Estudio Vida Genesis
April 17, 2017 | Author: Mariano Vidal | Category: N/A
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Estudio-vida de Genesis CONTENIDO 1. GENESIS: ESQUEMA GENERAL Y PENSAMIENTO CENTRAL 2. LA REBELION Y LA CORRUPCION DE SATANAS 3. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (1): EL PROCESO 4. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (2): EL PROCESO 5. LAS LUMBRERAS DEL CUARTO DIA (UN PARENTESIS) 6. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (3): EL PROPOSITO 7. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (4): EL PROPOSITO 8. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (5): LA MAXIMA CONSUMACION 9. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (6): LA MAXIMA CONSUMACION 10. EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA PARA CUMPLIR SU PROPOSITO (1) 11. EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA PARA CUMPLIR SU PROPOSITO (2) 12. LA TRANSFORMACION PARA LA EDIFICACION EN EL FLUIR DE VIDA 13. LOS DOS ARBOLES (1) 14. LOS DOS ARBOLES (2) 15. LA LINEA DE LA VIDA EN LAS ESCRITURAS 16. LA LINEA DEL CONOCIMIENTO A LO LARGO DE LAS ESCRITURAS 17. DIOS SE FORJA COMO VIDA EN EL HOMBRE 18. LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE 19. DIOS AFRONTA LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE (1) 20. LA SERPIENTE, LA MUJER Y LA SIMIENTE DE LA MUJER 21. DIOS AFRONTA LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE (2) 22. LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE (1) 23. CAIN Y ABEL 24. LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE (2) 25. LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE (3) 26. LA MANERA DE ESCAPAR DE LA CONSECUENCIA FINAL DE LA CAIDA DEL HOMBRE 27. LA TERCERA CAIDA DEL HOMBRE 28. LA MANERA DE SALVARSE DE LA TERCERA CAIDA DEL HOMBRE (1) 29. LA VIDA Y OBRA QUE CAMBIO LA ERA 30. LA MANERA DE SALVARSE DE LA TERCERA CAIDA DEL HOMBRE (2) 31. SALVOS POR MEDIO DEL AGUA 32. LA VIDA EN RESURRECCION (1) 33. LA VIDA EN RESURRECCION (2) 34. LA VIDA EN RESURRECCION (3) 35. LA VIDA EN RESURRECCION (4) 36. LA CUARTA CAIDA DEL HOMBRE 37. EL SIGNIFICADO DEL LLAMADO DE DIOS 38. EL TRASFONDO Y EL ORIGEN DEL LLAMAMIENTO DE DIOS Y LA EXPERIENCIA DE LOS LLAMADOS 39. EL MOTIVO Y LA FUERZA DEL LLAMAMIENTO 40. EL PROGRESO OBTENIDO AL RESPONDER AL LLAMADO DE DIOS 41. VIVIR POR LA FE 42. LA PRUEBA DEL LLAMADO 43. LA VICTORIA DE LOS LLAMADOS 44. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS:
LA SIMIENTE Y LA TIERRA 45. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: EL PACTO DE DIOS CON ABRAHAM 46. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA ALEGORIA DE LAS DOS MUJERES 47. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA CIRCUNCISION CONFIRMA EL PACTO DE DIOS 48. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA REVELACION DEL TITULO DIVINO Y EL CAMBIO DE LOS NOMBRES HUMANOS PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS 49. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA CIRCUNCISION QUE CUMPLE EL PROPOSITO DE DIOS 50. VIVIR EN COMUNION CON DIOS: LA COMUNION CON DIOS EN EL NIVEL HUMANO 51. VIVIR EN COMUNION CON DIOS: UNA INTERCESION GLORIOSA 52. VIVIR EN COMUNION CON DIOS: UN JUSTO DERROTADO 53. VIVIR EN COMUNION CON DIOS: UNA COLUMNA DE SAL 54. VIVIR EN COMUNION CON DIOS: LA DESCENDENCIA OBTENIDA POR INCESTO 55. VIVIR EN COMUNION CON DIOS: LA DEBILIDAD ESCONDIDA Y LA INTERCESION VERGONZOSA 56. EL NACIMIENTO Y CRECIMIENTO DE ISAAC 57. ISAAC ES OFRECIDO (1) 58. ISAAC ES OFRECIDO (2) 59. MUERTE Y SEPULTURA DE SARA 60. EL MATRIMONIO DE ISAAC, UNA VIDA PRACTICA EN UNIDAD CON EL SEÑOR 61. EL MATRIMONIO DE ISAAC, UNA FIGURA DE LA BODA DE CRISTO Y LA IGLESIA 62. SIN MADUREZ EN VIDA 63. HEREDAR LA GRACIA 64. DESCANSAR Y DISFRUTAR 65. UNA DEBILIDAD NATURAL COMO ABRAHAM Y UNA VIDA NATURAL COMO JACOB 66. LA ELECCION 67. BAJO LA MANO DE DIOS (1) 68. BAJO LA MANO DE DIOS (2) 69. BAJO LA MANO DE DIOS (3) 70. BAJO LA MANO DE DIOS (4) 71. BAJO LA MANO DE DIOS (5) 72. BAJO LA MANO DE DIOS (6) 73. BAJO LA MANO DE DIOS (7) 74. BAJO LA MANO DE DIOS (8) 75. QUEBRANTADO 76. DESPUES DEL QUEBRANTAMIENTO 77. UNA VISTA PANORAMICA DEL EDIFICIO DE DIOS EN LAS ESCRITURAS 78. TRANSFORMADO (1) 79. TRANSFORMADO (2) 80. TRANSFORMADO (3)
81. TRANSFORMADO (4) 82. TRANSFORMADO (5) 83. TRANSFORMADO (6) 84. TRANSFORMADO (7) 85. EL CONSTRUCTOR DE LAS COLUMNAS: EL HABIL HIRAM (1) 86. EL CONSTRUCTOR DE LAS COLUMNAS: EL HABIL HIRAM (2) 87. TRANSFORMADO (8) 88. LA MANERA DE SER PERFECCIONADOS COMO COLUMNAS 89. TRANSFORMADO (9) 90. TRANSFORMADO (10) 91. TRES COLUMNAS Y UNA TORRE EN LA VIDA DE JACOB 92. LA MADUREZ: EL PROCESO DE LA MADUREZ (1) 93. LA MADUREZ: EL PROCESO DE LA MADUREZ (2) 94. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (1) 95. LA BENDICION 96. LOS TRASPASOS DE PRIMOGENITURA QUE CONSTAN EN LAS ESCRITURAS 97. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (2) 98. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (3) 99. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (4) 100. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE LA BENDICION PROFETIZADA EN CUANTO A JUDA, ZABULON E ISACAR (1) 101. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE LA BENDICION PROFETIZADA EN CUANTO A JUDA, ZABULON E ISACAR (2) 102. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (5) 103. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE DAN, GAD, ASER Y NEFTALI 104. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (6) 105. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE JOSE Y DE BENJAMIN (1) 106. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE JOSE Y DE BENJAMIN (2) 107. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE JOSE Y DE BENJAMIN (3) 108. LA MAXIMA CONSUMACION DE LA OPERACION QUE DIOS EFECTUA EN LA BIBLIA 109. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (7) 110. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (1) 111. EL VIVIR DE JOSE CORRESPONDE A SU VISION 112. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (2) 113. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (3) 114. EL SECRETO DE LA LIBERACION Y EXALTACION DE JOSE 115. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (4) 116. JOSE DISCIPLINA A SUS HERMANOS 117. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (5) 118. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (6) 119. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (7) 120. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (8)
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE UNO GENESIS: ESQUEMA GENERAL Y PENSAMIENTO CENTRAL ¡Alabado sea el Señor por la Biblia! ¡Alabado sea el Señor por la vida, la vida divina, la vida eterna, que contiene este libro! ¡Y alabado sea el Señor por habernos brindado la oportunidad de tener un estudio-vida de Su Palabra divina con una congregación tan grande! Si Dios quiere, a partir de hoy, 6 de abril del 1974, continuaremos este estudio-vida que nos llevará por toda la Biblia, libro tras libro, cada fin de semana. Que el Señor nos conceda Su bendita presencia y Su rica unción en todo nuestro estudio.
UN LIBRO MARAVILLOSO La Biblia es un libro maravilloso. ¡Es el “libro” por excelencia! Fueron necesarios 1600 años para terminarlo, empezando con Moisés, el profeta más grande que Dios tuvo, y terminando con el apóstol Juan. La Biblia fue confirmada 300 años más tarde (397 d. de C.) en el concilio de Cartago en el norte de Africa. Poco después, la Iglesia Católica impidió que el pueblo tuviese acceso a la Biblia. La Biblia quedó sellada por casi mil años, desde el siglo sexto hasta el siglo quince. La historia le dio a ese período el nombre de la Edad Media o el Oscurantismo. La sociedad humana cayó en tinieblas porque no tuvo acceso a la Biblia, la cual contiene toda la luz divina. Más adelante Dios usó a Martín Lutero para divulgar la Biblia durante la Reforma. Por esos mismos días se inventó la imprenta, que permitió la impresión de la Biblia. Aunque se publicó bastante, la Biblia no quedó muy abierta. Sin embargo, le damos las gracias al Señor por haber abierto Su Palabra repetidas veces mediante muchos maestros destacados en estos últimos cinco siglos. Permanecemos en la senda trazada por ellos y les estamos agradecidos. No obstante, le damos muchísimas gracias al Señor por habernos abierto la Biblia de una manera tan clara, proporcionándonos así un rico estudio-vida de la Palabra viva.
EL ALIENTO DE DIOS ¿Qué es la Biblia? Sabemos que la palabra “Biblia” significa “el libro”. Pero ¿qué es este libro? La Biblia misma dice que “toda la Escritura es dada por el aliento de Dios” (2 Ti. 3:16). La Biblia es el aliento de Dios. No es simplemente la palabra o el pensamiento de Dios, sino Su mismo aliento. Todo lo que exhalamos es nuestro aliento, y este aliento procede de nuestro ser. Por lo tanto, la Biblia, como aliento de Dios, es algo exhalado desde el ser de Dios. La Biblia contiene el elemento mismo de Dios. Todo lo que Dios es se encuentra en este libro divino. Dios es luz, vida, amor, poder, sabiduría y mucho más. Todo eso constituye el ser de Dios y fue exhalado y plasmado en la Biblia. Cada vez que abrimos este libro con un corazón abierto y con un espíritu abierto, podemos tocar inmediatamente algo divino: no sólo pensamientos, conceptos, conocimiento, palabras o frases, sino algo más profundo: tocamos a Dios mismo.
EL ESPIRITU Y LA VIDA El Señor Jesús dijo que las palabras que El pronuncia son espíritu y son vida (Jn. 6:63). ¿Podemos
imaginar que la Biblia como Palabra de Dios es el Espíritu? No son simplemente palabras escritas en papel, sino algo más elevado, más profundo, más completo y más rico; son Espíritu y son vida. Y la Biblia nos dice que el Espíritu es Dios mismo (Jn. 4:24) y que la vida es Cristo (Jn. 14:6). No estoy diciendo que la Biblia sea Dios mismo, sino que el Señor Jesús declara que lo dicho en la Biblia es el Espíritu, y el Espíritu es Dios mismo, el Señor, quien es vida para nosotros. Cuando tenemos contacto con la Palabra, tenemos contacto con Dios mismo y recibimos vida, si estamos en la posición correcta y si estamos abiertos en nuestro corazón y espíritu. Cuando llegamos a la Palabra divina, prácticamente todo nuestro ser participa. Debemos llegar con un corazón que busca a Dios, con una mente clara y sobria, y con un espíritu abierto. Si abrimos nuestro espíritu a Dios y a Su Palabra, podemos tocarlo a El mismo en cada página impresa. No se trata de leer simplemente con nuestros ojos, de entender con nuestra mente, ni de buscar con nuestro corazón, sino de tocar a Dios en nuestro espíritu. Si ejercitamos todo nuestro ser de esta manera, no sólo recibimos una revelación, sino que algo del elemento divino, revelado y comunicado por Su Palabra será trasmitido en nuestro espíritu. Por tanto, Efesios 6:17-18 dice que debemos recibir “la palabra de Dios ... con toda oración y petición”. Debemos tomar lo que dice la Biblia no sólo leyéndolo y estudiándolo, sino también con toda oración. Debemos leer y estudiar la Biblia con oración, es decir, debemos ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con el Señor por medio de la oración hecha con la lectura de la Palabra divina.
PALABRA ADICIONAL Usted ya ha escuchado que todas las verdades bíblicas fueron sembradas en Génesis, particularmente en el capítulo 1. Como vimos, Génesis 1 habla de la luz, y esta luz se desarrolla en toda la Biblia. Vimos la luz del primer día, las lumbreras del cuarto día, y el desarrollo de éstas hasta el final de la Biblia, donde leemos en los últimos dos capítulos que “no habrá noche”. Finalmente, Dios mismo será la luz para Sus redimidos. Nosotros los redimidos que estaremos en la Nueva Jerusalén no necesitaremos el sol, la luna, ni ninguna otra fuente de luz. Dios mismo será la luz. Por consiguiente, la semilla de luz sembrada en Génesis 1 se desarrolló plenamente en Apocalipsis 22. Según el mismo principio, tenemos la palabra “imagen”. “Dios hizo al hombre a Su propia imagen”. La imagen de Dios lo expresa a El. Expresar a Dios no es más que manifestar Su gloria. Esta pequeña palabra “imagen” se desarrolla continuamente hasta ser la Nueva Jerusalén al final de la Biblia. La ciudad entera tiene la apariencia del jaspe (Ap. 21:11). Si usted lee Apocalipsis 4:3, verá que el que se sienta en el trono es semejante al jaspe. La apariencia de Dios es como jaspe. Por último, toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, estará constituida de jaspe. El muro de la ciudad también estará constituido de jaspe (Ap. 21:18a). Desde todos los ángulos, todas las perspectivas y todos los lados la Nueva Jerusalén tiene la apariencia de Dios. Esta es la expresión de la imagen de Dios. Esta mañana, mientras orábamos-leíamos, el hermano Al me preguntó acerca de los cuatro seres vivientes de Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7. En Ezequiel, cada uno de estos seres tiene cuatro rostros; el rostro frontal es humano; el rostro posterior es de águila; el rostro lateral derecho es de león, y el rostro lateral izquierdo es de buey. Sin embargo, si seguimos adelante y pasamos de Ezequiel al capítulo 4 de Apocalipsis, veremos una pequeña diferencia. Allí, cada uno de los cuatro seres tiene un solo rostro. El primero no es de hombre, sino de león. El segundo no es de buey, sino de becerro. Conocemos la diferencia entre un buey y un becerro. Un buey tiene más edad. Esto es extraño. En mi opinión, en Ezequiel el buey debería ser un becerro, y en Apocalipsis el becerro debería ser un buey; primero el más joven, luego el mayor. No obstante, la Biblia menciona primero el mayor y luego el menor; primero el buey, luego el becerro. Les aseguro que nosotros los cristianos no vamos a envejecer, sino a rejuvenecer. Cuanto más crezcamos, más joven seremos. En Apocalipsis viene primero el león, luego el becerro, en tercer lugar el hombre, y en cuarto lugar el águila. El hermano Al me preguntó por qué había esta diferencia entre Ezequiel y Apocalipsis.
Esta es la razón: el orden de los seres vivientes de Apocalipsis concuerda con el orden de los cuatro evangelios. En Mateo tenemos al león, o sea el rey. En Marcos, tenemos el siervo, el esclavo, es decir, el becerro. En Lucas tenemos al hombre. En Juan tenemos a Dios, el águila que se remonta a las alturas. ¿Qué significa esto? En realidad, los cuatro seres vivientes de Ezequiel eran la manifestación de la gloria de Dios. En la conferencia que tuvimos sobre Ezequiel, abarcamos Ezequiel 1 y vimos cómo los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. ¿Qué es la gloria de Dios? Es Cristo. Cuando la gloria de Dios es expresada, es Cristo. Pero observe la diferencia. En Ezequiel los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. En Apocalipsis los cuatro seres vivientes son la expresión de Cristo mismo. Se ha producido una mejoría, pues se ha pasado de la gloria de Dios a Cristo mismo. Por lo tanto, en Apocalipsis, la apariencia de los cuatro seres vivientes concuerda exactamente con los cuatro evangelios. Esto significa que los cuatro seres vivientes de Apocalipsis son simplemente la expresión de Cristo. No estoy diciendo que sean Cristo. No, no lo son, pero sí lo expresan a El; expresan lo que Cristo es. Cristo se presenta en cuatro aspectos: como rey, como esclavo, como hombre y como Dios mismo. Cristo lleva estos cuatro aspectos, y este Cristo necesita una expresión en Su creación. Así que en este universo existen cuatro seres vivientes, los cuales representan todas las clases de vida en todos los niveles, para expresar a Cristo. Todo lo que presenta Génesis 1 es Cristo, con excepción de las tinieblas, las aguas de muerte, y los animales que se arrastran. El Espíritu vino a cernerse. Este es Cristo. Cristo es el Espíritu. Cristo también es la Palabra. Cristo es la luz. Sin lugar a dudas, Cristo es el aire. El Espíritu es Cristo, y la Palabra es Cristo, la luz es Cristo, y el aire es Cristo. La tierra seca es Cristo. El pasto es Cristo porque Cristo es nuestro pasto verde. Las hierbas son Cristo. Cristo es el maíz, el trigo, la flor de alheña, y toda clase de hierbas hermosas. Todos los árboles son Cristo. Cristo es el olivo, la higuera, la vid, el árbol de vida. Y los peces son Cristo. Cristo alimentó a 5000 personas con cinco panes y dos peces. La mayoría de los cristianos sólo prestan atención a los cinco panes y se olvidan de los dos peces. Sin embargo, Cristo no sólo es los cinco panes, sino también los dos peces, algo que procede de las aguas de muerte para alimentarnos. Cristo también es las aves. El es el águila. Exodo 19:4 revela que Cristo fue la gran águila que llevó a los israelitas sobre Sus hombros. Como la gran águila, El liberó a Su pueblo de Egipto. En cierta ocasión Cristo dijo que El era una gallina. Al final de Mateo 23 (v. 37), Cristo dijo: “Soy una gallina. Quiero reuniros a todos vosotros bajo Mis alas, pero vosotros no queréis venir a Mí”. Cristo es el ganado, el buey, el becerro, la vaca, la oveja y el cordero. Cristo también es un león (Ap. 5:5). Finalmente Cristo es el hombre, el verdadero Adán. Cristo también es el sol, la estrella de la mañana y la verdadera fuente de la luz de la luna. En el capítulo 1 de Génesis, todo es Cristo y Cristo lo es todo. Si usted sólo disfruta a Cristo como el pasto, no está calificado para expresarlo. Si lo disfruta como las hierbas y como todos los árboles, todavía no está calificado. Aun cuando usted lo disfrute como el pez, no está calificado. Aunque quizás disfrute mucho a Cristo, aún así no está calificado para expresarlo. Usted debe avanzar y pasar de todos esos niveles de vida al nivel de vida de las aves. Entonces empieza a estar calificado para expresar a Cristo. La vida de las aves constituye una de las cuatro categorías de vida representadas delante del trono de Dios. Como ya lo mencioné, entre las nueve categorías de vida de Génesis 1, sólo cuatro están representadas delante del trono de Dios. Permítanme darles nuevamente las nueve categorías: el pasto, las hierbas, los árboles, los peces, las aves, el ganado, las fieras, los animales que se arrastran y el hombre. Entre las nueve categorías, sólo cuatro (las aves, el ganado, las fieras y el hombre) están calificadas para expresar a Cristo. El pasto no está calificado; es bueno, pero es una clase de vida inferior. Ni las hierbas, ni los árboles, ni los peces están calificados. Por supuesto, todos los animales rastreros son dejados a su suerte por la eternidad. Van al lago de fuego. Sólo las aves, el ganado, las fieras y el hombre tienen un rostro distinguible. El rostro de usted es la apariencia exterior de su ser interior. Lo que usted es interiormente se expresa exteriormente en su
rostro. Como lo mencionamos antes, ni el pasto ni las hierbas ni los árboles tienen rostro. Los peces tienen rostro, pero su rostro no es distintivo. Y los peces tampoco tienen cuello. Necesitamos un cuello más largo para que nuestro rostro sea más distintivo. Entre estas nueve categorías, sólo cuatro tienen una cara distinguible, y de estas cuatro, el rostro humano es el mejor, el más elevado y el más distinguible. Compare su rostro con el rostro de un águila, de un becerro o de un león. Se dará cuenta de que su rostro es mucho más distinguible. ¿Por qué? Porque la vida humana es muy distinta de la vida de las aves, de los becerros y de las fieras. En conformidad con la economía de Dios, Cristo tiene cuatro aspectos. El es un hombre, pero sirve a la gente como un becerro. El es un hombre, pero pelea la batalla, ejerce control y tiene dominio como el león. El es un hombre, pero El puede volar lejos y elevarse como un águila. Necesitamos la vida humana para expresar a Cristo, y también necesitamos la vida del becerro, del león y del águila. Cuando tenemos estas cuatro podemos expresar plenamente a Cristo. Ahora podemos ver que la pequeña palabra “imagen” que aparece en Génesis 1 ha experimentado un gran desarrollo. No sólo vemos los cuatro seres vivientes que expresan a Cristo en cuatro aspectos, sino que finalmente tenemos la Nueva Jerusalén, una ciudad elevada que tiene la imagen de Dios y expresa a Cristo. Dios es semejante al jaspe, y la apariencia de la Nueva Jerusalén también es como jaspe, igual que la apariencia de Dios. Este es el cumplimiento de Génesis 1:26. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE DOS LA REBELION Y LA CORRUPCION DE SATANAS 2. La rebelión y la corrupción de Satanás Llegamos ahora a la rebelión y la corrupción de Satanás. Estudiar este tema ahora puede sorprender. Hemos considerado la obra creadora de Dios y de repente pasamos a la rebelión de Satanás. ¿Qué significa esto? Debemos empezar a abordar ese asunto con una mente sobria a fin de entenderlo claramente. Muchos cristianos sinceros piensan que el tema de los primeros dos capítulos de Génesis está en 1:1. Se les ha dicho que esos dos capítulos presentan el relato de la creación, y que el tema está contenido en el primer capítulo y el primer versículo. No obstante, si el versículo 1 es el tema, ¿por qué el versículo 2 empieza con “Y”? “Y” significa que se produce algo, y que después sigue otra cosa. “Y” es una conjunción que enlaza dos cosas: la primera sucede y la segunda viene luego. Aun la gramática muestra que el versículo 1 no es el tema, sino parte de la descripción. Describe el primer acontecimiento de una serie. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y...” Esto significa que después de que Dios creó, sucedió algo. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía”. La versión Concordant de Génesis traduce el versículo de esta manera: “Sin embargo, la tierra vino a ser un caos y estaba vacía”. La versión Concordant no dice “Y”, sino “Sin embargo”. En el principio Dios creó los cielos y la tierra. Sin embargo, la tierra vino a ser un caos y estaba vacía. Un caos es una confusión. La tierra vino a ser un caos: desordenada y vacía. Si usted construye algunas viviendas y
nadie las ocupa, entonces se dice que están vacías. Podemos traducir esta frase “un caos y vacía” o “desolada y vacía”. Algo ocurrió entre los versículos 1 y 2, y eso hizo que la tierra quedara desolada y vacía.
a. El origen de Satanás Satanás fue un ángel que Dios creó antes de crear la tierra. El libro de Job (38:4-7) nos dice que cuando Dios midió los cimientos de la tierra, los hijos de Dios (los ángeles) daban voces de alegría. Esto demuestra que Dios creó los ángeles antes de crear la tierra. En Ezequiel 28, vemos que Satanás no era uno de los ángeles, sino el principal arcángel, el jefe de todos los ángeles. Ezequiel 28 describe la posición que Satanás tenía en el universo antes de su rebelión y corrupción. Todo ese capítulo parece hablar del rey de Tiro. No obstante, el versículo 13 dice: “En Edén, en el huerto de Dios estuviste”. Si leemos el contexto, nos daremos cuenta de que éste no era el huerto de Edén en el cual fue puesto Adán. Este Edén no estaba sobre la tierra, sino en los cielos, en el santo monte de Dios. “De toda piedra preciosa era tu vestidura”. El estaba vestido de piedras preciosas. G. H. Pember dijo que esto hace referencia a su morada. Su morada estaba hecha con piedras preciosas. “Los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación”. Antiguamente los instrumentos musicales como los tamboriles y las flautas estaban destinados a los reyes (Dn. 3:5; 6:18). Esto indica que Satanás era un rey, y que ocupaba la posición más elevada de ese universo. Esta fue la razón por la cual aun el Señor Jesús lo llamó “el príncipe de este mundo” (Jn. 12:31). El apóstol también lo llama “el príncipe de la potestad del aire” (Ef. 2:2). Lucas 4:5-6 también confirma esto. “Le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y el diablo le dijo: A Ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy”. ¿Era eso una mentira? Si lo hubiera sido, el Señor Jesús habría reprendido a Satanás. El Señor no lo reprendió; por tanto, debe de ser un hecho. Satanás, el diablo, le dijo al Señor que todos los reinos del mundo y toda su gloria le habían sido entregados. Satanás dijo también: “a quien quiero la doy”. ¿Cuándo entregó Dios todas estas cosas a Satanás? Esto se produjo ciertamente antes de Adán, antes del mundo de Adán. Al leer la plena revelación de la Biblia, podemos ver que Dios nombró a Satanás como cabeza de ese universo, y que Dios entregó en su mano todas las cosas creadas en los cielos y sobre la tierra. Por tanto, él se convirtió en “el príncipe del mundo”. Su posición y rango eran tan elevados que ni aun “Miguel el arcángel ... se atrevió a proferir juicio de maldición contra él” (Jud. 9). Miguel era uno de los arcángeles (Dn. 10:13). El hecho de que no se atrevió a reprender a Satanás demuestra que el rango de Satanás era superior al suyo. Por tanto, podemos deducir que Satanás debe de haber sido el arcángel más elevado. Leamos el versículo 14: “Tú, querubín grande, protector”. Satanás era el “querubín grande, protector”. Esto significa probablemente que él cubría (véase Ex. 25:20) el arca de Dios en los cielos (Ap. 11:19). “Yo te puse en el santo monte”. Dios hizo eso. Dios ungió y designó al arcángel para cubrir Su arca. Ezequiel nos dice que los querubines llevan la gloria de Dios (9:3; 10:18) y que están muy cerca del trono de Dios (10:1; 1:26). Esto demuestra que Satanás, antes de su rebelión, cuando era el querubín ungido que cubría el arca de Dios, debe de haber tenido una posición muy cerca de Dios, llevando la gloria de Dios. Ezequiel también nos dice que los querubines son los cuatro seres vivientes que Dios usa de una manera particular (10:20). Los cuatro seres mencionados en Ezequiel son semejantes a los de Apocalipsis (Ez. 1:10; cfr. Ap. 4:7) que tomaban la iniciativa entre las criaturas para adorar a Dios. Esto revela que el Satanás de hoy, el adversario de Dios, originalmente el querubín ungido, debe de haber sido designado especialmente por Dios como cabeza entre todas Sus criaturas, y que llevaba Su gloria y conducía a los demás a adorar a Dios. Esto parece indicar que el arcángel ungido tenía también el sacerdocio. Es posible que haya sido el sumo sacerdote en la adoración universal de Dios.
“En el santo monte de Dios, allí estuviste”. Indudablemente esto se produce en los cielos. “En medio de las piedras de fuego te paseabas”. En Exodo 24:10, 17, Moisés, Aarón y muchos otros vieron debajo del trono de Dios piedras preciosas que tenían la gloria de Dios, semejantes al fuego ardiente. Estas deben de ser las piedras de fuego. Así podemos deducir que el querubín ungido tenía el privilegio particular de moverse en la esfera donde se hallaba la gloria de Dios. Además de Ezequiel 28, Isaías 14:12 nos ayuda también a ver el origen de Satanás. Nos dice que Satanás era el “Lucero, hijo de la mañana”. Así como el lucero es la principal estrella, Satanás debe de haber sido el líder de todos los ángeles. El título “hijo de la mañana” muestra que él existía desde temprano, desde el comienzo del universo. Por tanto, Satanás, desde los primeros días del universo, era la cabeza de los ángeles, y brillaba como el lucero. El origen de Satanás era maravilloso. El era el querubín ungido de Dios, aquel que estaba más cerca de Dios, y que tenía la posición más elevada en la creación de Dios. No sólo tenía el reinado, sino también el sacerdocio, la misma posición que nosotros los redimidos de Dios tendremos para siempre (Ap. 5:9-10; 20:4-6). Pero fue despojado de su posición y de su oficio cuando se rebeló contra Dios. Ahora Dios nos ha escogido como Sus sacerdotes y reyes, para que asumamos la posición y el oficio que tenía Satanás, lo avergoncemos y glorifiquemos a Dios.
b. La rebelión de Satanás Ezequiel 28:15 indica que Satanás era perfecto en sus caminos desde el día en que fue creado. Por supuesto, Dios no creó un Satanás maligno. Dios creó un arcángel bueno y perfecto. Sin embargo, en cierto momento este arcángel, el querubín ungido, se rebeló contra Dios.
1) La causa Satanás se rebeló contra Dios por el orgullo de su corazón. Ezequiel 28:17 indica que su corazón se había elevado debido a su belleza él corrompió su sabiduría a causa de su resplandor. El estaba, “lleno de sabiduría, y acabado de hermosura”; él era “el sello de la perfección” (Ez. 28:12) lo cual significa que tenía la plena medida en todo y que no le faltaba nada. Pero él contempló su belleza y se enorgulleció. El miró su resplandor y se corrompió. Poner los ojos en lo que Dios ha hecho por nosotros y olvidarnos de Dios mismo siempre nos incita a enorgullecernos. El orgullo fue la causa de la rebelión de Satanás. Por tanto, el apóstol nunca permitía que un “recién convertido” fuese puesto como anciano de la iglesia, “no sea que cegado por el orgullo, caiga en la condenación del diablo” (1 Ti. 3:6). El diablo puede usar todas las virtudes y cualidades naturales, y todos los dones espirituales para volvernos orgullosos. Incluso el apóstol Pablo podía exaltarse desmedidamente por “la excelente grandeza de las revelaciones” (2 Co. 12:7). El diablo orgulloso sigue rondando la tierra, buscando devorar a los orgullosos (1 P. 5:8). La única manera de resistirle consiste en humillarnos, en vestirnos de humildad; porque “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia” (1 P. 5:9, 5-6). El Señor Jesús es un buen ejemplo de esto. Satanás se exaltó a sí mismo, pero el Señor Jesús “se humilló a Sí mismo” (Fil. 2:8). Por tanto, el Señor venció a Satanás, y éste no tenía nada en El (Jn. 14:30).
2) El propósito El propósito de la rebelión de Satanás era exaltarse a sí mismo para ser igual a Dios. En Isaías 14:13-14, vemos que en cinco ocasiones Satanás se refiere a sí mismo en el momento de la rebelión. “[Yo] subiré ... levantaré mi trono ... en el monte del testimonio me sentaré ... sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”. Satanás quería ser igual a Dios. Este fue el propósito de su rebelión contra Dios. La causa de todas las rebeliones relatadas en la Biblia es la ambición de una posición. La rebelión
de Babel (Gn. 11:4), la rebelión de Datán, Abiram y los doscientos cincuenta príncipes israelitas (Nm. 16:1-3), y la rebelión de Absalón (2 S. 15:10-12), fueron causadas por la maligna ambición de obtener una posición. Sin embargo, el Señor Jesús “se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo ... por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:7, 9).
3) El proceso Satanás inició la rebelión contra Dios con la maligna intención de derribar la autoridad de Dios (Ez. 28:15-18; Is. 14:13-14). El no se rebeló solo, sino que fue acompañado de gran parte de los ángeles que se rebelaron bajo su mando. En Apocalipsis 12:4, 9 descubrimos que una tercera parte de las estrellas del cielo, o sea una tercera parte de los ángeles, lo siguieron. (En Apocalipsis las estrellas representan a los ángeles.) En Mateo 25:41 el Señor Jesús se refirió al “diablo y sus ángeles”. Efesios 2:2 describe a Satanás como el “príncipe de la potestad del aire”, y Efesios 6:12 nos revela que los principados y potestades están en el aire. Estos principados y potestades eran los ángeles que estaban bajo el mando de Satanás y que gobernaban el universo preadamítico. Por tanto, son las potestades de los aires. Cuando Satanás se rebeló contra Dios, la mayoría de sus ángeles lo siguió en su rebelión, convirtiéndose así en los ángeles caídos, los espíritus malignos. Ahora en el universo existen dos categorías de ángeles: los buenos y los malos. Los ángeles buenos permanecen con Dios; los malos están aliados con Satanás en contra de Dios. Los seres vivos que estaban en la tierra en aquel tiempo, y que más tarde se convirtieron en los demonios de esta tierra, también se unieron a Satanás en su rebelión. Si leemos los cuatro evangelios veremos que en esta tierra hay otra clase de espíritus: los demonios. ¿Quiénes son los demonios y qué son? La mayoría de los cristianos se imaginan que los demonios son idénticos a los ángeles caídos, pero según Efesios, los ángeles caídos viven en el aire, y no en la tierra. Los cuatro evangelios revelan que, hablando con propiedad, los demonios nunca entran en el aire, sino que se mueven sobre la tierra o entran en el agua, su morada. Recuerden el incidente del hombre poseído por muchos demonios (Mt. 8:28-32). Cuando el Señor Jesús expulsó a los demonios, éstos le pidieron permiso de entrar en una piara. Después de entrar en los cerdos, se precipitaron al mar, donde les gusta permanecer. Mateo 12:22-27 y 43-45 tiene muchas cosas que confirman este punto. En este pasaje descubrimos que Satanás tiene un reino diabólico y que él es el “príncipe de los demonios”. Leamos el versículo 43: “Cuando el espíritu inmundo [el demonio] sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla”. El demonio que fue echado fuera del hombre ciego y mudo buscaba descanso y no lo podía encontrar en lugares secos. Esto demuestra que el lugar de reposo, la morada, de los demonios se encuentra en el agua. El versículo 44 nos relata lo que les sucede cuando no hallan agua. “Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí...” Esta “casa” es el cuerpo físico del ser humano. La morada de los demonios es el agua, y su morada temporal es el cuerpo humano. Hechos 23:8-9 demuestra que los demonios no son ángeles caídos. En estos dos versículos vemos que los ángeles y los espíritus están clasificados como seres diferentes. Aun los antiguos fariseos judíos ponían a los demonios y a los ángeles en categorías separadas. Si leemos los cuatro evangelios detenidamente, descubriremos que los demonios también son llamados espíritus malignos. Los ángeles son espíritus y los demonios también lo son. ¿Quiénes son los demonios? ¿Por qué a los demonios les gusta entrar en el agua o en el cuerpo humano? En el famoso libro de G. H. Pember Earth’s Earliest Ages [Las primeras eras de la tierra], él llevó a cabo un estudio notable y profundo sobre el tema. La geología y la arqueología han descubierto que la tierra no tiene sólo seis mil años, sino que ha existido mucho más tiempo. El concepto según el cual la tierra sólo tenía seis mil años de edad, partiendo de Adán, llevó a algunos
ateos y a algunos cristianos modernistas a decir que había un error en Génesis 1. Los arqueólogos han descubierto fósiles de huesos que tienen miles y miles de años. Sin embargo, el señor Pember encontró la respuesta. Entre Génesis 1:1 y 1:2 transcurre un período que él llamó el intervalo. Nadie puede determinar cuánto duró ese intervalo. De todos modos, debe de haber sido un período muy prolongado. Después de examinar este asunto cabalmente, Pember dedujo que en cierto momento después de la creación original, Satanás y sus ángeles se rebelaron. Además Pember dedujo, basándose en el relato bíblico, que en la edad preadamítica existían en la tierra algunos seres vivos que tenían espíritu, y que dichos seres también se unieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Por consiguiente, Satanás, junto con sus ángeles caídos y estos seres, fueron juzgados por Dios. Después de ser juzgados por Dios, estos seres perdieron sus cuerpos y se convirtieron en espíritus incorpóreos. Esta es la razón por la cual los demonios procuran entrar en un cuerpo físico. El agua con la cual Dios los juzgó vino a ser el abismo donde los demonios deben vivir. Pember también demostró que debajo del agua se halla el lugar que llaman el abismo. La traducción griega de Génesis 1:2 usa la palabra “abismo” en vez de “profundidad”. El abismo constituye la morada de los demonios. Un día, mientras Jesús navegaba por el mar, un fuerte viento empezó a soplar, y se levantó una gran tormenta. El Señor Jesús no oró; El mandó al viento que se detuviese y a la tormenta que callase (Mt. 8:23-27). ¿Por qué el aire se llenó de viento y una tempestad agitó el agua? Porque había ángeles caídos en el aire y demonios en el agua. Sabían que Jesús iba a la otra orilla para echar fuera demonios (Mt. 8:28-32). Hoy en día, el aire sigue lleno de ángeles caídos y la tierra llena de demonios. Nosotros los hijos de Dios deberíamos conocer estos asuntos del universo y particularmente de la tierra. Los ángeles malignos siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Los demonios, otra clase de seres, son espíritus incorpóreos que viven en el agua y obran en la tierra. Satanás es el príncipe de este mundo, el cual incluye la tierra y el aire. En el reino de Satanás se hallan los ángeles caídos, en el aire, los demonios, en el agua, y los seres humanos caídos sobre la tierra.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TRES DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (1) EL PROCESO Ya vimos que el primer versículo del capítulo 1 describe plenamente la obra creadora de Dios. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. También vimos la rebelión de Satanás en la segunda mitad del versículo 2. “Y la tierra quedó desolada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (heb.). El versículo 2a contiene cinco puntos principales: el hecho de que la tierra fue convertida en algo diferente de lo que era originalmente, la desolación y el vacío; las tinieblas y el abismo. Tenga presentes estos cinco puntos. Después del juicio sobre la tierra a causa de la rebelión de Satanás, la tierra quedó desolada y vacía.
Las tinieblas constituyen otro indicio de juicio. Exodo 10:21-22 y Apocalipsis 16:10 muestran que las tinieblas son resultado del juicio de Dios. Hubo tinieblas cuando Dios trajo Su juicio sobre Faraón, y habrá tinieblas cuando El ejerza Su juicio sobre el anticristo. Por tanto, las tinieblas de Génesis 1:2a aluden al juicio de Dios. Además, sabemos que la luz acompaña la vida y que las tinieblas siempre representan la muerte. Donde está la vida, allí está la luz; donde hay muerte, allí hay tinieblas. Lo contrario también es cierto: donde hay muerte, hay tinieblas. Por tanto, las tinieblas de Génesis 1:2 muestran también que la tierra se encontraba en una condición de muerte. La palabra “abismo” representa las aguas profundas. En la Biblia, el agua tiene dos significados y simboliza dos cosas distintas, una positiva y otra negativa. En el sentido positivo, el agua representa siempre algo viviente. El agua que corre trae vida a la gente y satisface su sed. En el sentido negativo, el agua representa la muerte. Por ejemplo, cuando fuimos bautizados en agua, esa agua representaba la muerte. Las aguas del mar Rojo y las aguas del río Jordán también representan la muerte. El agua mencionada en Génesis 1:2 no representa la vida, sino la muerte. Por consiguiente, concluimos que la tierra se encontraba bajo muerte. La tierra no sólo estaba desolada, vacía y carente de sentido, sino que estaba llena de muerte y bajo la misma. Dios llegó en medio de esta situación.
3. Dios restaura y crea algo más: 1:2b—2:3 Génesis 1:2b no se refiere a la creación original (que fue completada en el versículo 1), sino a la restauración que Dios realizó. Dios iba a restaurar lo que había sido destruido e iba a crear algo más. Por ejemplo, esta vez Dios creó al hombre. Dios no restauró al hombre, sino que lo creó. Génesis 1:2b—2:25 es un pasaje de la Palabra divina que nos muestra la restauración del universo destruido y una creación adicional. Leamos el versículo 4 del capítulo 2: “Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. La mayoría de la gente presta poca atención a este versículo; sin embargo, es muy significativo. Nos muestra la obra creadora original de Dios y también Su obra restauradora. La primera mitad del versículo dice: “...los cielos y la tierra cuando fueron creados...” Observe que los cielos se mencionan primero y luego la tierra, y que el verbo usado aquí es “crear”. En la segunda mitad del versículo leemos: “...en el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. Aquí el verbo usado no es “crear” sino “hacer”. Como hicimos notar en el primer mensaje, crear significa producir algo a partir de la nada, y hacer significa trabajar con una substancia existente a fin de producir otra. Debemos ver que originalmente los cielos y la tierra fueron creados. Luego, la segunda mitad del versículo dice: “...en el día en que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. ¿Ha notado usted el cambio en la secuencia? Primero, Dios creó los cielos y la tierra; luego, El hizo la tierra y los cielos. En Génesis 1:1 Dios creó: “En el principio creó Dios los cielos [primero] y la tierra [luego]”. Más adelante, desde el versículo 3 hasta el final del capítulo 1, el Señor hizo la tierra y los cielos. “Jehová Dios hizo la tierra y los cielos” (Gn. 2:4b). Si volvemos a leer el capítulo 1, veremos que en el tercer día el Señor restauró la tierra. Dios no creó la tierra, porque ésta ya existía; estaba sumergida en las aguas. Por tanto, el Señor recobró la tierra en el tercer día. Además, en el cuarto día, el Señor recobró el cielo, es decir, los cielos. Por tanto, en la restauración, no se mencionan primero los cielos y luego la tierra, sino primero la tierra, y luego los cielos. Sin embargo, en la creación, primero existieron los cielos y luego la tierra. Podemos ver ambas cosas en Génesis 2:4. Como recalcamos en el primer mensaje, los primeros dos capítulos de Génesis parecen ser el relato de la creación, pero el pensamiento implícito está estrechamente relacionado con la vida. Esta es la razón por la cual algunas personas consideran que los capítulos 1 y 2 de Génesis son demasiado sencillos, demasiado breves para ser el relato de la creación. Estamos de acuerdo. Como relato de la creación, es demasiado sencillo. Pero sabemos que la Biblia no es un relato de la creación, ni un
relato histórico, ni un relato de ninguna clase. La Biblia en su totalidad es un libro de vida. Toda la Biblia está centrada en la vida. Si leemos el primer capítulo de Génesis con detenimiento y recibimos la luz del Espíritu Santo, nos daremos cuenta de que es un capítulo que trata exclusivamente de la vida. Fue escrito desde el punto de vista de la vida. Usted dirá que la palabra “vida” no se encuentra en ese capítulo. Es cierto. Pero podemos encontrar muchos puntos que pertenecen a la vida. Cuando Dios restauró la tierra en el tercer día, se produjo toda clase de vida vegetal. Luego se manifestó la vida animal en el agua, la vida animal en el aire, la vida animal sobre la tierra, la vida humana y, finalmente, en el capítulo 2, la vida divina. ¡Aleluya! La vida es el centro de estos dos capítulos. Con esta perspectiva, ciertamente podemos entender el relato de Génesis 1.
a. El proceso 1) El Espíritu vino, 1:2b La creación original de Dios fue arruinada por la rebelión de Satanás y luego juzgada por Dios mismo. Después del juicio de Dios, sólo quedaron tinieblas sobre la faz del abismo. Eso presenta una condición de muerte. En medio de dicha condición la Biblia dice: “Y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas” (heb.). ¿No es esto maravilloso? El Espíritu se cernía. ¡Aleluya! El Espíritu se cernía igual que una gallina se cierne sobre sus huevos para empollarlos. Cuando la Biblia empieza a hablar del Espíritu, no dice: “el poder del Espíritu”, “la potencia del Espíritu”, sino “El Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”. Esto significa que El se estaba preparando para generar vida. Necesitamos ver que lo que consta en Génesis 1 se relaciona con la vida, con el evangelio de Dios y con lo espiritual. Tenemos una clara evidencia de esto en 2 Corintios 4:6. Pablo dice: “El mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. Esto se refiere indudablemente al capítulo uno de Génesis. Basándonos en este versículo, debemos tener presente que todo lo narrado en Génesis 1 se relaciona con la vida. Por este versículo vemos que debemos interpretarlo todo conforme a la vida. Debemos recordar la condición en que estábamos antes de ser salvos. Estábamos desolados y vacíos, nuestras vidas carecían de sentido, y estábamos rodeados de tinieblas. Dentro de nosotros había un abismo, un pozo sin fondo. Y en este abismo había un enjambre de demonios que nos incitaban a enojarnos, a apostar, a ir al cine y a hacer muchas otras maldades. Estábamos desordenados y vacíos, y cubiertos de tinieblas y de muerte. Pero, ¡aleluya! Un día, una persona viviente empezó a cernerse sobre nosotros, a operar dentro de nuestro corazón, a cernerse sobre la muerte y el abismo que estaban dentro de nosotros. No se trataba de algo psicológico ni ético, sino de una persona viviente y activa dentro de nosotros, que laboraba con ternura y delicadeza como una gran gallina que se cierne sobre los huevos en su nido. Esta es la obra del Espíritu Santo que se cierne y que regenera. El Señor Jesús dijo (Jn. 16:8-11) que cuando viniese el Espíritu Santo, reprendería, convencería al mundo (o sea, la humanidad) de pecado (relacionado con Adán), de justicia (relacionada con Cristo), y de juicio (relacionado con Satanás). El reprendería cerniéndose, es decir, con mucho cariño, sin ninguna violencia. En todo el universo existen solamente tres personas: Adán, Cristo y Satanás. El Espíritu Santo obra dentro de nosotros, convenciéndonos de que nacimos en Adán y que no tenemos más que pecado, que de ninguna manera podemos escaparnos del pecado y de la influencia de Adán a menos que creamos en Cristo. El Espíritu Santo se cernerá dentro de nosotros y nos dirá: “Mira, Jesús murió en la cruz por ti y El ya hizo todo lo que Dios requiere. Ahora la verdadera justicia está en El. Si tú te vuelves a El y crees en El, lo podrás recibir como tu justicia. El pasó por la encarnación, por la vida en esta tierra, por la crucifixión y por la resurrección. Fue aceptado por Dios y está a Su diestra. El está allí como prueba de que tú estarás libre del pecado y
obtendrás justicia si crees en El. Si no haces eso, irás con Satanás al juicio de Dios”. Al cernerse el Espíritu Santo, usted quedará plenamente convencido y dirá: “Señor Jesús, no tengo nada que decir, pero te doy las gracias”. De ese modo usted es regenerado y nace de nuevo, nace del Espíritu (Jn. 3:6-7). ¡Aleluya! El Espíritu de Dios vino. Esta venida es el primer requisito para generar vida. El Espíritu vino a cernerse sobre las aguas de muerte que cubrían la tierra, y se movió para que esa vida pudiese ser generada.
2) La Palabra vino, 1:3a La Palabra de Dios vino a traer la luz. Este es el segundo requisito para generar la vida. En el versículo 3 leemos: “Y dijo Dios...” Dios habló: era la Palabra de Dios. Hablar no es algo insignificante. Supongamos que subo a la plataforma y me quedo callado mientras ustedes me miran y yo los miro a ustedes. ¿Qué es eso? Es muerte. Si soy una persona viviente, no puedo permanecer en silencio durante una hora. Mientras viva, debo hablar. Cuando hablo, ello indica que estoy vivo, y mis palabras serán algo viviente. Dios habló y la Palabra de Dios trajo la luz. “Y Dios dijo: Sea la luz”. La Palabra divina siempre produce la luz. ¡Aleluya! Considere su propia experiencia. Primero, el Espíritu se cierne sobre usted. Luego le habla. Por medio de Sus palabras, usted recibe una Palabra viva, y ésta lo ilumina en su interior. Cuando Dios habla, manda que la luz resplandezca en las tinieblas. “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones...” ¡Aleluya! El hablar de Dios produce luz. El Señor Jesús dijo que todo el que oye Su Palabra y cree tiene vida (Jn. 5:24). Si escuchamos la Palabra del Señor y creemos, tenemos vida. Jacobo 1:18 declara que Dios nos regeneró con Su Palabra.
3) La luz vino, 1:3 Ahora llegamos al tercer requisito para generar vida: la luz, la cual vino para disipar las tinieblas que cubrían las aguas de muerte. Alabado sea el Señor. Esto es realmente significativo. Puedo testificar que cuando fui salvo, pasó exactamente eso: primero, vino el Espíritu; luego, vino la Palabra de Dios; y en tercer lugar, vino la luz. Fui iluminado dentro de mí. Algo resplandeció en mi interior. Creo que usted también ha experimentado esto. Además de 2 Corintios 4:6, tenemos Juan 1:4, 5, y 9. “En el principio era el Verbo ... En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Jn. 1:1, 4-5). Las tinieblas nunca podrán vencer la luz. La luz siempre disipa las tinieblas. Cuando viene la luz, las tinieblas huyen. ¿Quién es la luz y qué es la luz? La luz es Cristo, el Verbo vivo de Dios. Cuando Cristo vino como la verdadera luz que resplandece en las tinieblas, las tinieblas no pudieron vencerlo. El es la verdadera Luz. Debemos recordar las tres venidas: la venida del Espíritu, la venida de la Palabra o el Verbo, y la venida de la Luz. Después de estas venidas, se producen tres separaciones, tres divisiones.
4) La separación entre la luz y las tinieblas, 1:4-5 La primera separación se produjo entre la luz y las tinieblas. Este fue el cuarto requisito para generar la vida. Esa separación tuvo como fin mostrar la distinción entre el día y la noche, apartando así la luz. Esto es difícil de entender, así que usaremos un ejemplo para aclararlo. Inmediatamente después de ser salvo, usted no tenía ningún discernimiento y no podía distinguir
entre la luz y las tinieblas. Pasó el tiempo y siguió adelante con el Señor. Gradualmente se produjo una separación dentro de usted, y tuvo el discernimiento de decir: “Esto es luz y aquello es tinieblas. Guardaré la luz, y desecharé las tinieblas”. Antes de ser salvos, no teníamos ni un solo día; vivíamos en una noche de veinticuatro horas. Estábamos continuamente en la noche, una noche oscura, nublada y sin estrellas. Pero, ¡alabado sea el Señor! Desde el día de nuestra salvación, algo empezó a amanecer. Es el día. Quizás su primer día fue solamente de cuatro horas, y luego anocheció de nuevo. No importa cuán largo haya sido, usted tuvo su primer día. ¡Alabado sea el Señor! Después de diez horas de noche, usted vino a una reunión y en esa reunión vio la aurora. Fue un nuevo día y usted gritó: “¡Aleluya!” Luego fue a estudiar o a trabajar, y volvió a anochecer. ¡No se desilusione! La tarde es una señal de que la mañana vendrá. También, cuando usted está en la mañana, prepárese para el regreso de la tarde. En Génesis 1:5 no dice mañana y tarde, sino tarde y mañana, porque salimos de la noche. “Y fue la tarde y la mañana el primer día”. ¡Alabado sea el Señor! Para los jóvenes, la noche siempre se alarga, mas para la gente mayor la noche se acorta. Mis experiencias me muestran que tengo un día espiritual más largo que el suyo. Mi día espiritual consta de diecinueve horas y mi noche espiritual de solamente cinco. Cuando entremos en la Nueva Jerusalén, ya no habrá noche (Ap. 21:25). Usted debe crecer. Tal vez su día sólo dure diez horas y su noche catorce. Usted debe crecer para que sus días se alarguen y se acorten sus noches. Necesitamos la separación entre el día y la noche, el discernimiento entre la luz y las tinieblas. En 2 Corintios 6:14 Pablo pregunta: “¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas?” Esta palabra debe de referirse también a Génesis 1. Dios separó la luz de las tinieblas; así que no intente mezclarlas. La luz no tiene nada que ver con las tinieblas. ¿Qué clase de comunión puede tener la luz con las tinieblas? Esto indica que nosotros somos hijos de luz y que no debemos unirnos en yugo ni mezclarnos con la gente que vive en las tinieblas. Debemos mantener la separación. Ellos son hijos de las tinieblas, y nosotros somos hijos de la luz. Todos debemos decir: “¿Qué comunión puede haber entre la luz y las tinieblas?” Esta es una verdadera separación. Si conservamos este requisito, tendremos más luz.
5) La separación entre las aguas que están bajo la expansión y las aguas que están sobre ella, 1:6-8 Pasamos al quinto requisito para generar vida: separar las aguas de vida al hacer una expansión. Las aguas que están sobre la expansión deben estar separadas de las aguas que se encuentran debajo de la expansión. Separar la luz de las tinieblas es algo bastante objetivo; separar las aguas que están sobre la expansión de las que están debajo de la expansión, resulta bastante subjetivo. Necesitamos una segunda separación: separar lo celestial de lo terrenal (Col. 3:1-3). Las aguas que están debajo de la expansión representan lo terrenal, mientras que las aguas que están sobre la expansión representan lo celestial. Algunas cosas quizás no sean oscuras, pero son terrenales, y no celestiales. Supongamos que mientras hablo, llevo un sombrero vaquero, y estoy vestido como vaquero, con botas y todo. Esto no es algo de las tinieblas, sino algo terrenal. Supongamos que yo uso una corbata ancha, de 20 centímetros de ancho, de color verde, rojo, azul, violeta y amarillo vivo. Si usara eso, demostraría que me falta la expansión. ¿Qué es la expansión? Es simplemente la atmósfera, el aire que envuelve la tierra. Sin la atmósfera no se podría generar ninguna vida sobre la tierra. No hay vida en la luna porque no hay ninguna expansión alrededor de ella. Dios creó la expansión alrededor de la tierra para que ésta produjera vida. Después de ser salvos, no sólo tenemos luz dentro de nosotros, sino también aire, expansión. Algo ha entrado en nosotros para separar lo celestial de lo terrenal, las cosas de arriba, las que Dios aprueba, de las cosas de abajo, las que reprueba. ¿Qué es eso? Es la obra separadora de la cruz.
Después de ser salvos y de avanzar con el Señor, experimentaremos la cruz. La cruz hace una separación. Separa lo natural de lo espiritual, lo santo de lo vil, y lo celestial de lo terrenal. Hebreos 4:12 nos revela que la Palabra viva puede separarnos hasta el punto de partir nuestra alma y nuestro espíritu. Puedo decir o hacer algo bueno, pero esa palabra o ese hecho no se origina en el espíritu, sino en el alma. No hay nada malo desde el punto de vista moral, ético o humano. Sin embargo, en términos espirituales, no procede de Dios, ni de los cielos. No procede del espíritu, sino del alma, de la tierra. Por tanto, necesitamos otra separación; no solamente una separación entre la luz y las tinieblas, sino también un discernimiento entre el espíritu (las cosas de arriba) y el alma (las cosas de abajo). ¿Ha observado usted alguna vez en Génesis 1 que cada día Dios, después de completar algo, lo miró y lo halló bueno, con excepción del segundo? No ocurrió eso el segundo día. Génesis no dice que Dios vio las aguas y el aire y dijo que eran buenos. ¿Por qué? Porque el aire está lleno de ángeles caídos y las aguas están plagadas de demonios. Recuerde que los demonios moran en las aguas. En el segundo día, algo no era bueno: había ángeles caídos en el aire y demonios en el agua. Debemos entender que no hay nada bueno en nosotros, aun cuando la cruz lo haya separado. Nada de lo que procede de nosotros es bueno. Dios no puede decir que eso es bueno.
6) La separación entre la tierra y las aguas, 1:9-10 Después del segundo día, pasamos al tercero: el día de la resurrección. En el tercer día, el día de resurrección, surgió la tierra seca que estaba debajo de la expansión, para que se generase la vida. Este es el sexto requisito para generar la vida. En toda la Biblia, el mar representa la muerte, y la tierra representa a Cristo mismo. La Biblia nos dice que al final, después de que Dios haya laborado en muchas generaciones, el mar será eliminado. Después de la rebelión de Satanás y del juicio de Dios sobre Su creación original, lo único que quedó fue las aguas. Luego Dios vino a hacer Su obra restauradora mediante el Espíritu que se cernía, mediante la Palabra viva y mediante la luz separadora. En el segundo día, la expansión separó las aguas, y en el tercer día Dios reunió las aguas que estaban bajo la expansión para que apareciera la tierra seca, a fin de producir la vida. Esto significa que Dios había obrado sobre las aguas para confinarlas y fijarles límite. En Jeremías 5:22 descubrimos que Dios trazó límites al mar. Ahora Dios sigue obrando para eliminar el mar porque allí se encuentran los demonios. El mar representa algo demoníaco, algo diabólico. Finalmente, cuando Dios concluya Su obra, ya no existirá el mar. En el cielo nuevo y la tierra nueva solamente habrá tierra, y no habrá mar (Ap. 21:1). El mar, que representa la mayor parte del reino de Satanás, habrá sido eliminado. ¡Alabado sea el Señor! La tierra seca surgió para producir vida, para generar vida. En el tercer día, Cristo salió de la muerte. Cristo salió de la muerte en resurrección con el único fin de generar vida. ¡Aleluya! Aunque usted sea salvo, las tinieblas interiores no han sido disipadas, las aguas no fueron separadas ni confinadas, y lo mortífero no ha sido limitado. A medida que usted avance con el Señor, gradualmente las aguas de muerte que están en su interior serán confinadas, limitadas y luego eliminadas. Dentro de usted, surgirá la tierra seca, la cual es Cristo, Cristo en resurrección. En 1 Pedro 1:3 se nos dice que fuimos regenerados por la resurrección de Cristo. Sin el Cristo resucitado, no se puede generar vida alguna. La tierra fue separada de las aguas. La tierra representa la vida, y las aguas la muerte. Separar la tierra de las aguas significa separar la vida de la muerte. Mientras crecemos en el Señor, aprendemos a distinguir la luz de las tinieblas, a separar lo celestial de lo terrenal, y a separar la vida de la muerte. Aunque mis palabras podrían no tener nada de las tinieblas ni nada terrenal, podría hablar sin vida. Podría estar desprovisto de vida. Mis palabras podrían ser sencillas y propias, sin nada de tinieblas ni nada mundano, y aun así podría estar lleno
de muerte. Por lo tanto, debo orar: “Señor Jesús, retira todas las aguas de muerte que haya dentro de mí para que aparezca la tierra seca y se produzca la vida”. Al hablar no se debe expresar nada de tinieblas, nada de esta tierra y nada de muerte. Nuestras palabras deben contener la tierra seca que produce vida. Es posible que en su vida familiar no haya nada de tinieblas, nada mundano, y que tampoco haya nada de vida. Cuando alguien entra en su casa, quizás no vea nada oscuro ni mundano, pero tampoco verá vida. Todo lo que verá allí será muerte. Pero espero que cuando yo vaya a visitarlo a usted, sólo vea vida. Cristo, la tierra seca, debe surgir en su casa. Cristo se manifiesta produciendo vida en su casa. En la tierra seca no hay tinieblas ni aguas de muerte. Sólo tenemos la tierra seca llena de toda clase de vida. Por lo tanto, deseo recalcar que lo que Génesis revela es exclusivamente un asunto de vida.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUATRO DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (2) EL PROCESO En el último mensaje abarcamos seis puntos, que incluían tres venidas y tres separaciones. El Espíritu vino, el Verbo de Dios vino y la luz vino. Como resultado, se produjeron tres separaciones: la luz se separó de las tinieblas; las aguas de arriba se separaron de las aguas de abajo; y la tierra seca se separó de las aguas de muerte. Con estas tres separaciones la tierra seca salió de las aguas de muerte en el tercer día, el día de resurrección. El Señor Jesús es la tierra seca que salió de las aguas de la muerte. Resucitó para regenerarnos. En el Antiguo Testamento, la tierra representa a Cristo como fuente que genera. Esta tierra fue sepultada debajo de las aguas de muerte y volvió a subir en el tercer día. Según lo revela el relato del Antiguo Testamento, de esta tierra brotó toda clase de vida: la vida vegetal, la vida animal y la misma vida humana. El hombre fue hecho del polvo de la tierra. En tipología, eso significa que toda clase de vida procede de Cristo. Después de la caída de la humanidad, durante la época de Noé, la tierra volvió a quedar cubierta de las aguas de muerte (Gn. 7:17-24), lo cual significa que el hombre estaba separado de Cristo. La humanidad estaba separada del deleite de la buena tierra. Después la tierra fue recobrada de nuevo (Gn. 8:13-17, 22). La tierra fue recobrada hasta el día de la rebelión de Babel, cuando el hombre cayó aún más, y toda la humanidad se rebeló contra Dios (Gn. 11:1-9). De modo que Dios llamó a un linaje con Abraham como padre para que entrara en la tierra elevada, la buena tierra de Canaán (Gn. 12:1, 5, 7). Esta buena tierra representa también a Cristo. Abraham fue llamado a salir de Babel e ir a la buena tierra. Hemos sido llamados a salir de la rebelión para entrar en Cristo, nuestra buena tierra (1 Co. 1:9). Ahora esta buena tierra nos pertenece y está lista para producir vida.
7) La vida vegetal es generada La vida vegetal fue generada en la tierra. La vida inferior, una vida sin consciencia de sí, llegó a la existencia (Gn. 1:11-13; cfr. Mr. 4:8; Os. 14:5-7). Esta es la obra generadora de vida y sucedió el tercer día, después de que la tierra saliera de las aguas de muerte. En aquel tiempo, no había ningún crecimiento de vida, sino sólo la forma más inferior de vida, una vida que no estaba consciente de sí. Si hablamos al pasto o a los árboles, el pasto no podrá entender y los árboles no reaccionarán, por no tener ningún sentimiento, ninguna percepción de sí. No tienen ningún sentimiento, pensamiento ni voluntad porque son vidas desprovistas de consciencia. Esta es la vida más inferior de todas. Cuando recibimos a Cristo, El salió de las aguas de muerte que había en nosotros. Cristo surgió, y nosotros ahora tenemos la vida, la vida que genera. Somos salvos y tenemos la vida. En el momento de ser salvos, recibimos vida, pero la vida que llevábamos adentro era muy insignificante. El relato de Génesis presenta eso con la vida del pasto, la vida de las hierbas, y la vida de los árboles frutales. Aun en la vida vegetal existen tres niveles: el pasto, la vida vegetal inferior; las hierbas que producen semillas, o sea un nivel más elevado; y los árboles frutales, un nivel todavía superior. Si leemos Génesis 1:29-30, veremos que Dios le dio al hombre las hierbas y los árboles frutales para su subsistencia. Luego Dios dio el pasto a los animales y al ganado para proporcionarles el alimento. Cuando usted llegó a ser cristiano, recibió vida, pero esa vida era muy inferior. Tal vez la vida que hay en usted es semejante al pasto; es vida y crece, pero es inferior. Aun comparado con otra vida vegetal, el pasto es bastante inferior. Aunque la semana pasada usted quizás se parecía al pasto, hoy ha crecido un poco más y ha llegado a ser la hierba que produce semilla. Espero que después de dos meses, usted sea un árbol que dé fruto. ¿Con qué se compararía usted: con el pasto, la hierba o los árboles? Supongamos que el Señor mismo le pregunta: “¿Y qué me dices de ti? ¿Te pareces al pasto, a las hierbas o a los árboles?” Hoy en día usted puede ser una hierba, pero después de cierto tiempo tal vez se parezca a un árbol que produce frutos. Sin embargo, cuando llegue a ser árbol, no se conforme. Este no es el último versículo del capítulo uno; es algo que sucedió en el tercer día.
8) Aparecen los portadores de luz En el cuarto día, no vemos el crecimiento de vida, sino la aparición de luces firmes y bien cimentadas (Gn. 1:14-17). Aunque la luz apareció el primer día, no era tan prevaleciente, ni tan firme. En el cuarto día, no sólo vinieron las luces, sino también los portadores de luz: el sol, la luna y las estrellas. Estas son luces más estables, más sólidas y más disponibles. Este es el primer requisito para el crecimiento de la vida. Supongamos que usted no es solamente pasto o hierba, sino también árbol. En esta etapa usted recibe más luz. Aunque tiene la luz del primer día, necesita que algo suceda en el cuarto día. Usted debe recibir luminares más elevados, más completos, más ricos, más estables y más disponibles. En 1 Juan 1:5-7 se nos dice que después de ser salvos, necesitamos más luz, y que debemos andar en la luz. Génesis 1:14-19 no habla de las luces de una manera vaga, sino de una forma muy definida: el sol, la luna y las estrellas. En tipología, el sol es Cristo. Cristo es nuestro sol. Malaquías 4:2 nos revela que Cristo es el Sol de justicia y que Sus alas traen sanidad. Su resplandor son Sus alas, y con el resplandor viene la sanidad. La segunda mitad de este versículo nos dice que todos creceremos bajo el resplandor de Cristo. Lucas 1:78-79 también nos dice que Cristo es nuestra aurora, el amanecer. ¡Aleluya! Jesús el Señor es nuestro sol. El es la “gran luz” que ha resplandecido en las tinieblas y en la sombra de la muerte (Mt. 4:16). El Señor Jesús compara también a los santos vencedores con el sol (Mt. 13:43). Ellos son uno con el Señor hasta el punto de resplandecer como el sol algún día, igual que El.
Entonces, ¿quién es la luna? La luna es la iglesia. Aunque es difícil encontrar un versículo bíblico que indique que la luna es la iglesia, tenemos una base para afirmar que la iglesia es la luna. Recuerde el sueño de José en el que vio el sol, la luna y las once estrellas (Gn. 37:9-11). El sol era su padre, la luna era su madre, y las estrellas sus hermanos. Basándonos en este hecho, podemos decir que la iglesia como esposa, la novia de Cristo, es representada por la luna. Hoy en día, la iglesia es la luna. ¿Qué es la luna? La luna es un astro que no tiene luz propia, pero refleja la luz. La iglesia por sí sola no tiene luz. Pero ¡aleluya!, la iglesia fue hecha de tal manera que reflejara la luz de Cristo. Además, la luna sólo puede reflejar luz durante la noche. Hoy en día, en la edad de la iglesia, estamos en el período nocturno. Mire el mundo. ¡Cuán oscuro está! Aunque la iglesia se encuentra realmente en la noche oscura (las iglesias locales son los candeleros que resplandecen en esta noche oscura, Ap. 1:20), ella puede reflejar la luz de Cristo. No obstante, con frecuencia la iglesia (igual que la luna) no es muy estable y pasa por altibajos. La iglesia puede ser la luna llena, la media luna o la luna nueva. Cuando no hay luna, las estrellas resplandecen. ¡Aleluya! No solamente tenemos el sol y la luna, sino también las estrellas; no solamente tenemos a Cristo y la iglesia, sino también a todos los santos vencedores. Daniel 12:3 dice que aquellos que vuelven muchos a la justicia resplandecen como estrellas. Si vamos a ayudar a la gente a ser salva, si vamos a volver a la gente de las tinieblas a la luz, si vamos a recobrar a todos los descarriados, debemos ser las estrellas resplandecientes. Apocalipsis 1:20 nos revela que las iglesias son los candeleros que brillan en las tinieblas y que los ángeles (los seres vivientes en las iglesias) son las estrellas resplandecientes. El Señor dijo que los santos son “la luz del mundo” (Mt. 5:14), y Pablo dijo que los santos resplandecen “como luminares en el mundo” (Fil. 2:15). Después de crecer en vida y pasar del pasto al árbol, nosotros no deberíamos quedar satisfechos, pues era solamente el tercer día, y no el último. Debemos seguir adelante y pasar al cuarto día para disfrutar a Cristo como el amanecer, para disfrutar a la iglesia como la luna resplandeciente, y para disfrutar a muchos buenos santos como estrellas brillantes, a fin de crecer en vida. Si la luna no resplandece, no diga que la luna no está allí. La luna sigue siempre ahí. Del mismo modo, no diga que no hay iglesia; la iglesia sigue presente. El problema es éste: de algún modo la iglesia está cubierta, y no está en una posición correcta con relación al sol. Por tanto, no refleja ninguna luz. Aunque surja un problema en la iglesia, ésta sigue presente. Cuando hay un problema con relación a la iglesia, las estrellas deben brillar. Entre nosotros, muchos debemos ser estrellas resplandecientes. Debemos tener contacto con Cristo, con la iglesia y también con los santos que resplandecen. Debemos relacionarnos con muchos santos. Cuando usted acude a un hermano o hermana viviente, ¿no siente mucha luz? Y cuando usted entra en su presencia, ¿no se halla bajo una especie de resplandor? Eso es luz. Esta luz nos ayudará a crecer en vida.
9) Se estableció un gobierno Las luces que Dios hizo en el cuarto día fueron establecidas “para señorear en el día y en la noche” con su resplandor (Gn. 1:18a). La luz no sólo resplandece, sino que también rige con su resplandor. Donde hay resplandor, hay gobierno. Las tinieblas traen confusión, pero la luz regula. Para crecer en vida, necesitamos el gobierno y la reglamentación de las luces del cuarto día. Los luminares del cuarto día también separan la luz de las tinieblas (Gn. 1:18b). La separación entre la luz y las tinieblas ya se había producido (Gn. 1:4), como vimos en el mensaje tres. Ahora, el gobierno del resplandor de las luminarias del cuarto día fortalece esa separación. Para crecer en vida, necesitamos el gobierno de los luminares y también que la separación sea fortalecida. Este es el segundo requisito para crecer en vida.
10) Los seres vivos que están en el agua fueron generados En el quinto día, llegó a la existencia la vida inferior, que tiene la consciencia más primitiva (Gn. 1:20-22). Aunque todas las especies de la vida animal tienen cierto nivel de consciencia, algunas son más elevadas y otras menos. Primero se mencionan los peces, la vida animal que tiene la consciencia más rudimentaria. Todos hemos experimentado eso. Supongamos que algunos peces nadan en un río y nosotros nos acerquemos a ellos. Se asustarán y huirán. Pero si esparcimos comida en el agua y nos alejamos, todos los peces regresarán. Esa vida es más elevada que la vida de los árboles y que la vida vegetal (Ez. 47:7, 9). Aunque no es muy elevada, es más elevada. Esta es la primera etapa del crecimiento de vida. Los peces del mar viven en el agua salada. En principio, el agua salada no fomenta el crecimiento de nada; al contrario, mata y prácticamente impide que crezcan las plantas. El agua salada mata la vida. No obstante, los peces pueden vivir en el agua salada. El agua puede ser salada, pero los peces nunca serán salados, a menos que estén muertos. Esto es bastante significativo. Toda la humanidad, la sociedad humana en su totalidad, se parece a un gran mar. No obstante, nosotros los cristianos estamos llenos de vida. Podemos estar llenos de vida, cohabitar en esta sociedad y no ser salados por ella. Pero una vez muertos, seremos salados. Los chinos acostumbraban comer mucho pescado salado. Primero, mataban a los peces, y luego los ponían en sal hasta que estuviesen bien salados. Cuando los peces vivían, la sal no los afectaba, pues podían vivir en el agua salada. Es maravilloso. Nosotros los cristianos, quienes llevamos la vida de Cristo, podemos vivir en esta sociedad oscura y maligna. No obstante, si morimos, seremos salados. Hoy en día, si usted está lleno de vida y uno de sus compañeros lo invita a ir al cine o a usar narcóticos, usted dirá: “No”. Nada podrá afectarlo. Pero si usted está muerto, lo llevarán al cine como oveja al matadero. Una vez sacrificado, usted estará muerto, consumirá narcóticos, y hasta heroína. Usted será salado. Pero ¡aleluya!, nosotros nunca podremos ser salados porque tenemos vida. La vida repele toda la sal procedente del mar. Esa vida puede sobrevivir en cualquier situación mortífera. Esta vida sobrevive en medio de un entorno de muerte. Esto es bueno, pero hay más todavía.
11) Los seres vivos que vuelan por el aire fueron generados Después de los peces, fueron creadas las aves, las cuales vuelan por el aire, en el quinto día (Gn. 1:20-23). Esta es la vida más elevada con la consciencia de sí más elemental. La vida de las aves es más elevada que la vida de los peces. Los peces pueden vivir en las aguas de muerte, pero las aves pueden trascenderlas. Después de convertirse en pez, usted debe crecer hasta llegar a ser un ave. Cuando sus compañeros de clase le digan: “Vamos al cine”, usted volará. Nadie lo podrá afectar; usted trascenderá a esas cosas. No sólo repelerá la sal, sino que la trascenderá. En cuanto a todo lo que se menciona en el primer capítulo de Génesis hay un versículo que indica que se trata de una tipología. Por ejemplo, el Señor Jesús dijo a Pedro que sería pescador de hombres (Mt. 4:19). Al decir esto el Señor Jesús, comparó a los hombres con los peces del mar. Tenemos también Isaías 40:31 donde vemos que aquellos que confían en el Señor serán como águilas que se elevan y se remontan por encima de las cosas. Esta es una vida más elevada. Muchos pueden testificar que a menudo se han elevado. Podemos hallarnos en toda clase de situaciones, pero con un poco más de crecimiento no sólo sobrevivimos en circunstancias adversas, sino que las trascendemos. Nos alejamos y nada nos puede afectar. ¡Aleluya! Muchas veces deseaba ser un ave. Un día descubrí que yo era realmente un ave. Era un águila con dos alas grandes. ¡Aleluya! Un águila puede elevarse y remontarse sobre los obstáculos de esta tierra. Esto es admirable. No estoy hablando de algo que ignore ni de algo que no se halle en la Biblia. Lean Isaías 40:31. Podemos ser el águila. Esta es la segunda etapa del crecimiento de vida. Esto es maravilloso, pero todavía hay
más.
9) Se estableció un gobierno Las luces que Dios hizo en el cuarto día fueron establecidas “para señorear en el día y en la noche” con su resplandor (Gn. 1:18a). La luz no sólo resplandece, sino que también rige con su resplandor. Donde hay resplandor, hay gobierno. Las tinieblas traen confusión, pero la luz regula. Para crecer en vida, necesitamos el gobierno y la reglamentación de las luces del cuarto día. Los luminares del cuarto día también separan la luz de las tinieblas (Gn. 1:18b). La separación entre la luz y las tinieblas ya se había producido (Gn. 1:4), como vimos en el mensaje tres. Ahora, el gobierno del resplandor de las luminarias del cuarto día fortalece esa separación. Para crecer en vida, necesitamos el gobierno de los luminares y también que la separación sea fortalecida. Este es el segundo requisito para crecer en vida.
10) Los seres vivos que están en el agua fueron generados En el quinto día, llegó a la existencia la vida inferior, que tiene la consciencia más primitiva (Gn. 1:20-22). Aunque todas las especies de la vida animal tienen cierto nivel de consciencia, algunas son más elevadas y otras menos. Primero se mencionan los peces, la vida animal que tiene la consciencia más rudimentaria. Todos hemos experimentado eso. Supongamos que algunos peces nadan en un río y nosotros nos acerquemos a ellos. Se asustarán y huirán. Pero si esparcimos comida en el agua y nos alejamos, todos los peces regresarán. Esa vida es más elevada que la vida de los árboles y que la vida vegetal (Ez. 47:7, 9). Aunque no es muy elevada, es más elevada. Esta es la primera etapa del crecimiento de vida. Los peces del mar viven en el agua salada. En principio, el agua salada no fomenta el crecimiento de nada; al contrario, mata y prácticamente impide que crezcan las plantas. El agua salada mata la vida. No obstante, los peces pueden vivir en el agua salada. El agua puede ser salada, pero los peces nunca serán salados, a menos que estén muertos. Esto es bastante significativo. Toda la humanidad, la sociedad humana en su totalidad, se parece a un gran mar. No obstante, nosotros los cristianos estamos llenos de vida. Podemos estar llenos de vida, cohabitar en esta sociedad y no ser salados por ella. Pero una vez muertos, seremos salados. Los chinos acostumbraban comer mucho pescado salado. Primero, mataban a los peces, y luego los ponían en sal hasta que estuviesen bien salados. Cuando los peces vivían, la sal no los afectaba, pues podían vivir en el agua salada. Es maravilloso. Nosotros los cristianos, quienes llevamos la vida de Cristo, podemos vivir en esta sociedad oscura y maligna. No obstante, si morimos, seremos salados. Hoy en día, si usted está lleno de vida y uno de sus compañeros lo invita a ir al cine o a usar narcóticos, usted dirá: “No”. Nada podrá afectarlo. Pero si usted está muerto, lo llevarán al cine como oveja al matadero. Una vez sacrificado, usted estará muerto, consumirá narcóticos, y hasta heroína. Usted será salado. Pero ¡aleluya!, nosotros nunca podremos ser salados porque tenemos vida. La vida repele toda la sal procedente del mar. Esa vida puede sobrevivir en cualquier situación mortífera. Esta vida sobrevive en medio de un entorno de muerte. Esto es bueno, pero hay más todavía.
11) Los seres vivos que vuelan por el aire fueron generados Después de los peces, fueron creadas las aves, las cuales vuelan por el aire, en el quinto día (Gn. 1:20-23). Esta es la vida más elevada con la consciencia de sí más elemental. La vida de las aves es más elevada que la vida de los peces. Los peces pueden vivir en las aguas de muerte, pero las aves
pueden trascenderlas. Después de convertirse en pez, usted debe crecer hasta llegar a ser un ave. Cuando sus compañeros de clase le digan: “Vamos al cine”, usted volará. Nadie lo podrá afectar; usted trascenderá a esas cosas. No sólo repelerá la sal, sino que la trascenderá. En cuanto a todo lo que se menciona en el primer capítulo de Génesis hay un versículo que indica que se trata de una tipología. Por ejemplo, el Señor Jesús dijo a Pedro que sería pescador de hombres (Mt. 4:19). Al decir esto el Señor Jesús, comparó a los hombres con los peces del mar. Tenemos también Isaías 40:31 donde vemos que aquellos que confían en el Señor serán como águilas que se elevan y se remontan por encima de las cosas. Esta es una vida más elevada. Muchos pueden testificar que a menudo se han elevado. Podemos hallarnos en toda clase de situaciones, pero con un poco más de crecimiento no sólo sobrevivimos en circunstancias adversas, sino que las trascendemos. Nos alejamos y nada nos puede afectar. ¡Aleluya! Muchas veces deseaba ser un ave. Un día descubrí que yo era realmente un ave. Era un águila con dos alas grandes. ¡Aleluya! Un águila puede elevarse y remontarse sobre los obstáculos de esta tierra. Esto es admirable. No estoy hablando de algo que ignore ni de algo que no se halle en la Biblia. Lean Isaías 40:31. Podemos ser el águila. Esta es la segunda etapa del crecimiento de vida. Esto es maravilloso, pero todavía hay más.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCO LAS LUMBRERAS DEL CUARTO DIA (UN PARENTESIS) Antes de estudiar la creación del hombre, debemos considerar, a modo de paréntesis, el asunto de las lumbreras del cuarto día. Génesis 1 relata que en el primer día de la restauración Dios llamó a la luz. El primer día fue un día de luz y esa luz puede ser llamada la luz del primer día. En el cuarto día, Dios hizo algo más en cuanto a la luz. El hizo los portadores de luz: el sol, la luna y las estrellas. La Biblia no dice qué clase de luz había en el primer día, y no necesitamos adivinarlo. La luz del primer día no era muy sólida, ni fuerte ni definida. No se le dio una designación específica; fue llamada simplemente “luz”. No obstante, las luces del cuarto día: el sol, la luna y las estrellas, eran definidas y sólidas, firmes y disponibles. Si prestamos atención al relato de Génesis 1, veremos que la restauración que Dios efectuó junto con Su creación adicional se cumplió en seis días. El fin de estos seis días no era la creación original. Dios llevó a cabo la creación original en el versículo 1 de Génesis 1. Después de la creación, se produjo un gran cambio que sucedió en alguna parte del versículo 2 del capítulo 1, y Dios juzgó el universo. Después de ese juicio, transcurrió un largo período. Luego Dios vino a restaurar y a crear algo más. Esta restauración, con su creación adicional, fue llevada a cabo en seis días, que podemos dividir en dos secciones: los primeros tres días son la primera sección; y los últimos tres, la segunda. Cada sección empieza con un día de luz. El primer día tuvo su luz, y el cuarto día tuvo las suyas. En el primer día, Dios convocó la luz. En el cuarto día, restauró el sol, la luna y las estrellas. Esto tiene mucho significado. Estos días de luz marcan el comienzo de la creación de vida que Dios llevó a cabo. Toda la Biblia revela que la luz es indispensable para la vida. Una vez más, vemos que la obra creadora de Dios está completamente centrada en la vida. Todo lo que Dios creó e hizo giraba en torno a la vida y tenía como fin la vida. Por consiguiente, la luz es necesaria. La luz y la vida siempre van a la par. Por el lado negativo, las tinieblas y la muerte siempre van juntas. Antes de que Dios hiciera Su obra
restauradora, las tinieblas cubrían las aguas de la muerte, lo cual indica que las tinieblas y la muerte eran uno. La muerte es abstracta y nadie puede verla. Por tanto, la Biblia usa el agua para representarla. La profundidad del océano describe la muerte. Antes de que Dios efectuara Su obra de restauración, había solamente dos cosas: las tinieblas y la muerte. Dios es vida y luz, todo lo opuesto a la muerte y las tinieblas. El Dios de luz no puede tolerar las tinieblas; ésta es la razón por la cual vino a disiparlas. Del mismo modo, el Dios de vida no puede tolerar la muerte; por eso vino a sorberla. Cuando lea la Biblia, no adopte una posición científica; enfóquela desde la perspectiva de Dios. Si leemos la Biblia desde el punto de vista de Dios, cada línea se llenará de luz y de vida porque la Biblia es un relato del Ser divino, quien es luz y vida. El Dios de luz y de vida eliminó las tinieblas y la muerte. En el primer día, Dios mandó que la luz viniese y la luz vino. Luego Dios separó la luz de las tinieblas. Esa separación puso un límite a las tinieblas. El Dios de luz parecía decir a las tinieblas: “Tinieblas, escuchadme. Vosotras prevalecéis desde hace mucho tiempo y llenáis todo el universo. Ahora Mi luz viene para limitaros. Sólo podréis dominar durante la noche. No queda sitio para vosotras en el día. Os pongo límites. Separo la luz de vosotras. Jamás podréis volver a ocupar todo el universo. Pues el universo me debe pertenecer por lo menos la mitad del tiempo”. ¡Aleluya! Esto era bueno; sin embargo, era bueno a medias. Todavía queda cierta medida de tinieblas. Dios sigue eliminando esta parte oscura hasta que lleguemos a Apocalipsis 21 y 22, donde leemos la siguiente declaración: “Allí no habrá noche” (21:25b). ¡Aleluya! Vendrá el día cuando no habrá noche. Dios limitó las tinieblas el primer día y, según ese mismo principio, limitó las aguas de muerte el tercer día. En Jeremías 5:22 leemos que Dios usó la arena, es decir, las partículas de roca más finas para limitar las aguas de muerte. Dios dijo a las aguas de muerte: “Estos son vuestros límites. No podéis ir más allá”. Por lo tanto, apareció la tierra seca, y separó la tierra del mar. Después del primer día de restauración de la creación, la mitad era luz y la otra mitad tinieblas; después del tercer día, la mitad era tierra y la otra mitad agua. Dios sigue obrando para eliminar la segunda mitad de la noche y la segunda mitad de las aguas de muerte. En los nuevos cielos y la nueva tierra, el mar ya no existirá (Ap. 21:1); en la Nueva Jerusalén, ya no habrá noche (Ap. 21:25b; 22:5). Esto significa que tanto las tinieblas como la muerte serán totalmente eliminadas. Examínese a sí mismo. ¿Qué medida de tinieblas tiene usted? ¿cuánta muerte lleva? Usted debe contestar al Señor. Si usted crece continuamente en la presencia del Señor, un día podrá decirle a Satanás: “Satanás, no tengo ninguna noche. Mi día dura veinticuatro horas. No contengo nada del agua de muerte. En toda mi vida cristiana, en todas partes y en cada rincón, sólo se ve tierra seca. El mar ya no está”. Todos debemos ser así. Si queremos ser tales, necesitamos las luminarias del cuarto día. La luz del primer día sólo elimina la mitad de nuestras tinieblas y la mitad de nuestra muerte. Las luces del cuarto día nos llevarán a otro mundo donde no hay ni noche ni mar. Todas las verdades bíblicas fueron sembradas, como las semillas, en el libro de Génesis, particularmente en el primer capítulo. Génesis 1:14-18 es una semilla maravillosa de la luz revelada en toda la Biblia. Según el principio de vida, las luces del cuarto día no sirven para generar la vida, sino para hacerla crecer. En el tercer día, quizás al final de ese día, después de que el Señor llamase a la tierra seca y que la tierra surgiera de las aguas de muerte, se generó la vida. En aquel entonces había luz, aire y tierra, tres elementos necesarios para generar vida. Después de que apareció la tierra seca, se generó la vida vegetal. Aunque Dios no estaba contento al final del segundo día (El no dijo que era bueno), ciertamente se alegró al final del tercer día cuando vio la luz, el aire, la tierra seca y toda la vida vegetal. Dios vio el pasto, las hierbas y los árboles, y dijo que eso era bueno. Antes de ese momento, no se había creado la vida sobre la tierra. La vida fue generada empezando con la vida vegetal. Pero ésta era una vida inferior, la vida con una consciencia de sí muy rudimentaria, incapaz de caminar, de hablar y de entender a Dios. Dios puede
hablar a un lirio mil veces, pero el lirio no puede contestarle porque la vida de un lirio es demasiado rudimentaria. Pese a que la vida estaba presente, necesitaba desarrollarse. Se necesitaban las lumbreras del cuarto día para que la vida creciera. La luz del primer día sirvió para generar vida; las lumbreras del cuarto día sirven para fomentar el crecimiento de la vida. En el cuarto día, las lumbreras sólidas estaban preparadas; no se hizo otro trabajo. Muchos de los jóvenes aquí presentes han recibido la luz del primer día, pero dudo mucho que ustedes hayan entrado en las lumbreras del cuarto día. Las luces del cuarto día son distintas de la luz del primer día. La luz del primer día era indefinida; las lumbreras del cuarto día son definidas. Ahora debemos ver qué prefiguran el sol, la luna y las estrellas en tipología.
I. EL SOL: CRISTO Y LOS SANTOS El sol representa a Cristo y también a los santos, quienes resplandecerán como el sol en el reino. Malaquías 4:2 dice que Cristo es el sol de justicia. Sus alas (es decir, Su resplandor) sanan de la muerte. Sin Su resplandor hay muerte; cuando aparece Su resplandor, se es sano de la muerte. Lucas 1:78-79 revela que el nacimiento de Cristo fue la verdadera aurora de la humanidad. Mateo 4:16 nos dice que cuando Cristo vino al mar de Galilea, El apareció como una gran luz. El pueblo que estaba sentado en las tinieblas vio una gran luz. La luz brilló sobre aquellos que estaban sentados en la región y en la sombra de muerte. Esa luz era Jesús. Mateo 13:43a nos dice que los santos vencedores resplandecerán como el sol en el reino venidero. Aunque podemos ser una estrella hoy en día, es demasiado temprano para brillar como el sol. Tenemos que esperar el día de la restauración para brillar así. En el reino, muchos santos resplandecerán como el sol. Hoy en día Cristo es el sol; mañana los santos vencedores también serán el sol.
II. LA LUNA: LA IGLESIA La luna es la iglesia. En el sueño de José, su padre fue asemejado al sol, su madre a la luna, y sus hermanos a las estrellas (Gn. 37:9). La iglesia es la novia, la esposa, de Cristo. Por consiguiente, la luna es un figura de la iglesia (cfr. Cnt. 6:10). En Apocalipsis 1:20 se nos dice que las iglesias locales son candeleros. Las lámparas son necesarias por la noche, no en el día. Apocalipsis 1:20 demuestra claramente que la era de la iglesia no es un día sino una noche. La iglesia como candelero brilla en la noche. Pero el candelero mismo no brilla; lo hace la lámpara. Los siete candeleros se encuentran en el capítulo 1 de Apocalipsis y las siete lámparas en el capítulo 4. Las siete lámparas son los siete Espíritus (Ap. 4:5). La iglesia es el candelero, y el Espíritu es la lámpara sostenida por el soporte. Si a la iglesia le hace falta el Espíritu, será un candelero sin luz. En dicho caso se convertirá en una piedra de tropiezo. Pero el candelero con la lámpara brillante es algo maravilloso. Podemos tener la iglesia como candelero, pero ¿qué podemos decir de la lámpara? Necesitamos la lámpara. Algunos dirán: “Tengo el Espíritu Santo como lámpara. No me preocupa el candelero”. Si usted dice eso, está equivocado. Pues la lámpara está sobre el candelero. Si ahora, en la era de la iglesia, usted desea tener la luz de los siete Espíritus, necesita las iglesias. Las siete lámparas están en los siete candeleros. Durante la era de la iglesia, está de noche, y durante la noche no tenemos acceso directo al sol, a la luz de Cristo. Necesitamos que nos sea reflejada. Necesitamos que la luna refleje la luz del sol; necesitamos que la iglesia refleje la luz de Cristo. Sin la iglesia sería difícil ver la luz de Cristo. Cuando llegamos a la iglesia y ésta no está menguando, ciertamente recibimos luz. Al examinar la historia, vemos que hubo un largo período durante el cual la iglesia estaba menguando. Cuando la luna está menguando, es el momento propicio para que brillen las estrellas. Durante la Edad Media o el Oscurantismo las estrellas brillaron. Martín Lutero era una estrella. Antes y después de Lutero, muchas otras estrellas importantes brillaron debido a que la luna estaba menguando. Hace dos siglos, Zinzendorf y los llamados hermanos moravos practicaban la vida de
iglesia. Aunque su luna no era una luna llena, por lo menos era una luna creciente, que le recordaba a la gente que la iglesia estaba presente. Un siglo más tarde, surgieron algunos hermanos en Inglaterra y la luna creciente aumentó hasta llegar casi a ser luna llena. Filadelfia, la iglesia, estaba allí. No obstante, no duró mucho tiempo. Existe un proverbio según el cual la luna empieza a menguar cuando está llena. En un período de setenta años, que abarca el fin del siglo diecinueve y el principio del siglo veinte, podemos ver algunas estrellas como Andrew Murray, la señora PennLewis y A. B. Simpson. Durante aquel tiempo, hubo estrellas sin luna; no existía la vida de iglesia. La luna estaba menguando y las estrellas brillaban. ¡Alabado sea el Señor! Hoy en día, si no tenemos una luna llena, por lo menos tenemos una luna creciente. En las iglesias no debemos esperar ver gigantes espirituales. Si hay gigantes, esto significa que la luna está menguando. Cuando la luna aumenta y crece, las estrellas no deberían ser tan visibles. No quiero ser una estrella grande, sino un hermano pequeño. Cuando tenemos la luna, tenemos poca necesidad de estrellas. Si acudimos al sol pidiéndole que nos alumbre durante la noche, estamos locos. El sol nos dirá: “No acuda a mí. Vaya a mi reflejo. Vaya a la iglesia si desea recibir la luz que procede de mí. La iglesia refleja Mi luz”. Debemos recordar que es de noche; no ha llegado el día. Necesitamos la iglesia. El Espíritu habla a las iglesias. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:22). Debemos ir a las iglesias y obtener la luz del sol indirectamente. Muchos santos queridos dicen: “No me interesan las iglesias, sólo me interesa Cristo”. Puedo garantizar que todo aquel que diga eso no crecerá. Es posible que los que afirman esto tengan la luz del primer día, pero carecen de las lumbreras del cuarto día. Si usted les pregunta a los santos, ellos le dirán que sólo empezaron a crecer cuando entraron en la iglesia. Cuando volvemos sinceramente nuestro corazón a la iglesia, recibimos indirectamente la luz adecuada de Cristo. Como muchos pueden testificar, cada vez que nos incomodaba la iglesia y que la rechazábamos, estábamos totalmente en tinieblas. Cuando usted le vuelve la espalda a la luna durante la noche, su rostro queda en tinieblas. Pero cuando nos volvemos a la iglesia y somos uno con ella, el resplandor llega inmediatamente. Algunos dirán que ponemos demasiado énfasis en la iglesia y descuidamos a Cristo. Pero ¿cómo podría brillar la luna sin la luz del sol? Sin Cristo, la iglesia no tiene ninguna luz. El resplandor de la luna durante la noche es simplemente el reflejo de la luz solar. La luz de la iglesia no es más que el reflejo de Cristo. A los que hablan tanto acerca de Cristo sin tener contacto con la iglesia adecuada les resultará difícil obtener la luz verdadera y práctica necesaria para el crecimiento en vida. Para crecer en vida, necesitamos la luz de la luna, la cual constituye una parte principal de los luminares del cuarto día. Cuanta más vida de iglesia tengamos, más Cristo tendremos, más luz recibiremos y más crecimiento en vida experimentaremos.
III. LAS ESTRELLAS: CRISTO Y LOS SANTOS Las estrellas son Cristo y los santos. Aunque Cristo es el verdadero sol, El no aparece como el sol durante esta edad nocturna. El resplandece como una estrella, como la estrella resplandeciente de la mañana (Ap. 22:16b). Cristo mismo es una estrella. Los santos vencedores también son estrellas. En 2 Pedro 1:19 se nos exhorta a prestar atención a la Palabra segura hasta que se levante dentro de nosotros la estrella de la mañana, la cual es Cristo. Apocalipsis 1:20 no sólo declara que las iglesias son los candeleros que brillan con el Espíritu, sino que también los ángeles de las iglesias, es decir, los que tienen el liderazgo o los mensajeros, son las estrellas que brillan. Daniel 12:3 afirma que aquellos que vuelven a muchas personas del camino incorrecto a la justicia resplandecerán como estrellas. En Mateo 5:14, descubrimos que los creyentes hoy en día son la luz del mundo; y Filipenses 2:15 dice: “En medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”. Todos estos versículos muestran que los santos que están en el camino correcto y tienen la posición adecuada son estrellas.
IV. GOBIERNAN PARA QUE HAYA DISCERNIMIENTO Las lumbreras del cuarto día gobiernan para que haya discernimiento. El discernimiento procede de la luz. Sin las luminarias del cuarto día, resulta difícil discernir los objetos. Todos necesitamos este discernimiento para crecer en vida. Los jóvenes necesitan el discernimiento para saber adónde deben ir, qué deben decir y hacer, qué procede de Dios y qué es de Satanás, qué está en el espíritu y qué está en el alma. Incluso los jóvenes de secundaria necesitan discernir con cuáles compañeros de clase deben relacionarse y a quiénes deben evitar. El discernimiento procede de la luz. Cuando la luz resplandece, gobierna. Si estoy en un cuarto oscuro, tropezaré. Sin luz no hay dirección ni gobierno ni discernimiento. Pero si me encuentro bajo el resplandor de la luz, puedo discernir el camino que debo seguir. Ustedes los jóvenes que están cursando la escuela secundaria, son diferentes de todos los demás estudiantes porque ustedes son hijos del día. Los demás alumnos siguen en las tinieblas. Cuando usted hable con su maestro, sabrá qué decirle. Usted tiene discernimiento. Para los padres, la mejor manera de cuidar a sus hijos es ponerlos en las manos del Señor. Entonces tendrán la luz, y ésta los gobernará. Esta dirección que les da la luz, proporcionará a los hijos el mejor discernimiento. Nunca caerán en la tentación de consumir drogas. El discernimiento es la mejor protección. Repito que este discernimiento procede del resplandor, y el resplandor de la luz no es más que el gobierno. Si usted lee Génesis 1:14, 16, 18 y Efesios 5:8-11, 13-14 y ora al respecto hasta que estos versículos entren en usted y hasta que la luz brille sobre usted, sabrá lo que debe reprobar, lo que debe aceptar, lo que debe recibir y lo que debe rechazar. La Primera Epístola de Juan 1:5-7 constituye una porción que nos indica con claridad que Dios es luz, que si tenemos comunión con El estamos en la luz, y que cuando andamos en la luz conocemos la diferencia entre las tinieblas y la luz. Así, tenemos el gobierno con el discernimiento.
V. COMO SEÑALES: PRINCIPALMENTE AL VIAJAR El sol, la luna y las estrellas son señales. Estas señales sirven principalmente mientras viajamos. Antiguamente los marineros navegaban guiados por las estrellas. Hoy en día, conducimos nuestros automóviles conforme a las señales de tránsito. Por lo tanto, las señales sirven para viajar. Los fariseos y los saduceos acudieron al Señor Jesús, y le pidieron que les mostrase una señal del cielo (Mt. 16:1-4). El Señor [llamándolos necios,] les dijo: “Al atardecer, decís: Hará buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque el cielo tiene arreboles y está sombrío. Sabéis discernir el aspecto del cielo, mas las señales de los tiempos no podéis”. [Dándoles a entender:] “Yo soy la señal; soy como Jonás. Vosotros no veis la señal porque no tenéis la luz”. Los discípulos también acudieron al Señor en el monte de los Olivos y le preguntaron acerca de la señal de Su venida, la señal del fin de esta era (Mt. 24:3). No sólo tenemos estos versículos, sino que también vemos en Apocalipsis 12:1 una gran señal en el universo: la señal de una mujer con el sol, la luna y las estrellas. Para poder movernos apropiadamente por este universo, tenemos a esta mujer como una gran señal. Esta mujer está relacionada de alguna manera con la iglesia. No estoy diciendo que la mujer sea la iglesia, sino que la iglesia constituye una parte importante de esa mujer. Si hemos de conducirnos y actuar en este universo, necesitamos conocer a esa mujer. Ella tiene su origen en Génesis 3. En la Biblia vemos muchas mujeres. Satanás entró en el linaje humano por medio de una mujer, y el Señor Jesús también entró en el género humano por medio de una mujer. Finalmente la Biblia tiene su consumación en la Nueva Jerusalén, la cual es una mujer, la novia de Cristo. ¡Aleluya! Todos formaremos parte de esa mujer. Por consiguiente, todos debemos conocer la mujer de Apocalipsis 12. Ella es una mujer bíblica, una mujer universal que abarca toda la Biblia. En realidad, ella empezó en Génesis 2 con Eva, no en Génesis 3, y luego va de Génesis 2 a Apocalipsis 22. Si usted conoce a esa mujer, conocerá las señales. Ella es una señal
muy prominente. Constituye una señal para que el pueblo de Dios sepa si debe continuar o detenerse. Por carecer de esa mujer, muchos cristianos no saben qué hacer. No tienen la manera de seguir adelante. Necesitamos una señal, una señal que proceda de las lumbreras del cuarto día.
VI. PARA LAS ESTACIONES: DESIGNADAS POR LA LUNA, ESPECIALMENTE PARA EL CRECIMIENTO Las señales sirven para trasladarse uno, y las estaciones propician el crecimiento. Las palabras que el Señor Jesús pronunció sobre la cosecha muestran que las estaciones sirven para fomentar el crecimiento (Jn. 4:35). Eclesiastés 3:1-8 nos dice que hay un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar. Esto se refiere a las estaciones. Las estaciones son necesarias para el crecimiento. Si usted es agricultor, debe conocer las estaciones. ¿Sembraría usted la semilla en invierno o descansaría en verano? Las estaciones nos indican cuándo debemos arar, cuándo sembrar, cuándo cosechar y cuándo descansar. En Apocalipsis 22:2 vemos que el árbol de la vida lleva fruto cada mes. Las estaciones se designan por los meses, y los meses son determinados por la luna. Debemos leer varios versículos en Levítico sobre este punto (Lv. 23:2, 5, 6, 24, 27, 34, 39, 41). Estos versículos indican que en el primer mes del año el pueblo celebraba una fiesta. La fiesta se relacionaba también con las estaciones. En el primer mes se celebraba la fiesta de la Pascua. Después venía la fiesta de los panes sin levadura, luego la fiesta de las primicias, y después la fiesta de las siete semanas, llamada la fiesta de Pentecostés. Estas cuatro fiestas se celebraban durante la primera mitad del año. En el primer día del séptimo mes, tenían la fiesta de las trompetas, y en el décimo día del séptimo mes, la fiesta de la expiación. Se celebraba además la fiesta de los Tabernáculos en el decimoquinto día del séptimo mes. Cada una de estas siete fiestas se celebraba conforme a los meses. Sin un tiempo de crecimiento, usted nunca podría celebrar una fiesta. Sin crecimiento, ¿qué va a festejar usted? En tiempo de fiesta, el pueblo de Israel traía sus riquezas: vacas, corderos, uvas y todos los productos del crecimiento. La fiesta de los Tabernáculos era particularmente una fiesta en la que se disfrutaba la cosecha. El Señor dijo que debemos reunirnos en Su presencia y disfrutar la cosecha; ésta es una fiesta. La fiesta es el resultado del crecimiento, y este crecimiento está estrechamente relacionado con la luna, la iglesia. Si no tenemos la iglesia, carecemos del elemento de la fiesta. Pocos cristianos celebran la fiesta porque no tienen la luna. No disfrutan plenamente a Cristo como fiesta porque no tienen la iglesia. Necesitamos la iglesia para designar las estaciones que determinarán el crecimiento y las fiestas. Números 28:11 habla de la luna nueva, y Números 29:6 menciona los meses. Estos versículos están relacionados con los meses. Jeremías 8:7 habla de la cigüeña que conoce el tiempo señalado para volar. También habla de la tórtola, la grulla y la golondrina, que conocen su tiempo, su estación. El Señor dijo que Su pueblo no conoce las estaciones. Es la situación de hoy. Los cristianos no tienen ni verano ni primavera; no tienen la primera luna, ni la última luna; no tienen ninguna luna. No tienen ninguna estación: ni primavera, ni otoño, ni verano, ni invierno. En cierto sentido, pasa lo mismo cada día. Por consiguiente, no tienen ninguna posibilidad de crecer ni de festejar, porque carecen de las lumbreras del cuarto día. No obstante, cuando estamos en la vida adecuada de iglesia, la iglesia designará los meses, los meses traerán las estaciones, y las estaciones nos proporcionarán las fiestas. Tendremos todas las fiestas.
VII. PARA LOS DIAS: ESTABLECIDOS POR LA ROTACION DE LA TIERRA A FIN DE CREAR NUEVOS COMIENZOS Tanto los días como los años están relacionados con el sol. La tierra pasa por dos clases de movimientos en relación con el sol: la rotación de cada día y la translación de cada año. La vuelta que da en un día es llamada rotación; el movimiento que lleva a cabo en un año es llamado translación. Todos sabemos que la rotación de la tierra se efectúa en un día y que la translación sucede en un año. Las palabras “para días” (Gn. 1:14b) significa que la tierra gira continuamente para crear nuevos comienzos. ¡Aleluya! Cada día es un nuevo comienzo, pues cada día tenemos un amanecer. Cada día tenemos una madrugada. Cristo, como sol, nos da un nuevo comienzo día tras día. Cada mañana, el avivamiento matutino debe ser nuestro amanecer, un tiempo en el cual la luz del alba se levanta dentro de nosotros para que tengamos un nuevo comienzo. En Números 28:3-4, descubrimos que cada mañana debemos presentar holocaustos. Cada día es un nuevo comienzo. Lamentaciones 3:22-23 revela que las misericordias y compasiones del Señor son nuevas cada mañana. En 1 Tesalonicenses 5:4-8 se nos dice que no somos hijos de la noche, sino hijos del día.
VIII. PARA AÑOS: ESTABLECIDOS POR LA TRANSLACION ANUAL DE LA TIERRA A FIN DE CREAR COMIENZOS MAS IMPORTANTES Las revoluciones anuales de la tierra alrededor del sol producen principios más importantes. Esto es verdaderamente maravilloso. Estamos en Cristo y estamos en la iglesia. Por consiguiente, tenemos el sol y la luna, que nos traen las estaciones, los días y los años. Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, el Señor le dijo que ése sería el principio de un nuevo año (Ex. 12:2). Cuando fuimos salvos, aquello también fue el comienzo de un nuevo año, el año de nuestro renacimiento, una verdadera revolución en nuestra vida. Mi primera revolución se produjo en 1925, el año en que fui salvo. La segunda fue en 1931, el año en que fui reavivado. Menos de un año después, en julio del año 1932, tuve otra revolución: vi la iglesia. Eso cambió toda mi vida cristiana. En mi vida cristiana he tenido numerosos años nuevos, además de éstos. Año tras año, Cristo como sol verdadero nos da un nuevo comienzo. Ninguna cosecha puede crecer si no ocurren las estaciones, si no transcurren los días y los años. Todas las cosechas crecen mediante las lumbreras del cuarto día. Por una parte, somos la cosecha de Dios; por otra, somos la labranza de Dios. Necesitamos la luna que designa las estaciones para nosotros y necesitamos el sol que designa los días y los años. Génesis 8:13 nos dice que Noé volvió a la tierra el primer día del primer mes. El tuvo un nuevo comienzo el primer día del primer mes, otro comienzo en la nueva tierra. Exodo 40:2, 17 revela que el tabernáculo fue erigido el primer día del primer mes, otro comienzo. ¿Por qué Dios no ordenó al pueblo que levantara el tabernáculo en el vigésimo noveno día del cuarto mes, sino en el primer día del primer mes? Para marcar un nuevo comienzo. En 2 Crónicas 29:17 y Ezequiel 45:18 se nos dice que el pueblo purificaba y santificaba el templo en el primer día del primer mes. El regreso de Babilonia empezó el primer día del primer mes, según Esdras 7:9. Todos los cristianos necesitan estos cuatro comienzos: la llegada a la nueva tierra, el levantamiento del tabernáculo de Dios, la purificación del templo de Dios, y el regreso del cautiverio. Todas estas cosas son nuevos comienzos en la vida cristiana, los cuales son necesarios para el crecimiento en Cristo y deben producirse en “el primer día del primer mes”.
IX. SOMBRAS DE CRISTO Todos los días, las señales, las estaciones y los años son sombras. Cristo es la realidad (Col. 2:1617). Cristo es el día santo, Cristo es la nueva luna, Cristo es el día de sábado, Cristo es el comienzo del año, Cristo lo es todo. Cristo es su nuevo comienzo, un comienzo más importante que un año y más pequeño que un día. Cristo es la nueva luna.
X. LAS LUCES FORTALECEN En el milenio, la edad del reino, la luz de la luna equivaldrá a la luz del sol, y la luz solar se intensificará siete veces, como de siete días (Is. 30:26). El Espíritu intensificado de Dios llega a ser los siete Espíritus; el sol intensificado se convertirá en la luz solar siete veces intensificada. Esto se producirá durante la edad del reino, el tiempo de restauración, cuando Dios sane a Su pueblo. No obstante, ahora tenemos un anticipo. En algunos santos la luna resplandece como el sol. Para mí, la vida de iglesia es semejante al sol, mucho más fuerte que la luna ordinaria. Tengo una luna brillante, tan resplandeciente como el amanecer, y el sol tiene una luz siete veces intensificada.
XI. FINALMENTE NO HABRA NOCHE En la Nueva Jerusalén no habrá noche (Ap. 21:23, 25b; 22:5). En esa ciudad no se necesitará ni sol ni luna ni luminares porque el Dios Triuno será su luz. Si leemos detenidamente el Apocalipsis, veremos que fuera de la Nueva Jerusalén, fuera de la ciudad, todavía habrá día y noche, pero dentro de ella no habrá noche. Tendremos a nuestro Dios Triuno como la luz perfecta y única que brilla sobre nosotros. Los días constarán de veinticuatro horas de luz. No obstante, hoy en día necesitamos las lumbreras del cuarto día. Necesitamos particularmente la luna y las estrellas que reflejan la luz del sol. Esa es la manera en que crecemos. Espero que el Señor le hable a usted acerca de su crecimiento, para que su crecimiento en vida se produzca con los luminares del cuarto día. La luz del primer día fue necesaria para generar la vida, para que usted volviera a nacer. Sin embargo, usted necesita las lumbreras del cuarto día para poder crecer.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SEIS DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (3) EL PROPOSITO En este mensaje consideraremos la creación de la vida humana, la vida más elevada con la consciencia de sí más desarrollada. El último mensaje era un paréntesis, y en este mensaje continuaremos nuestro estudio con el proceso restaurador de Dios y con la creación adicional.
13) El concilio de la Deidad Génesis 1:26 revela que hubo un concilio celebrado por la Deidad y entre la Deidad. Decimos “entre” porque Dios es triuno. En términos humanos, podemos decir que existen tres Personas en la Deidad, un Dios de tres Personas. No puedo explicar esto. Sólo puedo decir que Dios es triuno, que tenemos un solo Dios de tres Personas. Hubo un concilio celebrado por las tres Personas de la Deidad, y se tomó una decisión. Este concilio y la decisión tomada en él inició la madurez de vida. Después de crear el ganado, las bestias y los reptiles en la primera parte del sexto día, Dios no procedió inmediatamente a crear al hombre, sino que tuvo un concilio para hablar del tema. Leamos Génesis 1:26: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre...” Si leemos este versículo detenidamente, veremos que hubo una especie de concilio. Dios dijo: “Hagamos...” Dios es uno; sin embargo, el verbo usado aquí es plural. Esto demuestra que Dios es triuno. No dice: “Voy a hacer...” La palabra “hagamos” significa tengamos comunión. Aunque usted quizá piense que deduzco demasiado, de todos modos tenemos la expresión “hagamos” en la Biblia. Después de crear todo lo que mencionamos anteriormente, Dios necesitaba de todos modos crear al hombre como la vida creada más elevada a fin de expresarse a Sí mismo y expresar Su imagen y semejanza. Para cumplir esta obra, necesitamos que el Dios Triuno (el Padre, el Hijo y el Espíritu) obre en el hombre. Los libros bíblicos que vienen luego lo comprueban plenamente. Hasta ahora hemos visto ocho puntos sobre la vida. No lo olvide. Dios creó el pasto, las hierbas y los árboles al final del tercer día, antes de las lumbreras del cuarto día. Después de éstas, creó los peces y las aves en el quinto día. En la primera parte del sexto día, Dios creó el ganado, representado por el buey, las fieras representadas por el león, y las cosas que se arrastran. Por tanto, hubo tres representantes de la vida vegetal y cinco de la vida animal. Nos podría parecer que toda la tierra estaba llena de vida. No obstante, no había una vida madura. La vida madura en esta tierra se encuentra en la vida humana. Aun hoy en día, después de seis mil años, ninguna vida sobre esta tierra puede superar la vida humana. No se menosprecie. Usted es muy grande, más elevado que el pasto, las hierbas y los árboles, y más desarrollado que el ganado, las bestias y los reptiles. Usted es la vida creada más elevada. Sin el hombre, no habría madurez de vida. Por consiguiente, el Dios Triuno tuvo un concilio y dio inicio a la madurez de la vida. El Dios Triuno decidió crear la vida más elevada.
14) El hombre fue generado como centro El hombre fue generado como centro; es una vida más avanzada y tiene una consciencia de sí más elevada. Esta es la madurez de la vida que tiene la imagen de Dios y que puede ejercer el dominio de Dios. En esta tierra el hombre es el centro. Como lo hemos hecho notar anteriormente, los cielos fueron creados por causa de la tierra, y la tierra por causa del hombre. Todo lo que está en el cielo: la luz del sol, la lluvia y el aire, es necesario para el crecimiento de la vida sobre la tierra. Sin la luz del sol, la lluvia y el aire, la vida no podría existir en la tierra. Por tanto, los cielos son necesarios para esta tierra, y la tierra, con toda clase de vida, es necesaria para el hombre. Todos sabemos que los minerales son indispensables para las plantas, las plantas para los animales, y las plantas y los animales para el hombre, y el hombre está destinado para Dios. Por tanto, el hombre es el centro. Los cielos fueron cimentados y la tierra fue preparada. Todo estaba listo para que el hombre llegase. ¡Alabado sea el Señor! Dios no creó al hombre para pedirle luego que esperase a que El cimentara los cielos y preparase la tierra para él. Por el contrario, después de que Dios estableció los cielos, preparó la tierra y tuvo todo listo, el hombre vino a existir. Finalmente Dios creó al hombre. El hombre vino al final pero era y sigue siendo el centro. Eso es idéntico a un matrimonio según la costumbre oriental. En ese matrimonio, el marido prepara todo y al final llega la novia. La novia no llega y luego espera que todo esté preparado. Después de que todo está listo, aparece la novia. Del mismo modo, la tierra entera es el lugar de la boda de
Dios. Dios lo ha preparado todo para Su boda. ¿Quién es la novia? La novia es el hombre. El hombre es la madurez de toda vida creada. Sin el hombre, no hay madurez. Considere el pasto. Es verde y tierno, pero le hace falta la forma, la apariencia. No tiene rostro. Las hierbas, que incluyen el maíz y el trigo, son plantas más desarrolladas en su forma. Sin embargo, tampoco tienen rostro. Los árboles son más grandes, y llevan fruto y también semillas; no obstante, ninguno de ellos tiene un rostro para expresarse. Después de estos tres niveles de vida vegetal, aparecen los peces, el primer nivel de vida animal. El pez sí tiene un rostro con dos ojos, pero no se puede distinguir claramente su cabeza, pues los peces no tienen cuello. Las aves sí tienen rostro y también un cuello que se puede distinguir; poseen ojos, oídos y una especie de boca, algo más parecido al rostro humano. El ganado, los caballos y los bueyes tienen rostros más parecidos al rostro humano. Después del ganado, tenemos las bestias, y específicamente el león. El rostro de un león se asemeja bastante al rostro de un hombre. Aunque la afirmación de Darwin de que el hombre desciende del mono es una insensatez, no podemos negar que los rostros de algunos animales se parecen al rostro del hombre. No obstante, por mucho parecido que tengan los rostros de las aves, del ganado, de las bestias, de las águilas, de los bueyes y de los corderos con el rostro humano, de todos modos no son hombres. Les hace falta mucho y son inferiores. No son la madurez de la vida creada. Ezequiel 1:5 y 10 habla de los cuatro seres vivientes. Estos son semejantes al hombre. Cada uno tiene cuatro caras: de frente tienen rostro de hombre, en la derecha tienen cara de león, en el lado izquierdo tienen el rostro de un buey, y en la parte posterior, cara de águila. Detrás tienen el rostro de un águila porque no se parece mucho al de un hombre. Los rostros del león y del buey son más parecidos al rostro humano. No obstante, la cara humana es la expresión suprema. Por tanto, la vida humana es la madurez de toda vida creada, pues puede expresar a Dios y ejercer el dominio de Dios. Lo más llamativo y maravilloso de la vida humana es su consciencia de sí. Tenemos efectivamente la consciencia más elevada. La consciencia que tenemos de nosotros mismos es más desarrollada que la de los peces, las águilas, los bueyes y los leones. En cuanto a ser consciente de sí, la vida humana es la más elevada. Debemos gritar: “¡Aleluya!” En el universo y en la tierra, se generó al hombre. El hombre fue creado y posee una vida que tiene la más elevada consciencia de sí, una vida capaz de expresar a Dios y representarlo. ¡Esto es maravilloso! La creación del hombre fue tan crucial e importante que el Dios Triuno celebró un concilio antes de llevarla a cabo. El cielo había sido restaurado. Los cielos fueron establecidos para servir a la tierra. La tierra seca apareció a fin de generar la vida vegetal, la vida animal y la vida humana. Mire al cielo; tenemos el sol, la luna, las estrellas, la lluvia y el aire. Considere la tierra: vemos el pasto, las hierbas y los árboles. Tenemos las aves en los aires, los peces en el agua, y el ganado, las bestias y los reptiles sobre la tierra. Como centro de todo eso, se encuentra el hombre, el cual expresa a Dios y lo representa. Después de crear al hombre, Dios descansó. El quedó satisfecho.
b. Los puntos centrales Ahora llegamos a los puntos centrales de la obra restauradora de Dios y de Su creación adicional.
1) Recobrar la tierra Dios necesitaba recobrar la tierra para generar vida y para ejercer dominio (Gn. 1:9, 26, 28). Mientras la tierra se hallaba bajo las aguas de muerte, no quedaba ninguna posibilidad de generar vida ni de ejercer dominio. Para obtener ambas cosas necesitaba recobrar la tierra.
2) Obtener al hombre El segundo punto central consiste en obtener al hombre como expresión de Dios mismo y en juzgar al enemigo de Dios (Gn. 1:26-28). Más adelante profundizaremos en esto.
3) Generar vida El tercer punto central consistía en generar vida. Esto era necesario para que Dios pudiera expresarse y ejercer Su dominio. Recuerde estos tres puntos centrales: recobrar la tierra, obtener al hombre y generar vida. Aunque las cosas creadas por Dios son numerosas, en Génesis 1 y 2 Dios sólo menciona la vida y lo relacionado con ella, porque la restauración y creación adicional se centraban en la vida. Toda la creación estaba centrada en la vida. Dios recobró la tierra, creó al hombre y produjo toda clase de vida con el propósito de expresarse a Sí mismo y vencer a Su enemigo.
c. El propósito Ahora llegamos al propósito de la obra restauradora de Dios y de Su creación adicional. Es sumamente importante.
1) Obtener al hombre para que exprese a Dios El propósito principal de la obra restauradora de Dios y Su creación adicional fue obtener al hombre, un hombre corporativo, que lo expresara a El (Gn. 1:26, 27). El hombre que Dios creó era un hombre corporativo. Dios no creó muchos hombres. El creó a la humanidad colectivamente en una sola persona, Adán. Dios creó a Adán, quien era un hombre corporativo, un hombre colectivo. El día que Adán fue creado, fuimos creados todos. Si usted tiene treinta años de edad, no diga que fue creado hace treinta años. Usted nació hace treinta años, pero fue creado hace seis mil años. Aunque quizás yo haya nacido cuarenta años antes que usted, fuimos creados al mismo tiempo. Cuando Adán fue creado, todos fuimos creados porque todos fuimos creados colectivamente en él. Estábamos incluidos en Adán. Dios no creó un hombre individual, sino un hombre corporativo que lo expresara a El. En el versículo 26 Dios dijo: “Señoreen” (heb.); aunque se trata de un solo hombre, el verbo es plural. Esto demuestra que ese hombre es un hombre corporativo. En este versículo, el verbo plural indica que Dios es triuno, y el complemento plural indica que el hombre es corporativo. Dios creó al hombre corporativo a Su propia imagen y semejanza para que éste le expresara.
a) Con la imagen de Dios interiormente En Génesis 1:26 dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza...” Aquí encontramos dos cosas: la imagen y la semejanza. Todos los estudiosos serios de la Biblia concuerdan en que la imagen se refiere a algo interno y la semejanza a algo externo. Todos tenemos algo interior: el intelecto, la voluntad y la parte emotiva. Exteriormente, tenemos la semejanza, la forma física.
(1) La imagen de Dios es Cristo En 2 Corintios 4:4 y en Colosenses 1:15 se revela que la imagen de Dios es Cristo. Cristo es la imagen del Dios invisible. Dios es invisible; no obstante, tiene una imagen. El Dios invisible tiene una imagen visible. A Dios nadie lo vio jamás, pero Cristo lo ha dado a conocer (Jn. 1:18). Todos nosotros hemos visto a Cristo de un modo u otro. Pedro lo vio. Juan lo vio. Después de Su
resurrección, lo vieron quinientos hermanos al mismo tiempo (1 Co. 15:6). El es realmente la imagen de Dios. Hebreos 1:3 declara que Cristo es la imagen visible de la Persona de Dios.
(2) El hombre fue creado a la imagen de Cristo El hombre, por haber sido creado a la imagen de Dios, la cual es Cristo, fue creado a la imagen de Cristo. En Génesis 1:26, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen...” Pero en el versículo 27 dice: “Creó Dios al hombre a Su imagen”. Indudablemente “Su imagen” aquí significa la imagen de Cristo. Así que, el hombre fue hecho a la imagen de Cristo.
(3) Adán tipificaba a Cristo Romanos 5:14 revela que Adán, el primer hombre, tipificaba a Cristo, era figura de El. Si tomamos la fotografía de una persona, esa imagen es la figura de la persona o el tipo de ella. Adán era la fotografía de Cristo. Cristo era la imagen de Dios, y Adán era la fotografía de Cristo. Así como la fotografía es la expresión de cierta imagen, también el hombre fue hecho para ser la expresión de la imagen de Dios, la cual es Cristo. Usemos un guante como ejemplo. Un guante es hecho a la imagen y semejanza de la mano. Tanto la mano como el guante tienen cinco dedos. El guante fue hecho a la imagen de la mano para que un día la mano pudiese entrar en el guante. La mano llena el guante, y el guante expresa la mano. ¿Por qué fue hecho el hombre a la imagen de Cristo? Porque Dios quería que algún día Cristo entrara en el hombre y se expresara por medio de éste. Romanos 9:21 y 23 nos revela claramente que el hombre fue hecho como una vasija, es decir, como un recipiente. El hombre no es ni un cuchillo, ni un martillo, ni una herramienta; es una vasija, un recipiente. Romanos 9:21 y 23 añade que el hombre fue hecho como vaso de honra para contener a Dios, para contener la gloria de Dios. En 2 Corintios 4:7 se afirma que tenemos este tesoro en vasos de barro. Esta vasija es semejante al guante; un día la mano entra en él; el contenido entra en el recipiente. Somos simplemente una vasija que debe contener a Cristo.
(4) Cristo fue hecho a la semejanza del hombre Un día Cristo vino para tomar la semejanza del hombre (Fil. 2:6-8). El hombre fue hecho a la imagen de Cristo, y Cristo fue hecho a la semejanza del hombre. ¿No es eso maravilloso? ¿Quién es conforme a quién? Es algo mutuo. El hombre fue hecho conforme a Cristo, y Cristo fue hecho a la semejanza del hombre para que mediante Su muerte y resurrección, el hombre pudiera obtener la vida de Dios. Esto es un misterio; no obstante, es un hecho. ¡Aleluya! Todos hemos obtenido esta vida.
(5) El hombre puede ser transformado y conformado a la imagen de Cristo Nosotros por tener la vida divina podemos ser transformados y conformados a la imagen de Cristo (2 Co. 3:18; Ro. 8:29m). Aquí tenemos dos cosas: la transformación y la conformación. La transformación es interior y la conformación es exterior. Tenemos un intelecto, una parte emotiva y una voluntad, los cuales fueron hechos conforme a Cristo. Sin lugar a dudas, Cristo tiene el mejor intelecto, la mejor voluntad y la mejor parte emotiva. Nuestro intelecto, nuestra voluntad y nuestra parte afectiva no son muy reales. Considere nuevamente el ejemplo de la mano y el guante. La mano humana tiene un pulgar y cuatro dedos, y el guante tiene también un pulgar y cuatro dedos. No podemos negar que el pulgar de un guante es
un pulgar, pero cuando lo comparamos con el pulgar de la mano, encontramos una gran diferencia. Compare su intelecto con el de Cristo. Nuestro intelecto se parece al pulgar vacío de un guante. El intelecto de Cristo es semejante al pulgar de una mano humana. Tenemos sabiduría, pero vemos nuevamente que nuestra sabiduría es semejante al pulgar vacío del guante, y la sabiduría de Cristo se parece al pulgar de la mano. No obstante, un día el pulgar de la mano entrará en el pulgar del guante y ¡ambos pulgares llegarán a ser uno! Uno es la apariencia, la expresión; el otro es la realidad, el contenido. Nuestra sabiduría es simplemente lo que contiene la sabiduría de Cristo; es la expresión de la sabiduría de Cristo. ¿Tiene usted amor? Sí, todos tenemos amor, pero nuestro amor es semejante a un guante vacío. Esposas, no esperen amor de sus esposos. Aun cuando su esposo la ama, ese amor es vacío. ¡Alabado sea el Señor porque ese amor está vacío! Está vacío para que entre el amor de Cristo. Pero esto no siempre resulta fácil. El amor de Cristo debe obrar a fin de entrar en nosotros. Los dedos de un guante pueden estar torcidos o doblados y, por ende, resistir la entrada de la mano que procura penetrar. Del mismo modo, necesitamos cierta disciplina para que el amor de Cristo entre en nosotros. Un día el amor de Cristo entra en el amor vacío del marido. En ese momento, usted disfrutará del verdadero amor, el amor de Cristo, por medio del amor vacío de su marido. ¡Alabado sea el Señor! Todo lo que tenemos, todo lo que somos y todo lo que podemos hacer es simplemente un molde vacío, cuya única utilidad es ser un envase para mantener todo lo que Cristo es, todo lo que tiene y todo lo que puede hacer. Cristo está en nosotros. La vida de Cristo continuamente lleva a cabo una obra transformadora dentro de nosotros. Nuestro amor, nuestras emociones y nuestros pensamientos son inadecuados. Nada de lo que tenemos por naturaleza es adecuado porque está vacío y es limitado. La esencia, el elemento, de Cristo debe entrar en todo lo que somos. La sabiduría de Cristo debe entrar en nuestra sabiduría vacía e impartirnos Su mente (Fil. 2:5). Nuestra mente debe ser el recipiente de la mente de Cristo; la mente de Cristo debe llenar la nuestra. Entonces, nuestra mente será transformada a la imagen de Cristo. En 2 Corintios 3:18 dice que todos nosotros, a cara descubierta contemplamos y reflejamos como un espejo la gloria del Señor y somos transformados a Su imagen. Esta es la transformación interior. Esta transformación interior también llegará a ser la conformación interior. Seremos conformados a la imagen del Hijo de Dios (Ro. 8:29m).
(6) Nuestro cuerpo será transfigurado a la semejanza del cuerpo glorioso de Cristo Fuimos hechos conforme a Cristo. Un día Cristo vino y tomó la semejanza de nuestra forma. Lo recibimos a El, y El entró en nosotros. Este Cristo está ahora en nosotros, y lleva a cabo la obra de transformación, no sólo transformándonos a Su imagen, sino también conformándonos a Su propia forma. Finalmente, El vendrá a fin de transfigurar nuestro cuerpo físico a la semejanza de Su cuerpo glorioso (Fil. 3:21). Con el tiempo, seremos plena y completamente lo que El es (1 Jn. 3:2b). Cuando El se mire a Sí mismo, dirá: “Todos vosotros sois como Yo”. Cuando nos miremos, diremos al Señor Jesús: “Todos somos como Tú, y Tú eres como nosotros”. No habrá ninguna diferencia. Todos seremos como Cristo, y Cristo será idéntico a nosotros. Cristo y nosotros, nosotros y Cristo, tendremos la misma imagen y la misma semejanza. Este era el propósito de Dios al crear al hombre para expresarse a Sí mismo. En cierto sentido, la creación del hombre fue completada, pero el proceso de transformación continúa. Estamos ahora bajo el proceso de transformación, esperando Su regreso.
b) Con la semejanza exterior de Dios El hombre fue creado no solamente a la imagen interior de Dios, sino también en Su semejanza
exterior. Todas las demás cosas de la creación concuerdan con “su propio género”. Sin embargo, el hombre no fue creado conforme al género humano, sino a la semejanza de Dios. Así como la imagen alude al ser interior de Dios, la semejanza debe de referirse a la forma externa de Dios. La relación entre Dios y el hombre es un misterio. Por una parte, la Biblia dice que Dios es invisible; por otra, afirma que aun antes de la encarnación de Jesús, El apareció varias veces como hombre en el Antiguo Testamento. Varias veces Cristo apareció con cuerpo humano. Mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda, vio que tres hombres venían (Gn. 18:2a). El Señor y dos ángeles se le aparecieron. Abraham invitó a los tres hombres a su tienda y les sirvió una buena comida. Todos comieron con él. Dios comió con Abraham, y ambos conversaron mucho. Esta es la razón por la cual a Abraham se le llamó amigo de Dios (Jac. 2:23). Si leemos Génesis 18, veremos que el relato de ese pasaje trata de una comunión entre amigos. Dios era amigo de Abraham. Después de cierto tiempo, el Señor despidió a los dos ángeles, y El permaneció con Abraham. Este estuvo delante del Señor, como delante de un amigo (Gn. 18:16a, 22). Ese era Cristo antes de Su encarnación. La segunda vez que Cristo apareció en forma de hombre fue en el caso de Jacob en Peniel. Un hombre vino para subyugar al fuerte Jacob (Gn. 32:24). De hecho, ¡era Dios quien estaba luchando con Jacob! Dios en forma humana estaba luchando con Jacob. Jacob era muy fuerte y Dios no pudo subyugarlo hasta que le tocó el muslo, y Jacob quedó cojo. Jacob le pidió que le declarara su nombre. Dios dijo que no le preguntara Su nombre y que le dejara bendecirlo. Finalmente, Jacob se dio cuenta de que se había encontrado con Dios cara a cara (Gn. 32:28-30). Peniel significa la faz de Dios. Dios apareció como hombre allí, como un hombre verdadero. Si El no hubiera sido un hombre de verdad, ¿cómo habría podido luchar con Jacob? En otra ocasión (Jos. 5) Dios apareció con cuerpo humano. En esa oportunidad Josué sentía la gran responsabilidad de vencer a Jericó. Posiblemente era al día siguiente que el ejército de Dios saldría a combatir contra Jericó, y Josué, su líder, sentía la carga de aquella batalla. Creo que él estaba considerando la situación por la tarde cuando de repente vio a un hombre. Josué le preguntó: “¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?” El hombre dijo: “No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora” (Jos. 5:13-14). El hombre dijo también a Josué: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo” (Jos. 5:15). En ese lugar estaba Dios. Todos estos casos nos muestran que el Señor Jesús, antes de Su encarnación, apareció varias veces en la forma corpórea de un hombre. Esto es realmente misterioso. El pasto, las hierbas y los árboles no tienen ningún rostro. A partir de la vida animal, hemos visto que los peces tienen rostro, pero no muy parecido al rostro humano. Luego vinieron las aves, el ganado y las bestias. Más tarde vino el hombre, cuyo rostro es muy parecido al de Dios. Esto es un misterio. De todos modos, se nos dijo claramente que fuimos hechos a la imagen de Dios. Esta es la razón por la cual tenemos sabiduría, voluntad y emociones, tal como Dios, pero sin la realidad. Lo que tenemos es sólo las expresiones. Necesitamos el contenido. También tenemos una forma, la forma de la imagen, igual que una fotografía. Sin embargo, la fotografía carece de realidad. Cuando el hombre fue creado con la forma de Dios y a Su imagen, no tenía la realidad de Dios. Después de ser creado el hombre, seguía necesitando recibir a Dios. El hombre no tenía la realidad de Dios ni Su vida, aunque sí tenía la forma y la imagen de Dios. El hombre fracasó. Entonces el Señor vino en forma de hombre. El murió en esta forma y resucitó para elevar esta forma. Su muerte y resurrección nos permiten recibirlo fácilmente. Hemos recibido y obtenido esta vida divina, y por dicha vida podemos tener la realidad de Dios. La vida divina obra ahora en nosotros para transformar nuestra vida vacía en la forma divina de realidad. En esto consiste la transformación. Finalmente seremos conformados a Su imagen. La Biblia es la revelación de este misterio. Es muy importante, crucial y esencial que veamos la imagen de Dios y Su forma, en las cuales y conforme a las cuales fuimos creados. Todos debemos ver cómo Cristo fue esa imagen y cómo tomó forma de hombre para que lo recibiésemos a El como vida y realidad nuestras. Finalmente seremos mezclados El y nosotros, y llegaremos a ser uno. Seremos Su
apariencia y expresión; El será nuestra realidad y contenido. El y nosotros seremos uno. El será como nosotros y nosotros seremos como El. Entonces, expresaremos a Dios en todo el universo. Ahora podemos ver por qué Dios creó los cielos y la tierra y por qué creó la vida humana. Este es el significado y el centro del universo. Si no vemos eso, no podemos entender cuál es el significado del universo ni para dónde vamos. Hoy en día, conocemos el significado del universo y sabemos dónde estamos y adónde vamos. Estamos aquí para expresar a Dios, y salimos a Su encuentro para ser uno con El. Cuando fuimos salvos, la vida divina que entró en nosotros era semejante al pasto. Creció hasta ser hierbas y árboles. Después creció hasta llegar a un plano de vida más elevado: los peces, las aves, el ganado y las fieras. Podemos expresar a Dios sólo cuando alcanzamos la cima de la vida creada. Necesitamos la vida humana. Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7 nos revelan que de los nueve aspectos de la vida, descritos en Génesis 1, sólo cuatro son representados en la presencia de Dios: el águila, el buey, el león y el hombre. Estos cuatro están en la presencia de Dios, y representan a todas las criaturas que se encuentran delante de El. Ezequiel y Apocalipsis no mencionan el pasto, las hierbas, los árboles, los peces, ni los reptiles. En la eternidad no habrá mar y, por consiguiente, no habrá peces. Ciertamente no habrá animales que se arrastren. Lo que estará representado en la presencia de Dios será el hombre, el ganado, el león y el águila. Todos debemos crecer hasta llegar al plano de vida más elevado, es decir, al plano del ganado, el león y el águila. Debemos seguir adelante a la madurez de vida, que está representada por la vida humana. Esta vida es lo único que puede expresar a Dios. Esta vida es lo único que puede tener dominio por Dios. Esta es nuestra meta. Debemos crecer cada vez más y pasar de la vida vegetal a la vida animal, y de la vida animal a la vida humana.
PALABRA ADICIONAL Usted ya ha escuchado que todas las verdades bíblicas fueron sembradas en Génesis, particularmente en el capítulo 1. Como vimos, Génesis 1 habla de la luz, y esta luz se desarrolla en toda la Biblia. Vimos la luz del primer día, las lumbreras del cuarto día, y el desarrollo de éstas hasta el final de la Biblia, donde leemos en los últimos dos capítulos que “no habrá noche”. Finalmente, Dios mismo será la luz para Sus redimidos. Nosotros los redimidos que estaremos en la Nueva Jerusalén no necesitaremos el sol, la luna, ni ninguna otra fuente de luz. Dios mismo será la luz. Por consiguiente, la semilla de luz sembrada en Génesis 1 se desarrolló plenamente en Apocalipsis 22. Según el mismo principio, tenemos la palabra “imagen”. “Dios hizo al hombre a Su propia imagen”. La imagen de Dios lo expresa a El. Expresar a Dios no es más que manifestar Su gloria. Esta pequeña palabra “imagen” se desarrolla continuamente hasta ser la Nueva Jerusalén al final de la Biblia. La ciudad entera tiene la apariencia del jaspe (Ap. 21:11). Si usted lee Apocalipsis 4:3, verá que el que se sienta en el trono es semejante al jaspe. La apariencia de Dios es como jaspe. Por último, toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, estará constituida de jaspe. El muro de la ciudad también estará constituido de jaspe (Ap. 21:18a). Desde todos los ángulos, todas las perspectivas y todos los lados la Nueva Jerusalén tiene la apariencia de Dios. Esta es la expresión de la imagen de Dios. Esta mañana, mientras orábamos-leíamos, el hermano Al me preguntó acerca de los cuatro seres vivientes de Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7. En Ezequiel, cada uno de estos seres tiene cuatro rostros; el rostro frontal es humano; el rostro posterior es de águila; el rostro lateral derecho es de león, y el rostro lateral izquierdo es de buey. Sin embargo, si seguimos adelante y pasamos de Ezequiel al capítulo 4 de Apocalipsis, veremos una pequeña diferencia. Allí, cada uno de los cuatro seres tiene un solo rostro. El primero no es de hombre, sino de león. El segundo no es de buey, sino de becerro. Conocemos la diferencia entre un buey y un becerro. Un buey tiene más edad. Esto es extraño. En mi opinión, en Ezequiel el buey debería ser un becerro, y en Apocalipsis el becerro
debería ser un buey; primero el más joven, luego el mayor. No obstante, la Biblia menciona primero el mayor y luego el menor; primero el buey, luego el becerro. Les aseguro que nosotros los cristianos no vamos a envejecer, sino a rejuvenecer. Cuanto más crezcamos, más joven seremos. En Apocalipsis viene primero el león, luego el becerro, en tercer lugar el hombre, y en cuarto lugar el águila. El hermano Al me preguntó por qué había esta diferencia entre Ezequiel y Apocalipsis. Esta es la razón: el orden de los seres vivientes de Apocalipsis concuerda con el orden de los cuatro evangelios. En Mateo tenemos al león, o sea el rey. En Marcos, tenemos el siervo, el esclavo, es decir, el becerro. En Lucas tenemos al hombre. En Juan tenemos a Dios, el águila que se remonta a las alturas. ¿Qué significa esto? En realidad, los cuatro seres vivientes de Ezequiel eran la manifestación de la gloria de Dios. En la conferencia que tuvimos sobre Ezequiel, abarcamos Ezequiel 1 y vimos cómo los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. ¿Qué es la gloria de Dios? Es Cristo. Cuando la gloria de Dios es expresada, es Cristo. Pero observe la diferencia. En Ezequiel los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. En Apocalipsis los cuatro seres vivientes son la expresión de Cristo mismo. Se ha producido una mejoría, pues se ha pasado de la gloria de Dios a Cristo mismo. Por lo tanto, en Apocalipsis, la apariencia de los cuatro seres vivientes concuerda exactamente con los cuatro evangelios. Esto significa que los cuatro seres vivientes de Apocalipsis son simplemente la expresión de Cristo. No estoy diciendo que sean Cristo. No, no lo son, pero sí lo expresan a El; expresan lo que Cristo es. Cristo se presenta en cuatro aspectos: como rey, como esclavo, como hombre y como Dios mismo. Cristo lleva estos cuatro aspectos, y este Cristo necesita una expresión en Su creación. Así que en este universo existen cuatro seres vivientes, los cuales representan todas las clases de vida en todos los niveles, para expresar a Cristo. Todo lo que presenta Génesis 1 es Cristo, con excepción de las tinieblas, las aguas de muerte, y los animales que se arrastran. El Espíritu vino a cernerse. Este es Cristo. Cristo es el Espíritu. Cristo también es la Palabra. Cristo es la luz. Sin lugar a dudas, Cristo es el aire. El Espíritu es Cristo, y la Palabra es Cristo, la luz es Cristo, y el aire es Cristo. La tierra seca es Cristo. El pasto es Cristo porque Cristo es nuestro pasto verde. Las hierbas son Cristo. Cristo es el maíz, el trigo, la flor de alheña, y toda clase de hierbas hermosas. Todos los árboles son Cristo. Cristo es el olivo, la higuera, la vid, el árbol de vida. Y los peces son Cristo. Cristo alimentó a 5000 personas con cinco panes y dos peces. La mayoría de los cristianos sólo prestan atención a los cinco panes y se olvidan de los dos peces. Sin embargo, Cristo no sólo es los cinco panes, sino también los dos peces, algo que procede de las aguas de muerte para alimentarnos. Cristo también es las aves. El es el águila. Exodo 19:4 revela que Cristo fue la gran águila que llevó a los israelitas sobre Sus hombros. Como la gran águila, El liberó a Su pueblo de Egipto. En cierta ocasión Cristo dijo que El era una gallina. Al final de Mateo 23 (v. 37), Cristo dijo: “Soy una gallina. Quiero reuniros a todos vosotros bajo Mis alas, pero vosotros no queréis venir a Mí”. Cristo es el ganado, el buey, el becerro, la vaca, la oveja y el cordero. Cristo también es un león (Ap. 5:5). Finalmente Cristo es el hombre, el verdadero Adán. Cristo también es el sol, la estrella de la mañana y la verdadera fuente de la luz de la luna. En el capítulo 1 de Génesis, todo es Cristo y Cristo lo es todo. Si usted sólo disfruta a Cristo como el pasto, no está calificado para expresarlo. Si lo disfruta como las hierbas y como todos los árboles, todavía no está calificado. Aun cuando usted lo disfrute como el pez, no está calificado. Aunque quizás disfrute mucho a Cristo, aún así no está calificado para expresarlo. Usted debe avanzar y pasar de todos esos niveles de vida al nivel de vida de las aves. Entonces empieza a estar calificado para expresar a Cristo. La vida de las aves constituye una de las cuatro categorías de vida representadas delante del trono de Dios. Como ya lo mencioné, entre las nueve categorías de vida de Génesis 1, sólo cuatro están representadas delante del trono de Dios. Permítanme darles nuevamente las nueve categorías: el pasto, las hierbas, los árboles, los peces, las aves, el ganado, las fieras, los animales que se arrastran y el hombre. Entre las nueve categorías, sólo cuatro (las aves, el ganado, las fieras y el hombre) están calificadas
para expresar a Cristo. El pasto no está calificado; es bueno, pero es una clase de vida inferior. Ni las hierbas, ni los árboles, ni los peces están calificados. Por supuesto, todos los animales rastreros son dejados a su suerte por la eternidad. Van al lago de fuego. Sólo las aves, el ganado, las fieras y el hombre tienen un rostro distinguible. El rostro de usted es la apariencia exterior de su ser interior. Lo que usted es interiormente se expresa exteriormente en su rostro. Como lo mencionamos antes, ni el pasto ni las hierbas ni los árboles tienen rostro. Los peces tienen rostro, pero su rostro no es distintivo. Y los peces tampoco tienen cuello. Necesitamos un cuello más largo para que nuestro rostro sea más distintivo. Entre estas nueve categorías, sólo cuatro tienen una cara distinguible, y de estas cuatro, el rostro humano es el mejor, el más elevado y el más distinguible. Compare su rostro con el rostro de un águila, de un becerro o de un león. Se dará cuenta de que su rostro es mucho más distinguible. ¿Por qué? Porque la vida humana es muy distinta de la vida de las aves, de los becerros y de las fieras. En conformidad con la economía de Dios, Cristo tiene cuatro aspectos. El es un hombre, pero sirve a la gente como un becerro. El es un hombre, pero pelea la batalla, ejerce control y tiene dominio como el león. El es un hombre, pero El puede volar lejos y elevarse como un águila. Necesitamos la vida humana para expresar a Cristo, y también necesitamos la vida del becerro, del león y del águila. Cuando tenemos estas cuatro podemos expresar plenamente a Cristo. Ahora podemos ver que la pequeña palabra “imagen” que aparece en Génesis 1 ha experimentado un gran desarrollo. No sólo vemos los cuatro seres vivientes que expresan a Cristo en cuatro aspectos, sino que finalmente tenemos la Nueva Jerusalén, una ciudad elevada que tiene la imagen de Dios y expresa a Cristo. Dios es semejante al jaspe, y la apariencia de la Nueva Jerusalén también es como jaspe, igual que la apariencia de Dios. Este es el cumplimiento de Génesis 1:26. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SIETE DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (4) EL PROPOSITO Vimos ya que el hombre es el centro de la obra creadora de Dios y que la vida humana es la vida creada más elevada. Nunca debemos olvidar las nueve entidades vivas mencionadas en Génesis 1: el pasto, las hierbas, los árboles, los peces, las aves, el ganado, las bestias, los animales que se arrastran, y el hombre. El hombre es la vida creada más elevada. Según el relato de Génesis 1, cuando Dios llegó al momento de crear al hombre, tuvo un concilio. Este concilio celebrado en la Deidad fue muy impresionante. Dios dijo: “Hagamos...” Esto es bastante significativo. Eran necesarias las tres Personas de la Deidad para crear al hombre. Los demás libros de la Biblia desarrollan el tema de la obra que llevó a cabo el Dios Triuno sobre el hombre. Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Luego Dios dijo: “Señoreen” (heb.). Dios no dijo hagamos a los hombres, sino al hombre. Hombre es un sustantivo singular, pero señoreen está en plural [en el hebreo]. “Hagamos al hombre ... señoreen...” ¿Había un solo Dios o varios dioses? ¿Había un solo hombre o varios hombres? Nuestro Dios es único, pero es
triuno. El hombre es uno, pero es corporativo. ¡Aleluya! Nunca olvide los dos términos de Génesis 1:26. Dios dijo: “hagamos” y “señoreen”. La palabra “hagamos” revela que el Dios único es triuno; el verbo “señoreen” revela que el único hombre es corporativo. El Dios Triuno creó un hombre corporativo.
2) Obtener al hombre para que ejerza el dominio de Dios Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen ... y señoreen...” Dios creó un hombre corporativo para que ejerciera Su dominio (Gn. 1:26-28). El verbo “señorear” incluye más que autoridad. Señorear significa tener autoridad para gobernar y establecer un reino y también significa tener un reino como esfera en la cual ejercer autoridad. Si tengo autoridad sin ninguna esfera sobre la cual gobernar, no tengo ningún señorío, ningún dominio. Dios dijo: “Señoree el hombre...” Al hombre se le dio dominio sobre todas las cosas. Recuerde las palabras “imagen” y “señorear”, y subráyelas en su Biblia. Muy pocos cristianos prestan atención a la palabra señorear cuando leen Génesis 1. Debemos considerar un poco más las palabras imagen y señorear. Una imagen es una expresión. Dios creó al hombre a Su imagen con la intención de que el hombre lo expresara. El Dios invisible desea ser expresado. El necesita una expresión. Señorear denota reino y autoridad. El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarle, y recibió autoridad para representar a Dios y señorear. Somos la expresión de Dios y somos Sus representantes. Los jóvenes deben asirse particularmente de estas dos palabras con estas dos revelaciones fundamentales: imagen y señorío. El propósito de Dios al restaurar y formar Su creación adicional era doble: obtener al hombre corporativo para que lo expresara y para que ejerciera Su señorío.
a) La esfera: Este asunto del señorío incluye una esfera. Existen tres puntos relacionados con esta esfera:
(1) Sobre todo lo que hay en los mares El hombre debe señorear sobre los mares. Los mares son la morada de los demonios (Mt. 8:32; 12:43). Por tanto, la esfera del señorío de Dios debe incluir los mares.
(2) Sobre todos los seres del aire El hombre debe señorear sobre todos los seres que vuelan por el aire, donde están Satanás y sus ángeles (Ef. 2:2; 6:12). Existen potestades malignas en los aires con Satanás como cabeza. Efesios 2:2 describe a Satanás como príncipe de las potestades del aire.
(3) Sobre todo lo que hay sobre la tierra El hombre debe señorear sobre todo lo que hay en la tierra, el campo de las actividades de Satanás. Satanás está muy activo en la tierra (Lc. 4:5-6). Así que aquí en Génesis 1:26 dice específicamente que el hombre debe señorear “en toda la tierra”. La tierra fue usurpada por Satanás. Por consiguiente, debe ser gobernada por el hombre, el representante de Dios. Recuerde que la esfera del dominio que Dios confió al hombre incluye tres secciones: los mares, la morada de los demonios; el aire, el lugar donde están Satanás y sus ángeles; y la tierra, el campo de actividades de Satanás.
Cuando el Señor Jesús estuvo sobre esta tierra, tuvo que vencer a Satanás, a los ángeles caídos o a los demonios por dondequiera que iba. Esta fue la razón por la cual el Señor Jesús reprendió el viento y las olas durante una tempestad. El viento procedía de los ángeles caídos que estaban en el aire, y las olas venían de los demonios que estaban en el agua. El Señor dijo al viento: “¡Calla!” y a las olas “¡Aquietaos!” En seguida el viento cesó y las olas se calmaron. Los ángeles caídos y los demonios fueron sometidos y dominados por el Señor Jesús. Si sabemos cómo leer la Biblia, veremos que en los cuatro evangelios, el Señor Jesús ejerció la autoridad de Dios sobre los mares, el aire y la tierra. Esta es la esfera del dominio que Dios confió al hombre.
b) La intención: El señorío de Dios no sólo tiene una esfera, sino también una intención. ¿Cuál era la intención de Dios al dar señorío al hombre?
(1) Vencer al enemigo de Dios El primer aspecto de la intención de Dios es vencer a Su enemigo, Satanás, tipificado por los seres que se arrastran (Gn. 1:26). En la Biblia lo que se arrastra es demoníaco, diabólico y satánico. En el último mensaje, destacamos el hecho de que sólo los cuatro seres vivientes, los cuales representan a toda la creación, están presentes delante del trono de Dios: el águila, el buey, el león y el hombre. Los seres que se arrastran como las serpientes o los escorpiones no están representados delante de Dios. En la Biblia, Satanás es tipificado por la serpiente (Gn. 3:1). En Apocalipsis 12:9, Satanás es llamado “la serpiente antigua”. El se ha envejecido desde que apareció por primera vez en Génesis 3. En la creación original, Dios tenía un solo propósito: expresarse a Sí mismo. Pero debido a la rebelión de Satanás, Dios tiene ahora otro propósito: vencer a Su enemigo. Cuando Dios creó al hombre, tenía estos dos propósitos. Por consiguiente, El creó al hombre a Su propia imagen para que lo expresara, y le dio señorío para que venciera a Su enemigo. Ambas cosas se deben cumplir. Necesitamos la imagen de Dios para poder expresarle, y necesitamos Su señorío para someter al enemigo. Debemos expresar a Dios y vencer a Satanás en nuestra vida de familia. Muchas veces cuando el esposo llega a casa, la esposa no expresa a Dios, sino a la serpiente. La cara de la esposa tiene la apariencia de una serpiente insidiosa. A menudo el marido también expresa a la serpiente. He aprendido eso por experiencia. A veces, cuando vi a Satanás expresado en los miembros de mi familia, no dije ni una sola palabra. Iba a mi cuarto, me arrodillaba y oraba: “Señor, ata a la serpiente”. Muchas veces me di cuenta de que yo mismo expresaba a la serpiente. Corría de nuevo a orar: “Oh Señor, perdóname. Ata a la serpiente”. En muchas ocasiones, no se ejerce la autoridad divina de Dios, sino que se expresa el poder maligno de Satanás. Hace poco, me enteré de que muchos hermanos jóvenes viven en casas de hermanos solteros. No obstante, me temo que aun en dicha casa exista la posibilidad de que se exprese la imagen de Satanás, y no la de Dios, de que se ejerza el poder maligno y no la autoridad de Dios. Todos debemos entender que ahora Dios quiere llevar a cabo esta doble meta: expresarse a Sí mismo y vencer a Su enemigo. En realidad, no es el esposo de usted el que se enoja, sino la serpiente. No es su esposa la que dice algo para provocarlo, sino la serpiente. No se enoje con su esposo y no se enfade con su esposa. No es culpa de su cónyuge. Debemos vencer a la serpiente que está detrás de nuestro cónyuge. Intercambiar ofensas nunca vencerá a Satanás. Cuanto más alegamos, más terreno gana Satanás. La única manera de vencer a Satanás es arrodillarnos, orar, invocar el nombre de Jesús, y pedir que El ate a la serpiente.
(2) Recobrar la tierra El segundo aspecto de la intención de Dios al dar señorío al hombre es recobrar la tierra (Gn. 1:26-
28). El hombre ha de señorear sobre la tierra, sojuzgarla y conquistarla. Puesto que es necesario conquistar la tierra, queda implícito que el enemigo ya está allí, que se libra una guerra. Por consiguiente, debemos luchar y conquistar. Los jóvenes que se están preparando para casarse deben entender que el matrimonio es una batalla. Muchos de nosotros sabemos eso por experiencia. Aun cuando estábamos en nuestra luna de miel, estábamos en el campo de batalla, peleando con nuestro cónyuge. Si no luchábamos exteriormente, lo hacíamos interiormente. Cada área de la vida, la vida escolar, el trabajo y la vida familiar, constituye un campo de batalla. El enemigo nunca duerme. El está alerta todo el día, no sólo en la vida de familia, sino también en la vida de iglesia. Aun en la vida de iglesia, Satanás y todos sus mensajeros están ocupados. En la tierra se está librando una guerra. La intención de Dios es recobrar la tierra. Satanás usurpó y sigue usurpando a la tierra. Mire la sociedad actual. Mire cómo el enemigo sigue usurpando toda la tierra. Dios desea recobrar la tierra. La tierra se ha convertido en un lugar crítico, un lugar que Satanás desea conservar en su poder y que Dios quiere recuperar. La batalla se libra por la tierra. El que obtenga la tierra será el ganador. Si Satanás puede conservar la tierra en su mano, tendrá la victoria. Si Dios la puede recuperar, obtendrá la victoria. El Señor Jesús no ha regresado porque la tierra todavía se encuentra bajo la usurpación de Satanás. Esta es la razón por la cual Dios necesita la iglesia. La iglesia debe pelear la batalla para recobrar la tierra, si no toda la tierra, por lo menos algunos lugares donde el Señor Jesús pueda poner Sus pies, algunos frentes de ataque donde el Señor Jesús pueda poner Sus pies. La tierra es un lugar crucial. Este punto quedó plenamente demostrado en el salmo 8. Este salmo empieza con las palabras: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán admirable es Tu nombre en toda la tierra!” También termina de esta manera. Sin lugar a dudas, el nombre del Señor es admirable en los cielos, pero en cierto sentido, el nombre del Señor no es admirable en esta tierra. Su nombre no es excelente entre tantas personas caídas. Debemos orar: “Santificado sea Tu nombre” (Mt. 6:9). El nombre del Señor debe ser santificado sobre esta tierra. El problema no está en los cielos, sino aquí en la tierra. Dios desea que Su reino venga a esta tierra y que Su voluntad se cumpla en la tierra (Mt. 6:10). Ahora podemos entender la oración que el Señor Jesús estableció. El dijo: “Santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino”. Indudablemente esto se refiere a venir de los cielos a la tierra. La oración continúa: “Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. La voluntad de Dios se cumple ahora en los cielos; sin embargo, en esta tierra existen muchos obstáculos que impiden que se cumpla. Debemos orar: “Santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Debemos pelear para recobrar la tierra. En el milenio la tierra será el reino de Dios. Eso se revela en Apocalipsis 11:15. Cuando el Señor Jesús venga a inaugurar el milenio, toda la tierra se convertirá en el reino de Dios. Entonces Dios recuperará la tierra. En la eternidad la morada de Dios bajará de los cielos a la tierra nueva (Ap. 21:1-2). Muchos cristianos sueñan con ir al cielo. Es un buen sueño e indudablemente todos nosotros estaremos allí. Sin embargo, Dios desea descender a la tierra. Nos gustan los cielos, pero a Dios le agrada la tierra. Nosotros estamos subiendo, y El está bajando. ¡Aleluya! Déjenme decirles la verdad: cuando vayamos al cielo, el Señor dirá: “Hijos Míos, descendamos; bajemos para señorear en la tierra”. En la eternidad los cielos no serán la morada de Dios. La morada de Dios será la Nueva Jerusalén, y la Nueva Jerusalén descenderá del cielo a la tierra nueva. Esto demuestra que Dios desea poseer la tierra. Satanás, el usurpador, no sólo será derribado de los aires, sino que también será expulsado de la tierra. Según Apocalipsis 12:9, Satanás primero será derribado del aire y echado a la tierra, y después será atado y expulsado de la tierra y echado en el abismo (Ap. 20:2-3). No habrá más contaminación espiritual. Tendremos aire fresco, y la tierra estará limpia de toda corrupción. Esto se
producirá durante el milenio. Al final del milenio, Satanás será echado en el lago de fuego (Ap. 20:10). Después del milenio, tendremos la eternidad, donde estará la morada eterna de Dios en la tierra nueva. Dios desea poseer la tierra.
(3) Traer la autoridad de Dios El tercer aspecto de la intención de Dios al dar el señorío al hombre es traer Su autoridad para que se ejerza en la tierra. El hombre debe ejercer la autoridad de Dios para que el reino de Dios venga a la tierra, a fin de que en la tierra se cumpla la voluntad de Dios, y la gloria de Dios se manifieste. Todo eso ocurrirá en la tierra. Dios nunca estará satisfecho con un reino solamente en los cielos. Tampoco le complacerá ver que Su voluntad se cumpla solamente en los cielos, ni ver Su gloria expresada solamente en los cielos. El desea que todas estas cosas sucedan en la tierra. Esta es la responsabilidad de la iglesia hoy. En la iglesia tenemos el reino de Dios. En la iglesia se cumple la voluntad de Dios. En la iglesia se expresa la gloria de Dios. ¡Aleluya! Tenemos un anticipo. Ahora podemos ver por qué Dios dio señorío al hombre sobre todo lo que está en los mares, en el aire y en la tierra. La intención de Dios es eliminar al enemigo, recobrar la tierra y manifestar Su gloria.
(4) El cumplimiento ¿Se ha llevado a cabo eso? Ciertamente no. Pero Dios creó al hombre con esta intención. Satanás sabe eso mucho mejor que nosotros. La Biblia nos dice que inmediatamente después de la creación del hombre, Satanás se infiltró a fin de destruir al hombre que Dios había creado para Su propósito. El hombre cayó. Sin embargo, Dios no lo abandonó. Dios mismo se hizo hombre. El vino para entrar en el hombre y hacerse uno con él. Vino como el hombre llamado Jesús para ser el segundo hombre (1 Co. 15:47). El primer hombre no cumplió el propósito de Dios, pero el segundo hombre sí. El primer hombre era un hombre corporativo, y el segundo hombre también lo es. Adán era la cabeza del primer hombre corporativo, y Cristo es la cabeza del segundo hombre. El propósito de Dios es cumplido por el segundo hombre.
(a) Con Cristo: El cumplimiento del propósito de Dios al dar señorío al hombre empezó con Cristo.
aa. Cuando vino Cristo, llegó el reino de Dios En el Nuevo Testamento, la predicación empieza de una manera particular, de una manera opuesta a nuestros conceptos. Dice: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17). Las palabras “se ha acercado” significa “ha venido”. Cuando Cristo vino, llegó el reino de Dios. Cristo trajo el reino. Ese pequeño hombre llamado Jesús era el reino de Dios. Muchos cristianos piensan que el reino no llegó cuando Jesús vino. Tienen la idea de que el reino fue suspendido y la edad de la iglesia empezó cuando el pueblo judío rechazó a Jesús y al reino. Creen que la iglesia no es el reino, que después de la edad de la iglesia, el reino será establecido con el regreso de Jesús. En la Biblia hay cierta base para afirmar esto y en cierto sentido está correcto, pero sólo parcialmente. Romanos 14:17 nos dice que la iglesia actual es el reino. La vida de iglesia es el reino. En cierto sentido, el pueblo judío rechazó el reino. En otro sentido, el Señor estableció el reino al establecer la iglesia. Nunca podemos separar la iglesia del reino. En Mateo 16:18 el Señor Jesús dijo a Pedro: “Pedro, tú eres una piedra, y sobre Mí mismo, la roca, edificaré Mi iglesia. Las puertas del Hades no prevalecerán contra esta iglesia”. Inmediatamente después de eso (v. 19), el Señor Jesús dijo: “A ti te daré las llaves del reino”. En el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio, Pedro estableció la iglesia al usar las llaves del reino que abrieron la puerta a los judíos y a los gentiles para que entraran en el reino. Por tanto, cuando la iglesia empezó, allí estaba el reino. La iglesia es el reino.
Indudablemente el reino se manifestará plenamente en el futuro. Sin embargo, la realidad del reino está aquí ahora. Esta es la vida de iglesia.
bb. Cristo echó fuera demonios para introducir el reino de Dios Los cuatro evangelios nos muestran que Jesús encontraba demonios adondequiera que iba. El nunca pudo tolerar demonios y los echaba inmediatamente. En Mateo 12:28 Jesús nos dice que el hecho de que El echara demonios correspondía a la venida del reino. Eso era el dominio de Dios. Adán fracasó y no introdujo el reino, pero cuando Jesús vino, El introdujo el reino echando demonios. Echar demonios equivale a traer el reino de Dios.
cc. Cristo dio a Sus discípulos autoridad sobre el poder del enemigo Cristo dio también a Sus discípulos autoridad sobre todo poder de Satanás. En Lucas 10:19 el Señor Jesús dijo: “Os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo”. Las serpientes y los escorpiones están en plural, lo cual indica que son muchos. En el versículo 18 del mismo capítulo vemos a Satanás. En el versículo 20 vemos los espíritus, es decir los demonios. Las “serpientes” representan el poder satánico, y los “escorpiones” representan el poder demoníaco. Satanás, las serpientes y los escorpiones tienen poder, pero nosotros tenemos autoridad. Nuestra autoridad supera su poder. Hay muchos potentes automóviles en las calles. No obstante, cualquier policía, aun el más pequeño, tiene autoridad sobre ellos. Cuando él dice: “¡Alto!”, ellos se detienen. Los automóviles tienen poder, pero el policía tiene autoridad. Satanás y sus demonios tienen poder, pero nosotros somos los policías de Dios. Debemos dar a Satanás el mandamiento: “¡Detente!” Cuando Jesús dio a Sus discípulos esta autoridad y ellos la usaron para expulsar demonios, se entusiasmaron. No obstante, el Señor Jesús les dijo: “No os regocijéis de esto ... regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Cuando Jesús vino, llegó el reino. Cuando Jesús echó fuera demonios, trajo el reino de Dios. Además, Jesús hizo eso mediante Sus discípulos. El les dio autoridad para echar demonios, y ellos lo hicieron.
dd. Cristo recibió toda autoridad Cristo, después de la resurrección, recibió toda la autoridad en los cielos y en la tierra (Mt. 28:18). Como el Señor Dios, El tenía autoridad antes de Su resurrección. Como el hombre llamado Jesús de Nazaret, se le comisionó toda la autoridad en los cielos y en la tierra después de Su resurrección. Jesús es el verdadero Adán. A El se le confió el dominio de Dios.
(b) Con la iglesia, que incluye a los santos: aa. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia El cumplimiento de la intención de Dios al dar dominio al hombre, tiene que ver con Cristo como Cabeza y con la iglesia, la cual incluye a todos los santos, el Cuerpo. El cumplimiento de la intención de Dios no está solamente relacionado con la Cabeza, sino también con el Cuerpo. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia (Mt. 16:18). La Biblia no dice que las puertas del Hades (las cuales representan el poder de Satanás) no prevalecerán contra los santos; mas prevalecerán contra ellos si están separados o son individualistas. Usted debe ser edificado, hecho parte de la iglesia. El Cuerpo edificado con Cristo nunca puede ser vencido por Satanás. Satanás nunca puede prevalecer contra la iglesia edificada.
bb. Los santos recibieron autoridad para atar al enemigo Los santos recibieron autoridad para atar al enemigo (Mt. 16:19; 18:18). En Mateo 16:19 se habló a Pedro; en Mateo 18:18 se habla a cada creyente. La Iglesia Católica asevera que Pedro tenía la autoridad de representar a Cristo. Se basan en Mateo 16:19. No obstante, debemos decirles que también tenemos Mateo 18:18. Pedro no fue el único en recibir la autoridad de atar y desatar, también nosotros la hemos recibido. A todos los creyentes se les dio la autoridad de atar y desatar. Hoy en día, la iglesia, constituida de todos los santos, tiene la autoridad de atar y desatar. A menudo, no deberíamos orar solamente, sino atar y desatar.
cc. Dios aplastará a Satanás bajo los pies de los santos En Romanos 16:20 dice: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies”. Pablo dijo: “en breve”. No sé que pensaba Pablo cuando dijo eso hace diecinueve siglos. Nos puede parecer que ha transcurrido mucho tiempo desde aquel entonces. Sin embargo, nosotros creemos que no ha pasado tanto tiempo. Dentro de poco, Satanás será aplastado. El verbo “aplastar” no significa solamente golpear o quebrantar, sino también someter. Satanás debe estar debajo de nuestros pies. En nuestra vida de familia, Satanás debe estar debajo de nuestros pies. En la vida matrimonial, Satanás debe estar debajo de nuestros pies. En la vida de iglesia, Satanás debe estar debajo de nuestros pies. Tenemos que decirle: “Satanás, tú debes estar debajo de nuestros pies”. Aquí y ahora Satanás debe estar debajo de nuestros pies.
dd. Los santos deben luchar contra el enemigo En 2 Corintios 10:3-5 y Efesios 6:11-13 se nos exhorta a luchar contra el enemigo. No sólo peleamos, sino que luchamos. Luchar es más difícil que pelear. Debemos luchar contra las potestades malignas de los aires.
ee. Los santos vencedores tendrán autoridad sobre las naciones Los santos vencedores tendrán autoridad sobre las naciones (Ap. 2:26-27) y en el milenio serán reyes que regirán con Cristo en toda la tierra (Ap. 20:4, 6). Para entonces, Dios señoreará plenamente en esta tierra. Este será el cumplimiento de lo que El deseaba conseguir en Génesis 1.
ff. Todos los santos reinarán por la eternidad Finalmente todos los santos regirán como reyes sobre la tierra por la eternidad en la Nueva Jerusalén. En ese tiempo, Satanás, los ángeles malignos del aire, y el mar con todos los demonios serán echados en el lago de fuego (Ap. 20:10, 13-14; Mt. 25:41). Toda la contaminación desaparecerá. El aire, el agua y la tierra fueron contaminados. Cuando llegue la eternidad, desaparecerá toda contaminación. Todo estará limpio, y el señorío de Dios prevalecerá allí. Se ejercerá la autoridad de Dios en la tierra. En esa esfera, la imagen de Dios se expresará plenamente y Su gloria se manifestará totalmente. Ese será el reino eterno, el dominio de Dios. Génesis 1 es un vivero. Todas las semillas de la verdad fueron sembradas allí. Vimos que la palabra “luz” fue sembrada en Génesis 1 y desarrollada en toda la Biblia hasta llegar a Apocalipsis 22, donde ya no se necesitan el sol, la luna ni luminar alguno. Dios mismo es la luz. Del mismo modo, la palabra “imagen” aparece por primera vez en Génesis 1 y se desarrolla en toda la Biblia hasta que vemos la Nueva Jerusalén llevar la imagen de Dios y expresarle. Según el mismo principio, la
palabra “señorío” también necesita la explicación de toda la Biblia. Pasamos de la palabra “señorear” en Génesis 1 a Apocalipsis 22:5, donde vemos que todos los santos reinarán con Dios por la eternidad. Ese será el cumplimiento final del señorío de Dios. El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarle, y recibió el dominio de Dios para representarle y vencer a Su enemigo. Hoy en día, la iglesia es la parte más importante del segundo hombre. La responsabilidad y el deber de la iglesia son, por un lado, expresar a Dios y, por otro, vencer al enemigo de Dios. Este es nuestro deber. Debemos asumir esta responsabilidad.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHO DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (5) LA MAXIMA CONSUMACION d. La máxima consumación En este mensaje llegamos a la máxima consumación, al punto culminante de Génesis 1. Debemos recordar varios pasos en el proceso de restauración y creación adicional que Dios llevó a cabo. El Espíritu se cernía sobre las tinieblas y la muerte. La luz vino, y creó una separación entre la luz y las tinieblas. Dios hizo la expansión para separar las cosas de arriba de las cosas de abajo. Luego Dios llamó a la tierra seca a salir de las aguas de muerte. En la tierra seca se generó la vida vegetal. Después de la vida vegetal, se produjeron las lumbreras del cuarto día y resplandecieron sobre la tierra. Luego vino la vida de los peces, la vida de las aves, del ganado, de las bestias y de todo lo que se arrastra. Finalmente Dios creó al hombre. El hombre es el punto culminante de la creación de Dios porque lleva la imagen de Dios. Esto no es algo insignificante.
1) Dios fue expresado y representado El hombre es la expresión de Dios porque lleva la imagen de Dios. El tiene también el señorío de Dios. Al hombre le fue confiado el señorío sobre los mares, sobre el aire, sobre la tierra y, particularmente, sobre todo lo que se arrastra. El hombre tiene poder, autoridad y señorío porque es semejante a Dios. El hombre lleva la imagen de Dios; por tanto, tiene autoridad. El punto culminante en la creación de Dios es el hombre, el cual lleva la imagen de Dios y lo representa con Su autoridad sobre todas las cosas. Cuando el hombre mira a Dios y Dios mira al hombre, ven que se parecen. Si tomo una fotografía de usted, usted se parecerá a la foto, y la foto se parecerá a usted. Del mismo modo, Dios puede decir: “Hombre, te pareces mucho a Mí”. El hombre contestará: “Dios, Tú te pareces mucho a mí. Tú y yo somos muy parecidos”. Asimismo, cuando el hombre viene de la presencia de Dios, él gobierna todas las cosas creadas y tiene potestad para gobernar. Esto es tener señorío, esto es el reino.
En el capítulo 1 de Génesis, las dos palabras clave son imagen y señorío. Usted puede olvidarse de lo que se arrastra y de los peces, pero no olvide al hombre con la imagen y el señorío. El hombre no fue hecho a la imagen de una serpiente ni de un escorpión, sino a la imagen de Dios. Este es el punto culminante: el hombre lleva la imagen de Dios y ejerce la autoridad de Dios para mantener el señorío. La imagen y el señorío fueron sembrados como dos semillas en Génesis 1. No obstante, estas dos semillas requieren toda la Biblia para crecer y desarrollarse. La cosecha, o sea la plena madurez, se encuentra en Apocalipsis 21 y 22. Toda la Nueva Jerusalén expresa a Dios, expresa el semblante de Dios. La Nueva Jerusalén también ejerce la autoridad de Dios para mantener el señorío de Dios por la eternidad. Ahora ambas semillas van creciendo dentro de usted y dentro de mí. La imagen de Dios y la autoridad de Dios crecen continuamente dentro de nosotros. Considere el caso de una pareja recién casada. El marido ama a la esposa, y la esposa ama al marido. Aunque ella ama al marido, dice dentro de sí: “Aunque te amo, no eres más que un joven travieso”. Doctrinalmente es correcto decir a la esposa que su marido es su cabeza. No obstante, la esposa pensará: “Sé que mi marido es mi cabeza, pero en realidad él es un joven malcriado. Me cuesta trabajo respetarlo”. Un día el marido es salvo, y la vida divina entra en él. Esta es la semilla, y la semilla crece en este joven día tras día, mes tras mes. Es probable que después de dieciocho meses, la esposa mire a su marido y diga: “Indudablemente debo respetarle. Antes él no era más que un joven malcriado. Pero ¡mírenlo ahora! Es bien serio. No es tan descuidado. Ahora tiene sobriedad”. No es necesario que el esposo imponga la autoridad y diga: “Debes saber que ahora soy un esposo cristiano. Debes someterte a mí”. El marido no necesita decir eso. Cada vez que la esposa lo mire, se dará cuenta de que las palabras del esposo tienen peso, que hay algo precioso y valioso en él. Ella lo respetará espontáneamente. Anteriormente ella discutía. Ahora ella lo respeta y lo honra, y considera todo lo que dice porque ahora él lleva la imagen de Dios, y de esta imagen viene la autoridad divina. Este es el señorío. Muchas personas han leído el libro de Watchman Nee Autoridad espiritual. Usan ese libro únicamente de esta manera: “Nosotros somos los ancianos de la iglesia. Somos los líderes de un grupo de cristianos. Somos la autoridad de Dios”. Si ustedes dicen eso, ya no tienen la autoridad de Dios. No llevan la imagen de Dios. Cuando el Señor Jesús vino, nunca tuvo una actitud autoritaria hacia la gente ni le pidió que se sometiera a El. Jamás hizo semejante cosa. Pero mientras estuvo en esta tierra, llevaba la imagen de Dios. También tenía la autoridad de Dios. La autoridad siempre procede de llevar la imagen de Dios. La máxima consumación consiste en que Dios es expresado y representado. No existe nada superior a eso. Cuando Dios es expresado y representado, ése es el punto culminante. El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarlo a El. Esto es un asunto de vida. El propósito de la vida y la imagen es expresar a Dios. Dios le dio al hombre señorío sobre todas las cosas para que lo representara. Este es un asunto de autoridad. Si usted desea representar a Dios con autoridad, debe expresar a Dios en vida. Todo el relato bíblico constituye una sola narración, la historia de los santos que expresaron a Dios y lo representaron. Ahora vamos a considerar dieciocho casos que se extienden a lo largo del Antiguo Testamento y del Nuevo.
a) El caso de Abraham: Empezamos con Abraham. Esto no significa que antes de Abraham no hubiese ningún hombre que expresara a Dios. Hubo por lo menos tres hombres notables: Abel, Enoc y Noé. No obstante, si leemos su historia, no encontramos ningún relato en el cual sometieran al enemigo o hubiesen vencido algo. Antes de Abraham no hay ningún relato de alguien que hubiese sometido al enemigo. Abraham construyó un altar para tener contacto con Dios (Gn. 12:7). Cuanto más contacto tenga usted con Dios, más llevará la imagen de El. Cuanto más mire a Dios, más se parecerá a El. Construir un altar para acercarse a Dios significa ser transformado cada vez más a Su imagen.
Abraham no construyó una torre. Los habitantes de Babel no construyeron un altar para tener contacto con Dios; construyeron una torre para hacerse un nombre (Gn. 11:4). Esto se llama orgullo. No obstante, Abraham fue llamado a salir de ese entorno; él construyó un pequeño altar y allí tuvo contacto con Dios. Cuanto más tocaba a Dios, más se parecía a Dios. La Biblia nos dice que finalmente Dios llegó a ser amigo de Abraham y que Abraham fue llamado el amigo de Dios (Jac. 2:23). Si usted lee Génesis 18, verá que Dios no se presentó a Abraham como el Creador ni como el Todopoderoso; se presentó a él como un amigo. Dios y Abraham tuvieron comunión como dos amigos que conversaban. En aquel tiempo, Abraham se parecía cada vez más a Dios. Por tanto, leemos que Abraham venció a los enemigos (Gn. 14:17).
b) El caso de José: José fue la última persona cuya historia leemos en Génesis. El llevó una vida santa y victoriosa (Gn. 39:11-12). Llevó una vida que se parecía mucho a Dios. Dios era santo; José era santo. Dios era victorioso; José era victorioso. José llevaba la imagen de Dios. El fue un hombre que cumplió la intención de Dios. La historia de José es la historia de una vida santa y victoriosa, una vida que finalmente llegó a ser la autoridad gobernante. José regía sobre todo Egipto (Gn. 41:39-45). En el capítulo uno de Génesis, vemos a un hombre hecho por Dios a Su imagen y al cual se le comisionó el señorío de Dios. En los últimos capítulos de Génesis, también vemos a un hombre que realmente expresaba a Dios y lo representaba, y gobernaba sobre toda la tierra.
c) El caso de Moisés: Moisés no fue un gran político. Fue un hombre que se mantuvo en contacto con Dios. Después de tener contacto con Dios, su rostro brillaba con la gloria divina (Ex. 34:29-30). Cuando el rostro de Moisés resplandecía con la gloria de Dios, él llevaba la imagen de Dios. Por tanto, Moisés se convirtió en un hombre de autoridad. El tenía la autoridad de gobernar sobre toda la casa de Israel (He. 3:2, 5). También tenía la autoridad de vencer al enemigo (Ex. 14:30-31). No peleó la batalla con ametralladoras ni bombas atómicas, sino con una pequeña vara. Esta vara no sólo representaba el poder, sino también la autoridad. Moisés usó esa vara y dijo al mar Rojo: “Abre el camino”, y se separaron las aguas. Esto era autoridad. Moisés era un hombre que llevaba la imagen de Dios y representaba a Dios con la autoridad divina.
d) El caso de Israel con el tabernáculo: Después de Moisés, tenemos al pueblo de Israel. Israel era un pueblo llamado a ser un reino de sacerdotes (Ex. 19:6). Israel no fue llamado a ser un reino de reyes, sino un reino de sacerdotes. El sacerdocio está estrechamente relacionado con la imagen de Dios. El reinado está relacionado con la autoridad de Dios. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, vemos estos dos oficios: el sacerdocio y el reinado. El sacerdocio sirve para que tengamos contacto con Dios y para que llevemos la imagen de Dios; el reinado sirve para que representemos a Dios y ejerzamos Su autoridad. Más adelante veremos que los cristianos fueron llamados a ser sacerdotes y reyes. El destino del reino de Israel consistía en ser un reino de sacerdotes. Debían relacionarse con Dios hasta que, como Moisés, sus rostros brillaran con la gloria de Dios. No se fije en el lado negativo del pueblo de Israel. Mire el lado positivo. En cuanto al arca del tabernáculo, los israelitas fueron los sacerdotes que vencieron a Jericó (Jos. 6:1-21). Si usted vuelve a leer Josué 6, se dará cuenta de que la nación de Israel no peleó la batalla con espadas ni con lanzas. Día tras día, ellos llevaban el testimonio y hacían sonar los cuernos de carneros. Luego gritaron, lo cual significa que alabaron a Dios. Y Jericó cayó. No pelearon la batalla como soldados ni como guerreros. Pelearon la batalla como sacerdotes. Mientras usted es sacerdote, está calificado para vencer al enemigo. Esposas, ¿por qué pierden ustedes la guerra en su vida de familia? Porque no tienen el rostro de un
sacerdote. Quizás tengan el rostro de un escorpión o de una tortuga o de una serpiente. Si no expresan el rostro de un sacerdote, ya han perdido la guerra. Maridos, nosotros somos la cabeza, pero ¿qué clase de cabeza somos: la cabeza de un escorpión? El marido que tiene una cabeza de escorpión nunca podrá ser una cabeza apropiada. Usted debe tener una cabeza con rostro de sacerdote, en el que resplandezca la gloria de Dios. Si tenemos el rostro de un sacerdote, ganaremos la victoria en nuestra familia. Quisiera hacerles una pregunta a los hermanos que viven en la casa de los hermanos solteros. ¿Qué clase de rostro tienen ustedes? ¿Tienen el rostro de un sacerdote que refleja la gloria del Señor o el rostro de un ratón? Debemos ser sacerdotes. Entonces someteremos todo lo que nos rodea. Mientras usted tiene rostro de sacerdote, tiene autoridad. Jericó será sometida.
e) El caso de Aarón con la vara que floreció: El caso de Aarón es muy interesante. Aunque la intención de Dios era hacer de toda la nación de Israel un reino de sacerdotes, la nación le falló a Dios. Por tanto, de toda la nación Dios llamó una sola tribu, los levitas, a ser una tribu de sacerdotes. La cabeza de esa tribu era la casa de Aarón. En cierto tiempo, el pueblo de Israel murmuró y se rebeló en contra de Aarón, diciendo: “¿Está Dios solamente contigo y no con nosotros?” Entonces Dios pidió que cada una de las doce tribus trajera una vara con el nombre de la tribu escrita en ella. La vara representa la autoridad. La vara de Aarón fue la única vara que reverdeció (Nm. 17:2-10). Echó almendras. En Palestina, lo primero que florece en la primavera es el almendro. En tipología, las flores del almendro representan la vida de resurrección. Después del invierno, lo primero que florece es el almendro; ésta es la vida de resurrección. La vara de Aarón era un pedazo de madera muerta. De la noche a la mañana, este pedazo de madera muerta floreció. Se convirtió en una vara floreciente, donde brotaron almendras, y no manzanas ni uvas. Esto significa que sobrevivió con la vida de resurrección. Donde hay vida, hay autoridad. Donde hay vida divina, hay autoridad divina. Donde está la vida, está la imagen, y la imagen trae el señorío. Por consiguiente, Aarón tenía la vida de resurrección que expresa a Dios. Por tanto, Aarón tenía la autoridad de representar a Dios. Ancianos de las iglesias locales, líderes de todos los grupos de servicio, hermanas que llevan el liderazgo, tengan muy presente: para ser un líder en las iglesias entre el pueblo de Dios, ustedes deben reverdecer. Deben florecer con la vida de resurrección. Todos somos únicamente pedazos de madera muerta. La autoridad de esta vara de madera muerta depende del florecimiento de la vida de resurrección de esa madera muerta. Si usted tiene la intención de ser un líder en un servicio determinado, esperaremos para ver si la madera muerta se pudre o reverdece. Si retoña con la vida de resurrección, demostrará que la autoridad está allí. Ya no es un pedazo de madera muerta, sino una vara de autoridad.
f) El caso de Josué y Caleb: Vemos el mismo principio en el caso de Josué y Caleb. Ellos siguieron al Señor con plena determinación (Nm. 14:24). El Señor mismo testificó que Caleb lo seguía plenamente. Por consiguiente, ellos derrotaron al enemigo (Nm. 14:6-9). Cuando seguían al Señor, tenían la imagen. Entonces estaban en una posición de autoridad.
g) Los casos de los jueces: Me agrada Jueces 5:31. Este versículo dice que en la época de los jueces, algunos amaban al Señor. Aquellos que amaban al Señor brillaban como el resplandor del sol. Por tanto, vencieron al enemigo. Cada vez que una persona brillaba como el sol, se obtenía la victoria sobre el enemigo y toda la nación descansaba. Todo el libro de Jueces es un libro de repeticiones. Cada vez que alguien amaba al Señor y brillaba como el sol, se obtenía la victoria por medio de él. La nación entera disfrutaba de reposo por medio de él.
h) El caso de David: David era un hombre según el corazón de Dios. Si usted lee 1 Samuel 13:14, verá que originalmente Saúl era el rey. Sin embargo, no tenía un corazón conforme al corazón de Dios. El perdió el trono, y Dios encontró otro hombre cuyo corazón era conforme al Suyo. Indudablemente David tenía la imagen de Dios. El venció al enemigo (1 Cr. 22:8a).
i) Los casos de los reyes: Vimos ya el sacerdocio. Ahora llegamos al reinado. Cada vez que los reyes eran uno con el Señor, vencían al enemigo (2 Cr. 14:2-14). Cuando no eran uno con el Señor, eran vencidos. Perdían la autoridad. En otras palabras, cada vez que los reyes se conformaban a la imagen de Dios y lo expresaban a El, tenían la autoridad de vencer a los enemigos. Ahora tenemos el sacerdocio y también el reinado. No olvide jamás que el sacerdocio corresponde a la imagen y el reinado al señorío. Ahora somos sacerdotes que han de ser semejantes a Dios y, al mismo tiempo, somos reyes que han de representar a Dios, ejerciendo Su autoridad sobre los enemigos.
j) El caso de Daniel: Daniel era un cautivo en Babilonia, un muchacho que estaba en el palacio del rey. No obstante, llevaba una vida santa, una vida que expresaba a Dios (Dn. 1:8). Por consiguiente, él llegó al poder. El tenía autoridad sobre el mundo de aquellos tiempos (Dn. 6:28).
k) El caso de Jesús: Cuando Jesús estaba en esta tierra, El expresaba a Dios. Adondequiera que iba, expresaba a Dios. El era un hombre auténtico y típico, pero expresaba continuamente a Dios. Por tanto, El obtuvo autoridad sobre todas las cosas (Mt. 28:18). Zacarías 6:13 nos dice que Jesús tiene dos oficios, el sacerdocio y el reinado. El era sacerdote y rey. Hoy en día El sigue siendo el Sumo sacerdote y el Rey de reyes. El es Aquel que expresa a Dios, Aquel que lo representa. El lleva la imagen de Dios y mantiene la autoridad de Dios. Este es Jesús.
l) El caso de los dos hijos de Zebedeo: Un día, la madre de los hijos de Zebedeo acudió a Jesús con sus dos hijos, para orar (Mt. 20:20-23). Ella hizo una buena oración, pidiendo que sus dos hijos se sentaran a ambos lados del Señor en el reino. Puede ser que todos hayamos orado allí. El Señor Jesús contestó su oración, pero no de la manera que ella pidió. El Señor Jesús dijo: “Has orado pidiendo que tus hijos estén a cada lado Mío. Ahora debes saber que esto no depende de Mí; depende del Padre. Pero sí te puedo decir una cosa: debes sufrir. Debes beber lo que Yo beberé y sufrir lo que Yo sufriré”. Esto significa que si ustedes desean tener autoridad, deben tener vida. Sufrir significa obtener vida. Sin muerte, no puede haber vida. Sin sufrimiento, no hay vida. La vida siempre proviene del sufrimiento. Si deseamos obtener
autoridad, debemos ganar vida por medio del sufrimiento.
m) Los casos de los apóstoles: Todo el libro de Hechos y todas las epístolas nos muestran que los apóstoles eran personas que llevaban la imagen de Dios. Por consiguiente, tenían constantemente la autoridad de Dios. Tenían la imagen de Dios y ejercían Su autoridad. No debemos considerarlos simplemente buenos predicadores o grandes maestros. Esto es demasiado insignificante. Ese no es el punto culminante. Debemos considerarles como personas que llevaban la imagen de Dios y ejercían la autoridad divina.
n) El caso negativo de los siete hijos de Esceva: Los siete hijos de Esceva vieron cómo Pablo echaba fuera demonios en el nombre de Jesús (Hch. 19:13-16). Imitaron a Pablo, diciendo a los demonios: “Te echamos en el nombre de Jesús, el que Pablo predica”. Los demonios no se vencen tan fácilmente. El demonio dijo: “Yo conozco a Jesús y conozco también a Pablo, pero ¿quiénes son ustedes que se atreven a echarme? Saltaré sobre ustedes”. En vez de vencer a los demonios, fueron derrotados por ellos. Si usted no tiene la imagen, nunca tendrá la autoridad. Los demonios saben y usted mismo también lo sabe. Si usted no tiene vida, no tiene autoridad. Si usted no lleva la imagen, nunca podrá ejercer el señorío.
o) El caso de los creyentes en la era de la iglesia: Apocalipsis 5:10 y 1 Pedro 2:9 nos revelan que hoy en día los cristianos son sacerdotes reales. Por una parte somos sacerdotes, y por otra, somos reyes. No obstante, debemos relacionarnos con Dios para tener la verdadera imagen que lleve la gloria de Dios en vida. Entonces tenemos la autoridad que representa a Dios. Pero la mayoría de los cristianos pierden de vista eso. No parecen sacerdotes y, por ende, no son reyes. Si usted no tiene la imagen, perderá la autoridad. Alabado sea Dios porque en el transcurso de los siglos ha habido y sigue habiendo algunos santos que tienen contacto con Dios, que se mantienen en el verdadero sacerdocio. Tienen autoridad y ejercen el reinado.
p) El caso de los santos vencedores en el milenio: Durante el milenio, la era del reino venidero de mil años, los santos vencedores serán sacerdotes y reyes (Ap. 20:4, 6). Serán sacerdotes que expresan a Dios y reyes que lo representan.
q) El caso de todos los santos en el cielo nuevo y en la tierra nueva: En la eternidad, todos los santos servirán a Dios como sacerdotes (Ap. 22:3b-4). Expresarán a Dios y tendrán la imagen de Dios. Los santos también regirán como reyes, y representarán a Dios con Su autoridad (Ap. 22:5b).
r) El caso de la Nueva Jerusalén: Finalmente, la Nueva Jerusalén tendrá la apariencia de Dios. Apocalipsis 4:3a nos dice que la apariencia de Dios es semejante al jaspe. Al final, la pared de toda la Nueva Jerusalén será de jaspe (Ap. 21:18a). La ciudad entera tendrá la apariencia de Dios (Ap. 21:11). Entonces la ciudad ejercerá la autoridad de Dios (Ap. 21:24, 26). En la eternidad, todo el cuerpo de los santos redimidos llevará la imagen de Dios para expresarlo, y ejercerá Su autoridad para representarlo. Esto será el punto
culminante y la máxima consumación. No tenemos que esperar ese día. Todos podemos tener un anticipo ahora. Podemos disfrutar de la imagen de Dios y de Su señorío. Hoy somos sacerdotes y reyes. Debemos mantener nuestra primogenitura. Aquí expresamos a Dios con Su imagen y aquí lo representamos con Su señorío. ¡Aleluya! ¡Qué posición es ésta y qué responsabilidad!, y a la vez ¡qué disfrute! ¡Alabado sea el Señor! Somos sacerdotes de Dios y somos reyes Suyos. Llevamos la imagen de Dios y tenemos Su señorío. Ahora somos aquellos que constituyen la iglesia, quienes expresan a Dios y quienes representan a Dios. ¡Aleluya! Sí, tenemos la imagen y el señorío. Espero que todos podamos ver que la Biblia relata el desarrollo de la imagen y del señorío. El hecho de que estos dos puntos sean la cumbre del relato de Génesis 1 no es algo insignificante. Ese capítulo empezó con las tinieblas, el vacío, la desolación y las aguas de muerte. Luego el Espíritu se cernía, la luz separaba, y la expansión dividía. La tierra seca apareció para generar vida. Luego vino la vida más baja, la vida inferior, la vida elevada y la vida creada más elevada: el hombre. Considere todas las formas de vida. Ni el pasto, ni las hierbas ni los árboles tienen rostro. Un pez sí tiene rostro pero no se distingue muy bien. El rostro de un ave es más fácil de distinguir. Luego tenemos el ganado y las fieras. Por último, tenemos el rostro humano. Todos debemos reconocer que el rostro humano es el más distintivo. Este rostro es la cara que lleva la imagen de Dios. A este rostro, es decir a esta expresión, le fue encomendada la autoridad de Dios. Su parecido lo determina todo. El parecido con un escorpión indica cierta relación con los demonios. La semejanza a una serpiente tiene cierta relación con Satanás. Pero la similitud con un hombre se relaciona con la imagen de Dios. Un hombre auténtico tiene autoridad. ¿Qué es el verdadero hombre? Un verdadero hombre es un sacerdote de Dios. Si usted es sacerdote, entonces es rey. Si usted está en el sacerdocio, ciertamente tiene el reinado. Esto significa que si usted tiene la imagen de Dios en vida, ciertamente tiene la autoridad de Dios para ejercer Su señorío. Toda la Biblia relata el desarrollo de la imagen y del señorío. En Génesis 1 vemos a Adán, hecho a la imagen de Dios y con el señorío de Dios, pero eso sólo es una pequeña semilla. Seguimos con Abraham, quien fue la primera persona que maduró y desarrolló algo de la imagen y de la autoridad de Dios. El se mantenía en contacto con Dios y venció al enemigo. Luego llegamos a José, una persona muy madura. Mientras leemos la historia de José, vemos a un hombre que lleva la imagen completa de la santidad y de la victoria de Dios. Vemos al hombre José ejerciendo autoridad. En aquel tiempo, la autoridad no era el Faraón de Egipto, sino José. José gobernó sobre toda la tierra. Mientras seguimos en el Antiguo Testamento, vemos que Dios llamó al pueblo a ser una nación de sacerdotes. La nación entera debía tener contacto con Dios y de llevar la imagen de Dios como sacerdotes Suyos. Por consiguiente, debían ser reyes en toda situación. No necesitaban pelear. Toda situación debía ser sometida a sus pies. Luego llegamos a los reyes y los profetas. Finalmente, llegamos a Jesús. El es todo un sacerdote y también un rey. En El está el sacerdocio que expresa a Dios y el reinado que lo representa. Cristo es la Cabeza. Después de El tenemos el Cuerpo, compuesto de todos los santos redimidos. Como Cuerpo, somos iguales a la Cabeza, como sacerdotes llevamos la imagen, y como reyes ejercemos la autoridad. Hoy en día somos sacerdotes para Dios y reyes sobre toda situación. Expresamos a Dios en la vida de iglesia y lo representamos a El en cada situación. Más adelante vendrá el milenio, la plenitud de los tiempos, durante el cual todos los santos vencedores serán literalmente los reyes que expresen a Dios con Su imagen, y los reyes que representen a Dios con la autoridad de El, y tendrá pleno señorío sobre esta tierra. Finalmente tendremos la eternidad. En la eternidad veremos una consumación maravillosa: la Nueva Jerusalén. Esta será la verdadera cumbre. Nada puede ser más elevado y más completo que esto. Toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, tendrá la imagen de Dios y ejercerá el señorío de Dios. ¡Aleluya! Este es el relato de la Biblia. La Biblia relata el desarrollo de la imagen de Dios y Su señorío. Dios será eternamente expresado y eternamente representado por Su pueblo redimido.
PALABRA ADICIONAL Volvamos al libro de Mateo y leamos el último versículo del capítulo 16 y los primeros dos versículos del capítulo 17. El Señor Jesús dijo: “De cierto os digo: Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en Su reino. Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció Su rostro como el sol, y Sus vestidos se volvieron blancos como la luz”. En estos versículos, vemos la venida de Jesús en Su reino. El resplandor de Jesús en la transfiguración constituye la venida del reino. Donde está el resplandor de Jesús, allí está el reino. Este resplandor es la imagen de Dios que llevamos. La imagen está presente, y el señorío aparece inmediatamente. Cuando resplandece la gloria de Dios, no necesitamos ejercer señorío a propósito. La autoridad de Dios está allí. ¿Cómo podemos resplandecer con la gloria de Dios? Debemos leer 2 Corintios 3:18: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Me encanta la expresión “a cara descubierta”. Al transfigurarse el Señor Jesús, Su rostro resplandecía como el sol resplandeciente. Sin embargo, la cara mencionada en 2 Corintios 3:18 no es solamente el rostro exterior, sino el rostro interior. Todos tenemos una cara exterior y una cara interior. La cara exterior es simplemente la expresión del rostro interior. La cara exterior es nuestro ser exterior, y la cara interior es nuestro ser interior. La cara es la expresión que muestra todo nuestro ser, la manifestación de todo nuestro ser. Entre nosotros nadie lleva un velo sobre su cara exterior, pero me temo de que muchos entre nosotros tienen algunos velos sobre su cara interior. Necesitamos una cara descubierta. Lo religioso y lo santo, así como lo pecaminoso y lo mundano pueden constituir un velo para nosotros. Si usted estudia el contexto de 2 Corintios 3, verá que el velo mencionado allí corresponde particularmente a la letra del Antiguo Testamento. Aun la Biblia puede constituir un velo. Incluso la letra de la Biblia puede ser un velo que nos cubra y nos evite ver al Señor viviente. Si la letra de la Biblia puede ser un velo para nosotros, entonces cualquier cosa puede ser un velo: su esposa, su marido, sus amigos, sus hijos, su ego, sus hermanos y hermanas, su comportamiento bueno o malo, su celo, sus obras para Dios, o sea, todo. Todas las cosas, en tanto que no sean el Señor mismo, pueden convertirse en un velo. No importa cuán santo sea algo, cuán celestial, cuán espiritual y cuán religioso, puede ser un velo, si no es el Señor mismo. Tal vez usted siga bajo esta clase de velo. Esta es la razón por la cual está sentado aquí, pero no puede ver al Señor. En 2 Corintios 3:18 dice que todos nosotros, a cara descubierta, contemplamos como un espejo. Somos un espejo. Por ser un espejo, contemplamos. Lo que contempla un espejo, es lo que refleja. Debemos tener una cara descubierta que contemple y refleje la gloria de Dios, así como Moisés cuando contempló la gloria de Dios durante cuarenta días, y la gloria de Dios resplandecía desde el cutis de su rostro. Cuando él descendió del monte, resplandecía, y brillaba con la gloria de Dios. Todos debemos ser así. Todos debemos olvidar todo lo malo, lo bueno, lo santo, lo profano, lo religioso, lo irreligioso, lo espiritual, lo no espiritual. Debemos echar a un lado todo lo que no es el Señor mismo. Debemos percatarnos de la astucia del enemigo. Satanás puede usarlo todo para desviarlo a usted e impedirle que contemple al Señor. Lo único que Satanás no puede usar es al Señor mismo. El Nuevo Testamento contiene por lo menos cuatro libros escritos particularmente acerca de las cosas que obstaculizan a la gente y le impiden contemplar al Señor, cosas que ponen un velo sobre la gente para que no tenga contacto con el Señor ni lo disfrute a El. El libro de Gálatas habla de la ley, de la religión y de la tradición. Todo eso constituye un velo de separación. La ley fue dada por Dios y era santa. Inclusive el Nuevo Testamento dice que la ley es santa (Ro. 7:12). No obstante, hasta la ley puede separarlo a usted de Cristo, e interrumpir el disfrute que tiene de Cristo (Gá. 5:4). Podemos ser separados de Cristo, no solamente por los libros inmorales, sino por la ley que Dios dio. ¿Cómo? Porque el rostro de uno puede volverse a la ley en vez de volverse a Cristo. Por
consiguiente, la ley se convierte inmediatamente en velo. La ley forma siempre una religión, y la religión tiene largas tradiciones. De modo que, tenemos la ley, la religión y las tradiciones, las cuales forman capas que lo aíslan a uno de la electricidad celestial, la cual es el Señor mismo. Colosenses es otro libro. En Colosenses se usa la palabra filosofía. En Colosenses la palabra filosofía denota en realidad el gnosticismo. El gnosticismo era una filosofía muy elevada, una composición de las filosofías griega, egipcia y babilónica, además de la filosofía del cristianismo, la cual incluía la filosofía judía. Era realmente una mezcla. Aquella filosofía, el producto más elevado de la cultura humana, se infiltró en la iglesia primitiva, y causó un gran obstáculo. Aunque la filosofía puede resultar buena y ser el mejor producto de la cultura humana, se convierte en velo porque no es el Señor. Debe ser aniquilada. Llegamos a otro libro, el libro de Hebreos. Si usted lee dicho libro, verá que presenta una lista de todo lo bueno del judaísmo. El libro de Hebreos nos muestra que todas las buenas cosas del judaísmo deben ser consideradas como tipos, figuras y sombras de Cristo. Supongamos que usted antes de visitarme me manda una fotografía suya. Estimaré esa fotografía porque le amo a usted. Esto es de esperarse; simplemente amo su fotografía. Ahora usted viene a visitarme personalmente. En lugar de mirarlo a usted, sigo mirando a su fotografía y amándola. Su fotografía se convierte en velo para mis ojos. Usted dirá: “Necio, tira la fotografía. Mírame a Mí”. Antes de que Jesús viniese, Dios usó el Antiguo Testamento para presentar a Su pueblo muchos cuadros de Cristo desde varios ángulos. Sin embargo, los judíos se fijaron simplemente en los cuadros, no sólo vistos desde cuatro ángulos, sino desde treinta y dos direcciones distintas. Eso los absorbía y les impedía ver a Cristo. Cristo se encuentra fuera de ese cerco. Los judíos vieron muchas cosas acerca de Cristo, pero no pudieron ver al propio Cristo. Por tanto, el libro de Hebreos fue escrito para comunicarles a todos los creyentes judíos que debían abandonar los cuadros, todo el sistema del judaísmo y mirar a Cristo. Considere al Apóstol y Sumo Sacerdote, Jesucristo (He. 3:1). Olvídese de Moisés, de los ángeles y de Josué. Considere solamente a nuestro Apóstol Jesucristo. Considere a nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo. Mírelo a El; no lo mire solamente, sino que ponga sus ojos en El (He. 12:2). Apártese de las cosas judías. Apártese de la Biblia y mire a Jesús mismo. Tenemos un libro más, 1 Corintios. En 1 Corintios, Pablo nos advirtió que aun los dones espirituales, tales como el hablar en lenguas, la interpretación de lenguas, las sanidades y los milagros, pueden ser velos para el cristiano. ¿Ve usted la sutileza del enemigo? La ley, la filosofía, el judaísmo con sus escrituras y enseñanzas, y los dones espirituales, son buenos, pero se han convertido en velos que cubren la cara de muchos cristianos genuinos. Todos debemos decir al Señor Jesús: “Señor Jesús, te amo. Estimo la Biblia porque te revela a Ti, pero nunca dejaré que la Biblia se convierta en un velo. Te amo, Señor Jesús. Te amo a Ti personalmente, te amo directamente, te amo de manera muy íntima. Te amo besándote. No me agrada que estés alejado. Quiero verte cara a cara. Señor, quiero incluso besarte”. Creo que muchos de ustedes ya han entrado en esta experiencia, pero todos debemos ser preservados en esta experiencia. Debemos decirle al Señor: “Señor Jesús, aprecio los dones porque me ayudan a tocarte, pero si los dones llegan a ser un velo, los abandonaré. Te amo sólo a Ti, Señor. Te amo personal, directa e íntimamente. Te amo de una manera tal que puedo besarte en cualquier momento. No existe ninguna distancia entre Tú y yo, ninguna distancia, ninguna separación y ningún aislamiento. Estoy directa e íntimamente en Tu presencia”. Si usted actúa así, subirá al monte de la transfiguración. Será transfigurado y resplandecerá. Entre nosotros son muchos los que pueden dar testimonio de sus padres. Cuando salían de su cuarto después de pasar tiempo en la presencia del Señor, sus rostros resplandecían, dándonos testimonio de que ellos habían estado con el Señor. Este resplandor subyuga toda criatura rebelde. Somete al marido, a la esposa, a los hijos y a toda clase de circunstancias. Este resplandor es el reino; es el señorío. El señorío proviene del resplandor. Jesús apareció en Su reino cuando se transfiguró. El resplandeció como el sol. El tenía la imagen y tenía el señorío.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NUEVE DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (6) LA MAXIMA CONSUMACION Continuamos con el tema de la máxima consumación. Como vimos en el mensaje anterior, el primer punto de esta consumación era Dios expresado y representado. Este era el punto culminante. Basándonos en ese punto, consideraremos varios puntos adicionales.
2) Dios bendijo al hombre para que fructificara Dios bendijo al hombre para que éste fructificara, se multiplicara, llenara la tierra y la conquistara (Gn. 1:28). Esto no es algo insignificante. Antes de tener a un hombre que lo expresara y lo representara, Dios no tenía ninguna posibilidad de derramar Su plena bendición. Dios es rico y es rico en bendición, pero antes de la creación del hombre no existía ningún ser que recibiera Su plena bendición. Dios no tenía ninguna posibilidad ni oportunidad de bendecir plenamente a Sus criaturas. Génesis 1 relata que Dios sólo empezó a bendecir cuando los seres vivos llegaron a existir (Gn. 1:22). No obstante, la vida humana está en el nivel en el que puede recibir plenamente la bendición de Dios. Después de crear al hombre, Dios pudo ver en la tierra un ser vivo que llevaba Su imagen y tenía Su señorío. Inmediatamente Dios le concedió al hombre Su plena bendición. Bendición es una buena palabra. Muchos hablan de la bendición de Dios. A menudo hemos orado: “Oh Señor, bendícenos”. Pero si deseamos recibir la bendición de Dios, debemos satisfacer los requisitos. Una vez más, los requisitos son: llevar la imagen de Dios y tener Su señorío. Si en la casa de usted se expresa la imagen de Dios y Su señorío, puede estar seguro de que allí también estará la bendición de Dios. La bendición de Dios siempre viene con Su imagen y Su señorío. En otras palabras, la bendición de Dios siempre va adonde se encuentren Su expresión y Su representación. La bendición de Dios está siempre con el sacerdocio y con el reinado. Vemos esto en el caso de Melquisedec. El era rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, y bendijo a Abraham (Gn. 14:1719). La bendición siempre va acompañada del sacerdocio y del reinado. Si la iglesia busca la bendición de Dios, debe tener el sacerdocio y el reinado. ¿Qué significan el sacerdocio y el reinado? Significan simplemente la imagen de Dios y Su señorío. El sacerdocio expresa la imagen de Dios, y el reinado manifiesta Su señorío. Mientras ejerzamos el sacerdocio para tener contacto con Dios, contemplar a Dios y reflejar la imagen de Su gloria, tendremos el reinado. La bendición de Dios vendrá inmediatamente. Dios bendijo al hombre para que éste fuese fructífero, se multiplicara y llenara la tierra. La bendición es la fructificación, el aumento, la multiplicación y el llenar de la tierra. Supongamos que Adán, el hombre corporativo, hubiese sido hecho a la imagen de un escorpión o de una serpiente, y que Dios hubiese bendecido al escorpión y a la serpiente para que se multiplicaran y llenasen la tierra. La tierra se habría llenado de escorpiones y de serpientes. ¡Qué horrible sería la tierra! En tal caso, yo preferiría no haber nacido. Supongamos que usted tiene doscientos escorpiones en su
cuarto y doscientas serpientes en su salón. Aquello no sería una bendición, sino una maldición. Pero Dios creó al hombre a Su imagen, y le dio autoridad a fin de que ejerciera el señorío para el Todopoderoso en la tierra. Dicho hombre estaba listo para recibir la bendición de Dios. La bendición de Dios consistía en capacitar a ese hombre para que fuese fructífero. Uno se multiplicaría en diez, diez en ciento, ciento en mil, mil en cien mil, cien mil en un millón, un millón en un billón, hasta que toda la tierra se llenase de rostros hermosos que expresaran y representaran a Dios. Aunque los seres humanos están caídos, les queda algo maravilloso. Lo maravilloso que tienen es la imagen de Dios. Hay personas que quieren a los perros, pero el amor por un perro es muy diferente del amor por un ser humano. Por muy bueno que sea un perro, no es tan digno de amor como un ser humano. Se puede amar a todos los seres humanos porque cada ser humano lleva la imagen de Dios. Por muy caídos que estén los seres humanos, todos ellos llevan la imagen de Dios. En la vida de iglesia actual, somos el verdadero hombre que lleva la imagen de Dios y que ejerce el señorío de Dios. En la vida de iglesia estamos listos para que Dios intervenga y nos conceda Su bendición. La medida de bendición que Dios da depende de cuánto lo expresemos y lo representemos. Si lo expresamos y lo representamos de una manera apropiada, ciertamente recibiremos Su plena bendición, la cual se relaciona con la multiplicación y con llevar fruto. Ahora quisiera compartir acerca de la predicación del evangelio. En el campo cristiano, incluso en la predicación del evangelio, todo se ha deteriorado por la práctica deficiente de los siglos pasados. La verdadera predicación del evangelio no es solamente una obra exterior. La verdadera predicación del evangelio consiste en llevar fruto como resultado de la vida interior. En Mateo, Marcos y Lucas el Señor Jesús nos exhortó a ir a predicar el evangelio y a hacer discípulos a las naciones, pero en Juan dijo que debemos llevar fruto. La predicación es una cosa, pero llevar fruto es otra. La verdadera predicación del evangelio no consiste en convencer a la gente con doctrinas, ni en someter sus ideas y cambiar sus conceptos. La verdadera predicación del evangelio consiste en ministrar vida a los demás. La fructificación es el reboso de las riquezas de la vida interior. Considere la rama de un árbol lleno de savia vital. La rama rebosa de vida y este reboso produce vida. El fruto es el resultado de la riqueza interior de la vida. Debemos entender que la predicación del evangelio debe consistir en llevar fruto y que llevar fruto proviene de la bendición de Dios. Aunque debemos orar por la predicación del evangelio, no se trata simplemente de esforzarnos. Debemos recibir la bendición de Dios. Si una iglesia desea aumentar, ciertamente debe predicar el evangelio. No obstante, si la predicación del evangelio no se encuentra bajo la bendición de Dios, no obtendremos nada, por muchos esfuerzos que hagamos. El fruto ganado no tendrá cara de hombre, sino de escorpiones. Usted puede traer mucha gente, pero cuando Dios mire a esas personas, le dirá: “Este es un escorpión, ése es una serpiente, y aquél es una rana. Efectivamente trajiste muchas personas, pero pocos tienen el rostro adecuado que me exprese a Mí”. ¿Qué clase de personas va a traer usted? ¿Personas con rostro de escorpión o personas con hermosos rostros que expresen a Dios mismo? El fruto que usted lleva es una expresión de lo que usted es. Si usted es un manzano, nunca podrá producir naranjas. Si es un melocotonero, nunca podrá producir plátanos. Para producir plátanos, debe ser un platanero. Si usted es un árbol de conocimiento, no espere llevar el fruto de la vida. El árbol de vida es el único que puede producir vida. Todos debemos esforzarnos por predicar el evangelio, pero consideremos lo que somos. Si somos hechos a la imagen de Dios y si tenemos el señorío de Dios, ciertamente conduciremos a otros a la imagen de Dios y al señorío de Dios. Todas las iglesias locales necesitan aumentar en número, pero jamás usen artimañas, ya que pueden producir “moabitas” en lugar de fruto apropiado. Dios le prometió a Abraham una simiente. Dios estaba probando a Abraham hasta que a éste se le agotara la energía natural. Entonces El le dio descendencia. Mientras Abraham estaba siendo probado por Dios, a su esposa se le ocurrió un buen plan (Gn. 16:1-2). Y dicha propuesta dio resultado. Sin embargo, no produjo a Isaac, lo que Dios deseaba, sino a Ismael, a quien Dios rechazó. Estos dos nombres, Isaac e Ismael, empiezan con “Is”. Se parecen mucho. Todas las iglesias necesitan incrementarse, pero no imiten a Sara. No produzcan ismaelitas.
También tenemos el caso de las dos hijas de Lot (Gn. 19:30-38). ¿Recuerda usted cómo hablaron de llevar fruto? Dijeron: “Es posible que nuestro padre no tenga ningún descendiente. Hagamos algo para ayudarle a producir un heredero”. Hicieron algo, y funcionó. Produjeron a los moabitas y a los amonitas. Muchos cristianos actuales producen ismaelitas, moabitas o amonitas. Más nos vale no tener ningún descendiente de ésos. Debemos ser hombres que lleven la imagen de Dios y que ejerzan Su autoridad. Entonces estaremos bajo la bendición de Dios, y así seremos fructíferos y nos multiplicaremos. Los rostros humanos con la imagen de Dios llenarán la tierra. Este es uno de los puntos de la máxima consumación. No se imagine que la predicación del evangelio es algo pobre. Debe ser algo elevado. La predicación del evangelio debe ser el punto culminante, y no debe producir ni ismaelitas ni moabitas ni amonitas, sino Isaacs. Nosotros los cristianos siempre tenemos un sueño vano. Citamos el relato de Hechos donde dice que 3000 fueron salvos el día de Pentecostés y que 5000 fueron salvos en otra ocasión. Aunque este dato aparece allí, la multiplicación de los seres humanos no puede producirse con demasiada rapidez. Pueden necesitarse veinte años para producir una generación. Uno no puede obtener una generación en cinco años. A los cinco años, una persona todavía es un niño. Incluso a los quince años de edad es un adolescente. Generalmente se necesitan veinte años para producir una generación de seres humanos. Resulta fácil hacer flores artificiales. En una sola noche podemos llenar este cuarto de reunión con flores, pero todas serán artificiales. Sin embargo, para cultivar un huerto se necesita tiempo. Si usted mira un huerto por la mañana, presentará prácticamente el mismo aspecto que el día anterior. Pasará lo mismo el día siguiente, y cada día se parecerá al día anterior. Se pueden necesitar varios años para cultivar árboles que lleven fruto. Pero, ¡aleluya!, una vez que crecen, se multiplican. Esta es la vida de la iglesia. Todas las iglesias necesitan incrementarse, pero no queremos el aumento como el de los hongos, que se produce de un día para otro. Necesitamos el incremento que proviene de la imagen y del señorío de Dios bajo Su bendición. Esto requiere tiempo.
3) El hombre y los demás seres vivos quedaron satisfechos Decir que el hombre estaba satisfecho no es algo insignificante (Gn. 1:29). Supongamos que Adán hubiese sido creado sin que tuviera nada de comer. Supongamos que Dios hubiese dicho a Adán: “Te creé, pero no he preparado tu comida. Haz el favor de esperar un día o dos”. Ese no fue el caso. Todo fue preparado antes de que Adán llegase a la existencia. Dios había hecho árboles que eran buenos para comer. Cuando Adán salió de la mano creadora de Dios, ya tenía comida a su disposición. El quedó satisfecho. Adán no sólo estaba satisfecho, sino que todos los seres vivos también lo estaban (Gn. 1:30). Más adelante veremos que el verdadero descanso proviene de la satisfacción. ¿Podemos descansar si tenemos hambre? Mientras tengamos hambre, nunca podremos descansar. El descanso depende de la satisfacción. ¡Aleluya! El hombre comió y estaba satisfecho.
4) Todo era muy bueno Génesis 1:31 dice que Dios miró todo lo que El había hecho y vio que era bueno en gran manera. Antes del sexto día, Dios no dijo: “Bueno en gran manera”; solamente dijo: “Bueno”. ¿Por qué dijo Dios “bueno en gran manera” en el sexto día? Porque Adán fue creado a la imagen de Dios y había recibido el señorío de Dios. Nadie murmuraba y nadie tenía hambre. Dios podía decir: “¡Bueno en gran manera!” Esa fue la cumbre. Después de que Dios dijera eso, vino el séptimo día, el día de descanso.
5) Dios descansó, Dios estaba satisfecho Dios descansó porque estaba satisfecho (Gn. 2:1-3). Este fue el último aspecto de la máxima consumación; Dios descansó y quedó satisfecho.
a) El motivo del descanso Dios descansó porque Su gloria se manifestó debido a que el hombre llevaba Su imagen y a que Su autoridad estaba a punto de ser ejercida. Satanás, el enemigo de Dios, iba a ser aniquilado por Dios. Mientras el hombre exprese la imagen de Dios y venza al enemigo de Dios, Dios puede reposar. Lo importante no era el hecho de que Dios hubiese terminado Su obra, sino que Su obra era un hombre que llevaba la imagen de Dios y que subyugaba al enemigo de Dios. Por estos dos hechos, Dios descansó.
b) La miniatura del descanso: el reposo de la creación El descanso que hubo después de la creación fue un pequeño descanso, un descanso en miniatura. En este reposo, el hombre tenía la imagen de Dios y podía ejercer el señorío de Dios. Estos dos factores fueron la causa del descanso, pero un descanso en una escala muy pequeña.
c) Los tipos del reposo Todo lo mencionado en Génesis 1 y 2 es una semilla. En los mensajes anteriores vimos que la luz, la imagen y el señorío son semillas. El descanso también es una semilla, la cual necesita toda la Biblia para crecer y desarrollarse. La semilla del descanso es sembrada en Génesis, y la cosecha de esta semilla se halla en Apocalipsis. En Apocalipsis vemos la consumación del reposo. La Biblia presenta algunos tipos del descanso. El sábado del Antiguo Testamento tipifica el descanso (Ex. 20:8-11). El hombre era un testimonio, una expresión, de Dios. El hombre también estaba sometido a la autoridad de Dios. La autoridad de Dios se ejercía sobre el pueblo que guardaba el sábado. Por tanto, era una especie de descanso. El día del Señor en el Nuevo Testamento también constituye un tipo de descanso (Ap. 1:10; Hch. 20:7; 1 Co. 16:2). El día del Señor tipifica el descanso venidero. La iglesia, constituida de los santos, libera la vida del Señor y expresa a Dios mismo. Este es el descanso que tenemos ahora. Mientras Dios pueda ser expresado, hay descanso. La iglesia, compuesta de los santos, ejerce la autoridad del Señor, la cual vence a Su enemigo. Si liberamos la vida del Señor y ejercemos Su autoridad, tenemos descanso desde ahora. Por el contrario, si discutimos y luchamos, no tendremos ningún descanso porque no estaremos liberando la vida del Señor. Si no ejercemos autoridad sobre el enemigo, no tendremos ningún descanso.
d) El anticipo del descanso El reposo que experimentamos ahora es un anticipo del descanso porque el reposo pleno todavía no ha llegado.
(1) En los santos En los santos la vida de Dios fluye, y Dios mismo es manifestado. En tanto que la vida de Dios fluya y Dios mismo sea manifestado, habrá descanso. Este es un anticipo del descanso venidero. Usted puede experimentar este reposo aun cuando esté en su trabajo. Cuando usted permite que la vida de Dios fluya y cuando deja que Dios sea expresado, tiene el sentido del descanso. No
obstante, si usted se ha apartado del fluir de la vida de Dios, no tendrá paz en su interior. Usted no tendrá ningún descanso. Cuanto más discuta con su esposa, más problemas gástricos tendrá. Incluso puede producirse una úlcera, lo cual indica que no hay ni vida ni descanso. Por el contrario, si libera la vida de Dios cada vez que su esposa le cause disgustos, tendrá un anticipo del descanso. En los santos se ejerce la autoridad de Dios y el enemigo de Dios es vencido. Cuando su esposa lo molesta, no ejerza su autoridad como cabeza. No le diga: “¿No sabes que yo soy la cabeza?” Si dice eso, perderá su rostro humano y expresará el rostro de una serpiente; se convertirá en un escorpión. Cuando su esposa lo moleste, acuda al Señor como sacerdote. Deje que la vida fluya y se libere. La autoridad y el señorío estarán allí, el enemigo será sometido, y tanto usted como su esposa tendrán descanso. Todos hemos experimentado eso.
(2) En la iglesia como Cuerpo En la iglesia como Cuerpo, Dios se expresa y Satanás es vencido (Ef. 1:23; 3:19b; 6:11-13). Donde y cuando quiera que Dios es expresado y Su enemigo es vencido, viene el anticipo del descanso. Ocurre lo mismo en nuestra vida familiar, en nuestra vida matrimonial y en nuestra vida personal. Si usted compra algo que no le ayuda a expresar a Dios ni a vencer a Satanás, perderá el anticipo del descanso. Si usted expresa a Dios y vence a Su enemigo en todo lo que haga y adondequiera que vaya, tendrá un agradable anticipo del reposo venidero. No alegue ni murmure en la vida de iglesia. Una noche recibí una llamada telefónica que me informaba acerca de cierta iglesia que se encontraba en una condición lamentable. Había dos personas en la línea telefónica, uno confirmaba lo que el otro decía acerca de la condición lamentable y enfermiza de la iglesia. Dejaron de hablar y querían oír lo que yo iba a decir. Dije inmediatamente: “No hablen así. Olvídense de esta conversación. Si ustedes dicen que la iglesia está mal, ciertamente la iglesia estará mal porque ustedes son malos. Si ustedes afirman que la iglesia es maravillosa, la iglesia ciertamente será maravillosa porque ustedes son maravillosos. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es ustedes. Cuando ustedes dicen que la iglesia es mala, se condenan a sí mismos”. Continué hablando con los hermanos diciéndoles que debían estar conscientes de la astucia del enemigo. Dijeron: “¿Qué haremos? ¿A quién iremos?” Contesté: “No acudan a nadie. ¡No hablen! Sólo vayan a las reuniones de la iglesia y alaben al Señor”. Preguntaron: “¿No debemos orar?” Dije: “Sí, deben orar, pero no oren de manera negativa. Oren de manera positiva. La iglesia no tiene problemas. La iglesia es gloriosa. La iglesia no necesita que ustedes oren así: ‘Oh Señor, tenemos un problema’. Ustedes son el problema. Cuanto más oren acerca del problema, más se convierten en el problema. No creen un problema y no sean un problema. Vayan a las reuniones de la iglesia, alaben al Señor, y oren de manera positiva”. Todos debemos percatarnos de los ardides del enemigo. De ahora en adelante no hablen de la condición de la iglesia. Simplemente vayan a las reuniones de la iglesia y alaben al Señor. La iglesia es la iglesia. Por tanto, tenemos descanso. Cuando hablen de la condición de la iglesia, perderán su descanso. No tendrán el anticipo del reposo. Si van a las reuniones de la iglesia y alaban al Señor, sin duda recibirán el anticipo del descanso.
e) El cumplimiento del descanso: el reposo del milenio El cumplimiento del descanso es el reposo del milenio, es decir, el reino de mil años. El libro de Hebreos nos revela que existe un reposo prometido para el pueblo de Dios, y todos nosotros debemos esforzarnos por entrar en ese reposo (He. 4:1, 3, 9, 11). Si no nos esforzamos por entrar en dicho reposo, lo perderemos. La manera de entrar en ese descanso consiste en experimentar el anticipo ahora. Si tenemos el anticipo, ciertamente entraremos en el pleno disfrute. Si no tenemos el anticipo de ese descanso ahora, perderemos el pleno disfrute que está por venir. Durante el descanso
del milenio, los santos serán semejantes a Cristo, y expresarán la gloria de Dios (1 Jn. 3:2; Col. 3:4; 1 Ts. 2:12). Los santos reinarán con Cristo (Ap. 20:6).
f) La consumación del reposo La consumación del reposo es el descanso en el cielo nuevo y la tierra nueva. Todos los redimidos expresarán como un solo Cuerpo la gloria de Dios por la eternidad (Ap. 21:11, 23). Del mismo modo, todos los redimidos reinarán como un solo Cuerpo para Dios por la eternidad (Ap. 22:5b). Eso será la consumación del descanso. En Génesis 2 el descanso era solamente tipología; la consumación se tendrá en la Nueva Jerusalén. Todos quedarán satisfechos. Todos tendrán descanso porque Dios mismo estará satisfecho y Dios mismo hallará descanso allí. Hoy en día la vida de iglesia constituye una miniatura de la Nueva Jerusalén. La vida de iglesia es un anticipo del pleno disfrute. El descanso final incluye principalmente dos cosas: la expresión de la imagen de Dios y el ejercicio de la autoridad de Dios.
g) El hombre también descansó con Dios Si usted lee Génesis 1 detenidamente, verá que después de crear Dios al hombre, no le pidió que hiciera nada. Dios habló simplemente de la comida del hombre (Gn. 1:29).
(1) El séptimo día de Dios fue el primer día del hombre Según el calendario bíblico, un día no empieza por la mañana, sino por la tarde. Creo que el hombre fue hecho por la tarde del sexto día. Cuando el hombre salió de la mano creadora de Dios, entró inmediatamente en el séptimo día. Para Dios el séptimo día fue el día de reposo (Gn. 2:2-3). El séptimo día de Dios fue el primer día del hombre. Esto significa que Dios lo había preparado todo para el disfrute del hombre. Después de ser creado el hombre, no se unió a la obra de Dios, sino que entró en el reposo de Dios. ¡Aleluya! No se imagine que usted debe hacer algo. Dios no necesita que usted haga algo. Dios posee muchísimas riquezas y desea que usted se acerque y disfrute de ellas. ¡No labore! Si usted intenta laborar, Dios dirá: “Hijo insensato, no tengo ninguna obra para ti, pero tengo grandes riquezas que puedes disfrutar. Ven y únete a Mí en Mi reposo. Mi día de sábado es tu primer día. He trabajado durante seis días. Ahora ven y únete a Mí en el descanso como tu primer día. Unámonos y descansemos”. Eso fue lo que el hombre hizo. He dedicado mucho tiempo tratando de saber lo que hizo el hombre después de ser creado. Me enteré de que no hizo nada más que comer y descansar. ¿No es eso maravilloso? Después de ser salvos los creyentes, se imaginan que deben hacer algo. Olvídense de las actividades. Vengan a comer a Jesús. Vengan y sean saciados. Vengan a unirse a Dios en Su descanso. Dios dirá: “Hijito, olvídate de tus acciones. Olvídate de tu labor. Yo lo he hecho todo. Para Mí, es tiempo de descansar. Ven y únete a Mí en Mi descanso”. En 1936 estaba yo en la obra en el norte de China, con una intensa carga por la obra del Señor. La labor era dura y las pruebas y circunstancias difíciles. Yo viajaba en bicicleta por los suburbios, la echaba al suelo, caía con todo mi peso y gritaba: “¡Señor, ayúdame!” Estaba molesto y perturbado. Un día, antes de dar un mensaje, recibí una palabra que me decía: “¿Sabes que el primer día del hombre es el séptimo día de Dios? El séptimo día de Dios fue el primer día del hombre. ¿Por qué laboras tanto, hijo necio? Desiste de ello. Abandona tu obra. Todo lo que necesitas hacer es venir y unirte a Mí en Mi descanso”. Aquel domingo por la mañana di un mensaje en el cual dije que el séptimo día de Dios fue el primer día del hombre. Le dije al pueblo: “¡Aleluya! Hoy es mi primer día. Durante varios meses he laborado mucho, pero ahora dejo mi obra. Ya no voy a laborar. Ahora empiezo a descansar con Dios. Su séptimo día es mi primer día”. Tal vez usted pregunte: “¿Qué
diremos del día que viene después del séptimo?” Fue el primer día de la semana, el día del Señor, un nuevo descanso y un nuevo sábado. ¡Alabado sea el Señor!
(2) El sábado fue hecho para el hombre Los fariseos obligaban a todo hombre a dedicarse por entero al sábado. El Señor los condenó y les dijo que estaban totalmente equivocados. Dijo que el sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (Mr. 2:27). ¡Aleluya! El destino del hombre no es la labor sino el sábado.
(3) El hombre descansa porque Dios descansa Cuando Dios está satisfecho, usted está satisfecho. Cuando usted está satisfecho, eso demuestra que Dios está descansando. El está satisfecho.
(4) El hombre descansa cuando la obra de Dios llega a Su meta en él No labore. Ocúpese de una sola cosa: que Dios alcance Su meta. ¿Cuál es la meta de Dios? La meta de Dios es expresar Su imagen y ejercer Su señorío. Cuando usted expresa la imagen de Dios y ejerce Su señorío para vencer a Su enemigo, El alcanza Su meta. Dios dirá: “Estoy satisfecho”. Entonces usted dirá: “Dios, yo también estoy satisfecho”. De modo que usted descansa con Dios. Todos los reposos mencionados anteriormente se deben al hecho de que Dios ha logrado Su meta y a que el hombre disfruta del descanso con Dios. ¡Alabado sea el Señor! Esto es maravilloso. Me alegra mucho que el Señor nos haya permitido compartir estos nueve mensajes sobre Génesis. En estos mensajes podemos ver que el relato divino se centra exclusivamente en la vida. Génesis 1 y 2 es simplemente un bosquejo. Las biografías de los ocho hombres (Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José) lo describen plenamente. Finalmente veremos que Jacob y José van unidos. En realidad los dos son un solo hombre: Jacob llega a ser Israel, el príncipe de Dios, y lleva la imagen de Dios; José llega a ser aquel que gobierna por encima de todo, ejerciendo el señorío de Dios. Al final de Génesis, vemos un hombre doble: un aspecto (Jacob) expresa la imagen de Dios, y el otro aspecto (José) ejerce el señorío de Dios. Allí se expresa la imagen de Dios, se ejerce la autoridad de Dios, y hay descanso. ¡Aleluya! Toda la Biblia, con todas sus historias, biografías y enseñanzas, se centra en la vida. Esta vida producirá la expresión de Dios y la representación de Dios. Dios será manifestado y Su enemigo será vencido. ¡Aleluya! Entonces habrá un descanso final en este universo. Damos las gracias a Dios por el Antiguo Testamento y por el Nuevo. Sin el Nuevo Testamento, resultaría difícil entender las alegorías, tipologías, figuras y sombras del Antiguo Testamento. Pero sin el Antiguo Testamento, sólo tendríamos las palabras directas del Nuevo Testamento. Nos faltarían los cuadros. Alabado sea el Señor porque tenemos ambos testamentos. Tenemos los cuadros y también las palabras claras que nos permiten conocer nuestra condición: tenemos la imagen de Dios y el señorío de Dios, y estaremos en el descanso de Dios. Debemos recordar las cinco palabras cruciales que hemos abarcado hasta ahora: imagen, señorío, bendición, satisfacción y reposo. Cuando llevemos la imagen de Dios, que lo expresa a El, tendremos Su señorío, el cual lo representa. Entonces Su plena bendición estará sobre nosotros, y nosotros estaremos satisfechos. Finalmente Dios y nosotros descansaremos con plena satisfacción bajo Su bendición con Su imagen y Su señorío.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE DIEZ EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA PARA CUMPLIR SU PROPOSITO (1) En los mensajes anteriores abarcamos el primer punto crucial del libro de Génesis: el deseo y propósito de Dios. Esto fue revelado en Génesis 1:1—2:3. El deseo y propósito de Dios consiste en tener un hombre corporativo que lo exprese a El en Su imagen y lo represente con Su autoridad. Ahora debemos preguntarnos: ¿Cómo puede el hombre expresar a Dios en Su imagen y representarlo con Su autoridad? Esto nos trae al segundo punto de ese libro.
B. El procedimiento que Dios usa para cumplir Su propósito, 2:4-7 El capítulo 2 de Génesis revela la manera en que Dios cumple Su propósito. Esta es la razón por la cual tenemos el segundo relato de la creación que aparece en Génesis 2. Cuando llevaba poco tiempo como cristiano, me confundían estos dos relatos de la creación del hombre. Génesis 1 nos proporciona un relato de la creación. ¿Por qué necesitamos otro relato en Génesis 2? El Señor me dio la respuesta posteriormente en mi ministerio. Aunque el relato de la creación que consta en Génesis 1 revela el propósito de Dios al crear el hombre, no nos muestra la manera en que cumple este propósito. Por consiguiente, necesitamos el segundo relato, el cual revela la manera, el procedimiento, que usa Dios para cumplir Su propósito. Después de ver el propósito en el capítulo 1, debemos ver el procedimiento en el capítulo 2. Este procedimiento es completamente revelado en Génesis 2, empezando con el versículo 5 y continuando hasta el final del capítulo. Si leemos este pasaje a la luz de toda la Biblia, veremos los tres pasos de este procedimiento. Podemos abarcar un solo paso en este mensaje; veremos los dos otros en los mensajes siguientes. No obstante, antes de considerar el primer paso, queremos hacer notar que el medio por el cual Dios cumple Su propósito es la vida.
1. Por la vida Dios va a cumplir Su propósito por medio de Su propia vida. ¿Cómo puede alguien expresar a otra persona si no tiene la vida de ésta? Un perro no puede expresar a un gato porque no tiene la vida del gato. Un perro tiene la vida de un perro, y ésa sólo sirve para expresar la vida de un perro. Según el mismo principio, un gato nunca podrá expresar a un perro. Si pensamos de otro modo, estamos fuera de la realidad. ¿Cómo pueden los seres humanos expresar a Dios? Sería imposible sin la vida de El. Si un perro ha de expresar a un gato, debe de existir la posibilidad de inyectar la vida del gato en el perro. Cuando el perro reciba la vida del gato, le será fácil expresar espontáneamente al gato. El destino del hombre es expresar a Dios. ¿Podemos hacer eso? Nos resulta imposible hacerlo con nuestra vida porque no es más que una vida humana. Dios es trascendente. Nuestra vida es demasiado inferior para expresarlo a El. Si hemos de expresar a Dios, necesitamos Su vida. Si tenemos la vida de Dios, lo expresaremos a El espontánea e inconscientemente. Al tener Su vida,
expresamos Su imagen. La vida es el medio por el cual se cumple el propósito de Dios. Esta vida no es nuestra vida natural, sino la vida divina y eterna de Dios. La autoridad también está relacionada con la vida. Una mesa o una silla no pueden tener autoridad, porque la autoridad está siempre relacionada con cierta vida. Mírese usted mismo. Cuanto más vida posee, más autoridad tiene. Los seres humanos tenemos autoridad sobre los animales porque tenemos más vida que ellos. Incluso en las relaciones humanas, podemos verificar ese principio: cuanto más vida posee una persona, más autoridad tiene. Si soy más maduro que usted, tengo autoridad sobre usted. Si un adolescente acude a mí, no necesito amenazarlo. El se pondrá espontáneamente bajo mi autoridad. Esta autoridad no me fue conferida por el presidente de los Estados Unidos. Me vino con los años. Si usted tiene 110 años de edad y yo 70, me pondré bajo su autoridad. Su edad le confiere la autoridad. Si queremos representar a Dios con Su autoridad, necesitamos Su vida. Si usted ha de representar a cierta persona en la sociedad, debe poseer una vida casi idéntica a la de ella. Supongamos que usted está invitado a representar al presidente de los Estados Unidos. Usted debe tener la misma cantidad de vida que él. Si su vida es inferior, no podrá representarlo. La norma de su vida debe corresponder a la vida del presidente. Este es el principio fundamental y lógico que debemos acatar: nunca podremos expresar a Dios o representarle por nuestra propia vida. Considere su vida. Su vida no puede expresar a Dios; todo lo que puede expresar es a usted mismo. Hasta cierto punto, una esposa no está calificada, por lo que a la vida respecta, para representar a su marido, porque su vida no es tan elevada como la de su esposo. Me pregunto si las hermanas estarán de acuerdo con eso. En todo caso, cada uno de nosotros debe reconocer que nuestra vida natural no puede expresar ni representar a Dios. No sólo nuestra vida caída es inadecuada para eso, sino que aun la vida creada que tuvimos al principio también era inapropiada. Como lo veremos en el próximo mensaje, ésta es la razón por la cual Dios, después de crear al hombre, lo puso frente al árbol de vida, lo cual indica que el hombre debía poseer una vida más elevada que la anterior. Algunas personas preguntarán: “¿No nos creó Dios a Su imagen?” Sí, Dios nos creó a Su imagen. Entonces esas personas dirán: “Si ya tenemos la imagen de Dios, ¿por qué no podemos expresarle?” Podemos decir que el hombre creado a la imagen de Dios es semejante a la fotografía de una persona. Supongamos que usted toma una fotografía del hermano John y la muestra a los demás diciendo que es el hermano John. En cierto sentido, usted tiene razón, pues ése es el hermano John. Sin embargo, la fotografía no es el hermano John, sino la fotografía de él. Aunque la fotografía revela los rasgos, la apariencia y la persona del hermano John, no contiene la vida de él. Puede mostrar algo del hermano John, pero no lo puede expresar a él. Para expresar al hermano John, la fotografía debe tener su vida; ésa es la única manera. El hombre fue creado a la imagen de Dios, pero era una fotografía que mostraba algo de Dios pero no tenía Su vida. Aunque el hombre fue hecho a la imagen de Dios, no tenía Su vida. Dios deseaba que el hombre participara de la vida representada por el árbol de vida. El hombre falló en eso. Ahora, al creer en Cristo, hemos sido traídos de nuevo a participar de esa vida. Todos nosotros recibimos la vida eterna. Así que, no tenemos ninguna otra posibilidad de expresar a Dios a Su imagen y de representarlo con Su autoridad si no participamos de Su vida. Muchos versículos de la Biblia confirman esto.
a. La vida conforma los creyentes a la imagen de Dios y los introduce en la gloria La Biblia afirma que es la vida la que conforma los creyentes a la imagen del Hijo de Dios (Ro. 8:2, 6, 29). Podemos ser conformados a la imagen del Hijo de Dios únicamente por la vida. Romanos 8:2 habla del “Espíritu de vida”, y el versículo 6 dice que la mente puesta en el espíritu es vida. Por medio de la vida del Espíritu podemos ser conformados al Hijo de Dios. Está bastante claro. Del mismo modo, es Cristo como vida quien nos introduce en la gloria de Dios para expresar a Dios.
Colosenses 3:4 nos revela que Cristo nuestra vida nos introducirá en la gloria de Dios a fin de que expresemos a Dios. Esto confirma que sólo por la vida de Dios podemos expresar a Dios.
b. La vida de resurrección confiere autoridad La Biblia también muestra que fue la vida floreciente de resurrección la que confirió autoridad a la vara de Aarón (Nm. 17:8). Las doce varas que representaban a las doce tribus de Israel fueron colocadas en la presencia del Señor durante una noche. Cada vara era un pedazo de madera seca y muerta. Durante la noche, la vara de Aarón floreció, lo cual significa que la vida de resurrección había autorizado a la vara para reinar sobre el pueblo. Por consiguiente, la vida confiere autoridad. Si usted desea llevar el liderazgo en la iglesia, necesita muchísima vida. Los ancianos son asignados no solamente por el nombramiento exterior sino por la autorización interior en vida. Todos los ancianos deben ser maduros en vida y estar calificados para gobernar por esta vida reinante. Es el mismo caso con los diáconos, las diaconisas y los que se responsabilizan de los grupos de servicio. Solamente la vida puede conferir autoridad. Apocalipsis 20:4 revela que la vida vencedora de resurrección introduce a los creyentes en el reino con Cristo durante el milenio. La vida de resurrección nos introduce en el reinado con Cristo porque procede del trono de Dios. El trono de Dios representa la autoridad. Vemos un cuadro de eso en Apocalipsis 22:1, donde el agua de vida sale del trono de Dios. Por tanto, la autoridad y la vida están relacionadas. El río de vida está relacionado con el trono de Dios. Si tenemos este trono como nuestra fuente, estaremos en el agua de vida. Si estamos en el agua de vida, ésta nos llevará al trono de Dios, dándonos la autoridad que procede de Su trono. La vida trae autoridad. Todos debemos ver que se requiere la vida de Dios para representarlo a El.
2. El primer paso: crear al hombre como vasija que contuviera a Dios como vida El primer paso del procedimiento que Dios usó para cumplir Su propósito fue crear al hombre como vasija para que lo contuviera a El como vida. Me agrada la palabra vasija. ¿Se da cuenta de que usted, como ser humano, es una vasija? Una vasija es semejante a una botella o a una taza. Hoy, mientras yo estaba con el Señor, me regocijaba por ser una vasija. Pensé: “Hombre, eres exactamente igual a una botella. Tu boca se parece a la boca de una botella. El propósito de la botella es contener algo, no a sí misma. Eres una vasija diseñada para contener a Dios”. Esta no es idea mía. Esto fue presentado inicialmente en Génesis y recalcado por Pablo en Romanos 9 donde escribió: “¿Quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿No te das cuenta de que eres barro? El alfarero tiene autoridad soberana para moldear el barro y hacer las vasijas”. Romanos 9:21, 23 revela que Dios creó al hombre como un vaso. Somos vasijas que pueden contener a Dios como vida. Por consiguiente, después de que Dios creó al hombre, lo puso frente al árbol de vida. El árbol de vida era comestible. En Juan 6 el Señor Jesús dijo que El era comestible, que El era el pan de vida (Jn. 6:35). De modo que todos podemos comerlo a El. Además, contenemos todo lo que comemos porque entra en nuestro ser. Nuestro ser es simplemente una vasija que contiene todo lo que comemos. Todo lo que comemos no sólo está en nosotros, sino que es asimilado hasta ser el elemento mismo que nos constituye. Incluso se convierte en nosotros mismos. Por tanto, los dietistas dicen: “Usted es lo que come”. No sólo somos vasijas, sino que somos vasijas que comen, vasijas que asimilan lo que comen. Dios desea que lo comamos a El. Si le decimos a Dios que queremos comerlo, El se alegrará. Somos las vasijas que lo comen y lo asimilan. Finalmente, Dios se convertirá en nosotros. ¡Alabado sea el Señor! Fuimos hechos vasijas para contener a Dios como vida. Romanos 9:21, 23 nos dice que somos vasijas para honra, vasijas de misericordia preparadas para
gloria. Esta es nuestra porción. No me menosprecien. Soy una vasija para honra y no para deshonra. Un día estaré lleno de gloria y estaré en la gloria expresando al Dios de gloria. Todos nosotros somos vasijas de misericordia preparadas para gloria.
a. El trasfondo En primer lugar, debemos entender el trasfondo del primer paso que Dios dio para cumplir Su propósito.
1) Dios no había hecho llover sobre la tierra Aprecio mucho la Biblia. He permanecido con la Biblia durante 50 años exactamente y ahora la quiero más que nunca. Al llegar a Génesis 2:4-7, quisiera dirigir unas palabras a los jóvenes. Cuando yo era un cristiano joven, me confundía Génesis 2, pues no me parecía muy bíblico. Creía que la Biblia debía ser clásica, pero Génesis 2 no me parecía muy clásico. Por ejemplo, en Génesis 2:5 dice: “Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra”. Me preguntaba por qué estaba eso incluido en la Biblia. No pensaba que eso fuera importante. Luego el versículo 5 añade: “No había hombre para que labrase la tierra”. ¿Qué significa eso? No me parecía nada bíblico. La primera parte del versículo 5 dice: “Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese”. ¿Qué significa eso? Pensaba que sonaba como las expresiones de un niño de cuarto año de primaria. Además, el versículo 6 nos dice que “subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra”. No me parecían palabras bíblicas. Muchos dirán: “Romanos 8 es un buen pasaje. Parece que así debe ser la Biblia. Pero no me gusta Génesis 2, porque no contiene nada del espíritu ni de la mente ni de la vida. Sólo habla de hierbas, plantas y vapor. No obstante, Génesis 2:5-6 forma parte de la Biblia, y sin estos versículos la Biblia quedaría incompleta. La Biblia necesita estos dos versículos de Génesis 2 para ser perfecta. Es bastante significativo ver lo que revela este pasaje. No menosprecie ningún renglón de la Biblia, porque ella procede de la boca de Dios. Toda palabra, toda frase, toda expresión y toda oración salieron de Su boca. Leer una frase de la Biblia es algo serio. Lo puede comprobar al leer Génesis 2:5-6 una y otra vez con un espíritu de oración. Si usted ora y lee estos versículos de esta manera, será nutrido. No obstante, si hace lo mismo con las líneas de un periódico de Los Angeles o de Santa Ana, estará muerto. Existe una gran diferencia entre los escritos seculares y la santa Biblia. En ésta todas las palabras son santas; vienen de Dios. Dios no había hecho llover sobre la tierra. Esto significa que Dios no había mandado que Su Espíritu se mezclase con el hombre, quien iba a ser hecho del polvo de la tierra. En Joel 2:23, 2829, vemos que la lluvia se presenta como alegoría del Espíritu de Dios. Algunos cristianos nos critican por usar demasiadas alegorías para interpretar la Biblia. No obstante, debemos entender que es necesario alegorizar al interpretar la Biblia porque gran parte de ella, y particularmente Génesis 1 y 2, está escrita en lenguaje figurativo. Pablo mismo usó alegorías para referirse al Antiguo Testamento. En 2 Corintios 4:6, él habla del Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz. Esto se refiere indudablemente a Génesis 1. El hecho de que el Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz resplandezca ahora en nosotros, significa que la obra de Dios en Génesis 1 constituye una alegoría de lo que El está haciendo en nosotros hoy. En Gálatas 4, Pablo usó a Sara, la esposa de Abraham, y Agar, la concubina de Abraham, como alegoría. Pablo se refirió simbólicamente a estas dos mujeres como a dos pactos. Por consiguiente, la mejor manera de entender al Antiguo Testamento es usar alegorías. En los cuatro evangelios, el Señor Jesús usó alegorías para casi todo. Lo hizo con todos los tipos, sombras y figuras del Antiguo Testamento. Dijo que El era Salomón, David, el sábado, la luz, el alimento, el aire, la puerta, el pastor y los prados. El lo era todo. Por consiguiente, debemos emplear alegorías al referirnos a la Biblia. Le animo a hacer eso.
Ahora vamos a usar la alegoría de Génesis 2:5-6 donde vemos que Dios no hizo llover sobre la tierra. Esto significa que Dios todavía no había mandado Su lluvia celestial, Su Espíritu, sobre la tierra. Cuando la lluvia baja a la tierra, empapa el suelo y se mezcla con él a fin de producir la vida. Ahora podemos ver el punto: el hecho de que no había lluvia antes de que el hombre fuese creado significa que el Espíritu de los cielos todavía no se había mezclado con algo hecho de polvo para producir la vida.
2) No había hombre que labrase la tierra “No había hombre para que labrase la tierra” significa que no había ningún hombre que trabajase en coordinación con Dios al unir la labor humana con la divina (cfr. 1 Co. 3:9). Muchos cristianos son demasiado espirituales. Cuando son “superespirituales” se convierten en superficiales. Son espiritualmente superficiales cuando dicen: “No debemos hacer nada. El Espíritu lo hace todo”. Ese es un concepto equivocado. Si usted no hace nada, Dios no puede hacer nada, pues El necesita que la labor humana coopere con la labor divina. ¿Para qué sirve la lluvia si no hay ningún hombre que labre la tierra? Si usted como hombre ha labrado la tierra, tiene derecho a orar: “Señor, aquí estoy. Manda la lluvia”. Entonces Dios mandará la lluvia. Pero supongamos que no hay ningún hombre sobre la tierra que pida la lluvia y que algunos ángeles digan: “Oh Dios Jehová, ¿por qué no mandas la lluvia?” Dios contestará: “Si mando la lluvia, se estropeará. Estoy esperando que haya un hombre que cultive la tierra. Cuando haya hombre que labre la tierra, mandaré la lluvia”. En estos días, la iglesia se preocupa por la predicación del evangelio. Pero supongamos que no hay ningún cristiano en Anaheim que labore con Dios y que algunos ángeles en el aire oren: “Oh Dios Todopoderoso, salva a la gente de Anaheim. Envía Tu voz y todos se arrepentirán”. Dios contestaría: “Eso es una insensatez. Si no hay nadie en Anaheim que labore conmigo, ¿cómo puedo salvar a la gente?” ¿Se acuerdan de la historia de Cornelio? Aunque un ángel se le presentó con un mensaje, el ángel no podía predicarle el evangelio (Hch. 10:1-8). El ángel dijo a Cornelio: “Necesitas mandar a buscar a Pedro y pedirle que venga. No puedo labrar la tierra porque soy un ángel. No estoy calificado para ello. Está establecido que sean los seres humanos quienes prediquen el evangelio. Ellos están calificados para hacerlo. Pídele a Pedro que venga”. Mientras no había ningún hombre en la tierra para que labrase la tierra, Dios no podía mandar la lluvia. No había ningún hombre que laborase con Dios coordinando la labor humana con la divina. Debemos laborar en coordinación con la labor divina de Dios. Debemos orar día y noche por nuestros parientes y nuestros amigos. Debemos trabajar en ellos. Entonces llegará la lluvia. Si no cooperamos con Dios labrando la tierra, nunca vendrá la lluvia. Dios no desperdicia Su lluvia. Cuando llega, viene para producir la vida.
3) No había brotado de la tierra ninguna vida “Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese” significa que todavía no había ninguna vida, pues la vida no había crecido de la tierra. No había nadie que labrase la tierra y no había caído lluvia; por lo tanto, era imposible que hubiera vida.
4) Subía de la tierra un vapor “Sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra” (v. 6). Esto significa que sólo salía algo de la tierra para labrar la tierra; nada descendía de los cielos para que la tierra produjera vida. Estos cuatro puntos constituyen el trasfondo de la creación del hombre. Si abordamos estos versículos de una manera alegórica, los consideraremos dignos de estar en la Biblia. Aprecio mucho Génesis 2:5-6. Ahora podemos entender que necesitamos la lluvia y que Dios nos necesita. Dios
necesita nuestra colaboración. Entonces la lluvia bajará de los cielos para mezclarse con el polvo de la tierra a fin de producir la vida.
b. La manera: Génesis 2:7 Pasemos ahora a considerar la manera en que Dios creó al hombre. Dios creó al hombre exactamente igual que una botella, con un cuello y una boca. ¡Alabamos al Señor porque tenemos boca! ¿Cómo podría uno vivir sin ella? Dios nos hizo de esta manera.
1) Formar el cuerpo del hombre con el polvo de la tierra Dios formó el cuerpo del hombre con el polvo de la tierra para que el hombre tuviese un cuerpo que fuera su expresión exterior y como un órgano con el cual tener contacto con lo material. Dios hizo al hombre del polvo y no de oro. El oro no puede producir vida. Si usted siembra una semilla en oro, la desperdiciará. Pero en el polvo puede crecer vida. Si siembra semilla en la tierra, la semilla crecerá. No somos hombres de oro, sino de polvo. Me alegro de ser un hombre de polvo. Soy un vaso de barro. ¡Aleluya! Nuestro cuerpo fue formado del polvo para que fuera nuestra expresión exterior. Cuando tengo tiempo, me agrada mirarme en el espejo, y examino especialmente mi cara. Cuanto más me miro, más estoy convencido de que Dios me hizo. Ninguna otra persona en todo el universo podría haber moldeado esta criatura maravillosa. El estilo de los automóviles estadounidenses puede ser mejorado y cambiado cada año, pero nadie puede mejorar el diseño del ser humano. Nuestros oídos fueron perfectamente diseñados para escuchar. ¡Cuán horrible sería nuestra condición si los miembros de nuestro cuerpo fuesen puestos en otra parte! ¿Qué pasaría si nuestra nariz estuviese sobre la frente y al revés? La lluvia y el polvo entrarían en ella. Dios diseñó intencionalmente la nariz para que mirase hacia abajo a fin de que sólo entrase el aire. Aunque mi nariz no es muy atractiva, sigo apegado a ella. Dios la diseñó para mí. Debemos considerar muchas cosas acerca del cuerpo humano. En Eclesiastés 12:3 Salomón menciona las muelas, diciendo que cuando un hombre envejece, las muelas cesan porque habrán disminuido. Los dientes incisivos son los que cortan los alimentos, y las muelas son las que los trituran. Cuando comemos un pedazo de carne, nuestros dientes lo cortan, y la lengua lo empuja hacia las muelas donde es triturado y llega a ser una substancia digerible. Eclesiastés enseña que las muelas cesan porque una persona mayor generalmente tiene menos dientes. ¿Quién nos diseñó de esta manera? ¿Quién diseñó nuestros incisivos, nuestras muelas y la saliva segregada, con los cuales trituramos los alimentos? Indudablemente Dios lo hizo. El hombre fue creado por Dios. Fue diseñado por el mejor artista. No preste atención a la teoría de la evolución. Hasta la ciencia médica puede confirmar que el cuerpo humano contiene todos los elementos que hay en el polvo, tales como la sal, el azufre, el cobre y el hierro. Dios formó un cuerpo humano maravilloso a partir de ese polvo. No tengo palabras para describir esto. Mírese a sí mismo. Mire sus hombros, sus brazos y los cinco dedos de cada mano. Con los cuatro dedos y el pulgar el hombre puede hacerlo todo. ¿Qué podríamos hacer si tuviéramos cinco pulgares en cada mano? No podríamos usar los utensilios para comer. Si examina su cuerpo humano, descubrirá que es una botella viviente. Verdaderamente fuimos hechos por Dios.
2) Infundir el aliento de vida en la nariz del hombre Dios infundió el aliento de vida en la nariz del hombre para que éste tuviese un espíritu, que es el
recipiente, el órgano en el cual puede recibir a Dios a fin de relacionarse con El y con lo espiritual (Jn. 4:24; Ro. 1:9). Dentro del radio hay un receptor. Cuando ese receptor se daña, las ondas de radio no pueden llegar a su destino. Del mismo modo, nuestro cuerpo es un recipiente exterior y dentro de nosotros se encuentra un espíritu que Dios hizo como receptor para que éste percibiera a Dios, como las ondas de la radio celestial. Por medio de este órgano podemos tocar las cosas espirituales. Toco la pizarra usando mi mano. Percibo los olores con mi nariz, y los colores con mis ojos. Escucho los sonidos con mis oídos. Todas estas cosas materiales pueden ser percibidas por los sentidos de nuestro cuerpo físico. El universo también contiene cosas espirituales. Dios está en este universo, y El es Espíritu. No lo podemos percibir por medio de nuestros sentidos físicos. Es insensato negar la existencia de Dios porque no podemos percibirlo físicamente. Pretender que algo no existe porque no podemos sentirlo es una necedad. Aunque existen muchas ondas en la atmósfera, no podemos percibirlas sin un receptor. Del mismo modo, no podemos detectar la realidad de Dios sin el receptor apropiado, nuestro espíritu humano. Si nuestro espíritu no funciona bien, no podremos percibir a Dios. Debemos sintonizar nuestro espíritu. Debemos ejercitar nuestro espíritu para tocar a Dios. Hay en nosotros un órgano que la Biblia llama el espíritu del hombre.
a) El aliento de vida y el espíritu del hombre La palabra hebrea que se traduce “aliento” en Génesis 2:7 es neshamah, y se traduce “espíritu” en Proverbios 20:27. Esto significa que el aliento que se menciona en Génesis 2:7 es el espíritu humano, y éste es la lámpara del Señor. Antiguamente la gente usaba lámparas de aceite. La lámpara contenía aceite que era quemado para producir luz. Dentro de nosotros tenemos una lámpara que puede contener el Espíritu de Dios como el aceite. Aunque tenemos esta lámpara en nosotros, aún así necesitamos que el aceite divino entre en ella, permitiendo que la lámpara arda y brille. Proverbios 20:27 afirma que el espíritu del hombre escudriña todas las partes internas de nuestro ser. Cuando Dios, el aceite, entra para encender nuestra lámpara, somos iluminados y examinados. La Biblia nos enseña claramente que el aliento de Dios se ha convertido en nuestro espíritu humano y que nuestro espíritu es la lámpara de Dios, la cual le contiene como el aceite y nos da luz.
b) El espíritu del hombre fue formado especialmente por Dios El espíritu del hombre fue formado especialmente por Dios (Zac. 12:1; Job 32:8). Zacarías 12:1 dice que Dios extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. En este universo existen tres cosas igualmente importantes: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Los cielos fueron creados para la tierra, la tierra para el hombre, y el hombre tiene un espíritu creado para Dios. Dios creó los cielos para la tierra. Sin los cielos, nada podría crecer en la tierra. La tierra sirve para el hombre, y el hombre tiene un espíritu dentro de sí que puede contener a Dios. Por consiguiente, el hombre es el centro del universo, y el centro del hombre es su espíritu. Esto es muy importante. A los ojos de Dios, si el hombre no tuviese espíritu, sería una cáscara vacía. Sin el hombre en esta tierra, ésta se hallaría vacía y los cielos serían inútiles. Alabamos al Señor porque los cielos sirven a la tierra, la tierra sirve al hombre, y el hombre tiene un espíritu con el cual puede recibir a Dios. Alabado sea el Señor porque “¡hay un espíritu en el hombre!”
c) El espíritu del hombre es el lugar donde el Espíritu de Dios obra y donde el Señor mora El espíritu del hombre es el lugar donde obra el Espíritu de Dios. Romanos 8:16 afirma que el Espíritu de Dios da testimonio juntamente con nuestro espíritu. Por consiguiente, el Espíritu Santo obra con el espíritu humano. En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu”. El Señor Jesús
está ahora con nuestro espíritu. El mora allí.
3) Hacer al hombre como un alma viviente Dios hizo al hombre como un alma viviente para que tuviese un alma, la cual sería la persona, la personalidad y el órgano con el cual habría de relacionarse con la esfera sicológica. Entre nuestro cuerpo exterior y nuestro espíritu interior está nuestra alma, nuestra persona. Con el alma tenemos contacto con las cosas sicológicas. Anteriormente mencioné algunas cosas físicas y algunas cosas espirituales; ahora quisiera hablar de lo sicológico. Tomemos como ejemplo la alegría. La alegría no es ni material ni espiritual; es sicológica. Si acude a mí y ve que no estoy contento con usted, ¿cómo sabrá que no estoy contento? Lo sabrá por medio de su alma, su parte sicológica. Queda muy claro que Dios nos ha hecho de tres partes: un espíritu, un alma y un cuerpo.
4) Hacer al hombre como un ser tripartito: espíritu, alma y cuerpo Dios hizo al hombre como un ser tripartito. En 1 Tesalonicenses 5:23 dice claramente que tenemos espíritu, alma y cuerpo. Hebreos 4:12 dice que nuestro espíritu puede ser separado de nuestra alma. ¿Por qué nos creó Dios de esta manera? Simplemente para que seamos una persona maravillosa. Somos maravillosos porque somos tripartitos. Los seres humanos no son sencillos. No se consideren como algo sencillo. En el alma tenemos la mente, la parte emotiva y la voluntad. En el cuerpo, tenemos muchos miembros. En la medicina se necesitan varios años para estudiar el cuerpo humano y aún así uno no llega a conocerlo muy bien. En nuestro espíritu tenemos la conciencia, la intuición y la comunión. Dios nos creó de una manera tan maravillosa porque quería que fuésemos Su recipiente. No fuimos hechos con ningún otro propósito. Nuestro cuerpo existe para que seamos un vaso viviente que contenga a Dios. Si hemos de ser esa vasija, no sólo necesitamos el espíritu interiormente, sino el cuerpo exteriormente, el cual nos capacita para vivir en la tierra, ejercitando nuestro espíritu a fin de tocar a Dios, de ingerirlo, contenerlo e incluso asimilarlo. ¡Alabado sea el Señor porque fuimos hechos de manera maravillosa y tripartita! Por causa de los jóvenes, quisiera usar un ejemplo. Supongamos que usted es pobre. Se esfuerza por ganar dinero, principalmente para satisfacer sus necesidades físicas. Con el tiempo consigue una buena casa, buena comida, excelente ropa y el mejor medio de transporte. Una vez satisfechas sus necesidades básicas, empieza a desear música, deportes y esparcimiento. Esto satisface las necesidades sicológicas de su alma. Aunque usted pueda darse toda la recreación que desee, al estar solo en su casa por la noche, siente en lo más recóndito que está vacío. Todavía necesita algo. Entonces piensa: “Lo tengo todo. ¿Qué más quiero? Tengo un buen automóvil, una buena casa, buena esposa y buenos hijos, y todo el esparcimiento que quiero”. No obstante, en lo profundo de su ser, algo dice: “Todavía tienes una necesidad”. En lo profundo de su ser, algo está reclamando, solicitando e incluso suplicando. ¿Qué es eso? Es su espíritu. Esta parte de su ser, su espíritu, necesita a Dios. Tenemos tres clases de necesidades, a saber, físicas, sicológicas y espirituales, porque nuestro ser consta de tres partes. En la sociedad humana la gente se preocupa por las dos primeras necesidades y descuida la tercera. Esta es la razón por la cual la iglesia está aquí, pues sólo la iglesia puede ayudar a la gente a satisfacer la tercera necesidad. Aunque quizás tengamos el mejor disfrute material y la mejor satisfacción sicológica, de todos modos algo falta. Usted necesita deleite espiritual, necesita a Dios. Usted necesita ser satisfecho en lo profundo de su ser. Por tener una satisfacción interior, no me preocupan mucho el automóvil ni la casa. Mi espíritu está satisfecho con Dios, pues fue hecho para contenerlo a El. Dios, a fin de cumplir Su propósito, primero hizo al hombre como vaso que lo contuviera a El como vida. El hombre fue hecho de una manera muy específica, no solamente con un cuerpo para
subsistir físicamente y con un alma para expresarse, sino también con un espíritu como órgano con el cual relacionarse con Dios y como recipiente en el cual recibir y retener a Dios. El alma del hombre es su persona y toda su personalidad. Es una persona completa. No obstante, la intención de Dios al crear el hombre no era que el hombre se expresase consigo mismo. La intención de Dios era que el hombre, como ser creado completo, lo tomara a El como vida y lo expresara en todos los aspectos de su personalidad. Por consiguiente, además del alma, el hombre necesita un órgano específico con el cual tocar a Dios: el espíritu humano. Como subrayamos anteriormente, todo lo descrito en Génesis es una semilla que se desarrollará en los demás libros de la Biblia. Lo mismo sucede con los asuntos que hemos considerado en este mensaje: el hombre como vasija que puede contener a Dios, el espíritu humano como órgano que toca a Dios, etc. Todos estos puntos son sembrados como semillas en Génesis y se desarrollarán completamente en el Nuevo Testamento como cosecha. Necesitamos muchos versículos del Nuevo Testamento para dar una definición completa de estos asuntos, pero de momento detengámonos aquí.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE ONCE EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA PARA CUMPLIR SU PROPOSITO (2) En los diez mensajes previos vimos claramente en la Palabra santa que el propósito eterno de Dios consiste en expresarse a Sí mismo por medio del hombre y en conferirle a éste Su autoridad para que ejerza Su dominio sobre la tierra. Vimos también que la vida es el medio que Dios usa para cumplir Su propósito. Como primer paso en el cumplimiento de Su propósito, El creó al hombre de una manera muy específica, pues lo formó como una vasija que le contuviera a El, y no como un instrumento que laborara para El. Romanos 9 expresa claramente que Dios hizo al hombre del polvo de la tierra como vaso de misericordia para honra y gloria a fin de que contuviera a Dios mismo. Por consiguiente, Dios creó al hombre con un órgano especial: el espíritu humano. Nunca debemos olvidar Zacarías 12:1 donde leemos que Dios extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. En este universo se necesitan tres cosas para cumplir el propósito de Dios: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Nuestro espíritu es sumamente importante; es tan vital para cumplir el propósito de Dios como lo son los cielos y la tierra. Aunque el espíritu del hombre no es tan vasto como los cielos ni tan ancho como la tierra, es el aspecto más crucial de nuestro ser. En Job 32:8 se afirma: “Ciertamente espíritu hay en el hombre”. Todos saben que el hombre tiene un corazón, una mente, una voluntad y una conciencia, pero pocos entienden que el hombre tiene un espíritu. No nos referimos al Espíritu Santo de Dios, sino al espíritu humano del hombre. Tenemos este órgano. Consideremos los órganos de nuestro cuerpo físico: tenemos los órganos del oído, la vista, el olfato, el gusto y del tacto. Con mis ojos puedo ver muchos colores distintos. Si estuviese ciego, no podría comprobar la existencia de estos colores. Aunque los colores de todos modos existirían, yo no podría percibirlos, pues un objeto determinado sólo puede ser percibido por el órgano designado
específicamente con ese propósito. Mientras yo hablo, los oídos de ustedes pueden percibir el sonido de mi voz. Si ustedes no tuviesen oídos, pensarían que mi voz no existe. Sucede lo mismo con nuestro olfato. Aunque haya un aroma fragante en este cuarto, necesitamos el olfato para olerlo. Dios no creó solamente nuestros órganos físicos, sino también nuestros órganos psicológicos. ¿Cómo podemos determinar la existencia del pensamiento? Comprobamos que existe el pensamiento por la función de nuestra mente. Del mismo modo, podemos sentir el gozo por el órgano afectivo de la alegría que se suscita en nuestra alma. Comprobamos la existencia del pensamiento y del gozo por los órganos correspondientes que están en nuestra alma. Además de nuestros órganos físicos y psicológicos, Dios creó un órgano espiritual: el espíritu humano. Aunque resulta difícil entender qué es nuestro espíritu, podemos saber algo al respecto por medio de la función de nuestra conciencia. Aunque pocas personas entienden qué es el espíritu humano, todos conocen el significado de la conciencia. Según la Biblia, la conciencia es el órgano principal de nuestro espíritu humano. ¿Dónde está nuestra conciencia? No es fácil determinarlo. De hecho, también es difícil ubicar nuestra parte emotiva, nuestra mente y nuestro corazón. En realidad, tenemos dos corazones, uno físico y otro psicológico. Es fácil ubicar nuestro corazón físico, pero resulta difícil encontrar nuestro corazón psicológico. No podemos negar que tenemos ese corazón, pero no podemos determinar dónde está. Ocurre lo mismo con nuestra conciencia. Aunque no podemos ubicarla, sabemos que existe porque nos acusa o nos excusa constantemente. Nuestra conciencia protesta continuamente contra nuestro razonamiento y nuestras emociones. Por ejemplo, en la escuela algunos jóvenes tienen la tentación de robar cuando piensan que los demás son ricos, que lo tienen todo y que ellos son pobres. Por consiguiente, deciden robar de los demás, tratando de justificar su acción. La mente está de acuerdo, las emociones asienten, y la voluntad decide. No obstante, cuando el joven está a punto de cometer el robo, su conciencia protesta: “No hagas eso; no está correcto”. Aun cuando él no le haga caso al sentimiento de su conciencia y robe todo lo que quiera, la voz de su conciencia lo condenará durante mucho tiempo. Esta voz interior no viene de la mente, ni de la parte emotiva ni del corazón, sino de la conciencia, y ésta es la parte principal de nuestro espíritu. Ahora debemos relacionar eso con un asunto muy importante acerca de Dios. ¿Qué es Dios? Dios es una substancia espiritual. En Juan 4:24 Jesús dice que Dios es Espíritu. Esta mesa que está a mi lado está hecha de madera; la madera es su substancia. Asimismo, Dios es Espíritu; la substancia de Su ser divino es Espíritu. El órgano por el cual podemos percibir ese ser divino es nuestro espíritu humano. Si intentamos experimentar a Dios sin ejercitar nuestro espíritu, será como intentar percibir colores sin usar la vista. Si usamos el órgano equivocado, es imposible percibir a Dios. Alabamos a Dios porque en Su creación El formó un espíritu dentro de nosotros. Por ser hechos como vasijas para contener a Dios, necesitamos nuestro espíritu como receptor correspondiente. El receptor de nuestro cuerpo físico es nuestro estómago. Si tuviéramos boca pero careciéramos de estómago, nos resultaría imposible recibir comida para abastecer todo el cuerpo. El estómago no es solamente un receptor, sino también un órgano digestivo que asimila la comida y la distribuye a las células de la sangre. Finalmente, la substancia de la comida digerida y asimilada se convierte en nuestros tejidos orgánicos. Dios tiene la intención de depositarse en nosotros. ¿Cómo lo puede hacer? El lo hace al ser nuestra comida. El mismo Señor Jesús nos dijo que El venía como el pan de vida (Jn. 6:35). El dijo también: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57). Esto significa que Jesús no es solamente nuestro Salvador, Redentor y vida, sino también nuestra provisión de vida. El es el pan de vida. Dios desea infundirse en nosotros al ser alimento que podemos recibir. ¿Qué órgano usaremos para ingerir a Dios? Nuestro espíritu humano. Debemos orar. La oración no consiste solamente en pedir a Dios que haga cosas por nosotros. Esta idea de la oración es demasiado superficial. Orar es respirar. Cada vez que clamamos: “Oh Padre celestial” o invocamos: “Oh Señor Jesús”, estamos respirando. Cuando respiramos, inhalamos aire. Asimismo, cada vez que oramos a Dios ejercitando nuestro espíritu, recibimos Su ser divino en nuestro espíritu. Dentro de nuestro espíritu lo contenemos a El y, en cierto sentido, lo asimilamos y
distribuimos Sus elementos divinos a todo nuestro ser. De este modo Dios entra en nosotros como vida. Nosotros los seres humanos fuimos hechos por Dios de una manera muy específica: fuimos hechos como vasijas que tienen un receptor, nuestro espíritu humano. Este fue el primer paso que Dios dio para cumplir Su propósito.
3. El segundo paso: el hombre recibe a Dios como vida, 2:8-17 Ahora llegamos al segundo paso. Casi nadie puede llevar a cabo algo en un solo paso. Por consiguiente, después de crear Dios al hombre como vasija con un espíritu humano que lo recibiera y lo contuviera, dio otro paso al poner al hombre delante del árbol de la vida.
a. Puso al hombre frente al árbol de la vida Como relaté en el mensaje anterior, cuando yo llevaba poco tiempo como cristiano, me confundía Génesis 2 porque para mí no parecía tener el estilo clásico que se esperaba de la Biblia. Me recordaba el juego de algunos niñitos que hacen objetos de barro y los colocan frente a otros. No obstante, según Génesis 2 Dios puso al hombre frente al árbol de la vida. ¿Qué es la vida? La vida es misteriosa. Incluso los médicos y los biólogos son incapaces de definir la vida. Aunque la vida es misteriosa, Génesis 2 la presenta de una manera palpable y sólida como el árbol de la vida. Tal vez anhelemos conocer el significado del árbol de la vida, pero no debemos apresurarnos. No debemos acercarnos a algo tan misterioso como la vida de una forma apresurada y superficial. Es fácil hablar de un pizarrón, pero resulta muy difícil hablar de la vida. De momento debemos ver simplemente que Dios puso al hombre frente al árbol de la vida. Cuando yo era joven y leía los dos primeros capítulos de Génesis, me preguntaba por qué Dios no le había ordenado a Adán que lo adorara como Creador. Pensaba que Dios debía haber dicho a Adán: “Soy tu creador. Debes adorarme por la mañana, al mediodía y por la tarde. Debes adorarme por lo menos siete veces al día. Debes inclinarte, arrodillarte y postrarte delante de Mí. Escribiré algunas alabanzas para que practiques la manera de adorarme”. Este era mi concepto. Yo pensaba que poner al hombre delante del árbol de vida sin hacer nada era algo insensato. Además, creía que después de crear a Eva, Dios debió darles un sermón sobre el matrimonio, diciendo: “Adán, debes agradecerme por darte esa querida esposa. Debes prometerme que la amarás para siempre. Eva, como esposa de Adán, te ordeno someterte a él”. Me parecía muy lógico que Dios pusiera esos requisitos. Bajo la influencia del cristianismo, y particularmente de las ceremonias de boda, me imaginé que Dios daría un sermón sobre el matrimonio a la primera pareja. Sin embargo, Dios no les dio tal discurso. Sólo parecía decirles: “Tengan cuidado con la comida. Deben comer correctamente. No me preocupa el amor ni la carencia de amor que tengas por tu esposa, ni me preocupa tu sumisión o falta de sumisión a tu marido. La adoración no me interesa mucho. Me preocupa lo que coman. Si comen mal, estarán mal. Si comen del árbol erróneo, morirán. Adán, debes entender que no es tan importante lo que haces, sino lo que eres. Serás lo que comes. Si comes muerte, te convertirás en muerte; si comes vida, serás vida. No se trata de hacer sino de ser. Cuídate en lo que comes”. Al principio de mi vida cristiana, me molestaba eso. Francamente, en aquel tiempo no me gustaba Génesis 2. Apreciaba el capítulo 1, que describe la obra creadora de Dios, pero pensaba que el capítulo 2 parecía una caricatura para niños. Después de crear al hombre, Dios lo puso delante de un árbol. Dios no le pidió al hombre que obedeciera diez leyes y requisitos. No había ningún mandamiento, sino una colocación. Dios puso al hombre delante del árbol de la vida; El quería que el hombre comiera de ese árbol. Más adelante en ese mensaje, veremos el significado del árbol de la vida.
1) “Al oriente”: el lugar de la gloria resplandeciente Según Génesis 2:8 estaba ubicado “al oriente”. Cuando leemos Génesis 2, debemos entender que este relato está escrito en un lenguaje figurativo y que estas figuras deben ser entendidas en su sentido simbólico. En el mensaje diez dije que ver el lenguaje simbólico de la Biblia no es algo equivocado, pues aun el apóstol Pablo hizo una alegoría con respecto a Sara y a Agar (Gá. 4:22-26). Por consiguiente, debemos usar la simbología para entender Génesis 2. En la Biblia “al oriente” se refiere a la dirección de la gloria resplandeciente porque la luz gloriosa del sol viene del oriente (Ez. 43:2). Esto es muy significativo. Cada vez que nos reunimos y tenemos la presencia del Señor, sentimos en lo profundo de nosotros que esta reunión es gloriosa. Después de esa reunión, usted irá a casa y le hablará a su esposa de la gloria que experimentó.
2) “En el Edén”: un lugar delicioso Dios puso al hombre en el Edén. En hebreo, la palabra Edén significa delicia. Por tanto, Edén es un lugar placentero, un lugar de deleite y de esparcimiento. No se imagine que es incorrecto divertirse. Indudablemente las diversiones pecaminosas y mundanas de hoy no son sanas, pero la diversión en Dios ciertamente es correcta.
3) En “un huerto”: un lugar hermoso y agradable Dios puso al hombre en un huerto, y no en una fábrica ni en una escuela ni en una catedral. El lo puso en un huerto, un lugar que no sólo es agradable y hermoso, sino también un lugar donde crecen cosas. Un huerto no es un patio donde la gente juega, ni una fábrica donde se trabaja, ni una escuela donde se estudia, ni un hospital donde se es aliviado, ni una catedral donde se adora. Un huerto es un lugar en el cual se cultiva, un lugar para producir vida. La idea central de Génesis 1 y 2 es la vida. A Dios no le preocupa mucho la educación ni la adoración. El se interesa por el crecimiento. Por tanto, puso al hombre en un huerto. La vida de iglesia no debe parecerse a una escuela ni a una catedral; la vida de iglesia debe ser un jardín. En 1 Corintios 3:9 Pablo dice: “Sois labranza de Dios”. En 1 Corintios 3, el pensamiento que Pablo expresa es idéntico al que presenta Dios en Génesis 2, pues una labranza es un lugar en el cual se cultiva. El huerto exhibe cosas hermosas puesto que produce vida. Por el contrario, resulta difícil encontrar belleza en una fábrica. El lugar más agradable y más hermoso es un huerto lleno de plantas multicolores que crecen allí. ¡Alabado sea el Señor porque el hombre fue puesto en un huerto!
4) Con todo “árbol” En el huerto lo más importante son los árboles. En las Escrituras, el concepto del árbol es crucial. Cuando las Escrituras mencionan al hombre, tanto al principio como al final, mencionan también el árbol. Del árbol depende si el hombre vivirá o morirá, si vivirá eternamente o perecerá (cfr. Gn. 2:16-17; 3:1-3, 22, 24; Ez. 47:12; Ap. 22:2, 14, 19). El concepto del árbol es absolutamente vital para el destino del hombre.
a) “Delicioso a la vista”: para complacer al hombre Al hacer todo árbol delicioso a la vista (Gn. 2:9), Dios quería complacer al hombre y hacerlo feliz. La intención de Dios no era que el hombre trabajase, sino que fuera totalmente satisfecho y complacido. Esto va en contra de nuestro concepto religioso, que se centra en la adoración a Dios.
Cuando llevaba poco tiempo como cristiano, vi a muchos adoradores de Dios con caras largas. Pero a Dios no le interesa esa clase de adoración. A El le preocupa nuestra felicidad. Esta es la razón por la cual dice en los Salmos en varias ocasiones: “Aclamemos alegremente a Jehová” (Sal. 95:1; 100:1). Dios se complace en nuestras caras sonrientes. Le agrada ver que estamos complacidos y satisfechos con El. No piense en lo que usted ha hecho por Dios ni en lo que debería hacer por El. Usted debe considerar lo alegre que está en el Señor. Romanos 14:17 dice que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Usted debe regocijarse en la presencia de Dios. Si usted no se alegra en la presencia de Dios y si no está feliz, eso significa que está equivocado en cuanto a El. Todo lo que haga por Dios se le convertirá en una pesada carga si no siente ninguna alegría. Usted no tiene por qué llevar esa carga; necesita alegría. Debe estar alegre, complacido y plenamente satisfecho por Dios y con Dios.
b) “Bueno para comer”: a fin de satisfacer al hombre Génesis 2:9 indica que los árboles eran buenos para comer. Observe que la Biblia no dice que los árboles eran buenos para producir materiales, pues el concepto de Génesis no incluye labores ni realizaciones humanas. Por consiguiente, no se menciona ningún material para obras manuales. El concepto de Génesis 2 se centra plenamente en la vida. Por consiguiente, dice que los árboles eran buenos para comer porque la comida está relacionada con la vida. Sin alimento, no podemos vivir. El alimento mantiene nuestra vida y nos satisface.
c) El “árbol de la vida” era el centro El árbol de la vida estaba en medio del huerto. Si estudiamos el relato de Génesis 2, nos daremos cuenta de lo siguiente: con excepción del árbol del conocimiento del bien y del mal, el único árbol que se nombra es el árbol de la vida. No conocemos los nombres de los demás árboles, pero sí sabemos que había un árbol que se llamaba el árbol de la vida. Esto demuestra que el árbol de la vida constituía el centro.
(1) El centro del universo El árbol de la vida es el centro del universo. Conforme al propósito de Dios, la tierra es el centro del universo, el huerto de Edén es el centro de la tierra, y el árbol de la vida es el centro del huerto de Edén. Debemos ser conscientes de que todo el universo gira en torno al árbol de vida. Aparte de ese árbol, no hay nada más crucial para Dios y para el hombre. Es muy significativo ver que el hombre fue puesto en el huerto delante del árbol de la vida.
(2) Capacita al hombre para que reciba a Dios como vida Este árbol capacita al hombre para que reciba a Dios como vida. ¿Cómo podemos comprobar eso? Los siguientes libros de la Biblia revelan que Dios es vida. Por tanto, el árbol de la vida que estaba en el huerto demostraba que Dios desea ser nuestra vida en forma de alimento. Conforme al Evangelio de Juan, un día Dios se hizo carne (Jn. 1:1, 14). En El estaba la vida (Jn. 1:4). La vida que exhibía el árbol de vida en Génesis 2 era la vida que se encarnó en Jesús, quien era Dios en carne. Jesús nos dijo que El mismo era vida (Jn. 14:6). Además, Juan 15 nos dice que Cristo es un árbol, la vid. Por una parte, El es un árbol; por otra, El es vida. Cuando juntamos todos estos pasajes de Juan, vemos que Jesús es el árbol de vida. Jesús dijo que El es el pan de vida, lo cual significa que El vino a nosotros como el árbol de la vida en forma de alimento.
No es fácil entender la Biblia. Déjenme hacer una pregunta: ¿Qué tan alto era el árbol de la vida? Si me lo preguntan a mí, contestaré que no era más alto que yo. Doy esta respuesta porque Adán, quien fue puesto delante del árbol de la vida, probablemente no era más alto que yo. Si el árbol de la vida tuviese una gran altura, su fruto habría estado fuera de nuestro alcance. Adán y Eva no tenían ni escalera ni instrumento alguno para coger el fruto de ese árbol. Por consiguiente, creo que el árbol de vida no era muy alto. Jesús, por ser el Dios todopoderoso, es altísimo, pero cuando vino a nosotros como comida El fue humilde. El era un pan. Incluso fue las migajas que caen debajo de la mesa (Mt. 15:21-27). Este Jesús que vino a nosotros como vida en forma de alimento no era alto ni grande; El era pequeño y humilde. Todo lo que comemos debe ser más pequeño que nosotros; de lo contrario, no podríamos ingerirlo. Aun cuando nuestra comida sea más grande que nosotros, debemos cortarla en pedazos lo suficientemente pequeños para poderla ingerir. Por tanto, Jesús vino a nosotros como vida en forma de comida. El dijo: “Soy el pan de vida”, y: “El que me come, él también vivirá por Mí”. Dios en el Hijo es el árbol de vida bueno para ser comido. Día tras día podemos alimentarnos de El. Podemos comerlo a El.
(3) Tipifica a Cristo El árbol de vida tipifica a Cristo quien imparte vida al hombre y quien lo complace y lo satisface (cfr. Jn. 15:1; Ex. 15:25). Cristo nos imparte la vida divina, nos complace y nos satisface. Muchos de nosotros podemos dar testimonio de eso. Podemos decir: “¡Aleluya! Jesús me ha impartido vida. El me satisface siempre”. Este es el árbol de la vida.
5) Con un “río” Cerca del árbol hay un río (Gn. 2:10). Puesto que éste es un árbol de vida, el río también debe ser de vida. Al final de la Biblia vemos también un río de vida que fluye y un árbol de vida que crece (Ap. 22:1-2). Al principio y al final de la Biblia encontramos el árbol de vida y un río que fluye con agua viva. En las Escrituras, el concepto del río también es crucial. Cuando las Escrituras mencionan al hombre, tanto al principio como al final, también mencionan el río. Recibir a Dios como vida, disfrutar de la grosura de Dios, satisfacer la sed, ser regados, crecer y regocijarnos son cosas que dependen completamente del río (cfr. Sal. 36:8-9; 46:4; 65:9; Ex. 17:1-7; Jl. 3:18; Zac. 14:8; Jn. 4:14; 7:37-38; Ap. 22:1-2). Si usted recibe al Señor Jesús, en seguida sentirá que en lo profundo de su ser algo lo riega. Algo fluye dentro de usted. ¿No ha tenido usted esta experiencia? Cada vez que dice: “Señor Jesús, te amo” o cada vez que ora al Señor, significa que lo recibe una vez más; usted siente que algo fluye dentro de usted. Cada mañana debe tomar a Cristo como su desayuno, al mediodía El debe ser su almuerzo, y por la noche lo debe comer como cena. Usted debe comer a Cristo por lo menos tres veces al día. Si hace eso, el agua de vida lo regará a usted interiormente. Nunca estará seco. Quizás usted trabaje en una oficina todo el día y llega a casa, cansado y extenuado del trabajo, sintiéndose bastante seco. Si toma a Jesús como su cena, brotará agua viva dentro de usted. “Salía de Edén un río para regar el huerto”. Este fluir evacuará muchas cosas viejas de su ser. Nuestra experiencia y el relato divino que consta en la Biblia nos dicen que este río es necesario. Aunque Génesis 2 parece ser un relato de la creación, en realidad fue escrito según la experiencia de vida. El árbol de vida y el río que fluye indican que cada vez que recibimos a Jesús como alimento, ese alimento imparta la vida divina, una vida que riega y fluye. En Apocalipsis 22:1-2 vemos que el río de vida con el árbol de vida que crece en él, procede del trono de Dios. Este cuadro es una prueba adicional que demuestra que el árbol de la vida y el río de vida representan la experiencia genuina de la vida. Cada vez que ingerimos a Dios en Cristo como vida nuestra, tenemos este río que fluye dentro de nosotros para regarnos y obrar en gran manera dentro de nosotros.
a) Regar, satisfacer la sed y emanar vida Este río fue hecho para regar el huerto a fin de que en éste crecieran productos llenos de vida. Indudablemente satisfacía también la sed del hombre para que éste pudiese sobrevivir. Todo eso significa que el río producía el fluir de la vida. En nuestra vida física debemos beber mucha agua para mantener la circulación de nuestra sangre. El fluir de nuestra vida física depende del agua. Del mismo modo, día tras día debemos tomar el agua de vida para mantener el fluir de la vida divina dentro de nosotros. Esto nos proporciona la circulación espiritual de la vida divina.
b) Brota de Edén El río fluye de Edén, lo cual significa que brota de Dios. En Apocalipsis 22, el río de agua de vida procede del trono de Dios. Es también un fluir que procede de Dios mismo. Dios, la vida misma, es la fuente de agua viva, y fluye a nosotros para que le disfrutemos.
c) Un solo río se convierte en cuatro brazos Este río es un solo río. ¿Tiene usted dos ríos? Aunque aquí puede haber mil creyentes, de todos modos tenemos un solo río porque todos procedemos de la misma fuente: Dios el Creador. La fuente es una sola; por tanto, el curso también debe ser uno solo. Este río único se dividió en cuatro brazos (Gn. 2:10-14). ¿Qué significa eso? Esto significa que el río procede de Dios, quien es la fuente y el centro, para llegar a los hombres en todas las direcciones. En la Biblia el número uno es el número de Dios, el Creador, pues El es único. El número cuatro representa al hombre, la criatura. Puesto que los hombres viven en las cuatro direcciones, el único río de Dios fluye en todas las direcciones para llegar hasta ellos.
(1) El primer brazo El nombre del primer brazo es Pisón, que significa “correr libremente” (cfr. Is. 55:1; Ap. 22:17). Este río fluye sin costo alguno, pues es gratuito. Fluye a la tierra de Havila, que significa “hacer crecer”. Este brazo del río fluye libremente para que crezca todo lo que contiene vida (cfr. Ez. 47:9, 12). Este fluir también contiene oro, el cual representa la naturaleza divina (cfr. 2 P. 1:4). Si usted no experimenta esto, no entenderá lo que significa; si tiene alguna experiencia, podrá decir: “Amén”. Cuando la vida de Dios fluye en nosotros, nos trae el oro, la naturaleza divina. En el mensaje anterior dije que no me gusta ser un hombre de oro y que prefiero ser de polvo porque en el oro no crece la vida. En la perspectiva del crecimiento en vida, resulta muy bueno ser hombres de polvo. No obstante, necesitamos que el elemento del oro nos sea añadido. Con el tiempo, llegaremos a ser hombres de oro. En 1 Corintios 3 Pablo nos amonesta a ser cuidadosos con nuestra obra de edificación, y nos pide que usemos los materiales adecuados, de los cuales el primero es el oro. Además, en Apocalipsis 1 se nos dice que las iglesias son candeleros de oro. Los candeleros no son hechos de barro, sino de oro. En Romanos 9, somos polvo; en Apocalipsis 1, somos oro. ¿Cómo puede el polvo ser reemplazado por el oro? La vida divina debe fluir dentro de nosotros para impartirnos el oro. Sucede lo mismo con el oro físico que se encuentra frecuentemente en un río. Antes de experimentar a Cristo como el fluir de vida, no teníamos nada de la naturaleza divina, nada de oro. Ahora tenemos oro en nosotros por el fluir de la vida divina. Dentro de nosotros se ha introducido algo precioso y de peso, el elemento mismo de Dios. El fluir del río también produce la perla. En esta ocasión no tenemos tiempo para definir la perla; diremos solamente que se trata de una substancia que procede de una transformación. Representa al nuevo hombre regenerado (cfr. Mt. 13:45) porque la perla no es un elemento creado sino una
substancia que ha sido transformada. Además, el fluir del río produce la piedra de ónice, que representa al hombre transformado, el cual expresa la gloriosa imagen de Dios (cfr. Ap. 4:3; 2 Co. 3:18). Ahondaremos más en este tema en el mensaje siguiente. El primer brazo, Pisón, significa que el río de vida fluye libremente, haciendo crecer todas las cosas y trayendo consigo tres clases de materiales preciosos: el oro, la perla y las piedras preciosas. Si leemos toda la Biblia, veremos que estos materiales se encuentran en la Nueva Jerusalén. Los materiales traídos por el fluir del río de vida sirven para edificar la morada de Dios. Sólo pueden ser traídos por el fluir de la vida divina. En otras palabras, la vida divina que fluye en nosotros hace de nosotros los materiales para el edificio de Dios. Este es el significado del primer brazo del río.
(2) El segundo brazo El segundo brazo se llama Gihón, que significa turbulencia de aguas. Las turbulencias implican plenitud (cfr. Jn. 4:14; 7:38). Este río corre como una inundación poderosa. Supongamos que tenemos varias gotas de agua. Esa cantidad de agua no puede generar una turbulencia. Si queremos tener una turbulencia como las cataratas del Niágara, necesitamos una enorme cantidad de agua. La turbulencia del agua indica su plenitud. Este río fluye hacia Cus. Cus es el antiguo nombre hebreo que designa a Etiopía, y significa rostro negro, lo cual representa la naturaleza maligna e inmutable de los pecadores (cfr. Jer. 13:23; Ro. 7:18). Yo era cusita antes de ser salvo; era negro, pecador y maligno. De hecho, todos éramos cusitas; éramos muy negros, y nuestra naturaleza era maligna. Desde la perspectiva humana, esta naturaleza jamás puede cambiar. Alabado sea el Señor porque la turbulencia de las aguas divinas nos regenerarán y nos transformarán en otra persona. El fluir del río divino es tan rico y fuerte que puede cambiar nuestra naturaleza maligna, e incluso puede glorificarnos. Aunque los cusitas no pueden cambiar la piel de su rostro, nuestro cutis negro y maligno tiene la posibilidad de ser plenamente transformado por la turbulenta corriente del fluir de la vida divina.
(3) El tercer brazo El tercer brazo se llama Hidekel (el nombre hebreo del Tigris), que significa rápido, lo cual implica poder (cfr. Fil. 3:10; Ef. 1:19-20). El agua que fluye con rapidez tiene poder. El Hidekel fluye hacia Asiria, que significa plano, lugar habitado. Esto nos indica que el fluir del agua viva llega al lugar en donde mora la gente (cfr. Jn. 10:10b; 7:37).
(4) El cuarto brazo El cuarto brazo es llamado Perat (el nombre hebreo del Eufrates), que significa dulce, fértil o fructífero (cfr. 2 Co. 2:14; 2 P. 1:3-8, 11; Gá. 5:22-23). ¡Alabado sea el Señor! El último brazo del fluir de agua viva nos trae dulzura, y nos hace fértiles y fructíferos. Hace poco hablábamos de llevar fruto. ¿Cómo podemos llevar fruto? Sólo por el fluir del río de vida que corre dentro de nosotros. Mientras la vida fluya adentro, nos traerá dulzura, y nos hará fértiles y fructíferos. ¡Esto es maravilloso! Si juntamos los cuatro brazos del único río, tenemos un cuadro completo del Nuevo Testamento. Necesitamos todo el Nuevo Testamento para definir los cuatro brazos del único río de la vida divina. Una vez más, quisiera decir que todo lo que encontramos en el libro de Génesis es una semilla, el crecimiento de la semilla está en el Nuevo Testamento, y la cosecha se halla en el libro de Apocalipsis. La semilla del río que fluye es sembrada en Génesis 2, el crecimiento se produce en los
siguientes libros de la Biblia, y la cosecha se encuentra en el libro de Apocalipsis. Necesitamos toda la Biblia para hallar el verdadero significado del cuadro en Génesis 2. Dios en Su Hijo Jesucristo es vida para nosotros en forma de alimento. Si lo ingerimos a El, no sólo hallamos satisfacción, sino que esta vida se convertirá en un río que corre dentro de nosotros. Esta agua será un torrente que fluye en nosotros para regenerarnos, transformarnos y hacernos dulces y fructíferos. Con este fluir seremos el oro, la perla y las piedras preciosas con los cuales se edificará la morada de Dios, la Nueva Jerusalén. ¡Alabado sea el Señor! Así cumple Dios Su propósito eterno. No obstante, no es más que el segundo paso. Abarcaremos el tercer paso en el mensaje siguiente.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE DOCE LA TRANSFORMACION PARA LA EDIFICACION EN EL FLUIR DE VIDA En este mensaje quisiera considerar, a modo de paréntesis, los materiales preciosos que se revelan en varios pasajes de la Biblia. Génesis 2:10-12 menciona tres categorías de esos materiales: el oro, las perlas y la piedra de ónice. Apocalipsis 21 habla de oro, de perlas y de variedades de piedras preciosas (vs. 11-14, 18-21). Si leemos Exodo 28:6-21, descubriremos que unas piedras de ónice engastadas en monturas de oro fueron colocadas sobre los hombros del efod, y que sobre el pectoral que llevaba el sumo sacerdote se montaron doce piedras preciosas. En 1 Corintios 3:12 también se mencionan los materiales preciosos. Pablo dice que debemos mirar cómo sobreedificamos la iglesia, que debemos edificar con oro, plata y piedras preciosas. Aunque Pablo reemplaza las perlas por la plata, las otras dos substancias siguen siendo las mismas. El Señor Jesús habló de piedras cuando dijo a Pedro que éste era una piedra para la edificación de la iglesia (Mt. 16:18). Más adelante Pedro, en su primera epístola, dijo que todos somos piedras vivas con las cuales se edifica una casa espiritual (1 P. 2:5). También debemos prestar atención a una palabra sumamente crucial en el Nuevo Testamento: transformación. Esta palabra es traducida acertadamente del griego en Romanos 12:2 donde dice que debemos ser transformados por la renovación de nuestra mente [y en 2 Corintios 3:18, donde dice]: “Transformados en la misma imagen”. De modo que en el Nuevo Testamento, la palabra griega traducida transformación se usa por lo menos dos veces. El equivalente en nuestro idioma es “cambio metabólico”. La transformación no es meramente un cambio exterior, sino un cambio orgánico, un cambio metabólico. Transformar significa convertir una substancia de una forma y elemento en otra forma y elemento. Las piedras preciosas son producidas por el proceso de transformación. Este es el significado de la transformación. Muchos cristianos no saben que la Biblia habla de la transformación. Así que dedicaremos este mensaje a dicho asunto. En los mensajes anteriores vimos el propósito eterno de Dios, el cual consiste en expresarse a Sí mismo y en expresar Su dominio por medio del hombre. En Su deseo de cumplir ese propósito, Dios creó al hombre de una manera específica como una vasija que lo contuviera a El como vida. Por consiguiente, Dios creó al hombre con un espíritu humano para que éste se relacionara con El, lo recibiera, lo retuviera y lo asimilara en todo su ser. Después de crear al hombre de esta manera, Dios lo puso en un huerto en cuyo centro estaba el árbol de vida. Junto con el árbol de la vida se encontraba un río de agua viva, y en la corriente de ese río había oro, perlas y
piedras de ónice. Génesis 2 lo describe claramente. ¿Qué significa esta descripción? Sabemos que la Biblia es muy económica; en ella no se desperdicia un solo párrafo, frase o palabra. Cada palabra es dada por el aliento de Dios (2 Ti. 3:16). Por tanto, debemos conocer la razón por la cual Dios usó casi un capítulo entero para describir un huerto, un árbol, un río y tres materiales preciosos. ¿Qué significa todo eso? La Biblia entera constituye la revelación de Dios, y la mayoría de las semillas de esta revelación fueron sembradas en Génesis 1 y 2. Por ejemplo, Dios, el hombre y la vida son algunas de las semillas sembradas en Génesis 1 y desarrolladas en toda la Biblia. Las semillas sembradas en Génesis crecen en los siguientes libros de la Biblia, y particularmente en el Nuevo Testamento, produciendo un cultivo en las epístolas y una cosecha en Apocalipsis. Casi todo lo que se siembra en Génesis 1 y 2 es segado y forma una gran cosecha en el libro de Apocalipsis. Basándonos en ese principio, consideremos algunos puntos que aparecen tanto en Génesis como en Apocalipsis. En Génesis 2, vemos el árbol de la vida en medio del huerto. Luego descubrimos un río que corre junto al árbol y produce oro, perlas y piedras de ónice. El escenario en que se encuentra todo esto es un huerto, y un huerto representa las cosas naturales que Dios creó. En un huerto, podemos ver el crecimiento de las cosas creadas. Cuando llegamos a Apocalipsis 21 y 22, no encontramos un huerto sino una ciudad. Una ciudad no es creada sino edificada. En Génesis 2 vemos la creación; en Apocalipsis 21 y 22 descubrimos el edificio. En la ciudad también tenemos el árbol de la vida. Por tanto, la Biblia empieza y termina con vida. Además, en la ciudad encontramos un río de agua viva que sale del trono de Dios. Esto corresponde al río que había en el huerto. Además, en Apocalipsis encontramos las tres categorías de materiales preciosos, no en un estado natural, sino edificados como una ciudad de oro, perlas y piedras preciosas. Por consiguiente, la semilla sembrada en Génesis es la cosecha segada en Apocalipsis. El crecimiento de la semilla y el desarrollo de la cosecha se encuentran entre Génesis y Apocalipsis. Este no es nuestro concepto humano; es la revelación de la Palabra divina contenida en los primeros capítulos de la Biblia y en los últimos. Al principio de la Biblia vemos un huerto, y al final, vemos una ciudad. Entre el huerto y la ciudad transcurre un largo proceso, y se debe llevar a cabo una extensa obra. No obstante, la semilla sembrada en el huerto llega a ser la cosecha en la ciudad. Esta semilla incluye el árbol de la vida, un río y los tres materiales preciosos. En el período de cosecha de Apocalipsis, los materiales ya no se encuentran en un estado natural, sino que llegan a ser un edificio bien entretejido. La Nueva Jerusalén es un edificio de oro, perlas y piedras preciosas. Si leemos Apocalipsis 21 y 22 detenidamente, descubriremos que la Nueva Jerusalén es una montaña de oro. No es un edificio de barro. Esta montaña de oro también es una ciudad de oro. De manera que el oro es el sitio, el terreno, sobre el que se edifica la ciudad. Las piedras preciosas constituyen el muro de la Nueva Jerusalén, y en este muro cada puerta es una perla enorme. El sitio donde se alza la Nueva Jerusalén es de oro, el muro se compone de piedras preciosas, y cada una de las doce puertas es una perla. Por consiguiente, esta ciudad está hecha de los materiales preciosos que se encuentran en estado natural en el huerto. En Génesis las substancias preciosas se hallan en el huerto; en Apocalipsis constituyen una ciudad. Esta no es mi interpretación. Entre Génesis y Apocalipsis tenemos 1 Corintios. En 1 Corintios 3, Pablo dice que como arquitecto él puso el único fundamento, Jesucristo, y que todos debemos mirar cómo sobreedificamos. ¿Qué materiales usamos en la edificación de la iglesia? Pablo nos exhorta a edificar con oro, plata y piedras preciosas. (Más adelante veremos la razón por la cual él sustituyó las perlas por la plata). Así podemos ver que no sólo la Nueva Jerusalén es edificada con oro, perlas y piedras preciosas, sino que también la iglesia en esta era debe ser edificada con oro, plata y piedras preciosas, y no con madera, heno y hojarasca. Como lo veremos, el oro contrasta con la madera, la plata está en oposición al heno, y las piedras preciosas a la hojarasca. Cuando vi eso al poco tiempo de hacerme cristiano, me entusiasmé. Vi un huerto en Génesis 2, en el
cual había materiales preciosos. Vi una ciudad en Apocalipsis, construida con esos mismos materiales. Entre Génesis y Apocalipsis vi una iglesia edificada con oro, plata y piedras preciosas. Vi que la iglesia se compone de todo el pueblo redimido, y que esta composición es un edificio. ¿Quién es el oro, la plata y las piedras preciosas? Usted y yo. Nosotros los redimidos de Dios somos los materiales con los que se construye el edificio espiritual de Dios. En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios también tenía un pueblo, los hijos de Israel. La persona más prominente entre ellos era el sumo sacerdote, el cual los representaba en la presencia de Dios. Cada vez que él entraba en la presencia de Dios para interceder por el pueblo, tenía que llevar dos placas en los hombros y un pectoral. En las placas de los hombros se encontraban dos grandes piedras de ónice sobre los cuales estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel. En el pectoral se encontraba un hermoso marco de oro fino, e incrustadas en ese marco se hallaban doce piedras preciosas en cuatro hileras de tres cada una. Las doce piedras del pectoral corresponden al número doce en la Nueva Jerusalén. El número doce en la ciudad y en el pectoral se compone de cuatro por tres. Por ejemplo, el pectoral tiene cuatro hileras de tres piedras, y la ciudad tiene cuatro lados con tres puertas en cada lado, cuyo producto es doce en el pectoral y también en la ciudad. Así que, el número de las piedras engastadas en el pectoral del sumo sacerdote era el número de la Nueva Jerusalén. Además, en estas doce piedras estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel. En Apocalipsis 21 encontramos los nombres de las doce tribus sobre las doce puertas de la ciudad. Esto es muy significativo. Consideremos el significado de eso. En el Nuevo Testamento, vemos una iglesia construida de oro, plata y piedras preciosas. En el Antiguo Testamento vemos al pueblo de Dios compuesto de oro y de piedras preciosas convertido en una entidad completa. A los ojos de Dios, el pectoral del sumo sacerdote formaba parte de la miniatura de la Nueva Jerusalén venidera. Del mismo modo, la iglesia edificada con oro, plata y piedras preciosas también forma parte de la miniatura de la Nueva Jerusalén. En el Antiguo Testamento, vemos a Israel con las doce tribus. En el Nuevo Testamento tenemos la iglesia con los doce apóstoles. Por consiguiente, Israel y la iglesia constituyen la Nueva Jerusalén. Los nombres de las doce tribus de Israel se encuentran en las doce puertas de la Nueva Jerusalén, y los nombres de los doce apóstoles de la iglesia están sobre los doce cimientos de la ciudad. Este edificio abarca toda la Biblia desde el principio, con el huerto de Génesis, hasta la conclusión, con una ciudad en Apocalipsis. Entre el huerto y la ciudad se encuentran dos pueblos: Israel y la iglesia. Tanto Israel como la iglesia tienen doce nombres. Finalmente, todos fueron transformados en oro, plata o perlas, y piedras preciosas. Por lo tanto, el huerto, la ciudad y los dos pueblos están relacionados con las tres categorías de materiales preciosos. En la Biblia, entre el huerto y la ciudad, existen solamente dos pueblos: Israel y la iglesia, representados por el oro y las piedras preciosas, construidas como la morada de Dios, pero estos dos pueblos disfrutan también de la vida y del río. En Salmos 36:8-9 se nos dice que los hijos de Israel disfrutaban la fuente de vida y el torrente de las delicias de Dios. En Juan 6 y 7 se indica que los que constituyen la iglesia disfrutan el pan de vida y los ríos de agua viva. Así que, la Biblia no sólo menciona continuamente los materiales preciosos, sino también la vida y el río que aparecen al principio y al final. ¿Por qué se encuentran las perlas en Génesis 2 y en Apocalipsis 21 y la plata en 1 Corintios 3? En 1 Corintios 3 vemos la plata porque en tipología la plata representa la redención. La redención aniquila el pecado. Si no existiese el pecado, no habría necesidad de redención. En el huerto de Génesis 2 no había ningún pecado, y por la eternidad en la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 el pecado estará desterrado. El pecado entró en Génesis 3 y será completamente eliminado en Apocalipsis 20. Por consiguiente, no encontramos pecado ni en Génesis 2 ni en Apocalipsis 21. Por tanto, en estas situaciones no se necesita la redención, o sea, la plata. Allí no es necesaria la plata, la cual trae redención, sino la perla, que tiene que ver con la regeneración. La redención consiste en eliminar el pecado, y la regeneración, en traer la vida divina. La plata representa la redención que aparece entre Génesis 2 y Apocalipsis 21 debido al gran problema del pecado, el cual requiere la redención. En la era actual necesitamos la plata.
Con este trasfondo, llegamos al tema de la transformación. Ya vimos que Dios tiene un propósito, y para cumplirlo creó al hombre como vasija que lo contuviera a El, poniendo en él un espíritu humano. El Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana que Dios es Espíritu y que los que desean adorarle deben adorarle en espíritu (Jn. 4:24). Si hemos de adorar a Dios, debemos usar el órgano apropiado. Por ejemplo, no podemos beber agua con nuestros oídos; lo hacemos con nuestra boca. Dios es el agua viva. Si queremos beberlo como nuestra agua viva, debemos ejercitar nuestro espíritu para tocarlo a El. Cuando ejercitamos nuestro espíritu para tocar a Dios el Espíritu, en realidad estamos bebiendo a Dios como el agua viva (Jn. 4:24, 14). De manera que Dios hizo al hombre con un espíritu para que éste se relacionara con él y lo adorara. Dios es vida. Dios mismo es el árbol de la vida. Cuando El se hizo carne, se reveló como vida y como el suministro de vida. Cristo es el pan de vida (Jn. 6:35). Todo lo que comamos lo asimilará nuestro ser. Esto es muy significativo. Dios viene a ser vida para nosotros en forma de comida. Debemos recibirlo a El comiéndole. Una vez en nosotros, Dios se hace el fluir de vida dentro de nosotros. Una comida adecuada requiere algo sólido y algo líquido. Juan 6 trata del pan de vida que debemos comer, y Juan 7 habla del agua viva que debemos beber. Si tenemos pan sin agua, nos será difícil comerlo. ¿Cómo podemos digerir y asimilar nuestra comida sin agua? Necesitamos el fluir de la vida. En Génesis 2 vemos el árbol de vida que podemos comer y el río que fluye para que lo bebamos. Empezamos con la comida y seguimos con el agua. Cuando recibimos al Señor como alimento, lo tenemos también como el agua que fluye dentro de nosotros.
I. HACE QUE EL HOMBRE TENGA LA NATURALEZA DIVINA: EL ORO En el mensaje once vimos que esta corriente de agua viva produce tres clases de materiales. El primero es el oro, el cual tipifica la naturaleza de Dios. Todos los eruditos bíblicos están de acuerdo en afirmar que en tipología el oro representa la naturaleza divina. El oro no es una substancia transformada, sino un elemento natural. A diferencia del oro, la perla y las piedras preciosas son materiales transformados, pues han pasado de una forma a otra. El oro es un elemento creado y nunca puede ser transformado ni alterado. Esto es significativo. El hierro o el acero pueden cambiar con el paso de los años, pero el oro permanece inmutable. Es el elemento más fuerte e inalterable. Por consiguiente, el oro es muy costoso y valioso. Por eso en la tipología Dios usó el oro en representación de Su naturaleza divina. La naturaleza divina fue introducida en nuestro ser. El elemento de oro nos fue añadido (2 P. 1:4; 1 Co. 3:12; Ap. 21:18, 21). Cuando usted adore a Dios u ore a El durante cierto tiempo, se sentirá como de oro. Sentirá que resplandece, que es valioso y que tiene peso. El oro tiene mucho peso. Antes de orar de esta manera, usted estaba ligero y liviano. Pero después de orar dos horas, tendrá en su interior un elemento precioso, resplandeciente y de peso. ¿No ha tenido usted esta experiencia? Cuando ora a Dios el Padre o invoca el nombre del Señor Jesús, la vida divina fluye dentro de usted produciendo oro. Ahora me gustaría hablar con las hermanas acerca de ir de compras. Supongamos que ustedes oran dos horas. Después de orar, se sienten preciosas y con peso. Luego van a las tiendas, y se olvidan del oro interno. Si ustedes compran de esa manera, sentirán que su oro se esfuma y desaparece. Aunque permanece algo dentro de usted, tiene la sensación de que ha desaparecido. Por el contrario, suponga que desea ir de compras después de haber orado por dos horas, y que en su interior el oro divino no está de acuerdo. Si usted responde: “Amén, Señor. No iré”, sentirá que el peso del oro ha aumentado dentro de usted. Si andamos continuamente en el espíritu, sentiremos que el oro interior se incrementa constantemente. La naturaleza divina se incrementará dentro de nosotros. ¿Cuánto “oro” lleva usted por dentro? Tal vez algunos tengan que reconocer que tienen muy poco. Si oramos y andamos en el espíritu, el oro interior se incrementará cada día. El fluir de la vida divina nos añadirá más naturaleza divina. Aunque fuimos hechos del polvo, la intención de Dios es impartirnos Su oro mediante el fluir de Su vida. De esta manera empieza el proceso de
transformación. La transformación requiere que un nuevo elemento sea añadido al elemento original. Supongamos que soy una persona de tez pálida. Si usted me maquilla, eso será una decoración exterior, y no una transformación interior. Si deseo cambiar verdaderamente, se me debe añadir un nuevo elemento. ¿Cómo puede hacerse esto? Por mi alimentación. Si ingiero comidas sanas día tras día, pasaré por una transformación interior, un cambio metabólico en vida. Cuando sucede un cambio metabólico, se añaden nuevos elementos y los viejos elementos son evacuados. En esto consiste la trasformación.
II. HACE QUE EL HOMBRE SEA REGENERADO: LA PERLA ¿Qué representa la perla? La perla era lo que Dios tenía en mente originalmente, pero fue reemplazada por la plata en 1 Corintios debido a que se hizo necesaria la redención. Cuando yo era joven, no sabía a qué se refería la Biblia cuando mencionaba la perla. Pero después de pasar por muchas experiencias con el Señor, entendemos ahora el significado de la perla. Considere cómo se forma una perla. Una ostra que vive en el mar es herida por un grano de arena. La ostra segrega un jugo vital alrededor del grano de arena hasta convertirlo en perla. Cristo es la ostra que vivía en el océano de este mundo. Nosotros somos los granos de arena que lo hieren y después de herirlo, permanecemos en Su herida. Su vida segrega Su esencia de vida, que nos envuelve en capas sucesivas. Finalmente, después de estar totalmente envueltos con esta secreción de vida, nos convertimos en una perla (Mt. 13:46). Esta es la experiencia de la regeneración. Originalmente, éramos granitos de arena, pero nos hemos convertido en perlas por el jugo vital de Cristo, que envolvió nuestro ser. Cada puerta de la Nueva Jerusalén es una perla y representa la entrada al reino de Dios (Ap. 21:21). El Señor Jesús dijo que si no nacemos de nuevo no podemos entrar en el reino de Dios (Jn. 3:5; cfr. Tit. 3:5). Todos nacimos de nuevo y podemos entrar en el reino. Además, por ser perlas, llegamos a convertirnos en la entrada misma. Después de entrar en la Nueva Jerusalén por la puerta de perla, nos encontramos en la calle de oro (Ap. 21:21). Esto significa que andamos conforme a la naturaleza divina y que la naturaleza divina llega a ser nuestro camino. La regeneración es nuestra puerta, y la naturaleza divina es nuestro camino. No pregunte a los demás qué debería hacer. El Señor Jesús es su camino (Jn. 14:6). Usted sólo debe andar siguiendo la calle de oro, la naturaleza divina que está dentro de usted. Hermanos, ¿se cortan ustedes el pelo conforme a la naturaleza divina? Hermanas, ¿van ustedes de compras según la naturaleza divina? Estoy convencido de que el camino de oro nunca conduce a un cine. Cuando usted vaya en dirección al cine, se encontrará en el camino de polvo. Todos debemos andar por el camino de oro. Estar en la calle de oro consiste en tocar la naturaleza divina, la naturaleza de Dios.
III. HACE QUE EL HOMBRE SEA TRANSFORMADO A LA IMAGEN DE CRISTO: LAS PIEDRAS PRECIOSAS Aunque tengamos las puertas de perla y la calle de oro, aún así no tenemos un muro edificado que exprese la imagen de Dios. El muro de la Nueva Jerusalén no es solamente una línea de separación entre lo santo y lo común, sino también un edificio que expresa la imagen de Dios. En Apocalipsis 4:2-3, el Dios que está sentado en el trono tiene la apariencia del jaspe. El muro de la Nueva Jerusalén y la primera piedra del cimiento de la muralla también son de jaspe (Ap. 21:18-19), es decir, tienen la misma apariencia que Dios. Aunque hemos pasado por la puerta de la perla y andado por el camino de oro, aún así anhelo ver alrededor de nosotros un muro edificado que abrace todo lo
referente a Dios, y que excluya todas las cosas mundanas, y que exprese la imagen de Dios. Este muro es edificado por la transformación (2 Co. 3:18; Ro. 12:2a; 1 Co. 3:12a). Los materiales de la muralla son piedras preciosas transformadas (Ap. 21:11, 18a, 19-20). Sólo quienes son transformados pueden ser juntamente edificados. ¿De dónde vienen las piedras preciosas? Una piedra preciosa es el producto de la transformación. Todas las piedras preciosas provienen de otros materiales. Algunas de ellas se formaron a partir de rocas ígneas como producto de la presión y el calor. Otras se formaron de rocas sedimentarias por la presión y por corrientes de agua. Todas se convirtieron en piedras preciosas. El diamante (Ex. 28:18) se forma a partir del carbón por el calor y la presión. Bajo presión extrema e intenso calor, el carbón se convierte en diamante. Estos son los principios de la transformación de las piedras preciosas. ¡Necesitamos el fuego, el fluir del agua viva, y la presión! Después de entrar por la puerta de perla y caminar por la calle de oro, quizás piense que anda bien con el Señor en todos los aspectos. Con relación a la puerta y a la calle, usted anda bien con El. Mientras anda por el camino de oro, quizás no tenga ningún problema con el Señor, pero surgirán otras dificultades. Por ejemplo, siendo un hermano joven, puede aspirar a tener una esposa que sea una buena hermana. Del mismo modo, las hermanas esperan tomar por esposo a un buen hermano joven. No obstante, los casados pueden testificar que el matrimonio es un deleite y al mismo tiempo un sufrimiento. El marido es una fuente de sufrimiento para la esposa, y la esposa es una fuente de sufrimiento para el marido. Aunque usted quizás le proporcione deleite a su esposa, también le causa sufrimiento. Hacemos cuanto sea posible por complacer a nuestra esposa, pero no podemos evitar que sufran por nuestra causa. Aunque el matrimonio constituye una causa de padecimiento, no podemos ir muy lejos sin él. Nuestro matrimonio no está en nuestras manos, sino que está dominado por el soberano Señor conforme a Su economía. Aparte del sufrimiento causado por el matrimonio, hay muchos sufrimientos más. Junto con el camino de oro, se encuentran muchos dolores y espinas punzantes. En su cocina, usted tiene muchos electrodomésticos. Entre ellos tiene un horno y una estufa. Es difícil cocinar adecuadamente sin estufa ni horno. En cierto sentido, la iglesia es un huerto. En otro sentido, la iglesia es un comedor y una cocina. Sin la cocina, el comedor estaría vacío. La cocina de la iglesia tiene una gran estufa con muchos compartimientos. Todos nosotros cabemos en esa estufa. Puedo testificar por experiencia propia que en la iglesia somos verdaderamente pasados por fuego a fin de que seamos transformados. Los hermanos encargados se queman continuamente el uno al otro. Los maridos queman a sus esposas, y las esposas a sus maridos. Este es el fuego de Dios que nos transforma. Fuimos hechos vasijas de barro. Aunque estas vasijas son útiles, su material, el barro, no está al nivel de la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén no tiene ningún ladrillo, sólo piedras transformadas. Necesitamos una gran presión, un intenso fuego y el fluir de la vida para poder ser transformados en piedras preciosas. Cuanto más presión, más fuego y más corriente experimentemos, más preciosos llegaremos a ser.
