Ética empresarial

August 27, 2017 | Author: Gabriela Aliaga | Category: Morality, Decision Making, Teachers, Truth, Society
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ÉTICA EMPRESARIAL El estudio de la ética y su influencia en el mundo empresarial se remonta a tiempos muy antiguos. Ya Adam Smith creador del liberalismo económico y uno de los padres de la economía moderna basaba gran parte de su pensamiento en la preocupación moral por generar mayor libertad y felicidad. Desde el punto de vista social podemos definir una empresa como una comunidad de personas, con gran variedad de intereses, pero que se proponen conseguir unos objetivos comunes y que bajo una dirección unificada toman decisiones que afectan a los demás (Cortina, 2006). Aquí es donde surge el planteamiento ético: en la medida en que las decisiones de las empresas afectan a terceros tiene sentido plantearse su validez o justicia. Las empresas, por lo tanto, no son amorales, ya que todas sus decisiones están sometidas a una valoración moral pudiendo llevar a cabo sus actividades moral o inmoralmente. En función de cómo la empresa desarrolle su actividad se ganara la credibilidad y legitimidad social que necesita para sobrevivir (Garcia Marzá, 2006). Tal y como establece Davis (1990) ―la sociedad concede legitimidad y poder a la empresa. En el largo plazo aquellos que no usan ese poder de un modo que la sociedad considera responsable tienden a perderlo‖. Por tanto, en el desarrollo de su actividad las empresas generan una serie de expectativas en los grupos de interés y de alguna manera establecen un contrato moral con los distintos actores con los que se relacionan. (Garcia Marzá, 2006). Es ese contrato moral, que tiene que ver con la expectativas legitimas de todos los grupos de interés, el que genera el ―reconocimiento reciproco‖ de todas la partes. Desde esta perspectiva la empresa no tiene que actuar solamente con responsabilidad, sino con ―responsividad‖, es decir tratando de responder a dichas expectativas. Así desde la ética empresarial lo importante no es solo el contrato legal, sino el contrato moral y el reconocimiento reciproco de expectativas legitimas a los que si se ―responde‖ adecuadamente otorgan a la empresa credibilidad y legitimidad social (Cortina, 2004). La empresa inteligente incorpora a su carácter, a su núcleo duro, un conjunto de buenas prácticas y hábitos que asume en el día a día y que están insertas en su toma de decisiones, que deben ser justas y prudentes respondiendo adecuadamente a las expectativas generadas por los agentes con los que se relaciona. Estos hábitos, cuando ayudan a tomar buenas decisiones, se denominan virtudes. Las virtudes son hábitos adquiridos que se desarrollan mediante la repetición deliberada, esforzada y voluntaria de actos que tratan de ser cada vez mejores. Estas virtudes aparecen cuando la empresa es capaz de

conseguir lo que es bueno para ella y para los demás y cada vez que es capaz de resistir la tentación de hacer lo que es mejor solamente para ella o lo que le produce beneficios inmediatos. No se trata solamente de aprobar sesudos Códigos Eticos, que muchas veces no se cumplen, sino que es necesario generar un clima ético en los distintos niveles de la empresa, donde se fomente una cultura (carácter) en que las decisiones se tomen atendiendo a valores de prudencia y justicia (Cortina, 2006). Para la empresa el actuar éticamente no se convierte en una opción sino en una necesidad. Sin el desarrollo de esas virtudes la empresa podrá quizás obtener buenos resultados económicos a corto plazo, pero tarde o temprano destruirá su consistencia y con ella la unidad de la organización. No se trata de aceptar este comportamiento ético por imposiciones o incentivos positivos (rentabilidad, reputación, etc.), sino en aceptar que las decisiones tomadas en las organizaciones donde esas virtudes han sido potentemente desarrolladas son más eficaces, atractivas y consistentes y son las que garantizan la supervivencia y la sostenibilidad de las mismas (Argandoña, 2007). Ahora bien aun aceptando la relevancia de las decisiones éticas en sí mismas, no como vía de conseguir un fin externo (confianza, reputación, etc.), sino como condición necesaria para conseguir otros fines (Argandoña, 2007), parece indiscutible que el comportamiento ético puede generar ventajas evidentes. El comportamiento ético, el cumplimiento de ese contrato moral y el desarrollo de esas virtudes infunden, en los distintos grupos de interés, confianza y reputación. Esto genera numerosos beneficios económicos tangibles pues permite reducir los costes de coordinación externos o internos, disminuye las supervisiones y aumenta el rendimiento y la eficacia. Así mismo la reputación genera un importante beneficio intangible, incorporado en el denominado ―capital relacional‖, constituido por las relaciones de la empresa con los stakeholders que cuando son eficaces, aumentan la confianza mutua y garantizan la lealtad a la empresa (Sen, 2003). Para que la empresa pueda mantener ese nivel de confianza y reputación ante los grupos de interés debe de ser capaz de responder (de ser responsable) de sus acciones frente a la sociedad, manteniendo así la credibilidad y la legitimidad que necesita para actuar. Así aparece el concepto de responsabilidad, desde el que se deriva la RSC, que trataremos en profundidad en el siguiente apartado. Génesis de la ética empresarial El origen de la preocupación actual por la ética empresarial radica en la demanda social ante las actuaciones faltas de ética de las empresas. Por eso las reflexiones de este campo se han orientado, con frecuencia, más a evitar que se repitan esos hechos escandalosos que a promover directamente una comprensión de su práctica en la organización empresarial. Aunque es cierto que se discutieron

algunas temáticas planteadas en términos de ética y economía, como situaciones en las cuales se aplicaba la ética, por ejemplo, en los tratados de moral con enfoque casuístico, no se puede hablar de la ética empresarial en los primeros cincuenta años del siglo XX. La ética empresarial empieza a gestarse sólo a partir de la aparición de empresas diferenciadas de la empresa pequeña tradicional, por su organización formal y jerárquica y por la separación de la dirección y la propiedad. Comienza, entonces, una creciente reflexión ética sobre las actuaciones de las grandes empresas y su gestión. En los años cincuenta se aborda sistemáticamente el análisis sobre la responsabilidad social de las empresas y sobre la gestión como profesión. Estos planteamientos se hacían predominantemente en el marco de tradiciones religiosas, sobre todo protestantes y católicas, que pretendían aplicar determinados planteamientos morales al mundo de la empresa y de los negocios. Al final de la década de los cincuenta y durante la de los sesenta es notable el desarrollo de la doctrina social de la Iglesia y de las reflexiones teológicas sobre las realidades terrenas y el mundo del trabajo. Se debaten los planteamientos de Teilhard de Chardin sobre el sentido cristiano del trabajo en el mundo. Aparecen las grandes encíclicas Mater et Magistra y Populorum Progressio, lo mismo que la constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, donde se profundiza en la ética social católica. Como consecuencia de la guerra de Vietnam, durante los años sesenta se produce una creciente movilización contra aquello que identifica a la cultura estadounidense. Se cuestionan las actividades de las empresas a partir de las consecuencias sociales de sus actuaciones y se critica el papel imperialista de las empresas norteamericanas en los países del Tercer Mundo. En esa década también el Club de Roma hace referencia a las consecuencias ecológicas del desarrollo industrial y al consumismo como estilo de vida. Estas preocupaciones por las consecuencias sociales de las actuaciones empresariales llevaron a formular el concepto de la responsabilidad social de la empresa, más allá de los intereses individualistas de los propietarios y directivos. Lo más importante es el cambio de perspectiva: se pasa de la persona a la organización en el tratamiento de los problemas. Este cambio gradual se hace desde el supuesto de que existe un contrato social implícito entre la sociedad y la empresa: la empresa tiene obligaciones con respecto a la sociedad y tiene que elaborar su política sabiendo que tendrá que dar cuentas ante la sociedad. Los años sesenta fueron un período de expansión de la reflexión académica sobre las obligaciones de las empresas hacia los diversos grupos sociales, lo mismo que sobre la relación entre desarrollo humano y crecimiento económico. Se siente la necesidad de una formación económicosocial en el mundo universitario, la cual se realiza mayoritariamente en el marco de instituciones vinculadas a iglesias cristianas. Según R. T. de George: El desarrollo de la Business Ethics como especialidad comenzó en los años setenta. Teólogos y pensadores religiosos habían desarrollado el área de la ética de los negocios y continuaron desarrollándola.

