Etnocentrismo Cultural

July 11, 2019 | Author: socratesplaton | Category: Relativismo, Antropología, Verdad, Ciencia, Política (General)
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FILOSOFÍA...

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ETNOCENTRISMO CUL CULTURAL TURAL,, RELATIVISMO RELATIVISMO CUL CULTURAL TURAL Y PLURALISMO CUL CU LTURAL El Catoblepas • número 2 • abril 2002 • página 3

Gustavo Bueno Se constata en las discusiones del presente la efectividad de un trilema entre cuyas opciones sería preciso elegir (quien (quien impugna el relativismo cultural habrá de ser clasificado como etnocentrista o como pluralista, pluralista , &c.), se denu   cual pueda ser la f u ente denu nci a  nt e de este tri l ema , y se   a través de la cual podamos liberarnos del sistema de disyuntivas propon pr opone e una un a cuar cu ar ta vía  constatado.

1. EL INCREMENTO DE LA INMIGRACIÓN RESUCITA EL DEBATE ENTRE EL RELATIVISMO Y EL ETNOCENTRISMO En estos últimos años, y a consecuencia del in creme   procedentes del cremento nto de in migr antes  antes  llamado «tercer mundo» a los diversos países de Europa, vuelven a resurgir  con  con gran virulencia los debates debates entr nt r e relati relat i vistas cul tur tu r ale al es o in tegracioni tegraci oni stas con l os « i ntol nt ole er ante ant es» que exigen la . Y ell adaptación del del i nm nmii grante gr ante a la cu l tur tu r a propia pr opia del país de acogida  acogida  ell o si si n per per ju ici o de que la « adap ad apta taci ci ón» ón » r equi equ i era  er a , por parte de quien debe adaptarse, desprenderse de instituciones con sider si derada adass como « señ señ as de ident id entii dad» dad »de la l a cu l tu r a de or i gen  (pongamos  (pongamos por caso: el shador, la  burka, la poligamia, la ablación del clítoris, la circuncisión, el disco labial, el vudú, la institución de los maridos visitadores, la pena de lapidación o de mutilación, la vendetta, &c.). Las acusaciones    que los defensores del relativismo cultural , o los defensores del , dirigen contr a qui enes no compar ten sus , suelen canalizarse a t r avé pluralismo  sus puntos pun tos de vista  s  de algo que ellos consideran como la más terrible denuncia: « etn ocen oc entt r i smo» smo». Ser Ser acus acu sado de   es tanto, prácticamente, como se , intransigente  , arcaico  , etnocentrista  ser acusado acusado de i ntol nt ole er ante  racista  viol entador de los de der echos human os  , viole , «carne de la derecha más conservadora», e ignorante del ABC de la Antropología moderna, caracterizada ad hoc  hoc  precisamente como disciplina constituida desde la perspectiva del pluralismo o del r elativismo cultural. Y, en efecto, la A n tr opol ogía  , como discipl i na científ i ca  , comenzó en el siglo XIX (Edward Burnett Tylor , Lewis H enr y M organ  , &c.), por no referirnos a sus precedentes (Joseph organ  François Lafiteau, Charles de Brosses, &c.), r econociendo conociendo la l a plur plu r ali dad de cultur cul tur as (entendidas (entendidas com o « esfer esf eras as cul cu l tu r al es») ; pluralidad que parecía ligada a los métodos comparatistas característicos de la nueva disciplina. El plur alismo , Federico alismo cultural , en la etapa del evolucionismo antropológico ( Morgan  ) parecía compatible    muchas veces con el postulado de una posible confl uencia de las Engels  diver diver sas es esferas cultu r ales en un a Ci vil izaci izaci ón un iversal  iversal .  Postulado que muchos consideraban  muchos consideraban  cul tur al  etnocentr ismo  como encubri endo un monismo cul , y aún un etnocentr   de signo europeo, dado que la  de «Ci vil », », que vi l i zación»era   generalmente concebida a i magen y seme semejj anza an za de l a « Cul Cu l tur tu r a eur opea  encontraba además en esa ideología la ju  j u stif i cació caci ón del del colon i ali al i smo   (el colonialismo, entendido  a   a través del cual las culturas del culturas del presente, situadas en la época del salvajismo del  salvajismo como el úni úni co modo  o de la barbarie, podrían barbarie, podrían alcanzar , sin necesidad de que transcurrieran siglos o milenios, el estadio ... europea). superior de la civilización ... europea). En las escuelas antropológicas posteriores al «evolucionismo», por ejemplo, en las escuelas cuelas f un cional istas   (representadas por Bronislaw Malinowski ) y después, en algunas variables del estructuralismo   (representadas por Claude Levi-Strauss  ), ), el pluralismo cultural   fue deslizándose poco a poco hacia un relativismo radical : cada es esf er a cul tur tu r al tendrí tendr ía su su propia pr opia estr uctu r a i nte nt er na ( emi c), que se ser ía imposibl i mposibl e ent entende enderr des desde fue fu er a (etic). (eti c).  Por ello cabrá decir,

