizársele al padre una seria intervención quirúrgica marcha de vacaciones, desoyendo la negativa de la madre y del hermano mayor acerca de lo oportuno de hacerlo en esas circunstancias. Relatará el incidente que protagonizó –estando su padre internado y él fuera de la ciudad- en sus pretendidas vacaciones. El incidente se produce luego de una salida nocturna: entre autos, música y alcohol dos desconocidos lo provocan a la salida de un lugar bailable, humillándolo y poniéndolo en ridículo ante la chica que lo acompaña. Con un sentimiento de indefensión e impotencia regresa al hotel, rabioso y angustiado; permanece unas horas allí rumiando una furia creciente y en un torbellino angustioso. Como empujado por una fuerza ajena, vuelve a recorrer los circuitos nocturnos conocidos a fin de hallar a los provocadores; al encontrarlos les choca el auto obligándolos a bajar del mismo, se arroja sobre uno de ellos y le corta el rostro con una navaja que llevaba en el auto. La gravedad de las consecuencias de su acción produce la intervención policial y seguidamente, la judicial, la cual acompaña gran parte del tratamiento. Sin embargo, se puede establecer en el sujeto la notable ausencia de conexión entre el hecho violento y la causa que despertó en él la particular respuesta. No puede decir nada de su intempestivo accionar. Sí se escucha, en su conciso relato, cierta preocupación por el alcance de las sanciones legales, y

por otra, cierta tranquilidad sostenida en lo imaginario, en tanto estar trabajando en la empresa de seguros del padre, le provee, en el significante “seguros”, cierto aseguramiento que atempera en su fantasía las posibles

consecuencias que pudieran caer sobre él. Se irá formalizando en el análisis el uso de un significante privilegiado, el cual no se asocia inicialmente con el suceso acontecido. Utilizará con frecuencia la expresión: “le corté el rostro”, aludiendo a un modo de respue sta causado por

enojo o desinterés de su parte hacia personas que le son significativas y ante quienes se siente maltratado o denigrado. “Le corté el rostro” va acompañado

del corte del vínculo o de la interrupción del diálogo. El análisis aloja un saber supuesto que el sujeto ignora, marcando una primera orientación en la escucha del analista: verificar la conexión entre aquello que afectó al sujeto del corte producido en el padre y el corte que él produce en el otro. Podríamos decir, en una primera aproximación, que en el accionar impulsivo, el sujeto hace pasar aquello que del saber no se tramitó simbólicamente: el modo en que lo afectó el corte del padre; que la conmoción causada por la operación de la cual el padre es objeto, motoriza el accionar del joven. La matriz fantasmática

Relata una escena infantil, la cual da consistencia al fantasma: en diferentes ocasiones es castigado con violencia por su hermano mayor, quien obedecía el mandato materno. La madre le indicaba golpear a su hermano cuando éste cometiera alguna falta. El hijo mayor satisfacía la demanda materna, golpeándolo. El padre si bien se oponía al método de la madre, presenciaba silenciosamente la escena sin intervenir. Esta escena presta la matriz fantasmática que comandará la vida del sujeto. El tratamiento transcurre en un primer tiempo construyendo las conexiones entre los acontecimientos y la historia de este sujeto, quien pareciera ignorar las razones de sus actos. Se compromete en el análisis, se asombra con las construcciones y es permeable a la interpretación. Es en ese clima de trabajo que un acontecimiento vendrá a sobresaltar a nuestro sujeto. Ante los reiterados reclamos que realiza con el afán de obtener una mejor posición en la empresa, su padre, desoyendo esta vez las

advertencias de su mujer y del hijo mayor, quien también trabaja junto al padre, se autoriza y le otorga mayores responsabilidades. La respuesta del sujeto a este desafío, que él mismo se propuso, no tardará en hacerse oír. La angustia que le causa la posibilidad de no estar a la altura de la responsabilidad otorgada por el padre se actúa nuevamente: luego de un fin de semana agitado pasa la noche bebiendo y regresa a su casa fuera del horario establecido, haciendo un ostensible mostramiento de su falta. El padre, acorralado entre los dichos maternos y del hijo mayor  –quienes presagiaban el fracaso del intento-, decide echarlo de la empresa sin dar lugar, de ahí en más, a ningún intercambio de palabras entre ellos dos. El padre le quita la palabra; sumiendo ese silencio a nuestro sujeto en un renovado sentimiento de angustia, rabia e impotencia. Esta decisión del padre de “cortarle el rostro” toma para el sujeto el valor de “un golpe”, y el dolor que manifiesta va creciendo y alimentando un sentimiento de

odio cargado de fantasías feroces dirigidas hacia el padre, las cuales le retornan en culpa. Frente a la amenaza de la ley jurídica, la pérdida del “seguro” del padre, sin

dinero y sin droga, se siente encerrado y sin salida. Asistiendo a las sesiones decaído, manifestando no encontrar sentido a la vida, comienza a asomar un tono en su discurso que aligera la agresividad presente hasta ese momento. Podemos ubicar allí el comienzo del pasaje del “no pienso” al “no soy” soportado en la operación de transferencia, dan do lugar al

discurso del inconsciente. Si bien su queja se sostiene en el sentimiento de injusticia del cual se siente víctima, comienza a hacerse oír cierta transformación de la culpa en responsabilidad. Se contabiliza en los sucesos acontecidos como parte y causa, y analiza las consecuencias de sus acciones intempestivas. De la clase al síntoma

La necesidad de suponer un Otro castigador va cediendo y deja lugar a que el sujeto constate que la actividad de la pulsión, en su ejercicio, demuestra que él se basta a sí mismo en el gusto por “hacerse pegar”.

Con estas coordenadas orientando la dirección de la cura se le presenta al analista la oportunidad de preguntarle si llevaba entre sus amigos algún apodo: “Tuca”, responderá, aclarando que sólo para la cla se toxicómana. Ante el semblante de ignorancia del analista, procede a explicar: “ Tuca es el resto que

queda cuando fumás la marihuana, es lo que más me gusta fumar, es lo que te pega más fuerte”.  Al subrayarle: “Lo que te pega más fuerte, es lo que más te gusta”, ríe

sorprendido, ofreciendo su consentimiento a la verdad que en el discurso emerge, articulándose, de ahí en más, libido y palabra. El sujeto localiza el goce puesto en juego. Su gusto singular, formalizado en el derrotero significante es el modo en el cual el silencio pulsional se hace oír en la palabra. Ser pegado –hacerse pegar-, lo que te pega más fuerte, una vez dicho, permite articular el fuera de sentido de “Tuca” al objeto de goce fantasmático. Podemos

poner en correlación la escena infantil (ser pegado), el golpe del padre (hacerse pegar) y el golpe de la droga (lo que te pega más fuerte). “Tuca” es un

significante que lo deja por fuera de la clase y que da cuenta de su lugar en el goce fantasmático: resto, deshecho al cual queda identificado, el cual se puede ubicar a esta altura como la causa que lo propulsó a responder violentamente en el suceso con los desconocidos que lo ridiculizaron ante su compañera. Despejada la gramática del fantasma se recorta un síntoma: ingestas alimentarias nocturnas, en las cuales consume lo que resta en la heladera de lo cocinado por su madre. Esta ingesta no es más que otra modalidad compulsiva que pone de manifiesto la constante de la pulsión, si bien no es del mismo orden que el consumo tóxico. La diferencia radica en que la queja es suya, no es de los otros. Podemos verificar que al producirse el sujeto en el análisis el síntoma emerge entre lo simbólico y lo imaginario, dando lugar a lo real del goce. La formalización del síntoma se acompaña de manifestaciones de carácter obsesivo que obstaculizan y demoran distintos aspectos de su vida. Articulada la felicidad en el dolor, si bien aún hay sufrimiento, el sujeto está ya bajo el beneficio que provee la contabilidad de goce del inconsciente. Luego de tres años de tratamiento, la droga ya no es su elección ni su tema de análisis. Retornar a ese círculo no se le presenta como una salida, en tanto el

tóxico tomó la modalidad de la ferocidad materna ante la falta de eficacia de la función paterna: “lo que te golpea más fuerte”. Al formalizarse en el discurso se

sintomatiza, produciendo la consecuente pérdida de goce. El analista, semblante de lo real, introduce la dimensión del tiempo, del corte, y es en esa operación que se instala otro simbolismo que hace ley, alternativo al imperativo de la ley jurídica, de carácter superyoico. La sesión en sí misma, semblante del no-todo, permite producir un sujeto en el análisis alienado en el campo del Otro, dando lugar a la pregunta por el amor y su elección de vida. Esta puesta en forma de la neurosis no será sin consecuencias en la sexualidad. El encuentro sexual tomará a partir de este momento la modalidad de lo posible, en tanto atemperar el horror a la castración le permite acceder a la mujer que ama sin acompañarse de su partenaire ideal, la marihuana, con el cual obturaba el “no hay” de la relación sexual. “La marihuana”, por efecto de la resonancia de la interpretación, pasa a

nombrarse de un modo divertido, por medio del cual hace eco el sin-sentido, permitiéndole al sujeto ubicar la presencia que interpone con el consumo cuando va al encuentro del otro sexo: “la Mary”, un partenaire que lo “asegura”

contra la amenaza de castración. Será imprescindible atender esta modalidad de goce no desde la clasificación, sino, desde la lógica que nos orienta en el campo de lo real: la de la no-relación sexual.

Nota: El presente trabajo fue transcr ipto por Clarisa Israelevich. II) El tóxico y el diagnóstico diferencial. CASO ARMANDO L José L uis González

El paciente que llamaré Armando, de 38 años, lleva poco menos de uno en tratamiento. Concurre a una primera entrevista Carla, quien se denomina una de sus exparejas. Después de muchos años, rompieron la relación, pero sigue siendo su amiga y único referente de Armando de quien dice, se

encuentra en una situación catastrófica  en relación al consumo de alcohol y drogas  –preponderantemente cocaína- y en su vida en general, temiendo por su integridad. No se puede contar con nadie de su familia, integrada por su madre, padre y un hermano mayor, todos con los cuales Armando tiene una relación casi nula, no pueden ser referentes para un tratamiento. El hizo un par de intentos que abandonó casi de inmediato, está totalmente reticente a iniciar otro; ella le indicó AA y le manifestó que en modo alguno haría un tratamiento de ese tipo ni ningún otro orientado respecto de su alcoholismo o consumo de cocaína y mucho menos accedería a internarse. Se le indica que le diga que por su preocupación consultó con un analista, que contó la situación con detalles, que se le dijo que en efecto, de acuerdo con el relato, no se considera lo más apropiado AA o algo similar, que su problema central no parecen ser los consumos, sino su situación actual de angustia, ataques de pánico, etc. y que se le ofrece mantener al menos una entrevista, puesto que lo afirmado es presunto, sin compromiso de convenir un tratamiento. Que si está dispuesto, pida él una consulta. Lo hace casi inmediatamente y se fija una cita. Unas horas antes de la misma llama para decir que encuentra descompuesto, con ataques de pánico, no puede salir de su casa y espera un servicio de emergencias al que llamó. Se intenta tranquilizarlo y se fija un nuevo horario. Unas horas más tarde me comunico otra vez para interesarme en cómo está, si fue atendido, se encuentra mejor, si cedió la situación, si lo medicaron, etc. Contesta que se mejoró, está más tranquilo, tomó una medicación y está acompañado por Carla y confirma sus asistencia a la primera entrevista. Transferencia y cuerpo: Ud. aquí con migo…

Se presenta bien vestido, atildado, aún cuando describirá que vive en una casa suya, toda rota, intenta reconstruirla y no puede, en total desorden y falta de limpieza; muy decaído, humor depresivo y alteraciones para completar una frase o concatenarlas. Dice que tiene problemas desde chico…hizo varios tratamientos: “el exceso de alcohol, desde los 16 años…en mi casa no me

dijeron nada, no me lo prohibieron ni se quejaban cuando volvía a cualquier hora borracho siendo chico. Consumo cocaína; pocas veces marihuana, la

probé y no me gusta. Mi problema es el alcohol. Fue más intenso desde los 18, llegué a consumir todos los días en cantidad”.

Desde los 22 años se fue de la casa, vivió con una pareja por años (Con Carla, 8 años), luego con otras…llegó a alqu ilar un departamento para ir a vivir

con una de ellas y eso se frustró, regresó a vivir con sus padres hace tres años, lo cual describe como insoportable, se pelea con ellos y se va a vivir en la casa que había comenzado a reconstruir, la actual. Allí comenzaron hace tres años sus “ataques de pánico”. Interrogado dice que tiene como angustia, vacío, y se descompone físicamente: suda, tiembla, no se puede mover. No se puede levantar de la cama, padece de un desgano total, desde hace muchos años. Está sin trabajo hace meses, pero no puede buscar otro ni tampoco sabe qué buscar. Mayormente se desempeñado en trabajos de promoción, siempre por agencias…nunca tuvo un trabajo en relación de

dependencia. Interrogado, no encuentra explicación; más adelante dirá que es más libre. Vive muy mal, comenta, en su actual vivienda que lo “tira”, intenta

arreglarla él, con lo cual comienza a demoler una pared y no termina el trabajo; se dirige a otro lugar de la casa, hace lo mismo con un ventanal y así, está toda a medio terminar, con lo que vive en una situación que lo deprime, por lo que toma antes de llegar a su casa, pues no tiene mayormente un lugar donde estar cómodo y seguro. Tiene en “su casa”…un jeep destartalado, una moto

desarmada (con la que tuvo un accidente estando ebrio) y un auto con problemas mecánicos que usa normalmente para trabajar. Sabe mecánica, pero no termina de arreglarlo. Como no terminó el secundario, estudió algo similar a maestro mayor de obras, pero sin recibirse, quería estudiar arquitectura. Dice: “sé un poco de todo, pero no soy nada… Puedo hacer por mi cuenta varias cosas, desde arreglar el auto hasta construir la casa, pero  jamás (lo dice enfáticamente) terminé nada, así como podría tener el auto bueno que quiero, pero mantengo las tres cosas que no andan, jeep, moto y auto viejo”.

A: su entorno, lo que lo rodea, sobre Ud., interiormente y su historia qué me diría…qué lo trae aquí además de lo que me cuenta.

“Estoy muy mal, perdí mi trabajo, me desvincularon, no puedo ir a pedir otro a

la agencia para la que trabajé muchos años; no me puedo levantar ni hacer

nada; hace días que no duermo…o no quiero dormir…Me acuesto a las 4 o 5

de la mañana, duerno todo el día, a la noche salgo, casi siempre a un club de bowling, tomo wisky, mucho, varios vasos, a veces más de media botella. En algún momento pierdo la conciencia, no recuerdo nada, estoy muy asustado porque no puedo saber como vuelvo a mi casa, no puedo recordar nada de nada….cuando me levanto miro al auto buscando indicios de haber atropellado a alguien…” Interrogado por un sentido que atribuya a todo esto que cuenta dice: “Tengo el sentimiento de ser impune…o inmune….no me va a pasar nada…pienso: me gusta y lo hago”.

A: ¿impune, inmune?. No puede contestar nada. Tras un silencio agrega: “quiero todo, lo que me gusta lo quiero tener, no acepto no tener algo que quiero tener…” Nuevamente interrogado sobre esto dice: “tengo siempre insatisfacción, la sensación que querría estar lleno”.

A: cuénteme qué quiere decir con insatisfacción, querer estar lleno. “Mis padres estaban en buena posición y me daban todo, lo que quería mi

mamá

me

lo

daba,

inmediatamente

dejaba

de

gustarme

o

interesarme…cuando lo tenía ya no tenía sentido. Mi madre es la culpable de lo

que me pasa por como me crió; yo tenía problemas, siempre enfermo de cualquier cosa, me descomponía por la calle y era una tragedia ir a un baño público: mi madre una obsesiva, suponía que me podía contagiar de cualquier cosa en cualquier lado”

A: ¿sus enfermedades de chico? “ Tenía desmayos, me caía, me llevaron a un psiquiatra, tenía disritmia,

después me curé. Y siempre tuve pesadillas, la sigo teniendo, no puedo descansar, no duermo por miedo a tenerlas…alguien se acerca, me dice algo y me despierto mojado en transpiración y a los gritos…” Ante  las preguntas: los

ataques de pánico le dan generalmente después de tomar, cuando se le va yendo el efecto o al despertarse. A lo largo del tratamiento será insistente la imagen infantil de sus descomposturas y la tragedia de ir al baño público a instancias de su madre, así como impune-inmune, sin significarlo. Desde las primeras entrevistas, dos veces por semana  –que paga endeudándose- va centrando en la angustia cuando está solo, tener problemas económicos por no tener trabajo y no pode buscar uno, el absoluto desgano,

que no poder hacer nada le produce culpa, que considera tener un problema de baja autoestima porque sabe de todo, estar muy calificado para muchas cosas, pero no puede hacer nada, empieza todo pero nada concluye, que por querer todo y ya, se paraliza no hace nada. Sale con una mujer más de 10 años menor que él, de quien dice no estar enamorado y no convenirle a ella como proyecto de pareja, pues no le interesa tener hijos o formar una familia: “es un

compañía que me hace bien, me banca y a veces yo la banco a ella.” Pese a algunos recuerdos de la infancia, siempre relacionados con la conflictiva obsesión de su madre y la inconsistencia de la presencia de su padre, no puede construir un relato novelado con alguna articulación con sus síntomas que lo implique, así como muestra hasta el momento rechazo a tratar cuestiones relativas a las mujeres y su sexualidad. Solo alude a “exigencias morales” con sus parejas y esporádicas relaciones con prostitutas sólo cuando

está alcoholizado. Las intervenciones giran en torno de que se verifica que el problema central no es el consumo de alcohol, muchas veces seguido de cocaína; que en efecto tiene recursos y una baja autoestima, que su problemática se asienta en gran parte en ese rasgo infantil de quererlo todo y ya. Con esto se construye una “causalidad” que lo alivia; cede el consumo y comienza a disponerse a

buscar trabajo. De su decir se desprende el total rechazo a incorporar medicación o realizar cualquier otro tipo de consulta. No falta a ninguna entrevista, como hasta la actualidad. Siempre comienza las entrevistas con “estoy bien y mal”; “algo bueno y algo malo”, lo que quedará definido como su ambigüedad. Concurre un día con un

gran desánimo por el retorno de un consumo excesivo de alcohol en el bowling, que él es un fracaso, no puede hacer nada, no tiene nada…no va a salir, etc.

A: “No estoy de acuerdo; mi experiencia, la que leo de Ud. aquí conmigo es que tiene recursos y puede moverse, cedieron los ataques de pánico, hizo algo por su casa, se dirige a buscar trabajo, disminuyó el consumo, viene sistemáticamente al tratamiento…

Conversaciones sobre su entorno: “pequeños pasos firmes”.

Seguido a la intervención mencionada reconoce que está en él encarar lo que le pasa, pero no puede tomar decisiones, porque siempre está ese

“quererlo todo ya”, -sobre el cual se interviene permanentemente- no hacer

nada y la culpa posterior. Las sesiones se transforman en conversaciones sobre detalles de sus movimientos. En ese marco, prepara su currículum y lo distribuye; deja de quejarse por el estado de su casa. Lo llaman de varios trabajos y el tema es la angustia de pasar por las entrevistas de selección. Así consigue al mismo tiempo dos trabajos, uno de promoción, lo que siempre hizo por agencia y otro en relación de dependencia (por primera vez) que desde el principio dice tomarlo por sus deudas pero que no le gusta. Combina ambos y comienza a trabajar los siete días de la semana. Agrega como problemática que su única diversión, para relajarse es el bowling y se anota en campeonatos. Dirá que es un entorno en el que se siente acompañado, pero está rodeado de gente que toma mucho alcohol y algunos se drogan. Tiene una relación muy estrecha con el dueño del club, un hombre mayor, único con quien habla de sus cosa s, dice, “es un poco como la figura paterna que no tuve...pero es alcohólico; no tengo ganas de tomar pero voy para estar con él, siendo que atiende el bar...él me llena la copa.”