Profesores de management continuaron escribiendo y enseñando sobre la responsabilidad social de la empresa. El nuevo ingrediente que se añadió fue la entrada en la temática —por diversas razones— de un significativo número de filósofos. (1987; 201-207). La entrada de los filósofos, de hecho, va ligada a la preocupación por aclarar cuál es el estatus moral de las empresas. Sin abandonar la preocupación por las cuestiones individuales, surge una reflexión ética específica sobre la organización como tal. La ética empresarial es un puente hacia el futuro de la empresa, vivida como una cultura donde todos sus miembros encuentran un sentido a su vida; entre el hombre y la empresa del futuro; entre la organización empresarial y los desafíos del progreso. También es una serie de respuestas al arte de vivir la empresa en las condiciones cambiantes del mundo de hoy y del futuro. Es un continuo ponerse al día de la organización empresarial para sobrevivir, pues la empresa de la tercera ola, de conocimientos, necesita un nuevo hombre más responsable, capaz de hacer juicios de valor, de tomar decisiones y de trabajar en equipos multidisciplinarios, multiétnicos y multinacionales. El problema de la ética empresarial es cómo combinar eficiencia económica con libertad individual, equidad social y respeto por los valores absolutos. Ética empresarial y teología ¿Cuál debe ser la relación entre la religión y el mundo de la empresa? Las tradiciones religiosas cristianas contribuyeron durante el siglo XX a la conformación de la ética empresarial, en particular la Doctrina Social de la Iglesia católica; pero la pregunta es ¿Cuál debe ser esta relación en el mundo secularizado del nuevo milenio? La secularización es el fenómeno histórico en virtud del cual las ciencias se han constituido autónomamente sin dependencia directa de las directrices religiosas. La ética empresarial, como tal, es fruto de la reflexión filosófica, económica y administrativa. Esto no significa que la teología no pueda aportar sus puntos de vista a la reflexión sobre los problemas morales de los que se ocupa la ética empresarial. Excluir el aporte de la teología sería caer en el secularismo que es la negación de la dimensión religiosa como tal. La cultura posmoderna actual, que desconfía de las ideologías y quiere abrirse a una reflexión crítica de las realidades, ofrece una oportunidad para escuchar los puntos de vista de los teólogos y de la Iglesia. La concepción de que los negocios y la empresa son algo puramente económico, en los que no tiene cabida la ética y mucho menos la religión, es un mito que ya está superado. Las acciones empresariales son acciones humanas y como tales caen en el ámbito de la ética. Y la ética que trata del sentido de la actividad humana entra en diálogo necesario con la teología para esclarecer su sentido último. La teología sirve como una

instancia crítica de las afirmaciones de la ética en orden a establecer si una acción es digna o no del ser humano. La religión alude a las relaciones del hombre con Dios. Este comportamiento influye en todos los ámbitos de la existencia, incluido el de la vida en la empresa. En este último ámbito hay personas creyentes que sacan de los preceptos religiosos valores y normas de conducta. Aquellos quienes creen en Dios creador del hombre entienden que Él es el que conoce mejor lo que es bueno o malo en la conducta humana, y eso informa su conciencia moral. La teología proporciona una elaboración racional de la religión. La teología es la ―ciencia que acoge e investiga la divina Revelación, respondiendo a la vez, a las exigencias de la razón humana‖ (Juan Pablo II, Veritatis Splendor, No. 29). Un cristiano, por ejemplo, quiere vivir de acuerdo con el Evangelio, y la teología le aporta orientaciones sistemáticas para lograrlo. Esta última utiliza la filosofía para elaborar los proyectos de vida según las creencias religiosas. La teología moral asume los principios éticos racionales y con ellos busca una mejor comprensión de la Revelación. Sus conclusiones están dirigidas a orientar la conducta de los creyentes en diversos ámbitos, también en los negocios y la empresa. Aunque las reflexiones de la teología moral interesan ante todo a los creyentes, iluminan y dan mayor peso a las conclusiones de la ética filosófica. De aquí surge la necesidad de delimitar el ámbito metodológico de la filosofía y de la teología en ética empresarial y su aporte a un diálogo interdisciplinar. Viniendo al caso de la teología cristiana, el proyecto de humanización del mundo, del cual se ocupa la ética, no está contrapuesto al proyecto de cristianización, del cual se ocupa la teología. Para el cristianismo no existen dos historias paralelas: la profana del mundo y la sagrada de la historia de la salvación. Son una sola con dos dimensiones complementarias. De hecho, la persona y la sociedad han sido creadas a imagen de Dios y como tales han de encontrar su sentido dentro de su plan salvífico. De la teología de la creación han surgido conceptos que han enriquecido a la ética empresarial, como la dignidad de toda persona humana por ser imagen de Dios, la igualdad básica entre todos los hombres, el dominio del hombre sobre los recursos materiales, la unidad de la familia humana, el destino universal de todos los bienes de la creación o la participación con el trabajo en la obra de la creación y de la recapitulación de todas las cosas en Dios. De esta forma, la teología, al evidenciar la referencia a Dios, proporciona un fundamento trascendente a la ética empresarial. La relación a Dios es lo que le confiere un carácter absoluto al respeto a la dignidad de la persona humana. Juan Pablo II ha relevado este aspecto: ―Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres‖ (Veritatis Splendor, No. 44). Bases para una guía de ética empresarial Una Guía de Ética Empresarial nos encamina a apropiarnos de paradigmas morales y éticos más acordes a los estándares occidentales de justicia y

transparencia. En este sentido, podemos afirmar que una Guía de Ética Empresarial es un paso trascendental en la ruta correcta a llenar estos requisitos. Es importante recordar que la ética no debe ser impuesta por medio de la coerción sino por medio de la persuasión y el convencimiento. Debemos reconocer que la ética debe de ser parte integral de todos los actores de la empresa e impulsar un código de ética de manera simultánea con los actores con los que interactúa la empresa. Contenido de la guía de ética empresarial Con la globalización, se ve el aumento del papel de la empresa privada, la tendencia de un cambio del poder de estados nacionales a la ―comunidad corporativa‖ y crecientes interdependencias como por ejemplo entre la empresa y sus colaboradores, la empresa y el municipio, el mercadeo responsable, los principios éticos del funcionamiento de una empresa moderna, y la empresa y el medio ambiente. Además, se desarrollan también más proyectos del carácter ―Asociación Empresa Privada – Sector Público‖. Este rol cada vez más preponderante de la empresa privada ha llevado a los gobiernos, agencias internacionales, instituciones multilaterales a analizar el entorno ético del sector privado motivando un crecimiento de criterios éticos en el trabajo. La guía destaca el contenido de las relaciones comerciales, considerando el efecto de la competencia extranjera, igual que los aspectos humanos de la libre competencia y el beneficio a los consumidores nicaragüenses. Recomendamos que para la elaboración de un código de ética se considere que éstos sean operativos y sectoriales, y que se adapten al tipo de negocio, por lo que existen variaciones que hacen imposible un sólo documento. Valores transversales Hemos diseñado estas recomendaciones que puestas en práctica nos darán las soluciones deseadas para operar dentro de un marco ético y transparente. Los valores humanos son esenciales para crear un ambiente ético y éstos deben de prevalecer en nuestras actitudes, como enfatizar la honestidad, el valor de la palabra y el ejemplo de los empresarios y el gobierno para motivar cambios en los valores morales y cívicos de la población. El respeto a la dignidad humana

El respeto a la dignidad de la persona, es el valor primario y universal con muchas consecuencias. Ubicarlo como primer valor no es sólo una necesidad lógica sino una declaración de finalidad respecto a la concepción de la empresa. Pero ¿Cómo lograr este respeto? Normando cada una de nuestras acciones de lo más íntimo a lo más externo, a como veremos a continuación:  Concepto de nosotros mismos Es el esforzarnos por ser mejores personas en todo sentido y por ser personas libres, responsables; con unidad y coherencia de vida y con aspiraciones. Conocer y utilizar al máximo nuestra capacidad operativa para satisfacer cualquier necesidad propia, la de otros miembros de la organización y, en particular, de nuestros clientes.  Credibilidad Confianza en alguien por sus cualidades, logros y los hechos positivos que respaldan su conducta.  Integridad Entereza y rectitud de conducta; vivir de acuerdo con principios y valores éticos; probidad y coherencia personal.  Honestidad Conducta recta, que lleva a observar normas y compromisos, teniendo en cuenta principios y valores éticos. Pro-actividad Es la capacidad de accionar y no sólo de reaccionar. Es la decisión firme de tomar las iniciativas, correr riesgos razonables, planificar y luchar por alcanzar nuestras metas e ideales. La actitud de servicio nos estimula a mejorar los procedimientos, actitudes y características de los servicios que ofrecemos. Conviene recordar que debemos desarrollar nuestra iniciativa para dar sugerencias a los distintos gerentes, e incluso a los directores del consejo de administración, para que sean una muestra del empeño que tenemos en mejorar profesionalmente.

