Evolucion de La Estructura Urbana de Buenos Aires
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Evolucion de la Estructura Urbana de la Ciudad de Buenos Aires 1580-1776: 1580-1776: de la ciudad de la fundación a la capital virreinal Buenos Aires, fundada por segunda vez en 1580 (el campamento fundado en 1536 por Pedro de Mendoza tuvo vida efímera) con la idea de abrir puertas a la tierra de las regiones de Paraguay y Perú por la vía atlántica, vio impedida su función de ciudad-puerto el acceso a una región productiva en ganadería vacuna y mular- por la rígida organización de los monopolios comerciales. Durante el siglo XVII la ciudad languideció en su puesto de retaguardia del sur del continente, pero las presiones militares sobre la región y el proceso de reorganización administrativa encarado por los Borbones llevaron a la creación del Virreinato en 1776 y a la mayor apertura del comercio marítimo desde 1778. El crecimiento de población, inicialmente lento en 1639 la ciudad tenía sólo 1000 habitantes y llegó a 4.450 en 1738- aumentó sustantivamente a partir de esos años. Los 22.000 habitantes de 1770 alcanzaron a ser 32.100 en 1778. Como la gran mayoría de las ciudades ciudades latinoamericanas, latinoamericanas, la segunda fundación fundación se ajustó a la normativa reunida en las Leyes de Indias de 1573. La distribución de las tierras, la composición de la población y el sistema de autoridades venían dados por una legislación totalizadora que tenía como horizonte la organización de una nueva sociedad colonial regida por las estructuras institucionales de la Iglesia, el Ejército y la Administración. En ese marco la red de ciudades estaba destinada a controlar controlar la población -española e indígena- la extracción minera y la producción producción agrícola. La normativa indiana conjugaba -en una incipiente modernización científica- aspectos espaciales recuperados de la tradición española, con énfasis en el orden territorial, y especialmente urbanístico. Desde esos criterios, Buenos Aires fue trazada a regla y cordel, formando una ciudad de 144 manzanas rodeada de un ejido tierras comunes previstas para el crecimiento- y de una amplia corona de parcelas destinadas a la ganadería y la agricultura. La obligación de residencia aseguraba la instalación de los colonos, regulando su modo de vida en una ciudad donde la Plaza Mayor y las iglesias igl esias eran los únicos hitos urbanos. La legislación colonial tuvo un peso relativo en esos primeros siglos; no obstante, los intentos por controlar las modalidades de la primer expansión sobre el ejido (que actuaba virtualmente como un dispositivo jurídico similar al de la muralla medieval) muestran la importancia que tuvo la morfología regular como dispositivo ordenador. La geometría del plano de fundación y las características del medio físico explican algunas de las tendencias del crecimiento de esa ciudad establecida sobre una planicie bordeada por las barrancas del Río de la Plata. Dos pequeños brazos fluviales restringieron su crecimiento hacia el norte y el sur, por lo que la ocupación comenzó a avanzar sin obstáculos hacia el oeste.
La pampa y el gran río, la cuadrícula regular y el puerto, y una administración que con suerte desigual dirigió los rumbos del crecimiento, fueron algunos de los rasgos constitutivos de esta primer etapa de la ciudad.
Año 1750.