La mujer con quien salía le plantea dejar la relación. Dice que reconoce que él no le conviene, es mucho más chica, ella quiere una familia y ese no es ni ha sido su proyecto. Desde entonces, demandará cómo hacer con su soledad, dado que recibirla en su casa era motivo para arreglarla un poco, limpiar algo, prepararle una comida…para evitarlo, trata de comer afuera y

llegar tarde a su casa. Como lo predominante es lo que va armando, la dirección de las intervenciones está dirigida a consolidar su lazo al trabajo, su dificultad con las relaciones con las demás que siempre tiene un tinte paranoide; y la organización de su casa, fuente monotemática de malestar. Asi, incluye cuidados de la madre (limpiar, plancharle la ropa, etc.) cuando el no está en casa, mientras trabaja; -le es imposible soportar su presencia- se dirige en torno de la frase “todo y de una vez no, de a pequeños pasos firmes…”. Tratamiento del exceso. El No.

La ruptura con su última pareja, deriva en un intento de salir con la mujer que le gusta, la hija del dueño del bowling, que sin mayor consistencia, interpreta que tiene interés en él. Conviene un encuentro. Cuando comenta que

tiene en el horizonte éste encuentro, habla del temor a decepcionarse y temor a volver “al exceso”. Ella no concurre ni avisa y lo interpreta “me forreó”. Pese a

que había conseguido mantenerse en su casa lo más posible para no salir y beber  –deja el bowling en días de semana- casi por dormirse sale, toma, “pierde la conciencia” y no sabe quién lo lleva a su casa, pues cae en el local,

se lastima y llega a la sesión con magullones y curaciones, en un estado deplorable. Si sitúa que tomó, que usó nuevamente el auto en total estado de ebriedad, que luego se metió en un lugar a buscar cocaína, que perdió toda posibilidad de control. Ante las preguntas, dirá que es inentendible para él lo que el alcohol le produce y describe dos situaciones: lo que ocurrió, es cuando algo que no puede precisar, pues no recuerda nunca, “el exceso me lleva a tomar y a veces consumir cocaína…aparezco en mi casa no se cómo y al día siguiente me doy

cuenta por cómo estoy ”. Por otra parte, el alcohol, estando en su casa, le permite hacer el trabajo que no hizo. Dice: “tomo dos o tres, o más vasos de

wisky, en ese estado, puedo usar la computadora y terminar el trabajo, hacer lo informes…estoy tomado, pero si no es con el a lcohol no puedo empezar a

hacerlo, me excita, me pone lúcido para el trabajo, lo puedo terminar, si no, me tiro en la cama y no hago nada, me quedo pensando sin parar y no puedo levantarme. No entiendo como así, tomado es como puedo hacer las cosas, concentrarme; a veces me quedo trabajando hasta las 4 o 5 de la mañana.” Se le plantea que hizo el recorrido que hizo, trabajo, cierto orden, etc. pero es hora de tratar como “el exceso”. Le indico entonces que cuando sale y

sabe que va a tomar, no ha de llevar el auto o bien, prever que lo deja y lo va a buscar al otro día. Toma esta indicación y la mantendrá. Asimismo, que no se puede ignorar su relación con el alcohol y que eso debe ser tratado. Se adelanta a decir que Alcohólicos Anónimos no, ni nada similar, etc. Le propongo una consulta con un psiquiatra de mi confianza, pues hay en todo esto una cuestión fundamental, su desorden con el sueño, el descanso, la angustia durante el día, y el exceso, con lo cual él no puede y es hora de encarar ese paso. Acepta, concurre a la consulta, es medicado primero con sedantes e hipnóticos y comienza a tomarlos. El psiquiatra le pide varios análisis clínicos, lo cual interpreta como un marco de cuidado y, con dificultades, los realiza. Hace mención a que tenía rechazo por ir, pero por ser

una indicación de mi parte venció el miedo y articula que también tenía miedo y desconfianza respecto de concurrir a la primera entrevista, pero mi llamado ante su descompostura aún sin conocerlo, lo decidió. Agrega que el psiquiatra le preguntó si había escuchado voces alguna vez, que le dijo que si. Recuerda en la sesión que en la infancia, en esas pesadillas, ha visto imágenes, como alucinaciones (sic) y ha escuchado gritos, que también tenía miedos y se orinaba en la cama y dice: “ahor a no soporto a mi madre, pero de chico era su

compañero, mi papa no estaba, mi hermano mucho mayor; tomó muchos años anfetaminas y estaba como loca limpiando hasta las 4 o 5 de la mañana sin parar, no se si mi problema para dormir y los excesos, puedan tener algo que ver con esa locura de ella”.

A: Sí, una locura, pero de de ella. Promoción de la responsabilidad.

Recientemente, con un consumo muy moderado, en que él calcula para no incurrir en “exceso”, se ha establecido una nueva fase en la que predomina el

silencio del analista y la promoción del análisis de lo que plantea y la puntuación de sus recursos propios. Trae como “dilema” dejar su trabajo

(actualmente el único y en relación de dependencia) porque no lo soporta, pero no quiere ser otra vez un desocupado. Un gesto y la intervención Ud. en cuestiones de trabajo sabe como moverse, lo lleva ironizar, incluso se riendo dice “Quiero todo y ya!...no puedo resignar nada!”. Ante el silencio: “Me puedo tomar un tiempo para evaluar…ir de a pasos…”. Le sigue   un gesto de

asentimiento del analista, cerrando la sesión.

Las dos caras del tiempo en una tóxico -manía

Viviana Carew, Patricia Karpel. El sujeto maníaco está “animado por una vida paradójicaque marcha hacia la

muerte con la misma firmeza que el suicidio melancólico.” 25 Colette Soler

25

Colette Soler , “Estudios sobre las Psicosis”. Ed. Manantial, pagina 64.

Presentació Presentación n del caso

Norberto tiene 38 años y está internado en una institución dedicada al tratamiento de la toxicomanía y el alcoholismo. En su primera entrevista con la analista refiere que su familia “se esfumó, se terminó”. Un modo de

presentación

particular:

recita

sin

pausa

un

listado

enumerando

vertiginosamente y con con una notoria sobreexcitación sobreexcitación las fechas y edades de los los fallecimientos. Señala desde el comienzo un intento de establecer marca, de producir una huella que horade donde no hay elaboración simbólica. El calendario es llamado a nombrar ante la ausencia del tiempo histórico. El sujeto intenta ordenar, enmarcar, pero el afecto queda desligado, desamarrado, suelto, no abrocha significación, queda preso de la metonimia. Cuando Norberto tenía siete años muere su madre. Poco después irá a vivir con sus tíos, quienes se hacen cargo de él. A los veinte inicia una relación de pareja que se sostendrá durante siete años con un hombre 15 años mayor que él. A esa edad comienza a trabajar en “prostíbulos” y conoce a Mary como su “empleadora”. Inicia en esa época el consumo de cocaína de manera

esporádica. Dos años más tarde comienza a trabajar de noche con Mary e incrementa el consumo “para aguantar la noche”. Afirma respecto de esa situación: “Ella me trajo la cocaína…empezó una caída que nunca levantó”.

A los veintiséis años muere su padre. Poco después recibe la noticia de que es portador del virus HIV. Decide internarse en una comunidad terapéutica, concluye su tratamiento y abandona el consumo de cocaína hasta los treinta y cinco años. Durante esos años dejó de ver a Mary y señala al respecto: “no la vi ni consumí”.  A pesar de ello, a los treinta y dos años se interna “por voluntad propia” en un psiquiátrico debido a lo que refiere como “crisis de ansiedad”, describiendo que “escuchaba música y miraba TV al mismo tiempo sin poder dormir durante días”. Dos años después de esa internación breve, muere su hermana, y a los pocos meses su tía. Dice: “volví a llamar a Mary, estaba muy solo, me sentía devastado, ella se metió en mi vida…me casé”.

Al año siguiente, debido a los serios problemas de convivencia, tramita una “separación de hecho con convenio de alimentos” argumentando que es un “cónyuge enfermo” y que ella tiene que solventarlo económicamente. Desde

entonces retoma el consumo de cocaína y se inicia una serie de internaciones psiquiátricas demandadas por su propia voluntad. La internación previa a la derivación a la institución en la que es escuchado por la analista, fue motivada por lo que menciona como una “caída del balcón” du rante una discusión con

Mary.

Mary y la cocaína. Remedio y veneno.

Desde las primeras entrevistas Norberto presenta su padecimiento como un “enloquecimiento por no poder parar de pensar en Mary”. Dice: “Se mete en mi

vida, me marea, me hostiga, su voz me perturba el cerebro, crea pensamientos que no son, me fagocita…es un pacman. Siento a ella como un tatuaje sellado a fuego, me confunde la cabeza”. Relata la pelea previa a su internación diciendo: “ no se si me quise matar…quería terminar con todo…no me   caí del balcón, me tiré, ella dijo: ándate y para mi fue: o la vida con ella o no hay nada”. “Yo la endiosé

demasiado, la viví como un tótem, vi en ella a una mujer fuerte, decidida, le tenía respeto y miedo, me llevaba 14 años. Ella tenía todo estipulado con horarios, hasta el sexo”

En la misma línea que Mary, describe a su madre y a su tía como “demandantes e imperativas”. “Con Mary no tuve tiempo de sentirme desmoronado por la muerte de mi tía, de

mi hermana, era todo control y demanda, era todo una carrera y no nos despegamos más…nos casamos.

No hay en referencia a dichas muertes una elaboración simbólica, no hay trabajo de duelo, ni el tiempo necesario para la inscripción de la pérdida. Frente a estos sucesos, aparece inmediatamente en su lugar una relación a la que queda pegado.

Dice al respecto:”Ella fue una muerte que me asedió. Como si hubiera sentido

todos los velatorios de las personas que se me murieron pero con una persona viva.” Mary queda así ubicada como un “verdugo”, una “telaraña letal” , según sus

dichos, y Norberto Norberto queda de este este modo atrapado atrapado en las redes de la muerte. Lo rechazado retorna a través de ese vínculo como un goce mortífero. Se establece en relación a esta mujer una dimensión paranoide. Queda a expensas de su intrusión, el la se torna “imparable”, “irrefrenable”, con efectos de fagocitación, el sujeto se halla a su entera disposición, a expensas de un poder que lo ingiere. Mary dice “ándate” y Norberto se tira por el balcón. Dice: “Su voz me perturba el cerebro”, pero también habla su silencio: “Cuan do Mary se calla empiezo a pensar qué hay por detrás…ella estará tejiendo la telaraña.”

En el silencio se teje una telaraña que lo atrapa. El silencio del Otro lo inquieta. Se trata de un goce que no hace pausa, es asfixiante, no encuentra encuentra hendidura, solo lo agujerea saliéndose de la escena, eyectado él por un balcón que lo expulse. Ello lo posee o lo destruye y ese binario se muestra indialectizable. Sin embargo, podría ubicarse que el sujeto hace algún uso de esta relación. “Ella vivía como ella y yo vivía como ella”;”Cuando me casé con Mary me metí en un envase equivocado”. La posesión que localiza en ella le presta un

envase, un borde, una ilusoria vivificación. De Mary toma prestada una trama, pero rápidamente el tejido deviene telaraña. Un lazo que permite de algún modo la vida: como vive ella, él vive, pero se trata de un vivir paradójico que se le torna mortífero quedando a la vez ingerido por su envase. Respecto de la cocaína Norberto dice: “Con la cocaína podía hacer muchas cosas a la vez, no dormir varios días, no angustiarme…aspirar la vida, ahora, ¿a quién tengo para mostrarle que estoy vivo?” Por la vía del tóxico podría

ubicarse también el intento de vivificación como función. Pero se trata de una vida y de un cuerpo que no tiene. La función del falo que opera esta juntura se encuentra forcluída, trastornando trastornando en lo más íntimo el sentimiento de la vida. La instalación de la metáfora paterna y la significación fálica produce la conjunción de Eros y Tánatos señalada po r Freud con el término “intrincación pulsional”. Ya desde Freud es posible pensar los estados maníacos como un

triunfo sobre el padre que puede leerse en términos de desintrincación pulsional. La cocaína opera en este sujeto aportándole una vitalidad frente a la insuficiencia de su sentimiento de la vida. Esto redobla paradojalmente la vitalidad bizarra, propia de la manía, que lo excita, lo acelera, lo atormenta. Asimismo, es la operación fálica la que hace posible el encuentro con el otro sexo. En Norberto no está en juego la sexualidad ni el deseo. Él indistintamente tiene como partenaire hombre o mujer, no se trata de un encuentro entre dos, y nada se pregunta al respecto. Lacan plantea en el seminario sobre la angustia 26 que en la manía, “lo que está en juego es la no-función de a, y no ya simplemente su desconocimiento.” Señala allí que el objeto a es nuestra existencia más radical y la única vía en la cual el deseo puede entregarnos aquello en lo cual nosotros mismos tendremos que reconocernos, y que ese objeto a debe ser situado como tal en el campo del Otro. Desde esta orientación, define el cuerpo como a-sexuado, un cuerpo cuya única forma practicable de sexuación es a través del objeto a. Lacan señala también al hablar de lo que llama el “a -muro”, que aquello que

hay entre un hombre y una mujer es un muro, presentificado en el objeto a. El muro queda situado como el lugar de la castración. Sirviéndonos de estas indicaciones, podríamos decir que en la manía está afectada la función que hace al límite -en términos matemáticos- entre un hombre y una mujer.27 Para Norberto no hay el otro sexo. Así como no posee el plus de vida que lo simbólico marca con una mortificación, no hay hombre o mujer. A la vez, es posible ubicar otra función del tóxico en Norberto cuando Mary es el “verdugo” y aparece de ese lado el veneno: “Mary me devasta el cerebro, tomaba cocaína todo el día para olvidarme, tomando me ausento”. “Cuando consumo pienso menos, me olvido”.

26 J.

Lacan, El Seminario Libro 10, “La angustia”  Clase 25, del 3 de Julio del 63. Pág. 363.

27 Se

desarrolla una reflexión sobre el tema en “Lo Uno y los Otros”, Nicolás Bousoño, Viviana Carew. Publicado en “El Psicoanálisis aplicado a las toxicomanías” Publicación del TyA. Departamento de Estudios sobre Toxicomanía y Alcoholismo del CICBA.

Frente a lo insoportable de pensar todo el tiempo, de la palabra que no para, se produce algún acotamiento vía el consumo como remedio que lo lleva a pensar menos. Otra función del tóxico: produce de esa manera un menos, frente al más, a lo excesivo. Su cerebro queda menos torturado en relación a esa presencia permanente del pensamiento devastador. Un modo de intentar solucionar esta irrupción de goce es localizando algún punto de olvido, restándose, ausentándose de este modo a la omnipresencia, al desborde de goce. Si bien dice que el consumo le aportaba algún remedio, le proveía alguna regulación en relación a ser tomado todo por el Otro, o por los pensamientos, en el tiempo previo a la internación ha cambiado su función mostrando otra cara, la del veneno. Dice al respecto: “Ahora la cocaína me da otra i nformación,

ya no me acelera, ahora me angustia, me quedo aniquilado, estúpido, como un autista, no soy yo”. La cocaína enunciada por N. como un objeto que “da información”, parece dar

cuenta del intento de localizar la fuente de sus pensamientos, prestando un argumento y tal vez una precaria ilusión de dominio de aquello que lo perturba.  Así como su mujer “crea pensamientos” en su cerebro, la cocaína le “da información”. Lo imposible de subjetivar, retorna desde afuera. Por esta vía

logra engancharse frágilmente a una regulación de la invasión, cuando la cocaína deviene también un pacman reaparece con fuerza la aniquilación y cae su función. Está asediado por la muerte, Mary y la cocaína devienen sus verdugos. El consumo comienza a ser devastador, y no soluciona la devastación. Queda consumido, piensa menos en el torturador, pero paradójicamente, el menos va hacia él y amenaza con aniquilar su pensamiento, su yo. La cocaína también falla como solución. El tratamiento. El tiempo como bunker.

A pesar de su padecimiento, Norberto se incluye de manera comprometida en la dinámica del dispositivo institucional. Su participación adopta una característica: se mantiene ocupado todo el tiempo, refiriendo que su cabeza

“queda más relajada” en el hacer. Da de este mo do un tratamiento a su

inquietud. Camina el cuerpo, interrumpiendo por momentos el continuo caminar de su cabeza. En relación a lo que le fluye permanentemente, a su pensar desenfrenado, su cuerpo en movimiento genera una forma de límite, lo organiza. Algunas “medidas” institucionales van en ese sentido, como por ejemplo, tener que detenerse y simular el sonido de una bocina cada vez que está por atravesar el marco de una puerta. Norberto establece una buena relación con los otros en la institución a partir de sus ocurrencias y de su comicidad. Se ocupa de cocinar y de tareas varias que localizan algo de ese goce intrusivo. Habla de la “tranquilidad mental” que halla en esos momentos

en que no tiene tiempo para pensar. En el espacio de entrevistas, la analista se dispone a alojar su sufrimiento y su verborragia. Se lo escucha y se interviene con preguntas o enunciados muy breves y precisos, que solo en algunas ocasiones logran detener su catarata de palabras. En una entrevista dice: “Acá el peso de Mary es menos…la voz de Mary pasó de ser imperativa a ser sólo molesta”. Se interviene diciéndole que tal vez

ahora le cree menos. Se detiene y dice: “acá me volví a reír, estoy recuperando mi identidad, yo le digo a ella que ustedes me imponen una distancia…hay

cosas que digo pero no las escucho, hay palabras mías que yo las niego, no me llegan a mi mente, esta institución es un bunker, no quiero tomar decisiones arrebatadas”. Se interviene entonces afirmando el acuerdo con él en la

necesidad de introducir una distancia y un tiempo. Norberto logra escuchar esta intervención, la toma e intenta hacer uso de ella en varias situaciones referidas a Mary y a su padecimiento: “muchas veces me

acuerdo de lo que me dijiste, tengo que creerle menos a Mary y tiempo, tiempo…”

Como efecto de dicha intervención se abrió para el sujeto la posibilidad de algunos enunciados que restan consistencia al decir totalizador del Otro, quedando por momentos de su parte la posibilidad de hacer algún uso de palabras que le provean un límite y que le armen una barrera. Se pone en

 juego un “menos” en función de una resta a llevar a cabo de su parte. Una

resta que da otra medida al decir avasallante. En otra entrevista pregunta: “¿Yo porqué me dejé tanto?” sin poder ubicar una

respuesta. Luego dice: “No hay otra salida que no sea conmigo mismo…ahora fluyen mis miserias…mi verborragia, mi mente puede más que yo. Algo mío no funciona bien…algo enfermo mío hay que me enganchó con una mujer enferma…esa parte existe de mi.” Llora angustiosamente pre guntando si esto

se cura. Al no operar el falo, que instaura la dimensión espacio-temporal, será en el tiempo y en la vía de la transferencia que se irá instaurando esta categoría que lo organiza. Se trata de que allí donde hubiera sido necesario el falo, se invente aquello que le permita funcionar prescindiendo de él. El sujeto va tomando el recurso del tiempo como un elemento regulador, poder esperar sin quedar lanzado a la inmediatez del balcón o de la droga que lo aniquila. Si es un búnker el espacio terapéutico, opera allí cierta defensa frente a la irrupción de goce. Por otro lado se intenta el trabajo en relación a las muertes de sus familiares para dar lugar a alguna tramitación del duelo vía la palabra, posibilitar algún registro de la pérdida y de su tristeza. En relación al dolor, hace uso del lazo de transferencia que le permite alguna elaboración de saber y a la vez un despegue, cuando puede formular una pregunta que le da un lugar. “¿Porque me dejé tanto?” Esta pregunta marca

una diferencia en relación a la devastación.  A partir de allí se intenta hacer algo que no lo “deje” tan tomado por el Otro al

ubicar el padecer en relación a sus pensamientos. Pero lo rechazado del filo mortal del lenguaje retorna en lo real, en su inquietud y aceleración que no logra mitigar: “Estoy avasallado por pensamientos que fluyen permanentemente y me sacan de donde estoy” . “No pienso emocionarme y me emociono…y no se de dónde me sale la emoción, mis

palabras no llegan a mi mente”. “Siempre falta algo para de cir, la palabra no para.”