IV. PARA LA EDIFICACION DE LOS REDIMIDOS DE DIOS Pablo nos exhortó a edificar la iglesia en la debida forma. La mayor parte de la obra que se lleva a cabo entre los cristianos no es de oro, ni de plata, ni de perlas, ni de piedras preciosas, sino de madera, de heno y de hojarasca. Mientras el oro en tipología representa la naturaleza divina, la madera representa nuestra naturaleza humana. Por tanto, la madera es lo opuesto al oro. Nos gusta decir que todos somos humanos, especialmente cuando cometemos errores. Sin embargo, no debemos tomar nuestra humanidad como pretexto. Nuestra humanidad debe ser una humanidad resucitada, pues la humanidad natural no está calificada para edificar la iglesia de Dios. La edificación de la iglesia requiere una humanidad transformada, y no una humanidad de madera.
El heno está en contraste con la plata. La Biblia nos dice que toda carne es como heno (Is. 40:6; 1 P. 1:24). El heno representa la gente que se ha hecho carne. El heno no es tan sólido como la madera; es débil y frágil. De modo que el heno representa la naturaleza caída del hombre. El último aspecto que Pablo menciona en 1 Corintios 3:12 es la hojarasca. La hojarasca es el tallo que queda después de ser trillado el grano de una cosecha. La hojarasca que proviene del suelo, es opuesta a la piedra preciosa, la cual es una substancia transformada. En 1 Corintios 3:12 se presenta un vívido contraste. La madera es un árbol sin fruto, y la hojarasca es un cultivo sin grano. No debemos ser madera ni hojarasca, materiales que serán quemados y que son inútiles para edificar la iglesia de Dios. Para edificar la morada del Señor necesitamos el oro divino, la perla regenerada y las piedras preciosas transformadas. Cuanto más materiales preciosos tengamos, más fácilmente podremos ser edificados espontáneamente. Si experimentamos el oro, la perla y las piedras preciosas, no sólo seremos los materiales preciosos, sino también un edificio entretejido que constituye la morada de Dios en nuestro espíritu (Ef. 2:22). Por consiguiente, la transformación es indispensable para el edificio de Dios. Debemos orar acerca de estos asuntos y tener comunión al respecto para que el Señor nos introduzca a todos en la realidad de la transformación por causa de Su edificio.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TRECE LOS DOS ARBOLES (1) En los mensajes anteriores hablamos del propósito eterno de Dios y de algunos puntos relacionados con la manera en que lo lleva a cabo. Dios cumple Su propósito primeramente al crear al hombre como una vasija que lo contuviera a El como vida y luego al ponerlo en un huerto delante del árbol de la vida, lo cual indica que Dios anhela que el hombre participe del fruto de ese árbol. No obstante, junto con el árbol de la vida, Génesis 2:9 y 17 menciona el árbol del conocimiento del bien y del mal. Por consiguiente, debemos prestar mucha atención al significado de estos dos árboles.
b. Permite que el hombre tenga libre albedrío, 2:16-17 Aunque Dios deseaba que el hombre comiera del árbol de la vida, no lo forzó a hacerlo. Dios tampoco puso al árbol de la vida dentro del hombre, sino que le dio libre albedrío; le dio la libertad de escoger. Cuando las madres alimentan a sus niños, parecen forzarlos a tomar el alimento. No obstante, el pequeño todavía tiene su libre albedrío, pues a menudo rechaza la comida que le ponen en la boca. La madre desea que su niño coma, pero debe reconocer que él tiene su libre albedrío. Dios creó al hombre con la libertad de escoger. ¿Por qué hizo Dios eso? Dios es grandioso. El no es pequeño. Sólo una persona insignificante obliga a otros a aceptar su opinión. Si usted obliga a los demás a seguirlo a usted, eso demuestra que usted es una persona mezquina. Si usted es un gran hombre, nunca obligará a la gente a aceptarlo. Siempre proporcionará la posibilidad de elegir, diciendo: “Si usted me ama, me puede aceptar. Si no tiene interés en mí, bien puede olvidarme”.
Ningún hombre grande u honrado se impone a otros. Del mismo modo, Dios es grande. El es tan atractivo por ser el Dios de gloria. Dios no puso al hombre exclusivamente delante de Sí, obligándolo así a escogerlo a El. Lo puso delante de dos árboles, confrontándole a elegir. Cuando yo era un cristiano joven, eso me molestaba. Decía: “¿Por qué puso Dios al hombre en esa situación peligrosa? Si yo fuese Dios, habría quitado el árbol del conocimiento del bien y del mal. Habría dejado el árbol de la vida, habría puesto al hombre delante de él, y habría levantado una pared de protección para preservarle. ¿Por qué no hizo Dios eso? ¿Por qué puso Dios el árbol del conocimiento del bien y del mal en el huerto como tentación? Todos los problemas provienen de allí. ¿Por qué Dios no lo quitó? Si lo hubiera hecho, eso nos habría evitado muchos problemas”. Yo no era el único que tenía estos interrogantes. Muchos jóvenes me hacían la misma pregunta. No obstante, si Dios no le hubiera dado al hombre la libertad de escoger, lo habría obligado a tomar del árbol de la vida. Dios es demasiado grande para hacer eso. Dios es honesto y atractivo. El necesita el segundo árbol para poder exhibir Su grandeza y demostrar cuán atractivo es. Según el libro de Job, Satanás, el adversario de Dios, acusó a Job delante de Dios. El parecía decir: “¿Por qué te adora Job? El te adora sólo porque lo bendices. Si le retiras todas estas bendiciones, te rechazará y blasfemará contra Ti en Tu presencia” (Job 1:9-11). En otras palabras, Satanás dijo al Señor que El sobornaba a Job para que le adorase y si no lo hacía, Job lo abandonaría. Por tanto, Satanás calumnió a Dios y a Job. Dios parecía contestarle: “Haz lo que quieras. Sólo te ordeno que preserves su vida. Te demostraré que Job no ha sido sobornado, sino que está atraído por Mí. Job me adora por su propia cuenta”. Dios es el mismo hoy en día. El nunca obliga a nadie a aceptarlo. Cuando el Señor Jesús vino, no forzó al pueblo a seguirlo. El se presentó al pueblo, pero siempre respetó la elección de las personas. El Señor parecía decir: “Si tú me quieres, puedes aceptarme. Si no me quieres, olvídate de Mí”. Algunos de nosotros podemos tener la idea de que la misericordia del Señor nos obligó a creer en El. Estoy de acuerdo hasta cierto punto. Su misericordia nos ha conquistado, persuadiéndonos a recibirle. No obstante, puedo testificar firmemente que si usted me obliga a rechazarlo, seguiré tomándole a El. Jamás lo abandonaré. ¿Por qué ha habido tantos mártires a lo largo de los siglos? El Señor Dios se hizo a un lado, permitiendo así que Su pueblo escogiera, para que fuese revelada la verdadera condición a Su enemigo. Dios parecía decir: “Haz cuanto puedas, Satanás. Mi pueblo sigue escogiéndome a Mí”. Nuestro hermano Watchman Nee estuvo en la cárcel veinte años, desde 1952 hasta su muerte, en 1972; en ese período fue puesto a prueba y tentado. El nunca cambió de parecer porque su Señor era muy adorable y atractivo. Recibimos al Señor Jesús, no por haber sido forzados o presionados, sino por haber sido llamados por Su gloria y atraídos por Su virtud (2 P. 1:3). Todos podemos confesar que a pesar de todo lo que nos ofrezca la gente, jamás renunciaremos al Señor Jesús. Nuestro Señor es muy querido, precioso y atractivo. Hemos hecho de El nuestra única preferencia. El mismo principio se aplicó en el huerto de Edén donde Dios puso a Adán delante de dos árboles, que denotaban dos fuentes. Dios deseaba que el hombre lo escogiera a El, el árbol de vida.
1) El árbol de la vida a) Representa a Dios El árbol de la vida era un símbolo que representaba a Dios como la fuente correcta (cfr. Sal. 36:9; Jn. 1:4; 10:10b; 11:25; 14:6; 1 Jn. 5:12; Col. 3:4). Si leemos solamente Génesis 2, no podremos entender el significado del árbol de la vida. Sin embargo, el Evangelio de Juan revela concretamente la vida representada por el árbol de la vida. En Juan 1:4 dice: “En El estaba la vida”, y Juan 15:5 nos dice que el Señor Jesús es la vid [un árbol]. Si juntamos estos dos versículos, nos daremos cuenta de que Cristo es el árbol de la vida. Jesús, la corporificación de Dios, es el árbol de la vida. Por consiguiente, el árbol de la vida mencionado en Génesis 2 es un símbolo de Dios como
fuente de vida. Aparte de esa fuente, hay otro árbol, otra fuente en el universo: la muerte. Sin embargo, ese árbol no se llama el árbol de la muerte, sino el árbol del conocimiento del bien y del mal. Tal árbol existe en este universo. Estos dos árboles se oponen el uno al otro; el árbol de la vida denota a Dios como la fuente de la vida, y el árbol del conocimiento representa a Satanás como la fuente de la muerte. Así como Dios es la fuente de la vida, Satanás es la fuente de la muerte. Por consiguiente, en Génesis 2 descubrimos dos fuentes representadas por dos árboles. En este estudio-vida, hemos destacado en varias ocasiones que casi todo lo que consta en Génesis 1 y 2 es una semilla de la revelación divina. Los dos árboles son tales semillas. Junto con las demás semillas sembradas en Génesis 1 y 2, estas semillas crecen en los siguientes libros de la Biblia y son segadas como cosecha en el libro de Apocalipsis. En Apocalipsis 20:10, 14 vimos que la muerte es echada al lago de fuego. En Apocalipsis 22:2, vemos que la vida mora en la Nueva Jerusalén. Al principio de la Biblia, encontramos la vida y la muerte, y al final de la Biblia vemos nuevamente la muerte y la vida. Entre los dos extremos de la Biblia, podemos ver dos líneas: la de la muerte y la de la vida. Ambas líneas empiezan en el libro de Génesis y terminan en el libro de Apocalipsis. La muerte empieza con el árbol del conocimiento del bien y del mal y termina en el lago de fuego. La vida empieza con el árbol de la vida y termina en la Nueva Jerusalén. Antes de ser salvos, estábamos en la línea de la muerte. Después de ser salvos, fuimos puestos en la línea de la vida.
b) Su contenido, naturaleza y resultado La primera de estas dos elecciones fue el árbol de la vida, que denotaba a Dios mismo como vida. El contenido del árbol de la vida es la vida; es vida sencilla, pura y absoluta. La naturaleza de este árbol y el resultado de ese árbol también son vida. La vida es el contenido, la naturaleza y el resultado. Todo es vida.
c) Su principio: ser dependiente El árbol de la vida representa el principio de la dependencia. Quizás muchos de ustedes no entiendan claramente el principio de la dependencia. Permítanme usar el ejemplo de lo que sucede cuando una persona se gradúa. Prácticamente todos los que leen este mensaje se han graduado en alguna escuela, ya sea la primaria, la secundaria o la universidad. Aunque podemos graduarnos en estas escuelas, jamás podremos graduarnos en un restaurante. Podemos graduarnos en los estudios, pero nunca en la comida. Además, tampoco podemos graduarnos en beber agua o en respirar. Les animo a que estudien mucho y se gradúen en sus estudios tan pronto como puedan. Sin embargo, jamás los alentaría a graduarse y dejar ya de respirar, pues si lo hacen morirán. ¿Qué significa esto? Significa que el conocimiento nos hace personas independientes y que la vida exige dependencia. Obtener ciertos conocimientos nos permite graduarnos y actuar independientemente. Por ejemplo, quizás yo no sepa cocinar. Después de estudiar culinaria bajo la supervisión de un experto, con el tiempo obtendré el conocimiento, llegaré a ser independiente y capaz de cocinar sin la ayuda de mi instructor. No obstante, en lo que atañe a la vida, jamás podemos ser independientes. Constantemente dependemos de la vida. He respirado desde el día en que nací, y sigo respirando veinticuatro horas al día. Nunca “me he graduado” en la respiración. Nunca podría ser independiente de la respiración y seguir viviendo. No podría llegar a decir: “Ya he practicado bastante la respiración. Ahora soy un experto. Les puedo enseñar a ustedes cómo respirar, pero yo ya no necesito hacerlo”. Por muy mayores que seamos, seguiremos dependiendo siempre de la respiración porque la respiración es un asunto relacionado con la vida. Cuando Dios llamó a Abraham a salir de Ur de los caldeos, no le dio un mapa. Dios no le dijo: “Abraham, aquí tienes un mapa para tu viaje. Quiero que salgas de Ur en Caldea y te llevaré a la buena tierra. Este mapa es muy detallado. Si sigues la ruta correctamente, llegarás a tu destino”. Dios simplemente le dijo que saliera de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre. Dios no le
dijo a Abraham adónde debía ir. ¿Por qué actuó Dios de esta manera? Dios lo condujo de esta manera porque, antes de llamar a Abraham, el linaje humano se había apartado de Dios. El hombre había rechazado la presencia de Dios y vivía en total conformidad con el conocimiento, y no conforme a Dios como vida. Así que Dios intervino y llamó a Abraham a salir de esa situación y a volver a El. No le dio un mapa ni indicaciones, porque Su intención era que Abraham viviera y prosiguiera continuamente en Su presencia. La presencia de Dios era el mapa. La presencia de Dios era la guía, las instrucciones. Si Abraham le hubiera preguntado a Dios: “Señor, dime adónde debo ir mañana”, El habría contestado: “Hijo, duerme bien y quédate en paz. No te preocupes. Mañana Yo seré tu guía. Seré tu mapa viviente”. A ningún conductor le gusta ir con otro que esté diciéndole por dónde ir. Pero si usted es el conductor del automóvil celestial, necesita un copiloto. Si tiene al Dios vivo como copiloto, no necesitará un mapa. El será su mapa viviente y su guía viviente. En realidad, usted dejará de ser el conductor y lo dejará conducir a El. Usted puede sentarse cerca de El y disfrutar Su conducción, diciendo: “¿Por qué debo esforzarme y dar vueltas? Señor Jesús, obra Tú. Señor, conduce Tú en mi lugar. Déjame simplemente disfrutar Tu conducción”. Esto es lo que significa depender de la vida. Por el contrario, supongamos que aprendo todas las doctrinas, conozco todos los libros de la Biblia y preparo centenares de mensajes que me servirán para ministrar durante toda la vida. Si fuese una persona así, sólo podría darles el árbol del conocimiento. El conocimiento no requiere nuestra dependencia. Cuando ustedes adquieren conocimiento y lo almacenan en su memoria o en sus cuadernos, pueden apartarse de la presencia del Señor y seguir laborando para El. Cuando tienen conocimiento, no necesitan depender del Señor Jesús. El Señor podría estar en el tercer cielo y ustedes en una región lejana de la tierra; pero ustedes seguirían dirigiendo su ministerio. La vida actúa de una manera totalmente opuesta a esto. A menudo sentía la carga de hablar en una próxima reunión. Por ejemplo, una vez oré toda una tarde y una noche, diciendo: “Señor, dame una palabra. Oh Señor, ¿cuál es Tu carga?” Aunque sentía una carga, no tenía una guía clara en cuanto al contenido de la carga. Tenía que hablar aquella noche. Cuando entré en el salón de reuniones, no tenía nada que decir. Mientras la congregación cantaba y oraba, sentía una carga, pero todavía no tenía palabras. Seguí orando: “Señor, ¿cuál es Tu carga? ¿Cuál es Tu mensaje? Oh Señor, ¿qué me quieres decir?” Aunque ya era tiempo de dar el mensaje, todavía no sabía lo que debía decir. Subí a la plataforma y dije: “Abramos la Biblia...” En aquel momento todavía no sabía cuál libro debía abrir. Entonces dije: “...y leamos el libro de Génesis”, aunque no sabía cuál capítulo. Entonces dije: “capítulo tres”, pero no sabía cuál versículo. Fue entonces cuando entendí que debía empezar el mensaje con Génesis 3:15, donde leemos que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente. Brotó un mensaje de vida. Desde el principio hasta el fin tuve que depender del Señor. No tenía ningún conocimiento. Lo único que podía hacer era depender del Señor viviente. Este es el principio del árbol de la vida. Podemos aplicar este principio a la enseñanza acerca del matrimonio dada en Efesios 5. Las esposas cristianas conocen el versículo de Efesios 5 que las exhorta a someterse a sus maridos. Los esposos cristianos conocen el versículo que los exhorta a amar a sus esposas. Sin embargo, las esposas y los esposos fallan y no cumplen los requisitos de estos versículos, porque toman a Efesios 5 como el árbol del conocimiento, y no como el árbol de la vida. Maridos y mujeres, no deben vivir conforme al árbol del conocimiento. Deben vivir por el árbol de la vida. Ustedes las esposas deberían decir: “Señor, no sé cómo someterme a mi marido. Señor, aun cuando supiera, no podría hacerlo. Me olvidaría de eso. Señor, no usaré mis esfuerzos ni mi energía para cumplir este requisito. Señor Jesús, me quedo simplemente en Tu presencia. Quiero permanecer en Ti y disfrutarte las veinticuatro horas del día”. Si usted hace eso, instantáneamente desde su ser interior brotará la sumisión. Será el rebosamiento del deleite que tiene de Cristo como su vida interior. Esto es depender del árbol de la vida. ¿En qué consiste el principio del árbol de la vida? Su principio es la dependencia. Todos debemos ser dependientes. No siga el camino del conocimiento, pues el resultado sería la muerte.
2) El árbol del conocimiento del bien y del mal La segunda opción era el árbol del conocimiento (Gn. 2:17), que estaba en oposición al árbol de la vida. Observe que a este árbol se le llamó el árbol del conocimiento del bien y del mal, y no simplemente el conocimiento del mal. Tanto el conocimiento del bien como el conocimiento del mal vienen del mismo árbol. No importa que el conocimiento sea del bien o del mal. Mientras sea conocimiento, no pertenece al árbol de la vida; pertenece al árbol del conocimiento.
a) Representa a Satanás y todo lo ajeno a Dios Aunque el árbol del conocimiento del bien y del mal representa a Satanás, no lo representa directamente. Primero representa todo lo que esté fuera de Dios y luego representa a Satanás indirectamente, porque Satanás está escondido detrás de las cosas que están fuera de Dios. A Satanás le gusta esconderse. Por tanto, el árbol del conocimiento lo representa indirectamente. Satanás no es tan franco como Dios. Dios es muy franco y siempre da la cara. En cambio, Satanás es astuto, y procura mantenerse siempre oculto. Si Satanás desea perturbarle, no lo hará abierta y francamente. Lo hará con astucia, y actuará por medio de su esposa o mediante el mundo, como por ejemplo por medio de una tienda. A veces Satanás hasta usa la Biblia, obrando a través de la letra de las Escrituras para perseguirlo a uno. Recuerde cómo los judíos religiosos, o sea, los fariseos y los escribas, usaron la Biblia para condenar a muerte al Señor Jesús (Jn. 19:7). El árbol del conocimiento no representa directamente a Satanás debido a que él es astuto. Representa todo lo que está fuera de Dios, incluyendo las cosas buenas, lo bíblico y lo religioso. Satanás puede usar cualquier cosa, buena o mala, mientras no sea Dios mismo. Las cosas ajenas a Dios caen en tres categorías: el conocimiento, el bien y el mal. Supongamos que usted tiene la intención de hacer cierta buena acción. Sin embargo, en lo profundo de su espíritu tiene la sensación de que no la debe tocar ni hacer. No está seguro de este sentir interior que le prohíbe hacerlo y va a uno de los ancianos, diciendo: “Hermano, mire esta buena acción que tengo en mente y que pienso hacer. Es muy buena. ¿Por qué no tengo paz para hacerla?” Es posible que el anciano diga: “No importa si usted siente paz o no. Usted deber hacerla porque es una buena obra”. Si el anciano le da esa respuesta, ciertamente será un anciano de conocimiento, alguien que no conoce el principio de la vida. Todo anciano verdadero debería decir: “Hermano, nunca debemos seguir el árbol del conocimiento del bien y del mal. El principio que nos rige no es el bien ni el mal, lo correcto ni lo incorrecto. Es la vida”. No usen el principio del bien y del mal; más bien cooperen con el principio de la vida. Si usted no tiene paz interior, eso significa que el Espíritu de vida no está de acuerdo con lo que intenta hacer. Usted debe cooperar con El. Si lo hace, recibirá vida. ¿No ha tenido usted esa clase de experiencia repetidas veces? Cada vez que usted actuó conforme al bien, recibió muerte; experimentó la muerte. No obstante, cuando actuó conforme a la vida interior, recibió más vida. El árbol del conocimiento representa primeramente todo lo que usa Satanás, sea bueno o sea malo. No representa a Satanás directamente, porque a él le gusta mantenerse oculto. Cuando Satanás entró en el hombre, no lo hizo de manera franca. Entró en forma de serpiente. Al principio de la Biblia, la serpiente era muy astuta y aparentemente muy atractiva (Gn. 3:1), muy diferente a las horribles serpientes que están bajo la maldición de Dios. Mientras Eva conversaba con la serpiente, no se percató de que Satanás estaba en la serpiente. En eso consiste el principio de la apariencia de Satanás: él nunca se muestra tal como es, sino que se presenta sutilmente. Encontramos otro ejemplo de la apariencia engañosa de Satanás en el caso de Pedro en los evangelios. Pedro era un discípulo honrado y fiel, y amaba mucho al Señor. Cuando el Señor habló de que sería crucificado, Pedro dijo: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor! ¡De ningún modo te suceda eso!” (Mt. 16:21-23). El Señor Jesús se volvió, y le dijo a Pedro: “¡Quítate de delante de Mí,
Satanás!” Aparentemente Pedro era el que hablaba; en realidad, lo hacía Satanás en Pedro. Satanás estaba también en Judas cuando éste traicionó al Señor Jesús. Judas estaba lleno de Satanás y fue llamado “diablo” (Jn. 13:2, 27; 6:70). Con todos estos ejemplos, podemos ver que Satanás nunca actúa de frente. Es siempre astuto y usa a los demás para cubrirse. Usted dirá: “Esto no proviene de Satanás, sino de mi esposa; o esto proviene de mi querido esposo”. Sin embargo, la mujer y el marido fueron usados por Satanás. Por consiguiente, debemos tener cuidado.
b) Su contenido Todo lo que contiene el árbol del conocimiento está fuera de Dios. Inclusive la letra de la Biblia, inspirada por Dios, y de la ley, dada por Dios, pueden ser usadas por Satanás como parte del árbol del conocimiento. Aun la experiencia de Cristo que usted ha tenido hoy puede convertirse en el árbol del conocimiento mañana. Ya he presentado la experiencia de dar un mensaje sobre Génesis 3:15 en completa dependencia del Señor. Aquel mensaje estaba lleno de vida. No obstante, supongamos que me invitan a hablar en otra ciudad, y que razone así: “Di un buen mensaje sobre Génesis 3:15. Creo que volveré a dar el mismo mensaje”. Si hago tal cosa, ese mensaje se convertirá en el árbol del conocimiento. Hace dos meses ese mensaje era el árbol de la vida; si lo repito ahora en forma de conocimiento, llegará a ser el árbol del conocimiento. Usted puede tener una experiencia similar después de hacer una oración viviente al Señor. Tal vez una noche usted haga una oración viviente dependiendo del Señor. Esa oración fue excelente y viviente, pero decide repetirla, palabra por palabra, en la siguiente reunión de oración. Se llevará una sorpresa: la oración que antes procedía del árbol de la vida llega a ser el árbol del conocimiento. Por lo tanto, aún una oración llena de vida puede convertirse en el árbol del conocimiento. Tomemos un ejemplo de nuestra vida familiar. A menudo los padres instruyen a sus hijos, diciendo: “¿No ves que Juan es tan bueno? ¿Por qué no actúas así?” Si el comportamiento de Juan proviene de su dependencia al Señor, proviene del árbol de la vida. Si otro niño imita a Juan, su imitación no pasa de ser el árbol del conocimiento. Debemos aplicar eso a nosotros mismos. Si actuamos de cierta manera conforme a la vida y luego repetimos esa acción según el conocimiento derivado de nuestra primera experiencia, esa repetición se convierte en el árbol del conocimiento. Hasta la Biblia puede ser dos árboles para nosotros. Si usted depende del Señor y ejercita su espíritu mientras toca la Palabra, la Biblia le será el árbol de la vida. Pero si ejercita su mente e investiga la Biblia como un libro literal, ésta vendrá a ser para usted el árbol del conocimiento. Podemos hacer de la letra de la Biblia el árbol del conocimiento. El Señor Jesús dijo a los judíos: “Escudriñáis las escrituras ... pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida” (Jn. 5:39-40). Escudriñar simplemente las Escrituras equivale a acudir al árbol del conocimiento; tocar al Señor por medio de la Palabra es acudir al árbol de la vida. No convierta la Biblia en el árbol del conocimiento. Consérvela siempre como el árbol de la vida. El factor determinante es éste: ¿depende usted del Señor cuando lee la Biblia? Si no depende de El, todo lo que puede obtener es el árbol del conocimiento. Si usted depende de El, todo lo que reciba será el árbol de la vida. No se imagine jamás que los dos árboles mencionados en Génesis 2 forman parte de una historia pasada. Génesis 2 no es un relato anticuado, sino una revelación viviente, actual y divina de dos principios.
c) Su naturaleza y su resultado La naturaleza y el resultado del árbol de la vida son vida porque proceden de un árbol de vida. Sin embargo, la naturaleza y el resultado del árbol del conocimiento del bien y del mal son muerte porque el conocimiento, el bien y el mal pertenecen a la muerte y traen consigo muerte. Todo lo que no sea vida pertenece a la muerte y da por resultado la muerte. En realidad, el árbol del conocimiento del bien y del mal es el árbol de la muerte; sin embargo, no es llamado el árbol de la muerte, sino el árbol del conocimiento del bien y del mal. La muerte no está solamente detrás del
mal, sino también detrás del conocimiento y detrás del bien. El título del árbol del conocimiento del bien y del mal es sutilmente engañoso porque a Satanás siempre le gusta mantenerse oculto. Satanás tiene el imperio de la muerte (He. 2:14). El árbol del conocimiento del bien y del mal representa a Satanás, puesto que en realidad es el árbol de la muerte.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CATORCE LOS DOS ARBOLES (2) En el mensaje anterior vimos que el árbol del conocimiento del bien y del mal representa a Satanás, el cual tiene el poder de la muerte, que contiene todo lo que está fuera de Dios, y que el resultado y la naturaleza que posee son la muerte. Ahora debemos ver en qué consiste el principio de este árbol.
d) Su principio: ser independiente Si conocemos cuál es el principio sobre el cual opera el árbol de la vida, también sabremos cuál es el principio del árbol del conocimiento, pues es contrario al principio del árbol de la vida. El principio del árbol de la vida es la dependencia; el principio del árbol del conocimiento es la independencia. Todo lo que hacemos, dependiendo del Señor, se halla en el principio del árbol de la vida. Todo lo que hacemos independientemente del Señor se encuentra en el principio del árbol del conocimiento. Todas las personas quieren ser independientes. No obstante, nunca deberíamos independizarnos del Señor. La independencia espiritual conduce a la muerte. Si somos independientes, nos matamos a nosotros mismos. Independizarnos del Señor significa tener un aislamiento que nos separa del Señor, que interrumpir la corriente de la electricidad divina. Aunque tengamos una central eléctrica con una potencia tremenda y aunque todo el equipo necesario sea instalado correctamente, todo eso será inútil si el interruptor está apagado. Este aislamiento corta el fluir de la electricidad. El menor aislamiento, incluso una capa tan fina como el papel, puede detener el fluir. La independencia es un aislamiento espiritual que nos desconecta de la vida de Dios. No se considere un experto en asuntos espirituales. Por mucho tiempo que haya funcionado la electricidad, seguirá necesitando funcionar sin aislante. Lo mismo sucede en la esfera espiritual. Nunca diga: “Tengo mucha experiencia en Cristo. He ejercitado mi espíritu durante muchos años y no necesito seguir haciéndolo”. Nunca deberíamos adoptar esa actitud. Debemos depender continuamente del Señor. No se independice nunca del Señor viviente. Un segundo de independencia significa la muerte.
3) Los dos principios se aplican El principio del árbol de la vida y el principio del árbol del conocimiento del bien y el mal se siguen en toda la Biblia. Todas las cosas negativas que la Biblia menciona se hallan en la línea del árbol del conocimiento, y todas las positivas están en la línea del árbol de la vida. Llamo a la primera línea, la línea del conocimiento y a la segunda, la línea de la vida. Si seguimos estas dos líneas, nos llevarán
por todas las Escrituras. Primero el hombre fue incitado a comer del árbol del conocimiento y, como resultado, cayó. Los descendientes del hombre caído no dependían de Dios. Dependían de su conocimiento. En Génesis 4 vemos que la primera cultura humana fue inventada, y esa cultura se desarrolló hasta convertirse en el mundo corrupto de los días de Noé. En tiempos de Noé, Dios juzgó la tierra con el diluvio. Los descendientes de Noé llegaron a ser otro linaje, pero éste seguía sin depender de Dios. Con el tiempo surgió la segunda cultura humana, la cultura que erigió la torre y la ciudad de Babel. Entonces Dios llamó a Abraham a salir de ese linaje caído. Así podemos ver el desarrollo de las dos líneas. En realidad, la línea de la vida empezó con Adán, quien cayó y fue redimido, y siguió a través de Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y muchos israelitas. En la línea de vida vemos la tienda de Noé, la tienda de Abraham, el tabernáculo y el templo. La línea del conocimiento empezó con Caín y continuó por todo el pueblo impío. En la línea del conocimiento vemos las ciudades de Enoc, Babel y Sodoma, las ciudades de los tesoros de Faraón, y Babilonia, la cual capturó las cosas en la línea de la vida. Encontramos las mismas dos líneas en el Nuevo Testamento. Aunque el Antiguo Testamento y la ley se encontraban originalmente en la línea de la vida, los judíos fanáticos los consideraban mero conocimiento y los pusieron en la línea del conocimiento. Los fariseos usaron al Antiguo Testamento como simple conocimiento. Cuando vino el Señor Jesús, los líderes religiosos estaban en la línea del conocimiento. Sólo el Señor Jesús estaba en la línea de la vida. Luego trajo a Sus discípulos a la línea de la vida. En el día de Pentecostés, Sus discípulos condujeron mucha más gente a la línea de la vida. Por tanto, en aquel tiempo la religión judía estaba en la línea del conocimiento, y la iglesia estaba en la línea de la vida. Sin embargo, poco después la iglesia se degradó, y cayó del Cristo viviente al conocimiento bíblico muerto, y así surgió el cristianismo. La iglesia se hallaba en la línea de la vida, pero el cristianismo estaba en la línea del conocimiento. Apocalipsis 17 nos revela que finalmente el cristianismo llegará a ser la Babilonia religiosa, y Apocalipsis 18 dice que el sistema mundial conducirá a la Babilonia política. La gran Babilonia tendrá dos aspectos: el aspecto religioso y el aspecto político. En todos los aspectos, la gran Babilonia es la culminación de la línea del conocimiento. Entre los cristianos de todos los siglos, los vencedores nunca pasaron de la línea de la vida a la línea del conocimiento. Ellos permanecerán en la línea de la vida hasta el fin, hasta que esa línea desemboque finalmente en la Nueva Jerusalén. La gran Babilonia y todas las cosas ajenas a Dios serán arrastradas por un río de fuego (Dn. 7:10) al lago de fuego (Ap. 20:10, 14-15; 21:8). En el transcurso de las edades, todas las cosas positivas mencionadas en la Biblia serán llevadas adelante por el río de agua de vida (Ap. 22:1) a la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén, una ciudad de agua (Ap. 21:10—22:4) será contraria al lago de fuego. Al final de la Biblia vemos un lago y una ciudad: el lago es el lago del fuego que produce la sed como consumación final de la línea del conocimiento; la ciudad es la ciudad del agua que apaga la sed como consumación final de la línea de la vida. Por tanto, al final del libro de Apocalipsis encontramos la cosecha de la simiente del árbol del conocimiento y del árbol de la vida. ¿En cuál línea está usted? ¿En la línea de la vida o en la línea de la muerte? Recuerde que Dios es franco. Por ser Dios, la vida también es franca. Por el contrario, la muerte es engañosa. La muerte no se manifiesta como muerte; aparece como conocimiento. La vida es simplemente vida; su contenido, naturaleza y resultados son vida. La muerte es conocimiento. A todos les gusta el conocimiento. Hasta los niños pequeños lo anhelan. Nos asedian con muchas preguntas. Si uno contesta una sola pregunta, ellos responden con más preguntas porque dentro del hombre existe un anhelo por el conocimiento. El hombre codicia el conocimiento. Incluso muchos cristianos lo codician. Aunque la palabra “conocimiento” puede ser un buen término, detrás y debajo del conocimiento yace la muerte. La letra mata porque la letra es conocimiento (2 Co. 3:6). La letra de la Biblia mata cada vez que la Biblia es separada del Dios viviente. La religión ha separado la Biblia del Cristo vivo. Por tanto, la Biblia puede matar y propagar la muerte. La muerte está escondida debajo de muchas cosas buenas, ocultándose inclusive debajo de nuestras mejores intenciones. Muchos queridos cristianos han muerto por las buenas intenciones de otras
personas. Aunque usted puede tener una intención excelente, Satanás se oculta debajo de ella, y Satanás es muerte. Todos sabemos que la muerte se esconde detrás de las cosas malignas. Por ejemplo, en Las Vegas los casinos de apuestas evidentemente son malignos y mortíferos. No obstante, visitar una catedral parece ser algo bueno, mucho mejor que visitar un casino. Sin embargo, la muerte se encuentra en ambos lugares. La diferencia está en la apariencia, y no en la realidad, porque la muerte está presente y prevalece tanto en las cosas buenas como en las malas. La muerte es solapada. Ahora sabemos en cuál línea debemos estar. Debemos mantenernos en la línea de la vida.
4) Palabras adicionales Todavía tengo la carga de compartir más acerca de los dos árboles con base en el Evangelio de Juan. El Evangelio de Juan es un libro de vida. En ese evangelio, se le presentan muchos casos humanos al Señor, y casi todos los casos están relacionados con la religión, la enseñanza o con preguntas acerca de lo correcto y lo incorrecto. Como veremos, en ninguno de los casos el Señor Jesús contestó ni con un sí ni con un no. La mujer samaritana le preguntó al Señor acerca del lugar adecuado donde se debía adorar; ¿se debía adorar en el monte de Samaria o en Jerusalén? (Jn. 4:20). El Señor Jesús contestó que no se trataba del lugar apropiado o equivocado, sino que era un asunto del espíritu. Preocuparse por contestar con un sí o un no equivale a enredarse en el árbol del conocimiento del bien y del mal. El Señor dijo que Dios es Espíritu y que debemos adorarle, no en un lugar correcto, sino en nuestro espíritu. Así como Dios el Espíritu es vida y tenemos contacto con El y lo recibimos como el agua viva en nuestro espíritu, también esta adoración se basa en el principio del árbol de la vida. Un día el Señor vio a un hombre que había nacido ciego (Jn. 9:1). Los discípulos, afectados por los conceptos naturales y religiosos le preguntaron: “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (v. 2). Escuche la respuesta del Señor: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino que nació así para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Jn. 9:3). La respuesta del Señor indica que la gente siempre evalúa las situaciones conforme al sí o al no, a lo correcto o a lo equivocado, que son el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, pero el Señor Jesús siempre conduce a la gente al árbol de la vida, que es Dios mismo. Cuando Nicodemo acudió al Señor con enseñanzas religiosas, el Señor le contestó que él necesitaba nacer de nuevo, por medio de la vida divina. No era un asunto de enseñanza ni de conocimiento intelectual, sino de regeneración, de que la vida divina entrara en el espíritu. Si leemos todo el libro de Juan, veremos que el Señor Jesús nunca contestó ni con un sí ni con un no. Cuando la gente le sugirió que actuara, El se negó a hacerlo. Cuando se agotó el vino en las bodas de Caná, y cuando la madre de Jesús quería que solucionara ese problema, El se rehusó. No obstante, cuando ella dejó de pedir, El transformó el agua en vino (Jn. 2:3-9). Durante la fiesta de los Tabernáculos, los hermanos del Señor lo desafiaron a que fuese a Judea. El Señor les pidió que fuesen ellos, pero que El no iría. Sin embargo, después de que Sus hermanos fueron a la fiesta, El también fue (Jn. 7:1-10). Del mismo modo, cuando informaron al Señor que Su amigo Lázaro estaba enfermo, no fue a verlo (Jn. 11:1-6). El permaneció otros dos días donde estaba. Luego, el Señor decidió volver a Judea, y Sus discípulos no querían (Jn. 11:7-8). ¿Por qué el Evangelio de Juan presenta al Señor actuando de esa manera? Porque el Evangelio de Juan es un libro de vida. El Señor quería adiestrar a Sus discípulos a deshacerse de lo correcto y de lo incorrecto, del sí y del no, es decir, a rechazar al árbol del conocimiento del bien y del mal, y a acoger plenamente la vida, la cual es Dios mismo. Encontramos otro caso en el capítulo ocho, donde una mujer pecaminosa fue traída al Señor (Jn. 8:1-11). Pillaron a esa mujer en el acto mismo del adulterio. Los fariseos dijeron al Señor que Moisés había mandado que una persona así fuese apedreada. Entonces preguntaron al Señor: “¿Qué
dices?” Aunque lo presionaron para que diera una respuesta positiva o negativa, El no contestó de esa manera. El dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. ¿Qué significa eso? Significa que el Señor dirigió la atención de ellos a Dios, pues en todo el universo Dios es el único que no es pecaminoso. La respuesta del Señor calló a los fariseos. Entonces el Señor dijo a la mujer: “Ni Yo te condeno; vete, y no peques más”. Este caso revela que no se trata de la ley ni del conocimiento, sino de tocar al Dios vivo. Como hice notar previamente, cuando Dios llamó a Abraham, El no le dijo adónde debía ir. Si Dios hubiera hecho eso, Abraham habría recibido conocimiento. Pero Dios intencionalmente no le dio a Abraham ninguna información a fin de que éste se mantuviera constantemente en contacto con El. La presencia viva de Dios era su mapa, su guía. Muchos libros cristianos nos explican la manera de hacer las cosas. Cuando leemos los libros, podemos aprender la manera correcta. Por ejemplo, en cuanto a ser uno crucificado juntamente con Cristo, los libros nos exhortan a considerarnos muertos. Si hacemos de eso un simple método, pertenecerá al árbol del conocimiento. ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué es la religión? El conocimiento, o la religión, significa ser bueno y hacer el bien, adorar a Dios y laborar para El sin tener Su presencia viva. Todo el bien hecho para Dios sin Su presencia es religión. Para nosotros, cierta cosa puede ser vida y al mismo tiempo conocimiento. Si experimentamos la presencia del Dios viviente al hacerla, será vida; pero si la hacemos sin la presencia de Dios, será simple conocimiento muerto. No nos puede ayudar ningún método. Necesitamos al Dios vivo. ¿Qué es la vida? La vida es Dios mismo. ¿Cuál es el principio de la vida? El principio de la vida consiste en depender de Dios en todo. Si usted depende de Dios, todo es vida.
5) Un triángulo Cuando Adán estaba delante de los dos árboles, se encontraba frente a Dios y a Satanás. Esto formó un triángulo entre el hombre, Dios y Satanás en el universo. La lucha entre Dios y Satanás se desarrollaba en el hombre. Escoger a Dios o seguir a Satanás depende netamente de la decisión del hombre. Este triángulo se encuentra ahora dentro de nosotros. Anteriormente Satanás estaba en el huerto fuera de Adán; ahora está en nuestra carne. Antes, Dios también estaba en el huerto, fuera del hombre; ahora está en nuestro espíritu. En el mensaje diez hicimos notar que el hombre es tripartito; él tiene espíritu, alma y cuerpo. El espíritu es nuestra parte más profunda, el cuerpo es nuestra parte exterior, y el alma, la parte principal de nuestro ser, está situada entre ellos. Como resultado de la caída, Satanás, el árbol del conocimiento, se introdujo en la carne del hombre. Por haber creído nosotros en Cristo, Dios, el árbol de la vida, entró en nuestro espíritu. Por consiguiente, los dos árboles que antes estaban en el huerto fuera del hombre se encuentran ahora dentro de nosotros: uno en nuestra carne y el otro en nuestro espíritu. Si leemos detenidamente Romanos 7, veremos que Pablo dijo que en su carne no mora el bien, sino el pecado. El pecado es realmente la naturaleza maligna de Satanás. Decir que el pecado mora en nuestra carne significa que Satanás, el maligno, está en nuestra carne. Romanos 8:16 demuestra que Dios está en nosotros y dice que el Espíritu de Dios da testimonio juntamente con nuestro espíritu. Por tanto, todo cristiano verdadero es un huerto de Edén en miniatura. La mente de su alma representa su yo, el pecado de su carne representa a Satanás, y el Espíritu que está en su espíritu representa a Dios. Igual que en el huerto de Edén, las tres partes forman un triángulo dentro de nosotros. La semilla de este triángulo fue sembrada en Génesis 2, y el crecimiento de la semilla se encuentra en Romanos 8, donde afloran los dos árboles. Romanos 8:6 indica que la mente puesta en la carne es muerte y que la mente puesta en el espíritu es vida y paz. En Génesis 2 los dos árboles eran objetivos; en Romanos 8 son subjetivos. Nunca deberíamos decir que estos dos árboles ya no están en nosotros. Mientras usted lee este mensaje, ellos están dentro de usted. En el pasado, yo deseaba desarraigar al árbol del conocimiento en mi carne, pero cuanto más lo intentaba, más permanecía
conmigo. Finalmente descubrí Romanos 8. Vi que otro árbol mora en mi espíritu. Por consiguiente, en Romanos 8, encontramos el huerto de Edén actual. Romanos 8:2 menciona la ley del Espíritu de vida, que nos libera de la ley del pecado y de la muerte. Por tanto, en Romanos 8, descubrimos dos leyes: la ley de vida y la ley de muerte. Estas dos leyes son los principios de los dos árboles que están en nuestra experiencia subjetiva. Quiero decir algo particularmente a los jóvenes que lean este mensaje. Espero que temprano en su vida cristiana aprendan a disfrutar al Señor como su árbol de vida. Al oír el testimonio de un hermano más experimentado en el Señor, no intente imitarlo. Si lo hace, se volverá al árbol del conocimiento. Sólo necesita tener contacto con el Señor constantemente, y el Señor será su árbol de vida. Como resultado, usted amará espontáneamente al Señor y a Su Palabra. Su amor emanará al tocar usted al Señor como su fuente viviente, como su árbol de vida. Cuando yo era joven, amaba al Señor y le buscaba, pero nadie me pudo brindar esta ayuda. En la vida de iglesia hoy ustedes están rodeados de hermanos y hermanas que los alientan a disfrutar al Señor como su árbol de vida.
c. Exhorta al hombre a llevar la responsabilidad, a cooperar con Dios, 2:15 Dios exhortó al hombre a labrar el huerto a fin de que la vida creciera para que se cumpliera el primer aspecto del propósito de Dios, es decir, expresar a Dios a Su imagen. Labrar la tierra traería el crecimiento del árbol de la vida. ¿Qué significa labrar la tierra? Este asunto de labrar la tierra fue sembrado como semilla en Génesis 2 y desarrollado en Mateo 13. En Mateo 13, el Señor Jesús dice que la tierra es el corazón humano. Además, en Mateo 13 el árbol de la vida es el propio Señor Jesús como la semilla que El siembra en nuestro corazón. Labrar la tierra significa desatar y romper nuestro corazón duro, abrir nuestro corazón a los cielos a fin de que la lluvia descienda para que la vida crezca en nosotros. Cuando Dios le ordenó al hombre que labrara la tierra, daba a entender que el hombre debía estar abierto, quebrantado y preparado para que el árbol de la vida entrara en él. Junto con este mandato, Dios le dio al hombre una orden: el hombre no sólo debía labrar la tierra, sino que también la debía guardar. Dios le pidió al hombre que protegiera el huerto del enemigo a fin de que se cumpliera el segundo aspecto de Su propósito, es decir, vencer a Satanás por la autoridad de Dios. El árbol de la vida requiere que la tierra sea labrada, y el árbol del conocimiento necesita que la tierra sea guardada. Debemos labrar la tierra para que Dios pueda entrar en nosotros. No obstante, puesto que Satanás también desea invadirnos, debemos guardar la tierra, sin dejar ninguna apertura para el árbol del conocimiento. Labrar la tierra equivale a abrirnos al árbol de la vida; guardar la tierra consiste en cerrarnos al árbol del conocimiento.
d. Le advierte al hombre; le prohíbe algo, 2:17 Génesis 2:17 nos dice que Dios le dio al hombre una advertencia y una prohibición. Dios quería que el hombre sólo lo tocara a El y recibiera vida, y que no tocara las cosas ajenas a Dios a fin de que no recibiera muerte. Es como si Dios dijera a Adán y a Eva: “No toquen el árbol del conocimiento; sólo toquen el árbol de la vida. Si comen del árbol de la vida, me recibirán a Mí y tendrán Mi vida. Si comen del árbol del conocimiento, tomarán a Satanás y recibirán su muerte”. Esto no era solamente un mandamiento, sino una advertencia. Debemos entender que en todo el universo existen dos fuentes: la primera es la fuente de la vida, y la segunda es la fuente de la muerte. Tenga cuidado con la fuente que toca. Si toca a Dios, obtiene la fuente de la vida y recibe vida. Si toca a Satanás, obtiene la fuente de la muerte y recibe muerte.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE QUINCE LA LINEA DE LA VIDA EN LAS ESCRITURAS En este mensaje siento la carga de compartir, a modo de paréntesis, acerca del principio sobre el cual se basa el árbol de la vida en las Escrituras. Hemos dicho reiteradas veces que casi todo lo que contienen los primeros dos capítulos de Génesis se sembró allí como semilla, y que esa semilla crece gradualmente en los siguientes libros de la Biblia, y aparece como la mies en el Nuevo Testamento y madura como la cosecha en el libro de Apocalipsis. Este es un principio fundamental de la Palabra divina. Dios fue muy económico al escribir la Biblia, y no desperdició ni una sola palabra. El usó cada palabra de manera exacta. Además, la revelación de Dios es la misma a lo largo de las Escrituras. Por consiguiente, todo lo que encontramos al principio de la Biblia lo hallamos por toda la Biblia y también al final. El relato de los dos árboles en Génesis 2, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento, no constituye una mera historia antigua, pues estos dos árboles todavía están ante nosotros hoy. Si leemos detenidamente la Biblia, descubriremos que en toda ella se presentan dos líneas: la línea del árbol de la vida y la línea del árbol del conocimiento. Podemos referirnos brevemente a éstas como la línea de la vida y la línea del conocimiento. Estas dos líneas empiezan en el libro de Génesis y continúan en los siguientes libros de la Biblia hasta llegar a su destino. Como dijimos en el mensaje trece, la línea de la vida conduce a la Nueva Jerusalén, donde aparece nuevamente el árbol de la vida. El río de agua viva también se encuentra en la Nueva Jerusalén, pues fluye por toda la ciudad. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén, una ciudad de agua viva, es la máxima consumación de la línea del árbol de la vida. La línea del conocimiento concluirá con el lago de fuego, que presenta un marcado contraste con la Nueva Jerusalén. Esta es una ciudad de agua viva; el lago es un lago de fuego ardiente. La revelación bíblica nos muestra dos corrientes que proceden del trono de Dios. La primera es la corriente de agua viva, y la otra es la corriente de fuego. La corriente de agua viva es revelada en Ezequiel 47 y Apocalipsis 22. En Ezequiel el agua viva proviene de la casa de Dios; en Apocalipsis 22 el agua viva procede del trono de Dios. En Daniel 7:9-10 vemos otra corriente, una corriente de fuego, que sale del trono de Dios. El agua viva sirve para avivar y regar, pero la corriente de fuego sirve para traer juicio. Esta corriente va por todo el universo trayendo juicio. El río de agua procede del trono de Dios y llevará consigo todas las cosas positivas a la Nueva Jerusalén. La corriente de fuego proviene del trono de Dios y arrastrará todas las cosas negativas al lago de fuego. Al comienzo de la Biblia se inician dos líneas: la línea de la vida y la línea del conocimiento. Al final de la Biblia vemos dos resultados, dos consumaciones: la ciudad de agua viva y el lago de fuego ardiente. ¿Dónde está usted y adónde va? ¿En cuál línea se encuentra usted? Ciertamente la línea de la vida es la línea correcta, y la línea del conocimiento es la línea equivocada. Nosotros los redimidos estamos en la línea correcta, la línea de la vida. No obstante, es posible que nuestro andar y nuestra labor, es decir, la manera en qué vivimos y laboramos para Dios, se encuentre en la línea equivocada. Aunque estemos en la línea de la vida, nuestro andar y nuestra labor pueden hallarse en la línea del conocimiento. Primero la Biblia exhorta a apartarse de la línea del conocimiento y a permanecer en la línea de la vida o regresar a ella. Cuando somos salvos, somos salvos para siempre, y nuestra salvación está asegurada por la eternidad. No obstante, la Biblia nos amonesta en
cuanto a nuestro andar cotidiano y nuestra labor para el Señor. En Gálatas Pablo nos exhorta a andar en el Espíritu (5:16) y a sembrar para el Espíritu (6:7-8). De no ser así, todo lo que hagamos será consumido por el fuego. En 1 Corintios 3, Pablo nos exhorta a nosotros los edificadores de las iglesias a tener cuidado y a construir con los materiales apropiados. Si edificamos la iglesia con oro, plata y piedras preciosas, esta obra será preservada hasta llegar a ser la Nueva Jerusalén, porque ésta es una ciudad construida con oro, perlas y piedras preciosas. Por otra parte, Pablo nos advierte que la madera, el heno y la hojarasca sólo sirven para ser quemados (1 Co. 3:12-15). Todo lo que sea construido con esos materiales será arrastrado por la corriente de fuego y echado al lago de fuego. De modo que debemos cuidarnos a nosotros mismos, nuestro andar y nuestra labor. Nosotros debemos permanecer en la línea correcta, y nuestro andar y nuestra labor cotidianos también deben hallarse en la línea correcta. Entonces tanto nosotros como nuestra labor entraremos en la Nueva Jerusalén. Debemos entender claramente estas dos líneas. En este mensaje quiero compartir acerca de la línea de la vida, y en el mensaje siguiente, acerca de la línea del conocimiento. A menudo me ha inquietado el hecho de que el árbol de la vida apareció sólo por poco tiempo en Génesis 2 y que fue cerrado el acceso a él al final de Génesis 3. Aparentemente el acceso al árbol de la vida le quedó cerrado al hombre; en realidad, en el transcurso de los siglos y por medio de la redención prometida, se ha abierto el acceso para que el pueblo de Dios toque el árbol de la vida, lo disfrute y lo experimente. En palabras muy sencillas quisiera ahora enumerar muchas de las personas que se hallan en la línea de vida. No empezamos con Adán, quien cayó y fue redimido. Empezamos con Abel.
I. ABEL: SE RELACIONABA CON DIOS SEGUN DIOS La vida de Abel se caracterizó por el contacto que mantuvo con Dios conforme al camino fijado por Dios (Gn. 4:4). No diga que en tanto que usted tenga contacto con Dios todo está bien. ¿De qué manera tiene contacto con Dios: a su manera o a la manera de El? Existen tres pueblos que afirman tener contacto con Dios: los judíos, los musulmanes y los cristianos. Los judíos tienen contacto con Dios conforme a su propio camino. Conforme a Romanos 10:2-3, los judíos quieren establecer su propia justicia y no se someten a la justicia de Dios. Esto significa que ellos se relacionan con Dios conforme a su propia idea. Los musulmanes muestran aún más devoción en su propia manera de adorar a Dios. Si usted visita una mezquita musulmana, encontrará que los musulmanes se muestran bastante piadosos, y adoran a Dios postrándose. Muchos de los que se llaman cristianos, incluyendo a los católicos, llevan a cabo su servicio para Dios conforme a su propio concepto, y no por medio de la redención de Cristo ni en el Espíritu. ¿Cuál es el origen de la manera humana de tocar a Dios? La fuente es la conflictiva mente del hombre, la cual no puede producir más que conocimiento. Por consiguiente, los hombres tienen contacto con Dios por medio del conocimiento, y no por la vida. Sin embargo, Abel se relacionó con Dios de la manera que Dios deseaba. Como lo veremos en el mensaje siguiente, Caín, su hermano mayor, tenía contacto con Dios, pero según su propio camino. El camino de Dios es la vida; el camino de Caín fue el conocimiento. Todos debemos tener cuidado. Aunque usted diga que está entregado absolutamente a Dios, quizás lo esté según su propio camino. Usted se acerca a Dios de la manera que usted se inventa, y esa manera no es más que conocimiento. No siga ese camino. Debemos observar el ejemplo de Abel y relacionarnos con Dios desechando nuestros pensamientos, nuestras opiniones y nuestros conceptos; debemos decir: “Señor, me relaciono contigo según Tu camino. No te toco a Ti por mis pensamientos, conceptos o conocimiento. Señor, Tú eres mi camino”. Si hacemos eso, disfrutaremos a Dios como el árbol de la vida. Abel participó de Dios como el árbol de la vida. El comió verdaderamente del fruto de ese árbol.
II. SET Y ENOS: INVOCABAN EL NOMBRE DEL SEÑOR Quizás usted desconozca los nombres de Set y Enós. Set y Enós fueron parte de la tercera y la cuarta generaciones de la humanidad respectivamente, aunque la Biblia los considera como una sola. Después de habérsele dado muerte a Abel, la línea de la vida parecía haber terminado. No obstante, Set y Enós fueron levantados para continuarla. Estas dos generaciones tienen una característica extraordinaria: empezaron a invocar el nombre del Señor (Gn. 4:26). No sólo oraron, sino que invocaron el nombre del Señor. Si usted lee el texto original del hebreo y del griego, verá que la palabra invocar significa gritar, y no solamente orar. Aunque todos los cristianos oran, pocos oran invocando. La mayoría oran calladamente, incluso en silencio. No obstante, la tercera y la cuarta generaciones de la humanidad aprendieron que para tocar a Dios, necesitaban clamar a El a gran voz e invocarle. No argumente diciendo que Dios no es sordo, que El puede oírnos de todos modos. Aun el Señor Jesús oró con un gran clamor en el huerto (He. 5:7). En la época de Set y Enós, los hombres aprendieron a orar a Dios invocándole. Si usted lo invoca, descubrirá que eso hace una gran diferencia. El apóstol Pablo dijo que el Señor es rico para con todos los que le invocan (Ro. 10:12). Si usted quiere disfrutar de las riquezas del Señor, debe invocar Su nombre. Suponga que usted ayuda a un nuevo converso a tocar al Señor en oración. El ora: “Jesús, Tú eres el Hijo de Dios. Moriste por mí. Te tomo como mi Salvador. Gracias”. Aunque ésta es una buena oración, le resultaría mejor invocar al Señor a gran voz. Si él dice: “Oh Señor Jesús, gracias por morir por mí”, su espíritu será avivado y tocará al Señor de una manera viva. Aunque la tercera y la cuarta generaciones de la humanidad descubrieron la manera de invocar el nombre del Señor, esta manera de invocarle se perdió gradualmente. Hoy en día, muchos cristianos la descuidan y hasta la menosprecian. Sin embargo, ningún cristiano puede evitar invocar el nombre del Señor. En los períodos de paz y de tranquilidad, usted puede guardar la compostura, y no estar dispuesto a quedar mal invocando al Señor. No obstante, en tiempo de dificultades, quizás después de un accidente automovilístico o en tiempo de enfermedad repentina, le invocará espontáneamente, diciendo: “Oh Señor”. No es necesario enseñar a otros a invocar al Señor. Un día lo invocarán. Cuando pasen por problemas, necesitarán invocar el nombre del Señor. Invocar el nombre del Señor consiste simplemente en disfrutarle y en comerle como el árbol de la vida.
III. ENOC: CAMINABA CON DIOS La vida de Enoc se caracterizó por el hecho de que él caminaba con Dios (Gn. 5:22, 24). No se nos relata que él laborara por Dios ni que hiciera proezas para Dios, sino que caminó con Dios. Esto es significativo. Si usted desea andar con una persona, debe amarla. Si usted no me cae bien, nunca andaré con usted. Primero usted me cae bien, luego lo amo, y entonces caminaré continuamente con usted. El hecho de que Enoc anduviera con Dios demuestra que amaba a Dios. El amaba el simple hecho de estar en la presencia de Dios. El Señor Jesús reprendió a la iglesia en Efeso porque ellos hacían muchas obras para Dios pero habían perdido su primer amor (Ap. 2:2-4). El Señor no quiere ver tantas buenas obras; El desea ver nuestro amor para con Dios. Suponga que una esposa lleva a cabo muchas buenas obras para su marido, sin estar nunca en la presencia de éste. Ciertamente el marido dirá: “No quiero que estés ocupada y apartada de mí. Quiero una esposa que esté conmigo todo el tiempo”. Enoc caminaba con Dios. Si leemos cuidadosamente Génesis 5:21-24, veremos que Enoc empezó a caminar con Dios a la edad de sesenta y cinco años y siguió caminando con El durante trescientos años. El caminó con Dios día tras día durante un período de trescientos años. Finalmente, fue como si Dios le dijera: “Enoc, has caminado conmigo suficiente tiempo. Déjame traerte a Mí”. A muchos cristianos les fascina hablar del arrebatamiento y de la venida del Señor. ¿Se da cuenta usted de que el arrebatamiento exige que usted ame al Señor y viva en Su presencia? Debemos amar al Señor.
“Señor Jesús, Te amo. Quiero vivir en Tu presencia. Quiero andar contigo porque Te amo”. Esta actitud de amor es la preparación, la condición y la base del arrebatamiento. ¿Por qué razón fue arrebatado Enoc? El fue arrebatado porque anduvo con Dios durante trescientos años. Enoc nos presenta un excelente ejemplo.
IV. NOE: CAMINABA CON DIOS Noé siguió los pasos de Enoc y también caminó con Dios (Gn. 6:9). En realidad, él anduvo con Dios más de trescientos años. Por haber caminado Noé con Dios, recibió una visión de lo que Dios quería hacer en esa era. Noé recibió la visión del arca, mediante la cual ocho miembros del linaje caído fueron salvos. Así como Noé, nosotros no deberíamos actuar conforme a nuestro concepto. Todo lo que hacemos y toda nuestra labor debe concordar con la visión que recibimos al andar con el Señor. Al andar diariamente con el Señor, llegaremos a ver Su deseo, Su intención y Su voluntad. Entonces laboraremos y serviremos conforme al deseo de Dios, y no conforme a nuestros pensamientos. Noé disfrutó a Dios al andar con El.
V. ABRAHAM: VIVIA EN LA APARICION DE DIOS E INVOCABA EL NOMBRE DEL SEÑOR Abraham fue más extraordinario que Noé. Como subrayamos en el estudio-vida de Romanos, Abraham recibió una infusión con la aparición del Dios de gloria. Mientras Abraham estaba en Ur de Caldea, el Dios de gloria se le apareció y lo atrajo (Hch. 7:2). Génesis nos revela que Dios se apareció a Abraham varias veces más (Gn. 12:7; 17:1; 18:1). Abraham no era un gigante de fe en sí mismo; él era tan débil como nosotros. El Dios de gloria se apareció a Abraham repetidas veces, e infundió en él Sus elementos divinos, lo cual le capacitó para que viviera por la fe de Dios. La experiencia de Abraham se parece a una batería que opera bien después de ser cargada, pero que necesita ser cargada cada cierto tiempo. Resulta muy interesante estudiar la historia de Abraham según las apariciones de Dios. Dios llamó a Abraham a salir de Ur de Caldea y le mostró el camino apareciéndosele repetidas veces. Como ya dije, cuando Dios llamó a Abraham a salir de Ur, no le dio un mapa ni instrucciones. Abraham anduvo conforme a las apariciones de Dios. Si las apariciones de Dios se producían en cierta dirección, Abraham simplemente se movía en esa dirección. De esta manera, Abraham disfrutó de las riquezas de Dios. Además de experimentar las apariciones de Dios, Abraham invocaba el nombre del Señor (Gn. 12:7-8). Isaac, el hijo de Abraham, y Jacob, su nieto, también invocaban el nombre del Señor. Puesto que estas tres generaciones eran la misma, Dios fue llamado el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Esto significa que Dios es el Dios de Su pueblo, el cual vive según la aparición de Dios e invoca Su nombre. Mientras Abraham vivía según la aparición de Dios e invocaba el nombre del Señor, lo disfrutaba a El como el árbol de la vida. Génesis 18 nos dice que Dios se apareció a Abraham mientras éste estaba sentado a la entrada de su tienda, y permaneció con él como medio día, y hasta comió con él. De manera que la Biblia dice que Abraham fue llamado amigo de Dios (Jac. 2:23). En Génesis 18, Dios y Abraham conversaron y comieron juntos como amigos. Indudablemente todos nosotros deseamos disfrutar así al Señor. No obstante, nuestra porción actual es mucho mejor que la experiencia de Abraham mencionada en Génesis 18. En Apocalipsis 3:20 el Señor Jesús toca a la puerta. Si alguien oye Su voz y abre la puerta, el Señor entra en él y cena con él. Día tras día, podemos tener un banquete con el Señor. Abraham cenó con el Señor durante aproximadamente medio día, pero nosotros podemos tener un continuo banquete con El. Podemos encontrarnos con el Señor al desayuno, al almuerzo y a la cena. Nuestra porción es más elevada y más rica que la de Abraham. Abraham disfrutó a Dios como el árbol de la vida. ¿Qué es el árbol de la vida? El árbol de la vida es la provisión de vida que sustenta nuestra vida en la presencia de Dios. Abraham disfrutaba a Dios de
esa manera.
VI. ISAAC: VIVIA EN LA APARICION DE DIOS E INVOCABA EL NOMBRE DEL SEÑOR Isaac, como hijo de Abraham, se relacionó con Dios de la misma manera que su padre. El también vivió en la aparición de Dios e invocó el nombre del Señor (Gn. 26:2, 24-25). El no sólo heredó todas las bendiciones de su padre, sino también su manera de disfrutar a Dios.
VII. JACOB: VIVIA EN LA APARICION DE DIOS E INVOCABA EL NOMBRE DEL SEÑOR Jacob, la tercera generación del linaje llamado, fue finalmente guiado por Dios a no vivir por su propio camino, un camino de suplantación, sino por el mismo camino que siguieron su abuelo y su padre, que consistía en relacionarse con Dios. Después de ser disciplinado por el Señor durante un tiempo considerable, él aprendió a vivir en la aparición de Dios y a invocar el nombre del Señor (Gn. 35:1, 9; 48:3). Para él, éste no era solamente el método que había heredado, sino también el camino por el que lo condujo la disciplina de Dios.
VIII. MOISES: VIVIA EN LA APARICION Y LA PRESENCIA DE DIOS Moisés fue una persona muy interesante. Nació cuando los israelitas se encontraban bajo la persecución de los egipcios. Dios lo puso soberanamente en el palacio de Faraón, y fue criado como miembro de la familia real, como hijo de la hija de Faraón. Moisés se enteró de los sufrimientos que infligían los egipcios a su pueblo; probablemente se lo dijo su nodriza, quien era su verdadera madre. Indudablemente estos informes despertaron el corazón de Moisés. Quizás Moisés haya dicho: “Los egipcios han perseguido a mi pueblo. Haré algo para ayudar a mi pueblo”. Aunque Moisés tenía un buen corazón, éste era un corazón de conocimiento, un corazón de muerte. El caso es el mismo con muchos cristianos hoy. Muchos tienen un buen corazón. Son despertados y quieren hacer algo por Dios. Sin embargo, Moisés actuó a su manera y con su propia fuerza. Esto dio por resultado el fracaso, y él quedó terriblemente desilusionado. Finalmente, Moisés se dio cuenta de que no podía hacer nada; estaba desanimado hasta el punto que desistió. Fue como si dijese: “Todo el interés de mi corazón estaba en mi pueblo, pero Dios no me ayudó. Dios no valoró mis esfuerzos. Puesto que Dios no está conmigo, me olvidaré de esta situación y me iré al desierto”. Aunque él se preocupó por el bienestar de los hijos de Israel, quedó desilusionado por su fracaso y huyó al desierto, donde llegó a ser un pastor de ovejas, solitario y abatido. Moisés, el hombre que había sido enseñado en toda la sabiduría de los egipcios y que era poderoso en palabras y en obras (Hch. 7:22), ahora era un pequeño pastor en el desierto, un hombre vencido y rechazado. Un día, cuando Moisés estaba desilusionado, Dios vino y se le apareció en la visión de una zarza que ardía sin consumirse (Ex. 3:2, 16). Moisés se sorprendió y se acercó para ver la zarza. Aparentemente Dios le decía a Moisés: “Moisés, debes ser como esta zarza ardiente. No ardas por ti mismo ni actúes por tu propia cuenta. Tuviste un buen corazón, pero actuaste de manera equivocada”. Podemos usar el ejemplo de un automóvil moderno. Si queremos echar a andar el automóvil, sería insensato empujarlo. Esto nos cansaría; y eso sería todo lo que conseguiríamos. Debemos usar la gasolina como fuente de energía. Cuando se quema gasolina, el auto se mueve. Debemos usar el automóvil de esta manera. Del mismo modo, Moisés aprendió a abandonar su propio conocimiento, su propio camino, su propia energía y sus propias actividades. Moisés empezó a vivir, como lo hicieron sus antepasados, en la presencia y la aparición del Señor. El dejó de actuar por sí mismo. De ahí en adelante, fue uno con Dios. Para dirigir a los israelitas en su viaje, el Señor
le dijo: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”. Y él dijo al Señor: “Si Tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí” (Ex. 33:13-15). Esto demuestra que Moisés conocía la necesidad de obrar para el Señor en Su presencia. El actuaba en la presencia del Señor. Después de que Moisés hubo sacado de Egipto a los hijos de Israel, Dios lo llamó a la cima del monte, donde permaneció cuarenta días. Mientras se encontraba allí, fue totalmente inundado con la gloria shekinah de Dios. Mientras bajaba por la ladera del monte, la gloria de Dios resplandecía en su rostro (Ex. 34:29). En esa cima Moisés experimentó el pleno disfrute de Dios como el árbol de la vida. A pesar de haber desaparecido para los incrédulos el árbol de la vida, apareció a Moisés, y éste disfrutó a Dios como el árbol de la vida en el monte de la gloria. Moisés, igual que Noé, recibió una visión del edificio de Dios. Mientras se encontraba en la gloria en el monte, Dios le dio un modelo detallado de Su morada sobre la tierra (Ex. 25:9). Si somos uno con Dios mientras ministramos y laboramos para El, nuestra obra no será un trabajo, sino un disfrute. Cuando hablo por el Señor, lo disfruto en gran manera. Cuando termino un mensaje, me siento satisfecho. En realidad, la ministración que pertenece a Dios y concuerda con El constituye una especie de comida para el ministro. Así sirvió Moisés a Dios y así le disfrutó.
IX. LOS HIJOS DE ISRAEL: VIAJABAN EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR Cuando hablamos de los hijos de Israel, es fácil tener una mala impresión de ellos. Si nos acordamos de la manera en que adoraron al becerro de oro en el desierto, pensaremos que eran despreciables. No obstante, en el universo todo tiene dos lados. Por ejemplo, tenemos el día y la noche. Además, en todas las casas hay una sala y también un lugar para echar la basura. En la Biblia podemos ver lo positivo y lo negativo, dependiendo de lo que miremos. Por ejemplo, Abraham, que era tan bueno, tenía una concubina y no era tan admirable como pensamos. Pero no debemos mirar lo negativo sino lo positivo. Sucede lo mismo cuando llegamos a la historia de los hijos de Israel. Durante cuarenta años los hijos de Israel anduvieron en la presencia del Señor (Ex. 13:21-22; Nm. 14:14). Tenían la columna de nube durante el día y la columna de fuego por la noche. Los israelitas no viajaban conforme a sus opiniones, sino que simplemente seguían la columna. En realidad, no eran dos columnas, sino una sola. En el día, la columna era semejante a una nube, y por la noche, a un fuego. Durante el día Dios hacía sombra al pueblo, y los protegía de los abrasadores rayos del sol. Durante la noche, El les daba la luz que iluminaba su camino. Esta columna era Dios mismo. Por consiguiente, durante los cuarenta años que los hijos de Israel vagaron por el desierto, disfrutaron de la presencia de Dios. También comieron del maná, la comida celestial, día tras día, lo cual indica que disfrutaron a Dios como el árbol de la vida. De modo que aun en el desierto vemos la línea del árbol de la vida. A pesar de nuestro concepto negativo acerca de los hijos de Israel en el desierto, ellos experimentaron el árbol de la vida, disfrutando a Dios día tras día. ¿No sería maravilloso experimentar esa columna de nube, esa columna de fuego y ese maná celestial en el condado de Orange hoy en día? No obstante, nuestra porción es mucho mejor. Tenemos el Espíritu Santo como columna de nube, y la Biblia como columna de fuego. También tenemos al Señor Jesús como nuestro maná celestial. Mientras viajamos por el desierto del condado de Orange, el Señor está presente con nosotros, y lo disfrutamos a El como el árbol de la vida.
X. JOSUE: VIVIA Y LABORABA EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR Cuando Dios llamó a Josué, lo alentó, y le aseguró que estaría con él del mismo modo que había estado con Moisés (Jos. 1:5-9). El Señor exhortó a Josué a ser fuerte y valiente, pues el Señor estaría con él adondequiera que fuese. Josué era una persona que disfrutaba a Dios. Mientras
disfrutamos de la presencia de Dios, podemos ser un Josué hoy en día. Dios no está lejos de nosotros; El está con nosotros todo el tiempo. Por tanto, nosotros, como Josué, podemos vivir, andar y laborar en la presencia del Señor.
XI. GEDEON: LUCHABA EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR La característica más sobresaliente de Gedeón era que libraba las batallas en la presencia de Dios (Jue. 6:12, 16). El no sólo vivía, andaba y laboraba en la presencia del Señor, sino que luchaba junto con la presencia del Señor. Todos debemos ser así. En cierto sentido, nuestra vida cotidiana es un andar, en otro sentido es una labor, y en otro sentido también es una lucha. Debemos estar en la presencia del Señor al andar, al laborar y al luchar. Estar en la presencia del Señor significa simplemente disfrutar al Señor como el árbol de la vida. Gedeón disfrutaba a Dios como el árbol de la vida.
XII. SAMUEL: ORABA E INVOCABA AL SEÑOR Samuel fue otra persona admirable en el Antiguo Testamento, un hombre que oraba continuamente por los hijos de Dios. La Biblia relata que Samuel dijo al pueblo que él no pecaría contra el Señor dejando de orar por ellos (1 S. 12:23). Cuando Samuel supo que el rey Saúl había ofendido a Dios, se entristeció y lloró delante del Señor toda una noche (1 S. 15:11). Por consiguiente, la Biblia se refiere a Samuel como un hombre que invocaba al Señor (Sal. 99:6) y como un hombre que permanecía en la presencia de Dios (Jer. 15:1). Todo eso nos revela que Samuel era una persona que oraba continuamente, que invocaba el nombre del Señor, y que permanecía en la presencia de Dios. Al permanecer en la presencia del Señor y al invocar el nombre del Señor, él disfrutaba al Señor, pues participaba de El como el árbol de la vida. Esta motivación y este deleite hicieron de él una persona tan notable en la historia humana.
XIII. DAVID: CONFIABA EN DIOS, RECURRIA A EL, Y DISFRUTABA DE LA VIDA DE DIOS David era un hombre que confiaba en Dios y recurría a El (1 S. 17:37, 45; 30:6). El secreto de la vida de David consistía en que él deseaba morar continuamente en la casa de Dios y contemplar Su hermosura (Sal. 27:4, 8, 14). Esto significa que él disfrutaba de la presencia de Dios. Además, disfrutaba a Dios como la grosura y como el torrente de Sus delicias (Sal. 36:8-9). David dijo: “Contigo está el manantial de la vida”. Esto demuestra que aun en aquellos tiempos David disfrutaba de la vida de Dios como el árbol de la vida y como el río que fluía dentro de sí. Este disfrute hizo de él ese gran rey de los hijos de Israel.
XIV. DANIEL: ORABA A DIOS Todos conocemos la historia de Daniel. No obstante, la mayoría de los cristianos sólo sienten curiosidad en cuanto a las profecías de Daniel. Desean saber sobre la gran imagen de Daniel 2, la imagen que tenía cabeza de oro, hombros de plata, abdomen de bronce, piernas de hierro y dedos de barro. También quieren conocer las bestias que salen del mar en Daniel 7. Todos los jóvenes se interesan por estos asuntos. Aunque pasé mucho tiempo estudiando estos puntos hace años, finalmente llegué a valorar más los otros aspectos del libro de Daniel. Ahora me agrada el libro de Daniel porque allí veo a un hombre que oraba constantemente al Señor y tenía un contacto continuo con El (Dn. 6:10-11; 9:3-4; 10:2-3, 12). Daniel 6 nos enseña que Daniel era preeminente entre los gobernadores y príncipes en el reino de Darío. Los demás gobernadores y príncipes le tenían
envidia y planearon intrigas en su contra, tratando de destruirlo. Cuando Daniel se enteró de esto, acudió al Señor y oró. La meta de la conspiración de ciento veinte gobernadores consistía en hacer tambalear la relación que tenía Daniel con Dios. No obstante, Daniel abrió sus ventanas hacia Jerusalén y oraba tres veces al día. Al leer la profecía de Jeremías, Daniel se enteró de que el período de exilio sería setenta años y de que el cautiverio iba a terminar; entonces empezó a orar (Dn. 9:2-3). Luego recibió otra visión y oró sin detenerse durante tres semanas hasta que recibió la respuesta (Dn. 10:1-3, 12). La vida de oración de Daniel procedía de una vida santa. El llevaba una vida santa en la tierra pagana de Babilonia. Por ejemplo, Daniel se negó a participar de la comida del rey, la cual era ofrecida a los ídolos y luego usada para alimentar al rey y a su gente (Dn. 1:8). El rechazó esa comida y disfrutaba mucho a Dios. El disfrutaba a Dios como el árbol de la vida.
XV. JESUS: COMO HIJO DE DIOS VIVE POR DIOS Al llegar al Nuevo Testamento, vemos que la primera persona en la línea de vida del Nuevo Testamento fue el Señor Jesús. Jesús no sólo disfrutaba el árbol de la vida, sino que El mismo era el árbol de la vida. El dijo que venía del Padre y que vivía por el Padre (Jn. 6:57). El no vivió conforme al conocimiento ni al aprendizaje. El vivía, andaba y laboraba conforme al Padre que obraba dentro de El (Jn. 14:10).
XVI. LOS CREYENTES NEOTESTAMENTARIOS: VIVEN POR EL SEÑOR Nosotros los creyentes neotestamentarios tenemos un destino: permanecer en el Señor y permitir que El more en nosotros (Jn. 15:5). Esto significa que disfrutamos al Señor. El Señor Jesús nos dijo que debemos comerle a El, y que todo aquel que lo coma vivirá por El (Jn. 6:57; 14:19). Debemos comer al Señor Jesús porque El es nuestro pan de vida, nuestro árbol de vida. El árbol de la vida es la vida presentada en forma de alimento. En Juan 6 el Señor se presentó como la provisión de vida también en forma de alimento, diciéndonos que El es el pan de vida (v. 35) y que Su carne es comestible (v. 55). Si lo comemos a El, lo tomaremos como nuestra vida y como nuestra provisión de vida por la cual vivimos. Este es el verdadero disfrute del árbol de la vida.
XVII. PABLO: VIVIA AL SEÑOR Entre todos los creyentes neotestamentarios, Pablo fue el ejemplo por excelencia de un hombre que vivía al Señor. En Gálatas 2:20, dijo que Cristo vivía en él y que la vida que él vivía la vivía por la fe del Señor Jesús. Pablo dijo que él mismo había sido crucificado y sepultado, y que era Cristo quien vivía en él. Finalmente Pablo pudo decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Cristo era su vida y su provisión de vida, porque Pablo disfrutaba a Cristo como él árbol de la vida.
XVIII. LA IGLESIA COMO CUERPO DE CRISTO: VIVE POR CRISTO COMO VIDA La iglesia es el Cuerpo de Cristo. Es imposible que el cuerpo no disfrute de la cabeza. El cuerpo no puede ser separado de la cabeza, pues esa separación significaría la muerte. La iglesia entera es el Cuerpo de Cristo, depende de Cristo y vive por Cristo como vida (Ef. 1:23; Col. 3:4). Por lo tanto, podemos ver que la iglesia puede disfrutar a Cristo como el árbol de la vida.
XIX. LA NUEVA JERUSALEN: SUSTENTADA POR EL RIO DE VIDA CON EL ARBOL DE LA VIDA Al final de la Biblia vemos la consumación del árbol de la vida: la Nueva Jerusalén. En el centro de esa ciudad hallamos el río de vida, que sale del trono de Dios y del Cordero, y en el cual crece el árbol de vida que lleva fruto cada mes (Ap. 22:1-2). Nuestro destino y nuestra porción eterna será el disfrute del árbol de la vida y el agua de la vida. La Biblia concluye con una promesa y un llamado. La promesa se encuentra en Apocalipsis 22:14 donde leemos: “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida”. Vemos el llamado de Apocalipsis 22:17 donde leemos: “El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. Por tanto, toda la Biblia termina con comer y beber, es decir, con disfrutar a Dios como el árbol de la vida y con beberlo como el agua de la vida. Esta es la consumación de la línea de la vida. ¿Qué debemos hacer ahora? No debemos hacer nada. Sólo debemos permanecer en la línea del árbol de la vida, disfrutando a Dios como nuestra vida y como nuestra provisión de vida. Dios se ocupará de todo. Al disfrutar al Señor como nuestra provisión de vida, nuestra vida cotidiana, nuestro andar, nuestra labor y la edificación de las iglesias serán el resultado de ello. Entonces todo lo que tengamos se conformará al elemento divino, al elemento de Dios, y no a nuestros conceptos. Ahora vemos el camino que debemos tomar. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que todos sigamos la línea de la vida.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE DIECISEIS LA LINEA DEL CONOCIMIENTO A LO LARGO DE LAS ESCRITURAS Vimos ya que la Biblia empieza con dos árboles, el árbol de la vida, que produce vida, y el árbol del conocimiento, que produce conocimiento. No obstante, el conocimiento es un pretexto, pues en realidad el árbol del conocimiento es el árbol de la muerte y produce muerte. Por tanto, desde el principio de la Biblia vemos dos líneas que continúan en toda la Biblia. La primera es la línea de la vida, la cual empieza con el árbol de la vida y continúa a través de las Escrituras hasta su final en la Nueva Jerusalén, donde vemos también el árbol de la vida (Ap. 22:1-2, 14). La segunda línea es la línea del conocimiento, la cual empieza con el árbol del conocimiento y continúa en las Escrituras hasta su fin en el lago de fuego. En este mensaje consideraremos la línea del conocimiento que se extiende a lo largo de las Escrituras. En todos los libros de la Biblia podemos ver el conocimiento que trastorna, perjudica, mata y destruye. Ahora examinaremos muchos casos de personas que vivían, laboraban, obraban y actuaban apoyadas en el conocimiento, y no en la vida.
I. CAIN Caín, el primer hijo de Adán y la segunda generación de la humanidad, fue la primera persona que vivió conforme al conocimiento. Caín presentó el fruto de la tierra como ofrenda al Señor (Gn. 4:3). Eso parecía muy bueno, pero era incorrecto porque Caín presentó una ofrenda a Dios según su propio método, y no conforme a la manera que Dios deseaba. Lo que Dios exigía era que el hombre caído ofreciera un sacrificio redentor que le permitiera tener contacto con El. Pero Caín sólo ofreció el fruto de la tierra sin la sangre redentora. La ofrenda de Caín fue presentada conforme a los
razonamientos que él tenía en su mente. Fue ofrecida según su propio método. Todos estos métodos se originan en la mente humana. Debemos tener cuidado. Como ya lo hicimos notar, el principio del árbol del conocimiento consiste en independizarse de Dios. Significa que tomamos nuestras decisiones de manera independiente. Aunque Caín hizo una buena obra, lo hizo independientemente de Dios. Todo lo que es bueno pero independiente de Dios conducirá a la muerte. Esto es semejante al aislante que interrumpe la corriente eléctrica. No importa cuál sea el material que se use como aislante, hasta un diamante, puede interrumpir la corriente eléctrica. En tanto que algo cree este aislante, no importa lo bueno o lo malo que sea. Del mismo modo, si una cosa nos aleja de Dios, por muy buena que sea, trae muerte. Como consecuencia de haber actuado independientemente, Caín salió de la presencia del Señor (Gn. 4:16). Esto era horrible. Por muy buenos que seamos, resulta terrible alejarnos de la presencia de Dios. No importa si somos buenos o malos, el resultado será el mismo si estamos fuera de la presencia del Señor. Cuando la gente sigue su propio camino y sale de la presencia de Dios, procura erigir un edificio para sí misma. Caín construyó una ciudad y la llamó Enoc, el nombre de su hijo (Gn. 4:17). Caín no le puso a la ciudad el nombre de Dios; le puso un nombre humano. Esto constituyó una declaración que indicaba que el hombre era independiente de Dios.
II. NIMROD Nimrod fue un poderoso cazador delante del Señor (Gn. 10:8-11). El fue un hombre poderoso en la tierra, una persona absolutamente independiente de Dios. El estableció un reino para sí, y el comienzo de dicho reino fue Babel. Aunque muchos cristianos saben que los hombres construyeron la torre y la ciudad de Babel, pocos saben que el reino de Babel fue establecido por Nimrod. El primer reino en la historia humana fue probablemente el reino de Babel formado por Nimrod, quien construyó también la gran ciudad de Nínive en Asiria. Su construcción fue la señal que indicaba que la humanidad se había independizado completamente de Dios. Por el contrario, Abraham sólo construyó un pequeño altar. El moraba en una tienda. Del mismo modo, Noé sólo construyó un arca y un altar. La gente que confía en Dios no se dedica a construir mucho. Cuanto más confiemos en Dios, menos edificios independientes tendremos. Sólo los obreros gigantes, aquellos que se independizan de Dios, construyen sus elevadas torres.
III. EL PUEBLO DE BABEL El pueblo de Babel formó un consejo (Gn. 11:3). No oraron ni inquirieron del Señor lo que debían hacer ni adónde debían ir. La historia humana es una historia de consejos. Después de la primera guerra mundial se formó la Liga de las Naciones; en realidad esta liga era un consejo. Al final de la segunda guerra mundial, la Liga de las Naciones se llamó las Naciones Unidas, y dispone de un gran edificio en Nueva York donde organizan un consejo casi a diario. Estos consejos humanos son totalmente independientes de Dios. El consejo en Babel dio por resultado la construcción de una torre alta que exaltaba el nombre de la humanidad, y la formación de una ciudad que era su posesión (Gn. 11:4).
IV. LOT Aunque Lot era salvo, se apartó de la línea de la vida al hacer una elección según lo que vieron sus ojos (Gn. 13:10-11, cfr. vs. 14-15). Cuando Lot se separó de Abraham, alzó los ojos, miró hacia la llanura del Jordán, y tomó una decisión basándose en lo que vio. El no oró: “Señor, no sé que hacer. ¿Qué debo hacer? Señor, ten misericordia de mí. Escoge Tú. Quiero hacer lo que Tú prefieras”. Lot no oró de esta manera, sino que escogió conforme a lo que vieron sus ojos. Como resultado, se trasladó a la ciudad maligna de Sodoma (Gn. 13:12-13, cfr. v. 18). Cada vez que usted siga un
camino independiente de Dios, puede estar seguro de que su camino fracasará. Su camino conducirá a la ciudad pecaminosa de Sodoma.
V. ESAU Si leemos la historia de Esaú, veremos que desde el punto de vista ético, él no hizo nada malo. Jacob parecía ser peor. No obstante, Esaú era un cazador, y cazaba para su propia satisfacción (Gn. 25:27, 29). Esaú cazaba independientemente de Dios. Finalmente, él vendió su primogenitura para satisfacer su apetito (Gn. 25:30-34). Todos los que son independientes de Dios han vendido su primogenitura humana, el disfrute de Dios. Puesto que Dios creó al hombre a Su propia imagen para que fuera Su expresión, entendemos que, por nacimiento, el hombre tiene derecho a expresar a Dios. De modo que cada ser humano tiene una primogenitura, o sea, el derecho innato de expresar a Dios. Sin embargo, casi todo el mundo ha vendido su primogenitura por causa de su independencia. ¿Qué significa arrepentirse y creer en el Señor Jesús? El arrepentimiento significa tener un cambio en nuestro modo de pensar, en nuestra mentalidad. Anteriormente, yo iba en cierta dirección dando la espalda a Dios. Después de oír el evangelio, me volví. Esto es lo que significa el arrepentimiento. Creer en el Señor Jesús significa volver a nuestra primogenitura humana, volver a disfrutar a Dios y a expresarle. Este es el significado del arrepentimiento y de la fe en el Señor Jesús. Esaú no hizo eso, sino que iba en la dirección opuesta.
VI. FARAON En Exodo 1—12 vemos cuán independiente era Faraón. El no sólo era independiente, sino también rebelde, se oponía a Dios, y hasta llegó a preguntar: “¿Quién es Jehová?” (Ex. 5:2). Faraón no se interesaba en Dios y no tenía interés en conocerle. Por tanto, el corazón de Faraón se endureció. El endureció su corazón y también Dios lo endureció (Ex. 7:13, 22; 8:15, 19, 32; 9:34-35). El corazón de Faraón se endureció reiteradamente. En el mundo actual la gente ha endurecido su corazón porque no se interesa en Dios. Se preocupa por sus consejos, planes y conspiraciones, pero no se interesa en Dios. Por consiguiente, Dios la abandona, y sus corazones se endurecen.
VII. AARON El nombre de Aarón se refiere a un buen personaje. A pesar de haber sido sumo sacerdote y de haber estado en la línea de la vida, Aarón actuó conforme a la línea del conocimiento. Mientras Moisés estaba en el monte disfrutando a Dios como el árbol de la vida, Aarón y el pueblo se quedaron al pie del monte. No oraron al Señor ni acudieron a El. Cuando el pueblo le propuso a Aarón que le hiciera dioses de oro, él accedió (Ex. 32:1, 4, 24). A veces no debemos escuchar al pueblo, pues la congregación puede presentar una propuesta que va contra Dios. Aarón siguió el consejo de ellos, actuó de manera independiente y fabricó un ídolo de oro. El ídolo era muy atractivo; no era de barro sino de oro. Cuando Moisés bajó del monte, preguntó a Aarón qué había sucedido. Aarón contestó que él puso el oro en el fuego y que salió un becerro de oro (Ex. 32:24). Aarón parecía defenderse al pedirle a Moisés que no lo condenara pensando tal vez que no había hecho gran cosa. No obstante, cuando nos independizamos de Dios, no importa lo mucho o lo poco que hagamos. Cuando nos independizamos de Dios, aparece el becerro de oro. No necesitamos hacer mucho: simplemente independícese de Dios y el resultado será un becerro de oro.
VIII. NADAB Y ABIU Nadab y Abiú ofrecieron a Dios un “fuego extraño” al traer su incienso (Lv. 10:1-2). Aunque el incienso era bueno, el fuego era “extraño”. No era el fuego del altar donde se llevaba a cabo la expiación. El fuego que usaron era aceptable en su propia opinión, pero era “extraño” para Dios.
Este “fuego extraño”, aplicado según el método de ellos, y no conforme a la revelación de Dios, fue la causa de la muerte de ellos.
IX. MIRIAM Y AARON Miriam y Aarón hablaron en contra de Moisés porque éste se había casado con una pagana (Nm. 12:1-2). Indudablemente Moisés había errado en ese caso. Sin embargo, Miriam y Aarón se opusieron a Moisés, no por haber tocado a Dios, sino por motivos personales. Su oposición a Moisés no se originaba en Dios, sino en ellos mismos, en su conocimiento. Esto trajo la ira de Dios sobre ellos, y como resultado Miriam contrajo lepra y, por ello, fue excluida del campamento durante siete días (Nm. 12:9-15). La Biblia nos relata que ha habido un solo liderazgo que no tuvo ninguna falta: el liderazgo del Señor Jesús. Los demás liderazgos presentan alguna deficiencia. Por lo tanto, todo liderazgo que no sea el del Señor Jesús, siempre exhibe errores. No obstante, debemos tener mucho cuidado con nuestro ataque, aun cuando el liderazgo esté equivocado.
X. LOS DOCE ESPIAS El fracaso de los diez espías consistió en observar la situación de la tierra según su vista (Nm. 13:28, 32-33). Mientras espiaban la tierra, vieron a los gigantes y las ciudades fortificadas y se asustaron. No volvieron sus ojos a Dios, con excepción de Josué y Caleb. Fracasaron porque confiaron en su conocimiento y no quisieron confiar en el Señor (cfr. Nm. 13:30; 14:6-9). Cada vez que usted se vea en una situación difícil, no la observe con sus propios ojos. Si lo hace, se apartará de Dios. En medio de una situación difícil debe cerrar los ojos, volverse en su espíritu a Dios y orar. Entonces será rescatado. Los diez espías no confiaron en el Señor por haber mirado la situación con sus propios ojos, mientras que Caleb y Josué sí confiaron en el Señor. Josué y Caleb dijeron al pueblo: “Olvídense de esa situación y confíen en el Señor. El Señor es más grande que las murallas de la ciudad y más fuerte que todos los gigantes”. La diferencia entre los diez espías y Josué y Caleb era que estos dos confiaban en el Señor mientras que los diez espías observaron la situación según su propio entendimiento, es decir, según su propio conocimiento.
XI. CORE Y SU SEQUITO Coré y su séquito atacaron la autoridad que Dios había delegado (Nm. 16:1-3). Todo ataque en contra de la autoridad de Dios, sea razonable o no, se origina en la mente. Lo mismo sucede con la iglesia hoy día. Es posible que ustedes ataquen a los líderes porque sienten que “se toman demasiadas atribuciones”, pero su ataque, originado en la mente, le trae muerte espiritual. Coré y su séquito sufrieron la destrucción de la muerte debido a sus ataques en contra de la autoridad de Dios. Usted pensará que tiene razón en su ataque en contra de los líderes de la iglesia, pero debe examinar el resultado: ¿trae muerte o trae vida? Si usted tiene la razón, el resultado de su ataque debe ser la vida. No obstante, puedo testificar que he visto varios ataques en contra del liderazgo de la iglesia, y cada uno de esos ataques causó la destrucción mortífera de los atacantes. ¡Esto es bastante grave! Usted debe preguntarse: “¿Mi ataque viene del espíritu, del trono de Dios, o procede de mi mente?” Los ataques en contra de la autoridad delegada de Dios, cualquiera que sea la razón, se encuentran en la línea del conocimiento que trae muerte. El ataque de Coré y su séquito se debió a que descuidaron la presencia de Dios (Nm. 16:19). Si hubieran prestado la debida atención a la presencia de Dios, habrían sido rescatados de su ataque en contra de Moisés y de Aarón. Se habrían vuelto de la línea del conocimiento a la línea de la vida.
XII. SAUL Saúl no actuó con inmoralidad como lo hizo David. No obstante, él combatió a los enemigos según sus preferencias (1 S. 15:8). Dios le pidió que matara a todos sus enemigos, pero Saúl salvó a algunos de ellos porque eran buenos ante sus propios ojos. Por tanto, Saúl actuó de manera independiente y no siguió al Señor (1 S. 15:11, 22-23). Como resultado de esta independencia, Saúl fue destronado y perdió su reino.
XIII. ABSALON Absalón se rebeló contra su padre, el rey David (2 S. 15:10-13). Según 2 Samuel 13—18, él actuó exclusivamente por su propia cuenta y por su conocimiento. El no confiaba en Dios, y el resultado no fue otra cosa que la muerte.
XIV. ACAB Acab fue un rey perverso. El se casó con Jezabel, una mujer idólatra y diabólica, y construyó un templo a Baal, el ídolo más famoso de aquel entonces (1 R. 16:30-32). Aunque Acab nació en la nación de Dios, él se independizó de Dios. Ni uno solo de sus pensamientos se dirigió a Dios. Estaba totalmente independiente de El.
XV. LOS PRINCIPALES SACERDOTES Y LOS ESCRIBAS Ahora llegamos al Nuevo Testamento. Los principales sacerdotes y los escribas conocían la Biblia. Cuando el rey Herodes preguntó en dónde habría de nacer el Cristo, le contestaron inmediatamente (Mt. 2:4-6). Aunque no hay nada malo en el conocimiento bíblico en sí, es peligroso aferrarse sólo al conocimiento, como lo hicieron los principales sacerdotes y escribas. Sabían que Cristo había de nacer en Belén, pero ninguno fue a verle. Esto demuestra que estaban en la línea del conocimiento, y no en la línea de la vida. Los hombres sabios del oriente, quienes no conocían nada de la Biblia, estaban en la línea de la vida. Siguiendo la estrella celestial, llegaron al lugar donde estaba Cristo y lo adoraron. Indudablemente estos hombres sabios que venían de una tierra pagana tenían vida, mientras que los principales sacerdotes y los escribas tenían muerte. Aunque los principales sacerdotes y los escribas conocían la Biblia, el resultado de su conocimiento era muerte. El conocimiento no puede dar vida.
XVI. NICODEMO Nicodemo era un hombre bueno. Sin embargo, cuando acudió por primera vez al Señor, estaba en la línea del conocimiento (Jn. 3:1-2). Le dijo al Señor Jesús: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro”. En Su respuesta, el Señor apartó a Nicodemo de la enseñanza y del conocimiento y lo condujo a la línea de la vida (Jn. 3:3). El Señor quiso decirle con esto a Nicodemo: “No necesitas enseñanza. Necesitas un nuevo nacimiento y una nueva vida. Nicodemo, no necesitas más conocimiento. Como maestro de la ley de Moisés ya tienes suficiente conocimiento. Lo que necesitas es una nueva vida”.
XVII. LA MUJER SAMARITANA Aunque la mujer samaritana era inmoral, era religiosa. Tenía el conocimiento tradicional de la religión, pero vivía en pecado, sin hallar satisfacción (Jn. 4:15-20). Esto demuestra que la religión no puede ayudarnos. La mujer samaritana estaba en la línea del conocimiento. El Señor Jesús la condujo a Dios, quien es el Espíritu, el agua viva que le satisfaría (Jn. 4:21-24, 14). Aunque ella
estaba en la línea del conocimiento, el Señor la volvió a la línea de la vida.
XVIII. LOS JUDIOS FANATICOS Ahora llegamos a los judíos fanáticos. Según Juan 5 el Señor Jesús sanó a un hombre que había estado enfermo treinta y ocho años. Esto sucedió en un día de sábado, y los judíos fanáticos se ofendieron (Jn. 5:1-16). Ellos se preocupaban únicamente por el sábado, y no por el verdadero descanso humano. El paralítico no había tenido ningún descanso, ni siquiera en el día de sábado, durante treinta y ocho años. Cuando el Señor Jesús lo vivificó, él experimentó el verdadero reposo. Los judíos fanáticos condenaron al Señor Jesús, y El les dijo: “Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna ... pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida”. En otras palabras, el Señor les dijo que ellos escudriñaban la Biblia pensando que en ella tendrían la vida eterna, pero que no querían acudir al Señor para recibir esa misma vida. En principio sucede lo mismo con la gente de hoy. Muchos cristianos escudriñan las Escrituras, pues piensan que en ellas tienen la vida eterna, pero no acuden al Señor viviente. Podemos leer muchos versículos y capítulos de la Biblia sin tocar al Señor. Nunca debemos separar nuestra lectura bíblica del contacto con el Señor. Ambas cosas deben ser una sola. Cada vez que leamos una línea de la Biblia, debemos decir: “Señor Jesús, permíteme tocarte a Ti en la Palabra divina. Señor, Tú eres la Palabra viva. Sin Ti como Palabra viva, no puedo obtener vida de la palabra escrita. Señor, tengo que tocarte a Ti. Aunque eres tan misterioso, Te alabo por haberme dado una Palabra tangible. Esta Palabra es sólida, concreta y palpable. Te doy las gracias por la Palabra que puedo leer y con la cual puedo orar. Pero Señor, lo que necesito no es la letra impresa, sino a Ti, el Espíritu viviente”. Esta es la manera correcta de usar las Escrituras. No toque jamás la Biblia independientemente del Señor. Usted no necesita leer una novela inmoral para experimentar la muerte. Si lee la Biblia sin estar en el espíritu, también experimentará muerte. Por consiguiente, aun la lectura de la Biblia puede estar en la línea del conocimiento que conduce a la muerte.
XIX. LOS ESCRIBAS Y LOS FARISEOS Los escribas y los fariseos se aferraban al conocimiento de la ley, pero todavía estaban bajo el cautiverio del pecado (Jn. 8:5, 9, 34). Trajeron a una mujer pecaminosa al Señor y, conforme a su conocimiento, insistieron en que El les diera un sí o un no acerca de lo que se debía hacer con la mujer. Le dijeron que Moisés había mandado que una persona sorprendida en tal circunstancia fuese apedreada. Aunque el libro de Juan revela que desafiaron varias veces al Señor Jesús, pidiendo un sí o un no, El se negó en todos los casos a hacerlo. El evitaba dar respuestas de esa índole, no por ser sabio, sino por Su interés en la vida. El Evangelio de Juan trata de la vida. La vida es simplemente la vida, y no conocimiento que se expresa con un sí o un no, como bueno o como malo. El sí y el no, lo mismo que el bien y el mal, pertenecen al árbol del conocimiento. Así que el Señor no les contestó de esta manera. El se inclinó y escribía en el suelo. Entonces les respondió: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Cuando el Señor les dijo eso, Su palabra tocó la conciencia de ellos y, empezando con los más vividos, se retiraron. Ninguno de ellos estaba exento de pecado. La única persona que no tenía pecado era el Señor Jesús. Por consiguiente, la respuesta del Señor lo señalaba a El mismo como el árbol de la vida.
XX. LOS DISCIPULOS No se imaginen que por ser discípulos tenemos la garantía de estar en la línea de la vida. Los discípulos que estaban con el Señor seguían aferrados al conocimiento religioso tradicional cuando vieron a un hombre ciego de nacimiento (Jn. 9:1-3). Basándose en su conocimiento religioso, preguntaron: “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” El Señor contestó: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino que nació así para que las obras de Dios se manifiesten en él”.
El Señor no les contestó ni sí ni no, sino que los dirigió a Dios. El sí y el no pertenecen al árbol del conocimiento del bien y del mal, pero Dios es el árbol de la vida. Por tanto, el Señor sacó a los discípulos de la línea del conocimiento y los introdujo en la línea de la vida.
XXI. MARTA Marta era un discípulo del Señor. No obstante, estaba ocupada en la línea del conocimiento, aferrándose a las enseñanzas sanas acerca de la resurrección que vendrá en el día postrero (Jn. 11:24). Marta se había quejado al Señor diciendo que si El hubiera estado presente, Lázaro no habría muerto. Cuando el Señor le dijo que su hermano resucitaría, Marta interpretó inmediatamente la palabra del Señor, diciendo que ella sabía que Lázaro se levantaría en la resurrección en el día final (Jn. 11:23-24). Ella pospuso dos mil años la vida de resurrección. El Señor se refería en Su respuesta, a la vida actual de resurrección, pero Marta, con su conocimiento religioso y su interpretación de la palabra del Señor, pospuso la resurrección para un futuro lejano. Esto era terrible. Marta dio una exposición bíblica buena y ortodoxa. No obstante, el Señor la condujo a la resurrección del momento, pues dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). Aparentemente el Señor le decía a Marta: “No se necesita esperar dos mil años. No necesitas esperar el último día. Yo soy la vida de resurrección ahora mismo. No cambies Mi palabra por tu interpretación religiosa y ortodoxa. Yo soy la resurrección ahora mismo”.
XXII. PEDRO Pedro, inmediatamente después de recibir la revelación del Padre celestial (Mt. 16:17), se volvió a su mente y fue usado por Satanás para tratar de impedir que el Señor sufriese la crucifixión (Mt. 16:21-23). El Señor lo reprendió diciendo: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás! ... porque no pones la mente en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. El pensamiento proviene de la mente y del conocimiento. Resulta fácil ser usurpados y usados por Satanás cuando ejercitamos nuestra mente dentro de la línea del conocimiento para pensar de manera independiente del Señor. Aunque Pedro estaba en la línea de la vida, pasó a la línea del conocimiento sin darse cuenta. ¡Todos debemos tener cuidado con nuestra manera de pensar! De otro modo, podríamos ser vencidos por Satanás, la fuente de la muerte.
XXIII. JUDAS Judas era uno de los doce apóstoles, pero siempre permanecía en su mente contando el dinero (Jn. 12:4-6). El estaba totalmente embebido en la línea del conocimiento aniquilador y no en la línea de la vida, a pesar de que acompañaba al Señor Jesús, quien era el árbol de la vida en aquel entonces. Por tener la mente ocupada con el dinero, él abrió su ser al diablo, el cual puso en su corazón el pensamiento de traicionar al Señor (Jn. 13:2). Con el tiempo, “Satanás entró en él” (Jn. 13:27), y él entregó al Señor por treinta monedas de plata (Mt. 26:15). No obstante, el resultado fue el siguiente: él no sacó ningún beneficio del dinero y se perdió a sí mismo al ahorcarse (Mt. 27:5).
XXIV. LOS JUDIOS Los judíos observaban su ley y conforme a ella condenaron a muerte al Señor (Jn. 19:7). Dijeron: “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se hizo a Sí mismo Hijo de Dios”. Conforme a la ley de ellos, el Señor había blasfemado a Dios al decir que era Su Hijo. Por consiguiente, lo condenaron a muerte conforme a su ley. Debemos tener cuidado al usar y citar la Biblia. Hay mucho de por medio cuando usamos las Escrituras dependiendo si lo hacemos según la vida o según el conocimiento. Las Escrituras deben ser el árbol de la vida, el cual trae vida, pero pueden ser el árbol del conocimiento, el cual trae muerte. Aun cuando usamos las Escrituras
debemos tener cuidado.
XXV. SAULO DE TARSO Saulo de Tarso era un fanático destacado. El era sumamente celoso de la tradición de sus padres y aventajaba a muchos de sus contemporáneos en la religión judía. Como resultado, él persiguió a la iglesia (Gá. 1:13-14). La religión, con su conocimiento tradicional, siempre persigue a la iglesia viviente. ¿Cómo hizo Dios para hacer que Saulo de Tarso volviera a la línea de la vida? Mientras Saulo perseguía a las iglesias, Dios le reveló a Su Hijo, y Saulo llegó a vivir por El (Gá. 1:16; 2:20). Saulo era sumamente religioso. A pesar de que nadie piensa que la religión está equivocada, ésta se encuentra totalmente sumergida en el conocimiento. Sólo al volvernos al Cristo viviente pasamos de la línea del conocimiento a la línea de la vida.
XVI. LOS CORINTIOS Los creyentes corintios fueron enriquecidos en todo conocimiento, pero se enorgullecieron y siguieron siendo niños en Cristo (1 Co. 1:5; 8:1; 3:1). El conocimiento no ayuda a crecer ni un solo centímetro; sólo lo mantendrá a uno en la infancia espiritual. Cuanto más se aferre usted al conocimiento, más tiempo permanecerá como niño en Cristo. En la Primera Epístola a los Corintios, Pablo los sacó del conocimiento y los volvió al crecimiento en vida para que experimentaran la transformación a fin de producir el edificio de Dios (1 Co. 3:6-12). Pablo dijo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. Parecía decirles a los corintios: “Vosotros no necesitáis más conocimiento; lo que necesitáis es crecimiento en vida. Este crecimiento sirve para la transformación que produce los materiales preciosos con los que se construye el edificio de Dios. Necesitáis crecimiento en vida para ser transformados del estado carnal al estado verdaderamente espiritual a fin de que lleguéis a ser piedras preciosas para el edificio de Dios”.
XXVII. LOS GNOSTICOS En la época de los apóstoles existía una filosofía llamada el gnosticismo. El gnosticismo era un compuesto de ideas egipcias, babilónicas, judías y griegas. Esta filosofía ecléctica se infiltró en la vida de la iglesia y es descrita como una filosofía, una hueca sutileza, la tradición de hombres y como los rudimentos del mundo, en Colosenses 2:8. Esta filosofía distrajo y perjudicó a muchos creyentes, y los desvió de Cristo como vida. En aquel tiempo la política romana no hizo tanto daño a los creyentes como lo hicieron la religión hebrea y la filosofía griega. Por consiguiente, Pablo escribió la Epístola a los Colosenses, dándoles instrucciones de volver al Cristo que habían recibido. Por haber recibido a Cristo, también debían andar en El (Col. 2:6), y no según la filosofía, ni los conceptos humanos, ni los rudimentos del mundo.
XXVIII. LOS DISIDENTES QUE HAY EN LA IGLESIA El Nuevo Testamento alude a los disidentes que hay en la iglesia. En Romanos 16:17, Pablo nos exhorta a estar alerta en cuanto a los disidentes. Estos propagan enseñanzas disidentes y causan divisiones y tropiezos. Hablan con palabras aduladoras y seductoras y se pasan por personas serviciales. Si no hablaran con palabras aduladoras, nadie les haría caso. Pablo nos exhortó a tener cuidado con los disidentes porque a ellos les gusta enseñar cosas distintas y pelear por doctrinas contrarias. No obstante, no debemos aplicar la prueba del bien y el mal, de lo correcto y lo incorrecto cuando surjan palabras disidentes. Más bien debemos preguntarnos: “¿Esto edifica o destruye? ¿Preserva esto la unidad o causa división? ¿Ayuda a seguir adelante o causa tropiezo?” Antes de escuchar a los disidentes usted estaba vivo, pero después de escucharlos por una hora,
quedó lleno de muerte, lo cual demuestra que las conversaciones facciosas propagan la muerte. No examine a los disidentes conforme al bien o al mal, pues si lo hace estará gustando del árbol del conocimiento del bien y el mal. Usted debe poner a prueba todas las opiniones de los disidentes sobre el criterio de la muerte o la vida. Después de escuchar una conversación tendenciosa, ¿está usted vivo o muerto? Si usted está verdaderamente vivo, entonces escuche todo lo que pueda. Pero si experimenta muerte, debe acudir al Señor y pedirle que lo limpie y lo rescate de esa muerte. En las décadas pasadas, vimos muchos disidentes. Debemos entender que ninguna iglesia presenta una situación siempre correcta. Así que, no se trata de tener la razón o no, sino que es asunto de vida o muerte. No examine jamás una conversación tendenciosa sobre la norma de lo correcto o lo incorrecto. Mídala siempre con la muerte o con la vida. Usted puede recibir todo lo que le avive y le dé vida. Debe renunciar a todo lo que le traiga muerte y lo mate. Pablo le pidió a Timoteo que se quedara en Efeso para hacer una sola cosa: mandar a los disidentes que no enseñaran cosas diferentes, y que prestaran atención a la edificación de Dios, al dispensar de Dios como vida (1 Ti. 1:3-4). Una vez más vemos que la prueba es la vida. Si lo que alguien dice le imparte a Dios como vida, entonces todo está bien. Si en lugar de darle vida, lo mata, aquello ciertamente está en la línea del conocimiento.
XXIX. BALAAM, LOS NICOLAITAS Y JEZABEL Apocalipsis 2 menciona la doctrina de Balaam, la doctrina de los nicolaítas, las enseñanzas de Jezabel y las profundidades de Satanás (Ap. 2:14, 15, 20, 24). Las iglesias primitivas fueron engañadas por esas enseñanzas y se apartaron, dejando así de comer al Señor y de cenar con El. Por consiguiente, para que las iglesias volvieran a disfrutar al Señor, El les prometió que si se apartaban de esta clase de conocimiento El les daría de comer de Sí mismo. En Apocalipsis 2:7, el Señor promete darles de comer el árbol de la vida. En Apocalipsis 2:17 promete darles el maná escondido. En estos dos versículos vemos el árbol que estaba en el huerto de Edén y el maná que se hallaba en el desierto; ambos son Cristo mismo. El Señor no les dijo que les daría enseñanzas o que les ofrecía una doctrina superior. Balaam y los nicolaítas poseen sus doctrinas, Jezabel su enseñanza, y Satanás sus profundidades, mientras que el Señor Jesús tiene el árbol de la vida y el maná escondido. Según Apocalipsis 3:20, el Señor promete un banquete a todo aquel que le abra cuando El toque la puerta. ¿Qué significa comer del árbol de la vida, participar del maná escondido y cenar con el Señor Jesús? Significa que debemos permanecer continuamente en la línea de la vida para disfrutar al Señor. Si en medio de las confusiones y divisiones actuales, seguimos las enseñanzas, seremos muertos. Pero si disfrutamos al Señor, es decir, si permanecemos en la línea de la vida, recibiremos vida y viviremos.
XXX. EL ANTICRISTO El anticristo será un hombre completamente intelectual, con una voluntad firme e independiente. Por tanto, estará totalmente poseído por Satanás y llegará a ser su encarnación (Ap. 13:5-8). El es llamado “el hombre de iniquidad”, “el hijo de perdición”, porque se exaltará a sí mismo como si fuera Dios (2 Ts. 2:3-4). El será el gigante de la línea del conocimiento bíblico, y no tendrá ni idea de la línea de la vida, y tampoco se interesará en ella. Su destino será sufrir la muerte eterna junto con Satanás, quien es la fuente de la muerte (Ap. 19:20; 20:10).
XXXI. EN GENERAL En conclusión quisiera referirme a 2 Corintios 3:6, donde dice: “La letra mata, mas el Espíritu vivifica”. Esta “letra” se refiere al Antiguo Testamento, y la misma palabra griega se traduce “Escrituras” en 2 Timoteo 3:15, donde Pablo menciona que Timoteo conocía las Sagradas Escrituras desde su infancia. Sin embargo, la Biblia en letra muerta, que pertenece al árbol del
conocimiento, mata, mientras que el Espíritu, que pertenece al árbol de la vida, vivifica. Por consiguiente, sí tenemos alternativa. ¡Alabado sea el Señor por esta elección! ¡Podemos escoger la vida! Aparte de la línea del conocimiento está la línea de la vida. Debemos escoger entre la vida y el conocimiento. Debemos elegir entre la muerte y la vida.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE DIECISIETE DIOS SE FORJA COMO VIDA EN EL HOMBRE En este mensaje llegamos a la última parte de Génesis 2. A pesar de ser bastante breve, Génesis 1 y 2 contiene muchos puntos fundamentales. Anteriormente subrayamos que casi todos los puntos contenidos en estos dos capítulos son semillas de la verdad divina, y que se necesita toda la Biblia para explicar y desarrollar estas semillas. En la Biblia la revelación divina presenta cosas espirituales, y éstas son misteriosas, abstractas e inmateriales desde el punto de vista del hombre. Debido a nuestra habilidad limitada para entender éstas, Dios se vio obligado a presentar Su revelación divina en forma de cuadros y de alegorías. Génesis 2 fue escrito en lenguaje figurativo, y todos los puntos presentados allí son figuras. No deberíamos abordarlo únicamente como letra impresa, sino examinar el significado intrínseco de las figuras. El árbol de la vida y también el árbol del conocimiento del bien y del mal son figuras. ¿Qué es el árbol de la vida? A la gente le resulta difícil entender esto. No obstante, se trata del árbol de la vida. En Génesis 2, encontramos también un río, y en el fluir de este río hay oro, perlas y piedras de ónice. ¿Qué significan todas estas cosas? ¿Qué quieren decir? Como vimos en mensajes anteriores, todas ellas son figuras y constituyen una alegoría. Desde la perspectiva humana, el final de Génesis 2 es fácil de entender porque presenta la historia de una boda. Adán fue creado, pero no tenía esposa. Así que Dios le proporcionó una esposa. Esto no parece alegórico. Si sólo leemos Génesis 2, no nos daremos cuenta de que se trata de una alegoría. Pero si leemos toda la Biblia, veremos que la boda de Génesis 2 es en realidad una alegoría. ¿Por qué afirmamos esto? Porque más adelante en el Antiguo Testamento Dios dijo a Su pueblo: “Tu marido es tu Hacedor” (Is. 54:5). El creador del hombre es el marido de éste, lo cual significa que en el universo el único ser masculino es Dios mismo. En realidad, el hombre creado por Dios no es un ser masculino, sino una entidad femenina. Quisiera hacer una pregunta a todos los hombres que leen este mensaje: ¿Es usted un varón o una mujer? Soy una mujer. Lo soy porque formo parte de la esposa. Primero, Dios fue mi creador. Segundo, El se convirtió en mi redentor. Ahora El es mi esposo. En el Nuevo Testamento se explica claramente y se desarrolla este concepto. Mucha gente considera a Jesús como un gran maestro y otros como su Salvador; pero los cuatro evangelios lo revelan también como el novio. Indudablemente El es un maestro y el Salvador. Pero también es el novio que viene a recibir a la novia (Jn. 3:29). Un día los discípulos de Juan acudieron al Señor Jesús, y le preguntaron por qué Sus discípulos no ayunaban (Mt. 9:14-15). El Señor Jesús se reveló en Su respuesta como el novio. El les preguntó: “¿Acaso pueden los compañeros del novio tener luto mientras el Novio está con ellos?” Además, Pablo, el gran apóstol, nos dijo claramente que la iglesia es la esposa y que Cristo es el esposo. En 2 Corintios 11:2 él dijo: “Pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Por consiguiente, somos la esposa de Cristo. Además, en Efesios 5 Pablo habla del matrimonio, diciendo que cuando un hombre se
une a su esposa, los dos llegan a ser una sola carne. En Efesios 5:32 Pablo dice que ese matrimonio representa el gran misterio de Cristo y la iglesia. En Génesis 2 Adán tipificaba o prefiguraba a Cristo. En figura, podemos decir que Adán era Cristo. Cuando vemos a Adán en Génesis 2, vemos a Cristo. Entonces ¿qué representa Eva? Aparentemente era solamente una mujer, la esposa de Adán. No obstante, si tenemos la visión espiritual de Efesios 5, veremos que Eva en el huerto prefiguraba a la iglesia. Si tenemos esta perspectiva, entenderemos que todo lo que le sucedió a Adán en Génesis 2 era una experiencia de Cristo y todo lo que le sucedió a Eva estaba relacionado con la iglesia. Debemos entender Génesis 2 de esta manera. En figura, Adán era Cristo y Eva era la iglesia. Esto es semejante a la fotografía de una persona. Supongamos que tengo una fotografía del hermano John. Si le muestro a usted la fotografía y le pregunto quién es esta persona, usted acertará al contestar que es el hermano John. Sin embargo, debemos tener cuidado, pues a pesar de ser una fotografía del hermano John, no es la persona misma del hermano John; es simplemente una fotografía de él, la cual nos muestra su apariencia y nos da una idea de su semblante. Del mismo modo, en Génesis 2 vemos una figura o un cuadro de Cristo y la iglesia en la tipología de Adán y Eva. Cuando examinamos la fotografía de Adán y Eva, entendemos cómo la iglesia llegó a existir. Resulta difícil entender eso si hablamos simplemente de Cristo y de la iglesia; no obstante, si miramos la fotografía, lo entenderemos perfectamente. La fotografía ahorra muchísimas palabras. Si le describo el hermano John a usted, usando muchas palabras, de todos modos le será difícil visualizar cómo es él. Pero si le muestro la fotografía, usted comprenderá inmediatamente. A pesar de no ser la persona misma, la fotografía facilita su descripción, y evita que usted tenga que adivinar cómo es. Dios usa el cuadro de Adán y Eva en Génesis 2 para darnos una revelación definida de Cristo y de la iglesia. Sin este capítulo, nunca entenderíamos la relación que existe entre Cristo y la iglesia de manera tan exacta. Este cuadro describe cómo llegó a existir la iglesia. Por favor, recuerden que Génesis 1 y 2 revela dos asuntos principales. Génesis 1 revela el propósito eterno de Dios, que consiste en expresarse por medio del hombre y en ejercer Su dominio con él. El hombre fue creado para expresar a Dios y para representarlo. Génesis 2 presenta luego la forma en que se cumple el propósito de Dios. Dios tiene un propósito, pero El necesita el medio para cumplirlo. ¿Cuál es el medio divino que Dios emplea para cumplir Su propósito? Como ya vimos, El usa la vida. Dios desea entrar en nosotros como vida. Para cumplir Su propósito, El desea entrar en el hombre a fin de ser su vida y su provisión de vida. Además, Génesis 2 revela que el procedimiento que Dios usa consta de tres pasos. El primer paso consistió en crear al hombre como un vaso que pudiera contenerlo a El como vida. El hombre puede vivir por Dios, expresarlo a El y representarlo porque fue hecho como un vaso cuyo propósito era contener a Dios. En el segundo paso Dios puso al hombre frente al árbol de la vida. Vimos que el árbol de la vida representa a Dios mismo. Al poner al hombre frente al árbol de la vida, Dios daba a entender que deseaba que el hombre lo tomara para que fuera transformado en los materiales preciosos con los que se edifica la iglesia.
4. El tercer paso: Dios se forja como vida en el hombre, 2:18-25 Ahora llegamos al tercer paso. El primer paso consistió en hacer el vaso; el segundo, en poner el vaso delante del árbol de vida; y el tercero en forjar a Dios como vida en el hombre. ¿Como puede forjarse Dios como vida en el hombre? Alabado sea el Señor porque tenemos una alegoría que nos ayuda a entender esto. Debemos tener una visión clara de esa alegoría. Aunque estamos familiarizados con la historia del matrimonio de Adán, quizás usted nunca se ha percatado de su significado.
a) El trasfondo, 2:18-20 Dios creó los cielos para la tierra, y la tierra para el hombre. Luego creó al hombre para Sí mismo con un espíritu en el cual lo pudiera recibir a El. El hombre tipifica a Dios como el marido verdadero y universal que busca una esposa para Sí.
1) No es bueno que Dios esté solo Después de crear al hombre, Dios dijo de él: “No es bueno que el hombre esté solo: le haré el auxiliar que le corresponde” (Gn. 2:18, heb.). A pesar de la perfección del hombre, no estaba completo. Por ejemplo, una cabeza humana es perfecta, pero sin el cuerpo está incompleta. Cada persona se asemeja a la mitad de una sandía. Por ser solamente media sandía, es incompleta. A pesar de ser perfecta, necesita su complemento. Se requieren las dos mitades de una sandía para completarla. Del mismo modo, un hombre y una mujer son como las dos mitades de una sandía, y juntos constituyen una unidad completa. Esta es la razón por la cual suelo aconsejar a los jóvenes que se casen. Si usted no está casado, está incompleto, por muy perfecto que sea. Por consiguiente, cuando Dios miró a Adán, fue como si le dijera: “Adán, eres perfecto, pero eres solamente la mitad de una unidad. Estás demasiado solitario. Te haré un complemento”. El hombre tipifica a Dios, el verdadero marido universal. Dios estaba solo antes de hacer al hombre. No era bueno que Dios estuviera solo. A pesar de ser absoluta y eternamente perfecto, Dios no está completo. Decir que Dios es imperfecto es una blasfemia. Nuestro Dios es eternamente perfecto. No obstante, sin la iglesia El está incompleto. Sin la iglesia, El es como un esposo sin esposa o una cabeza sin cuerpo. Por consiguiente, cuando Dios dijo que no era bueno que Adán estuviese solo, daba a entender que El mismo estaba incompleto y que no era bueno que El estuviera solo. Adán necesitaba una esposa, y eso tipifica y describe la necesidad que tiene Dios de conseguir un complemento. Si vemos esto, se aclararán todos los aspectos de Génesis 2.
2) No había nadie semejante a Dios que pudiera ser Su complemento Dios formó del polvo de la tierra todo animal del campo y toda ave que vuela por el aire y los trajo a Adán (Gn. 2:19). Cuando Dios trajo un caballo a Adán, quizás éste haya dicho: “Es un caballo; este animal nunca podrá compaginarse conmigo porque tiene cuatro patas, mientras que yo tengo dos piernas”. Cuando Dios puso una vaca delante de Adán, tal vez Adán haya dicho: “Es una vaca; tiene dos cuernos. No se parece a mí y no puede ser mi complemento”. Dios presentó todos los animales a Adán, y Adán dio nombre a todo el ganado, a todas las aves del cielo, y a todos los animales del campo, pero no encontró entre ellos ningún complemento para sí (Gn. 2:20), ninguno que fuera compatible con él. Aunque Adán, con sabiduría, le dio nombre a todas las criaturas, él parecía decir: “Todas ellas están lejos de mí. No se parecen a mí. ¿Cómo podría alguna de ellas ser mi complemento?” En cierto sentido, Adán, después de dar un nombre a todas las criaturas, quedó desilusionado. En toda la creación no pudo encontrar a nadie que fuera compatible con él, que lo complementara. Pero Dios sabía exactamente lo que tenía planeado. Luego Jehová Dios de una costilla tomada de Adán edificó una mujer, y la trajo a éste (Gn. 2:22). Cuando Adán despertó de su sueño y vio a Eva, dijo: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn. 2:23). Aparentemente Adán decía: “Ella no es como todo lo anterior. Antes vi un león, un caballo, una paloma, una tortuga... Esta vez tengo delante de mí hueso de mis huesos y carne de mi carne. Ciertamente ésta es mi otra mitad, mi segunda parte. Este es mi complemento, pues es plenamente compatible conmigo”. Cuando él y Eva, las dos partes, se unen, llegan a ser una sola carne, una unidad completa. Así podemos ver que la esposa, Eva, era el complemento del marido, Adán. Sin Eva, Adán estaba incompleto. Eva fue sacada de Adán y volvió a Adán para que los dos llegaran a ser una sola carne. Si vemos eso, comprendemos el significado básico de la
alegoría contenida en Génesis 2. Así como Eva era el complemento de Adán, la iglesia es el complemento de Cristo. En figura, el cristianismo contiene muchas cosas que no son más que “caballos, vacas, tortugas y palomas” puesto que no proceden de Cristo y no armonizan con El. Los que fueron regenerados por Cristo y viven por El como iglesia, son los únicos que están a la par de Cristo y pueden ser Su complemento. Al ver eso, Cristo debe de decir: “Esta vez frente a Mí tengo hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Ef. 5:30).
b. El proceso, 2:21-24 Ahora debemos considerar el proceso. ¿Qué hizo Dios para producir un complemento para Sí?
1) Se hizo hombre: creó a Adán Un día Dios se hizo hombre (Jn. 1:14). Este hombre nació de una virgen en la ciudad de Belén y fue llamado Jesús. La encarnación de Dios fue tipificada por la creación del hombre. Antes de la creación no existía el hombre. Mediante la creación soberana llegó a existir el hombre. Asimismo, antes del nacimiento de Jesús en el pesebre de Belén, Dios era solamente Dios. Sin embargo, por la encarnación, El se hizo hombre. Este hombre era el verdadero Adán. El Adán de Génesis 2 era una fotografía (Ro. 5:14); con el nacimiento de Cristo en la carne, vino el verdadero Adán. La Biblia enseña que al Adán que estaba en el huerto se le llama el primer Adán, y al Señor Jesús, el verdadero Adán, se le llama el postrer Adán (1 Co. 15:45). Por ser el postrero, es el verdadero.
2) Pasó por la muerte: Adán durmió Un día, al verdadero Adán se le hizo dormir en la cruz donde El durmió por seis horas, de las nueve de la mañana a las tres de la tarde (Mr. 15:25, 33). Este es el significado de la frase de Génesis 2: “Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán”, y “tomó una de sus costillas” a fin de edificar una mujer para él (Gn. 2:21). El sueño de Adán tipifica la muerte que Cristo sufrió en la cruz para producir la iglesia. Esta es la muerte de Cristo, la cual libera la vida, la imparte, la propaga, la multiplica y la reproduce, y es representada por un grano de trigo que cae en tierra para morir y crecer a fin de producir los muchos granos (Jn. 12:24), con los que se hace el pan, el cual es el Cuerpo, la iglesia (1 Co. 10:17). Al producir la iglesia de esta manera, Dios en Cristo se forjó como vida en el hombre. Primero, Dios se hizo hombre. Luego ese hombre con la vida y la naturaleza divinas, fue multiplicado mediante la muerte y la resurrección hasta ser los muchos creyentes que llegan a ser los muchos miembros que conforman la verdadera Eva, para estar a la par de El y ser Su complemento. Mediante ese proceso, Dios en Cristo se forjó en el hombre con Su vida y naturaleza para que éste fuese idéntico a El en vida y en naturaleza a fin de que armonizara con El como complemento Suyo.
3) Su vida brotó: la costilla que fue extraída de Adán Al final de la crucifixión de Cristo, los judíos, que no querían que los cuerpos de los criminales crucificados permanecieran en la cruz el día de sábado, pidieron a Pilato que fuesen quebradas las piernas de los condenados (Jn. 19:31). Cuando los soldados se presentaron delante de Jesús para quebrar Sus piernas, encontraron que ya había fallecido y que no necesitaban quebrarle los huesos. Esto cumplió la escritura que decía: “No será quebrado hueso Suyo” (Jn. 19:32-33, 36; Ex. 12:46; Nm. 9:12; Sal. 34:20). Sin embargo, los soldados le traspasaron el costado, y brotaron sangre y agua (Jn. 19:34). La sangre era necesaria para la redención (He. 9:22; 1 P. 1:18-19). ¿Qué representa el
agua? En Exodo 17:6 vemos la tipología de la roca golpeada (1 Co. 10:4). Después de ser golpeada la roca, fue partida y de ella brotó agua viva. Jesús en la cruz fue herido con la vara de Moisés, es decir, con la ley de Dios. El fue quebrantado; Su costado fue abierto, y de ahí salió agua. Esta agua era el fluir de Su vida divina, que es la vida que produce la iglesia. Esta vida fue tipificada por la costilla, un hueso sacado del costado abierto de Adán, del cual fue producida y edificada Eva. Por consiguiente, el hueso tipifica la vida divina representada por el agua que brotó del costado de Cristo. No fue quebrantado ninguno de Sus huesos. Esto significa que Su vida divina no puede ser quebrantada. Su vida física fue aniquilada, pero nada podía quebrantar la vida divina que emana de El para producir la iglesia.
4) Resucitó: Adán despertó Después de que Dios terminara la obra de producir a Eva durante el sueño de Adán, éste despertó de su sueño. Así como el sueño de Adán tipifica la muerte de Cristo, su despertar representa la resurrección de Cristo. Después de despertar Adán, llegó a ser otra persona con Eva, quien provino de él. Después de resucitar Cristo, también llegó a ser otra persona con la iglesia, la cual brotó de El. Así como Adán despertó finalmente de su sueño para recibir a Eva como su complemento, Cristo también resucitó de los muertos para tomar a la iglesia como Su complemento.
5) Produjo la iglesia: Eva fue edificada Cuando Adán despertó de su sueño, descubrió inmediatamente que Eva, quien fue edificada con Su costilla, estaba presente. Del mismo modo, cuando Cristo resucitó de los muertos (1 Co. 15:20), la iglesia fue producida con Su vida divina. Mediante Su muerte la vida divina que estaba en El fue liberada, y mediante Su resurrección esta vida divina liberada nos fue impartida a quienes creemos en El. Por consiguiente, la Biblia dice que fuimos regenerados por medio de Su resurrección (1 P. 1:3). El fue el grano de trigo que cayó en tierra, murió y produjo muchos granos (Jn. 12:24). Nosotros somos los muchos granos que fueron regenerados con Su vida de resurrección. Nosotros los regenerados que lo tenemos a El como vida y que vivimos por El, constituimos Su iglesia, la verdadera Eva, en resurrección. Cuando Adán vio a Eva, dijo: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn. 2:23). Cuando Cristo vio a la iglesia, El pudo haber dicho: “He visto las vacas, los leones, las tortugas, los peces y las aves, pero ninguno de ellos podía estar a Mi nivel. Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne, pues la iglesia es producida por Mi muerte y resurrección. La iglesia sale de Mí. La iglesia y yo podemos ser uno”. Muchos cristianos hablan de la iglesia. Algunos dicen que la iglesia es un edificio material y hablan de ir a la iglesia. Después de ver el significado de la tipología de Adán y Eva en Génesis 2, jamás podremos llamar iglesia a un edificio físico. Un edificio material no es una iglesia; es una casa hecha de madera y ladrillos. Otras personas, con una visión más amplia, dicen que la iglesia es un grupo de cristianos verdaderos. No obstante, es posible que un grupo de cristianos verdaderos no constituya la iglesia. Todavía pueden ser el hombre natural constituido de muchos estadounidenses, chinos, japoneses y mexicanos. Esta congregación de hombres naturales no forma la iglesia. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es parte de Cristo; no es nada menos que Cristo mismo. La iglesia es el elemento de Cristo que hay en los creyentes. Cuando se añade este elemento, que está en tantos creyentes, el resultado es la iglesia. La iglesia no se compone de estadounidenses, mexicanos, japoneses y chinos. La iglesia es la totalidad del Cristo que está en todos Sus creyentes. A pesar de ser regenerados, en realidad no somos miembros del Cuerpo de Cristo si vivimos y actuamos conforme a nuestra disposición natural. En tal caso podríamos decir que somos miembros de Su Cuerpo sólo en un sentido superficial. Cuando nos conducimos conforme a nuestra disposición natural podemos ser estadounidenses, judíos o chinos típicos, pero en efecto no somos miembros de
Cristo. En realidad, ¿qué es un miembro de Cristo? Es una persona producida por el elemento de Cristo, quien es el Espíritu vivificante y está en el espíritu de la persona. Cristo como Espíritu vivificante mora en Sus creyentes. Cuando se añade el Cristo que está en los creyentes, la suma equivale a la iglesia. Por consiguiente, todos debemos despojarnos de nuestro viejo hombre. Debemos desechar toda la vida natural de tal manera que el Cristo vivo sea expresado desde nuestro espíritu. Entonces seremos verdaderamente la iglesia. En la iglesia, en el nuevo hombre, no hay griego, ni judío, ni bárbaro, sino que Cristo lo es todo en todos (Col. 3:11). Expresar algo que no sea Cristo no es la iglesia. “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). ¡Esta es la iglesia! ¡Esto es ahora hueso de Sus huesos! Todo lo que sale de la vida natural del hombre, como por ejemplo las organizaciones humanas y toda clase de actividad humana, predominantes en el cristianismo, no constituye la iglesia y tampoco puede ser el complemento de Cristo, pues no está a la par de El. En figura, estas cosas no deben considerarse como Eva, sino como todas las demás cosas a las que Adán puso nombre. Considere el cuadro descrito en los cuatro evangelios. Cuando el Señor Jesús vino como el postrer Adán y miró a los judíos fanáticos, El parecía decirles: “Este es un caballo y ésta es una tortuga”. En Mateo 16, El se volvió a Pedro y lo llamó “Satanás”. El Señor parecía decir: “No son Mi complemento. No corresponden a Mí. Nunca podrán ser Mi complemento”. Por consiguiente, el Señor Jesús tenía que morir. El debía dormir en la cruz para liberar Su vida y producir Su verdadero complemento, uno que fuese compatible con El. Después de despertar de la muerte a la resurrección, El vio la iglesia. En ese momento, y particularmente en el día de Pentecostés, El pudo decir: “Esto es ahora hueso de Mis huesos y carne de Mi carne”. Sólo lo que procede de Cristo puede ser reconocido por El. Sólo lo que proviene de Cristo puede regresar a El y corresponder a El. Sólo lo que procede de la vida de resurrección de Cristo puede ser Su complemento, el Cuerpo de Cristo. Sólo lo que procede de Cristo y que es Cristo mismo puede ser uno con El. Las epístolas revelan que después del día de Pentecostés se infiltraron muchas cosas negativas. Los animales, tales como el caballo y la tortuga aparecieron de nuevo. Por tanto, el Señor Jesús tuvo que decir otra vez: “Esto no es y aquello tampoco es”. Ahora El está esperando la boda venidera. En el día de la boda, El mirará a los vencedores y dirá: “Esto es ahora hueso de Mis huesos y carne de Mi carne”. Mientras estamos en camino a la fiesta de bodas, debemos desechar todas las cosas naturales, las cosas del hombre natural, lo que no sea Cristo mismo. Yo he pasado por muchas cosas. Nací en el cristianismo y fui criado en él. Mientras pasaba por muchas cosas y las consideraba, la vida de resurrección dentro de mí decía de ellas: “Esto no es y aquello tampoco”. Un día toqué lo verdadero, y la vida de resurrección dentro de mí dijo: “¡Esto sí es!” Con frecuencia, aun entre nosotros, la vida interior dice: “Esto no es”, pero la vida de resurrección dice con más frecuencia: “Esto sí es”. Debemos oír la voz de Cristo, la vida de resurrección dentro de nosotros, y seguirla siempre.
6) Ser uno con el hombre: Adán y Eva llegaron a ser una sola carne En la tipología, Adán y Eva llegaron a ser una sola carne (Gn. 2:23-24). En la realidad, Cristo y la iglesia son un solo espíritu, porque todo el que se une al Señor es un sólo espíritu con El (1 Co. 6:17). En figura, todos los que creen en Cristo son “miembros de Su Cuerpo”. La unión matrimonial entre marido y mujer es un gran misterio “respecto de Cristo y de la iglesia” (Ef. 5:29-32). Si tenemos esta visión al leer la Biblia, entenderemos el Cantar de los cantares: Cristo es nuestro amor y nosotros somos Su amada. También entenderemos todo el Nuevo Testamento en concordia con la vida, y no con un método natural ni según el conocimiento. Entenderemos que todos nacimos
de nuevo y que fuimos creados de nuevo juntamente con Cristo, que ahora somos un solo espíritu con El y los unos con los otros, y que en la tierra ahora experimentamos una vida matrimonial con nuestro esposo, Cristo. No estamos meramente esperando el futuro; llevamos una vida matrimonial corporativa ahora. En cierto sentido, ya tenemos la vida matrimonial y vivimos con nuestro marido. En un sentido más amplio, sólo tenemos el anticipo ahora y estamos esperando el pleno disfrute del matrimonio venidero. Estas bodas se llevarán a cabo en Apocalipsis 19. Después de eso, la iglesia tendrá su consumación como la Nueva Jerusalén, la cual será la esposa completa de Cristo por toda la eternidad. Cristo y la esposa completa disfrutarán de la vida matrimonial por la eternidad. Por supuesto, esta esposa no será una persona individual, sino una expresión corporativa y edificada, la Nueva Jerusalén. En Génesis 2 vemos la creación del hombre y el árbol de la vida, el cual denota a Dios como la vida del hombre y su provisión de vida. Mientras Dios se forja en el hombre, éste empieza a experimentar el fluir de la vida, y el fluir de vida contiene los materiales preciosos: el oro, las perlas y la piedra de ónice. Al final de Génesis 2 vemos la edificación de una mujer. Todos los materiales preciosos mencionados anteriormente en este capítulo sirven para que sea edificada esta mujer. Si tenemos solamente Génesis 2, no podemos entender esto de manera apropiada y clara. Pero al final de la Biblia también encontramos una mujer, la Nueva Jerusalén. Esta mujer es una ciudad edificada con oro, perlas y piedras preciosas. En Génesis 2 estos materiales se encontraban en el fluir de la vida, pero todavía no constituían un edificio. Al final de la Biblia, todos estos materiales constituyen una ciudad, que es la mujer final y eterna. En Génesis 2 podemos ver la Nueva Jerusalén prefigurada por Eva, y en Apocalipsis 21, podemos ver a Eva consumada en la Nueva Jerusalén, la esposa corporativa del Cordero, edificada con los tres materiales preciosos. Así que vemos de nuevo que casi todo lo que se encuentra en Génesis 1 y 2 constituye una semilla que crece en toda la Biblia y madura hasta ser una cosecha en el libro de Apocalipsis. Hoy en día no estamos ni al principio ni al final: estamos en el camino. No estoy satisfecho estando en Efesios 5. Quiero estar en Apocalipsis 19:7-9, en la fiesta de bodas de Cristo. Si queremos estar allí, debemos desechar todas las cosas naturales: las vacas, las tortugas, los caballos, etc. Usted tal vez en su disposición natural parezca un caballo poderoso. Debemos desechar esta vida natural. Alabado sea el Señor porque dentro de nosotros tenemos otra vida, otro elemento, que es Cristo como Espíritu vivificante. Debemos vivir por esta vida, despojándonos del viejo hombre y vistiéndonos del nuevo hombre día y noche. De esta manera seremos transformados y conformados a Su imagen, preparados para la fiesta de bodas cuando regrese el Señor. Con el tiempo, seremos la Nueva Jerusalén, y se cumplirá plenamente el propósito eterno de Dios.
c. El resultado 1) Consiguió una Novia: Adán obtiene a Eva El resultado del sueño de Adán, en el cual su costado fue abierto para extraer de allí una costilla, fue que él obtuvo a Eva como su complemento, quien estaba a la par de él. Esto significa que el resultado de la muerte de Cristo, cuando Su costado fue abierto para que Su vida divina fuera liberada, fue que El consiguió a la iglesia como Su complemento. Desde entonces Dios no está solo. Cristo obtuvo una novia que está a la par de El. Apocalipsis 21—22 revela que en la eternidad la Nueva Jerusalén como la consumación de la iglesia será la novia de Cristo, el pleno complemento de Dios, y estará a la par de El por la eternidad.
2) Uno con el hombre: Adán y Eva llegaron a ser una sola carne Adán y Eva llegaron a ser finalmente una sola carne, una unidad completa. Esta era una figura de
Dios y el hombre perfectamente unidos. Dios desea ser uno con el hombre. El alcanzó esta meta por medio de la muerte y la resurrección de Cristo, lo cual produjo la iglesia, y ella representa la humanidad apropiada que está al nivel de El como esposo. En esta unión lo humano llega a ser uno con lo divino; esta unión perdurará eternamente. La Nueva Jerusalén venidera no será otra cosa que la unión de Dios con el hombre, una unidad viva y completa compuesta de lo divino y lo humano.
3) Vive con el hombre: Adán vivió con Eva Adán y Eva, puesto que eran uno, vivían juntos. Esto muestra que Dios, el marido universal, vivirá con la humanidad regenerada para siempre. La vida matrimonial universal de Dios y el hombre se revela plenamente en Apocalipsis 21. En la eternidad, Dios en Cristo será el centro, la realidad y la vida del ser humano, y el hombre vivirá por Dios en Cristo como vida. El hombre expresará la gloria de Dios y ejercerá la autoridad de Dios sobre la nueva tierra. Dios y el hombre, el hombre y Dios, vivirán juntos en una vida matrimonial eterna. En consecuencia, Génesis 1:1—2:3 es un cuadro del propósito de Dios, y 2:4-25 describe la manera en que se cumple el propósito de Dios. Estas dos secciones pueden considerarse como la reproducción de un plano arquitectónico. Lo abarcado entre Génesis 3 y Apocalipsis 20 se puede considerar como el proceso de edificación, y Apocalipsis 21 y 22 como una fotografía del edificio terminado.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE DIECIOCHO LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE Me gustan los libros de Génesis y Apocalipsis porque en ellos podemos ver el propósito de Dios y el cumplimiento del mismo. Estos dos libros también revelan cómo el astuto enemigo se infiltró y cómo será echado. Los que se conocen como críticos modernos, que no creen en la Biblia, atacan principalmente los libros de Génesis y de Apocalipsis. Cuando éramos jóvenes, este alto criticismo era muy predominante, y lo combatíamos con ahínco. Los partidarios del alto criticismo atacaban los libros de Génesis y de Apocalipsis porque la serpiente insidiosa descrita en ellos sabía que los demás libros no la exponían tanto. Si usted desea saber cómo se infiltró la serpiente y cuál será su destino, debe leer los primeros capítulos de Génesis y los últimos de Apocalipsis. Apocalipsis 12:9 menciona a “la serpiente antigua, que se llama el diablo y Satanás”. La palabra “antigua” que describe a la serpiente se refiere a la época de Génesis 3. Por consiguiente, si no tuviéramos los libros de Génesis y de Apocalipsis, la astuta serpiente no quedaría plenamente expuesta. Es por esto que la serpiente inventó la supuesta crítica moderna en una tentativa de desacreditar esos dos libros. En Génesis 1 y 2 vemos un huerto, y en Apocalipsis 21 y 22 tenemos una ciudad. Mediante la transformación y la edificación, el huerto se convierte en una ciudad. Entre Génesis 2 y Apocalipsis 21 transcurren muchas épocas o dispensaciones. La serpiente apareció por primera vez en Génesis 3 y desde aquel entonces ha estado activa; nunca duerme. En el transcurso de las generaciones, a partir de Génesis 3, la serpiente ha trabajado constantemente. Si usted lee la Biblia con detenimiento, verá que la serpiente se infiltró en Génesis 3 y que en Apocalipsis 20:10 será echada al lago de fuego. Satanás siempre ha estado activo en todas las edades o dispensaciones. En la primera dispensación, es decir, la primera forma en que Dios se comunicó con el hombre, Satanás estuvo presente. Satanás no sólo corrompió a la primera pareja humana, sino que ha venido corrompiendo al hombre en todas las dispensaciones sucesivas. Cuando Dios inició otra edad o
dispensación, Satanás estaba allí para perjudicar a la gente. Siglo tras siglo y dispensación tras dispensación, Satanás ha estado presente, intentando hacer creer que Dios no puede controlar la situación. Sin embargo, éste no es el caso. Dios es grande. Sólo necesitamos darle un poco de tiempo. Para Dios mil años equivalen a un día. Para El, el período que se extiende desde la creación de Adán hasta el presente constituye en realidad menos de seis días. Debemos ser pacientes cuando se trata de El. Cuando llegamos a la dispensación de la iglesia, vemos el conflicto más intenso entre Satanás y el hombre. ¡Qué batalla! El libro de Apocalipsis nos muestra que en las iglesias, Dios ha obtenido un grupo de vencedores que derrotarán a Satanás. Al final de esta dispensación, el Señor Jesús regresará victorioso. El Señor Jesús no ha podido regresar porque todavía no existe ningún terreno de victoria sobre el cual El pueda apoyar Sus pies. El está esperando eso. Los vencedores establecerán un frente de ataque para que el Cristo glorioso vuelva victorioso. Según Apocalipsis 12, primero Satanás será vencido por los vencedores. Entonces, cuando vuelva el Señor, Satanás será atado y echado al pozo sin fondo (Ap. 20:1-3). Por último será echado al lago de fuego (Ap. 20:10). En Génesis 3 Satanás se introdujo, y en Apocalipsis 20 él será echado. Inmediatamente después de los dos primeros capítulos de Génesis, Satanás se introdujo, e inmediatamente antes de los dos últimos capítulos de Apocalipsis será expulsado. Por lo tanto, en toda la Biblia encontramos solamente cuatro capítulos en los cuales no vemos ningún indicio del enemigo que contamina. Aparte de estos cuatro capítulos, él ha contaminado todas las épocas y todo el espacio. Sólo Génesis 1 y 2 y Apocalipsis 21 y 22 están libres de la contaminación de Satanás. Entre Génesis 2 y Apocalipsis 21 vemos todas las actividades de la astuta serpiente. ¿Ha observado usted que Satanás apareció inmediatamente después de los primeros dos capítulos de Génesis y que será echado en el lago de fuego antes de los últimos dos capítulos de Apocalipsis? En este mensaje queremos considerar cómo se introdujo el astuto enemigo. Como vimos, Génesis 1 revela el propósito eterno de Dios y el deseo de Su corazón, y Génesis 2 revela la manera en que Dios cumple Su propósito. No obstante, Satanás se introdujo antes de que Dios pudiese cumplir Su propósito. En todas las cosas, Satanás intenta ser el primero. Todo lo que es auténtico puede permitirse alguna lentitud, pero lo falso siempre actúa con prisa. Por consiguiente, en muchos asuntos no nos conviene actuar desde el comienzo. Supongamos que un pequeño niño acude a su padre y le dice: “Papá, quiero comprar un juguete nuevo”. El padre debería contestarle: “Hijo, espera dos días. Veamos qué dice el Señor”. Tal vez sea mejor esperar dos días más. Puesto que Satanás está siempre apurado, nunca deberíamos aceptar la primera propuesta. Si un hermano acude a usted buscando una respuesta acerca de cierto asunto, no conteste inmediatamente. Tal vez esta pregunta sea un ejemplo de la actividad apresurada de Satanás. Usted debe esperar un poco. Después de algunos días, ese hermano tal vez cambie de opinión. He visto que eso sucede muchas veces. La disposición de los jóvenes es muy activa; ellos tienen un carácter apresurado. Les gusta actuar rápidamente y obtener respuestas en seguida. Esta prisa se origina en la serpiente sagaz. Si usted espera, Dios intervendrá. En la mayoría de los casos Dios no está presente al principio. La serpiente actuará siempre antes de Dios para intentar vencerlo. Génesis 3 nos muestra que Satanás fue el primero en actuar. La Biblia contiene el principio de la primera mención. Todo lo que se menciona en primer lugar en un campo dado, establece el principio para todas las demás veces que ese asunto se mencione. Por tanto, Génesis 3, donde se menciona por primera vez la actividad de Satanás, revela el principio de que Satanás se trata de anteponer a Dios.
IV. LA CAIDA DEL HOMBRE, 3:1—11:9 Según Génesis, del capítulo 3 al 11, la humanidad experimentó cuatro caídas. En este mensaje, consideraremos la primera de ellas.
A. La primera caída La mayoría de la gente sabe por lo menos algo de la Biblia. Incluso algunas personas que no son cristianas saben que Adán y Eva comieron el fruto del árbol del conocimiento. No obstante, son pocos (incluso entre los cristianos) los que conocen el significado de la primera caída del hombre. Por tanto, debemos abordar este tema desde tres perspectivas. Primero, debemos determinar la causa de la caída. ¿Cuál fue la causa o el factor fundamental de la caída del hombre? Segundo, debemos conocer el proceso o la manera en que sucedió la primera caída. Tercero, debemos descubrir el resultado de la primera caída del hombre. Esta es la carga que tengo en este mensaje. Me doy cuenta de que se trata de un mensaje difícil porque estamos en la batalla. El enemigo está dentro de nosotros. Aun el conocimiento que tenemos ahora de Génesis 3 puede estorbarnos e impedirnos penetrar en las profundidades de este capítulo. Debemos escudriñar las profundidades del significado de la primera caída del hombre y no mirarla superficialmente.
1. La causa a. La tentación de la serpiente Si yo les preguntara a cuál fue la causa de la primera caída del hombre, indudablemente contestarían que la causa fue Satanás. Eso es correcto. No obstante, no deberíamos echarle toda la culpa a Satanás. Como lo veremos, la causa de la primera caída del hombre no fue principalmente Satanás, sino el hombre mismo. Podemos comparar esto con un resfriado. Para resfriarse uno, debe estar expuesto al aire frío. Sin embargo, el aire frío en sí no es suficiente para causar un resfriado. Uno debe tener los microbios del catarro. Una silla no puede resfriarse, aun cuando esté expuesta a una corriente de aire frío porque es inmune a los microbios del resfriado. Nosotros nos podemos resfriar fácilmente porque tenemos los microbios que producen el resfriado. No deberíamos culpar al aire frío, pues la mayor parte de la culpa la tienen los microbios que causan el resfriado. Del mismo modo, no debemos culpar a Satanás por la caída, puesto que la mayor parte de la responsabilidad recae sobre el hombre. Aún así, puse a Satanás como la primera causa de la caída del hombre. Satanás fue el factor inicial de esta caída. Satanás no es más que Satanás. Jamás debemos esperar que mejore ni que sea diferente.
1) “El tentador” Satanás tiene un nombre específico, a saber: “el tentador” (Mt. 4:3). Adondequiera que vaya, él actúa como tentador, pues él es así por disposición y constitución. El Señor Jesús lo llamó mentiroso, diciendo: “Cuando habla mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn. 8:44). Todo lo que proviene de Satanás es una mentira. Nunca debemos esperar que mejore. Debemos mantenernos lejos de él.
a) “El diablo” mismo En la Biblia, a Satanás se le llama “el diablo” (Ap. 12:9; 20:2) que significa “el calumniador”. El calumnia a Dios ante los hombres, y calumnia al hombre ante Dios. Las palabras con que se dirigió a Eva llevaban implícita cierta calumnia en contra de Dios (v. 5). Su calumnia siempre es una mentira. Mediante sus calumnias él tienta al hombre, y fue así como tentó a Eva.
b) “La serpiente”, la encarnación del diablo Cuando Satanás se acercó a Eva fue muy astuto, pues fingió ser lo que no era y apareció por medio de una especie de encarnación. Cuando el Señor se encarnó, El era Dios hecho hombre. Aunque
todos podían ver al hombre, pocos sabían que ese hombre era Dios. Antes de que Dios mismo se encarnara, Satanás se le adelantó al encarnarse. En Juan 1 Dios se encarnó; Satanás se encarnó en Génesis 3. En muchas cosas que Dios emprendió, Satanás se le adelantó tratando de hacer algo parecido. Por consiguiente, antes de que Dios se encarnara, Satanás se encarnó como serpiente astuta. La serpiente era astuta. Esto significa que era sagaz, hábil e insidiosa. Ella se hizo pasar por lo que no era a fin de engañar a Eva. Debemos cuidarnos de la astucia. Debemos tener cuidado con quienes son sagaces, pues son presa fácil de la serpiente. Satanás no tomó la forma de una tortuga, porque la tortuga es tonta. Debemos desconfiar de todo lo astuto y hábil, porque Satanás se puede esconder en ello. De modo que exteriormente Satanás fue el causante de la primera caída del hombre. Como lo veremos más adelante, la causa interior de la caída fue el hombre mismo.
2) La manera de tentar Espero que especialmente los jóvenes tomen a pecho estos puntos. Estos puntos son principios fundamentales. Satanás empieza a tentar al hombre haciéndole una propuesta (vs. 1, 4), algo que ponga en duda la Palabra de Dios. Satanás siempre intentará tentarlo a usted, seducirlo y atraparlo haciéndole propuestas que pongan en duda la Palabra de Dios. Cada vez que usted dude de la Palabra de Dios, debe darse cuenta de que esa duda no proviene de usted sino de la serpiente. Hace años leí un artículo de un ministro bautista de los Estados Unidos, en el cual él escribía: “El signo de interrogación tiene la forma de una serpiente que se levanta y pregunta: ‘¿Conque Dios ha dicho?‘ ” No debemos poner en duda ninguna palabra de la Biblia; más bien debemos decir “Amén” a cada palabra. Decir “Amén” es seguro, pero dudar es peligroso. Una duda acerca de la Palabra de Dios es una sugerencia que se origina en el tentador. La propuesta de Satanás siempre incita al hombre a dudar de la Palabra de Dios y de los motivos de Dios. El insidioso enemigo es semejante a un escorpión, y sus preguntas son como el veneno que contiene su ponzoña. La serpiente le dijo a Eva: “No moriréis”. En realidad, la serpiente le estaba diciendo a Eva: “¿Por qué te ha prohibido Dios comer del árbol del conocimiento? Porque El sabe que cuando comas del árbol, serás como El. Serás tan sabia como Dios”. Estas palabras eran venenosas, eran el veneno de la ponzoña del escorpión. Eva fue picada, y el veneno le fue inyectado. Así que ella miró el árbol del conocimiento y lo encontró agradable y bueno (v. 6). Esta fue la manera en que Satanás la tentó.
b. La mujer asumió la posición de la cabeza Ahora debemos ver la causa interna de la primera caída del hombre. Quiero hacer hincapié en esto. La causa interna de la caída del hombre fue el hecho de que la mujer asumió la posición de la cabeza (vs. 2-3, 6). Eva fue engañada por la serpiente porque se olvidó de su marido. El diablo era astuto, y sabía que la mujer era más débil que el hombre (1 P. 3:7), y por eso la escogió como blanco. Estar allí hablando con la serpiente constituía en sí una equivocación, independientemente de lo que dijera, pues indicaba que ella había asumido la posición de la cabeza. Ella habría evitado eso si no hubiera hablado con el maligno, se hubiera vuelto a su marido y se hubiera escondido detrás de él. Si Eva hubiera hecho eso, el astuto enemigo habría quedado imposibilitado. Por consiguiente, la causa fundamental de la primera caída del hombre fue el hecho de que la esposa asumió la autoridad. A pesar de tener un marido, ella actuó por su propia cuenta.
1) El significado de la mujer La mayor importancia de la mujer consiste en que ella representa al hombre delante de Dios. En el estudio-vida de Romanos 7, hicimos notar que Isaías 54:5 dice: “Porque tu marido es tu Hacedor”. Dios es el hombre único y universal. Todos nosotros formamos parte de Su esposa, no importa si somos hombres o mujeres. La posición del hombre no es la posición de marido, sino la posición de esposa. Dios es nuestro marido. Dios como cabeza tiene la autoridad, y no nosotros, ni siquiera los varones. Delante de Dios, la posición de los hermanos es la misma que la de las hermanas. Tanto las hermanas como los hermanos son mujeres a los ojos de Dios.
2) La posición de la mujer Dios es nuestro marido y nuestra cabeza, y siempre debemos mantenernos bajo Su autoridad y resguardo. La mujer debe cubrirse la cabeza y nunca asumir la posición de cabeza (1 Co. 11:3, 5, 14-15). Ya que Dios es nuestra cabeza, siempre debemos acudir a El. Por la misericordia del Señor, he aprendido de El. Si yo hubiera sido Eva en el huerto y el diablo se me hubiera presentado a mí, ni siquiera lo habría mirado. Me habría vuelto a mi marido y me habría escondido detrás de él. Habría dejado que Adán fuese la cabeza y que ejerciera su autoridad como tal. Entonces no habría ocurrido ningún problema.
3) El fracaso de la mujer El fracaso de la mujer consistió en ponerse por encima del hombre asumiendo la autoridad (cfr. 1 Ti. 2:14). El fracaso de Eva tipifica el hecho de que el hombre asumió la autoridad e indica que se puso por encima de Dios y lo hizo a un lado. Este principio sigue vigente aun hoy. Cada vez que actuamos por nuestra cuenta, poniendo al Señor a un lado, somos vencidos. Si intentamos obtener una victoria por nuestra cuenta, ese esfuerzo será un fracaso porque nos aparta de nuestro marido, nuestra cabeza. Nunca haga nada por sí mismo. Hacer algo por sí mismo significa asumir la autoridad y olvidarse de la posición de esposa. Deberíamos ser sabios y nunca tomar la posición de marido. En el huerto Eva era nuestro representante. Casi todos nosotros hemos actuado como ella alguna vez. Hemos llegado a ser Eva. Nosotros enfrentamos cualquier situación por nuestra propia cuenta. Por mucho que hubiéramos orado, nos olvidamos de nuestro marido y actuamos como si no tuviésemos marido cuando se presenta un problema. ¿Por qué no se vuelve usted a su marido? ¿Por qué siempre se enfrenta solo a las tentaciones? Al enfrentarse solo a las situaciones, queda apartado de su marido. Esta fue la causa fundamental de la primera caída del hombre. Como ministro de la Palabra, debo aprender la lección de no hablar por mi cuenta. Mientras hablo, debo depender de mi marido. Debo esconderme en El y ser uno con El. Si no hago eso, me convertiré en otra Eva y seré derrotado. Ahora podemos ver que no debemos echarle toda la culpa a Satanás. Debemos culparnos a nosotros mismos por haber asumido la autoridad y no haber respetado a nuestro marido. Hemos asumido la posición de la cabeza olvidando que somos la esposa. Cuando las madres educan a sus hijos, pueden hacerlo de manera independiente. Pueden decir: “Yo sé cómo cuidar a los niños. He sido madre por años. Sé lo que debo hacer y cómo hacerlo”. Si adoptan esta actitud, se convertirán inmediatamente en Eva. Aunque pueden hacer un buen trabajo, ya están vencidas. Debemos recordar el principio de la primera caída del hombre: el hombre renunció a la autoridad de esposa y asumió la posición de marido, haciéndose la cabeza y el marido. No importa si nuestros esfuerzos tienen éxito o fracasan. En tanto que nos apartemos de Dios y pensemos que podemos actuar aparte de El, ya estamos derrotados. Debemos ver eso. Podemos experimentar eso cuando lidiamos con nuestro enojo. Ser vencido por la ira es algo insignificante. Pero si intentamos vencer nuestro mal genio con nuestra propia capacidad,
cometemos un pecado. Este intento es un gran pecado. Intentar vencer la ira indica que estamos asumiendo la autoridad. Usted debe aprender a decir: “Señor, no me preocupo por vencer mi enojo. Señor, dependo de Ti en este asunto. Vencer mi enojo no es responsabilidad mía. Señor, yo no soy el marido. Tú eres mi marido y dependo solamente de Ti. No pretendo tener la autoridad. Señor, Tú eres mi cabeza. Señor, encárgate de mi enojo”. Si todos aprendemos esta lección y mantenemos esta posición delante de Dios, desaparecerá nuestro enojo, y el diablo será vencido. Debemos aprender este principio fundamental.
2. El proceso a. No usaron el espíritu Adán y Eva fracasaron porque no usaron el espíritu. Si Eva se hubiera vuelto al espíritu, no habría tenido ningún problema. Nuestro marido está en nuestro espíritu. No obstante, si permanecemos en nuestra mente, eso significa que estamos asumiendo la autoridad y fijando nuestra mente en comportarnos de manera independiente. Esto es pecaminoso y terrible. Debemos darnos cuenta de que nuestro marido está en nuestro espíritu, y, por consiguiente, debemos ejercitar nuestro espíritu. Aun cuando brote la ira dentro de usted, debe volverse al espíritu. Aunque diga que es difícil hacerlo en esa circunstancia, yo contestaría que en esos momentos difíciles es aún más necesario volverse uno a su espíritu. No intente vencer su ira; vuélvase al espíritu; aprenda a usar su espíritu. Todos los cristianos saben cómo orar y pedir a Dios que les ayude, pero son pocos los que saben que tienen un espíritu al cual pueden volverse. Tenemos dicho órgano, y éste tiene una función maravillosa. Puesto que Dios está en nuestro espíritu, debemos volvernos a éste. Si aprendemos a volvernos a nuestro espíritu y a ejercitarlo en toda situación, los resultados serán maravillosos. ¿Cómo sabe usted cuándo está usando su espíritu? Es muy fácil. Cada vez que haga algo o se relacione con una persona sin estar con Dios, no está usando su espíritu. No importa lo que haga usted, si se independiza de Dios y no se relaciona con El mientras lo hace, entonces usted no está en el espíritu. Tenga la plena certeza de que en tal caso usted sufrirá pérdida. Todos debemos aprender a mantener contacto con Dios en todas las cosas. Cuando tenemos contacto con Dios, estamos en nuestro espíritu. Cuando camino, uso mis pies; cuando miro, uso mis ojos; y cuando tengo contacto con Dios, uso mi espíritu, puesto que mi espíritu es el órgano con el cual me relaciono con El (Jn. 4:24). Si veo, eso significa que uso mis ojos. Del mismo modo, si me relaciono con Dios, debo de estar ejercitando mi espíritu. Esto es algo preciosísimo en nuestro diario andar, y todos debemos aprender a practicarlo. Por tanto, el primer paso del proceso de la caída del hombre fue que éste no usó el espíritu. Adán y Eva no se mantuvieron en contacto con Dios al comer del árbol del conocimiento, sino que prestaron atención a cosas que no eran Dios y no tomaron a Dios como cabeza.
b. Ejercitó el alma El hombre no usó su espíritu, sino que ejercitó su alma, lo cual indica que el hombre, representado por el alma, asumió la autoridad. A menudo la gente se niega a orar o a ejercitar su espíritu, y más bien piensa, considera y estudia. Les resulta difícil orar porque su mente está muy activa y llena de pensamientos. Son incapaces de sosegar su mente. Todos nosotros hemos pasado por esta situación. A muchas esposas cristianas les es fácil hablar. Hablan a sus maridos, a sus amigos y a sus parientes. No obstante, si uno les pide que oren, les cuesta hacerlo porque han ejercitado mucho su alma. La mejor lección que podemos aprender es tener calmada nuestra mente. Si podemos parar nuestros pensamientos y volver a la oración, eso demuestra que somos personas que andan con el Señor y viven en Su presencia. Ahora bien, si usted es una persona habladora y con una mente muy activa, le será difícil estarse quieto durante algunos minutos para orar. Una persona así ejercita su
alma continuamente. Durante el proceso de la caída, Eva ejercitó su alma. Mientras hablaba con la serpiente, su mente razonaba (vs. 2-3). Entonces a su parte emotiva le agradó el fruto del árbol del conocimiento (v. 6). Por último, su voluntad tomó la decisión de alcanzar el fruto y comerlo (v. 6). Nuestra experiencia es la misma. Cuando nos tienta algo, nuestra mente razona y considera, nuestra parte emotiva es estimulada y acaba por amar aquello, y nuestra voluntad toma la decisión. Nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad constituyen nuestra alma. No deberíamos confiar en ninguna de ellas. No confíe en su mente, ni en su parte emotiva ni en su voluntad; más bien vuelva todo su ser al espíritu. Mientras piensa en algunos asuntos, debe volverse a su espíritu. Podemos usar como ejemplo el ir de compras. Muchas veces cuando un hermano o una hermana va de compras y ve un artículo en particular que desea, razona dentro de sí: “Necesito eso. Ahora está en realización y está bastante barato. Esta es mi única oportunidad de comprarlo a ese precio”. Cuanto más razona acerca del artículo, más precioso llega a ser. Todos lo hemos experimentado. Sin embargo, cuando compramos el artículo y lo traemos a casa, pierde rápidamente su atracción y nos arrepentimos. Mientras usted estaba razonando, la pequeña serpiente estaba presente, excitando la parte emotiva suya, fortaleciendo su voluntad y diciendo: “Cómpralo”. Cada vez que usted se encuentre en esa situación, debe darse cuenta de que está repitiendo la historia de Eva. No debemos burlarnos de Eva, pues nuestro hogar es el huerto de Edén y a veces nosotros somos Eva. Muchas hermanas no son Marta, ni María ni Rut, sino Eva. Algunas hermanas escogen el nombre de María, pero parece que nadie prefiere el nombre de Eva. ¿Cuáles eran las características de María? Ella estaba tranquila en la presencia del Señor, y no razonaba demasiado. Todos nosotros debemos aprender esta lección fundamental.
c. El cuerpo actuó El tercer paso del proceso de la caída fue la acción del cuerpo. Cuando descuidamos el espíritu y ejercitamos el alma, el cuerpo se convierte en esclavo de nuestros propósitos. El ojo ve, la mano toma y la boca come. Si en el asunto de ir de compras nos olvidamos de nuestro espíritu y usamos nuestra alma, nuestro cuerpo nos llevará a la tienda.
3. El resultado Es muy importante que entendamos cuál fue el resultado de la primera caída del hombre. Si conocemos el resultado, entenderemos cuál es nuestra condición y qué somos hoy en día.
a. El alma se corrompió El primer resultado de la caída fue que el alma del hombre se corrompió, se contaminó y quedó arruinada. Fue contaminada porque aceptó el pensamiento y las palabras del diablo (v. 7). Eva no debía haber hablado con el maligno, pues mientras hablaba con él, el pensamiento inicuo de él entró en la mente de ella. Por tanto, aun antes de que Eva participara del árbol del conocimiento, su mente ya estaba contaminada con el pensamiento del enemigo. No piense que Eva no fue contaminada antes de tomar del árbol del conocimiento. Mientras hablaba con la serpiente, el pensamiento de la serpiente penetró en su mente y la ensució. Por consiguiente, su mente quedó arruinada. Por último, la mente de ella fue completamente contaminada cuando comió del fruto del árbol del conocimiento.
b. El cuerpo cambió de naturaleza Entonces el cuerpo cambió de naturaleza por haber adquirido el elemento del árbol del
conocimiento, el elemento de Satanás, el cual lo convirtió en la carne (v. 7). Originalmente el cuerpo humano era un vaso puro que contenía una sola esencia, el elemento creado por Dios. Al comer del fruto del árbol del conocimiento, un elemento ajeno fue inyectado en el cuerpo humano, y lo convirtió en la carne. El cuerpo que originalmente era puro e inmaculado contiene ahora el elemento maligno de Satanás. Según Romanos 7, este elemento es el pecado que mora en nosotros y habita en la carne del hombre. En Romanos 7:17 Pablo dice: “Ya no soy quien obra aquello, sino el pecado que mora en mí”. Aquella substancia maligna, la naturaleza del pecado que contaminó nuestro cuerpo, todavía mora en nuestra carne. De modo que no debemos confiar en nuestra carne porque ha sido completamente ocupada y saturada con el pecado de Satanás. Podemos usar una parábola para mostrar esto. La madre de un niño le prohibió tocar cierta botella porque ésta contenía veneno. Un día, mientras la madre estaba fuera de casa, el niño tomó la botella y bebió del veneno que contenía. El transgredió la prohibición de su madre, pero en realidad eso era algo insignificante. Lo grave era que el veneno había entrado en su ser. Del mismo modo, el día que el hombre tomó del árbol del conocimiento, entró una substancia maligna en su cuerpo. Por lo tanto, no se trata simplemente de una transgresión, sino de un elemento venenoso, el pecado o la naturaleza del maligno, que entró en el cuerpo humano. Nadie puede refutar el hecho de que todavía tenemos este elemento maligno en nuestra carne, a pesar de haber sido salvos por años. Incluso en este momento, mientras usted lee este mensaje, la substancia del pecado sigue morando en su cuerpo.
c. El espíritu entró en muerte Como consecuencia de la caída, el espíritu humano quedó en muerte, aislado de Dios y perdió la función de relacionarse con Dios (vs. 8, 10). Aunque el espíritu fue amortecido, ni el pecado, ni Satanás mismo entraron en el espíritu del hombre. Le damos gracias al Señor por eso. No obstante, el espíritu del hombre fue amortecido. Efesios 2 nos dice que antes de ser salvos, estábamos muertos (vs. 1, 5). ¿En qué parte de nuestro ser estábamos muertos? No estábamos muertos en nuestro cuerpo ni en nuestra alma, sino en nuestro espíritu. ¿Qué significa estar muerto? Estar muerto significa simplemente carecer de función o de sensibilidad. Si mi mano no funciona, es una mano muerta. Todos tenemos un espíritu humano desde que fuimos creados por Dios (Zac. 12:1), y con este espíritu podemos percibir a Dios y tener contacto con El. Sin embargo, como resultado de la caída, el espíritu humano entró en muerte, sin función ni sensibilidad y desprovisto de la capacidad de tocar a Dios. Se le puso fin a la función del espíritu humano, la de tener contacto con Dios. Cuando nos arrepentimos y aplicamos la sangre redentora para que nuestra conciencia fuera purificada, nuestro espíritu muerto fue revivido. Entonces nuestro espíritu empezó a sentir a Dios y a relacionarse con El. Ahora cuanto más decimos: “Señor Jesús, te amo”, más avivado es nuestro espíritu. Cuanto más oramos: “Señor, límpiame, lávame y cúbreme con Tu sangre prevaleciente”, y cuando más confesamos nuestros pecados y alabamos al Señor, más viviente será nuestro espíritu. Debido a la caída, el alma del hombre se corrompió, su cuerpo cambió de naturaleza y su espíritu fue amortecido, perdiendo así la función de relacionarse con Dios. Debemos entender que éste no fue simplemente un asunto de transgresión exterior, sino algo que perjudicó interiormente al ser humano. Cada una de las tres partes del hombre —el cuerpo, el alma y el espíritu— fue afectada por la caída. El cuerpo cambió de naturaleza, el alma se contaminó, y el espíritu fue amortecido. Todos estábamos en esa condición. Si usted no es salvo, sigue en esa condición. Su cuerpo es habitado por el pecado, su mente es corrompida, su alma es contaminada, y su espíritu es amortecido. Cuánto agradecemos a Dios por habernos redimido y lavado mediante la sangre de Cristo, por haber avivado nuestro espíritu, por haber puesto nuestra alma bajo el proceso de renovación y transformación, y porque nuestro cuerpo estará sometido a nuestro espíritu.
d. Fue constituido pecador El hombre caído fue constituido pecador (Ro. 5:19). Dentro del ser del hombre caído existe cierta constitución, y el principal elemento de esta constitución es la naturaleza satánica. La naturaleza satánica entró en el ser humano, y llegó a ser el elemento que lo constituye pecador. No piense que usted es pecador simplemente porque está mal o que es pecaminoso solamente en sus obras exteriores, en su comportamiento. Antes de hacer algo pecaminoso, ya somos pecadores. Si el árbol no está corrompido, no puede producir fruto maligno (Mt. 7:17-18). Del mismo modo, si usted no es pecador, no puede pecar. Un árbol no es corrupto porque produce frutos malos, sino que produce frutos malos porque es corrupto. Del mismo modo, no somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores, porque fuimos constituidos pecadores. Por ser pecadores, tenemos la función de pecar. Nosotros fuimos constituidos pecadores y, como tales, tenemos la vida maligna de Satanás en nosotros. Esto es lo que Pablo describe como “el pecado que mora en mí” y “el mal está conmigo” (Ro. 7:17, 20, 21). Pablo descubrió que había un elemento maligno dentro de él y lo llamó “el pecado que mora en mí”. Pablo aprendió que cuando trataba de hacer el bien, el mal estaba en él. La palabra griega traducida “el mal” en Romanos 7:21 es kakos, una palabra que denota maligno en carácter. Esto debe de referirse al carácter maligno del propio Satanás. Cada vez que intentamos hacer el bien, “el mal” está presente en nosotros. Tenemos una vida de pecado dentro de nosotros y, como resultado, hemos sido constituidos pecadores.
e. Fue condenado Por haber trasgredido la prohibición de Dios, no sólo tenemos un elemento pecaminoso dentro de nosotros, sino también un caso judicial exteriormente (Ro. 5:18). Tenemos un caso en la corte celestial, un caso que fue provocado por Adán, y no por nosotros. Todos estábamos en Adán; por tanto, este caso no sólo concierne a Adán, sino a todos nosotros.
f. Trajo la maldición La primera caída del hombre trajo la maldición (vs. 17-19). Podemos contar los puntos de la maldición: la maldición misma, el dolor, las espinas, los abrojos y el sudor. Estos son los aspectos de la maldición. Aunque somos cristianos, con frecuencia nos enfrentamos con circunstancias difíciles al procurar ganarnos la vida. En los cultivos, la cosecha no crece rápidamente, pero la cizaña sí. ¿Qué hace crecer la cizaña? La quitamos un día y reaparece pronto. Esto demuestra que la tierra fue maldita hace miles de años. Además, sudamos en casi todo lo que hacemos. Sin sudor, parece que no podemos cumplir nada. El sudor es la señal de que el hombre está bajo la maldición.
g. Fue echado del paraíso Como resultado de la caída, el hombre también fue echado del paraíso, la esfera de la vida (vs. 2324). El paraíso era la esfera de la vida, pues incluía el árbol de la vida y en ella el hombre puede recibir vida. Por tanto, ser echado del paraíso significa ser apartado de la esfera de la vida. Génesis 3:23-24 nos muestra que cuando el hombre fue expulsado del huerto, Dios puso un querubín con espada de fuego para preservar el árbol de la vida. El querubín representaba la gloria de Dios, la espada Su justicia, y la llama de fuego Su santidad. Esto significa que la gloria, la justicia y la santidad de Dios preservaban la esfera de la vida e impedían la entrada al hombre pecador hasta que viniera el Señor Jesús. El Señor Jesús murió en la cruz para cumplir todos los requisitos de la gloria, la justicia y la santidad de Dios abriéndonos así el camino a fin de que entremos nuevamente en la esfera de la vida. Ahora tenemos un camino nuevo y vivo para entrar en el Lugar Santísimo y tener acceso al árbol vivo, el árbol de la vida (He. 10:19-20).
h. Trajo la muerte El resultado final de la primera caída del hombre fue la muerte (Gn. 3:19; 5:5; Ro. 5:12). Primero, el espíritu humano fue amortecido y, con el tiempo, su cuerpo muere. Con la transgresión de Adán entraron el pecado y la muerte en el mundo por medio del pecado. La muerte reina sobre todos los hombres (Ro. 5:14, 17). Por tanto, “en Adán todos mueren” (1 Co. 15:22).
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE DIECINUEVE DIOS AFRONTA LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE (1) En el mensaje anterior, estudiamos la primera caída del hombre y consideramos su causa, su proceso y su resultado. Vimos cuán horrible fue la causa, cuán arduo el proceso, y cuán terrible el resultado. ¡Alabado sea Dios porque Génesis 3 no para allí! Génesis 3 no sólo revela la causa, el proceso y el resultado de la primera caída del hombre, sino también la manera en que Dios afronta esa caída. Lo hace trayendo la salvación, y su mensaje es el evangelio. Estamos predicando el evangelio a todos los que leen este mensaje. La primera predicación en todo el universo se narra en el capítulo tres de Génesis. No piensen que Génesis 3 es un capítulo negativo; al contrario, es muy positivo. Aunque este capítulo empieza con el maligno, la serpiente insidiosa y astuta, fue ésta la que preparó el camino para que viniera la simiente de la mujer. ¡Esto es maravilloso! ¿Quién es la simiente de la mujer? ¡Jesús! Jesús nació de una mujer, no de un hombre. Los presuntos críticos modernos, quienes atacan los libros de Génesis y Apocalipsis, afirman que Jesús no nació de una virgen, alegando que nació de José el carpintero. Esta afirmación constituye la blasfemia más grande en contra del Señor Jesús. El Señor no era hijo de aquel carpintero que más tarde fue el marido de la virgen María, de la cual nació Jesús. De modo que Jesús no fue la simiente de ningún hombre; El fue la simiente de una mujer, una virgen, según la profecía de Isaías (7:14), la cual se cumplió en Mateo (1:23), y fue confirmada por Pablo (Gá. 4:4). En Gálatas 4:4 Pablo dice que Cristo nació de una mujer. Por consiguiente, Jesús no fue la simiente del hombre; fue la simiente de una mujer, y nació para cumplir la promesa dada por Dios como evangelio en Génesis 3:15. La primera caída del hombre abrió el camino para que viniera la simiente de la mujer. Este es el evangelio.
4. La manera en que Dios afronta la primera caída del hombre Ahora debemos considerar la manera en que Dios afronta la primera caída del hombre. Dios no juzgó al hombre. Inmediatamente después de la caída, tanto Adán como Eva se dieron cuenta de que no eran buenos. Se condenaron a sí mismos, se escondieron y usaron hojas de higuera para cubrirse (Gn. 3:7-8). Adán y Eva se escondieron de la presencia de Dios. Sabían que habían violado la prohibición de Dios de no comer el fruto del árbol del conocimiento y que el resultado de su transgresión había de ser la muerte. Por consiguiente, se escondieron de la presencia del Señor, esperando la condena a muerte. Sin embargo, Dios no vino a condenarlos a muerte, sino a
predicarles el evangelio. Dios no pronunció la sentencia de muerte; El anunció el evangelio.
a. Buscó al hombre ¿Sabe usted cuál fue la primera palabra de la predicación de ese evangelio? Fue la pregunta hecha en Génesis 3:9: “¿Dónde estás tú?” En los primeros años de mi ministerio usé esta pregunta repetidas veces como tema central al predicar el evangelio. Preguntaba a la gente: “¿Dónde están? Caballeros, ¿dónde están? Damas, ¿dónde están? Jóvenes, doctores, maestros, ¿dónde están? Ustedes deben saber dónde están”. Esta pregunta no es la sentencia de un juicio; es la primera proclamación de las buenas nuevas. Dios buscaba al hombre, preguntando: “¿Dónde estás tú?” Después de la caída, el hombre dejó de ser sincero y honesto. Si Adán hubiera sido honesto cuando Dios le preguntó dónde estaba, habría confesado inmediatamente su transgresión, pero no lo hizo. Sin embargo, en su respuesta él reconoció que estaba desnudo (v. 10). Entonces Dios le preguntó: “¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?” Adán debía haber confesado el asunto con franqueza: “Sí, Dios, comí de él. Por favor, perdóname”. Sin embargo, en lugar de confesar inmediatamente su propia transgresión, él se quitó la responsabilidad y la echó sobre la mujer. Adán dijo: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (v. 12). Con su respuesta le echaba la culpa a Dios por haberle dado la mujer que le dio el fruto del árbol. Sólo entonces reconoció haberlo comido. Aparentemente Adán decía: “No es mi culpa. Dios, Tú eres responsable por el problema que me causó la mujer que me diste. Si no me hubieras dado la mujer, yo jamás habría comido de ese árbol. Tú me diste la mujer, ella me dio el fruto del árbol, y yo comí”. No obstante, Dios no lo reprendió, porque no había venido para juzgar sino para salvar. Dios vino al hombre en el huerto de la misma manera que Su Hijo había de venir muchos siglos más tarde: El vino a salvar, y no a juzgar (Jn. 3:17). Entonces Dios se volvió a la mujer, y le preguntó: “¿Qué es lo que has hecho?” Así como Adán, Eva no confesó inmediatamente su culpa. Ella dijo: “La serpiente me engañó, y comí”. Desde la primera caída del hombre, los seres humanos han actuado de esta manera. Cuando los niños no se comportan correctamente, nunca confiesan su falta, sino que siempre le echan la culpa a alguien o a algo. El niño puede hasta echarle la culpa a un gato, diciendo: “Mamá, si no tuvieras este gato, yo no habría hecho eso. No es mi culpa. La culpa es tuya por tener ese gato”. Queda claro que mientras Dios afrontaba la primera caída del hombre, buscaba al hombre perdido como Su Hijo lo iba a hacer muchos años más tarde en Su deseo de salvar al hombre (Lc. 19:10). Dios no buscaba al hombre para condenarlo, sino para predicarle el evangelio.
b. Juzgó a la serpiente Cuando Dios se presentó a Adán y a Eva, El les hizo preguntas, pero cuando se dirigió a la serpiente no hizo ninguna pregunta. El condenó inmediatamente a la serpiente. Dios no le preguntó a la serpiente: “¿Serpiente, hiciste eso?” Cuando Dios se presentó a Adán, le preguntó: “¿Dónde estás tú?” (v. 9). También le preguntó: “¿Quién te enseñó que estabas desnudo?” y: “¿Comiste del árbol, de que te mandé no comieses?” (v. 11). Dios también le preguntó a la mujer: “¿Qué hiciste?” (v. 13). Dios les hizo todas estas preguntas a Adán y Eva no porque tuviese la intención de condenarlos, sino para incitarlos a confesarse. Sin embargo, cuando Dios se dirigió a la serpiente no le preguntó nada. Le dijo: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (v. 14). Este fue el juicio de Dios sobre la serpiente.
1) Se arrastra sobre el pecho: limitado a moverse en la tierra Andar sobre el pecho y comer del polvo todos los días de su vida fue indudablemente una maldición. En esta maldición pronunciada sobre la serpiente, hay algo escondido e implícito. Con el juicio que Dios pronunció sobre la serpiente, limitó la actividad y el mover de Satanás a la tierra. Un ave está libre y puede elevarse por los aires cada que lo desee. Pero la serpiente no tiene esa libertad, sino que está restringida a la tierra. Cuando estamos por encima de la tierra, la serpiente, o sea, el diablo, Satanás, no puede tocarnos. Cuando trascendemos esta esfera, estamos por encima de El. Pero si también nos arrastramos sobre la tierra, estaremos donde él está. Seremos su compañero y nos arrastraremos con él y con todas las demás cosas rastreras. Sin embargo, no nos estamos arrastrando sobre esta tierra; trascendemos este nivel.
2) Come del polvo: limitado a comer cosas terrenales La serpiente fue limitada a comer solamente el polvo; éste fue el segundo aspecto de la maldición pronunciada sobre la serpiente. La comida de la serpiente es el polvo. Fuimos hechos del polvo. Si somos terrenales, y vivimos de una manera terrenal, nos convertimos en la comida de la serpiente y ésta nos devorará (1 P. 5:8). Si usted es una persona terrenal que vive con su cónyuge de manera terrenal, se convertirá inmediatamente en comida para el diablo. Muchas familias son completamente devoradas por el diablo porque son muy terrenales. ¿Por qué su vida matrimonial aparentemente es devorada por el diablo? Porque su vida matrimonial es terrenal y está llena de polvo. Al condenar a la serpiente, Dios limitó a Satanás: la serpiente no puede moverse por encima del nivel de la tierra y sólo puede comer polvo. Dios creó al hombre con espíritu, alma y cuerpo. El cuerpo y el alma son terrenales, pero el espíritu no lo es. Nuestro espíritu, por no ser terrenal, no es comida para Satanás. A la serpiente sólo se le permite comer del polvo. Nuestro cuerpo y alma caídos constituyen la comida de Satanás, pero nuestro espíritu es diferente. El espíritu humano no es terrenal; por tanto, no es la comida de Satanás. Cada vez que andamos en nuestra carne nos convertimos en una suculenta comida para Satanás, y cada vez que somos anímicos somos comida para el diablo. No obstante, cada vez que nos volvemos al espíritu, olvidando el cuerpo y el alma, Satanás no tiene nada que comer. Cuando nos volvemos al espíritu, Satanás queda limitado. Alabado sea el Señor por los límites que Dios en Su juicio estableció para la serpiente. No tenemos que arrastrarnos sobre la tierra y tampoco tenemos que ser terrenales. Hermanas, cuando su marido o sus hijos le causen disgustos, no deben permanecer en la tierra. Pueden ejercitar su espíritu y elevarse inmediatamente a los cielos, y el diablo no podrá tocarles. La “serpiente” está limitada a la tierra y sólo puede comer cosas terrenales. Si usted se eleva al tercer cielo dirá: “Satanás, ¿qué estás haciendo allí? Estás jugando con mi marido y con mis hijos traviesos. Satanás, estoy aquí en el tercer cielo, y tú no puedes tocarme. No puedes devorarme. Puedo aplastarte debajo de mis pies”. “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies” (Ro. 16:20). Si queremos aplastar a Satanás debemos estar por encima de él. Si nos encontramos debajo de él, ¿cómo puede Dios aplastarlo debajo de nuestros pies? Puesto que “la serpiente” ha sido limitada a la tierra, nos resulta muy fácil pisarla. Alabado sea el Señor porque al juzgar a “la serpiente”, Dios predicó el evangelio. Dios ha limitado la actividad y la dieta de Satanás. Después de pronunciar ese juicio sobre la serpiente, Dios proclamó las buenas nuevas mencionadas en Génesis 3:15.
c. La promesa hecha al hombre En Génesis 3:15 vemos la promesa maravillosa que Dios hizo al hombre después de la caída: “Y
pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Ciertamente esta promesa es una buena nueva.
1) El trasfondo El trasfondo en el que fue dada la promesa de Dios era que el hombre había sido tentado por la serpiente y había caído en el pecado (v. 13). En aquel tiempo, el hombre temía a Dios, y esperaba su sentencia de muerte (vs. 8, 10). Sin embargo, Dios no lo condenó. El juzgó a la serpiente (v. 14).
2) El contenido a) Puso enemistad entre la serpiente y la mujer En Génesis 3:15 Dios dijo a la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer...” No nos gusta la palabra enemistad porque no queremos meternos en luchas ni en conflictos, pero Dios dijo que El pondría enemistad entre la serpiente y la mujer. Dios no abandonó el control de la situación y no permitió que la mujer y la serpiente se defendieran. Aparentemente Dios decía: “Controlaré esta situación. Mantendré Mi control sobre todo. Pondré enemistad entre ti y la mujer”. Pronto veremos quién es la mujer. En Génesis 3:15 Dios añadió que El pondría enemistad entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer; que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente, y que la serpiente heriría el calcañar de la simiente de la mujer. Esto revela que la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer serían enemigas, que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente, y que la serpiente heriría el calcañar de la simiente de la mujer. Herir la cabeza de la serpiente significa destruirla y matarla. Génesis 3:15 nos muestra que la simiente de la mujer destruirá la serpiente, y que la serpiente sólo puede herir el calcañar de la simiente de la mujer. Como la mayoría de las cosas mencionadas en Génesis del 1 al 3, Génesis 3:15 es una semilla, una semilla extremadamente significativa del evangelio. En Génesis 3:15 Dios proclamó por primera vez Su evangelio pleno. Por consiguiente, debemos detenernos en este versículo para ver quién es la mujer, quién es la simiente de la serpiente, y quién es la simiente de la mujer. Debemos familiarizarnos con estas tres clases de personas: la mujer, la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer. Primero, veamos quién es la mujer. Como dijimos con anterioridad, en Génesis del 1 al 3 casi todo constituye una semilla y también una señal o un símbolo. Por consiguiente, debemos presentar la alegoría de este pasaje de la Palabra santa. Después de leer el mensaje precedente, debemos entender que la posición adecuada de los seres humanos es la de una mujer. A los ojos de Dios, todos tenemos la posición de mujer, aunque seamos hombres. Si proclamamos que somos hombres delante de El, seremos devorados inmediatamente por Satanás. Indudablemente, la mujer mencionada en Génesis 3:15 es Eva, y representa a todo el pueblo de Dios, a los que se mantienen en la posición de mujer, confiando en Dios. Cuando confiamos en Dios, somos Su pueblo, Su esposa. Así que la mujer de Génesis 3:15 es primeramente Eva y en segundo lugar todo el pueblo que depende de Dios y que confía en El. En resumen, la mujer es todo el pueblo de Dios. Por consiguiente, la enemistad entre la serpiente y la mujer es la enemistad entre Satanás y Eva, entre Satanás y todo el pueblo de Dios. Eva representa a todo el pueblo de Dios. En Apocalipsis 12:1 vemos la señal de una mujer universal. Esta mujer, una gran señal, está vestida con el sol, tiene la luna debajo de sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Por consiguiente, esta mujer no es una mujer solitaria, local ni individual; es una mujer universal, una señal que representa todo el pueblo de Dios, de Adán a Abraham, de Isaac a Moisés, de Moisés a los apóstoles, y de los apóstoles al tiempo presente. Todo el pueblo de Dios constituye esta mujer y está incluido en ella. Las doce estrellas representan a los patriarcas, tales como Adán, Abel, Enoc, Abraham y Jacob. Estos patriarcas eran estrellas que todavía no formaban una unidad. Después de
ellos viene el pueblo de Israel. Por haber vivido en la noche oscura, son representados por la luna. Pero cuando el Señor Jesús vino, el día amaneció y el sol brilló con fuerza. Por lo tanto, el pueblo que conforma la iglesia es representado por el sol. De manera que todo el pueblo de Dios (los patriarcas, Israel en el Antiguo Testamento y la iglesia en el Nuevo Testamento, incluyendo a todos los creyentes) compone esta mujer universal. La mujer universal de Apocalipsis 12 estaba representada por la mujer individual, Eva, mencionada en Génesis 3:15. En Génesis 3 Eva era un símbolo de esta mujer universal. En las buenas nuevas que Dios anunció en Génesis 3:15, El dijo que pondría enemistad entre la serpiente y la mujer. Esto significa que en el transcurso de los siglos, Satanás, el diablo, ha luchado en contra de todo el pueblo de Dios. La serpiente no sólo combatió a Eva, sino que también ha luchado contra el pueblo de Dios en cada generación. El asesinato de Abel por mano de su hermano Caín es un ejemplo de esto. En 1 Juan 3:12 se nos muestra que ese asesinato no fue simplemente un crimen perpetrado por Caín, sino algo hecho por el inicuo, la serpiente. La serpiente usó a Caín para matar a Abel. Si no ponemos nuestra confianza en Dios, no somos el pueblo de Dios. Si no somos el pueblo de Dios, nos hallamos en la misma categoría que Satanás, y él no peleará en contra de nosotros. Pero cuando usted se vuelve a Dios y confía en El, la serpiente lo atacará inmediatamente. Esta es la enemistad que existe entre la serpiente y la mujer.
b) Puso enemistad entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer Adán y Eva esperaban la muerte, pensando estar bajo sentencia de muerte. Por consiguiente, la mención de una simiente vino como buenas nuevas para ellos. Pensaban que les era imposible tener una simiente porque estaban destinados a morir inmediatamente. Cuando Adán oyó que la mujer iba a traer simiente, él le dio a su esposa el nombre de Eva, que significa en hebreo “viviente”. Mientras Adán y Eva esperaban la condena a muerte con temor y temblor, vino la buena nueva: esta mujer tendría una simiente, y Adán dijo espontáneamente: “Viviente, no estás muriendo, estás viva. Tu nombre es Eva. Estás viviendo”. Como vimos en el mensaje diecisiete, cuando Adán vio a Eva por primera vez en Génesis 2:23, estaba emocionado y dijo: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne”. En Génesis 3 Adán también se mostró emocionado. En lugar de recibir la condena a muerte, él oyó el evangelio. Por tanto, Adán llamó a su esposa “viviente”. Todos hemos oído estas buenas nuevas y todos debemos llamarnos “vivientes”. Si ustedes me preguntan cómo me llamo, les contestaré que mi nombre es “viviente”. Dios predicó el evangelio en el versículo 15, y Adán reaccionó al evangelio en el versículo 20. Si Adán no hubiera reaccionado al evangelio, habría llamado a su esposa “Muerta”, diciendo: “Pobre mujer, ¿no sabes que eres la causa de la muerte? Tu nombre debería ser Muerta”. Por el contrario, después de oír a Dios predicar el evangelio, Adán estaba contento y le dio a su esposa el nombre de Eva: “Viviente”. Hoy en día el mundo entero está condenado a muerte, y nosotros debemos ir a ellos y proclamar Génesis 3:15. Cuando la gente oiga las buenas nuevas de Génesis 3:15, reciba el evangelio y responda a él, gritará: “Ahora vivimos. ¡Alabado sea el Señor!”
(1) La enemistad entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer La simiente de la serpiente es el pueblo que sigue a Satanás. La Biblia usa varios términos para describirlos. En Mateo 3:7 son llamados “cría de víboras”. En Mateo 13:38 son designados “hijos del maligno”. En Juan 8:44 el Señor Jesús se refirió a ellos y dijo que pertenecían a su padre, el diablo. En 1 Juan 3 el apóstol Juan dijo que todo aquel que practica el pecado es del diablo (v. 8); él
también usó la expresión “los hijos del diablo” (v. 10). Todos estos títulos indican que quienes siguen a Satanás son la simiente de la serpiente. El significado es el mismo, que se llamen cría de víboras, hijos del maligno, o hijos del diablo: son la simiente de la serpiente y persiguen al Señor Jesús y a los vencedores y luchan contra ellos. La simiente de la mujer es el Señor Jesús. Nació de la virgen María (Is. 7:14; Mt. 1:23; Gá. 4:4). De modo que El es la verdadera simiente de la mujer. El es la simiente profetizada en las buenas nuevas que Dios mismo proclamó en Génesis 3:15. El es Aquel que hirió la serpiente. Existe una gran enemistad entre los que siguen a Satanás y el Señor Jesús.
(2) La simiente de la mujer hiere la cabeza de la serpiente El Señor Jesús, la simiente de la mujer, hirió la cabeza de la serpiente. El Señor destruyó a Satanás, aquel que tiene el poder de la muerte. Hebreos 2:14 y 1 Juan 3:8 lo revelan claramente.
(3) La serpiente hiere el calcañar de la simiente de la mujer Mientras el Señor Jesús destruía la serpiente en la cruz, la serpiente hería su calcañar. Esto significa que Satanás hirió al Señor Jesús al clavar Sus pies en la cruz (Sal. 22:16).
(4) La enemistad entre la serpiente y los vencedores ¿Quiénes son los vencedores? Como ya hemos visto, la mujer de Génesis 3:15 es, en primer lugar, Eva y, en segundo lugar, todo el pueblo de Dios, incluyendo a la virgen María, como lo representa Eva. Por consiguiente, la simiente de la mujer es principalmente el Señor Jesús, quien nació de María. Sin embargo, podemos ver más acerca de la simiente de la mujer en Apocalipsis 12. La mujer descrita en Apocalipsis 12 y representada en Génesis 3:15 es una mujer universal, y dentro de ella se encuentra una parte llamada el hijo varón (Ap. 12:1, 2, 5). En un sentido bíblico, la mujer representa la debilidad, pues la mujer es el vaso débil (1 P. 3:7). El hombre, especialmente el hijo varón, representa la fuerza. La mujer universal que se describe en Apocalipsis 12 tiene dos partes: la parte exterior, que es la mujer misma, y la parte interior, o sea, el hijo varón. La parte exterior, la mujer, es la parte débil; la parte interior, el hijo varón, es la parte fuerte. El pueblo de Dios en su totalidad constituye la mujer, quien es bastante débil, pero entre todo el pueblo de Dios se encuentra una parte fuerte, el hijo varón, los vencedores. En las iglesias, es posible que algunos santos, por ser parte de la mujer, sean débiles, pero otros, por ser parte del hijo varón, pueden ser bastante fuertes. Este puede ser considerado parte de la simiente de la mujer. El hijo varón es la parte fuerte entre el pueblo de Dios. Todo el pueblo de Dios constituye la mujer, y la parte fuerte del pueblo de Dios es el hijo varón. Por consiguiente, el hijo varón también forma parte de la simiente de la mujer. Me agrada comparar Apocalipsis 12 con Génesis 3. En Génesis 3:15 vemos tres entes principales: la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer. Encontramos estos tres seres en Apocalipsis 12, donde vemos la serpiente antigua, la mujer universal y el hijo varón. ¿Ha visto cómo corresponden estos dos capítulos entre sí? La “serpiente antigua” de Apocalipsis 12:9 es la serpiente de Génesis 3; la mujer universal de Apocalipsis 12:1 es la mujer de Génesis 3:15; y el hijo varón de Apocalipsis 12:5 forma parte de la simiente de la mujer mencionada también en Génesis 3:15. Si usted no entiende Apocalipsis 12, no comprenderá completamente Génesis 3:15. Este pequeño versículo revela tres entes principales: la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer. Es difícil entender estos tres seres sin leer toda la Biblia, incluyendo el Apocalipsis. Cuando llegamos a Apocalipsis 12, descubrimos que la serpiente de Génesis 3:15 es el diablo, pues Apocalipsis 12:9 habla de “la serpiente antigua, que se llama el diablo y Satanás”. La mujer no es solamente Eva, sino todo el pueblo que puso su
confianza en Dios, incluyendo a la virgen María, pues el pueblo de Dios ocupa la posición de mujer delante de El. Además, vemos que la mujer contiene una parte fuerte llamada el hijo varón. Por consiguiente, el hijo varón de Apocalipsis 12 forma parte de la simiente de la mujer mencionada en Génesis 3:15. Algunos preguntarán quién es el hijo varón. Existen varias enseñanzas al respecto en el cristianismo. Algunos afirman que el hijo varón es el Señor Jesús. Estoy de acuerdo con eso en un sentido porque el Señor Jesús es la cabeza, el centro, la realidad, la vida y la naturaleza del hijo varón. No obstante, este hijo varón no es individual, sino corporativo. Puesto que la mujer misma no es individual, sino universal y corporativa, su hijo también debe ser universal y corporativo. El hijo varón corporativo incluye al Señor Jesús como cabeza, centro, realidad, vida y naturaleza del hijo varón. Las Escrituras así lo demuestran. En Salmos 2:8-9 se profetiza que el Señor Jesús, el Ungido de Dios, reinará sobre las naciones con vara de hierro. Apocalipsis 2:26-27 revela que los vencedores que haya en las iglesias reinarán sobre las naciones con vara de hierro. Ahora en Apocalipsis 12:5 vemos que el hijo varón reinará sobre todas las naciones con vara de hierro. Por consiguiente, el relato bíblico revela que tanto el Señor Jesús como Sus vencedores reinarán sobre las naciones con vara de hierro. En consecuencia, el hijo varón mencionado en Apocalipsis 12:5 incluye al Señor Jesús y también a los vencedores que haya en las iglesias. Además, Apocalipsis 20:4 dice que Cristo y los vencedores resucitados reinarán durante mil años. Así que el hijo varón de Apocalipsis 12 no es el Señor Jesús como individuo ni los vencedores separados de El, sino el Señor Jesús junto con los vencedores. Cristo es el vencedor más destacado (Ap. 3:21). Como principal vencedor, El es la cabeza, el centro, la realidad, la vida y la naturaleza de los vencedores. Entre el pueblo de Dios en la tierra hay una parte fuerte que incluye al Señor Jesús y a los vencedores. Por lo tanto, el Señor Jesús y los vencedores componen el hijo varón. La enemistad que hay entre la serpiente y la simiente de la mujer mencionada en Génesis 3:15 se manifiesta plenamente en Apocalipsis 12. En Apocalipsis 12 vemos que la serpiente antigua hace todo lo posible por perjudicar al hijo varón y a la mujer (vs. 4, 13-17). Así la enemistad de Génesis 3:15 se cumple cabalmente. El Señor Jesús fue un hijo varón; sin embargo, nació de una mujer. ¿Qué significa esto? Esto significa, en la esfera espiritual, que el Señor Jesús nació de una fuente que confiaba en Dios. La mujer es la fuente de la simiente, y la simiente, la cual incluye al hijo varón que vence al enemigo, es más fuerte que la mujer. La fuente del hijo varón es una mujer, no un hombre. Su fuente es el que confía en Dios, y no quien se declara independiente de Dios. El hijo varón es la simiente de una mujer que confía en Dios y que depende de El. El Señor Jesús fue la simiente que provino de esa fuente. Del mismo modo, todos debemos ser la simiente de la mujer, la simiente de una fuente que depende de Dios. Si pretendemos ser un hombre delante de Dios, ponemos fin a nuestra relación con Dios y dejamos de pertenecerle a El. Todo aquel que pertenece a Dios debe ser una mujer delante de El. Si los que tienen a su cargo las iglesias dicen: “Sabemos cómo manejar las cosas”, entonces dejan de ser la mujer delante de Dios, y asumen la posición de hombre. Los hermanos que tienen el liderazgo deben decir: “Señor, Tú sabes cuán débiles somos. Dependemos de Ti. Aparte de Ti, Señor, no podemos hacer nada. Confiamos en Ti en todas las cosas”. Si los hermanos que tienen el liderazgo tienen esta actitud, son verdaderamente la mujer delante de Dios. Génesis 3:15 no menciona la simiente del hombre; pues sólo la simiente de la mujer tiene la debida posición delante de Dios. Por una parte, somos la mujer; por otra, somos la simiente de la mujer. Somos aquellos que confían en Dios; ésta es nuestra fuente. También somos la simiente de esta fuente que confía en Dios. Por consiguiente, podemos fortalecernos. La simiente de la fuente que confía en Dios es la única que puede ser fuerte, no fuerte en sí misma, sino en Dios. El Señor Jesús fue el primero en ser una persona así. El es la cabeza del hijo varón. Ahora también es el centro, la realidad, la vida y la naturaleza del hijo varón. ¡Cuánto combate el enemigo, Satanás, en contra del hijo varón!
3) El centro El punto crucial y central de Génesis 3:15 es el hecho de que la simiente de la mujer, o sea, el Señor Jesús, vendría para destruir a Satanás en la cruz. Esta es la mayor proclamación en la predicación de las buenas nuevas. Una vez más repito que Adán y Eva temblaban bajo la inminente condena a muerte, pero Dios, en lugar de condenarlos, los sorprendió con la predicación del evangelio. Adán y Eva temían a Dios y aborrecían a la serpiente. Por consiguiente, Dios declaró en Sus buenas nuevas que Aquel que era llamado “la simiente de la mujer” vendría para destruir a la serpiente. Este era el evangelio. La promesa con respecto a la simiente de la mujer y a la destrucción venidera de la serpiente era las buenas nuevas proclamadas a la primera generación de pecadores.
4) El cumplimiento a) En el pueblo de Dios La promesa de Génesis 3:15 se ha cumplido a lo largo de las generaciones. Primero se cumplió en todo el pueblo de Dios. Desde que fue dada esta promesa, Satanás ha sido el enemigo del pueblo de Dios. El seguirá siendo el enemigo hasta que sea echado al abismo (Ap. 20:1-3) y finalmente al lago de fuego (Ap. 20:7-10). Antes de ser echado al lago de fuego, él seguirá siendo el enemigo del pueblo de Dios.
b) En todos los vencedores Además, esta promesa se cumple en todos los vencedores hasta el tiempo del arrebatamiento. Esto se revela en Apocalipsis 12.
c) En el Señor Jesús Esta promesa se cumplió por completo en el Señor Jesús. Primero, se cumplió en el tiempo de Su nacimiento (Mt. 2:13-22). Cuando el Señor Jesús nació, la serpiente suscitó mucha enemistad, y provocó la muerte de muchos niños. Segundo, la promesa se cumplió en la vida terrenal del Señor. Si leemos los cuatro evangelios, veremos que Satanás perturbaba continuamente al Señor Jesús, persiguiéndole y oponiéndose a El. Finalmente, Satanás hirió el calcañar del Señor en la cruz, como se profetizó en Salmos 22:16. La promesa hecha en Génesis 3:15 revela que Satanás es el enemigo del pueblo de Dios. Por último, el Señor Jesús vino como la simiente de la mujer para destruir al enemigo. Hoy en día disfrutamos el cumplimiento de esta promesa.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTE LA SERPIENTE, LA MUJER Y LA SIMIENTE DE LA MUJER En este mensaje tengo la carga de presentar, a modo de paréntesis, unas palabras adicionales sobre
Génesis 3:15. Como vimos en el mensaje anterior, Génesis 3:15 es el evangelio. Génesis 3:15 es el primer caso de proclamación del evangelio en toda la Biblia. En este versículo, Dios mismo le predicó al hombre las buenas nuevas al juzgar a la serpiente. Así que debemos dedicarle más tiempo a este versículo. En mensajes anteriores he repetido varias veces que casi todo lo que encontramos en Génesis, del capítulo 1 al 3, es una semilla que crece en los siguientes libros de la Biblia, aparece como un cultivo en las epístolas del Nuevo Testamento y llega a ser la cosecha madura en el libro de Apocalipsis. Ya vimos que este principio se aplica a muchas cosas. En este mensaje quisiera subrayar nuevamente este principio mientras consideramos las tres figuras principales mencionadas en Génesis 3:15: la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer.
I. LA SERPIENTE Cuando leemos las Escrituras, descubrimos que la serpiente no se menciona únicamente en Génesis, sino también en los demás libros de la Biblia. Apocalipsis 12:9 y 20:2 también aluden a la serpiente. En Apocalipsis 12 y 20 vemos que Satanás tiene varios nombres: el dragón, la serpiente antigua, el diablo y Satanás. Entre esos nombres, se encuentra la expresión “la serpiente antigua”. Juan usa esta expresión porque cuando escribió el libro de Apocalipsis, la serpiente había envejecido, por lo menos cuatro mil años. ¿Quién es esta “serpiente antigua”? Sólo podríamos contestar esta pregunta consultando el tercer capítulo de Génesis donde se menciona la serpiente por primera vez. En Juan 3:14 vemos otra referencia a la serpiente. Cuando Nicodemo, un caballero de clase alta y con logros superiores, acudió al Señor Jesús con una actitud positiva, el Señor le dijo que necesitaba nacer de nuevo con una nueva vida (Jn. 3:3, 5). El Señor le dijo que su espíritu humano necesitaba nacer de nuevo, del Espíritu Santo, pues “lo nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:6). No obstante, pocos cristianos han observado que en la conversación del Señor con Nicodemo, a éste se le mencionó la serpiente (Jn. 3:14). Aunque Nicodemo era todo un caballero, un erudito, “un maestro de Israel”, el Señor le dio a entender que era una serpiente. En cierto momento de la conversación entre el Señor Jesús y Nicodemo, le dijo: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado”. ¿Qué significa eso? Era la respuesta del Señor a la pregunta de Nicodemo. Nicodemo había preguntado: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?” y: “¿Cómo puede hacerse esto?” Nicodemo preguntó cómo podía nacer de nuevo. El Señor contestó: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” Aunque Nicodemo enseñaba el Antiguo Testamento al pueblo, no sabía qué era nacer de nuevo. Por consiguiente, el Señor se refirió a la tipología de la serpiente de bronce que fue levantada sobre un asta por Moisés (Nm. 21:9). El Señor parecía decirle: “Todos tus padres fueron mordidos por las serpientes venenosas, y el veneno de éstas entró en ellos. Tus padres se convirtieron en serpientes a los ojos de Dios. Puesto que estaban muriendo, Moisés oró a Dios por ellos, y Dios le pidió a Moisés que levantara una serpiente de bronce sobre un asta para traer Su juicio sobre los israelitas envenenados. Todo aquel que había sido envenenado por las serpientes y que miraba a la serpiente de bronce alzada en el asta sobrevivía. Muchos israelitas hicieron eso, y sus vidas fueron preservadas. Esto tipifica la regeneración. El Señor parecía decir a Nicodemo: “No te consideres todo un caballero. Debes entender que eres una de las personas que fueron envenenadas por la serpiente y que tienes naturaleza serpentina. Aparentemente eres un hombre, pero en realidad eres una serpiente. A los ojos de Dios eres una de las serpientes. Aunque tú eres una serpiente, Yo he venido a morir por ti. Moriré en la cruz en forma de serpiente. Cuando Yo esté en la cruz, a los ojos de Dios sólo seré un sustituto por los pecadores, y allí seré juzgado en forma de serpiente por Dios. La única diferencia es ésta: la verdadera serpiente tiene veneno, pero Yo sólo tendré la forma de la serpiente. No tengo ni la naturaleza ni el veneno de la serpiente. He venido en semejanza de carne de pecado, en forma de serpiente, a fin de morir por todos los que han sido envenenados por la serpiente”.
La primera mención de la serpiente, en Génesis 3, es una semilla que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia. Vemos la serpiente en Génesis 3 y también en Juan 3:14. Casi todos los cristianos han visto la vida eterna en Juan 3:16, pero son pocos los que han visto la serpiente en Juan 3:14. No obstante, si hemos de entender lo que es la vida eterna, necesitamos comprender lo que es la serpiente. Debemos ver la serpiente. La serpiente no está solamente en Génesis y en Juan, sino que también se explica claramente en el libro de Apocalipsis. En Génesis 3:15 la serpiente es una pequeña semilla, en el Evangelio de Juan esta semilla ha crecido, y en el libro de Apocalipsis la semilla llega a ser una cosecha. Al leer toda la Biblia, podemos ver que en cada generación la obra de Dios ha tenido una meta: edificar el Cuerpo para expresar a Su Hijo, Cristo, y también eliminar a la serpiente. Dios tiene la intención de expulsar a la serpiente. Por consiguiente, todos debemos entender dónde está la serpiente ahora.
A. Se ha inyectado en la humanidad Mediante la caída del hombre, la serpiente se inyectó en la humanidad. ¿Dónde se encuentra esta serpiente ahora? Está en nuestra carne. En el huerto, antes de la caída del hombre, la serpiente estaba fuera del hombre. Pero desde la caída, la serpiente insidiosa y astuta está en el hombre, en su carne. Un día el Señor Jesús preguntó a Sus discípulos: “¿Quién decís que soy Yo?” Y Pedro contestó inmediatamente: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt. 16:15-16). Poco después, el Señor reprendió a Pedro, llamándolo “Satanás” (Mt. 16:23). ¿Puede creer usted que en un instante él era Pedro, una persona santa, y que poco después él se convirtió en Satanás? Si yo hubiera sido Andrés, el hermano de Pedro, le habría preguntado al Señor Jesús: “¿Dónde está Satanás? Yo soy Andrés, el hermano de Pedro, pero ¿dónde está Satanás?” El Señor Jesús podría haberle contestado: “Satanás está dentro de él. Satanás está dentro de Pedro”. Cuando usted habla con maldad, ¿quién es? Es Satanás. Cuando actúa vilmente con su cónyuge, ¿quién es usted? Satanás. En ese momento, el Señor Jesús podría llamarlo a usted: “¡Satanás!” ¿Dónde está Satanás? Está dentro de la humanidad caída. Hoy en día Satanás está en la carne del hombre. Todos debemos estar alerta porque Satanás, aquel que tentó y perjudicó a la primera generación de la humanidad, ahora está dentro de nosotros.
B. Los hombres se convierten en “serpientes” Satanás se ha inyectado en el hombre, y por esta razón todos los hombres se convierten en serpientes a los ojos de Dios. Aunque usted piense que es un hombre, a los ojos de Dios, es una serpiente. En Mateo 3:7 vemos que Juan el Bautista llamó a los judíos religiosos “cría de víboras”. Eran serpientes. Juan parecía decirles: “Vosotros pensáis que sois religiosos. Sois muy religiosos, pero no entendéis que sois una cría de víboras”. En la explicación que dio el Señor Jesús con respecto a la parábola del sembrador, usó la expresión “los hijos del maligno” (Mt. 13:38). ¿Quién es el maligno? La serpiente, Satanás; él es el maligno y todos sus seguidores son hijos suyos. Los seguidores de Satanás no son sus hijos adoptivos; son sus hijos por nacimiento. Es por eso que en Juan 8:44 el Señor Jesús dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo”. El Señor parecía decir: “Vuestro padre es el diablo porque vosotros tenéis su vida. La vida y naturaleza del diablo está en vosotros. Nacisteis de vuestro padre y ahora tenéis su vida y naturaleza”. El apóstol Juan menciona “los hijos del diablo” y dice: “El que practica el pecado es del diablo” (1 Jn. 3:10, 8). Por esta misma razón Pablo llamó a Elimas el mago “hijo del diablo” (Hch. 13:10). Aun un hombre como Nicodemo, una persona de tanta categoría, era una serpiente a los ojos de Dios, y tenía naturaleza serpentina. Esta es la razón por la cual toda la gente serpentina necesita que el Señor Jesús sea su sustituto y tome forma de serpiente.
C. Los hombres tienen naturaleza y vida de serpiente Todos nosotros, por ser hijos del diablo, nacidos de la serpiente, tenemos la naturaleza y la vida de una serpiente (1 Jn. 3:12). Nadie puede negar ni refutar esto, pues vemos la naturaleza y la vida de Satanás en nuestros hijos. Aparentemente los niños pequeños son agradables; pero cuanto más crecen, más queda expuesta la naturaleza serpentina que tienen. Aunque no se les enseña a exhibir la naturaleza y la vida serpentinas, las manifiestan espontáneamente. He observado eso en muchos niños, incluyendo a los míos. Debemos recordar que todos somos así. No sólo somos así, ¡somos eso mismo! Tenemos una naturaleza y una vida serpentinas dentro de nosotros.
D. Como el espíritu maligno que obra en el hombre caído Satanás, la serpiente, es el espíritu maligno que obra en el hombre caído (Ef. 2:2). Este espíritu maligno no está dormido, sino que obra activamente en los hijos de desobediencia. Por ejemplo, considere cómo Satanás obró en Judas, el hombre que traicionó al Señor Jesús (Jn. 13:2, 27; 6:70). ¡Cuánto laboró Satanás en ese pobre hombre! Ya vimos que a Pedro se le llamó Satanás (Mt. 16:23). Si no tuviéramos este relato de Mateo 16, nadie creería que Pedro, un apóstol principal, podía convertirse en Satanás. Además, después del día de Pentecostés, Ananías y Safira se llenaron de Satanás y mintieron al Espíritu Santo (Hch. 5:3). Ananías y Safira no estaban en una casa de juego, sino en la iglesia después del día de Pentecostés. No obstante, estaban llenos de Satanás. Ahora conocemos el paradero de Satanás. El no está lejos; está dentro de nosotros. Algunos cristianos piensan: “Después de ser salvos y de estar en el Cuerpo de Cristo, Satanás no tiene nada que ver con nosotros”. Este pensamiento no es la voz del Espíritu Santo, sino la voz de la serpiente astuta, y la predicación de este concepto es una mentira de la serpiente. Todos debemos estar alerta porque el astuto enemigo todavía está entre nosotros. Mientras estamos en la vieja creación, la serpiente permanece en nosotros.
II. LA MUJER A. Representa a todo el pueblo de Dios Ahora veamos quién es la mujer. Indudablemente, la mujer de Génesis 3:15 es en primer lugar Eva. En segundo lugar, como todos los maestros ortodoxos concuerdan, esta mujer también alude a María, la madre de Jesús, porque la simiente de la mujer era el Señor Jesús. El Señor Jesús no nació de un hombre, sino de una mujer, una virgen. Por consiguiente, Su título es “la simiente de la mujer”. No obstante, la mujer tiene un triple significado, y no representa solamente a Eva y a la virgen María, sino también a la mujer revelada en Apocalipsis 12. La mujer de Apocalipsis 12:1 es una mujer universal que incluye a todo el pueblo de Dios. Por tanto, es una mujer corporativa. No obstante, algunas personas tienen otra interpretación de lo que es la mujer de Apocalipsis; para ellos se trata de María, la madre del Señor Jesús. Pero María era una virgen individual, local. Si leemos Apocalipsis 12, podemos ver que la mujer mencionada allí es universal y no local. Tiene doce estrellas sobre la cabeza, la luna debajo de sus pies, y está vestida del sol. Todo eso indica sin duda que es universal y corporativa. La mejor manera de interpretar la Biblia es consultar otros pasajes de la Palabra santa. Vemos algo similar en el sueño de José (Gn. 37:9). En aquel sueño José vio el sol, la luna y once estrellas. El sol representaba a Jacob, el padre de José; la luna representaba a la madre de José; y las once estrellas representaban a los hermanos de José. Por consiguiente, en principio, el sol, la luna y las estrellas representan en conjunto todo el
pueblo de Dios. Así que la mujer de Apocalipsis 12 no es una virgen individual y local, sino que es universal y corporativa e incluye a todo el pueblo de Dios. Según la Biblia el pueblo de Dios cabe en tres categorías: los patriarcas, Israel y la iglesia. Los patriarcas, que vivieron antes de la nación de Israel, son representados por las estrellas de Apocalipsis 12. Israel, que vivía en tiempos de oscuridad, es representado por la luna que yace debajo de los pies de la mujer. Cuando el Señor Jesús vino, brilló el sol (Lc. 1:78-79), y la iglesia llegó a existir. En cierto sentido, durante la edad actual, la iglesia es el sol, en el día. Por tanto, la iglesia es representada por el sol. Ahora podemos ver que esta mujer se compone de los patriarcas, de Israel, incluyendo a María la madre de Jesús, y de todos los que constituyen la iglesia. Incluye a todo el pueblo de Dios empezando con Adán y continuando a lo largo de los períodos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento hasta el regreso del Señor Jesús. Todos estamos incluidos en esta mujer. He afirmado reiteradas veces que nuestra posición delante de Dios es la de mujer. Nuestra condición no es de hombre, sino de mujer, pues todos somos una mujer delante de Dios. No se considere un hombre sabio, fuerte y capaz. Si asume esta clase de posición, se halla inmediatamente en una condición caída. Todos tenemos la misma posición, la de mujer, seamos hermanos o hermanas. Debemos decir: “Señor, permanezco en la posición de mujer. No sé nada y no puedo hacer nada. Señor, pongo mi confianza en Ti. Tú eres mi marido”: Cuando tomamos esta posición, y nos apoyamos en el Señor Jesús, formamos parte de la mujer. Todos los patriarcas eran personas así. Los verdaderos israelitas y todos los que conforman la iglesia a través de las generaciones han constituido esta clase de personas. Nosotros también debemos ser tales. Debemos decir: “Señor, fuera de Ti estamos desamparados y no podemos hacer nada. Ponemos nuestra confianza en Ti”. Debemos entender que, según la Biblia, la mujer es el vaso débil (1 P. 3:7).
B. Es atacada por la serpiente En todas las generaciones, la mujer, el pueblo de Dios, ha sido atacada por la serpiente. La serpiente atacó a Job (Job 1:6-12; 2:1-7). Atacó también a Israel, a David (1 Cr. 21:1), y a Josué el sumo sacerdote (Zac. 3:1-2). Por tanto, en Apocalipsis 12 vemos que la serpiente se opone, persigue y combate a la mujer (Ap. 12:4, 13-17). Aunque la mujer es el vaso débil, dentro de ella se encuentra una parte fuerte, el hijo varón. Ahora consideremos a este hijo varón, la simiente de la mujer.
III. LA SIMIENTE DE LA MUJER ¿Quién es el hijo varón? Como dijimos en el mensaje diecinueve, algunos cristianos ortodoxos dicen que el hijo varón es el Señor Jesucristo. Estoy de acuerdo con eso en cierto sentido, aunque no completamente. Existen dos razones por las cuales no creo que en todos los aspectos el hijo varón de Apocalipsis 12 se refiera a Cristo. Ya mencioné que la madre del hijo varón no es una mujer local e individual, sino una mujer universal y corporativa. Puesto que la madre es corporativa, su hijo también debe ser corporativo. Segundo, si leemos Apocalipsis 12 con detenimiento, veremos que el hijo varón es arrebatado en el versículo 5. El no es arrebatado a los aires, sino al trono de Dios. Algunas personas dicen que eso describe la ascensión del Señor Jesús a los cielos. No obstante, en el siguiente versículo dice que después del arrebatamiento del hijo varón, habrá un período de “mil doscientos sesenta días”. Este es un lapso de cuarenta y dos meses, pues cuarenta y dos meses multiplicados por treinta equivalen a mil doscientos sesenta días. Este período de mil doscientos sesenta días o de cuarenta y dos meses es el lapso de “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” (Ap. 12:14). “Tiempo” representa un año, “tiempos” representan dos años, y “medio tiempo”, medio año, lo cual suma tres años y medio en total. Esto equivale a cuarenta y dos meses o mil doscientos sesenta días. Estos tres años y medio constituyen la segunda mitad de los últimos siete años, que es la última semana de las setenta mencionadas en Daniel 9:25-27. La expresión
“una semana” de Daniel 9:27 especifica un lapso de siete años, considerado por todos los maestros bíblicos como el período de la gran tribulación. La gran tribulación será intensificada durante la última mitad de esos siete años, la cual se refiere a los cuarenta y dos meses o a los mil doscientos sesenta días. A lo que me refiero cuando menciono esto es lo siguiente: si usted dice que el hijo varón es solamente el Señor Jesús, quien ascendió a los cielos hace más de mil novecientos años, ¿cómo podría entenderse que después de Su ascensión a los cielos sólo transcurran tres años y medio? Esto es imposible. No obstante, después del arrebatamiento del hijo varón al trono de Dios, sólo transcurrirá la última mitad de los últimos siete años. Así podemos entender que el hijo varón no debe de ser Cristo. El hijo varón de Apocalipsis 12 es el cumplimiento completo de la profecía acerca de la simiente de la mujer que se dio en Génesis 3:15. En el mensaje diecinueve mostré la manera en que Génesis 3:15 y Apocalipsis 12 constituyen dos porciones de la Palabra divina que se correlacionan. En Génesis 3:15 vemos tres figuras principales: la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer. En Apocalipsis 12 vemos estas tres figuras cruciales: la serpiente, la mujer y el hijo varón. Como vimos en el mensaje anterior, la simiente de la mujer, mencionada en Génesis 3:15, es indudablemente Cristo. Sin embargo, cuando esta simiente llega al punto de ser el hijo varón descrito en Apocalipsis 12, ya no es solamente el Señor Jesús, sino el Señor en compañía de la parte vencedora de Su Cuerpo. Lo que era anteriormente una simiente individual llega a ser una entidad corporativa en Apocalipsis 12. Cuando el Señor Jesús nació en el pesebre, era la simiente individual de la mujer, y cuando fue crucificado para ser nuestro Redentor, todavía era esa simiente individual. Pero después de Su resurrección, El se reprodujo y se multiplicó. El grano de trigo que estaba solo, se convirtió en los muchos granos (Jn. 12:24). Antes El era el único, el Unigénito (Jn. 1:14), pero mediante la muerte y la resurrección, llegó a ser el Primogénito entre muchos hermanos, el primer Hijo entre muchos hijos (Ro. 8:29; He. 2:10). El Primogénito es la Cabeza del Cuerpo, y todos los hermanos, los muchos hijos, son los miembros del Cuerpo. Ahora la simiente de la mujer no es un individuo, sino una persona corporativa constituida del Cristo individual como Cabeza y de todos Sus miembros como Cuerpo. Por consiguiente, Cristo es la Cabeza de este hijo varón. El también es el centro, la realidad, la vida y la naturaleza del hijo varón. La Cabeza fue a los cielos, pero Su Cuerpo permanece en la tierra. Por lo que a la Cabeza se refiere, ella ascendió a los cielos hace más de mil novecientos años. Pero nosotros Su Cuerpo todavía estamos aquí esperando el arrebatamiento venidero. Después del arrebatamiento del hijo varón, habrá un tiempo de tres años y medio. El hijo varón, igual que la mujer, es universal y corporativo. La virgen María forma parte de esta madre universal. Así que, inicialmente tenemos una madre individual con una simiente individual, pero al final tenemos una madre corporativa con un hijo varón corporativo. Somos como El. El es el vencedor que va adelante, y nosotros somos los vencedores que lo seguimos. El es la Cabeza del hijo varón, y nosotros somos el Cuerpo. El es el centro del hijo varón, y nosotros somos la circunferencia. El es la realidad del hijo varón, y nosotros somos la expresión del hijo varón. El es la vida y naturaleza del hijo varón, y nosotros somos el hijo varón.
A. Cristo Vimos que la simiente de la mujer es primeramente Cristo. Cristo nació de una mujer, una virgen (Is. 7:14; Mt. 1:23; Gá. 4:4). Cuando la simiente de la mujer estaba en la tierra, ató a la serpiente, o sea, al hombre fuerte (Mt. 12:29). Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Satanás, la serpiente, era el hombre fuerte, y el Señor ejerció Su autoridad para atarlo. Jesús, la simiente de la mujer, ató a la serpiente y saqueó todos sus bienes. En Juan 14:30 El dijo a Sus discípulos que la serpiente, el príncipe del mundo, no tenía nada en El. Aunque la serpiente hizo todo lo posible, no pudo encontrar nada para sí en la simiente de la mujer. Cuando el Señor Jesús fue a la cruz, aplastó la cabeza de la serpiente, y la destruyó completamente. Esta es la razón por la cual Hebreos 2:14 dice que por medio de la muerte, Cristo destruyó al diablo, quien tiene el imperio de la muerte, y deshizo las obras del diablo (1 Jn. 3:8). En el futuro Cristo regirá las naciones con vara de hierro (Sal. 2:8-9;
Ap. 12:5). Todo lo que se relaciona con Cristo como simiente de la mujer es algo maravilloso, aunque sigue estando fuera de nosotros. Todavía no ha entrado en nosotros. No obstante, después de que Jesús nació, ató al hombre fuerte, no cedió nada de terreno al príncipe del mundo, y después de destruir al enemigo en la cruz, resucitó; y en resurrección fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En cualquier tiempo y lugar que una persona diga: “Señor Jesús”, el Espíritu vivificante entrará inmediatamente en ella. Esto es un misterio y también un hecho. Al entrar Cristo en los creyentes como Espíritu vivificante, se forja en ellos como simiente vencedora. Cristo fue sembrado en nosotros como semilla. La parábola del sembrador narrada en Mateo 13, muestra que Cristo se sembró como una semilla en nuestros corazones. Como resultado, fuimos regenerados. Pedro dice que fuimos regenerados, no por una simiente corruptible ni corrupta, sino por una simiente incorruptible, la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P. 1:23). Esta Palabra es Cristo, y Cristo es la simiente. Además, el apóstol Juan dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn. 3:9). Esta simiente es Cristo, la simiente de la mujer. La simiente del vencedor es esta misma simiente. La simiente es el principal vencedor. Tenemos en nosotros una simiente vencedora. Si dejamos crecer esta simiente, ella vencerá. Todos debemos clamar: “¡Aleluya, tenemos en nosotros la simiente vencedora!” Un día quedé sorprendido al leer la última estrofa de “¡Escuchad! Los ángeles pregoneros cantan”, un himno escrito por Carlos Wesley hace más de doscientos años. En esa estrofa, encontramos una referencia clara a la simiente vencedora de la mujer: ¡Ven, Deseado de naciones, ven! Fija en nosotros Tu humilde hogar: Elévate, vencedora simiente de la mujer, Aplasta en nosotros la cabeza de la serpiente; Borra ahora la semejanza de Adán, Forja Tu imagen en su lugar: Postrer Adán, Adán de arriba, Restablécenos en Tu amor. Esta estrofa empieza con un llamado al “Deseado de naciones”, una alusión a Hageo 2:7. Cristo es el deseado de todas las naciones. El autor no pide que Cristo, el deseado de las naciones, venga a morir en la cruz por nosotros, sino que fije en nosotros Su humilde hogar. La siguiente línea no dice: “Elévate Emanuel, elévate Jesucristo, Hijo de Dios”. Dice: “Elévate, vencedora simiente de la mujer”. Me agrada esta línea. Luego el autor implora a esta vencedora simiente” que aplaste en nosotros la cabeza de la serpiente. Aunque El aplastó la serpiente en la cruz, ahora debe aplastar la cabeza de esa serpiente en nosotros. Además, la semejanza de Adán debe ser borrada porque se ha llenado de la naturaleza serpentina. Y Wesley añade: “Forja Tu imagen en su lugar”, lo cual significa que somos transformados a la imagen del Señor. El himno termina con una oración: que el “postrer Adán” nos restablezca en Su amor. Todos debemos alabar al Señor por haber fijado Su humilde hogar en nosotros y por aplastar ahora la cabeza de la serpiente en nosotros. El es “la vencedora simiente de la mujer”.
B. Los vencedores Esta simiente vencedora también nos hace vencedores. Somos los que vencen juntamente con Cristo porque llevamos la simiente vencedora dentro de nosotros. En Romanos 16:20 tenemos la promesa de que Dios pronto aplastará a Satanás debajo de nuestros pies. No obstante, nosotros los que vencemos juntamente con Cristo, somos atacados y acusados por la serpiente (2 Co. 12:7; Ap. 12:10). La serpiente también intentará devorarnos (Ap. 12:4), pero nosotros podemos vencerla. No vencemos por nuestro mérito, sino por la sangre del Cordero y por la palabra de nuestro testimonio
(Ap. 12:11). Debemos declarar la palabra de nuestro testimonio y decir a la serpiente: “Ya fuiste aplastada”. No sólo debemos predicar el evangelio a los seres humanos, sino que también debemos declarar a la serpiente los hechos relacionados con la simiente conquistadora de la mujer. Si usted está a punto de enojarse, no intente vencer su ira. Sólo hable con Satanás: “Satanás, no me tientes. ¿No sabes que fuiste aplastado?” Diga eso la próxima vez que Satanás le incite a enojarse. No ore, sólo recuérdele a la serpiente que ya fue aplastada. Dígale: “Satanás, lee la Biblia. Lee Hebreos 2:14. Quiero recordarte que fuiste destruido”. Nosotros lo vencemos por la palabra de nuestro testimonio al declarar lo que Jesús hizo. Esta es nuestra victoria. Además, los vencedores aborrecen la vida de su alma hasta la muerte. Por último, seremos correyes con Cristo y regiremos las naciones con vara de hierro (Ap. 2:26-27). Apocalipsis 2:26-27 es una cita del salmo 2, una profecía acerca de Cristo, que predice Su dominio sobre las naciones. Sin embargo, el cumplimiento de esta profecía concierne a los vencedores. Así podemos ver que la Biblia en realidad combina a Cristo con todos Sus vencedores como un solo Cuerpo. Eso nos proporciona más base para decir que el hijo varón de Apocalipsis 12 no es solamente Cristo, sino Cristo como Cabeza junto con todos los vencedores como Su Cuerpo. En la profecía del salmo 2 Cristo es profetizado como Aquel que rige las naciones con vara de hierro. En el cumplimiento de Apocalipsis 2:26-27, los vencedores son revelados como aquellos que regirán las naciones con vara de hierro. La profecía y su cumplimiento traen a Cristo juntamente con Sus vencedores como un solo hijo varón. Por consiguiente, Apocalipsis 12:5 dice que el hijo varón regirá todas las naciones con vara de hierro. ¡Aleluya! Regiremos juntamente con Cristo. Apocalipsis 20:1-6 nos muestra que también seremos correyes de Cristo, pues reinaremos con El en el reino milenario.
IV. EL RESULTADO Ahora llegamos al resultado. La semilla se encuentra en Génesis 3:15, y el resultado, la cosecha, se halla en Apocalipsis, del capítulo 20 al 22. Cada uno de estos tres seres ha pasado de una semilla a una forma altamente desarrollada. La serpiente ha crecido y ha llegado a ser un dragón (Ap. 12:9; 20:2), la mujer individual se ha convertido en una mujer corporativa, y la simiente individual de la mujer ha crecido hasta ser un hijo varón corporativo.
A. La serpiente será echada al lago de fuego Apocalipsis 20:10 declara que la serpiente finalmente será echada al lago de fuego. Esta es la cosecha de Satanás. El destino de Satanás es el lago de fuego.
B. La mujer dará por resultado la Nueva Jerusalén La mujer dará por resultado la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2, 9-10). Esta es la cosecha de la mujer. El destino de la mujer es la Nueva Jerusalén.
C. La simiente de la mujer será el centro de la Nueva Jerusalén ¿Qué diremos de la simiente de la mujer? La simiente de la mujer será el centro de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:22-23; 22:1). Esta es la cosecha de la simiente de la mujer. El destino de la simiente de la mujer es llegar a ser el centro de la Nueva Jerusalén.
Creo que el Señor nos ha mostrado claramente la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer. La simiente de estas entidades se halla en Génesis 3:15, y la cosecha se encuentra en Apocalipsis en los capítulos del 20 al 22.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTIUNO DIOS AFRONTA LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE (2) En este mensaje consideraremos otros aspectos de la manera en que Dios afronta la primera caída del hombre.
d. El hombre recibe disciplina con los sufrimientos Como ya vimos, después de que el hombre cayó, Dios no vino a condenarlo, sino a buscarlo y a juzgar a la serpiente. Al condenar a la serpiente, Dios proclamó la promesa en cuanto a la simiente de la mujer (Gn. 3:15). No obstante, ése no fue el fin. Aunque Dios había proclamado la promesa de Su salvación, el hombre aún estaba en una situación confusa. Este no sólo se hallaba en una situación difícil, sino que un elemento pecaminoso había sido inyectado en su naturaleza. Por consiguiente, el hombre es pecaminoso exteriormente y corrupto interiormente. Dios no tenía ninguna intención de condenar al hombre. Todo lo que sentía Dios en Su corazón hacia el hombre era amor, y el hombre estaba bajo el amoroso cuidado de Dios. Por consiguiente, Dios dispuso algunos sufrimientos por el bien del hombre. Aunque no nos gustan los padecimientos, de todos modos Dios ha determinado que pasemos por ellos.
1) El propósito ¿Cuál es el propósito de los sufrimientos que Dios dispuso para el hombre? El fin principal es restringirlo. En realidad, los sufrimientos designados por Dios son nuestra salvaguarda y protección. Jamás olvide que el hombre tiene un elemento corrupto y corruptor en su naturaleza como resultado de la caída. Dios ama al hombre y lo trata con amor, aunque en la naturaleza de éste todavía haya un elemento satánico. Es probable que inmediatamente después de la caída, el hombre no haya entendido su verdadera condición; sin embargo, Dios comprendía el problema, y por eso determinó los sufrimientos para el hombre caído con el fin de restringirlo. Los jóvenes de todo el mundo desean libertad; quieren tener su libertad. No obstante, debemos darnos cuenta de que demasiada libertad elimina las restricciones que Dios, en Su amor, estableció para nosotros. Como hombres caídos que poseemos una naturaleza corrupta, sin duda necesitamos reglamentaciones que nos protejan y nos salvaguarden. Supongamos que una mujer tiene un niño travieso. Si ella no ejerce ningún control sobre el niño, éste no lograría sobrevivir tres días. El se mataría como resultado de su libertad excesiva. Ninguna madre es tan insensata como para conceder plena libertad a un niño travieso. Todos los niños necesitan restricciones. Las limitaciones son buenas para nosotros. Como adulto tengo que ser restringido por mis queridos hermanos en el Señor, y me gusta serlo. Las hermanas me limitan aún más. En realidad dispongo de muy poca libertad. Si ustedes me ofrecieran
libertad, yo les diría: “No, gracias. Llévese su libertad; yo necesito ser refrenado”. Cuánto le agradezco al Señor por haberme restringido mediante las limitaciones que me ha impuesto en estos últimos años. No me han causado sufrimiento las restricciones de los santos, sino que las he disfrutado. Los límites que me han puesto mis hermanos y hermanas en el Señor han sido mi protección. Aunque, por el momento, no piense usted que las restricciones sean agradables, creo que dentro de algunos años adorará al Señor diciendo: “¡Gracias, Señor, por las restricciones!” Quisiera decir algo acerca de los cónyuges. A ninguna mujer le gusta ser restringida. Las hermanas queridas pueden ser santas y procurar la espiritualidad, pero no creo que anhelen ser restringidas. A la esposa no le gusta aceptar restricciones de su marido ni de su suegra. Me he enterado por la historia y por experiencia que son pocas las nueras que quieren a sus suegras. Parece que Dios así lo dispuso. Dios determinó que la suegra fuese una restricción para la nuera y que la nuera fuese un problema para la suegra. Esto no nos parece agradable, pero en realidad eso es bueno. Toda hermana que esté dispuesta a aceptar restricciones de parte de su marido, de sus hijos y de su suegra estará protegida. Ahora me dirijo a los maridos. Nosotros los hermanos necesitamos indudablemente las restricciones que provienen de nuestras esposas. Le doy gracias al Señor por mi querida esposa. Puedo testificar que la mejor ayuda que ella me ha brindado ha sido sus restricciones. Ella me restringe hasta en lo que como. Aunque mi estómago me pertenece, ella determina la cantidad de alimentos que como. Día tras día, le digo: “Todavía tengo hambre”, pero ella contesta: “Es suficiente. Ya no queda más”. Con el tiempo, al aceptar sus restricciones, mis problemas gástricos fueron sanados. He aprendido que si usted tiene un problema gástrico o una úlcera estomacal, la mejor manera de sanarlo es limitar su alimentación. Por tanto, toda regulación es en realidad una gran ayuda. Todos necesitamos esta ayuda. Por consiguiente, Dios determinó los sufrimientos para el hombre a fin de limitarlo, rescatarlo con la disciplina y salvaguardarlo.
2) Acerca de la mujer a) Sufrimientos en las preñeces En cuanto a la mujer, Dios dispuso que experimentara sufrimientos o dolores en las preñeces (Gn. 3:16; 1 Ti. 2:15). Los sufrimientos de las preñeces incluyen el embarazo y el parto. Las preñeces, es decir, el embarazo y el parto, son dolorosas. Dios no había dispuesto que esto fuera así antes de la caída; pero debido a la caída, El determinó sufrimiento para la mujer, que fue la primera en caer. Usted se preguntará por qué Dios primero determinó los sufrimientos para la mujer y después para el hombre. Dios hizo eso porque la mujer fue la primera en transgredir la prohibición de Dios. Por tanto, Dios empezó por ella. Eso estaba correcto. Si Dios hubiera empezado por Adán, éste habría dicho: “Señor, no empieces por mí. No fui yo el primero en caer. Debes ir al primero”. Por tanto, Dios empezó por Eva. ¿Por qué algunas mujeres limitan sus preñeces? Porque quieren disfrutar de una vida libre. Esto va en contra del camino de Dios. Todos sabemos que la preñez acarrea problemas, pero Dios la estableció como restricción. La mejor protección para una joven demasiado liberada es tener muchos hijos. Aun cuando ni los padres de ella ni su marido ni su familia política logren restringirla, sus hijos le limitarán su excesiva libertad. Los hijos constituyen una restricción y una protección para su madre. Esta es la razón por la cual Pablo deseaba que las mujeres jóvenes se casaran y tuvieran hijos para que no fueran chismosas ni entrometidas (1 Ti. 5:13-14).
b) El señorío del marido El Señor también le dijo a Eva que su marido se enseñorearía de ella. Esto significa que toda hermana debe estar bajo el señorío de su marido. ¿Por qué cayó Eva? Por no hacer caso a su marido
y asumir el liderazgo. Por consiguiente, Dios parecía decirle: “Eva, de ahora en adelante nombro a Adán para que tenga dominio sobre ti”. A pesar de que esto es difícil de aceptar, la Biblia nos enseña que la mujer debe estar sujeta al marido. Todos nosotros debemos aceptar esto como una salvaguardia y una protección. El señorío del esposo es una verdadera salvaguardia para la esposa. Por esto Pablo escribe en 1 Timoteo 2:11-12: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción; no permito a la mujer enseñar, ni ejercer autoridad sobre el hombre”. La enseñanza de Pablo al respecto se basa en lo que Dios determinó en Génesis 3:16. Espero que las hermanas presten atención a esta palabra divina de la Biblia.
3) Acerca del hombre a) La tierra produce espinos y cardos En cuanto al hombre, la tierra produce espinos y cardos (Gn. 3:17-18). Entre ustedes pocos son agricultores y tal vez piensen que pueden escaparse de la tierra. No obstante, cualquiera que sea su trabajo o profesión, su trabajo o profesión constituye la tierra. En toda la tierra no existe ningún trabajo o profesión que no presente dificultades. En todos los empleos, la tierra produce espinos y cardos. Entonces algunos dirán: “No trabajaré para otro. Estableceré mi propio negocio”. Si usted dice eso, después de unos años ya no querrá estar en los negocios. Deseará abandonar su negocio porque, en lugar de producirle dinero, le produce espinos y cardos. En toda clase de empleos, en las escuelas, las fábricas, los mercados y las oficinas, la tierra parece producir fácilmente espinos y cardos. Hace varios años encontré a un hermano que cultivaba frutas. Yo pensaba que ser agricultor era algo maravilloso, pero el hermano me habló bastante sobre las dificultades que tenía con su finca. Estas dificultades son determinadas por Dios. Jóvenes, ustedes deben estar conscientes de que esto es lo que Dios dispuso. Dios le dijo a Adán que la tierra producirá espinos y cardos y que él debía sufrir dolor y fatiga.
b) Dolor, sudor y fatiga durante toda su vida Dios le dijo al hombre que sufriría dolor, sudor y fatiga durante toda su vida (Gn. 3:19). Por tanto, el hombre debe laborar, sudar y sufrir. Sin embargo, la fatiga y los sufrimientos constituyen una protección para el hombre caído. Si un hombre no está ocupado en un trabajo determinado, le resulta fácil caer en pecado. Todos los hombres deben estar ocupados en alguna labor a fin de evitar cometer pecados. Para muchos, el trabajo en sí no es una salvaguardia suficiente; necesitan otros sufrimientos. Así que, el trabajo y los sufrimientos frecuentes impiden que la gente peque.
c) Volvería a la tierra Después de la caída, Dios también ordenó que el hombre no viviera para siempre, sino que muriese y volviese a la tierra. No obstante, esto no significa que el hombre debe perecer, porque Dios, en Su relación con él, le ha proporcionado la manera de ser salvo. En el castigo que Dios asignó al hombre y a la mujer hay sufrimientos, pero no necesariamente la perdición. No obstante, si el hombre no toma el camino de la salvación que Dios le brinda, ciertamente perecerá después de la muerte. La muerte también es una restricción que Dios puso al hombre caído. Hace varios años, di un mensaje que abarcaba tres temas: el sufrimiento, el sueño y la muerte. Ninguno de estos asuntos parece bueno, y no me agrada ninguno de ellos. Quisiera ser una persona que no sufriera jamás, que no necesitara dormir y que viviera para siempre. Pero debemos entender que el sufrimiento, el sueño y la muerte son restricciones para los pecadores. Si Hitler viviese en la actualidad y siguiera viviendo otros quinientos años, sería el peor diablo que la tierra hubiese conocido jamás. Cuando yo estaba en Manila hace más de veinte años la gente me habló de cierta
persona maligna. Les dije: “No se molesten. Dejen que empeore lo más que pueda. Les aseguro que no podrá seguir diez años más. No creo que cambie para bien, pero estoy seguro de que después de diez años morirá”. Poco después leí en el periódico que esta persona había muerto. El sufrimiento restringe a la gente, el sueño la inmoviliza, y la muerte la aniquila. Si usted va a Hong Kong, oirá hablar de un juego llamado Mah-Jongg. A ningún jugador de Mah-Jongg le gusta dormir; juegan Mah-Jongg día y noche hasta setenta y dos horas sin parar. Pero después de este lapso, sus esposas no necesitan pararlos; el sueño los vence. Por tanto, por muy mala que sea una persona, primero se detendrá a causa del sueño y luego será aniquilada por la muerte. El sueño es una pequeña muerte, y la muerte es un sueño más grande. En esta tierra hoy en día, no existe ni una sola persona maligna que tenga ciento cincuenta años de edad. Todas las personas malignas de estos últimos ciento cincuenta años están muertas y sepultadas. Dios ha usado la muerte para purgar la tierra. En cierto sentido, la muerte es un sufrimiento para el hombre; no obstante, el hombre no se da cuenta de que ésta es verdaderamente la manera que Dios usa para protegerlo.
e. La redención dada de antemano Junto con los sufrimientos ordenados por Dios, Adán experimentó una redención anticipada. ¿Por qué decimos que era una redención anticipada? Porque en Génesis 2 la verdadera redención no se había efectuado. En Génesis 3:21 vemos un anticipo de la redención que había de cumplirse cuatro mil años más tarde. Tanto el hombre como la mujer se encontraban en una situación que requería redención. Aunque Dios no los había condenado, aunque los había buscado y les había dado sufrimientos como restricción y protección para ellos, y aunque les había proclamado la promesa de la simiente venidera, de todos modos cuando Adán y Eva se miraron, todavía estaban casi desnudos. Digo que estaban casi desnudos porque estaban cubiertos ligeramente por los delantales (o cubiertas) que ellos se habían hecho con hojas de higuera (Gn. 3:7). Las cubiertas de hojas de higuera representaban la propia obra del hombre en su intento de tapar su pecado. Adán y Eva eran pecadores, y sus ojos fueron abiertos al conocimiento del bien y el mal. Un siervo del Señor dijo que no es necesario hacer el mal, pues el mero hecho de conocer el mal es maligno en sí. Anteriormente Adán y Eva eran inocentes y no eran malignos. Pero cuando se dieron cuenta de que estaban desnudos, se hicieron malos porque el hecho de conocer el mal es maligno. Nadie puede evitar el mal si lo conoce. En tanto que usted conozca el mal, se contaminará con él. La mejor manera de apartarse del mal es no conocerlo. Adán y Eva eran pecadores y lo sabían. Por tanto, intentaron ayudarse al hacerse cubiertas de hojas de higuera a fin de tapar su desnudez. Esto era lo que sus propias manos habían hecho con las hojas de higuera. Después de la caída, todo lo que usa el hombre de la vida vegetal representa lo que se hace sin la sangre redentora. Antes de la caída, el hombre no necesitaba la sangre redentora, pero después de la caída sí la necesita. Por tanto, el intento de cubrir su desnudez con la vida vegetal nunca podrá lograrlo. El hombre pecador necesita la sangre de un animal; necesita el sacrificio de sangre para efectuar la redención (He. 9:22). Por consiguiente, las cubiertas que Adán y Eva hicieron con las hojas de higuera no taparon su desnudez a los ojos de Dios. Sin embargo, no debemos olvidar Génesis 3:20. Después de oír las buenas nuevas, Adán llamó inmediatamente a su esposa “Eva”, que significa “viviente”. Adán y Eva temblaban porque temían la sentencia de muerte, pero de pronto Adán oyó las buenas nuevas, respondió creyendo, y le dijo a Eva: “Eva, estás viva. No vas a morir; vas a vivir”. El versículo 20 significa que Adán creyó en las buenas nuevas. La primera vez que la Biblia alude a la fe se halla en Génesis 3:20, y el primero que creyó en las buenas nuevas fue Adán. Cuando Adán oyó las buenas nuevas, creyó que él y Eva iban a vivir y que no morirían. Después del versículo 20 en el cual vemos que Adán creyó, llegamos al versículo 21 donde vemos la justificación que Dios da. Después de que Adán creyó en las buenas nuevas, Dios les hizo túnicas de piel a él y a su esposa, y los vistió. Las túnicas los cubrieron completamente. Reflexione un poco acerca de las túnicas hechas con hojas de higuera. Después de algunos días, las hojas se habrían
secado y quebrado. Con el tiempo, habrían caído, y el hombre y la mujer habrían quedado completamente desnudos. Por esto, usted nunca debería cubrirse con su propia labor. Usted es pecador a los ojos de Dios y está desnudo delante de El. Todo lo que hace para taparse no es más que una cubierta hecha con hojas marchitas de higuera, las cuales proceden de la vida vegetal. Usted necesita ser cubierto con túnicas de vida animal. Las túnicas de pieles que Dios hizo para Adán y Eva los cubrían día y noche. Por favor, recuerde que casi todos los asuntos mencionados en los primeros tres capítulos de Génesis constituyen una semilla. Aquí en Génesis 3:20-21, tenemos la semilla de la fe en el evangelio y la semilla de la justificación efectuada por Dios. La semilla de la fe en el evangelio de Dios se encuentra en Génesis 3:20 donde Adán declara que el nombre de Eva era “Viviente”. La proclamación del evangelio por parte de Dios, y la respuesta de Adán al llamar a Eva “Viviente”, constituían la semilla de la fe en el evangelio. Más adelante Dios vino para justificar. Adán y Eva estaban desnudos y se habían hecho delantales para cubrirse. Estos no cubrían sus cuerpos como era debido. Después de que Dios vino a predicar el evangelio y de que Adán respondió creyendo, Dios vistió al hombre y a la mujer con túnicas. Esto significa que los justificaba. Ser justificado significa estar cubierto con la justicia de Dios, la cual es Cristo mismo y no una obra humana. El hecho de que Adán y Eva estaban cubiertos con las túnicas significaba que estaban en Cristo. En Gálatas 3:27 se afirma: “Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. La túnica es el tipo más claro en la Biblia de Cristo como justicia de Dios, la justicia que nos cubre. Por tanto, en figura, Adán y Eva estaban en Cristo. Por consiguiente, tanto la fe del hombre como el acto de Dios de justificar a los que creen, fueron sembrados a modo de semillas en Génesis 3:20-21. Estas semillas se desarrollan en las epístolas del Nuevo Testamento. A pesar de que la Biblia no dice explícitamente que las túnicas fueran tomadas de un cordero, yo creo, junto con otros, que eran vestiduras de piel de cordero, porque de las pieles se hicieron túnicas. Algunas versiones dicen “cubiertas” y otras “prendas”. De todos modos, de las pieles fue hecha la ropa. Sin lugar a dudas, las pieles no venían de las vacas; deben haber sido pieles de corderos tiernos, pieles adecuadas para vestir. Después de que Adán y Eva fueron vestidos con las túnicas de pieles, ellos tenían apariencia de cordero. ¿Era Adán un hombre o un cordero? Lo que se veía era la lana, pues Adán estaba completamente cubierto por el cordero. A pesar de ser un hombre, se había convertido en cordero a los ojos de Dios. La gente siempre se convierte en lo que la cubre. Nosotros expresaremos a Cristo y nos pareceremos a El por estar cubiertos de El. Cuando Adán y Eva se taparon con las cubiertas de hojas de higuera que ellos mismos habían hecho, deben de haber parecido horribles, desnudos y pecadores. No obstante, después de vestirse con túnicas de pieles de cordero, deben haber parecido corderos. Dios nos puso en Cristo (1 Co. 1:30), y nosotros nos hemos vestido de Cristo (Gá. 3:27). Por tanto, podemos expresar a Cristo. Pablo podía incluso decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Pablo llegó a ser la expresión de Cristo al ser uno con El. El pensamiento de expresar a Cristo fue sembrado en la tipología de las túnicas de pieles que cubrieron a Adán y Eva y que llegaron a ser su expresión.
1) El sacrificio de sangre: la sustitución Sin duda alguna, los corderos tuvieron que ser sacrificados para poder obtener las túnicas. Fueron inmolados y su sangre fue derramada. Creo que Dios probablemente mató a los corderos en presencia de Adán y Eva y que ellos vieron el sacrificio. Eso debe haberles dejado una profunda impresión. Tal vez Adán le haya dicho a Eva: “Eva, ¿no sabes que ése debería ser nuestro destino? Nosotros merecíamos morir. Nuestra sangre debió ser derramada porque caímos, cometimos pecado y transgredimos la prohibición de Dios. Según la prohibición de Dios, deberíamos morir. Pero Dios no nos mató, Eva. Dios está matando a estos corderos en lugar nuestro. Cuán agradecidos deberíamos estar por estos corderos. Ellos son nuestro sustituto”.
Un día el Señor Jesús vino, y Juan el Bautista dijo de El: “He aquí el Cordero de Dios” (Jn. 1:29). Juan 1:29 desarrolla Génesis 3:21. En tipología, los corderos fueron inmolados, pero Cristo ya había sido inmolado a los ojos de Dios, pues El fue inmolado desde la fundación del mundo (Ap. 13:8). Dice en Hebreos 9:22: “Sin derramamiento de sangre no hay perdón”. Así que este asunto de derramar la sangre también fue sembrado en Génesis 3:21 y se desarrolla en Juan 1:29 y Hebreos 9:22. Si usted lee las epístolas del Nuevo Testamento, observará con qué frecuencia se menciona la sangre. Fuimos redimidos por la preciosa sangre del Cordero de Dios, el cual fue preparado por Dios para nosotros antes de la fundación del mundo (1 P. 1:18-20). Cristo fue determinado como cordero antes de la caída de Adán. Podemos ver un cuadro del derramamiento de la sangre de Cristo allí en el huerto. Sin derramamiento de sangre, ¿cómo puede un Dios justo justificar a un hombre pecador? Sin derramamiento de sangre, no habría sido lícito, justo ni bueno que Dios pusiera una túnica sobre el hombre caído. No obstante, antes de cubrir al hombre pecador con túnicas de pieles, Dios lo juzgó y lo mató en el sacrificio. Dios nunca nos matará, porque El ya nos mató en Cristo. En la cruz, el Dios justo inmoló a Cristo. Por consiguiente, cuando respondemos al evangelio y decimos: “Viviente”, Dios inmediatamente viene y nos cubre con Cristo como nuestra justicia. Esto significa que la justificación que da Dios se basa en la redención. El poner túnicas de pieles se basaba en el derramamiento de la sangre del sacrificio, pues en realidad el cordero del sacrificio era un sustituto del hombre pecador.
2) Las pieles que nos cubren: la unión Aunque muchos cristianos hablan de sustitución, del hecho de que Cristo murió en nuestro lugar, pocos entienden qué significa la unión. La verdadera sustitución se basa en la unión. Adán y Eva eran pecadores, y los corderos fueron inmolados y su sangre fue derramada por sus pecados. ¿Cómo pudo la muerte de los corderos ser la muerte de ellos? Si los corderos y Adán y Eva estuvieran separados el uno del otro, los corderos no podían sustituirlos. Cuando Adán creyó en las buenas nuevas, Dios lo cubrió con una túnica de piel de cordero, y Adán fue hecho uno con el cordero. El pecador se hizo uno con el sustituto. Esta es la unión. La unión hace que la sustitución sea eficaz, pues sin la unión, la sustitución queda aislada. La sustitución no tiene nada que ver con nosotros hasta que entramos en esa unión. Cuando participamos de la unión, todo lo que el sustituto ha cumplido es nuestro. Cristo lo realizó todo por nosotros en la cruz, pero sin unión nada de lo que El cumplió en la cruz tendría relación con nosotros. Pero si decimos: “Amén, Señor”, seremos vestidos de Cristo y puestos en El. Al ser uno con Cristo, todo lo que El cumplió en la cruz llega a ser nuestro, nuestra porción. La unión trae la eficacia de la sustitución, y la sustitución se basa en la unión. Cuando predicamos el evangelio, algunas personas nos preguntan: “Puesto que Cristo murió por nosotros, ¿por qué necesitamos creer? Usted acaba de decirnos que El efectuó plena redención por nosotros. Entonces, ¿por qué tenemos que creer nosotros?” Porque ustedes necesitan la unión. Si ustedes no creen en Cristo, no tienen esa unión. Si no tienen unión con El, no podrán hacer suyo todo lo que El hizo en la cruz ni podrán aplicarlo. Debemos creer en Cristo. Cada vez que la Biblia habla de creer para ser salvos usa la preposición “en”. Debemos creer en El. Esta pequeña palabra “en” denota “unión”. Creer en Jesucristo significa ser uno con El, tener unión con El. Si soy un hombre pobre y usted es multimillonario, es posible que usted tema unirse a mí, pero yo estaría contento de unirme a usted, porque cuando yo me uno con usted, todo lo suyo llega a ser mío. Esta es la razón por la cual tantas mujeres quieren casarse con hombres ricos. Según la ley de California, en la unión entre marido y mujer queda implícito que la esposa llega a poseer todo lo que el marido tiene. Nosotros tenemos el mejor matrimonio. Nosotros los pobres mendigos nos hemos casado con Cristo, el multimillonario más grande. Todo lo que El tiene, todo lo que es, lo que ha hecho y va a hacer, lo que ha logrado y obtenido, es nuestro. Ahora estamos en Cristo. Este asunto de unión también fue sembrado en Génesis, se desarrolla plenamente en las epístolas del Nuevo Testamento y madurará como una cosecha en Apocalipsis 21.
f. Se cerró el camino al árbol de la vida 1) La razón Aunque vimos que los sufrimientos fueron determinados para restringirnos, rescatarnos y guardarnos y aunque vimos la redención anticipada, queda de todos modos un problema práctico: ¿Qué sucede con el árbol de la vida? ¿Puede el árbol de la vida quedar a disposición del hombre caído y pecaminoso? Aunque en aquel entonces Adán y Eva tenían un anticipo de la redención, no tenían la verdadera redención. Todavía eran pecaminosos en su naturaleza. Si ellos, siendo corruptos en su naturaleza, hubieran comido del árbol de la vida mientras estaban en esa condición, habrían vivido para siempre con su naturaleza pecaminosa. Dios no lo permitió. El árbol de la vida, el cual representa a Dios, no debe ser tocado por el hombre pecaminoso. Por tanto, antes de efectuarse la verdadera redención, Dios debía cerrar el camino al árbol de la vida. Al completarse la verdadera redención, el árbol de la vida volvería a ser accesible. Así que, Génesis nos dice que después de que Dios preparó la redención anticipada para el hombre, cerró el camino al árbol de la vida.
2) El medio Resulta muy significativo considerar la manera en que Dios cerró el camino al árbol de la vida. En figura, Dios cerró el camino mediante los querubines y una espada encendida. Aquí vemos tres asuntos: los querubines, la llama y la espada. Como dijimos con anterioridad en cuanto a otros asuntos en estos capítulos de Génesis, debemos usar alegorías para interpretar todas las figuras de Génesis 3. Es perfectamente válido usar alegorías al interpretar el Antiguo Testamento, pues tanto el Señor Jesús como el apóstol Pablo lo hicieron.
a) Los querubines: la gloria de Dios Si leemos Ezequiel 9 y 10 y Hebreos 9, veremos que los querubines simbolizan la gloria de Dios. Ezequiel 9:3 revela que la gloria de Dios estaba con los querubines, y Hebreos 9:5 habla de “los querubines de gloria”, porque Dios los usó para representar, expresar y mostrar Su gloria. Por consiguiente, el camino al árbol de la vida fue cerrado por los querubines, lo cual significa que fue cerrado por la gloria de Dios. La gloria de Dios no permitía que el hombre pecaminoso tocara a Dios antes de que se cumpliera la verdadera redención. En Romanos 3:23 Pablo dice que todos pecaron y carecen de la gloria de Dios. Por tanto, fue la gloria de Dios la que cerró el camino al árbol de la vida. La gloria de Dios no permitía que ninguna persona pecadora y carente de Su gloria tuviera contacto con El.
b) La llama: la santidad de Dios La llama representa el fuego, y el fuego en tipología es la santidad de Dios. Dios es un fuego consumidor (Dt. 4:24; 9:3; He. 12:29). Todo lo común, lo impuro o lo pecaminoso es consumido por El. Este fuego consumidor representa la santidad de Dios, y sin santidad nadie lo verá (He. 12:14). Por tanto, el segundo elemento que cerró el camino al árbol de la vida fue la santidad de Dios.
c) La espada: la justicia de Dios La espada representa la muerte. En Génesis 3 la muerte a espada indica la justicia de Dios (cfr. Lm. 3:42-43; Ro. 2:5). Si Dios mata a alguien sin que el pecado esté de por medio, El podría ser
censurado por actuar injustamente. Sin embargo, puesto que el pecado está de por medio, es necesario, según el Dios justo, darle muerte a tal persona. Por tanto, la espada que mata representa los requisitos de la justicia de Dios. Por consiguiente, la gloria, la santidad y la justicia de Dios cerraron el camino al árbol de la vida, lo cual indica que el hombre, mientras era pecador, no podía tener contacto con Dios como el árbol de la vida.
3) Los ejemplos a) Dios en el monte Sinaí Ahora consideremos dos ejemplos del hecho de que Dios cerró el camino al árbol de la vida. En el monte Sinaí, Dios vino a visitar a Su pueblo (Ex. 19:10—20:21). No obstante, parecía decir a Moisés: “Moisés, di al pueblo que debo tener un límite alrededor del monte y que nadie debe cruzar el límite. Yo soy santo, justo y estoy lleno de gloria. Entre vosotros, seres pecaminosos, nadie está calificado para pasar ese límite. Si lo hacéis, moriréis”. El monte Sinaí quedó cubierto con una nube en la cual estaba la gloria de Dios (Ex. 24:16-17). Esa gloria era muy exigente. Separó a todo el pueblo pecaminoso de la presencia de Dios y cerró el camino al árbol de la vida. También, en el monte estaba el fuego consumidor (Ex. 19:18). Los israelitas estaban tan atemorizados que dijeron a Moisés: “No nos pidas acercarnos a Dios. Acércate tú a El por nosotros. Mira lo que está en el monte: el fuego devorador. No nos atrevemos a dar un paso más”. Esto era el requisito de la santidad de Dios. Además, durante el encuentro de Dios con Moisés en el monte Sinaí, le dio la ley, los diez mandamientos justos (Ex. 20:1-17). Estos mandamientos también eran una gran exigencia. Por consiguiente, en el monte Sinaí vemos el cuadro de tres asuntos: la gloria de Dios, Su santidad y Su justicia. Estos atributos divinos pusieron exigencias y requisitos sobre el hombre pecador. De esta manera, el hombre fue separado de Dios, el árbol de la vida, por la gloria, la santidad y la justicia de Dios.
b) Dios en el Lugar Santísimo del tabernáculo Un segundo ejemplo es el tabernáculo, en cuyo centro se encontraba el Lugar Santísimo (Lv. 16:12). Dios estaba en el Lugar Santísimo, que Su gloria shekinah llenaba continuamente. Sin embargo, el hombre no podía entrar en el Lugar Santísimo en todo tiempo porque los querubines que estaban encima del arca (Ex. 25:18-20) observaban si el hombre pecaminoso podía satisfacer los justos requisitos de Dios. Esto significa que la gloria de Dios estaba allí observando. También había querubines bordados en el velo de separación (Ex. 26:31-34). Además, cuando Nadab y Abiú, los dos hijos de Aarón, entraron al lugar santo con un fuego extraño, fueron quemados y muertos (Lv. 10:1-3). El fuego, que representa la santidad de Dios, salió del lugar santo para devorarlos. Además, en el arca del Lugar Santísimo se hallaba la ley de Dios (Ex. 40:20-21; He. 9:3-4). La ley representaba la justicia de Dios. Por consiguiente, una vez más vemos que la gloria, la santidad, y la justicia de Dios pusieron exigencias sobre el hombre pecador y le impidieron tener contacto con Dios.
4) El límite del tiempo a) Hasta que el Señor Jesús efectuó la redención en la cruz El camino al árbol de la vida fue cerrado durante el período que precedió el cumplimiento de la redención por parte del Señor Jesús. Mediante la muerte todo-inclusiva de Cristo en la cruz, fueron
satisfechos todos los requisitos de la gloria, la santidad y la justicia de Dios.
(1) Los requisitos de la gloria de Dios La muerte redentora de Cristo satisfizo los requisitos de la gloria de Dios. Cuando El murió, el velo en el cual estaban bordados los querubines de la gloria se rasgó en dos de arriba abajo (Mt. 27:5051). El hecho de que se haya rasgado de arriba abajo demuestra que esto era obra de Dios y que la barrera entre Dios y el hombre quedaba eliminada. El hombre carecía de la gloria de Dios, pero ahora Dios lo puede justificar mediante la redención que está en Cristo (Ro. 3:23-24).
(2) Los requisitos de la santidad de Dios La santidad de Dios quedó satisfecha con la muerte de Cristo en la cruz. Somos santificados, hechos santos, mediante la ofrenda que hizo Cristo una vez y por todas (He. 10:10). Por Su única ofrenda, Cristo nos perfeccionó en la santificación, en la santidad (He. 10:14). El nos santificó con Su sangre (He. 13:12). Por la muerte de Cristo, la santidad de Dios es nuestra y los requisitos de Su santidad ya no son un problema para nosotros.
(3) Los requisitos de la justicia de Dios La muerte de Cristo también satisfizo la justicia de Dios. Dios hizo a Cristo pecado por nosotros a fin de que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El (2 Co. 5:21). El justo sufrió por los pecados de los injustos (1 P. 3:18). Mediante la muerte de Cristo, la justicia de Dios se ha hecho nuestra y no puede apartarnos del Dios justo que es el árbol de la vida. Por lo tanto, el camino al árbol de la vida nos fue completamente abierto una vez más al efectuar Cristo la redención.
b) Abrió un camino nuevo y vivo La sangre de Cristo nos abrió un camino nuevo y vivo puesto que El cumplió los requisitos de la justicia, la santidad y la gloria de Dios (He. 10:19-20, 22). La palabra “nuevo” de Hebreos 10:20 significa “fresco” o “recién hecho”. Tenemos este camino fresco, un camino hecho recientemente. Mediante este camino nuevo, fresco y vivo tenemos la confianza de entrar en el lugar secreto donde se halla el árbol de la vida. No tengan temor de su naturaleza pecaminosa, pues ya fue crucificada. La naturaleza pecaminosa, el viejo hombre, el alma, el ego y el horrible “yo” fueron clavados en la cruz. Por consiguiente, Dios tiene la confianza de concedernos la vida eterna. El no tiene temor de que vivamos eternamente con nuestra naturaleza caída porque ésta fue aniquilada por la muerte todo-inclusiva de Cristo.
c) Al hombre se le permite acercarse a Dios y disfrutarlo como vida Ahora podemos acercarnos a Dios (Jac. 4:8; He. 4:16; 10:19, 22). Mediante la redención efectuada por Cristo, Dios entró en nuestro espíritu. Debemos volvernos a nuestro espíritu y, mediante la sangre de Jesús, entrar en el Lugar Santísimo donde tenemos acceso al árbol de la vida. Esto es maravilloso. Ahora no estamos bajo el anticipo de la redención, sino que disfrutamos de la redención cumplida. Esta redención nos ha abierto un camino nuevo y vivo para entrar en el Lugar Santísimo. Este camino no estaba presente en el huerto, pero ahora está en nuestro espíritu. Por consiguiente, ahora tenemos la confianza de tocar al Dios viviente, quien es el árbol de la vida. Puesto que nuestras túnicas fueron lavadas, tenemos derecho a acercarnos al árbol de la vida y a
disfrutar sus riquezas (Ap. 22:14).
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTIDOS LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE (1) Después de ver la primera caída del hombre y la proclamación de las buenas nuevas por parte de Dios, lo cual se relata en Génesis 3, llegamos a Génesis 4. Aparentemente estamos estudiando la caída; pero en realidad estamos considerando las buenas nuevas. Si no hubiese sucedido la caída, no habría buenas nuevas. ¡Alabado sea el Señor por la caída! La caída del hombre trajo el evangelio de Dios. En este mensaje llegamos a otro paso en la caída del hombre y también en la proclamación de las buenas nuevas por parte de Dios.
B. La segunda caída 1. El trasfondo En Génesis 4 el hombre ya había caído (Gn. 3:6-8, 22-24). No obstante, había recibido de Dios la promesa de la salvación (3:15) y el camino de la salvación (3:21). Cuando Dios prometió a Adán que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente, éste creyó y respondió dando a su esposa el nombre de “Viviente”. Adán y Eva esperaban ser condenados a muerte. Por consiguiente, cuando oyeron las buenas nuevas, Adán no llamó a su esposa “Muerta”, sino “Viviente”. Como dijimos en el mensaje diecinueve, todo el género humano está muriendo; nadie vive. Sin embargo, después de oír y recibir el evangelio de Dios, el hombre es vivificado. ¡Aleluya, estamos vivos! Aunque la respuesta de Adán en Génesis 3:20 demuestra que él creyó el evangelio, no encontramos ningún indicio de que Eva también haya creído. No obstante, Génesis 4:1 nos revela que Eva creyó en las buenas nuevas. “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido varón, Jehová” (heb.). Eva dio a luz un hijo y lo llamó Caín, que significa “adquirido”. Aunque Caín mismo era perverso, su nombre tenía mucho significado. Cuando Eva dio a luz a Caín, declaró: “He adquirido varón”. No había adquirido una casa ni alguna tierra; había adquirido un hombre. Según su concepto, Caín era la simiente de la mujer, que había sido prometida en Génesis 3:15. Dios le había prometido a Eva que su simiente heriría la cabeza de la serpiente, el maligno. En Génesis 4:1 las palabras de Eva demuestran que ella había creído en esa promesa y que esperaba tener esa simiente. Cuando su primer hijo nació, ella declaró: “He adquirido varón, Jehová”. Si usted piensa que esta traducción es demasiado osada, le sugiero que consulte el texto hebreo. En el texto hebreo de Génesis 4:1 no existe ninguna preposición entre las palabras “varón” y “Jehová”. Aunque algunos traductores añadan las preposiciones “de” o “con”, no existe tal preposición en el texto original hebreo. El texto hebreo dice simplemente: “He adquirido varón, Jehová”. La versión Concordant de Génesis lo traduce de esta manera en el texto, y la versión New American Standard pone esta traducción en el margen. Por tanto, para Eva, el niño que ella dio a luz en 4:1 era el cumplimiento de la promesa acerca de la simiente de la mujer, que recibió en 3:15. Por consiguiente, ella llamó a su niño Jehová, el Señor. No obstante, esta afirmación era prematura. En realidad Eva no dio a luz al hombre Jehová. Cuatro
mil años más tarde la virgen María dio a luz un niño, cuyo nombre fue Dios fuerte (Is. 9:6). El niño que nació en el pesebre de Belén era Jehová. Su nombre fue Jesús, que significa “Jehová, el Salvador” (Mt. 1:21). Aunque Eva no dio a luz al hombre Jehová, ella era símbolo de la virgen María, quien sí lo dio a luz. Con el tiempo, la verdadera simiente de la mujer vino por medio de la virgen María. Por eso Jesús, o sea, Jehová el Salvador, es verdaderamente el hombre Jehová, que Eva pensó haber dado a luz como lo menciona Génesis 4:1. Al darle a su hijo el nombre de Caín, Eva demostró que ella creía en el evangelio proclamado por Dios en Génesis 3:15. Al cabo de los cuatro mil años que habían de transcurrir, el hombre Jehová finalmente vino por medio de la virgen María. Adán y Eva creyeron en el evangelio. Adán creyó y le dio a su esposa el nombre de “Viviente”; Eva creyó y llamó a su hijo “Adquirido”, pensando que ella había adquirido lo que Dios había prometido. Indudablemente Adán y Eva predicaron el evangelio a sus hijos, contando a Caín y a Abel cómo fueron creados por Dios, cómo Dios les había mandado no comer del árbol del conocimiento, cómo habían desobedecido a Dios y habían comido, cómo tuvieron temor y temblor mientras esperaban la sentencia de muerte, y cómo Dios les predicó el evangelio al prometerles que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. Además, Adán y Eva deben de haber contado también cómo quedaron desnudos en presencia de Dios y cómo Dios había matado algunos corderos como sacrificios, usando luego las pieles para hacer las túnicas que cubrieran la desnudez de ellos a fin de que permanecieran delante de El y tuvieran comunión con El. Estoy convencido de que Adán y Eva predicaron este evangelio a sus hijos. Encontramos una evidencia de ello en Hebreos 11:4, donde leemos: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín”. Según la Biblia, la fe proviene de oír la palabra predicada (Ro. 10:17, 14). Abel debe de haber oído de sus padres la predicación de las buenas nuevas, puesto que tuvo tanta fe y la ejercitó y ofreció un sacrificio a Dios conforme a esa fe. El recibió la fe cuando oyó esta palabra. El no presentó su sacrificio conforme a su propia opinión ni a lo que sabía, y su ofrenda no fue ninguna invención suya. El presentó su ofrenda por la fe conforme a las palabras que le predicaron sus padres. El padre, Adán, la madre, Eva, y el segundo hijo, Abel, creyeron en el evangelio. Nosotros los salvos, no somos los primogénitos. Los primogénitos perecieron (Ex. 12:29), y los que nacieron luego fueron salvos al creer. Nosotros los que creemos constituimos el segundo hijo. Alabado sea el Señor porque somos los hijos que nacieron después, el segundo hijo. Adán era un buen padre y fue el primero en creer el evangelio. Espero que todos los padres que lean este mensaje sean los primeros en creer el evangelio. Eva, buena esposa y madre, también fue creyente y siguió a su marido preparando el camino para que también su hijo creyera. Por consiguiente, en Génesis 4 vemos un padre creyente, una madre creyente y un hijo creyente. Consideren esa familia: todos creyeron en el mismo evangelio. Cuando la gente me preguntaba si Adán y Eva habían sido salvos, yo contestaba: “¿Por qué no? Si ustedes son salvos, ellos indudablemente también lo son. De hecho, fueron salvos mucho antes que ustedes”. Adán y Eva fueron pioneros en creer el evangelio. Adán abrió el camino. Eva preparó el camino, y Abel anduvo en él. Ahora somos seguidores de Abel. Quisiera que todo padre fuese un Adán, toda madre una Eva, y todos los hijos unos Abeles. La primera familia que hubo en la tierra fue una familia que creyó el evangelio, una familia de creyentes. Abel mismo fue un creyente extraordinario. Es posible que usted haya leído la Biblia por años sin notar cuál era la profesión de Abel. El fue “pastor de ovejas” (Gn. 4:2). En los días de Abel las ovejas no formaban parte de la alimentación del hombre, puesto que antes del diluvio, sólo se permitía comer verduras (Gn. 1:29). Sólo después del diluvio Dios permitió que el hombre comiera carne y también legumbres (Gn. 9:3). Así que, cuando Abel alimentaba las ovejas, no trabajaba para obtener alimento. Aparentemente Caín fue más inteligente; fue más práctico que Abel, pues “fue labrador de la tierra” (Gn. 4:2). Caín pudo haber dicho a su hermano: “Abel, lo que haces no es práctico. ¿De qué te sirve criar ovejas? Mira lo que hago yo. Trabajo en la tierra porque la tierra produce comida de la cual puedo vivir. ¿Cómo puedes ganarte la vida simplemente alimentando ovejas? Todo lo que puedes conseguir es pieles para cubrirte, pero no tienes nada con qué
sobrevivir”. Si ahondamos en el pensamiento de Génesis 4:2, veremos que Abel no trabajaba para obtener su sustento, sino para satisfacer a Dios. Abel no se preocupaba por su propia satisfacción, sino por la de Dios. Por el contrario, Caín no se preocupaba por satisfacer a Dios; a él sólo le interesaba ganarse la vida. Génesis 4:2 nos habla de dos hermanos de sangre: el mayor labraba la tierra, y el menor apacentaba las ovejas. La tierra producía alimento para el hombre, mientras que las ovejas se usaban principalmente como ofrendas para Dios. Vemos, pues, que Caín servía a la tierra y Abel servía a Dios. Quisiera hacer una pregunta a los que leen este mensaje: ¿Apacientan ustedes las ovejas o sirven a la tierra, al mundo? Si vivimos para el Señor, todo lo que hacemos es alimentar ovejas. Pero si no servimos al Señor, todo lo que hacemos es servir a la tierra. Existen solamente dos clases de personas: las que sirven al mundo y las que alimentan ovejas para Dios. ¿Quiénes son ustedes? Toda la gente mundana sirve a la tierra diligente y sinceramente, sin preocuparse en absoluto por Dios. Todos los seres humanos caídos sirven a la tierra y son esclavos de ella. ¿Es usted un siervo, un esclavo? La gente que sirve a la tierra piensa que nosotros los que alimentamos ovejas para Dios, estamos locos. Cuando se enteran de que nos reunimos continuamente, cuando nos ven leer a la Biblia y tener comunión unos con otros, cuando nos oyen cantar y alabar al Señor todo el tiempo, se preguntan qué clase de gente somos. Somos pastores de ovejas. Día y noche alimentamos ovejas. No diga que usted enseña en la escuela o que trabaja en su negocio. Usted alimenta ovejas para Dios. Somos Abeles, personas que están más interesadas en alimentar a las ovejas para Dios que en simplemente ganarse el sustento. No diga que los hermanos que tienen el liderazgo en la iglesia son los únicos en alimentar a las ovejas y que los demás hermanos y hermanas deben ocuparse de su empleo o negocio. Aparentemente usted se ocupa en su empleo o en su estudio, pero en realidad está alimentando a las ovejas para Dios. El empleo o la educación es algo secundario; lo principal es alimentar a las ovejas. El aspecto principal de nuestro vivir consiste en que nos preocupemos por satisfacer a Dios. No servimos a la tierra; somos pastores de ovejas para Dios. Abel alimentaba las ovejas con el único propósito de proveer ofrendas para Dios. Por consiguiente, Abel se dedicó por completo a servir a Dios. Todo lo que usted haga, debe realizarlo con el propósito de servir a Dios. No debería actuar por ninguna otra razón que no fuese ésta. Nosotros servimos a Dios, alimentando a las ovejas para presentarle ofrendas. Todo se debe hacer con este fin. Por ser Abel una persona así, fue un creyente extraordinario. El no sólo creyó en el evangelio, sino que practicó el evangelio y vivió por él. Cuando Eva dio luz a Caín, se alegró y declaró: “He adquirido varón, Jehová”. Es probable que poco después haya quedado desilusionada y haya dicho: “Este no era Jehová. No es más que un niño travieso”. Además, Caín no escuchó sus consejos. Por consiguiente, cuando Eva dio luz a su segundo hijo, lo llamó Abel, lo cual significa “vanidad”, como si un aliento se esfumara. En el nacimiento del primer hijo, ella se regocijó y exclamó: “He adquirido”; en el nacimiento del segundo, ella quedó desilusionada y dijo: “Vanidad”. Cuando Abel nació, Eva dijo simplemente: “Es vanidad”. Este pensamiento es muy significativo. Somos vanidad; no obstante, somos pastores de ovejas. No somos nada ni nadie, pero somos pastores de ovejas para Dios. Me resulta difícil contestar a los que me preguntan cuál es mi profesión. A menudo contesto: “Me cuesta trabajo decirlo. En cierto sentido, no soy nadie. En otro sentido, soy maravilloso”. Por una parte, no soy nadie, soy vanidad; por otra, soy una persona maravillosa que tiene la maravillosa labor de apacentar ovejas para Dios. No existe nada más maravilloso que la obra de apacentar las ovejas para Dios. Este es Abel. Por nacimiento, somos gente vana. Si no alimentamos las ovejas para Dios, todo lo que somos y hacemos es “vanidad de vanidades” (Ec. 1:2). Alabado sea el Señor porque en medio de las vanidades pastoreamos a las ovejas para satisfacer a Dios. Por consiguiente, ya no somos vanidad; estamos haciendo una labor maravillosa para satisfacer a Dios.
2. La causa En Génesis 4 vemos dos ejemplos diferentes. Abel fue un excelente ejemplo de alguien que creyó el
evangelio, lo puso en práctica y vivió para él. Caín, el primogénito de la segunda generación humana, fue un ejemplo de la continuación de la caída y de alguien que se apartó del camino de la salvación. Con relación a Adán y a Eva existen dos asuntos principales: la caída que causaron y el evangelio que recibieron y predicaron. Adán y Eva fueron salvos y comunicaron la palabra de salvación a la siguiente generación. También debemos compartir estas cosas con nuestros propios hijos, contándoles la triste historia de la caída del hombre y proclamándoles las buenas nuevas de la salvación que Dios trae. Caín no siguió el camino de la salvación, sino que continuó la caída. Su vida fue la continuación y prolongación de la caída del hombre. Por consiguiente, podemos decir que con Caín la humanidad experimentó una segunda caída. Sus padres causaron la primera caída, él la continuó y trajo la segunda. Quisiera en este punto dar una advertencia: No continúe jamás la caída. Debemos separarnos de la caída y decirle: “Caída, me niego a cooperar contigo. Mantente lejos de mí. No te permitiré continuar. Voy a correr a la salvación de Dios”. Caín perpetuó la caída del hombre, pero Abel persiguió el camino de salvación de Dios. Hoy somos confrontados con la misma elección. ¿Quieren permanecer en la caída y continuarla, o acudir a Dios para ser salvos? No deberíamos ser tan insensatos como para continuar la caída. Debemos aceptar la provisión que Dios nos brinda para que seamos salvos. No obstante, Caín fue insensato, pues se mantuvo en la caída y propició aún más su desarrollo.
a. La ganancia del diablo Debemos entender la causa de la segunda caída del hombre. Una de las razones por las cuales Caín continuó la caída fue que el diablo lo había ganado para sí interiormente. Aparentemente fue Caín el que rechazó las buenas nuevas de Dios, pero en realidad, fue Satanás el que lo apartó del camino de la salvación que Dios le brindaba. Satanás sabía que si Caín hubiera recibido las buenas nuevas, él no tendría ninguna posibilidad de ganarlo. De modo que fue astuto e incitó a Caín a seguir su propio camino en cuanto a la comunión con Dios. De esta manera él tenía a Caín en sus manos y lo hizo caer aún más. Por consiguiente, la segunda caída del hombre fue instigada por el enemigo insidioso que había ganado a Caín y obraba dentro de él.
b. La arrogancia del hombre al rechazar el camino de la salvación que Dios le brinda En Génesis 4 el diablo ya se había inyectado en el hombre, y Dios le había mostrado al hombre el camino de salvación. No obstante, Caín fue arrogante, pues rechazó el camino de la salvación que Dios le brindó. Esto significa que siguió al diablo y desechó la voluntad de Dios. Esta fue otra causa de la segunda caída. A Caín no le interesó la Palabra de Dios, el evangelio, ni escuchó la predicación de sus padres. Una vez más afirmo que creo que sus padres le predicaron el evangelio a él y a su hermano, hablándoles de la necesidad de tener túnicas que los cubrieran y que fueran hechas con las pieles de los corderos del sacrificio. Creo que esto justifica el deseo de Abel de ser un pastor de ovejas. Pero a Caín aquello no le interesaba en lo más mínimo, y por ende, rechazó el camino de Dios con arrogancia e inventó su propio camino.
3. El proceso a. La arrogancia del hombre al ofrecerle a Dios “el producto de la tierra” Caín era arrogante y servía a Dios según su propio concepto. “Caín trajo del fruto de la tierra una
ofrenda a Jehová” (Gn. 4:3). Caín sirvió a Dios según su concepto. El inventó una religión basándose en su concepto humano. En Génesis 3 no se dice nada acerca de ofrecer a Dios el fruto de la tierra. A Dios le interesa un sacrificio en el cual la sangre sea derramada para satisfacer los requisitos de Su justicia y también le interesan las pieles de los corderos del sacrificio con las que se pueden cubrir los seres caídos y desnudos. Cuando Adán y Eva vieron que estaban desnudos, se cubrieron con vestiduras hechas con hojas de higuera, pero a Dios no le agradó esa clase de vestimenta. El mató algunos corderos para el sacrificio por el pecado, y con las pieles de esos corderos hizo túnicas a fin de cubrir al hombre y a la mujer. Ya vimos que Adán y Eva deben de haber contado eso a Caín y Abel y que Abel recibió su palabra y actuó conforme a ella, mientras que Caín se consideró más inteligente y menospreció los intereses de Dios, negándose a seguir Su camino. El no obedeció al evangelio de Dios, sino que inventó su propio método, una religión conforme a sus propios conceptos. ¿Quién le pidió que ofreciera el fruto de la tierra? El mismo se lo propuso, motivado por el enemigo insidioso. Esta práctica se originó en su mente. Con el transcurso de los siglos y de las generaciones, Caín ha tenido incontables seguidores, personas de todas partes que inventan su propia religión. No incitaron al pueblo a pecar, sino a servir a Dios y a adorarle. En su arrogancia, estas personas creen estar sirviendo a Dios. Dicen: “¿Qué hay de malo en servir a Dios de esta manera? No apostamos ni robamos ni matamos. Servimos a Dios”. No obstante, quiero decirles: “Ustedes sirven a Dios conforme a sus propios conceptos. A la larga, ustedes no sirven a Dios, sino que se sirven a sí mismos. Ustedes sirven sus propios conceptos y no se preocupan por satisfacer a Dios. Dios no es su Dios; sus conceptos y su mentalidad son su dios. Si usted lee Génesis 4 con prisa, tendrá el mismo problema que tuve yo cuando leí este pasaje en mi juventud. Dije: “Dios no es justo. Ambos hermanos le presentaron una ofrenda. ¿Qué había de malo con la ofrenda de Caín? El no apostaba ni robaba, y era religioso. Si no hubiese sido religioso, no habría presentado una ofrenda. El labró la tierra hasta que ésta produjo fruto, y luego apartó algunas frutas como ofrenda a Dios. ¿Acaso eso no estaba bien? ¿Cómo podría Dios condenarle por hacer eso?” No obstante, la Biblia dice: “Pero no miró a Caín y a la ofrenda suya” (Gn. 4:5, heb.). Dios parecía decirle a Caín: “Caín, hiciste algo religioso, pero ni siquiera lo miraré. Esto no es un servicio para Mí. Tú estás sirviendo a tus propios conceptos. No me interesa tu ofrenda en absoluto”. Cuando yo era joven, no podía entender por qué Dios obró de esa manera, respetando la ofrenda de Abel y rechazando la de Caín. Yo pensaba que Dios era injusto. Con el paso de los años llegué a comprender que Caín no presentó su ofrenda a Dios conforme al camino de Dios, sino según sus propias ideas. El inventó una manera de adorar a Dios conforme a su propio concepto y deseo. En el cristianismo actual se inventan muchas novedades para adorar a Dios. Todas estas invenciones son arrogancia. Caín en su ser natural ya no era puro. Adán era puro cuando fue creado por Dios, pero Satanás, el maligno, se inyectó en él como resultado de la caída. Por consiguiente, cada vez que el hombre actúa por su propia cuenta, está en unión con el diablo. Por tanto, el hombre no debería actuar por su propia cuenta, sino que debe rechazarse a sí mismo y depender de Dios. Debo entender siempre que soy una persona caída y que Satanás está dentro de mí, en mi naturaleza, en mis pensamientos, en mis deseos y en mi voluntad. Satanás se hace totalmente uno conmigo. No me atrevo a actuar según mi propia voluntad. Debo decir: “Señor, me desecho a mí mismo y pongo mi confianza en Ti. Señor, ve Tú primero; toma la iniciativa. Señor, quiero seguirte y permanecer en Tu camino”. No somos solamente pecadores, sino que nuestro ego se ha hecho diabólico porque Satanás está en nosotros. Todo lo que planeamos según nuestra naturaleza es en realidad una invención del diablo. Caín, igual que muchos hoy, no estaba consciente de eso. El pensaba que mientras hiciera algo por Dios, sirviéndole y adorándole, todo iría bien. Usted no debe pensar así. Debe entender en qué condición se encuentra usted y qué es. Como personas caídas, somos uno con el diablo. El no está solamente alrededor de nosotros y sobre nosotros, sino también dentro de nosotros, en nuestra naturaleza, en nuestra mente, en nuestra parte emotiva y en nuestra voluntad. Cada vez que usted se enoja, Satanás está allí. Cada vez que usa sus propias emociones, Satanás está activo en usted. No
diga que es solamente usted el que se comporta así, pues Satanás está con usted y en usted. Vemos eso no solamente en las cosas malas, sino también en las buenas. Cuando Caín presentó el fruto de la tierra como ofrenda a Dios, Satanás estaba metido en dicha actividad. En Caín, Satanás presentó una ofrenda a Dios. Esta era la razón por la cual Dios no quiso mirarla. Dios parecía decir: “Caín, tu ofrenda es maligna. Es un insulto para Mí. Es una abominación a Mis ojos. Me niego a aceptarla”.
b. La ira del hombre Cuando Caín vio que Dios no había mirado su ofrenda, “se ensañó ... en gran manera, y decayó su semblante” (Gn. 4:5). Pasa lo mismo con los religiosos hoy en día. Si usted no aprecia las obras que hacen, se enojarán y dirán: “¿Acaso no servimos nosotros a Dios? ¿Por qué no está de acuerdo usted conmigo?” Cuando los religiosos vean que otros sirven a Dios como El manda y obtienen así Su respeto, se enfurecerán más todavía. Caín fue el primero en actuar así. Si usted sirve a Dios de la manera que lo hizo Abel, lo cual significa que sigue el camino de Dios, los religiosos se enojarán con usted y le dirán: “¿No cree usted que nosotros también servimos a Dios? ¿Por qué Dios lo va a aceptar a usted y a nosotros no?” Con frecuencia hemos oído estas palabras. Le sugiero que tenga cuidado. Si bien usted sirve a Dios, ¿cómo lo hace, a su manera o la manera de Dios? ¿Sirve usted a Dios conforme a lo que El ha revelado, o según los conceptos que usted tiene o según sus propias invenciones? Decir simplemente que usted sirve a Dios no es suficiente. Es necesario determinar la manera en que lo hace. ¿Corresponde su servicio a la Palabra de Dios o a sus propias ideas? No obstante, Dios tuvo mucha misericordia de Caín y siguió hablándole. Caín no oró a Dios ni le preguntó: “Dios, ¿qué hay de malo conmigo?” Aunque Caín no oró, Dios, quien es rico en misericordia, vino a él y le dijo a Caín: “Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?” (Gn. 4:6). Dios preguntó a Caín por qué se había ensañado y por qué había decaído su semblante. Todos los que siguen el camino de Dios tienen un semblante elevado. Alzan su semblante y dicen: “¡Alabado sea el Señor! Amén, Aleluya. Jesús es Señor!” Según algunas versiones, Dios le dijo a Caín: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?” El hebreo, el idioma original, también puede ser traducido: “Si bien hicieres, no tendrías el rostro en alto?” Si estamos en el camino de Dios, nuestro semblante será alzado. Aunque muchos religiosos sirven a Dios y lo adoran, Dios no los mira. Como resultado se enojan, diciendo: “¿Acaso no sirvo yo a Dios? ¿No estoy haciendo muchas obras para El?” Estas palabras de enojo son indicio de un semblante caído. Cuando Caín se enojó, Dios parecía decirle: “Caín, no debes enojarte. Tú eres un pecador. ¿Acaso no te han enseñado tus padres las buenas nuevas? Tengo un camino. ¿Por qué ha decaído tu semblante? Tú estás así porque has rechazado Mi camino, porque no has escuchado la predicación de tus padres, y porque no has creído el evangelio. Si tomas Mi camino y crees el evangelio, tu rostro se elevará. Caín, todavía no es tarde. Pero ten cuidado. Si sigues en este camino, el pecado te acecha y procura devorarte”. En Génesis 4:7 Dios le dio a Caín una advertencia: “Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta”. La última parte de ese versículo es difícil de traducir. Algunas versiones dicen acertadamente: “A ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él”. Otras versiones dan a entender que el deseo del pecado es para Caín y que éste debe vencerlo. ¿A quién se refiere el pronombre “él” en este versículo? Encontramos la respuesta en Juan 8:44 y 1 Juan 3:12. Con la ayuda de estos versículos podemos ver que en Génesis 4:7 “él” es el diablo. Por consiguiente, Dios le dijo a Caín que el pecado estaba a la puerta y que su deseo, es decir, el deseo de Satanás, se dirigía a él, y que Caín debía vencerle. El pecado y Satanás son uno. ¡Tenga cuidado! Si usted rechaza el camino de salvación de Dios, el pecado acecha a la puerta para apoderarse de usted. El deseo del pecado, es decir, el deseo de Satanás, está dirigido a usted, y usted debe vencerlo. La mejor manera de vencer a Satanás consiste en huir de los conceptos de uno y refugiarse en la obra salvadora de Dios. La salvación de Dios es Jesús como sacrificio. Jesús derramó Su sangre por nuestros pecados y se dio a Sí mismo por nosotros como la justicia que cubre nuestra desnudez. Este es el camino que nos permite huir de Satanás y escapar del pecado que está a nuestro acecho. Si alguno de ustedes lee
este mensaje y no toma a Jesús como su Salvador, debo decirle que el pecado acecha a su puerta como una fiera voraz, esperando la oportunidad de apoderarse de usted y devorarle. Este pecado es Satanás, el enemigo insidioso, el mentiroso, aquel que es homicida desde el principio.
c. El hombre asesinó a su hermano “Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató” (Gn. 4:8). Cuando comparamos este versículo con Juan 8:44, descubrimos que Caín no fue el único homicida; Satanás también era homicida. En ese pasaje el Señor Jesús se refería al diablo, cuando dijo: “El ha sido homicida desde el principio”. Aunque Abel fue muerto por Caín, Satanás cometió el homicidio al realizar Caín esta acción. Caín, por haber rechazado el camino de Dios y Su advertencia, fue atrapado por Satanás, el homicida, y se convirtió en homicida junto con Satanás. Por consiguiente, dos homicidas cometieron el mismo crimen. Cuando Caín mató a su hermano, vino a ser totalmente poseído por el diablo, pues éste asesinó a Abel con las manos de Caín y con su cooperación. Caín desdeñó la predicación de sus padres y no hizo caso a la advertencia de Dios. Por tanto, motivado por Satanás, sirvió a Dios conforme a su propia invención y finalmente fue totalmente poseído por Satanás y se convirtió en homicida. Esta fue la segunda caída del hombre. La segunda caída del hombre empezó cuando éste inventó la religión. No empezó con el robo; empezó con la adoración a Dios conforme al concepto humano. Adorar a Dios conforme a la religión fabricada por el hombre no constituyó una salida de la primera caída, sino una continuación de ella. La segunda caída, que empezó con la religión que creó el hombre, se completó con ese homicidio. ¿Cree usted que los religiosos pueden cometer homicidios? Si usted lee la historia, descubrirá que la Iglesia Católica Romana ha dado muerte a más cristianos auténticos que el Imperio Romano. Millares de cristianos fueron inmolados por el Imperio Romano, y la Iglesia Católica Romana continuó esta persecución, matando más creyentes verdaderos. Si usted procura ser un cristiano genuino en Portugal o en España, debe tener cuidado, pues los religiosos de esos países podrían intentar quitarle la vida. La religión humana siempre es así: empieza sirviendo a Dios y acaba matando a la gente. Esto corresponde exactamente a lo dicho por el Señor Jesús en Juan 16:2: “Viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios”. ¿En qué consistió la primera caída del hombre? La primera caída del hombre consistió en que éste ingirió algo que no era Dios. El hombre no hizo nada malo; simplemente absorbió un elemento ajeno a Dios. ¿Cuál fue la segunda caída del hombre? La segunda caída del hombre fue la invención de la religión, lo cual condujo a un acto de homicidio. La segunda caída ocurrió por la arrogancia del hombre. La arrogancia significa que el hombre no se preocupa por la economía de Dios, por el camino de Dios, sino que sólo se interesa en sus propios deseos y conceptos. Cuando el hombre se negó a seguir el camino de Dios, e inventó su propia religión, se convirtió finalmente en un homicida del pueblo de Dios. Esta fue la segunda caída del hombre. Resulta muy útil entender la caída, pues nos permite ver más de la obra salvadora de Dios. Espero que entre ustedes nadie se convierta en Caín. Todos deberíamos ser Abeles, justos. Seamos todos como Abel, creamos el evangelio, practiquémoslo y vivamos por él.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTITRES CAIN Y ABEL En este mensaje, que es un paréntesis de nuestro estudio sobre Génesis 4, debemos profundizar el tema de Caín y Abel. En el presente estudio-vida de Génesis hemos señalado en varias ocasiones que casi todo lo que encontramos en los tres primeros capítulos de Génesis constituye una semilla que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia, particularmente en el Nuevo Testamento. Vemos eso también en el caso de Caín y Abel. Según la revelación de la Palabra divina, estos dos hermanos deben ser considerados como dos semillas importantes sembradas en Génesis 4. El Nuevo Testamento lo demuestra al referirse a Caín y también a Abel (Jud. 11; 1 Jn. 3:12; Mt. 23:35; He. 11:4; 12:24). El Señor Jesús aludió a Caín en Juan 8:44 cuando dijo que el diablo “ha sido homicida desde el principio”. Como vimos en el mensaje anterior, Caín se unió con el diablo y, por consiguiente, tanto Caín como el diablo fueron homicidas de Abel. En Juan 8:44 el Señor Jesús dijo también que el diablo era mentiroso: “Cuando habla mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Creo que eso también se refiere a Caín, a la mentira que dijo a Dios cuando se le preguntó por su hermano (Gn. 4:9). Caín le mintió a Dios en Su misma presencia. Por tanto, Caín no era solamente homicida, sino también mentiroso. Por consiguiente, lo que dijo el Señor en Juan 8:44 es una evidencia de que la historia de Caín narrada en Génesis 4 es una semilla. Ya vimos que en el principio, el hombre fue puesto delante de dos árboles, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento (Gn. 2:8-9). Estos dos árboles representan dos fuentes de las cuales corren dos líneas por toda la Biblia: la línea del árbol de la vida y la línea del árbol del conocimiento. Indudablemente, Caín estaba en la línea del árbol del conocimiento, y Abel en la del árbol de la vida. Con seguridad Adán y Eva tuvieron más hijos después de estos dos. No obstante, aquí la Biblia sólo menciona a Caín y Abel. ¿Por qué la Biblia sólo menciona a estos dos? Porque la intención de la Palabra santa es mostrarnos las dos categorías de personas que existieron desde el principio de la segunda generación humana: Caín, quien representa la línea del árbol del conocimiento, y Abel, quien representa la línea del árbol de la vida. La Biblia termina de la misma manera que empieza. Se inicia con dos árboles que denotan dos fuentes, y concluye con dos ciudades: la gran Babilonia y la Nueva Jerusalén, las cuales denotan dos consumaciones. Una de estas ciudades es grande y la otra santa. La gran Babilonia será la máxima consumación tanto de la línea del árbol del conocimiento como de la simiente de Caín. La simiente de Caín es sembrada en Génesis 4, desarrollada en el Antiguo y el Nuevo Testamentos, y tendrá su consumación en la gran Babilonia revelada en Apocalipsis 17 y 18. Del mismo modo, la Nueva Jerusalén no será solamente la máxima consumación de la línea del árbol de la vida, sino también de la simiente de Abel. Todo aquel que forme parte de la Nueva Jerusalén será un Abel. En esa ciudad, toda piedra preciosa será un Abel por la eternidad. Por el contrario, la mayoría de los que vivan en la gran Babilonia serán Caínes. Por consiguiente, la gran Babilonia es la máxima consumación de muchos Caínes, y la Nueva Jerusalén es la totalidad de todos los Abeles. ¿Quién es usted, Abel o Caín? Espero que no haya ningún Caín entre los que lean este mensaje. Examinemos ahora estos dos hermanos más detenidamente a la luz de los siguientes libros de la Biblia. Empecemos por Caín.
I. CAIN A. Trabajó y vivió para sí mismo: era “un siervo de la tierra” En el mensaje anterior, dijimos que Caín era siervo de la tierra, de la cual derivaba su supervivencia. Fue llamado “siervo de la tierra” (v. 2, heb.). Esto significa que él trabajaba y vivía para sí. No sólo trabajaba y vivía para sí mismo, sino también por sus propios esfuerzos. Recuerden, que después de la caída del hombre, el ego de éste se convirtió en la encarnación de Satanás. Por tanto, vivir por el ego del hombre significa en realidad vivir por Satanás. Caín vivía así.
B. Adoró a Dios según su propio concepto, cuyo origen era Satanás ¿Qué había de malo en Caín? Desde el punto de vista humano, él no estaba equivocado inicialmente. Cuando yo era un joven cristiano, actuaba como abogado de Caín, buscando argumentos para defenderlo en la corte celestial. Pensaba que no había nada malo en él. Caín fue el primero en presentar una ofrenda a Dios, mientras que Abel fue segundo. El quizás aprendió eso de Caín. Yo pensaba que presentar una ofrenda a Dios como lo hizo Caín no estaba mal, pues no era como las apuestas, la mentira o el homicidio. Por tanto, estaba en desacuerdo con Dios, y le decía: “Dios, no fuiste justo con Caín. Tu injusticia lo incitó a matar a su hermano. Si hubieras sido justo en ese asunto, Caín probablemente habría amado mucho a su hermano”. Hablé como un abogado ignorante, como un muchacho torpe en una corte. No obstante, Dios fue bondadoso para con Caín, pues no ejecutó Su juicio sobre él. Dios también fue misericordioso para conmigo, pues no me mató. Finalmente, con el transcurso de los años, entendí la razón por la cual Dios no aceptó ni miró a Caín ni a su ofrenda. Permítanme explicarles la razón. Caín y Abel nacieron de padres caídos. Adán y Eva no estaban solamente mal con Dios, sino que se les había inyectado la naturaleza maligna de Satanás. La naturaleza de Satanás había entrado en la naturaleza de ellos, en su mente y en sus conceptos. Adán y Eva se dieron cuenta de su condición y reconocieron que estaban equivocados delante de Dios. De hecho, también se habían llenado del elemento maligno de Satanás. Se dieron cuenta de que Dios era misericordioso y que habían hallado gracia ante El, pues les prometió la salvación y les proporcionó túnicas de pieles para cubrir su desnudez, lo cual representaba a Cristo como la verdadera justicia que había de venir. Como mencionamos en el mensaje anterior, Adán y Eva comunicaron eso a sus hijos y les declararon el camino de la obra salvadora de Dios. Por tanto, Caín y Abel no nacieron de padres puros; eran descendientes de padres contaminados, corruptos y arruinados. Consideremos un vaso de agua pura y otro de agua contaminada. Si usted me ofrece el agua pura, yo se lo agradecería mucho, y la bebería para satisfacer mi sed. Pero si me ofrece el vaso de agua contaminada, eso me molestaría. A pesar de tener sed, rechazaría la propuesta de beber el agua contaminada. Si usted entiende este ejemplo, se dará cuenta de que Dios no fue injusto al rechazar lo que le ofrecía Caín. Queda claro que Dios no puede aceptar el agua contaminada, es decir, una ofrenda contaminada. Caín nació de padres contaminados y era impuro y contaminado por nacimiento. Al contrario, Dios es santo, justo y puro. Caín y Abel no sólo eran corruptos y pecadores, sino que dentro de ellos se encontraba el enemigo de Dios. Puesto que Satanás, el enemigo de Dios, vivía y actuaba en ellos y los motivaba a hacer cosas, todo lo que hacían por sí mismos constituía una acción del enemigo de Dios. Si usted fuese Dios y supiese que dentro de Caín estaba el diablo, su enemigo, ¿aceptaría usted su adoración? Esta adoración es un insulto para Dios.
Aparentemente no vemos al diablo en Génesis 4; vemos a Caín matando y mintiendo. Sin embargo, en Juan 8:44 el Señor Jesús dijo que fue el diablo el que mató y mintió. A los ojos de Dios, no fue solamente Caín, sino el diablo. Además, en 1 Juan 3:12 se afirma que Caín era “del maligno”. La palabra griega traducida “del” significa “proveniente de”. Por consiguiente, Caín provenía del maligno, del diablo. La fuente de Caín era Satanás. Estos dos versículos nos muestran clara y concluyentemente que Caín y el diablo, el diablo y Caín, eran uno. Quizás usted se pregunte cómo puede el diablo motivar a la gente a adorar a Dios. Considere el caso de Pedro en Mateo 16:21-23. Después de recibir la visión celestial acerca de Cristo, él fue incitado por Satanás a decirle al Señor Jesús, quien acababa de hablar de que padecería e iría a la muerte: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor!” El Señor se volvió y le dijo a Pedro: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás”. Observe que el Señor no dijo: “¡Quítate de delante de Mí, Pedro!” Así que el que acababa de recibir una revelación del Padre se convirtió en Satanás. No se hizo Satanás en cuanto a algo maligno, sino mostrándose interesado en el Señor. Cuando nos exhortan a adorar a Dios, o cuando nos acercamos al Señor, y procuramos tener comunión con El, constantemente Satanás, el insidioso, nos incita a no hacerlo, y nos propone un camino que difiera de la revelación de Dios, en su intento de alejarnos de la economía de Dios. Mientras Satanás nos aparte del camino de Dios y nos impida cumplir el propósito de Dios, nos motivará incluso a hacer cosas para Dios. Esta fue la manera en que obró en Caín. Debemos tener cuidado, pues nos puede suceder lo mismo. Debemos comprender que no se trata de obrar sino de ser. La cuestión no es si adoramos a Dios o no, sino si somos uno con el diablo en lo que hagamos. Aun cuando usted ama a los demás, siendo uno con el diablo, esta clase de amor es un insulto para Dios, porque Satanás, el enemigo de Dios, está activo en tal acción. Así que, Caín presentó la ofrenda, pero el diablo fue el que lo motivó, el que inició su adoración. Supongamos que usted tiene un enemigo que se niega a reconciliarse con usted, pero que manda a alguien a que lo adore a usted. ¿No consideraría usted esa adoración como un insulto? Ahora podemos ver lo que estaba errado en Caín. Caín ofreció a Dios el fruto de su propia labor (Gn. 4:3). El trajo del fruto de la tierra sin derramar sangre. Esto significa que había rechazado el camino redentor de Dios, que había oído de sus padres. El camino redentor de Dios, según había sido revelado a los padres de Caín, consistía en un sacrificio en el cual la sangre fuese derramada, pues sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados (He. 9:22). A los ojos de Dios el hombre había caído, estaba arruinado, era pecaminoso y estaba contaminado. Necesitaba el derramamiento de la sangre para la remisión de los pecados. Aunque los padres de Caín ciertamente le hablaron del camino redentor de Dios, él lo rechazó y lo hizo a un lado. A Caín no le interesó el camino de Dios, e inventó su propio camino según su concepto. ¿Qué es un concepto? Los conceptos humanos provienen del árbol del conocimiento. Al tomar Caín el camino del árbol del conocimiento, abrió su ser al diablo. Cuando hizo esto, quedó completamente atrapado por el maligno. Fue Caín quien inventó la religión. Usted argumentará: “Caín inventó la religión para adorar a Dios. El no inventó los casinos de apuestas”. Pero Dios no se interesa en lo que usted inventa; El se interesa en el origen. Las invenciones del hombre no se originan en Dios y no se conforman al espíritu del hombre, sino a su mente. Si su invención se inicia en usted, en su mente, esa invención, por muy buena que sea, tiene su origen en Satanás, pues Satanás, el insidioso, se halla en su mente. Cuando Caín diseñó su propia manera de adorar a Dios, él fue absolutamente uno con Satanás. El estaba lleno y saturado del diablo. Por consiguiente, el Señor Jesús en Juan 8:44 aludió a él cuando habló de Satanás. ¿Cómo se atrevió este hombre a presentar una ofrenda a Dios sin derramar sangre? Ahora podemos entender la razón por la cual Dios no aceptó la ofrenda de Caín. Aunque Caín debió darse cuenta de que Dios deseaba un sacrificio con derramamiento de sangre, no lo hizo. El adoró a Dios según su propio concepto, sin derramamiento de sangre, y sin las pieles del sacrificio, con las cuales se podía cubrir. Esto significa que él rechazó el camino de Dios, que consistía en tomar a
Cristo como la justicia de Dios para cubrirse, según lo revelan Filipenses 3:9 y 1 Corintios 1:30. El, al igual que los judíos religiosos, buscó establecer su propia justicia, haciendo a un lado la justicia de Dios, y negándose a someterse a ella como lo revela Romanos 10:3. Por tanto, su ofrenda constituía un insulto para Dios; era una abominación a Sus ojos, y El la rechazó.
C. Siguió su propio camino Judas 11 habla de aquellos que “han seguido el camino de Caín”. ¿Cuál es el camino de Caín? Es hacer el bien para complacer a Dios y adorarlo en arrogancia con esfuerzos humanos y conforme a la propia invención del hombre motivado por el diablo. El camino de Caín consiste en adorar a Dios religiosamente sin Cristo. Desde el punto de vista humano, el camino de Caín no es malo, pues la religión es la mejor invención de la cultura humana. De hecho, la Biblia enseña que la religión fue la primera y la más destacada de las invenciones de la cultura humana. No obstante, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Quién inventó la religión? No fue Caín, sino Satanás, quien motivaba interiormente a Caín. Satanás usurpó la primera generación humana al inducirla a que tomara del árbol del conocimiento. Sin embargo, Dios intervino para rescatar al hombre y recobrarlo por Su camino redentor. Aunque, en cierto sentido, tanto Adán como Eva estaban perdidos, Dios intervino y los volvió a Sí mismo, abriendo Su camino redentor, el camino del derramamiento de sangre. Fue así como Dios llevó a cabo la obra de rescatar, de salvar. Vimos que Adán y Eva comunicaron este camino a sus hijos y que Caín, su primogénito, lo rechazó, siguió su propio camino, y se unió con el diablo. Ese rechazo, es decir, el seguir su propio camino, equivalía a rechazar a Dios y seguir a Satanás. Este es el camino maligno de Caín. Dios nos reveló plenamente Su camino. Por mucho que hayan predicado Adán y Eva a sus hijos, no tenían la Biblia como la tenemos nosotros. Tenemos la Biblia, la cual se compone de sesenta y seis libros que nos relatan claramente el camino de la salvación, el camino de la vida, el camino del derramamiento de sangre y el camino de Cristo. Tenemos el camino. No obstante, muchas personas han oído hablar de ese camino, o sea que han oído la predicación del evangelio, pero se han apartado de ella y han seguido su propio camino, tratando de adorar a Dios según sus propios conceptos y procurando hacer el bien para complacer a Dios según su propio deseo. Mucha gente sigue el camino de Caín, el cual no consiste en apostar en las casas de juego, sino en fabricar una religión humana, una manera de adorar a Dios, que no concuerda con la revelación divina, sino con la invención del hombre. Aparentemente eso es bueno, pero en realidad es horrible, pues al inventar la religión, la segunda generación humana fue completamente capturada por Satanás. Satanás se apropió de la primera generación humana induciendo al hombre a comer del árbol del conocimiento, y capturó la segunda generación apartando al hombre del camino de Dios e induciéndolo a seguir las invenciones humanas. El camino de Dios está en contraste con el bien y el mal. Muchas personas piensan que mientras no hagan nada malo, andan bien. Sin embargo, en tanto que usted se encuentre fuera del camino de Dios, no interesa si está en el lado del bien o en el del mal. A Dios no le interesa que usted esté en el lado bueno o en el malo; El sólo se preocupa por el hecho de que usted se halle en Su camino redentor. Tal vez usted piense que es superior y que su camino es mejor que el de Dios. Muchos religiosos, que han inventado su propia religión, se consideran superiores a los que siguen el camino de salvación de Dios. Tal vez sean más grandes que nosotros, pero nosotros estamos en el camino de Dios. El camino de Caín no es el camino del mal declarado, sino el camino del bien. No obstante, distrae al hombre y lo aparta de Dios. Satanás está tanto en el lado del bien como en el del mal. Recuerde que el árbol de la vida posee un solo factor: la vida. Pero el árbol del conocimiento tiene dos factores: el bien y el mal. Por tanto, mientras usted esté fuera del camino de Dios se encontrará en el camino de Satanás, independientemente de si hace el bien o el mal. Quisiera dirigirme a los no salvos que leen este mensaje. Ustedes necesitan el camino redentor de Dios. No interesa cuánto bien hayan hecho o puedan hacer, deben entender que nacieron pecadores, que la naturaleza diabólica está en su carne, y que el elemento satánico se encuentra en su mente.