1776-1880: de la capital virreinal a la capital de la República Los años de la capital virreinal (1776-1810) signaron el comienzo de un largo proceso de regularización y reordenamiento del espacio urbano, sustentado por las ideas iluministas que se continuaron y reformularon por ingenieros e higienistas a lo largo del siglo XIX. A partir de la emancipación, con la ciudad independiente (1810-1853) se iniciaron los debates sobre la organización nacional y el rol a asumir por la capital, que se intensificaron durante el período en que Buenos Aires formó parte de la Provincia y se clausuraron con la capitalización (1880). En esos años, pese a las guerras y a la inestabilidad política de los sucesivos gobiernos, la ciudad estuvo
lejos de ser una gran aldea, pues creció en equipamiento y población. Los 32.000 habitantes de 1778, fueron 42.500 en 1810. Hacia 1869, según se desprende del primer censo nacional, la ciudad alcanzaba los 187.126 habitantes, en tanto 55.089 personas vivían en los territorios de campaña que más tarde constituirían los 25 partidos aledaños de la provincia. Según los criterios de los ingenieros e higienistas que trazaron los pueblos de la campaña futuras cabezas de los partidos de la provincia- se continuó controlando el crecimiento urbano sobre la base de una regularidad que debía organizar el espacio y la sociedad. Regularización que impulsaron los departamentos técnicos instalados desde 1822 mediante el desplazamiento de las actividades insalubres a parajes alejados y los proyectos de puertos e infraestructuras, cuyas huellas son visibles en las obras del fin del siglo XIX. Tempranamente se reorganizaron los suburbios, se emplazó el Cementerio en Recoleta al Norte en 1822 y se crearon nuevos mercados, futuras estaciones de ferrocarril al norte, al sur y al oeste. Se consolidaron los tres caminos de expansión de la ciudad, sobre los que se dibujarían las líneas ferroviarias desde 1858. Se sumaron las trazas del noroeste y del sudoeste, los puentes sobre el Riachuelo que facilitaron el desarrollo paulatino de las manufacturas de Barracas y las actividades portuarias de la Boca. La industria primero saladeril, luego frigorífica- se instaló a la vera del Riachuelo, y las áreas residenciales tomaron el camino del norte. Los tranvías a caballo rastrillaron el territorio desde 1869 facilitando las comunicaciones. Conjuntamente con los controvertidos procesos de organización nacional, posteriores a la Constitución de 1853, se implementó una política inmigratoria en sintonía con la ampliación de las fronteras de los cultivos y el aumento progresivo de las exportaciones de productos de la ganadería y la agricultura.
Desde la mitad del siglo, las obras públicas y los proyectos de
infraestructuras cuya demanda se aceleró con las epidemias- cambiaron la fisonomía del centro de la ciudad. Surgió una amplia gama de edificios públicos, por un lado, y conventillos, bodegones y hoteles, por el otro, los cuales serían el hábitat precario de l os nuevos sectores populares. En este proceso de transformación, de capital Virreinal a capital de la República, se asiste a una etapa de modernización temprana, cuando la ciudad y el territorio se reorganizan en función de su rol de cabecera de alcances crecientes. Construcción del espacio nacional, sistema urbano centralizado, políticas inmigratorias y obras públicas, fueron los ejes que gestaron las condiciones para la transformación estructural del final del siglo XIX.
Año 1776
Año 1809
Año 1836
Año 1867
1880-1930: la primer expansión metropolitana, "del centro a los barrios" Entre la capitalización (1880) y el primer golpe militar (1930), se produjo el ciclo de mayores transformaciones. La población de la ciudad aumentó en forma exponencial: los 663.854 habitantes que registraba el censo de 1895 fueron un millón y medio en 1914 y dos millones y medio de habitantes en 1936. Ese crecimiento, resultado del complejo proceso de construcción del estado nacional en consonancia con transformaciones económicas y financieras, y con las políticas inmigratorias se manifestó en la ciudad capital que fue el escenario privilegiado de la modernización. En 1887 se definieron las amplias fronteras administrativas que englobaron Flores, Belgrano y una amplia superficie de tierras vacantes sobre las que se desarrollaron los barrios del futuro crecimiento.