Se encuentra desamarrado de la cadena significante, y esto lo lleva a una verborragia y sobrexcitación permanente: “Tengo una energía que me fluye…mi enfermedad es cuando mis pensamientos son todos y no es uno…si

no pienso en todo, siento que no pienso.” No se liga. No produce significación. No aparece como sujeto disponiendo de su palabra. Fracasa la invención. “La excitación maniaca es ese goce que la función fálica no regula y en el cual

el uno del cuerpo es asediado por los unos múltiples del lenguaje en lo real hasta que  –después de la del sujeto- sobrevenga la muerte para el ser viviente.”28

El final. El tiempo c omo puñal

Luego de varios meses de internación la fuente de sufrimiento para Norberto empieza a ser nombrada en las entrevistas como incertidumbre respecto del futuro: “no me espera nada cuando salga de acá…cómo voy a lograr lo que nunca pude conseguir…el acelere que tengo me ayuda y me perjudica, yo no tengo tiempos, para mi la espera es letal, es como un veneno.”

El Otro social como una dimensión presente en todo dispositivo institucional, introduce también la variable “tiempo” haciéndose presente la posibilidad de

que Norberto quede sin cobertura por parte de la Medicina Prepaga que sostiene su tratamiento. Por otr o lado, los “tiempos” institucionales comienzan a resonar en él al llegar a una etapa del tratamiento en la que los otros comienzan a externarse, a trabajar, etc. Desde el dispositivo institucional y desde el espacio de entrevistas se acuerda la necesidad de regular los tiempos de Norberto intentando establecer para él un recorrido que contemple su particularidad. Pero una vez más, el remedio comienza a tornarse en veneno, y el tiempo comienza a ser tomado por el sujeto en su cara más feroz.

28

Colette soler, “Estudios sobre las Psicosis”. Ed. Manantial. Pág. 64

En una entrevista recuerda algunos años de su vida en los que dice haber sabido vivir solo y no depender de otros: “nunca más voy a ser quien era, el

apuro no me deja pensar, no me deja escuchar, no me deja reflexionar, nada me llena, todo tiene que ser ahora, vos me de cís “tiempo” y para mi es como un puñal.”

El tiempo deviene puñal. Darle tiempo, comienza a tener un envés complicado. Al comienzo tuvo el efecto posibilitador de un punto de basta que frenara en parte la metonimia gozosa en la cual el sujeto se halla inmerso, pero luego dejó de ser apaciguante. El tiempo tuvo un reverso superyoico para él. Ahora el tiempo lo apura, lo empuja. La manía, perturbando la homeostasis vital, no deja respiro a este sujeto. No hay para él silencio, no hay pausa posible. En respuesta a las variables en juego, y a su propia insistencia se decide acompañarlo en un proceso paulatino de externación. Comienza a tener salidas fuera de la institución, y a intentar por vía judicial, que Mary pague el alquiler de un departamento para él. Cuando sale

queda perturbado: “El afuera me

devora, es como entrar en la boca del lobo, el afuera es incierto, tengo pensamientos de incertidumbre, malestar y desasosiego. En la institución estoy sujeto, contenido, pero por momentos estoy avasallado por mis pensamientos que fluyen permanentemente y copan toda mi cabeza”. Comienza a buscar un departamento ayudado por Mary: “Tengo que buscar

departamento, hablo y no resuelvo, los días pasan y no hago, estoy paralizado…ustedes quieren que despegue, me aceleran, no me dan tiempo”. “Tengo una exigencia muy grande, si no me exijo me quedo sentado fumando…la exigencia me surge y no se como pararla…el motor tendría que andar a 60 y anda a 120…La única que me está dando una mano para que despegue es Mary”. Ahora la  institución queda ligada a aquello que lo acelera,

que no le da tiempo. Desde el dispositivo institucional y desde el espacio de entrevistas, advertidos de la posibilidad de un pasaje al acto, se trabaja acompañándolo para que él pueda, según sus palab ras: “construir un afuera desde acá.”

Al tiempo Norberto logra alquilar el departamento donde va a vivir, aceptando la propuesta de una externación paulatina. Pide autorización para ir a limpiarlo con Mary y por teléfono expresa su decisión de abandonar el tratamiento, contando con el apoyo de Mary. Una vez más, el sujeto queda capturado en la inmediatez. Fracasa la apuesta institucional. Pasados seis meses de la interrupción del tratamiento, Mary comunica a la institución el reciente suicidio de Norberto, quien se arrojó desde el balcón de su propio departamento situado en un octavo piso, luego de anunciárselo telefónicamente a ella, y de tener las ambulancias del SAME en la puerta de su casa, a quienes les negó la entrada. Norberto avanzó inexorable hacia el acto suicida, testimonio del fracaso del punto de basta y del goce que sacrifica al organismo. Quedó arrojado fuera de la vida, lanzado por la virulencia mortal de la manía. Paz y amor en ti empo de desbo rde.

Lic. Guiomar Doti Trabajo presentadp e n las Jornadas Científicas 2008 “Vicisitudes de la pulsión y el amor en la cura.” Centro de Salud Mental Nº 1 “Dr. Hugo Rosarios”

Se trata de un paciente de 23 años al que llamaremos Andrés, quien demanda tratamiento por una sensación de incomodidad que define como algo extraño, siente que todos los miran y no sabe cómo manejarse.

Debido a esto

abandona un curso de guardavidas que había comenzando. Al momento que consulta hace 8 meses que no consume cocaína y es entonces que comienza a ubicar esta sensación de incomodidad a raíz de la cual prefiere quedarse encerrado en su casa a fin de evitar sentirse mirado e inseguro. Andrés vive con su madre, dos hermanos mayores y las respectivas parejas de éstos. Trabaja en un taller de fundición en el fondo de su casa. Su padre muere al poco tiempo que comienza tratamiento, frente a lo cual se muestra desafectivizado.

En relación a su consumo ubica una etapa de mucho descontrol, que va desde los 16 a los 20 años. El jugaba al fútbol y en esa época, se produce su pase de Platense a River, hecho que coincide con que la empresa de su padre funde. Recuerda que su padre le decía: “Vos cuando jugás en pedo jugás mejor”. En relación a las chicas dice: “muy pocas chicas pasaron por mi adolescencia…yo prefería más lo otro , fumar o tomar cervezas”.

Podemos pensar que el tóxico le permite una salida de la presión que le genera  jugar al fútbol de manera profesional y lo saca del encuentro con el otro sexo. Con referencia al padre se puede pensar que lo convoca al sujeto a un lugar al que no puede responder, ser el “salvador de la familia”.

Del consumo dice: “cuando yo perdía la conciencia, se me apagaban las luces y mi cuerpo seguía. No necesitaba de nadie más que de mí para estar contento. Salía, la pasaba bien, pero veía cuerpos no caras” .

La cara (y con ella, la mirada) quedan para él borradas, mientras que en la abstinencia, van a reaparecer como persecutorias. El paciente comienza a ubicar a la marihuana como solución para calmarse y bajar la ansiedad. Pero esto no puede regularlo, y alentado por su novia actual, quiere dejar completamente el consumo, ya que “el estar todo el día fumado no le permite hacer nada”, según sus palabras. Ésta es la

explicación que él encuentra para su encierro. La droga aparece como atenuante pero no como solución. Durante el período en que no consume, se siente “más despierto”, pero el tema

de las miradas vuelve a ser más fuerte. Entonces, le propongo venir a terapia dos veces por semana, haciendo mención de lo dicho por el paciente que venir a hablar conmigo lo calmaba. Cabe mencionar que el dispositivo comienza a funcionar como soporte, como armado de algo que en este paciente falla, sustituyendo esta función de “calmante” que en un primer momento tiene el tóxico.

Así logra organizar mejor su tiempo y comienza a desestimar las miradas, él puede ubicar que si está enfocado en lo que él está haciendo no tiene en

cuenta la mirada de los otros, dice: “Cuando estoy medio tenso para enfrentarme a los lugares que hay que socializar prefiero no hacerlo, no voy…cuando estoy con mis amigos del fútbol yo hago oídos ciegos” le

pregunto: ¿oídos ciegos? Se ríe y le digo son dos cosas diferentes. Una cosa es lo que se escucha y otra es lo que se ve. “Cuando me pasa esto, lo de oídos ciegos, opto por i rme a caminar con alguno de mis amigos, con l os que me siento más cómodo o no doy bola. Estoy logrando tener más espacio”.

Para el paciente oído y mirada se juntan. Le supone a la mirada un decir. De su etapa infantil relata que hasta los 3 años tomó la teta, hasta los 4 años no habló y que hasta los 11 años no controló efínteres. Cuando le pregunto si sus padres habían consultado por esto dice: “El problema es que yo era un nene de mamá, un boludo”.

Se puede pensar que ahí faltó una mirada, y

eso le vuelve de lo real. La mirada se le presentifica y lo remite a ser burlado por el otro, ser el hazme reír del otro. El sujeto queda tomado como objeto de goce del otro “el nene de mamá”, “el boludo”. Es en este momento, de no consumo, que el paciente intenta retomar su curso de guardavidas, en el cual comienza a señalar algunas dificultades, como no poder respetar la distancia con sus compañeros al nadar y frente a eso sentirse ahogado. Dicho suceso es próximo al aniversario de la muerte del padre, el cual coincide en una fecha muy cercana al cumpleaños de su novia. Viene a sesión diciendo: “Estoy muy mal desde MI cumpleaños”. Le pregunto: ¿Desde TU cumpleaños? Contesta: “No, del cumpleaños de Silvia, pero festejamos juntos, desde ahí estoy mal, sin ganas, sin ánimo, pensé en fumar de nuevo”.

Refiere que cuando llegaron los invitados comenzó a sentir que estaban hablando de él por comienzos y terminaciones de palabras que no puede especificar. A la sesión siguiente, trae unos mails de su novia que se envía con un compañero de facultad, en donde, él asegura, que es la comprobación que ella lo engañó y se burló de él. El paciente refiere que ve  que se escriben en un tipo de clave. La certeza que tiene en relación a estos mails que es ellos se veían para garchar.

En el cumpleaños se produce un desenganche, para lo cual él le da una explicación delirante. Estos comienzos y terminaciones de palabras hablan de él, eso que no puede especificar habla de él y aparece la escritura en clave. La mirada y lo que escucha se junta, en los mails aparecen cosas que se dicen pero él ve. Para este paciente las miradas dicen, y lo que dicen es injurioso y no puede poner distancia con esto. Mis intervenciones apuntan a instalar una duda acerca de esta certeza que se le arma, e indico que puede fumar hasta dos secas. Dicha cantidad es la que había señalado que lo calmaba. Asimismo trabajo con él la posibilidad de tener una interconsulta psiquiátrica, para que se evalúe si es necesaria la toma de alguna medicación para regular el consumo. Las ideas delirantes continúan, en todo momento me convoca a que le dé mi opinión sobre si yo entiendo lo mismo que él. Comienza a preguntarse sobre lo que le pasa y si se debe a todos sus años de consumo. Este es el argumento que utiliza su novia, estudiante de medicina, para dar una explicación a estas ideas. Yo intervengo diciendo que es muy pronto para poder darle mi opinión, que no lo sé y que tenemos que seguir trabajando en esto. Frente a esta demanda de convertirme en “el especialista que sabe”, me “abstengo” de responder para dar lugar a que el sujeto pueda llenar ese vacío

con su testimonio, ubicando así la abstinencia del lado del analista, a diferencia de otros dispositivos dónde la abstinencia queda del lado del adicto. Por otro lado, relata un incidente sufrido en la casa de su novia, con quien intenta comunicarse en la madrugada, primero por teléfono y luego personalmente sin conseguir según sus palabras “que ella de la cara, que le hable”. Sin embargo, su insistencia, hace que la madre de ésta convoque a la

familia de mi paciente para que lo vayan a buscar. Cuando los hermanos de Andrés se hacen presentes, los hace entrar, dejando a Andrés afuera y provocando así que rompa el vidrio de la ventanilla del auto de la familia de su novia. Este incidente da pie para que la familia de Silvia llame a la policía, hacen una denuncia y le prohíben que se vean o se hablen. Intervengo diciendo que tal

vez esto sea lo mejor por el momento, y que este tiempo lo utilice para pensar acerca de lo ocurrido. A partir de aquí hay una sucesión de hechos extraños que ocurren. La madre de Silvia comienza a dejar mensajes en el contestador de la casa de Andrés diciendo que debe ser internado. Asimismo yo recibo un llamado de una persona que se presenta como la psicóloga de Silvia preguntando si yo estoy al tanto de lo ocurrido, me sugiere la internación dado que ella lo considera riesgoso, e intenta interiorizarse del diagnóstico del mismo, a lo que le contesto que estoy al tanto de lo ocurrido, al igual que el psiquiatra, y que dicha sugerencia no me parece pertinente ya que ella no conocía a Andrés, que además eso era algo que en última instancia evaluaríamos los profesionales tratantes. Por último le informo que si quiere más información deberá acercarse a la institución y hacer la petición que corresponda allí, ya que el teléfono al que estaba llamando era mi celular. A partir de esta intervención, cesan los llamados telefónicos que hace la madre de Silvia, pidiendo que lo internen a Andrés. En relación al llamado recibido por mí, mi paciente es anoticiado por una comunicación que mantiene con su novia, y me interroga para saber si esto es verdad y me pregunta qué le dije yo, de manera que le informo de la conversación mantenida, tal cual había sido. Frente a la decisión de dejarlo afuera sin lugar para escuchar lo que tiene para decir, Andrés comete un acto vandálico, rompe el vidrio, hace un agujero como un intento desesperado de llamado al Otro. Es en esta circunstancia que la analista hace lugar a su decir, lo aloja en el dispositivo  –que pasa a ser diariomarcando la presencia de otro que supone allí a un sujeto, dando respaldo y contención al mismo, haciendo lugar a la palabra y favoreciendo así el lazo transferencial. La maniobra analítica que intento hacer es procurar un límite al goce del Otro, proponiéndome como significante ideal que a falta de la ley paterna, pueda constituir una barrera al goce. Luego de esto, el paciente acepta tomar la medicación indicada por el psiquiatra, mientras que se trabaja con la familia de Andrés, acerca del efecto calmante que la marihuana proporciona en él, indicando por lo tanto, la posibilidad que tiene el paciente de fumar hasta un porro por día.

Poder decir que no a la internación, a las intromisiones de la familia de la novia y de la terapéuta de ésta en el espacio del análisis, es el intento de asegurarle otro Otro que no lo burle, que escuche y preserve otro espacio para él. A partir de aquí algo comienza a ordenarse y puede salir del encierro, comienza a trabajar como vendedor de vinos, lo que le permite salir de la casa, transitar por la calle con otra gente, viajar en diferentes medios de transporte, algo que antes le resultaba imposible. En palabras del paciente “Estoy continuando con la línea de estar mejor. Estoy teniendo vida a diferencia de antes, que estaba encerrado. Yo creo que quedaba anulado para sobrevivir. Ahora soy uno más, antes era uno al margen…Espero seguir en mi línea, que se me complica cuando entra

Silvia, o mejor dich o yo me la complico… ¡Al final, Silvia es pero que la droga!”  Se ríe y termina la sesión diciendo: “Yo estaba en la posición de hagan de mí lo que quieran, ahora pongo limites, yo hago lo que quiero”

La función del tóxico en un caso de psicosis De Nicolas Bousoño

Se trata de un paciente con más de 10 años de tratamiento, con un diagnóstico de psicosis, en el que lo precario de la estabilización está en relación con la función que tiene para él el consumo de drogas Miguel tiene su primera consulta con un admisor en un centro de salud mental municipal en Enero de 1995. Esa entrevista iniciaría su tercer tratamiento; había estado internado unos meses en 1990 en el Htal. Alvear y luego, en 1992, realizó un tratamiento ambulatorio en una clínica privada en Belgrano. Relata que en esas dos ocasiones escuchaba voces, veía cosas y que en ese entonces atribuyeron su problema al consumo de cocaína. Lo medicaron y lo “reventaron”, no podía caminar ni hablar, se le ponía la “cara dura”; dice: “era como la muerte”. De esa experiencia le queda cierta desconfianza por la

medicación que, cuando inicie el tratamiento aceptará con mucha dificultad y en gran parte gracias al cuidado que pone en ello la psiquiatra que lo medica. Consultaba a instancias de su madre, con una sensación de desaliento y desgano; cuenta que unos días atrás mientras manejaba sintió que algo lo golpeó y le borró la memoria.

Miguel trabajaba (lo hace aún hoy) en la construcción, como pintor; tiene dos hijas (en ese entonces de 2 y 3 años) y una relación muy conflictiva con su mujer (D) de quien se separa entre la primera consulta y la segunda; consulta que tiene lugar en la misma institución conmigo tres meses más tarde. Las primeras semanas asiste esporádicamente, muy verborragico y confuso, dice que se siente sin recursos, habiendo perdido cosas, “aislado de lo que fue o hubiera podido ser”, en referencia a una separación de la que se

siente víctima y por la que debe dejar la casa en la que vivía con su familia para volver a vivir con sus padres y su hermano. Dice no tener los medios para investigar algo que en un principio no plantea con claridad. En ese contexto es internado una semana en Open Door, luego intentar agresivamente obtener una respuesta de D mientras estaban haciendo trámites en una comisaría. Esa internación lo sorprende, lo asusta y es a partir de ese episodio que comienza a asistir regularmente a las entrevistas conmigo; las que han tenido lugar desde entonces, con la sola interrupción de algunos meses en el año 1998 y que hoy se llevan a cabo en mi consultorio. La internación pone fin a un tiempo que él describirá como de “verdadero descontrol”, que comienza cerca

del nacimiento de su primera hija y en el que, en un inicio, llegaba a romper radios y televisores para evitar que le hablaran y que, luego de su mudanza por la separación, lo empujaba a casa de D para exigirle respuestas. A ese tiempo le sigue una larga serie de entrevistas en las que da muchos rodeos intentando percibir si “sé algo”, si puedo darle una respuesta y

en las que, por que advierte que no, va ganando confianza; vueltas muchas veces agotadoras, en las que las intervenciones apuntaban a situarlo, a acotar su verborragia (ya que el silencio como respuesta lo hacía sentirse como una máquina hablando sola sin poder parar). Tiempo en el que accede a contarme la situación que lo decide a dejar su casa, a separarse y que constituye el enigma que aspira a explicar desde entonces. Una noche en la que dormía con quien era su mujer (D), se despierta con la certeza de que le han aplastado un testículo. Este episodio es detallado muchas veces a lo largo del tratamiento, siempre en un tono de confidencia y casi siempre como si no lo hubiera contado antes. A veces lo relata como algo que le ocurrió durante un sueño, otras veces como si hubiera sucedido en el

momento en que se despertaba; él ve una sombra, parecida a si mismo, que se esconde en la habitación luego de hacerle daño. No se explica quien fue, cómo lo hizo, cómo llegó allí, porqué le ha hecho eso y sospecha que su ex-mujer tiene algún grado de compromiso en el asunto. A partir de eso visita a algunos médicos que intentan tranquilizarlo sin éxito, y comienza con el despliegue de su delirio. Dice que desde los 25/26 años (lo que coincide con la internación en el Alvear) empezó a escuchar voces y se dio cuenta de que no había vivido sólo, de que lo que le pasaba se sabía en “un lugar”; esto le daba una sensación de desconfianza en la realidad “falsa”.

