Expresion Afectiva
November 11, 2020 | Author: Anonymous | Category: N/A
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I.
EXPRESION AFECTIVA
La afectividad es todo un conjunto de elementos de la vida psíquica que comprende desde la capacidad de aceptar, estimar y amar a los demás tanto como el ser aceptado, apreciado y amado por los demás. Se forma desde la misma concepción, en el vientre materno uno va percibiendo las expresiones afectivas, de aceptación, contacto, primero en conexión íntima con la mamá y luego con, el padre, hermanos, familiares, desde las primeras experiencias con el mundo social, el colegio, a través del juego, de la respuesta afectiva y la atención a sus necesidades físicas y emocionales, termina con la propia muerte, constituyéndose una tarea de toda la vida. Las expresiones físicas como el contacto visual, abrazos, caricias, besos se van transmitiendo mensajes de aceptación, aprecio, valoración que nutren y fortalecen el espíritu humano. También las expresiones verbales que se transmiten mediantes las palabras cariñosas como te quiero, te amo, eres importante para mí, eres especial, formidables, fantástica, las actitudes positivas de cuidado, protección, atención, y los valores que se transmiten mediante la acción desde pequeños va sentando las bases de una sana y equilibrada afectividad de ahí en adelante hasta la propia muerte. Cuándo hay carencia de afecto, para nutrir emocionalmente a los miembros de la familia, se genera los conflictos, los hijos en el afán de demandar atención y cariño pueden que les afecte en su desarrollo físico, o manifestar enfermedades psicosomáticas por falta de afecto, así como manifestar cambios de conducta, tornarse rebeldes, impulsivos, denotar conductas negativas, agresivas hasta delictivas, ó demostrar indiferencia, sumisión, son presa fácil de las agresiones de los otros , bulling, violaciones, etc. , Los niños que no se sienten amados, aceptados, validados, respetados, incluidos, por sus padres o las personas que los crían, forman una pobre valoración de sí mismos, pueden hasta perder el equilibrio emocional, llegar a la depresión hasta el suicidio. Toda entidad humana maneja una serie de energías, y una de ellas, la emocional, se convierte en una fuerza importante para examinar, debido a que impulsa fuertemente a los hombres a relacionarse bien o mal con sus semejantes. Cada vez que un individuo recibe una impresión, ya sea interna o externa, en respuesta se produce un movimiento emocional interno que toma una forma y un color característicos, los cuales se observan en el Mundo de las Emociones. Lo anterior se conoce como emoción o sentimiento. Sin embargo, el hombre tiene una gran necesidad de expresar esas emociones, de derramarlas sobre cualquier cosa o persona; esto se conoce con el nombre de afecto. Estos últimos se dividen en afectos de atracción o de repulsión. Entre los primeros tenemos toda la gama del amor, la simpatía, la amistad, la benevolencia, la devoción, la admiración, etc. y, en la categoría de los afectos por repulsión, todas las variantes del odio, la antipatía, la enemistad, la malevolencia, el antagonismo, etc.
Si buscamos la causa más profunda que impulsa al hombre a expresar sus afectos, quizás podamos dar una respuesta que satisfaga nuestra inquieta mente. En nuestro pasado evolutivo nos diferenciamos dentro del Creador, por la contracción de su Voluntad, en entidades aparentemente individuales, en Chispas de la Llama Divina. Esa individualización creó un gran vacío espiritual en el hombre, pues éste se sintió separado de aquello que lo sostenía. No obstante, esa idea es únicamente una ilusión, ya que nunca hemos salido de Dios y en él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. La idea de separabilidad causa en el hombre una gran necesidad de expresar y de recibir el afecto, con el fin de encontrar la parte perdida, la cual no es otra cosa que la unión total con la Fuente Original. Debido a lo anterior, el hombre interactúa con los demás, y el juego constante que establece en el dar o recibir, le va mostrando las graduaciones de sus emociones y si es el caso su nivel de evolución. Examina, por ejemplo, los sentimientos internos generados en respuesta a impresiones de lo que está fuera de él; también percibe las simpatías o antipatías que despierta en los demás, el grado de percepción de los sentimientos de otros y su nivel de sensibilidad. Si balancea las simpatías o antipatías que despierta en sus relaciones, quizá puede medir su grado de evolución; si es bajo, las criaturas que lo rodean le producirán generalmente aversión. Si por el contrario está en las filas de los pioneros de la humanidad, los demás seres despertarán constantemente en él una gran simpatía. De igual forma ve que la expresión de sus afectos no siempre es una comunicación honesta, sincera, clara y transparente; no es fácil. En los primeros intentos de acercamiento, la fuerza que se expresa no es la del Espíritu de cada hombre, sino la de sus energías constitutivas, las cuales están en continua fricción. De hecho, cada individuo experimenta una división entre lo que es su Espíritu y lo que son sus pensamientos, sus emociones y sus fuerzas vitales, de tal forma que no siempre lo que el Espíritu siente es lo que se expresa. En el común de los mortales, lo que se irradia es únicamente la fuerza emocional vivida y ésta es una energía que apenas está aprendiendo a manejar el género humano. Unido a lo anterior, la convicción de que estamos separados del resto del mundo altera aún más la expresión del afecto, y esto influye notoriamente en nuestros contactos espirituales, los cuales se limitan sólo a los obtenidos a través de las emociones, los pensamientos o las fuerzas físicas. Otro factor que impide una expresión correcta del afecto es la memoria. Nosotros actuamos de manera automática motivados por el archivo de imágenes o de emociones, y nuestras reacciones se modifican o colorean por ellas. En el momento en que vivimos una situación determinada inmediatamente recurrimos al archivo del inconsciente y, por asociación, tendemos a reaccionar con el mismo sentimiento con que lo hicimos en una experiencia similar del pasado. Los afectos no escapan a ese proceso automático e inconsciente, y es así que, cuando una persona ha tenido experiencias desagradables muy fuertes con alguien en especial y éstas no han sido procesadas convenientemente, ante el encuentro de la misma clase de individuos, se despiertan quizás sentimientos de antipatía. Si la relación inicial fue de afinidad, la cercanía de individuos parecidos hará que se actúe igualmente de manera simpática. Nuestras expresiones de afecto pueden verse afectadas por exceso, por defecto o por tergiversación o enmascaramiento. El exceso se da cuando el individuo, ante el gran vacío
afectivo o la imperiosa necesidad de ser amado, trata de buscar una manera de comunicarse excesivamente con aquellos que él desea que le quieran, bien sea una mascota, una familia, una persona del sexo opuesto, la naturaleza, su nación, su gobierno, Dios o la vida misma. Esta clase de personas suelen extralimitarse en el contacto físico y pueden recibir la aprobación o el rechazo de aquel con quien interactúa. Si el otro individuo ha tenido experiencias benéficas en el contacto, será muy bien recibido; si por el contrario sus acercamientos físicos han sido traumáticos, la respuesta será de rechazo, especialmente cuando sienta que están invadiendo su propio espacio. Una persona con un gran vacío afectivo se apega muy fácilmente a los seres que le rodean, siendo ésta otra señal que caracteriza los afectos por exceso. Generalmente el individuo expresa contantemente su amor hacia los demás sólo con la intención de llenar el vacío interior. Cuando los individuos están presentes y le proporcionan lo que él necesita, se siente pleno y feliz; pero cuando ellos faltan, experimenta nuevamente su vacío interior y esto lo lleva a buscar su cercanía nuevamente. Así continúa su vida; contactos que van y vienen, los cuales lo conducen a un círculo vicioso que le ocasiona dependencia, origen de mucho dolor y sufrimiento.
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