Desde las oficinas técnicas municipales, provinciales y nacionales, que asumían un renovado protagonismo, se promovió el equipamiento (del cual la construcción del puerto es clave), la consolidación del área central mediante el trazado de la Avenida de Mayo, las dos diagonales y los edificios públicos caracterizados por la especialización de sus actividades. Así, la ampliación de las redes de infraestructuras impulsó una progresiva urbanización: entre 1895 y 1904 la forma amanzanada de la expansión quedó establecida por el plano de delineación, trazado municipal que definió la red de calles y de manzanas al que los privados debían ajustarse. Los ferrocarriles, los tranvías y la primera línea de subterráneos (inaugurada en 1913), así como la disponibilidad financiera del crédito, permitieron la urbanización paulatina de los barrios de la periferia. La dinámica es sumaria: el mercado impulsa los loteos y las edificaciones y luego el Estado integra y consolida esos fragmentos mediante la construcción de infraestructuras y de equipamientos. En el contexto de un tablero político reformado en 1916 asume el primer gobierno elegido por sufragio universal- y luego de las penurias que conlleva la primera posguerra, el acondicionamiento de los nuevos barrios es una reiterada demanda de los vecinos, nuevos actores urbanos, que se hace eco en una amplia gama de partidos políticos que construyen así, su base territorial. A pesar de sus divergencias ideológicas y metodológicas, todos coinciden en la necesidad de integrar a estos nuevos sectores. Las políticas públicas de la gestión Alvear (19221928) ilustran estas estrategias. La propuesta de sistema metropolitano de espacios públicos verdes como dispositivo de equidad social y espacial, la recuperación paisajística y recreativa de las riberas, los conjuntos de vivienda social y la puesta en marcha de nuevos servicios urbanos, fueron algunas de las piezas de la puesta en marcha de ese programa reformista. Asimismo, datan de esos años las principales problemáticas ambientales como las reiteradas inundaciones- pues el diseño de las infraestructuras no siempre ponderó las lógicas del sitio. La capitalización de la ciudad, la construcción del puerto y el tendido de los ferrocarriles fueron los factores que dan cuenta del primer momento de metropolización. En esa expansión del centro a los barrios que se dibuja sobre el fin del siglo XIX y toma forma en las vísperas de la gran crisis de 1930, el estado tuvo un importante papel en la construcción del espacio, de la estructura y de una sociedad urbana.
Año 1887
Año 1896
Año 1895
Año 1916
1930-1966: la segunda expansión metropolitana, "el Gran Buenos Aires" El período comprendido entre 1930 y 1966 sendas fechas de golpes militares- puede asociarse con un ciclo modernizador, tanto en la esfera de las políticas públicas como en las transformaciones territoriales. Los años treinta fueron un momento de gestación de un ideario planificador que alcanzó toda su magnitud en la política distributiva del gobierno peronista entre 1945 y 1955 y fue continuada por los gobiernos desarrollistas, en sintonía con las políticas de reconstrucción de la segunda posguerra. En esos años, el suburbio se instalaba en los programas de gobierno como sinónimo de problemas sociales y espaciales. A fin de la década del veinte se imaginaba a esa ciudad extendida en la metáfora de la mancha de aceite- en términos de aglomeración bonaerense. En los años
treinta se instaló la noción del Gran Buenos Aires que, en 1948, se consagró como categoría censal aunque con una particularidad local: excluía el área capitalina. En esos años, los barrios de la ciudad estaban ya ocupados y, tal como se constata en los censos, los partidos del Gran Buenos Aires fueron los protagonistas del crecimiento. Es interesante señalar que en 1947, la capital con sus casi tres millones de habitantes tenía el 19 por ciento de la población nacional, en tanto los 25 partidos del Gran Buenos Aires (con 1,8 millones) un 10 por ciento. En 1960 el panorama era muy diferente, la ciudad sin cambios poblacionales descendía al 14 por ciento, mientras el Gran Buenos Aires duplicaba su población (3.908.943 habitantes) y alcanzaba el 20 por ciento del total nacional. Estas transformaciones estructurales fueron el resultado de las migraciones internas atraidas por un desarrollo industrial fomentado por las políticas de estado, y de una serie de obras de infraestructura. A los transportes tradicionales trenes, subterráneos y tranvías- en los años treinta se sumaron -facilitados por las nuevas vialidades- el colectivo, que comunicaba de un modo más ágil la ciudad extendida. Con el concurso de organismos nacionales se construyeron infraestructuras, equipamientos y una amplia red caminera: la construcción del Camino de Cintura, el ensanche del