A través de lo que escuchaba, soñaba o escribía (con un tipo de escritura automática que todavía utiliza en algunos momentos) creía poder anticipar situaciones desgraciadas en el mundo, lo cual lo hacía sentir culpable y lo torturaba pensando como podía darle una utilidad a eso que él consideraba un don. El escribía algo y, luego de que alguna cosa trágica pasara (cosas que podían ser por ejemplo la muerte del cantante Rodrigo, el atentado a las torres gemelas, etc.), encontraba en su escrito el antecedente, de lo que deducía que ya lo sabía desde antes y además lo interrogaba sobre cómo podían transmitírselo. Esta inquietud lo llevó a ponerse a estudiar computación para tratar de entender como le transmitían la información, suponiendo que tenía algún tipo de aparato electrónico instalado en su cabeza. Estaba muy atento buscando quien era el que sabía “algo”, suponiendo que habría alguien que entendería todo; creía que se trataba de “un hombre, a

pesar que  –aclara- nunca se reconoció homosexual”, en ese hombre confiaba, sin entender de donde venía la mala intención que deducía del daño recibido. Por momentos pensaba que ese daño fue un castigo por algo que hizo mal, por momentos se rebelaba contra lo que consideraba una terrible injusticia. Durante varios años estuvo pendiente de los movimientos de D, esperando algún dato, con la intención de poder retomar la vida familiar y la relación con ella; D cotidianamente le reclamaba la cuota alimentaria de sus hijas, con la que le costaba mucho poder cumplir. A lo largo del tiempo las preocupaciones por su situación económica y por su realización personal, fueron ganando protagonismo; perdiendo fuerza su interés en perseguir una respuesta.

Se podría situar a lo largo del recorrido y por las entrevistas, un movimiento de reducción. De hablar y preguntar sobre su enigma en todos lados y a partir de percibir en los demás una mirada que lo signaba como “loco”

va acotando la cuestión al tratamiento, que se convierte en el lugar en donde deposita y dialectiza lo que construye. A su vez, el haber podido verificar su potencia sexual en otras relaciones reduce la dimensión de ese daño a una amenaza con la que convive, que lo inquieta, pero que sólo cobra fuerza por momentos. Dice “comprobar que eso exterior existe, que es verdad”; pero no lo asusta como antes, a veces puede

tomar distancia y no hacerle caso, otras veces cuando algo de lo real lo sorprende pasa por momentos de verdadera urgencia. Su sufrimiento se ha desplazado al producido por las exigencias de las mujeres de su entorno (su ex-mujer, su madre y su actual pareja). Él siempre se presenta como víctima de distintas situaciones con ellas, y las intervenciones con él en ese lugar apuntan a acercarle alguna idea sobre algún pacto que pueda pacificar en algo las relaciones, a responsabilizarlo por ello, también a colaborar con él para pensar que les puede estar pasando a ellas en ese momento apuntando a dialectizar la situación; otras veces juegan con que él está un poco aplastado o que ellas son rompe pelotas o que podría “poner huevos”, apuntando también a otro significante que él trae; “encarar”, “dar la cara”.

Su consumo de alcohol es regular y frecuente aunque moderado, consumiendo además cocaína esporádicamente; estos consumos constituyen hoy una parte importante de los conflictos con esas mujeres. Cuando Miguel llega a la consulta, había retomado descontroladamente el consumo de alcohol y cocaína (lo cual formaba parte

del “verdadero

descontrol” del que hablaba en un inicio); lo que pudo acotar cuando comenzó a

tomar la medicación. Para que la acepte, fue necesario plantearle que la medicación era necesaria para su tratamiento y excluyente con el consumo de tóxicos; lo que acepta con cautela, luego de la internación y en la medida en que verifica que no tiene sobre él el efecto que tuvo en aquél primer tratamiento. Con D habían consumido cocaína juntos durante el noviazgo y dice que es él quien decide parar con eso cuando nace su hija mayor.

Recuerda que su consumo de tóxicos había comenzado en su adolescencia, luego de que una pareja muy valorada por él en ese entonces lo deja por otro muchacho que ya en aquel momento consumía drogas, rasgo que él recoge y del que pareciera querer servirse para responder virilmente. Durante los años que siguen a su separación el consumo de tóxicos de Miguel pasó por diferentes etapas en relación a la intensidad, pero la función que él le da a ese consumo mantiene una regularidad. Toma en algunas salidas y con algunos amigos lo que él dice poder elegir para darse un gusto, en una función social, si se quiere. Por momentos también dice que lo ayuda a trabajar más despierto, lo que está en continuidad con poder aguantar el demoledor ritmo de trabajo que por momentos sostiene empujado por las voces que lo mandan tomar y trabajar, muchas veces atribuidas a su madre o su ex esposa, allí su consumo no tiene nada de placentero para él en tanto esta en la línea de intentar responder a una demanda sin límite. Algunas otras veces dice que sin ese consumo no encuentra ni siquiera un poco del placer que siente merecer y que necesita para no sentirse abatido. En una dimensión más propia, por momentos también se le descontrola, cuando se vuelve exclusivo, percibiendo esto en el malestar físico al despertar o en la falta de dinero de la que padece periódicamente; es allí cuando se propone “no tirar su dinero en eso” lo que sólo

por momentos puede sostener. Mi posición con respecto a este consumo hoy, es la de señalarle las consecuencias de esa practica; intentando sumar alguna variante allí donde Miguel le da una función a ese consumo. Las intervenciones buscan detenerlo y situar el recurso posible en ese movimiento en el que va del sentimiento de injusticia, a la interpretación delirante y la manía. Saber leer.

(Un caso de alcoholismo) De Jacquie Lejbowicz Introducción: Este caso tiene una particularidad que es necesario consignar a los fines de lo que en la temática de T y A nos interesa: No se trata de una consulta motivada

por el consumo de alcohol y sustancias adictivas; sino que el consumo desmedido es relatado por la paciente después de un tiempo de tratamiento a la manera de una confesión. Por otro lado, el consumo de alcohol y pastillas, se “desmadra” en un momento

determinado del tratamiento, ante el avasallamiento que implica para la sujeto, la relación al Otro, y, es luego de producir una rectificación del Otro que se producirá una regulación del consumo.

El caso: Me toca escuchar hace algunos años a una mujer de una gran fragilidad subjetiva. Llega sumida en la melancolía, y en el rechazo del propio cuerpo, particularmente de sus pechos. Durante bastante tiempo es ella quien corta las sesiones y hay que maniobrar para que pueda abordar ciertos temas, respetándola cuando necesita cortar e irse. La vergüenza, la sensación de indignidad, y los estados de terror la invaden. Cada tanto desaparece y descubro que es necesario llamarla e invitarla a volver, oportunidad que toma para volver a hablar. Es un tratamiento en que, en varias ocasiones, me encuentro convocándola a seguir viviendo, ya que cada tanto habla de terminar con su vida, o me escribe cartas de despedida, o amaga con interrumpir tratamientos médicos o cuidados de su cuerpo. Hija de un padre alcohólico y psicótico, vivió junto con su hermana sumida en el terror que su madre instilara en ellas, ya que la madre pasaba de encerrarlas para esconderlas del padre, a llevárselas a la cama para protegerse a su vez de él; así como en otras ocasiones, les encargaba su cuidado. De tal modo que no era sencillo discernir que aterrorizaba más, si la figura del padre, o el goce feroz que vehiculizaban las palabras de la madre.

Durante un largo tramo del tratamiento, C. se atormenta al sentirse absolutamente imposibilitada de situarse ante la demanda de su marido y de su hijo de tener más hijos, al tiempo que se sume en angustias terroríficas al recordar abortos realizados a instancias de su madre.

Relata también oscuramente una ocasión en que su padre, enojado ante la sustracción de una botella, se lamenta ante ella por no haberla abortado cuando su madre estaba embarazada; aborto cuya realización, al parecer, consideraron ambos. La mirada de la madre se le vuelve omnipresente. Viven en un terreno común y no hay bordes para discernir cual es la casa de cada una, incluyendo la casa de la familia de su hermana. El otro se le vuelve gozador y quedan persecutoriamente ligadas la demanda de ser madre con la de abortar-ser abortada, circuito de pasajes al acto, en el que queda confinada. Pero si bien parece aliviarla hablar de esto, mis intervenciones y preguntas que tienden a interrogar el estado de cosas no parecen tener mayor efecto: Las sesiones transcurren entre pequeños relatos, que C. corta retirándose abruptamente. En el transcurso del análisis, admite ante sí misma que bebe todas las noches más de la cuenta. Al llegar de trabajar comienza a tomar cerveza, luego sigue bebiendo durante la cena hasta caer desmayada en la cama, de este modo evita todo contacto con su marido (que igual se queda mirando la tele hasta tarde). La bebida parece ser un intento de suplencia, y de defensa en relación al encuentro con el otro, intento que no alcanza a apaciguar los estados de angustia terrorífica en que se sume. Mis intervenciones más eficaces son por ese tiempo las de asentir a sus confesiones; pero las interpretaciones respecto de su relación al otro no tienen efecto alguno. .

Es recién después de la muerte del padre y de un cáncer de mama que desemboca en la amputación de la misma, que C. puede relatar un episodio hasta entonces sustraído al análisis: Su marido, al subir a la terraza, sorprende al marido de la hermana de C.  –llamado igual que el padre de C.- espiándola por la claraboya mientras C. se

ducha en el baño de su madre. Situación que se producía desde largo tiempo atrás, y ante la que nadie dice nada. De hecho, C. había evitado mencionar esto antes en el tratamiento, pese a que se le había preguntado por situaciones de cierta seducción con el cuñado. Al realizar esta confesión, teme perjudicar ante mí el prestigio de su cuñado. Con el tiempo, logra admitir con bromas algún goce respecto de este ser espiada por su cuñado. Lo incestuoso comienza a ser nombrado. C. comienza a cuestionar a su marido por diversas cosas, por ejemplo, por no haber dicho nada en ese episodio, y reclama la construcción de un baño en la propia casa para ya no tener que ir al de la madre. Comienza a decir a la madre cosas que antes nunca dijo, le reprocha un aborto del que se sintió objeto de muy joven, le reprocha el modo en que se manejaba con ellas y con el padre. Recién ahí, puede quejarse y contar, en el tratamiento, cómo la madre alternaba entre internar al padre, mandarlo a vivir a otra provincia con una hermana, estar con otros hombres, y luego por épocas traerlo a cohabitar con ella como si nada. C. comienza a armar bordes en su casa y en su cuerpo: Pone cerraduras y llaves en las puertas y comienza a frenar la intromisión de la madre en su casa. Construyen el baño propio, y levantan paredes diferenciando su casa de la de la madre y la de la hermana. El humor, la música, los amigos, se van convirtiendo en puntos de salida y exogamia. Seduce a un compañero de trabajo y sin mama y con peluca (estaba pelada en ese entonces por la quimioterapia), se encuentra por primera vez disfrutando de pasearse desnuda en un hotel frente a un hombre que no la requiere madre, sino que la desea, aún sin mama. Estetiza lo horroroso para hacer lazo y darle otro uso posible a su cuerpo. Se hace un tatuaje tribal donde

termina su espalda, para  –dice- recordar a su padre desde otro lugar. (Cuando hasta poco tiempo atrás, esperaba ansiosa el momento de estar sola en su cuarto, para beber en demasía y “mantener conversaciones” con el padre

muerto, antes de caer dormida). Es decir, que consigue abandonar el circuito de maternidades y abortos en que estaba sumida, para convocar la mirada de un hombre, aún sin mama. Pero precisamente fue necesaria la amputación, el tributo real de la mama, allí donde no hubo nombre del padre que opere separándola del goce materno, y dándole lugar a un cuerpo vivo. Fue necesario el corte de la mama real para hablar en análisis y producir un corte con la mirada de un Otro gozador. Recién ahí las interpretaciones que antes no tenían efecto parecen operar. Me interesa ahora situar lo que se pone en juego en un período posterior del tratamiento en que C. concurre poco y nada a las sesiones, pero, alcoholizada y empastillada, me envía mensajes de texto. Es decir que sustrae su presencia y su palabra, y recae en el alcohol. Pero pone en juego una escritura. Me enteraré posteriormente que este pe ríodo de “mensajitos” se inicia luego de una situación en que ella queda arrasada por la palabra de alguien. . Como el primer mensaje que envía tiene el efecto de pasarme el terror a mi, por lo terminal de lo que escribe, mi reacción es, luego de llamarla reiteradamente sin que me atienda, alertar a la familia, sin obtener mayor respuesta, ante sus ideas suicidas. Esto motiva un posterior pedido de disculpas, porque me lo reprocha, en una sesión posterior, en que se reconstruye lo que le había causado tal estado: Bromas que su amante realiza ante otros, en el festejo del día del maestro, respecto de la teta que a ella le falta. Se suceden nuevos períodos de ausencia, donde envía mensajes de texto que pasan de relatar muy confusamente con una escritura difícilmente legible, como se siente, a amenazar con suicidarse, hacerme reclamos amorosos o insultarme. Esos mensajes se producen en un período de consumo desregulado de alcohol y pastillas, un consumo a toda hora (cuando antes bebía solo de noche, pudiendo levantarse sin inconvenientes al día siguiente

para ir a trabajar). A esos mensajes respondo recordándole la próxima cita, o escribiéndole que la espero, que quiero que viva, o que estoy y leo lo que me escribe. Posteriormente me relatará que por ese tiempo una amiga suya enferma de cáncer y decide no hacer tratamiento alguno, dejándose morir. El nuevo período de mensajitos coincide con una identificación especular, con esta amiga. Por la misma época, siente que varias de sus compañeras de escuela quieren algo con ella, y le tocan su cartera y sus cosas. Para mi sorpresa, en el mismo punto en que yo temía una degradación de la transferencia, y pensaba los mensajitos como actings, o la instaba a hablar por teléfono en vez de escribir; me encuentro con que en una sesión viene a hablar del alivio que le producía que yo lea sus mensajes, que se sentía contenida y aliviada sabiendo que yo leía lo que escribía en esos estados de tremenda angustia. Es decir que me llevó bastante tiempo, aunque ella me lo escribía con todas las letras (“sólo lee”), registrar que la voz se tornaba demasiado invasiva en

momentos así, y que de lo que se trataba era de alojar su escritura, incluso más allá de lo que escribiera. Registro también que fue necesario para ella dejarme a mi “encerrada y aterrorizada” con sus mensajitos; pasándome su

terror se aliviaba ella. El período de “mensajitos” y de consumo desmedido finaliza con un llamado

desesperado en la madrugada del 1ro de enero. El 31, borracha dijo “barbaridades e insultos” a los familiares de su marido. Su marido y su hijo la

dejan sola el 1ro de enero. Durante ese día hablamos por teléfono casi cada hora. Ella llorando, dice que no puede seguir así, que esta dañando a los que quiere. Luego, tiene una conversación con el hijo en la que le puede decir que esta es la madre que él tiene, pero que va a tratar de no beber tanto (cosa que logra de ahí hasta el momento actual). Lo que acontece posteriormente es que puede empezar a concurrir nuevamente a las sesiones, diciendo que ahora puede leer.

Qué es lo que puede leer?: - Libros. - La diferencia entre estar deprimida, que es lo que le acontecía antes, y estar triste, que es lo que le acontece ahora. - La decisión de su amiga de no operarse de cáncer de mama para morir como la madre, como la negativa a situar un corte con la misma. (Cuando en el tiempo en que enviaba mensajitos, se había plegado a esa decisión, y consideraba dejar su propio tratamiento para dejarse morir como su amiga). -Dice también que ahora puede estar más atenta para situar con precisión, qué puede compartir con su amante, y donde debe abstenerse de estar con él, para no prestarse a que la dañe con sus dichos. El día del maestro de este año me manda un nuevo mensajito, aterrorizada por el daño que su amante le produce con sus palabras. Le contesto que recuerde que en esas ocasiones él suele beber y decir pavadas, y ella contesta que el tema es que ella logre no dejarse destruir por las palabras de él; con lo que acuerdo. Esto tiene que ver con saber leer, cosa que parece lograr, luego de haber pasado por la escritura, y tal vez por mi lectura de sus mensajes.

Estoy, de todos modos, advertida de la precariedad de esta solución, ante la fragilidad subjetiva de C.

Algunos datos más: -El nombre: Por un equívoco a raíz del mensaje que ella deja cuando me llama por 1ra vez, yo la llamo de entrada por el diminutivo del que me enteraré posteriormente es su segundo nombre. Lo particular es que a partir de ahí ella se comienza a hacer llamar así, y me relata éste cambio de nombre que le efectué sin saberlo, mucho después. (Siempre sus relatos y confesiones son “después”).

-Lo rubio y el hijo que sí tiene: Cuando el hijo que sí tiene empezaba su escolaridad y el tratamiento de C. recién se iniciaba, el marido insistía con que C. le cortara el pelo a su hijo, que por entonces tenía una larga cabellera rubia. Decisión que a C. le costó mucho tomar. Significo ahora que era horror lo que la idea de ese corte le producía. Cuando por la quimioterapia quedó pelada, C. eligió para sí una peluca rubia, “ahora soy rubia”, dijo. Su amante tiene pelo rubio, también lo es el cirujano

que le está haciendo la reparación mamaria, entre los insultos que me dirigió en los tiempos de “mensajitos” estaba el de “rubia tilinga”. Su padre era rubio.

Un rasgo del objeto que retorna en el insulto. Y en la elección amorosa. III) Alcoholismo. UN ALCOHOLICO EMPEDERNIDO. Luis Darío Salamone

(El presente texto ha sido publicado anteriormente en Pharmakon 6, Editores Plural y TyA, La Paz, Bolivia, 1997, página 113.) "Me dicen el encopao, los que no saben lo que me ha pasao... Me llaman el encopao... y no piensan que el que mata su rabia entre unas copas, tiene su razón." "El encopao", tango de Enrique Dizeo y Osvaldo Pugliese. 1- Los celos y el vino. Pedro se presenta definiéndose como un alcohólico empedernido. Es derivado por un psiquiatra que lo recibió en un estado de crisis, tras varios días de no poder parar de beber. El diagnóstico, que le es confiado al paciente, es el de paranoia celotípica. Fue precisamente una actitud de celos constantes lo que desencadenó una ruptura en su pareja que lo llevó, una vez más, a la bebida. Los problemas comenzaron cuando sospechó que su mujer lo engañaba con su mejor cliente, debido a la frecuencia con que éste concurría a su negocio y al especial interés que ponía en el estado de salud de su esposa. No está demás decir que el negocio en cuestión es una vinería. Una tarde que llegó de hacer un trámite los encontró hablando animadamente, lo cual desencadenó su furia. Luego de que se retirara el cliente increpó a su mujer , ante la negativa por parte

de esta de que aceptaba ser cortejada, la golpeó. Fue la primera vez, pero no la última. Torturado por las sospechas contrató un detective que le recomendó intervenir el teléfono. Si bien el detective no logró conseguir evidencias, lo alentó a proseguir con la investigación, ya que Pedro le había confiado a su mujer que iba a poner a alguien para que la vigile, motivo por el cual no resultaría extraño que, los presuntos amantes, hubieran comenzado a cuidarse. Esto le produjo un estado de incertidumbre que no lo dejaba dormir. El cliente vivía en una casa próxima y, en apariencia ignorante de la situación, volvió al negocio una vez más; Pedro arremetió contra él con amenazas y empujones. Si bien el sujeto no apareció más por la vinería, en una oportunidad, al encontrarlo en la calle, algo en su mirada le hizo suponer que éste había andando con su mujer. Ese algo, acerca del cual lo interrogué, se trataba de cierta dureza. Su mujer, cansada de los acosos, le había confesado que hasta el momento con el vecino no había pasado nada, pero que, gracias a su insistencia, el joven estaba comenzando a agradarle. Luego de ser brutalmente golpeada, ésta lo abandona diciéndole, y no sin cierta razón, que con lo único que él podía llevarse bien era con una damajuana. Después de varios días de verificar dicha cuestión, fue internado, presentando un aparente cuadro de "delirium tremens". En dicho lugar se produce el encuentro con el psiquiatra que lo convence para que me consulte. 2- Los tratamientos. Pedro había tenido dos intentos de resolver su adicción. El primero concurriendo al grupo de Alcohólicos Anónimos que funcionaba en la parroquia de su barrio, donde obtuvo un éxito relativo. Consiguió dejar de tomar un par de meses, hasta que un buen día, luego de discutir con su mujer, volvió a la bebida de una forma feroz. El segundo intento de resolver su problema lo llevó a una iglesia pentecostal; dejó de beber hasta que, según sus palabras, el diablo metió la cola. Luego de una celebración se sirvió un vaso de vino y volvió a la compulsión. En ambas oportunidades le llamó la atención que durante la abstinencia no sentía tentación alguna sino más bien nauseas. Motivo por el cual no podía