 Afán de alcanzar la metas Nuestra pro actividad es particularmente importante al orientar nuestros esfuerzos a proponernos metas para alcanzar nuestros objetivos, y para apoyar a los demás, en este esfuerzo sabemos que lo mejor es ejecutar nuestro trabajo sin pretextos o excusas. Dar un adecuado seguimiento a las metas personales, a diario, redunda en beneficio de todos porque todos obtendríamos resultados.  Iniciativa Afán de hacer las cosas, de encontrar salidas y soluciones; capacidad de innovación y decisión para replantear las cosas. Responsabilidad Entendemos este valor como la voluntad de asumir las consecuencias de nuestras acciones, responder por los resultados y no sólo por los esfuerzos. Nuestro negocio debe ser un negocio de confianza y de prudente apreciación del riesgo, y la confianza, y nuestras acciones deben ser predecibles porque siempre son éticas, observando todas las normativas vigentes en la empresa con rigor.  Coherencia de vida Para generar y transmitir esa confianza nos apoyamos en nuestra vida personal. El ámbito de nuestro mundo privado–personal y familiar es un valioso incentivo para nuestro trabajo diario. A partir de eso, tenemos en cuenta que para actuar de manera inmediata y espontánea en la dirección correcta, nos comportamos como somos en todos los aspectos de nuestra vida. Por eso procuramos ser coherentes con nuestro estilo de vida profesional: de por sí exigente y ejemplar.  Confidencialidad Quizá el activo más importante que manejamos es la información que generan nuestras decisiones de negocios. La usamos libre y ágilmente, pero para la finalidad establecida: la permanencia en el largo plazo de nuestra empresa. Como se trata de información propietaria, no la compartimos, ni siquiera de manera indirecta o casual, con otras personas ajenas a nuestra área de trabajo, porque difícilmente podrían comprender el valor de lo que sabemos y no podrían distinguir cuál constituye información confidencial y cuál no.

Lealtad Debemos de buscar alternativas a esas propuestas que no son éticas en nuestras negociaciones diarias y mantener nuestra lealtad a la cultura de ética de nuestra empresa. 

Compromiso

Convertir una promesa en realidad; cumplir lo prometido, pactado u ofrecido formal o informalmente. Veracidad La veracidad es el reflejo de la realidad sin alteraciones. Es importante aclarar a nuestras contrapartes cuando estamos transmitiendo datos y cuando estamos transmitiendo nuestra opinión en torno a hechos, situaciones, etc. Asimismo, debemos evitar contar los hechos a medias pues dicha transmisión de información se convierte en una mentira. La veracidad tiene réditos aún desde el punto de vista económico, cualquier persona prefiere hacer negocios con alguien que tiene un ―récord‖ de decir siempre la verdad que con alguien que no siempre dice la verdad o dice la verdad a medias. 

Transparencia Sinceridad en el actuar, en el pensar y en el decir; conducta clara, disposición a que la propia actuación esté sometida a normas y reglas claras.

Profesionalidad Respuesta eficaz en la gestión que facilite un servicio de excelencia con conciencia económica, amor al trabajo y la convicción de brindar lo mejor de sí con alto sentido del deber social adquirido. 

Laboriosidad

Uno de los activos más valiosos al servicio de todos los miembros de la empresa es el tiempo que dedicamos a nuestro trabajo diario. Se trata de un tiempo productivo, eficaz y eficiente. Por eso a ninguno de nosotros se le ocurre restar horas a la ejecución de las tareas entre manos.



Disciplina Seguir unas normas y unos procedimientos necesarios, procurando vivirlos más por convencimiento que por la imposición autoritaria de las mismas.



Perseverancia Luchar constantemente a lo largo del tiempo por alcanzar las metas propuestas, aunque surjan dificultades.

EL DILEMA ÉTICO

Además de las cuestiones éticas que surgen del cambio de las normas y del contraste de las teorías sociales, los dilemas éticos afectan a todos, incluso a los individuos que son honestos y que confían plenamente en su postura moral. Los conflictos que resultan de las decisiones cotidianas en el ámbito empresarial están intrínsecamente influenciados por factores tales como la lealtad. Por ejemplo, en la elección de un curso de acción, las personas deben preguntarse a sí mismas a quien están sirviendo con las decisiones que adoptan: a la sociedad, a su Dios, a ellos mismos, a su familia o a alguna otra entidad. Saúl W. Gellerman, en su ensayo, ―¿Por qué ―buenos‖ gerentes adoptan malas decisiones‖ en el negocio de la ética y en la ética del negocio, identifica cuatro pensamientos comunes que conducen a administradores bien intencionados a un comportamiento empresarial poco ético. Una de las razones que se cita con frecuencia para justificar haber incurrido en una conducta inmoral es que la actividad parecía encajar dentro de los límites de lo moralmente aceptable; es decir, que dado que todo el mundo lo hacía, ―realmente‖ no se podía considerar ilegal o poco ética. Otra de las razones esgrimidas es que el acto no ético se llevó a cabo en interés de la empresa, tal vez incluso que la compañía esperó u ordenó al infractor realizar ese acto, posiblemente bajo amenaza de represalia en caso de no ejecutarlo. Una tercera razón es que el infractor creía encontrarse seguro, por no existir elevadas probabilidades de ser descubierto, porque el riesgo de ello era tan bajo, que era correcto realizar el acto no ético. En cuarto lugar, los actos no éticos se llevan a cabo porque la empresa perdona la conducta, minimiza su impropiedad y asegura la protección para quienes incurren en ella.

De hecho, los empleados a menudo se encuentran motivados por la empresa para la que trabajan a involucrarse en comportamientos técnicamente no éticos. Diversos estudios han indicado que la denuncia de irregularidades, o la divulgación de conductas empresariales no éticas están generalmente mal visto por la sociedad americana. La presión de los compañeros de trabajo, directivos e incluso de la sociedad puede hacer que un empleado continúe ejerciendo un comportamiento poco ético, incluso a mayor escala, con la finalidad de ser considerado un miembro de su equipo de trabajo y no ser etiquetado como un chismoso. LA ÉTICA UNIVERSITARIA Los rasgos de la sociedad líquida han llegado a la universidad para instalarse como cultura en los ámbitos de formación de los jóvenes. Como si fuera un discurso teórico pedido a propósito para explicar lo que acontece en este espacio institucional, Bauman (2011) nos llama a estar alertas ante la volatilidad de las identidades y la escasa fuerza de los discursos densos y de compromisos duraderos; la frágil consistencia de estos discursos ha ahuyentado el interés por convicciones sociales y, a la vez, ha contribuido a reducir la identidad profesional a su dimensión económica. El refugio en los saberes útiles para responder a las expectativas y demandas de un mercado cambiante en periodos cada vez más cortos se ha vuelto una constante en la educación superior, la cual convive con escasas manifestaciones culturales que se resisten a dejar de lado la dimensión ética de las profesiones. Me propongo mostrar cómo esto se expresa en los espacios académicos de la formación universitaria, particularmente teniendo como referencia a los profesores y estudiantes. En primer lugar, me ayudaré de la descripción de algunos rasgos que constituyen el contexto social y cultural con los que están relacionadas las profesiones; sin ello correríamos el riesgo de analizar la tarea de la universidad desde una visión ahistórica, ya que los profesionales que egresan de las instituciones de educación superior necesitan comprender su campo social y poner a prueba sus identidades y capacidades. En un segundo momento estableceré, al menos para el caso que analizo, los principios éticos que se requiere tener en cuenta en la formación universitaria. El desarrollo de la profesionalidad como uno de los fines de la universidad ha de tener en cuenta la constitución del ethos profesional, lo cual nos lleva a entender a las profesiones no sólo desde una perspectiva tecno-económica. En tercer lugar, tomaré en cuenta experiencias de investigación sobre ética profesional llevadas a cabo durante una década en universidades públicas y abordaré cómo se expresa esta problemática en particular en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

El propósito es llegar a conclusiones que nos ayuden a conocer un campo temático, teniendo como referencia un caso para identificar una problemática que cruza todo el espacio de la universidad pública en México: el de la ética profesional en la formación universitaria. Ética profesional y realidad social Tomamos como propio el concepto que Adela Cortina (2000) ha desarrollado, en el sentido de que toda profesión adquiere legitimidad por varias vías, ya que se logra no sólo con el dominio de competencias para el buen desempeño en la dimensión técnica, cuyo resultado es la obtención de ingresos para la manutención del profesional y de su familia, sino además, y de modo relevante, mediante la construcción de legitimación social, con lo cual el profesional compensa a la sociedad por el bien recibido al haberse formado como tal en una institución educativa creada por el Estado moderno para el bien de los individuos y de la comunidad. Es decir que hay deberes éticos ante la sociedad para hacer el bien común desde los saberes de cada profesión. No concebirlo así es presumir erróneamente que el título universitario se adquiere sólo por méritos de una trayectoria individual, lo cual niega la historia y las finalidades de la universidad y pone en cuestión la mínima eticidad que debe estar contenida en la cultura profesional. Una lección magistral contenida en la pedagogía clásica es la que proviene de Comenio (1988), quien concibe a la institución educativa como el "taller de la humanidad". Es aquí, en la escuela, escribió Comenio en el siglo XVII, donde se han de formar hombres y mujeres para convertirse en personas eruditas, virtuosas y piadosas. Llevado este principio pedagógico hasta la formación universitaria, nos conduce a pensar una profesionalidad donde los saberes académicos y las competencias técnicas propias de cada campo, necesariamente se imbrican con las cualidades, convicciones e identidades con la justicia, la solidaridad y el resto de valores propios de la sociedad democrática. Lograr esta divisa para el ejercicio de las profesiones constituye una de las finalidades de la formación universitaria, concebida ésta en la perspectiva de la ética profesional (Bolívar, 2005). La ética profesional no es un tema de segundo orden, menos aún en sociedades como la mexicana, donde la violencia, la injusticia social, la corrupción y el descrédito de los actores políticos que dirigen el poder público, se ha convertido en una ola que está invadiendo a las instituciones. Con mucha anticipación Durkheim (1992) expuso que los profesionales tienen la tarea moral de contribuir para crear un estado de orden y paz, atribuyendo a cada profesión un espacio desde el cual se adquiere el deber de colaborar para una vida civilizada. La pregunta que se desprende es si acaso las universidades están tomando en cuenta la vida contemporánea, tanto las necesidades teóricas y técnicas de las profesiones como las que se desprenden de la realidad socio-cultural y económica en donde se inscribe cada campo disciplinario y, por supuesto, los nexos que éstas tienen con los fenómenos de la vida pública que pautan la vida civil.