con Levi-Strauss: «Salvaje es quien llama a otro salvaje.» De este modo el relativismo cultural comenzará a asociarse a un «espíritu moderno» (que algunos interpretarán pascalianamente como un sprit de finesse), el espíritu de la comprensión, de la tolerancia, del respeto por el «otro» y por su «sensibilidad», que se contrapone al  sprit géométrique,  rígido, intolerante, «imperialista», ciego  para todo aquello que no presupone una evidencia universal, por encima de cualquier sensibilidad individual o de grupo.

2. NOS ENCONTRAMOS N O ANTE ALTERNATIVAS, SINO ANTE DISYUNTIVAS: EL TRILEMA Lo más grave del asunto es que estas tres actitudes o filosofías de la cultura que designamos como monismo cultural  («etnocentrismo  », para sus adversarios), relativismo y  , no se pr esentan   como meras alternativas, sino como disyunti vas entre las plur alismo cultural   de estos tres modos de entender cual es hay qu e elegir . ¿ De dónde deriva la disposición disyunti va  las relaciones que entre sí pueden mantener supuestamente las esferas culturales? esfera cu ltu ral », entendi da como Sin duda, a nuestro entender, del mismo concepto de «   (un «todo complejo», en sentido atributivo), autosuficiente  , un a totalidad relativamente cer rada    de las prestaciones e influencias que pueda recibi r de las r estantes esferas cul turales  sin perj ui cio  que constituyen el conjunto o totalidad distributiva de la cultura, entendida como esfera cultural. Como par adigma del con cepto de « , en este sentido, cabría considerar a cada uno esfera cultur al»  de esos « superor gan ismos»que Oswal d Spengl er l lamó pr ecisamente « cultu r as». Sin embargo, acaso el mejor modo de mostrar hasta qué punto el esquema de las esferas  está vivo y actuante en nuestros días, incluso entre gentes que ni siquiera emplean esta culturales  denominación, es analizar la expr esión « señ as de identidad»,  tantas y tantas veces utilizada por  políticos, periodistas, intelectuales o radiofonistas, para referirse a lo que ellos consideran «su cultura propia». Porque la inocente fórmula  – «señas de identidad» –   en realidad sólo tiene sentido , es decir, de un a esfera cuya identi dad    (de índole en f un ción de una esfer a cultur al pr esupuesta  sustancial) se presupone  , y de l a que resultaría ser un mero i ndi cio l a « señ a de i denti dad» . Así, la sardana sería una seña de identidad de una supuesta cultura o esfera cultural considerada  catalana, y el aurresku sería una seña de identidad de una supuesta cultura o esfera cultural vasca. Lo que equivale a decir que la importancia, el significado, el alcance, &c., de la sardana (o el del aurresku) no puede captar se por sími sma , ni siqu iera por las semejanzas   que pueda mantener con instituciones de otras esferas culturales, sino por  lo que tiene de revelación, indi cio o señ a de una identidad presupu esta  a de , que se apli ca precisamente a la cul tur a de referencia  , y n o a la señ identidad en sími sma, en su suposición mater ial . Ahora bien, al poner en un plano de confrontación, cuanto al valor, consistencia, dignidad, originalidad, &c., a las diversas esferas culturales, cabe dar una «razón lógica» del sistema de alternativas (disyuntivas) que hemos establecido; pues este sistema tiene que ver con el sistema de cuantificadores de la lógica de predicados, vinculados a los valores {1, 0} de verdad: (1) O bien afirmamos que, entre las diversas esferas culturales del todo distributivo de culturas, sólo una esfera cultu ral puede considerar se como soporte de valor es auté ; es decir, nticos  que solamente exi ste una esfera cultur al que merezca ser considerada como cul tura auté nti ca o   (las demás esferas culturales serían reflejos, de-generaciones, o meras apariencias o verdadera  fenómenos de la «cultura verdadera»). (2) O bien afirmamos que todas las esferas cul tur ales valen i gual , en cuanto culturas que encuentran su sentido precisamente en la concavidad de su propia esfera: «Todas las culturas son iguales», leemos en una enorme placa instalada en el Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México. Y esta afirmación se desarrolla en otras dos versiones dicotómicas    (puesto que la igualdad no implica conexidad):