Necesitan, entonces, el derramamiento de la sangre de Jesús, porque sin ella no hay remisión de pecados. ¡Agradecemos a Dios porque el Señor Jesús derramó Su sangre! Con ella tenemos la remisión de nuestros pecados. Mi esposa puede testificar que casi siempre que oramos juntos la primera palabra que digo es: “Señor, acudimos a Ti por Tu sangre. Señor, límpianos con Tu sangre. ¡Cuánto necesitamos que Tu sangre nos cubra!” Cuando nos encontramos en la vieja creación, todavía tenemos un elemento sucio y corrupto dentro de nosotros. Por consiguiente, necesitamos ser lavados por la sangre de Jesús. Frecuentemente he dicho al Señor en mis oraciones: “Señor, debemos pasar por el altar. Necesitamos que Tú seas nuestra ofrenda. Señor, te tomamos a Ti como nuestro sacrificio por el pecado y Te ofrecemos la grosura”. Caín erró el blanco. El rechazó el camino del derramamiento de la sangre y tomó el camino de Satanás. Cuando el apóstol Pablo estaba en la religión judía, aventajaba a muchos de sus contemporáneos (Gá. 1:14). No obstante, en aquel tiempo él no consiguió la justicia de Dios. En Filipenses 3:9 él presentó una palabra profunda y excelente: “Y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. Pablo no quería ser hallado en sí mismo, con su propia justicia; él quería ser hallado en Cristo, con la justicia que es de Dios. Nosotros, igual que Pablo, debemos ser hallados en Cristo. El hecho de que El sea nuestra justicia se expresa en las palabras de un himno muy conocido: “El Cristo de Dios es mi justicia, mi hermosura, mi vestido glorioso”. Cristo, como la justicia de Dios, es nuestro vestido bajo el cual permanecemos. Dios nos ha puesto en Cristo y lo ha hecho nuestra justicia (1 Co. 1:30). Permanecemos bajo Su cubierta. Somos uno con El. Nuestra justicia es El mismo, Su misma persona, y no uno de Sus atributos. En Romanos 10:3 Pablo habló de los judíos incrédulos: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios”. Esos judíos eran verdaderos seguidores de Caín. Caín fue el precursor de ellos, pues mostró el ejemplo de intentar establecer su propia justicia y de no someterse al camino de Dios, que consiste en tomar a Cristo como su justicia. De nuevo afirmo que éste es el camino de Caín. Cada vez que nosotros, estando fuera de Cristo, intentamos hacer el bien para complacer a Dios, a los ojos de El seguimos los pasos de Caín. No haga eso jamás. Según la revelación dada por Dios, debemos darnos cuenta de que adorar a Dios según nuestro parecer es un insulto para El.
D. Ganado por el diablo Aunque Dios tuvo misericordia de Caín, éste no se arrepintió. Dios tenía la base legal para condenar a Caín a muerte, pero no lo hizo. Por el contrario, le advirtió que el pecado acechaba a la puerta, esperando una oportunidad para apoderarse de él y devorarlo (Gn. 4:7). En esa advertencia Dios daba a entender que el pecado era una persona, Satanás, que deseaba apoderarse de Caín, y que éste debía vencerlo. Caín descuidó la advertencia de Dios, y se preocupó solamente por su propio camino. El no se arrepintió ni se volvió ni cambió. Persistió en seguir su propio camino hasta el fin, hasta la muerte. Por tanto, fue totalmente vencido por Satanás y se unió con el diablo (Jn. 8:44). Por consiguiente, 1 Juan 3:12 dice que él era “del maligno”.
E. Persigue a los verdaderos seguidores de Dios Cuando Caín vio cuán contento estaba Dios con Abel, Su verdadero adorador, se puso celoso. ¿Por qué mató Caín a su hermano? Durante años, intenté encontrar la respuesta a esta pregunta. Creo que Caín mató a Abel porque éste fue enaltecido, mientras que su propio semblante decaía. En Génesis 4:7 dice: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?” Caín peleó en contra de Abel porque el semblante de Abel resplandecía y era sonriente. El semblante de Abel, quien había sido enaltecido, provocó los celos de Caín. Sucede lo mismo hoy en día. Si usted está contento y disfruta del Señor, provocará los celos de los religiosos. La gente dirá: “¿Por qué se regocija tanto? ¿Acaso Dios está solamente
con usted? ¿No está también con nosotros?” Ellos lo perseguirán. Creo que ésta fue la razón por la cual Caín atacó a Abel. El se ofendió por el rostro resplandeciente de Abel, por llevar en alto su semblante y por su voz alegre. En algunos lugares la gente nos ha advertido: “Dejen de hacer eso. Si persisten, los echaremos”. El celo religioso es algo terrible. No hay celo tan horrible como el celo religioso. Vemos eso en el hecho de que la Iglesia Católica Romana dio muerte a más cristianos verdaderos que el Imperio Romano. Escuche lo que el Señor Jesús dijo a los fariseos: “Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar” (Mt. 23:35). ¿Dónde mataron los religiosos a Zacarías? No fue en un teatro, sino entre el templo y el altar, en el lugar donde los religiosos adoraban a Dios. Los religiosos mataron a los que adoraban a Dios como El lo mandaba y no según el parecer de ellos, matándolos en el mismo lugar donde ellos rendían adoración a Dios según su propio concepto. Por una parte, adoraban, y por otra, cometían homicidios. Este es el celo de la religión. ¡Cuán horrible es!
II. ABEL A. Trabajó y vivió para Dios: era “pastor de ovejas” Ahora llegamos a Abel, la semilla que halla su consumación en la Nueva Jerusalén. Abel trabajaba y vivía para Dios. También vivía por Dios. Día tras día, Abel vivía para Dios y por Dios; él era “pastor de ovejas” para Dios. Como dijimos en el mensaje anterior, en la época de Abel las ovejas eran principalmente para Dios. Abel no trabajaba ni vivía para sí mismo como lo hacía Caín, sino para satisfacer a Dios según lo que El deseaba. Parece que el propósito e interés de su vida era satisfacer a Dios de la manera que Dios había dispuesto.
B. Adoró a Dios conforme a la revelación de Dios Abel no presentó su sacrificio según sus conceptos, sus ideas o sus preferencias, sino conforme al camino de salvación de Dios. El adoró a Dios conforme a la revelación divina (He. 11:4). Al contrario de Caín, Abel presentó los primogénitos de su rebaño, que se componía probablemente de corderos. La Biblia dice que él “trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas” (Gn. 4:4). Cuando ofrecía la grosura, el animal era sacrificado y la sangre derramada, pues sin muerte era imposible presentar la grosura a Dios. Abel estaba consciente de que necesitaba una ofrenda con derramamiento de sangre. El sabía que había nacido de padres caídos y que era maligno, pecador y estaba contaminado a los ojos de Dios. Por tanto, ofreció algunos primogénitos de sus ovejas, derramando la sangre por su redención y quemando la grosura para satisfacer a Dios. ¿Quién le dijo que ofreciera los primogénitos de las ovejas? Indudablemente El obró conforme a las instrucciones de sus padres. Lo que Abel hizo correspondía exactamente a los requisitos de la ley mosaica que sería dada más tarde. Esto demuestra que su manera de adorar a Dios concordaba con la revelación divina, y no con su concepto. Todo lo que nosotros los seres caídos pensamos, es pecaminoso. Aun cuando tengamos los mejores pensamientos, nuestra manera de pensar sigue siendo pecaminosa. Además, todo lo que vemos y decimos es pecaminoso. San Agustín dijo que aun nuestras lágrimas de arrepentimiento necesitan ser lavadas por la sangre. Somos tan pecaminosos que hasta necesitamos arrepentirnos por nuestro arrepentimiento. Somos la corporificación del pecado. Por consiguiente, todo lo que se origina en nosotros, en nuestros pensamientos, en nuestras palabras, en lo que oímos y sentimos, es algo
pecaminoso. Debemos quitarnos de en medio. En realidad quitarnos de en medio significa quitar de en medio al diablo, porque el diablo está en nuestro ego. Si nos hacemos al margen, rechazaremos simultáneamente a Satanás de manera absoluta. No diga: “Mi método es bueno. Mis pensamientos son excelentes”. Por muy buenos que sean sus pensamientos, Satanás está en ellos, y usted debe rechazarlos y tomar el camino de Dios conforme a lo que El revela. La ofrenda de Abel tipificaba a Cristo. Según Números 18:17, el primogénito de una vaca o de una oveja, que tipifica a Cristo, no podía ser comido por los israelitas; tenía que ser ofrecido a Dios. Por consiguiente, en tipología, Abel ofreció Cristo a Dios. La ofrenda del primogénito de una vaca o de una oveja presentaba dos factores: la sangre, rociada sobre el altar para la redención, y la grosura, quemada sobre el altar como ofrenda, como olor grato a Jehová, el cual le traía satisfacción. El Señor Jesucristo tenía estos dos factores. El tenía la sangre que fue derramada por nosotros, y la grosura que satisfacía el deseo de Dios. Abel obedeció lo que sus padres le habían comunicado con respecto al camino de salvación de Dios, y presentó esta ofrenda a Dios. Por tanto, Abel tomó a Cristo como su cubierta y fue justificado por Dios (He. 11:4; Mt. 23:35). Necesitamos la sangre de Cristo para ser limpios, y necesitamos a Cristo mismo para cubrirnos a fin de ser aceptos a Dios y satisfacerlo. Permítanme compartir con ustedes algunas experiencias mías. Cuando era un joven activo, pensaba que podía y debía hacer muchas cosas para Dios. Pensaba que era muy inteligente, muy capaz y con muchísima iniciativa. En consecuencia, soñaba con hacer muchas cosas por Dios y por la iglesia. Al poco tiempo, la luz celestial vino y resplandeció sobre mí. Aunque no vi mucho al principio, la luz siguió resplandeciendo día y noche, aun cuando yo dormía. Gradualmente recibí iluminación hasta el punto de inclinarme delante del Señor y decirle: “Señor, no me atrevo a mirarme ni a imaginar cómo soy. Todo lo que soy es una vergüenza. Cada parte de mi ser es horrible”. Me veía realmente así. En aquel tiempo, empecé a ver cuán valiosa es la sangre del Señor. Oré: “Señor, no tengo nada que decir; sólo lávame. Lávame con Tu sangre. Limpia mis ojos, limpia mis pensamientos, limpia cada parte de mi ser. Señor, limpia todo mi ser”. Un día hice una larga confesión al Señor que duró medio día. A pesar de haber confesado cosas sin interrupción, sentí que mi confesión no era completa. En mi interior brotó una profunda convicción: no me atrevía a hacer nada. Sólo podía decir: “Señor, no debo iniciar nada. Todo mi ser necesita que Tú lo laves, no que yo esté activo. Señor, sólo aplico Tu sangre. Señor, toma Tú la iniciativa. Si no haces nada, yo tampoco haré nada”. Fui capturado por la visión celestial. Había visto que todo mi ser era completamente pecaminoso, que no debía inventar nada ni iniciar nada, que todo lo que procedía de mí era corrupto a los ojos de Dios, que aun mis lágrimas de arrepentimiento debían ser lavadas por la sangre, y que en mi arrepentimiento se encontraba un elemento del ego que hacía de mi arrepentimiento algo impuro. Por tanto, tenía que arrepentirme de ese arrepentimiento. Esto es lo que significa aplicar la sangre de Jesús y vestirnos de Cristo como nuestra justicia, como nuestra cubierta. He llegado a reconocer que necesito la sangre de Cristo. He entendido que todo lo que hago debe ser simplemente el vivir de Cristo como mi cubierta. “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Este es el significado de ofrecer los primogénitos y la grosura al Señor. Puedo testificar que nunca estuve tan contento como aquella vez. Me embargaba la dulzura del Señor. Estaba en los cielos. Esta fue la experiencia de Abel. Sé que muchos de los que leen este mensaje han tenido esta clase de experiencia. Lo que hizo Abel corresponde exactamente al evangelio del Nuevo Testamento, que nos exhorta a recibir el lavamiento de la sangre, a negarnos a nosotros mismos, a hacernos a un lado, y a tomar a Cristo como nuestra cubierta. Debemos confesar nuestros pecados y negarnos a nosotros mismos. Debemos ofrecer a Cristo como los primogénitos de las ovejas de Dios y presentar Su grosura como la dulzura que satisface a Dios, olvidándonos de nosotros mismos, rechazándonos a nosotros mismos, renunciando a nosotros mismos, quitándonos de en medio y tomándolo a El como nuestra cubierta. Si hacemos eso, no sólo viviremos para El, sino también por El. Cristo no es solamente el sacrificio para Dios, sino también el camino de Dios, el camino de redención y de vida. Hebreos 11:4 dice que por el sacrificio que ofreció en fe, el cual tipificaba a Cristo, Abel obtuvo el testimonio de que era justo. Con esa clase de fe él sigue hablando hoy en día.
C. El primer sacerdote de Dios Abel fue el primer sacerdote. El no contrató ningún sacerdote para que ofreciera su sacrificio; lo hizo él mismo. Todo Abel es un sacerdote. No pida a otros que ofrezcan el sacrificio de usted. No vaya a un padre de la Iglesia Católica, a un sacerdote de la Iglesia Anglicana, ni a un ministro o pastor. Usted debe ser el sacerdote, el que presenta la ofrenda del sacrificio. Todo aquel que está en la vida de la iglesia es un sacerdote. Ofrecemos continuamente a Cristo delante de Dios.
D. Perseguido por los que adoran en la carne Abel fue perseguido y muerto por Caín porque adoraba a Dios a la manera de Dios, y no como Caín, que adoraba a Dios según su propio parecer. Caín estaba en la carne, confiando en el fruto de su labor, pero Abel no tenía ninguna confianza en sí mismo. El puso su confianza en su ofrenda. En otras palabras, Abel confió en Cristo y se glorió de El, no teniendo ninguna confianza en la carne (Fil. 3:3). Los que adoran en la carne siempre se oponen a los que adoran por el Espíritu (Gá. 4:29) y los persiguen.
E. Un tipo de Cristo Abel tipificaba a Cristo (He. 12:24). ¿Qué es un tipo? Es una sombra o un cuadro. Aunque Abel no era Cristo, era un cuadro de Cristo que mostraba algunos aspectos de Cristo. Por ejemplo, Abel apacentaba las ovejas. El Señor Jesús fue el verdadero pastor, el verdadero apacentador del pueblo de Dios (Jn. 10:11, 14; He. 13:20). Son pocos a los que en la Biblia se les llama justos; sin embargo, tanto el Señor Jesús como Abel son llamados justos. En Mateo 23:35 Abel fue llamado “Abel el justo”; en Hechos 7:52 y 22:14, el Señor Jesús es llamado el Justo. A Abel lo mató su hermano en la carne. A Jesús también lo mataron Sus hermanos judíos. Además, tanto la sangre de Abel como la sangre de Jesús hablan. Génesis 4:10 dice que la voz de la sangre de Abel clama a Dios desde la tierra. No obstante, el hablar de la sangre de Abel sólo tipificaba el hablar de la sangre de Cristo. En Hebreos 12:24, que es el cumplimiento de la tipología de Génesis 4:10, se nos dice que la sangre de Jesús es la “sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. Alabado sea el Señor. Tenemos la sangre que habla. No sólo tenemos la sangre redentora, la sangre que limpia, la sangre que cubre, sino también la sangre que habla. La sangre de Abel habló desde la tierra; la sangre de Jesús habla desde los cielos, y habla mejor que la sangre de Abel. ¡Alabado sea el Señor!
ESTUDIO VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTICUATRO LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE (2) En este mensaje continuaremos nuestro estudio de la segunda caída del hombre. Como vimos en mensajes anteriores, en la primera caída el hombre comió algo equivocado. Según nuestro concepto humano, eso no era muy grave. Cuando yo era un cristiano joven, traté de alegar con Dios, y le preguntaba qué había de malo en comer un pedazo de fruta. Encontré a otros cristianos que tenían el mismo concepto. No obstante, si pasamos de Génesis 3 a Génesis 4, veremos las cosas malignas
que brotan de esta pequeña semilla. A la semilla que entró en el hombre en Génesis 3 Pablo la llama pecado en Romanos 7. Leamos lo que dice Pablo en Romanos 7:19-20: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico. Mas si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”. Aunque la mayoría de los cristianos sabe que Gálatas 2:20 dice “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, son pocos los que prestan atención a Romanos 7:20, donde vemos que ya no obro yo, sino que el pecado mora en mí. Gálatas 2:20 nos muestra que el Cristo que mora en nosotros es una persona. Cristo, la corporificación misma de Dios, mora en nosotros. Según el mismo principio, podemos decir que el pecado que mora en nosotros también debe de ser una persona viviente. No tengo ninguna duda de que el pecado es la corporificación de Satanás. Cristo es la corporificación de Dios y mora en nuestro espíritu; mientras que el pecado es la corporificación de Satanás y mora en nuestra carne. Satanás, el maligno, se ha inyectado en nuestra naturaleza. Esto se produjo en Génesis 3, pero el resultado de esta inyección aparece en el hombre caído de Génesis 4. Esta simiente maligna empezó a expresarse religiosamente en forma de adoración a Dios. ¿Puede usted imaginar que la simiente de Satanás que mora en el hombre caído lo incitaría a adorar a Dios? No obstante, como mencionamos antes, la simiente que estaba en Caín lo incitó efectivamente a adorar a Dios, no conforme al camino de Dios ni a Su revelación, sino según sus conceptos de hombre caído. ¿Cuáles son los conceptos del hombre caído? Son la expresión de Satanás en el hombre. No olvide jamás el incidente relatado en Mateo 16:20-23, en el cual Pedro expresó su preocupación por el Señor. Pedro no se dio cuenta de que Satanás estaba presente en su concepto, pero el Señor lo reconoció y llamó a Pedro “Satanás”. Por consiguiente, el concepto del hombre caído no es más que la expresión de la presencia interior de Satanás.
d. La mentira del hombre y su arrogancia Génesis 4 nos muestra que la simiente maligna inyectada en el hombre en Génesis 3 empezó a manifestarse en lo que era aparentemente algo bueno: la adoración a Dios. No obstante, este capítulo nos muestra que la semilla se desarrolla más aún: primero los celos, luego la ira, el odio, el homicidio y las mentiras. Caín no sólo mató a su hermano, sino que también mintió a Dios mismo. ¿Puede imaginarse que esa persona se atrevió a mentirle a Dios? Después de que Caín mató a Abel, Dios se le presentó con bondad y misericordia. En cierto sentido, Dios no vino a juzgar ni a ejecutar la sentencia de muerte sobre Caín. Dios le preguntó a Caín dónde estaba su hermano. Esta pregunta indica que la puerta del arrepentimiento todavía estaba abierta. Si yo fuese Caín, habría dicho: “Señor, perdóname porque maté a mi hermano; cometí una acción muy pecaminosa”. Iluminado por el evangelio, habría confesado y pedido perdón. Pero escuche la respuesta de Caín: “No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Gn. 4:9). Esta respuesta era una gran mentira, la primera mentira en la historia de la raza humana. Juan 8:44 demuestra que no fue Caín solo el que mintió, sino que le diablo también mintió desde el principio. Caín fue uno con la mentira, el diablo. Satanás, el diablo, era mentiroso, y Caín cooperó con él para decir una gran mentira. La primera mentira de la tierra no se le dijo a un hombre, sino a Dios. Observe ahora el desarrollo de la semilla de Génesis 4: empezó con la adoración a Dios y continuó con la mentira a Dios. Además, Caín era arrogante. Sus palabras: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” así lo demuestran. Ahora podemos ver hasta qué punto el hombre había caído. Toda la maldad que encontramos en Génesis 4 provenía de la pequeña simiente inyectada en el hombre en Génesis 3. Esta pequeña simiente permanece en nuestra naturaleza. Aparentemente, usted puede ser amable, bueno, agradable y comprensivo; pero en realidad, la simiente maligna de Satanás mora en su naturaleza. Por tanto, debemos seguir el camino de la salvación revelado por Dios. La simiente de la mujer herirá la cabeza de la serpiente, el maligno, quien es la fuente de todo mal (Gn. 3:15). La simiente de la mujer, nuestro Señor Jesucristo, hirió la cabeza de la serpiente objetivamente en la cruz; día y noche, El sigue hiriendo la cabeza de la serpiente subjetivamente dentro de nosotros. Bajo la sangre prevaleciente del Señor, la cual nos cubre, puedo testificar que varias veces en el día
de hoy la simiente interior de la mujer ha herido la cabeza de la serpiente dentro de mí. Mientras no nos preocupemos por la simiente de la mujer, la simiente que está en nosotros, Satanás seguirá manipulándonos. No tenemos ninguna otra alternativa que creer diariamente que Jesús es la simiente de la mujer y a toda hora hiere la cabeza del maligno dentro de nosotros. No tenemos ninguna necesidad de cometer pecados para ser pecadores. Como seres humanos, ya somos pecaminosos. Somos pecaminosos por nacimiento. De hecho, éramos pecaminosos antes de nacer. Por consiguiente, no somos otra cosa que pecado. Si usted me pregunta lo que soy yo naturalmente, contestaría que no soy más que pecado. Estoy contaminado y soy corrupto. Necesito ser lavado por la sangre del Cordero de Dios. Necesito a Cristo como la simiente de la mujer para que aplaste la serpiente dentro de mí. No obstante, si adoro a Dios según mi propio concepto en lugar de tomar el camino de salvación de Dios, me encontraré automáticamente bajo el control del maligno. Si él me incita a adorar a Dios, al hacerlo él se apoderaría completamente de mí. Después de incitarme a adorar a Dios, él puede desarrollarse en mí hasta el punto de hacer de mí un hombre mentiroso y arrogante en presencia de Dios. Todos debemos ver que la simiente de cada maldad mora en nosotros. Cuando yo era un joven cristiano, decía: “Puesto que Satanás estaba en Caín, y éste era tan malo, ¿por qué Dios no lo eliminó? Si yo fuese Dios, lo habría sentenciado a muerte”. Pero Dios era bondadoso y misericordioso, y dejó abierta la puerta al arrepentimiento para Caín y para todas las personas caídas.
4. El resultado: a. Una maldición peor Como resultado de la segunda caída del hombre, Dios pronunció una maldición peor: “Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza” (4:11-12). Estas palabras constituían una advertencia para Caín. Dios parecía decir: “Por haber hecho cosas tan malignas, la tierra recibirá una maldición peor que la anterior. Fue maldita a causa de la caída de tus padres y por eso produjo espinos y cardos (3:17-18). Ahora, debido a tu caída, la tierra recibirá una maldición mayor. Será maldita hasta el punto de no darte el producto de su fuerza por mucho que la labres”.
b. Anda errante y es extranjero Además, Dios le dijo a Caín que sería “errante y extranjero” (4:12). ¿Qué es un extranjero? Un extranjero o un nómada es una persona sin meta, sin hogar, sin satisfacción ni descanso. Un vagabundo no tiene morada ni comodidades; él anda errante continuamente por la tierra, pasando de un lugar a otro. Dios le dijo a Caín que sería un extranjero. Sin embargo, esta sentencia estaba llena de misericordia. Si en algún momento, Caín se hubiera arrepentido y hubiera buscado el perdón de Dios, el Señor lo habría perdonado con mucho gusto. Supongamos que Caín hubiese dicho: “Señor, estoy equivocado. No seguí el camino que indicaste a mis padres, el camino que mis padres me enseñaron. Ahora me arrepiento y sigo ese camino. Señor, perdóname”. Si Caín hubiera orado de esta manera, Dios ciertamente lo habría perdonado. Pero escuche la respuesta de Caín a la sentencia misericordiosa de Dios: “He aquí me echas hoy de la faz de la tierra, y de tu faz me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará” (4:14, heb.). No detectamos el menor indicio de arrepentimiento. Caín sólo discutía con Dios, diciendo que sería echado de la tierra. ¿Qué significa ser echado de la faz de la tierra? Todos los lectores de la Biblia tienen dificultad para entender esto. ¿Qué significa eso según usted? Aparentemente, Caín no fue echado de la faz de la
tierra. ¿Cómo podría ser echado de la faz de la tierra y seguir viviendo? Recuerde que esta palabra no fue dada por Dios, pues El sólo le dijo a Caín que sería errante y extranjero, y no que sería echado de la tierra. No obstante, Caín interpretó así las palabras de Dios, al darse cuenta de que estaba a punto de ser echado de la faz de la tierra. ¿Qué significa eso? Contestaré a esta pregunta más adelante en este mensaje. Caín no se arrepintió. El argumentó con temor. No temía a Dios, sino al hecho de que otros pudieran matarlo. ¿Por qué tenía ese temor? Porque había dado muerte a su hermano. A menudo el hermano Watchman Nee me decía: “Si alguien piensa que usted le puede robar, se debe a que esa persona debe de ser un ladrón. Sólo un ladrón teme que otros lo roben. Si usted nunca les roba a los demás, no pensará que le van a robar a usted”. Si no sabe nada de robos, jamás pensará que alguien puede robarle. Pero si usted roba, será consciente del peligro de que le roben. Caín tenía miedo de ser muerto porque él había matado a su hermano. Así que no se arrepintió, sino que argumentó con Dios, diciendo: “Y sucederá que cualquiera que me hallare me matará”. Caín sabía que no disponía de ninguna protección. Sin embargo, Dios fue bondadoso. La bondad de Dios es proporcional a nuestra capacidad de recibir. “Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara” (4:15). Vemos que Dios puso una señal sobre Caín. No me pregunten en qué consistía esta señal, porque no lo sé. Sólo sé que Dios marcó a Caín a fin de protegerlo.
c. Fue echado de la presencia de Dios Caín tomó su propio camino sin arrepentirse. Su propio camino consistió en apartarse de la presencia de Dios. “Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén” (4:16). Adán fue echado del paraíso, del huerto de Edén, pero Caín fue echado de la presencia de Dios. A pesar de adorar a Dios, con el tiempo se apartó de Su presencia. ¿Qué clase de adoración es ésta? Aborrezco toda clase de adoración que aparte a la gente de la presencia de Dios. No diga: “¿Qué hay de malo con la manera en que adoramos a Dios?” Está equivocada si lo aparta a usted de la presencia de Dios. Estar fuera de la presencia de Dios es algo terrible. Ahora volvemos a lo que significa ser echado de la faz de la tierra. Si usted no vive en la presencia de Dios, no tiene ningún lugar donde vivir en esa tierra. La tierra fue hecha para los que viven en la presencia de Dios. En Génesis 4:14 la faz de la tierra equivale a la faz de Dios. Las expresiones “faz” y “delante de” en los versículos 14 y 16 respectivamente son traducciones de la misma palabra hebrea, y en el versículo 14 “la faz de la tierra” corresponde a “tu faz”, es decir, la faz de Dios. Caín dijo: “He aquí me echas hoy de la faz de la tierra, y de tu faz me esconderé”. Por tanto, si uno no vive delante de Dios, no vive como debería en esta tierra. Si usted no vive en presencia de Dios, está robando la tierra. La tierra no fue hecha para los que están en contra de Dios, sino para los que viven para Dios. Así que si usted no está delante de Dios, no tiene derecho a estar en esta tierra. Por tanto, ser echado de la faz de Dios equivale a ser echado de la faz de la tierra. Desde el punto de vista de la lógica, tal vez eso no parezca válido, pero, espiritualmente, está correcto. Si usted no está en la presencia de Dios, tendrá la convicción de que no tiene adonde ir. En su interior sentirá que es un vagabundo. Usted diría: “No hay lugar para mí en la tierra”. Pero cuando está en la presencia de Dios, todos los lugares se convierten en los cielos. Cualquier lugar resulta muy agradable. Ninguna persona que viva en presencia de Dios cometería suicidio. Sólo aquellos que han perdido completamente la presencia de Dios y que se han convertido en vagabundos en la tierra, personas sin hogar, contemplan la posibilidad de suicidarse. Nuestra verdadera morada es la presencia de Dios. Durante la segunda guerra mundial, mi labor en la iglesia fue la causa de que me encarcelara el ejercito japonés que había invadido China. En la cárcel todo estaba sucio. Este encarcelamiento me causó muchos sufrimientos. Pero el Señor estaba allí, y yo estaba en Su presencia. Jamás disfruté más de la presencia del Señor que cuando estuve encarcelado. Una noche tuve una comunión profunda con el Señor. Sentía que el Señor estaba en frente de mí. Me salieron lágrimas y dije:
“Señor, esto es maravilloso”. Esta fue mi experiencia en la cárcel. Esta cárcel se convirtió en los cielos para mí, y moré con el Señor en los cielos.
d. Produjo una cultura sin Dios Caín se apartó de la presencia de Dios y siguió su propio camino. Lo primero que hizo fue construir una ciudad. El produjo una cultura sin Dios (4:16-24). En la Biblia, el concepto de una ciudad es muy significativo, y en ella podemos trazar una línea de ciudades, empezando con Enoc, una ciudad construida por Caín, y terminando con la Nueva Jerusalén, una ciudad construida por Dios. La ciudad construida por Caín tendrá su consumación en la gran Babilonia. La ciudad de Enoc fue una falsificación del edificio de Dios. No pertenecía a Dios, sino que Satanás la inició dentro de Caín.
1) El motivo Debemos saber cuál es el origen de la cultura humana y el motivo de su desarrollo. La cultura humana se desarrolló porque la humanidad había perdido a Dios. Originalmente, Dios, el Creador del hombre, lo era todo para el hombre. Dios era su protección, su mantenimiento, su provisión, su alegría, su esparcimiento y su defensa. Dios lo era todo. En el huerto el hombre no tenía necesidad de hacer otra cosa que labrar la tierra para cooperar con Dios. Dios lo era todo para el hombre allí. No obstante, cuando el hombre perdió a Dios, lo perdió todo. El perdió la protección, la salvaguardia, el sustento, el abastecimiento y el esparcimiento. Al perder a Dios el hombre se vio obligado a inventar la cultura humana. Por haberlo perdido todo, el hombre tuvo que inventar algo.
2) El proceso a) Construyó una ciudad para poder subsistir Satanás, obrando desde el interior de Caín, le sugirió que construyera una ciudad. Quizás Satanás haya dicho: “Caín, tienes miedo de que la gente te mate. Para sobrevivir necesitas una ciudad que te proteja”. Caín tenía miedo porque había perdido a Dios. Perdió a Dios como su abastecimiento, su alegría y su protección. Antiguamente las ciudades servían principalmente como protección. Por consiguiente, Caín construyó esa ciudad para su propia protección. En una cultura sin Dios la gente se ve obligada a defenderse. Caín no le dio a la ciudad el nombre de Jehová, sino el de Enoc, el nombre de su hijo. El dio el mismo nombre a su hijo y a su ciudad, pues, en cierto sentido, su ciudad era su hijo y él la amaba como amaba a su propio hijo. Es muy significativo observar que el nombre Enoc significa “iniciado”, refiriéndose a algo iniciado por Caín. Caín fue el primer constructor de ciudades, el primero en hacer los planos de una ciudad, y el primer arquitecto. Caín fue un inventor, un iniciador. Sin embargo, lo primero que inventó no fue la ciudad, sino la religión. Primero, él inventó la religión; y en segundo lugar inventó la construcción de ciudades. Uno de los descendientes de Caín fue Lamec. En hebreo, el nombre Lamec significa “fuerte”, “poderoso”. Lamec, de la séptima generación humana, fue una persona poderosa. El practicaba la poligamia, pues tenía dos esposas (4:19). De modo que la poligamia empezó en la ciudad de Enoc en el país de Nod, que significa “nómada”. Lamec practicó la poligamia para satisfacer su lujuria. La poligamia viola la ley natural ordenada por Dios con relación a la subsistencia del hombre. El matrimonio es necesario para la supervivencia humana. No obstante, el matrimonio debe limitarse al principio de que el marido debe tener una sola esposa. Dios dispuso este principio a fin de mantener la existencia humana. Lamec fue el primero en quebrantar el principio divino del matrimonio. La primera de sus dos esposas se llamaba Ada, que significa “adorno”. Ella se adornaba y se embellecía. Ada fue una esposa de adorno. Al tener dos esposas, quedó expuesta la lujuria de Lamec. Un día Lamec se jactó ante sus esposas Ada y Zila: “Oíd mi voz; mujeres de
Lamec, escuchad mi dicho: que un varón mataré por mi herida, y un joven por mi golpe. Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será” (4:23-24). Lamec era aún más arrogante que su antepasado Caín, pues se jactaba de haber dado muerte a un varón porque éste lo había herido, y de haber matado a un joven por un golpe que ése le había propinado. Por tanto, Lamec no sólo era polígamo sino homicida, arrogante y jactancioso. Al leer este pasaje podemos ver lo horrible que fue la primera cultura humana, una cultura sin Dios. Todas estas maldades deben de haber sucedido en la ciudad de Enoc, que había sido construida por Caín. A esto se le puede llamar vida de ciudad, y fue tan perversa como la vida en las grandes ciudades de hoy.
b) Inventó la crianza de ganado para ganarse la vida Ada, la primera esposa de Lamec, dio a luz a Jabal y a Jubal. Jabal fue el padre de los que crían ganado (4:20). El inventó la crianza de ganado usada para ganarse la vida. Se hizo nómada, y vagaba de un lugar a otro, porque no tenía tierras que le devolvieran el producto de su fuerza. En Estados Unidos nadie estaría dispuesto a ser nómada, porque la tierra de este país es muy fértil. Por tanto, aquí nadie necesita ser nómada. No obstante, Jabal encontró que la tierra no le devolvía su fuerza. Esto lo obligó a andar errante y a criar ganado como medio de subsistencia. Ganarse la vida es uno de los aspectos principales de la cultura humana. La ciudad fue inventada para la supervivencia del hombre, y la crianza de ganado fue inventada para obtener el sustento del hombre.
c) Inventó la música para entretenerse Jubal inventó la música (4:21). El inventó arpas y flautas. De hecho, el nombre Jubal significa “jubileo” o “sonido alegre” o “música”. ¿Qué es la música? La música es una especie de diversión, y alegra a la gente. ¿Por qué necesita el hombre esparcimiento? Porque perdió a Dios como su alegría. Dios es el verdadero deleite del hombre. Anteriormente dije muchas veces a los amigos que me invitaban a acompañarlos al cine: “No necesito eso; tengo algo mucho mejor”. No necesito mirar la televisión, pues tengo un televisor celestial. Todo lo que se encuentra en la Nueva Jerusalén fue grabado para mí. Nunca podré olvidar una experiencia que tuve al visitar la ciudad de Houston. Un amigo me guió por la ciudad. Yo le dije: “Después de ver a la Nueva Jerusalén, no necesito ver ninguna ciudad terrenal”. No estoy diciendo una necedad. En realidad así lo creo. En cierta ocasión, en el año 1937, yo predicaba el evangelio en la capital de Nanking. Tuvimos un buen tiempo de predicación, y el evangelio prevaleció. Después de una reunión, una señora joven e inteligente, vestida a la moda y de una manera muy mundana, me dijo: “Señor Lee, su predicación me ha convencido. Quisiera creer en su Jesús. Pero esta decisión depende de algo. A mí me encanta el teatro. Dígame, después de ser cristiana, ¿podré seguir yendo al teatro?” Esta pregunta me molestó bastante. Me di cuenta de que ella estaba convencida y dispuesta a creer en el Señor Jesús. No obstante, si contestaba su pregunta negativamente, no tomaría la decisión de recibir al Señor. Sin embargo, como predicador del evangelio, ¿cómo podría contestar de manera afirmativa? Mientras consideraba la manera de contestarle, me dirigí al Señor y le pedí una respuesta sabia; y me la dio. Le respondí así: “Usted tiene a su hijo consigo. Supongamos que un día él juega con un cuchillo afilado, y que usted considera que es peligroso para él. ¿Qué haría usted? ¿Lo obligaría a dejar el cuchillo, o le quitaría el cuchillo de su mano?” Ella contestó: “Ninguno de los dos. Echaría simplemente algunos dulces o manzanas al suelo. Estoy segura de que él dejaría el cuchillo y tomaría los dulces y las manzanas. Dejaría el cuchillo porque sus manos se llenarían de cosas mejores”. Entonces dije: “Sucede exactamente lo mismo con la asistencia al teatro. Si usted desea tomar a Jesús, El la llenará y no quedará sitio para nada más”. Ella dijo: “¡Eso es maravilloso!, creeré”. Entonces le dije: “Usted debe hacerlo ahora”. Ella respondió: “Sí, lo haré ahora. Creo en el Señor Jesús”. Y fue salva. ¿Por qué va la gente a ver películas o a bailar? Porque está vacía. No tiene a Dios como su alegría.
La razón por la cual yo no voy al cine no son las reglas de la iglesia. La iglesia no tiene una lista de mandamientos en contra de estas cosas. No obstante, a pesar de la falta de reglamentación al respecto, yo no iría al cine ni aunque me dieran miles de dólares por hacerlo. Tengo algo mejor. Estoy lleno de Cristo y no me queda espacio para nada más. Jubal inventó la música porque en aquel tiempo el hombre estaba vacío. Se hallaba en la vanidad del mundo, y nada lo podía satisfacer. La falta de entretenimiento lo condujo a inventar algo que lo divirtiera. El mismo principio se aplica hoy a las diversiones. La gente necesita divertirse porque no tiene a Dios. Algunos de ustedes han oído hablar del avivamiento que se produjo en el país de Gales hace como setenta años. En aquel tiempo, en toda la isla de Gales los teatros y los lugares de entretenimiento cerraron porque toda la gente fue salva. Tenían algo mejor que la diversión mundana. Tenían a Cristo. Lamec satisfizo su lujuria, y Ada se adornó y se embelleció. De estos padres nació Jubal, el inventor de la música. Aquí vemos una familia compuesta de lujuria, adornos y diversión. ¡Qué familia! Hoy en día muchas familias se parecen a ellos: el padre satisface su lujuria, la madre se preocupa por su ropa y sus adornos, y los hijos buscan divertirse. ¿No es ésta una familia moderna? En Génesis 4 podemos ver dos familias bien opuestas. La familia de Adán era una familia que creía en el evangelio. El padre abrió el camino y creyó en el evangelio, la madre preparó el terreno, y el hijo, Abel, anduvo en ese camino. Pero la familia de Lamec anhelaba las cosas del mundo. El padre satisfizo su lujuria, la madre se preocupaba por los adornos, y el hijo, Jubal, buscaba divertirse. ¡Qué contraste! No me gustaría ser miembro de la familia de Lamec. ¡Alabado sea el Señor, porque somos miembros de la familia que cree en el evangelio! La simiente sembrada en Génesis 4 seguirá desarrollándose hasta convertirse en una cosecha en la gran Babilonia. Apocalipsis 18 enumera muchas mercancías, las cuales sirven para tres fines: satisfacer la lujuria, adornar, y divertir a la gente. Si se quitan estas cosas de la sociedad humana, se cerrarán todas las tiendas. ¿Qué venden las tiendas? Venden cosas que gratifican la lujuria del hombre, adornan a las mujeres, y proporcionan diversión a los jóvenes. Esta es la razón por la cual cada vez que entro en una tienda siento en lo profundo de mi ser que voy al infierno. Mi esposa puede testificar que en más de tres años, no he ido a ninguna tienda. Así que, la sociedad moderna constituye un agrandamiento del relato de Génesis 4. El principio de cada asunto se ha conservado inmutable.
d) Inventó armas para defenderse Zila, la otra esposa de Lamec, dio a luz a Tubal-Cain, quien era “artífice de toda obra de bronce y de hierro” (4:22), lo cual significa que fue el inventor de las armas. Las armas que él produjo tenían como fin matar. El arsenal moderno es la cosecha total de las armas que encontramos en Génesis 4. Claro que todas estas armas tienen el propósito de defender al hombre. El nombre Zila significa “sombra”, “cubierta”. ¿A qué clase de cubierta se refiere eso? A cubrirse con las armas. Una de las esposas de Lamec sirvió para adornarse, y la otra sirvió de cubierta, de sombra. Fue usada como sombra para cubrirlo. Por lo tanto, vemos cuatro cosas que inventó la primera cultura humana, una cultura sin Dios: una ciudad para la existencia; la crianza de ganado con el fin de obtener el sustento; la música para divertirse; y las armas para defenderse. Estos cuatro asuntos constituyen a la vez los principales aspectos de la cultura humana moderna. Todos estos aspectos llegaron a existir porque el hombre perdió a Dios. Si usted analiza la situación actual del mundo a la luz de la historia, descubrirá que es simplemente el desarrollo de la cultura humana que se creó en Génesis 4. La presente situación mundial, como la cultura inventada en Génesis 4, se compone de cuatro elementos: las ciudades en las cuales
sobrevive el hombre, las diversas maneras de ganarse la vida, las diversiones y la defensa. En Génesis 4 se inició una cultura sin Dios, la cual se desarrolló y seguirá desarrollándose hasta culminar en la gran Babilonia. Le damos las gracias al Señor porque no estamos en aquella cultura.
3) El resultado Ya vimos que el hombre produjo una cultura sin Dios. Esta cultura da por resultado lo siguiente: la satisfacción de la lujuria, o sea, el adulterio, la lucha y la matanza. Hemos encontrado un ejemplo de ello en la persona de Lamec. Por tanto, vemos en la Palabra santa que la pequeña simiente inyectada en la naturaleza humana en Génesis 3 se ha desarrollado hasta ese punto. A todas las maldades de Caín se añadieron la satisfacción de la lujuria y las luchas dentro del género humano. ¡Cuántas maldades se han desarrollado a partir de una sola semilla pequeña que se sembró en la naturaleza humana! Zila no sólo dio a luz a Tubal-Cain, sino también a una hija llamada Naama (4:22). El nombre Naama significa “hacerse agradable y deseable”. ¿Con qué propósito se hizo atractiva? Para satisfacer la lujuria del hombre. Este es también un aspecto de la sociedad moderna. A las señoras jóvenes les gusta hacerse deseables y agradables. Por tanto, todo lo que contiene la cultura contemporánea ya estaba presente en Génesis 4 en forma de semilla. Ahora conocemos el origen de la cultura humana. Llegó a existir porque el hombre había perdido a Dios. Si usted lee Génesis 5, descubrirá que allí se mencionan las edades de todas las personas nombradas. Por ejemplo, nos dice que Adán vivió novecientos treinta años. Pero la genealogía de Génesis 4 no nos dice la edad de nadie. ¿Por qué? Porque esa genealogía es la genealogía de los perdidos. Todas las personas mencionadas en Génesis 5 fueron salvas. Por tanto, esa genealogía es la genealogía de los salvos. Las personas salvas andan en el camino de Dios y, como resultado, sus días y años son valiosos a los ojos de Dios. Por el contrario, los perdidos ya están acabados delante de El, y sus días y años no cuentan delante de El. ¿Cuánto tiempo vivieron Jabal, Jubal y TubalCaín? No se sabe. Pero sí podemos leer cuántos años vivieron Adán y Matusalén: novecientos treinta años y novecientos sesenta y nueve, respectivamente. Génesis 5 también habla de Enoc, un Enoc distinto al que encontramos en Génesis 4, y vemos que él vivió trescientos sesenta y cinco años. Sus días y años fueron valiosos a los ojos de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTICINCO LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE (3) En este mensaje, llegamos a los últimos dos versículos de Génesis 4. Hemos visto que casi todos los puntos mencionados en los primeros capítulos de Génesis son semillas que se desarrollan en los libros bíblicos que siguen. A pesar de constituir un pasaje bíblico muy breve, Génesis 4:25-26 contiene una semilla muy significativa. No obstante, antes de considerar esa semilla, debemos abordar otros asuntos.
5. La manera de escapar Tenemos la primera caída del hombre en Génesis 3, y la segunda en Génesis 4. Vimos que la manera de escapar de la primera caída consiste en creer en la simiente de la mujer, es decir, en el Señor Jesús, y en seguir el camino de salvación de Dios. Sin embargo, la caída dio por resultado la presencia de Satanás en nuestra naturaleza. Esta fue la principal causa de la segunda caída. ¿Cuál es la manera de escapar de esta segunda caída?
a. Sin la arrogancia debida a nuestros propios conceptos Si queremos escapar de la segunda caída del hombre, debemos tener cuidado de no ser arrogantes. ¿Qué significa ser arrogantes? Significa hacer el bien, adorar a Dios y servir a Dios según nuestros conceptos humanos y no conforme a la revelación de Dios. Vimos un ejemplo en el caso de Caín (4:3). Hacer algo por nosotros mismos, por muy bueno que sea a nuestros ojos, es una arrogancia y está unido con el diablo. Como hombres caídos que contenemos a Satanás en nuestra naturaleza, debemos rechazar todo lo que se origine en nosotros. Debemos hacerlo todo según lo reveló Dios a fin de ser preservados del diablo y de seguir cayendo.
b. Vivir para Dios y adorarle según lo dispuesto por El Además, si deseamos escapar de la segunda caída del hombre, debemos vivir para Dios y adorarle conforme a lo que El dispuso, como lo hizo Abel (4:2, 4; cfr. 3:21; He. 11:4). Debemos evitar, por el lado negativo, ser arrogantes; y debemos, por el lado positivo, vivir para Dios y adorarle conforme a lo que El reveló y según lo que El dispuso. No se trata solamente de vivir para Dios y adorarlo, sino de hacerlo conforme a Su revelación. Debemos permanecer en el camino de Dios a fin de no seguir cayendo.
c. Ser conscientes de la vanidad de la vida humana En Génesis 4 encontramos dos nombres particularmente significativos. El primero es Abel, que significa “vanidad”. Como resultado de la caída, la vida humana se hizo vana. Mire la gente de hoy. A pesar de estar muy ocupada, tiene un vacío en su interior. Las personas sienten un vacío en lo profundo de su ser. Cualquiera que sea su rango social, su fortuna o el éxito que haya logrado, usted sabe que hay un vacío en su interior cuando está solo en el silencio de la noche o temprano por la mañana. Este vacío es la vanidad de la cual estoy hablando. Es exactamente a lo que se refería el sabio rey Salomón cuando dijo: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad ... debajo del sol” (Ec. 1:23). Si queremos escaparnos de la segunda caída del hombre, debemos tomar consciencia de que todo lo que somos nosotros, los hombres caídos y carentes de Dios, lo que poseemos y lo que hacemos, está vacío. No somos más que vanidad.
d. Reconocemos la fragilidad del hombre El segundo nombre particularmente significativo es Enós, que significa “hombre frágil y mortal”. Después de la caída, no sólo la vida humana se hizo vana, sino que el hombre también se volvió frágil y mortal. Debemos reconocer que somos frágiles, débiles y fácilmente deshechos. ¡Es muy fácil fracasar! El hombre es mortal. Nadie puede jactarse de tener la certeza de que va a vivir una semana más. Nadie sabe lo que le pasará mañana. Si queremos escapar de la segunda caída del
hombre, debemos reconocer la vanidad de la vida humana y la fragilidad del hombre. Si entendemos eso, no tendremos ninguna confianza en nosotros mismos y, por ende, no tendremos la arrogancia de apartarnos del camino de Dios.
e. Invocar el nombre de Jehová: el “Yo soy” Cuando vemos que no debemos ser arrogantes, y que debemos vivir para Dios y adorarle como El lo ha ordenado y reconocer la vanidad de la vida humana y la fragilidad del hombre, decimos: “Oh Señor, no debo ser arrogante. Debo vivir para Ti y adorarte como Tú has mandado. Señor, mi vida es vanidad. Soy frágil y mortal”. Cuando tomamos consciencia de que nuestra vida es vanidad y de que somos frágiles, espontáneamente invocamos el nombre del Señor. Esta es la razón por la cual Génesis 4:26 dice: “Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová”. Desde la época de Enós, la tercera generación de la humanidad, los hombres empezaron a invocar el nombre del Señor, al darse cuenta de que eran débiles, frágiles y mortales. Nótese que en hebreo se usa “Jehová” para referirse al Señor (4:26; cfr. Ex. 3:14). El título “Dios” se usa principalmente refiriéndose a la relación que Dios tiene con Su creación en Génesis 1. El nombre Jehová se usa principalmente refiriéndose a la relación de Dios con el hombre a partir de Génesis 2. Jehová es el nombre que describe la relación íntima que Dios tiene con el hombre. Por consiguiente, Génesis 4:26 no dice que los hombres empezaron a invocar el nombre de Dios, sino el nombre de Jehová. Los hombres no invocaban al Creador de todas las cosas, sino a Aquel que estaba cerca de ellos, Aquel que estaba estrechamente relacionado con ellos. El nombre Jehová significa “Yo soy el que soy”, es decir, El es Aquel que existe desde la eternidad hasta la eternidad. El es el que existía en el pasado, existe en el presente, y existirá en el futuro y para siempre. El es el Eterno. Cuando los hombres se dieron cuenta de que eran frágiles y mortales, comenzaron a invocar a Jehová, el Eterno, es decir, a invocar el nombre del Señor. Esta invocación empezó desde la tercera generación de la humanidad. Cuando no nos interesamos en Dios, no invocamos Su nombre. No obstante, cuando nos percatamos de que debemos vivir para El y adorarle a Su manera, y cuando nos damos cuenta de que somos frágiles y mortales y de que nuestra vida no es más que vanidad, espontáneamente y desde lo profundo de nosotros, no sólo oramos, sino que invocamos el nombre del Señor. Por consiguiente, debemos considerar esta importantísima semilla, la de invocar el nombre del Señor. Se trata de un asunto de lo más trascendente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.
1) La definición de invocar al Señor Primero, necesitamos saber lo que significa invocar el nombre del Señor. Algunos cristianos piensan que invocar al Señor equivale a orar. Yo pensaba lo mismo. Pero un día el Señor me mostró que invocar a Su nombre difiere de la oración. En efecto, invocar es una especie de oración, pues forma parte de nuestra oración, pero invocar no es simplemente orar. En hebreo invocar significa “clamar”, “gritar”, es decir, llamar. La palabra griega traducida “invocar” significa “invocar a una persona”, “llamar a alguien por su nombre”. En otras palabras, quiere decir llamar a una persona por su nombre en voz alta. Aunque la oración puede ser silenciosa, la invocación debe ser pronunciada en voz audible. Invocar al Señor significa también gritarle y experimentar la respiración espiritual. “Invoqué Tu nombre, oh Jehová, desde el hoyo más profundo; oíste mi voz; no escondas Tu oído a mis suspiros, a mi clamor” (Lm. 3:55-56). Estos versículos indican que invocar significa también llorar y respirar. El llanto es la mejor respiración. Me han dicho que el llanto es el mejor ejercicio para los recién nacidos. Cuando usted llora, respira espontánea y profundamente. Al llorar y respirar, exhalamos e inhalamos. La inhalación siempre va después de la exhalación. Al exhalar sacamos todas las cosas negativas. Cuando usted exhale las cosas negativas, las cosas positivas del Señor lo llenarán. Permítanme usar el ejemplo de una persona que se enoja. Cuando una persona se enoja, no debe
procurar tranquilizarse, sino invocar: “Oh Señor Jesús”. Luego añada una corta oración: “Señor Jesús, voy a enojarme”. Haga eso y vea si sigue enojándose. Al invocar el nombre del Señor usted exhalará su ira e inhalará al Señor Jesús. Exhalará su ira e inhalará al Señor. ¿Quiere ser santo? La manera de ser santo consiste en invocar el nombre del Señor Jesús. Al invocar usted el nombre del Señor, exhalará todas las cosas pecaminosas, malignas e impuras, e inhalará todo lo positivo, las riquezas del Señor. El señor A. B. Simpson escribió un himno acerca de respirar al Señor. Leamos algunas estrofas: Oh Señor, exhala Tu Espíritu sobre mí, Enséñame a inhalarte; Ayudame a derramar en Tu pecho Toda la vida de mi yo y de mis pecados. Estoy exhalando mi tristeza, Exhalando mis pecados; Estoy inhalando, inhalando, Toda Tu plenitud. Exhalando mi naturaleza pecaminosa, Has llevado todo por mí; Inhalando Tu plenitud limpiadora, Encontrando toda mi vida en Ti. En 1963 presenté este himno a algunos santos en los Estados Unidos. Un día, después de cantar este himno, un querido santo se me acercó y dijo: “No puedo entender ese himno. Respirando, respirando, respirando: ¿respirando qué?” Estaba algo confuso. Algunos años más tarde, después de publicar nuestro himnario, este mismo santo me dijo: “Hermano, mi himno favorito en el himnario es aquel himno que habla de inhalar al Señor”. ¿Cómo respiramos al Señor? Inhalamos al Señor al abrirnos a El y al invocar Su nombre. Debemos invocarle y clamar a El, pues, como dijo Jeremías, invocar al Señor significa clamar a El. El invocó al Señor desde el hoyo más profundo. Cuando estamos en una situación lamentable, es decir, en un “hoyo”, debemos invocar el Señor y clamar a El pidiéndole que nos libere de la cárcel y que recibamos más de El en nuestro ser. Isaías también nos dice que invocar al Señor es clamar a El. “He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es Jah Jehová, quien ha sido salvación para mí. Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: ¡Alabad a Jehová, invocad su nombre! ... Cantad salmos a Jehová ... Clama y grita de júbilo, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel” (Is. 12:2-6). En estos versículos, Isaías nos exhorta a alabar, cantar, clamar y gritar de júbilo. Todo eso corresponde a la invocación mencionada en el versículo 4. En el versículo 2, él dice que Dios es nuestra salvación y nuestra fortaleza. Dios lo es todo para nosotros. Sólo debemos sacar aguas de las fuentes de la salvación de Dios. ¿Cómo podemos sacar agua de las fuentes de la salvación con alegría? Invocando el nombre del Señor, alabándole, cantando himnos, clamando y gritando de júbilo. En el versículo 4 descubrimos que la alabanza y la invocación van juntas, y en el versículo 6, vemos que clamar y gritar van juntos. Esto demuestra que invocar al Señor consiste en clamarle y elevar la voz a El. Muchos cristianos no han gritado nunca. Si usted nunca ha gritado delante del Señor, dudo que haya disfrutado ricamente al Señor. Intente gritar delante de El. Si nunca ha proclamado lo que el Señor significa para usted, le animo a hacerlo. Cuanto más clame: “Oh Señor Jesús, Tú eres tan bueno para mí”, más será liberado de su ego y más se llenará del Señor. Usted estará en el tercer cielo. Por consiguiente, Isaías, aun en los tiempos del Antiguo Testamento, exhorta a alabar al Señor, a invocar Su nombre, a clamar y a gritar de júbilo. Permítanme compartir una parte de mi testimonio acerca de invocar al Señor. Fui criado en la Iglesia Bautista del Sur. Después de ser salvo, y por mi anhelo de ahondar en la Palabra, estuve
varios años con una asamblea de los Hermanos, la cual era muy estricta. Ellos solían permanecer en silencio. No exagero al decir que se podría oír el ruido causado al caer al suelo un alfiler. Fuimos educados de esa manera. Me senté a los pies de los maestros de esos hermanos, y escuché sus enseñanzas. Le doy gracias al Señor por eso. Aunque amaba al Señor y la Palabra, no recibí la ayuda en la vida. La única ayuda que recibí fue el entendimiento de la letra de las Escrituras. En cierta ocasión, en agosto de 1931, mientras andaba por la calle, el Espíritu me habló en mi interior y me dijo: “Mírate. Has adquirido mucho conocimiento. Conoces las profecías y la tipología, pero mira cuán muerto estás”. En lo profundo de mi ser sentí inmediatamente sed y hambre. Dentro de mi algo deseaba brotar. Pero mi trasfondo religioso me impidió hacerlo en la calle. Me restringí, sufriendo durante el resto de la tarde y por la noche, esperando que llegase la mañana para poder presentarme delante del Señor. Mi casa estaba ubicada al pie de un pequeño monte. Cuando llegó la mañana, corrí a la cima del monte y solté lo que había en mi corazón. No tenía ninguna intención de clamar, pero algo me presionaba desde dentro, diciendo: “Oh Señor Jesús”. Invoqué espontáneamente al Señor. Nadie me enseñó a invocar al Señor, y no había visto nada al respecto en la Biblia. Sencillamente me brotó espontáneamente. Aunque no disponía de las expresiones “disfrutar al Señor” y “liberar el espíritu”, sí tuve la realidad de ellas. Efectivamente ejercité y liberé mi espíritu e indudablemente disfruté al Señor. De ahí en adelante, casi todas las mañanas subía a la cima del monte e invocaba al Señor. Al invocar, el Señor me llenaba de El. Cada mañana cuando descendía de aquel lugar, rebosaba de gozo. Estaba en los cielos, y toda la tierra con su contenido se hallaba debajo de mis pies. Sin embargo, mi trasfondo me impedía enseñar aquello. No animé a nadie a practicar esto. Doce años más tarde, en 1943, fui encarcelado por el ejército japonés que había invadido China. Un día me persiguieron y me golpearon. No podía hacer nada. Clamé espontáneamente: “Oh Señor Jesús”, y dejaron de golpearme. No obstante, mi trasfondo religioso seguía impidiéndome practicar eso todos los días. No sabía que podíamos hacerlo en nuestra vida cotidiana. Veinticuatro años más tarde, en 1967 en Los Angeles, hablamos de este asunto de invocar al Señor. En aquel tiempo sentí la necesidad de averiguar la validez de esto estudiando la Palabra. Después de dedicar mucho tiempo a leer en la Palabra todo relacionado con invocar al Señor, descubrí que los santos de tiempos antiguos practicaban esto. Empezó hace miles de años. Con la ayuda de una concordancia encontré muchísimas citas relacionadas con invocar al Señor, y noté los varios aspectos de la invocación. En esa ocasión, recibí confirmación y fui fortalecido no sólo a practicar la invocación al Señor, sino también a enseñar a los demás y a ayudarles a invocar al Señor. Desde 1967 invocar al Señor ha sido uno de los elementos del recobro del Señor. Descubrimos que era la mejor manera de tocar al Señor. En aquel año visité el Lejano Oriente y presenté ese asunto a los santos. Puedo testificar que millares de santos fueron liberados y enriquecidos al invocar el nombre del Señor.
2) La historia de invocar al Señor No se imagine que el hecho de invocar al Señor fue inventado por nosotros. No es una nueva invención. Cuando mucho, podemos llamarlo un redescubrimiento o una parte de lo que está recobrando el Señor. Como vimos, invocar al Señor empezó con la tercera generación del linaje humano. Enós, el hijo de Set, fue la tercera generación. Eva dio a su segundo hijo el nombre de Abel, que significa vanidad. Luego Set, el hermano de Abel, llamó a su hijo Enós, lo cual indica que Set era consciente de que la vida humana era débil, frágil y mortal. Al llamar Set a su hijo Enós, quizá le comunicó a su hijo que era débil y frágil. Al darse cuenta éste de la fragilidad de la vida humana, empezó a invocar el nombre del Señor eterno. Por consiguiente, cuando nos damos cuenta de que no somos nada, de que somos débiles y frágiles, ¿qué debemos hacer? Debemos simplemente clamar: “Oh Señor Jesús”. La historia de invocar el nombre del Señor continúa por toda la Biblia, y podemos enumerar los
nombres de muchas personas que invocaron el nombre del Señor: Abraham (Gn. 12:8), Isaac (Gn. 26:25), Moisés (Dt. 4:7), Job (Job 12:4), Jabez (1 Cr. 4:10), Sansón (Jue. 16:28), Samuel (1 S. 12:10), David (2 S. 22:4), Jonás (Jon. 1:6), Elías (1 R. 18:24), Eliseo (2 R. 5:11), Jeremías (Lm. 3:55). Los santos del Antiguo Testamento no sólo invocaron al Señor, sino que también profetizaron que el pueblo invocaría este nombre (Jl. 2:32; Sof. 3:9; Zac. 13:9). Aunque muchos conocen la profecía de Joel acerca del Espíritu Santo, pocos han prestado la debida atención al hecho de que recibir el Espíritu Santo derramado requiere que invoquemos el nombre del Señor. Por una parte, Joel profetizó que Dios derramaría Su Espíritu; por otra, profetizó que la gente invocaría el nombre del Señor. El derramamiento que Dios trae requiere la cooperación de nuestra invocación. La profecía de Joel se cumplió el día de Pentecostés. La invocación del nombre del Señor también fue practicada por los santos del Nuevo Testamento. Comenzó el día de Pentecostés (Hch. 2:21). El día de Pentecostés Dios derramó Su Espíritu, y los primeros santos recibieron al Espíritu invocando el nombre del Señor. Su invocación era una respuesta al derramamiento del Espíritu de Dios. Esteban también invocó el nombre del Señor. Mientras lo apedreaban a muerte, él invocaba el nombre del Señor (Hch. 7:59). El murió invocando el nombre del Señor. Si el Señor demora Su venida y nosotros morimos, espero que muramos invocando Su nombre. Todos los creyentes del Nuevo Testamento tenían por costumbre invocar al Señor (Hch. 9:14; 22:16; 1 Co. 1:2; 2 Ti. 2:22). Cuando Pablo era Saulo de Tarso recibió autoridad de los principales sacerdotes para atar a todos los que invocaban el nombre del Señor (Hch. 9:14). Esto indica que los primeros santos invocaban a Jesús. Invocar el nombre del Señor era una señal, una marca, que identificaba a los cristianos. Por tanto, Saulo de Tarso pensó que le resultaría fácil encontrar a los cristianos de Damasco por el hecho de que ellos invocaban el nombre del Señor. No sólo oraban al Señor, sino que lo invocaban. Son muchos los verdaderos cristianos que oran al Señor cada día, pero sus vecinos, amigos y compañeros de clase no saben que son cristianos. Podemos llamarlos cristianos silenciosos. No obstante, si llegan a ser cristianos que invocan el nombre del Señor, su invocación los marcará como cristianos. Tal fue el caso de los primeros cristianos. ¿Sabe usted lo que le sucedió a Pablo cuando iba a Damasco con la intención de encarcelar a todos los que invocaban el nombre del Señor? Fue capturado por el Señor y fue cegado. El Señor envió a un pequeño discípulo llamado Ananías a visitar a Saulo y a darle un mensaje de Su parte. Escuche lo que dijo Ananías: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre” (Hch. 22:16). Según la gramática, la palabra “invocando” modifica el verbo “lava”. ¿Qué pecado debía lavar Saulo? El pecado de atar a aquellos que invocaban el nombre de Jesús. El lo había hecho en Jerusalén y tenía la intención de hacerlo en Damasco. Todos los cristianos sabían que él era muy malo. A sus ojos, Saulo pecó al perseguir a los santos y al encarcelar a los que invocaban a Jesús. Por tanto, la mejor manera de lavar sus pecados era invocar el nombre de Jesús. Al hacer eso, quedaría claro para todos los creyentes que él verdaderamente se había convertido. El que anteriormente llevaba presos a los que invocaban el nombre del Señor, invocaba ahora ese mismo nombre. Algunos cristianos interpretan erróneamente Hechos 22:16, pensando que “lava tus pecados” modifica a “bautízate”. Según la gramática, éste no puede ser el significado. El versículo menciona dos cosas: “bautízate” y “lava tus pecados”, y la conjunción griega kai, traducida “y” en español, las conecta. De modo que una cosa es bautizarse, y otra es lavar los pecados. Saulo fue bautizado y se lavó de sus pecados invocando el nombre del Señor. Saulo de Tarso, quien había perseguido a tantas personas que invocaban el nombre del Señor, fue capturado por el Señor. Entonces Ananías, quien fue enviado por el Señor, le pidió a Saulo que se bautizara y se lavara de sus pecados invocando el nombre del Señor. Si Saulo sólo hubiera sido bautizado, muchos creyentes habrían dudado de la sinceridad de su conversión. Habrían dicho: “Ananías, no deberías haber bautizado a ese creyente silencioso”. Pero cuando Ananías estaba a punto de bautizar a Saulo, parecía decirle: “Hermano, lava tus pecados invocando el nombre del Señor Jesús. Hermano Saulo, has encarcelado a muchos cristianos. Tú eres malo a los ojos de los santos. Intentaste llevar presos a todos los que invocan a
Jesús. Ahora, la mejor manera de lavar tus pecados ante ellos es que invoques: “Oh Señor Jesús”. Cuando Saulo invocó el nombre del Señor, todos los cristianos pudieron ver que el perseguidor se había convertido en uno de sus hermanos. El hecho de que invocara al Señor demostraba que se había convertido. El mismo Pablo puso énfasis en el asunto de invocar, cuando escribió la Epístola a los Romanos. El dijo: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan; porque: ‘Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo‘ ”. (Ro. 10:12-13). En Romanos 10:12 Pablo dijo que el Señor es rico para con los que le invocan, y en el versículo 13, él citó la profecía de Joel según la cual todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo. Pablo también habló de invocar al Señor en 1 Corintios cuando escribió: “Con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co. 1:2). Además, en 2 Timoteo le dijo a Timoteo que siguiera las cosas espirituales con los que de corazón puro invocan al Señor (2 Ti. 2:22). Todos estos versículos nos muestran que en el primer siglo invocar el nombre del Señor era una práctica bastante común entre los cristianos. Por consiguiente, en todo el Antiguo Testamento así como en los primeros días de la era cristiana, los santos invocaron el nombre del Señor. ¡Qué lastima que la mayoría de los cristianos hayan descuidado esto por tanto tiempo! Creo que hoy el Señor desea recobrar este asunto para que lo practiquemos y disfrutemos de las riquezas de Su vida.
3) El propósito de invocar al Señor a) Ser salvos ¿Por qué se debe invocar el nombre del Señor? Los hombres deben invocar el nombre del Señor para ser salvos (Ro. 10:13). Supongamos que una persona oye el evangelio y empieza a creer en el Señor. Usted le puede ayudar a ser salva al orar al Señor con ella de una manera muy tranquila; yo he visto a muchas personas salvarse así. No obstante, si usted no sólo le ayudara a orar, sino también a invocar el nombre del Señor, la experiencia de salvación que la persona tendrá será mucho más sólida. El primer método, el de orar en silencio, ayuda en efecto a la gente a ser salva, pero no de una manera tan rica. El segundo método, el de invocar en voz alta, ayuda a la gente a ser salva de una manera más rica y más completa. Por tanto, debemos alentar a la gente a abrirse y a invocar el nombre del Señor Jesús.
b) Ser rescatados de las angustias, las calamidades y el dolor Otra razón por la cual debemos invocar al Señor es que con ello somos rescatados de las angustias (Sal. 18:6; 118:5; 50:15; 86:7), las calamidades (Sal. 81:7) y el dolor (Sal. 116:3-4). La gente que ha discutido acerca de invocar al Señor lo invoca cuando es afligida por penas o enfermedades. Cuando nuestras vidas no presentan problemas, debatimos acerca de invocar al Señor. Pero cuando llegue un problema, no necesitaremos que nadie nos pida que invoquemos al Señor. Usted lo invocará espontáneamente. Invocar al Señor nos rescata y nos libera. Debemos invocar al Señor cuando estamos en angustia y en aflicciones. Además, en Salmos 116:3-4 se nos dice que invocar el nombre del Señor nos rescata de muchas cosas negativas, como por ejemplo la angustia, el dolor, la muerte y el infierno. Si usted quiere ser librado de esas cosas, debe invocar al Señor.
c) Participar de la misericordia del Señor En Salmos 86:5 se afirma que el Señor es bueno, y que está dispuesto a perdonar, y está lleno de misericordia para con los que le invocan. Invocando al Señor podemos participar de Su abundante
misericordia. Cuanto más le invocamos, más disfrutamos de Su misericordia.
d) Participar de la obra salvadora del Señor El salmo 116 nos dice que podemos participar de la obra salvadora del Señor al invocarle. “Tomaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre del Señor” (v. 13). En ese salmo, se menciona cuatro veces invocar al Señor (vs. 2, 4, 13, 17). El propósito de invocar es la participación en la obra salvadora del Señor. Como vimos anteriormente, se sacan aguas de las fuentes de salvación invocando el nombre del Señor (Is. 12:2-4).
e) Recibir al Espíritu Otra razón por la cual debemos invocar al Señor es la de recibir al Espíritu (Hch. 2:17, 21). La manera más fácil y mejor de llenarse del Espíritu Santo es invocar el nombre del Señor Jesús. El Espíritu ya fue derramado. Sólo debemos recibirlo invocando al Señor. Lo podemos hacer en cualquier momento. Si usted invoca el nombre del Señor varias veces, estará lleno del Espíritu.
f) Beber del agua espiritual y comer del alimento espiritual para obtener satisfacción En Isaías 55:1 dice: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche”. ¿Cuál es la manera de comer y beber al Señor? Isaías nos revela esta manera en el versículo 6 del mismo capítulo: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”. Por consiguiente, la manera de beber el agua espiritual y de comer el alimento espiritual para obtener satisfacción consiste en buscar al Señor e invocar Su nombre.
g) Disfrutar de las riquezas del Señor Romanos 10:12 dice que el Señor es rico para con los que le invocan. El Señor es muy rico para con todos los que le invocan. La manera de disfrutar de las riquezas del Señor consiste en invocarle. El Señor no solamente es rico, sino que también está cercano y disponible como lo menciona el versículo 8 del mismo capítulo, porque El es el Espíritu vivificante. Como Espíritu, El es omnipresente. Podemos invocar Su nombre en todo tiempo y en todo lugar. Cuando lo invocamos, El viene a nosotros como el Espíritu, y disfrutamos de Sus riquezas. Cuando usted invoca a Jesús, el Espíritu viene. En 1 Corintios se habla de disfrutar a Cristo. En el capítulo doce, Pablo nos dice cómo disfrutar al Señor. La manera de disfrutar al Señor consiste en invocar Su nombre (12:3; 1:2). Cada vez que decimos “Señor Jesús”, bebemos de El, del Espíritu vivificante (v. 13). En 15:45 vemos que el Señor ahora es el Espíritu vivificante. Cada vez que invocamos: “Señor Jesús”, El viene como Espíritu. Cuando llamo a una persona por su nombre, si ésta es real, viviente y presente, entonces viene. El Señor Jesús es real, viviente y presente. El está siempre disponible. Cada vez que le invocamos, El viene. Aun en la era del Antiguo Testamento, Moisés dijo del Señor: “Porque ¿qué nación grande hay que tenga un dios tan cercano a ellos como lo está Jehová nuestro Dios siempre que le invocamos” (Dt. 4:7). Cuando invocamos Su nombre, El está cerca (Sal. 145:18). ¿Quiere usted disfrutar de la presencia del Señor y de todas Sus riquezas? La mejor manera de experimentar Su presencia con todas Sus riquezas es invocar Su nombre. Invóquelo cuando conduzca en la carretera o cuando esté trabajando. En cualquier momento y dondequiera que invoque, el Señor está cerca y es rico para con usted.
h) Nos despierta Al invocar el nombre del Señor, podemos despertarnos. Isaías 64:7 dice: “Nadie hay que invoque Tu nombre, que se despierte para apoyarse en Ti”. Cuando sentimos que estamos desanimados, podemos elevarnos y despertarnos al invocar el nombre del Señor Jesús.
4) Cómo invocar al Señor Ahora debemos considerar la manera de invocar al Señor. Primero debemos invocarle con un corazón puro (2 Ti. 2:22). Nuestro corazón es la fuente y debe ser puro, y buscar solamente al Señor. En segundo lugar, debemos invocar con pureza de labios (Sof. 3:9). Debemos vigilar nuestra conversación, pues nada contamina tanto nuestros labios como una conversación liviana. Si nuestros labios son impuros a causa de una conversación ociosa, nos resultará difícil invocar al Señor. Además de un corazón puro y labios puros, debemos abrir la boca (Sal. 81:10; cfr. v. 7). Debemos abrir nuestra boca e invocar al Señor. Además, debemos invocar al Señor corporativamente. En 2 Timoteo 2:22 dice: “Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor”. Debemos reunirnos con el propósito de invocar el nombre del Señor. En Salmos 88:9 leemos: “Te he llamado, oh Jehová, cada día”. Por tanto, debemos invocarle cada día. Invocar el nombre del Señor no es una doctrina. Es algo muy práctico. Debemos practicarlo cada día y a toda hora. Nunca dejamos de respirar. Todos sabemos lo que ocurre cuando cesa la respiración. Además, en Salmos 116:2 dice: “Por tanto, le invocaré en todos mis días”. Mientras vivimos, debemos invocar el nombre del Señor. Espero que muchos creyentes del pueblo de Dios, particularmente los nuevos, empiecen a hacer una práctica esto de invocar al Señor. Si usted lo hace, se dará cuenta de que es la mejor manera de disfrutar las riquezas del Señor. Desde que practicamos este asunto de invocar el nombre del Señor en Su recobro, algunas personas me han preguntado: “¿No está el Señor dentro de nosotros? ¿Por qué necesitan ustedes decir que el Señor está cerca cuando le invocan?” Tengo una pregunta para aquellos que piensan que no necesitamos invocar al Señor puesto que El ya está dentro de nosotros. ¿Acaso no hay aliento dentro de usted? Puesto que el aliento ya está en su interior, ¿por qué necesita seguir respirando? La lógica de esta pregunta es la misma que la de invocar al Señor cuando ya está dentro de nosotros. Aunque parece lógico decir que no necesitamos invocarle puesto que El ya mora en nosotros, eso no es práctico. Nadie practicaría semejante cosa en cuanto a su respiración. Nadie diría que no necesitamos respirar porque el aliento está en nosotros. Debemos seguir respirando para sobrevivir. Del mismo modo, el Señor está en nosotros, pero debemos seguir invocándole y respirándole. Otros han preguntado: “¿Por qué invocan ustedes con tanto ruido? ¿Acaso es sordo nuestro Dios? ¿Acaso no puede El oír nuestra oración silenciosa?” Argumentan que nuestro Dios no es sordo, y que, en consecuencia, no debemos hacer tanto ruido al orar o al invocarle. Sin embargo, mire cómo ora el Señor en Hebreos 5:7. “El, en los días de Su carne, habiendo ofrecido ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte y habiendo sido escuchado por Su piedad”. Indudablemente “el gran clamor” en este versículo no es una oración silenciosa. Si usted se queja de quienes invocan al Señor en alta voz, debe preguntarle al Señor Jesús por qué oró El con tanto clamor. Dios no es sordo; así que, ¿por qué oró el Señor de esta manera? Además, por lo menos en dos ocasiones en el Evangelio de Juan, el Señor Jesús dijo que El no estaba solo, sino que el Padre estaba siempre con El (16:32; 8:29). Puesto que el Padre estaba continuamente con El, ¿por qué necesitaba El clamar en voz alta al orar al Padre? Además, en los Salmos en varias ocasiones se nos dice que hagamos una alegre algarabía para el Señor (66:1; 81:1; 95:1, 2; 98:4, 6; 100:1). No se habla allí de una voz alegre solamente, sino de una algarabía. Todos sabemos cuál es la diferencia entre hablar y hacer una algarabía. Debemos hacer un alegre alborozo para el Señor, pues a El le gusta oír tal ruido.
En todo caso, lo importante no es saber si Dios nos oye, sino ejercitar nuestro espíritu, liberando lo que está en nuestro espíritu y en nuestro corazón, a fin de que el Señor como Espíritu vivificante entre en nosotros. No se trata de ser escuchado, sino de disfrutar al Señor y participar de todas Sus riquezas. La carga y la intención que tengo en este mensaje es simplemente citar lo que dice la Biblia acerca de invocar al Señor. Si usted considera lo que dice la Biblia al respecto, quedará convencido de que invocar el nombre del Señor no es una invención reciente. Se trata del recobro de una de las cosas santas de la Biblia. Como vimos en Génesis 4:26, invocar el nombre del Señor empezó hace miles de años, desde la tercera generación de la humanidad.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTISEIS LA MANERA DE ESCAPAR DE LA CONSECUENCIA FINAL DE LA CAIDA DEL HOMBRE En este mensaje llegamos a Génesis 5. Muchos de los que leen la Biblia consideran que este capítulo es muy árido y lo pasan de largo en su lectura; cuando mucho, quizás hayan prestado atención únicamente a los últimos doce versículos. No obstante, debemos reconocer que Génesis 5 constituye una porción muy importante de la Palabra santa. A pesar de que dicho capítulo menciona muchos nombres y edades, no es un relato histórico. La Biblia en su totalidad es un libro de vida, y este capítulo, con todos sus nombres y cantidades de años, nos muestra el camino de la vida. Como vimos en el mensaje anterior, al final de Génesis 4 descubrimos el asunto maravilloso de invocar el nombre del Señor (4:26). Génesis 5 habla de caminar con Dios (v. 22). Invocar al Señor es una cosa, y caminar con Dios es otra. Todos debemos invocar al Señor, y luego caminar con Dios. No debemos andar conforme a este siglo, sino con Dios. Caminar con Dios debe venir después de que invocamos al Señor. Por tanto, debemos pasar de Génesis 4 a Génesis 5. Consideremos ahora el contenido de este capítulo.
C. La consecuencia final de la caída del hombre y la manera de escapar de ella 1. La genealogía de los salvos En primer lugar, Génesis 5 nos revela el origen del hombre. ¿Cuál fue el origen del hombre? Encontramos la respuesta en los primeros dos versículos de este capítulo, que son muy importantes y maravillosos. “Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados”. Según estos versículos, el origen del hombre no era Dios solamente, sino también Su semejanza y Su imagen. La imagen de Dios fue el origen práctico de Adán, pues Adán fue hecho a la imagen de Dios. Por consiguiente, nuestro origen no es una raza ni una nacionalidad determinada, sino Dios con Su imagen. Todos nosotros fuimos creados por Dios a Su imagen. No importa que seamos hombres o mujeres porque tanto el hombre como la mujer, tanto el marido como la esposa, fueron llamados Adán. Dios determinó esto como un principio divino, y
este principio sigue operando en la actualidad. Por ejemplo, tanto el señor Taylor como su esposa tienen el mismo apellido. El señor Taylor es el marido Taylor, y la señora de Taylor es la esposa Taylor. De manera que el marido y la esposa son Taylor. Del mismo modo, tanto Adán como Eva fueron llamados Adán. Cuando Dios establece un principio, éste permanece y nadie puede alterarlo. El capítulo 5 de Génesis es maravilloso. Nunca leí nada parecido en ningún otro libro. En ninguna otra parte he leído que un hombre haya vivido cierta cantidad de años y luego haya engendrado un hijo, y que después vivió otro lapso de tiempo, engendró hijos y luego murió; y que su hijo vivió tantos años y engendró hijos y siguió viviendo y engendrando hijos y luego murió. Este es el relato de Génesis 5, un relato que parece muy reiterativo. Génesis 5 está lleno de nombres difíciles de pronunciar, con el número de años que vivieron las personas, y con las palabras “vivió”, “engendró” y “murió”. Estas tres palabras se repiten continuamente por todo el capítulo. Además, ¿ha observado usted que la palabra “vivió” se usa dos veces para cada persona? Por ejemplo, vemos que Adán vivió ciento treinta años y engendró a Set (5:3) y que todos los años que vivió Adán fueron novecientos treinta (5:5). Después de Adán, Set vivió ciento cinco años y engendró a Enós y luego vivió otros ochocientos siete años (5:6-7). Este ciclo de vivir, engendrar, vivir, engendrar y morir se repite ocho veces en este capítulo. Aunque se mencionan diez generaciones en Génesis 5, debemos exceptuar a Enoc quien fue un caso especial y a Noé cuya muerte no se narra en este capítulo. Así que tenemos ocho generaciones que vivieron, engendraron, vivieron, engendraron y murieron. Existe una gran diferencia entre el relato de Génesis 4 y el de Génesis 5. El capítulo cuatro nos dice que ciertas personas vivieron, pero no nos dice por cuantos años. En cierto sentido, las personas nombradas en Génesis 4 no tenían ninguna existencia a los ojos de Dios; sus vidas eran vanidad. Pero sí se nos habla de muchas cosas que ellos inventaron: la religión, la planeación y construcción de ciudades, la agricultura, la música y las armas. Aquel capítulo también habla de las maldades que cometía la gente. Es extraño que Génesis 5 no nos diga nada de las acciones y las actividades de la gente. Aquellos hombres vivieron mucho tiempo, en la mayoría de los casos, más de novecientos años. ¿Qué hacían? Aunque dediqué mucho tiempo a estudiar ese capítulo, todo lo que pude aprender era que la gente vivía, engendraba, vivía, engendraba y moría. Aparte de eso, no se revela nada acerca de la manera en que vivían. Todo lo que hacían era vivir y engendrar. El hombre fue creado no solamente por Dios y a la imagen de Dios, sino también para Dios. Por consiguiente, Dios ordenó que el hombre debía multiplicarse. El propósito eterno de Dios jamás podría cumplirse sin la multiplicación del hombre. Si usted le hubiera preguntado a Adán lo que estaba haciendo, él probablemente habría contestado: “Hermano, estoy viviendo para el propósito de Dios. Estoy engendrando hijos para que se cumpla el propósito de Dios. Dios no necesita mi trabajo, El necesita que yo engendre”. ¿Qué es engendrar? Usando la terminología del Nuevo Testamento, podemos llamarlo llevar fruto. Engendrar significa llevar fruto. Por consiguiente, Adán llevaba fruto para que se cumpliera el propósito de Dios. El fue muy fructífero. Ya mencioné que la palabra “vivió” se usa dos veces con cada persona. Ahora quisiera hacer notar que la palabra “engendró” es usada tres veces en cada persona. Por ejemplo, Adán vivió ciento treinta años y engendró a Set; después de engendrar a Set, él vivió ochocientos años más y engendró hijos e hijas. Esto indica que las personas que figuran en Génesis 5 sólo vivían y engendraban. Estamos haciendo lo mismo ahora. No diga que usted es maestro o carpintero. Debe decir: “Vivo en la presencia de Dios y engendro, llevando así fruto para cumplir el propósito de Dios”. Como ya vimos, el cumplimiento del propósito de Dios depende de que nosotros engendremos. Cuantos más hijos engendremos, más útiles seremos en las manos de Dios. Este fue un asunto físico en el caso de Adán, pero en nuestro caso es espiritual. Vivimos y engendramos. Hace cincuenta años yo estaba soltero. Ahora tengo una familia grande compuesta de muchos hijos y nietos. No obstante, estoy más contento con mi familia en las iglesias que con mi familia biológica. Mediante este humilde ministerio, he vivido y engendrado una familia grande compuesta de millares de personas. Si me preguntaran qué he hecho durante los últimos cuarenta y tres años, contestaría que no he hecho nada más que vivir y engendrar.
Nuestra profesión es única, consiste en vivir y engendrar. Cuando decimos eso, la gente mundana no puede entender a qué nos referimos. Sin embargo, es algo muy real. Las cosas mencionadas en Génesis 4 son vanidad, pero no encontramos ninguna vanidad en Génesis 5. Si usted lee Génesis 5 junto con Lucas 3, verá que la genealogía de Génesis 5 produjo finalmente al Señor Jesús. Esta genealogía comenzó con Dios y terminó en Cristo. La vida y el engendramiento produjeron a Jesús. Cuando juntamos Génesis 5 y Lucas 3, vemos que ninguno de los santos queridos de Génesis 5 vivía en la vanidad. Ellos vivían y engendraban con un importante propósito: producir a Cristo. El relato de la genealogía que consta en Génesis 5 es maravilloso en cuanto a la vida y el engendramiento de la gente. Sin embargo, contiene un punto oscuro: después de vivir y engendrar, la gente moría. Para ellos, vivir y engendrar era algo maravilloso, pero morir no lo era. Si se compara esta genealogía con la de Cristo en Mateo 1, verá que en la genealogía de Cristo en Mateo 1 no se menciona la muerte. La muerte prevalecía en la genealogía de Adán porque Cristo todavía no había venido. Al venir Cristo, la muerte desapareció de la genealogía de Cristo. Cristo “anuló la muerte y sacó a luz la vida y la incorrupción por medio del evangelio” (2 Ti. 1:10).
2. La consecuencia final de la caída del hombre: la muerte Génesis 5 es el relato de los salvos que vivían con la esperanza de que Cristo vendría. Pero en su tiempo Cristo no vino. Por consiguiente, seguían sometidos a la muerte, y en su genealogía se mencionaba la muerte, algo negativo. Vivir y engendrar es algo bueno, pero morir no lo es. Yo no quiero morir. De las diez generaciones mencionadas en Génesis 5, ocho murieron. La muerte es la consecuencia final de la caída del hombre. Aunque Génesis 5 constituye un relato maravilloso de los que viven y llevan fruto, este capítulo muestra que todavía son afectados por la consecuencia final de la caída del hombre, a saber, la muerte. ¿Existe alguna manera de escapar de la muerte? ¿Cuál es la manera? Este capítulo revela que los primeros santos vivían y engendraban, y también revela la manera en que nosotros podemos escapar de la consecuencia final de la caída del hombre. Entre los relatos de las diez generaciones, encontramos que una sola generación escapó de la muerte. Enoc vivió, engendró, caminó con Dios, engendró y no murió, pues Dios lo arrebató (Gn. 5:24). Dios arrebató a Enoc para que éste no viera la muerte (He. 11:5). Ser preservado de la muerte fue la salvación final que Dios le dio. Esta es la plena salvación. Las otras ocho generaciones pueden haber disfrutado del noventa por ciento de la salvación. Ellos vivieron y engendraron para el propósito de Dios, pero no fueron preservados de la consecuencia final de la caída del hombre. Sólo Enoc disfrutó y participó de la plena salvación de Dios. Ahora vivimos y engendramos, pero ¿qué diremos de la muerte? La muerte tiene una doble aplicación. La muerte obra y mata continuamente, y se cierne sobre nosotros a diario. En el plano físico, mental y espiritual, nos encontramos bajo el aniquilamiento de la muerte. Esa es la primera aplicación de la muerte. La segunda aplicación de la muerte la vemos en el hecho de que si el Señor demora Su regreso, todos moriremos físicamente. No habrá una tercera aplicación de la muerte a nosotros, porque no tendremos parte en la segunda muerte (Ap. 21:8). No obstante, ahora estamos bajo la muerte en dos sentidos: la muerte nos perjudica continuamente y lleva a cabo una obra aniquiladora dentro de nosotros y sobre nosotros; y el poder de la muerte puede llevar nuestro cuerpo mortal a la muerte física.
3. La manera de escapar de la muerte ¿Sabía usted que existe una manera de escapar de la muerte? ¿Cree usted que haya algún modo de hacerlo? La manera fue descubierta por la séptima generación de la humanidad. Invocar el nombre del Señor fue descubierto por la tercera generación, y cuatro generaciones después, la manera de escapar de la consecuencia final de la caída del hombre fue descubierta en la séptima generación
por Enoc. Enoc vivió de tal manera que fue preservado totalmente de la muerte física. Antes de que Dios arrebatase a Enoc y mientras éste vivía y caminaba en la tierra, la muerte había dejado de matarlo. Enoc venció el aniquilamiento de la muerte. Enoc fue la primera persona que fue arrebatada. Ahora a muchos cristianos les gusta hablar de profecías y del arrebatamiento. Muchos dicen que el Señor Jesús regresará pronto y que todos serán llevados a los aires. En cierto sentido, esto corresponde a la profecía bíblica (1 Ts. 4:16-17). Pero en otro sentido, me temo que la mayoría de los cristianos aplican esa profecía conforme a su comprensión humana. Si usted lee la Biblia detenidamente, con la luz divina, verá que el arrebatamiento revelado no corresponde a lo que imaginan muchos cristianos. En la Biblia, la primera mención de un asunto establece el principio de dicho asunto; así, el caso de Enoc, el primero que fue arrebatado, establece el principio del arrebatamiento. ¿En qué consiste el principio del arrebatamiento? En madurar en vida al caminar con Dios. Enoc caminó con Dios por trescientos años, y Dios lo arrebató (Gn. 5:22-24).
a. Caminar con Dios ¿Espera usted ser arrebatado? Si es así, debe caminar con Dios. No sólo debe invocar el nombre del Señor, sino también caminar con Dios. Después de invocar viene el andar. Caminar con Dios no es pasar por encima de Dios, ni es ser arrogantes, ni es obrar según nuestros conceptos y deseos, ni es actuar sin Dios. Caminar con Dios consiste en tomarlo a El como nuestro centro y nuestro todo, en obrar conforme a Su revelación y dirección, y en hacerlo todo con El. No consiste solamente en vivir para Dios y hacer obras para El, sino en vivir y actuar conforme a Dios y con El. Enoc anduvo con Dios de esa manera, viviendo y obrando conforme a Dios y con El, y no según su propio deseo o concepto, ni según la corriente de la era en la cual vivía. No es fácil caminar con otra persona. Cuando yo caminaba con los hermanos o con los miembros de mi familia, todos decían que yo caminaba demasiado rápido y que no podían seguirme el paso. Me pedían que caminara más despacio. Tengo una pregunta que dirigir a los hermanos y a mi familia: ¿Va usted a caminar conmigo o voy a caminar yo con usted? Determinemos primeramente quién va a caminar con quién. Si usted va a caminar conmigo, debe seguirme el paso. No me eche la culpa a mí por caminar demasiado rápido. Si se queja de que camino demasiado rápido, olvídese de mí y camine con alguien que ande al mismo ritmo que usted. Pero si desea caminar conmigo, debe ajustarse a mis normas. Si tengo la intención de caminar con usted, debo aminorar el paso y caminar a la misma velocidad que usted. Haga el favor de contestarme: ¿Camina Dios con usted, o camina usted con Dios? ¿Caminaba Dios con Enoc o caminaba Enoc con Dios? La Biblia no dice que Dios caminaba con Enoc, sino que Enoc caminaba con Dios. Resulta difícil encontrar un pasaje bíblico donde se muestre que Dios caminaba con la gente. Encontramos un caso en Lucas 24. En el día de resurrección, el Señor Jesús caminó con dos discípulos que iban de Jerusalén a Emaús. Los discípulos no caminaron con el Señor Jesús; fue el Señor Jesús quien caminó con ellos. Cuando el Señor camina con usted, ello indica que usted va para abajo, que desciende de Jerusalén a Emaús. No obstante, cuando camina con el Señor, sube a Jerusalén desde Emaús. ¿Camina usted con el Señor o camina El con usted? En otras palabras, ¿va usted para abajo o para arriba? Por ejemplo, si va para abajo al cine, el Señor Jesús caminará allí con usted. A menudo el Señor ha caminado así hacia abajo con los santos. Muchos santos le han dicho al Señor: “Señor, no puedo quedarme contigo. Quiero ir a ver una película”. Entonces, el Señor ha dicho: “¿Vas a ver una película? Iré allí contigo; caminaré hacia abajo contigo. ¿Por qué voy a ir contigo allí? Porque te voy a traer de regreso. No debes ir hacia abajo a Emaús. Mi intención es que permanezcas en Jerusalén. Puesto que vas para abajo, tengo que ir contigo. Debo caminar contigo para traerte de regreso”. Enoc caminó ascendentemente con Dios. No se imagine que el arrebatamiento de Enoc sucedió repentinamente. No se crea que en un momento él estaba en la tierra y que al momento siguiente
estaba en los cielos. Enoc no tuvo altibajos con Dios, ni anduvo zigzagueando. El caminó continuamente hacia arriba hasta tocar los cielos. A la edad de trescientos sesenta y cinco años, cuando Enoc casi tocaba los cielos, Dios le dijo: “Querido hijo, estoy aquí. Ven conmigo”. Y Enoc fue arrebatado. ¿Cree usted que el andar de Enoc con Dios conoció altibajos? ¿Cree que Enoc anduvo con Dios de manera irregular y que Dios le dijo: “Pobre hijo, sube rápidamente”? No creo que haya sido así como Dios arrebató a Enoc. Enoc anduvo con Dios día y noche durante tres siglos, más de cien mil días. Enoc anduvo con Dios día tras día, acercándose a El cada día un poco más que el día anterior. Enoc vio la situación, el entorno, la gente y sus obras, y vio que todo era impío. Sin embargo, él siguió caminando con Dios de una manera piadosa y santa, y lo hizo por trescientos años. Si queremos andar con Dios debemos estar con El. Debemos ser uno con El en nuestros pensamientos, nuestro amor y nuestras decisiones. Como dijimos, no es fácil caminar con otra persona. Supongamos que yo camino a su lado y tengo ideas diferentes a las suyas, y le digo: “Hermano, lo quiero y deseo caminar con usted, pero no vaya por allí. Venga por aquí. No quiero ir en esa dirección”. Si digo eso, no estoy caminado con usted, sino que discuto con usted. No obstante, eso es exactamente lo que hacen muchos creyentes que aman a Jesús. Dicen: “Señor, te amo y deseo seguirte. Quiero ir contigo”. No obstante, a la hora de la verdad, muchos no caminan con El, sino que discuten con El. Caminar con el Señor implica mucho de parte de usted: negarse a sí mismo, negarse a sus pensamientos y a su amor, negarse a todo lo que proviene de usted. Implica que usted se entrega a El, que deja que El rija y vaya delante. Caminar con el Señor no es una cosa insignificante. Al caminar con El usted muere. Mi esposa sufre cuando camina conmigo. Pero si usted desea caminar conmigo, debe negarse a sí mismo. Por otra parte, si yo deseo caminar con usted, debo olvidarme de mí mismo, condenarme a mí mismo, y renunciar a mí mismo a fin de ser uno con usted. Si no estoy dispuesto a hacer eso, no puedo caminar con usted ni con ninguna otra persona. No se trata simplemente de invocar el nombre del Señor. Es maravilloso y disfrutable clamar: “Oh Señor Jesús”, pero ¿qué viene después de invocar? Cuando el Señor dice: “Sígueme”, ¿lo seguirá usted? ¿Caminará usted con El? Nunca olvide que en Génesis 4 se menciona invocar y que en Génesis 5 aparece el caminar. Si el caminar no viene después de invocar, éste no será muy sincero. En un mensaje posterior, veremos que después de caminar, tenemos la construcción. Enós invocó, Enoc caminó y Noé caminó y construyó. Debemos partir de Génesis 4 y pasar de invocar a caminar. La invocación trae la suministración, pero no mata. La invocación lo hace vivir a uno, mientras que el caminar siempre lo mata a uno, aunque también lo resucita. El caminar empieza por matarlo a uno, pero luego lo resucita para avivarlo cuando disfruta de la presencia de Dios. Uno vivirá al máximo, no de una manera natural, sino en resurrección. ¡Cuánto debemos caminar todos con Dios!
b. Creer en Dios Aunque la Biblia habla muy poco de Enoc, lo que revela Génesis, Hebreos y Judas es suficiente para que apreciemos su vida. Hebreos 11:5-6 nos muestra que Enoc creía en Dios antes de ser arrebatado por El. Esto indica que Enoc no sólo caminaba con Dios, sino que también creía en El. “Por la fe Enoc fue trasladado para no ver muerte” (He. 11:5). ¿Qué significa tener fe? Según Hebreos 11, tener fe significa que creemos que Dios es (He. 11:6), es decir, creemos que Dios existe. Hay un solo Dios, y El es real, viviente, presente y es Dios. Todos debemos creer eso. Esperamos que ningún lector de este mensaje tenga dificultad con este asunto. Nosotros creemos que Dios existe y que El vive hoy. Hebreos 11:6 dice que al creer en Dios, uno también cree que El es galardonador. El no sólo existe, sino que es galardonador. ¿Por qué recompensa Dios al hombre? Porque El anhela que el hombre viva para Su propósito y lo lleve a cabo. No sólo debemos creer que Dios existe, sino también que El recompensa a quienes lo buscan. Dios está en este universo, y ningún hombre puede verlo, pero
sí debemos buscarlo. ¿Cree usted que hay un Dios, que Dios existe? Entonces, ¿qué debe hacer? Debe buscarlo. Enoc lo hizo. El creyó que Dios existía y lo buscó con la fe de que Dios era galardonador. Debe de haber sido su fe en Dios y su búsqueda lo que le motivó a caminar con Dios. Enoc buscó a Dios, y Dios fue su galardonador. El buscó a Dios y caminó con El, y Dios lo recompensó. ¿Qué recompensa dio Dios a Enoc? Dios le dio el nivel más elevado de vida: escapar de la muerte. “Enoc fue trasladado para no ver muerte”. ¡Qué galardón maravilloso! Durante muchos años, le dije al Señor: “Señor, no quiero ver la muerte. Señor, ven pronto. Presérvame hasta Tu regreso. No quiero ver la muerte; quiero verte a Ti”. Este deseo me ha conducido y sigue motivándome a buscar al Señor. No me jacto, sino que digo la verdad: yo busco seriamente al Señor. ¿No es usted uno de los que le buscan? Por la misericordia y la gracia del Señor, todos nosotros lo buscamos a El. Cuando empecé a usar en este país la expresión “santos que buscan más del Señor” en lo que compartía y en las oraciones, muchos se sorprendieron al oírla. Más adelante, acorté esa expresión y usé “buscadores”, los buscadores del Señor. Aunque algunos santos estaban renuentes a usar esta expresión, se usa ahora en todas las iglesias. Muchos oran al Señor, diciendo: “Señor, Tú tienes muchos buscadores en el condado de Orange. Oh Señor, cautiva a todos Tus queridos buscadores”. El Señor es galardonador, y nosotros debemos ser Sus buscadores. Enoc creyó en esto y lo practicó. El creyó que Dios existía y que lo recompensaría si le buscaba. Enoc buscó al Señor y obtuvo el galardón. Judas habla del entorno en el cual vivía Enoc, y usa la palabra “impío” cuatro veces al describir la gente y las obras de la generación de Enoc (Jud. 15). No obstante, Judas relata una de las profecías de Enoc en la cual éste usó una palabra maravillosa: “santos”. “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con millares de Sus santos” (Jud. 14). Enoc no dijo que el Señor venía con millares de pecadores o de impíos, ni siquiera con creyentes o con salvos. Enoc dijo que el Señor venía con millares de Sus santos. Como lo revela el relato de Judas, Enoc profetizó lo que estaba dentro de él. El se dio cuenta de que toda su generación era impía. Los vecinos, la gente y todo lo demás era impío. No obstante, él era piadoso y santo, y llevaba una vida santa. De no ser así, él no habría podido profetizar que el Señor vendría con millares de Sus santos a ejecutar Su juicio sobre los impíos. Los santos mencionados en Judas 14 presentan un gran contraste con los impíos del versículo 15. A pesar de lo impíos que eran su generación, su era, la sociedad, el entorno, la gente y todo lo demás, Enoc conservaba una vida piadosa y santa. El llevó una vida santa entre la gente impía en un contexto impío. El lo hizo en fe, creyendo que Dios existía y que era galardonador. Enoc caminó con Dios en fe.
c. Creer en la Palabra de Dios A la edad de sesenta y cinco años, Enoc engendró un hijo y le dio el nombre de Matusalén (5:22). El nombre Matusalén tiene un significado profético. Significa “cuando él muera, aquello será enviado”. Esta era una profecía del diluvio. Al dar a su hijo el nombre de Matusalén, Enoc profetizó el juicio venidero del diluvio. Indudablemente lo hizo por el Espíritu de Dios. El recibió la revelación de Dios y no desechó Su voluntad. El fue inspirado con la voluntad divina y supo que el juicio iba a venir sobre toda la generación impía. Creo que la profecía relatada por Judas tiene un doble cumplimiento. Es posible que Enoc haya creído que el juicio del diluvio era la venida del Señor con millares de Sus santos para ejecutar el juicio sobre los impíos. No obstante, esta profecía suya, como otras del Antiguo Testamento, tiene un doble cumplimiento. El primero se efectuó con la venida del diluvio y prefiguró el segundo, que se realiza con la segunda venida del Señor, como se menciona en Judas. Si Enoc no hubiera profetizado acerca de la segunda venida del Señor, Judas no la habría mencionado. Mediante la profecía de Enoc podemos entender que él sabía que Dios iba a ejecutar Su juicio sobre la generación impía. Por tanto, él llamó a su hijo Matusalén, lo cual indica que cuando muriera su hijo, el juicio de Dios sería enviado.
Enoc engendró a Matusalén a la edad de sesenta y cinco años. Por consiguiente, la profecía de Enoc acerca del diluvio fue dada cuando tenía sesenta y cinco años. De ahí en adelante, día y noche, Enoc esperaba el cumplimiento de esa profecía, y esa esperanza lo alentó a caminar con Dios. Aunque toda la generación y todo lo que contenía era impío, él mismo no se atrevió a caer en impiedad. El era santo y caminó con Dios, esperando ser salvo del juicio de Dios. Enoc conservó esta esperanza durante trescientos años. Sin embargo, el juicio no vino durante esa época. Había de venir novecientos sesenta y nueve años después del nacimiento de Matusalén. El diluvio vino el año en que Matusalén murió. Matusalén engendró a Lamec a la edad de ciento ochenta y siete años (5:25), y Lamec engendró a Noé a la edad de ciento ochenta y dos años (5:28). Cuando Noé tenía seiscientos años de edad, vino el diluvio (7:11). Si sumamos estas tres cifras, obtenemos un total de novecientos sesenta y nueve años, la edad en qué falleció Matusalén. El diluvio vino novecientos sesenta y nueve años después de que Enoc profetizara al respecto. Sucedió, tal como se profetizó, el año en que murió Matusalén. Si Enoc hubiera permanecido en la tierra hasta el diluvio, habría esperado novecientos sesenta y nueve años. No obstante, sólo esperó trescientos años, pues Dios parecía decir: “Enoc, ya basta. No te dejaré en la tierra hasta agotar tu paciencia. Ven conmigo y quédate conmigo”. Así que Enoc fue arrebatado. Hebreos 11:5 indica que después de ser arrebatado, la gente lo buscó pero no pudo encontrarlo. En cierto sentido, yo aprecio a Matusalén. En otro sentido, no lo quiero mucho, porque vivió demasiado tiempo. Su vida fue más larga que cualquiera de las que menciona la Biblia. Indudablemente si nosotros viviéramos tanto tiempo, nuestra paciencia se habría agotado. Por tanto, oramos: “Señor, ven pronto”. Aunque el Señor nos dijo que El viene pronto (Ap. 22:7, 12, 20), han pasado más de mil novecientos años, y todavía no ha regresado. Aquí vemos un principio: nuestra paciencia natural debe agotarse. Si usted espera la venida del Señor con su paciencia natural, quedará desilusionado y agotado. Olvídese del tiempo y simplemente camine con Dios. Para El, mil años equivalen a un día. Si usted dice: “Señor Jesús, esto es demasiado tiempo”, El dirá: “Todavía no han pasado dos días. Para mí, mil años equivalen a un día. ¿Por qué estás impaciente? Estás impaciente porque no caminas conmigo. Si caminaras conmigo, me tendrías contigo, y no te preocuparías por el tiempo. La tierra será como los cielos porque cuando tú me tienes, estás en los cielos”. El punto más crucial revelado en Génesis 5 acerca de nuestro vivir es éste: debemos caminar con Dios. Si queremos caminar con Dios, debemos creer que El existe y que es galardonador. También debemos creer en Su Palabra. Así que debemos buscarlo, vivir conforme a Su Palabra, seguirle y caminar con El por fe. Finalmente, seremos arrebatados para escapar de la muerte, que es la última consecuencia de la caída del hombre. ¡Aleluya!
4. El final de esta genealogía La genealogía de los salvos relatada en Génesis 5 termina de manera muy prometedora. Concluye con el nombre de Noé, que significa “consuelo” o “descanso” (5:28-32). Con el nacimiento de Noé, la familia de la salvación encuentra consuelo y descanso. La familia de los salvos no es una familia sin esperanza; es una familia llena de consuelo. Esto significa que la familia de Noé está llena de esperanza, consuelo y descanso.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTISIETE LA TERCERA CAIDA DEL HOMBRE D. La tercera caída En este mensaje llegamos a la tercera caída del hombre, la cual se relata en el capítulo seis de Génesis. Si estudiamos Génesis detenidamente, nos daremos cuenta de que el Espíritu Santo tiene la intención de mostrar la degradación continua del hombre. En cada paso el hombre cayó cada vez más bajo. El relato de Génesis revela que la caída del hombre se produjo por lo menos en cuatro etapas. Podemos llamar a estos pasos las cuatro caídas del hombre. En cada caída el hombre descendió un paso más, cayendo cada vez más hasta llegar al punto más bajo. La tercera caída del hombre no fue la peor caída sino un paso más en su degradación. Como veremos, después de la tercera caída, hubo una cuarta. La caída del hombre fue tal que difícilmente podríamos imaginarla.
1. La causa Primero, debemos considerar la causa de la tercera caída del hombre. Podemos encontrar una razón o causa para cada caída. La causa de la tercera caída del hombre no fue sencilla. Incluso la causa de la primera caída no fue sencilla, porque no fue producida por el hombre, sino por una fuente diferente de éste: la serpiente, es decir, el diablo, Satanás, el enemigo de Dios. Vimos que el enemigo de Dios, quien había entrado en el hombre caído, llegó a ser una causa subjetiva de la segunda caída. Por tanto, en cada caída, hubo una causa distinta del hombre mismo. Por supuesto, en cada caída fue el hombre quien cayó, pero en cada caso la causa no fue el hombre solo, sino el hombre en compañía del enemigo de Dios. En la primera caída, el enemigo de Dios estaba fuera del hombre; en la segunda caída, se hallaba dentro. Ahora, en la tercera caída, el enemigo dio otro paso, e hizo caer aún más al hombre. Debemos descubrir cuál fue ese paso adicional. Es mucho peor de lo que podemos imaginar. Aunque usted tal vez haya estudiado el libro de Génesis varias veces, es probable que no haya observado el misterio secreto de la trampa de Satanás. Mientras consideramos esta trampa satánica, debemos acudir al Señor a fin de ser cubiertos por Su sangre prevaleciente, pues este mensaje toca el poder maligno y expone la trampa sutil del enemigo de Dios.
a. Los espíritus malignos se mezclaron con el hombre: los ángeles caídos se unieron con el hombre por medio de un matrimonio ilícito En la primera caída, Satanás sedujo al hombre para que éste tomara algo que no fuese Dios. En la segunda caída, Satanás, quien estaba en la naturaleza del hombre, distrajo al hombre apartándolo del camino de salvación de Dios. En la tercera caída, Satanás incitó a los espíritus malignos, es decir, a los ángeles caídos, a mezclarse con el hombre y a unirse con el hombre por medio de un matrimonio ilícito. Cuando Satanás cayó, antes de la creación del presente mundo, él cautivó a un gran número de ángeles (véase Estudio-vida de Génesis, mensaje dos). Apocalipsis 12:4 nos muestra que la tercera parte de los ángeles siguió a Satanás en su rebelión. Esta es la razón por la cual Efesios 6:12 habla de los principados y potestades que están en los aires. El Señor Jesús nos dijo que Satanás tiene un reino (Mt. 12:26). Este universo contiene el reino maligno del astuto
enemigo de Dios, que es el reino de Satanás. Satanás tiene un reino, lo cual significa que tiene bajo su dominio un gran número de principados, dominios y potestades. Según la revelación completa de la Palabra santa, en los tiempos de la tercera caída del hombre, los ángeles caídos y controlados por Satanás hicieron algo que contaminó el género humano. Incitaron al linaje humano a pecar en exceso y a mezclarse. El género humano dejó de ser simplemente el linaje humano y se convirtió en un linaje mezclado con ángeles caídos. Es posible que esto les parezca extraño. Pocos cristianos saben que el género humano se contaminó anteriormente mezclándose con ángeles caídos, con espíritus caídos. Pero esto consta en la Biblia. Durante la tercera caída del hombre, muchos ángeles caídos, los principados de Satanás, descendieron a la tierra, tomaron cuerpo y usaron estos cuerpos para formar matrimonios ilícitos con las hijas de los hombres. De esta manera, el género humano se mezcló con los espíritus caídos.
1) Los hijos de Dios son los angeles caídos Esta interpretación de Génesis 6 no es una invención mía ni un descubrimiento que hice. Cuando empecé a estudiar Génesis 6:2 hace cincuenta años, este pasaje me confundía. No tenía ninguna dificultad con 6:1, pero el versículo 2 me planteaba un problema. ¿Quiénes son los hijos de Dios mencionados allí? Luego me enteré de que algunos maestros de la asamblea de Hermanos enseñaban que existen dos líneas en Génesis 4: la línea de los descendientes de Set, es decir, la línea del pueblo piadoso, y la línea de los descendientes de Caín. Ellos decían que los hijos de Dios eran los descendientes de Set. Por pertenecer a Dios, los descendientes de Set eran hijos de Dios. También enseñaban que las hijas de los hombres eran las hijas de los descendientes de Caín. Yo no quedé satisfecho con esa interpretación. No me parecía lógica. ¿Cómo pueden decir que los hijos de Dios eran los descendientes de Set y que las hijas de los hombres eran los descendientes de Caín? ¿Acaso no eran también hombres los descendientes de Set? Yo no podía aceptar esa interpretación. Finalmente encontré la interpretación correcta en los escritos del hermano Watchman Nee. El dijo en sus escritos que los hijos de Dios mencionados en 6:2 eran ángeles. El hizo notar el hecho de que el Antiguo Testamento muestra claramente que los ángeles son llamados hijos de Dios (Job 1:6; 2:1). Aunque esto tenía más sentido, me parecía muy difícil de creer. Yo me preguntaba cómo podían los ángeles casarse con seres humanos. El hermano Nee añadió que la versión siriaca del Antiguo Testamento traduce “hijos de Dios” como “ángeles” y que algunos manuscritos antiguos también usan “ángeles” en lugar de “hijos de Dios” en Génesis 6:2. Entonces el hermano Nee explicó que no podemos decir que sólo las hijas de Caín eran descendientes de los hombres y los hijos de Set no. Ya estaba de acuerdo con este punto. El hermano Nee agregó que Judas 6 y 7 comprueba claramente que los hijos de Dios mencionados en Génesis 6 eran ángeles caídos. Indudablemente el hermano Nee había estudiado el libro Earth’s Earliest Ages [Las primeras eras de la tierra] de G. H. Pember. En dicho libro, el señor Pember demostró claramente que los hijos de Dios a los que se alude en Génesis 6 eran ángeles caídos. Así que, después de mucho estudio, quedé plenamente convencido de que en Génesis 6 los hijos de Dios eran ángeles caídos.
2) Los ángeles caídos cometieron fornicación con humanos Los ángeles caídos cometieron fornicación con seres humanos, dando así un ejemplo que habrían de seguir Sodoma y Gomorra. Tocante a ese punto, debemos leer cuidadosamente Judas 6 y 7: “Y a los ángeles que no guardaron su principado, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, se dedicaron a la fornicación y fueron en pos de una carne diferente, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno”. Cuando Pedro y Judas escribieron acerca de la degradación, usaron como trasfondo los hechos relatados en Génesis. En el versículo 6, Judas dice que los ángeles no guardaron su
principado. Aquí el principado significa el dominio o gobierno de los ángeles, y se refiere a la esfera de su dominio. ¿Cuál es el principado o la esfera de los ángeles? En Efesios 2:2 y 6:12 se nos indica que su principado es el aire. La morada de Dios es el tercer cielo, la morada del hombre es la tierra, y la de Satanás y sus ángeles es el aire. Cuando Judas 6 dice que los ángeles no guardaron su principado, sino que abandonaron su habitación, quiere decir que abandonaron la esfera del aire, bajaron a la tierra, y contrajeron matrimonio ilícitamente con seres humanos. Dios ha guardado estos ángeles caídos bajo las tinieblas en prisiones eternas hasta el juicio del gran día. ¿Cuándo abandonaron estos ángeles su principado? ¿Cuándo salieron de su principado en el aire los ángeles caídos y descendieron a la tierra para hacer algo que condujo Dios a echarlos en prisiones hasta el juicio del gran día? Deben de haber hecho algo muy grave para que Dios actuase así. ¿Cuándo sucedió eso? Debe de haberse producido durante el tiempo mencionado en Génesis 6. La palabra “como” de Judas 7 indica que este versículo es la continuación del versículo 6. Puesto que el sujeto de esta frase no es solamente Sodoma y Gomorra, sino también “las ciudades vecinas”, necesitamos una coma después de “vecinas”. Por tanto, Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas son el sujeto de la frase. El predicado es “fueron puestas”. Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas fueron puestas como ejemplo. Entre el sujeto y el predicado tenemos el calificativo “de la misma manera que aquéllos, se dedicaron a la fornicación y fueron en pos de una carne diferente”. ¿A quiénes se refiere “aquéllos”? Se refiere a los ángeles caídos mencionados en el versículo anterior. ¿Qué significa “de la misma manera”? Significa la manera de ir “en pos de una carne diferente”. Los ángeles caídos fueron en pos de la carne humana. Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas también fueron “en pos de una carne diferente”. Esto significa que estas ciudades siguieron el ejemplo de los ángeles caídos. No inventaron esa clase de fornicación, sino que siguieron el ejemplo de los ángeles caídos que la inventaron. Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas fueron seguidores; los ángeles fueron los inventores. Ahora quisiera dirigirme especialmente a los jóvenes. El matrimonio es algo santo. Dios instituyó el matrimonio a fin de preservar el linaje humano que El creó para Su propósito. Nadie debe considerar el matrimonio de manera liviana. Todos debemos considerarlo santo. Hebreos 13:4 nos aconseja respetar al matrimonio, considerándolo como algo santo. Hay un principio estricto acerca del matrimonio: el principio de que el marido debe tener una sola esposa. Dios dispuso este principio santo para preservar el linaje humano en la debida condición a fin de cumplir Su propósito. No obstante, cuando el hombre cayó por tercera vez, el enemigo astuto se introdujo para quebrantar el principio santo del matrimonio humano, usando a sus ángeles caídos, quienes tomaron cuerpos humanos a fin de casarse con mujeres. Esto violó el principio del matrimonio que protegía la pureza del género humano. El matrimonio ilícito de ángeles caídos con seres humanos no sólo quebrantó el principio del matrimonio, sino que contaminó la humanidad. ¿Cuál era la intención del diablo al hacer eso? Su intención no consistía solamente en corromper el linaje humano, sino también en contaminarlo hasta el punto de convertirlo en una mezcla de humanidad con espíritus caídos. Los ángeles caídos establecieron ese ejemplo de quebrantar el principio del matrimonio. Sodoma, Gomorra y las ciudades circunvecinas siguieron ese ejemplo al quebrantar el principio que Dios había establecido. Ahora podemos entender la razón por la cual Dios envió el diluvio sobre el género humano y lo condenó a muerte. Dios decidió hacerlo porque el hombre se había mezclado. Ahora podemos entender también la razón por la cual Dios consumió con fuego a Sodoma, a Gomorra y a las ciudades vecinas. Cuando yo era joven, leí acerca del diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, y la matanza de los cananeos, y no aprobé lo que hizo Dios. Dije: “¿Acaso no es Dios un Dios de amor? ¿Cómo puede un Dios de amor hacer semejante cosa? ¿Cómo puede un Dios amoroso ahogar en agua a la gente, quemar sus ciudades, y dar muerte a los cananeos por medio de los israelitas?” Le dije a Dios: “Dios, no fuiste justo. ¿No crees que los israelitas también eran pecaminosos? ¿Por qué destruiste a todos los cananeos? ¿Cómo puedes decir que eres un Dios de amor?” Finalmente, Dios me dijo: “Hijo, ¿no has visto que antes del diluvio la humanidad se había convertido en una mezcla? No pude conservar a ese linaje mezclado sobre esta tierra. Tenía que eliminarlo. ¿No ves
que entre los cananeos había nefileos [es decir, gigantes], lo cual demuestra que los cananeos habían dejado de ser un linaje puramente humano, y se habían mezclado con los ángeles caídos? Tuve que eliminarlos”. Entonces, me incliné y dije: “Señor, Tú eres Dios. Te adoro. Actuaste correctamente”. Si leen Judas 6 y 7, verán que los ángeles caídos inventaron este enlace ilícito, quebrantando así el principio establecido por Dios con respecto al matrimonio, y fueron “en pos de una carne diferente”, en pos de los seres humanos. Esta invención estableció un ejemplo que fue seguido por Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas. Junto con esos ángeles, las ciudades vecinas cometieron fornicación y buscaron “una carne diferente”. En cierto momento, hubo algunos ángeles que habían caído hasta tal punto que Dios intervino y los juzgó. ¿Cuándo sucedió eso? Debemos aplicarlo a Génesis 6.
3) Causan una mezcla del linaje humano y los espíritus caídos, lo cual produce los nefileos Este matrimonio ilícito entre los ángeles caídos y el género humano produjo los nefileos. “Los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre” en 6:4 fueron el resultado de la mezcla de los espíritus caídos con el género humano (cfr. Nm. 13:33). La palabra hebrea nefilim, o sea nefileos, que algunas versiones traducen “gigantes” en Génesis 6:4 y Números 13:33, significa “seres caídos”. G. H. Pember dice en su libro Earth’s Earliest Ages, que esta palabra se refiere probablemente a los ángeles caídos. No obstante, los nefileos no eran ángeles solamente, sino el producto de la mezcla entre los ángeles caídos y las hijas de los hombres. Fueron el resultado de la mezcla entre el género humano, es decir, la sangre humana, y los espíritus angélicos. La Biblia revela que los nefileos eran “hombres de grande estatura” (Nm. 13:32). Al verlos uno se atemorizaría. Es exactamente lo que les ocurrió a diez de los doce espías que Moisés envió a explorar la tierra de Canaán. Ellos vieron a los nefileos y se horrorizaron (Nm. 13:33). Dijeron a los israelitas que no debían entrar en el país, pues habían visto allí a los nefileos. Los nefileos que ellos vieron deben de haber sido los descendientes de los ángeles caídos que se habían mezclado con las hijas de los hombres. Los nefileos eran gigantes, hombres poderosos y de renombre. Dios mandó el diluvio para exterminar la generación de Noé porque la sangre de esa generación se había hecho impura. Del mismo modo, Dios mató a todos los cananeos porque los nefileos estaban nuevamente entre ellos, y la sangre de ese linaje había vuelto a ser impura. Dios no podía tolerar esa situación. Para cumplir Su propósito, El no podía permitir la existencia de una humanidad así. Todos debemos aprender esa lección: la fornicación es algo grave. En toda la Biblia, y particularmente en la enseñanza del Señor Jesús (Mt. 19:9), la fornicación se considera un asunto grave. Cuando usted lee las epístolas del Nuevo Testamento, puede ver que los apóstoles eran muy estrictos, y no toleraban la fornicación en la vida de iglesia (1 Co. 6:9-10, 18; Ef. 5:5). ¿Por qué eran tan estrictos? Si lee la Biblia, descubrirá que la fornicación está relacionada con la idolatría (Ap. 2:14, 20). El culto a los ídolos fomenta la fornicación. En el budismo, los que adoran ídolos no prestan mucha atención a su fornicación. El culto que rinden a los ídolos los conduce a la fornicación. En China, en frente de los templos donde la gente adoraba a los ídolos, se presentaba la ópera a menudo con historias de fornicación. Si usted lee el libro de Números, verá que cuando los israelitas adoraban ídolos, cometían fornicación (25:1-2). El culto a los ídolos lleva a la fornicación, y la fornicación conduce a la idolatría. Pero eso no sucede en la verdadera adoración de Dios. El verdadero culto a Dios nos mantiene puros en cuanto al matrimonio, preservando el principio que Dios estableció. Hace varios años, algunos jóvenes vivían juntos en San Francisco y se entregaron a la fornicación. Con el tiempo, la fornicación los condujo a la brujería. La fornicación pone a la gente en contacto con los demonios. ¿Por qué? Porque los demonios, los espíritus caídos, buscan cuerpos humanos. Si usted usa correctamente sus facultades intelectuales y su razón, no permitirá
que ningún espíritu maligno entre en usted. Pero cuando la gente se embebe en la fornicación, no se preocupa por su intelecto; pierde la razón, y deja la puerta abierta para que entren los demonios, los cuales toman plena posesión de su persona. Ningún fornicario se preocupa por su intelecto ni por su raciocinio. Deja de ser lógico y normal. Si usted es racional y normal, se preocupará por su intelecto o su raciocinio, y no hará nada que quebrante el principio establecido por Dios. Caer en la fornicación es algo horrible. La Biblia relata que durante la tercera caída, el hombre se hizo carne. Estaba lleno de lujuria. Los hombres se encontraban en esa condición; por tanto, abrieron la puerta a los ángeles, los seres caídos, y éstos podían entrar. En ese momento, el hombre no sólo tenía al diablo en su naturaleza maligna, sino que algunos hombres fueron poseídos por los ángeles caídos, los cuales usaron sus cuerpos para contraer matrimonios ilícitos y producir un linaje mezclado. Esta fue la peor maldad a los ojos de Dios, y El no podía tolerarla.
b. El hombre hecho carne: el hombre caído Ya vimos que la primera causa de la tercera caída del hombre fue la mezcla de los espíritus malignos con la humanidad. Consideremos ahora la segunda causa. La segunda causa de esta caída fue que el hombre se hizo carne. Génesis 6:3 dice: “Y dijo Jehová: no contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne”. En la primera caída, el hombre no ejercitó su espíritu. En la segunda caída, él usó excesivamente su alma. Caín no sabía nada acerca de su espíritu, pero sí ejercitó sobremanera su alma, e inventó una religión. En la tercera caída, el hombre abusó del cuerpo caído y se volvió carne. El hombre no sólo descuidó su espíritu, sino también su alma. El hombre descuidó el intelecto y el raciocinio de su alma. Hoy en día, mucha gente se encuentra en la misma situación. Ellos no se preocupan por el espíritu, por la presencia de Dios, y tampoco se preocupan por su alma ni por su intelecto ni por su raciocinio. Sólo temen a la policía. Si se aboliera la policía nacional o la guardia civil, la carne afloraría, haciendo caso omiso del espíritu, del intelecto humano y del raciocinio del hombre. La gente simplemente abusaría de su carne y actuaría casi como animales. Cuando el hombre se encuentra en tal condición, casi ha llegado a lo más vil. La primera caída expone el hecho de que el hombre no usó el espíritu, y la segunda caída expone el uso excesivo del alma. Por abusar de su alma, el hombre cayó aún más y empezó a abusar de su cuerpo. Así, el hombre se hizo totalmente carne. La Biblia revela que el peor y más maligno enemigo de Dios es nuestra carne. La Epístola a los Romanos así lo revela, particularmente en los capítulos siete y ocho. Dios aborrece totalmente la carne; no la tolera. En cierto sentido, Dios puede tolerar nuestros errores y transgresiones, pero jamás tolerará la carne. Todo lo que procede de nuestra carne constituye una ofensa para El. Durante la tercera caída, todo el linaje humano se hizo carne. Por tanto, Dios se presentó y dijo a Su siervo Noé que iba a destruir a toda esa generación.
2. El proceso No es difícil entender el proceso. El primer paso del proceso fue satisfacer la lujuria de la carne. Cuando una persona se hace carne, no tiene otra alternativa que satisfacer los apetitos de la carne. Como resultado, el hombre se hace maligno y totalmente corrupto (6:5, 11-13). La Biblia es muy económica, y no desperdicia ninguna palabra; sin embargo, en Génesis 6 se repite varias veces que la tierra se había corrompido y estaba llena de violencia (vs. 11-13). A los ojos de Dios, la tierra estaba corrupta. No sólo era maligna, sino corrupta, hasta tal punto que Dios no la pudo tolerar más.
3. Las consecuencias a. El Espíritu Santo se retiró de ellos, lo cual significa que Dios los abandonó La primera consecuencia de la tercera caída del hombre fue la retirada del Espíritu Santo, lo cual significa que Dios abandonó al hombre. El Señor dijo: “No contenderá mi Espíritu con el hombre para siempre”. Esto indica la obra de gracia que efectúa el Espíritu Santo de Dios. Dicho pasaje demuestra que antes de aquel tiempo el Espíritu de Dios obraba y contendía continuamente con el hombre. Es la segunda vez que se menciona el Espíritu en el libro de Génesis. La primera vez aparece en 1:2, donde vemos que el Espíritu de Dios se cernía sobre la situación de muerte para traer la vida a la existencia. Cuando se menciona el Espíritu por segunda vez, vemos que Dios el Espíritu dejaría de contender con el hombre, lo cual demuestra que antes de eso el Espíritu había luchado y trabajado. Dios estaba lleno de gracia. No se imagine que Abel era bueno por sí mismo. Eso era imposible. Todos los santos mencionados en Génesis 5 fueron ayudados por el Espíritu de Dios. ¿Cree usted que Enoc pudo haber caminado con Dios por su propia cuenta? Yo no creo. Enoc fue ayudado, fortalecido y motivado por el Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios luchaba contra la rebelión del hombre. No obstante, en Génesis 6 alcanzamos el punto en que el Espíritu de Dios dejó de luchar contra el hombre. ¡Cuán terrible es eso! Si el Espíritu de Dios se apartase de nosotros, ¡qué terrible sería!
b. Vino el diluvio La segunda consecuencia de la tercera caída del hombre fue la venida del diluvio, el cual trajo el juicio de destrucción (6:17; 7:10-12). Una de las consecuencias de la tercera caída del hombre fue que algo muy bueno, el Espíritu Santo, habría de apartarse de él, y que algo muy terrible, el juicio del diluvio, habría de venir para ejecutar la condena a muerte sobre el hombre caído.
4. Una prefigura de la era actual La tercera caída del hombre prefiguraba la era presente. El Señor Jesús comparó el presente siglo con los días de la tercera caída (Mt. 24:37-39). El Señor dijo que antes del diluvio, estaban comiendo, bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca y vino el diluvio y se los llevó a todos. Lo único que la gente hacía era comer, beber, casarse y darse en casamiento. En la época de la tercera caída, el hombre caído abusaba del matrimonio. Ocurre exactamente lo mismo hoy en día: comen, beben y abusan del matrimonio. Estar casados no es malo; es algo santo. Pero no abuse de ello. Su matrimonio debe conformarse al principio de Dios. Esto traerá la gracia y la bendición de Dios sobre usted y su familia. Pero si el hombre abusa del matrimonio, vendrá juicio sobre él. Miren la situación de hoy. Es idéntica a la situación que precedió el diluvio. La gente está entregada a comer, beber y casarse, pero no conoce el juicio venidero. Ellos actúan como si no hubiera un Dios en el universo. No se preocupan por el juicio venidero. Pero la Biblia asegura que Dios todavía está en el trono y que la tierra le pertenece a El. Un día El intervendrá y ejercerá Su juicio sobre esta era impía. ¿Qué haremos pues? Vayamos a Noé y veamos lo que hizo. En el siguiente mensaje consideraremos a Noé.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTIOCHO LA MANERA DE SALVARSE DE LA TERCERA CAIDA DEL HOMBRE (1) En este mensaje, proseguimos con nuestro estudio sobre la tercera caída del hombre. A nadie le gusta oír la palabra “caída”, pero debemos entender que las caídas descritas en el libro de Génesis forman el fondo de un cuadro muy positivo de lo que Dios ha hecho con el linaje humano caído. El propósito principal de Génesis no es mostrar la caída, sino todo lo que puede hacer la gracia de Dios por los seres caídos. La caída constituye un fondo oscuro que nos ayuda a ver un cuadro blanco. Sin un fondo negro, el cuadro blanco no sería muy notorio. En Génesis 3 vimos la primera caída y lo que Dios hizo por la humanidad caída. En Génesis 4 vimos la segunda caída del hombre y cómo Dios obró una vez más en favor de los seres caídos. En este mensaje veremos lo que Dios hizo como resultado de la tercera caída del hombre.
5. La manera de salvarse de la tercera caída Al considerar la tercera caída del hombre, veremos más acerca de lo que Dios hizo por el hombre caído. Después de la primera caída, Adán y Eva fueron salvos. Ser salvos no es algo insignificante. Adán y Eva eran salvos a pesar de haber caído. Adán dijo: “Viviente” y Eva dijo: “He adquirido”. Adán y Eva no fueron salvos por sus propios esfuerzos; fue Cristo, el Cordero de Dios y la simiente de la mujer, quien los salvó. Después de ver cómo Dios trató a Adán y a Eva, vemos que Abel le ofreció sacrificios y dones (He. 11:4). El ofreció un sacrificio por sus pecados, y presentó dones para complacer a Dios. ¿Puede un hombre caído complacer a Dios? Abel era un hombre caído; sin embargo, complació a Dios. El fue salvo y además satisfizo a Dios. Abel no complació a Dios por sí mismo ni consigo mismo, sino por Cristo y con Cristo. Pasamos de Adán a Abel y de Abel a Enós. Enós empezó la práctica de invocar el nombre del Señor para disfrutar de todas Sus riquezas. En el caso de Enós, no se trataba solamente de salvación ni de complacer a Dios, sino de invocar al Señor a fin de disfrutar todo lo que El es. Al pasar de Génesis 4 a Génesis 5, encontramos más riquezas. En el capítulo cinco, descubrimos que los salvos vivían, engendraban y caminaban con Dios. Después de todo eso, vemos aún más cosas en el capítulo seis, donde se nos muestra que Noé ciertamente fue salvo, complació a Dios, invocó el nombre del Señor y disfrutó de todo lo que El es. Noé también vivió y engendró, pues tuvo tres hijos. Aparte de todos los aspectos positivos de la vida de los salvos, Génesis 6 nos muestra otros aspectos.
a. Caminar con Dios Génesis 6:9 nos dice que Noé caminaba con Dios. Indudablemente, Noé heredó de sus antepasados Adán, Abel, Enós, Enoc... todas las bendiciones espirituales y siguió el ejemplo de su bisabuelo Enoc, quien caminó con Dios en medio de una generación maligna, perversa y adúltera. Estoy convencido de que lo que oyó del caminar piadoso de su bisabuelo Enoc ejerció una gran influencia sobre él. Noé continuó firmemente la línea de la vida, y la prolongó y desarrolló bastante.
1) Halló gracia a los ojos del Señor En Génesis 6:8 dice: “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová”. Hallar gracia a los ojos del Señor no es algo insignificante. ¿Qué significa “hallar gracia”? Observe que este versículo no dice que Dios le mostró gracia a Noé, ni que el Señor concedió gracia a Noé. No, dice que Noé halló gracia. Recuerde que Génesis es un libro lleno de semillas espirituales. En 6:8 vemos la gracia mencionada por primera vez en la Biblia. Noé pudo ser lo que fue porque halló gracia a los ojos del Señor. En Hebreos 4:16 se nos exhorta a acercarnos confiadamente al trono de la gracia, a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Cuando yo era joven, oraba casi todos los días así: “Señor, me acerco al trono de la gracia. En Tu trono de gracia encuentro gracia para mi oportuno socorro. Señor, necesito Tu gracia cada minuto. Necesito Tu gracia cada año, cada semana, cada día, cada hora, y también cada minuto. Sin Tu gracia, no puedo soportar nada”. Ahora sigo necesitando la gracia del Señor cada minuto. Tal vez mis parientes me mortifiquen dentro de unos minutos, o algún hermano me moleste. Quizás reciba una llamada telefónica de una hermana. Por tanto, le sigo diciendo al Señor: “Señor, necesito Tu gracia cada minuto. Sé que estás lleno de gracia y que Tu gracia está disponible para mí. Señor, puesto que la gracia necesita mi cooperación, me arrodillo delante del trono de gracia para hallar gracia, la cual satisface mis necesidades”. A menudo no podemos soportar nuestra situación y no podemos enfrentarnos a lo que nos sucede. No obstante, existe un lugar llamado el trono de la gracia. Acérquese confiadamente al trono de gracia a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. ¿Cree usted que Noé podía hallar gracia a los ojos del Señor por sus propios esfuerzos? No creo que él haya hecho por su propia cuenta lo que hizo. El diluvio vino 1,656 años después de que Dios hizo a Adán, quien vivió novecientos treinta años. Transcurrieron setecientos veintiséis años entre la muerte de Adán y el diluvio. Cuando Adán tenía seiscientos veintidós años de edad, nació Enoc y fue contemporáneo de Adán trescientos ocho años. Después de la muerte de Adán, Enoc vivió cincuenta y siete años más antes de ser arrebatado por Dios. Sesenta y nueve años más tarde, nació Noé. Por consiguiente, Noé nació solamente ciento veintiséis años después de la muerte de Adán. Cuando Enoc tenía sesenta y cinco años de edad, engendró a Matusalén y luego vivió otros trescientos años antes de ser arrebatado. Matusalén vivió novecientos sesenta y nueve años, y murió cuando Noé cumplió seiscientos años, cuando llegó el diluvio. Indudablemente, Enoc aprendió de sus antepasados las cosas de Dios; es posible que haya aprendido directamente de Adán. El hecho de que Enoc llamara a su hijo Matusalén, que significa “cuando muera, será enviado”, demuestra que él enseñó a su hijo lo relacionado con Dios. Matusalén debe de haber enseñado a su hijo Lamec, y éste a su hijo Noé. Noé venía de una familia piadosa y aprendió de sus antepasados todas las cosas piadosas. Por tanto, él se dio cuenta de que necesitaba la gracia. Su generación era corrupta y estaba llena de violencia. El linaje humano se había hecho carne. Noé vivía entre una generación torcida, perversa y maligna. Sin embargo, sus padres y abuelos le habían enseñado las cosas de Dios, y él se había dado cuenta de que necesitaba la gracia de Dios. Ahora podemos ver por qué Noé halló gracia. El versículo 3 del mismo capítulo indica que Dios estaba dispuesto a conceder gracia al hombre caído, porque Su espíritu contendía con el hombre, y estaba listo para conceder gracia a los necesitados. No obstante, esta gracia necesitaba la cooperación humana. Noé proporcionó la cooperación necesaria y halló gracia. ¿Qué es la gracia? La mayoría de los cristianos piensan que esa gracia es simplemente algo dado por Dios. Si yo le regalo a usted una Biblia, eso es gracia. A pesar de que eso es correcto, en la Biblia la gracia significa mucho más que eso. La gracia no es solamente algo dado por Dios, sino que es el propio Dios que obra por nosotros. La gracia no es simplemente algo objetivo que Dios nos ha dado. La gracia es Dios mismo que viene a nosotros y actúa por nosotros. ¿Es usted débil? Dios vendrá para ser su fortaleza, y dicha venida es gracia. ¿Es usted incapaz de enfrentar su situación? Esto no debe preocuparle, porque Dios vendrá para permanecer con usted y enfrentar esa situación por usted y en usted. Eso es gracia. Si usted lee Génesis 6 detenidamente, verá que esa
gracia no significa que Dios le dio muchas cosas a Noé sino que vino a Noé y estuvo con él. La presencia de Dios era la fortaleza y el poder de Noé. El no sólo disfrutó algo que Dios le había dado objetivamente, sino a Dios mismo. En medio de una generación torcida, perversa y adúltera, una generación cuyas tentaciones no podía resistir nadie, Noé halló gracia a los ojos del Señor. Dios intervino y fortaleció a Noé, permaneció con él y lo mantuvo firme. Esta era la gracia que Noé halló, y es la gracia que necesitamos ahora. Considere la condición de la sociedad moderna. Yo ni siquiera me atrevo a leer un periódico. Contiene demasiadas tentaciones. Mientras camino por la calle, no me atrevo a mirar las vitrinas de las tiendas. Esta es la razón por la cual no me gusta entrar en las tiendas. Las tiendas son muy diabólicas, y lo que exhiben y ofrecen proviene del infierno. La conversación que usted oye en la radio, en el trabajo y en la escuela es maligna, corrupta y diabólica. A cualquiera le resulta difícil, como persona caída, permanecer firme en esa situación. Este siglo es verdaderamente corrupto, perverso y adúltero; está lleno de fornicación e inmoralidad. La gente habla de inmoralidad sin ninguna vergüenza. ¿Quién podría permanecer firme en esta generación? Ninguno de nosotros podría hacerlo. Todos tenemos una naturaleza caída, la misma naturaleza maligna que tienen los demás. Necesitamos la gracia. Debemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia y decir: “Señor, aquí estoy. Necesito Tu gracia. No vengo a pedirte que me des bienes materiales. Vengo para buscar gracia a fin de satisfacer mis necesidades. Señor, no puedo ir al trabajo o a la escuela sin Tu presencia. Señor, no puedo ir a una tienda sin Tu presencia. Señor, necesito que permanezcas conmigo. Ven y sé mi fortaleza. Señor, Levántame y sostenme”. El divorcio tienta a los jóvenes hoy en día. Las tentaciones están afuera y la lujuria se encuentra adentro. ¿Quién puede mantenerse firme en esa era? ¡Qué tentación más grande! Como no podemos permanecer, necesitamos que la gracia nos haga el Noé de hoy. Sólo la gracia lo puede capacitar a uno para permanecer con su cónyuge. Sólo la gracia puede ayudarnos a amar a nuestro cónyuge sin cambiar jamás. Ninguno de nosotros puede lograrlo sin la gracia, pues hay demasiadas tentaciones. El ritmo, la corriente y la tendencia de esta edad son demasiado fuertes. A la gente le parece que si usted no se ha divorciado, no es una persona moderna. Dicen que para actualizarse, debe divorciarse. ¡Cuánta gracia necesitamos! Necesitamos que Dios venga a nosotros y sea nuestra fortaleza y todo lo que necesitamos. El es la gracia. El es a quien Noé necesitaba y a quien nosotros también necesitamos hoy. Noé halló gracia, y nosotros también debemos hallarla. A Noé le fue fácil caminar con Dios porque halló gracia. Los padres se preocupan por los hijos que tienen estudiando. La mayor tentación que enfrentan los niños en las escuelas hoy en día es las drogas. Incluso en las escuelas de primaria hay niños que consumen heroína. ¡Qué lástima! Los niños pequeños no pueden resistir esta clase de tentaciones. Necesitan la gracia. No existe ningún vicio que usted pueda vencer solo. Usted debe acercarse al trono de la gracia para hallar gracia. Noé halló gracia y caminó con Dios. La gracia le ayudó a andar con Dios.
2) Por la fe Noé caminó con Dios por la fe (He. 11:7). Como destacamos en el Estudio-vida de Romanos, la fe no es algo que salga de nosotros. La fe proviene de Dios y El la infunde en nuestro ser. Cuanto más tocamos el trono de Dios y más acudimos al Señor, más recibimos lo que El es. Cuando El se infunde en nuestro ser, Su elemento divino infundido en nosotros se convierte en nuestra fe. Cuando uno toca el trono de la gracia y Dios es impartido en uno, espontáneamente uno cree en El. Usted no necesita esforzarse por creer en El. Cuando el elemento de Dios se infunde en usted, algo dentro de usted brota y lo impulsa a creer en El. Es Dios mismo el que se ha infundido dentro de usted y quien cree por usted. No sabemos cómo creer y no podemos creer. No obstante, si usted se acerca simplemente al trono de la gracia, acudiendo al Señor, tocándole y buscando la gracia, le será infundido el Dios que cree. El creerá, y lo hará por usted. El será su fe. La fe procede de esta fuente.
3) Justificado por Dios Noé creyó en Dios y, como resultado, llegó a ser justo. El era justo ante Dios, ante los demás y ante sí mismo. Ninguna persona mundana es justa ante Dios, ante los demás ni ante sí misma. Pero Noé era un hombre justo (Ez. 14:14), y Hebreos 11:7 dice que él “fue hecho heredero de la justicia que es según la fe”. Primero, Noé halló gracia. En segundo lugar, creyó en Dios porque Dios se había infundido en él. Noé tenía la facultad de creer porque el elemento de la fe en Dios le había sido impartido. El creyó en Dios, e inmediatamente Dios contó su fe por justicia como lo hizo con Abraham (Ro. 4:3, 9). Además, esta gracia lo fortaleció y le ayudó a llevar una vida justa porque él halló gracia a los ojos del Señor. En su andar diario, expresaba la justicia. Esta clase de justicia no era solamente objetiva, sino también subjetiva. Primero, él recibió la justicia objetiva, y luego expresó la justicia subjetiva. Por tanto, a los ojos de Dios, Noé fue heredero de la justicia. En el capítulo seis de Génesis, vemos tres semillas importantes: la carne, la gracia y la justicia. Vemos este asunto de la carne desarrollado plenamente en el Nuevo Testamento, particularmente en las epístolas, y sobretodo en Romanos 7 y 8. No necesitamos repetirlo ahora, puesto que ya abordamos ese tema en el Estudio-vida de Romanos. ¿Se da cuenta usted de que la gracia de Dios vino a causa de la carne? “El Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros ... lleno de gracia...” (Jn. 1:14). En cierto sentido, donde está la carne, allí está la gracia. ¿Qué es la carne? La carne es la obra maestra de Satanás. ¿Sabe usted dónde está Satanás hoy? Está en nuestra carne. La carne es el lugar de Satanás, del pecado y de la muerte. Estos tres grandes enemigos se reúnen continuamente en nuestra carne, y su reunión nunca acaba. No podría decirles desde cuántos miles de años ha durado esa reunión. La carne es algo horrible. Entonces, ¿qué es la gracia? La gracia es el propio Dios a quien disfrutamos y quien nos ayuda a enfrentarnos con la carne. En cierto sentido, si no tuviéramos la carne, no necesitaríamos tanto la gracia. Si no fuese por la carne, Dios probablemente no nos habría dado tanta gracia. Hemos visto que, según Hebreos 4:16, podemos hallar gracia para nuestro oportuno socorro. ¿Qué elemento hace que necesitemos la gracia? Principalmente la carne. Comprendo a los jóvenes, pues yo también fui joven. Al pasar por todas las experiencias humanas, llegué a entender cuánto permanecemos en la carne. Aunque no me gusta estar en la carne, la carne está ahí. Una vez me enfadé con el Señor y le dije: “Señor, ¿por qué no quitas mi carne?” El me mostró que en cierto sentido, yo necesitaba la carne, pues ella es el factor que me obliga a acercarme al trono de la gracia. No puedo hacer nada con esta carne. Todo lo que puedo hacer es acudir al trono de la gracia. Aunque no hay nada que podamos hacer, aún así hay un lugar al que podemos acudir: el trono de la gracia. Si usted lee detenidamente el Nuevo Testamento, verá que donde está la carne, allí está también la gracia. Lo vemos particularmente en la Epístola a los Gálatas. Gálatas 5:4 dice que si intentamos justificarnos por la ley, caemos de la gracia. Estamos en la carne. Gálatas habla de la carne, y también abarca el tema de la gracia. No diga que no tiene carne. Tiene muchísima carne. Ahora mismo, al leer este mensaje, usted está combatiendo contra la carne. ¿Qué haremos? Acerquémonos al trono de la gracia para solucionar el problema de la carne. Necesitamos la gracia porque la carne está aquí con nosotros. La carne es la misma presencia del diablo, y la gracia es la misma presencia de Dios. Necesitamos la presencia de Dios para enfrentarnos a Satanás. ¿Dónde está Satanás? No se imagine que Satanás está lejos. El está dentro de usted. Cada minuto, aun mientras usted ora, Satanás está en su carne. Muchas veces mis oraciones son entorpecidas por la carne. Incluso en tiempo de mucha santidad, de oración, la carne es un estorbo. Este impedimento nos obliga a acercarnos al trono de la gracia. La carne es la presencia de Satanás, pero tenemos la gracia, que es la presencia de Dios, para superarla y combatirla. ¿Qué tan fuerte es usted? ¿Lo suficientemente fuerte como para vencer a Satanás? ¿Cree usted que puede vencerlo? Olvídese de eso. Satanás es mucho más grande que nosotros. Pero
Dios es más grande que Satanás. Dios es más grande que cualquier ser. Como Satanás está con nosotros, necesitamos que Dios esté presente. Debemos decir: “Señor, Tú sabes que Tu enemigo está aquí mismo. Ven y permanece a mi lado para oponerte a él”. Cuando Dios se nos presenta y permanece con nosotros, lo que obtenemos es la gracia. Dios es soberano y sabio. El sabe que si quitara la carne de en medio, muy pocos de nosotros buscaríamos desesperadamente Su gracia. En Su soberanía y sabiduría, El deja la carne aquí, sabiendo que, en cierto sentido, nos resulta útil. Día y noche la carne nos ayuda a volvernos al trono de la gracia. Cuando seamos maduros, es decir, cuando seamos arrebatados, podremos volvernos a la carne y decir: “Pequeña carne, te ha llegado la hora. Debes irte ahora”. Antes de llegar a la madurez de la vida, necesitamos la carne en cierta medida, no para perjudicarnos, sino para que nos obligue a acercarnos al trono de la gracia. Donde está la carne, allí está la gracia, y donde está la gracia, allí está el resultado de la gracia: la justicia. Romanos 5:17 cita la gracia junto con la justicia. Este versículo dice que “reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. La justicia siempre va con la gracia. Ningún marido puede estar bien con su esposa si no tiene la gracia, y ninguna esposa puede ser justa con su marido si no aplica la gracia. Existe una sola clase de cónyuge justo: el que halla gracia. Cuando hallemos gracia, la gracia nos pondrá en paz con nuestro cónyuge. Considere el caso de un marido a quien se le dijo durante años que debería tratar mejor a su esposa. Sin embargo, no está convencido. Una noche, halla gracia, y la gracia lo lleva a la justicia. Esto cambia inmediatamente su actitud. Mediante el poder de la gracia, la fortaleza de la gracia, y la vida de gracia, podemos estar bien con Dios, con los demás y aun con nosotros mismos. La gracia produce la justicia. La justicia es el producto más elevado de la gracia. Por lo tanto, Romanos 5:21 dice que la gracia reina “por la justicia para vida eterna”. Por consiguiente, la justicia y la gracia siempre van juntas. Donde está la carne, allí está la gracia, y donde está la gracia, se produce justicia. Nosotros los que hallamos gracia somos justos. Somos más justos que los demás a causa de la gracia. No somos justos por nosotros mismos, sino por la gracia. Aun podemos jactarnos de que los miembros de la iglesia son más justos que los demás. Son justos porque han hallado gracia. La justicia llegó a ser un motivo de jactancia no solamente para Noé, sino para Dios mismo. Dios podía jactarse ante Su enemigo. Dios podía jactarse de la justicia de Noé ante aquella generación torcida y perversa. La justicia de Noé reforzó la posición de Dios y le permitió ejecutar Su juicio sobre aquella generación impía.
b. Construyó el arca Dios estaba muy contento con Noé porque éste había hallado gracia, caminaba con El por fe, y era heredero de la justicia. Dios sonreía continuamente a Noé. Cuando Noé estaba con Dios, Dios le sonreía. ¿Y qué diremos de usted? ¿Le está sonriendo Dios? ¿Está feliz con usted? Si es así, usted debería decir: “Amén” secretamente a Dios. Por estar feliz con Noé, Dios se abrió a él. Por tanto, Noé no solamente caminaba con Dios, sino que también construyó el arca, la cual servía para salvar. En aquel tiempo, el arca de salvación fue construida por Noé. Abel ofreció dones a Dios, Enós invocó el nombre del Señor, Enoc caminó con Dios, pero Noé hizo todas estas cosas, y además construyó al arca.
1) Recibió la revelación Primero, Noé construyó el arca al recibir la revelación (6:14-16). Mientras Noé andaba con Dios y Dios estaba contento con él, abrió Su corazón a Noé y le reveló Sus secretos. Aparte de él, nadie sabía cuál era la verdadera situación. La gente mundana de aquel tiempo quedó atónita, cegada, cubierta, velada y embotada. No sabía dónde estaba ni lo que iba a suceder. Estaban cegados y
embotados por su lujuria. Considere la situación actual. Sucede exactamente lo mismo hoy. La gente ama el dinero, se ama a sí misma y ama los placeres, como la gente descrita por Pablo en 2 Timoteo 3:1-3. La gente mundana además de amar el dinero, los placeres y a sí misma, no ama a Dios. Todas las personas fueron embotadas por su lujuria, sus placeres, sus riquezas y las demás cosas mundanas. No saben dónde están, adónde van, ni qué les sucederá. Ocurrió lo mismo en la antigüedad. Pero Noé estaba con Dios. El vio la verdadera situación porque Dios le había revelado Sus secretos. Dios dijo a Noé que la tierra estaba llena de violencia, que había llegado el fin de toda carne y que destruiría toda carne y a la tierra (6:13). Además, Dios le dijo a Noé lo que debía hacer: construir un arca. Noé construyó el arca conforme a la revelación de Dios. En cierto sentido, nosotros también estamos bajo la misma revelación. ¿No está usted consciente de la situación actual? ¿No sabe usted lo que vendrá ni adónde va? Puedo jactarme de saber todas estas cosas. Sé dónde estoy. Sé lo que ocurre en el mundo. Sé lo que ha de venir. Sé adónde iré, y sé donde estará la iglesia. No somos personas cubiertas con velos ni cegadas por los placeres modernos. La gente mundana está cubierta con varios velos. Van al cine, a la discoteca, a las fiestas, a toda clase de diversión, placeres y deportes. No conocen otra cosa. Sin embargo, todo esto no es más que “narcotizantes”. La gente mundana ha sido “narcotizada” y cegada. ¿Cabe usted en esa categoría de personas? Alabado sea el Señor porque nos quitó el velo. Estamos conscientes de nuestra condición, conocemos la situación mundial, y sabemos lo que ha de suceder. Sabemos lo que hará el Señor con esta generación impía, y sabemos dónde estaremos nosotros. Entendemos todas estas cosas. Estamos construyendo el arca, no solamente para nuestra propia salvación, sino también para la de los demás. Hermanos y hermanas, ¿qué hacemos aquí? Construimos el arca de salvación para cumplir el propósito de Dios. Inclusive cuando nos reunimos, edificamos. No sólo ofrecemos un don a Dios, invocamos el nombre del Señor para disfrutar de todas Sus riquezas, vivimos, engendramos, y caminamos con Dios, sino que también hallamos gracia, recibimos revelación y construimos el arca. Alabado sea el Señor porque estamos construyendo.
2) Creyó en la palabra de Dios Después de recibir la revelación, él creyó inmediatamente en la Palabra de Dios (He. 11:7). La Biblia revela que creer siempre significa creer por medio de la Palabra. En Romanos 10:14 Pablo pregunta: “¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído?” Sin la predicación de la Palabra, a la gente le resulta difícil creer. El creer viene de escuchar la Palabra. Es por eso que Romanos 10:17 dice: “Así que la fe proviene del oír, y el oír, por medio de la palabra de Cristo”. Indudablemente Noé oyó la Palabra de Dios y creyó la Palabra que oyó. No diga que usted no tiene fe. No diga que no puede creer. Nosotros no tenemos una fe de nosotros, pero la fe es el mismo Dios que cree dentro de nosotros. Debemos acudir a El y recibirlo. Dios debe infundir en nosotros lo que El es. Dios es fe. Dios es nuestra fe. Cuando usted se acerca a El, cuando El se infunde en usted y cuando usted escucha Su Palabra, espontáneamente el Dios que se ha infundido en usted cree por usted. Este es el significado de creer en Su Palabra.
3) Predicó la justicia Noé predicó lo que creía y practicaba. El era un heraldo de justicia (2 P. 2:5). ¿Por qué predicó Noé la justicia? Porque en su generación nada era justo. La tierra estaba llena de violencia, y esa violencia incluía el robo, el homicidio, la fornicación y la iniquidad. Noé era heraldo de justicia, exhortando a las personas a enderezar su camino delante de Dios, de los demás y de sí mismas; de lo contrario caería el justo juicio de Dios sobre ellas. Noé predicó esta clase de justicia probablemente durante un período de ciento veinte años (6:3). Quizás la gente haya pensado que estaba loco, y le haya dicho: “Noé, ¿de qué estás hablando? ¿Qué quieres decir cuando hablas del diluvio que está por venir? Mira el cielo. Es el mismo de siempre”. Yo creo que Noé sufrió muchísimo por las burlas que le hicieron durante ciento veinte años.
4) Preparó el arca Mientras Noé predicaba la justicia, él construía y preparaba el arca (1 P. 3:20). Tal vez la gente le haya dicho: “Noé, ¿estás construyendo una casa para tu nieto? Estás loco al pensar que vendrá un diluvio. ¿Por qué construyes esa arca: trescientos codos de longitud, cincuenta codos de anchura, treinta codos de altura, de tres pisos, una puerta a un lado, y una ventana abierta hacia los cielos? ¡Qué absurdo!” Si usted fuese Noé, ¿habría construido esa arca? Tal vez su querida esposa se hubiera opuesto. Aquellos años no debieron de ser nada fáciles para Noé.
5) Entró en el arca con su familia y con los demás seres vivientes Un día, después de que Noé preparó el arca, quizás mientras el cielo todavía estaba despejado, Dios le pidió a Noé que entrara en el arca y trajera consigo a su esposa, sus hijos y sus nueras (7:13-16). La esposa de Noé, sus hijos y sus nueras eran muy sumisos. Entraron en el arca con todos los seres vivientes. Si yo fuese la esposa de Noé, probablemente habría vacilado, pero todos entraron allí.
6) El Señor lo encerró en el arca Después de entrar en el arca, Dios lo encerró (Gn. 7:16). Su entrada en el arca tipifica nuestra entrada en Cristo. A pesar de entrar libremente, una vez que estamos adentro, no tenemos ninguna posibilidad de salir. Cuando usted crea en el Señor Jesús, nunca podrá salir de El. Le corresponde a usted entrar, pero no le corresponde salir. Puedo testificar con firmeza que en estos cincuenta años he intentado salir de Cristo varias veces. Lo intenté, pero descubrí que estaba encerrado. Cuando usted entra en Cristo, queda encerrado. Cuando Noé, su familia y los animales entraron en el arca, la gente probablemente dijo: “Miren a esos locos. ¿Qué están haciendo? No se preocupan por sus hogares ni por nada. Lo han dejado todo sólo para entrar en esa arca”. El Señor Jesús dijo que en el día del Hijo del hombre la situación será como la que prevalecía en los días de Noé (Mt. 24:37-39). La gente comerá, beberá, se casará y se dará en casamiento. De repente, El vendrá, así como vino el diluvio en los tiempos de Noé. Cuando llegó el diluvio, Noé y su familia estaban en el arca, protegidos, preservados y a salvo. Todos debemos ser los Noés de hoy. Sigamos los pasos de Noé, a saber: hallar gracia, caminar con Dios por fe, recibir la revelación, creer en la Palabra de Dios, testificar de nuestra fe a la gente, laborar sobre lo que creemos, y entrar en lo que creemos. Finalmente, Dios nos encerrará en el arca, y seremos preservados y salvos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE VEINTINUEVE LA VIDA Y OBRA QUE CAMBIO LA ERA En este mensaje, que constituye un paréntesis en nuestro estudio-vida de Génesis, tengo la carga de que veamos un punto crucial acerca de la vida de Noé: su vida y obra cambió la era. A pesar de haberlo visto anteriormente en mi estudio de Génesis, nunca lo había visto de manera tan vívida como en estos días. Cambiar la era no es nada insignificante. Hay un gran contraste entre Génesis 1 y Génesis 6. Si leen la última parte de Génesis 1, verán que
Dios creó al hombre a Su imagen para que lo expresara a El (1:26). Dios deseaba que el hombre fuese Su expresión. El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresar nada menos que al propio Dios. El hombre es como una fotografía, hecha a la imagen de Dios para expresarlo a El. Y también recibió la autoridad de Dios a fin de ejercer esta autoridad para que el dominio de Dios estuviera sobre la tierra. Debemos ver cuán importante es esta comisión. El hombre fue creado a la imagen de Dios para expresarlo a El, y se le encomendó la autoridad de Dios para representarlo y para establecer un dominio en la tierra y señorear sobre todas las criaturas de Dios. Dios no le mandó al hombre que laborara ni que estableciera un monasterio. No, Dios tenía la intención de que el hombre lo expresara a El con Su imagen y lo representara con Su autoridad. Después de crear al hombre y de contemplarlo bien, Dios dijo que era “bueno en gran manera” (1:31). Después de algunos de los seis días, El dijo simplemente que era “bueno”. En el segundo día, Dios no dijo nada, porque en aquel día había ángeles caídos en el aire y demonios en el agua. Ese día El no pudo decir que era “bueno”. Dios no dijo nada acerca del segundo día. En el sexto día, cuando Dios creó al hombre, contempló Su obra, particularmente al hombre, y dijo que era “bueno en gran manera”. A los ojos de Dios, el hombre era muy bueno. Cinco capítulos más adelante, en Génesis 6, Dios volvió a mirar a la humanidad. Cuando Dios miró por primera vez a la humanidad en Génesis 1, estaba contento y complacido con el hombre. Cuando consideró nuevamente al hombre en Génesis 6, vio que el hombre había venido a ser malo y corrupto al máximo, y le dolió haberlo hecho. ¡Qué cambio más radical, comparado con Génesis 1! Originalmente el hombre se encontraba en un elevado nivel, pero desde el capítulo tres, comenzó a descender. ¿Qué hubiera hecho usted si fuese Dios? Tal vez habría dicho: “Olvidémonos del hombre”. Pero ¿en qué quedaría el propósito eterno de Dios? ¿No es Dios el Dios eterno? ¿Acaso puede cambiar el Dios eterno? Dios no es un Dios temporal, sino un Dios eterno. En El no hay sombra de variación (Jac. 1:17). Cuando El toma una decisión, ésta perdura para siempre. Si Dios hubiera olvidado Su propósito eterno, Su enemigo se habría burlado de El, diciendo: “Creaste al hombre con la intención de vencerme, pero el vencido no fui yo sino Tú”. ¿Podrá Dios ser vencido? ¡Jamás! Entonces, ¿qué debía hacer Dios? Encontramos la respuesta, la cual en principio no ha cambiado a lo largo de los siglos, en Génesis 6:8: “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová”. Leamos los versículos del 5 al 8: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. En hebreo, las palabras “todo designio” significa propósitos y deseos. “Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho”. Si eso fuera todo, no quedaría ninguna esperanza. Pero ¡aleluya por el versículo 8! Este versículo empieza con un gran “pero”. “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová”. Este es uno de los versículos más importantes del libro de Génesis. Satanás estaba contento de que el hombre fuera raído por Dios de la faz de la tierra, pero Noé halló gracia a los ojos de Jehová. Esto cambió la situación y la era. ¡Aleluya, Dios no fue vencido! En medio de un aparente fracaso, un hombre venció por hallar gracia ante los ojos del Señor. Este fue un momento crítico. Si leen la historia a la par de la Biblia, verán que en cada generación Satanás ha hecho lo posible por empeorar la situación, pero siempre ha habido una persona o varias que han hallado gracia a los ojos de Dios y que han llegado a cambiar la era. Recuerde la historia de Israel. Aunque el pueblo se seguía degradando a lo más vil, hubo, para sorpresa del enemigo, un joven llamado Daniel. Dice en Daniel 1:8: “Pero Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía”. Allí en el libro de Daniel leemos “Pero Daniel”; y aquí en Génesis 6:8 leemos “pero Noé”. En la fase más baja de la caída del hombre, siempre hay un “pero”. Si examinamos la vida de Noé, veremos que ésta no consistió simplemente en andar con Dios o en edificar el arca. El punto fundamental y crucial es éste: Dios usó a Noé para cambiar la era. El enemigo había trastornado la situación, al grado que Dios se arrepintió de haber hecho al hombre. Aparentemente ya no había ninguna esperanza. Pero Noé halló gracia. La vida de Noé fue una vida
que cambió la era. Consideren la situación actual. Si leen los evangelios y ven el propósito de Dios para la iglesia, se darán cuenta de que la iglesia tiene una comisión muy elevada. La iglesia fue producida por la vida de Dios a fin de expresarlo en esta era neotestamentaria. A la iglesia se le encomendó esa comisión gloriosa. No debemos mirar el pasado. La situación actual es suficiente para mostrarnos cuánto ha caído y se ha desviado la iglesia de la meta de Dios. Pero no se desilusione. Aunque Satanás hizo todo lo posible por estorbar el propósito original de Dios, éste todavía puede llevarlo a cabo. En medio de todos los fracasos, Dios ha establecido iglesias locales para cambiar la era hoy en día.
I. LA VIDA Veamos ahora la vida que cambió la edad. ¿Qué clase de vida era? Siento una pesada carga al respecto. Temo y tiemblo pues no quisiera faltar a la revelación de Dios. No intento darles un sermón. Deseo comunicarles mi carga, pasarles la carga que el Señor me ha dado. ¡Cuánto necesitamos ver la clase de vida que Dios puede usar para cambiar la era!
A. Heredó los caminos piadosos de los patriarcas Esta vida siempre hereda los caminos piadosos de los antepasados. Alabado sea Dios porque Noé, la décima generación desde Adán, tuvo muchos antepasados buenos. Enoc fue la séptima generación, Matusalén la octava, Lamec la novena, y Noé la décima. Los nueve antepasados de Adán a Lamec fueron personas piadosas. Aunque Génesis nos presenta un relato de la caída del hombre, es solamente el fondo que nos muestra el verdadero cuadro de la piedad.
1. El camino de Adán: la salvación Noé heredó el camino de salvación de Adán (3:20-21). En Adán vemos la manera de ser salvos. A pesar de haber caído, Adán recibió el camino de la obra salvadora de Dios. Si usted nunca hubiera caído, jamás podría probar lo agradable que es la salvación. Por haber caído y luego ser salvos, podemos dar testimonio de la dicha que es recibir de Dios la salvación. Saquemos con gozo aguas de las fuentes de la salvación (Is. 12:3). Adán fue el primero en sacar aguas de las fuentes de la salvación de Dios. El sentía tanto gozo que llamó a su esposa “Viviente” (3:20; “Eva” significa “viviente”). ¿No cree usted que él sintió gozo al llamarla “viviente”? Estoy seguro de que él sacó con gozo aguas de las fuentes de la salvación. No tengo la menor duda de que Noé heredó este camino de salvación.
2. El camino de Abel: presentar ofrendas Noé también heredó el camino de Abel, el de presentar ofrendas (4:4). Adán anduvo en el camino de ser salvo, pero Abel anduvo por el de complacer a Dios al ofrecerle dones (He. 11:4). ¿Puede usted imaginar que un hombre caído podía complacer a Dios? Abel fue un hombre caído que complació a Dios. El complació a Dios ofreciéndole el tipo de Cristo. Yo puedo complacer a Dios de la misma manera. A pesar de ser un hombre caído con una naturaleza caída, puedo complacer a Dios al ofrecerle Cristo como don. No me estoy jactando, pero puedo declararles que he complacido mucho a Dios en días pasados. Sé que Dios ha estado complacido conmigo. Incluso esta mañana y esta tarde estoy contento porque mi Dios está complacido. Mi Dios está contento, y yo también. ¿Cómo puede uno complacer a Dios? Como lo hizo Abel, o sea, ofreciendo a Cristo a Dios, no sólo como sacrificio por nuestros pecados, sino también como un don que complace a Dios. Cuando usted da un don a una persona, ésta siente gozo. Del mismo modo, dondequiera que llevamos Cristo a Dios, El se alegra mucho con nuestro don. Dios se complace en Cristo. Ciertamente Noé adoptó el camino de Abel.
3. El camino de Enós: invocar al Señor El tercer camino piadoso que Noé heredó fue la manera en que Enós invocó el nombre del Señor para disfrutar de todo lo que El es (4:26). Esta fue una añadidura a los dos primeros caminos piadosos. No se trataba solamente de ser salvos y complacer a Dios, sino de participar de lo que Dios es y disfrutarlo, invocando Su nombre. Podemos participar de las riquezas de Dios al invocar el nombre del Señor. Noé seguramente practicó eso.
4. El camino de todos los patriarcas: vivir y engendrar Noé también heredó el camino de vivir y engendrar (5:3-28). Noé, igual que sus antepasados, no era ocioso, pues vivía con un propósito para Dios y engendró hijos para la debida multiplicación del hombre a fin de que el propósito de Dios se cumpliese sobre esta tierra mediante la humanidad.
5. El camino de Enoc: andar con Dios Noé también heredó el quinto camino: andar con Dios (5:22, 24). ¡Qué bueno es que un hombre caído camine con Dios! Aunque es maravilloso ver que un hombre caído puede ser salvo, debemos ir más allá y ver que esa persona puede caminar con Dios. En la séptima generación humana, Enoc descubrió el camino de andar con Dios. Podemos ser salvos, agradar a Dios, invocar Su nombre, vivir y engendrar, y caminar con El. ¿Qué más queremos? Parece que quedamos plenamente satisfechos. Somos salvos; podemos complacer a Dios; podemos invocar Su nombre y así disfrutar de todo lo que El es para nosotros; podemos vivir con un propósito y engendrar, es decir, llevar fruto, para la multiplicación de Dios; y podemos caminar con El. ¿Qué nos hace falta? Nada. Estamos complacidos y satisfechos. No obstante, Dios no ha sido satisfecho. Esta es la carga que el Señor me ha mostrado. No es suficiente ver solamente que Noé heredó los caminos piadosos de sus antepasados. Si este ministerio sólo le ayuda a usted a ver eso, ha fracasado ante Dios. Debemos ver algo más.
B. Recibió más revelación Dios le dio a Noé lo que fue prácticamente una revelación todo-inclusiva, una revelación adicional que ninguno de sus antepasados había visto. Aunque Enoc profetizó que cuando su hijo Matusalén muriera el diluvio vendría (lo cual es el significado del nombre “Matusalén”) y que el juicio de Dios sería ejecutado sobre la tierra corrupta, y aunque profetizó acerca de la venida del Señor (Jud. 14), él nunca recibió la visión acerca de la manera en que Dios acabaría con la generación corrupta y traería una nueva era. Ninguno de los antepasados de Noé recibió esta revelación. Un día, Dios vino a Noé y se la reveló. Como resultado, eso amplió mucho la visión de Noé acerca de la piedad y vio mucho más que sus antepasados. El recibió la visión y también una revelación clara. Todos necesitamos esa revelación.
En principio nuestra situación es exactamente la misma que la de Noé. La generación actual está corrupta, y la tierra está llena de maldad y de violencia. El concepto humano nos da la impresión de que Dios fue vencido y echado de la tierra. Sin embargo, ¿no se da cuenta usted de que hoy en día hay un gran “pero”? Algunos santos queridos han heredado todos los caminos piadosos de los santos desde el primer siglo de la era cristiana hasta ahora. Hemos heredado todos los caminos piadosos que se practicaron en los siglos pasados. Pero, ¿debemos detenernos aquí? ¿Debemos decir: “Mirad lo que tenemos”? No. Aunque hemos heredado tantos elementos de la piedad y estamos satisfechos y contentos, ¿qué diremos de Dios y de Su propósito? Debe ponerle fin a esta era. El necesita un cambio de generación. Necesita un arca que saque a Su pueblo de esta generación y empiece una nueva era. Dios necesita un arca. He visto eso y clamo por ello. ¿Fueron salvos ustedes? ¡Alabado sea el Señor! ¿Pueden ustedes complacer a Dios? Alabado sea el Señor por eso. ¿Pueden ustedes invocar Su nombre para participar de Sus riquezas? Desde 1967 hemos practicado este asunto de invocar el nombre del Señor. ¿Viven y engendran ustedes? Sí, día tras día vivimos para el Señor y engendramos para que el Señor se multiplique. ¿Está usted satisfecho? Aleluya, estamos satisfechos. Pero ¿qué ha de suceder con Dios y Su propósito? ¿Se dan cuenta ustedes de que Dios desea aniquilar esta generación y traer otra era? Para lograr eso El necesita un arca. No podemos construir el arca con nuestra imaginación. Igual que Noé, nosotros debemos recibir una revelación acerca del arca que Dios necesita.
1. En cuanto a la generación Dios no sólo reveló a Noé que necesitaba un arca, sino que le mostró exactamente en qué condición se encontraba su generación. Esa generación quedó totalmente expuesta delante de Dios. También quedó expuesta a los ojos de Noé por la revelación de Dios. ¿Se dan cuenta de que la mayoría de la gente, incluyendo a muchos cristianos, no tiene un entendimiento claro en cuanto a la generación en la cual vivimos? La humanidad ha sido embotada, y está aturdida por todas sus concupiscencias y sus placeres malignos. Aun las supuestas iglesias cristianas están embotadas con la corriente de esta era. Necesitamos una revelación. Necesitamos que Dios venga y nos revele la verdadera condición de esta generación maligna. Debemos ver eso. Recibí esta revelación hace casi cincuenta años. Dios me mostró la maldad de esta generación.
2. En cuanto a la intención de Dios Dios le mostró a Noé la maldad de su generación, y además le reveló lo que El se había propuesto. Dios ha tenido y sigue teniendo un propósito en todo lo que hace, y El nunca será vencido en Su propósito. Hace muchos años Dios nos mostró Su propósito. Muchos de ustedes han leído el testimonio personal del hermano Nee acerca del sueño que tuvo una vez, una verdadera revelación, en la cual vio iglesias locales establecidas en toda China. El vio iglesias levantadas por Dios. Lo que él llamó un sueño fue en realidad una revelación. Por medio del hermano Nee, hace muchos años, Dios nos mostró que necesitaba tener iglesias. Antes del regreso del Señor, El necesita que las iglesias sean establecidas. De no ser así, El no tendrá ninguna posibilidad de regresar. ¿Qué es el arca de hoy? ¿Cuál es el camino que Dios usa para poner fin a esta generación maligna y traer una nueva era? ¡Las iglesias! Dios reveló el arca a Noé, y debo testificar que Dios nos ha revelado la necesidad de tener una vida de iglesia apropiada. La vida de iglesia apropiada es el arca que Dios necesita hoy. Se necesita la vida de iglesia para acabar con esta generación e introducir una nueva era. Desde el mismo día en que recibimos esta revelación y la declaramos con firmeza, nos hemos enfrentado con mucha oposición, y hemos sido rechazados y condenados. Durante ciento veinte años, Noé contó al pueblo lo que Dios le había mostrado y en ese lapso construyó el arca. Probablemente durante todo ese tiempo se burlaron de él. La gente quizá le haya dicho: “Noé, ¿qué estás haciendo? ¿Acaso todos nosotros estamos equivocados? ¿Eres tú el único que tiene la razón?
¿Acaso todo lo que hacemos será juzgado y sólo permanecerá la insignificante arca que estás construyendo?” Tal vez Noé haya contestado: “El tiempo lo dirá. Solamente esperen. Si el diluvio no viene en diez años, quizás venga en cincuenta años. Si no llega en cincuenta, tal vez venga en ochenta o cien o ciento diecinueve años. Esperen un poco más y vendrá el diluvio. Entonces se darán cuenta de que necesitan el arca, pero para entonces será demasiado tarde”. Estoy convencido de que nos encontramos en la misma situación hoy en día. Al permanecer firmes en el testimonio de la iglesia, conforme a la revelación de Dios, hemos tenido que enfrentarnos a muchas críticas y a mucha oposición. Incluso algunos aseveran que somos una secta. ¿Cómo podríamos ser una secta? Siendo francos, creemos en la Palabra santa con más sinceridad que muchos creyentes de hoy. No nos jactamos; sólo decimos la verdad. Por lo menos creemos en la Palabra santa como lo hacen los demás, pero no de una manera leudada. ¿Tienen las queridas personas que nos critican la seguridad en su conciencia de que somos herejes? Todos los cristianos tienen una conciencia. Deben escuchar a su conciencia delante del Señor. Escuchen su conciencia, por favor, y lo que el Señor les revela en su conciencia. He pedido a los hermanos aquí en los Estados Unidos que me expliquen por qué un pequeño hombre de China, que llega a la primera nación de la tierra, puede llamar tanto la atención. ¿Por qué se interesan tanto en mí? Deberían simplemente olvidarse de este insignificante hombre. Ahora, desde la costa occidental hasta la costa oriental se propaga el rumor de que Witness Lee es un hereje. Incluso en 1964, cuando fui a Texas, algunos cristianos me siguieron como espías de un lugar a otro. Escribieron lo que dije en mis mensajes, y lo imprimieron después de tergiversar mis palabras. Por tanto, durante diez años, este pequeño hombre ha recibido mucha atención injustificada. ¿Por qué tanta gente presta atención a un hombre tan insignificante? Porque ese hombre ha traído algo a este país que perturba al enemigo y pone en peligro el reino de las tinieblas. Este testimonio sacude el territorio de las tinieblas. Soy un hombre insignificante. No obstante, desde las profundidades de mi ser y con una conciencia limpia, tengo la plena seguridad de que este ministerio le enseña al pueblo de Dios la revelación actual. Estados Unidos es el país del cristianismo. Un oriental no tiene necesidad de venir aquí y hablar acerca del cristianismo. Pero los queridos santos de este país necesitan ver la revelación actual de Dios. ¿Qué quiere hacer el Señor hoy? El no sólo quiere salvar a la gente, hacer que complazca a Dios, enseñarle a invocar el nombre del Señor, permitirle vivir, engendrar y caminar con Dios. Ahora El quiere ir más allá de todo eso. El necesita levantar las iglesias. Su intención es atraer a los que lo aman y lo buscan y reunirlos a fin de que pongan en práctica la vida apropiada de iglesia como un testimonio contra el reino de tinieblas del enemigo y como una preparación para Su regreso. Esta es Su intención hoy. Todos necesitamos ver eso y construir esta “arca” para ser el Noé de hoy y así acabar con esta generación y traer la nueva era del reino.
3. En cuanto al deseo de Dios Dios no sólo tiene una intención sino también un deseo. El desea hacer algo y también tiene hambre y sed de lograrlo. Dios desea que se produzca la vida de iglesia. En 1933 un pastor, bienintencionado, vino a visitarme. El no me llamaba hermano Lee, sino señor Lee. El dijo: “Señor Lee, si usted no hablara de la iglesia, y ministrara solamente la Palabra, todos le invitaríamos a hablar en nuestras iglesias. Haríamos arreglos para que usted ministrara de iglesia en iglesia todo el año. Si cierra la puerta de su local, despide a la gente que se reúne con usted, y predica simplemente la Palabra, todos le abriríamos nuestras puertas”. Le respondí: “Gracias. Ya tengo mi carga y estoy bastante ocupado”. Cuando fui a Taiwán, un misionero vino a verme. Primero, me elogió mucho, diciendo: “Hermano Lee, cuánto le damos las gracias a Dios por haberlo usado a usted y por haber levantado una obra tan maravillosa en la isla de Taiwán”. Mientras él me elogiaba, yo sabía lo que iba a añadir. El prosiguió y comentó algo acerca de la iglesia con cierto tono faccioso. Algunos misioneros en el
Lejano Oriente comparaban nuestra práctica de iglesia con “una mosca en la leche”. Algunos me decían: “Si usted deja de hablar tanto acerca de la iglesia, todos los cristianos lo recibirán”. Contesté: “Lo siento, eso no depende de mí. El Señor me ha asignado esta carga”. Acostumbraba decirles: “Les estamos agradecidos a ustedes hermanos por haber venido de países lejanos a predicar el evangelio, y especialmente a aquellos pioneros del siglo pasado que vinieron a China después de un viaje de seis meses. Apreciamos el hecho de que abandonaron su país, su familia, su hogar y todo lo demás para venir a predicar el evangelio. Sin embargo, nuestra carga no es solamente el evangelio, sino también la iglesia. Dios necesita la iglesia. El evangelio debe predicarse para que exista la iglesia. También predicamos el evangelio, como ustedes saben, pero al hacerlo nuestra meta es la edificación de la iglesia. Lamento decirles que nos parece que ustedes no se preocupan por esta meta, la cual Dios nos ha mostrado”. Fui invitado a visitar Londres y Dinamarca en 1958. No puedo expresar en palabras cuan cálida fue la bienvenida que me extendieron en ambos lugares. Pero luego la mayoría de los líderes se desilusionaron conmigo por el asunto de la iglesia. Estoy absolutamente dedicado a la iglesia. Estrechas amistades en el Señor se rompieron por esta razón. Mi posición en cuanto a la vida de iglesia conforme a lo que el Señor nos ha mostrado, ha apartado a muchos santos de mí. No tengo la menor duda de que el tiempo mostrará que la vida de iglesia es lo que Dios desea tener hoy en día. Como lo puede atestiguar el hermano John Ingalls, yo vine a Los Angeles en 1962 para mantenerme firme junto con los hermanos en el recobro del Señor. En aquel entonces, pedí a ese pequeño grupo de hermanos que esperaran cinco o diez años y entonces verían algo. Hoy afirmo lo mismo. Espero que el Señor vuelva pronto. En caso de que se demore, les sugiero a ustedes que esperen diez años más y vean lo que sucederá. El Señor va a recobrar este país y los demás países avanzados. Todos debemos recibir esta visión. Todos debemos tener la revelación actual para ver cuál es el deseo que Dios tiene en Su corazón. ¿Va usted a ser el Noé de hoy? Si así es, debe ver lo que hizo Noé. Dios no sólo desea que millares de personas sean salvas; El quiere tener la maravillosa vida de iglesia. Cuánto le agradecemos a Dios por todos los santos que ha usado en el pasado. Recibimos mucha ayuda de la vida y obra de ellos. Pero creemos que en esta era, el Señor nos ha mostrado algo más. Efectivamente seguimos los caminos piadosos de todos los que nos precedieron en el Señor, pero la revelación del Señor nos ha hecho avanzar más en Su mover en esta tierra. La revelación del Señor ciertamente nos ha hecho diferentes a los queridos santos que permanecen en las tradiciones. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y seamos fieles a Su revelación, sin preocuparnos por el hecho de ser diferentes a los demás.
C. Creyó y practicó la revelación que vio Noé creyó en la revelación que recibió y la practicó (6:22). El la practicó de tal manera que no se preocupó por el hecho de ser diferente de sus antepasados y de su generación. Quizás la gente le haya dicho: “Noé, ¿qué estás haciendo? Adán nunca habló de esta manera. Tampoco lo hicieron Abel ni Enós. Todos los patriarcas vivieron, engendraron y murieron, pero ninguno de ellos habló como tú. ¿Quién te crees que eres? ¿Acaso eres mayor que Adán o Enoc? Admiramos a Enoc, pues él caminó con Dios. ¿A qué te refieres con eso del diluvio que vendrá? ¿Qué quieres decir cuando hablas de construir el arca?” El principio es el mismo hoy en día. Seguimos la revelación de Dios, la cual concuerda con la Biblia, y practicamos la vida de iglesia; no obstante, la mayoría de los cristianos carecen de esta revelación. La revelación de Dios siempre lo hace a uno diferente. Daniel y sus tres compañeros eran diferentes, porque se rehusaron a ingerir la comida real. Pablo era distinto, y también Martín Lutero. Todo el que ha visto la revelación de Dios es una persona distinta. La revelación hace de él una persona diferente. Debemos ser diferentes a nuestros parientes, compañeros de clase, vecinos y
aun nuestros hermanos cristianos. Las personas comunes son aquellas que carecen de revelación divina. Cuando vemos algo, eso nos hace diferentes. Es bueno ser diferentes.
II. LA OBRA A. Predicó la justicia Ahora debemos considerar la obra de Noé. Primero, Noé fue heraldo de la justicia (2 P. 2:5). Si usted lee todo el contexto, verá que en la época de Noé predicar el evangelio consistía en protestar contra la generación maligna. Su generación era maligna y estaba llena de violencia, pero Noé predicaba la justicia y protestaba contra todas las injusticias, maldades y violencias. El daba testimonio del camino de la justicia de Dios.
B. Construyó el arca 1. Por la fe, según la revelación de Dios Mientras Noé predicaba la justicia, construía el arca. En principio, estamos haciendo lo mismo. Estamos predicando la justicia y protestamos contra la era maligna. Mientras predicamos, construimos el arca corporativa. Noé construyó el arca por la fe y conforme a la revelación de Dios (He. 11:7). No la construyó según la tradición ni según su propio concepto o invención, sino en absoluta conformidad con la revelación de Dios. Esta es la razón por la cual en todo debemos volver a la revelación de Dios que consta en Su Palabra santa. Debemos volver a la pura Palabra de Dios.
2. Contra la corriente de este siglo La construcción del arca se oponía totalmente a la corriente de la generación de Noé. El se opuso a la tendencia de esa era y “condenó al mundo” (He. 11:7). Aparte de la familia de Noé, nadie valoraba esa labor. La labor de Noé y de su familia era única, peculiar y extraña. A los ojos humanos, lo que hacían no era práctico. Concordaba con la revelación de Dios y, por tanto, iba en contra de la corriente y el curso de aquella generación. ¿No cree usted que el principio es el mismo hoy en día? Lo que estamos predicando y haciendo va totalmente en contra de la corriente de esta generación. Pero alabamos al Señor porque estamos en Su fluir. No seguimos la corriente de esta generación, sino que nos hallamos en el fluir que procede del trono conforme a la revelación de Dios. ¡Alabado sea El!
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA LA MANERA DE SALVARSE DE LA TERCERA CAIDA DEL HOMBRE (2) C. El arca En este mensaje llegamos al arca (Gn. 6:14-16). Hemos visto que Génesis es un libro que contiene muchas semillas espirituales. El arca es indudablemente una gran semilla. El Señor nos ha mostrado algo acerca de las profundidades de este importante tipo.
1. El tamaño Primero, quisiera hablar de las dimensiones y el tamaño del arca. La longitud del arca era de trescientos codos, la anchura de cincuenta codos, y la altura de treinta codos (6:15). El arca tenía tres pisos (6:16). Puesto que la altura del arca era de treinta codos, la medida de cada piso debe de haber sido diez codos de altura. Estas dimensiones son muy significativas. ¿Por qué el arca no medía ochocientos codos de longitud, setenta de anchura, y veinte o cuarenta de altura? ¿Por qué medía trescientos codos de longitud, cincuenta codos de anchura, y treinta codos de altura? Por una sencilla razón: los números fundamentales del edificio de Dios son tres y cinco. Exodo 25:10 nos habla de otra arca: el arca del testimonio de Dios. Así que, la Biblia contiene dos arcas: el arca de Noé y el arca del testimonio de Dios. La primera arca llevaba dos números: el tres y el cinco. Pero las dimensiones del arca del testimonio eran: dos codos y medio de longitud, un codo y medio de anchura, y un codo y medio de altura. Al comparar estas dos arcas, vemos que dos y medio es la mitad de cinco y uno y medio la mitad de tres. La primera arca tiene las medidas completas, y la segunda arca tiene las mitades de los números. La Biblia es la Palabra divina, y cada uno de sus puntos tiene un significado específico. ¿Por qué las medidas del arca del testimonio están divididas en mitades? Cuando usted ve la mitad, se da cuenta de que hay otra mitad, y que en conjunto forman un testimonio. Las dos mitades conforman una unidad completa. Ese es el testimonio de Dios. La segunda arca era el testimonio de Dios. ¿Cómo podía el testimonio ser presentado por medio de una cifra? A la gente le resulta difícil ver una cifra y entender que se refiere al testimonio; pero cuando mira las medidas del arca del testimonio y ve que son mitades, inmediatamente entiende la necesidad de tener la otra mitad. Se da cuenta de que eso era un testimonio, pues dos es el número de testimonio. ¿De qué dan testimonio las medidas del arca? Son el testimonio de una unidad completa en los números fundamentales tres y cinco. ¿Cuál es el significado de los números tres y cinco? En la Biblia el número tres representa primeramente al Dios Triuno: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu (Mt. 28:19). ¿Por qué debe Dios ser tres Personas? ¿Tenemos un Dios o tres dioses? Queremos recalcar que tenemos un solo Dios. No obstante, algunos cristianos, con la idea de la Trinidad según su raciocinio, han llegado a creer en tres dioses. Una vez un hombre me dijo que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres dioses. Cuando oí eso, dije: “Por favor, no diga eso. Es una verdadera herejía. En ninguna parte nos dice la Biblia que existan tres dioses. La Biblia siempre dice que hay un solo Dios. Nuestro Dios es
uno solo (Dt. 6:4; Is. 45:5; 1 Co. 8:4). ¿Por qué y cómo puede este Dios único contener tres Personas? El término “Persona” no se encuentra en la Biblia; proviene de la interpretación humana. Griffith Thomas, el autor del mejor comentario sobre Romanos, dijo en su libro Principles of Theology [Principios de teología]: “A veces hay objeciones en cuanto al término Persona. Indudablemente este término no debería ser demasiado recalcado, pues ello conduciría al triteísmo ... Aunque nos vemos obligados a usar términos como ‘substancia’ y ‘Persona’, no debemos pensar que son idénticos a la substancia y la personalidad humanas ... La verdad de la experiencia de la Trinidad no depende de la terminología teológica”. Griffith Thomas también dijo que nuestro lenguaje humano es demasiado limitado para explicar este misterio divino. Carecemos de palabras y términos para expresarlo. No tenemos la comprensión adecuada de este misterio divino. ¿Qué término debemos usar? No lo sabemos. No disponemos de ningún término apropiado. La Trinidad es un misterio, y no tenemos ningún vehículo, ningún medio, para expresarla. Cuando Felipe le pidió al Señor Jesús que le mostrara al Padre a él y a los demás discípulos, el Señor contestó: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Jn. 14:9). Muchos me han censurado por decir que el Señor Jesús es el Espíritu. Aunque no me gusta discutir ni refutar, quisiera preguntar a esos queridos hermanos que me censuran: ¿cómo interpretan 2 Corintios 3:17 donde dice: “Y el Señor es el Espíritu”. No pregunte: “¿Entonces son el Señor y el Espíritu uno solo?” No tenemos la capacidad ni los medios para explicar eso adecuadamente. Aunque no podemos explicarlo adecuadamente, tenemos efectivamente un versículo bíblico que dice: “Y el Señor es el Espíritu”. ¿Qué va a hacer usted con este versículo? ¿Lo puede acaso quitar de su Biblia? También quisiera presentar a esos hermanos Isaías 9:6, que dice: “Hijo nos es dado ... y se llamará su nombre ... Padre eterno...” ¿Es El el Hijo o el Padre? Aunque tampoco lo podemos explicar adecuadamente, este versículo dice que el Hijo se llamará el Padre. En 2 Corintios 3:17 se revela que el Señor ahora es el Espíritu, y en Isaías 9:6, que el Hijo es llamado el Padre. Este es el misterio de la Trinidad. Tenemos el Padre, el Hijo y el Espíritu; no obstante, el Hijo es llamado el Padre, y el Hijo es el Espíritu. Ellos tres siguen siendo un solo Dios. Todos conocemos Juan 1:1: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios”. Queda claro que el Verbo y Dios son distintos. La siguiente frase de Juan 1:1 dice: “Y el Verbo era Dios”. Esta frase crea un problema. En el principio existía el Verbo de Dios, el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. ¿Son uno solo o son dos? Este es un misterio, el misterio del Dios Triuno. Efesios 4:6 dice que el Padre está en nosotros. Colosenses 1:27 afirma que Cristo, el Hijo, está en nosotros. Y Juan 14:17 especifica que el Espíritu Santo está en nosotros. El Padre, el Hijo y el Espíritu están en nosotros. En una ocasión presenté estos versículos a una persona, y le pregunté si los entendía y si creía en ellos. Le pregunté: “¿Cree usted en todos estos hechos: que el Padre, el Hijo y el Espíritu se encuentran en usted?” Cuando él contestó afirmativamente, le pregunté: “Dígame, ¿cuántos se hallan en usted ahora?” El respondió: “Uno solo”. Entonces dije: “¿No acaba de reconocer usted que según la Biblia, el Padre, el Hijo y el Espíritu están en usted? ¿Cómo puede afirmar que sólo uno está en usted?” No pudo contestar. La Biblia dice que el Padre, el Hijo y el Espíritu están en nosotros. Sin embargo, según nuestra experiencia, tenemos uno solo en nosotros, a quien llamamos el Espíritu o el Señor. Este es el misterio de Trinidad de nuestro Dios. El es el único Dios, pero es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Dios se revela como triuno porque quiere impartirse en nosotros. No podemos ingerir ninguna comida que no haya sido cocida o preparada. Si un alimento no está cocido, por lo menos debe pasar por el proceso de ser masticado, tragado, digerido y asimilado. Sin ese proceso, nada puede entrar en nosotros. El Dios Triuno es el Dios que se imparte en nuestro ser. Mateo 28:19 dice: “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. ¿Para qué bautizamos a la gente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu? Para ponerlos en Dios mediante un proceso y para poner a Dios en ellos mediante un proceso. El Dios Triuno, la Trinidad, no es una teoría ni una enseñanza teológica. Se refiere a la impartición de Dios.
El número tres representa a Dios en Su impartición. El número tres implica el Dios que se imparte, el Dios que se infunde en la gente. Siempre que la Biblia habla de la mezcla de Dios con el hombre, de la entrada de Dios en el hombre, o de que Dios se deposita en el hombre, usa el asunto de la Trinidad. Por ejemplo, considere 2 Corintios 13:14, donde dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. No es una doctrina acerca de tres dioses; es el Dios Triuno en el proceso de impartirse, de entrar en nosotros y de introducirnos en todas Sus riquezas. Este es el significado del número tres. ¿Qué significa el número cinco? Es muy fácil de entender. Los diez mandamientos fueron divididos en dos tablas de cinco mandamientos cada una. En Mateo 25 vemos diez vírgenes divididas en dos grupos de cinco. Si usted se mira a sí mismo, verá que tiene diez dedos en las manos y diez dedos en los pies, repartidos en grupos de cinco. Los cinco dedos en cada una de sus manos se componen de cuatro más uno. Si usted tuviera dos pulgares y tres dedos, le resultaría muy incómodo hacer algo. Pero por tener un pulgar y cuatro dedos, podemos hacer con facilidad cualquier cosa. El pulgar es el número uno y representa al único Dios, el Creador. Cuatro es el número de las criaturas de Dios, como los cuatro seres vivientes (Ap. 4:6). Por tanto, cuatro más uno representa al hombre, la criatura de Dios, junto con Dios. Aquí los números tres y cinco aluden a la mezcla del Dios Triuno con el hombre. ¿Qué es el edificio de Dios? El edificio de Dios consiste simplemente en que El se edifica en nosotros, y nosotros somos edificados en El, quedando así unidos. Por tanto, en el arca los números fundamentales tres y cinco significan que este edificio es la mezcla de Dios con el hombre. ¿Por qué la longitud del arca era de trescientos codos, la anchura de cincuenta, y la altura de treinta? Queda claro que el número trescientos es cien multiplicado por tres, que el número cincuenta es diez multiplicado por cinco, y que el número treinta es diez multiplicado por tres. Los números fundamentales son tres y cinco, y los números trescientos, cincuenta y treinta son múltiplos de estos números básicos. El número cien denota plenitud. El Señor Jesús dijo que la mejor manera de llevar fruto es multiplicarlo cien veces (Mt. 13:23). Por consiguiente, en la Biblia el número cien es el número de la plenitud. El número diez representa lo completo (Dn. 1:12, 20). Si a usted le falta un pulgar, está incompleto. Diez representa lo completo y cien indica la plenitud; por tanto, el arca es la mezcla plena y completa del Dios Triuno con el hombre. Si usted lee Exodo 27, encontrará que los números tres y cinco también son los números fundamentales del tabernáculo. El atrio del tabernáculo medía cien codos de longitud en los lados sur y norte (Ex. 27:9, 11). La anchura del atrio en los lados occidental y oriental era de cincuenta codos (Ex. 27:12-13). El cercado o las cortinas del atrio medían cinco codos de altura (Ex. 27:18). Las cortinas de ambos lados de la entrada medían quince codos de longitud (Ex. 27:14-15). Estas cortinas pendían de tres pilares en cada lado, formando así tres secciones de cinco codos cada una. Nada se escribió en vano en la Biblia. Las medidas de todo el atrio del tabernáculo se componen de los números fundamentales: el tres y el cinco. Además, el tabernáculo mismo se dividía en tres secciones; el atrio, el lugar santo y el Lugar Santísimo. En el lugar santo había tres muebles: la mesa de los panes de la proposición, el candelero y el altar del incienso. Todo eso es muy significativo. Los números tres y cinco son los números fundamentales del edificio de Dios. Espero que usted reciba esta Palabra y se dé cuenta de que todo lo que sea parte de la edificación de la iglesia debe componerse de tres y de cinco; debe ser el Dios Triuno mezclado con el hombre. Todo lo que usted hace para la edificación de la iglesia debe proceder de la mezcla del Dios Triuno con usted y con los demás. Este es un concepto muy profundo.
2. Tres pisos El arca se componía de tres pisos: la planta baja, el segundo piso y el tercero (6:16). Los tres pisos representan la altura del arca. Las tres secciones del tabernáculo representan las profundidades en las cuales debemos entrar todos. Los tres pisos del arca representan la altura que todos debemos
alcanzar. En cierto sentido, profundizamos, y en otro sentido nos elevamos. Indudablemente, los tres pisos del arca representan al Dios Triuno. En la Trinidad de la Deidad, siempre decimos: el Padre, el Hijo y el Espíritu. En la Trinidad ¿cuál persona forma el primer piso? Es fácil decir quién es la segunda persona, pues todos sabemos que el Hijo está en el medio. Pero ¿es el primer piso Dios el Padre o Dios el Espíritu? En Lucas 15 encontramos tres parábolas: el pastor que recobra a la oveja perdida, la mujer que busca y encuentra la moneda perdida, y el padre que acoge al hijo pródigo. La primera parábola se relaciona con el Hijo, la segunda, con el Espíritu, y la tercera, con el Padre. Nuestra experiencia nos muestra que primero vino el Espíritu a nosotros, nos encontró, nos trajo al Hijo y nos impulsó a creer en el Hijo. Después de creer en el Hijo, invocamos: “Oh Padre”. El Espíritu nos lleva al Hijo, y el Hijo nos lleva al Padre. Cuando llegamos al Padre, estamos en el tercer piso. El Evangelio de Juan es un libro que nos habla del Hijo, y la Primera Epístola de Juan es un libro relacionado con el Padre. En el libro acerca del Hijo, se nos habla de la gracia, pero en el libro sobre el Padre, se nos habla del amor. El amor es superior a la gracia. En el Evangelio de Juan se menciona la verdad, pero en la Primera Epístola de Juan se menciona la luz. La luz es superior a la verdad. El Evangelio de Juan es bueno, porque nos lleva al Hijo. Sin embargo, la Primera Epístola de Juan nos conduce al Padre. Todos debemos avanzar en nuestra experiencia, del Hijo al Padre. El primer piso del arca corresponde al Espíritu. A muchos cristianos les gusta mucho hablar del llamado bautismo en el Espíritu Santo y de las cosas carismáticas, pero todo eso se encuentra en el primer piso. Todos debemos acudir al Espíritu para conocer al Hijo, a Cristo. Conocer a Cristo es algo distinto, algo superior. Un día, todos llegaremos al piso que corresponde al Padre. Es el piso más elevado, más excelente y más misterioso. Supongamos que yo tengo una residencia de tres pisos. Si usted no es un amigo especial, sólo le permitiría entrar a la planta baja. No le dejaría subir al segundo piso. Si usted es un buen amigo mío, le permitiría subir al segundo piso. Pero jamás le llevaría al tercer piso para enseñarle algunos de mis misterios, secretos y tesoros escondidos, a menos que nuestra relación sea muy estrecha. No me atrevería a revelarle mis secretos y mis riquezas. ¿Quién podría subir al tercer piso? Indudablemente mi esposa podría. Los de afuera nunca podrían subir al tercer piso. Supongamos que ahora usted está en el arca. ¿Preferiría quedarse en la planta baja, en el segundo piso o en el tercero? No tengo la menor duda de que Noé, sus hijos y sus nueras se encontraban en el piso superior. Las bestias inferiores, las que se arrastraban, deben de haber estado en la planta baja y los animales superiores en el segundo piso. Puedo dar testimonio de que ya he pasado por la planta baja. Quiero elevarme cada vez más.
3. Una sola ventana hacia los cielos para recibir luz Después llegamos al asunto de la luz. En el arca había una sola ventana, la cual miraba hacia los cielos (6:16). Era una claraboya. El original hebreo traducido ventana tiene la misma raíz que la palabra traducida mediodía. Esto significa que cuando uno se encuentra debajo de la ventana, está en el mediodía. Está bajo la luz solar, lleno de luz. La cantidad de luz que uno tiene indica el lugar donde se encuentra: la planta baja, el segundo piso o el tercero. He visto muchos cristianos fervientes. En un sentido, eran fervorosos, pero no tenían mucha luz. También he conocido algunos santos queridos cuya presencia lo iluminaba todo. Pasé muy buenos ratos con el hermano Nee. Cuando una persona se sentaba con él, todas las tinieblas desaparecían de ella, y todo se aclaraba. Su presencia era como la luz del mediodía. ¿En qué piso está usted? El piso en que usted se encuentra indica la cantidad de luz que usted tiene. Cuanto más luz tiene usted, más elevado está, y cuanto menos luz tiene, más bajo se encuentra. Había una sola ventana en el arca. La gente hoy debate mucho acerca de los diferentes ministerios.
No me interesa el número de ministerios. Hay una sola ventana y una sola luz. El apóstol Pablo dijo que debemos rechazar las doctrinas que difieran de lo que él predicaba y enseñaba (Gá. 1:6-9; Ro. 16:17; 1 Ti. 1:3). En la economía de Dios y en la iglesia de Dios debe haber una sola ventana. La luz no debe venir del norte, del sur, del oriente ni del occidente, sino del cielo. En el edificio de Dios, hay una sola ventana, una sola revelación, y una sola visión. La luz viene de arriba.
4. Una sola puerta, a un lado El arca tenía una sola puerta, a un lado (6:16). Nadie ha caído jamás del cielo al arca. Todos hemos entrado por el lado. Hay una sola puerta, un solo camino para entrar. Algunos pueden discutir diciendo que hay doce puertas en la Nueva Jerusalén, tres puertas en cada uno de los cuatro lados de la ciudad. Pero ¿no sabe usted que los tres están en uno solo? ¿Qué es el tres? Es la impartición de la Deidad. En el arca hay una sola apertura para la luz y una sola entrada para todos. Todos nosotros, incluyendo al apóstol Pablo, pasamos por la misma puerta. Y esta puerta es Cristo.
5. El material: madera de gofer El arca fue hecha con madera de gofer (6:14). ¿Cuál es la madera de gofer? Es un ciprés, rico de resina; es una madera resinosa. Puede resistir las inclemencias del agua. Una madera sin resina no puede resistir el ataque del agua. La madera de gofer podía resistir el ataque de las aguas del diluvio. En Cantar de Cantares 1:17 habla del cedro y del ciprés. En tipología, particularmente en Cantar de Cantares, el cedro representa al Cristo resucitado. El Cristo resucitado es el cedro que crece en la cima del monte de Líbano. El ciprés es una figura del Cristo crucificado. El Cristo crucificado puede resistir las aguas de la muerte. El gustó la muerte, y la muerte no pudo hacerle nada. El arca de madera de gofer pasó por el diluvio, y el diluvio la atacó continuamente, sin afectarla. Esto representa la solidez de Cristo como el crucificado. Cristo es la verdadera madera de gofer. El es el verdadero ciprés, lleno de resina y resistente a cualquier diluvio. Las aguas del diluvio de muerte no pueden afectarlo.
6. Cubierta con brea por dentro y por fuera Cristo no es solamente el crucificado, sino también quien derramó Su sangre para cubrirnos de la culpa de nuestros pecados. Por tanto, el arca estaba cubierta de brea por dentro y por fuera (6:14). La palabra hebrea traducida brea tiene la misma raíz que la palabra hebrea traducida expiación. El significado principal de esta raíz hebrea es “cubrir”. La palabra que se refiere al propiciatorio, la cubierta del arca del testimonio, se deriva de la misma raíz. Eso significa que en Cristo estamos totalmente cubiertos. Todos estamos cubiertos con Su redención. La muerte no puede afectarlo a El, y por tanto, ninguna condenación ni juicio puede llegar a nosotros, porque nos hallamos cubiertos por la redención de Cristo. La brea representa la obra redentora de Cristo, que cubre el edificio de Dios por dentro y por fuera. La cubierta interior la vemos nosotros, y la cubierta exterior la ve Dios. Quizás los que iban en el arca estaban atemorizados en su interior cuando el diluvio atacaba el arca. Pero cada vez que miraban la brea que cubría el arca por dentro, podían estar en paz. La brea untada por dentro del arca les proporcionaba paz. La brea aplicada por fuera del arca servía para satisfacer a Dios. La cubierta de brea por fuera también la veían Satanás y los ángeles. Es un cuadro de la sangre. Cada vez que miramos la sangre, tenemos paz. Cada vez que Dios mira la sangre, queda satisfecho. Cada vez que Satanás mira la sangre, queda incapacitado para atacar. Cada vez que los ángeles miran la sangre, se regocijan.
7. Tipifica a Cristo El arca en su totalidad representa a Cristo (1 P. 3:20-21). Cristo no es una canoa, sino un arca. Una
canoa es un tronco de madera que se ha vaciado; un arca se compone de muchos pedazos unidos adecuadamente; es un edificio. Una canoa es una pieza individual, pero un arca es una entidad corporativa. Mi Cristo es un arca. Nunca podríamos estar a salvo en una canoa. Pero cuando estoy en el arca, puedo dormir bien, por muy violenta que sea la tormenta. Estamos en el arca. Algunos cristianos quizás tengan a Cristo como canoa, pero nuestro Cristo es un arca. El arca tipifica a Cristo; por tanto, ¿cómo pudo Noé construirla? Es cierto, el arca fue construida por Noé. Muchos cristianos solamente predican el evangelio, y esperan que un día Dios traiga el arca de los cielos. Si usted dice que debemos construir el arca, es decir, la salvación, la gente lo censurará, diciendo que “somos salvos por gracia, y no por obras”. Noé fue salvo por medio del arca que él edificó con su labor. Filipenses 2:12-16 dice: “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito ... para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; enarbolando la palabra de vida”. ¿Qué significa “llevad a cabo vuestra salvación”? Significa enarbolar la Palabra de vida, iluminar, brillar, expresar a Cristo. Esto se lleva a cabo porque Dios realiza en nosotros tanto el querer como el hacer. Ya que Dios obra en nosotros, nosotros tenemos que llevar a cabo nuestra salvación. Aunque ya fuimos salvos, Dios sigue obrando en nosotros para que llevemos a cabo nuestra salvación. Miles de personas fueron salvas, pero ¿cuántas de ellas tienen la vida que se describe en Filipenses 2:15? Muchos no están llevando a cabo su salvación. ¿Estamos llevando a cabo nuestra salvación ahora? Noé edificó el arca que finalmente lo salvó no solamente del juicio de Dios, sino también de esta generación torcida y perversa. Debemos llevar a cabo esta clase de salvación. No tenemos duda alguna de que fuimos salvos de la perdición eterna. Pero Noé no fue salvo solamente de la perdición, sino también de esa era maligna y además fue trasladado a otra era. El arca que él construyó puso fin a la vieja generación y trajo una nueva. Esta era la clase de salvación que Noé estaba construyendo. No fue solamente la salvación que lo libró de la perdición eterna, sino la salvación que lo rescató de esta generación torcida y perversa. Esta clase de salvación no fue preparada solamente por Dios, sino que fue elaborada por medio de la cooperación colectiva de los salvos. Ningún salvo perecerá jamás. No obstante, necesitamos una salvación más profunda y más elevada que nos libre de esta generación torcida y perversa. ¿Es usted salvo? ¿Qué me dice de la era venidera? ¿Tendrá usted una parte en ella? ¿Estará allí cuando Cristo vuelva y tome posesión de toda la tierra y ejerza Su poder y reine sobre ella? ¿Tendrá usted parte en ese reino? Aunque todos fuimos salvos de la perdición eterna, muchos entre nosotros no están laborando en algo que los saque de esta era maligna. El arca que Noé construyó era la salvación que no sólo lo salvó del juicio de Dios, sino que también lo separó de esta generación torcida y perversa y lo introdujo en una nueva era. En cuanto al juicio de Dios, todos fuimos salvos, pero en cuanto a la economía de Dios, nos hace falta algo. Dios condenó al mundo, pero usted sigue amando al mundo. Dios le mandó que escapara de esta era, pero usted sigue en ella. Usted carece de la salvación profunda y más elevada. La salvación mencionada en Filipenses 2 no es la salvación de la perdición, sino de la generación torcida y perversa. Mientras los apóstoles predicaban el evangelio, también edificaban el arca en la cual disfrutarían de la plena salvación. ¿Qué era el arca? Era el Cristo corporativo. Mientras los apóstoles predicaban al Cristo individual, construían al Cristo corporativo. Mediante el Cristo corporativo, millares de personas no sólo fueron salvas del juicio de Dios, sino también de esa generación torcida y perversa. Si somos fieles a Dios hoy, debemos hacer lo mismo. Por una parte, predicamos el evangelio; por otra, edificamos el arca. Lo que predicamos es lo que edificamos. Lo que predicamos no es una teoría ni una doctrina. Predicamos lo que estamos edificando. Con nuestra vida y obra, edificamos lo que estamos predicando a los demás. Con el tiempo, entraremos en lo que edificamos. Otros también pueden entrar. El arca edificada nos salvará de esta generación condenada. ¿No cree usted
que estamos edificando el arca? Estoy muy contento porque estamos construyendo el arca. Mis amigos y parientes siempre me preguntan: “¿Qué estás haciendo?” Contesto: “Estoy haciendo algo que ustedes difícilmente podrían entender. Sólo podrían entenderlo si ustedes mismos participan de ello”. No solamente predicamos el evangelio sino que también construimos lo que predicamos. ¿Predicamos a Cristo? Edificamos a Cristo y también lo predicamos. Esto significa que vivimos por Cristo y con El. Expresamos a Cristo, nos aferramos a El y lo expresamos. Esta es la edificación que llevamos a cabo. Al mismo tiempo edificamos la iglesia. La iglesia es el Cristo corporativo (1 Co. 12:12) que, en cierto sentido, es el arca de hoy. Millares de personas fueron salvas al entrar en la vida de iglesia. Muchos pueden testificar que fueron salvos al entrar en la iglesia. A pesar de haber sido salvos por muchos años, usted fue separado de este mundo torcido cuando entró en la iglesia, y no antes. Esa arca corporativa lo separó. Cuando entramos en la iglesia, nadie tuvo que pedirnos que saliéramos del mundo. Empezamos simplemente una vida de iglesia, yendo de una reunión a otra. Con el tiempo, desaparecieron el pelo largo y muchas otras cosas de esta era. Al participar de la vida de iglesia, desaparecerá todo lo de esta era torcida. ¿Qué puede salvarnos de esta era perversa? Iglesiar lo puede hacer. Estamos edificando el arca que nos puede salvar de la era condenada por Dios a nosotros y también a otros.
8. No sólo para la humanidad, sino también para todos los seres vivientes El arca no solamente sirvió para salvar al hombre, sino también para salvar a todos los seres vivos. ¿Qué significa eso? Hebreos 2:9 revela que Cristo gustó la muerte no sólo por todos los hombres, sino también por todas las cosas, como lo indica el griego. Es por eso que Colosenses 1:20 dice que Dios ha reconciliado todas las cosas consigo por medio de Cristo. Las criaturas así como los seres humanos estaban en el arca. Cristo experimentó una muerte todo-inclusiva por toda criatura, por todas las cosas. Por consiguiente, el arca fue necesaria no sólo para la salvación del hombre, sino también para la salvación de todos los seres vivos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA Y UNO SALVOS POR MEDIO DEL AGUA D. Salvos por medio del agua La salvación que Dios trajo a Noé consistió en librarlo no solamente del juicio, sino también de esta generación torcida, perversa y maligna. Para ser salvo de esa era maligna, él necesitaba ser salvo por agua. En 1 Pedro 3:20 dice explícitamente que Noé fue salvo por agua. ¿Qué significa ser salvo por agua? Si queremos entender esto, debemos conocer el trasfondo de la generación de Noé. Noé vivía en una era torcida y perversa. Como resultado de la primera caída del hombre, la naturaleza maligna de Satanás había sido inyectada en el hombre. En la segunda caída, el hombre se alejó de la presencia de Dios y estableció la cultura humana. La naturaleza maligna de Satanás fue inyectada en el hombre cuando éste cayó la primera vez, y se desarrolló hasta constituir la cultura humana carente de Dios en la segunda caída. En la tercera caída del hombre, la cultura produjo una generación maligna, torcida, corrupta y perversa. Esa generación fue condenada a los ojos de Dios.
Noé nació en dicha generación. Dios había condenado a aquella generación, y el poder maligno de las tinieblas estaba presente en la tierra. Cuando el hombre cayó por tercera vez, el poder maligno de las tinieblas había corrompido la tierra y la había llenado de violencia. Como resultado, Dios intervino y juzgó aquella generación y puso fin a esa era. Quienquiera que viviese durante esa era se hallaba bajo dos cosas: el juicio de Dios y el poder maligno de las tinieblas. Vivimos en la misma clase de era. En Mateo 24 y Lucas 17 el Señor Jesús comparó nuestra era con la de Noé. El trasfondo de Noé era exactamente el mismo que el nuestro; aquella era prefiguraba nuestro trasfondo. Fíjense en la situación mundial de hoy; indudablemente se encuentra bajo la condenación de Dios. Se halla también bajo el poder maligno, la influencia maligna. Ningún joven y ningún adulto puede resistir el poder maligno ni la influencia de la sociedad moderna. Los padres cristianos oran por sus hijos aun antes de que nazcan. Consagran sus hijos al Señor e intentan ayudarles con temor y temblor a que conozcan a Dios y se alejen de la influencia de este mundo de tinieblas. No obstante, a los seis años de edad, los niños deben asistir a la escuela, y una vez en la escuela, están expuestos a la influencia maligna de las tinieblas de esta era. Casi todos los niños reciben algo de esta influencia. Nadie es inmune. Podemos ver que existe ese poder maligno, la influencia maligna de las tinieblas, sobre esta tierra. Todos están bajo el juicio de Dios y bajo el poder y las tinieblas del maligno. Por lo tanto, la plena salvación de Dios no sólo nos libra de que El nos condene, sino también del poder maligno y de la influencia de esta era tenebrosa. En el día de Pentecostés, Pedro exhortó al pueblo: “Sed salvos de esta perversa generación” (Hch. 2:40). Repito una vez más que casi todo lo que contiene el libro de Génesis constituye una semilla que necesita desarrollarse. Ser salvos por medio del agua es un bautismo. En 1 Pedro 3:20-21 se revela que el agua por la cual pasó Noé tipificaba el bautismo. Podemos considerarla la primera alusión al bautismo en la Biblia. Por tanto, fue la semilla del bautismo. Esta semilla se desarrolló primeramente cuando los hijos de Israel atravesaron el mar Rojo. En 1 Corintios 10:1-2 se nos dice que el paso del mar Rojo fue un bautismo. El paso por las aguas del mar Rojo tipificaba claramente el bautismo en agua. Más adelante, en la era neotestamentaria, lo primero que sucedió fue la proclamación del bautismo en agua. Dios envió a Juan el Bautista para que lo llevara a cabo. El vino con el propósito de bautizar a la gente con agua. Consideremos ahora el caso de los israelitas. A pesar de ser el pueblo escogido de Dios, ellos cayeron y fueron a dar a Egipto. Toda la nación egipcia se encontraba bajo el juicio de Dios. Por vivir allí, los israelitas se encontraron también bajo juicio. Al mismo tiempo, estaban bajo el poder de Faraón y de los egipcios. Al salir de Egipto no huían del juicio de Dios, sino de Egipto. Este éxodo fue una liberación del cautiverio egipcio. Veamos la salvación que disfrutaron los hijos de Israel. Primero, disfrutaron de la redención de la sangre del cordero. Mataron corderos y untaron la sangre sobre los dinteles de las puertas. De esta manera, los israelitas fueron cubiertos por la sangre redentora y se salvaron del juicio de Dios. Cuando Dios ejecutó Su juicio sobre el país de Egipto, los que estaban bajo la sangre fueron salvos. Los hijos de Israel fueron salvos del juicio de Dios por la sangre. Después de eso, todos comieron la carne del cordero. El propósito de aquello no era salvarlos del juicio, sino fortalecerlos para que salieran de Egipto. Cuando comieron el cordero, calzaban sandalias, tomaban sus bastones, y estaban listos para salir. Mientras comían, se preparaban para salir de Egipto. ¿Qué libró a los israelitas de Egipto y del poder de Faraón? Aunque Dios los salvó del juicio, Faraón, el rey de Egipto, no quería dejarlos ir. Faraón tipificaba a Satanás. Faraón, es decir, Satanás, parecía decirles: “Ustedes hijos de Israel fueron salvos del juicio de Dios y comieron la carne del cordero. Están listos para marcharse. ¿Creen que pueden salir tan fácilmente? Este es mi territorio; es mi poder, mi reino y mi imperio. Aquí yo tengo el poder y no dejaré que se vayan”. Por tanto, Faraón envió su ejército a detener a los israelitas. Pero Dios vino a liberarlos; no mandó ángeles ni fuego que consumiera a Faraón y sus fuerzas, sino que abrió el mar Rojo para que lo cruzaran. Después de que Su pueblo pasara el mar, los persiguió el ejército egipcio. Mientras perseguían al pueblo de Dios y al estar en medio del mar, Dios le dijo a Moisés que extendiera su brazo sobre el
mar para que las aguas volviesen sobre los egipcios (Ex. 14:26). Moisés lo hizo, y el mar le obedeció. El ejército de Faraón y todo el poderío egipcio quedaron sepultados. Los hijos de Israel fueron liberados. ¿De qué fueron librados? No del juicio de Dios, sino del poder de Egipto y de Faraón, es decir, del poder del mundo y de Satanás. Los hijos de Israel disfrutaron de una doble salvación. El primer aspecto de su salvación fue la sangre redentora, y el segundo aspecto fue el agua del juicio. ¡Aleluya por la sangre que redime y por el agua que juzga! Sabemos lo que es la sangre redentora, pero dudo que muchos sepan lo que es el agua del juicio. Para nosotros, el agua del juicio es la cruz de Cristo. La muerte del Señor Jesús en la cruz es el agua del juicio. Una línea del himno 142 en nuestro himnario dice: “Yo el mar Rojo al fin crucé”. La muerte del Señor fue el agua del juicio. Satanás y el mundo fueron juzgados en la cruz. Cuando el Señor Jesús estaba a punto de ir a la cruz, El declaró: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn. 12:31). Satanás y el mundo fueron juzgados en la cruz. El Señor salvó a Su pueblo del mundo juzgándolo. Dios ejecutó Su juicio sobre los egipcios, y ese juicio fue una salvación para los israelitas. Para Satanás y su mundo, la cruz fue un juicio; mas para nosotros, el juicio ejecutado sobre la cruz es una salvación. No es una salvación de ser condenados por Dios, sino del poder de Satanás y de la influencia maligna de esta era de tinieblas. Este asunto queda claro; así que, podemos volver al caso de Noé.
1. Noé se salvó del juicio de Dios, por el arca cubierta de brea Indudablemente Noé se encontraba bajo la condenación de Dios. El estaba también bajo el poder maligno de la era en la cual vivía. Noé construyó un arca que estaba cubierta de brea por dentro y por fuera. La brea tipificaba la sangre redentora. Por consiguiente, Noé fue salvo del juicio de Dios por la brea que cubría el arca.
2. Noé se salvó del mundo condenado, por medio del agua del juicio ¿Qué salvó a Noé de esa era maligna? El diluvio que Dios envió como juicio sobre el mundo maligno. Ese diluvio, ese juicio, separó a Noé de aquella era. El agua del mar Rojo sepultó a los egipcios y separó a los hijos de Israel del mundo egipcio, y las aguas del diluvio hicieron lo mismo con Noé. Por una parte, el diluvio juzgó la era maligna; y por otra, separó a Noé de esa era. El agua que juzgó al mundo salvó a Noé de la generación maligna. Como resultado de los dos aspectos de la plena salvación de Dios, Noé fue salvo de la condenación de Dios y también de la generación maligna. Casi ningún cristiano conoce el segundo aspecto de la obra salvadora de Dios. Un cristiano verdadero sabe que la sangre nos libra de ser condenados por Dios, de perecer eternamente. Le damos gracias a Dios por eso. Pero ¿cuántos cristianos alaban al Señor por la salvación conferida por medio del agua? Yo lo hago mucho. Hace más de cuarenta años, empecé a agradecer al Señor por la salvación recibida por medio de la sangre y por la salvación recibida mediante el agua. “Gracias, Señor, porque fui salvo del juicio de Dios y también del poder maligno de Satanás. ¡Aleluya, estoy fuera de Egipto!” Muy pocos cristianos saben que han sido librados de la era maligna de este mundo, y por eso, tengo la carga de que todos veamos el segundo aspecto de la plena salvación de Dios. La gran obra salvadora de Dios no sólo nos salva de Su juicio, sino también del poder de Satanás.
a. Dios condenó al mundo y todas sus edades Dios condenó al mundo y todas sus edades. Existe un solo mundo con muchas edades. Tenemos la era de la moda pasada y la era de la moda moderna. Existe una era del pelo corto y una era del pelo largo. Dios condena todas las eras. El mundo de la era de Noé fue condenado (Gn. 6:11-13), y el mundo de la era egipcia también fue condenado (Ex. 14:26-28). El mundo entero constituye un sistema satánico que ha clasificado a toda la humanidad. El mundo tiene varios departamentos así como distintas eras. En la misma era tenemos el departamento de educación, de economía, de religión, etc. Cada departamento pertenece al sistema satánico que clasifica y organiza al hombre. El mundo entero y todas sus épocas y departamentos se encuentran bajo la condenación de Dios (Jn. 12:31; 16:11). No obstante, mi intención es que simplemente veamos la condenación de Dios. Sólo debemos mirarla y seguir adelante hacia la salvación que El nos da.
b. El pueblo de Dios fue salvo del mundo por el juicio que Dios trajo sobre el mundo El pueblo de Dios fue salvo del mundo por medio del juicio que Dios trajo sobre ése. ¿Con qué nos salva Dios del mundo condenado? Con lo mismo que El usó para juzgar al mundo. El diluvio que Dios usó para ejecutar Su juicio sobre el mundo antiguo salvó a Noé de ese mundo. El mar Rojo que Dios usó para juzgar a los egipcios salvó a los hijos de Israel del poder maligno de aquéllos. La cruz con la cual Dios juzgó a Satanás y su mundo también nos salva de este mundo que está bajo condenación. Nosotros los cristianos somos salvos por la cruz de Cristo que juzga. La cruz ejecutó el juicio de Dios sobre Satanás y el mundo. Nosotros fuimos salvos del juicio de Dios por la sangre redentora de Cristo (Ro. 5:9). Fuimos salvos del mundo condenado por la muerte de juicio de Cristo. Gálatas 1:4 dice: “El cual se dio a Sí mismo por nuestros pecados para rescatarnos del presente siglo maligno”. Aunque Cristo murió por nuestros pecados, la meta era librarnos del presente siglo maligno. He escuchado muchos mensajes acerca de la muerte de Cristo que nos salva de los pecados, pero casi no he oído ningún mensaje que explique que la meta de la muerte de Cristo era salvarme del presente siglo maligno. Dice en Gálatas 6:14: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”. Para Pablo, el mundo estaba en la cruz, y para el mundo, Pablo estaba en la cruz. ¿Está el mundo en la cruz para usted? ¿Está usted en la cruz para el mundo? A nuestros ojos, el mundo debe estar en la cruz. Ya fue crucificado. ¿Ama usted algo que ya fue crucificado? Para el mundo, estamos en la cruz. A menudo he oído a los padres de un santo decir: “Mi hijo está muerto”. Algunos maridos pueden decir que sus esposas están muertas, y algunas esposas pueden decir que sus maridos están muertos. Esto es correcto. Todos los esposos, las esposas, los hijos y las hijas que son cristianos han muerto. Hemos muerto al mundo, y el mundo ha muerto para nosotros mediante la muerte de juicio de Cristo.
3. El bautismo por agua representa la muerte de Cristo, la cual juzga y nos salva del mundo que Dios condenó Cuando usted es bautizado, queda sepultado. La sepultura es lo más eficaz para sacar del mundo a la gente. Del mismo modo, ¿qué cosa es más eficaz que el bautismo para sacarlo a uno del mundo? Supongamos que cierto hombre ama mucho al mundo, y que está muy apegado al mundo. Su
esposa, sus hijos y sus parientes lo aman. El tiene dinero en el banco y varios negocios bajo su control. ¿Cómo puede ese hombre salir del mundo? La sepultura es la manera más fácil. Cuando sus parientes lo hayan sepultado, habrá acabado con el mundo. Por tanto, la sepultura es lo que más separa a una persona del mundo. ¿Qué es el bautismo? Lamento decir que mucha gente cree que se trata de un rito con el cual llegan a ser miembros nominales de alguna “iglesia”. Antes de experimentar el verdadero bautismo, pasé por ese rito. Nunca deberíamos bautizar a la gente como si fuese un rito. Cuando bautizamos a la gente, debemos orar y ejercitar nuestro espíritu con autoridad y con el poderoso nombre del Señor Jesús. Entonces bautizamos a las personas, y las ponemos en una “tumba”, las sepultamos. Este sepelio los separa del mundo. Fuimos bautizados en la muerte de Cristo (Ro. 6:3). Fuimos sepultados juntamente con Cristo en el bautismo (Col. 2:12). Morimos y fuimos sepultados en cuanto a los rudimentos de este mundo (Col. 2:20). Pasamos por las aguas del diluvio y por el mar Rojo. Las aguas del diluvio que juzgaron la generación de Noé lo rescataron a él, y el mar Rojo que juzgó a los egipcios rescató a los israelitas. Esta es la salvación que necesitamos hoy en día. Cada cristiano necesita el segundo aspecto de la plena salvación de Dios. ¿Ha disfrutado usted este aspecto de la obra salvadora de Dios? Puedo gritar y declarar: “¡Fui separado de Egipto! ¡Fui separado de esta generación maligna, torcida y perversa!”
a. Tipificado por las aguas del diluvio El bautismo por agua fue tipificado por el diluvio que salvó a Noé del presente siglo maligno (1 P. 3:20-21). Noé fue bautizado en un bautisterio enorme y experimentó un bautismo muy extenso. Duró por lo menos cuarenta días. El número cuarenta significa prueba. Nadie pudo haber construido un bautisterio tan grande ni haber recogido tanta agua. En la Biblia, la primera mención del bautismo fue un bautismo mundial. Nuestro bautismo también debe ser así. Cuando usted entra en esa clase de bautisterio, no tiene ninguna posibilidad de salir. Nos resulta fácil salir del bautisterio que tenemos en el salón de reuniones, pero Noé no pudo salir del bautisterio donde fue bautizado. Noé fue sepultado en una tumba del tamaño del mundo. Esta fue la semilla del bautismo. La muerte de Cristo es todo-inclusiva. El bautismo basado en Su muerte abarca todo el mundo, es universal, y está lleno de las aguas que juzgan y sepultan.
b. Tipificado por las aguas del mar Rojo Este bautismo por agua, que representa la muerte de Cristo, la cual juzga, también fue tipificado por las aguas del mar Rojo que salvaron a los israelitas de la era egipcia (Ex. 14:26-28). Tenemos dos clases de bautismo por agua: el diluvio y el mar Rojo. En 1 Pedro 3:20-21 dice que el diluvio por el cual pasó Noé fue una figura del bautismo que nos salva, y en 1 Corintios 10:1-2 se nos revela que el mar Rojo que atravesaron los israelitas también fue un bautismo que salvó al pueblo de Dios del poder maligno, del cautiverio del enemigo. Todas las ocupaciones mundanas, los placeres mundanos, las diversiones y los deportes, quedaron sepultados en el mar Rojo de nuestro bautismo. Esta clase de bautismo eficaz en el poder del Espíritu nos salva del mundo, de la era maligna que Dios condenó y juzgó.
c. Representado por el lavacro, el mar de bronce y el mar de vidrio Aparte de las figuras que tipifican el bautismo, tenemos las señales bíblicas que representan el significado del bautismo. El bautismo era representado por el lavacro del tabernáculo (Ex. 30:18-
21). En frente del tabernáculo se encontraba el lavacro. El área que estaba fuera de la línea separadora del tabernáculo representaba al mundo. Supongamos que alguien sale del mundo, desea ser un sacerdote y entra en la presencia de Dios en el tabernáculo. Primero tendría que pasar por el altar, el cual representa la cruz de Cristo. En el altar se presentaban las ofrendas por los pecados. Después de pasar por el altar, se eliminaban sus pecados y era salvo. Muchos cristianos piensan que después de pasar por el altar, él podía entrar inmediatamente en el lugar santo que estaba dentro del tabernáculo. Pero dicha persona no podía moverse tan rápidamente, pues después de pasar por el altar, necesitaba lavarse en el lavacro. El lavacro no eliminaba sus pecados. Los pecados ya habían sido eliminados en el altar. El lavacro eliminaba la suciedad de la tierra. La persona necesitaba ser lavada, porque traía sobre sí la suciedad de la tierra. El lavamiento del lavacro quitaba esa suciedad. La sangre estaba en el altar, y no en el lavacro. Después de que los pecados eran eliminados en el altar y de que la suciedad terrenal era quitada en el lavacro, entonces el hombre podía entrar en el lugar santo y entrar en la presencia de Dios. Muchos cristianos no pueden entrar en la presencia de Dios. Si bien fueron salvos en la cruz, ellos creen que existe todavía una separación, una barrera, que les impide entrar en la presencia de Dios. ¿Qué es eso? Es la suciedad del mundo. Carecen del lavamiento que produce el lavacro, el cual les quita la suciedad del mundo. En otras palabras, sus pecados fueron eliminados en la cruz, pero el mundo que traen consigo no fue sepultado debajo del mar Rojo. El lavacro es una señal del bautismo, del diluvio y del mar Rojo. El mismo principio se aplica al mar de bronce y a los diez lavacros asociados con el templo. Cuando los hijos de Israel se establecieron en la tierra de Canaán, construyeron un templo. Junto con el templo, construyeron un mar de bronce y diez lavacros (1 R. 7:23, 38). El bronce representa el juicio. El mar de bronce y los diez lavacros indican la plenitud de la realización del bautismo. Usted no puede entrar en la presencia de Dios antes de pasar por el verdadero significado del bautismo, es decir, antes de ser sepultado para el mundo. Por ejemplo, debemos sepultar nuestra actividad mundana de salir de compras. Al leer este mensaje, su espíritu tal vez le diga que tiene un problema con las compras. Usted no va de compras bajo la dirección del Señor. Por supuesto, no hay ningún problema si usted va de tiendas guiado por el Señor. Pero si no lo hace bajo la dirección del Señor, estará muerto durante unos días. No podrá orar debidamente ni entrar en la presencia del Señor durante ese tiempo. Usted puede argumentar que no hay nada malo en comprar una prenda de vestir. Aunque no haya nada inmoral, su espíritu le dice que mientras lleve esa prenda no podrá orar con la presencia del Señor. Aunque quizás pueda orar sin sentir la presencia del Señor, no puede entrar en la presencia de Dios antes de quitarse esa prenda. Si lo hace, estará libre. Entonces, ¿qué debemos hacer? Debemos lanzarnos al mar de bronce. El bautismo también es representado por el mar de vidrio (Ap. 4:6). En el capítulo cuatro de Apocalipsis, Juan estaba en el espíritu y vio el trono de Dios. En frente del trono había un mar de vidrio. ¿Qué significa eso? El bronce denota el juicio, y el vidrio indica estar expuesto. Lo que se lavaba en el lavacro o en el mar de bronce no podía verse desde el lado; pero lo que se lavaba en el mar de vidrio era visible porque el mar de vidrio es transparente. En Apocalipsis 15:2 el mar de vidrio se ve mezclado con fuego. Esto también es una señal del bautismo universal. El mar está mezclado con fuego. Por supuesto, un mar contiene mucha agua, pero este mar está mezclado con fuego. ¿Qué significa esto? Dios juzgó la primera creación por causa de la caída de Satanás y la caída del hombre. Dios ha juzgado continuamente desde el principio. Dios juzgó la era preadamítica con agua. También juzgó la era adámica con agua en la época de Noé. Pero después del diluvio, Dios dijo que jamás volvería a juzgar al mundo con el agua (Gn. 9:11). El juzgará por fuego. Por tanto, en Apocalipsis 15:2, el mar está mezclado con fuego; el fuego arde en el mar. Las dos clases de juicio que Dios ejerció sobre la creación caída son: el juicio por agua y el juicio por fuego. El mar de vidrio mezclado con fuego tendrá su consumación en el lago de fuego (Ap. 20:10, 14-15). Todo lo que fue sepultado cuando usted fue bautizado irá al lago de fuego.
Apocalipsis 15:2-3 revela que los salvos están sobre el mar de vidrio, regocijándose y cantando. Cantan dos cánticos: el cántico de Moisés, que fue cantado por primera vez a la orilla del mar Rojo, y el cántico del Cordero. Cantan el cántico de Moisés porque Moisés los hizo pasar el mar Rojo, y cantan el cántico del Cordero de Dios porque El los hizo pasar el mar del bautismo. Por tanto, todos los salvos se hallan en el mar de vidrio. Este es el bautisterio universal. Al final, todas las cosas creadas serán quemadas (2 P. 3:6-7, 10, 12). La creación entera pasará por el bautismo, y la vejez será quemada y lavada por el fuego consumidor en el lago de fuego. Este es el bautisterio universal.
d. En el cielo nuevo y la tierra nueva no habrá mundo ni habrá agua de juicio Al final, el cielo nuevo y la tierra nueva, la nueva creación, serán llevados a la presencia de Dios, y la Nueva Jerusalén descenderá. La presencia de Dios se encontrará allí. Ya no habrá mar (Ap. 21:1). El lago de fuego será la consumación de todos los bautismos en el transcurso de las edades. Todo lo demás estará en presencia de Dios, quien hará de la Nueva Jerusalén Su morada eterna. Por tanto, ser salvos por medio del agua significa que todo lo que no sea de Dios y no esté destinado a El debe ser eliminado por el diluvio. Finalmente, este diluvio se mezclará con el fuego y llegará a su consumación en el lago de fuego. Nosotros los que hayamos sido lavados de todo lo que no es Dios estaremos en la consumación de la Nueva Jerusalén. El principio es el mismo en la vida de la iglesia hoy en día. La iglesia es la Nueva Jerusalén en miniatura, y el bautisterio es una figura del lago de fuego. Cada bautismo es un cuadro que nos muestra cómo todas las cosas negativas sepultadas en el bautisterio irán al lago de fuego. Permítanme preguntarles: ¿dónde están sus compras mundanas? ¿Dónde están sus nuevas modas? ¿Dónde están su pelo largo y sus faldas cortas? Están en el bautisterio. El bautisterio trasladará esas cosas al lago de fuego. Este es el significado de ser salvos por medio del agua. Esta salvación pondrá fin a la era vieja y traerá la nueva era. Esta salvación nos sacará de la generación vieja, torcida y perversa y nos introducirá en el reino de Cristo. Por consiguiente, el próximo mensaje hablará de la vida del reino en resurrección.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA Y DOS LA VIDA EN RESURRECCION (1) En el mensaje anterior, vimos que Noé y quienes le acompañaron en el arca, pasaron por las aguas del diluvio. Como ya vimos, el paso por el agua tipifica el bautismo del Nuevo Testamento. Después del diluvio, el arca reposó sobre los montes de Ararat (Gn. 8:4). Eso también fue una señal, un tipo, una sombra de la resurrección de Cristo. La Biblia revela que el arca tipifica a Cristo. El paso del arca por el agua representa el paso de Cristo por las aguas de la muerte bajo el juicio de Dios. Al posarse el arca sobre las montañas, se indica que Cristo salió en resurrección de las aguas de muerte.
E. La vida en resurrección La Biblia es maravillosa. Génesis 8:4 revela que el arca se posó sobre los montes de Ararat en el
séptimo mes, a los diecisiete días del mes. Si leen la Biblia detenidamente y consideran la historia y consultan en los mejores diccionarios de los idiomas originales, se darán cuenta de que en Egipto durante la Pascua, el séptimo mes fue cambiado y vino a ser el primero (Ex. 12:2). Los judíos tienen dos clases de calendarios: el calendario civil y el calendario sagrado. El calendario civil era el antiguo, y el calendario sagrado era el nuevo, que empezó con la Pascua. Cuando Dios les pidió a los israelitas que celebrasen la Pascua, El les dijo que aquel mes había de ser contado como el primero del año. En hebreo, el nombre de aquel mes era Abib (Ex. 13:4), que significa nueva espiga de maíz que germina o brota. Esto significa que Dios consideraba la Pascua como un nuevo comienzo de vida. ¿Por qué hago notar esto? Porque el Señor Jesús fue crucificado el día de la Pascua, el día catorce del mes (Ex. 12:6; Jn. 18:28). El calendario sagrado indica que El fue crucificado el primer mes, y el calendario civil muestra que lo fue el séptimo mes, el mismo mes cuando reposó el arca en el monte. El Señor fue crucificado el día catorce de aquel mes y fue resucitado tres días después. Por tanto, el calendario sagrado indica que Cristo resucitó el día diecisiete del primer mes. Según el calendario civil, ocurrió el día diecisiete del séptimo mes, el mismo día en que el arca reposó sobre los montes de Ararat. Por tanto, en ese primer tipo, en que el arca se posó sobre el monte, vemos la fecha exacta de la resurrección de Cristo. ¡Esto es maravilloso! En 1 Pedro 3:20-21 Pedro relaciona la resurrección de Cristo con el arca. El dijo que “ocho almas, fueron llevadas a salvo por agua. Esta os salva ahora a vosotros, como antitipo, en el bautismo ... por medio de la resurrección de Jesucristo”. La figura del bautismo también nos salva mediante la resurrección. Repito que el reposo del arca sobre la cumbre del monte representa la salida de Cristo de las aguas de muerte al resucitar. El mes y el día de estos dos eventos fueron idénticos.
1. Una sombra de la iglesia a. Resucitados juntamente con Cristo ¿Qué encuentra usted después de la resurrección? Vemos una nueva vida. Noé y las siete personas que le acompañaban tenían una nueva vida. También quisiera llamarles la atención al hecho de que fueron ocho las personas que estuvieron en el arca. El número ocho representa la resurrección. Una semana tiene siete días, y el comienzo de una nueva semana es el octavo día. Cristo resucitó el primer día de la semana, es decir, el octavo día (Jn. 20:1). Por tanto, el número ocho representa la resurrección. En esta nueva vida el pueblo se halla en resurrección. Todo lo que hace se encontraba en resurrección. Son pocos los cristianos que entienden el verdadero significado de la tipología de este pasaje de la Palabra. Debemos entender este pasaje según la tipología. Todos los cristianos están de acuerdo en que el arca tipifica a Cristo, y 1 Pedro 3:20-21 nos revela claramente que el paso por el diluvio prefigura el bautismo. Basándonos en ambos hechos, debemos entender que todo lo relacionado con Noé y las siete personas que estaban con él después del diluvio también debe formar parte del tipo completo, y debe formar un cuadro entero del tipo. No deberíamos detenernos en el bautismo tipificado por el diluvio, ni en la resurrección de Cristo representada por el arca que reposó sobre el monte. ¿Qué diremos de la vida que esas ocho personas llevaron después del diluvio? En otras palabras, ¿qué podemos decir de la vida de las personas después de la resurrección? ¿Qué representa la vida que esas ocho personas llevaron después del diluvio? Representa la vida de la iglesia. Después de la resurrección, la vida del pueblo resucitado fue la vida de la iglesia. Es muy lógico. Las ocho personas que estuvieron en el arca nos representan a nosotros los creyentes neotestamentarios. Quisiera dirigirme a los jóvenes. Cuando yo era un cristiano joven, usaba mucho mi intelecto para tratar de comprender las afirmaciones bíblicas según las cuales estamos en Cristo. Intenté averiguar cómo podemos estar en Cristo. No podía ver esta realidad ni entender su significado. Un día,
mientras consideraba lo que tuvo que pasar el arca de Noé, el Señor me mostró que las ocho personas que estuvieron en el arca constituían un cuadro que indicaba la manera en que estamos en Cristo. Estas ocho personas estaban en el arca cuando ésta pasó por el diluvio. En consecuencia, ellos también pasaron por el diluvio en el arca, pero ellos mismos no tuvieron contacto con el diluvio. Fue el arca la que resistió las aguas del diluvio. Esto explica la manera en que la crucifixión de Cristo puede ser nuestra y cómo fuimos crucificados nosotros en Cristo. Cuando el arca salió del diluvio, las ocho personas también salieron. Cuando el arca se posó sobre la cumbre del monte, las ocho personas también fueron resucitadas y se posaron sobre la cumbre del monte en el arca. Efesios 2:6 dice que fuimos resucitados juntamente con Cristo. Antes de nacer, ya habíamos resucitado. Cuando Cristo fue resucitado de las aguas de muerte, nosotros estábamos en El. Por consiguiente, quienes estamos en la iglesia somos personas resucitadas. Si miramos el cuadro presentado por la tipología, veremos que la iglesia es otra comunidad; no es la vieja sociedad. La vieja sociedad fue sepultada. Cuando fuimos bautizados, sepultamos a la vieja comunidad. El diluvio vino y sepultó la vieja comunidad de Noé, y sólo ocho personas fueron resucitadas. Ahora la vida de estas ocho personas que estaban en la nueva línea debe tipificar la vida de iglesia. Somos quienes constituyen la iglesia, y este pueblo es un pueblo resucitado. Somos otra comunidad, otra sociedad. La vida de iglesia es una nueva comunidad. Después del diluvio, las ocho personas que fueron salvas mediante el arca empezaron una nueva vida. Antes del diluvio, vieron muchas cosas malignas e impías. Pero ellos fueron salvos, separados, resucitados e introducidos en una nueva vida. Esa nueva vida tipificaba la vida de iglesia. Aparte de las demás semillas sembradas en el libro de Génesis, la semilla de la vida de iglesia también fue sembrada allí. Cada parte de la vida de las ocho personas prefiguraba una parte de la vida de iglesia.
b. Los carnales, representados por el cuervo, vuelven al mundo juzgado por Dios Antes de que las ocho personas iniciaran su nueva vida en la nueva tierra, Noé hizo algunas pruebas. El mandó un cuervo y una paloma (8:7-12). Los cuervos representan a los carnales. Si usted lee Levítico 11 detenidamente, descubrirá que los cuervos son aves inmundas. Las aves inmundas son impuras porque comen animales muertos y cadáveres. En otras palabras, comen muerte. Son impuras porque se alimentan de muerte. La muerte es inmunda a los ojos de Dios. Según el Antiguo Testamento, cuando una persona tocaba muerte, inmediatamente se volvía impura. Las aves impuras comían muerte, pero las aves puras comían grano y cereales. Los granos contienen vida. Las aves puras son limpias porque se alimentan de vida. A los ojos de Dios, la vida es lo más puro que hay, y la muerte lo más impuro. ¿Come usted muerte o vida? ¿Come cadáveres o semilla? Todo aquel que come carroña es un cuervo, y quienquiera que come semilla es una paloma. Noé fue sabio y envió primero un cuervo. Cuando el cuervo salió del arca, sintió como si hubiera salido de una jaula. El vio los cadáveres flotando sobre el agua del juicio y empezó a alimentarse de ellos. Cuando él estaba confinado en el arca, no tenía ninguna oportunidad de comer carroña, porque no había muerte en el arca. No obstante, al salir del arca, vio que la superficie de las aguas estaban llenas de cadáveres, llenas de muerte. ¿Qué significa eso? Significa que dentro de la iglesia no hay muerte y que allí todos los cuervos se mueren de hambre. En la iglesia, la gente que come muerte se muere de hambre. Un día, con la primera oportunidad de salir, los cuervos se marcharán y empezarán a comer cadáveres. En el transcurso de los años, he visto a muchos “cuervos”. Estuvieron un tiempo en la vida de la iglesia, pero salieron y estuvieron en contacto con el mundo juzgado por Dios y empezaron a alimentarse de cadáveres. Todo aquel que ama al mundo condenado es semejante a un cuervo que se alimenta de las cosas de muerte. Aún Demas, quien estuvo con el apóstol Pablo anteriormente, amó al mundo y rechazó a Pablo (2 Ti. 4:10). Amar al mundo significa alimentarse de las cosas muertas condenadas y juzgadas por Dios.
c. Las personas espirituales, representadas por la paloma, se quedaron en la vida de iglesia y se preocuparon por la vida en el Espíritu Después de enviar Noé un cuervo, envió una paloma. La paloma no pudo encontrar lugar de reposo, porque la tierra todavía estaba llena de aguas de muerte. Por tanto, puesto que no había lugar para la paloma, ésta volvió al arca (8:9). Después de siete días, Noé envió nuevamente la paloma, y esta vez regresó con una hoja fresca de olivo (8:11). En tipología, el olivo representa el Espíritu, y la hoja de olivo fresca y nueva representa la nueva vida en el Espíritu. La paloma vio la hoja fresca de olivo y la arrancó. Fue una señal de vida. Se necesita una hoja fresca de olivo para abrir una nueva oportunidad a la iglesia. Si vamos a establecer una iglesia en cierta ciudad, debemos mandar una o dos “palomas” para ver si hay alguna hoja fresca de olivo. En caso de que haya, se puede llevar la vida de iglesia en esa ciudad. De otro modo, las “palomas” deben volver al arca. Cuando Noé mandó a la paloma por tercera vez, ésta no regresó, porque la tierra de la vida había emergido. Esta es una señal de que podemos tener la vida de iglesia. Supongamos que algunos santos intentan empezar la vida de iglesia en una ciudad. Deben averiguar si las aguas de muerte anegan la ciudad o si van bajando. Si el agua ha bajado y algunos olivos brotan con hojas frescas, eso puede ser una señal de que la iglesia debería estar allí. Deben esperar que las aguas de muerte bajen y que la tierra aparezca. Para ellos, será tiempo de empezar la vida de iglesia. Antes de empezar la vida de iglesia en un lugar, debemos actuar conforme al mismo principio, y ver si la situación es propicia para la vida de iglesia.
d. El ofrecer Cristo a Dios es representado por las ofrendas y mediante la cruz representada por el altar ¿Qué hicieron los resucitados después de salir del arca y empezar su nueva vida? La primera cosa que hicieron al salir del arca fue construir un altar y ofrecer sacrificios a Dios (8:20-22). En la vida de la iglesia, lo primero no debería ser el trabajo, sino el ofrecer a Cristo ante Dios mediante la cruz. Noé construyó un arca y ofreció sacrificios a Dios (8:20). Tanto el altar como los sacrificios son tipos. El altar tipifica la cruz de Cristo, y los sacrificios tipifican los distintos aspectos de Cristo. Debemos ofrecer a Cristo en diferentes aspectos a Dios. Debemos ofrecerle a Dios el Cristo que hemos experimentado. Si experimentamos a Cristo como el holocausto, entonces debemos traerlo a Dios y ofrecérselo. Dios quiere que le llevemos a Cristo. Experimentar a Cristo y traer a Dios el Cristo que hemos experimentado agrada a Dios. Debemos ofrecer a Cristo ante Dios para Su satisfacción. En la vida de iglesia, debemos prestar atención a eso. Debemos aprender cómo experimentar a Cristo, llevarlo a Dios, y compartirlo con El. Esto es lo que Dios acepta. Ofrecemos a Cristo ante Dios por medio de la cruz. No labore; vaya a la cruz. No intente hacer nada ni comportarse bien; sólo vaya a la cruz. ¿Qué hará la cruz por usted? Hará una sola cosa: lo crucificará. Antes de hacer algo por Dios, debe ir a la cruz y permitir que ella obre en usted. Si un joven desea obedecer los mandamientos y honrar a sus padres, primero debe permitir que la cruz obre en él. Si un marido desea amar a la esposa, también debe ser crucificado. Ocurre lo mismo con una esposa que procura someterse a su marido. ¿Va usted a obrar para Dios? Antes de obrar por El, debe ir a la cruz y ser crucificado. A la larga, no habrá ninguna labor, servicio ni comportamiento naturales. Después de pasar por la cruz, lo único que permanece es Cristo. Ese Cristo será un olor fragante para Dios.
1) Satisfacer a Dios Cuando nosotros, mediante la cruz, ofrecemos a Dios el Cristo que hemos experimentado, Dios queda satisfecho. Todos debemos ser crucificados en el altar para ofrecer al Cristo que hemos experimentado en nuestra vida diaria. Cuánto agradezco al Señor porque en el transcurso de los años, las iglesias en este país han practicado estos dos puntos. Somos crucificados y también experimentamos a Cristo, llevándolo a Dios y compartiéndolo en presencia de Dios. Cuando nos reunimos de esta manera, tenemos la seguridad de que Dios está satisfecho. ¿Cómo sabemos que El está satisfecho? Porque nosotros estamos satisfechos. Cuando usted tiene hambre, puede estar seguro de que Dios también tiene hambre. Cuando no está contento, Dios tampoco lo está. Pero cuando usted está satisfecho, el Dios a quien ofrece Cristo también queda satisfecho. Cuanto más trabaje usted por su cuenta, más insatisfecho estará. Cuanto más intente comportarse bien por sus propios medios, más sentirá hambre y sed. No obstante, cuando sea clavado en la cruz y experimente plenamente a Cristo, estará lleno, contento y satisfecho. Dirá: “Aleluya. Estoy lleno y satisfecho. Estoy en paz. Tengo alimento y agua. Lo tengo todo. Esto indica que Dios está satisfecho.
2) Alejar la maldición El ofrecer Cristo a Dios por medio de la cruz aleja la maldición. Como resultado de la primera caída del hombre, éste quedó bajo maldición (3:17). ¿Qué es la maldición? La maldición, a la larga, es la muerte. La muerte, incluyendo todos los demás sufrimientos, es la consumación de la maldición. Al ofrecer a Cristo ante Dios por medio de la cruz alejamos la maldición. Esto significa que alejamos la muerte. Todos los chismes, las murmuraciones, las críticas, las quejas, etc., son señales de la maldición de la muerte. Todo eso queda eliminado al experimentar a Cristo mediante la cruz. Si no experimentamos a Cristo por medio de la cruz, estamos bajo la maldición de la muerte, las murmuraciones, los chismes, las críticas y las quejas. Entonces, si vamos a la reunión de la iglesia, estaremos bajo la maldición de muerte. Cuando llegamos a una reunión y sentimos que la reunión está en muerte, significa que la reunión está en cierta medida bajo maldición. Pero cuando llegamos a una reunión llena de vida, y sentimos que hay algo viviente, encendido y resplandeciente, allí no hay maldición. La maldición es alejada. En lugar de la maldición de la muerte, recibimos la bendición de la vida. En la Biblia la consumación de la maldición es la muerte, y la bendición más grande es la vida. La vida es la bendición dispuesta por Dios (Sal. 133:3). En una buena reunión de iglesia, la muerte es sorbida y la maldición alejada.
3) Traer bendición a la tierra Al ofrecer a Cristo ante Dios por medio de la cruz viene bendición a la tierra (8:22). Génesis 8:22 menciona ocho puntos. El primero es el tiempo de sembrar la semilla. En la vida de iglesia debemos sembrar a Cristo en los demás. Debemos predicar el evangelio y ministrar a Cristo como semilla de vida a los demás. Cuando lo sembramos a El, tenemos el tiempo de siembra. Después viene la cosecha. El tiempo de siembra es el comienzo, y la cosecha es la consumación, o sea el tiempo de la siega. No sólo ministramos Cristo a los demás, sino que también traemos la cosecha. Traer a un convertido, en quien vive Cristo, es nuestra cosecha.
El tercer y cuarto artículos son el frío y el calor. Si usted quiere estar sano, el mejor lugar para vivir es donde haga frío en invierno y calor en verano. No debemos estar tibios. Por una parte, la iglesia debe estar fría: fría para con Satanás, el pecado y el mundo. Para Satanás, el pecado y el mundo, nosotros somos semejantes a una montaña de hielo. También debemos ser fríos para con el yo, la carne, la vida anímica y todas las demás cosas negativas. Podemos decir: “Satanás, ven aquí. Te congelaremos hasta que mueras”. Por otra parte, debemos ser ardientes y calentar a los demás. Génesis 8:22 también habla del verano y del invierno, del día y de la noche. Esta es la bendición de vida. En la vida apropiada de iglesia, debe haber frío e invierno para Satanás y noche para dormir. También debemos tener el calor, el verano, y el día para nuestro Dios. Esta es la bendición. Examinen la sociedad actual. No hay frío ni calor ni verano ni invierno ni día ni noche. La gente que va a los clubs nocturnos, cambia la noche por el día y el día por la noche. Por no tener ellos la vida apropiada, están bajo maldición. En la iglesia debemos llevar la vida apropiada bajo la bendición de Dios. A diferencia de nosotros, la gente del mundo no está acostumbrada a la vida de iglesia. Nosotros los que estamos acostumbrados a la vida de iglesia estamos verdaderamente bajo la bendición de Dios, tanto en el plano espiritual y mental, como en el plano físico. Todos los que constituyen la iglesia se mantienen sanos porque se encuentran bajo la bendición de Dios por medio de la vida de iglesia. Entre los santos en la iglesia, muchos pueden testificar que antes de entrar en la vida de iglesia estaban débiles y enfermizos. Muchos estaban enfermos mentalmente, pero después de estar en la vida de iglesia llegaron a ser sobrios y sanos. Esta es la bendición. Esta bendición viene al ofrecer a Cristo delante de Dios por medio de la cruz. Hermanas, si ustedes quieren estar sanas, deben experimentar a Cristo y ofrecerlo a Dios por medio de la cruz. Si usted vive de esta manera por un tiempo, se fortalecerá mucho y obtendrá sobriedad mental. Cada hermana joven que viva así, estará sana en su mente y también en sus emociones. La mayoría de las mujeres jóvenes están enfermas en su parte afectiva o en su mente. Ningún psiquiatra las puede ayudar. Pero si usted experimenta la vida de iglesia, el mismo Cristo que usted ofrece a Dios lo sanará. Es mejor que cualquier psiquiatra. No acuda a un psiquiatra; vaya a Cristo y ofrézcalo a Dios. Entonces estará sano, será sobrio y equilibrado en sus emociones. La vida de iglesia, por ser la vida apropiada, trae la bendición de Dios. La paz, el gozo, el amor, la comprensión, la bondad y el vivir normal son señales de la bendición de vida que viene al experimentar a Cristo mediante la cruz.
e. Cumplir el propósito de Dios La vida de iglesia vuelve al principio para cumplir el propósito de Dios (9:1-2, 6-7). En el principio estaban la expresión de Dios y la representación de Dios (1:26). Dios creó al hombre a Su imagen para que éste lo expresara a El, y le dio la comisión de que ejerciera Su señorío para representarlo a El. El hombre le falló a Dios en eso. Por tanto, Dios salvó a ocho personas por medio del agua y las introdujo en la nueva era en resurrección. Entonces Dios repitió Su meta a la humanidad resucitada. Esta es la vida de iglesia. En la vida de iglesia, hemos vuelto a la meta original de Dios: que el hombre lo exprese y lo represente a El. Ahora en la vida de iglesia expresamos a Dios y lo representamos. La iglesia aun puede y debe ejercer su autoridad celestial y estar por encima de la situación mundial actual. Debemos decirle al Señor: “Señor, no estamos de acuerdo con la situación del mundo actual. Debe servir para Tus intereses”. Debemos ejercitar nuestro espíritu y declarar estas cosas a todo el universo. La iglesia tiene el derecho de hacerlo. Lamento decir que la mayoría de los cristianos han perdido esta visión. No entienden que la iglesia tiene este derecho. Somos un pueblo resucitado, un pueblo que ha vuelto de la caída al principio. Caímos en Adán, pero fuimos recobrados en Cristo. En Cristo, hemos regresado al principio para expresar y representar a Dios. En la vida de iglesia tenemos la vida que expresa a Dios. Podemos decirle a la gente: “¿Quiere ver usted a Dios? ¿Desea conocerlo? Venga a la iglesia y lo verá. En la iglesia usted
verá la expresión de Dios”. Además, la iglesia fue autorizada para representar a Dios en esta era sobre la tierra. Somos embajadores de Cristo (2 Co. 5:20). Cuando usted ore al Señor, quien tiene la autoridad y la soberanía sobre todo el universo, no lo haga a modo de lamento ni de súplica. Usted debe orar ejerciendo y declarando esta autoridad, pues usted tiene autoridad. Con la oración, debemos expresar nuestra actitud, diciendo: “No estamos de acuerdo con las maldades que suceden en este país”. El Señor honrará esta clase de oración porque nosotros los que estamos en la vida de iglesia somos los representantes de Dios. Génesis 1:26 dice que el hombre fue hecho a la imagen de Dios. Colosenses 3:10 nos dice que la iglesia es el nuevo hombre creado conforme a la imagen de Dios. Esto significa que la vida de iglesia reemplaza al Adán caído. Adán perdió su posición, y la iglesia fue puesta allí en lugar de él. Ahora la iglesia es el sustituto de Adán para ejercer la autoridad divina sobre todas las cosas. Después del diluvio, Dios le dijo a Noé que todos los seres vivos estaban en su mano (9:2). En los tiempos de la creación y de la resurrección, todos los seres vivos estaban destinados a estar bajo la autoridad del hombre. No estaban destinados a estar bajo la autoridad del hombre caído, sino bajo la autoridad del hombre resucitado. En la vida de iglesia, somos ese hombre resucitado. ¿Es usted un hombre caído o un hombre resucitado en la vida de iglesia? Todos debemos resucitar y decirle al enemigo que no estamos de acuerdo con sus maldades y que él debe apartarse de nosotros. A menudo es necesario que oremos así. Debemos orar de esta manera en las reuniones de oración de la iglesia. A veces los “cuervos” no sólo comen cadáveres, sino que vuelven y perturban la vida de iglesia. Por tanto, debemos ejercer la autoridad y decir al enemigo que no estamos de acuerdo con estas molestias y que no las permitiremos. Tenemos derecho a decir esto porque fuimos puestos en la posición de representantes de Dios. Fuimos establecidos en la posición original del hombre. Esta es la vida de iglesia. No sólo vivimos, sino que también gobernamos. Una iglesia en una localidad determinada debe gobernar esa localidad. Si la iglesia está en la posición correcta, tiene la autoridad de gobernar cualquier situación.
f. Vivir bajo el pacto de Dios 1) No vendrá otro juicio de muerte Entonces Dios hizo un pacto con Noé, con su simiente y con todos los seres vivos (9:8-11). Este pacto tenía un solo aspecto: que jamás la muerte vendría por las aguas de muerte. Este pacto tipifica principalmente el hecho de que en la vida de iglesia, ya no hay muerte, sino vida. Las ocho personas vivieron bajo ese pacto. Por no compartir el trasfondo de ellos, nos resulta difícil entender lo que sintieron al salir del arca. Supongamos que usted es una de las nueras de Noé. Después de salir del arca, todavía tendría miedo, pensando que el diluvio podría volver al poco tiempo. Tal vez usted se diría a sí mismo: “Antes del diluvio, me sentía seguro. Miraba al cielo, y lo hallaba diáfano. Yo estaba confiado porque el cielo estaba despejado. No sentía miedo. Ahora, después de pasar por el diluvio, no tengo ninguna seguridad. El cielo está despejado, pero tal vez vuelva el diluvio”. Ellos no sentían ninguna seguridad; estaba atemorizados y amedrentados. Esto significa que después de ser salvos e introducidos en la vida de iglesia, seguimos en peligro de morir. Muchos están en peligro por los pecados habituales y por la posibilidad de enojarse. Aborrecen su ira. Hace dos semanas, su cielo estaba despejado, pero de repente hubo un trueno y un gran aguacero; es decir, perdieron la paciencia. Cuando eso sucede, tienen miedo. Muchos santos me han dicho: “Hermano, la vida de iglesia es muy buena. Pero no tenemos la fe ni la certeza de que cada día será igual. Hoy soy bueno con mi esposa, pero quizás después de dos días me enoje y estaré arruinado. No tengo ninguna seguridad, ninguna paz. Estoy lleno de temores”. Algunas hermanas no sienten ninguna paz con sus maridos ni consigo mismas. Tienen miedo de que vuelva el diluvio, de que vuelvan las aguas de muerte. Debido a este peligro que sentían Noé y los demás, Dios hizo un pacto con ellos. Dios parecía decir:
“Tranquilícense y siéntanse a salvo. No vendrá ningún diluvio. No habrá más aguas de muerte”. Esto significa que podemos estar seguros y confiados en la vida de iglesia, pues ya no habrá muerte. Ahora en Cristo no hay ninguna condenación (Ro. 8:1), ninguna agua de muerte. Estamos en Romanos 8 donde no hay ninguna condenación, ningún diluvio, ninguna muerte ni ningún juicio. Cuanto más decimos “Ya no hay”, más nos percatamos de que no hay más muerte. No confíe en sus sentimientos ni preste atención a sus convicciones. Sus convicciones no son confiables; son mentiras. Usted debe vivir bajo el pacto de Dios. No viva por sus sentimientos, sus convicciones ni por las circunstancias. El pacto de Dios declara que cuando el cielo esté nublado, El mandará un arco iris. Cuando usted ve el arco iris, sabe que el diluvio no vendrá. Si su cónyuge ha sido amable durante dos semanas y de pronto el cielo se nubla, no lo crea. Debe decir: “Señor, manda el arco iris”. No crea que su marido va a enojarse; más bien diga: “Señor, Tú eres fiel. Tú puedes quitar la nube y mandar al arco iris”. Si usted dice eso, el cielo se despejará. No crea que es débil. Eso es una mentira de Satanás. No se imagine que se enojará y que caerá. Si cree algo negativo y lo proclama, eso sucederá. Ciertamente estas profecías se cumplen. Si usted tiene miedo de algo y profetiza que le vendrá, le sucederá. No crea en sus debilidades. ¿Cree usted en ellas? ¿Vive ahora por sus debilidades o bajo el pacto de Dios? El Nuevo Testamento en su totalidad es un testamento nuevo. Un testamento es mejor que un pacto. Tenemos un testamento de veintisiete libros, es decir, un pacto de veintisiete libros. Este pacto dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1). Este pacto también dice: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Co. 12:9). ¿Cree usted eso? Si es así, debemos decir con confianza: “Amén”. El pacto también dice: “Cristo ... anuló la muerte” (2 Ti. 1:10). ¿Cree usted eso? No se mire a sí mismo; mire a Cristo. Cuando usted se mira a sí mismo, tiembla. No debemos vivir por nuestra propia cuenta, sino por el pacto de Dios. ¡Tenemos un pacto! El pacto que Dios hizo con Noé duró poco tiempo: como medio capítulo de longitud cuando mucho. Pero nuestro pacto tiene veintisiete libros. ¿Es usted débil? Debe contestar: “No, ya no soy débil, porque el pacto me dice que puedo fortalecerme ‘en la gracia que es en Cristo Jesús’ (2 Ti. 2:1), y puedo gloriarme en mis debilidades para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí” (2 Co. 12:9). En el ámbito espiritual, me gusta el cántico que aprendí cuando era niño: “Cristo me ama, bien lo sé; Su Palabra me hace ver...” También podemos decir: “Soy fuerte en la gracia, bien lo sé, Su Palabra me hace ver...” Podemos declarar: “No tropezaré; bien lo sé, Su Palabra me hace ver...” (Jud. 24). Tal vez algunos de ustedes no tengan la fe de decir esto. Quizás piensen que esto es una exageración y se pregunten: “¿Cómo puede usted decir: no tropezaré; bien lo sé? No me atrevo a contestar. Si lo dijera esta noche, ciertamente caería mañana”. Sí, usted caería, pero simplemente porque así lo profetizó. Caerá porque vive por lo que siente, y no por el pacto de Dios. Dios dice en Su pacto: “No habrá más diluvio, ni más juicio por agua”. Si usted hubiera estado allí en aquel tiempo, ¿habría contestado: “Amén”? Yo habría dicho: “Amén” repetidas veces. Cuando Noé vio las nubes, no tenía miedo, porque sabía que el arco iris vendría. Por tanto, cuando la nube de la ira aparece, usted puede decir: “Señor, no perderé la calma. Envía el arco iris. No pondré los ojos en la nube, sino en el arco iris. El cielo está oscuro y la nube grande, pero viene un colorido arco iris. Mira el arco iris”. Cuando usted dice eso, por fe llama las cosas que no son como si fueran. Esta fe no se conforma a su imaginación, sino a los veintisiete libros del pacto escrito de Dios. Después del diluvio, las ocho personas se convirtieron en un pueblo amparado por el pacto. Eran un pueblo que tenía un pacto. En la vida de iglesia, en la resurrección de Cristo, somos un pueblo abrigado por un pacto. Tenemos un pacto. No vivimos por ninguna de nuestras convicciones, consideraciones, ni mentiras, sino por el pacto de Dios. Ahora vivimos bajo el Nuevo Testamento. ¿Está usted débil? ¿Va usted a enojarse, a golpear a su esposa, o a amar al mundo? Usted puede decir: “No, porque la Biblia me hace ver”. Estamos seguros, resguardados y protegidos por las promesas que contiene el pacto de Dios. Estas promesas son grandes y preciosas, y por medio de ellas podemos ser partícipes de la naturaleza de Dios y escapar de la corrupción que está en el mundo mediante la lujuria (2 P. 1:4).
2) El arco iris es una señal de la fidelidad de Dios en guardar Su pacto ¿Qué significa el arco iris que Dios puso en las nubes como señal del pacto (9:12-17)? Representa Su fidelidad. La fidelidad de Dios es el arco iris. En el último libro de la Biblia, Apocalipsis, el apóstol Juan vio a Dios sentado en un trono, y alrededor del trono había un arco iris (Ap. 4:3). El Apocalipsis, siendo el último libro de la Biblia, siempre nos vuelve al principio de la Biblia. En el primer libro había un arco iris, y en el último todavía encontramos el arco iris. La fidelidad de Dios permanece para siempre. El no puede negarse a Sí mismo (2 Ti. 2:13). Cuando El habla, guarda Su Palabra. El mismo es fidelidad. En 1 Corintios 1:9 dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”, y en 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia”. Dios es fiel. ¿A qué es fiel Dios? El es fiel a lo que dice. El es fiel a Su Palabra, y Su Palabra es el testamento, el pacto. El pacto es simplemente la Palabra de Dios. Dios es fiel en todo lo que dice. Este es el arco iris. Cuando aparezca una nube, usted debe pedir que venga la fidelidad de Dios. De este modo usted llama al arco iris. Cuando se sienta débil, debe pedir la fidelidad de Dios, de esta manera: “Oh Dios, Tú eres fiel. Yo soy débil, pero Tú debes fortalecerme conforme a Tu Palabra”. Todos vivimos bajo el pacto con la fidelidad de Dios como señal segura de que el diluvio no vendrá. Esta es la vida de iglesia. Nuestra vida cristiana y nuestra vida de iglesia son una vida salvaguardada por el pacto. Nos encontramos bajo el pacto. En cada versículo del Nuevo Testamento, encontramos las promesas de Dios. Quisiera mostrarles una de ellas, que he experimentado mucho. “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Co. 10:13). Hay un versículo para cada circunstancia que usted afronta. Si usted se aferra al pacto de Dios, le puedo asegurar que para todo lo que le suceda, hay un versículo con una promesa viva en la que puede confiar y por la que puede vivir. Todos debemos aprender a vivir bajo el pacto de Dios. No debemos sentirnos amenazados ni atemorizados por las nubes de nuestras convicciones, nuestros sentimientos y nuestro entorno. Estamos bajo el pacto de Dios, bajo Su plena bendición. Ya no hay condenación ni juicio ni maldición. La muerte ya fue abolida. En la iglesia disfrutamos continuamente de la vida. Todo es vida. No esté atemorizado por la pérdida de su trabajo ni por su salud. No tema ninguna cosa tenebrosa ni negativa. Somos el pueblo del pacto, y tenemos un versículo con una promesa para cada situación. Debemos permanecer bajo el pacto y no creer en ningún fracaso, debilidad, tinieblas, ni en nada negativo. Nuestro destino está bajo el pacto de la sangre rociada. ¡Aleluya, somos el pueblo del pacto! No hay ninguna nube ni ningún diluvio; sólo hay vida. No hay ninguna maldición; sólo bendiciones. La vida de iglesia es esta vida, y el pueblo de la iglesia es un pueblo que está bajo el pacto. De hecho, podemos ser llamados la iglesia del pacto.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA Y TRES LA VIDA EN RESURRECCION (2) En este mensaje profundizaremos en el tema de la vida de iglesia como la vemos tipificada en Génesis 8 y 9, pero esta vez la examinaremos desde el lado negativo.
g. El fracaso del líder y la autoridad delegada En medio de todos los aspectos positivos de la vida de iglesia, sucede algo negativo: el fracaso de Noé, quien era el líder y la autoridad delegada de Dios sobre la nueva tierra (9:20-27).
1) A causa del éxito de su labor ¿Por qué fracasó Noé? Porque tuvo mucho éxito. El relato de Génesis nos muestra que Noé se había convertido en el líder de la nueva tierra y en el padre de toda la humanidad que habitaba sobre la tierra. En aquel entonces él, como padre y líder de toda la humanidad, disfrutaba ciertamente la bendición de Dios. Noé se dedicó a la agricultura y plantó una viña (9:20). Sabemos que tuvo éxito en ello porque las vides produjeron uvas con la cuales hizo vino (9:21). Entonces, Noé relajó su moralidad. El vino era nutritivo, pero Noé bebió en exceso. El cometió el error de darse a esta liviandad. Debió ejercer dominio propio, pero no lo hizo, de modo que terminó por embriagarse. En su ebriedad, él fue ligero y se descuidó, y se halló desnudo sin saberlo. Había quedado desnudo sin darse cuenta, y su hijo Cam lo vio. Esto muestra que todos nosotros debemos tener cuidado cada vez que tenemos éxito bajo la bendición de Dios, pues ese éxito fácilmente nos puede llevar a ser livianos y descuidados. No debemos regocijarnos demasiado con nuestro éxito. Por el contrario, debemos regocijarnos con nuestros sufrimientos (Ro. 5:3). Pero cuando tenemos éxito, debemos tener cuidado. Cualquier clase de éxito puede llevarlo a uno a relajarse en la presencia de Dios. Después de relajarse, puede uno descuidarse. Entonces puede perder su contacto con la realidad hasta el punto de desnudarse. ¿Qué significa estar desnudo? Significa quedar descubierto a los ojos de Dios. Aquí debo decir algo enfático. Nosotros, como seres humanos caídos, necesitamos una cubierta. Necesitamos una cubierta no solamente en el plano espiritual, sino también en el físico. En los dos ámbitos debemos estar cubiertos en la presencia de Dios. Antes de que el hombre cayera, estaba desnudo ante Dios. No había nada malo en esta desnudez, porque no existía el pecado. Después de la caída, la desnudez constituye un pecado porque el pecado ya vino. Somos pecaminosos en nuestra naturaleza y necesitamos estar debidamente cubiertos ante Dios. En el plano físico, la cubierta apropiada es nuestra ropa. Inmediatamente después de la caída de Adán y Eva, descubrieron que estaban desnudos e hicieron lo posible por cubrirse (3:7), pero no lo hicieron muy bien. Entonces Dios vino y los cubrió con las pieles del sacrificio (3:21). Esta cubierta también tipificaba a Cristo como la cubierta del pueblo caído. En el plano físico, el hombre caído necesita una cubierta, especialmente ante Dios. Los sacerdotes no podían estar desnudos; tenían que estar completamente cubiertos cuando entraban en la presencia de Dios (Ex. 20:25-26; 28:40-43). Hoy en día, a la gente le gusta desnudarse, y exponer su cuerpo todo lo posible. No es necesario
preguntar qué enseña la Biblia al respecto: sólo pregúnteselo usted mismo. ¿No cree usted que estar desnudo es algo vergonzoso? Su naturaleza le dice que sí. La situación actual es lamentable. La gente no sólo se opone a la Biblia, sino que también va en contra de su propia naturaleza y su conciencia. Los varones y las mujeres deben cubrir sus cuerpos. Debido a esta convicción profunda, intento cubrirme lo más posible. No me gusta exhibir mi cuerpo. Cuanto más cubiertos estamos y más nos escondemos bajo una cubierta, más paz tenemos. Cuando yo era joven, veía a algunas personas llevar pantalones cortos durante el verano. Si yo ministrara llevando pantalones cortos, no podría hablar. Aun descalzo o llevando una camisa de manga corta aquí en la plataforma, me resultaría difícil hablar. Cuanto más exponemos nuestro cuerpo físico, menos paz tenemos. Si usted lee la Biblia, encontrará que esta convicción en cuanto a la desnudez proviene de la caída. Por muy santos que seamos, seguimos necesitando cubrirnos. Nuestro cuerpo físico debe estar cubierto. Si yo pudiera cubrir mi cuerpo entero, incluyendo mi cabeza y mis manos, podría hablar mucho mejor, porque tendría la seguridad de que nadie me vería. Podría hablar encubiertamente. Debemos cubrirnos todo lo que podamos. Necesitamos una cubierta espiritual con mayor razón que una cubierta física. ¿Qué es nuestra cubierta espiritual? Es Cristo. En tipología, la ropa y la vestimenta simbolizan a Cristo como cubierta nuestra (Lc. 15:22; Sal. 45:13). Estar desnudos espiritualmente significa perder nuestra cubierta en presencia de Dios, es decir, perder a Cristo, nuestra cubierta. Cuando los hermanos están en comunión, a menudo se entusiasman por algún éxito que han tenido. Cuando se relajan y se despreocupan en esa conversación entusiasta, pierden a Cristo como cubierta de ellos. Hablan en presencia de Dios sin ninguna cubierta. He visto eso entre las hermanas. Algunas amadas hermanas oran de manera muy espiritual plenamente cubiertas en la reunión de la iglesia, pero cuando tienen comunión unas con otras acerca de algunas cosas que las entusiasman, se relajan y se despreocupan. Pierden a Cristo como cubierta. En cierto sentido, están ebrias y desnudas. Cuando he visto esta situación entre las hermanas, no me he atrevido a intervenir. Mis experiencias pasadas me han mostrado que no es bueno ver la desnudez de un santo. Cuando las hermanas se dan a esta comunión entusiasta y desnuda, no es bueno ver lo que sucede allí. Me agrada ver una maravillosa reunión de oración, una reunión muy elevada, con oraciones fuertes, y con todos los hermanos y hermanas bajo la cubierta de Cristo. Es una bendición ver esa clase de reuniones. Sin embargo, cuando veo una situación negativa, me alejo porque no me gusta ver lo que se exhibe allí. Todos debemos tener cuidado y no entusiasmarnos al punto de relajarnos, descuidarnos, embriagarnos, desnudarnos y perder la cubierta apropiada. A menudo nos portamos así incluso cuando hablamos de cosas espirituales o de la vida de iglesia. Tal vez hablamos de una reunión de iglesia muy elevada, pero lo hacemos con desnudez sin estar cubiertos por Cristo. Como seres humanos caídos, debemos mantenernos cubiertos por Cristo en toda actividad, en todo lo que hagamos y digamos. No quiero hacer nada sin estar cubierto por Cristo. No me dirigiría a mi esposa, a mis hijos, a los hermanos y hermanas sin estar cubierto por Cristo. Si hago algo sin la cubierta de Cristo, estoy actuando de manera relajada, con descuido, ebriedad y desnudez. Significa que he perdido el dominio de mí mismo. Eso es exactamente lo que le ocurrió a Noé. Los jóvenes deben aprender a estar plenamente cubiertos en su actitud, su conversación y aun en su comunión. Esta es realmente una lección. Todas sus deficiencias quedarán plenamente expuestas cuando envejezcan. Nosotros los de edad avanzada debemos entender que nuestras deficiencias actuales exponen la falta de aprendizaje que tuvimos cuando éramos jóvenes. Pasa lo mismo con la educación. Si usted no aprende lo suficiente cuando es joven, sentirá que le faltan ciertos conocimientos cuando llegue a ser adulto. Es bueno ser salvo lo antes posible. Debemos alentar a los jóvenes a aprender las lecciones ahora. De otro modo, cuando sean adultos, sus deficiencias pondrán de manifiesto que les faltó conocimiento hoy. Ahora es el momento de aprender algunas de las lecciones con respecto a los detalles de la vida espiritual.
2) Cam, el padre de Canaán, recibió la maldición por exponer el fracaso Noé cometió un error y tuvo un fracaso. Cuando Noé se despertó, no confesó su falta. Inmediatamente maldijo a aquel que había revelado su desnudez (9:22, 24-25). Cuando yo era joven, estaba bastante insatisfecho con este caso. Dije: “Noé, ¿no te das cuenta de que estás equivocado? Debiste haberte confesado a Dios y luego reconocer tu error ante Cam, el hijo que vio tu desnudez. En lugar de confesarte, maldijiste”. Esto en realidad me perturbaba. Noé maldijo al que lo había puesto en evidencia y bendijo a los que le habían cubierto. El maldijo a quien no estuvo a su favor y bendijo a quienes estaban a su favor. Probablemente algunos de ustedes han sido turbados con este pasaje de la Palabra. Tal vez ustedes no entiendan la razón por la cual eso sucedió. En el plano espiritual, le era fácil a una persona como Noé ser humilde y confesarse. ¿No cree usted que eso es fácil? Sin embargo, al que falla y queda expuesto, le resulta muy difícil maldecir o bendecir. Noé fue el padre de la familia y el líder de la humanidad. Todos tenían puestos los ojos en él. El fracasó y quedó expuesto. El pudo ser humilde, pudo haber confesado su error y reconocido que había fracasado. No obstante, puesto que Dios lo había establecido como líder, él tenía que hablar, no según sus convicciones, sino conforme al gobierno de Dios. ¿Qué es más fácil hacer: ser humildes y confesar la falta, o hablar conforme al gobierno de Dios? A cualquiera le resulta fácil ser humilde, reconocer el fracaso y confesarlo. No obstante, si Noé lo hubiera hecho, ¿en qué se habría convertido el gobierno de Dios sobre esta tierra? ¿Y qué diríamos de sus descendientes? ¿Y de la economía de Dios, de la administración de Dios? Habría sido bueno que Noé se confesara así, pero habría significado la ruina del gobierno de Dios sobre la tierra. Aparte de Noé, ¿quien habría representado a Dios para hablar desde una posición de gobierno? Sólo Noé podía realizar esa obra. Le resultaba difícil a Noé, el que había fracasado, representar a Dios y hablar con autoridad gubernamental. Es posible que mientras él hablaba de esta manera, su conciencia lo haya molestado y quizás el diablo haya acusado su conciencia con estas palabras: “¿Cómo puedes hablar de esta manera, acabando de tener este fracaso?” En ocasiones cuando los líderes en la iglesia caen en esta clase de situación, renuncian y no dicen nada. Por tanto, no queda ningún gobierno divino. No juzgue a Noé según el concepto humano. En el gobierno de Dios, Noé fue un buen ejemplo. A pesar de haber fracasado, él permaneció firme como representante de Dios y habló como gobernante. Le resultó difícil a Noé hacer eso. No examine a Noé con ese enfoque, el de su fracaso. Usted debe considerar la situación desde la perspectiva del gobierno de Dios. Indudablemente Noé se equivocó. El se relajó, se despreocupó, se embriagó y se desnudó. No obstante, debemos mirar a Noé desde la perspectiva del gobierno de Dios. ¿Que debemos hacer cuando el líder está equivocado? Esto afecta el gobierno de Dios. Aquí vemos dos cosas: el gobierno divino y el fracaso humano. Si usted desea entender este pasaje de la Palabra divina, debe ver en qué consiste el gobierno divino. El problema no es simplemente un fracaso humano. El gobierno de Dios debe preservarse, independientemente de que el líder tenga razón o esté equivocado. Cam, quien puso en evidencia la desnudez de Noé, descuidó el gobierno de Dios. Exponer el fracaso de un líder significa entrometerse en el gobierno divino. Todos necesitamos entender eso. Supongamos que Noé no hubiera sido el líder ni la autoridad delegada sobre la tierra. Entonces lo que se hizo cuando él fracasó no habría sido tan grave. Nada de lo que hicieron habría afectado el gobierno de Dios ni los habría expuesto al castigo gubernamental de Dios. Pero Noé era el líder y la autoridad delegada de Dios sobre la tierra. ¿Cuál debería ser nuestra actitud ante el fracaso de un líder como éste? Esto nos conduce al castigo gubernamental de Dios. Moisés cometió el error de casarse con la mujer etíope (Nm. 12:1). Miriam habló en contra de él y sufrió la maldición de quedar leprosa (Nm. 12:10). Fue maldita porque descuidó al gobierno de Dios y tocó la autoridad delegada de Dios de manera negativa. ¿Por qué afirma la Biblia con tanto énfasis que todo el que menosprecie o deshonre a sus padres será maldito? (Dt. 27:16). Porque esto involucra el gobierno de Dios. Dios es un Dios de orden, un
Dios de gobierno. Si usted observa la creación, verá que todo está en orden. Este orden se relaciona con el gobierno de Dios. En el gobierno universal de Dios, los padres son la autoridad de Dios sobre los hijos. Cuando los hijos deshonran a sus padres, se rebelan contra el gobierno de Dios. Deshonran la autoridad delegada de Dios sobre la tierra. Cuando hacen eso, reciben maldición. David cometió un grave error al dar muerte a Urías y al tomar a la esposa de éste. Su hijo, Absalón, se rebeló contra él y sufrió como maldición la muerte (2 S. 15:10; 18:14-15). Hoy en día, muchos jóvenes desprecian y deshonran a sus padres y como resultado pierden la bendición de Dios. Considere la forma en que viven y actúan; son semejante a animales primitivos. Se perdieron la bendición que Dios destinó para la humanidad. ¿Por qué perdieron la bendición de Dios? Porque fueron malditos al haber deshonrado a sus padres. La Biblia dice claramente que quien honre a sus padres recibirá la bendición de una vida larga (Ef. 6:2-3). Jóvenes, si ustedes honran a sus padres, recibirán la bendición de una vida larga y normal. Ustedes serán sabios y sabrán cómo portarse bien. Conocerán la manera correcta de llevar una vida normal. No estarán bajo la maldición de vivir como animales primitivos. Vivir en el camino equivocado es señal de maldición. ¿Por qué fue maldito Cam? Porque tocó la autoridad de Dios e intervino en el gobierno divino. Noé estaba equivocado. Sin embargo, Cam debió tener en cuenta su posición y el gobierno de Dios. El fracaso del líder siempre se convierte en una prueba para nosotros. ¿Estamos realmente bajo el gobierno de Dios? Si tal es el caso, seremos bendecidos. De no ser así, perderemos la bendición. El fracaso de Noé fue una prueba para sus hijos. Con la misma prueba, uno recibió una maldición y los otros dos recibieron bendición. La manera de relacionarnos con el gobierno de Dios determina si recibiremos maldición o bendición. Aunque el fracaso de Noé fue grave, para Sem y Jafet fue una buena oportunidad de recibir bendición. Cuando yo era joven, sentía mucho pesar por el relato bíblico. Parecía que cuando Dios hacía algo, Satanás venía y lo dañaba todo. En aquel tiempo yo sólo veía el lado negativo, y no el positivo. Más adelante, el Señor me mostró que el lado positivo es más grande que el lado negativo. Noé fracasó: eso fue el lado negativo. La liviandad de Noé, su despreocupación, su ebriedad y su desnudez se debían a la obra que el diablo lleva acabo mediante la carne. No obstante, este fracaso causado por el diablo provocó una gran bendición. Sin ese fracaso, la bendición de Dios no habría podido ser tan práctica como lo es ahora. En todo caso, no diga: “Hagamos males para que vengan bienes”. Jamás diga tal cosa. La bendición de Dios siempre supera el daño causado por Satanás. Satanás destruye, pero Dios bendice continuamente. Dios parece decir: “Satanás, ¡destruye lo que he hecho! Cuando lo hayas arruinado, Yo vendré para bendecirlo. Mi bendición superará tu daño”. ¿Quién recibirá esta bendición? Sólo aquellos que estén bajo el gobierno de Dios. No se moleste por el daño que Satanás cause a la obra de Dios. Manténgase bajo el gobierno de Dios, y fuera del daño causado por Satanás, y recibirá bendición. Cam se perdió una oportunidad de oro de recibir la bendición. La perdió por descuidar el gobierno divino. La conversación que tuvo con sus hermanos se basó en un hecho. No hizo correr rumores ni dijo mentiras. Pero Sem y Jafet, sus dos hermanos, conocían y respetaban el gobierno de Dios. ¿Ha observado usted lo que hicieron? “Entonces Sem y Jafet tomaron la ropa, y la pusieron sobre sus propios hombros, y andando hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre, teniendo vueltos sus rostros, y así no vieron la desnudez de su padre” (9:23). Ni siquiera miraron la desnudez de su padre. Lo que hicieron no sólo estaba correcto y era moral, sino que concordaba a cabalidad con el gobierno de Dios. No olvide que la situación que allí se presentó no sólo estaba relacionada con el comportamiento de un hombre, sino también con el gobierno de Dios. Tenga cuidado. El hecho de que su padre tenga razón o esté equivocado es una cuestión personal. No olvide usted que él se encuentra en la posición de la autoridad delegada de Dios sobre la tierra. Si usted publica su fracaso, estará interviniendo en el gobierno de Dios. Todos debemos ver eso. Hablo de algo que he experimentado plenamente. Sem y Jafet conocían el gobierno de Dios. Ellos intervinieron, mas no para mirar el fracaso, sino para cubrirlo. Ver el fracaso de los demás no constituye una bendición. Cuando usted visita la casa de un hermano, no se pasee por toda su casa mirando los detalles. Eso no será una bendición, sino una
maldición. No ganará nada, sino que saldrá perdiendo. Cuando visite la casa de un hermano o hermana, debe ir allí como si fuera ciego. Esta es la razón por la cual tengo una buena respuesta para la gente que me pregunta por los demás. Digo: “No sé”. Digo la verdad al contestar eso, porque en realidad no lo sé. A menudo he sido invitado a la casa de un hermano, pero no conozco nada de esa casa aparte del comedor y la sala. No sé dónde está la cocina. No me gusta saber estas cosas. Quiero estar ciego. Prefiero ser ignorante. Sólo me gusta conocer la carga que el Señor me infunde. Hermanos y hermanas, aprendan a no enterarse de cosas. Aprendan a no ver. Aprendan a estar ciegos y sordos. ¿Sabe usted de dónde vienen los chismes? Los chismes vienen de ver y de oír. Si usted estuviese ciego y sordo, no tendría ningún motivo de diseminar chismes. Todos debemos aprender a no ver la situación de los demás. No procure ver esas cosas, pues eso le pondrá frente al gobierno de Dios. Estar involucrados con el gobierno de Dios no es algo insignificante. En el transcurso de casi cincuenta años, he visto y oído a muchos santos amados criticar al hermano Watchman Nee. Puedo testificar con osadía que de entre los opositores del hermano Nee, los que lo criticaron, afirmando que estaba equivocado y que ellos tenían razón, ninguno recibió bendición. Muchos de ellos sufrieron pérdida espiritual. Algunos perdieron su salud y los demás perdieron sus negocios. Es difícil encontrar alguna excepción. En los primeros años, no sabía por qué ocurrían estas cosas. Gradualmente aprendí que eso se debía al hecho de que todos los opositores y los que nos censuraban habían tocado el gobierno de Dios. No interesa si el líder tiene la razón o está equivocado; lo que importa es si usted está bajo el gobierno de Dios o no. Si el líder siempre obra correctamente, usted jamás será puesto a prueba. El fracaso o el error del líder se convierte en una prueba por la cual se manifiesta cuál es la verdadera condición de usted. Si se halla en la posición correcta bajo el gobierno de Dios, el fracaso del líder se convertirá en bendición para usted. Permítanme relatarles una historia acerca de mi propia experiencia. Durante seis años, de 1942 a 1948, el hermano Watchman Nee cesó su ministerio. En China la labor del diablo causó una tormenta espiritual, lo cual impidió que Watchman Nee ministrara. Durante la guerra él y yo estábamos lejos el uno del otro. Después de la guerra, en 1946, me invitaron a trasladarme del norte a la capital del sur. Algunos colaboradores involucrados en esa tormenta contra el hermano Nee me conocían muy bien y vinieron de lejos para hablar conmigo. Me preguntaron: “¿Hermano Lee, ¿puede usted decir que el hermano Nee jamás se ha equivocado?” Contesté: “Hermanos, que él se haya equivocado o no, no viene al caso. Ustedes deben reconocer que todos le debemos mucho a él. Todos debemos reconocer que él fue como un padre para nosotros. Si él no lo es para ustedes, debo testificar que, en la economía del Señor, él ciertamente fue un padre para mí. Antes de encontrar al hermano Nee, yo no sabía nada de la economía del Señor. El fue mi padre espiritual, y ha formado mi ser espiritual”. Luego conté a los hermanos la historia de Noé. Dije: “Hermanos, consideren el caso de Noé. ¿Estaba Noé equivocado? Indudablemente que sí. Pero no se trata de saber si Noé estaba equivocado o no; lo que cuenta es saber de dónde recibimos nuestro ser. ¿No fue Noé nuestro padre? Si él fuese el vecino y no el padre de ustedes, el asunto sería otro. Pero recuerden que él formó el ser de ustedes. El es su padre. Todo lo que ustedes son y han obtenido proviene de él. Esto los pone a ustedes frente al gobierno divino. Hermanos, no veo por qué la gente censura al hermano Nee. Aun cuando yo viera que él está equivocado, no estoy en posición de decir nada con respecto a su error, porque él es mi padre espiritual y porque mi ser salió de él. Nunca podría decir nada en su contra. Estoy bajo el gobierno de Dios. Hermanos, ustedes deben considerar que oponerse a nuestro padre espiritual no es nada insignificante. Cuando ustedes no estaban en contra del hermano Nee, ¿cuál era su sentir interior?” Todos reconocieron que sentían mucha vida. Cuando pregunté: “¿Qué me dicen ahora?” Contestaron: “Debemos reconocer que estamos muertos. No tenemos ninguna unción ni rocío interior. Nos hemos secado”. Entonces dije: “Hermanos, ustedes deben escuchar este sentir genuino. No se preocupen por su análisis mental. Según su análisis intelectual, el hermano Nee está equivocado, y mientras ustedes lo condenan, están muertos. Cuanto más lo condenan, más muertos están”. Los hermanos cambiaron inmediatamente de actitud y fueron salvos de su situación de muerte.
Todos debemos interesarnos en el gobierno de Dios. Creo que entre nosotros sí existe un gobierno divino. Si éste es el recobro del Señor, entonces el gobierno divino está entre nosotros. La maldición y la bendición de Noé fueron inspiradas por Dios en Sus administración gubernamental. No se basaron en los sentimientos personales de Noé, sino en el gobierno de Dios. No pertenecían a Noé mismo, sino al Dios que ejerce Su gobierno sobre la humanidad. Uno de los hijos de Noé fue maldecido y los otros dos fueron bendecidos. La maldición vino primero y las bendiciones vinieron después. La historia y la geografía enseñan que Sem, el primer hijo de Noé, fue el padre de los hebreos, los judíos. Cam, su segundo hijo, fue el padre de los pueblos de raza negra. El hijo de Cam fue Cus, el padre de los etíopes. Jafet, el tercer hijo de Noé, fue el padre de los pueblos europeos.
3) Sem y Jafet recibieron la bendición por encubrir el fracaso En la profecía dada por Noé se declaró explícitamente que Jafet sería engrandecido por Dios (9:27). Esta palabra requirió siglos para cumplirse. La historia nos muestra que los europeos se engrandecieron. Considere la historia de los siglos pasados. Se produjo un enorme crecimiento, una expansión, de los pueblos europeos a partir de la época de Colón. Esta expansión sigue y se debe principalmente a tres factores entre los europeos: el poder gubernamental, la ciencia y las artes, incluyendo la tecnología, y el comercio. A causa de estas tres cosas, los europeos se han expandido constantemente. Los estadounidenses son la prolongación de los europeos. Finalmente la cultura europea se ha extendido por todo el mundo por medio de los Estados Unidos. Este fue el cumplimiento de la bendición dada proféticamente a Jafet. Una sola palabra de la profecía dada a Jafet, el termino “engrandecido”, necesitó siglos para cumplirse. Muchas naciones siguen el estilo europeo de gobierno porque los europeos se destacaron en este asunto, lo aprendieron de los romanos. Además, las ciencias, la tecnología y las artes vinieron de los europeos. Todo eso es el cumplimiento de la profecía de Dios según la cual Jafet sería engrandecido. Examinemos ahora a Sem. “Y él dijo: bendito por Jehová mi Dios sea Sem”. El engrandecimiento corresponde a Jafet, pero Dios es el Dios de Sem. Jehová, Dios, pertenece a Sem. Todos los judíos pueden jactarse, diciendo: “Dios es nuestro”. Aun el Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana que la salvación viene de los judíos (Jn. 4:22). Todo lo relacionado con Dios proviene de los judíos. ¿Quién escribió el Antiguo Testamento? Los judíos. ¿Quién escribió el Nuevo Testamento? El Nuevo Testamento fue escrito por judíos, con la única excepción de Lucas, el médico. Incluso Lucas escribió con el conocimiento que había recibido de los creyentes judíos. Todo lo relacionado con Dios, el evangelio de Dios, Cristo, y la salvación, viene de los judíos. Se profetizó que Jehová Elohim pertenecía a Sem. Sem no posee el gobierno ni la ciencia, pero tiene a Dios. La profecía declara que el Jafet engrandecido debe morar en las tiendas de Sem (9:27). Los europeos, incluyendo a los estadounidenses, son fuertes, pero necesitan las tiendas de los hebreos. Si uno no cree en lo que predican los judíos, no tiene tienda ni reposo. Los descendientes de Sem no construyeron Babilonia; construyeron tiendas como lo había hecho Abraham y construyeron el tabernáculo para Dios. El Señor Jesús, un descendiente de Sem, fue comparado con un tabernáculo (una tienda, Jn. 1:14). Finalmente, la Nueva Jerusalén también será la tienda eterna de Dios (el tabernáculo, Ap. 21:2-3), que lleva los nombre de las doce tribus y los nombres de los doce apóstoles judíos. Los descendientes de Jafet, los europeos, incluyendo a los estadounidenses, han morado verdaderamente en las tiendas de salvación de Sem. Esta profecía se ha cumplido y se sigue cumpliendo. Jafet fue engrandecido y debe morar en las tiendas de Sem. Cam fue maldecido por haber intervenido en el gobierno de Dios. El perdió la bendición. Bajo la maldición, se convirtió en un esclavo de esclavos. ¿Fue eso comprobado por la historia? ¡Sí! Leamos Hechos 13:1 “Había entonces en Antioquía, en la iglesia local, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba
Niger, Lucio de Cirene, Manaén el hermano de crianza de Herodes el tetrarca, y Saulo”. En este versículo, vemos que varios pueblos han llegado a ser una sola iglesia. Aquí vemos a ciertos profetas y maestros que se mencionan entre los miembros de la iglesia, miembros destacados y activos. Bernabé y Saulo eran judíos. Simeón era llamado Niger (que significa negro). Eso puede indicar que era moreno. Lucio de Cirene venía de Africa. Cirene era una ciudad en Africa del norte, donde se encuentra Libia ahora. Manaén fue criado con Herodes. Herodes descendía de un idumeo (un edomita), y en el aspecto gubernamental estaba relacionado con los romanos (los europeos). Por lo tanto, aunque se desconoce el origen de Manaén, éste, como hermano de crianza de Herodes, debe de haber sido criado en la cultura europea. Por consiguiente, vemos que los cinco miembros importantes que funcionaban en la iglesia de Antioquía se componían de dos judíos, descendientes de Sem, uno de Africa y uno que podía ser una persona de raza negra; es posible que ambos hayan sido descendientes de Cam, y que uno de ellos estaba relacionado, por lo menos culturalmente con los descendientes de Jafet. Todos llegaron a ser una sola iglesia. No importa la ascendencia que usted tenga; no se desanime. Todos nosotros, por haber sido regenerados, constituimos la iglesia. Nacimos con distintos orígenes, pero ahora todos estamos en la misma iglesia. Todos nacimos en el cumplimiento de la profecía que Dios dio por conducto de Noé acerca de la humanidad. Pero nuestra condición natural cambió cuando recibimos la salvación de Dios en Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA Y CUATRO LA VIDA EN RESURRECCION (3) En los mensajes anteriores hablamos principalmente de la historia de Noé. Allí vimos que el arca que hizo Noé pasó por las aguas e introdujo a Noé y a su familia en una nueva era. Según la tipología, en aquel tiempo Noé y su familia vivían en resurrección, y esa clase de vida era una sombra de la vida de iglesia. Esta sombra de la vida de iglesia en resurrección revela la manera en que aquellos que constituyen la iglesia son resucitados juntamente con Cristo, la forma en que adoran a Dios con Cristo y vuelven al propósito original de Dios que consiste en que el hombre lo exprese y lo represente. Además, esta sombra muestra cómo los miembros de la iglesia viven bajo el pacto de Dios. Podemos llamarlos el pueblo del pacto. Todo lo que hacen se encuentra bajo el pacto de Dios y está lleno de bendiciones. También vimos que infortunadamente, en esa sombra de la vida de iglesia hubo un fracaso, pues, en cierto sentido, Noé, quien era la autoridad delegada de Dios, le falló a Dios. Ese fracaso puso ciertas cosas de manifiesto. Algunos recibieron bendición y otros maldición.
h. Da por resultado las denominaciones, representadas por las naciones En este mensaje debemos considerar un aspecto desagradable de la vida de iglesia. La historia de la iglesia tiene un lado glorioso y uno vergonzoso y desagradable. Necesitamos examinar el lado desagradable. Después del diluvio, Noé y su familia tuvieron un nuevo comienzo. Existía una verdadera unidad entre ellos. Estaban unidos en todo. Primeramente, eran uno con Dios. Como personas que están en resurrección (en tipología el número ocho denota resurrección), estas ocho personas eran uno con
Dios. Adoraban a un solo Dios. En segundo lugar, tenían una sola meta: expresar a Dios y representarlo. Su meta era volver al propósito que Dios tenía desde el comienzo. Al principio Dios tenía el propósito de que el hombre lo expresara a El con Su imagen y que lo representara con Su señorío. Después del diluvio, el nuevo linaje volvió al propósito original de Dios, el de expresarle y representarle. En tercer lugar, estas ocho personas eran uno en sus opiniones, su lenguaje, sus conceptos y su comprensión. Todos hablaban lo mismo. Eran verdaderamente uno. Con el transcurso del tiempo, la gente se fue multiplicando. La población aumentó muchísimo. Como resultado se dividieron. No sólo se dividieron en familias y generaciones, sino también en naciones. Una nación es un reino, un imperio en el cual alguien ejerce autoridad como si fuera la cabeza. Cuando alguien ejerce autoridad sobre los demás, allí se constituye un imperio, una nación. Al principio de la nueva era de vida en resurrección, había una sola autoridad delegada, Noé, quien representaba a Dios, la verdadera cabeza. Había una sola familia con una sola cabeza. Esta era una unidad completa. Pero con el tiempo los descendientes de Noé no sólo se dividieron en familias, sino también en naciones. Eso fue terrible. Como hemos hecho notar repetidas veces en los mensajes anteriores, Génesis, un libro todoinclusivo, es un libro de semillas. Casi todo lo que contiene la Biblia fue sembrado allí. Las semillas sembradas en el libro de Génesis se desarrollan en los siguientes libros de la Biblia, llegando a ser una cosecha en el libro de Apocalipsis. Lo mismo ocurre con la semilla de la división. La semilla de la división se siembra en Génesis 10, crece en las epístolas del Nuevo Testamento y se convierte en una cosecha en el Apocalipsis. Ahora consideraremos la semilla de división entre el pueblo de Dios.
1) Eran uno originalmente Originalmente los que conformaban el pueblo de Dios eran uno. ¿Por qué eran uno? Ellos eran uno por el elemento de familia que los unía, pero el factor principal de su unidad era su único Dios. Noé y su familia adoraban al Dios único. Este Dios único es el factor principal que mantiene unido al pueblo de Dios. La familia de Noé estaba unida porque adoraba al único Dios. La adoración a Dios es crucial. Cuando se cambia la adoración a Dios, también cambia la situación del pueblo de Dios. Cuando existen varios tipos de adoración entre el pueblo de Dios, se crean divisiones entre ellos. Por consiguiente, el factor principal que preservaba la unidad del nuevo linaje era que ellos tenían al único y verdadero Dios. Del mismo modo, nosotros tenemos un solo Dios. Adoramos al único Dios. Nuestro Dios es único. Por consiguiente, también somos uno. Efesios 4:6 habla de un solo Dios y Padre. Somos uno porque tenemos un solo Dios y Padre. Además, como ya dije, Noé y su familia eran uno por compartir una sola meta. Ni Noé ni sus hijos se centraban en sus propios intereses. Todos eran partidarios de Dios. ¿Cuál era la meta de Dios? El objetivo de Dios era que el hombre lo expresara y lo representara. Noé y su familia no tenían otro Dios ni otra meta. Su meta no era cultivar ni educarse ni fomentar la industria. Su meta no giraba en torno a sus propios intereses. Su única meta era expresar a Dios y representarlo. Eso nos debe causar una profunda impresión. Aunque tenemos un solo Dios, es posible que tengamos varias metas. Si tenemos distintas metas, estaremos divididos. ¿Cuál es su meta? ¿Ser importante y famoso? ¿Es acaso construir algo que no está en el propósito de Dios? Estamos aquí en Anaheim para expresar a Dios y para representarlo. Tenemos una posición firme que declara a todo el universo, a Satanás y a todos los ángeles rebeldes, a los principados, a las potestades, a los poderes y a los demonios que nosotros, las iglesias locales, somos uno con Dios y que nuestro único interés es Su propósito. Nuestra única meta es expresar a nuestro Dios. Estamos aquí para expresarlo a El. Quisiera dirigir unas palabras sencillas a los que recién comienzan a asistir a nuestras reuniones. ¿Entienden lo que estamos diciendo? Nuestro pueblo no es muy talentoso ni muy bien vestido. Los que están al frente entre nosotros no tienen ninguna belleza ni atractivo. No tenemos un piano de cola ni un órgano. Ni siquiera tenemos un rótulo. ¿Quiénes somos? No somos nadie. Sólo somos una voz que clama en el desierto (Jn. 1:23). Cuando ustedes vienen a nuestras reuniones, no ven
nada exterior. Sin embargo, con toda seguridad ustedes ven algo: a Dios mismo expresado. Quizás después de asistir a una reunión, ustedes digan para sí: “Me agrada estar con ellos, pero no encuentro qué tienen de bueno. No cantan muy bien. Nadie se viste de manera atractiva. No hay ninguna belleza ni ninguna fachada. Pero hay algo especial en ellos”. Este “algo especial” es la expresión de Dios. Dios es nuestra expresión. El es nuestra fachada, nuestra belleza y nuestro atractivo. Como iglesia, hemos regresado al propósito original de Dios, al propósito que El tenía al principio, esto es, que el hombre lo expresara y lo representara. Este es el recobro del Señor. En calidad de iglesia representamos a Dios. Esta es la razón por la cual oramos muchas veces: “Señor, te entregamos el mando. Tú debes hacer algo. Estamos aquí representándote a Ti, y no a nosotros mismos. Nosotros somos Tu representación; por tanto, debes hacer algo para Ti”. ¿Puede usted orar de esta manera? ¿Se atrevería a orar así? Si usted no está en posición de representar a Dios, su conciencia no le permitirá declarar eso al orar. Pero cuando se mantiene en posición de representar a Dios, su conciencia le confirmará y le fortalecerá para que diga: “Señor, Te damos el mando. Debes vindicar Tu camino. Este es Tu recobro, Tu propósito. Debes intervenir. No representamos nada que no seas Tú, Señor; por esta razón, debes intervenir”. Esta es la vida apropiada de iglesia. Mientras estemos en esta posición, tenemos la única unidad. Somos uno. No necesitamos decir: “Hermanos, seamos uno”. Si necesitamos decir eso, ya es demasiado tarde para ser uno. Cuando volvemos al principio, al propósito original de Dios, a saber, que el hombre lo exprese y lo represente a El, somos espontáneamente uno. Somos uno porque tenemos una sola meta.
2) Se dividen con el paso del tiempo ¿Por qué, pues, se dividió la gente? Ellos se dividieron porque empezaron a tener varias clases de adoración y porque adquirieron varias metas, intereses y propósitos. Génesis 10:31 revela cuatro maneras en que la gente se dividió: por familias; por idioma, es decir, por sus propias palabras, conceptos, comprensión y declaraciones; por sus distintos países; y por sus distintas naciones. Permítanme decir algo acerca de cada uno de estos cuatro puntos. ¿Qué representa una familia? Representa una relación en la carne. Mucha gente no se interesa en Dios, ni en Su propósito, ni en Sus intereses. Se preocupan solamente por su familia. ¿Por qué son uno con su familia? Simplemente porque su familia está compuesta de sus parientes. El principio es el mismo entre el pueblo del Señor hoy en día. Muchas divisiones fueron causadas por relaciones en la carne. Toda relación carnal da inicio a una división. Aunque no pertenezcamos a la misma familia según la carne, podemos tener una relación carnal. Quizás a usted le caiga bien cierto hermano porque es la clase de personas que le agrada, pero tal vez no le agraden otros. Si usted ama a ciertas personas porque son la clase de personas que a usted le caen bien, constituye una familia carnal, unida por relaciones dictadas por sus gustos carnales. Por consiguiente, si queremos mantener una verdadera unidad, debemos vencer las relaciones carnales. El idioma constituye otra causa de divisiones. El idioma no significa solamente el habla, sino que también denota la enunciación de lo que uno entiende. El idioma es la expresión de los conceptos. Las divisiones pueden producirse por nuestras diferencias en comprensión y en conceptos. Usted sostiene un concepto, yo defiendo otro, y una tercera persona tendrá otro diferente. Finalmente, los tres hablaremos distintos idiomas. Aunque hablemos el mismo idioma, cada uno de nosotros hablamos a nuestra manera, en nuestro propio lenguaje. Esto conducirá a contiendas y divisiones. Tenemos familias por causa de nuestros intereses carnales y tenemos idiomas por causa de las diferencias en conceptos y expresiones. Las diferentes expresiones causan discusiones, y éstos a su vez traen divisiones. Observe la historia del cristianismo. Al principio, muchos santos estaban totalmente unidos. Pero en cierto momento, algunos de ellos se aferraron a distintos conceptos y empezaron a hablar cosas diferentes; comenzaron a hablar un idioma diferente. Esto causó molestias. Esta es la historia de la división en el cristianismo a lo largo de los siglos. El lenguaje es verdaderamente un factor de división.