Las finalidades de la universidad no se reducen a la habilitación de los jóvenes para el mundo del trabajo; siendo esto importante, es pertinente advertir que con ello se reduce su acción educativa a la esfera técnica-cognitiva, cuya racionalidad instrumental obedece, diría con Habermas (1988), al imperativo donde priman la eficiencia y la eficacia, con las consecuencias culturales que esto trae consigo en la formación universitaria. Se trata de poner en juego los saberes profesionales propios de cada campo formativo con las realidades sociales, económicas y culturales que le dan contexto y sentido humano a cada profesión. La urgencia ética en la sociedad mexicana marcada por la pobreza, la corrupción, el descrédito de las instituciones políticas, la violencia estatal y civil, la exclusión escolar, así como la disminución del espacio público para la convivencia pacífica, está constituyéndose en el apartado pendiente del currículo universitario. Los datos son alarmantes cuando observamos que los espacios dirigidos por profesionales egresados de las universidades se han convertido en generadores y reproductores de estos males que lastiman a los individuos y a la sociedad, a pesar incluso de que los profesionales afirman abanderar un proyecto democrático. Las universidades mexicanas tienen en su contexto social múltiples hechos que ponen en cuestión el perfil ético de la formación universitaria. Uno de ellos es el siguiente: el informe de Transparencia Mexicana (2013) señala que el Barómetro Global de la Corrupción ubica a México y Argentina como los más corruptos este año, en un universo de 107 países; 71 de cada 100 mexicanos percibe que este fenómeno ha crecido como tendencia general, lo cual se expresa con mayor énfasis en las policías, partidos políticos, poder judicial y legisladores. Así mismo, se afirma que la tercera parte de los participantes en la muestra nacional considera que los medios de comunicación y las empresas privadas, seguidas de las organizaciones religiosas, practican y fomentan la corrupción. No quedan fuera de este cuestionamiento el ejército, el sistema educativo, organizaciones de la sociedad civil y el sector salud, considerados como corruptos por la cuarta parte de los encuestados. La mayor parte de los líderes, administradores y cabezas de estas instituciones que son consideradas por los mexicanos como corruptas tienen formación universitaria, lo cual es un hecho suficiente como para preguntarnos acerca de la herencia cultural que la universidad aporta a los sujetos que asisten a sus aulas durante cinco años y desarrollan ahí su proceso formativo. Pero si bien la universidad no es la única agencia que contribuye a que dichos profesionales tengan como norma de desempeño profesional prácticas no éticas, los resultados de Transparencia Internacional la implican, pues aunque requerimos hacer una lectura multifactorial, este hecho nos lleva a tomar en cuenta que la universidad es una institución formal que tiene la encomienda social explícita de formar mujeres y hombres responsables, honrados y justos para una sociedad democrática. Así lo señalan sus leyes orgánicas (UdeG, 2006; UANL , 1971; UAS , 2006). Y ante esa finalidad de la educación superior se necesita examinar este problema que tiene a la ética profesional como el centro de la crítica.

No es cuestionable ni perverso ganar dinero; éste es uno de los fines primordiales de toda profesión. Lo perverso es olvidar el bien y la utilidad que los profesionales deben proporcionar a la sociedad. En esto radica una de las fuentes de legitimidad que construyen las profesiones, cuando sus miembros no trabajan sólo para sí mismos, sino además, y sin lucro de por medio, para el bien de la comunidad (Cortina, 2000: 19). El Barómetro Global de la Corrupción nos abre una ventana de lo que sucede al interior de las instituciones públicas y privadas que son dirigidas principalmente por personas con título universitario y cuestionadas por los mexicanos. Al estar todas ellas relacionadas con los campos profesionales que se cultivan en la universidad, esto hace posible que los dispositivos para la formación universitaria intervengan, contribuyendo en la identificación, la crítica y reorientación de las prácticas que riñen con la ética profesional. Los saberes profesionales son recursos culturales para el buen desempeño en un empleo; sin embargo, no deben tener únicamente este fin, pues la misma cultura profesional puede servir, desde la perspectiva ciudadana, para entender y actuar junto con pares de la profesión ante problemáticas que estén afectando a la vida civil, y cuyas acciones no están mediadas por contratos laborales sino por la convicción de compensar a la sociedad el bien recibido a través de la formación. Esta es una vía de legitimación social imprescindible para reconocer como profesionales a todas aquellas personas que tienen como fuente legal de ingresos una actividad económica (López Zavala, 2009: 28-34), pues más allá de enseñar reglas éticas y la consecuente memorización por los estudiantes para enfrentar exámenes escolares, más bien se trata de tener presente el deber de la universidad de intervenir en la configuración de una cultura ética orientada a identificar "qué tipos de prácticas ayudan a alcanzar la meta de la profesión y cuáles no, qué valores y principios es preciso encarnar para proporcionar a la sociedad el bien que le es debido" (Cortina, 2000: 24). Este modo de ser y de vivir bien la profesión no sólo ante el cliente o su empleador, sino hacer el bien desde la profesión a los pares del campo y a la comunidad, nos sitúa en la dimensión socio-moral. Es propiamente el campo de la ética profesional, entendida como los principios, valores, convicciones, actitudes, reglas y deberes que constituyen la eticidad necesaria para la buena profesionalidad. El dominio académico de estos conceptos es insuficiente, ya que si bien cumple la pretensión de eficacia en el aprendizaje, culturalmente es limitado, sobre todo si lo contrastamos con la aspiración formativa, pues de lo que se trata, diría con Yurén (2005: 39), es que tales saberes éticos vivan la experiencia de la internalización, lo que daría como consecuencia el desarrollo delethos profesional. La formación del ethos profesional toma sentido pleno no en escenarios imaginados sino en ámbitos socialmente existentes, lo cual contribuye al desarrollo de la profesionalidad moral (López Zavala, 2009) cuyos rasgo general distintivo es que, además de contar con capacidades teóricas y técnicas para el desempeño en su campo disciplinar, su vocación y sus actos tienen como divisa la pretensión de justicia en la relación con su comunidad. Todo esto no sólo como un

ejercicio cognitivo para desarrollar el saber conocer, como ya lo anotara Delors (1996) casi al finalizar el siglo XX en su esquema de los cuatro pilares de la educación; sino también, como en su misma obra se señala, desarrollar el saber para la convivencia. Ésta es, a propósito de la formación universitaria, la configuración del ethos profesional, que toma en cuenta los contextos sociales, económicos, culturales, ambientales y de todo orden, sin dejar de tener como divisa las finalidades éticas de cada profesión.

Principio de beneficencia, formación universitaria y ética profesional La ética profesional en la universidad podemos estudiarla en las distintas dimensiones que cruzan a este campo temático. Esto ya se viene haciendo desde 2006 a través del proyecto interuniversitario en el cual están involucradas 15 universidades del país, y al cual subyacen las cuatro dimensiones de formación que Teresa Yurén (2005: 24) ha denominado: epistémica, técnica, socio-moral y existencial. En este trabajo mi interés se orienta a identificar la problemática de la formación universitaria asociada con las necesidades que se desprenden de la vida social; el propósito es abordar la configuración del ethos profesional, particularmente en lo referido al desarrollo socio-moral de los jóvenes, cuya pretensión de justicia se ha de expresar en la práctica de su profesión. Concibo como premisa fundamental en la formación universitaria el principio de beneficencia. Este principio lo sitúo en el epicentro ético de la tarea que la sociedad le ha asignado a la universidad, pues hacer el bien a través de las políticas y acciones contenidas en la legislación, el discurso institucional y su currículo es la razón de ser de la universidad como entidad académica y social. Los profesores, como profesionales de la docencia y sujetos relevantes en la formación de los jóvenes en la educación superior, necesitan encarnar este deber de la universidad. Hortal lo ha dicho en pocas palabras: "Un profesional ético es aquél que hace el bien en su profesión. No hay nada más moralizador que cada cual haga bien lo que tiene que hacer" (Hortal: 2000: 60). Así pues, si en la universidad se enseñan saberes desactualizados y se pondera su memorización, además de estar alejados de las problemáticas que atraviesan los campos profesionales, aislados de los conflictos que están deteriorando la vida comunitaria y cultivando los rituales de evaluaciones conservadoras, entonces tenemos que concluir que en la universidad no se cumple con el principio de beneficencia al no hacer bien la función socialmente necesaria que le corresponde. Hacer el bien en la universidad a quienes se están formando como profesionales no ha de reducirse a enseñar bien el conocimiento y las habilidades técnicas. Siendo esto imprescindible, la beneficencia, como orientadora de la acción formativa del ethos profesional, nos conduce a enlazarla con el principio de justicia, lo cual constituye la base de entrada a la dimensión socio-moral; es la

premisa ética para concebir al profesional como un sujeto que no sólo pretende desarrollar competencias para ganar un salario en un campo de trabajo sino, junto a esto, que está abierto a la creación de disposiciones para entender y coadyuvar en la construcción de una sociedad justa y democrática. "La ética profesional queda incompleta y distorsionada si no se enmarca en una ética social" (Hortal, 2000: 67); el profesional tiene como divisa la posibilidad de ampliar los márgenes de la justicia en la sociedad con la puesta en juego de sus saberes profesionales, lo cual constituye un modo de compensar a la sociedad el bien recibido en las aulas universitarias.