gi men de disyun ción , de separ ación , (2A) «Todas las cultur as son i guales  », pero en ré incluso de inconmensur abi lidad « megárica»  (que puede alcanzar la situación de la incompatibilidad). Es evidente que la fórmula de esta opción equi vale a la f ór mul a opuesta  : «Todas las cul tur as son desigual es  », sin  que quepa hablar por ello de contradicción l ógica  , porque la igualdad postulada se refiere en unos casos a igualdad en di gni dad, en derechos  , &c., de las esferas que, sin embargo, se consideran desiguales en conteni dos o en identi dad num é rica o sustancial. (2B) «Todas las cul tur as son i gual es  », pero sin n ecesidad de pr esuponer    entre ellas un régimen de separación ; por el contrario, postulando    la posibilidad y conveniencia de una convivencia o yuxtaposición de los hombr es pertenecientes a las diver sas cul tur as    (este era el esquema que Américo Castro utilizó para describir la supuesta convivencia, bajo Fernando III el Santo, de las tres religiones  –   judíos, moros y cristianos –   que hoy se acostumbra a traducir como la convivencia entre «las tres culturas»). La opción (1) es la del monismo cultur al    (que desde las otras opciones se percibirá como etnocentrismo); la opción (2A) es la del relativismo cultural; y la opción (2B) es la del  pluralismo cultural  o multiculturalismo. Entre estas tres opciones sería preciso, al parecer, elegir.

3. ILUSTRACIONES CRÍTICAS DE CADA UNO DE LOS MIEMBROS DEL TRILEMA El monismo cultur al    (prácticamente el etnocentrismo  , si dejamos de lado, de momento, los intentos de crear un a « cul tura uni versal» obteni da por refun dici ón de todas las esferas ) es, sin duda, sin necesidad de ser denominada de este modo, la per spectiva más culturales   de las interpretaciones del princi pio de la homomensur a de Pr otágoras   tradicional , sin perj ui cio  «el hombre es la medida de todas las cosas»- como un hombr e moldeado por cada cultu ra    (en el sentido del relativismo cultural). Sin embargo, el moni smo cul tur al puede ser presentado  y «justificado» a partir de dos fuentes bien distintas: La primera    quiere mantenerse en el terr eno de los hechos  , es decir, al m argen de los  juicios de valor . Si sólo cabe hablar de una esfer a cul tur al de referencia , de la cual todas las demás   o incluso degeneraciones  , es porque    todas las esferas culturales realmente fuesen reflejos  existentes en la tierra habr ían sido ori gin adas por un a cul tur a or igi nar ia  , y serían como  pulsaciones de esa cultura madre, identificada con la cultura egipcia. Tal fue  , como es sabido, l a   de la cultura defendida por la escuela del llamado dif usioni smo r adical , de Sir visión moni sta  Grafton Elliot Smith, o de William James Perry (The Children of the Sun, 1923). La segunda    no duda r eivin dicar el moni smo cul tur al  , incluso el etnocentrismo  , pero en nombre, no ya de realidades que acaso sólo están demostradas por una ciencia ficción, sino en nombre de unos valores, no ya pretéritos sino futuros, que se imponen desde una esfera cultural dada a quien se identifica con ella. Para Pericles   o para Platón los val or es de la « (o cultura pai deia»  griega) eran l os únicos valor es que podían opon erse a los pueblos bá ; para los españ rbar os  oles  que entr aron en Amé   (que no solamente eran valores religiosos, sino rica l os valor es cri sti anos  también morales, éticos, ceremoniales, políticos, artísticos), solían ser vistos como    los únicos , inspirados por el diablo; para la mayor valor es que debían pr evalecer sobre los dioses bárbar os   parte de los científicos e ingeni eros occidentales   (y no sólo los de la época positivista), los valores   los val or es cientí   los valores de la « cul tu ra occidental » (que comprende tanto  ficos  como  ) serán los únicos valor es que pueden ser aceptados    y que deben ser ofrecidos a los democr áti cos  demás pueblos; dentro de esta misma perspectiva Richard Rorty ha defendi do    recientemente la necesidad de asumi r la posici ón « etnocentrista»en todo cuan to con ciern e a los valores de verdad . y a otros cri terios propi os de nu estr a cultur a  Ahora bien: el moni smo cul tur al  , como etnocentrismo , es hoy difícilmente defendi ble  ,y muchos de los argumentos del r elativi smo y del mul ticultur ali smo pueden ser vir para r educir lo  a