permanecer en el negocio, del cual se ocupaba su mujer. Seguramente en estos períodos el vecino se aprovechó de las circunstancias. El primer intento de dejar la bebida estuvo guiado por la premisa de que lo suyo era una enfermedad incurable, de que era un alcohólico de por vida, que debía asumirlo y luchar contra eso. Cosa que hizo hasta que no pudo más. La otra salida, la religiosa, partía de la premisa de que lo suyo era un problema en el cual había tomado intervención el mismísimo Satanás. Luchó contra sus tentaciones hasta que tampoco pudo más. "Quién puede con el diablo?", concluye. A lo que agrego: "El diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo". Durante la entrevista se había referido a su padre utilizando el significante "viejo", más adelante agregará que con las mujeres era un "viejo diablo"; también había planteado, en la primer entrevista, que ya estaba demasiado viejo como para abandonar el alcohol. 3- Una herencia paterna. Los problemas deparados por el alcohol vienen de larga data. La vinería es un negocio que era de su padre, él se crió entre las botellas y las damajuanas. Su afición comenzó cuando su padre le hizo probar por vez primera el alcohol diciéndole que para muchos males era el mejor remedio. "Este negocio va a ser mi única herencia", acostumbraba a repetirle. Recuerda que a él le daba una profunda pena el ver a su viejo, tirado en el patio, completamente borracho. En una oportunidad éste le había dicho en broma: "El mejor cliente de mi negocio soy yo". Tras subrayarle: "El mejor cliente", interrumpo la entrevista. Pedro vuelve diciendo que a partir del último encuentro no puede parar de pensar en su padre, se le cruzan imágenes de él constantemente. En particular una: cuando una tarde, luego de discutir con su madre, le confesó que prefería estar siempre borracho al tener que acostarse con una puta. "Mi madre no era ninguna puta", concluye lagrimeando. 4- Culpas y sospechas. El alcohol, al igual que otras drogas, suele ofrecer serios problemas en lo que respecta a la cuestión diagnóstica. La sustancia tóxica puede llegar a escamotear la estructura del sujeto, provocando cierta opacidad, particularmente en quienes han llegado al extremo de padecer delirios suscitados por la

sustancia, y en quienes, como es el caso que estamos trabajando, caen en estas situaciones celotípicas que son tan frecuentes en los consumidores de alcohol. Si bien los celos parecen tener un tinte paranoico, ya que se basan en sutilezas y cobran, en principio, cierto carácter de certeza; no hay en su discurso dato alguno que nos permita corroborar algo del orden de la psicosis, al menos no pude detectar neologismos, frases interrumpidas o cuestiones por el estilo. Por otra parte las nauseas que fueron consecuencia de su intento de abandonar la bebida, parecen responder a un síntoma, ya que se presentan como el retorno de lo reprimido de aquello que lo empujaba a beber. El trabajo que en torno a cuestiones familiares comienza a desplegarse permite despejar algunas cuestiones. Esto no es casual; Pedro ni siquiera había nombrado a su padre desde que este había muerto hacía varios años atrás. En una sesión se produce un fallido en el cual nombra a su mujer con el apodo de su madre. Al señalárselo no se sorprende demasiado, ya que es un error que cometía frecuentemente. Tras decir esto confiesa que en realidad no estaba tan seguro de que su madre no fuera una puta, en una oportunidad la había sorprendido en una actitud sumamente sospechosa con su tío, medios desnudos le gritaron que se retire inmediatamente, éste lo hizo, se fue al negocio y se emborrachó. Por la noche su madre le pegó tanto que le dejó la nariz desfigurada. Nunca más hasta el momento volvió a hablar al respecto de estos hechos. Luego de esta confidencia, en la siguiente sesión, plantea que tampoco estaba tan seguro de la infidelidad de su mujer, que siempre lo sospechó, y hasta lo esperó, debido a que las relaciones sexuales no eran tan buenas; en realidad eran inexistentes. Al otro día llama a su mujer para pedirle disculpas y proponerle una reconciliación, esta lo rechaza, ha tomado la decisión de no volver nunca más con él. Esa noche se emborracha nuevamente. En la siguiente entrevista me pide disculpas por haber caído en la tentación. Le pregunto de qué se siente culpable. Queda conmovido. El supuso que yo quería que él no tomara. Hasta el momento los tratamientos se habían basado en la culpa como argumento para que no bebiera, ahora se ve llamado a tener que dar cuenta de la culpa que lo llevó a beber. Si bien esta intervención no encerraba ninguna apuesta demasiado fuerte, ya que es inútil pedir que se hable

de un sentimiento inconsciente de culpabilidad, el efecto de sorpresa logró que atinara a decir que siempre se había sentido culpable, sobre todo ante su viejo, por no confesarle lo que había descubierto de su madre, se sentía tan culpable como su madre. Le señalo: "Culpable de infidelidad". De esta forma caen sobre él las acusaciones con que torturaba a su esposa. 5- "El encopao". Si bien el análisis de un toxicómano o un alcohólico no dista de cualquier otro, resulta de importancia en estos casos poder dirimir que función viene a cumplir la sustancia en cuestión, el alcohol en esta ocasión, en la economía psíquica del sujeto. En principio la relación de Pedro con la bebida guarda un punto de identificación con su padre. En una oportunidad se reconoce con un rasgo que considera, a la vez, como una virtud y como un defecto: la perseverancia. Su madre le decía siempre a su padre que era un "cabeza dura", que tenía la cabeza dura como una piedra, lo que se le metía en ella nadie podía sacárselo. En esto él era igual a su padre. Aprovecho la ocasión para dejar escapar el significante "empedernido", con el cual se presentara en nuestro primer encuentro, buscando poner al descubierto algo del orden de esa identificación. Esa noche, al volver a su casa siente ganas de beber. En lugar de hacerlo, decide llamarme para pedirme una entrevista, en la cual se queja de que el análisis le parte la cabeza. A lo cual le contesto con una broma: "Será porque no era tan dura". Se ríe y me muestra un obsequio que me trajo: una geodita que pertenecía a una colección de piedras que guarda desde su adolescencia. La geodita es una piedra, rústica por fuera, y que partida, revela un interior con matices claros y oscuros, con algunos cristales que brillan a la luz. Plantea que se trata de algo grosero e impenetrable y que adentro encierra cosas luminosas. Parece dura por fuera, pero en realidad es hueca. "Usted a sido muy duro conmigo", me dice, posiblemente eso permitió cierto cambio que advierte en su personalidad. Si antes alguien le insinuaba que había estado bebiendo, lo agredía. A un amigo, en cambio, le comentó divertido que ahora le dicen "el encopao". "El encopao" es un tango, que trata del vínculo de alguien con el alcohol, y que pese a que nadie parece comprenderlo, sin embargo responde a ciertas razones. "Yo quería ahogar mi rabia en el vino." Evitando caer en lo mera-

mente imaginario, a esta altura del caso, podríamos decir que la relación de Pedro con la bebida responde a una determinación significante. Pudimos comprobar que el alcohol para Pedro tenía además la función de hacer algo con esa culpa que lo atormentaba y que no era tan inconsciente, así el vino se ponía al servicio de la represión. Ya que no se podía sacar eso de la cabeza, procuraba olvidar por medio de la bebida; recurso tampoco ajeno al de su padre. Hay también otra función que se fue perfilando, y es la de un intento fallido de escapar de su impotencia, en medio de la embriaguez no se preocupaba demasiado por mantener relaciones sexuales, y en todo caso si fracasó cuando lo intentó, fue por culpa de la bebida. Así que ésta, no sólo le permite un respiro al olvidarse de la cuestión, sino que se ofrece como una materia dispuesta a asumir la responsabilidad del asunto. Procuro quebrantar esto preguntándole a Pedro si no padecía de impotencia aun antes de comenzar a beber, e interrumpo la sesión sin esperar una respuesta que insiste en darme. La próxima entrevista Pedro llega sumamente molesto sin saber muy bien porqué. Ya no fue su relación con la bebida lo que ocupó el centro de la escena, sino la angustia porque cada vez que últimamente había tratado de mantener relaciones, se había enfrentado a su impotencia. Quería ahora deshacerse de la misma. De todas formas el romance (y este es el nombre que él mismo le da) de Pedro con la bebida no ha terminado. Se emborracha de tanto en tanto, y especialmente lo hizo luego de algunos fracasos amorosos. Sólo que ahora no le cuesta tanto parar. Eso, según nos dice, lo separa de lo que antes le pasaba y, sobre todo, de lo que le pasó durante toda su vida a su viejo. La identificación a un padre, más allá de alcohólico, impotente, comienza así a tambalearse. LA FUNCIÓN DEL ALCOHOL De Ernesto Sinatra (El presente texto ha sido pub licado anteriormente en “Mas Allá de las Drogas”, Editores

Plural,

La

Paz,

Bolivia,

2000,

Ed.,

pagina

189.)

1 ) UN CASO DE 'CURACIÓN ESPONTÁNEA' EN UN 'PACIENTE  ALCOHÓLICO'

Introducción

El título de esta formulación es clásica: nombra la curación -aunque adjetivada de espontánea- y refiere la existencia de un paciente al que se califica de alcohólico. A partir de este caso particular intentaré cuestionar la legitimidad de los supuestos que el uso de estos términos conllevan en su generalización conceptual. La depresión

Un hombre joven acude a mi consulta por atravesar un penoso trance depresivo en el que ingería abundante alcohol; medicado por años con antidepresivos se encontraba ahora en una situación límite: al no encontrarle sentido a la vida quiso matarse, pero no se atrevió. La tristeza era un rasgo de Sergio -descendiente de la aristocracia rusa, cuya familia se exilió en Argentina en la época de la revolución bolchevique-. El nunca se consideró 'un ser como los demás' ya que no podía estudiar ni trabajar con continuidad pues desde siempre largos intervalos de tristeza y silencio interrumpían su vida. En las entrevistas preliminares produce un lapsus. A partir del apodo con el que lo nombraban -conde- se despliega otro término -esconde- significante que lo representará a partir de lo que él confesará: su 'ser engañador'. La depresión y el engaño demostrarán en el curso de estas entrevistas estar conectados por medio de una identificación de Sergio a su madre. Ella había logrado mantener en vilo a toda su familia -especialmente al padre de Sergioen torno de sus caprichos. Sólo a ella Sergio no podía verdaderamente engañar. Esta línea de pensamiento asociativo lo llevó a confesar -no sin reticencias- algo que jamás había dicho a nadie: había colaborado con su madre en la realización del último deseo de ella, dejar de existir. Un recuerdo persiste de un modo tenaz: el de su cuerpo acostado e inmóvil con las arrugas de sus ojos y una placidez que lo sobrecogió. Sólo en este momento del relato relaciona el pacto de muerte con su madre y el inicio de su postura taciturna. El engaño del Otro

Decido en ese punto darle entrada en análisis. Surgen recuerdos infantiles que se organizan en torno del significante es-conde. Una manifiesta mejoría se produce en su estado anímico. Hata que a partir de una pregunta que me dirige

-con la que pretende referir una preocupación diagnóstica- surge la verdadera dimensión del engaño del Otro: '¿En qué lugar me ubica ud.,qué nombre me corresponde?'. Resalto el 'nombre' enunciado e interrumpo en ese punto la sesión, al par que se manifiesta molesto por mi falta de respuesta. En la sesión siguiente surge el recuerdo de una frase reiterada en su niñez y que le fuera dirigida por su abuela paterna: tú eres el descendiente de la pareja real: eres el sobrino del zar y el nieto de la zarina. Se siente confundido. Agrega que había escuchado siempre esa frase, pero que en realidad no entendía el significado del lugar desde el que su abuela lo nombraba. La pareja real, una mujer y su hijo dilecto, sustituía al abuelo de Sergio por su tío -hermano de su padre, salteando un lugar en la diacronía de las generaciones con las que se construye el edipo freudiano. Una madre con su hijo engañan al Otro, una vez más en la historia de Sergio. La 'curación espontánea' de un alcohólic o

Sergio había idealizado a aquel tío paterno: desde su iniciación sexual hasta sus 'correrías de juventud' fué una figura señera en asuntos del amor. Esa época de su adolescencia habría sido la más feliz de su vida. La continuación de este análisis permitió localizar una escena olvidada que determinara el 'fin espontáneo'de su adicción al alcohol. En un encuentro sexual se encuentra con el horror: a la mañana siguiente de un levante callejero despierta con la resaca del alcohol en una cama con una mujer desconocida: ella dormía, era vieja y tenía arrugas en los ojos...'¡era como haberme acostado con mi madre!. Huyó despavorido y vomitó en la calle, amargamente. Fué a partir de ese momento en el que no tomó más hasta precisamente- la severa depresión en la que cayó años después y que giró casi sin haberlo notado- en torno de la presencia del alcohol. La función de las identificaciones: el alcohol y la depresión

En su depresión resguardaba una identificación con su madre -la que le permitía a Sergio obtener un usufructo sobre sus seres cercanos al posicionarse como el que no puede. El alcohol era consumido como el potenciador de una identificación alternativa con aquel tío paterno -que encausaba sus correrías. La identificación en el rasgo del alcohol, clasificaba a Sergio en el lado

masculino; al par que la identificación con el rasgo de la depresión lo arrojaba al lado femenino -resguardando asimismo su ser fálico. El alcohol lo 'hacía hombre' mientras la depresión lo feminizaba. Pero el problema es más complejo, ya que la identificación al tío en el rasgo de las 'correrías' y del 'alcohol' porta un matiz incestuoso. Ergo todos los episodios de sus correrías se hallan enmarcados por un padecimiento -el que sólo toma forma de síntoma bajo transferencia-: eyaculación precoz. El 'trauma de la cama equivocada' le recuerda a este sujeto obsesivo la imposibilidad del goce del cuerpo y produce la 'curación espontánea' de sus borracheras por su confrontación con el horror -frente al encuentro con un goce imposible que parecía realizarse. Así se interrumpen las correrías, se cura de espanto del alcohol y retorna su depresión casi de un modo imperceptible. La alternancia de las identificaciones contrarias se hace evidente. Es con el psicoanálisis como este hombre tuvo oportunidad de dar otro tratamiento a esa satisfacción que se realizaba en sus ingestas alcohólicas y que indicaban el carácter endeble de su posición masculina. Tan sólo al desprenderse los significantes que condensaban la función del alcohol su adicción pudo disolverse al par que la depresión cedía. La desconexión del sintagma depresión-engaño-madre permitió la separación del sujeto de la demanda de muerte del Otro. La desconexión del sintagma alcohol-incesto-tío posibilitó al sujeto deslindar la posición masculina del rasgo incestuoso -que le era recordado a Sergio por el apelativo que lo nombraba: 'nieto de la zarina'. El análisis fué para este hombre un proceso que permite desprender tres momentos. a) Enfermo: presentándose al Otro bajo el semblant de la depresión que encubría el engaño; b) culpable: al confesar su asistencia en la muerte de su madre la culpa se hace presente -era evitada, pero además señalada por la depresión- y finalmente c) responsable: el recuerdo del 'trauma de la cama equivocada' termina por hacerlo despertar al conectar su goce ignorado con el uso del alcohol y sus correrías. Verificamos así, que la substancia soporta una función precisa que no puede ser generalizada -salvo pagando el precio de la desorientación en la dirección de una cura al olvidar los efectos del nombrar -y el nombrarse- en la constitución de la subjetividad.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 1- FREUD, Sigmund - Obras Completas , 'El malestar en la civilización'; Ed. Biblioteca Nueva, pg. 3046.2-

LACAN,

Jacques

-

Momentos

cruciales

de

la

experiencia

analítica,'Proposición del 9 de octubre de 1967...', Ed. Manantial, pg.22.3- LACAN, Jacques - Seminario XXIII -inédito-, clase del 10/2/76.4- QUINE, Willard - Desde un punto de vista lógico, 'Acerca de lo que hay', Ed. Orbis-Hyspamérica. IV) Iniciación de los tratamientos. Droga y elección sexual.

Carolina Zaffore Introducción

Examinaremos a partir de un breve fragmento clínico una función posible de la droga que indica no una lógica de ruptura sino de anudamiento frente a la coyuntura de elección sexual. En esta oportunidad haremos una lectura de un caso de histeria, atendido en un Centro asistencial. Intentaremos así iluminar ciertos aspectos de los modos actuales de hacer lazo, donde el examen de la posición sexuada cobra especial relieve. El consumo de drogas puede ser considerado hoy una práctica de gran presencia en nuestros consultorios e instituciones asistenciales. Y este caso es paradigmático de ciertas subjetividades amarradas al consumo, que no cuestionan el consumo ni plantean fracaso alguno del toxico como solución. Al contrario, la consulta pasa por otro lado y la relación con la sustancia no es problemática. En este contexto y con este eje que orienta el recorte, pasamos al material. Motivo de consult a

Una muchacha de 21 años que llamaremos Luz consulta en el Equipo de Adolescentes con una motivación clara, “quiero saber qué me pasa con las

mujeres”; “¿seré definitivamente gay?” . Su “primer experiencia” con una mujer

fue a sus 16 años en una situación sexual de a cuatro, bajo los efectos de alcohol y cocaína. Pero es hace dos meses que el tema la empieza a “aturdir ”, lo que significa que le da vergüenza y que le “parte la cabeza”.  Sin estar demasiado segura asocia esto con el momento en que decide (sin poder precisarse por que en ese momento) contarle a sus amigas su “lesbianismo” que sostiene hace 5 años , su parte homo, tal como la llama. La intención de contarlo era mas bien blanquearlo, compartirlo. Lo que la desconcierta es que al decidir confiar su secreto a su grupo de amigas intimas, en general se muestran muy interesadas y entusiasmadas con su valentía. Especialmente su mejor amiga, con quien termina “teniendo algo” (es la amiga quien “quiere probar”, a lo cual accede ). “¿Qué les pasa a mis amigas?”,  se pregunta, “¿Qué soy, un conejito de indias?”. Pregunta que se

acompaña de un estado general actual de vacío, tristeza, inestabilidad con lo que ya no sabe qué hacer . La primera conexión que Luz encuentra escuchando sus dichos es que el inicio de sus relaciones homosexuales coincide temporalmente con el inicio del consumo de importantes cantidades de cocaína que mantiene hasta el momento de la consulta. Cabe señalar que no es el consumo de cocaína un problema en su vida. Lejos de consultar en el Equipo de Adicciones que funciona en la misma institución, ella resalta los beneficios de la sustancia: “puede ser una cagada pero me encanta, está buenísima: esa es mi única

verdad. Con coca encima soy dinamit a” . Pese a lo cual por momentos  – muy

esporádicamente - la inquieta algo que se presenta en la vía del exceso: “ a veces me da miedo descontrolarme del todo, me gusta tanto que siento que voy a morir tomando cocaína, una noche coime é  a un cana y me gast é el sueldo de un mes en un rato “ .

Estos son los trazos iniciales con los que se presenta Luz a la consulta. Ahora intentaré dar cuenta de algunos indicios que advierten sobre la relación entre el consumo y su elección sexual. El interrogar la función del toxico resultó importante para establecer esta relación. Desencadenamientos y anudamientos

El tiempo inmediatamente anterior a sus 16 años, que podría ubicarse como el desencadenamiento de la toxicomanía, estuvo precedido por francos ataques de angustia, una soledad indigerible   que en el transcurso de las entrevistas fueron reubicados como saldo de una gran decepción amorosa. A sus 15 años forma una pareja con Sebastián, su karma, único hombre en su vida. Con él - que era todo para ella - tiene sus primeras relaciones sexuales. Experimenta lo que llama un amor total  y proyecta  –  dirá - “ con toda mi inocencia tener hijos y formar una familia… moría por él… estaba en Babia“ .