Ética profesional. Mirada a una universidad pública Los principios éticos ubicados en la dimensión socio-moral se han convertido en discurso jurídico en las instituciones de educación superior, cuyo sentido normativo contiene eticidad suficiente como para someter a crítica el acontecer de la formación profesional en las universidades mexicanas. Valga anotar lo siguiente: en Jalisco, la principal universidad pública se propone "formar la conciencia de solidaridad en la democracia, la justicia y la libertad" (UdeG, 2006: 2); en la norteña universidad de Nuevo León se deposita en los profesores la gran tarea de la "formación integral del hombre con espíritu crítico, suficiente capacidad práctica y orientado a servir a la sociedad" (UANL , 1971: 16); en el noroeste del país, la masificada universidad sinaloense establece que su misión es formar "profesionales capacitados para contribuir en la definición de políticas y formulación de estrategias para disminuir las desigualdades económicas, sociales y culturales..." (UAS, 2013: 3); y en el mismo sentido la principal universidad pública de Morelos establece que entre sus finalidades está la de "insertarse creativamente en su entorno, que no será sólo un campo de estudio sino, fundamentalmente, objeto de transformación sobre el que se debe ejercer una permanente función crítica" (UAEM, 2008: 3). Estas referencias aleatorias nos muestran la convergencia ética en el discurso de algunas instituciones públicas de educación superior. Como una vía para conocer si en la universidad se está viviendo la formación orientada por estos conceptos, acudo al trabajo llevado a cabo por un grupo de académicos durante la última década. En las investigaciones que se han realizado en al menos 15 universidades de México bajo la cobertura del Proyecto Interuniversitario sobre Ética Profesional, profesores y estudiantes dan cuenta del mosaico axiológico existente en la educación superior. Predomina entre el profesorado la tendencia a reconocerse como sujetos identificados con las proclamas institucionales de ser académicos responsables, autónomos, justos y con vocaciones identificadas con los valores democráticos (Hirsch y López Zavala, 2008, 2011; Hirsch, 2011). Esto nos hace suponer que la formación universitaria está pautada por principios éticos que se promueven a través de la acción docente durante la relación educativa. De ser así, las universidades estarían cumpliendo el cometido que tienen contemplado en los discursos políticos, normativos y

curriculares. Sin embargo, el acercamiento a los ámbitos culturales donde la tarea de los profesores se lleva a cabo, así como a las distintas versiones y significaciones que tienen de sí mismos, nos revela que la eticidad mínima en la formación universitaria sigue siendo una aspiración. En la Universidad Autónoma de Sinaloa se han desarrollado investigaciones entre los profesores y estudiantes, y también acerca del discurso institucional, sobre la formación universitaria en la perspectiva de la ética y los valores profesionales en lo que va del siglo XXI. Un rasgo distintivo de la formación de profesionales en la UAS es el predominio de una racionalidad técnica, cuyos efectos en las disposiciones de los jóvenes para vivir su profesión es la construcción de trayectorias individuales hacia el éxito; en sus principales expectativas no se incluye su contribución a la disminución de la violencia social, la inequidad económica, la exclusión escolar, el analfabetismo, el creciente fenómeno autodestructivo de los adolescentes y otros rasgos que hoy caracterizan a la sociedad sinaloense. El desarrollo de la socio-moralidad en la formación universitaria es una asignatura pendiente, teniendo en cuenta el perfil ético contenido en las finalidades de la universidad. Aunado a lo anterior, en una exploración de la cultura de un segmento de profesores considerados como expertos en la formación de valores, se observó en ellos el dominio académico de este campo temático; sin embargo, sus actitudes ante dilemas de la docencia y su relación con las problemáticas sociales están sujetas a pautas institucionales que mantienen el control del profesorado, lo cual refleja la paradoja de que entre los mismos especialistas que han tomado a los valores educativos como su materia de trabajo, sus convicciones y actitudes son presa del conservadurismo que inhibe el desarrollo del ethos profesional (López Zavala, 2006: 18). El patrón de comportamiento docente se mantiene; se mimetizan discursos y prácticas universitarias, dice Valentín Félix (2010) con relación al seguimiento que realiza de los problemas de la formación profesional, y al estudiar la cultura de los profesores, donde ha identificado actitudes que se reproducen en los estudiantes y que son manifestaciones de un academicismo que busca cumplir metas de aprendizaje sin nexos con una ciudadanía democrática. "Es el pensamiento único en la universidad. que ha transformado sus intereses en las necesidades personales y sociales de los futuros profesionales" (Félix, 2010: 73). Una muestra de todas las carreras que se cursan en el campus principal de la UAS reflejó que la mitad de los estudiantes encuestados estuvieron de acuerdo en que se estudien las asignaturas académicas teniendo en cuenta problemáticas del entorno, "siempre y cuando no se politice la enseñanza"; una tercera parte se mostró indiferente y un amplio segmento de profesores están dudosos de que sea lo correcto, ya que consideran que son tiempos donde la política quedó atrás (López Zavala, 2009: 31-32). En el posgrado este patrón se mantiene: dos informes de investigación indican que los valores relacionados con el ethos profesional siguen estando tímidamente presentes. Esto lo expresaron los estudiantes y profesores de este nivel a través de cuestionarios y entrevistas

aplicados en todos los programas de maestría de la UAS (López Zavala et al., 2011). Es importante anotar que una recurrencia observada es que mientras los profesores dicen que hacen bien su trabajo, una franja minoritaria de estudiantes cuestiona que durante el trayecto de formación la docencia esté encerrada en el dominio teórico con escasa contrastación ante lo que sucede afuera de los muros escolares. En el contexto de estos resultados volteamos la mirada a nuestro espacio particular para conocer lo que hacemos y cómo lo hacemos en la pequeña comunidad de pedagogos de la UAS que tiene la encomienda de formar profesionales de la educación (López Zavala y Solís, 2011). El resultado es poco halagüeño: el dominio de saberes teóricos por los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación está sirviendo sólo para salvar exámenes y hacer exitoso el trayecto escolar, pues el desconocimiento de las problemáticas cotidianas del sistema educativo, los dilemas que a diario viven los profesores y el análisis de las posibilidades de cambiar a las escuelas, está fuera de la formación de los educadores. ¡En la casa de los pedagogos la ética profesional está moribunda! Y los necios que piden darle una vuelta al timón, son vistos como tales: necios. En un recuento de los estudios acerca de la formación de profesionales, particularmente en su dimensión socio-moral (López Zavala, 2011), defiendo el principio pedagógico de que la universidad tiene finalidades académicas y sociales. No ha de ser sólo la de formar individuos altamente competentes para el desarrollo económico del país; siendo ésta la realidad predominante en las universidades, se necesita anteponer a ella la convicción de que el desarrollo del ethos profesional con clara pretensión de justicia en la vida social, es el cinturón protector de las profesiones para impedir que queden atrapadas en una racionalidad tecno-instrumental. Dilemas éticos El papel que juega la ética profesional en la formación de estudiantes universitarios ha recobrado gran importancia. Debido a la política educativa tanto internacional como nacional, así como por las exigencias sociales, que han exhortado al sector educativo a retomar, de manera responsable, el trabajo en valores con los estudiantes de todos los niveles educativos. De aquí se desprende el esfuerzo que debe realizar la universidad pública por conseguir que los estudiantes de las diversas disciplinas alcancen una formación integral, incluida la dimensión ética de la profesión, la que contribuirá a que éstos realicen intervenciones profesionales de calidad en las comunidades en donde incidan. Plantearse lo que debe ser la formación de un profesional competente no es posible al margen de una formación ética y una educación para la ciudadanía. La profesionalidad comprende, además de competencias tanto teóricas como prácticas, una integridad profesional y una conducta profesional ética, como normalmente demandan y confían los ciudadanos o clientes. Por eso en el plano