sus justos límites. Pero tampoco    consideramos defendible al r elati vismo cul tur al  , en tanto él se , tanto en el ter reno enf renta a l a evidencia de la superi oridad de un as « cul tur as»fr ente a otras  tecnol ógi co, como en el ci entífico y aún en el políti co . ¿Y la opción del integracionismo cultural? Si se interpreta como mera convi venci a o yux taposición  de pueblos o de religiones diferentes, nos  parece evidente que una tal opción es  , en realidad, vacía , más bien un deseo, de í . No ndol e ir eni sta   puede decirse que convivan, o que coexistan, ni siquiera pacíficamente, grupos sociales con diferentes culturas, salvo si algunos se mantienen en sus ghettos, frente a quienes mantienen las  posiciones dominantes. L a integración efecti va sólo será apar ente    (una integración por yuxtaposición), hasta tanto que los grupos sociales en posición dominada, o bien alcancen posicion es dominan tes, o bien se desprendan de sus in sti tucion es incompati bles con l as de la . Así ocurrió con moros, judíos y cristianos en la Sevilla medieval: el mito de la sociedad de acogida  convivencia que puso en circulación Américo Castro está siendo contestado en nuestros días (Antonio Domínguez Ortiz, Francisco Rodríguez Adrados, Serafín Fanjul García).

4. EL MITO DE LAS ESFERAS CULTURALES COMO FUENTE DEL TRILEMA Pero, ¿cómo podríamos rechazar cada una de las tres opciones del trilema (monismo, relativismo, pluralismo) sin rechazar el trilema mismo? Porque es evidente que una vez aceptado el trilema (en n uestr o caso, el dil ema bifu rcado  ), no tendríamos más remedio que acogernos a alguna de sus opciones. Es evidente que, una vez aceptado el trilema por algún crítico, si éste descarta que el autor por él criticado es relativista o pluralista, tendrá que lanzar contra él la temible acusación de etnocentrista. Se trata, por tanto, por mi par te, de regresar más atrás del tr ilema , es decir, se trata de denu nci ar el supu esto sobre el cual el tr ilema estáfun cion ando    a toda máquina en nuestros días, sin que periodistas, intelectuales, políticos y radiofonistas, pero también historiadores, sociólogos y antropólogos, se den cuenta de ello. , entendidas como entidades sustanti vas   que Y este supuesto es el de las esferas cul turales  ofrecen al investigador muy diversas « señ as de i dentidad»de su sustancia  (¿de qué si no?): de una sustancia que se supone procedente de los tiempos más ar canos y que pretende mantener su , considerada como el val or supr emo y sagrado  . Pero no exi sten esfer as cul turales en ese identidad  sentido. Las esferas cul turales son sólo constru cciones ideológicas, pur a y simpl emente mitos  . Lo que nos permitirá añadir una cuar ta opción al sistema de las tres opcion es  , (1) (2A) (2B), que hemos establecido a parti r del supu esto de las esferas cul tur ales  : que no ya una o todas las esferas culturales pueden tomar se como suj etos o sopor tes de valor , sino ninguna  . Y si no existen esferas culturales como entidades dotadas de identidad sustantiva  (idiográfica, numérica, delimitada en el todo distributivo), entonces   las opciones, o los conceptos mismos de etnocentrismo, de relativismo cultural y de pluralismo de esferas culturales se . L as esfer as cul turales no son enti dades dotadas de un a identi dad sustanci al pr opia ; a disuelven  lo sumo, son enti dades fenomé   (cuando no ni cas, deli mi tadas acaso a l o lar go de los siglos  inventadas ad hoc  por grupos, pueblos o naciones en busca de Estado), por aislami ento de otras . Y con esto queremos decir que los esferas fenomé nicas, o por mezcla de al gunas de ellas  diagnósticos (o acusaciones) tanto de etnocentrismo, como de relativismo o de pluralismo, son diagnósticos o acusaciones imposibles, si nos mantenemos en un terr eno científico o filosófico  . Son diagnósticos o acusaciones que sólo podr án man tenerse en el terr eno doxogr áfico de las  que se forman en una coyuntura opin iones conf usas y oscur as acerca de las nebul osas ideológicas  determinada. ¿Acaso puede admitirse, en el terreno científico, como diagnóstico psicológico o  psiquiátrico, la posesión o la obsesión diabólica? Pero, según nuestra tesis, el diagnósti co de , en el terr eno de la A ntr opol ogía, no va más all áde lo que etnocentr ismo o el de relati vismo 

pudi era ir el diagnósti co de posesión diabóli ca, o el de obsesión diabóli ca, en el terr eno de la Psiquiatr ía.