Un simple retraso menstrual en ese momento es acompañado de una fuerte ilusión de ser madre. Retraso que era mas bien sentido como un motivo que alimentaba con entusiasmo la idea de estar embarazada. Este clima de espera y fantaseo es contrarrestado por la postura tajante de su partenair e (bastante mayor que ella) al enterarse del atraso. Le habría dicho seriamente: “ si estas embarazada yo voto por el aborto “ .

A partir de allí la relación no volvió a ser lo que era antes y no tardó en sobrevenir la ruptura, no definitiva sino marcada por su posición de estar a disposición, me tenia cuando quería . Situación que se interrumpe bruscamente. Ante mi pregunta, recuerda avergonzada el encuentro final entre ellos: por primera vez sintió la convicción que él “ ya no la amaba”. Fueron a un hotel y él “quería sólo sexo, ¿dónde quedó tanto amor? ”. Aparece un detalle: en el

apogeo de la relación sexual  –  inicialmente placentera para ambos - el muchacho pronuncia una palabra que resulta inconciliable: ” mi putita”.

Momento en que irrumpe una gran angustia y le reclama entre un “llanto descontrolado: yo no soy tu putita”.  Al ser interrogada por la intensidad del

afecto respecto de las palabras proferidas por él indica: “a la Luz puta no me la banco, no la digiero” . Concluye tras aquella escena la relación sexual y

amorosa. A partir de allí podríamos subrayar el momento mencionado de angustia y soledad que parece declinar en una serie de relaciones que siguieron con hombres en las que el denominador común era “ser bien puta”, ella lo llegó a llamar: “promiscua por desamor”. En su descripción desliza: “era una conejita de play boy“. Esta serie de relaciones estaban sistemáticamente acompañadas

de un gran vacío y tristeza , posteriores a cada encuentro sexual.

De los h ombr es a las mujeres

Distinguirá así este período de lo que encontró luego y le hizo darse cuenta que su promiscuidad no tenia sentido alguno. En realidad lo que le pasaba era que le gustaban las mujeres, lo que fue para ella una suerte de hallazgo. Comienza a concurrir con una compañera de trabajo a un boliche gay, con determinadas características. Aquí vale una digresión: Es un boliche que ofrece no solo acceso a distintas sustancias sino también vende un modo de gozar: lo catalogan como gay friendly. Apunta la convocatoria - si se me permite la expresión -

a un

lesbianismo light. El denominador común que pude extraer de ese lugar (al que concurrían otra porción importante de mis pacientes adolescentes del Centro asistencial) era el siguiente: relaciones entre chicas, como las caracteriza Luz, un poco homo . Agregando yo en este punto que no es un boliche exclusivo de

chicas sino mas bien resaltaría que el contacto entre ellas está generalmente marcado por la mirada atenta de los hombres que concurren, entrando así el deseo masculino en el circuito. En este contexto resaltaría una serie: A) ruptura con su primer partenaire masculino, angustia y soledad. B) Dos factores solidarios: consumo de cocaína y su hallazgo: la “contención y el amor de las mujeres” ( que vale aclarar lo opondrá a la brutalidad de los hombres “lo único que los hombres quieren son  putas”).

Interpretación y diagnóstico

Aislaré solo dos intervenciones que permiten vislumbrar el diagnóstico: La primera es la conexión entre dos significantes, o mas bien evocar una pareja (significante): conejito de indias y conejita de play boy . La segunda es una indicación sobre el tono sistemáticamente infantil con el que se dirigía a sus partenaire sexuales y que reproducía en voz activa y con mucha gracia en su

relato. La respuesta subjetiva a dichas intervenciones irá configurando dos elementos: 1) un sueño de angustia en el que despierta con la imagen de una niña en un ataúd y 2) el recuerdo semi-olvidado del modo en que el padre se dirigía a ella de niña: mi conejita.

Perspectiva que orienta el diagnóstico a la posición de la armadura histérica sostenida en el amor al padre. Armadura que fracasó como anudamiento frente a la coyuntura de elección sexual y que se re-actualiza en transferencia. Destaco finalmente la relectura del momento de la consulta: la relación con una de las mujeres (mayor que ella y muy ligada al consumo) avanzaba al punto no solo de querer contarle a sus amigas sino incluso planeaban juntas una presentación oficial a su padre. Simplemente agrego algunos puntos de la continuación de este tratamiento, aunque no lo profundizaré en esta oportunidad. La ubicación del padre- play boy, lo mujeriego del padre, las salidas del padre a boliches con ella de niña

configuran su novela familiar. La infancia muerta del sueño toma la vertiente de ubicarse ella como la compañía del padre en sus salidas nocturnas. No entiende qué hacía el padre con ella en esas salidas. Por qué no la dejaba con la madre… La madre estaría como siempre deprimida, sin superar la perdida del padre (su “gran amor ”)

Es el recorrido de la relacion del padre con su madre, con las mujeres y con su actual pareja (especialmente a partir del nacimiento de su “hermanito” cuatro años atrás) lo que le permitirá a Luz tomar cierta distancia de la posición de ser una “conejita del padre”. Esta elaboración irá acompañada de un progresivo desapego a las mujeres como objeto de deseo, una cantidad de preguntas en relación a cómo gustarle a un hombre y si bien no un abandono, sí una reducción del consumo de cocaína. Finalmente, sus encuentros con hombres que empiezan a producirse conllevan una serie de molestias y dolores gástricos que nombrará como “cosquillas en la panza”. Se inaugura en este punto un trabajo de análisis luego de concluir el

tiempo pautado en la institución asistencial. Conclusiones

La subjetivación del sexo en un hablante-ser se vuelve un elemento decisivo en la perspectiva del psicoanálisis. En la actualidad es bien frecuente encontrar relaciones homo y heterosexuales que conviene en cada caso precisar y delimitar. Retomo así los dos elementos iniciales: droga y elección sexual.

El uso de la sustancia se convierte casi en una condición necesaria para tener relaciones con mujeres y así solidifica el anudamiento que el sujeto encuentra con las mujeres. Pese a desencadenarse la manía por la cocaína, el consumo responde a una lógica de anudamiento. Hay en un tiempo anterior lo que ubicaría como un primer desanudamiento que quedará ligado a la pérdida de objeto. Pérdida y duelo articulados al amor de un hombre, al encuentro entre dos cuerpos en el inicio de sus relaciones sexuales y a la fantasía/deseo de ser madre. Entiendo el tiempo de relaciones con mujeres no como una elección sostenida en determinada posición asumida en cuanto al objeto sexual sino mas bien como la actuación de una subjetividad histérica cuyo goce responde a la lógica fálica. En este sentido resuena especialmente interesante la vertiente subrayada por Lacan en el Seminario 20: “... la histeria, que es hacer de hombre, y ser por tanto también ella

homosexual [hommosexuelle] o fuera sexo...” (LACAN, 1972-73, p. 103).

Bibliografía

LACAN, J. (1972-73) El seminario, libro 20: Aun , Paidós, Barcelona, 1981.

“Comerse sus palabras”

De Nicolás Bousoño

R, de 27 años actualmente, concurre en 2004 a un tratamiento de adelgazamiento en el que, por medio de una dieta y reuniones grupales, llega a pesar 60 Kg.; bajando 35 Kg. en 6 ó 7 meses. La llegada a este peso es vivida como un logro, pero le dura poco tiempo, ya que a pesar de todo el esfuerzo que pone en el asunto, comienza a subirlo paulatinamente. Docente de idiomas y estudiante universitaria, en ese momento es despedida del colegio en el que trabajaba acusada de zamarrear a una alumna, con sorpresa y pesar para ella ya que no lo reconoce de esa manera; además discute con su madre, terminando en una pelea a los golpes en su casa. A partir de allí comienza con esa paulatina subida de peso que la lleva a repetidos intentos de adelgazar, en ese momento tomo contacto con ella, en un grupo de la misma institución en la que bajó por primera vez. Ella asistía además a un tratamiento en el que tenía entrevistas con una psicóloga, terapia grupal y (muy a su pesar) recibía medicación psiquiátrica. En ese tiempo adelgazar no le resulta nada sencillo, debido principalmente a los atracones que comienza a padecer regularmente. Ante esos episodios se le ofrece que llame por teléfono, lo que en un principio hace después de comer, llena de reproches, pesar e impotencia; la escucho, le pregunto detalles sobre el contexto de la situación y acerca de sus inquietudes, sus intereses, sus afectos en el momento; a lo que ella contesta con algo de enojo, que no entiende, exigiendo una solución para poder llevar adelante su dieta. Esos diálogos telefónicos derivan en un pedido de entrevistas conmigo, en las que liga esos atracones a distintas situaciones con muchachos. Uno que le gusta, la ignora haciéndola sufrir; con otro, con quien tiene relaciones sexuales cada tanto, se muestra cruel, lo menosprecia y se fastidia con las señales de interés de él y con quien termina ofendiéndose cuando le sugiere una consulta psicológica. El trasfondo de esas relaciones en las que se sentía vacía; era una relación idealizada a la que R permanecía íntimamente fiel, un ex-novio de su adolescencia que había emigrado, con el que habían planeado casarse, concluyendo la relación hacía algunos años, decepcionada.

A partir del desarrollo de las entrevistas se produce un primer efecto de localización; decide dejar su anterior tratamiento, continuando con el grupo y la medicación, lo que posteriormente también dejará. Durante las entrevistas iniciales se presenta desbordada; por momentos angustiada, superada por sus enojos y por sus avatares cotidianos; dolida y muy desanimada. Eran habituales para ella, además de los atracones, el consumo de alcohol y marihuana, los cuales le producían un efecto de aturdimiento. Se quejaba de su conducta, reprochándose su situación y todo lo que no conseguía (en relación a lo que creía debería ser su situación laboral, su peso, sus relaciones, su carrera, etc.) y padeciendo la relación cotidiana con su madre. En el relato de sus búsquedas laborales, de sus relaciones y su mundo con su familia y sus amigas; el nombre de una de ellas, Soledad, cobra el valor del significante que va nombrando su estado de ánimo. En esas relaciones entra y sale; dice que es “borrada”, “fugitiva”, que no se mete demasiado por que “no sabe como mostrarse”. Dejando en evidencia

el lugar de su primer adelgazamiento como intento de respuesta imaginaria a ese no saber. Intento maníaco de construir una imagen femenina diferente a la de la madre. La paciente es la menor de varias hermanas, con bastante diferencia de edad con respecto a las demás; en ese momento vivía con su madre, una mujer obesa, con inclinación por el alcohol, poco menos que inválida, que permanece casi recluida en su casa habiendo dejado su trabajo como docente hace ya varios años. Esta mujer ha transformado a R en el objeto de sus cuidados; siendo esta a su vez, su principal contacto con el mundo, en una relación de mutua dependencia y tensión. El padre dueño de un comercio, apasionado por las carreras de caballos, vive sólo en su propio depto, visitando ocasionalmente la casa familiar, de cuyo sostén económico se hace cargo. Las hermanas mayores viven con sus hijos en casas provistas por el padre, con varios matrimonios en su cuenta son las que prácticamente criaron a R; otra hermana es la mano derecha de él en sus negocios y muchas veces

media entre las necesidades económicas de R y el dinero de su padre. R discute y pelea habitualmente con este, sumamente despectiva e irónica. Un recuerdo infantil permite situar un viraje del tratamiento; ella y una de sus hermanas solían acompañar a su padre en los viajes que este hacía siguiendo las carreras. En una ocasión, argumentando que no tenía entradas para todos, el padre decide dejarla en la casa llevándose a su hermana de acompañante; sin preguntarle ni darle explicaciones, “como nunca hubiera ido a acompañarlo”, dice. Este recuerdo le genera gran angustia. Recuerdo que se

articula con su posición de protesta al padre a la que dará varias vueltas en el tratamiento. Le señalo que, aunque intente negarlo, la relación con su padre es importante para ella. A partir de allí el vínculo cambia, se podría decir que pasa de protestar por que no cuenta a interrogar para que puede contar con él, como cuenta para él. Decide mudarse de la casa familiar; a lo que su padre primero se opone para que la madre no quede sola, luego lo acepta diciéndole que “la entiende”. El  hecho de que la respalde en ese movimiento pacifica temporariamente la relación. Ella intenta ser amable con él, aunque “las palabras se le caen de la boca” y termina resultando hiriente, lo que provoca una discusión en la que, dice: “tuve que comerme las  palabras de él, te impone hasta el camino al buffet”, señalando de qué se llena en sus atracones.

La mudanza pone en evidencia la apoyatura que significaba su madre en su vida. Sin su presencia le cuesta mucho organizarse para sostener sus actividades; tiene miedos, se queda dormida; viviendo esto con mucha angustia y sufrimiento, casi desesperación. Vuelve a llamarme por teléfono como un recurso ante situaciones en las que le retorna la amenaza de perder su lugar de trabajo por supuestas situaciones de violencia que no controla y la soledad la abruma. Un sueño muy vívido precede a una serie de recuerdos, dice: “Soñé que un alumno me gritaba, por que lo había dejado. A veces

cuando estoy muy mal me siento aturdida, como si alguien me gritara en la cabeza. Tengo algo en la cabeza que me grita”. Resuena allí el abandono que ella reprocha, se reprocha y reproduce activamente. Recuerda las peleas y los gritos en su casa en su infancia, peleas que protagonizaba su mamá alcoholizada con alguna de sus hermanas; repetidas

hasta el hartazgo, interminables. Se pregunta si podrá salir de ahí, le pregunto ¿de quién? Apuntando a señalar que ese lugar es mas libidinal que geográfico. Puede empezar a poner distancia con las situaciones “locas” de las

mujeres de su flia., siempre a los gritos, con problemas con el alcohol, violencia. Esa separación le permite sorprenderse e indignarse por lo que entiende como “lo que ellas hacen para mantener el encierro y el sometimiento a los caprichos de su padre”.

R logra estabilizar un conjunto de relaciones: consigue un trabajo en un colegio que valora, ordena con criterio sus ritmos de estudio y conoce algunos hombres con quienes inicia relaciones con menos maltrato, con menos sufrimiento; con P, el último, salió cerca de un año. Con él se sentía aceptada, dice. El final de esa relación actualiza la pregunta por su lugar en el Otro. Dice “Me desespero por tener algo que no obtengo. Cuando me convenzo digo, a mi no me quiere nadie, soy una mierda” En un reencuentro con P viene a su mente un pensamiento “No voy a ser el agujero de este”, negación que afirma

un lugar en el Otro que resulta estragante. En un diálogo con su padre escucha consternada como este hace una escala del valor de sus hijas, escala en la que ubica a R en segundo lugar por que se las arregla bien con sus cosas. “Yo no soy mas útil que ellas”, dice.

Impotencia que implica un modo de encerrarse en el intento de hacerse amar por el padre, como las hermanas. Otra serie de sueños en los que ubica al padre “cubriéndole la espalda”

la llevan a asociar con un recuerdo de su infancia: recuerda a su madre subiendo el desayuno a la cama para los tres, cama en la que jugaban; su papá le “comía los pies”, también le pegaba con una corbata y ella se la ponía. Dice “mi papá era bruto, lo buscaba pero no siempre me gustaba. En mi familia

es así, M (la hermana mayor) le hace cosquillas a los chicos hasta que lloran todos”.

Al inicio de este año su hermana mayor es internada en un psiquiátrico, situación de la que ella se ocupa, en principio con mucha preocupación, entre desbordada e impotente, el señalamiento de que está en un lugar materno la acota y tranquiliza al permitir ubicar su medida. Dice “Mi mamá dejaría todo, no te lo haría saber y te ayudaría”. A partir de allí su rgen una serie de diferencias,

una nueva versión de su madre, con otro lugar para el hombre, “Fui a la casa

de ella, vi cosas que siempre están pero nunca había visto. Tiene unas cajitas de música que son una parejita, y en un hueco de la chimenea hay un trofeo que ganó mi papá cuando era joven”. Un recuerdo infantil la ubica esperando

al padre con un libro en las manos. Recuerda que entre sus 6 y sus 10 años él “estaba pero no estaba” formulación denegatoria que ubica una ruptura en una

historia fragmentar ia y eficaz. Un sueño ubica un movimiento, dice “antes soñaba con Soledad; ahora con Virginia, otra amiga del trabajo, mi alma gemela, le prestaba una campera y una maestra decía, ese agujero que tenés en la campera lo vas a tener toda la vida”. Movimient o de ser la mierda que

tapa el agujero del Otro o el agujero mismo a tener un agujero en su vestido. V) El trabajo en las instituciones EL OTRO SOCIAL Y LA DIRECCIÓN DE LA CURA EN LA CLÍNICA DE LAS TOXICOMANÍAS. VIVIANA CAREW Clase Teórica dictada el 9-6-2006 en el marco de la Práctica Profesional del Área Clínica: Toxicomanía y Alcoholismo, Coordinador: Fabián Naparstek. Facultad d e Psicología, UBA.

Mi nombre es Viviana Carew, soy psicóloga y me dedico a la docencia y a la práctica clínica orientada por el psicoanálisis. Debido a los avatares de mi profesión, me encuentro confrontada con la clínica de las toxicomanías desde hace más de diez años. En la clase de hoy voy a intentar articular algunas ideas y conceptos en los que vengo trabajando, con el fin de reflexionar acerca de la dirección de la cura y de una clínica posible de las toxicomanías en el ámbito de las Instituciones que tratan dicha problemática. Quisiera ubicar en principio, los textos que básicamente serán el soporte de esta clase:

-

Las salidas de la toxicomanía, de Mauricio Tarrab, publicado en el libro: Más allá de las drogas- Estudios Psicoanalíticos.

-

Conferencia de Eric Laurent, publicada en el libro: Del hacer al decir. La clínica de la toxicomanía y el alcoholismo.

-

La dirección de la cura en la toxicomanía y el alcoholismo; su efectividad en instituciones, de Fabián Naparstek, publicado en el libro: Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo.

Como ustedes podrán ver en el esquema que sintetiza esta clase, vamos a partir hoy de lo que Mauricio Tarrab sitúa como un problema paradigmático de nuestra época, problema que radica en cómo articular -desde el psicoanálisis aplicado a la clínica de las toxicomanías- la lógica del discurso del Otro Social con la particularidad de goce de cada sujeto que acude a la consulta. Podríamos ubicar en este caso al Otro social encarnado en el Estado como la institución que se encargaría de velar por el cuidado y protección de los ciudadanos, un Estado moderno con un empeño lógico de regulación de las conductas de los sujetos, sostenido por un ideal “para todos”, amparando el “bien común” y la “salud pública”. Todo lo que concierne a las políticas de

Estado en el ámbito de la salud estaría orientado por ese ideal. La mayoría de las instituciones de salud de nuestro país muestran en su propuesta de tratamiento y en sus objetivos su estrecha relación a dicho ideal. Lo que resulta evidente hoy en el ámbito de la Salud Pública es que, como efecto de lo que se conoce como subjetividad de la época, el marco institucional se ve cada vez más fragmentado en instancias particulares; vamos a ver que en los Centros de Salud existen cada vez más servicios de atención diferenciados para lo que se entiende como patologías específicas: anorexia, bulimia, adicciones, ludopatías, violencia, etc. Así el campo de la salud pública se fragmenta en “especialidades” desde las que se intenta responder a los

sujetos que llegan en demanda de tratamiento. Para el caso de las toxicomanías, como trasfondo de esta fragmentación y de esta respuesta que se espera del trabajo institucional, impera la demanda de

una eficacia medida en términos de desintoxicación, rehabilitación y resocialización de los sujetos que allí tratan su problemática de consumo. Orientadas por esta lógica del Otro Social existen políticas cuyos efectos inciden en el campo de la Salud Pública. Entre ellas, podríamos destacar las Políticas de Control Social, las Políticas de Mercado y en tercer lugar, las Políticas en Salud Mental. Las políticas de Control Social, se encuentran plasmadas para esta problemática en la Ley 23.73729  promulgada en el año 1989, referida a la tenencia y tráfico de estupefacientes, conocida como Ley de Drogas. Me interesa hacer mención a dos artículos de esta ley que según considero, describen el marco en el que se inscribe -en un porcentaje considerable de casos- la demanda de tratamiento:  Ar t. 14. Será reprimido con prisión de uno a seis años y multa de ciento doce

mil quinientos a dos millones doscientos cincuenta mil australes el que tuviere en su poder estupefacientes. La pena será de un mes a dos años de prisión cuando, por su escasa cantidad y demás circunstancias, surgiere inequívocamente que la tenencia es para uso personal.  Ar t. 17. En el caso del artículo 14, segundo párrafo, si en el juicio se acreditase

que la tenencia es para uso personal, declarada la culpabilidad del autor y que el mismo depende física o psíquicamente de estupefacientes, el juez podrá dejar en suspenso la aplicación de la pena y someterlo a una medida de seguridad curativa por el tiempo necesario para su desintoxicación y rehabilitación. Acreditado su resultado satisfactorio, se lo eximirá de la aplicación de la pena. Si transcurridos dos años de tratamiento no se ha obtenido un grado aceptable de recuperación, por su falta de colaboración,

29

  Ley 23.737 Régimen Penal de Estupefacientes. Buenos Aires, 21 de Septiembre de 1989. Boletín Oficial, 11 de octubre de 1989.-Ley Vigente- (Ver en la sección Legislación de la página Web de la Práctica de Investigación: La psicología en el ámbito Jurídico. Facultad de Psicología.UBA www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/informacion_adicional/practicas_de_investigacion /775/index.htm )

deberá aplicársele la pena y continuar con la medida de seguridad por el tiempo necesario o solamente esta última.