¿Qué representan los países? Representan territorios. Cuando yo era joven me enteré de que los diferentes misioneros que fueron a mi provincia y predicaban el mismo Señor y el mismo evangelio tuvieron un concilio en el cual se dividieron entre ellos partes de esa provincia. Dijeron que cierto territorio pertenecía a los bautistas del sur y otro territorio a los presbiterianos, otro a los hermanos abiertos, etc. Dividieron esa parte del país en cuatro o cinco territorios. Eran estrictos al respecto, y decían a los que invadían su territorio: “¿Por qué vienen ustedes a predicar en nuestro territorio? ¿No recuerdan que dividimos esta región en territorios?” El Señor nos ha guiado a presentar aquí en Estados Unidos el tema de que el terreno o la base de la iglesia es la localidad. Hace diez años enfrentamos mucha oposición a la enseñanza de la localidad como terreno de la iglesia. Ahora este tema se ha convertido en un asunto explosivo. La gente habla de la iglesia local, y muchos se proclaman la iglesia local de su ciudad. No obstante, muchos grupos no son iglesias locales, sino sectas locales. Algunos nos dijeron: “Nosotros somos la iglesia local aquí. No vengan a perturbarnos”. Otros dicen: “Somos la iglesia local aquí y somos autónomos”. ¿Qué es la autonomía? Es la división del territorio con fines egoístas. Cuando la gente dice: “No nos molesten: somos la iglesia local en esta ciudad”, a los ojos de Dios son una secta local, y no una iglesia local. Ahora la gente tendenciosa usa cualquier pretexto para seguir causando división. Es cierto que todas las iglesias locales son independientes localmente, pero universalmente son un solo Cuerpo. Podemos decir que hay muchas iglesias locales, pero nunca podríamos decir que hay muchos cuerpos. Puede haber mil iglesias locales, pero el Cuerpo de Cristo sigue siendo uno solo universalmente. Cristo no tiene más que un solo Cuerpo. Si los hermanos aquí en Anaheim proclaman que son la iglesia en Anaheim y que los demás no deberían molestarlos, se habrán convertido en una secta local. Habrán dividido el territorio. Tomemos el ejemplo de los Estados Unidos, una nación de cincuenta estados. Estos cincuenta estados no son países separados. Podemos viajar de un estado a otro. Usted puede ser un ciudadano de California hoy y un ciudadano de Oregón mañana. Poco después puede mudarse a Arizona y ser ciudadano de ese estado. A pesar de componerse de cincuenta estados, los Estados Unidos no están divididos en cincuenta países. Cuando ustedes se conviertan en una familia carnal, tendrán un lenguaje lleno de opiniones y un método divisivo de fraccionar el país. Con el tiempo, se convertirán en una nación en sí mismos. Es interesante observar que la palabra denominación incluye la palabra nación. En tipología, constituye una nación; en el cristianismo, es una denominación. La palabra denominación denota lo que ha recibido un nombre. En tipología hay naciones, tales como Etiopía, Egipto, Seba, etc.; en el cristianismo hay denominaciones, como los luteranos, presbiterianos, episcopales, etc. Estos constituyen naciones o denominaciones. Todos están divididos. Cuando fui salvo, todos los pastores y ministros estaba contentos usando la palabra denominación. Entonces el Señor nos levantó para denunciar las denominaciones, y los pastores y ministros dejaron de usar ese término. Aunque dejaron de usar el término denominación, siguen usando muchos nombres. ¿Se da cuenta usted de que cada nombre es una división? Cada denominación, cada nombre, es una división. No diga que nuestro nombre es “la iglesia local”. No tenemos ningún nombre. Por ejemplo, la luna no tiene ningún nombre; es simplemente la luna. Debemos llamar simplemente “luna” a la luna. Algunas personas dicen que la luna de Estados Unidos es más brillante que la luna de China. Pero no existe una luna estadounidense ni una luna china. Todo lo que usted puede decir es “la luna [que se ve] en Estados Unidos o la luna [que se ve] en China”. Se trata de una sola luna. Existe una sola luna y no hay otra. Del mismo modo, la iglesia es simplemente la iglesia. La expresión “iglesia local” no es nuestro nombre, sino la descripción de nuestra naturaleza. No somos las supuestas iglesias facciosas y divididas; somos la iglesia que está en una localidad. Por tanto, la expresión “iglesia local” denota nuestra naturaleza, y no es nuestro nombre. No considere “la iglesia local” como un nombre. Todo lo que podemos decir es la iglesia en cierta localidad, como la iglesia en Los Angeles, la iglesia en Anaheim, etc. En una familia no hay ningún rey. La cabeza de familia no es un rey. Cuando hay opiniones o
expresiones diferentes, de todos modos no tienen rey. Cuando dividen el territorio, es probable que allí todavía no haya ningún rey. Pero cuando adoptan un nombre y se convierten en una nación, obtienen un rey y automáticamente quedan divididos. Originalmente, la unidad se basa en un solo Dios y una sola meta, y la división fue el resultado de las diferentes clases de adoración, incluso la adoración de diferentes objetos con distintos intereses y propósitos. Finalmente se formaron familias, se expresó un lenguaje, el país se dividió en territorios, y se crearon las naciones, o sea las denominaciones. El resultado fue la división. Si uno observa la historia del cristianismo, se dará cuenta de que se dividió precisamente de esta manera. En la década de 1930, hablé mucho acerca de las denominaciones. Un día, al regresar a mi ciudad natal después de una larga ausencia, algunos amigos me invitaron a un banquete con varios líderes cristianos de edad avanzada que me conocían muy bien. Cuando estuve allí, teniendo apenas treinta años de edad, me encontré rodeado por un grupo de personas mayores, que tenían en general más de sesenta años de edad. Uno de ellos empezó a hablar y dijo: “Señor Lee, en las predicaciones que usted presentó en años anteriores, ha denunciado las denominaciones. Queremos preguntarle ¿por qué, después de haber predicado contra las denominaciones, ha formado usted otra denominación?” Pensaban que me habían vencido. Contesté: “Me alegro de estar aquí con todos ustedes, pues éste es el mejor momento para aclarar todo este asunto. El apóstol Pablo reprendió a los corintios que decían: ‘Yo soy de Apolos’, ‘yo soy de Pablo’, y ‘yo soy de Cefas’. Algunos incluso dijeron: ‘Yo soy de Cristo’. El apóstol Pablo reprendió a todos los facciosos que estaban en Corinto (1 Co. 1:1113). Ustedes afirman ser bautistas, o presbiterianos, o chinos independientes. Díganme con sinceridad: si el apóstol Pablo estuviera aquí, ¿aprobaría lo que ustedes hacen? Dijeron: ‘Claro que no, Pablo jamás aprobaría esto’”. Fueron honestos. Y tenían que serlo porque ya los había acorralado. Entonces proseguí: “Puesto que ustedes están de acuerdo en que no está correcto decir: ‘Soy bautista’, o ‘Soy presbiteriano’, entonces ¿dónde me ubicarían a mí? ¿Me pondrían en su denominación presbiteriana, o en la bautista o en la iglesia china independiente?” Contestaron: “No lo pondríamos en ninguna de ellas”. Entonces dije: “Pero ustedes deben ponerme en alguna parte. ¿No debería yo quedar en alguna parte?” Quedaron perplejos. Entonces agregué: “Por la misericordia y la gracia del Señor, lo amo ciertamente a El. Por amarlo a El, debo predicar el evangelio a los incrédulos. Muchos fueron salvos por medio de mi predicación. ¿Dónde los ubicaré? ¿En qué denominación los pondré, en la bautista, la presbiteriana o la iglesia china independiente?” No pudieron contestar nada. Entonces dije: “¿Ven la situación? ¿Ahora ven por qué, por una parte, predico contra las divisiones y por otra, les parece que formo otra división? Debemos reunirnos. No somos uno con ustedes porque ustedes nos obligan a no serlo. Ahora bien, si ustedes me prometen que a partir de mañana derribarán todos sus carteles y se olvidarán de sus diferentes nombres, entonces les prometo que tendré comunión con todos los hermanos esta noche y cerraremos inmediatamente nuestro local de reuniones. Entonces podremos reunirnos como una sola iglesia en esta ciudad. ¿Qué les parece?” Entonces dijeron: “No, no podemos hacer eso”. Para concluir, les dije: “Ustedes no lo quieren hacer; entonces, ¿quién es responsable por las divisiones?” Después de aquella noche hasta el día en qué salí de la China continental, ninguno de ellos me volvió a molestar. Habían perdido el caso en la corte celestial. Querían conservar sus nombres divisivos, sus denominaciones. Algunos decían: “Somos los chinos independientes. No hay nada mejor que eso”. Otros decían: “Somos presbiterianos de tercera generación. ¿Cómo podríamos renunciar a este nombre?” Otros querían decir: “Somos bautistas. Los bautistas son mucho mejor que los presbiterianos, quienes bautizan por aspersión, lo cual es un error, pero nosotros bautizamos por inmersión”. Ya conocemos bien esta clase de disputas. Cuando llegamos a la isla de Taiwán, el Señor bendijo la obra. Aumentamos en número, de menos de quinientos santos a más de veinte mil. Durante unas conferencias de diez días en Taipéi en 1957, di por lo menos treinta mensajes sobre la base de la unidad. Después de aquellos días, todos los ancianos sintieron la carga de ponerse en contacto con algunos grupos independientes destacados en la ciudad. Había por lo menos dos o tres grupos que afirmaban no ser sectarios ni denominacionales, pues se reunían simplemente en el nombre del Señor. Primero, mandamos dos o
tres ancianos a visitar a estos grupos para tener una conversación detallada con ellos acerca de la unidad entre los santos. Luego invitamos a cada uno de los grupos a que enviaran algunos de sus líderes a reunirse con nosotros. Cuando nos reunimos con ellos, les dijimos: “Hermanos, quizás ustedes piensen que por ser nosotros tan numerosos en comparación con ustedes, vamos a manipular la situación. Tranquilícense. Les hablamos con un corazón sincero. Somos serios acerca del recobro del Señor y de la verdadera unidad del Cuerpo. Estamos dispuestos a renunciar a ser ancianos para que ustedes sean los ancianos. Estamos dispuestos a poner todas las propiedades de todas las salas de reunión en sus manos. Además, estamos dispuestos a tener una conferencia para pedir a todos los santos que sean uno con ustedes y se sometan a todos ustedes. Se lo prometemos y estamos dispuestos a escribirlo y firmarlo”. Los habíamos obligado a definirse. Dijeron: “Hermanos, apreciamos su sinceridad, pero queremos seguir siendo independientes”. Los líderes de cada grupo dijeron lo mismo. Con eso nos dimos cuenta de que no querían ser uno. ¿Por qué no estaban dispuestos a ser uno? Porque disfrutaban el hecho de tener sus propios imperios, sus propias naciones. Después de la primera guerra mundial, el señor Wilson, presidente de Estados Unidos, y los líderes de Gran Bretaña y de Francia formaron la Liga de las Naciones en un intento de unificar a todas las naciones del mundo. Esto acabó en un fracaso. Más adelante, después de la segunda guerra mundial, el señor Roosevelt y otros líderes formaron las Naciones Unidas. ¿Están verdaderamente unidas las naciones? Sólo están unidas en sus conflictos. En principio, pasó lo mismo en mi ciudad natal hace cincuenta años. Poco tiempo después de ser salvo, fui a ver a mi pastor y le pregunté por qué los cristianos estaban tan divididos. El me contestó: “Anímate. Tengo buenas noticias para ti. Todas las denominaciones de nuestra ciudad se van a unir”. Poco tiempo después, el mismo pastor me dijo que cuanto más intentaban unirse, más se dividían. En la conferencia que organizaron para intentar unificarse, combatían entre ellos. Si no me cree, congregue a todos los líderes de las denominaciones y verá lo que sucede. Cada uno de ellos declarará algo diferente. Tal vez todos hablen en el mismo idioma, pero todos declararán conceptos diferentes. Usted verá las divisiones que se formarán entre ellos. Ser disidente y hablar cosas diferentes es una maldición. Si usted es un disidente, será el primero en recibir maldición. Si habla cosas diferentes, traerá muerte a su espíritu. Indudablemente perjudicará la vida de iglesia, y además usted mismo sufrirá una gran pérdida. Ser disidente o hablar cosas diferentes jamás ha sido una bendición, sino todo lo contrario. Durante los últimos cuarenta y cinco años, he notado que todos los disidentes, sin excepción, han sufrido pérdida. Hermanos, no hace falta que seamos disidentes. ¿Acaso no tenemos un solo Dios? ¿No tenemos una sola Biblia? ¿No creemos en un solo Señor? Puesto que tenemos un solo Dios, una sola Biblia, y un solo Señor, olvidémonos de todos los conceptos disidentes, y hablemos lo mismo por el bien de los intereses del Señor. Esta fue la razón por la cual el apóstol Pablo nos amonestó a todos a que hablásemos una misma cosa, y a que no hubiese divisiones entre nosotros, sino que estuviésemos perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer (1 Co. 1:10), y a que tuviésemos un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes,a una voz, glorificásemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (Ro. 15:5-6). Durante el primer año de mi labor en el recobro del Señor en este país, me invitaron a Tyler, Texas. Sabía que los cristianos siempre tienen opiniones diferentes; por eso, tuve mucho cuidado. No grité ni dije en voz alta: “Amén, alabado sea el Señor”. Mientras algunos oraban, me senté allí y dije en voz baja: “Amén, Señor” pensando que nadie me oiría. Finalmente alguien dijo: “Hermano Lee, usted probablemente no conoce la costumbre de aquí. La gente no acostumbra oír ningún Amén”. Dejé de decir Amén audiblemente. Más tarde, algunos vinieron y me dijeron: “La gente en este país no está de acuerdo con decir Amén durante el servicio”. Hace años, en algunas iglesias wesleyanas, tenían una esquina para los que decían Amén y todos los que querían decir Amén tenían que sentarse allí. No deberíamos molestarnos por tales cosas. Deberíamos estar conformes cuando la gente diga Amén y cuando no lo diga, cuando lo diga en voz alta y cuando no lo enuncie audiblemente.
Hay muchos debates acerca del bautismo. Algunos dicen que la aspersión es la manera correcta. Algunos aseveran que sólo la inmersión es bíblica. Algunos insisten en sumergir a la gente hacia delante, y algunos en hacerlo hacia atrás. Algunos insisten en sumergir una vez, y otros tres veces. Otros discuten en cuanto a la clase de agua que se debe usar, si debe ser caliente o fría, salada o fresca, en una piscina hecha por los hombres, o en un lago, en un río o en el mar. Existen muchas y diversas opiniones. Nada de eso nos debería dividir. Mientras todos adoremos a un solo Dios y creamos en el único Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, quien se encarnó para ser nuestro Salvador, quien murió en la cruz por nuestros pecados al derramar Su sangre por nuestra redención, quien resucitó al tercer día, y quien es ahora el Señor y está en los lugares celestiales y también es vida dentro de nosotros, todos deberíamos ser uno y no estar divididos en nada. Después de que el Señor nos condujo a orar-leer la Palabra de Dios y a invocar Su nombre, algunos cristianos empezaron a oponerse a nosotros en estos asuntos. Algunos nos criticaron y otros aun nos censuraron con mala intención por estas dos cosas. Si orar-leer o invocar el nombre del Señor cambia la vida de una persona, entonces soy partidario de esas cosas. Es diez mil veces mejor que ir al cine o asistir a encuentros deportivos. Y es mucho mejor que la música rock. En cuanto a la Trinidad, creemos, conforme a la Biblia, en un solo Dios, el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Creemos exactamente en lo que la Biblia dice. Pero algunos definen la Trinidad según sus propios conceptos, y afirman que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas distintas que tienenla naturaleza de un solo Dios. Entonces, ¿qué sucede con aquel único Dios? ¿No es El una persona? Así como el Padre es una persona, el Hijo también es una persona al igual que el Espíritu; por consiguiente, Dios también debe de ser una sola persona. En dado caso, debe de haber cuatro personas en el único Dios. Hablar de la Trinidad con esta clase de terminología causa problemas y confunde a los que la usan. No debemos dejarnos envolver en esos debates. Griffith Thomas, famoso por su exposición del libro de Romanos, dice en The Principles of Theology [Principios de teología]: “El término ‘Persona’ ... no debe ser usado excesivamente pues conduciría al triteísmo ... La verdad y la experiencia de la Trinidad no dependen de la terminología teológica”. La Trinidad es un misterio insondable. Nadie lo puede explicar completamente. Sólo podemos decir que según la Biblia, existe un solo Dios, el Dios único, que es Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu; y que Isaías 9:6 revela que el Hijo es el Padre, y 2 Corintios 3:17 nos dice que el Señor es el Espíritu. Creemos simplemente en todo lo que enseña la Biblia. No podemos añadir nada más. Los que defienden el concepto de tres personas distintas “que tienen la naturaleza de un solo Dios” pueden ser cristianos, pero están divididos en sus opiniones y en su terminología. Aun teniendo esta clase de conceptos, los reconoceremos como hermanos en Cristo, siempre que crean en el Dios único, el Dios Triuno: el Padre, el Hijo, y el Espíritu, y en el Señor Jesús quien es el Hijo de Dios encarnado para ser nuestro Salvador, quien murió en la cruz por nuestros pecados y derramó Su sangre por nuestra redención, quien resucitó al tercer día, y quien es ahora el Señor en los cielos y la vida en nosotros. Nosotros creemos en la Trinidad conforme a la Palabra pura de la Biblia. No deberíamos aferrarnos a conceptos o terminología que causen división. Nuestro único interés es la unidad del Cuerpo en el recobro del Señor. La disensión trae maldición, pero la unidad trae bendición: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna” (Sal. 133:1, 3).
i. Tiene su consumación en Babilonia, representada por Babel Babel se levantó de entre las naciones. Esto significa que Babilonia provenía de las denominaciones. Todas las sectas y las denominaciones tendrán su consumación en la gran Babilonia. Babilonia, palabra de origen griego, es el equivalente de la palabra hebrea Babel. Si usted lee el Nuevo Testamento, verá que Babilonia sale de las sectas del cristianismo, es decir, de todas las denominaciones. Antiguamente el producto de todas las naciones fue Babel, y todas las denominaciones que hay en el cristianismo llegarán a su consumación final en la gran Babilonia.
Una vez más, vemos que Génesis es un libro de semillas, pues aquí en Génesis 10 tenemos la semilla de Babilonia, y en Apocalipsis 17 y 18 tenemos la cosecha de la gran Babilonia.
1) De la línea de la maldición Babel salió de las naciones que se encontraban en la línea de la maldición (10:6, 8). La línea maldita acompañaba a Cam. Cus, el constructor de Babel, era hijo de Cam, y Nimrod, el hijo de Cus, fue el primero en reinar sobre Babel. Esto tipificaba al cristianismo. El cristianismo es tipificado en detalle por las naciones. Entre las naciones, Babel provenía de la línea de maldición. ¿Cuál fue la causa de la maldición? ¡La rebelión! Cam fue maldecido por haberse rebelado contra el gobierno de Dios. Los descendientes de Cam, a quien Dios había maldecido por haberse rebelado contra el gobierno divino, fueron usados por Satanás para establecer Babel, el sistema satánico. Sucede lo mismo hoy en día. Babilonia había sido construida por cristianos que no se preocupaban por el gobierno de Dios, sino sólo por su propio reino. En cada denominación, incluyendo la Iglesia Católica Romana, hay cristianos auténticos y salvos. Son el pueblo de Dios y le pertenecen al Señor. Pero la organización de las denominaciones en las cuales se encuentran no pertenece a Dios. Las organizaciones denominacionales fueron usadas por Satanás para establecer su sistema satánico a fin de destruir la economía de Dios en cuanto a la vida adecuada de iglesia. Todos los verdaderos creyentes, dondequiera que estén, en las denominaciones o aun en la Iglesia Católica Romana, son salvos, pero el sistema, la organización maligna, se encuentra bajo el juicio de Dios.
2) Nimrod fue el primer rey de Babel e inició la idolatría Nimrod fue el primer rey de Babel, y la historia enseña que él introdujo muchos elementos de idolatría (10:10). Esa idolatría creó un emblema totalmente demoníaco: la Madona con su hijo. El libro Las dos babilonias enseña que la Madona era la madre de Nimrod y también su esposa. Este emblema, inventado por el culto babilónico, se extendió por toda la tierra: a Egipto, India, Grecia, la Roma pagana, el Tíbet, China y Japón. También invadió el catolicismo romano. Cuando la Iglesia Católica Romana mandó misioneros a China hace varios siglos, ellos encontraron el mismo emblema en los templos idólatras budistas y mandaron un informe al Vaticano al respecto. Esto se documenta en Las dos babilonias. Cuando yo era apenas un niño, antes de ser salvo, fui a una catedral católica en China y vi ese emblema. Por esa misma época, visité un templo budista chino y allí vi el mismo cuadro. Después de ser salvo, en mis predicaciones comenté que en ciertos aspectos el catolicismo y el budismo provienen de la misma fuente. Podemos encontrar el mismo emblema de una madre con un hijo en sus brazos en las catedrales católicas así como en los templos idólatras budistas. Esto pone de manifiesto el origen de algunas cosas del catolicismo actual. Así como las naciones condujeron a Babel, las denominaciones conducirán finalmente a la gran Babilonia. No son palabras que escuchamos con agrado. Pero no dejen que los perturben. Cuando las naciones se convirtieron en Babel, Dios intervino y llamó a Abraham. El hizo algo mejor que lo que había hecho antes. La historia de Abraham es mucho mejor que la de Noé. ¿Quiénes son los Abraham de hoy? ¡Los que conforman la iglesia! En cierto sentido, somos los Noés de hoy; en otro sentido, somos los Abraham de hoy. En cuanto a esta generación maligna, somos los Noés de hoy y en cuanto al cristianismo denominacional, somos los Abraham de la actualidad que fueron llamados a salir de Babel. Veremos más acerca de la vida de Abraham en los mensajes siguientes.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA Y CINCO LA VIDA EN RESURRECCION (4) 2. Una sombra del reino En los mensajes anteriores vimos muchas riquezas que encontramos en el libro de Génesis. En este mensaje veremos otro aspecto de estas riquezas: el reino. El reino es una de las numerosas verdades sembradas en forma de semillas en el libro de Génesis, desarrolladas en toda la Biblia y segadas como cosecha en Apocalipsis. Ya vimos que después del diluvio Noé y su familia vivían en resurrección y que la vida en resurrección era una sombra del reino. El reino es un tema muy importante en la Biblia y tiene muchísimo significado.
a. El comienzo del gobierno humano 1) El hombre recibe autoridad sobre los demás El reino está implícito en Génesis 9:1-7. Leamos el versículo 6: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada”. Este es un versículo crucial en el libro de Génesis. Todos los maestros de Biblia concuerdan en que este versículo, donde vemos que Dios le dio al hombre autoridad sobre los demás, describe el comienzo del gobierno humano. Hasta entonces Dios no le había dado al hombre autoridad sobre otros hombres. Todos los hombres estaban directamente bajo el mando de Dios. Pero la caída produjo una naturaleza rebelde en la humanidad. Por esta razón, Dios estableció cierta autoridad en la tierra como representante Suyo para regir al hombre. Desde el comienzo del libro de Génesis hasta la época de Génesis 9:6, no hay ningún indicio de que, aparte de poner al marido como cabeza de su esposa (3:16), Dios le hubiera dado al hombre autoridad sobre los demás. No obstante, después del diluvio, cuando el hombre vivía en resurrección sobre la tierra de una manera nueva, Dios estableció una autoridad delegada sobre la tierra.
2) Noé es la autoridad delegada Noé fue la autoridad delegada por Dios después del diluvio. Como cabeza de un nuevo linaje, él era la autoridad delegada bajo el mando de Dios. Adán no fue la autoridad delegada por Dios sobre los hombres. A él se le dio autoridad sobre las criaturas, mas no sobre los hombres. Si usted lee Génesis 1 detenidamente, verá que Adán tenía autoridad sobre los peces, las aves, las bestias, los animales que se arrastran y sobre “todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (vs. 26, 28). Pero no existe ni una sola palabra que dé a entender que Adán haya recibido autoridad sobre los demás hombres. Sin embargo, Noé, después de convertirse en la cabeza de un nuevo linaje, recibió de Dios la autoridad no sólo para señorear en las criaturas, sino también en los hombres.
3) El reino de Dios sobre la tierra entre los hombres Si leen Génesis 9 detenidamente, verán una sombra del reino. ¿Qué es el reino? Un reino es un gobierno o un reinado. Allí, en Génesis 9, vemos la sombra del reino de Dios sobre la tierra entre los hombres. El gobierno que tiene la autoridad que Dios confirió entre los hombres en la tierra nueva representa al dominio del reino de Dios en la vida de resurrección.
b. Antes de ese reino 1) La tierra se llenó de violencia ¿Cuál era la situación en la tierra antes de establecerse ese reino? Primeramente, la tierra estaba llena de violencia (6:11, 13). ¿Por qué estaba la tierra llena de violencia? Porque no había autoridad delegada; nadie estaba autorizado para gobernar a los demás. Antes del diluvio no existía la autoridad delegada sobre los hombres. Supongamos que hoy en día no hubiera ningún gobierno local, estatal ni federal. ¿Podríamos vivir en paz? No, el país estaría lleno de violencia. Nadie podría dormir tranquilo durante la noche, pues todos tendrían miedo de que sus posesiones fuesen robadas. La tierra estaba llena de violencia porque no había ningún gobierno sobre la tierra. Como veremos en el próximo mensaje, en esa época el gobierno era la conciencia del hombre. En el huerto, antes de la caída, el hombre estaba dirigido directamente por Dios, por el gobierno divino. Después de la caída, el hombre se regía por su propia conciencia. No obstante, el gobierno de la conciencia, o mejor dicho el autogobierno, no funcionó muy bien. Como resultado de este autogobierno, toda la tierra se llenó de violencia. Por consiguiente, después del diluvio Dios autorizó al hombre para gobernar sobre los demás y así empezó el gobierno humano.
2) El hombre no prestó atención a los intereses de Dios En segundo lugar, antes de ese reino, el hombre no prestaba ninguna atención a los intereses de Dios. Según Lucas 17:26-27, antes del diluvio los hombres comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento. Nadie se preocupaba por los intereses de Dios. Finalmente el juicio de Dios cayó sobre ellos.
c. En ese reino Las cosas cambiaron después del diluvio. La situación cambió bajo el mando de la autoridad delegada de Dios, el cual era una sombra del reino de Dios.
1) La tierra se llenó de paz Después del diluvio, la tierra quedó en paz. Lo sabemos porque Génesis 9:20 dice que Noé plantó una vid. Miqueas 4:3-4 indica que cuando el pueblo de Dios tiene una vid, ello significa que reina la paz sobre la tierra. Estos versículos de Miqueas se refieren al reino venidero y nos dicen que los hombres convertirán sus espadas en azadones, y sus lanzas en hoces porque no habrá guerra, y que se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera. Esto significa que hay paz. El hecho de que Noé plantó una vid demuestra que disfrutaba de paz en el reino. En esos días no había violencia. Hoy en día, la vida apropiada de iglesia es la verdadera vid donde ya no hay peleas, sino descanso.
2) El hombre restaurado a la situación inicial En ese reino, el hombre fue recobrado para el propósito que Dios tenía para con él desde el principio: expresarlo a El y representarlo (9:1-7). Es muy interesante ver que parte de lo dicho en 1:26-28 se repite aquí en Génesis 9. Esto significa que después del diluvio, el hombre fue puesto de nuevo en la situación inicial para que cumpliera el propósito de Dios, o sea, para que tuviera la meta de expresar a Dios y representarlo.
d. Da por resultado la rebelión de Babel Cuando llegamos al final de la Biblia, vemos que el reino desembocará en una situación muy desagradable: una gran rebelión. Pasa lo mismo con la tipología del libro de Génesis. Estaba muy bien que Noé disfrutara de paz en el reino y que la humanidad fuera restaurada y puesta de nuevo en su situación inicial para cumplir el propósito de Dios. No obstante, todo eso dio por resultado la rebelión de Babel. La rebelión de la humanidad en Babel se debió exclusivamente a la obra de Satanás.
1) Satanás usurpó al hombre y lo incitó a usar indebidamente la autoridad conferida por Dios, con el fin de formar naciones Satanás usurpó al hombre y le incitó a usar indebidamente la autoridad conferida por Dios, con el fin de formar naciones. Dios le dio al hombre la autoridad de gobernar a otros para establecer la paz, pero Satanás usurpó al hombre y lo condujo a usar mal esta autoridad y así formar naciones. Aunque Dios deseaba efectivamente que el hombre gobernara a los demás, no quería que se formaran naciones. La formación de las naciones fue la obra de Satanás. Satanás incitó al hombre a usar indebidamente la autoridad que se le había dado, con el fin de formar naciones y establecer pequeños imperios para el hombre mismo.
2) Satanás instigó al hombre a rebelarse contra Dios Satanás instigó al hombre a rebelarse contra Dios en la construcción de la ciudad de Babel y su torre. La construcción de la ciudad y de la torre de Babel fue una declaración de independencia con respecto a Dios. La humanidad declaraba que se independizaba de Dios.
3) Juzgada por Dios Esa rebelión fue juzgada directamente por Dios. Cuando Dios juzgó la tierra en la época del diluvio, no lo hizo directamente. El mandó un diluvio para juzgar esa era. No obstante, en Babel Dios descendió personalmente y El mismo juzgó esa rebelión. No pidió a nadie que acabase con la rebelión, sino que El mismo lo hizo.
e. La iglesia es el reino en realidad Ahora llegamos al Nuevo Testamento donde vemos el verdadero reino, el reino en realidad. El Nuevo Testamento es el libro del reino. Todo el Nuevo Testamento gira en torno al reino. ¿Qué es lo
primero que se predica en el Nuevo Testamento? El reino. El reino se predica en los primeros capítulos de los evangelios. En el Nuevo Testamento se predica el evangelio con relación al reino, y no a irse para el cielo. El Nuevo Testamento no dice: “Arrepentíos, porque los cielos os esperan”, sino: “El reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2; 4:17). Hoy en día la gente oye miles de mensajes evangélicos. ¿Ha oído usted algún mensaje evangélico que exhorte a la gente a arrepentirse porque el reino se acerca? En toda mi vida no lo he escuchado ni una sola vez. Cuando los cristianos predican el evangelio en la actualidad, la mayoría de ellos siempre habla del pecado, de los cielos y del infierno. Casi nadie habla del evangelio en relación con el reino. Pero en el Nuevo Testamento cuando se predica el evangelio por primera vez, se nos exhorta a arrepentirnos por causa del reino. El evangelio tiene como objetivo el reino. La predicación del evangelio tiene como fin que los hombres entren en el reino. El evangelio se proclama con el fin de que la gente sea salva, y esté calificada y facultada para entrar en el reino. La regeneración tiene lugar por causa del reino (Jn. 3:3, 5). Si usted no ha sido regenerado, no puede entrar en el reino de Dios. ¿Fue usted salvo, lavado en la sangre y regenerado? ¿Con qué propósito? Antes de entrar en la vida de iglesia, me dijeron que yo necesitaba ser salvo, lavado y regenerado para poder ir al cielo. En la iglesia vimos algo más elevado: fuimos salvos, lavados y regenerados por causa de la iglesia (Ef. 5:25, 23; Hch. 20:28). El evangelio del reino trae los pecadores rebeldes a la iglesia. Pero ahora debemos ver lo que es la realidad de la iglesia. El reino es la realidad de la iglesia. Si usted fue salvo, lavado y regenerado por causa de la iglesia, eso significa que experimentó estas cosas por causa de la realidad del reino. En este mensaje tengo la carga de compartir con ustedes lo que es la verdadera vida de iglesia. El reino es la verdadera vida de iglesia. El fin del evangelio es el reino. Ser salvo, lavado y regenerado es algo que tiene una estrecha relación con el reino. La iglesia es el reino en la realidad. Algunos cristianos afirman que ésta es la era de la iglesia y que el reino todavía no ha venido. Según ellos, al terminar la era de la iglesia, empezará la del reino. Aunque esta comprensión es correcta en cierto sentido, no lo es en todos los aspectos. Como lo veremos, hoy la iglesia es el reino. La iglesia apropiada, genuina y viviente es el reino, y éste es la realidad de la iglesia. Sin el reino, no hay iglesia. Nuestra salvación y nuestra regeneración tienen como fin la iglesia, y la iglesia tiene como finalidad el reino.
1) La iglesia edificada, el reino establecido Cuando la iglesia fue edificada, el reino fue establecido. La edificación de la iglesia equivale al establecimiento del reino. Lo comprobamos en Mateo 16:18-19. En el versículo 18 el Señor dijo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia”, y en el versículo 19 le dijo a Pedro: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”. El habló de la iglesia en el versículo 18. Y en el versículo 19 reemplazó la palabra “iglesia” por la expresión “el reino”. Esto demuestra que la iglesia y el reino son términos intercambiables; se refieren a lo mismo. Estos dos versículos indican que a Pedro se le darían las llaves del reino con miras a la edificación de la iglesia. Creo que Pedro sólo tenía dos llaves. ¿Cuáles eran y cuándo las usó? Todas las puertas y todas las entradas tienen una cerradura específica que requiere una llave específica. Pedro usó la primera llave el día de Pentecostés (Hch. 2). Esta llave abrió la puerta para que los judíos entraran en el reino. Más adelante, en la casa de Cornelio (Hch. 10), usó la segunda llave, la que abrió la puerta para que los gentiles entraran en el reino. El Señor dio estas llaves a Pedro, y éste las usó para abrir las dos entradas al reino, la de los judíos y la de los gentiles, a fin de que la iglesia fuese edificada. La iglesia fue el reino al cual entraron los judíos y los gentiles. ¿Quién puede decir que hoy la iglesia no es el reino? Por ejemplo, el lugar donde usted vive es su hogar. Usted no puede decir: “Tengo un apartamento, pero no tengo hogar”. Mientras usted tenga vivienda, tiene un hogar, pues esa vivienda es su hogar. Del mismo modo, mientras exista la iglesia
en la tierra, Dios tiene un reino. No diga que la iglesia no es el reino, pues la iglesia es el reino.
2) La vida de iglesia es el reino Romanos 14:17 indica que la vida de iglesia es el reino. El libro de Romanos trata de la vida cristiana y la vida de iglesia. Antes del capítulo doce, dicho libro trata de la vida cristiana. En el capítulo doce se empieza a hablar de la vida del Cuerpo. Al leer los capítulos doce a catorce, se podrá ver que el capítulo catorce forma parte de la vida práctica del Cuerpo y que ésta es el reino. En Romanos 14:17 Pablo menciona el reino de Dios. En este versículo, no habla de la iglesia ni de la vida del Cuerpo, sino que dice: “El reino de Dios ... es ... justicia, y paz y gozo en el Espíritu Santo”. Esto no se refiere al futuro; es actual y se refiere a ahora mismo. La vida del Cuerpo, la vida de iglesia, es el reino.
3) Hoy quienes forman la iglesia están en el reino Apocalipsis 1:9 revela que hoy quienes están en la iglesia están en el reino. Hoy en la iglesia estamos bajo el dominio celestial de Dios. Todos debemos ser gobernados por El. Cuando somos dirigidos por Dios, podemos gobernar por El con la autoridad celestial. La primera vez que el reino se menciona en conjunción con la iglesia (Mt. 16), se habla de atar y de desatar. Este es el dominio que ejercemos con la autoridad de Dios. Cuando estamos bajo el dominio de Dios, podemos ejercer Su autoridad para regir nuestras circunstancias. Nosotros los cristianos, los que estamos en la vida de iglesia, ¿necesitamos todavía el dominio exterior del gobierno o de la policía? Sería vergonzoso que necesitáramos este gobierno exterior, pues llevamos el dominio celestial dentro de nosotros. Supongamos que usted compra comida en una tienda y que la cajera le devuelve más dinero que el que corresponde. ¿Podría usted comer sus alimentos en paz? No. Tendría que devolver el dinero extra, pues el dominio celestial sobre usted y dentro de usted no le permitiría sacar ventaja de los demás. Usted no necesitaría que un policía le exigiera devolver el dinero. Nosotros, quienes constituimos la iglesia, estamos bajo el dominio celestial de Dios. La realidad del reino se halla en nuestro medio. No obstante, a veces debemos ser gobernados por otros porque todavía vivimos en nuestra naturaleza caída. Puesto que no estamos debidamente entregados al dominio celestial, algunas hermanas deben ser gobernadas por sus maridos. Tal vez sean demasiado emocionales y necesiten que sus maridos las dirijan. Este es el dominio del marido, y no el dominio celestial. Muchas hermanas deben ser gobernadas por sus maridos por ser muy naturales y por no vivir realmente por Cristo ni andar en el espíritu. Si vivieran por Cristo y anduvieran en el espíritu, no necesitarían el dominio del marido. Cuando las esposas se encuentran bajo el dominio celestial, no necesitan el dominio de sus esposos. Los hermanos y hermanas jóvenes que estudian quizás necesiten que sus maestros los dirijan. Tal vez necesiten también que sus padres ejerzan autoridad sobre ellos en casa. No obstante, en principio, si todos los hermanos y hermanas jóvenes se hallan bajo el dominio celestial de Dios, no necesitarán otro dominio. En las escuelas, en las tiendas, en las casas y demás lugares el dominio celestial de Dios será más que suficiente. Este es el reino. Estamos en el reino, y el reino está en la iglesia. La iglesia es el reino, y el reino es la realidad de la iglesia. La realidad de la iglesia como reino depende totalmente de la vida que está en el espíritu. ¿Qué es esta vida? Es una vida bajo el dominio celestial de Dios. Mientras vivimos y andamos en nuestro espíritu, nos encontramos bajo el dominio celestial de Dios. Vivir así bajo el dominio de Dios es la realidad de la vida de iglesia; es la realidad de la vida de iglesia hoy en día. El reino está realmente presente en la iglesia viviente.
f. La iglesia trae la manifestación del reino La iglesia con el reino como su realidad trae la manifestación del reino. El reino presenta varios aspectos. La realidad del reino es un aspecto, y la manifestación del reino es otro. En la iglesia tenemos la realidad del reino, pero no la manifestación de éste. El reino se lleva a cabo por nuestra vida de iglesia, pero no es manifestado. Es llevado a cabo interiormente, pero no se manifiesta exteriormente. La realidad interior del reino está en la iglesia hoy, mientras que la manifestación exterior vendrá en el futuro. Si usted está en la realidad del reino, devolverá el dinero extra que la cajera le haya devuelto en una tienda o en un restaurante. Los demás no nos pueden entender cuando hacemos eso. Quedan sorprendidos por el hecho de que no nos aprovechemos de la situación. La gente simplemente no entiende que la devolución del cambio y el no aprovecharse de los demás constituye un ejemplo de la realidad interior del reino en nuestra vida cristiana. La gente mundana no puede entender que eso es el reino. Pero cuando vuelva el Señor Jesús, traerá consigo la manifestación del reino. Entonces toda la gente dirá: “Este es el reino manifestado”. En cierto sentido, el reino está aquí; en otro sentido, el reino vendrá. Es como el Señor Jesús. En cierto sentido, el Señor Jesús está aquí con nosotros. Dondequiera que estemos, el Señor está con nosotros. Sin embargo, en otro sentido, El va a venir. Aunque el Señor está con nosotros interiormente, El va a venir exteriormente. Hoy día es necesario decirle a la gente que creemos en el Señor Jesús y que lo tenemos en nosotros. Debemos explicar lo que significa creer en el Señor y tenerlo en nosotros. Pero cuando el Señor venga visiblemente y traiga la manifestación del reino, ya no se necesitarán explicaciones. Todos verán el reino manifestado. La manifestación del reino, o sea, el reino en manifestación, será traído por la iglesia que es la realidad del reino. La manifestación del reino no llegará repentinamente; vendrá por medio de la vida de iglesia. ¿Por qué? Porque los vencedores deben vencer al maligno, vencer el mundo, preparar el camino y establecer un frente de ataque para facilitar el regreso del Señor. Entonces vendrá la manifestación del reino.
1) La iglesia produce los vencedores La iglesia produce los vencedores. Apocalipsis 12 lo revela claramente. En dicho capítulo vemos la mujer que representa el pueblo de Dios en su totalidad (v. 1), incluyendo a los santos del Antiguo Testamento y también a los creyentes del Nuevo Testamento, quienes (los creyentes neotestamentarios) conforman la iglesia. No piense que toda la iglesia, o sea todos los miembros, serán vencedores. ¡No! en la iglesia, algunos serán vencedores y otros no. Esto es similar al caso de una familia compuesta de las personas mayores, los pequeños, y los fuertes. ¿Quiénes son los vencedores en una familia? ¡Los fuertes! El libro de Números enseña que aquellos que tenían más de veinte años de edad y menos de cincuenta salían al combate (Nm. 1:20; 4:3). Los menores de veinte años y los mayores de cincuenta sólo disfrutaban. Los combatientes eran los fuertes, los mayores de veinte años y menores de cincuenta. Ahora en la vida de iglesia tenemos algunos santos que espiritualmente son mayores de cincuenta años: son los disfrutadores. Alabado sea el Señor porque tenemos también algunos jóvenes, los que espiritualmente son menores de veinte años; éstos son los disfrutadores jóvenes. Pero le damos aún más gracias al Señor porque tenemos algunos que espiritualmente son mayores de veinte años y menores de cincuenta. Estos son los fuertes, los que pelean la batalla; son los combatientes. La batalla está en sus manos. Los demás son los disfrutadores. La iglesia produce los fuertes, los vencedores, quienes pelearán la batalla contra Satanás, el enemigo de Dios, y contra el mundo de éste.
2) Los vencedores hacen venir el reino Apocalipsis 12 revela que cuando los vencedores sean arrebatados a los cielos, Satanás será echado
a la tierra (vs. 5, 9). Entonces se declarará que el reino de Dios ha venido (v. 10). El reino de Dios viene por medio de los vencedores. La iglesia produce los vencedores, y los vencedores vencen al enemigo y traen la manifestación del reino. Veremos más detalles al respecto en nuestro estudiovida de Apocalipsis.
g. Reinan en resurrección La iglesia es el dominio del reino. Sin embargo, este dominio no está en nuestra carne ni en nuestra vida natural. Debe ser un dominio en resurrección. Esta clase de dominio no está limitado al futuro, sino que debe estar en nuestro espíritu ahora. Supongamos que los ancianos entre nosotros asumen su posición y ejercen autoridad para regir a los demás en la vida de iglesia. Esto nunca traerá resultados. Si los ancianos intentan hacer eso, nos daremos cuenta en lo profundo de nuestro espíritu de que los ancianos no reinan en resurrección sino en su posición. Todos debemos aprender que en la iglesia, donde se encuentra la realidad del reino, debemos actuar por nuestro espíritu. Debemos vivir y andar en resurrección. Mientras andemos en resurrección, tendremos autoridad. Es correcto decir que los hermanos son la cabeza y que las hermanas deben estar bajo su autoridad. No obstante, si los hermanos no viven ni actúan en el espíritu, y las hermanas sí, sentiremos en nosotros que los hermanos no tienen autoridad y las hermanas sí. En tal caso, las hermanas tienen autoridad porque su vida está en resurrección. Cuando hablamos valiéndonos de nuestro hombre natural, perdemos terreno inmediatamente. Pero cuando hablamos y actuamos en el espíritu, mantenemos una posición de autoridad. En la iglesia, el dominio no es humano ni natural, sino que está en resurrección. Permítanme decir algo a los cónyuges. Si un marido ejerce autoridad de manera natural, inmediatamente deja de ser cabeza y se convierte en cola. Pero si vive en el espíritu, el Espíritu de Dios pondrá en evidencia que él es la cabeza y que deben someterse a él. Incluso los pequeños niños en las casas pueden entender eso. A menudo, cuando la madre y el padre discuten, los hijos dirán: “Mamá, estás equivocada. Papá tiene razón. Debes escucharle”. En otras ocasiones, los hijos dirán: “Papá, estás en la carne. Ya que estás en la carne, ¿cómo puedes ser la cabeza?” Eso sucede a menudo en los hogares cristianos. El Espíritu Santo así como nuestros niños saben si estamos en la carne o en el espíritu. Aun su niña de dos o tres años de edad sabe en qué posición está usted. Maridos, no ejerzan su autoridad valiéndose solamente de su posición como cabeza. Tienen que vivir y andar en el espíritu y estar en resurrección. Si lo hacen, serán la cabeza. El dominio en el reino de Dios es un asunto de resurrección. Estar en resurrección significa estar en el espíritu. ¡Cuánto debemos estar en el espíritu! Aunque a veces las esposas están equivocadas, el Espíritu Santo dentro de ellas siempre tiene la razón. Dentro de ellas tienen un espíritu imparcial que les dice: “Tu marido tiene razón”. Sin embargo, si no estamos en el espíritu, perdemos la base correcta. Perdemos el dominio celestial. Si queremos estar en resurrección, debemos estar en el espíritu. Cuando estamos en el espíritu, nos encontramos bajo el dominio celestial y este dominio se ejerce espontáneamente sobre las circunstancias.
1) Con Cristo en una nueva era Un día los vencedores se levantarán y reinarán con Cristo (Ap. 20:4, 6). Mientras estemos muertos, nunca podremos reinar con Cristo. Los resucitados reinarán con Cristo en una nueva era durante el milenio.
2) Sobre las naciones Los resucitados reinarán con Cristo sobre las naciones (Ap. 2:26-27; 12:5). Cuando yo era joven leí eso, pero no lo podía creer. Me dije a mí mismo: “Indudablemente no estás calificado para reinar sobre las naciones”. ¿Cree usted realmente que en la resurrección será rey juntamente con Cristo y
que reinará con El sobre todas las naciones? Si lo cree, le pediría que se mire a sí mismo. ¿Se parece a un rey? En la vida de iglesia, en la realidad del reino, somos disciplinados con miras al reinado. Debemos vivir en el espíritu, andar en el espíritu, dejar que nuestra vida natural sea anulada y permanecer siempre en resurrección. Si usted está en resurrección, será la persona con más dignidad; será rey. Supongamos que soy una persona mayor en mi familia y un hombre mayor entre los hermanos. Si actúo con dignidad natural, diré a mi familia: “¿Hijos, no saben que yo soy la cabeza de la familia? No se dan cuenta de que soy el abuelo y que todos ustedes se encuentran bajo mi autoridad?” Si actúo así, seré semejante a una tortuga. Aunque intente actuar con dignidad, en realidad la perderé por completo. Si digo a los hermanos: “¿No se dan cuenta de que soy mayor, que soy el más calificado? Deben reconocer mi dignidad entre ustedes”. Si adopto esta actitud, seré semejante a un escorpión y no tendré ninguna dignidad. Pero cuanto más viva en el espíritu, ande en el espíritu, y me mantenga en resurrección, más tendré la verdadera dignidad. Este es el reinado. Nuestro reinado se halla en andar debidamente en el espíritu, en la vida en resurrección. No necesitamos esforzarnos por obtener poder o autoridad. La mejor manera de obtener autoridad es mantenernos en resurrección. El retoñar (que representa la resurrección) de la vara de Aarón fue lo que le dio autoridad en su ministerio (Nm. 17:3-10).
h. Da por resultado la rebelión Según la tipología del reino en Génesis, el reino desembocó en la rebelión que se dio en Babel. En el cumplimiento del reino, que se menciona en Apocalipsis 20, vemos la verdadera rebelión. ¿Puede usted creer que después de mil años de dominio celestial bajo el reinado de Cristo en restauración (Hch. 3:21) pueda producirse tal rebelión? Pero el cumplimiento en la tipología y en la realidad es el mismo. El resultado es rebelión. Muchos maestros cristianos enseñan que cuando Cristo vuelva todo estará bien. Afirmo con certeza que no será así. Aun después del regreso del Señor, la naturaleza rebelde seguirá presente en el hombre. Aun después de la restauración durante el milenio, la naturaleza humana rebelde seguirá presente en el hombre.
1) Satanás es liberado para dejar expuesta la naturaleza rebelde del hombre Al final del milenio, Satanás será suelto de su prisión (Ap. 20:7). ¿Por qué permitirá Dios que Satanás sea liberado? Será liberado para poner en evidencia la oculta naturaleza rebelde del hombre. Apocalipsis 20:8 habla de Gog y Magog. Si usted examina un mapa bíblico, podrá darse cuenta de que Gog y Magog están en el norte de la tierra. La tendencia del género humano actual implica esta rebelión. Aun después de mil años de dominio celestial, la naturaleza rebelde seguirá presente en el hombre. Por consiguiente, Dios soltará a Satanás de la prisión para dejar expuesta la rebelión en el hombre.
2) Dios juzgará al hombre y a Satanás Después de esa rebelión, Dios ejercerá Su juicio sobre el hombre y sobre Satanás. Ese juicio acabará con la naturaleza rebelde de la humanidad. No deberíamos tomar el reino como una doctrina. Todos debemos ver en qué condición estamos hoy. Estamos en la vida de iglesia bajo el dominio celestial. Ahora debemos estar en resurrección, y vivir y andar conforme al espíritu para tener la realidad del reino entre nosotros.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA Y SEIS LA CUARTA CAIDA DEL HOMBRE F. La cuarta caída En este mensaje llegamos al capítulo once de Génesis. Según el relato divino del libro de Génesis, la humanidad pasó por cuatro caídas. La primera caída fue la de Adán en el capítulo tres, la segunda fue la de Caín en el capítulo cuatro, y la tercera fue la de una generación torcida y perversa antes del diluvio mencionado en el capítulo seis. Ahora, en el capítulo once, vemos la cuarta caída del hombre (vs. 1-9). Estas cuatro caídas fueron consecutivas. En esta cuarta caída, queda manifiesta la astucia del enemigo. Esta caída se produjo después del diluvio. Ocurrió en la nueva tierra después de la restauración de la vida humana bajo la autoridad de Noé. Como ya hemos comentado, esa vida tipificaba la vida en resurrección. La cuarta caída del hombre tenía este trasfondo.
1. La causa Detrás de cada una de las cuatro caídas había un origen único y común: Satanás, el enemigo de Dios. Usted preguntará: “¿Acaso no es Dios el Todopoderoso? ¿Entonces por qué no destruyó a ese enemigo? Le habría sido muy fácil hacerlo”. Sin embargo, aun el enemigo de Dios resulta, por lo menos en una pequeña medida, útil para la economía de Dios. Aunque la economía de Dios tiene muchas cosas positivas, necesita algunas cosas negativas que le sirvan de contraste. Satanás es una de las cosas negativas. Muchos filósofos han escrito libros acerca de la condición del hombre sobre la tierra. Sus escritos están llenos de insensateces; ninguno de ellos dio en el blanco. Pero cuando llegamos a la Biblia, encontramos que está llena de hechos y de revelación divina. No se desperdicia ninguna palabra. Por ejemplo, los primeros dos capítulos de Génesis revelan el propósito de Dios y la relación entre Dios y el hombre. En los siguientes ocho capítulos y medio, de Génesis 3 a la mitad de Génesis 11, encontramos el relato de las cuatro caídas del hombre. En la cuarta caída el hombre cayó a lo más bajo. Ninguna caída puede ser peor. Esto significa que en la cuarta caída del hombre, Satanás, el enemigo de Dios, produjo los peores estragos. El no puede hacer nada más. El hizo todo lo posible dentro de sus límites, usando todos los medios disponibles para provocar la cuarta caída del hombre.
a. La instigación de Satanás Satanás instigó una rebelión en el corazón del hombre contra Dios. Por consiguiente, la cuarta caída fue una completa rebelión. La primera rebelión, a pesar de contener un pequeño elemento de rebelión, no fue una rebelión en sí, sino mayormente una caída. Pero la última caída del hombre fue verdaderamente una rebelión instigada por Satanás. La cuarta caída, igual que las tres anteriores, tenía los dos factores de Satanás y el hombre. En esta caída Satanás fue la verdadera causa, porque instigó una rebelión dentro del hombre en contra de Dios. En cierto sentido, creó una rebelión en el corazón del hombre. En todas las caídas del hombre, éste cayó por lo menos de tres niveles. Ahora debemos examinar cada uno de ellos.
1) El hombre cae de la presencia de Dios a su propia conciencia El primer nivel consistió en que el hombre cayó de la presencia de Dios a su propia conciencia. Esto significa que el hombre descendió del gobierno divino a su propio gobierno. Génesis 2 revela que después de que Dios creó al hombre, lo puso delante de Sí. El hombre estaba en la presencia de Dios, y no había ninguna barrera entre Dios y él; no había ninguna separación ni obstáculo. El hombre estaba en la presencia directa de Dios. En un sentido positivo, el hombre era directamente gobernado por la presencia de Dios. Como vimos en el mensaje diez, cuando Dios creó al hombre, lo hizo de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El espíritu estaba directamente relacionado con la presencia de Dios, el alma estaba bajo la dirección del espíritu humano, y el cuerpo bajo el control del alma. Originalmente el espíritu humano estaba bajo el control de la presencia de Dios, su alma bajo el control de su espíritu, y su cuerpo bajo el dominio de su alma. Tal era la condición del hombre al principio. En el principio, la presencia de Dios era la esencia que controlaba. Podemos llamar así al gobierno divino. Antes de la caída, el hombre creado que aún no había caído se encontraba directamente bajo el gobierno divino. En aquel tiempo, el hombre ni siquiera era controlado por algo que proviniera de Dios. Estaba controlado directamente por la presencia de Dios. ¡Cuán maravilloso era eso! Me gusta ser controlado por la presencia de alguien. Si los hermanos me dicen unas palabras dirigiéndome a hacer ciertas cosas, me sentiría bastante mal. No me gustaría ser controlado por sus palabras; preferiría ser guiado por su presencia. Por ejemplo, en la vida matrimonial, las esposas a menudo son controladas por la presencia de sus maridos. Esto es muy placentero. Lo observé con frecuencia cuando me invitaban a cenar con una familia. El marido no tenía que decir nada a su esposa. Al mirar ella los ojos de su marido, sabía exactamente lo que debía hacer. Con una sola mirada al rostro de su marido, ella sabía que era tiempo de servir el té. Es bueno ser gobernado y dirigido por la presencia de los seres queridos. Al principio el hombre estaba bajo el control de la presencia de Dios, del cual cayó a su propia conciencia. Este asunto de la conciencia ha sido un problema para la mayoría de los estudiantes de la Biblia, porque nadie ha podido determinar si Dios le dio una conciencia al hombre cuando lo creó. No hay ningún relato al respecto. Como resultado, muchos estudiantes de la Biblia han llegado a la conclusión de que el hombre no tenía conciencia antes de su primera caída. Pero debemos creer que desde el principio había en el hombre un elemento creado por Dios, que más tarde vino a ser la conciencia del hombre. El elemento de la conciencia estaba dentro del hombre desde la creación, pero la función de la conciencia sólo se desarrolló después de la caída, cuando Adán y Eva participaron del árbol del conocimiento del bien y el mal y sus ojos fueron abiertos. Inmediatamente, cuando se abrieron sus ojos, su conciencia empezó a funcionar. Dios es soberano y previsivo. Cuando creó al hombre, lo acondicionó para que tuviera conciencia. El elemento de la conciencia estaba presente en el hombre, pero su función no se ejerció hasta que el hombre fue seducido por Satanás y cayó. Cuando sucedió esta caída, la conciencia empezó a funcionar. Considere el ejemplo de una alarma contra robo. Un sistema de alarma se instala en un edificio, pero sólo funciona en caso de que traten de robar. Si no hay ningún intento de robo, la alarma no ejerce su función. Pero cuando se produce un robo, la alarma se activa inmediatamente. Este es un ejemplo del elemento de conciencia que hay en el hombre, elemento que fue puesto en él cuando fue creado. Fue instalado en el edificio humano cuando Dios lo creó. Pero la conciencia, ya presente en el hombre, tenía que esperar el momento propicio para funcionar. Ese momento se dio cuando el hombre cayó por primera vez. Cuando se produjo esa caída, la conciencia empezó a funcionar inmediatamente, y Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos (3:7). Se sintieron avergonzados. Ese fue el comienzo de la función de la conciencia humana. Es bueno que los seres humanos pueden sentirse avergonzados. Si yo robara algún objeto y me jactara de ello, sería una cosa terrible. Si robara algo, debería sentirme avergonzado. Pero mucha
gente hoy en día no siente ninguna vergüenza; no se siente avergonzada por sus maldades. Sin embargo, la vergüenza protege a los hombres caídos; forma parte de la función de nuestra conciencia. Si tenemos una conciencia genuina, buena y limpia, siempre nos avergonzaremos cuando nuestras acciones sean sucias o inmorales. Ella es una excelente protección. La función de la conciencia ha preservado el linaje humano en toda la historia. El mero hecho de confiar en las leyes, los tribunales y la policía no es suficiente. Se necesita una obra detallada, interior y profunda: la función de la conciencia. La función de la conciencia no sólo nos condena, sino que también nos permite sentir vergüenza. ¡Cuánto se ha deteriorado la condición humana en los últimos cincuenta años! Ahora la inmoralidad es pública. Incluso algunas personas se jactan de su inmoralidad sin sentir ninguna vergüenza. Parece que no tuvieran conciencia. Son semejantes a los animales. ¿Qué diferencia hay entre el hombre y los animales? El hombre tiene una conciencia que le da un sentido de vergüenza. Los animales no tienen esa conciencia. Esto forma parte de la soberanía de Dios en Su administración sobre el hombre. En la primera caída, el hombre cayó de la presencia de Dios a su propia conciencia. Caer de la presencia de Dios fue realmente lamentable. Pero aun habiendo bajado a la conciencia, ésta seguía siendo una salvaguarda.
2) El hombre cae de su conciencia al control de los demás El hombre no permaneció mucho tiempo bajo el gobierno de su conciencia. Caín fue el primero en violar la ley de la conciencia. Génesis 4 revela que Caín no sintió vergüenza al mentir y dar muerte a su hermano Abel. Al mentirle a Dios acerca de la muerte de Abel, él demostró que había violado su conciencia. El fue arrogante y no sintió ninguna vergüenza por su pecado. Desde que el hombre violó su conciencia hasta el diluvio, la tierra estaba llena de violencia (6:11). Según vimos en el mensaje anterior, no había ningún gobierno humano antes del diluvio. Dios estableció la autoridad delegada después del diluvio, no antes. El hombre empezó a ejercer la autoridad de Dios al gobernar a los demás. Este fue el inicio del gobierno humano. Así que, en la segunda caída el hombre descendió del autogobierno al gobierno de otro hombre. En los primeros nueve capítulos de Génesis, vemos tres clases de gobierno: el gobierno divino, el gobierno de la conciencia o el gobierno de uno mismo, y el gobierno humano. Todos los estudiantes bíblicos concuerdan en que estos gobiernos constituyen tres dispensaciones, es decir, tres maneras en que Dios se relacionó con el género humano. La primera dispensación fue la del gobierno de Dios, y la segunda fue la del gobierno de la propia conciencia del hombre. Cuando el hombre cayó del dominio de su conciencia, quedó bajo la tercera dispensación, la del gobierno humano. Quisiera dirigirme a los jóvenes. Le damos gracias a Dios porque somos Sus criaturas. Nosotros los seres humanos estamos bajo Su autoridad, y El es el verdadero gobierno sobre nosotros. También tenemos una conciencia que El nos proporcionó. Eso está bien. Además, tenemos muchas autoridades delegadas: los padres en la casa, el director y los maestros en la escuela, y el gobierno. Todos ellos son autoridades delegadas por Dios. El linaje humano ha sido preservada por estas tres clases de gobierno. Aunque la humanidad no ha sido salva, sí ha sido preservada por estas tres clases de gobierno. Como seres humanos, todos deberíamos temer a Dios, prestar atención a nuestra conciencia y respetar la autoridad que Dios delegó. Debemos respetar a nuestros padres, a los administradores de la escuela y del gobierno. Dios usa todas las autoridades delegadas para preservar la especie humana a fin de poder cumplir Su propósito. No se rebele jamás en contra de Dios, ni en contra de la conciencia humana ni en contra del gobierno humano. La obra salvadora de Dios se mueve en una dirección opuesta a la de la caída del hombre. Primero, el hombre cayó de la presencia de Dios a la conciencia del hombre; segundo, pasó de la conciencia al gobierno humano; y finalmente del gobierno humano a la rebelión instigada por Satanás. En la obra salvadora de Dios, primero somos salvos de la rebelión y conducidos al gobierno humano, luego del gobierno humano a la conciencia, y finalmente somos salvos de la conciencia a la presencia de Dios en nuestro espíritu.
3) El hombre cae del gobierno humano a la instigación de Satanás La caída del gobierno de uno mismo al gobierno del hombre por el hombre no fue la caída final. El hombre cayó aún más, pues descendió del gobierno humano a la instigación de Satanás. El gobierno humano fue autorizado por Dios. Pero Satanás usó la autoridad que Dios había dado al hombre para formar naciones e instigar una rebelión en contra de Dios usándolas. Por consiguiente, el hombre cayó en una rebelión abierta en contra de Dios. ¿Qué es la rebelión? La rebelión es la negación del derecho y la autoridad. En la rebelión de Babel, el hombre declaró que rechazaba el derecho de Dios y que se independizaba totalmente de la autoridad de Dios. Vemos eso en el mundo actual. Algunas personas dicen: “¿Quién es Dios? ¿Qué es Dios?” Se deshacen del sentir de su conciencia y rechazan el derecho y la autoridad de Dios sobre ellas. Es exactamente lo que sucedió en Babel. En esa rebelión, los hombres rechazaron el derecho y la autoridad de Dios sobre ellos. Aunque hoy existe esta misma tendencia, parte de la humanidad todavía no es partidaria de eso. Esta es la razón por la cual Dios permite que el hombre permanezca sobre la tierra. Si el linaje humano de repente se hiciese semejante al hombre de Babel, Dios tendría que decir: “Es tiempo de intervenir”. Ya hemos visto que en la caída en Babel, Dios intervino y juzgó personalmente esa rebelión. La cuarta caída, la de Babel, fue más que una caída; fue una rebelión. Esa rebelión fue una instigación satánica. La cuarta caída no fue un asunto de inmoralidad, homicidio o violencia. Si usted lee el relato de la cuarta caída del hombre en Génesis 11, encontrará que no menciona nada de inmoralidad ni de violencia allí. Cuando leí esta porción de la Biblia en mi juventud, no pensaba que estaban tan equivocados. Me pregunté: “¿Qué había de malo en construir una ciudad y una torre alta? Eso me parece maravilloso. ¿Por qué tenía Dios que bajar para traer juicio? No había robo ni derramamiento de sangre ni inmoralidad”. En aquel tiempo no veía lo que había detrás de esa rebelión. Detrás de esa rebelión estaba la instigación satánica. Por consiguiente, la cuarta caída del hombre debe ser llamada rebelión. En esa caída, la cuestión no era la moralidad ni la inmoralidad. Se trataba de determinar quién tenía el derecho y la autoridad en el universo. ¿Pertenecen el derecho y la autoridad a Dios o al hombre? Pertenecen a Dios. El es el Creador, el dueño de todo. Todo derecho y autoridad debe ser Suyo. En Babel las criaturas de Dios se rebelaron en contra de El, dando a entender que no se interesaban en El. Afirmaron ser los dueños, que esa autoridad les pertenecía, y que harían todo lo que quisieran. Por consiguiente, eso no fue solamente una caída, sino una rebelión instigada por el rebelde Satanás. Primero el hombre estaba bajo la autoridad de Dios; luego su propia conciencia lo controlaba; y más adelante, estaba bajo el gobierno humano. ¿Dónde estaba el hombre en la época de Babel? Era controlado por la instigación de Satanás. En aquel entonces, el hombre estaba bajo el dominio total de Satanás. El hombre colaboró con Satanás. Esto nos conduce al segundo factor de la causa de la cuarta caída.
b. La rebelión de la humanidad El segundo factor de la causa de la cuarta caída fue la rebelión del género humano. Toda la humanidad se rebeló colectivamente contra el derecho y la autoridad de Dios. Como ya vimos, lo que estaba en juego era ¿quién tendría el derecho en este universo, quién tendría la autoridad sobre la tierra? Toda la humanidad fue alborotada, por haber sido incitada a rebelarse y declarar que no se preocupaba por el derecho de Dios ni por Su autoridad.
1) El hombre no usa su espíritu En la primera caída, el hombre no usó su espíritu. Si usted lee Génesis 3, verá que probablemente Adán y Eva se habían olvidado de su espíritu. No lo usaron.
2) El hombre actúa con el alma En la segunda caída, el hombre actuó con su alma. Si lee la historia de Caín en Génesis 4, verá que él era un hombre a quien su alma regía ciento por ciento. El estaba totalmente fuera de su espíritu.
3) El hombre anda conforme a la carne En la tercera caída, el hombre anduvo conforme a la carne. ¿Puede usted ver estas tres etapas? Primero, el hombre descuidó el espíritu; segundo, actuó con el alma; y tercero, vivió y anduvo totalmente conforme a la carne. Por tanto, ya en Génesis 6, el hombre se había hecho carne (6:3). Dios ya no podía tolerar esta carne caída y, por ende, mandó el diluvio como juicio sobre ella.
4) El ser humano en su totalidad se levanta colectivamente para rebelarse contra Dios En la cuarta caída, el hombre se levantó colectivamente para rebelarse contra Dios. Todo su ser fue alborotado por Satanás a fin de rebelarse en contra de Dios. Si usted considera su experiencia, encontrará estos cuatro puntos dentro de usted. A veces no usamos nuestro espíritu y a veces nos dejamos conducir por el alma. En otras ocasiones, somos mucho peor, pues nos conducimos en la carne. Otras veces, la situación empeora más aún, pues dentro de nosotros podemos decir: “No me intereso en Dios”. Creo que todos hemos dicho eso. Si no lo hemos dicho a menudo, por lo menos lo hemos dicho algunas veces. No creo que haya excepción. Aun cuando no hayamos dicho estas palabras en voz alta, dentro de nosotros hemos dicho: “Dios no me interesa. El es demasiado exigente. Soy una persona libre. No quiero que Dios me moleste”. Aun después de entrar en la vida de la iglesia, todavía permanece en uno esta clase de instigación satánica. Esta es la obra de Satanás; con ésta intenta construir de nuevo a Babel dentro de usted. Cuando usted dice que no le interesa Dios, eso significa que procura establecer una ciudad y una torre. Eso se llama rebelión y proviene de la instigación de Satanás.
5) El hombre cae en lo más bajo En la cuarta caída, el hombre cayó en lo más vil. El no podía descender más. Había tocado el fondo. Esta última caída finalmente forzó a Dios a abandonar el linaje adámico. Dios decidió abandonar el linaje creado. Ya no se podía esperar nada del hombre. Llegó hasta tal punto que Dios no pudo hacer nada con él. A pesar de haber abandonado el linaje creado, Dios no abandonó Su propósito para con el hombre. Por una parte, abandonó el linaje adámico, pero por otra, llamó a un hombre a salir del linaje caído para iniciar algo nuevo. El nombre de esta persona fue Abraham. La Biblia relata que Abraham llegó a ser la cabeza de un nuevo linaje. Adán fue la cabeza del linaje creado, y Abraham fue la cabeza del linaje llamado. En los siguientes mensajes, tendremos mucho que decir acerca del llamamiento de Abraham. El Señor ha de cumplir Su propósito. A pesar de la instigación de Satanás y de la rebelión del hombre, Dios sigue siendo Dios. El es soberano. Dios parecía decir: “Muy bien, haré a un lado el linaje adámico”. Sin embargo, bajo Su soberanía, El eligió a una persona como cabeza de un nuevo linaje. Esta elección fue hecha antes de la fundación del mundo. Dios la planeó de esta manera y la efectuó conforme a un itinerario. Dios tiene un itinerario. En Su plan, El abandonó el linaje adámico y llamó a Abraham para que fuese la cabeza de un nuevo linaje.
2. El proceso a. Conspiran para rebelarse contra Dios Consideremos ahora el proceso o procedimiento de esta rebelión. En esta rebelión hubo una conspiración (11:3). Bajo la instigación de Satanás, los hombres se unieron para conspirar y rebelarse contra Dios. La rebelión contra Dios es instigada por Satanás y siempre empieza con una conspiración. En el transcurso de las generaciones, a menudo esta conspiración contra Dios se ha producido en la humanidad. La primera fue en Babel. Este fue el comienzo de la rebelión de los hombres contra Dios. Bajo la instigación de Satanás, el hombre decidió colectivamente abandonar a Dios y rebelarse en contra de El.
b. Hacen ladrillos de la tierra con la labor humana ¿Qué hicieron los hombres al conspirar y rebelarse contra Dios? Hicieron ladrillos y los cocieron a fuego (v. 3). Aparentemente, es una historia sencilla, y hasta los niños la conocen. No obstante, su significado es profundo. Según la revelación bíblica en su totalidad, el edificio de Dios jamás fue hecho con ladrillos. El edificio de Dios está hecho de piedras. Finalmente, la Nueva Jerusalén estará construida con piedras preciosas (Ap. 21:18-20). Las piedras difieren de los ladrillos. Las piedras son hechas por Dios, y los ladrillos por los hombres. Las piedras preciosas no sólo son hechas por Dios, sino también transformadas por El. Los ladrillos son hechos por los hombres usando barro. En Babel, el hombre quemaba el barro, el lodo, y lo convertía en ladrillos para construir una ciudad y una torre. Faraón también construyó sus ciudades de almacenaje con ladrillos (Ex. 1:11, 14a). Ahora debemos usar una alegoría para explicar este pasaje de la Palabra santa a fin de ver lo que significa esta historia. Según el relato bíblico, la tierra fue creada para el desarrollo de la vida (1:11). El crecimiento de la vida requiere ciertos elementos. La tierra tiene todos los elementos necesarios para producir vida. Incluso crecemos físicamente con los elementos contenidos en la tierra. La carne, las verduras y los cereales que comemos provienen de la tierra. Todos los elementos que nutren y hacen crecer en estos productos provienen de la tierra. Por tanto, la tierra contiene los elementos necesarios para el desarrollo de la vida. ¿Qué significa hacer ladrillos? Consiste en matar y quemar todo elemento terrenal que produzca vida, por causa de la edificación del hombre. Si usted entiende eso, verá que hoy en día, toda sociedad y toda cultura humana quema la tierra para hacer ladrillos. Por ejemplo, las escuelas matan el elemento que produce vida, y lo queman a fin de hacer ladrillos. En tipología, la tierra representa la humanidad. La rebelión instigada por Satanás mata con fuego el elemento que dentro del hombre produce vida y lo desvía induciéndole a construir algo en contra de Dios. Eso fue lo que sucedió en Babel y, según el mismo principio, lo que ha sucedido en toda la historia humana. Hacer ladrillos requiere labor humana, mucha labor. El hombre, por haber rechazado a Dios, tiene que laborar para construir algo. Toda la historia humana es un relato de lo que el hombre construye con su labor y con la tierra (la humanidad) usada incorrectamente. Babel fue construida usando incorrectamente la tierra además de la labor humana.
c. Construyen una ciudad para tener una vida fabricada por el hombre y desprovista de Dios Construir con la labor humana usando la tierra incorrectamente equivale simplemente a edificar una vida fabricada por el hombre, una vida desprovista de Dios. La ciudad construida en Babel no podía producir nada. Estaba desprovista de Dios y de vida. Observe la cultura humana, la sociedad y la
condición del mundo. ¿Qué está haciendo la gente? Está quemando la tierra y haciendo ladrillos para construir una ciudad sin Dios y sin vida. Esta es la sociedad actual. Cada sociedad es una Babel. La sociedad actual está construida con ladrillos hechos por hombres que queman el elemento productor de vida de la tierra creada por Dios. En la sociedad actual, cada organización quema la tierra para hacer ladrillos y edificar a Babel sin Dios y sin vida. ¿Ha visto usted una sociedad que no haga eso? Si la ha visto, ésa debe ser la iglesia. La iglesia no quema la tierra; la iglesia labra la tierra y siembra semilla en ella. La iglesia no edifica una ciudad sin vida y sin Dios, sino una ciudad llena de Dios y de vida. En la iglesia, el edificio está hecho de piedras preciosas, y no de ladrillos, que proceden de la quema de la tierra. La gente quema la tierra y hace ladrillos no sólo en la sociedad secular, sino también, hasta cierto grado, en la supuesta sociedad cristiana, en el cristianismo. Ellos queman por completo el elemento que produce vida para edificar una ciudad sin Dios y sin vida. Espero que en la iglesia, todos vean la diferencia entre la iglesia y una sociedad. La iglesia es única en el sentido de que no quema la tierra. La iglesia labra la tierra, siembra semilla en ella, y la riega. Esta semilla de vida, la cual es Cristo, crecerá y producirá materiales para la edificación de la santa ciudad de Dios. Es lo que hace la iglesia. No obstante, todas las sociedades, incluyendo a los que se llaman grupos cristianos, queman el elemento que produce vida, para edificar una ciudad sin Dios y sin vida. Pero aquí en la vida de iglesia no quemamos la tierra, sino que la regamos. Llevamos a cabo la obra de sembrar y cultivar. Estamos labrando, sembrando, regando y cultivando; no quemamos ni matamos. Tenemos efectivamente un edificio, el edificio de Dios, pero no está construido con ladrillos hechos por el hombre ni con labor humana, sino con piedras creadas y transformadas por Dios, y con la obra divina.
d. Construyen una torre para declarar que renuncian a Dios Cuando yo era joven, no entendía por qué la gente de Babel construía una torre y una ciudad. ¿Cuál era el propósito de la torre? Si usted lee este pasaje de la Palabra santa, se dará cuenta de que la torre era una declaración a todo el universo, y especialmente a Dios, de que el hombre se había independizado de Dios y de todos los demás. Vemos el mismo principio de una ciudad con una torre hoy en día en la sociedad humana. Una torre representa la publicidad. Incluso en la obra cristiana se puede construir una torre para hacerse publicidad. El doctor fulano de tal quizás haga propaganda como predicador mundialmente conocido. Esta propaganda es una torre. En tal caso, Jesucristo no tendrá un nombre tan grande como el del doctor fulano de tal, el predicador mundialmente conocido. La gente va a oír a éste, y no a Cristo. Grandes carteles y enormes propagandas son evidencias de la construcción de una torre. Babel es el origen de Babilonia, pues Babilonia es el equivalente griego de la palabra hebrea Babel. Con el tiempo, no sólo tenemos a Babel en Génesis 11, sino también a Babilonia en Apocalipsis 17. La Babilonia mencionada en Apocalipsis 17 es el cristianismo actual. Hoy en día, muchos líderes cristianos saben que en Apocalipsis 17 Babilonia es la cristiandad. No obstante, siguen construyendo su propia Babilonia. No sólo permanecen en Babilonia, sino que la están construyendo. Quieren edificar sus torres lo más alto posible. Un día, mientras consideraba esta situación, el Señor me mostró que la ciudad de Babel es semejante a una tumba y la torre a una lápida sepulcral. Si una tumba no tiene una lápida, está incompleta. Cuando la gente erige una señal para hacer propaganda, debería darse cuenta de que es en realidad una lápida sepulcral, o sea, una señal de muerte.
e. Se hacen un nombre para negar el nombre de Dios También construyeron la torre para hacerse un nombre. En su intento de hacerse un nombre, negaron al nombre de Dios, es decir, negaron a Dios mismo. Lo que más ofendió a Dios fue el propósito con el cual construyeron la torre de Babel: hacer un nombre para el hombre. En realidad, hacer un nombre para el hombre significa negar el nombre de Dios. Si leen detenidamente el capítulo siguiente, Génesis 12, descubrirán que cuando Abraham entró en la buena tierra, no edificó una torre para hacerse un nombre; él construyó un altar para invocar el nombre del Señor (12:7-8). Aquí en Babel, el hombre rebelde construyó una ciudad con una torre a fin de obtener un nombre para sí, pero Abraham, en la buena tierra, erigió una tienda para morar en ella y construyó un altar a fin de invocar el nombre del Señor. Ciertamente la torre hecha por los hombres en Babel constituyó una ofensa para Dios. Establecer una torre para hacernos un nombre equivale a negar el nombre de Dios. Es mejor esconder nuestro nombre. Si usted intenta hacerse un nombre, es mejor tener un mal nombre, es decir, tener mala fama.
3. El resultado a. Esparcidos en el vivir Como resultado de la cuarta caída del hombre, la humanidad fue esparcida en el vivir; no pudieron vivir juntos en un solo lugar (vs. 8-9). La Biblia relata que en el primer siglo, la iglesia no fue esparcida. La iglesia se extendía. Del mismo modo, en todas nuestras migraciones, nos extendimos. La dispersión significa división. Pero nosotros no estamos divididos. Somos uno y nos extendemos. Esperamos que más iglesias sean establecidas en los años venideros. Pero eso no será una dispersión, sino una maravillosa extensión. La iglesia no va a dispersarse; va a extenderse.
b. Confundidos en el idioma Segundo, como resultado de la cuarta caída, la humanidad fue confundida en su lenguaje; y no pudo hablar el mismo idioma (vs. 7, 9). En Babel la lengua fue confundida. Como dije en el mensaje treinta y cuatro, el lenguaje es la afirmación, la expresión, de nuestros conceptos. En la iglesia no deberían existir varias clases de enunciaciones, porque en la iglesia deberíamos tener un solo sentir. En Romanos 15:5-6, 1 Corintios 1:10 y Filipenses 2:2, el apóstol Pablo exhortó a los creyentes a tener un solo sentir. Nosotros tenemos una sola mente. Algunas personas nos critican severamente, diciendo que todas las iglesias locales son idénticas, hablan lo mismo y tienen el mismo concepto. Aunque ellos afirman que eso es terrible, yo pienso que es maravilloso. Es lo contrario de Babel. La maldición siempre conduce a la confusión. Si en la iglesia en Anaheim, tenemos diferentes ideas y opiniones, eso es señal de que la maldición ha caído sobre nosotros. En todos los años que he estado en la obra, nunca he pronunciado una sola palabra de disensión. Esto no significa que en cada aspecto yo era idéntico a los demás colaboradores, pero sí me di cuenta de que no debería ser una persona bajo la maldición. Todo disidente estará bajo maldición. ¡Tengan cuidado! No sean disidentes. Si son disidentes, serán los primeros en estar bajo la maldición. La bendición de vida eterna que Dios envía, reposa sobre la unidad (Sal. 133:3). Le doy gracias al Señor porque en el transcurso de los años no he recibido maldición, sino bendición, porque nunca fui disidente con los colaboradores. En la vida de iglesia debemos mantenernos alerta y no decir cosas distintas. No intente exhibir su inteligencia o su perspicacia. No intente mostrar que es mejor ni más grande que los demás. La persona más perspicaz es aquella que recibe la bendición, y recibir la bendición depende del hecho de hablar la misma cosa. Romanos 15:5-6 habla de que debemos tener una sola mente y hablar al unísono. La iglesia debería tener una sola boca porque es un solo cuerpo. Mírese
usted mismo. ¿Cuántas mentes y cuántas bocas tiene? Por supuesto, usted tiene una sola mente y una sola boca. Si tuviera dos mentes, tendría muchas dificultades. La razón por la cual el cristianismo actual tiene tantos problemas es que hay miles de mentes. El cristianismo actual casi no tiene manos ni pies; sólo tiene mentes y bocas. Cada miembro forma una boca. Cuando me encontraba en esa situación, no podía escuchar nada más que: “No estoy de acuerdo con eso”, o “No creo en esto”, o “No me parece”. Las esposas ni siquiera estaban de acuerdo con sus maridos, ni los hijos con los padres. Esta es la situación predominante en el llamado cristianismo. Esta es la razón por la cual el cristianismo está lleno de maldición. ¿Qué tenemos en la vida de iglesia? Tenemos la bendición porque tenemos una sola mente y una sola boca. Si usted visita la iglesia en Hong Kong hoy y la iglesia en Tokio mañana, quedará sorprendido al oírles hablar la misma cosa. Hace poco estuve un mes en Taipéi y luego pasé unos días en Corea y en Japón. Los creyentes de Corea y los de Japón hablaban lo mismo que los de Taipéi. A pesar de no entender el coreano ni el japonés, podía comprender sus labios. Sus labios no estaban confundidos. Esto no es Babel sino Pentecostés. En el día de Pentecostés, los diferentes pueblos que hablaban idiomas distintos se entendieron entre sí (Hch. 2:7-11). La vida de iglesia actual es el verdadero Pentecostés. No estamos dispersos; tenemos unidad. No tenemos confusión; tenemos un solo hablar. Somos verdaderamente pentecostales.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA Y SIETE EL SIGNIFICADO DEL LLAMADO DE DIOS V. EL LLAMADO DE DIOS INTRODUCCION En este mensaje llegamos a la sección más maravillosa del libro de Génesis: la sección sobre el llamamiento que Dios hace (11:10—50:26). Génesis, un libro de cincuenta capítulos, se divide en tres secciones. La primera sección (1:1—2:25) trata de la creación, la segunda (3:1—11:9) narra la manera en que la serpiente corrompió a la humanidad, y la tercera presenta el llamado de Jehová. Cada sección empieza con una frase especial. La primera sección empieza con las palabras: “En el principio creó Dios”. La segunda sección empieza con la frase: “Pero la serpiente”. La tercera sección empieza con las palabras: “Pero Jehová” (12:1). En estas tres secciones vemos tres títulos: Dios, la serpiente y Jehová. Estos títulos tienen mucho significado para nosotros. Dios creó, luego la serpiente se infiltró para corromper, y luego Jehová vino e hizo un llamamiento. Por tanto, el libro de Génesis narra primordialmente tres eventos. La Biblia revela que Elohim, la palabra hebrea que se traduce Dios en 1:1, es un título relacionado principalmente con la creación. No obstante, el título Jehová tiene que ver particularmente con la relación que Dios tiene con el hombre en cuanto a la vida. Jehová forma una parte esencial del maravilloso nombre de Jesús, pues Jesús significa “Jehová el Salvador”. Puesto que el nombre Jesús incluye a Jehová, podemos decir que Jesús es el Jehová del Nuevo Testamento y que Jehová es el Jesús del Antiguo Testamento.
En estas tres secciones de Génesis vemos que Dios creó, la serpiente, Satanás, corrompió, y Jehová hizo el llamamiento. Por consiguiente, en estas secciones tenemos la creación, la corrupción y el llamamiento. ¿Cuál de éstas le agrada más a usted? A mí me gusta el llamamiento de Dios. No somos solamente los seres creados sino también los llamados.
1. La creación revela el propósito y el procedimiento de Dios La creación revela el propósito eterno de Dios. El propósito eterno de Dios consiste en que el hombre lo exprese a El con Su imagen y lo represente con Su dominio. Nosotros, el linaje humano, estamos destinados a expresar y representar a Dios. El primer capítulo de Génesis revela esto claramente. En el segundo capítulo vemos el procedimiento que Dios sigue para cumplir este propósito divino. Su procedimiento se efectúa por la vida divina. Dios debe forjarse en nosotros como nuestra vida para que cumplamos Su propósito eterno. Así que, en el capítulo uno, vemos el propósito de Dios, y en el capítulo dos, el procedimiento que El usa para cumplir este propósito.
2. La serpiente corrompió al hombre y provocó su caída En la segunda sección (3:1—11:9), vemos que la serpiente, Satanás, se infiltró para causar la caída del hombre. La serpiente corrompió al hombre y lo hizo caer en lo más vil. El hombre cayó cada vez más hasta que tocó el fondo. En aquel tiempo, Satanás estaba contento y podía celebrar su éxito. Toda la humanidad se había rebelado contra Dios. En cierto sentido, Dios fue expulsado de la tierra.
3. Jehová hace un llamado, lo cual cumple el propósito de Dios por Su procedimiento Aparentemente Satanás había expulsado de la tierra a Dios obrando en el hombre caído, pero Dios es soberano y no puede ser vencido ni estorbado por ningún tipo de ataque. Todo lo que hace Satanás le proporciona a Dios una excelente oportunidad de exhibir Su sabiduría. Aunque a veces quizá me lamente por ser una persona caída, la mayor parte del tiempo me regocijo, porque fui redimido, regenerado y ganado nuevamente. Nuestra relación con Dios el Padre es más grata y más significativa que si no se hubiera producido la caída. Si usted se detiene a examinar su vida, creo que llorará, no de tristeza, sino de contemplar la hermosura de la obra de Dios, tan llena de sabiduría y de gracia. Cuando entremos en la eternidad, ejercitaremos nuestro espíritu y recordaremos el tiempo que estuvimos en la tierra, y la memoria de ese tiempo será hermosa, agradable y significativa. Dios es sabio. El permitió que interviniera la serpiente. Dios observó a la serpiente y parecía decirle: “Pequeña serpiente, ¿qué estás haciendo? Sigue adelante y sigue obrando. Cuanto más trabajas, más oportunidad tengo de manifestar Mi sabiduría. Pequeña serpiente, haz cuanto puedas. Sigue adelante hasta que quedes satisfecha y ya no puedas hacer nada más”. Finalmente, Satanás tuvo que decir: “Hice cuanto pude. Me he agotado incitando a la humanidad a caer cada vez más. No puedo hacer más. Ya no pueden caer más bajo. He terminado”. Cuando se llegó a este punto, Dios vino, no como Elohim, sino como Jehová, la simiente prometida en 3:15. Nada puede estorbar a Dios, ni vencerlo, ni obligarlo a renunciar a Su propósito eterno. El concluirá lo que se propuso. Nada puede cambiarle. Cualquier interrupción sólo le proporciona la oportunidad de expresar más de Su sabio consejo. Si Dios no hubiera sido tan sabio, el libro de Génesis habría sido muy corto. Pero Génesis contiene cincuenta capítulos que exhiben la sabiduría de Dios. Los últimos treinta y nueve capítulos y medio son un resumen de todo el Nuevo Testamento. ¿Sabe usted cómo empieza el Nuevo Testamento? Empieza con las palabras: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”
(Mt. 1:1). Según la genealogía presentada en Mateo, el evangelio empieza con Abraham. El Nuevo Testamento empieza con las generaciones de Abraham. Esto corresponde a Génesis 12. Casi todo lo que encontramos en el Nuevo Testamento está sembrado como semilla en Génesis. Por consiguiente, los treinta y nueve capítulos y medio que componen la tercera sección de Génesis constituyen la síntesis de todo el Nuevo Testamento. Como hemos dicho en otras ocasiones, el Nuevo Testamento empieza con la predicación del evangelio del reino. Cuando Jehová llamó a Abraham en Génesis 12, le dio una promesa, y esa promesa era la predicación del evangelio. Gálatas 3:8 lo comprueba: “Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: ‘En ti serán benditas todas las naciones’ ”. La primera predicación del evangelio no se encuentra en Mateo sino en Génesis 12. Cuando se le predicó el evangelio a Abraham, el punto central fue la nación. La nación es el reino. En el próximo mensaje veremos que Dios prometió que haría de Abraham una gran nación, y esa nación es el reino de Dios, que se compone de Israel en el Antiguo Testamento, de la iglesia en el Nuevo Testamento, del reino milenario en la era venidera, y también del cielo nuevo y la tierra nueva. Este es el reino y éste es el evangelio del reino. Gálatas 3:14 habla de la bendición de Abraham: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. ¿Qué es la bendición? Es el Espíritu. ¿Quién es el Espíritu? El Espíritu es Jesús (2 Co. 3:17). El Espíritu es Jesús, Jesús es Jehová, y Jehová es Dios. Por consiguiente, esta bendición es Dios mismo. Al predicarle el evangelio a Abraham, Dios le prometió que se les daría a Sí mismo como bendición. Esta bendición es Jehová mismo. Jehová es Jesús, y Jesús es el Espíritu que recibimos por medio de la fe en Cristo. Este es el evangelio. Recuerde, Génesis es un libro que nos da un resumen de todo el Nuevo Testamento. ¡Cuánto debemos adorar a Dios por Su sabiduría soberana! Esta larga sección de Génesis abarca las vidas de tres personas solamente: Abraham, Isaac y Jacob. Cuando Dios se reveló a Moisés, le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (Ex. 3:6). Más adelante veremos que esto se relaciona claramente con el Dios Triuno. El Nuevo Testamento es simplemente una autobiografía del Dios Triuno: el Padre en Abraham, el Hijo en Isaac, y el Espíritu en Jacob. Quizás algunos preguntarán acerca de José. Ya veremos que José no queda aislado; él forma parte de Jacob. En el libro de Génesis, la historia de los llamados es la historia de estas tres personas, y todo el Nuevo Testamento es un relato de la Trinidad divina: el Padre, el Hijo y el Espíritu, experimentados por todos los creyentes neotestamentarios.
A. El significado del llamado de Dios 1. El nuevo comienzo de Dios Ahora examinaremos el significado del llamamiento que Dios hace. Primero, el llamado de Dios era un nuevo comienzo. Cuando Dios creó al hombre, hubo un principio. Pero ese hombre se corrompió y se arruinó. El hombre que Dios había creado para Sí cayó y rechazó a Dios. Así que, Dios vino y llamó al hombre caído para tener un nuevo comienzo con él. Inclusive en nuestro caso, el llamamiento de Dios ha sido un nuevo comienzo. Todos nosotros tuvimos un nuevo principio. Le doy gracias a Dios porque, después de vivir más de diecinueve años en la vieja creación, tuve un nuevo comienzo antes de cumplir los veinte años de edad. El llamado de Dios es un nuevo comienzo que Dios mismo proporciona. Dios no quería abandonar al hombre. Por el contrario, El vino y llamó al hombre para darle un nuevo comienzo. El hombre a quien Dios llamó era Abraham. Cuando Dios creó Adán, no creó un hombre solo sino un hombre corporativo. Cuando Dios llamó a Abraham, en cierto sentido, llamó a un hombre corporativo, pero en otro sentido, llamó a una sola persona. Aunque todos los descendientes de Adán fueron creados en Adán, no podemos decir que todos los descendientes de Abraham fueron
llamados en Abraham. Aunque ése parece ser el caso, en realidad no lo es, porque Romanos 9:7-8 revela que no todos los descendientes de Abraham son hijos de Dios. El mero hecho de ser judío de nacimiento no significa que una persona tenga un nuevo comienzo con Dios. También los judíos de nacimiento necesitan un nuevo comienzo. Todos nosotros, seamos judíos o gentiles, somos hijos de Abraham, si hemos experimentado un nuevo comienzo por la fe en Cristo (Gá. 3:7). La mayoría de nosotros no somos judíos, pero todos somos descendientes de Abraham por la fe en Cristo. Somos la simiente de Abraham porque tuvimos un nuevo comienzo. Cuando Dios llamó a Abraham, éste tuvo nuevo comienzo, y ahora todos hemos entrado en este nuevo comienzo por medio de la fe. Cuando se habla del llamado de Dios, debe entenderse que Su llamado significa un nuevo comienzo. Nunca podré olvidar esa tarde de 1925 cuando Dios me llamó. Inmediatamente tuve un nuevo comienzo y toda mi vida, mi ser y mis conceptos cambiaron. Este es el llamado de Dios.
2. El cambio de linaje Cuando Dios hizo el llamamiento, el nuevo comienzo de Dios para con el hombre constituyó el traspaso a otro linaje. Al llamar a Abraham, Dios indicaba que abandonaba el linaje de Adán y que escogía a Abraham y sus descendientes como el nuevo linaje para que fueran Su pueblo a fin de cumplir Su propósito eterno. Este fue un traspaso de linaje, del linaje adámico, el género creado, al linaje de Abraham, el linaje llamado (12:2-3; Gá. 3:7-9, 14; Ro. 4:16-17). Cuando decimos que el llamamiento de Dios es un nuevo comienzo, debemos entender que este nuevo comienzo es un traslado de linaje. Todos fuimos trasladados del viejo linaje creado al nuevo linaje llamado. Aunque nacimos en un linaje específico, cuando fuimos llamados, fuimos trasladados a otro linaje, el de los llamados.
3. El cambio de vida El traslado de linaje en el llamamiento que hizo Dios es, en realidad, un traslado de vida. Usted puede declarar con certeza que ha cambiado de linaje, pero ¿puede afirmar que ha experimentado el cambio de vida? Aunque tuvimos el traslado de linaje, seguimos en el proceso del traslado de vida. No me atrevo a decir que he tenido un pleno traslado de vida. Tampoco podría decir que no tuve ningún traslado de vida. He tenido cierta medida de traslado de vida, pero este proceso todavía no se ha completado. Todos estamos en el proceso del traslado de vida. Necesitamos un traslado interior de vida. Aunque fuimos trasladados de linaje, la vida que hay dentro de nosotros también debe ser cambiada. Sin este traspaso interior de vida, seguiremos siendo idénticos al linaje caído. Si pasamos simplemente de una posición a otra, en realidad seguiremos iguales en vida. El traslado en sí no puede cumplir el propósito que Dios tuvo al llamarnos. También debe haber un traslado de vida. El traslado de vida nos pasa de la vida de Adán a la vida de Cristo; por esta razón, se trata de un traslado de la vida de la vieja creación a la vida de la nueva creación. Debido a la caída del hombre, la creación original de Dios se envejeció y dejó de cumplir el propósito de Dios. Por tanto, Dios necesita una nueva creación, una creación con una vida más fuerte y mejor que la vida creada de Adán. Esta vida más fuerte es la vida increada de Dios, la vida de Cristo. El traslado de vida en el llamado de Dios se efectúa de la vida caída de la vieja creación a la vida más fuerte y mejor de la nueva creación.
4. Como se ve en los llamados Vemos claramente el significado del llamamiento de Dios en los llamados de Dios. En Abraham, Isaac y Jacob, y en los creyentes del Nuevo Testamento podemos ver el nuevo comienzo que Dios provee, el traspaso de linaje y el traslado de vida. Sus vidas pueden ser consideradas cuadros vívidos de lo que significa el llamamiento de Dios.
a. En Abraham El cuadro descrito en el caso de Abraham es muy claro. El tuvo el nuevo comienzo, el traslado de linaje, y el traslado de vida, lo cual fue un gran problema para él y para Dios. El nuevo comienzo y el cambio de linaje en él se produjeron inmediatamente cuando fue llamado, pero el cambio de vida en él requirió muchos años. El traslado de vida le llevó varias décadas, y aun en aquel entonces no fue totalmente terminado.
1) Primero contó con Eliezer Cuando Dios llamó a Abraham a salir de la tierra corrupta, Abraham no tenía ni hijo ni heredero. Dios era soberano. El no permitió que Abraham tuviera un hijo antes de ser trasladado a otro linaje. Por no tener hijo, Abraham contaba con Eliezer, su servidor, y lo hizo mayordomo de su casa, y le dijo al Señor: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí, que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa” (15:2-3). Abraham llamó a Eliezer esclavo de su casa y pensaba que él sería su heredero. Abraham tenía un entendimiento muy natural, así como nosotros hoy. A pesar de haber recibido la promesa, él la interpretó de manera natural. Dios rechazó a Eliezer, y dijo a Abraham: “No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará” (15:4). Dios le dijo a Abraham que Eliezer no sería el heredero de la promesa que El había dado. Un descendiente de Abraham, nacido de Sara, sería su heredero.
2) Engendró a Ismael con la fuerza de su carne Después de que Dios rechazó a Eliezer como heredero, Abraham hizo caso a la sugerencia de Sara de tener un hijo con Agar, y él ejerció la fuerza de su carne para cumplir la promesa de Dios. Así engendró a Ismael. La esposa lo propuso, y con el tiempo fue ella quien se molestó con el resultado de su propuesta. El hecho de que Sara se hubiese enfadado de esa manera fue algo providencial. Por una parte, la propuesta de Sara de pedir que Abraham tuviera un hijo con Agar era de la carne. Por otra parte, su petición de expulsar a Ismael concordaba con la providencia de Dios. Ella le dijo a Abraham que debía echar a Ismael, quien había nacido de la esclava (21:9-10). Esta petición le dolió mucho a Abraham; y le turbó bastante. Entonces Dios le dijo a Abraham: “No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia” (21:12). Esto significa que Dios le dijo a Abraham que hiciera ir a Ismael, pues no era éste quien había de heredar la promesa que le había hecho a Abraham. Isaac había de ser su heredero. Todos debemos entender que en el llamamiento de Dios no puede prevalecer nada de nuestra vida natural. El cambio de linaje no es suficiente. Necesitamos un traslado completo de vida.
3) Su nombre fue cambiado y su carne circuncidada Primero, Dios prometió a Abraham que tendría prole y que ésta heredaría la tierra prometida (12:7; 13:15-16). Más tarde, cuando le dijo a Abraham que Eliezer no sería su heredero y que sólo el que naciera de él sería su heredero, confirmó con solidez Su promesa según la cual Abraham tendría descendencia propia (15:2-5). Después Abraham intentó cumplir la promesa de Dios usando su fuerza carnal y produciendo a Ismael. Como respuesta, Dios le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (17:1). Aparentemente Dios le decía a Abraham: “Lo que hiciste al engendrar a Ismael no es perfecto delante de Mí. Ahora debo transformarte. Tu nombre será cambiado de Abram, que significa padre exaltado, a Abraham, que significa padre de una gran multitud (17:5). Por eso debes circuncidarte (17:10-14) para que tu fuerza carnal sea cortada, a fin
de que Yo cumpla Mi promesa, y tú seas fructífero”. Aquí Dios le prometió a Abraham que haría de él un gran padre, el padre de una gran multitud. Esto indicaba que Abraham sería el padre no solamente de sus descendientes según la carne, sino también de los creyentes neotestamentarios conforme a la fe (Ro. 4:16-17). Nosotros los cristianos nos hemos convertido en la simiente de Abraham por la fe en Cristo. Aunque habíamos nacido del linaje de Adán, nacimos de nuevo en el linaje de Abraham.
4) Engendró finalmente a Isaac por la fuerza de la gracia de Dios Cuando Dios cambió el nombre de Abraham y le mandó circuncidarse, le dijo en 17:21: “...Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene”. Aquí vemos que Dios hizo una cita, estableciendo así el tiempo para el nacimiento de Isaac. En Génesis 18:14 el Señor aludió a este versículo: “Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo”. El tiempo señalado, el tiempo establecido para el nacimiento de Isaac, era “el tiempo de la vida”. La expresión “el tiempo de la vida”, tiene mucho significado. En esta expresión, la palabra “vida” es la misma palabra hebrea usada para aludir al árbol de la vida en 2:9. El tiempo en que Isaac había de nacer era “el tiempo de la vida”. Esto sucedió después de la circuncisión de Abraham, lo cual indica que “el tiempo de la vida” en que Cristo es vida para nosotros viene después de que nuestra fuerza natural es aniquilada.
a) Después de poner fin a la fuerza de su carne Antes de que naciera Isaac, Abraham y Sara estaban prácticamente muertos. El vientre de Sara estaba muy muerto, y el cuerpo de Abraham podía considerarse como muerto (Ro. 4:18-19). Lo que él tenía, Eliezer, y lo que intentaba conservar, Ismael, fue rechazado, y su capacidad natural fue aniquilada. Entonces ¿qué podía hacer? Quizás Abraham y Sara hayan tenido alguna conversación desagradable. Tal vez Abraham le haya dicho a su esposa: “Querida, mírate a ti misma. Tu capacidad de engendrar está muerta”. Quizás Sara le haya contestado: “Querido, mírate tú. ¡Qué viejo estás!”. Ambos se encontraban en una condición de muerte. Tal vez Sara haya dicho: “Eliezer es bueno, pero Dios lo ha rechazado”. Abraham pudo haber contestado: “Ismael es mejor, pero Dios tampoco lo ha aceptado. Puesto que Eliezer fue eliminado e Ismael rechazado, todo depende de nosotros, y nos encontramos en una situación lamentable. ¿Qué haremos?”. Pero cuando vino “el tiempo de la vida”, Isaac nació de estos dos seres casi muertos, como por el poder de la resurrección. La vida de ese nacimiento era “el tiempo de la vida”. En términos espirituales, el nacimiento de Isaac fue un nacimiento de vida.
b) Por la visitación de Jehová El nacimiento de Isaac se produjo por la visitación de Jehová, por la venida del Señor (18:14). El nacimiento de Isaac no fue un simple nacimiento humano. En ese nacimiento vino Jehová, porque el Señor dijo que en el tiempo señalado volvería, e Isaac nacería y eso sería “el tiempo de la vida”. Cuando se agotó la fuerza natural de Abraham, Jehová vino y produjo el nacimiento de Isaac en “el tiempo de la vida”. Este fue el traslado de la vida. Todo lo que pertenece a la vida natural debe desaparecer. Incluso la capacidad de engendrar debe ser aniquilada. Todo lo que pertenece a nuestra vida natural o a nuestro ego queda excluido de participar en la economía de Dios. Todo lo natural debe ser aniquilado hasta que muramos, seamos aniquilados y nos convirtamos en nada. Entonces, cuando lleguemos a nuestro fin, Jehová vendrá. La venida de Jehová significa vida. Este es “Isaac”. Por consiguiente, el nacimiento de Isaac es la venida de Jehová, y es la vida, el nuevo comienzo, y además es el traslado de la vida. Este es el significado del llamamiento que Dios hace. Es muy bueno ver que todos nosotros fuimos llamados y tuvimos un nuevo comienzo y un cambio
de linaje. Sin embargo, todos debemos reconocer que todavía estamos en el proceso del traslado de vida. Es probable que todavía algunos de nosotros nos aferremos a Eliezer, algunos queramos asirnos de Ismael, y otros hayamos quedado totalmente desilusionados. No obstante, entre nosotros otros han llegado al “tiempo de la vida”. En el caso de ellos, “Isaac” nació. Entre nosotros algunos han experimentado la venida de Jehová, Su visita. Esto es el traslado de la vida. Todos necesitamos este traslado. Debemos olvidar las enseñanzas superficiales y naturales, como por ejemplo, la de mejorarnos y comportarnos bien. No se trata de conducta, sino de un cambio de vida. Todos debemos cambiar no solamente de linaje sino también de vida. Cuando Abraham fue llamado a salir de la tierra corrupta, no tenía ningún hijo. El envejeció y todavía no tenía hijo. Por consiguiente, puso su confianza en Eliezer, el hijo de sus posesiones. Dios rechazó a Eliezer. Entonces Abraham ejerció la fuerza de su carne para engendrar a Ismael. Abraham amó a Ismael y quería conservarlo, pero Dios no lo aceptó. El hijo prometido había de nacer de la venida de Jehová, de la fuerza de la gracia de Dios en el tiempo señalado. Cuando llegó el tiempo señalado, Jehová vino a Sara, e Isaac fue producido. En cierto sentido, Jehová entró en Sara, y luego Isaac brotó de ella. Este fue “el tiempo de la vida”. Fue todo un traslado de vida.
b. En Isaac En cierto sentido se cumplió el traslado de vida en Isaac, pero no se completó. Lo sabemos por el hecho de que Isaac engendró a Esaú, a quien Dios aborreció (Ro. 9:13). Esto significa que dentro de Isaac todavía permanecía la vida natural. Por consiguiente, podemos decir que en Isaac el traslado de vida no fue completado. Se completó en Jacob.
c. En Jacob 1) Primero Jacob es el suplantador Al principio, Jacob era el suplantador. Su nombre significa suplantador. Suplantar significa tomar el lugar de otro, u obtener algo, por astucia. Jacob hurtaba secretamente. Por ejemplo, le robó a su tío Labán. Labán pensaba que Jacob lo ayudaba con sus rebaños, pero mientras Jacob le ayudaba se apartaba un rebaño para sí. Este es un ejemplo de la manera en que Jacob suplantaba. Al principio, Jacob no había sido trasladado en vida.
2) Transformado finalmente en Israel, el príncipe de Dios Dios sabía qué hacer con Jacob. El transformó a Jacob, el suplantador, y lo hizo príncipe de Dios. Aunque le tomó mucho tiempo llevarlo a cabo, en cierto momento El dijo a Jacob que su nombre ya no era Jacob sino Israel (32:27-28). De ahí en adelante, Jacob se llamó Israel. Dios hizo con Jacob lo mismo que hizo con Abraham: le cambió el nombre y la fuerza. Cuando Dios vino a transformar a Jacob, éste era todo un suplantador. Inclusive peleó con Dios. El tenía tanta fuerza natural que hasta a Dios le costó trabajo someterlo. No debemos burlarnos de Jacob, pues somos iguales a él. Somos tan fuertes que Dios mismo tiene dificultad para someternos. Cuando Dios viene a transformarnos, luchamos contra El. Aunque a Dios le resulte difícil someternos, al final lo logrará. La lucha de Jacob obligó a Dios a tocar su muslo, la parte más fuerte de su ser, después de lo cual Jacob quedó cojo. A partir de aquel momento Jacob dejó de suplantar. El suplantador se había convertido en un príncipe de Dios. En todos los años que le quedaron, no volvió a robar. Sus manos suplantadoras se convirtieron en manos de bendición. Dejó de suplantar y sólo bendecía. El
extendía sus manos para bendecir a quienes venían a él. Incluso bendijo a Faraón, el soberano más grande de la tierra en aquel entonces (47:7, 10). El suplantador llegó a ser el que bendecía, el príncipe de Dios. Aquí tenemos el traslado completo de linaje y de vida. Este es el llamamiento de Dios. Este llamamiento empezó en Génesis 12:1 y seguirá hasta la venida de la Nueva Jerusalén. Todos los suplantadores llegarán a su fin y se convertirán en príncipes de Dios. La Nueva Jerusalén vendrá, no sólo como un traslado de linaje, sino también como un traspaso de vida.
d. En los creyentes 1) Empieza con la regeneración Al principio, la experiencia es la misma en el caso de los creyentes hoy. En ellos, el traslado de vida empieza con la regeneración (Jn. 3:3, 5). Después de ser regenerados, estamos en el proceso del traspaso de vida.
2) Efectuado por la experienciade la circuncisión espiritual En el caso de los creyentes, el traslado de vida es llevado a cabo por la experiencia de la circuncisión, por el despojo de la carne (Col. 2:11; Gá. 5:24). Hoy en día, Dios nos circuncida, y esta circuncisión dura bastante tiempo. Creo que entre nosotros muchos todavía están bajo la mano circuncidante de Dios. Es posible que usted se aferre a su fuerza natural o a su hombre natural. Esto requiere que Dios venga y corte o circuncide esa parte. Por consiguiente, todos estamos en el proceso de circuncisión. En otras palabras, estamos en el proceso de transformación.
3) Se completa en la redención y transfiguración de nuestro cuerpo El traspaso de la vida se completará cuando el Señor vuelva. En ese entonces, nuestro cuerpo será plenamente redimido y transfigurado (Ro. 8:23; Fil. 3:21). Entonces seremos los llamados, no sólo por haber sido trasladados de linaje, sino por haber experimentado un traslado completo en vida. En aquel tiempo disfrutaremos de todas las bendiciones que Dios prometió a nuestro padre Abraham. Este es el llamamiento de Dios. El llamamiento de Dios no está dirigido a los descendientes de Abraham en lo natural, sino a los que siguen a Abraham en el ejercicio de la fe que han obtenido, en vivir por Dios y en El, y en experimentar el traslado de la vida por la obra de Dios. Como resultado de este proceso, seremos un nuevo pueblo, un pueblo de llamados de Dios. Entonces disfrutaremos de todas las bendiciones de la promesa de Dios. Todo lo que Dios prometió a Abraham vendrá a ser las bendiciones del evangelio neotestamentario del cual todos participaremos mediante la fe en Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA Y OCHO EL TRASFONDO Y EL ORIGEN DEL LLAMAMIENTO DE DIOS Y LA EXPERIENCIA DE LOS LLAMADOS Génesis es un libro extenso, pero contiene solamente tres secciones: la creación (1:1—2:25), la corrupción introducida por la serpiente (3:1—11:9), y el llamamiento de Jehová (11:10—50:26). En el mensaje anterior vimos el significado del llamamiento de Dios. El llamado de Dios denota el nuevo comienzo que El establece, el traslado de linaje, y el traslado de vida. Por nuestra parte, el llamado de Dios es un traslado de linaje y de vida, pero por el lado de Dios es un nuevo comienzo. Dios tuvo un nuevo comienzo al crear al hombre, pero éste se corrompió. Por tanto, Dios vino a iniciar algo nuevo al llamar a Abraham. En realidad, este nuevo comienzo es el traslado del linaje de Adán al de Abraham, un traslado del linaje creado al linaje llamado. El llamamiento de Dios significa que somos llamados a salir del linaje original creado para pasar al linaje actual llamado. Este traslado de linaje no es solamente un asunto de posición, sino también de disposición, pues se trata en realidad de un traslado de vida. Abraham experimentó el traslado tanto de posición como de disposición. Fue trasladado del antiguo país de Caldea a la buena tierra de Canaán. Este fue un traslado de posición. No obstante, Dios se forjó en él y también obró en él. En cierto momento, Dios le dijo que su nombre debía ser cambiado (17:5). La Biblia enseña que el cambio de nombre siempre indica un cambio de vida. Cuando el nombre de Abraham fue cambiado, su disposición, su vida, también cambió. Dios parecía decir a Abraham: “Sigues en el viejo hombre. Estás demasiado enfrascado en tu vida natural. Aunque fuiste llamado a salir del viejo linaje, todavía permanecen en ti la naturaleza y la vida del viejo linaje, y todavía vives por esa vida. Es necesario que Yo obre en ti. Debo cortar esa vida”. La extirpación de la vida vieja estaba representada por la circuncisión. La circuncisión de Abraham se produjo cuando Dios cambió su nombre. Exteriormente, su nombre fue cambiado e interiormente Dios tocó su disposición, su naturaleza y su vida. Después de que la fuerza de la vida natural de Abraham hubo sido cortada, nació Isaac en “el tiempo de la vida”. En realidad, Isaac no nació de la fuerza natural de Abraham; nació de la venida de Dios, pues Dios había dicho: “Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo” (18:14). La venida del Señor fue el nacimiento de Isaac. Esto significa que Isaac no fue producido por la fuerza natural de Abraham sino por una vida sometida a Dios. Con eso vemos que Abraham no sólo fue trasladado de posición, sino también de disposición. Aparentemente Isaac no necesitaba un traslado de vida. No obstante, Esaú, el primero de los gemelos nacidos de Isaac y Rebeca, estaba centrado en lo natural. Dios nunca acepta nada de lo natural. Puesto que el primer hijo de Isaac era muy natural, Dios escogió al segundo. El primogénito representa la vida natural. Por esta razón, Dios quitó la vida a todos los primogénitos de Egipto la noche de la Pascua. Por el contrario, el segundo representa la vida trasladada. Jacob, por ser el segundo, fue escogido. Aunque Jacob fue escogido, su naturaleza no fue cambiada. Por tanto, en cierto momento, Dios vino y tocó la fuerza natural de Jacob. En aquel tiempo, su nombre fue cambiado de Jacob,
suplantador, por Israel, príncipe de Dios. De ahí en adelante, Jacob quedó cojo. Esto constituyó una señal de que Dios lo había tocado, de que su fuerza natural había sido anulada y de que había llegado a ser un príncipe de Dios. Este es el verdadero significado del llamamiento de Dios. ¿Fue usted llamado? Si tal es el caso, entonces debe salir de Caldea, de Babel, el antiguo linaje y de su vida natural. Debe salir de su vida natural y extirparla. En el llamado de Dios, se necesita el nuevo comienzo, el traslado de linaje y el traslado de vida. Todos debemos ser trasladados. En todos los años en que he estado con los santos, he observado el proceso de este traslado. Me he regocijado al ver que tantos santos han pasado por el traslado de vida. A veces este proceso no es agradable, pero después uno puede ver en los santos el verdadero traslado de vida. Este es el significado del llamado que Dios hace.
B. El contexto del llamamiento de Dios: Babel 1. Rechazaron a Dios Ahora en este mensaje, debemos ver la experiencia de los llamados. Pero antes de llegar allí, debemos considerar el trasfondo y el origen del llamamiento de Dios. Cuando Dios se apareció a Abraham, éste tenía un trasfondo muy oscuro. Sus antecedentes eran bastante negativos. El primer aspecto de este trasfondo fue el rechazo de Dios por parte del hombre. Este rechazo estaba representado por la construcción de una ciudad. Lo vimos en el caso de Caín en el capítulo cuatro. El hombre construyó una ciudad porque había perdido a Dios como protección. Al dejar de tener a Dios como salvaguardia, el hombre construyó una ciudad para protegerse. Por tanto, la construcción de la ciudad fue la señal de que el hombre había rechazado a Dios. El hombre parecía decir: “Que se vaya Dios. Yo construiré un ciudad para protegerme”. La construcción de la ciudad fue la declaración de que el hombre había rechazado a Dios.
2. Exaltaron al hombre El hombre rechazó a Dios, y además construyó una torre para exaltarse a sí mismo. La torre fue un indicio de la exaltación del hombre. Cuando el hombre rechaza a Dios, se exalta automáticamente a sí mismo. Cada vez que el hombre construye una ciudad, edifica también una torre para hacerse un nombre.
3. Negaron el derecho de Dios Además, en Babel el hombre también negó el derecho de Dios sobre Su creación. El hombre y también la tierra eran parte de lo que Dios había creado. Sin embargo, el hombre no quería reconocer el derecho de Dios; y más bien estableció las naciones. El establecimiento de las naciones significaba que el hombre había negado el derecho y la autoridad de Dios. Como ya vimos, después del diluvio Dios le dio al hombre la autoridad de regir a otros, pero Satanás incitó al hombre a abusar de la autoridad que Dios le había dado y a formar naciones para que el hombre tuviera su propio dominio, negando el derecho y la autoridad de Dios sobre sí.
4. Sirvieron a los ídolos Finalmente, Josué 24:2 nos muestra que en Babel el hombre se volvió de Dios a los ídolos, a otros dioses. Detrás de todos los ídolos se encuentran los demonios. Cuando un hombre adora a un ídolo, adora a los demonios. Aparentemente adora ídolos, pero en realidad adora a los demonios. El contexto en el que Dios hace el llamamiento es la ciudad, la torre, las naciones y los demonios.
El hombre había rechazado a Dios, se había exaltado a sí mismo, había negado el derecho y la autoridad de Dios, y se había alejado de El para servir a los ídolos. ¿Cree usted que la situación es mejor ahora? No lo creo. Es tan mala como en aquel entonces. Es exactamente la misma situación.
C. El origen del llamado de Dios es Dios ¿Quién inició este llamado? No fue Abraham. Aunque él fue el padre del linaje llamado, el llamamiento no fue iniciado por él. Creo que Abraham era idéntico a nosotros hoy en día. El nunca se imaginó que Dios lo llamaría. De repente, mientras él y sus parientes estaban en Caldea, adorando a otros dioses (Jos. 24:2), Dios se le apareció. Dios fue el iniciador de este llamamiento.
1. Dios se apareció a Abraham Aunque el llamado de Dios se lleva a cabo en el tiempo, algo se produjo en la eternidad pasada antes del llamamiento de Dios, a saber, la elección de Dios. Dios escogió a Abraham en la eternidad pasada. Además, todavía en la eternidad pasada, Dios predestinó, marcó de antemano, a Abraham. Antes del nacimiento de Abraham, incluso antes de la fundación del mundo, cuando sólo existía Dios, El escogió a Abraham y lo predestinó. Un día, ya en el tiempo, mientras Abraham adoraba a otros dioses, sin pensar que iba a ser llamado, Dios lo visitó. Dios vino a él como el Dios de gloria. Abraham quedó sorprendido. El Dios de gloria no sólo fue a Abraham, sino que se le apareció. Debido al trasfondo tan oscuro de Abraham, Dios tuvo que aparecerse a él de un modo contundente. Muchos de nosotros también hemos experimentado este profundo llamado de Dios. Puedo testificar que un día, cuando yo era un joven lleno de ambiciones, Dios vino a mí de una manera intensa. Esa fue la visitación que El me hizo. No lo puedo negar. Muchos de nosotros hemos experimentado lo mismo. Habíamos caído en lo más bajo, y jamás habríamos respondido a una predicación casual y pobre. Necesitábamos que el Dios viviente, el Dios de gloria, nos visitase. He oído muchos testimonios al respecto. Dios se apareció dos veces a Abraham. La primera vez fue en Ur de Caldea (Hch. 7:2; Gn. 11:31). Si estudiamos detenidamente la Biblia, veremos que en Ur de Caldea, Dios no se apareció al padre de Abraham sino al propio Abraham. Sin embargo, Abraham no aceptó inmediatamente ese llamado, y Dios, por Su providencia, hizo que su padre Taré mudara a su familia de Ur a Harán. Ellos se quedaron allí hasta la muerte de Taré. Abraham no respondió inmediatamente al llamado de Dios, y su indecisión causó la muerte de su padre. Dios se llevó a su padre. Luego, en Harán, Dios se apareció a Abraham por segunda vez (12:1). Allí podemos ver que Dios tiene un propósito específico al relacionarse con el hombre. No creo que ninguno de ustedes los lectores responderían inmediatamente si Dios los visitara. Todos somos hijos de Abraham, y los hijos siempre se parecen a sus padres. Abraham tardó en seguir a Dios y eso llevó a Dios a aparecérsele por segunda vez.
2. El llamado de Dios Dios no sólo se apareció dos veces a Abraham, sino que lo llamó dos veces. El primer llamado lo hizo Dios a Abraham cuando éste estaba en Ur (Hch. 7:2-4). Hechos 7 revela que Dios llamó a Abraham a salir de su tierra y de su parentela. Sin embargo, en el segundo llamado, en Harán, Dios llamó a Abraham a salir de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre (12:1). Así que Dios se apareció dos veces a Abraham y lo llamó dos veces. La primera vez, lo llamó a salir de su tierra y de su parentela, mas no mencionó la casa del padre. Por tanto, la familia del padre también salió de Ur. No obstante, cuando Dios llamó a Abraham por segunda vez, no sólo le pidió que saliera de su tierra y su parentela, sino también de la casa de su padre. Abraham recibió de Dios dos apariciones y dos llamados. Estas apariciones y llamamientos de Dios muestran que Dios mismo fue el origen del llamado.
D. La experiencia de los llamados 1. Los tres son uno Al leer el libro de Génesis, usted observará que los relatos de Adán, Abel, Enoc y Noé difieren bastante entre sí. No obstante, los relatos de Abraham, Isaac y Jacob se superponen. Génesis habla de ellos y los considera un solo hombre corporativo. La historia de la vida de Isaac empieza en el capítulo veintiuno, y la historia de la vida de Abraham acaba en el capítulo veinticinco. La historia de la vida de Jacob empieza en el capítulo veinticinco, y la de Isaac termina en el capítulo treinta y cinco. La historia de la vida de Jacob, completada por la de José, termina en el capítulo cincuenta. Esta superposición significa que según la experiencia de vida, estas tres personas son un solo hombre, un hombre corporativo. Cuando Dios creó la humanidad, El creó al hombre colectivamente, porque Adán era un hombre corporativo (5:2). Entender eso no es algo insignificante. No se imagine que usted, por haber sido llamado, es un individuo completo. Ninguno de nosotros constituye una unidad completa e individual por sí solo. Todos nos necesitamos los unos a los otros. Usted me necesita a mí, y yo lo necesito a usted. Del mismo modo, Abraham necesitaba a Isaac y a Jacob; Isaac necesitaba a Abraham y a Jacob; y Jacob necesitaba a Abraham, a Isaac y a José. Todos ellos necesitaban a los demás para tener la plenitud del llamamiento de Dios. Al leer esto, algunos preguntarán: “¿No cree usted que Abraham era un individuo?”. Por supuesto que sí, del mismo modo que usted lo es. Sin embargo, la Biblia nos dice que somos miembros [los unos de los otros] (Ro. 12:5; 1 Co. 12:27). Un miembro nunca puede ser una unidad separada y completa. Cuando un miembro llega a sentirse completo individualmente, eso significa muerte. Por ejemplo, mi dedo pulgar es un miembro de mi cuerpo. No está completo si se separa; tampoco es individual, pues si lo fuese, eso significaría su muerte.
a. El Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob son un solo Dios El Dios que vino a llamar a esta persona corporativa y que se relacionó con este hombre corporativo era el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Cuando Dios habló a Moisés desde la zarza ardiente, le dijo: “Yo Soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (Ex. 3:6). En Exodo 3 vemos que Moisés fue llamado por el Angel de Jehová, que el Angel de Jehová era el propio Jehová, y que Jehová era el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob (vs. 2, 4, 6). Dios no dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de José y de Moisés”. ¡No! El dijo que era el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Este Dios es Jehová y también el Angel de Jehová. ¿Puede usted entender eso? Si lee Exodo 3, verá que el versículo 2 habla del Angel de Jehová y que el versículo 4 habla de Jehová. Luego en el versículo 6, el Angel de Jehová, quien es Dios mismo, le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob”. ¿Cree usted que son tres dioses? Aquí son tres y otros dos: el ángel de Jehová y Jehová. ¿Son cinco seres, cinco dioses? Ciertamente el Angel de Jehová y Jehová son dos. ¿Podemos decir que el Angel de Jehová es el mismo Jehová? Sí podemos, porque la Biblia así lo dice. Nadie puede agotar el estudio de Exodo 3. Finalmente, en Exodo 3:14, Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”. Dios parecía decir: “Soy el Angel de Jehová. Soy Jehová. Soy el Dios de Abraham. Soy el Dios de Isaac. Soy el Dios de Jacob. Yo soy el que soy. No me importa que lo entiendas o no; Yo soy el que soy”. El es nuestro Dios, el Dios que obró en el hombre corporativo. Este Dios era el Angel de Jehová, Jehová mismo, el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob, y el gran Yo Soy.
1) El Dios de Abraham: el Padre El llamado de Dios a Abraham fue obra de Dios el Padre. El nombre original de Abraham era Abram, que significa “padre exaltado”, y el nombre Abraham, que lo sustituyó, significa “padre de una gran multitud”. Ambos nombres tienen la idea fundamental de padre. En el Dios Triuno, el primero es el Padre, y Abraham fue el primero de los llamados. Abraham fue el padre de los llamados, y el primero del Dios Triuno es también el Padre. El Padre es la fuente de la vida. El también es quien planea y propone. Dios el Padre tenía un plan, un propósito. Por tener un propósito, Dios nos eligió y predestinó en la eternidad pasada. Finalmente, en el tiempo, el Padre vino para llamar, justificar, aceptar y cuidar a los llamados. La obra de Dios el Padre consiste en elegir, predestinar, llamar, justificar, aceptar y cuidar a los llamados. La selección y la predestinación preceden el llamamiento. Al leer Romanos 9:11, vemos que estos dos puntos se encuentran en Jacob. No obstante, en Abraham vemos casi todas las experiencias relacionadas con Dios el Padre. Esto es muy significativo.
2) El Dios de Isaac: el Hijo Isaac era el hijo. Es interesante observar que el segundo del Dios Triuno también es el Hijo. ¿Qué es un hijo? Es alguien que procede del padre, que hereda todo lo que el padre es y tiene, y que cumple todo lo que el padre desea. Al observar la historia de Isaac, encontraremos que él era tal persona. El procedió del padre, heredó todo lo del padre, y trabajó para cumplir el propósito de su padre. Esta es la experiencia de Isaac, la experiencia que corresponde al segundo del Dios Triuno, Dios el Hijo. El Señor Jesús, como Hijo de Dios, procedió del Padre (Jn. 16:28), heredó todo lo que el Padre es y tiene (Jn. 16:15), y cumplió toda la voluntad del Padre (Jn. 6:38). La vida de Isaac corresponde a la Suya.
3) El Dios de Jacob: el Espíritu Ahora llegamos a Jacob. Jacob, el que suplantaba con astucia, necesitaba más que la simple experiencia de ser llamado y recibir la herencia; necesitaba principalmente ser quebrantado para ser transformado y pasar de vivir en la carne a vivir en el Espíritu. Por tanto, es bastante significativo ver que el tercero del Dios Triuno es el Espíritu que obró en Jacob, el que suplantaba con sutileza, para disciplinarlo y transformarlo en un príncipe de Dios. En Jacob vemos la regeneración, la disciplina, la transformación y el crecimiento y la madurez en vida. Todo eso es obra del Espíritu. Por tanto, el Dios de Jacob debe ser Dios el Espíritu.
b. Las experiencias respectivas de Abraham, Isaac y Jacob son tres aspectos de una unidad completa Así como el traslado de linaje empezó con Abraham, pasó por Isaac y se completó en Jacob, sus experiencias también deben ser consideradas como una sola experiencia completa. Queda implícito que los tres eran uno. El Dios Triuno los consideraba miembros de un hombre corporativo en Su relación con ellos y en Su deseo de ser su Dios de esta manera. Los últimos treinta y nueve capítulos y medio de Génesis constituyen una biografía de una persona corporativa compuesta de tres más uno. Si añadimos los diferentes aspectos de las experiencias de Abraham, Isaac y Jacob junto con José, vemos un cuadro claro de la experiencia completa de los llamados.
1) La experiencia de Abraham Cuando Abraham fue llamado, tuvo un buen comienzo, pero no se nos relata en ninguna parte que haya sido elegido ni que haya llegado a la madurez. Para ser completo, Abraham necesitaba que Jacob fuese escogido y tuviese madurez al final. ¿Cree usted que, según el relato de Génesis, Abraham obtuvo la madurez de vida más elevada y consumada? No hallamos tal evento. Cuando Abraham ofreció a Isaac sobre el altar, llegó a la cumbre de su vida espiritual (cap. 22). Sin embargo, no llegó a la madurez. En el capítulo veinticuatro, vemos que él hizo algo maravilloso al conseguir esposa para su hijo Isaac. Pero después, se casó otra vez (25:1). Esto nos muestra que Abraham no era maduro. Entonces ¿dónde está la madurez de Abraham? Su madurez se halla en la madurez de Jacob. Usemos como ejemplo los viajes que hicieron Abraham y Jacob a Egipto. El viaje de Abraham a Egipto fue vergonzoso, pues él mintió acerca de su esposa (12:10-20). Pero Jacob hizo una visita gloriosa (47:7). El no fue a Egipto para aprovecharse de los demás. El fue allí con una mano de bendición, pues bendijo incluso a Faraón, el rey supremo de la tierra en aquel tiempo (47:10). Esto revela que la madurez de vida se encuentra en Jacob y no en Abraham. La Biblia enseña que el mayor siempre bendice al menor (He. 7:7). Ningún joven puede bendecir a una persona adulta. Si usted quiere bendecir, necesita la madurez de vida. ¿Dice la Biblia que Abraham bendijo a alguien? ¡No! Pero Jacob alcanzó tanta madurez en vida que podía bendecir a los demás. Cuando bendijo a sus nietos, lo hizo lúcidamente, y no a ciegas como Isaac. Cuando José intentó cambiar la posición de sus manos, Jacob se rehusó y dijo: “Lo sé, hijo mío, lo sé” (48:19). Jacob era plenamente maduro. Aunque Abraham se encontraba en un nivel elevado en la vida de la fe, no encontramos en él la madurez de vida que vemos en Jacob. Para madurar en vida, Abraham tenía que recurrir a Jacob. A pesar de ser el abuelo, Abraham necesitaba a su nieto para estar completo. Con eso, podemos ver que, conforme a la experiencia, Abraham, Isaac y Jacob no son individuos, sino tres miembros de todo el Cuerpo. Del mismo modo, somos miembros los unos de los otros (Ro. 12:5) y, en ciertos aspectos de la vida, debemos depender el uno del otro.
2) La experiencia de Isaac Vemos otro ejemplo de eso en Isaac. La experiencia de Isaac no tuvo principio ni fin. El nunca fue llamado y nunca maduró. Aunque bendijo a sus hijos, lo hizo ciegamente (27:18-29), y no con la lucidez que lo hizo Jacob a sus nietos. Isaac necesitaba el comienzo contenido en las experiencias de Abraham y Jacob y el fin contenido en la experiencia de Jacob para ser completo. Isaac estaba en el medio. El nunca pasó por la disciplina del Señor. No necesitaba experimentar la mano el Señor sobre sí, aunque sí la experimentaron su padre y su hijo. El estaba plenamente cubierto por estos dos lados en cuanto al quebrantamiento de parte de Dios. A menudo nos conviene estar en medio de otros miembros del Cuerpo, pues los que nos aventajan y los que vienen detrás se convierten en nuestro complemento. Esta es la coordinación entre los miembros del Cuerpo.
3) La experiencia de Jacob Jacob en su experiencia tuvo el mejor final, el más elevado, y más maduro. El empezó como una persona que suplantaba con sutileza, pero después de que Dios obró en él, llegó a una madurez plena. El libro de Génesis habla de personajes muy buenos, como por ejemplo, Abel, Enoc, Noé y Abraham, pero ninguno de ellos es tan maduro como Jacob. Después de haber madurado, sus manos de suplantador se convirtieron en manos de bendición. Cuando alguien estaba bajo sus manos, no recibía ninguna condenación; sólo recibía bendiciones. El no sólo bendijo a los descendientes de la fe, sino también a la gente del mundo. El tenía un nivel muy elevado de madurez. A pesar de haber madurado en vida, Jacob no tuvo ni la experiencia de ser llamado ni la vida de fe. Tampoco tuvo la experiencia de heredar la gracia. Para ser completo, Jacob necesitaba el
llamamiento y la vida de fe que experimentó Abraham, y también la experiencia de Isaac de heredar la gracia. Jacob era pobre en fe. El no sabía cómo creer; sólo sabía suplantar. Abraham fue bendecido por Melquisedec después de haber dado muerte a los reyes. Más adelante se encontró con el rey de Sodoma. Este le dijo a Abraham, quien había obtenido la victoria para dicho rey, que tomara para sí el botín. Pero Abraham no quiso tomar ni un solo hilo de los despojos, pues creyó en la suficiencia de la provisión del Dios todopoderoso (14:19-23). Abraham había recibido la bendición de Melquisedec y no necesitaba ayuda del rey de Sodoma. Así fue cómo Abraham experimentó la fe. Pero la experiencia de Jacob fue muy distinta. Adondequiera que iba, él era el primero en suplantar. En medio de una vida de suplantador, Jacob hasta hizo un trato con Dios. Cuando Dios se le apareció en sueños en Bet-el, Jacob dijo al despertar: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir ... Jehová será mi Dios ... y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (28:20-22). Jacob hizo un trato con Dios. Cuando Dios satisficiera sus necesidades, Jacob le daría a cambio el diezmo. Jacob parecía decirle: “Dios, si me provees el alimento, la ropa y las demás cosas necesarias, entonces te daré una comisión del diez por ciento”. Según este negocio, Jacob recibiría el noventa por ciento y Dios solamente el diez. Así vemos que Jacob no tenía la fe de Abraham. No obstante, al final Jacob llegó a la plena madurez. El alcanzó un grado de madurez tal que José, quien era parte suya, reinó sobre todo el mundo. En aquel tiempo, el mundo estaba bajo la mano de Faraón, y la autoridad de Faraón estaba totalmente con José. En realidad, José no reinó por Faraón sino por Jacob. Aquí vemos el reino. El Nuevo Testamento acaba con el reino. Después de que los llamados hayan completado sus experiencias con el Dios Triuno, vendrá el momento de reinar. Este será el milenio. José sólo reinó varios años, pero en el reino regiremos durante mil años. Si añadimos las experiencias de Abraham, Isaac y Jacob, tenemos un cuadro vívido de la experiencia completa de los llamados. Como ayuda, consideremos el diagrama que aparece en la página 541. Abraham, Isaac y Jacob, quienes fueron llamados por Dios, fueron escogidos en la eternidad pasada. Entonces, en el debido tiempo, después de su nacimiento, fueron llamados. Muchos años después de ser llamado Abraham, fue circuncidado y su nombre cambiado. Esto es lo que indica la curva. Esta es una línea, o sea, un aspecto, de la experiencia de los llamados. Vemos en el diagrama que la experiencia de Isaac es una línea recta. Es como un insípido vaso de agua. Al llegar a la experiencia de Jacob vemos otra curva. Después de ser tocado y quebrantado el suplantador, llegó a ser un príncipe de Dios. Finalmente, los tres llamados convergen en una línea recta. Los tres estarán allí en la eternidad futura. Con este diagrama vemos que Jacob, o Israel, incluye a José. Como ya vimos, la razón es sencilla: José era la parte reinante de Jacob. Jacob era un príncipe de Dios, mientras que José reinaba sobre el mundo, con dominio sobre toda la tierra en lugar de Jacob. José fue el hijo reinante y Jacob el padre reinante. Las experiencias de Abraham, Isaac y Jacob constituyen la experiencia completa del hombre corporativo que recibió el llamamiento. Si vemos eso, nos inclinaremos y diremos: “Oh Dios Padre, te necesitamos. Necesitamos Tu plan, Tu propósito, Tu elección, Tu predestinación, Tu llamamiento, Tu justificación, Tu aceptación y Tu cuidado. Oh Dios Hijo, Te necesitamos. Necesitamos que nos redimas para que podamos heredar. Necesitamos que cumplas todo lo que el Padre planeó, todo lo que el Padre determinó hacer. Oh Dios Espíritu, Te necesitamos. Necesitamos que nos regeneres, nos disciplines, nos transformes y nos hagas crecer hasta la madurez en vida. Necesitamos que hagas de nosotros los verdaderos Israel. Necesitamos que lleves a cabo todo lo que el Padre planeó y todo lo que el Hijo cumplió por nosotros. Nuestro Dios Triuno, ¡Nos inclinamos ante Ti, cuánto te adoramos, te alabamos y te agradecemos por todo lo que has hecho por nosotros y en nosotros!”. Después de ver esto, nos humillaremos al darnos cuenta de que toda la experiencia del hombre corporativo llamado es demasiado grande para vivirla individualmente. Yo no puedo ser Abraham, Isaac, y Jacob, además de José. Sólo puedo ser uno de los tres, y por eso debo aprender a depender de mis hermanos para lo demás. Aun si yo fuese tan maduro como Israel, seguiría necesitando que alguien fuese mi Abraham y mi Isaac. Todos debemos entender que no podemos ser más que un
miembro del Cuerpo. Necesitamos a los demás miembros. Según nuestra tradición, todos ponemos a Abraham en primer lugar, con la idea de que él supera a los demás. Pero ése no es el caso. A pesar de superar a otros en la fe, no los superaba en madurez. Como vimos, Jacob fue el más maduro. En la actualidad todos estamos en este proceso, en la experiencia de los llamados de Dios. Algunos de nosotros somos Abraham, otros Isaac, y otros Jacob. Ahora disfrutamos al Dios Triuno en nuestra experiencia, y no en teología. No lo consideramos a El como un concepto doctrinal, sino como un deleite que podemos experimentar. Estamos disfrutando a Dios el Padre, a Dios el Hijo y a Dios el Espíritu. Es muy bueno disfrutar del llamado, la justificación, la aceptación y el cuidado que el Padre nos da. ¡Cuán maravilloso es ver que el Hijo nos redime, nos salva y nos introduce en la herencia y cumple el propósito eterno de Dios! ¡Cuán excelente es experimentar la regeneración, la disciplina y la transformación del Espíritu que nos hace crecer y madurar. No sólo hablamos del Dios Triuno; lo experimentamos a El; participamos del Padre, del Hijo y del Espíritu. El Dios Triuno está con nosotros como nuestra experiencia. En la vida de iglesia, somos Abraham, Isaac y Jacob, e incluso José, pues experimentamos al Dios Triuno. Disfrutamos de la elección, la predestinación, el llamamiento, la justificación, la aceptación, el cuidado, la redención, la herencia y el cumplimiento del propósito de Dios, la regeneración, la disciplina, la transformación, el crecimiento, la madurez y, por último, el reinado. ¡Alabado sea el Señor! Este es el Dios Triuno y el hombre corporativo que ha recibido el llamamiento.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE TREINTA Y NUEVE EL MOTIVO Y LA FUERZA DEL LLAMAMIENTO En el mensaje anterior vimos que el Dios Triuno trató a Abraham, Isaac y Jacob como a un solo hombre corporativo y completo. Si queremos penetrar en la última sección del libro de Génesis, la sección sobre el llamamiento que Dios hace, debemos recordar que Abraham, Isaac y Jacob no son tres seres separados y completos como individuos, sino un solo hombre corporativo y completo, conforme a la dispensación de Dios. Dios se relacionó con cada uno de ellos, considerándolos parte de una unidad completa. Las experiencias de ellos no son experiencias separadas e individuales, sino aspectos de una experiencia completa.
2. El primer aspecto: la experiencia de Abraham En este mensaje veremos el primer aspecto de la experiencia completa de los llamados de Dios. Vemos claramente este aspecto en la vida de Abraham (11:10—25:18). Esto es bastante fundamental. La vida de Abraham es un ejemplo del primer aspecto de la experiencia completa de los llamados de Dios. Su experiencia va del llamamiento, pasa por el vivir por fe en comunión, y llega al conocimiento de la gracia.
a. Llamado En la experiencia de Abraham, primero Dios lo llamó. Como ya vimos, los llamados no iniciaron
este llamado. Lo originó el Dios que llama. Dios fue el originador de Su llamamiento.
1) El motivo y la fuerza Así como el llamado de Dios no lo originaron los llamados sino el Dios que llama, el motivo y la fuerza de recibir dicho llamado no se originaron en los llamados sino en el que llama. El motivo y la fuerza por los cuales Abraham pudo responder provinieron de Dios mismo. ¿En qué consistieron este motivo y esta fuerza? Si examinamos detalladamente la situación, podremos ver tres cosas que motivaron a Abraham a aceptar el llamado de Dios: la aparición de Dios, el llamado de Dios y la promesa de Dios. Ahora consideraremos cada uno de estos puntos.
a) La aparición de Dios El primer aspecto del motivo y la fuerza para aceptar el llamado de Dios fue la aparición de Dios. Si usted tuviera que recibirme a mí, eso no significaría nada porque yo no soy nadie. Pero si el presidente de Estados Unidos lo visitara personalmente a usted, usted estaría muy emocionado. Probablemente no dormiría en toda la noche. Ahora bien, ¿quién vino a visitar a Abraham? ¡El Dios de gloria! (Hch. 7:2). Aparte de las palabras de Esteban en Hechos 7:2, donde dijo a sus perseguidores que el Dios de gloria se había aparecido a su padre Abraham, ningún otro versículo de la Biblia menciona la aparición del Dios de gloria a Abraham. Mientras Esteban hablaba, se le apareció el Jesús de gloria (Hch. 7:55-56). Se abrieron los cielos y él vio a Jesús en gloria, de pie a la diestra de Dios. Esteban se atrevió a morir por Jesús, porque vio al Señor Jesús mientras sus opositores le resistían. Estos lo apedrearon, pero Jesús le sonrió. Le resultó fácil, y hasta le causó mucha alegría, sufrir persecución, porque el Señor se le había aparecido. Esa persecución no se podía comparar con la aparición de Jesús en gloria. Al estar Esteban en esa situación, se le apareció el Jesús en gloria. Sin esa aparición, un ser humano difícilmente podría resistir semejantes circunstancias. Sobre este mismo principio, el Dios de gloria se apareció a Abraham, visitándole con Su aparición personal, porque en aquel tiempo Abraham se encontraba bajo la influencia de su marcado pasado caldeo. Como veremos en el mensaje siguiente, en hebreo “Caldea” significa demoníaco. Caldea era un lugar demoníaco, un sitio lleno de demonios. Josué 24:2 dice que Abraham y su familia servían a dioses ajenos. Adoraban a los ídolos, detrás de los cuales había demonios. Caldea se encontraba en una región llamada Mesopotamia. La palabra “Mesopotamia” significa “entre ríos”. La geografía nos muestra que la región de Mesopotamia estaba rodeada de dos grandes ríos: el Eufrates (Perat en hebreo) y el Tigris (Hidekel en hebreo). Entre estos dos ríos había una gran llanura, la tierra de Mesopotamia. Caldea formaba parte de Mesopotamia. Esto significa que la morada de Abraham no sólo se hallaba en un lugar lleno de demonios sino también en un lugar rodeado por dos ríos grandes. A Abraham o a cualquiera le habría resultado muy difícil abandonar ese lugar, pues los demonios lo tendrían asido y los grandes ríos lo tendrían encerrado. Puesto que la gente carecía de medios modernos de transporte, tenía que caminar. ¿Cómo pudo Abraham salir de Caldea? Su trasfondo tan fuerte llevó a Dios a aparecérsele para que pudiera salir de ese lugar. Este es un cuadro o un ejemplo de nuestra situación antes de ser salvos. Todos estábamos en alguna especie de Caldea. Los jóvenes deben ver que el colegio es una Caldea, un lugar lleno de demonios. Muchos estudiantes son pequeños demonios que venden estupefacientes e intentan desubicarlos, diciendo: “¿Cómo puedes ser diferente de nosotros? Si quieres ser diferente de nosotros, ¿adónde irás? Hay dos ríos grandes que te mantienen aquí. ¡Debes quedarte con nosotros!”. A veces los maridos son demonios para las esposas, y éstas lo son para los maridos. En cuanto a la gente mundana, cuando un joven se casa, entra en un área demoníaca. Pasa lo mismo con toda joven que se casa. Considere el ejemplo de un joven que se enamora de una joven. Esta muchacha tiene un terrible trasfondo, compuesto de muchísimos parientes y amigos, todos los cuales son demoníacos. Si el joven se casa con ella, caerá en una región demoníaca. Si él viene a verme, le diría: “No
pienses que esta mujer joven es muy bonita, simpática y amable. Debes ver su trasfondo. No te vas a casar solamente con ella; te casas con todo su trasfondo. Después de casarte con una muchacha que tiene un trasfondo tan demoníaco, te encontrarás en Caldea. Allí los demonios se asirán de ti”. Sin embargo, Dios escogió a dicho joven. No se imagine que le resultará fácil creer en el Señor Jesús y ser salvo. No se trata de ser salvo y tener la esperanza de ir a los cielos. No, en la Biblia, ser salvo consiste en ser llamado a salir del trasfondo, la región y el entorno en el que uno se encuentra. Usted debe escaparse. Como ya vimos, la promesa que Dios hizo a Abraham fue una predicación del evangelio (Gá. 3:8). Como parte de su predicación, Dios le dijo a Abraham que saliera de su tierra. ¿Qué habría hecho usted si fuese Abraham? Detrás de Sara, pudo haber muchos demonios, y estos demonios no querían aceptar la salida de Abraham de la tierra de Caldea. Esta fue la razón por la cual el Dios de gloria se apareció a Abraham. El que apareció a Abraham no fue ni un ángel ni un dignatario, sino el Dios de gloria. Esta aparición fue una gran atracción que impulsó Abraham a aceptar el llamado de Dios. En Mateo descubrimos que Jesús llamó a Pedro, a Andrés, a Jacobo y a Juan, mientras andaba junto al mar de Galilea (Mt. 4:18-22). El Señor Jesús dijo simplemente a cada uno: “Sígueme”, y ellos lo siguieron. Durante muchos años no pude entender eso. El pequeño Jesús de Nazaret pronunciaba la palabra: “Sígueme”, y ellos lo seguían. Pude entender eso el día en que observé que el Jesús que caminaba por el mar de Galilea era una gran luz (Mt. 4:16). Pedro, Andrés, Jacobo y Juan fueron atraídos por esa gran luz. Cuando Jesús los miraba y los llamaba, eran atraídos a El. Aparentemente, el que los llamaba era un pobre nazareno; en realidad, era el Dios de gloria. Del mismo modo, el Dios de gloria se apareció a Abraham en aquella tierra de demonios, una región rodeada de muchas aguas. Creo que, en principio, todos hemos experimentado esta aparición. La salvación no consiste simplemente en oír el evangelio, inclinar la cabeza, y luego confesar que uno es pecador y que cree en el Señor Jesús. Aunque eso es correcto, debo decir que un verdadero salvo es aquel a quien Jesús se ha aparecido. En nuestra conversión muchos parecían ver “la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4:6). Esto se convirtió en un gran estímulo para muchos de nosotros. Todos los salvos hemos recibido la aparición de Jesús. Esto no sucedió de un modo exterior, sino en lo profundo de nuestro espíritu. Aunque podamos olvidar el día y aun el año en que fuimos salvos, nunca podremos olvidar el momento cuando, en lo profundo de nuestro ser, vimos a Jesús. Jesús se apareció a nosotros y nos encontramos con El. Esta es la verdadera experiencia de la salvación. Ser salvo significa simplemente ser llamado. Antes de que el Señor se le apareciera, a usted le resultaba difícil ser un cristiano genuino. Su trasfondo y sus circunstancias no le permitían ser diferente de los demás. Pero un día El se le apareció a usted. El Jesús que vive en gloria se le apareció. Fue así como El lo llamó a usted. También fue así como lo separó y lo salvó. Al aparecerse a usted de ese modo, El lo llamó, lo salvó y lo separó. Abraham tuvo la misma experiencia. La aparición de Dios atrajo mucho a Abraham. Esta aparición fue lo que lo motivó y le dio fuerza para aceptar el llamado de Dios. Si usted considera el trasfondo y la situación de Abraham, se dará cuenta de que sin esta atracción y sin este estímulo, le habría sido imposible aceptar el llamado de Dios.
b) El llamamiento de Dios El segundo factor del motivo y la fortaleza fue el llamado de Dios (Hch. 7:3-4; Gn. 12:1). Dios no se apareció a Abraham sin hablarle. Cuando fue a Abraham, lo llamó. Dios habló a Abraham. Llamar significa hablar. Oír lo que dice Dios no es algo insignificante. Cuando fuimos salvos, todos experimentamos la aparición de Jesús. Cuando El se nos apareció a nosotros, nos habló. Hubo un hablar divino, una especie de hablar en el espíritu. Muchos de nosotros podemos atestiguar que cuando fuimos salvos, dentro de nosotros tuvimos la consciencia de que Jesús nos hablaba. Quizás el Señor Jesús vino a usted cuando era estudiante y le
dijo: “¿Qué estás haciendo aquí?”. Usted contestó: “Estudio para obtener mi diploma”. Entonces el Señor preguntó: “¿Para qué?”. Usted respondió: “Para vivir bien en el futuro”. Después, el Señor preguntó: “¿Y después qué? ¿Qué piensas hacer en el futuro?”. A otros el Señor Jesús habló de otra manera, diciendo: “¡Mira cuán pecaminoso eres, y en qué lamentable estado te encuentras!”. Como respuesta, algunos le dijeron al Señor: “No me molestes”. Luego el Señor dijo: “Te amo. Quiero salvarte. ¿No sabes que soy Jesús?. Quiero rescatarte de tu situación lamentable. ¿No estás dispuesto a recibirme?”. A otros entre nosotros, el Señor Jesús dijo: “¿No sabes que soy Aquel que vive. Soy el único que puede darte vida eterna”. Muchos de nosotros hemos oído estas palabras, no de la boca de los predicadores sino de la boca del Jesús viviente. ¿Recuerda usted lo que oyó del Jesús viviente cuando El se apareció a usted, lo llamó y lo salvó? Los que no son cristianos, incluyendo a los cristianos de nombre, no han tenido esta clase de experiencia y la consideran una especie de superstición. ¡Pero no es superstición! El Dios de gloria vino a nosotros y nos habló. Abraham pudo decir: “No me digan que esto es superstición. Yo lo oí hablar. El me dijo: ‘¡Sal de tu tierra!’ Esto no vino de mi padre ni de mi esposa. Me lo dijo el Dios de gloria”. Dígame francamente: ¿no ha oído usted la palabra de Jesús? Yo no creo que una persona salva se pierda otra vez. Aunque una persona salva caiga, nunca podrá olvidar la aparición de Jesús y lo que El dijo. Quizás pueda decir: “Ya no creo en el Señor Jesús”, pero en lo profundo de su ser, el Señor dice: “¿Cómo puedes decir que ya no crees en Mí?”. Usted nunca podrá olvidar la aparición del Señor ni lo que El le dijo. Muchos jóvenes me han preguntado cuál es la diferencia entre un verdadero cristiano y un cristiano falso. Todos ellos afirman creer en Jesús. La mejor respuesta que yo puedo dar es que a un verdadero cristiano Jesús le habló, pero el cristiano nominal sólo ha recibido la predicación de una doctrina. Un verdadero cristiano ha oído por lo menos una vez el hablar de Jesús por el Espíritu viviente directamente en lo más recóndito de su ser. Este hablar es la fuerza que nos permite aceptar el llamado de Dios.
c) La promesa de Dios El tercer aspecto del motivo y la fuerza que tenemos para aceptar el llamado de Dios es la promesa de Dios (12:2-3). La mayor parte de lo que Dios nos dice es Su promesa. Si Dios dice: “No quiero molestarte; quiero salvarte”, eso es una promesa. Si dice: “Te amo” eso también es una promesa. La mayor parte de lo que El nos dice constituye una promesa. ¿Qué le dijo el Dios de gloria a Abraham? Primero el Dios de gloria dijo: “Vete de tu tierra y de tu parentela” (12:1). Usted pensará que esto no fue una promesa, pero en realidad sí lo era pues lleva una promesa implícita. Cuando Dios le dijo a Abraham que saliera de su tierra, quedaba implícito que Dios le prometía un lugar. De no ser así, Abraham habría dicho: “Si salgo de mi tierra, ¿adónde iré?”. Dios tenía un lugar preparado para Abraham. Aun el mandato de salir de su tierra implicaba una promesa, la promesa de la buena tierra. Abraham pudo decir: “Dios me manda a salir de mi tierra; eso ciertamente significa que El tiene un lugar para mí”. Dios le dijo a Abraham que saliera de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre, para ir a una tierra que El le mostraría. Indudablemente eso era una promesa. La promesa de Dios fue una motivación para que él dejara su tierra.
(1) Hacer del hombre llamado “una gran nación” En Génesis 12:2 Dios le dijo a Abraham: “Haré de ti una nación grande”. Esta palabra contrastaba con el trasfondo de Abraham. En Babel había muchas naciones formadas por familias. Abraham vivía en ese ambiente. Cuando Dios fue a Abraham y le dijo que saliera de su tierra, Abraham quizás se haya dicho: “¿Y qué pasará con la nación de que hablaste?”. Entonces Dios prometió que haría de él una gran nación. Dios también le dijo: “Te bendeciré, y engrandeceré tu nombre”. Esto también estaba en contraste con Babel. Cuando la gente construyó una torre en Babel, intentó
hacerse un nombre. Sin embargo, Dios, en Su promesa, parecía decirle a Abraham: “No debes hacerte un nombre. Engrandeceré tu nombre. No necesitas formar una nación. Yo haré de ti una nación”. Dios prometió a Abraham que haría de él “una nación grande”. Esta “nación grande” es el reino de Dios, compuesto de la nación de Israel en el Antiguo Testamento, la iglesia en el Nuevo Testamento, el reino milenario en la era venidera y el cielo nuevo y la tierra nueva en la eternidad. (En el reino milenario habrá dos partes: la parte celestial y la parte terrenal. La parte celestial será el reino de los cielos. Los vencedores de las eras pasadas y la presente estarán en la parte celestial del milenio en calidad de correyes de Cristo. La parte terrenal es el reino mesiánico, el reino del Mesías, compuesto de la futura nación judía.) La nación de Israel en la era del Antiguo Testamento, la iglesia en la era del Nuevo Testamento, el reino venidero en el milenio, y el cielo nuevo y la tierra nueva en la eternidad, están incluidos en esta “nación grande” que Dios prometió hacer de Abraham. Así se engrandeció el nombre de Abraham. Aparte del nombre del Señor Jesús, ningún nombre en la tierra es más grande que el de Abraham. El es el padre de “una nación grande”. El es el padre de la nación de Israel, el padre de la iglesia, y él será el padre del reino milenario y de todos los redimidos en la eternidad. ¡Qué “nación grande” y qué gran nombre!
(2) Bendecir al hombre llamado Dios prometió bendecir a Abraham (12:2). ¿En qué consiste esta bendición? Es la obra creadora y redentora de Dios, incluyendo todo lo que Dios quiere dar al hombre, a saber: Dios mismo y todo lo que El tiene en esta era y en la era venidera. Gálatas 3:14 nos muestra que esta bendición es la promesa del Espíritu: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. El Espíritu es Dios mismo, lo cual significa que Dios prometió que se daría a Sí mismo a Abraham como bendición.
(3) Hacer de aquel que fue llamado una bendición para todas las familias de la tierra Dios no sólo prometió que El mismo sería una bendición para Abraham, sino también que Abraham sería una bendición para todas las familias, todas las naciones, de la tierra (12:3). Al hacer Dios este llamamiento, se volvió de Adán a Abraham. Esto significa que abandonaba el linaje adámico. Sin embargo, en Su promesa, Dios dio otro paso, de Abraham otra vez a todas las familias del género adámico por medio de Cristo, quien es la simiente de Abraham (Gá. 3:14). Esto es muy significativo. Primero, Dios se volvió de Adán a Abraham, y luego, regresó de Abraham al linaje creado, por medio de Cristo. Con este nuevo viraje, todos fuimos capturados. Aparentemente, Dios nos había dejado y se había vuelto a Abraham. Luego Dios parecía decirle a Abraham: “No sólo me daré a ti como bendición, sino que haré de ti una bendición para toda la pobre gente del linaje de Adán. Abraham, ¡volvamos!”. Podemos decir que Dios dio una vuelta completa. Con ese viraje, todos los llamados de las naciones han sido congregados. Permítanme decir algo acerca de nuestra actitud hacia los judíos. Nunca traten mal al pueblo judío. Dios dijo: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré”. Si leen la historia, verán que durante los últimos veinticinco siglos, desde que Nabucodonosor destruyó la ciudad de Jerusalén hasta el presente, todos los países, pueblos, razas o individuos que han maldecido al pueblo judío han recibido maldición. Pero todos los que bendicen al pueblo judío reciben una bendición. En la historia, ningún líder ha muerto de una manera tan lamentable como Hitler. Este murió así, porque fue maldecido por haber maldecido al pueblo judío. Los Estados Unidos por ayudar a la nación de Israel están bajo la bendición de Dios. Esta no es solamente mi opinión, sino que concuerda con la promesa que Dios dio en Génesis 12:3.
(4) La promesa de Dios es el evangelio que El le predicó a Abraham Cuando leí Génesis 12:2-3 en mi juventud, estos versículos no me inspiraban. Me daban la impresión de ser huesos secos. No entendía lo que Dios quería decir cuando le dijo a Abraham que haría de él una nación grande, y que lo bendeciría, y haría de él una bendición. Después de muchos años volví a estos versículos con la ayuda de Gálatas 3. Llegué a entender que la promesa dada por Dios a Abraham en Génesis 12:2-3 fue la predicación del evangelio. Los tres puntos de la promesa de Dios —hacer de Abraham una nación grande, bendecirlo y hacer de él una bendición para todas las familias de la tierra— constituían el evangelio predicado a Abraham (Gá. 3:8). La promesa de Dios tiene exactamente el mismo contenido que el evangelio. Primero, la predicación del evangelio empieza con estas palabras: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Como ya vimos, la “nación grande” se refiere al reino. Segundo, la bendición que Dios prometió a Abraham era el Espíritu, es decir, Dios mismo. En el evangelio, después de arrepentirnos por causa del reino, debemos creer que podemos tener la vida eterna, la cual es el Espíritu. La bendición prometida a Abraham, que según Gálatas 3:14, es la promesa del Espíritu, es la bendición del evangelio. Esta bendición, como tercer punto, está destinada a todas las naciones, pues leemos: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.
(5) Tiene implícito el propósito eterno de Dios La promesa que Dios hizo a Abraham tenía implícito Su propósito eterno. El propósito eterno de Dios consiste en que el hombre exprese y represente a Dios. Dios dijo que haría de Abraham “una nación grande” y que lo bendeciría. Una nación alude al dominio y se refiere a representar a Dios, y la bendición se relaciona con la imagen en el Espíritu y se refiere expresar a Dios. Todos seremos transformados a la imagen de Dios por el Señor Espíritu (2 Co. 3:18). Esto requiere que tengamos un espíritu regenerado. Algunos preguntarán por qué Génesis 1:26, 28 menciona en primer lugar la expresión de Dios con Su imagen y en segundo lugar Su representación con Su dominio. La razón es sencilla: allí vemos el propósito original de Dios. El hombre, por haber caído, debe arrepentirse para volver al principio. Por consiguiente, en el evangelio, primero viene el dominio y luego la imagen. En el propósito original de Dios, primero venía la imagen y luego el dominio, pero en el evangelio, a causa de la caída, se invirtió el orden.
(6) El contenido del propósito eterno de Dios, de Su promesa, de Su evangelio y del cumplimiento, es el mismo El propósito eterno de Dios, Su promesa, Su evangelio y el cumplimiento de ellos tienen el mismo contenido. Resulta muy interesante ver eso.
(a) En el propósito eterno de Dios: con Adán En el propósito eterno de Dios vemos dos puntos: la imagen que expresa a Dios y el dominio que lo representa.
(b) En la promesa de Dios: a Abraham Como ya vimos, en la promesa que hizo Dios a Abraham, la nación, que sirve para ejercer el dominio a fin de representar a Dios, se menciona primero, y en segundo lugar se menciona la bendición, que sirve para presentar la imagen de Dios a fin de expresarlo.
(c) En el evangelio: con los creyentes En el evangelio (la salvación) dado a los creyentes, primero tenemos el arrepentimiento, que conduce al reino (Mt. 3:2). Este arrepentimiento tiene como fin el dominio, el cual representa a Dios. Segundo, tenemos el asunto de recibir la vida eterna (Jn. 3:16). El propósito de recibir la vida eterna es producir la imagen, la cual expresa a Dios.
(d) En el cumplimiento: en la Nueva Jerusalén Vemos también el mismo contenido en el cumplimiento, en la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén en su totalidad tendrá la apariencia de Dios. La apariencia de Dios es semejante al jaspe. Apocalipsis 4:3 revela que Dios, quien está sentado en el trono, tiene la apariencia del jaspe. En Apocalipsis 21:11, 18b vemos que la Nueva Jerusalén brilla como jaspe. La apariencia del muro y de toda la ciudad de la Nueva Jerusalén será la misma que la apariencia de Dios: jaspe. Esto significa que en la eternidad toda la Nueva Jerusalén expresará a Dios. Además, en la eternidad todos los salvos en la Nueva Jerusalén reinarán como reyes juntamente con Dios (Ap. 22:5). Este será el dominio que representa a Dios. Aunque no nos preocupaban ni el dominio ni la imagen de Dios cuando fuimos llamados y salvos, en lo profundo de nosotros, cuando Dios nos llamó y nos habló, nos dimos cuenta de que estos puntos estaban implícitos. Después de ser salvos, entendimos que debíamos estar bajo la autoridad de Dios. Este es el reino, el dominio. También en lo profundo de nuestro ser, tuvimos el sentir de que después de ser salvos, debíamos glorificar a Dios. Esto se relaciona con la imagen que expresa a Dios. Sin embargo, después de ser salvos, la mayoría de nosotros encontramos predicadores equivocados que nos dijeron muchos errores y nos alejaron del propósito de Dios. Alabado sea el Señor porque en el recobro de Dios El nos ha traído de nuevo a Su propósito original y nos ha vuelto al principio. Nosotros los verdaderos llamados, los hijos de Abraham, quienes recibimos el llamado de Dios, Su hablar y Su promesa, ahora estamos en Su reino para representarlo a El y tenemos Su imagen a fin de expresarlo a El.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA EL PROGRESO OBTENIDO AL RESPONDER AL LLAMADO DE DIOS Como hemos recalcado reiteradamente, casi todos los puntos mencionados en el libro de Génesis son semillas. En este mensaje, llegamos a la semilla de cruzar el río, la experiencia del primer cruzador de ríos. ¿Qué significa cruzar ríos? Significa seguir verdaderamente al Señor. Seguir al Señor es un asunto de cruzar el río. Aunque resulta fácil hablar de cruzar ríos, no es fácil hacerlo, según lo experimentó Abraham. En este mensaje debemos ver cómo cruzó Abraham el río. Su experiencia es un ejemplo para todos nosotros y constituye otra semilla sembrada en Génesis. Esta semilla crece ahora en muchos de nosotros. ¡Cuánto necesitamos el crecimiento de esta semilla!
2) El progreso a) Llamado la primera vez en Ur de Caldea, en Mesopotamia La mejor manera de estudiar la Palabra consiste en comparar pasajes afines. Podemos hacer esto con el llamado de Abraham, pues figura en Génesis 12 y también en Hechos 7. Con la ayuda del Señor, nos resulta fácil establecer una comparación entre estos dos pasajes. En estos dos pasajes de la Palabra, podemos ver que el Dios de gloria se apareció dos veces a Abraham. Dios no lo visitó una sola vez y para siempre. Esta no es una invención nuestra; lo podemos comprobar con Hechos 7:2 donde vemos que el Dios de gloria se apareció a Abraham antes de que éste morase en Harán, todavía estando en Mesopotamia. Luego, Génesis 12:1 indica que después de morar un tiempo en Harán, Abraham recibió una nueva aparición de Dios. En estos dos versículos descubrimos que Dios se apareció a Abraham en dos lugares diferentes: en Ur de Caldea y en Harán. Indudablemente estos dos llamados no ocurrieron al mismo tiempo. El primer llamado sucedió cuando el padre de Abraham todavía vivía, y el segundo ocurrió después de la muerte de su padre. Esto demuestra claramente que Dios se apareció dos veces a Abraham. Existe una diferencia muy importante entre ambos llamados. En el primer llamado, Dios le pidió a Abraham que saliera de su tierra y de su parentela (Hch. 7:3). En el segundo llamado, Dios le pidió que saliera de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre (Gn. 12:1). Cuando Dios llamó a Abraham por segunda vez, mencionó la parentela de Abraham en general, y la casa de su padre en particular. Dejar su parentela no era suficiente; tenía que salir de la casa de su padre. Más adelante veremos el por qué de eso. Por ahora podemos ver que Abraham experimentó dos llamados diferentes en dos lugares distintos. En el primer llamado, Dios le pidió que saliera de su tierra y de su parentela, y en el segundo llamado, que saliera de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre. Cuando vemos estos dos llamados, todo queda claro. Cuando yo era joven, algunos maestros me dijeron que Hechos 7 era una cita de Génesis 12. Estos maestros nunca hicieron notar claramente que Dios llamó a Abraham dos veces. Quizás algunos lectores todavía piensen que Hechos 7 es una cita de Génesis 12. Pero el llamado en Hechos 7 ocurrió antes de que Abraham fuese llevado a Harán, y el llamado en Génesis 12 se produjo después de que él había vivido allí durante un tiempo. El llamado mencionado en Hechos 7 precedió el llamado de Génesis 12.
b) No obedeció inmediatamente el llamado de Dios ¿Por qué tuvo Dios que aparecérsele a Abraham dos veces y llamarlo dos veces? ¿Por qué tuvo Dios que repetir Su llamado? Dios no tenía necesidad de repetir Su llamado. Abraham era el que necesitaba la repetición. Es difícil encontrar una persona que experimente un solo llamado de Dios y luego atraviese el río. Ninguno de nosotros ha respondido al llamado de Dios de buena gana. Difícilmente podríamos encontrar alguien que haya respondido inmediatamente al llamado de Dios. Usted dirá: “¿Y qué diremos de Pedro y Juan cuando fueron llamados por el Señor en la orilla del mar de Galilea? El Señor los llamó, y ellos lo siguieron inmediatamente”. Si leen otros pasajes de la Palabra, verán que aun estos discípulos estaban indecisos. Resulta difícil responder de una forma definida al llamado de Dios. Siempre vacilamos y nos quedamos en el lodo y el agua. Nuestros parientes pueden ser el lodo y nosotros mismos el agua. A pesar de haber recibido el llamado de Dios, usted tal vez permita que sus parientes sean el lodo del cual usted no se atreve a salir. Y usted mismo es el agua, lo sucio y las aguas negras. Usted se detiene en este lodo y esta agua. Mientras Abraham vivía en Ur, el Dios de gloria se le apareció repentinamente. Esta aparición trajo luz (el nombre Ur significa luz). En una tierra demoníaca, una tierra llena de demonios (Caldea significa demoníaco), el Dios de gloria apareció y trajo luz. Esto es muy significativo. Siempre que
Dios llama a un hombre, hay luz. Cuando Saulo de Tarso estaba en camino a Damasco para perseguir a los cristianos que estaban allí, resplandeció una luz desde los cielos sobre él (Hch. 9:13). En aquel momento, Saulo estaba en Ur. El estaba bajo la luz. Cuando usted fue llamado, también estaba bajo la luz. Usted entendió que su tierra, su entorno y sus circunstancias no eran el lugar adecuado para pasar más tiempo. Usted fue llamado estando en Ur, el lugar de luz.
c) Su padre lo llevó a Harán después de la muerte de su hermano Creo que Abraham recibió el llamado de Dios en su juventud. Es posible que les haya dicho a su padre Taré y a sus parientes cómo Dios se le había aparecido y le había dicho que saliera de su tierra y de su parentela. Abraham probablemente no tuvo el valor de hacerlo por sus propios medios. En 11:28 descubrimos que “murió Harán antes que su padre Taré en la tierra de su nacimiento, en Ur de los Caldeos”. Tal vez Harán era el hermano mayor de Abraham y quizá se haya opuesto al llamado que éste había recibido de Dios. Es posible que Dios haya esperado cierto tiempo. Cuando Abraham todavía no se movía, Dios quitó de en medio a Harán, el opositor. Tal vez Harán haya sido el hijo mayor de Taré. Para el padre, la muerte del hijo mayor quizás le haya advertido que no debía permanecer más tiempo allí. El nombre Taré significa demora, atraso o ser rezago. Taré tomó toda su familia, salió con ella de Ur de los caldeos y moró en Harán (11:31; Hch. 7:4a). Abraham no fue el que tomó la iniciativa de salir de Ur; fue su padre. Tal vez Taré y su familia hayan viajado hacia el norte a lo largo del río Eufrates. Finalmente, después de un viaje de por lo menos ochocientos kilómetros, llegaron a Harán. Según la antigua manera de viajar, seguramente se necesitaban más de quince días para viajar de Ur a Harán. A pesar de haber emprendido un viaje tan largo, no cruzaron el río como Dios lo quería. ¿Cuántos años ha andado usted a lo largo del río sin cruzarlo? Usted dirá: “Alabado sea el Señor porque ya no estoy en Ur”. Es cierto que no está en Ur, pero todavía está al otro lado del río. Inclusive en la vida de iglesia, usted ha viajado a lo largo del río sin cruzarlo. Entre ustedes muchos han viajado hacia el norte pero todavía están al otro lado. Sin embargo, aun este viaje hacia el norte fue provocado por Dios. En Ur había una persona llamada Harán, y ahora vemos una ciudad con el mismo nombre. Esto significa que dejaron a un Harán y llegaron a otro. A los ojos de Dios, ambos eran idénticos. Harán sigue siendo Harán, ya sea una persona o un lugar. El nombre Harán significa seco. Cuando el hermano mayor se opuso al llamado de Dios, debió de haberse secado. Cualquier pariente que le impida a usted aceptar el llamado del Señor es una persona seca, y cualquier lugar que le impida responder al llamado de Dios es un lugar seco. Usted nunca podrá recibir riego allí. En tal sitio, usted sólo halla sequía. Muchos de nosotros hemos experimentado eso.
d) Llamado por segunda vez en Harán después de la muerte de su padre Los cristianos acostumbran exaltar a Abraham. El es considerado como una persona muy prominente. Sin embargo, Abraham no era tan sobresaliente; él era igual a nosotros. Cuando Dios vino a Abraham, éste no tuvo el valor de actuar. Fue su padre quien actuó, y llevó la familia a Harán donde moraron hasta la muerte del padre (11:32). Entonces Dios se apareció a Abraham y lo volvió a llamar (11:32—12:3; Hch. 7:4b). La demora de Abraham en responder al llamado de Dios causó dos muertes: la muerte de su hermano en Ur y la de su padre en Harán. Abraham dio dos pasos, y cada uno de ellos fue causado por la muerte de un pariente cercano. La segunda vez que Dios llamó a Abraham, añadió otro punto, pues le dijo que no sólo saliera de su tierra y su parentela sino también de la casa de su padre (12:1). Esto significa que él sólo podía llevar consigo a su esposa, pero no a ningún miembro de la casa de su padre. El llamado de Dios fue
más estricto la segunda vez. Si usted examina el significado de todos los nombres, verá que, aparte del nombre Abram, que significa padre exaltado, el único nombre con una connotación positiva era Sarai, que significa mi princesa. El padre exaltado era el marido, y la princesa era la esposa. En Harán Dios llamó solamente a estos dos. No obstante, Abraham volvió a quedarse rezagado en el lodo, pues tomó consigo a su sobrino Lot. En el segundo llamado, Dios fue más estricto, pero también le dio a Abraham la promesa del evangelio como motivación para que respondiera a Su llamado (12:2-3). El recibió un llamado más estricto pero con una gran motivación.
e) Obedeció de mala gana al llamado de Dios Esta vez Abraham obedeció al llamado de Dios, pero no lo hizo de una forma muy definida. El seguía indeciso. Lo sabemos porque no tomó consigo a su esposa Sarai solamente, sino también a su sobrino Lot (12:4). Lot era miembro de la familia de su padre. ¿Acaso no oyó Abraham a Dios cuando le dijo que saliera de la casa de su padre? Entonces ¿por qué trajo consigo un miembro de la casa de su padre? Creo que puedo explicar eso. En aquel entonces Abraham era bastante viejo; tenía setenta y cinco años de edad. A pesar de su edad avanzada, él todavía no tenía hijo. Para emprender un viaje tan largo, ciertamente necesitaba un joven que le ayudara. Este fue su pretexto. Quizás Abraham se haya dicho: “Dios me llamó, pero ¿habré de dejar a mi sobrino? ¿Acaso no debería amarlo?”. Desde el punto de vista humano, todos dirían que Abraham tuvo razón al llevar consigo a Lot. ¿Qué significa el nombre Lot? Significa velo, envoltura. Los amados parientes que usted tiene, que ama tanto y que tomaría consigo al responder al llamado de Dios, siempre representan velos. Considere su situación. Muchos de nosotros hemos respondido al llamado de Dios de tal manera que hemos tomado un velo con nosotros. Lot no ayudó a Abraham en nada. Por el contrario, le causó problemas. Cuando lleguemos a Génesis 13, veremos que Lot causó muchísimos problemas a Abraham y que finalmente él tuvo que separarse de Abraham. Si usted examina su propia situación, verá que probablemente a usted le ha sucedido lo mismo. En la predicación del evangelio hoy en día, se le dice esencialmente a la gente que si ellos creen en el Señor Jesús, serán salvos del infierno e irán al cielo algún día. Esto es cierto, pero es superficial. Desde el punto de vista de Dios, ser salvo significa ser llamado. Dios no se preocupa por el infierno, sino por la tierra de usted, por su parentela y por la casa de su padre. Dios se preocupa por las circunstancias de usted, por su medio ambiente y por su situación. Ser salvo significa ser llamado a salir de su trasfondo, de sus circunstancias actuales y de su situación. Ser salvo no consiste simplemente en que sus pecados sean perdonados, en ser rescatado del infierno, y en estar calificado para ir a los cielos. Ser salvo significa ser llamado a salir de su trasfondo y ambiente. Ser salvo también significa emprender un viaje, andar por el camino y correr la carrera. El progreso del peregrino, un libro muy famoso escrito por John Bunyan, recalca que la salvación es un viaje. Ser salvo significa ser llamado y emprender un viaje. La gente habla mucho de la justificación por fe, y usa a Abraham como ejemplo. Sin embargo, Abraham emprendió un viaje antes de ser justificado. Su justificación se produjo en Génesis 15:6. No obstante, antes de Génesis 15, tenemos por lo menos tres capítulos que nos muestran que este hombre justificado estaba viajando. Espero que todos los jóvenes vean eso. El lugar donde se encuentran hoy los jóvenes es peor que Caldea. Pero alabado sea el Señor, su Ur tiene más resplandor y más luz. Hoy en día, el llamado de Dios a los jóvenes es más claro y más firme que el de Abraham. ¡Jóvenes, ustedes deben salir de la tierra, del pueblo y de sus parientes! Ser salvo significa emprender un viaje para cumplir el propósito de Dios. Dios llamó a Abraham con un propósito. Si usted es llamado por Dios conforme a Su propósito, su salvación está garantizada por este llamado. Usted no debe preocuparse por su salvación, pues si usted se ocupa del propósito de Dios, indudablemente El se ocupará de su salvación.
Ser salvo significa ser llamado a cumplir el propósito de Dios. Cuando Dios vino para llamar a Abraham, no lo hizo con el propósito de salvarlo del infierno ni de llenarlo de gozo; lo llamó a cumplir Su plan. Dios llamó a Abraham para cumplir Su propósito. Todos debemos oír este llamado. Dios tiene un plan y un propósito. El tiene una buena tierra en la cual podemos entrar. Abraham entró en la buena tierra de Canaán (12:4-5). Ahora nuestra buena tierra es Cristo, la iglesia y el reino. Considere el caso de Saulo de Tarso, quien perseguía la iglesia con vehemencia. A los ojos de Dios, mientras Saulo perseguía la iglesia, vivía en “Caldea”. En el camino a Damasco, el Señor se le apareció, resplandeció sobre él y lo llamó; entonces la Caldea de Saulo llegó a ser “Ur”, el lugar de luz. El Señor no lo llamó para salvarlo del infierno y llevarlo a los cielos, y tampoco para justificarlo. Aunque todo eso está incluido en el llamado del Señor, El lo llamó a salir de una Caldea judía. El Señor llamó a Saulo a salir de esa religión para que entrara en Cristo, en la economía del nuevo pacto de Dios, en la iglesia y en el reino. Pablo entró en Cristo, en la economía del Nuevo Testamento, en la iglesia y en el reino de Dios. Si respondemos al llamado de Dios y nos ocupamos de Su propósito a fin de entrar en Cristo, en la economía del Nuevo Testamento, en la iglesia y en el reino, El no nos dejará ir al infierno. No se preocupen por el infierno, ni piensen tanto en el cielo. Tenemos algo mejor que el cielo. ¿Acaso no es Cristo mejor que el cielo? ¿Acaso la economía de Dios, la dispensación del Dios Triuno en el hombre, no es mejor que los cielos? ¿Acaso no es la iglesia mejor que los cielos? Los cielos van a ser sacudidos. Hebreos 12:26 revela que Dios no sólo va sacudir la tierra sino también los cielos. Sólo Dios es inconmovible. Hemos recibido un reino inquebrantable, el cual es Cristo y la iglesia. No fije toda su atención en los cielos. En los últimos dos capítulos de la Biblia, vemos que la Nueva Jerusalén descenderá de los cielos. Dios va a dejar los cielos para morar en la Nueva Jerusalén, la cual es la consumación de la iglesia, por la eternidad. Todos debemos ver que ser salvos significa ser llamados a cumplir el propósito de Dios. Ser salvos consiste en ser liberados de muchas situaciones negativas a fin de alcanzar la meta de Dios. Muchos cristianos han sido salvos, pero nunca han llegado a la meta de Dios. La primera meta de Dios es Cristo. Estamos en Cristo. Estamos en el disfrute de Cristo. Esto es la buena tierra de Dios. La segunda meta de Dios es la iglesia. Hace años no me di cuenta de que, en cierto sentido, la iglesia también es la buena tierra de Canaán. Además, la economía neotestamentaria de Dios, el reino y el reposo sabático, son la buena tierra para nosotros hoy en día. ¿Está usted en la buena tierra de Canaán? Si tal es el caso, eso significa que usted está en Cristo, en Sus riquezas y en Su deleite. También significa que está en la dispensación del nuevo pacto de Dios y en la vida de iglesia. Entre nosotros muchos fueron salvos desde hace muchos años, antes de cruzar el río. No estaban ni en la economía de Dios ni en la iglesia. Además, tampoco estaban en el reino de Dios. Algunos entre nosotros pensaban que el reino se había suspendido y que el reino milenario vendría en el futuro, pero jamás han entrado en la realidad de la vida del reino hoy en día. Génesis 12 nos muestra que Abraham estaba indeciso, pero Hebreos 11:8 nos dice que él obedeció al llamado de Dios por fe y salió sin saber adónde iba. Cuando Dios lo llamó, le dijo claramente que debía marcharse, pero no le dijo claramente adónde debía ir. Abraham obedeció al llamado de Dios y salió de allí por la fe. Esto fue un gran paso. Por una parte, él estaba indeciso, y por otra, él dio un paso importante por la fe. El hecho de no saber adónde iba lo obligó a confiar en Dios y a acudir continuamente al Señor. Podemos decir que el Dios viviente fue el mapa para su viaje.
f) Dios lo trasladó a la tierra de Canaán Por mucho que se haya demorado Abraham en responder al llamado de Dios, él no podía retrasar a Dios mucho tiempo. Para Dios, mil años son como un día. ¿Puede usted retrasar a Dios mil años? Nadie puede hacerlo. Cincuenta años, o sea, un poco más de una hora a los ojos de Dios, representan el retraso más largo que podríamos causarle a Dios. Dios es soberano y paciente. El
pudo haber dicho a Harán y a Taré: “Todo lo que hagan es en vano. Después de su muerte, llevaré a aquel a quien llamé, a Mi tierra”. Dios es Dios. Nadie puede estorbarlo. Cuando El lo escoge y lo llama a usted, nada lo puede detener. Tarde o temprano, El logrará Su propósito. El se le presentará a usted repetidas veces. Si una muerte no es suficiente para cumplir Su meta, se producirá otra. El logrará lo que desea. El es mucho más grande que usted. Hechos 7:4 revela que Abraham no entró por sus propios medios en la buena tierra sino que Dios lo trasladó allí. Hebreos 11:8 dice que Abraham salió por fe, pero Hechos 7:4 revela que Dios lo trasladó de Harán a Canaán. Todo lo que podemos hacer es retrasar al Señor durante un tiempo corto. Finalmente seremos ganados por El. Si nos demoramos, sólo perderemos tiempo. Dios le pidió a Abraham que saliera de su tierra. Abraham no lo hizo de inmediato ni con mucha decisión; por eso, Dios lo arrancó y lo trasladó a Su tierra.
g) Atravesó el país y llegó al lugar que Dios confirmó En Harán, Abraham cruzó el río. Después de cruzarlo, viajó por el país, hacia el sur, hasta un lugar llamado Siquem (12:6). La palabra Siquem significa un hombro que proporciona fuerza. En Siquem se encontraba More donde había un encino. El nombre More denota un maestro que proporciona conocimiento. Abraham viajó al lugar donde podía conseguir fuerza y conocimiento. ¿Fue éste el lugar donde Dios deseaba que Abraham se estableciera? ¡Sí! Lo sabemos porque Dios no volvió a aparecerse a Abraham hasta que éste llegó al encino de More. Allí Dios se le apareció nuevamente (12:7). Cuando Dios vuelve a aparecérsele a usted, eso confirma que usted ha llegado al lugar adecuado. Puede ser que usted haya experimentado la aparición de Dios hace muchos años. Después de ese tiempo usted ha vagado, yendo de un lugar a otro sin que Dios se le haya vuelto a aparecer. Un día, después de llegar al encino de More, que es la iglesia, el Señor se le apareció nuevamente. Esta aparición confirmó que usted había llegado al lugar adecuado. Muchos de los que están en nuestro medio pueden testificar que después de ser salvos han viajado en el cristianismo sin que Dios les aparezca de nuevo. Se vuelve a producir la aparición interior sólo cuando llegamos al Siquem de hoy donde está el encino de More, es decir, la vida de iglesia. Muchos podemos atestiguar que después de entrar en la iglesia, sentimos que Dios se nos había aparecido nuevamente al decirnos: “Este es el lugar”. El encino es un árbol fuerte y duro que significa fuerza. Un encino también ofrece su sombra para proteger del calor del sol. Esto es muy significativo. Creo que en el simbolismo, esto representa la vida de iglesia que nos proporciona la fuerza y la sombra. La vida de iglesia nos fortalece y nos brinda su sombra para protegernos del calor del sol. Cuando Dios se apareció a Abraham en More, le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra” (12:7). Esta fue la primera vez que Dios prometió claramente la tierra. En 12:1 Dios sólo dijo a Abraham: “A la tierra que te mostraré”; Dios no le dijo dónde estaba esa tierra ni que se la daría. Sin embargo, aquí Dios le dijo claramente dónde estaba la tierra y le prometió que daría esta tierra a su descendencia. Cuando lleguemos al lugar que Dios confirma con Su nueva aparición, también recibiremos la promesa de la buena tierra de hoy: Cristo, la iglesia y el reino. Abraham construyó un altar donde el Señor se le había aparecido nuevamente. Este altar fue un testimonio en contra de la construcción de la torre de Babel. En Babel los hombres construyeron una torre para hacerse un nombre. En Siquem Abraham no construyó nada para hacerse un nombre; él construyó un altar para invocar el nombre del Señor (12:8). Esto significa que cuando llegamos al lugar que Dios ha escogido, Dios se nos aparece, y tenemos una comunión más profunda, plena, rica e íntima con El al invocar Su nombre. Todos podemos testificar que nunca hemos invocado tanto el nombre del Señor como desde que entramos en la vida de iglesia. Invocar el nombre del Señor viene después de construir un altar al Dios que se nos apareció. En la vida de iglesia, debajo del encino de More, tenemos la aparición íntima del Señor. ¿Qué haremos para responder a eso?
Debemos construirle un altar y poner allí todo lo que somos y tenemos. Debemos decirle al Señor que todo lo que somos y tenemos es Suyo, y luego debemos invocar el nombre del Señor para mantener una comunión más profunda, rica e íntima con El. Ya vimos la experiencia del primer hebreo, el primer cruzador de ríos. Abraham fue el primero en cruzar el río y en llegar al lugar donde Dios podía aparecérsele nuevamente, y donde él podía construir un altar e invocar el nombre del Señor. Este es el lugar adecuado; no es Ur, ni Harán, ni otro lugar aparte del encino de More. Aquí tenemos la aparición de Dios y Su presencia. Aquí recibimos la promesa de la buena tierra. Aquí podemos construir un altar al Señor, invocar a Su nombre y tener una comunión íntima con El.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y UNO VIVIR POR LA FE En toda la historia humana, ningún libro ha sido tan maravilloso como la Biblia. El Génesis, el primer libro de la Biblia, no es un libro de doctrina, sino de historia. No es una historia de estilo humano, sino de estilo totalmente divino. Génesis usa las biografías de algunos santos antiguos para comunicarnos algo sumamente divino. La revelación divina está contenida en las vidas humanas, en las historias humanas, de la personas mencionadas en Génesis. En este mensaje veremos la revelación divina hallada en la experiencia de Abraham, quien vivió por la fe.
b. Vivir por la fe En mensajes anteriores vimos que la experiencia de los llamados presenta tres aspectos: los aspectos de Abraham, Isaac y Jacob. La primera etapa del primer aspecto, el de Abraham, fue el llamado que éste recibió de Dios. Ya tratamos este punto detalladamente en los dos mensajes anteriores. Ahora llegamos a la segunda etapa de la experiencia de Abraham: vivir por la fe, o podemos decir, llevar una vida por fe. Cuando hablamos de una vida por fe, no nos referimos a la vida interior sino a la vida exterior, es decir, el vivir diario, el andar diario de los llamados. El andar diario no es conforme a la vista, sino que se lleva a cabo por la fe (2 Co. 5:7). La historia de Abraham es una semilla. Toda la biografía de Abraham constituye una semilla. No se trata de una semilla doctrinal sino de la semilla de nuestra historia. La historia de Abraham es la semilla de nuestra historia porque nuestra historia se desarrolla a partir de su historia. En cierto sentido, nosotros y Abraham somos uno en la experiencia de vida. Nosotros los creyentes somos los verdaderos descendientes de Abraham, y él es el verdadero padre de todos los que han sido llamados por Dios. Cuando leemos su biografía, leemos también la nuestra. Su historia nos concierne a nosotros. Al leer todos los capítulos de Génesis acerca de Abraham, debemos leerlos teniendo en cuenta que su historia es la nuestra. Necesitamos considerar los pasos que debemos dar para seguir al Señor. El primer paso es el llamado, y el segundo es el vivir por la fe. ¿Ha sido usted llamado? Usted debe responder con firmeza: “Amén, he sido llamado”. Abraham fue el primero en ser llamado, y como ya vimos, él no respondió al llamado de Dios de una forma definida, sino con indecisión, deteniéndose en el lodo y en el agua. Nuestra historia es idéntica. Nuestra respuesta al llamado del Señor fue exactamente la misma que la suya. En principio, la semilla se encuentra en pequeña escala, el crecimiento está en una escala superior, y la cosecha en una escala aún mayor. Vimos ya que cuando Abraham salió de
Harán, tomó consigo a Lot. ¿No trajo usted a Lot consigo? Si Abraham, la semilla, trajo consigo a un solo Lot, entonces es probable que cada uno de nosotros haya traído a muchos Lot. Me temo que algunos lectores se han llevado más de diez Lot con ellos. Con eso vemos que nuestra historia se encuentra en la biografía de Abraham. Por mucho que Abraham se haya detenido en el lodo y en el agua, Dios de todos modos seguía siendo soberano. Dios es Dios. Abraham no sólo fue llamado, sino también capturado. El salió de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre, y fue llevado a More, el lugar donde Dios quería que se estableciera y donde se le volvió a aparecer (12:6-7). La segunda aparición de Dios fue un sello para la respuesta de Abraham a Su llamado. El llamado de Dios fue claro, pero la respuesta de Abraham no lo fue. No obstante, Dios finalmente recibió una respuesta definitiva a Su llamado. No me preocupa lo mucho que los hermanos y hermanas jóvenes se detengan en su indecisión. Tarde o temprano serán totalmente cautivados. Los obreros cristianos y los hermanos que van delante deben tener una fe que nunca se desilusione de los hermanos y las hermanas. No piensen jamás que cierto hermano es un caso perdido. Por el contrario, debemos decir que ese hermano tiene mucha esperanza. Simplemente espere un tiempo y verá que todos irán a More.
1) La fuerza: la aparición de Dios En More Dios se volvió a aparecer a Abraham y éste volvió a encontrarse con Dios (12:6). A usted que afirma ser llamado, quisiera preguntarle: ¿Cuál es el sello de su llamado? El sello de nuestro llamado es la nueva aparición de Dios. La segunda aparición de Dios, Su regreso a nosotros, es el sello de nuestra respuesta a Su llamado. La segunda aparición de Dios a Abraham fue la fuerza que lo capacitó para vivir por la fe. Si usted lee el relato de Génesis, verá que en los días de Abraham, la humanidad construía una ciudad fuerte para su protección y erigía una torre alta para hacerse un nombre. En esto consistía el vivir de la humanidad en Babel. Pero Abraham vivió de manera totalmente distinta. Su vivir fue un testimonio en contra de la manera en que vivía la humanidad, la cual se manifestó plenamente en Babel. Como vimos en el mensaje treinta y seis, en Babel había una gran ciudad construida por los hombres. Esta ciudad no fue construida con piedras, las cuales Dios creó, sino con ladrillos hechos por los hombres. Estos ladrillos fueron hechos aniquilando el elemento de la tierra que produce vida. Sin embargo, Abraham, el llamado, no vivía así. Abraham no tenía ninguna relación con la ciudad ni con la torre. Después de la segunda aparición de Dios, lo cual sirvió como sello de la respuesta de Abraham a dicho llamado, éste construyó inmediatamente un altar, no para hacerse un nombre, sino para invocar el nombre del Señor. ¿Por qué hizo Abraham eso? Porque había recibido la segunda aparición de Dios. ¿Cómo pudo hacerlo? También por haber recibido la segunda aparición de Dios. Recuerde que el relato de Génesis acerca de Abraham constituye una biografía, y no una doctrina ni una religión ni una tradición. Abraham no construyó un altar por causa de la enseñanza ni de la tradición religiosa, sino porque Dios se le había aparecido. La segunda aparición de Dios lo fue todo para él. No sólo selló la respuesta de Abraham al llamado de Dios, sino que también le dio la fuerza para vivir de una manera totalmente distinta a esta humanidad. Lo hizo vivir como un testimonio en contra de su generación. El altar que Abraham construyó era un testimonio en contra de la torre de Babel.
a) Después de llegar a Canaán Ahora debemos descubrir el momento en que Abraham experimentó la segunda aparición de Dios. Nuestro Dios no hace nada sin un propósito y nunca actúa de manera descuidada. Todo lo que hace tiene un propósito y un significado. Después de que Abraham respondió al llamado de Dios, creyó en El y le obedeció, llegó al encino de More (12:6-7). Cuando llegó a ese lugar, Dios se le volvió a aparecer porque había creído en Su llamado y lo había obedecido. Abraham, como persona que había creído en Dios y obedecido Su llamado, no tenía ninguna alternativa en cuanto al lugar donde
debía morar. Dios volvió a llamar a Abraham en Harán, y éste después de cruzar el río allí, emprendió un largo viaje. Durante ese largo viaje, Abraham no tenía alternativa. Hebreos 11:8 nos dice que Abraham no estaba libre para elegir a su gusto. El no disponía de ningún mapa. Su mapa era una Persona viviente, el Dios viviente. Durante su viaje, tenía que acudir continuamente a Dios; no podía detenerse en ningún lugar que a él le pareciera. Mientras viajaba, la presencia de Dios era su guía, su mapa. El siguió a Dios de esta manera hasta llegar a More, donde Dios se le apareció. Esta aparición indicaba que Abraham había llegado al lugar que Dios había escogido para él. Allí Dios le dijo que daría esa tierra a sus descendientes. La primera vez que Dios se nos aparece no depende de nosotros. Es Dios quien inicia ese llamado. No obstante, después del primer llamado, toda aparición adicional depende de nuestra condición. La primera aparición de Dios tiene su origen en El y no depende de nosotros, pero las apariciones siguientes dependen de nuestra condición. Si Abraham no hubiera llegado a More, no habría recibido la segunda aparición de Dios, la nueva aparición que le proporcionó la fuerza de seguir adelante con Dios. Esta continuación con Dios constituyó el vivir de Abraham por la fe en Dios.
b) Después de la partida de Lot Génesis 13:14-17 relata la segunda aparición de Dios a Abraham. En este capítulo, vemos que Abraham tuvo dificultades con Lot. En la carne, Lot era sobrino de Abraham, pero delante de Dios era hermano de Abraham. Lot le causó dificultades a Abraham, pero éste no peleó con él. Por el contrario, le permitió escoger a dónde ir. Después de que Lot se separó de Abraham y lo dejó en paz, Dios volvió a aparecerse a Abraham. Esta nueva aparición se debía al hecho de que Abraham no peleó ni luchó por su propia cuenta, sino que le cedió siempre a su hermano Lot la alternativa de escoger. Esta segunda aparición de Dios también fortaleció la vida que Abraham llevaba por fe. Después de ser llamados por Dios, debemos vivir por fe. Esto es lo que necesitamos hoy. Si usted fue llamado por Dios, debe vivir por fe. En la Biblia, la fe contrasta con la vista. Si usted fue llamado por Dios, debe vivir por fe, y no por vista. Considere el mundo actual; no es más que una cosecha del vivir humano sembrado en Babel. En Babel se sembró una semilla, y el mundo actual es la gran cosecha de esa semilla. La gente construye grandes ciudades para su supervivencia y erige torres altas para hacerse un nombre. Esta es la situación actual en la tierra. Pero nosotros fuimos llamados. ¿Qué haremos? Debemos vivir por fe. ¿Qué significa vivir por fe? Consiste en vivir confiando en Dios en todo. Abraham no declaró que vivía por fe. Tampoco predicó el vivir por fe. El simplemente vivía por la fe. Ahora debemos ver la manera en que Abraham vivía por fe.
2) El significado: el altar a) El primer altar Después de llegar a More y de haber recibido la segunda aparición de Dios, Abraham construyó un altar (12:7). Este fue el primer altar que construyó. Para vivir por fe, primero debemos construir un altar. En la Biblia un altar significa que lo tenemos todo por Dios y que le servimos a El. Construir un altar significa que ofrecemos todo lo que somos y tenemos a Dios. Debemos poner sobre el altar todo lo que somos y todo lo que tenemos. Antes de hacer algo por Dios, El nos dirá: “Hijo, no hagas nada por Mí. Te quiero a ti. Deseo que pongas todo lo que eres y todo lo que tienes sobre el altar para Mí”. Esta es la verdadera comunión, la verdadera adoración. La verdadera adoración de los llamados consiste en poner todo lo que somos y todo lo que tenemos sobre el altar. Según el punto de vista humano, la gente dirá que estamos locos si hacemos eso. Nos acusarán de desperdiciar nuestro tiempo y nuestras vidas. Si hubieran estado con Abraham, habrían dicho: “Abraham, ¿qué estás haciendo? ¿Estás loco? ¿Por qué construyes un altar, algo tan insignificante, y pones todo encima para quemarlo? ¿No es eso insensato?”. Como llamados, todo lo que hagamos
parecerá insensatez a la gente mundana. Muchos parientes nuestros dirán que es insensato asistir a tantas reuniones, y se preguntarán por qué no nos quedamos en casa a ver televisión con nuestra familia. La gente mundana no puede entender por qué asistimos a varias reuniones por semana. Piensan que estamos locos. Dirían: “¿Qué están haciendo ustedes allí en ese pequeño edificio? ¿Por qué van allí los miércoles, viernes, sábados, dos veces cada domingo, e incluso a veces los lunes, martes y jueves? ¿Están locos?”. ¡Sí! Para la gente mundana, estamos locos. La aparición de Dios nos enloquece. Un altar significa que no guardamos nada para nosotros mismos; significa que entendemos que estamos aquí sobre la tierra para el beneficio de Dios. Un altar significa que vivimos por Dios, que Dios es nuestra vida, y que el significado de nuestra vida es Dios. Por tanto, lo ponemos todo sobre el altar. No estamos aquí para hacernos un nombre; ponemos todo sobre el altar por causa de Su nombre. Si usted considera su experiencia, verá que inmediatamente después de que Dios lo llamó, se le volvió a aparecer, y usted le dijo: “Señor, de ahora en adelante, todo es Tuyo. Todo lo que soy, todo lo que tengo, todo lo que puedo hacer y lo que voy a hacer es para Ti”. Todavía puedo recordar lo que sucedió la tarde del día en que fui salvo. Al salir del local de la iglesia y al andar por la calle, miré al cielo y dije: “Dios, de ahora en adelante Te lo entrego todo”. Esta fue una verdadera consagración. En un sentido espiritual, fue la construcción de un altar. Creo que muchos lectores han tenido esta experiencia. Cuando recibimos el llamado de Dios, estábamos locos, despreocupados por lo que podía suceder. En aquella ocasión, no nos dimos cuenta de lo que significaba, pero prometimos al Señor que todo lo que teníamos era para El. Cuando le dije eso al Señor aquel día en la calle, no entendía lo que eso implicaba. A los pocos años, me encontré en dificultades, y el Señor dijo dentro de mí: “¿No te acuerdas de lo que dijiste aquella tarde al andar por la calle? ¿No dijiste: ‘Oh Dios, de ahora en adelante todo es para Ti’?”. Al firmar el contrato, no sabía lo que ello implicaba. Pero era demasiado tarde para retractarme; el contrato ya había sido firmado. Decir al Señor que uno le entrega todo constituye la verdadera construcción de un altar. Todos podemos testificar de lo hermosa que es la sensación y de lo íntima que es la comunión cada vez que le decimos al Señor que se lo entregamos todo. En ese momento, penetramos profundamente en el Señor. A pesar de decirle al Señor que todo lo que somos y tenemos es para El, podemos olvidarlo a los pocos días. Pero Aquel que nos llamó nunca olvida. El tiene una memoria excelente. A menudo El vendrá a nosotros y nos recordará lo que le dijimos. El podría decir: “¿No te acuerdas de lo que me dijiste aquel día?”. No es una doctrina, sino una verdadera experiencia. A menos que usted no haya sido llamado, no será una excepción. Si usted es un llamado, tengo la plena seguridad de que ha tenido esta clase de experiencia. El Señor se le volvió a aparecer, y en esta nueva aparición usted se enloqueció, y prometió darle todo a El, y no consideró lo que ello implicaba. Usted simplemente se consagró al Señor. No entendía el significado de lo que prometió. Le damos las gracias a Dios porque no entendimos eso cuando lo hicimos. No entendimos cuánto nos comprometimos con Dios al pronunciar una sola frase. Ella nos ató. El es Dios. El es el que llama, y nosotros somos los llamados. Todo es Suyo. Aun cuando queremos enloquecernos por El, dentro de nosotros no tenemos ganas de hacerlo. Pero cuando El se nos aparece, nos enloquecemos y decimos: “Oh Señor, todo es Tuyo. Tómalo. Señor, haz lo que quieras. Te lo ofrezco todo”. El momento en que nos ofrecemos al Señor es como un sueño. Más tarde nos despertamos y empezamos a entender las repercusiones que tiene. Al principio de mi ministerio, sentía la carga de ayudar a la gente a consagrarse. Compartí mucho acerca de la consagración, pero no vi muchos resultados. Mi enseñanza no producía muchos resultados. Finalmente, me di cuenta de que no podemos ayudar a la gente a consagrarse enseñándole. La enseñanza no es lo que conduce la gente a consagrarse al Señor; es la aparición del Señor lo que motiva a hacerlo. Si podemos ayudar a la gente a encontrar al Señor y a venir a Su presencia, eso será suficiente. No necesitamos decirle que se consagre a Dios ni que se ofrezca sobre el altar. Cuando Dios se aparezca al pueblo, nada les podrá impedir consagrarse. Dirán
espontánea y automáticamente: “Señor, todo es Tuyo. De ahora en adelante te lo entrego todo”. ¿Ha tenido usted esta clase de experiencia? ¿Acaso no ha dejado todo lo que es y tiene sobre el altar para Dios y para Su propósito?
b) El segundo altar Después de construir un altar al Señor en More, Abraham atravesó el país. Dios no le dio solamente una pequeña parcela, sino una tierra extensa. Abraham en sus viajes llegó a un lugar situado entre Bet-el y Hai. Bet-el estaba al occidente y Hai al oriente. Aquí, entre Be-tel y Hai, Abraham construyó otro altar (12:8; 13:3-4). Bet-el significa la casa de Dios, y Hai significa montón de escombros. Bet-el y Hai se oponen. ¿Qué significa este contraste? Significa que a los ojos de los llamados, sólo la casa de Dios vale la pena. Todo lo demás es un montón de escombros. Este mismo principio es válido con respecto a nosotros hoy en día. Por un lado, tenemos a Bet-el, la casa de Dios, la vida de iglesia. Al lado opuesto se encuentra un montón de escombros. Todo lo que es contrario a la vida de iglesia es un montón de escombros. A los ojos de los llamados de Dios, todo lo que no es la vida de iglesia constituye un montón de escombros, porque ellos miran la situación mundial desde el punto de vista de Dios. Este punto de vista es totalmente distinto del punto de vista del mundo. Según el mundo, todo lo mundano es elevado, bueno y maravilloso, pero desde la perspectiva de los llamados de Dios, todo lo que se opone a la casa de Dios constituye un montón de escombros. Primero nos consagramos en More. Luego nos consagramos en el lugar que se encuentra entre la vida de iglesia y el montón de escombros. Para nosotros, la casa de Dios es lo único que vale la pena. Todo lo demás es un montón de escombros. Entre la casa de Dios y el montón de escombros construimos un altar a fin de tener comunión con Dios, adorarle y servirle.
c) El tercer altar Abraham construyó el tercer altar en Mamre de Hebrón (13:18). Mamre significa fuerza, y Hebrón significa comunión o amistad. Génesis 18:1 nos muestra que en Mamre Dios visitó a Abraham. En esa visita Dios no sólo se le apareció, sino que estuvo con él por mucho tiempo, y hasta tuvo un banquete con él. Veremos más sobre este tema al llegar a ese capítulo. Aunque More y el lugar entre Bet-el y Hai eran buenos, ninguno de ellos era el lugar donde Abraham había posado para tener comunión constante con el Señor. El lugar donde Abraham se estableció para tener una comunión constante con el Señor fue Mamre de Hebrón. Todos debemos mantener una comunión constante con el Señor. Esto no sucede por coincidencia; tampoco debe producirse eventualmente. Debe ser constante. Tal vez usted haya construido un altar al Señor hace algunos años. Eso está bien, pero ¿qué ha sucedido desde entonces? Usted podrá decir que construyó un altar hace dos años, pero ¿y hoy qué? Muchos de nosotros tuvimos la experiencia de More pero no hemos tenido la experiencia en Mamre. Creo que Abraham vivía principalmente en Hebrón, el lugar donde podía tener una comunión constante con el Señor. Allí, en Hebrón, construyó el tercer altar. Todos debemos construir por lo menos tres altares: el primero en More, el segundo entre Bet-el y Hai, y el tercero en Mamre de Hebrón. Debemos construir un altar en Mamre de Hebrón para poder adorar a Dios, servirle y tener comunión constante con El. Esta es la experiencia del tercer altar, el altar de Hebrón.
3) La expresión: la tienda a) Porque todo lo que tenía era para Dios y porque confiaba en Dios Después de construir un altar, Abraham plantó una tienda (12:7-8). En Babel, el pueblo primero construyó una ciudad y luego erigió una torre. Pero Abraham primero construyó un altar y luego erigió una tienda. Esto significa que Abraham estaba consagrado a Dios. Lo primero que hizo fue ocuparse de la adoración de Dios, de su comunión con El. En segundo lugar, él se ocupó de su supervivencia. La tienda estaba relacionada con la supervivencia de Abraham. Abraham no empezó por su supervivencia. Esto era secundario. Para Abraham, la prioridad era consagrar todo a Dios, adorarle y servirle y tener comunión con El. Entonces Abraham plantó una tienda para su supervivencia. El hecho de que Abraham se haya establecido en una tienda indica que no pertenecía al mundo, sino que era un testimonio para la gente (He. 11:9).
b) En el lugar del testimonio Primero Abraham plantó su tienda en el lugar que se encontraba entre Bet-el y Hai (12:8; 13:3). Este era el lugar donde estaba la casa de Dios y donde él empezó su testimonio expresando a Dios por la comunión que tenía con El. Su altar fue el comienzo del testimonio de Dios que presentó al mundo, y su tienda completaba dicho testimonio. Su tienda era una miniatura del tabernáculo que construirían sus descendientes en el desierto, y sería llamado el “tabernáculo del testimonio” (Ex. 38:21). Por haber sido plantada por Bet-el, su tienda, en cierto sentido, puede ser considerada la casa de Dios para el testimonio de Dios sobre la tierra.
c) En el lugar de comunión Más tarde, Abraham trasladó su tienda a Hebrón, que significa comunión (13:18). Primero su tienda fue un testimonio de Dios al mundo y luego se convirtió en el centro donde tenía comunión con Dios. Lo vemos claramente demostrado con lo que sucedió en el capítulo dieciocho, donde Dios lo visitó en la tienda en Mamre de Hebrón. Al levantar una tienda, Abraham le proporcionó a Dios un lugar en la tierra donde comunicarse y tener comunión con el hombre. Su tienda trajo a Dios de los cielos a la tierra. Todos nosotros, los llamados de Dios, debemos erigir una tienda. Por una parte, esta tienda es un testimonio de Dios al mundo; por otra, es un lugar de comunión con Dios que trae a Dios de los cielos a la tierra. No se imagine que este asunto de la tienda es algo insignificante. Más adelante, cuando los descendientes de Abraham fueron llamados a salir de Egipto y a entrar en el desierto, Dios les mandó construir una tienda y que frente a ella construyeran un altar (Ex. 26:1; 27:1). Allí en Exodo, vemos un altar con una tienda, un tabernáculo. Ese tabernáculo era la casa de Dios sobre la tierra. La tienda de Abraham también era la casa de Dios sobre la tierra. En Génesis 18 podemos ver que Dios vino y se quedó con Abraham en su tienda. En aquel tiempo Abraham era un sacerdote que ofrecía sacrificios a Dios. El hecho de que construyera un altar y ofreciera sacrificios a Dios demostraba que ejercía la función de sacerdote. Dios tiene la intención de que todos Sus llamados sean sacerdotes. Somos sacerdotes, y no necesitamos que otros ofrezcan sacrificios por nosotros. Debemos hacerlo nosotros mismos. Cuando Abraham cenaba con Dios en su tienda, él era el sumo sacerdote, y el interior de su tienda era el Lugar Santísimo. Dios estaba allí. Con eso podemos ver que la tienda de Abraham prefiguraba el tabernáculo que construirían los descendientes de Abraham en el desierto como morada para Dios y para los sacerdotes. Aquí en Génesis vemos a un sacerdote llamado Abraham, quien vivía con Dios en su tienda. Al lado de esta tienda había un altar.
d) Viajaba por la fe como en tierra extranjera No olvide que la historia de Abraham es la suya. ¿Acaso no tiene usted una tienda donde siempre disfruta la presencia del Señor? La gente del mundo no tiene esa tienda. Ellos sólo tienen una gran ciudad. La única cosa que la gente mundana puede ver es su gran ciudad. Dicen: “Miren mi empresa, mi educación, mis logros. Miren cuántas cosas tengo”. Sin embargo, podemos contestarle a la gente mundana: “Ustedes lo tienen todo, pero hay una cosa que no tienen: la presencia de Dios. Ustedes no tienen la tienda; tienen la ciudad de Babel. Todo lo que tienen forma parte de la gran Babilonia”. Pertenecer a la clase alta o a la clase baja no significa gran cosa. Lo único que importa es que dondequiera que estemos tengamos una tienda con la presencia de Dios. Cuando tenemos una tienda con la presencia de Dios, sentimos en lo profundo de nosotros que aquí en la tierra nada es duradero. Todo es provisional. Ponemos los ojos en la eternidad. Los bancos, las empresas y los logros son temporales y no significan nada. No tenemos nada duradero sobre esta tierra. Sólo quisiera tener una tienda con la presencia de Dios. Me gusta vivir en esa situación. Podemos decir a la gente mundana: “Doctor fulano de tal, no tengo todo lo que usted tiene, pero sí tengo lo único que usted no tiene: la presencia de Dios. No tengo que esperar la eternidad para tener la presencia de Dios. Tengo la presencia de Dios ahora mismo en mi tienda. Mi entorno es una tienda, una miniatura de la Nueva Jerusalén. Tal vez eso no le parezca valioso a usted, pero a los ojos de Dios tiene mucha importancia”. Esto es lo que significa plantar una tienda. Cuando respondamos al llamado de Dios, y Dios se nos vuelva a aparecer y cuando construyamos un altar para Dios, diciéndole que todo lo que somos y tenemos es para El, erigiremos inmediatamente una tienda. Espontáneamente, la gente verá que es una expresión, una declaración, de que no pertenecemos a este mundo. Al plantar una tienda, declaramos que vivimos en tierra extranjera. No pertenecemos a esta tierra; buscamos una tierra mejor. No nos gusta este país, esta tierra, este mundo. Esperamos entrar en otro país. Vivimos por la fe como en tierra extranjera (He. 11:9).
e) Esperaba con anhelo una ciudad que tiene fundamentos Hebreos 11:10 revela que Abraham “esperaba con anhelo la ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios”. Indudablemente la ciudad que tiene fundamentos es la Nueva Jerusalén, la cual tiene fundamentos sólidos, establecidos y puestos por Dios (Ap. 21:14, 19-20). Mientras Abraham vivía en una tienda sin fundamentos, miraba y esperaba una ciudad con fundamentos. Sin embargo, no creo que Abraham sabía que esperaba la Nueva Jerusalén. Incluso muchos cristianos no saben que esperan la Nueva Jerusalén. Sin embargo, debemos entender que vivimos en la tienda, la vida de iglesia hoy en día, esperando su consumación final, la cual será la Nueva Jerusalén: la ciudad de Dios, la cual tiene fundamentos.
f) Vivió en una sombra de la Nueva Jerusalén La tienda de Abraham era una miniatura de la Nueva Jerusalén, que será el tabernáculo final de Dios en el universo (Ap. 21:2-3). Mientras vivía en esa tienda, vivía en una sombra de la Nueva Jerusalén. Mientras él vivía allí con Dios, esperaba una ciudad, una ciudad que finalmente sería la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén, el tabernáculo eterno, reemplazará esa tienda temporal en la cual vivía Abraham. La tienda de Abraham era una semilla de la morada eterna de Dios. Esta semilla creció en el tabernáculo erigido por sus descendientes en el desierto (Ex. 40), y su cosecha será la Nueva Jerusalén, el tabernáculo de Dios con el hombre. Dios sigue necesitando esa semilla en todos nosotros. Todos debemos vivir en una tienda y buscar una patria mejor, una tierra en la cual esté el tabernáculo eterno donde Dios y nosotros, nosotros y Dios, viviremos juntos por la eternidad. El interés de Abraham se centraba en una tierra mejor. Dios le había dicho a Abraham
que daría la tierra a él y a sus descendientes, pero Abraham no se preocupó por eso. El buscaba una patria mejor y una ciudad con fundamentos. Por último, la Biblia nos dice que esta patria mejor es el cielo nuevo y la tierra nueva, y que la ciudad con fundamentos es la Nueva Jerusalén, la morada eterna para Dios y para todos Sus llamados. Hoy en día estamos repitiendo la vida y la historia de Abraham. Antes había un solo Abraham; ahora hay muchos. En la actualidad la vida de iglesia es la cosecha de la vida e historia de Abraham. La vida por fe que llevaba Abraham se repite entre nosotros. Todos nosotros estamos aquí construyendo un altar y levantando una tienda. Considere la vida de iglesia: tenemos un altar y un verdadero tabernáculo. Este es un cuadro de la Nueva Jerusalén venidera donde pasaremos la eternidad con Dios. La Biblia concluye con una tienda. La Nueva Jerusalén es la última tienda, el último tabernáculo del universo. Quizás un día Abraham se encuentre con Dios en la Nueva Jerusalén, y Dios le diga: “Abraham, ¿recuerdas aquel día en que comimos juntos en tu tienda? Tu tienda era una miniatura de este tabernáculo eterno”. La tienda de Abraham era una semilla. El crecimiento de esa semilla está en Exodo y su cosecha en Apocalipsis 21. En principio, no existe ninguna diferencia entre la tienda de Abraham y la Nueva Jerusalén, la última tienda. Si yo fuese Abraham y me encontrara a Dios en la Nueva Jerusalén, le diría: “Señor, recuerdo el día en que Tú viniste a mi tienda. Ahora yo vengo a Tu tienda”.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y DOS LA PRUEBA DEL LLAMADO En este mensaje llegamos a la experiencia de Abraham al ser puesto a prueba. Ya vimos la manera en que Abraham fue llamado por Dios y cómo, por la aparición de Dios, recibió la fuerza de responder a ese llamado. También vimos que por la aparición de Dios Abraham fue conducido al lugar exacto donde Dios quería que estuviese. Primero fue llevado a Siquem (12:6) y luego al lugar que se encuentra entre Bet-el y Hai, entre la casa de Dios y el montón de escombros (12:8). Ese lugar ubicado entre la casa de Dios y el montón de escombros era la cumbre, y Abraham debió permanecer allí. No obstante, de repente y después de este importante logro en la experiencia que Abraham tenía de Dios, continuó su viaje, y se dirigió al sur (12:9). Pasé mucho tiempo en el estudio de ese capítulo tratando de descubrir la razón por la cual Abraham continuó su viaje. ¿Por qué siguió viajando y no permaneció allí entre la casa de Dios y el montón de escombros? Abraham había llegado a la cumbre, al lugar donde Dios deseaba que estuviese. Por la misericordia de Dios, él debió haber permanecido allí. Sin embargo, Abraham viajó al sur. Esto significa que descendió. Después de un logro tan elevado en experimentar a Dios, cualquier viaje habría sido un descenso. La continuación del viaje de Abraham fue la causa del fracaso. Vimos que en el principio Abraham se detuvo vacilando en el lodo y en el agua. Finalmente, él tuvo la victoria, por llegar a Siquem y después al lugar cerca de Bet-el. Esto era maravilloso. En ambos lugares él construyó un altar y en el lugar entre Bet-el y Hai también invocó el nombre del Señor y levantó su tienda como declaración al mundo entero de que él era un testimonio en contra de la situación de Babel. ¿No cree usted que al hacer eso Abraham había llegado a la cumbre de experimentar a Dios? Quizás usted piense que si fuese Abraham, ciertamente se habría quedado allí. Pero no debemos
pensar así, pues somos los Abraham de hoy. El antiguo Abraham se parecía exactamente a nosotros. Como ya lo hicimos notar, la experiencia de Abraham fue una semilla de nuestra experiencia personal. El relato de Abraham en Génesis constituye su biografía, pero también es nuestra autobiografía. Tal vez usted diga: “¡No! es la autobiografía de Abraham y una biografía mía”. En realidad, este relato es la autobiografía de usted y no su biografía, porque la biografía de Abraham fue escrita por Moisés mientras que la biografía de usted es escrita por usted mismo. La experiencia de Abraham corresponde a la nuestra. Nosotros y él somos uno. ¿Acaso no ha pasado usted algún momento maravilloso con el Señor en el cual llegó a la cumbre y exclamó: “¡Aleluya! ¡Es muy bueno estar aquí! Ningún lugar es mejor. Este es el mejor lugar para mí”. ¿No ha dicho usted eso? Pero, ¿qué sucedió al día siguiente? Usted empezó su viaje cuesta abajo. La noche anterior, usted dijo: “Aleluya, éste es el lugar para mí”, y a la mañana siguiente empezó su descenso hacia la frontera de Egipto. Esto significa que usted viajó a un lugar muy cercano al mundo, a los cines. Una noche usted estaba en la cumbre de Canaán y a la mañana siguiente descendía a la frontera del mundo. ¿No le ha sucedido eso? Estoy muy contento y sorprendido por las maravillosas oraciones que ofrecieron los jóvenes de secundaria en las reuniones. Pero honestamente quisiera decirles algo: No confío en ustedes. Después de ofrecer una oración tan maravillosa una noche en la reunión, ustedes pueden descender a la frontera de las diversiones mundanas la mañana siguiente. Hoy dirán: “Aleluya, éste es el mejor lugar para mí”, y el fin de semana siguiente descenderán al cine. Recuerde que usted es el Abraham actual. Resulta fácil llegar a la cumbre, pero no es fácil permanecer allí. No hay mucho espacio en la cumbre. Si usted se mueve un poco, caerá. Es muy difícil conservar la posición asignada por Dios. La cumbre está rodeada de abismos, y es fácil caer en uno de ellos. Generalmente los llamados no retroceden, pero les resulta fácil descender a Egipto. Abraham nunca volvió a Caldea, pero sí descendió a Egipto.
4) La prueba En Génesis 12:9—13:18 vemos la prueba de Abraham. La palabra prueba no es un término agradable. A nadie le gustan las pruebas. ¿Le gusta a usted pasar por pruebas en su vida? A nadie le gustan las pruebas, pero son buenas experiencias. Poco tiempo después de ser llamado y empezar a vivir por fe, Abraham pasó por una prueba. No ore diciendo: “Señor, Tú eres tan bueno conmigo. No permitas que yo pase por alguna prueba”. Esta clase de oración hará que las pruebas vengan más pronto. El Señor contestará a su oración de una manera opuesta. Si usted dice: “Señor, no me mandes pruebas”, el Señor dirá: “Te mandaré una prueba muy pronto”. Puedo asegurarles que nadie puede decir que por haber recibido el llamado de Dios, ha disfrutado de buenos ratos. Nadie puede decir semejante cosa. Nuestro Dios no es solamente el Dios de amor sino también el Dios soberano. Nuestro Dios es soberano. Nuestro Dios no es solamente el Dios de amor, el Dios de luz y el Dios de vida, sino también el Dios soberano. Todo se encuentra bajo Su administración. El dirige el mundo entero para nosotros. Todos debemos creer que Dios dirige todo el universo para beneficio nuestro. Usted dirá: “¡Qué pequeño soy! ¿Cómo puede Dios dirigir el universo sólo para mi beneficio?”. Sin embargo, El sí lo administra solamente por el bien suyo. Usted debe creerlo. Aunque usted sea muy pequeño, de todos modos Dios dispondrá las circunstancias por Su soberanía. Usted es tan importante que se puede beneficiar de la soberana disposición de Dios. He aprendido eso en mi propia experiencia. Hace cincuenta años no me gustaba esta historia de Abraham en camino a Egipto. No me alegraba con esa experiencia. En ese entonces leí algunos mensajes acerca de la experiencia del descenso de Abraham, pero no la entendía y no me sentía bien al respecto. Incluso cuestioné a Dios. Sin embargo ahora, después de muchos años de experiencia estoy muy contento. ¡Cuánto necesitamos oír este mensaje sobre la prueba de Abraham! Es fácil llegar a la cumbre de nuestra experiencia con Dios, pero no es fácil mantenerse allí. Mire las circunstancias que lo rodean a usted. Fueron dispuestas por la providencia divina antes de que usted naciera. Dios es soberano. Usted quizás se considere insignificante, pero a los ojos de Dios,
usted es muy importante. Antes de la fundación del mundo, Dios lo dispuso todo para el beneficio de usted. Inclusive, preparó este momento para que usted leyera este mensaje. Estamos bajo la administración de Dios. No intente escaparse. Si escapa a cierto lugar, se dará cuenta de que ese lugar es exactamente el lugar que Dios ha preparado para usted. Cuando usted alcance una edad avanzada, se postrará y dirá: “Señor, estoy plenamente convencido de que Tú lo dispusiste todo para mi bien antes de la fundación del mundo”. La prueba de Abraham tenía como fin que él aprendiera una lección. Todos debemos aprender algunas lecciones. No podemos aprender estas lecciones de nuestros padres ni de los hermanos y hermanas experimentados. Todos debemos aprender algunas lecciones de la soberanía de Dios.
a) El hambre Como ya vimos, el segundo aspecto de la experiencia de Abraham fue el vivir por la fe. El tuvo que vivir confiando en Dios para la obtención de las cosas de primera necesidad. En Génesis 12:10 leemos que hubo una gran hambre en el país. Esta escasez de alimentos fue una prueba para ver si Abraham confiaría en Dios en relación con la obtención de su sustento, con su vida cotidiana. Si examinamos 12:10-20, veremos que en esta situación Abraham fue débil y pusilánime. El fracasó al no mantenerse en la posición que Dios le había asignado, y descendió a Egipto. Detrás de Canaán estaba Babel, al lado de Canaán se encontraba Egipto, y cerca de Canaán se hallaba Sodoma. Abraham se desplazó gradualmente hacia el sur y bajó a Egipto. Como veremos, en Egipto pecó diciendo mentiras. Probablemente ninguno de nosotros podría creer que Abraham fuera tan débil y pusilánime. Dios se le había aparecido en Ur, en Harán y en Siquem. En Siquem Dios le dijo a Abraham: “A tu descendencia daré esta tierra” (12:7). Dios le dijo claramente a Abraham que iba a dar ese lugar a sus descendientes. ¿Quién era el Dios que habló a Abraham? Era el Creador, el dueño de los cielos y la tierra. Este era el Dios que se le había aparecido a Abraham. Cuando llegó el hambre, Abraham no debió dudar, y debió decir: “No me preocupo por el hambre pues tengo el Dios viviente. No me preocupa la escasez de alimentos porque fue el Dios Todopoderoso el que me llamó, me trajo aquí y se me volvió a aparecer como confirmación de mi viaje. He puesto mi confianza en El y ahora vivo confiando en El en cuanto a lo que necesito para subsistir. No me importa la falta de comida”. Abraham debía haber orado de esta manera. Ahora bien, ¿qué hizo Abraham cuando llegó el hambre? ¿Oró? ¿Le dijo a su esposa: “Querida, oremos”? No, Abraham pareció haberse olvidado de la oración. Cuando llegó este período de prueba, no oró. ¡No se burle de Abraham! Cuando todo va bien, a usted le resulta fácil orar. Pero cuando llega el hambre, olvida que es cristiano y sólo recuerda que es un ser humano. Usted se olvida del Dios viviente que se le apareció, y sólo se acuerda de que tiene estómago. Abraham se preocupaba por su estómago. El consideró su situación; en el país había hambre, y en Egipto había comida en abundancia. Abraham y su esposa no hablaron mucho. Inmediatamente se pusieron de acuerdo en ir a Egipto. Creo que aun antes de tomar esa decisión, ya iban en descenso. Tanto el marido como la mujer se olvidaron de Dios. No consideraron hacia donde quería Dios que fuesen. Fue como si no tuvieran a Dios.
(1) Pecó diciendo mentiras Cuando Abraham y Sara llegaron a la frontera de Egipto, él le dijo: “Y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida” (12:12). Temiendo que los egipcios lo matasen y tomasen a su esposa, Abraham oró a Sara, y no a Dios, diciendo: “Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti” (12:13). Abraham y Sara se pusieron de acuerdo para que ella mintiera acerca de su calidad de esposa. Abraham estaba dispuesto a sacrificar a su esposa para salvar su vida. Da la impresión de que no tenía ninguna moralidad. Entre los cristianos, Abraham ha sido elevado más de lo debido. El no fue tan prominente. Entre nosotros muchos no habrían hecho lo que hizo Abraham. Pero
Abraham era tan débil que estaba dispuesto a sacrificar a su esposa, permitiendo que fuese dada como esposa a otro hombre a fin de salvar su propia vida. ¡Qué vergonzoso! ¿Cree usted que el llamado de Dios, el padre de la fe, pudo hacer eso? Con eso vemos que Abraham no era superior a nosotros. Cuando mucho, era igual a nosotros. Por el bien de su estómago, él estaba dispuesto a vender su esposa, y Sara consintió. Ciertamente ella era una esposa excelente, el modelo para todas las esposas. Era sumisa, aceptó la decisión de Abraham, y no le reprochó. En este asunto, Abraham fue un buen profeta, pues en Egipto se produjeron los sucesos exactamente como él los había predicho. Los egipcios tomaron a su esposa y la llevaron al palacio de Faraón (12:14-15). En cierto sentido, Abraham vendió a su esposa. Faraón le dio muchos bienes a Abraham: ovejas, bueyes, camellos, siervos y criadas por Sara (12:16). Abraham se hizo rico. No entiendo cómo Abraham, al ver que tomaban a su esposa, fue capaz de recibir todas estas cosas de Faraón. Pero las recibió. No ayunó, ni dijo: “¡Oh no, no puedo aceptar eso. Quiero a Sara!”. No, él dejó ir a Sara. Creo que Abraham estaba seguro de que su esposa estaba perdida, que se había ido. El había perdido a Sara. El recibió más o menos en compensación el ganado, los bueyes y los siervos por haber permitido que ella se fuese.
(2) Es preservado por Dios Sin embargo, Dios no permitiría que Abraham se fuera. Dios intervino, no para juzgar a Abraham, sino para castigar a Faraón. Leamos el versículo 17: “Mas Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai mujer de Abram”. La Biblia dice que llegaron grandes plagas sobre Faraón y su casa. No está escrito en la Biblia, pero creo que desde el momento en que Faraón tomó a Sara, él se enfermó de muerte. Vemos que cayeron grandes plagas sobre él y su casa. ¿Cuáles fueron estas plagas? ¿Se incendió el palacio? No lo creo. Después de mucha meditación, creo firmemente que las plagas fueron enfermedades que sufrieron Faraón y todos los que estaban en su casa, con excepción de Sara. Tal vez todos los del palacio hayan hablado de lo que sucedía, preguntándose por qué se habían enfermado todos, por qué Faraón estaba muriendo, y por qué sólo Sara había sido preservada. Quizás se hayan preguntado: “¿Quién es esta mujer? ¿Por qué no se ha enfermado?”. Tal vez le hayan preguntado el por qué a Sara. Sara vio toda la situación y empezó a entender. Entonces le dijo a Faraón que ella era la esposa de Abraham. Creo que así sucedió. La mano de Dios estaba en contra de Faraón por causa de Sara. El intervino para preservar a Abraham y a su esposa. Cuando nosotros los creyentes tenemos fe en Dios, todas las personas que nos rodean se benefician, pero cuando no tenemos fe en Dios, podemos perjudicar a los que nos rodean. Dios obró en Su soberanía, y Faraón sufrió. No estoy diciendo que Dios le quitó cosas a Faraón y se las dio a Abraham, pero el caso fue algo por el estilo. Finalmente, Abraham no perdió a su esposa y obtuvo muchas riquezas. Mientras Abraham estaba en Egipto, experimentó la gracia preservadora de Dios. Sin esta gracia, ninguno de nosotros podría permanecer en la cumbre de nuestra experiencia. Todos necesitamos la gracia que preserva. No confíe en su experiencia; confíe en la gracia preservadora de Dios. En cuanto a esta gracia, Abraham todavía estaba en la cumbre cuando vendía a su esposa en Egipto. En la cima o en el valle, él siempre estaba en la gracia preservadora de Dios. En cierto sentido, Abraham nunca tocó a Egipto, porque la gracia preservadora lo acompañó constantemente. Aunque bajó a Egipto, permaneció en la gracia preservadora. Aun cuando usted cae, todavía está dentro de la gracia preservadora, y esta gracia lo llevará a la cumbre. La gracia preservadora podía decir a Abraham: “Abraham, deja de desobedecer. Me diste una oportunidad de mostrarte mi soberanía, pero es mejor que confíes en mí”.
(3) Aprendió la lección de que Dios lo cuida en todo, y todo está en las manos de Dios Con esta experiencia en Egipto, Abraham aprendió que el Dios que lo llamó también lo cuida y que todo está en Sus manos. Como veremos, el próximo capítulo demuestra que Abraham aprendió esta lección. Mediante esta experiencia, Abraham fue disciplinado no sólo para que confiara en Dios, sino también para que supiera que Dios es verdadero y fiel. Mientras usted sea uno con los llamados de Dios, El lo cuidará a usted, crea usted en El o no, confíe en El o no. Si usted permanece en la cumbre, El lo alimenta. Si cae completamente, lo alimentará más todavía. El hecho de permanecer en la cima o de caer depende completamente de nosotros. Para El eso no es importante, pues aunque estemos en la cima o en valle, El nos cuida. Esta es nuestra historia así como la historia de Abraham. Les puedo atestiguar con mi experiencia que Dios es verdadero y fiel. Nuestro Padre es verdadero y fiel. Aquel que nos llamó es fiel y verdadero. Dios nos cuida, por muy mal que esté la economía mundial. Nosotros los llamados podemos disfrutar a Dios. Aun cuando vendamos a nuestras esposas, Dios nos sigue cuidando. Aun cuando planeemos vender a nuestras esposas para salvar nuestras vidas, Dios preservará a nuestras esposas, nos dará muchas cosas, y nos traerá de regreso a Su lugar con todas las riquezas que hemos adquirido. Cuando leí esta historia por primera vez, no me agradó. Finalmente, me reí al ver que nuestro llamado es tan bueno. Cuando Abraham planeaba vender a su esposa, Dios se dispuso a bendecirle, a preservar su vida y a darle muchas riquezas. Si yo hubiera sido Abraham en aquel tiempo, habría dicho: “Dios, ¿qué puedo decir? No encuentro palabras para responderte”. Si hubiera sido Abraham y hubiera mirado a mi esposa, mi ganado y a mis siervos, ni siquiera habría podido decir: “Padre, ¡gracias!”. Le habría dicho a Sara: “Querida, volvámonos. No importa si los siervos quieren acompañarnos o no. No merezco ninguna de estas riquezas que Dios nos ha dado y me siento avergonzado por disfrutarlas. No las merezco, pero Dios da libremente. Sara, mientras yo te vendía, Dios nos dio todas estas cosas. Tal vez pienses que eso es bueno, pero me siento avergonzado. Sara, ora y da las gracias al Señor por mí. No puedo orar por mí mismo”. Creo que eso le aconteció a Abraham. En Génesis 13:1 descubrimos que Abraham “salió de Egipto”. El regresó al mismo lugar donde se encontraba la cumbre, “hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová” (13:3-4). Abraham volvió al lugar donde había construido el altar y erigido su tienda. Cuando Abraham planeaba vender a su esposa en Egipto, no había altar ni tienda ni invocación del nombre del Señor. No había ninguna declaración de su testimonio en contra de Babel. Cuando él estaba en Egipto, había perdido todo eso. Pero Abraham volvió al principio, al lugar del altar, y allí volvió a invocar el nombre del Señor.
b) La contienda entre hermanos Después de pasar por la experiencia del capítulo doce, podía ser fácil para Abraham o para nosotros decir: “¡Alabado sea el Señor, he aprendido la lección!”. Pero algunas pruebas son necesarias para mostrar si verdaderamente hemos aprendido la lección. La contienda entre hermanos es una de ellas (13:5-13). Abraham se había enriquecido cuando trató de vender a su esposa, y estas riquezas le causaron algunos problemas. El se enriqueció demasiado. Lot también había adquirido riquezas, y la tierra no era suficiente para contenerlos a ambos. En Génesis 13:6 se nos dice que “la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar”. Por tanto, allí “hubo contienda entre los pastores del ganado de Abraham y los pastores del ganado de Lot” (13:7). Esto se convirtió en otra prueba para Abraham. A menudo la segunda prueba proviene de la bendición de la primera. Usted dirá: “¡Alabado sea el Señor! cuando
salí de Egipto, no podía agradecer al Señor, pero ahora después de tres meses, lo puedo alabar por la bondad que me ha mostrado. El preservó a mi esposa y me dio todas estas riquezas”. Al decir eso, pronto se enfrentará con problemas, pues la segunda prueba proviene de la bendición de la primera. Esta es nuestra experiencia. El capítulo trece indica que Abraham había aprendido una lección. Esta vez no fracasó; él prevaleció porque había aprendido la lección en la primera prueba. Si usted lee con detenimiento, verá que en este caso la culpa no la tuvo Abraham sino Lot. Abraham aprendió la lección de no valerse de sus propios esfuerzos y de no tener otra alternativa que confiar en el cuidado de Dios. Sabía que estaba en las manos de Dios y bajo Su cuidado. El capítulo trece no indica ninguna falta de parte de Abraham. El tuvo un éxito completo. “Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda” (13:8-9). Parece que Abraham le dijera a Lot: “Lot, somos hermanos hebreos, los únicos hebreos del país. Todos los demás son gentiles y nos están observando. No debe haber contienda entre nosotros, pues eso sería una vergüenza para el Dios en quien confiamos. Lot, mira la tierra y escoge el lugar donde prefieras establecerte. No pelearé ni escogeré”. Dentro de sí, Abraham debe de haber dicho: “Mi elección es Dios. Aprendí la lección al descender a Egipto. Ahora sé que estoy bajo el cuidado de mi Dios y que bajo Su autoridad todo es mío. No necesito escoger. Dejaré que Lot escoja”. Lot escogió, se separó de Abraham, y “fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma”, sin preocuparse por la iniquidad de esa ciudad (13:12-13). Para Abraham, la partida de Lot no fue algo insignificante. Abraham no tenía ningún hijo. Su sobrino Lot, un pariente muy cercano, era como un hijo para él. Creo que Abraham consideraba a Lot como su propio hijo. Por tanto, cuando Lot se fue, él se quedó solo. Pero en aquel tiempo, Dios se volvió a aparecer a Abraham. En Egipto, Dios castigó a Faraón con las plagas, pero no se apareció a Abraham porque éste se hallaba en una posición equivocada. En Egipto, Abraham estaba en la gracia preservadora de Dios, pero no tenía la aparición de Dios. Ahora en el capítulo trece, Abraham no estaba solamente en la gracia preservadora de Dios, sino que también estaba en la posición apropiada pues había vuelto al lugar original. Además, él no se esforzó ni escogió por su propia cuenta. Como resultado de la reprensión que experimentó en Egipto, aprendió que su futuro y todo lo demás se encontraban en las manos de Dios y que Dios lo cuidaba. Por tanto, Dios se le apareció y le dijo: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (13:14-15). Abraham pidió a Lot que escogiera la tierra. Entonces Dios vino y parecía decir a Abraham: “No te permito escoger. Te doy todas las alternativas. Mira al norte, al sur, al oriente y al occidente: todo es tuyo. Tú le diste a Lot la libertad de escoger. Ahora Yo te lo doy todo”. Con eso debemos aprender a no contender nunca por nosotros mismos en la vida de iglesia. Déjele a su hermano todas las alternativas. Si usted le deja la elección a su hermano, Dios vendrá y le dará a usted todas las alternativas. Esta vez Dios en Su aparición confirmó la promesa de la buena tierra, dada en 12:7, y la promesa de que se multiplicarían los descendiente de Abraham, en 12:2. El hecho de que prevalecemos sobre cualquier prueba confirma siempre las promesas de Dios para nosotros. Esto le sucedió a Abraham. Además, el hecho de que Abraham prevaleciera sobre esta prueba lo condujo a la cumbre de su experiencia con Dios. El desplazó su tienda y fue a morar en Hebrón (13:18) donde vivió la mayor parte del tiempo que le quedaba en comunión con Dios (18:1).
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y TRES LA VICTORIA DE LOS LLAMADOS 5) La victoria En este mensaje llegamos a la victoria que experimentó Abraham (14:11-24). Si leemos detenidamente el libro de Génesis, veremos que aparte del capítulo catorce, no se menciona gran cosa acerca de los sucesos internacionales entre los gentiles. Sin embargo, el capítulo catorce nos presenta un relato acerca de una contienda internacional entre los gentiles. ¿Por qué figura este relato? La Biblia es muy concisa en palabras. No desperdicia ninguna palabra. No obstante, casi la totalidad del capítulo catorce se centra en el conflicto internacional entre los reinos gentiles. Ahora bien, los acontecimientos narrados en el capítulo catorce no se relacionan solamente con los asuntos internacionales, sino que están relacionados providencialmente con el pueblo de Dios. ¿Por qué dedica ese capítulo tantas palabras a la contienda internacional entre los gentiles? Aparentemente esta contienda era internacional, pero en realidad fue dispuesta providencialmente por el Señor. Dios es soberano sobre el entorno y sobre todos los eventos relacionados con Su pueblo. En la tierra de Canaán en aquel tiempo, sólo había dos familias de origen hebreo: la familia de Abraham y la de Lot. Los demás eran gentiles. En dicho capítulo, vemos que Dios actuó providencialmente, pues obró por el bien de Su pueblo. El capítulo catorce de Génesis relata la contienda entre un grupo de cuatro reyes y otro de cinco reyes. Finalmente los cinco reyes fueron derrotados por los cuatro. Si usted lee esto detenidamente, verá que toda esta pelea estaba relacionada con Lot y con Abraham. En otras palabras, Lot y Abraham, que eran hebreos, fueron puestos a prueba por la soberanía de Dios. ¿Fue esta contienda buena o mala? Desde el punto de vista humano, ninguna contienda es buena. Sin embargo, en este capítulo la contienda fue buena para Lot y particularmente para Abraham. En este mensaje veremos los aspectos provechosos relacionados con el pueblo de Dios en esta guerra.
a) El cautiverio del hermano La contienda se produjo principalmente en Sodoma. Sucedió mayormente en Sodoma porque allí vivía Lot, un hombre del pueblo de Dios. Antes de ese conflicto, Lot se había apartado de Abraham (13:11). ¿Cree usted que estuvo bien que se separaran Lot y Abraham? ¡No! No estuvo bien. A todos los jóvenes de hoy les gusta separarse de la generación anterior. No obstante, en la economía de Dios, no es bueno que los jóvenes se separen de la generación anterior. Si usted hace eso, errará al blanco y perderá la protección. En la época de Génesis 13, la meta de Dios y Su propósito eterno acompañaban a Abraham. Si usted hubiera estado allí y se hubiera apartado de él, eso habría sido como separarse del propósito de Dios. La meta de Dios acompaña a los llamados. Si usted se separa de los llamados, se separa de la meta de Dios. Lot nunca debió apartarse de Abraham, porque Abraham formaba parte del propósito de Dios. Dejar a Abraham equivalía a abandonar el propósito de Dios. Además, apartarse de Abraham significaba apartarse de la protección. La primera derrota de Lot no fue provocada por los cuatro reyes, sino que fue el resultado de por lo menos dos derrotas anteriores. Antes de ser capturado por Quedorlaomer, Lot ya había conocido dos derrotas. La primera derrota aconteció cuando los pastores de Lot contendieron con los pastores de Abraham, y éste le propuso que escogiera la tierra adonde iría (13:7-11). Cuando Abraham le dio a
Lot la posibilidad de escoger, Lot debería haber dicho: “Tío, te escojo a ti. Mi elección es tu elección. No me gustaría escoger por mi cuenta. Si mis pastores no me hacen caso, los despediré, pero nunca me alejaré de ti. Mi única elección eres tú y lo que tú escojas”. Por el contrario, cuando Abraham le dio la posibilidad de escoger, Lot escogió inmediatamente, sin mucha consideración y se fue por su propio camino. Esta fue su primera derrota. Después de separarse de Abraham, “Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma” (13:12). Lot iba en pleno descenso. Después de dar el primer paso hacia abajo, le resultó fácil dar el segundo y el tercero. El primer paso consistió en apartarse de Abraham, quien se mantuvo alejado de Sodoma. Lot tomó el camino hacia Sodoma. El caminó en dirección de Sodoma. A los ojos de Dios, Sodoma era una ciudad maligna y pecaminosa (13:13). Lot, como hombre del pueblo de Dios, lo sabía. El debía haberse mantenido lejos de Sodoma y no ir hacia ella. No obstante, Lot se desplazó hacia Sodoma porque allí la tierra era rica. Finalmente, se mudó a la ciudad, vivió allí, y allí se estableció. Esta fue su segunda derrota. ¿Cree usted que Dios permitiría que Su pueblo morara en esa ciudad maligna? ¡Por supuesto que no! Por tanto, bajo la providencia de Dios, Quedorlaomer atacó a Sodoma. Dios permitió esta guerra. Cuatro reyes lucharon en contra de cinco reyes. Lógicamente, los cinco reyes debían haber ganado porque eran más numerosos. Sin embargo, los cuatro reyes vencieron a los cinco reyes, y tomaron la ciudad de Sodoma. La Biblia destaca la toma de Sodoma porque Lot habitaba allí. Esta guerra no fue solamente la lucha de cuatro reyes contra cinco reyes; fue un combate para liberar a alguien que pertenecía al pueblo de Dios. Tal vez Lot haya vivido en paz en Sodoma, pero Dios no estaba en paz. Dios nunca permitiría que Lot permaneciera allí en paz. Quizás Dios haya dicho: “Lot, quizás sientas paz interior, pero provocaré algunas molestias desde afuera. Haré que los cuatro reyes venzan a los cinco reyes y capturen tu ciudad. Te capturarán a ti, a tu familia y todo lo que tienes”. De hecho, esto fue lo que le sucedió a Lot. Lot sufrió derrota tras derrota. Finalmente, como última etapa de su derrota, cayó en las manos del enemigo. El fue capturado, y el rey de Sodoma no pudo ayudarle.
b) Luchó por el hermano En la captura de Lot, Dios actuó providencialmente. En Génesis 14:13 dice: “Y vino uno de los que escaparon, y lo anunció a Abram el hebreo”. Los cuatro reyes habían capturado a Sodoma y todas las provisiones alimenticias, pero un fugitivo le dijo a Abraham que Lot había sido capturado. ¿Cree usted que eso sucedió por casualidad? Muchas personas fueron capturadas, pero éste escapó. Esa persona fue preservada por la providencia de Dios. Como lo veremos, debe haber sucedido por la intercesión que se produjo detrás del escenario. El que se escapó no se alejó sino que se presentó a propósito ante Abraham y le dijo que Lot había sido capturado. A diferencia de nosotros, Abraham no consideró el punto débil de su hermano y no se complació en los sufrimientos y calamidades de Lot. Abraham no dijo: “Lot nunca debió separarse de mí. Yo sabía que eso le iba a suceder. El recibió lo que merecía. Creo que Dios es soberano y que los sufrimientos de Lot provienen de Dios. Tranquilícese y vaya a casa. Dios preservará a Lot”. Creo que muchos de nosotros habríamos contestado en ese tono. Sin embargo, Abraham era diferente. Cuando él recibió esa información, tomó la decisión de luchar por Lot (14:14). Como lo veremos, Abraham oró. En el versículo 22 él le dijo al rey de Sodoma que antes de salir a pelear, levantó su mano a Dios. ¿Cómo pudo haber orado Abraham y tomado esa decisión? Eso probablemente se debía al hecho de que alguien, detrás del escenario, intercedía por él. Creo que el intercesor sabía que se estaba librando una batalla y que Lot había sido capturado. Como resultado de esta intercesión, Abraham tomó rápidamente una decisión osada. Abraham decidió tomar sus trescientos dieciocho hombres y pelear contra los cuatro reyes y sus ejércitos. Los cuatro reyes probablemente tenían varios ejércitos, que sumaban más hombres que los de Abraham. ¿Cómo pudo Abraham pelear contra ellos con un número tan insignificante? Además,
eran reyes y generales que habían combatido en muchas batallas, y Abraham era un civil. ¿Cómo pudo combatir contra los expertos en la milicia? ¿Cómo pudo vencerlos con un número tan insignificante? No obstante, Abraham era valiente, y su arrojo se debía a su confianza en Dios. Para Abraham era una vergüenza que su hermano hubiese sido capturado. Sucede lo mismo en la iglesia ahora. Es una vergüenza ver que un hermano o hermana sea capturado. Si un hermano que vive con los hermanos es capturado y usted lo ve, eso le trae vergüenza. Usted no debería tolerarlo, sino que debería decir: “No puedo sobrellevarlo. ¡Debo levantarme y hacer algo!”. Esto fue lo que hizo Abraham. La intrépida decisión de Abraham se debió probablemente al hecho de que detrás del escenario alguien estaba intercediendo por él. Quizás usted piense que la Biblia no contiene ningún relato de esto. Tampoco encontramos ni la genealogía ni los padres de Melquisedec. Pero, ¿cree usted que él no tenía padres ni genealogía? Ciertamente los tenía, pero la Biblia no los menciona. Tampoco menciona los muchas cosas que se produjeron detrás del escenario en este capítulo. Creo que efectivamente hubo intercesión detrás del escenario. Una persona preocupada por los intereses de Dios sobre la tierra intercedía por Lot, y por Abraham y su lucha. Hemos visto que la derrota de Lot no empezó en Sodoma. Según el mismo principio, la victoria de Abraham no empezó con la matanza de los reyes. La victoria de Abraham empezó cuando Lot se apartó de él. Abraham había sido llamado por Dios, y había respondido a ese llamado al venir a la tierra que Dios deseaba darle. No obstante, en aquel tiempo, Abraham no tenía casi nada de experiencia. Todo lo que tenía era la pequeña experiencia de responder al llamado de Dios y de venir al lugar donde Dios quería que estuviese. Como vimos en el mensaje anterior, llegó el hambre como una prueba para Abraham, y él no pudo superar esa prueba. Abraham le falló a Dios, pues intentó sobrevivir a costa del sacrificio de su esposa. Mediante esta lección, que recibió de soberanía de Dios, Abraham aprendió mucho con ese fracaso. Abraham aprendió que Dios está sobre todas las cosas y que conoce todo lo relacionado con Su pueblo. Todo lo que tiene que ver con los llamados de Dios está en Sus manos. Abraham vio eso, lo experimentó y ahondó en ello. Después, cuando surgió el problema entre Abraham y Lot, Abraham salió victorioso. Su victoria empezó en esa ocasión porque había aprendido la lección fundamental al descender a Egipto. Todos debemos aprender esta lección fundamental. Después de que Dios lo haya llamado a usted y de que usted haya respondido al llamado de Dios y haya llegado al lugar donde El desea que usted esté, la primera lección fundamental que Dios le enseñará será que, como llamado de Dios, todo lo que se relaciona con usted se encuentra bajo la mano de Dios. Dios, en Su providencia, se encarga de usted. Esta fue la lección fundamental que Abraham aprendió cuando descendió a Egipto. Después de aprender esta lección, él ganó la victoria en el caso de Lot. Cuando surgió el problema con Lot, Abraham no tomó una decisión; él sabía que ese asunto estaba en las manos de Dios. Ese fue el comienzo de la victoria de Abraham. Entonces llegó el momento en que Abraham pudo mostrar a todo el universo que él estaba del lado de Dios. Cuando Melquisedec apareció, se revelaron dos títulos especiales de Dios: el Dios Altísimo y el Dueño de los cielos y de la tierra (v. 19). Melquisedec y también Abraham hablaron de Dios de esta manera. Abraham dijo: “He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, dueño de los cielos y de la tierra” (14:22, heb.). Abraham pudo decir: “Al descender a Egipto he aprendido la lección de que mi Dios, Aquel que me ha llamó, es el Dueño de los cielos y también de la tierra. No necesito tener alternativas. Mi única alternativa es El. No puedo tolerar que hayan capturado a mi hermano. Es una vergüenza para mí. Lo debo liberar. No me importa el número de soldados, de reyes ni de ejércitos. No me importa que yo tenga menos recursos que ellos. Tengo la carga de liberar a mi hermano. Si no lo hago, será una vergüenza para mí”. Abraham arriesgó su vida al pelear por su hermano. Arriesgar la vida para rescatar al hermano cautivo no fue algo insignificante. Pero eso fue lo que él hizo. La batalla fue fácil y Abraham persiguió al enemigo desde el sur hasta Dan, al norte. Su victoria debía de ser el resultado de la intercesión que se produjo detrás del escenario.
Abraham ganó la victoria por su confianza en Dios. El tuvo confianza en Dios porque había aprendido a conocerlo. Del mismo modo, todos debemos aprender a conocer a Dios. Debemos aprender que aun ahora, la tierra pertenece a Dios. Dios es el dueño. El no sólo es el dueño de la tierra sino también de los cielos. Los cielos y la tierra pertenecen a nuestro Padre, quien nos llamó. Debemos confiar en El. Si carecemos de esta confianza, ya estamos vencidos y seremos como Lot. ¿Por qué fue vencido Lot? Porque, a diferencia de Abraham, él no aprendió la lección de que Dios es el Dueño de los cielos y de la tierra. Aun después de haber sido rescatado, no se menciona que Lot hubiera manifestado algún agradecimiento a Abraham ni al Señor. Lot había perdido sus funciones. Los siguientes capítulos nos muestran que él regresó a Sodoma. Aunque su captura constituyó una advertencia de no volver a Sodoma, de todos modos regresó, aun después de su captura y rescate. Con eso vemos que cuando uno es vencido, le resulta difícil alejarse de la derrota. Aunque Lot fue derrotado, Abraham tuvo la victoria. Esta victoria fue la cumbre de su experiencia exterior. Más tarde, Dios vino y le permitió tener algunas experiencias interiores.
c) El ministerio de Melquisedec ¿Cómo pudo alguien escapar y presentarse ante Abraham, y cómo pudo Abraham tomar esa decisión tan rápidamente y con tanto valor? ¿Que sucedió para que al poco tiempo, hiciera huir al enemigo? Melquisedec intervino. ¿Quién es Melquisedec? El tipifica a Cristo. Es semejante a Cristo. Su venida representa la venida de Cristo. El tipificaba a Cristo como el Sumo Sacerdote de Dios. Esto no se revela en Génesis 14, sino en el salmo 110, donde descubrimos que el Ungido de Dios, Cristo mismo, es Sacerdote según el orden de Melquisedec, una orden anterior a la de Aarón. Antes del sacerdocio de Aarón, Melquisedec ya era sacerdote de Dios. El sacerdocio aarónico quitaba el pecado, afrontando el lado negativo de las cosas; mientras que el ministerio de Melquisedec aborda el lado positivo. Melquisedec no vino para quitar el pecado. El no apareció porque Abraham hubiera pecado sino porque Abraham había ganado la victoria. Melquisedec no apareció con una ofrenda para quitar el pecado, sino con pan y vino para alimentar al victorioso. Casi todos los cristianos consideran a Cristo como el Sumo Sacerdote que elimina el pecado, pero casi nadie mira a Cristo como el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. Como tal, Cristo no quita el pecado sino que nos ministra al Dios procesado, representado por el pan y el vino, como nuestro alimento. ¿No cree usted que antes de ministrar pan y vino, Melquisedec, como sacerdote de Dios, intercedía por Lot y Abraham? Yo creo que sí. No creo que Melquisedec estuviera durmiendo durante la batalla y que cuando se enteró de la victoria de Abraham, se apresuró a ministrarle pan y vino. Creo que la decisión rápida y valiente de Abraham de combatir para rescatar a Lot fue provocada por la intercesión de Melquisedec. También creo que la persona que le dio a Abraham la noticia de la captura de Lot había escapado porque Melquisedec había intercedido por Lot. Como sacerdote, Melquisedec debe de haber cuidado al pueblo de Dios. En respuesta a su intercesión, alguien escapó de Sodoma, le dio la noticia a Abraham, y Abraham tomó la osada decisión de combatir para rescatar a Lot. Mientras andamos en esta tierra, nos ocurren muchas cosas. Aparentemente, las cosas sencillamente se producen. En realidad, detrás del escenario terrenal, existe una intercesión. Nuestro Melquisedec, nuestro Sumo Sacerdote, Cristo, sigue intercediendo por nosotros en los cielos (He. 7:25). Su intercesión nos protege y nos cuida. La visita de Melquisedec a Abraham de alguna manera indicaba la segunda venida de Cristo. ¿Qué estamos haciendo nosotros, el Abraham actual? Estamos matando a los enemigos. Algunas personas del pueblo de Dios, igual que Lot, han sufrido derrota tras derrota. Por la misericordia de Dios, otros deben ser el Abraham actual, el que experimente victoria tras victoria. Debemos aprender la lección fundamental según la cual nuestro Dios, quien nos llamó, es el Dueño de los cielos y de la
tierra. Estamos viviendo por El sobre la tierra y somos Su testimonio. No toleramos ningún perjuicio a los intereses de Dios sobre la tierra. Cuando oímos este daño, tomamos la decisión rápida de vencer al enemigo y matar a los reyes. A diario debemos matar a algunos reyes. Debemos matar a los reyes de nuestra mente, de nuestra parte emotiva y de nuestra voluntad. Debemos matar a los reyes que hay en nuestras circunstancias, en nuestras familias y en nuestras escuelas. Después de que demos muerte a los reyes, nuestro Melquisedec vendrá a nosotros, nos saldrá al encuentro y celebrará nuestra victoria. El Señor no regresará antes de que hayamos dado muerte a todos los reyes. Entonces El volverá y beberá del fruto de la vid con nosotros, como lo indica Su palabra en Mateo 26:29: “No beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de Mi Padre”. Melquisedec intercedió por Lot y por Abraham. Hoy en día Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, intercede por todos los vencedores. Mientras El intercede ahora por nosotros en los cielos, nosotros damos muerte a los reyes en la tierra. Después de que los vencedores hayan vencido a todos los reyes, nuestro Intercesor, el Sumo Sacerdote del Dios Altísimo, aparecerá con la plenitud del Dios procesado. La venida de Melquisedec significa que Cristo ha venido. Nuestra victoria siempre manifiesta a Cristo. La gente que nos rodea difícilmente puede ver dónde está Cristo. No obstante, si nosotros obtenemos una victoria, esa victoria les manifestará a Cristo. Nuestra victoria traerá a Cristo en un nuevo aspecto. Es muy interesante ver que Melquisedec, cuyo nombre significa rey de justicia y quien era rey de Salem o rey de paz, aparece de repente en el capítulo catorce de Génesis. ¿Qué significa eso? Significa que los vencedores manifestarán a Cristo y lo presentarán a la gente. Un día la tierra entera quedará sorprendida por la aparición de Cristo. La gente mundana ni siquiera cree en la existencia de Cristo, y califica esta creencia de insensatez. Pero después de que hayamos dado muerte a todos los reyes, Cristo aparecerá repentinamente. Cristo se manifestará porque habremos dado muerte a los reyes, y el mundo entero se sorprenderá de Su venida. Para nosotros los vencedores, la segunda manifestación de Cristo no será una sorpresa, mas para la gente mundana sí constituirá una gran sorpresa. Ellos dirán: “¿Quién es éste? ¿Cuál es su nombre y de dónde viene?”. Podemos contestar: “Su nombre es Cristo, el verdadero Melquisedec, y viene de los cielos donde ha estado intercediendo durante siglos”. Todos debemos responder a la intercesión del Señor. Si nos volvemos a nuestro espíritu y tocamos al Señor, siempre habrá alguna respuesta. Si actuamos conforme a esta respuesta, olvidándonos de nuestras circunstancias, de nuestros enemigos y de nosotros mismos, ganaremos la victoria y daremos muerte a los reyes. Después de que matemos a los reyes, se nos aparecerá nuestro Melquisedec. Esta será la segunda venida de Cristo. Cuando vuelva Cristo, la tierra entera conocerá al Dios Altísimo. Entonces todo el mundo sabrá que Dios es el Dueño de los cielos y de la tierra. La tierra no pertenece a ningún rey, presidente, jefe de estado ni a ningún diplomático; es propiedad del Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra. ¿Cómo se puede declarar ese hecho a la tierra? ¡Dando muerte a los reyes! En el capítulo catorce, la victoria de Abraham no es algo insignificante. En la Biblia Dios se revela progresivamente. En Génesis 1, no tenemos el título “el Dios Altísimo”. Ni aun en los primeros trece capítulos tenemos este título ni el título especial “Dueño de los cielos y de la tierra”. Aunque usted haya sido cristiano durante años, tal vez nunca se haya dado cuenta de que Dios tiene estos títulos. Dios es el Altísimo y el Dueño de los cielos y de la tierra. El es el Señor de los cielos y el Señor de la tierra. La experiencia que tenemos de Cristo nos revela progresivamente los títulos de Dios. Al experimentar a Cristo, nos damos cuenta de que nuestro Dios es el Altísimo y el Dueño de los cielos y de la tierra. Esta debe ser nuestra atracción y motivación a seguir adelante y matar a los reyes. No sea el Lot actual, pues eso equivaldría a ser tímido y cobarde. Todos debemos ser decididos y valientes porque tenemos al Dios Altísimo y al Dueño de los cielos y de la tierra. Abraham le dijo al rey de Sodoma que antes de ir a la guerra, él levantó sus manos al Dios Altísimo, Dueño de los
cielos y de la tierra. El fue a guerrear con ese espíritu. Por su plena confianza en el Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra, Abraham tenía que ser victorioso. Cuando Melquisedec se le presentó a Abraham, lo bendijo con el Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra (v. 19). Esto comprueba que Melquisedec era mayor que Abraham (He. 7:6-7). También bendijo a Dios por la victoria de Abraham (v. 20). Nuestra victoria siempre conduce a Melquisedec a concedernos bendiciones y a bendecir a Dios. Nuestra victoria trae más bendiciones en Cristo, a nosotros y también a Dios. En la bendición de Melquisedec, Abraham le dio el diezmo de todo, el diezmo de lo mejor del botín (v. 20; He. 7:2, 4). Esto demuestra también la grandeza de Melquisedec. Nuestra victoria obtiene el botín, y la ofrenda de nuestro botín a Cristo siempre proclama la grandeza de Cristo. Sin victoria, no tenemos nada que ofrecer a Cristo y Su grandeza no será proclamada.
d) Vencer la tentación de los bienes terrenales La victoria de Abraham estabilizó y restituyó la situación y restauró todo el entorno. Los cuatro reyes habían vencido a los cinco reyes y se habían llevado todo el botín. Sólo reinaba la confusión. La victoria de Abraham cambió totalmente esta situación, pues la invirtió. Cambió el entorno injusto y lo tornó en un entorno justo, y trajo la paz. Como resultado, allí estaba el rey de justicia y el rey de paz. La victoria de Abraham puso fin a toda batalla y contienda, y trajo la paz. El rey de Sodoma pudo decirle a Abraham con humildad, honestidad y sinceridad: “Has ganado la victoria. Todo lo que devolviste debe ser tuyo. Tómalo. Sólo quiero a mi pueblo”. Si usted y yo hubiéramos sido Abraham, probablemente habríamos dicho: “Es justo y correcto. Rescaté a tu pueblo y recobré todo lo que perdiste. Es bueno que tengas tu pueblo y que todo lo demás sea mío”. Pero las circunstancias creadas después de la victoria de Abraham no fueron esas en absoluto. Fue un ambiente de pureza. Abraham le dijo al rey de Sodoma: “Desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram” (14:23). Aparentemente Abraham decía: “Si tomo un hilo de ti, eres capaz de decir que me enriqueciste. Pero quiero dar un testimonio claro al universo entero de que mis riquezas no vienen de ti, sino del Dueño de los cielos y de la tierra, de mi Dios Altísimo”. ¡Cuán puro era eso! Allí en esa situación vemos la justicia y la paz. Considere la escena de Génesis 14 después de que Abraham hubo dado muerte a los reyes. Abraham lo había devuelto todo, y los reyes salieron a su encuentro. Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo, estaba allí, concediendo a Abraham la bendición y recibiendo de él los diezmos. Toda la gente estaba mirando, preguntándose para quien serían aquellas cosas. Hasta los cautivos que Abraham había recuperado se preguntaban a quién pertenecerían de ahí en adelante. Entonces Abraham dijo: “He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, Dueño de los cielos y de la tierra”. Abraham dijo que no tomaría nada. A todos se les hizo justicia. En esa situación hubo justicia y paz. En cierto sentido, es semejante al reino milenario, lleno de justicia y de paz (Is. 32:1, 16-18; Sal. 72:2-3, 7). Abraham fue justo, y dijo al rey de Sodoma que no tomaría nada excepto solamente lo que habían comido los jóvenes y la parte de los varones que habían ido con él, Aner, Escol y Mamre, los cuales habían tomado su parte (14:24). Abraham dijo que sus combatientes y aliados debían tener su porción pero que él daría su parte al rey de Sodoma. ¡Qué hombre es éste! El había dado muerte a cuatro reyes y ahora estaba hablando con otro, el rey de Sodoma. El estaba por encima de todos ellos. Nosotros los cristianos debemos ser esa clase de personas hoy en día. Debemos estar en un nivel más elevado que los reyes y presidentes terrenales. Sólo uno está sobre nosotros: nuestro Melquisedec. En Génesis 14 vemos que Abraham se hallaba en un nivel muy elevado. ¿Pueden ustedes creer que un hombre de un nivel tan elevado podía ser tan mezquino como para sacrificar a su esposa a fin de
sobrevivir? ¿Creerían ustedes que el mismo que quería vender a su esposa en Egipto podía estar en un nivel tan elevado que rebasaba a todos los reyes? Cuando Abraham estaba dispuesto a vender a su esposa, él se encontraba en el más bajo infierno, pero cuando venció a los reyes, se encontraba en el más elevado de los cielos. Todos podemos ser como Abraham en ambos aspectos. Podemos ser personas mezquinas, planeando vender a nuestra esposa, o, por la gracia del Señor, podemos elevarnos por encima de los reyes. La victoria de Abraham y su condición más elevada que la de los reyes se debían exclusivamente a la intercesión que hubo detrás del escenario. Detrás del escenario terrenal, se producía algo en los cielos, lo cual determinó toda la situación. Todos debemos ver esto.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y CUATRO CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA SIMIENTE Y LA TIERRA En este mensaje vamos a ver un gran giro en la experiencia de Abraham en Dios. Hasta ahora todo lo que hemos visto acerca de la experiencia de Abraham en Dios ha sido externo. Abraham fue llamado por Dios y respondió dirigiéndose al lugar donde Dios deseaba que estuviese. Esto fue un asunto totalmente externo. Más adelante, la segunda experiencia de Abraham consistió en vivir por la fe y confiar en Dios en lo relacionado con su sustento. La primera prueba con la cual él se enfrentó al vivir por la fe fue una terrible hambre por la cual aprendió a confiar en Dios para la obtención del sustento. Antiguamente y en tiempos modernos, tanto en el oriente como en el occidente, toda la gente, por muchos logros, educación o posición que tenga, debe ocuparse de su supervivencia. La vida depende totalmente de la comida, la supervivencia. En la Biblia y en la historia humana, muchas veces Dios ha ejercido Su control sobre el linaje humano con este asunto de la comida. No sea orgulloso, porque cuando Dios le quite las provisiones, usted se inclinará y dirá: “Oh Dios, ¡ayúdame!”. En mensajes anteriores hemos visto que después de que Abraham llegó al lugar donde Dios deseaba que él estuviera, tuvo que aprender una primera lección: confiar en Dios para la obtención de su sustento. El falló en esta prueba y descendió a Egipto. Allí aprendió a confiar en Dios. Después de aprender esta lección, volvió al lugar donde había estado entre Bet-el y Hai. Inmediatamente después, se le presentó otra lección en la misma esfera, en el sustento, cuando hubo una contienda entre los pastores de Lot y los suyos. Estos pastores luchaban por su sustento, peleándose por mejorar su vivir. No querían que otros les quitaran su medio de supervivencia. Abraham obtuvo la victoria en la segunda prueba, pues había aprendido en la primera ocasión que Dios era soberano en su vida diaria. Abraham descubrió que el Dios que lo había llamado era el Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra. El no debía preocuparse por su propio sustento, pues había aprendido que quien lo había llamado se encargaría de eso. La contienda entre los cuatro reyes y los cinco reyes se relacionó también con los medios de supervivencia. La historia nos muestra que todas las guerras entre los hombres giran en torno a ese
asunto. Todas las guerras que suceden en el mundo persiguen un solo propósito: obtener el pan. Génesis 14:11 indica que la lucha entre los cuatro reyes y los cinco reyes tenía este propósito. Abraham no tuvo temor de estos cuatro reyes, pues salió osadamente a enfrentarse con ellos, y después de darles muerte recuperó las provisiones. Después de la victoria de Abraham sobre los cuatro reyes, Melquisedec vino a su encuentro con pan y vino (14:18). Este pan era misterioso. Abraham no tuvo que hacer nada para conseguirlo y tampoco tuvo que pelear por él. El sólo libró la batalla y recobró la provisión de alimentos, y luego Melquisedec vino a él trayendo pan. Hasta el final del capítulo catorce todas las experiencias de Abraham eran externas, pues giraban en torno a la bendición, el cuidado y la provisión externos. Cuando Abraham bajó a Egipto, Dios lo cuidó exteriormente, pues le dio ganado y siervos. La victoria que él ganó sobre los cuatro reyes también era externa. Incluso lo que Melquisedec trajo a Abraham era externa. Todo lo que Abraham había experimentado hasta ahora era externo. Antes de escuchar eso, usted quizás haya pensado que al final del capítulo catorce, Abraham probablemente estaba en la cumbre de su experiencia con Dios. Efectivamente, en cierto sentido él estaba en la cima, pero era la cima de la etapa elemental de su experiencia. Todo lo que Abraham había experimentado antes del capítulo catorce era elemental. Al principio del capítulo quince, Dios empezó a llevarlo a una etapa avanzada en la experiencia con El.
c. Conocer la gracia que cumple el propósito de Dios En Génesis 15:1 leemos: “Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”. Cuando Dios pronunció estas palabras, Abraham todavía estaba en una etapa elemental. Después de haber dado muerte a los reyes, se levantó una gran enemistad entre él y el pueblo que pertenecía a esos reyes. Cuando Abraham libró la batalla contra el enemigo, fue valiente y decidido. Pero después de su victoria al regresar a casa, él quizás haya dicho para sí: “¿Qué he hecho? Esta gente podría volver. Entonces ¿qué haré? Sólo tengo trescientos dieciocho hombres, pero aquel pueblo es mucho más numeroso”. Abraham empezó a tener miedo. Con frecuencia nos parecemos a Abraham. Cuando estamos en la fe, somos valientes y decimos: “Aleluya al Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra. He alzado mis manos hacia El”. Después de ganar la victoria y de gritar aleluyas en las reuniones, usted regresa a casa y empieza a pensar: “¿Qué he hecho? ¿Qué haré si vuelve el enemigo?”. Cuando Dios se apareció a Abraham en 15:1, le dijo: “No temas”. El hecho de que Dios le haya dicho eso a Abraham indica que éste temía a sus enemigos. Dios parecía decirle: “Abraham, no debes temer. Yo soy tu escudo. Tranquilízate. Yo también soy tu gran galardón”. Abraham todavía se encontraba en una etapa elemental en ese entonces y se preocupaba por dos cosas: el regreso de sus enemigos a luchar contra él y su carencia de prole. Tal vez Abraham haya dicho: “Mírame, estoy viejo. Mira a mi esposa; casi ha perdido su fecundidad. Todavía no tenemos hijo. Señor, ¿acaso no sabes que nos estamos envejeciendo? ¿Cuándo nos darás un hijo?”. Cuando Dios se le apareció a Abraham, éste estaba preocupado por estas dos cosas. En la presencia de Dios no podemos esconder nuestra intención. Si nos brindan la oportunidad, tarde o temprano declararemos lo que tenemos en el corazón. Por consiguiente, en 15:2 Abraham dijo: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?”. Lo que Abraham añadió no fue muy cortés. El le dijo al Señor: “Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa” (15:3). Aparentemente Abraham decía: “Señor, no tengo hijo porque Tú no me has dado uno. Tú tienes la culpa de esta situación. ¿Por qué no tengo hijos? ¡Porque Tú no me has dado ninguno! Ahora me dices que Tú eres mi gran galardón. ¿De qué me sirve recibir un galardón si no tengo ningún hijo?”. Abraham le dijo al Señor que un hijo nacido en su casa, Eliezer de Damasco, sería su heredero. En New Translation [Nueva Traducción de la Biblia] hecha por Darby, la nota de pie de página [de ese
versículo] dice que “un esclavo nacido en su casa” significa “uno de sus siervos”. Esto indica que Eliezer era probablemente de Damasco. Tal vez Abraham lo adquirió en su paso por Damasco. Ninguno de nosotros responde con franqueza el llamado de Dios; todos vacilamos en el lodo y en el agua. Abraham incluso sufrió la muerte de dos parientes: Harán, su hermano mayor, y Taré, su padre. Finalmente, Abraham respondió al llamado de Dios, pues no pudo posponerlo más. El se fue de Harán, donde había sido llamado la segunda vez, y llevó consigo a Lot. Pasó por Damasco donde tomó a Eliezer. Cuando el Señor se le apareció a Abraham, y le dijo que El era su escudo y su gran galardón, Abraham pareció contestarle: “Señor Jehová, no tengo hijo porque Tú no me has dado hijo. El que ha de heredar y poseer mi casa es mi siervo Eliezer”. El Señor le dijo a Abraham: “No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará” (15:4). El Señor parecía decirle a Abraham: “Yo no estuve interesado en Lot. Tampoco me intereso en éste. Debe haber una simiente nacida de ti, y no uno de tus siervos”. Entonces el Señor le dijo: “Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia” (15:5). En aquel momento Abraham creyó en el Señor. El versículo 6 dice que él “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. La fe de Abraham le fue contada por justicia, y al mismo tiempo él fue justificado. Esta es la justificación por la fe. La simiente de Abraham no era un asunto externo, sino totalmente interno. Abraham intentó hacer de eso un asunto externo, pues Eliezer era un extraño y no procedía de él. Debemos ver la diferencia aquí. En la actualidad son pocos los cristianos que se preocupan por la experiencia interna. La mayoría de ellos se interesa en las experiencias externas. La mayoría de las enseñanzas dispensadas entre los cristianos de hoy no pasa de Génesis 14. Algunos argumentarán al respecto, diciendo: “¿Acaso no son justificados por la fe, y no está esto en el capítulo quince?”. Sí, ellos son justificados por la fe, pero aun eso lo convirtieron en algo externo. Abraham no fue justificado por la fe cuando creyó que Dios era el Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra, en el capítulo catorce. Dios no contó por justicia esa clase de fe. ¿Qué clase de fe le fue contada por justicia a Abraham? La fe que creyó que Dios podía hacer algo dentro de él para producir la simiente. Creer que Dios suplirá nuestras necesidades cotidianas y que proveerá nuestro pan de cada día, es bueno, pero no es la clase de fe preciosa a los ojos de Dios. ¿Qué clase de fe es preciosa a los ojos de Dios? La fe que cree que El puede forjarse en nosotros para producir a Cristo. La mayoría de los cristianos de hoy se preocupa solamente por la fe que cree que Dios puede hacer cosas externas por ellos. Esa clase de fe cree que Dios puede darles salud, sanidad, un buen trabajo o un ascenso. Muchos cristianos sólo tienen esa clase de fe. Aunque esa fe es buena, no es la fe que Dios valora tanto y que considera preciosísima. El no le contó por justicia a Abraham esa clase de fe. La clase de fe que le fue contada por justicia a Abraham fue la fe en que Dios podía hacer algo en él para producir una simiente. En Génesis 15 Abraham no tenía la fe que creía que Dios le daría pan, ganado y más siervos, sino la que creía que Dios podía obrar en él y producir una simiente. ¿Qué clase de fe tiene usted? La mayoría de los cristianos aprecia la fe que cree que Dios proveerá todo lo que ellos necesitan para su diario vivir. Esta es la fe que cree en Dios como el Dios Altísimo, como el Dueño de los cielos y de la tierra. Quizás usted piense que quedará satisfecho con esa fe. Después de leer el mensaje anterior, quizás procure creer en el Dios Altísimo, en que nuestro Dios es el Dueño de los cielos y de la tierra. Pero esa fe no es la fe que Dios tanto valora y aprecia. Debemos tener la fe que cree que Dios se forja en nosotros, la fe que cree que una simiente celestial será producida por algo forjado en nosotros. ¡Que esto quede profundamente grabado en nuestro ser!
1) Dos categorías de obras divinas para los llamados a) Para la subsistencia Antes del capítulo quince, Abraham había experimentado a Dios como Aquel que lo protegía y le proporcionaba muchos bienes materiales (12:16). Abraham le había dado a Lot todas las alternativas y había ganado la victoria sobre los cuatro reyes. Sin embargo, ninguna de estas cosas se relacionaba con el cumplimiento del propósito de Dios, pues sólo estaban relacionadas con la subsistencia de Abraham (12:10; 14:24). El experimentó todo eso exteriormente en su entorno, y no interiormente en su vida.
b) Para que cumplieran el propósito de Dios ¿Sabe usted cuál es el propósito de Dios? El propósito de Dios consiste en tener un pueblo que lo exprese a El con Su imagen, lo represente con Su dominio, y tome posesión de la tierra para Su reino. A partir de Génesis 1:26, vemos que el propósito eterno de Dios consiste en tener un pueblo que lo exprese a El a Su imagen, representándole con Su dominio, y tomando posesión de la tierra con miras a Su reino. Cuando Dios llamó a Abraham, le prometió darle la bendición de expresarlo a El y de ser una gran nación para que por conducto suyo Dios tuviese Su reino sobre la tierra. Este sigue siendo el propósito eterno de Dios ahora. Sin embargo, nada de lo que le sucedió a Abraham antes de Génesis 15 tenía relación alguna con el cumplimiento del propósito de Dios. Del capítulo quince al capítulo veinticuatro, tenemos un relato que nos muestra cómo Dios había obrado dentro de Abraham para que pudiese cumplir Su propósito. Ya no eran simples experiencias exteriores en sus circunstancias sino experiencias internas en su vida. Los cristianos de hoy en su gran mayoría sólo se preocupan por la subsistencia, y no por el propósito eterno de Dios. Inclusive entre nosotros muchos todavía no han quedado impresionados con el propósito eterno de Dios. Muchos siguen esperando que el Señor les dé un mejor trabajo, un buen cónyuge, una buena educación o un excelente ascenso. Aunque todas estas cosas nos permiten sobrevivir, no están relacionadas directamente con el cumplimiento del propósito de Dios. Todo lo que precede al capítulo quince era bueno, útil y provechoso para la supervivencia de Abraham, pues le permitía vivir como ser humano, pero ninguna de estas cosas estaba relacionada directamente con el cumplimiento del propósito de Dios. Considere la situación de Abraham. ¿Podía el ganado que Abraham había conseguido en Egipto expresar a Dios? ¿Podían los sirvientes representar a Dios? Aunque Dios le había dado muchísimo a Abraham, él no tenía nada que pudiera cumplir el propósito eterno de Dios. Una cosa es sobrevivir, y otra es cumplir el propósito de Dios. El mismo principio es válido con respecto a nosotros en la actualidad. Nuestra educación, nuestro trabajo y nuestra casa son útiles para nuestra subsistencia, pero ninguno de ellos sirve para cumplir el propósito de Dios.
2) Se necesitan dos cosas para cumplir el propósito de Dios a) La simiente Ahora veremos las dos cosas que se necesitaban para cumplir el propósito de Dios en la época de Abraham. El primer punto era la simiente (15:1-6; véase 13:16; 22:17-18; 12:2). Dios llamó a Abraham con la intención de cumplir Su propósito. Como ya vimos, Su propósito consiste en tener un pueblo a Su imagen, que lo exprese a El, y que lo represente con Su dominio. Sin embargo,
Abraham no tenía descendencia. ¿Cómo podía cumplir Abraham el propósito de Dios sin tener una simiente? Dios necesita la simiente. El debe tener un pueblo mediante la simiente.
(1) No lo que tenía Abraham Abraham se parece a nosotros, y nosotros somos como él. Cuando Abraham entendió que necesitaba una simiente, pensó que podía ser Eliezer (15:2-4). Abraham parecía decir: “Ahora me doy cuenta de que debo tener una simiente para que Dios tenga un pueblo. Estoy viejo y la capacidad de engendrar de mi esposa está casi agotada; por eso la simiente debe ser lo que ya tengo”. Sin embargo, Dios nunca usaría las cosas que ya tenemos para cumplir Su propósito. Lo que ahora tenemos no sirve para eso. No se imagine que sus posesiones sirven para el cumplimiento del propósito de Dios. Usted sólo tiene a Eliezer. No cuente con ninguna de sus pertenencias. Ninguna de nuestras pertenencias sirve para cumplir el propósito de Dios. Realmente todo lo que tenemos no pertenece a Dios sino a Damasco.
(2) Sino lo que Dios prometió llevar a cabo La simiente necesaria para que se cumpliera el propósito de Dios tenía que ser lo que Dios había prometido llevar a cabo por medio de Abraham. Tenía que ser algo que Dios forjara en él para que lo pudiese manifestar a El (15:4-5). Entonces, ¿qué es la simiente? Si usted ora y lee Génesis 15 y Gálatas 3, verá que la simiente es Cristo mismo. Por mucho que hagamos, jamás produciremos a Cristo. Nuestra educación, nuestros logros, nuestras herramientas, etc. no tienen ningún valor. Todas estas cosas son solamente Eliezer, objetos que el Señor no ha forjado en nosotros para producir a Cristo, quien es la simiente. Ninguna de ellas es subjetiva sino totalmente objetiva en nuestro entorno. Su Eliezer puede ser su educación académica. Es posible que aun en la vida de iglesia, usted confíe en este Eliezer, lo cual significa que todavía confía en su educación. Todos nosotros hemos pasado por algún Damasco, y hemos recogido por lo menos un Eliezer. Este nunca podría ser la simiente que Dios desea. La simiente debe ser algo que Dios produzca en nosotros, y no algo que hayamos recogido nosotros. Nada de lo que recojamos en nuestro Damasco podrá producir a Cristo. Sólo lo que Dios forje en nuestro ser puede producir a Cristo como simiente. Si queremos cumplir el propósito de Dios, debemos dejar que Cristo sea forjado en nosotros. Esta es la razón por la cual Pablo nos dijo que Cristo fue revelado en él (Gá. 1:15-16), que Cristo vivía en él (Gá. 2:20), que Cristo fue formado en él (Gá. 4:19), y que para él, el vivir era Cristo (Fil. 1:21). Pablo vivía a Cristo. Cuando él era Saulo de Tarso, pasó por un Damasco judío, y adquirió muchas cosas. Todo lo que él obtuvo durante ese tiempo fue un Eliezer. El Señor le dijo a Pablo que tenía que olvidarse de todas estas cosas, pues no eran más que estiércol, basura, comida de perros, y las debía desechar. Nada de lo que tenía Pablo podía producir a Cristo. Lo único que podía producir a Cristo era lo que Dios había forjado en su ser. El Señor parecía decirle a Pablo: “Las cosas que tú conseguiste por tu historial religioso nunca podrán producir a Cristo. Sólo lo que Yo estoy forjando en ti producirá a Cristo. Lo que estoy produciendo en ti es Mi gracia”. Finalmente, Pablo pudo decir: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Co. 15:10). Ahora bien, quisiera decir algo acerca de la diferencia entre la gracia y la bendición. Lo que la mayoría de los cristianos consideran gracia es en realidad bendición. ¿Qué es la bendición? La bendición es la prosperidad, los beneficios y la abundancia. Muchos cristianos usan la palabra gracia como una palabra descriptiva y dicen: “Oh, cuánta gracia tiene Dios para con nosotros”. Pero esto no concuerda con el verdadero significado de la gracia. En Números 6:25 la palabra original hebrea significa inclinarse o descender para ser amable con una persona inferior. Por ejemplo, un rey puede inclinarse en su bondad para dar algo a un mendigo. Esto es el verdadero significado de mostrar gracia. Sin embargo, en la Biblia, la gracia es Dios mismo. En la Biblia, la gracia es simplemente Dios mismo que entra en nosotros para ser nuestro deleite. En Juan 1:17 dice: “Pues la
ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. Juan 1:14 revela que “el Verbo se hizo carne ... lleno de gracia y de realidad”, y Juan 1:16 nos dice que “de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia”. Las bendiciones están relacionadas con nuestras subsistencia, pero la gracia cumple el propósito de Dios. Necesitamos la bendición de Dios para sobrevivir. Si Dios no nos bendijera, perderíamos nuestro empleo, nuestra salud y quizás hasta nuestras vidas. No tengo ninguna duda de que, en lo pertinente a mi supervivencia, estoy plenamente bajo la bendición de Dios. No obstante, el simple hecho de subsistir es vanidad de vanidades. ¿Qué estamos haciendo aquí en ese país? ¿Estamos aquí solamente para conseguir el sustento y sobrevivir? Si ése es el caso, eso sería vanidad de vanidades. Todos los automóviles, las casas, los diplomas y los empleos son vanidades. Quizás algunas personas digan: “Alabado sea el Señor, tenemos tres hijos y dos hijas. Los hijos son médicos y las hijas educadoras. ¡Qué bendición tan grande!”. Esta es una bendición para que usted y su familia sobrevivan en la vanidad de vanidades, si su vida no tiene como fin cumplir el propósito de Dios. Otros dirán: “Hace cinco años sólo ganaba 5.000 dólares al año, pero este año he ganado 25.000. ¡Qué bendición!”. Si esto no se usa para el propósito eterno de Dios, también es una bendición relacionada con sobrevivir en la vanidad de vanidades. Hace poco el Señor me despertó temprano una mañana y me hizo notar que ningún libro del Nuevo Testamento termina con las palabras: “Que la bendición te acompañe”, ni con: “Que la bendición esté con tu espíritu”. Pero casi todas las epístolas terminan con las palabras: “La gracia sea con vosotros” (Gá. 6:18; Ef. 6:24; Fil. 4:23; Col. 4:18). Decir: “Que la bendición te acompañe” significa que uno prosperará en cosas materiales. Pero la Biblia nunca dice nada semejante. El Evangelio de Juan no dice que el Verbo se hizo carne lleno de bendiciones, ni que la bendición acompañe a Cristo. Ningún libro concluye con: “Que la bendición os acompañe”. En el Antiguo Testamento, tenemos principalmente bendiciones, pero en el Nuevo Testamento las bendiciones materiales son reemplazadas por las bendiciones espirituales. Efesios 1:3 revela que Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual en Cristo, y el último versículo del mismo libro dice: “La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo”. El último versículo de la Biblia también habla de la gracia. Apocalipsis 22:21 no dice: “Que la bendición del Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra esté con todos vosotros”. ¡No!, sino que dice: “La gracia del Señor Jesús sea con todos los santos”. ¿Recuerda usted las bendiciones que los sacerdotes solían dar a los hijos de Israel en Números 6:24-26? Eran éstas: “Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”. Por el contrario, la bendición de Pablo en 2 Corintios 13:14 está en otra categoría: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Repito una vez más: las bendiciones se relacionan con nuestra supervivencia mientras que la gracia cumple el propósito de Dios.
(3) La promesa de Dios y la fe de Abraham contada por justicia Después de rechazar la propuesta de Abraham, Dios le prometió que haría algo por él a fin de que tuviese simiente, una descendencia tan numerosa como las estrellas de los cielos (15:5). Abraham creyó la Palabra del Señor, y el Señor le contó su fe por justicia (15:6). Es la clase de fe que cree que Dios obrará en nosotros para producir a Cristo, la simiente, quien es precioso ante Dios y es nuestra justicia a los ojos de El. Esta es la fe necesaria para recibir la gracia de Dios, y no Su bendición. Hoy en día la mayoría de los cristianos se preocupan por la bendición, y no tanto por la gracia. Esta es la era neotestamentaria, pero muchos cristianos siguen viviendo en la dispensación del Antiguo Testamento, interesados solamente en las bendiciones, y no en la gracia. En el recobro del Señor,
necesitamos las bendiciones. Es una gran bendición reunirnos todo el tiempo. No obstante, necesitamos algo superior: la gracia. Necesitamos que Dios venga y diga: “Lo que tienes no cuenta. Lo que haces o lo que puedas hacer tampoco cuenta. Haré algo dentro de ti y eso producirá la simiente. ¿Crees en eso?”. Si lo creemos, esta fe será preciosa para Dios. Esta no es la fe que cree que Dios satisfará todas nuestras necesidades, sino la fe que cree que Dios se forja en nosotros para producir a Cristo como la única simiente, la simiente necesaria para cumplir Su propósito.
b) La tierra La tierra es lo segundo que se necesita para cumplir el propósito de Dios (15:17-21; véase 12:7; 13:14-15, 17; 17:8).
(1) La definición de la tierra ¿Qué es la tierra? Muchos cristianos piensan que la buena tierra es los cielos, y consideran que el río Jordán es la muerte física. Este concepto no corresponde a la interpretación correcta de la Palabra santa. En la época de Abraham, esa tierra era un lugar en el cual él podía vivir. Abraham necesitaba un lugar que le sirviera de morada y de sustento. Por tanto, la tierra es un lugar en el cual el pueblo de Dios puede habitar y vivir. Además, en los días de Abraham, la tierra era un lugar en el cual él podía vencer a todos sus enemigos a fin de proporcionarle a Dios un reino sobre la tierra. Además, la tierra era el lugar donde Dios podía tener una habitación como expresión de Sí mismo. Por consiguiente, vemos cinco aspectos de la tierra: era un lugar que servía de morada al pueblo de Dios, en donde se podía obtener el sustento, donde los enemigos de Dios podían ser vencidos, donde Dios tenía Su reino, y donde Dios podía tener una morada en la cual expresarse. Finalmente, en la tierra se estableció el reino de Dios, se construyó el templo como morada Suya, y se manifestó Su gloria. Todo ello era una miniatura del cumplimiento del propósito de Dios. Esto difería totalmente del asunto de la supervivencia de Abraham. La subsistencia de Abraham era una cosa; pero otra muy distinta era tener una simiente y obtener la tierra para cumplir el propósito de Dios. ¿Qué es la tierra para nosotros hoy? Indudablemente, la tierra es el Cristo que vive en nosotros y en el cual vivimos. Hoy en día, debemos vivir en Cristo y ser sustentados por El. Sin embargo, muchos cristianos no practican eso. No se preocupan ni por el Cristo que se forja en ellos como simiente ni por vivir en Cristo como su tierra para que se cumpla el propósito de Dios. Para ellos, Cristo no es la tierra en la cual deben vivir y subsistir; tampoco es la tierra donde deben matar a todos sus enemigos. ¿Dónde podemos matar a nuestros enemigos? ¡En Cristo nuestra tierra! Cristo es el lugar en el cual matamos a nuestro Quedorlaomer y a los demás reyes. Cristo también es la tierra donde se establece el reino de Dios, y donde puede construirse la morada de Dios. Si vemos esto, entenderemos que la mayoría de los cristianos han errado al blanco buscando las bendiciones de Dios. No debemos prestar demasiada atención a nuestra subsistencia ni preocuparnos tanto por las bendiciones de Dios, porque nuestro Padre conoce nuestras necesidades. Dejemos que El nos cuide. El nunca nos abandonará ni nos desamparará (He. 13:5). En el propósito de Dios, no debemos contar con lo que tenemos ni con lo que podemos hacer. Lo que tenemos es Eliezer y lo que podemos hacer es Ismael. Eliezer era lo que Abraham tenía, e Ismael era lo que Abraham podía hacer, y ninguno de ellos contaba para el cumplimiento del propósito de Dios. No importa lo que tengamos ni lo que podamos hacer. Tiene que ser Dios mismo quien obre. Después de algún tiempo, cuando verdaderamente nos hayamos convertido en nada, Dios se forjará en nosotros, y lo que El haga en nosotros producirá a Cristo como simiente y también nos introducirá en Cristo, nuestra tierra. Cristo debe ser la simiente que está en nosotros. Cristo también debe ser la tierra en la cual vivimos. ¿Acaso no tenemos a Cristo en nosotros? Sí, pero El debe ser la simiente. ¿No estamos en Cristo ahora? Sí, pero debemos vivir en El como nuestra tierra.
Ahora la tierra también es la iglesia, pues la iglesia es el agrandamiento de Cristo. El Cuerpo de Cristo, la iglesia, es la expansión de Cristo. En la iglesia vivimos en Cristo y somos sustentados por El; en la iglesia matamos a los enemigos; y en la iglesia tenemos el reino de Dios y la morada de Dios. Por esta razón, cuando entramos en la iglesia, inmediatamente nos sentimos en casa. Ya no andamos errantes sino que tenemos un lugar en el cual podemos vivir y subsistir, en el cual matamos a nuestros enemigos, en el cual podemos tener el reino de Dios y la morada de Dios. Antes de entrar en la iglesia, no teníamos el vivir cristiano adecuado, pero después de entrar en ella, ¡qué cambio tan positivo se ha producido en nuestro vivir! Antes de entrar en la iglesia, nos resultaba difícil vencer a un enemigo, pero después de entrar en ella iglesia, fue muy fácil. Quedorlaomer teme a la iglesia. ¿Dónde podemos matar a todos nuestros enemigos? En Canaán. ¿Cuál es el Canaán actual? Es la iglesia, el Cristo agrandado. ¿Dónde están el reino de Dios y Su morada ahora? También en la iglesia. La iglesia, el Cristo agrandado, es nuestra buena tierra ahora. Tanto la simiente como la tierra son Cristo. La simiente es Cristo en nosotros, y la tierra es el Cristo en el cual vivimos. Cristo vive en nosotros como la simiente, y nosotros vivimos en El como la tierra. El es la simiente y también la tierra que cumplen el propósito eterno de Dios.
(2) La promesa de Dios y la incredulidad de Abraham En este capítulo Dios no sólo repite la promesa que hizo a Abraham acerca de la simiente, sino también la promesa acerca de la tierra. Vemos claramente la promesa relacionada con la simiente en los primeros seis versículos. Abraham creyó en el Señor en cuanto a la promesa acerca de la simiente. Dios hizo una promesa clara acerca de la tierra en el versículo 7, pero Abraham no tuvo la fe para creer en Dios en cuanto a la promesa de la buena tierra. Con eso vemos que creer en Dios en cuanto a la simiente es más fácil que creer en Dios en lo relacionado con la tierra. Nos resulta más fácil permitir que Cristo viva en nosotros como simiente que vivir en Cristo como la tierra. Permitir que Cristo como la simiente viva en nosotros es más fácil que vivir a Cristo como la tierra en la que podemos tener la vida de iglesia con miras al reino de Dios y a la morada de Dios. Abraham era semejante a nosotros, pues en este aspecto carecía de fe en Dios; por eso, Dios tuvo que hacer un pacto con él para confirmar Su promesa acerca de la tierra. En el mensaje siguiente veremos los detalles acerca del pacto que Dios hizo con Abraham.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y CINCO CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: EL PACTO DE DIOS CON ABRAHAM En el mensaje anterior vimos que todo lo que Abraham había experimentado antes de Génesis 15 estaba relacionado con recibir bendiciones de Dios para subsistir. Sin embargo, al llamar a Abraham, Dios tenía un propósito más elevado que la simple supervivencia de Abraham. El deseaba que Su propósito eterno se cumpliese por medio de él. A partir del capítulo quince, Dios vino y mostró a Abraham que él necesitaba gracia para cumplir Su propósito eterno. Abraham no
necesitaba solamente bendiciones exteriores en su entorno, sino también gracia en su vida. Si leemos detenidamente Génesis del 15 al 22, veremos que en estos capítulos, Dios disciplinó a Abraham para mostrarle que él necesitaba Su gracia a fin de cumplir Su propósito eterno. Por lo tanto, Dios vino no solamente para bendecir a Abraham exteriormente sino para forjarse como gracia en él a fin de que tuviese algo sólido con lo cual llevar a cabo el propósito eterno de Dios. Según vimos en el mensaje anterior, Abraham necesitaba dos cosas para cumplir el propósito de Dios: la simiente y la tierra. Si usted vuelve a leer Génesis 15, verá que tanto la simiente como la tierra se mencionan varias veces. Ya vimos que tanto la simiente como la tierra son Cristo. Primero, la simiente es el Cristo individual y personal, y luego es el Cristo corporativo. Gálatas 3:16 revela que Cristo es la simiente de Abraham. Inicialmente la simiente era el Cristo individual, pero finalmente se convirtió en el Cristo corporativo, el Cristo que es la Cabeza, donde todos nosotros somos Su Cuerpo. Esta es la simiente que se necesita para cumplir el propósito de Dios. Cristo también es la tierra. El concepto de que Cristo es la tierra puede parecer nuevo y extraño porque anteriormente muchos de nosotros oímos que la buena tierra de Canaán era un tipo, un símbolo, de los cielos. Muchos cristianos tienen este concepto, pero si volvemos a la Palabra pura, veremos que la tierra en realidad simboliza a Cristo. En tipología la tierra es el lugar donde el pueblo de Dios descansa y donde Dios puede vencer a todos Sus enemigos y establecer Su reino y Su morada, la cual lo expresa y lo representa. Recuerde, por favor, los siguientes puntos acerca de la tierra: es el lugar donde el pueblo de Dios puede descansar; el lugar donde todos los enemigos de Dios pueden ser destruidos, y el lugar donde Dios establece Su reino y edifica Su morada para ser expresado y representado sobre esta tierra rebelde. ¿Qué requisitos hay para ser esa tierra? Simplemente Cristo. En Cristo, tenemos descanso y matamos a los enemigos. En Cristo, Dios establece Su reino y edifica Su morada, la iglesia, para que lo exprese y represente. ¿Ha visto usted que tanto la simiente como la tierra son Cristo? La simiente que Dios prometió a Abraham es el Cristo corporativo, y la tierra que Dios le prometió es el Cristo maravilloso, resucitado y elevado, en quien hoy descansamos y damos muerte a nuestros enemigos y en quien Dios establece Su reino y edifica Su morada para ser expresado y representado. Cuando Dios prometió a Abraham que tendría una simiente, éste le creyó inmediatamente (15:6). Cuando Abraham creyó a Dios la promesa de la simiente, su fe, que era preciosa para Dios, le fue contada por justicia. En ese momento, Abraham fue justificado por fe, la fe que creía que Dios le daría la simiente para cumplir Su propósito eterno. Cuando Abraham creyó lo que Dios le dijo al respecto, Dios estuvo contento con él. No obstante, después de eso, cuando Dios prometió a Abraham que también le daría la tierra, Abraham se sorprendió y dijo al Señor: “Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?” (v. 8). El le podía creer a Dios lo relativo a la promesa de la simiente, pero no lo que le prometía en cuanto a la tierra. El mismo principio se aplica hoy. Es fácil creer que Cristo es la simiente, pero resulta difícil creer que Cristo es la tierra. Es más fácil creer que Cristo es nuestra vida que creer que El puede ser nuestra vida de iglesia. Muchos cristianos creen en Dios por el hecho de que Cristo es su vida, pero cuando llegan al asunto de la vida de iglesia, la buena tierra donde podemos descansar, dar muerte a los enemigos y permitir que Dios establezca Su reino y edifique Su morada, dicen que eso no se puede tener hoy en día. Muchos cristianos parecen decir: “Es posible vivir por Cristo, pero resulta imposible tener la vida de iglesia”. Para ellos es más fácil creer que Cristo puede ser su vida que creer que la iglesia pueda ser su vivir. No pueden creer que es posible tener la vida de iglesia hoy. Una vez más, vemos que nos parecemos a Abraham; creemos fácilmente en la simiente que prometió Dios, pero tenemos dificultad en creer en Su promesa con respecto a la tierra. ¿Tiene usted a Cristo como la simiente? ¿Lo tiene también como la tierra? No resulta tan sencillo tener a Cristo como la tierra en la cual podemos vivir, a fin de tener la vida de iglesia y que Dios establezca Su reino y Su morada, la cual lo expresa y lo representa. Hace años, antes de llegar a la vida de iglesia, ministrábamos acerca de vivir por Cristo, pero nosotros mismos no teníamos paz. Errábamos sin descansar hasta que un día, por la gracia de Dios,
entramos en la iglesia. Cuando entramos en la iglesia, empezamos a sentir el descanso. Antes de entrar en la vida de iglesia, nos costaba dar muerte a los enemigos, pero después de entrar en la vida de iglesia, encontramos que era fácil darles muerte a todos ellos. En la vida de iglesia, el reino de Dios es establecido, se edifica Su morada, y Dios es expresado y representado. Este es el cumplimiento del propósito eterno de Dios hoy.
(3) Dios confirma Su promesa al hacer un pacto con Abraham por medio de Cristo A Abraham le costaba creer en la promesa que Dios le había hecho acerca de la tierra; por eso, Dios se vio obligado a hacer un pacto con él. En Génesis 15:9-21 vemos que Dios confirmó Su promesa al hacer un pacto con Abraham por medio de Cristo. Dios hizo este pacto de una manera muy peculiar. A la gente le resulta difícil entender este pasaje de la Palabra. Debemos ver que Dios se vio obligado a hacer este pacto con Abraham. Dios mismo no necesitaba hacer eso. Si Abraham hubiera creído inmediatamente en la promesa que Dios le hacía acerca de la tierra, Génesis 15 habría sido un capítulo más corto. No se habrían mencionado muchas cosas allí, como por ejemplo: el partimiento de la becerra, la cabra y el carnero; la ofrenda de la tórtola y el palomino; el sueño profundo que cayó sobre Abraham; el temor de una gran oscuridad que le sobrevino; el paso de Dios por los pedazos, como un horno humeando y una antorcha de fuego; y la mención de los cuatrocientos años. Parece que no hay nada agradable. No era el tiempo de la aurora sino del ocaso, y Dios no vino de una manera agradable sino como horno humeando y como una antorcha de fuego. Si hubiéramos estado allí, habríamos cedido al pánico, incapaces de soportarlo y considerándolo algo terrible. Sin embargo, esta escena tiene un sabor muy agradable porque en ella Dios hizo un pacto con Su llamado; El no tenía ninguna intención de atemorizarlo. He pasado mucho tiempo procurando entender este pasaje de la Palabra. Al principio no lo podía entender porque me faltaba experiencia. Consulté algunos libros, pero ninguno de ellos me ayudó al respecto. Finalmente el Señor me mostró el verdadero significado de este pasaje de la Palabra mediante las experiencias que acumulé durante muchos años. Este incidente de Génesis 15 constituye la consumación de un pacto, el relato de un pacto promulgado por Dios. El primer pacto fue el que Dios hizo con Noé (9:8-17), un pacto marcado por un arco iris. Aquí, en Génesis 15, vemos el segundo pacto que Dios hizo con el hombre. Debemos recordar este hecho.
(a) Tres animales que representan al Cristo crucificado Al hacer el pacto con Abraham, Dios le pidió que tomara una becerra, una cabra, un carnero, una tórtola y un palomino (v. 9). Los tres animales cuadrúpedos, que tenían tres años de edad cada uno, fueron partidos en dos, pero las aves no lo fueron; se preservaron vivas. Mediante estos animales Dios hizo Su pacto con Abraham, dejando implícito que así Abraham podía cumplir el propósito de Dios. Debemos ver el significado de los tres animales cuadrúpedos y las dos aves. En tipología, todas las cosas que el hombre ofrece a Dios tipifican a Cristo. Basándonos en este principio, cada uno de estos cinco seres indudablemente tipifica a Cristo. Primero Cristo es el Cristo crucificado, el Cristo partido, y segundo El es el Cristo resucitado y viviente. Si vemos eso, podremos entender inmediatamente que los tres cuadrúpedos que fueron partidos e inmolados, tipifican al Cristo crucificado. El Cristo crucificado se hizo carne y vivió en la tierra en Su humanidad. El capítulo uno de Juan revela que el Verbo, quien era Dios, se hizo carne (v. 14). Más adelante se refiere a El como Cordero de Dios (v. 29). El Cordero de Dios era el Verbo de Dios hecho carne. Por tanto, los tres animales tomados de entre el ganado en Génesis 15 deben de representar a Cristo en Su humanidad, quien fue crucificado por nosotros.
Al leer Génesis 15 junto con el libro de Levítico, podremos ver que la becerra era utilizada para la ofrenda de paz (Lv. 3:1). ¿Por qué viene en primer lugar la ofrenda de paz? Porque cuando Dios hizo un convenio con aquel a quien había llamado, era necesaria la paz. Al hacer un pacto o un acuerdo entre dos partes, siempre se necesita la paz. El pacto de Dios con el hombre que había llamado requería primeramente una ofrenda de paz. Y Cristo fue esta ofrenda de paz. La cabra tipifica a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado (Lv. 4:28; 5:6). Por muy buenos que seamos como llamados de Dios, seguimos siendo pecaminosos. Por consiguiente, después de la ofrenda de paz, necesitamos el sacrificio por el pecado. ¡Aleluya, el problema del pecado fue solucionado! Cristo como nuestra cabra, como nuestro sacrificio por el pecado, lo eliminó. Después de esto, se necesitaba el holocausto, el sacrificio que indica que todo debe entregarse a Dios (Lv. 1:10). Después de la ofrenda de paz, venía el sacrificio por el pecado, y después de éste, venía el holocausto. Cristo constituía todas las ofrendas por las cuales Dios pasó al hacer un pacto con aquel a quien había llamado. ¿Por qué aquellos tres animales tenían tres años cada uno? Porque Cristo no fue inmolado en muerte sino en resurrección. El no fue ofrecido en muerte sino en resurrección. El Señor dijo a los judíos, hablando de su crucifixión: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19). El Señor fue inmolado cuando tenía “tres años de edad”, lo cual significa que El murió en resurrección. Incluso antes de ser inmolado, El ya estaba en resurrección porque siempre estuvo en dicha esfera (Jn. 11:25). Por consiguiente, cuando El fue inmolado, murió en resurrección, y ésta fue la razón por la cual podía ser resucitado. Cristo se ofreció a Dios en resurrección. Fue clavado en la cruz en resurrección. Por muy fuerte que usted sea, si ha de ser inmolado, lo será en muerte, y no en resurrección. Pero el Señor Jesús murió en resurrección.
(b) Dos aves, que representan al Cristo resucitado Las dos aves, que se conservaron vivas, representan al Cristo resucitado y viviente (Lv. 14:6-7). El Cristo resucitado está principalmente en Su divinidad porque, conforme a la tipología de la Biblia, la paloma representa al Espíritu Santo (Jn. 1:32). Por consiguiente, el ganado tipifica a Cristo en Su humanidad, mientras que las aves representan Su divinidad. Por tanto, las aves de Génesis 15 representan al Cristo celestial, el Cristo que procede de los cielos y que todavía está allí (Jn. 3:13), el Cristo que estaba vivo y sigue vivo. Cristo fue crucificado, pero vive. El fue inmolado en Su humanidad, pero vive en Su divinidad. El murió como el hombre que caminaba sobre esta tierra, pero ahora vive como Aquel que se eleva a los cielos. Su humanidad le sirvió para ser todos los sacrificios, mientras que Su divinidad le permite ser el que vive. El fue sacrificado por nosotros en Su humanidad y vive por nosotros en Su divinidad. En tipología, la tórtola representa una vida de sufrimiento, y el palomino representa una vida que cree, una vida de fe. Mientras el Señor Jesús vivía en la tierra, siempre estaba sufriendo y creyendo. En Su vida de sufrimiento El era la tórtola y en Su vida de fe era un palomino. Había dos aves, y el número dos representa el testimonio (Hch. 5:32). Las dos aves vivas llevan el testimonio de Cristo, el resucitado que vive en nosotros y para nosotros (Jn. 14:19-20; Gá. 2:20). El Jesús viviente es el testimonio, el que lleva continuamente el testimonio. En Apocalipsis 1 el Señor dijo: “[Yo soy] el Viviente; estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (v. 18). Su vida eterna es Su testimonio, pues el testimonio de Jesús siempre se relaciona con tener vida. Si una iglesia local no vive, no tiene el testimonio de Jesús. Cuanto más vivimos, más expresamos el testimonio del Jesús viviente. Había tres animales sacados de entre el ganado y dos aves, lo cual suma cinco seres. El número cinco es el número que denota responsabilidad, e indica aquí que Cristo como el crucificado y el viviente lleva ahora toda la responsabilidad de cumplir el propósito eterno de Dios.
(c) Como las aves del aire, Satanás y Sus ángeles descendieron para anular a Cristo Cuando los sacrificios estaban listos, las aves del aire vinieron e intentaron comerlos (v. 11). Esto significa que Satanás y sus ángeles vienen para anular a Cristo en la vida de iglesia (Gá. 5:2, 4). Ahora Satanás y sus ángeles (2 Co. 11:13-15) hacen lo imposible para robarles a los cristianos el disfrute que hallan de Cristo en la vida de iglesia (Col. 2:8). Así como Abraham alejaba a las aves, nosotros también debemos alejar a Satanás y a sus ángeles de lo que Cristo es para nosotros en la vida de iglesia.
(d) El Dios del pacto pasó por en medio de los animales divididos del sacrificio Dios pasó por en medio de los sacrificios que tipifican a Cristo, para hacer un pacto con Abraham (vs. 17-18; cfr. Jer. 34:18-19). Después de que Abraham partió por la mitad los animales tomados del ganado y dispuso todos los sacrificios, “a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él” (v. 12). Estando Abraham en esa situación, se presentó Dios. El versículo 17 dice: “Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos” (v. 18). Dios no vino en una forma muy agradable, sino como horno humeando y como antorcha de fuego. Un horno sirve para refinar, y una antorcha es útil para iluminar. En medio de una situación oscura, Dios vino para refinar e iluminar. Esto sucede con frecuencia en la vida de iglesia. De repente, el amanecer se convierte en atardecer, una noche oscura cae sobre nosotros, muchos santos duermen y dejan de ejercer su función, y surgen sufrimientos por todos lados. Durante ese período de aflicción, quizás empecemos a dudar, diciendo: “¿Qué es eso? ¿Hay algo malo en nuestro medio?”. En tal circunstancia, Dios siempre viene como horno que nos refina y nos quema, y también como antorcha que nos ilumina. A menudo la gente dice de los que están en la vida de iglesia: “¿Cómo es que ustedes tienen tanta luz? ¡Cuánta luz hay entre ustedes! ¡Cuánto brilla la antorcha!”. La luz viene principalmente de los sufrimientos. Consideren la situación de Abraham: el sol se ponía, venía la noche, Abraham estaba durmiendo, y Dios se presentó, no como consolador sino como horno que arde y como antorcha que ilumina. Por una parte, Dios nos quema y sufrimos; por otra, nos ilumina y quedamos bajo la luz. Al mismo tiempo, aun cuando estemos en una noche oscura, tendremos mucha claridad. En esta situación Dios pasó por en medio de los animales sacrificados que estaban partidos por la mitad, y eso puso en vigencia Su pacto. El hizo un pacto con Abraham al pasar por en medio de todos los sacrificios como un horno humeando y una antorcha de fuego. Así Dios confirmó Su promesa a Abraham al hacer un pacto con él a fin de cumplir Su propósito eterno.
(e) El hombre llamado se identifica con Cristo al ofrecerlo a Dios En el Antiguo Testamento cuando una persona ofrecía algo a Dios, imponía sus manos sobre el sacrificio, indicando su unión o identificación con dicho sacrificio. El hecho de que Dios le pidiera a Abraham que le ofreciera ganado y aves implica que Abraham tenía que ser uno con todas las cosas que ofrecía a Dios. Era como si Dios le dijera: “Abraham, debes estar en unión con todas las cosas que me ofreces. Debes identificarte con el ganado y con las aves”. Esto indica que nosotros también debemos ser quebrantados en el quebrantamiento y la crucifixión de Cristo. Nuestro hombre natural, nuestra carne y nuestro yo deben ser partidos en dos y crucificados. Así como nos identificamos con El en Su crucifixión, también nos identificamos con El en Su resurrección. Morimos en Su muerte (Ro. 6:5a, 8a) y vivimos en Su resurrección (Ro. 6:5b, 8b), para que se
cumpla el propósito de Dios. Fuimos aniquilados en Su crucifixión y germinamos en Su resurrección. Así que estamos capacitados para cumplir el propósito eterno de Dios. El hombre natural no puede tener vida de iglesia. Entre nosotros hay muchas clases de hermanos y hermanas. En lo humano no podemos ser uno. Pero en la iglesia somos verdaderamente uno por el Cristo crucificado y resucitado. Somos uno con El de tal manera que hasta el diablo reconoce que somos uno. En la crucifixión de Cristo se le puso fin a nuestro viejo hombre. Cada vez que mi viejo hombre sale de la tumba, lo reprendo inmediatamente, diciendo: “¿Qué estás haciendo aquí? Ya fuiste aniquilado. No te corresponde venir aquí”. Todos fuimos aniquilados en la crucifixión de Cristo y germinamos en Su resurrección. En Su resurrección todos estamos vivos, no por nuestra propia cuenta sino por el Cristo resucitado que vive dentro de nosotros y nos permite experimentar la vida de iglesia. Ahora vemos cómo Dios puede tener una simiente y una tierra tan maravillosa como el pueblo y la esfera en la cual y con la cual El puede establecer Su reino y Su morada para expresarse y para ser representado. ¿Cómo puede Dios hacer eso? Sólo por la crucifixión de Cristo como nuestra ofrenda de paz, nuestro sacrificio por el pecado, y nuestro holocausto y por Su resurrección, por la cual puede ser nuestra vida. Ahora nosotros los llamados, los que ofrecemos Cristo a Dios y somos identificados con El, somos uno con Cristo. Cuando Cristo fue crucificado y resucitado, nosotros fuimos crucificados y resucitados con El. Fuimos crucificados en Su crucifixión y resucitados en Su resurrección. Ahora podemos declarar: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí (Gá. 2:20). Así podemos vivir hoy para tener la vida de iglesia. En la vida de iglesia tenemos a Cristo en nuestro interior como la simiente, y por fuera como la tierra. ¿Cómo podemos entrar en esa tierra, en la vida de iglesia? Sólo por medio del Cristo crucificado y resucitado, mediante la becerra, la cabra, el carnero, la tórtola y el palomino. Por una parte, todos fuimos crucificados, y por otra, vivimos. Por tanto, aquí Dios puede tener la simiente y la tierra para cumplir Su propósito eterno. ¡Aleluya por ese Cristo que es la simiente por la cual podemos vivir y la tierra en la cual vivimos!
(4) Los padecimientos de la simiente prometida (a) Representados por la gran oscuridad Los versículos del 12 al 16 hablan de los padecimientos de la simiente prometida. Estos son representados por la gran oscuridad que cayó sobre Abraham. Mientras se ponía el sol, Abraham cayó en un sueño profundo, y le sobrevino temor por la gran oscuridad. En esa oscuridad, Dios profetizó acerca de la simiente de Abraham, diciendo: “Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años ... Y en la cuarta generación volverán acá” (vs. 13, 16). Dios parecía decirle a Abraham: “Abraham, no debes dudar de que te daré la tierra. Tu simiente la heredará. Sin embargo, tus descendientes padecerán durante cuatrocientos años”. Esta profecía del Señor es muy significativa. En la vida de iglesia hoy, en cierto momento el sol se pondrá, vendrá la noche oscura, y la mayoría de la gente dormirá, es decir, dejará de ejercer su función y de ser útil. Ese tiempo es un tiempo de aflicción. Aquí en Abraham vemos tres cosas: el sol se pone, un profundo sueño cae sobre él, y le sobreviene temor por la gran oscuridad. En ese entonces el pueblo que Dios llamó se encuentra en sufrimientos. Dios le dijo a Abraham que su simiente padecería así durante cuatrocientos años. Estos cuatrocientos años habían de ser una noche larga, una era oscura en la cual todos los hijos de Israel dormirían, no ejercerían su función, y padecerían. El sueño de Abraham indicaba que los cuatrocientos años eran una noche larga por la cual pasarían los hijos de Israel.
(b) Desde la persecución de Isaac por parte de Ismael hasta el éxodo de Egipto La historia muestra que la simiente de Abraham efectivamente fue afligida durante un lapso de cuatrocientos años, los cuales empezaron cuando Isaac fue perseguido por Ismael (21:9; Gá. 4:29) aproximadamente entre 1891 y 1491 antes de Cristo, año en que salieron de Egipto (Ex. 3:7-8; Hch. 7:6). Ismael se burlaba de Isaac, y ése fue el comienzo de los padecimientos de la simiente de Abraham, los cuales habían de durar cuatrocientos años. ¿Qué significa el número cuatrocientos? Este número se compone de diez veces cuarenta. En la Biblia, el número cuarenta es el número de pruebas y sufrimientos. Por consiguiente, cuatrocientos indica diez veces más pruebas. Antes de ser probados en el desierto durante cuarenta años, los hijos de Israel ya habían sido probados diez veces cuarenta años. Desde que Ismael persiguió a Isaac, la simiente prometida, hasta que salieron de Egipto, pasaron cuatrocientos años. Entonces, ¿por qué habla Exodo 12:40-41 (cfr. Gá. 3:17) de cuatrocientos treinta años? Estos cuatrocientos treinta años empezaron en Génesis 12:1-6, desde el año 1921 antes de Cristo. Desde que Abraham fue llamado, en Génesis 12, hasta la persecución de Isaac por parte de Ismael, pasaron exactamente treinta años, período en el cual los llamados de Dios vivieron en tierra extraña. Mientras Abraham estaba en Canaán, ésta era una tierra extraña para él, y siguió siéndolo para los llamados de Dios hasta el día que entraron en ella como la buena tierra. La persecución de la simiente empezó treinta años después de que Abraham fue llamado en Génesis 12 y continuó por cuatrocientos años. Este no es un simple tema doctrinal, pues el principio es el mismo en la vida de iglesia hoy. Mientras disfrutamos a Cristo como la simiente en nuestro interior y la tierra a nuestro alrededor, puede sobrevenirnos una noche oscura y pueden llegarnos algunas pruebas. ¿Cuál es el propósito de eso? Que en medio de la noche oscura, de los llamados que no están activos y de las aflicciones, Dios venga como un horno humeando para refinarnos y como antorcha que brilla para iluminarnos a fin de que cumplamos Su propósito por la simiente y por la tierra.
(c) Como señal para cumplir el pacto de Dios Al hacer el pacto con Abraham, Dios preparó soberanamente un entorno de oscuridad en el cual le dijo a Abraham que sus descendientes padecerían durante cuatrocientos años. Esta profecía, la cual se cumplió con exactitud, fue una señal del cumplimiento del pacto que Dios hizo aquí. Los padecimientos de la simiente prometida fueron una señal según la cual Dios cumpliría Su pacto. Al sufrir padecimientos como Dios profetizó, el pueblo de Dios debía tener por cierto que Dios cumpliría Su pacto. Sucede lo mismo con nosotros hoy en día. Los sufrimientos de la iglesia en tiempos oscuros muestran claramente que Dios cumplirá Su pacto por el bien de la vida de iglesia con Cristo como simiente y como la tierra. En el versículo 18 el Señor hizo un pacto con Abraham y dijo: “A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Eufrates”. La simiente de Abraham recibió una tierra extensa, desde el río de Egipto hasta el gran río Eufrates. Hoy en día, la nación de Israel sólo tiene un pequeño pedazo de tierra, pero la tierra prometida es mucho más extensa. En tipología, esto significa que después de todas las aflicciones experimentadas, la vida de iglesia se incrementará y se extenderá. Entonces tendremos una simiente más rica y una vida de iglesia más amplia. La simiente que está en nosotros será más rica, y la tierra que está a nuestro alrededor será más extensa. Es allí donde cumplimos el propósito eterno de Dios. Creo que ahora, por la misericordia de Dios, Génesis 15, un capítulo tan difícil de entender, nos ha quedado más claro. En dicho capítulo tenemos la simiente y la tierra. Aquí tenemos a Cristo como el crucificado, el resucitado y el viviente. Aquí también nos identificamos con El. Este capítulo presenta cuatrocientos años de aflicciones y la venida de Dios como un horno y como una antorcha.
Allí Dios puso Su pacto en vigencia para que nosotros cumplamos Su propósito eterno. ¿Cómo estableció Dios Su pacto? Al crucificar a Cristo como la ofrenda de paz, como el sacrificio por el pecado y como el holocausto, y al resucitarlo como Aquel que vive; al ofrecer nosotros a Cristo y ser plenamente identificados con El en Su crucifixión y resurrección; y al comprender que tendremos la noche oscura, las aflicciones y la venida de Dios como el horno y como la antorcha que nos refina y nos ilumina. En Génesis 15 estamos en el pacto establecido por medio de Cristo, el cual nos permite cumplir el propósito eterno de Dios. Aquí en la vida de iglesia disfrutamos a Cristo como la simiente y como la buena tierra. Es aquí donde lo disfrutamos a El como la gracia suficiente que cumple el propósito de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y SEIS CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA ALEGORIA DE LAS DOS MUJERES Génesis es un libro que contiene las riquezas de la revelación divina. Cuanto más estudio este libro, más disfruto de sus maravillosas riquezas. Cuando leemos el libro de Génesis, necesitamos la iluminación divina, pues nuestra mente humana es incapaz de sacar algo de este libro, aparte de los relatos históricos y de algunas historias interesantes. Cuando yo era joven, me alegraba escuchar las historias mencionadas en este libro, pero si consideramos Génesis solamente como un libro de historias, nos perderemos muchas cosas.