Camino General Belgrano y los puentes sobre el Riachuelo (el Puente Avellaneda de 1935, el Puente Uriburu de 1938 y el Puente de La Noria de 1941) que aseguraban las comunicaciones. De igual manera, la materialización de un proyecto largamente demorado, la Avenida General Paz -construida entre 1936 y 1941- representó el mayor impacto urbano del período, distribuyendo el tránsito entre la ciudad y los suburbios pero, al mismo tiempo, instalando una frontera material y simbólica que los separaría. Hasta mediados de siglo, el Estado Nacional y la Municipalidad lograron una progresiva integración social y espacial en el radio de la ciudad. Ese proceso fue muy diferente en los territorios del conurbano, sede de los sectores de menores ingresos, objeto de una menor inversión e intervención pública. No obstante, a pesar de la amplia gama de asentamientos precarios y villas miserias, localizadas en terrenos degradados, se expandieron conjuntos habitacionales construidos por el Estado y una urbanización de loteos y edificaciones de baja densidad, sustentada sobre créditos a largo plazo que asegurar on en muchos casos la vivienda propia. Pese a los desajustes estructurales entre la ciudad capital y un conurbano que se configuraba en esos años, el ciclo de expansión comprendido entre 1930 y 1966 estuvo respaldado por proyectos públicos formulados en el marco de estrategias de integración, y en un contexto de desarrollo y pleno empleo.
Año 1948 1966-1983: los límites de la expansión Este período está caracterizado por las políticas de facto de los gobiernos militares con la excepción, entre 1973 y 1976, de una gestión democrática inconclusa. Entre 1968 y 1973, en continuidad con la dinámica del ciclo anterior, existió una explícita estrategia de desarrollo: se establecieron ocho regiones de planeamiento (de las cuales una fue la metropolitana). El Esquema Director para el año 2000 de 1968 propuso revertir las tendencias históricas de urbanización mediante un sistema de transporte público e importantes inversiones en infraestructura. Entre 1973 y 1976 existió un intento por promover políticas sociales y nuevos programas sobre la base de las nuevas nociones de ambiente, participación y descentralización.
Pero la naturaleza de los procesos de expansión de los años anteriores
encontró sus restricciones: entraban en crisis los paradigmas de la planificación tradicional en tanto la situación económica y la inestabilidad política cerraba las posibilidades de inversión pública y del crédito a largo plazo.
De todos modos la población aumentó. En tanto la población capitalina ya estaba en su techo en 3 millones de habitantes, en 1970, el GBA llegaba a casi 5,5 millones alcanzando más de 7 millones una década más tarde (un 25 por ciento de la población nacional). Sin embargo este crecimiento no se asoció con políticas integradoras. Como lo demuestran las políticas autoritarias formuladas por los gobiernos del último período de la dictadura que gobernó el país entre 1976 y 1983. La creación del CEAMSE, organismo metropolitano encargado de la gestión de un cinturón ecológico, los nuevos espacios verdes (el parque Almirante Brown, el complejo recreativo Interama y el parque Indoaméricano) junto con los acondicionamientos de las plazas barriales y una primera zona de protección patrimonial en el centro histórico, fueron temas de nueva generación inscriptos en una ciudad imaginada para la elite amparada por el Gobierno Militar. En esa política se expulsó hacia el conurbano a los habitantes de las villas miseria y se priorizó el trazado de autopistas en detrimento de los sistemas del transporte público. Esas vialidades inauguraron una dinámica de sub-urbanización de sectores de altos ingresos en franca colisión con la ausencia de políticas habitacionales y crediticias destinadas a los sectores populares. En 1979, la ley provincial de tierras 8.912, intentó regular sin conseguirlo- los usos del suelo. Un amplio territorio estaba ya loteado, aunque sin ocupación efectiva, mientras asentamientos y villas crecían en los intersticios de la R egión Metropolitana. Los materiales de las demoliciones de las obras de vialidad, destinados al proyecto de ampliación del área central, fueron el origen de la actual Reserva Ecológica, frente a la Costanera Sur. El centro de la ciudad no se transformó, aunque la tipología de torres, propia de la city financiera, se adoptó también para la residencia de alta categoría en los principales sub-centros, estimulada por los códigos de edificación y urbanísticos de 1978. Este ciclo fue un momento de transición entre un modelo de desarrollo que acompañó las políticas de expansión metropolitana y un proceso progresivo de fragmentación urbana, en lo social y en lo espacial, que se fue desplegando en toda su magnitud durante las últimas décadas del siglo XX.