internacional, hay una creciente preocupación porque la educación universitaria asuma, entre sus objetivos, formar a ciudadanos responsables de su sociedad (Marcovitch, 2002; Esteban, 2004). Así, el componente ético no debe ser algo ajeno o marginal al ejercicio profesional, por el contrario, forma parte del mismo (Barba y Alcántara, 2003). En consecuencia la formación integral de los futuros profesionistas, por parte de la universidad, debiera incluir, al menos tres grandes componentes: a) conocimientos especializados de la disciplina en cuestión, b) habilidades técnicas para la práctica y c) un marco de conducta ética en la actuación profesional (Bolivar, 2005). En países como Canadá, Estados Unidos de Norteamérica y Europa se han llevado a cabo importantes esfuerzos por diseñar y aplicar códigos éticos que regulan y guían la conducta profesional de los psicólogos. Asimismo, han realizado investigaciones para evaluar la conducta ética de éstos en situaciones que les plantean un conflicto de valores éticos de la profesión. Esto con el propósito de obtener información que genere conocimiento sobre este campo de estudio, de tal modo que se deriven propuestas y acciones para formar, de manera sistemática, tanto a profesionistas como a estudiantes en formación profesional. El universitario se pronuncia por una serie de principios éticos, los cuales guían la conducta profesional de los profesionales cuando se enfrentan a una situación que pone en conflicto sus valores de la profesión. Necesariamente, el profesional debe conocer y aplicar los principios y normas de conducta que se señalan en el Código Ético del profesional Cabe señala que hay poca investigación sobre los principios y dilemas éticos que han enfrentado estudiantes de Universidades durante su formación profesional, así como detectar las necesidades de un abordaje sistemático del aprendizaje de los principios y normas éticas de conducta. ¿QUÉ ES SER UN PROFESIONAL? El secreto profesional ha sido considerado como un elemento indispensable para el ejercicio de diversas profesiones, y como elemento de seguridad en la relaciones dentro de una sociedad. Así, ya en la época del primero Código Civil Francés, se consagró este deber/derecho, en miras tanto al derecho del cliente, como al ejercicio libre de la profesión. Sin embargo, la complejidad del desarrollo de la vida en sociedad y el denominado interés público, han llevado a cuestionar respecto del carácter absoluto del secreto profesional, tal como se instauró en otras épocas. Hoy vemos, en cambio, hemos

sido testigos de casos que abogados son llamados a declarar contra ex clientes o la confiscación de documentos en un estudio de abogados. De esta forma, se presenta el problema de hasta qué punto es admisible una limitación al secreto profesional, sin que ello signifique una vulneración de los derechos del cliente ni perjudique al desarrollo social. Es este conflicto central que se presenta en el ámbito de las excepciones al secreto profesional, pues se cuestiona sobre la legitimidad de de esos límites y si ellos son tolerables en el ejercicio de la profesión. EL SECRETO PROFESIONAL Concepto. El secreto profesional, en sentido amplio, corresponde al ―secreto surgido con ocasión de un servicio cuya prestación requiere un determinado saber científico o técnico en quien lo realiza‖.

Antecedentes históricos El secreto en las profesiones ha tenido un tratamiento desde antiguo en las diferentes costumbres y legislaciones. En el juramento Hipocrático se menciona – ―todo lo que viere u oyere en mi profesión o fuera de ella, lo guardaré con sumo sigilo‖. El juramento hebreo de Asaf que data de los siglos III y VII reza ―no revelarás secretos que se te hayan confiado‖, la tradición católica da un lugar especial a la confidencialidad en el Sacramento de Reconciliación o Confesión (Secreto de Confesión). Pero para muchos analistas del tema, el secreto impuesto a determinadas actividades deviene de la época de los romanos. Por supuesto, aplicado en términos generales primero y luego en forma más específica a ciertas profesiones. En esa época existían dos formas de explicar la existencia de este secreto profesional: la ―conmiso‖, en virtud de la cual la obligación de secreto se imponía debido a la existencia de una convención anterior a la confidencia, lo cual hacía convertir el acto de confidencia y recepción en una especie de pacto. La otra forma era la ―promiso‖, que, al revés de lo antes señalado, suponía que primero se entregaba la confidencia y luego, inmediatamente de recibida, nacía para el depositario, por el solo hecho de la confidencia, la obligación de no revelarla. En el Corpus Juris del Derecho Romano, Digesto, (Ley 25 de Test. XXII, V) se hace referencia a la obligación de no propalar secretos respecto de abogados, procuradores y escribanos.

En la actualidad todas las profesiones establecen de diferentes maneras y en forma continua el derecho de las personas a la confidencialidad de aquellas informaciones obtenidas a lo largo de la relación con un profesional. Modernamente los códigos consideran que esta norma no es absoluta, es decir, que se consideran que hay situaciones particulares en las cuales no es obligatorio el secreto profesional, incluso en muchos casos se fijan explícitamente aquellas excepciones a la norma. Justificación del secreto profesional El secreto profesional es una obligación de confidencialidad, que se impone por la necesidad de que exista una absoluta confianza entre el profesional y quienes acuden a solicitar sus servicios. Por ejemplo, un acusado no podría contar toda la verdad a su abogado si luego se pudiese obligar al abogado a declarar como testigo lo que le ha contado. En otros casos, como el de los médicos, el secreto profesional se basa en el respeto a la intimidad del paciente. Clasificación del secreto profesional Existen tres clases de secretos: 1. El secreto natural: es independiente de todo contrato, se extiende a todo lo que, ya sea descubierto por casualidad, por investigación personal o por confidencia, y no puede divulgarse. Aunque el depositario del secreto no haya prometido guardar secreto, ni antes ni después de habérsele manifestado el hecho o de haberlo descubierto, está obligado a callar, en virtud del precepto moral que prohíbe perjudicar a los demás sin motivo razonable. 2. El secreto prometido: nace de un contrato, de la promesa de guardar silencio después de haber conocido el hecho, ya sea por casualidad, por investigación personal o por confidencia espontánea o provocada. Un mismo secreto puede ser a la vez natural y prometido. Será natural cuando la cosa de suyo requiera sigilo, pero si además va acompañado de una promesa, también será prometido. 3. El secreto confiado: también dimana de una promesa explícita o tácita hecha antes de recibir la confidencia de lo que se oculta. Se le comunica que previamente ha prometido, expresa y tácitamente por razón de su

oficio o al menos de las circunstancias, guardar silencio, y le es participado lo que se mantenía oculto, añadiendo que se le revela confiado en su promesa bajo el sello del secreto. El secreto pasa entonces a ser estrictamente confidencial o profesional; confidencial, cuando la confidencia se ha hecho a un hombre que está obligado por razón de su oficio a prestar ayuda o a dar consejo. Profesional cuando se ha confiado, ya de palabra, ya en sus acciones, a un hombre a quien su profesión obliga a asistir a los demás con sus consejos o cuidados, por ejemplo: abogado, contador, médico, sacerdote, consejeros de oficio. Violación del secreto profesional El secreto profesional se vulnera en los siguientes casos: 

Se puede producir daño en forma directa, es decir en forma consciente y premeditada.



Se vulnera en forma intencional pero indirecta.



A través de una confidencia a otra persona.



A través de una conversación informal, con ligereza.

DISCERNIMIENTO DEL SIGNIFICADO ÉTICO Ética en el ámbito personal y social La palabra ética proviene del vocablo griego ethos que significa comportamiento o costumbre. Ética son los principios de la conducta humana. En la historia de la ética hay tres modelos de conducta principales: la felicidad o placer; el deber, la virtud o la obligación; y la perfección, el más completo desarrollo de las potencialidades humanas. Como una ciencia normativa, la ética debe ser aplicada por todos los integrantes de una sociedad en todos los ámbitos para un equilibrio en la conducta. Los ámbitos en que la ética aparece son en el ámbito personal, social, académico, y en el ámbito del ejercicio de la ciudadanía. La ética en el ámbito personal se refiere a la valoración de la persona en sí misma, es decir, la autovaloración, al desarrollo de una conciencia sobre la propia dignidad personal, y esto determina la atención y desarrollo de ciertos valores. La ética en el ámbito de la sociedad corresponde a los valores que nos formamos, aplicados en la forma de relacionarnos con el medio social.