5. REDUCCIÓN DE LAS ESFERAS CULTURALES SUSTANTIVAS A ESFERAS CULTURALES FENOMÉNICAS No existen esferas culturales dotadas de una identidad sustantiva . Esas esferas sólo , la suficiente para comenzar a organizar las descripciones ti enen u na i denti dad f enomé nica  . etnogr áficas y etnológicas pertinentes  , porque su un idad se resuelve en un sistema  , conglomerado o I dentidades f enomé nicas  concatenación  n , ya sea de rasgos culturales    (pautas, instituciones, elementos) pero tambié   (raciales, por ejemplo) o terci ogené   (como puedan serlo las relaciones pitagóricas  naturales  ricas  del tr iángulo rectángulo  , que no son ni naturales ni culturales, y esto dicho fr ente a los dual istas  que siguen considerando como un pri ncipio f undamental el de la distinci ón en el U ni verso entr e , una última pulsación acaso de la antigua distinción entre la Materia y el la Natur aleza y la Cul tur a  Espíritu). Ahora bien: la reducción   de las esferas cul tur ales  , dotadas de identidad sustancial , a la , no debe ser con fun dida    con la condi ción de esferas cul tur ales dotadas de uni dad fenomé nica  reducción de la teoría de las esferas cul turales a al gun a de las teorías agregacionistas de la   (a la teoría de los mosaicos cul tur ales  , por ejemplo). La clave de estas últi mas teor ías  cultura   podemos ponerla en un pr oceso de « (de los rasgos, pautas, elementos) sustan ti vación de las par tes»  enfrentado al proceso de «sustantivación del todo complejo» que conduce a la esfera cultural sustantiva. Pero tambié n la sustan ti vación de las partes sería gr atu ita : una esfera cul tur al n o es el resultado de la agregación de supuestos elementos culturales    (que algunos llaman memes) . L os elementos o rasgos cul tur ales son f igu r as que se conf orm an a par tir de las preexistentes  , y precisamente en el m omento en que estas se descompon en o pr opi as total idades fenomé nicas  despiezan en partes formal es en el mi smo proceso del choque cul tur al . Tampoco los ojos, o las frentes, como pensaba Empédocles, preexistieron a los animales que se hubieran podido formar a  partir de la unión de esos «miembros solitarios» que habrían dado lugar, primero, a monstruos horrorosos que la adaptación al medio tendría que haber pulimentado poco a poco. Un hueso fé mur no precede al organismo vertebrado  , pero un a vez for mado puede ser extraído   del animal, conformándose como una fi gura  , elemento, valor o contravalor de la  fábrica  orgánica. Los ni cas  elementos, rasgos, in stitu ciones cultur ales  ... no son pr evios a las esfer as cultur ales fenomé ,  pero pueden ser despiezados, tr anspor tados    e incorporados, con las deformaciones eventuales, a , o bien como elementos con capacidad de integración   con otras partes otras esferas cul tur ales  suyas, o bien como elementos con capaci dad di solvente del conjunto fenomé   constituido por nico  una esfera cultural dada. Y todo esto sin per ju icio de que la i ncorporación   de un elemento o rasgo  procedente de una esfera cultural dada a otra, no sea siempre « », puesto que ar rastrar ácasi limpia  siempre otros elementos, astillas o rasgos de la esfera cul tural de origen .

6. NO EXISTEN CONFLICTOS DE CULTURAS, PERO TAMPOCO INTEGRACIÓN DE CULTURAS O RELATIVISMO CULTURAL , o de No cabe hablar , según lo que hemos dicho, por tanto, de confl ictos de cultur as  ; tampoco    cabrá hablar de integración o de expansión de cultur as  . confl ictos de civil izaciones  Todas estas expresiones habrían de ser r eexpuestas en té rmi nos de conflictos de elementos

cultur ales, o de integración , o de difusión de elementos o rasgos culturales. Por ello, quien considere a un elemento cultu r al   (pongamos por caso, el sistema democr áti co ) como un iversal , no sin más ser acusado de etnocentrismo  . M enos aún podr áser acusado de etnocent rismo   (o podrá  de monismo cultural) qui en reconozca y defienda l a uni versalidad del teorema de Pitágoras  , como , como estr uctur a válida elemento desprendido, no ya de la cul tur a gri ega, sin o de toda cultu ra  . para todas las cul tur as, por encima de cualqu ier r elati vismo   Niembro, 23 de marzo de 2002 Gustavo Bueno.

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