Año 1966 1984-2005: los "archipiélagos" de la fragmentación La recuperación de la democracia a fines de 1983 abrió una nueva etapa en el desarrollo metropolitano. Entre 1984 y 1989 hubo numerosos intentos por recuperar el espacio público e instaurar formas de gestión descentralizadas y participativas en el marco de un urbanismo de ciudad por partes que la profunda crisis económica impidió materializar. Contrastadamente, los años noventa fueron un importante punto de inflexión, tanto en el ámbito de la formulación de políticas urbanas, como de los proyectos y de los procesos para materializarlas. Finalmente, los primeros años del siglo XXI plantean no pocos interrogantes. La reforma del Estado, en el marco de una política pública de tenor neoliberal que priorizó el mercado, plasmada en la privatización de los servicios públicos, los ferrocarriles, los servicios eléctricos y las comunicaciones, tuvo como resultado una progresiva segmentación espacial y social. En tanto, entre 1991 y 2001, mientras se duplicó la población en villas miserias dentro de la capital los proyectos de vivienda de interés social y sus programas asociados, desaparecieron
casi totalmente de las agendas públicas. En ese lapso, en la ciudad y su región, según el INDEC, la población con necesidades básicas insatisfechas, pasó del 30 por ciento al 52 por ciento. El completamiento de la red de accesos y vías rápidas el ensanche de la Panamericana al norte, las autopistas del Oeste y a La Plata- fueron estímulos para los nuevos productos inmobiliarios, los Barrios Cerrados, destinados a sectores de altos ingresos. Las nuevas centralidades en el Gran B uenos Aires núcleos de servicios y de compras- vinculados a nuevos patrones habitacionales como countries, barrios cercados o chacras de campo, gestaron procesos de naturaleza inédita. En el año 2000, las urbanizaciones cerradas ocupaban una superficie de 300 km2, es decir una vez y media la superficie de la capital. En forma simétrica, las operaciones inmobiliarias en la ciudad se concentraron en localizaciones de prestigio y en emprendimientos vinculados a las exigencias de la ciudad de los negocios frente a un estado incapaz de arbitrar en pos de un equilibrio urbano y social. En 1993, en el ámbito del Gran Buenos Aires hubo una subdivisión de partidos, en tanto en 1996, la capital se convirtió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dotándose de un Jefe de Gobierno electo y su propia Constitución, iniciando los estudios del Plan Urbano Ambiental, aún no aprobado por la nueva Legislatura porteña. Las estrategias del Plan: Competitividad, gobernabilidad e incorporación a redes globales, fueron las palabras claves iniciales, pero en las vísperas del siglo XXI, se fueron sintiendo los efectos no deseados de la política de l os noventa. La crisis del 2001 abrió una instancia de reformulación de políticas públicas. La paulatina salida de esa crisis posibilitó el abordaje de obras de infraestructura y transporte, para implementar programas de urgencia social, empleo, hábitat y de mejoramiento ambiental, pero sus resultados son aún inciertos. De igual modo las propuestas de coordinación metropolitanas largamente postuladas pero nunca realizadas- no logran ponerse en marcha a pesar que se inscriben como los nuevos ítems de las agendas públicas. Este ciclo muestra la emergencia de una ciudad archipiélago, que profundiza los procesos de exclusión social y de fragmentación espacial. No obstante, datos recientes manifiestan los esfuerzos por lograr una mayor presencia de la acción pública, generando programas y políticas de integración.
Mapa Actual.
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