3) La alegoría de las dos mujeres Sara y Agar, respectivamente la esposa y la concubina de Abraham, el llamado de Dios, son una alegoría de los dos pactos (Gá. 4:24). Si el apóstol Pablo no hubiera escrito el libro de Gálatas en el cual nos dice que estas dos mujeres forman una alegoría de los dos pactos, ninguno de nosotros se lo habría imaginado. Aunque algunos cristianos critican el uso de alegorías para interpretar la Biblia, vemos que Pablo fue el primero en usar alegorías al referirse al Antiguo Testamento. Si queremos apreciar los tesoros del libro de Génesis, debemos entender que Génesis es un libro de alegorías. La biografía de Abraham es una alegoría. Su esposa y su concubina constituyen una alegoría muy significativa. En este mensaje, haremos cuanto podamos por indagar acerca del significado de esta alegoría. Sin embargo, antes de llegar a esta alegoría, debemos ver algo acerca del libro de Génesis. ¿Por qué Génesis es un libro tan agradable y precioso? Porque contiene muchas semillas de la revelación divina, sembradas por Dios mismo. Este libro contiene todos los aspectos principales de la revelación divina. En el primer capítulo, vemos que Dios desea expresarse por medio del hombre y que con ese propósito creó al hombre a Su imagen (1:26). El hombre fue hecho a la imagen de Dios con la intención de que fuese la expresión exacta de Dios y de que por medio de esa expresión, Dios tuviese un dominio, un reino, en el cual pudiera ejercer Su autoridad. Esta es la intención final de Dios, Su propósito eterno. Si usted lee la Biblia bajo esta luz celestial, verá que toda ella contiene
esta intención divina. Para cumplir el propósito de ser expresado y de dominar la tierra, Dios necesita tener la simiente y la tierra; y ambos están relacionados con Cristo. Este Cristo debe ser forjado en el pueblo de Dios. Dios quería hacer eso con Adán, pero éste falló. Finalmente, Dios tuvo un nuevo comienzo con un nuevo linaje, el linaje de los llamados, de los cuales Abraham fue el primero. Si usted lee la biografía de Abraham, verá que Dios se presentó repetidas veces con una promesa acerca de dos cosas: la simiente y la tierra (12:7; 13:15-16; 15:5, 7, 18). Abraham no era joven cuando Dios lo llamó por primera vez; él tenía setenta y cinco años cuando respondió plenamente al llamado de Dios. Abraham tenía setenta y cinco años de edad, pero no tenía hijo. Para Dios, eso era muy bueno. Cuando Dios lo llama a usted, es mejor que no tenga nada, porque si tiene demasiado, eso estorbará el llamado de Dios. Cuando Abraham fue llamado por Dios, no tenía hijo y vivía en una tierra condenada y demoníaca, de la cual Dios lo llamó a salir. Después de ser llamado, Abraham seguía sin hijo y sin tierra. Supongamos que hoy un hombre y su esposa no tienen hijos ni tierra. ¿No se sentirían las personas más miserables de la tierra? Quizás Abraham le haya dicho a su esposa: “¿Para qué estamos aquí? Tengo setenta y cinco años de edad y tú sesenta y cinco, y no tenemos ni un hijo. También fuimos llamados a salir de nuestra tierra. ¿Dónde estamos? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Adónde vamos?”. Parece que estaban en una situación lamentable. Sin embargo, cuanto más miserable sea nuestra condición, mejor cumpliremos el propósito de Dios. Espero que ninguno de nosotros tenga un hijo interiormente ni una tierra exteriormente. Si no tenemos nada por dentro ni por fuera, estamos en una situación maravillosa. ¿Por qué? Porque Dios no quiere que tengamos nada a fin de poder cumplir Su propósito. Dios desea forjar a Cristo en nosotros como la simiente y luego cultivarlo exteriormente como la tierra. Primero, la semilla debe ser forjada en nosotros; y luego, debe ser cultivada exteriormente para convertirse en la tierra. La simiente y la tierra son Cristo. Ya vimos que Abraham respondió al llamado de Dios vacilando en el lodo y el agua. Dios no le había dado ningún hijo a Abraham; por eso, él se llevó consigo a Lot su sobrino como compañía. Abraham no podía decir que no tenía nada, pues había tomado consigo a Lot. Además, tal vez haya encontrado y recogido a Eliezer mientras viajaba por Damasco. Después de eso, quizás haya conseguido a Agar, después de haber caído en Egipto, cuando iba a la deriva como un pedazo de madera flotando. El estuvo dispuesto a sacrificar a su esposa en Egipto, pero ésta fue preservada mediante la providencia de Dios, y conforme al plan de Dios, Abraham obtuvo muchas riquezas, incluyendo una sierva egipcia llamada Agar. En Harán, Abraham tomó a Lot; en Damasco encontró a Eliezer, y en Egipto él obtuvo a Agar. Pero en la buena tierra no consiguió nada. Todo lo que logró en la buena tierra fue la promesa de Dios en palabras sencillas acerca de la simiente y de la tierra. Aunque Abraham no podía discutir con Dios, probablemente quería decirle: “Dios, no necesitas prometerme continuamente que me darás un varón. Ya me dijiste que mis descendientes serán una gran nación. En tres ocasiones me dijiste que yo tendría una simiente, pero ¿por qué no haces nada? Dios, ¿no te das cuenta de que una sola acción es mejor que mil palabras? No sólo me hiciste una promesa, sino que también estableciste un pacto. Me dices que la lluvia está por venir, pero todavía no he visto ni una gota de agua. También me dijiste que me darías esta tierra. ¿Por qué no me la das ahora mismo? Siempre dices: ‘Te la daré’, pero ¿acaso no sabes que la necesito ahora?”. Esta fue una verdadera prueba para Abraham. Primero, Abraham contaba con Lot. Más adelante Lot le causó problemas y se apartó de él. Luego, Abraham confió en Eliezer, diciéndole a Dios que Eliezer sería su heredero. Cuando Dios dijo que Eliezer no sería su heredero, quizás Abraham haya dicho: “Dios, ¿qué estás haciendo? Me acabas de robar. Me niegas todo. No me das ni un solo sí”. Dios quiso fortalecer la fe de Abraham, y por eso hizo un pacto con él de una manera extraordinaria, usando tres animales tomados de entre el ganado y dos aves vivas. Ese pacto hecho por Dios fue mucho más sólido que una sola promesa Suya. Luego, Abraham y Sara probablemente tuvieron mucha comunión triste. Tal vez Abraham le haya dicho a su esposa: “Sara, hace muchos años Dios prometió que tendríamos una simiente. ¿Donde está? Dios también nos prometió la tierra. Para fortalecer nuestra fe, El hizo un pacto con nosotros.
No podemos decir que no se puede creer ni confiar en el pacto, porque ofrecí los animales y las aves como el Señor me lo pidió. Sin embargo, todavía no tenemos nada”. En estas circunstancias, las esposas se parecen a Sara. A menudo las esposas son más refinadas y detallistas. Mientras Abraham hablaba de una manera tan triste, quizás Sara le haya hecho a él una buena propuesta, diciendo: “Abraham, no podemos decir que no se puede confiar en la palabra de Dios, pero considera nuestra edad. ¿No te dijo Dios que alguien nacido de ti sería tu simiente? Ahora tengo una buena propuesta. El hecho de que hayamos conseguido a Agar en Egipto debe de haber sido algo providencial. ¿Por qué no te llegas a ella y tienes un hijo de ella? Entonces tendremos la simiente que cumplirá el propósito de Dios”. Si fuésemos Abraham, probablemente habríamos dicho: “Es una idea maravillosa. Nunca había pensado en eso, pero alabado sea Dios porque tuviste la sabiduría de proponer ese plan”. Abraham siguió el consejo de Sara y así nació Ismael. Después del nacimiento de Ismael, quizás Abraham haya dicho: “¿Quién podría rechazar a éste? Indudablemente nació de mí. ¿No cree que Dios ejerció Su providencia al darnos a Agar en Egipto y al permitir que diera a luz un varón, y no una muchacha? Dios ejerció Su providencia en tres aspectos: nos dio a Agar, permitió que ella concibiera y nos dio un hijo varón. ¡Alabado sea el Señor! Esto es indudablemente fruto de la providencia de Dios”. Pero después del nacimiento de Ismael, Dios se alejó de Abraham durante trece años (16:16; 17:1). Por una parte, en ese período, quizás Abraham haya sido feliz porque tenía un hijo, pero por otra parte, él sufrió porque Dios no se le aparecía. Es probable que le haya dicho a su esposa: “¿Por qué no se nos aparece Dios? ¿Qué ha sucedido? No volvimos a Egipto ni hicimos nada malo. Hemos actuado conforme a tu propuesta de tener una simiente para cumplir el propósito de Dios. ¿Qué hay de malo? Tenemos un hijo, pero no tenemos la presencia de Dios”. Como veremos en el mensaje siguiente, después de trece años, Dios vino finalmente, y dijo a Abraham: “Yo soy el Dios que todo lo provee; anda delante de mí y sé perfecto” (17:1, heb.). Dios parecía decirle a Abraham: “Abraham, debes ser perfecto. No has hecho nada malo, pero no eres perfecto”. Entonces Dios le dijo que una simiente nacería no solamente de él sino también de su esposa, y dijo que El le daría a Abraham un hijo de ella (17:16). Ismael había nacido de Abraham, pero no de Sara. Abraham se negaba a renunciar a Ismael, y dijo a Dios: “Ojalá Ismael viva delante de ti” (17:18). Dios contestó a Abraham, diciendo: “Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac” (17:19). Dios parecía decir a Abraham: “Abraham, no me has entendido. No sólo la simiente debe provenir de ti, sino también de Sara. Y su nombre será Isaac, y no Ismael”. Dios había rechazado a Ismael. En Gálatas Pablo nos dice que estas dos mujeres, Sara y Agar, son una alegoría que representa dos pactos. Pablo sólo pudo haber entendido esto mediante la revelación de Dios. Si Pablo no nos hubiera dicho eso, ¿se habría usted imaginado que Sara era un símbolo del pacto de la gracia y que Agar simbolizaba el pacto de la ley? No debemos quedar satisfechos con las historias de Génesis, sino que debemos seguir adelante y entender el significado de la alegoría. En Gálatas 3:17 Pablo dijo: “Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa”. Estos cuatrocientos treinta años abarcan el período que se extiende de Génesis 12:1 a Exodo 20 donde se promulga la ley. Antes de que la ley fuese dada, había una alegoría. En otras palabras, antes de dar la ley, Dios tomó una fotografía de lo que le sucedería a la ley cuatrocientos treinta años más tarde. Todos debemos ver eso.
a) Sara, la mujer libre, representa el pacto de la promesa (la gracia) Sara, la mujer libre, representa el pacto de la promesa (Gá. 4:23). El pacto de la promesa que hizo Dios con Abraham fue un pacto de gracia. En ese pacto Dios prometió darle a Abraham la simiente, sin exigirle ninguna labor. Dios forjaría algo en él para que produjera una simiente y cumpliera así
Su propósito. Sería obra de Dios, y no de Abraham. Esta es la gracia. Sara, la mujer libre, la esposa legítima de Abraham, simbolizaba este pacto de gracia. Ella produjo a Isaac, no por la fuerza humana, sino por la gracia de Dios.
b) Agar, la esclava, representa el pacto de la ley Agar, la esclava, representa el pacto de la ley (Gá. 4:25). La ley fue promulgada cuando los hijos de Israel hicieron a un lado la obra de gracia que Dios había hecho en su favor e intentaron complacer a Dios por sí mismos. Cuando el hombre ignora la gracia de Dios, siempre procura hacer algo que complazca a Dios, y esto introduce la ley, de la cual era símbolo Agar, la esclava, la concubina de Abraham. Por ser la concubina, no debía de haber sido incluida. Lo que ella produjo no podía permanecer en la economía de Dios. Esto significa que la ley no debía haber venido y que el fruto de la ley no tiene lugar en el cumplimiento del propósito de Dios. Por el esfuerzo humano y no por la gracia de Dios, Agar produjo a Ismael, quien fue rechazado por Dios. El fruto del esfuerzo humano efectuado por la ley no tiene parte en el cumplimiento del propósito de Dios. Según la economía de Dios, el hombre debe tener una sola esposa. Por consiguiente, la propuesta de Sara, según la cual Abraham debía tener descendencia por medio de Agar, estaba absolutamente en contra de la economía de Dios. Agar no era la esposa legítima, sino una concubina. Agar, la concubina de Abraham, simbolizaba la ley. Así podemos ver que la posición de la ley es la de concubina. La gracia es la esposa legítima, la madre de los verdaderos herederos (Gá. 4:26, 28, 31), pero la ley es la concubina, la madre de aquellos que son rechazados como herederos. Según la antigua costumbre, los hombres tomaban concubinas principalmente cuando sus esposas no podían tener hijos. Esto es bastante significativo. Cuando la gracia todavía no ha obrado y usted tiene prisa, se unirá con una concubina, con la ley. Sara simbolizaba la gracia, el pacto de la promesa, y Agar simbolizaba la ley. La gracia es la esposa legítima, y la ley es la concubina.
c) El pacto de la promesa (la gracia) vino en primer lugar La promesa fue dada en 12:2, 7; 13:15-17; 15:4-5, y el pacto fue hecho en 15:7-21. Conforme a la intención de Dios, el pacto de la promesa vino primero. Dios no tenía ninguna intención de introducir la ley ni de que el hombre procurara guardarla para cumplir Su propósito. Originalmente El deseaba forjarse en el hombre para cumplir Su propósito por medio de él.
d) El pacto de la ley vino más tarde El pacto de la ley vino más tarde por el esfuerzo de la carne en Génesis 16. Lo que vemos en Génesis 16 es el esfuerzo de la carne que aportó Agar, el símbolo de la ley. La promesa fue dada cuando Abraham fue llamado en Génesis 12, por el año 1921 a. de C., y la ley fue dada en Exodo 20, cuatrocientos treinta años más tarde, después de la salida de Egipto, como en el año 1491 a. de C. (Gá. 3:17). La gracia siempre viene primero, pero luego viene la ley para estorbar. Muy pocos cristianos ven que la posición de la ley es la de una concubina, que va en contra de la economía de Dios, y que su fruto es rechazado por Dios. No obstante, aprecian la ley y hacen cuanto pueden por guardarla, haciéndose así Ismael, el hijo de la esclava.
e) El fruto (Ismael) viene por el esfuerzo de la carne y la ley Todos los cristianos, sin excepción alguna, somos semejantes a Abraham. Después de ser salvos, llegamos a ver que Dios desea que vivamos como Cristo, que nuestra vida sea celestial y victoriosa, que complazca constantemente a Dios y que lo glorifique. En efecto, Dios desea que llevemos esa vida, pero El forjará a Cristo en nosotros a fin de vivir por nosotros una vida celestial que lo complazca y lo glorifique. Sin embargo, todos nosotros nos centramos en Su intención y descuidamos Su gracia. Su intención es que llevemos una vida celestial para la gloria de Dios, y Su gracia consiste en que Dios forje a Cristo en nosotros para cumplir Su propósito. Por consiguiente, primero dependemos de nuestro Lot, de las circunstancias naturales que trajimos con nosotros, procurando usarlas para cumplir el propósito de Dios al llevar una vida celestial para la gloria de Dios. Cuando Dios no nos permite depender de Lot, entonces nos volvemos a Eliezer, esperando que éste nos ayude a llevar una vida celestial para la gloria de Dios. Finalmente Dios nos dice: “No quiero eso. No deseo nada objetivo sino algo subjetivo que provenga de tu interior”. Cuando vemos que eso es lo que Dios desea, empezamos a usar nuestra propia energía, nuestra fuerza natural, para cumplir Su propósito. Todos tenemos una Agar, una sierva siempre dispuesta a cooperar con nosotros. Tal vez no tengamos la ley dada por Moisés, pero sí tenemos las leyes que hacemos nosotros mismos. Todos promulgamos leyes y hacemos leyes para nosotros mismos. Consideremos algunos ejemplos de estas leyes que uno mismo hace. Puede ser que usted diga que nunca más perderá la calma con su marido ni tendrá una actitud negativa hacía él. Este es su primer mandamiento. El segundo mandamiento es que, como mujer y esposa cristiana, debe ser amable, tierna y humilde. El tercer mandamiento será nunca criticar a los demás, y el cuarto, siempre amar a la gente y nunca aborrecerla. Estas leyes que nos imponemos son nuestra Agar. A los ojos de Dios no importa si guardamos estas leyes o no, porque para El ni siquiera nuestros éxitos cuentan. En años anteriores, algunas hermanas casi lograron cumplir sus propias leyes. Tenían un carácter firme, una voluntad de hierro y una tremenda determinación, y todo el día hacían cuanto podían por controlar su genio y ser amables, afables y humildes. Aunque estas hermanas quizás lo hayan logrado, lo único que produjeron fue un Ismael. Estas hermanas estaban contentas con su Ismael, y en cierto sentido, estaban orgullosas de él. El mismo principio se aplica a los hermanos. Podemos obtener un Ismael, y tal vez sea bueno a nuestros ojos, pero sentiremos que nos hace falta algo. Habremos perdido la presencia de Dios. Además, este Ismael se burlará siempre de las cosas espirituales (21:9). Por una parte, no nos gusta este elemento de burla, pero por otra, seguimos pensando que Ismael no es tan malo porque fue producido por nosotros. Sin embargo, al perder la presencia de Dios, nos vemos en problemas. Así como los descendientes de Ismael causan problemas al Israel actual, el Ismael que hemos producido sigue siendo un problema para nosotros. Cuando entendamos eso, oraremos: “Señor, guárdame en Tu gracia. Guárdame en la promesa. No importa que Tu promesa se cumpla ahora o en muchos años. Sólo deseo estar a la par con Tu promesa”. Es fácil decir eso, pero no es fácil practicarlo. Lo que es cierto en nuestra vida cristiana también se aplica en nuestra labor cristiana. El Nuevo Testamento nos dice que después de ser salvos, debemos predicar el evangelio y llevar fruto. Sin embargo, ¡cuántos esfuerzos y cuánta energía natural se usa en la conocida actividad de ganar almas! Se usan muchas clases de Agar, procedentes de Egipto, para ganar almas. Cada medio mundano de ganar almas es una Agar. Efectivamente, usted puede usar una Agar para ganar almas, pero ¿qué clase de almas ganará? No serán Isaac sino Ismael. Según el Nuevo Testamento, llevar fruto y predicar el evangelio provienen de estar llenos de la vida interior, al forjar Dios a Cristo en nosotros y por medio de nosotros, y al brotar El de nuestro interior. Esto significa que la verdadera predicación del evangelio se lleva a cabo al ser Cristo nuestra gracia. Existen muchas Agar en el mundo cristiano de hoy. ¿Quiere usted llevar una vida cristiana por su propia cuenta? Más vale que desista. ¿Desea predicar el evangelio por medios mundanos? Es mejor
que no lo intente. Deje de llevar la vida cristiana por su propio esfuerzo y deje de obrar para el Señor usando medios mundanos. Entonces usted dirá: “Si dejo esto, estaré acabado”. Es cierto. Pero es eso exactamente lo que Dios espera. Abraham respondió con toda la energía al llamado de Dios cuando tenía setenta y cinco años de edad, pero Dios no hizo nada con él hasta que tuvo noventa y nueve años, porque hasta entonces Abraham todavía tenía su fuerza natural. El dependía de Lot y de Eliezer y tenía a Agar que correspondía a su fuerza natural. Finalmente, Dios se vio obligado a alejarse de él. Del mismo modo, mientras dependemos de un Lot o de un Eliezer o de una Agar como esfuerzo propio, Dios no podrá obrar. Mientras todavía tengamos la fuerza de producir un Ismael, Dios no hará nada. Después de que produzcamos ese Ismael, Dios se alejará por cierto tiempo. A los noventa y nueve años de edad, Abraham se consideraba una persona muerta. Romanos 4:19 dice que “consideró su propio cuerpo, ya muerto, siendo de casi cien años”. Romanos 4 también indica que Sara ya no tenía la fuerza de la fecundidad. Tanto Abraham como Sara tenían la plena convicción de que estaban acabados y no podían hacer nada por su propio esfuerzo. Sólo entonces intervino Dios. Todos los predicadores que fomentan avivamientos animan y exhortan a la gente a vivir por Cristo y a laborar por El. Sin embargo, en nuestro ministerio decimos que debemos dejar de vivir la vida cristiana por nuestra propia cuenta y de realizar la obra cristiana con medios mundanos. No se molesten cuando decimos eso, pues por mucho que exhortemos a la gente a detenerse, casi nadie lo hace. Si alguien deja de esforzarse por llevar una vida cristiana con sus esfuerzos o por laborar para el Señor usando medios mundanos, es bienaventurado. Esto no es fácil para su propio esfuerzo en la vida cristiana ni para su celo natural por la obra cristiana. Resulta fácil ser llamado por Dios, pero es difícil frenar el celo natural. Si el Señor viniera y lo parara a usted, usted le diría: “No, Señor. Considera la situación actual. Casi nadie labora para Ti en la carga que tengo. Yo soy prácticamente el único. ¿Cómo podría dejar mi labor por Ti?”. Pero bienaventurado el que se detenga, pues cuando uno cesa, Dios interviene. Cuando lo humano llega a su fin, comienza lo divino. Cuando acaba nuestra vida humana, empieza la vida divina. Cuando Abraham tenía ochenta y seis años de edad, todavía tenía demasiada fuerza, y eso obligó Dios a esperar trece años más. Tal vez Dios, sentado en los cielos y mirando a Abraham, haya dicho: “Abraham, ahora tienes ochenta y seis años, pero todavía tengo que esperar trece años más”. Usted le pide a Dios que haga algo, pero Dios espera que usted se detenga. Usted dice: “Oh Señor, ayúdame a hacer algo”, pero Dios contesta: “Sería bueno que desistieras de ello”. Mientras Abraham estaba tan ocupado en la tierra, Dios quizás le haya mirado y le haya dicho: “Pobre Abraham, no debes estar tan ocupado. ¿No vas a parar y a dejarme intervenir? Por favor, cesa tus obras y déjame obrar a Mí. No te quieres detener; por eso, debo esperar hasta que tengas noventa y nueve años”. Dios esperó que Abraham llegase a ser una persona moribunda, inactiva en sus funciones. Entonces El vino y pudo decir: “Ahora empiezo Yo. Ahora es tiempo de comenzar a obrar”. El fruto del esfuerzo de la carne fue Ismael, pero Ismael fue rechazado por Dios (17:18-19; 21:1012a; Gá. 4:30). Ismael no sólo fue rechazado por Dios, sino que también impidió la aparición de Dios. Hoy nuestra experiencia nos revela lo mismo, pues nuestro Ismael interrumpe nuestra comunión con Dios e impide que Dios se nos aparezca. Así vemos que no se trata de lo que hacemos ni de lo que somos; es asunto de tener la presencia de Dios o no tenerla. ¿Recibe usted la aparición permanente de Dios? Debemos olvidar nuestras acciones y nuestra labor y ocuparnos de la aparición de Dios. Cuando la aparición de Dios nos acompaña, estamos en la gracia, en el pacto de la gracia. Sin embargo, la mayoría de los cristianos de hoy sólo se preocupan por sus acciones y su labor, y no por la aparición ni la presencia de Dios. Ellos pueden producir muchos Ismael, pero no tienen la presencia de Dios. Lo que necesitamos es la presencia de Dios. No necesitamos el fruto exterior de nuestra labor externa, sino la aparición interior de nuestro Dios. ¿Tiene usted la presencia de Dios dentro de sí? Esta es una prueba crucial.
f) El fruto (Isaac) de la promesa de la gracia El fruto de la promesa de la gracia, el cual es Isaac, es la simiente que cumple el propósito de Dios (17:19; 21:12b). La simiente que cumple el propósito de Dios no es otro que Cristo mismo forjado en nosotros, por medio de nosotros y que brota de nosotros. Lo que Dios ha forjado en nosotros produce a Cristo como simiente (Gá. 3:16). Finalmente esta simiente se convertirá en nuestra tierra. Ahora tenemos la simiente como nuestra vida y la tierra como nuestro vivir. En nuestro interior tenemos a Cristo como la simiente por la cual vivimos, y exteriormente tenemos a Cristo como la tierra en la cual moramos. Esta es la vida de iglesia donde Cristo es nuestra vida. Esta es la única manera de cumplir el propósito de Dios. Ya no deberíamos considerar la historia de Génesis simplemente como una especie de predicción, sino como una alegoría de la situación actual. La gracia, la ley y nuestra fuerza natural están aquí, y siempre estamos tentados a usar nuestra fuerza natural para laborar en compañía de Agar a fin de producir un Ismael y así cumplir el propósito de Dios. Pero tenemos una salvaguardia: examinar si tenemos la presencia de Dios en nuestra vida diaria y en nuestra labor cristiana. La salvaguardia no es la gran cantidad de fruto que llevemos; es la presencia de Dios. ¿Tiene usted la seguridad, la confianza, de que día tras día Cristo se forja en su ser para constituir la vida interior por la cual usted vive? ¿Tiene usted la certeza de que ese Cristo se convierte incluso en la esfera en la cual usted se desenvuelve? Esta esfera es la vida de iglesia. Debemos tener la simiente y la tierra, la vida cristiana apropiada y la vida de iglesia. Debemos vivir por Cristo interiormente y en Cristo exteriormente. Esta es la debida manera de cumplir el propósito de Dios. Debemos ver eso y aplicarlo no a los demás, sino a nosotros mismos. La biografía de Abraham es nuestra autobiografía, y la alegoría de las dos mujeres es un cuadro de nuestra vida. En nuestra vida actual necesitamos a Cristo como la simiente y como la tierra.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y SEIS CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA ALEGORIA DE LAS DOS MUJERES Génesis es un libro que contiene las riquezas de la revelación divina. Cuanto más estudio este libro, más disfruto de sus maravillosas riquezas. Cuando leemos el libro de Génesis, necesitamos la iluminación divina, pues nuestra mente humana es incapaz de sacar algo de este libro, aparte de los relatos históricos y de algunas historias interesantes. Cuando yo era joven, me alegraba escuchar las historias mencionadas en este libro, pero si consideramos Génesis solamente como un libro de historias, nos perderemos muchas cosas.
3) La alegoría de las dos mujeres Sara y Agar, respectivamente la esposa y la concubina de Abraham, el llamado de Dios, son una alegoría de los dos pactos (Gá. 4:24). Si el apóstol Pablo no hubiera escrito el libro de Gálatas en el
cual nos dice que estas dos mujeres forman una alegoría de los dos pactos, ninguno de nosotros se lo habría imaginado. Aunque algunos cristianos critican el uso de alegorías para interpretar la Biblia, vemos que Pablo fue el primero en usar alegorías al referirse al Antiguo Testamento. Si queremos apreciar los tesoros del libro de Génesis, debemos entender que Génesis es un libro de alegorías. La biografía de Abraham es una alegoría. Su esposa y su concubina constituyen una alegoría muy significativa. En este mensaje, haremos cuanto podamos por indagar acerca del significado de esta alegoría. Sin embargo, antes de llegar a esta alegoría, debemos ver algo acerca del libro de Génesis. ¿Por qué Génesis es un libro tan agradable y precioso? Porque contiene muchas semillas de la revelación divina, sembradas por Dios mismo. Este libro contiene todos los aspectos principales de la revelación divina. En el primer capítulo, vemos que Dios desea expresarse por medio del hombre y que con ese propósito creó al hombre a Su imagen (1:26). El hombre fue hecho a la imagen de Dios con la intención de que fuese la expresión exacta de Dios y de que por medio de esa expresión, Dios tuviese un dominio, un reino, en el cual pudiera ejercer Su autoridad. Esta es la intención final de Dios, Su propósito eterno. Si usted lee la Biblia bajo esta luz celestial, verá que toda ella contiene esta intención divina. Para cumplir el propósito de ser expresado y de dominar la tierra, Dios necesita tener la simiente y la tierra; y ambos están relacionados con Cristo. Este Cristo debe ser forjado en el pueblo de Dios. Dios quería hacer eso con Adán, pero éste falló. Finalmente, Dios tuvo un nuevo comienzo con un nuevo linaje, el linaje de los llamados, de los cuales Abraham fue el primero. Si usted lee la biografía de Abraham, verá que Dios se presentó repetidas veces con una promesa acerca de dos cosas: la simiente y la tierra (12:7; 13:15-16; 15:5, 7, 18). Abraham no era joven cuando Dios lo llamó por primera vez; él tenía setenta y cinco años cuando respondió plenamente al llamado de Dios. Abraham tenía setenta y cinco años de edad, pero no tenía hijo. Para Dios, eso era muy bueno. Cuando Dios lo llama a usted, es mejor que no tenga nada, porque si tiene demasiado, eso estorbará el llamado de Dios. Cuando Abraham fue llamado por Dios, no tenía hijo y vivía en una tierra condenada y demoníaca, de la cual Dios lo llamó a salir. Después de ser llamado, Abraham seguía sin hijo y sin tierra. Supongamos que hoy un hombre y su esposa no tienen hijos ni tierra. ¿No se sentirían las personas más miserables de la tierra? Quizás Abraham le haya dicho a su esposa: “¿Para qué estamos aquí? Tengo setenta y cinco años de edad y tú sesenta y cinco, y no tenemos ni un hijo. También fuimos llamados a salir de nuestra tierra. ¿Dónde estamos? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Adónde vamos?”. Parece que estaban en una situación lamentable. Sin embargo, cuanto más miserable sea nuestra condición, mejor cumpliremos el propósito de Dios. Espero que ninguno de nosotros tenga un hijo interiormente ni una tierra exteriormente. Si no tenemos nada por dentro ni por fuera, estamos en una situación maravillosa. ¿Por qué? Porque Dios no quiere que tengamos nada a fin de poder cumplir Su propósito. Dios desea forjar a Cristo en nosotros como la simiente y luego cultivarlo exteriormente como la tierra. Primero, la semilla debe ser forjada en nosotros; y luego, debe ser cultivada exteriormente para convertirse en la tierra. La simiente y la tierra son Cristo. Ya vimos que Abraham respondió al llamado de Dios vacilando en el lodo y el agua. Dios no le había dado ningún hijo a Abraham; por eso, él se llevó consigo a Lot su sobrino como compañía. Abraham no podía decir que no tenía nada, pues había tomado consigo a Lot. Además, tal vez haya encontrado y recogido a Eliezer mientras viajaba por Damasco. Después de eso, quizás haya conseguido a Agar, después de haber caído en Egipto, cuando iba a la deriva como un pedazo de madera flotando. El estuvo dispuesto a sacrificar a su esposa en Egipto, pero ésta fue preservada mediante la providencia de Dios, y conforme al plan de Dios, Abraham obtuvo muchas riquezas, incluyendo una sierva egipcia llamada Agar. En Harán, Abraham tomó a Lot; en Damasco encontró a Eliezer, y en Egipto él obtuvo a Agar. Pero en la buena tierra no consiguió nada. Todo lo que logró en la buena tierra fue la promesa de Dios en palabras sencillas acerca de la simiente y de la tierra. Aunque Abraham no podía discutir con Dios, probablemente quería decirle: “Dios, no necesitas prometerme continuamente que me darás un varón. Ya me dijiste que mis descendientes serán una
gran nación. En tres ocasiones me dijiste que yo tendría una simiente, pero ¿por qué no haces nada? Dios, ¿no te das cuenta de que una sola acción es mejor que mil palabras? No sólo me hiciste una promesa, sino que también estableciste un pacto. Me dices que la lluvia está por venir, pero todavía no he visto ni una gota de agua. También me dijiste que me darías esta tierra. ¿Por qué no me la das ahora mismo? Siempre dices: ‘Te la daré’, pero ¿acaso no sabes que la necesito ahora?”. Esta fue una verdadera prueba para Abraham. Primero, Abraham contaba con Lot. Más adelante Lot le causó problemas y se apartó de él. Luego, Abraham confió en Eliezer, diciéndole a Dios que Eliezer sería su heredero. Cuando Dios dijo que Eliezer no sería su heredero, quizás Abraham haya dicho: “Dios, ¿qué estás haciendo? Me acabas de robar. Me niegas todo. No me das ni un solo sí”. Dios quiso fortalecer la fe de Abraham, y por eso hizo un pacto con él de una manera extraordinaria, usando tres animales tomados de entre el ganado y dos aves vivas. Ese pacto hecho por Dios fue mucho más sólido que una sola promesa Suya. Luego, Abraham y Sara probablemente tuvieron mucha comunión triste. Tal vez Abraham le haya dicho a su esposa: “Sara, hace muchos años Dios prometió que tendríamos una simiente. ¿Donde está? Dios también nos prometió la tierra. Para fortalecer nuestra fe, El hizo un pacto con nosotros. No podemos decir que no se puede creer ni confiar en el pacto, porque ofrecí los animales y las aves como el Señor me lo pidió. Sin embargo, todavía no tenemos nada”. En estas circunstancias, las esposas se parecen a Sara. A menudo las esposas son más refinadas y detallistas. Mientras Abraham hablaba de una manera tan triste, quizás Sara le haya hecho a él una buena propuesta, diciendo: “Abraham, no podemos decir que no se puede confiar en la palabra de Dios, pero considera nuestra edad. ¿No te dijo Dios que alguien nacido de ti sería tu simiente? Ahora tengo una buena propuesta. El hecho de que hayamos conseguido a Agar en Egipto debe de haber sido algo providencial. ¿Por qué no te llegas a ella y tienes un hijo de ella? Entonces tendremos la simiente que cumplirá el propósito de Dios”. Si fuésemos Abraham, probablemente habríamos dicho: “Es una idea maravillosa. Nunca había pensado en eso, pero alabado sea Dios porque tuviste la sabiduría de proponer ese plan”. Abraham siguió el consejo de Sara y así nació Ismael. Después del nacimiento de Ismael, quizás Abraham haya dicho: “¿Quién podría rechazar a éste? Indudablemente nació de mí. ¿No cree que Dios ejerció Su providencia al darnos a Agar en Egipto y al permitir que diera a luz un varón, y no una muchacha? Dios ejerció Su providencia en tres aspectos: nos dio a Agar, permitió que ella concibiera y nos dio un hijo varón. ¡Alabado sea el Señor! Esto es indudablemente fruto de la providencia de Dios”. Pero después del nacimiento de Ismael, Dios se alejó de Abraham durante trece años (16:16; 17:1). Por una parte, en ese período, quizás Abraham haya sido feliz porque tenía un hijo, pero por otra parte, él sufrió porque Dios no se le aparecía. Es probable que le haya dicho a su esposa: “¿Por qué no se nos aparece Dios? ¿Qué ha sucedido? No volvimos a Egipto ni hicimos nada malo. Hemos actuado conforme a tu propuesta de tener una simiente para cumplir el propósito de Dios. ¿Qué hay de malo? Tenemos un hijo, pero no tenemos la presencia de Dios”. Como veremos en el mensaje siguiente, después de trece años, Dios vino finalmente, y dijo a Abraham: “Yo soy el Dios que todo lo provee; anda delante de mí y sé perfecto” (17:1, heb.). Dios parecía decirle a Abraham: “Abraham, debes ser perfecto. No has hecho nada malo, pero no eres perfecto”. Entonces Dios le dijo que una simiente nacería no solamente de él sino también de su esposa, y dijo que El le daría a Abraham un hijo de ella (17:16). Ismael había nacido de Abraham, pero no de Sara. Abraham se negaba a renunciar a Ismael, y dijo a Dios: “Ojalá Ismael viva delante de ti” (17:18). Dios contestó a Abraham, diciendo: “Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac” (17:19). Dios parecía decir a Abraham: “Abraham, no me has entendido. No sólo la simiente debe provenir de ti, sino también de Sara. Y su nombre será Isaac, y no Ismael”. Dios había rechazado a Ismael. En Gálatas Pablo nos dice que estas dos mujeres, Sara y Agar, son una alegoría que representa dos pactos. Pablo sólo pudo haber entendido esto mediante la revelación de Dios. Si Pablo no nos hubiera dicho eso, ¿se habría usted imaginado que Sara era un símbolo del pacto de la gracia y que Agar simbolizaba el pacto de la ley? No debemos quedar satisfechos con las historias de Génesis,
sino que debemos seguir adelante y entender el significado de la alegoría. En Gálatas 3:17 Pablo dijo: “Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa”. Estos cuatrocientos treinta años abarcan el período que se extiende de Génesis 12:1 a Exodo 20 donde se promulga la ley. Antes de que la ley fuese dada, había una alegoría. En otras palabras, antes de dar la ley, Dios tomó una fotografía de lo que le sucedería a la ley cuatrocientos treinta años más tarde. Todos debemos ver eso.
a) Sara, la mujer libre, representa el pacto de la promesa (la gracia) Sara, la mujer libre, representa el pacto de la promesa (Gá. 4:23). El pacto de la promesa que hizo Dios con Abraham fue un pacto de gracia. En ese pacto Dios prometió darle a Abraham la simiente, sin exigirle ninguna labor. Dios forjaría algo en él para que produjera una simiente y cumpliera así Su propósito. Sería obra de Dios, y no de Abraham. Esta es la gracia. Sara, la mujer libre, la esposa legítima de Abraham, simbolizaba este pacto de gracia. Ella produjo a Isaac, no por la fuerza humana, sino por la gracia de Dios.
b) Agar, la esclava, representa el pacto de la ley Agar, la esclava, representa el pacto de la ley (Gá. 4:25). La ley fue promulgada cuando los hijos de Israel hicieron a un lado la obra de gracia que Dios había hecho en su favor e intentaron complacer a Dios por sí mismos. Cuando el hombre ignora la gracia de Dios, siempre procura hacer algo que complazca a Dios, y esto introduce la ley, de la cual era símbolo Agar, la esclava, la concubina de Abraham. Por ser la concubina, no debía de haber sido incluida. Lo que ella produjo no podía permanecer en la economía de Dios. Esto significa que la ley no debía haber venido y que el fruto de la ley no tiene lugar en el cumplimiento del propósito de Dios. Por el esfuerzo humano y no por la gracia de Dios, Agar produjo a Ismael, quien fue rechazado por Dios. El fruto del esfuerzo humano efectuado por la ley no tiene parte en el cumplimiento del propósito de Dios. Según la economía de Dios, el hombre debe tener una sola esposa. Por consiguiente, la propuesta de Sara, según la cual Abraham debía tener descendencia por medio de Agar, estaba absolutamente en contra de la economía de Dios. Agar no era la esposa legítima, sino una concubina. Agar, la concubina de Abraham, simbolizaba la ley. Así podemos ver que la posición de la ley es la de concubina. La gracia es la esposa legítima, la madre de los verdaderos herederos (Gá. 4:26, 28, 31), pero la ley es la concubina, la madre de aquellos que son rechazados como herederos. Según la antigua costumbre, los hombres tomaban concubinas principalmente cuando sus esposas no podían tener hijos. Esto es bastante significativo. Cuando la gracia todavía no ha obrado y usted tiene prisa, se unirá con una concubina, con la ley. Sara simbolizaba la gracia, el pacto de la promesa, y Agar simbolizaba la ley. La gracia es la esposa legítima, y la ley es la concubina.
c) El pacto de la promesa (la gracia) vino en primer lugar La promesa fue dada en 12:2, 7; 13:15-17; 15:4-5, y el pacto fue hecho en 15:7-21. Conforme a la intención de Dios, el pacto de la promesa vino primero. Dios no tenía ninguna intención de introducir la ley ni de que el hombre procurara guardarla para cumplir Su propósito. Originalmente El deseaba forjarse en el hombre para cumplir Su propósito por medio de él.
d) El pacto de la ley vino más tarde El pacto de la ley vino más tarde por el esfuerzo de la carne en Génesis 16. Lo que vemos en Génesis 16 es el esfuerzo de la carne que aportó Agar, el símbolo de la ley. La promesa fue dada cuando Abraham fue llamado en Génesis 12, por el año 1921 a. de C., y la ley fue dada en Exodo 20, cuatrocientos treinta años más tarde, después de la salida de Egipto, como en el año 1491 a. de C. (Gá. 3:17). La gracia siempre viene primero, pero luego viene la ley para estorbar. Muy pocos cristianos ven que la posición de la ley es la de una concubina, que va en contra de la economía de Dios, y que su fruto es rechazado por Dios. No obstante, aprecian la ley y hacen cuanto pueden por guardarla, haciéndose así Ismael, el hijo de la esclava.
e) El fruto (Ismael) viene por el esfuerzo de la carne y la ley Todos los cristianos, sin excepción alguna, somos semejantes a Abraham. Después de ser salvos, llegamos a ver que Dios desea que vivamos como Cristo, que nuestra vida sea celestial y victoriosa, que complazca constantemente a Dios y que lo glorifique. En efecto, Dios desea que llevemos esa vida, pero El forjará a Cristo en nosotros a fin de vivir por nosotros una vida celestial que lo complazca y lo glorifique. Sin embargo, todos nosotros nos centramos en Su intención y descuidamos Su gracia. Su intención es que llevemos una vida celestial para la gloria de Dios, y Su gracia consiste en que Dios forje a Cristo en nosotros para cumplir Su propósito. Por consiguiente, primero dependemos de nuestro Lot, de las circunstancias naturales que trajimos con nosotros, procurando usarlas para cumplir el propósito de Dios al llevar una vida celestial para la gloria de Dios. Cuando Dios no nos permite depender de Lot, entonces nos volvemos a Eliezer, esperando que éste nos ayude a llevar una vida celestial para la gloria de Dios. Finalmente Dios nos dice: “No quiero eso. No deseo nada objetivo sino algo subjetivo que provenga de tu interior”. Cuando vemos que eso es lo que Dios desea, empezamos a usar nuestra propia energía, nuestra fuerza natural, para cumplir Su propósito. Todos tenemos una Agar, una sierva siempre dispuesta a cooperar con nosotros. Tal vez no tengamos la ley dada por Moisés, pero sí tenemos las leyes que hacemos nosotros mismos. Todos promulgamos leyes y hacemos leyes para nosotros mismos. Consideremos algunos ejemplos de estas leyes que uno mismo hace. Puede ser que usted diga que nunca más perderá la calma con su marido ni tendrá una actitud negativa hacía él. Este es su primer mandamiento. El segundo mandamiento es que, como mujer y esposa cristiana, debe ser amable, tierna y humilde. El tercer mandamiento será nunca criticar a los demás, y el cuarto, siempre amar a la gente y nunca aborrecerla. Estas leyes que nos imponemos son nuestra Agar. A los ojos de Dios no importa si guardamos estas leyes o no, porque para El ni siquiera nuestros éxitos cuentan. En años anteriores, algunas hermanas casi lograron cumplir sus propias leyes. Tenían un carácter firme, una voluntad de hierro y una tremenda determinación, y todo el día hacían cuanto podían por controlar su genio y ser amables, afables y humildes. Aunque estas hermanas quizás lo hayan logrado, lo único que produjeron fue un Ismael. Estas hermanas estaban contentas con su Ismael, y en cierto sentido, estaban orgullosas de él. El mismo principio se aplica a los hermanos. Podemos obtener un Ismael, y tal vez sea bueno a nuestros ojos, pero sentiremos que nos hace falta algo. Habremos perdido la presencia de Dios. Además, este Ismael se burlará siempre de las cosas espirituales (21:9). Por una parte, no nos gusta este elemento de burla, pero por otra, seguimos pensando que Ismael no es tan malo porque fue producido por nosotros. Sin embargo, al perder la presencia de Dios, nos vemos en problemas. Así como los descendientes de Ismael causan problemas al Israel actual, el Ismael que hemos producido sigue siendo un problema para nosotros. Cuando entendamos eso, oraremos: “Señor, guárdame en Tu gracia. Guárdame en la promesa. No importa que Tu promesa se cumpla ahora o en muchos años. Sólo deseo estar a la par con Tu promesa”. Es fácil decir eso, pero no es fácil practicarlo.
Lo que es cierto en nuestra vida cristiana también se aplica en nuestra labor cristiana. El Nuevo Testamento nos dice que después de ser salvos, debemos predicar el evangelio y llevar fruto. Sin embargo, ¡cuántos esfuerzos y cuánta energía natural se usa en la conocida actividad de ganar almas! Se usan muchas clases de Agar, procedentes de Egipto, para ganar almas. Cada medio mundano de ganar almas es una Agar. Efectivamente, usted puede usar una Agar para ganar almas, pero ¿qué clase de almas ganará? No serán Isaac sino Ismael. Según el Nuevo Testamento, llevar fruto y predicar el evangelio provienen de estar llenos de la vida interior, al forjar Dios a Cristo en nosotros y por medio de nosotros, y al brotar El de nuestro interior. Esto significa que la verdadera predicación del evangelio se lleva a cabo al ser Cristo nuestra gracia. Existen muchas Agar en el mundo cristiano de hoy. ¿Quiere usted llevar una vida cristiana por su propia cuenta? Más vale que desista. ¿Desea predicar el evangelio por medios mundanos? Es mejor que no lo intente. Deje de llevar la vida cristiana por su propio esfuerzo y deje de obrar para el Señor usando medios mundanos. Entonces usted dirá: “Si dejo esto, estaré acabado”. Es cierto. Pero es eso exactamente lo que Dios espera. Abraham respondió con toda la energía al llamado de Dios cuando tenía setenta y cinco años de edad, pero Dios no hizo nada con él hasta que tuvo noventa y nueve años, porque hasta entonces Abraham todavía tenía su fuerza natural. El dependía de Lot y de Eliezer y tenía a Agar que correspondía a su fuerza natural. Finalmente, Dios se vio obligado a alejarse de él. Del mismo modo, mientras dependemos de un Lot o de un Eliezer o de una Agar como esfuerzo propio, Dios no podrá obrar. Mientras todavía tengamos la fuerza de producir un Ismael, Dios no hará nada. Después de que produzcamos ese Ismael, Dios se alejará por cierto tiempo. A los noventa y nueve años de edad, Abraham se consideraba una persona muerta. Romanos 4:19 dice que “consideró su propio cuerpo, ya muerto, siendo de casi cien años”. Romanos 4 también indica que Sara ya no tenía la fuerza de la fecundidad. Tanto Abraham como Sara tenían la plena convicción de que estaban acabados y no podían hacer nada por su propio esfuerzo. Sólo entonces intervino Dios. Todos los predicadores que fomentan avivamientos animan y exhortan a la gente a vivir por Cristo y a laborar por El. Sin embargo, en nuestro ministerio decimos que debemos dejar de vivir la vida cristiana por nuestra propia cuenta y de realizar la obra cristiana con medios mundanos. No se molesten cuando decimos eso, pues por mucho que exhortemos a la gente a detenerse, casi nadie lo hace. Si alguien deja de esforzarse por llevar una vida cristiana con sus esfuerzos o por laborar para el Señor usando medios mundanos, es bienaventurado. Esto no es fácil para su propio esfuerzo en la vida cristiana ni para su celo natural por la obra cristiana. Resulta fácil ser llamado por Dios, pero es difícil frenar el celo natural. Si el Señor viniera y lo parara a usted, usted le diría: “No, Señor. Considera la situación actual. Casi nadie labora para Ti en la carga que tengo. Yo soy prácticamente el único. ¿Cómo podría dejar mi labor por Ti?”. Pero bienaventurado el que se detenga, pues cuando uno cesa, Dios interviene. Cuando lo humano llega a su fin, comienza lo divino. Cuando acaba nuestra vida humana, empieza la vida divina. Cuando Abraham tenía ochenta y seis años de edad, todavía tenía demasiada fuerza, y eso obligó Dios a esperar trece años más. Tal vez Dios, sentado en los cielos y mirando a Abraham, haya dicho: “Abraham, ahora tienes ochenta y seis años, pero todavía tengo que esperar trece años más”. Usted le pide a Dios que haga algo, pero Dios espera que usted se detenga. Usted dice: “Oh Señor, ayúdame a hacer algo”, pero Dios contesta: “Sería bueno que desistieras de ello”. Mientras Abraham estaba tan ocupado en la tierra, Dios quizás le haya mirado y le haya dicho: “Pobre Abraham, no debes estar tan ocupado. ¿No vas a parar y a dejarme intervenir? Por favor, cesa tus obras y déjame obrar a Mí. No te quieres detener; por eso, debo esperar hasta que tengas noventa y nueve años”. Dios esperó que Abraham llegase a ser una persona moribunda, inactiva en sus funciones. Entonces El vino y pudo decir: “Ahora empiezo Yo. Ahora es tiempo de comenzar a obrar”. El fruto del esfuerzo de la carne fue Ismael, pero Ismael fue rechazado por Dios (17:18-19; 21:1012a; Gá. 4:30). Ismael no sólo fue rechazado por Dios, sino que también impidió la aparición de Dios. Hoy nuestra experiencia nos revela lo mismo, pues nuestro Ismael interrumpe nuestra
comunión con Dios e impide que Dios se nos aparezca. Así vemos que no se trata de lo que hacemos ni de lo que somos; es asunto de tener la presencia de Dios o no tenerla. ¿Recibe usted la aparición permanente de Dios? Debemos olvidar nuestras acciones y nuestra labor y ocuparnos de la aparición de Dios. Cuando la aparición de Dios nos acompaña, estamos en la gracia, en el pacto de la gracia. Sin embargo, la mayoría de los cristianos de hoy sólo se preocupan por sus acciones y su labor, y no por la aparición ni la presencia de Dios. Ellos pueden producir muchos Ismael, pero no tienen la presencia de Dios. Lo que necesitamos es la presencia de Dios. No necesitamos el fruto exterior de nuestra labor externa, sino la aparición interior de nuestro Dios. ¿Tiene usted la presencia de Dios dentro de sí? Esta es una prueba crucial.
f) El fruto (Isaac) de la promesa de la gracia El fruto de la promesa de la gracia, el cual es Isaac, es la simiente que cumple el propósito de Dios (17:19; 21:12b). La simiente que cumple el propósito de Dios no es otro que Cristo mismo forjado en nosotros, por medio de nosotros y que brota de nosotros. Lo que Dios ha forjado en nosotros produce a Cristo como simiente (Gá. 3:16). Finalmente esta simiente se convertirá en nuestra tierra. Ahora tenemos la simiente como nuestra vida y la tierra como nuestro vivir. En nuestro interior tenemos a Cristo como la simiente por la cual vivimos, y exteriormente tenemos a Cristo como la tierra en la cual moramos. Esta es la vida de iglesia donde Cristo es nuestra vida. Esta es la única manera de cumplir el propósito de Dios. Ya no deberíamos considerar la historia de Génesis simplemente como una especie de predicción, sino como una alegoría de la situación actual. La gracia, la ley y nuestra fuerza natural están aquí, y siempre estamos tentados a usar nuestra fuerza natural para laborar en compañía de Agar a fin de producir un Ismael y así cumplir el propósito de Dios. Pero tenemos una salvaguardia: examinar si tenemos la presencia de Dios en nuestra vida diaria y en nuestra labor cristiana. La salvaguardia no es la gran cantidad de fruto que llevemos; es la presencia de Dios. ¿Tiene usted la seguridad, la confianza, de que día tras día Cristo se forja en su ser para constituir la vida interior por la cual usted vive? ¿Tiene usted la certeza de que ese Cristo se convierte incluso en la esfera en la cual usted se desenvuelve? Esta esfera es la vida de iglesia. Debemos tener la simiente y la tierra, la vida cristiana apropiada y la vida de iglesia. Debemos vivir por Cristo interiormente y en Cristo exteriormente. Esta es la debida manera de cumplir el propósito de Dios. Debemos ver eso y aplicarlo no a los demás, sino a nosotros mismos. La biografía de Abraham es nuestra autobiografía, y la alegoría de las dos mujeres es un cuadro de nuestra vida. En nuestra vida actual necesitamos a Cristo como la simiente y como la tierra.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y SIETE CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA CIRCUNCISION CONFIRMA EL PACTO DE DIOS 4) El pacto de Dios confirmado En este mensaje llegamos a Génesis 17, un relato de la relación crucial que mantuvo Dios con Abraham al confirmar Su pacto. Ya vimos que Abraham recibió el llamado de Dios, Su promesa y Su pacto. Después de llamar a Abraham, Dios le hizo la promesa y luego le confirmó la promesa al hacer un pacto con él. Abraham, después de recibir el pacto, aceptó la propuesta de su esposa de valerse de su carne y de la fecundidad de Agar para producir descendencia. Esto produjo a Ismael. Aquí vemos tres cosas: la propuesta de Sara, lo útil que fue Agar, y el uso de la carne por parte de Abraham para producir a Ismael.
a) Dios desapareció durante trece años porque Abraham se valió de su carne Quizás Abraham haya pensado que ayudarse de la carne para producir a Ismael no era nada grave, pero sí lo fue, según la economía de Dios en cuanto a Su propósito eterno. Si comparamos el primer versículo del capítulo diecisiete con el último versículo del capítulo dieciséis, veremos que entre ambos capítulos transcurrieron trece años y que no se narra nada de la vida de Abraham durante estos trece años. Cuando Abraham produjo a Ismael, tenía ochenta y seis años de edad, y trece años más tarde, a la edad de noventa y nueve, Dios se le volvió a aparecer. En ese largo período de trece años, Abraham, un hombre llamado por Dios, un hombre que vivía por la fe y que estaba conociendo la gracia con la cual podría cumplir el propósito de Dios, perdió la presencia de Dios. ¡Ser privado de la presencia de Dios es algo muy grave! Después de que Abraham hubo respondido al llamado de Dios y hubo empezado a vivir por fe en Dios para su subsistencia, sufrió un fracaso. En un momento en que le faltó fe, bajó a Egipto donde hasta planeó sacrificar a su esposa. Según el concepto humano, eso era mucho peor que usar a Agar para producir a Ismael. Pero si leemos estos capítulos detenidamente, veremos que a Dios le causó más disgusto el hecho de que Abraham se valiera de Agar para producir a Ismael, que su descenso a Egipto. Por supuesto, no era bueno que Abraham fuera a Egipto, pero eso no ofendió tanto a Dios como el apoyarse en su carne para producir a Ismael. Ir a Egipto fue un error externo, pero llegarse a Agar para producir a Ismael fue un error interno y más profundo, pues no se relacionaba simplemente con las circunstancias sino con la vida. Tomar a Agar para producir a Ismael no fue simplemente un asunto de tener la razón o no tenerla ni de cometer un pecado; fue un asunto de vida. Nada de lo que hacemos por nosotros mismos es vida. La vida es Dios mismo. Es Dios
formado en nuestro ser. No debemos hacer nada por nosotros mismos, sino por el Dios que se forja en nosotros. Todo lo que nosotros hacemos es muerte, pues es el resultado de nuestro ego natural. A los ojos de Dios, nuestro ego es más sucio y más corrupto que el pecado. Aunque el pecado es impuro en la presencia de Dios, no ofende a Dios tanto como nuestro yo. Todos reconocemos la gravedad del pecado, pero poca gente se da cuenta de la gravedad de valerse de su ego. Si cometemos un pecado, lo confesamos inmediatamente a Dios, pero si hacemos ciertas cosas con nuestro ego, no sentimos que ofendemos a Dios. Si aborrezco a un hermano, me resulta fácil reconocer que este odio es un pecado y confesarlo a Dios como tal. Pero si amo a ese hermano con mi afecto natural, resultaría difícil entender que eso va en contra de Dios. El pecado sólo ofende la justicia de Dios, pero nuestro ego ofende a Dios mismo. Dios desea entrar en nosotros a fin de ser nuestra vida y nuestro todo para que vivamos, laboremos y lo hagamos todo por El. Pero cuando obramos con nuestro ego, nuestro yo natural, hacemos a Dios a un lado. Así podemos ver que el yo va en contra de Dios mismo. No sólo se opone a la justicia y a la santidad de Dios, sino también a El mismo. Dios tenía un propósito con Abraham: forjarse en él para que produjera un hijo y cumpliera así Su propósito. Dios no deseaba que Abraham hiciera eso con su fuerza natural. No obstante, Abraham usó su fuerza natural para producir un hijo y cumplir el propósito de Dios. Estas acciones naturales son lo más ofensivo para Dios. Laborar usando nuestro ego es lo que más ofende a Dios. Abraham no pensaba que tomar a Agar fuera nada grave. Incluso su esposa Sara se lo había propuesto, pensando que eso ayudaría a Abraham a producir la simiente, ya que Abraham era viejo y la matriz de ella estaba como muerta. Pero Dios les había prometido que ellos tendrían un hijo varón. Por no saber cómo ocurriría eso, usaron a Agar, la sierva egipcia, para producir un hijo, sin darse cuenta de la grave ofensa que eso representaba para Dios. Aquello era un insulto para El. Por consiguiente, Dios no volvió a aparecer a Su querido llamado durante trece años. Fue como si Dios se hubiera alejado de Abraham y se hubiera negado a hablar con él durante ese tiempo. La Biblia no relata lo que sucedió durante ese tiempo. Vemos solamente en el último versículo del capítulo dieciséis y en el primer versículo del diecisiete, que Dios volvió a aparecer a Abraham trece años más tarde. El relato bíblico muestra que se desperdiciaron trece años de la vida de Abraham. En el relato celestial, esos años se perdieron porque Abraham usó su ego para cumplir el propósito de Dios.
b) El Dios que todo lo provee requiere perfección En Génesis 17:1 dice: “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto”. Vemos aquí que Dios mandó que Abraham hiciese dos cosas: andar delante del Dios Todopoderoso y ser perfecto. En el capítulo dieciséis Abraham no andaba delante de Dios, sino de Sara, Agar e Ismael. Dios le dijo a Abraham que anduviera delante de El porque hasta entonces no lo había hecho. El hecho de que Dios le hubiera dicho a Abraham que fuese perfecto indica que no lo era. En el capítulo dieciséis Abraham era imperfecto; le faltaba algo. Antes de considerar lo que significa andar delante de Dios y ser perfectos, debemos conocer el significado del título de Dios en 17:1: el Dios Todopoderoso. En hebreo, este título es El-Shaddai. El significa el Potente, el Todopoderoso, y Shaddai comunica el sentido de pecho o ubre, y significa Aquel que todo lo provee. El-Shaddai es el Poderoso que tiene una ubre, el Todopoderoso que es la provisión que todo lo abastece. Una ubre produce leche, y la leche es la provisión completa, pues tiene agua, minerales y muchas vitaminas; además contiene todo lo que necesitamos para nuestro diario vivir. Por tanto, El-Shaddai significa el Todopoderoso que todo lo provee. Cuando Abraham actuó por su ego, se olvidó de la fuente de su suministro. En otras palabras, él se olvidó de Dios como su fuente suministradora. Por consiguiente, Dios vino a Abraham y parecía decirle: “Yo soy el Todopoderoso que tiene ubre. ¿Te falta algo? ¿Por qué no vienes a esta ubre? ¿Tienes hambre o sed? Ven a esta ubre. Tu fuente de abastecimiento no es tu ser natural, sino Yo, el
Todopoderoso que tiene ubre. Yo soy el que todo lo abastezco y puedo suministrar todo lo que necesitas para tu vivir y para cumplir Mi propósito eterno. Yo soy la fuente, no tú. No deberías vivir por ti mismo. Tienes que vivir por Mí, la fuente que te abastece”. En el capítulo diecisiete no se trata del Dios Altísimo ni del Creador de los cielos y la tierra como en el capítulo catorce, sino del Todopoderoso que tiene ubre. Cuando Abraham tuvo miedo de sus enemigos, Dios le dijo: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande” (15:1). En ese entonces, Dios parecía decirle a Abraham: “No debes temer a tus enemigos. Yo soy tu escudo y tu protección”. Pero después de que Abraham se valió de su ego para cumplir el propósito de Dios, lo cual iba en contra de Dios mismo, Dios vino y parecía decirle: “Yo soy ElShaddai, el Todopoderoso que tiene ubre. No deberías hacer nada por tu cuenta. Debes entender que Yo soy tu provisión”. Una ubre no nos da armas con las cuales matar, sino leche que nos nutre. La provisión de Dios debe entrar en nosotros como la leche. Dios no quiere que usted use su fuerza para producir una simiente con el fin de cumplir Su propósito; El desea que beba de Su leche; El quiere poner algo de Sí mismo dentro de usted para que produzca una simiente. Si no tuviéramos el Nuevo Testamento, nunca comprenderíamos correctamente este título de Dios, pero ahora podemos entenderlo bien. Ahora podemos vivir continuamente al tomar la provisión del Todopoderoso que tiene ubre. ¿Recibe usted el abastecimiento de la ubre divina día tras día? Lo importante no es la protección del escudo en contra del enemigo sino el abastecimiento de la ubre, el cual produce la simiente. No se trata de darnos un mejor empleo, sino de darnos la provisión que, al ingerirla, se convierte en el constituyente mismo capaz de producir un hijo que pueda cumplir el propósito eterno de Dios. ¿Qué provisión recibimos día tras día? Recibimos el abastecimiento del Todopoderoso con Su ubre divina. Día tras día estamos bajo Su ubre y tenemos el abastecimiento completo. Dios es el Todopoderoso que todo lo provee para nosotros. En Génesis 17:1 Dios le dijo a Abraham que anduviera delante de El. ¿Qué significa eso? Se refiere a disfrutar al Señor. Andar delante del Señor significa que disfrutamos continuamente de El y de la provisión de Su ubre. ¿Andará usted delante de El disfrutando de la inagotable suministración de Su ubre divina? Andar delante de Dios no significa andar delante de El con temor como delante del Santo. ¡No! El Todopoderoso que tiene la ubre que todo lo abastece satisface nuestras necesidades diarias. Mientras disfrutamos de Su suministración, andamos en Su presencia. Dios también le dijo a Abraham que fuese perfecto. ¿Qué significa ser perfecto? El hecho de que Abraham era imperfecto no significa que no era bueno; significa que carecía de Dios. Ninguno de nosotros puede ser perfeccionado sin Dios. Sin El no existe la perfección. Sin El siempre nos faltará algo. Por muy perfectos que seamos en nosotros mismos, seguimos careciendo de Dios, y necesitamos ser perfeccionados por Dios y con El. Si su vida familiar no tiene a Dios, no es perfecta. Si Dios no está en su vida matrimonial, ésta es imperfecta. No existe perfección sin Dios. Supongamos que su mano tiene solamente cuatro dedos. Por muy buena que sea esa mano, no sería perfecta por no tener el pulgar. Su mano debería ser perfeccionada por la adición del pulgar. Si un día el pulgar fuese añadido a su mano, su mano sería perfecta. Por consiguiente, ser perfecto indica que necesitamos que se nos añada Dios. Andar delante de Dios significa disfrutarlo, y ser perfeccionado significa que Dios nos es añadido. ¿Se ha dado cuenta usted de que su perfección es Dios mismo? ¿Se ha percatado de que por muy bueno o perfecto que sea ante los hombres, sin Dios, algo le falta? No tiene el factor perfeccionador en usted, porque este factor es Dios mismo. Dios debe ser añadido a nuestras vidas. Si El no es añadido a nuestras vidas, éstas quedarán imperfectas. ¿Por qué le mandó Dios a Abraham que fuese perfecto? Porque Dios era y sigue siendo el Todopoderoso que todo lo suministra. Esta es la razón por la cual no tenemos ningún pretexto para ser imperfectos. Dios es todo lo que nos hace falta. ¿Carece usted de fuerza? Dios es fuerza. ¿Necesita usted energía? Dios es energía. Dios es todo lo que necesitamos. Por tanto, la provisión completa de Dios requiere que seamos perfectos. No tenemos ninguna razón para ser pobres; tenemos una nutrida cuenta bancaria en los cielos. En la práctica ser perfecto significa que no dependemos de la fuerza de la carne en lo relacionado
con nuestra vida y obra, sino que confiamos en el Todopoderoso que todo lo provee. No debemos depender de nuestro ego natural ni de la energía de nuestra carne. Siempre debemos confiar en que Dios es más que suficiente en todo. Por ejemplo, muchos de nosotros nos sentimos mal por nuestra ira. ¿Por qué perdemos la calma algunas veces? Porque en esas ocasiones no confiamos en Dios. El hecho de perder la calma debería enseñarnos que nunca debemos alejarnos de Dios y que debemos confiar en El en todo momento. No intente superar su ira. Si usted se olvida de su mal genio y confía en Dios en todo momento, su ira será vencida. Todos los defectos se deben a una sola cosa: la distancia que ponemos entre el Todopoderoso que todo lo suministra y nosotros. Cuando nos alejamos de El, nos parecemos a un electrodoméstico que no funciona porque está aislado del suministro eléctrico. Todos debemos aprender a mantenernos continuamente en Dios. Es así como podemos ser perfectos. Cuando leí Génesis 17:1 en mi juventud, me di cuenta de que no era perfecto. Me faltaba la amabilidad, la humildad, la paciencia, el amor y muchas otras virtudes y atributos. Por consiguiente, en mi oración tomé la decisión de amar, ser paciente, humilde, amable y practicar otras virtudes que me faltaban, con la ayuda del Señor. No obstante, confieso que nunca lo logré. Cada vez que leía Génesis 17:1, no podía entender lo que significaba ser perfecto. Finalmente vi que el factor perfeccionador en nuestra vida es Dios mismo y que necesitaba que Dios se añadiera a mí. Todo lo que tenemos son cuatro dedos; no tenemos el pulgar. Por mucho adiestramiento que demos a nuestros dedos, seguirán siendo imperfectos porque no tienen el pulgar. El pulgar debe ser añadido a nuestra mano para que ésta sea perfecta.
c) El cambio de nombre Ahora llegamos al cambio de nombre. En Génesis 17:5, Dios le dijo a Abraham: “Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes”. Abram significa padre exaltado, y Abraham quiere decir padre de una gran muchedumbre. Abraham era un padre noble, pero no era el padre de una muchedumbre, el padre de muchas naciones. Pero en Génesis 17:5 su nombre fue cambiado y pasó de padre exaltado a padre de una muchedumbre. En hebreo, el nombre Abram consta sólo de cuatro letras representadas por las letras A-b-r-m. El nombre Abraham se compone de una letra adicional, la h. Esto indica cuatro más uno. Cuatro es el número de la criatura, y uno el número del Creador. Por consiguiente, así como cuatro dedos más un pulgar forman una mano completa, también el hombre más Dios equivalen a la perfección. Cuatro más uno equivalen a cinco, el número que denota responsabilidad. Por mucho que hagamos con el cuatro, de todos modos nos falta uno. Para ser el número cinco, y llevar la responsabilidad de cumplir el propósito eterno de Dios, Dios debe ser añadido a nosotros. ¿Cuál fue el significado del cambio de nombre de Abraham? ¡Que Dios le fue añadido! Antes de Génesis 17, Abraham no era más que Abram, un hombre al que no se le había añadido Dios. Sin embargo, en Génesis 17 el hombre, no solamente el nombre, fue cambiado al añadírsele Dios. Se añadió una sola letra a las otras cuatro, y Dios se añadió al hombre. Dios es el factor perfeccionador. Sin El somos imperfectos. Todos necesitamos que Dios sea añadido en nosotros. Esta es la perfección. Puesto que la persona es la realidad del nombre, el cambio de nombre de Abraham indica el cambio de su persona. Su nombre original indicaba que él era un padre exaltado. Ahora Dios cambió su nombre para indicar que él sería el padre de una gran muchedumbre. Lo que se necesita para cumplir el propósito eterno de Dios no es un padre exaltado, sino un padre de una gran multitud, no un individuo exaltado sino una persona multiplicada, una persona con una gran muchedumbre que sea su multiplicación. Dios necesitaba una gran muchedumbre para cumplir Su propósito, y por ello necesitaba un padre que la produjera. Los cristianos en su gran mayoría desean ser personas de elevada espiritualidad. Cuanto más buscan esta clase de espiritualidad, más estériles e individualistas quedan, sin producir ninguna simiente. Pero Dios necesita que nos multipliquemos produciendo la simiente, y no que nos exaltemos buscando espiritualidad. Por eso, necesitamos el
cambio de nombre, el cambio de nuestra persona. El padre exaltado debe convertirse en el padre de una gran muchedumbre. La persona que busca una elevada espiritualidad debe ser transformada en una persona que produzca una multitud. Esto requiere que se le ponga fin al ego que busca la espiritualidad. Tal ego debe ser aniquilado para que seamos una persona multiplicada, y no una persona exaltada, a fin de cumplir el propósito de Dios. En Génesis 17:15 vemos que el nombre de Sara también fue cambiado: “Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre”. Sarai significa “mi princesa” y Sara quiere decir “princesa”. La palabra “mi” que precede a princesa denota particularidad, pero princesa sola indica algo general. El nombre de Sarai fue cambiado por Sara, porque ella era madre de muchas naciones en un sentido amplio, y no limitado. En 17:16 Dios dijo: “Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella”. Cuando Dios es añadido a nosotros, nos hacemos más amplios. Si El no nos es añadido, no sólo somos imperfectos sino también limitados. Usted puede ser un buen hermano o una buena hermana, pero si Dios no se añade a usted, será una persona limitada. Si usted es un marido a quien Dios no se ha añadido, es un marido limitado. Si es una esposa desprovista de Dios, será una esposa limitada. ¿Qué puede ampliarnos? ¡Dios y solamente Dios! Si usted desea ser una persona amplia y tener una visión extensa y una mente, un corazón y un espíritu amplios, necesita que Dios lo ensanche. Quienesquiera que seamos, si Dios no nos es añadido, siempre usaremos expresiones como: “mi interés”, “mi provecho”, “mi futuro”, “mi crecimiento en vida”, “mi búsqueda del Señor”, “mi función en las reuniones de la iglesia”. Si Dios no nos ensancha, no nos preocuparemos por los demás. Nuestro nombre, que es “mi princesa”, debe ser cambiado por “princesa”. Decimos: “Es mi día, mi hora, mi tiempo, mi esto y mi aquello”, porque carecemos de Dios, pero cuando Dios se nos añade, nos ampliamos inmediatamente. Cuando Dios nos sea añadido, no sólo llegaremos a ser padres de una gran muchedumbre, sino también princesas de muchas naciones, a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Todos necesitamos este cambio, un cambio que procede de la añadidura de Dios a nosotros para ampliar nuestra persona limitada. Todos debemos ser cambiados y pasar de “mi princesa” a “princesa”; necesitamos ser transformados y pasar de nuestro concepto limitado de espiritualidad a una espiritualidad amplia y general para que dejemos de ser “mi” princesa y seamos una “madre de naciones”, que cuida a los demás y tiene la simiente a fin de cumplir el propósito de Dios. Esto también requiere el aniquilamiento de nuestro hombre viejo y natural para que seamos transformados en una nueva persona, la cual produce la simiente, cuida a otros, y permite que el propósito de Dios se cumpla con una gran muchedumbre. El propósito de Dios requiere que seamos “padre de una gran multitud” y “madre de naciones”. Debemos ser transformados en una persona multiplicada y multiplicadora y en una persona ampliada e ilimitada.
d) El pacto confirmado con la circuncisión Si queremos que Dios nos sea añadido y se amplíe, debemos ser circuncidados. El pacto que Dios hizo con Abraham en Génesis 15 fue confirmado en Génesis 17 con la circuncisión. No era necesario que Dios lo confirmara nuevamente, pues ya lo había confirmado una vez, pero el pacto tenía que ser confirmado por parte de Abraham. Dios era fiel a Su pacto, pero Abraham no lo fue porque había usado su fuerza natural para producir a Ismael. Puesto que Abraham usó su energía natural con Agar para producir a Ismael, lo cual causó un problema, Dios confirmó Su pacto al mandar que Abraham fuese circuncidado (17:9-11, 13). En el Nuevo Testamento encontramos el significado de la circuncisión. Ser circuncidado espiritualmente equivale a despojarse de la carne, del ego y del hombre viejo. En Colosenses 2:1112 dice: “En El también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al despojaros del cuerpo carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados juntamente con El en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados juntamente con El, mediante la fe de la operación de Dios, quien le levantó de los muertos”. La circuncisión se relaciona con despojarse de la carne, el viejo hombre;
no se trata de eliminar el pecado. En realidad, la circuncisión no tiene nada que ver con eliminar el pecado; se trata de ser crucificado y sepultado juntamente con Cristo. La circuncisión significa aniquilar el ego y matar la carne. Abraham usó su carne en Génesis 16, pero en Génesis 17 Dios quería cortar de raíz su carne. En Génesis 16 él había usado la energía de su fuerza natural, pero en Génesis 17 su fuerza debía ser erradicada. En esto consiste la circuncisión. Tenemos el mismo problema ahora. Mientras permanezca nuestra fuerza natural, Dios difícilmente podrá intervenir y ser nuestro todo y cumplir Su propósito. Dios desea entrar en nosotros para ser nuestro todo, pero nuestra carne, nuestro ser y nuestra fuerza naturales, nuestro viejo hombre y el viejo yo, impiden que Dios sea nuestro todo. Este ego, el viejo hombre, debe ser aniquilado. Debe ser circuncidado, es decir, crucificado. Quiero darle la buena noticia de que nuestro viejo hombre ya fue crucificado (Ro. 6:6). En el caso de Abraham, él había de ser crucificado, pero en el nuestro, ya fuimos crucificados. Todos debemos ver eso, reconocerlo, y aceptarlo por la fe. Por la fe podemos declarar que nuestra carne, nuestro hombre natural con su fuerza, ya fue crucificado: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Todos debemos vivir con la consciencia de que el viejo hombre, el ego, ya fue crucificado. Si declaramos eso y vivimos conforme a ello, entonces el Dios de resurrección podrá entrar en nosotros, ser nuestro todo y llevar a cabo Su economía. La circuncisión es una señal, un sello, de la justificación por la fe (Ro. 4:11). No obstante, muchos cristianos descuidan esta señal. Tal vez entiendan y declaren que fueron justificados por la fe, pero después de ser justificados por la fe, carecen de la señal del aniquilamiento del ego. ¿Cómo puede usted mostrar que ya Dios lo justificó? Usted debe llevar una vida en la cual el ego es aniquilado. Debe mostrar que ya no vive por sus propios esfuerzos sino por Cristo. Entonces su vida demostrará que usted fue justificado. Llevar una vida crucificada en la resurrección de Cristo es una señal de nuestra justificación. Supongamos que yo, una persona salva y justificada por Dios, sigo viviendo, actuando y laborando por mí mismo, haciendo todo por mis esfuerzos. En ese caso, a cualquiera le costará trabajo reconocer que soy una persona justificada. Quizás la gente hasta dude que yo sea salvo. Pero si llevo una vida crucificada, despojándome de mí mismo y tomando a Cristo como mi vida, nadie podrá dudar de que fui justificado por la fe. Todos dirán: “¡Alabado sea el Señor! Sin lugar a dudas, este hermano fue justificado por Dios”. La vida en la cual el ego es aniquilado constituye una señal y un sello de nuestra justificación. La confirmación del pacto con la circuncisión estaba relacionada con la simiente y la tierra, las cuales cumplen el propósito de Dios (17:2-8). Si queremos cumplir el propósito eterno de Dios, que consiste en que el hombre lo exprese y lo represente, debemos tener a Cristo como nuestra simiente y como nuestra tierra. Si queremos tener a Cristo como la simiente y la tierra para cumplir el propósito de Dios, debemos ser circuncidados y llevar una vida crucificada. La circuncisión sirve para cumplir el propósito de Dios. Cuando la carne, el ego, y el viejo hombre han sido aniquilados, la puerta queda abierta para que Dios entre y produzca a Isaac. Entre los judíos, la circuncisión siempre se administraba en el octavo día (17:12). El octavo día era el primer día de una nueva semana y denotaba un nuevo inicio, un nuevo comienzo en resurrección. Cuando llevamos una vida crucificada, tenemos un nuevo comienzo en resurrección. Cuando rechazamos y nos negamos a nuestro ego y llevamos una vida crucificada, tenemos inmediatamente un nuevo comienzo en resurrección. Quizás usted esté casado desde hace muchos años, pero si hoy empieza a llevar una vida crucificada, tendrá un nuevo comienzo en resurrección en su matrimonio, y éste será renovado. La circuncisión siempre viene al octavo día. En otras palabras, cuando llevamos una vida crucificada, estamos en resurrección. Todos los incircuncisos están excluidos de este pacto. En Génesis 17:14, Dios le dijo a Abraham: “Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto”. Esto también es válido ahora. Si no llevamos una vida crucificada, estamos despojados de Cristo, de la vida de iglesia, y de la suministración de la ubre divina. Cuando no estamos dispuestos a ser circuncidados, no podemos cumplir el propósito
eterno de Dios. Ahora el deleite que tenemos de Dios, nuestro vivir por Cristo, y nuestra práctica de la vida de iglesia dependen de una sola cosa: la circuncisión, es decir, llevar una vida crucificada.
e) La promesa del nacimiento de Isaac En Génesis 17:15-21 vemos la promesa del nacimiento de Isaac más claramente que nunca. Sabemos que esta promesa es más específica porque se menciona el nombre Isaac, y porque su madre fue designada. En los capítulos anteriores, Dios dijo que le daría a Abraham una simiente y que Abraham la produciría, pero Dios no mencionó que la simiente habría de venir de Sara. Tampoco dijo que la simiente se llamaría Isaac. Sin embargo, en estos versículos vemos que Dios prometió claramente que la simiente sería Isaac y que éste nacería de Sara.
(1) Después de que Abraham había envejecido y estaba como muerto, y Sara ya no podía tener hijos La promesa del nacimiento de la simiente fue confirmada claramente cuando Abraham envejeció y cuando Sara ya no podía tener hijos. Es posible que Abraham le haya dicho a Sara: “Sara, tengo cien años de edad y tú noventa. Me estoy muriendo y tu matriz se ha cerrado. Ya no somos nada y no podemos hacer nada”. Es maravilloso convertirse en nada, pues entonces el Todopoderoso que tiene ubre puede venir y hacerlo todo por nosotros. Quisiera tener cien años de edad y no ser nada. El hecho de no ser nada le proporciona al Todopoderoso, al que todo lo suministra, la mejor oportunidad de alimentarme y abastecerme con todo lo que a El le plazca. A veces a Dios le gustaría darme una nueva porción de leche, pero yo digo: “No, todavía tengo otra posibilidad, tengo algo de energía, algo de fuerza”. Todos debemos ser como una persona de cien años de edad. Pero no intenten actuar como si ya tuviesen cien años de edad. Después de leer este mensaje, que le exhorta a tener cien años de edad y a no ser nada, usted quizás haga como si tuviese cien años. Pero no puede algo reducirse a nada de la noche a la mañana. El Señor sabe lo que todavía tenemos. No obstante, el principio es éste: todos debemos ser nada para que el Todopoderoso que todo lo provee venga y sea nuestro todo con Su ubre abastecedora, a fin de proporcionarnos lo que necesitemos.
(2) No por la fuerza natural de Abraham sino por la visitación de Dios Después de que Abraham y Sara llegaron a ser nada, Dios prometió que Isaac de nacería de Sara (17:16, 19, 21). Esto significa que el nacimiento de Isaac no fue el resultado de la energía de Abraham y Sara, sino de la visitación de Dios llena de gracia. En Génesis 18:10, 14 vemos claramente que el nacimiento de Isaac se debió a que Dios había vuelto a Abraham en el tiempo de la vida. Su visitación a Abraham, llena de gracia, incluía la nutrición y el suministro que le proporcionaba de todo lo que El era. Dios tenía que ser la ubre que suministraba la leche que Abraham necesitaba para producir a Isaac. Isaac no fue producido por ningún elemento del ser natural de Abraham; fue producido por el suministro completo de Dios, que brota de la ubre divina.
(3) Ismael, la simiente producida por la carne, es rechazado por Dios Ismael, la simiente producida por la carne, fue rechazado por Dios (17:18; 21:10). Todo lo que hagamos con nuestra capacidad o con nuestro ego natural será rechazado por Dios. Es probable que usted haga buenas cosas y guarde la ley, pero será rechazado por Dios. Todo lo que vivamos, hagamos u obremos por nuestro yo y por el hombre natural será completamente rechazado. Pocos cristianos entienden que aun su bondad natural es rechazada por Dios. Todo lo que hagamos por
nuestro ego, nuestra fuerza natural, nuestra capacidad natural, o nuestro hombre natural, por muy bueno que sea, será rechazado por Dios.
(4) Isaac, la simiente producida por la gracia de Dios, confirmado para cumplir el propósito de Dios Sólo Isaac, la simiente producida por la gracia de Dios, por la suministración de la ubre divina, fue confirmado para cumplir el propósito eterno de Dios (17:19, 21; 21:12; Ro. 9:7-9). Dios sólo honrará lo que procede de El porque sólo la simiente producida por El mediante el suministro de Su gracia puede cumplir Su propósito. Esto significa que Dios sólo honrará a Cristo, y no lo que salga de nuestro ego, de nuestro hombre natural. Sólo el Cristo que experimentamos de la ubre divina como nuestro suministro de gracia puede cumplir el propósito de Dios. Sólo este Cristo será confirmado como la verdadera simiente que cumple el propósito de Dios. Nuestro Ismael fue rechazado, pero nuestro Isaac, es decir, Cristo, ha sido y será confirmado en la economía de Dios. Ahora podemos ver lo que es la gracia. La gracia significa que Dios nos trasmite algún elemento Suyo para ser nuestro suministro, y que este suministro se convierte en el elemento mismo por el cual producimos a Isaac a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Después de ser llamado Abraham, aprendió a vivir por la fe en Dios en lo relacionado con su subsistencia. Luego, a partir de Génesis 15, Dios empezó a adiestrarlo en el conocimiento de la gracia para cumplir Su propósito. Vimos eso claramente en los capítulos quince, dieciséis y diecisiete. Nuestro ego, nuestra carne, nuestra fuerza natural, nuestro hombre natural, y nuestro viejo hombre deben ser llevados a su fin para que tomemos a Dios como nuestro suministro y para que algo del ser de Dios se forje en nosotros con la finalidad de ser el elemento que produzca a Isaac a fin de que así se cumpla la promesa de Dios. En esto consiste la gracia.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y OCHO CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA REVELACION DEL TITULO DIVINO Y EL CAMBIO DE LOS NOMBRES HUMANOS PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS Si queremos entender Génesis 17, debemos saber cuál es el propósito de Dios. El propósito de Dios,
el cual El se fijó en la eternidad pasada, consiste en expresarse por medio de un pueblo en la tierra. Para tener una entidad colectiva como expresión Suya, Dios creó el universo y en él creó al hombre como centro, a Su imagen, a fin de que lo expresara y lo representara para que dominase en la tierra como Su reino. Este fue el propósito de Dios para con Adán y los hijos de Israel en el pasado; es Su propósito para con la iglesia hoy, y será Su propósito en el milenio y por la eternidad. A lo largo de todas las eras el propósito de Dios jamás ha variado: que el hombre lo exprese y lo represente en la tierra. Dios necesita un pueblo que cumpla Su propósito. Si Dios puede obtener un pueblo, podrá cumplir Su propósito, pero si no adquiere un pueblo, será vencido. Pero ¡nuestro Dios no puede ser vencido! Dios creó a Adán, y éste fracasó. Luego Dios llamó a Abraham a ser la cabeza de un nuevo linaje. Dios llamó a una sola persona, a Abraham, pero esta persona tenía que convertirse en un linaje para que Dios fuese expresado y representado sobre la tierra. Dios llamó a Abraham con ese propósito. Un individuo no puede cumplir el propósito de Dios, pues lo que Dios necesita no es un individuo aislado sino un pueblo. Ese solo Abraham debe multiplicarse y convertirse en muchos. Sin embargo, eso no puede cumplirse según la comprensión natural del hombre ni por su capacidad ni su fuerza ni su ser naturales.
5) La revelación del título divino y el cambio de los nombres humanos para cumplir el propósito de Dios a) El deseo de Dios: forjarse en el hombre La Biblia revela que Dios se expresa forjándose en el hombre. El camino de Dios es extraordinario. Aunque El desea que obremos para El, aun así desea venir y obrar por medio de nosotros para Sí mismo. Dios desea forjarse en nosotros, haciéndose uno con nosotros y haciéndonos uno con El. Sin embargo, nadie está dispuesto a permitírselo. Todos parecen decir: “Oh Señor, si me pides algo, yo lo haré, pero no puedo tolerar que entres en mí, me anules y me saques de mi trono. Cuando hago algo por Ti, me gusta hacerlo por mí mismo”. No obstante, Dios podría contestar: “Antes de que hagas algo por Mí, debo forjarme en ti. Al entrar en ti, te crucificaré y luego te reviviré Yo mismo, conmigo y para Mí. ¿Estás dispuesto a eso?”. Abraham no esperó a que Dios obrara así; como lo revela Génesis 16, él actuó por su propia cuenta para producir una simiente.
b) La revelación del título divino En Génesis 17:1 Dios apareció y reveló Su título divino, mostrando así lo que El es como Dios. Revelar un nombre significa revelar una persona, pues el nombre siempre representa la persona. Puesto que el título divino de Dios denota Su persona divina, la revelación del título divino en realidad es la revelación de la Persona divina. En 1:1 Dios se reveló como Elohim, que significa en primera instancia el Poderoso, el Fuerte, y que está relacionado principalmente con la creación. En Génesis 2 El se reveló como Jehová, el gran Yo soy. El nombre Jehová significa: “Yo soy el que soy”, lo cual implica que Dios es el que existe en Sí mismo y para siempre. El título Jehová se refiere a la relación que Dios tiene con el hombre. Además, Dios le reveló a Abraham que El era el Dios Altísimo, el dueño de los cielos y de la tierra (14:22). Eso se relaciona mayormente con la subsistencia del pueblo de Dios a manos de El. En el capítulo diecisiete, Dios se revela de un modo más completo, pues se presenta a Abraham como El-Shaddai, el Poderoso que todo lo suministra y que tiene ubre. La completa suministración de Dios se halla en Su ubre divina. Quizás a algunos lectores no les agrade el uso de la palabra ubre y prefieran que usemos la palabra pecho o seno. Pero si usamos la
palabra pecho, la mayoría de la gente la asociaría con el amor. Pero en Génesis 17:1 el título divino denota que Dios es la rica fuente de la rica suministración de gracia dada a Su pueblo a fin de que cumpla Su propósito. Aunque El desea que cumplamos Su propósito, no necesita nada que provenga de nosotros. El desea ser nuestra provisión. Nuestro Dios tiene la fuente de la suministración que todo lo abastece, y esta fuente es semejante a una ubre. Esto queda implícito en el significado del título El-Shaddai. Todo lo que nos suministra la ubre de una vaca entra en nosotros y llega a ser lo que nos constituye. Todos los elementos e ingredientes de las riquezas que contiene la leche que bebemos se convierten en nuestros componentes, en nuestros tejidos orgánicos. Parece que Dios le dijera a Abraham: “Me has conocido como el Dios Altísimo. Eso es maravilloso, pero eso ya no es suficiente. Yo no solamente soy el Dios Altísimo de modo objetivo para ti, sino que quiero ser tu leche divina de un modo subjetivo. Debo ser aquel a quien tú bebas”. Es posible que nos moleste la idea de esa bebida divina. La primera vez que hablé de comer a Jesús fue en 1958. Después de ese mensaje, un hermano muy culto me dijo: “Hermano Lee, ese mensaje fue muy bueno, pero la expresión ‘comer a Jesús’ es demasiado salvaje”. Contesté: “Hermano, yo no soy el primero en usar esta expresión. En Juan 6:35 y 57, el Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” y “El que me come, él también vivirá por Mí”. ¿Le molesta a usted la comparación del rico pecho de Dios con la ubre de una vaca? Yo preferiría comparar a Dios con una madre amorosa, afable y hermosa que tiene un pecho lleno de amor, pero es más significativo comparar a Dios con una vaca que posee una ubre rica, como lo indican las Escrituras. Todos fuimos puestos bajo esta ubre divina. Muchos versículos de la Biblia nos dan la base para hablar así de Dios. Dice en Exodo 3:8: “Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel”. La buena tierra tipifica al Cristo todo-inclusivo. Este Cristo es el fluir de la leche. Los hijos de Israel, antes de entrar en la buena tierra a beber la leche, bebieron del agua que fluía de la peña herida que también era Cristo (Ex. 17:6; 1 Co. 10:4). En Apocalipsis 22 vemos que en la Nueva Jerusalén habrá un río que fluirá del trono de Dios y del Cordero. Si juntamos todos estos versículos, podremos ver que ahora brota de nuestro Dios algo que nos sacia, nos satisface y nos abastece. Fluye del ser de Dios para abastecernos, bien sea que lo llamemos leche o agua viva. Por consiguiente, 1 Corintios 12:13 revela que a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu, quien es Dios mismo (Jn. 4:24). Cuando bebemos del Espíritu, bebemos de Dios. Nuestro Dios es tan rico que un solo tipo o un solo símbolo no nos puede transmitir una plena comprensión de El. Es por eso que la Biblia usa distintos tipos y símbolos para revelar los diversos aspectos de Sus riquezas. La leche y el agua viva revelan lo rico que es Dios para con nosotros. En los varios casos, el principio es idéntico: las riquezas de Su ser divino fluyen para ser nuestro suministro, nuestra gracia, a fin de que cumplamos Su propósito. Todos debemos beber de la rica suministración que brota de nuestro Dios para capacitarnos a fin de que cumplamos el propósito divino. Ninguno de nosotros está calificado para cumplir el propósito de Dios. Aunque la religión nos exige ciertas cosas para Dios, El desea que lo tomemos a El como nuestra provisión a fin de que El sea lo que nos constituye y de que seamos uno con El. La Biblia revela que la intención de Dios consiste en entrar en nosotros y en que nosotros comamos y bebamos de El, asimilando así algo de El en nuestro ser. Mientras ingiramos algún elemento de Su ser divino, participando así de Su naturaleza divina, dicho elemento obrará en nosotros y por medio de nosotros para cumplir Su propósito. En los días de Génesis 17, Dios necesitaba revelar este título divino a Abraham. En Génesis 16 Abraham hizo algo, no para lograr su propio propósito, sino para cumplir el propósito de Dios. No obstante, lo que Abraham hizo para cumplir el propósito de Dios fue llevado a cabo por su ser natural y su fuerza natural. Puesto que Abraham hizo algo para Dios con su propia fuerza natural, Dios se disgustó con él y no volvió a aparecérsele durante trece años. Después de una ausencia tan larga, Dios vino y parecía decirle: “Abraham, debes saber que soy el Todopoderoso que tiene ubre. Debes beber del suministro de esta ubre y no hacer nada para Mí valiéndote de tu fuerza natural y tu capacidad natural. Hacer algo para Mí con tu fuerza natural constituye una ofensa para Mí. No
quiero nada que provenga de ti. Te quiero a ti y te necesito, pero no quiero que uses tu fuerza ni tu capacidad naturales para producir la simiente prometida. Debes producir una simiente valiéndote de Mi suministración. Deja de usar tu fuerza, niega tu ser natural y desecha tu capacidad natural. Yo soy el Todopoderoso que todo lo suministra; por eso no deberías hacer nada por tu cuenta ni aparte de Mí. Separado de Mí, no puedes cumplir Mi propósito porque fuera de Mí no puedes hacer nada para Mi economía. Abraham, para cumplir Mi propósito, debes beber de la suministración de Mi ubre e ingerirme a Mí. Ahora no estoy aquí como el Dios Altísimo ni como el dueño de los cielos y de la tierra. Ya lo has comprendido. Estoy aquí delante de ti como El-Shaddai, el Todopoderoso que todo lo provee y que tiene una ubre de la cual fluye un rico suministro para ti. Abraham, debes andar delante de Mí. Esto significa que debes beber de Mi ubre y vivir por Mí”. La Palabra divina es profunda, y no la podemos entender superficialmente. Primero debemos ahondar en ella para descubrir lo que revela. Es muy bueno que Dios se haya revelado a Abraham como el Todopoderoso que tiene una ubre llena de una completa suministración para que Su pueblo cumpla Su propósito.
c) El cambio de nombres humanos Inmediatamente después de que Dios reveló el título divino a Abraham, le dijo que su nombre sería cambiado (17:5). Esto es muy significativo. El título de Dios no sólo nos debe ser revelado, sino que nuestros nombres deben ser cambiados, lo cual significa que nosotros debemos cambiar. El nombre Abram debe ser cambiado por Abraham. Como lo destacamos en el mensaje anterior, Abram significa padre exaltado, y Abraham significa padre de una gran muchedumbre, es decir, un padre multiplicado, “un padre de muchas naciones”. Si usted tuviera la posibilidad de escoger entre ser sumamente exaltado y multiplicarse, ¿qué escogería? En lugar de ser sumamente exaltado a los cielos, ¿escogería usted ser aplastado y multiplicado? Según nuestro concepto natural, todos quisiéramos ser exaltados en lugar de ser multiplicados. Ser multiplicados acarrea problemas, pues cuanto más hijos tenemos, más problemas surgen. A todos nos gusta ser exaltados; pero Dios no quiere exaltarnos sino multiplicarnos, haciendo de nosotros el padre de una gran muchedumbre. ¿Estamos dispuestos a ser multiplicados? Un padre exaltado, que sólo sirve para ser exhibido, no puede cumplir el propósito de Dios. El cumplimiento del propósito de Dios requiere una muchedumbre. Por tanto, debemos ser multiplicados, y no exaltados. Ahora la mayoría de los cristianos desean ser gigantes espirituales, y la religión los conduce en esa dirección. En mi juventud, me aconsejaron y me alentaron a ser un gigante espiritual, pero nunca me dijeron que debía ser multiplicado. Nuestra tendencia natural consiste en ser exaltados, mientras que Dios desea cambiar nuestro nombre, de padre de exaltación a padre de multiplicación. ¡Cuánto debe cambiar nuestro concepto! ¿Cuál es la muchedumbre que Dios desea? Es la iglesia, un pueblo corporativo. Dios necesita la iglesia, la muchedumbre. Si usted está solo, Dios no tiene ninguna posibilidad de cumplir Su propósito por medio de usted. Si queremos cumplir el propósito de Dios, debemos olvidar nuestro nombre y cambiar, pasar de la exaltación a la multiplicación. Es necesario ser multiplicados para cumplir el propósito de Dios, y no para ninguna otra cosa. No se trata simplemente del incremento ni de la extensión de nuestra labor; la finalidad es que Dios sea expresado y representado en la tierra. Cambiar el nombre equivale a cambiar la persona. El caso no consiste en que yo soy una rana y me cambien el nombre por pez. Usted puede llamarme pez, pero yo sigo siendo una rana. El título cambió, pero no la persona. El verdadero cambio de nombre equivale al cambio de persona. Cuando nuestra persona es cambiada, automáticamente viene el cambio de título. En la vida de iglesia actual, no necesitamos ningún padre exaltado, pero sí necesitamos muchos padres multiplicados. Esta es la razón por la cual el Señor nos ha conducido a llevar una vida comunitaria en muchos hogares. A una familia no le resulta fácil vivir junto con varios jóvenes porque a todos nos gusta tener vida íntima y estar a solas. Si los maridos son francos, reconocerán que a veces les cuesta trabajo vivir con sus esposas, y preferirían estar solos. Pero si todos mantenemos nuestra intimidad, ¿cómo cuidaríamos de los jóvenes? El cambio de nombre ayuda la
vida comunitaria. ¿Por qué es tan lento el aumento en la vida apropiada de iglesia? Simplemente porque nos hace falta la paternidad y no hay suficientes hogares para cuidar a los nuevos. Necesitamos que los hogares de los padres multiplicados cuiden a la muchedumbre. La hospitalidad es uno de los requisitos para ser anciano (1 Ti. 3:2). Si usted no practica la hospitalidad, es decir, si no está dispuesto a cuidar a los demás, y sólo se preocupa por ser santo individualmente, usted no está calificado para ser anciano. Si queremos ser hospitalarios, nuestro nombre debe ser cambiado de padre exaltado a padre de multiplicación. Sólo un padre multiplicado practica la hospitalidad. Cuanto más cuidamos a los demás, más se beneficia la vida de iglesia. Este es el verdadero cambio de nombre y el verdadero cambio de nuestra persona. El nombre de Abraham no era el único que debía ser cambiado; Sara también necesitaba tener otro nombre. El nombre Sarai, que significa “mi princesa”, tiene que ser cambiado por Sara, que significa “princesa”. “Mi princesa” tiene que ser cambiado por “princesa”, por “madre de naciones”. El carácter particular que usted tiene debe ser cambiado y debe ser más amplio para que sea una madre de naciones y cuide a mucha gente. Todos los hermanos desean ser un “padre exaltado”, y todas las hermanas quieren ser “mi princesa”. Si nuestro nombre es Sarai, decimos: “Mi marido, mi hogar, mi día, mis hijos, mi posición, mi función en las reuniones, mi todo”. Las hermanas pueden decir “mi princesa”, pero Dios desea que sean simplemente “princesa” sin ningún “mi”, y que se extiendan a lo general, y no sean particulares. No debemos ser exaltados sino multiplicados, no particulares sino amplios. La particularidad siempre acompaña la exaltación; forman una buena pareja. En la vida de iglesia, ninguno de nosotros debe ser partidario de la exaltación ni de la particularidad. Todos debemos ser multiplicados y amplios, y debemos ser un “padre de naciones” o una “madre de naciones” (17:5, 16). La vida de iglesia depende mucho del cambio de nombre. Si los hermanos persisten en su exaltación, y las hermanas en sus particularidades, ¿cómo podríamos practicar la vida de iglesia? Sólo podremos tener una religión con un servicio matinal los domingos y reunirnos una vez por semana, saludarnos, y luego seguir por nuestro camino hasta el domingo siguiente. Si queremos practicar la vida de iglesia, debe haber una gran muchedumbre que sea edificada y amasada, un pueblo que verdaderamente conozca y practique la vida comunitaria. Cuando los hermanos ya no quieran ser exaltados sino multiplicados, y las hermanas ya no quieran ser particulares sino generales, entonces podremos vivir juntos, practicar la vida apropiada de iglesia y tener la muchedumbre para cumplir el propósito de Dios. Entonces viviremos juntos día tras día y seremos personas que expresen la vida de iglesia continuamente. Tendremos reuniones casi todo el tiempo. Nos reuniremos continuamente porque nadie querrá ser exaltado sino multiplicado y porque nadie querrá ser particular sino amplio. Esta no es una mera doctrina. El cambio de nombre no es cuestión solamente de términos, sino un cambio de nuestro ser, de nuestra persona. Por consiguiente, podríamos cambiar el título de este mensaje por “La revelación del Ser divino y el cambio de la persona humana para cumplir el propósito de Dios”. El ser de Dios ya se ha revelado, pero si no cambiamos, la revelación del Ser divino no nos será de ningún provecho. Su revelación depende de nuestro cambio. Debemos cambiar no sólo en nombre, sino también en persona. Entonces podremos disfrutar al Dios revelado y beber de Su rica ubre. Vemos el cambio de nombres por el cambio de persona en los casos de Jacob y de Pedro. Para cumplir el propósito de Dios, el nombre de Jacob fue cambiado por Israel (Gn. 32:27-28): el que ase el talón, el que suplanta (Jacob), fue cambiado por príncipe de Dios (Israel). Si Jacob se hubiera quedado como el que suplanta, nunca habría sido usado por Dios en el cumplimiento del propósito divino. Jacob tenía que convertirse en un príncipe de Dios. Para la edificación de la iglesia, el nombre de Pedro, Simón, fue cambiado por Cefas, que significa una piedra (Jn. 1:42). El ser natural de Pedro era de barro, y debía ser transformado en una piedra, más aún, en una piedra preciosa, para el edificio de Dios (1 P. 2:5) para cumplir el propósito divino.
d) La gracia suficiente que cumple el propósito de Dios Por la misericordia del Señor, no tenemos ninguna confianza en nosotros mismos ni en nadie. No confiamos en la gente porque hemos aprendido que nadie está calificado para cumplir el propósito de Dios. Todo lo que nosotros podemos producir es un Ismael. La vida apropiada de iglesia no está relacionada con nada humano ni natural. La vida apropiada de iglesia es lo que lleva a cabo el propósito eterno de Dios mediante el suministro de las riquezas de Dios mismo. Ninguna de nuestras acciones tiene sentido alguno con relación al cumplimiento del propósito eterno de Dios. Todo lo que se necesita para cumplir el propósito de Dios es el suministro de la ubre divina. Por tanto, debemos renunciar a nosotros mismos, despreciar nuestra fuerza y capacidad naturales, y andar delante de Dios, bebiendo de las riquezas de Su ubre. Si hacemos eso, espontáneamente algún elemento de Su ser divino se forjará en nosotros para producir la simiente a fin de cumplir Su propósito. Esta es la vida apropiada de iglesia. Ya vimos que tanto la simiente como la tierra son Cristo. Ahora debemos ver que la simiente y la tierra no solamente son Cristo sino también nosotros. Después de beber del rico suministro de Dios, llegamos a ser la simiente y la tierra. Finalmente, la simiente viene a ser la tierra. Para cumplir Dios Su propósito, necesita que un pueblo posea la tierra. En esa tierra, Dios tendrá un reino que será edificado y Su morada para Su nombre. Este es el propósito de Dios. Por ser nosotros la simiente, el pueblo que cumple el propósito de Dios, también llegaremos a ser la tierra. Dios tiene Su dominio en nuestro medio y en nuestro interior, y en ese dominio El tiene un reino en el cual puede construir Su morada. Nos convertimos en la simiente y en la tierra al disfrutar de las riquezas de Dios y al forjarse Dios en nosotros. Dios y nosotros, nosotros y Dios, somos uno al producir la simiente y al tomar posesión de la tierra. Esto es algo celestial sobre la tierra. Es Bet-el, o sea, la puerta de los cielos donde aparece la escalera celestial que une la tierra con los cielos y trae los cielos a la tierra. Aquí tenemos a Dios y al hombre, al hombre y a Dios, unidos como una mutua morada. ¿Cómo se cumple eso? Por la revelación del Ser divino y el cambio de la persona humana. Al ser cambiados, estamos calificados para disfrutar al Dios revelado como nuestra gracia. Dios se ha revelado, pero este Dios necesita las personas transformadas. Todos nosotros, sin excepción, debemos cambiar de carácter, y pasar de un carácter natural a un carácter espiritual, de nuestra propia fuente a la ubre divina para obtener el suministro que necesitamos a fin de cumplir el propósito divino. Debemos olvidarnos de nosotros mismos, abandonar nuestra fuente o suministro natural, andar delante de Dios, y beber de Su ubre todo el día. Entonces las riquezas del Ser divino revelado se forjarán en nuestro ser humano como la gracia que lo suministra todo para que cumplamos el propósito divino. El apóstol Pablo laboraba más abundantemente que los demás apóstoles; no obstante, no era él sino la gracia de Dios que lo acompañaba. Por la gracia de Dios él era lo que era (1 Co. 15:10). El cumplió el propósito de Dios en su ministerio al disfrutar de la gracia suficiente de Dios (2 Co. 12:9). Indudablemente Pablo bebía de la ubre divina para recibir el suministro suficiente de gracia. El no usó su fuerza natural que produce a Ismael, sino que disfrutó de la rica provisión de la gracia suficiente que produce muchos Isaac. El vivía y laboraba sobre el principio de “ya no vivo yo, mas Cristo” (Gá. 2:20). El verdadero cambio de nombre es el cambio de yo por Cristo, El-Shaddai, el que suministra la gracia que todo lo provee. Sólo Cristo, y no yo, puede cumplir el propósito de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CUARENTA Y NUEVE CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA CIRCUNCISION QUE CUMPLE EL PROPOSITO DE DIOS En el libro de Génesis están sembradas a modo de semillas casi todas las verdades divinas. En este mensaje llegamos a una verdad importante y fundamental de la Palabra santa, una verdad sembrada en Génesis 17: la circuncisión. Si queremos entender la circuncisión, debemos ver los dos puntos principales de la revelación divina presentada en la Biblia. El primero es que el propósito eterno de Dios consiste en que El sea expresado y representado por el hombre en la tierra. Toda la Biblia revela este asunto, desde el primer capítulo de Génesis hasta el último capítulo de Apocalipsis. El segundo punto se relaciona con la manera en que Dios cumple Su propósito, la cual consiste en forjarse en el hombre como vida y como el todo para el hombre a fin de que éste sea Su expresión y representación. El cumplimiento del propósito de Dios no depende de lo que nosotros podamos hacer, sino de que Dios se forje en nosotros. Si vemos estos dos aspectos, entonces podremos entender las verdades fundamentales de la Biblia. Dios, con miras al cumplimiento de Su propósito eterno, llamó a Abraham a salir de Caldea, un país de demonios y de idolatría. Como ya vimos, Abraham no respondió de inmediato al llamado de Dios, sino que vaciló deteniéndose en el lodo y el agua. Su padre lo trajo a Harán, un lugar ubicado a medio camino. Por la misericordia de Dios, Abraham respondió a casi todo el llamado de Dios en Harán, atravesó el gran río, y llegó al lugar donde Dios lo quería. Ese lugar estaba cerca de la ciudad pecaminosa de Sodoma. No le resultó fácil a Abraham permanecer en el lugar donde Dios lo quería, y poco tiempo después descendió a Egipto. Sin embargo, por la soberanía de Dios, este Abraham, que salió de la Caldea demoníaca, que abandonó a Harán, ubicado a medio camino, y que venció la Sodoma pecaminosa, fue liberado del Egipto mundano y devuelto al lugar que Dios había escogido. Debemos recordar los nombres de tres personas muy importantes relacionadas con Abraham: Lot, Eliezer y Agar. Abraham tomó a Lot consigo cuando salió de Harán, y probablemente consiguió a Eliezer en Damasco y a Agar en Egipto. Ninguno de estos tres ayudó a Abraham; cada uno de ellos fue un problema. Dios rechazó a estas tres personas. Abraham usó su fuerza natural para producir, con la colaboración de Agar, su obra maestra: Ismael. Sin embargo, Ismael fue rotundamente rechazado por Dios.
6) La circuncisión cumple el propósito de Dios Con este antecedente, llegamos ahora a la circuncisión (17:9-14). Por la época de Génesis 17, Abraham había sido privado de todos los lugares donde había estado y de todas las personas importantes que había adquirido. Caldea y Harán formaban parte del pasado, y no tenían nada que
ver con Egipto. El estaba en la tierra que Dios le había prometido, aunque todavía no le había sido entregada. Por consiguiente, Abraham no tenía a Caldea, ni a Harán, ni a Egipto, ni a Sodoma, y tampoco tenía una parcela en la tierra prometida. Además, Lot se había apartado de él, y tanto Eliezer como Ismael habían sido rechazados por Dios. Abraham había quedado solo con Sara. Eran dos personas entradas en años que no habían ganado nada ni podían hacer nada. Tal vez Abraham haya mirado a Sara y le haya dicho: “¿Qué haremos? No tenemos nada y no podemos hacer nada”. En ese momento, Dios se reveló a Abraham como El-Shaddai, el Poderoso que todo lo provee. Entonces Dios le dijo a Abram que su nombre debía ser cambiado por Abraham y que el nombre de su esposa debía cambiarse de Sarai a Sara. Después, Dios le dijo a Abraham que debía circuncidarse. Abraham había sido despojado de todos los lugares y de todas las personas. Lo único que le quedaba era él mismo. Dios vino para poner fin al ego de Abraham, su carne, su fuerza natural y su capacidad natural. Este ego, la carne y la fuerza natural, habían de ser cortados, circuncidados. Si fuésemos Abraham, probablemente habríamos dicho: “Dios, ¿no ves que me has privado de muchas cosas? A nadie le ha sucedido eso en toda la tierra. Todos tienen un lugar propio, pero yo no tengo nada. ¿Qué harás ahora: quitarme la vida?”. Dios quizás haya contestado: “Abraham, tienes razón. Te he quitado a Caldea, a Harán, a Egipto, a Lot, a Eliezer, a Agar y a Ismael. Ya no te destituiré más, pero sí te cortaré a ti. Lo que has conseguido por ti mismo te ha sido quitado, y lo que eres debe ser cortado ahora”. Esta es la circuncisión. ¿Por qué es necesaria la circuncisión? Por una parte, Dios necesita al hombre para cumplir Su propósito; y por otra, no quiere nada del hombre. No obstante, ninguno de los llamados diría: “Dios, quiero entregarme incondicionalmente a Ti, pero no deseo que nada mío interfiera. Estoy dispuesto a que tomes todo lo que tengo y le pongas fin a todo lo que soy”. Por el contrario, todos dicen: “Alabado sea el Señor porque me llamó. De ahora en adelante, todo lo que tengo y lo que soy será para El”. Considere el ejemplo de Pedro. Durante tres años y medio, el Señor dijo a Sus discípulos que debían amarle a El y seguirle. Sin embargo, ninguno de los discípulos entendía que el Señor no quería nada de ellos. Cuando el Señor dijo a los discípulos que todos tropezarían a causa de El, Pedro contestó: “Aunque todos tropiecen por causa de Ti, yo nunca tropezaré”, y “Aunque me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré” (Mt. 26:33, 35). Mas el Señor le dijo a Pedro: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mt. 26:34). Aparentemente el Señor le decía a Pedro: “Pedro, no te jactes. No tienes por qué jactarte. Esta noche me negarás tres veces”. Efectivamente, Pedro negó al Señor tres veces, y estas negaciones en realidad fueron una circuncisión práctica. El Pedro orgulloso y seguro de sí mismo fue despedazado por el cuchillo de la circuncisión que constituyó su acción de negar al Señor. Todos debemos ver que Dios nos necesita para Su recobro, y que El no quiere nada de nosotros. Nos resulta difícil entender eso. O bien nos apartamos del Señor, o bien nos presentamos delante de El con todo lo que tenemos. Un hermano japonés podría decir: “Nosotros los japoneses somos las personas más pacientes del mundo. Serviré al Señor con mi paciencia japonesa”. Pero el Señor no necesita esta clase de paciencia. Algunas hermanas podrían decir: “El Señor ciertamente nos necesita a nosotras las hermanas, y estamos dispuestas a darnos incondicionalmente a El. Nosotras las hermanas no somos tan toscas como los hermanos; somos bastante refinadas. En la vida de iglesia entregamos nuestro refinamiento al Señor”. Hermanas, ustedes tienen toda la razón al darse incondicionalmente al Señor, pero están totalmente equivocadas a entregarle a El algo de ustedes. Todos debemos ser circuncidados porque Dios no quiere nada nuestro. La semilla de la circuncisión no fue sembrada en Génesis 12 ni 15, sino en Génesis 17, después de que Abraham fue privado de muchas cosas. Luego Dios volvió a aparecérsele, se le reveló como el Todopoderoso que lo provee todo y que tiene ubre, y le cambió el nombre por Abraham. Abraham debía pasar por un cambio radical. Dios parecía decir: “Abraham, ahora debes ser circuncidado. Si no te circuncidas, no podré cumplir Mi propósito por medio de ti. Para tener un pueblo que cumpla Mi propósito, debe existir la simiente. De esta simiente brotará el pueblo y éste poseerá la tierra en la cual tendré dominio, edificaré Mi templo para Mi expresión, y encontraré reposo. Este es Mi plan. Para cumplir Mi propósito, no necesito nada que provenga de ti. Lo haré todo para ti y seré tu
todo. Esta es la razón por la cual te he privado de todo lugar y de toda persona. Ahora te pido que te amoldes a mi voluntad y cooperes conmigo para desechar todo lo tuyo. Quiero que tu carne sea cortada, pero no quiero hacerlo directamente. Quiero que tú lo hagas por Mí. Quiero que cortes tu carne. ¿Estás dispuesto a cooperar conmigo?”. No debemos tomar esto como doctrina ni como una explicación de los relatos bíblicos. Todos debemos entender que hoy necesitamos ser circuncidados. Estoy muy agradecido con el Señor porque muchos de nosotros hemos salido de Caldea y de Harán y no nos interesan Sodoma ni Egipto, sino que permanecemos en el lugar en el cual se halla el recobro del Señor. Ahora bien, ¿cómo puede el Señor obtener la simiente? ¿Cómo puede tomar posesión de la tierra para tener la vida de iglesia apropiada para Su morada, Su dominio, Su satisfacción y Su descanso? No lo puede lograr con lo que nosotros hacemos por El. Sólo lo conseguirá al privarnos de muchas cosas. Nuestra inteligencia, nuestra sabiduría, nuestra capacidad natural, nuestra fuerza natural y todo lo que somos en nuestro ser natural debe ser quitado por el Señor. ¿Está usted de acuerdo con eso? Si tal es el caso, deberá tomar el cuchillo de circuncisión y extirpar su carne, su ser natural. No se trata de vencer el pecado ni el mundo, sino de ponerse fin a sí mismo para que el que todo lo provee tenga la posibilidad de entrar y de ser la vida de usted, su todo y su mismo ser. Esta es la circuncisión. ¡Que el Espíritu nos revele esto a todos! El mayor obstáculo para el mover del Señor al recobrar El la vida de iglesia es nuestra capacidad natural. Lo que estorba el mover del Señor no es lo que no podemos hacer, sino lo que podemos hacer. Al usar Abraham su fuerza natural, alejó a Dios durante trece años. ¡Qué obstáculo más grande! Abraham fue despojado sobremanera, pero todavía tenía su carne, su capacidad natural y su fuerza natural. El produjo a Ismael con la colaboración de Agar, por su carne. En Génesis 17 ya había llegado el momento para que Dios tocase el elemento entorpecedor de la carne de Abraham. Dios parecía decir: “Abraham, te he quitado tanto. Queda una sola cosa que dificulta Mi obra de gracia en ti: tu carne. Deseo quitarte eso, pero al tratarse de algo tan subjetivo en tu ser, no te obligaré a hacerlo. Deseo que cooperes conmigo y te despojes tú de esto, y te circuncides para Mí. Abraham, nada de lo que tú puedas hacer por ti mismo me complacerá jamás. Sólo me ofenderá y me insultará. Mientras permanezca tu fuerza natural, no podré entrar en ti para producir a Isaac. Abraham, tu fuerza natural, tu carne, debe ser cortada”. Este asunto de la circuncisión mencionada en Génesis 17 es algo muy crítico. ¿Qué significa la circuncisión? Significa despojarse de sí mismo. Dios tiene un propósito y tiene a los llamados, pero algo impide que produzca la simiente: nuestra carne. Entre nosotros muchos han llegado al punto crucial de anular la carne. En el transcurso de los años, nos hemos privado de muchas cosas, pero nuestra carne, nuestra fuerza natural y nuestra capacidad natural quizás permanezcan todavía. Si seguimos usando nuestra carne, no podremos producir a Isaac, ni siquiera podremos concebirlo. Así que nuestra necesidad consiste en ser circuncidados y en poner fin al ego, a la carne. Esto es lo que la Biblia llama circuncisión.
a) El significado de la circuncisión (1) Despojarnos de nuestra carne ¿Cuál es el significado de la circuncisión? Primero consiste en despojarnos de nuestra carne (Col. 2:11, 13a; Dt. 10:16; Jer. 4:4a; Hch. 7:51). Ahora muchos cristianos hablan de vencer el pecado, pero ése no es el punto esencial. El punto central consiste en despojarse de la carne. La carne es la carne pecaminosa. No obstante, en la Biblia la carne contiene mucho más, pues incluye también nuestra fuerza, nuestra capacidad, nuestro poder y nuestro talento naturales. Además, la carne es nuestro hombre natural, el ego, el yo. Por consiguiente, despojarse de la carne significa deshacerse del yo; implica acabar con el yo. Hace muchos años yo procuraba obtener la victoria sobre el pecado, pero tenía un éxito limitado, hasta que comprendí que lo que yo necesitaba no era vencer el pecado sino acabar conmigo mismo.
Empecé a ver que cuando yo estaba acabado, todo andaba bien. Esta es la razón por la cual Pablo dijo que todo aquel que ha muerto queda libre del pecado (Ro. 6:7). Cuanto más intentamos vencer al pecado, más nos enredamos en él y más nos perturba. La mejor manera de vencer el pecado es morir y ser sepultados. Entonces el pecado no tendrá nada que ver con nosotros. Por tanto, en la Biblia lo fundamental no es vencer el pecado, sino ponernos fin a nosotros mismos. El libro de Génesis contiene casi todas las semillas de las verdades bíblicas, pero no contiene la semilla de la victoria sobre el pecado. La forma de afrontar el pecado no es vencerlo sino despojarnos de nosotros mismos, circuncidarnos. Al ser circuncidados y anulados, no tendremos más problema con el pecado. Si usted todavía procura vencer el pecado, eso significa que sigue vivo. Si se pone fin a usted mismo, habrá terminado con el pecado. Por consiguiente, no se trata de eliminar el pecado ni de intentar vencerlo; se trata de acabar con nosotros mismos. Este es el significado negativo de la circuncisión.
(2) Introducirnos en la resurrección El significado positivo de la circuncisión consiste en introducirnos en la resurrección (Col. 2:12). La circuncisión solía hacerse al octavo día (17:12). En tipología, el número ocho representa la resurrección. Esto significa que no podemos tener la circuncisión sin la resurrección. La circuncisión debe hacerse en resurrección, y siempre nos lleva a la resurrección, así como la muerte introduce a la gente en la resurrección. Por una parte, fuimos crucificados juntamente con Cristo y fuimos sepultados con El. Por otra parte, esta crucifixión y esta sepultura nos introducirán en Su resurrección. Cuando llegamos a nuestro fin y somos introducidos en la resurrección, nos convertimos en una nueva persona. Seguimos siendo nosotros mismos, pero ahora somos otra persona porque tenemos otra vida, otra naturaleza y otra constitución. Estamos en resurrección. Sólo podemos entonces cumplir el propósito eterno de Dios cuando estamos en resurrección. En nuestra fuerza natural, no podemos hacer nada que complazca a Dios ni que cumpla Su propósito. Nuestro ego y nuestra fuerza natural deben ser cortados en la circuncisión. Entonces en la resurrección podremos convertirnos en otra persona.
(3) Equivale al bautismo La circuncisión del Antiguo Testamento equivale al bautismo del Nuevo Testamento (Col. 2:11-12). El bautismo y la circuncisión tienen el mismo propósito: anular nuestro ser natural e introducirnos en la resurrección. ¿Por qué somos bautizados después de creer en el Señor Jesús? Porque nos damos cuenta de que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con El y que debemos ser sepultados a fin de ser uno con El en Su resurrección. Por consiguiente, la circuncisión de Abraham tiene el mismo significado que nuestro bautismo. En la circuncisión y el bautismo, se aplica el mismo principio. Abraham fue justificado en Génesis 15, pero fue circuncidado en Génesis 17. Así como el bautismo es la señal de la justificación de Abraham, el bautismo también es la señal de nuestra salvación. ¿Cómo podemos demostrar que fuimos salvos? Al llevar una vida de bautismo, la vida de una persona que ha sido crucificada, sepultada y resucitada. Si vivimos así, todos podrán ver en nosotros la señal de nuestra salvación.
(4) Corresponde al cambio de nombres humanos La circuncisión corresponde al cambio de nombres humanos (17:5-6, 15-16). Como vimos, cambiar el nombre es lo mismo que cambiar a la persona. Cuando se le cambió el nombre a Abraham, su persona también cambió. Le sucedió lo mismo a Jacob. Cuando el nombre de Jacob fue cambiado por Israel, su persona cambió (32:27-28). Este cambio de nombre se cumple solamente por medio de la circuncisión, al ser anulados e introducidos en resurrección. Entonces dejamos de ser personas naturales y venimos a ser personas resucitadas. Ser anulado e introducido en resurrección es el
verdadero cambio de persona. Por consiguiente, la circuncisión corresponde al cambio de nombre. Ahora podemos entender la razón por la cual el cambio de nombre y la circuncisión se revelan en el mismo capítulo. En realidad, ambas cosas forman una sola. El cambio de nombre y la circuncisión significan que nuestro viejo ser es anulado y que somos introducidos en la resurrección para ser otra persona.
b) No exteriormente en la carne, en la letra, sino interiormente en el corazón, en el espíritu Romanos 2:28-29 revela que no es “la circuncisión la que lo es en lo exterior, en la carne”, sino “la del corazón, en espíritu, no en letra”. La circuncisión no es un asunto exterior, sino interior (Fil. 3:3). Sucede lo mismo con el bautismo. El bautismo no debería ser solamente una formalidad, sino una realidad interior. Permítanme contarles una historia que oí hace más de cuarenta años. En América Central, la Iglesia Católica aceptó y bautizó mucha gente que no era salva. Un día, un sacerdote roció la cabeza de un niño y le cambió el nombre por Juan. En aquel tiempo, la Iglesia Católica enseñaba que los viernes no se podía comer carne, sino sólo pescado. Un viernes, este Juan sólo tenía carne. Juan pensaba que iba a hacer con la carne lo que el sacerdote había hecho con él, a saber, rociarla y cambiarle de nombre. Por tanto, él roció la carne y la llamó pescado. Luego cocinó la carne. Mientras la carne hervía, el sacerdote vino. Percibió el olor de la carne hervida y se enojó con Juan y le preguntó qué estaba haciendo. Juan contestó: “No estoy haciendo nada malo. Eso no es carne, es pescado. ¿No recuerda que usted me roció la cabeza y me cambió el nombre por Juan? Seguí su ejemplo y rocié la carne y la llamé pescado”. Este no es el verdadero bautismo ni el verdadero cambio de nombre. El bautismo debe ser una realidad interior en el espíritu, y no una actividad exterior que consiste en rociar agua sobre la cabeza de una persona.
c) La circuncisión de Cristo Colosenses 2:11 menciona la “circuncisión de Cristo”. La verdadera circuncisión se halla en Cristo. La circuncisión de Cristo, igual que el bautismo, significa poner fin a nuestro viejo ser y hacer de nosotros una nueva creación, una nueva persona. En Gálatas 6:15 leemos: “Ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. El libro de Colosenses revela que Cristo es nuestra porción eterna (1:12), nuestra vida (3:4), y nuestra esperanza de gloria (1:27), y que debemos vivir por El como la simiente y andar en El como la tierra (2:6). Si deseamos andar en Cristo, no debemos distraernos con otras cosas. La manera de vivir por Cristo y de andar en El consiste en ser sepultados juntamente con El. Nosotros los que fuimos sepultados juntamente con Cristo fuimos introducidos en Su resurrección, no por nuestro esfuerzo sino por la obra de Dios, la cual lleva a cabo el Espíritu de Dios. Cuando nos demos cuenta de que fuimos terminados juntamente con Cristo, sepultados con El e introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en nosotros honrará nuestro entendimiento con Su operación, nos ministrará las riquezas de Cristo y hará que permanezcamos en resurrección. Esto no es simplemente cuestión de enseñanza; es la operación que Dios efectúa; es el ejercicio del Espíritu viviente dentro de nosotros. Esta es la circuncisión de Cristo. Colosenses 3:9-10 nos dice que nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos revestido del nuevo. Este es el verdadero cambio de nombre, el verdadero significado de la circuncisión, y la experiencia auténtica del bautismo. Circuncidar la carne significa despojarse del viejo hombre y revestirse del nuevo. Entonces, como nuevo hombre, tendremos la simiente que cumple el propósito de Dios. Además, cuando estamos en el nuevo hombre, estamos en la tierra, la iglesia. Esto es un asunto de experimentar a Cristo. Cuando veamos que fuimos crucificados juntamente con Cristo e introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en nosotros honrará esta comprensión y operará dentro de nosotros para que nos despojemos del viejo hombre y seamos revestidos del nuevo. De esta manera, Dios obtiene la simiente y la tierra para cumplir Su propósito eterno.
d) No yo, sino Cristo En Gálatas 2:20 leemos: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. El verdadero cambio de nombre es el cambio del yo por Cristo. Este es el significado de la circuncisión y del bautismo. La circuncisión de Cristo lleva a cabo una sola cosa: cambia al yo por Cristo. Entonces ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.
e) No yo, sino la gracia de Dios Finalmente el “no yo sino Cristo” se convierte en “no yo, sino la gracia de Dios” (1 Co. 15:10). El apóstol Pablo dijo que él laboraba más que los otros apóstoles, pero no él, sino la gracia de Dios. ¿Qué es la gracia? Como ya vimos, la gracia es Dios mismo que viene a nosotros para ser nuestro todo. En Génesis 18:10 y 14 encontramos algo muy extraño: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo”. ¿Qué significa eso? Dios no tenía ninguna necesidad de venir para que Sara tuviese un hijo. Si fuésemos Abraham, probablemente habríamos dicho: “Señor, Tú no necesitas hacer todo eso. Puedes quedarte en los cielos y simplemente decir una palabra, y Sara tendrá un hijo”. Sin embargo, el Señor dijo que el nacimiento de Isaac sería Su venida, Su llegada. Parece que la visitación de Dios estaba muy ligada al nacimiento de Isaac. Dios parecía decir: “El nacimiento de Isaac será Mi llegada. Isaac no provendrá de ti, sino de Mi venida. Cuando Yo vuelva a ti, Sara tendrá un hijo. Mi venida será el nacimiento de Isaac”. No estoy diciendo que Isaac sea Dios ni que Dios sea Isaac, sino que aparentemente el regreso de Dios equivalía casi al nacimiento de Isaac. Isaac fue una persona fuera de lo común. El era un ser humano, pero su nacimiento fue el resultado de una visitación divina. ¿Qué fue esa visitación divina? Fue la gracia. Por consiguiente, Abraham y Sara podían decir: “No yo, sino la gracia de Dios”. Dios llamó el tiempo del nacimiento de Isaac el tiempo de la vida. Esta cita fue hecha en 17:21 donde Dios dijo: “Mas Yo estableceré Mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene”. Dios llamó esta cita el tiempo de la vida, diciendo que según el tiempo de la vida El regresaría y Sara tendría un hijo. Esto es muy significativo. Todo lo que hacemos debe corresponder al tiempo de la vida y a la visitación de Dios. La simiente que producimos debe ser la venida del Señor en Su visitación de gracia. Esta visitación de gracia es el nacimiento de Isaac. Esto demuestra que sólo el Cristo que Dios ha forjado en nuestro ser puede ser la simiente que posee la tierra y que cumple el propósito de Dios. Eso es todo un asunto de gracia. Ya no soy yo, sino Cristo. No soy yo, sino la gracia de Dios. Alabado sea el Señor porque Cristo y la gracia de Dios se han forjado en nosotros a fin de obtener la simiente y poseer la tierra. Tenemos a Cristo como nuestra simiente y la vida de iglesia como nuestra tierra. Ese es el resultado de la circuncisión.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA VIVIR EN COMUNION CON DIOS: LA COMUNION CON DIOS EN EL NIVEL HUMANO En este mensaje llegamos a Génesis 18, que contiene un relato íntimo de la experiencia que tuvo Abraham con Dios. Si consideramos la perspectiva general de la experiencia de Abraham con Dios en los capítulos del once al veinticuatro, veremos que su experiencia se divide en cuatro secciones principales. Primero, mientras Abraham vivía en la tierra demoníaca de Caldea, fue llamado por Dios. De repente, recibió una sorpresiva aparición del Dios de gloria (Hch. 7:2). Este fue el comienzo de su experiencia con Dios. Segundo, en los capítulos del doce al catorce, Abraham experimentó lo que es vivir por fe en Dios en lo relacionado con la subsistencia. Dios lo había llamado a cumplir Su propósito eterno, pero como ser humano él todavía necesitaba alimento, albergue y todo lo necesario para sobrevivir. El era extranjero en una nueva tierra, y no tenía nada suyo. Por consiguiente, Dios lo adiestró y le enseñó a ejercitar la fe que El mismo le había infundido a fin de que confiase en El en lo relativo a la subsistencia. Después, en los capítulos del quince al diecisiete, o sea, en la tercera sección, Dios lo adiestró en conocer la gracia necesaria para cumplir Su propósito. Allí Abraham aprendió a no hacer nada por su propio esfuerzo ni por su propia cuenta, sino a hacer todo por Dios y con El. Dios lo necesitaba a él, pero no necesitaba nada que proviniese de él. Dios repudió completamente todo lo que Abraham tenía, lo que era y lo que podía hacer. Esperó por lo menos quince años para adiestrar a Abraham en este asunto. Durante trece años, Dios no se le volvió a aparecer porque él no había obrado correctamente. Abraham fue adiestrado y disciplinado, y recibió el favor de Dios, pero no anduvo en la presencia de Dios. Por el contrario, anduvo en la presencia de su esposa, quien le sugirió que usara su carne para producir descendencia a fin de cumplir el propósito de Dios. Abraham esperaba que Ismael, su simiente, cumpliese el propósito de Dios. Sin embargo, Dios parecía decirle: “¡No! No apruebo lo de Ismael. El es el resultado de tu esfuerzo, el producto de tu obra. Lo rechazo y no debes conservarlo. Abram, debes aprender que tu labor no significa nada para Mí. Te necesito solamente a ti, y no tu capacidad ni tu fuerza. No necesito tu Lot, tu Eliezer, tu Agar, ni nada que provenga de ti. Debes andar delante de Mí, sin hacer nada con tu esfuerzo propio ni hacer nada por tu propia cuenta. Debes ser alimentado y abastecido por la suministración de Mi ubre divina. Entonces podrás producir algo no solamente para Mí sino también procedente de Mí. Yo acepto y apruebo solamente lo que proviene de Mí mismo. No produciré a Isaac sin ti. Produciré a Isaac por medio de ti, pero no procedente de ti. Tú eres el canal, mas no la fuente. Cada vez que te consideras la fuente, me ofendes. Yo soy la fuente única que todo lo provee. Me has conocido como el Dios Altísimo, el dueño de los cielos y de la tierra. Ahora debes conocerme como El-Shaddai, como el Todopoderoso provisto de una ubre y que todo lo provee. Quédate debajo de Mi ubre y recibe constantemente el suministro y la nutrición por Mi infinita provisión. Esta es la manera de andar delante de Mí”. Abraham aprendió a conocer la gracia para cumplir el propósito de Dios, y Dios cambió su nombre y su naturaleza, pues cambió la constitución misma de Abraham al circuncidarle. Abram llegó a su fin y Abraham empezó a existir. Esta es la tercera sección importante de la experiencia que Abraham tuvo de Dios.
d. Vivir en comunión con Dios 1) La comunión con Dios en el nivel humano Inmediatamente después de esto, Abraham entró en una sección gloriosa: una vida en comunión con Dios (18:1—24:67). El había sido llamado, había aprendido a vivir por fe en Dios en lo relacionado con su subsistencia, y había llegado a conocer la gracia, necesaria para cumplir el propósito de Dios. Ahora él estaba en una comunión permanente con Dios. La cuarta sección de su experiencia se halla en los capítulos del dieciocho al veinticuatro. Todo lo que revelan estos siete capítulos constituye un aspecto de la comunión íntima que Abraham tenía con Dios. En la primera sección de la experiencia de Abraham, Dios se le había aparecido a él como el Dios de gloria. En la segunda sección, se reveló como el Dios Altísimo, el dueño de los cielos y de la tierra. En la tercera sección, vino a Abraham como El-Shaddai, como el Todopoderoso que lo suministra todo y que está provisto de una ubre. En la cuarta sección, Dios vino de una manera muy distinta: como un hombre mortal. Mientras Abraham estaba sentado en la entrada de su tienda en el calor del día, vio tres hombres que se acercaban a él (vs. 1-2). En hebreo, la palabra traducida “hombres” en el versículo 2 significa hombres mortales, seres humanos. Dios se apareció a Abraham en esa forma. Al principio, Abraham no se dio cuenta de que uno de estos hombres era el Señor Jehová ni de que los otros dos eran ángeles. Entre estas formas en que Dios apareció: el Dios de gloria, el Dios Altísimo, El-Shaddai y un simple mortal, ¿cuál prefiere usted? ¿Prefiere que Dios se le aparezca como el Dios de gloria? En tal caso, usted se asustaría. ¿Quisiera usted que se le presentara como el Dios Altísimo? Si el presidente de los Estados Unidos se me presentara y me dijera: “Soy el altísimo presidente de los Estados Unidos y vengo a visitar a este pequeño hombre”, yo me sentiría incómodo. No obstante, si se me presentara como un hombre igual a mí, yo diría: “¿Cómo está usted? Por favor, venga, descanse y alégrese”. Si él viniese de esta manera, y revelara más tarde que él es el presidente de los Estados Unidos, yo podría pasar un buen rato con él. Entre estas cuatro maneras en que Dios aparece, prefiero que El venga a mí en forma de hombre mortal, y no en Su gloria divina, en Su posición elevada, ni en Su plena suministración. Todos debemos experimentar a nuestro Dios hasta ese punto. Al principio de nuestra experiencia, lo percibimos como el Dios de gloria. Sin embargo, cuanto más lo experimentamos, más vemos que El viene en forma humana, igual a nosotros. Si Dios no se hubiera presentado a Abraham con forma humana, ¿cómo podía Abraham ser llamado Su amigo? Génesis 18 revela que Abraham y Dios hablaron como amigos. Abraham le dijo: “Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo. Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol” (vs. 3-4). Abraham preparó el agua para que Dios se lavara los pies, y Dios descansó debajo de un árbol frente a la tienda de Abraham. Son muy pocos los cristianos que concebirían que Dios pudiera venir en forma de hombre mortal, descansar a la sombra de un árbol, y lavar Sus pies con el agua que le trajo un hombre. ¿Qué cree usted que es más agradable, que Dios se siente sobre Su trono y ordene que nos inclinemos ante El y lo adoremos, o que se siente debajo de un árbol y se lave los pies? Antes de que los pies del Señor Jesús fuesen lavados por las lágrimas de una mujer en la casa de Simón (Lc. 7:38, 44), los pies de Dios fueron lavados frente a la tienda de Abraham. Mientras Jesús estaba en la casa de Simón y le lavaban los pies y lo ungían, los sacerdotes judíos adoraban a Dios en el templo. ¿Dónde estaba Dios en aquel momento, en el templo de Jerusalén o en la casa de Simón? Del mismo modo, ¿dónde estaba Dios en Génesis 18, sentado en Su trono esperando que Abraham lo adorara, o lavándose los pies debajo de un árbol en frente de la tienda de Abraham? ¡Cuán maravilloso es el hecho de que El haya venido en forma de hombre mortal y se haya lavado los pies frente a la tienda de Abraham! ¿Dónde está el Dios que usted experimenta? ¿Está sentado sobre un trono en los cielos o lavándose los pies junto a la tienda de usted? ¿Prefiere usted que su Dios esté sentado en el trono, esperando
que usted le diga: “Santo, santo, santo”, o prefiere que esté sentado a la entrada de su tienda? Dios se presentó a Abraham al nivel de éste y con forma humana. Por haber venido de esta manera, El y Abraham podían ser amigos. Este capítulo no presenta ninguna adoración religiosa ni ningún temor; sólo contiene una dulce intimidad. ¡Cuán maravilloso! ¿Quién es su Dios hoy? ¿Es El solamente el Dios de gloria, el Dios Altísimo y El-Shaddai, o el que tiene la forma de hombre mortal, como usted y yo? No estoy diciendo que Dios se haya hecho un hombre mortal en Génesis 18, pues sólo tenía la forma de hombre mortal. Uno de los tres hombres que aparecieron a Abraham en Génesis 18 era Jehová Dios. El versículo 13 menciona a “Jehová”. ¡Jehová fue el que se presentó a Abraham en forma humana! Cuando leí Génesis 18 hace años, me inquietó. En este capítulo, Abraham ciertamente vio al Señor, pero el Nuevo Testamento dice que ningún hombre ha visto jamás a Dios (Jn. 1:18). Abraham no vio a Dios en Su forma divina, sino en una forma humana. Dios se le apareció como hombre. Pasó lo mismo cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra. La gente no vio a Dios en Su forma divina; ellos vieron a Dios en el hombre Jesús. Primero, Dios se apareció a Abraham en Su gloria divina. Luego vino en Su posición de Altísimo y como El-Shaddai, el Todopoderoso que lo suministra todo y que está provisto de una ubre. Finalmente, El vino en forma de hombre. Abraham no vio la forma de Dios sino la forma humana. El vio tres hombres mortales, y al principio ni siquiera se dio cuenta de que uno de ellos era Jehová. A Dios le gusta aparecérsenos de esta forma. El no viene en forma de Dios sino en forma humana, sin declarar que El es Jehová Dios. Dios habló con Abraham como un hombre habla con otro. Le preguntó a Abraham: “¿Dónde está Sara tu mujer?”. Tal vez eso haya sorprendido a Abraham y haya pensado: “¡Este hombre conoce a mi esposa! ¿Cómo es posible? ¿Acaso no es un desconocido?”. Entonces el Señor dijo: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida...” (v. 10). Abraham pudo haber dicho: “¿Quién eres Tú? Debes de ser el propio El-Shaddai, el que me prometió el nacimiento de Isaac” (17:19, 21). Probablemente Abraham todavía tenía dudas al respecto hasta que Dios dijo: “Sara tu mujer tendrá un hijo”. Sara se rió cuando escuchó aquello. Ningún ser humano habría podido saber que Sara se estaba riendo en silencio, pero el Señor dijo: “¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?” (v. 13). En ese momento, el Señor le reveló claramente a Abraham que El era Jehová Dios al decir. “¿Hay para Dios [Jehová] alguna cosa difícil?”. Cuando Sara lo negó, El dijo: “No es así, sino que te has reído” (v. 15), lo cual indicaba que El era el Dios omnisciente, Aquel que todo lo sabe, aun lo que está en el corazón del hombre. Entonces, Abraham entendió perfectamente que este hombre era Jehová el Todopoderoso, El-Shaddai. Del mismo modo, los discípulos de Jesús llegaron gradualmente a saber que el hombre Jesús era Dios. Todos debemos experimentar a Dios de esta manera. No deberíamos practicar una forma religiosa de reunirnos con Dios, diciendo: “Es hora de ir a adorar a Dios. Debo vestirme, peinarme, y entrar con reverencia en la catedral donde estaré con Dios”. Si hacemos eso, Dios probablemente no se nos aparecerá. Con frecuencia Dios viene a nosotros mientras estamos sentados a la entrada de nuestra tienda. Quizás no estemos listos para adorar a Dios, pero sí podemos decirle a alguien que se acerca a nosotros que se quede. Finalmente nos enteramos de que es Dios. ¿Ha tenido usted esa clase de experiencia? Según la religión, Dios visita a la gente en una catedral o en una capilla. Pero Dios muchas veces nos visita normalmente, de una manera extraordinaria para la religión. Me agrada el Dios que se le apareció a Abraham en forma de hombre mortal a la entrada de su tienda. Muchas hermanas han experimentado que al guisar en su cocina o al lavar la ropa, el Señor se presenta a ellas de una manera muy íntima y humana, y pasan un rato de agradable comunión con el Señor, conversando con El como con un amigo. Muchos hermanos han experimentado lo mismo. Mientras están trabajando o descansando en casa, el Señor se les presenta como un amigo querido, y tienen una conversación íntima con El. Es así como experimentamos al Señor que viene a visitarnos en nuestro nivel humano a fin de que tengamos comunión con El como con un amigo íntimo.
¿En cuál de las cuatro secciones de la experiencia de Abraham se encuentra usted? ¿Experimenta usted a Dios como el Dios de gloria, como el Dios Altísimo, como El-Shaddai, o como Aquel que tiene forma de hombre mortal? ¿Vive usted en comunión íntima con Dios en un nivel humano? ¡Cuán grata es la visita que nos brinda Dios, no con Su gloria divina ni en Su posición elevada sino en forma de hombre mortal!
a) Después de la circuncisión de Abraham La comunión que tuvo Abraham con Dios empezó después de su circuncisión y de llegar al final de sí (17:24-27). El no sólo fue llamado y aprendió a vivir por la fe en Dios en cuanto a su sustento, sino que también había aprendido a rechazar y a renunciar a su fuerza natural y a confiar en Dios en todas las circunstancias para cumplir Su propósito. Después de alcanzar ese nivel, empezó a vivir en comunión con Dios. Ya circuncidado, Dios vino a visitarle, y como persona circuncisa Abraham tuvo una comunión íntima con el Dios que lo visitaba. El no necesitaba acudir a Dios, pues Dios venía a él. La religión siempre exhorta a la gente a acudir a Dios, pero Génesis 18 revela que Dios vino a visitar a Su circuncidado. El circunciso no necesitaba ir a un templo ni a una catedral; su tienda se convirtió en el tabernáculo de Dios, el lugar en el cual Dios se deleitaba al recibir el agua y la comida de Su circunciso. Después de ser circuncidada nuestra carne y terminado nuestro hombre natural, Dios nos visita y le ministramos agua y comida como refrigerio y satisfacción en nuestra íntima comunión con El.
b) Como amigo de Dios Mientras Abraham vivía en comunión con Dios, Dios se consideraba su amigo (Jac. 2:23; Is. 41:8; 2 Cr. 20:7). En este capítulo la conversación entre Abraham y Dios es como la de dos amigos. Esto sucedió en el encinar de Mamre en Hebrón, donde Abraham vivía conforme al beneplácito de Dios (13:18). En hebreo, el nombre Hebrón significa comunión y amistad. Fue en ese lugar de comunión y amistad donde Dios visitó a Abraham como amigo, y donde Abraham le extendió a Dios la bienvenida como amigo, trayéndole agua a fin de que se lavara los pies y se refrescara, y alimentándolo con una comida rica que lo satisficiera. Abraham hizo todo eso en íntima comunión con su Amigo a la entrada de su tienda bajo la sombra de los encinos, y no en la adoración religiosa de “Dios” en una catedral o santuario durante el servicio ofrecido por un “sacerdote” o “ministro”. Cuando Abraham estaba sentado a la entrada de la tienda para refrescarse del calor del día, Dios se le apareció con los dos ángeles. Cuando Abraham los vio acercarse, corrió a extenderles la bienvenida y pedirles que se quedaran con él. Les trajo agua para que se lavaran los pies y les sirvió una rica comida de tres panes de harina de trigo cocidos debajo del rescoldo, con un becerro tierno y bueno, y mantequilla y leche (vs. 4-8). Antiguamente, tres medidas equivalían a un efa. En 1 Samuel 1:24 y Jueces 6:19 vemos que la porción normal de una comida era un efa de flor de harina. Entonces, ¿por qué Génesis 18:6 y Mateo 13:33 mencionan tres medidas y no un efa? Porque tanto en Génesis 18 como en Mateo 13, tres medidas de harina fina representan al Cristo resucitado en Su humanidad. Este Cristo es la flor de harina cocida en panes para servir de comida a Dios y al hombre. Abraham también preparó un becerro tierno. Este becerro, como el becerro engordado que se usó para alimentar al hijo pródigo en Lucas 15:23, también era una figura de Cristo. Además, Abraham sirvió mantequilla y leche a Dios y a los ángeles. Dios bebió de la leche de la buena tierra mucho antes que los hijos de Israel. Los panes, el becerro, la mantequilla y la leche representan las riquezas del Cristo todo-inclusivo que satisfacen a Dios y también al hombre. Aunque la Biblia no dice que Abraham presentó esta comida a Dios como ofrenda, en realidad fue eso lo que hizo. Muchos años después, cuando los hijos de Israel iban a sus fiestas anuales, le ofrecían a Dios el fruto de la buena tierra, presentándole el producto de la vida vegetal y animal. En principio, Abraham hizo lo mismo en Génesis 18. Cuando pasamos un buen rato con Dios, en íntima comunión con El, en ese momento Cristo no sólo nos es suministrado, sino que ofrecemos
este Cristo a Dios, presentándole las riquezas de Cristo para Su deleite. En otras palabras, ofrecemos este Cristo a Dios como tres medidas de flor de harina, como becerro tierno y bueno, y como mantequilla y leche. Le damos gracias al Señor porque hemos experimentado eso en alguna medida. Mientras disfrutamos de una íntima comunión con Dios, no sólo recibimos a Cristo de parte de Dios, sino que también ofrecemos este Cristo a Dios como comida Suya. Ofrecimos a Cristo en Su humanidad resucitada como tres medidas de harina fina; ofrecimos a Cristo como el becerro tierno y bueno; y presentamos todas las riquezas de Cristo a Dios para Su deleite. Muchas veces en la mesa del Señor no he disfrutado al Señor tanto como en las ocasiones en que lo he ofrecido a Dios para Su deleite. Cuando usted recibe personas que le visitan en casa, no espera que ellos lo alimenten a usted. Por el contrario, usted disfruta al alimentarlos. Las hermanas disfrutan especialmente el hecho de servir una comida y de ver que los invitados la consumen. Cuanto más comen los invitados, más felices están las hermanas. Todos debemos tener una comunión muy íntima con Dios para disfrutar a Cristo y ofrecerlo a Dios para Su deleite. La comunión más elevada no se produce cuando disfrutamos mucho a Cristo delante de Dios, sino cuando Dios lo disfruta a El en nosotros más que nosotros mismos. La reunión más elevada y más rica en la iglesia es la reunión en la cual ofrecemos a Cristo a Dios para satisfacción de Dios.
c) Recibe la revelación de Dios Mientras Abraham disfrutaba de una comunión muy placentera con Dios, recibió una revelación proveniente de El acerca del nacimiento de Isaac y de la destrucción de Sodoma. Estas son dos cosas fundamentales sobre las cuales Dios siempre nos hablará. El nacimiento de Isaac está relacionado con Cristo, y la destrucción de Sodoma, con el juicio de Dios sobre el pecado. Isaac debe venir, y Sodoma debe irse. Esto significa que Cristo debe entrar y el pecado debe marcharse. Hoy en día Dios no sólo cumple Su plan para llevar a cabo Su propósito, sino que también juzga el pecado, pues El es el Señor de todos los hombres. Podemos aplicar el mismo principio a cada aspecto de nuestra vida: en nuestra vida matrimonial, en la casa, en la vida personal, en la vida cristiana y en la vida de iglesia. Lo que Dios desea es producir a Cristo por medio de nosotros y eliminar todo lo que sea pecaminoso. El desea producir a Cristo y destruir a “Sodoma” en nuestra vida familiar, en nuestro trabajo y aun en nuestra vida cristiana y nuestra vida de iglesia. Toda la revelación que hemos recibido y que recibiremos de parte de Dios tiene que ver principalmente con estos dos asuntos. Si usted considera su propia experiencia, se dará cuenta de que ése es el caso. Cuando usted recibe una revelación de Dios durante su comunión con El, siempre se relaciona con Cristo, por el lado positivo, y con el pecado, por el lado negativo. En el sentido positivo, vemos más de Cristo y decimos: “He visto algo nuevo de Cristo. ¡Cuánto lamento no haber vivido más por El!”. Esta es la revelación acerca del nacimiento de Isaac, la revelación según la cual Cristo será producido en nuestra vida. No obstante, en el aspecto negativo, vemos nuestros pecados y decimos: “Oh Señor, perdóname. Todavía hay mucho egoísmo, odio y celos dentro de mí. Tengo tantos defectos, tantas deficiencias y tantas cosas pecaminosas. Señor, juzgo todas estas cosas y deseo que sean destruidas”. En principio, esto equivale al juicio de Dios sobre el pecado, y la destrucción del mismo. En nuestra vida cristiana, Cristo debe entrar y “Sodoma” debe ser destruida. Del mismo modo, en la vida de iglesia, Cristo debe aumentar y el pecado debe ser eliminado.
(1) Acerca del nacimiento de Isaac por medio de Sara (a) La promesa confirmada ¿Cómo puede Cristo ser producido? Primero, viene la promesa. La promesa hecha a Abraham acerca del nacimiento de Isaac en 17:19 y 21 fue confirmada en 18:10. No sólo Dios prometió a Abraham que tendría a Isaac por medio de Sara, sino que en toda la Biblia, y particularmente en el Nuevo Testamento, vemos la rica promesa acerca de Cristo. Tenemos la promesa según la cual
Cristo será nuestra vida, nuestro suministro y nuestro todo. ¡Cuántas promesas tenemos en el Nuevo Testamento acerca de Cristo! Todas estas promesas pueden llevarse a cabo por la visitación de Dios, llena de gracia.
(b) En el tiempo de la vida, el tiempo señalado El nacimiento de Isaac se produjo en el tiempo de la vida, en el tiempo señalado (17:21; 18:10, 14). Cristo siempre ha aumentado y aumentará en nosotros y será producido por medio de nosotros en el tiempo de la vida. Debemos tener muchos tiempos más de vida. Me gustaría tener uno cada día. El tiempo de la vida es siempre el tiempo señalado por Dios. Dios hizo la cita, y no Abraham. Sucede lo mismo con nosotros hoy, pues Dios es el que hace las citas, no usted ni yo. Nuestras experiencias pasadas nos ayudarán a entender eso. Cuando Dios viene a visitarnos para producir a Cristo, ese momento es el tiempo señalado, el tiempo de la vida.
(c) Abraham estaba ya casi muerto de vejez y Sara ya no podía concebir El tiempo de la vida para Abraham y Sara era el tiempo en que habían llegado a ser nada. Isaac nació cuando Abraham había envejecido y estaba como muerto y Sara ya no podía tener hijos (vs. 11-13). Del mismo modo, cuando llegamos a ser nada, ése es un buen momento, el tiempo divinamente señalado, para que participemos de más vida.
(d) Una maravillosa obra del Señor En el versículo 14 el Señor dijo: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?”. Todas las experiencias que tenemos de Cristo son maravillosas a nuestros ojos; son una maravillosa obra del Señor. ¿Cómo podía Sara dar a luz a Isaac? Humanamente era imposible. Si eso nos hubiera sucedido, habría sido algo maravilloso para nosotros. Las experiencias cristianas siempre son así porque la vida cristiana es una vida de imposibilidades. ¡Cuán maravilloso es que todo lo imposible llega a ser posible con Cristo! Podemos hacer lo que otros no pueden lograr y podemos ser lo que otros no pueden ser porque Cristo es maravilloso en nuestra experiencia.
(2) Acerca de la destrucción de Sodoma (a) Abraham anduvo con Dios y lo acompañó La segunda revelación que Abraham recibió se relacionaba con la destrucción de Sodoma (vs. 1621). Después de disfrutar de una comunión tan íntima con Abraham, Dios y los dos ángeles quedaron satisfechos, fortalecidos y reconfortados. El versículo 16 dice que entonces “los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos acompañándolos”. Abraham recorrió cierta distancia con ellos y les acompañó para orientarlos y despedirlos. En muchas ocasiones, cuando tenemos huéspedes, los acompañamos hasta su automóvil después de la visita, y nos despedimos de ellos. Al acompañar Abraham a sus visitantes, era como si se despidiera de un amigo.
(b) Dios no le escondió a Abraham Su intención Mientras Abraham acompañaba a Dios, “Jehová dijo: ¿encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (v. 17). Dios no podía esconderle a Abraham Su intención; así que le comentó Su intención de juzgar a Sodoma, diciendo: “Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y
más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré” (vs. 20-21). El corazón de Dios estaba preocupado por Lot, pero no podía hacer nada por él sin un intercesor. Como lo veremos en el mensaje siguiente, aquí Dios busca un intercesor. Dios no mencionó el nombre de Lot, pero sabía en Su corazón que Abraham entendía lo que El se proponía. Dios y Abraham hablaban de una manera misteriosa, sin que ninguno de ellos mencionara el nombre de Lot. Los de afuera no entendían lo que querían decir, pero ellos sí.
d) Permanece en la presencia de Dios En el versículo 22 leemos: “Y se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba aún delante de Jehová”. Cuando los dos ángeles se fueron, Abraham no se despidió de Jehová. ¡No! El permaneció delante de Jehová. Como veremos, el hecho de permanecer delante de Jehová tenía un propósito: la intercesión. En Génesis 18 veremos que Abraham, un hombre circuncidado, tenía paz con Dios. Aunque Abraham no esperaba esta visitación, Dios se le apareció en forma de hombre mortal, y conversó con él como con un amigo. No había nada religioso en esta íntima comunión. En esa comunión, Abraham recibió revelación de Dios de algo positivo, que fue el nacimiento de Isaac, y de algo negativo, a saber, la destrucción de Sodoma. Luego, después de que los ángeles se fueron con rumbo a Sodoma, Abraham permaneció en la presencia de Dios. Dios encontró un hombre al cual podía encomendar lo que tenía en Su corazón, un hombre que respondía a la intención de Su corazón y servía de eco al deseo de Su corazón. En este capítulo vemos que la experiencia más grata y más íntima de Dios es como la que tenemos con nuestro amigo más íntimo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA Y UNO VIVIR EN COMUNION CON DIOS: UNA INTERCESION GLORIOSA 2) Una intercesión gloriosa En este mensaje llegamos a otra semilla de la revelación divina sembrada en el libro de Génesis: la semilla de la intercesión. Los primeros diecisiete capítulos de Génesis no relatan ninguna intercesión. Podemos suponer que Melquisedec intercedió por Abraham entre bastidores, pero de ello no existe ninguna constancia escrita. La primera mención explícita de intercesión en la Biblia se encuentra en Génesis 18, donde Abraham fue el primer intercesor. Este relato de intercesión no presenta una semilla simple, pues está bastante desarrollada. En Génesis 18 no tenemos una simple historia de intercesión sino una revelación clara de los principios fundamentales de la intercesión. La intercesión representa algo muy importante en la Biblia. Sin ella, la economía de Dios no puede llevarse a cabo. Ahora el ministerio excelente de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote real y divino es un ministerio de intercesión. En Romanos 8:34 y Hebreos 7:25 se nos explica que Cristo intercede por nosotros. La intercesión es tan importante que debemos dedicarle un mensaje completo, en el que abarcaremos primordialmente sus principios fundamentales.
a) Conforme a la revelación de Dios El primer principio de la intercesión es que debe concordar con la revelación de Dios (18:17, 2021). La única intercesión útil a los ojos de Dios es la que concuerda con Su revelación. Esto significa que la intercesión apropiada no es iniciada por nosotros sino por Dios en Su revelación. Génesis 18 lo describe claramente. Abraham no se levantó una mañana preocupado por Lot ni postrándose a orar por él al que está sentado en el trono celestial. ¡No! Mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda para refrescarse del calor del día, Dios se le presentó en forma de hombre mortal. Dios no se presentó a Abraham en Su gloria majestuosa; por eso, al principio Abraham no se dio cuenta de que Jehová Dios lo estaba visitando. Finalmente, Abraham entendió que Aquel era Dios mismo. No obstante, Abraham no se atemorizó; estaba en paz, conversando con Dios como hablaría con un amigo íntimo. Esta conversación debe de haber durado varias horas, pues se necesita tiempo para preparar la comida e ingerirla. Cuando Dios y los dos ángeles estaban a punto de marcharse, Abraham no se despidió de ellos, sino que los acompañó, recorriendo probablemente cierta distancia con ellos. Aquí vemos que nuestro Dios no es solamente un Dios de amor sino también un Dios que pone a prueba. El nos ama y lo sabe todo, pero a menudo nos prueba. El conoce nuestro corazón, la parte más profunda de nuestro ser, pero a menudo no dice nada. Al ponernos a prueba, hace aflorar lo que hay dentro de nosotros. ¿Cuál era el propósito de Dios al presentarse a Abraham en Génesis 18? Indudablemente no vino para comer, y tampoco para confirmar Su promesa acerca del hijo que Sara había de dar a luz. Dios se presentó a Abraham porque buscaba un intercesor. En Su trono celestial, Dios había decidido ejecutar Su juicio sobre la impía ciudad de Sodoma. Sin embargo, no podía olvidar que Lot, uno de los Suyos, se hallaba allí. Lot ni siquiera se daba cuenta de que debía ser rescatado de Sodoma. ¿Qué podía hacer Dios? Tenía que encontrar a alguien que intercediera por Lot. Dios sabía que no había nadie en la tierra que se preocupara tanto por Lot y que estuviese entregado tan enteramente a El como lo estaba Abraham. Por consiguiente, Dios se presentó a Abraham en busca de un intercesor. Sin un intercesor que rogara por Su pueblo, Dios no podía hacer nada. Dios tiene Sus principios divinos. Uno de ellos es que sin intercesión El no puede salvar a nadie. La salvación de cada cristiano se ha llevado a cabo por medio de la intercesión. Dios no se quedó en Su trono en los cielos esperando que se produjera esa intercesión, sino que descendió y visitó a Abraham en forma de hombre mortal para que Abraham pudiera hablar fácilmente con El e intercediera por Lot. En Génesis 18 Abraham no oró a Dios ni invocó Su nombre, sino que conversó con El como lo haría con un amigo íntimo. Por consiguiente, en ese capítulo, Dios visitó a Abraham con el fin de que éste sintiera la carga de interceder por Lot según el deseo de Dios. Dios permaneció a la entrada de la tienda de Abraham durante varias horas, habló mucho con él, pero no pronunció ni una sola palabra acerca de Su propósito de obtener un intercesor. Muchas veces nosotros actuamos así. Es posible que usted quiera que un hermano haga algo por usted. Si usted es sabio, no se presentará a él a pedirle en seguida que haga lo que usted desea. Primero determinará el humor en el cual se encuentra, hablando con él de varios asuntos. Al final de su visita, cuando el hermano está a punto de despedirse, usted se abre a él y le habla de lo que deseaba. Pero si él no se queda y le dice: “Nos vemos en la reunión esta noche”, usted entenderá que su corazón está demasiado frío y que no está interesado en hacer lo que usted desea. No obstante, si él dice: “quisiera quedarme un rato más contigo”, entonces usted sabrá que se puede abrir a él. Cuando Dios se presentó a Abraham, éste le extendió la bienvenida, le trajo agua y le sirvió una buena comida. Dios habló a Abraham durante la preparación de la comida y en la comida misma, pero no le reveló el propósito de Su visita. Sólo le reveló Su intención cuando se levantó y salía de la tienda de Abraham y éste le acompañaba a El y a los dos ángeles en su camino. Mientras Abraham caminaba con ellos, el Señor dijo: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (18:17). Dios no podía encubrir Su intención a Abraham, Su querido amigo a quien había llamado. Mientras Abraham permanecía en la presencia de Dios, e incluso después de la partida de los dos ángeles hacia Sodoma, cuando quedó Abraham delante de Dios (18:22), éste se abrió a él. Dios no
se abrió directamente a Abraham sino que dejaba implícito lo que quería. Dios no dijo: “Abraham, pronto destruiré a Sodoma. Lot está allí, y estoy muy preocupado por él. He venido a pedirte que intercedas por él”. Dios no habló de manera tan directa, sino que le dijo: “Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré” (18:20-21). Dios no pronunció una sola palabra acerca de Lot, pero al hablar de Sodoma, lo hacía por causa de Lot. Estos dos amigos hablaban de Lot, pero ningún de ellos mencionó jamás su nombre. Se refirieron a él de una manera misteriosa, con sobrentendidos. Abraham conocía la preocupación de Dios por Lot, e intercedió por Lot sin mencionar su nombre. Y Dios conocía la intención de Abraham así como éste conocía la Suya. No piensen que la revelación de Dios con respecto a la intercesión viene repentinamente, de manera milagrosa, al estilo “pentecostal”. Si queremos recibir una revelación del corazón de Dios, debemos pasar por un proceso largo. Debemos salir de Ur de Caldea y pasar por muchos lugares hasta llegar a la entrada de la tienda en el encinar de Mamre en Hebrón. Primero Dios llamó a Abraham al aparecérsele como el Dios de gloria. En ese entonces, Abraham no estaba preparado ni calificado para recibir una revelación del corazón de Dios. El no estaba en íntima comunión con Dios. Incluso después de matar a Quedorlaomer y a los demás reyes, no estaba listo para conversar con Dios de una manera íntima. En los capítulos quince y dieciséis vemos que Abraham era un hombre que buscaba a Dios y lo amaba, pero todavía era demasiado carnal. En el capítulo diecisiete fue circuncidado y aniquilado, su nombre fue cambiado de Abram a Abraham, y vino a ser otra persona. Luego, en el capítulo dieciocho, Dios se le presentó en el encinar de Mamre en Hebrón, no como el Dios de gloria ni como el Dios Altísimo, el creador de los cielos y de la tierra, ni como El-Shaddai, sino como un hombre mortal que vino para disfrutar de una comida con Su amigo íntimo. En esa ocasión, Dios encontró a un hombre que concordaba con Su corazón. La intercesión gloriosa que Abraham presentó delante de Dios en Génesis 18 no fue la oración que un hombre en la tierra dirige al Dios de los cielos, sino una conversación humana entre dos amigos. Dios bajó de los cielos, se despojó a Sí mismo, y se vistió de la forma de un hombre mortal, y así conversó con Abraham. Finalmente, le indicó a Abraham que El era el Dios todopoderoso; aun así, siguieron conversando como dos amigos. En esta condición, Abraham estaba preparado y calificado para recibir una revelación del deseo que había en el corazón de Dios. La intercesión es una conversación íntima con Dios basada en la revelación del deseo que hay en Su corazón. Este es el primer principio de la intercesión. Dios debe preparar al hombre que ha de recibir la revelación del deseo que tiene en Su corazón. Las personas que pertenecen a Dios se cuentan por millones, pero son muy pocas las que han sido preparadas, disciplinadas, adiestradas, circuncidadas y aniquiladas. Aunque nosotros no nos parezcamos a Abraham, de vez en cuando hemos tenido experiencias similares. Estábamos dispuestos a renunciar a nosotros mismos y a rechazar nuestra carne. Entonces, tuvimos la sorpresa de ver a Dios venir a nosotros como un amigo humano. No oramos a El ni invocamos Su nombre, sino que conversamos con El como hablaríamos con un amigo íntimo. Debemos pasar por un largo proceso a fin de cumplir el primer principio fundamental de la intercesión: ser conformados a una revelación íntima del deseo que Dios tiene en Su corazón. Debemos ser disciplinados, circuncidados y aniquilados. Entonces estaremos listos para tener una íntima comunión con Dios. Dios se nos presentará en un nivel humano, y no en un nivel divino, así como lo hizo con Abraham. Suponga que Dios viene a usted de esta manera hoy en día y que usted le sirve una comida y conversa con El cara a cara. ¡Qué maravilloso es conversar con Dios de esta manera! Cuando tenemos comunión con Dios así, no sentimos que estemos hablando con el Dios todopoderoso y majestuoso, sino con otro ser humano. Este es el significado de la intercesión que concuerda con la revelación de Dios. Esta intercesión siempre es íntima, misteriosa y con sobrentendidos.
b) Aparentemente intercedía por Sodoma, pero en realidad lo hacía por Lot Cuando Dios reveló a Abraham lo que tenía en Su corazón, Abraham entendió inmediatamente lo que Dios quería decir. Aparentemente, Abraham intercedía por Sodoma, pero en realidad intercedía por Lot. “Se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío?” (18:23). Queda implícito que se alude a Lot. Abraham parecía decir: “Señor, ¿acaso no sabes que en Sodoma, la ciudad impía que estás a punto de destruir, vive una persona justa? Es posible que haya allí otros justos además de él. ¿Vas a destruir al justo con el impío?”. Dios no le mencionó el nombre de Lot a Abraham, pero entendió. Del mismo modo, Abraham no le mencionó a Lot, pero Dios sabía a qué se refería Abraham. Hablaron entre ellos de una manera misteriosa. Ningún extraño habría sabido de qué hablaban, pero se entendían entre ellos porque eran amigos íntimos. ¿Cómo podemos demostrar que en realidad Abraham intercedía por Lot? Lo comprobamos en 19:29, donde dice: “Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba”. El versículo no dice que Dios se acordó de Lot, sino que se acordó de Abraham. Nos explica claramente que Dios respondió a la intercesión de Abraham al rescatar de Sodoma a Lot. Por consiguiente, en el capítulo dieciocho, Abraham no intercede en realidad por la ciudad de Sodoma sino por Lot. En principio, la intercesión de Abraham por Lot es similar a la intercesión que se lleva a cabo en la iglesia neotestamentaria. En los días de Abraham, el pueblo de Dios se componía de dos familias: la familia de Abraham y la de Lot. Una parte del pueblo de Dios, la familia de Lot, se había trasladado a la ciudad impía de Sodoma. Del mismo modo, algunas personas de la iglesia se han trasladado al mundo. Así como Abraham intercedía por esa parte del pueblo de Dios que se había trasladado a Sodoma, nosotros también debemos interceder por los hermanos y hermanas que se han ido al mundo. La intercesión de Abraham fue la primera que tiene algún parecido con la intercesión que prevalece en la vida de iglesia.
c) Conforme al corazón de Dios Toda intercesión adecuada concuerda con la revelación que sale del corazón de Dios; por eso, debe estar en conformidad con el corazón de Dios. La intercesión no corresponde a la palabra de Dios. Como lo dijimos antes, Dios no mencionó el nombre de Lot, pero Abraham entendió lo que había en el corazón de Dios. Abraham no intercedió según la palabra explícita de Dios, sino conforme a la intención interior del corazón de Dios. La intercesión apropiada siempre debe tocar el corazón de Dios. Mientras Abraham intercedía, Dios estaba contento y podía decir dentro de Sí: “¡Qué bueno es encontrar en la tierra un hombre que conoce Mi corazón!”. Repito que la intercesión apropiada siempre debe ser iniciada por la visitación de Dios en el nivel humano. Cada vez que sintamos profundamente que Dios ha venido a nosotros al nivel humano, entenderemos que éste es el momento en que Dios iniciará una intercesión que nosotros debemos llevar a cabo. Por esta razón, debemos aprender a permanecer en la presencia de Dios. Si El se dispone a retirarse, nosotros debemos permanecer en Su presencia y decirle: “Señor, no quiero perder Tu presencia. Deseo permanecer aquí contigo”. Al permanecer usted en la presencia de Dios, El abrirá Su corazón y le manifestará Su deseo. Ya vimos que Abraham no se despidió del Señor repentinamente sino que recorrió cierta distancia con El. Esto revela que, en cierto sentido, Dios es muy humano. Si permanecemos en Su presencia, El será muy humano y no nos dejará. Se quedará con nosotros, porque nosotros permanecemos con El. Frecuentemente he experimentado esto. No me separo de la presencia de Dios, y El tampoco se aleja de mí. Como resultado, El me abre Su corazón y se produce la intercesión apropiada. La intercesión no es una simple oración, sino una conversación íntima. En este capítulo, Abraham no estaba orando, sino hablando con su Amigo íntimo en un nivel humano, y diciendo: “¿Destruirás
también al justo con el inicuo?”. Abraham parecía decirle a Dios: “¿Es así como obras? Permíteme recordarte que no deberías actuar de esa manera. Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad. ¿No preservarías a los cincuenta justos que están allí?”. Esto era una conversación. Entonces Abraham añadió: “Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra ¿no ha de hacer lo que es justo?” (18:25). Este fue un gran desafío para el Señor. ¿Ha hecho usted un desafío semejante al conversar con Dios? Son muy pocos los que han hecho eso. Sin embargo, cuando usted ha entrado en una comunión íntima con Dios al nivel humano y conoce el deseo de Su corazón, puede desafiarlo, diciendo: “Señor, ¿es así como Tú obras?”. Esto no es ni orar ni rogar, sino desafiar a Dios en una conversación muy amigable. El Señor le contestó a Abraham: “Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos” (18:26). La intercesión tiene un principio fundamental: es una conversación que desafía, y no una oración ni una súplica. Dios desea que lo desafiemos. Cuando Abraham desafió a Dios, El quizás haya dicho: “He encontrado a un hombre en la tierra que conoce Mi corazón de una manera tal que no ora, ni suplica, ni ruega, sino que me desafía. Debo hacer lo que dice Mi querido amigo, porque me ha desafiado. Ahora no estoy tan preocupado por Lot como lo estoy por Mí mismo”. ¿Ha experimentado usted alguna vez esa clase de intercesión en la cual habla con Dios a modo de desafío, y dice: “Señor, ¿es así como Tú procedes? ¿No hará justicia el Juez de toda la tierra? ¿Has de matar a los justos con los impíos? ¡Indudablemente Tú no harás tal cosa!”. Esta es la verdadera intercesión. En los versículos del 27 al 32 vemos que Abraham siguió conversando con Dios acerca del número de justos necesarios para perdonar la ciudad. Después de que el Señor hubo dicho: “Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos”, Abraham preguntó si El destruiría la ciudad si hubiera cinco justos menos. El Señor contestó: “No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco”. El Señor fue el que habló del número cuarenta y cinco, y no Abraham. El Señor parecía decir: “El número cuarenta y cinco es bueno, pero no puedo encontrar a tantos justos allí”. Entonces Abraham preguntó si sólo hallaba cuarenta justos, y el Señor contestó: “No lo haré por amor a los cuarenta”. Cuando Abraham sugirió que fuesen treinta, el Señor contestó que preservaría a Sodoma si hallaba allí treinta justos. Entonces, por el lado de Abraham, se redujo el número a veinte. Una vez más, el Señor dijo que no destruiría la ciudad por amor a los veinte. Finalmente, Abraham llegó al número más bajo cuando hizo su sexta propuesta, y pidió al Señor que perdonara a la ciudad si hallaba diez justos allí. Dios contestó que El no destruiría la ciudad por amor a los diez. Abraham presentó seis sugerencias al Señor, reduciendo el número de cincuenta a diez. Después de eso, él no sintió la carga de hacer una séptima propuesta. Tal vez la presencia de Dios lo indujo a no hacerlo. Cuando Dios dijo a Abraham que El no destruiría la ciudad por amor a los diez justos (18:32), Abraham se desilusionó. Lot tenía su esposa, dos hijas solteras, y algunas hijas casadas y los respectivos yernos. Para Abraham, debía de haber por lo menos diez personas en la familia de Lot, incluyendo a todos sus yernos. Abraham quedó sorprendido y desilusionado al saber que en Sodoma no había ni siquiera diez personas justas.
d) Conforme al proceder justo de Dios El desafío de Abraham a Dios concordaba con el proceder justo de Dios (18:23-25). Abraham dijo al Señor: “Tú eres el Juez de toda la tierra. ¿Harás eso? No es así como Tú actúas con justicia”. La intercesión apropiada no se basa en el amor de Dios ni en Su gracia, sino en Su justicia. El desafío más grande para Dios no consiste en decirle: “Dios, ¿eres Tú un Dios de amor?”. Si decimos eso, Dios podría contestar: “Sí, soy un Dios de amor, pero amar es asunto Mío. Cuando me siento feliz, amo. Pero si no me siento feliz, no amo. ¿Qué hay de malo en eso?”. No tenemos nada que objetar. Deberíamos decirle a Dios: “Dios, ¿no eres el Justo?”. Si desafiamos a Dios conforme a Su justicia, Dios contestará: “Ciertamente soy justo”. El nunca diría: “Si me siento feliz, seré justo, pero en caso contrario, no lo seré”. ¿Qué clase de Dios sería? Debemos desafiar a Dios sobre la base de Su justicia, porque ésta lo compromete mucho más que Su amor y Su gracia. Dios no tiene ninguna
obligación de amar ni de mostrar gracia, pero sí tiene la responsabilidad de ser justo. Nada compromete más firmemente a Dios que Su justicia. Todo buen intercesor sabe que la manera de comprometer a Dios con eficacia consiste en desafiarlo en cuanto a Su justicia. Deberíamos decir: “¿Hará el Juez de toda la tierra semejante cosa?”. Y Dios contestará: “No, puesto que soy justo, nunca haría eso. No obstante, debes presentarme la cantidad suficiente de justos por los cuales perdonar la ciudad. Si me muestras el número de personas que justifica, estaré justificado y seré justo. No destruiré la ciudad”. La debida intercesión nunca ruega a Dios por Su amor, sino que lo desafía conforme a Su justo proceder. Creo que muchos en el recobro del Señor serán introducidos en esa clase de intercesión. Cuando Dios descendió y visitó a Abraham en un nivel humano, buscaba un intercesor. Ahora Dios ha bajado al nivel humano una vez más, no para buscar a un individuo sino a un pueblo corporativo. Creo que dentro de poco habrá un pueblo sobre la tierra exactamente como Abraham, que conocerá el corazón de Dios e intercederá con un desafío en la presencia de Dios. Podemos decirle a Dios: “Señor, ¿no nos has prometido claramente en el Nuevo Testamento que terminarás la buena obra que empezaste?”. Abraham no clamó ni suplicó a Dios que perdonara a Sodoma por amor a Lot, sino que lo desafió. Del mismo modo, no deberíamos llorar ni rogar a Dios sino desafiarlo. El no quiere escuchar nuestro grito; lo que desea es oír nuestra desafiante intercesión.
e) Expresa el deseo de Dios La intercesión de Abraham reflejó al deseo que Dios tenía en Su corazón con respecto a Lot. Mientras él intercedía conforme al corazón de Dios, su intercesión expresaba espontáneamente el deseo de Dios. La intercesión apropiada siempre expresa el deseo de Dios. Este es otro principio de la intercesión. Si nuestra intercesión es iniciada por haber visto la revelación de Dios en nuestra comunión íntima con El, todo lo que le digamos en nuestra intercesión expresará Su deseo, y será el reflejo de Su intención. La verdadera intercesión no consiste en expresar nuestro deseo sino el deseo de Dios. No se trata de buscar algo conforme a nuestra intención sino de buscar el cumplimiento de la intención de Dios.
f) Lleva a cabo la voluntad de Dios La intercesión siempre debe llevar a cabo la voluntad de Dios. Dios deseaba rescatar a Lot, pero sin la intercesión de Abraham, no podía llevar a cabo Su voluntad. La debida intercesión siempre prepara el camino para que se cumpla la voluntad de Dios y proporciona los rieles a la locomotora celestial. Dios deseaba rescatar a Lot de Sodoma, pero tenía que encontrar la manera de hacerlo. Así que visitó a Abraham a fin de que éste intercediera por Lot. Abraham ocupaba un lugar muy especial en el corazón de Dios, y Dios podía abrirle Su corazón. Inmediatamente Abraham reflejó el deseo del corazón de Dios en una intercesión desafiante. Esta intercesión fue la expresión del deseo de Dios y el cumplimiento de dicho deseo. Hoy en día, en la vida de iglesia se necesita urgentemente esta clase de intercesión desafiante. Todos los mensajes que el Señor nos ha dado se relacionan con el cumplimiento de Su voluntad. En este estudio-vida, no nos preocupamos simplemente por la enseñanza bíblica. Nos interesa compartir la palabra actualizada del Señor en Su recobro. Después de leer este mensaje, habrá una respuesta positiva en todo el recobro del Señor cuando muchos santos queridos respondan a la Palabra y entiendan plenamente lo que es la verdadera intercesión. De ahora en adelante, muchos de nosotros ejercitaremos nuestro espíritu para interceder por la iglesia al desafiar a Dios conforme al deseo de Su corazón. Sabemos que el deseo de Su corazón consiste en salvar a Su pueblo de la ciudad impía, en rescatar al Lot actual de la condición de condenación. Si estamos tan cercanos a Dios, al tener una íntima comunión con El, podremos ver Su corazón y reflejar el deseo de Su corazón en una intercesión gloriosa. En el próximo mensaje, veremos que la intercesión de Abraham fue muy eficaz. En Génesis 19:27-29 vemos que Abraham todavía estaba en el corazón de Dios. Abraham se
despertó temprano por la mañana y miró a la ciudad, muy preocupado por Lot. En 19:29 vemos claramente que Dios se acordó de Abraham y “envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba”. Esta eficaz intercesión será cada vez más clara y será practicada entre nosotros en la vida de iglesia.
g) Hasta que Jehová acaba de hablar Este capítulo no concluye con las palabras de Abraham, sino con las palabras de Dios. Dice el versículo 33: “Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar”. Este es el relato de la intercesión de Abraham. Sin embargo no dice que Abraham hubiera acabado de hablar; dice que el Señor acabó de hablar. La debida intercesión siempre está constituida del hablar de Dios. Aparentemente nosotros estamos hablando; en realidad es Dios quien habla en nuestro hablar. Me agrada el versículo que dice que el Señor se fue, luego que acabó de hablar a Abraham. A menudo decimos “Amén” al final de nuestras oraciones. Nuestro amén equivale a una despedida. Puedo testificar que centenares de veces me he despedido del Señor de esta manera antes de que El acabase de hablarme. Oré durante cierto tiempo y luego dije: “Amén”, es decir “Hasta luego”. No obstante, en lo profundo de mi espíritu sentía que el Señor decía: “¿Qué estás haciendo? No he acabado de hablar contigo. ¿Por qué no te quedas unos minutos más?”. Muchos de nosotros hemos tenido esta clase de experiencia. Nuestro amén, nuestro hasta luego, vino demasiado pronto. Debemos permanecer en la presencia de Dios hasta que El termine de hablarnos. Nuestra intercesión debe declarar lo que Dios está diciendo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA Y DOS VIVIR EN COMUNION CON DIOS: UN JUSTO DERROTADO La Biblia es un libro maravilloso. Junto con el relato de Abraham, nos presenta la negativa historia de Lot. Durante mucho tiempo, no entendí por qué la Biblia incluía ese relato negativo. Génesis 19 contiene ciertos versículos que, desde el punto de vista humano, no me gusta comentar. No obstante, la revelación divina del Señor es económica; en ella no se desperdicia ni una sola palabra. Así que, en la Biblia cada palabra reviste una gran importancia. Entonces ¿cuál es el propósito del capítulo diecinueve de Génesis? Amonestarnos mediante un ejemplo. Tengo la carga de que en este mensaje muchos entre nosotros, y particularmente los jóvenes, perciban la amonestación contenida en este ejemplo. Necesitamos ese ejemplo porque la situación actual no es mejor que la de Sodoma. Le damos las gracias al Señor porque Su Palabra nos proporciona una historia positiva, la de Abraham y también una historia negativa, la de Lot. En ninguna parte de la Biblia encontramos un relato tan completo como la historia de la vida de Abraham. Este relato muestra cómo Abraham fue llamado por Dios, cómo respondió a ese llamado, cómo vivió por fe en Dios en lo relativo a su sustento, cómo fue adiestrado para que conociera la gracia a fin de cumplir el propósito de Dios, cómo pasó por pruebas al ser circuncidado, y cómo fue introducido en una comunión íntima con Dios, cooperando con El al nivel humano. Aprecio este relato, pues habla de un hombre caído que fue salvo, transformado e introducido en una comunión maravillosa al nivel humano con el Dios glorioso y santo. Sin embargo, junto con este relato, tenemos la historia de Lot, la cual es un cuadro
oscuro y negativo. En este mensaje, debemos examinar este relato en detalle y tomarlo como advertencia para nosotros mismos y para nuestros hijos y parientes.
3) Un justo derrotado Al leer 2 Pedro 2:6-9, descubrimos que Pedro favorece bastante a Lot. En el versículo 8, Pedro se refirió a él como un “justo” cuya “alma justa” fue oprimida por la conducta licenciosa de los inicuos de Sodoma. En el versículo 9 él describe a Lot como una persona piadosa. Por tanto, según el concepto de Pedro, Lot era justo y también piadoso. Nos puede resultar difícil creer eso porque el relato acerca de Lot en Génesis es muy negativo, pero lo debemos creer porque la Biblia así lo dice. Si usted se empecina en afirmar que Lot no era ni justo ni piadoso, entonces yo le preguntaría si usted lo es. ¿Es usted más justo y piadoso que él? En cierto sentido, Lot fue más justo y piadoso que muchos de nosotros. De todos modos, aunque él era salvo, justo y piadoso, era un justo derrotado.
a) Encarrilado pasivamente en el camino de Dios Al considerar la historia de Lot, vemos que fue encarrilado por otros en el camino de Dios (11:31; 12:5), a saber, su abuelo y su tío. Su abuelo lo llevó de Ur de Caldea a Harán, y se detuvo en medio camino porque el abuelo no quiso seguir adelante. Cuando Dios se llevó al abuelo de Lot, Abraham, el tío, lo tomó consigo de Harán a Canaán. A los ojos de Dios, es bueno que los abuelos y los tíos encausen a sus nietos y sobrinos en el camino de Dios, pero dejarse llevar pasivamente por los demás no es lo ideal. Lot empezó con debilidad. No tuvo un principio activo y positivo en las cosas espirituales. Jóvenes, la pasividad en las cosas santas o en seguir al Señor no es lo ideal. Lot era justo y piadoso, pero fue derrotado porque tuvo un comienzo débil y pasivo. Su principio pasivo fue finalmente la causa de su derrota.
b) Dios nunca se le apareció Lot nunca recibió una aparición de Dios. Al leer los versículos repetidas veces, no pude encontrar ni un solo indicio de que Dios se le hubiese aparecido. Dios y los dos ángeles visitaron a Abraham, pero Lot recibió la visita de dos ángeles solamente. ¿Significa eso que Dios no es justo y que hace acepción de personas? ¡Claro que no! Dios es justo y no hace acepción de personas. El no se le apareció a Lot ni se le reveló, porque Lot era pasivo, no lo buscaba activamente a El, y vivía en una ciudad inicua. Lot no siguió a Dios directamente sino de manera indirecta y no anduvo en el camino de Dios. Lot, a diferencia de Abraham, no tuvo una relación directa con Dios. Dios no hace acepción de personas, pero sí tiene en cuenta el comportamiento y observa si somos activos o pasivos al buscarle. Si usted lo busca, El se le aparecerá. Pero si no lo busca, El no desperdiciará Su tiempo. El hecho de que Dios no se le haya aparecido a Lot no fue cuestión de Dios, sino de Lot. Dios desea aparecérsele a usted, pero ¿está usted buscándole y andando en Su camino? ¿Tiene usted un corazón que busque positiva y activamente a Dios y que ande en Su camino? Si tal es el caso, Dios no le fallará. Sin lugar a dudas, El se le aparecerá a usted.
c) El nunca tomó la iniciativa de seguir el camino de Dios Lot nunca tomó la iniciativa de seguir el camino de Dios. No he podido encontrar ni un solo versículo donde se indique que Lot haya tomado alguna vez la iniciativa en esto. La Biblia revela que el abuelo de Lot lo llevó a Harán, pero no dice que Lot lo haya seguido. Hay una gran diferencia entre las dos cosas. Me preocupan bastante los jóvenes que se encuentran entre nosotros. Muchos de ellos están en la vida de iglesia porque alguien los trajo. No tomaron la iniciativa de entrar en la vida de iglesia. Al considerar los últimos cincuenta años, puedo testificar que aquellos
que tomaron la iniciativa de entrar en la iglesia siguen firmes hoy. Pero los que no tomaron la iniciativa sino que tuvieron que ser encarrilados en el camino de la iglesia han caído gradualmente. Les puedo dar los nombres de centenares de personas con las cuales yo estaba íntimamente relacionado y que recibieron ayuda de mi ministerio, pero que fueron cayendo porque no tuvieron un comienzo sólido, pues no tomaron la iniciativa de seguir al Señor. Lot debió haber dicho a Abraham: “Tío Abraham, seguiré el camino de Dios, sea que tú lo tomes o no. Aunque soy más joven que tú, tomo la iniciativa de seguir a Dios y te pido que me sigas”. Decir eso no es una muestra de orgullo, sino una cualidad; es ser activo.
d) Su relación con Dios era afectada por otros La relación de Lot con Dios era afectada por otros (13:1). Cuando los demás estaban alentados, él estaba alentado; cuando estaban desanimados, él se desanimaba. Lot parecía un pedazo de madera flotante. Cuando su líder espiritual descendió a Egipto, él lo siguió allí. El estaba bajo la influencia de los demás. Cuando Abraham bajó al sur, hacia Egipto y el mundo, Lot debió separarse de él y decirle: “Abraham, si vas hacia abajo, yo iré hacia arriba”. Pero no vemos esa tendencia en la vida de Lot. Me preocupa el hecho de que en la vida de iglesia hoy en día exista esta clase de madera flotante. ¿Se encuentra su relación con Dios bajo la aparición directa de El o bajo la influencia de otros? No piense que Lot se mudó repentinamente a Sodoma. No, aquello se desarrolló gradualmente a partir de un comienzo débil. Si usted, al leer este mensaje, cree que no ha tenido un principio firme, cobre ánimo pues todavía no es demasiado tarde para echar un fundamento firme.
e) Dejó la influencia espiritual de los demás por los bienes materiales Lot abandonó la influencia espiritual de los demás por los bienes materiales (13:5-13). Cuando sólo existía la influencia espiritual, Lot se mantuvo debajo de ella. Pero cuando tuvo que elegir entre la influencia espiritual y los bienes materiales, él escogió éstos. En principio sucede lo mismo hoy en día. El sustento material, es decir, la mundanalidad, constituye una prueba para aquellos que siguen la espiritualidad de otros. Así como Lot, pueden ser justos y escoger el sustento material. La Biblia no indica que en la contienda entre Lot y Abraham en el capítulo trece, Abraham estuviese equivocado. No obstante, creo que Lot se sintió herido en lo más recóndito. Quisiera aprovechar esto para dirigirme a los hermanos que están al frente entre nosotros. El trato entre hermanos es un asunto muy difícil. Abraham no hizo nada malo al tratar a Lot; sin embargo, por haber resuelto el problema de Lot, éste jamás volvió a él. Abraham nunca olvidó a Lot. Cuando se enteró de que Lot fue capturado por Quedorlaomer, peleó contra los reyes y rescató a Lot. Cuando Abraham supo que Dios estaba a punto de destruir a Sodoma, intercedió por Lot. En Génesis 19:27 y 28, Abraham madrugó para mirar hacia Sodoma y Gomorra porque estaba muy preocupado por Lot. Pero Lot, herido en sus sentimientos, no quiso regresar a Abraham, y posiblemente dijo algo así: “No tengo nada que ver contigo. Me sacaste del cautiverio, pero nunca regresaré a ti”. Cuando Lot fue librado de la ciudad de Sodoma, no pensó en la posibilidad de volver a Abraham. Si hubiese regresado, su vida no habría conocido un final tan lamentable. Siento la carga de que los hermanos y hermanas jóvenes sean conscientes del peligro de contender con la generación anterior en el Señor y abandonarla. En mi niñez acostumbraba apartarme de mi madre durante varios días cuando ella me reprendía. Yo estaba equivocado y sabía que ella me había reprendido con amor, pero me negaba a mirarla a la cara simplemente porque ella me había reprendido. Vemos el mismo principio en la vida de iglesia. Aunque algunos santos nos aman, no nos gusta que nos reprendan. He aprendido que el reprender a otros crea enemistad. Hablé con franqueza y en amor a algunos hermanos, pero mi franqueza los ofendió. Quizás ésta haya sido la
razón por la cual Lot no quiso volver a Abraham. En ninguna parte de la Palabra vemos que Lot haya agradecido a Abraham por haberlo librado del cautiverio. Tal vez no quiso olvidarse de sus sentimientos heridos ni humillarse. No deberíamos aferrarnos a esos sentimientos humanos. Nosotros, a diferencia de Lot, debemos humillarnos, estar dispuestos a quedar mal, volver a Abraham y permanecer con él. Cuanto más pronto y con más frecuencia hagamos eso, mejor.
f) Cayó en una situación perversa y pecaminosa delante de Dios Lot cayó en una situación perversa y pecaminosa delante de Dios (13:11-12). Cuando usted abandona la fuente de la influencia espiritual, va automáticamente hacia abajo, nunca hacia arriba. Jamás deseche la influencia espiritual apropiada, pues ella constituye su protección. Si usted la abandona, perderá su protección, y como Lot, irá hacia abajo a Sodoma. Lot sabía que Sodoma era perversa a los ojos de Dios, pero a pesar de eso, fue finalmente a ese lugar maligno y allí se estableció. Ur de Caldea era un lugar de ídolos, Egipto era un lugar donde abundaban las riquezas y placeres mundanos, y Sodoma era una ciudad donde imperaba el pecado. Estos tres lugares forman un perímetro triangular dentro del cual se hallaba la tierra de Canaán. Los que hemos sido llamados por Dios vivimos dentro de este triángulo y debemos tener cuidado si no queremos caer en la ciudad de los ídolos, ni bajar al lugar de placeres mundanos, ni mudarnos a la ciudad de pecado. Lot permaneció lejos de la tierra de los ídolos y del lugar de placeres mundanos, pero se dejó arrastrar, como un trozo de madera flotante, hacia la ciudad de pecado.
g) Fue amonestado providencialmente al ser capturado Lot fue providencialmente amonestado al ser capturado (14:11-12). Dios tuvo misericordia de él, pues no permitió que viviera en paz en Sodoma. Como advertencia y disciplina, Dios provocó la captura de Lot.
h) Fue rescatado por el vencedor del Señor, pero eso no le ayudó a volver al camino de Dios Lot fue rescatado del cautiverio por el vencedor del Señor, pero eso no le ayudó a volver al camino de Dios (14:12-16). Durante mucho tiempo me intrigó el hecho de que Lot no volviese al camino de Dios. Quizás haya sido terco. No se imagine que la gente pasiva es sumisa. Casi todas las personas pasivas son rebeldes. Lot no aprendió la lección ni regresó al camino de Dios.
i) Volvió a vivir en la ciudad inicua que fue condenada por Dios y que había de ser destruida por el juicio de Dios Lot volvió a vivir en la ciudad inicua que Dios había condenado y que había de ser destruida por el juicio de Dios (19:1-13). Lot no fue allí a visitar, sino a establecerse. Cuando los dos ángeles llegaron para ejecutar el juicio de Dios sobre Sodoma, Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad, en contraste con Abraham, quien estaba sentado a la entrada de su tienda. Según la antigua costumbre, todo aquel que se sentaba a la puerta de la ciudad era uno de los ancianos, pues sólo ellos tenían el privilegio de sentarse allí. ¡Lot llegó a ser un líder de Sodoma! Supongamos que el
Señor o Sus ángeles tuviesen que visitarle a usted. ¿Dónde lo encontrarían, sentado a la entrada de su tienda o a la puerta del mundo inicuo? El lugar donde usted esté sentado determina si el Señor se le presentará o no. Los ángeles se negaron a entrar en la casa de Lot (19:2). Compare eso con la visita que el Señor y los ángeles hicieron a Abraham en el capítulo anterior. Cuando Abraham los invitó a quedarse, aceptaron inmediatamente. Pero los dos ángeles no querían entrar en la casa de Lot para posar allí, porque estaba en una ciudad muy inicua. Lot insistió mucho en que se quedasen, y entonces entraron y posaron con él (19:3). Mientras los ángeles permanecían en la casa de Lot, los sodomitas vinieron de todas partes de la ciudad para satisfacer sus lujurias sodomitas (19:4-11). Sodomita significa homosexual. Pablo habla de ellos en Romanos 1:24 y 27. En la actualidad hay muchos sodomitas y se expresan muchas de sus concupiscencias. Los sodomitas parecen carecer de espíritu; son semejantes a animales salvajes. Lot estaba dispuesto a sacrificar hasta sus dos hijas para satisfacer los apetitos de los sodomitas (19:7-9). El jamás debió ceder a eso, ni siquiera bajo amenazas. Esto demuestra que el sentido moral de Lot se había corrompido. Usemos el olor del ajo como ejemplo de esto. Si tuviéramos que comer ajo todo el día, nuestro olfato finalmente quedaría insensibilizado al ajo. Si alguien con un olfato fresco estuviese en medio de personas que han comido ajo, inmediatamente notaría el olor. Lot y sus hijos permanecieron en el cuarto de ajo, la ciudad de Sodoma, durante años, y su sentido moral se estropeó. Lot pensó sacrificar a sus hijas vírgenes para salvar a sus dos huéspedes. ¡Cómo pudo concebir semejante cosa! El era un hombre justo, pero había perdido su sentido moral y su pudor. Los ángeles enfrentaron esta situación de iniquidad al herir a los sodomitas con ceguera (19:11), lo cual indica que todos los hombres de Sodoma eran ciegos y estaban en tinieblas. Todos los sodomitas están ciegos. ¿Cómo podría un hombre ser un sodomita si no estuviese ciego? Esto muestra que el pecado ciega a la gente.
j) Sus hijos se corrompieron Los hijos de Lot se corrompieron al vivir en la ciudad inicua. En Génesis 19:12 lo dicho por los ángeles indica que Lot tal vez haya tenido hijos además de sus hijas. En el capítulo dieciocho, Abraham quizás haya considerado que la familia de Lot se componía de por lo menos diez personas. Los ángeles le dijeron a Lot: “¿Tienes aquí alguno más? Yernos, y tus hijos y tus hijas, y todo lo que tienes en la ciudad, sácalo de este lugar; porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo” (19:12-13). Lot tuvo que decir a sus yernos y a sus hijos que Dios iba a juzgar a esa ciudad. No obstante, cuando Lot les predicó el evangelio, algunos no creyeron la palabra del Señor, y pensaron que no hablaba en serio. El versículo 14 dice: “Salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas, y les dijo: Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad. Mas pareció a sus yernos como que se burlaba”. Otros hijos de Lot no tenían el menor sentido moral (19:30-35). ¡Consideren lo que hicieron sus hijas después de escaparse de la ciudad! Después de escaparse de Sodoma, Lot y sus hijas todavía tenían vino consigo (19:32). En la cueva donde estaban ¿cómo podrían tener vino si no lo hubieran traído consigo? ¡Cuán embotados estaban por la situación pecaminosa de Sodoma! Cuando visité a algunos santos en Las Vegas en 1963, ellos justificaban su estancia en esa ciudad diciendo: “No hay nada malo en que vivamos en esta ciudad de juegos de azar, porque estamos aquí como un testimonio para el Señor”. No discutí con ellos, pero en mi interior pensé: “Si ustedes se quedan aquí algunos años, sus hijos no tendrán ninguna conciencia de la iniquidad que encubren los juegos de azar”. Hoy muchos jóvenes han sido embotados. Fíjense en la manera de vestirse; no tienen ningún sentido de la moral ni les da vergüenza. A menudo cuando estoy en la calle tengo que cerrar los ojos. Las jóvenes que no tienen un sentido del pudor se hallan sin protección. En todo el mundo
el pudor y la moral se han estropeado. Los jóvenes han perdido sus sensibilidad por haber sido criados en un ambiente pecaminoso. No obstante, si entran en la vida de iglesia y permanecen en su ambiente puro durante algunos meses, nunca volverán al mundo pecaminoso. No resistirían su desagradable olor. Vivimos en una era maligna y necesitamos ser protegidos de ella. Nuestra familia e hijos deben ser salvaguardados. Todos debemos escaparnos de Sodoma y cerrar nuestras puertas a su influencia maligna. De no ser así, nuestros descendientes serán corrompidos. ¿Cómo pudieron Lot y sus hijas actuar como lo hicieron después de la destrucción de Sodoma? ¡Porque su sentido moral había caído muy bajo! Si permanecemos en el aire fresco, oleremos inmediatamente la fetidez de la inmoralidad. Pero si no discernimos el hedor, eso significa que nuestro sentido de la moral se ha corrompido.
k) El mismo se salvó a duras penas por medio de la intercesión del vencedor Lot mismo apenas logró ser salvo por la intercesión del vencedor (19:15-25, 29). Aun después de que los ángeles le informaran a Lot que Sodoma iba a ser destruida, él permaneció allí. No estaba dispuesto a escapar de la ciudad, pero los ángeles lo asieron de su mano y lo sacaron de allí. Leamos el versículo 16: “Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad”. Lot no fue fiel, pero el Señor tuvo misericordia de él y lo sacó de Sodoma como un tizón arrebatado del fuego.
l) Su esposa fue librada de la destrucción, pero se convirtió en columna de sal La esposa de Lot fue librada de la destrucción, pero se convirtió en una columna de sal (19:15-17, 26; Lc. 17:32). La sal es útil en su forma granulada. Sin embargo, cuando la sal se convierte en una masa sólida, no sirve para nada. El hecho de que la esposa de Lot se hubiera convertido en una columna de sal significa que había perdido toda su utilidad para Dios y se había convertido en una señal de vergüenza. El cristianismo actual ayuda a la gente a ocuparse solamente en el asunto de la salvación y la perdición. Pero la Biblia revela que aparte de la salvación y la perdición, aún queda por resolverse el asunto de si hemos de entrar en la gloria o sufrir vergüenza. La esposa de Lot no pereció; fue librada de la destrucción. No obstante, llegó a ser una vergüenza. Es por eso que el Señor dijo en Lucas 17:32: “Acordaos de la mujer de Lot”, amonestándonos que aunque ya seamos salvos, todavía podríamos sufrir vergüenza como la esposa de Lot, cuando el Señor vuelva. Somos salvos, pero es posible que seamos avergonzados cuando vuelva el Señor (1 Jn. 2:28). En Lucas 17:28-33 el Señor nos advierte que no debemos mirar atrás. ¿Por qué miró atrás la esposa de Lot? Porque algunos de sus hijos, especialmente sus hijas, todavía estaban en Sodoma y porque allí había dejado su casa y sus vestidos. Si usted lee Génesis 19 detenidamente, verá que ella iba caminando detrás de Lot. Como pareja, debían caminar juntos; ella no debió haberse quedado atrás de su marido. Sin embargo, al estar detrás de él, miró atrás y se convirtió en una columna de sal. Miró atrás al lugar en que le agradaba vivir y se convirtió en una señal de vergüenza para que nos sirva de advertencia. No se trata simplemente de una historia ni de una doctrina. Con eso vemos que además del tema de la salvación, tenemos el asunto de que es posible ser avergonzados. En el día del juicio, ¿será usted partícipe de la gloria o de la vergüenza? No sufriremos perdición, pues nuestra salvación está asegurada. Sin embargo, como lo indica este ejemplo con el cual se nos amonesta, podríamos ser avergonzados.
m) Su vida produjo a los moabitas y a los amonitas La vida de Lot produjo a los moabitas y a los amonitas (hijos de Ben-ammi), quienes fueron rechazados por Dios hasta su décima generación (19:36-38; Dt. 23:3). ¡Qué fin tan lamentable tuvo Lot! El no produjo un Isaac sino moabitas y amonitas, que fueron rechazados por Dios. En la historia de Lot, vemos el relato de un justo derrotado. Junto con el relato blanco de Abraham el victorioso, descubrimos el relato oscuro del derrotado Lot. El relato de la vida de Lot debe servirnos de amonestación.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA Y TRES VIVIR EN COMUNION CON DIOS: UNA COLUMNA DE SAL El mensaje anterior estaba relacionado con Lot, un justo derrotado. En este mensaje llegamos a la mujer de Lot, que se volvió una columna de sal (19:26). Génesis 19 probablemente es el único pasaje que habla de una columna de sal en la historia humana, y debemos considerar eso con mucha atención. Esta columna de sal no fue creada por Dios. Es muy significativo ver que en las duras palabras que el Señor Jesús pronunció en Lucas 17, El les dijo a quienes le preguntaba acerca de la venida del reino: “Acordaos de la mujer de Lot” (Lc. 17:32). En cierto sentido, el Señor parecía decir a Sus discípulos: “No habléis del reino. Más bien, debéis reconocer cómo será la era cuando venga. Será semejante a los días de Noé y a los días de Lot. Ambas épocas prefiguran los días de Mi venida”. Por consiguiente, en las palabras duras, solemnes y sobrias del Señor, se mencionan tres eras: la era de Noé, la de Lot y la del regreso del Señor. Cuando hablamos de Noé en mensajes anteriores en este estudio-vida, hicimos notar que él vivía en una era confusa, y que la gente de su era estaba confundida, embotada y aturdida por sus apetitos y placeres perversos. No obstante, en Lucas 17:27, al referirse a los días de Noé, el Señor mencionó el matrimonio; pero cuando habló de los días de Lot, no mencionó el matrimonio, porque en Sodoma el matrimonio se había deteriorado totalmente, y la gente se complacía en sus apetitos sodomitas. En Lucas 17:28 y 30 el Señor dijo: “Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban ... así será el día en que el Hijo del Hombre sea revelado”. Después de decir esto e inmediatamente antes de exhortarnos a recordar la esposa de Lot, el Señor dijo: “En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva a las cosas que dejó atrás” (Lc. 17:31). En Palestina las casas tenían techos planos. El Señor estaba diciendo en otras palabras: “Si estáis en la terraza de vuestra casa cuando Yo vuelva, no descendáis para tomar vuestras posesiones. Si lo hacéis, os quedaréis. Si trabajáis en el campo, no regreséis a casa. Debéis olvidaros de todo, excepto de Mí”. Inmediatamente después de estas palabras, el Señor dijo: “Acordaos de la mujer de Lot”. Hoy en día, así como los contemporáneos de Noé y los de Lot, muchos cristianos están embotados y confusos, pues han perdido el sentido de las cosas de Dios. Incluso algunos enseñan que los creyentes pueden ser arrebatados mientras juegan fútbol. Pero la Palabra santa enseña que cuando el Señor vuelva, El no tomará a ningún santo que siga participando en las diversiones mundanas. Los cristianos somos la labranza de Dios, la cual crece con Cristo como la simiente de vida (Mt. 13:3-8, 18-23). Ningún cristiano maduro en vida sigue participando en los esparcimientos mundanos. El
Señor no cosechará en el campo a los cristianos que siguen participando en las diversiones mundanas, puesto que no han madurado y todavía están verdes y crudos. Los cristianos confusos de hoy deben escuchar esta sobria palabra.
4) Una columna de sal Encontramos el relato de la esposa de Lot, la cual se convirtió en columna de sal, en la sección sobre vivir en comunión con Dios. Esta sección de Génesis abarca los capítulos del dieciocho al veinticuatro y es el relato de una vida en comunión con Dios, pero incluye el relato oscuro de un salvo derrotado, de su esposa y sus dos hijas. Lot tenía más hijas además de las dos que aquí se mencionan, pero cuando los ángeles llegaron a Sodoma, no pudieron encontrar a las demás. Dice en Génesis 19:15: “Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad”. Los ángeles parecían decir: “Lot, sólo pudimos encontrar a dos de tus descendientes. Dios nos mandó para rescatarte a ti y a toda tu familia, pero sólo encontramos a éstas. Nuestra misión es destruir la ciudad. Ahora tú, tu esposa y tus hijas deben escapar”. El versículo siguiente dice que Lot se demoraba. El original nos muestra que no sólo Lot se demoraba, sino que vacilaba, sin intención de abandonar la ciudad. Su vacilación condujo a los ángeles a asir de su mano, y de la mano de su mujer, y de las manos de los dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad. Cuando los ángeles sacaron a estos cuatro de la ciudad, dijeron: “Escapa por tu vida; no mires tras ti” (v. 17). Pero el versículo 26 dice que “la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió columna de sal” (heb.). La esposa de Lot fue salva, pues fue librada de la ciudad y se salvó de la destrucción. A pesar de ser salva, se convirtió en columna de sal. Es evidente que no es bueno convertirse en columna de sal; al contrario, es una vergüenza. Como he dicho repetidas veces, el libro de Génesis contiene las semillas de casi todas las verdades divinas. La columna de sal mencionada en Génesis 19:26 también puede ser considerada como una semilla. El desarrollo de ésta se halla en Lucas 17:32, donde el Señor nos exhorta a recordar la esposa de Lot, y en 1 Juan 2:28, donde vemos que podemos ser avergonzados cuando aparezca el Señor. La cosecha se encuentra en Apocalipsis 16:15, donde el Señor dice: “He aquí, Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza”. El Señor vendrá como ladrón, sin previo aviso. Si en aquel tiempo nuestra desnudez queda expuesta, seremos avergonzados. Por consiguiente, la semilla de ser avergonzado se siembra en Génesis 19, se desarrolla en Lucas 17 y 1 Juan 2, y se cosecha en Apocalipsis 16. En este mensaje tengo la carga de que ustedes reciban una vívida impresión de que el libro de Génesis no tiene solamente la semilla de Abraham, sino también de Lot y de su esposa, que se convirtió en una columna de sal, una señal de vergüenza. El concepto fundamental de este mensaje se resume en que una persona salva y genuina enfrenta la posibilidad de quedar avergonzada. No hagan caso a las enseñanzas confusas de esta era. En el cristianismo actual, muchas enseñanzas aturden a la gente, y los que absorben estas enseñanzas ni son sobrios en su mente ni viven en su espíritu. En este mensaje debemos oír una palabra seria de parte del Señor, una palabra que modere nuestra mente y vivifique nuestro espíritu.
a) La mujer de Lot Como ya dijimos, no cabe la menor duda de que la esposa de Lot fue salva de la destrucción. Este hecho se revela tan claramente que nadie lo refuta. Sin embargo, como vimos, ella miró atrás, a espaldas de su marido, y se convirtió en una columna de sal. El hecho de que caminaba detrás de su esposo indica que ella tenía aún menos ganas que su marido de abandonar a Sodoma y que no estaba contenta de seguirlo ni de abandonar la ciudad. Si ella se hubiera alegrado de huir de Sodoma, habría caminado al lado de su esposo. Aun antes de mirar atrás y convertirse en una columna de sal, ya estaba detrás de su marido. Aprovecho este incidente para dirigirme a las
esposas. Cuando se trata de cometer un pecado, es bueno que una mujer esté renuente a seguir a su marido, pero en cuanto a las cosas de Dios, no es bueno que ella se demore en seguirlo. En lo pertinente a las cosas de Dios, lo mejor que puede hacer una esposa es estar de acuerdo con su marido y acompañarlo. Esposas, en las cosas de Dios, no se queden atrás de sus maridos. Si lo hacen, podrían sufrir y convertirse en una columna de sal como le ocurrió a la esposa de Lot. Esta es una advertencia para todos nosotros. El hecho de que la esposa de Lot se convirtiera en una columna de sal significa que ella había perdido su función y, por ende, llegó a ser una señal de vergüenza. La sal es muy útil cuando se ha pulverizado. Cuanto más fino sea el grano de sal, más útil es. Pero nadie usa la sal en forma de estatua o columna. El Señor Jesús dijo que nosotros los salvos y regenerados somos la sal de la tierra (Mt. 5:13). Nuestra función consiste en matar a los microbios de este mundo corrupto. No obstante, si llegamos a ser insípidos (Lc. 14:34), entonces igual que la esposa de Lot, habremos perdido nuestra función. La esposa de Lot, por ser miembro del pueblo de Dios, debía haber estado llena del sabor salado y capaz de matar los microbios de la corrupción a su alrededor, pero ella perdió su sabor y su función. Ella fue una señal de vergüenza. Al escribir el libro de Génesis, el Espíritu de Dios no quiso dar el nombre de la mujer de Lot. El nombre de la esposa de Abraham, Sara, se menciona muchas veces, pero no se menciona el nombre de la mujer de Lot, pues no merece ser recordado. Esta pobre santa andaba rezagada con relación a su marido y miró atrás hacia la ciudad de Sodoma. Quizás haya mirado atrás pensando en sus hijos, su casa y demás pertenencias. Todas sus pertenencias habían quedado allí en Sodoma. Sus intereses, su corazón, sus deseos y su alma seguían allí, pese a que su cuerpo había sido sacado de esa ciudad. En consecuencia, por haber mirado atrás hacia ese lugar, el Señor la transformó en una columna de sal como advertencia y ejemplo para todos nosotros. En Lucas 17 el Señor usó la esposa de Lot como advertencia para Sus discípulos. No obstante, son pocos los cristianos que toman en cuenta esta advertencia en su vida diaria. No obstante, debemos prestar atención a esa advertencia: la persona verdaderamente salva enfrenta la posibilidad de ser avergonzada cuando el Señor aparezca. Indudablemente no quiero convertirme en una columna de sal. ¿Y usted? Convertirse en una columna de sal no es ninguna gloria; es una vergüenza. ¡Qué vergüenza ver a un creyente convertido en una inerte columna de sal, al aire libre donde sólo experimenta sufrimiento!
b) La gente que no sigue al Señor incondicionalmente En Lucas 14:25-33 se nos exhorta a ser incondicionales al seguir al Señor. Debemos seguir al Señor sin reserva alguna. La Biblia nos enseña a amar a los demás, pero aquí Lucas 14:26, unas palabras santas que salen de la boca del Señor Jesús, dice: “Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun la vida de su alma, no puede ser Mi discípulo”. Nadie puede seguir al Señor como es debido si no es incondicional. Nuestros padres, esposas, hijos, hermanos, hermanas y nuestra propia vida anímica deben pasar a un segundo plano. El Señor mismo debe ocupar el primer lugar y debemos seguirle de manera incondicional. Cuando el Señor habla de aborrecer a nuestros parientes por causa de El, no habla de odio en sí sino de aborrecerlos con amor. En esta porción de la Palabra, proferida por el Señor mismo, vemos que debemos seguirle sin ninguna reserva. No se trata de adorar a Dios los domingos, ni de tener un estudio bíblico en casa de la manera que nos plazca. Un estudio bíblico puede ser una especie de entretenimiento o pasatiempo. A los ojos de Dios, un estudio bíblico en el hogar quizás no difiera de un juego de baloncesto. Usted juega con el “balón bíblico” en este estudio de la Biblia, y la sala de su casa es el campo de juego. Uno no es incondicional al seguir al Señor. No estoy bromeando; hablo en serio. No digo eso solamente a los demás sino a mí mismo. El Señor puede atestiguar que mientras yo preparaba este mensaje, El me preguntó: “¿Y qué de ti? Te he dado la comisión de dar este mensaje,
pero ¿me sigues tú incondicionalmente?”. Que el Señor tenga misericordia de mí para que no predique a los demás y yo mismo venga a ser descalificado. Que El tenga misericordia de todos Sus queridos santos. ¡Cuánto necesitamos una palabra sobria para salir de la confusión! Si creemos Juan 3:16, también debemos creer Lucas 14:26-35. Se han predicado muchos mensajes sobre Juan 3:16 y se han publicado muchos folletos al respecto, pero ¿dónde están los mensajes y los folletos acerca de Lucas 14:26-35? En el recobro del Señor, no debemos esconder del pueblo de Dios ninguna verdad. Los que no siguen sin reservas al Señor se vuelven inútiles. Díganme, ¿cuántos cristianos ahora son verdaderamente útiles en las manos del Señor para la realización de la economía de Dios? Los cristianos, en su gran mayoría, se han hecho inútiles en cuanto a la economía de Dios. Son como sal desabrida (Lc. 14:34). Estos cristianos no sólo son desabridos, sino que no son útiles “ni para la tierra ni para el estercolero”; deben ser arrojados fuera, como lo indica Lucas 14:35. Esta tierra es el campo que produce cosas para Dios a fin de que El cumpla Su propósito. El estercolero del universo es el lago de fuego, donde se amontonará toda la suciedad. Lucas 14:35 se refiere principalmente a la era venidera del reino. En la era del reino tendremos la tierra, donde se cumple el propósito de Dios, y también tendremos el lago de fuego, el estercolero. El cristianismo siempre dice que hay solamente dos lugares: el cielo y el infierno. Sin embargo, en este versículo el Señor Jesús habla de un tercer lugar, cuando afirma que la sal desabrida, inútil para la tierra o para el estercolero, es arrojada. ¿Dónde estaba la columna de sal en que se convirtió la esposa de Lot? ¿Estaba en los cielos o en Sodoma? En ninguno de los dos lugares, sino en un tercer sitio. Al leer repetidas veces el Evangelio de Lucas, ¿ha visto usted en alguna ocasión que en este capítulo hay tres lugares? ¿Dónde estará usted: en la tierra, en el estercolero o arrojado al tercer lugar? En Mateo 25:30 el Señor dijo que el servidor inútil sería arrojado a las tinieblas de afuera. Las tinieblas de afuera deben de ser también ese tercer lugar. La Biblia no dice lo que será eso ni dónde se halla, pero sí dice que si uno es un servidor perezoso, no será útil para la tierra cuando vuelva el Señor por no haber sido de ningún provecho, ni servirá para el estercolero porque ya fue salvo. Entonces ¿adónde irá uno? Al tercer lugar, un sitio que se encuentra fuera del reino glorioso y del lago de fuego. Son pocos los cristianos que alguna vez han visto en la Biblia que hay un tercer lugar preparado para los salvos derrotados. Esto debe hacernos volver a la sobriedad. Debemos ser impresionados profundamente por el hecho de que en la plena revelación que da la Palabra divina acerca del hombre existen tres lugares: un lugar de salvación, un lugar de perdición y un lugar de vergüenza. ¿Dónde estaba la esposa de Lot? Ella fue salva, pero se hallaba en el tercer lugar, el lugar de vergüenza. Esto es lo que enseña el Señor Jesús en el Evangelio de Lucas. No intente refutar esto.
c) Los creyentes que viven en el mundo como la gente mundana y procuran salvar su alma Los creyentes que, al igual que la gente mundana, viven en el mundo y buscan preservar su alma, la vida de su alma, serán avergonzados como la esposa de Lot, y perderán su alma cuando vuelva el Señor (Lc. 17:28-33). La mayoría de los creyentes están en esta categoría. Son creyentes, pero viven como la gente mundana, yendo de compras y vistiéndose como lo hace la gente del mundo. Puesto que ellos viven y andan como la gente del mundo, no hay ninguna diferencia entre ellos y la gente mundana. Salvar al alma significa rehusarse a sufrir por el Señor. Los cristianos que salvan su alma están apegados a sus placeres. Dicen: “¿Qué hay de malo en asistir a eventos deportivos? Eso no es pecaminoso”. Tal vez no sea pecaminoso, pero es mundano. No estoy diciendo que los cristianos no deben hacer ningún ejercicio físico para conservar la salud. Indudablemente lo necesitamos. Sin
embargo, cuando un ejercicio se convierte en deporte o en entretenimiento, llega a ser mundano. Si usted lo disfruta y lo encuentra placentero, eso significa que está salvando su alma. Tener un disfrute psicológico y mundano equivale a salvar el alma. Este no es el tiempo en que nosotros los cristianos debemos tener placeres o deleites psicológicos y mundanos; es tiempo de sufrir en nuestra alma, en nuestra parte psicológica. Si podemos procurarnos el sustento, eso es suficiente. No debemos buscar placeres psicológicos ni mundanos. Desde la segunda guerra mundial, ¿quién ha dado una palabra tan sobria? Durante los últimos treinta y un años he observado, pero no he oído una palabra sobria ni una amonestación, que advierta a los cristianos que no estamos en esta tierra para buscar deleites psicológicos y mundanos, y que debemos sufrir la pérdida de toda clase de entretenimiento y diversión. El placer hallado en oír cierta música en casa puede ser una manera de preservar su alma. Muchos cristianos no pueden vencer sus programas de televisión. Ver televisión puede constituir una forma de preservar el alma. No soy ni religioso ni legalista, pero sí digo que hoy no es el tiempo en que debemos tener diversiones psicológicas ni mundanas; es el tiempo en que debemos sufrir en nuestra alma. El sufrimiento del alma conduce a la salvación de la misma. Si usted no está dispuesto a sufrir para salvar su alma, será puesto en vergüenza como le sucedió a la esposa de Lot y perderá su alma cuando vuelva el Señor. Es un error enseñar que todos los cristianos serán arrebatados al mismo tiempo cuando vuelva el Señor. Esta enseñanza crea confusión en el sentir espiritual del pueblo del Señor. En Lucas 17:34 y 35 el Señor dijo: “En aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado”. Usted podría argumentar, diciendo: “El que fue tomado es un creyente, y el que fue dejado es un incrédulo”. Pero ésa es su propia interpretación. Ambos son idénticos, pues hacen las mismas cosas en el mismo lugar, pero el Señor sólo conoce a aquel que está entregado verdaderamente a El. Si usted lee el contexto de Lucas 17:22-37, verá que esta palabra no estaba dirigida a los incrédulos sino a los discípulos del Señor. El les dijo esto con respecto al tiempo de Su venida. En los versículos 34 y 35, los “dos” se refieren a dos discípulos del Señor, de los cuales uno será tomado y el otro dejado. Indudablemente el que sea tomado no será como la esposa de Lot. El discípulo que sea dejado será semejante a la esposa de Lot. Esta es una palabra sobria.
d) Los hijos de Dios que no permanecen en el Señor como lo enseña la unción Los hijos de Dios que no permanecen en el Señor como lo enseña la unción serán avergonzados cuando vuelva el Señor (1 Jn. 2:27-28). Quienes estamos en el recobro del Señor sabemos lo que es la enseñanza interior de la unción interna. Sin embargo, ¿permanecemos en el Señor conforme a la enseñanza de la unción viva dentro de nosotros? En 1 Juan 2:27 y 28 se nos exhorta a permanecer en el Señor conforme a la unción. Por ejemplo, si usted está a punto de ir de compras y la unción le dice que no debe, ¿dirá usted: “Amén, Señor”? Si tal es el caso, está bien. Pero si dice: “Señor, no voy a comprar nada malo”, el Señor podría contestar: “No me importa lo que vayas a comprar. Simplemente no vayas”. Deberíamos limitarnos a contestar: “Amén, Señor, permanezco simplemente en Ti conforme a la enseñanza de Tu unción interna”. Todos debemos permanecer en el Señor de esta manera. Si no permanecemos en el Señor conforme a la unción, nos alejaremos de El avergonzados (1 Jn. 2:28). Una cosa es sentir vergüenza, y otra es ser avergonzado. Este versículo no dice que sentiremos vergüenza, sino que seremos avergonzados. Observe que el griego no dice “delante de El” sino “alejados de El”. Aquí la preposición griega es apo, que significa “lejos”. Si permanecemos en el Señor conforme a la unción, tendremos confianza, seguridad, denuedo y paz cuando El vuelva, y no nos alejaremos de El. En el sentido literal, la expresión griega traducida “en Su venida” equivale a “en Su presencia”. La voz griega que se traduce presencia es parousia, cuyo significado
incluye la venida. Podemos tener Su venida sin Su presencia. Por ejemplo, el presidente de los Estados Unidos podría venir a Anaheim una noche, pero tal vez muy poca gente entre en su presencia, es decir, en su parusía. El Señor Jesús vendrá, pero ¿será usted digno de Su presencia? Si usted vive de manera mundana, amando al mundo y poniendo al Señor al último lugar en su vida, ¿cómo podría ser introducido en Su presencia cuando El venga? Debemos permanecer en el Señor conforme a la unción interior para tener confianza, denuedo y seguridad delante de El, en Su presencia, cuando El aparezca y no alejarnos de El avergonzados. El Señor, en Su aparición, disciplinará a Sus creyentes. Si Sus creyentes lo siguen ahora y permanecen en El conforme a la unción interior, tendrán paz, denuedo, seguridad y confianza, y serán introducidos en Su parusía, Su presencia. Si ahora no permanecen en El, cuando El aparezca se alejarán de El avergonzados. Alejarse de El avergonzados significa ser puestos en ese tercer sitio, el lugar que no es ni la labranza, donde se cumple el propósito de Dios, ni el estercolero, que es el lago de fuego. Es el lugar de vergüenza fuera de Su presencia. Un creyente avergonzado y que se aleja de El no está condenado. Sigue siendo salvo, pero debe ser avergonzado. El hecho de ser avergonzado lo disciplinará, lo cual constituirá el castigo que el soberano Señor infligirá sobre Sus creyentes derrotados. Este asunto es bastante claro y muy grave.
e) Los creyentes que descuidan el regreso del Señor y no llevan una vida apropiada Los creyentes que no prestan atención al regreso del Señor y no llevan una vida apropiada serán puestos en vergüenza (Ap. 16:15). En Apocalipsis 16:15, el Señor nos exhorta a guardar nuestras ropas. En la Biblia el vestido siempre representa nuestro andar y nuestro vivir. Debemos tener un andar limpio, y nuestro vestido espiritual debe ser puro, blanco y aprobado por Dios. Debemos velar esperando el regreso del Señor y tener puros nuestros vestidos. Si llevamos una vida limpia, no estaremos desnudos cuando El venga, y los hombres no verán nuestra vergüenza. Este versículo también dice que el Señor vendrá como ladrón. El no vendrá como un visitante que anuncia Su llegada con mucha anticipación. El ladrón viene cuando menos lo imaginemos. Me han dicho que a menudo los ladrones vienen sobre las tres o cuatro de la madrugada, cuando la gente duerme profundamente. Debemos ser sobrios y velar. De lo contrario, el Señor vendrá como ladrón y nuestra desnudez quedará expuesta. Una vez más, esto nos dice que una persona salva puede ser avergonzada cuando vuelva el Señor.
f) El pueblo de Dios que no vive ni anda conforme a la economía de Dios El pueblo de Dios que no vive ni anda conforme a Su camino, es decir, conforme a Su economía, no cumplirá Su propósito y será avergonzado. Como ya vimos, éste es el significado de la columna de sal. No tome esto simplemente como un estudio bíblico, sino como una advertencia para todos nosotros. Ni aun quienes estamos en el recobro del Señor podemos permitirnos vivir licenciosamente ni ser indiferentes. Debemos ser sobrios y tener en cuenta que la situación es bastante grave. Debemos llevar una vida y un andar que cumplan el propósito de Dios. Entonces, cuando el Señor aparezca, estaremos en Su parusía y no seremos arrojados a ese tercer lugar, el lugar de vergüenza.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA Y CUATRO VIVIR EN COMUNION CON DIOS: LA DESCENDENCIA OBTENIDA POR INCESTO Como lo he dicho reiteradas veces, casi todas las semillas de la revelación divina se mencionan en el libro de Génesis. Una semilla es la forma rudimentaria de algo. Su tamaño es pequeño y su forma sencilla, pero cuando es sembrada en el campo, crece. Al crecer, toma otra forma. Primero es un retoño y luego se desarrolla plenamente. La forma final de su desarrollo difiere de la forma de la semilla, pero todos los elementos y aspectos principales se encuentran en la semilla. Si queremos entender Génesis 19, debemos considerarlo como una semilla que tiene su crecimiento, su desarrollo y su cosecha en los siguientes libros de la Biblia. El relato acerca de Lot y de sus hijas en Génesis 19:30-38 constituye una semilla negativa con respecto a este lamentable asunto del incesto, pero sirve a un propósito positivo: nos da una advertencia firme y solemne.
5) La descendencia obtenida por el incesto En este mensaje veremos el retrato de algo muy desagradable: el incesto. Génesis 19:30-38 es probablemente el primer caso de incesto relatado en la historia humana, y forma parte de la sección que habla de vivir en comunión con Dios. Al considerar este asunto, abarcaremos seis puntos: la familia, el padre, la madre, las hijas, la simiente y la misericordia ilimitada e inescrutable de Dios. Primeramente tenemos a la familia, el grupo, y luego, al padre, el líder de este grupo. En tercer lugar, tenemos a la madre, que era la ayudante del líder. El líder de un grupo necesita ayuda. En una familia, la ayuda apropiada es la esposa, y en la Biblia, la esposa es llamada la ayuda idónea. En tipología, la esposa en una familia representa una ayuda en vida. Este concepto corresponde a los principios bíblicos. Considere el ejemplo de Sara. Abraham tenía una familia para cumplir el propósito de Dios, pues él solo no habría podido hacer nada por el propósito de Dios. Necesitaba una ayuda en vida. El recurrió a Agar en busca de dicha ayuda, pero ella no fue una ayuda en vida sino una ayuda en la carne. Sara era la única ayuda, la que tenía la función en vida. Sin ella, Abraham nunca habría podido producir a Isaac para cumplir el propósito de Dios. Hoy en día la iglesia es una familia espiritual en la cual también se necesita la función apropiada en vida a fin de producir a “Isaac” y cumplir el propósito de Dios. Como veremos, hubo un momento en que el grupo familiar de Lot perdió su función en vida porque la esposa se había convertido en una columna de sal. Ella debió haber sido sal y haber conservado su sabor, pero su mundanalidad causó la perdida de su función en vida. En tipología, convertirse en una columna de sal alude a la pérdida de la función en vida. Había un grupo con un líder, pero carecía de esposa que tuviera la función en vida; sólo había una columna de vergüenza. Sucede lo mismo con muchos grupos cristianos hoy en día. Estos grupos tienen líderes, pero no tienen la esposa idónea que tenga la función apropiada en vida. Por haber perdido su función en vida, la familia de Lot tenía miembros indecorosos: las hijas. No me gusta llamar hijas a los miembros del grupo de Lot, porque la palabra hijas es buena. ¿Qué clase de gente eran? ¿Eran hijas o esposas o madres? No sé cómo llamarlas. Si usted las llama hijas, debe añadir que fueron hijas incestuosas. Fueron madres, pero madres incestuosas. Siento vergüenza
hasta de hablar de lo que hicieron. Después de que la mayor se acostó con su padre, alentó a la menor a hacer lo mismo. ¡Qué vergüenza! Estos eran los miembros del grupo de Lot. Hoy en día, muchos grupos cristianos tienen esos miembros indecorosos. Ellos, como las hijas de Lot, desean tener descendencia pero no usan los medios debidos. Tal vez digan: “Ganemos almas”, pero ganan almas por medio del incesto espiritual. En Génesis 19:30-38 descubrimos el grupo, el líder, la ayuda en vida, los miembros y la prole obtenida por incesto. Pero alabado sea el Señor porque finalmente vemos la misericordia ilimitada e inescrutable de Dios en uno de los descendientes de ese incesto. Rut, una moabita, descendiente de Lot con una de sus hijas, llegó a ser la bisabuela de David y una antepasada de Cristo. ¿Acaso no expresa eso la ilimitada e inescrutable misericordia de Dios? No obstante, cuando oímos eso, no debemos decir: “Hagamos males para que vengan bienes”.
a) La familia: el grupo Consideremos ahora estos seis puntos más detalladamente. Basándonos en el principio según el cual todo lo que contiene el libro de Génesis es una semilla, podemos decir que la tienda de Abraham, en la cual él tenía una comunión íntima con Dios al nivel humano, era una miniatura del tabernáculo que los descendientes de Abraham debían construirle a Dios como morada Suya en la tierra, pues eso les había mandado Dios. La tienda de Abraham era la semilla, y el tabernáculo erigido en el desierto por los hijos de Israel era el desarrollo. El templo construido en la buena tierra de Canaán fue un desarrollo adicional de esa semilla. La iglesia actual, como verdadera morada de Dios en la tierra, es el cumplimiento de lo que describen la tienda de Abraham, el tabernáculo y el templo en el Antiguo Testamento. Finalmente la Nueva Jerusalén será la cosecha final de aquella semilla. Apocalipsis 21:3 revela “el tabernáculo de Dios con los hombres, y El fijará Su tabernáculo con ellos”. Por consiguiente, en Génesis 18 vemos la semilla, y en Apocalipsis 21 la cosecha. Según el mismo principio, en los días de Abraham y de Lot, Dios tenía un pueblo sobre la tierra. Su pueblo se componía de dos familias: la familia de Abraham y la de Lot. Era una semilla, una miniatura, del pueblo de Dios en las edades que vendrían. Primero, los hijos de Israel constituían el desarrollo de la semilla del pueblo de Dios, y ahora la iglesia es la continuación de este desarrollo. Al final, en la Nueva Jerusalén todos los redimidos de todas las generaciones serán la cosecha completa del pueblo de Dios en la tierra. Una vez más tenemos la semilla, el desarrollo y la cosecha. Vemos, entonces, que lo que contiene la semilla también debe encontrarse en el desarrollo. Al principio, la familia de Abraham y de Lot, siendo el pueblo de Dios, eran una sola. No obstante, en un momento dado, entró la división y se separaron. Cuando eran uno, no formaban un grupo, sino el pueblo de Dios, el único pueblo de Dios. Cuando vino la división, ésta produjo un grupo libre. Ese antiguo grupo libre es la semilla y la miniatura de los grupos libres de hoy. Hoy en día, los grupos libres que hay entre el pueblo de Dios en realidad son un desarrollo adicional de aquella semilla. La división sembrada por Lot se desarrolló después de la época de Salomón cuando los hijos de Israel se dividieron y se produjo un grupo libre. Ese grupo libre, la nación de Israel, nunca fue reconocida por Dios. Dios sólo reconoció a Judá porque Judá se encontraba en el terreno indicado. En principio, pasa lo mismo en la era de la iglesia. La iglesia entera debe ser el único pueblo de Dios. Al comienzo, la iglesia era una; era una sola entidad. Pero se produjeron divisiones sucesivas, que dieron por resultado muchos grupos libres. Alabamos al Señor porque esta división no continuará en el cielo nuevo y la tierra nueva. Se acabará cuando vuelva el Señor.
(1) Lejos del testigo y del testimonio de Dios Hemos visto que al separarse Lot de Abraham, plantó la semilla de la división y también de los grupos libres de hoy. ¿Quién fue la causa de esa división? No fue Abraham, sino Lot. Tal vez los miembros de la familia de Lot hayan argumentado: “¿Acaso no somos el pueblo de Dios? ¿Por qué ustedes, los miembros de la familia de Abraham, siempre dicen que son el pueblo de Dios?”. Sí, la
familia de Lot formaba parte del pueblo de Dios, pero habían abandonado al testigo y el testimonio de Dios, esto es, a Abraham y lo que él testificaba. El testigo y el testimonio de Dios se encontraban en la tienda de Abraham cerca del encinar de Mamre que está en Hebrón, y no con Lot en la ciudad de Sodoma. En los capítulos dieciocho y diecinueve, vemos que Dios y los dos ángeles estaban contentos de permanecer con Abraham, de disfrutar de la cena y de una comunión íntima con él. Pero cuando fueron a la ciudad inicua de Sodoma, Dios no los acompañó, y se quedó con Abraham. Ambos grupos conformaban el pueblo de Dios, pero ¿dónde estaba la presencia de Dios? ¡Con la familia de Abraham solamente! La presencia de Dios acompañaba a la familia de Abraham porque su familia era Su pueblo típico y tenía la posición adecuada para dar testimonio de El. Lot pertenecía al pueblo de Dios, pero no estaba en el terreno indicado cerca del encinar de Mamre que estaba en Hebrón; él se hallaba en Sodoma, en el terreno de la división y de los grupos libres. Todo el pueblo de Dios, Su familia, debe morar cerca del encinar de Mamre que está en Hebrón, donde Dios puede visitarles amistosa e íntimamente. Aquí podemos ver la diferencia entre la iglesia y los grupos libres; todos los grupos libres forman el pueblo de Dios, pero la iglesia está cerca de “el encinar de Mamre” que está en “Hebrón”, disfrutando continuamente de la presencia íntima de Dios. Entonces ¿qué pasa con los grupos libres? Así como sucedió en el caso de la familia de Lot, Dios no se reúne con ellos. Son Su pueblo, y El los cuida y no los olvida, pero Su presencia no los acompaña. Después de la partida de los ángeles para Sodoma con el fin de rescatar a Lot y a su familia, la presencia de Dios acompañaba a Abraham, Su querido amigo. ¿Dónde está usted, con la familia de Abraham en Hebrón o con el grupo libre de Lot en Sodoma? ¿Acaso no afirma la Biblia que Lot era justo? Sí, vemos claramente en 2 Pedro 2:7 y 8 que Lot era justo. ¿No son salvas las personas de los grupos libres? Indudablemente lo son. Sin embargo, considere la situación: los que están en los grupos libres están en un lugar condenado por Dios. Esto queda claro a la luz de la revelación divina. Supongamos que ustedes viviesen en los días de Abraham y de Lot. ¿En qué grupo habrían estado? Quizás digan: “Usted dice que el grupo de Lot es una división. ¿No es el grupo de Abraham otra división? Ni el grupo de Abraham ni el de Lot constituyen el cuerpo entero. Ambos son la misma cosa. ¿Por qué hace usted diferencia entre las familias de Abraham y la de Lot cuando ambas forman el pueblo de Dios? Puesto que ambas son el pueblo de Dios, hoy estaré con Lot y mañana visitaré a Abraham”. Usted quizás se quede con Lot, pero Dios no hará lo mismo. Esto hace una gran diferencia. Aparte de la familia establecida en el terreno que les permitía una comunión íntima con Dios, había un grupo libre. La situación actual es un desarrollo adicional de esta semilla. Sea honesto y justo con los grupos libres. ¿Está el testimonio de Dios entre ellos? ¡No! Dios no se expresa en los grupos libres. Ellos obran según su propio parecer, y no hay ningún testigo ni testimonio con ellos. La familia de Lot llegó a ser ese grupo libre porque estaba lejos de Abraham y de lo que él testificaba. Si yo hubiera sido Lot, con la luz que tenemos ahora, habría dicho: “Tío Abraham, aún cuando me obligues a abandonarte, no lo haré. Si no me amas, seguiré abrazándote y besándote. Quiero quedarme contigo porque eres el testigo de Dios y porque el testimonio de Dios te acompaña. Nunca abandonaré este testimonio”. Debemos tener esta actitud hoy en día. Quizás no estemos contentos con los hermanos que hay en la iglesia, pero debemos decir: “Hermanos, aunque no esté contento con ustedes y ustedes no me traten bien, nunca abandonaré el testimonio de Dios”. El origen, la raíz, del problema del primer grupo libre fue que se alejó del testigo y del testimonio de Dios. Muchos de nosotros podemos testificar que cuando salimos de las denominaciones, estábamos contentos y nos sentíamos en los cielos. Pero dejar la iglesia es un asunto muy distinto. Si usted abandona la iglesia, su alegría desaparecerá y no volverá hasta que usted regrese al testimonio de Dios. No digo eso de manera superficial. No hay ninguna excepción: los que han salido de la iglesia han perdido su alegría. Cuando una persona sale de la iglesia, le resulta muy difícil regresar. Fíjense en Lot; él fue rescatado después de la derrota de los reyes, pero se rehusó a volver a Abraham. Aun después de ser librado de la destrucción de Sodoma, no volvió a él. Más adelante veremos que Lot mantuvo sus preferencias. El hecho de que nos alegramos cuando salimos de las denominaciones y
que perdemos el gozo al abandonar la iglesia, demuestra lo que es la iglesia, la cual tiene la presencia de Dios, y lo que es una denominación, donde no está la presencia de Dios. Tal vez no seamos capaces de discernir con nuestra mente la diferencia entre ellas, pero podemos discernirla por el sentido de vida en lo profundo de nuestro espíritu.
(2) Se desvió hasta la ciudad inicua Después de haber dejado el testigo y el testimonio de Dios, el grupo de Lot anduvo errante hasta llegar a la ciudad inicua de Sodoma (13:12-13; 19:1). Si usted deja la vida de iglesia, será derrotado. Como un trozo de madera flotante que no puede controlar su rumbo sino que es llevado por la corriente, será arrastrado por la corriente de esta era y se hundirá hasta encontrarse en una ciudad inicua.
(3) Es rescatado pero se aferra a sus preferencias Después de ser rescatado Lot de la destrucción de Sodoma, seguía aferrado a sus preferencias (19:20-23). El les suplicó a los ángeles que lo estaban rescatando que le permitieran ir a una pequeña ciudad llamada Zoar. Dios tuvo misericordia de él, y los ángeles le concedieron su petición. Si usted examina la historia de muchos grupos disidentes, se dará cuenta de que les pasa lo mismo. Al principio, estaban en una ciudad importante, y Dios no les concedió ninguna bendición. Luego, después de la intervención de Dios, se mudan a Zoar, una pequeña ciudad lejos del testimonio de Dios. Primero dejaron el testimonio de Dios y se hundieron en una situación condenada por Dios, y luego, llevados por su preferencia personal, fueron a un lugar pequeño.
(4) Se aislaron aún más del testigo y del testimonio de Dios Finalmente Lot fue a morar en una cueva (19:30). Así como Lot, algunos grupos libres, después de abandonar una ciudad importante y de ir a una pequeña, van a parar a una cueva. Se aíslan del resto del pueblo de Dios, y rechazan la comunión con ellos. Podrían decir: “¿Por qué dicen ustedes que son la iglesia y que nosotros no?”. Si ellos son la iglesia, no debían morar en una cueva, sino salir y tener comunión con el pueblo de Dios. No obstante, sólo se preocupan por su pequeño grupo, el cual está en esa caverna. Lo que tienen es la vida cavernícola, y no la vida de iglesia.
b) El padre: el líder 1) Se emborrachó con el vino mundano por el deseo de obtener descendencia Ahora llegamos al padre, el líder. En la cueva, Lot se emborrachó con vino (19:32-35). Como dije antes, es muy extraño ver que estos fugitivos tuviesen vino en esa cueva. Estaban tan adictos al vino que deben de haberlo traído consigo cuando huían de Sodoma. El vino era la sustancia que los embotaba. Cuando estaban en la cueva, las hijas de Lot no tuvieron la comunión apropiada con él, diciendo: “Padre, nuestra madre se ha convertido en una columna de sal, y nosotras no tenemos maridos. ¿Cómo podremos tener prole? Debemos hacer algo al respecto. ¿Podemos orar todos juntos?”. Si hubieran hecho eso, no se habría producido el incesto. Pero no tuvieron comunión en el espíritu, ni oraron al Señor. La hija mayor, la que tenía más experiencia con las embriagueces de Sodoma y que estaba más embotada por ellas, propuso a la otra que emborracharan a su padre con vino y durmieran con él a fin de producirle descendencia. Si usted examina la situación actual, encontrará que los líderes de casi todos los grupos libres fueron embriagados y embotados con
algún tipo de vino. Un líder apropiado debe ser sobrio. Lot debió haber dicho a la hija que le presentaba vino: “¿Qué estás haciendo? tira eso”. Pero Lot no era una persona sobria; él bebió, y lo hizo sin restringirse. Se emborrachó hasta tal punto que sus hijas se acostaron con él y ni cuenta se dio. La mayoría de los líderes de grupos libres, en el sopor de algún vino, dicen, hacen y deciden cosas de una manera confusa. La situación confusa de muchos líderes causa sopor en la mayoría de los miembros de sus grupos.
(2) Cayó en un sopor y se durmió Después de emborracharse, Lot cayó en un sopor y se durmió. Esta misma condición predomina entre los grupos libres hoy día. En cuanto al testimonio de Dios, los líderes caen en una somnolencia y se duermen. Son muy activos en lo que buscan, pero duermen en cuanto al testimonio de Dios.
(3) Estaba embotado Lot quedó embotado, pues perdió el sentido de vida (19:33b, 35b). Cuando la primera hija vino y se acostó con él, “él no sintió cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó”. Sucedió lo mismo con la segunda hija la noche siguiente. ¿Qué pecado puede ser más grave que ése? ¡Ni siquiera tenía consciencia de que sus hijas se habían acostado con él! Hoy en día los líderes de muchos grupos libres también han perdido el sentido vital. No están conscientes de la violación de algunos principios ordenados por Dios.
c) La madre: la ayuda en vida Vimos ya que la madre, quien debía haber sido la ayuda en vida en su calidad de esposa, se había convertido en una columna de sal por causa de su mundanalidad (19:26). Cuando la familia de Lot entró en la cueva, no existía ninguna función de vida, pues no estaba presente la función de esposa. Como resultado, recurrieron al incesto, usando algo tan pecaminoso para reemplazar la función vital que habían perdido. Esta también es la situación actual entre numerosos grupos supuestamente cristianos. Han perdido la función del Cuerpo de Cristo, la función apropiada de vida, y usan métodos mundanos para llenar el vacío. Al igual que el grupo de Lot, no pueden producir el “Isaac” apropiado que cumpla el propósito de Dios. Al usar el incesto para procurarse una prole, producen “moabitas” y “amonitas”.
d) Las hijas: los miembros Ya vimos que el líder estaba embotado y aturdido, y que la función de vida se había perdido. No obstante, las hijas, los miembros de ese grupo libre, persistían en su deseo de llevar fruto y de multiplicarse. No tenían el liderazgo apropiado ni la función de vida, pero tenían un método perverso de procurarse una descendencia. Entre muchos grupos libres de hoy se da el mismo caso. Para llevar fruto, debemos vivir por Cristo y expresarlo, orar y ayudar a otros a recibir la palabra viva de Dios a fin de que nazcan de nuevo. Es así como se produce el debido fruto para obtener a “Isaac” y cumplir el propósito de Dios. Sin embargo, observe la situación actual: algunos grupos utilizan la música rock, el baile, el teatro, las películas y los juegos, para satisfacer su deseo de multiplicarse. A los ojos de Dios, esto es cometer incesto espiritual. Los grupos libres adoptan estos métodos porque la esposa mundana ha perdido su función. En las iglesias necesitamos la función de vida para producir una descendencia. Cuando se ha perdido la debida esposa, la cual tiene la función vital, se usan medios viles y mundanos para multiplicarse. Este es el camino del “incesto” que produce “moabitas” y “amonitas”.
(1) Perdieron el sentido de lo moral Las hijas de Lot habían perdido el sentido de lo moral, pues estaban embriagadas con la corriente inicua del mundo maligno. Si hubieran tenido algún sentido de lo moral, jamás habrían pensado acostarse con su padre. La primera hija se acostó con su padre sin sentir vergüenza alguna y alentó a la menor a hacer lo mismo. Hablaron de eso tranquilamente entre ellas, sin ningún sentimiento de culpa. Cuando todos ellos vivían en Sodoma, Lot hasta propuso sacrificar a sus hijas para satisfacer a los sodomitas que estaban entregados a sus vergonzosas concupiscencias. ¿Cómo puede un hombre con sentido de moralidad espiritual hacer una propuesta semejante? Lot debió haber dicho: “¡Me pueden matar a mí y a mis huéspedes, pero nunca permitiré que hagan este mal a mis hijas vírgenes!”. ¿Cómo fue que Lot perdió su sentido moral? Lot se había embriagado. A raíz de esto, sus hijas no tenían ningún sentido de lo moral, y su carácter humano se había degradado al nivel más bajo. Hoy en día, algunos grupos libres también han sido embotados por la corriente inicua del mundo maligno y sólo se preocupan por alcanzar el éxito, sin importarles los medios. Necesitan ser desintoxicados por la palabra de Dios la cual nos hace recuperar la sobriedad.
(2) Desean tener descendencia por cualquier medio Las hijas de Lot estaban embotadas y deseaban tener descendencia por cualquier medio que fuese (19:31:35). Lo único que les importaba era el objetivo que tenían, y no los medios para lograrlo. Muchos grupos cristianos son así. Dicen: “¿Qué hay de malo con esta predicación del evangelio mientras traigamos gente a Cristo? Hemos ganado muchísima gente así. ¿Cuántas almas ha ganado usted?”. Lo único que les preocupa es ganar almas, y no el usar una manera apropiada para lograrlo.
(3) Cometieron incesto Las hijas de Lot cometieron incesto, violando así el principio ordenado por Dios (19:36). Aquí debemos referirnos a Mateo 7:21-23. El Señor dijo que cuando El vuelva, algunos obreros que dicen ser cristianos le dirán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchas obras poderosas?” (Mt. 7:22). Si no hubieran hecho estas cosas, no habrían podido referirse a ellas. El Señor no negará que ellos hicieron tales obras. Sin embargo, en Mateo 7:23, el Señor Jesús dice que El les declarará: “Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de iniquidad”. El hecho de que el Señor haya dicho: “Nunca os conocí” significa “nunca os he aprobado porque sois hacedores de iniquidad”. Los que participan en una carrera deben permanecer en su carril. Por mucho que corran, no pueden hacerlo fuera de los límites de su carril. Del mismo modo, necesitamos un principio que regule nuestra actividad espiritual. No es un asunto de profetizar, echar demonios, u obrar milagros, sino de hacer la voluntad del Padre (Mt. 7:21). Nuestras actividades espirituales deben conformarse a la voluntad del Padre. Nuestra predicación, el amor que mostramos para con los demás, y todo lo que hagamos debe conformarse a la voluntad del Padre. Si en nuestro espíritu no tenemos la certeza de que estamos haciendo la voluntad del Padre, no debemos proseguir. Si hacemos cosas sin esta certeza, quebrantaremos el principio que nos regula y cometeremos incesto espiritual. Eso es iniquidad a los ojos de Dios. El Señor nunca aprobará a esos obreros inicuos.
e) La descendencia obtenida por incesto Las hijas de Lot produjeron una descendencia por incesto. El nombre de sus dos hijos son muy significativos. El primero, Moab, significa “del padre” (19:37). Cuando la hija mayor llamó a su hijo “del padre”, ella estaba diciendo: “Tengo un hijo de mi padre”. Incluso le puso a su hijo un nombre que se lo recordara. La segunda hija dio luz a un niño y lo llamó Ben-ammi, que significa “hijo de mi parentela” (19:38). En lo que a las hijas se refiere, con tal que obtuviesen descendencia para preservar su linaje, todo se valía. Si no hubieran tenido descendencia, su grupo libre se habría
acabado. La situación actual es idéntica. Muchos grupos libres sólo se preocupan por preservar su linaje, es decir, por preservar su grupo. No les preocupa hacer la voluntad de Dios ni usar los medios correctos, sino únicamente producir descendientes por medio de actividades incestuosas. La simiente producida por incesto se convirtió en un gran perjuicio para el pueblo de Dios mediante la fornicación (Nm. 25:1-5). Mientras el pueblo de Dios vagaba en el desierto, los moabitas vinieron. Primero, contrataron al profeta Balaam para que maldijera al pueblo de Dios (Nm. 22:27), pero Dios cambió esta maldición por bendición (Nm. 23:11; 24:10). Segundo, Balaam aconsejó a los moabitas que incitaran a los hijos de Israel a adorar ídolos y a cometer fornicación (Nm. 31:16). La idolatría siempre conduce a la fornicación, pues estas dos “hermanas” inicuas van siempre juntas. El cristianismo actual contiene las enseñanzas de Balaam mencionadas en Apocalipsis 2:14. El Señor dijo a la iglesia en Pérgamo, una iglesia degradada y mundana, que entre ellos algunos tenían las enseñanzas de Balaam, las enseñanzas que perjudicaban al pueblo de Dios al inducirlo a la idolatría y la fornicación. Dios juzgó severamente a los israelitas por la idolatría y fornicación en que incurrieron con los moabitas, pues dijo a Moisés: “Toma a todos los príncipes del pueblo, y ahórcalos ante Jehová delante del sol, y el ardor de la ira de Jehová se apartará de Israel” (Nm. 25:4). Además, Dios rechazó a los moabitas y a los amonitas y mostró su ira santa y divina para con ellos, pues pidió a los israelitas que no procuraran la paz de ellos ni su bien “en todos los días para siempre” y declaró: “No entrará amonita ni moabita en la congregación de Jehová, ni hasta la décima generación de ellos; no entrarán en la congregación de Jehová para siempre” (Dt. 23:3-6). Todo lo que se relaciona con los moabitas y los amonitas se encontraba bajo la condenación de Dios, y no se les permitía a los hijos de Israel procurar la paz de ellos ni su bien. Del capítulo 16 de Génesis al capítulo 21, hay tres nacimientos: el de Ismael, el de Moab y Benammi, y el de Isaac. El nacimiento de Ismael se llevó a cabo por medio del esfuerzo carnal, y el nacimiento de Moab y Ben-ammi fue el resultado del incesto. Pero el nacimiento de Isaac se produjo por la gracia de Dios. Ismael, producido por el esfuerzo carnal, fue rechazado por Dios. Moab y Ben-ammi, quienes fueron engendrados por medio del incesto, fueron una vergüenza a lo largo de la historia. Sólo Isaac, quien fue producido por la gracia de Dios, fue usado para cumplir el propósito de Dios. Todos debemos examinarnos para ver qué clase de descendencia estamos produciendo: Ismael, Moab, o Isaac. Podemos tener algún incremento, algún fruto, pero ¿será el resultado ismaelitas, moabitas o “Isaacs”?
f) La ilimitada e inescrutable misericordia de Dios Pese a que los moabitas fueron rechazados hasta la décima generación, vemos en el caso de Rut la ilimitada e inescrutable misericordia de Dios (Rt. 1:2, 4-5, 8, 15-19, 22; 4:13, 17). Elimelec, el marido de Noemí, sacó a su familia de Judá para buscar la paz y la prosperidad que tenían los moabitas. Después de la muerte de Elimelec, sus dos hijos “tomaron para sí mujeres moabitas” (Rt. 1:4). Cuando los dos hijos murieron, Noemí se quedó en Moab con sus dos nueras. Cuando Noemí se disponía a regresar a Judá, Rut no quiso separarse de ella, y le dijo: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rt. 1:16). Al buscar a Dios de manera incondicional, Rut, una viuda moabita, entró en la congregación santa del pueblo de Dios, se casó con Booz, y llegó a ser la bisabuela del rey David. Finalmente, ella no sólo entró en la santa congregación del pueblo de Dios, sino también en la genealogía de Cristo, pues fue una antepasada de Cristo y tuvo parte en Su encarnación (Mt. 1:1, 5). Esta es la ilimitada e inescrutable misericordia de Dios. La misericordia de Dios espera que lo busquemos a El y a Su pueblo. No se quede en Moab; venga a Judá. La congregación de Dios y la encarnación de Cristo acompañan a Su pueblo en Judá. Estar en el sitio correcto tiene mucho significado. Usted debe cambiar su posición y su base. Si desea estar en la congregación santa y participar de la encarnación de Cristo, debe salir de Moab e ir al pueblo de Dios en Judá.
Lot, quien era miembro del pueblo de Dios, y su familia abandonaron al testigo y el testimonio de Dios. Como resultado, de su vida se produjeron los moabitas y los amonitas. Rut, una viuda moabita que buscaba a Dios, fue al pueblo de Dios y al testimonio de Dios. El resultado de su vida fue el siguiente: producir a Cristo. ¡Qué admirable misericordia concede Dios a los que le buscan! Hasta un descendiente de Moab, un ser humano nacido del incesto, pudo participar, por medio de la redención, en la encarnación de Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA Y CINCO VIVIR EN COMUNION CON DIOS: LA DEBILIDAD ESCONDIDA Y LA INTERCESION VERGONZOSA La Biblia es un libro honesto. Después de Génesis 18 y 19, donde vemos el gran logro de Abraham al experimentar a Dios, descubrimos su debilidad en Génesis 20. ¿Puede usted creer que Abraham después de tener una comunión tan íntima con Dios y después de interceder de manera tan gloriosa, pudo tener la experiencia relatada en el capítulo veinte? Resulta difícil creer y entender cómo pudo Abraham haber mostrado esa debilidad. Una vez más, vemos que la Biblia no fue hecha por hombres. Si esto hubiese sido fabricado por el hombre, el autor no habría incluido este relato de la debilidad y los defectos de Abraham. No obstante, la Biblia es honesta e incluye Génesis 20 como parte del relato divino.
6) La debilidad escondida y la intercesión vergonzosa Cuando yo era joven, me gustaban los capítulos dieciocho, veintiuno, veintidós y veinticuatro, pero no sentía el menor interés por el capítulo veinte. Este capítulo relata dos cosas principales: la debilidad escondida y la intercesión vergonzosa. Abraham, un hombre de Dios, tenía una debilidad escondida en lo profundo de su ser. En el capítulo dieciocho, él intercedió de manera gloriosa, pero en el capítulo veinte encontramos el relato de una intercesión vergonzosa.
a) La debilidad escondida (1) Viajó hacia el sur Primero consideremos la debilidad escondida de Abraham (20:1-16). En el versículo 1 vemos que “de allí partió Abraham a la tierra del Neguev [hacia el sur]”. El viaje de Abraham hacia el sur indica que había dejado la posición de comunión cerca del encinar de Mamre que está en Hebrón. El debió quedarse en Hebrón porque allí tenía comunión íntima con Dios. No hay nada mejor que eso. Poco después de tener una comunión íntima con Dios, Abraham se fue de Hebrón y viajó hacia el sur. Entre la época en la cual el Señor habló a Abraham del nacimiento de Isaac en 17:21 y 18:14, y el nacimiento de Isaac en el capítulo veintiuno, no pudo haber transcurrido más de un año. ¿Por qué abandonó Abraham repentinamente Hebrón y viajó hacia el sur durante ese año? En tipología,
el sur representa la comodidad y el norte las dificultades. El sur es cálido y el norte frío, pero Dios mora en el norte (Sal. 48:2; 75:6-7; Ez. 1:4). En el norte tenemos las dificultades y la presencia de Dios. En el sur tenemos las comodidades sin la presencia de Dios. En ninguna parte de Génesis 20 vemos algún indicio de que Dios haya pedido a Abraham que viajara al sur. Al emprender ese viaje, Abraham actuó por su propia cuenta. Tal vez Abraham haya querido un cambio y unas vacaciones. Usted quizás disfrute de la vida de iglesia en Anaheim, pero puede ser que un día piense que necesita un cambio y desee viajar al sur, a la ciudad de México. La vida de iglesia es maravillosa y todos nosotros la disfrutamos mucho. Sin embargo, algunos pueden aburrirse y tener el deseo de darse un paseo por Las Vegas. Si usted va a Las Vegas y alguien allí le pregunta qué hace usted en la ciudad donde vive, le resultará difícil darle una respuesta franca. En dos ocasiones Abraham se halló en una situación parecida, y no fue sincero (cfr. 12:9-12). En el capítulo doce, Abraham viajó al sur porque había hambre en el país. Esta hambre le sirvió de pretexto para ir al sur, a Egipto. Pero en este capítulo Abraham no tenía ningún pretexto. Tal vez él y su esposa se hayan aburrido y hayan deseado tomar unas vacaciones. Si se hubieran quedado cerca del encinar de Mamre que está en Hebrón, Abraham no habría tenido que mentir. Su mentira se debió a que estaba en el lugar equivocado. Con eso vemos que la posición correcta tiene mucho significado. No creo que un hermano pueda orar-leer ni dar un testimonio viviente en una casa de juegos en Las Vegas. Allí carecería de la debida posición para hacerlo. Si queremos hacer algo para Dios, debemos ocupar la posición correcta. Cuando Abraham abandonó la posición en la que tenía comunión íntima con Dios, y viajó al sur, perdió la presencia de Dios. La Biblia no afirma que en la región del sur Dios se haya aparecido a Abraham, ni que Abraham haya erigido un altar ni haya invocado el nombre del Señor. El había perdido completamente la posición adecuada sobre la cual podía tener comunión con Dios. Jóvenes, ustedes deben ver que deben permanecer en la posición correcta. Si permanecen en la iglesia, serán preservados. Pero si viajan hacia el sur, perderán la posición correcta y también la presencia de Dios. Su viejo hombre resurgirá espontáneamente. Antes del capítulo veinte, Abraham fue circuncidado. En el capítulo veinte, él debía haber sido una persona circuncidada, y no una persona natural, pues Dios lo había disciplinado verdaderamente. Algunos cristianos afirman que cuando experimentan cierta bendición, es imposible que estén en la carne. Pero observen el ejemplo de Abraham. El había sido circuncidado física y espiritualmente, pero cuando abandonó la posición adecuada de comunión con Dios, volvió a estar en la carne. Después de llegar a una experiencia tan elevada con Dios, Abraham, el padre de la fe, actuó de la misma manera que lo hizo en Génesis 12, más de veinte años antes. Vemos en ello que mientras permanecemos en la vieja creación somos capaces de hacer cualquier cosa en la carne. Si no permanecemos en comunión con Dios, podemos hacer las mismas cosas que la gente mundana. No diga que ya no puede estar en la carne porque ya fue regenerado, ya experimentó el bautismo del Espíritu, y recibió una segunda bendición. Aunque haya recibido muchas bendiciones de Dios, estará en la carne si no permanece en comunión con El. Su experiencia lo demuestra. Nunca deberíamos confiar en nuestro yo. No se puede confiar en el yo para nada. Debemos poner nuestra confianza en la presencia del Señor, y decirle: “Señor, si me retiras Tu presencia, seré como un perro. Pero te alabo porque en Tu presencia soy un santo, un miembro del pueblo de Dios”. ¡Qué gran significado tiene la presencia de Dios para nosotros! Cuando Abraham encaminaba a Dios en el capítulo dieciocho, él era un santo maravilloso, un hombre que podía quedarse delante de Dios y hablar cara a cara con El como lo haría con un amigo íntimo. Sin embargo, en el capítulo veinte, esta persona se hizo vil. Después de haber dejado el lugar donde estaba en comunión con Dios, pudo mentir y exponer a su esposa al sacrificio. Parece increíble, pero lo hizo. Si consideramos nuestra experiencia pasada, veremos por lo menos algunos casos en que hicimos algo parecido. Esto nos muestra la importancia de permanecer en la presencia de Dios. Nuestra protección no es nuestro yo, sino Su presencia.
(2) Repitió su viejo fracaso Después de haber dejado la presencia de Dios y de haber viajado hacia el sur, Abraham repitió su viejo fracaso, pues mintió y expuso a su esposa al sacrificio (20:2; cfr. 12:11-13). Una cosa es mentir, pero otra es sacrificar a la esposa. Aunque es posible que muchos hermanos mientan, quizá ninguno sacrificaría a su esposa. Sin embargo, Abraham lo hizo. Admiro a Sara por haber sido tan buena esposa. Ella no se quejó sino que apoyó la mentira de su esposo.
(3) La debilidad escondida queda expuesta En Génesis 20:8-13 vemos que la debilidad escondida de Abraham salió a flote. Abraham no mintió accidentalmente, pues lo planeó desde el día en que empezó a seguir el camino de Dios. Abraham dijo, hablando con Abimelec: “Y cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije [a Sara]: Esta es la merced que tu harás conmigo, que en todos los lugares adonde lleguemos, digas de mí: Mi hermano es” (v. 13). Esta debilidad escondida persistió dentro de Abraham aun después de su circuncisión. En principio, hoy la mayoría de nosotros somos iguales. Por una parte, seguimos al Señor en la iglesia; por otra, tenemos cosas reservadas. En caso de que suceda algo inesperado, tenemos un plan de reserva para solucionarlo. ¿Quiere usted ser incondicional con el Señor? Si éste es el caso, pregúntele si usted sigue aferrado a alguna reserva escondida. Quizás usted no crea que tiene una reserva, pero cuando se ausente de la vida de iglesia, dicha reserva quedará expuesta. Muchas hermanas jóvenes que siguen al Señor en la iglesia tienen recursos de reserva en su interior. Piensan: “Tal vez algo inesperado suceda algún día. En tal caso, ya sé lo que haré”. Este es el plan de reserva calculado desde que empezaron a seguir al Señor. Es cierto que en la vida de iglesia vivimos por la fe. Sin embargo, ¿qué hacemos cuando nos falta fe? Usamos nuestra reserva. Es posible que en poco tiempo su debilidad quede expuesta. Esto demostrará que a pesar de lo incondicional que usted afirma ser, aún no lo es completamente. Creo que el propósito del relato que aparece en el capítulo veinte es mostrarnos que tarde o temprano nuestra reserva escondida quedará expuesta. La Biblia es diferente a todos los libros mundanos porque contiene un relato genuino y franco de un pueblo que busca a Dios. Por mucho que busquemos a Dios, seguimos manteniendo una reserva. Temo y tiemblo cuando pienso que en lo profundo de mí pueda existir una reserva escondida que quedará expuesta algún día.
(4) Preservado por el cuidado providencial de Dios En la tipología bíblica, Abraham representa la fe, y Sara la gracia. En otras palabras, para Dios, el hombre siempre representa la fe, y la esposa siempre representa la gracia divina. Abraham fue el padre de la fe, y su vida fue una vida de fe. Sara tipifica la gracia de Dios; por eso, el hecho de que Isaac naciera de ella significa que nació de la gracia. Por el contrario, Ismael nació de Agar, la ley, el cautiverio. En tipología, cuando la fe falta, la gracia es menoscabada. Esto significa que nuestra falta de fe va en detrimento de la gracia del Señor. En cada fracaso de Abraham, Sara sufría, y cuando Sara sufría, la gracia era perjudicada. Además, la gracia y el testimonio van juntos. Cuando tenemos la gracia, tenemos el testimonio. Cuando Abraham mentía, no tenía el disfrute de la gracia. Por consiguiente, él perdió su testimonio. Cuando la fe desfallece, la gracia sufre y se pierde el testimonio de la gracia. Dios vino para rescatar a Sara y restaurarla. En tipología, esto significa que Dios vino para cuidar de Su gracia y Su testimonio. Dios sabe proteger soberanamente Su gracia y preservar Su testimonio. No sabemos cuántas veces corrimos peligro de perjudicar la gracia y de perder el testimonio por perder la posición apropiada. No obstante, en cierto momento, Dios vino para poner remedio a las circunstancias a fin de preservar el testimonio de Su gracia. Si eso le hubiera quedado claro a Abraham, no habría mentido; habría creído que Dios cuidaría Su gracia y Su testimonio.
La fe de Abraham desfalleció, pero Dios siguió preservándolo con Su cuidado providencial (vs. 3-7, 14-16). Dios no se le apareció a Abraham, porque la experiencia de éste llegó a ser anormal. En los capítulos dieciocho y diecinueve, Dios se le apareció a Abraham pero no a Lot. Aquí en el capítulo veinte, no se le aparece a Abraham, sino a Abimelec, en un sueño (v. 3). En cierto sentido, la posición de Abraham en el capítulo veinte era prácticamente la misma que la de Lot en el capítulo diecinueve. Por consiguiente, Dios se le apareció a Abimelec, un rey gentil, y le dijo que Su profeta le había mentido. Abimelec quedó sorprendido al oír que uno de los profetas de Dios le había mentido y había expuesto a su esposa al sacrificio. En este capítulo vemos la sabiduría de Dios, Su providencia, rectitud y cuidado. Dios dejó a Abraham, el que había mentido y dijo a Abimelec, el que había sido engañado: “He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido” (v. 3). Abimelec quedó atónito. Entonces Dios le dijo que debía devolver la mujer a Abraham y que Abraham oraría por él (v. 7). Dios no le inspiró a Abraham la necesidad de orar por Abimelec, sino que le indicó a Abimelec que Abraham era un profeta y que tenía la posición de orar por él, es decir, el rey, y por su familia. Al hacer eso, Dios no reprendió a Abraham. Aunque Abraham estaba fuera de la presencia de Dios, Dios siguió preservando Su testimonio y le dio a Abraham muchas riquezas (vs. 14-16). Cuando Abraham derrotó a Quedorlaomer y a los otros reyes, y rescató a Lot, se negó a aceptar los obsequios del rey de Sodoma porque tenía al Dios Altísimo (14:21-24). No obstante, cuando Abimelec le dio a Abraham ovejas, bueyes, siervos y plata, éste no se atrevió a decirle: “No necesito tu ayuda. Tengo al Dios Altísimo”. El no estaba en la debida posición para decir esto, y tuvo que callarse. No creo que Abraham le haya agradecido a Abimelec por sus obsequios ni que se haya mostrado alegre de recibirlos. Cuando él recibió todos estos obsequios de Abimelec en frente de Sara, debe de haber sentido vergüenza. Dios le devolvió a Sara sabia y providencialmente, cuidando Su gracia y Su testimonio, y al mismo tiempo disciplinó a Abraham.
b) Una intercesión vergonzosa Después de recibir los obsequios de Abimelec, Abraham oró por él (vs. 17-18). Abimelec necesitaba la intercesión de Abraham porque el Señor había cerrado todas las matrices de la casa de Abimelec. ¿Cree usted que habría podido orar en esta situación vergonzosa? Tal vez Abimelec le haya dicho a Abraham: “¿Por qué tú, un profeta de Dios, me mientes? ¡Mira lo que ha sucedido! Ahora que todo está solucionado y que te he devuelto tu esposa, quiero que ores por mí”. A menudo, después de haberle fallado al Señor, somos incapaces de orar durante varios días, aunque nadie esté enterado de nuestro fracaso. ¡A Abraham le fue mucho más difícil orar en la presencia de Abimelec! Aun así, Abraham oró, y “Dios sanó a Abimelec y a su mujer, y a sus siervas, y tuvieron hijos” (v. 17). Al interceder por Abimelec, Abraham tenía que vencer dos cosas: el recuerdo de su fracaso delante de Abimelec y la consideración de la esterilidad de su esposa. El tenía que olvidar su fracaso delante de Abimelec y no tener en cuenta la esterilidad de Sara. Si yo hubiera sido Abraham, habría dicho: “Lo siento, Abimelec, pero le he fallado al Señor y ahora no tengo fe para orar por ti”. Todos debemos aprender que la intercesión por los demás no depende de nuestro éxito, sino de la necesidad. Cuando Dios ha designado una necesidad, debemos interceder por ella. Quizás Abraham le haya dicho al Señor: “Fracasé. Le mentí a Abimelec y él me ha reprendido. ¿Cómo podría interceder por él?”. Cuando intercedemos por los demás, debemos olvidarnos de nosotros mismos, de nuestro entorno, y de nuestras circunstancias e interceder como si no hubiera nadie más que nosotros y Dios en la tierra. A pesar de nuestros fracasos, debemos ejercitar nuestro espíritu y orar con denuedo. Dios se vio forzado a dejar a Abraham e ir a Abimelec, aunque Abraham era superior a Abimelec. Pese a que había fallado, Abimelec era muy inferior a él. La Biblia dice que el mayor siempre bendice al menor (He. 7:7). Por ser superior a Abimelec, Abraham podía interceder por él. Además, no debemos imaginarnos que no podemos orar por los demás porque Dios no ha
contestado las oraciones que hicimos por nuestras necesidades. Si yo fuese Abraham, podría haber dicho: “Abimelec, pides que ore por ti. He orado por mi esposa durante años sin recibir respuesta. Así que, no estoy seguro si Dios contestará mi oración por ti y no tengo el valor de orar”. Debemos olvidarnos de las oraciones que no fueron contestadas y orar por los demás. Si no queremos orar por los demás, Dios probablemente no contestará las oraciones que le dirigimos para satisfacer nuestras necesidades. No diga que no puede orar por los demás porque el Señor no le ha dado lo que usted necesitaba. Cuando Abraham se olvidó de su necesidad e intercedió por Abimelec y su casa, no sólo éstos recibieron lo que él había pedido sino que aun sus propias necesidades fueron satisfechas. Si usted se olvida de sus necesidades y ora por las de los demás, Dios no sólo contestará su petición por ellos sino también la oración en cuanto a sus propias necesidades. El se ocupará de las necesidades de usted. La intercesión de Abraham por Abimelec fue vergonzosa. En esa situación vergonzosa a cualquiera le resultaría difícil interceder. La Biblia no nos relata la intercesión completa de Abraham por Abimelec como lo hizo en el caso de Lot. Tal vez Abraham no fue valiente ni fuerte en espíritu. No obstante, intercedió por Abimelec, y su oración fue contestada. Con eso vemos que aun si no tenemos denuedo en nuestro espíritu, nuestra intercesión será contestada cuando intercedemos por los demás conforme a la designación de Dios. Puedo dar testimonio de ello por experiencia. A menudo he enfrentado dificultades y he orado al respecto sin recibir ninguna respuesta. De repente, algunos se me presentaban con la misma dificultad, y me pedían que orase por ellos. Después de orar, Dios no sólo contestó mi oración por las necesidades de ellos, sino también mi oración por mi situación personal. Todos debemos aprender a orar sin prestar atención a nuestra victoria. Es fácil orar después de obtener una victoria, pero no después de un fracaso. No aliento a nadie a fracasar, pero sí afirmo que nuestros fracasos no deben turbarnos. Para Dios nuestros fracasos no cuentan; sólo cuenta lo que somos. En la presencia de Dios, somos el nuevo hombre. Eso es lo que somos, y debemos orar conforme a eso. Por estar todavía en esta vieja creación, podemos caer y fracasar. Sin embargo, podemos olvidar este fracaso en la vieja creación y permanecer en nuestra posición en la nueva creación. Cuando Abraham se mantenía en su posición de profeta de Dios, él podía orar por Abimelec. Génesis 20 es un capítulo que valoro mucho, y debemos dedicar tiempo para examinar todos sus puntos principales: la debilidad escondida del que busca a Dios; la manera en que fue reprendido por Abimelec y desechado momentáneamente por Dios; su intercesión por Abimelec y la familia de éste; y la manera en que Dios contestó su oración. Si usted se detiene en este capítulo unas horas, su espíritu se nutrirá ricamente. Al considerar este capítulo ahora, lo encuentro más útil que el capítulo dieciocho. El capítulo dieciocho es agradable, pero el capítulo veinte es precioso, pues nos enseña valiosas lecciones. Ese capítulo nos muestra que la intercesión por los demás no depende de nuestra condición, sino de nuestra posición. Depende de lo que somos. Somos el profeta de Dios, la nueva creación, miembros del Cuerpo de Cristo. El hecho de estar en la vida de iglesia como miembro del Cuerpo de Cristo nos faculta para interceder por los demás. Olvídese de su entorno y de sus fracasos. Si usted sigue dominado por sus sentimientos, su boca se cerrará, Satanás lo vencerá, y usted quedará amortecido por algunos días. Esto es muy grave. Debemos olvidar nuestros fracasos y nuestras necesidades y tomar la debida posición para interceder por los demás conforme a la designación de Dios y creer en El por el bien de los demás. También debemos conocernos a nosotros mismos. No se imagine que si logra cosas tan elevadas como las que se mencionan en Génesis 18 y 19, no tendrá ningún problema. No podemos permitirnos tomar vacaciones en nuestra comunión con Dios. No confíe en su viejo yo. Aun cuando su viejo yo haya sido disciplinado por Dios, de todos modos no puede confiar en él, por muy circuncidado que haya sido. Tal vez no estemos conscientes de ello, pero es posible que dentro de nosotros tengamos cierta reserva al seguir al Señor. Un día esta reserva, que es la reserva de
nuestras debilidades naturales, quedará expuesta. No se sorprenda cuando eso suceda. Esté preparado para tomar la gracia, olvídese de sus fracasos y necesidades, e interceda por los demás. Manténgase en su posición como miembro del Cuerpo de Cristo, como parte del nuevo hombre, y como santo en el recobro del Señor, y ore, aunque lo haga con cierta vergüenza. Tal vez su intercesión sea vergonzosa y carezca de gloria, pero Dios la contestará de todos modos. Junto con Su respuesta a la intercesión vergonzosa que hace usted, El también contestará las oraciones a las que usted no recibió respuesta antes. ¡Cuán maravilloso es eso! Cuando Abraham, el profeta de Dios, mintió a los demás, éstos se amortecieron. Y cuando se olvidó de su fracaso e intercedió por ellos, recibieron vida, y él mismo volvió a ser avivado. Del mismo modo, si nosotros olvidamos nuestros fracasos e intercedemos por las necesidades de las personas delante de las cuales hemos fracasado, no sólo les ministraremos vida a ellas sino también a nosotros mismos. Ojalá que todos aprendamos las lecciones contenidas en este capítulo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA Y SEIS VIVIR EN COMUNION CON DIOS: EL NACIMIENTO Y CRECIMIENTO DE ISAAC En los mensajes anteriores vimos que la experiencia de Abraham con Dios abarca casi diez capítulos de Génesis. Allí vimos que Abraham, el llamado de Dios, pasó por muchas situaciones y etapas. Ahora en Génesis 21, Abraham llega a una experiencia maravillosa: nace Isaac.
7) El nacimiento y crecimiento de Isaac La meta del llamamiento que hizo Dios a Abraham era producir una simiente. La simiente se menciona por primera vez en 12:7, y los siguientes capítulos a menudo se refieren a ella. En casi todos los capítulos Dios habla con Abraham acerca de la simiente. ¿Por qué le resultaba tan difícil a Abraham tener una simiente? El fue llamado, cuando mucho, a la edad de setenta y cinco años, pero veinticinco años más tarde seguía sin simiente, aunque Dios lo había llamado con ese propósito. En su dificultad para producir descendencia, Abraham acudió a Eliezer, a quien Dios rechazó. Luego Abraham escuchó la propuesta de su esposa y produjo a Ismael por medio de Agar. No obstante, Dios también rechazó a Ismael, pues afirmó que no quería una simiente de una esclava egipcia, sino de Sara. Dios parecía decir a Abraham: “Sí, has producido una simiente, pero de la fuente errónea. Nunca aprobaré esa fuente. No tengo nada que ver con ella. Quizás ames a Ismael y te preocupes por él, pero Yo no”. Después del nacimiento de Ismael, Dios le pidió a Abraham que se circuncidara. En aquella ocasión, Dios también fortaleció y confirmó Su promesa a Abraham. Después de la circuncisión, Abraham tuvo una íntima comunión con Dios; fue el hombre que disfrutó de la experiencia más elevada con Dios hasta aquel entonces. Cuando la simiente todavía no llegaba, por el capítulo veinte, aun un gigante de la fe como Abraham no pudo resistir la prueba. Como vimos en el último mensaje, aparentemente él se había cansado de experimentar a Dios y tomó unas vacaciones. Abraham pudo haber dicho a Dios: “Dios, me prometiste repetidas veces que me darías una simiente. Me has quebrantado al respecto hasta dejarme sin nada. Has dicho no a todo lo que he hecho. Ya estoy aburrido y quisiera un cambio.
Quiero tomar unas vacaciones”. Abraham viajó hacia el sur, o sea, hacia abajo. Como cualquier persona que toma vacaciones después de trabajar duro, Abraham buscaba comodidad. Por esta razón, repitió su fracaso anterior. No obstante, Dios lo preservó, y creó una situación en la cual, a pesar de su fracaso y circunstancias, él tuvo que interceder por Abimelec y su familia. Abraham no encontró ningún aliento en este asunto. Sin embargo, por ser el gigante de la fe, intercedió, no con denuedo ni con un espíritu liberado, sino con vergüenza. Con todo, su tímida intercesión fue contestada. La esposa de Abimelec y sus esclavas tuvieron hijos, y también Sara dio luz a Isaac. Una oración de intercesión recibió dos respuestas. Cuando llegamos a Génesis 21, vemos que Abraham regresa de sus vacaciones y vuelve a estar activo. En el capítulo veinte, él intentó tomar vacaciones y alejarse de su empleo divino, pero no tuvo éxito y Dios lo obligó a interceder. Esa intercesión lo hizo regresar de sus vacaciones a su empleo divino. Ahora, en el capítulo veintiuno, Abraham vuelve a su “oficio”. Génesis 21 consta de dos secciones. La primera sección comprende los versículos 1 a 13, y está descrita en detalle por el apóstol Pablo en Gálatas 4:22-31, donde explica con una alegoría esta porción de Génesis. Mediante la alegoría de Pablo, los cristianos genuinos de todos los siglos han podido comprender el verdadero significado de la primera parte de Génesis 21. Me habría gustado que Pablo usara otra alegoría que explicara el resto de ese capítulo, pero él no dijo nada al respecto. La mayoría de los cristianos sólo consideran 21:14-34 como una historia de la vida de Ismael en el desierto, del hecho de que se convirtió en un arquero y del trato que hizo Abraham con Abimelec sobre el pozo de Beerseba, y no piensan que este pasaje de la Palabra está lleno de significado espiritual. No obstante, si la primera sección de Génesis 21 tiene un significado espiritual, la segunda sección también debe de tener significado espiritual. En este mensaje abarcaremos el significado de ambas secciones.
a) Isaac nace: Cristo es producido por medio de nosotros En la primera sección vemos el nacimiento de Isaac (vs. 1-7). Isaac, cuyo nombre significa “risa” o “reirá” (vs. 3, 6), nació conforme a la promesa de Dios (v. 1) a su debido tiempo, en el tiempo de la vida (v. 2; 17:21; 18:10, 14). En cuanto a Abraham y a Sara, el nacimiento de Isaac fue un asunto muy importante. ¿Cuál es el significado espiritual del nacimiento de Isaac? Lo podemos ver claramente en la alegoría que usa Pablo en Gálatas 4. Así como Dios llamó a Abraham, nos llamó también a nosotros hoy. El llamado que recibimos de Dios tiene una meta, la misma que Dios tenía al llamar a Abraham: producir la simiente. Dios nos ha llamado para producir a Cristo. Si usted considera la experiencia de Abraham según se relata en los capítulos del once al veinte y la compara con la suya, quedará sorprendido al ver que la experiencia de Abraham es igual a la de usted, y que la vida de él es la biografía de usted. Nuestra biografía fue escrita mucho antes de nuestro nacimiento. En cualquier edad o generación en la cual estemos, todos tenemos la misma biografía. Así como Abraham fue llamado para producir a Isaac, asimismo fuimos llamados nosotros para producir a Cristo. No fuimos llamados para producir un buen comportamiento; la meta de Dios es que produzcamos a Cristo. Todas las dificultades que Abraham enfrentó al producir a Isaac eran dificultades suyas, y no de Isaac. Del mismo modo, le resulta fácil a Cristo fluir por nosotros y brotar de nosotros, pero nosotros confrontamos muchos problemas. De hecho, nosotros mismos somos el problema. No somos las personas correctas para producir a Cristo. Podemos producir muchas cosas y haber hecho mucho desde que fuimos salvos, pero nos resulta muy difícil producir a Cristo. Yo fui cristiano durante muchos años sin saber cómo producir a Cristo. Ni siquiera sabía lo que eso significaba. Me preocupa el hecho de que muchos de nosotros no estemos conscientes de que debíamos producir a Cristo. Incluso algunos preguntarán: “¿Acaso ya no fue producido Cristo? Entonces ¿por qué debemos producirlo nuevamente?” Si bien es cierto que Cristo ya fue producido, de todos modos toda persona salva debe producirlo. Si queremos producir a Cristo, debemos ser circuncidados. Nuestra vida y nuestra fuerza naturales y
también nuestro yo deben ser aniquilados. Este aniquilamiento prepara el camino para que ElShaddai, Aquel que todo lo provee, pueda entrar en nuestro ser como la gracia que todo lo provee y que produce a Cristo. Abraham experimentó eso. En Génesis 21 él alcanzó su meta, e Isaac nació, engendrado por medio de Abraham. Hoy en día, Cristo, el verdadero Isaac, necesita que lo produzcamos. La vida cristiana y la vida de iglesia son simplemente la producción de Cristo. Debemos producir a Cristo en nuestras reuniones, en nuestra vida diaria, en nuestra vida familiar y en nuestros empleos. El nacimiento de Isaac no se produjo por la fuerza natural de Abraham ni conforme al tiempo de éste, sino por la obra de gracia de Dios y a Su tiempo, el tiempo de la vida señalado por Dios. Esto fue una prueba para Abraham. Su fuerza natural se adelantó a Dios, pues trató de producir la simiente que Dios había prometido. Según su fuerza natural, él tenía un tiempo de esperanza. Sin embargo, todo lo que produjo su fuerza natural fue rechazado por Dios. Antes de sentenciar y aniquilar la fuerza natural de Abraham, Dios no quiso ni pudo hacer nada para producir la simiente que deseaba tener para cumplir Su propósito por medio de él. Así que tuvo que esperar. Mientras Dios esperaba, Abraham fue probado. Sucede lo mismo con nosotros en cuanto a producir a Cristo. Nuestra fuerza natural siempre obliga a Dios a esperar. El camino de Dios y Su tiempo son siempre una dura prueba para nuestra vida natural. La gracia de Dios no hará nada para ayudarle a nuestra vida natural a producir a Cristo. El debe esperar hasta que nuestra vida natural sea juzgada y aniquilada. Entonces, según Su tiempo, El intervendrá como la fuerza de gracia que produce lo que El desea obtener por medio de nosotros. Si queremos cumplir el propósito divino del llamamiento de Dios, debemos aprender esta lección fundamental. No intente jamás cumplir el propósito de Dios por su fuerza natural ni según el tiempo de su esperanza. Dios tiene Su método y Su momento. Sólo por Su método y en Su momento podemos producir a Cristo para cumplir Su propósito.
b) Isaac crece: Cristo es formado en nosotros Después del nacimiento se necesita el crecimiento. El versículo 8 dice: “Y creció el niño, y fue destetado; e hizo Abraham gran banquete el día que fue destetado Isaac”. Producir a Cristo no es suficiente. El Cristo que hemos producido debe crecer. Anteriormente muchos de nosotros produjimos a Cristo, pero me pregunto si este Cristo ha crecido. ¿Ha sido destetado? Isaac creció y fue destetado de su madre, lo cual significa que ya no era un niño y se había convertido en un muchacho. El día de su destete, Abraham hizo una gran fiesta. Podemos entender lo que esto significa por medio de nuestra experiencia. En la vida de iglesia, cuando vemos que Cristo ha crecido en ciertos hermanos y hermanas, todos nos alegramos y tenemos una fiesta, un gran deleite. Ni el nacimiento de Isaac ni su crecimiento se logran con facilidad. Del mismo modo, no es fácil producir a Cristo ni cultivarlo. En la vida de iglesia Cristo debe surgir y también crecer. Le doy gracias a Dios porque Cristo se ha producido entre nosotros, pero no me atrevo a decir que hayamos experimentado mucho crecimiento de Cristo. Es maravilloso ver que Cristo sea producido en un hermano joven, pero seguimos esperando ver en él el crecimiento de Cristo. Queremos ver que el Cristo que está en él sea destetado y deje de ser un niño. Tal vez el Cristo de ese hermano no sea un hombre plenamente maduro, pero queremos verlo como un muchacho fuerte. Cristo debe ser formado no solamente en nosotros sino también entre nosotros (Gá. 4:19). Tanto en nuestra vida diaria como en la vida de iglesia necesitamos la expresión de un Cristo formado. Entonces podemos tener una gran fiesta en la que disfrutemos la gracia de Dios.
c) Ismael se burla de Isaac Génesis 21 nos muestra que el nacimiento de Isaac no fue lo que causó problemas, sino su crecimiento. Cuando Isaac nació, Agar y su hijo Ismael no se preocuparon mucho. Sin embargo, después de que Isaac creció, Ismael empezó a burlarse de él (v. 9). En el sentido bíblico, eso significa que Ismael persiguió a Isaac. Incluso Dios consideró la persecución de Ismael para con
Isaac como el comienzo de la persecución de Su pueblo, la cual duró cuatrocientos años (15:13; Hch. 7:6). La burla de Ismael fue algo grave porque Isaac era la simiente escogida por Dios, e Ismael la falsificación. La falsificación siempre aborrece lo que es verdadero. Nosotros, la simiente designada, somos aborrecidos por la falsificación. Como dice Pablo en Gálatas 4:29: “Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora”. El crecimiento de Isaac suscitó esa persecución.
d) Agar e Ismael son echados Sara, quien representaba la gracia, no pudo tolerar el hecho de que Ismael se burlara de Isaac, y dijo: “Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo” (v. 10). Cuando leí este versículo en mi juventud, no estuve de acuerdo con Sara, pues pensaba que era celosa e injusta. Ella misma le había propuesto a Abraham que tuviera un hijo con Agar, y ahora ella misma le ruega que despida a Agar y a Ismael. Según mi entendimiento de joven, yo habría echado a Sara. Sin embargo, un día, mientras meditaba en esto, Dios me reprendió. Aquel día yo estaba defendiendo a Agar y a Ismael y estaba de acuerdo con Abraham, pues “este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo” (v. 11). Yo pensaba que Abraham debía haber contestado a Sara que ella era cruel, pero él no le dijo nada. Por el contrario, Dios intervino y le dijo a Abraham: “No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia” (v. 12). El Juez celestial tomó la decisión final, y le pidió que cumpliera el deseo de Sara. Isaac solo, y no Ismael, debía ser contado como simiente. Abraham le había fallado a Dios en el capítulo veinte, pero se apresuró a obedecerle en el capítulo veintiuno. El versículo 14 afirma que Abraham madrugó a despedir a Agar y a Ismael. Debemos ver el significado espiritual de echar a Agar y a Ismael. Como todos los cristianos, usted ha procurado hacer el bien desde el día en que fue salvo. Pero Dios le ha corregido, y muchas veces usted ha sido castigado y cortado. Si usted es un hermano casado, Dios indudablemente usará a su esposa como el cuchillo que corte su vida natural. La esposa es ese cuchillo afilado en las manos divinas. Muchos maridos cristianos sólo pueden ser totalmente disciplinados al ser cortados por este cuchillo, su esposa. Ningún marido puede escaparse de ello. Me complace ver que en las iglesias locales Dios ha usado a las esposas como cuchillos para aniquilar la vida natural de los hermanos. De esta manera, nosotros aprendemos la lección de aborrecer nuestra vida natural y todas las cosas buenas que podemos producir por nuestra cuenta. Podemos aborrecer nuestra vida natural y todo lo que produce, pero no la aborrecemos totalmente. En lo profundo de nosotros, seguimos apreciándola y decimos: “El Ismael que he producido es bastante bueno. El nació de mí”. Este concepto siempre demora el nacimiento de Isaac. Los golpes que recibió Abraham y sus fracasos sucesivos fueron lo que produjo finalmente a Isaac. Cristo ya nació en nuestra vida cristiana, pero nosotros todavía conservamos nuestro Ismael, pues no nos atrevemos a abandonar nuestro buen comportamiento. Muchos de nosotros seguimos jactándonos de nuestra bondad natural, y decimos: “No soy tan orgulloso como algunos hermanos y hermanas. Le doy gracias al Señor por haberme hecho humilde”. Las hermanas criticarán a las demás, diciendo: “Nunca esparciré chismes acerca de esa hermana. Yo no nací así”. Incluso algunos ancianos y supuestos ministros de la Palabra no pueden evitar jactarse de sus atributos naturales. Tal vez piensen: “El hermano fulano de tal pierde rápidamente la paciencia. Pero yo le doy gracias a Dios porque por naturaleza mi temperamento es mucho mejor que el suyo”. Tal vez usted no lo exprese abiertamente, pero lo tiene escondido dentro. Cuando el Cristo que nació en nuestra vida cristiana haya empezado a crecer, nuestra bondad natural se burlará de El. Entonces la gracia que tenemos en nuestro interior dirá: “¡Echa fuera la ley! Echa la sierva y lo que has producido con ella por tu esfuerzo carnal”. ¿Hará usted eso? En apariencia lo hará, pero secretamente seguirá aferrado a Agar y a Ismael, a la ley y a los atributos naturales suyos y a su propia bondad. Hoy pocos cristianos tienen el denuedo de pronunciar las
palabras de Sara: “Echa a esta sierva y a su hijo”. Pocos dirían: “Echa la ley, el esfuerzo de la carne, y todo el éxito del esfuerzo propio”. Por el contrario, nos asimos a nuestro éxito y a nuestra bondad natural. Pero tarde o temprano Dios nos obligará a abandonar la ley, nuestro esfuerzo propio y todo lo que hayamos producido. Entonces los hermanos y hermanas empezarán a levantarse y a decir: “De ahora en adelante ya no habrá más Agar ni Ismael. Deben irse”. Así como lo hizo Abraham, los despedirán con pan y agua solamente (v. 14). Tarde o temprano todos debemos hacer eso. Debemos levantarnos una mañana, dar a la ley un odre de agua, y decirle: “Ley, vete y toma contigo aquel que me ayudaste a producir. No lo dejes, porque ya no lo quiero. Antes yo amaba a Ismael, pero ahora lo abandono”. La ley y el resultado del esfuerzo carnal deben ser totalmente abandonados.
e) Dos pozos de agua: dos fuentes de vida En la primera sección de este capítulo, vemos dos simientes, dos clases de personas, y dos vidas. No obstante, sin la segunda sección no podemos ver ni la fuente ni el resultado de su vivir. En la segunda sección, descubrimos dos pozos de agua: uno destinado a Ismael (vs. 14-21) y el otro a Isaac (vs. 22-34). La Biblia no desperdicia ninguna palabra; por eso, este relato de dos pozos para dos clases de vida debe ser muy significativo y lleno de significado espiritual.
(1) El pozo para Ismael (a) En el desierto cerca de Egipto El pozo para Ismael, la fuente de su vivir, estaba en el desierto cerca de Egipto (vs. 19-21; 25:12, 18). En la Biblia el desierto siempre representa un lugar rechazado por Dios. Dios nunca aprueba el desierto. Mientras estamos en el desierto, somos rechazados por Dios. El mejor ejemplo de eso es la peregrinación de los hijos de Israel por el desierto. En la tipología el desierto también es nuestra alma. Si vivimos en nuestra alma, estamos vagando por el desierto, el cual Dios rechaza. El desierto donde se hallaba el pozo de Ismael quedaba cerca de Egipto. De ahí él podía ir fácilmente a Egipto. Esto significa que cuando estamos en nuestra alma, en nuestro ser natural, estamos vagando en el desierto y podemos caer fácilmente en el mundo.
(b) Hizo de Ismael un arquero La fuente del vivir de Ismael hizo de él un arquero (v. 20). La diferencia entre un arquero y un sembrador es que el sembrador cultiva la vida y el arquero la mata. El arquero es un cazador salvaje como Nimrod en 10:8-12, uno que mata en el desierto. Esta sección de la Palabra también usa la expresión “tiro de arco” para describir la distancia entre el lugar donde estaba sentada Agar y el sitio donde ella había dejado a su hijo (vs. 15-16). Por consiguiente, este pasaje de la Palabra revela que si estamos en el desierto de nuestra alma y bebemos agua del pozo que sustentaba a Ismael, llegaremos a ser un arquero que usa el arco para matar la vida a fin de construir nuestro propio reino, y no un sembrador que cultiva la vida para la edificación del reino de Dios.
(c) Conduce a la unión con Egipto La fuente de vida de Ismael hizo que éste se uniera finalmente con Egipto, es decir, con el mundo (v. 21). Cuando Agar tomó una esposa para Ismael, la trajo de Egipto, de su propia fuente. Ella era egipcia y, por tanto, quería tener una nuera egipcia. Al tomar esposa de la tierra de Egipto para Ismael, Agar lo selló con las cosas de Egipto. En todo esto, vemos que hay un manantial, una fuente de vida, que puede hacer de uno un cazador salvaje que mata la vida y que lo puede unir a uno con el mundo.
(2) El pozo para Isaac Alabado sea el Señor porque hay otro manantial: el pozo de agua para Isaac (vs. 22-34). Muchos versículos hablan de esta fuente positiva. Leamos Salmos 36:8: “Tú los abrevarás del torrente [o manantial] de tus delicias”. Al Señor le gusta abrevarnos de la fuente de Sus delicias. En Juan 4:14 el Señor Jesús dijo: “Mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna”. Esto significa que Dios mismo será nuestra vida. En Juan 7:37 y 38, el Señor Jesús también habló de beber: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Además, en 1 Corintios 12:13, el apóstol Pablo dice que a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu, es decir, de un solo manantial. Inclusive, el último capítulo de la Biblia habla de beber: “Y el Espíritu y la novia dicen: Ven ... Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Ap. 22:17). Este manantial divino debe ser la fuente de nuestro vivir. Aunque Cristo haya sido producido y haya crecido en la vida de iglesia, aún así debemos recordar que existen dos fuentes o dos clases de vida. ¿Qué clase de vida lleva usted, la de Ismael o la de Isaac? No es suficiente decir que tiene el vivir de Isaac. Debe examinar la clase de agua que bebe día tras día. ¿Bebe usted del pozo de Ismael? Si tal es el caso, ese manantial hará de usted un Ismael y le hará caer en el mundo. ¿Bebe usted del pozo de Isaac, el manantial que representa el pozo divino, el pozo de Cristo, el pozo del Espíritu? Si es así, el agua divina que brota de esa fuente cumplirá muchísimas cosas.
(a) En Beerseba cerca de la tierra de los filisteos El pozo destinado a Isaac estaba en Beerseba, cerca del país de los filisteos (vs. 25-32). Este manantial, a diferencia del de Ismael, no estaba cerca de Egipto sino en la frontera de la tierra de los filisteos y de la buena tierra de Canaán. Beerseba estaba en la tierra de los filisteos y más tarde llegó a ser el extremo sur de la tierra santa. Cuando la Biblia describe la geografía de la tierra santa, usa la frase “desde Dan hasta Beerseba” (1 S. 3:20), porque la distancia entre Dan, en el extremo norte, y Beerseba, en el sur, abarca toda la tierra de Canaán. En la Biblia, la tierra de los filisteos reviste un significado particular. No es un lugar que rechaza totalmente a Dios; es un sitio que acepta a Dios pero trata las cosas de Dios conforme a la perspicacia humana, y no según la economía de Dios. Considere por ejemplo la manera en que los filisteos obraron con el arca (1 S. 6:1-9). No la rechazaron; la recibieron, pero la trataron de manera natural conforme a su habilidad. Del mismo modo, en Génesis 20 y 21, vemos que Abimelec, el rey de los filisteos, no rechazó a Dios sino que lo aceptó en una forma astuta. Abraham tomó a Dios conforme a Su economía, mientras que Abimelec lo tomó conforme a la astucia humana. Esto es lo que significa la tierra de los filisteos.
(b) Por siete corderas: la redención completa de Cristo La fuente de Isaac era un pozo redimido (vs. 28-30). Este pozo, que Abraham había excavado, se había perdido, pues los siervos de Abimelec lo habían tomado por la fuerza (v. 25). Entonces Abraham lo redimió pagando por él siete corderas. En tipología, estas corderas son la redención completa de Cristo, lo cual indica que el agua viva y divina fue redimida, comprada nuevamente, por la plena redención de Cristo. Hoy en día, mientras todo el linaje humano vive por una fuente exenta de redención, nosotros vivimos por una fuente redimida. El agua viva que bebemos ahora no es natural; fue redimida al costo de la obra redentora de Cristo.
(c) Por un pacto: el nuevo pacto La fuente de Isaac también necesitaba un pacto (vs. 31-32). Este pacto es la semilla del nuevo pacto. Nuestra agua viva ahora no es solamente agua redimida sino también agua del pacto. Ismael bebió del agua silvestre, agua que no tenía redención ni pacto. Sin embargo, toda el agua que Isaac bebió era agua redimida, el agua del pacto. Puesto que hemos empezado a conocer a Cristo, la fuente de nuestro vivir también ha sido el agua redimida, el agua del pacto.
(d) Para plantar En Beerseba Abraham plantó un árbol tamarisco (v. 33). Un árbol tamarisco es una especie de sauce de hojas finas, que generalmente crece cerca del agua, y da la impresión del fluir de las riquezas de vida. El hecho de que Abraham haya plantado un árbol tamarisco después de hacer el pacto por el pozo de Beerseba, indica que el agua que él bebía fluía profusamente. El Señor Jesús dijo que todo aquel que creyera en El, de su interior correrían ríos de agua viva. Hoy en día, la vida de iglesia se encuentra cerca del pozo de Beerseba. Cuando usted beba de este pozo y viva por él, será como un árbol tamarisco por el cual fluyen las riquezas de vida. Cuando la gente acuda a usted, nunca hallará sequía sino que será refrescada por el agua de la vida. Beerseba, que significa “pozo del juramento”, es el lugar donde debería estar la iglesia. La iglesia debe estar en el pozo del juramento con un pacto, y también debe estar llena de árboles tamariscos. Todos debemos ser un árbol tamarisco. Si usted mira a las ramas de dicho árbol, ellas le recordarán el fluir de las riquezas de vida. ¡Alabado sea el Señor porque hay verdaderos árboles tamariscos en las iglesias locales! Aquí, en Beerseba, tenemos la siembra, pero con Ismael en el desierto hay vida agreste. Muchos grupos cristianos son como un desierto. Sólo convierten a la gente en personas agrestes. Sin embargo, la vida apropiada de iglesia siembra a la gente. ¿Ha sido usted sembrado? Cuando usted es plantado, deja de ser agreste. En esta sección de la Palabra, vemos claramente que existen dos fuentes de vida. Una es la fuente natural en el desierto de nuestra alma, y la otra es la fuente redimida en el jardín de nuestro espíritu. En Beerseba, Abraham contendía por el pozo que había sido tomado por la fuerza. Ahora nosotros también debemos luchar por el pozo divino para que lo tengamos tanto para la vida cristiana como para la verdadera vida de iglesia.
(e) La invocación del nombre de Jehová, el Eterno y Todopoderoso El versículo 33 nos indica que Abraham sembró un árbol tamarisco en Beerseba y también que “invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno”. Aquí vemos otro título especial de Dios: Jehová, El Olam. En el capítulo diecisiete vimos El-Shaddai, el Todopoderoso que todo lo provee. Aquí vemos El Olam. La palabra hebrea olam significa la eternidad o lo eterno. Sin embargo, la raíz de esta palabra hebrea significa esconder, velar u ocultar de la vista. Todo lo que es velado se convierte espontáneamente en algo secreto. Abraham experimentó finalmente a Dios como el Eterno, como Aquel que es secreto y misterioso. No podemos verlo ni tocarlo, pero El es muy real. Su existencia es eterna, pues El no tiene ni comienzo ni fin. El es el Dios eterno (Sal. 90:2; Is. 40:28). Aquí encontramos otra semilla que se desarrolla en el Nuevo Testamento. El Dios que Abraham experimentó en el capítulo veintiuno es la misma Persona revelada en Juan 1:1, 4: “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios ... en El estaba la vida”. Esta vida es El Olam. El Dios misterioso en la eternidad es nuestra vida eterna. La vida eterna es una Persona divina que está escondida, velada, oculta, es misteriosa y secreta pero muy real, y existe eternamente y para siempre, sin comienzo ni fin. El título El Olam implica vida eterna. Aquí Dios no fue revelado a Abraham sino
que fue experimentado por él como el que vive para siempre, que es secreto, misterioso y que es la vida eterna. En otras palabras, en Génesis 21 Abraham experimentó a Dios como la vida eterna. Cerca del árbol tamarisco de Beerseba, Abraham pudo dar testimonio a todo el universo de que él experimentaba a Aquel que está escondido, y que vive para siempre como su vida misteriosa. Allí, en Beerseba, él invocó el nombre de Jehová, El Olam. En el capítulo doce sólo invocó el nombre de Jehová, sin experimentarle todavía como el Dios que es misterioso y que vive para siempre. Pero aquí en el capítulo veintiuno, después de muchas experiencias, estando con Isaac en Beerseba debajo del árbol tamarisco él experimentó como vida interna a Aquel que vive para siempre y que es misterioso e invocó: “¡Oh Jehová, El Olam!” Nadie podía ver esta persona misteriosa, pero era real para Abraham en su experiencia. Tenemos dentro de nosotros ahora a El Olam, Aquel que está escondido, oculto, que es misterioso y que vive para siempre. El es nuestra vida. Podemos tener el mismo deleite que tuvo Abraham simplemente invocando: “Oh Señor Jesús”. Mientras Abraham moraba en Beerseba, seguramente hizo muchas cosas. Pero aquí las Escrituras nos revelan una sola cosa: que Abraham plantó un árbol tamarisco en Beerseba e invocó el nombre de Jehová, El Olam. Con este breve relato, podemos ver dos cosas. La primera es que plantar el árbol tamarisco debe de haber tenido mucho significado; y la otra es que la siembra de este árbol tamarisco se relaciona con la invocación del nombre de Jehová, El Olam. Como hicimos notar, Génesis 1 y 2 no constituye solamente un relato de la obra creadora de Dios sino una narración de la vida, en cuyo centro vemos el árbol de la vida. Del mismo modo, este pasaje no es simplemente un relato de la historia de Abraham, sino también de la vida, y muestra la fuente por la cual vivía Abraham. El vivía por invocar a Jehová, El Olam, por experimentar al Dios eterno y escondido como su vida. En la terminología del Nuevo Testamento, él experimentaba la vida eterna que fluye con todas sus riquezas como un árbol tamarisco que expresa las riquezas de la fuente por la cual vive. Así como el árbol de la vida es el centro del relato en los capítulos uno y dos, el árbol tamarisco es el centro de este relato. Podemos decir que el árbol tamarisco es el árbol de vida experimentado, es la expresión del árbol de la vida. Nuestra vida cristiana y la vida apropiada de iglesia son un árbol tamarisco, el cual expresa el árbol de la vida por el cual vivimos. Esto acompaña la invocación del Señor que es nuestra vida eterna, nuestro Jehová, El Olam.
(f) Hizo de Isaac un holocausto Esta fuente de agua viva hace de Isaac un holocausto (22:2, 9). La fuente de la cual Ismael bebió hizo de él un arquero, alguien que vivía de manera agreste y para sí mismo. No obstante, la fuente del vivir de Isaac hizo de éste un holocausto, uno que fue ofrecido a Dios para satisfacerlo.
(g) Lo condujo a ofrecer a Dios sobre el monte Moriah Esta fuente de vida condujo a Isaac a Moriah, y no a Egipto (22:2). La fuente de vida de Ismael conduce a la gente hacia abajo, pero la fuente de Isaac conduce a la gente hacia arriba al monte de Moriah, donde Jerusalén fue construida más tarde. El ascenso a Moriah preservó al pueblo de Dios de los filisteos. También debemos subir de Beerseba a Jerusalén; no solamente debemos tener la vida de iglesia en Beerseba, sino también en Jerusalén. Finalmente, la fuente apropiada de vida hará de todos nosotros unos Isaac y nos conducirá a la Nueva Jerusalén. Aquí tenemos otra semilla de la revelación divina. Ismael vivía en el desierto y se unió a Egipto, pero Isaac vivía en un plantío y fue llevado a Moriah. El monte Moriah fue más adelante el monte de Sion sobre el cual se construyó el templo de Dios (2 Cr. 3:1), y así llegó a ser el centro de la buena tierra que Dios dio a Abraham y a sus descendientes. Después de que sus descendientes siguieran el camino de Ismael y bajaran a Egipto, Dios los sacó de la tierra con la intención de llevarlos a la buena tierra de Canaán. Pero su incredulidad los mantuvo vagando en el desierto
donde Ismael vivía. Finalmente, Dios introdujo a sus hijos en la buena tierra y escogió a Jerusalén, que había sido construida en el monte Moriah, como único centro en el cual lo debían adorar a El. Como resultado, todos los hijos de Israel subían tres veces por año al mismo monte Moriah donde había sido llevado Isaac. Por consiguiente, el hecho de que Isaac fuese llevado al monte Moriah constituía una semilla que se desarrolló en el ascenso de todos los hijos de Israel al monte de Sion. De Abraham salieron dos pueblos. El primero está representado por Ismael, quien vivía en el desierto y que se había unido a Egipto; el segundo está representado por Isaac, quien vivía en Beerseba y fue llevado al monte Moriah. Hoy en día existen también dos clases de cristianos. Una clase es semejante a Ismael, pues viven para sí mismos en el desierto de su alma y se unen con el mundo. La otra clase es como Isaac, pues viven para Dios en su espíritu y en la iglesia, y son llevados a Sion. Inclusive los verdaderos cristianos podemos ser semejantes a Ismael, si vivimos en nosotros y para nosotros y si estamos unidos con el mundo, a menos que vivamos en nuestro espíritu y en la iglesia, como lo tipificaba Isaac, a fin de llegar a la meta de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA Y SIETE VIVIR EN COMUNION CON DIOS: ISAAC ES OFRECIDO (1) En este mensaje llegamos a Génesis 22, donde vemos la cumbre de la experiencia de Abraham con Dios. Este capítulo es la continuación del capítulo veintiuno. Estos dos capítulos, que relatan el nacimiento y el ofrecimiento de Isaac, abarcan un período de por lo menos veinte años. Algunos eruditos creen que cuando Isaac fue ofrecido tenía por lo menos veinte años de edad. Por consiguiente, para entonces él ya era adulto. Todo lo que relatan estos dos capítulos tiene mucho significado. Como lo hicimos notar en el mensaje anterior, en 21:33 leemos: “Plantó Abraham un árbol tamarisco en Beerseba, e invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno”. Plantar un árbol tamarisco no carecía de significado. Abraham seguramente hizo muchas cosas mientras vivía en Beerseba, pero la Biblia sólo narra que peleó por el pozo, lo compró por precio, plantó un árbol tamarisco, e invocó el nombre de Jehová Dios eterno. Si estas cosas no tuviesen significado, el relato bíblico, que es muy económico, no las habría incluido como parte de la revelación divina. El hecho de que la revelación divina excluya muchas otras cosas y hable de que fue plantado un árbol tamarisco, muestra la importancia de dicha acción. En Génesis 2 el centro de la revelación es el árbol de la vida. Del mismo modo, en la segunda parte de Génesis 21 el centro de la revelación es el árbol tamarisco. Si tenemos el entendimiento espiritual y la luz divina, veremos que este árbol tamarisco es el árbol de la vida experimentado y expresado. Cuando no experimentamos ni expresamos el árbol de la vida, éste no pasa de ser el árbol de la vida. Pero cuando lo experimentamos y lo expresamos, se convierte en un árbol tamarisco. Un árbol tamarisco tiene ramas delgadas y hojas finas que denotan el fluir de las riquezas de la vida. Por consiguiente, el árbol tamarisco plantado cerca del pozo del juramento en Beerseba es un ejemplo del fluir de las riquezas de la vida, el resultado de experimentar el árbol de la vida. ¿Es el árbol de la vida un árbol tamarisco en su experiencia? Cuando llegamos a las reuniones, el árbol de la vida debe convertirse en un árbol tamarisco.
En el relato de Ismael no figura ningún árbol del que fluyan las riquezas de la vida; sólo había un arco. La señal de Ismael era un arco que mataba a la vida, pero la señal de Isaac era un árbol del que brotaba vida. Como cristiano, hijo de Dios y descendiente de Abraham, ¿cuál es su señal, un arco o un árbol tamarisco? ¿Está usted dando muerte a la vida, o fluye de usted la vida con todas sus riquezas? Si el árbol de la vida mencionado en Génesis 2 es importante, entonces el árbol tamarisco de Génesis 21 también debe serlo. Muy pocos cristianos, si los hay, han visto la importancia del árbol tamarisco plantado en Beerseba. Algunos han prestado algo de atención al árbol de la vida, pero no se han fijado en el árbol tamarisco. Anteriormente vimos el árbol de la vida, pero no vimos el árbol tamarisco. Le damos gracias al Señor porque en estos días El nos ha dado la visión del árbol tamarisco. Un día, el impulso interior me dijo que necesitaba conocer el significado del árbol tamarisco que aparece en el capítulo veintiuno. En dicho capítulo no se desperdicia ni una sola palabra, pues hace a un lado las demás cosas que Abraham debe de haber hecho, pero dice específicamente que plantó un árbol tamarisco en Beerseba. En nuestra opinión, plantar un árbol tamarisco puede ser algo insignificante, quizás sólo fuera una especie de antigua jardinería. No obstante, la Biblia relaciona plantar un árbol tamarisco con invocar el nuevo título Jehová Dios eterno. Observe el uso de la conjunción para relacionar estas dos cosas de 21:33. Abraham plantó un árbol tamarisco “e” invocó allí el nombre de Jehová, El Olam. Según nuestro concepto humano, plantar un árbol no se relaciona con invocar el nombre del Señor, particularmente con un título nuevo y recién revelado. Sin embargo, en la Biblia eso nos proporciona la base para invocar correctamente al Señor. Si queremos invocar el nombre del Señor, necesitamos un árbol tamarisco. Si no tenemos la experiencia del árbol tamarisco, sólo podremos invocar el antiguo título de Dios, Jehová, y no Su título El Olam, recién revelado. En el capítulo veintiuno, Abraham invocó un nuevo título de Dios: El Olam, el Dios misterioso, escondido, secreto, pero muy real, quien vive y existe para siempre. Este título de Dios denota la vida eterna, pues el Dios eterno denota vida eterna. Abraham experimentó la vida eterna, pero no tenía este término. Antiguamente la gente comía vitaminas, pero no tenía ningún conocimiento científico acerca de ellas ni de los términos científicos para describirlas. Por haber nacido después de escribirse el Nuevo Testamento, tenemos la expresión la vida eterna. Sin embargo, Abraham, quien vivió en tiempos antiguos, no tenía este término divino. No obstante, cuando invocó el nombre de Jehová, El Olam, eso implicaba que experimentó a Dios como la vida que existe y perdura para siempre, como Aquel que es real y vive, y que también es misterioso y secreto. Debemos considerar nuestra propia experiencia. Cuando tuvimos el fluir de las riquezas de la vida divina, entonces invocamos el nombre del Señor Jesús con una nueva comprensión. Invocamos al Señor mismo, pero al hacerlo sentimos algo fresco. ¿Piensa usted que si sostiene en su mano el arco que mata la vida podría invocar el nombre del Señor? ¡No!, sino que buscaría una esposa egipcia.
8) Isaac es ofrecido a) Dios pone a prueba a Abraham El texto original de la Biblia no se divide ni en capítulos ni en versículos ni en párrafos. El capítulo veintidós es la continuación inmediata del capítulo veintiuno. Después de la mención del árbol tamarisco que Abraham plantó y de invocar el nombre del Señor, Dios lo probó (v. 1). Dios, a diferencia de Satanás, no tienta a nadie. Pero sí nos prueba como lo hizo con Abraham. Repito que después de redimir el pozo de Beerseba, Abraham indudablemente hizo muchas cosas, pero aparte de plantar el tamarisco e invocar al Señor, la Biblia no las menciona; habla inmediatamente de la prueba por la que Dios hizo pasar a Abraham.