Queda claro en el texto de la ley, cómo, en algunos casos el tratamiento que un sujeto solicita en una institución, indicado por un Juez bajo el nombre de “medida de seguridad curativa” , se plantea como una sustitución a la “pena”   de prisión. Esta es una variable a considerar, cuando llegan sujetos a

la consulta presentándose con el enunciad o: “vengo por la causa” en los que no existe la voluntad o decisión personal de realizar un tratamiento. Este tipo de tratamientos “obligados” por el dictamen de un juez suelen conocerse bajo

el nombre de tratamientos compulsivos. Respecto de las políticas de Mercado podemos hacer referencia a políticas que en el campo del psicoanálisis son consideradas bajo el imperio del llamado discurso del capitalismo, y que promueven un empuje al consumo en el que la toxicomanía actual toma su lugar. Los efectos particulares de estas políticas se ven plasmados por ejemplo, en el texto de leyes vigentes desde 1993 y de la Constitución Nacional en su reforma de 199430, en el que se protegen los derechos no ya del ciudadano sino del “consumidor”, nueva figura de rango co nstitucional que da cuenta de la

impronta de la subjetividad de la época y sus consecuencias. En términos de E. Laurent: “Es esperable que a partir de la definición del estado normal del sujeto como consumidor, el consumidor encuentre su destino en los productos que  pueda comprar.” 31

Finalmente, en el marco de las llamadas Políticas en Salud Mental es donde podemos ubicar con más claridad lo que se plantea como salida de la 30

  Referencia a la Ley 24.240, Ley de Protección del Consumidor promulgada el 22 de Setiembre de 1993 y al artículo 42 de la Constitución Nacional de la República Argentina cuya reforma fuera  promulgada el 19 de Agosto de 1994. Encontramos una interesante reflexión sobre el tema en el texto del historiador Ignacio Lewkowicz “Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez” Ed. Paidós , Primera Parte, “Del ciudadano al consumidor. La migración del soberano”, pág. 19 a 39. 31

 Del hacer al Decir. La clínica de la toxicomanía y el alcoholismo. Ed.Plural, año 1998. Eric Laurent, Conferencia. Pág. 61

toxicomanía bajo el ideal médico-social de abstinencia de consumo, y respondiendo a este

ideal la mayoría de las instituciones especializadas

ordenan su propuesta de

tratamiento. Entre ellas gran parte de las

comunidades terapéuticas, las llamadas granjas, los grupos de autoayuda de Narcóticos Anónimos (N.A.), de Alcohólicos Anónimos (A.A.), aspiran en su discurso y en la lógica con la que sostienen sus dispositivos terapéuticos, al pasaje de “ser adicto” a ser “ex -adicto” o “adicto recuperado”, pasaje que marca

y liga al sujeto desde entonces a ese nombre como su modo de articulación con la palabra y con la cultura en la que está inmerso. En la concepción clásica de estos dispositivos lo que se entiende como cura es el logro de la abstinencia, y en muchos casos esta aspiración se hace efectiva a través de lo que podríamos pensar co mo una sustitución “ortopédica” del goce del tóxico por el goce de la renuncia, introduciendo en muchos casos un sentido religioso como soporte y marco del tratamiento. Debido a la insistencia con la que fracasa este ideal, han surgido en las últimas décadas, lo que se nombra como políticas de Reducción del Daño, en las que ya no se aspira únicamente a la abstinencia sino a prevenir y cuidar de los riesgos concomitantes a las prácticas de consumo, intentando intervenir sobre las conductas que pueden dañar al propio sujeto que consume

o a la

comunidad. El uso de drogas no desaparece pero se disminuyen sus efectos dañinos. Las políticas de Reducción del Daño se implementan acercándose a las zonas de riesgo, a las villas de emergencia, a las zonas marginales, sin el objetivo de que los sujetos accedan a un tratamiento, pero en cambio se les enseña a usar correctamente las jeringas a quienes consumen por vía venosa , se les entregan jeringas descartables y profilácticos para evitar por ejemplo el contagio del HIV, etc., estrategias que surgen como un modo de responder al fracaso del ideal médico-social de abstinencia. Otro modo de respuesta a este fracaso son los llamados Tratamientos de Sustitución. En

nuestro

país

se implementa esta política en algunos

tratamientos basados en la sustitución de la droga “ilegal” por psicofármacos

indicados y regulados por un médico psiquiatra con el fin de que el sujeto

pueda hacer más tolerable la abstinencia. En otros países en los que es frecuente el consumo de heroína, se han utilizado diversos fármacos -el más conocido entre ellos es la metadona-

para estabilizar a los sujetos que

consumen con el fin de mejorar su salud y su funcionamiento social durante la abstinencia de dicha droga.

Este seria, a grandes rasgos, el

escenario en el que nos insertamos e

intentamos aplicar nuestra práctica quienes trabajamos con la problemática de las toxicomanías orientados por el psicoanálisis. Dicha orientación nos lleva inevitablemente a situar esta problemática como uno de los modos posibles en que puede presentarse la particularidad de goce de cada sujeto, lo que nos posiciona de manera directa frente a una clínica centrada en el caso singular. En términos de Mauricio Tarrab: “Lo particular de cada caso, es una de nuestras exigencias para afrontar el tema de la toxicomanía en nuestra época, época de generalización, de homogeneización, de globalización. Y al hacerlo ponemos en marcha una suposición que tiene consecuencias clínicas precisas. Cual es la de suponer más allá de la droga, el drama subjetivo al que la droga viene responder con mayor o menor éxito.” 32

Tomamos entonces como punto de partida aquello que está situado mas allá del objeto droga. Y si nuestra dirección nos conduce hacia la ubicación del drama subjetivo al que la droga viene a responder, un texto paradigmático será “El malestar en la

cultura” donde Freud hará una referencia precisa al

consumo de tóxicos, como uno de los modos más eficaces de respuesta al malestar. Una vez más encontramos allí -y ya desde el año 1929- una valiosa orientación para nuestra práctica. Cito a Freud: “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos

dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir 32

 Más allá de las drogas- Estudios Psicoanalíticos. Ed. Plural, año 2000. Mauricio Tarrab, Las salidas de la toxicomanía. pág.148.

de calmantes. Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas.” (…) “Empero, los métodos más int eresantes de precaver el sufrimiento son los que procuran influir sobre el propio organismo”. (…) “El método más tosco,

pero también el más eficaz, para obtener ese influjo es el químico: la intoxicación.” (…) “Lo que se consigue mediante las sustancias embriagadoras

en la lucha por la felicidad y por el alejamiento de la miseria es apreciado como un bien tan grande que individuos y aún pueblos enteros les han asignado una posición fija en su economía libidinal. No solo se les debe la ganancia inmediata de placer, sino una cuota de independencia, ardientemente anhelada, respecto del mundo exterior. Bien se sabe que con ayuda de los quitapenas es posible sustraerse en cualquier momento de la presión de la realidad y refugiarse en un mundo propio, que ofrece mejores condiciones de sensación. Es notorio que esa propiedad de los medios embriagadores determina justamente su carácter peligroso y dañino. En ciertas circunstancias, son culpables de la inútil dilapidación de grandes montos de energía que podrían haber se aplicado a mejorar la suerte de los seres humanos.” 33

La orientación que brinda esta consideración respecto del consumo de tóxicos, sitúa de entrada al sujeto como responsable de su posición de goce y de su modo particular de responder a las restricciones que la cultura le impone. El foco de la problemática se centrará entonces en el sujeto y su goce, y en la función que sostiene el objeto droga en su economía libidinal. Otra consideración necesaria para esta clínica refiere a la posición desde la cual vamos a acercarnos a quienes allí consultan. Hago referencia con ello, a una posición que nos permita “resistir a las generalizaciones que la época impone” . 34

33

  Sigmund Freud, Obras completas. Tomo XXI. Amorrortu Editores. El Malestar en la Cultura, año 1929. Cap. II, págs. 75 a 78. 34

 Idem 4, pág. 147

Estas generalizaciones quedan plasmadas de manera evidente en el ámbito de los servicios de Salud Mental organizados por “especialidades” sostenidas por el discurso del Otro social que nomina, distribuye y etiqueta quienes son los adictos, los ludópatas, las anoréxicas, los bulímicos, etc. Esta es una consideración fuerte, resistir a estas generalizaciones es ponerlas en cuestión, aunque estemos trabajando dentro de un Servicio que se llame “Servicio de adicciones”, lo que hace suponer que somos “especialistas” en

aquello que nombra al sujeto a partir de su problemática. La práctica me ha llevado a pensar y hacer uso de ese lugar, -que el marco institucional asignaal modo de un semblante desde el cuál ofrecemos nuestra escucha integrando un equipo de trabajo, un semblante que asume la suposición de cierta experiencia y cierto recorrido en esa problemática, y cuyo efecto solo tendrá lugar a condición de estar advertidos de que su uso será a los fines de propiciar que un sujeto se acerque a la consulta y de generar la transferencia, uso que desplegará sus efectos solo si no olvidamos que el saber se sitúa en el inconsciente y no en consideraciones a priori que signan al sujeto borrando su particularidad.35 Otra orientación que nos brinda el texto de Mauricio Tarrab refiere a “estar advertidos y no ser tragados

por los discursos que circulan en las

instituciones”, “dejarse sorprender y apostar, sin garantías”.36  Resulta

dificultoso para quienes trabajamos en el ámbito institucional, interactuando permanentemente con otros discursos  –médico, jurídico, social, etc.- no quedar mimetizados a los mismos y poder articular nuestra posición y nuestro marco teórico con prácticas y lógicas sostenidas por una concepción de sujeto diferente a la propuesta por el psicoanálisis. “Dejarse sorprender” es una

indicación que nos sitúa en la perspectiva ética, una posición desde la que hacemos lugar a la destotalización y a los puntos de inconsistencia estructurales del saber previo que enmarca nuestra intervención; una posición 35

  Estas consideraciones son desarrolladas en extensión en el texto de Viviana Carew: Acerca de las  patologías que nombran. Reflexiones éticas. (Ver en la sección Textos y Artículos de la página Web de la Práctica de Investigación: La psicología en el ámbito Jurídico.Facultad de Psicología. UBA www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/informacion_adicional/practicas_de_investigacion /775/index.htm ) 36

Idem 4, pág. 147

que hace posible escuchar al sujeto que consulta, más allá de ese nombre que lo trae y lo marca, haciendo lugar a su particularidad.7 Tomar en cuenta estas consideraciones ofrece un marco para pensar -desde el texto de M. Tarrab- la salida de la toxicomanía como la entrada en el discurso

y la entrada en la

transferencia: “…pensar en cada caso

la

pertinencia de la indicación de la intervención analítica y en que casos desalentarla, o postergarla para un momento más adecuado, o combinarla con otras medidas terapéuticas que abran la posibilidad de pasar del hacer al decir.”(…) “Se sal e de la toxicomanía no solo si eso que funcionaba ya no

funciona más, porque se ha atravesado algún límite sea social o del propio cuerpo. Se sale de la toxicomanía si en ese límite se produce la significación de un saber supuesto en el Otro, es dec ir el agalma de la transferencia”.37

Aquí se sitúa una diferencia radical respecto de lo que se plantea desde la perspectiva del Otro Social como salida, dado que desaparece la referencia a una eficacia sustentada en el ideal de abstinencia de consumo. Pero esto no quiere decir que no tenga importancia si el paciente deja o no de consumir, no quiere decir que no consideremos la fijeza, la regulación o el abandono de la práctica de consumo, sino que la dirección de la cura no está orientada por ese ideal. Y agregaría, sirviéndome de una idea freudiana, que la renuncia por parte del sujeto a esa práctica de goce vendrá “por añadidura” , si a partir de nuestra intervención en el terreno de la transferencia, logramos “ubicar por qué vía somos capaces de tocar, de mover, de perturbar algo de ese real que resiste en la práctica del toxicómano.” 38

Es interesante una aclaración que Tarrab agrega al plantear como salida, la entrada en la transferencia: “eso no supone sin embargo la entrada en un análisis, eso  puede ser la oportunidad de verificar el triunfo del sentido”.39

37

 Idem 4, pág. 151 y 155.

38

Idem 4, pág. 146.

39

 Idem 4, pág. 155

Lo importante radica entonces en cómo orientar la problemática hacia otro escenario, cómo lograr un pasaje del goce de la sustancia al goce de la palabra, cómo interesar, cómo causar al sujeto hacia una práctica de sentido, que algo que se sitúe más allá del consumo adquiera valor, que la preocupación, las preguntas, el interés, recaiga en otra cosa. Este “triunfo del sentido”, es lo que sostiene la eficacia de muchos tratamientos

como por ejemplo, los dispositivos de Narcóticos Anónimos (N.A.), Alcohólicos Anónimos (A.A.), las comunidades terapéuticas y las granjas, instituciones que funcionan desde hace muchos años, en las que lo que circula, lo que se oferta, es algo del orden del sentido, por ejemplo, por la vía de la autoayuda, de la constitución de un “nosotros”, de un lazo social

propiciado por la

identificación a la figura del director o del coordinador que atravesó y superó la problemática de consumo y es fiel testimonio de la posibilidad de recuperación, sosteniendo así la cohesión y la ilusión grupal. Hay también un sentido que triunfa, en las comunidades que están orientadas por un ideal religioso, en las que el paciente abandona la práctica de consumo para entrar en una práctica de renuncia ligada al arrepentimiento, la culpabilización y a la expiación frente a la figura de Dios. También se introduce una práctica de sentido a través de la filosofía de vida, los valores, las normas, las responsabilidades y los objetivos que sostienen la estructura de funcionamiento de comunidades terapéuticas dirigidas por profesionales de la salud o por sujetos que han hecho del aprendizaje obtenido en su propio tratamiento su oficio como Operadores Socio-terapéuticos. Es en este punto donde podemos pensar la importancia de la inclusión de la perspectiva del psicoanalista en las instituciones, para que a partir de este primer movimiento de “triunfo del sentido”, pueda existir para algunos sujetos la

ocasión de interesarse en su inconsciente. Será solo a partir de esa entrada en el discurso, de esas “precondiciones clínicas” 40 en términos de E. Laurent, que un sujeto podrá, escuchado y orientado por el analista, interesarse en su inconsciente, y hacer aparecer allí la posibilidad de una entrada en análisis.

40

 Idem 3, pág. 66

En su Conferencia, E. Laurent parte de la propuesta de no oponer el consultorio a la institución, y de considerar que en las toxicomanías, son pocos los casos que pueden mantenerse solo en los consultorios. Ubica entonces la eficacia de las instituciones en tanto podamos pensarlas como “precondiciones  para interesar al sujeto en su inconsciente”   y dice: “Si el sujeto se queda solamente en el nivel de “no soy un toxicómano”, no tiene interés. Tiene que

transformar esto en la pregunta por el quién soy, entonces buscará en el inconsciente los signos de su identificación posible.” 41

Hasta aquí dejo planteadas algunas consideraciones respecto de estas dos dimensiones que se entrecruzan en los tratamientos de las toxicomanías. Llegado este punto quisiera hacer referencia a dos citas del texto de Fabián Naparstek que van a dar en parte, el marco conceptual al material clínico que voy a presentar. El texto recorre un desarrollo que tiene como fin pensar la efectividad de la dirección de la cura orientada por el psicoanálisis en la práctica clínica en instituciones. Para ello el autor se sirve del escrito de Lacan: “La dirección de la cura” para situar al analista en el marco de la institución. Cito: “Mi idea es cómo

pensar y armar instituciones que sigan esta lógica, instituciones que sean Otro barrado, instituciones que, además de reglas puedan tomar caso por caso, y  puedan tener un deseo en su centro.” 42

Respecto del Otro barrado dirá :”Toda la idea de Lacan en este texto es, que depende de cómo encarnamos ese Otro, se verá si podemos llevar esa pregunta -la pregunta del sujeto- a un despliegue que permita un análisis. En conclusión, lo que él va a decir es que el analista es el capitán de su barco, pero propone no ejercer el poder que ese capitán del barco tiene. Es decir, 41

 Idem 3, pág. 66

42

 La dirección de la cura en la toxicomanía y el alcoholismo; su efectividad en instituciones. Fab ián  Naparstek. En Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo. Grama Ediciones. Año 2005.  pág.133

según Lacan, se dirige la cura pero no se dirige a los pacientes. (…) Y la única

manera de llevar esa pregunta a que se despliegue es que en el Otro haya un hueco, haya un agujero, haya un deseo, y esta es toda la idea, a mi gusto, de este texto. La tesis de Lacan es que la posibilidad de que hagamos aparecer un sujeto barrado depende únicamente de que en el lugar del Otro haya un Otro barrado.” 43

Y luego cita a E. Laurent para ubicar algo que me parece interesante para pensar estas dos lógicas o dimensiones diferentes que operan en una institución: “El analista más que un lugar vacío, es el que ayuda a la civilización a respetar la articulación entre normas y particularidades individuales. El analista tiene que ayudar, pero con otros, sin pensar que es el único que esta en esa posición, (…) ayudar a impedir que en nombre de la universalidad o de

cualquier universal, ya sea humanista o anti-humanista, se olvide la  particularidad de cada uno.” 44

Y finalmente, refiriéndose a esta orientación que propone para la dirección de la cura en las instituciones ubica lo siguiente: “Es mucho esfuerzo, porque hay que tomar a cada paciente, hay que pensar cada caso, y en base a eso empezar a tomar decisiones, en vez de decir: todos v an por acá. Esto es lo que hacen todas las instituciones que tienen un cronograma: primer tiempo esto, segundo tiempo esto otro, tercer tiempo esto otro. Puede existir y nadie se opone, pero parece importante pensar cómo cada sujeto pasa esos tiempos, el tiempo previo a la externación, etc. Y como pensar cada caso en relación a la estructura normativa de una institución.” 45

Para cerrar, podría agregar que se trata entonces, en la clínica en instituciones, de situar en cada caso no solo la particularidad de goce del sujeto, sino también la relación de ese sujeto con el campo normativo en el que, a sabiendas o no, está inmerso. Bien se trate del marco jurídico legal, o se trate 43

 Idem 14, pág. 129

44

 Idem 14, pág. 134

45

 Idem 14, pág.135

de la normativa institucional, habrá que ubicar la posición singular del sujeto f rente a esa dimensión planteada “para todos” desde el Otro social.