La ética personal forma parte integral del actuar de las personas respecto a las acciones realizadas en la ejecución de sus actos vivenciales, sean estos de cualquier naturaleza. Se trata de una forma de vida, de un compromiso permanente cuya violación es inexcusable ante la propia persona y aquellos que conocieron de las acciones violatorias. El alma humana está compuesta por tres elementos —el intelecto, la voluntad y la emoción— cada uno de los cuales poseen una virtud específica en la persona buena y juega un papel específico. La virtud del intelecto es la sabiduría, o el conocimiento de los fines de la vida; la de la voluntad es el valor, la capacidad de actuar, y la de las emociones es la templanza, o el autocontrol. La virtud última, la justicia, es la relación armoniosa entre todas las demás, cuando cada parte del alma cumple su tarea apropiada y guarda el lugar que le corresponde. La responsabilidad o ética individual se considera más importante que la obediencia a la autoridad o a la tradición. La ética personal está muy influida por el problema del bien y el mal en cada individuo a la lucha del impulso del yo instintivo para satisfacer todos sus deseos y la necesidad del yo social de controlar o reprimir la mayoría de esos impulsos con el fin de que el individuo actúe dentro de la sociedad. Ética en la práctica profesional La ética tiene repercusiones muy importantes tanto para la vida profesional de un individuo, así como en su entorno y la sociedad en la que se encuentre. Ética, que significa costumbre, por lo que algunos autores colocan la Ética como la ciencia de los actos humanos, la costumbre y hábitos orientados a los principios, otros lo llaman ciencia de la voluntad orientada a un fin. Al final estos conceptos nos llevan a que la ética, estudia la libre voluntad del hombre sin perjudicar al hombre, es decir, respetándose a su mismo y a otros. La ética nace de la necesidad de tener un código, que nace de la aplicación de las normas generales de la conducta en la práctica diaria, lo que quiere decir que la ética profesional se refiere a la práctica de normal profesionales cuyo propósito es de servir de guía a la acción moral. En estos se incluyen aspectos desde independencia de criterio al expresar cualquier juicio profesional manteniéndose imparcial, la calidad profesional, la preparación, el respecto y la dignificación de la profesión, hasta la lealtad, la responsabilidad y la moral. El practicar estos principios éticos nos traerá, además de satisfacción y tranquilidad con nosotros mismos, beneficios tales como la motivación de otros colaboradores, generación de confianza, enmarcar la actuación de los

colaboradores y orienta al empresario a actuar con imparcialidad, atraer a personas altamente calificadas, etc. Además de mejorar el ambiente moral y social que nos rodea. Los efectos de llevar al cabo estos principios éticos, nos lleva a no solo mejorar nuestro trabajo y nuestra convivencia e integración con la sociedad, si no a mejorar también esta misma sociedad, pues a través del ejemplo de uno, puede contagiar y fomentar principios éticos que mejoren el entorno social en el que vivimos. Se dice que un grano de arroz puede significar una diferencia y este puede ser un ejemplo de ello. En sociedades donde se promueven los valores familiares, la ética, el voluntariado y acciones en pro de ayuda y respeto entre los individuos, genera repercusiones no solo en el ambiente de la sociedad, si no económicos, pues el bienestar de la población genera un aumento en la productividad de esta. En resumen, la ética en la práctica profesional consiste en llevar al cabo dichos servicios profesionales con eficiencia, preparándonos para ofrecer un servicio de calidad, con transparencia, lealtad y honestidad, esto sin afectar nuestros principios éticos morales y respetándonos a nosotros mismos, a los clientes de dicho servicio y a la sociedad en sí. IMPORTANCIA DEL ESTUDIO DE LA ÉTICA La ética es la disciplina filosófica que estudia la moral del hombre en sociedad. Ahora bien, ¿qué importancia puede tener esta ciencia para nosotros? Si se analiza con cierta profundidad la tarea filosófica, se verá en esta última instancia esta suele desembocar en una forma de vida, en la fundamentación de una actitud moral. Aun las más abstractas reflexiones hechas por el hombre acerca del misterio del cosmos y de la vida, no tiene otra razón de ser que la de justificar una ética. Y esto se corrobora aún en los filósofos que se elevan hacia las cimas de la Metafísica o en los míticos que entregados a la meditación, parecen no tener otro Interés que el deleite de la iluminación y la revelación divina. La importancia de la ética deriva de su objeto de estudio: la moral. Desde que el hombre se agrupo en sociedades tuvo necesidad de crear reglas que le permitieran regular su conducta frente a los otros miembros de la comunidad. De manera que la moral es una constante de la vida humana. Los hombres no pueden vivir sin normas ni valores. Si se prescinde del estudio y comprensión de este aspecto de la experiencia humana que es la moral, se tendrá una imagen bastante incompleta o fragmentaria del hombre y su cultura.

La ética nos ilustra acerca del porqué de la conducta moral. Los problemas que la ética estudia son aquellos que se suscitan todos los días, en la vida cotidiana, en la labor escolar, en la actividad profesional, etc. Problemas como ¿Qué es un comportamiento bueno y un comportamiento malo? ¿Se es libre para realizar tal o cual acción?, ¿quién nos obliga a realizar esta acción?; entre estas dos acciones, ¿cuál se debe de elegir? Todos estos problemas que la ética estudia plantean una urgente solución que no puede postergarse porque constituyen el meollo de la vida misma, pues en última Instancia, el hombre que es un ser moral. La moral escribe José Ortega y Gasset no es un desarrollo suplementario y lujoso que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y vital eficacia. Un hombre desmoralizado es simplemente un hombre que no está en posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad, y por ello no vive su vida, y por ello no crea ni fecunda, ni hincha su destino.

Esta importancia que reviste la Ética como estudio y comprensión de la vida moral puede ilustrarse con el pensamiento de algunos filósofos representativos de la Historia. Estos filósofos muestran que la Filosofía no es puramente teórica, sino que desemboca en problemas prácticos relacionados con la situación concreta del hombre; hacen pensar, asimismo, que tal vez detrás de toda filosofía haya una decisión de tipo moral. La filosofía como forma de vida aparece por primera vez entre los griegos. Es difícil separaren estos filósofos la teoría de la práctica. Recuérdese por ejemplo a Sócrates, a los cínicos, a los estoicos, a Platón, para quienes la filosofía es un saber sobre la vida moral. Un ejemplo elocuente de la unión inseparable entre ética y filosofía lo proporciona Sócrates ―El destino de Sócrates comenta José Luis Aranguren en su Ética ha sido, sin duda, el acontecimiento más importante de la vida filosófica, de la historia de la filosofía como existencia. En la muerte de Sócrates trasparece toda la grandeza y toda la limitación de la actitud ética pura. La muerte de Sócrates fue el modelo de la muerte ética. La muerte de Cristo fue la muerte religiosa por excelencia.‖ Dando un salto hacia el siglo XVIII se encuentra la figura esclarecida de Manuel Kant (1724-1804), filósofo muy importante en la Ética, como se verá en las lecciones. Se dice que el problema medular de la filosofía kantiana es el que se refiere al conocimiento: ¿Cómo es posible el conocimiento? ¿Cómo es posible la ciencia? Sin embargo, ahondando más en el pensamiento filósofo de Konigsberg,

se da uno cuenta del importante papel que las preocupaciones morales desempeñaron en su pensamiento. Oswald Kulpe, biógrafo de Kant, dice al respecto ―La moralidad fue el núcleo y la estrella de su existencia, el centro de donde procedía el hilo constructor de su pensamiento y de su sensibilidad, de su sensibilidad, de su acción de su voluntad. La primacía de la razón práctica llenó y determinó su personalidad. Su vida no era un accidente casual sino un severo destino, una seria misión que únicamente podía llevar a cabo con un sistema de medios y fines. Así se da a las cosas accesorias la importancia que hayan de tener en el sentido predominante del conjunto.‖ Es notorio también el ejemplo que no da Johan Gottieb Fichte (1762-1814). Según este filosofó, el tipo de filosofía que se sostiene indica el tipo de hombre que se es. Por ejemplo, si el filósofo se inclina por el materialismo, acabará por someterse a la necesidad de los hechos naturales, prefiriendo la necesidad a la libertad; en cambio, si opta por el idealismo, su decisión incluirá la libertad y la creencia en la vida espiritual, etc. Según Federico Nietzche (1844-1900), toda la filosofía depende en última instancia de la Ética. La vida moral del hombre constituye la raíz de donde brota el pensamiento filosófico. Se ha visto que aun su teoría del eterno retorno tiene una expresión ética, significa que el hombre es responsable a tal punto que sus actos permanecerán, volverán una y otra vez, de tal manera que lo que se es lo que se ha hecho, en virtud del eterno retorno de las cosas, quedará establecido para siempre. Otro filósofo que le confiere a la ética un papel decisivo es el mexicano Antonio Caso (1883-1946). Según Caso, hay dos problemas fundamentales que la Filosofía tiene que resolver: ¿Qué es el mundo? y ¿Cómo es bueno vivir en el mundo? La primera interrogante debe ser contestada por la Metafísica; en tanto que la segunda, por la Ética. De estos dos problemas, el de carácter es el de mayor importancia, pues casi siempre ha vivido sin saber, a ciencia cierta, qué es el mundo; en cambio uno puede vivirse sin saber cómo es bueno vivir en el mundo. No puede vivirse sin una moral que oriente, que guíe la vida hacia la asimilación de los valores humanos. Es tan importante la ética para el maestro Caso, que considera que cuando el hombre asimile plenamente los valores morales será inútil toda la filosofía: mientras esto no suceda, es discreto seguirla practicando. RESPONSABILIDAD PROFESIONAL Según Aquiles Menéndez. Menéndez, en su libro "Ética profesional", define a la responsabilidad como sinónimo auténtico de "conciencia": la obligación de rendir cuenta de los propios actos. La responsabilidad como deber es entendida como la obligación de responder de nuestros actos ante un tribunal. Se habla de

responsabilidad moral cuando el tribunal es Dios o la propia conciencia, la responsabilidad legal (o específicamente, civil o penal) cuando el tribunal es el Poder Judicial. La responsabilidad profesional surge en este punto como incluido dentro de la responsabilidad moral, alcanzando el interior de nuestra conciencia. Tiene dos objetivos primordiales: evitar toda falta voluntaria y disminuir en lo posible en número de faltas involuntarias por debilidad humana, flaqueza propia o negligencia ajena. El autor de "Ética profesional" agrupa arbitrariamente los principales tipos de responsabilidades en tres clases: 

Responsabilidad profesional consigo mismo: que exige una conciencia fiel a un triple deber de competencias físicas, intelectuales y sociales. Un ejemplo de su desmedro se da en el caso de profesionales que, por dinero o un mayor status, usan su título profesional para venderse al mejor postor, sin considerar las actividades que apadrinarán, sus fines o su lealtad al trabajo.