(1) Ofrece a Dios lo que de El recibió en gracia Con frecuencia cuando hemos disfrutado mucho al Señor, El no nos pide que hagamos algo por El, sino que le ofrezcamos lo que El nos ha dado. En dicha ocasión, el Señor podría decir: “Has recibido un don de Mí. Ahora te pido que lo devuelvas”. Siempre esperamos que después de pasar un buen rato con el Señor, El nos pedirá que hagamos algo por El. Nunca nos imaginamos que El puede pedirnos que le devolvamos lo que El nos ha dado. Mientras Abraham disfrutaba de una comunión íntima con Dios, no se le pidió que trabajara para El. Dios le hizo la mayor exigencia: devolverle lo que El le había dado. Desde el principio, Dios jamás aceptó nada de lo que tenía Abraham. El no se preocupó por Lot, rechazó a Eliezer, y le pidió que echara a Ismael. Ahora, después de que Eliezer, Lot e Ismael habían sido rechazados, Abraham adquirió a Isaac, la simiente que Dios le había prometido, y estaba en paz. Todo lo relacionado con Isaac provenía de Dios. Nunca más Dios rechazó lo que Abraham tenía. Pero de repente Dios habló y fue como si dijera: “Nunca rechazaré a Isaac, pues él nació de Mí. Pero ahora me lo debes devolver”. Abraham fue admirable. En su lugar, yo habría contestado: “Señor, ¿qué haces? No te preocupaste por Lot y rechazaste a Eliezer y a Ismael. Ahora quieres recuperar a Isaac, quien procede de Ti. ¿Me privarás de tanto?” Si yo hubiese estado en el lugar de Abraham, yo no habría ofrecido a Isaac. Habría sacudido mi cabeza y habría contestado: “No, eso no puede venir del Señor. Lógicamente El debe requerir que ceda a Eliezer y exigir que entregue a Ismael. Pero, ¿cómo podría Dios desear que yo le devolviera a Isaac? Dios no carece de propósito. El prometió darme descendencia, y Su promesa fue confirmada y se cumplió. ¿Por qué va a desperdiciar ahora todo lo que El me ha hecho?” Sí, Dios hace las cosas con un propósito, e indudablemente El tenía un propósito al pedir a Abraham que le entregara a Isaac. Muchos cristianos, inclusive algunos obreros cristianos, jamás han aprendido la lección de devolver a Dios lo que El les ha dado. ¿Ha recibido usted un don? No se aferre a él. Tarde o temprano Dios vendrá y le dirá: “Devuélveme el don que te di”. ¿Le ha dado Dios una obra exitosa? En un momento dado, Dios podría decir: “Esta obra es el Isaac que te he dado. Ahora quiero que me la devuelvas”. No obstante, muchos obreros cristianos no quieren soltar la obra que Dios les dio. Sin embargo, todo lo que Dios nos ha dado, aun lo que ha forjado en nosotros y por medio de nosotros, debe ser ofrecido a El.
(2) Ofrece a Dios su único hijo, a quien ama En el versículo 2 Dios dijo a Abraham: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. Dios le pidió a Abraham que ofreciera a Isaac, su hijo único, al cual amaba. ¡Cuán difícil debe de haber sido esto para Abraham! En su lugar, nosotros habríamos dicho: “Señor, tengo más de ciento veinte años, y Sara está a punto de morir. ¿Cómo puedes pedirme que te devuelva lo que Tú me has dado?” Si usted no ha tenido esta experiencia, la tendrá algún día. Podemos testificar que muchas veces Dios nos ha pedido que le devolvamos lo que El nos ha dado. Los dones, el poder, la obra y el éxito que El nos da deben ser ofrecidos a El. Esta es una verdadera prueba. Le habría resultado fácil a Abraham abandonar a Lot o a Eliezer. Inclusive echar a Ismael no era tan difícil. Sin embargo, le resultaba muy difícil ofrecer a su hijo único, su amado. Un día, después de tener un buen disfrute en el Señor, El nos pedirá que le regresemos el don, la obra o el éxito que El nos haya dado. El podría decir: “Ahora es tiempo de pedirte algo. No te pido que labores para Mí ni que vayas al campo misional. Te pido que me ofrezcas lo que te he dado”. Este es el camino que todos debemos seguir ahora.
(a) Una vida que crece junto al pozo del juramento invocando el nombre del Dios eterno Dios no le pidió a Abraham que ofreciera un niño, ni siquiera un joven, sino un hombre adulto. La vida de Isaac era una vida que creció cerca del pozo del juramento invocando el nombre del Dios eterno (21:33-34). Leamos Génesis 21:34, el último versículo del capítulo veintiuno: “Y moró Abraham en tierra de los filisteos muchos días”. Esto significa que Abraham permaneció allí muchos años. Durante aquel tiempo, Isaac creció cerca del pozo de Beerseba, por una vida que planta y que invoca el nombre de Jehová, el Dios eterno. Lo que Abraham debía ofrecer era un hijo adulto, el que había llevado con él una vida que planta e invoca. La vida cultivada en Beerseba hizo desarrollar a Isaac para que fuese un holocausto, y no un arquero.
(b) Ofrecido a Dios en el monte Moriah, donde se edificó el templo de Dios Cuando Dios pidió a Abraham que ofreciera a Isaac, le dijo que fuese a la tierra de Moriah y lo ofreciera allí sobre uno de los montes (v. 2). La tierra de Moriah se encontraba a una distancia de dos días de Beerseba. El monte sobre el cual Isaac fue ofrecido se llamó más tarde Moriah, y llegó a ser el monte de Sion, el lugar donde se construyó el templo (2 Cr. 3:1). Cuando leía 22:2 en mi juventud, me molestaba. Me preguntaba por qué Dios era tan complicado, y le decía: “Señor, Tú le diste a Abraham un hijo y luego le pediste que te lo ofreciera. Eso está bien, pero qué sentido tenía hacerlo ir a un lugar tan alejado. ¿Acaso no eres omnipresente? ¿No estabas allí en Beerseba? ¿Por qué le pediste a Abraham que viajara hasta un monte tan alejado?” Al principio, Dios ni siquiera dijo a Abraham sobre qué monte debía ofrecer a Isaac, y le dijo solamente que sería “uno de los montes que yo te diré”. Al pedirle a Abraham que viajara tan lejos para ofrecer a Isaac, Dios no era complicado. El nunca es problemático, pues siempre hace las cosas con sentido. El monte Moriah llegaría a ser el centro de la buena tierra, y los descendientes de Abraham tendrían que ir a ese monte tres veces al año para ofrecer holocausto a Dios (Dt. 16:16; Sal. 132:13). Por consiguiente, vemos que el capítulo veintidós de Génesis es una simiente. No podemos ni debemos ofrecer a Dios el holocausto que El desea en el lugar que a nosotros nos parezca. Debemos dejar nuestro lugar e ir al lugar que Dios elija. Ismael, el arquero, fue al sur, hacia Egipto, y se casó con una egipcia. Pero Isaac, el holocausto, era otro tipo de persona. El no descendió a Egipto sino que subió a Moriah. Si usted examina un mapa, verá que Moriah está al norte de Beerseba. Aquí tenemos un cuadro de dos clases de personas: un arquero y un holocausto. ¿Cuál será usted?
(c) Como holocausto para satisfacer a Dios En Génesis 22 tenemos un cuadro bastante gráfico. Abraham sostenía en su mano el fuego y el cuchillo. Isaac cargaba la leña para el holocausto y dijo: “He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” El no sabía que él mismo sería la ofrenda. ¿Sabe usted que su destino es ser un holocausto? Ser un holocausto consiste en ser aniquilado y quemado. El crecimiento, la vida y la invocación del nombre de El Olam en Beerseba sirven para producir un holocausto a fin de que seamos consumidos en el altar del monte Moriah. El agua de Beerseba conduce al fuego del monte Moriah. Cuanto más bebemos del agua del pozo de Beerseba, más crecemos, y cuanto más crecemos, más preparados estaremos para el fuego del monte Moriah. Por esa razón, el recobro del Señor no será jamás un movimiento de las masas, sino un camino estrecho. Durante los días de Génesis 22 Isaac era la única persona que vivía y caminaba en ese sendero estrecho. No espere que muchos tomen el camino de la iglesia. Muchos están contentos de ser arqueros, pues se trata de un deporte. Pero vivir en Beerseba e invocar al nombre del Señor
puede parecer aburrido en cierto sentido. Finalmente, después de disfrutar un buen rato con el Señor, El nos pedirá que le ofrezcamos a Isaac. El no nos permitirá ofrecer a Isaac en Beerseba. Tendremos que viajar una larga distancia y subir al monte Moriah. La vida apropiada de iglesia no produce arqueros, sino holocaustos. Todos debemos convertirnos en un holocausto. Este camino es estrecho, pero firme. El viaje de Beerseba al monte Moriah es largo y causa sufrimientos, pero trae bendiciones. En el mensaje siguiente veremos la bendición procedente de la vida que crece cerca del pozo de Beerseba y que es ofrecida a Dios sobre el monte Moriah. Conozco muchos hermanos jóvenes y brillantes que entraron en la vida de iglesia con un corazón sincero. Aunque su corazón era sincero, esperaban que algún día, después de tener todas las experiencias necesarias y de recibir todas las visiones, llegarían a ser alguien en el recobro del Señor. En otras palabras, esperaban ser gigantes espirituales. Gradualmente, con el transcurso de los años, descubrí lo que había en su corazón, pues vinieron a mí y me contaron su historia. Un hermano contó: “Cuando entré en la vida de iglesia, entré desinteresadamente, pero esperaba que algún día, después de ser perfeccionado, equipado, calificado, experimentado y después de haber visto todas las visiones, sería muy útil en las manos del Señor. Pero ahora el Señor me ha dicho que El desea consumirme”. ¿Espera usted algún día llegar a ser un fuerte arquero? Si ése es el caso, un día el Señor le dirá: “No quiero un Ismael, un arquero, sino un Isaac, un holocausto. No intentes hacer nada para Mí. Puedo hacer todo lo que quiero. Sólo deseo que seas un holocausto”. La vida en Beerseba sólo produce un holocausto. Cuanto más permanecemos en la vida de iglesia, más nos llevará de Beerseba a Moriah, del agua que hace crecer al fuego que consume. ¿Está usted creciendo? Le damos gracias a Dios por eso. Sin embargo, su crecimiento es una preparación para que usted sea consumido. Un día todos debemos pasar por el proceso de ser consumidos en el holocausto. En hebreo el holocausto significa la ofrenda que asciende. Después de quemarse el holocausto, su agradable olor asciende a Dios y le da satisfacción. Asciende y no se extiende. Como holocausto, no debemos extendernos sino ascender a Dios al ser consumidos. La experiencia de Génesis 22 no puede venir inmediatamente después de la de Génesis 12. Entre Génesis 12 y 21 hay un largo trecho que recorrer. Cuando muchos de nosotros entramos en la vida de iglesia, estábamos en nuestro capítulo doce, y no nuestro capítulo veintidós. Abraham tuvo que pasar por la separación de Lot, el rechazo de Eliezer, el alejamiento de Ismael y el nacimiento de Isaac. Dios le había prometido una simiente a Abraham, pero se la dio después de que éste se apartó de Lot, de Eliezer y de Ismael. Sólo entonces nació Isaac. Sin embargo, ni siquiera el nacimiento de Isaac fue el final. Isaac debía crecer y ser ofrecido. Como vimos, Isaac no creció en el desierto sino en Beerseba, creciendo apropiadamente por la vida e invocando al Señor. En cierto momento, Dios pidió a Abraham que ofreciera a Isaac. Parece que Dios era bastante exigente. Pero Dios no le habría impuesto esto a Abraham si éste no estuviese calificado. Cuando Dios viene a incomodarlo así, ello es una honra, porque atestigua que usted está calificado. Dios no pidió a Abraham que ofreciera a Lot como holocausto, y tampoco le pidió que ofreciera a Eliezer ni a Ismael. Por el contrario, le pidió que echara a Ismael. Sólo la simiente prometida, confirmada y dada por Dios era la persona correcta. El creció cerca del pozo de Beerseba e invocó el nombre del Señor. Dios parecía decir a Abraham: “Tú amas a Isaac, y Yo también lo quiero. Ahora debes dármelo”. Finalmente, Isaac llegó a ser el antepasado de todo el linaje escogido. El también se convirtió en el antepasado de Cristo. El propósito eterno de Dios nunca podría llevarse a cabo por una persona que no fuese Isaac, aquel que fue criado bajo el cuidado de Abraham y ofrecido a Dios.
(d) Devuelto en resurrección para cumplir el propósito eterno de Dios Después de ser ofrecido Isaac, fue devuelto en resurrección para cumplir el propósito eterno de Dios
(vs. 4, 12-13, 16, 18). Después de haber sido devuelto en resurrección, era otra persona. El dejó de ser el Isaac natural, y ahora era el Isaac resucitado. Esto es muy alentador. Después de ofrecer a Dios lo que recibimos de El, El nos lo devolverá en resurrección. Cada don, cada bendición espiritual, cada obra y cada éxito que recibamos de Dios debe pasar por la prueba de la muerte. Y así regresará a nosotros en resurrección. El Señor Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:24). Supongamos que Dios le da a usted un don natural específico. Esto es como un grano de trigo. Si usted conserva este don natural y no lo ofrece jamás a Dios, el grano no dejará de ser un solo grano. Pero si lo devuelve a Dios, después de que haya pasado por la muerte, le será devuelto en resurrección y se convertirá en una bendición. No depende de lo que podamos ni deseemos hacer para Dios; todo depende de nuestro crecimiento para ser ofrecidos a Dios como ofrenda y luego ser levantados de los muertos para ser un don resucitado. No se trata de ser útil para Dios sino de estar bajo Su bendición. La bendición de Dios siempre viene en resurrección. La bendición de Dios convierte un grano en cientos. Si usted le ofrece a Dios su único grano y permite que El lo mate, le será devuelto en resurrección. Entonces verá la multiplicación y una gran bendición. Este es el camino de Dios.
b) Abraham obedece por la fe En Génesis 22 vemos que Abraham obedeció por la fe. Cuando leí este capítulo en mi juventud, no entendía cómo Abraham, un ser humano y un padre, pudo ser tan valiente. Cuando Dios le pidió que le ofreciera su hijo amado, Isaac, él lo hizo inmediatamente. En este capítulo no se menciona la esposa de Abraham. Este relato no indica que Abraham hablara con su esposa en cuanto a ofrecer a Isaac. Sólo vemos que él respondió rápida y firmemente el mandato de Dios, pues se levantó de madrugada y se fue al lugar que Dios había designado.
(1) Creyó en el Dios de resurrección En el Antiguo Testamento, no podemos ver por qué Abraham obedeció a Dios con tanta rapidez y valor. Pero en el Nuevo Testamento se nos dice que Abraham creyó en el Dios de resurrección (He. 11:17-19; Jac. 2:21-22). El tenía la fe que confiaba en que Dios resucitaría a este mismo Isaac que él estaba a punto de inmolar. El había recibido la promesa firme y confirmada de que el pacto de Dios sería establecido con Isaac y que él llegaría a ser una gran nación (17:19-21). Si Abraham hubiera ofrecido a Isaac en el altar, inmolándolo y prendiéndole fuego como ofrenda para Dios, y Dios no lo hubiese levantado de los muertos, entonces la palabra de Dios habría sido vana. La fe de Abraham se basaba en la promesa que Dios le había confirmado. Abraham posiblemente dijo: “Si Dios quiere a Isaac, lo inmolaré. Dios lo resucitará para cumplir Su promesa”. Romanos 4:17 habla de Abraham y dice que el Dios en el cual él creyó “da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como existentes”. Aquí vemos que Abraham creyó dos cosas con respecto a Dios: que da vida a los muertos y que llama las cosas que no son como existentes. El nacimiento de Isaac estaba relacionado con el hecho de que Dios llama las cosas que no son como existentes, y su regreso se relacionaba con el hecho de que Dios da vida a los muertos. Por tener tal fe, él obedeció inmediatamente al mandato de Dios. Hebreos 11:17-19 dice que cuando Abraham fue probado, él ofreció a Isaac por la fe, “pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir”.
(2) Actuó conforme a la revelación de Dios Al obedecer Abraham a Dios por la fe, actuó conforme a la revelación que había recibido de El (vs. 3-4, 9-10). Todo lo que hizo en este capítulo provenía de Dios. Abraham no inició nada ni hizo nada conforme a su concepto. No emprendió nada por su deseo ni por su entendimiento. Dios le dijo a
Abraham qué debía hacer, cómo y dónde. Al ofrecer a Isaac, Abraham actuó en todo aspecto conforme a la revelación y las instrucciones que le dio Dios.
(a) Fue al monte Moriah, el lugar escogido por Dios Abraham fue al monte Moriah, el lugar escogido por Dios. En el versículo 2, Dios le pidió que fuese a la tierra de Moriah y ofreciera a Isaac sobre uno de los montes que El le señalaría. En el versículo siguiente, vemos que Abraham “se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo”. Antes de que Abraham emprendiera el viaje, Dios seguramente le indicó cuál monte había escogido. En el versículo 4, leemos que “al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos”. Abraham no hizo nada conforme a su concepto ni según su parecer; lo hizo todo conforme a la revelación de Dios. Lo que Abraham hizo en Génesis 22 constituye una semilla importante en la Biblia. Como ya dijimos, los descendientes de Abraham, los hijos de Israel, recibieron de Dios el mandato de ir tres veces cada año al monte Moriah para adorar a Dios y allí ofrecerle holocaustos. Vimos que el monte Moriah vino a ser el monte de Sion, el centro mismo de la buena tierra. Abraham fue el primero en adorar a Dios con un holocausto en el monte de Sion. Finalmente, todos estaremos en el monte de Sion adorando a Dios. Por una parte, en la vida de iglesia hoy, nosotros los verdaderos descendientes de Abraham estamos en el monte de Sion; por otra parte, caminamos hacia allá. Lo que Abraham hizo en el capítulo veintidós era la semilla. Sus descendientes, los israelitas, constituían el desarrollo de esta semilla, y nosotros ahora somos el desarrollo mayor de la misma. Todos nosotros, incluyendo a Abraham, estaremos en la cosecha de la simiente. Quizás un día le demos la mano a Abraham sobre el monte eterno de Sion y le digamos: “Usted estaba en el antiguo monte de Sion, y nosotros estábamos en el monte de Sion del Nuevo Testamento, y ahora todos nosotros estamos aquí en el monte eterno de Sion”.
(b) Viajó tres días El versículo 4 indica que el viaje de Abraham duró tres días, pues vemos que al tercer día él vio de lejos el lugar designado. A los ojos de Dios y conforme al sentir de Abraham, Isaac fue inmolado durante tres días. Al tercer día, Abraham no sólo ofreció a Isaac, sino que también lo recibió de nuevo. Por consiguiente, el tercer día es sin lugar a dudas una señal de resurrección. Es muy significativo que la Biblia no habla aquí del segundo ni del cuarto día. Si usted mira un mapa, verá que la distancia entre Beerseba y Moriah es de unos noventa kilómetros. Conforme al método antiguo de viajar, habría tomado dos días de camino desde Beerseba hasta Moriah. Al tercer día, Abraham puso a Isaac sobre el altar, y luego lo que ofreció a Dios le fue devuelto en resurrección. Esto es maravilloso. Todos debemos ver esta semilla. Alabado sea el Señor porque ahora somos Isaac, y no Ismael. No estamos viajando hacia el sur, a Egipto, sino hacia el norte, al monte de Sion. Si queremos comprender esto, debemos vivir en Beerseba, porque sólo la vida que allí se experimenta nos edifica y nos hace aptos para ser el holocausto que satisface a Dios y para recibir la visión. El nombre Moriah significa “la visión de Jah”, es decir, la visión de Jehová, la visión del Señor. Esto tiene dos significados: que vemos al Señor y que El nos ve a nosotros. En el monte Moriah, Abraham indudablemente vio a Dios, y Dios lo vio a él. Del mismo modo, sobre el monte de Sion, tenemos ahora una visión. Allí no hay nubes. No estamos en tinieblas; estamos en la visión. La vida de iglesia es una visión en la cual vemos a Dios y El nos ve a nosotros. Los traductores no saben con certeza cómo traducir el versículo 14, pues no están seguros si debería ser “en el monte de Jehová será visto” o “será provisto”. Algunas versiones traducen el versículo 14 así: “Y Abraham llamó este lugar Jehová-yireh. Por lo tanto, se dice hoy: En el monte de Jehová será visto” Otras versiones dicen: “En el monte de Jehová será provisto”. Aun otras dicen: “En el
monte de Jehová verá”. Aunque este versículo es difícil de traducir, es fácil de entender según nuestra experiencia. La provisión de Dios es siempre Su visión. Cuando participamos de la provisión de Dios, tenemos una visión. Vemos a Dios, y El nos ve a nosotros. Por estar en Su provisión y tener la visión, entendemos todas las cosas, nada queda empañado, y no existe ninguna separación entre nosotros y El. ¿Dónde está la provisión de Dios ahora? Está en la vida de iglesia en el monte de Sion. Todos podemos dar testimonio de la provisión que hay en la vida de iglesia. Así como disfrutamos de la provisión también tenemos una gran visión. Vemos a Dios; vemos la eternidad. Aquí en la vida de iglesia todo es diáfano y transparente a los ojos de Dios y a los nuestros, y nada está empañado. En el cristianismo no tuvimos esta experiencia. Cuando estábamos allí, nos encontrábamos en un sótano oscuro por todos los lados. Pero ahora en la vida de iglesia, en el monte de Sion, tenemos la plena provisión y la visión completa. Vemos a Dios, y El nos ve a nosotros; Dios nos ve, y nosotros lo vemos a El. En la provisión de Dios, todo queda transparente.
(c) Edificó un altar y ofreció a Isaac Abraham se fue a una región primitiva, edificó un altar sobre un monte, y allí ofreció a su hijo único Isaac (vs. 9-10). Edificar un altar allí no fue fácil, y ofrecer a su hijo único inmolándolo fue aún más difícil. Sin embargo, él lo hizo. Verdaderamente él tenía una relación seria con el Señor. Nosotros también debemos edificar un altar y ofrecer lo que Dios pida. Ciertamente eso nos costará algo. Vimos el relato que muestra que Abraham obedeció por la fe. La fe que Dios le había infundido le dio esta obediencia. La fe que se le infundió fue la que lo llevó al monte Moriah donde disfrutó de la provisión de Dios y recibió una visión totalmente transparente de Dios. En ese entonces nadie en la tierra ni en todo el universo entendía tanto las cosas divinas como Abraham. Allí, en el monte Moriah, Abraham experimentó la provisión de Dios y recibió una visión clara. Todo estaba claro a Sus ojos. No debemos leer Génesis 22 simplemente como una historia; debemos recibir luz divina allí, y observar que la experiencia de Abraham se repite en nosotros hoy. Alabado sea el Señor porque hoy tenemos a Beerseba y a Moriah. No descendemos rumbo a Egipto, sino que viajamos hacia arriba al monte Moriah, donde disfrutaremos de la provisión de Dios y recibiremos una clara visión.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA Y OCHO VIVIR EN COMUNION CON DIOS: ISAAC ES OFRECIDO (2) En el último mensaje, vimos que Abraham ofreció a su hijo Isaac como Dios se lo había pedido. Esa historia, relatada en Génesis 22, no es solamente una historia muy importante, sino que tiene también un significado implícito, pues se trata de un cuadro gráfico de Cristo en varios aspectos. No hallamos el título de Cristo ni el nombre de Jesús en este capítulo, pero vemos implícitos muchos aspectos de El. En este mensaje veremos los aspectos de Cristo que se describen en dicho capítulo.
c) Isaac tipifica a Cristo Isaac tipificaba a Cristo. Ya dijimos que Abraham respondió al llamado de Dios al ir al monte Moriah para ofrecer a Isaac. Eso es historia. Pero si vemos esto desde la perspectiva de la revelación de Dios, veremos que lo que hizo Abraham con Isaac es un cuadro gráfico de lo que el Padre hizo con Su Hijo amado. Cuando Abraham viajó al monte Moriah con Isaac, lo acompañaron dos siervos jóvenes. Al tercer día, Abraham se alejó de los dos siervos, diciendo: “Yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (v. 5). De ahí en adelante, la historia cambia. Ya no era la historia de cuatro personas: el padre, el hijo y los dos siervos, sino la historia de Abraham y su hijo Isaac. Abraham tomó la leña para el holocausto y la puso encima de Isaac, quien la cargó hasta la cima del monte Moriah. Compare esto con Juan 19:17, donde leemos: “Y El, cargando Su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota”. Isaac recorrió el mismo camino al monte Moriah que el Señor Jesús recorrería más tarde al subir al Gólgota. Antes de que Cristo llevara la cruz y subiera al Calvario, o el Gólgota, Isaac cargó la leña para el holocausto y siguió el mismo camino. Además Jesús fue crucificado en el monte donde Isaac fue puesto en el altar. Por consiguiente, vemos que Abraham tipificaba al Padre, e Isaac, con la madera sobre sí, al Hijo unigénito de Dios. Isaac fue llevado como cordero al altar. Jesús también “como cordero fue llevado al matadero” (Is. 53:7). Mientras Abraham e Isaac subían al monte Moriah, Isaac dijo: “He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” (v. 7). Abraham contestó: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío” (v. 8). Aquí vemos que el hijo tenía comunión con el padre. ¿No cree usted que mientras Jesús llevaba la cruz en el camino al Calvario El tuvo comunión con el Padre? ¿Y no cree que el Padre habló con el Hijo? Yo creo que sí. Si usted dice que la Biblia no nos dice tal cosa, yo le diría que Génesis 22 sí nos lo dice. Necesitamos ver y oír la conversación celestial que ocurrió en camino al monte Moriah. Abraham e Isaac tipifican al Padre y al Hijo, y su comunión rumbo al monte Moriah es un cuadro gráfico que describe cómo Jesús el Hijo tenía comunión con el Padre mientras llevaba a cuestas la cruz al Calvario. No tenemos una descripción específica de eso en el Nuevo Testamento, pero sí tenemos el cuadro en el Antiguo Testamento, y un cuadro vale más que mil palabras. En Génesis 22 el cuadro describe algo que las palabras no pueden explicar. Los autores del Nuevo Testamento no describieron la comunión amorosa entre el Padre y el Hijo en el camino al Calvario, pero sí se ve claramente en el cuadro de Génesis 22. ¡Necesitamos ver este cuadro! Como lo indicaremos más adelante, casi todos los aspectos de la tipología contenida en Génesis 22 se abarcan en Juan 1. Examinemos ahora algunos detalles de Isaac como figura de Cristo. Isaac era el único hijo de Abraham (vs. 2, 12, 16). Esto tipifica a Cristo como el Hijo unigénito de Dios (Jn. 3:16). Isaac era el hijo amado de Abraham (v. 2), y Cristo era el Hijo amado del Padre, en el cual El se complacía (Mt. 3:17). En 22:5 vemos que Isaac siguió la voluntad de su padre, y en Mateo 26:39 vemos que Cristo escogió la voluntad del Padre. En el cuadro de Génesis 22, vemos que Isaac, un hombre maduro, fue obediente hasta la muerte (vs. 9-10). El relato de este capítulo nos muestra que al ofrecer a Isaac, Abraham no consultó ni a su esposa Sara ni a su hijo Isaac. Abraham tomó a su hijo, puso la madera sobre él, lo condujo al monte, lo ató y lo puso sobre el altar. El no le dio a Isaac la oportunidad de decir nada. No obstante, Isaac siguió la voluntad de su padre y fue obediente hasta la muerte. Del mismo modo, cuando el Señor Jesús estaba a punto de morir, El dijo: “No sea como Yo quiero, sino como Tú” (Mt. 26:39). En Filipenses 2:8 vemos que Cristo fue obediente hasta la muerte. Observe el cuadro de nuevo: Isaac fue obediente hasta el altar. El no sólo siguió al padre al pie del monte sino que también le obedeció al llevar la madera y al ser atado. El no ofreció resistencia. Aun cuando el padre lo puso sobre al altar, tomó el cuchillo y extendió su mano para matarlo, él no se rebeló. El fue obediente hasta la muerte. Si consideramos todos estos aspectos de Isaac como figura de Cristo descrita en el Antiguo Testamento, veremos que fueron soberanamente dispuestos, pues correspondían a la palabra clara de la revelación del Nuevo Testamento. A los ojos de Dios, Isaac fue inmolado. Cuando Abraham se disponía a inmolar a su hijo, el ángel
del Señor que apareció de los cielos intervino, diciendo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada”. Aquí el ángel del Señor en realidad es Dios mismo, lo cual se demuestra en el versículo 12, donde el ángel del Señor le dijo a Abraham: “Porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Aquí “me” se refiere a Dios mismo. Observe que el ángel del Señor no dijo “le” sino “me”. Abraham, el padre, inmoló a su hijo, pero el ángel de Jehová lo resucitó de los muertos. Del mismo modo, Hechos 2:24 revela que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos.
d) Isaac es reemplazado por un carnero Isaac fue reemplazado por un carnero, es decir, un cordero. Leamos el versículo 13: “Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo”. Aquí vemos que el hijo no fue inmolado, sino el carnero, el cordero. ¿Quién fue inmolado en la cruz, el Hijo de Dios o el Cordero de Dios? Fue el Cordero de Dios. Cristo es el Hijo de Dios, pero cuando fue inmolado en la cruz, fue reemplazado por el Cordero de Dios. Juan 1:14 habla del Hijo de Dios y dice: “Contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre”. Sin embargo, Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” Aquí vemos que el Hijo de Dios fue reemplazado por el Cordero de Dios. El Cordero de Dios fue crucificado, y no el Hijo de Dios. En la crucifixión, el Hijo fue reemplazado por un carnero. En Génesis 22:8 Abraham profetizó que Dios proveería el cordero para el holocausto. El Cordero eterno fue designado por Dios desde la eternidad (1 P. 1:19-20). En 22:13 vemos “un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos”. En la Biblia los cuernos representan el poder para luchar. Cristo tiene poder combativo, pero éste fue trabado por una zarza. La zarza representa la humanidad. Nosotros somos la zarza, y Cristo, el Cordero de Dios, quedó enredado en nosotros y no puede escaparse. El quedó trabado por Su naturaleza humana para ser ofrecido como nuestro sustituto. Cristo como Cordero de Dios estuvo dispuesto a dejar que Sus cuernos quedaran atrapados en la humanidad. Cuando entendamos este cuadro, todos debemos decir: “Señor, gracias. Tú estuviste dispuesto a ser trabado por nosotros”. El Hijo de Dios fue reemplazado en la cruz por el Cordero de Dios. En un sentido positivo y divino, el Hijo de Dios nunca fue crucificado. El Cordero de Dios fue crucificado. Nadie podía crucificar al Hijo de Dios. Alabado sea el Señor porque estuvo dispuesto a ser un cordero que puso Sus cuernos entre los seres humanos y a quedar atrapado por nosotros. En consecuencia, vemos que no sólo el Hijo de Dios se convirtió en el Cordero de Dios, sino que también fue reemplazado por el Cordero de Dios. No tenemos este cuadro en el Nuevo Testamento, pero lo vemos en el Antiguo Testamento. Junto con las palabras claras de los cuatro evangelios, necesitamos los cuadros del Antiguo Testamento.
(1) Provisto por Jehová-yireh El carnero que sustituyó al hijo en el altar fue provisto por Jehová-yireh (v. 14). El título Jehováyireh tiene dos significados: Jehová proveerá y Jehová verá. No sólo hay una provisión sino también una visión. Dentro de la provisión, tenemos la visión. Observe la cruz: ¡cuánta provisión y visión tenemos allí! Puedo testificar que en la cruz hemos recibido tanto la provisión como la visión. Antes de la cruz, carecía de provisión divina, pero en la cruz la conseguí. Antes de la cruz, era ciego, no tenía ninguna visión, pero en la cruz, pude ver por medio de la provisión. Ahora mi vista es clara. No sólo recibí la provisión sino que también fui iluminado. Muchos jóvenes pueden testificar que antes de ir a la cruz, eran pobres y ciegos. Sin embargo, un día fueron a la cruz y encontraron la provisión y la visión. Que el Espíritu de sabiduría nos ayude a entender el profundo significado contenido en el hecho de que el Hijo de Dios fue reemplazado por el Cordero de Dios, cuyos cuernos fueron trabados en la humanidad.
(2) Tipifica a Cristo como nuestro sustituto El Cordero de Dios que sustituyó al Hijo de Dios fue nuestro sustituto (1 P. 3:18). El carnero fue inmolado en lugar de Isaac, y el Cordero de Dios sufrió la crucifixión por nosotros. Cuando oí la predicación del evangelio en mi adolescencia y me dijeron que Cristo había sufrido la muerte por nosotros, yo no podía entenderlo claramente. Sólo pude entender cómo Cristo fue nuestro sustituto cuando vi claramente el cuadro de Génesis 22. El carnero fue inmolado por Isaac. Este cuadro indica que Cristo, el Cordero de Dios, fue a la cruz por nosotros. Todos debíamos haber ido a la cruz, pero Dios nos sustituyó con el Cordero de Dios. A eso debemos decir: “¡Alabado sea el Señor! El Cordero de Dios, quien es el Hijo de Dios, fue nuestro sustituto”. El Cordero de Dios, por habernos sustituido, llegó a ser grande e importante. En Apocalipsis el título de Cristo por excelencia es el Cordero. Cuando, en Apocalipsis 5, el apóstol Juan vio el libro que nadie era digno de abrir ni en los cielos ni en la tierra, lloró. Entonces uno de los ancianos le dijo: “No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos”. Inmediatamente después de eso, Juan vio el Cordero: “Y vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero en pie”. En Génesis 22 tenemos la semilla de ese Cordero. Esta semilla se desarrolló en Juan 1:29 y es cosechada en el libro de Apocalipsis. Finalmente, el trono de Dios se convierte en el trono de Dios y del Cordero, y de dicho trono procede el río de agua de vida con el árbol de vida que crece en él (Ap. 22:1-2). Todo eso demuestra que la Biblia no es un libro hecho por un hombre. Indudablemente es la revelación divina. ¡Qué maravilloso cuadro de Cristo describe Génesis 22!
e) Abraham es bendecido por Dios (1) Su descendencia se multiplica Abraham fue bendecido por Dios. Esta bendición no es la bendición de cosas materiales. Muchos de nosotros teníamos anteriormente una impresión errónea, pues pensábamos que conseguir un buen trabajo o bienes materiales significa que el Señor nos ha bendecido. Todos nosotros éramos animados a contar cada una de las bendiciones, estimando como tales un diploma, un ascenso, la esposa, la casa y los hijos. No digo que éstas no sean bendiciones, pero sí digo que no son bendiciones de oro, sino de lodo. En Génesis 22 Dios no bendijo a Abraham de esta manera, sino con la multiplicación de su descendencia, diciendo: “De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar” (v. 17). No me interesan las bendiciones materiales. Me interesa la multiplicación. Primero, quisiera ver cincuenta iglesias en los Estados Unidos, luego, ciento, y luego mil. También quisiera ver que desde los Estados Unidos se extienda la multiplicación a Africa, Oceanía, Europa y hasta a Jerusalén. Esta es la bendición que deseo ver.
Abraham fue bendecido con dos clases de pueblos, uno fue comparado con las estrellas del cielo (v. 17; 15:5), y el otro con la arena que está a la orilla del mar (v. 17) y con el polvo de la tierra (13:16). Si usted conoce la historia y las profecías acerca de los descendientes de Abraham, verá que se dividen en dos categorías: una celestial y otra terrenal. Nosotros los cristianos somos las estrellas, los descendientes celestiales de Abraham, y los verdaderos judíos, el pueblo terrenal de Dios, es la arena, el polvo. Al final, el pueblo judío constituirá los sacerdotes de Dios en la tierra y enseñará a todas las naciones. Eso se profetizó claramente en Zacarías 8:20-23. ¿Por qué se describe a los judíos como la arena y como el polvo? El mar representa el mundo, corrompido por Satanás, y el polvo pertenece a la tierra, creada por Dios. Los judíos fueron restaurados al nivel en que fueron creados por Dios. Por consiguiente, son representados por la arena, el polvo que se encuentra a la orilla del mar. Son un pueblo terrenal, pero no son el polvo que yace debajo del mar, sino el polvo, la arena, que se encuentra a la orilla. Están separados del mar, el mundo corrupto de Satanás. No obstante, las estrellas no sólo están separadas del mundo corrupto sino que también son celestiales. Según Apocalipsis 20:8-9, al final del milenio Gog y Magog combatirán contra el campamento de los santos y contra la ciudad amada. El campamento de los santos es el campamento de las estrellas celestiales, y la ciudad amada, Jerusalén, es la ciudad de la arena apartada. Las dos clases de descendientes de Abraham, quienes en aquel entonces se ocuparán de los intereses de Dios en el universo, serán atacadas por Gog y Magog instigados por Satanás. Esa será la última guerra del universo, una guerra entre el pueblo diabólico y los descendientes de Abraham. Las estrellas son una semilla sembrada en Génesis 22, y la misma será cosechada en Apocalipsis 20 y 21. La Nueva Jerusalén se compone de las doce tribus de Israel, las cuales representan a los santos del Antiguo Testamento, y de los doce apóstoles, que representan a los creyentes neotestamentarios. Aquellos que son representados por los apóstoles son estrellas celestiales, y los que son representados por las doce tribus son la arena que está a la orilla del mar. Estos dos pueblos a la postre serán edificados como la Nueva Jerusalén eterna. Por consiguiente, la Nueva Jerusalén eterna será la máxima consumación de la descendencia de Abraham. Esta es la bendición de Dios para Abraham.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CINCUENTA Y NUEVE VIVIR EN COMUNION CON DIOS: MUERTE Y SEPULTURA DE SARA 9) Muerte y sepultura de Sara En este mensaje llegamos a Génesis 23, el capítulo que relata la muerte y sepultura de Sara. Cuando yo era joven, no entendía por qué este capítulo estaba incluido en el libro de Génesis. No podía comprender por qué razón, aunque Abraham debió de haber hecho muchas cosas importantes que no están relatadas, tenemos veinte versículos que describen la manera en que él dedicó su tiempo, sus energías, su dinero y hasta su cortesía para adquirir un sepulcro. Sin embargo, la Biblia no desperdicia ninguna palabra. Cada palabra de la Biblia es el aliento de Dios; por esta razón, Génesis 23 debe de tener mucho significado. Si consideramos Génesis 1 y 2 como algo importante, también debemos considerar Génesis 23 como un capítulo importante. Todos los cristianos valoran Génesis 1 porque presenta el relato de la creación. Estimamos Génesis 1 no sólo como un relato de la
creación sino también como un relato de la vida, pues habla de la imagen y el dominio de Dios en relación con el hombre que El creó. También apreciamos Génesis 2 porque nos habla del árbol de la vida. No obstante, somos pocos los que apreciamos un sepulcro. Sin embargo, Génesis 23 se centra en el sepulcro y nos relata con detalles la compra de éste. Esta historia incluye más detalles que cualquier otro relato del libro de Génesis. Los demás relatos son bastante breves, mientras que esta narración nos da los detalles de la ubicación de la tumba, su propietario, la manera en que fue adquirida y la cantidad de dinero que pagó Abraham. Este sepulcro tiene mucha importancia, pues vemos que no sólo Sara fue sepultada allí, sino también Abraham, Isaac, Rebeca, Jacob y Lea. Resulta muy significativo que los nombres de Abraham, Isaac y Jacob son los componentes del título divino de Dios cuando se alude al Dios de resurrección (Mt. 22:32). Génesis 23 es una ventana a través de la cual podemos ver la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén no se encuentra en este capítulo, pero se puede ver ahí. Este capítulo es como un telescopio; por él podemos ver el tabernáculo eterno que está en el futuro lejano. Génesis 21 nos relata el nacimiento de Isaac. Indudablemente esto es digno de mencionarse. Después de eso, en el mismo capítulo vemos que Abraham redimió un pozo, plantó un árbol tamarisco e invocó el nombre de Jehová, El Olam. Según vimos, en el capítulo veintidós tenemos la ofrenda de Isaac. Luego, en el capítulo veintitrés, tenemos la muerte y sepultura de Sara. Estos tres capítulos abarcan un período de por lo menos treinta y siete años. Aunque Abraham debe de haber pasado por muchas cosas durante estos treinta y siete años, se mencionan solamente cuatro acontecimientos: el nacimiento de Isaac, la vida en Beerseba, la ofrenda de Isaac, y la muerte y sepultura de Sara. Estos tres capítulos excluyen muchas cosas que, en nuestro concepto, son importantes, pero incluyen un relato detallado de la muerte y sepultura de Sara. Por esta razón, debemos prestar mucha atención a Génesis 23.
a) En Hebrón: el lugar de comunión con Dios Al final del capítulo veintidós, Abraham, Sara e Isaac moraban en Beerseba, y vivían cerca del pozo del juramento y del árbol tamarisco. Esta era una miniatura de la vida de iglesia, pues ésta siempre se vive cerca del pozo de agua viva y del árbol tamarisco. De repente, al principio del capítulo veintitrés nos enteramos de la muerte de Sara. Abraham, Sara e Isaac vivían en Beerseba, pero ella murió en Hebrón, el lugar de comunión con Dios. Sara pasó de Beerseba a Hebrón. Del mismo modo, si el Señor demora Su regreso, yo quisiera morar en la vida de iglesia y morir en comunión con Dios. En el mapa, Hebrón se encuentra entre Beerseba, al sur, y Jerusalén, al norte. Está en el camino que va de Beerseba a Moriah, donde se halla Jerusalén. Si el Señor demora Su regreso, quisiera ser sepultado en un lugar que se encuentre en el camino a la Nueva Jerusalén. ¿Dónde vive usted ahora? Todos debemos contestar que vivimos en Beerseba, en la iglesia, cerca del pozo de agua viva y del árbol tamarisco. Nuestra vida de iglesia es la Beerseba actual. Antes del regreso del Señor, algunos santos de más edad quizás salgan de Beerseba, la vida de iglesia, y mueran en Hebrón, y esperen allí la Nueva Jerusalén. Hebrón no es solamente un lugar de comunión con Dios, sino también el camino a Jerusalén. La cueva de Macpela en Hebrón es la entrada a la Nueva Jerusalén. Tal vez algún día oiremos a Sara testificar: “Cuando entré en la cueva de Macpela, entré por la puerta que conduce a la Nueva Jerusalén”. Sara no sólo fue sepultada en la cueva de Macpela, sino que duerme allí, esperando el día en que despertará y se encontrará en la Nueva Jerusalén.
b) La muerte prematura de Sara Sara murió a la edad de ciento veintisiete años (vs. 1-2). Ahora eso nos parece una edad muy avanzada, pero en aquel tiempo era demasiado pronto para morir. Abraham vivió ciento setenta y cinco años (25:7), o sea, treinta y ocho años después de la muerte de Sara. Sara no debía haber muerto tan prematuramente. Su muerte, treinta y siete años después del nacimiento de Isaac (17:1,
17; 21:5), fue anormal.
c) El sufrimiento de Abraham Abraham y Sara constituían la mejor pareja de todo el universo. Se amaban verdaderamente, y nunca consideraron ni el divorcio ni la separación como posibilidades. Cuando Abraham fue privado de su esposa, ello fue una gran perdida para él y para Isaac. Isaac era un hijo querido para su madre, y sin lugar a dudas ella lo amaba mucho. A la edad de treinta y siete años, seguía soltero y vivía con su madre. Cuando Isaac se casó, a la edad de los cuarenta años (25:20), la Biblia nos dice que lo hizo en la tienda de su madre (24:67). Repentinamente fue roto el amor entre Abraham y Sara y entre Sara e Isaac, pues Sara, la esposa y madre, murió anormalmente. Por esta razón, Abraham sufrió mucho. Si usted lee la historia de Abraham, verá que Dios siempre lo privó de algo. Lot se apartó de él, Eliezer fue rechazado, Ismael fue echado, e Isaac fue ofrecido a Dios sobre el altar. Luego su amada esposa falleció. ¡Por cuántas pruebas y sufrimientos tuvo que pasar Abraham! Según nuestro concepto natural, Abraham, quien fue tan bueno con Dios, no debía haber sufrido todas esas cosas. En el capítulo veintidós, Isaac fue ofrecido a Dios y le fue devuelto a Abraham en resurrección. Mientras Abraham disfrutaba de una vida feliz con su esposa Sara y su hijo Isaac, Sara, el motivo de su felicidad, fue llevada repentinamente. En esta familia, la felicidad dependía de Sara, la esposa y madre. Cuando ella murió, el ambiente, la vida y la felicidad de esta familia desaparecieron, y la familia misma se acabó. ¡Qué sufrimiento debe de haber sido esto para Abraham! Nosotros los llamados de Dios no deberíamos esperar una vida feliz aquí en la tierra. Debemos seguir los pasos de Abraham, quien buscaba una patria mejor, una ciudad con fundamentos (He. 11:10, 16). Nuestra vida pasajera en la tierra es la vida de un peregrino. Por esta razón, Abraham prestó poca atención a su morada y simplemente erigió una tienda. El era un viajero, un forastero, que buscaba una morada permanente. Abraham vivió treinta y ocho años sin la ayuda de Sara (25:8). En la Biblia el número treinta y ocho es el número de sufrimientos y pruebas. Los hijos de Israel sufrieron pruebas en el desierto durante treinta y ocho años. Como dijimos ya, Isaac tenía cuarenta años de edad cuando se casó. En la Biblia el número cuarenta también denota pruebas y tentaciones. En este capítulo tenemos otro número, el cuatrocientos, es decir, cuarenta multiplicado por diez. La Biblia usa el número cuatrocientos por primera vez en Génesis 15:13, donde se le dijo a Abraham que sus descendientes sufrirían aflicción durante cuatrocientos años. Aquí en 23:16 leemos que Abraham pagó cuatrocientos ciclos de plata por el sepulcro. Esto indica que era una prueba y un sufrimiento. Al leer antes este capítulo, usted quizás no se haya dado cuenta de que Abraham estaba sufriendo. Pero observe en el versículo 2 las expresiones “hacer duelo” y “llorar”. Abraham hizo duelo por Sara y la lloró, porque había perdido su felicidad y su vida de familia. Las palabras hebreas traducidas “hacer duelo” y “llorar” tienen un significado más profundo. Abraham sufrió enormemente al perder a su esposa en su vejez; él estaba profundamente herido. Su gran sufrimiento está indicado por los números treinta y ocho, cuarenta y cuatrocientos.
d) El testimonio de Abraham Abraham, quien había sufrido la perdida de su querida esposa, tenía un testimonio muy firme. Los heteos se dirigían a él como señor y lo llamaron “príncipe de Dios” (v. 6). Esta expresión hebrea puede traducirse “príncipe poderoso”. En hebreo la palabra traducida “poderoso” también se usa para designar a Dios. Abraham expresó a Dios como un príncipe Suyo y era respetable como un poderoso príncipe. A sus propios ojos, él era un extranjero, pero a los ojos de la gente, era un príncipe poderoso y un príncipe de Dios. El era verdaderamente un hombre de peso. Todos debemos ser personas de peso y poseer la misma clase de testimonio que Abraham. En
nuestro barrio, en nuestro trabajo y en nuestra escuela, no debemos ser descuidados ni debemos permitir que otros nos menosprecien. Debemos ser personas de peso, y los demás deben valorarnos. Nosotros mismos no debemos considerarnos personas importantes, pero los demás deben tenernos en alta estima. Espero que los maestros de los colegios digan que los jóvenes estudiantes de la iglesia que están en su clase son príncipes poderosos. Hermanos jóvenes, no oren solamente con denuedo en las reuniones. También deben ser personas de peso en el colegio. El simple hecho de tener un buen comportamiento no significa gran cosa. Debemos ser personas de peso. El oro y el diamante tienen peso, mientras que las palomitas de maíz y el algodón de azúcar son ligeros. Si usted es oro o diamante, tendrá peso. Nosotros los cristianos, los llamados de Dios, debemos tener tanto peso que la gente quede sorprendida y diga: “¿Por qué este joven tiene tanto? El no es ni común ni anormal; es un joven normal, pero no tiene nada de superficial. Debe de ser un príncipe”. Somos personas de peso porque Dios está en nosotros. Los que son llamados deben invocar el nombre de Jehová, El Olam. Cuanto más Abraham invocaba este título del Ser divino, más peso acumulaba. Dios es oro. Si lo invocamos, llegaremos a ser de oro. Cuanto más invocamos al Dios de oro, más de Su elemento, de Su oro, es infundido en nuestro ser. Consideren la diferencia entre la madera común y la madera petrificada. La madera es ligera, pero la madera petrificada pesa mucho. Pesa aún más que una piedra, porque ciertos minerales pesados se han forjado en ella. Todos nacimos ligeros, pero nacimos de nuevo para tener peso. Aparte de nuestro nuevo nacimiento, tenemos el proceso de transformación. La madera llega a petrificarse por el fluir continuo del agua. La corriente de agua arrastra el elemento de la madera y deposita en su lugar varios minerales, transformando así la madera en una piedra pesada y preciosa. Ser buenos vecinos no es suficiente. Debemos ser hijos de Dios de mucho peso. Como llamados de Dios, estamos bajo Su infusión. Debemos ser muy fuertes y tener contenido para que la gente diga que somos poderosos, príncipes de Dios. Abraham como príncipe poderoso era respetado (v. 6). El respetó a otros y, a cambio, fue respetado. El también fue sabio (vs. 3-13). En este capítulo vemos que Abraham tenía una manera sabia de comunicarse con la gente, pues hablaba con las personas de una manera afable y equilibrada. Además, era honesto y no se aprovechaba de nadie (vs. 14-16). Su intención era comprar el sepulcro. Cuando se lo ofrecieron cortésmente como obsequio, después de enterarse de que su valor era de cuatrocientos ciclos de plata, prefirió pagar la suma total. El no aprovechó la oportunidad para sacar ventaja de los demás, ni regateó el precio. El dio a Efrón la suma completa que éste pedía. Del mismo modo, no debemos impresionar a la gente con nuestra escasez; debemos mostrar nuestras riquezas. Este es nuestro testimonio. Lamento mucho el bajo nivel de moralidad que hay en el cristianismo actual. ¡Hay normas deplorables de comportamiento! Debemos expresar a Dios, mostrando que los hijos de Dios somos personas de peso, somos respetables y dignos de fiar. Debemos estar dispuestos a sufrir pérdida y a no aprovecharnos de los demás. El hecho de perder o de ganar no significa nada. Si perdemos, de todos modos seguiremos vivos; si ganamos, ya no podremos vivir. ¡Cuán honestos y respetables debemos ser, y expresar a Dios con dignidad!
e) El sepulcro escogido El versículo 6 habla de “lo mejor de nuestros sepulcros”, el sepulcro escogido. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, no tenía una buena casa. Pero después de morir, fue puesto en un buen sepulcro (Mt. 27:57-60). El vivía en un hogar pobre, pero fue sepultado en una tumba de ricos. En la Biblia eso es un principio. No debemos vivir en una buena casa, pero debemos preparar la mejor tumba. Abraham prestó más atención al sepulcro que a la tienda. Génesis no dice ni una sola palabra acerca de la manera en que Abraham montó su tienda, cuánto pagó por ella, ni dónde exactamente la erigió. El plantaba su tienda como alguien que va a acampar en las montañas por algunos días. Abraham acampó durante toda su vida. El no se preocupó mucho por la tienda, pero sí por el sepulcro. En este capítulo hallamos una descripción detallada de la cueva de Macpela en el campo de Efrón. Ni siquiera la ciudad de Jerusalén se describe con tantos detalles en el Antiguo
Testamento. Consideremos ahora qué significa eso. A la luz del Nuevo Testamento, podemos ver que Abraham fue llamado por Dios y entendió que era un extranjero, un viajero, que buscaba una ciudad permanente y una patria mejor (He. 11:9-10, 16). Mientras buscaba una patria mejor, su amada esposa murió repentinamente. No obstante, Abraham no abandonó su fe. Tampoco dijo a Isaac: “Isaac, tu madre y yo hemos buscado un ciudad que tiene fundamentos y una patria mejor que Dios nos ha prometido. Siempre hemos tenido esta esperanza. Ahora tu madre está muerta. ¿Cómo llegará ella allí? ¿Qué haremos? Probablemente nuestro Dios no es digno de confianza y ya no podemos creer en El”. Abraham no habló así. Al examinar el relato de Hebreos, vemos que Abraham no se desalentó ni perdió la fe. Por el contrario, tuvo mucha fe en el Dios de resurrección, y creyó que su amada esposa estaría en esa ciudad y en esa mejor patria. Esta fe implica resurrección. Génesis 23 no es un capítulo sobre la resurrección, sino sobre la puerta que proporciona acceso a la resurrección. En Génesis 23 Sara no entró en resurrección; entró por la puerta. Para Abraham, la muerte de Sara equivalía a entrar por la puerta de la resurrección. Abraham no tomó este asunto a la ligera. Tal vez él no haya prestado mucha atención a su tienda, pero éste no fue el caso con el sepulcro de su esposa. Al comprar la cueva de Macpela su intención no era solamente sepultar allí a Sara, sino también ser sepultado él allí. En hebreo, la palabra Macpela significa doble o duplicar. Todos los que fueron sepultados en esta cueva eran enterrados como parte de una pareja: Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y Lea (v. 19; 25:9; 49:29-32; 50:13). Abraham tenía la esperanza, en lo profundo de su ser, de que algún día su esposa estaría en la ciudad que tiene fundamentos. Esto implica resurrección. Jacob, poco antes de morir, encargó a sus hijos que lo sepultaran en la cueva de Macpela. Pese a que en la antigüedad era una gran empresa transportar a Jacob de Egipto a Canaán para ser sepultado, los hijos de Jacob lo hicieron (50:13). Así podemos ver que cuando Jacob estaba a punto de morir, no consideró la muerte como el final sino como una etapa, como la entrada a la patria mejor. Abraham estaba lleno de la esperanza de resurrección. Quizás haya amado al cadáver de su esposa más que a Sara cuando ella vivía. Si Sara hubiera podido hablar con Abraham, quizás le habría dicho: “Abraham, ¿por qué eres tan bueno conmigo después de mi muerte? Cuando yo vivía, nunca preparaste una buena tienda para mí. Ahora que estoy muerta, has pagado tanto dinero para comprar una cueva a fin de sepultarme. ¿Por qué compraste una cueva con un campo y con árboles? ¿Qué estás haciendo?” Tal vez Abraham haya contestado: “Sara, debes entender que no estás sepultada aquí; sólo descansas aquí. Te he preparado la mejor habitación en la cual podrás descansar mientras esperas aquel día. Si ese día está lejos, yo vendré para ser uno contigo y descansaremos juntos. Esta es la razón por la cual compré el campo y la cueva. Observa la vida del campo. Este no es un lugar de muerte, sino de vida”. En la Biblia un campo representa el crecimiento de vida, es decir, la resurrección. Pasa lo mismo hoy en día. Si usted no cree en la resurrección, le sugiero que considere un campo de trigo. Poco tiempo después de que se siembran los granos de trigo, brotan nuevamente. En 1936 estaba yo predicando el evangelio a un grupo de estudiantes de la Universidad de Ching-Hua en China. Una noche, después de mi predicación, vino a mí un estudiante joven y me pidió que le explicara el asunto de la resurrección. El dijo: “No tengo ningún problema con el cristianismo, pero no puedo creer en la resurrección. ¿Cómo podemos nosotros, en nuestra era moderna y científica, creer en algo tan supersticioso como la resurrección? ¿Cómo puede una persona muerta resucitar? Y ésta es una de las enseñanzas fundamentales de la Biblia”. Le dije que eso era muy fácil de explicar. A través de la ventana del cuarto donde estábamos sentados podíamos ver los campos de trigo. Le dije: “Observe los campos de trigo. ¿Ve usted el trigo que ahí crece? ¿Acaso no ve usted la resurrección en estos campos? La semilla es sembrada en el suelo, muere, y luego brota el trigo. Esta es la resurrección”. Este ejemplo sencillo lo convenció, y fue salvo. Ahora él es uno de los colaboradores de la isla de Taiwán.
Un campo que crece presenta la resurrección, pero la madera amontonada representa la muerte. Abraham no puso a Sara en un lugar de muerte, sino en un lugar de vida, un lugar lleno de resurrección. La cueva en la cual ella fue sepultada se hallaba en el extremo de un campo (v. 9), y había muchos árboles cerca (v. 17). Supongamos que la cueva de Macpela estuviese rodeada de un montón de madera muerta. Al verla, alguien sentiría inmediatamente que ése era un lugar de muerte, un lugar de aniquilamiento. Pero la cueva de Macpela no es el lugar del aniquilamiento, sino un lugar lleno de la esperanza de resurrección. Se encuentra en camino a la resurrección. En ese lugar, Sara podía dormir en paz mientras esperaba el día que había de venir. Si ella hubiese hablado, habría dicho: “No estoy esperando en un lugar de muerte. Estoy en un lugar de vida. Observe el campo y los árboles. Algún día, yo estaré en resurrección”. La muerte de Sara no desanimó a Abraham en su búsqueda de una patria mejor y de una ciudad con fundamentos. Por el contrario, eso despertó su esperanza del día venidero. Por consiguiente, dedicó mucha atención al sepulcro e invirtió mucho dinero en la compra de este sepulcro para Sara, para sí mismo y sus descendientes. Si tenemos la luz del Nuevo Testamento, veremos que eso denota la esperanza de la resurrección. Una vez más, digo que el sepulcro es el pasaje, la puerta de entrada a la ciudad esperada, la Nueva Jerusalén. ¡Aleluya, la cueva de Macpela está en el camino hacia Jerusalén! Sabemos que Génesis 23 denota la esperanza de la resurrección porque el Señor Jesús dijo que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob no es Dios de muertos sino de vivos (Mt. 22:31-32). A nuestros ojos, Abraham, Isaac y Jacob están muertos, pero a los ojos de Dios, viven. Nuestro antepasado, Abraham, el llamado de Dios, no se preocupó mucho por el presente, pero sí prestó atención al futuro. El sepulcro elegido estaba destinado al futuro. En principio, nosotros tampoco debemos preparar un mejor hogar para el presente sino una puerta de entrada al futuro. Nuestro interés no es el presente sino el futuro. Si el Señor tarda en regresar, todos entraremos por esta puerta. No debemos prestar demasiada atención al presente sino al futuro. Debemos vivir en una tienda y anhelar la ciudad que tiene fundamentos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA VIVIR EN COMUNION CON DIOS: EL MATRIMONIO DE ISAAC, UNA VIDA PRACTICA EN UNIDAD CON EL SEÑOR La Biblia revela que el propósito eterno de Dios consiste en expresarse por medio de un cuerpo, una entidad colectiva, y que dicho propósito se cumple por medio de la vida divina. Si queremos indagar las profundidades del libro de Génesis, debemos ver estas dos cosas. En Génesis 1:26 vemos que Dios hizo al hombre a Su imagen. Este hombre no es un individuo, sino una entidad corporativa. Podemos decir que es la humanidad, una entidad corporativa, la cual puede expresar la imagen de Dios. En Génesis 2 vemos que debemos poseer la vida divina representada por el árbol de la vida, para cumplir el propósito de Dios. En estos dos capítulos, vemos dos palabras cruciales: imagen y vida. La imagen revela el propósito eterno de Dios, y la vida presenta la manera en que El cumple Su propósito. No considere que Génesis es un simple relato de la creación y de la historia de algunos patriarcas. Esta perspectiva es demasiado superficial. Cuando entramos en las
profundidades de este libro, descubrimos que no se trata de un simple relato de la creación ni de una historia, sino de una revelación del propósito eterno de Dios y de la manera en que El lo lleva a cabo.
10) El matrimonio de Isaac Con estos dos puntos en mente, consideremos ahora Génesis 24. Todo el que lee Génesis se imagina que este capítulo relata un matrimonio. No obstante, lo importante aquí no es el matrimonio sino lo que el matrimonio denota, implica y tipifica. Vimos que Génesis 1 y 2 no son solamente el relato de la creación sino un relato de la vida. Todo lo que encontramos en esos capítulos está relacionado con la vida. Todo lo que no esté relacionado con la vida queda excluido. Si usted lee estos capítulos detenidamente, descubrirá que no se mencionan muchos aspectos de la creación por no estar relacionados con la vida. Según ese mismo principio, sólo los aspectos de la historia de Abraham que se relacionan con la vida se mencionan en los capítulos del veintiuno al veinticuatro. El libro de Génesis en su totalidad, un libro de sólo cincuenta capítulos, abarca más de dos mil trescientos años de historia, o sea, los primeros veintitrés siglos de la historia humana. Si Génesis fuese un relato histórico, habría requerido centenares de capítulos para abarcar ese período. El hecho de que un lapso de tiempo tan largo se condense en sólo cincuenta capítulos demuestra que Génesis no es un relato histórico. Repito que aparentemente Génesis es una narración histórica, pero en realidad es un relato que muestra el propósito eterno de Dios y la manera de llevarlo a cabo por medio de la vida. Este libro no incluye lo que no se relacione con el propósito de Dios ni su cumplimiento por medio de la vida. Los capítulos del veintiuno al veinticuatro abarcan cuarenta años (25:20), y mencionan cinco puntos esenciales: el nacimiento de Isaac, su crecimiento, el ofrecimiento de él, la muerte y sepultura de Sara, y el matrimonio de Isaac. Este relato es breve, pero está lleno de significado. Aquí vemos un nacimiento apropiado y un crecimiento adecuado. Este nacimiento y este crecimiento produjeron un holocausto que satisfacía a Dios. Después del nacimiento y el crecimiento descritos en el capítulo veintiuno, vemos el holocausto del capítulo veintidós. Luego, como ya vimos, en el capítulo veintitrés tenemos la muerte de Sara y un relato detallado de su sepultura. Más adelante, en el capítulo veinticuatro, hallamos un matrimonio maravilloso. No obstante, dicho capítulo no es simplemente el relato de un matrimonio, sino una historia que contiene un profundo significado en vida.
a) Una vida práctica en unidad con el Señor La mayoría de los cristianos piensan que el punto principal de este capítulo es que Isaac tipifica a Cristo, el Novio, y que Rebeca tipifica a la iglesia, la novia. Pero éste no es el punto principal. El punto esencial es la vida práctica en unidad con el Señor, que cumple el propósito de Dios. No deberíamos entender la Biblia según nuestro conocimiento o tradición común, sino volver a la Palabra pura. Cuando leemos un pasaje de las Escrituras, debemos olvidar todo lo que hemos aprendido antes y acudir al Señor buscando algo nuevo. Hace cincuenta años leí Génesis 24 detenidamente, e hice todo lo posible por recordar cada punto. No obstante, cuando llego a este capítulo ahora, no me preocupo por lo que entendía antes. Me agrada llegar a este pasaje como si lo leyera por primera vez. Puedo testificar que hace poco vi algo nuevo en este capítulo. ¿Se ha dado cuenta usted de que en Génesis 24 podemos ver una vida práctica en unidad con el Señor? Como ya vimos, Dios tiene un propósito, y la manera de cumplirlo es la vida. Estos son los dos puntos principales que nos permiten entender la Biblia. Si queremos entender Génesis 24, debemos aplicar estas directrices. ¿Por qué Génesis 24 nos presenta ese relato del matrimonio de Isaac? Si sólo leemos el capítulo veinticuatro, no podríamos ver el propósito de este relato. Si queremos responder a esta pregunta, debemos leer los tres capítulos anteriores. Dice en Génesis 21:12: “En Isaac te será llamada descendencia”. Dios llamó a Abraham con un propósito. Para
cumplir este propósito, Dios prometió darle la buena tierra y la simiente que la heredaría. El propósito eterno de Dios consiste en expresarse en una entidad corporativa. Dios debe adquirir un pueblo para poder expresarse corporativamente. Este pueblo es la simiente de Abraham. Además, la tierra es necesaria para obtener el pueblo que exprese a Dios corporativamente. Entonces, ¿cuál es el propósito del matrimonio descrito en Génesis 24? ¿Que un hombre soltero viva alegre y cómodamente? ¡No! Si uno examina la Biblia en conjunto, verá que el matrimonio de Isaac era necesario para cumplir el propósito eterno de Dios. Sin matrimonio, ¿cómo podía Isaac producir descendencia? Si este hombre soltero iba a tener una simiente para cumplir el propósito eterno de Dios, debía casarse. Después de que Abraham fue probado en el capítulo veintidós, Dios le dijo: “De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (22:17-18). Aquí también tenemos la simiente que cumple el propósito de Dios. Por consiguiente, el matrimonio de Isaac no era común ni tenía como único fin el vivir humano de Isaac; pues era necesario para cumplir el propósito eterno de Dios.
(1) Abraham La vida de Abraham era una vida práctica en unidad con el Señor. Abraham no recibió repentinamente una visión en la cual Dios le dijo que deseaba llevar a cabo un propósito elevado en la tierra, que lo necesitaba a él, y que Isaac había de casarse a fin de que se cumpliera el propósito eterno de Dios. El capítulo veinticuatro no contiene esa visión. Por el contrario, el relato en Génesis es común y humano. Según este relato, un hombre de edad avanzada engendró un hijo. Cuando su hijo tenía treinta y siete años de edad, su esposa, y la madre de ese hijo, murió, y Abraham la sepultó de manera muy significativa. El padre y el hijo, que carecían de esposa, quedaron solos, y vivieron juntos en esa situación triste durante tres años. Tal vez el hijo haya dicho: “Padre, ¿dónde está mi madre?” y el padre pudo haber contestado: “Hijo, ¿dónde está tu esposa?” El padre sentía la responsabilidad de cuidar a su hijo. Quizás haya dicho: “He perdido a mi esposa, y mi hijo tiene ahora cuarenta años de edad. Indudablemente éste es el momento apropiado para que él se case. Sin embargo, estamos rodeados de cananeas, y ninguna de ellas sería aceptada por Dios”. Ningún relato muestra que Dios haya dicho: “Abraham, permíteme mandar a alguien a tu propio país a fin de conseguir una esposa para Isaac. Nunca te dejaré tomar una mujer cananea para tu hijo”. Efectivamente ningún relato indica eso, pero Abraham así lo entendió. ¿De dónde le vino esta idea? De vivir conforme al concepto de Dios. Abraham era un hombre que vivía en unidad con Dios. Si vivo en unidad con cierto hermano día tras día, no será necesario que él me diga muchas cosas. Yo sabré lo que le gusta y lo que no le agrada, lo que le complace y lo que le ofende. Si lo amo y vivo en unidad con él, todo lo que yo diga y haga dependerá de lo que a él le guste o no le guste. Lamento decir que muchos cristianos no viven en unidad con Dios. Cuando surgen asuntos importantes, se arrodillan y oran: “Oh Señor, ¿cuál es Tu voluntad?” Y luego no siguen la voluntad de Dios sino su propio concepto. No conocemos la voluntad de Dios al orar de esta manera. Si queremos conocer la voluntad de Dios, debemos vivir en unidad con El. Si vivimos en unidad con El, El no necesitará decirnos lo que desea, porque ya lo sabremos al ser uno con El. Aunque Abraham estaba desesperado por casar a su hijo, no estaba dispuesto a aceptar a una cananea como esposa de Isaac. Si fuésemos Abraham, podríamos haber seguido el camino fácil y decir: “Aquí en la tierra de Canaán hay muchas muchachas. ¿Por qué no puedo escoger a una de ellas como esposa para mi hijo? Puede haber una muy cerca”. Abraham no pensaba así, y por consiguiente mandó lejos a su viejo mayordomo, al país de donde él venía, a fin de encontrar esposa para Isaac. Dios no le dijo a Abraham que hiciera eso, pero Abraham obró conforme a la voluntad interior y al concepto de Dios. Como ya vimos, Abraham conocía la voluntad e intención de Dios porque vivía en unidad con El en la práctica. Abraham no era la única persona que habría de llevar esa vida. Todas las personas mencionadas en
este capítulo vivían en un ambiente de unidad con Dios. Abraham, el viejo mayordomo, Rebeca, Labán, Betuel e Isaac vivían en unidad con Dios. Espero que todos los santos que estamos en las iglesias veamos que necesitamos esta vida para cumplir el propósito de Dios ahora. No debemos orar ni buscar la voluntad de Dios; debemos vivir en unidad con El. Cuando vivimos en unidad con Dios, somos partícipes de Sus conceptos, y todo lo que pensemos y hagamos concordará con Su sentir. Dios no necesitará decir nada, pues percibiremos lo que El piensa, y conoceremos Su sentir interior porque vivimos en unidad con El.
(a) Obró conforme a la economía de Dios Abraham obró en conformidad con la economía de Dios (vs. 3-8). Lo que él hizo al conseguir esposa para Isaac estaba destinado a cumplir el propósito eterno de Dios. Anhelamos ver que todos los matrimonios de las iglesias sean útiles para que se cumpla el propósito de Dios. Esta clase de matrimonio requiere una vida diaria en unidad con Dios. Hermanos jóvenes, si todo lo que ustedes hacen concuerda con la economía de Dios, aun su matrimonio servirá para llevarla a cabo. Usted debe decir: “Señor, lo que estoy haciendo aquí debe concordar con Tu economía. Ahora estoy soltero, pero un día, estaré casado. Que mi matrimonio sea útil para que se realice Tu economía”. Esta es la revelación principal de Génesis 24. En este capítulo lo más importante no es el hecho de que Isaac tipifique a Cristo como Novio, y Rebeca a la iglesia como novia. Repito que lo más importante que se revela aquí es la vida práctica que corresponde a la economía de Dios para llevar a cabo Su propósito eterno. Necesitamos una vida semejante a la de Abraham. Su motivo, su acción y todo lo que hizo concordaba con la economía de Dios. No creo que Abraham entendiera la economía de Dios como nosotros la comprendemos ahora. No obstante, le contó a su siervo cómo Dios lo había llamado y cómo le había prometido darle la tierra a su simiente, y luego lo envió a su país a buscar esposa para Isaac. A la luz de toda la Biblia, podemos ver que ése fue el cumplimiento de la economía de Dios. ¡Cuánto necesitamos esa vida ahora! Nuestros motivos, nuestras acciones y todo lo que hagamos debe conducir al cumplimiento de la economía de Dios. Esto no requiere solamente que conozcamos la voluntad de Dios y que luego hagamos ciertas cosas. ¡No! necesitamos vivir diariamente en unidad con Dios. Debemos ser esa clase de personas. Si somos así, todo lo que digamos expresará a Dios, y todo lo que hagamos servirá para cumplir Su propósito. Esta es la vida que necesitamos para la vida de iglesia ahora. No diga: “No conozco la voluntad de Dios en cuanto a mi matrimonio o a mi educación. Debo ayunar y orar tres días y tres noches”. Permítame decir que francamente intenté eso durante años, pero nunca trajo resultados. Considere el caso de Abraham, el primero a quien Dios llamó. El fue el primero en ser llamado y, por ende, vemos en su caso el principio de la primera mención. Abraham no actuó de manera tradicional ni religiosa, pues no ayunó ni oró tratando de descubrir la voluntad de Dios. El no tuvo un sueño repentino, en el cual vio a Rebeca en la tierra de Caldea esperando al siervo de Abraham. Según el versículo 40, Abraham caminó delante del Señor. Como persona que anda en la presencia del Señor, no tuvo necesidad de ayunar ni de orar para conocer la voluntad de Dios. Al caminar en la presencia del Señor, él hizo todas las cosas conforme a la voluntad de Dios y a Su economía.
(b) Encomendó su siervo al Señor Abraham no exhortó a su siervo a ser fiel y honesto, ni a hacer una buena labor, sino que lo encomendó al Señor (vs. 2-3, 9, 40-41). Aquí vemos que el ámbito en el cual vivía Abraham era el Señor mismo. Al encomendar su siervo al Señor, él lo introdujo en lo profundo del Señor. Del mismo modo, no debemos exhortar a la gente con nuestra sabiduría, ni siquiera con nuestro amor, sino con el Señor.
(c) Creyó en el Señor soberano Abraham creyó en el Señor soberano, y le dijo a su siervo que el Señor enviaría Su ángel y que su camino sería próspero (v. 40). Abraham parecía decir: “Dios enviará Su ángel delante de ti. Aunque te mando con esta tarea, yo creo en Dios. En cierto sentido, no creo que tú puedas cumplir esta obra, pero confío en el Dios vivo. No necesitas sentir la carga ni preocuparte. Ve y haz el trabajo, pues mi Dios mandará Su ángel a fin de hacer la obra por ti”. ¡Qué maravillosa vida tuvo Abraham! Si fuésemos Abraham, habríamos dicho: “Siervo mío, debes entender que he pasado por muchas experiencias. Permíteme darte ahora un mapa y hablarte del pueblo y de sus costumbres”. Abraham no hizo eso. Sólo pidió a su mayordomo que sirviera al Señor, y le aseguró que Dios mandaría Su ángel delante de él y que su camino prosperaría. Aquí vemos la fe viva de Abraham.
(2) El siervo más antiguo (a) Fiel a su responsabilidad El siervo más antiguo de Abraham fue fiel a su encargo (vs. 5, 9, 33, 54, 56). El siguió los pasos de Abraham al ser fiel. Creo que se le había infundido la vida de Abraham, viendo cómo Abraham obraba confiando en el Señor. Como resultado, el siervo también confió en el Señor.
(b) Confió en el Señor en cuanto a su responsabilidad El siervo de Abraham confió en el Señor en lo relacionado con su comisión (vs. 12, 21, 42). El oró al Señor de una manera clara, humilde y sencilla. Todo el que cree verdaderamente en Dios es sencillo. Cuando él llegó al pozo cerca de la ciudad de Nacor, oró, diciendo: “Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham. He aquí yo estoy junto a la fuente de agua, y las hijas de los varones de esta ciudad salen por agua. Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor” (vs. 12-14). Su oración fue contestada inmediatamente. Inclusive antes de terminar su oración, Rebeca vino con su cántaro sobre el hombro. Cuando él le pidió que le diera de beber, ella no sólo le dio de beber a él sino que también sacó agua para sus camellos. Después de que Rebeca hizo eso, el siervo entendió que ella era la escogida y le dio un anillo y dos brazaletes.
(c) Buscó la dirección del Señor en las circunstancias El siervo conocía la voluntad del Señor al buscar Su dirección en las circunstancias (vs. 13-21, 2627, 48-49). También podemos ver la soberanía de Dios en nuestras circunstancias. Nadie le pidió al siervo que fuese a la ciudad de Nacor, la ciudad del hermano de Abraham. El simplemente llegó allí, y junto al pozo encontró a Rebeca, la nieta de Nacor. Nada fue dejado al azar; todo fue ordenado antes de la fundación del mundo y fue llevado a cabo por medio del siervo de Abraham, un hombre que confiaba en Dios.
(3) Rebeca (a) Casta, amable y diligente En el versículo 16 vemos que Rebeca “era de aspecto muy hermoso, virgen”. Rebeca era casta y pura. También era amable y diligente (vs. 18-20). Cuando el siervo de Abraham le pidió de beber,
ella inmediatamente le dio agua. También sacó agua para sus camellos. A una muchacha le cuesta trabajo sacar agua del pozo y verterla en la pila para diez camellos, pero ella lo hizo. Si las hermanas jóvenes quieren estar bajo la soberanía de Dios, especialmente en cuanto a su matrimonio, deben ser amables y diligentes. Toda mujer joven que sea desagradable y descuidada debería quedarse soltera. Cuando la gente le pide a usted que le haga un favor, debe hacerle dos, y el segundo debe superar el primero. Usted no debe dar solamente agua al hombre, sino que también debe sacar agua para sus diez camellos. Si obra así, estará calificada para conseguir su marido, su Isaac. Este consejo es válido para todas las jóvenes solteras.
(b) Incondicional Rebeca era incondicional (vs. 57-58, 61). Ella nunca había visto a Isaac, pero estuvo dispuesta a ir a él sin vacilar. Ella no le dijo a su madre: “Madre, nunca he visto a Isaac. Quizás debería escribirle primero y luego pedirle que me visite. Entonces yo podría decidir si me caso con él”. Rebeca no habló de esta manera. Su hermano y su hermana dudaban y le pedían que se quedara por lo menos otros diez días, pero ella dijo: “Iré”. Ella estaba absolutamente resuelta. Durante los últimos cuarenta años, he visto hermanas jóvenes que han tenido problemas mentales como resultado de pensar demasiado en el matrimonio. Algunas han pasado días, semanas, meses y años preguntándose si cierto hermano era el que Dios había preparado para ellas. Cuando esas hermanas se me acercaron a preguntarme, les dije, con tono de reproche: “Si usted piensa que él es el hermano indicado, cásese con él ciegamente. Pero si él no lo es, olvídese de él y no hable más del asunto. Cuanto más considera, más perturba a Dios, a sí misma y también a mí. ¿Cómo le podría contestar sí o no? Si contesto sí, usted me dirá que yo no conozco bien al muchacho. Si le digo que no, no quedará satisfecha porque ya está enamorada de él. No lo piense más. Cásese con él u olvídelo”. Les respondí así con mucha seriedad. Hermanas jóvenes, si ustedes desean casarse, deben aprender a ser amables, diligentes e incondicionales.
(c) Sumisa Rebeca también era sumisa (vs. 64-65). Cuando vio a Isaac y se dio cuenta de quién era, “tomó el velo, y se cubrió”. Hermanas, no se pongan un pedazo de tela sobre la cabeza como adorno o decoración. Debe ser una señal de sumisión. Cuando usted se casa, deja de ser su propia cabeza. Su cabeza debe estar cubierta, pues su marido es su cabeza. Este es el verdadero significado del matrimonio.
(4) Labán y Betuel Labán y Betuel temían al Señor (vs. 29-31). También eran muy hospitalarios (vs. 31-33). La hospitalidad a menudo trae la más grande bendición. El hecho de que Rebeca, la hija de Betuel y la hermana de Labán se convirtiera en la esposa de Isaac fue una gran bendición. Esa bendición fue propiciada por la hospitalidad de ellos. Si ellos no hubieran sido hospitalarios y hubieran rechazado al siervo de Abraham, ese maravilloso matrimonio nunca se habría realizado. Además, ellos aceptaron la soberanía del Señor al decir: “De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno” (vs. 50-51, 55-60). Labán y Betuel reconocieron que aquello era obra del Señor y que ellos no tenían derecho a decir nada al respecto. Aquí vemos el contexto de su vida, una vida en unidad con Dios.
(5) Isaac Isaac no era un hombre activo, pues él no hizo nada. El simplemente moraba cerca de un pozo, de un lugar de aguas vivas. Veamos el versículo 63: “Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora
de la tarde”. Los traductores bíblicos tienen dificultades para traducir el hebreo de este versículo. Algunas versiones lo interpretan indicando que Isaac se fue al campo para orar, y otros dicen que él fue al campo para adorar. Tal vez Isaac estaba meditando en la presencia del Señor, quizás considerando su matrimonio. El había perdido a su madre, no tenía esposa, y el siervo más fiel se había ido de viaje. Isaac no sabía si el siervo regresaría. La familia no tenía ninguna seguridad, y él se encontraba en una situación desesperada. Por consiguiente, él salió al campo para buscar al Señor y meditar delante de Dios. Mientras él meditaba, vino Rebeca. Después de que el siervo hubo contado a Isaac todo lo que había sucedido, Isaac aceptó todo lo que su padre había hecho por él y se casó con Rebeca (vs. 66-67). Su matrimonio fue una herencia, y no un esfuerzo. El no se esforzó por conseguir esposa; sólo aceptó lo que su padre hizo por él. El no hizo nada para conseguir esposa. El sólo tomó lo que el padre había hecho por él. Al actuar así, él fue uno con el Señor para que se cumpliese el propósito de Dios en él. El tuvo un matrimonio firme y sólido sin ceremonia de bodas.
(6) Cumplió el propósito de Dios El matrimonio de Isaac cumpliría el propósito de Dios (21:12b; 22:17-18). La vida de las personas mencionadas en este capítulo no tenía el único fin de servir a su propia vida humana; fue una vida que dio por resultado el cumplimiento del propósito eterno de Dios, una vida que produjo a Cristo y el reino de Dios para la economía de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA Y UNO VIVIR EN COMUNION CON DIOS: EL MATRIMONIO DE ISAAC, UNA FIGURA DE LA BODA DE CRISTO Y LA IGLESIA La Biblia es un libro divino compuesto de conceptos divinos. Por esta razón, contiene numerosos relatos maravillosos, y Génesis 24 es uno de ellos. Este capítulo no sólo revela una vida en unidad con Dios, sino que también implica algo más profundo que la vida humana. Esta es la razón por la cual le resulta difícil a la mente humana comprender las profundidades de la Biblia. En la superficie de Génesis 24, vemos un relato del vivir humano, pero en lo profundo de ese capítulo se encuentra algo divino. Resulta fácil ver la superficie, pero es difícil sondear las profundidades.
b) Una figura de la boda de Cristo y la iglesia En Génesis 24 vemos un matrimonio que tipifica la boda de Cristo con la iglesia. En el Nuevo Testamento no hallamos ni un sólo versículo que afirme que este matrimonio es una figura de la boda entre Cristo y la iglesia. Sin embargo, el Nuevo Testamento revela claramente que Isaac, el hijo de Abraham, era una figura de Cristo, la única simiente de Abraham (Gá. 3:16). Basándonos en el hecho de que Isaac tipificaba a Cristo, podemos deducir que el matrimonio de Isaac tipificaba el
matrimonio de Cristo. La Biblia es un libro divino compuesto de conceptos divinos. Por esta razón, podemos ver estos conceptos en los diversos relatos bíblicos. Por ejemplo, todos conocemos la historia de José. El Nuevo Testamento no declara que José tipifica a Cristo, pero cualquier lector de la Biblia puede reconocer que la historia de José se parece mucho a la de Cristo. Algunos maestros de la Biblia enseñan que no debemos usar alegorías al interpretar las Escrituras a menos que el Nuevo Testamento indique que se trata de una alegoría o de la tipología de ciertos asuntos espirituales. Sin embargo, no debemos poner mucho énfasis en esto, pues a pesar de que el Nuevo Testamento no afirma que José tipifica a Cristo, todos los maestros de la Biblia reconocen que José es una excelente figura de Cristo. Al leer la historia de José, vemos que describe la vida de Cristo. Muchas circunstancias de la vida de José, tales como la traición que sufrió, son semejantes a los incidentes de la vida de Cristo. Según este principio, podemos decir que el matrimonio relatado en Génesis veinticuatro tipifica las bodas de Cristo porque Isaac tipifica a Cristo y porque el matrimonio de Isaac es semejante al de Cristo. Génesis 24 presenta cuatro personas destacadas: el padre, el hijo, el siervo y la novia. Esto tiene mucho significado. Al llegar al Nuevo Testamento, vemos que el Dios Triuno obra con el propósito de conseguir una novia para el Hijo. ¿Cuál es el tema del Nuevo Testamento? Si decimos que el tema del Nuevo Testamento es sencillamente Jesús como nuestro Salvador, yo diría que eso es correcto, pero no lo abarca todo. El tema del Nuevo Testamento es el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu, quienes laboran juntos a fin de conseguir la novia para el Hijo. El Padre hace el plan, el Espíritu lo lleva a cabo, y el Hijo disfruta lo que el Padre planeó y lo que el Espíritu lleva a cabo. ¿Quién es la novia? La novia forma una parte del linaje humano que se casará con el Hijo y se convertirá en Su complemento. Mateo 28:19 habla del Padre, el Hijo y el Espíritu. En Hechos y en las epístolas, vemos cómo el Espíritu labora conforme al plan del Padre a fin de conseguir la novia para el Hijo. Al final del Nuevo Testamento, en el libro de Apocalipsis, vemos la novia. En Apocalipsis 19:7 dice: “Han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado”. Finalmente toda la Nueva Jerusalén, una ciudad femenina, constituirá la novia (Ap. 21:2, 9-10). La expresión “ciudad femenina” puede parecer extraña, pero no es errónea, porque la Nueva Jerusalén será una mujer, la esposa del Cordero, el complemento del Hijo de Dios. El Nuevo Testamento en su totalidad es sencillamente un relato del Dios Triuno que labora para lograr que una parte del linaje humano sea la novia, el complemento, del Hijo.
(1) El plan del Padre Primero vemos el plan del Padre. Efesios 3:11 habla del propósito eterno que El hizo en Cristo Jesús, nuestro Señor. La palabra propósito es un término arcaico que corresponde a la palabra moderna plan. Cuando hablamos del plan de Dios, nos referimos al propósito de Dios. En la eternidad pasada, Dios diseñó un plan: obtener la iglesia para Cristo (Ef. 3:8-11). El plan de Dios no consiste solamente en tener un grupo de pecadores, ni un grupo de redimidos. Este concepto es demasiado pobre. El plan de Dios consiste en obtener a una esposa para Su Hijo. Hemos oído repetidas veces que Cristo vino para salvar a los pecadores. Sin embargo, ¿ha oído usted un mensaje en el que se diga que Cristo vino para conseguir una novia? En Juan 3:29 leemos: “El que tiene la novia, es el novio”. En los cuatro evangelios, el Señor Jesús dijo a Sus discípulos que El era el Novio (Mt. 9:15). El vino no solamente para salvar a los pecadores sino también para obtener la novia. ¿Seguimos siendo pecadores? No, somos la novia. ¡Alabado sea el Señor porque ya hemos dejado de ser pecadores, y somos la novia! ¿Debemos seguir acudiendo a Dios y confesar nuestros pecados con súplicas? No, debemos presentarnos ante El con alegría, diciendo: ¡Alabado sea el Señor! ¡Estoy tan contento porque ya no soy pecador; formo parte de la novia! Cristo vino no solamente para ser nuestro Salvador y Redentor, sino también para ser el Novio. Dios no planeó salvar a un grupo de viles pecadores y llevarlos a los cielos. Dios planeó tomar una parte del linaje humano y hacer de ella el complemento de Su amado Hijo. Finalmente, en los nuevos cielos y en la
nueva tierra, no tendremos a un grupo de viles pecadores, sino la novia, la Nueva Jerusalén, la esposa del Cordero. Como ya vimos, Dios el Padre planeó obtener del linaje humano una novia para Su hijo. Abraham, una figura del Padre, le encomendó a su siervo, una figura del Espíritu Santo, que no tomara esposa para su hijo de entre las hijas de los cananeos, sino de la parentela de Abraham (24:4, 7). En tipología, esto indica que el complemento de Cristo debe proceder del linaje de Cristo, y no de los ángeles ni de ninguna otra criatura. El hecho de que Cristo se haya encarnado, se haya hecho hombre, convirtió a la humanidad en Su linaje. No se imagine que la humanidad es una especie miserable, pues no lo es. Por ser linaje de Cristo, la humanidad es amada y preciosa a los ojos de Dios. Dios puede conseguir el complemento para Su hijo solamente en la humanidad. Por lo tanto, todos debemos estar orgullosos de formar parte de la humanidad y debemos decir: ¡Alabado sea el Señor porque soy humano! Le doy las gracias porque no fui creado como parte del género angélico sino como parte del género humano. En Génesis 2 vemos que Dios le presentó a Adán los seres vivos para que les diera nombre. Adán dijo: “Este es un perro, y éste es un gato; ése es un mono y aquél es un asno”. Al observar todos esos seres, él no encontró su complemento entre ellos. Así que, Dios hizo caer un profundo sueño sobre Adán; tomó una de sus costillas, e hizo de ella una mujer para que fuera su complemento (2:21-22). Por consiguiente, Adán y Eva pertenecían al mismo linaje. Esto indica que el complemento de Cristo debe proceder de Su mismo linaje, el género humano. Todos fuimos creados como el género humano, y como tales, hemos nacido de nuevo. Sólo el género humano está facultado para ser el complemento de Cristo.
(2) La misión del Espíritu El Padre tenía un plan, y el siervo recibió una misión, una tarea (v. 33). Abraham le dio la comisión de ir a su parentela y de tomar una esposa para su hijo. Esto significa que Dios el Padre le dio al Espíritu una comisión. El Nuevo Testamento revela esta comisión divina.
(a) Consigue la esposa escogida Así como Abraham le encargó a su siervo que encontrara la esposa escogida (vs. 10-21), Dios el Padre le dio a Dios el Espíritu la comisión de ir al género humano. Todos nosotros podemos testificar que en cierto momento, el Espíritu de Dios vino a nosotros. Tal vez usted diga: “Yo no me di cuenta de que Dios el Espíritu hubiera venido a mí. Lo único que sé es que alguien me predicó el evangelio”. Mientras esa persona le predicaba el evangelio, usted fue atraído por lo que decía y estuvo dispuesto a recibirlo. Aunque usted no entendió todo lo que decía esa persona, algo respondió en lo profundo de usted. Muchos de nosotros dijimos en nuestra mente: “No nos gusta esto”, pero en lo profundo de nuestro espíritu dijimos: “Qué bueno es esto”. Al principio de mi ministerio en China pasé mucho tiempo predicando el evangelio. Al escuchar nuestra predicación, los chinos más cultos, que consideraban el cristianismo como una religión extranjera, pensaban: “Esta es una religión extranjera; no me gusta”. Sin embargo, como muchos de ellos testificaron más adelante, en lo profundo de ellos se decían: “Esto es lo que yo necesito”. ¿Qué les produjo esa respuesta en lo profundo de su ser? Fue el Espíritu Santo, quien llegó a ellos. Rebeca jamás se había imaginado que sería elegida para ser la esposa de Isaac. Según la costumbre de aquellos tiempos, ella simplemente fue a sacar agua por la tarde. Pero algo especial sucedió aquel día. Cuando ella llegó al pozo, el siervo de Abraham ya estaba allí. Esto alude a la venida del Espíritu a la humanidad (v. 10). Antes de que oyésemos la predicación del evangelio o de que viniésemos a una reunión evangélica, el Espíritu Santo ya nos esperaba allí. En Génesis 24 el siervo de Abraham, que había ido al pozo (v. 11), le pidió a una mujer que le diera de beber un poco de agua (v. 17). En Juan 4 el Señor Jesús fue al pozo de Jacob (Jn. 4:6) y también
le pidió a una mujer que le diera de beber. A menudo los predicadores dicen que nosotros tenemos sed y que necesitamos el agua viva para satisfacer nuestra sed. Sin embargo, ¿ha oído usted alguna vez que el Espíritu Santo tiene sed y que lo necesita a usted para apagarla? En Génesis 24 vemos un siervo que tenía sed después de un largo viaje, y en Juan 4 vemos que el Salvador tenía sed después de un viaje agotador. ¿Quién tenía más sed en Génesis 24, el siervo o Rebeca? El siervo. Del mismo modo, ¿quién tenía más sed en Juan 4, el Señor Jesús o la mujer samaritana? El Señor Jesús. Por lo tanto, al predicar el evangelio, debemos decir a la gente que el Padre, el Hijo y el Espíritu tienen sed de ellos. Rebeca no sentía sed, y tampoco pensaba que necesitaba un marido. Era el siervo el que tenía sed. Cuando él llegó a la ciudad de Nacor, él tenía sed física y espiritual, pues tenía sed de hallar una esposa adecuada para el hijo de su amo. En Juan 4 el Señor Jesús también tenía sed física y espiritual. Mientras usted lee este mensaje, el Espíritu Santo tiene sed de usted, ¿está usted dispuesto a darle de beber y a satisfacer su sed? Cuando oíamos la predicación del evangelio, no nos dábamos cuenta de que el Espíritu Santo tenía sed de nosotros. Tal vez hayamos pensado: “¿Por qué este predicador tiene tanto deseo de convencerme?” Pero ésa no era la ambición del predicador, sino la sed del Espíritu. Al escuchar usted la predicación del evangelio, ¿no sintió que alguien deseaba poseerlo? Cuando usted fue salvo, sintió que alguien lo estaba persiguiendo. Por una parte, dijo: “Esto no me agrada”, pero por otra, algo en lo profundo de usted dijo: “No puedes escaparte”. Cuando Rebeca iba a sacar agua del pozo aquel día, era totalmente inocente, no tenía la menor idea de lo que le iba a suceder. Ella no se dio cuenta de que al darle agua a un hombre y al sacar agua para sus camellos, ella sería cautivada. Pero el padre que se encontraba lejos, había hecho el plan de obtener una mujer de su linaje como esposa para su hijo, y le había dado a su siervo la misión de llevar a cabo este plan. Por tanto, el siervo llegó a la ciudad de Nacor y esperó intencionalmente allí cerca del pozo. El era en realidad un cazador que buscaba esposa para Isaac. Si Rebeca no le hubiera hablado al siervo, no habría sido cautivada. Sin embargo, como ya vimos, lo que sucedió no dependía de ella. El siervo ya había orado para que el Señor le prosperara en su tarea, al decir: “Sea, pues, la doncella a quién yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor” (v. 14). Mientras él todavía estaba diciendo estas palabras, vino Rebeca. Cuando él le pidió agua, ella no sólo le dio de beber, sino que además dijo: “También para tus camellos sacaré agua, hasta que acaben de beber” (vs. 1819). Rebeca no se dio cuenta, pero al hacer eso, fue cautivada. Muchos de nosotros podemos testificar que al principio, no teníamos una idea positiva acerca de Cristo, pero en cierto momento, algo dentro de nosotros empezó a amarlo. Cuando yo era joven, no entendía mucho acerca de Cristo, pero lo amaba. No lo podía explicar entonces, pero empecé sencillamente a amarlo. Ahora sé la razón: en la eternidad, el Padre había planeado atraparme. A pesar de ser un hombre pequeño, yo soy muy digno de ser atrapado por Dios. Todos fuimos atrapados por El conforme a Su plan. Permítanme preguntarles: ¿deseaban ustedes ser salvos o ser cristianos? Ninguno de nosotros lo deseaba, pero un día oímos el nombre de Jesús y respondimos a El en amor. Esta es la señal de que fuimos escogidos. ¿Quién condujo el siervo a la ciudad de Nacor donde moraba Rebeca? y ¿quién trajo a Rebeca al pozo donde el siervo estaba esperando? Sin lugar a dudas, fue el Espíritu de Dios. Nuestra salvación no dependía de nosotros. Fue el resultado del plan del Padre y de la comisión del Espíritu. El siervo de Abraham llegó finalmente a Rebeca por medio del agua que satisface (v. 14). Los escogidos de Dios son el agua que satisface al Espíritu Santo. Ahora el Espíritu Santo viene a buscar a los elegidos de Dios como Cristo lo hizo en el pozo de Sicar (Jn. 4:7). Si alguien responde a Su vocación y satisface Su deseo, ello es una señal de que tal persona es uno de los escogidos para Cristo y de que será ganada por el Espíritu Santo para Cristo.
(b) Lleva las riquezas de Cristo a la novia El Espíritu también lleva las riquezas de Cristo a la novia (vs. 10, 22, 47, 53). Cuando los camellos acabaron de beber, el siervo puso un pendiente de oro en la nariz de Rebeca y dos brazaletes en sus manos (v. 22). La mejor manera de atrapar a una persona es tomarla de la nariz. El hecho de que Rebeca llevara un pendiente en su nariz y brazaletes en sus manos significaba que había sido cautivada. Después de darle estas cosas, el siervo le preguntó: ¿De quién eres hija? ¿Hay en casa de tu padre lugar donde posemos? (v. 23). Cuando el siervo entró en la casa de Rebeca, dio testimonio de las riquezas de Isaac. Después de que Labán, el hermano de Rebeca, y Betuel, su padre, aceptaron la propuesta del siervo, él dio a Rebeca más de las riquezas de Isaac: artículos de plata, objetos de oro y vestidos (v. 53). También dio cosas preciosas a su hermano y a su madre. Esto es exactamente lo que revela Juan 16:13-15 acerca del Espíritu. En estos versículos, el Señor Jesús dijo que el Espíritu no hablaría de Sí mismo, sino que glorificaría al Hijo. Todo lo que el Padre tiene es del Hijo, y el Espíritu recibe lo que es de El y lo revela a los discípulos. Suponga que el siervo de Abraham hubiera dicho a Labán: “A Abraham le cuesta mucho ganarse la vida en Canaán, y su hijo Isaac es débil de salud. Fui enviado a conseguir ayuda para él”. ¿Cree usted que después de oír eso, Rebeca habría dicho: Iré? ¡No! más bien habría huido. Sin embargo, el testimonio del siervo de Abraham no era pobre, sino rico, muy rico. El siervo dijo que el Señor había bendecido a su amo Abraham, que lo había engrandecido, que él había dado todos sus bienes a su hijo Isaac, y que le había encomendado la tarea de hallar esposa para su hijo. Mientras Rebeca escuchaba este testimonio, fue atraída a Isaac y estuvo dispuesta a ir a él. Este es un cuadro de la manera en que el Espíritu Santo viene a nosotros para testificar de las riquezas de Cristo. Cristo ha sido designado como heredero de todas las riquezas del Padre. Sabemos eso porque el Espíritu nos lo ha dicho por medio de las Escrituras. El testimonio del Espíritu nos ha atraído a Cristo. Todas las personas salvas que aman y buscan al Señor han sido atraídas de esta manera. No nos interesan las cosas que busca la gente mundana. Nos gusta ir a las reuniones de la iglesia y decirle al Señor Jesús cuánto lo amamos. Lo amamos a El, lo buscamos y lo alabamos. Le decimos continuamente: “Señor Jesús, te amo”. Rebeca disfrutó las riquezas de Isaac por los regalos que el siervo de Abraham le había traído. Hoy en día, nosotros disfrutamos las riquezas de Cristo, las cuales El recibió del Padre, por medio de los dones que el Espíritu nos ha impartido. Antes de encontrarse con Isaac en la buena tierra, Rebeca había participado de la herencia de Isaac y había disfrutado de ella. Pasa lo mismo con nosotros, al participar de la herencia de Cristo. Antes de encontrarnos con El, disfrutamos de los dones del Espíritu como anticipo de sus riquezas.
(c) Convence a la novia El Espíritu también convence a la novia (vs. 54-58). Después de que el siervo, el cual tipificaba al Espíritu, hubo traído las riquezas a Rebeca, ella quedó convencida y estuvo dispuesta a casarse con Isaac. Aunque los parientes de Rebeca deseaban que se quedara más tiempo con ellos, al escuchar ella el testimonio del siervo de Isaac, dijo: “Sí, iré” (v. 58). Ella estuvo dispuesta a ir a Isaac, a la tierra de Canaán. Del mismo modo, nosotros estamos dispuestos a acudir a Cristo. Aunque nunca lo habíamos visto, fuimos atraídos por El y llegamos a amarlo (1 P. 1:8). Aunque Rebeca nunca había visto a Isaac, llegó a amarlo. Cuando oyó hablar de él, sencillamente lo amó y estuvo dispuesta a ir a una tierra lejana para encontrarse con él. Siempre que tengamos el deseo de acudir a Cristo, eso es una señal de que somos la Rebeca escogida. Al mirar a los jóvenes que aman a Jesús, yo he dicho: ¿Qué hacen todos estos jóvenes aquí? ¿Por qué no buscan las cosas del mundo? Pero en lo profundo de mi ser, conozco la razón, todos fuimos convencidos de que Cristo es maravilloso. El es la persona que más podemos amar en todo el universo. ¡Cuánto lo amamos! Mientras Rebeca iba sobre el camello para estar con Isaac, debe de haberse dicho muchas veces : “Isaac, te amo, Isaac quiero verte y estar contigo”. Ocurre lo mismo con nosotros hoy en día. En un largo viaje, decimos continuamente: “Jesús te amo. Jesús quiero encontrarte y estar en Tu presencia”.
(d) Traer la novia a Cristo Por último, el siervo condujo Rebeca a Isaac (vs. 51, 61-67). Fue un largo viaje, pero él la llevó a su destino y la presentó a Isaac para que fuera su esposa. El Espíritu Santo nos ha convencido y ahora nos conduce a Cristo. Es un largo viaje, pero finalmente El nos llevará a nuestro destino y nos presentará ante Cristo como Su hermosa novia.
(3) La respuesta de la iglesia Ahora debemos ver la respuesta de la iglesia. Ya vimos que Rebeca respondió inmediatamente, y estuvo dispuesta a ir con el siervo para encontrarse con Isaac. Dentro de nuestra naturaleza vieja y caída, algo se niega a seguir al Señor inmediatamente, pero no podemos negar que en nosotros también está el deseo de seguirlo. Seguimos en nuestra vieja naturaleza, pero nos resulta fácil seguir al Señor. Es mucho más fácil seguirle que no hacerlo. No crea la mentira del enemigo que dice que a usted se le puede impedir fácilmente seguir al Señor. Dígale al enemigo: “Nada puede apagar mi deseo de seguir al Señor. En lo profundo de mi ser tengo el deseo de seguirlo a El”. Satanás es mentiroso. A veces hasta nos miente por medio de predicadores que hablan cosas negativas y que nos dicen que no podemos amar al Señor Jesús. No crea en la mentira; declare más bien: “¡Yo sí puedo amar al Señor Jesús y, de hecho, lo amo”. Podemos mentirnos a nosotros mismos al decir: “Soy muy débil. No puedo seguir al Señor. Más me vale devolverme”. Debemos rechazar esta mentira y decir: “Jamás regresaré. Seguiré al Señor Jesús”. Jamás crea la mentira de que usted no ama al Señor. Dígale al enemigo: “Yo amo al Señor Jesús. El amor que tengo por El no depende de mi capacidad de amar. Depende del hecho de que El es digno de ser amado. Por esta razón, no puedo evitar amarlo”. Si yo le diera a usted un par de zapatos viejos, usted los rechazaría, y diría: “¡No me interesan esos zapatos!” Pero si le doy algunos diamantes, con facilidad los apreciaría, no porque usted tenga mucha capacidad de amar, sino porque los diamantes son algo que podemos amar fácilmente. Del mismo modo, no amamos al Señor Jesús porque seamos capaces de amar, sino porque El es digno de ser amado. En Génesis 24 no fue Rebeca la que pudo amar a Isaac y responderle; esto se produjo porque Isaac era digno de ser amado.
(a) Hace lo que el Espíritu espera Nuestra respuesta al Espíritu Santo es que siempre hagamos lo que El espera. El siervo de Abraham esperaba que Rebeca le diera agua y que luego sacara agua para sus diez camellos, y Rebeca hizo
exactamente lo que él esperaba (vs. 18-20), satisfaciendo así la sed del siervo. A menudo hemos hecho inconscientemente lo que el Espíritu esperaba, y hemos satisfecho Su deseo, haciendo sin saber lo que él esperaba. El hecho de hacer eso demuestra que fuimos movidos por el Espíritu.
(b) Recibe los dones Después de hacer lo que el siervo esperaba, Rebeca recibió los dones. Primero, el siervo puso un pendiente de oro en su nariz. A las mujeres de hoy les gusta ponerse pendientes en las orejas, pero aquí el pendiente fue colgado en la nariz de Rebeca. Cuando leí el Cantar de los Cantares, quedé sorprendido al ver que el Señor no elogia las orejas de la que lo buscaba, sino que alaba la nariz de ella, diciendo: “Tu nariz, como la torre del Líbano, que mira hacia Damasco”, y: “El olor de tu boca [lit., nariz] como de manzanas” (7:4, 8). En el Cantar de los Cantares 2:3, la que busca dice: “Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar”. Por haber disfrutado las manzanas, su nariz olía a manzanas. ¿Qué significa eso? La función de la nariz es oler. El hecho de poner un pendiente de oro en la nariz de Rebeca significaba que su función olfativa había sido cautivada por la naturaleza divina. Cuando tenemos este pendiente en nuestra nariz, tenemos el olor y el sabor divino. Como dice el libro de Hebreos, hemos gustado del don celestial, de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero (He. 6:4-6). Antes de ser salvo, yo tenía un gusto particular. Sin embargo, después de recibir al Señor, mi gusto cambió. Había recibido el gusto divino. ¿Tiene usted un pendiente de oro en su nariz? ¿Es su nariz como la torre del Líbano? Según Levítico 21:18, ninguna persona que tenga nariz chata podía servir como sacerdote. Todos nosotros debemos tener una nariz aguda y no una nariz chata. Nosotros los salvos tenemos el gusto divino y la función olfatoria divina. Por tener este gusto, hay muchas cosas que no podemos comprar en las tiendas. ¿Qué es lo que nos impide comprar estas cosas? El pendiente de oro que llevamos en la nariz. Por nuestra nariz con el pendiente de oro olemos y percibimos que algo no está bien en algunos artículos que vemos en las tiendas. Por tener la nariz así, no necesitamos que otros nos digan lo que debemos o no debemos hacer. La función de nuestro olfato y nuestro gusto nos dice qué corresponde al gusto de Dios y qué no. Debemos tener la nariz como una torre elevada y debe oler a manzanas. Nuestra nariz debe ser una torre elevada en el Espíritu. Nuestra nariz espiritual debe tener el olor de Cristo. Cuanto más disfrutamos a Cristo como el manzano, más tenemos una nariz con Su aroma de manzana. El siervo también puso dos brazaletes en las manos de Rebeca (vs. 22,47). En cierto sentido, sus manos quedaron esposadas. Conforme al Nuevo Testamento, eso significa que hemos recibido la función divina (Ro. 12:4). Cuanto más seamos esposados por el Espíritu, más dones recibimos de El. No sólo recibimos el sabor divino, sino también la función divina. Los dos brazaletes dados a Rebeca pesaban diez ciclos y, por tanto, podían cumplir los requisitos de los mandamientos de Dios; mientras que el peso del pendiente de oro que le fue puesto en la nariz era medio ciclo. Este medio ciclo representa el anticipo. La mitad que hemos gustado indica que la otra mitad, es decir, la plenitud, está por venir. El anticipo es algo parcial, pero las funciones están completas. No diga usted que tiene solamente la mitad de una función. No, su función, su talento, está completa. Toda persona tiene por lo menos un talento completo. El anticipo que hemos recibido del Espíritu Santo es parcial, pero la función divina que recibimos de El está completa. Rebeca también recibió alhajas de plata y de oro, y vestidos (v. 53); todo eso denota las riquezas de Cristo. Al principio, a Rebeca se le puso un pendiente de oro en la nariz y dos brazaletes en las manos. Después de recibir el recado del siervo, ella recibió más riquezas. Del mismo modo, después de que nosotros entramos en la vida de iglesia y aceptamos la comisión del Espíritu, las riquezas de Cristo, las alhajas de plata y de oro y los vestidos nos fueron dados para disfrutarlos. Con todos estos detalles, podemos ver que el relato de Génesis 24 es totalmente divino y denota el concepto divino. Esta no es mi alegoría, pues es así como se narra. ¿Por qué el pendiente de oro
sólo pesaba medio ciclo y no tres cuartos de ciclo? ¿Por qué los brazaletes pesaban diez ciclos y no nueve ni once? ¿Por qué el siervo trajo las demás riquezas solamente cuando su comisión fue aceptada? Todo eso corresponde a la revelación del Nuevo Testamento. Ahora no sólo disfrutamos el pendiente de oro en nuestra nariz, y los brazaletes en nuestras manos, sino que disfrutamos las alhajas de plata y de oro y los vestidos. En la vida de iglesia todas las riquezas de Cristo nos pertenecen.
(c) Sigue al Espíritu Después de recibir y disfrutar todas estas riquezas, Rebeca siguió al siervo, viajó por el desierto sobre un camello hasta que se encontró con Isaac (vs. 58, 61-65). Del mismo modo, nosotros seguimos al Espíritu, haciendo un recorrido largo sobre un “camello”. Cuando nos encontremos con Cristo, nos bajaremos de nuestro “camello”. Todas las comodidades modernas, tales como el teléfono, el automóvil, etc., son nuestros “camellos” actuales. Rebeca viajó por el desierto sobre un camello, y nosotros viajamos por el desierto sobre los “camellos” modernos. Según Levítico 11, un camello es un animal inmundo; sin embargo, es útil. Muchas de las comodidades actuales no son puras a los ojos de Dios; no obstante, nos permiten viajar por el desierto. Cuando nos encontremos con Cristo, dejaremos los “camellos”.
(4) Las bodas del Hijo En realidad el hijo, Isaac, no hizo nada. Esto indica que todo lo planeó el Padre y lo llevo a cabo el Espíritu. Lo único que hace el Hijo es recibir a la novia. Isaac recibió a Rebeca a la hora de la tarde (vs. 63-64). Esto implica que el matrimonio de Cristo se realizará en el crepúsculo de esta era. Al final de esta era, Cristo vendrá para reunirse con Su novia. Isaac introdujo a Rebeca en la tienda de su madre Sara y la amó (v. 67). Ya vimos que Sara representa la gracia. Por consiguiente, esto significa que Cristo se reunirá con nosotros tanto en gracia como en amor. Este capítulo termina con las palabras: “Y se consoló Isaac después de la muerte de su madre”. Si yo hubiera sido el autor, habría dicho que Rebeca fue consolada después de su largo viaje. Pero la Biblia no dice tal cosa. No preste atención a su consuelo ni a su satisfacción, sino al consuelo y a la satisfacción de Cristo. Si Cristo no tiene consuelo ni satisfacción, tampoco nosotros tendremos consuelo ni satisfacción. Nuestra satisfacción depende de la Suya; nuestro consuelo del Suyo, y Su satisfacción es nuestra satisfacción. Cristo está esperando ahora Su consuelo. ¿Cuándo lo obtendrá? En el día de Su boda. Ese día llegará.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA Y DOS SIN MADUREZ EN VIDA La Biblia es una revelación completa, cuyo contenido es el propósito eterno de Dios. Ya dijimos varias veces que el propósito eterno de Dios consiste en forjarse en un hombre corporativo para tener una expresión corporativa en el universo. Si queremos entender correctamente toda la Biblia, debemos tener esto presente. En este mensaje llegamos a Génesis 25. Hace muchos años, no me gustaba la primera parte de este
capítulo. Sin embargo, esta sección de Génesis 25 debe ser muy importante puesto que la Biblia no desperdicia palabra. Si no conservamos delante de nosotros el propósito de la revelación en la santa Palabra, no podremos ver el significado de este pasaje. El Señor, en Su misericordia, nos ha mostrado la profundidad de este pasaje de la Palabra. Tanto en Génesis como en Romanos vemos claramente que Abraham era muy viejo cuando engendró a Isaac. Romanos 4:19 dice que Abraham consideraba su cuerpo como ya muerto. Sin embargo, cuarenta años después del nacimiento de Isaac, Abraham se volvió a casar (25:1), y cuando llegó a la edad de ciento cuarenta años, engendró otros seis hijos (25:2). ¿Cómo podemos explicar eso? Si él tenía la vejez de un difunto a los cien años de edad, ciertamente él debe haber estado más que muerto cuando se volvió a casar a la edad de ciento cuarenta años. En el capítulo veintitrés Sara murió y fue sepultada, en el capítulo veinticuatro Abraham consiguió esposa para Isaac, y en el capítulo veinticinco él mismo se volvió a casar. ¿Qué significa esto? Génesis 25 incluye también el relato del nacimiento de Jacob y de Esaú. ¿Por qué un relato tan maravilloso consta en el mismo capítulo que enumera los seis hijos de la concubina de Abraham? El relato de los seis hijos de Abraham es algo negativo, mientras que el relato del nacimiento de Jacob y Esaú es positivo. Si usted hubiese redactado este capítulo, ¿juntaría usted estos dos relatos? Ninguno de nosotros habría escrito este capítulo de esta manera. No obstante, debe de tener un significado importante según la inspiración del Espíritu Santo.
e. Sin madurez en vida Si consideramos todos estos asuntos, veremos en lo profundo de nuestro espíritu que la intención del Espíritu Santo en este capítulo consiste en mostrar que Abraham no era una persona madura en vida. El tenía una edad avanzada en su vida física pero no era maduro en su vida espiritual. Ya vimos que el propósito de Dios consiste en forjarse en una persona corporativa para tener una expresión corporativa. Para cumplir eso, Dios creó los cielos, la tierra y al hombre, en quien puso un espíritu como órgano receptor (Zac. 12:1). El hombre fue creado a la imagen de Dios para expresarlo y con Su dominio para representarlo en Su autoridad. En Génesis 3 vemos que Satanás se inyectó en el hombre, y en consecuencia éste cayó. En los capítulos del tres al once el hombre experimentó por lo menos cuatro caídas. Después de la cuarta caída, Dios sacó a Abraham del linaje caído y lo estableció como padre del linaje llamado. Al hacer de Abraham el padre del linaje llamado, Dios tenía la intención de forjarse en ese linaje a fin de cumplir Su propósito. Dios no tuvo la oportunidad de forjarse en el hombre creado, el linaje adámico, pero ahora tenía una oportunidad de forjarse en el linaje llamado, el linaje de Abraham. El relato que abarca la última parte del capítulo once hasta la primera parte del capítulo veinticinco muestra cuánto obró Dios con esta persona. Sin embargo, cuando llegamos al final de la vida de Abraham, ¿vemos una persona madura en vida y expresando a Dios en todos los aspectos? No. Abraham no era tal. Muchos cristianos aprecian demasiado a Abraham. Yo respeto a Abraham y no quiero menospreciarlo, pero debo hacer notar que, como lo indica el relato de Génesis, él no fue maduro en la vida divina. El capítulo veinticuatro es maravilloso, pero no lo es en lo relacionado con la vida de Abraham sino en el relato de sus actividades. Abraham hizo algo maravilloso al escoger la esposa apropiada para su hijo; no obstante, inmediatamente después de eso, se volvió a casar. Génesis 25 no dice: “Después de haber encontrado una buena esposa para Isaac, Abraham vivió con ellos en la presencia del Señor por más de treinta años. Un día, él llamó a Isaac y Rebeca, impuso sus manos sobre ellos, los bendijo, y luego se fue con el Señor”. Si el relato fuese así, todos lo apreciaríamos y diríamos: “He aquí un santo maduro en vida”. ¿Cuál es la prueba de la madurez en vida? Es bendecir a los demás. Cuando somos jóvenes, recibimos bendiciones de otros. Pero cuando maduramos, impartimos bendiciones a los demás. Abraham era anciano, pero no bendijo a nadie. Esto demuestra que no tenía madurez en vida.
1) Se casó con Cetura después de la muerte de Sara El relato de Génesis 25 no es un relato de bendición, sino de un segundo matrimonio. Abraham se casó con Cetura después de la muerte de Sara. ¿Es un segundo matrimonio una señal de madurez en vida? ¡Por supuesto que no!
2) Engendró otros seis hijos después de Isaac Podemos dividir la vida de Abraham en tres secciones: la sección de Ismael, la sección de Isaac y la sección de los seis hijos. Ismael fue producido por la carne de Abraham, e Isaac fue producido por la gracia de Dios. ¿Qué diremos de estos seis hijos? Fueron producidos de una manera aún más carnal. Después del nacimiento de Ismael, la carne de Abraham fue disciplinada, y la gracia vino a reemplazarla. Sin embargo, después del nacimiento y el crecimiento de Isaac, la carne de Abraham se activó nuevamente. En la primera sección, la de Ismael, la carne de Abraham era una sola, pero en la tercera sección, la de los seis hijos, su carne se multiplicó por seis, pues se intensificó seis veces. Mientras la carne joven produjo a Ismael, la carne vieja produjo seis hijos. La Biblia es honesta, pues nos dice que Abraham se casó con Cetura y tuvo seis hijos con ella. Aún así, él conocía la voluntad de Dios. Dice en el versículo 5: “Y Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac”. Isaac era el único heredero, el heredero escogido, designado y establecido por Dios. Ninguno de los otros hijos fue considerado heredero (v. 6), pues todos fueron hijos de la concubina y, como a Ismael, Dios los rechazó. Abraham tuvo dos concubinas. La primera dio a luz a Ismael, y la segunda dio a luz seis hijos. Sin embargo, Dios no quiso a ninguno de ellos. Tanto antes como después del nacimiento de Isaac, Abraham hizo algo que Dios no deseaba. ¿Cómo podríamos decir que esa vida era madura?
3) Murió sin madurez de vida La intención de Génesis 25 es mostrar que Abraham no tenía la madurez de vida. El murió sin ella, pues como vimos, murió sin impartir ninguna bendición. Abraham fue bueno pero no fue maduro en la vida divina. Es correcto apreciarlo, pero debemos darnos cuenta de que él tenía una gran carencia. Abraham fue llamado, tuvo fe y vivió en comunión con Dios, pero, usando una expresión neotestamentaria, no experimentó suficiente transformación. ¿Qué es la transformación? Una vez más quisiera usar el ejemplo de la madera petrificada. Mientras el agua corre por la madera, el elemento de la madera es arrastrado y los elementos minerales se depositan en su lugar. Mientras los elementos minerales se forjan en la madera, ésta es transformada en piedra. Esta es la petrificación. Nosotros somos madera, y el fluir del agua viva debe eliminar nuestro elemento natural e introducir en nuestro ser todos los elementos divinos, celestiales, santos y espirituales. Es así como somos transformados. Si volvemos a leer los capítulos del veintitrés al veinticinco, veremos que Abraham no era una persona plenamente transformada. Era un hombre que vivía en comunión con Dios, y que actuaba guiado por El, pero no era totalmente transformado. Se volvió a casar y se valió de la carne que había sido azotada por Dios y de este modo engendró otros seis “Ismael”. Es cierto que debemos ser como Abraham, pero necesitamos ver que él mismo no era un modelo completo.
4) Sepultado con Sara en la cueva de Macpela Sin lugar a dudas, Abraham murió en la fe. Sus dos hijos Isaac e Ismael lo sepultaron en la cueva de
Macpela (vs. 9-10), la cual él había adquirido para Sara en el capítulo veintitrés. Sin duda sus hijos lo sepultaron allí conforme a su deseo.
f. Necesitaba a Jacob y a Isaac para estar completo Abraham era bueno, pero no estaba completo. El debía ser completado y perfeccionado por las vidas de Jacob y de Isaac. Conforme a lo que implica el relato divino, Abraham, Isaac y Jacob no son tres individuos separados. Del mismo modo, el Dios de ellos, o sea, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, no se refiere a tres dioses sino a un solo Dios, el Dios Triuno. En Abraham vemos a Dios el Padre; en Isaac vemos a Dios el Hijo; y en Jacob vemos a Dios el Espíritu. El Padre, el Hijo y el Espíritu, tres en uno, son el único Dios Triuno. Según este mismo principio, Abraham, Isaac y Jacob, son una persona triuna. Al ser tres en uno, son una persona completa en la experiencia de vida.
1) Jacob fue escogido En el relato de Abraham, vemos el llamamiento. Pero la revelación divina nos enseña que el llamamiento no es lo que viene primero. La elección que Dios hace precede Su llamamiento. Cuando Abraham estaba en Caldea adorando ídolos, Dios lo llamó, pero no fue ése el momento en que fue escogido. Dios lo escogió antes de la fundación del mundo. Abraham fue escogido en la eternidad pasada, y en Caldea fue llamado. ¿Pero dónde está el relato de la elección de Abraham? Se halla en Génesis 25 donde se menciona la elección de Jacob. Abraham mismo no fue escogido; fue escogido en la elección de Jacob. La vida de Abraham no tuvo un comienzo pleno ni un final completo, pues ni tuvo una elección como tal, ni maduró plenamente en vida, pues ambos aspectos se hallan en Jacob. En otras palabras, en cuanto a la experiencia de vida, Abraham no puede permanecer por sí solo como una persona completa a los ojos de Dios. El necesita a Jacob y a Isaac. Estas tres personas: Abraham, Isaac y Jacob, representan la experiencia espiritual de un hombre completo. En el relato de la vida de Jacob no se menciona el llamamiento. ¿Dónde y cuándo fue llamado Jacob? Fue llamado con Abraham en Génesis 11, así como Abraham fue elegido en él. En Abraham vemos claramente el llamado de Dios, pero no vemos la elección ni la madurez en vida. En Génesis 25 vemos tres genealogías: la de los hijos de Cetura (vs. 2-4), la de los hijos de Ismael (vs. 13-16) y la de Isaac (vs. 19-26). Dios no escogió a nadie de las primeras dos genealogías. Ninguno de los hijos de Cetura ni de Ismael fueron escogidos. Ni siquiera fue escogido Esaú, quien nació de Isaac. Entre todas las personas nombradas en este capítulo, solamente una fue escogida: Jacob. Estas tres genealogías van juntas en un solo capítulo con un propósito específico: mostrar la clase de persona que Dios rechaza y la clase de persona que escoge. Dios escogió al más travieso, a Jacob, cuyo nombre significa suplantador, o el que coge el calcañar. Si nosotros fuésemos Dios, jamás habríamos escogido a una persona tan traviesa, a un suplantador. Pero Dios escogió a Jacob. En este capítulo vemos que Abraham no produjo lo que Dios deseaba. Ninguno de sus seis hijos fue escogido por Dios. Al producirlos, todo lo que hizo fue en vano. Del mismo modo, Dios no escogió a ninguno de los descendientes de Ismael. Veinte años después de casarse, Isaac oró a Jehová por su mujer, pues era estéril; y Jehová lo oyó, y Rebeca su mujer concibió (v. 21). Ella dio a luz dos gemelos, al segundo de los cuales escogió Dios. En este capítulo vemos más de veinte nacimientos; todos fueron vanos excepto uno. En este capítulo Dios parecía decir a Abraham: “Has engendrado muchos hijos por tu carne, pero todo ha sido en vano. No elegiré a ninguno de los que proceden de tu carne”. Este capítulo revela que una vida carente de madurez siempre laborará en vano. Si no somos maduros en vida, podemos ser bastante activos, y hacer muchas cosas, pero toda nuestra labor será vana. Nada concordará con la elección de Dios. Abraham era un santo amado que llevaba una vida
muy buena, pero su vida no era madura y él hizo muchas cosas vanas. Nada de lo que procedió de su carne fue escogido por Dios. ¿Desea usted llevar una vida así? Con el relato de la vida de Abraham, vemos que él no estaba completo. El necesitaba a Jacob y a Isaac para estar completo y ser perfeccionado. Como lo revela este capítulo, él necesitaba que Jacob fuese escogido para llegar a ser completo y perfecto.
2) Jacob madura en vida Abraham también necesitaba la madurez en vida de Jacob. El libro de Génesis revela que la primera persona que bendijo a alguien fue Melquisedec (14:18-19). Como lo revela el libro de Hebreos, Melquisedec representaba a Cristo. Abraham llegó a una edad muy avanzada, mucho más que la de Jacob, pero no bendijo a nadie. El recibió la bendición, pero jamás bendijo a nadie. Después de Melquisedec, la segunda persona que bendijo a otros fue Isaac. Sin embargo, Isaac bendijo ciegamente; él fue engañado y no bendijo claramente. Bendijo a la persona equivocada, y dio la primogenitura a Jacob en lugar de a Esaú (cap. 27). Pero Jacob, según lo revela el relato al final de Génesis, aunque no veía muy bien, bendijo claramente. Después de llegar Jacob a la madurez, bendijo a todo aquel que encontraba. Adondequiera que iba, no hacía otra cosa que bendecir. Cuando Jacob fue conducido a la presencia del faraón, lo primero que hizo fue bendecirlo (47:7). Después de hablar un poco con él, Jacob volvió a bendecirlo (47:10). Jacob no solamente fue una persona bendecida, sino que también bendecía. Es fácil recibir bendición, pero no es fácil bendecir a los demás. Un nieto no puede bendecir a su abuelo, porque carece de madurez en vida. Al ser maduro Jacob, bendijo a todo el que encontraba a su paso, incluyendo al faraón, quien era un incrédulo, un rey gentil. Jacob no sentía que debía hacer nada por nadie. Sólo tenía la carga de bendecir. Considere la bendición que impartió Jacob a los dos hijos de José (48:8-20). Cuando Jacob impuso su mano derecha sobre Efraín en lugar de Manasés, el primogénito, a José no le pareció bien e intentó quitar la mano derecha de su padre para ponerla sobre la cabeza de Manasés, diciendo: “No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza” (48:18). Sin embargo, Jacob rehusó y dijo: “Lo sé hijo mío, lo sé” (48:19). Jacob parecía decir: “Estoy ciego físicamente, pero espiritualmente veo claramente. Tú no sabes lo que estoy haciendo, pero yo sí”. Aquí vemos que Jacob bendijo a los dos hijos de José con una bendición clara, plena y rica. Jacob también bendijo a sus doce hijos de una manera muy clara. Estas bendiciones son el fundamento de las profecías básicas de la Biblia. Si queremos conocer las profecías bíblicas, debemos volver al fundamento, a los elementos básicos, como lo vemos en las bendiciones que dio Jacob a sus doce hijos. Jacob pudo bendecir a sus hijos con una plena revelación divina porque él era plenamente maduro en la vida divina. El nació como Jacob, pero fue transformado en Israel. El nació como suplantador, como el que coge el calcañar, pero fue transformado en un príncipe de Dios. El llegó a discernir claramente y a estar lleno de vida. Cuando tenemos claridad y estamos llenos de vida, no podemos hacer otra cosa que bendecir. Esta es una señal de madurez. Ya vimos que Abraham, Isaac y Jacob conforman una sola persona completa en la experiencia de vida. Abraham no bendijo, porque no tenía la madurez en vida. Isaac tuvo cierta madurez, pero carecía de la riqueza de la madurez en vida, y bendijo ciegamente. Jacob, quien era maduro en vida, bendijo con claridad y plenitud. Todo lo que él dijo era la palabra divina, y todas las bendiciones que profirió, fueron una profecía acerca de la economía de Dios con relación a todos Sus hijos. Finalmente, Jacob se convirtió en Israel, la expresión de Dios. Si tenemos la luz de las Escrituras en conjunto, veremos que el libro de Génesis es una miniatura de la revelación completa de la Biblia. Al final de Génesis vemos un hombre llamado Israel, una persona transformada, transparente, clara y llena de vida. El Israel transformado es una semilla, una miniatura de la Nueva Jerusalén. Al principio de Génesis, tenemos un hombre creado a la imagen de Dios. Al final de Génesis, tenemos a una persona transformada, no solamente un hombre hecho a la
imagen de Dios, sino un hombre en el cual Dios se ha forjado y ha hecho de él Su expresión. Muchos cristianos aprecian a Abraham, pero la vida de él no fue lo suficientemente elevada; la vida de Israel fue mucho más elevada.
3) Isaac disfruta de la herencia Para ser completo Abraham, también necesitaba participar del disfrute que tuvo Isaac de la herencia (24:36; 25:5). Desde el día en que Dios llamó a Abraham, empezó a quitarle cosas. Primero, le quitó a su hermano y luego a su padre. Más adelante, Dios rechazó a Eliezer, mandó a Abraham que echara a Ismael y le pidió que ofreciera a Isaac en el altar. Después de devolverle a Isaac, Sara falleció. La vida de Abraham no fue una vida de deleite, sino de despojo. Por el contrario, la vida de Isaac fue una vida llena de disfrute. Isaac no hizo nada; él sólo heredó todo lo que su padre tenía. En nuestra vida cristiana, tenemos las experiencias de Abraham y de Isaac. Por una parte, somos despojados constantemente; Dios rechaza todo lo que tenemos, y parece que dijera: “Te gusta esto, pero a Mí no. Tú quieres dármelo, pero Yo no lo quiero. Tú quieres preservarlo, pero Yo lo rechazo”. En realidad, Dios siempre actúa al contrario de nuestros deseos e intenciones. Abraham quería que su padre permaneciera con él, pero el padre le fue quitado; quería preservar a Lot, pero Lot se separó de él. El quería que Eliezer fuese su heredero, pero Eliezer fue rechazado. El quería conservar a Ismael, pero Dios le mandó que echara al hijo de la esclava. Abraham amaba a su hijo Isaac, pero Dios le exigió que lo ofreciera sobre el altar. Poco más tarde, Sara, la amada esposa de Abraham, le fue quitada. Dudo que Abraham hubiera tenido tiempo para disfrutar. Sin embargo, la vida cristiana tiene otro lado. Mientras somos despojados, disfrutamos de nuestra herencia. Esta es la razón por la cual los relatos de Abraham y de Isaac se superponen, lo cual no ocurre con los relatos de quienes los precedieron, tales como Abel, Enoc y Noé. El relato de Isaac está mezclado con el de Abraham. Mientras sufría Abraham, Isaac disfrutaba. Mientras lloraba Abraham, Isaac se regocijaba. Esto indica que la vida cristiana es una vida que tiene tanto noche como día. La noche se encuentra en nuestra mano izquierda y el día en nuestra mano derecha. En la vida cristiana, la noche y la mañana van juntos. Muchas veces no puedo determinar si estoy en la noche o en el día. Mientras yo estaba en el día, estaba en la noche, y mientras estaba en la noche, estaba en el día. Por una parte, yo era, como Abraham, despojado de todo, y por otra parte, como Isaac, disfrutaba de la herencia. Todos fuimos elegidos junto con Jacob y fuimos llamados y creímos junto con Abraham. Así como fuimos despojados con Abraham y disfrutamos con Isaac, un día nosotros seremos maduros junto con Jacob. No debemos decir que cierto hermano es un Abraham o un Jacob o un Isaac. Debemos llamarlo Jacob-Abraham-Isaac. El es Jacob al principio y al final, y es Abraham e Isaac en el intermedio. Estos tres constituyen una persona completa. Como ya dijimos, ni Abraham ni Isaac llegaron a la madurez en vida; sólo Jacob la alcanzó. La señal de la madurez en vida es la bendición. He visto miles de cristianos. Casi todos suplantan o se quejan. Algunos santos se quejan de los ancianos, de los hermanos y de todas las iglesias. Parece que la única iglesia que les gusta es la Nueva Jerusalén. Quejarse es una señal de inmadurez. Cuando usted madure, no se quejará, sino que bendecirá y dirá: “Oh Dios, bendice a todos los hermanos y a todas las iglesias”. Para quien ha madurado en vida, la mano que suplanta se ha transformado en una mano que bendice. Cuanto más maduro sea usted, más bendecirá a los demás. No solo bendecirá a los buenos, sino también a los malos y también a los peores. La vida de Abraham era preciosa y ha sido valorada por los cristianos en el transcurso de los siglos. Sin embargo, como ya vimos, él no fue maduro en la vida divina. Nuestro Dios no es solamente Dios el Padre, sino también Dios el Hijo y Dios el Espíritu. El no es solamente el Dios de Abraham, sino también el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Que todos nosotros veamos la necesidad de tener los tres aspectos: la vida de Abraham, y las vidas de Isaac y de Jacob. El Dios Triuno obra en nosotros como el Padre, el Hijo y el Espíritu, para hacer de nosotros Su plena expresión. El es el
Dios Triuno, y nosotros debemos ser personas constituidas de tres aspectos en las experiencias espirituales de la vida divina. Debemos ser transformados plenamente. Cuando seamos plenamente transformados, Dios cumplirá Su propósito.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA Y TRES HEREDAR LA GRACIA En los mensajes anteriores dijimos que según la experiencia de vida, Abraham, Isaac y Jacob constituyen tres partes de una sola persona, una persona completa, y que no debemos considerarlos tres individuos separados. Si conocemos la vida descrita en el libro de Génesis, veremos que, a los ojos de Dios, estas tres personas conforman una unidad completa en la experiencia de vida.
3. El segundo aspecto: la experiencia de Isaac a. Heredar la gracia En este mensaje llegamos al segundo aspecto de la experiencia de los llamados: la experiencia de Isaac (21:1—28:9; 35:28-29). Los cristianos tienen dificultades para entender la experiencia de Isaac. Por el contrario, resulta bastante fácil entender los tres aspectos principales de la experiencia de Abraham: fue llamado por Dios, vivió por fe en El y en comunión con El. Pero ¿qué diremos de Isaac? Al leer el relato de su vida en los capítulos del veintiuno al veintiocho, ¿qué vemos de la experiencia de vida? No vemos que él haya sido llamado, ni que haya vivido por fe en Dios, ni en comunión con El. Génesis nos revela que Isaac nació, se casó y engendró dos hijos. Pero es difícil determinar la experiencia de vida contenida en la historia de Isaac. En el relato de la vida de Isaac, queda implícita la experiencia de la gracia. Lo que experimentó Isaac fue la herencia de la gracia de Dios. La gracia de Dios no se revela en el Antiguo Testamento de manera tan completa como en el Nuevo Testamento, porque la gracia en realidad vino con Jesucristo (Jn. 1:17). Después de la venida de Jesucristo, tenemos la plena revelación de la gracia, y en el Nuevo Testamento, la palabra gracia se utiliza repetidas veces. Incluso el Nuevo Testamento concluye con la gracia: “La gracia del Señor Jesucristo sea con todos los santos. Amen.” (Ap. 22:21). La Biblia empieza en el Antiguo Testamento con la frase: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y termina en el Nuevo Testamento con la frase: “La gracia de nuestro Señor Jesús sea con todos los santos. Amen”. El relato de Génesis acerca de Isaac no contiene la palabra gracia, pero está implícita. Esta es la razón por la cual a muchos les es difícil comprender la Biblia, ya que ésta puede hablar de cierta cosa sin mencionarla por nombre. La experiencia de Isaac se narra en Génesis, pero es difícil designarla como una experiencia de la gracia. El Nuevo Testamento afirma en cuanto a la experiencia de vida, que Abraham, Isaac y Jacob no deben ser considerados tres individuos separados, sino aspectos de la experiencia de vida de una persona completa. Abraham representa el aspecto del llamamiento, de vivir por la fe en Dios y en comunión con El. Isaac representa el aspecto de heredar la gracia y disfrutar la herencia de la gracia. Jacob representa el aspecto de ser elegido, de ser disciplinado por el Señor, y de ser transformado en príncipe de Dios. En la experiencia de vida, vemos el aspecto del deleite, la gracia. La mayoría de nosotros ha oído mensajes en los que se nos dice que la vida cristiana debe ser una vida de sufrimiento, de llevar la cruz y de gemir en oraciones. ¿No ha oído usted mensajes en los
cuales se dice que éste no es el tiempo de disfrutar, sino de sufrir y de llevar la cruz, y que nuestro deleite empezará cuando vuelva el Señor? No digo que eso sea erróneo, pero sí afirmo que es sólo un aspecto de la vida cristiana. Existe otro aspecto: el aspecto del deleite. En el sentido bíblico y en nuestra experiencia, la gracia significa disfrute. La gracia es el disfrute que tenemos en la vida cristiana. Nuestra vida cristiana presenta tres aspectos: el aspecto de Abraham, el de Isaac y el de Jacob. En el aspecto de Abraham, no tenemos mucho disfrute. Abraham fue bendecido y engrandecido, pero no tuvo mucho disfrute. El perdió a su padre, y Lot se le convirtió en un problema. Eliezer, en quién confiaba, fue rechazado, e Ismael, el hijo que engendró con su concubina por su propio esfuerzo, fue echado. Después de que nació de Isaac, Dios le exigió a Abraham que lo ofreciera como holocausto. Poco después de recuperar a Isaac, Abraham perdió a su querida esposa. En toda su vida, podemos ver el aspecto del despojo. La Biblia no muestra que Abraham haya sufrido mucho, pero lo perdió casi todo. ¿Es eso la totalidad de la vida cristiana? Si tal es el caso, entonces la vida cristiana es solamente una vida de pérdidas. Las pérdidas constituyen un aspecto de la vida cristiana. Romanos 5:2 no dice: “Tenemos acceso a esta pérdida en la cual estamos firmes”. Lo que dice es: “Hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. Dios no tiene ninguna intención de mantenernos en la pérdida. Su intención es introducirnos en la gracia, en el disfrute. Dios desea conducirnos a disfrutar la gracia, pero algo estorba esta gracia: el yo. Nosotros mismos constituimos el obstáculo. Cristo vino, y con El la gracia, y nosotros hemos sido introducidos en la gracia en la cual estamos firmes; no obstante, usted y yo constituimos el estorbo más grande para esta gracia. Por lo tanto, antes de que podamos tener la experiencia de Isaac, necesitamos a Abraham, quien representa el primer aspecto de la experiencia de vida. La vida de Abraham revela que si deseamos disfrutar de la gracia de Dios y deleitarnos plenamente en las riquezas de Dios, debemos ser quebrantados, circuncidados y aniquilados. Si Abraham no hubiera sido circuncidado, Isaac jamás habría nacido. Isaac nació después de que Abraham fue circuncidado. Después de la circuncisión de Abraham en Génesis 17, Dios le dijo que Isaac nacería (17:19). Finalmente, en el capítulo veintiuno, nació Isaac. Este vino con la visitación de Dios; nació por la visitación de Dios, la cual corresponde al nacimiento de Isaac. Dios visitó a Sara, y esa visita se convirtió en el nacimiento de Isaac. Esta es la gracia. Dios vino para ser disfrutado por los que El llamó. Sin embargo, si queremos tener ese disfrute, el yo debe desaparecer. Cuando el yo desaparece, viene Isaac. Eso significa que viene la gracia. No es fácil perder el yo. Nosotros debemos ser despojados para que el yo desaparezca. ¿Está usted dispuesto a perder su yo? No creo que nadie esté dispuesto a perder su ego. No obstante, debemos perdernos a nosotros mismos antes de que pueda venir la gracia. Perder el yo significa estar dispuesto a quedar mal. Cuando guardamos las apariencias, perdemos la gracia. Si queremos recibir gracia, debemos estar dispuestos a quedar mal. Hermanos, frente a su esposa en su vida diaria, deben estar preparados para perder. Si ustedes hacen eso, la gracia vendrá. Después de la circuncisión de Abraham, vino Isaac. Este es el principio. Nuestro ego debe irse, y la gracia vendrá. Primero debemos ser Abraham, y luego convertirnos en Isaac. No le resultó fácil a Abraham perder su yo. En realidad, Dios lo obligó a perderse a sí mismo. Cuando Dios llamó a Abraham, no dijo: “Abraham, debes perderte a ti mismo y entonces Yo vendré para ser tu gracia y tu deleite”. No, cuando Dios lo llamó, El prometió bendecirlo. La bendición del Antiguo Testamento corresponde en cierto modo a la gracia del Nuevo Testamento. ¿Cuál es la diferencia entre la bendición y la gracia? Aquello que Dios nos da gratuitamente es una bendición. Pero cuando esta bendición es forjada en nuestro ser, ella se convierte en gracia. Dios prometió a Abraham que lo bendeciría. Cuando la bendición fue forjada en Abraham, ésta se convirtió en gracia. El ego de Abraham y su hombre natural constituyeron el mayor estorbo para la bendición de Dios y obligó a Dios a despojarlo. Sucede lo mismo en nuestra experiencia. Todos fuimos llamados, y Dios nos bendijo en Cristo (Ef. 1:3). No obstante, después de ser llamados, seguimos enfrascados en nosotros mismos, y por
nuestro propio esfuerzo tratamos de recibir la bendición de Dios. Cuando yo era joven, me di cuenta de que mi carne no era buena. Cuando me dijeron que la carne fue clavada en la cruz, me alegré mucho. Entonces empecé a tratar de poner la carne en la cruz por mi propio esfuerzo. No obstante, al hacerlo por mi propio esfuerzo, entorpecí la gracia de Dios. La crucifixión de la carne ya se había realizado; no necesitaba valerme de mis esfuerzos. No obstante, yo, mi ego, estaba intentando poner mi carne en la cruz. Este yo era el mayor obstáculo para la gracia de Dios. Me separaba de la gracia. Si examinamos nuestra experiencia pasada, veremos que después de oír las buenas nuevas, a menudo procurábamos obtener por nuestra cuenta las cosas que oíamos en las buenas nuevas. Nuestros propios esfuerzos han sido un estorbo para la gracia de Dios. Por esta razón, Dios se ve obligado a quebrantarnos. Ser llamados por Dios, vivir por la fe en Dios y vivir en comunión con El tienen la finalidad de que lo disfrutemos a El. Fuimos llamados a disfrutar a Dios; debemos aprender a vivir por la fe en El para disfrutarlo; y debemos vivir en comunión con El para participar de todas sus riquezas. Todo eso tiene como único fin que disfrutemos a Dios. Sin embargo, no vemos este disfrute en Abraham, mas sí en Isaac. Todos nosotros hemos tenido por lo menos alguna experiencia del llamado de Dios, de vivir por fe en Dios, de vivir en comunión con El y de ser despojados. Somos los verdaderos Abraham de hoy. Sin embargo, podemos testificar también que, para sorpresa nuestra, ha habido cierta medida de disfrute en medio de nuestra pérdida. Mientras somos despojados, inconscientemente tenemos cierta medida de disfrute. Cada vez que sufrimos bajo la mano de Dios, simultáneamente tenemos cierto disfrute. Cuando sufrimos como Abraham, disfrutamos como Isaac. Por esta razón, el relato de Isaac no viene inmediatamente después del de Abraham, sino que se mezcla con el de la vida de éste. Mientras Abraham todavía estaba en la escena, apareció Isaac, pues no eran dos individuos separados en la experiencia de vida, sino dos aspectos de la experiencia de vida de una persona completa. Necesitamos las experiencias de Abraham e Isaac. Quizá usted en la actualidad tenga cierta experiencia y diga: “No sé por qué me sucede eso”. Pero en lo más recóndito de su ser, usted lo sabe. En medio de su pérdida, usted gana y disfruta a Cristo. Esta es la experiencia de Isaac. Si sólo tuviéramos a Abraham sin Isaac, quedaríamos muy desilusionados con el relato de Abraham. Diríamos: “¿Qué hay de bueno en ser el padre de la fe si sólo se trata de ser despojados?” Pero cuando veamos la experiencia de Isaac, diremos: “Ahora entiendo por qué Abraham sufrió tantas pérdidas. Todas las experiencias negativas de Abraham sirvieron para el disfrute de Isaac”. Todo le sucedía a Abraham por el bien de Isaac. Abraham consiguió muchas cosas, fue bendecido y engrandecido, pero dio todo lo que tenía a Isaac (Gn. 24:36; 25:5). Abraham sufrió para que Isaac saliera ganando. Cuanto más sufría Abraham, más ganaba Isaac. Yo diría: “Pobre Abraham, sólo fuiste una persona sufrida. Todo lo que ganaste con tus sufrimientos no te sirvió a ti, sino a Isaac”. Todos debemos ser conscientes de que ahora no sólo somos Abraham, sino también Isaac. Si usted me dice: “Hermano, tú eres un pobre Abraham que siempre sufre”, yo contestaría: “¿Acaso no sabes que también soy un Isaac? He sufrido pérdidas para poder obtener ganancias. Como Abraham pierdo, pero como Isaac gano. No soy solamente Abraham. Mi nombre es Abraham-Isaac. Por el lado de las pérdidas, soy Abraham; por el lado de las ganancias, soy Isaac”. Somos tanto Abraham como Isaac. En calidad de Abraham fuimos llamados por Dios, aprendimos a vivir por fe en El y a estar en comunión con El. Al mismo tiempo, en calidad de Isaac, no hacemos otra cosa que disfrutar lo que hemos ganado en la experiencia de Abraham. ¿Qué clase de experiencia valora usted más, la de Abraham o la de Isaac? Sin la experiencia de Abraham no podemos tener la de Isaac. Dios nos está disciplinando como lo hizo con Abraham para que experimentemos lo que vivió Isaac. El asunto de la gracia ha sido escondido, oculto y velado en el transcurso de los años. ¿Qué es la gracia? La gracia es algo de Dios forjado en nuestro ser, que obra en nosotros y por nosotros. No es nada exterior. La gracia es Dios en Cristo, forjado en nuestro ser para vivir, obrar y actuar por nosotros. Leamos lo que dice Pablo en 1 Corintios 15:10: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no
yo sino la gracia de Dios conmigo”. Este es un pensamiento muy profundo. Pablo no dijo: “Por la gracia de Dios tengo lo que tengo. Tengo un buen automóvil, un buen trabajo y una buena esposa por la gracia de Dios”. Ni siquiera dijo: “Por la gracia de Dios hago lo que hago”. No se trata de actuar, de tener ni de laborar, sino de ser. Por lo tanto, Pablo dice: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”. Eso significa que la gracia misma de Dios había sido forjada en su ser, y había hecho de él esa clase de persona. En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Si unimos este versículo con 1 Corintios 15:10, vemos que la gracia no es más que Cristo vivo en nosotros. Ya no soy yo, sino la gracia de Dios, no yo, sino Cristo. La gracia no está fuera de nosotros ni a nuestro lado. Es una persona divina, Dios mismo en Cristo, forjado en nosotros para ser el constituyente de nuestro ser. Por la falta de revelación, los cristianos no han entendido correctamente la gracia y la han interpretado de manera errónea, pensando que es algo que está fuera de ellos. Pero la gracia no es más que el Dios Triuno forjado en nosotros para constituir nuestro ser y para vivir, obrar y actuar en nosotros a fin de que así podamos decir: “Soy lo que soy por la gracia de Dios. Y no yo, sino la gracia de Dios”. A todos nosotros se nos ha enseñado a tener un buen comportamiento y a amarnos unos a otros. Como resultado, tratamos de comportarnos correctamente y de amar a los demás. No obstante, no importa si amamos a otros o no, pues Dios jamás aceptará nuestro amor. Abraham logró engendrar a Ismael, pero Dios lo rechazó. Dios parecía decir: “No, Abraham, eso no es lo que Yo quiero. Deseo algo que sea forjado en ti y expresado por medio de ti. Has producido a Ismael sin Mi visitación. Yo estaba en los cielos y tú en la tierra engendrando a Ismael. Puesto que él no tiene nada que ver conmigo ni con Mi visitación, jamás lo reconoceré. Un día visitaré a Sara, y Mi visitación producirá a Isaac; sólo lo reconoceré a él”. Si amamos a los demás con nuestro propio esfuerzo, Dios jamás reconocerá este amor, pues no procede de Su visitación. Dios desea visitarnos, entrar en nosotros, vivir por nosotros e inclusive amar a los demás por nosotros. El sólo reconocerá esta clase de amor. El amor de usted es un Ismael; pero el amor por la visitación de Dios es un Isaac. El hecho de que usted sea humilde u orgulloso, perverso o justo no tiene ningún valor. Dios no reconoce nada que proceda de usted fuera de la visitación de El. Lo que no procede de la gracia no es reconocido ni estimado por Dios. Todos debemos decir: “Oh Señor, no haré nada sin Tu visitación. Señor, si Tú no me visitas ni haces nada por medio de mí, yo no haré nada. Ni aborreceré ni amaré. No seré orgulloso ni humilde. Quiero estar en blanco. Señor, sin Tu visitación no soy nada”. La visitación de Dios es la gracia práctica. Cuando amo a los demás y soy humilde por la visitación de Dios, y no por mi propio esfuerzo, estoy en el disfrute de la gracia. Como ya vimos, Dios desea forjarse en un hombre corporativo para tener una expresión corporativa. Este es el concepto fundamental de la revelación divina de la Biblia. Este es el propósito eterno de Dios. Dios llamó a Abraham con el propósito de forjarse en él, pero Abraham tenía un fuerte yo. Este ego natural constituyó el mayor obstáculo para el propósito de Dios. Sucede lo mismo con nosotros hoy en día. El propósito de Dios consiste en forjarse en nosotros para ser nuestra vida y nuestro vivir, pero nuestro ego natural sigue siendo un estorbo. Por lo tanto, Dios debe quebrantarnos y cortarnos para poder entrar en nosotros y ser el todo para nosotros. Dios no necesita que amemos a los demás ni que seamos humildes para que la sociedad mejore. Si Dios deseara una sociedad mejor, sólo tendría que decir: “Mejor sociedad”, y ésta se producirá. El llama las cosas que no son como si fuesen (Ro. 4:17) y no necesita nuestra ayuda. Dios desea forjarse en nosotros para ser nuestra humildad y nuestro todo. El desea que digamos: “Señor, no soy nada y no haré nada. Sólo me abro a Ti para que entres y hagas Tu hogar en mí, vivas en mí y hagas todo por mí. Señor, vive en mí, y yo disfrutaré Tu vivir. Cada vez que obres en mí, yo diré: ‘Alabado seas Señor. ¡Esto es maravilloso!’ Yo no soy el que actúa, sino el que disfruta, el que aprecia todo lo que haces por mí’ ”. Hoy en día, Dios desea quebrantar a Abraham para que surja Isaac. El desea romper nuestro ser natural a fin de que podamos experimentarlo plenamente en Cristo, quién se forja en nosotros para ser nuestro deleite. He experimentado la vida matrimonial por casi cincuenta años; he experimentado mucho disfrute y mucho sufrimiento. Antes de casarme, amaba sinceramente al
Señor, y le decía frecuentemente cuánto lo amaba. Después de casarme, acudía al Señor y le decía, como expresión de lealtad: “Señor, por el amor que te tengo, quiero ser el mejor marido”. A la larga, fracasé. Acudí al Señor y confesé todos mis fracasos. Después de experimentar la unción, fui consolado e intenté nuevamente ser el mejor marido. Pero volví a fracasar, y esa experiencia de altibajos se repitió continuamente. Más adelante, hasta di un mensaje en el cual dije: “La vida cristiana tiene muchas noches y días. No se desaliente jamás por causa de sus fracasos. Sólo espere algunas horas y la mañana vendrá”. Durante muchos años, pasé días y noches, noches y días. Un día recibí la revelación y dije: “Necio, ¿quién te pidió hacer eso? Cristo está aquí esperando ser tu gracia. Tú debes decir: ‘Señor no soy nada ni puedo hacer nada, y aun si pudiera hacer algo, Tú no lo aceptarías. Ven Señor, y has Tu obra y sé el mejor marido en mi lugar. Esto te corresponde a Ti, no a mí. Tú me exiges, te devuelvo lo que me pides y te pido que Tú lo cumplas. Señor sé el mejor marido, y yo te alabaré por eso’ ”. Cada vez que oré de esta manera, el Señor siempre hizo lo mejor. Esta es la gracia. La gracia es Dios forjado en nuestro ser para que lo disfrutemos. Hoy en día, Dios no es solamente Dios el Padre, sino también Dios el Hijo y Dios el Espíritu. Además Dios el Espíritu es el Espíritu de gracia (He. 10:29) y esta gracia es la gracia de vida (1 P. 3:7), “la multiforme gracia” (1 P. 4:10), “toda gracia” (1 P. 5:10), y la gracia que nos basta (2 Co. 12:9). El Dios Triuno es esta gracia, y esta gracia se halla ahora en nuestro espíritu (Gá. 6:18). La gracia es la persona divina del Dios Triuno como el Espíritu que mora en nuestro espíritu. Es el Espíritu de gracia que mora en nuestro espíritu para ser nuestro disfrute a fin de que disfrutemos a Dios como nuestra vida y nuestro todo, incluso como nuestro vivir. Esta es la razón por la cual todas las epístolas de Pablo concluyen con las palabras: “La gracia sea con vosotros”. Por ejemplo, 2 Corintios 13:14 declara: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. La gracia no se encuentra fuera de nosotros, sino en nosotros. Podemos llamarla el Espíritu de gracia o la gracia de vida, pero es algo vivo y divino que mora en nuestro espíritu. Tenemos esta realidad divina, el Dios Triuno que mora en nuestro espíritu como nuestra gracia y disfrute. Cuando El ama a los demás a través de nosotros, este amor es nuestro disfrute. Cuando El vive y se expresa por conducto nuestro, este vivir también es nuestro disfrute. Día y noche, podemos disfrutar Su vivir en nosotros. Entonces, ¿por qué sufrimos? Porque el ego, el yo, el hombre natural, sigue ahí y debe ser disciplinado. Alabado sea el Señor porque ninguna disciplina es en vano. Todo azote de parte de Dios quebranta nuestro hombre natural para que nosotros disfrutemos más de Dios como nuestra gracia. Por lo tanto, tenemos a Abraham y a Isaac; tenemos la pérdida y el disfrute de la ganancia. Esta ganancia no es la obtención de bienes materiales, sino la ganancia de aquel que mora en nosotros, es decir, el Espíritu de gracia, la gracia de vida. Una vez más: todo lo que Dios da como don fuera de nosotros es solamente una bendición. Cuando este don se forja en nuestro ser y llega a ser el elemento vital dentro de nosotros, viene a ser gracia. La bendición debe convertirse en gracia. En el Antiguo Testamento, Dios dio muchas cosas a Su pueblo a modo de bendiciones, pero eran simplemente bendiciones exteriores. Antes de la llegada de Cristo, ninguna de estas bendiciones fue forjada en el pueblo de Dios. Cristo no solamente vino para morir en la cruz por nosotros, sino para llegar a ser el Espíritu vivificante a fin de entrar en nosotros después de Su muerte. Por lo tanto, en el Nuevo Testamento, encontramos las expresiones “en Cristo” y “Cristo en nosotros”. Ahora El está en nosotros y nosotros en El. Todo lo que Dios nos da en Cristo se forja en nosotros y llega a ser gracia y deleite. Ahora no estamos simplemente bajo Su bendición, sino también en Su gracia, la cual, a su vez, está en nosotros. ¿Qué disfruta usted ahora, la bendición o la gracia? El Nuevo Testamento nunca declara: “Que la bendición sea con vosotros”, pero sí dice repetidas veces: “La gracia sea con vosotros”.
1) Nace por gracia Después de que la fuerza natural de Abraham y sus propios esfuerzos fueron eliminados por Dios,
nació Isaac (17:15-19; 18:10-4; 21:1-7). Esto implica que Isaac nació por la gracia, la cual es representada por Sara (Gá. 4:24-28, 31). El relato de Génesis afirma que eso sucedió en “el tiempo de la vida” (18:10, 14). Cuando cesa el esfuerzo de la vida natural, llega el tiempo de la vida. En el tiempo de la vida nace algo en gracia. La gracia está relacionada con la vida, y la vida acompaña a la gracia. Por lo tanto, la gracia es llamada “la gracia de la vida” (1 P. 3:7).
2) Criado en gracia Isaac fue criado en gracia (21:8). En su historia vemos que él no hizo nada. El nació y fue criado. No digo que creció, sino que fue criado. Así como un campesino cultiva manzanas en su huerto, Dios cultivó a Isaac como un árbol en Su huerto. Isaac fue criado por Dios en gracia. En 2 Pedro 3:18 se nos habla de crecer en la gracia. Esto indica que crecer significa alimentarse y recibir el riego como lo revela Pedro en 1 Pedro 2:2, y Pablo en 1 Corintios 3:2 y 6. Crecer en la gracia significa crecer en el disfrute de todo lo que Cristo es para nosotros como nuestra comida espiritual y nuestra agua de vida. Todas las riquezas de lo que Cristo es para nosotros son necesarias para nuestro crecimiento en vida. Cuanto más disfrutamos las riquezas de Cristo (Ef. 3:8), más crecemos en vida (Ef. 4;15).
3) Es heredero en la gracia Isaac también llegó a ser heredero en la gracia (21:9-12). Todo lo que su padre tenía le fue dado a él, pues Abraham dio todas sus riquezas a este único heredero. Del mismo modo, no debemos hallar ningún disfrute en nosotros mismos. La herencia sólo debemos disfrutarla en la gracia.
4) Obedece en gracia Isaac también obedeció en gracia (22:5-10). Al leer Génesis 22 anteriormente, no podía entender cómo Isaac, un joven, podía haber sido tan obediente. Finalmente, descubrí que él era obediente porque estaba saturado de la gracia. El estaba totalmente sumergido en la gracia, y obedecía en gracia. Esta obediencia trajo la provisión de Dios. Ocurre lo mismo en nuestro caso en la actualidad. Cuando obedecemos en gracia, recibimos la provisión de Dios. La gracia de Dios es poderosa, pues nos permite sobrellevarlo todo. Pablo le dijo a Timoteo que se fortaleciera en la gracia que es en Cristo Jesús (2 Ti .2:1). La gracia puede inclusive reinar sobre todas las cosas (Ro. 5:21). No debemos caer de la gracia (Gá. 5:4), sino ser confirmados por ella (He. 13:9). Cuanto más sobrellevamos en la gracia, mayor provisión de gracia recibimos.
5) Lo hereda todo del padre Isaac heredó todas las cosas de su padre (24:36; 25:5). Llegó a ser el heredero de las riquezas del padre por la gracia y no por su esfuerzo. No se le exigió nada para heredar las riquezas del padre ni hizo nada para obtener la herencia. Todo fue cuestión de la gracia incondicional. En el Nuevo Testamento todos los creyentes, a quienes Dios ha llamado, son herederos de la gracia incondicional de Dios. Dios nos llamó y nos bendijo con todas las bendiciones espirituales en Cristo (Ef. 1:3). En Cristo nos puso en la gracia para que seamos herederos de la gracia, y heredemos todas las riquezas de la plenitud divina como nuestro disfrute. Nuestra vida cristiana debe ser como la de Isaac, quien no hizo nada por su cuenta, sino que heredó y disfrutó todo lo que tenía el padre. Al heredar la gracia, debemos dejar de usar los esfuerzos de nuestra vida natural y mantenernos abiertos y disponibles para disfrutar de la gracia.
6) Hereda la promesa dada a su padre Isaac no sólo heredó todo lo que tenía su padre, sino también la promesa que Dios había hecho a su padre acerca de la buena tierra y de la simiente, la cual es Cristo y en quien todas las naciones de la tierra serán benditas (26:3-5). Esta promesa en realidad era necesaria para cumplir el propósito de Dios a fin de que El tuviese un reino en esta tierra en el cual pudiera expresarse por medio de un pueblo corporativo. Tanto la buena tierra como la simiente son necesarias para el establecimiento de un reino para Dios en la tierra. En este reino Dios puede ser plenamente expresado en la simiente, en la cual El se forjará y la cual será transformada a su imagen. Abraham recibió esta promesa, e Isaac la heredó. Pero nosotros hoy tenemos el cumplimiento. Ahora disfrutamos al Dios Triuno como nuestra gracia. Al disfrutar de la gracia, el reino de Dios se manifestará, y Dios en Cristo será plenamente expresado por la eternidad.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA Y CUATRO DESCANSAR Y DISFRUTAR Le damos las gracias al Señor porque en el Antiguo Testamento nos dio un cuadro maravilloso y claro de la experiencia de vida. El Nuevo Testamento contiene la revelación de la experiencia de vida, pero no muestra un cuadro tan gráfico como el que vemos en el Antiguo Testamento. Todos conocemos el dicho de que una imagen vale más que mil palabras. A pesar de haber pasado muchos años examinando la experiencia de vida revelada en el Nuevo Testamento, no la pudimos determinar con certeza sólo con el Nuevo Testamento, pues necesitamos los cuadros del Antiguo Testamento. Por la misericordia del Señor, hemos visto en el transcurso de los años que todas las historias del Antiguo Testamento describen los diversos aspectos de la experiencia de vida. En lo profundo de mi ser creo que el Señor nos ha mostrado el cuadro completo y nos ha permitido entender su verdadero significado. Como ya hicimos notar, existen tres aspectos en la experiencia de vida de cada cristiano: el aspecto de Abraham, el de Isaac y el de Jacob. Si no tuviéramos una visión clara, solo consideraríamos a Abraham, a Isaac y a Jacob como tres individuos separados. Pero al recibir la revelación y entenderla a la luz del Nuevo Testamento, nos damos cuenta de que estos tres hombres no son tres individuos separados, sino tres aspectos de una persona completa en la experiencia de vida. Algunos difícilmente aceptarán que Abraham, Isaac y Jacob representen tres aspectos de una persona completa, y dirán: “¿Cómo puede usted decir que Abraham no es una persona completa? Abraham no es más que Abraham, y lo mismo sucede con Isaac y Jacob”. Si usted no cree que estas tres personas son tres aspectos de la experiencia completa de vida de una sola persona, le preguntaría: ¿Puede usted ver cuándo escogió Dios a Abraham? Lo primero que experimentamos de Dios es Su elección, la cual se realizó desde antes de la fundación del mundo. Vemos eso claramente en el Nuevo Testamento (Ef. 1:4), pero no lo vemos en la experiencia de Abraham. Por lo tanto, en cuanto a la elección de Dios, Abraham necesita que otra persona lo perfeccione. La elección que no hallamos en la vida de Abraham se revela en la de Jacob. Aparte de ser elegidos nosotros los cristianos, también somos llamados. En Isaac no vemos ni la elección ni el llamado; por lo tanto, Isaac no está completo solo. El llamado de Isaac se encuentra en Abraham, así como la elección de Abraham está en Jacob. Con estos dos ejemplos, debemos quedar convencidos de que Abraham, Isaac y Jacob describen tres aspectos de una persona completa en la experiencia de vida. En cierto sentido, nosotros somos Abraham, pues fuimos llamados y hemos aprendido a vivir por fe en Dios y en comunión con El. También somos Isaac por haber sido puestos en la posición de gracia. Como
veremos en mensajes posteriores, también somos Jacob. El aspecto de Isaac revela el aspecto de la gracia. No sólo fuimos llamados y aprendimos a vivir por fe en Dios y a vivir en comunión con El, sino que a diario disfrutamos algo de El. Si no tenemos ningún disfrute en nuestra vida cristiana, no podremos vivirla, y seremos miserables. Alabado sea el Señor porque no sólo tenemos el aspecto de Abraham sino también el de Isaac, el aspecto de la gracia. La gracia simplemente denota el disfrute de Dios; es Dios mismo como disfrute en el espíritu. A menudo tenemos dificultades que nos perturban mental y emocionalmente. No obstante, al sufrir en nuestra mente y en nuestras emociones, sentimos algo grato en lo profundo de nuestro espíritu. Parece que si no sufriéramos, no tendríamos este deleite. El sufrimiento cristiano nos trae el disfrute cristiano. Desde el momento en que invocamos el nombre del Señor Jesús y lo recibimos como nuestro Salvador, empezamos a ver estos dos aspectos en nuestra experiencia. Quizá la misma noche que usted recibió al Señor Jesús, su esposa le causó dificultades y le manifestó su inconformidad con el hecho de que usted se hubiera hecho cristiano y lo trató de necio. Inmediatamente ella empezó a perseguirlo a usted, y usted sufrió en su mente y en su parte emotiva. No obstante, mientras usted sufría, en su interior se producía algo agradable que lo hacía feliz. Por lo tanto, aun al principio de su vida cristiana, usted tenía el aspecto del sufrimiento, que corresponde a Abraham, y también el aspecto del disfrute, que corresponde a Isaac.
b. Descansar y disfrutar En el mensaje anterior, vimos que Isaac heredó la gracia. En lo relacionado con él todo era cuestión de gracia. El nació en la gracia, fue criado en ella y fue hecho heredero de la misma. En este mensaje, veremos que en Isaac también está el asunto del disfrute. Su vida fue una vida de descanso y de deleite. El relato de la vida de Isaac no indica que él haya sufrido mucho. Por el contrario, revela que él descansaba siempre. Esto se demuestra por su meditación en el campo (24:63). ¿Pudo Isaac haber meditado si no hubiera estado en paz y descansando? No. Para meditar, debemos estar en paz. Cuando tenemos problemas, somos incapaces de descansar. Isaac siempre descansa. En Génesis 24 él había perdido a su madre, no tenía esposa y su siervo se había alejado de él. Aún así, no estaba perturbado. El fue al campo para meditar, y no para clamar al Señor. El no dijo: “Oh Señor, ¿que debo hacer? he perdido a mi madre, no tengo esposa y mi siervo se ha ido. Señor, ¡ten misericordia de mí!” Isaac no clamó así, sino que meditó. No hallamos la palabra descanso en el relato de la vida de Isaac, pero el hecho está ahí. Isaac era una persona muy tranquila. A pesar de los problemas que enfrentó con relación a los filisteos por los pozos, él siempre estuvo en paz. A pesar de afrontar problemas, él mismo no era perturbado. Mientras los filisteos contendían por los pozos, él se mantuvo en paz. Isaac parecía decir: “Si ustedes no me quieren aquí en este pozo, entonces me iré a otra parte. Cuando ustedes vengan a molestarme allí, me iré a otro lugar”. Con eso vemos que Isaac era verdaderamente una persona sosegada. ¿Está usted siempre tranquilo? Examine su experiencia en las últimas veinticuatro horas. ¿Hay algo que lo ha molestado y que le ha sacado de su descanso? Casi todos reconoceremos que hemos sido turbados. Esto demuestra que a pesar de ser Isaac, no siempre descansamos. Hace poco estaba laborando arduamente en el libro de Apocalipsis. Sin embargo, puedo alabar al Señor, porque mientras laboraba estuve muy tranquilo y pude decir: “No tengo nada y no puedo hacer nada. No tengo que hacer nada, porque el Señor lo está haciendo todo”. Todos debemos ser personas sosegadas. Isaac no sólo descansa, sino que también disfruta. Toda su vida fue una vida de disfrute. Cuando llegó a una edad avanzada, todavía tenía apetito para comer “carne bien guisada”, y le pidió a Esaú que preparara el guisado que le gustaba (27:1-4). Cuando Rebeca oyó esto, llamó a Jacob para que trajera dos cabritos de las cabras a fin de prepararle a Isaac el plato que le gustaba (27:5-10). Después de que tanto Jacob como Esaú regresaron con el guiso para su padre, Isaac obtuvo una doble porción. Esaú, Rebeca y Jacob estaban ocupados, pero Isaac sólo se sentó allí a disfrutar el guiso de carne. Así vemos que Isaac era una persona que disfrutaba, y siempre se deleitaba en la
provisión de gracia. Este disfrute fue su destino. El disfrute también es nuestro destino. Jóvenes, no se preocupen por conseguir esposa. Si ustedes se mantienen tranquilos y siguen disfrutando, la mejor esposa vendrá hacia ustedes. En nuestra vida cristiana existe el aspecto del disfrute. He estado luchando desde la edad de doce años. Ahora, después de casi sesenta años, puedo testificar que a menudo mi esfuerzo ha impedido que el disfrute venga. Si no hubiera luchado, el disfrute habría llegado mucho antes y de una manera más rica. ¿Por qué estorba la lucha el disfrute? Porque el disfrute es nuestro destino. Todos fuimos predestinados para ello. Jóvenes, olvídense de sus conflictos. Vayan simplemente a casa, oren, alaben y duerman. A la siguiente mañana, levántense, tengan un buen avivamiento matutino, y coman un buen desayuno. No se preocupen por buscar esposa; Rebeca vendrá a ustedes. Este es el disfrute que constituye nuestro destino. ¿Acaso no somos hijos de Dios? ¿Cómo pueden los hijos de Dios ser personas miserables? Debemos declarar: “Alabado el Señor porque soy hijo de Dios. El Dios todopoderoso que todo lo provee es mi Padre”. La palabra Padre denota una rica provisión. Mientras tengamos un padre rico, tendremos la provisión y no tendremos que preocuparnos. Simplemente debemos disfrutar esta provisión abundante. Este es nuestro destino.
1) Vivió en el pozo del Viviente-que-me-ve El disfrute es nuestro destino, pero todavía debemos ocuparnos del lugar de disfrute. Consideremos los nombres de los lugares en los cuales Isaac tuvo disfrute. Primero, vemos “el pozo del Vivienteque-me-ve” o “del que se revela a sí mismo” (24:62; 25:11). En el pozo del Viviente-que-me-ve, Dios nos visita y se nos revela. Segundo, Isaac tuvo cierto disfrute en el pozo llamado Esek, que significa contienda. Esek era un lugar de contienda, de pelea, de lucha. El tercer lugar era Sitna (26:21), que significa enemistad, odio u oposición. El cuarto lugar fue llamado Rehobot. Rehobot tiene un significado positivo: “lugares amplios” o “caminos anchos”. El último lugar fue llamado Seba que significa juramento (26:22-33). Por lo tanto, Beerseba significa pozo del juramento. Isaac disfrutó de la gracia en cada uno de estos cinco lugares. Antes de considerar el significado de estos lugares, debemos ver dónde fue criado Isaac. Fue criado en Beerseba junto al pozo y al árbol tamarisco. Antes de casarse, él salió de Beerseba y fue a la región del sur (24:62). Como ya vimos, en la Biblia ir hacia el sur significa descender. No creo que Abraham haya salido con Isaac de Beerseba ni de Hebrón. El se quedó o en Beerseba o en Hebrón. Isaac se marchó al sur después de la muerte de su madre y la partida de su siervo, y luego regresó. Una versión dice: “Venía Isaac del camino al pozo del Viviente-que-me-ve”. En hebreo, dice: “Venía del pozo del Viviente-que-me-ve”, lo cual significa que regresaba de allí. Al regresar de ese pozo, él obtuvo esposa. Si se hubiese quedado en el Viviente-que-me-ve y no hubiese regresado a Beerseba o a Hebrón, habría perdido la oportunidad de encontrarse con Rebeca. Cuando regresaba del Viviente-que-me-ve, vino Rebeca. El siervo de Abraham no sabía que Isaac había salido del lugar donde Abraham estaba. El hecho de que Isaac haya regresado de su camino descendente fue obra del Señor. El regresó porque su destino era disfrutar. Todos nosotros hemos tenido experiencias similares. Después de ir hacia abajo, dijimos repentinamente: “Tengo que regresar”. El momento de nuestro regreso fue el momento exacto en que vino Rebeca. Lo he experimentado repetidas veces. Iba cuesta abajo y de repente me dije a mí mismo: “Tengo que regresar”. En cuanto regresé, vino el disfrute. Cuando Isaac regresó, vino el disfrute. Al regresar a la posición apropiada, obtuvo una esposa. No obstante, después de su boda, él volvió a viajar al sur con su esposa. Génesis 25:11 afirma que después de la muerte de Abraham, Isaac moró cerca del pozo del Viviente-que-me-ve. Como resultado de su viaje hacia abajo, tuvo que enfrentarse con la enemistad de los filisteos. Debemos ver un cuadro gráfico en el relato de Isaac. El no descendió a Egipto, sino al sur, a la tierra de los filisteos. El relato de Génesis enseña que el pueblo de Dios tiene dificultades cada vez que desciende al sur. Abraham tuvo problemas en Egipto y en la tierra de los filisteos. Su hijo Isaac
también tuvo problemas cuando fue a la tierra de los filisteos, pues contendió con ellos y tuvo enemistad con ellos. El disfrutó los caminos espaciosos, la anchura, de Rehobot, pero allí no se le apareció el Señor. En el Viviente-que-me-ve, Esek, Sitna y Rehobot no se le apareció el Señor. El Señor no apareció a Isaac antes de que éste fuese a Beerseba. La misma noche en que Isaac subió de Rehobot a Beerseba, el Señor se le apareció (26:23-24). Aquí vemos un punto crucial, un punto que muchos cristianos no entienden. Como cristianos, estamos destinados a disfrutar. Dondequiera que estemos y por muy acertados o equivocados que estemos, fuimos destinados a disfrutar. Aun cuando Isaac iba hacia abajo al Viviente-que-me-ve, seguía disfrutando de un pozo, el pozo del Viviente-que-me-ve, que se nos revela. Algunos dirán: “Esto es maravilloso. Mientras tengo al Viviente-que-me-ve, el cual se revela a mí, eso es suficiente”. Sin embargo, cuando leemos la Biblia, debemos conservar el principio de lo que se menciona por primera vez. El Viviente-que-me-ve se menciona por primera vez en 16:14 y fue el sitio donde Agar se asentó después de huir de Sara. Sara representa la gracia; por lo tanto, la huida de Agar significaba que ella había dejado la posición de la gracia. En el desierto, en un lugar de sufrimiento, Dios la visitó. Por lo tanto, el Viviente-que-me-ve fue un lugar donde quien había dejado la posición de la gracia todavía podía tener cierto disfrute de la visitación de Dios. Es posible que anteriormente nos hayamos preguntado si nuestra posición estaba correcta, pues sentimos que nos habíamos apartado de la gracia. A pesar de tener estas dudas, conservábamos cierto disfrute y nos consolábamos, diciendo: “Si yo estuviese equivocado, no tendría este disfrute. No obstante, aquí tengo el pozo del Viviente que-me-ve, que me visita. Puesto que tengo este deleite, debo de estar en el lugar correcto”. Sin embargo, ése no es el caso. Por una parte, estamos destinados a disfrutar, y dondequiera que estemos tendremos alguna medida de deleite. Por otra parte, podemos tener este disfrute en la posición equivocada, y no en el lugar en donde Abraham plantó el árbol tamarisco, sino en el lugar a donde Agar escapó de la gracia. El Viviente-que-me-ve fue el lugar donde moró quien había huido de la gracia pero seguía disfrutando algo de la visitación de Dios. Casi todos nosotros hemos experimentado esto. Dudamos de nuestra posición, pero conservamos cierto disfrute y nos sentimos confirmados por ello. No tome este disfrute como una confirmación. El disfrute es nuestro destino, pero podemos tenerlo en un terreno inadecuado, en el pozo del Viviente-que-me-ve y no en Beerseba. Un pozo denota disfrute y satisfacción. En el transcurso de la vida de Isaac, él jamás tuvo sed. Adondequiera que iba, no importa si era el lugar equivocado o el sitio correcto, había un pozo. Su vida se caracterizaba por los pozos. Algunos podrían discutir con nosotros, diciendo: “Usted dice que estoy equivocado en mi posición. ¿Entonces por qué tengo un pozo aquí?” El disfrute que tiene del pozo no justifica su posición, pues el disfrute es su destino de todos modos. Anteriormente muchos de nosotros teníamos el concepto religioso según el cual Dios nos abandonará y no tendremos más disfrute si nos equivocamos. Sin embargo, por muy equivocados que podamos estar, seguimos siendo hijos de nuestro Padre, y El jamás nos abandonará. Puedo ser el niño más travieso, pero todos los días sigo disfrutando de la provisión de mi Padre. Este disfrute es nuestro destino, nuestra porción. Cuando algunos oyen que Isaac hallaba un pozo dondequiera que iba, pueden pensar que ellos pueden ir adonde les plazca, porque este disfrute también es su destino. No razone así. Usted puede tener un pozo para su disfrute, pero se perderá la aparición del Señor y no podrá cumplir el propósito eterno de Dios. Más adelante, veremos que el propósito de Dios jamás puede ser cumplido en el Viviente-que-me-ve ni en Esek ni en Sitna ni siquiera en Rehobot. Sólo se puede cumplir en Beerseba, y es allí donde debemos permanecer. Si lo hacemos, experimentaremos la aparición del Señor y tendremos la base apropiada para heredar las promesas a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Podemos tener pozos, inclusive “un pozo de aguas vivas” (26:19), en otros lugares, pero esos pozos no nos ayudan a cumplir el propósito eterno de Dios. Su propósito sólo puede cumplirse en el pozo que está cerca del árbol tamarisco de Beerseba. Isaac experimentó cierto disfrute en todos los lugares en donde había un pozo, pero Dios no estaba
satisfecho y usó las circunstancias para obligarlo a regresar a Beerseba. Dios parecía decir: “Isaac, estás establecido, pero no estás establecido en el lugar adecuado. Suscitaré una contienda que te obligue a regresar a Beerseba”. Isaac había descendido, pero Dios usó las circunstancias para forzarlo a subir del Viviente-que-me-ve a Beerseba. Puesto que Isaac no tenía deseos de regresar, Dios tuvo que forzarlo a regresar a Su lugar. Algunos maestros cristianos han alentado a los creyentes a seguir el ejemplo de Isaac y a no contender con los demás. Según esta enseñanza, cuando cavamos un pozo y otros lo toman, debemos tolerarlo simplemente y entregárselo a ellos. Si vamos a otro lugar y excavamos otro pozo, y otros se apoderan de él, no debemos contender, sino ir a otro lugar. Al final llegaremos a un tercer lugar, un lugar de caminos anchos. No obstante, esta enseñanza no toma en cuenta el propósito de Dios que consistía en hacer volver a Isaac a Beerseba, el lugar donde Dios se le apareció. En Beerseba, después de la aparición de Dios, Isaac edificó un altar, invocó el nombre del Señor y erigió su tienda (26:24, 25). Isaac no construyó un altar en otro sitio. La aparición del Señor con Su promesa y el testimonio se encontraban en Beerseba. Este fue el lugar en el que Isaac recibió la promesa que cumpliría el propósito eterno de Dios. No la recibió en el Viviente-que-me-ve, que se revela; ni en Esek, el pozo de la contienda, ni en Sitna, el pozo de la enemistad, ni siquiera en Rehobot, el pozo de caminos anchos. Isaac disfrutaba en todas partes, pero la aparición del Señor (la cuál es diferente de una simple visita de Dios) sólo sucedió en Beerseba. El pudo heredar la promesa y llevar una vida que fuera un testimonio para que se cumpliera el propósito de Dios, solamente en Beerseba. Sólo allí, en el pozo del juramento, podemos tener la aparición del Señor, heredar la promesa, edificar un altar, invocar el nombre del Señor y plantar una tienda como testimonio. Allí y solamente allí podemos cumplir el propósito eterno de Dios. El disfrute que podemos tener en cualquier parte, pues tal es nuestro destino, no constituye una confirmación ni una justificación de nuestra posición. Lo correcto de nuestra posición sólo se puede determinar por la aparición del Señor y no simplemente por el disfrute. En muchos lugares hemos disfrutado, pero cuando estuvimos allí, sentimos en lo profundo de nosotros que no teníamos la aparición del Señor. Además, en esos lugares no teníamos ni un altar ni una tienda, ni invocábamos el nombre del Señor desde lo profundo de nuestro espíritu. Podemos disfrutar en cualquier parte, pero sólo en Beerseba podemos cumplir el propósito de Dios.
2) Consiguió una esposa escogida Vimos ya que Isaac disfrutó de todos los pozos. Adondequiera que iba hallaba un pozo que podía disfrutar. Esto revela que por muy correcta o equivocada que sea nuestra posición, existe un pozo para nuestra satisfacción. Aparte de disfrutar de los pozos, Isaac consiguió una esposa escogida (24:61-67). El la obtuvo sin hacer nada. Mientras meditaba en el campo, ella vino a él. Isaac no era un hacedor, sino uno que disfruta. Su padre y su siervo le consiguieron la esposa. Isaac ni siquiera fue a Rebeca, sino que Rebeca vino a él. En toda la historia, jamás he oído un caso semejante en el cual la novia haya venido al novio. Todos los hechos naturales cristianos no son más que una figura de alguien que suplanta, que se ase de calcañares. Nunca suplante ni coja el calcañar de los demás. Rebeca es su porción y ella vendrá. Antes de la fundación del mundo, Rebeca fue destinada a pertenecerle a usted. ¿Lo cree usted? ¿Se atreve a proclamarlo? Isaac recibió su Rebeca simplemente cuando meditaba en el campo, y no tuvo que hacer nada al respecto. Este es el disfrute.
3) Tuvo gemelos Después de veinte años sin tener hijos, Isaac tuvo gemelos (25:20-21, 26b). ¿Acaso no dijo Dios en Su promesa, que Isaac, la simiente de Abraham, sería aquel en quien todas las familias de la tierra serían benditas? Supongamos que Isaac jamás hubiese tenido hijos, ¿cómo podría, entonces, cumplirse esta promesa? Y si esta promesa no se cumplía ¿cómo podría cumplirse el propósito de Dios? Por lo tanto, no era solamente Isaac quien necesitaba un hijo; Dios también necesitaba una
simiente de Isaac. Isaac no se dio cuenta de eso durante veinte años; por esta razón, Dios no hizo nada. Dios tenía una necesidad e intentaba hacer algo al respecto; pero necesitaba la cooperación humana. Durante veinte años, Isaac solamente estuvo disfrutando, sin preocuparse por la necesidad de tener un hijo. Después de veinte años, se dio cuenta de que tenía esta necesidad y de que su necesidad correspondía a la de Dios. Cuando él tomó consciencia de ello, oró y Dios contestó su oración. Lo mismo sucede en nuestro caso hoy. Cuando nos damos cuenta de que nuestras necesidades corresponden a las necesidades de Dios, y oramos al respecto, Dios contesta nuestra oración. En realidad, su respuesta a nuestra oración constituye el cumplimiento de su propósito. Nuestra necesidad debe ser la necesidad de Dios, y al orar por nuestra necesidad oramos por la necesidad de Dios. Cuando nuestra necesidad corresponda a la de Dios y cuando oremos por nuestra necesidad, la necesidad de Dios también será satisfecha. Cuando Isaac oró pidiendo un hijo, ¿cuál necesidad era más grande, la de Isaac o la de Dios? Indudablemente, la necesidad de Dios era mayor. Sin embargo, la necesidad mayor, la de Dios, sólo podía cumplirse al ser satisfecha la necesidad más pequeña, la de Isaac. Dios puede intervenir y suplir Su necesidad solamente cuando el hombre se da cuenta de esta necesidad y ora por ella. Dios tiene un propósito, y nosotros tenemos una necesidad que corresponde a ese propósito. Sin embargo, Dios no puede hacer nada hasta que nosotros seamos conscientes de nuestra necesidad y oremos por ella. Entonces Dios responderá a nuestra oración a fin de satisfacer nuestra necesidad para cumplir Su propósito. Finalmente Isaac tuvo un hijo, Jacob, quien no sólo satisfizo su necesidad, sino que también cumplió el propósito eterno de Dios. De Jacob procedió Cristo, quien produjo la iglesia, el reino y la Nueva Jerusalén. Estas entidades eternas fueron el resultado de que fuera satisfecha la necesidad de Isaac, una necesidad que correspondía a la necesidad de Dios. Estamos destinados a disfrutar, y adondequiera que vayamos habrá un pozo. Sin embargo, al disfrutar la gracia de Dios, debemos proporcionarle nuestra coordinación humana para que El cumpla Su propósito eterno por medio de nosotros. Esto significa que jamás disfrutaremos la gracia en vano, pues al disfrutar la gracia, ésta se convierte en el cumplimiento del propósito de Dios.
4) Recibió una cosecha centuplicada y se engrandeció Isaac recibió una cosecha centuplicada y llegó a ser grande (26:12-14). En Génesis 26:13 dice que se enriqueció. Isaac “se enriqueció, y fue prosperado, y se engrandeció hasta hacerse muy poderoso”. El se enriqueció cumpliendo el deber normal de sembrar, y recibiendo la bendición del Señor. Esto también era un asunto de disfrute, pero tal disfrute no se encontraba en la posición adecuada. Quizá Isaac se haya dicho: “Mi posición debe ser correcta. Si no lo fuese, ¿cómo podría el Señor bendecirme con todas estas riquezas?” No obstante, Dios pudo haber dicho: “Isaac, estás establecido aquí y has adquirido grandes riquezas, pero Yo no estoy conforme con tu posición. Suscitaré circunstancias que te obliguen a abandonar este lugar”. Que el Espíritu Santo nos muestre este cuadro tan vívido. Por una parte, vemos el disfrute apropiado; por otra, vemos la posición incorrecta. Aun cuando nuestra posición no sea la adecuada, podemos seguir disfrutando. No obstante, no se imagine que este disfrute justifica su posición. Mientras nosotros disfrutamos, nuestra necesidad es satisfecha. Pero si queremos cumplir el propósito eterno de Dios, debemos estar en la posición correcta. No obstante, aun cuando no estemos en la posición correcta, Dios seguirá otorgándonos Su rica provisión. Esto es maravilloso. ¡Qué Dios tan maravilloso! ¡Qué maravillosa provisión! Fuimos destinados para disfrutar. Aunque estemos equivocados en nuestra posición, tenemos el rico deleite. En todo caso, Dios no nos abandonará. El usará nuestras circunstancias para volvernos a la posición adecuada a fin de que cumplamos Su propósito.
5) Encontró el “pozo de aguas vivas” Antes de regresar a Beerseba, Isaac disfrutó continuamente, y recibió gracia tras gracia. Después de recibir la cosecha centuplicada, encontró el pozo de aguas vivas y entró en los lugares espaciosos, los caminos anchos (Rehobot, 26:15-22). Aunque tenía un deleite tan rico, su posición no era la correcta y fue forzado a abandonar los caminos anchos y a regresar a Beerseba.
6) Regresó a Beerseba Cuando Isaac volvió a Beerseba (26:23-33), inmediatamente el Señor se le apareció, le habló y confirmó Su promesa, diciendo: “Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo” (26:24). Entonces a partir de Beerseba, Isaac tuvo el testimonio adecuado. El construyó un altar, invocó el nombre del Señor y plantó su tienda (26:25). Allí en Beerseba llevó una vida que cumpliría el propósito eterno de Dios. Finalmente, los opositores fueron sometidos en Beerseba (26:26-31). Beerseba es el lugar adecuado, el lugar en el cual tenemos la posición correcta, y ésta tiene mucha importancia tanto para Dios como para nosotros.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA Y CINCO UNA DEBILIDAD NATURAL COMO ABRAHAM Y UNA VIDA NATURAL COMO JACOB En los dos mensajes anteriores acerca de Isaac vimos que él era el heredero de la gracia, y que descansó y disfrutó durante toda su vida. Ahora veremos que en esta persona que disfruta la gracia todavía permanecen la vida y la debilidad naturales. Nos resulta difícil entender este punto. Según nuestro concepto natural y religioso, siempre pensamos que si obramos según nuestro ser natural, no podremos disfrutar de la gracia. Según nuestro concepto religioso, el disfrute de la gracia depende de lo espiritual que seamos. En nuestras enseñanzas y exhortaciones, especialmente a nuestros parientes e hijos decimos que para disfrutar la gracia de Dios debemos ser buenos, y que si no lo somos, no recibimos la gracia de Dios. Es probable que ninguno de nosotros haya pensado jamás que participar de la gracia de Dios no depende de nuestra espiritualidad. Por el contrario, todos hemos pensado que debemos ser espirituales para poder disfrutar la gracia de Dios. Isaac fue un modelo del disfrute de la gracia de Dios. En toda la Biblia, difícilmente podemos encontrar otra persona que haya disfrutado de la gracia como lo hizo Isaac. Durante toda su vida, él no hizo otra cosa que disfrutar de la gracia de Dios. Su vida fue una vida de disfrute y de gracia. No obstante, en Isaac vemos exactamente la misma debilidad natural que tenía Abraham. Además, en Isaac también vemos la vida natural de Jacob. Igual que Jacob, Isaac vivió de una manera natural. Jacob amaba a su hijo José según su preferencia natural (37:3-4), y esto causó problemas en la familia. Los hermanos de José aborrecieron a éste porque su padre lo amaba con predilección. Isaac también amó a Esaú de la misma manera porque éste era un diestro cazador y podía conseguir así la
carne que a Isaac tanto le gustaba (25:27-28). Por consiguiente, Esaú era el hijo preferido de su padre. Con eso vemos que Isaac y Jacob eran idénticos en cuanto a la vida natural. Si usted afirma que Isaac no engañó a nadie, yo le demostraría que su esposa Rebeca, su ayuda idónea, le ayudó a engañar. En cierto sentido, Isaac era diferente a Jacob en cuanto a suplantar, pero esta diferencia fue borrada por Rebeca. La esposa forma parte del esposo; ella es el complemento y la perfección del marido. Sin Rebeca, Isaac probablemente no habría sido experto en engañar. Sin embargo, con Rebeca, él llegó a ser como Jacob. Jacob aprendió de su madre suplantadora a suplantar, y ella fue el complemento suplantador para su padre Isaac. Por lo tanto, en Isaac vemos la vida natural de Jacob. Isaac era una persona que disfrutaba de la gracia. Conforme a nuestro concepto natural, una persona que tiene una debilidad natural y que vive en la vida natural nunca puede disfrutar de la gracia de Dios. Es así como pensamos nosotros, pero no la palabra de Dios. La Biblia no nos enseña que Isaac fuera muy espiritual. El era un hombre que tenía una debilidad natural y que seguía llevando una vida natural. Entonces ¿por qué disfrutaba tanto de la gracia de Dios? Simplemente porque Dios lo había dispuesto de esa manera. En nosotros los cristianos existe el aspecto de lo establecido por Dios. Ya dijimos que nuestro destino es disfrutar de la gracia de Dios. Este destino fue dispuesto antes de la fundación del mundo. No se imagine que si usted es espiritual, tiene el privilegio de disfrutar de la gracia de Dios, y si no lo es no podrá disfrutarla. Este es un concepto religioso, mas la Biblia no enseña tal cosa. Después de escuchar que el disfrute de la gracia no depende de nuestra condición espiritual, algunos dirán: “Si no necesitamos ser espirituales para disfrutar de la gracia de Dios, entonces no seamos espirituales”. No diga eso. Nuestro nivel de espiritualidad, cualquiera que sea, no nos ayudará a disfrutar de la gracia de Dios. Todo depende de lo establecido por Dios, y no de lo que seamos nosotros ni de lo que podamos hacer. En nosotros existe el aspecto de Isaac. Dios lo dispuso todo para que disfrutemos la gracia. Si somos espirituales, no disfrutaremos más gracia, y si no lo somos, no perderemos la gracia de Dios. Sin embargo, no debemos decir: “Hagamos males para que vengan bienes”. No desperdicie su tiempo intentando ser espiritual o intentando no serlo. Diga simplemente: “Oh Señor, te adoro por lo que Tú has establecido. Tú me has designado para que disfrute de la gracia”. Todos nosotros formamos parte, por lo menos, de Isaac. En nuestro ser existe el aspecto de la designación para disfrutar de la gracia del Señor. ¿Cuándo disfruta usted más gracia, cuando siente que es espiritual y bueno a los ojos de Dios, o cuando está desanimado y siente que es totalmente indigno? Yo he disfrutado más gracia cuando he estado abatido. Pero no debemos decir: “Estemos abatidos para disfrutar más gracia”. Si usted intenta hacer eso, no hallará nada. Repito que no depende de nosotros sino de lo que Dios dispuso. Espero que mi palabra no los aliente a ser espirituales ni a no serlo, sino que los anime a no ser nada. Sin embargo, no procure ser nada, pues su esfuerzo sigue siendo algo. Si usted pudiera decir: “Iré a casa y me olvidaré de todo”, eso sería maravilloso. En el relato de la vida de Isaac, vemos una persona que disfrutaba de la gracia de Dios en todos los aspectos. ¿Cree usted que un hombre con tanto disfrute de la gracia de Dios podría tener todavía la debilidad natural de decir semejante mentira? El mintió al grado de exponer a su esposa al sacrificio. Tal vez digamos: “Si yo fuese esa persona, jamás mentiría así”. No diga eso. Podemos disfrutar más gracia y aún así mentir más que Isaac. Considere su experiencia. Usted nunca ha mentido al punto de sacrificar a su esposa, pero le ha dicho grandes mentiras a su esposa. En mi juventud fui afectado por los conceptos religiosos, creyendo que los cristianos, y particularmente los que llamamos cristianos espirituales, nunca mentían. Con el tiempo, descubrí que los cristianos, incluyendo a los espirituales, también mienten. No sólo miente la gente mundana, sino también los cristianos y las personas espirituales. Esta es la condición del linaje caído. ¿Entonces qué debemos hacer? No debemos hacer nada. Dios nos escogió de entre el linaje caído, y Su designación llegó a nosotros. Esto no significa que cuando nos portemos bien o lleguemos a ser espirituales a los ojos de Dios, recibiremos más gracia. Isaac jamás intentó portarse bien ni ser espiritual, y aun así disfrutó continuamente de la gracia. No los animo a
ser religiosos ni a no serlo; no los aliento a ser nada, pues el disfrute de la gracia de Dios no depende de la condición espiritual. Isaac quería bendecir a su hijo Esaú. No obstante, él mezcló la bendición con su preferencia natural. En Génesis 27:3-4 Isaac dijo a Esaú: “Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera”. Pareciera que Isaac decía: “Esaú, antes que me muera quiero comer carne una vez más. Si tú me traes carne, yo te bendeciré”. Aquí vemos que Isaac mezcló la bendición de Dios con su preferencia natural. Nos preguntamos cómo una persona así podía bendecir a otros, pero Isaac de todos modos bendijo. Isaac, quien no era religioso como nosotros, ni siquiera se daba cuenta de que no era espiritual. Supongamos que usted es padre de familia y quiere dar una bendición a uno de sus hijos. Creo que usted tendría cuidado y estaría alerta, orando y ayunando y no se atrevería a hablar en la carne ni conforme a su preferencia natural. Si usted fuese un hermano chino, ciertamente no le diría al hijo que está a punto de bendecir: “Hijo, vete al barrio chino y consígueme comida china, y luego te bendeciré”. Ningún hermano chino se atrevería a hacer eso, porque todos tenemos una tendencia religiosa a considerarnos espirituales. Todos diríamos: “Ahora que estoy a punto de bendecir a mi hijo, debo estar ante el Señor y no depender de mi preferencia natural”. Pero Isaac fue atrevido, y dijo a Esaú: “Hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera” (27:4). ¡Qué mezcla! Isaac, quien disfrutaba continuamente la gracia de Dios, bendijo ciegamente. No obstante, lo hizo en fe, y su bendición fue honrada por Dios (He. 11:20). Cuando leí este pasaje en mi juventud, no pude entender esta mezcla tan grande. Dije: “Isaac ¿qué estás haciendo? Si quieres comer carne de la caza, entonces no hables de bendición. No deberías mezclar tu gusto natural con la bendición de Dios. ¿Cómo puede Dios honrar una bendición mezclada con su gusto natural?” Cuando Isaac le dijo directamente a Esaú que si él le preparaba la carne que a él le gustaba lo bendeciría, no estaba consciente de ser religioso. El estaba totalmente fuera de la religión. No existía ninguna religión en su concepto. Si nosotros hubiéramos estado ahí, habríamos dicho: “Isaac, no hables así. Si quieres obtener lo que a ti te gusta, no hables de la bendición de Dios. Dios jamás honrará tu bendición. Isaac, estás totalmente equivocado”. Sin embargo, Isaac habría dicho: “¿De qué estás hablando? Jamás voy a hablar de una manera tan religiosa. No tengo tal concepto, ni tengo una conciencia religiosa. Sólo sé dos cosas: quiero satisfacer mi gusto personal y deseo bendecir a mi hijo. Después de comer carne, bendeciré a mi hijo. No sé lo que significa ser espiritual ni religioso. Lo único que sé es que yo soy el padre, que él es mi hijo y que el mayor siempre bendice al menor”. Cuando era joven, eso me molestaba mucho, pues no podía entender cómo Isaac, que disfrutaba tanto de la gracia de Dios, podía tener todavía la misma debilidad que Abraham y la misma vida natural que Jacob. Debemos ver dos puntos muy claramente. Primero, la gracia no se basa en lo que somos. El hecho de ser buenos o malos, espirituales o no espirituales, no tiene ninguna importancia. Dios nos ha dispuesto como el objeto de Su gracia; por lo tanto, la gracia viene a nosotros, y no la podemos rechazar. En segundo lugar, como hemos mencionado varias veces, Abraham, Isaac y Jacob no son tres personas separadas en la experiencia de vida, sino que representan tres aspectos de la experiencia de una sola persona completa. Esta es la razón por la cual en Isaac podemos ver tanto a Abraham como a Jacob. Isaac tenía la debilidad natural de Abraham y la vida natural de Jacob.
c. Una debilidad natural como la de Abraham Como dijimos, Isaac tenía la misma debilidad natural que Abraham (cfr. 20:1-2, 11-13). ¿No tiene usted una debilidad natural? Aun la persona más espiritual, tiene una debilidad natural. ¿Qué clase de debilidad tiene usted? Todos tenemos alguna debilidad natural, pero ninguno de nosotros puede designarla. Sabemos que tenemos una debilidad, pero no sabemos cuál es. Si usted está seguro de que un asunto específico constituye su debilidad natural, éste no es su debilidad. Antes de que Isaac
fuese expuesto en el capítulo veintiséis, probablemente no estaba consciente de que su debilidad natural era idéntica a la de Abraham. El pudo haber pensado que su debilidad era una de muchas. No obstante, un día viajó al sur y su debilidad natural quedó expuesta. Por nosotros mismos, nunca podemos conocer nuestra debilidad natural; ésta debe ser expuesta. Ninguno de nosotros puede entender su propia debilidad. Usted mismo quizá no reconozca su propia debilidad natural, pero será evidente para todos los demás porque les es manifiesta. Quien permanezca con usted por cierto tiempo se dará cuenta de la debilidad natural que usted tiene. Según su concepto religioso, si usted tiene alguna debilidad natural, ya no puede disfrutar de la gracia. Pero la gracia de Dios sigue presente en usted. Al principio yo también pensaba así. Pero he aprendido que la gracia no depende de lo que somos. Cada objeto de la gracia divina tiene un punto débil. No se imagine que el apóstol Pablo no tenía ninguna debilidad. Pedro, Juan y Pablo tenían sus debilidades, pero sus puntos débiles no les impidieron disfrutar de la gracia de Dios. Cada uno de nosotros tiene su debilidad natural. En la historia, ha habido una sola persona que no tuvo ninguna debilidad natural: Jesucristo. No estoy alentándolos a ser espirituales ni a que no lo sean, pero sí los animo a que sean osados en disfrutar la gracia. No dejen que sus conceptos religiosos los priven del disfrute de la gracia. Abandonen sus conceptos y alaben al Señor porque ustedes son el objeto de la gracia divina. Aunque no podemos determinar cuál es nuestra debilidad natural, sí sabemos que tenemos alguna. Los demás, como por ejemplo, nuestro cónyuge o nuestro compañero de cuarto, saben cuál es nuestra debilidad. Otros la conocen, pero a nosotros nos resulta difícil identificarla. Algunos de nosotros quizá sólo veamos nuestra debilidad natural cuando veamos al Señor cara a cara. Alabado sea el Señor porque estamos ciegos a nuestra debilidad natural. Si no lo estuviésemos, seríamos impedidos de disfrutar la gracia. No los estoy animando a perseverar en su debilidad natural, pero sí les digo que es bueno no estar conscientes de ella. Cuando estemos conscientes de cierta debilidad, nuestros conceptos religiosos nos impiden disfrutar la gracia. Pero cuando no conocemos nuestra debilidad, sólo sabemos disfrutar de la gracia del Señor. En Génesis 26 la debilidad natural de Isaac quedó expuesta repentinamente. No obstante, eso no le impidió disfrutar la gracia de Dios. En otras palabras, el hecho de que su debilidad natural fuera expuesta no le impidió confiar en Dios. Isaac salió de Beerseba, y descendió al sur, no a Egipto, sino a un lugar cerca de Egipto (26:1-2). Dios quería que Su pueblo escogido permaneciera en la buena tierra. Cuando la debilidad natural de Su pueblo salía a flote, ellos siempre iban hacia abajo. No encontramos ni un solo caso en el cual el pueblo de Dios partiera hacia arriba, hacia el norte, cuando estaba débil. Lo peor que uno puede hacer es ir hacia abajo, a Egipto. Esto fue lo que hizo Abraham (12:10). La segunda vez que Abraham fue hacia el sur, fue solamente hasta la tierra de los filisteos (20:1). Mientras Isaac, repitiendo la historia de Abraham, se dirigía hacia el sur, Dios intervino y lo amonestó, diciendo: “No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré” (26:2). Quizá Isaac haya tenido la intención de ir hasta Egipto, pero Dios le ordenó que morara en la tierra que El le mostraría. Aunque Isaac no permaneció exactamente en el lugar adecuado, de todos modos tenía paz al disfrutar la gracia de Dios. El no tenía conceptos religiosos. ¡Qué bueno es no tener conceptos religiosos! Pero cuando el enemigo ha inyectado algo en nuestra mente, resulta difícil extraerlo. En este mensaje, tengo la carga de decirles que el disfrute de la gracia de Dios no depende de si somos religiosos o no. En el caso de Isaac vemos una persona que no era religiosa, y aún así, disfrutaba de la gracia de Dios todo el tiempo. Isaac no permaneció en el lugar correcto, y además mintió al punto de exponer a su esposa al sacrificio (26:6-7), igual que lo hizo Abraham. No obstante, él y su esposa fueron preservados por el cuidado soberano de Dios (26:8-11). La gracia de Dios fue lo que le impidió sacrificar a su esposa.
d. Una vida natural igual como la de Jacob En Isaac no vemos solamente la debilidad natural sino también la vida natural. El seguía viviendo
en el nivel natural. No llevaba una vida supuestamente espiritual todo el tiempo. Después de que Isaac oró, Dios le dio dos hijos: Esaú y Jacob. Isaac amaba a Esaú porque éste era un cazador muy hábil y porque “comía de su caza” (25:27-28). El amor de Isaac por su primogénito fue limitado a la esfera de la vida natural, a su preferencia natural, como lo fue el amor de Jacob por José (37:3-4). El marido empezó a mostrar un amor parcializado; así que la esposa hizo lo mismo. Esaú, “diestro en la caza”, fue el hijo preferido de su padre, y Jacob, un hombre tranquilo que moraba en tiendas, fue el hijo predilecto de su madre. A las madres les gusta tener un hijo que se quede tranquilo cerca de ellas. Ninguna madre preferiría a un hijo agreste que disfruta de los deportes todo el día. En la familia de Isaac, el padre prefería a Esaú, y la madre a Jacob. ¿Qué clase de vida era ésta, acaso era una vida espiritual, una vida de resurrección? No. Era una vida natural, aunque no era una vida pecaminosa. No debemos pensar que somos diferentes, pues los padres tienen un amor parcializado. Si usted tiene varios hijos, amará a uno de ellos más que a los demás, conforme a su preferencia, y todos sus hijos sabrán quién es su predilecto. Este amor parcializado no corresponde a nuestro espíritu, sino a nuestras preferencias naturales. Amamos a un muchacho o a una muchacha en particular, porque corresponde a nuestro gusto natural. Esta es la vida natural. La vida natural siempre nos causa problemas. La predilección en la vida de Isaac provocó la necesidad de suplantar. Rebeca quería que su hijo preferido recibiera la bendición. En el capítulo veintisiete vemos que ella perfectamente podía suplantar (vs. 5-7). Ella le enseñó a Jacob a suplantar. En el capítulo treinta Jacob engañó a su tío Labán en cuanto al rebaño (vs. 31-43). El principio se aplica también en el capítulo veintisiete. Rebeca preparó una carne gustosa y cubrió las manos y el cuello de Jacob con pieles de cabrito. Cuando Isaac lo palpó, dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú” (27:22). Aquí vemos que el arte de suplantar lo aprendió Jacob de su madre, quien formaba parte de su padre. En cierto sentido, la madre engañó al padre; eso significa que la segunda parte de una persona engañó a la primera. El engaño de esta familia consiste en engañarse a sí misma. Al final en la familia, todos fueron engañados. Cuando leí este capítulo, dije: “Rebeca, te creías muy lista, pero en realidad, fuiste necia. ¿Acaso no sabes que Dios había dispuesto que Jacob fuese el primero? Tú no necesitabas ayudar”. Rebeca al tratar de ayudar a su hijo, lo perdió. Génesis no nos dice cuánto tiempo vivió Rebeca. Es posible que haya muerto antes de que Jacob hubiese vuelto de la casa de Labán. Eso significa que Rebeca perdió a su hijo por causa del engaño. Rebeca probablemente no vivió lo suficiente para ver nuevamente a su hijo Jacob. Ella pensaba que lo estaba ayudando, pero en realidad, lo perdió por haber suplantado. Resulta difícil pensar que una persona como Isaac hubiese tenido esta debilidad natural y hubiese llevado una vida tan natural. Isaac sufrió por causa de su vida natural (26:34-35; 27:41-46; 28:6-9). Isaac disfrutó siempre la gracia, pero hubo sufrimiento en su vida. Tanto Isaac como Rebeca sufrían por vivir de una manera natural, pues las mujeres de Esaú fueron “amargura de espíritu” para ellos (26:34-35). Debido al amor parcializado predominante en esa familia, Esaú aborreció a Jacob y quería matarlo. Cuando Rebeca se enteró de esto, le pidió a Jacob que huyera a casa de su hermano Labán y se quedara con él hasta que la ira de Esaú hubiese desaparecido. No obstante, Rebeca le presentó a Isaac otra versión (27:46). Parecía decir: “Las esposas de Esaú nos han causado mucha amargura de espíritu y yo no podría vivir si Jacob tomara como esposa a una mujer de éstas. Debemos mandarlo lejos para que consiga esposa”. Rebeca dijo lo mismo de dos maneras distintas. Toda esposa sabia hace eso, pues cuenta la misma historia de dos maneras distintas. Igual que muchas esposas actuales, Rebeca le mintió a Isaac al decirle la verdad. Ella quería enviar a Jacob lejos para protegerlo de Esaú, pero no le dijo esto a Isaac, sino que le dijo que estaba cansada de sus nueras gentiles y que no quería que Jacob tomara esta clase de esposa, sugiriendo así que Isaac enviara lejos a Jacob para que consiguiera una esposa de su propio linaje. Lo que dijo era cierto, pero la intención era otra. Eso causó sufrimiento. Mientras Isaac disfrutaba de la gracia, también sufría por vivir en la esfera natural. La vida natural no entorpece la gracia, pero nos acarrea sufrimiento. No disminuirá la cantidad de gracia que recibamos, pero sí incrementará nuestra medida de sufrimiento. Mientras usted tenga parte de su
vida natural, ésta le causará sufrimientos. Si usted no desea sufrir, no debe vivir en la vida natural. No se valga de su astucia, ni ejerza su sabiduría para ayudar a Dios, ni haga nada usando su vida natural. Esto solamente añadirá sufrimiento. Es mejor que no llevemos una vida natural. Isaac vivió en la vida natural, pero Dios obró soberanamente en todas las cosas. En cierto sentido, la vida natural ayudó a la soberanía de Dios. Dios había predestinado a Jacob para que tuviera la primogenitura y participara de la bendición del primogénito. La suplantación de Rebeca le causó sufrimientos, pero esto fue dispuesto soberanamente por Dios para cumplir Su propósito. Todo se encontraba bajo la soberanía de Dios para que se cumpliera Su propósito. Por lo tanto, podemos decir: “Alabado sea el Señor, porque el propósito de Dios se está cumpliendo, aunque yo sea bueno o malo, espiritual o no. No importa lo que suceda, me encuentro en la gracia y la disfruto”. Nada nos puede impedir que disfrutemos la gracia. No obstante, si queremos evitar el sufrimiento, no debemos vivir en la vida natural.
e. Sin mucha madurez en vida Isaac tenía cierta madurez en vida, aunque no mucha. El bendijo, pero lo hizo ciegamente (27:2129). Su bendición correspondía a su preferencia natural (27:1-4). El bendijo ciegamente en lo físico y también en lo espiritual, porque había sido cegado por su predilección natural. Con todo, bendijo por fe (He. 11:20). El había dicho que su alma bendeciría, pero finalmente no fue su alma la que bendijo, sino su espíritu, y su bendición se convirtió en una profecía. Nadie puede profetizar estando en el alma. Si queremos profetizar, debemos estar en nuestro espíritu. Por tanto, Isaac sí bendijo en el espíritu por la fe. La fe no depende de lo que somos, sino de lo que vemos. Cuando usted desea ejercitar la fe, no debe mirarse a sí mismo, ni lo que usted es, ni sus circunstancias. Debe mirar lo que Dios es y lo que dice. Entonces podrá ejercitar su fe en Dios y en Su palabra. Isaac bendijo así por la fe. Según su condición, él no estaba calificado para tener fe. Pero no consideró lo que él era, sino que miró a Dios y Su promesa, y bendijo a su hijo por la fe y en el espíritu. Si queremos tener fe, debemos apartar la mirada de nosotros mismos, pues si nos miramos a nosotros mismos, la fe desaparecerá. Mire hacia Dios y vea lo que El ha dicho en Su palabra. Entonces declare simplemente lo que El ya ha dicho. En esto consiste la fe. Isaac bendijo a su hijo de esta manera.
f. Murió en fe en la plenitud de los días La Biblia no indica que Isaac fuese una persona muy espiritual, pero él no murió en una condición miserable. El murió en la fe lleno de días (35:28-29). Esto queda demostrado por el hecho de que sus hijos lo sepultaron junto con su esposa Rebeca en la cueva de Macpela (49:30-32) Es probable que antes de morir, Isaac haya pedido a sus hijos que lo sepultaran en la cueva de Macpela, donde Abraham y Sara estaban sepultados. Esto demuestra que Isaac tenía la fe de Abraham.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA Y SEIS LA ELECCION En este mensaje llegamos al relato de Jacob, una de las personas más interesantes del libro de Génesis. Génesis nos presenta el relato de nueve personas importantes. Los primeros cinco: Adán, Abel, Enós, Enoc y Noé, son considerados cinco personas separadas. Existía una relación espiritual
entre ellos, pero de hecho Adán, Abel, Enós, Enoc y Noé no tenían nada que ver entre sí. Pero cuando llegamos a los últimos cuatro: Abraham, Isaac, Jacob y José, vemos que, en cuanto a la experiencia de vida, no deben considerarse cuatro individuos separados. Según dijimos, en Abraham no tenemos la elección. El llamamiento es el primer punto que se menciona en el relato de Abraham. Sin embargo, según la revelación neotestamentaria, uno no empieza a experimentar a Dios al ser llamado, sino al ser elegido por El. Primero, Dios nos eligió; en segundo lugar, nos predestinó; y tercero, nos llamó. Después del llamado de Dios, tenemos el perdón, la redención, la justificación, la regeneración y la plena salvación. Así podemos ver que no es en Abraham donde empezamos a experimentar a Dios. Empezamos a experimentarlo en Jacob, pues en él vemos la elección que Dios realiza. No obstante, en la historia de Jacob no encontramos el llamado de Dios. Pero decimos una vez más que Abraham, Isaac y Jacob, además de José, no son cuatro personas separadas, sino cuatro aspectos de una experiencia completa en vida. Abraham, Isaac y Jacob, junto con José, representan cada uno un aspecto de la experiencia de vida. Como veremos, Jacob representa la vida transformada, y José el aspecto del gobierno, la realeza, de esta vida transformada. El Nuevo Testamento revela que primero los creyentes fueron escogidos por Dios en la eternidad pasada antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). En segundo lugar, los creyentes fueron predestinados conforme a la elección que Dios hizo. Esto también se produjo en la eternidad pasada. Luego, en el tiempo, Dios nos llamó. En el llamado de Dios, que sucedió después de Su predestinación, recibimos el perdón, la redención, la justificación, la regeneración y la plena salvación. Aparte de todo eso, debemos ser transformados. Día tras día, nos encontramos bajo el proceso de ser transformados por Dios a fin de ser introducidos no sólo en la plena filiación, sino también en el reinado. Nacimos de Dios, somos Sus hijos en realeza y estamos en el proceso de ser transformados por El a fin de poder ser reyes en el futuro. No vemos el reinado ni en Abraham ni en Isaac. El reinado se encuentra en José, quien formaba parte de Jacob. Cuando Jacob fue recibido en Egipto, aparentemente el faraón reinaba sobre el mundo. Pero en realidad, el que reinaba era José y no el faraón. Sin embargo, José no luchó por sí mismo, sino que lo hizo por su padre. Por lo tanto, en aquel tiempo, el mundo fue gobernado por Jacob por medio de José. Todos los santos se encuentran en el proceso de transformación para llegar a ser reyes. Por consiguiente, la experiencia adecuada y completa de Dios va de la elección al reinado. La elección se efectuó en la eternidad pasada, y el reinado se realizará en la eternidad futura. El reinado es nuestro destino. En la eternidad pasada, Dios nos escogió y nos predestinó para que fuésemos reyes en la eternidad futura. En Abraham no vemos ni la elección en la eternidad pasada, ni el reinado en la eternidad futura. En otras palabras, el relato de Abraham no tiene ni el comienzo ni el final de la experiencia que tenemos de Dios, los cuales se hallan en Jacob. En el relato de Jacob, vemos un buen comienzo y también un final apropiado. Jacob, el que agarra el calcañar, el suplantador, fue transformado en un príncipe de Dios. Al final, él llegó a ser Israel y dejó de ser Jacob. Si leemos detenidamente el Nuevo Testamento, veremos que el nombre de Israel aparece en la Nueva Jerusalén (Ap. 21:12). Israel está en la Nueva Jerusalén, pero no se encuentran allí los nombres de Abraham, ni de Isaac ni de Jacob.
4. El tercer aspecto: la experiencia de Jacob Abraham, Isaac y Jacob, junto con José, forman una unidad completa en la experiencia de vida. No debemos considerarlos como cuatro individuos separados, sino como cuatro aspectos diferentes de una experiencia única y completa. Ahora llegamos al tercer aspecto: el de Jacob. En Abraham tenemos el llamado de Dios, la justificación por la fe, el vivir por fe en Dios, y el vivir en comunión con Dios. En Isaac vemos la herencia de la gracia, el descanso y el disfrute. En Isaac no vemos la
justificación por la fe, pues es parte de la experiencia de Abraham. No obstante, en Isaac tenemos la herencia y el disfrute de la gracia, los cuales no vemos en el relato de Abraham. Así vemos los distintos aspectos de la experiencia de vida. En Jacob vemos la elección y la obra que lleva a cabo Dios en la persona. A todos nos gusta heredar y disfrutar de la gracia, pero no nos gusta ser corregidos. En Jacob no vemos el aspecto del disfrute; por el contrario, vemos el aspecto de ser quebrantado por Dios. Por suplantar tanto, la mano de Dios siempre estaba sobre Jacob para corregirlo. La suplantación de Jacob trajo la disciplina de Dios. Era como si Dios dijera: “Jacob, tú puedes suplantar, pero Yo puedo quebrantarte. En cada etapa de tu suplantación, estará Mi disciplina”. Este no era el castigo de Dios, sino que El pasaba a Jacob por dificultades para transformarlo. Mientras meditaba en este mensaje delante del Señor, me reí al observar que Jacob empezó a luchar aun antes de nacer. Rebeca había concebido, y “los hijos luchaban dentro de ella” (25:22). Esta lucha la empezó probablemente Jacob, y no Esaú; Esaú debe de haber estado a la defensiva. Jacob probablemente dijo: “Esaú, no debes salir antes que yo; yo tengo que ser el primero”. Entonces Esaú pudo haber dicho: “No, me encuentro enfrente de ti, debo salir primero”. Los dos hijos estaban luchando, así que la madre, incapaz de tolerarlo, le pidió orientación al Señor (25:22). Bajo la soberanía de Dios, Esaú salió primero, pero Jacob no dejó de luchar. Después de salir, seguía asido del calcañar de Esaú (25:26). Por esta razón, se le dio el nombre de Jacob, que significa, el que toma por el calcañar. Dios tuvo que pasar por pruebas a Jacob, porque éste era un asidor de calcañares. El resultado del toque de Dios fue la transformación. En una edad madura, Jacob dejó de ser Jacob y llegó a ser Israel, un príncipe de Dios. Finalmente, Dios sometió todo el mundo, incluyendo al faraón, a la autoridad de Jacob. Repito que estas cuatro personas constituyen una unidad completa de la experiencia de Dios. Todos somos Abraham, Isaac y Jacob, junto con José. Ahora seguimos bajo el proceso de ser transformados por Dios. Sin embargo, un día todos llegaremos a ser Israel, príncipes de Dios que gobiernan con “José” a todo el mundo.
a. Escogido En Jacob vemos la elección que efectuó Dios; vemos la elección de Jacob (25:21-26; 1 P. 2:9) ¿Cree usted que ha sido escogido? ¿Cómo lo sabe? Podemos recurrir a la Palabra de Dios y decir: “Sé que fui escogido porque la Biblia lo dice”. Pero yo le haría esta pregunta: ¿Cómo sabemos en nuestra experiencia que Dios nos escogió? Lo sabemos por el hecho de que no nos podemos escapar de El. Durante los últimos cincuenta años de mi vida cristiana, he intentado apartarme muchas veces del Señor. Inclusive le dije: “Señor, estoy cansado de la vida cristiana. Me voy a apartar”. Intenté hacerlo, pero no pude. Algunos obreros cristianos temen que usted se aparte del Señor, pero yo tengo la osadía de animarles a que se aparten de El. Hagan todo lo posible por alejarse, diciéndole: “Señor, ya no te amo. Estoy harto de ser cristiano”. Usted puede decir esto al Señor, pero El contestará: “¿Con que quieres romper conmigo? Eso no depende de ti. Quizá tú quieras romper relaciones conmigo, pero Yo no. ¿A dónde irás, a Egipto? Si vas allí, ahí estaré esperándote. Cuando llegues allá, te darás cuenta de que ya estoy allí”. Ya fuimos atrapados, y no tenemos escapatoria. Esto demuestra claramente que fuimos escogidos por Dios.
1) Antes de nacer Jacob fue escogido antes de su nacimiento, inclusive antes de la fundación del mundo (25:22-23; Ro. 9:11; Ef. 1:4). Nosotros, igual que Jacob, fuimos escogidos antes de nacer. En la eternidad pasada, antes de que Dios creara las cosas, El nos escogió. Podríamos pensar que somos muy insignificantes, pero a los ojos de Dios, somos lo suficientemente importantes como para que El nos preste atención. Desde antes de la fundación del mundo, Dios nos prestó atención al escogernos en la eternidad pasada.
Al principio de mi ministerio me molestaba el hecho de que muchos de mis amigos que estaban a punto de hacerse cristianos no fueran salvos. Sin embargo, muchos de los que estaban lejos del Señor y que, según yo nunca serían salvos, sí lo fueron. Algunos de ellos fueron salvos al asistir a su primera reunión evangélica. Parece que fueron salvos sin ningún motivo, pero en realidad, fueron salvos porque Dios los había escogido. Jacob, el travieso, el que se ase del calcañar, el suplantador, fue escogido por Dios. Esto fue lo que determinó su futuro. El hecho de que él fuera escogido por Dios fue el origen y la iniciación de la vida de Jacob. No piense que usted fue salvo por casualidad. En absoluto; nuestra salvación fue el cumplimiento de la elección que Dios realizó.
2) Según la presciencia de Dios Fuimos escogidos por Dios conforme a Su presciencia (1 P. 1:2; Ro. 1:29). Me agrada la palabra presciencia. Antes de que naciéramos, Dios ya nos conocía. En la eternidad pasada Dios nos escogió y nos predestinó conforme a Su presciencia.
3) No por esfuerzos propios Jacob no fue escogido por todo lo que luchó (25:22-23, 26). Del mismo modo, nosotros no fuimos escogidos por causa de nuestros esfuerzos. Jacob era insensato hasta cierto punto. Por supuesto, él no tenía el conocimiento que tenemos nosotros. Si él hubiera sabido que había sido escogido, no habría sentido la necesidad de luchar y habría podido decirle a Esaú: “Esaú, pasa primero. No importa quién salga primero, yo ya fui escogido. No importa lo rápido que seas ni lo lento que sea yo. La primogenitura es mía, porque yo fui escogido”. No obstante, Jacob peleó porque no tenía esta revelación.
4) No por sus propias obras En Romanos 9:11, con relación a Jacob y a Esaú, dice: “Aunque no habían aún nacido, ni habían hecho aún bien ni mal (para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama)”. En este versículo, vemos que la elección de Jacob no se debió a sus propias obras. Antes de que los hijos hubiesen hecho bien o mal, Dios había dicho a Rebeca, la madre, que el mayor serviría al menor (Ro. 9:12). Esto demuestra que la elección de Dios no depende de nuestras obras. El hecho de que seamos buenos o malos no significa nada.
5) De Dios quien llama En Romanos 9:13 dice: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”. Cuando leí el relato de Jacob y Esaú en mi juventud, compadecí a Esaú, y me decía: “Esaú era mucho mejor que Jacob. ¿Por qué dijo Dios que aborrecía a Esaú y amaba a Jacob?”. No diga que Dios es injusto. El es Dios. El es el Hacedor, el Creador. Su elección no depende de nosotros, sino exclusivamente de El. No es cuestión de lucha ni de obras, sino del que llama. Nosotros no somos el creador; El es el Creador. En Romanos 9 Pablo respondió a los opositores, y parecía decirles: “¿No se dan cuenta ustedes de que no son más que barro y que Dios es el Alfarero? ¿Acaso el Alfarero no tiene derecho de hacer lo que quiera con el barro?”. Así vemos que nuestra elección depende completamente de Dios, quien llama.
6) Por la misericordia de Dios La elección que Dios realizó también se debe a Su misericordia (Ro. 9:14-16). Dios le dijo a Moisés: “Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y me compadeceré del que Yo me compadezca” (Ro. 9:15). Todos nosotros somos objeto de la misericordia de Dios. ¡Cuánto le
agradecemos por la misericordia que nos tiene! “Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Ro. 9:16).
7) Por la gracia de Dios La elección de Dios también depende de Su gracia (Ro. 11:5). Nos resulta bastante difícil entender la misericordia y la gracia y su relación con la elección que Dios efectuó. Fuimos elegidos y conocidos por Dios en la eternidad pasada, pero cuando El nos llamó, nos encontrábamos en una situación lamentable, una situación que requería la misericordia de Dios. El diablo, el enemigo, pudo haberle dicho a Dios: “Mira a este que Tú has elegido. ¡Qué vil es!” Entonces Dios le habría contestado: “Satanás, ¿no te das cuenta de que ésta es una buena oportunidad para que Yo muestre Mi misericordia? Sin una persona tan vil, ¿cómo podría Yo mostrar Mi misericordia? Si todos fuesen perfectos y satisficieran tu norma, Yo no podría tener misericordia de nadie. Satanás, este elegido es la persona adecuada para ser el objeto de Mi misericordia”. ¿Qué diremos de la gracia? Como ya vimos, la gracia es algo de Dios forjado en nuestro ser. Nosotros éramos viles, pero Dios no nos rechazó. Por el contrario, a pesar de las acusaciones de Satanás, Dios tuvo misericordia de nosotros. Dios pudo haber dicho a Satanás: “Satanás, no sólo mostraré misericordia a Mis escogidos sino que me forjaré en ellos”. Cuando Dios se forja en nuestro ser, se revela la gracia. No somos solamente el objeto de la misericordia de Dios, sino también el objeto de Su gracia. Nos encontramos bajo la misericordia de Dios, y Su gracia está dentro de nosotros. Puedo testificar que me encuentro bajo la misericordia divina y que en mí se encuentra la gracia divina. Todo eso se debe a la elección de Dios. ¿No es ésta su experiencia también? Todos nosotros podemos testificar que a pesar de ser las personas más viles, Dios nos concedió Su misericordia y nosotros nos arrepentimos. En esa misma ocasión, algo divino, la gracia de Dios, se forjó en nosotros. Ahora no estamos solamente bajo la misericordia de Dios, sino que también tenemos Su gracia, la persona viva de Cristo como el Espíritu, quien está en nosotros. Esta es la elección de Dios. En el relato de la vida de Jacob, vemos algo que puede designarse como la misericordia, y algo que puede llamarse la gracia.
8) Después de ser predestinados por Dios En la eternidad pasada Dios nos eligió y luego nos predestinó (Ro. 8:29; Ef. 1:5). Es difícil explicar el significado de la palabra predestinación. Según el griego, significa ser marcado de antemano. Dios nos marcó de antemano. Antes de nuestro nacimiento, Dios nos vio y nos conoció. No sólo nos escogió en la eternidad pasada, sino que también nos marcó de antemano, y Su marca está ahora sobre nosotros. Hasta los ángeles saben que fuimos marcados de antemano. Por consiguiente, la predestinación significa que Dios nos marcó de antemano con un destino específico: ser Sus hijos. El nos escogió y nos predestinó para filiación (Ef. 1:4-5).
9) Después de ser llamados por Dios Después de que Dios nos eligió, nos llamó (Ro. 8:28). Dios nos eligió en la eternidad pasada y nos llamó en el tiempo. No podemos experimentar la elección y la predestinación que Dios efectúa, pero todos hemos experimentado Su llamado. Todos fuimos “capturados”. Yo puedo testificar con firmeza, que un día, cuando era un ambicioso estudiante, fui capturado por el Señor. Hice todo lo posible por librarme, pero jamás lo logré. Todo cristiano ha tenido la misma experiencia. Ibamos por nuestro camino, y un día el Señor nos capturó. ¿Qué podemos hacer? No tenemos ninguna alternativa. Cuanto más intentamos librarnos, con más fuerza somos asidos. El lazo que nos capturó es tan largo que se extiende por todo el universo. Adondequiera que vayamos, seguimos capturados. Si usted se escapa a un casino de Las Vegas, hasta allí llega el lazo. Esto es lo que significa ser llamado. Muchos padres reprenden a los hijos que han sido capturados por Dios, y les dicen: “¿Por
qué son ustedes tan necios? ¿Por qué tienen que ir a esas reuniones todas las noches? ¿Acaso no saben que tienen un futuro?” Nosotros vamos a las reuniones porque fuimos capturados por el lazo divino. ¿Quién puede resistirse a este lazo? Nadie. Cuando este lazo divino viene a nosotros, no podemos ofrecer resistencia. Este es el llamado del Señor, Su visitación de gracia.
10) Para el propósito de Dios Fuimos elegidos y llamados para el propósito de Dios (Ro. 9:11). Muy pocos cristianos saben cuál es este propósito. Cuando era joven, oí mensaje tras mensaje y leí un libro tras otro acerca de Abraham. Aquellos mensajes y libros hablaban de la justificación por la fe y del hecho de que Abraham era el padre de la fe, pero ninguno de ellos decía que Dios llamó a Abraham con un propósito. En Abraham no podemos ver este propósito, porque él no alcanzó la madurez de vida. No vemos el comienzo de experimentar a Dios en Abraham, ni tampoco el final apropiado de una vida adecuada en su experiencia. De repente, mientras Abraham vivía en Caldea, Dios resplandeció sobre él, y él fue “capturado”. Dios llamó a Abraham, y éste fue capturado. Sin embargo, el verdadero comienzo no se dio en Caldea; sino que empezó con la elección que Dios hizo antes de la fundación del mundo. Encontramos este comienzo en Jacob, y no en Abraham. Vimos que la vida de Abraham terminó en un segundo matrimonio. Después de llegar a ser tan viejo, él se volvió a casar y engendró seis hijos. Esto no es de ningún modo la madurez en vida. No vemos que Abraham fuera transformado en príncipe de Dios. Si queremos ver el comienzo y el fin de la experiencia de Dios, debemos acudir a Jacob. Jacob empezó a experimentar a Dios en la eternidad pasada y esta experiencia perdurará en la eternidad futura. ¿Cuál es el propósito del llamado de Dios? Transformar a Sus llamados y convertirlos en reyes. Podemos ver este propósito en Jacob, pero no en Abraham ni en Isaac. Isaac sólo sabía comer carne deliciosa. Si preguntáramos a Isaac cuál era su propósito en la vida, él habría dicho: “Mi propósito en la vida es disfrutar”. Isaac no sabía otra cosa. Del mismo modo, la mayoría de los cristianos de hoy no saben cuál es el propósito de su vida. Pueden decir: “Fuimos salvos para llevar una vida feliz, para tener paz y gozo hoy en día y para ir al cielo en el futuro”. Pero el Nuevo Testamento revela claramente que el propósito por el cual Dios nos eligió, nos predestinó y nos llamó, es la filiación (Ef. 1:4-5). Fuimos predestinados para ser hijos. No somos hijos comunes, sino hijos reales, hijos de la familia real destinados a ser reyes. En Romanos 8:29 dice: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo”. Este es el propósito de Dios. El propósito de Dios al escogernos, predestinarnos y llamarnos, es convertir viles pecadores en hijos reales con un fin: que podamos regir como reyes después de que el proceso de transformación se haya completado. En Génesis 1:26 se revela que el propósito de Dios al crear al hombre era que éste lo expresara en Su imagen, y lo representara con Su dominio. El Nuevo Testamento también dice que fuimos hechos sacerdotes y reyes (Ap. 1:6; 20:6). Como sacerdotes, llevamos la imagen de Dios con la cual le expresamos, y como reyes, tenemos el dominio de Dios con el cual lo representamos. Durante el reino milenario, lo expresaremos a El en Su imagen, como Sus sacerdotes, y ejerceremos Su dominio con Su autoridad dominando la tierra como reyes. Ahora pasamos continuamente por el proceso de transformación para que se forje en nosotros la plena imagen de Dios y para ejercer Su autoridad. Si nos miramos a nosotros mismos, diremos: “Cuanto más me miro, menos parezco un hijo de Dios, y mucho menos un rey. ¡Cuán vil soy! Fui salvo hace muchos años, pero aún sigo siendo vil”. Alabado sea el Señor porque nos damos cuenta de que somos tan viles. No se desanime. Esta es la razón por la cual nos encontramos en el proceso de ser transformados por Dios. Entre los cincuenta capítulos del libro de Génesis, veinticinco y medio están dedicados al relato de Jacob y José. En estos capítulos vemos que Jacob estuvo bajo la disciplina de Dios. Todo aquel que se relacionaba con Jacob o tenía contacto con él llegaba a ser un medio en las manos de Dios para
azotarlo. Dios usó a su padre, su madre, su hermano, su tío, sus esposas y a sus hijos. Cuando Jacob finalmente salió del horno, llegó a ser un príncipe de Dios. ¿Cuál era el propósito de la experiencia de Jacob? ¿Consistía en que tuviese paz, alegría y una vida feliz? Si decimos eso, Jacob contestaría: “No estoy de acuerdo. En toda mi vida no tuve paz, ni siquiera cuando estaba en el vientre de mi madre. Dios no me puso en primer lugar; tuve que luchar. Además cuando perdí la pelea, no tuve ninguna paz. Engañé a mi hermano, y él quiso matarme. Entonces mi madre me ayudó a huir a casa de mi tío Labán, el cual era aún más astuto que yo para engañar. No me hablen de paz. No he tenido paz ni alegría, sino muchas contrariedades”. El propósito de Dios para con Jacob no era darle paz ni gozo ni una vida feliz, para llevarlo luego a los cielos. El propósito de Dios era tocar a este vil suplantador hasta que fuese transformado en un príncipe Suyo que llevara Su imagen y lo expresara, y ejerciera Su dominio en representación Suya. Esta es la meta de Dios. Cuando llegamos al final de Génesis, vemos que Israel era exactamente esta clase de persona. Cuando él vio al faraón, no dijo ni una sola palabra; simplemente extendió sus manos y lo bendijo (47:7, 10). Jacob poseía la imagen de Dios, pues lo expresaba plenamente. Además, por medio de José, él tenía dominio sobre toda la tierra, representando así a Dios sobre la tierra. Por lo tanto, al final de Génesis, vemos la meta de Dios, la meta de Su elección. Hoy en día, estamos en la senda de Jacob. Todos fuimos llamados y justificados, y disfrutamos la gracia de Dios. Al mismo tiempo, nos encontramos bajo la disciplina de Dios. Dios no sólo pone Su dedo índice sobre nosotros, sino también Su pulgar. Este es el quebrantamiento y la transformación que Dios lleva a cabo. Esto hará de cada uno de nosotros no solamente un hijo de Dios, sino también un Israel, un príncipe de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA Y SIETE BAJO LA MANO DE DIOS (1) El libro de Génesis contiene las biografías de nueve personas importantes: Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José. El relato más largo es el de la vida de Jacob, pues ocupa casi la mitad del libro de Génesis. ¿Por qué el libro de Génesis dedica tantas páginas a esta persona? Si usted lee detenidamente dicho libro, verá que el relato de Jacob, a diferencia del de Abraham, presenta muchos detalles. La biografía de Enoc ocupa menos de medio capítulo, y la de Enós solamente unos versículos. Noé fue una persona importante, pero Génesis no le dedica muchas páginas. La razón por la cual el relato de Jacob es tan extenso radica en que en la experiencia de vida no hay nada que tome más tiempo que la transformación. Fuimos llamados en un instante, salvados en un momento y perdonados y regenerados en menos de un minuto. Pero la transformación requiere toda una vida. Desde el día en que fuimos salvos, hemos estado en el proceso de transformación.
En Abraham vemos el llamado de Dios y la justificación. En Isaac vemos a una persona que siempre disfruta la gracia de Dios. Parece que Isaac no quería saber nada, ni usar nada de sí mismo. Cuando Jacob lo engañó, él sabía que algo no encajaba, pues dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú” (27:22). Si yo hubiese estado en el lugar de Isaac, habría estudiado el asunto muy detenidamente antes de bendecir a alguien. Isaac tenía la duda y no sabía si se trataba de Esaú. El conocía las voces de sus hijos y oyó claramente la voz de Jacob, pero no discernió quién era (27:23). Eso indica que a Isaac no le gustaba ejercer su discernimiento. El no era perezoso para comer, pero sí para discernir. El libro de Génesis no dedica mucho espacio a Isaac.
b. Fue quebrantado En Jacob no vemos el llamado de Dios ni la justificación, y tampoco el disfrute de la gracia. Vemos, eso sí, cómo fue quebrantado por Dios (25:19—32:21). Inclusive cuando Jacob estaba en el vientre de su madre, Dios lo tocó. Durante toda la vida, él estuvo constantemente bajo la mano disciplinaria de Dios. Lo que Dios hacía con él lo transformaba. Jacob nació como suplantador, uno que se ase del calcañar. Pero Dios deseaba tener un príncipe. ¿Cómo pudo ese suplantador llegar a ser un príncipe de Dios? Sólo por la transformación. Resulta fácil cambiar un edificio material, pero es difícil transformar a un suplantador en un príncipe de Dios. Eso no puede hacerse de un día para otro; requiere toda una vida. Puesto que Jacob representa el aspecto de la transformación, su biografía es muy extensa. En Génesis 25:19-34; 27:1-46; 28:1-5 vemos cuatro personas: Jacob, Esaú, Isaac y Rebeca; cada una de ellas es distinta de las demás. Aunque Jacob y Esaú eran gemelos, diferían diametralmente el uno del otro. “Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas” (25:27). Jacob era sosegado, persona sutil y hábil, y Esaú era agreste, tosco y fuerte. Mientras Jacob y Esaú peleaban en el vientre de su madre, Esaú ganó por ser más fuerte. Mientras Jacob luchaba por salir primero, Esaú parecía decir: “¿Qué estás haciendo? Déjame salir primero”. Jacob era astuto, mientras que Esaú era fuerte físicamente. Cuando Esaú se enteró de que Jacob lo había engañado, amenazó con matarlo. Esaú parecía decir: “Jacob, tú me has suplantado; mi mente no puede vencer la tuya, pero un día te mataré”. En eso vemos que Jacob y Esaú eran totalmente diferentes. Isaac y Rebeca también eran diferentes el uno del otro. Rebeca era inteligente, ingeniosa, hábil y capaz de manipular a toda la familia. Ella desarrolló la misma habilidad que Jacob y dirigía a su esposo. Isaac era totalmente manipulado por Rebeca. Como resultado de esta manipulación, tanto Esaú como Isaac fueron suplantados. No sólo fueron suplantados por Jacob, sino también por Rebeca. Cuando Isaac mandó a Jacob lejos, quizá haya pensado que tal acción era idea suya. Pero en realidad, fue idea de Rebeca. Después de que ella dijera algunas palabras a Isaac, éste mandó a Jacob lejos, a casa de Labán (28:1-5). Rebeca manipuló a Isaac en este asunto. Lo que hicieron Isaac, Rebeca y Esaú redundó en el bien de Jacob. Dios usó a estas tres personas para transformar a Jacob. En eso vemos que todas las cosas obran para el bien de los que son llamados por Dios (Ro. 8:28). Más adelante, veremos que Labán y también las esposas de Jacob, sus siervas, sus hijos y sus hijas fueron usados por Dios para transformar a Jacob. Toda circunstancia, situación y persona que encontramos en la vida de Jacob fue usada para transformar al suplantador en un príncipe de Dios. No hay otro relato que nos hable de la transformación como lo hace la historia de Jacob. Este había sido escogido y predestinado. El propósito de Dios para con este escogido era transformarlo en príncipe Suyo. A Dios no le gusta transformar a la gente buena, sencilla, justa, honesta y noble. El prefiere transformar a los suplantadores como Jacob. ¿Qué clase de persona es usted? ¿Es usted bueno, justo y honesto o es un Jacob? Todos nosotros, incluyendo a las hermanas, somos Jacob. ¿No ha suplantado usted a otras personas? Hermanas, ustedes probablemente han suplantado a su madre, a su marido y a sus hijos. Algunos suegros han suplantado a sus yernos, y algunos tíos a sus
sobrinos. No piensen que ustedes son buenos. Yo no me considero tan bueno como Abraham e Isaac. No, creo que soy como Jacob. El hecho de saber que somos Jacob debe alentarnos. No digan: “Oh soy tan malo y tan vil. No soy una persona noble”. Si usted es así, alabe al Señor. Usted es la persona adecuada para recibir la misericordia y la gracia de Dios. Dios no escogió a la gente buena. Si nosotros hubiéramos escogido, probablemente todos habríamos elegido a Esaú en vez de a Jacob. En comparación, Esaú era mejor que Jacob. El nunca engañó ni suplantó a nadie. No obstante, Dios no escogió a Esaú, sino a Jacob. Todos los que Dios escogió son traviesos. Si usted es bueno, entonces no debe de haber sido escogido por Dios. Abraham es el ejemplo de alguien que es justificado por la fe, pero Jacob es el ejemplo de uno que es escogido. ¿Ha sido usted escogido? Entonces debe ser un Jacob, porque Dios sólo escoge a Jacob. Dios es Dios, y nosotros debemos adorarlo como tal. El escogió soberanamente a Jacob, al que era suplantador.
1) Nació en segundo lugar Dios dispuso soberanamente las circunstancias relacionadas con la vida de Jacob. Cuando Jacob y Esaú se encontraban en el vientre de su madre, luchaban para ver quién nacería primero (25:22-26). Jacob era astuto y parecía pensar así: “Ambos estamos en el vientre, el que salga primero será el mayor y tendrá la primogenitura. No debo perder la primogenitura”. Por tanto, Jacob empezó a luchar. Por la soberanía de Dios, Jacob tenía una mente hábil, pero no tenía mucha fuerza física; mientras que Esaú no era tan inteligente, pero era físicamente más fuerte y, en consecuencia, venció a su hermano y no le permitió nacer primero. Aunque Esaú fue engañado por la mente hábil de Jacob, éste fue vencido por la fuerza de aquél. Si Jacob hubiera tenido mucha inteligencia y una gran fuerza física, Esaú no habría podido hacer nada, y Jacob habría tenido todo lo que hubiera querido. Pero Dios fue muy sabio y parecía decir: “Jacob, te dejaré tener una mente aguda, pero no te daré mucha fuerza física. Tu hermano quizá sea torpe, pero lo haré más fuerte que tú. Tú tendrás una mente hábil, y él tendrá un cuerpo fuerte”. Por lo tanto, aun antes de nacer, Jacob fue vencido por Esaú, y nació en segundo lugar. Pese a que Jacob fue vencido, no quiso admitirlo y tomó por el calcañar a Esaú (25:26), lo cual indica que se rehusó a aceptar la derrota. Lo mismo sucede en nuestro caso. A menudo somos vencidos por nuestro Esaú, pero no lo reconocemos y seguimos asidos de su calcañar. A veces las hermanas son vencidas por sus esposos, pero se rehúsan a reconocer su derrota, y toman el calcañar del esposo. En otras ocasiones, los maridos son vencidos por sus esposas, y son ellos los que se asen del calcañar de ellas. Es posible que hoy mismo usted haya tenido esta experiencia. Todos somos Jacob. Dios nos escogió, y nos encontramos debajo de Su mano quebrantadora. Permítanme compartirles algo de mi propia experiencia. He estado en muchas iglesias locales. En todas las iglesias, los ancianos pensaban que yo los estaba disciplinando, pero yo sentía que yo estaba recibiendo la disciplina de parte de ellos. En los primeros dos o tres lugares, yo no estaba seguro, pero me di cuenta más adelante de que la mano de Dios me estaba tocando. Llegué a entender que uno de los ancianos era mi Esaú, otro era mi Isaac, y que otro era mi Rebeca, y que yo era su Jacob. Yo los necesitaba a todos ellos. Dios jamás se equivoca. Todos los colaboradores, ancianos y hermanas responsables que Dios me ha dado, siempre han sido lo opuesto de mí. Por ejemplo, cuando prefería tener a una persona cuidadosa, Dios no me la dio. Sin embargo, toda situación de ésas ha sido provechosa para mí. Cada incidente ha ayudado a transformarme un poco más. Cuando me sucedieron ciertas cosas, no estuve contento con todos mis queridos Isaac, Rebeca y Esaú. No obstante, en lo profundo de mi corazón, pude decir: “Te alabo Señor. Estoy agradecido por todas las personas y por todas las cosas”. No fue ninguna casualidad que Jacob naciera de Isaac y de Rebeca, y que Esaú fuese su hermano. Todo eso fue dispuesto por el Padre para la transformación de Jacob. Desde que Jacob estaba en el vientre de su madre, era necesario que alguien fuese físicamente más fuerte que él. Decimos a
menudo que los gemelos son iguales. No obstante, si Jacob y Esaú hubieran sido idénticos, Jacob jamás habría sido tocado. Jacob era un hombre quieto y siempre usaba su mente, mientras que Esaú era un cazador que usaba su fuerza física. Por consiguiente, Esaú era exactamente lo que Jacob necesitaba. No se queje de su vida matrimonial, pues su cónyuge es la mejor persona para usted. De cien personas casadas, es probable que ningún marido afirme estar satisfecho con su esposa, y probablemente ninguna esposa diga que está satisfecha con su marido. Antes de casarnos, todos soñábamos con la vida matrimonial. Pero nuestro matrimonio vino a ser todo lo contrario. No obstante, quienquiera que sea nuestro cónyuge, él o ella es el don de Dios para nosotros y es exactamente la persona que necesitamos. En toda mi vida jamás he visto una persona cuyo segundo matrimonio, después de un divorcio, haya resultado mejor que el primero. Sé de algunas personas que se han casado cuatro veces, y han dicho que cada matrimonio resultó peor que el anterior. El matrimonio de los escogidos de Dios se encuentra bajo Su soberanía. Rebeca fue traída a Isaac, y fue su esposa. Independientemente de lo buena o mala que fuese, ella fue el destino de Isaac. El no tenía alternativa. Yo he tenido mucha experiencia en la vida espiritual, en la vida humana y en la vida matrimonial, y puedo darles este consejo: no se guíen por sus preferencias. Si usted se basa en su preferencia, sufrirá.
2) Obligado a abandonar a su amorosa madre y el hogar del padre Consideren el cuadro de la experiencia de Jacob. El no escogió a Esaú como hermano, ni a Isaac y Rebeca como padres. El padre, la madre y el hermano correspondían exactamente a la necesidad de Jacob. Como ya vimos, cuando Jacob se encontraba en el vientre de su madre, luchaba y estaba bajo el toque de la mano soberana de Dios. Desde el principio de su vida, Jacob fue vencido. Este fue el comienzo de su transformación. El padre de Jacob era una persona que disfrutaba y que no ejercía mucho discernimiento. Era una persona sencilla, y disfrutaba de la gracia todo el día. No le gustaba pensar, considerar las cosas ni actuar mucho. No le agradaba mucho estar activo. Mientras él meditaba en el campo, Rebeca vino a él. Isaac simplemente disfrutaba. A él no le importaba si el cielo estaba claro o nublado. Mientras pudiera comer y disfrutar, estaba satisfecho. Cuando Jacob vino a él haciéndose pasar por Esaú, Isaac no ejerció su discernimiento. Cuando a Rebeca le preocupó la posibilidad de que Jacob se casara con una de las hijas de Het (27:46), Isaac lo llamó, le encargó que no tomara esposa de las hijas de Canaán y lo mandó a Labán, hermano de su madre. La sencillez de Isaac redundó en el beneficio de Jacob. Si Isaac no hubiera sido tan simple y hubiera ejercido más control, le habría resultado difícil a Jacob obtener la primogenitura y recibir la bendición. Ya hicimos notar que Rebeca era lo opuesto de Isaac. Ella reflexionaba mucho. Es posible que haya mantenido su mente ocupada día y noche con la idea de conseguir la primogenitura para Jacob. Puede ser que haya observado continuamente la manera en que Isaac trataba a Esaú. Si ella no prestaba atención, ¿cómo, entonces, habría podido escuchar la conversación que Isaac tuvo con Esaú acerca de la bendición? (27:1-5). Después de escuchar esta conversación, ella llamó inmediatamente a Jacob y le dijo lo que debía hacer (27:6-13). Jacob consiguió la primogenitura y recibió la bendición debido a que Isaac y Rebeca eran muy diferentes entre sí. Esaú era una persona descuidada. En cuanto a la primogenitura, él parecía decir: “Jacob, ¿quieres la primogenitura? Para mí no significa mucho. Si me das algo de comer, te la daré”. Vemos, pues, que Esaú era tosco y descuidado. El padre sencillo, la madre ingeniosa y el hermano tosco y descuidado provocaron el sufrimiento y el quebrantamiento de Jacob. Después de que Jacob se apoderó de la primogenitura (25:27-34) y de la bendición del padre (27:529), Esaú lo aborreció y abrigó la intención de matarlo (27:41). Cuando Rebeca se enteró, le dijo a
Jacob que fuese a casa de su hermano Labán hasta que la ira de Esaú desapareciera (27:32-45). Después de decirle eso a Jacob, ella manipuló al padre para que mandase lejos a Jacob. Esto condujo a Jacob al pozo de la transformación. A Jacob le resultó difícil abandonar a su amorosa madre y el hogar de su padre, pero se vio obligado a escapar (27:42—28:5). El no tenía alternativa. Se vio obligado a irse a un país extraño. Más adelante veremos que cuando Jacob estaba en la casa de Labán, se hallaba en el horno. Labán, Lea, Raquel, las siervas y todos los hijos, fueron utilizados para consumir como fuego a Jacob por todos lados. Jacob sufrió en todas partes y en todo aspecto. Dios lo puso en una situación tal que pudo ser transformado. Cuando leemos Génesis 25, 27 y 28, vemos que la mano soberana de Dios reposaba sobre Jacob para transformarlo. No obstante, en aquel entonces, Jacob no se daba cuenta de que estaba bajo la obra transformadora de Dios. El sólo conocía lo tosco que era su hermano y su ira, la inteligencia de su madre, y la sencillez de su padre. En realidad, él se encontraba bajo los azotes de Dios día tras día. Ningún día fue desperdiciado. Cada persona con que él se encontraba y todo lo que le sucedía era parte del quebrantamiento. Indudablemente Jacob representa el aspecto de transformación en nuestra vida espiritual. Si queremos saber lo que es la transformación, debemos leer la historia de Jacob varias veces. Al leer la historia de Jacob, he visto claramente la mano quebrantadora de Dios. Después de entender eso, me di cuenta de que todo lo que sucede entre los demás y yo, constituye una disciplina para mí. Los ancianos, los hermanos, las hermanas, mi esposa y mis hijos no tienen la culpa de lo que sucede. Todo está bajo la mano soberana de Dios como quebrantamiento para beneficio mío. Los necesito a todos ellos. Quizá mañana necesite otro tipo de quebranto. El Señor sabe qué clase de esposa, madre, hijos, suegros y nietos necesitamos. Nada sucede al azar. Todo ha sido preparado y sucede conforme al plan y al itinerario de Dios. Nada ocurre ni demasiado tarde ni demasiado temprano. Todo sucede a su debido tiempo. Finalmente, diremos: “Padre, gracias por Tu mano soberana. Gracias por Tus azotes, por Tu arreglo, y por todo lo que has hecho. Ahora sé que todo ha sido arreglado por Tu soberanía. No soy más que un Jacob escogido bajo Tu mano”. ¿Piensa usted que a Jacob le agradaba ir a la casa de Labán? No, él fue obligado a ir. El no fue enviado allí por su padre ni por su madre, sino por la mano soberana de Dios. Efectivamente, Jacob fue elegido por Dios, y Dios planeó darle la primogenitura. No obstante, Dios sabía que Su escogido necesitaba mucha transformación. Por consiguiente, el asunto no era solamente la primogenitura ni la bendición, sino también la transformación. Desde el primer día hasta el último, la mano de Dios estuvo sobre Jacob. ¡Cuánto debemos agradecer y alabar al Señor. El nos escogió y nos predestinó, y ahora nos encontramos bajo Su mano soberana para ser quebrantados día tras día! Dios nos azota por medio de toda clase de personas y circunstancias. Hace tiempo un hermano me dijo: “En mi vida todas las personas fueron puestas a mi alrededor por obra de Dios, excepto mi esposa”. Le dije: “Hermano, tu esposa fue la primera persona que Dios preparó para ti”. Sin excepción alguna, todas las personas que se cruzan en nuestra vida son usadas por Dios para transformarnos.
3) La soberanía de Dios al cumplir el propósito de su elección Ahora debemos considerar la soberanía de Dios, la cual El usa para cumplir el propósito por el cual nos eligió. Primero debemos ver que Esaú menospreció la primogenitura y la vendió (25:30-34). La primogenitura, la cual Dios desea dar a Su pueblo escogido, incluye tres cosas: expresar a Dios, representarlo y participar de Su reino. Todos fuimos escogidos para expresar a Dios en Su imagen, representarlo con Su dominio y participar de Su reino. El reino práctico de Dios hoy en día está en la vida de iglesia. Por nuestro segundo nacimiento, todos obtuvimos la primogenitura para expresar a Dios en Su imagen, representarlo a El en Su dominio, y participar de Su reino tanto en la iglesia ahora como en el reino en el futuro. Toda persona regenerada tiene la primogenitura.
Esaú menospreció su primogenitura debido a su amor por los placeres físicos, es decir, su amor por el mundo, y los deleites mundanos (He. 12:16-17). El que vende la primogenitura no debe culpar al que la compra. Jacob fue astuto al comprarla, pero Esaú estuvo dispuesto a venderla. El trato no se habría podido concluir unilateralmente. Igual que Esaú, muchos cristianos regenerados han rechazado su primogenitura, amando los deleites mundanos, y no se preocupan por lo preciosa que es la primogenitura de Dios. La mayoría de los cristianos de hoy son así. No se preocupan por expresar a Dios, por representarlo ni por estar en el reino de Dios en la vida de iglesia. Por consiguiente, cuando venga el reino, no tendrán parte en él. En su vida actual, han vendido su primogenitura. Por disfrutar de las cosas físicas han descuidado y menospreciado su primogenitura. Si se hubieran preocupado por la expresión de Dios, por Su representación y reino, habrían quedado en la vida apropiada de iglesia, la cual es el reino de Dios hoy en día. Le damos muchas gracias al Señor porque en medio de la degradación actual, El nos ha introducido en la vida de iglesia, donde estamos en el reino de Dios y donde, en la práctica, expresamos y representamos a Dios. En el reino práctico de Dios disfrutamos de nuestra primogenitura. No estamos satisfechos con nada que nos impida expresar a Dios ni que no nos deje representarlo. Rechazamos todo lo que nos aleje de la vida apropiada de iglesia. Si usted es un cristiano que no practica la expresión de Dios ni lo representa en Su reino práctico hoy, entonces usted es probablemente una persona que menosprecia su primogenitura. ¡Tenga cuidado! Ninguno de nosotros debe menospreciar su primogenitura, abandonándola por algún deleite físico. Por el contrario, debemos menospreciar todas las cosas del mundo actual. No hay nada más precioso que nuestra primogenitura. No hay nada más valioso que expresar a Dios, representarlo a El y participar de Su reino. Si permanecemos en la vida de iglesia y disfrutamos de nuestra primogenitura, seremos partícipes del reino venidero en donde expresaremos a Dios y lo representaremos para el cumplimiento de Su propósito. Esta es nuestra primogenitura. Ojalá que todos nosotros seamos los Jacob de hoy, y no los Esaú de hoy. Debemos alabar al Señor por Su elección, y agradecerle por Su transformación. En todo caso, debemos valorar nuestra primogenitura y respetarla. Dios fue soberano en el hecho de que Esaú menospreciara y vendiera su primogenitura, en el hecho de que Rebeca fuese hábil en su amor parcializado, y en la ceguera de Isaac cuando impartió bendiciones. Todo lo que Esaú, Rebeca e Isaac fueron y todo lo que hicieron redundó en el bien de Jacob, y permitió que Dios cumpliese soberanamente el propósito de Su elección. ¡Alabado sea Dios por Su soberanía! Le agradecemos al Señor por quebrantarnos en todas las situaciones.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA Y OCHO BAJO LA MANO DE DIOS (2) 4) El sueño de Bet-el En este mensaje llegamos a un punto crucial en la vida de Jacob: su sueño en Bet-el (28:10-22). Todos nosotros conocemos la historia del sueño de Jacob, pero no creo que conozcamos el verdadero significado de ello. Si queremos conocer el significado de este sueño, debemos entender la razón por la cual Jacob lo tuvo, dónde y cuándo. ¿Por qué no tuvo él ese sueño cuando estaba con sus padres? Cuando encontremos la respuesta a esta pregunta, veremos el significado que ese sueño tiene para todos nosotros.
a) Vagó solitario en su viaje Jacob tuvo este sueño mientras seguía vagando solitario (28:10). Jacob había nacido en una buena familia. Tenía un padre excelente, una madre amorosa y un hermano interesante. Antes de la fundación del mundo, Dios lo escogió y lo predestinó para que tuviera la primogenitura. Vemos en la historia de Jacob la intención de Dios y el deseo del hombre. Dios deseaba que Jacob fuese el primero, y Jacob también deseaba ser el primero, y no el segundo. Por tanto, el deseo de Jacob correspondía a la intención de Dios. Esto indica que si tenemos un deseo que corresponda a la intención de Dios, ese deseo debe de originarse en Dios y no en nosotros mismos. Dios desea darnos la primogenitura, y nosotros también deseamos ser los primeros. Este deseo no es erróneo; es totalmente correcto. No obstante, debemos aprender la lección de no valernos de nuestra habilidad natural, ni de nuestra fuerza natural, para cumplir la intención de Dios y satisfacer nuestro deseo. Nuestra fuerza natural y nuestra habilidad natural presentan un problema. Cuando leemos el libro de Génesis dentro de la Biblia en conjunto, vemos que Dios deseaba dar la primogenitura a Jacob y que Jacob deseaba conseguirla. No obstante, la fuerza natural de Jacob debía ser quebrantada. Por consiguiente, Dios dispuso en Su soberanía que él fuese el segundo. Dios había determinado que Jacob fuese el primero, pero hizo que naciera en segundo lugar para que aprendiera que su hombre natural no valía la pena y que debía ser aniquilado. Dios desea darnos la primogenitura, pero nuestro hombre natural no está facultado para recibirla. Debemos ser transformados. Como Dios sabía que Jacob necesitaba transformación, hizo que éste fuera el número dos y no el número uno. Sin este arreglo soberana, el hombre natural y la fuerza natural de Jacob jamás habrían quedado expuestos. Si Dios hubiera puesto a Jacob antes de Esaú, Jacob habría pensado que él era muy espiritual. No habría luchado, porque ya habría sido el primero. Pero Dios sabía lo que había en Jacob y puso a Esaú en primer lugar, a fin de que el hombre natural de Jacob quedase expuesto. Cuando Jacob todavía estaba en el vientre de su madre, luchó por salir primero. Eso fue lo que Dios dispuso. Todo lo que nos sucede concuerda con lo que dispuso Dios. No piense que usted es demasiado pequeño para ser digno del arreglo soberano. Dios tiene un propósito para con nosotros: darnos la primogenitura. Puesto que nuestro hombre natural no es apto para ello, debemos ser transformados. El no lo hace simplemente con Su mano creadora, sino por un largo proceso que puede ser llevado a
cabo únicamente a través de todas las circunstancias de nuestra vida. Como ya dijimos, Dios usó a Isaac, a Rebeca y a Esaú para disciplinar a Jacob. Aunque estas tres personas jamás se reunieron para discutir la manera en que Jacob debía ser quebrantado, actuaron en una buena coordinación con este propósito, porque todo estaba bajo la mano soberana de Dios. Dios hizo lo necesario para que Esaú naciera primero. El también determinó que Esaú fuera físicamente fuerte, pero no tan hábil en su intelecto. Esaú no era muy hábil intelectualmente, pero sí podía valerse de su fuerza física para vencer a Jacob. Además, Dios hizo los arreglos necesarios para que Jacob tuviese un padre que sólo supiera comer y disfrutar. Aun cuando Isaac se dio cuenta de que algo no estaba bien cuando Jacob se le presentó haciéndose pasar por Esaú, sólo se preocupó por su comida. Esta fue la razón por la cual había quedado ciego. Isaac era neutral, pero Rebeca, quien era muy perspicaz, estaba parcializada, pues favorecía mucho a Jacob, su hijo preferido. Estas tres personas colaboraron para que Jacob se alejara de su madre amorosa y de la casa de su padre y llegase a ser un peregrino solitario. Antiguamente, viajar de Beerseba hasta donde vivía Labán era una gran empresa. El hecho de que Jacob dejara a su madre, a su padre y el entorno en el cual había sido criado y que emprendiera un viaje tan largo, no era un asunto insignificante. Habiéndose convertido en un caminante solitario, él debe de haber sufrido mucho durante ese viaje. Si usted considera su pasado desde la perspectiva adecuada, verá que su experiencia fue idéntica a la de Jacob. Entre nosotros, pocos fueron salvos cuando se encontraban en una casa buena bajo el cuidado de una madre amorosa. La mayoría de nosotros fuimos salvos cuando estábamos solos y en una situación de sufrimiento. Algunos habían perdido a su madre, su padre, su prometido, su cónyuge o sus hijos y habían quedado solos. En principio, cuando muchos de nosotros fuimos salvos, estábamos sufriendo y estábamos solos. En los años en que estábamos bajo el cuidado de nuestra cariñosa madre, el sueño celestial no llegó. ¿Cuándo le llegó a usted el primer sueño de los cielos? Todos nosotros hemos recibido este sueño. El primer sueño de nuestra vida espiritual fue nuestra salvación. Como veremos, cada visión espiritual es un sueño. ¿En qué clase de situación se encontraba usted cuando tuvo su primer sueño? Muchos de nosotros podemos testificar que esas circunstancias no eran placenteras. Algunos sufrían, otros estaban solos y otros se encontraban en dificultades. Fuimos obligados a sufrir, a andar errantes y a convertirnos en solitarios. Según entendemos, cuando habíamos perdido todo en la tierra y cuando sufríamos y estábamos solos, nos llegó el primer sueño celestial.
b) Durmió sin morada teniendo una piedra por almohada Refiriéndose a Jacob, Génesis 28:11 dice: “Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar”. Jacob estaba en el desierto y no tenía ninguna morada. Necesitaba algo en donde apoyar su cabeza durante el sueño, y tomó una piedra y la puso de almohada. ¿Cuál es el significado de eso? Eso significa que todas las acciones humanas habían desaparecido. No había ni casa, ni morada, ni nada hecho por el hombre. Todo lo que había allí era hecho por Dios. Cuando Jacob se encontraba en casa, la situación era muy distinta, pues allí todo era hecho por el hombre. Pero esa noche en el desierto, no había nada hecho por el hombre. Todo lo que había en ese entorno había sido hecho por Dios. Si usted examina su experiencia pasada, verá que el primer sueño de su vida espiritual llegó cuando casi todo lo hecho por el hombre había sido crucificado y desechado. Lo único que quedaba eran los cielos y la tierra creados por Dios. Cuando Jacob estaba en su hogar, moraba en una casa hecha por el hombre y descansaba sobre una almohada hecha por el hombre. Pero en el desierto, tuvo que descansar sobre una piedra, algo creado por Dios. Si yo hubiese estado en el lugar de Jacob, habría sido más inteligente, y habría usado madera o barro en lugar de una piedra. No creo que habría podido descansar sobre una piedra. Sin embargo,
Jacob no usó ni madera ni lodo. Como veremos, el hecho de usar una piedra como almohada tiene mucho significado. Si usted hubiera sido Jacob, ¿habría usado barro o una piedra? Yo habría hecho una almohada de barro y habría recostado mi cabeza en ella. Pero eso habría sido algo hecho por el hombre; mientras que la piedra que Jacob usó a su cabecera fue algo creado y preparado por Dios. Como lo pueden testificar casi todos los llamados, antes de ser salvos, se vieron obligados a sufrir, a estar solos y a encontrarse en un entorno en el cual todo lo que fue hecho por el hombre era vano. Para ellos, todo lo fabricado por el hombre les fue inútil, así que confiaron en lo que Dios creó, en las cosas que El hizo. Fue en esa ocasión cuando llegó el sueño de los cielos. Este principio también se aplica hoy en día. Si usted desea otra visión celestial, debe pasar por sufrimientos. Cuando los hermanos le causan dificultades o cuando su esposa lo mortifica, la visión celestial vendrá una vez más. Si usted está siempre contento y en una situación agradable, quizá no reciba ningún sueño. La mayoría de las visiones celestiales llegan cuando uno padece o cuando lo tratan mal. Casi todas las visiones que he recibido han llegado en tiempo de sufrimiento. A nadie le gusta sufrir. No obstante, cuando nos llegan los sufrimientos bajo la mano soberana de Dios, no los podemos rechazar diciendo: “Sufrimientos, no os quiero. ¡Alejaos de mí!” Cuanto más digamos eso, más pronto nos vendrán los sufrimientos. He aprendido en mi propia experiencia que la visión no suele llegar cuando estamos alegres, sino cuando sufrimos. Cuando estamos contentos en la maravillosa vida de iglesia, puede ser que el sueño celestial no venga. Pero cuando los hermanos, las hermanas y los ancianos nos perturban, llegan los sueños. Si usted no ha recibido una visión celestial desde que fue salvo, esto demuestra que no ha sufrido. Sin sufrimiento, no puede haber sueño. Pero cuando somos privados de tantas cosas hechas por el hombre y cuando somos llevados al lugar donde hay únicamente cosas hechas por Dios, es decir, cuando somos apartados de lo que proviene del hombre y ponemos nuestra confianza en lo que viene de Dios, llega la visión. Es así como llega la visión celestial. Considere la experiencia de Jacob. El había sido escogido y predestinado por Dios. Aún así, luchaba por conseguir lo que Dios deseaba darle, y por esta razón, se vio en dificultades. Entonces Dios soberanamente intervino y lo obligó a abandonar su casa, llevándolo de este modo a una situación de soledad, lejos de la ayuda humana. Suponga que usted es Jacob, y que debe dejar su casa y a su familia y quedarse solo. ¿Cómo se sentiría? Si yo hubiese sido Jacob, habría estado completamente desanimado. Fue en este momento preciso cuando llegó el sueño.
c) Soñó con una escalera que tipifica a Cristo Dice en Génesis 28:12: “Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella”. El centro de este sueño era una escalera. En este sueño ¿descendió la escalera de los cielos? No, la escalera ya estaba en la tierra, y Jacob sólo necesitaba verla. Antes de recibir el sueño, él no veía la escalera. Esto significa que todo lo que nosotros necesitamos para recibir la primogenitura estaba allí mucho antes de que fuéramos salvos. El problema era que no lo veíamos. Necesitábamos recibir una visión para verlo. No piense que en el sueño Jacob vio la escalera descender como Pedro vio el lienzo bajar de los cielos (Hch. 10:9-16). Jacob no vio descender nada; él vio algo que ya estaba en la tierra. No leemos que la escalera llegaba a la tierra, sino que “estaba apoyada en tierra” y que “su extremo tocaba en el cielo”. Era una escalera que ya estaba en la tierra y no una escalera que descendía de los cielos. ¿Qué diremos de los ángeles de Dios que se mueven por la escalera? Cuando leía acerca de ellos hace años, siempre pensaba que descendían y ascendían, pero el versículo dice que los ángeles subían y descendían. Esto significa que los ángeles estaban allí antes de que Jacob tuviese el sueño. Cuando él los vio, primero subían y luego descendían. Si Jacob hubiese visto la escalera bajar de los cielos y los ángeles de Dios descender en ella, este sueño habría sido considerado una respuesta al deseo o a la oración de Jacob. Si Jacob hubiera dicho: “Oh Dios, estoy solo y deseo recibir una
visión de los cielos”, y una escalera hubiera bajado de los cielos por la cual descendían ángeles, esto habría sido la respuesta a dicha oración. Pero no fue esto lo que sucedió. Sin necesidad de orar, Jacob vio repentinamente una escalera apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo. El hecho de que los ángeles ascendían y descendían por esta escalera indica que el sueño no fue una respuesta a la oración de Jacob, sino que había sido planeado de antemano por Dios. No se imagine que su salvación fue una respuesta a sus oraciones. Antes de que usted orase, la salvación estaba allí esperándole. Usted no tuvo que orar primero para que luego descendiera la salvación de los cielos y cayera sobre usted. No, antes de ser salvo, la salvación lo estaba esperando, pero usted tuvo que abandonar su casa y toda situación hecha por el hombre y ser introducido en un entorno solitario. Entonces sus ojos fueron abiertos y vio lo que ya estaba allí. A diferencia de Juan 1:51, el versículo 12 no indica que Jacob hubiese visto que los cielos se abrían. Jacob no vio que los cielos se abrían, porque éstos ya estaban abiertos antes de que él llegase a ese lugar. ¿Cuándo le fueron abiertos los cielos a usted para su salvación? ¿Tuvo usted que ayunar, orar y clamar al Señor para que fuesen abiertos los cielos y después usted vio repentinamente los cielos abiertos? No, los cielos jamás se han cerrados para los escogidos de Dios. Los cielos están abiertos para nosotros, pero nosotros necesitamos ir a Bet-el. Quizá no queramos ir allí, pero no tenemos otra alternativa. Así como Jacob, nosotros fuimos obligados a ir allí. Muchos de nosotros llegamos a la vida de iglesia porque no teníamos otra alternativa. Fuimos obligados a venir. Usted quizá diga: “Si yo pudiera, me saldría de la vida de iglesia”. Pero, alabado sea el Señor, usted no puede. Quizá usted haya dicho: “No me gusta la situación prevaleciente en la vida de iglesia. Me quiero apartar”. Sin embargo, alabado sea el Señor porque eso es imposible. Todos fuimos obligados a ir a Bet-el, el lugar donde vemos la escalera que ya existe. No necesitamos rogar ni esperar que los cielos se abran. Cuando nuestros ojos son abiertos, vemos que la escalera ya está aquí. Esta es una visión celestial, un sueño celestial. En dicho sueño no vemos descender una escalera; vemos que la escalera ya está aquí. Cuando llegamos al Nuevo Testamento, vemos que la escalera que vio Jacob es Cristo. En Juan 1:51 Jesús dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. Cristo es quien trae los cielos a la tierra y quien une la tierra con los cielos. Primero El trae los cielos a la tierra, y luego El une la tierra con los cielos. Génesis 28:12 dice que la escalera estaba “apoyada en tierra”. Según nuestro concepto, Cristo se fue lejos de la tierra; pero según Dios, Cristo está apoyado en la tierra, y nadie puede quitarlo de allí. Durante diecinueve siglos y medio, la gente ha hecho todo lo posible por sacudir esta escalera, pero no lo ha podido lograr. No se imagine que Cristo está descendiendo. No, El ya está apoyado sobre la tierra. Según su sentir, su más íntima percepción, ¿dónde se encontraba Cristo cuando usted fue salvo, en el cielo o en la tierra? Según el concepto natural de usted, El estaba en los cielos, pero según su sentir interior, Cristo estaba en frente de usted, pues El estaba apoyado en tierra. Todos nosotros hemos experimentado esto. No obstante, la influencia de la religión nos obligó a sucumbir a nuestras ideas en lugar de creer lo que experimentamos. En la experiencia que tuvimos de la salvación, Cristo estaba sobre la tierra. Nuestro Cristo, quien es la escalera que trae los cielos a la tierra y une la tierra con los cielos, está ahora en los cielos y también en la tierra. Cristo ha estado apoyado en tierra y toca los cielos para llegar a nosotros y atraernos a El. Como ya lo mencionamos, en el sueño de Jacob los ángeles de Dios ascendían y descendían sobre la escalera. Los ángeles están esperando para ascender. Creo que cuando un pecador recibe al Señor Jesús y es salvo, muchos ángeles ascienden a los cielos y llevan las buenas nuevas. Primero los ángeles ascienden con alegría a los cielos, e inmediatamente descienden con buenas dádivas para el nuevo creyente. El tráfico no empieza en los cielos, sino en la tierra, y luego de los cielos vuelve a la tierra. Del mismo modo, cuando nos arrepentimos y decimos: “Señor, quiero más de Ti y deseo ser ganado más por Ti”, los ángeles, quienes en realidad son mensajeros, llevan las nuevas a los cielos.
Cristo, el Enviado, el que trae los cielos a la tierra y une la tierra con los cielos, está aquí en la tierra ahora mismo. A menudo en mi cuarto he sentido que Cristo está ahí. Tan pronto le respondo, parece que los ángeles, moviéndose más rápidamente que un cohete, ascienden a los cielos para dar las nuevas. Muchos de nosotros podemos testificar que en algunas ocasiones pasamos un rato muy maravilloso con el Señor y que no pudimos encontrar las palabras para describir lo que sucedió. Esto es una prueba evidente de que los ángeles estaban allí ascendiendo y descendiendo. Entonces mientras seguimos disfrutando de un buen rato con el Señor, avanzamos un poco más con El, y los ángeles ascienden gustosamente a los cielos para dar las noticias, y descienden inmediatamente con más buenas dádivas para nosotros. Visto desde la perspectiva adecuada, los ángeles de Dios ascienden y descienden. No necesitamos orar ni ayunar. Sólo debemos ser obligados por la mano de Dios a abandonar todo lo humano y a entrar en una esfera en la cual recibamos un sueño y en la cual se abran nuestros ojos ciegos. Entonces diremos: “Amén, Señor Jesús, la escalera está aquí, y los ángeles ascienden y descienden sobre ella”. Cuando fuimos salvos, sucedió algo parecido. No obstante, no tuvimos las palabras para explicarlo. Hoy en día, Cristo, la escalera, el centro del universo, está aquí. Esta escalera ha estado apoyada en tierra y espera que la volvamos a ver y a tocar una y otra vez. Cuando recibamos la visión, quizás no tengamos la comprensión ni las palabras para describirla, pero percibiremos una escalera delante de nosotros. Cuando disfrutamos de una experiencia espiritual, sentimos en nuestro interior que algo que está ante nosotros o en nosotros nos une a los cielos, y que si lo tocamos, tocamos los cielos. Este es Cristo. Frecuentemente, cuando tenemos una experiencia profunda en la vida de iglesia, sonreímos y decimos: “¿Por qué no vi eso antes? ¡Cuán necio fui yo! Esto ha estado apoyado en la tierra y llega a los cielos, y cuando lo toco, me lleva a los cielos y me une con ellos”. Esta es la escalera. Como veremos en el mensaje siguiente, esta escalera produce a Bet-el, la casa de Dios, la puerta de los cielos. En la terminología actual, produce la iglesia. El sueño que tuvo Jacob en Bet-el no procedía de él, sino de Dios. Jacob lo había perdido todo y estaba completamente desilusionado. El se había convertido en un caso desahuciado y no tenía hogar. No obstante, para su sorpresa y en medio de su desilusión, llegó ese sueño. ¿Qué es este sueño? Es simplemente una visión, algo que él vio. En nuestra experiencia, la escalera estaba allí, pero no la veíamos. Ahora que podemos ver, observamos la escalera que siempre había estado allí. Este es el significado del sueño de Jacob. Toda experiencia espiritual es un sueño. Me es imposible determinar cuántos sueños he tenido a lo largo de los años. Entrar en la vida de iglesia es un sueño, conocer la factibilidad de la iglesia también es un sueño. Hemos dicho con frecuencia: “Esta experiencia es tan maravillosa que debe de ser un sueño. ¡Qué sueño más grandioso he tenido!” Cuanto más soñemos, mejor, pues cuanto más sueños recibamos, más tocaremos y disfrutaremos la escalera. El centro de todo sueño espiritual es Cristo como la escalera, Aquél que trae los cielos a la tierra y une la tierra con los cielos. Cuando sentimos en lo profundo de nosotros que hemos sido introducidos a los cielos y que hemos sido unidos con los cielos, que somos uno con ellos, y que ellos son uno con nosotros, experimentamos a Cristo. No debemos intentar vencer el pecado ni las debilidades. La experiencia adecuada en vida consiste en recibir un sueño de Cristo como la escalera celestial, la cual ha estado apoyada en tierra y nos conduce a los cielos. No procure dominar el pecado ni vencer la debilidad de usted. Cuando usted toque esta escalera, estará en los cielos, los cielos serán suyos, y habrá mucho tráfico entre la tierra y el cielo, y entre el cielo y la tierra. Usted tendrá lo que necesita, y todas las cosas estarán debajo de sus pies. Esta es la experiencia de Cristo como la escalera celestial. No ore pidiendo que la escalera descienda a usted. Independientemente de si usted ora o no, siempre y cuando sea un escogido de Dios y su deseo corresponda a la intención de Dios, tarde o temprano será llevado a Bet-el, y allí recibirá un sueño. El propósito de este sueño es llevarnos a ver a Cristo como la escalera. Esta escalera celestial da como resultado Bet-el, la casa de Dios, la iglesia. Aquí, en 28:10-22, vemos al Cristo que produce la iglesia. Este es verdaderamente un sueño.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SESENTA Y NUEVE BAJO LA MANO DE DIOS (3) Génesis 28:10-22 constituye una porción muy crucial en la revelación de Dios. Si conocemos la Biblia, nos daremos cuenta de que esta porción contiene un cambio radical, un nuevo comienzo, en la revelación divina. En los primeros veintisiete capítulos de Génesis, no se usa la expresión la casa de Dios (Bet-el, en hebreo); sólo se revela en este capítulo. La casa de Dios no es simplemente un lugar, sino una entidad viva compuesta de un pueblo viviente. Dondequiera que está este pueblo, allí también está la casa de Dios. Por consiguiente, lo importante no es el lugar, sino el pueblo. Si el pueblo se traslada, entonces el lugar donde estaban deja de ser la casa de Dios. ¿Cómo puede un lugar ser llamado la casa de Dios? Sólo porque la casa verdadera y viva de Dios, una colectividad viviente de personas vivas, se encuentra allí. Génesis 1:26 dice que el hombre fue hecho a la imagen de Dios. Esto es maravilloso. El hombre es el hombre; no es Dios. No obstante, él tiene la imagen de Dios. En otras palabras, el hombre es semejante a Dios. Es correcto decir eso. Si alguien tiene su imagen, él ciertamente se parece a usted. Resulta muy significativo el hecho de que Dios hizo al hombre a Su propia imagen. En 2:7 vemos que el hombre hecho a la imagen de Dios fue formado del polvo. ¿Se da cuenta usted de que fue hecho de polvo? No hay ninguna excepción. No fuimos hechos de oro ni de diamantes ni de acero; todos fuimos hechos de polvo. ¿Es el polvo valioso? ¿Pondría usted un puñado de polvo en su bolsillo y lo guardaría allí? Nadie haría eso. Pero nosotros fuimos hechos de polvo. Romanos 9:21 revela que somos vasijas de barro. El polvo y el barro son casi lo mismo. Cuando se añade agua al polvo, éste se convierte en barro. En nuestra constitución material, no somos preciosos. En el capítulo veintiocho la terminología cambia y pasa de polvo a piedra. En este capítulo, la piedra llega a ser el reposo para el hombre de polvo (v. 11), pues la piedra ahora sostiene el polvo. Resulta bastante significativo que Jacob, un hombre de polvo, descansara sobre una piedra. Considere el cuadro del capítulo veintiocho. Allí vemos a un hombre cansado, solo, desilusionado, un hombre de polvo, sin ninguna seguridad en su futuro. El necesitaba descansar al anochecer, y “tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar” (v. 11). Se puede conocer la Biblia por medio de ella misma. Si leemos solamente Génesis 28, no sabremos lo que significa. Pero cuando leemos la Biblia entera con la luz celestial, vemos lo que significa la piedra de este capítulo. Cuando Pedro vino por primera vez al Señor, éste cambió su nombre y le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir: Pedro [una piedra])” (Jn. 1:42). Después de unos tres años de este primer encuentro con el Señor, Pedro contestó a una pregunta que le hizo el Señor, y dijo: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente” (Mt. 16:16). Entonces el Señor Jesús le dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). El Señor parecía decir: “Pedro ¿te acuerdas que la primera vez que viniste a Mí te di por nombre piedra? Este no era simplemente un nombre; debe ser un hecho. Pedro, tú eres una piedra. Edificaré Mi iglesia sobre esta roca”. Por consiguiente, Mateo 16:18 revela que la roca sirve para edificar la iglesia. ¿Qué es la iglesia? En 1 Timoteo 3:15 se afirma que la iglesia es la casa del Dios viviente. Finalmente, en la eternidad, la casa del Dios vivo será la Nueva Jerusalén. En Apocalipsis 21 vemos que la Nueva Jerusalén no es edificada con barro ni con polvo, sino con piedras preciosas. Apocalipsis 21:11 habla de la Nueva Jerusalén en estos términos: “Su resplandor era semejante al
de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. Esta no es una alegoría, sino la revelación divina. Debemos considerar la Biblia con una visión panorámica. En Génesis 1 y 2 vemos que el hombre fue hecho a la imagen de Dios, pero que fue hecho de polvo. La imagen de Dios lo expresa a El, pero el polvo sin duda alguna no corresponde a la expresión de Dios. Por consiguiente, se necesita la transformación. La transformación no es simplemente un cambio de forma, sino también un cambio de naturaleza, pues la palabra transformación denota un cambio metabólico. Debemos pasar por un cambio de naturaleza a fin de que nuestra naturaleza y apariencia dejen de ser las del polvo. En Génesis 2 el hombre es de polvo, pero en Apocalipsis 21, es una piedra preciosa. En la eternidad, no habrá necesidad de limpieza. Mientras estemos en esta tierra de polvo, debemos limpiarnos cada día. Pero en la Nueva Jerusalén no habrá necesidad de limpieza, porque allí no habrá polvo. Todo el polvo será transformado en piedras preciosas. En Génesis 2 vemos a un hombre de barro, y en Génesis 28 tenemos a un hombre de barro que descansa sobre una piedra. La Biblia ciertamente fue escrita por Dios. En ningún otro libro encontramos una porción semejante a Génesis 28:10-22. Esta porción es corta, pero crucial, profunda y llena de significado, e incluye toda la Biblia. En el versículo 11 vemos la piedra que Jacob usó de almohada. Como todos sabemos, una almohada se usa para descansar. En el versículo 18 la piedra puesta a su cabecera se convierte en una columna. Una almohada sirve para descansar, pero una columna se utiliza como apoyo de un edificio. En el templo que construyó Salomón, había dos columnas principales (1 R. 7:21). Gálatas 2:9 declara que Jacobo, Pedro y Juan eran columnas de la iglesia. Además, Apocalipsis 3:12 afirma que los vencedores serán columnas en el templo de Dios. En Génesis 28 vemos la piedra, la almohada y la columna. Pero esto no es todo. Finalmente, esta columna se convierte en Bet-el, la casa de Dios. Además, en esta porción corta de la Palabra, vemos una escalera apoyada en tierra, cuya parte superior llega a los cielos (v. 12). Le habría resultado imposible a cualquier hombre escribir este relato. ¿Cómo pudo Jacob recibir tal sueño? Según la historia humana, nadie ha tenido jamás un sueño semejante. No obstante, Jacob vio la escalera sobre la cual los ángeles de Dios ascendían y descendían. Esto indica que los ángeles ya esperaban el momento de ascender. Es posible que cuando Jacob vio la escalera en su sueño, los ángeles hayan ascendido inmediatamente a los cielos para dar la noticia de que Jacob había venido y había visto la escalera. Después de despertar de su sueño, Jacob se dio cuenta de que ese lugar no era solamente la casa de Dios, sino también la puerta de los cielos (v. 17). Aparte de todas estas cosas maravillosas, este capítulo contiene otro punto importante: nuestra supervivencia. Con frecuencia cuando predicamos el evangelio, los pecadores preguntan: “Si yo creo en Jesús, ¿se ocupará El de mis necesidades básicas?” Algunos santos hacen una pregunta similar: “Si amo al Señor y vivo por El, ¿cómo voy a sobrevivir? ¿No necesito ocuparme de este asunto?” Todos tenemos el problema de ocuparnos de nuestra supervivencia. Sin embargo, en este relato corto, vemos que Dios se encarga de nuestro sustento. Como veremos, lo relacionado con nuestra supervivencia es secundario. En el versículo 15 el Señor dijo a Jacob: “He aquí, Yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres”. Aquí el Señor parecía decir: “Jacob, estaré contigo y me encargaré de tu vivir. Te daré pan que comer y ropa que vestir”. Esto corresponde a lo dicho por el Señor en Mateo 6:33: “Buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Si buscamos el reino de Dios, ciertamente El se ocupará de nuestro sustento. Aunque Dios había prometido estar con Jacob y guardarlo, éste hizo un trato con El, diciendo: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios” (vs. 20-21). Observe la palabra “si” en el versículo 20. Sólo si Dios hacía todo esto por Jacob, éste lo tomaría como su Dios. Pero si Dios no hacía estas cosas, entonces no habría negocio. Jacob parecía decir: “Si Tú me das comida y vestido y te encargas de mi sustento, entonces te tomaré como mi Dios, esta columna será Tu casa, y te devolveré la décima parte de todo lo que me hayas dado”. Este era un convenio muy lucrativo para Jacob. Jacob decía: “Señor, Tú primero debes darme, y luego yo te daré. Si me das un dólar, te devolveré la décima parte”. Dios dice que si buscamos Su reino, El nos dará pan.
Pero nosotros le decimos que El debe darnos el pan primero, y luego nosotros buscaremos Su reino. No necesitamos negociar así con el Señor. Sea simplemente un pedazo de barro y permita que el Señor trabaje en usted, y El le añadirá todo lo que usted necesite. En Mateo 6:33 la palabra añadir implica que algo fundamental ya ha sido dado y que otras cosas son simplemente añadidas a nosotros. Veremos luego que Dios nos da la tierra, la semilla y la bendición. A todo eso El añade alimento, abrigo y las demás cosas que necesitamos para sobrevivir. Me agrada esta porción de la Palabra, pues abarca toda la Biblia, desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22. Esta es la razón por la cual digo que esta porción es tan crucial. Lo abarca todo desde el polvo hasta la piedra, desde la creación hasta la edificación de la casa de Dios. Incluye el pan, el vestido, la casa de Dios, la escalera y las cosas celestiales. En este pasaje, Jacob primero encontró descanso, y al final recibió la promesa de que no tendría ningún problema con la comida ni con el vestido. Todos deseamos descansar. El descanso siempre incluye satisfacción. Si no estamos satisfechos, no podremos estar en paz. Cuando llegamos al Señor, lo primero que recibimos es reposo. Como personas solitarias y desilusionadas que no saben adónde van, necesitamos descanso. Como personas aparentemente sin esperanza, sin futuro y que lo han perdido casi todo, anhelamos descansar. ¡Alabado sea el Señor por Su reposo! Este descanso se produce sobre la piedra, y esta piedra se encuentra en el mismo lugar donde se encuentra la casa de Dios. Allí está nuestro lugar de reposo.
d) Dios propició el primer encuentro En el versículo 13 vemos que Dios propició el primer encuentro con Jacob. Dios viene al encuentro de todos nosotros. Esto es fundamental. Jacob nació en una familia piadosa. Abraham, Isaac, Sara y Rebeca eran personas piadosas. Es bueno nacer en una familia tan piadosa, pero de todos modos necesitamos un encuentro directo y personal con Dios. En casa, todos pueden comer, pero usted mismo también necesita comer. No diga: “Oh mi abuelo era Abraham; mi abuela era Sara; y mis padres son Isaac y Rebeca”. ¿Y usted qué? En su familia todos comen, ¿pero come usted? En cuanto a Dios, Jacob había obtenido conocimiento, pero no había comido nada. El había nacido en una familia piadosa, pero antes de tener el sueño en Bet-el, él no se había relacionado directamente con Dios. Sin embargo, para su sorpresa, Dios le salió al encuentro por primera vez aquí en Bet-el. Jacob no deseaba encontrarse con Dios. Fue Dios quien lo esperó allí. Dios ya había bajado de los cielos y estaba allí en la tierra. La experiencia de la mujer samaritana en Juan 4 es semejante a la experiencia de Jacob en Génesis 28. El Señor Jesús, quien había bajado de los cielos, fue al pozo con el propósito de encontrarla. Para la mujer samaritana, el pozo de Jacob era Bet-el, y Jesús estaba allí como la escalera celestial. Si ella, como Jacob, hubiera tenido un sueño, habría visto a los ángeles ascender a los cielos para llevar la buena nueva de que ella se había encontrado con el Señor. Los ángeles quizá habrían dicho: “¡La pecadora samaritana, aquella que tuvo tantos maridos y que vive con un hombre que no es su marido, ha venido a Jesús!” La situación era idéntica cuando usted llegó al Señor. Jesús, la escalera celestial, lo estaba esperando a usted. El día en que usted fue salvo, recibió su primer sueño, y Dios le salió al encuentro por primera vez. ¡Cuán maravilloso es eso! Si usted analiza su experiencia, dirá: “¡Alabado sea el Señor! Ahora entiendo lo que me sucedió aquel día. Antes de que yo fuese salvo, la escalera celestial estaba apoyada en tierra, y Dios me estaba esperando allí”. Cuando Dios se encontró con Jacob por primera vez, le dijo: “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac” (v. 13). Esto implicaba que Dios iba a ser el Dios de Jacob. Todos hemos experimentado al Dios de Abraham y al Dios de Isaac. Puesto que el Dios de Abraham es el Dios de la justificación, y el Dios de Isaac es el Dios de la gracia, se entiende que hemos experimentado al Dios de la justificación y al Dios de la gracia. Hemos experimentado a ese Dios, pero debemos encontrar y experimentar al Dios de Jacob. Esto significa que Dios será para nosotros el Dios de la transformación, el Dios que lidia con nosotros. Sabemos que “el Dios de Abraham”
significa que somos justificados y sabemos que “el Dios de Isaac” denota que disfrutamos de la gracia de Dios. No obstante, debemos tener también un sueño en el cual el Dios de Jacob diga: “Seré tu Dios. Seré el Dios de uno que toma por el calcañar, el Dios de alguien que suplanta. Cuanto más suplantas, más puedo disciplinarte. Cuanto más tomes el calcañar de los demás, más te pondré en el horno. Yo seré para ti el Dios de Jacob”. Finalmente, la Biblia afirma que Dios es el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, y que este Dios no es Dios de muertos sino de vivos (Mt. 22:32). Mi Dios no es solamente el Dios de Abraham y el Dios de Isaac, sino también el Dios de Jacob, el Dios que me disciplina todo el día. Si nos quedamos solamente con el Dios de Abraham y con el Dios de Isaac, y nunca experimentamos al Dios de Jacob, no tendremos la transformación que necesitamos. ¿A cuál Dios ama usted, al Dios de Abraham, al Dios de Isaac o al Dios de Jacob? A nosotros nos gusta disfrutar, pero a ninguno de nosotros nos gusta la disciplina. Dios es el Dios Triuno, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Esté preparado; un día usted se encontrará con el Dios de Jacob. Por lo general a los hermanos y a las hermanas les agrada cantar acerca de la vida gloriosa de iglesia. No obstante, cuanto más permanecemos en la vida gloriosa de iglesia, más somos disciplinados. Casi todos nosotros podemos testificar que desde que llegamos a la vida gloriosa de iglesia, Dios nos ha puesto en circunstancias adversas. Antes de entrar en la iglesia, no teníamos muchos problemas. Pero después de entrar en la iglesia y de empezar a cantar acerca de la vida gloriosa de iglesia, las cosas empezaron a suceder gradualmente. Usted quizá haya dicho: “¿Qué está sucediendo? Tal vez me equivoqué”. No, usted no se equivocó. Todas estas cosas le han sucedido porque se encuentra en el camino correcto, en la senda de la transformación. Dios calibra nuestras circunstancias y todo lo que nos sucede. Por ejemplo, El puede permitir que usted tenga alguna enfermedad, pero esa enfermedad es medida y no lo matará. Lo mismo ocurrió con lo que Dios hizo con Job cuando le dijo a Satanás que no pasara de ciertos límites (Job 2:6). Esa era la obra de Dios. En los capítulos siguientes de Génesis, no vemos que Jacob haya disfrutado mucho; por el contrario, adondequiera que iba, Dios lo disciplinaba. Dios parecía decir: “Yo soy el Dios de Jacob, pero quiero ser el Dios de Israel. Cuando complete la obra de transformación, concluiré Mi obra disciplinaria para contigo”.
e) Recibió por primera vez la promesa de Dios Toda disciplina de Dios incluye una promesa. Toda disciplina por la cual pasamos viene acompañada de una promesa. Cuanto más seamos disciplinados, más promesas recibiremos. En Génesis 28:13-15 vemos la promesa que Dios hizo a Jacob. Según la experiencia de Jacob, la promesa de Dios no vino antes de Su quebrantamiento. La promesa no consiste en que primero recibiremos alimento y abrigo, sino en que recibamos la tierra y la semilla y en que seamos una bendición para todas las familias de la tierra. Aquí vemos tres cosas: la tierra, la semilla y la bendición. Según la revelación de la Biblia, la tierra es necesaria para el reino. Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a Su propia imagen y le dio dominio sobre la tierra. Por consiguiente, la tierra es necesaria para el dominio, el reino. La semilla se necesita para que exista la expresión, la extensión de la imagen. En Génesis 28:13-14 vemos dos cosas que encontramos en 1:26: la imagen y el señorío. Después llegamos a ser una bendición. Nuestra bendición es simplemente Cristo, pues El se convierte en la bendición que somos para los demás. Si examinamos nuestra experiencia, veremos que cuando pasamos por algún sufrimiento o alguna disciplina de parte de Dios, recibimos la tierra y sentimos que estamos en el reino. Además, sentimos que algo de Dios es expresado a través de nosotros y que brota de nosotros. Esta es la semilla. Aparte de eso, llegamos a ser una bendición para los demás, para nuestros vecinos, parientes, amigos y para todos los que nos rodean. La promesa de Dios no fue dada solamente a Jacob; en principio, nos fue dada también a nosotros. Cuando estamos bajo el toque de Dios, participamos de la tierra, la semilla y la bendición. Somos partícipes del territorio y la expresión de Dios y llegamos a ser una bendición para los demás.
Dios conoce nuestra necesidad. En el versículo 15 El dijo a Jacob: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. Aquí Dios prometió comida y vestido a Jacob y también que lo volvería en paz a la tierra de sus padres. Los religiosos no saben nada de la tierra ni de la semilla ni de la bendición. Muchas veces cuando damos un testimonio, decimos algo así: “Alabo al Señor porque Su presencia permanece en mí. Hace poco viajé a Chicago y la presencia de Dios me acompañó. En todos estos años, El me ha dado alimento, abrigo y todo lo que he necesitado”. Casi nunca he oído un testimonio en el cual alguien dijera: “Alabo al Señor, porque después de que me disciplinó, ensanchó mi territorio. Dios realmente me ha transformado. El está extendiendo Su expresión a través de mí. ¡Cuántas bendiciones han venido después!”
f) Su reacción (1) Llamó al lugar la casa de Dios Ahora llegamos a la reacción de Jacob. Primero, tan pronto despertó de su sueño, llamó ese lugar la casa de Dios (v. 17). ¿De dónde sacó Jacob el concepto de casa de Dios? Abraham no lo conocía. Como hemos dicho, esta expresión no figura antes de Génesis 28. Abraham, Isaac y Jacob vivían en tiendas. Entonces, ¿por qué no habló Jacob de la tienda de Dios en lugar de la casa de Dios? Ciertamente aquél no fue solamente un sueño, sino una revelación. En realidad Jacob no vio la casa de Dios, pero dijo que la vio: “Esto es casa de Dios”. Sin lugar a dudas, aquello procedió de la revelación divina. Dios ha revelado Su economía no solamente en palabras claras sino también en las vidas de algunos seres humanos. Jacob, un hombre que vivía completamente en el nivel humano, recibió un sueño. En ese sueño él vio algo, y después despertó y dijo: “Esta es la casa de Dios”. Indudablemente, el concepto de la casa de Dios vino de Dios mismo.
(2) Llamó al lugar la puerta del cielo Jacob también llamó al lugar donde se encontró con Dios puerta del cielo (v. 17). Lo que Jacob vio allí se relacionaba con los cielos. Era un lugar situado en la tierra, pero estaba unido con los cielos. Por consiguiente, lo llamó puerta del cielo. Cuando tenemos una visión espiritual, sentimos que estamos en la puerta del cielo. Estamos en la tierra, pero sentimos y experimentamos cosas de los cielos.
(3) Hizo de una piedra una almohada y una columna, y la ungió Dice en el versículo 18: “Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella”. Es muy curioso que Jacob haya tomado la piedra y la haya erigido como columna. Si yo hubiera estado en su lugar, no habría hecho eso con la piedra. ¿Qué significa esto? Ciertamente concuerda con toda la revelación bíblica. Lo que más se destaca aquí es que ungió la piedra con aceite. El hecho de que allí hubiese aceite fue soberano. ¿Dónde lo consiguió Jacob? ¿Acaso él, un fugitivo, lo traía consigo cuando salió de casa? No lo sé. En mi opinión, verter aceite sobre la piedra sólo habría causado un desparrame. No obstante, conforme a la Biblia, este acto es muy significativo. En la Biblia, la piedra, sin duda, representa al hombre transformado, o sea, barro transformado en piedra. En tipología, el aceite representa la tercera persona de Dios que llega al hombre. Cuando Dios llega a usted, lo hace como el Espíritu. Por consiguiente, la piedra que fue erigida como columna y que fue ungida con el aceite simboliza el hecho de que el hombre transformado es uno con el Dios Triuno. Ahora el Dios Triuno
no está solamente en los cielos, sino también sobre un hombre transformado y es uno con dicho hombre. Este hombre es la expresión de Dios sobre la tierra. Cuando usted mira la piedra, ve el aceite. Cuando contempla al hombre transformado sobre la tierra, ve la expresión de Dios. ¿Cómo supo Jacob que debía verter aceite sobre la piedra? Antes del capítulo veintiocho, no encontramos ningún caso de este tipo de acción. No obstante, Jacob hizo esto después de despertar de su sueño.
(4) Dio al lugar el nombre de “Bet-el” Después de derramar aceite sobre la columna, Jacob “llamó el nombre de aquel lugar Bet-el” (v. 19). ¿Por qué le dio a ese lugar Jacob el nombre de Bet-el, casa de Dios? Mientras él ungía la columna, se hallaba bajo la unción del Espíritu. Esta columna lo representaba a él, al Jacob transformado. No creo que en aquella ocasión Jacob hubiera comprendido lo que estaba haciendo. El no lo entendía tan claramente como lo entendemos nosotros ahora. En Juan 1:51 el Señor Jesús dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. El título “Hijo del Hombre” indica que Dios ya no es simplemente Dios sino que se hizo hombre. Esto revela que Dios ya no está solamente en los cielos sino que se ha convertido en un hombre que habita en la tierra. La escalera está apoyada en la tierra porque Dios se hizo hombre. Antes de encarnarse, El no podía ser llamado el Hijo del Hombre. Cuando el Señor Jesús dijo a Natanael que vería ascender y descender a los ángeles sobre el Hijo del Hombre, Natanael debe de haber entendido inmediatamente que éste era el cumplimiento del sueño de Jacob. El sueño de Jacob es una revelación de Cristo, pues Cristo, la escalera, es el centro de este sueño. Aquí con esta escalera celestial tenemos un cielo abierto, al hombre transformado, la unción sobre dicho hombre, y a la edificación de la casa de Dios con este hombre. La vida de iglesia hoy es el cumplimiento completo del sueño de Jacob porque la vida de iglesia es la puerta de los cielos, el lugar donde están la columna y la escalera, y el lugar en donde los ángeles ascienden a los cielos llevando las buenas nuevas y descienden a la tierra trayendo algo celestial. Bet-el está aquí en la vida de iglesia. Nosotros somos Bet-el hoy. En Génesis 28 tanto el lugar como la piedra se llamaron Bet-el. La piedra no solamente fue llamada Bet-el, sino que fue hecha Bet-el. ¿Por qué fue llamado el lugar Bet-el? Porque la piedra Bet-el estaba allí. Así es la vida de iglesia. Todos debemos ver este sueño maravilloso.
(5) El voto Cuando Dios hace una promesa, nosotros no tenemos que hacer un voto. De haber estado en lugar de Jacob, yo habría dicho simplemente: “Señor, gracias”. Pero en lugar de agradecer al Señor y de alabarlo, Jacob hizo un voto según el cual él tomaría a Dios como su Dios, haría de la columna de piedra la casa de Dios, y le daría a Dios la décima parte de todo lo que recibiera de El, siempre y cuando Dios estuviese con él, lo guardara y le diera comida y abrigo y lo volviera en paz a la casa de su padre (vs. 20-22). El voto de Jacob era condicional. El hecho de que estamos en la vida de iglesia también es condicional. Estamos contentos en la vida de iglesia, pero dentro de nosotros ponemos una condición y decimos: “Permaneceré en la vida de iglesia y formaré parte de la misma con la condición de que Dios me dé pan”. Quizá no lo expresemos con palabras, pero esa idea está en nosotros. Suponga que usted pierde su empleo y se queda cesante durante muchos meses. Aparte de eso, se enferma de gravedad. ¿Seguirá cantando acerca de la gloriosa vida de iglesia? No habrá vida de iglesia, y probablemente tampoco habrá columna. Su amor por el Señor y por la iglesia es condicional. Cuando Jacob prometió dar a Dios la décima parte de lo que recibiera, esto significaba que si Dios no le daba nada, él no le daría nada a Dios. Jacob parecía decir: “Hagamos un trato. Si Tú quieres algo de mí, primero debes darme algo. Si no me das nada, ¿qué podré darte?” ¿Creía Jacob en Dios? Sí. Si no hubiera creído en El, no habría hablado de la presencia de Dios con él. Si creía en Dios, ¿por qué, entonces, puso esta condición en su voto? Porque él era humano, así
como lo somos nosotros. Por una parte, creemos en Dios, pero por otra, ponemos condiciones. Casi nadie ama al Señor de manera incondicional. He oído a muchos hermanos y hermanas decir que se consagran incondicionalmente al Señor. Cuando yo escucho estos testimonios, pregunto: “¿Es usted verdaderamente incondicional para con el Señor?” Si el Espíritu Santo escribiera un relato de la experiencia de usted, probablemente sería igual al de Jacob. Indudablemente, mi historia es parecida a la suya. De todos modos, no necesitamos preocuparnos por nuestro vivir. Dios nos dará la tierra, la semilla y la bendición, y aparte de todo eso, se ocupará de nuestra subsistencia, nos proveerá de alimento, abrigo y todo lo que necesitemos. Si buscamos primeramente el reino de Dios, el Padre nos dará todo lo que necesitamos para nuestro sustento. Este es el sueño de Jacob.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA BAJO LA MANO DE DIOS (4) Al leer acerca de Jacob en el libro de Génesis, debemos recordar que la Biblia en su totalidad es la palabra de vida. La Biblia contiene enseñanzas, historias, profecías y tipologías, y la mayoría de ellas aparentemente no se relacionan con la vida. Puesto que toda la Biblia es la palabra de Dios como vida, no debemos considerar las historias que contiene como simples historias. Debemos acudir al Señor para que nos muestre la vida contenida en todos los relatos. La mayoría de los cristianos ha pensado que los relatos del libro de Génesis son simplemente historias, y no han hecho caso de la vida que hay en ellas. Cuando éramos jóvenes, a muchos de nosotros nos gustaba escuchar historias bíblicas. Indudablemente esas historias son las mejores. Que el Señor nos permita recibir la nutrición de la vida que hay en todas las historias de la Biblia. Hicimos notar que en cuanto a la experiencia de vida, Abraham, Isaac, Jacob y José no deben considerarse cuatro individuos separados. En la experiencia de vida, estas cuatro personas constituyen una unidad única y completa. En Abraham vemos el llamamiento de Dios, la justificación por la fe, y el vivir por fe en Dios y en comunión con El. Pero al experimentar a Dios, no sólo tenemos Su llamamiento, la justificación, la fe y la comunión, sino que también fuimos escogidos y predestinados. En Abraham, Isaac y Jacob vemos varios aspectos de la experiencia de vida. Unicamente vemos la experiencia completa de vida cuando juntamos a estas tres personas y a José. Vimos ya que Jacob necesita que José lo complete. El Nuevo Testamento revela claramente que fuimos predestinados para ser hijos de Dios (Ef. 1:5), hijos reales de Dios. Todos los hijos de Dios serán reyes. En el libro de Apocalipsis, vemos que los santos serán correyes de Cristo y regirán a las naciones en el reino (Ap. 2:26-27; 20:4, 6). No vemos el reinado ni en Abraham ni en Isaac. Inclusive cuando vemos a Jacob, no podemos ver el reinado. Pero está claramente revelado en José. En los últimos capítulos de Génesis, el mundo entero se encontraba bajo el dominio del faraón. No obstante, el faraón era simplemente una figura decorativa. El que verdaderamente gobernaba la tierra en aquel tiempo era José. Ya que José representaba a Jacob, el que verdaderamente reinaba sobre la tierra era Jacob. Este regía por medio de su hijo José, quien era el aspecto gobernante de la vida de Jacob. Por consiguiente, las experiencias de Abraham, Isaac, Jacob y José constituyen una experiencia completa de la vida. Experimentar a Dios empieza con la elección y llega a su consumación en el reinado. Génesis 1:26 revela que el propósito de Dios al crear al hombre era que éste lo expresara a El en Su imagen y lo representara en Su dominio. Aunque vemos algo de Dios en Abraham, no vemos en él
mucho de la imagen de Dios. Además, ni en Abraham ni en Isaac vemos el dominio de Dios. Ni siquiera en el mismo Jacob vemos el dominio de Dios, el cual se ve en José. En Jacob y José la imagen y el dominio de Dios son claramente revelados. Finalmente, Jacob fue llamado Israel, príncipe de Dios. Su nombre incluye el nombre de Dios. En el nombre transformado de Jacob, tenemos el nombre de Dios. Jacob fue verdaderamente transformado a la imagen de Dios; por esta razón, en su ser estaba la expresión de Dios. Jacob tenía la expresión, mientras que José tenía el dominio. Por consiguiente, como unidad única y completa, ellos expresaban a Dios y lo representaban. Para poder ver esto, debemos ser iluminados espiritualmente. Debemos orar diciendo: “Señor, abre nuestros ojos. No queremos leer solamente las historias bíblicas para obtener conocimiento. Queremos ver la luz de vida en estas historias y ser nutridos por la vida que con tienen”. En Abraham no vemos que Dios lo discipline mucho. Tampoco vemos que Dios haga tal cosa en Isaac, pues Dios jamás los afligió. A Isaac sencillamente le agradaba comer. A nuestro parecer, ninguno de nosotros estaría de acuerdo con eso, y diría: “Dios, ¿por qué me disciplinas constantemente? ¿Por qué no disciplinaste a Isaac? Isaac hasta vendió Tu bendición por carne guisada”. En Génesis 27:3 y 4 Isaac dijo a Esaú: “Sal al campo y traeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera”. Si un hermano hiciera eso ahora, nosotros diríamos: “Hermano, no deberías hacer tal cosa. Eso es demasiado carnal y mundano”. No obstante, Isaac no fue reprendido por hacer eso. De hecho, aunque Isaac bendijo ciegamente y de manera incorrecta, Dios honró su bendición. Esto indica claramente que Isaac no representa la vida que Dios ha tocado. Es la vida de Jacob la que representa la disciplina de Dios. Dios no dejó en paz a Jacob, sino que mantuvo Su mano sobre él. En el capítulo veintinueve Jacob, después de llegar a la casa de Labán, fue puesto en la cámara de transformación. Ya vimos que Isaac, Rebeca y Esaú colaboraron para que Jacob se viera obligado a escapar de su casa. Isaac era una persona simple, se llevaba bien con todos, y no se inclinaba a ejercitar su discernimiento. Esta era su manera de ser y su carácter. No obstante, Rebeca era inteligente, ingeniosa y manipuladora. Como esposa y madre fuerte, ella manipulaba a toda la familia. Esaú, el hermano, no era muy sagaz, pero sí era físicamente fuerte y parecía decir: “Jacob, no sé utilizar mi mente como lo haces tú, pero sí sé usar mis puños. Tú quizá seas astuto, pero yo un día te mataré”. Estas tres personas trabajaron como equipo para forzar a Jacob a abandonar a su madre amorosa y la casa de su padre. Sabemos que Jacob sufrió durante su viaje por el hecho de que cuando vio a su prima Raquel “alzó su voz y lloró” (29:11). Jacob había estado muy solo. Todo lo que había experimentado antes de llegar a la casa de Labán lo conducía a la cámara de transformación. En el capítulo veintinueve Jacob entró en dicha cámara.
5) La soberanía de Dios condujo a Jacob a encontrar a Raquel y a Labán Dios, en Su soberanía, condujo providencialmente a Jacob a reunirse con Raquel y Labán (29:1-14) Jacob llegó a cierto lugar después de recorrer una gran distancia, y supuso que éste era el lugar en donde vivía su tío Labán. La Biblia no declara que Jacob buscara a tientas el lugar indicado, yendo de un lado a otro; al contrario, dice que llegó a un solo lugar, e inmediatamente supo que ése era el lugar en donde vivía Labán. Después de conversar brevemente con algunas personas en el pozo, Jacob encontró a Raquel, la hija de su tío Labán. El hecho de que Raquel viniese y no Lea fue algo soberano. Sabemos que aquello fue dispuesto soberanamente por el Señor porque en Génesis 28:15 Dios hizo una promesa a Jacob: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. Dios fue fiel y guardó Su palabra, pues guió los pasos de Jacob y lo llevó a donde moraba Labán. Entonces Dios propició el encuentro de Raquel con Jacob en el pozo. En Génesis 24:13-32 Rebeca y Labán fueron hallados por el siervo de Isaac. Aquí Raquel y Labán son hallados por el propio Jacob. En esto vemos la soberanía de Dios.
Todos nosotros somos los escogidos de Dios. Si usted cree que fue escogido por Dios, entonces debe creer que todo lo que le sucede proviene de El. Todo lo que nos sucedió en el pasado y lo que nos ocurre ahora proviene de Dios. Nunca esté inconforme con las circunstancias en las cuales se encuentra. Como escogido de Dios, su destino está en la mano de Dios y bajo Su dirección. El hecho de que usted haya entrado en la vida de iglesia no ocurrió al azar; fue obra de la mano de Dios, quien lo escogió a usted. No estamos solamente bajo el pulgar de Dios, sino en Su mano. Cuando usted va a trabajar en algo, lo sostiene en su mano. No tenga temor de estar bajo el pulgar de Dios, pues ésta es una señal de que está en Su mano. Diga simplemente: “¡Alabado sea el Señor! Estoy bajo Su pulgar y en Su mano” nosotros los Jacob de hoy estamos en la mano de Dios.
6) El engaño de Labán en el matrimonio de sus dos hijas con Jacob Cuando Jacob le dijo a Raquel que él era pariente de su padre e hijo de Rebeca, ella corrió y lo dijo a su padre (29:12). En Génesis 29:13 y 14 Labán “corrió a recibirlo, y lo abrazó, lo besó, y lo trajo a su casa”. Entonces Labán dijo a Jacob: “Ciertamente hueso mío y carne mía eres” (29:14). Labán era muy diplomático. Después de un mes de la estancia de Jacob, Labán, pensando que Jacob podría serle útil, le dijo: “¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu salario” (29:15). Labán se preguntaba cómo apresar, retener y usar a Jacob. Nadie en el libro de Génesis es más astuto que Labán. Ni siquiera Jacob pudo superarlo. Jacob era astuto, pero Dios era más inteligente y parecía decir: “Jacob, tú eres astuto, pero Yo te prepararé alguien que sea aún más sagaz que tú”. Labán no nació por accidente; nació según lo dispuso Dios para la transformación de Jacob. Antes de una operación quirúrgica, se preparan muchos instrumentos. Del mismo modo, Labán, que era como un cuchillo curvo, fue preparado para Jacob. Labán parecía decir a Jacob: “No debes servirme en balde. Dime qué salario deseas”. Jacob amaba a Raquel; así que fue franco con Labán, y le dijo: “Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor” (29:18). El amor ciega y enloquece a la gente. Cuando leí la historia de Jacob, dije: “Jacob, qué insensato eres. No debías de haber dicho que trabajarías siete años por Raquel. Debes haber dicho que trabajarías siete meses”. ¿Cómo pudo alguien tan hábil como Jacob haber sido tan ingenuo? Porque él amaba a Raquel y quería obtenerla a cualquier costo. No obstante, Jacob fue bastante perspicaz, pues sabía que si proponía servir durante poco tiempo, Labán no habría aceptado la oferta. Por consiguiente, por temor de perder a Raquel, Jacob ofreció trabajar para Labán durante siete años a fin de obtenerla como esposa. Trabajar durante tanto tiempo no es algo insignificante. Yo, en el lugar de Jacob, primero habría ofrecido trabajar durante siete meses y luego habría regateado con Labán hasta acordar cierto período. Labán era avaro, pues robó a su sobrino durante siete años. La Biblia no dice que después de los siete años Labán hubiese llamado a Jacob y le hubiese dicho que era tiempo de casarse con Raquel. No, fue Jacob quien dijo a Labán: “Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella” (29:21). Jacob parecía decir: “Labán, mis siete años se han cumplido. ¿Dónde está mi esposa? He trabajado para ti, y ahora debes darme mi salario”. Labán era bastante astuto. Después de reunir a todos los hombres de aquel lugar y de organizar un banquete, tomó a Lea su hija y la trajo a Jacob, “y él se llegó a ella” (29:22-23). El banquete se produjo durante el día, pero la boda ocurrió de noche. Aquella noche Labán engañó a Jacob, dándole a su hija mayor Lea, en lugar de Raquel. Cuando Jacob descubrió al día siguiente que Labán lo había engañado, le dijo: “¿Qué es esto que me has hecho? ¿No te he servido por Raquel? ¿Por qué, pues, me has engañado?” (29:25). A Jacob no le interesaba Lea, cuyos ojos eran apagados; él amaba a Raquel, quien era “de lindo semblante y de hermoso parecer” (29:17). Después de que Jacob presentó su queja a Labán, éste dijo: “No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes que la mayor. Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años” (29:26-27). Labán era verdaderamente un cuchillo torcido. No obstante, Jacob estuvo de acuerdo con este convenio, y fue inducido artificiosamente por Labán a trabajar un total de catorce años por Raquel,
la esposa que él deseaba. La mano soberana de Dios actuó en esa situación. Jacob amaba a Raquel, pero Dios en Su soberanía la mantuvo alejada de él. Jacob no laboró ni un solo día por Lea, pero ella le fue dada como don gratuito, como añadidura. Con eso vemos que Dios le dejará a usted obtener lo que desea, pero que usted deberá pagar el precio por ello. Su preferencia siempre costará mucho, pues aparte de dárselo, Dios le dará una añadidura. Dios parecía decir: “Jacob, ¿amas a Raquel? Te la daré, pero debes pagar el precio. Después de pagar un alto precio, te daré una añadidura. Esta añadidura concuerda con Mi voluntad”. Raquel fue esposa de Jacob de acuerdo con la elección y preferencia de éste, pero Lea fue su esposa conforme al concepto y la voluntad de Dios. Esto queda demostrado en 49:31, donde vemos que Jacob sepultó a Lea en la cueva de Macpela, la cueva maravillosa en la cual Abraham, Sara, Isaac, y Rebeca fueron sepultados. Observe que Lea fue sepultada allí, y no Raquel. Dios es constante. A Sus ojos hay una sola esposa para un solo marido. Dios no reconoció a Raquel como esposa de Jacob, porque ella fue escogida por Jacob. Lea fue la verdadera esposa de Jacob. Dios le dio a Jacob lo que éste deseaba, y le enseñó con ello muchas lecciones. De la misma manera, usted, un obrero del Señor, puede preferir a cierto hermano como su colaborador. Sin embargo, este colaborador es escogido por usted según su preferencia y no por Dios conforme a Su voluntad. Nuestro Dios es grande. Si usted desea obtener lo que usted prefiere, Dios puede decir: “Te dejaré tener lo que prefieres. Pero ésta es una buena oportunidad para disciplinarte, transformarte y enseñarte algunas lecciones. Finalmente te daré como verdadero colaborador aquel que Yo haya escogido y que a ti no te guste”. Dios dio a Lea a Jacob. ¿La amaba Jacob? Probablemente no. En Génesis 29:31 vemos que “Lea era menospreciada”. Primero fue menospreciada por Raquel, y luego por Jacob, que sin lugar a dudas estaba bajo la influencia de Raquel. Algunos enseñan que Dios jamás nos permite conseguir lo que nosotros deseamos. Esta enseñanza es incorrecta. Dios le permitirá tener lo que a usted le agrade, pero junto con ello, usted recibirá disciplina y transformación.