Un material clínico

M es una joven de 16 años que realiza tratamiento bajo el dispositivo Hospital de Día en una institución dedicada a la drogodependencia y el alcoholismo. En las entrevistas de admisión a la institución, refiere haber comenzado a consumir hace solo cuatro meses, ubicando la causa de su consumo en la conflictiva familiar. Según sus dichos consumía marihuana, alcohol y psicofármacos, solo los fines de semana. Para entonces su madre, acude a la Defensoría de Menores abriéndose allí un expediente que indica la realización de un tratamiento aplicando la medida de “protección de persona” establecida en el Código Procesal Civil y Comercial de

la Nación. Esta medida cautelar es aplicada por la Justicia a situaciones diversas y utilizada como respuesta a problemáticas en las que estén involucrados niños, niñas y adolescentes que se encuentren en situación de riesgo. M convive con su madre, un hermano de 17 años, también consumidor de drogas, y una hermana de 20 años y cursa por segunda vez el primer año de la escuela secundaria. Desde el comienzo del tratamiento y debido a la mala relación con su madre M pedía quedarse los fines de semana en la institución, pedido al que se accedía en algunas ocasiones y también reclamaba que su tratamiento se realizara bajo la modalidad de internación. Se la notaba muy integrada al grupo de pares pero no a las normas del tratamiento, generando escenas de seducción hacia sus compañeros y mostrando una posición de rebeldía y desafío frente a cualquier figura de autoridad. Pasado un mes de tratamiento, M se fuga por la noche de su casa, su madre acude nuevamente a la instancia judicial y M es trasladada en un patrullero a la institución, momento desde el cual se decide su internación.

Desde el comienzo del tratamiento y durante ocho meses, el espacio de entrevistas individuales fue conducido por otra profesional de la institución; luego, debido a la renuncia de esta, recibo la derivación de M. Entre los datos que me informa dicha profesional, comenta que durante esos ocho meses era muy poco lo que esta joven hablaba en las entrevistas y que generalmente sostenía una posición de queja con respecto a las normas y pautas de la institución. La directora del área clínica le preguntó a M con quién quería continuar su tratamiento individual la joven elige continuarlo conmigo dado que me conocía a partir de algunas intervenciones en los momentos en que yo realizaba guardias nocturnas en la institución. En su primera entrevista, M hace referencia a una escena que había transcurrido la noche anterior, en la que encontrándome de guardia se acercan dos pacientes con actitud desafiante pidiendo la llave de la institución y planteando su decisión de irse “por las buenas o por las malas”. M dice “yo no

pude decir nada, te miraba a vos y los miraba a ellos desde la sala, parecía que estaban afanando un local, yo estaba afuera de la situación, no sabía de que lado ponerme…esa es mi parte de público, me pasa tam bién en los grupos; yo lo sabía y no pude decir nada…es el gustito de tener información, yo tenía una relación con ellos, siempre que tuve algo lo perdí”.

El “no decir nada”, el “estar fuera”, el “no saber de que lado ponerse”, y su relación al “tener” y al “perder” quedan enunciados en su primera entrevista y

serán puntos recurrentes en los dichos de M. a lo largo de los siguientes encuentros. A partir de esos puntos entonces, está organizado el recorte del material clínico de M durante los cinco meses siguientes de su tratamiento, hasta que se interrumpen las entrevistas debido a mi renuncia al cargo que ocupaba en la institución. El silencio como posición de goce

M. dice: “A los 12 me enteré que mi papá tenía otra familia, después veía en la casa de él los juguetes y la ropa que me faltaba…en mi casa él era un visitante.”  “Desde los cinco años mi papá me manoseaba, yo creía que era un juego. Tuvo relaciones sexuales conmigo cuando yo estaba drogada, a los 14.”  “A los cinco años es el último recuerdo de los cinco juntos, después mi mamá

empezó a estar siempre en la cama y nosotros a salir a la noche con mi papá, a una plaza para que nos cansemos y nos vayamos a dormir.” “Mi papá era un

cachivache, pero levantabas la voz y estabas en el piso, en la ducha de agua fría o con un cachetazo…después esa figura se me cayó.” 

En otra entrevista hace referencia a dos compañeros de tratamiento, de edad avanzada, de los que dice que le recuerdan al padre, son “manipuladores”  como él, “Me dan asco, les tengo miedo c uando los enfrento, es como que me tengo que defender…con mi papá me pasaba lo mismo.” “A los nueve años me

sacaba la remera, quería que esté desnudita, me pintaba, me cortaba el flequillito, él jugaba y yo tenía que callarme, yo veía todo como un juego…to do silencio.”

En otro encuentro trae un sueño en el que alguien que no recuerda le decía “que deje de hablar”…”como que si sigo hablando algo malo me va a pasar.” “Con mis viejos me la pasé tirando de la soga de los dos para que no se

separen, yo sabía que mi papá tenía otra familia, si hablaba se separaban…pero mi silencio no valió de nada, yo no le dije cosas a mi papá  para que no se fuera, y se fue igual.” 

El “no decir nada” es una posición que repite en reiteradas ocasiones en el

escenario institucional, siendo la que siempre sabe quienes planean fugarse y quienes transgreden las normas y “hace silencio”.

En una entrevista se pregunta: “¿No se porqué vienen hacia mi los secretos?” “Al final me termino callando la boca y me dejan re tirada”. Se angustia frente a

este enunciado, referido entonces al abandono del tratamiento de algunos compañeros.

En el espacio terapéutico grupal posterior a esa entrevista, frente al coordinador y a sus pares, decide “blanquear” todas las transgresiones a las

normas y los secretos propios y de compañeros que “se había guardado” hasta entonces. En una entrevista vincular con su madre, también decide “destapar la olla” según sus enunciados. Dice: “Mi hermana se fue de mi casa…yo sabía que a los 21 se iba”. Sobre la supuesta violación de mi papá, le dije a mi mamá:

-es mentira-, mentí para poder alejarme de él, yo estoy resentida con él. Cuando vi que él tenía otra familia, vi su otra cara… cuando me enteré que mi  papá violó a la nena de su mujer empecé a fabular…yo era id éntica a la nena, el flequillito…empecé a tener sueños morbosos…”No se que creer, si lo que digo yo o lo que dice mi mamá…”. “Quién carajo soy, me pregunto…”. “Veo a mi papá y a mi mamá y no los conozco.” “Necesito que me ayuden a saber quién soy yo”.

La ambivalencia como síntoma  A partir de esa entrevista, y del “blanqueo” frente a sus pares, se muestra en

los siguientes encuentros intentando encontrar respuestas a la pregunta que quedó planteada y subrayada en presencia de la analista. Dice: “No me pongo a la par de la gente, o soy superior o soy un sorete, o soy la chica diez, o soy la peor. Antes yo era como una mina que el viento la llevaba…”

La ambivalencia en la relación con sus pares, la lleva a pensar en la relación con su madre: “Porqué ese odio a mi vieja, si mi vieja siempre estuvo…ella  ponía límites aunque yo no los tomaba.” “No se que me pasa con ella, por un lado me genera violencia, por otro lado me da lo mismo que esté o no esté…las chicas abrazan a sus madres y las destrozan…mi vieja m e abraza y siento incomodidad.” “Con mi vieja o la mato o siento que la tengo que contener…la  piso o me pisan.” 

En términos de ambivalencia y de rivalidad con sus pares en el escenario institucional fue posible la puesta en escena de algunos puntos de la

problemática subjetiva de M y la puesta en marcha de su interés por la búsqueda de respuestas. En una de las últimas entrevistas en que tuve la posibilidad de escucharla, dice sentir que ahora está “en otro lado”  y que antes “compró”  todo lo que su padre “le vendió”  .“Ahora acá, jugar es jugar, y hablar es hablar, antes todo terminaba en otra cosa, en algo sexual…”. “Yo daba lugar para que me falten el respeto…”. “Ahora se acabó el juego.” 

Hasta aquí el recorte clínico. Antes de hacer algunas puntuaciones sobre este material - con la idea de subrayar cómo el escenario institucional y la dimensión normativa posibilitaron que se ponga en escena el drama subjetivo de M  – quisiera referir a una lectura que Fabián Naparstek realizó -en otra clase en la que presenté este material clínico- centrada en la situación que M trae a su primera entrevista. Interesado por dicha situación, pide que le amplíe con más detalles lo que pasó con esos dos pacientes que decidieron fugarse: la escena fue como la describe M, yo estaba de guardia eran las doce de la noche, los pacientes ya estaban descansando, y ella se había quedado fumando en la sala contigua. Repentinamente bajan esos dos pacientes de sus cuartos, con sus buzos cerrados tapando la mitad de sus rostros, se paran con las piernas abiertas contra la puerta, con actitud amenazante y me dicen “Viviana danos las llaves, nos vamos a ir por las buenas o por las malas” .

Era la primera vez que debía responder a una situación de ese orden en la institución, no estaba habituada a hacer guardias, y la primera respuesta que se dibujó en mi rostro frente a esa intimidación fue una mezcla de risa y temor. La risa tuvo que ver con cierto efecto que me provocó verlos en esa puesta en escena, serios, queriendo asustar, pero fue algo no calculado, producto de la sorpresa y de no saber como iba a manejar la situación. Eran las doce de la noche y yo tenía que decidir y calcular cierto riesgo que podrían correr esos  jóvenes al dejarlos irse de la institución.

Mis primeras palabras enunciaron que yo no les iba a impedir que se fueran, pero que tenía que cumplir con las normas que enmarcaban mi trabajo como psicóloga de guardia, y que necesitaba que firmen en sus historias clínicas que se hacían responsables de lo que les pudiera pasar en la calle y que si ellos no hacían esto me comprometían a mí en mi profesión y en mi función en la institución. Fue evidente como este pedido los descolocó, y desde una posición un poco más floja me dijeron “bueno esta bien, pero rápido, no nos des vueltas, nos queremos ir”. Las historias clínicas estaban en un consultorio en el piso

superior, y esa escalera me brindaría algo más de tiempo para pensar como seguir con esa situación. Me acompañaron, tomé las historias clínicas y empecé a escribir el texto que ellos iban a firmar, y como había un teléfono allí, ellos tenían miedo a que hiciera un llamado, con lo cual mientras escribía, se sentaron a modo de escolta, uno de cada lado; la escena para entonces se había tornado casi grotesca. Yo no percibí que M seguía toda la escena, ella estuvo a distancia observando. En un momento uno de ellos me dice “bueno si te vamos a hacer kilombo a vos, déjame que llamo a mi viejo, le voy a decir que me venga a buscar” ;

acepté su pedido, habló con su padre quien en menos de una hora lo vino a buscar, firmó el abandono del tratamiento y se retiraron, no sin agradecerme “la ayuda” que le había dado en los meses de entrevistas, dado que era yo quien

lo escuchaba en su espacio de terapia individual. El otro paciente, desorientado por la nueva posición de su compañero, me pide hablar con el auditor de su Obra Social, que era quién estaba a cargo del tratamiento, dado que tenía ocho causas judiciales y carecía de familiares responsables. El auditor le dijo que si quería se fuera, y que en menos de 24 horas seguramente iba a estar preso. El paciente entendió que no le convenía irse y decidió quedarse y se fue a dormir. Luego de ese desenlace logré tranquilizarme, sin saber muy bien que fue lo que allí me orientó ni cómo había logrado revertir la situación. Al día siguiente M pide que sea yo su terapeuta y es en ese punto donde Fabián Naparstek señala -lo que debemos considerar como una lectura posible de la situación- que algo de lo que allí presenció M, fue lo que abrió la posibilidad de que pueda pasar de la posición de silencio, de su negativa a

hablar durante ocho meses con la anterior profesional, a poder comenzar a poner en palabras su drama subjetivo, en esos cinco meses de entrevistas conmigo. Lo que allí se puso en juego desde esta lectura, en mi posición frente a la situación generada por los dos pacientes, fue la introducción del Otro barrado, haciendo referencia, sin calcularlo, a la dimensión normativa, al marco legal que atraviesa mi función allí como profesional. La posición desde la que intervine, sirviéndome de la referencia a una legalidad, no solo tuvo por efecto desarticular la decisión de fugarse por parte de los pacientes, sino que abrió para M ese espacio, esa grieta, que posibilitó llevar su silencio al campo del decir. M comienza a hablar, pasando del goce del silencio al goce “del blanqueo”,

empieza a desenmascarar a quienes la rodean y a si misma ubicando así algunas cuestiones de su historia. El material fantasmático, su novela familiar, comienza a situarse a partir del escenario que propicia el ámbito institucional. Es posible ubicar en el silencio de M su punto de goce. Es por la vía del silencio como intenta retener a sus compañeros al igual que a su padre, retiene el falo igualándose con los hombres y compartiendo con ellos el poder, lo que pareciera tomar el modo de una resolución histérica. Se ponen en evidencia también en la escena institucional las vías de desimplicación subjetiva en su “parte de público” y su “estar por fuera”, posicion ada en la exclusión.

La ubicación de estas líneas para empezar a pensar el caso fue facilitada por el escenario institucional. Tal vez, si M hubiera iniciado un tratamiento solo a través de entrevistas individuales, sin la introducción del escenario institucional, de las normas institucionales, de las transgresiones a las mismas y de la relación con sus compañeros de tratamiento, hubiera pasado mucho tiempo para que M pudiera empezar a enunciar, en el marco del consultorio, la fantasmática que sostiene su síntoma. Considero que es desde esta perspectiva desde donde debemos situarnos para pensar nuestra intervención como analistas en el marco de una institución, sirviéndonos de la escena que esa lógica normativa-institucional propone para

ubicar allí la posición del sujeto. Pensar ese dispositivo conductual, necesario para algunos casos, como aquel que posibilita poner en escena su problemática. Se trata entonces de servirnos del marco institucional -y no de oponernos al mismo- a los fines de la dirección de la cura. La intervención del psicoanalista en la institución será entonces la que intenta suplementar la dimensión normativa y moral propiciando la dimensión del sujeto y su particularidad, introduciendo la perspectiva ética que orienta nuestra práctica. Podríamos también verificar en este caso lo que Mauricio Tarrab menciona como el triunfo del sentido, dado que M no viene a las entrevistas preocupada por el consumo,

o por la

abstinencia, viene

preocupada porque un

compañero se fugó y “la dejo tirada”, o porque tiene un secreto que esta

guardando, o porque trasgredió una norma institucional y no lo dice, o porque lo dice y la sancionaron. Esta es su novela actual, la que la hace hablar, la que pone a la luz su posición en el marco de la transferencia, y la que posibilita que nuestra intervención recaiga sobre otro escenario, el del sujeto. Resulta evidente que el tema del consumo no fue central en este tratamiento, pero si fue ciertamente el recurso fallido al tóxico lo que hizo que M fuera escuchada -en su silencio y en su hacer- primero por su madre, quién respondió recurriendo a una instancia legal, y luego por quienes allí intervinieron ubicando una menor en riesgo, riesgo que no pareciera referir para entonces a su práctica de consumo pero si a sus acciones. El marco normativo-institucional y la intervención del analista propiciaron en M la posibilidad de pasar del hacer al decir.

i

J. Lacan. Les Non-dupes errent , inédito, clase 19/02/74.

Instituciones de lo a-dicto, una articulación con un psi coanálisis posible. De Jacquie Lejbowicz.

El encuentro inesperado con una antigua compañera de facultad promovió la posibilidad de que la institución de rehabilitación de adictos que ella codirige, me efectuara la derivación de un paciente, en un principio, y de otro, posteriormente. La causa de la derivación inicial me es comentada telefónicamente por un terapeuta de la institución, que considera la necesidad de que X. inicie, además del tratamiento en la institución donde estuvo internado, y adonde actualmente concurre cotidianamente, un tratamiento más profundo, porque si bien X. ya no consume, no logra salir de cierto estado de impotencia y depresión. Algo superyoico, dice el terapeuta, que le impide avanzar en las cosas que se propone, determinando que termine por abandonarlas. La institución implica para sus pacientes toda una serie de conductas muy pautadas: No sólo se pauta lo que no deben hacer, sino también lo que deben. Semanalmente tienen que presentar el programa de lo que van a hacer por fuera de la institución, programa que deben respetar a rajatabla. Está pautado a que hora deben levantarse en sus casas, cuanto tiempo pueden usar la computadora, deben llegar a horario a los lugares a los que concurren (desde el trabajo, la facultad, hasta la sesión de análisis), no pueden estar en lugares donde se consuma alcohol, no pueden ver a amigos que actualmente consuman, no pueden consumir pornografía. Los amigos que sí pueden ver tienen que previamente concurrir a una entrevista en la institución para que se decida si pueden o no frecuentarse. El dinero también lo maneja la institución, a tal punto que cuando uno de mis pacientes comienza a trabajar tiene que llevar el dinero a la institución para que le sea administrado.

Además de sesiones con terapeutas, hay reuniones multifamiliares, y espacios grupales donde los pacientes deben “confrontarse” entre sí; es decir, se espera

que allí cada uno confiese cómo llevó o no adelante lo pautado, y también se espera que cada uno intervenga confrontando a los demás cuando alguna conducta se desvió de lo pautado. Hay reglas y castigos, y también medicación psico-farmacológica en juego. Por otro lado, compruebo que la institución cumple una función de lazo, de transferencias y de sostén para los pacientes, que implican de mi lado una gran prudencia en el modo de intervenir. Me encuentro así ante el desafío de tomar en tratamiento a alguien que está en situación de someterse a las reglas que la institución predica; y que incluso se reprocha no lograr cumplirlas, sobre todo en lo que a levantarse a horario se refiere, lo cual motiva el tener que concurrir castigado los domingos también, a realizar allí actividades de limpieza. Un sueño que se produce en uno de esos supuestamente tardíos despertares, inaugura el encuentro con otra escena posible, que aquella en que se aplastaban sus días; la escena del inconciente que da volumen y dimensión a la vida. Se van produciendo algunas intervenciones que en función de lo particular, ponen en entredicho el “para todos” de la fijeza institucional.

Ante un acting del paciente, se le reprocha desde lo institucional, el no haber hablado antes allí de los temas que el acting pone en juego, en virtud de la suposición de que todo debe y puede decirse, y como si él pudiera saber de antemano lo que estaba en juego. Situar desde el análisis, la hipótesis del inconciente, la posibilidad de un saber no sabido, e incluso, preservar el lugar de lo imposible de decir; promueven en

el paciente un gran entusiasmo. Pasa de una fuerte inhibición a un querer decir. Ya no se trata de puro deber ser e ideal, sino de poner en causa el objeto. Las intervenciones en relación a la institución, a las que considero texto del análisis, por sus efectos en el paciente, pasan de contestar largamente llamados inquietos del terapeuta a cargo en la institución, a acercarme a la misma para charlar personalmente con él. La oportunidad en que me acerco se produce luego de un tiempo de tratamiento. Precisamente cuando X. comienza a señalar contradicciones entre ambos tratamientos. Es decir, precisamente cuando se empieza a poder situar una diferencia. La diferencia es aquello de lo que lo adictivo nada quiere saber: el objeto de consumo esta puesto al servicio de eludir la diferencia de los sexos. En la familia de X., las diferencias se resolvían sencillamente de dos maneras: Durante algún tiempo a los golpes, es decir, eliminándolas. Posteriormente con una separación que consolidó lugares de víctima y verdugo, y concretamente el que uno de los progenitores dejara de ver a sus hijos. La lógica familiar con que se abordaban las diferencias entonces consistía en suponer dos términos equiparables y simétricos, guerra entre ambos, hasta finalmente obtener la eliminación de uno de los términos. Dos peleando a muerte por un único lugar, no es inscripción de diferencia alguna. Cuando X. comienza a señalar contradicciones entre el tratamiento en la institución y el análisis, se melancoliza creyendo que tendría que quedarse sin alguno de los dos lugares. Uno u otro, en ese momento, terminaría siendo ninguno. (Esa es la lógica que de hecho hasta entonces gobernaba sus elecciones vocacionales, amorosas, etc., con lo cual todo se le volvía nada, y él caía en posición de objeto abandonado). Me acerco a la institución con dos intenciones: por un lado construir cierta base de confianza; por otro, plantear que aquello que podía ser (de hecho lo era) pensado como un obstáculo a eliminar -la diferencia-; bien podía ser, por el contrario, algo para jugar a favor de X. Remito ésta propuesta a poder hacer con las diferencias algo distinto que lo que la lógica familiar producía. El punto

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