Responsabilidad profesional con el prójimo: se refiere al trato con los prójimos profesionales: colegas, colaboradores, clientes y acreedores. Deja de lado las responsabilidades consignadas en el Derecho Civil para centrarse en la responsabilidad natural hacia la persona, humana y su dignidad como tal. Ejemplos de ella son el aprecio hacia un colega que obtuvo méritos, la fidelidad hacia nuestros colaboradores, la comprensión de las necesidades de los clientes y las exigencias de un acreedor.



Responsabilidad profesional con la sociedad: es la responsabilidad que tiene el profesionista por el hecho de poseer un título universitario. De su inteligencia en la opinión y sus energías en la acción depende la conducción del pueblo, quien marcha siempre dirigido por un guía. Aquí podemos señalar a los líderes que defienden a las poblaciones explotadas por compañías petroleras o aquellos que regresan después de sus estudios fuera de su tierra natal para mejorar la calidad de vida de sus pueblos.

En la misma línea de la ética profesional, afirma que los individuos profesionales deben ser conscientes de su posición en la sociedad y cultivarla a través de: 

Su personalización e individualización.



Ejercitando la profesión de manera honrada -sin desvirtuar su autonomía y su función específica.



Evitando delegar responsabilidades a las organizaciones, ya sean estas estatales o privadas.

Así se conseguirá que la conciencia y la madurez espiritual de los profesionales pueda, en conjunto, restablecer la tranquilidad de sus hogares y de su patria, con la confianza de su libertad y su destino. B) Según Lilia Cote y Paul García: En un texto con versiones impresa y publicada en Internet, Lilia Cote y Paul García afirman que el concepto de responsabilidad profesional es la obligación de reparar y satisfacer las consecuencias de los actos, omisiones y errores voluntarios e involuntarios incluso, dentro de ciertos límites, cometidos en el ejercicio de su profesión. Entraña el compromiso moral de responder de los actos propios y, en algunos casos, de los ajenos, y la obligación de reparar o indemnizar las consecuencias de actos perjudiciales para terceros. Su objetivo es brindar un instrumento que obligue al cumplimiento de una conducta libre pero respetuosa, sin invadir o lesionar a terceros. Los autores sostienen que su alcance principal es resarcir el daño generado por mala praxis, y en esa línea sostienen que la responsabilidad profesional puede tener varias vertientes: 

Responsabilidad profesional civil: Ocasionada por el incumplimiento de las obligaciones del profesional, presumiendo una conducta indebida sancionable de manera económica. Aunque no está claramente estipulada en el Código Civil, ésta se circunscribe al cumplimiento de las obligaciones generadas por un contrato.

Un ejemplo a considerar es la entrega de una obra de infraestructura en una fecha posterior a la estipulada en un contrato de adjudicación, lo que es hecho común en la administración pública y que genera demandas por incumplimiento de contrato. 

Responsabilidad profesional penal: hace referencia a la comisión de un delito. Por lo tanto, los delitos cometidos en el ejercicio de la profesión pueden ser intencionales o dolosos e imprudenciales o culposos.

En esta sección puede citarse el caso de los médicos que realizan un diagnóstico incorrecto de la dolencia de uno de sus pacientes, que redunda en complicaciones y/o la muerte, siendo acusados posteriormente de homicidio culposo. Responsabilidad profesional administrativa: Se genera cuando los servidores públicos cometen faltas ligeras o tienen conducta ilícita relativamente leve, las que son sancionadas por las autoridades administrativas a través de apercibimientos, amonestaciones, suspensiones o expulsiones de la entidad pública, sanción económica o inhabilitación. Un ejemplo que ilustra este tipo de responsabilidad es retardar la atención de una solicitud que requiere su atención urgente. Como la tendencia del texto es hacia la culpabilidad de los profesionales, expone una serie de estrategias para reducir o evitar los factores de riesgo: 

Conocimiento inadecuado o insuficiente: apelan a la reestructuración de planes de estudio según niveles de competencia, la educación continua y la elaboración de guías prácticas.



Destreza limitada: apoyan al adiestramiento tutelado y especializado en técnicas innovadoras, además de la reestructuración de programas de estudio, ya mencionados en el acápite anterior.



Juicio equivocado: proponen la elaboración de consensos entre varios especialistas, la retroalimentación con resultados de experiencias previas, y el fortalecimiento de las metodologías cuya efectividad haya sido comprobada.



Delegación de acciones a profesionales en formación o auxiliares: apuestan por la supervisión de las actividades.



Falta de comunicación dentro del equipo de trabajo: dan soporte a la coordinación al interior de los grupos.



Recursos físicos, materiales y humanos insuficientes: apoyan la administración eficiente, el suministro adecuado de insumos y la optimización de recursos, además del mantenimiento preventivo y correctivo.

CÓDIGO DE ÉTICA DEL COLEGIO DE INGENIEROS DEL PERÚ Todo ingeniero, en el desarrollo de sus funciones y actividades profesionales, debe cumplir con las siguientes normas de comportamiento ético y responsable: Relación con la Sociedad



  

Reconocer que la seguridad, la salud y el bienestar de la población y el desarrollo tecnológico del país, dependen de los juicios y decisiones de ingenieros profesionales. Cuidar que los recursos sean usados en forma racional y adecuada, evitando su abuso y mal uso. Respetar y hacer respetar las disposiciones legales que garanticen la conservación del medio ambiente. Advertir los hechos que en su opinión puedan poner en peligro la vida, la salud, la seguridad o la propiedad, llamando la atención de ello a quienes sean responsables.

Relación con el Público     

Ser objetivos y veraces en sus informes, declaraciones y testimonios profesionales. Expresar opiniones en temas de ingeniería basados en un adecuado análisis y conocimiento de los hechos. Explicar su trabajo profesional en forma clara y sincera, cuidando de no promover sus propios intereses. Ampliar el conocimiento del público acerca de la ingeniería y de los servicios que presta a la sociedad. No participar en la diseminación de conceptos falsos o exagerados acerca de la ingeniería.

Competencia y Perfeccionamiento Profesional  

 

Realizar trabajos solamente cuando se cuenten con los estudios o experiencias en el campo específico. Sugerir la necesidad de consultar con especialistas en los casos en que no se encuentre con la capacidad para resolver los problemas que se presentan en el diseño, obra o proyecto a su cargo. Autorizar documentos o trabajos sólo cuando hayan sido elaborados por el mismo ingeniero o bajo su control. Mantener actualizados sus conocimientos a través de la asistencia a cursos, seminarios, reuniones y la práctica profesional.

Del Ejercicio Profesional   



Promocionar sus servicios profesionales en órganos reconocidos y serios, resaltando los aspectos técnicos. Formar y consolidar su reputación profesional en base a la calidad de sus servicios y no compitiendo en forma desleal. Servir con fidelidad a sus empleadores y clientes, evitando los conflictos de interés, manteniendo secreto y reserva respecto a toda información o trabajo relacionado con ellos. Garantizar los derechos laborales de su personal dependiente, velando por la seguridad de sus vidas y su salud.

Relación con los Colegas 

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No revisar ni emitir opinión sobre el trabajo de otro ingeniero para el mismo cliente, salvo que este tenga conocimiento y sólo cuando haya concluido el trabajo. En el servicio del sector público, deben revisar y evaluar las tareas de otro ingeniero sólo cuando sus obligaciones así lo requieran. No dañar la reputación profesional, las perspectivas, las prácticas o el empleo de otro ingeniero. En ningún caso deberán atribuirse la propiedad intelectual y autoría de tareas desarrolladas por otro profesional.

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S018526982013000400017&script=sci_arttext

https://es.scribd.com/doc/42700859/Etica-en-el-ambito-personal-y-social Instituto Mexicano de Contadores Públicos. Código de Ética Profesional, 8ª ed. México, IMP., 77pp. Beneficios de un código de ética. en Proetica: www.proetica.info MENÉNDEZ, Aquiles. Ética Profesional. Undécima Edición. Editorial Herrero Hermanos, Ciudad de México, 1992, 281 pp.

http://cybertesis.urp.edu.pe/abet-ingenieria/otros/codigo_etica_CIP/

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