7) La competencia, la envidia y la pelea entre las esposas de Jacob acerca de tener hijos Las dos esposas de Jacob competían por tener hijos. Esta competencia puso a Jacob en el horno, y lo convirtió en una hormiga dentro de un horno caliente. Cuatro mujeres: las dos hijas de Labán y sus dos respectivas siervas, le hicieron la vida difícil a Jacob. Si él no hubiese tenido ninguna preferencia, habría tenido una sola esposa. Finalmente, debido a su preferencia, llegó a tener cuatro esposas. Según vimos, Raquel, la esposa que él prefería, no era su verdadera esposa; su verdadera esposa era Lea, la que a él no le agradaba. Por la rivalidad que existía entre Raquel y Lea, le fueron dadas a Jacob las dos siervas, Bilha y Zilpa, para que fuesen sus esposas (30:4, 9). Estas cuatro mujeres fueron un equipo que jugaba en contra de Jacob. Cuando comparamos a Jacob con Isaac, vemos que Isaac era una persona simple. El no tuvo ninguna preferencia, sino que aceptaba a todos y todo lo que llegaba a él. Por consiguiente, le fue dada la mejor esposa, Rebeca. En el caso de Isaac, no hubo complicaciones. Pero vemos muchas complicaciones en el caso de Jacob porque él tenía su preferencia. Sin embargo, el hecho de que Jacob tuviera su gusto, también era parte de la obra soberana de Dios. No se menosprecie a sí mismo, diciendo: “Me aborrezco. ¿Por qué no nací siendo una persona simple?” Por el contrario, usted debe alabar a Dios por no ser simple, y decir: “Oh Señor, gracias por no haberme creado como persona sencilla. Alabado seas, Señor, porque soy tan complicado”. ¿Ha agradecido y alabado a Dios usted de esta manera? No diga: “Oh lamento los errores que cometí en el pasado”. Hasta sus errores están bajo la soberanía de Dios. Si muchos de nosotros no hubiéramos cometido ningún error, es probable que no estaríamos en la vida de iglesia hoy. ¡Alabado sea al Señor porque nuestros errores nos han introducido en la vida de iglesia! ¡Alabado sea Dios por Su soberanía!
Me río cada vez que leo cómo engañó Labán a Jacob. En toda la historia humana, es probable que no haya habido otro caso en que un suegro haya engañado así a su yerno. Solamente en la Biblia leemos tal cosa. Durante la noche, Jacob estaba en un sueño pensando que había obtenido a su elegida, pero cuando amaneció, vio que le habían dado la que a él no le gustaba. Aquí vemos la soberanía de Dios. Luego, aparte de Lea y Raquel, le dieron a Jacob otras dos esposas. Jacob ciertamente no deseaba tener cuatro esposas. Como todos los hermanos casados pueden testificar, una sola esposa es suficiente. No obstante, Jacob ya no tenía alternativa. Le dieron cuatro esposas y no pudo hacer nada al respecto. El estaba rodeado por ellas y ya no tenía libertad de hacer lo que quería. Un día Rubén, el primogénito de Jacob, encontró algunas mandrágoras en el campo y las dio a su madre Lea (30:14). Según el Cantar de los Cantares 7:13, las mandrágoras tipifican el fruto del amor. Cuando Raquel quiso las mandrágoras, Lea dijo: “¿Es poco que hayas tomado mi marido, sino que también te has de llevar las mandrágoras de mi hijo?” (30:15), a lo cual Raquel respondió que Lea podía tener a Jacob esa noche a cambio de las mandrágoras de Rubén. Cuando Jacob volvía del campo esa tarde, Lea fue a su encuentro, y le dijo: “Llégate a mí, porque a la verdad te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo” (30:16). Jacob había perdido su libertad. El era como un balón de baloncesto que pasa de una persona a otra. Jacob estaba en una situación tan difícil porque sus esposas estaban compitiendo entre ellas por engendrar hijos. Al leer la historia de Jacob, debemos adorar a Dios por Su soberanía, Su justicia, y por tener un propósito en todo. Jacob amaba a Raquel, y no a Lea. Pero la menospreciada Lea le dio cuatro hijos (29:31-35), mientras que la amada Raquel era estéril (30:1-2). En Génesis 29:31 dice: “Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril”. Aunque Lea era menospreciada, halló favor a los ojos de Dios. Cuando Lea dio a luz a Rubén, su primogénito, cuyo nombre significa “he aquí un hijo”, ella dijo: “Ha mirado Jehová mi aflicción” (29:32). El segundo hijo de Lea se llamó Simeón, nombre que significa “escuchar”. Después de dar a luz a Simeón, ella dijo: “Por cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada, me ha dado también éste” (29:33). El tercer hijo de Lea se llamó Leví, que significa “unido”. Cuando Leví nació, Lea exclamó: “Ahora esta vez se unirá mi marido conmigo, porque le he dado a luz tres hijos” (29:34). En Génesis 29:35 vemos que Lea concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: “Esta vez alabaré a Jehová; por esto llamó su nombre Judá; y dejó de dar a luz”. El nombre Judá significa “alabanza”. Después de engendrar estos cuatro hijos, lo único que pudo hacer Lea fue alabar al Señor. Cuando Raquel vio que no había engendrado ningún hijo a Jacob, tuvo envidia de su hermana y le dijo a Jacob: “Dame hijos, o si no, me muero” (30:1). Cuando Jacob oyó esto, se enojó, y dijo: “¿Soy yo acaso Dios, que te impidió el fruto de tu vientre?” (30:2). ¿Piensa usted que Jacob se deleitaba mucho en esta situación? No, él era continuamente turbado. Entonces Raquel dio a Jacob su sierva Bilha como esposa (30:3-4). Dios intervino soberanamente también en este asunto. Bilha dio a luz a dos hijos: Dan, que significa “juzgar”, y Neftalí, que significa “Mi lucha” (30:5-8). Cuando nació Dan, Raquel declaró: “Me juzgó Dios, y también oyó mi voz, y me dio un hijo” (30:6). Sólo Dios sabe si vindicó a Raquel o no, pero Raquel estaba convencida de que Dios la había vindicado. Cuando Bilha dio a luz a Neftalí, Raquel dijo: “Con luchas de Dios he contendido con mi hermana, y he vencido” (30:8). Esto no significa que Raquel haya peleado con Lea, sino que ella acudió a Dios muchas veces, y le dijo: “Oh Dios, debes juzgar y vindicarme. Tú le has dado cuatro hijos a mi hermana Lea, pero no me has dado ninguno a mí”. Ella peleó de esta manera con “luchas de Dios”. En otras palabras, ella había luchado en la presencia de Dios, y después del nacimiento de Neftalí, pensaba que había prevalecido y había ganado la batalla. No obstante, Dan y Neftalí no fueron engendrados por ella, sino por su sierva. Cuando Lea vio que la sierva de Raquel había dado a luz dos hijos, ella parecía decir: “Si Raquel puede dar su sierva a Jacob, ¿por qué no habría yo de hacer lo mismo? Haré lo mismo”. Lea dio entonces su sierva Zilpa como esposa a Jacob y ella engendró dos hijos: Gad y Aser (30:9-13). Gad significa “afortunado” y Aser significa “dichoso”. Cuando Gad nació, Lea dijo: “afortunado” (30:11), y cuando nació Aser, dijo: “Para dicha mía, porque las mujeres me dirán dichosa” (30:13).
En realidad, Lea era la afortunada porque le había dado a Jacob cuatro hijos por sí misma y dos más por medio de su sierva. Ella se sentía feliz y pensaba que todas las mujeres le dirían dichosa. En hebreo, las palabras dichoso y bendecido provienen de la misma raíz. Por tanto, una persona dichosa es una persona bendecida, y una persona bendecida es una persona dichosa. Esta era la idea que tenía Lea. Dios le dio a Lea otros dos hijos: Isacar y Zabulón (30:17-20). El nombre Isacar significa “alquilar”. Cuando él nació, Lea dijo: “Dios me ha dado mi recompensa, por cuanto di mi sierva a mi marido” (30:18). Lea debe de haber pensado que Isacar había nacido porque ella había alquilado a Jacob al darle a Raquel las mandrágoras de Rubén. Esto denota nuevamente la competencia que existía entre estas mujeres. Cuando Zabulón nació, Lea dijo: “Dios me ha dado una buena dote; ahora morará conmigo mi marido, porque le he dado a luz seis hijos” (30:20). Lea parecía decir: “No quiero que Jacob me deje. Quiero que se quede conmigo”. En este relato, vemos claramente la competencia entre las esposas de Jacob. Para entonces Raquel no había engendrado hijos. Consideremos la cronología. Jacob se fue a casa de Labán por el año 1760 a. de C. y se casó por el año 1753 a. de C. Ocho años más tarde nació José. Bajo la mano soberana de Dios, Raquel era estéril, y sólo engendró un hijo después de que transcurrieron ocho años. Entonces Dios le dio un hijo, a quien ella llamó José, diciendo: “Añádame Jehová otro hijo” (30:24). El significado del nombre José es “añadir” e indica que Raquel deseaba que Dios le diera otro hijo. Su deseo se cumplió seis años después con el nacimiento de Benjamín (35:16-20). Dar a luz a Benjamín fue algo muy difícil para Raquel, al punto que le costó la vida. Raquel dio a luz a Benjamín mientras moría, y llamó su nombre Benoni; más su padre lo llamó Benjamín (35:18). Benoni significa “hijo de mi tristeza”. Es muy significativo el hecho de que Jacob haya cambiado el nombre del hijo por Benjamín, que significa “hijo de la mano derecha”. En la Biblia Benjamín tipifica a Cristo. Primero, Cristo era Benoni, el Hijo de la aflicción (Is. 53:3), pero luego llegó a ser Benjamín, el Hijo de la diestra de Dios (Mt. 26:64). Raquel dio a luz dos hijos, pero falleció en el segundo alumbramiento. Esto significa que Jacob obtuvo su último hijo a costa de su esposa amada. Estas experiencias fueron como cuchillos que lo despedazaron. Jacob amaba a Raquel, pero ella era estéril. Después de dar a luz a José, ella esperaba tener un segundo hijo. Este deseo se cumplió a costa de su vida. Jacob amaba a José y a Benjamín. Ellos eran los dos hijos que él prefería entre los doce. Aunque Jacob obtuvo estos dos hijos, Dios no le permitió conservar a Raquel, su esposa amada, y a los dos hijos favoritos al mismo tiempo. En los capítulos siguientes, veremos cómo sufrió Jacob por José y por Benjamín. En todo ello, Jacob estuvo continuamente bajo la mano soberana y transformadora de Dios. La lectura de estos capítulos y la vida que contienen es algo muy significativo y útil para nosotros. Estos capítulos parecen bastante largos, pero contienen mucho alimento para nosotros. Cuanto más consideramos la historia de Jacob, más nos damos cuenta de que nuestra historia es semejante a la suya. A los ojos de Dios, el relato de Jacob es la historia de todos nosotros, pues somos el Jacob de hoy y estamos bajo la mano de Dios porque El está cumpliendo Su obra transformadora en nosotros. Le damos gracias a Dios por Su mano y por Su obra transformadora. Estamos siempre bajo Su mano transformadora en toda situación y circunstancia en que nos encontremos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA Y UNO BAJO LA MANO DE DIOS (5) La historia de Jacob que aparece en Génesis 30 y 31 es muy interesante. Basándonos en los dos principios de que la Biblia no desperdicia ninguna palabra y toda la Biblia es la Palabra de vida, debemos acudir al Señor para poder ver la vida contenida en este relato. He dedicado mucho tiempo a este pasaje de la Palabra. Hace muchos años, tomaba este relato como una simple historia. Pero después de llegar a comprender que todo lo que contiene la Biblia es la Palabra de vida, empecé a buscar la vida contenida en esta sección de la Palabra. Después de ser iluminado, vi que este relato está lleno de vida. Los puntos principales contenidos en Génesis 30:25-43 y 31:1-16, 38-42 pueden ser clasificados bajo los tres títulos siguientes: la opresión de Labán, el engaño de Jacob y la bendición de Dios. En este relato, las tres personas más prominentes son Labán, Jacob y Dios. Dos de estos personajes son visibles y uno invisible. Labán, la primera persona, presionó a Jacob, mientras que Jacob, el segundo personaje, engañó a Labán. No obstante, ninguno de los dos pudo tomar una decisión final. Esto fue efectuado por el tercer personaje, la persona invisible, Dios mismo. Por mucho que Labán oprimiera a Jacob, de todos modos perdería, y aunque Jacob engañó mucho a Labán, no fueron esos engaños los que lo enriquecieron. Ni Labán ni Jacob tuvieron la última palabra; la tuvo Dios, el Señor de todo. Si queremos ver la vida que hay en esta sección de la Palabra y recibir el suministro de vida que contiene, debemos prestar atención a estos tres personajes. Si los vemos, valoraremos esta sección de la Palabra. Ya dijimos que Abraham representa una vida justificada por Dios y en comunión con El, y que Isaac representa la vida que disfruta la gracia de Dios. En Jacob vemos el tercer aspecto de la vida espiritual: la transformación. Jacob, un hombre que estuvo bajo la mano transformadora de Dios, representa la vida de transformación. La presión que ejerció Labán sobre Jacob provenía de la soberanía de Dios. Jacob necesitaba la mano opresora de Labán, y Dios usó dicha mano para transformarlo. Al leer el relato de la vida de Jacob, no considere que es algo dirigido a los demás. Léalo para usted mismo, porque usted es el único Jacob. Aun las hermanas son Jacob. Muchas hermanas tienen maridos como Labán, pero ellas, las esposas artificiosas, son como Jacob. Por ser tan artificiosas, recibieron de Dios maridos como Labán para presionarlas. No obstante, también podemos decir que muchos maridos como Jacob se han casado con esposas como Labán. Casi todos los maridos son engañosos. El hermano casado aparenta ser un caballero, pero en realidad es un astuto Jacob. Todos los maridos son sagaces en el trato con sus esposas. Pero por muy engañosos que seamos, Dios sigue ejerciendo Su soberanía. El relato de Jacob es nuestra biografía y nuestra autobiografía. Lo narrado en la Biblia es nuestra biografía, y lo que sucede en nuestro diario vivir es nuestra autobiografía. Estamos escribiendo nuestra autobiografía día tras día. En nuestra relación con los demás, somos artificiosos; cuando sufrimos por obra de los demás, somos oprimidos. Jacob fue escogido para ser la expresión de Dios. ¿Cómo podría un suplantador llegar a ser la expresión de Dios? No habría sido por una corrección externa, sino solamente por el proceso de transformación. ¿Cómo se puede llevar a cabo la transformación? Sólo al estar puestos, por el arreglo soberano de Dios, en ciertas circunstancias y bajo la mano de ciertas personas. El tiene la soberanía para disponer nuestro entorno. Quisiera decirles a los hermanos y hermanas que se van a
casar pronto: Hermanos, no se imaginen que ustedes están a punto de casarse con una buena hermana. No, ustedes se van a casar con un Labán opresor. Hermanas, estén preparadas. Ustedes no se van a casar con un gigante espiritual sino con un astuto Jacob. Dios rige soberanamente en este asunto. Dios nos escogió, pero nosotros somos suplantadores, personas que toman por el calcañar y que necesitan ser transformadas, sea que nos guste o no. He oído a muchas personas entre nosotros decir: “Señor Jesús, te amo”. ¿Sabe usted lo que significa decirle eso al Señor? Significa que usted acepta lo que El está haciendo con usted. Cuando usted dice: “Señor Jesús, te amo”, en realidad usted está diciendo: “Señor Jesús, soy uno contigo y estoy dispuesto a que me toques”. Es probable que usted no se haya dado cuenta de lo que implica decir: “Señor Jesús, te amo”. Supongamos que una mujer joven le dice a un joven que ella lo ama. Esto tiene muchas repercusiones y no debe decirse a la ligera. Al pronunciar estas sencillas palabras, ella se entrega a él. Del mismo modo, cuando decimos: “Señor Jesús, te amo”, somos cautivados por El y nos lanzamos al proceso de transformación. Muchos de nosotros podemos testificar que no teníamos problemas antes de empezar a amar al Señor. Pero desde que empezamos a decir: “Señor Jesús, te amo”, hemos afrontado problema tras problema. No obstante, estos problemas no nos matan. A veces podemos estar sumergidos en tantos problemas que deseemos morir. Pero en ese momento, el Señor dirá: “Quizá quieras morir, pero Yo no te dejará morir. Te haré vivir para que seas transformado. No te predestiné para que murieras, sino para que fueses conformado a la imagen del Hijo primogénito de Dios”. Si examinamos esta porción de la Palabra con esta luz, nos daremos cuenta de lo llena de vida que está.
8) La opresión de Labán Consideremos ahora la opresión de Labán (30:25-43; 41:1-16, 38-42). En el capítulo veintinueve, Labán recibió a Jacob y le dio hospedaje (29:14). Más adelante, Labán quizá haya descubierto que Jacob era bastante inteligente y que le podía ser de gran provecho. Afectando amabilidad, Labán le dijo a Jacob: “¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu salario” (29:15). Labán parecía decir: “Jacob, no es justo que te quedes conmigo sin recibir salario. Dime qué paga quieres”. Es posible que Labán se haya dado cuenta de que Jacob se había enamorado de su hija Raquel, y que haya pensado: “Jacob, no te daré a mi hija por un bajo precio. Tú la amas, y yo te la daré, pero debes pagar el precio”. Labán fue sabio y conocía el corazón de Jacob, pero no se lo dijo. Cuando Labán le preguntó qué iba a cobrar, Jacob contestó: “Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor” (29:18). Ya hemos hecho notar que el amor ciega a la gente y la vuelve insensata. El amor que Jacob sentía por Raquel lo hizo insensato, y ésta fue la razón por la cual él mismo se comprometió a trabajar siete años para conseguirla. Yo, en el lugar de Jacob, no habría trabajado más de doce meses. Labán quedó satisfecho con la oferta de Jacob. No obstante, cuando transcurrieron estos siete años, Labán no hizo nada para propiciar el matrimonio de Jacob con Raquel. Esto significa que él no tenía ningún interés en ello. Por lo tanto, Jacob se vio obligado a decirle: “Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella” (29:21). Sin embargo, Labán le trajo a Lea en lugar de darle a Raquel. Cuando Jacob se dio cuenta, Labán se justificó diciendo que no se acostumbraba en ese país dar a la menor antes de la mayor (29:26). En cuanto a Raquel, Labán dijo: “Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años” (29:27). Aquí vemos la presión de Labán. Si usted recuerda su pasado, verá que también ha sido presionado, quizá por su cónyuge. Labán era hábil y astuto, y Jacob no lo pudo vencer. Jacob dijo en dos ocasiones que Labán le había cambiado diez veces el salario (31:7, 41). Jacob se quejó ante Labán, diciendo: “Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces” (31:41). Además Jacob le dijo: “Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías” (31:42). Jacob parecía decir: “Labán, no sólo he trabajado catorce años por tus hijas, y seis
años por tu ganado, sino que ni siquiera estás dispuesto a darme mis esposas ni mis hijos ni mis rebaños. Has intentado retenerlo todo”. ¡Cuánto debió de haber sufrido Jacob bajo la mano opresora de Labán! Labán oprimió a Jacob de muchas maneras. Lo obligó a trabajar para él catorce años por sus dos hijas y luego lo hizo laborar seis años por su rebaño (31:41). Vimos que le cambió el salario a Jacob diez veces, probablemente reduciéndolo en cada ocasión. Cuanto más exigía Labán de Jacob, menos le pagaba. Labán también le cobraba a Jacob cualquier oveja arrebatada por las fieras o robada (31:39). ¡Cuán injusto era eso! No obstante, Labán pensaba que aquello era justo y parecía decir: “Cuida mis ovejas. Debes reemplazar cualquiera oveja que arrebaten las fieras o que sea hurtada”. ¿Podría usted trabajar bajo una mano tan opresora? No obstante, Jacob fue paciente y soportó la opresión de Labán durante veinte años. Es posible que de vez en cuando Labán lo haya amenazado diciendo: “Si no quieres trabajar para mí conforme a mis exigencias, entonces vete. Yo me quedaré con mis hijas, mis nietos y mis rebaños”. Jacob tenía temor de esta posibilidad. El se había engrandecido considerablemente, pero todavía le temía a Labán. Cuando escapó, tuvo temor de decirle a Labán que se iba, ante la posibilidad de que éste le quitara sus esposas, sus hijos y sus rebaños. Labán había nacido allí, pero Jacob era un extranjero. Un nativo puede fácilmente relacionarse con un extranjero. Labán posiblemente amenazó a Jacob con la retención de todas sus pertenencias. No obstante, Jacob soportó esta situación. Aparte de todo eso, Labán hizo que Jacob se consumiera por el calor en el día y por la helada en la noche (31:40). En esa difícil situación, Jacob pudo decir: “El sueño huía de mis ojos” (31:40). Mientras Jacob apacentaba el rebaño de Labán, se encontraba al aire libre, y no tenía donde dormir. No había sombra para guarecerse del calor durante del día ni tenía abrigo alguno que lo protegiera de las heladas de la noche. En esa región, la temperatura era caliente durante el día y fría en la noche. Mientras Jacob sufría calor y frío, el sueño huía por estar bajo la opresión de Labán. Finalmente, como destacamos antes, Labán intentó retener a las mujeres de Jacob, a sus hijos y sus rebaños (30:26; 31:14-15, 42). Ninguno de nosotros estaría dispuesto a trabajar para una persona como Labán, pero Jacob lo hizo durante veinte años. En ese lapso, él estuvo bajo la mano opresora de Labán. Si leemos este relato con esta luz, diremos: “Señor, cuánto te adoro. Desde el día en que empecé a amarte, las cosas me han sucedido de la misma manera y conforme al mismo principio”. Considere retrospectivamente los años que ha pasado en la vida de iglesia y recuerde las veces en que ha estado bajo presión. Así como la vida natural de Jacob necesitaba un Labán opresor, nuestra manera de ser natural también necesita presión. La mano aplastante de Labán no vino por azar, sino por la soberanía de Dios. Isaac, Rebeca y Esaú fueron usados por Dios para llevar a Jacob al horno de la transformación, y Labán fue el fuego que ardía en ese horno. Estas personas fueron usadas por Dios para transformar a Jacob. No se queje de su situación. En ocasiones, mientras me quejaba, vi repentinamente la luz, y era como si Dios me dijera: “¿Por qué te quejas? ¿Acaso no te das cuenta de que esto es lo que he dispuesto para ti? A tu esposa, tus hijos y todos tus hermanos de la iglesia Yo los he puesto ahí. Es una insensatez quejarte”. Su cónyuge y sus hijos son exactamente lo que necesita su manera de ser. Nosotros podemos equivocarnos, pero Dios jamás comete errores. Todo se encuentra en la mano del Señor, y no hay necesidad de quejarse. En lugar de quejarnos, debemos decir simplemente: “Gracias, Señor, por este buen Labán”.
9) Los ardides de Jacob A pesar de las presiones y amenazas que Jacob recibió por parte de Labán, seguía utilizando sus ardides (39:31-43). Un día Jacob le dijo a Labán que quería regresar a su país y le pidió que le diera sus esposas y sus hijos por los cuales había servido durante tantos años (30:25-26). Labán contestó: “Halle yo ahora gracia en tus ojos, y quédate; he experimentado que Jehová me ha bendecido por tu causa” (30:27). Labán aparentaba ser una persona amable, pero era astuto. La gente astuta siempre se presenta amable. Todo el que es amable con usted es astuto pero el que es osado con usted es honesto. Labán fue muy hábil en la manera de tratar a Jacob, pues le dijo que había descubierto que
al tenerlo consigo, había recibido la bendición del Señor. Cuando Labán le dijo a Jacob: “Señálame tu salario, y yo lo daré”, Jacob contestó: “Tú sabes cómo te he servido, y cómo ha estado tu ganado conmigo. Porque poco tenías antes de mi venida, y ha crecido en gran número, y Jehová te ha bendecido con mi llegada; y ahora, ¿cuándo trabajaré también por mi propia casa?” (30:28-30). Jacob parecía decir: “He trabajado aquí muchos años, y todavía no puedo proveer para las necesidades de mi propia casa. ¿Cuándo podré abastecer a mi propia familia?”. Labán, al darse cuenta de que la ida de Jacob quitaría la bendición de Dios sobre él, parecía decir: “Quédate conmigo, no me preocupa el salario que te tenga que pagar. Dime simplemente lo que quieres; mientras yo esté bajo la bendición de Dios, todo estará bien”. Ahora vemos que Jacob, quien había sido oprimido por Labán, tenía la oportunidad de robar los bienes de Labán y de enriquecerse. Cuando Labán le preguntó qué salario debía darle, Jacob le dijo: “No me des nada; si hicieres por mí esto, volveré a apacentar tus ovejas. Yo pasaré hoy por todo tu rebaño, poniendo aparte todas las ovejas manchadas y salpicadas de color, y todas las ovejas de color oscuro, y las manchadas y salpicadas de color entre las cabras; y esto será mi salario. Así responderá por mí mi honradez mañana, cuando vengas a reconocer mi salario; toda la que no fuere pintada ni manchada en las cabras, y de color oscuro entre mis ovejas, se me ha de tener como de hurto” (30:31-33). Jacob parecía decir: “Tío Labán, prométeme una sola cosa y me quedaré. Toma de tu rebaño todas las ovejas manchadas y salpicadas de color y todas las ovejas de color oscuro y deja a todas las blancas a mi cargo. De ahora en adelante, las ovejas manchadas, salpicadas de color y de color oscuro serán mías”. Labán pensó que ésta era una sugerencia excelente, pues él sabía que las ovejas blancas sólo podían producir ovejas blancas y que no podían reproducir ninguna oveja manchada, salpicada de color, u oscura. Por lo tanto, Labán apartó de sus ovejas todas las que no eran perfectamente blancas y las dio a sus hijos (30:34-35). El rebaño que le quedó a Jacob era totalmente blanco. Labán pensaba que una vez más, Jacob había caído en su trampa, “y puso tres días de camino entre sí y Jacob; y Jacob apacentaba las otras ovejas de Labán” (30:36). Como veremos, esto le dio a Jacob la oportunidad de engañar a Labán. En este engaño Jacob tomó “varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo así lo blanco de las varas” (30:37). Entonces Jacob tomó las varas que había descortezado y las ponía delante del ganado en los canales de los abrevaderos del agua donde venían a beber las ovejas, “las cuales procreaban cuando venían a beber” (30:38). En Génesis 30:39 vemos que “concebían las ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos colores”. Entonces Jacob separó sus ovejas de las de Labán. Además, cuando las ovejas más fuertes estaban en celo, “Jacob ponía las varas delante de las ovejas en los abrevaderos, para que concibiesen a la vista de las varas. Pero cuando venían las ovejas más débiles, no las ponía; así eran las más débiles para Labán, y las más fuertes para Jacob” (30:41-42). En consecuencia, las ovejas manchadas, salpicadas de color y oscuras eran más fuertes, y el ganado blanco era más débil. No creo que el plan de Jacob haya producido los resultados; fue simplemente fruto de la astucia de su mente. No obstante, sea que el truco haya funcionado o no, los resultados se vieron, y Jacob pensó que su plan había tenido éxito. Cuando Jacob vio que el semblante de Labán no era para con él como había sido antes, el Señor le dijo: “Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (31:2-3). Según 31:45, “envió, pues, Jacob, y llamó a Raquel y a Lea al campo donde estaban sus ovejas”, y les dijo que el semblante de su padre había cambiado para con él. Después de esto, él contó un sueño que tuvo cuando las ovejas estaban en celo. En este sueño, él veía que “los machos que cubrían a las hembras eran listados, pintados y abigarrados”, y él oyó al ángel de Dios decir: “Alza tus ojos, y verás que todos los machos que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho” (31:10-12). Cuando leí este sueño anteriormente, dudaba que fuese cierto. Pensaba que Jacob estaba mintiendo porque no quería divulgar su engaño a sus esposas. Finalmente, descubrí que el sueño no era una mentira, pues al contarlo, Jacob dijo que el ángel de Dios había dicho: “Soy el Dios de Bet-el, donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto” (31:13). Estas palabras no podían ser falsas; por tanto, el sueño debe de haber sido auténtico.
Mientras Jacob engañaba a Labán con sus varas descortezada, Dios le habló en un sueño, en el que le dijo que mirara los machos que cubrían a las hembras y que estos machos eran listados, pintados y abigarrados. De esta manera, Dios le indicó a Jacob que El no adquirió estas ovejas por su engaño sino por la soberanía de Dios. Es el mismo principio que operó en la primogenitura que Jacob obtuvo. Aunque Jacob hacía todo lo posible por obtenerla, en realidad le fue dada. Aparentemente, Jacob consiguió la primogenitura con sus artimañas, pero en realidad, le fue dada por la soberanía de Dios. Igualmente parecía que Jacob había obtenido las riquezas de las ovejas con su engaño; en realidad, estas riquezas venían por la soberanía de Dios. Surge una dificultad en esta sección de la Palabra. En el capítulo treinta leemos que solamente las ovejas blancas se apareaban delante de las varas, pero en el sueño, vemos que eran los machos listados, pintados y abigarrados los que cubrían a las hembras, y no los machos blancos. ¿Cómo podemos reconciliar esto? De dos maneras. La primera consiste en decir que el sueño fue una mentira, con lo cual no estoy de acuerdo; y la segunda, en que esto es fruto de la soberanía de Dios. De acuerdo con esto, Dios transformó las ovejas blancas en ovejas listadas, pintadas y abigarradas de la misma manera en que tornó las maldiciones de Balaam en bendiciones (Nm. 23:11-12; 24:10). No obstante, por muchas explicaciones que demos a este caso, no creo que las ovejas listadas, pintadas y abigarradas fueran concebidas por el artilugio de Jacob sino por la soberanía de Dios. En el capítulo treinta y uno, el sueño de Jacob revela que el Dios soberano fue El que en realidad produjo estos resultados. Compare eso una vez más con el caso de la primogenitura que Jacob consiguió. Si Dios no hubiese obrado soberanamente en esa situación, y no le hubiera dado a Jacob la primogenitura, éste jamás la habría conseguido mediante sus tretas. Vemos el mismo principio aquí. Jacob no se enriqueció por sus engaños sino por la soberanía de Dios. Jacob había sido escogido por Dios y se encontraba bajo Su bendición. El no tenía necesidad de emplear sus estratagemas para enriquecerse, pues estaba bajo la bendición de Dios, y por esta razón, Dios le había concedido Su bendición. Aparentemente, Jacob obtuvo estas riquezas por el éxito de su ardid, pero en realidad, le fueron dadas por la soberanía de Dios, por la mano de bendición. Este mismo principio es válido en lo que a nosotros se refiere hoy. Nosotros también fuimos escogidos por Dios y nos hallamos bajo Su bendición. No necesitamos esforzarnos ni engañar para conseguir la bendición de Dios. Dios nos concederá la bendición que necesitamos. Con todo, después de ser salvos, todos hemos luchado y engañado para conseguir la bendición. En muchos casos parecía que la bendición ha venido por nuestros esfuerzos y ardides; pero en realidad, la bendición vino mediante la soberanía de Dios. Lo mismo sucede con todo lo pertinente a nosotros. No debemos pensar que toda bendición proviene del éxito de nuestros esfuerzos. Por el contrario, debemos ser conscientes de que toda bendición, sea espiritual o material, viene mediante la soberanía de Dios.
10) La bendición de Dios Ahora debemos considerar la bendición de Dios. Dios bendijo a Labán por causa de Jacob (30:27, 30). Dios preservó a Jacob, mediante Su bendición, de la opresión de Labán (31:7-12, 16, 42). Debemos postrarnos para adorar a Dios y aprender la lección de no preocuparnos por las presiones que los demás ejerzan sobre nosotros. Como pueblo escogido de Dios, nos encontramos bajo Su bendición. Aunque los demás ejerzan presión sobre nosotros, no debemos engañarlos. Cuanto más ardides usemos, más presión sufriremos. En todo caso, sea que engañemos o no, la bendición nos pertenece porque estamos destinados a recibirla. Jacob empezó a utilizar sus tretas desde que estaba en el vientre de su madre y sólo cesó cuando fue transformado. Sólo al llegar a los últimos capítulos de Génesis, nos damos cuenta de que Jacob dejó de valerse de su astucia. Después de ser transformado en príncipe de Dios, Jacob dejó de utilizar estratagemas. Del mismo modo, sólo después de que Dios haya obrado en nosotros y nos haya transformado, dejaremos de engañar. Como ya mencionamos, en este relato existen tres personajes principales: la parte opresora, la parte
artificiosa y la parte que bendice. Dios pudo haberle dicho a Labán: “Labán, usaré tu opresión como medio para transformar a Jacob, Mi escogido. No le puedes robar Mi bendición. Cuanto más lo oprimas, más lo bendeciré”. Además, Dios pudo haberle dicho a Jacob: “Jacob no te enriqueciste gracias a tus engaños, sino a Mi bendición soberana. Tú pusiste las ovejas blancas delante de las varas descortezadas, pero el sueño muestra que el resultado no vino de tus engaños. A Mis ojos, las ovejas blancas en realidad eran listadas, pintadas y abigarradas. Lo que te enriqueció fue Mi bendición soberana, no tus engaños. Todos debemos aprender a no temer a las circunstancias ni a las presiones, y a no engañar. Aunque usted siga engañando a los demás, un día su naturaleza artificiosa será quebrantada. Jacob era astuto, pero Dios siguió bendiciéndolo. En el sueño, Dios no lo reprendió, sino que lo consoló diciendo: “Yo he visto todo lo que Labán te ha hecho” (31:12). Dios vio los sufrimientos y la aflicción de Jacob a manos de Labán y parecía decir: “Yo soy el Dios de Bet-el, el Dios de tu padre. Yo te cuidaré”. Cuando leemos este relato, vemos que Dios no se preocupó por lo que hiciera Jacob; lo único que le interesaba era Su propósito. Todo lo que Dios hizo tenía como fin la edificación y la transformación de Jacob.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA Y DOS BAJO LA MANO DE DIOS (6) 11) La piedra sobre la cual se vertió aceite, y la casa de Dios El sueño de Jacob es el punto más crucial de todo el libro de Génesis (28:10-22). Ni siquiera Génesis 1:26 es tan crucial como el sueño de Jacob, descrito en el capítulo veintiocho. Uno de los aspectos más destacados de este sueño es la piedra. Después de un largo viaje, Jacob, cansado y solitario, tomó una piedra, hizo de ella su almohada, y durmió al aire libre. Tal vez haya sido la primera vez en la historia que un hombre usara una piedra como almohada. ¿Ha apoyado usted alguna vez su cabeza sobre una piedra? Yo nunca lo he hecho. Primero, Jacob puso esa piedra por cabecera; en segundo lugar, la erigió como columna (28:18). Una almohada sirve para descansar, y una columna, para edificar. ¿Se da cuenta usted de que algún día su almohada se convertirá en columna? Más adelante veremos lo que es una almohada. En 28:22 Jacob dijo: “Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios”. Aparte de la piedra, de la columna y de la casa, estaba el aceite que se vertió sobre la piedra (28:18). ¿Cómo pudo Jacob, un vagabundo solitario, traer aceite consigo? No lo sé. No obstante, en la madrugada derramó aceite sobre la piedra. Por lo tanto, este sueño contiene cuatro elementos fundamentales: la piedra, la columna, la casa y el aceite. Estos cuatro elementos forman los factores básicos que componen la Biblia. Ya hemos dicho varias veces que Dios tiene la intención de hacer del hombre Su expresión corporativa. En el libro de Génesis no vemos que Dios haya obtenido esa expresión. En Génesis 1:26, que constituye una declaración del propósito de Dios al hacer el hombre, vemos que el hombre fue hecho a Su imagen. Sin embargo, allí no vemos que Dios haya obtenido Su expresión. Dios no logró Su expresión ni con Adán ni con Abel ni con Enós ni con Enoc ni con Noé ni con Abraham ni con Isaac. Cuando llegamos a Jacob, vemos que él era un suplantador, uno que tomaba
por el calcañar, un joven muy astuto. A la luz de toda la Biblia, sabemos que este joven suplantador fue escogido por Dios y predestinado para obtener la primogenitura. Antes de la fundación del mundo, en la eternidad pasada, Dios lo predestinó para que tuviera la primogenitura. Como hicimos notar, la primogenitura incluye tres cosas: expresar a Dios como sacerdotes, representarlo como reyes, y ser herederos Suyos. Esta primogenitura tiene como fin exclusivo la expresión corporativa de Dios en la tierra. Los acontecimientos descritos en Génesis 28 se produjeron aproximadamente veintidós siglos después de ser creado el hombre. Dios llamó a Abraham aproximadamente dos mil años después de crear a Adán, y el período que separa a Abraham de Jacob fue de unos doscientos años. Durante este largo período, Dios no consiguió lo que deseaba. Jacob, quien suplantaba y que por esta razón tuvo problemas, tuvo un sueño durante su viaje solitario. Lo que vio era un sueño; todavía no era un hecho, porque él seguía siendo un suplantador. En lo profundo de su ser, es probable que todavía se siguiera asiendo del calcañar de Esaú. ¿Cómo podría este suplantador ser la casa de Dios? Era imposible. Por consiguiente, en aquel tiempo, el sueño de Jacob no fue más que un sueño. Por ejemplo, ahora nos resultaría imposible a nosotros aterrizar en la luna, pero podemos soñar con eso. Esto puede ser un sueño, pero no es un hecho. Necesitamos sueños en nuestra vida espiritual. Anteriormente he tenido muchos sueños, y me gustaría tener otro ahora. Si usted no ha tenido ningún sueño desde que fue salvo, debe de estar en una situación muy lamentable. ¿Cuántos sueños ha tenido usted desde que fue salvo? Toda visión espiritual es un sueño. ¿Qué significa un sueño? El principio básico de un sueño es que en él sucede algo imposible. Nuestra salvación fue un sueño, el sueño inicial de nuestra vida espiritual. Nosotros fuimos salvos aun cuando era imposible. Nuestra entrada en la vida de iglesia también fue un sueño espiritual. Todo aquel que ha entrado en la vida de iglesia ha tenido un sueño en el cual se ha producido algo imposible. Me gustan estos sueños celestiales. Ya vimos que en el sueño celestial de Jacob se revelan cuatro cosas: la piedra, la columna, la casa y el aceite. No encontramos ninguna de estas cuatro cosas antes de Génesis 28. Por ejemplo, no se había mencionado ninguna piedra, además de la piedra de ónice, en 2:12, en los veintisiete capítulos y medio precedentes. Pero sí se mencionan ladrillos, los usados para construir la ciudad diabólica de Babel y su torre demoníaca (11:3). Cuando estudiamos el capítulo once, hicimos notar que los ladrillos representan la obra humana, el resultado del esfuerzo humano con el barro. La religión es representada por los ladrillos, pues toda religión es el esfuerzo que hace el hombre con el barro. La humanidad es barro, y la religión trabaja con la humanidad a fin de producir ladrillos. No se menciona ninguna columna antes de Génesis 28. Cuando la Biblia habla de la ciudad de Babel y su torre, no menciona ninguna columna. No se imagine que la Biblia es un libro común. En absoluto. Por el contrario, es única. En el templo construido por Salomón había dos grandes columnas (1 R. 7:21). En Gálatas 2:9 vemos que Pedro, Jacobo y Juan eran columnas de la iglesia. Además, en Apocalipsis 3:12, vemos que los vencedores serán como columnas en el templo de Dios. Antes del capítulo veintiocho no se mencionan ni la columna ni la casa ni el aceite. Abraham, Isaac y Jacob vivían en tiendas. Sin embargo, Jacob, después del sueño que tuvo en Bet-el, no habló de una tienda, sino de la casa de Dios. Como dijimos en otra parte, en la Biblia la piedra siempre tiene como fin el edificio. Cuando Pedro vino por primera vez al Señor, el Señor cambió su nombre de Simón a Cefas (Jn. 1:42), diciendo: “Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)”. Después de unos tres años, el Señor les preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mt. 16:13). Después de que Pedro contestara: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, el Señor Jesús le dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:16, 18). Al decir eso, el Señor le recordó a Pedro lo que El había hecho hacía tres años al cambiarle el nombre, de Simón a Cefas. Más adelante Pedro, al escribir su primera epístola, dijo: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual” (1 P. 2:5). En este versículo Pedro menciona la piedra y la casa. En 1 Corintios 3 Pablo también sostuvo este concepto, diciendo a los creyentes de Corinto que ellos eran edificio de Dios (1 Co. 3:9). En 1
Corintios 3:10 Pablo nos dice que debemos mirar cómo edificamos. Debemos tener cuidado con la manera en que edificamos y con los materiales que usamos, pues nuestra obra será probada por el fuego. Si edificamos con oro, plata y piedras preciosas, nuestra obra permanecerá. Por tanto, vemos que en 1 Corintios 3 Pablo también habla de piedras para el edificio de Dios. Cuando llegamos al libro de Apocalipsis, al final de la Biblia, vemos una ciudad edificada con piedras preciosas. Según el principio bíblico, una ciudad siempre es el agrandamiento de una casa. Cuando una casa es agrandada considerablemente, se convierte en una ciudad. No habrá templo en la Nueva Jerusalén, porque el templo habrá sido agrandado hasta ser una ciudad. Esa ciudad será una casa ensanchada y edificada con piedras preciosas. ¡Cuán coherente es la Biblia! En todos estos pasajes de la Palabra vemos que la piedra es el material con el que se edifica la casa de Dios. ¿Qué es la casa de Dios? La casa de Dios es simplemente la satisfacción de Dios, Su descanso y Su expresión. El tipo de casa en que usted vive expresa la clase de persona que es usted. Si usted es una persona desaseada, tendrá una casa sucia, y si es una persona pulcra, su casa estará limpia. Hace diez años me llevaron a una sección de la ciudad de San Francisco donde supuestamente vivían hippies. No podía creer que la gente pudiera vivir en un entorno tan sucio. En aquella ocasión no vi ningún hippie, pero sí pude observar, por la condición de sus viviendas, que ellos eran desaseados y descuidados. Nuestra casa es nuestra expresión. Si usted visita una casa en la cual vive una familia japonesa, sabrá al recorrerla, que allí viven japoneses. Sucede lo mismo con la vivienda de un escocés. Igualmente, la casa de Dios es Su expresión. Finalmente, la casa de Dios será agrandada hasta convertirse en una ciudad, y esa ciudad tendrá la misma apariencia que El. Según Apocalipsis 4:2 y 3, Dios tiene la apariencia del jaspe, y según Apocalipsis 21:11, la Nueva Jerusalén en su totalidad también tendrá la apariencia del jaspe. Esto significa que la ciudad tendrá la apariencia de Dios y será Su expresión. Podemos incluso decir que esta ciudad será el agrandamiento de Dios. La piedra y la casa son elementos muy cruciales, pero aún así, se necesita el aceite. En tipología, el aceite representa a Dios que llega al hombre. Dios es Triuno: el Padre es la fuente, el Hijo es la corriente, y el Espíritu es el fluir que llega a nosotros. El hecho de que Jacob derramara aceite sobre la piedra indica que el Dios Triuno fluye y llega al hombre. Dios está en los cielos, pero también ha sido derramado sobre el hombre. Cuando el Dios Triuno llega al hombre, hace de éste Su casa. Antes de que se vertiera el aceite sobre la piedra, ésta era simplemente una piedra. No obstante, después de que el aceite fue vertido sobre la piedra, ésta se convirtió en la casa de Dios.
a) Sin hogar y sin reposo En Génesis 28 Jacob se encontraba sin hogar y sin reposo (v. 10). Cuando el hombre no tiene casa, Dios tampoco tiene casa (Is. 66:1). Por tanto, en Génesis 28 tanto Jacob como Dios se encontraban sin hogar. Del mismo modo, cuando el hombre tiene sed, Dios también tiene sed, y cuando el hombre no está satisfecho, Dios tampoco lo está. Cuando el Señor Jesús vino al pozo de Sicar (Jn. 4), El tenía sed, y una mujer sedienta vino a El. Tanto la mujer samaritana como el Señor Jesús tenían sed. Cuando el hombre no tiene morada ni descanso, Dios tampoco tiene morada ni descanso. Génesis 28 muestra que ni Dios ni el hombre tenían dónde morar. ¿Cuál es la verdadera casa del hombre? Por la eternidad, la casa del hombre será Dios. Si usted no tiene a Dios, no tiene casa. Una persona que no ha sido salva no puede sentirse en casa, pues la verdadera casa del hombre es Dios. ¿Cuál es la casa de Dios? El hombre. La casa del hombre es Dios, y la casa de Dios es el hombre. Cuando el hombre se separa de Dios, tanto Dios como el hombre quedan sin morada. Por ejemplo, un divorcio afecta tanto al esposo como a la esposa. No podemos decir que la esposa se divorcia y el marido no. Por tanto, cuando el hombre no tiene dónde morar, tampoco Dios tiene morada, pero cuando nosotros estamos en casa, Dios también tiene casa. Cuando Dios viene a ser nuestra casa, nosotros nos convertimos en Su casa. Aquella noche en Génesis 28, Jacob estaba separado de Dios, y tanto él como Dios se encontraron sin morada. Por no tener casa, Jacob tampoco tenía descanso. Una persona sin hogar carece de descanso. El hogar es agradable porque nos trae reposo. Frecuentemente, después de un largo viaje, digo al regresar a casa: “Alabado sea el Señor, porque
estoy en casa”. Esto significa que puedo descansar. Pero aquella noche, Jacob y Dios se encontraban sin hogar y sin reposo.
b) La piedra Vimos que Jacob tomó una piedra y la puso por cabecera. Durante años no entendía qué significaba eso. Aunque no podemos entenderlo según lo dicho externamente, sí lo podemos entender conforme a nuestra experiencia interior. Antes de ser salvos, no teníamos reposo. Siempre sentíamos que estábamos en el aire o en el fondo del mar. No había nada firme que nos sostuviera o nos mantuviera. Por muy rico que usted haya sido, su dinero no podía apoyarlo. Por el contrario, lo privaba de la paz y del descanso. Antes de ser salvos, no teníamos un apoyo sólido, independientemente de si éramos viejos o jóvenes, hombres o mujeres. Sin embargo, un día fuimos salvos y algo sucedió dentro de nosotros. Lo que hemos experimentado en lo profundo de nuestro ser produjo algo que se convirtió en nuestro sólido apoyo. Quizá hayamos pasado por dificultades después de ser salvos. No obstante, en lo profundo de nuestro ser, sentimos la seguridad de que había una roca sólida sobre la cual podíamos descansar. Esta roca sólida es la naturaleza misma, el elemento mismo, de Cristo, forjado en nuestro ser. Nosotros fuimos hechos del polvo de la tierra (2:7). Romanos 9 indica que somos vasijas de barro, y no de piedra. Si yo hubiera estado en el lugar de Jacob, me habría hecho una almohada de barro y habría descansado sobre ella. No obstante, a los ojos de Dios, el lodo jamás puede ser nuestro descanso. Nuestra vida humana, nuestra vida y ser naturales no pueden ser nuestro descanso, no importa cuánta sea nuestra educación ni cuál sea nuestra posición. Si no tenemos la naturaleza divina en nosotros, somos simplemente barro. El barro no puede ser un apoyo sólido. Ninguno de nosotros encontró descanso antes de ser salvo. En aquel día, algo divino, algo de Cristo, fue forjado en nosotros y se convirtió en el apoyo sólido dentro de nosotros. Este es nuestro descanso, nuestra almohada. Nuestra almohada es el elemento divino, Cristo mismo, forjado en nuestro ser. Al emprender nuestro viaje humano, de repente tuvimos un sueño en el cual Cristo mismo fue forjado en nosotros. La naturaleza de Cristo es la roca que se forjó en nuestra naturaleza de barro. Por consiguiente, tenemos una roca sobre la cual podemos reclinar la cabeza. A menudo los incrédulos han dicho de los cristianos: “He observado que en tiempos difíciles ustedes tienen paz por dentro. ¿Por qué yo no la tengo?” La razón por la cual los incrédulos no tienen paz es que no tienen el elemento divino en ellos. Sólo tienen el barro, el elemento humano caído. Si usted desea conocer lo malo que es el barro, derrame agua sobre él. En breve, se convertirá en lodo. No obstante, cuanto más vierte usted agua sobre una piedra, más limpia y brillante se vuelve. Deje que vengan las dificultades; ellas son agua que limpia. Cada problema por el cual pasa un cristiano es semejante al agua que limpia. Le doy gracias a Dios porque he sido limpio por las dificultades muchas veces. Esté preparado a ser limpiado. Desde el día en que fuimos salvos, hemos tenido una piedra sobre la cual podemos reclinar la cabeza. Por muy profunda y oscura que sea la noche, podemos apoyar la cabeza sobre esta piedra. Dudo que otro escrito cristiano mencione que la piedra de Génesis 28 representa el elemento divino, forjado en nuestro ser para convertirse en la almohada de nuestra vida humana. Los incrédulos no tienen esta almohada. Su almohada es el barro vil de la naturaleza humana. Sin embargo, nuestra almohada es una piedra, el elemento divino, Cristo mismo, quien ha sido forjado en nosotros. Cuanto más dificultades enfrentamos, más necesitamos esta almohada. Aparentemente, una piedra no sirve para descansar. Pero según nuestra experiencia, nos proporciona un buen descanso. Esta piedra no es el Cristo objetivo, el Cristo que se encuentra lejos de nosotros, sino el Cristo que ha sido forjado en nuestro ser, el Cristo subjetivo sobre el cual podemos reclinar la cabeza. Este es el Cristo que se convierte en nuestra experiencia, Aquel cuyo elemento divino ha sido forjado en nosotros. Este Cristo es la almohada de nuestra vida humana. ¡Alabado sea el Señor por esta almohada! Después de este sueño, Jacob erigió la piedra como columna (28:18). La piedra sobre la cual reclinamos la cabeza debe convertirse en un material con el que edificamos. Antes de entrar en la
vida de iglesia, no entendíamos eso. Pero ahora, después de entrar en la iglesia, nos damos cuenta de que la piedra sobre la cual apoyamos la cabeza para descansar debe convertirse en una columna, o sea que la piedra debe convertirse en el material del edificio de Dios. Alabado sea el Señor porque fuimos salvos y estamos descansando. Sin embargo, ¿qué diremos del descanso de Dios? El no puede descansar hasta que la piedra sobre la cual apoyamos la cabeza haya sido erigida a fin de ser una columna para Su edificio. Dios no alzará esta columna; debemos hacerlo nosotros. Nuestra almohada debe ser erigida para ser una columna. En otras palabras, la experiencia que tenemos de Cristo debe convertirse en una columna. Aparte de nosotros, no creo que los demás cristianos sepan que la experiencia que tienen de Cristo debe ser erigida como una columna. Antes de entrar en la vida de iglesia, no erigimos ninguna columna. Pero después de entrar en la vida de iglesia, día tras día, erigimos la experiencia que tenemos de Cristo para hacer una columna. Ya no es simplemente una almohada sino una columna. No es simplemente cuestión de descanso, sino del edificio de Dios para reposo Suyo. ¿Es el Cristo que usted ha experimentado simplemente su descanso, o es el material con el que se edifica la casa de Dios? La respuesta puede ser demostrada por nuestra experiencia. Primero, reclinamos la cabeza sobre Cristo y hallamos reposo. Finalmente, convertimos la experiencia que tenemos de Cristo en una columna, en el material del edificio de Dios. Todo lo que hemos experimentado de Cristo debe convertirse en el material con el que se edifica la casa de Dios. En otras palabras, lo que ha sido nuestra almohada debe convertirse en una columna. ¿Qué tiene usted ahora, una almohada o una columna? Entre la mayoría de los cristianos no hay ninguna edificación, porque sólo tienen, cuanto mucho, una almohada mas no una columna. Antes de entrar en la vida de iglesia, nosotros también teníamos solamente una almohada para descansar. Pero al poco tiempo de entrar en la iglesia, alzamos la experiencia que teníamos de Cristo como una columna y se convirtió en material útil a la casa de Dios. Hace cuarenta y cinco años, mi almohada fue erigida como una columna; ya no es simplemente una almohada bajo mi cabeza, sino una columna de la edificación de la casa de Dios. Una almohada sirve para nuestro reposo, pero Dios necesita una casa en la cual descansar. ¿Cómo puede edificarse esta casa? Simplemente al convertirse nuestra almohada en columna. Primero tenemos la piedra, luego el edificio.
c) El aceite derramado sobre la piedra Jacob no sólo alzó la piedra como columna, sino que también derramó aceite sobre ella (28:18). Muchos cristianos hablan del bautismo del Espíritu Santo. No necesitamos hablar mucho al respecto. Cuando usted alce su almohada para que se convierta en una columna, el aceite será vertido sobre ella. ¡Qué maravillosa experiencia del aceite hemos tenido desde que entramos en la vida de iglesia y nuestra almohada fue erigida y se convirtió en una columna! ¡Qué maravillosa experiencia más grandiosa del Espíritu Santo! Puedo testificar que cuando digo: “Almohada, álzate”, experimento el derramamiento del Espíritu Santo. He experimentado el bautismo del Espíritu Santo muchas veces. Cuando su almohada sea erigida, el aceite será derramado. No digo eso en vano. Esto puede ser demostrado con nuestra experiencia. Cuando decimos: “Señor Jesús, te amo”, puede ser que estemos entusiasmados. No obstante, cuando vamos más allá, y decimos: “Señor Jesús, amo a Tu iglesia”, nos entusiasmamos tanto que a duras penas nos podemos contener. Algunos cristianos nos condenan diciendo que hacemos de la iglesia algo más importante que Cristo. ¿Por qué hablamos tanto de la iglesia? Porque cuanto más hablamos de ella, más nos entusiasmamos. A todos los estadounidenses les gustan los postres, como por ejemplo los helados, las tortas y los pasteles. La vida de iglesia es como un postre. Si usted quiere solamente a Cristo sin la iglesia, su comida será como unas rebanadas de pan. Es sólido, pero no es un postre. La vida de iglesia es el mejor postre, un postre aun más grande que la comida. Esta es la razón por la cual a quienes están en la iglesia les gusta decir: “Amén, Señor. Te amo a Ti y amo a la iglesia. Soy incondicional para con Cristo y para con la iglesia. Me consagro a Cristo y a la iglesia”. Cuando la
almohada es erigida como una columna, es plenamente bautizada. Este es el verdadero bautismo del Espíritu Santo. En Juan 1 también tenemos el bautismo, la piedra y el sueño de Jacob (vs. 33, 42, 51).
d) La casa de Dios Después de que el aceite fue derramado sobre la columna, ésta se convirtió en la casa de Dios. Cuando decimos: “Señor Jesús, te amo y amo a la iglesia”, el resultado es la casa. Antes de entrar en la iglesia, éramos individualistas. Pero desde que entramos en la iglesia y empezamos a dar testimonio de cuánto amamos a la iglesia, descubrimos que cada vez que somos individualistas, perdemos el postre. En lugar del postre, tenemos una medicina amarga. Cuando usted disfruta de la vida maravillosa de iglesia, tiene postre todos los días. Pero cuando tiene una pequeña medida de individualismo, empieza a probar la medicina amarga. Ni siquiera tiene uno que ser individualista. Si simplemente dice que no le agrada cierto hermano, sentirá un sabor amargo. Si usted dice: “La vida de iglesia es maravillosa, pero no me cae bien esa hermana”, no habrá postre. A veces, tenemos una medicina azucarada. No obstante, al rato, el azúcar se diluye y gustamos la amargura. La auténtica experiencia de Cristo nos convierte en material de edificación, y este material tiene su consumación en la edificación de la casa de Dios. Allí Dios halla reposo y satisfacción, y allí también nosotros encontramos descanso y satisfacción. El sueño de Jacob se cumplió primeramente cuando los hijos de Israel erigieron el tabernáculo después de ser libertados de Egipto. Esa fue la primera casa que Dios tuvo entre los hombres, el primer cumplimiento del sueño de Jacob. El tabernáculo indicaba que Dios y el hombre habían hallado reposo, y que la morada de Dios sobre la tierra era la satisfacción y el descanso para Dios y para el hombre. Después de que los hijos de Israel construyeron el templo en la buena tierra, Dios tuvo una casa más sólida en la tierra. Luego, en el Nuevo Testamento, vemos a la iglesia como la casa de Dios (1 Ti. 3:15). Finalmente, en el cielo nuevo y en la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será la morada eterna de Dios (Ap. 21:1-3). Allí Dios y nosotros tendremos un reposo eterno y disfrutaremos de una satisfacción eterna. Ahora todos estamos en el cumplimiento del sueño de Jacob. No sólo tenemos la piedra y la columna, sino también la casa. De hecho, somos la casa (He. 3:6). Esta casa se compone de lo divino y lo humano; está compuesta del Dios Triuno y los seres humanos. Aquí vemos que la casa se convierte en el reposo de Dios y del hombre. Ahora no estamos solamente en el sueño sino en el cumplimiento del mismo. Alabado sea el Señor por la piedra, la columna, la casa y el aceite. En la vida de iglesia experimentamos estos cuatro elementos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA Y TRES BAJO LA MANO DE DIOS (7) Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios (2 Ti. 3:16), y toda la Biblia es un libro de vida. ¿Cree usted verdaderamente que Génesis 31, el capítulo que vamos a examinar en este mensaje es el aliento de Dios? Cuando yo era joven, pensaba que cada palabra y cada frase contenida en Efesios ciertamente era inspirada por Dios, pero no valoraba Génesis 31 de la misma manera. ¿Cree usted que este capítulo contiene la Palabra de vida? Este capítulo no menciona la vida. Menciona el hurto de ciertos ídolos de una casa y contiene una conversación diplomática. ¿Es ésta la palabra de
vida? Si queremos ver de qué manera Génesis 31 es la palabra de vida, debemos considerarlo a la luz de toda la Biblia. En Génesis 28 mientras Jacob caminaba hacia la casa de Labán, tuvo un sueño. La importancia de ese sueño radica en que revela que Dios anhela tener una casa sobre la tierra y que Su intención era convertir a quien había llamado en una piedra, el material para Su edificio. ¿Es el Jacob revelado en Génesis 31 el material adecuado para la edificación de la casa de Dios? No, cuando él recibió el sueño, no era un caballero sino un hombre artero. ¿Cree usted que un hombre astuto como Jacob podía convertirse en el material precioso para la edificación de la casa de Dios en la tierra? Si usted contesta afirmativamente, da a entender que usted reconoce que se parece a Jacob. Todos somos como Jacob. Sin embargo, el Jacob sagaz es designado como material para la edificación de la casa de Dios. Este capítulo revela que por medio de la disciplina de Dios, este hombre suspicaz puede convertirse en material para la morada de Dios. Este capítulo es la continuación del relato que describe cómo Dios quebranta a Su escogido. Este capítulo es sin duda la palabra de vida pues nos da una visión de la disciplina que Dios aplicó a Jacob. Jacob vivió con Labán veinte años. En Génesis 31:7 Jacob dijo que Labán había cambiado su salario diez veces. El número diez representa la consumación de cierta prueba. Jacob parecía decir: “Labán no ha cambiado mi salario nueve veces sino diez. El me ha perjudicado hasta el colmo”. El número veinte, el doble del número de consumación, se compone de dos multiplicado por diez. Dios puso a Jacob bajo la mano de Labán durante veinte años a fin de que Jacob fuese probado al máximo. No obstante, después de estos veinte años, vemos en Génesis 31 que Jacob todavía no era una persona totalmente transformada. Podríamos considerar que eso es algo desalentador, y decir: “Si el proceso de transformación no puede concluirse en veinte años, ¿entonces cuánto tiempo se necesitará? El Señor podría regresar antes de completarse este proceso”. No obstante, si usted compara el Jacob de este capítulo con el Jacob de algún capítulo anterior, verá que sin duda él ha experimentado algo de transformación. Después de pasar veinte años con Labán, se produjo un gran cambio en Jacob. Al principio de estos veinte años, él era una persona que suplantaba, pero al final de ese lapso, había sido transformado por lo menos hasta cierto punto. Cuando leemos el capítulo treinta y uno, vemos que el Jacob astuto había sufrido un cambio notable. No obstante, aunque tenía algo de transformación, en este capítulo él sigue siendo bastante natural. Quizá usted se haya preguntado cómo revela este capítulo lo natural que era Jacob. Jacob tenía miedo de Labán, probablemente porque se había dado cuenta de que no lo podía vencer. Jacob reconoció que no podría lograrlo. Esta es la razón por la cual huyó de él. Si hubiera sido valiente y hubiera tenido la certeza de poder vencer a Labán, no habría huido. Por el contrario, él habría dicho: “Labán, me has tratado duramente. Ahora me voy. Hasta luego”. Jacob no se atrevió a hacer esto, sino que se escabulló. Mientras Labán perseguía a Jacob, Dios le habló en un sueño la noche antes de que lo alcanzara, en el cual le dijo: “Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente” (v. 24). Labán era más astuto que Jacob, pero en aquella ocasión, Dios le obligó a ser honesto. Labán también le contó a Jacob lo que Dios le había dicho: “Poder hay en mi mano para haceros mal; mas el Dios de tu padre me habló anoche diciendo: Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente” (v. 29). Si yo hubiese estado en lugar de Labán, jamás le habría contado eso a Jacob. No obstante, Labán fue lo suficientemente necio como para decírselo. Jacob dijo, después de reprender a Labán por inspeccionar sus posesiones: “Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y te reprendió anoche” (v. 42). Jacob parecía decir: “Labán, tienes poder en tu mano, pero yo tengo a Dios conmigo. Tu poder no puede vencer a mi Dios”. Jacob se fortaleció ante Labán, por lo que éste le había contado. Esta fue una reacción del hombre natural de Jacob. Si Jacob hubiese sido verdaderamente espiritual, cuando Labán relató su sueño, habría dicho simplemente: “Alabado sea el Señor. Oh Señor, gracias”. Jacob pudo haber dicho: “Labán, puesto que el Dios de mi padre te ha hablado, ya no necesito decir nada. Que El sea alabado”. Pero aun si Jacob hubiese dicho eso, habría expuesto la cola de su hombre natural. Si no hubiera quedado ni la cola del hombre natural, él no habría dicho otra cosa que: “Alabado sea el Señor, tío Labán”. Y luego se hubiera vuelto al Señor y habría dicho: “Oh Señor te alabo, cuánto te agradezco porque estoy en Tus manos”.
Después de oír como Dios habló a Labán, y le exhortó a no hacer ningún mal a Jacob, éste tuvo el valor de reprender a Labán cara a cara, recordándole cómo él había inspeccionado sus pertenencias, cómo lo había obligado a cargar con la pérdida de todo lo robado, y cómo había cambiado su salario diez veces (vs. 36-41). Jacob parecía decir: “Mira lo que me has hecho. Te serví durante veinte años y me has cambiado el salario diez veces. Ahora has registrado todas mis cosas y no has encontrado nada. ¿Qué significa esto?” Aunque eso tiene apariencia de franqueza, es la franqueza del hombre natural. Aquí Jacob es revelado no como un hombre malo ni como un hombre astuto sino como un hombre natural. Esto indica que Jacob todavía no había sido completamente transformado. Antes del capítulo treinta y dos, la Biblia no menciona ninguna ocasión en la que Jacob hubiera orado. En Génesis 32:3-4 Jacob mandó mensajeros a Esaú, indicándoles que se dirigieran a Esaú como señor. Los mensajeros volvieron adonde estaba Jacob, y dijeron: “Vinimos a tu hermano Esaú, y él también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él” (32:6). Cuando Jacob oyó esta noticia, tuvo miedo y oró al Señor al respecto. El temía que Esaú planeara matarlo a él y a su familia, y eso lo obligó a orar. Según el relato de Génesis, ésta es la primera vez que vemos a Jacob orar. Antes de eso, Jacob no oraba porque siempre se salía con la suya. Cuando huyó de Labán, usó su habilidad, y habló a sus esposas con un tono persuasivo y las convenció de que se pusieran de su lado en contra de su padre. Jacob no era un buen guerrero como Esaú, pero indudablemente sabía usar las palabras. El relato de Génesis 31 expone nuestra situación, pues nos presenta un cuadro exacto de lo que somos. Esta es ciertamente la palabra de vida. Este capítulo no menciona la palabra de vida, pero aquí se encuentra la vida misma contenida en el Evangelio de Juan, el evangelio de vida. En Juan 10:10 el Señor Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. La manera de tener una vida abundante se encuentra en Génesis 31, y no en Juan 10. Génesis 31 es una revelación de nuestro ser. Durante los años de mi ministerio, he visto muchos problemas entre cónyuges, y en muchos casos me han pedido que sea mediador entre el esposo y la esposa. Las hermanas que me ha pedido que intervenga entre ellas y sus esposos han esperado que después de que yo ore por sus maridos, éstos se conviertan en ángeles. Muchos de nosotros todavía tenemos este concepto. Algunas hermanas quizá piensen: “Es lamentable la condición de mi marido. Ciertamente si los ancianos y las hermanas notables oran por él, el Señor lo convertirá en un ángel. Si mi marido no puede ser un anciano de la iglesia, por lo menos podría ser un diácono”. El Señor ciertamente contestará esta oración, pero no lo hará según nuestro parecer, sino como a El le plazca. El camino del Señor no es mágico. No espere que en un día su marido se convertirá en un ángel ni que usted podrá testificar al respecto en la siguiente reunión de la iglesia. Muchos de ustedes han estado en la vida de iglesia durante muchos años. Quizá usted haya orado por sí mismo, pidiendo al Señor que lo transforme. ¿Ha sido usted transformado? Usted debe reconocer que todavía sigue en una condición muy natural. En las reuniones todos aparentamos ser transformados, pero ¿cómo se comporta usted en la cena con su esposa? Muchos de nosotros debemos admitir que somos exactamente iguales al Jacob de Génesis 31. Alabo al Señor porque se ha producido un cambio significativo en muchos santos en el transcurso de los años. No obstante, ¿dónde está usted ahora, en Génesis 48 ó en Génesis 31? Usted debe reconocer que, a lo sumo, se encuentra en el capítulo treinta y uno. No podemos obtener la madurez de vida, la transformación de vida, de un día para otro, ni siquiera en un plazo de algunos años. Esto es un asunto que dura toda la vida; no crece como los hongos. Si usted estudia la biografía de Jacob, se dará cuenta de que aun estando cuando él en el vientre de su madre, Dios empezó a quebrantarlo. La vida natural de Jacob se dio cuenta de que había dos personas en el vientre. Aun cuando hizo lo imposible por nacer primero, Dios permitió que su hermano saliera antes que él. Desde entonces, en los subsecuentes capítulos, vemos la lucha de Jacob. Sin embargo, al final del libro de Génesis, se acaba la lucha de Jacob. Cuando Jacob adoró a Dios, las manos que antes suplantaban ahora se apoyaban sobre el extremo de su bordón, la señal de
su vida peregrina sobre la tierra (He. 11:21). Al final de Génesis, Jacob había sido totalmente transformado. Su transformación terminó solamente al final de su vida. La transformación requiere toda una vida. No se imagine que se puede terminar en unos cuantos años. Yo creo que cada día y a cada hora se produce algo que propicia nuestra transformación. No obstante, esto requiere mucho tiempo. El relato acerca de Jacob ocupa más de la mitad de los cincuenta capítulos de este libro. Y es el largo relato de una vida que va siendo transformada. El Señor Jesús nos puede salvar instantáneamente; podemos consagrarnos rápidamente, y hasta podemos entrar muy pronto en la vida de iglesia. Pero se necesita mucho tiempo para la transformación. Debemos pasar por muchos altibajos. A veces, en un solo día podemos pasar por tres altibajos. Este es nuestro ser natural, nuestra vida natural. Jacob es el prototipo que hallamos en la Biblia en cuanto a la elección y la transformación que Dios efectúa. Romanos 9 nos lo dice. Sin embargo, a lo largo de las generaciones, pocos cristianos han visto esto, pues pensaban que los capítulos acerca de la historia de Jacob eran simplemente narraciones interesantes. Pocos cristianos ven estos capítulos como el relato del modelo de una vida transformada.
12) Las circunstancias de Jacob cambian En el capítulo treinta y uno las circunstancias de Jacob cambian repentinamente. Sus primos lo envidian (v. 1), y el semblante de su tío cambia para con él (v. 2). Este cambio redundó en el bien de Jacob. En dicho capítulo Jacob está en medio del proceso de transformación. Dios prepara soberanamente todas las cosas para nuestra transformación. Debemos creerlo. En Génesis 31 nada se dejó al azar; todo fue planeado de antemano. Por la soberanía de Dios, Labán tuvo muchos hijos. Anteriormente, yo pensaba que habría sido mejor para Jacob que Labán no hubiese tenido hijos ni hijas. Sin embargo, Labán tuvo muchos hijos. En el transcurso de los veinte años que estuvo Jacob con Labán, éste y sus hijos consideraron a Jacob de beneficio para ellos. Labán reconoció que la estancia de Jacob con él había sido una bendición (30:27). No obstante, Génesis 31:1 afirma que “oía Jacob las palabras de los hijos de Labán, que decían: Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre, y de lo que era de nuestro padre ha adquirido toda esta riqueza”. Este es un hecho. Según el relato de Jacob, Dios le reveló en un sueño cómo había tomado las ovejas de Labán y se las había dado a él (31:11-12). En el transcurso de los años, los hijos de Labán vieron los rebaños de su padre disminuir y los de Jacob aumentar. Llegó el momento en que, por tener envidia de Jacob, no pudieron tolerar más esa situación. Esto no fue una casualidad. Al mismo tiempo, “miraba también Jacob el semblante de Labán, y veía que no era para con él como había sido antes” (v. 2). Durante los últimos veinte años, el semblante de Labán quizá haya sonreído a Jacob porque éste le era una fuente de ganancias. Pero después de que Labán se dio cuenta de que Jacob había dejado de ser una ganancia, su semblante cambió para con él. Cuando alguien vea que usted ya no le produce tanta ganancia, el semblante de esta persona cambiará para con usted. No se imagine que la gente es realmente buena con usted. Todo el mundo es egoísta y vive para sí. Jacob, después de permanecer con Labán catorce años, le dijo que iba a marcharse (30:25-26). En realidad, es posible que no haya tenido intención de irse. Quizá ésa no haya sido más que su técnica para conseguir algo de Labán. Este vio claramente que la bendición de Dios estaba con Jacob y no quería que se marchara. Por consiguiente, negociaron y se pusieron de acuerdo sobre las condiciones con las cuales Jacob podría quedarse más tiempo con Labán. No obstante, después de varios años, Labán se dio cuenta de que todo el incremento se encontraba en el lado de Jacob, y por tanto, cambió de semblante para con él. También esto lo había planeado Dios de antemano. Ya era tiempo de que Jacob regresara, y por esta razón, Dios permitió que sus primos expresaran esta actitud y que Labán cambiara de semblante. Jacob debe haber considerado seriamente si se quedaba o se marchaba. En ese momento, Dios intervino y le dijo a Jacob: “Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (v. 3). Si Jacob hubiese sido una persona completamente transformada, habría alabado inmediatamente al Señor y le habría dicho que confiaba en Su clara orientación. Pero Jacob no oró,
sino que llamó a sus dos esposas adonde estaba su rebaño, pues no se atrevió a hablar con ellas en presencia de su tío. Pero después de hablarles acerca del cambio de circunstancias, ellas aceptaron dejar a su padre (vs. 4-16). Estos cambios en las circunstancias de Jacob fueron predispuestos por Dios.
13) Jacob huye de Labán Todos los cambios en el entorno de Jacob indicaban que él debía regresar a casa. Efectivamente Jacob se marchó, pero no con nobleza. ¿Cree usted que Jacob huyó de Labán de manera correcta? No, él se escabulló. Sin embargo, ¿qué habría sucedido si él no hubiera actuado así? Labán habría ejercido su poder para retener a sus hijas, a sus siervas y a todos los hijos de Jacob. Es probable que le hubiera dicho a Jacob: “Jacob, si quieres irte, vete, pero debes dejar a todas las personas y todo lo demás conmigo”. Jacob se escabulló porque temía eso. La manera de marcharse de Jacob fue incorrecta, pero Dios permitió que sucediera así. Jacob, siendo todavía inmaduro, tenía un punto débil. ¿Por qué no puso Jacob su confianza en Dios? Puesto que Dios es poderoso y todo lo puede, Jacob debió confiar en El en cuanto a la protección de sus esposas y sus hijos. Es fácil hablar de la confianza que debemos tener en Dios, pero no es fácil practicarla. La confianza en Dios no es un asunto doctrinal. Si usted hubiese estado en el lugar de Jacob, ¿se habría atrevido a presentarse delante de Labán y decirle: “Tío Labán, me voy”? No es fácil hacer esto, pues se necesita la madurez de vida y cierta medida de fe. Si queremos tener la medida necesaria de fe, necesitamos crecer en vida. No obstante, Jacob carecía de esto. Yo no censuro a Jacob, sino que lo comprendo. Con frecuencia también nosotros hemos sido puestos en situaciones donde no teníamos otra alternativa que escapar o escabullirnos. Sería fácil reprender a Jacob por no haberse despedido de Labán públicamente de una manera honorable y noble. No obstante, si nos examinamos a nosotros mismos, veremos que en muchas ocasiones hemos hecho cosas sin avisar a nuestro cónyuge. En este capítulo se nos dice que Jacob engañó, o robó, el corazón de Labán (v. 20). Mientras Jacob robaba el corazón de Labán interiormente, Raquel hurtaba los ídolos de la casa exteriormente (v. 19). Inclusive entre los que temían a Dios todavía había ídolos. Estos no eran los ídolos del templo sino ídolos caseros, ídolos que ellos adoraban en casa. Raquel los robó porque los consideraba muy importantes, y por esta misma razón, Labán los buscaba. No se imagine que Jacob tenía una familia justa porque él era un santo a quien Dios había llamado. Aparentemente algunos de nosotros tenemos una familia digna, pero Dios sabe que seguimos teniendo algunos ídolos caseros. Si la Biblia no hubiese mencionado estos ídolos, nadie habría creído que Labán o Jacob tuviese ídolos en su familia. No obstante, hasta la debilidad de Jacob al robar el corazón de Labán fue permitido por Dios. Todos cometemos errores, pero Dios jamás se equivoca. Sin lugar a dudas, la huida de Jacob no fue nada noble, pero hasta eso fue hecho con el permiso de Dios. No lamente sus errores, pues aun éstos colaboran para su transformación. Ninguno de nosotros es totalmente honesto, noble, fiel ni justo. Sólo el Señor Jesús lo es. Todos tenemos nuestros puntos vulnerables, nuestras debilidades naturales. Jacob huyó de Labán porque era débil en la fe y en la disposición a sacrificarse. Quizá Jacob debía haber dicho: “Por mucho que pierda, aun mi vida, debo ser honesto delante de Dios”. Es fácil decir eso, pero intente practicarlo. Cuando llegue el momento, usted también huirá y robará el corazón de la otra persona. Todos nuestros errores, aun nuestras malas acciones, se encuentran bajo la soberanía de Dios, y El usa todo ello para transformarnos. Por supuesto, no les estoy alentando a cometer errores. Espero que ustedes no cometan ningún error. Hace cuarenta años, yo exhortaba a la gente a no cometer errores. Pero ya no hago eso, porque me doy cuenta de que es una insensatez. Por mucho que les aliente a no cometer errores, ustedes seguirán cometiéndolos. Nadie desea cometer equivocaciones. Puedo testificar que día tras día y año tras año, he orado al Señor para que me guarde de cometer errores. Aborrezco los errores y no tengo ninguna intención de cometerlos, pero sigo cometiendo errores garrafales. ¿Entonces de qué sirve exhortar a los demás a
no cometer errores? Si yo fuese un maestro de ética, les recomendaría que no erraran. Pero yo no soy un maestro de ética. Soy alguien que les ayuda a ser transformados. Dios usará nuestros errores para transformarnos. Puedo testificar que si no hubiera cometido ciertos errores, no habría sido tan transformado como lo estoy ahora. La transformación más grande en mi vida ha surgido de mis equivocaciones. No hay nada que me moleste más que mis errores. Cada vez que pienso que tengo razón, el Señor me permite cometer un error. Nuestros errores son los que más nos ayudan a ser transformados. No estoy diciendo que debemos hacer males para que venga bienes. En absoluto; si usted comete errores adrede, éstos no lo ayudarán en su transformación. Lo deprimirán y lo condenarán. Sin embargo, al hacer todo lo posible por evitar errores, podemos orar: “Oh Señor, guárdame en Tu presencia y jamás permitas que me equivoque. Señor, temo y tiemblo en Tu presencia”. Inclusive cuando oremos así, después de cierto tiempo, podemos cometer un error, y el Señor lo usará en Su soberanía para nuestra transformación.
14) Labán persigue a Jacob Ya vimos que Labán persiguió a Jacob y lo alcanzó (vs. 22-55). Labán podía perjudicar a Jacob, pero Dios le advirtió en un sueño que no le hiciera nada (v. 24). Aunque Labán no podía hacer nada, hizo lo que todos los seres humanos hacen: se quejó. El expresó su ira al quejarse por la huida de Jacob (vs. 26-29). Quejarse es la mejor manera de desahogar la ira. Luego, Labán acusó a Jacob de haber robado sus ídolos (vs. 30-35), y cuando éstos no fueron hallados, Jacob reprendió a Labán por su mal trato (vs. 36-42). Después de eso, Labán fue subyugado y, como era astuto, cambió de actitud e hizo un pacto de paz con Jacob. Este es un buen ejemplo de diplomacia humana. Este capítulo revela que no se puede confiar en ningún hombre. En el capítulo veintisiete Rebeca, la madre de Jacob, pensaba que Labán sería una protección y que ayudaría a su querido hijo Jacob. Por consiguiente, ella mandó a Jacob a casa de su hermano. Pero considere lo que hizo Labán a Jacob. No se puede confiar en ningún ser humano, ni aun en nuestros parientes más cercanos. Jamás confíe en un ser humano. Si nosotros nos damos cuenta de que somos los llamados de Dios y de que estamos pasando por Su proceso de transformación, debemos ser conscientes de que todo está en las manos de Dios. No significa esto que nadie sea digno de fiar. Si bien es cierto que no debemos confiar en ningún ser humano, debemos agradecer al Señor porque todos los que nos rodean están bajo la mano soberana de Dios por nuestro bien. Usted pensará que tiene un tío fiel y en quien puede confiar. No obstante, este tío no le ayudará en su transformación. Si leemos este capítulo repetidas veces, podemos ver que no debemos confiar en nadie ni culpar a nadie. Si nuestro tío es honesto o no, debemos decir: “Alabado sea el Señor. Dios es soberano. Yo no estoy en la mano de mi tío, sino en la mano soberana de Dios. Aun mi tío, en quién no se puede confiar, está en la mano de Dios por causa de mi transformación”. Todos debemos ver eso y saber que nada de lo que nos rodea es digno de fiar. No confíe en nada ni en nadie ni en ningún asunto. Todas las cosas y las personas que están a nuestro alrededor constituyen un instrumento que Dios usa en Su soberanía para transformarnos. Si por el bien de su transformación, usted necesita una persona honesta, Dios le dará una persona honesta. Pero por lo general necesitamos a un Labán, y unos primos como los hijos de éste. No se queje; más bien agradezca al Señor por todos, y dígale: “Señor, te agradezco por todos mis primos; y te agradezco por mi tío y también por mis debilidades”. Alaben al Señor porque hasta nuestras debilidades son un medio que El usa para transformarnos. En la escena descrita en este capítulo, la persona crucial es el Dios invisible con Su mano invisible. Este capítulo no es simplemente una historia de la vida humana, sino la revelación del Dios que transforma y Su mano transformadora. Todos debemos ver a Dios revelado en este capítulo. El personaje crucial no es ni Labán ni Jacob, sino el Dios escondido que prepara soberanamente nuestras circunstancias para nuestra transformación. En este capítulo Dios está escondido pero alerta, y sabe en qué momento exacto debe intervenir y hablar a Jacob o a Labán. El cumple todo lo que desea hacer. Por consiguiente, aquí la persona crucial es el Dios soberano y transformador. Si vemos este cuadro, descansaremos en El, y creeremos que está bien lo que somos y adondequiera
que vayamos porque nos encontramos bajo la mano soberana del Dios que nos transforma.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA Y CUATRO BAJO LA MANO DE DIOS (8) Génesis 32 y 33 contienen una experiencia muy extraña en la vida de Jacob, el escogido. Ya hicimos notar que Jacob no confiaba en el Señor. Desde que nació, se valió de su habilidad natural y obró por su propia cuenta. En el capítulo treinta y uno, huyó de Labán, y Dios lo libró de la mano usurpadora de éste. Labán contó a Jacob que Dios le había advertido que no le hiciera ningún daño; por esta razón, Jacob se aprovechó para reprender audazmente a Labán (31:24, 36). No obstante, el Señor lo hizo pasar por estas dificultades. Sin embargo, Jacob tenía que enfrentarse a otro problema grave: su hermano Esaú.
15) Jacob teme a Esaú Jacob se encontraba en un dilema. Detrás de él estaba Labán y en el frente se encontraría con Esaú. Creo que mientras Jacob huía de Labán y regresaba a la tierra de sus padres, estaba muy turbado por estos dos hombres. Le resultaba difícil permanecer con Labán, e igualmente difícil le era regresar al lugar donde se encontraba Esaú. Por la misericordia de Dios, Jacob fue librado de Labán, pero ahora tenía que enfrentarse a Esaú.
a) Salieron a su encuentro ángeles de Dios Dice en Génesis 32:1 y 2: “Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. Y dijo Jacob cuando los vio: Campamento de Dios es éste; y llamó el nombre de aquel lugar Mahanaim”, que significa dos campamentos. Durante el viaje Jacob probablemente pensaba en la manera en que iba a enfrentarse a su hermano. Quizá se haya dicho: “He sido librado de mi tío, pero ¿qué haré con mi hermano Esaú?” Los ángeles de Dios le salieron sorpresivamente al encuentro, lo cual indica que lo iban a proteger. Los ángeles de Dios acompañan siempre de manera invisible al pueblo escogido. En este caso, los ángeles se aparecieron a Jacob, y él los vio. El no vio a unos pocos ángeles, sino que vio dos campamentos de ángeles. Esto nos recuerda Salmos 34:7, donde leemos: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”. La presencia de dos campamentos de ángeles debe de haber sido un gran aliento para Jacob, quien se encontraba en dificultades. No obstante, persistía en él el temor de que su hermano lo matara.
b) Todavía confiaba en sus propios esfuerzos Después de ver los dos campamentos de ángeles, Jacob debió sentirse confortado. No obstante, él no confió en estos dos campamentos de ángeles. Dios, al mostrarle a Jacob esta visión de los ángeles, tenía el propósito de confortarlo, fortalecerlo e imprimirle confianza en Sus ejércitos celestiales. Sin embargo, Jacob no confió en lo que vio, sino que, confiando en sus propios esfuerzos (vs. 3-8), imitó a los dos campamentos de ángeles de Dios al dividir a su pueblo en dos compañías. En vez de poner su confianza en lo que había visto, copió la técnica. Sólo podemos
especular acerca de lo que pensaba Jacob cuando hizo eso (quizá pensaba que cada uno de los campamentos de su casa sería protegido por los dos campamentos de ángeles), pero algo queda claro: Jacob no confió en Dios ni en la visión que tuvo, la de los ángeles; por el contrario, usó su tiempo y sus energías en su habilidad natural. Los versículos 7 y 8 declaran: “Entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió; y distribuyó el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos, en dos campamentos. Y dijo: si viene Esaú contra un campamento y lo ataca, el otro campamento escapará”. Esta era la astucia de Jacob. Pero en realidad, dicha acción no fue inteligente, pues si Esaú hubiera atacado el primer campamento de mujeres y de niños, ¿por qué no habría de hacer lo mismo con el segundo? Sin embargo, esta división de su pueblo fue lo único que Jacob pudo hacer.
c) También invocó al Señor Después de hacer estos preparativos, es probable que Jacob todavía no tuviera paz. Por tanto, hizo algo que no solía hacer: oró (vs. 9-12). Esta es la primera vez que se menciona una oración de Jacob en toda su vida (en Génesis 28:20-22 hizo un voto a Dios, y no una oración). Durante los veinte años en los cuales Jacob estuvo bajo la mano opresora de Labán, no existe ningún relato de que él hubiese orado. Pese a que Labán cambió su salario diez veces, Jacob no oró. En principio, todos somos como Jacob. Recibimos la promesa de Dios y llegamos a conocerlo, pero aun así no oramos. No oramos en ninguna circunstancia. En lugar de ejercitar nuestro espíritu para orar, ejercitamos nuestra mente para considerar, y nuestra fuerza natural para enfrentar cada problema. Jacob no oraba cuando vivía con Labán, sino que se valía de su fuerza natural para controlar la situación. Pero ahora frente a Esaú, Jacob fue llevado a una situación donde no tenía más habilidad. Todas sus habilidades, sus técnicas y su fuerza se habían agotado. Cuando se enteró de que Esaú venía con cuatrocientos hombres, tuvo miedo. Lo único que podía hacer era dividir su pueblo en dos grupos, pensando que si el primer grupo era aniquilado, el segundo podría escapar. Puesto que eso era todo lo que podía hacer Jacob, se vio obligado a orar. Jacob elevó una muy buena oración a Dios. Su oración fue mucho mejor que las oraciones de la mayoría de los cristianos actuales. Dijo: “Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien” (v. 9). Aquí vemos que Jacob oraba asiéndose de la Palabra del Señor. La mejor manera de orar consiste en tomar la Palabra de Dios como base. Jacob parecía decir: “Señor, ¿no dijiste que me harías bien? Ahora me apoyo en Tu palabra y te pido que actúes al respecto”. Este versículo parece indicar que Jacob tenía bastante experiencia en la oración, pero no se menciona en el relato que él orase hasta esta ocasión. En el versículo 10 Jacob dijo: “Menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con Tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos”. Me agrada esta expresión de Jacob. El parecía decir: “Señor, mi capacidad es tan pequeña que no puede contener toda Tu misericordia y Tu fidelidad”. Aquí, Jacob fue humilde en la presencia de Dios, y confesó que no era digno de la rica misericordia de Dios ni de Su fidelidad para con él y que él había cruzado el Jordán usando solamente su cayado, pero que el Señor lo había multiplicado hasta hacer de él dos campamentos. Aquí vemos un cuadro patente de dos campamentos en los cielos y dos campamentos en la tierra. Por esta razón, el escogido debía estar perfectamente en paz. En el siguiente versículo, Jacob dice: “Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos”. Aquí vemos que Jacob temía a Esaú. El punto culminante de la oración de Jacob se halla en el versículo 12: “Y tú has dicho: Yo te haré bien, y tu descendencia será como la arena del mar, que no se puede contar por la multitud”. En esta porción de su oración, Jacob tocó la economía de Dios, pues habló de la descendencia. Orar de esta manera no consiste solamente en asirse de la Palabra de Dios sino también en tocar Su corazón. Dios había escogido a Jacob con el propósito de tener una simiente con la cual cumplir Su propósito: tener una expresión corporativa de Sí mismo en la tierra. Jacob probablemente no lo
entendía, pero de todos modos oró muy bien. Cuando estudiamos esta oración, vemos que fue maravillosa en todos aspectos. Espero que todos oremos de esta manera.
d) Siguió esforzándose por su cuenta Después de esta maravillosa oración, Jacob ciertamente debía haber tenido paz. No obstante, él seguía activo. En lugar de dormir, “tomó de lo que le vino a la mano un presente para su hermano Esaú” (v. 13). El dividió este regalo en nueve manadas “y lo entregó a sus siervos, cada manada de por sí; y dijo a sus siervos: Pasad delante de mí, y poned espacio entre manada y manada” (v. 16). Esta manera de proceder tenía la finalidad de averiguar cuál sería la actitud de Esaú para con él. Jacob fue inteligente al mandar un obsequio de nueve manadas de ganado a Esaú y al poner espacio entre cada manada. Esto aumentó la distancia entre él y Esaú y le permitió disponer de tiempo para enterarse de lo que éste haría y prepararse para la batalla. Considere el cuadro completo. Primero, Jacob dividió su pueblo en dos campamentos. Luego, después de pronunciar una excelente oración, él debió haber ido tranquilo a dormir. Pero en lugar de hacer eso, formó nueve manadas de ganado como regalo para Esaú a fin de incrementar la distancia entre él y Esaú, y darse tiempo para enfrentar la situación. Esto describe una experiencia muy extraña. Por una parte, Jacob oró sinceramente, pero por otra, se valió de su sabiduría. Esta es una fotografía de nosotros mismos. Quizá Jacob haya hecho eso una sola vez, pero yo lo he hecho muchas veces. Por una parte, he hecho todo lo posible por prepararme para enfrentarme a una situación difícil, y por otra, he orado sinceramente al Señor. Por muy buena que fuese mi oración, de todos modos no confiaba en ella. Jacob oró muy bien, pero no tuvo ninguna confianza en su oración. Si la hubiera tenido, probablemente no habría estado tan activo después. Si yo hubiera sido uno de los siervos de Jacob, le habría dicho: “Jacob, después de esta oración, no necesitas obrar tanto”. Jacob llamó a las nueve manadas de ganado un presente, pero en realidad era un soborno. No creo que Jacob tuviese un corazón tan bueno y cariñoso para con su hermano Esaú. Este regalo no brotaba de un corazón amoroso sino de un corazón atemorizado. Su propósito era apaciguar a Esaú. Jacob mismo dijo: “Apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí” (v. 20). Es posible que el pueblo y los siervos de Jacob hubieran dormido en paz, pero él no pudo descansar. El estaba desesperado delante de Dios. Este era un asunto de vida o muerte. Jacob esperaba una masacre, pues estaba seguro de que Esaú lo mataría a él y a su familia. Por consiguiente, Jacob no sentía paz en absoluto. De repente, cuando Jacob estaba solo, “luchó con él un varón hasta que rayaba el alba” (v. 24). Este combatiente no era un ángel sino el Señor mismo en forma de hombre. Sólo la Biblia puede contener esta clase de historia. Sorpresivamente para Jacob, en la oscuridad de la noche, mientras estaba desesperado, vino un hombre que procuraba con ahínco derribarlo. Jacob no quería rendirse, y por esta razón los dos hombres lucharon toda la noche hasta que rayaba el alba. Antes de este incidente, Jacob tenía miedo de ser muerto. Ahora, temía ser vencido en esta lucha y puso toda su energía en el combate. El Señor no lo sometió inmediatamente para poder exponer lo natural que era Jacob y la gran fuerza natural que tenía. Finalmente, el Señor tocó el sitio del encaje de su muslo, y lo dejó cojo. A pesar de ello, Jacob no quiso soltarlo hasta que lo bendijera. Examinaremos este asunto más detenidamente en el siguiente mensaje.
En el sueño que Jacob tuvo en Bet-el recibió una firme promesa del Señor. El Señor le había dicho: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (28:15). Además, cuando Jacob debía alejarse de Labán, el Señor le había dicho: “Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (31:3). No obstante, Jacob siguió confiando en sí mismo y se valió de su habilidad natural para salvarse de las situaciones difíciles. También pasó por un período en el que estaba desesperado delante del Señor. Al parecer después de todo eso, Jacob no haría nada más. Pero en el capítulo treinta y tres, vemos que no había dejado de esforzarse. Aun en este capítulo, no vemos ningún indicio de que Jacob confiara en el Señor. Después de luchar con el Señor, quien vino en forma de hombre, “alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos hombres con él” (33:1). Después de todas las promesas del Señor, después de orar y después de luchar con el Señor, Jacob aún tenía algo nuevo que intentar. El volvió a dividir a sus esposas y a sus hijos. Su primera división fue la fracción de su pueblo en dos compañías, conforme a los dos campamentos de ángeles. Su segunda división fue la de su regalo en nueve manadas. Y ahora, después de calcular nuevamente el asunto, volvió a repartir a su pueblo conforme a su corazón. “Repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. Y puso las siervas y sus niños delante, luego a Lea y a sus niños, y a Raquel y a José los últimos” (33:1-2). Jacob amaba a Raquel y a José, y por esta razón los puso en el último lugar. Incluso en este último momento, Jacob seguía ejercitando su habilidad para afrontar la situación. Las dos siervas y sus hijos iban en primer lugar, para que fueran sacrificados si era necesario. El segundo grupo, incluyendo a Lea y sus hijos, venía luego. Y Raquel, a quien él tanto amaba, y su hijo José, venían al último. Esta era la obra del que suplantaba, de uno que es totalmente natural. El tenía las promesas de Dios, el quebrantamiento y los sufrimientos, la oración excelente, la lucha, y la división anterior de su pueblo, pero todavía hizo algo más. A esto me refiero cuando digo que este capítulo relata una extraña experiencia.
e) Esaú recibe a Jacob Después de todo esto, cuando Jacob vio a Esaú, fue valiente, y a la vez humilde, pues pasó adelante a su encuentro (33:3-4). Dice en el versículo 3: “Y él pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano”. En cierto sentido, él fue honesto y fiel para con sus esposas e hijos y salió delante de ellos. Esaú quedó muy sorprendido de ver la manera en que Jacob llegaba a él y “corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó” (v. 4). Tanto Jacob como Esaú lloraron. Así vemos que todos los temores de Jacob eran fruto de su propia preocupación, y que todo lo que hizo fue en vano. El no necesitaba dividir a su pueblo en dos campamentos, pronunciar la mejor oración, regalar nueve manadas de ganado como obsequio para Esaú, luchar con el Señor, quien vino en forma de hombre, ni repartir a sus esposas, hijos y siervos por segunda vez. Si El hubiera conocido verdaderamente a Dios y hubiera confiado en él, habría estado continuamente en paz, y habría dicho: “No me preocupo por Esaú porque Dios prometió volverme a la tierra de mi padre. El mismo me dijo que regresara, y tengo paz porque El me llevará allí. Por mucho que me haga Esaú, no me preocupo porque mi Dios me ha dado Su palabra”. Todos debemos aprender de la experiencia de Jacob. No necesitamos hacer tantas cosas. ¿Acaso no somos el Jacob de hoy, los escogidos? Ciertamente lo somos. ¿Acaso no nos ha dado el Señor Su promesa? Indudablemente lo ha hecho. ¿Acaso no acampan las compañías de ángeles alrededor nuestro? Debemos creer que así es. Podemos pensar que ciertas personas son nuestros enemigos. Satanás, el enemigo, puede inyectar pensamientos en nuestra mente acerca de nuestro Labán o nuestro Esaú. Todos estos pensamientos son vanos. Recuerde su pasado. ¿No ha hecho usted muchas cosas que finalmente resultaron inútiles? Todo lo que hicimos fue en vano. A menudo he pensado en mí mismo: “Hombre, tú eres realmente necio. Has desperdiciado tu tiempo y tu energía actuando en vano. Nada de lo que hiciste te ha ayudado, pues el Señor no usó nada de ello”. Ciertamente Jacob jamás se habría imaginado que Esaú vendría a él con un amor tan ferviente. Dios
detuvo a Labán al hablarle en un sueño y también suscitó el amor fraternal de Esaú para con Jacob. Por consiguiente, Esaú no vino a Jacob con odio ni con deseos de vengarse, sino con un amor cálido y fraternal. Esaú había olvidado el sufrimiento que Jacob le había causado. Sin embargo, Jacob, el suplantador, no había olvidado lo que le había hecho a su hermano. Así vemos las obras maravillosas de Dios. Quisiera dirigirme particularmente a los hermanos y hermanas jóvenes. Indudablemente, ustedes aman al Señor. Al amar al Señor, ustedes tienen la seguridad de que son uno de los escogidos. Como escogidos, la promesa del Señor, Su meta y el destino que preparó son para ustedes. El Señor nos exhorta a todos a proseguir a la meta, a seguir adelante hacia la tierra de nuestro Padre, donde podemos disfrutar de las riquezas del Señor para que se cumpla Su propósito eterno. Por tanto, debemos simplemente disfrutar la paz en El. No se preocupen si encuentran algún Labán o algún Esaú. En cualquier situación descansen en el Señor. Si no pueden recibir estas palabras ahora, esperen, y descubrirán que todas las cosas que les preocupan no se desvanecerán. Ustedes no necesitan hacer nada, porque en realidad no hay ningún problema ni frente a ustedes ni detrás. Aparentemente, hay muchas dificultades; pero en realidad, no hay ningún problema porque ustedes son los escogidos de Dios y están bajo Su cuidado, el cual todo lo provee. Ustedes son escogidos de Dios, tienen la seguridad de Su promesa y se les ha encomendado Su meta. Ahora ustedes están en el camino. No me preocupa la oposición ni los rumores. A menudo me he reído de eso. En tanto que estemos en camino a la meta de Dios y tengamos Su promesa como escogidos, todo está bien. Estos dos capítulos son un retrato que revela la clase de Dios que tenemos. Puedo dar testimonio de Su misericordia y de Su fidelidad. Si Jacob era más pequeño que toda la misericordia y fidelidad del Señor, yo soy aún más pequeño que él. Por muy arduas que sean nuestras circunstancias, el Señor estará allí. Lo tenemos a El, Su promesa, Su meta y Sus ejércitos. Olvídense de sus habilidades para soportar las dificultades. Jacob era muy hábil, pues dividió a su pueblo de una manera y después de otra. Como ya vimos, la segunda distribución del pueblo correspondía al deseo que tenía en su corazón de preservar a Raquel y a José. Sin embargo, no sirvió nada de lo que hizo; todo fue en vano. ¡Qué cuadro tan claro es éste para nosotros ahora! Mientras preparaba este mensaje, recibí mucha ayuda. Me dije a mí mismo: “Pobre hombre, todavía eres igual a Jacob en cierta medida. Por una parte, guardas la Palabra de Dios, confías en Dios y oras. Por otra parte, sigues con muchas divisiones. Al fin y al cabo verás que la persona a quien temes te ama”. En muchas ocasiones aquellos a quienes tememos llegan a ser las personas que nos ayudan. Esto le sucedió a Jacob con Esaú. Jacob tenía muchos bienes y necesitaba ayuda para transportarlos. Esaú había traído consigo cuatrocientos hombres para ayudarle, pero Jacob tuvo miedo cuando oyó que venían cuatrocientos hombres. Aquellos a quienes él temía resultaron ser en realidad quienes le ayudarían. A veces la Biblia usa juegos de palabras. Por ejemplo, había dos campamentos de ángeles, y Jacob también dividió a su pueblo en dos campamentos. Más adelante, él dividió el ganado en nueve manadas. Cuando Esaú vio estas manadas, no las llamó manadas, sino grupos, pues dijo: “¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado?” (33:8). Esaú parecía decir: “Jacob, ¿mandaste a estos grupos para combatir contra mí? ¿Qué significa eso?” Jacob contestó: “El hallar gracia a los ojos de mi señor ... acepta, te ruego la bendición que te he traído” (v. 8, 11 heb.). Observe que Jacob usó la palabra bendición en lugar de la palabra presente. Aparentemente él estaba diciendo: “Esaú, no vengo a luchar contra ti, sino a darte esta bendición. Estos no son campamentos, sino mi bendición para ti”. Después de eso, Jacob y Esaú quedaron en paz. Esaú tenía un buen corazón, y le dijo a Jacob: “Anda, vamos; y yo iré delante de ti” (v. 12). No obstante, Jacob todavía tenía cierto temor de Esaú y no quiso permanecer mucho tiempo en su presencia. El volvió a usar su astucia y dijo: “Mi señor sabe que los niños son tiernos, y que tengo ovejas y vacas paridas; y si las fatigan, en un día morirán todas las ovejas. Pase ahora mi señor delante de su siervo, y yo me iré poco a poco al paso del ganado que va adelante de mí, y al paso de los niños, hasta que llegue mi señor a Seir” (vs. 13-14). En otras palabras, Jacob está diciendo: “Por
favor, déjame. No quiero estar cerca de ti. Mientras tú estás aquí, me siento amenazado”. Cuando Esaú dijo: “Dejaré ahora contigo de la gente que viene conmigo”, Jacob contestó: “¿Para qué esto? Halle yo gracia en los ojos de mi señor” (v. 15). Mientras Jacob veía el rostro de Esaú o el de sus hombres, no podía estar en paz. Con frecuencia, aun después de pasar por cierta experiencia, la cola de dicho problema sigue dentro de nosotros, y no queremos que nos lo recuerden. En realidad, esto no fue algo problemático, sino algo amoroso. Esaú vino con un corazón amoroso. Sin embargo, el temor de Jacob no se había alejado por completo. Este es un cuadro muy exacto de nuestra experiencia. Si yo hubiera estado en el lugar de Jacob, habría pensado: “Necio, no necesitabas hacer nada; tienes la promesa del Señor y te diriges a Su meta. Tú viste Sus ángeles, y El mismo vino a luchar contigo, cambió tu nombre por Israel y te dio una bendición. ¿Qué más necesitas? No deberías hacer nada”. Por el contrario, Jacob seguía muy ocupado, correteando como si anduviese sobre una sartén caliente. En estos dos capítulos no se menciona que Jacob disfrutase. Yo dudo que él haya comido bien o haya dormido tranquilo. El estaba continuamente ocupado, pensando en la manera de enfrentarse a la situación y a Esaú. Inclusive cuando Esaú vino a Jacob con amor, éste todavía desconfiaba de él y le pidió que fuera adelante. En realidad, Jacob decía: “Esaú, no te quedes aquí, toma tus cuatrocientos hombres y ve adelante. Tus hombres me atemorizan. No quiero a ninguno de ellos aquí conmigo”. ¡Qué experiencia más extraña!
16) El regreso de Jacob a Canaán Dios es fiel, y finalmente Jacob volvió a Canaán (vs. 17-20). El versículo 18 declara: “Después Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem”. El volvió a Canaán “sano y salvo” (v. 18). Esto es, llegó en paz y con seguridad. Por consiguiente, el hecho de que Jacob volviera a Canaán sano y salvo significaba que había llegado en paz y con seguridad. En el mensaje siguiente, veremos que Jacob siguió los pasos de Abraham. Según el capítulo doce, cuando Abraham entró en Canaán, la primera ciudad que visitó fue Siquem. Jacob también llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem. Esto demuestra que Dios cumple Su palabra y Su promesa, pues El le había prometido a Jacob que lo traería de vuelta a la tierra de sus padres a salvo. Jacob no emprendió este viaje por su propia cuenta; Dios lo hizo por él. Aquí en Siquem Jacob hizo dos cosas, las mismas que hizo su abuelo: plantó una tienda y erigió un altar (vs. 18, 20). Ahora empezaba a tener un testimonio. En los veinte años anteriores, él no tenía ni el altar ni la tienda, lo cual indica que su vida no expresaba el verdadero testimonio de Dios. Ahora, después de volver al terreno apropiado, él expresaba en su vida el testimonio de Dios. Aquí vemos que este elegido de Dios fue traído de regreso, por la gracia de Dios, al lugar correcto para cumplir el propósito eterno de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA Y CINCO QUEBRANTADO C. Quebrantado Génesis 32:22-32 relata una experiencia crucial en la vida de Jacob, el escogido de Dios. Esta es verdaderamente una porción extraordinaria de la Palabra santa. Es única, y no hay ningún otro pasaje similar en la Biblia. No obstante, por falta de experiencia, la mayoría de los cristianos no han
prestado la debida atención a este pasaje de la Escritura. Por la misericordia del Señor, en este mensaje, examinaremos esta experiencia vital en la vida de Jacob y recibiremos ayuda de ella. En este capítulo, la experiencia de Jacob es muy práctica, personal e íntima. ¿Qué puede ser más íntimo que luchar con alguien por lo menos durante media noche? El Señor luchó en forma de hombre con Jacob “hasta que rayaba el alba” (v. 24). Jehová Dios jamás lucharía con un desconocido ni con un pecador incrédulo. Observe que el versículo no dice que el hombre “vino” para luchar con Jacob. No dice que “mientras Jacob permanecía allí solo, meditando en su problema, el Señor vino y luchó con él”. ¡No! dice simplemente: “Luchó con él un varón”, lo cual indica que el varón ya estaba allí y que no necesitaba venir. Esto revela que el Señor había estado con Jacob todo el tiempo. ¿Por qué empezó el Señor a luchar repentinamente con Jacob? Sin duda debe de haber una razón. La razón era el trasfondo de Jacob. Cuando Jacob regresó a la tierra de su padre, tenía dos problemas: a Labán en la retaguardia, y a Esaú en la vanguardia. Había sido liberado de la mano usurpadora de Labán, y ahora sentía desesperación ante la perspectiva de enfrentarse a su hermano Esaú. La lucha se produjo en ese momento. Los mensajeros de Jacob habían regresado para informarle que Esaú venía a su encuentro con cuatrocientos hombres. Cuando Jacob oyó esto, quedó aterrorizado. Pensaba que si Esaú venía a recibirlo, no necesitaba traer consigo cuatrocientos hombres. Le parecía que Esaú era como el capitán que va al mando de un ejército. Indudablemente, Jacob pensaba que Esaú venía a matarlo. Al creer eso, Jacob se vio obligado a orar. Después de hacer una excelente oración, dividió en nueve manadas el presente de ganado que envió a Esaú. Sin embargo, no tenía paz, porque su problema seguía frente a él. Por consiguiente, como lo afirman los versículos 22 y 23: “Se levantó aquella noche, y tomó sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía”. Después de hacer esto, se quedó solo, probablemente considerando la situación y preguntándose qué iba a hacer en caso de que Esaú lo atacara. La carga de Jacob era pesada, y su situación era grave; de modo que estaba desesperado. La Biblia no indica que Jacob oraba cuando estaba solo. Uno ora en muchas ocasiones en que no tiene problemas, pero cuando tiene muchos problemas, no ora. Cuanto más preocupado esté uno, menos ora. Uno simplemente no puede orar porque el problema es difícil y la situación grave. ¿Por qué? Porque no ha sido derribado. Por muy grave que sea el problema, usted no ha sido derribado. Por una parte, igual que Jacob no podemos seguir adelante, pero por otra, no oramos, sino que permanecemos allí y reflexionamos acerca de la situación, preguntándonos qué hacer. Mientras Jacob consideraba la manera de enfrentarse a su problema, sorpresivamente un hombre se puso a luchar con él. Repito que el versículo no nos dice que el hombre vino y peleó con él. El texto dice simplemente: “Y luchó con él un varón”. Cuando leemos este pasaje, nos damos cuenta inmediatamente de que este hombre era el Señor. Sin embargo, al principio de la lucha, Jacob no se dio cuenta de que el hombre era Dios. El pudo haber pensado que la persona que lo atacaba era uno de los cuatrocientos hombres de Esaú. Cuando aquel varón empezó a luchar con Jacob, éste no estuvo dispuesto a perder. Quizá Jacob se haya dicho: “Este hombre ha venido para capturarme, pero no lo dejaré”. Al llegar a este punto, debemos hacernos cuatro preguntas. Primero, ¿por qué luchó el Señor como hombre con Jacob? ¿Qué necesidad había de hacerlo? Cuando el Señor se apareció a Abraham, se presentó como el Dios de gloria. Sin embargo, aquí no vemos que el Señor se haya aparecido a Jacob, sino que como hombre luchó contra él. Segundo, ¿por qué no pudo el Señor, siendo todopoderoso, prevalecer contra Jacob, un pequeño hombre? Tercero, ¿por qué esperó el Señor tanto para tocar el encaje del muslo de Jacob? ¿Por qué no lo hizo desde el principio? El Señor debe de haber luchado con Jacob por lo menos seis horas, empezando quizás a la media noche hasta el alba. ¿Por qué permitió el Señor que esta lucha se extendiera tanto? Y cuarto, ¿por qué se negó el Señor a decirle Su nombre a Jacob? En muchas otras ocasiones, el Señor reveló Su nombre a la gente. Pero aquí, después de que Jacob le pidiera revelar Su nombre, no se lo quiso decir, y se lo
ocultó. No pretendo dar una respuesta completa a todas estas preguntas, pero podemos, mediante nuestra experiencia, hallar por lo menos una respuesta parcial. En este pasaje de la Palabra, no vemos ninguna aparición del Dios de gloria, y tampoco tenemos una visitación del Señor. A Abraham el Señor se le apareció primeramente como el Dios de gloria (Hch. 7:2); más adelante, en Génesis 18, el Señor lo visitó y comió con él. Pero esta experiencia de Jacob no era ni una aparición de Dios ni una visitación del Señor; fue una especie de disciplina. Cuando usted fue salvo, el Señor se le apareció, y desde entonces usted ha recibido visitaciones agradables del Señor. No obstante, aparte de la aparición del Señor en el momento de nuestra salvación y de Su visitación en momentos de comunión, hay momentos en los cuales el Señor nos hace pasar por dificultades. Al principio, no nos damos cuenta de que el Señor está presente. Pensamos que nuestro cónyuge, o un anciano, nos mortifica. Finalmente, nos damos cuenta de que no se trata de nuestro cónyuge ni de un anciano, sino que es Dios quien obra en nosotros. Esto nos da la respuesta a la primera pregunta acerca de la lucha que el Señor, en forma de hombre, libró con Jacob. Dios no nos quebranta visiblemente apareciéndosenos como el Dios de gloria. Cuando Dios nos azota, al principio pensamos que alguien pelea con nosotros. Muchas veces la lucha dura mucho tiempo. En el caso de Jacob, es posible que la lucha haya durado unas seis horas, pero en nuestro caso, pueden ser seis semanas, seis meses o seis años. Hermanas, ¿cuanto tiempo han luchado ustedes con su marido? Quizá ustedes luchan con él todos los días. Se dan cuenta de que como cristianas, no puede haber ni separación ni divorcio. Sin embargo, se siente ciertamente libre de alegar con él. Quizá usted piense dentro de sí: “Qué desgracia haberme casado con este hombre. No puedo divorciarme de él, pero por lo menos puedo discutir con él”. Algunas esposas han estado luchando con su marido durante mucho tiempo. Por supuesto, pasa lo mismo con nosotros los maridos, pues nosotros también luchamos con nuestras esposas. En el caso de muchos de nosotros, la vida matrimonial ha sido una vida de lucha. Quizás pensemos que luchamos con nuestro cónyuge, pero en realidad, el oponente no es nuestro cónyuge ni el anciano ni las circunstancias, sino el Señor mismo. En nuestra experiencia, nos damos cuenta finalmente de que el Señor está ahí. Por ejemplo, una hermana puede al final decir: “No es mi marido el que lucha conmigo, sino el Señor”. Si entendemos la respuesta a la primera pregunta, podremos contestar las otras tres. Al aparecérsenos el Señor para traernos salvación, se nos revela como el Señor de gloria, pero al quebrantarnos, se mantiene escondido. Cuando pasamos por dificultades, pensamos que éstas provienen de una persona o alguna situación; no se nos ocurre que vengan del Señor. Pero cuando venga una situación adversa, debemos percatarnos de que el Señor está allí. No le pregunte Su nombre. Con frecuencia, las hermanas me han preguntado: “Hermano Lee, ¿por qué el Señor me dio este marido?” Y algunos hermanos me han dicho: “Hermano Lee, ¿acaso no conoce el Señor todas las cosas? Si tal es el caso, ¿por qué no hace nada con mi esposa?” La respuesta a esto es que el Señor está obrando en secreto. Por la experiencia de Jacob, podemos conocer el nombre del que está luchando con nosotros. Para una hermana, el nombre del Señor podría ser “marido”, y para un hermano, “esposa”. En algunos casos, el nombre del Señor podría ser “un anciano complicado”. Si somos francos, muchos de nosotros reconoceremos que tenemos interrogantes acerca de nuestro matrimonio. Muchos han preguntado: “¿Por qué?” Otro podría preguntar: “Entre todas las hermanas jóvenes de la iglesia, ¿por qué tuve que casarme con ésta?” Cuando somos probados, al principio no reconocemos que se trata de una acción del Señor. A veces sí nos damos cuenta, pero nos rehusamos a reconocerlo. Si lo admitiéramos, indudablemente dejaríamos de luchar en el acto. Por consiguiente, nos esforzamos considerablemente por no dejarnos someter, y hacemos todo lo posible por subyugar al contrario, sin darnos cuenta de que en la mayoría de los casos en realidad estamos luchando con el Señor. Consideremos ahora la segunda y la tercera preguntas. Si el Señor nos sometiera inmediatamente, ¿cómo podríamos ser expuestos? Algunos dirán: “He orado por mi esposa durante años. ¿Por qué el Señor no me contesta? ¿Por qué ella no cambia?” La razón es que usted debe quedar expuesto. El Señor luchó con Jacob para exponer lo natural que éste era. Esto requirió por lo menos media
noche. Nosotros también debemos pasar por un largo período de problemas. Muchos de nosotros seguimos luchando. El Señor intenta someterlo a usted, pero usted lucha para controlar las circunstancias. Quizá el Señor use a su esposa para someterlo a usted, pero usted ejerce su fuerza para vencerla. Por consiguiente, la pelea continúa. Espero que en este mensaje, la luz brille sobre usted, y usted diga: “Oh ahora veo que he peleado durante años. Ahora entiendo que el propósito de esto era exponer lo natural que soy. El problema no es mi esposa, sino mi fuerza natural. Sigo siendo un hombre natural”. ¿Qué había de malo en la lucha entre Jacob y el Señor? ¡Nada! La razón por la cual el Señor luchó con Jacob fue simplemente que éste todavía era muy natural. Aquí lo que estaba sucediendo no se relacionaba con nada pecaminoso, sino con la vida natural, con el hombre natural. Se requiere mucho tiempo para exponer nuestra vida natural. Necesitamos un período extenso de lucha antes de que eso pueda producirse. Mediante este período de lucha, nuestra naturalidad, igual que la de Jacob, queda plenamente expuesta. Al leer los capítulos treinta y uno, treinta y dos y treinta y tres, vemos cuán natural era Jacob. El había sido quebrantado y había sufrido mucho, pero en el capítulo treinta y dos seguía siendo natural. El no confiaba en el Señor, y era totalmente incapaz de expresar al Señor. Era natural, y su expresión estaba llena de sí mismo. En cierto momento de la lucha, el Señor tocó el encaje del muslo de Jacob. El versículo 25 declara: “Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba”. El Señor tocó el tendón del muslo de Jacob, que es la parte más fuerte. El Señor no tenía la intención de someter a Jacob, sino de exponerlo. Después de exponer su vida natural, tocó su muslo. Inmediatamente se descoyuntó éste, y Jacob quedó cojo. Dice el versículo 31 que Jacob “cojeaba de su cadera”. Después de que el muslo de Jacob fue descoyuntado, pudo haber pensado dentro de sí: “Este luchador es más fuerte que yo. El no me ha dado muerte, pero indudablemente me ha debilitado”. Al darse cuenta Jacob de que su rival era más fuerte que él, le pidió que lo bendijera (v. 26). Dudo que aun en ese momento Jacob se haya dado cuenta de que este luchador era Dios. El luchador le dijo a Jacob después de tocarlo: “Déjame, porque raya el alba” (v. 26). Pero Jacob le contestó: “No te dejaré, si no me bendices”. Después de esas palabras, el Señor le preguntó a Jacob cuál era su nombre (v. 27). El Señor ya conocía el nombre de Jacob. Entonces ¿por qué le hizo esta pregunta? Para hacer que Jacob tomara consciencia de quién era él, y obligarlo a reconocer que él era Jacob, el suplantador. Después de que Jacob le dijo su nombre al luchador, éste le dijo: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (v. 28). El nombre Israel significa “uno que lucha con Dios”. Muchos cristianos saben que Israel significa “príncipe de Dios”, pero, según los mejores diccionarios y traducciones, tal significado es secundario. El primer significado del nombre Israel es “uno que lucha con Dios”. Al oír Jacob que su nombre había sido cambiado por Israel, uno que lucha con Dios, entendió inmediatamente que el oponente era Dios. Quizá haya pensado: “Oh, El es Dios, y me ha llamado el luchador de Dios”. Entonces Jacob le dijo: “Declárame ahora tu nombre” (v. 29). El Señor contestó: “¿Por qué me preguntas por mi nombre?” (v. 29). El Señor no le dijo Su nombre a Jacob. En nuestra experiencia, el Señor nos quebranta siempre en secreto. El Señor no reveló Su nombre a Jacob, pero sí lo bendijo. Después de bendecir a Jacob, el relato no dice que el Señor lo haya dejado. El Señor había estado con él todo el tiempo, y aun después de la lucha seguía allí. El Señor no vino ni se fue; simplemente luchó con Jacob. Esta fue la experiencia de Jacob en el Antiguo Testamento, mas nuestra experiencia es aún más vívida. El Señor jamás nos abandonará. Cuando debamos ser disciplinados, El nos proporcionará el azote que necesitemos. El versículo 30 dice: “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”. Después de recibir la bendición del Señor, Jacob vio claramente que el luchador era Dios, y llamó a ese lugar Peniel, que significa “la faz de Dios”. Después de examinar la experiencia que tuvo Jacob en este capítulo, podemos pensar que él fue transformado por ella. Pero en realidad, no hubo ninguna transformación, pues el capítulo treinta y
tres revela que Jacob seguía siendo Jacob. No hubo ningún cambio en su manera de vivir. El seguía planeando, dividiendo y haciendo lo posible por enfrentar la situación. No se produjo ningún cambio en su manera de actuar, pero sí hubo un cambio evidente en su vida: su vida misma había sido tocada. Después de su experiencia en Peniel, él cojeaba. Tanto antes como después de haber sido tocado por el Señor, él podía hacer cualquier cosa, pero después de ser tocado por el Señor, todo lo que hacía lo hacía cojeando. Entre nosotros los cristianos existen dos tipos de personas fracasadas y débiles: las que cojean y las que no cojean. Por ejemplo, podemos perder nuestra calma, sea que cojeemos o no. Puedo enojarme con un hermano, pero en esa acción, otros observarán que cojea. Si uno no hace nada, los demás no sabrán que cojeo. No obstante, cuanto más actuaba Jacob, más quedaba expuesta su cojera. Sin embargo, permítame decir que no debemos intentar imitar a un cojo. La imitación nunca produce resultados. Quienes estamos en las iglesias del recobro del Señor somos escogidos de Dios. Estamos en Su mano, en Su camino, y yo tengo la plena certeza de que también estamos bajo Su disciplina. Independientemente de que usted se dé cuenta o no, que lo reconozca o no, usted se encuentra bajo la mano del Señor. Tarde o temprano sentirá que ha sido tocado por El. Cuando llegue el momento, sabrá que es cojo y que nunca volverá a ser el mismo. Usted puede seguir teniendo sus debilidades, pero no será el mismo. Si todavía puede seguir siendo el mismo, eso indica que no ha experimentado el toque del Señor. En el caso de Jacob, el toque del Señor se produjo una vez y para siempre; no obstante, en nosotros se pueden producir varios golpes. De todos modos, el principio es el mismo. Muchos de nosotros podemos testificar que desde el día que empezamos a amar al Señor y particularmente desde que llegamos a la vida de iglesia y empezamos a seguir al Señor en Su recobro, hemos tenido que pasar por circunstancias que han tocado lo profundo de nuestro ser. Estábamos luchando continuamente. Durante mucho tiempo no nos dimos cuenta de que el Señor nos estaba disciplinando. Un día, el Señor nos tocó repentinamente, y quedamos cojos. Desde entonces, no somos los mismos. Quizá seguíamos siendo naturales o débiles, pero no éramos los mismos. No se imagine que con un solo golpe, su vida entera cambiará y usted será totalmente transformado. ¡No! En el caso de Jacob, el golpe se produjo en el capítulo treinta y dos, pero la madurez no se manifestó claramente antes del capítulo cuarenta y siete. Del capítulo veintiséis al treinta y dos, encontramos muchos fracasos, errores y equivocaciones. Después de que Dios lo tocó, en el capítulo treinta y tres, él no cambió mucho aparentemente; pero en realidad, en vida, él sí sufrió un gran cambio. Antes del capítulo treinta y dos, Jacob era natural, y nunca había sido tocado por el Señor. Pero después del capítulo treinta y dos, todo lo que hacía, lo hacía cojeando. De ahí en adelante, la impresión que él daba a la gente era bastante diferente. Cuando se inclinó ante Esaú, todavía era natural, pero su cojera evidenciaba que había sido tocado por el Señor. ¿Notó usted alguna vez que cuando Jacob fue al encuentro de Esaú y se inclinó ante él, iba cojeando? Esaú no vio a un Jacob sano, sino a una persona lisiada. Aquí vemos que no hubo ninguna variación en su vivir, pero sí se había producido un cambio en su vida. Lo que el Señor tocó no fue su conducta, sino su fuerza interior natural. El tendón del muslo de Jacob había sido tocado. Son pocos los cristianos que entienden cuán importante es la experiencia de Jacob en esta porción de la Palabra. La mayoría dedica su atención al pecado exterior, a las acciones erróneas, a la mundanalidad, sin pensar jamás que su vida natural, su fuerza natural, debe ser quebrantada. No obstante, el Señor no se preocupa solamente por cambiar nuestra conducta, sino que desea mucho más tocar nuestra vida natural. No importa si usted se disgusta con su esposa o no, si su vida natural no ha sido tocada, usted sigue siendo natural. A los ojos de Dios no hay mucha diferencia entre enojarse con la esposa y mantener la calma. Si usted pierde la calma, sigue siendo usted, y si controla sus instintos, sigue siendo usted. Pero cuando Jacob fue tocado, aunque seguía siendo el mismo externamente, en su interior la vida natural había sido quebrantada. Por supuesto, desde el punto de vista humano, me gusta ver que los hermanos y las hermanas cambien de actitud hacia su
cónyuge. Pero en lo profundo de mi ser, no valoro mucho ese cambio externo si su ser interior sigue igual. Cuando nos portamos mal, le resulta difícil al Señor forjarse en nosotros. Y cuando somos buenos, el caso es el mismo. De hecho, puede resultarle más difícil al Señor forjarse en nosotros cuando somos tan buenos. No se trata de cambiar externamente ni de mejorar, sino de ser tocados internamente. El tendón de uno, su fuerza natural interna, debe ser tocada por el Señor. Todos necesitamos ser tocados así. Al seguir a Jacob, podemos ser tocados repetidas veces, pues en nuestro caso el golpe quizá no se produzca de una sola vez por todas. Después de luchar durante cierto tiempo, tendremos la profunda convicción de que hemos sido tocados. El Señor siempre nos toca en una parte crítica. Cuando El toca una parte específica, quedamos cojos y ya no volvemos a ser los mismos interiormente. De ahí en adelante, cojeamos y ya no somos totalmente sanos. Existen muchísimas clases de personas entre los millares de santos que hay en la vida de iglesia: inteligentes, sabios, astutos, orgullosos, arrogantes. Según la religión, el camino correcto es cambiar nuestro comportamiento exterior. No obstante, el camino de Dios, el camino de vida, es distinto. Dios no le dijo a Jacob: “Jacob, he peleado contigo, te he tocado, he cambiado tu nombre, y te he dado Mi bendición. De ahora en adelante, no debes usar tu astucia ni tu fuerza natural para enfrentar a tu hermano Esaú. Deja de ser astuto. Confía en Mí y déjame hacerme cargo de este asunto”. La Biblia no dice eso. Todo lo que vemos es el relato del toque que recibió Jacob. El Señor tocó su muslo, cambió su nombre y le dio Su bendición; esto fue todo. No le dio ningún sermón, ni ninguna instrucción. Todo lo que hizo Jacob después de eso, por ejemplo, dividir a los suyos en tres grupos, era decisión suya. Muchas veces después de que el Señor nos toca, no nos dice qué debemos hacer, sino que nos deja la libertad, y nos permite hacer lo que nos parezca. Si examinamos nuestra experiencia, veremos que las cosas son así. A los que cuidan de los demás, y particularmente a los ancianos, les gusta instruir a la gente. En ocasiones dicen: “Hermano, estás equivocado. Ahora que el Señor te ha bendecido, no debes seguir tratando así a tu esposa. Indudablemente, por causa de la gloria del Señor, debes cambiar”. Las hermanas comprometidas en el cuidado de los demás quizá le digan a otra: “Hermana, deja de discutir con tu marido. No debes hacer esto ni aquello”. Este es nuestro método, pero no es el método del Señor. Después de que el Señor hirió el muslo de Jacob y lo bendijo, no le dejó ninguna instrucción. No le dijo ni una sola palabra. Después de que Jacob recibió aquel golpe, seguía valiéndose por sí mismo. El parecía decir a los suyos: “Quédense atrás. Déjenme ir adelante para ver a mi hermano Esaú”. Sin embargo, cuando se aproximó a su hermano, lo hizo cojeando. ¡Qué diferencia entre nuestro concepto natural y los caminos de Dios! ¡Qué diferencia entre la práctica religiosa y el toque del Señor! No quisiera oír que se les dé instrucciones a ustedes; preferiría ver que el Señor tocara a muchos de ustedes uno por uno. A menudo las hermanas han acudido a mí para quejarse de su marido. No obstante, mientras acusan a su marido delante de mí, me alegro porque en sus acusaciones observo que cojean. Quizá algunos días antes, hubieran venido a mí sin ningún rasguño. Pero ahora se puede ver claramente la cojera, pese a que siguen quejándose de sus maridos y acusándolos. No reprendo a estas queridas hermanas, pues estoy contento de ver que han sido tocadas. Ser quebrantado es mejor que cualquier tipo de instrucción. El toque del Señor en nuestra vida natural es mucho mejor que cien mensajes. Esto es lo que necesitamos hoy. Dice el versículo 31: “Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera”. Después de haber sido tocado, le salió el sol. Estaba lisiado, pero en la luz. En el recobro del Señor, todo aquel que tiene luz debe ser una persona lisiada. Bajo la luz nadie es totalmente sano; todo aquel que se encuentra bajo la luz del resplandor celestial es cojo. En la noche oscura, Jacob era fuerte y todos sus miembros estaban sanos. No obstante, después de haber sido tocado, salió el sol sobre él y quedó lleno de luz. El estaba bajo el resplandor de la luz celestial; aún así, era un hombre lisiado. Muchos de nosotros tenemos esta clase de experiencia porque estamos verdaderamente en la mano del Señor y seguimos Su camino.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA Y SEIS DESPUES DEL QUEBRANTAMIENTO En 2 Timoteo 3:16 se afirma que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios. ¿Cree usted que Génesis 34, el capítulo que vamos a considerar en este mensaje, es dado por el aliento de Dios? Debemos acudir al Señor para que El nos muestre de qué forma este pasaje de la Palabra es el aliento de Dios. Cuando yo era joven, leía ciertos capítulos, como por ejemplo Génesis 34, una o dos veces y con eso la historia se grababa en mi memoria, y no los volvía a leer. Cuando llegaba a aquellos capítulos en mi lectura del Antiguo Testamento, recordaba que la hija de Jacob había sido violada y que los hijos de éste habían dado muerte sin misericordia a un pueblo y habían saqueado su ciudad, y pasaba de largo. Pero el Señor nos ha mostrado que aun este capítulo es el aliento de vida. Este pasaje de la Palabra contiene vida, pero se requiere experiencia para valorarlo.
4) Después del quebrantamiento Si queremos percibir la vida contenida en el capítulo treinta y cuatro, debemos observar lo que hay antes y lo que viene después. Antes de este capítulo, Jacob había sido librado de todos sus problemas. Durante veinte años, Jacob había estado bajo la mano opresora de Labán, y eso lo afligió mucho. Finalmente, le resultó imposible permanecer con Labán y se marchó de la casa de su tío. Dios le había dicho a Jacob que deseaba que volviese a la tierra de sus padres. No obstante, Jacob no podía olvidar lo que había sucedido allí, pues había engañado a su padre Isaac y suplantado a su hermano Esaú. Estaba dispuesto a regresar a la tierra de sus padres, pero tenía que enfrentarse con un gran problema: su hermano Esaú. Sin embargo, aceptó la palabra del Señor y se valió de sus esfuerzos y su astucia para escapar de Labán y marcharse lejos, sin informarle que se iba. Al escaparse de Labán, venció su primera dificultad: la de estar bajo su mano opresora. Pero luego afrontó otro problema: Labán lo persiguió, y finalmente lo alcanzó. No obstante, Dios intervino, mandando que Labán no dijera nada bueno ni malo a Jacob. Por consiguiente, Jacob fue librado completamente de la mano de Labán. No obstante, todavía tenía que enfrentar el problema principal: Esaú. Esta fue la razón por la cual pasó una larga noche luchando contra un oponente que no pudo identificar y que en realidad era el Señor mismo. Sin embargo, Jacob pasó por esta crisis, y el Señor lo liberó del problema de Esaú. Después de esto, Jacob no volvió a tener dificultades por un tiempo.
a) Regresó solamente hasta Siquem Después de haber sido librado de todos estos problemas, “Jacob fue a Sucot, y edificó allí casa para sí, e hizo cabañas para su ganado” (33:17). Sucot estaba en el lado oriental del Jordán. Esto indica que mientras Jacob estaba en Sucot, todavía no había cruzado el río para entrar en el corazón de la tierra de Canaán. Génesis 33:17 no dice que Jacob haya ido a Canaán. La tierra de Canaán no se menciona sino hasta el versículo siguiente, donde leemos que “Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán” (v. 18). A los ojos de Dios, cuando Jacob llegó a Sucot y se edificó una casa allí, todavía no había regresado al corazón de la buena tierra. El hecho de que Jacob construyera una casa para sí y cabañas para su ganado nos muestra cuán natural seguía siendo y cuántas cosas hacía para sí. El ciertamente pasó por alto el sueño que había recibido en Bet-el. Después de haber huido de Esaú, Jacob tuvo un sueño en el cual vio una escalera que iba de la tierra a los cielos. Cuando despertó de ese sueño, llamó a ese lugar Bet-el y derramó aceite sobre la piedra
que había usado como cabecera, y dijo: “Esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios” (28:22). En Bet-el, Jacob hizo un voto a Dios en el que prometió que la piedra sería casa de Dios. En otras palabras, le prometió a Dios que construiría una casa para El. Sin lugar a dudas, Jacob se olvidó de eso. Si yo hubiera estado allí, le habría preguntado: “¿Jacob, por qué regresaste? ¿Quiere Dios que construyas una casa para ti y cabañas para tu ganado? ¿Y qué hay de la casa de Dios?” Cuando Jacob era un forastero en tierra extraña, podíamos comprenderlo, pues ser extranjero es una situación difícil para cualquiera. Pero ya había regresado a la tierra de la promesa de Dios. Si usted lee detenidamente el Antiguo Testamento, se dará cuenta de que el territorio ubicado al oriente del Jordán jamás fue reconocido como la mejor parte de la buena tierra. Sin embargo, cuando dos tribus y media de Israel llegaron a este territorio, fueron atraídas por él. Esto causó enojo a Moisés. Estas dos tribus y media recibieron efectivamente esa tierra, pero perdieron parte de la bendición de Dios. Cuando los asirios vinieron a atacar a los hijos de Israel, primero llegaron a la tierra que está al oriente del Jordán, y estas dos tribus y media fueron las primeras en ser capturadas (1 Cr. 5:26). Las ciudades estratégicas, tales como Jerusalén y Belén, se encuentran en el corazón de la tierra ubicada al occidente del Jordán. Por consiguiente, el territorio que está al oriente del Jordán, donde se encontraba Sucot no estaba en el corazón de la tierra que Dios había prometido. La Biblia nos proporciona un relato muy breve de la estancia de Jacob en Sucot. Al final, Jacob se dio cuenta de que Sucot no era el lugar adecuado para permanecer con Dios; así que, pasó el Jordán y se estableció en Siquem. De regreso a la buena tierra, Jacob cruzó tres ríos: el Eufrates, el Jabot y el Jordán. Al llegar a Siquem, Jacob siguió los pasos de su padre Abraham (cfr. 12:5-6). Esto indica que Jacob había sido conducido al camino correcto. En Siquem, Jacob plantó una tienda y edificó un altar (vs. 18-20), lo cual revela que había empezado a llevar la vida de la tienda y a tener el testimonio del altar. Esto era mucho mejor que edificar una casa para sí y cabañas para su ganado. En Sucot Jacob no edificó nada para Dios, mientras que en Siquem no edificó nada para sí mismo ni para su ganado; allí edificó un altar para Dios y plantó una tienda donde vivir. Qué bueno fue que no sólo siguió los pasos de su antepasado, sino que también llevó la vida de tienda y mantuvo el testimonio del altar. Esto era bueno, pero no era Bet-el. Si uno lee el capítulo doce, se dará cuenta de que después de llegar a Siquem, Abraham prosiguió a Bet-el (12:6-8). Jacob recibió su sueño en Bet-el (28:10-22). Cuando el Señor le pidió regresar a la tierra de sus padres, esto indicaba que él debía regresar a Betel para cumplir su voto de edificar una casa para Dios. No entiendo cómo pudo Jacob olvidar aquel sueño ni que no estuviese dispuesto a pagar el precio. No obstante, él primero llegó a Sucot y luego siguió hasta Siquem. En Siquem empezó a vivir como un llamado. Antes de eso, Jacob nunca vivió como un llamado. Si queremos usar la terminología cristiana actual, diremos que Jacob nunca llevó una vida cristiana. Anteriormente, él se dedicaba a suplantar continuamente. Esta era la vida que él había llevado desde su nacimiento. El suplantaba a los demás y los tomaba por el calcañar. Pero cuando Esaú le salió al encuentro, Jacob había sido quebrantado. Esaú vino a él con un corazón honesto y bueno, pero Jacob, aun después de haber sido quebrantado, seguía suplantando. Suplantando hasta el último momento, Jacob llegó sano a Siquem donde empezó a llevar una vida de tienda con el testimonio del altar. Jacob tenía una tienda con un altar en Siquem, pero esto no llegaba a la norma de Dios. Jacob tenía una tienda, pero Dios no tenía casa. Se había edificado un altar para Dios, pero todavía no había casa para El. Según el Antiguo Testamento, la edificación del altar nos debe llevar a edificar el templo. En la construcción del templo, la primera cosa que debía ser recobrada era el altar (Esd. 3:1-3). El altar se encontraba en frente del tabernáculo y del templo. Sucede lo mismo en nuestra experiencia. Primero, tenemos una consagración incondicional y edificamos un altar; luego, pasamos a la edificación de la iglesia, la casa de Dios.
b) Todavía necesitaba ser sometido a circunstancias específicas Lo que tenía Jacob en Siquem era bueno, pero todavía necesitaba pasar por ciertas circunstancias (34:1-31), porque él todavía no había vuelto a Bet-el. Jacob debe de haber estado feliz y contento en Siquem, que significa “hombro” y representa la fuerza. Después de que Abraham llegó a Siquem, fue fortalecido. Jacob debe de haber experimentado lo mismo. Inclusive compró una parcela de tierra y allí erigió su tienda (33:19). Ciertamente él fue fortalecido y vivió allí como uno de los llamados de Dios. Sin embargo, todavía no había llegado a la meta de Dios. Un día sucedió algo repentino: su única hija, Dina, fue deshonrada (34:1-2). Para entonces, Jacob tenía once hijos y una hija. Si él hubiese tenido once hijas y un hijo, la situación habría sido muy distinta. Si una de las once hijas fuese deshonrada, la importancia sería mucho menor que con una hija única. Fue sumamente grave que se abusara de la única hija de Jacob. Este suceso excepcional e inesperado debe de haber sido propiciado por Dios. Dina había ido a ver a las hijas del país (34:1). Si ella no hubiera hecho eso, nunca habría sido deshonrada. Cuando fue a ver a las hijas del país, ella se encontró en dificultades, y se produjo este lamentable incidente. ¿Cree usted que aquello fue un accidente? Es posible que Jacob y su familia así lo hayan pensado, pero a los ojos de Dios no lo fue; sucedió bajo Su mano soberana. Esto no quiere decir que Dios deseaba que la hija de Jacob fuese deshonrada. Significa que esta lamentable eventualidad ocurrió bajo la mano soberana de Dios para perfeccionar a Jacob, Su escogido. El principio también se aplica hoy. Dios tenía un propósito con Jacob, e indudablemente tiene un propósito con cada uno de nosotros, Sus escogidos. El propósito que tenía con Jacob no consistía en que éste siguiese los pasos de su antepasado, erigiera una tienda, edificara un altar, fuese fortalecido y se estableciera. Ninguna de estas cosas cumple el propósito de Dios. En pocas palabras, el propósito de Dios consiste en tener Su casa sobre la tierra, en edificar a Bet-el aquí en la tierra. Siquem era un lugar bueno para Jacob, pero nunca podría satisfacer el deseo de Dios. Por consiguiente, mientras Jacob estaba establecido, satisfecho y feliz, le ocurrió este triste suceso. Si Jacob hubiese tenido once hijas y solamente un hijo, el hijo único no habría podido hacer nada al respecto y no habría causado ninguna dificultad. Pero cuando la hija única de Jacob fue deshonrada, todos los hijos de éste se levantaron (vs. 7-31). No podían tolerar eso. Finalmente, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, mataron a todos los hombres de la ciudad de Siquem y saquearon la ciudad. Examine la situación de Jacob. El había sido escogido y llamado por Dios y él era el testimonio de Dios sobre la tierra. El seguía los pasos del primero de los llamados de Dios, viviendo en una tienda y adorando a Dios junto al altar. El era el único testimonio de Dios sobre la tierra. Pero observe lo que sucedió. Su única hija fue deshonrada. ¿Cómo pudo suceder esto a un hombre que había empezado a llevar la vida de los llamados de Dios, la vida de la tienda y el altar? Si yo hubiese estado en la posición de Jacob, posiblemente habría tenido dudas, y habría dicho: “¿Qué significa esto? Yo amo al Señor más que nunca. En cuanto empiezo a llevar una vida apropiada, siguiendo los pasos de Abraham, me sucede esto. ¿Por qué?” Los hijos de Jacob imitaron los métodos engañosos de su padre y planearon vengarse. Aceptaron lo que pedían Hamor y Siquem de manera engañosa, diciendo a Siquem y a Hamor que podían tomar a Dina, con la condición de que todos los hombres que hubiese entre ellos fuesen circuncidados (vs. 13-17). Esta propuesta agradó a Hamor y a Siquem, y la aceptaron sin vacilación (vs. 18-19). Entonces, al tercer día, cuando sentían ellos los dolores de la circuncisión, “Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, y vinieron contra la ciudad, que estaba desprevenida, y mataron a todo varón. Y a Hamor y a Siquem su hijo los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina de casa de Siquem, y se fueron” (vs. 25-26). Después de eso, saquearon la ciudad y se llevaron las ovejas, las vacas, los asnos, los bienes que había allí, a las mujeres y a los niños. Hasta robaron todo lo que había en las casas (vs. 27-29). Jacob alude a esta masacre en Génesis 49:5-7.
En Exodo 32 la mano exterminadora de Leví se convirtió en una bendición. Cuando los hijos de Israel adoraron el becerro de oro, Moisés dijo: “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví” (Ex. 32:26). Luego Moisés dijo: “Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés” (Ex. 32:27-28). Aquí en Génesis 34, Leví junto con Simeón, mataron a todos los hombres de la ciudad de Hamor. Más adelante, junto al monte Sinaí, los descendientes de Leví mataron a los que adoraron el becerro de oro. Además en Números 25:7 y 8, uno de los descendientes de Leví mató a los fornicadores. Por la acción emprendida en Exodo 32, los levitas se convirtieron en los sacerdotes de Dios. Considere la situación en la cual se vio Jacob en este capítulo. Su hija fue deshonrada, y sus hijos engañaron al pueblo, mataron a los hombres y saquearon su ciudad. ¿Es ésta la familia de un llamado de Dios, la familia de quien es el único testimonio de Dios sobre la tierra? ¿Por qué le sucedió todo esto a Jacob? Dina, los once hijos y todos los hombres muertos, fueron un sacrificio para perfeccionar a un solo hombre, a Jacob. Tal vez usted no crea que el Señor sacrificaría a tantas personas por el bien de usted. Pero sacrificar muchas personas para perfeccionar una sola es algo maravilloso. En Génesis 34 este hombre era la única persona en la cual, con la cual y por la cual el propósito eterno de Dios había de cumplirse. Dina, los once hijos y todos los hombres de la ciudad de Siquem pudieron haber sido preservados; pero si Jacob, una sola persona, hubiese sido perjudicado, ¿qué habría pasado con el propósito eterno de Dios? Muchas veces el Señor sacrificará a otros para perfeccionarlo a usted. He visto eso y lo he experimentado personalmente. Si usted tiene discernimiento, podrá ver que aun ahora El está sacrificando a muchos para poder perfeccionarlo a usted. Siquem, Hamor, todos sus compatriotas e inclusive Dina y los once hijos de Jacob, fueron sacrificados por causa de Jacob. Todo lo que se relata en este capítulo tenía como fin su perfección. En Génesis 34:30 Jacob dijo a Simeón y a Leví: “Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa”. Jacob parecía decir: “Ustedes me lo han echado todo a perder. Por causa de ustedes, soy aborrecible para toda la gente del país. Ahora no tengo ni paz ni seguridad. Si este pueblo nos ataca, nos matarán a todos”. Jacob había llegado a Siquem en paz y a salvo. Ahora su seguridad había desaparecido, y probablemente ya no podía dormir bien. Su hija había sido deshonrada, y ahora, por culpa de sus hijos, él no se podía quedar en Siquem. En Génesis 35:1 Dios le dijo a Jacob: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú”. El Señor le dijo eso a Jacob inmediatamente después de los acontecimientos del capítulo anterior. Después de lo sucedido, Jacob podía aceptar todo lo que Dios quisiera decirle. Si Dios le hubiese hablado de la misma manera unos días antes, Jacob habría dicho: “¿Diría Dios semejante cosa? Eso debe de ser producto de mi imaginación. He seguido los pasos de mi antepasado, llevando la vida de la tienda y adorando a Dios en el altar de una manera correcta. ¿Por qué debo abandonar este lugar?” Indudablemente, Dios había deseado decir esto a Jacob mucho antes. En Siquem todo le salía bien a Jacob, pero eso no podía satisfacer el deseo de Dios. Antes de la dificultad relatada en el capítulo treinta y cuatro, Dios no podía hablar a Jacob; si lo hubiera hecho, Jacob no habría prestado atención. Pero ahora que habían abusado de su hija, después de que sus hijos hubieron causado problemas, y después de que Jacob hubo perdido su paz y su seguridad, y estaba pensando qué hacer, Dios intervino y le habló, diciéndole que subiera a Bet-el. Después de todos estos acontecimientos, Jacob podía prestar atención a lo que Dios le decía: que subiera a Bet-el. En muchas ocasiones si no nos encontramos en un entorno hostil, no podemos escuchar la palabra de Dios. Dios no es tan insensato como para decirnos algo en vano. El espera que nos sucedan ciertas cosas. Dios le dijo a Jacob que subiera a Bet-el, pese a que geográficamente Bet-el estaba situado al sur de Siquem. ¿Por qué no le dijo Dios: “Desciende a Bet-el”? No podemos entender eso con nuestro intelecto natural. Dios parecía decir a Jacob: “Jacob, todavía estás en un nivel bajo, pues no estás al
nivel de lo que deseo. Debes levantarte y subir a Bet-el”. Dios le habló a Jacob de una manera significativa y específica, exhortándolo a subir a Bet-el para morar ahí y para edificar un altar al Dios que se le había aparecido cuando huía de su hermano Esaú. Lo que se le dijo fue corto, pero su significado era profundo. En otras palabras, Dios parecía decirle: “Jacob, te olvidaste de tu voto. Por lo menos, has descuidado el cumplimiento del mismo. Después de aquel sueño que tuviste en Bet-el, hiciste el voto de edificar una casa para Mí. ¿En qué paró aquello? Te dije que volvieras, te libré de la mano de Labán y de tu problema con Esaú, y te traje de regreso en paz y a salvo a la tierra de tus padres. No hice eso para que tú te establecieras. Ese no es Mi propósito. Mi propósito es que vayas al lugar donde recibiste el sueño, el lugar donde hiciste el voto de edificar una casa para Mí. No te quedes en Siquem, pues este lugar no debe ser tu morada. Es simplemente una estación en tu camino a Bet-el. Ahora sube a Bet-el, mora allí y edifica un altar al Dios que se te apareció”. No considere este relato como una simple historia acerca de Jacob. Tómelo como la biografía de usted. Yo puedo dar testimonio de que he hecho lo mismo que Jacob. Sencillamente olvidé mi voto, mi consagración. Creo que todos nosotros nos hemos consagrado al Señor, especialmente en tiempo de pruebas y dificultades. Hicimos un voto, y dijimos: “Oh Señor, si me permites pasar por estas dificultades y me mantienes a salvo, me consagraré a Ti, Tú serás mi Dios, y yo te construiré una casa en este lugar”. En principio, todos hicimos un voto similar. Pero ¿ha cumplido usted su voto? Es probable que ninguno de nosotros lo haya hecho. Vemos, pues, que todos somos como Jacob. Su historia es en realidad nuestra autobiografía. Una cosa es hacer un voto al Señor y consagrarnos a El, pero cumplir nuestro voto y llevar a cabo nuestra consagración, tal vez requiera el sacrificio de una hija, de los once hijos, de Siquem, Hamor y de muchas otras personas y cosas. La vida cristiana frecuentemente es una vida de tormentas. Cuando oímos el evangelio por primera vez, quizá pensamos que después de hacernos cristianos, nuestras vidas estarían tranquilas y ninguna borrasca vendría. Quizá pensamos que nuestro barco navegaría con seguridad en Cristo sin pasar por una tempestad. Pero en más de cincuenta años que llevo de cristiano, se ha producido tormenta tras tormenta. Llegué a la conclusión de que la vida cristiana está llena de tempestades. ¿Cuál es el propósito de estas tormentas? Hace cincuenta años no lo entendía, pero ahora lo entiendo perfectamente. En realidad, no se trata de tormentas ni de calma, sino de ser transformados por causa del edificio de Dios a fin de cumplir Su propósito. Su vida está llena de tormentas porque usted es obstinado, porque es semejante a Jacob. Usted necesita muchas borrascas porque todavía no ha sido transformado en Israel. Quizá usted piense: “Estoy en Siquem y todo está en paz. Sigamos navegando en paz”. Esta paz puede durar muy poco tiempo, y de repente llega una tormenta, su Dina es mancillada, y todo se convierte en un caos. Esta es nuestra vida. No le eche la culpa a Dios, pues somos nosotros quienes dificultamos Su obra en nosotros. Aunque nosotros nunca hayamos orado: “Señor, mándanos una tormenta”, se ha producido toda clase de tormentas en nuestra vida. No obstante, ninguna tempestad nos ha matado. Después de pasar por tantas tormentas, seguimos vivos. El Señor indudablemente ha sacrificado mucho por nuestro bien. Queridos santos, muchos de ustedes todavía son jóvenes. Ustedes están ahora en el barco y es demasiado tarde para arrepentirse y salirse. Ustedes necesitan las tormentas. Lo que sucedió a Jacob en el capítulo treinta y cuatro le dejó una profunda huella. Cuando llegó a una edad avanzada y dio su bendición a sus doce hijos, no olvidó lo que Simeón y Leví habían hecho. En Génesis 49:5 y 6 Jacob dijo: “Simeón y Leví son hermanos; armas de iniquidad sus armas. En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros”. Según lo que Jacob dijo, Simeón y Leví no sólo mataron a hombres sino que también desjarretaron toros, es decir los dejaron lisiados cortándoles los tendones. Jacob nunca pudo olvidar ese incidente. Este fue el problema más grande por el cual tuvo que pasar. Fue peor que sus dificultades con Esaú. Esto lo atemorizó mucho, pues pensó que la gente del país lo atacaría y lo mataría. Cuando Jacob bendecía a sus hijos, aun entonces no tuvo ninguna confianza en ellos. El dijo: “En su consejo no entre mi alma”, esto es, manténganse alejados de ellos. El problema que Simeón y Leví habían causado a Jacob lo tocó en lo
profundo de su ser. Después de este acontecimiento, Jacob obedeció inmediatamente la palabra del Señor de subir a Bet-el. Desde aquel momento, Jacob empezó a ser transformado. Antes de ese momento, no había experimentado ningún cambio. Jacob se había marchado de Padan-aram y después de ser perseguido por Labán, fue librado de sus manos. El también fue rescatado de su problema con Esaú, y llegó a Sucot, donde edificó una casa para sí, y cabañas para su ganado. Creo que Jacob no se sentía tranquilo de quedarse allí. Por lo tanto, siguió su camino hasta Siquem, siguiendo los pasos de su antepasado y empezando a llevar la vida adecuada de la tienda con el testimonio del altar para vivir como llamado de Dios. No obstante, su vida en Siquem no correspondía a la norma de Dios. La meta de Dios es obtener a Bet-el, Su casa en la tierra. Así como Jacob, muchos hermanos y hermanas ahora siguen viviendo en Siquem. Han seguido los pasos de los precursores y han sido fortalecidos. Llevan la vida de la tienda y el testimonio del altar, y viven como llamados de Dios. No obstante, el deseo de Dios no es satisfecho, porque ellos no han llegado a Su nivel. Esta es la razón por la cual les suceden continuamente ciertas cosas desagradables, a fin de preparar su corazón para escuchar la palabra de Dios y para levantarse a subir a Bet-el, a fin de morar allí y edificar un altar. Necesitamos ver todos estos pasos. En el mensaje siguiente, veremos que en el capítulo treinta y cinco, Jacob empezó a ser transformado. Su transformación empezó después de que el Señor le dijo que subiera a Bet-el. Hoy en día, casi todos los cristianos que buscan con seriedad al Señor son como Jacob, pues viven cómodos en Siquem, pero descuidan la meta de Dios, que se realiza en Bet-el. Sin embargo, en el recobro del Señor, El desea que pasemos por Siquem y subamos a Bet-el, que pasemos por nuestra vida individual para ascender a la vida corporativa de iglesia. Si no hemos llegado a la vida corporativa de iglesia, todavía no hemos llegado a la meta de Dios. Esta es la razón por la cual independientemente de lo buenos que seamos en Siquem, no sentimos la paz ni la seguridad que nos satisface. Esto nos obliga a obedecer la palabra del Señor, quien nos dice que salgamos de Siquem y subamos a Bet-el para poder experimentar en la tierra la vida adecuada de iglesia en la casa de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA Y SIETE UNA VISTA PANORAMICA DEL EDIFICIO DE DIOS EN LAS ESCRITURAS LOS SIETE OJOS El libro de Apocalipsis es la consumación de la Biblia. Sin este libro, la Biblia carecería de la debida conclusión. Como libro de consumación, casi todo lo que contiene Apocalipsis se mencionó anteriormente en el Antiguo Testamento. En las páginas impresas no vemos nada relacionado con el edificio de Dios al que alude Apocalipsis 4 y 5. No obstante, vemos el asunto de los siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios. La clave para entender las señales y los símbolos de Apocalipsis es ésta: cuando aparece un símbolo en este libro, busque dónde lo menciona el Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el capítulo uno de Apocalipsis vemos los candeleros como símbolos de las iglesias. Si queremos entender el significado de los candeleros, debemos leer Exodo 25 donde se menciona al candelero por primera vez, y Zacarías 4 donde se menciona por segunda vez. Según el mismo principio, si queremos saber qué son los siete ojos de Dios, debemos volver al Antiguo Testamento. Los siete ojos se mencionan en Zacarías 3:9 y 4:10. Zacarías da a entender que estos siete ojos, que son las siete lámparas, están relacionados con el Espíritu. Cuando Zacarías le preguntó al ángel: “¿Qué es esto?”, el ángel contestó: “Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:4, 6). Esto implica que las siete lámparas están relacionadas con el Espíritu de Dios. El libro del Apocalipsis nos dice claramente que los siete ojos de Dios, los cuales son las siete lámparas, son los siete Espíritus de Dios. Zacarías revela que los siete ojos de Dios, que son las siete lámparas del candelero, también son los siete ojos de la piedra. Por medio de los siete ojos, Cristo como el León y el Cordero revelados en Apocalipsis 5 está conectado con la piedra mencionada en Zacarías 3. Por consiguiente, Aquel que tiene los siete ojos no es solamente el León-Cordero, sino también la piedra. El es el León-Cordero-piedra: el León que destruye al enemigo, el Cordero que nos redime, y la piedra con la cual se edifica la casa de Dios.
LA META DE LA ECONOMIA DE DIOS La meta de la economía de Dios no es la salvación. La salvación no es ni la meta ni la consumación de la economía de Dios, sino simplemente un procedimiento, un proceso, para llegar a la meta. La meta de Dios es edificar Su morada eterna. Este edificio es la iglesia hoy, y la Nueva Jerusalén en la eternidad.
CRISTO COMO LA PIEDRA DEL EDIFICIO DE DIOS Muchos cristianos conocen Hechos 4:12, que declara: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. He usado este versículo muchas veces al predicar el evangelio. Decía firmemente que en todo el universo había un solo nombre por el cual la gente podía ser salva. Este nombre no era Confucio ni Platón, sino el
nombre de Jesús. Hace algunos años, me enteré de que Jesús en Hechos 4:12 es la piedra. El versículo anterior declara: “Este Jesús es la piedra menos preciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo”. Si leemos Hechos 4:10, veremos que esta piedra es claramente identificada con Jesucristo de Nazaret. Jesucristo, el que fue crucificado y resucitó de los muertos, es la piedra menospreciada por los edificadores judíos. Ha venido a ser la piedra que es cabeza del ángulo, y en ningún otro hay salvación. Los que lo rechazaron no sólo rechazaron al Salvador sino también a la piedra del edificio, la propia piedra que es cabeza del ángulo. La piedra que es cabeza ángulo conecta las paredes de un edificio. En el ángulo de un edificio, hay muchas piedras; entre ellas hay una piedra llamada la cabeza del ángulo. Los judíos de la antigua Palestina, al edificar sus casas, prestaban mucha atención a tres clases de piedras: la piedra que servía como fundamento, la piedra que era la cabeza del ángulo y la piedra cimera. El edificio estaba establecido sobre la piedra que servia de fundamento, los lados del edificio estaban unidos por la piedra que era cabeza del ángulo, y sobre el edificio se encontraba la piedra cimera. Estas tres piedras sostenían y protegían todo el edificio. En Isaías 28:16 Cristo es la piedra que sirve de fundamento en Zacarías 4:7, la piedra cimera [heb.]; y en Hechos 4:10-12, la piedra que era cabeza del ángulo. En Hechos 4 Pedro no solamente predicaba a Cristo como Salvador, sino también como la piedra del edificio, como la cabeza del ángulo que une las paredes. Pedro tenía este concepto porque entendía que la redención que Dios efectúa en Cristo tiene como fin Su edificio. Por lo tanto, Pedro en su primera epístola, podía decir: “Acercándoos a El, piedra viva, desechada por los hombres, más para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual” (1 P. 2:4-5).
DIOS EFECTUA LA REDENCION CON MIRAS A SU EDIFICIO Entre todos los mensajes evangélicos dados hoy en día, casi ninguno alude al edificio de Dios. En el cristianismo la predicación del evangelio ciertamente yerra al blanco. Nosotros, por estar todavía bajo la influencia del cristianismo, simplemente no estamos conscientes de que la obra redentora efectuada por Dios en Cristo tiene como fin el edificio. Según muchos cristianos, la salvación lo es todo. Muchos himnos alaban al Señor como el Cordero, diciendo: “Digno es el Cordero”. Pero difícilmente hallamos un himno que declare: “Digna es la piedra”. Si usted se pone de pie en una reunión de cristianos y alaba al Señor diciendo: “Digna es la piedra”, pensarán que está loco, o que ha adoptado un concepto particular. Esta es la situación predominante hoy en día. No obstante, en el recobro del Señor, El nos ha llevado más adelante. No sólo vemos, igual que Martín Lutero, que Cristo es el Cordero que nos redime para que seamos justificados por la fe en El; también vemos que el Cordero tiene siete ojos, los cuales son los siete ojos de la piedra del edificio. La economía de Dios no tiene como fin la redención, sino la obtención de la morada de Dios con el hombre mediante la redención. Debido a la caída del hombre, fue necesario efectuar la redención, la cual es el proceso por el cual el hombre caído es devuelto a Dios para cumplir la economía de Dios y edificar Su morada. No obstante, el cristianismo pobre sigue aferrado a los procedimientos, y se olvida de la meta de Dios y no le presta atención. Por esta razón, debemos proclamar firmemente: “Digna es la piedra”. Examinemos ahora algunos versículos de Mateo 21. Dice el versículo 9: “Y las multitudes que iban delante de El y las que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna al hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Este versículo fue pronunciado para dar una cálida bienvenida al Señor Jesús, y es una cita de Salmos 118:26, que dice: “Bendito el que viene en el nombre de Jehová”. ¿Quién es “el que viene” mencionado en este versículo? La respuesta se encuentra en el versículo 22 del mismo salmo: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo”. El Señor Jesús cita los versículos 22 y 23 del salmo 118 en Mateo 21:42. En Salmos 118:23-24 dice: “De parte de Jehová es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos. Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él”. “El día que
hizo Jehová” es el día de la resurrección. En el día de resurrección, Jehová Dios hizo de Jesús de Nazaret la piedra que es cabeza del ángulo. Este es el día que hizo el Señor, y nosotros nos debemos regocijar y alegrar en él. Cada domingo, debemos regocijarnos y gozarnos. Cuando los edificadores judíos se molestaron por la bienvenida que se daba al Señor Jesús y le tuvieron celos, el Señor les dijo en Mateo 21:42: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: ‘La piedra que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos’?” El Señor Jesús parecía decir: “¿No oísteis al pueblo alabarme, diciendo: ‘Bendito el que viene en el nombre del Señor’? Su alabanza era una cita del salmo 118. En dicho salmo hay otro versículo. ¿Nunca lo habéis leído? Dice que la piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. Esto es obra del Señor, y es maravilloso a nuestros ojos”. Al citar este versículo del salmo 118, el Señor indicaba que los judíos, los edificadores del edificio de Dios, no sólo rechazarían al Salvador, sino también a la piedra del edificio. Como resultado de este rechazo, ellos no tendrían parte alguna en el edificio de Dios. Debemos recibir una profunda impresión del hecho de que no fuimos salvos simplemente por serlo. Fuimos salvos para constituir el edificio de Dios. Cuando predicamos el evangelio, no sólo debemos predicar la salvación y la redención, sino también el edificio de Dios, y proclamar que si uno no recibe al Señor Jesús, no tendrá a la piedra principal del edificio, y no participará del edificio de Dios. La meta de Dios al salvarnos, es obtener Su morada, la Nueva Jerusalén. Cuando prediquemos el evangelio a los hombres, debemos decirles igual que Pedro, que la obra redentora de Dios en Cristo es necesaria para que ellos sean parte de la morada de Dios.
EL PROPOSITO ETERNO DE DIOS En el mensaje anterior vimos que Dios le dijo a Jacob que subiera a Bet-el (Gn. 35:1). Al final, la Nueva Jerusalén será el Bet-el eterno. Jacob nunca edificó nada, pero sus descendientes edificaron primero el tabernáculo y luego el templo. El libro de Apocalipsis declara que la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios y que allí Dios mismo y el Cordero son el templo (Ap. 21:22). Esto es Betel. El propósito eterno de Dios es tener esta morada, y El está obrando para lograrlo hoy en día. Inclusive durante la vida de Jacob, Dios obró en Jacob para obtener Su morada, para obtener a Betel. Hay un pensamiento que debe alumbrarnos y saturarnos, a saber, que en este universo Dios está haciendo una sola cosa: El está edificando Su morada eterna. Nada le interesa más que esto. La creación y la salvación sirven a este propósito. Toda bendición que Dios nos ha concedido también sirve a este propósito. Sin embargo, muchos cristianos han hecho de otras cosas la meta, como por ejemplo la salvación, la espiritualidad, la santidad y la victoria. No obstante, éstas son simplemente “casas” individuales y personales, y no el edificio de Dios. La espiritualidad es una casa individual y personal. Si a usted no le interesa la meta de Dios, incluso la salvación podrá convertirse en una “casa” personal. Si tuviéramos una clara visión de la meta de Dios, nos afligiríamos por la situación actual. Casi todos los cristianos están construyendo su propia “casita”. Para algunos, el hablar en lenguas es una “choza”; para otros, la santidad es una “casa”; y para otros más la espiritualidad es un “cobertizo”. Hoy en día, casi ningún cristiano se interesa por el edificio de Dios. Esta es la razón por la cual nos atrevemos a decir que en el recobro del Señor somos los únicos cristianos a los que les interesa el edificio de Dios. Si a todos nos interesara el edificio de Dios, El podría hacer algo grande entre nosotros. No obstante, me preocupa que algunos, aún después de leer este mensaje, digan: “Esto no me interesa; quiero tener paz y alegría. Quisiera que el hermano Lee nos diera más mensajes sobre la misericordia y la gracia del Señor, y nos dijera cuánto desea el Señor darnos Su gozo y concedernos Sus bendiciones”. Es posible que incluso el gozo, la paz y las bendiciones se conviertan en estupefacientes. La mayoría de las enseñanzas dadas semana tras semana en las capillas y en las catedrales son estupefacientes. Cuando ustedes se encontraban allí, estaban embotados. No escucharon ni una sola palabra clara que los trajera a la sobriedad. Espero que por medio de este mensaje todas las mentes sean traídas a la sobriedad y que podamos declarar con
firmeza: “Sólo me interesa el edificio de Dios. No me interesan mi salvación, ni mi gozo, ni mi paz, ni mi santidad ni mi espiritualidad”. Mientras usted se preocupe por el edificio de Dios, serán suyas la salvación, la santidad, la victoria, la espiritualidad, la paz y el gozo.
UNA VISTA PANORAMICA DEL ANTIGUO TESTAMENTO Necesitamos una vista panorámica del edificio de Dios según lo revela la Biblia. La Biblia es un libro extenso que contiene miles de cosas. Si no tenemos una vista panorámica, nos podemos perder fácilmente. Debemos ver los puntos principales contenidos en la Biblia. Después de obrar en el linaje de Adán, Dios tuvo un nuevo comienzo al llamar a Abraham a ser el padre de un nuevo linaje, el linaje llamado. Dios ya no trabajaba con el linaje creado, sino con el linaje llamado. Abraham fue seguido por Isaac y Jacob. Si no tenemos la vista panorámica, no podemos entender el propósito que Dios tenía al llamar a Abraham, ni el fin que perseguía con Isaac ni con Jacob, el suplantador. Mientras Jacob huía de su hermano Esaú, tuvo un sueño (28:10-22). Después de despertar de dicho sueño, pronunció unas palabras que constituyeron una profecía maravillosa. Jacob llamó el nombre del lugar Bet-el e incluso, levantó la piedra que había usado como cabecera y la convirtió en una columna. Por consiguiente, Bet-el no sólo era un lugar, sino también una columna sobre la que se había derramado aceite. Esta es la principal profecía que rige toda la Biblia. Después de que Jacob profetizó así, hizo un voto diciendo: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios” (28:20-22). Dios fue fiel y lo trajo de regreso a salvo. Sin embargo, Jacob no cumplió su voto, sino que se estableció en dos lugares, primero en Sucot, y luego en Siquem. Después se produjo una tormenta, y Jacob perdió su seguridad y su paz. En ese preciso momento Dios intervino y le dijo: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí” (35:1). Jacob no tuvo el verdadero Bet-el durante su vida. Nunca vio la casa de Dios. Fue sólo cuando Moisés sacó de Egipto a los hijos de Israel y erigió el tabernáculo, que Bet-el llegó a ser una realidad entre ellos. Más adelante, el tabernáculo fue reemplazado por el templo que preparó David y construyó Salomón. Entonces Bet-el se estableció en la tierra. Antes de la construcción del tabernáculo, existía la casa de Israel, la cual equivalía casi a la casa de Dios, pues en el nombre de Israel aparece el nombre Dios. Las últimas dos letras de la palabra Israel, “el”, son una palabra hebrea que significa Dios. Cuando Israel se multiplicó y llegó a ser la casa de Israel, quedó implícito que esta casa era una casa para Dios. Por consiguiente, la casa de Israel era la casa de Dios. La única diferencia era que la casa de Israel no tenía una forma definida como el tabernáculo o el templo. No obstante, puesto que la familia de Jacob se había convertido en la casa de Israel, ellos eran ante Dios la casa de Dios. Finalmente, entre la casa de Israel se erigió el tabernáculo y después el templo, los cuales eran símbolos de la casa de Israel como morada de Dios. Esta es la historia de Bet-el. Más tarde, el templo fue destruido por el ejército babilonio, y los hijos de Israel fueron llevados a un cautiverio de setenta años. Más adelante, se proclamó el decreto de reconstruir el templo (Esd. 1:1-3). Por consiguiente, desde el principio del Antiguo Testamento hasta el final del mismo, vemos solamente unos cuantos asuntos: Jacob, su casa, el tabernáculo, el templo y la reconstrucción del templo. Esta es una vista panorámica del Antiguo Testamento.
UNA VISTA PANORAMICA DEL NUEVO TESTAMENTO Todos los puntos principales del Antiguo Testamento son solamente tipos; por esta razón, era necesario que el Señor Jesús viniera como la realidad. Cuando El vino en Su encarnación, estableció un tabernáculo para Dios y fijó tabernáculo entre nosotros (Jn. 1:14). En el capítulo dos de Juan, les reveló a los judíos que El no sólo era el tabernáculo sino también el templo de Dios
(2:18-21). Por tanto, mientras El estaba en la tierra, era tanto el tabernáculo como el templo. Cuando Pedro, el apóstol principal, se presentó ante el Señor por primera vez, éste le cambió el nombre de Simón a Cefas, que significa piedra (Jn. 1:42). En Juan 1:51 el Señor Jesús dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. Esto implica que el cumplimiento del sueño de Jacob dependía de que construyera la casa de Dios. El Señor, después de unos tres años con Sus discípulos, los sacó de la esfera religiosa y los llevó a la frontera de la supuesta tierra santa, y allí les preguntó: “¿Quién decís que soy Yo?” (Mt. 16:15). Después de que Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, el Señor le dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:16, 18). El Señor reveló que El era la roca, y que Pedro era una piedra. Esto debe de haber dejado una profunda impresión en Pedro, pues más tarde él reprendió a los edificadores judíos y parecía decir: “Vosotros los edificadores judíos lo crucificasteis a El, y desechasteis completamente la piedra con la cual se edifica. Pero Dios lo ha levantado y ha hecho de El la piedra que es cabeza del ángulo”. En 1 Corintios 3:11 Pablo afirma que la iglesia se edifica sobre Cristo como piedra que sirve como fundamento, y Pedro, en su primera epístola, declara que todos los que acudan al Señor serán piedras vivas constituidas como casa espiritual (1 P. 2:4-5). Esta es Bet-el, la casa de Dios. Finalmente, Bet-el será agrandado y llegará a su consumación en la Nueva Jerusalén. Por una parte, la Nueva Jerusalén será el tabernáculo de Dios entre los hombres; y por otra, allí Dios mismo y el Cordero serán el templo. Esta es la vista panorámica del edificio de Dios.
LA CALLE PRINCIPAL Cuando examinamos un mapa, buscamos las vías principales. El edificio es la calle principal de la Biblia. En el transcurso de los siglos, se han escrito miles de libros cristianos, pero la mayoría de ellos ha errado el blanco en cuanto a la calle principal. Se concentran en calles secundarias. La santidad, la perfección sin pecado, la espiritualidad, las lenguas y la sanación, son algunas de estas calles secundarias. Todos aquellos que concentren su atención en estas cosas errarán al blanco, el cual es Bet-el, la casa de Dios. En Deuteronomio 12:5 y 6 Dios parecía decir: “No debéis ofrecer holocaustos y diezmos en el lugar que a vosotros os parezca. Debéis ir al lugar que Yo escogí para poner allí Mi nombre y para que sea Mi habitación”. Hoy en día, este lugar es la iglesia, pues en el Nuevo Testamento vemos que la iglesia es el lugar que Dios escogió para poner allí el nombre del Señor y para allí morar. Muchos maestros cristianos destacados han dicho que si dos o tres se reúnen en el nombre del Señor Jesús, forman la iglesia. Dicen eso porque son ciegos y no tienen la visión de la calle principal.
ES NECESARIA UNA LIMPIEZA TOTAL PARA CONSTRUIR EL EDIFICIO DE DIOS Este asunto del edificio de Dios tiene un gran significado. Día y noche se ha comunicado la carga acerca de la construcción de la casa de Dios. Creo que en los próximos años, esta carga aumentará, y que se darán muchos mensajes sobre el edificio de Dios. Hoy en día, el Espíritu Santo está extrayendo todo el oro de la mina de la Palabra para construir el edificio. En el siguiente mensaje veremos lo que hizo Jacob después de que Dios le dijo que se levantara y subiera a Bet-el. El se purificó a sí mismo totalmente y también a toda su casa. En la actualidad pocos cristianos han tenido esta clase de experiencia. Cuando Jacob y su familia huyeron de Labán, Raquel, quien era la esposa amada de Jacob, robó los ídolos de la familia (31:34). Antes del capítulo treinta y cinco, no vemos en ninguna parte que Jacob hiciese nada al respecto. El simplemente toleró el hecho de que su esposa trajera consigo esa abominación. Pero después de que Dios le dijo
que subiera a Bet-el, “Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos” (35:2). No sólo desecharon los dioses ajenos, sino que también mudaron sus vestidos, es decir, se despojaron del viejo hombre y se vistieron del nuevo (Ef. 4:22-24). Dice en Génesis 35:4: “Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem”. Aquí vemos que los pendientes eran ídolos, y Jacob los enterró. Jacob hizo esto, diciendo a los que con él estaban que subirían a Bet-el y que allí harían un altar para Dios (35:3).
LA IGLESIA COMO TABERNACULO Mucho después se construyó el tabernáculo. Hay muchas cosas que se relacionan con el tabernáculo. En el atrio estaba el altar y el lavacro; en el lugar santo, se hallaban la mesa de los panes de la proposición, el candelero y el altar del incienso; y en el Lugar Santísimo se encontraba el arca del testimonio que contenía la urna de oro, la vara que había reverdecido y las tablas del testimonio. Todo eso tenía como fin Bet-el. Cada etapa de la vida de Jacob se relaciona con Bet-el. Esta es la tipología. Hoy en día, tenemos a Bet-el en la iglesia, porque la iglesia es el tabernáculo, el cual está lleno de contenido. En la iglesia tenemos el altar, el lavacro, la mesa de los panes de la proposición, el candelero, el altar del incienso y el arca del testimonio. Todo lo que hay en el tabernáculo tiene como finalidad la edificación de la iglesia.
NECESITAMOS UNA VISION QUE NOS GOBIERNE Todos debemos orar así: “Señor, muéstrame esta visión que gobierne. Necesito tener esta vista panorámica”. Aquí en esta visión, lo tenemos todo: la santidad, la espiritualidad, los dones, la sanidad. Ahora podemos ver por qué, después de diecinueve siglos, el Señor Jesús no ha vuelto. El no ha regresado porque Bet-el todavía no se ha edificado con solidez. El Señor ha estado esperando y todavía sigue esperando la consumación de Su edificio. En Mateo 16:18 El dijo: “Edificaré Mi iglesia”. Estas palabras no pueden ser vanas; indudablemente deben cumplirse. Esta es la carga que tenemos en el presente. Cuando consulto con mi espíritu, viene la carga día tras día y noche tras noche. Esta carga no es cuestión de doctrina, sino de la edificación de la iglesia por parte del Señor. Todos debemos decir: “Señor, ayúdame a pasar por todas las demás cosas. Señor, sólo me interesa la edificación de Tu iglesia”. Este es el recobro del Señor hoy. Es la edificación de Bet-el y el cumplimiento del sueño de Jacob. Esta es la carga que sentimos. He asistido a la reunión de la mesa del Señor desde 1932. Puedo atestiguar que nunca he disfrutado de una reunión de la mesa del Señor como esta noche. Esta es otra evidencia de que el Señor nos está apartando de las cosas secundarias para llevarnos a Su meta principal: Bet-el. Cuando ustedes asistían a la supuesta comunión en las denominaciones, antes de entrar en la vida de iglesia, ¿llegaron a oír alguna vez de la unidad, del Cuerpo o de Bet-el? Pero esta noche en la reunión de la mesa del Señor, hemos declarado a todo el universo que somos uno y que somos Bet-el, la casa de Dios. ¿Quién puede negar esto? Cuando hacemos esta declaración, tenemos satisfacción plena y la prueba de que el Señor está satisfecho con Bet-el, con la construcción de Su casa. Hermanos y hermanas, todos debemos prepararnos para llevar a cabo este encargo. De ahora en adelante, veremos al Señor obrando en toda la tierra para lograr la edificación de Su iglesia. El cumplirá Su profecía: “Edificaré Mi iglesia”.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA Y OCHO TRANSFORMADO (1) La Biblia comienza con la creación y concluye con la morada de Dios. Todos debemos recibir una profunda impresión de estas dos palabras: creación y morada. La consumación de la Biblia es la morada eterna de Dios. Si queremos conocer la Biblia, debemos tener muy presentes estas dos cosas: la creación y la morada de Dios. Hemos visto que el libro de Génesis contiene casi todas las semillas de las verdades relacionadas con la economía de Dios. Quizá la última semilla de este libro es la Bet-el, la morada de Dios. En la conclusión de la Biblia, y también en la última parte de Génesis, vemos el final consumado de la economía de Dios: Bet-el, la morada de Dios. La palabra Bet-el significa casa de Dios, o templo de Dios, morada de Dios. El libro de Génesis abarca las biografías de ocho personas importantes: Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob con José. Debemos considerar la vida de José como parte de la vida de Jacob. En Adán tenemos la obra de creación que efectuó Dios, y en Jacob tenemos la morada de Dios, Bet-el. En Jacob no vemos solamente la elección que Dios hace. La mayoría de los maestros cristianos ha dedicado muchísimo tiempo al hecho de que Dios escogió a Jacob. Efectivamente, esta elección es el comienzo, pero ¿cuál es el fin, la meta consumada, de la elección de Dios? Es Bet-el, la morada de Dios. Dios nos creó, nos escogió, nos llamó y nos salvó, para tener una morada en la eternidad. Esta semilla del edificio, como todas las demás que aparecen en Génesis, se desarrolla a lo largo de la Biblia. Si queremos entender el significado de esta semilla, debemos examinar toda la Biblia. Después de Jacob, tenemos la casa de Israel. La casa de Israel era en realidad la casa de Dios. Después del éxodo de Egipto, entre la casa de Israel se produjo la construcción del tabernáculo y, más adelante, la construcción del templo. Por consiguiente, el Antiguo Testamento es un relato de ocho hombres destacados, desde Adán hasta Jacob, y también del tabernáculo y el templo. La construcción, la destrucción y la reconstrucción del templo nos llevan al final del Antiguo Testamento. ¿Qué tenemos en el Nuevo Testamento? Vemos nuevamente dos cosas principales: el tabernáculo, el cual era Jesús (Jn. 1:14), y el templo, que es la iglesia (1 Co. 3:16). La consumación de la iglesia como templo es la Nueva Jerusalén. Una manera significativa y sencilla de memorizar la Biblia consiste en recordar los ocho hombres destacados, desde Adán hasta Jacob, el tabernáculo y el templo como tipos o figuras del Antiguo Testamento, y el tabernáculo y el templo como la realidad en el Nuevo Testamento, cuyo resultado final es la Nueva Jerusalén. Estos trece puntos abarcan toda la Biblia. ¿Cuál es el tema de la Biblia? Algunos dirán que es la caída del hombre, la redención efectuada por Dios, nuestro arrepentimiento, el perdón que Dios concede, nuestra regeneración y nuestra salvación. Obviamente, todas estas cosas se encuentran en la Biblia. Otros afirmarán que la Biblia menciona cosas como serpientes, escorpiones y ranas. La Biblia, que consta de más de mil capítulos, no es un libro sencillo. Inclusive un solo capítulo puede contener muchos puntos. Entonces, ¿cuál es el tema de la Biblia? Estudiar la Biblia es como estudiar a un ser humano. Los estudiantes de medicina han estudiado anatomía y fisiología durante siglos, pero todavía no han agotado el estudio del cuerpo humano, el cual constituye la tercera parte del ser humano. Saben algo del cuerpo humano, pero nada del alma ni del espíritu humano. El hombre es muy complejo. No
obstante, sigue siendo un hombre, una entidad completa. No podemos referirnos a un hombre como un corazón, un riñón o una nariz. Un hombre tiene nariz, pero él no es la nariz, y la nariz no es el hombre. Algunos dicen que el tema de la Biblia es la justificación. La justificación está incluida en la Biblia, pero no constituye el tema de la Biblia como tampoco la nariz humana constituye al hombre mismo. Si queremos saber cuál es el tema de la Biblia, debemos ver que la Biblia nos habla de ocho hombres, desde Adán en la creación, hasta Jacob con la casa de Dios, Bet-el, y que después de esto, tenemos el tabernáculo y el templo en el Antiguo Testamento y la realidad del tabernáculo y del templo en el Nuevo Testamento, lo cual tiene su consumación en la Nueva Jerusalén. Apocalipsis 21 afirma que la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios y que Dios y el Cordero son el templo en ella. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén es la consecuencia final de Bet-el.
d. Transformado Por la época del capítulo treinta y cinco, Jacob tenía unos cien años de edad. Pese a que había pasado por muchas cosas, no vemos en ninguna parte antes de este capítulo que él haya tenido un arrepentimiento total. El sufrió mucho con su hermano, con su tío y con sus primos, pues fue oprimido durante veinte años por su tío Labán. No obstante, Génesis nunca afirma que mientras Jacob pasaba por esos sufrimientos, hubiera sido purificado ni que se hubiera arrepentido por completo, sino que se nos habla de su habilidad y su forma de suplantar. Pero como veremos, cuando Dios le pidió a Jacob que se levantara y subiera a Bet-el, éste experimentó un arrepentimiento total. La primera vez que Dios se apareció a Jacob fue en un sueño (28:10-22) en el cual Jacob vio los cielos abiertos y una escalera que se extendía de la tierra a los cielos y sobre la cual ascendían y descendían ángeles. Cuando Jacob despertó de su sueño, por inspiración llamó el lugar Bet-el, y la piedra que había usado como cabecera, la erigió como columna y derramó sobre ella aceite. Después, él hizo un voto según el cual la piedra que había alzado como columna sería la casa de Dios, si Dios lo traía de regreso a salvo a la tierra de sus padres (28:22). En este sueño, Dios en Su gracia visitó a Jacob e hizo que él, en el espíritu, hablara de la economía eterna de Dios. Si Jacob no hubiese sido inspirado por el Espíritu de Dios, ¿cómo habría podido, siendo un suplantador, decir algo que revelara el propósito eterno de Dios? Habría sido imposible. Dios le reveló a Jacob el deseo de Su corazón, que es obtener a Bet-el. No obstante, el sueño que tuvo Jacob en Bet-el no lo cambió en nada. Parece que después del sueño, la inspiración volvió a los cielos. Su modo de vivir no fue afectado. Sucede lo mismo con nosotros. En Bet-el Jacob profetizó de una manera maravillosa de la casa de Dios, pero parece que la profecía volvió a los cielos. Igual que Jacob, muchos de nosotros hemos recibido un sueño, una revelación o una inspiración donde declaramos una profecía a los hombres, o por lo menos a los ángeles. No obstante, al día siguiente, seguimos viviendo como siempre. Después del sueño que Jacob tuvo en Bet-el, siguió suplantando, especialmente a Labán, como si nunca hubiera recibido el sueño. De hecho, después del sueño él era aún más Jacob que antes. En el capítulo treinta y tres, Jacob seguía siendo él mismo. El sueño celestial y los sufrimientos no lo habían cambiado. Pero algo sucedió en el capítulo treinta y cuatro que afectó el corazón de Jacob. Su hija única fue deshonrada, y sus hijos le causaron problemas al matar personas y saquear la ciudad de ellas. Estos acontecimientos afectaron profundamente a Jacob y le hicieron dar un viraje total. Después de esto, Dios vino a él y le habló.
1) Dios le recordó que debía regresar a Bet-el Dios no le dio a Jacob un sermón. Más bien, por el hecho de que el corazón de Jacob había sido conmovido, lo cual lo predispuso a escuchar la palabra de Dios, Dios sólo le dijo: “Levántate y sube
a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú” (35:1). Aquí vemos que Dios le pidió a Jacob que hiciera cuatro cosas: levantarse, subir a Bet-el, morar allí y hacer un altar al Dios que se le había aparecido. El cambio que Jacob experimentó en el capítulo treinta y cinco fue muy significativo.
2) La respuesta de Jacob En Génesis 35:2-7 vemos la respuesta de Jacob a la palabra de Dios. Antes de este capítulo, no vemos a ningún hombre andar en la presencia de Dios y que se purificase a sí mismo y a toda su casa. Dice el versículo 2: “Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos”. Para subir a Betel, Jacob y todos los que lo acompañaban tenían que experimentar una limpieza total y purificarse. En este capítulo Dios no dijo: “Jacob, ve a Bet-el para construir un altar allí; recuerda que debes ser santo. Yo soy santo, y tú también debes ser santo. Debes desechar todos tus dioses ajenos, purificarte de toda contaminación, y cambiar tus vestidos”. Hace poco un cristiano de edad avanzada que había sido predicador por más de cuarenta años, preguntó si nosotros enseñábamos que se debe uno vestir de cierta manera. El había observado la manera en que los hermanos y las hermanas se vestían y se preguntaba si les habíamos enseñado a vestirse así. Yo le dije que en catorce años jamás habíamos impuesto ninguna regla acerca del vestido. Pero todo aquel que es tocado por la mano de Dios para ser parte de Su morada sentirá que algo en lo profundo de él le dice que debe arrepentirse y purificarse. Usted puede tolerar cierta contaminación y cierta liviandad en su vida. Pero cuando toque la iglesia y decida seriamente ante el Señor participar de la vida de iglesia, algo le revelará desde su interior que ciertas cosas no corresponden a la vida de iglesia. Inmediatamente después de que Dios ordenó a Jacob que se levantara y subiera a Bet-el, Jacob mandó a los suyos que desecharan los dioses ajenos, se purificaran y cambiaran sus vestidos. Más adelante veremos que el cambio de vestido representa un cambio en nuestro modo de vivir, a saber: nos despojamos de la vieja manera de vivir y nos vestimos del nuevo hombre. Dios no le dijo a Jacob que hiciera eso, pero algo dentro de él lo requería. Si él hubiera recibido la comisión de ir a un lugar mundano, no habría sentido ninguna necesidad de purificarse; por el contrario, habría estado listo para contaminarse aún más. Jacob experimentó un cambio radical porque había sido llamado a Bet-el, la morada eterna de Dios.
a) Una limpieza total (1) El rechazo de los dioses ajenos: los ídolos Primero Jacob pidió a su casa y a todos los que estaban con él que se deshicieran de los dioses ajenos que hubiera entre ellos (35:2). Cuando Jacob y su casa huían de Labán, Raquel tomó los ídolos de la casa (31:34-35). Antes del capítulo treinta y cinco, Jacob no le había dicho a Raquel que se deshiciera de ellos. Pero después de que Dios le dijo que subiese a Bet-el, todos tenían que abandonar a sus dioses ajenos, sus ídolos. Esto es una sombra, un tipo, que se desarrolla a lo largo de la Biblia. Según el Antiguo Testamento y el Nuevo, la primera cosa que debemos eliminar por causa de la morada de Dios es nuestros ídolos. Muchos afirmarán que jamás han tenido nada que ver con ídolos. Materialmente, es posible que esto sea cierto. Pero debemos saber cuál es el significado espiritual de un ídolo. Un ídolo es cualquier cosa que reemplace a Dios. Su educación, su aspiración, su posición, su fama, sus anhelos y sus intenciones pueden reemplazar a Dios en su vida y convertirse así en ídolos. Si usted considera esto bajo esta luz, deberá reconocer que ha tenido muchos dioses ajenos. Si un pariente o un amigo reemplaza a Dios en su vida, entonces él es un ídolo para usted. Nuestros padres, cónyuges e hijos pueden convertirse en nuestros ídolos.
¿Sabe usted por qué la gente adora a los ídolos? Indudablemente, los adora por causa de la seducción de Satanás. Pero desde la perspectiva humana existe una razón por la cuál la gente obra así. La gente adora ídolos para alargar la vida y tener felicidad. Satanás infunde temor a los seres humanos, diciéndoles que si no adoran ídolos, no tendrán larga vida ni felicidad, pero que si lo hacen, vivirán mucho tiempo y serán muy felices. La felicidad incluye muchas cosas: dinero, posición, aspiraciones, fama, aprobación, etc. Muchos tienen ídolos debido a su deseo de tener salud. ¿Por qué tiene usted cosas que reemplazan a Dios? Simplemente porque esas cosas pueden hacerlo feliz. A diferencia de Raquel, Jacob no tenía ningún ídolo físico, pero en su suplantación, sí tenía algunos ídolos. De hecho, su suplantación era un ídolo. ¿Por qué suplantaba Jacob a los demás? Por su deseo de felicidad y de deleite. Hoy en día, el hombre ha perdido a Dios, y en su búsqueda de dioses ajenos, busca su felicidad en los ídolos. No obstante, Dios es nuestra larga vida y nuestra felicidad. Cuando Dios habló a Jacob acerca de Bet-el, Jacob recibió la revelación acerca de su vida y se dio cuenta de que su vida en la tierra no tenía como fin su propia felicidad; la finalidad de su vida era Bet-el, la casa de Dios. Por lo tanto, Bet-el se convirtió en su meta, el destino de su vida humana sobre la tierra. Anteriormente su meta era su propia felicidad. Ahora su meta y su destino fueron reemplazados. Su meta ya no era algo para sí mismo, sino para Dios. En Siquem, Jacob lo tenía todo. No obstante, debido a los problemas causados por sus hijos, él perdió su seguridad y su paz. En ese momento crítico, Dios parecía decir: “Jacob, sube a Mi casa. Aquí en Siquem no tienes ni seguridad ni paz. La seguridad y la paz se encuentran en Bet-el. Debes subir allí”. Por lo tanto, Betel se convirtió en la meta y el destino de Jacob. Jacob se dio cuenta de que la meta, la casa de Dios, era santa, y no era algo común. Nadie podía entrar en la casa de Dios trayendo consigo ídolos, contaminación o vestidos viejos y sucios. Por consiguiente, Jacob mandó que su casa y todos los que lo acompañaban quitasen de su medio todos los dioses ajenos.
(2) La purificación de sí mismos Jacob también mandó que todos se purificaran (35:2). No sólo debemos desechar los dioses ajenos, sino también purificar todo nuestro ser. En otras palabras, nuestro ser, nuestra manera de vivir y nuestra expresión deben cambiar. Esta no es simplemente la regeneración ni un pequeño cambio de vida superficial, sino que se trata de una transformación completa. Aquí en Génesis 35 Jacob fue transformado. En la Biblia la purificación significa purgarse de toda contaminación. Todo nuestro ser debe ser depurado de toda contaminación a los ojos de Dios. En 2 Corintios 7:1 Pablo declara: “Así que, amados, puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. El concepto que Pablo expresa en 2 Corintios 6 y 7 era el mismo que el de Jacob en Génesis 35. Como los corintios eran el templo de Dios, Pablo les dijo que se purificaran. No puede haber concordia entre el templo de Dios y los ídolos (2 Co. 6:16). Los ídolos son ídolos, y el templo de Dios es el templo de Dios. ¿De qué lado se pone usted? Si escoge los ídolos, entonces vaya con sus ídolos. Si escoge el templo de Dios, entonces venga al templo sin ningún ídolo. Cuando usted entró en la vida de iglesia, nadie le sugirió nada, pero en lo profundo de su ser, algo le convenció de que ciertas cosas debían desaparecer por causa de la vida apropiada de iglesia. Cada uno de nosotros ha experimentado esta limpieza al entrar en la iglesia. En dicha ocasión, desechamos muchos dioses ajenos, a lo mejor todos, pues nos deshicimos de cosas, asuntos y personas en que confiábamos para ser felices, y dijimos: “No deseo conservar estas cosas. Todos los ídolos ajenos deben desaparecer”. En la vida de iglesia, no debemos ceder ni un solo centímetro a los dioses ajenos. Además, cuando entramos en la vida de iglesia fuimos purificados. Por lo menos, aspirábamos a ser puros, y dijimos: “Por causa de la vida de iglesia, decido ser puro en todo mi ser, en mi mente, mi parte afectiva y mi voluntad”. Tuvimos el mismo deseo que Jacob. Cuando los que estaban con Jacob subieron a Bet-el, se purificaron y entre ellos no se halló ningún dios ajeno.
Muchos de nosotros, incluyéndome a mí mismo, nos damos cuenta de que no somos muy buenos. Es posible que aún hoy usted haya dicho: “Yo no soy muy bueno, y mis pensamientos todavía no son muy puros”. Aún así, compare su presente manera de vivir con la pasada. Ciertamente no debe estar orgulloso, pero sí debería decir: “Señor, gracias. No estoy muy contento conmigo mismo, pero si me comparo con lo que era anteriormente, tengo que agradecerte y alabarte porque soy bastante diferente”. En el capítulo treinta y cinco, Jacob todavía no era maduro, pero indudablemente había cambiado. En el mensaje siguiente, veremos cómo Jacob fue transformado radicalmente. Dios volvió a cambiar su nombre por Israel, y le dijo que ya no se llamaría Jacob y que su nombre sería Israel. He conocido a muchos de ustedes por doce años o más. Sé que muchos no están contentos consigo mismos ahora. Cuando alguien les pregunta como están, ustedes por costumbre contestan: “Muy bien”. Pero interiormente, no se sienten tan bien. Quizá usted acaba de arrepentirse y ha clamado al Señor; pero cuando alguien le pregunta cómo está, responde que está bien. Usted puede decir que está bien a un hermano, pero nunca puede decirle eso al Señor. No debemos sentirnos orgullosos ni estar desilusionados. Compárese con lo que era hace doce años. ¿No nota un gran cambio? ¿Quién lo cambió? Todos debemos reconocer que nosotros no nos cambiamos a nosotros mismos; fuimos cambiados para estar en Bet-el, en la vida de iglesia. Si usted se aparta adrede de la vida de iglesia durante algunas semanas, su frialdad anterior regresará, la cola de zorro se hará visible, la lengua de serpiente se ejercitará y todos los bichos estarán activos. Pero si sigue viniendo a la iglesia, y se mantiene en contacto con la iglesia, la cola de zorro será eliminada así como la lengua de serpiente, y los bichos serán envenenados. Si usted viene a la iglesia, todos los bichos serán exterminados. La vida de iglesia es la purificación más eficaz. Hace poco, experimenté mucha purificación en la reunión de oración. Mientras estaba sentado en la reunión, uniéndome a las oraciones, fui bañado y purificado. No diría que me purificaron las oraciones, pero sí la iglesia. La iglesia es una bañera grande donde todos somos lavados y purificados. Si la iglesia no tiene esta función, me temo de que no seguirá siendo la iglesia. Mientras la iglesia sea la iglesia, tendrá esta función. Con frecuencia, al momento de ir a la reunión, algo dentro de nosotros empieza a purificarnos, diciéndonos que debemos limpiarnos. En camino a la reunión, a menudo hemos orado: “Señor, voy a la reunión. Perdóname por esto, límpiame de este asunto, y sácalo de mí”. Esta es la purificación necesaria para subir a Bet-el. Purifiquémonos, pues debemos levantarnos, subir a Bet-el y encontrarnos con nuestro Dios. No podemos encontrarnos con El en vejez y contaminación; debemos ser purificados. Esta purificación no es un asunto de obras, sino de la mano divina que obra sobre nosotros. Cuando nos ocupamos de Bet-el, la mano divina nos purifica.
(3) El cambio de vestido Además de desechar a sus dioses ajenos y de purificarse, ellos cambiaron sus vestidos (35:2). La Biblia afirma que el cambio de vestido se refiere al modo de vivir. Efesios 4:22-24 revela que la vieja manera de vivir era la de la humanidad caída, y que la nueva manera de vivir está relacionada con la iglesia. La iglesia es la nueva creación regenerada, y la humanidad es la vieja creación caída. Cuando no éramos salvos, llevábamos una vida que pertenecía a la vieja creación caída. Después de ser salvos y regenerados y de haber sido introducidos en la vida de iglesia, debemos tener una nueva manera de vivir. Debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo. Deshacernos del viejo hombre equivale a desechar los vestidos viejos, la vida vieja; y vestirnos del nuevo hombre consiste en ponernos la nueva manera de vivir, la iglesia. Después de desechar los dioses ajenos y de purificarnos, debemos mudar nuestros vestidos, cambiar nuestra manera de vivir. Ya deberíamos dejar de expresarnos de un modo viejo, y hacerlo como iglesia, como el nuevo hombre, en la nueva manera de vivir. Eramos la vieja creación caída, pero ahora somos la nueva creación regenerada. Muchos de nuestros parientes, amigos, compañeros y vecinos pueden testificar que después de que entramos en la vida de iglesia, nuestra vida cambió radicalmente. La iglesia ha cambiado y sigue cambiando nuestra manera de vivir. Esto se relaciona
con Bet-el.
(4) El entierro de los zarcillos Dice el versículo 4: “Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem”. No sólo fueron sepultados los ídolos, sino también los zarcillos. Los zarcillos, artículos que sirven para embellecer, recibieron el mismo trato que los ídolos. A los ojos de Dios, en muchos casos los zarcillos, y las artículos usados como adorno equivalen a ídolos. Cuando los de la casa de Jacob desecharon sus dioses ajenos, también desecharon sus zarcillos, lo cual indicaba que para su conciencia, sus zarcillos eran tan abominables como sus dioses ajenos. Después de entrar en la iglesia, muchas hermanas tuvieron la misma convicción y desecharon esta clase de adorno abominable. Esto no está relacionado con la moralidad, sino con la casa de Dios. Dios no mandó a Jacob que hiciera esta limpieza. Y tampoco le dijo: “Jacob, debes decir a toda tu casa y a todos los que te acompañan que hagan una limpieza general y que se purifiquen”. Entonces, ¿por qué Jacob ordenó a todos que hicieran tal cosa? Porque la casa de Dios no es un asunto individual. No se trataba solamente de Jacob. La casa de Dios debe ser la casa de Jacob y debe convertirse en la casa de Israel. Finalmente, todos los descendientes de Jacob se convirtieron en la casa de Dios, Bet-el. El verdadero Bet-el no era el tabernáculo, sino los hijos de Israel. Asimismo debemos ver que hoy en día nosotros somos la iglesia. Debemos purificarnos no solamente porque vamos a Bet-el, sino porque hemos de ser Bet-el. Debemos desechar todos los dioses ajenos y los adornos abominables, purificarnos y cambiar nuestros vestidos. Desechar los dioses ajenos también significa desechar todas las cosas en las que nos apoyamos. Todo nuestro ser debe ser purgado, interior y exteriormente, de toda contaminación, y debemos cambiar nuestra manera de vivir. Todo esto tiene como fin la vida de iglesia.
(5) El terror infundido a los enemigos Dice en el versículo 5: “Y salieron, y el terror de Dios estuvo sobre las ciudades que había en sus alrededores, y no persiguieron a los hijos de Jacob”. Es muy alentador ver que sus enemigos sintieron terror. Debido a los problemas causados por los hijos de Jacob, éste tenía miedo de que la gente de las ciudades combatiera contra él y lo matara. Sin embargo, después de que Jacob y los que lo acompañaban se deshicieron de los ídolos, se purificaron y mudaron sus vestidos, cayó terror de parte de Dios sobre la gente de las ciudades. La limpieza que ellos experimentaron y la purificación que tuvieron causaron terror al enemigo. Esto indica que si, por la vida de iglesia, desechamos todos esos dioses ajenos y todos los adornos abominables que nos decoran, y si nos purificamos y cambiamos nuestros vestidos, los demonios y los pecados que nos rodean serán atemorizados. No habrá necesidad de combatir para vencer; el enemigo será aterrorizado y la victoria será nuestra. ¿Ha atemorizado usted los pecados alguna vez? ¿Ha atemorizado las apuestas, la bebida o el cigarrillo? Quizá ha encontrado que estas cosas son difíciles de vencer. Si tal es el caso, no ha desechado los dioses ajenos ni se ha purificado ni ha cambiado sus vestidos. Si usted obra así, todos esos “bichos, escorpiones y topos”, se atemorizarán, huirán y se esconderán. He leído algunos libros sobre vencer el pecado y el mundo. Hace cuarenta o cincuenta años practicaba lo que leía en estos libros. Pero cuanto más practicaba, más vencido era, porque no estaba en la iglesia. Estar en la iglesia desechando las cosas ajenas en que confiamos, purificarnos y cambiar nuestros vestidos, atemoriza al pecado y la mundanalidad, y hace que obtengamos la victoria. ¿Está usted irritado por el pequeño “topo” de su ira? Este bicho será atemorizado. Génesis 35:5 afirma que la gente de las ciudades no se atrevió a seguir a Jacob. Dios le proporcionó a Jacob un viaje próspero hasta Bet-el. Cuando estamos en la iglesia, todos los “topos” son atemorizados.
b) El ascenso a Bet-el Después de que Jacob experimentara un cambio total, él y todos los suyos se levantaron y subieron a Bet-el (vs. 3, 6). En Bet-el, construyó un altar a Dios y “llamó al lugar El-bet-el” (v. 7), pues se dio cuenta de que Dios era su Dios en Bet-el. Debemos responder al llamado de Dios o a su recordatorio de que subamos a la iglesia donde podemos edificar el altar de nuestra verdadera consagración y experimentarle en la práctica. Después de entrar en la iglesia, nos percatamos de la necesidad de una verdadera consagración. Con esta consagración, experimentamos que Dios es nuestro Dios en Su casa, la iglesia.
3) La limpieza que Dios realiza Dice el versículo 8: “Entonces murió Débora, ama de Rebeca, y fue sepultada al pie de Bet-el, debajo de una encina, la cual fue llamada Alón-bacut”. Durante cierto tiempo, no podía entender por qué en este preciso momento murió Débora, la nodriza de Rebeca. La Biblia no desperdicia ninguna palabra. Débora era la nodriza de Rebeca, la madre de Jacob. Rebeca debe de haber muerto antes del regreso de Jacob. Por tanto, es muy probable que Débora fuese muy querida para Jacob como consuelo en lugar de su madre. En el momento preciso en que Jacob tuvo la experiencia de Bet-el, Débora, su consuelo, fue llevada por Dios. Como muchos de nosotros podemos testificar, Dios intervino para quitar nuestra “Débora”, nuestras nodrizas, cuando desechamos los dioses ajenos, nos purificamos, cambiamos nuestros vestidos y entramos en la vida de iglesia. Muchos de nosotros hemos tenido una “Débora”, alguien o algo que amamos, que nos comprende y nos consuela. Pero el día que llegamos a la vida de iglesia, Dios quitó espontáneamente a esta persona, y nuestra “Débora” murió. La vida de iglesia no requiere nodrizas. Ninguno de los santos de la iglesia necesita una nodriza. Sin embargo, lamento decirlo, a algunos de nosotros todavía nos gusta tener a estas personas que nos comprenden, que nos consuelan y nos confortan como una madre que cuida a su pequeño. Todo lo positivo que se pueda decir de las nodrizas tiene que ver con niños. Después de estar en la iglesia durante tanto tiempo, ¿todavía necesita usted que alguien lo cuide? Pero incluso los santos de edad avanzada desean todavía una “Débora” que los consuele y los cuide. Si tenemos una relación seria con el Señor en cuanto a Bet-el, El quitará nuestras nodrizas. En estos versículos vemos que se sepultaron tres cosas: los ídolos, los zarcillos y la nodriza. Todas estas cosas fueron sepultadas debajo de una encina. La encina simboliza la vida floreciente. Por lo tanto, los dioses ajenos, las cosas que usamos para embellecernos y las nodrizas quedan sepultados debajo de la vida que florece, particularmente la vida de iglesia. Esto no es una doctrina, sino algo que corresponde a nuestra experiencia. La vida florece en la iglesia igual que una encina, pero debajo de ella se encuentran las “Déboras”. Nosotros desechamos los ídolos y nos deshicimos de los zarcillos, pero Dios hará morir a nuestra “Débora”. Esta es una verdadera purificación, tanto por nuestra parte como por parte Dios. Nosotros desechamos y Dios quitó. Nosotros desechamos los dioses ajenos, los zarcillos, las contaminaciones y los vestidos, y Dios se llevó a las nodrizas. En la vida de iglesia no necesitamos ni la comprensión ni el cuidado de las nodrizas. Todas nuestras “Déboras” deben ser sepultadas. La encina debajo de la cual Débora fue sepultada se encontraba “al pie de Bet-el” (v. 8). Esto indica que nuestra experiencia de desechar y sepultar a nuestras “Déboras” no se encuentran en un nivel elevado, pues están debajo del nivel de la iglesia. La iglesia como casa de Dios se encuentra en el nivel más elevado, y aquí en la iglesia debemos tener algunas experiencias que también se hallan en el plano más elevado, como por ejemplo experimentar a Cristo como nuestra vida y nuestra persona. Experimentar la sepultura de nuestra “Débora” es algo bastante pobre; se encuentra al pie de Bet-el. Por consiguiente, la encina de la sepultura fue llamada Alón-bacut, la encina del llanto. Este no es motivo de regocijo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE SETENTA Y NUEVE TRANSFORMADO (2) Génesis contiene las simientes de casi todas las verdades bíblicas. Si observamos este principio, cada vez que lleguemos a ciertos puntos en este libro, reconoceremos que los mismos se desarrollan en los demás libros de la Biblia. En otras palabras, si queremos entender algún punto mencionado en Génesis, debemos seguir su desarrollo en otros pasajes de las Escrituras. Sin los demás libros, no podemos entender Génesis, pues no es simplemente un libro de historias. Si deseamos descubrir la vida, la suministración, la revelación y la visión de todos los puntos mencionados en el libro de Génesis, debemos seguir su desarrollo en todos los otros libros de la Biblia. La verdad acerca de la casa de Dios fue sembrada en el capítulo veintiocho. Si usted lee la Biblia detenidamente, verá que la casa de Dios se menciona por primera vez en dicho capítulo. La casa de Dios, es decir Bet-el, es mencionada a raíz de una visión concedida a Jacob de manera extraordinaria. Primero, Jacob tuvo un sueño, y luego éste fue interpretado por inspiración divina. En su sueño, Jacob vio los cielos abiertos y una escalera apoyada en tierra, que se extendía hasta los cielos. Sobre la escalera ascendían y descendían los ángeles de Dios. En un sueño, primero tenemos los hechos del sueño, y luego la interpretación. Jacob no tenía a Daniel para que le interpretara el sueño; así, este suplantador se convirtió en su propio Daniel. Sin duda, él interpretó muy bien su sueño, pues dijo: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.” (28:17). Jacob dijo que ese lugar, Bet-el, era terrible. Si usted desea ir a los cielos, debe pasar por este lugar terrible, pues la casa de Dios es la puerta de los cielos. Después del sueño, Jacob también hizo un voto, diciendo: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios” (28:20-21). En lugar de hablar con Dios en oración íntima, hizo un voto. Como parte de su voto, Jacob dijo que la piedra que había erigido como columna sería la casa de Dios (28:22). En el voto de Jacob vemos una interpretación más profunda de su sueño. Cuando Jacob se despertó, dijo que ese lugar era la casa de Dios. Entonces prometió que de la piedra que usó como cabecera haría la casa de Dios. Aquí vemos que la casa de Dios será edificada con la piedra en la cual confió Jacob. La piedra que Jacob usó como almohada es una sombra, una figura, un tipo, de Cristo. Sólo Cristo es la verdadera piedra que puede ser la almohada sobre la cual podemos apoyar nuestra cabeza cansada. El Cristo sobre el cual descansamos se convertirá en la casa de Dios. Este es el material para la construcción de la casa de Dios. En Génesis 28 vemos la primera mención de la piedra con la que se construye el edificio de Dios. Por supuesto, el capítulo dos menciona la piedra de ónice, pero no definidamente. La piedra que es nuestra confianza se convertirá en la casa de Dios. Esto significa que el Cristo que experimentamos como nuestro descanso y confianza se convertirá en el material de construcción para la casa de Dios. En el capítulo treinta y cinco hubo otra visión de Bet-el. No obstante, esa vez no vino solamente como sueño, sino como realidad. No fue solamente una visión, sino un hecho y una experiencia. La diferencia entre los capítulos veintiocho y treinta y cinco radica en que el capítulo veintiocho fue sólo un sueño. Bet-el, la puerta de los cielos, la escalera y los ángeles, fueron vistos en un sueño. Cuando mucho, sólo podemos decir que este sueño fue una visión. Todavía no había ningún hecho, ninguna realidad. El cumplimiento del sueño se concreta en el capítulo treinta y cinco.
4) En Bet-el En este mensaje examinaremos la experiencia que tuvo Jacob en Bet-el (35:6-7, 9-15). En Génesis 35 Jacob pasó por una cambio drástico. Según vimos en el mensaje anterior, Jacob reaccionó a la exhortación de Dios de levantarse y subir a Bet-el con una purificación exhaustiva. Esta limpieza no fue llevada a cabo únicamente por él, sino por todos los que lo acompañaban. Jacob no estaba preocupado solamente por sí mismo, sino también por todos los que estaban con él. Esto demuestra claramente que había experimentado un cambio total y radical. Indudablemente, Jacob había sido transformado.
a) Jacob construye un altar para Dios Jacob llegó a Bet-el, “él y todo el pueblo que con él estaba. Y edificó allí un altar, y llamó al lugar El-bet-el” (vs. 6-7). Lo primero que hizo Jacob en Bet-el fue construir un altar. Jacob había construido un altar en Siquem, pero no llamó a ese altar “El-Siquem”. No podía usar el título de Dios para el altar que construyó en Siquem. Esto significa que el altar de Siquem no tocaba el corazón de Dios; no era el altar que Dios deseaba. Del mismo modo, nosotros podemos construir altares por doquier sin edificar el que Dios desea. Usted puede construir un altar en Las Vegas, pero no puede llamarlo el altar de Dios en Las Vegas. Pero cuando Jacob actuó según la palabra de Dios levantándose, subiendo a Bet-el, morando allí y construyendo un altar para Dios, edificó un altar conforme a los deseos de Dios, y no según su propia intención. Dios no le pidió que construyera un altar en Siquem, pues ése no era el lugar que había elegido. El deseo de Dios era que Jacob volviera a Bet-el. Por tanto, el altar que Jacob construyó en Siquem no se conformaba al deseo de Dios ni a Su palabra. Sin embargo, Jacob se atrevió a llamar el altar que construyó en Bet-el “El-bet-el”, porque fue construido según la palabra de Dios. Usted puede hacer muchas cosas para Dios, como por ejemplo predicar el evangelio y servirle en otros aspectos. Puede inclusive establecer una reunión y llamarla la iglesia. Pero no tiene la certeza ni la osadía de decir que eso es algo de Dios. Esto también es válido con relación a las pequeñeces. Por ejemplo, usted puede amar a un hermano, pero no osará decir que ese amor es el amor de Dios. Aunque usted ame a ese hermano, no lo ama según la palabra de Dios, sino por su propia preferencia y según su propio gusto. Puesto que se trata del amor que usted siente, no puede decir que sea “El-amor”, o sea, el amor de Dios. Usted no puede llamarlo el amor de Dios hasta que ame según la palabra de Dios, y no conforme a su preferencia. Cuando Dios le pida a usted que ame a cierto hermano, debe amarlo según la palabra de Dios. Si usted ama así al hermano, entonces su amor será el amor de Dios. Muchos misioneros han salido al campo misional sin tener la seguridad de que su misión era “Elmisión”. Muchos me han dicho que mientras laboraban, no sentían ninguna paz. No sentían la confianza, la seguridad, ni la osadía de decir que su obra misional era la obra de Dios. Tenían dudas al respecto y no podían darle el nombre de Dios. Hoy en día muchos cristianos establecen grupos. Los grupos grandes se convierten en denominaciones y los pequeños permanecen como grupos libres. Pero los fundadores de esos grupos no se atreven a llamarlos la iglesia. No obstante, cuando nosotros los que estamos en el recobro del Señor decimos que somos la iglesia, ellos se indignan. En lo profundo de su ser, carecen de seguridad para decir que son la iglesia. Un hombre es un hombre, y una mujer una mujer. Usted no puede llamar a un hombre mujer. Hace cincuenta años, empecé a decir: “Esta es la iglesia”. Cuanto más decía esto, más confianza tenía porque esto realmente es la iglesia. Si no es la iglesia, ¿entonces qué es? Yo soy un hombre. Cuanto más digo que soy un hombre, más seguro estoy de serlo. Si usted no me llama hombre, ¿entonces cómo me llamará? Ustedes pueden realizar muchas cosas —establecer una obra misional, instaurar una reunión, formar un estudio bíblico—, pero todo eso puede ser solamente una buena obra hecha en Siquem, y no en Bet-el. Por consiguiente, usted no puede llamar a esa obra “El-bet-el”. Mas cuando Jacob construyó el altar en Bet-el, osó llamarlo
“El-bet-el”. El altar indica consagración. Un altar se construye para ofrecer algo a Dios. Antes de entrar en la vida de iglesia, me consagré totalmente al Señor. No obstante, después de llegar a la vida de iglesia, renové mi consagración. Esta consagración renovada fue totalmente distinta de la consagración que había hecho antes de entrar en la vida de iglesia. Muchos de nosotros podemos dar testimonio de esto. Usted puede haberse ofrecido al Señor muchas veces antes de entrar en la iglesia, pero una vez que llegó a la iglesia, tuvo la profunda certeza de que necesitaba renovar su entrega y de que había una gran diferencia entre esta consagración y la anterior. Cuando mucho, su consagración anterior fue hecha en un altar en Siquem, mas no en el altar de Bet-el. Una cosa es la consagración hecha antes de llegar a la iglesia, y otra la consagración hecha dentro de la iglesia.
b) Dios se aparece a Jacob Después de que el altar fuese construido, Dios se volvió a aparecer a Jacob (v. 9). La experiencia de Jacob era en cierto modo diferente a la de Abraham. Cuando Dios apareció a Abraham por primera vez, no había ningún altar. Pero Dios se apareció a Jacob, no sólo en Bet-el, sino en frente del altar. Antes de entrar en la vida de iglesia, experimentamos algo de la aparición de Dios. No obstante, no estábamos frente al altar de Bet-el. Estar frente a dicho altar hace una gran diferencia. Ahora, después de entrar en la iglesia y construir un altar, Dios se vuelve a aparecer. Muchos de nosotros podemos testificar que después de entrar en la vida de iglesia y de consagrarnos de nuevo al Señor, tuvimos la profunda convicción de que el Señor se nos había aparecido. Experimentamos personalmente la aparición del Señor; no era una simple doctrina. Si construimos un altar en Bet-el, debemos de experimentar la aparición de Dios. Esto no debe suceder de vez en cuando, sino que debe ser una experiencia continua. Cada día y cada hora debemos experimentar la aparición del Señor. En otras palabras, debemos andar en la presencia del Señor.
c) Dios bendice a Jacob Cuando Dios se apareció a Jacob en Bet-el, lo bendijo (v. 9). ¡Que gran bendición recibimos desde que llegamos a Bet-el y construimos un altar! Cuando yo era joven, me gustaba el himno que dice: “Cuenta tus bendiciones, nómbralas una por una”. Lo aliento a usted a que cuente sus bendiciones y a hacer una lista de todas las que ha experimentado en la vida de iglesia. ¡Cuán profundas son las bendiciones que recibimos en la iglesia! Fuera de la iglesia, nadie puede recibir las bendiciones que se encuentran en Bet-el.
d) Dios le recuerda a Jacob su nuevo nombre Al aparecerse Dios a Jacob en Bet-el, también le recordó su nuevo nombre, diciendo: “Tu nombre es Jacob; no se llamará más tu nombre Jacob, sino Israel será tu nombre; y llamó su nombre Israel” (v. 10). Dios parecía decir: “Jacob, ¿no cambié Yo tu nombre? Entonces, ¿por qué sigues llamándote Jacob? Ahora te recuerdo que tu nombre no es Jacob y que debes llamarte Israel. Abandona tu nombre Jacob, pues ello indica que vives, andas, actúas y te conduces de una manera ‘jacobezca’. Debes vivir, andar y conducirte como Israel. ¿No te das cuenta de que luchaste conmigo y me venciste? Debes mostrar al universo que tú eres un vencedor. No eres solamente un príncipe de Dios, sino un luchador de Dios. Tú debes vivir de esta manera”. Este recordatorio tenía un contexto: el problema causado por los hijos de Jacob, el temor de éste y su falta de confianza. El había sido osado en su lucha con Dios, pero era tímido para enfrentarse con la gente de las ciudades. En realidad, él los atemorizaba a ellos. Pero Dios, al recordarle su nuevo nombre, Israel, parecía decir: “No debes tener miedo de ellos. Si tienes miedo, eso significa que te has olvidado del nombre que te di. Te he dado el nombre ‘luchador de Dios’. Si puedes luchar con Dios, entonces ciertamente puedes luchar con cualquiera. Si me puedes vencer a Mí, ¿quién te puede vencer a ti? Jacob, no
debes temerle a nadie. Te di el nombre de Israel. Tu lucha conmigo no me ofendió, sino que la valoro. Por eso te di el nombre de ‘luchador de Dios’. De ahora en adelante, no debes ser un suplantador, sino un luchador de Dios. Adondequiera que vayas, debes proclamar: ‘Soy el luchador de Dios. ¡Aquí viene el luchador de Dios!’ Jacob, compórtate como un luchador Mío. ¿Por qué estás tan temeroso? Después de obedecer a Mi palabra y de venir aquí a Bet-el, todos los de las ciudades se atemorizaron de ti. No debes tener miedo de ellos. ¿Por qué has de seguir siendo Jacob? Olvídate de Jacob y llámate Israel”. Jacob significa “suplantador, uno que toma por el calcañar”. ¿Quién quiere ser usted, uno que suplanta o un luchador de Dios? Nuestro nombre original era Jacob, pero ahora nuestro nombre es Israel. ¿Lo cree usted? Si lo cree, entonces ¿por qué todavía tiene temor de su ira? ¿Por qué no se levanta y dice: “Ira, debes saber que soy un luchador de Dios, soy Israel”? Lo que usted teme, eso le vendrá. Si usted teme perder la calma, tenga la seguridad de que la perderá. Pero si dice a su ira que usted es Israel, el luchador de Dios, entonces el “bicho” de la ira desaparecerá. Algunos de ustedes dirán: “No siento que yo sea Israel”. No se nos ha pedido que sintamos nada. Dios no le dijo a Jacob: “Jacob, ¿no sientes que eres Israel?” Si Dios hubiera dicho esto, Jacob ciertamente habría contestado: “No, jamás he sentido que sea Israel. Según lo que siento, sigo siendo Jacob”. Preste atención a la palabra de Dios. ¿Qué es más confiable, sus sensaciones o la palabra de Dios? Olvídese de lo que siente, lo que piensa, lo que comprende y lo que ve con su visión natural, y más bien escuche la palabra de Dios y Su recordatorio. Dios ya ha dicho que nuestro nombre debe ser Israel. ¿Entonces por qué sigue siendo usted Jacob? De ahora en adelante, todos debemos ser Israel. Aquí en Bet-el, Jacob empezó a llamarse Israel. ¿Diría usted que es Israel? ¿Tiene usted la confianza de proclamar esto, o sigue diciendo que es débil? Estamos en Bet-el y somos Israel. Tanto Bet-el como Israel terminan con “el”, lo cual indica que ambos nombres contienen el nombre de Dios. No se mire a sí mismo; escuche el recordatorio de Dios. Esto debe alentarnos y prepararnos para recibir la promesa de El.
e) Dios hace una promesa a Jacob (1) Sería fructífero y se multiplicaría En el versículo 11 Dios le dijo a Jacob: “Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate”. Este es el primer aspecto de la promesa de Dios. En Bet-el Dios prometió a Jacob que él crecería y se multiplicaría. Todos los que estamos en la vida de iglesia, incluyendo a los más pequeños y jóvenes, debemos creer esta promesa y proclamar su cumplimiento, diciendo: “Señor, no estoy de acuerdo con ser un creyente solitario. Creo en Tu promesa de que creceré y me multiplicaré”. Si usted hace eso, en corto tiempo, habrá una multiplicación al treinta, luego al sesenta, y luego al ciento. Cuando yo era joven, oraba de esta manera muchas veces, y el Señor contestó mis oraciones. Todos debemos orar para multiplicarnos. El Señor contestará nuestra oración y cumplirá Su promesa. El camino del recobro del Señor es estrecho y nunca se convertirá en un movimiento de masas. Ningún movimiento multitudinario puede pertenecer al recobro del Señor, porque el recobro del Señor gira en torno a una vida que se reproduce. Observe las plantas. Tienen vida y se multiplican. Estamos viviendo por la vida divina, y ésta es una vida que se multiplica. Tenemos la certeza de que nos multiplicaremos. Oren por eso y crean en la promesa de Dios, asiéndose de Su palabra. Algunos dirán que esto era solamente una promesa dada a Jacob y que ninguna de las promesas del Antiguo Testamento son para nosotros hoy. En el sentido literal, esto es cierto. Pero las promesas hechas a Israel son tipologías. Puesto que estamos en la realidad hoy, las promesas dadas en tipología están destinadas también a nosotros. Permanezca en la palabra del Señor, y diga: “Señor, lo que Tú prometiste a Jacob era un sombra, pero debe ser una realidad para mí”.
(2) Ser una nación que tendría reyes Dios también le prometió a Jacob: “Conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos”. Primero, tenemos un “conjunto de naciones”, lo cual indica multiplicación, y luego tenemos reyes, lo cual denota el reino. Después de Jacob, existió la nación de sus descendientes. Después vino el reino de sus descendientes bajo David y Salomón. En los tiempos del Nuevo Testamento, vino el reino bajo su descendiente, Jesucristo; en la próxima era, surgirá el reino milenario; y después, el reino eterno en el cielo nuevo y la tierra nueva. Este asunto de los reyes requiere los demás libros del Antiguo Testamento y del Nuevo para llegar a su cumplimiento. Apocalipsis 11:15 forma parte de la promesa hecha a Jacob: “El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo; y El reinará por los siglos de los siglos”. En esta promesa se incluye la iglesia actual como reino de Dios sobre la tierra. Me doy cuenta de que algunos argumentarán conmigo al oír esto, diciendo que al mezclar la iglesia con Israel, estoy enseñando algo equivocado. En el aspecto literal, esto quizá parezca correcto, pero recuerde que en la vida de Jacob todo era un tipo que nosotros cumpliríamos. No se conforme con salvar a una o dos personas. Usted debe más bien decir: “Señor, no estoy conforme con esto. Quiero ver el reino. Necesito la multiplicación que traerá el reino”. Este es un asunto importante. ¿Tiene usted la fe para ello? Todos debemos decir: “Señor, quiero tener la fe que necesito para multiplicarme, no para formar mi imperio, sino para que se establezca Tu reino”.
(3) El y su descendencia heredan la tierra El versículo 12 menciona otro aspecto de la promesa que Dios hizo a Jacob: “La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra”. Aquí Jacob recibió la promesa de heredar con sus descendientes la tierra. Esta promesa es semejante a una gran montaña. No se imagine que la tierra mencionada aquí sólo se refiere a la estrecha franja del país de Palestina. Esta estrecha franja de terreno tipificaba a Cristo como la buena tierra. Cristo como la buena tierra para nuestra posesión vendrá a ser la piedra que cae de los cielos en Daniel 2. Esta piedra se convertirá en un monte que llenará toda la tierra. ¿Cree usted que toda la tierra será un gran monte y que no habrá ningún llano, sino solamente un monte santo? Este gran monte es Cristo.
f) La reacción de Jacob a la promesa de Dios En los versículos 14 y 15 vemos la reacción de Jacob a la promesa de Dios. Cada vez que el Señor nos habla, debemos reaccionar. No debemos ser torpes ni sordos ni estar muertos. Puesto que vivo, reacciono a todo lo que oigo. Si un hermano no tuviese ninguna reacción a lo que yo le digo, yo concluiría que él es sordo o que está muerto. Cuando hablo con mis nietos, ellos son muy activos y bruscos porque están vivos. Cuando Dios habló con Jacob, éste reaccionó inmediatamente.
(1) Erigió una columna de piedra El versículo 14 afirma que “Jacob erigió una columna en el lugar donde había hablado con él, una columna de piedra” (heb.). Lo primero que hizo Jacob al reaccionar a la palabra de Dios fue repetir lo que había hecho en Bet-el la primera vez: erigir una columna de piedra. No podemos olvidar nada de lo que nos mostró el Señor en el primer sueño. Cuando volvemos a la visión, debemos repetirla. En 28:18 Jacob erigió por columna la piedra que había usado de almohada y le dio a esta columna el nombre de Bet-el. El repitió esto en el capítulo treinta y cinco. Este es un asunto crucial. En lo profundo de su ser, Jacob quedó convencido de que había sido conducido por Dios a construirle una casa en la tierra. Quizá Jacob se haya dicho: “Nunca podría olvidar mi experiencia en Bet-el. Ahora, después de regresar a Bet-el, Dios me habló mucho más que antes. Hace muchos años, erigí una piedra como columna para Su casa. Ahora, después de escucharlo nuevamente, debo repetir eso”. Jacob había hecho el voto de construir una casa para Dios en la tierra. Más adelante,
esto lo cumpliría Salomón, quien construyó el templo, la casa de Dios.
(2) Derrama una libación sobre la columna Ahora llegamos a un asunto de mucha importancia: el derramamiento de la libación sobre la columna (v. 14). En el capítulo veintiocho Jacob vertió aceite sobre la piedra que había alzado como columna. Pero en el capítulo treinta y cinco vemos un desarrollo. Antes de derramar aceite sobre la columna, Jacob derramó una libación sobre ella. Es probable que muy pocos de nosotros conozcamos el verdadero significado de la libación. Si usted examina los estudios teológicos para hallar la definición, no la encontrará. No obstante, al leer otros versículos, tales como Números 15:1-5; 28:7-10; Filipenses 2:17 y 2 Timoteo 4:6, y al examinar nuestra experiencia, podemos comprender el verdadero significado de la libación. Según Levítico 1 a 7 Dios mandó que Su pueblo ofreciera diversas ofrendas, y no mencionó la libación, porque esta ofrenda era adicional. Más adelante, Dios le dijo a Moisés que Su pueblo, después de entrar en la buena tierra, le debía ofrecer la libación aparte de las ofrendas básicas mencionadas en Levítico 1 a 7. Por consiguiente, la libación se añadía a las ofrendas básicas. Las ofrendas básicas eran el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Aparte de estas ofrendas básicas, los hijos de Israel tenían que ofrecer la libación (Nm. 15:1-10; 28:7-10). (La libación mencionada en Exodo 29:40-41 se relacionaba con el servicio de los sacerdotes, y la libación mencionada en Levítico 23:13, 18 y 37, con las primicias ofrecidas a Dios después de que los israelitas hubiesen entrado en la buena tierra y hubiesen laborado en ella, v. 10). Tanto en Filipenses 2:17 como en 2 Timoteo 4:6 Pablo se consideró una libación. En Filipenses 2:17 dijo: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. Aquí Pablo les dijo a los filipenses que él era derramado como libación sobre el sacrificio u ofrenda de ellos (la palabra griega puede traducirse de ambas maneras). Pablo parecía decir: “Vosotros filipenses ofrecéis algo a Dios. Yo me alegro de ser derramado como libación sobre vuestra ofrenda”. Poco antes de que Pablo fuese martirizado, dijo a Timoteo: “Porque yo ya estoy siendo derramado en libación, y el tiempo de mi partida está cercano”. ¿Sobre qué se vertía la libación? Según el Antiguo Testamento, la libación siempre se vertía sobre alguna de las ofrendas básicas. Cuando Pablo estaba a punto de ser mártir, ¿sobre qué estaba siendo derramado en libación? Como veremos, él estaba siendo derramado sobre Cristo. Según Levítico, podemos ofrecer a Cristo ante Dios como ofrenda básica. Al ofrecer a Cristo de esta manera, lo experimentamos. Nuestra experiencia nos alegra, y llegamos a ser un pueblo lleno de gozo, de vino nuevo. Nosotros los que ofrecemos a Cristo ante Dios, estaremos llenos de vino nuevo. Tendremos el vino dentro de nosotros. Finalmente, este vino saturará todo nuestro ser y, de hecho, nosotros mismos nos convertiremos en vino. Cuando Pablo dijo que él estaba siendo derramado en libación, él mismo, por haber experimentado ricamente a Cristo, era el vino que estaba siendo derramado como libación sobre el Cristo que había experimentado y ofrecido a Dios. Si usted pudiera hablar con algunos mártires, tales como Pedro y Pablo, ellos testificarían que su martirio no fue más que un derramamiento sobre el Cristo en quien se regocijaban con todo su ser. Todos los mártires fueron derramados en libación para Dios sobre Cristo. Experimentaron a Cristo hasta el punto de ser derramados en libación sobre Cristo cuando ofrecieron a Cristo ante Dios como ofrenda básica. Si experimentamos verdaderamente a Cristo día tras día, esta experiencia nos llenará de gozo como si fuera vino divino. Entonces nos embriagaremos de vino, llegaremos a ser vino para Dios, y diremos: “Oh Dios, quisiera ser derramado sobre Cristo en libación para Ti”. Muchas veces en la reunión de la mesa del Señor, me he dado cuenta de que muchos santos han experimentado a Cristo a este grado y que cuando ofrecían a Cristo ante Dios en la mesa del Señor, sus oraciones y alabanzas indicaban que estaban listos para ser derramados ellos mismos sobre Cristo ante Dios. Esta es la libación, y sólo puede ser experimentada en Bet-el. La semilla de la libación fue sembrada en Génesis 35. Si queremos entender esto, debemos leer
Números 15 y 28, Filipenses 2:17 y 2 Timoteo 4:6. Entonces entenderemos que no sólo debemos ofrecer a Cristo delante de Dios como ofrenda básica, sino también como libación. Debemos ser llenos de gozo al experimentar a Cristo a fin de convertirnos en vino para Dios y estar dispuestos a ser derramados como libación sobre Cristo delante de Dios. Esta experiencia es profunda y bastante subjetiva. Ustedes dirán: “Padre Dios, me ofrezco en libación sobre Cristo para Ti”. Ustedes pueden decir esto, pero si no han experimentado a Cristo hasta el punto de llenarse de gozo y de embriagarse con el vino celestial, no sentirán el gozo ni la disposición de ser derramados en libación para Dios. En la vida de iglesia, existe la posibilidad y el potencial de experimentar a Cristo hasta el punto de ser saturados con el vino divino y convertirnos en vino. En la vida de iglesia estoy lleno de gozo y estoy dispuesto a ser derramado sobre Cristo como ofrenda para satisfacer a Dios. Dios se deleita bebiendo el vino. El no quiere el vino hecho de la uva, sino el vino hecho del Cristo que nos satura. Dios no se interesa en las uvas; El se interesa en usted con Cristo. Usted debe convertirse en vino experimentando a Cristo. El único lugar donde podemos convertirnos en el vino de Dios es la iglesia. Les aseguro que en la iglesia la experiencia que usted tiene de Cristo lo llevará a llenarlo del gozo celestial, lo convertirá en vino divino y le dará la disposición de ser derramado sobre Cristo para satisfacer a Dios. Esta es la reacción de Israel en Bet-el. Tengo la completa certeza de que en lo sucesivo se producirán muchas reacciones similares en las iglesias locales. Muchos santos amados dirán: “Señor, estoy tan saturado de Tu regocijo que estoy ebrio. Me he convertido en vino para satisfacer a mi Dios. Ahora estoy dispuesto a ser derramado, e inclusive a ser mártir”. Recuerde que Pablo dijo que él ya había sido derramado sobre Cristo para satisfacer a Dios. En la vida de iglesia, todos debemos ser saturados del regocijo celestial para estar preparados y dispuestos a sacrificarnos, a ser derramados sobre Cristo como satisfacción de Dios. En la vida de iglesia todos podemos experimentar a Cristo hasta el punto de estar dispuestos a ser derramados en libación.
(3) Derrama aceite sobre la columna Como hicimos notar en el capítulo veintiocho, verter aceite sobre la columna representa el derramamiento del Espíritu de Dios sobre Su pueblo escogido para edificar la casa de Dios. Pero este derramamiento de aceite sobre la columna viene después del derramamiento de la libación sobre dicha columna. Esto indica que al verternos nosotros en libación ante Dios, viene el derramamiento del Espíritu de Dios, lo cual produce Su edificio. Cuanto más nos derramemos en Cristo como ofrenda a Dios para Su casa, más derramamiento del Espíritu de Dios se producirá. La edificación de la casa de Dios necesita esto.
(4) Llama al lugar Bet-el Leemos en el versículo 15: “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar donde Dios había hablado con él, Bet-el”. En Génesis 28 Jacob llamó al lugar Bet-el, pero en Génesis 35, al estar convencido de que era Bet-el, le volvió a dar a ese lugar este nombre. Cuanto más permanezcamos en la iglesia y más experimentemos allí a Cristo, más seguridad tendremos de que estamos en Bet-el, y más confianza tendremos para decir: “Esta es la iglesia, y yo estoy en ella”. Esto no es simplemente un término, mucho menos una designación o una denominación; es la convicción y la declaración de un hecho. Tenemos la plena seguridad de que estamos en Bet-el. Alabado sea el Señor porque todos podemos decir: “Estoy ahora en Bet-el. Esta es la iglesia”.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA TRANSFORMADO (3) 5) La experiencia de Bet-el Vimos que muchas semillas cruciales de la verdad están sembradas en el libro de Génesis. La casa de Dios, Bet-el, es una de ellas. No obstante, pocos cristianos saben en qué consiste experimentar la casa de Dios. Indudablemente, muchos saben que, según el Nuevo Testamento, la casa de Dios denota la iglesia (1 Ti. 3:15). Sin embargo, ¿dónde está la vida práctica y adecuada de iglesia? Hay millones de cristianos en la tierra, pero pocos experimentan la verdadera vida de iglesia. Muchos se sientan simplemente en la congregación durante el culto dominical y escuchan a un ministro o a un pastor. Pero ésa no es la vida práctica y apropiada de iglesia que revela la Biblia. La Biblia enseña que en la verdadera vida de iglesia todos los salvos deben ser miembros que viven y actúan. Todos los miembros del Cuerpo de Cristo deben ejercer su función. Los miembros no solamente ejercen su función, sino que también viven juntos para expresar a Dios en Cristo diariamente de una manera viva. Esta es la vida práctica de iglesia revelada en la Biblia. Las verdades relacionadas con esta vida fueron sembradas en Génesis. Antes del capítulo treinta y cinco, Dios era llamado el Dios de cierta persona, por ejemplo, el Dios de Abraham o el Dios de Isaac. El era el Dios de individuos. Pero en 35:7, tenemos “El-bet-el”, el Dios de la casa de Dios. Ya deja de ser simplemente el Dios de algunos individuos; ahora es el Dios de un cuerpo, de una entidad colectiva: la casa de Dios. Muchos cristianos solamente experimentan a Dios como su Dios individual. Pocos le experimentan como el Dios de la casa de Dios. ¿Qué tanto ha experimentado usted de Dios como el Dios de una entidad corporativa? Todos debemos experimentar a Dios de esta manera, pues El no es sólo el Dios nuestro individualmente, sino el Dios de la casa de Dios. Existe una gran diferencia entre ambas cosas. En Génesis 35 vemos un cambio crucial y radical. No obstante, son pocos los hijos de Dios que dan importancia a ello. Leen este capítulo repetidas veces sin reconocer el cambio radical que contiene. Antes de este capítulo, Dios era el Dios de algunos individuos. El era el Dios de Abel, el Dios de Enós, el Dios de Enoc, el Dios de Noé, el Dios de Abraham y el Dios de Isaac. Pero aquí El deja de ser solamente el Dios de unos individuos, para ser El-bet-el, el Dios de la casa de Dios. En hebreo “El” significa Dios. En el título “El-bet-el”, la palabra hebrea que significa Dios se usa dos veces, tanto al principio como al final. En cierto sentido, el Dios de la casa de Dios es doble. Debemos reconocer que todavía no tenemos mucha experiencia de esto; aún así, le damos gracias al Señor porque después de entrar en la vida de iglesia, hemos experimentado el hecho de que Dios es el Dios de nosotros como cuerpo, como entidad colectiva. En la vida de iglesia experimentamos a Dios de manera corporativa y no sólo individualmente. Todos podemos testificar que el Dios que experimentamos en la vida de iglesia es mucho mejor y más dulce que el Dios que experimentamos en nuestra vida individual. Esta es la razón por la cual nos gusta dedicar más tiempo a la vida de iglesia. Individualmente, podemos experimentar al Dios de Abraham o al Dios de Isaac, pero no al Dios de Bet-el. Sólo podemos experimentar al Dios de la casa de Dios en la vida de iglesia. Hace muchos años, ustedes se habrían extrañado al oír hablar del Dios del Cuerpo. No obstante, esto no
es nada extraño para nosotros ahora. Conocemos esta experiencia y la apreciamos mucho más que la experiencia individual que tenemos de Dios. No obstante, con esto no desconocemos el aspecto de experimentar a Dios de manera individual. Hoy día todavía existe este aspecto. No olvide jamás que las verdades bíblicas presentan dos aspectos. Esto también se aplica a experimentar a Dios, pues experimentar a Dios tiene un aspecto corporativo y también un aspecto individual. Muchos cristianos ahora no experimentan a Dios en absoluto o sólo lo experimentan a un nivel individual. No le experimentan de manera corporativa. Sin embargo, en todas las reuniones de la vida de iglesia, experimentamos a Dios colectivamente. Quisiera dirigir una palabra franca a algunos de ustedes. Ustedes se reúnen con nosotros semana tras semana, pero no tienen una experiencia corporativa de Dios. Por ejemplo, ustedes oran a diario en su vida privada, pero nunca oran en las reuniones de la iglesia. En las reuniones ustedes son espectadores, como si estuvieran observando un juego de pelota; miran a los demás jugar, pero no participan. Inclusive, algunos critican a los que participan, diciendo que son demasiado osados o demasiado activos. ¿Pero usted qué? ¿Está aquí para criticar, para ser espectador o para participar en la vida de iglesia? Esto indica que entre nosotros, algunos no valoran la experiencia que se tiene de Dios corporativamente. Algunos entre nosotros todavía no oran en las reuniones. Si alguien le pide a usted que ore, siempre encuentra pretextos. Esto demuestra que considera a otros como sacerdotes y a usted mismo como una persona común. Al actuar así, establece una jerarquía de clero y laicado. A los ojos de Dios, ésta es una herejía. Todos debemos orar para derrocar el sistema de clérigos y laicos. He observado que la reunión de oración que se hace en Anaheim es mucho mejor que la de cualquier otra iglesia. He visitado casi todas las iglesias y puedo testificar que la reunión de oración de Anaheim es la mejor. La razón es sencilla: no hay clero ni laicado en nuestra reunión de oración. Aunque muchos oran, nadie termina una oración solo, pues se puede necesitar muchos de nosotros para concluir una sola oración. En el método viejo y tradicional, cuando alguien oraba, no terminaba una sola oración sino dos o tres de una vez. La gente o bien no oraba o hacía varias oraciones seguidas. Pero en Anaheim, después de que alguien hace una corta oración, otra persona lo sigue. De este modo, muchos funcionan conjuntamente ofreciendo una sola oración. Así se experimenta a El-bet-el, la experiencia que tenemos de Dios corporativamente. Génesis 35 es un cambio radical de experimentar individualmente a Dios a experimentarle corporativamente. Antes de este capítulo no se menciona a El-bet-el. Elohim fue revelado en el capítulo uno, y Jehová en el capítulo dos. Más adelante, Dios le dijo a Jacob que El era el Dios de Abraham y el Dios de Isaac. Pero como destacamos ya, en el capítulo treinta y cinco vemos un nuevo título divino: “El-bet-el”, el Dios de la casa de Dios. Más adelante en este mensaje veremos el significado de lo que dijo Dios a Jacob acerca de su nombre, que ya no debía ser Jacob sino Israel. Dios le dijo a Jacob: “Israel será tu nombre” (v. 10), y Jacob parecía decir a Dios: “Tu nombre es El-bet-el”. ¿Quién es usted ahora, Jacob o Israel? ¿Qué significa Israel? Contestar que significa luchador de Dios es bastante doctrinal. Israel es el pueblo que constituye la iglesia, y El-bet-el es la vida de iglesia. Nosotros constituimos la iglesia, los que estamos en la vida de iglesia. Esta no es una doctrina, sino una experiencia. El pueblo que conforma la iglesia es un pueblo lleno de Dios, y la vida de iglesia es la vida corporativa de Dios. Quienes constituyen la iglesia son un pueblo lleno de Dios, y viven juntos para disfrutarlo y expresarlo. Este es el Israel de El-bet-el.
a) El altar de Jacob Jacob erigió un altar en Bet-el (vs. 6-7). El tuvo una experiencia progresiva del altar. Cuando recibió la visión en Bet-el (28:18-19), no levantó ningún altar. El interpretó correctamente su sueño, pero sólo erigió una columna. Durante los años que Jacob pasó en Padan-aram, no construyó ningún altar sobre el cual pudiese ofrecer algo a Dios. Por el contrario, usó muchas tretas para suplantar a
Labán. Después de salir de Padan-aram, Jacob primero regresó a la parte oriental del Jordán, a Sucot (33:17). En 33:17-18 la Biblia no dice que Sucot estuviera “en la tierra de Canaán”, como lo hace con respecto a Siquem. En Sucot Jacob construyó una casa para sí y cabañas para su ganado, pero no erigió altar para Dios. Esto revela que se ocupaba de sí mismo y de su ganado, mas no de Dios. Finalmente, Jacob salió de Sucot y permaneció en Siquem en la tierra de Canaán, donde plantó su tienda y erigió un altar (33:18-20). Jacob llamó a ese altar “El-Elohe-Israel” que significa, el Dios de Israel. Este altar fue construido para el Dios que Jacob experimentaba personal e individualmente. Al llamar el altar El-Elohe-Israel, en realidad lo llamaba el Dios de sí mismo. Muchos cristianos son semejantes a él. Buscan experiencias espirituales para sí mismos de modo individual. Han aprendido a experimentar a Cristo y a confiar en Dios de manera individual. Para ellos Dios no es El-bet-el, sino El-Elohe-Israel. Sin embargo, pocos cristianos se preocupan por otro aspecto de Dios: el Dios de la casa de Dios. Casi todos los que buscan a Dios se preocupan por que Dios sea su Dios. Algunos de ellos dicen: “¿No era acaso Dios el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? ¿Qué hay de malo en decir que Dios es mi Dios? Oh, este Dios maravilloso es mi Dios”. Es posible que el libro de Génesis que ellos tienen no tenga más de treinta capítulos. Ellos deberían proseguir hasta el capítulo treinta y cinco y ver que Dios deja de ser simplemente el Dios de algunos individuos, y que es el Dios de la casa de Dios. En Bet-el, en el capítulo veintiocho, en Padan-aram y en Sucot, Jacob no tenía ningún altar; en Siquem edificó un altar. Era bueno construir un altar en Siquem, pero este altar no fue construido en la casa de Dios, la vida de iglesia, sino que fue erigido en un lugar alejado de la vida de iglesia. Si usted observa un mapa, verá que Siquem no está lejos de Bet-el. La palabra Siquem significa hombro, lo cual denota fuerza. Cuando Jacob llegó a Siquem, fue fortalecido, pues Siquem era un lugar de fortaleza. Del mismo modo, cuando llegamos a nuestro “Siquem”, nosotros también somos fortalecidos. Casi todos los avivamientos que ocurren en el cristianismo actual se llevan a cabo en “Siquem”. Estos avivamientos sólo fortalecen a la gente. Muchos cristianos necesitan un “Siquem”, un avivamiento una vez al año para ser fortalecidos. Ninguna persona activa en avivamientos se preocupa por la vida de iglesia. Sólo les interesa fortalecer a la gente para que siga la vida cristiana. Ellos no dicen nada que tenga que ver con la iglesia. El altar construido en Siquem fue llamado El-Elohe-Israel, que es el nombre de Dios en relación con un individuo, y no El-bet-el, el nombre de Dios que se relaciona con una entidad corporativa. Algunos dirán: “¿Acaso no es bueno ser fortalecido en Siquem?” Observe lo que le sucedió a Jacob en el capítulo treinta y cuatro. Después de establecerse en Siquem, tuvo que afrontar algunos problemas. El tenía una tienda donde morar y un altar sobre el cual ofrecer sacrificios a Dios. Puede ser que Jacob hubiese quedado satisfecho, pero Dios no lo estaba. Por consiguiente, necesitaba la experiencia del capítulo treinta y cuatro. Llegaron los problemas, y ellos hicieron que Jacob perdiese la paz. Después, en 35:1, Dios pudo decir: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar” a Dios. Dios parecía decir a Jacob: “No quiero que permanezcas en Siquem. No es bueno que seas solamente fortalecido en la vida cristiana. Una vida fortalecida jamás me satisfará. Yo deseo la vida de iglesia. No deseo tu fortaleza, sino Mi casa. No quiero que permanezcas en Siquem, sino que subas a Bet-el”. Después de llegar a Bet-el, Jacob hizo un altar y lo llamó El-betel. La experiencia que tuvo Jacob del altar fue gradual. En Padan-aram y en Sucot no hubo altar. El altar de Siquem fue erigido para el Dios que experimentaba individualmente; no fue un altar relacionado con experimentar a Dios corporativamente. Experimentar a Dios a nivel individual es bueno pero no suficiente. Debemos pasar de la experiencia individual a la experiencia corporativa. Un altar sirve para la consagración. Es probable que todos ustedes se hayan consagrado al Señor. Pero ¿dónde ocurrió esa consagración, en Siquem o en Bet-el? ¿Era ésa una experiencia de ElElohe-Israel o de El-bet-el? Antes de entrar en la vida de iglesia, me había consagrado más de una vez. Sin embargo, la consagración que hice después de entrar en la vida de iglesia fue mucho más elevada que cualquier consagración anterior. Mi consagración antes de la vida de iglesia me sirvió solamente a mí; tenía un propósito: ser santo, espiritual, victorioso y acepto a Dios. No obstante,
después de entrar en la vida de iglesia, mi consagración fue algo distinto. Cuando usted vive en el nivel individual, no necesita mucha consagración. Pero después de casarse, se da cuenta de que su esposa le causa problemas y que usted necesita consagrarse por causa de esta nueva situación. Usted quizá diga al Señor: “Señor, antes de casarme, me consagré a Ti para ser santo, espiritual y victorioso. Ahora que estoy casado, debo consagrarme a Ti con relación a esto. A mí me gustan las ventanas abiertas, pero mi esposa las prefiere cerradas. Necesito una consagración que concuerde con esta situación”. Esta consagración es nueva y diferente. Más adelante, usted tiene hijos, y esto requiere una consagración más profunda. Cuando usted entra en la vida de iglesia, no sólo tiene una persona que le causa problemas sino centenares de ellas. Muchos temen venir a Anaheim, pues piensan que es un lugar demasiado grande y que los ancianos aquí son muy serios y estrictos. Prefieren ir a una localidad más pequeña. Esto indica que cuando uno entra en la vida de iglesia, necesita una consagración más profunda. Cuando usted se casa, necesita consagrarse; cuando tiene hijos, necesita una consagración más profunda; y cuando entra en la vida de iglesia, particularmente en Anaheim, necesita una consagración mucho más profunda. Sin la consagración máxima, usted no podría soportar la vida de iglesia que existe en Anaheim. Usted pensará: “¡Cuán difícil es estar en Anaheim! Hay policías por todos lados. No me puedo adaptar a esto”. Puesto que usted no se puede acoplar a esta situación, debe construir un altar para estar al nivel de esta situación. Como todos sabemos, en frente del templo había un altar, y nadie podía entrar en el templo sin antes pasar por el altar. Usted debe pararse en el altar y ofrecerse sobre él como sacrificio. Entonces, después de ser resucitado, tendrá vía libre para entrar al templo. ¿Qué significa el altar? Un altar se usa para ofrecer sacrificios. Algunos han dicho: “La vida de iglesia es buena, pero no soporto a los hermanos encargados”. Otros han dicho: “Yo aprecio la vida de iglesia, pero no aguanto a las hermanas que toman el liderazgo. Son demasiado santas. Su santidad me abruma”. ¿Entonces adónde debe ir usted: de regreso a Siquem o a Padan-aram? La única alternativa que usted tiene es subir al altar de Bet-el y ser sacrificado. El altar en Siquem es un altar individual, pero el altar de El-bet-el es un altar corporativo. Es el altar de la casa de Dios, y usted debe presentarse sobre él por causa de la casa de Dios. Yo he hecho esto muchas veces. Hace años fui inmolado. Ahora nadie me ofende. Uno no puede ofender a una persona que ya fue inmolada. Si usted no recibe este mensaje ni edifica un altar en El-bet-el, no permanecerá en la iglesia. Algún día usted se apartará o se volverá indiferente. Cuando esté contento, vendrá a las reuniones, pero cuando no lo esté, no vendrá. Parece que la iglesia es la iglesia, que usted es usted, y que usted y la iglesia no tienen ninguna relación entre sí. Si usted no se vuelve indiferente, se apartará por causa de alguna ofensa. La iglesia está llena de gente que ofende. Hace mucho fui inmolado por la vida de iglesia en la China continental. Por lo tanto, ninguno de ustedes me puede aniquilar. No puedo ser ofendido por ustedes. Esta es la experiencia del altar construido en Bet-el. Si usted todavía puede ser ofendido, significa que no tiene un altar en Bet-el a pesar de que tenga uno en Siquem. Tener un altar en Bet-el significa tener una consagración con miras a la vida de iglesia. Usted necesita ofrecerse a sí mismo intencional y definidamente al Señor por el bien de la vida de iglesia. Si usted hace eso, jamás será ofendido y estará listo para las pruebas y los sufrimientos. Todos necesitamos este altar. Esto es lo que se experimenta en Bet-el, en la vida de iglesia. Si usted lee nuevamente los capítulos del veintiocho al treinta y cinco, y presta atención al altar, observará la progresión desde una situación donde no hay altar hasta el altar más elevado, el altar de El-bet-el. Necesitamos una consagración definida y específica por causa de la vida de iglesia. Debemos decir: “Señor, ahora deseo consagrarme total e incondicionalmente a Ti, no para ser santo ni espiritual ni victorioso, sino para experimentar Tu casa y permanecer en ella”. En 1 Timoteo 3:15 Pablo le dijo a Timoteo: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente”. Debemos experimentar a Dios en Su casa y actuar en Su casa. Esto requiere una consagración clara y un altar especial. El altar común y ordinario que experimentamos antes no es suficiente para ello. Todos necesitamos la máxima consagración en el altar de Bet-el.
En los siglos pasados, varios maestros cristianos escribieron muchos libros sobre la consagración. No obstante, hasta donde sé, ninguno de ellos alienta a los cristianos a consagrarse en pro de la casa de Dios. La señora Hannah W. Smith en su famoso libro The Christian’s Secret of a Happy Life [La clave para que el cristiano lleve una vida feliz], recalca bastante la consagración, pero solamente con miras a una vida cristiana feliz. Ella considera la consagración como la clave de una vida cristiana feliz, pero no dice nada acerca de la vida de iglesia. La convención de Keswick, en la cual participó la señora Smith, también puso mucho énfasis en la consagración. En realidad, al principio los mensajes dados en la convención de Keswick se centraban en la consagración. Sin embargo, que yo sepa, no se mencionó nada acerca de la consagración con miras a la vida de iglesia. En casi todos los avivamientos cristianos, se hace hincapié en la consagración, pero muy pocas veces oímos hablar de la consagración con miras a la casa de Dios. Puesto que los cristianos no han visto la vida de iglesia, construyen todos sus altares en “Siquem”. No obstante, en el recobro actual del Señor, debemos edificar nuestro altar en Bet-el. Necesitamos la máxima consagración por el bien de la vida de iglesia a fin de cumplir el propósito eterno de Dios y satisfacer el deseo de Su corazón.
b) La aparición de Dios Jacob experimentó también un avance en la aparición de Dios. Dios se le apareció en un sueño en el capítulo veintiocho, pero esa aparición no fue física. Nada de lo que vemos en un sueño es material. Puede ser correcto, pero no es concreto. Nabucodonosor vio en un sueño una imagen enorme de un cuerpo humano (Dn. 2:31), pero esa imagen no era física como un cuerpo humano real, y las dos piernas de hierro vistas en el sueño no eran sólidas como lo fueron las dos secciones del imperio romano. Aunque Nabucodonosor vio estas cosas en sueño, no las experimentó. Del mismo modo, Jacob experimentó la aparición de Dios sólo en sueños, mientras que en Bet-el, experimentó la aparición física de Dios. El Señor habló a Jacob cuando éste estaba en Padan-aram (31:3), pero eso no fue una aparición sólida del Señor. En Génesis 35:1 el Señor habló con él, pero aquello tampoco fue una aparición física. Sólo en El-bet-el Jacob experimentó la aparición de Dios materialmente. Este es el progreso que Jacob experimentó en cuanto a la aparición de Dios. Muchos de nosotros podemos atestiguar que antes de entrar en la vida de iglesia experimentamos en alguna medida la aparición de Dios. Dios en efecto se nos apareció, pero esta aparición no fue tangible. Sin embargo, después de entrar en la vida de iglesia y de estar allí por un tiempo, podemos testificar que aquí la aparición de Dios no sólo es real sino también concreta. Si alguien se aparta de la vida de iglesia después de haber estado en ella cierto tiempo, nunca podría negar que mientras estuvo en la vida de iglesia, experimentó la aparición de Dios de una manera concreta. Antes de entrar en la vida de iglesia, la aparición de Dios era bastante difusa. Pero la aparición de Dios en la iglesia es siempre concreta. Es tan sólida que casi la podemos tocar. La más elevada experiencia de la aparición de Dios se produce en la iglesia.
c) La bendición de Dios Existe también una progresión en la bendición de Dios. En la visión de Bet-el (28:13-15), en Padanaram y en Siquem (31:3; 35:1), Jacob no recibió la bendición de Dios. Dios bendijo a Jacob en Peniel, aunque allí no lo bendijo de manera sólida (32:29). Jacob no recibió la bendición concreta de Dios porque todavía no se hallaba en el lugar donde Dios deseaba que estuviese. En Peniel vemos que Dios bendijo a Jacob, aunque no vemos de qué manera. Pero en el capítulo treinta y cinco, en Bet-el, la bendición fue muy concreta. Allí Dios bendijo a Jacob, diciendo: “Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra” (vs. 11-12). Estos son los puntos concretos de la bendición que Dios dio en Bet-el.
d) Jacob experimenta su nuevo nombre En Bet-el Jacob experimentó su nuevo nombre. Su nombre fue cambiado en Peniel (32:28, 30), pero él experimentó su nuevo nombre en Bet-el (35:10). En Bet-el todo el ser de Jacob fue cambiado, y él llegó a ser una nueva persona: Israel. Por muy buenos que hayamos sido como cristianos antes de entrar en la vida de iglesia, no éramos nuevos. Pero después de estar en la vida de iglesia, algo dentro de nosotros requería que fuésemos nuevos. Tuvimos que ser un nuevo marido, un nuevo padre de familia, un nuevo hijo. Todos experimentamos esta exigencia interior a diario. Nos dimos cuenta de que a partir de ese momento, debíamos ser otra persona. Esta es la experiencia de transformación. La vida de la iglesia es una vida de transformación. En la iglesia, todos estamos en el proceso de renovación. Somos renovados día tras día (Ro. 12:2; 2 Co. 4:16). No somos corregidos, pues eso no significa nada; somos renovados. La iglesia es el nuevo hombre (Ef. 2:15), y la vida de la iglesia es la vida del Israel transformado. Es una nueva vida con una nueva persona y un nuevo ser. Aquí en Bet-el experimentamos la nueva vida, la cual es Dios en Cristo. Aquí en la vida de iglesia, somos renovados cada día. Cuanto más permanecemos en la vida apropiada de iglesia, más renovados somos. La edad de uno puede seguir aumentando, pero el ser de uno se sigue renovando. Los hermanos de edad avanzada deben ser más nuevos, más activos, más fuertes y más lozanos. Al compartir, deben tener más convicción y ser más vigorosos que los jóvenes. Espero que todos los puntos de este mensaje se conviertan en experiencias prácticas. En la vida de iglesia necesitamos la consagración más elevada, la consagración para la casa de Dios, y no para el enriquecimiento personal. Si éste es el caso, entonces tendremos la aparición de Dios de una manera concreta y disfrutaremos de Su plena bendición. Entonces nos renovaremos continuamente cada día. Esta es la experiencia que se tiene en Bet-el, la experiencia de la vida de iglesia.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA Y UNO TRANSFORMADO (4) Vamos a seguir examinando la experiencia de Bet-el. En este mensaje llegamos a la promesa de Dios.
e) La promesa de Dios Es posible que conozcamos la palabra promesa. Sin embargo, en este pasaje de la Palabra, la promesa de Dios no es algo común. El Dios que da la promesa en el capítulo treinta y cinco es el Dios que todo lo provee (v. 11). Debemos prestar atención a la revelación de los títulos de Dios dada en el libro de Génesis. En el capítulo uno Dios se revela solamente como Elohim; en el capítulo dos vemos el título Jehová (o el Señor en algunas versiones). Elohim es el título de Dios como Creador en relación con Su creación, y Jehová es el título usado en conexión con el hombre, y revela la manera en que Dios se relaciona con él. El título el Dios que todo lo provee, no aparece antes de Génesis 17:1, donde Dios le dice a Abraham: “Yo soy el Dios que todo lo provee; anda delante de Mí y sé perfecto” (heb.). Anteriormente no sabíamos qué significaba este título.
Pensábamos que significaba solamente que Dios lo era todo para nosotros. Indudablemente es correcto decir que la capacidad de proveer que tiene Dios significa que El lo es todo para nosotros. En cualquier caso, ¿con qué propósito se revela este título de Dios? He dado muchos mensajes en el pasado sobre este título divino, expresando que denota lo rico que es Dios y el hecho de que El es nuestro suministro suficiente. El lo es todo y, por ende, suple todas nuestras necesidades. En cierto sentido, esto era correcto. Dios todo lo provee. Ahora bien, ¿para qué nos abastece? ¿Nos abastece con el único fin de que seamos salvos o espirituales? No. Si queremos ver el propósito que tiene Dios al presentarse como el Dios que todo lo provee, debemos leer Génesis 35 y compararlo con Génesis 17. Al revelarse Dios como aquel que todo lo provee, El tiene en la mira Su edificio. Así como Elohim está relacionado con la creación, el Dios que todo lo provee está relacionado con el edificio de Dios. No trate de entender la Palabra santa según su imaginación. Interprete la Biblia con la Biblia misma comparando un pasaje con otro. ¿Cómo sabemos que Elohim está relacionado con la creación? Todos los estudiosos de la Biblia concuerdan en que la primera vez que un asunto se menciona en la Biblia establece un principio en cuanto a dicho asunto. La primera mención de Elohim se encuentra en Génesis 1, donde Dios es revelado al crear. Por consiguiente, esto establece el principio según el cual Elohim alude básicamente al Dios que crea, al Creador. El significado del título El-Shadai, el Dios que todo lo provee, se revela claramente en Génesis 17:1, donde vemos mencionado por primera vez este título. Antes de ese momento, Abraham había sido llamado por Dios a convertirse en el padre de los muchos llamados de Dios. Dios no deseaba que Abraham cumpliera esto valiéndose de su fuerza natural, y sólo le dio un hijo cuando se le hubo agotado la fuerza natural. Sin embargo, Abraham no entendió a Dios correctamente, ni tuvo fe en cuanto a esto, sino que accedió a la propuesta de su esposa de engendrar un hijo utilizando su capacidad natural, con una concubina. Esta acción ofendió a Dios, quien no habló con Abraham durante trece años. No se imagine que Dios no puede ser ofendido, o que El siempre es paciente con usted. La Biblia no dice en ninguna parte que Dios sea el Dios de toda paciencia. En el caso de Abraham, Dios se ofendió, no porque Abraham hubiese pecado, sino porque se apoyó en su propia fuerza natural. En la economía de Dios, nada ofende más a Dios que la utilización de la fuerza natural de uno. Cuando los llamados de Dios usen su fuerza natural para cumplir el propósito de Dios, El se ofenderá. En cierto sentido, el uso de la fuerza natural es un insulto para Dios. Dios no necesita la ayuda de nosotros. Al ejercer uno su fuerza natural da a entender que uno puede ayudar a Dios, lo cual a su vez indica que Dios no es todopoderoso y necesita que uno lo ayude. Cuando Dios volvió a hablar a Abraham, después de trece años, le dijo: “Yo soy el Dios que todo lo provee”. Si usted lee dicho capítulo detenidamente, verá que Dios todo lo provee para que nosotros produzcamos los materiales para Su casa. Génesis 17 y 35 armonizan entre sí por lo menos de tres modos. Primero, ambos capítulos revelan que Dios todo lo provee. Dios reveló este título divino tanto a Abraham como a Jacob. Segundo, en ambos capítulos se produce un cambio de nombre; el nombre de Abram fue cambiado por Abraham, y el nombre de Jacob fue cambiado por Israel. En la vida espiritual el cambio de nombre significa transformación, y no solamente cambio de etiqueta. Usted dirá: “Witness Lee, usted ha hecho algo equivocado. De ahora en adelante, usted ya no es Witness Lee sino Carlos Ford”. Este cambio de nombre no significa nada. Según la Biblia, el cambio de nombre denota un cambio del ser. Anteriormente usted era Abram, pero ahora es Abraham. Antes usted era un Jacob suplantador, mas ahora es Israel, un luchador de Dios. Este es el cambio del ser, de constitución, y no sólo de nombre. Por consiguiente, el capítulo diecisiete habla de la transformación de Abraham, y el capítulo treinta y cinco, de la de Jacob. Tercero, en ambos capítulos vemos la promesa de Dios. La promesa que hizo Dios a Abraham la repite a Jacob. La promesa que Dios hace a Jacob en el capítulo veintiocho era indefinida. En 28:14 Dios dijo: “Será tu descendencia como el polvo de la tierra”. De haber estado yo en el lugar de Jacob, habría dicho: “Señor, no quiero que mis descendientes sean el polvo de la tierra. Prefiero tener unos cuantos reyes en vez de millares de partículas de polvo”. En el capítulo veintiocho, la
promesa de Dios habla de polvo, pero en el capítulo treinta y cinco, Su promesa habla de reyes y de naciones (v. 11). Una nación denota un reino. La promesa que Dios da en 35:11 es una repetición de la promesa dada en 17:6. En ambos casos El prometió que se producirían naciones y reyes. En el sueño de Jacob en Bet-el, Dios le dijo que su simiente sería como el polvo. Pero ahora, en la experiencia de Bet-el en el capítulo treinta y cinco, la promesa de Dios ha progresado. Aquí no se menciona el polvo. En lugar de polvo, se habla de naciones y reyes. La promesa de este capítulo está centrada en ser fructíferos y en multiplicarse para producir naciones y reyes. Por tanto, Génesis 17 y 35 son paralelos en tres aspectos: la revelación del título divino, el Dios que todo lo provee; el cambio de nombres humanos; y la promesa de multiplicarse para producir naciones y reyes. Ahora podemos ver el propósito del título “el Dios que todo lo provee”. El Dios que todo lo provee tiene en mira la edificación de Su casa. Todos debemos recibir este mensaje. El Dios que todo lo provee tiene como fin la edificación de Bet-el. El es el Dios que todo lo provee, por causa de la vida de iglesia, por causa de la edificación de Su casa en la tierra. Ustedes no pueden experimentar individualmente al Dios que todo lo provee. Si usted desea experimentar al Dios que todo lo provee, debe estar en Bet-el, la casa de Dios, la vida de iglesia. Esta verdad queda demostrada en nuestra experiencia. Antes de entrar en la vida de iglesia, muchos de nosotros experimentamos a Dios en alguna medida. Pero como todos podemos testificar, no le experimentamos como el que todo lo provee. Yo experimenté a Dios en varios aspectos, pero no lo experimenté como el Dios que todo lo provee sino hasta que entré en la vida de iglesia. Pero después de estar en la vida de iglesia por muchos años, puedo decir: “Aleluya, ¡qué experiencia tan grande tengo en la vida de iglesia del Dios que todo lo provee!” El Dios que todo lo provee es demasiado vasto para ser experimentado por unos cuantos creyentes individuales. Como individuos, somos demasiado limitados. La inmensidad de Dios requiere una entidad corporativa. Necesitamos la casa para experimentar este aspecto Suyo. Hace poco tuvimos una maravillosa reunión de oración aquí en Anaheim. Creo que esa reunión quedará como algo memorable por la eternidad. Todo lo que se declaró en la oraciones fue único. Oramos acerca de la mujer que tiene dolores de parto y acerca del hijo varón prevaleciente y victorioso. ¡Aquello fue maravilloso! Nunca podríamos orar de esta manera solos en nuestro cuarto; para esto debemos estar en la iglesia. Todos los santos locales que no pudieron estar en esta reunión de oración se perdieron de mucho. Esta es una experiencia, no de Elohim ni de Jehová, sino del Dios que todo lo provee. En esa reunión de oración, yo estaba por encima del tercer cielo disfrutando al Dios que todo lo provee. La vida de iglesia es el único lugar donde podemos percibir la completa suministración de nuestro Dios. Cuando escucho las críticas de algunos opositores, no siento ningún rencor hacia ellos; más bien me inspiran lástima. ¡Cuánto se pierden! Su religión tradicional los detiene y los aparta del mover actual de Dios. ¡Qué Dios tan vasto experimentamos en Su mover actual! Esta no es una enseñanza ni una comprensión doctrinal, sino la experiencia que tenemos de Dios en la vida de iglesia. El Dios que lo suministra todo se revela para que se edifique Bet-el, y es experimentado en la vida de iglesia. “La iglesia” es la expresión neotestamentaria correspondiente a “la casa de Dios”, del Antiguo Testamento. En 1 Timoteo 3:15 Pablo dijo: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”. Para nosotros hoy, Bet-el no es historia; es la iglesia del Dios viviente. El Bet-el del Antiguo Testamento es un tipo de la experiencia práctica de la vida de iglesia. ¡Cuánta pobreza hay en el cristianismo actual! Los cristianos en su mayoría piensan que Bet-el es historia. No se dan cuenta de que la vida de iglesia hoy en día es Bet-el. Ellos no entienden esto porque no tienen la vida de iglesia. ¡Alabado sea el Señor porque en el recobro del Señor tenemos la vida de iglesia! En la vida de iglesia nuestra experiencia del Dios que lo suministra todo crece día tras día y minuto a minuto. Nuestra vida de iglesia en Anaheim se ha incrementado considerablemente en los últimos dos años. Si usted compara el enero de 1977 con el enero de 1975, verá la diferencia. Sin duda
alguna, 1977 será un gran año en el recobro del Señor. En octubre de este año habrá una conferencia internacional de iglesias en Taipei. Sólo el Señor sabe lo que sucederá en esa ocasión, o aun en la semana que viene. Creo que están a punto de suceder cosas muy importantes. La vida de iglesia sigue adelante; avanza día y noche. Muchos de nosotros podemos testificar que la vida de iglesia se ha agrandado desde esta tarde. ¡Aleluya, el Dios que todo lo provee tiene como fin la vida de iglesia, el Bet-el actual!
(1) No en Padan-aram En Padan-aram Dios no le dio a Jacob ninguna promesa (31:3). ¿Por qué Dios no le dio ninguna promesa allí? Obviamente no fue porque Dios hubiera cambiado, pues El nunca cambia. Jacob no recibió ninguna promesa en Padan-aram porque ése no era el lugar apropiado. En Padan-aram Jacob no estaba en la posición adecuada para recibir la promesa de Dios. Si queremos recibir la promesa de Dios, debemos estar en el lugar apropiado. Afirmo enfáticamente que hay muchas cosas que pueden ser recibidas sólo en la vida de iglesia. Fuera de la vida de iglesia, no se tiene la debida posición para recibir estas cosas.
(2) No en Sucot ni en Siquem Finalmente, Jacob salió de Padan-aram y fue a Sucot, que significa “cabaña” (33:17). En Sucot, que estaba en el límite de la buena tierra, Jacob edificó una casa para sí mismo y cabañas para su ganado, pero no erigió altar para Dios. Más adelante, Jacob fue de Sucot a Siquem. Vimos que en Siquem construyó un altar. No obstante, este altar fue edificado en el lugar que lo satisfacía a él, mas no a Dios. Por tanto, Dios cambió las circunstancias de Jacob para que fuese motivado y tuviera la carga de levantarse y subir a Bet-el. Ni en Sucot ni en Siquem recibió Jacob la promesa de Dios.
(3) Solamente en Bet-el Sólo en Bet-el Dios dio Su promesa a Jacob (35:11-12). La promesa del capítulo treinta y cinco es más sólida que la promesa que recibió Jacob en el sueño (28:13-14). Antes de entrar en la vida de iglesia nunca recibimos una promesa sólida por parte de Dios. Las promesas más firmes siempre son dadas en la vida de iglesia. Nuestra experiencia después de entrar de la vida de iglesia es que casi todos los días son días de promesa. Esto significa que casi cada día está lleno de esperanza. Fuera de la iglesia, no tenemos esperanza. ¿Tenía usted esperanza antes de entrar en la vida de iglesia? No, sólo teníamos desilusión y desaliento. Pero ahora en la vida de iglesia todo es muy definido y significativo. A mañana, tarde y noche tenemos esperanzas. Estas esperanzas son las promesas que recibimos día tras día. Todas las promesas que Dios da y que nosotros recibimos en la vida de iglesia tienen como fin el edificio de Dios. No están destinadas a nuestra pequeña choza o cabaña. Anteriormente algunos de nosotros deseábamos construir una pequeña choza de santidad, y algunas hermanas esperaban construir la pequeña cabaña de una buena vida matrimonial. Muchas esposas que no disfrutaban de la vida matrimonial han buscado una vida matrimonial feliz en el cristianismo. Aun después de entrar en la vida de iglesia, muchas hermanas todavía sienten en lo profundo de su ser la esperanza de encontrar en la iglesia la vida matrimonial feliz que han anhelado. Su intención no es edificar la casa de Dios, sino edificar la pequeña cabaña de su vida matrimonial. No obstante, muchos de nosotros hemos experimentado que cuando intentamos construir una cabañita para nosotros mismos, Dios la derriba. En mis muchos años de experiencia, he visto que Dios primero vuela el techo y luego las paredes. Después, no quedó nada de mi cabaña. Pero no se imagine que todos los santos de la iglesia se sienten miserables porque la cabaña de su vida matrimonial ha sido destruida. Llevamos una vida matrimonial mucho mejor, no en nuestra choza, sino en la casa de Dios. Hoy en
día, en la vida de iglesia, puedo dar testimonio y jactarme delante del enemigo por la vida matrimonial maravillosa que yo tengo en la iglesia. Si usted no tuviera la vida de iglesia, ¡qué vida matrimonial tan miserable tendría! Cuando intentamos construir una choza para nosotros mismos, no tenemos éxito. Pero cuando introdujimos nuestra vida matrimonial en la iglesia, nos encontramos en una mansión. Alabado sea el Señor porque estamos aquí por causa de la casa de Dios. Antes de entrar en la vida de iglesia, yo también intenté construir una casita de paciencia. Como muchos de ustedes ya saben, soy una persona activa. Una persona activa necesita mucha energía para ser paciente. Hasta me molesta cuando llamo a alguien, y el teléfono suena ocupado. Cuando era joven me di cuenta de que perdía la paciencia fácilmente; así que intenté construir una casita de paciencia. También hice todo lo posible por construir casas de santidad y de victoria. Anhelaba vencer mi mal genio. Una persona activa es impaciente, y la impaciencia hace perder la calma. Me daba cuenta de que era impaciente, que estaba vencido y que no era santo. Traté de construir casas de paciencia, santidad y victoria, pero no logré edificar ni siquiera una de ellas. Cuando entré en la vida de iglesia, no me olvidé enseguida de estas casas. Persistí en mi intento de edificarlas. Sin embargo un día vi que era insensato construir estas pequeñas casas, pues ya tenía una casa grande: la vida de iglesia. Mientras estamos en la vida de iglesia, la paciencia, la santidad y la victoria nos pertenecen. Permítanme compartir con ustedes algo que he experimentado a menudo. Cuando he estado a punto de perder la calma, pienso en la iglesia e inmediatamente mi ira desaparece. Quizá pensaba: “Estoy a punto de perder los estribos con los ancianos”. Mas por la misericordia del Señor, pensaba en la iglesia, y mi ira se desvanecía. No siempre es necesario llegar a experimentar la vida de iglesia. Un solo pensamiento acerca de la vida de iglesia puede poner fin a nuestra ira. Ustedes dirán: “Hermano Lee, ésta es una superstición. ¿Cómo puede un simple pensamiento acerca de la vida de iglesia erradicar la ira?” No sé cómo explicarlo, pero sí sé que me ha sucedido que aun un solo pensamiento acerca de la iglesia puede hacerlo victorioso a uno. Si usted vive verdaderamente en la vida de iglesia, ¡qué santidad y victoria tan grandes tendrá! Cuando usted entre en la Nueva Jerusalén, ¿seguirá buscando santidad, humildad y paciencia? No, cuando llegue a la Nueva Jerusalén, todo este vocabulario habrá desaparecido. No habrá paciencia, lo único que quedará será Dios mismo como el Dios que lo suministra todo. Hoy en la vida de iglesia tenemos una miniatura de la Nueva Jerusalén. Los demás cristianos no experimentan la santidad como nosotros. No estamos edificando nuestras chozas o cabañas. Nos dedicamos de lleno a construir solamente la casa de Dios. Esta casa es una morada. Tanto nosotros como Dios moramos aquí. ¡Alabado sea el Señor porque hoy estamos en la vida de iglesia experimentando a Dios corporativamente! La promesa dada en Génesis 35:11 por el Dios que todo lo provee, tiene como fin principal que nosotros seamos fructíferos y nos multipliquemos. Esto es semejante a la predicación del evangelio. Puede haber una similitud entre esta promesa y la predicación del evangelio, pero la predicación del evangelio hoy en día es una forma de llevar fruto. La predicación del evangelio puede ser una actividad exterior, mientras que la fructificación es el reboso interior de vida. Ser fructífero y multiplicarse significa engendrar hijos, producir algo a partir de las riquezas de la vida interior. Esto sólo se puede producir por medio del reboso de la vida interior rica. Supongamos que todos somos “monos” y que Dios dijera: “Monos, fructificad”. Si tal fuese el caso, se producirían muchos monos. Por supuesto, Dios no desea esta clase de multiplicación. Dios desea la multiplicación de Israel, y no de Jacob. Ya vimos que el nombre Israel contiene la expresión hebrea El que se traduce Dios. Nuestra multiplicación debe ser la multiplicación de Dios. La multiplicación de un “mono” no es la multiplicación de Dios porque un “mono” no tiene la esencia ni el elemento de Dios. Le falta “El”. Pero Israel contiene una parte de Dios. Debemos ser transformados para poder multiplicarnos. Antes de que Abram fuese Abraham, Dios nunca le pidió que fuese fructífero. Si Dios hubiese dicho eso antes de que fuese Abraham, se habría multiplicado el hombre natural, y no el hombre transformado. Sólo después de la circuncisión de Abraham y después del cambio de nombre, le prometió Dios que sería fructífero en gran manera (17:6). Sucede
lo mismo con Jacob. En el capítulo veintiocho Dios no le prometió a Jacob que sería fructífero y que se multiplicaría. Allí El sólo le dijo que su simiente sería como el polvo. Pero vemos algo diferente en el capítulo treinta y cinco. Aquí, Dios le prometió a Israel que sería fructífero, que se multiplicaría, y que de él saldrían naciones y reyes. Esta no es la multiplicación de un “monos”, sino de Israel. Muchos cristianos al predicar el evangelio, han producido “monos”, que no son útiles para la vida de iglesia. ¿Desea usted tener una multiplicación de “monos”? No. Debemos tener la multiplicación de Israel. Para lograr eso, necesitamos ser transformados de Jacob en Israel, porque sólo Israel puede producir Israeles. Por consiguiente, la promesa dada en este capítulo se basa en la transformación de Jacob. Esto también es indispensable para la edificación de la casa de Dios. Yo traje a algunas personas al Señor antes de llegar a la vida de iglesia, pero ninguna de ellas entró luego en la vida de iglesia. Las traje al cristianismo, pero, por mucho que intenté, no las pude traer a la vida de iglesia. No obstante, después de haber entrado en la vida de iglesia, centenares de personas que fueron traídas al Señor al principio de mi predicación, no sólo fueron salvas, sino que también entraron en la vida de iglesia. Ustedes dirán: “Hermano Lee, antes de entrar en la vida de iglesia, usted era Jacob, y por tanto, produjo otros Jacob”. Esto es cierto. No obstante, después de entrar en la vida de iglesia y de experimentar la transformación, casi todos los que traje al Señor, se convirtieron en material para la edificación de la iglesia local, la edificación de la casa de Dios. Existe una gran diferencia entre la predicación del evangelio y esta clase de multiplicación. No sólo predicamos el evangelio al llevar a cabo ciertas actividades, sino que también experimentamos la vida de iglesia a fin de producir el fruto apropiado para la vida de iglesia. Observe que el versículo 11 no dice que esta multiplicación tiene como fin Bet-el; se refiere más bien a la multiplicación para producir naciones y reyes. Esto revela, o por lo menos implica, que la vida apropiada de iglesia debe de ser el reino. El resultado de nuestra multiplicación debe ser la vida de iglesia, y esta vida debe ser el reino. Existe un problema con la interpretación de la frase “conjunto de naciones” que aparece en el versículo 11. ¿Cuántas naciones salieron en realidad de Jacob? La nación de Israel es la única que salió de él. No obstante, en hebreo la palabra traducida “conjunto” significa multitud. Además, en Génesis 17:5, Abraham es llamado el “padre de muchedumbre de gentes [o de naciones]”. ¿Cuáles son las muchas naciones de las cuales Abraham es padre? No creo que Dios cuente las naciones árabes, porque éstas descienden de Ismael. Sólo una nación, la nación de Israel, procede de Abraham. Necesitamos toda la Biblia para desarrollar cualquiera de las simientes mencionadas en el libro de Génesis. Indudablemente, Israel era una nación, un reino. La iglesia, el milenio, y la Nueva Jerusalén en la eternidad también serán reinos. Aún hoy en día, la vida de iglesia debe ser una nación, un reino. Nuestra multiplicación debe producir naciones. Eso significa que todos los frutos que llevamos deben producir la vida de iglesia, la cual será un reino genuino de Dios con reyes. No estamos aquí solamente por causa de la vida de iglesia, sino también por causa del reino. En cuanto a la iglesia, no necesitamos mucha disciplina, pero en lo que al reino respecta sí la necesitamos. Al final del evangelio de Marcos, el Señor dijo a sus discípulos: “Id por todo el mundo y proclamad el evangelio” (Mr. 16:15), y en la conclusión de Lucas, leemos: “Que se proclamase en Su nombre el arrepentimiento para el perdón de pecados a todas las naciones” (Lc. 24:47). Pero en Mateo 28:19, el Señor dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”. El evangelio de Mateo trata del reino, y en dicho evangelio la vida de iglesia actual es el reino. Mateo 16:18-19 así lo indica: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”. En estos versículos las palabras iglesia y reino son intercambiables. Esto revela que la iglesia es el reino y que el reino es la iglesia. La vida de iglesia actual debe ser el reino. Puesto que en el cristianismo no se ve el reino, podemos decir que en el cristianismo no se halla la iglesia apropiada. En el cristianismo no hay ni discipulado, ni disciplina. Debemos llevar el fruto que consiste en discípulos verdaderos, aquellos que se someten a la
disciplina divina para que la vida de iglesia sea verdaderamente el reino. En la vida de iglesia actual es necesario que se nos discipline. Si usted no acepta que se le discipline ahora, ¿cómo puede esperar regir durante la era del reino? Si usted nunca ha recibido disciplina bajo la autoridad de Dios, no sabrá cómo gobernar a las naciones. La vida de iglesia es una preparación para el reino, y en ella somos disciplinados para ser los correyes de Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA Y DOS TRANSFORMADO (5) f) La acción de Jacob (1) Construye una columna En este mensaje seguiremos hablando de la experiencia de Bet-el. En Génesis 35:14 vemos que en Bet-el Jacob finalmente erigió una columna de piedra como lo había hecho después de recibir el sueño la primera vez que estuvo allí (28:18). En ese entonces, la columna de piedra se llamó la casa de Dios (28:22). Si Jacob no hubiera llamado a esta piedra la casa de Dios, nunca nos daríamos cuenta de que esta columna de piedra tenía como fin la edificación de la casa de Dios. Pensaríamos simplemente que era una roca. Pero ahora sabemos que esta piedra puede convertirse en casa. Esto indica que la columna se convertirá en un edificio, la casa de Dios. En el libro de Génesis vemos dos clases de columnas: la columna de piedra (28:18; 35:14) y la columna de sal (19:26). ¿Qué clase de columna desea ser usted? Obviamente, todos deseamos ser columnas de piedra. La columna de piedra denota la edificación con fortaleza. Salomón erigió dos columnas en el pórtico del templo (1 R. 7:21). La primera columna fue llamada Jaquín, que significa “El establecerá”, y la segunda, Boaz, que significa “en ella está la fuerza”. La columna de piedra no denota simplemente edificación, sino edificación con fuerza. La columna de sal indica vergüenza, pues una columna de sal es inútil para el propósito de Dios. La mujer de Lot, que era uno de los llamados de Dios, se convirtió en columna de vergüenza. Ella debió haber sido material de edificación, pero debido a su degradación, se convirtió en material de vergüenza. En el transcurso de este estudio-vida, hemos visto repetidas veces que casi todo lo que contiene este libro constituye una semilla de la verdad, la cual se desarrolla en los demás libros de la Biblia. La manera de estudiar Génesis consiste en comparar todos estos puntos con los subsecuentes libros de la Biblia. La manera de estudiar el libro de Apocalipsis es exactamente lo opuesto, o sea, compararlo con los libros que lo preceden. Si usted desea entender Apocalipsis, debe devolverse a los libros anteriores. En este mensaje vamos a seguir el desarrollo de la semilla de la columna.
(a) Un bosquejo general aa. Para el templo Después de que Salomón construyó el templo, añadió adrede dos columnas. Según nuestro concepto natural, pensamos que él primero debía construir las columnas, y luego el templo. Pero él construyó dos columnas y las puso enfrente del templo después de acabarlo (1 R. 7:15-22). Si hubiéramos podido ver ese templo, nuestros ojos se habrían fijado en estas dos columnas antes de ver el templo. El tamaño de estas columnas aparentemente era desproporcionado en comparación con el templo. El tamaño exagerado de las columnas es significativo. Indica que las dos columnas del templo son como una enorme pancarta. Hoy en día, cuando nos acercamos a cierto edificio, vemos una pancarta que informa lo que es el edificio. Del mismo modo, en frente del templo se hallaban dos columnas que decían: “Dios establecerá” y “en ella está el poder”. Estas dos columnas declaran a todo el universo, incluyendo a la humanidad, a Satanás y a todos los ángeles caídos, que el Señor establece y que la fortaleza está en el edificio. La Biblia recalca que la primera columna se llama Jaquín y la segunda Boaz. Ya hicimos notar que Jaquín significa “El establecerá”, y que Boaz significa: “En ella se halla la fortaleza”. Esto revela claramente que la edificación de la casa de Dios depende totalmente de la columna. Esta es la razón por la cual Jacob no construyó la casa de Dios, sino que sólo estableció una columna. En el capítulo veintiocho, Jacob aún era un suplantador. Pero este suplantador recibió la visión y también la interpretación de la misma. El interpretó su visión, su sueño, al erigir una columna y llamarla la casa de Dios. Esta interpretación fue mucho mejor que la interpretación que hizo Daniel de los sueños de Nabucodonosor. Daniel simplemente interpretó, pero no estableció nada ni actuó. Pero Jacob no sólo interpretó su sueño verbalmente, diciendo: “Esta es la casa de Dios”, sino que también erigió una columna y la llamó la casa de Dios. ¿Cómo pudo Jacob, un suplantador que no se había arrepentido, que no era regenerado ni transformado, haber hecho semejante cosa? Cualquiera que sea el caso, lo hizo, y todos debemos decir: “Gracias, Jacob, por abrir los cielos para que veamos la casa de Dios”. Un suplantador abrió los cielos para que se edificara la casa de Dios. Creo esto porque la Biblia lo enseña. No confío en mis opiniones, pues según mi concepto, un suplantador no podría hacer esto. Fácilmente creería que una persona piadosa como Daniel, un hombre que oraba cada día, podía haber interpretado un sueño espiritual. Pero no me parece ni justo ni lógico que un suplantador hiciese esto. Sin embargo, él lo hizo espontáneamente. Todo este asunto está relacionado con la gracia. Como lo indica Romanos 9:11: “No por las obras sino por el que llama”. Romanos 9:13 añade: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”. La gracia no es cuestión de equidad. No interrogue a Dios, diciendo: “Dios, ¿por qué aborreces a Esaú? En mi opinión Esaú es mejor que Jacob. No es justo que ames a Jacob y aborrezcas a Esaú”. A esto Dios contestaría: “Yo simplemente amo a Jacob y aborrezco a Esaú. ¿Qué tienes que decir al respecto? Cuando Yo aborrezco, estoy en la posición de aborrecer, y cuando amo, tengo la gracia de amar”. ¿Quién es usted, Esaú o Jacob, un buen hombre o un suplantador? Todos debemos confesar que somos Jacob, que tomamos por el calcañar, que somos suplantadores. La iglesia está llena de tomadores de calcañares. Si usted no toma calcañares, perderá la gracia de Dios. Nosotros somos verdaderamente personas que se asen del calcañar, pero lo somos en gracia. Nadie puede negar esto. Yo puedo gritar y declarar: “Alabado sea el Señor porque soy un agarrador de calcañares en gracia. La gracia me hace diferente”. En el capítulo veintiocho Jacob era un suplantador, pero cuando llegamos al capítulo cuarenta y ocho, vemos que este suplantador fue totalmente transformado en un hombre de Dios. Este hombre de Dios es una columna. En cierto sentido, la casa de Dios fue establecida con esta columna. Cuando usted entra en el templo universal de Dios, lo primero que ve es este Dios-hombre, este Israel firme delante del edificio de Dios. Después de que Jacob fue transformado en Israel, permaneció delante del edificio de Dios como una pancarta de la casa de Dios.
bb. Para la edificación de la iglesia Cuando llegamos al Nuevo Testamento, vemos que el Señor Jesús vino por medio de la encarnación. Su encarnación fue la erección de un tabernáculo (Jn. 1:14). Este tabernáculo, que fue erigido para que Dios morase entre los hombres, fue un precursor del templo. Cuando uno ve un muchacho, sabe que de él vendrá el adulto. Del mismo modo, cuando uno ve el tabernáculo, se da cuenta de que el templo vendrá. Jesús como tabernáculo fue el indicador de que el templo de Dios estaba a punto de aparecer. Esta es la razón por la cual el Señor cambió el nombre de Simón, el representante del primer grupo de discípulos, por Cefas, que significa piedra (Jn. 1:42). En Mateo 16:18, después de que Pedro hubo contestado la pregunta del Señor: “¿Quién decís que soy Yo?”, dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, y el Señor respondió: “Tú eres una piedra”. El Señor parecía decir: “Yo soy Cristo, la roca, y tú eres una piedra que debe ser edificada sobre Mí para construir Mi iglesia”. Más adelante, Pedro dijo en su primera epístola: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual” (1 P. 2:5). Considere también el caso del apóstol Pablo. Primero él se oponía al edificio de Dios, y hacía todo lo posible por perseguirlo, perjudicarlo y aniquilarlo. Pero mientras iba en camino a Damasco para perseguir a la iglesia, fue cautivado por el Señor y se convirtió no solamente en material para el edificio, sino también en un sabio arquitecto (1 Co. 3:10). En Gálatas 2:9 Pablo dijo que Jacobo, Cefas y Juan eran considerados como columnas. En aquel tiempo, ellos eran respetados por los santos como columnas. Las columnas mencionadas en 1 Reyes 7:21 se refieren a la edificación del templo de Dios, que consta en el Antiguo Testamento, pero las columnas de Gálatas 2:9 aluden a la edificación de la casa de Dios, que aparece en el Nuevo Testamento. Muchos cristianos se dan cuenta de que Pedro y Juan fueron discípulos y apóstoles, pero pocos entienden que también fueron columnas. No sólo fueron discípulos llamados por el Señor y apóstoles que hacían discípulos, enseñaban y edificaban a otros, sino que también fueron columnas, pancartas del edificio de Dios en el Nuevo Testamento. Si usted pudiera acudir a Pedro, Juan y Jacobo, ellos no le declararían a usted ninguna doctrina ni religión. Igual que las columnas erigidas en frente del templo que no declaraban religión ni enseñanza ni mandamientos sino al templo, asimismo ellos declararían la casa de Dios. Cuando alguien veía las dos columnas delante del templo, sabía inmediatamente que el templo estaba allí. Del mismo modo, cuando vemos a Pedro, a Jacobo y a Juan, vemos allí la edificación de la casa de Dios. Muchos cristianos ven cosas a través de cristales teñidos. Cuando usted les habla de Pedro, piensan simplemente que es un apóstol. ¿Tiene usted el concepto de que Pedro es una columna? Durante años, cada vez que pensaba en Pedro y en Juan, los consideraba apóstoles y no columnas firmes. Sin embargo, hace poco el Señor revolucionó mi concepto. Ahora, cuando pienso en Pedro, Jacobo y Juan, pienso en tres columnas grandes que se yerguen frente a mí. Cuando vemos estas columnas, no pensamos ni en religión ni en doctrina, sino en la casa de Dios. Estas columnas se yerguen en el universo proclamando a Bet-el, el templo de Dios.
cc. En la Nueva Jerusalén No se imagine que estoy interpretando la Biblia con alegorías en cuanto a las columnas. Las letras D-i-o-s componen la palabra Dios, y las letras p-e-r-r-o se leen “perro”. Esta no es una alegoría, sino una lectura. Dios, quien es el mejor linotipista, ha imprimido algunas palabras muy claras para nuestra comprensión. Primero, en Génesis 19:26, El imprimió una columna negativa, la columna de sal. Al mencionar esta columna negativa, Dios nos está preguntando si queremos convertirnos en columna de sal. En el capítulo veintiocho, tenemos la columna de piedra, y en 1 Reyes 7, tenemos dos columnas en frente del templo. En Gálatas 2:9 se vuelven a mencionar las columnas, esta vez en relación con el templo de Dios en el Nuevo Testamento. En Apocalipsis 3:12 el Señor habla nuevamente de la columna, diciendo: “Al que venza, Yo lo haré columna en el templo de Mi Dios”. En este versículo, la columna no se refiere al templo del Antiguo Testamento ni al del Nuevo Testamento, sino a la Nueva Jerusalén en el reino venidero y en la eternidad. El templo de Dios se
produce en tres etapas, tres dispensaciones: la del Antiguo Testamento, la del Nuevo Testamento y la del reino en la eternidad. En 1 Reyes 7 se habla de la etapa del Antiguo Testamento; en Gálatas 2:9 se alude a la etapa del Nuevo Testamento; y en Apocalipsis 3:12 se hace referencia al edificio de Dios que existirá en la era del reino en la eternidad. Esta es la manera que tiene Dios de componer las letras. Juntamos las letras D-i-o-s y tenemos la palabra “Dios”. De la misma manera, cuando juntamos 1 Reyes 7:21, Gálatas 2:9 y Apocalipsis 3:12 podemos decir: “Ahora entiendo por qué Jacob erigió una columna al interpretar la visión que tuvo de Bet-el, la casa de Dios. La columna es un indicador, una pancarta, que designa la casa de Dios”. En 1 Reyes 7:21 sólo había dos columnas; en Gálatas 2:9 había tres nada más. ¿Cuántas columnas habrá en la era venidera? El número no será escrito por el Señor, sino por usted y por mí. Nadie sabe cuántas columnas habrá. Sólo afirmamos: “Puede ser todo aquel que quiera”. Todo el que quiera podrá ser columna en el templo de Dios. La puerta está abierta. A diferencia de algunas universidades famosas, que sólo aceptan un número limitado de estudiantes, no habrá ninguna limitación en el número de las personas que desean ser o pueden convertirse en columnas del templo de Dios en la era venidera. El número es indefinido, pueden ser mil o un millón. Si el número se limitase a dos, ninguno de nosotros tendría oportunidad. No tendríamos esperanza alguna de ser columnas. Pero el número es ilimitado: es “todo aquel que quiera”. ¿Está usted dispuesto a ser columna? Yo sí. ¡Cuánta misericordia nos tiene el Señor! Considere el tamaño del Lugar Santísimo en el tabernáculo. Era un cubo de diez codos por cada lado (Ex. 26:8, 16). El Lugar Santísimo del templo era un poco más grande, pues era un cubo de veinte codos por cada lado (1 R. 6:20). Pero considere el tamaño del Lugar Santísimo de la Nueva Jerusalén venidera. Toda la ciudad, la cual medirá doce mil estadios de longitud, de anchura y de altura (aproximadamente dos mil ciento ochenta kilómetros, es decir, la distancia que separa a Los Angeles de Dallas) será un Lugar Santísimo agrandado (Ap. 21:16). Dos columnas eran suficientes para el Lugar Santísimo pequeño. Pero, ¿cuántas columnas se necesitarán para el Lugar Santísimo ensanchado? La respuesta es: “todo aquel que quiera”. Hay lugar para usted. Si usted no desea ocupar ese lugar, habrá un lugar vacante en la eternidad. He leído y estudiado la Biblia por más de cincuenta años. La Biblia es demasiado profunda, y nadie la puede entender plenamente. Creo que lo que les estoy ministrando en este mensaje proviene de lo profundo de dicho libro. En el Antiguo Testamento dos columnas designan el templo de Dios, y en el Nuevo Testamento, tres columnas declaran el edificio de Dios. Pero las columnas del reino venidero y de la Nueva Jerusalén en la eternidad serán innumerables. Hoy en día todo aquel que quiera puede ser una de estas columnas.
dd. La necesidad de estar en Bet-el Examinemos ahora cómo convertirnos en columnas. Creo que todos nosotros, jóvenes o viejos, anhelamos saber eso. Si ustedes desean saber cómo ser una columna, deben considerar cinco casos diferentes: el de la mujer de Lot, la cual se convirtió en columna de sal; el caso donde Jacob estableció la columna en Bet-el; el caso donde Salomón construyó las dos columnas; el caso de Pedro, Jacobo y Juan, quienes fueron columnas de la iglesia neotestamentaria; y el caso de la iglesia en Filadelfia, en donde vemos que todo aquel que quiera puede ser una columna. ¿Está usted en la posición de la mujer de Lot? A esta pregunta, ustedes deberían contestar firmemente: “¡No!” Pero, ¿es su posición la de Jacob, la de las dos columnas del templo, la de las tres columnas del Nuevo Testamento, y la de la columna de los que estaban en Filadelfia en Apocalipsis 3:12? A esto debemos contestar: “Sí”, pues nuestra posición debe concordar con cada uno de estos cuatro casos. Primero, ustedes deben tomar la posición de Jacob; luego la de las columnas de Salomón, luego la de las tres columnas, y por último la posición de Filadelfia. Si desean ser una columna en la Nueva Jerusalén venidera, deben escapar del lugar de la mujer de Lot. Mientras que ustedes permanezcan allí, no podrán ser la columna de piedra. Recuerden la advertencia que hizo el Señor en Lucas 17:32: “Acordaos de la mujer de Lot”. En la actualidad muchos cristianos se encuentran en la
posición de la mujer de Lot. Ocurre lo mismo con algunos de nosotros. Parece que a muchos no les preocupa si se convierten en columna de sal o en columna de piedra. Pero debería preocuparles. Si ustedes no se preocupan ahora, se preocuparán algún día. En ese entonces no sólo se arrepentirán de su indiferencia, sino que también la lamentarán. Después de escapar de la posición de la mujer de Lot, debemos llegar a Bet-el. Durante los últimos cincuenta años, hemos sentido la carga por parte de Dios en cuanto a Bet-el. Sencillamente, no podemos apartarnos de la iglesia. Hemos sido censurados por esto, y se ha dicho que somos demasiado extremistas en cuanto a la iglesia. Nos acusan de exagerar el asunto de la iglesia y de no preocuparnos por la predicación del evangelio, por la enseñanza de la Biblia ni por otras obras cristianas. Mi respuesta a esta acusación es: “No me he entregado lo suficientemente a la iglesia; no estoy lo suficientemente ‘loco’ por la iglesia”. No se imagine que éste es un concepto mío. Si lee el Nuevo Testamento, descubrirá que las columnas —Pedro, Jacobo y Juan, así como Pablo— estaban “locos” por el edificio de Dios. En el transcurso de los años, muchos han discutido conmigo diciendo: “¿Acaso no es suficiente que prediquemos el evangelio, ganemos almas, enseñemos la Biblia y le ayudemos a la gente a amar al Señor?” Mi respuesta es: ¿Dónde está la iglesia? En Mateo 16:18 el Señor dijo: “Edificaré Mi iglesia”. ¿Dónde se halla esta iglesia edificada? ¿Es posible que la palabra del Señor no se cumpla? ¿Dónde, con quién y de qué manera edificará El Su iglesia? Este es el momento de edificar la iglesia. Aquí y ahora, con nosotros, el Señor está edificando Su iglesia. Muchos cristianos dedican su atención al estudio de la profecía. La mayor profecía es la que profirió el Señor en Mateo 16:18: “Edificaré Mi iglesia”. No se preocupe por Israel, por el anticristo, por el imperio romano restaurado, ni por los diez cuernos. Pongan más bien toda su atención en la declaración del Señor en Mateo 16:18. En el transcurso de los siglos, y aun hoy, esta iglesia todavía no ha sido edificada. Por esta razón, sentimos esta carga. Si ustedes desean ser una columna de piedra, deben estar en Bet-el. Bet-el es el único lugar. El lugar de la mujer de Lot es la posición precisa para convertirse en columna de vergüenza, y Bet-el es el lugar apropiado para convertirse en una columna del edificio. Cuando algunos cristianos oyen esto, dicen: “Hermano Lee, ¿quiere decir usted que sólo los que están en la iglesia pueden llegar a ser columnas de piedra? ¿Qué podemos decir de los que no estamos en la iglesia?” A esto respondo: “La manera más segura de convertirse en columna es entrar en la iglesia”. Todos sabemos que necesitamos tener una póliza de seguros. Usted puede tener la suerte de no accidentarse jamás, pero de todos modos es prudente tener el seguro. Cuando los que están fuera de la iglesia discuten conmigo acerca de esto, les digo a menudo: “Amigo, yo tengo paz. No me preocupa realmente si mi camino es correcto o equivocado. Sólo sé que mientras permanezca en él, tendré paz. ¿Qué dice de usted? Mientras usted argumenta conmigo, ¿tiene paz?” Muchos han contestado: “No, no tengo paz”. Entonces he contestado: “¿Por qué yo tengo paz, y usted no? Porque usted no está en el camino. Por favor, no discuta conmigo”. A todos nuestros amigos cristianos, yo les diría: “Vengan a Bet-el y entren en la iglesia. Esta es la mejor compañía de seguros. Aquí todos estamos asegurados”. Resulta significativo que en los capítulos veintiocho y treinta y cinco, Jacob erigió una columna en Bet-el, en la casa de Dios. Hoy en día, la casa de Dios es la iglesia. En 1 Timoteo 3:15, Pablo dijo: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”. Si ustedes desean ser una columna de piedra, deben estar aquí en Bet-el.
ee. Fue dos veces a Bet-el Jacob fue dos veces a Bet-el. Según lo que he experimentado, eso indica que todos llegamos a la iglesia dos veces. La primera vez llegamos en un sueño, y la segunda, llegamos en realidad. En 1925 tuve un sueño claro, pero tardé siete años para entrar en la realidad y la factibilidad de la vida de iglesia (en 1932). Muchos han tenido una experiencia similar. Cuando usted entró por primera vez en la iglesia, durante cierto tiempo aquello fue como un sueño. Usted puede haber estado en un sueño durante muchos años. Pero después de esos años, dejó de ser un sueño, y usted pudo decir:
“Estoy en la vida de iglesia en realidad y en la práctica. Los últimos años han sido un sueño. Doy gracias al Señor por guardarme en este sueño, pero ahora tengo una experiencia tangible”. Primero, Jacob tuvo el sueño. Más de veinte años después, fue introducido en la experiencia. Si ustedes comparan los capítulos veintiocho y treinta y cinco, verán una gran diferencia entre ellos. Todo lo que contiene el capítulo veintiocho ha sido un sueño, y es bastante difuso; nada queda definido. Pero en la experiencia del capítulo treinta y cinco, todo está definido y es práctico. De todos modos, agradecemos al Señor porque el sueño del principio era un verdadero cuadro. Todo lo que palpamos en la realidad es igual a lo que vimos en el sueño; no hay ninguna diferencia. Lo único en que difieren es que el sueño es algo difuso mientras que la realidad es definida. Necesitamos tanto el sueño como la práctica. Alabamos al Señor porque hoy en día estamos en la práctica de la vida de iglesia. En la aplicación práctica de Bet-el en el capítulo treinta y cinco, Jacob no sólo levantó una columna, sino que derramó una libación sobre ella. En el capítulo veintiocho, no derramó ninguna libación; solamente vertió el aceite. Pero aquí, antes de verter el aceite, derramó la libación. Esta experiencia es muy subjetiva. En Bet-el tenemos primeramente el sueño y luego la realidad. En la realidad levantamos una columna y nos derramamos sobre ella. Esto tiene mucho significado. Jacob no derramó la libación sobre sí ni sobre la tierra, sino sobre la columna. Veremos más detalles al respecto en otro mensaje.
ff. El Cristo sobre el cual reposamos es constituido una columna En conformidad con Génesis 28:18, Jacob “tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por columna” (heb.). La columna fue la piedra que él usó como cabecera. Esta piedra describe a Cristo como nuestro descanso. Jacob no recibió este sueño cuando estaba en casa, sino cuando viajaba como peregrino. Así como Jacob, también nosotros somos peregrinos. Mientras viajamos por nuestro camino, recibimos la visión de la iglesia. Todo aquel que emprende este camino de peregrino se fatiga y necesita descanso. ¿Dónde podemos encontrar este descanso? La respuesta la da el Señor en Mateo 11:28: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. Cristo es la piedra sobre la cual podemos apoyar nuestra cabeza fatigada para hallar reposo. El Cristo sobre el cual descansamos constituye la columna. Nosotros mismos no somos el material para edificar la columna. El material es el Cristo sobre el cual descansamos y a quien experimentamos. El Cristo forjado en nuestro ser constituye la columna. En el cristianismo actual resulta muy difícil obtener la constitución de la columna porque a muy pocos se les ha enseñado a experimentar a Cristo subjetivamente. Cuando ustedes estaban en el cristianismo, ¿les explicaron cómo experimentar al Cristo que se forja en ustedes? Hace poco, les dije a algunos hermanos y hermanas que quienes estamos en la iglesia no sólo debemos amar al Señor y vivir para El, sino que también debemos vivir por El. Oh, hay un abismo de diferencia entre vivir para Cristo y vivir por Cristo. Si usted vive para Cristo, obra para El, pero sigue siendo usted mismo y Cristo no es forjado en usted. Pero vivir por Cristo significa que Cristo es forjado en nosotros. Al forjarse Cristo en nuestro ser, nos convertimos en material para el edificio. La piedra de la columna es primeramente Cristo. Después de eso, Cristo es experimentado por nosotros y forjado en nosotros. Ahora esta piedra no es simplemente Cristo, sino Cristo dentro de nosotros. Cristo es forjado en nuestro ser, y llegamos a ser uno con El. De esta manera, nos convertimos en el material con el que se construye la columna. Esta experiencia solamente es posible en la vida de iglesia. Por lo menos, podemos decir que la mayor posibilidad de tener esta experiencia se halla en la vida de iglesia. Esto se debe a que fuera de la iglesia, en la religión supuestamente cristiana, muy pocos saben que deben dejar que Cristo sea forjado en ellos. Tengo la plena seguridad de que desde ahora en los mensajes se nos instruirá sobre la manera de vivir por Cristo. La obra que Cristo efectúa en nosotros es la verdadera
transformación. Cuando se nos añade el elemento de Cristo, llegamos a ser el material con el que se construye la columna. Todo esto se produce en Bet-el, el lugar donde estaba Jacob. En 1964 fui invitado a hablar a cierto grupo en Dallas. Mis anfitriones, quienes estimaban mi ministerio, fueron muy amables conmigo. Ellos me dijeron tanto directamente como con sugerencias que la gente de Dallas no estaba preparada para oír hablar de la iglesia. Dijeron: “Hermano Lee, compréndanos por favor, y no diga nada acerca de la iglesia”. No les prometí acceder a su petición. Por el contrario, les dije: “Me doy perfecta cuenta de la situación. Pero les aseguro que mientras más les hable a ellos de Cristo y les ministre a Cristo como vida, más desearán tener a la iglesia. Inclusive si no digo ni una sola palabra sobre la iglesia y sólo ministre a Cristo como vida, de todos modos tendrán el deseo de tener la iglesia”. En el último mensaje, sentí la carga de hablar acerca de la iglesia. Cuando me levanté y pedí a la gente que leyera Romanos 12, se decepcionaron. Pero dije para mí: “No me preocupa si los ofendo o no, pues si no comparto mi carga, no puedo vivir”. Entonces compartí con firmeza acerca de la iglesia, y ellos se ofendieron por ello. Más adelante, me enteré de que cierto hermano, quien todavía no había entrado en la vida de iglesia, había asistido a esa última reunión. Muchos estaban orando por él. Durante esa reunión, que fue la única reunión a la cual él asistió, fue cautivado con la vida de iglesia. A pesar de que yo había ofendido a aquella gente, el Señor ganó a este hermano. Ahora este hermano se ha convertido en una columna.
gg. Ser perfeccionados para ser una columna ¿Cómo puede percibir usted si alguien se ha convertido en una columna? En la vida de iglesia vemos que si ciertos hermanos están lejos, todo va cuesta abajo. Pero si están presentes, son columnas que sostienen todo el edificio. El Señor no se preocupa por los que se ofenden; El se preocupa por los que se convierten en columnas. Las columnas sólo pueden ser perfeccionadas en Bet-el. En otras palabras, las columnas sólo pueden ser erigidas en Bet-el. Ninguna columna de la casa de Dios ha sido levantada fuera de Bet-el. Si el hermano a quien conocí en Dallas no hubiera entrado en la iglesia y se hubiera quedado en una denominación, no podría haber sido perfeccionado para ser una columna. El fue perfeccionado en Bet-el, en la vida de iglesia. Después de experimentar nosotros a Cristo de manera subjetiva y después de entregarnos definida e incondicionalmente a la vida de iglesia, nos vemos ante la inmensa necesidad de ser perfeccionados. Examinemos las columnas mencionados en Gálatas 2:9. Cuando el Señor llamó a Pedro, éste era un pescador. El era basto, agreste e imperfecto. Pero después de que el Señor pasara tres años y medio obrando en él, fue perfeccionado, y en el día de Pentecostés, fue levantado como columna. Cuando Pedro se levantó a hablar el día de Pentecostés, quizá los ángeles se hayan regocijado y hayan dicho: “Este es Boaz. Es la señal de que el edificio del Señor viene”. Si usted lee el libro de Hechos, verá que Pedro era una columna erguida frente al templo neotestamentario de Dios. Jóvenes, les digo esto con el corazón. El recobro del Señor se está extendiendo, y tengo la seguridad de que se extenderá rápidamente. Pero la rapidez con que se extienda depende de las columnas. Creo que habrá iglesias en todas las ciudades importantes de este país, y en todos los países importantes de la tierra. Por esta razón, se necesitan columnas. Espero que ustedes jóvenes vean eso. Si ustedes lo ven, dirán: “Señor, no puedo negar que me has designado para Tu camino y que yo he oído Tu palabra actualizada. Me doy cuenta de que debo experimentar a Cristo de manera subjetiva, y que debo ser perfeccionado en la vida de iglesia en Bet-el. Señor, ten misericordia de mí y concédeme la gracia que necesito”. Jóvenes, mi carga es que ustedes se den cuenta de que su responsabilidad es inmensa. Si en los años venideros muchos de ustedes son perfeccionados como aquellos que han llegado a ser columnas, el recobro del Señor se extenderá rápidamente. ¡Cuánto ha hecho el Señor por medio de quienes son ahora columnas! ¿Qué creen ustedes que podría hacer el Señor, si tuviese otros cien hermanos así? La carga que tengo no es simplemente compartir un mensaje. Mi carga es ayudarles a ustedes a ver
que hoy en día todos tenemos la oportunidad de oro de ser perfeccionados y ser columnas. Puesto que estamos en Bet-el, nuestra oportunidad es mucho más grande que la que tuvo Pedro. El estaba en los evangelios, al principio del Nuevo Testamento, pero nosotros estamos al final, en Apocalipsis 3:12. Creo que la oportunidad que tenemos ahora es única en la historia. Nunca antes ha habido una vida de iglesia como la que hay ahora en Anaheim, y nunca antes el ministerio de la Palabra de Señor ha sido tan resplandeciente y rico. No ejercite su mente ni se aferre a su opinión. Sus opiniones no lo conducirán a ninguna parte. Abandone sus opiniones, ame al Señor, tómelo como su vida y como su persona, y viva por El en la vida de iglesia. Aprendan de quienes han llegado a ser columnas. Ellos han ingerido todo lo relacionado con la iglesia y con este ministerio, lo han absorbido y se han empapado de ello. Síganlos en no saber nada y en empaparse a diario de la vida de iglesia y de la Palabra de Dios. Si ustedes hacen esto, creo que en pocos años, muchos de ustedes se convertirán en columnas. Entonces, adondequiera que vayan, la columna, la pancarta del edificio de Dios, lo acompañará. Todos estamos en la iglesia y bajo este ministerio. Hoy tenemos ciertamente una oportunidad de oro dispuesta por el Señor.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA Y TRES TRANSFORMADO (6) Todavía tengo la carga de compartir acerca de la columna. Basándonos en el principio según el cual casi todo lo que consta en el libro de Génesis es una semilla que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia, llegamos a 1 Reyes 7:13-22, una porción importante de la Palabra con respecto a las columnas. En el llamado de Jacob, el hecho de que Jacob fuese transformado se relacionaba principalmente con la columna. Después del sueño que Jacob tuvo en Bet-el, erigió una columna (28:18). Cuando volvió a Bet-el, también levantó una columna (35:14). Cuando Jacob erigió la columna la primera vez, dijo: “Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios” (28:22). Esto indica que la columna no era solamente la columna, sino que también se convertiría en Bet-el, la casa de Dios. En 1 de Reyes, se menciona el templo por primera vez. Antes sólo existía el tabernáculo, mas no el templo. Las dos columnas eran lo que más se destacaba en el exterior del templo. En el capítulo siete de 1 Reyes, tenemos una descripción detallada de estas columnas. Tengo la carga de que, después de examinar la semilla de la columna en Génesis, veamos ahora el desarrollo de la misma en los siguientes libros del Antiguo Testamento. Más adelante, consideraremos la consumación de esta semilla en el Nuevo Testamento.
(b) Se relaciona con la construcción del templo aa. Salomón construye por medio de Hiram Las columnas del templo las construyó Salomón por medio de Hiram, “que trabajaba en bronce” y que “era lleno de sabiduría, inteligencia y ciencia en toda obra de bronce” (1 R. 7:14). Muchas cosas que encontramos en el Antiguo Testamento, tal como el tabernáculo y el templo, son figuras,
tipos. Debemos conocer el cumplimiento de todos estos tipos. Salomón tipifica a Cristo, e Hiram tipifica las personas dotada mencionadas en el Nuevo Testamento. Indudablemente, el apóstol Pablo fue una persona dotada; él es el Hiram del Nuevo Testamento. Leamos Efesios 4:11 y 12: “Y El mismo dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos”. Las personas dotadas las da la Cabeza al Cuerpo para que los santos sean perfeccionados. El hecho de que las columnas no hayan sido construidas por Salomón directamente sino por conducto de Hiram, indica que hoy Cristo no edifica las columnas directamente sino por medio de las personas dotadas. Por tanto, debemos someternos a las personas dotadas, así como el bronce fue puesto en las hábiles y dotadas manos de Hiram.
bb. Dos columnas Conforme a 1 Reyes 7:15, Hiram “vació dos columnas de bronce”. En la Biblia el número dos es el número del testimonio. Estas dos columnas se yerguen en frente del templo como testimonio. La columna del libro de Génesis conlleva la idea de testimonio. Después de concluir Jacob el trato con Labán, “tomó una piedra, y la levantó por señal” (31:45); esta columna de piedra fue un testimonio (31:51-52). Indudablemente, cuando Jacob erigió la columna en el capítulo veintiocho, su idea también era de expresar un testimonio. Por inspiración del Espíritu de Dios, él dijo que ese testimonio sería la casa de Dios. El templo del Antiguo Testamento era sin duda un testimonio para Dios. El principio es el mismo con respecto a la iglesia hoy. Según 1 Timoteo 3:15, la casa de Dios, la iglesia, es la columna. Esto significa que la iglesia en conjunto permanece en la tierra para dar testimonio de Dios al universo. Por tanto, las dos columnas erguidas en frente del templo en el Antiguo Testamento eran un firme testimonio del edificio de Dios.
cc. De bronce Ahora llegamos a un punto crucial: las dos columnas son hechas de bronce (1 R. 7:15). En Génesis la columna es de piedra, pero en 1 Reyes 7, las columnas son de bronce. Una piedra denota transformación. Nosotros somos barro, pero podemos ser transformados en piedra. ¿Qué representa el bronce? Representa el juicio de Dios. Por ejemplo, el altar que estaba a la entrada del tabernáculo estaba cubierto de bronce, que denota el juicio de Dios (Ex. 27:1-2; Nm. 16:38-40). El lavacro también era de bronce (Ex. 30:18). Además, la serpiente de bronce que fue puesta sobre un asta (Nm. 21:8-9) también era un testimonio de que Cristo fue juzgado por Dios en nuestro lugar (Jn. 3:14). Por consiguiente, en la tipología, el bronce siempre representa el juicio de Dios. El hecho de que las dos columnas fueron hechas de bronce indica claramente que si queremos ser una columna, debemos ser conscientes de que estamos bajo el juicio de Dios. No sólo debemos estar bajo el juicio de Dios, sino también bajo nuestro propio juicio. Igual que Pablo en Gálatas 2:20, debemos decir: “Estoy crucificado. Estoy crucificado porque no sirvo para nada en la economía de Dios. Solamente soy digno de muerte”. Muchos hermanos son inteligentes y hábiles, y muchas hermanas son bastante agradables. No obstante, debemos reconocer que en realidad no somos buenos. No valemos ni un centavo. Unicamente merecemos la muerte. El decir: “He sido desechado, condenado y muerto”, es una especie de juicio de uno mismo. ¿Cuál es el juicio que tiene usted en cuanto a sí mismo? Usted debe contestar: “El juicio que tengo de mí mismo es que no sirvo para nada y que fui crucificado”. Si usted piensa que está calificado para ser una columna, entonces ya está descalificado. Permítame contarle algo sobre la manera en que el hermano Nee designaba ancianos. El dijo que ninguna persona que ambicione el oficio de anciano debería ser anciano. Por consiguiente, muchos de los que estábamos en la China continental decíamos: “No piense que usted puede ser un anciano ni ambicione llegar a serlo. Si usted ambiciona ser anciano, nunca lo será”. Cuando fui a Shangai por primera vez en 1933, me encontré con cierto hermano. Descubrí más tarde que él anhelaba el puesto de anciano. El hermano Nee me dijo que por el hecho de ambicionar el cargo de anciano, este
hermano no estaba calificado para ser anciano. Todo aquel que ambiciona ser anciano se descalifica de dicho oficio. Algunos hermanos pueden testificar que hemos practicado eso en cierta medida durante muchos años en los Estados Unidos. Entre nosotros algunos han procurado el puesto de anciano. Inclusive, se han mudado de un lugar a otro buscando la oportunidad de ser ancianos. Al darse cuenta de que había suficientes ancianos en una localidad dada, se mudaban a otra localidad donde hubiese vacantes. Sin embargo, los que no tienen ninguna ambición de ser ancianos son los únicos que pueden llenar las vacantes. Cuando descubrimos que un hermano ambiciona el oficio de anciano, sabemos que está completamente descalificado por la eternidad. La razón es sencilla: un hermano así no está bajo el juicio de Dios. Todos debemos decir: “No estoy calificado. Soy vil, pecador, soy un ser caído y corrupto”. Además debemos decir: “Señor, soy un ser caído, pecador y corrupto, ¿cómo podría llevar la responsabilidad de ser anciano? No estoy calificado para eso”. En esto consiste experimentar el bronce. Justificarnos a nosotros mismos y considerarnos aptos equivale a no tener relación alguna con el bronce. Aquellos que experimentan el bronce están continuamente bajo el juicio. Al principio de mi ministerio en China, me preguntaba a veces por qué el hermano Nee era tan estricto en este asunto. Finalmente, aprendí que todo aquel que ambicionaba ser líder en cualquier posición de la vida de iglesia se convertía en un problema. No hubo ni una sola excepción a esta regla. Pero todos los que no pensaban que estaban calificados para ser líderes llegaron a ser de provecho para la edificación de la iglesia. Por el contrario, siempre decían: “No estoy calificado. Soy demasiado vil. No tengo la disposición para eso, y todavía permanezco mucho en mi vida natural. No me considero bueno”. Decir eso no significa solamente estar bajo el juicio de Dios, sino también bajo nuestro propio juicio. ¿Cuál es su evaluación de sí mismo? No diga: “Nadie es más apto que yo”. Cuando usted dice eso, está acabado, y el Señor jamás pondría Su sello sobre tal evaluación. Todos debemos ser conscientes de que somos seres caídos, corruptos e inútiles. Todos debemos comprender que en nosotros, es decir, en nuestra carne, no hay nada bueno (Ro. 7:18). Deberíamos decir: “No soy digno de nada; sólo merezco la muerte. ¿Cómo pueden los hermanos pensar que yo debo ser anciano? Me atemoriza la sola posibilidad”. No digo eso en vano. En años anteriores, algunos dijeron: “¿Por qué el hermano fulano de tal fue nombrado anciano y no yo?” El fue nombrado en lugar de usted porque usted cree estar calificado. El hecho de que usted se apruebe a sí mismo lo descalifica. El Señor jamás escogería a una persona que se considere calificada. Si usted piensa que es apto, entonces no tiene nada que ver con el bronce, y se ha hecho oro en su propia opinión. Experimentar el bronce equivale a estar siempre bajo el juicio de Dios y bajo nuestro propio juicio. Todos nos debemos aplicar esto a nosotros mismos y decir: “Señor, ten misericordia de mí, porque en mí no hay nada bueno”. Esta es la razón por la cual fuimos crucificados. Si pensamos que hay algo bueno en nosotros, somos mentirosos. En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. También podemos aplicar lo que dijo en 1 Corintios 15:10, donde leemos: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”; y en 1 Corintios 15:10 dijo: “Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Pablo parecía decir: “Lo que yo sea, lo soy por la gracia de Dios. Por mí mismo, no soy nada. Por mi propia cuenta jamás podría ser ni apóstol ni ministro de la palabra viva de Dios. He trabajado más que los demás, pero no he sido yo quien lo ha hecho sino la gracia de Dios”. Esto es experimentar el bronce. En los tipos y las figuras, las dos columnas de bronce que aparecen en 1 Reyes 7 nos dicen que nosotros debemos estar bajo el juicio de Dios y también bajo nuestro propio juicio. Debemos juzgarnos a nosotros mismos como personas que no son nada y que sólo son aptas para ser crucificadas. No solamente digo eso a los hermanos sino también a las hermanas. Ninguno de nosotros sirve para nada. Debemos considerarnos personas que están bajo el juicio de Dios. Si un anciano no está bajo el juicio de Dios, no puede ser un buen anciano, y si una hermana que tiene cierta responsabilidad no está bajo el juicio de Dios, no puede asumir la responsabilidad adecuadamente. Tengo la certeza de que siempre debo estar bajo mi propio juicio para ministrar la
palabra de Dios y doy testimonio de ello. Puedo pasar un breve tiempo orando de manera positiva por la reunión, y un largo rato juzgándome a mí mismo como vil, indigno, carnal y natural. A veces hasta suspiro y gimo, diciendo: “Oh Señor, ¿cuándo llegará el día en que pueda ministrar Tu palabra fuera de mi carne?” No se imagine que soy muy bueno por el hecho de pararme al frente de ustedes a ministrar. No, soy muy vil. Mientras estemos en la vida natural y en la vieja creación, seremos viles. Debemos servir bajo el juicio de Dios y ministrar estando conscientes del juicio de Dios. Yo ya he sido juzgado. Mi ser natural, mi carne, y mi yo han sido juzgados por Dios, y yo todavía estoy bajo ese juicio. Si somos conscientes de esto, entonces nos convertiremos en bronce. Aunque el bronce brilla, no tiene ninguna gloria. Pero sí hay gloria en el resplandor del oro. El brillo del bronce significa que estamos bajo el juicio de Dios. Si un anciano resplandece como bronce, entonces es un anciano que ha estado y sigue estando bajo el juicio de Dios. No es el candelero de oro que exhibe la gloria de Dios, sino la columna de bronce que proclama el juicio de Dios. ¿Desea usted ser una columna, o un líder, entre los hijos de Dios? Si tal es el caso, usted debe someterse al juicio de Dios. Espero que el Espíritu Santo le diga esto a usted. En el templo de Dios no hay ni orgullo ni jactancia propia. Las columnas del templo de Dios son de bronce. Los que llevan la carga son seres que han sido juzgados. Todos los ancianos han estado y todavía están bajo el juicio de Dios. Además ellos mismos son conscientes de este juicio. Reconocen que están bajo el juicio de Dios porque son pecadores, caídos y corruptos, porque no hay nada bueno en ellos y porque no están calificados para la economía de Dios. Yo podría repetirlo continuamente. ¿Sabe usted porque hay tanto conflicto en el cristianismo? Porque no hay bronce. No está el juicio de Dios por ninguna parte. Y todas las “columnas” son de madera. Cuanto más responsabilidad lleve usted en la vida adecuada de iglesia, más debe ser consciente de que se encuentra bajo el juicio de Dios. Usted no es más que bronce bajo el juicio de Dios. No eluda este juicio de sí mismo ni por un momento. Por el contrario, debe estar siempre consciente del juicio de Dios y quedarse con el bronce.
dd. De dieciocho codos de altura cada una De las columnas leemos que “la altura de cada una era de dieciocho codos” (1 R. 7:15). Como veremos, la circunferencia de cada columna era de doce codos. Dieciocho codos es la mitad de tres unidades de doce codos. En otras palabras, dieciocho es la mitad de tres unidades completas. Las tres unidades representan al Dios Triuno impartido en nosotros. Si queremos ser columnas, primero debemos juzgarnos a nosotros mismos y luego estar llenos, saturados y empapados del Dios Triuno. Yo me preguntaba por qué cada columna medía la mitad de tres unidades completas, y el Señor me dijo: “Necio, ¿no has dado varios mensajes en los que dijiste que cada tabla del tabernáculo medía un codo y medio de anchura? ¿No dijiste que ninguna tabla podía estar en pie por sí misma, sino que debía estar unida a otra? ¿No ves que lo mismo se aplica a las columnas? Así como las dos tablas al estar juntas completaban tres unidades, también los dos columnas forman tres unidades completas”. Entonces dije: “Ahora entiendo, Señor”. Si usted desea ser una columna, debe estar lleno, saturado, y empapado del Dios Triuno. De todos modos, por muy lleno de Dios que esté usted, sigue siendo sólo una parte. Cuando mucho, usted es una mitad. Jamás podrá tener a Dios completamente. El Dios que vive en usted está también en su hermano. Puesto que usted no es una unidad completa, necesita a los demás como complemento. Todos los gigantes espirituales piensan que pueden ser completos individualmente. Pero la Biblia revela que toda persona es solamente una mitad. Las tablas del tabernáculo eran una mitad (Ex. 26:15-16), y cada una de las columnas del templo era una mitad. Cuando algunos oigan esto, dirán: “El hermano Lee está usando alegorías para interpretar la Biblia”. Cuando uso alegorías, tengo base para hacerlo. ¿Por qué no dice la Biblia que las columnas medían diecisiete ni diecinueve codos de altura? ¿Sería posible usar alegorías si las columnas tuviesen esta altura? No, no se podría. Pero cuando acudí al Señor, El me mostró que en esta sección de la Palabra, doce es la unidad completa y dieciocho es una unidad y media. Esto indica
que a pesar de que estemos llenos del Dios Triuno, El nunca se dará completamente a nosotros como individuos. Por mucho que ganemos de Dios, no seremos la totalidad, sino una parte. Nos necesitamos unos a otros. Yo lo necesito a usted, y usted me necesita a mí. El Señor siempre enviaba a sus discípulos de dos en dos (Mr. 6:7; Lc. 10:1; Hch. 13:2). Yo no soy el número treinta y seis; en el mejor de los casos soy el dieciocho. Por muy alto que usted sea, debe darse cuenta de que sólo mide dieciocho codos y que necesita a los demás. No diga: “Soy perfecto y completo. Todos ustedes me necesitan a mí, pero yo no los necesito a ustedes”. Es insensato decir eso. Cuando mucho, podemos medir solamente dieciocho codos. Algunas hermanas sueñan con estar llenas de Dios. Pero por muy llenas que estén de El, nunca podrían medir más de media unidad. Necesitan a los demás.
ee. Doce codos de circunferencia Ahora llegamos a la circunferencia de las columnas. Dice en 1 Reyes 7:15: “Y rodeaba a una y otra un hilo de doce codos”. Este versículo está escrito de un modo muy peculiar. En lugar de hablar de la circunferencia, dice que un hilo de doce codos rodeaba a las columnas. Inclusive esta traducción no es exactamente literal, sino una interpretación. Una versión habla de “una circunferencia de doce codos”. Prefiero esta traducción más sencilla. De todos modos, la Biblia no desperdicia palabras, y debemos examinar el significado de la forma en que se escribió este versículo. Habla de usar un hilo para medir la circunferencia de las columnas. El propósito de esto es dejar una impresión de la consumación y la perfección que resultan al ser nosotros mezclados con Dios en Su administración eterna. El número siete representa la perfección y la consumación dentro del mover de Dios en esta era y se compone de cuatro más tres. Es el resultado de una adición. Pero el número doce se compone de cuatro multiplicado por tres, y es, por ende, una multiplicación. Esto indica que la criatura se mezcla con el Dios Triuno y que la mezcla debe ser completa y perfecta en la administración eterna de Dios. Las columnas no son cuadradas ni rectangulares ni triangulares, sino redondas o cilíndricas, lo cual denota su perfección eterna. Al juntar el bronce, la altura de dieciocho codos y la circunferencia de doce codos, vemos que para ser una columna, debemos estar bajo el juicio de Dios y debemos ser plena y absolutamente saturados de Dios. Debemos ser bronce y medir doce codos de circunferencia. No obstante, por mucho que hayamos sido mezclados con Dios, seguimos siendo una mitad solamente; todavía necesitamos la otra mitad. Si un anciano tiene esta actitud, será un anciano extraordinario. Si una hermana que tiene cierta responsabilidad es así, será una hermana excelente. Esta clase de persona ciertamente puede asumir responsabilidades. Nuestro problema es que no nos condenamos a nosotros mismos. Por el contrario, nos justificamos, nos reivindicamos, nos aprobamos y nos disculpamos. A menudo decimos: “No es mi culpa, sino la del hermano fulano de tal. Yo siempre tengo cuidado, y no cometo equivocaciones”. Eso es reivindicarse. Después de reivindicarnos, nos justificamos y nos aprobamos. No necesitamos ser puestos a prueba, pues ya nos hemos aprobado a nosotros mismos. Según nosotros, no tenemos ningún problema. Pero a veces nos sorprenden en un error. Entonces nos disculpamos, y quizá digamos: “Cometí ese error porque la reunión fue demasiado larga y yo estaba muy cansado”. ¡Cuántas veces encontramos salidas! Tenemos cuatro salidas notorias: nos reivindicamos, nos justificamos, nos aprobamos y nos disculpamos. Aun cuando nos sorprenden cometiendo un error, nos disculpamos. Por ejemplo, una hermana dirá: “Yo no hago un buen trabajo de mecanografía porque las demás tienen una mejor máquina de escribir y a mí me asignaron la peor”. En el pasado, yo me he reivindicado, justificado, aprobado y disculpado a mí mismo muchas veces. Escasamente sucede que un marido o una esposa al principio de una discusión diga: “Lo siento. Yo tengo la culpa. Perdóname por favor”. Por el contrario, la esposa dice: “¿Saben por qué soy tan dura con mi marido? Porque llega tarde a todas partes. En nuestro matrimonio, sus retrasos siempre me han mortificado”. Entonces el marido dirá: “Mi esposa no me comprende. Estoy ocupado y tengo mucho trabajo. Con tanto trabajo, ¿cómo espera que llegue a tiempo?” Esto es reivindicarse,
justificarse, aprobarse y disculparse. Si nosotros crucificamos a diario estas cuatro cosas, no habrá ningún conflicto en nuestros hogares. No es suficiente que seamos solamente el número cuatro; debemos ser el número siete, que consta de cuatro más el Dios Triuno. No obstante, ésta es la etapa inicial y no la consumación, la cual es el número doce. Si queremos ser el número doce, debemos estar llenos y saturados de Dios y mezclados con El. Cuando estamos plenamente saturados de Dios y mezclados con El, somos útiles para la administración eterna de Dios. En todo caso, como ya dijimos, aun después de convertirnos en el número doce, seguimos midiendo solamente dieciocho codos de altura, no somos más que media unidad. Si todos fuésemos así, no habría ningún problema. En lugar de pelear con los demás, nos condenaríamos a nosotros mismos, diciendo: “Señor, te necesito. Fui crucificado, y Cristo vive en mí. No soy yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Este es el bronce, el juicio y los doce codos, la mezcla de Dios con el hombre. Por ser nosotros una mitad, necesitamos de los demás para satisfacer la economía y la administración de Dios. Si usted ora teniendo en cuenta estos puntos, verá que ésta es la columna que puede llevar sobre sí la responsabilidad en la casa de Dios.
ff. Dos capiteles Sobre cada columna se encontraba un capitel de cinco codos de altura (1 R. 7:16). Los capiteles cubrían la parte superior de las columnas. El hecho de que cada capitel midiera cinco codos de altura, y no seis ni siete, tiene mucho significado. Ya hemos hecho notar que en la Biblia el número cinco denota responsabilidad. Fíjese en su mano: el pulgar y los otros cuatro dedos sirven para cumplir responsabilidades. Si sólo tuviésemos cuatro dedos, no podríamos cumplir debidamente las responsabilidades. El número cuatro representa la criatura, y el número uno al Dios único. Cuando Dios es añadido a los seres humanos, nuestro número es el cinco. Por ejemplo, los diez mandamientos fueron escritos en grupos de cinco sobre dos tablas de piedra, y las diez vírgenes fueron divididas en cinco sabias y cinco insensatas. Por consiguiente, los dos capiteles de cinco codos de altura comunican la necesidad de asumir responsabilidad. Si usted dice que esto es solamente una alegoría mía, contestaría que tengo base para usar dicha alegoría, pues no dice allí que los capiteles midieran cuatro codos y medio ni seis codos, sino que medían cinco codos de altura. La altura combinada de los dos capiteles suman diez codos. El número diez representa la plenitud de la responsabilidad. Tanto los diez mandamientos como las diez vírgenes denotan la plenitud. Por lo tanto, en la Biblia el número diez revela la plenitud de la responsabilidad humana ante Dios. Así lo indican los diez dedos de las manos, que necesitamos para trabajar, y los diez dedos de los pies, que necesitamos para movilizarnos y caminar.
gg. Trenzas a manera de red, y coronas a manera de cadenillas En 1 Reyes 7:17 se habla de trenzas a manera de red, y coronas a manera de cadenillas, que fueron hechas para ser puestas sobre los capiteles que se habían de asentar sobre las cabezas de las columnas; siete por cada capitel. ¿A qué se refieren las trenzas a manera de red, y las coronas a manera de cadenillas? Después de consultar muchas versiones, descubrí que las trenzas a manera de red son como una malla, un emparrado con pequeños hoyos cuadrados diseñados para sostener una viña. Además, la palabra “a manera de” en este versículo alude a un diseño. Por lo tanto, trenzas a manera de red se refiere a un diseño de trenzas, y coronas a manera de cadenillas alude a un diseño de cadenillas. Como veremos, este diseño de trenzas sirve para el cultivo de los lirios. El emparrado está dispuesto para el cultivo de los lirios; en cierto sentido, es una red que sostiene los lirios. Las coronas a manera de cadenillas envuelven el exterior del capitel. Por consiguiente, sobre los capiteles hay redes trenzadas y cadenillas en forma de coronas. ¿Qué significa todo eso? Ya vimos que el número cinco, la altura de los capiteles, denota
responsabilidad, y que dos veces cinco indica la plenitud de la responsabilidad. Ahora bien, ¿por qué hay también sobre los capiteles trenzas a manera de red y coronas a manera de cadenillas? Cuando tuve la carga de entender esto, el Señor me mostró que se refiere a la situación complicada y mezclada. La carga y responsabilidad llevadas por las columnas en la familia, en la iglesia y en el ministerio se producen siempre en una situación complicada y confusa. A nosotros nos gusta a menudo solucionar estas situaciones, pero no podemos hacerlo. Si usted resuelve una complicación, se presentarán otras tres en su lugar. Si usted intenta aclarar un asunto, la situación se complicará aún más. Cuanto más intente usted explicar algo, más malentendidos habrá. No diga: “Anoche el hermano fulano de tal se disgustó con su esposa”. Si usted habla así, se estará entrometiendo. Cuanto más intentamos dar explicaciones, más malentendidos se producirán. A través de muchos años de experiencia, he aprendido que la mejor manera de evitar malentendidos es hablar lo menos posible. A veces usted ni siquiera debería decir a su esposa: “Alabado sea el Señor”. Si usted dice eso, ella podría decir: “¿Por qué eres tan espiritual? ¿No te das cuenta de que tu alabanza me condena? Cuando tú alabas al Señor, estás diciendo que tú eres espiritual y que yo soy carnal”. La vida de iglesia es una red rodeada por una cadenilla; un grupo de ancianos es un emparrado bastante intrincado con una fuerte cadena. Sé de cierto hermano que piensa que dondequiera que esté, todos los que lo rodeen deben portarse como ángeles. Todos deberían ser muy espirituales, acostarse temprano y madrugar a orar-leer la Palabra. Si todos fuesen celestiales, entonces este querido santo estaría contento. Pero en la tierra no hay ningún lugar como el que él desea. En muchos hogares, algunos se quedan hablando hasta bien entrada la noche, y luego duermen hasta muy tarde por la mañana. Al despertar, algunos se quejan de que hacía demasiado frío con la ventana abierta toda la noche, y otros se quejan porque estaban demasiado encerrados y sentían que se sofocaban. Cada situación que enfrentan los miembros de la iglesia es una trenza a manera de red, un emparrado rodeado por una corona de clavos y espinas. Tengo una familia numerosa y también estoy en una iglesia numerosa. Tengo muchos hijos y nietos, y muchos hermanos y hermanas. Dondequiera que esté, en Taipei o en Anaheim, no puedo escaparme de las trenzas a manera de red ni de las coronas a manera de cadenilla. En cierto sentido, Anaheim es maravilloso, pero está lleno de redes y de cadenas. Hasta los ángeles saben que me encuentro continuamente en situaciones complicadas y confusas. Mis hijos y todos los problemas que me presentan los hermanos y las hermanas de las iglesias crean más redes para mí. Nuestro destino es hallarnos en esta situación. No sólo debemos asumir la responsabilidad en esta situación complicada y mezclada, sino también vivir en medio de ella.
hh. Los capiteles tienen forma de lirios Si queremos asumir la responsabilidad en una situación complicada, debemos vivir por fe en Dios. Leemos en 1 Reyes 7:19: “Los capiteles que estaban sobre las columnas en el pórtico, tenían forma de lirios, y eran de cuatro codos”. El lirio representa una vida de fe en Dios. Primero, debemos condenarnos a nosotros mismos, reconociendo que somos seres caídos e ineptos, que estamos descalificados y que no somos nada. Entonces debemos vivir por la fe en Dios, no por lo que somos ni por lo que podemos hacer. Debemos ser un lirio que existe por lo que Dios es para nosotros, y no por lo que nosotros somos (Mt. 6:28, 30). Nuestra vida en la tierra hoy depende de El. ¿Cómo podemos asumir responsabilidades en una vida de iglesia complicada y confusa? Metidos en nosotros mismos, no lo podemos lograr; pero lo podemos hacer si vivimos por la fe en Dios. No soy yo, sino Cristo, quien vive en mí; a esto se refiere el lirio. No soy yo el que asume la responsabilidad, sino El. Yo vivo, no por mi propia cuenta, sino por El; yo ministro, no de mí mismo, sino por El. Si ustedes hermanas son madres en la vida de iglesia, deben decir: “No soy una madre que está en la iglesia por sus propios medios, sino por El”. En el Cantar de los Cantares 2:1 y 2, la que busca del Señor dice: “Yo soy ... el lirio de los valles”. Entonces el Señor contesta: “Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas”.
¿Qué arquitecto terrenal hubiera diseñado una columna de bronce que llevara encima capiteles de bronce con forma de lirios? Desde el punto de vista humano, eso no tendría sentido, pero en la esfera espiritual, tiene mucho significado. Por una parte, somos el bronce condenado y juzgado; y por otra, somos los lirios vivientes. El bronce significa “no yo”, y el lirio significa “sino Cristo”. Los que son lirios pueden decir: “La vida que ahora vivo la vivo por la fe de Jesucristo”. En todo esto, podemos darnos cuenta de que somos lirios que asumen una responsabilidad imposible en una situación complicada y confusa llena de redes y de cadenas. Los ancianos no deben decir: “Señor, quita estas complicaciones”. Por el contrario, deben esperar más complicaciones. Estoy seguro de que cuanto más ore usted para reducir las complicaciones, más se producirán. Todo el emparrado, la red, es la base, el lecho donde crecen los lirios. Dentro del contexto, las coronas a manera de cadenillas, por ser coronas, servían de adorno. No obstante, este adorno está lleno de complicaciones. Cuando usted venga a mi casa, no espere que todo allí sea claro y sencillo; si se queda conmigo una temporada, encontrará muchas complicaciones y quejas. Pero todo eso muestra la belleza de mi familia, pues es una guirnalda, una corona. Todos los ancianos esperan que la vida de iglesia sea como un pastel chino de fríjoles, donde cada pedazo se corta de manera cuadrada y perfecta. Ellos quieren que todo en la iglesia sea pulcro y correcto. El único lugar donde eso sucede es el cementerio. La vida apropiada de iglesia, como el caso de Anaheim, es una red cuadriculada y una corona de cadenillas. Este es el lugar donde los ancianos asumen plena responsabilidad. Esto no puede entenderse simplemente al estudiar este pasaje, sino al interpretarlo a la luz de nuestra experiencia.
ii. Doscientas granadas El versículo 20 declara: “Tenían también los capiteles de las dos columnas, doscientas granadas en dos hileras alrededor de cada capitel, encima de su globo, el cual estaba rodeado por la red”. Aleluya por las doscientas granadas. Alrededor de cada capitel se hallaba una saliente, como un globo. Alrededor de la saliente de cada capitel había dos filas de cien granadas cada una. Esto significa dos veces la expresión céntupla de las riquezas de la vida. Si usted habla con los ancianos que llevan diariamente la responsabilidad en la situación complicada y confusa, verá que expresan las granadas, las riquezas de la vida. Todas las quejas, las insatisfacciones y las llamadas telefónicas problemáticas, forman una saliente llena de granadas. ¡Cuán maravilloso es esto!
jj. Los capiteles miden cuatro codos de diámetro El diámetro de cada capitel es de cuatro codos (1 R. 7:19). Esto indica que el número doce, la circunferencia de las columnas se compone de cuatro veces tres. La circunferencia de las columnas mide doce codos, y el diámetro de los capiteles mide cuatro codos. Esto implica que las columnas con sus capiteles son el número cuatro, es decir las criaturas, los seres humanos, que son multiplicados por el Dios Triuno. Al ser mezclados con el Dios Triuno, se convierten en el número doce. Si usted relaciona todo esto, verá que tiene mucho significado. Implica que aquellos que se juzgan y se condenan a sí mismos y que se consideran nada, pueden asumir una responsabilidad completa en medio de la situación complicada, porque no viven por sus propios esfuerzos sino por Dios. Por último, ellos no expresan su pericia ni su aptitud ni su perspicacia ni su entendimiento ni su sabiduría, sino que expresan las granadas, las riquezas de la vida, dos veces centuplicada.
kk. Dos columnas se elevan en el pórtico del templo Finalmente, vemos que los nombres de estas dos columnas eran Jaquín y Boaz (1 R. 7:21). Jaquín significa “El establecerá”, y Boaz significa “en ella está la fortaleza”. Estas dos columnas están en el pórtico y dan testimonio de que el Señor establecerá Su edificio y de que la verdadera fortaleza está en el edificio. Aun hoy la edificación de la iglesia da ese mismo testimonio. En los detalles del
cuadro de 1 Reyes 7, vemos cómo podemos nosotros ser una columna del edificio de Dios, juzgándonos a nosotros mismos, viviendo por la fe, llevando la responsabilidad y expresando las riquezas de la vida.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA Y CUATRO TRANSFORMADO (7) En este mensaje seguiremos dedicando nuestra atención a las dos columnas del templo. Vimos que cuando Jacob estuvo por primera vez en Bet-el, erigió como columna la piedra que había usado de almohada y la llamó la casa de Dios (28:18, 22). Hemos hecho notar repetidas veces que casi todo el contenido del libro de Génesis consta de semillas que se desarrollan en los siguientes libros de la Biblia. El pleno desarrollo de la semilla de las columnas se halla en Apocalipsis 3:12, donde el Señor Jesús dice: “Al que venza, Yo lo haré columna en el templo de mi Dios”. Entre Génesis y Apocalipsis, hay muchos pasajes de la Palabra acerca de las columnas. Cada vez que se mencionan las dos columnas del templo, vemos más detalles acerca de ellas. Ninguna porción de la Palabra describe todos los aspectos de las columnas. Los cristianos de hoy se preocupan muy poco por el edificio de Dios, el cual cumple la economía de Dios. La mayoría de los cristianos descuida eso, pero la Biblia lo subraya claramente. Si deseamos conocer el edificio según la Biblia, primero debemos ver la columna, pues ésta es una pancarta del edificio de Dios. Si vemos lo que es la columna y decidimos llegar a ser columnas, estamos en el camino del edificio de Dios. La columna es tan crucial que la Biblia la menciona repetidas veces. Por no entender el edificio de Dios, la mayoría de los cristianos no presta atención a estas porciones de la Escritura que mencionan la columna; mas por la misericordia del Señor, hemos recibido una profunda impresión de lo que es la columna, hasta el punto de no poder alejarnos de este tema. La Biblia no derrocha palabras. Por lo tanto, todo lo que revela tiene significado y es crucial para nosotros. Debemos considerar cuidadosamente lo que es la columna y cómo podemos convertirnos en una columna, porque en estos postreros tiempos, Dios está completando Su edificio. Ahora quisiera hacer hincapié en tres aspectos positivos y dos aspectos negativos de las columnas mencionadas en el mensaje anterior. Los tres aspectos positivos son el bronce, el lirio y las granadas. Las columnas mismas fueron hechas de bronce. Sobre los capiteles se encontraban los lirios, y alrededor de los capiteles se encontraban las granadas. Dudo que a algún diseñador humano se le hubiera ocurrido combinar estas cosas. Sin embargo, ¡cuán crucial y significativo es todo esto para nosotros! El bronce representa la muerte bajo el juicio. Todos debemos someternos al juicio, y darnos cuenta de que no servimos para nada más que para ser crucificados (Gá. 2:20). Además, todos fuimos sepultados en el bautismo (Ro. 6:4). Por tanto, somos un pueblo que está bajo el juicio de muerte. Pero después de la muerte viene la resurrección, y el lirio crece sobre nosotros en resurrección. Las granadas rodean los capiteles y representan la expresión de las riquezas de la vida. Por consiguiente, en las columnas vemos la muerte, la resurrección y la expresión de vida. Alabado sea el Señor porque muchos de nosotros podemos testificar que día tras día somos el bronce que cultiva los lirios y expresa las granadas. ¿Acaso no es usted una persona así? De no serlo, usted no está calificado para ser una columna y no tendrá nada que ver con el edificio de Dios.
Los dos aspectos negativos de las columnas son las trenzas (a manera de red) y las coronas a manera de cadenillas. Las trenzas a manera de red y las coronas a manera de cadenilla representan la situación complicada y confusa. Las trenzas son una malla compuesta de varas entrecruzadas. Esto indica que en nuestra experiencia, a diario somos crucificados. Al pasar por eso, somos asidos por una cadena. A menudo, nosotros los hermanos nos encontramos bajo la cruz de nuestras queridas esposas. Aunque deseemos escapar, somos asidos por las cadenas y no podemos huir. Podemos ser despedazados, pero ningún pedazo puede escapar. Las hermanas pueden dar testimonio de lo mismo en relación con sus maridos. En la vida de iglesia, algunos dicen que no pueden soportar ser crucificados por los ancianos. Sin embargo, las cadenas también están allí. En la vida de iglesia, tenemos tanto las redes como las cadenas. Alabado sea el Señor por estas dos cosas negativas, porque el bronce, el lirio y las granadas sólo pueden ser conectados entre sí por ellas. Poco después de ser salvo, supe que había sido crucificado juntamente con Cristo. Pero no sabía cómo esta crucifixión podía aplicarse a mí de un modo práctico. Es aplicada por el trenzado, las redes. Sin las redes y las cadenas, el ser juntamente crucificados con Cristo y tener Su vida en nosotros no pasaría de ser una doctrina. Podemos conocer la doctrina de que fuimos crucificados juntamente con Cristo y recitar Gálatas 2:20 continuamente, y aún así descubrir que tal cosa no nos aprovecha. Yo lo hice repetidas veces pero sin éxito. Repetí las palabras: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Más tarde, experimenté la red y las cadenas en la vida de iglesia. Por medio de estas dos cosas negativas, la crucifixión y la resurrección de Cristo han sido aplicadas de manera práctica a mi vida. Finalmente, las tres cosas positivas y las dos negativas forman una sola unidad. Tenemos el bronce, los lirios y las granadas, unidos por el trenzado y las cadenas. Los cinco artículos se unen en la columna.
ll. Los dos tazones sobre los dos capiteles, que están encima de las dos columnas, eran de dos codos de altura Aparte de todos los puntos abarcados en el mensaje anterior, abordaremos otros nueve puntos en este mensaje. Dios, Su palabra y la obra que El hace en nosotros, no son nada sencillo. Encima de los capiteles que estaban sobre las columnas había dos tazones (2 Cr. 4:12; 2 R. 25:17). Cada tazón, incluyendo la red, medía dos codos de altura (véase la definición más adelante). ¿Qué significa esto? Los tazones son redondos. (Darby traduce esta palabra hebrea “globos”.) Sobre cada capitel se hallaban dos tazones, uno encima del otro. Alrededor de los capiteles había “cadenillas como collares”, o “cadenillas al cuello” (2 Cr. 3:16; según la versión de Darby), que dividían el capitel en dos secciones. La primera sección era la base. En 1 Reyes 7:16 se afirma que los capiteles medían cinco codos de altura, pero en 2 Reyes 25:17 se dice que medían tres codos de altura. La razón es que los tres codos son la altura sólo de la base del capitel, y los cinco codos la altura del capitel completo. En otras palabras, la base medía tres codos y los tazones dos. Aquí, el número tres no representa al Dios Triuno, sino el proceso de resurrección. En la Biblia dos números representan la resurrección: el tres y el ocho. El tres representa el proceso de resurrección, y el ocho denota el primer día de una nueva semana y se refiere a la frescura de la resurrección, el nuevo comienzo en resurrección. Los tres codos de la base del capitel están estrechamente relacionados con la red y las cadenas. Esto demuestra que la red y las cadenas conducen al proceso de resurrección. Además, el número dos, la altura de los dos tazones, representa el testimonio. Los dos codos de los dos tazones que estaban encima de los dos capiteles de las dos columnas representan el testimonio de vivir como un lirio y de expresar las riquezas de la vida. Si usted lee todos los pasajes que tratan de las dos columnas, se dará cuenta de que los tazones se componen de las redes, las cadenas, los tazones mismos, los lirios y las granadas. Estas no están en la base del capitel, sino sobre las cadenas que rodean los tazones. Las redes cubren los tazones; las
cadenas los rodean; las granadas están sobre las cadenas, y los lirios crecen sobre las redes. Todas estas cosas en conjunto forman el tazón. Si usted compara esto con su experiencia, se dará cuenta que por medio de la crucifixión efectuada por la red y por medio de la restricción de la cadena, usted vive como un lirio que expresa las riquezas de la vida de Cristo. Este es un testimonio vivo que procede del proceso de resurrección. En nuestros hogares estamos en las redes y somos retenidos por las cadenas. Lo mismo sucede con los hermanos y las hermanas en la iglesia. Los que sirven en la oficina administrativa indudablemente han experimentado allí la red y las cadenas. Ciertamente en la oficina hay muchas redes y muchas cadenas. No obstante, junto con las redes y las cadenas vienen los tres días. Todos aquellos que sirven en la oficina administrativa están en el camino de tres días, es decir, están en el proceso de resurrección. Los lirios aparecen encima de los tazones al tercer día. No significa nada que seamos muy amables y humildes, pues el lirio no es nada de eso; tales cosas son parte de nuestra vida natural. Cuanto más experimentamos la crucifixión, más crece el lirio en el tercer día. Todos los hermanos desean tener una esposa amable, y todas las hermanas anhelan un marido agradable. No obstante, por muy amables que seamos, no somos lirios. El lirio sólo crece en el tercer día en medio de las redes y las cadenas. Cuando lleguemos al tercer día en las situaciones complicadas y confusas, crecerá el lirio. Entonces también tendremos las granadas, la expresión de las riquezas de la vida. Esto es lo que significa el tazón: gloria, hermosura, adorno y corona. Este es un testimonio. Espero que el Espíritu le hable a usted en más detalle. Ya fuimos juzgados y debemos juzgarnos a nosotros mismos bajo el juicio de Dios. Resulta fácil ser columna de bronce y decir: “Yo soy corrupto, soy un ser caído, pecador, y no sirvo para otra cosa que la muerte”. Pero es muy difícil experimentar los tres días del proceso de resurrección en medio de la crucifixión que efectúan las redes y la limitación que producen las cadenas. Pero cuanto más estamos en las redes y las cadenas, más estamos en los tres días, más crece el lirio y más granadas expresamos. Entonces nos convertimos en un testimonio vivo no de algo natural, sino del proceso de resurrección que se da bajo la crucifixión de las redes y la restricción de las cadenas. No hay ninguna escapatoria. Debemos permanecer en las redes y en las cadenas. Es exactamente como estar sepultados durante tres días y salir mediante el proceso de resurrección. Mientras pasamos por esta experiencia, el lirio crece y las granadas brotan. Cada columna debe llevar el testimonio de vivir por la fe, a fin de expresar las riquezas de Cristo por medio del proceso de resurrección, bajo la crucifixión de las redes y la restricción de las cadenas. El bronce de las dos columnas que están en frente del templo indica que estamos bajo el juicio de muerte, el cual nos introduce en el proceso de resurrección, representado por la altura de tres codos que tiene la base de los capiteles. El proceso de resurrección nos pasa por las redes y las cadenas para hacer crecer el lirio y producir las granadas a fin de expresar un testimonio. Así la columna asume la responsabilidad, representada por los cinco codos, que es la altura total de los capiteles. Los tazones que había sobre los capiteles no eran cuadrados, sino redondos. La redondez significa que vivir por la fe en Dios y asumir responsabilidades en medio de todas las complicaciones no es algo estricto sino flexible. Cuando vivimos en el espíritu, nada es estricto. Por el contrario, somos flexibles en toda situación. Tanto los jóvenes como los viejos son legalistas. Los viejos tienen su viejo método legalista, y los jóvenes tienen su nuevo método legalista. Por esta razón no me gusta dar muchas instrucciones durante un entrenamiento. Si lo hago, todos los jóvenes tomarán las instrucciones como una novedad legalista. Casi todos los cristianos son cuadrados, es decir, son legalistas. Si no somos cuadrados, entonces somos triangulares o hasta pentagonales. Algunas hermanas de edad avanzada disfrutan cenar y acostarse a una hora exacta. Este legalismo ha dado muerte a muchos jóvenes. Es bueno ser regulado, pero por el bien de los demás, uno debe ser flexible. Algunos ancianos son muy cuadrados. Sin embargo, otros son tan redondos que se convierten en diplomáticos. Un político no tiene lados. Debemos ser redondos, pero no debemos serlo diplomáticamente. Los que sirven en la oficina administrativa [de la iglesia] deben ser redondos. Si usted es cuadrado en su servicio, matará a todos los demás. En lugar de ser cuadrado,
usted debe ser flexible y adaptarse a cualquier situación. Es así como debemos comportarnos en nuestra vida diaria. Mientras estamos en medio de las redes y las cadenas, debemos ser flexibles.
mm. Cuatrocientas granadas sobre dos redes En 2 Crónicas 4:13 se afirma que había “cuatrocientas granadas en las dos redes, dos hileras de granadas en cada red, para que cubriesen las dos esferas de los capiteles que estaban encima de las columnas”. Había cuatrocientas granadas en las dos redes, con dos hileras en cada red para cubrir los dos tazones de los capiteles que estaban sobre las columnas. ¿Por qué no dice que había trescientas o quinientas granadas? El Señor Jesús dijo que nosotros podemos llevar fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno (Mt. 13:8). El incremento centuplicado es el más elevado. Por tanto, podemos expresar las riquezas de la vida al ciento por uno. Sabemos que el número cuatro nos representa a nosotros, los seres humanos. La expresión centuplicada de las riquezas de la vida está sobre las criaturas. El hecho de que las cuatrocientas granadas estuviesen acomodadas en dos hileras en cada una de las dos columnas indica un testimonio. Debemos ser fuertes, no simplemente en declarar que somos el testimonio de Jesús, sino en expresar ese testimonio en nuestro vivir. Necesitamos el testimonio de la experiencia de las riquezas de la vida de Cristo a cuatrocientos por uno. Podemos tener problemas en la vida de iglesia, en nuestro trabajo y en nuestra casa, pero también tenemos la vida del lirio, la cual en la Biblia representa una vida que confía en Dios. El Señor sabe que a diario tengo un problema tras otro. Si vivimos por nuestra propia cuenta, no podemos sobrellevar estos problemas. Pero somos lirios entre los espinos (Cnt. 2:2). Los espinos representan los problemas. Nuestra esposa, hijos, nietos, los ancianos y los colaboradores son “espinos”. Estoy rodeado de “espinos”, pero alabo el Señor porque todavía estoy vivo. Los espinos no me han matado. Estoy viviendo ahora, no como un gigante, sino como un lirio. No vivo por mi pericia, sino por fe en mi Dios. Soy simplemente un lirio entre los espinos. Cuanto más espinos haya, mejor, porque éstos proporcionan la oportunidad de expresar la vida del Señor. Somos distintos de la gente mundana, que no tiene un Dios en quien confiar. Muchos cristianos que buscan del Señor anhelan una vida de iglesia que sea celestial en todos los aspectos. Quieren que todos los santos que están en esa vida celestial de iglesia sean ángeles. No estoy inventando esto; en realidad, he conocido personas así. Muchos de esos buscadores han andado de “iglesia” en “iglesia” buscando esa “iglesia” celestial. Si encuentran una, pronto descubren que esa “iglesia” celestial es la más terrenal. La manera de determinar si la iglesia es apropiada consiste básicamente en examinar la base en que se apoya, no en cuán celestial sea. Hoy en día, no existe en la tierra una iglesia angelical ni celestial. Poco después de entrar en la vida de iglesia, usted se encontrará en medio de “espinos” y dirá: “Yo pensaba que todos aquí eran ángeles. Pero ahora veo que muchos de ellos no son ángeles sino espinos. No puedo tolerar esto”. Aunque yo pueda ser un “espino” para usted, usted también puede serlo para mí. Nosotros somos “espinos” unos para otros pero también nos amamos los unos a los otros. Punzarnos unos a otros nos ayuda a crecer. En estos últimos tres años en Anaheim, hemos crecido al punzarnos mutuamente. Si toda la iglesia fuese afable y angélica, no habría ningún testimonio de las riquezas de la vida.
nn. De las cien granadas, noventa y seis están al aire libre De las cien granadas, noventa y seis quedaban expuestas al aire libre (Jer. 52:23). Si cada hilera tenía cien granadas, ¿por qué Jeremías 52:23 habla repentinamente de noventa y seis granadas? El relato de Jeremías 52:23 trata de la destrucción de las columnas a manos del ejército babilonio, y por esta razón, algunos piensan que cuatro granadas en cada hilera de la cadena habían sido destruidas. Pero si uno lee este capítulo detenidamente, verá que ése no fue el caso. Algunas versiones traducen este versículo: “Había noventa y seis granadas en cada hilera”. Esta traducción es incorrecta. La expresión hebrea traducida “en cada hilera” debería traducirse “al aire”. Por tanto,
este versículo debería decir: “Había noventa y seis granadas al aire; todas ellas eran ciento sobre la red alrededor”. Note que todas las granadas que había sobre la red sumaban ciento. Todas estaban allí, pero solamente noventa y seis estaban expuestas al aire. La palabra hebrea traducida “hilera” es ruaj, la cual se traduce por lo general espíritu, viento, aliento o aire. Ruaj denota algo real pero invisible. En otras versiones dice que había noventa y seis “granadas expuestas”, y añaden una nota marginal con la traducción literal “al viento”, que significa al aire. Había noventa y seis granadas expuestas y cuatro cubiertas. ¿Qué significa eso? Noventa y seis se compone de doce multiplicado por ocho. Doce representa el completamiento eterno, ocho representa la resurrección, y el aire representa el Espíritu. Por consiguiente, la expresión de las riquezas de la vida es eternamente completa en resurrección y en el Espíritu. Esta es la naturaleza y la atmósfera de la expresión de la vida. Nuestra expresión de las riquezas de la vida es el doce, es decir, es eterna; no es el siete, o sea que no es temporal. Además, también es el número ocho, que indica la frescura de la resurrección, y no el número tres, esto es, el proceso de resurrección. Este no es el proceso de la resurrección, sino la frescura, el inicio, el nuevo comienzo, de la resurrección. Es también estrictamente un asunto del Espíritu. El hecho de que noventa y seis granadas quedaran expuestas al aire significa que la expresión de las riquezas de vida se halla en la realidad del aire espiritual, el cual es invisible. Podemos percibirlo, pero no podemos tocarlo. En Juan 3:8 el Señor Jesús habló del viento y del Espíritu, diciendo: “El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”. La regeneración que produce el Espíritu es semejante al movimiento del viento. El viento sopla y el Espíritu regenera. Nuestra expresión de las riquezas de la vida no sólo es eterna y está en la frescura de la resurrección, sino que también está en la atmósfera del Espíritu. Cuando la gente vea en nosotros la expresión de las riquezas de la vida, sentirá inmediatamente que está en el Espíritu y que allí hay un viento fresco, un aire despejado y una atmósfera fresca. Pero cuando entramos en una situación de muerte, nos sentimos ahogados. Cuando estamos en una situación llena de las expresiones de las riquezas de la vida, nos encontramos en una atmósfera espiritual y percibimos ese aire refrescante. Esto es lo que significa el hecho de que las noventa y seis granadas estuvieran expuestas al aire.
oo. De las cuatrocientas granadas, dieciséis (cuatro de cada ciento) están escondidas De cada cien granadas, cuatro estaban escondidas. La Biblia no desperdicia palabras; así que debe de haber alguna relación entre el significado de este versículo y nuestra experiencia. Solamente puedo entenderlo en mi experiencia. El hecho de que cuatro de cada cien granadas estuvieran escondidas indica que mientras nuestra expresión de las riquezas de vida es eterna, y están en la resurrección, en el Espíritu, nuestro ser natural, representado por el número cuatro, debe estar cubierto. Nuestra vida natural, nuestro ser natural, nuestro yo y nuestro ego deben ser totalmente escondidos. Yo he procurado descubrir cómo estas granadas quedaron escondidas, pero no lo he logrado. Es un misterio que sólo el Señor conoce. No obstante, si examinamos nuestra experiencia, diremos: “Amén”. Cuando se expresan las riquezas de Cristo, otros pueden ver la expresión eterna de las riquezas de la vida en resurrección y en la atmósfera del Espíritu, pero no ven nuestro hombre natural. ¡Cuán significativo es ver que nuestro ego está cubierto! Cada vez que el yo aparezca, un gran número cuatro estará allí, pero el noventa y seis se habrá ido. En lugar del aire, sólo estará la vida natural, el viejo hombre y el ego. Pero cuando desaparezca el número cuatro, tendremos las noventa y seis granadas, la rica expresión de la vida de Cristo al aire libre.
pp. Las columnas son huecas y su espesor es de cuatro dedos Dice en Jeremías 52:21: “Y su espesor era de 4 dedos, y eran huecas”. Cada columna era un cilindro hueco cuyas paredes tenían cuatro dedos de espesor y dentro de cada columna quedaba un gran vacío. Esto significa que el edificio de Dios corresponde a la criatura humana, representada por el número cuatro, llena del Espíritu. Indudablemente, la columna de bronce es el ser humano juzgado y condenado. Dentro de la criatura juzgada se encuentra un vacío que necesita llenarse de una realidad invisible. No debemos ser de lodo ni delgados ni llenos de arena, pues entonces no habría ningún hueco adentro. Debemos ser de bronce, tener cuatro dedos de espesor y ser huecos. Entonces nuestro vacío podrá ser lleno de la realidad, del Espíritu.
qq. Las dos columnas miden treinta y cinco codos de altura, uno de los cuales está cubierto Leemos en 2 Crónicas 3:15: “Delante de la casa hizo dos columnas de treinta y cinco codos de altura cada una, con sus capiteles encima, de cinco codos”. Las dos columnas tenían una altura combinada de treinta y cinco codos, y un codo estaba cubierto. En el mensaje anterior dije que cada tabla del tabernáculo medía un codo y medio de anchura. Estas tablas se medían una al lado de la otra, horizontalmente. Pero las columnas no sólo tenían un aspecto horizontal, sino también uno vertical. Las columnas se medían verticalmente, la una encima de la otra. Esto indica que el edificio de Dios no es solamente horizontal, sino también vertical, y una parte permanecía escondida. Dos hermanos pueden fácilmente mantenerse lado a lado, pero es difícil que un hermano esté por debajo de otro. También resulta difícil estar por encima de los demás. Si el edificio ha de ser fuerte, debe ser vertical. Cuanto más vertical sea, más espacio habrá. No sólo debemos permanecer lado a lado, sino también uno por encima de otro. Para permanecer lado a lado, no se necesita sacrificio ni tener ninguna parte cubierta. Pero si queremos permanecer verticalmente, alguna parte debe quedar cubierta. En 1 Reyes 7:15 se afirma que cada columna medía dieciocho codos de altura, pero en 2 Crónicas 3:15 se indica que las dos columnas medían treinta y cinco codos de largo. Vemos que, según 2 Crónicas 3:15, falta un codo. Este codo seguramente quedaba cubierto y sacrificado. Un libro de consulta afirma que medio codo iba incrustado en cada uno de los pedestales. No estoy de acuerdo con esta explicación, porque la Biblia no menciona que las columnas tuvieran un pedestal ni una base. Otro libro afirma que se perdía un codo en la unión con el capitel. Creo que esta explicación es más válida. Esto significa que para mantenerse vertical, se necesita cierto sacrificio. Si usted analiza su experiencia, verá que no se requiere ningún sacrificio para estar lado a lado con otros. Pero si desea estar sometido a alguien, como la columna debajo del capitel, debe sacrificarse. Si usted nunca se sacrifica, nadie puede estar encima de usted. Usted se lo sacudirá de encima o se pondrá sobre dicha persona. Usted debe ceder y sacrificarse en parte para permitir que otros estén por encima de usted. Hermanas, ustedes deben sacrificarse para que alguien esté por encima de ustedes. Ustedes no sólo deben ser medidas en el aspecto horizontal sino también en el vertical. En el transcurso de los años, yo siempre he estado debajo de alguien. Estar debajo de otros significa sostenerlos y ser cubierto en parte por ellos. Al sacrificarnos así, podemos obtener el edificio vertical.
rr. La red y las cadenas que están sobre los dos capiteles suman siete en cada uno En 1 Reyes 7:17 leemos: “Había trenzas a manera de red, y unas coronas a manera de cadenas, para los capiteles que se habían de poner sobre las cabezas de las columnas; siete para cada capitel” (heb.). Aquí vemos que la red y las coronas que iban sobre los dos capiteles eran siete para cada uno. Esto indica que todas las complicaciones son temporales y no eternas. Toda crucifixión, todo quebrantamiento y toda opresión, es temporal, aunque es algo completo, pues es siete en número. Un día todo eso acabará, y ya no habrá ni redes ni coronas. En lugar de las redes y de una corona entretejida como cadena, tendremos una corona de oro.
ss. El número tres está escondido Observe que en estas dos columnas el número tres está escondido. Esto indica que el Dios Triuno está escondido. El hecho de que las columnas midan doce codos de circunferencia y los capiteles cuatro codos de diámetro implica la presencia del número tres. El número tres, el Dios Triuno, es real pero invisible. El Dios Triuno es real en toda situación, pero está escondido.
tt. El bronce, el lirio y las granadas, están sobre las dos columnas El bronce, el lirio y las granadas, están sobre las dos columnas. Esto indica que la muerte, la resurrección y la expresión de la vida son un testimonio que está en el edificio de Dios. Hoy estamos aquí con este testimonio. Todos estos puntos son cruciales, y espero que ustedes dediquen tiempo a orar y a tener comunión acerca de ellos hasta que penetren en usted y se conviertan en Su experiencia. Entonces sabremos lo que es una columna y cómo podemos nosotros llegar a ser una columna.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA Y CINCO EL CONSTRUCTOR DE LAS COLUMNAS: EL HABIL HIRAM (1) En este mensaje, que es un paréntesis dentro de nuestro estudio de las columnas, dedicaremos nuestra atención a Hiram, quien las construyó (1 R. 7:13-15). En 1 Reyes y en 2 Crónicas la Biblia tiene mucho qué decir acerca de Hiram. David y Salomón consiguieron hombres hábiles para la edificación del templo, pero Hiram es el único de estos peritos constructores que se menciona por nombre. La Biblia no sólo menciona el nombre de Hiram, sino que también presenta su historial de manera detallada y muy significativa, hablándonos de su madre, de su padre y de él mismo. Al estudiar la Biblia, debemos tener en cuenta que ésta no derrocha palabras. Todo lo que recalca o
repite tiene significado. En vez de considerar algún versículo como una simple repetición, debemos encontrar el sentido de cada repetición. Cuando pasé mucho tiempo estudiando las columnas mencionadas en 1 Reyes 7 hace casi cincuenta años, no vi ninguna luz. Sólo vi que los nombres de las dos columnas eran Jaquín, que significa “El establecerá”, y Boaz, que significa “en ella está la fortaleza”. Sin embargo, al considerar el sueño de Jacob y la experiencia que tuvo en Bet-el, empecé a estudiar nuevamente estas dos columnas. Esta vez, resplandeció sobre mí muchísima luz, como la lumbrera del cuarto día (1:14-19). Al estudiar las columnas, descubrí que muchos versículos mencionan a Hiram, el que las construyó. Me di cuenta, por lo que me decía el Espíritu, que debía prestar atención a eso. Mientras estudiaba las columnas, vino también la luz acerca de la madre y el padre de Hiram, cuyos nombres no figuran en las Escrituras. Yo estaba muy turbado por el hecho de que, según el texto hebreo, se afirma en 1 Reyes 7:14 que Hiram pertenecía a la tribu de Neftalí. Al ahondar en estas cosas, me di cuenta de que necesitaba un mensaje completo para compartir mi carga sobre el hombre que construyó las columnas. Cuando usted oiga hablar del constructor de las columnas, tal vez diga: “No creo que yo pueda ser un constructor. En tanto que la misericordia y la gracia de Dios hagan de mí una columna, quedo muy satisfecho”. Pero no debe restringirse uno tanto. La gracia de Dios es ilimitada. No sólo puede hacer de usted una columna, sino también un constructor de columnas. No digo que todos nosotros seremos columnas o constructores de columnas, pero sí creo que en los años venideros, muchos hermanos, y aun algunas hermanas, se convertirán en columnas. Si usted no me cree ahora, le sugiero que espere algunos años. Entonces verá muchas columnas levantadas en el recobro del Señor. Cuando venga ese tiempo, me alegraré. Además, creo que muchos de nosotros nos convertiremos también en Hiram, en constructores de columnas. Dios necesita estos Hiram. En los días de Salomón se construyó un solo templo, pero ahora es necesario edificar muchas iglesias locales. ¡Cuántos Hiram se necesitan para esta obra! Cada iglesia necesita por lo menos uno. Cuando hay un Hiram en una iglesia local, esta iglesia está en la gloria. Alabado sea el Señor porque El levantó a muchos como Hiram en el pasado. Pero creo que en el futuro, el Señor perfeccionará a muchos más.
I. SU MADRE ES UNA MUJER DE LAS HIJAS DE DAN Veamos ahora lo que constituye a un Hiram o su constitución. Debemos conocer la constitución de los que construyen específicamente las columnas, no el edificio en general. En primero lugar, la madre de Hiram era “una mujer de las hijas de Dan” (2 Cr. 2:14). No se define si este Dan se refiere a la tribu o a la ciudad de Dan. Indudablemente se refiere al pueblo de Dan, pues la ciudad de Dan también pertenecía a dicha tribu. El padre de Hiram era un hombre de Tiro, que era un país pagano. Por consiguiente, la madre de Hiram venía de la tierra santa y su padre de un lugar pagano. Por muy extraño que parezca eso, la Biblia añade que Hiram mismo pertenecía a la tribu de Neftalí (1 R. 7:14). Por consiguiente, su madre era de Dan, su padre de Tiro, y él mismo era de Neftalí. ¿Cómo pudo haber sido de la tribu de Neftalí, puesto que su madre era de Dan y su padre de Tiro? La Biblia no lo dice. Es un misterio. A la luz del Nuevo Testamento, podemos percibir el significado de este misterio. El Nuevo Testamento nos revela que nacimos como seres pecadores y mundanos. Pero fuimos regenerados y transformados en hombres resucitados. Ser un hombre resucitado por la regeneración y la transformación equivale a ser trasladado a la tribu de “Neftalí” y dejar de pertenecer a “Dan” y a “Tiro”. Tomemos por ejemplo a un anciano que ha sido transformado. Un anciano no debe ser un caballero, sino un hombre transformado. Aunque cierto anciano sea hijo de una mujer de “Dan” y de un hombre de “Tiro”, él debe ser una persona trasladada a la tribu de “Neftalí”. En la vida de iglesia, la tribu de “Neftalí” es la tribu de la transformación. Cuando estamos en la tribu de “Neftalí” dejamos
de ser como nuestra madre “de Dan” y como nuestro padre “de Tiro”. Usted pensará que voy demasiado lejos al decir que Neftalí se puede interpretar como la tribu de la transformación. Pero si sigue leyendo, ciertamente se convencerá de que así es. Entre las doce tribus, sólo una tribu, la tribu de Neftalí, es la tribu de la transformación. Judá es la tribu del reinado, Leví la del sacerdocio, y José la de la doble porción. Neftalí es la tribu de la resurrección. Estar en la resurrección denota estar en transformación. La tribu de Dan es la tribu de la idolatría que hizo caer al pueblo de Dios y lo alejó del camino. Génesis 49:17 declara: “Será Dan serpiente junto al camino, víbora junto a la senda, que muerde los talones del caballo, y hace caer hacia atrás al jinete”. Según Jueces 18, eso fue exactamente lo que hicieron los danitas. Tomaron las imágenes que Micaía tenía en su casa y al sacerdote que Micaía había contratado para servir en su casa. Jueces 18:31 afirma: “Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho”. Esto fue lo que más hizo caer a los hijos de Israel; fue el mordisco de la víbora lo que hizo caer hacia atrás al jinete. Además, Jeroboam, el rey de las tribus del norte, estableció becerros de oro en Bet-el y en Dan para que los hijos de Dios cayeran (1 R. 12:28-30). Por esta razón, no se menciona a Dan en 1 Crónicas del 2 al 9, donde todas las demás tribus de Israel se enumeran en detalle. En dichos capítulos Dan queda excluido del registro del pueblo de Dios. Además, en Apocalipsis 7, donde los hijos de Israel son sellados, no se menciona la tribu de Dan. Detengámonos en algunos detalles relacionados con la tribu de Dan. Génesis 49:17 afirma que Dan era “serpiente junto al camino, víbora junto a la senda”. Dan era una serpiente, una víbora venenosa, que mordía los talones de los caballos, y hacía caer hacia atrás al jinete. En la carrera de la economía de Dios, esta víbora muerde el caballo y hace caer hacia atrás al jinete. Lo dicho en 49:17 no fue pronunciado por un calumniador, sino por Jacob como parte de la bendición para sus hijos. Cuando llegó el momento de dar su bendición a Dan, Jacob tuvo que ser fiel a la inspiración de Dios. Inmediatamente después de decir las palabras mencionadas en 49:17, Jacob dijo: “Tu salvación esperé, oh Jehová”. Esto significa: “Señor sálvame de esta serpiente, esta víbora”. En 49:16 Jacob dijo: “Dan juzgará a su pueblo, como una de las tribus de Israel”. Aquí Jacob ora pidiendo que Dan permaneciera como tribu. Esto indica que Dan corría el peligro de ser omitido. Por consiguiente, la oración de su padre también fue un vaticinio. Dios oyó esta oración. En el libro de Ezequiel vemos que en el milenio venidero la tribu de Dan será recobrada (Ez. 48:1). Estos detalles acerca de Dan indican que una madre que sea “una mujer de las hijas de Dan” es una madre en pecado. Todas nuestras madres son madres en pecado. En Salmos 51:5 David dijo: “En pecado me concibió mi madre”. El hecho de que la madre de Hiram perteneciera a la tribu de Dan indica que su origen, igual que el nuestro, era pecaminoso. El propio apóstol Pablo dijo que él era el primero de los pecadores (1 Ti. 1:15). En la esfera espiritual, a los ojos de Dios la madre de Pablo también era “una de las hijas de Dan”. Todos debemos confesar que nuestras madres también pertenecen a “Dan”. Si usted desea convertirse en un constructor de columnas, primero debe reconocer que nació en pecado. Podemos dar la apariencia de ser personas amables, humildes, buenas y puras; pero nuestro origen o nacimiento es el origen de la serpiente porque nuestra madre pertenece a “las hijas de Dan”. En Mateo 23:33 el Señor Jesús llama “serpientes” y “cría de víboras” a los religiosos. Si ustedes me dijeran: “Hermano Lee, usted no es bueno, usted es de una cría de víboras”, yo asentiría. En nosotros, es decir en nuestra carne, no hay nada bueno (Ro. 7:18). Todos debemos reconocer cuál es nuestro origen. Nuestro origen es el de una mujer que pertenece a la tribu de Dan, la tribu de una serpiente que muerde los talones de los caballos y que hace caer de la economía de Dios a los jinetes.
II. SU PADRE ES DE TIRO El padre de Hiram era un varón de Tiro (1 R. 7:14). Según Ezequiel 28, Tiro era un lugar dedicado al comercio (Ez. 28:16). Tiro era un centro mercantil, un lugar de comercio internacional, como los es Hong Kong hoy. Por estar lleno de mercancías, Tiro era uno con Satanás (Ez. 28:12). Ezequiel 28
revela que el rey de Tiro era uno con Satanás y que era la corporificación misma de Satanás. Donde hay comercio, allí está Satanás, pues él está en el comercio. Si ustedes desean ver a Satanás hoy en día, vayan a la ciudad comercial de Hong Kong.
III. EL MATRIMONIO DE SUS PADRES VA EN CONTRA DE LA SANTA NORMA DE DIOS La unión matrimonial de los padres de Hiram iba en contra de la santa norma de Dios (Dt. 7:3). Una mujer de la tribu de la serpiente se casó con un hombre del país de Satanás. ¡Vaya combinación! Esta mujer de la tribu de la serpiente se casó con un hombre del país de Tiro por las riquezas, el comercio. En la época de Hiram y también en la nuestra, se necesita habilidad para conseguir dinero. Esta es la razón por la cual hay muchos institutos técnicos en Estados Unidos. Las escuelas técnicas enseñan oficios, técnicas e intercambios que capacitan a la gente para ganar dinero. La única meta de estos institutos y de las universidades es proporcionar a la gente la capacitación necesaria para ganar dinero. Les aliento a todos ustedes a aprender la forma de ganar dinero. He sugerido a mis nietos que estudien medicina. Algunos santos han intentado disuadirlos aconsejándoles que interrumpan sus estudios de medicina, y diciéndoles que sólo necesitan leer la Biblia y amar al Señor, pero yo les he dicho: “No presten atención a esos consejos. Los que dicen eso no saben nada de la vida. Háganle caso a su abuelo; él conoce la vida mejor que todos ustedes. Estudien medicina”. Uno de mis nietos siguió mi consejo y obtuvo las mejores calificaciones en su primer año de estudio. No se imaginen que esto es amar al mundo. Como ustedes verán, tengo un propósito definido al hacer esto. Hiram llegó a ser el constructor de las columnas. Pero si su padre no hubiera sido de Tiro, él no habría tenido la habilidad de moldear las columnas. Todos nacimos de una madre “de la tribu de Dan” y todos necesitamos un padre de Tiro. Si nuestro padre es de Tiro, cuanto más lo sea, mejor. Si ustedes piensan que exagero al decir eso, les sugiero que lean este mensaje hasta el final.
IV. LLEGA A SER DE LA TRIBU DE NEFTALI Según el texto hebreo de 1 Reyes 7:14, vemos también que Hiram pertenecía a la tribu de Neftalí. Su madre era una danita y su padre de Tiro, pero Hiram finalmente llegó a pertenecer a la tribu de Neftalí.
A. Una cierva suelta En Génesis 49:21, Jacob dijo: “Neftalí, cierva suelta, que pronunciará dichos hermosos”. Aquí Jacob elogia a Neftalí. Una cierva no parece tener relación alguna con dichos hermosos. Sin embargo, no debemos entender la Biblia según nuestra mente natural, sino conforme a la Biblia misma.
1. Confía y se regocija en Dios Una cierva representa una persona que confía en Dios al hallarse en una situación desesperada. Habacuc 3:17 y 18 declaran: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”. Son ciervos los que confían en Dios y se regocijan en El en medio de una situación difícil, en la cual toda fuente de abastecimiento es cortada.
2. Anda en alturas Leamos Habacuc 3:19: “Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”. Los que confían en Dios no andan en valles, sino en las cimas de los montes. Si usted no sabe ejercitar la fe en Dios cuando se encuentre en una situación desesperada, se arrastrará por los valles; no andará por los montes ni saltará por ellos. Sólo los que confían en Dios cuando se hallan en una situación difícil pueden saltar por las cimas de los montes. La gente dirá: “Observe que la higuera no florece, la vid no lleva fruto, el olivo está seco, los campos no producen alimento, los rebaños no están en el redil, y no hay ganado en los corrales. ¡Oh, la situación es desesperada y nosotros estamos acabados!” Cuando oiga esto, debería decir: “Alabado sea el Señor. Este es el momento de confiar en El”. Si usted actúa así, no se desanimará. Por el contrario, saltará y brincará como una cierva en la cima de los montes.
3. Vive en resurrección La cierva también se menciona en el título del salmo 22, donde se lee: “Sobre la melodía de la cierva de la aurora” (heb.). Este salmo trata de Cristo en resurrección, quien pasa por la crucifixión. El primer versículo fue pronunciado por el Señor Jesús en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Pero el versículo 22 declara: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré”. Este versículo es citado en Hebreos 2:12, que relaciona al Cristo resucitado con la iglesia. Por consiguiente, el salmo veintidós, cantado con la melodía de la cierva de la aurora, trata del Cristo que está en resurrección con miras a la iglesia. En el Antiguo Testamento la cierva se refiere no solamente a una persona que confía en Dios y camina sobre las cimas de los montes, sino también a alguien que vive en resurrección por causa de la asamblea de Dios, por causa de la vida de iglesia. ¿Es usted una “cierva”, o “una tortuga”? Jamás he visto a una tortuga brincar sobre los montes. Las tortugas se encuentran en terrenos bajos, cerca del agua. Los que confían en Dios no son tortugas sino ciervas. Están en resurrección para el beneficio de la asamblea de Dios, la iglesia. Podemos ser esta clase de persona solamente por la regeneración y la transformación. Neftalí es la tribu de las ciervas, y una cierva representa una persona regenerada y transformada, una persona que confía en Dios, camina en la cumbre de los montes y vive en resurrección con miras a la vida de iglesia. ¡Cuán maravilloso es esto!
B. Pronuncia dichos hermosos Neftalí también pronuncia dichos hermosos. Neftalí estaba en tierra de Galilea (Mt. 4:15). El primer grupo de apóstoles provenía de Galilea, y Hechos 1:11 se refiere a ellos como “varones galileos”. De estos galileos, el pueblo de Neftalí, salieron dichos hermosos, es decir, la predicación del evangelio. En el Nuevo Testamento vemos que la predicación de estos galileos era la Palabra de vida (Hch. 5:20), la Palabra de gracia (Hch. 14:3), la Palabra de salvación (Hch. 13:26), la Palabra de sabiduría (1 Co. 12:8), la Palabra de conocimiento (1 Co. 12:8), y la Palabra de edificación (Hch. 20:32).
V. SU PADRE DE TIRO MUERE Y QUEDA VIUDA SU MADRE DANITA El apóstol Pablo era realmente un Hiram. No sé quien era la madre de Pablo, pero desde el punto de vista espiritual, estoy seguro de que era “una de las hijas de Dan”, una hija de la tribu de la serpiente. Indudablemente, en principio, el padre de Pablo era de Tiro. Pablo fue instruido “a los pies de Gamaliel” (Hch. 22:3), un doctor de la ley. En aquel entonces, la ley era la ciencia más elevada entre los judíos, y todo el que llegaba a ser doctor de la ley era considerado una persona
extraordinaria. Gamaliel le enseñó a Pablo todo lo relacionado con la religión de sus antepasados. El hecho de que Pablo fuera instruido a los pies de Gamaliel equivalía a estudiar en un seminario hoy. Un seminario no enseña el comercio y, por lo tanto, difiere de un instituto técnico, pero el principio del seminario y del instituto técnico es el mismo: impartir conocimiento. Considere también el ejemplo de Moisés. Moisés nació de madre judía, pero fue criado en la familia real de Egipto. Hechos 7:22 declara: “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras”. El era un erudito en Egipto. Pablo era un erudito en conocimiento religioso, y Moisés era erudito en conocimiento seglar. No obstante, el principio era el mismo. De todos modos, tanto Moisés como Pablo llegaron a ser constructores de columnas. En 1 Corintios 3:10 Pablo dijo que él era un “sabio arquitecto”. Moisés y Pablo tenían una madre danita y un padre de Tiro. La familia real de Egipto era el padre de Tiro, el padre de Moisés, pues fue allí donde él aprendió toda la sabiduría de Egipto, ésta fue la fuente de sus habilidades egipcias. La enseñanza de Gamaliel fue la fuente del conocimiento de Pablo. De esta manera, Gamaliel llegó a ser el padre “tiriano” de Pablo. Veamos ahora un punto crucial: todos estos padres de Tiro deben morir. Hiram aprendió el oficio de su padre “tiriano”, pero dicho padre falleció. En el caso de Moisés, la familia real de Egipto murió y fue aniquilada. Después de que Moisés hubo obtenido todo el conocimiento de los egipcios, la fuente egipcia cesó. Del mismo modo, después de que Pablo lo hubo aprendido todo de Gamaliel, dicha fuente se cerró. Igualmente, todos nosotros debemos ser hijos de una viuda. Nuestro padre debe morir, pero nuestra madre debe permanecer viuda. Nuestro padre egipcio o nuestro Gamaliel debe morir, dejándonos así como hijos de una viuda. Esto significa que la fuente de nuestras habilidades seglares o religiosas debe morir, pero la fuente de nuestro ser humano debe seguir existiendo. Hoy en día, todos debemos tener un padre fallecido y una madre viuda. En los tiempos de Moisés nadie aparte de él podía haber entendido el plano del tabernáculo que Dios le dio, porque nadie más había recibido toda la sabiduría de los egipcios. Moisés recibió la sabiduría de los egipcios antes de cumplir los cuarenta años de edad. Después de obtenerla, él creyó estar en condiciones de libertar a su pueblo de mano de los egipcios (Hch. 7:23-25), pero fracasó en su intento. Después de huir de Egipto, vivió en el desierto por cuarenta años. Cuando cumplió ochenta años, se estimó a sí mismo como muerto. En su salmo, el salmo noventa, dijo que el hombre puede esperar vivir hasta los setenta años, y que los más fuertes pueden vivir hasta los ochenta (v. 10). Cuando Moisés cumplió ochenta años, quizá haya dicho para sí: “Estoy acabado. ¿Qué puedo hacer? Hace cuarenta años, pude haber hecho algo, pero no puedo hacer nada ahora. Todavía no estoy muerto, pero me estoy muriendo”. Mientras Moisés moría allí en el desierto, un día vio una zarza que ardía (Ex. 3:2). La zarza ardía, pero no se consumía. En la visión de la zarza ardiente, Dios parecía decir a Moisés: “Moisés, te haré arder, pero no te quemaré. No necesito que seas el combustible. Cuando tenías cuarenta años, tenías mucho combustible, pero ahora estás viejo y seco, y ya no tienes combustible. He venido para hacerte arder”. Cuando Moisés tuvo esta visión, su padre “tiriano” murió finalmente. Más tarde, mientras Moisés conducía a los hijos de Israel por el desierto, lo que había aprendido en el palacio real le fue de provecho. Nadie más tenía toda la sabiduría de los egipcios, y por eso, nadie más podía haber logrado lo que él hizo en el desierto. Ocurre lo mismo en el caso de un hermano que obtuvo mucho conocimiento bíblico en el pasado. Este conocimiento bíblico es su padre “tiriano”. No obstante, este padre debe morir. La fuente de su conocimiento bíblico debe ser eliminada. Entonces todo lo que aprendió en el pasado llegará a ser útil en la resurrección, y él podrá compartir una palabra como pocos pueden hacerlo. Así como la sabiduría de los egipcios llegó a ser útil en el Moisés resucitado, también todo lo que aprendimos en la universidad, el seminario o el instituto bíblico será útil en la resurrección. Pero si nuestro padre “tiriano” sigue vivo y nosotros permanecemos en la vida natural, la habilidad “de Tiro” no será de ningún provecho para la edificación del templo de Dios. Animo a todos los jóvenes a terminar una carrera universitaria. No usen lo espiritual como pretexto para no estudiar. Por el contrario, estudien con más diligencia que los estudiantes que no son
creyentes. Saquen las mejores calificaciones, y sigan estudiando para obtener diplomas en educación superior. No se conformen con un solo doctorado, procuren obtener dos o tres. También aprendan a hablar otros idiomas. Obtengan las habilidades de “Tiro”, y el conocimiento egipcio. Conviértanse en doctores en biología, medicina o física nuclear. Pero dejen entonces que muera el padre “de Tiro”. Ya mencioné cómo alenté a mi nieto a estudiar medicina. Ahora les voy a decir lo que realmente me interesa. Después de que él termine sus estudios de medicina, le diré: “Olvídate de ejercer la medicina y usa tu capacitación médica para interpretar la Biblia”. Su capacitación en medicina le será muy útil. Jóvenes, obtengan el conocimiento más actualizado, gradúense en la universidad, y luego despídanse de su padre “de Tiro”. Gradúense en el seminario y luego digan: “¡Seminario, gracias y hasta luego! No tengo nada que ver contigo, pero usaré las habilidades que he recibido”. Jóvenes, todos ustedes deben estudiar. No usen como pretexto los tres mensajes de estudio-vida que leemos cada semana. Ustedes deben estudiar con ahínco y también leer los mensajes de estudiovida. De otro modo, yo no confiaría en ustedes, porque el Señor no pondría ninguna confianza en ustedes. Ustedes deben conseguir el conocimiento de “Tiro” y graduarse en “la universidad de Tiro”. Pero después de terminar su educación “en Tiro”, deben poner a su padre “de Tiro” en un ataúd y sepultarlo, para que su madre danita quede viuda. Entonces podrán pertenecer a la tribu de Neftalí, y serán útiles en resurrección para el edificio de Dios. Algunos me preguntarán acerca de los apóstoles Pedro y Juan, haciendo notar que ellos no tuvieron una educación elevada y que en Hechos 4:13, los describían como hombres “sin instrucción e indoctos”. Por supuesto, eso es cierto. Pero ¿quién fue el principal constructor de columnas en el Nuevo Testamento? Pablo, indudablemente. Pedro escribió solamente dos epístolas, mientras que Pablo escribió catorce. Pedro mismo reconoció su limitación cuando recomendó los escritos de Pablo, pues dijo: “Nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito” (2 P. 3:15). Incluso reconoció que algunos de los escritos de Pablo eran difíciles de entender (2 P. 3:16). Pedro parecía decir: “Ustedes deben leer los escritos de Pablo para aprender algo más profundo que lo que yo pueda darles”. Necesitamos Pedros hoy en día, pero también necesitamos Pablos, personas que pueden escribir más epístolas. Algunos dirán: “¿Y qué del apóstol Juan? ¿Acaso no escribió él un evangelio de veintiún capítulos y el libro de Apocalipsis que contiene veintidós capítulos?” La educación “de Tiro” de Juan sólo le permitió hacer eso; él no pudo ir hasta donde fue Pablo. Juan pudo decir: “En el principio era el Verbo”, “en El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”, y “he aquí el Cordero de Dios”. Pudo decir a la gente que si creía en Jesús, tendrían vida, pero que si no creían en El, morirían. No obstante, Juan no pudo escribir el capítulo cuatro ni el siete de Romanos, ni el libro de Efesios. Si se le hubiera pedido, habría dicho: “No puedo hacerlo. Vayan al hermano Pablo”. Juan estaba calificado para recibir la visión de la gran ramera y de la Nueva Jerusalén, pero no para ser el autor de libros como Romanos, Efesios y Hebreos. Hoy en día se necesitan en el recobro del Señor personas cultas. Jóvenes, ustedes deben intentar obtener la mejor educación. Distribuyan su horario cotidiano de esta manera: siete horas y media para dormir, una hora y media para comer, una hora para hacer ejercicio, ocho horas para estudiar y seis horas para las cosas espirituales. Si ustedes usan su energía de esta manera, cuando lleguen a los treinta años, podrán empezar su ministerio como lo hizo el Señor Jesús (Lc. 3:23). Estudien hasta la edad de treinta años. Si muchos de ustedes emprenden este camino, no nos faltarán edificadores de columnas. No se casen demasiado pronto. No me gusta ver a los hermanos casarse antes de los veinticinco años de edad. No tomen demasiado pronto la carga del matrimonio y los hijos. Más bien usen su tiempo y sus energías para estudiar. Veintiséis años es una buena edad para que los hermanos empiecen a tener hijos. Tampoco me gusta ver que las hermanas se casen antes de los veintidós años. Si las hermanas se casan prematuramente y de inmediato tienen hijos, tendrán demasiada carga, y eso las perjudicará. Sigan el horario que les recomendé hasta que tengan veinticinco años, y entonces observen los resultados. Sin duda esto será muy provechoso para el recobro del Señor.
¿Está usted ansioso de ser un Hiram? Si ése es el caso, debe relacionarse con su padre “de Tiro” y aprender las habilidades y el comercio “de Tiro”, y obtener el conocimiento de los egipcios. No abandone sus estudios. Termine una carrera universitaria, y ojalá un doctorado. Todos los santos de la iglesia deben ser personas eruditas. No somos ni indoctos ni iletrados. Por el contrario, queremos tener la educación más elevada. Deseamos tener toda la sabiduría de los egipcios, pero no deseamos trabajar para ellos; deseamos trabajar para el tabernáculo santo. Deberíamos decir: “Estudié medicina y física nuclear, pero no trabajo en eso. Laboro para la edificación de la iglesia. He aprendido un oficio, pero no trabajo en él. Estoy edificando las columnas para el templo de mi Dios”. Para cumplir esto, nuestro padre “de Tiro” debe morir; nuestra madre danita debe enviudar; y nosotros debemos pertenecer a la tribu de Neftalí, la tribu de la transformación. Sea usted una persona culta, pero no use su educación en los negocios de este mundo. Usela plenamente para la obra edificadora del Señor. Su vida y su ser no sólo deben ser transformados sino también trasladados. Ustedes deben dejar de pertenecer a “Dan” y a “Tiro”, y pertenecer totalmente a “Neftalí”. Como ciervas sueltas, debemos confiar en Dios, caminar en la cima de los montes y vivir en resurrección por causa de la vida de iglesia, declarando palabras de vida, gracia, salvación, sabiduría, conocimiento y edificación. Si somos así, seremos constructores de columnas.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA Y SEIS EL CONSTRUCTOR DE LAS COLUMNAS: EL HABIL HIRAM (2) En este mensaje profundizaremos en lo relacionado con el constructor de las columnas: el hábil Hiram (1 R. 7:13-14; 2 Cr. 2:13-14). Conocer la Biblia no es nada fácil. A veces cuando los traductores tienen dificultades con un pasaje determinado, suponen que los manuscritos contienen errores. Pero cuando indagamos las profundidades de la revelación bíblica, debemos adorar a Dios. A menudo lo que a primera vista parece un error en los manuscritos resulta ser una verdad misteriosa escondida en las Escrituras. Tal es el caso en 1 Reyes 7:14. Algunas versiones traducen este versículo así: “[Hiram,] hijo de una viuda de la tribu de Neftalí”. Según esta traducción, y lo que entienden casi todos los traductores, la frase “de la tribu de Neftalí” modifica la palabra “viuda”. Esto significaría que la viuda pertenecía a la tribu de Neftalí. Pero en 2 Crónicas 2:14 se afirma que Hiram era “hijo de una mujer de las hijas de Dan”. ¿Cómo podía una hija de Dan pertenecer al mismo tiempo a la tribu de Neftalí? Algunos traductores, pasando por alto el texto hebreo de 1 Reyes 7:14, hicieron todo lo posible por reconciliar esta contradicción, pero fracasaron. Al estudiar el texto hebreo, hemos descubierto que este versículo debería ser traducido así: “Hijo de una mujer viuda, y de la tribu de Neftalí”. Por consiguiente, Hiram, el hijo, era el que pertenecía a la tribu de Neftalí. Esto soluciona el problema. En este relato acerca de Hiram, el constructor de columnas, vemos tres pueblos: el pueblo de Dan, el pueblo de Tiro y el pueblo de Neftalí. La madre de Hiram pertenecía a Dan, el padre era de Tiro, y él mismo llegó a ser de la tribu de Neftalí. No sabemos cómo un hombre cuya madre pertenecía a Dan y cuyo padre pertenecía a Tiro, pudo llegar a pertenecer a la tribu de Neftalí. Sólo sabemos que la Biblia lo dice.
VI. EL TRASLADO DE HIRAM A LA TRIBU DE NEFTALI FUE ALGO MISTERIOSO La Biblia es profunda, y muchas cosas que revela son misteriosas. No parecía haber ninguna razón para que Hiram fuese de la tribu de Neftalí, pero la Biblia nos dice claramente que él pertenecía a esa tribu. Si consideramos el significado de Dan, de Tiro y de Neftalí, adoraremos a Dios. Dan era un pueblo de la serpiente que mordió el caballo en la carrera de Dios (Gn. 49:17), y Tiro, un centro mercantil, estaba relacionado con Satanás (Ez. 28:12, 16). Es maravilloso ver que un hombre nacido de una mujer del pueblo de la serpiente, y de un varón procedente del pueblo relacionado con Satanás pudo llegar a pertenecer a la tribu de Neftalí. Neftalí es una cierva (Gn. 49:21) útil a Dios. La descripción que se hace de la cierva en el Antiguo Testamento es muy significativa. Según la Biblia, una cierva representa una persona que confía en Dios cuando se encuentra en una situación sin salida. Debido a esta confianza, el Señor la hace andar y hasta brincar sobre las alturas (Hab. 3:17-19). El título del salmo veintidós revela que la cierva también representa a Cristo mismo, quien entró en resurrección por el bien de la iglesia, después de pasar por el sufrimiento de la crucifixión. Hebreos 2:11-12 revela que el Cristo resucitado vive para la iglesia. Por consiguiente, la cierva representa una persona que confía en Dios, que camina sobre la cima de los montes, y que vive por el Cristo resucitado con miras al edificio de Dios. ¿Qué prefiere ser usted, una serpiente, una persona “de Tiro” o una cierva? Yo preferiría obviamente pertenecer a la tribu de Neftalí, que confía en Dios, camina sobre lugares elevados y que vive en el Cristo resucitado con miras al edificio de Dios. Hiram era una persona así. Al leer esto algunas personas, pensarán que es simplemente una interpretación alegórica o una deducción. Hacer deducciones no es erróneo. Si vemos las letras N-I-Ñ-O, podemos deducir, con justa razón, que estas letras forman la palabra NIÑO. Esa deducción no solamente es correcta, sino también necesaria. Para hacer deducciones relacionadas con lo que dice la Biblia, primero debemos conocerla. Muchas personas que no conocen el significado de la tribu de Dan ni del país de Tiro, dirían: “Dan es Dan y Tiro es Tiro. No me interesan todas estas cosas”. Génesis 49:21 declara: “Neftalí, cierva suelta, que pronunciará dichos hermosos”. Quizá usted nunca haya prestado atención a este versículo. Neftalí es una cierva suelta y libre. Esta cierva no está en cautiverio y tampoco está confinada en ningún redil. Está libre para brincar por la cima de los montes. Debemos ser personas así, libres de todo cautiverio y de todo redil humano. Ahora debemos preguntarnos cómo pudo un hombre nacido de madre danita y de padre de Tiro pertenecer a la tribu de Neftalí. Esto es misterioso. Parte de la historia personal de cada cristiano debe quedar en el misterio. Todo cristiano tiene una historia misteriosa. Cuando yo era joven, disfrutaba mucho el fútbol. Podía jugar fútbol todo el día. No obstante, cuando fui a jugar nuevamente después de ser salvo, sucedió algo extraño. Mientras estaba esperando que me pasaran el balón, me di cuenta de que mis piernas no se movían. Cuando me tiraron la pelota, no pude jugar. Anteriormente, era el más rápido en la carrera y en conducir el balón, pero en ese momento no pude moverme; así que tuve que salirme del juego. Los demás quedaron sorprendidos, y algunos preguntaron: “¿Qué te ha pasado?” contesté: “Resulta difícil decirlo”. Esto es algo misterioso. ¿Ha tenido usted experiencias misteriosas como ésta? De no ser así, dudo que usted sea mi hermano o hermana en el Señor. Yo era un nato jugador de fútbol, pero repentinamente me convertí en otra persona. En aproximadamente cincuenta y cinco años, no he vuelto a jugar fútbol. Nuestra vida regenerada contiene un elemento misterioso. Sí, nacimos de una madre “danita” y de un padre “de Tiro”, pero fuimos regenerados para ser otra persona. Aun los más jóvenes entre nosotros pueden testificar que les han sucedido ciertas cosas misteriosas. Parte de su historia humana es misteriosa. Cuanto más tome usted este camino, más misterioso será. Mi esposa tiene
que reconocer que muchas veces no me entiende. A veces algo me irrita, pero a los pocos minutos empiezo a decir: “¡Oh Señor Jesús! ¡Alabado seas Señor, Amén!” Mi esposa usa su capacidad para entender lo que pasa dentro de mí, pero no puede captar lo que me sucede. Puesto que es algo tan misterioso, sólo puedo decir: “¡Alabado sea el Señor, cuán misterioso es esto!” Dan y Tiro son visibles, pero Neftalí es invisible. La gente puede ver que nací de padres físicos, pero no ven cómo me he convertido en una persona tan misteriosa. Los neftalitas espirituales son invisibles y misteriosos. La gente no debería ser capaz de entenderlo plenamente a usted. Si sus compañeros de clase pueden entenderlo plenamente, usted está acabado. No sería un cristiano maravilloso, pues un cristiano maravilloso no debe ser comprendido. Usted debe ser un rompecabezas para sus compañeros de clase o para los que trabajan con usted. También debe ser una persona misteriosa en su vida matrimonial. Aunque su esposa querida sea una buena hermana, usted debe ser misterioso a los ojos de ella. Si usted no es misterioso, no creo que sea un buen hermano. Las hermanas también deberían ser misteriosas para sus maridos. Delante del Señor, puedo dar testimonio de que no entiendo ciertas cosas de mi esposa. Ella soporta mucho más cosas de las que yo pueda concebir, por la vida misteriosa que hay dentro de ella. Nosotros los cristianos tenemos un origen misterioso. Inclusive tenemos al Originador misterioso dentro de nosotros. Para nosotros, el hecho de que Hiram llegara a pertenecer a la tribu de Neftalí es un enigma. Debemos inclinar nuestras cabezas y alabar a Dios por este elemento misterioso escondido en la historia de Hiram. Es maravilloso que su historia no sólo relata que su madre pertenecía a la tribu de la serpiente y que su padre pertenecía a la nación del comercio, un país relacionado con Satanás, sino que también narra que él llegó a pertenecer a la tribu de Neftalí. Por consiguiente, su historia deja oculta una parte de su vida, que fue usada por Dios para Su edificio. Aunque en la Biblia no se menciona la razón de ello, en nuestra experiencia podemos entender que ésta es la parte misteriosa de nuestra vida cristiana. Cuanto más misteriosa sea la porción, mejor, porque esta parte hace que Hiram pertenezca a la tribu de Neftalí y que sea constructor de columnas. Del mismo modo, es esta parte misteriosa la que nos hace útiles para el edificio de Dios. No debemos vivir como quienes nacieron de “Dan” o de “Tiro”. Debemos vivir como los que han sido trasladados a la tribu de Neftalí. ¡Aleluya! Hoy en día no pertenezco ni a “Dan” ni a “Tiro”, sino a la tribu de “Neftalí”.
VII. EL PADRE, PROVENIENTE DE TIRO, LA FUENTE DE LAS ACTIVIDADES SEGLARES, TUVO QUE MORIR PARA QUE EL HIJO, QUE HABIA APRENDIDO ESTAS HABILIDADES DEL PADRE MUNDANO, FUESE LIBRADO DE LOS LAZOS MUNDANOS El padre de Hiram murió. ¡Qué diferencia habría habido si su madre hubiese muerto en lugar de su padre! En ese caso, este relato no habría correspondido a nuestra experiencia, y habría sido imposible usar una alegoría para explicar este pasaje de la Palabra. Alabado sea el Señor porque fue nuestro “padre” quien murió, y no nuestra “madre”. Esto significa que Dios eliminó la fuente de las destrezas seglares. El padre representa la fuente de las habilidades, y la madre representa la existencia humana. Si nuestra “madre” muriese y nuestro “padre” viviese, seríamos “fantasmas” metidos de lleno en el mundo. Debemos seguir existiendo como seres humanos. Pablo dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo” (Gá. 2:20). El viejo hombre, el “padre” viejo, fue crucificado, pero nosotros seguimos existiendo. Este “yo” que sigue existiendo es la “madre” de nuestra existencia humana. Moisés es un buen ejemplo. El fue criado en la familia real de Egipto, donde fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios. A los cuarenta años de edad, se creyó calificado para liberar a su pueblo
de la mano opresora de los egipcios. Sin embargo, fracasó porque todavía tenía a su padre “de Tiro”, es decir, su conexión con Egipto. Esto indicaba que la fuente de sus habilidades no había sido cortada. El Señor intervino para romper esa conexión, y Moisés huyó al desierto. El padre “tiriano” de Moisés y la familia real egipcia murieron, pero Moisés siguió existiendo. La “madre viuda” permanecía. Ella siguió viviendo, pero ya no atada a su marido. Ahora apliquemos eso a nuestra propia experiencia. Podemos obtener un doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Pero después de conseguir el diploma, el Instituto Tecnológico de Massachusetts debe morir. Esto no significa que usted deba morir. Usted debe seguir viviendo, pero su existencia debe enviudar, separarse de la fuente mundana. Usted conserva su capacitación, pero el origen, la fuente, de ésta es eliminado. Su subsistencia es la “madre”, mientras que la fuente de sus habilidades, la cual fue cortada, es su “padre” difunto. Ahora usted posee la habilidad sin la fuente, y su existencia humana ya no está atada a su origen mundano. Muchos hermanos y hermanas jóvenes no tienen una visión equilibrada cuando dicen: “Estamos en el recobro del Señor y esperamos que el Señor vuelva pronto. El podría regresar en dos años. Entonces, ¿por qué nos preocupamos por terminar la secundaria y por prepararnos para entrar en la universidad? Debemos invertir nuestro tiempo en orar-leer y en tener comunión con otros hermanos y hermanas. Puesto que el Señor regresará pronto, ¿por qué hemos de desperdiciar nuestro tiempo leyendo y estudiando?” Si ésta es la actitud de ustedes, el Señor puede demorar Su regreso hasta que ustedes aprendan a estudiar. En realidad, ustedes no deben solamente procurar terminar la secundaria, sino también graduarse en la universidad, y hasta obtener un doctorado. Yo sé lo que hay en el corazón de los jóvenes. Muchas hermanas piensan que es suficiente finalizar la educación media, o cuanto mucho, hacer una carrera media o vocacional. Quizá digan: “Nosotras las hermanas no llegaremos al cargo de anciano. ¿Por qué desperdiciar nuestro tiempo estudiando? ¿No es suficiente aprender a escribir a máquina para ganar seiscientos dólares al mes? Disfrutemos de una vida cristiana fácil y de una feliz vida de iglesia”. Hermanas, abandonen ese concepto. Por mucho amor que ustedes le tengan al Señor, si ustedes se aferran a este concepto, jamás le serán útiles al El. El tiempo que ustedes pasen estudiando no se perderá. Como jóvenes, ustedes deben utilizar su tiempo en sus estudios. El Señor puede regresar dentro de pocos años, pero de todos modos ustedes deben estudiar y recibir la capacitación “de Tiro”. Si ustedes tienen menos de veintitrés años, deben dedicarse a su educación. Deben terminar sus cursos universitarios cuando cumplan veintidós o veintitrés años. Esta no es una regla de la iglesia del recobro del Señor, sino mi enseñanza personal. De ahora en adelante, cuando los hermanos y hermanas jóvenes acudan a mí, les preguntaré en qué grado van en sus estudios. Si un joven de veintidós años dice que todavía no ha terminado la secundaria, no desperdiciaré mi tiempo hablando con él. Esta persona que tiene cuatro años de retraso en la escuela puede no ser muy despierta y podría no entender lo que le comparta acerca de la Biblia. Pero si un hermano me dice que acaba de terminar su primer año en una especialización, estaría contento de conversar con él acerca de las profundidades de la Biblia. Ustedes deben hacer todo lo que esté a su alcance para terminar una especialización; pero después de lograrlo, deben estar preparados para cortar los lazos mundanos. No quemen su diploma (lo necesitarán para los negocios), pero digan dentro de sí: “Mi padre de Tiro ha muerto. El día de mi graduación fue el día de su funeral”. Después de haber laborado durante años para conseguir su diploma, usted debe meter a su padre “de Tiro” en un ataúd y sepultarlo. Jamás se jacte de haberse graduado en la universidad. Después de que Moisés abandonó la familia real de Egipto, jamás volvió a mencionarla; esa familia fue sepultada. A muchos cristianos que han obtenido algún doctorado les gusta anteponer el título de doctor a sus nombres. Hace cincuenta o sesenta años, muchos se complacían en decir que se habían graduado en Oxford o en Cambridge. Algunos se jactan de su educación, pero nosotros después de haber conseguido el diploma, debemos sepultar a Cambridge, a Oxford, y a todas las demás universidades. El padre de nuestras habilidades “de Tiro” debe morir y ser sepultado. Las habilidades son útiles, pero el padre tiene un olor fétido. Al leer eso, usted quizá no entienda de que estoy hablando. Es un misterio, y no es necesario entenderlo. Los mejores cristianos son aquellos que estudian diligentemente, y luego como que
olvidan que consiguieron un diploma. Sus parientes y amigos incrédulos no comprenderán esa actitud. Para ellos, tanta dedicación, tanto tiempo y tanto trabajo invertidos en la obtención de un diploma para luego no darle importancia, es algo misterioso. ¡Alabado sea el Señor porque no nos entienden! Este es otro aspecto de nuestro misterio cristiano. Nosotros los cristianos tenemos muchos aspectos misteriosos. Por ejemplo, sé de algunos cristianos que gastan liberalmente su dinero en beneficio de otros, pero no en el suyo. Sus parientes no entienden por qué aquéllos son tan estrictos consigo mismos y tan generosos con los demás. Nosotros los cristianos debemos tener una historia misteriosa. ¡Cuán misterioso es el hecho de que conseguimos un diploma y luego cortamos lazos con nuestro padre “de Tiro”! Si dicho padre no muere, nos atará al mundo, y nuestra educación llegará a ser el lazo más fuerte. Por haber ministrado tantos años, he aprendido que ninguna persona altamente educada puede entender la Biblia, a menos que haya cortado ese lazo mundano. Enorgullecerse de la educación le impide a uno conocer las Escrituras. No importa cuánta educación tenga uno, debe decir humildemente al Señor que usted es un niño dispuesto a recibir enseñanza, y que todo su ser está totalmente vaciado. Usted debe decir: “Señor, aunque tengo tres doctorados, no sé nada. No estoy lleno de mi educación. Estoy vacío en mi espíritu, en mi mente y en todo mi ser”. Muchos profesionales altamente educados están llenos hasta el borde. Por esta razón, aun después de ser salvos, no reciben nada de la Palabra. Su orgullo se ha posesionado de ellos. Debemos cortar lazos con nuestro padre “de Tiro” y convertirnos en un niño que no sabe nada. Tenemos conocimiento, pero no estamos orgullosos de tenerlo ni estamos saturados de él; por el contrario, deseamos estar vacíos. Si somos así, podremos entender la Biblia. Necesitamos algunos hermanos y hermanas que tengan doctorados. Sería de gran provecho que algunos tuviesen un doctorado en el hebreo y el griego de la Biblia. Sería útil que algunos consiguieran un doctorado en ciencias del espacio y en física nuclear. La iglesia no debería ser pobre ni encontrarse en un nivel inferior. Por el contrario, debería tener la gente del más elevado nivel. Jóvenes, esto debe convertirse en su carga.
VIII. LA MADRE DANITA REPRESENTA LA EXISTENCIA HUMANA Y PERMANECE VIUDA Aunque el padre “de Tiro” debe morir, la madre “danita”, nuestra existencia humana, debe quedar viuda. Jóvenes, si ustedes hacen caso a esto, después de muchos años podrán decir: “Señor te agradezco por el mensaje acerca del padre ‘de Tiro’ y la madre ‘danita’. He conseguido un doctorado, y el padre de este diploma ha muerto, pero la madre ‘danita’ sigue viva. Como hijo de esta viuda, todavía poseo mis habilidades”. Si usted es así, ciertamente será útil en las manos del Señor. Nosotros creemos que el Señor viene pronto, pero debemos contar con una vida larga en la tierra para ser útiles al Señor. Al principio de mi ministerio, hacía continuamente la oración de Salomón, pidiendo sabiduría para entrar y salir en el pueblo de Dios (1 R. 3:7, 9). Puedo testificar que el Señor ha contestado mi oración, pues me ha enseñado a conducirme en la casa de Dios y a entrar y salir entre los santos. Además, con frecuencia he orado pidiendo al Señor que me dé larga vida. No deseo aprender las cosas de Dios y luego morir. Deseo vivir largamente para que todo lo que he aprendido resulte útil. Todos los jóvenes deberían tener esta actitud y decir: “Señor, sé que vuelves pronto. Pero no te quiero ver en resurrección, sino en el arrebatamiento. Yo quiero vivir largamente hasta que Tú vengas, no para mi deleite, sino para ser útil a Tu propósito en la tierra”. Cuando mi madre murió en 1945, yo lloré. Aunque experimenté muchos sufrimientos en los treinta y dos años que siguieron, casi nunca lloré en esos años. No obstante, en 1972 cuando me llegó la noticia del fallecimiento del hermano Nee, lloré. Lloré porque lo conocía íntimamente, había pasado
muchos años con él y había recibido mucha ayuda de él en cuanto al recobro del Señor. Año tras año, él vio cosas nuevas y tuvo experiencias nuevas. Casi todo lo que aprendió, me lo legó. Desde 1952 hasta su partida con el Señor en 1972, él estuvo en la cárcel. Tengo la certeza de que durante esos veinte años, él aprendió muchas cosas, pero no pudo compartir ni una palabra. Esta fue la verdadera razón por la cual lloré. Cuan diferente sería la situación hoy en día si el hermano Nee estuviera entre nosotros. Yo le doy gracias al Señor por aquellos que llevan el arca conmigo, pero sigo teniendo un profundo sentir de soledad. Si el hermano Nee y los demás colaboradores mayores estuvieran vivos, yo no tendría este sentimiento. Cuando yo estaba con ellos en la China continental, había algunas personas más experimentadas con las cuales yo podía tener comunión. Podía contarles asuntos, y siempre me brindaban la ayuda que yo necesitaba. Pero cuando cuento algunos asuntos a los hermanos hoy en día, me siento solo. Espero que en los años venideros todos ustedes tengan muchos compañeros que estén a su nivel. El hecho de que el padre “de Tiro” debe morir y que nuestra madre debe seguir viviendo, significa que nosotros debemos pedir al Señor que nos conceda una larga vida. Debemos decir: “Señor, no quiero morir pronto. Quiero vivir hasta los ochenta o noventa años. Si no vienes para entonces, estaré dispuesto a morir. Pero prefiero vivir hasta que vengas”. Todos nosotros, y particularmente los jóvenes, debemos orar así. El Señor ha sido misericordioso al contestar mi petición de que me diera larga vida. Pero no crean que nunca he estado enfermo. Tuve una úlcera gástrica, y también una tuberculosis pulmonar grave de la cual me tomó dos años y medio recuperarme. Debemos pararnos firmes en contra de toda debilidad para que nuestra existencia humana permanezca. Díganle al Señor que no desean tener un cuerpo débil y enfermo. No piensen que una persona espiritual debe ser físicamente débil. No se aferre al concepto según el cual sólo podemos aprender a confiar en el Señor al estar físicamente débiles. Este concepto es demasiado espiritual. Si usted es demasiado espiritual, no es espiritual en realidad. Por el contrario, ustedes deben decir: “Señor, no estoy de acuerdo con tener un cuerpo enfermo. Concédeme un buen apetito, una digestión adecuada y mejor sueño. Señor, prométeme, como has prometido a otros, que mi fuerza será como mis días. Cada día debe estar lleno de fortaleza. No quiero pasar ni un sólo día acostado en la cama. Rehuso esta clase de existencia. Deseo ser fuerte y sano para ser útil a Tu propósito. Además de esta oración, ustedes también deben aprender a cuidar correctamente de su cuerpo. No sean insensatos en su manera de comer. El Señor me ha dado una buena esposa que controla mi manera de comer. Si no fuese por ella, yo habría aprovechado todas las oportunidades para comer postre. Pero estoy sano ahora porque ella se encarga de mi dieta. Todos los días como alimentos sanos. No se suicide gradualmente comiendo de manera imprudente durante años; más bien, aprenda a mantenerse sano. Cuide su cuerpo para que su madre “danita” viuda siga viviendo. En este aspecto nuestra meta no es nuestra salud, sino ser útiles al Señor. A pesar de la oposición, los rumores y las críticas, el Señor está abriendo puertas por todo el país. El nos ha abierto una puerta que nadie puede cerrar. Pero carecemos de columnas. Hace poco oí algunos testimonios de lo que el Señor está haciendo en varios lugares. No obstante, no tenemos las columnas para ir al paso del mover del Señor. Las puertas se abren también en Europa, pero no tenemos suficientes columnas. Debemos reconocer que carecemos de columnas. Esta carencia se debe a la condición en que estábamos. Pero desde ahora, debemos desechar nuestro pasado y seguir adelante. Los jóvenes deben levantarse y decir a todo el universo que la situación pasada ha terminado. Jóvenes, háblenle al Señor y díganle: “Nosotros los jóvenes no tenemos ninguna historia. Todos nos levantaremos. Señor, ten misericordia de nosotros y haz todo lo necesario para que en los años venideros hagas columnas de todos nosotros”. Esta es mi carga. Anhelo ver que dentro de algunos años muchos jóvenes estén listos para ser enviados. Si tuviésemos dos columnas firmes para ir a uno de los nuevos lugares, dentro de algunos meses se abrirían otras tres localidades. Las puertas abiertas siempre se multiplican así. Vamos a un lugar, y nuestra ida allí abre otros lugares. Todo depende de las columnas.
Entre nosotros, casi todos los hermanos de edad avanzada han desperdiciado muchos años. Los años que pasamos inactivos en el cristianismo fueron un desperdicio. Transcurrieron muchos años, pero todo siguió igual. Nuestros jóvenes no deben ser así. Incluso un solo mes debe marcar una diferencia. No obstante, los hermanos y hermanas mayores no deben desanimarse. No es tarde para seguir adelante. Se necesita personas que puedan pastorear a otros. Todos debemos esforzarnos por ser útiles. Estoy seguro de que la manera en que estamos obrando es absolutamente correcta. No piense en la posibilidad de otro camino. Sumérjase en esta corriente y permanezca en ella. Use esta oportunidad para aprender, ser entrenado, calibrado, saturado del Señor y ser útil a El. Todos debemos aprender este camino y nunca volver al sendero antiguo. Aborrezco el método viejo. Según éste, muchos van a las reuniones aferrados a sus opiniones y pensando que tienen mucha experiencia. Cuando los hermanos ministran la palabra, aquéllos “disciernen” el mensaje (en realidad lo critican), procurando determinar si los hermanos se basan en la Biblia. Discernir a los hermanos no es responsabilidad de ustedes. Dejen que el Señor se encargue de ese asunto. Más bien aprendan sus propias lecciones y reciban toda la disciplina necesaria para ser útiles. Todos debemos mantener esta actitud. No piense que usted es demasiado viejo para ser útil. Todos los que desean ser útiles pueden llegar a serlo. Esta no es una doctrina, sino mi comunión práctica con todos ustedes, especialmente con los jóvenes. Jóvenes, espero que todo su ser quede abierto para que tomen una decisión clara y digan: “Señor, ha llegado la hora. De aquí en adelante, haré lo posible por aprender todo lo que necesito. Señor, te pido que me ayudes en este asunto. Después de graduarme, mi padre ‘de Tiro’ debe morir, pero mi madre ‘danita’ debe seguir existiendo. Señor, concédeme esta clase de vida para poder serte útil”.
IX. LA CAPACITACION SEGLAR ES UTIL PARA EL EDIFICIO DE DIOS SOLO EN RESURRECCION DESPUES DE QUE EL PADRE MUNDANO HA MUERTO Y EL HIJO EDUCADO HA SIDO TRASLADADO A LA TRIBU DE NEFTALI Las habilidades seglares que hemos ganado serán útiles para el edificio de Dios solamente en resurrección, es decir, después de que el padre mundano haya muerto y de que hayamos sido trasladados a la tribu de Neftalí. Después de la muerte de su padre “de Tiro” y de que su madre “danita” haya quedado viuda, usted no debe seguir siendo una persona natural. Todo lo natural es un desperdicio. En lugar de ser natural, debemos esforzarnos por estar en resurrección en todos los aspectos de nuestra vida. Este es un asunto importante. Cuanto más se ejercite en permanecer en la resurrección, más útil será. Usted debe estar en resurrección aun en su relación con su esposa. Todas las habilidades que adquirimos deben estar en resurrección. Anteriormente escribía con frecuencia una carta dos o tres veces, debido a que después de escribirla la primera vez consideraba que algunas frases eran demasiado naturales y no estaban en resurrección. Así que, rompía la carta y volvía a empezar. Después de hacer el esfuerzo de escribir una carta, esperaba un día antes de mandarla por correo. Mi propósito con eso era determinar si realmente esa carta estaba en resurrección. Todos debemos aprender a obrar en resurrección y a vivir en resurrección. Este es un asunto fundamental.
X. EL NEFTALITA TRASLADADO DEBE SER SACADO DE TIRO Y LLEGAR AL REY SALOMON EN JERUSALEN, DONDE SE ENCUENTRA EL EDIFICIO DE DIOS Hiram fue sacado de Tiro y llevado al rey Salomón en Jerusalén. Esto significa que el Neftalita trasladado debe ser sacado de Tiro y llevado al rey Salomón en Jerusalén, donde se encuentra el edificio de Dios (1 R. 7:13-14). El rey Salomón tipificaba a Cristo, y Jerusalén, el lugar donde se encuentra el edificio de Dios, representa la iglesia. El Salomón de hoy y el edificio actual de Dios están en la iglesia. En realidad, la iglesia de hoy es Jerusalén. Aunque su padre “de Tiro” ha muerto, su madre “danita” viuda sigue existiendo y usted está en resurrección, aún así usted debe venir a la iglesia porque éste es el lugar donde se encuentra el edificio de Dios. Dios no construirá Su templo en Tiro. Por muy útil que usted sea, si se queda en Tiro, no servirá para el edificio de Dios. Si usted permanece en Tiro, aunque sea apto, su posición, su base, estará equivocada. El Señor debe sacarlo de Tiro y llevarlo a Jerusalén. Si su padre “de Tiro” muere, su madre “danita” sigue viviendo como viuda y usted está en resurrección y llega a Jerusalén, entonces será útil para el edificio de Dios.
XI. LOS CASOS DE MOISES CON JOSUE Y DE PABLO CON TIMOTEO Usted probablemente conoce los casos de Moisés con Josué (Nm. 27:15-23) y de Pablo con Timoteo (1 Ti. 1:1-3; 2 Ti. 1:1-2, 6-8; 2:1-3). Moisés y Pablo se convirtieron primeramente en columnas y luego en constructores de columnas. Moisés edificó a Josué, y Pablo edificó a Timoteo. En realidad, Moisés no introdujo a los hijos de Israel en el reposo; fue Josué quien lo hizo, y era una columna que Moisés había construido. Del mismo modo, Pablo edificó a Timoteo, y éste se convirtió en una columna erigida para llevar el testimonio de la iglesia. Tanto en el caso de Moisés como en el de Pablo vemos que sus padres “de Tiro” murieron. En Filipenses 3, Pablo, hablando de sus antecedentes religiosos, dijo: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo”. Pablo había aprendido mucho a los pies de Gamaliel (Hch. 22:3), pero Gamaliel, la fuente de la sabiduría de Pablo, debía ser eliminado. No obstante, la existencia humana de Pablo permanecía. Además, tanto Moisés como Pablo estaban en resurrección. También fueron sacados de “Tiro” y llevados al lugar donde se encontraba el edificio de Dios. En el caso de Moisés, el edificio era el tabernáculo, y en el de Pablo, era la iglesia. La historia relata que Moisés y Pablo fueron extremadamente útiles en las manos de Dios. No sólo fueron columnas, sino también constructores de columnas. Esto es lo que necesita la iglesia hoy en día. Si deseamos satisfacer esta necesidad, todos debemos orar al Señor así: “Señor, por el bien de Tu edificio, haz de mí una columna y un constructor de columnas”.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA Y SIETE TRANSFORMADO (8) Ya vimos que Jacob erigió una columna dos veces en Bet-el (28:18, 22; 35:14). El no sólo levantó una columna, sino que la llamó “la casa de Dios”. Hemos reiterado varias veces que casi todo lo que menciona el libro de Génesis es una semilla de una verdad que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia. Conocer este principio es fundamental para comprender el libro de Génesis. Si queremos entender dicho libro, debemos seguir el desarrollo de los elementos que contiene, en los siguientes libros de la Biblia hasta que llegan a su consumación en el libro de Apocalipsis. En los mensajes anteriores, examinamos el desarrollo de la columna en 1 Reyes, 2 Crónicas y Jeremías. Ahora veremos su desarrollo en el Nuevo Testamento, donde encontramos descripciones explícitas acerca de los tres aspectos de las columnas: los apóstoles como columnas de la iglesia, la iglesia en conjunto como columna, y los vencedores como columnas de la Nueva Jerusalén.
(c) En relación con la edificación de la iglesia aa. Los apóstoles son las columnas de la iglesia Gálatas 2:9 afirma que Jacobo, Cefas y Juan eran considerados columnas. Aquí Pedro es llamado Cefas. Sabemos que Cefas era Pedro y que Pedro era Cefas. Al usar el nombre Cefas en este versículo, la Biblia nos recuerda el cambio de nombre de Pedro. Cuando Pedro vino al Señor por primera vez, éste le cambió el nombre, de Simón por Cefas, que significa piedra (Jn. 1:42). Indudablemente, este cambio de nombre indicaba que la intención del Señor era transformarle en una piedra para el edificio de Dios. Estamos acostumbrados a leer a Pedro y a Juan, pero en Gálatas 2:9 Pablo habla a propósito de Cefas y de Juan para mostrarnos que si deseamos ser columnas, debemos ser transformados. El Simón natural debe ser transformado en Cefas, una piedra. Examinemos ahora la manera en que un hombre natural puede convertirse en columna de la iglesia. Esto puede realizarse solamente por la transformación. Según el Nuevo Testamento, la transformación depende de la regeneración. Por la regeneración, se pone una nueva vida dentro de nosotros. Esta vida nos transformará. Por nuestro nacimiento natural, heredamos una vida natural, vieja y pecaminosa. Esta vida es totalmente inútil para hacernos columnas. Pero gracias a Dios, la regeneración nos imparte una vida distinta a nuestra vida natural. Esta nueva vida es la vida divina, la vida misma de Dios. En el evangelio de Juan, esta vida es llamada la vida eterna (Jn. 3:16). La vida eterna sembrada dentro de nosotros en el momento de nuestra regeneración es la semilla de la transformación. ¡Aleluya, todos los regenerados han recibido la vida divina! Todos tenemos esta simiente de transformación. Si bien es cierto que muchos cristianos prestan mucha atención a la regeneración, son pocos los que se fijan en la transformación. Pocos cristianos han oído alguna vez un mensaje acerca de la transformación, y es posible que algunos entre nosotros jamás hayan orado por su propia transformación. Les exhorto a orar por su transformación. Anteriormente, necesitábamos ser regenerados; ahora necesitamos ser transformados. El ser humano consta de tres partes: el espíritu, el alma y el cuerpo (1 Ts. 5:23). Cuando creímos en
el Señor Jesús, invocamos Su nombre, aplicamos Su sangre y lo recibimos como nuestro redentor y nuestra vida, el Espíritu divino, como Espíritu de vida, entró en nuestro espíritu. Como resultado fuimos regenerados y recibimos la vida divina, la cual fue sembrada en lo profundo de nuestro ser como la semilla de la transformación. Ahora bien, ¿qué diremos de nuestra alma, la cual se compone de la mente, la voluntad y la parte afectiva? Tenemos la vida divina en nuestro espíritu; aún así, nuestra mente debe ser transformada. Romanos 12:2 lo comprueba: “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. La transformación se produce mediante la renovación de nuestra mente, nuestra parte afectiva y nuestra voluntad. Estas partes internas fundamentales de nuestro ser necesitan ser transformadas. Este proceso hará de nosotros piedras para el edificio de Dios. Mediante la regeneración y la transformación nos convertimos en piedras útiles para el edificio de Dios. Hoy en día, el edificio de Dios es la iglesia, Su casa, Su templo. En 1 Pedro 2:4 y 5 se revela que Cristo es la piedra viva, y cuando los regenerados llegamos a El, también nos convertimos en piedras vivas que constituyen una casa espiritual, la cual es la iglesia, el templo de Dios. Hoy en día, el edificio de Dios es la iglesia, pero en el futuro, será la Nueva Jerusalén. Si leemos Apocalipsis 21 detenidamente, veremos que la Nueva Jerusalén será el agrandamiento del templo de Dios. Ahora el templo de Dios es una casa; pero en la eternidad dicho templo será una ciudad, la cual por supuesto es mucho más grande que una casa. La Nueva Jerusalén será construida con piedras preciosas (Ap. 21:18-20); en ella no habrá ni polvo, ni barro, ni madera. Nuestro destino es llegar a ser piedras preciosas con las cuales se edifica la Nueva Jerusalén. Ahora llegamos a un asunto crucial: ¿cómo puede el barro ser transformado en piedra? Nosotros fuimos hechos de barro (2:7; Ro. 9:21, 23), pero el Nuevo Testamento revela que somos piedras. Parece que hubiera en ello una contradicción. Desde la perspectiva natural, somos barro, pero desde la perspectiva espiritual y de transformación, somos piedras. Ahora bien, ¿cómo puede producirse la transformación del barro en piedra? La transformación consiste en que Cristo se añade a nuestro ser. Ser transformado no es solamente la impartición de Cristo en nuestro espíritu, sino Su extensión de nuestro espíritu a todos los rincones de nuestro ser. Son muy pocos los cristianos que han visto eso. Hace poco me hablaron de un grupo de cristianos que afirma que Cristo solamente está en el tercer cielo y no en nosotros. La Biblia revela, y nosotros así lo predicamos, que Cristo ahora está en el tercer cielo a la diestra de Dios. Con todo, El también está en nosotros. Ambos aspectos se mencionan en Romanos 8. Romanos 8:34 afirma que Cristo está a la diestra de Dios, y Romanos 8:10 declara que Cristo está en nosotros. Por consiguiente, Cristo está en los cielos y también en nosotros. No obstante, esos cristianos preguntan: “¿No resucitó Cristo con un cuerpo de carne y hueso? Puesto que Cristo resucitó con un cuerpo de carne y hueso, ¿cómo podría entrar en nosotros?” Según la Biblia, creemos firmemente que Cristo resucitó físicamente con un cuerpo de carne y hueso (Lc. 24:39). Pero note que el día de resurrección, el Cristo que resucitó con un cuerpo de carne y hueso entró en un cuarto cerrado (Jn. 20:19-20). ¿Cómo pudo El entrar en ese cuarto? Indudablemente no se apareció como un fantasma (Lc. 24:37, 39). Debemos confesar reverentemente que no podemos explicarlo. Dice en Colosenses 1:27: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Cristo resucitó con un cuerpo de carne y hueso, pero en la resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Como tal, El está en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Además, Cristo crece y aumenta en nosotros. Cuanto más se nos añade Cristo, más somos transformados de barro en piedra. Dudo que las personas que se rehusan a reconocer que Cristo está en ellas puedan ser transformadas. Sin lugar a dudas, no podrían dar un mensaje sobre la transformación. Pero a nosotros no nos interesan simplemente los mensajes; nos interesa la transformación. Debemos ser transformados, y la transformación es posible solamente al impartirse Cristo en nosotros diariamente. Cada mañana debemos obtener más de Cristo. Necesitamos que Cristo sea añadido continuamente a nuestro ser. Considere el caso de Pedro, un pescador galileo. Pedro era tosco, inculto y temperamental. El era rápido para hablar, para actuar y para cometer errores. Pedro también tenía la cualidad de ser rápido
para arrepentirse, para devolverse. El Pedro de los evangelios fue transformado en otra persona, llamada Cefas en las epístolas. Podemos tomar como ejemplo la respuesta lenta de Pedro a la visión que recibió en Hechos 10:9-16. Existe una marcada diferencia entre el Pedro lento de Hechos 10 y el Pedro rápido de los evangelios. Además, las dos epístolas de Pedro revelan que él se había convertido en una persona prudente. Así vemos que su disposición había cambiado y que su ser había sido transformado. El se había convertido en una nueva persona. Lo que dijo acerca de Pablo (2 P. 3:15-16) demuestra que había sido transformado y era otro. Recuerden el día en que Pablo reprendió a Pedro cara a cara (Gá. 2:11). Si unimos Gálatas 2 con 2 Pedro 3, vemos que el Pedro que fue reprendido por Pablo elogió a éste y recomendó sus escritos. En la mayoría de los casos de hoy, si un hermano reprende a otro, el que recibe la reprensión no olvida que dicho hermano lo regañó. Como esto es lo que sucede normalmente, un hermano reprende a otro en muy pocas ocasiones. En el cristianismo actual, raras veces oímos de reprensiones; por el contrario, oímos conversaciones diplomáticas. Algunos pueden alabar a otros cara a cara, pero los critican a sus espaldas. Esta es la diplomacia que se practica en el cristianismo actual. La mayoría de los cristianos son diplomáticos. Pablo no era diplomático; él reprendía de manera franca y directa. Inclusive reprendió a Pedro cara a cara. En nuestro concepto, Pedro debió haber dicho: “¿Quién te crees tú? Cuando yo era el apóstol que tenía el liderazgo, tú todavía eras un jovencito que perseguía a la iglesia. Eres un recién llegado, y ni estás capacitado ni tienes la posición para reprenderme”. Sin embargo, Pedro no reaccionó así. En 2 Pedro 3, él reconoció que era inferior a Pablo en los escritos acerca de la economía de Dios. Reconoció que algunas cosas que Pablo dijo eran profundas y difíciles de entender. Esta actitud indica que Pedro ya no era natural, y que había sido transformado en otra persona. Espero que en algunos años, muchos de ustedes hayan sido transformados, al punto de ser honestos, francos y directos al reprender a los demás, y que aquellos que sean reprendidos hayan sido transformados al grado de recibir la reprimenda. Al leer el Nuevo Testamento, vemos claramente que Pedro fue transformado en Cefas, una de las columnas de la iglesia. Pedro, quien era una piedra viva, dijo que nosotros también somos piedras vivas. Esto significa que para ser columnas, debemos ser transformados al añadirse Cristo a nosotros.
bb. La iglesia es la columna de la verdad En el Nuevo Testamento también vemos que la iglesia entera es la columna. En 1 Timoteo 3:15 leemos: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”. Resulta difícil entender la palabra verdad en este versículo. Algunos dicen que la verdad equivale a la doctrina. Esto es cierto, pero no es exacto. En griego, la palabra verdad denota algo real y sólido. Por consiguiente, verdad significa realidad. Sin embargo, la verdad no es simplemente una realidad tangible, sino también la expresión de esa realidad. La verdad no es una doctrina vana, sino la expresión de la realidad, la doctrina constituida y comunicada por la realidad. La iglesia es la columna que tiene la verdad, es decir, que expresa la realidad.
La realidad que la iglesia expresa se revela en 1 Timoteo 3:16: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado entre las naciones, creído en el mundo, llevado arriba en gloria”. La verdad expresada en el versículo 15, o sea, la expresión de la realidad, es el misterio de la piedad que describe el versículo 16. El misterio de la piedad es Dios manifestado en la carne. Cuando Cristo estaba en la tierra, era Dios manifestado en la carne. Exteriormente, era un hombre de la carne; interiormente, en realidad era Dios. Dios en Su realidad se manifestó en el hombre Jesús. Dios era la realidad, y Jesús como hombre de la carne era la manifestación de Dios. Esta es la verdad misma, la cual se menciona en el versículo 15, y éste es el misterio de la piedad. La piedad indica semejanza a Dios. El misterio de la piedad es el misterio de la semejanza de Dios. Cuando Jesús vivía en la tierra como hombre, en la carne, la gente que lo observaba veía en El la semejanza de Dios. El era un hombre, pero expresaba a Dios. Esta semejanza a Dios era un misterio. El misterio de la piedad debe seguir en la iglesia ahora. La iglesia es la continuación del misterio de la piedad. En el mensaje ochenta y seis vimos que una parte del cristiano es misteriosa. En principio, toda la iglesia debe ser un misterio. Si algunos incrédulos entran en nuestras reuniones y contemplan la situación, no podrán entenderla. Nosotros nos consideramos gente común y sencilla, pero los incrédulos dicen: “¿Qué es eso? ¿Qué es lo que los atrae a estas reuniones? No hay ni entretenimiento ni un conferencista extraordinario. ¿Quiénes son estas personas? No parecen ser ni modernos ni anticuados. No podemos decir qué clase de personas sean”. La razón es sencilla: somos misteriosos. No se imagine que me refiero a nuestra apariencia exterior. Me refiero a algo de Dios manifestado en nosotros. Puesto que eso es real pero invisible, resulta difícil definirlo. Si la iglesia es simplemente pura, limpia, amable, humilde y santa, hemos errado al blanco. La iglesia debe ser la continuación de la manifestación de Dios en la carne. Para algunos de nuestros críticos, la continuación de la manifestación de Dios en la iglesia es una forma de evolución hasta llegar a ser Dios. Tal acusación es una calumnia y constituye una blasfemia para el Señor. La vida apropiada de iglesia es una continuación de la manifestación de Dios en la carne. Esta manifestación es la verdad sostenida por la iglesia como columna. Si como iglesia sostenemos este testimonio, podemos decir que somos la continuación del misterio de la piedad. No deseamos expresar nuestra propia santidad, ni nada que provenga de nosotros mismos. Sólo queremos expresar a nuestro Dios y verlo manifestado en nuestra carne. Reconocemos que seguimos en la carne, pero el Dios que vive en nuestro espíritu, será manifestado y expresado en nuestra carne. Dicha manifestación no debe ser sólo individual, sino también corporativa. La vida apropiada de iglesia es la manifestación corporativa de Dios en la carne. La única manera en que la iglesia puede ser la expresión corporativa de Dios en la carne es la transformación. Todos los santos que están en la iglesia deben ser transformados. En ocasiones, nos referimos a los hermanos de edad avanzada o a los hermanos jóvenes. Pero en la iglesia no debemos pensar en que hay viejos ni jóvenes, pues todos estamos en el proceso de transformación. Aunque tal vez no estemos plenamente transformados todavía, por lo menos estamos en el proceso de serlo. Olvídese de su edad y concéntrese en el hecho de que usted está en el proceso de transformación. Si sigo considerándome chino, estoy acabado. En la iglesia no hay viejo ni joven, chino ni estadounidense, judío ni griego (Col. 3:11). En la iglesia, somos transformados al añadirse Cristo a nosotros. No debemos ser un hermano viejo ni un hermano joven, sino un hermano en quien Cristo se va añadiendo cada día. Los hermanos de más edad quizá deban recordarles a los jóvenes que no deben llamarlos hermanos de edad, y los jóvenes también deben pedir a los mayores que no se refieran a ellos como los jóvenes. Además, no debemos referirnos a ciertos hermanos como “yanquis” y a otros como sureños. No hay ni “yanquis” ni sureños en la iglesia; sólo hay hermanos transformados. Ya no hay ni negro, ni blanco, ni amarillo, ni rojo, ni judío, ni griego; solamente tenemos personas transformadas, en las cuales Cristo se va añadiendo cada día y son la expresión de Dios en Cristo. Esta es la iglesia como la columna que sostiene el misterio de la piedad. Después de oír los mensajes sobre Hiram, el constructor de las columnas, muchos jóvenes han sido
motivados a ampliar su educación. Esto es excelente. Si usted desea ser un constructor de columnas que esté bien capacitado, debe adquirir una buena educación y luego poner fin a la fuente de esa educación. Sin embargo, si usted obtiene el diploma más elevado pero carece de Cristo, todavía no es nadie. El elemento básico que puede constituirle a usted en columna no es un diploma universitario, sino Cristo añadido a usted. Por muchos diplomas que usted tenga, si carece de Cristo, no puede ser columna. El elemento fundamental para ser una columna no es ni su educación ni su capacidad, sino su Cristo, el Cristo que es añadido a su ser. Este es el factor esencial en nuestra constitución como columna. Una columna debe ser la constitución de la manifestación de Dios en la carne.
(d) Llegan a su consumación en la Nueva Jerusalén Ahora pasemos a las columnas de la Nueva Jerusalén. Apocalipsis 3:12 afirma: “Al que venza, Yo le haré columna en el templo de Mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de Mi Dios, y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de Mi Dios, y Mi nombre nuevo”. En este versículo, vemos la consumación de la columna en la Nueva Jerusalén.
aa. El vencedor que obedece la palabra del Señor y no niega Su nombre es hecho columna en el templo engrandecido de Dios Según Apocalipsis 3:12, todos podemos llegar a ser columnas en la Nueva Jerusalén. En Apocalipsis 3:8 el Señor dice: “Tienes poco poder y has guardado Mi palabra, y no has negado Mi nombre”. Luego en Apocalipsis 3:11 dice: “Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”. Primero el Señor dice a la iglesia en Filadelfia que ellos tienen poco poder, que han guardado Su palabra, y que no han negado Su nombre. Luego les pide que retengan lo que tienen. Deben guardar la palabra del Señor, y no negar el nombre del Señor. Si hacemos eso, seremos vencedores, y el Señor escribirá sobre nosotros el nombre de Su Dios, el nombre de la Nueva Jerusalén y Su nuevo nombre. Examinemos ahora lo que significa guardar la palabra del Señor y no negar Su nombre. Estos asuntos son profundos y difíciles de explicar. Una comprensión superficial del hecho de guardar la palabra de Dios es la siguiente: si el Señor dice algo, nosotros debemos guardarlo; El nos dice que hagamos algo, y nosotros lo hacemos. Esto está correcto pero es superficial. Si queremos guardar la palabra del Señor, debemos hacer dos cosas: por un lado, debemos recibir todo lo que El es, y por otro lado, debemos poner fin a todos nuestros conceptos y opiniones. El asunto no se reduce a que el Señor nos pida que nos amemos unos a otros y nos lavemos mutuamente los pies, y que amemos a los demás y les lavemos los pies. Esta comprensión es demasiado superficial. Lo dicho por el Señor representa al Señor mismo. Si deseamos recibir la palabra como expresión del Señor mismo, debemos abandonar nuestras opiniones y conceptos. Las opiniones de uno le impiden guardar la palabra de Dios. Probablemente, usted pocas veces ha guardado la palabra del Señor porque sus opiniones se lo han impedido. En este mensaje, hemos hablado de la transformación. Como lo indica Romanos 12:2, la transformación principalmente obra en la mente. Somos transformados por la renovación de la mente, la cual es la fuente de nuestros conceptos y opiniones. Ser transformados equivale a poner fin a nuestros conceptos y opiniones. Ninguno de nosotros puede decir que no tiene opiniones ni conceptos. Algunos dirán: “¿Acaso debemos ser tablas de madera sin ningún sentimiento, conocimiento ni juicio?” Por supuesto que no. Debemos estar llenos de vida. No obstante, cuanto más vivientes somos, más nos llenamos de
opiniones y conceptos. Cuanto más he orado acerca de algún asunto y he considerado mi experiencia, más he visto que guardar la palabra del Señor en realidad significa ser transformados. La manera de ser transformados consiste en recibir la palabra del Señor y en guardarla. La mayoría de nosotros no guardamos la palabra del Señor porque nos lo impiden nuestras opiniones y conceptos. Todo el mundo defiende sus opiniones. Los que ministran la palabra, a menudo oran para que el Señor quite las opiniones de los que oyen la palabra y elimine los velos de sus conceptos. Pueden proclamar claramente un mensaje, pero los conceptos y opiniones de ellos mismos pueden estorbar la palabra e impedirles guardarla. Si deseamos guardar la palabra del Señor, primero debemos abandonar nuestras opiniones y luego dejar que el Señor Jesús sea añadido a nuestro ser. Consideremos ahora lo que significa no negar al nombre del Señor. Un nombre siempre denota una persona. Cuando pronuncio el nombre de un hermano, éste viene. Por consiguiente, no negar el nombre del Señor significa no negar la persona del Señor. Todos los nombres o denominaciones, como por ejemplo bautistas, metodistas, luteranos y presbiterianos, deben ser rechazados. Un nombre tiene mucho significado. Quizá usted no se dé cuenta, pero si usted adopta una designación o denominación, en realidad rechaza el nombre de Cristo y, por ende, desecha la persona de Cristo. Quizá usted no quiera hacer eso, pero ése es el hecho. Si usted no tiene la intención de negar el nombre del Señor, entonces no debe tener ninguna designación o denominación. Anteriormente, algunos misioneros y pastores me consultaron acerca de este asunto. Todos ellos me dijeron que no se preocupaban por los nombres o denominaciones. Les dije que por esa razón debían rechazarlos. Poner otro nombre por encima del nombre del Señor es algo grave. Aparentemente, para muchos no es suficiente ser simplemente cristianos. Adoptan otros nombres y dicen: “Soy luterano”, “soy presbiteriano”, o “soy bautista”. Hacer eso equivale a negar el nombre del Señor. Hace ciento cincuenta años, los Hermanos vieron la luz acerca de este asunto y rechazaron todos los demás nombres y declararon que se aferrarían a un solo nombre: el nombre del Señor Jesucristo. Este es el nombre único. No obstante, no es simplemente un nombre de letras, sino el nombre de una persona. Si no negamos el nombre del Señor, entonces tenemos Su persona como nuestra persona, y Su persona se convierte en nuestra designación. Cuando usted va a trabajar, quizá en una empresa grande donde hay centenares de empleados, usted no tiene necesidad de ponerse la etiqueta de cristiano. Sólo necesita expresar a la persona de Cristo. No expresar a la persona de Cristo significa en realidad negar Su nombre. Debemos vivir de esta manera para que Cristo sea expresado a través de nosotros. Si expresamos a Cristo, éste se convertirá, para los demás, en nuestra designación. Los demás dirán que somos cristianos. La persona que expresamos viene a ser nuestro nombre, nuestra designación. La gente no dirá que usted es chino ni estadounidense. La única designación que le darán es la de cristiano. Hace como cuarenta años, un hermano trabajaba en una empresa grande. Sus colegas lo llamaban “Jesús”. Cuando lo veían, decían: “Ahí va Jesús”, en un tono aparentemente despreciativo. Cuando Japón invadió a China, muchos empleados de esta empresa planeaban escapar. Tenían dinero y objetos de valor que tendrían que dejar atrás, y buscaban una persona de confianza a cuyo cargo dejar sus posesiones. Después de considerar muchas posibilidades, finalmente decidieron confiar su dinero y sus pertenencias al hermano, al que llamaban “Jesús”. Esto muestra que confiaban en Jesús. Por supuesto, el hermano jamás dijo que su nombre era Jesús. El simplemente expresaba la persona de Cristo en su vida, y ésta fue su designación. Este es el verdadero significado de no negar el nombre del Señor. La iglesia que estaba en Filadelfia vivía por el Señor, y la vida de El fue expresada por esa iglesia. Por consiguiente, Su persona llegó a ser el nombre de aquellos santos. Guardar la palabra del Señor y no negar el nombre del Señor significa rechazar nuestras opiniones y conceptos, acoger la palabra del Señor y ganar cada vez más de El. Si hacemos eso, expresaremos la persona del Señor. El nombre de esta persona es Jesús. Guardar la palabra del Señor no es solamente un asunto doctrinal, y confesar Su nombre no es simplemente hacer algunas
declaraciones. Guardar la palabra del Señor significa recibirlo a El en nuestro ser; abandonar nuestros conceptos y opiniones para que El tenga una base en nosotros; y no negar el nombre de Cristo consiste en expresar Su persona para que El se convierta en nuestra designación. Esto indica transformación.
bb. Llevan el nombre del Dios de Cristo, el nombre de la ciudad del Dios de Cristo, y el nuevo nombre de Cristo En Apocalipsis 3:12 el Señor dijo: “Escribiré sobre él [el que venza] el nombre de Mi Dios, y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de Mi Dios, y Mi nombre nuevo”. En Apocalipsis Cristo llamó a Dios: “Mi Dios” porque en este libro El está en la posición de enviado, aquel que Dios envió a fin de cumplir Su economía. El Señor también se aferró a esta posición en los cuatro evangelios, permaneciendo siempre en la posición de enviado de Dios. El fue enviado por Dios y “de con” Dios para cumplir el propósito de Dios. El nunca actuó basándose en Su propia voluntad, sino siempre conforme a la voluntad de Dios (Jn. 6:38). Inclusive cuando estaba en la cruz, El dijo: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46). Nosotros también debemos mantenernos en esta posición hoy, y decir: “Soy un enviado. El Señor me envió a cumplir Su propósito. No tengo ninguna otra posición, opinión o concepto. Debo cumplir Su voluntad, y no la mía”. Decir: “Mi Dios” indica que no actuamos por cuenta propia; denota que cumplimos la voluntad de Dios. No estamos laborando para terminar nuestra carrera, sino para cumplir Su propósito. Tener el nombre “Mi Dios” escrito sobre uno lo define a uno como esta clase de persona. Usted, igual que Jesús cuando vivía en la tierra, no hace su voluntad, sino que cumple la voluntad de Dios. No actúa por su propia cuenta, sino que anda constantemente en la voluntad de Dios. Esto es lo que significa el nombre “Mi Dios”. El Señor también prometió escribir el nombre de la Nueva Jerusalén, la ciudad de Su Dios, sobre el que venza. Esto es profundo. Significa que la Nueva Jerusalén es un edificio que no concuerda con la voluntad del hombre, sino con la de Dios. Todos los que constituyen esta ciudad, son iguales al Jesús revelado en los cuatro evangelios. No actúan según su voluntad, sino conforme a la voluntad de Dios. Estas personas son las únicas que son aptas para llevar sobre sí el nombre de la ciudad del Dios de Cristo, la Nueva Jerusalén. Por último, en Apocalipsis 3:12 el Señor prometió escribir sobre el que fuera vencedor Su nuevo nombre. Si nosotros somos la clase de persona descrita en este mensaje, ciertamente tendremos nuevas experiencias de Cristo. La mayoría de los cristianos sólo tienen la experiencia limitada de Cristo como su redentor. Pocos han experimentado a Cristo como su vida. La mayoría de los que experimentan a Cristo como vida lo hacen superficialmente. ¿Qué tan extensa es su experiencia de Cristo? Tal experiencia no debe ser solamente una fracción de centímetro; debe medir muchos kilómetros. Cristo no es solamente nuestro redentor y nuestra vida, sino también nuestro rey, profeta, sacerdote, luz, poder, justicia, santidad, transformación y mucho más. En nuestro himnario, algunos himnos enumeran más de cincuenta aspectos de lo que Cristo es para nosotros. Cuanto más experimenta usted a Cristo, más nuevo es El para usted, y más se escribirá Su nombre sobre usted. Primero, Cristo como redentor está escrito sobre usted. Luego Cristo como vida, luz, humildad, paciencia y amor también estará escrito sobre usted. Su nombre es inagotable. El nombre de El se escribe sobre uno, dependiendo de cuánto lo experimente uno. Cuanto más lo experimente a El, más larga será la escritura de este nombre. Es semejante a una cámara de cine que opera mientras el automóvil en el cual está sentado el camarógrafo se mueve. Cuando el auto se detiene, la cámara también se detiene. Nadie puede decir cuál es el nuevo nombre de Cristo que se menciona en este versículo, porque no es más que la designación de la nueva experiencia de Cristo que tiene usted. Cuando usted experimenta a Cristo de cierta manera, ese aspecto de Cristo se convertirá en su designación, en el nuevo nombre escrito sobre usted. Si deseamos convertirnos en columnas,
debemos ser transformados al añadirse Cristo continuamente en nosotros. De esta manera, la experiencia que tenemos de Cristo se extenderá, y diremos: “Que no sea mi voluntad, sino la Tuya”. No actuaremos por nuestra propia cuenta, sino conforme al deseo de Su corazón. Entonces el nombre de Dios, el nombre de la ciudad de Dios y el nuevo nombre del Señor estarán escritos sobre nosotros.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA Y OCHO LA MANERA DE SER PERFECCIONADOS COMO COLUMNAS En este mensaje examinaremos la manera de ser perfeccionados como columnas para el mover del Señor. Por supuesto, la columna de la cual estoy hablando es la columna del templo de Salomón (1 R. 7:13-22), la columna de Bet-el (Gn. 28:18, 22; 35:14).
NUESTRA NECESIDAD DE ESTAR EN EL BET-EL DE HOY Si somos serios para con el Señor y deseamos realmente ser columnas, debemos descubrir donde está Bet-el hoy. De no ser así, estaremos buscando el artículo correcto en el lugar equivocado. Si permanecemos en la Iglesia Católica, en las denominaciones, en el movimiento carismático o en los grupos libres, nos resultará imposible ser perfeccionados como columnas. No se imagine que esta declaración indica que tenemos una mentalidad cerrada o una visión estrecha. Debemos estar en el Bet-el actual, la iglesia. No existe ningún otro lugar en donde podamos llegar a ser columnas del edificio de Dios. Las columnas perfeccionadas en otros lugares no son columnas para Bet-el, el edificio de Dios, sino para otra cosa. En el transcurso de los siglos, algunos gigantes espirituales fueron perfeccionados como columnas de las denominaciones, de los campos misionales o de ciertos movimientos. No obstante, en varios años de observación, no he visto ninguna columna perfeccionada para el templo del Señor fuera de las iglesias locales. Debemos afirmar claramente que las columnas de las cuales estamos hablando son las columnas genuinas del edificio de Dios. Si deseamos ser estas columnas, debemos preguntar dónde se encuentra el edificio de Dios, el Bet-el actual. No debemos tomar este asunto a la ligera.
UN TESTIMONIO PERSONAL En 1933 recibí del Señor la carga de dejar mi trabajo y servirlo a El a tiempo completo; inclusive, El me obligó a hacerlo. No había estudiado en ningún instituto bíblico ni en ningún seminario. En ese entonces, trabajaba en una empresa. Cuando el Señor me estaba mostrando que debía dejar el trabajo, no pude comer ni dormir bien por tres semanas. Servir al Señor a tiempo completo requería que usara mi fe al extremo, y nada de lo que me rodeaba favorecía esa decisión. Simplemente no sabía cómo podría sobrevivir. Finalmente no tuve otra alternativa que renunciar a mi trabajo. Después de tomar esta decisión, recibí una breve nota del hermano Nee. En ella me decía: “Hermano Witness, en cuanto a tu futuro, me parece que debes dedicarte de lleno a servir al Señor. ¿Qué te parece? Que el Señor te oriente”. La fecha de esta nota era el 17 de agosto de 1933, y llegó en medio de mi lucha de tres semanas con el Señor, y fue una confirmación clara. Había renunciado
a mi puesto en la empresa, pero tenía poca fe; todavía dudaba y no sabía si había tomado la decisión correcta. En ese momento, llegó la nota del hermano Nee. Después de leerla, dije: “Dios mediante, visitaré a este hermano y me enteraré de la razón por la cual me envió esta nota en esa fecha”. Con ese propósito en mente, fui a Shangai a visitar al hermano Nee, y él me hospedó en su casa, donde pasé varios meses y recibí mucha ayuda de su parte. Por supuesto, lo primero que le pregunté fue ¿por qué me había escrito aquella nota el 17 de agosto? El me dijo que mientras su barco navegaba de regreso a China por el mar Mediterráneo y estando en silencio en su cabina a solas, sintió la carga de orar por el mover del Señor en China. Mientras oraba, el Señor le indicó que debía escribirme esa nota. Entonces le dije que él había escrito aquella nota cuando yo estaba en medio de una lucha de tres semanas con el Señor. Este informe confirmó al hermano Nee que lo que él había escrito estaba totalmente correcto. Mediante esta nota, él y yo fuimos edificados aún más que antes. Tuvimos la certeza en lo profundo de nuestro ser de que el Señor nos había reunido. Desde entonces, él me trataba como aprendiz, y yo lo honraba y lo respetaba como un colaborador de más experiencia, uno que podía perfeccionarme. Dado que en aquellos tiempos ni el hermano Nee ni yo teníamos mucho trabajo, yo iba con frecuencia a su casa, donde pasábamos largos ratos. En esas ocasiones él me perfeccionaba de varias maneras. Delante del Señor, puedo testificar que jamás desperdiciamos un momento en chismes. El hermano Nee era un don sobresaliente que Dios dio para perfeccionar a otros, y siempre dedicaba el tiempo para perfeccionarme. Ciertamente él sabía lo que yo necesitaba. El me guió a una comprensión acertada de la historia de la iglesia desde el siglo primero hasta entonces; me compartió de las biografías de casi todos los fundadores de las distintas denominaciones; y me perfeccionó con respecto a la vida interior, la vida de iglesia y el mover del Señor.
UN SOLO FLUIR Un día el hermano Nee me dijo que él y los demás colaboradores tenían el sentir de que yo me trasladara a Shangai con mi familia, que permaneciese con ellos y laborase con ellos. Me pidió que presentara este asunto al Señor. Al llevar esto al Señor, y al orar al respecto, el Señor me mostró en el libro de Hechos que en Su mover en la tierra hay un solo fluir. Este fluir empezó en Jerusalén y se extendió a Antioquía, y de Antioquía pasó a Europa. El Señor me dijo que para Su mover en China, no debería haber dos corrientes ni dos orígenes. Yo había sentido carga por el norte de China. Antes de ir a ver al hermano Nee, había conducido un exhaustivo estudio sobre el Cantar de los Cantares en el verano de 1933. No obstante, y a pesar de mi carga definida por el norte de China, el hermano Nee y los colaboradores tuvieron el sentir de que yo debía mudarme a Shangai, establecerme allí y dedicarme a la obra con ellos. En esa ocasión el Señor me mostró que debía entrar en el único fluir, el cual había empezado en Shangai. Comprendí que de Shangai, el fluir se extendería tanto al norte como a otras partes del país. Por consiguiente, decidí mudarme a Shangai y establecerme allí. Desde entonces, he permanecido en el fluir. Yo he entendido claramente que éste es el fluir del Señor y Su mover en la tierra, Su recobro. Usando las palabras de hoy, sabía que había encontrado a Bet-el.
EL MINISTERIO RESPONSABLE POR EL FLUIR Consciente de estar en el fluir del Señor y de que este fluir ya había empezado, pude darme cuenta de que había un ministerio responsable de ese fluir. Como resultado decidí firmemente olvidar todo lo que había aprendido y experimentado hasta entonces. El hecho de que yo hubiera podido dirigir un estudio detallado sobre el Cantar de los Cantares indica que tenía algo de conocimiento y que podía hacer algo. Había aprendido mucho acerca de la Biblia en los siete años y medio que había estado entre los Hermanos. Yo conocía la tipología, las profecías y muchas otras cosas. Además, ya había establecido una iglesia. No obstante, me di cuenta de que el fluir del Señor en la tierra debe ser uno solo, que dicha corriente ya había empezado, y que había un solo ministerio responsable de dicho fluir. Sabía que debía estar en el fluir y bajo el ministerio responsable de ese fluir.
Los santos que estuvieron con nosotros en los primeros años pueden dar testimonio de que, aparte de los mensajes que daba en la reuniones, yo nunca hablaba. Por el hecho de que el hermano Nee estaba presente, abandoné todos mis conceptos, lo que había aprendido y mi experiencia. El era la persona usada por el Señor para dar comienzo al fluir y él tenía el ministerio para llevarlo a cabo. No era necesaria mi opinión. Sin embargo, eso no significa que yo no hiciera nada. Durante los siguientes dieciocho o veinte años, hice muchas cosas, pero todas bajo la dirección del hermano Nee, y no según mi opinión. Jamás ministré nada conforme a mí mismo; sólo ministraba los mensajes que daba el hermano Nee. En aquellos años, jamás expresé mi opinión ni mis ideas; seguía plenamente al hermano Nee. El Señor fluye en Su mover en la tierra. Este fluir no lo empezó usted; lo iniciaron otros. Además existe un ministerio responsable por el fluir. Me resulta difícil hablar de esto, porque ahora el asunto está muy relacionado conmigo. Si yo todavía estuviese en la China continental y el fluir estuviese relacionado con el ministerio del hermano Nee, podría decir mucho más.
LA CLAVE PARA SER PERFECCIONADOS A FIN DE SER UNA COLUMNA Permítanme decirles ahora la clave para ser sólidamente perfeccionado y llegar a ser una columna firme para el mover del Señor. Algunos hermanos han sido perfeccionados porque no tenían ideas preconcebidas. Hace poco, un hermano declaró con firmeza que lo único que sabe es seguir el ministerio del hermano Lee y absorber todo lo que puede de este ministerio. Ha habido entre nosotros personas llenas de opiniones. Con frecuencia decían: “El hermano Lee dice esto y aquello. ¿Es eso correcto? ¿Está la iglesia en lo cierto? Hace apenas una semana me enteré de un error cometido por la iglesia”. Ninguna de estas personas llenas de opiniones ha sido perfeccionada. Pero aquellos que han sido perfeccionados hasta llegar a ser columnas no son así. Aun cuando ven errores, los olvidan pues no tienen tiempo que desperdiciar hablando de ellos. Sólo desean empaparse de todo lo positivo.
UN BANQUETE CON LO POSITIVO Conforme al principio que Dios usó al crearlo todo, se necesita lo negativo para que un ser crezca. Tome el ejemplo de una gallina. A todos nos gustan los huevos de gallina, la pechuga y los muslos, pero por supuesto, no nos interesan los excrementos, las plumas ni los huesos de la gallina. No obstante, una gallina no puede crecer sin excrementos, sin plumas y sin huesos. Para que una gallina sea tal, debe tener estas cosas. No obstante, ésas no son las partes que comemos. Debemos disfrutar los huevos, los muslos y la pechuga, y hacer a un lado los excrementos, las plumas y los huesos. Si nos concentramos en los aspectos positivos de la gallina, recibiremos mucha nutrición. Reconozco que la iglesia en Los Angeles ha cometido ciertos errores, y confieso que yo mismo los he cometido también. Los ancianos pueden dar testimonio de ello. Todo el mundo comete errores. Nadie puede negarlo. Tuve que cometer errores para crecer. Estos errores son mis “excrementos”. Si usted los come, sería insensato. También reconozco que tengo “plumas”. La iglesia en Los Angeles ha tenido cierta cantidad de “plumas” y “huesos”. Pero sin “las plumas”, “los huesos” y “los excrementos”, ni la iglesia en Los Angeles ni mi ministerio podrían existir. No intente juntar las “plumas” y decir: “¡Miren: ésta es la iglesia en Los Angeles! Miren: ¡eso es lo que el hermano Lee ha hecho! Miren todas estas ‘plumas’ terribles”. Si usted hace eso, no perjudicará a la iglesia en Los Angeles ni mi ministerio, pero indudablemente se hará daño a sí mismo. Hacer eso no es sabio. Aquellos que han sido perfeccionados como columnas, quienes no son menos inteligentes que usted, son sabios. Sus ojos tienen una visión más aguda que los suyos. Aún así, se niegan a dedicar su atención a las cosas negativas. Dirían: “Aunque el hermano Lee tiene algunos ‘excrementos’, él produce muchos huevos. No me interesan los ‘excrementos’ que salen de su ministerio, sino todos
los ‘huevos’, las ‘pechugas’ y los ‘muslos’. No tengo tiempo de oír hablar de ‘plumas’ ni de ‘huesos’ ”. Sigamos el ejemplo de los hermanos que han sido perfeccionados y olvidémonos de las cosas negativas y cenemos con “los huevos”, “las pechugas” y “los muslos”. Esta es la carga que tengo en este mensaje. ¿Está usted en Anaheim como espía, averiguando si Witness Lee tiene algunos “excrementos”? Me es imposible vivir sin “excrementos”. Indudablemente, pueden encontrar plumas y huesos aquí en Anaheim. Los ancianos han hecho muchos “huesos”. Pero quiero permanecer, y hasta bailar, sobre todos los huesos que ellos han producido, pero no sería tan insensato como para comerlos. De entre nosotros tres o cuatro hermanos conocimos al hermano Nee de una manera íntima. El abrió su corazón plenamente a nosotros, y también conocíamos sus defectos. Pero nos dimos cuenta de que estos defectos eran “los excrementos” que le permitían existir. A diferencia de otros, nosotros no quisimos echar mano de “las plumas” ni de “los huesos” del “pollo” de Shangai. Si hubiésemos hecho eso, nos habríamos sacrificado. Jamás me he hecho este daño a mí mismo. Por el contrario, disfruté de los “huevos”, “la pechuga” y “los muslos” frescos y nutritivos del ministerio del hermano Nee. Cuando se produjo una gran tormenta en contra de su ministerio, yo no me avergoncé de decir que era un seguidor incondicional del hermano Nee. No me interesaba lo que los demás dijeran de sus errores. Sólo sabía lo agradecido que estaba por la perfección que él me había proporcionado. Sabía que había recibido de él nutrimiento. Inclusive cuando estemos en la Nueva Jerusalén, podré decir que el Señor usó al hermano Nee para perfeccionarme. Sin su ministerio, nunca había sido la persona que soy ahora. Qué necio es el que se dedica a buscar “excrementos” o a llenar sus bolsillos de “plumas”, diciendo: “Esta es una pluma de ese ‘pollo’ Witness Lee, y éstos son los ‘huesos’ de la iglesia en Anaheim. ¿Acaso no sabe usted que la iglesia en Anaheim ha cometido errores?” Si tal es su intención, usted está desperdiciando su tiempo y está en el lugar equivocado. Ni Witness Lee ni la iglesia en Anaheim le pagarían a usted por exponerlos. Tampoco se imagine que tenemos miedo de quedar expuestos. Witness Lee es lo que es. Que la iglesia sea genuina o no, sigue siendo la iglesia. Ni la iglesia en Anaheim ni mi ministerio tienen miedo de ser expuestos. Por el contrario, lo agradecemos. Pero, ¿qué gana usted al exponernos?
ENCONTRAR EL FLUIR Y ENTRAR EN EL El Señor aún sigue actuando y obrando con el fin de realizar algo en la tierra. Para cumplir Su propósito, debe tener una corriente. Entre las muchas actividades que se producen en los círculos cristianos, debe correr el fluir del mover del Señor. Por supuesto, usted cree que el Señor sigue viviendo, actuando y obrando en la tierra. En principio, debe existir un solo fluir del Señor en la tierra. La Biblia revela que siempre ha habido un solo fluir. Hubo un solo fluir en los días de Abel, Noé y Abraham, y al final del Antiguo Testamento permanecía un solo fluir. Sucede lo mismo con el Nuevo Testamento. Puesto que el Señor sigue vivo, activo y actuante en la tierra, debe también existir un solo fluir en la tierra hoy en día. Como hay un solo fluir en la tierra, nosotros debemos hacer todo lo posible por hallarlo. Indudablemente vale la pena viajar y estudiar para encontrarlo. Yo no soy un insensato que sigue las cosas a ciegas. Antes de zambullirme en el fluir, busqué e investigué exhaustivamente. Dejé mi trabajo, mi familia y todo lo que tenía. No quería desperdiciar mi sacrificio. Por consiguiente, me tomé el tiempo necesario para estudiar el asunto. Finalmente, me convencí de que éste era el fluir, y por más de cuarenta y cinco años no he tenido ninguna duda al respecto. Después de que veamos que hay un solo fluir y que descubramos donde se halla, debemos entrar en él, olvidarnos de lo que aprendimos antes, de nuestros conceptos, de nuestra comprensión de las cosas y de nuestros puntos de vista. En el fluir, nada de esto tiene significado. Para muchos, es demasiado tarde decir que no saben nada. Debían de haberlo dicho al principio. Desde el día que le dije al hermano Nee que me mudaría a Shangai, que trabajaría con los hermanos y que aprendería
de ellos, lo abandoné todo y decidí seguir este ministerio. Jamás lamentaré esa decisión. ¡Aleluya por esta elección! La nutrición y perfección que he recibido como resultado de tomar este camino son inmensurables. Algunos hermanos entre nosotros han hecho lo mismo. Ellos no tienen tiempo de ocuparse de “los excrementos”, “las plumas” ni “los huesos”. Sólo tienen tiempo de absorber todo lo que está en este fluir. Esta es la manera correcta de ser perfeccionados como columnas útiles al mover del Señor.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE OCHENTA Y NUEVE TRANSFORMADO (9) En Bet-el Jacob hizo cosas muy significativas. Edificó un altar, erigió una columna, vertió una libación sobre ésta, y luego derramó aceite sobre ella (Gn. 35:7, 14-15). En este mensaje vamos a considerar el derramamiento de la libación de Jacob y del aceite sobre la columna que levantó.
(2) Vertió una libación sobre la columna Recuerde que casi cada punto mencionado en el libro de Génesis es la semilla de una verdad y se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia. Puesto que Génesis 35:14 menciona la libación por primera vez, dicho versículo presenta la semilla de la libación. Si sólo tuviésemos este versículo, nos sería difícil conocer el significado de la libación. Si queremos entender el significado de la libación, debemos ver su desarrollo tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Ya dijimos que Jacob levantó dos veces una columna en Bet-el. La primera vez, él no derramó una libación sobre la columna; simplemente derramó aceite sobre ella. La razón por la cual Jacob derramó aceite la primera vez sobre la columna y no vertió vino, fue que en la Biblia el aceite no requiere mucha experiencia de nuestra parte, pero el vino sí. En la primera visita de Jacob a Bet-el, él no había experimentado al Señor. Era un suplantador joven y no tenía ningún vino que verter para el Señor. Por consiguiente, en el capítulo veintiocho él no podía derramar la libación. Veinte años más tarde, después de haber sido tocado por el Señor y de haber sido en cierta medida transformado, volvió a Bet-el. Por haber tenido algo de experiencia, tenía vino que derramar sobre la columna como libación para el Señor. Recuerde que la libación está relacionada exclusivamente con nuestra experiencia.
(a) Se añade a las ofrendas básicas después de experimentar las riquezas de Cristo Todas las ofrendas tipifican a Cristo y sirven para nuestra experiencia, pero hay una diferencia entre las ofrendas básicas y la libación. La ofrenda por el pecado era una de las ofrendas básicas y tipificaba al Cristo experimentado por los pecadores. Antes de ofrecer el sacrificio por el pecado, los pecadores no tienen ninguna experiencia. La experiencia la obtienen al presentar a Dios la ofrenda por el pecado. No se requiere ninguna experiencia previa. No obstante, antes de que usted pueda derramar una libación, debe tener cierta medida de experiencia. Sin experiencia, usted no
podrá presentar esta ofrenda porque la libación se compone de la experiencia que tenemos de Cristo. En los primeros siete capítulos de Levítico, tenemos las cinco ofrendas básicas: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado, y la ofrenda por las transgresiones. Uno no necesita experimentar a Cristo antes de ofrecerlo como las ofrendas básicas. Pero la libación depende totalmente de nuestra experiencia. Esto es muy importante. Muchos creyentes no entienden las ofrendas básicas y mucho menos la libación. La razón es que carecen de las experiencias genuinas de Cristo. Por la misericordia del Señor, quienes estamos en Su recobro debemos experimentar a Cristo de manera práctica y cotidiana. Diariamente debemos experimentarle a El como nuestro holocausto, nuestra ofrenda de harina, nuestra ofrenda de paz, nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda por las transgresiones. Al principio ofrecemos a Cristo solamente en este nivel. Pero al progresar en la experiencia que tenemos de Cristo, descubrimos una ofrenda adicional a las ofrendas básicas: la libación. Supongamos que un hombre fue salvo hace apenas un día. Sin duda no ha tenido tiempo de experimentar a Cristo. Pero si permanece en la vida apropiada de iglesia, los santos le ayudarán a ver que necesita vivir por Cristo, y tomar a Cristo como su vida de manera práctica. Mientras aprende a vivir por Cristo, irá entendiendo gradualmente que Cristo es muchas cosas para él. Sin duda, los santos le ayudarán a ver que Cristo es su holocausto. El entenderá que debe entregarse incondicionalmente a Dios; aún así, descubrirá que no puede ser incondicional. Pero Cristo es aquel que es incondicional en su lugar. Por medio de esta experiencia, Cristo se convertirá en su holocausto para que Dios halle satisfacción. Además, él disfrutará a Cristo como su ofrenda de harina, como el que no sólo satisface a Dios, sino que también alimenta y abastece al oferente. Entonces se alimentará de Cristo cada día, y Cristo lo nutrirá y lo sustentará para que viva en la presencia de Dios a fin de satisfacerle. Así el recién salvo experimentará a Cristo como ofrenda de harina. Asimismo, experimentará las otras ofrendas básicas. Al experimentar a Cristo de esta manera, llegará a convertirse en una persona saturada de Cristo y llena de El. El Cristo que lo satura será su vino, y el hermano mismo estará saturado de este vino y será verdaderamente uno con el vino. Algunos se preguntarán en qué nos basamos para decir que Cristo es el vino. Esto no lo digo yo; lo dice el Señor en Mateo 9:17. En ese versículo, el Señor dice: “Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se revientan, y el vino se derrama, y los odres se estropean; sino que echan el vino nuevo en odres nuevos, y así ambos se conservan”. El Señor pronunció estas palabras en Su respuesta a algunos discípulos de Juan el Bautista que le preguntaron por qué Sus discípulos no ayunaban (Mt. 9:14). El Señor les contestó prudente y maravillosamente usando dos parábolas. Primero El dijo: “Nadie pone un remiendo de paño no abatanado en un vestido viejo; porque lo añadido tira del vestido, y se hace peor la rotura” (Mt. 9:16). En segundo lugar habló de no poner vino nuevo en odres viejos. ¿Cuál es este paño nuevo y este vino nuevo? El paño nuevo y el vino nuevo son Cristo. El paño nuevo es Cristo como nuestra justicia nueva, única, completa y perfecta que nos justifica ante Dios. Como paño nuevo, Cristo es la justicia que nos cobija. El vino nuevo es Cristo, la vida que nos estimula, que nos motiva a estar alegres y “locos”. Estar “locos” equivale a estar ebrios. Cristo como el paño nuevo nos cubre exteriormente, y como el vino nuevo nos estimula y nos “enloquece” interiormente. En otras palabras, nos embriaga. Todos los cristianos debemos estar “locos” de esta manera. En el verano de 1935 el hermano Nee estuvo en mi ciudad natal. Durante ese tiempo tuvimos una conferencia en la cual todos estábamos “fuera de nosotros mismos”. El hermano Nee no nos alentó a estar “locos”, pues ya lo estábamos. Cuando él vio cuán entusiasmados estábamos, nos dio un mensaje suplementario en el cual nos dijo que todos debemos estar “locos”, “fuera de nosotros mismos” (2 Co. 5:13). El dijo que si un cristiano jamás ha estado “loco”, no ha llegado todavía a la norma. El dijo: “Si ustedes se comportan siempre de manera amable, formal, agradable y sosegada, están por debajo de la norma. Ustedes deben estar ‘locos’ en el Señor como si estuvieran ebrios”.
La mayoría de los cristianos hoy en día son fríos, callados y muertos. Los muertos son formales y jamás cometen errores. El lugar más ordenado de la tierra es el cementerio. Allí todo el mundo está callado y todo está en orden pues nadie molesta a los demás. La mayoría de los cristianos es así. Ellos piensan que eso es hermoso, pero en realidad es terrible; es una cosa que hiede. Los cristianos deben ser vivientes. La razón por la cual muchos no lo son es que no experimentan a Cristo lo suficiente. Si experimentamos a Cristo día tras día, el Cristo que experimentamos se convertirá en vino dentro de nosotros. Cuanto más experimentemos a Cristo, más “fuera de nosotros” estaremos. Desde el día que usted fue salvo, ¿cuántas veces ha “enloquecido” en su comunión con el Señor? ¿Ha estado alguna vez tan alegre que no podía controlarse, y se hallaba fuera de sí rebosando de gozo? ¿Ha estado usted tan gozoso que no sabía si brincar, bailar o gritar? Cuanto más “locos” estemos con el Señor, mejor. No sólo los jóvenes, sino también los hermanos mayores y las hermanas de edad avanzada deben estar “locos” en su intimidad con el Señor. Cuando estamos con el Señor, debemos decir: “Oh, ¡qué alegría! ¡Qué vino tan excelente! Simplemente no puedo resistirlo”. Así experimentamos a Cristo como vino. Si experimentamos continuamente a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, ésta finalmente se convertirá en vino. La razón es que Cristo como ofrenda por el pecado nos alegrará y nos hará regocijar. Pero si uno disfruta a Cristo esporádicamente como sacrificio por el pecado, El no llegará a ser vino en experiencia. Ahora bien, si uno experimenta a Cristo como sacrificio por el pecado, y como las demás ofrendas básicas cada día, El como todas estas ofrendas, se convertirá en vino y hará que uno esté muy contento y lleno de regocijo. Cuanto más experimentemos a Cristo en todas Sus riquezas, más nos “enloquecerán” los elementos de Sus riquezas. Por consiguiente, todo lo que experimentemos de Cristo se convertirá en nuestro vino nuevo. En Mateo 9:16 y 17 el Señor dijo a los discípulos de Juan el Bautista que El había venido como el paño nuevo que nos podía cubrir y como el vino nuevo que nos satisfaría y estimularía. ¡Cuánto necesitamos experimentar a Cristo hoy! Debemos experimentarlo como nuestro holocausto, nuestra ofrenda de harina, nuestra ofrenda de paz, nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda por las transgresiones. Por último, la experiencia que tenemos de Cristo se convierte en el elemento interior que nos entusiasma y nos alegra. Al permanecer en este deleite, llegaremos a ser uno con el vino. Una persona ebria se ha hecho uno con el vino que ha tomado. El vino ha saturado todo su ser, y ella misma tiene la apariencia y el aroma del vino. Podemos decir que tal persona es vino. Nosotros los cristianos debemos estar ebrios y saturados de Cristo hasta que nos convirtamos en vino. Cristo es el vino, pero el vino debe saturarnos hasta que se convierta en nosotros. Cuando nos embriagamos de Cristo y con El, nos convertimos en vino que satisface a Dios, y entonces podemos ser una libación. La libación no es simplemente Cristo; es el Cristo que nos satura hasta que El y nosotros, nosotros y El, llegamos a ser uno. En los primeros siete capítulos de Levítico, vemos las ofrendas básicas, pero no la libación. La libación figura en Levítico 23:10-13, el pasaje que habla de traer las primicias de la cosecha recogida en la buena tierra al sacerdote. La cosecha servía para el disfrute de los hijos de Israel, pero se les exigía traer las primicias de la misma a Dios para que El fuese el primero en disfrutar. Se mecía una gavilla de las primicias de la cosecha delante del Señor. En consecuencia, las primicias eran una ofrenda mecida que tipificaba a Cristo en resurrección como las primicias que se mecían delante de Dios (1 Co. 15:20). Junto con esta gavilla de primicias, los hijos de Israel tenían que ofrecer un holocausto, una ofrenda de harina y una libación. Levítico menciona la libación en este contexto. No se menciona la libación en conexión con las cinco ofrendas básicas en los primeros siete capítulos de Levítico, porque en aquel tiempo los oferentes no tenían ninguna experiencia de Cristo. Estaban en una condición semejante a la de Jacob cuando llegó por primera vez a Bet-el. Pero después de entrar en la buena tierra, experimentar a Cristo y obtener algo qué ofrecer a Dios, se les exigió ofrecer la libación como complemento de las demás ofrendas. En Números 15:1-10 y 28:610 se indica que la libación siempre concordaba con la ofrenda básica. La libación era proporcional
al tamaño de la ofrenda básica: un cuarto de hin de vino por un cordero; un tercio de hin por un carnero; y medio hin por un buey (Nm. 15:4-10). Esto indica que cuanto más experimentamos a Cristo, más nos convertimos en libación. Si usted experimenta a Cristo sólo como un pequeño cordero, será una libación de un cuarto de hin. Pero si lo experimenta como carnero o como buey, usted vendrá a ser una libación más grande. En otras palabras, cuanto más ofrece usted a Cristo delante de Dios, más grande debe ser la libación que le corresponde. Nuestra experiencia demuestra que cuanto más experimentamos a Cristo, más nos convertimos en libación. Mientras ofrecemos a Cristo delante de Dios, tenemos espontáneamente la libación que corresponde a nuestra ofrenda. El cordero, el carnero y el buey tipifican simplemente a Cristo, pero el vino no es simplemente Cristo. La Biblia indica claramente que la libación no podía ofrecerse sola. Sólo podía presentarse como complemento de una de las ofrendas básicas. Las ofrendas básicas son Cristo, pero la libación no es solamente Cristo, sino el Cristo que nos ha saturado hasta que el vino se ha convertido en nosotros. Aunque en Mateo 9:17 el vino era solamente Cristo, Pablo dijo: “Yo ya estoy siendo derramado en libación” (2 Ti. 4:6). En 2 Timoteo 4:6 el vino era el Cristo de Mateo 9:17, el cual había saturado a Pablo y lo había convertido en vino. Antes, este vino era solamente Cristo; pero ahora se convierte en nosotros para que seamos derramados en libación. Este derramamiento depende de la experiencia que tengamos de Cristo. Aquí en Bet-el, en la casa de Dios, debemos ser vertidos como libación. Supongamos que un grupo de creyentes se reúne los domingos, pero casi ninguno de ellos tiene una experiencia genuina de Cristo. ¿Podrían ellos ser la libación? Claro que no. Dado que no pueden ser una libación, esta reunión de cristianos no puede ser considerada la casa de Dios. La única columna que puede llamarse con propiedad la casa de Dios, es la columna sobre la cual se vierte la libación. Si no se derrama ninguna libación sobre la columna, entonces debe de haber algo erróneo en esa columna. Debemos poner en tela de juicio una reunión de cristianos en la cual no se derrame la libación. En cualquier reunión que sea verdaderamente la casa de Dios, los que se reúnen serán una libación. Si solamente tenemos el Nuevo Testamento, no podremos entender clara y correctamente las cosas espirituales, especialmente lo relacionado con Cristo y la vida de iglesia. También necesitamos los cuadros del Antiguo Testamento. Tenemos un cuadro muy claro en Génesis 35. Aquí vemos que Jacob erige una columna y derrama una libación sobre ella. En el capítulo veintiocho Jacob llamó esta columna la casa de Dios. Debe haber una razón por la cual todo eso consta en la Biblia. La razón es que la columna indica que la casa de Dios se relaciona con edificar. Si la libación no es derramada sobre la columna, no se puede determinar si tenemos la verdadera edificación. Muchos hablan de edificación, alabamos al Señor por ello, pero debemos preguntarnos si la libación ha sido vertida sobre la columna. La libación no viene del vino que sale del lagar, sino que procede de la experiencia que tenemos de beber vino. El lagar mismo no produce la libación. Dios no halla satisfacción en el vino que se produce en el lagar. El estará plenamente satisfecho con aquellos que han disfrutado a Cristo como vino al punto de embriagarse con Cristo y de convertirse en vino que satisface a Dios. Este vino no es el vino que sale directamente del lagar; es el vino de los que beben a Cristo como vino. Esto es profundo. Creo que si muchos en nuestro medio siguen adelante con el Señor por más tiempo, se convertirán en esta libación y podrán decir: “Señor Jesús, estoy siendo derramado sobre Ti en libación”. Ninguna persona que haya sido salva recientemente puede decir tal cosa. Pero entre nosotros algunos pueden decir fiel y honestamente con plena confianza que están siendo derramados en libación para el Señor. Dondequiera que haya libación, allí también está la columna erigida como casa de Dios. Esto es profundo, práctico y se relaciona con algo profundo en nuestra experiencia. Nos conmueve profundamente ver a una persona saturada de Cristo y cuyo único interés sea Cristo y la iglesia.
(b) Para el servicio sacerdotal En Exodo 29 vemos la consagración del sacerdocio. En los versículos del 38 al 42, vemos que los sacerdotes debían ofrecer el holocausto cotidiano y continuo junto con la libación. Esto indica que en el servicio sacerdotal, la libación es necesaria como complemento del holocausto continuo.
(c) Para los nazareos La libación también está relacionada con la ley del nazareato (Nm. 6:13-17). Un nazareo era una persona totalmente consagrada a Dios. Cuando se terminaban los días de la separación de un nazareo, él tenía que ofrecer un holocausto, un sacrificio por el pecado, y una ofrenda de paz. Junto con estas ofrendas, también tenía que ofrecer una libación. El nazareo estaba facultado para ofrecer la libación debido a que experimentaba a Dios al máximo. Eso también demuestra que la libación procede de las experiencias que tenemos del Señor. Si no lo experimentamos a El, no podemos tener una libación. La libación no es simplemente el Señor mismo de manera objetiva, sino nuestra experiencia subjetiva de ser uno con el Señor hasta el punto de que El se convierta en nosotros. El Cristo que experimentamos de una manera subjetiva es el vino que vertemos a fin de satisfacer a Dios en lo relacionado con Su edificio.
(d) Para la vida de iglesia Dijimos que el único interés de una persona ebria es el vino. Su mente está preocupada continuamente por el vino. Incluso cuando duerme sueña con el vino. Así debemos ser con respecto a la iglesia, la casa de Dios. Aparte de Bet-el, no debemos tener ningún otro interés. Considere el ejemplo del apóstol Pablo. Sus escritos revelan que él estaba “loco” por la iglesia; él se embriagaba de Cristo y se interesaba solamente en la casa de Dios, el templo de Dios. El describe a Bet-el como “la iglesia” y “el Cuerpo”. El estaba ebrio por la iglesia. Algunos han dicho: “Ustedes los que están en la iglesia están locos. Lo único que conocen es la iglesia”. Una vez una señora se me acercó después de una reunión y me dijo: “Señor Lee, ¿por qué habla usted siempre de la iglesia? ¿Por qué no habla de la vida de familia?” Contesté: “No hablo de la familia porque de ella se habla bastante. Debo interesarme en la iglesia”. La iglesia debe ser nuestro único interés. ¿Cuál es su interés ahora, la escuela, los negocios o la familia? Mi único interés es la iglesia. Todos debemos estar “ebrios” por la iglesia. Pablo dijo antes de su martirio: “Yo ya estoy siendo derramado en libación”. Si nuestro único interés es la iglesia, entonces estamos listos para decir lo mismo. La experiencia es lo único que me ha permitido entender por qué Jacob erigió una columna y derramó libación sobre ella. En Bet-el nosotros, a los que sólo nos interesa la casa de Dios, nos convertimos espontáneamente en libación. Según Romanos 16:3-5, Aquila y Priscila eran esta clase de personas. Esta pareja era incondicional para con las iglesias locales. Su único interés era la iglesia, y estaban dispuestos a ser mártires por ella. Arriesgaban sus vidas por el apóstol Pablo y por la iglesia. Aquila y Priscila indudablemente fueron una libación puesto que arriesgaron sus vidas por las iglesias y tuvieron como único interés las iglesias; ellos estaban dispuestos a ser derramados. Debemos repasar continuamente los versículos que tratan de la libación. Repito que la libación se añade a las ofrendas básicas que experimentamos. No debemos decir que basta con tener el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado, y la ofrenda por las transgresiones. Si tenemos esta actitud, es porque nuestra experiencia es pobre. Nuestro holocausto debe ir acompañado de la libación. La ofrenda básica, la cual es Cristo mismo, siempre debe ser complementada por una ofrenda correspondiente, la libación. La ofrenda correspondiente no es simplemente Cristo, sino el Cristo que nos ha saturado y nos ha hecho uno con El. Debemos tener la libación que acompaña las ofrendas básicas. Cuanto más grande es nuestra ofrenda, mayor debe ser la ofrenda correspondiente. Si sólo presentamos las ofrendas básicas, éstas serán pobres y escasas
de experiencia. Debemos ofrecer a Cristo cada día como nuestras ofrendas básicas. Al mismo tiempo, debemos tener algo que corresponda a estas ofrendas. La ofrenda correspondiente procede de la experiencia que tengamos de las ofrendas básicas. Cuanto más nos unan con Cristo las ofrendas básicas, más nos convertimos en la ofrenda correspondiente, la libación. Después de llegar a este punto, tenemos la plena certeza de estar en Bet-el. Si unimos los versículos que hablan de la libación como si fueran las piezas de un rompecabezas, veremos que la libación tiene como fin primordial la iglesia. La libación se menciona por primera vez en Génesis 35. La primera mención de un asunto determina el principio que lo rige en las Escrituras. La libación se menciona por primera vez en relación con el edificio de Dios, pues fue derramada sobre la columna. Si leemos acerca de la libación en Exodo, Levítico y Números, sin fundarnos en Génesis 35:14, no entenderemos que la libación tiene como fin el edificio de Dios. No obstante, debemos volver a la primera mención de la libación, donde vemos que no servía solamente para la adoración de Dios, sino también para la edificación de Bet-el. La última vez que se menciona la libación es en 2 Timoteo 4:6. Allí la libación también se relaciona con la iglesia, con Bet-el. Por consiguiente, desde la primera mención hasta la última, esta ofrenda tiene como fin principal el edificio de Dios, y no solamente la adoración de El. Aparentemente, la libación tiene como fin la adoración; pero su verdadero objetivo es la casa de Dios, la construcción de la columna, la cual es una proclamación del templo de Dios. Necesitamos que un buen número de santos estén dispuestos para ser derramados sobre el edificio de Dios. Este es el verdadero martirio. Ser mártir equivale a ser derramado en una libación llena de la experiencia de Cristo. Cuando ustedes estén llenos a rebosar de la experiencia de Cristo, estarán listos para ser derramados, para ser martirizados por el edificio de Dios. Necesitamos eso en el recobro del Señor hoy en día. Las Escrituras no nos dicen que Aquila y Priscila fueron martirizados, pero sabemos ciertamente que en el espíritu de ellos, en su actitud y manera de vivir, ya habían sido martirizados. Por consiguiente, ellos fueron una libación genuina, no solamente para la adoración de Dios, sino especialmente para el edificio de Dios. Cuando Jacob derramó la libación sobre la columna, sin duda sintió que estaba adorando a Dios. Para él, verter esta ofrenda era un acto de adoración. La palabra “ofrenda” denota la adoración de Dios. No obstante, esta adoración no es un rito religioso, pues tiene como fin el edificio de Dios. Hoy en día en el recobro del Señor, necesitamos que muchos santos experimenten a Cristo hasta el punto de estar tan llenos y saturados de El como vino que se conviertan en el vino que se debe derramar sobre el edificio de Dios para Su adoración y satisfacción. Este es el significado de la libación.
(3) Vertió aceite sobre la columna Génesis 35:14 también nos indica que Jacob vertió aceite sobre la columna. El hizo eso después de haber derramado la libación sobre la columna. Yo pensaba que Jacob se había equivocado al hacer eso y que primero debió derramar el aceite. Pero Jacob no cometió ningún error. Según nuestra experiencia, el derramamiento de la libación produce el aceite. Si estamos preparados para ser derramados como libación, también estamos facultados para experimentar el derramamiento del Espíritu. Cuanto más preparados estemos para ser derramados en libación, más aceite disfrutaremos. Después de ser erigida la columna, fue santificada con la unción del aceite. Es el mismo caso con el tabernáculo. Después de ser erigido, fue santificado por el aceite de la santa unción (Ex. 40:9). La columna fue erigida, la libación fue derramada sobre ella, y la columna fue santificada por el aceite. El aceite vertido sobre la columna la selló. Esto significa que la columna estaba santificada. El derramamiento del aceite hizo que el edificio de Dios fuese absolutamente santo, santificado y separado para Dios. Si muchos de nosotros llegamos a estar listos para ser derramados como libación sobre el edificio de Dios, el Espíritu Santo se presentará inmediatamente para santificar a la
iglesia. Este es el sellado del Espíritu. Por mucho que experimentemos al Espíritu Santo, si no estamos listos para ser derramados en libación, no estamos cubiertos del aceite santificador vertido sobre la iglesia. Pero si muchos están facultados para ser derramados como libación, la iglesia estará ungida con aceite, y la vida de iglesia, sellada con una capa de aceite, será santificada. La verdadera experiencia que tenemos del Espíritu se relaciona con la libación. Considere la experiencia de los ciento veinte santos reunidos el día de Pentecostés. Como todos sabemos, en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado (Hch. 2:33). Antes de que eso ocurriera, los ciento veinte estaban listos para ser derramados como libación. Cuando Pedro se levantó con los once, él ya estaba siendo derramado. El resultado fue que el aceite, el Espíritu Santo, descendió sobre ellos. El aceite no vino antes de que estuviesen listos para ser derramados como libación. Usted observará que Pedro no fue martirizado en aquel momento. Aunque eso es cierto, de todos modos se debe entender que él estaba allí como mártir arriesgando su vida. Los religiosos judíos se oponían a él, pero él no les tuvo miedo. Ante los ángeles, cada uno de los ciento veinte ya había sido derramado en libación. Por consiguiente, el aceite fue derramado para santificarlos y sellarlos. Aquel día la iglesia en Jerusalén fue ungida con una capa de aceite celestial. A diferencia de las organizaciones cristianas actuales, la iglesia era santa, y estaba separada y santificada. Ojalá que todas las iglesias del recobro del Señor sean así. Espero que muchos santos sean derramados en libación para que el Espíritu Santo como aceite celestial descienda sobre la iglesia para sellarla, santificarla y separarla totalmente para Dios. Esta es la experiencia que se tiene en Bet-el.
(4) Fue consciente de Bet-el Después de hacer todas estas cosas en Bet-el, Jacob llamó al lugar Bet-el (35:15), lo cual indica que estaba consciente de que aquello era la casa de Dios, el lugar donde Dios le hablaba (28:13-15). Hoy en día la iglesia es la casa de Dios (1 Ti. 3:15; He. 3:6). Así como Jacob en Bet-el, nosotros también debemos tener las experiencias prácticas relacionadas con la vida de iglesia. Debemos edificar un altar de consagración, una columna para el edificio de Dios, y estar listos para ser derramados en libación sobre el edificio de Dios a fin de que el aceite divino sea derramado sobre él y lo santifique para Sí. Hacer eso significa ser consciente de la vida práctica de iglesia.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA TRANSFORMADO (10) Jacob partió de Bet-el después de haber permanecido allí largo tiempo (35:16). Aparentemente, alejarse de Bet-el no fue un paso positivo. Pero el hecho de que Jacob saliera de Bet-el no significa que abandonaba la casa de Dios, sino que seguía adelante en su experiencia espiritual. El había llegado a Bet-el, allí había permanecido y había hecho ciertas cosas, pero necesitaba seguir adelante. Vimos que Génesis es un libro de semillas y de cuadros. Debemos entender el significado de todas estas semillas y todos estos cuadros. El cuadro de Abraham, Isaac y Jacob, describe nuestra vida espiritual. La experiencia de estos tres hombres es el cuadro de la vida espiritual de una persona que sigue al Señor.
6) Es tocado más profunda y más personalmente a) Muere Raquel Mientras Jacob se alejaba de Bet-el, experimentó un quebranto muy profundo y personal: Raquel su esposa amada, murió al dar a luz a Benjamín, el último hijo de Jacob (35:16-20). Esta experiencia estaba relacionada con la muerte y también con el nacimiento, fue una pérdida y al mismo tiempo una ganancia. Jacob perdió a Raquel y ganó a Benjamín. Si usted tuviera que escoger, ¿preferiría preservar a la madre o ganar al hijo? El concepto cristiano popular consiste en conservar tanto a la madre como al hijo. Pero en la economía divina, si uno quiere retener a este último hijo, debe perder a la madre. Sin pérdida, no puede haber ganancia, y sin muerte no puede haber nacimiento. El nacimiento procede de la muerte, pues fuera de la muerte no hay resurrección. Si Raquel no hubiera muerto, Benjamín jamás habría podido nacer. Raquel representa la preferencia natural de Jacob. Jacob tenía cuatro esposas, pero Raquel fue la elegida natural y original del corazón de Jacob. El fue obligado a aceptar a Lea y también fue presionado a tomar a las dos siervas, Bilha y Zilpa. No obstante, Lea y las dos siervas no eran las elegidas del corazón de Jacob. Si usted lee Génesis detenidamente, se dará cuenta de que el corazón de Jacob estaba fijo en Raquel; él no tenía interés en ninguna de las otras tres. Recuerde lo que hizo Jacob cuando temía un ataque de Esaú y sus hombres. El puso a las dos siervas y sus hijos al frente, seguidas por Lea y sus hijos en el medio, y a Raquel y a José al último (33:1-2). El hecho de que Jacob pusiera a Raquel y a José al último para protegerlos en caso de ataque, revela que su corazón estaba ligado a Raquel. En la Biblia todo tiene un propósito. La muerte de Raquel se relata aquí en el capítulo treinta y cinco con un propósito definido. Mientras Jacob iba de viaje, seguramente estaba contento de que Raquel estaba nuevamente encinta. Quizá él esperaba que su esposa amada le diera otro varón. No obstante, al dar a luz a su segundo hijo, ella murió, y la preferida de Jacob, el deseo de su corazón, le fue arrebatada. Antes de la experiencia de Bet-el, Dios toleró la elección natural de Jacob, permitiéndole obtener lo que deseaba su corazón. Pero después de la experiencia de Bet-el, su predilección natural le fue quitada. Muchos de nosotros podemos testificar que antes de experimentar la vida de iglesia, teníamos nuestros conceptos naturales, nuestra preferencia natural y nuestros deseos naturales. Dios impartió Su bendición a todos éstos. Considere por ejemplo el nacimiento del primer hijo de Raquel. Cuando José nació, Jacob se alegró mucho y posiblemente dijo: “Así bendice Dios el deseo de mi corazón. Dios ha bendecido lo que yo escogí”. Pero después de la experiencia que Jacob tuvo en Bet-el, perdió su elección natural. Después de experimentar la vida de iglesia, debe uno dejar su elección natural. Antes de entrar en la iglesia, usted todavía tenía su preferencia natural, y Dios la toleraba. Después de que usted experimente en cierta medida la vida de iglesia, Dios ya no tolerará aquello. Espero que eso no atemorice a los jóvenes ni les impida tener la experiencia de Bet-el. Algunos al oír esto, quizá digan: “Si eso sucede, nunca iré a Bet-el, me quedaré al otro lado de Bet-el y no iré más lejos. Entonces no perderé mi predilección natural”. Efectivamente, después de que usted haya tenido alguna experiencia en Bet-el, perderá su elección natural, pero ganará a Benjamín, quien tipifica a Cristo.
(1) Produjo a Cristo, como Hijo de aflicción (Benoni), y como Hijo de la diestra (Benjamín) Dice el versículo 35:18: “Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín”. A este hijo se le dieron dos nombres, uno por parte de su
madre y otro por parte del padre. Benoni significa “hijo de aflicción”. Raquel le dio este nombre porque ella estaba en sufrimiento y en aflicción. Pero Jacob le cambió inmediatamente el nombre por Benjamín, que significa “hijo de la diestra”. En este universo, hay una sola persona que es tanto el Hijo de aflicción como el Hijo de la diestra, y es Cristo. Por una parte, Cristo es Benoni, y por otra, es Benjamín. Cristo es una persona maravillosa que tiene estos dos aspectos. Nadie ha sufrido tanto como Cristo, y nadie ha sido tan exaltado como El. Isaías 53:3 lo describe como “varón de dolores”; Hechos 2:33 dice que El fue “exaltado a la diestra de Dios”; y Hebreos 1:3 declara que “se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Primero Jesús fue el hijo de aflicción, el hijo de sufrimiento. Raquel no fue la única en experimentar este dolor; María, la madre de Cristo, también lo experimentó. Según Lucas 2:35, su alma fue traspasada por los sufrimientos de su hijo. Sin embargo, después de treinta y tres años y medio Cristo llegó a ser, en resurrección y ascensión, el Hijo de la diestra de Dios. Por consiguiente, nadie puede negar que Benjamín tipificaba al Cristo sufrido y exaltado. Supongamos que usted fuese Jacob. ¿Habría estado dispuesto a ganar a este Cristo a costa de perder lo que su corazón deseaba? Cuando usted permanezca en la iglesia, experimente a Bet-el, erija una columna y se vierta sobre ésta en libación, no tendrá ninguna alternativa. Raquel debe morir para que Benjamín nazca. ¡Aleluya, Raquel se ha ido y Benjamín ha venido! Hace más de cincuenta años oí mensajes y leí libros en cuanto a expresar a Cristo y manifestarle. Pero me molestaba no saber cómo exaltar a Cristo ni cómo expresarle. Durante muchos años no hallé la manera. Algunos decían que para expresar a Cristo, debemos crucificarnos. Pero, ¿cómo puede una persona crucificarse a sí misma? Resulta imposible que alguien se clave a sí mismo en la cruz. Finalmente, descubrí que la manera de exaltar a Cristo y expresarle está en la vida de iglesia. Mediante la vida de iglesia “Raquel” tendrá un parto maravilloso y alentador y morirá para que se produzca el Cristo maravilloso. He intentado todas las maneras de exaltar y expresar a Cristo, y puedo testificar firmemente que ningún método ha sido eficaz. Pero después de llegar a la iglesia y de permanecer en ella cierto tiempo, mi “Raquel”, mi elección natural, fue eliminada y surgió Benjamín. Ciertamente el relato bíblico de la muerte de Raquel y del nacimiento de Benjamín es admirable. ¡Qué relato tan asombroso! ¿Por qué la muerte de Raquel no se produjo antes de la experiencia de Jacob en Bet-el? Ciertamente esto fue arreglado por Dios. Por la mano de Dios, la muerte de Raquel se produjo inmediatamente después de la maravillosa experiencia que tuvo Jacob en Bet-el. En el versículo 16 Jacob posiblemente rebosaba de gozo por la experiencia de Bet-el. Además esperaba ansioso el nacimiento de otro hijo de Raquel su esposa amada. Sin embargo, mientras nacía este hijo, moría Raquel, la predilecta de Jacob. Aunque Raquel llamó a su segundo hijo Benoni, un nombre que expresaba aflicción, Jacob cambió inmediatamente ese nombre por Benjamín, un nombre de aliento. El hecho de que Jacob cambiara el nombre de su hijo demuestra que no estaba desilusionado ni desanimado por la pérdida de Raquel. En lugar de estar decepcionado, estaba lleno de confianza, fe y esperanza. Jacob parecía decir: “No, su nombre debe ser Benjamín; él no es hijo de aflicción, sino hijo de mi mano derecha”. ¡Cuánta fe y esperanza tenía Jacob! No obstante, si este suceso se hubiera producido antes de la experiencia de Jacob en Bet-el, él habría dicho: “Amén, su nombre debe ser Benoni, porque es un hijo de aflicción. Esta experiencia es sin duda dolorosa”. Pero Jacob había llegado a ser una persona transformada después de su experiencia en Bet-el. El versículo 21 afirma que Jacob había sido verdaderamente transformado: “Y salió Israel, y plantó su tienda más allá de Migdal-edar”. Aquí, después de la muerte de Raquel y del nacimiento de Benjamín, Jacob es llamado Israel por primera vez. El versículo no dice que Jacob viajó, sino que fue Israel el que lo hizo. Para entonces Jacob había llegado a ser una persona transformada. Anteriormente su nombre había sido cambiado de Jacob a Israel (32:27-28; 35:10), pero nunca había sido llamado por su nuevo nombre.
(2) Raquel dio a luz a José, un nazareo, quien tipifica a Cristo Jacob tuvo doce hijos: seis de ellos nacieron de Lea, incluyendo a Leví, quien tenía el sacerdocio, y a Judá, a quien correspondía el reinado; otros dos, José y Benjamín, nacieron de Raquel; dos más, Dan, el peor de todos, y Neftalí, uno de los mejores, nacieron de Bilha; y los dos últimos, Gad y Aser nacieron de Zilpa (vs. 22-26). Benjamín y José, los dos hijos de Raquel, tipifican a Cristo. José nació primero, pero en tipología, es la continuación de Benjamín. El relato del nacimiento de José no da indicios de que tipifique a Cristo. Pero como vimos, el nacimiento de Benjamín revela claramente que éste tipifica a Cristo. Benjamín, el hijo de aflicción, el hijo de la mano derecha, es seguido por José. Desde el capítulo treinta y siete hasta el final de Génesis, se nos relata la vida de José. José, un nazareo, uno que fue apartado para Dios, es indudablemente una figura de Cristo (49:26 “apartado” en hebreo es la misma palabra que “nazareo”). José tipificaba a Cristo como el hijo de aflicción y también como el hijo de la mano derecha. Después de su sufrimiento y exaltación, José se sentó al lado del faraón en el trono. Cuando llegamos al relato de José, vemos que en todos los aspectos, él tipifica a Cristo. Por ahora, un solo caso es suficiente como ejemplo. Cuando José estaba encarcelado, tenía dos compañeros (40:1-4). Más adelante, uno de estos compañeros se salvó y el otro murió (40:20-22). Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz, lo acompañaban dos ladrones, uno de los cuales fue salvo y el otro se perdió (Lc. 23:32-33, 39-43). ¡Cuán maravillosa es esta figura! José sufrió como hijo de aflicción en la primera parte de su vida. Durante la segunda parte de su vida, él fue exaltado como hijo de la diestra. El fue exaltado al trono, a la diestra del faraón, y recibió poder para administrar la provisión de vida a todo el pueblo. No obstante, como hicimos notar, en tipología, José es la continuación de Benjamín, el hijo de aflicción que llegó a ser el hijo de la diestra. Benjamín y José fueron hijos de Raquel, la predilección natural de Jacob. Según lo dispuso Dios, las cosas naturales no están mal. Dios estableció el matrimonio. La vida matrimonial, siendo algo natural, fue ordenada por Dios. No diga jamás que las cosas naturales no son buenas. Si usted afirma eso, entonces debe dejar de comer, pues la comida es un artículo natural necesario, ordenado por Dios. A menudo los jóvenes dicen: “¿Por qué tenemos que ocuparnos de la comida y el vestido? ¿Por qué necesitamos dormir? Si Dios nos hubiera creado sin necesidad de comer, de vestirnos ni de dormir, la vida sería maravillosa. Además, ¿a quién le gusta estar en frente de un horno caliente, y quién disfruta lavar platos? ¡Ojalá estas cosas no existieran. Quisiéramos vivir sin todas esas cosas”. No obstante, Dios estableció que tuviéramos la necesidad de casarnos, comer, dormir y vestirnos. Estas cosas son naturales, y aún así fueron ordenadas por Dios. Igual que todos los hombres, Jacob necesitaba una esposa. Cuando llegó a casa de su tío Labán en Padan-aram, la primera persona con quien se encontró fue Raquel (29:9-11), e inmediatamente la escogió a ella. Ciertamente esto fue arreglado providencialmente por Dios. Al mirar a Raquel, Jacob probablemente dijo: “Escojo a ésta”. Jacob amaba a Raquel y aceptó servir a Labán siete años por ella (29:18-20). Dios intervino al hacer que Jacob encontrara primero a Raquel, y también al permitir que Labán lo engañara. Labán había prometido dar a Raquel a Jacob, pero en la boda, le dio a Lea en lugar de Raquel (29:21-25). El engaño de Labán le impidió a Jacob obtener a la que había escogido. Entonces Jacob estuvo dispuesto a servir a Labán otros siete años por Raquel. El estuvo dispuesto a soportar aquello para conseguir lo que él había escogido. Mientras Jacob trabajaba esos años por Raquel, cada vez que la veía, seguramente suspiraba por ella. Pero no la podía tener. Ninguno de nosotros habría sido tan paciente, pero Jacob esperó con paciencia todo ese tiempo, y finalmente Raquel le fue concedida. Este relato está lleno de significado espiritual. Dios ha determinado que tengamos nuestra elección natural. Sin embargo, bajo Su providencia se nos debe impedir durante cierto tiempo llegar a obtenerla. Por una parte, Jacob quedó impedido, pues no pudo conseguir aquello que prefería naturalmente; y por otra, se le permitió tenerla. Esto significa que aunque Dios haya determinado
algo para nosotros, no nos permitirá conseguirlo por nuestros medios ni cuando a nosotros nos parezca. Indudablemente Dios había destinado a Raquel para Jacob. No obstante, El no permitió que éste la obtuviese a su manera ni cuando él quisiera. Jacob quería tener a Raquel inmediatamente. Después de obtenerla, Jacob indudablemente deseaba conservarla el resto de su vida. Pero en cierto momento, fue como si Dios dijera: “Jacob, te quitaré a Raquel”. No digo esto en vano. Yo sé que eso es verdadero en mi experiencia personal. Dios nos ha designado para que tengamos nuestra elección natural, pero no como nosotros queramos ni cuando lo deseemos. Usted puede preguntarse por qué Dios nos molesta así. El hace eso con el único propósito de producir a Cristo. Dios ha determinado que usted tenga una esposa, pero no le permitirá obtenerla por sus propios medios ni en el momento que usted lo desee. Su propósito no es hacerlo sufrir a uno. Dios no es cruel. Su propósito es producir a Cristo. Dios también lo diseñó a usted para que coma, pero no para que lo haga a su manera. Aun en esto, el propósito de Dios consiste en producir a Cristo. Algunos de ustedes saben que me gustan mucho los postres y particularmente los helados. No obstante, Dios me ha puesto bajo la mano controladora de mi querida esposa. Cuando consigo un helado, no es a mi manera ni cuando yo quiero. Mi esposa puede testificar que me encanta comer helado al mediodía, pero ella me dice que debo esperar hasta la cena. Con eso he aprendido la lección de no conseguir mi elección natural a mi manera ni cuando yo lo deseo, sino a la manera de Dios y cuando El lo desee. Su propósito en eso no consiste en hacerme sufrir, sino en producir a Cristo. Cuando mi amada esposa me dice que debo esperar hasta la cena para comer helado, yo simplemente regreso a mi estudio. Jamás me peleo con ella por eso. Este ejemplo de mi experiencia nos muestra el principio. Supongamos que por ser yo un hombre y al tener la fuerza de pelear, yo diga a mi esposa: “Esta es mi casa, ésta es mi familia, y tú eres mi esposa. ¡Sírveme helado ahora mismo! Me rehuso a esperar hasta la cena”. Si yo viviese así, Cristo no podría ser producido. No habría lugar para Benjamín ni para José. Hace poco, alenté a los jóvenes a que obtuvieran una educación superior. Ahora muchos tienen esta ambición. Yo conozco a algunos jóvenes que aman al Señor y que tomaron la decisión de conseguir una buena educación. Obtuvieron el título que deseaban, no conforme a su método ni cuando a ellos se les ocurrió, sino como Dios lo dispuso y cuando El lo permitió. Aparentemente, esto les causó algunos sufrimientos. Pero el propósito de Dios no es hacernos sufrir, sino producir a Cristo, producir a Benjamín y a José. Todos debemos comprender que no estamos en nuestras propias manos, sino en las del Señor. Puesto que somos Sus escogidos y lo amamos, estamos en Sus manos. El nos llevará a Bet-el, y allí permaneceremos bajo Su mano. Tarde o temprano viajaremos y cuando El lo desee, Su mano nos quitará aquello que deseábamos, lo que habíamos elegido, a fin de que Benjamín sea producido. El libro de Génesis culmina en el hecho de que José se sentó en el trono con poder y autoridad para distribuir el suministro de vida a todo el pueblo. Esto es resultado directo de la experiencia que tuvo Jacob con relación a Raquel. Sin esta experiencia, Benjamín y José no habrían llegado a existir. Repito que la consumación del libro de Génesis procede de la relación de Jacob con Raquel. La experiencia adecuada de Jacob con Raquel significa que nuestra elección natural, aun siendo ordenada por Dios, no nos es dada de la manera que preferimos ni cuando lo deseamos, sino como y cuando Dios quiera. Sea cual fuere nuestra elección, bien sea el matrimonio, el alimento o el vestido, nos la concederá el Señor como y cuando El quiera. Aun mientras uno se viste, debe decir: “Señor, ¿cuál es Tu camino? ¿Cuál es Tu momento?” Jóvenes, tanto sus necesidades diarias como lo que los satisface ha sido determinado por Dios. Pero no esperen conseguir nada valiéndose de su propio método ni cuando a usted le parezca. Esto jamás produciría a Cristo. Si ustedes desean que Dios los use para producir a Cristo, sus necesidades no deben ser satisfechas como a ustedes les parezca ni cuando ustedes lo deseen, sino como Dios quiera y cuando El lo desee.
La Biblia no afirma que Jacob se hubiese lamentado después de la muerte de Raquel. Jacob entendía claramente que la pérdida de su esposa era obra de Dios. En lugar de estar desanimado, cobró aliento y cambió inmediatamente el nombre de su hijo de “hijo de aflicción” a “hijo de la diestra”. En este asunto Jacob no fue débil, sino muy fuerte, pues sabía que la muerte de Raquel provenía de la mano de Dios. Vemos esto confirmado en el hecho de que el Espíritu Santo lo llamó Israel en el versículo 21. Esto demuestra que él fue plenamente transformado. Antes del capítulo treinta y cinco Jacob había pasado por muchos quebrantos, particularmente en los veinte años que vivió con Labán. Sin embargo, esas heridas no fueron tan profundas ni tan personales como la pérdida de su esposa amada. Este golpe fue hondo y personal y conmovió las profundidades de su ser. Después de que usted haya conocido la vida de iglesia hasta cierto punto, también tendrá esta experiencia. Algo sucederá que lo conmoverá profundamente. Lo que escoja su corazón le será quitado para que surja Cristo como Benjamín y como José. Alabado sea el Señor por este cuadro y por esta palabra. Creo que muchos de nosotros necesitamos este mensaje ahora mismo.
b) La deshonra de la concubina de Jacob, la sierva de Raquel, cambió la primogenitura La pérdida de Raquel no fue la única cosa dolorosa que le sucedió a Jacob mientras se alejaba de Bet-el. Rubén le causó una pena profunda a Jacob al deshonrar a la concubina de éste (v. 22). Esto también fue una experiencia que destrozó el corazón de Jacob. El versículo 22 contiene palabras muy significativas: “Lo cual llegó a saber Israel”. Usted se preguntará cómo una acción tan inmoral se pudo producir en esta familia piadosa. No obstante, sucedió. La deshonra de la concubina de Jacob por parte de Rubén causó un cambio de primogenitura (1 Cr. 5:1; Gn. 48:22). Rubén nació de Lea y era el primogénito. Como tal, él era quien heredaría la primogenitura. Pero el hecho de que deshonrara a la concubina de Jacob, le hizo perder la primogenitura, y ésta pasó a José. Después de que se le puso fin a la relación entre Jacob y Raquel, uno de los hijos de ésta recibió la primogenitura. Esto es muy significativo. Jacob sentía en lo profundo de su corazón que su esposa era Raquel, y no Lea. Por consiguiente, para Jacob, el primogénito no debía haber sido Rubén, sino José. El hecho de que Rubén fuese el primogénito era obra de Dios, pero no concordaba con el deseo que tenía Jacob en su corazón. Dios había determinado el matrimonio de Jacob con Lea y el nacimiento de Rubén. No obstante, el corazón de Jacob estaba apegado a Raquel y a José. Para él, José era en realidad el primogénito. Dios es justo. Después de obligar a Jacob a casarse con Lea y a producir el primogénito por medio de ella, Dios finalmente aflojó la mano y soltó a Rubén. Este cayó, y la primogenitura fue reasignada. Esto debería servirle a uno de consuelo. Tal vez uno se preocupe por el hecho de que Dios elimina por completo lo que uno escoge naturalmente, lo que desea con el corazón. Pero a la larga Dios lo pondrá todo en orden. Con la pérdida de Raquel, Jacob obtuvo un segundo hijo, el cual tipificaba a Cristo; y con la deshonra causada por Rubén, se reasignó la primogenitura. No debemos preocuparnos por lo que nos acontece. Por el contrario, debemos creer que todas las cosas suceden por la intervención de Dios. La deshonra de la concubina de Jacob por parte de Rubén fue algo vergonzoso, pero hasta este hecho fue usado para traer un resultado positivo. La primogenitura no debía asignarse a Rubén, pero por nacimiento le correspondía a él. Por tanto, Dios permitió providencialmente que Rubén cayera para que la primogenitura fuese trasferida a la persona debida. ¡Cuán maravilloso es esto! En todo caso, nunca se valga de la providencia de Dios como pretexto para decir: “Hagamos males para que vengan bienes”.
7) Entró en la comunión Después de experimentar estos golpes más profundos y personales, Jacob entró en una comunión plena con el Señor en Hebrón (v. 27). La comunión que tuvo en Hebrón denota intimidad, paz, satisfacción y gozo. Es maravilloso estar en la vida de iglesia. Sin embargo, al principio de nuestra experiencia en la vida de iglesia no tenemos una comunión plena, ya que ésta se encuentra en Hebrón. Muchos de los que están en la vida de iglesia hoy no se hallan en una condición espiritual íntima, pacífica, satisfactoria y alegre. Aunque usted esté en la vida de iglesia, necesita peregrinar y sufrir heridas profundas y personales hasta llegar a Hebrón y entrar en plena comunión con el Señor. En esta comunión, usted tendrá alegría, satisfacción y paz plenas e intimidad entre usted y el Señor. Dice en el versículo 27: “Después vino Jacob a Isaac su padre a Mamre, a la ciudad de Arba, que es Hebrón, donde habitaron Abraham e Isaac”. Abraham había llegado a Siquem (12:6), había pasado por Bet-el (12:8) y había morado en Hebrón (13:18; 18:1); Isaac había pasado casi toda su vida en Hebrón. Así, Jacob siguió los pasos de Abraham y llegó a Siquem (33:18), pasó por Bet-el (35:6) y moró en Hebrón. Todos debemos llegar a Hebrón. Aunque estamos en la vida de iglesia, no tenemos descanso, ni completa paz, ni satisfacción, ni gozo, ni intimidad hasta que avancemos y peregrinemos en nuestro espíritu hasta Hebrón. Aquí en Hebrón, disfrutamos de una intimidad maravillosa con el Señor. Hebrón también es el lugar donde maduramos en vida. En 37:1 Jacob empezó a madurar porque estaba en Hebrón.
8) Cortados los lazos que lo unían a su padre En los versículos 28 y 29 se menciona la muerte de Isaac. Cuando Jacob estaba en Hebrón, fue cortado su último lazo terrenal, el vínculo filial. Algunos dirán: “Todos debemos honrar a nuestros padres. ¿Por qué dice usted que el lazo fue cortado cuando el padre de Jacob murió?” Por una parte, es bueno tener a nuestros padres con nosotros; pero por otra, toda relación constituye un lazo. Después de que Jacob llegara a Hebrón y entrara en el reposo pleno, Dios quitó a su padre y lo dejó completamente libre de todo lazo terrenal. Al final del capítulo treinta y cinco vemos a una persona completamente transformada y libre. Jacob está ahora en Hebrón, en el descanso, la alegría, la satisfacción y la intimidad plenas, y en comunión con el Señor. En Hebrón nada separa a Jacob del Señor. Allí él puede cantar: “Nada se interpone entre tú y yo, Señor, nada”. En Jacob vemos a una persona totalmente quebrantada y calibrada por el Señor. Todo vínculo fue cortado y ahora él tiene plena libertad para disfrutar de una comunión íntima con el Señor en Hebrón.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA Y UNO TRES COLUMNAS Y UNA TORRE EN LA VIDA DE JACOB Al remontarnos a la historia de Jacob, nos damos cuenta de que hubo tres columnas y una torre en su vida. Jacob erigió columnas en cuatro ocasiones, pero las erigió sólo en tres lugares: en Galaad, en Bet-el y en el camino de Belén (31:45; 28:18, 22; 35:14, 20). Jacob levantó columnas en tres lugares, y en uno de ellos, Bet-el, lo hizo dos veces; por esta razón, fueron en realidad tres columnas
las que marcaron la experiencia de toda su vida. Aparte de estas tres columnas, Jacob experimentó también una torre, la torre de Migdal-edar (35:21). Creemos que todo lo que relata la Biblia tiene un significado especial. En este mensaje examinaremos, a modo de paréntesis, el significado que las tres columnas y la torre tuvieron en la vida de Jacob.
I. LAS TRES COLUMNAS A. La columna de Galaad Las tres columnas establecidas por Jacob fueron señales en su vida. Dividieron su vida en tres secciones. En la primera, Jacob experimentó el cuidado de Dios. Desde su nacimiento, él se encontraba bajo el cuidado de Dios. No obstante, Jacob, que era un suplantador, uno que tomaba por el calcañar, pensaba que se encontraba bajo su propio cuidado. Se dio cuenta al fin de que no estaba bajo su propio cuidado, sino bajo el de Dios. Si Jacob hubiese estado bajo su propio cuidado, él no habría podido afrontar las artimañas de su tío Labán, ni enfrentarse con Esaú, su hermano fuerte, y habría sido vencido por Labán o destruido por Esaú. Al estar bajo el cuidado de Dios, Jacob no podía ser perjudicado ni por Labán ni por Esaú. Aunque Jacob hizo todo lo posible por cuidarse a sí mismo, descubrió gradualmente que se hallaba bajo el cuidado de Dios. Recuerde cómo Jacob abandonó a Labán. El no se marchó de una manera gloriosa; por el contrario, él tuvo temor de Labán y se le escabulló de una manera vergonzosa (31:20-21). Al hacer eso, “Jacob engañó [lit., robó el corazón] a Labán arameo” (31:20). Jacob pensaba que debía huir de Labán para protegerse, y se le escabulló secretamente. Más tarde, se dio cuenta de que sus habilidades no lo protegían, pues estaba bajo el cuidado de Dios. Aunque Labán no se enteró de la huida de Jacob sino hasta tres días después, con todo, lo persiguió y le dio alcance (31:23). La noche antes de que Labán alcanzara a Jacob, Dios le dijo a aquél: “Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente” (31:24). Dios parecía decir a Labán: “No le hagas ningún mal a Jacob. Lo debes dejar en Mis manos”. Labán no fue sabio al relatarle a Jacob lo que Dios le había dicho la noche anterior (31:29). Si Labán no hubiese comunicado esto a Jacob, habría podido hacer un trato con él. Pero Jacob usó lo que Dios había dicho a Labán como base para reprenderlo, pues le dijo: “Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías; pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos y te reprendió anoche” (31:42). Cuando Jacob reprendió a Labán, en lo profundo de su corazón seguramente sintió agradecimiento para con Dios por Su protección. Dios intervino en todas las circunstancias de su existencia. Entonces Labán dijo a Jacob: “Ven, pues, ahora, y hagamos pacto tú y yo, y sea por testimonio entre nosotros dos” (31:44). Jacob respondió a la propuesta de Labán tomando una piedra y erigiéndola a modo de columna (31:45). Labán intentó amontonar muchas piedras, pero Jacob levantó una columna, la cual fue un testimonio del cuidado que Dios tenía de él. Jacob llegó a ver que toda su vida estaba bajo el cuidado de Dios. Por consiguiente, erigió esta columna como firme testimonio del cuidado de Dios para con él. Jacob estuvo bajo el cuidado de Dios por más de veinte años. Aunque vivió bajo la mano opresora de Labán durante tanto tiempo (Labán cambió su salario diez veces, 31:41), Dios estaba con él todo el tiempo, y Su mano reposaba sobre él. Por lo tanto, al hacer un trato con Labán, Jacob levantó una columna como testimonio de que se encontraba bajo el cuidado de Dios. Esta columna se relacionaba con la subsistencia de Jacob. Muchos de nosotros también hemos establecido esa columna. Si usted considera su propia experiencia cristiana, verá que la primera etapa de su vida cristiana fue la etapa de experimentar el cuidado de Dios. Aun antes de ser salvos, deseábamos disfrutar del cuidado de Dios. Cuando oímos las buenas nuevas del evangelio, lo que deseábamos al creer en el Señor Jesús era que El nos cuidara. Durante muchos años, nosotros, igual que Jacob, hemos estado bajo el cuidado de nuestro Padre celestial. Al final de la primera etapa de nuestra vida
cristiana debemos levantar una columna como testimonio del cuidado de Dios. Ahora bien, si uno ha estado con el Señor durante mucho tiempo, tal vez sea demasiado tarde para levantar esta columna. Deberá, entonces, levantar la segunda columna, la de Bet-el.
B. La columna de Bet-el Años antes de erigir esta columna en Galaad, Jacob había levantado una columna en Bet-el (28:18, 22). Jacob levantó aquella columna inmediatamente después de tener un sueño. Una vez más, vemos que la biografía de Jacob también es la nuestra. Poco después de ser salvos, oímos acerca de la casa de Dios y respondimos a lo que oímos. Pero todo lo que oímos y lo que hicimos era como un sueño; en realidad, no experimentábamos la casa de Dios. En Génesis 28 Jacob tuvo un sueño. Después de ese sueño, tuvo una experiencia verdadera, no de la casa de Dios, sino del cuidado de Dios. Al final de esta etapa de su experiencia, él erigió una columna en Galaad como testimonio del cuidado de Dios. Como ya veremos, en nuestra vida cristiana necesitamos tres columnas, tres señales, y la primera de ellas testifica del cuidado de Dios para con nosotros. Después de salir de Padan-aram y de regresar a la buena tierra, Jacob no se dirigió directamente a Bet-el. Dios tuvo que intervenir y llamarlo a Bet-el: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú” (35:1). Esto indica que Jacob no tenía ninguna intención de cumplir el voto que había hecho a Dios en Bet-el veinte años antes. Es probable que él lo hubiera olvidado. En lugar de viajar directamente a Bet-el para cumplir su voto, viajó a Sucot, donde edificó una casa para sí e hizo cabañas para su ganado (33:17). Más tarde viajó a Siquem, donde compró una parcela de tierra y extendió su tienda (33:18-19). Después del grave problema que surgió a raíz de la deshonra de Dina, la hija de Jacob, Dios le dijo a éste que se levantara y subiera a Bet-el. Cuando Jacob llegó a Bet-el por segunda vez, no recibió ningún sueño. El ya había recibido el mandato de Dios de subir allí, morar allí y edificar un altar al Dios que se le había aparecido cuando huía de Esaú. En Bet-el Jacob se consagró a Dios para que El cumpliese Su propósito de obtener a Bet-el, la casa de Dios. Aquí en Bet-el Jacob levantó la segunda señal, la segunda columna de su vida (35:14). Como lo indica 28:22, la columna de Bet-el fue llamada la casa de Dios. Así que la primera columna fue un testimonio del cuidado de Dios, y la segunda, un testimonio de la casa de Dios. La historia de Jacob también es nuestra historia; por esta razón, todos debemos adorar al Señor. Muchos de nosotros hemos alzado columnas tanto en Galaad como en Bet-el. No solamente podemos testificar del cuidado de Dios, sino también de la casa de Dios. La primera columna que erigió Jacob fue una señal de que Dios se encargaba de su subsistencia. Cuando Jacob, un pobre suplantador, llegó a la casa de Labán, no tenía nada. Pero cuando volvió a la buena tierra, había obtenido grandes riquezas. El tenía compañías de personas y multitud de ganado y de rebaños. En el voto que Jacob hizo en 28:20 y 21, dijo: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios”. En otras palabras, Jacob decía: “Si el Señor no me da comida y vestido, y si no me trae de regreso a la casa de mi padre en paz, entonces no lo tomaré a El como mi Dios, sino que me olvidaré de El”. ¡Vaya trato que hizo Jacob con Dios! Sin embargo, Dios satisfizo todas las condiciones del voto de Jacob, suministrándole comida y vestido, dándole paz, y aumentándole las personas y los rebaños; mas aquí en el capítulo treinta y cinco Dios parecía decir: “Jacob, ahora debes ir a Bet-el. Deja de preocuparte por tu comida, tu vestido y tu bienestar. Debes ocuparte de Mí y de Mi casa. Jacob, me he ocupado de ti durante años. De ahora en adelante, tú debes ocuparte de Mí”. Muchos de nosotros podemos testificar que hace años levantamos una columna en Galaad. En esa ocasión, nuestro testimonio giraba en torno al cuidado de Dios por nosotros. Dábamos testimonio de que nuestro Dios era fiel, bondadoso, lleno de gracia y rico. Pero ahora nuestro testimonio no se relaciona con la primera columna, el testimonio de que Dios nos cuida, sino con la segunda, el testimonio de la casa de Dios. Sin embargo, son pocos los cristianos de hoy que se ocupan de la
casa de Dios. La mayoría se preocupa principalmente por sus propias necesidades, y la columna que levantan es solamente un testimonio de que Dios los cuida. Muy pocos experimentan la columna que da testimonio de la casa de Dios. Tener la columna del cuidado de Dios sin la columna de la casa de Dios no es algo normal. Nosotros los Jacob de hoy debemos establecer la segunda columna para el edificio de Dios. ¡Alabado sea el Señor porque muchos de nosotros lo hemos hecho! En nuestra vida cristiana, no sólo tenemos la primera sección, la sección del cuidado de Dios, sino también la segunda, la de la casa de Dios. Con todo, debemos seguir adelante y erigir una tercera columna.
C. La columna del camino de Belén En este mensaje tengo la carga de compartir acerca de la tercera columna: la columna que se levanta en el camino de Belén (35:16-20). En Bet-el Jacob construyó un altar y levantó una columna. El no sólo respondió al llamado de Dios, sino que se consagró a El para que realizara Su deseo de tener a Bet-el. Ahora bien, la vida de Jacob no terminó en 35:15. El versículo 16 afirma que partió de Betel. Mientras Jacob viajaba, tuvo una experiencia que fue motivo de alegría y también de sufrimiento, una ganancia y a la vez una pérdida. Jacob obtuvo un hijo, Benjamín, y perdió a su esposa amada, Raquel. Si usted tuviese que elegir, ¿preferiría obtener al hijo o conservar a la esposa? Para obtener al hijo, debe sacrificar a su esposa, y para conservar a su esposa, le será negado el hijo. Jacob tenía once hijos, pero ninguno de ellos era un tipo completo de Cristo. El tuvo muchas experiencias, pero ninguna de ellas era suficiente para producir a Cristo. Así, se enfrentó con un dilema: conservar a Raquel u obtener a Benjamín. Este es un asunto crucial, y todos hemos de enfrentar este dilema. En realidad, Jacob no tomó la decisión. Aunque hubiese preferido a Raquel, de todos modos no habría podido hacer nada al respecto. Además, si hubiese querido rechazar a Benjamín, no habría sido capaz de hacerlo. Tanto la muerte de Raquel como el nacimiento de Benjamín estaban en las manos de Dios. Lea, la esposa a quien Jacob no amaba mucho, le dio seis hijos. Raquel, el objeto del amor de Jacob, había dado a luz solamente a un hijo, José, cuyo nombre significa “añadidura”. Cuando José nació, Raquel anhelaba tener un segundo hijo, y dijo: “Añádame Jehová otro hijo” (30:24). En su anhelo de tener otro hijo, ella parecía decir: “Dios ha quitado mi oprobio y me ha dado un hijo. Pero un solo hijo no basta, quiero otro. Por lo tanto, llamaré el nombre de mi primer hijo José”. Esto evoca una oración, la cual fue contestada a costa de la vida de ella. Raquel pronunció esta oración en 30:24, y la respuesta vino en 35:18. Para conseguir lo que deseaba, Raquel tuvo que perder su propia vida. En 30:24 ella en realidad no sabía lo que pedía. Raquel anhelaba que Dios le diese un segundo hijo, pero no sabía que eso le costaría la vida. Muchos de nosotros hemos hecho lo mismo. Hemos orado por algo en particular sin saber lo que costaría la respuesta a nuestra oración. En el momento en que Raquel dio a luz a su segundo hijo, sin duda Jacob estaba contento. Pero se dio cuenta repentinamente de que Raquel, a quien amaba con todo su corazón, estaba muriendo. Benjamín venía, pero Raquel se iba. El hecho de que el nacimiento de Benjamín y la muerte de Raquel se produjeron al mismo tiempo significa que Jacob obtuvo un hijo al perder lo que prefería por naturaleza. En este mensaje el punto crucial es que Jacob obtuvo a Cristo perdiendo a su preferencia natural. La tercera columna que vemos en la vida de Jacob fue un testimonio de que Dios quitó de en medio su preferencia natural. Es maravilloso tener el testimonio de que Dios nos cuida y el testimonio de la casa de Dios. Sin embargo, ni siquiera la casa de Dios es la meta final de Dios. La meta final de Dios es expresar a Cristo. La expresión de Cristo no es individual, sino corporativa, y se lleva a cabo en la casa de Dios. La iglesia como casa de Dios expresa a Cristo. Si queremos expresar a Cristo, necesitamos la iglesia. Pero la mayoría de los cristianos piensa que puede expresar a Cristo sin la iglesia. Resulta imposible expresar adecuadamente a Cristo fuera de la iglesia. Aparte de la columna que muestra el
cuidado de Dios y de la que expresa la casa de Dios, necesitamos tener la tercera columna: la señal de la expresión corporativa de Cristo. Esta señal cuesta mucho. Génesis 35:20 afirma que Jacob levantó una columna sobre la tumba de Raquel, y que “esta es la señal de la sepultura de Raquel hasta hoy”. Esta sepultura marcó la muerte de la preferencia natural de Jacob, lo predilecto de su corazón. Raquel fue la primera persona que Jacob encontró cuando llegó a casa de Labán, y se enamoró inmediatamente de ella. El hizo todo lo necesario por hacerla su esposa, y finalmente lo consiguió. Raquel no murió de vejez; murió prematuramente en un parto. El hecho de que todavía pudiera engendrar hijos indica que ella no era vieja. Ninguno de los partos de Lea, seis hijos y una hija, tuvo complicaciones; pero Raquel murió dando a luz a su segundo hijo. Su muerte fue permitida por Dios. La muerte de Raquel representa la muerte de nuestra preferencia natural. Las primeras dos columnas que levantamos no representan una vida feliz, sino una vida que edifica la casa de Dios para la expresión de Cristo. Jacob tuvo once hijos, pero ninguno de ellos tipificaba plenamente a Cristo. Ninguno de ellos era hijo de aflicción e hijo de la mano derecha. José era excelente, pero antes del nacimiento de Benjamín, no tipificaba a Cristo. En tipología, José es la continuación de Benjamín. Esto implica que por muchas que sean nuestras experiencias espirituales, hasta ese momento ninguna de ellas es la expresión de Cristo. Todavía necesitamos a Benjamín. Si queremos que nazca Benjamín, nuestra preferencia natural, nuestra “Raquel”, debe morir. Dios usó a Raquel para que diera a luz a Benjamín. Pero El se la llevó cuando cumplió este cometido. Dios también usará a la “Raquel” que amamos. De todos modos, cuando haya usado a nuestra “Raquel”, nos la quitará. Si usted examina su experiencia, se dará cuenta de que Dios usa sus preferencias, sus deseos. No obstante, después de que los usa, nos los quita. La muerte de Raquel no fue un sufrimiento para Jacob solamente, sino también para ella misma. Leemos en Mateo 2:18: “Voz fue oída en Ramá, llanto y lamento grande; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque ya no existen”. Durante muchos años no pude entender cómo Raquel, sepultada por más de mil setecientos años, todavía podía llorar. Sin embargo, este versículo afirma que aún en los días en que Cristo nació, Raquel lloraba por sus hijos, los cuales eran descendientes de Benjamín. Benjamín fue sin dudas “el hijo de aflicción”, y Raquel acertó al darle ese nombre. El nacimiento de Benjamín no sólo le quitó la vida a Raquel, sino también a sus descendientes, más de mil setecientos años después. Herodes mató a todos los niños de dos años para abajo que se encontraban en Belén y en sus alrededores puesto que Cristo nació allí (Mt. 2:16). Raquel lloraba por sus hijos, a quienes Herodes dio muerte debido a la venida de Cristo. Eso significa que Raquel sufrió el martirio por la venida de Cristo. El llanto de Raquel podía ser oído en Ramá. Ella fue sepultada en el camino de Belén, y Ramá se encuentra a sólo ciento ochenta metros de Belén. Por consiguiente, la sepultura de Raquel estaba cerca de Belén y de Ramá. Esta región fue poblada por los descendientes de Benjamín, el hijo de Raquel. Después de la muerte y sepultura de Raquel, ella todavía tenía que esperar que pasaran más de mil setecientos años. El hecho de haber perdido su vida al nacer Benjamín no fue suficiente; ella tenía que llorar por sus descendientes más de mil setecientos años después, porque ellos sufrieron el martirio a causa de Cristo. Raquel no solamente sufrió en ese parto, sino también más de mil setecientos años después. El propósito de su sufrimiento era producir a Cristo. Primero vino Benjamín, la figura de Cristo, y después el verdadero Cristo. A diferencia de nosotros, Dios no está limitado por el tiempo. Por esta razón, no debemos preocuparnos por el intervalo de más de mil setecientos años entre la muerte de Raquel y el nacimiento de Cristo. Jacob había levantado una columna en Galaad y otra en Bet-el, pero ahora tenía que levantar una tercera en el camino de Belén. En la vida cristiana nosotros también debemos tener la marca de la tercera columna en la sepultura de Raquel, el lugar donde está sepultada nuestra preferencia natural. Un día nuestro amor, nuestro deseo, nuestra preferencia, será aniquilado y sepultado. Debemos erigir una columna sobre la sepultura de nuestra preferencia natural. Esta señal es la pancarta de la muerte y sepultura de nuestras preferencias naturales, de lo que desea nuestro corazón. Alguna
persona, alguna cosa o algún asunto que amamos mucho morirá y será sepultado, y se levantará una columna sobre la sepultura como testimonio de que nuestra preferencia ha sido sepultada. Entonces iremos a Belén, el lugar del nacimiento de Cristo. La columna que está en el camino de Belén conduce el hombre a Cristo. Cuando Jacob vio a Raquel por primera vez y se enamoró de ella, él no sabía los problemas que esto le acarrearía. Jacob amaba a Raquel, y este amor fue la razón por la cual le fueron dadas Lea y las dos siervas, Zilpa y Bilha. Sin Lea y sin estas dos siervas, Jacob no habría tenido sus diez hijos y se habría ahorrado los problemas que ellos le causaron. Cuanto más amaba Jacob a Raquel, más problemas tenía. Lea le había dado cuatro hijos, pero Raquel era estéril y se quejaba a Jacob (30:1). El le respondió: “¿Soy yo acaso Dios, que te impidió el fruto de tu vientre?” (30:2). Jacob parecía decir: “Raquel, ¿por qué te quejas ante mí? ¿Por qué no te quejas ante Dios?” Finalmente, Dios escuchó a Raquel y le dio un hijo, José (30:22-24). Cuando nació José, Raquel esperaba que el Señor le añadiera otro hijo. Efectivamente ella dio a luz a un segundo hijo, pero como vimos, perdió la vida en el parto. Por lo tanto, ella llamó a su segundo hijo “hijo de aflicción”. Raquel también sufrió por los descendientes de Benjamín que fueron mártires por causa de la venida de Cristo. Si usted hubiera sido Jacob y hubiera previsto todos los problemas que le acarrearía amar a Raquel, ¿la habría seguido amando? Probablemente usted habría dicho: “Raquel, por mucho amor que te tenga, no me atrevo a relacionarme contigo, porque si lo hago tendré demasiados problemas”. Por supuesto, Jacob no sabía lo que le esperaba. Cuando Raquel murió, Jacob no tuvo otra alternativa que sepultarla y levantar la tercera columna. El había levantado la primera columna en Galaad y la segunda en Belén; ahora tenía que levantar la tercera columna sobre la sepultura de Raquel. Es posible que usted sea muy feliz en la vida de iglesia ahora. Pero un día su “Raquel”, la elección de su corazón, morirá a fin de que se produzca Benjamín. Estoy plenamente convencido de que Benjamín será engendrado en la vida de iglesia. Además, debemos contar con que mucho tiempo después de la muerte de nuestra “Raquel”, tendremos que llorar por sus descendientes martirizados, aquellos que sufrieron el martirio por causa de la venida de Cristo. Raquel lloró porque era natural. En lugar de llorar, debía haberse regocijado. Si ella hubiese ejercitado su espíritu, no habría llorado; se habría regocijado y habría exultado, diciendo: “Aquel que llamé ‘hijo de aflicción’ es una figura, una sombra, del verdadero hijo de aflicción que nacerá en Belén”. En el cuadro de Génesis 35, Raquel representa nuestra elección natural. Para nuestra preferencia natural, el nacimiento de Benjamín es un dolor; mientras que para Israel, es un motivo de regocijo. La venida de Benjamín fue un dolor para Raquel, y la venida de Cristo fue motivo de llanto para ella. Sin embargo, tanto la venida de Benjamín como la de Cristo alegraron a Israel. Ciertas cosas se producirán en la vida de iglesia que harán que nuestro hombre natural padezca y sufra dolor. Sin embargo, para Israel, el hombre espiritual, estas cosas no serán un sufrimiento, sino una alegría. En lugar de llanto, habrá regocijo. En la primera etapa de nuestra vida cristiana, experimentamos el cuidado de Dios; en la segunda, experimentamos la casa de Dios, y en la tercera, experimentamos la venida de Cristo, Su expresión. La venida de Cristo y Su expresión nos cuestan nuestra vida natural, nuestro amor natural y nuestra elección natural. Todo lo natural morirá finalmente y será sepultado. No obstante, nuestra preferencia natural seguirá sufriendo por mucho tiempo.
Todos debemos erigir tres columnas, tres clases de testimonio. Hace años en Taipei, en comunión con los ancianos, hice notar que la mayoría de los testimonios dados en las reuniones de la iglesia se centraban simplemente en que Dios nos cuida. Casi no se escuchaba ningún testimonio acerca de la casa de Dios o la expresión de Dios. En aquel entonces, yo no veía el cuadro de las tres columnas como lo veo ahora. Nuestra vida cristiana debe incluir tres secciones: el cuidado de Dios, la casa de Dios y la expresión de Cristo. En las reuniones de la iglesia, los más jóvenes, los recién salvos, deben dar testimonio de que Dios los cuida. Es un testimonio maravilloso escuchar a esos niños. Pero también necesitamos testimonios sobre la casa de Dios y sobre la expresión de Cristo. Si tenemos estas tres clases de testimonio, eso indicará que en la iglesia tenemos la columna del cuidado de Dios, la columna de la casa de Dios, y la columna de la expresión de Cristo. La meta final de Dios es la expresión de Cristo. Esto nos costará nuestra preferencia natural, nuestro deseo natural y nuestra vida natural. No vemos la muerte ni la sepultura en la primera columna ni en la segunda. Sólo en la tercera columna vemos la muerte de Raquel y su sepultura. Pero la columna erigida sobre la sepultura de Raquel está en el camino de Belén. Por tanto, esta columna está en el camino de Cristo, y conduce a la gente hacia El. Si usted viaja hacia Belén, debe estar en el camino donde se encuentra esta columna. No habrá mucha alegría ni siquiera después de llegar a Belén. En lugar de alegría, habrá muerte. Primero, una sola persona morirá, Raquel; y después de más de mil setecientos años, muchos de sus descendientes serán sacrificados para que Cristo venga. Creo que en el recobro del Señor, esta palabra se cumplirá, y nosotros experimentaremos estas cosas. ¡Que el Espíritu de Dios interprete este cuadro para ustedes de manera clara y sólida! Lo que estoy diciendo ahora no es una mera doctrina ni una interpretación. Debe ser el relato de la historia de nuestra vida. Muchos de nosotros podemos decir que tenemos las primeras dos columnas. Es posible que pronto algunos tengan la tercera columna con la muerte y sepultura de Raquel. Junto con esta muerte y sepultura, vendrá Cristo. Habrá muchos mártires y mucho llanto, pero también vendrá algo maravilloso: el nacimiento de Benjamín y el nacimiento de Cristo. Vendrá Cristo y será expresado. Esta es la meta de Dios y también Su testimonio.
II. LA TORRE Después de levantar la tercera columna, Jacob salió y plantó su tienda más allá de Migdal-edar (35:21). En hebreo, Edar significa “rebaño”. En Miqueas 4:8 la misma expresión hebrea se traduce “torre del rebaño”. Aquí en la torre de Edar, le sucedió algo vergonzoso, contaminante e inmoral a Jacob: su hijo Rubén cometió adulterio con la concubina de Jacob. Esto no se produjo junto a la columna, sino junto a la torre. Creo que Migdal-edar, la torre de rebaños, alude a la vida cómoda. Jacob tenía muchos rebaños. Al pasar por la torre de Edar, él quizá haya considerado que aquél era un buen lugar para descansar. En lugar de seguir hasta Hebrón, su destino, se quedó cerca de la torre de Edar. Esto indica que Jacob había llegado a un lugar donde podía disfrutar de una vida fácil. Mientras disfrutaba de esta vida de complacencia, sucedió algo pecaminoso. El pecado, específicamente el pecado de adulterio, siempre viene cuando estamos en una situación cómoda. El hecho de que Rubén cometiera adulterio con la concubina de Jacob en aquel lugar, indicaba que Jacob no debía haberse establecido allí. El debía haber ido directamente a Hebrón. Si él no hubiese plantado su tienda cerca de la torre de Edar, es probable que este acontecimiento maligno no hubiera sucedido. Jacob levantó tres columnas, pero no necesitaba construir la torre de Edar, puesto que ésta ya estaba allí como una trampa. Mientras usted esté en el camino del Señor, siempre habrá una torre cerca como trampa. La manera de escapar de esta trampa es no detenerse ni contemplarla. Uno debe seguir adelante, en lugar de plantar su tienda cerca de Migdal-edar. En cualquier etapa de nuestra vida cristiana, siempre habrá una torre que nos ponga trampas. La vida fácil siempre es una tentación para los que siguen al Señor Jesús. Toda persona que sigue al Señor se da cuenta de que su destino final está muy lejos. Puesto que el viaje es tan largo, uno espera encontrar un lugar de
descanso en el camino. Pero cuando llega a una “torre de rebaños”, no debe considerarla un lugar de descanso; en realidad, es una trampa. No se detenga allí; siga adelante. Por muy cansado que uno esté al seguir al Señor, debe decir: “Señor, ayúdame. No quiero descansar en ninguna torre. Cuando llegue a una torre, huiré de ella. Jamás la tomaré como lugar de reposo”. Al hacer eso, uno es protegido y preservado de la trampa. El deseo que tenía Jacob en el corazón era tomar a Raquel por esposa. Si Dios no hubiese intervenido por medio de Labán, Jacob habría tomado a Raquel inmediatamente como esposa. Entonces, el primer hijo de Raquel habría sido el primogénito de Jacob. Pero Dios en cierto sentido obligó a Jacob a tomar a Lea como esposa. De modo que Rubén fue el primogénito, y la primogenitura le correspondía a él. No obstante, esto iba en contra del deseo que Jacob tenía en su corazón. Además, no parecía justo. Mientras Jacob disfrutaba una vida fácil en la torre de Edar, Rubén cometió adulterio con la concubina de su padre. Esta acción maligna hizo que perdiera su primogenitura (49:3-4). En 1 Crónicas 5:1 y 2 se indica claramente que la primogenitura pasó a José. Así vemos la intervención providencial de Dios para reasignar la primogenitura. Rubén perdió la primogenitura por haberse contaminado, y José la obtuvo por su pureza (39:7-12). Cuando la esposa de Potifar incitó José a cometer adulterio con ella, él se rehusó. Por guardarse puro, José obtuvo la primogenitura que Rubén había perdido por haberse contaminado en la torre de Edar. Por consiguiente, Dios usó el error de Jacob para reasignar la primogenitura. ¡Alabado sea el Señor porque un error condujo a la reasignación de la primogenitura! Aun así, nunca use este hecho como pretexto para decir: “Hagamos males para que vengan bienes”. Debemos más bien inclinarnos y adorar a Dios por Su intervención. El Dios soberano es justo y no le dio a José las tres partes de la primogenitura. El le dio a José el disfrute de la doble porción de la tierra, pero dio el sacerdocio a Leví, el tercer hijo de Lea, y el reinado a Judá, su cuarto hijo (49:10; 1 Cr. 5:2; Dt. 33:8-10). Leví recibió el sacerdocio por su fidelidad a Dios (Dt. 33:9), y Judá consiguió el reinado debido al amor que tenía por sus hermanos y al cuidado que dedicaba a su padre (37:26; 43:8-9; 44:14-34). Aquí vemos la intervención de Dios. El está detrás de todo y de todos. Cuando vemos este cuadro, y la manera en que todo encaja perfectamente, debemos adorar a Dios. ¡Aleluya, estamos bajo la mano de Dios! La biografía de Jacob es nuestra historia. En la vida de Jacob hubo tres columnas y una sola torre. Nosotros también tendremos tres columnas y una sola torre. Puedo testificar que he experimentado todas estas cosas. Y creo que dentro de unos años, muchos de nosotros recordaremos este mensaje y le damos gracias al Señor por las tres columnas y por la torre.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA Y DOS LA MADUREZ: EL PROCESO DE LA MADUREZ (1) En este mensaje llegamos a la sección más agradable del libro de Génesis: los capítulos del treinta y siete al cincuenta. A todos los niños les gustan las historias contenidas en estos capítulos. En esta sección, el autor cambia su estilo. El relato de los primeros treinta y seis capítulos es breve y enfático, pero la narración de los últimos catorce capítulos es muy detallada. Por ejemplo, el capítulo treinta y siete da muchos detalles. Esta sección contiene tantos pormenores porque es muy
aplicable a nuestra vida humana. Ninguna sección del libro de Génesis es más práctica que la última sección, que consta de catorce capítulos. Antes de examinar el capítulo treinta y siete, quisiera llevarlos de nuevo al principio de este libro. Cuando leemos un libro, debemos entender el tema, el propósito, del mismo. Después de leer todo el libro de Génesis, compuesto de cincuenta capítulos, es posible que uno no reconozca todavía el tema. ¿Cuál es el tema de dicho libro? Cuando yo era joven, me dijeron que Génesis abarca dos puntos principales: la creación y la caída del hombre. Génesis empieza con las palabras: “En el principio creó Dios”, y termina con las palabras: “Y [José] fue puesto en un ataúd en Egipto”. Se me dijo que Génesis es un libro que trata de la obra creadora de Dios y la caída del hombre porque el primer versículo habla de la creación y el último versículo habla del hecho de que José fue puesto en un ataúd en Egipto. Esta perspectiva no es incorrecta, pero sí es una comprensión muy deficiente del libro de Génesis. No es fácil entender la Biblia. De hecho, también resulta difícil entendernos a nosotros mismos. Tenemos cabello en la cabeza y diez dedos en los pies, pero ¿constituyen el cabello y los dedos un hombre completo? ¿Es eso una persona completa? Por supuesto que no. Todos los miembros y órganos vitales, tales como el corazón y los pulmones, se encuentran entre el pelo y los dedos de los pies. Del mismo modo, las partes más importantes de Génesis se encuentran entre el primer versículo y el último. Génesis 1:26 es un versículo crucial: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree...” Note dos palabras significativas en este versículo: imagen y señorío. Efectivamente, el hombre fue creado por Dios y luego cayó. Pero debemos considerar de qué manera fue creado el hombre y con qué propósito. La Biblia afirma que el hombre fue hecho a la imagen de Dios. No existe nada más elevado que Dios. Por consiguiente, el hombre fue hecho a la imagen del ser más elevado. Quizá usted jamás se haya considerado tan elevado. Por llevar la imagen divina, debemos reconocernos como seres elevados. No somos criaturas inferiores; fuimos hechos con el propósito de expresar a Dios y ejercer Su señorío. El tema de Génesis es que el hombre tiene la imagen de Dios y ejerce el señorío de Dios en todas las cosas. Llevamos la imagen de Dios para expresarlo a El, y tenemos Su señorío para representarlo. Por consiguiente, somos la expresión y la representación de Dios. Este es el corazón de Génesis. Si queremos conocer eso progresivamente, necesitamos los cincuenta capítulos de este libro. Todas las generaciones mencionadas en este libro: Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José, cumplen un solo propósito: mostrar que la economía de Dios en el universo consiste en que El se exprese a Sí mismo por medio del hombre. Este es el propósito de Dios, Su meta, y el deseo de Su corazón. El propósito y la economía de Dios están relacionados con el hombre. El relato de todas las generaciones mencionadas en este libro describen la economía de Dios. En Adán no vemos mucho de la expresión ni del señorío de Dios. Aunque Abel creyó en Dios, no vemos claramente en él la expresión ni el señorío de Dios. Enós se dio cuenta de que era frágil y débil, y empezó a invocar el nombre del Señor. Pero en él apenas vemos la expresión o el señorío de Dios. Enoc caminó con Dios. Por consiguiente, vemos en él un poco de la expresión de Dios; no obstante, no vemos nada del señorío de Dios. En Noé vemos un poco de la expresión y del señorío de Dios, pero es algo vago; no está definido ni impresiona ni es claro. En Abraham vemos menos de la expresión y el señorío de Dios que en Noé. Aunque muchos cristianos han exaltado mucho a Abraham, él sólo se encontraba en el primer nivel de la doctrina de Cristo. Abraham fue el padre de la fe en cuanto a la justificación, que es simplemente el comienzo de la doctrina de Cristo. Además, difícilmente podemos ver la expresión y el señorío de Dios en Isaac. Isaac lo heredó todo de su padre y sólo se preocupaba por comer. Mientras le dieran algo de comer, él daría su bendición ciegamente. En Jacob vemos la expresión de Dios. Pero antes de los últimos catorce capítulos de Génesis, no vemos mucha expresión de Dios en Jacob. Ahora bien, en estos últimos capítulos, vemos en él mucho de la expresión de Dios y del señorío de Dios. En esta sección Jacob era de edad avanzada,
pero sus ojos espirituales eran muy agudos. Adondequiera que iba, percibía cuál era la verdadera condición y bendecía a la gente como correspondía. Además, su bendición se convirtió en profecía de parte de Dios. Jacob llevaba verdaderamente la imagen de Dios y lo expresaba. Incluso Faraón, quien gobernaba en ese entonces, se encontraba bajo la bendición de Jacob. Cuando Jacob fue llevado a la presencia de Faraón, no le dijo: “¡Hola! ¿cómo está? ¿Cuántos años tiene?”. Sino que extendió su mano y lo bendijo (47:7, 10). Esto indica que Faraón estaba bajo la autoridad de Jacob, aquel que era la expresión de Dios. La bendición de Jacob a los dos hijos de José, a saber, Efraín y Manasés, también era una profecía. Isaac fue engañado por Jacob, y lo bendijo ciegamente. Pero la bendición que Jacob dio a Efraín y a Manasés fue muy diferente. José trajo a sus dos hijos a Jacob, esperando que Manasés, el primogénito, recibiera la primogenitura. Sin embargo, Jacob puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, el más joven, “colocando así sus manos adrede” (48:14). Cuando José intentó mover la mano de Jacob y ponerla sobre la cabeza de Manasés en lugar de Efraín, Jacob se rehusó y dijo: “Lo sé, hijo mío, lo sé” (48:19). Jacob parecía decir: “Hijo mío, tú no sabes lo que estoy haciendo, pero yo sí. Yo conozco el corazón de Dios. Mi bendición es la expresión y las palabras de Dios. Las palabras de mi bendición son la profecía de Dios”. En la vida de Jacob vemos a un hombre que era uno con Dios y que lo expresaba. Lo que decía Jacob era lo que decía Dios. No piensen que las palabras son insignificantes. Según el Nuevo Testamento, el Hijo expresó al Padre, principalmente al hablar. El Señor Jesús dijo: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, El hace Sus obras”; y: “La palabra que habéis oído no es Mía, sino del Padre que me envió” (Jn. 14:10, 24). Por tanto, expresar a Dios consiste principalmente en hablar por Dios y en declararlo a los demás. Hemos visto que Jacob, la expresión de Dios, llevaba la imagen de Dios. Pero, ¿qué diremos del señorío de Dios? El libro de Génesis concluye con el señorío que ejercía José sobre toda tierra. Aunque el faraón era el soberano, no pasaba de ser una figura decorativa. El que verdaderamente gobernaba era José, quien formaba parte de Jacob en la experiencia de vida. En la vida de Jacob y José vemos la expresión de Dios y el señorío de Dios. No separe jamás a José de Jacob. El relato de los últimos catorce capítulos de Génesis los mezcla a los dos. Esto indica que José es la parte reinante de Jacob, y que Jacob y José no deben considerarse dos personas separadas. En esta sección Jacob sufría, y José reinaba. En el capítulo treinta y siete, José no dio ninguna muestra de sufrimiento. Dicho capítulo revela que Jacob sufría, y no José. Algunos argumentarán diciendo: “Cuando José fue echado al pozo, ¿acaso no sufrió?”. Esta es su interpretación, pero este capítulo no nos revela eso. Por otro lado, Jacob sufrió mucho. El no lloró cuando murió Raquel, pero sí lloró amargamente cuando oyó que José había sido devorado por una fiera (vs. 33-35). El relato bíblico tiene un propósito. Génesis es el libro de la imagen y el señorío de Dios, y presenta un cuadro completo de la manera en que los seres humanos pueden ser hechos de nuevo y transformados para expresar a Dios en Su imagen y representarlo en Su señorío. Los últimos catorce capítulos de Génesis indican que después de que Jacob hubo llegado a ser Israel, llevaba la imagen de Dios y ejercía el señorío de Dios. El libro de Génesis está completo; termina de la misma manera que empieza. Empieza y termina con la imagen y el señorío de Dios. En los últimos capítulos, Dios debe de haberse alegrado, y posiblemente haya dicho: “Ahora tengo un hombre en la tierra que me expresa y me representa. Este hombre lleva Mi imagen y ejerce Mi señorío. Sus palabras son Mi profecía, y sus acciones son el ejercicio de Mi señorío”. Este es el tema del libro de Génesis.
e. La madurez 1) El proceso de la madurez En el capítulo treinta y siete Jacob era viejo. En cuanto al tiempo y a la geografía, él había viajado mucho y había llegado finalmente a Hebrón. Jacob había pasado por muchas experiencias. Probablemente ningún otro personaje de la Biblia haya pasado por las numerosas situaciones confusas y complicadas que experimentó Jacob. El fue quebrantado por Dios hasta el punto de perder casi todo lo que le interesaba. El el capítulo treinta y siete Raquel ya había muerto, y Jacob vivía en Hebrón disfrutando de la comunión que sus antepasados Abraham e Isaac habían conocido allí. Parece que Jacob se había jubilado en Hebrón. Pero en la vida espiritual no existe jubilación; así que Dios intervino para alterar lo que parecía ser la jubilación de Jacob. Yo creo que en Hebrón Jacob hizo todo lo posible por llevar una vida tranquila. Mientras Jacob estaba en comunión allí, él quizá haya tenido muchos recuerdos. En la calma él pudo haber pensado: “No debí haber tomado el calcañar de Esaú. No debí engañarlo a él ni a mi padre. Tampoco necesitaba perder a mi madre ni huir a casa de mi tío Labán. Además, no debía haber amado tanto a Raquel. ¡Cuántos problemas me acarreó mi amor por ella! ¿Por qué fui tan insensato? No debí haberme dejado engañar por Labán. ¿Por qué prometí trabajar tantos años para conseguir a Raquel? Durante los años en que estuve con Labán, tuve que sufrir el calor y el frío”. De haber estado usted en el lugar de Jacob, ¿qué habría hecho en su jubilación? Quizá usted haya dicho: “De ahora en adelante, sólo quiero llevar una vida tranquila. Ya no habrá más suplantación, ni asiré calcañares. Esaú, Labán y Raquel ya han muerto. Ahora es tiempo de estar tranquilo y de disfrutar la vida”. Sin duda, Jacob disfrutaba una vida tranquila allí en Hebrón. Jacob amaba a José más que a los demás hermanos de éste, y le hizo una túnica de diversos colores (v. 3). Si Jacob no estuviera jubilado, no habría podido hacer esta túnica a José. Un padre ocupado no podría dedicar tiempo a eso. Sin embargo, Jacob disfrutaba de la vida y disponía del tiempo suficiente para confeccionar la túnica para su hijo predilecto. Esto demuestra que él se había jubilado. La túnica de diversos colores es una pequeña ventana a través de la cual podemos ver el carácter, el deseo, la intención, la meta y la disposición de Jacob.
a) Lo que atraviesa en la última etapa Después de recibir tantos azotes por parte de Dios, Jacob ciertamente estaba cansado de la vida humana. El estaba harto de suplantar, de engañar, de luchar y de pelear. Su vida era tranquila y tenía un hijo predilecto que era el tesoro de su corazón. Debido a la parcialidad de su amor por José, le hizo una túnica de diversos colores. ¿Fue acertado Jacob al hacer eso? ¿Por qué no hizo una túnica para Rubén, el hijo mayor, ni para Benjamín, el menor? Rubén se había contaminado al cometer adulterio con la concubina de Jacob, y Benjamín, el menor de la familia, todavía era demasiado joven para cometer errores. No obstante, el corazón de Jacob se fijó primeramente en José y luego en Benjamín. Jacob era parcial. Como veremos, la parcialidad de Jacob hacia José le causó sufrimientos. En este capítulo todo se encuentra bajo la mano providencial de Dios. No se ve ninguna coincidencia. Por ejemplo, inmediatamente después de que los hermanos de José lo echaron al pozo, apareció en la escena un grupo de ismaelitas, y aquéllos decidieron vender a José a éstos. Entonces José fue llevado a Egipto y vendido a Potifar, un oficial del faraón. Todo eso sucedió por obra de Dios. De hecho, aun la parcialidad de Jacob para con José era fruto de la intervención de Dios. En el capítulo treinta y siete, Dios intervino quebrantando esa parcialidad para que Jacob madurase. Antes de este capítulo, Jacob era una persona transformada; aun así, no era maduro. Ser transformado significa experimentar un cambio en la vida natural, pero madurar consiste en ser
llenos de la vida divina que nos cambia. Podemos ser transformados en nuestra vida natural, y no estar llenos de la vida divina. Los capítulos treinta y siete a cuarenta y cinco relatan el proceso de la madurez de Jacob. Este proceso empieza en 37:1 y termina en 45:28. En los últimos cinco capítulos de este libro, vemos a un Jacob plenamente maduro. Es probable que Jacob en toda su vida no haya sufrido tanto como en estos nueve capítulos. Esta es verdaderamente la historia de los sufrimientos de Jacob. En estos capítulos tenemos los quebrantos que experimentó Jacob en la última etapa de su vida. Los sufrimientos por los cuales él pasó aquí tocaron profundamente sus sentimientos más personales. Después de estos capítulos Jacob no volvió a ser quebrantado, pues había madurado plenamente, estaba lleno de la vida divina y tenía la expresión de Dios y Su señorío. Se necesita madurez para expresar a Dios y ejercer Su señorío. Lo único que puede llevar la imagen de Dios y ejercer Su señorío es una vida madura. Todavía en el capítulo treinta y siete Jacob no podía llevar la imagen de Dios ni ejercer Su señorío. El había sido transformado, pero todavía no era maduro. Su parcialidad hacia José demuestra que todavía no era maduro. Este amor parcializado era un punto débil. No se imagine que una persona transformada no puede ser parcial en su amor ni tener otras debilidades. Por consiguiente, Dios tomó a Jacob en Sus manos para llevarlo a la madurez.
(1) Jacob es despojado del tesoro de su corazón por la intervención de Dios Para madurar, Jacob primero tenía que sufrir la pérdida de José, el tesoro de su corazón. Aparentemente, José no podía perderse. El fácilmente pudo haber muerto de alguna enfermedad, pero ¿cómo lo pudo perder Jacob? José no iba a morir, pues sería muy útil, pero tuvo que ser apartado de Jacob. Examinemos ahora la manera en que Jacob perdió a José.
(a) José daba a su padre informes negativos de sus hermanos El versículo 2 dice que José informaba a su padre de la mala fama de sus hermanos. Entre los doce hijos de Jacob, sólo había dos buenos: José, quien tenía diecisiete años de edad, y Benjamín, el menor, que todavía era un niño. Los otros diez hermanos eran viles y perversos, y José daba continuamente a su padre informes negativos acerca de ellos. Rubén, el mayor de estos diez hermanos, cometió adulterio con la concubina de su padre (35:22), y Judá, el cuarto, cometió fornicación con su nuera, quien estaba disfrazada de ramera (38:12-16). Leví y Simeón eran crueles, pues se habían vengado de la deshonra de su hermana Dina, matando a Hamor y a Siquem, y despojando su ciudad (34:25-29). El hecho de que estos hermanos conspiraran para matar a su propio hermano denota lo pecaminosos que eran. Es difícil creer que eran hijos de una familia escogida y santa y que habían de ser los padres de las tribus de los hijos de Israel, los escogidos de Dios. No obstante, si sus hermanos hubiesen sido buenos, José jamás se habría perdido.
(b) Israel amaba más a José que a sus demás hijos Ya vimos que “amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores” (v. 3). Debido a la parcialidad del amor de Jacob por José, él tenía que perderlo para madurar. La pérdida de José se debió mayormente al amor parcializado que le tenía Jacob.
(c) Los hermanos de José lo aborrecían Leemos en el versículo 4: “Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente”. El amor parcializado de Jacob por José fue la causa del rencor que le llegaron a tener a éste los demás hijos. Los padres no deben tener un amor especial por un hijo, porque eso causa rencor en los demás. Nuestro amor debe ser igual para todos e imparcial. Los hermanos de José también lo odiaban porque él era bueno y porque daba informes negativos de ellos a su padre.
(d) José tiene dos sueños que provocan más aborrecimiento en sus hermanos José tuvo dos sueños que suscitaron más rencor en sus hermanos (vs. 5-11). Estos sueños venían de Dios. Fueron dos sueños porque dos es el número de confirmación y de testimonio. Ambos sueños se refieren a una sola cosa, pues tanto los manojos como las estrellas se inclinaban ante José. En nuestro concepto, los hermanos de José, por ser adúlteros, fornicarios, criminales y aborrecedores, debían haber sido condenados al infierno. Pero José no soñó con espinos ni con ladrones que rodeaban a un hermoso adolescente, sino con gavillas y estrellas. Una gavilla es un manojo de espigas de trigo que se ata al recoger la cosecha. Esto indica que a los ojos de Dios, los hijos de Jacob eran su cultivo en la tierra. Además, no eran una labranza verde, sino una cosecha madura, recogida y atada en gavillas. En el segundo sueño, los miembros de la familia de José son representados por el sol, la luna y once estrellas. Eran luces que resplandecían y brillaban en los cielos. En el estudio-vida de Apocalipsis hacemos notar que el sol, la luna y las estrellas tanto en Apocalipsis 12 como en Génesis 37 representan la totalidad del pueblo de Dios. En los tiempos de José, su familia era la totalidad del pueblo de Dios en la tierra. Conforme a nuestra manera de ver, eran viles y perversos; mas para Dios, eran brillantes y celestiales. Del mismo modo, según nuestra naturaleza humana, somos desagradables, malvados e impuros. Con todo, fuimos escogidos, redimidos, perdonados, regenerados y transformados. De modo que somos la labranza de Dios, la mies de Dios. Finalmente, seremos la cosecha de Dios; El nos recogerá en gavillas. Además, somos luces celestiales. ¡Qué visión más grandiosa! De Dios provinieron estos sueños que tuvo José, pues revelan la naturaleza, la posición, la función y la meta del pueblo de Dios en la tierra. El pueblo de Dios es Su cosecha y Sus luminares. Como cosecha tienen vida, y como cuerpos celestes tienen luz. El primer sueño contiene vida, y el segundo, luz. La vida y la luz caracterizan al pueblo de Dios. En el primer sueño, las gavillas se inclinaban delante de la gavilla de José, y en el segundo, el sol, la luna y las once estrellas se inclinaban ante él. Cuando José contó a su padre y a sus hermanos su segundo sueño, Jacob lo reprendió, diciendo: “¿Qué sueño es éste que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?” (v. 10). José no era diplomático; por el contrario, era sincero, franco, fiel y recto. Si él no les hubiese contado francamente sus sueños, no habría surgido ningún problema. En la vida de iglesia, debemos ser como José, y no como los políticos. No obstante, en nuestro medio hay pocos que son francos y rectos como José; por el contrario, casi todos nosotros somos diplomáticos “prudentes”. Quizá usted tenga un sueño, pero jamás lo cuente a los demás. José era genuino, franco, sencillo y transparente; se alegraba de contar sus sueños a sus hermanos. Pero eso provocó más odio de parte de ellos, y la transparencia de José fue la causa de su “crucifixión”. Muchas veces yo también he sido “crucificado” por mi transparencia. Pero si me vuelvo diplomático, dejaré de ser como José. Desde el punto de vista humano, José estaba equivocado al contar sus sueños a sus hermanos. Muchos de nosotros, en su lugar, habríamos dicho: “¿Saben? tuve un buen sueño anoche”. Cuando los demás nos hubieran preguntado por el sueño, habríamos contestado: “Perdóneme, pero no les puedo decir”. Esta es la “sabia diplomacia” de los cristianos actuales. ¿Será usted un diplomático o un José? Si usted es un José, será “crucificado” por su franqueza. Debido a los sueños de José, sus hermanos lo
aborrecieron aún más.
(e) Los hermanos de José apacentaban las ovejas Los hermanos de José fueron a apacentar las ovejas de su padre en Siquem (v. 12). Con el pastoreo se ganaban la vida. Esta actividad les proporcionó la oportunidad providencial de separar a José de Jacob.
(f) José es enviado a sus hermanos Más adelante, José fue enviado por su padre a ver a sus hermanos (vs. 13-17). Esto también fue obra del Señor. El hecho de que Jacob mandase a José a ver a sus hermanos constituye otra indicación de que Jacob disfrutaba de la vida. Si él hubiese estado ocupado, no habría pensado en mandar a José para hacer eso. Por no tener nada que hacer, pensó repentinamente en sus hijos y se preocupó por ellos. Cuando le pidió a José ir a ver a sus hermanos, éste fue obediente; no murmuró ni pronunció ninguna palabra negativa, sino que obedeció a su padre y fue a buscar a sus hermanos.
(g) Los hermanos de José planean matarlo Cuando los hermanos de José “lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle” (v. 18). Le dieron a José un título, diciendo entre ellos: “He aquí viene el soñador” (v. 19). Todos ellos conspiraron para matar a José, y luego para engañar a su padre acerca de lo sucedido (v. 20).
(h) Rubén procura librar a José de manos de sus hermanos Rubén, el hermano mayor, deseó librar a José de las manos de ellos. Cuando oyó el plan, “lo libró de sus manos, y dijo: No lo matemos. No derraméis sangre; echadlo en esta cisterna que está en el desierto y no pongáis mano en él” (vs. 21-22). Rubén tenía la intención de librarlo de las manos de ellos y regresarlo a su padre.
(i) Judá propone venderlo y no matarlo En ausencia de Rubén, Judá, el cuarto hermano, propuso que en lugar de matar a José, lo vendieran a los ismaelitas (vs. 25-27). Dijo: “¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne” (vs. 26-27).
(j) José es vendido a los ismaelitas de Madián José fue vendido a los ismaelitas de Madián (v. 28). Ismael era el hijo de Abraham y Agar, y Madián era el hijo de Abraham y su última esposa, Cetura. Tanto los ismaelitas como los madianitas representan la carne. El odio está relacionado con la carne, y ésta con el mundo, representado por Egipto. Debido al rencor que le tenían sus hermanos, José fue entregado a la carne, la cual lo llevó a Egipto. No obstante, Dios es soberano sobre todas las cosas. El lo usa todo en Su providencia, incluyendo la carne y el odio de los hermanos de José. En este capítulo todo lo negativo —el odio, la carne, el faraón y Potifar, el oficial del faraón— fue usado por Dios para cumplir Su propósito.
(k) Jacob pierde el tesoro de su corazón Por la intervención de Dios, quien actuó en todas estas circunstancias que parecían coincidencia, Jacob perdió el tesoro de su corazón (vs. 31-35). Después de la muerte de Raquel, el corazón de Jacob se prendó totalmente de José. Repentinamente José le fue arrebatado. Los hijos de Jacob lo engañaron haciéndole creer que José había sido devorado por una fiera (vs. 32-33). Cuando Jacob oyó esto, “rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días” (v. 34). A Jacob ya no le quedaba nada en la tierra. No sólo estaba quebrantado, sino que había sido despojado hasta el punto de no quedarle nada. Sus hijos intentaron consolarlo, pero rechazó el consuelo y dijo: “Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol” (v. 35). Jacob estaba totalmente destrozado, y nada podía consolarlo. Había perdido el tesoro de su corazón. ¡Cuán profundo y personal fue este golpe! En principio, tarde o temprano, todos pasaremos por esta experiencia. No se asuste ante esta perspectiva. Alabado sea el Señor porque no solamente tenemos el capítulo treinta y siete sino también el capítulo cuarenta y siete, donde vemos un resultado glorioso. El capítulo treinta y siete es simplemente un túnel estrecho. Jacob tuvo que caminar bajo este túnel y experimentar un sufrimiento que afectó profundamente su corazón y lo hizo madurar. En toda su vida, nada lo había afectado de manera tan personal y profunda como la pérdida de José.
(l) Los madianitas llevan a José a Egipto y lo venden a Potifar José no estaba perdido. Dios lo estaba preservando en Egipto. El hecho de que José fuese llevado a Egipto era en realidad un traslado del “colegio” a la “universidad”. En Egipto él recibiría una educación más elevada, la cual lo prepararía para el reinado. Por supuesto, Jacob no sabía esto. Para Jacob, José había sido devorado por una fiera. Pero a los ojos de Dios, José estaba siendo preparado para el reinado. Por lo tanto, Dios podía decir: “Jacob, no llores. Más bien, debes regocijarte porque tu hijo está en Egipto y está recibiendo la preparación necesaria para ser rey”.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA Y TRES LA MADUREZ: EL PROCESO DE LA MADUREZ (2) Antes de ver más detenidamente la disciplina que recibió Jacob en Hebrón, debemos recalcar la diferencia que existe entre la transformación y la madurez. La última etapa de la transformación es la madurez. La madurez denota plenitud de vida. Cuando alguien es maduro, no tiene ninguna carencia de vida. Cuanto más vida tenemos, más maduros somos. Un niño obviamente no es maduro, pero un hombre adulto sí lo es. Un ser humano maduro posee una vida que ha llegado a su plenitud. La transformación es un cambio metabólico en vida. Por tanto, la transformación no es un asunto de plenitud, sino de cambio. Las plantas no necesitan transformación, porque son simplemente plantas.
Pero nosotros, los hijos de Dios, necesitamos transformación. Podemos alcanzar la madurez solamente pasando por la transformación. Tenemos una vida natural, pero esta vida no sirve para la economía de Dios. Aunque nuestra vida natural no necesita ser reemplazada, sí necesita ser transformada metabólicamente. No sólo debemos tener un cambio en apariencia, sino también en naturaleza. Aunque nuestra vida humana es necesaria para la economía de Dios, no debe seguir siendo una vida humana natural; debe ser una vida humana cuya naturaleza haya sido transformada para que la vida divina se mezcle con la vida humana transformada y se haga uno con ella. Este es un asunto profundo. En el Nuevo Testamento hay por lo menos dos versículos que revelan la transformación. Leemos en Romanos 12:2: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. La palabra griega traducida “transformaos” en este versículo aparece también en 2 Corintios 3:18, versículo que, según el griego, se traduce: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. “Transformar” en estos versículos indica que en nuestra vida cristiana necesitamos un cambio metabólico. No necesitamos una enmienda externa ni una modificación, sino un cambio interno en naturaleza y en vida. Este cambio metabólico empieza en la regeneración. Cuando fuimos salvos, no sólo fuimos justificados y nuestros pecados fueron perdonados, sino que también fuimos regenerados. En la regeneración, una nueva vida, la vida divina, fue puesta en nuestro espíritu. Desde nuestra regeneración, esta vida ha venido transformando nuestra vida natural. Al cambiar nuestra vida natural, la vida divina imparte más y más de sí en nuestro ser. Por lo tanto, la transformación es el cambio de nuestra vida natural. Cuando este cambio alcanza la plenitud, llega el tiempo de la madurez. Lo repito: la última etapa de la transformación es la madurez. La madurez no es un asunto de que nosotros experimentemos un cambio, sino de que la vida divina sea impartida continuamente en nosotros hasta que lleguemos a su plenitud. Apliquemos ahora este punto a Jacob. Jacob pasó por muchos cambios entre los capítulos veinticinco y treinta y siete, pero no vemos más cambios en él a partir del capítulo treinta y siete. En el capítulo veinticinco, Jacob era un suplantador, alguien que tomaba por el calcañar. Los capítulos del veintiséis al treinta y seis abarcan un período de unos veinticinco años, y describen la manera en que Jacob cambió. Todo lo que le sucedió durante estos años, obró para su transformación. Cuando, en el capítulo treinta y siete, Jacob perdió a José, su hijo amado, él era una persona muy distinta a la que vemos en el capítulo veintisiete. En un sentido espiritual, el Jacob del capítulo veintisiete tenía varias manos que usaba para tomar todo lo que quería. El tomó lo que pertenecía a su padre, a Esaú y, más adelante, a Labán. Sin embargo, en el capítulo treinta y siete, Jacob ni siquiera usó sus dos manos. El Jacob de este capítulo parece no tener ninguna capacidad ni habilidad; por el contrario, parece incapaz de actuar. Esto indica que había cambiado totalmente. Desde el capítulo treinta y siete hasta el final del libro, no vemos más cambio en este hombre. En estos capítulos vemos una persona que fue no sólo cambiada, sino también llena de vida. En el capítulo treinta y siete, no vemos ni cambio ni plenitud de vida. El cambio se produjo antes de este capítulo, y la plenitud de vida se alcanzó después. Quisiera pedirles que leyeran nuevamente los capítulos veintisiete, treinta y siete y cuarenta y siete. En el capítulo veintisiete vemos a un suplantador. El tenía muchas manos; podía hacer todo, y nadie podía vencerlo. Todo aquel que se relacionaba con Jacob, perdía, como le ocurrió a su padre, a su hermano y a su tío. Por el contrario, Jacob siempre salía ganando. El sacó ganancias de su hermano, su padre y su tío. Incluso obtuvo ganancias de Raquel, Lea y las dos siervas de éstas. Pero cuando murió Raquel, Jacob empezó a sufrir pérdidas. Pero aun esta pérdida produjo una ganancia, Benjamín. En el capítulo treinta y siete, Jacob experimentó otra pérdida: la pérdida de José. En dicho capítulo, Jacob no obtuvo nada. Desde entonces, Jacob perdió cada vez más cosas. Finalmente, en el capítulo cuarenta y siete, él ganó la plenitud de la vida. La plenitud de la vida es la bendición, la cual es la sobreabundancia de la vida. Cuando estemos llenos y rebosemos de vida, esta vida desbordará y entrará en los demás. Esta superabundancia es la bendición. Así que en el
capítulo veintisiete vemos a un suplantador; en el treinta y siete, a un hombre transformado, y en el cuarenta y siete, a una persona madura. La transformación de Jacob empezó cuando Dios lo tocó (32:25), y continuó hasta el capítulo treinta y siete, donde el proceso de transformación fue relativamente completo. Pero en este capítulo, Jacob todavía no tenía madurez, es decir, no tenía plenitud de vida. Para obtenerla, él tenía que experimentar la disciplina de la última etapa, la disciplina de Hebrón. Examinemos ahora cómo Jacob, una persona transformada, podía estar lleno de vida. Los seres humanos son vasijas. Sin embargo, a diferencia de las jarras y las botellas, no somos vasijas insensibles, sin juicio propio ni voluntad. Si usted desea llenar una botella de cierto líquido, la botella no tiene ninguna opinión ni sentir al respecto. No se necesita tener el consentimiento de la botella para llenarla. Sin embargo, es difícil verter algo dentro de nosotros, las vasijas vivientes, porque estamos llenos de opiniones, deseos e intenciones. Los padres saben lo difícil que es dar una medicina a los hijos. Del mismo modo, no le resulta fácil a Dios depositar Su vida en nosotros. Quisiera hacer notar un asunto escondido en este libro. El primer golpe que recibió Jacob en la última etapa fue la pérdida de José. José tenía diecisiete años de edad cuando fue vendido (37:2), y tenía treinta años cuando se presentó delante del faraón (41:46). Después de eso, hubo siete años de abundancia. Probablemente uno o dos años más tarde Jacob mandó a sus hijos a Egipto para comprar grano. Por consiguiente, desde que José fue vendido hasta que Jacob envió sus hijos a Egipto, transcurrió un período de por lo menos veinte años. La Biblia no nos relata lo que hizo Jacob durante estos años. Solamente narra lo que José experimentó. En cuanto al relato de Jacob, este período de veinte años fue un tiempo de silencio. ¿Qué piensa usted que hizo Jacob durante ese tiempo? Si usted hubiese estado en el lugar de Jacob, ¿que habría hecho? He pensado mucho en esto, y creo haber descubierto algo. Durante estos años, Jacob no tenía nada que hacer; no le faltaba nada ni ambicionaba nada. Jacob se interesaba solamente por Raquel, y no por Lea ni por las dos siervas. Después de la muerte de Raquel, el corazón de Jacob se apegó a José, quien le fue quitado más o menos un año después. Después de que José le fue quitado, no le quedó prácticamente nada. Por consiguiente, durante estos años de silencio, Jacob fue una persona sin ninguna ambición, ni interés ni actividad. Este debe de haber sido el tiempo en que Dios se impartió en Jacob más y más. ¡Cuán diferentes fueron estos veinte años de los veinte años que estuvo con Labán! Durante los veinte años con Labán (31:41), Jacob luchó contra éste y estuvo preocupado por el trato que tenía que dar a Raquel, a Lea, a las siervas, y a todos sus hijos. Pero en los veinte años en Hebrón, Jacob fue liberado de todo cautiverio y ocupación. El no sólo estaba jubilado, sino también libre. Lo único que no le podían quitar a Jacob era la presencia de Dios. En Hebrón Jacob vivía continuamente en comunión con Dios. La pérdida de José convirtió a Jacob en una jarra totalmente abierta a Dios. La presencia de José pudo haber sido un obstáculo para su apertura hacia Dios. Pero ahora Jacob, después de perder a José, estaba libre de todo estorbo, y completamente abierto al Señor. Indudablemente, Jacob pensaba en José todos los días. El había llegado a la conclusión de que José había sido devorado por una fiera, pero no tuvo confirmación de ello. Por tanto, Jacob pudo haber pensado que quizá volvería a verlo. Esto oprimió a Jacob, lo empujó hacia Dios y lo abrió a El. Cuanto más pensaba en José, más se abría. En todos esos años, Jacob era una jarra abierta a los cielos, y la lluvia celestial caía continuamente en él. En este período, Jacob estaba todos los días en la presencia de Dios, llenándose de la vida divina.
(2) Jacob fue afectado por el hambre De repente, y sin que Jacob pudiera hacer nada al respecto, lo afectó el hambre, pues “había hambre en la tierra de Canaán” (42:5). Dios usó esta hambre para quebrantar a Jacob y exaltar a José. Vimos que en los veinte años que separan la pérdida de José, del hambre, Jacob no tenía nada que hacer. Probablemente pensaba que su vida estaba acabada y esperaba unirse a los que lo habían precedido,
es decir, morir. Jamás pensó que iría a Egipto a tener un nuevo comienzo. Por supuesto, él nunca consideró que José le esperaba allí. Quizá haya pensado: “¿Qué me puede suceder de nuevo? Soy viejo, he tenido cuatro esposas, y tengo muchos hijos y nietos. Ya concluí mi vida”. Pero mientras consideraba eso, la mano de Dios cayó repentinamente sobre él, y fue azotado por el hambre. ¡Qué golpe debe de haber sido para todo el ser de Jacob experimentar esta severa hambre! Antes del hambre, él estaba en paz, pues no le faltaba nada. Pero de repente no se halló alimento. El, como cabeza de esa numerosa familia, ciertamente estaba preocupado por lo que debía hacer en medio de aquella hambre. Dios usó eso para presionar a Jacob. Dios también usó esta hambre para exaltar a José. Para José, el hambre fue algo importante. Si no hubiera venido el hambre después de los siete años de abundancia, el faraón le habría dicho a José: “José, me has engañado al interpretar mi sueño. Después de los siete años de abundancia, no vino el hambre”. Pero el hambre sí vino, y eso puso en evidencia el poder y la autoridad de José. Los siete años de abundancia fueron un cumplimiento parcial del sueño que tuvo el faraón, pero la interpretación de José de este sueño no se había confirmado completamente. El faraón probablemente esperaba ver lo que sucedería después de los siete años de abundancia. Si el hambre no hubiese llegado, él quizá habría ejecutado a José. Por lo tanto, José necesitaba los siete años de hambre para ser exaltado. Aquella hambre fue la gloria de José. Dios la usó para coronarlo. El reino de José tipificaba el milenio, el reino celestial de Dios sobre la tierra.
(3) Jacob se vio obligado a mandar a sus hijos a Egipto para que compraran trigo Debido al hambre, Jacob se vio obligado a mandar a diez de sus hijos a Egipto para que compraran trigo (42:1-3). El había perdido a José, y ahora tenía que enviar a diez de los once hijos que le quedaban. Antiguamente, el viaje de Hebrón a Egipto era muy largo; se necesitaba aproximadamente de ocho a diez días para recorrer esa distancia. Después de la partida de los diez hijos para Egipto, sólo Benjamín, el menor, que tenía poco más de veinte años de edad, permaneció con Jacob. Los diez hijos deben de haber estado lejos de Jacob aproximadamente un mes. Este período requirió un gran esfuerzo para este hombre de edad. El quizá haya pensado: “Ahora mis diez hijos se han ido. Me pregunto lo que les va a suceder. ¿Volverán sanos? ¿Podrán comprar comida y traerla?”. ¡Qué esfuerzo más grande debe de haber sido éste para Jacob! Este golpe no tenía como fin la transformación de Jacob, sino su madurez. Dios lo usó para llenar a Jacob del elemento mismo de la vida divina.
(4) El segundo hijo de Jacob, Simeón, es detenido en Egipto Cuando los hijos de Jacob volvieron de Egipto con el trigo, Jacob se enteró de que Simeón había sido detenido en Egipto (42:24-36). Eso también fue un sufrimiento y un esfuerzo para él. Cuando examinemos nuevamente estos capítulos teniendo en cuenta a José, el aspecto del reino, veremos lo sabio que fue éste. El no guardó el dinero, sino que lo puso en los sacos de trigo (42:25). Cuando uno de ellos descubrió que su dinero estaba en la boca de su costal, lo dijo a sus hermanos, “entonces se les sobresaltó el corazón, y espantados dijeron el uno al otro: ¿Qué es esto que nos ha hecho Dios?” (42:28). Cuando volvieron a casa y descubrieron que en el saco de cada uno estaba su dinero, todos ellos, incluyendo a Jacob, tuvieron temor (42:35). Jacob parecía decir: “¿Qué es eso? Uno de mis hijos ha sido detenido, y ustedes trajeron el grano, pero el dinero vino en los costales. Si se nos acaba este grano y el hambre perdura, ¿qué haremos? Tendremos que regresar a Egipto a comprar más grano. ¿Pero qué haremos con este dinero?”. Jacob también se enteró de la dolorosa noticia de que Benjamín tenía que ir a Egipto. Después de oír eso, dijo: “Me habéis privado de mis
hijos; José no parece, ni Simeón tampoco, y a Benjamín le llevaréis; contra mí son todas estas cosas” (42:36). Rubén prometió regresar con Benjamín, pero Jacob no lo escuchó, sino que les dijo: “No descenderá mi hijo con vosotros, pues su hermano ha muerto, y él solo ha quedado” (42:38).
(5) El hambre se agravó Leemos en Génesis 43:1 y 2: “El hambre era grande en la tierra; y aconteció que cuando acabaron de comer el trigo que trajeron de Egipto, les dijo su padre: Volved, y comprar para nosotros un poco de alimento”. Entonces, Judá le recordó a Jacob que para comprar más alimentos en Egipto, tenían que llevar consigo a Benjamín. Así que, debido al hambre tan severa, Jacob se vio obligado a mandar a su hijo menor con sus hermanos a Egipto para comprar trigo (42:4, 36; 43:1-15). ¡Qué doloroso debe de haber sido esto para Jacob! Dios estaba vaciando esta jarra, despojándola de todo. Después de que Benjamín se fue con sus hermanos a Egipto, Jacob quedó solo sin ninguno de sus hijos. José le había sido quitado, Simeón estaba detenido en Egipto, y ahora todos los demás también descendían a Egipto. Quizá Jacob haya pensado aquella noche: “¿Qué me queda? Mis doce hijos se han ido, y no sé qué les sucederá. En el primer viaje, uno de ellos fue detenido. No me imagino cuántos serán detenidos esta vez”. Esto le produjo un gran dolor a Jacob, pero el punto principal de este pasaje no es los sufrimientos, sino el hecho de que Dios lo estaba vaciando. Dios quitó todo lo que lo llenaba anteriormente, y ahora Jacob estaba totalmente vacío. Sin embargo, como veremos luego, el día en que Jacob recibió las buenas nuevas acerca de José, estaba totalmente lleno de la plenitud de vida. Dios se había llevado a Raquel, a José, a Simeón, y finalmente a los diez hijos que le quedaban, incluyendo a Benjamín. Cuando Benjamín estaba con sus hermanos en Egipto y cuando ellos se reconciliaron con José, éste estaba muy contento. No obstante, Jacob estaba solo en casa, y el Señor lo había dejado vacío. Noche tras noche, Jacob probablemente sentía en lo profundo de su ser que era una vasija vacía. Todo lo que le llenaba anteriormente le fue quitado. Todo esto fue obra de Dios. El Señor lo estaba preparando para llenarlo de la vida divina. Examinemos ahora la situación desde el punto de vista de José. La manera en que José trató a sus hermanos fue también obra del Señor. José detuvo a Simeón y luego devolvió todo el dinero a los demás hermanos (42:24-25). ¿Cuál fue el propósito de José al retener a Simeón? ¿Por qué no detuvo a uno de los otros hermanos? Yo creo que fue Simeón el que inició la conspiración contra José. Simeón era cruel. El y Leví habían dado muerte a Hamor y a Siquem y habían destruido su ciudad (34:25-29). En Génesis 49:5 Jacob dijo: “Simeón y Leví son hermanos; armas de iniquidad [Lit., violencia] sus armas”. Creo también que Simeón fue el que propuso matar a José. Los hermanos de José no lo reconocieron, pero José sí los reconoció a ellos. Cuando él los vio por primera vez, les causó problemas para tocarles la conciencia. Ellos se dijeron entre sí: “Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia” (42:21). Entonces José “tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos” (42:24). Esto debe de haber propiciado una reflexión en Simeón acerca de lo que él le había hecho a José. Durante su encarcelamiento, quizá Simeón haya pensado: “¿Por qué soy el único detenido? Jamás debí de haber hecho lo que le hice a José”. Lo que José hizo a Simeón provenía verdaderamente del Señor. José no se dio a conocer de inmediato ni siquiera en la segunda ocasión en que sus hermanos descendieron a Egipto. De haber sido José, yo habría dicho: “Soy José, qué bueno que regresaron con Benjamín, mi hermano. Por favor, vuelvan a casa y cuéntenle a mi padre de mí”. En lugar de hacer eso, José preparó una fiesta para sus hermanos (43:16). Esto los sorprendió y los atemorizó. Después de la fiesta, José mandó que los costales de sus hermanos fuesen llenos de comida, que el dinero fuese puesto en la boca de los costales, y que su copa de plata fuese puesta en el saco del más joven. Ciertamente los hermanos de José deben de haberse alegrado de salir de Egipto. Sin embargo, el mayordomo de José los alcanzó y los acusó de robar la copa de su amo. Cuando encontraron la copa en el saco de Benjamín, los hermanos “rasgaron sus vestidos” y volvieron a la
ciudad (44:13). Sin duda estaban espantados. Pero José no los estaba castigando, sino sólo tocando la conciencia de ellos. Después de todo eso, José se dio a conocer a sus hermanos. Dios providencialmente no permitió que Jacob se enterara pronto de las buenas nuevas acerca de José. Mientras José y sus hermanos estaban contentos en Egipto, Jacob sufría en Canaán, esperando el regreso de sus hijos. Cuanto más se demoraban los hijos de Jacob en Egipto, más sufría él. Pero cuanto más sufría Jacob, mejor le venía. La larga espera de Jacob por el regreso de sus hijos fue ciertamente una prueba. Esto fue obra de la providencia de Dios para prolongar los sufrimientos de Jacob y vaciarlo de todo. Cuando las buenas nuevas llegaron a Jacob, él estaba totalmente vacío. Nuestras preocupaciones entorpecen el crecimiento de la vida. Estas preocupaciones impiden que nuestro ser tenga espacio para la vida divina. Pero cuando Jacob oyó las nuevas acerca de José en Egipto, él ya había sido vaciado de toda preocupación. Nada ocupaba su ser interior. Raquel había muerto, sus doce hijos se habían ido, y Jacob había sido totalmente vaciado. El estaba tan vacío que cuando llegaron las buenas nuevas, no se entusiasmó. De hecho, su corazón estaba bastante frío (45:26). Cuando le trajeron la noticia acerca de José, Jacob no solamente había sido transformado, sino que estaba completamente lleno de la vida divina. El había madurado. La historia de Jacob también debe llegar a ser nuestra biografía. Debemos creer que todo en nuestra vida cotidiana se encuentra bajo la providencia del Señor. Todo lo que le sucedió a Jacob redundó en su transformación y madurez. Para ser transformado, Jacob tenía que ser oprimido en situaciones que no le daban otra alternativa que cambiar. Igual que Jacob, después de que nosotros hayamos cambiado, Dios intervendrá providencialmente usando personas, cosas y circunstancias que nos despojen de todo lo que nos ha llenado, y quiten toda preocupación para que aumente nuestra capacidad de ser llenos de Dios. Si leemos el Génesis repetidas veces, veremos que los dos aspectos principales de la experiencia de Jacob son la transformación y la madurez. No es simplemente un asunto de ser escogido, llamado, salvo y regenerado. Todavía necesitamos el proceso de transformación y de madurez. Son pocos los cristianos que prestan atención a estos asuntos. Por esta razón, la economía de Dios ha sido obstaculizada entre Sus hijos. Por la falta de transformación y madurez entre el pueblo de Dios, todavía no hemos visto el cumplimiento de Su propósito eterno. Pero esta carencia se está supliendo ahora en el recobro del Señor, que es ahora el recobro de Cristo como vida, y de la iglesia como nuestro vivir. En los días venideros, muchos santos que están en el recobro del Señor serán transformados. Ahora mismo algunos están en el proceso de madurar. El Señor está obrando entre nosotros, sobre nosotros y en nosotros, para transformarnos y hacernos madurar. Cuando yo era joven, leí muchos libros acerca de la manera de vencer el pecado, pero no leí ni un solo libro acerca de la transformación. Nuestro problema hoy nos se trata simplemente de vencer el pecado. Aun si vencemos todos los pecados, seguimos necesitando ser transformados. Si no somos transformados, nuestra victoria sobre los pecados no tendrá valor para la economía de Dios. Por la economía de Dios, no sólo necesitamos vencer los pecados, sino que también necesitamos la transformación de nuestro ser y la plenitud de la vida de Dios. Dios Se preocupa por la transformación y la madurez. Esto es lo que El necesita hoy en día. Junto con la madurez, también tenemos el aspecto del reinado. La vida madura se convierte en una vida que reina. Hemos destacado que Jacob y José no deberían ser considerados como dos personas distintas, sino como dos aspectos de una persona completa que tiene una experiencia plena. Todos debemos tener el aspecto de la madurez y el aspecto del reinado. En realidad, no fue José el que reinó en Egipto, sino Jacob, Israel. Si usted hubiera preguntado a un egipcio quién reinaba sobre él, él habría dicho que un hebreo, un israelita, reinaba. Israel reinaba en Egipto porque Israel había madurado en vida. Dios sólo puede usar una vida madura para Su reino, para Su reinado.
En la experiencia de Jacob, vemos que todo lo que nos sucede es parte de la obra de Dios que nos transforma y nos lleva a la madurez. No se deja nada al azar. El propósito eterno de Dios sólo puede cumplirse por medio de nuestra transformación y madurez. La experiencia de Jacob es un ejemplo perfecto de esto.
b) La reacción de Jacob En realidad Jacob no reaccionó a todos los quebrantos de la última etapa de su madurez. El ya había dejado de tener su propia actividad. Por el contrario, él se sometió completamente a las circunstancias que lo rodeaban sin ofrecer resistencia alguna. El recibió todas estas situaciones como venían (43:11-13). En cuanto a la pérdida potencial de sus hijos, él dijo: “Y si he de ser privado de mis hijos, séalo” (43:14). ¡Qué sumisión tan grande! Al principio de la vida de Jacob, él siempre confiaba en su propia capacidad y pericia. Pero después de ser quebrantado en la última etapa, ya no confiaba en sí mismo, sino en Dios. Jacob había llegado a conocer la misericordia de Dios. En las experiencias de toda su vida, él finalmente se dio cuenta de que todo dependía de la misericordia de Dios, y no de su capacidad ni de sus habilidades. También había aprendido que este Dios misericordioso todo lo provee, además de ser omnipotente, para satisfacer sus necesidades en toda situación. Así, Jacob dijo a sus hijos: “El Dios omnipotente os dé misericordia delante de aquel varón” (43:14). Ahora confiaba y descansaba totalmente en la misericordia de su Dios, quien todo lo proveía, y no en sí mismo ni en su capacidad. Ahora vemos a un hombre que había sido totalmente transformado y que había llegado a la madurez.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA Y CUATRO LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (1) En el último mensaje hicimos notar la diferencia que existe entre la transformación y la madurez. La transformación es el cambio metabólico de la vida, y la madurez es la plenitud de vida. La madurez es la última etapa de la transformación. Mientras somos transformados, somos llenos de vida. Cuanto más transformados somos, más nos llenamos de vida. Nadie puede llenarse de vida sin ser transformado. La medida en que una persona se llena es proporcional al grado de su transformación. Cuando estemos completamente transformados, estaremos plenamente llenos de vida. Del capítulo veinticinco al capítulo treinta y dos, no vemos ningún cambio en la vida de Jacob. Según el capítulo veinticinco, Jacob empezó a suplantar desde antes de nacer. La transformación de Jacob empezó desde el momento en que Dios lo tocó. Esto sucedió en el capítulo treinta y dos. Aunque en los capítulos del veinticinco al treinta y dos no vemos ninguna transformación, ningún cambio de vida, estos capítulos están llenos de disciplina. Recuerde que Jacob pasó veinte años sometido a Labán. En esos años, él sufrió golpe tras golpe. Después de esos años de quebrantos, una noche, en Peniel, el Señor se le apareció y tocó la parte más fuerte de Jacob, su muslo, y Jacob quedó cojo. Esto marcó el comienzo de la transformación de Jacob, y el proceso de transformación pasó del capítulo treinta y dos al capítulo treinta y siete. En estos capítulos vemos un cuadro de la
manera en que Jacob fue transformado. No obstante, después de que Jacob perdió a José en el capítulo treinta y siete, no vemos ningún otro cambio en su vida. Esto se debió a que en ese entonces su transformación estaba casi terminada. Por consiguiente, la madurez de Jacob empieza en el capítulo treinta y siete. Existen tres períodos distintos en la vida de Jacob: el de quebrantamiento, el de transformación y el de madurez. Si usted compara estos tres capítulos, el veintisiete, el treinta y siete y el cuarenta y siete, verá la disciplina, la transformación y la madurez. En el capítulo cuarenta y siete la madurez de Jacob llega a la cumbre y es plenamente manifestada. En este mensaje consideraremos la manifestación de la madurez de Jacob.
2) La manifestación de la madurez a) No reprendió a nadie después de oír que José vivía todavía La primera señal de la madurez de Jacob se ve en el hecho de que él no reprendió a sus hijos cuando recibió la noticia de que José vivía y estaba en Egipto (45:21-28). Ellos habían conspirado para matar a José, lo habían vendido como esclavo, y habían mentido a su padre al respecto; pero Jacob no los reprendió. Si él no hubiese sido maduro, les habría dicho: “¿Qué me habéis hecho? ¿Acaso no sabéis que casi me matasteis?”. Pero según el capítulo cuarenta y cinco, Jacob no reprendió a nadie. En Génesis 45:26-27 se mencionan el corazón y el espíritu de Jacob. Algunos cristianos piensan que el espíritu y el corazón son la misma cosa, pero nosotros sabemos por la verdadera luz bíblica que el corazón es el corazón, y el espíritu es el espíritu. El versículo 26 afirma que “el corazón de Jacob se afligió”, y el versículo 27 declara que “el espíritu de Jacob revivió”. Cuando Jacob oyó las buenas nuevas acerca de José, su corazón se pasmó. Algunas versiones afirman que su corazón se enfrió. La palabra hebrea significa “quedar pasmado”, sin sentimiento ni sentir. Aunque el corazón de Jacob quedó pasmado, su espíritu revivió. Debemos ser como Jacob. En ciertas situaciones, nuestro corazón debe estar frío, y nuestro espíritu debe ser revivido. Hace poco, muchos jóvenes se han “embriagado” de Cristo. No obstante, quisiera hacerles estas preguntas: “¿Está su corazón frío? ¿Ha sido usted revivido en su espíritu o en su corazón? No estoy seguro de que hayan sido revividos en el espíritu. Quizá su entusiasmo sea una mezcla del espíritu y el corazón. Esta mezcla indica que no ha habido una separación entre el alma y el espíritu. Según Hebreos 4:12 el espíritu debe dividirse del alma. Un santo maduro es aquel que ha sido vivificado y se entusiasma en el espíritu, pero es frío en el corazón. Nosotros debemos ser ardientes en el espíritu, pero fríos en el corazón. Nuestro espíritu debe ser una estufa llena de fuego ardiente, pero nuestro corazón debe ser un refrigerador. Cuando tenemos poco tiempo en la vida espiritual, somos revividos principalmente en el corazón, y estamos fríos en el espíritu. Cuanto menos tiempo tenga usted en la vida espiritual, más se avivará en el corazón y en el espíritu. Pero cuando crece, se enfría en el corazón y revive en el espíritu. En el capítulo cuarenta y cinco vemos que Jacob era un santo maduro. Por consiguiente, la Biblia afirma que su corazón estaba frío, y que su espíritu revivió. Esto fue una manifestación de su madurez. Esta afirmación acerca del corazón y del espíritu se puede encontrar solamente en la Biblia, pero no en ningún otro escrito. Puesto que el corazón de Jacob se enfrió y su espíritu revivió, él no culpó a nadie ni a nada. En su corazón no hubo ningún sentimiento ni reacción. Su vida anímica estaba totalmente adormecida, y su corazón era como la madera. Puesto que el alma y el espíritu de Jacob habían sido divididos, las buenas nuevas acerca de José dieron por resultado el avivamiento de su espíritu y no la emoción de su corazón.
No se imagine que intento apagar el entusiasmo de los jóvenes. No, los jóvenes deben ser entusiastas. Los niños son niños, los padres son padres, y los abuelos son abuelos. ¡Cuán infantil sería ver a un abuelo emocionarse fácilmente! El niño es el que debe entusiasmarse. Si no lo hace, puede estar enfermo física o mentalmente. Los niños que tienen buena salud siempre se emocionan. Cuando regresé de un viaje que hice a Europa recientemente, traje unos recuerdos para dos de mis nietos. A uno de ellos, de siete años, le di un cascanueces, y al otro, un niño de menos de cuatro, le di un automóvil de juguete. Estos muchachos estaban tan emocionados que a duras penas podían comer, dormir o quedarse tranquilos. El muchacho mayor hasta llevó su cascanueces a la escuela para mostrarlo a su maestro y a sus compañeros de clase. Nos alegró mucho ver el entusiasmo en nuestros nietos, pues eso indica que están sanos y activos. Ahora bien, supongamos que traigo un regalo a uno de los ancianos, y que, en su entusiasmo, lo enseña a los demás ancianos. Si hace eso, dudaría que fuese un hermano apto para ser anciano. Una persona mayor no debe entusiasmarse así. Eso no sería correcto; mientras que los jóvenes, por ser tales, deben emocionarse. Jacob, por no emocionarse, no culpó a los demás por la pérdida de José. Nadie puede aprender eso con simples enseñanzas. Educar en cuanto a esto no trae resultados. Si le enseño a mi nieto de siete años a no culpar a su hermano, eso no servirá de nada. En cuanto le dé la espalda, acusará a su hermano menor. Por tener una edad en que uno echa la culpa a otros y por tener una vida que acusa, no se le puede impedir que culpe a los demás. Por supuesto, esto no significa que no debemos educar a nuestros hijos. Debemos disciplinarlos. Pero aprender a no culpar a los demás, depende del crecimiento en vida, y no de las enseñanzas externas. En el capítulo cuarenta y cinco de Génesis, vemos a un santo que no presumía ni fingía ni actuaba. Por haber llegado a ser maduro, su corazón estaba frío, y no culpó a los demás. Algunos pensarán que el versículo 26 indica que el corazón de Jacob tuvo una fuerte conmoción al oír las buenas nuevas y que se heló con la noticia. No lo creo. Cuando una persona joven recibe una noticia sorprendente, su mente, su parte emotiva y su voluntad seguirán activas. No están frías en lo más mínimo. He visto a algunos que han recibido una fuerte conmoción, pero su alma seguía muy activa. Cuando Jacob, un anciano, recibió la buena noticia con respecto a José, no reaccionó; su corazón permaneció frío. Esta es una señal de la madurez en vida de Jacob. Jóvenes, no intenten imitar esta madurez. No tienen necesidad de fingir. Ustedes son jóvenes, no son ni padres ni abuelos. Por consiguiente, no traten de comportarse como un abuelo. No actúen como si estuvieran fríos en el corazón y avivados en el espíritu. Me agrada ver alegres a mis nietos, porque ese comportamiento es genuino, natural y espontáneo; no es fingido. Los jóvenes no se deben molestar por este mensaje sobre la manifestación de la madurez. Repito una vez más que los jóvenes deben ser entusiastas. Si un joven no lo es, no es normal. No intenten ser más maduros de lo que son. Todo lo que hace la presunción es matar.
b) Ofreció sacrificios a Dios en Beerseba antes de ir a ver a José Leemos en Génesis 46:1: “Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac”. En Génesis 35:1 Dios le pidió a Jacob que se levantara y subiera a Bet-el e hiciera un altar allí para El. No obstante, en 46:1 Jacob fue a Beerseba para ofrecer sacrificios por su propia iniciativa. Este versículo no dice que él ofreció un sacrificio; sino que “ofreció sacrificios”. El fue a Beerseba con el propósito de ofrecer sacrificios a Dios. Este versículo no nos dice que Jacob oró, alabó, ni agradeció a Dios, sino que le ofreció sacrificios. El lo hizo para tener una verdadera comunión con Dios. Si queremos usar la terminología del Nuevo Testamento, diremos que Jacob ofreció el Cristo que había experimentado en muchos aspectos para la satisfacción de Dios. Esta es la adoración que Dios desea recibir de nosotros. Sin embargo, esta adoración está relacionada con nuestro crecimiento en vida. Cuando estemos maduros, adoraremos frecuentemente a Dios de esta manera. Dios no le pidió a Jacob que fuese a Beerseba y ofreciera
sacrificios. Jacob fue allí por su propia voluntad a fin de ofrecer a Cristo para la satisfacción de Dios. Dice en el siguiente versículo: “Y habló Dios a Israel en visiones de noche”. Observe que este versículo no habla de una visión, sino de visiones. En aquella noche en Beerseba, Dios se apareció a Jacob por lo menos dos veces y le habló. Cuando somos jóvenes en vida, a menudo decimos: “Señor, ¿cuál es Tu voluntad? Por favor dime lo que quieres que yo haga”. Pero en el capítulo cuarenta y seis, Jacob no dijo eso. En lugar de pedir orientación a Dios, ofreció sacrificios para satisfacerlo. Entonces, durante la noche, Dios se le apareció. Aquí vemos la clase de comunión que un santo maduro en vida tiene con Dios. No hay ni oración ni alabanza ni acción de gracias ni búsqueda, sino la ofrenda de Cristo a Dios para la satisfacción de Dios. En esta clase de adoración, Jacob tuvo comunión con Dios, y Dios se le apareció. Ciertamente, ésta es otra manifestación de la madurez de Jacob. No podemos imitar el grado de vida de Jacob. Nuestro grado de vida siempre se relaciona con nuestro crecimiento en vida. Si no tenemos el crecimiento, simplemente no podremos tener la medida. Usted puede fingir, actuar o presumir, y todavía no tener el grado de vida que trata de imitar. Por consiguiente, todos debemos crecer. Cuando alcancemos cierto grado de vida, tendremos espontáneamente la manifestación de la vida correspondiente a ese grado de vida.
c) No mostró ningún entusiasmo ni liviandad cuando vio a José Vemos otra señal de la madurez de Jacob en el hecho de que no mostró ningún entusiasmo ni nada inapropiado de sí cuando vio a José (46:28-30). Jacob no estaba emocionado, porque su corazón se había enfriado. Está bien que los jóvenes se entusiasmen, pero no debe haber ninguna liviandad en su entusiasmo. Debe haber cierto grado de control. A veces mis nietos son tan descuidados en su emoción que se vuelven destructivos. Uno de ellos se emocionó tanto que se puso a saltar sobre los muebles. Los niños que muestran un descuido deben ser disciplinados. En todo caso, ustedes jóvenes deben ser entusiastas, y las iglesias y los locales de reuniones que tienen muchos jóvenes deben ser lugares de entusiasmo. Aun pueden estar tan emocionados que las paredes no puedan contenerlos. Cuanto más entusiastas sean los jóvenes, mejor; pues cuanto mas se entusiasmen, más rápido crecerán. Jamás he visto a un niño frío crecer. Los niños deben ser activos y entusiastas. Esto indica que están vivos, y son sanos y normales. Disfruto del entusiasmo de los jóvenes porque es una señal de que son normales. Esto me asegura que crecerán. No obstante, en su entusiasmo, no debe haber ni soltura ni desorden. En medio de su entusiasmo, su espíritu dirá: “Ten cuidado. No hagas demasiado ni vayas demasiado lejos”. Este control está bien. Jóvenes, les aliento a emocionarse. Yo soy un hombre mayor, pero no me gusta estar en una reunión de personas mayores, prefiero asistir a la reunión de los jóvenes y permanecer en una iglesia llena de jóvenes. Quizá no hayan experimentado transformación ni madurez, pero están llenos de vida. La presencia de la vida me asegura que el crecimiento, la transformación y la madurez vendrán después.
d) No pidió nada después de llegar a Egipto Después de llegar a Egipto, Jacob no pidió nada. Pero cuando era joven, pedía adondequiera que iba. No sólo rogaba, sino que suplantaba a los demás y les robaba. Jacob quería tenerlo todo para sí. Si él se hubiera alojado en la casa de usted, lo que usted tuviese en el bolsillo acabaría en el de él tarde o temprano. Jacob en su juventud le robó a su padre, a su hermano, a su tío y aun a sus esposas. Finalmente,
cuando él era viejo, le robaron a él y lo privaron hasta de sus hijos. Pero cuando llegó a la madurez, no pidió nada. Conforme a su posición después de llegar a Egipto, él estaba facultado para exigirlo todo. Sin embargo, no pidió nada. Esta es una señal evidente de madurez. Una persona madura no es exigente. En lugar de pedir, de solicitar, Jacob extendió sus manos para bendecir a los demás. Si nosotros mendigamos, pedimos y exigimos, eso demuestra que somos jóvenes en vida. Nosotros como santos no debemos tener exigencias para con otros. En todo caso, eso no puede ser un asunto fingido, sino que es el resultado del crecimiento en vida. En todas las familias, los niños son mucho más exigentes que los demás. Por el contrario, el abuelo no exige nada y da continuamente. Los niños pequeños piden dulces, galletas y juguetes todo el día . Mis nietos piden constantemente cosas a su abuela. Cuanto más joven es usted, más exige. Usted puede exigir cosas a los ancianos, a los hermanos y hermanas, y nunca exigirse nada a usted mismo. Eso demuestra que es como un niño. Un niño no hace otra cosa que exigir. Aunque el Señor puede tardar en contestar mi oración, las oraciones de los niños son contestadas inmediatamente. Pedir muchas cosas indica que quien lo hace es joven. La oración excesiva también puede ser una señal de falta de madurez. Algunos santos jóvenes, pensando que los ancianos no son humildes ni lo suficientemente diligentes, oran por ellos de manera infantil. Si uno no ora de esta manera por los ancianos, demuestra que ha crecido. Al orar uno de manera impropia por los ancianos da a entender que es joven. Cuanto más ora usted por ellos, menos maduro es. Si usted no ora por los ancianos, entonces debe de ser adulto. Muchas oraciones que se hacen por la iglesia también son infantiles. Algunos santos oran: “Señor, no me atrevo a hablarte de la iglesia. No obstante, Señor, Tú conoces la situación. Oh Señor, haz algo al respecto”. En realidad, esta clase de oración condena a la iglesia. Cuando usted ora de esta forma, acusa a la iglesia. Orar así equivale a pedir al Señor que discipline a la iglesia. Usted ora tanto por la iglesia porque a sus ojos, la iglesia no satisface sus requisitos. No obstante, Pablo no oró por la iglesia de esta manera. Hace cincuenta años, yo también oraba de una manera que culpaba, rogaba, exigía y acusaba. Sin embargo, el Señor es mi testigo de que durante los últimos seis meses no he orado por los ancianos de Anaheim. Esto no significa que sean perfectos, sino que yo no exijo nada de ellos y que ellos no me molestan interiormente. No intente imitar esta característica de madurez. No diga: “El hermano Lee nos dijo que durante seis meses él no ha orado por los ancianos. De ahora en adelante, yo tampoco oraré por ellos”. Si usted es capaz de dejar de orar por los ancianos durante seis meses, esto indica que usted ha crecido. Esto revela que no está rogando ni exigiendo nada.
e) No hizo nada para sí mismo mientras vivió en Egipto Cuando Jacob fue a Egipto, no emprendió ninguna actividad para sí mismo. Esto también es una evidencia de su madurez. No se imagine que Jacob era perezoso, estaba cansado o le faltaba energía para actuar. Si no podía hacer nada, habría pedido a sus hijos que obrasen para él, pero no actuó así. El estaba plenamente satisfecho y descansaba totalmente en la providencia de Dios. El no dependía de sus propios esfuerzos. En la experiencia que él adquirió en el transcurso de los años, había llegado a saber que su destino estaba en las manos de Dios, y no en las suyas. Cuando Jacob estaba a punto de bendecir a los dos hijos de José, se refirió a Dios como Aquel que lo había apacentado durante toda su vida (48:15-16). Las palabras de Jacob en 48:15 y 16 se refieren al Dios Triuno. Aquí vemos al Dios Triuno en la experiencia de Jacob, y no en doctrina. En estos versículos, Jacob dijo: “El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Angel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes”. Aquí vemos una triple mención de Dios: El Dios en cuya presencia anduvieron Abraham e Isaac, el Dios que mantuvo a Jacob toda su vida y el Angel que lo libertó de todo mal. El Dios en cuya presencia anduvieron Abraham e Isaac debe de ser el Padre; el Dios que lo pastoreó toda la vida debe de ser el
Espíritu; y el Angel que lo redimió de todo mal debe de ser el Hijo. Este es el Dios Triuno en la experiencia de Jacob. Jacob experimentó el cuidado providencial y pastoril de Dios. Pastorear incluye alimentar. El pastor satisface todas las necesidades de las ovejas, las cuales sólo comen y descansan. Toda la provisión para la supervivencia de ellas proviene del pastor. El ejemplo del pastor presenta de una forma maravillosa la comprensión que tuvo Jacob de que su destino y existencia estaban totalmente en manos del Dios que pastorea. Por consiguiente, después de haber madurado y de llegar a Egipto, no hizo nada para sí mismo. Esta es otra señal de la madurez de vida.
f) Bendecía a la gente constantemente Ahora llegamos a la señal más importante de la madurez de Jacob: él bendecía a los demás. Lo primero que hizo Jacob al llegar a Egipto fue bendecir al faraón (47:7, 10). El faraón era la persona de mayor autoridad en la tierra, pero él se encontraba bajo la mano de bendición de Jacob. Según Hebreos 7:7: “El menor es bendecido por el mayor”. Por consiguiente, el hecho de que Jacob bendijera al faraón demuestra que era mayor que éste. Después de que Jacob fue presentado al faraón, no le habló de manera cortés ni diplomática. El extendió su mano y lo bendijo. Esto va en contra de la cultura y la religión humanas. Al salir de la presencia del faraón, Jacob lo volvió a bendecir. La bendición es la superabundancia de la vida, la superabundancia de Dios por medio de la madurez en vida de alguien. Si queremos bendecir a los demás, debemos estar llenos hasta el borde de la vida para que ésta se derrame y llegue a ellos. Jacob rebosaba así de vida y bendijo al faraón y a los dos hijos de José (48:8-20). El padre de Jacob, Isaac, bendijo ciegamente. Pero la bendición que pronunció Jacob sobre sus dos nietos, Efraín y Manasés, estaba llena de significado. Sus ojos físicos estaban apagados por la vejez, pero su espíritu estaba lúcido (48:10). José presentó sus dos hijos a Jacob, poniendo a Manasés, el primogénito, a la diestra de Jacob, y a Efraín a la izquierda. José esperaba que Jacob pusiera su mano derecha sobre la cabeza de Manasés y su izquierda sobre la de Efraín. Sin embargo, Jacob sabía perfectamente en su interior lo que estaba haciendo; así que cruzó las manos y puso la mano derecha sobre la cabeza de Efraín. José no estaba contento con eso y dijo: “No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza” (48:18). Con todo, Jacob se rehusó y dijo: “Lo sé, hijo mío, lo sé”. Jacob puso sus manos intencional e inteligentemente. A diferencia de su padre Isaac, no obró ciegamente. Por su madurez y por ser uno con Dios en vida, él tenía un espíritu despejado. En su espíritu, él sabía que la voluntad de Dios era establecer a Efraín por encima de Manasés. Más adelante veremos que la vida madura de Jacob estaba llena de bendiciones. Jacob bendijo a sus doce hijos, y estas bendiciones fueron profecías relacionadas con el destino de las doce tribus de Israel. Jacob estaba tan lleno de vida que derramó bendiciones a todos aquellos que encontraba. Esta es la manifestación más marcada de la madurez en vida de Jacob.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA Y CINCO LA BENDICION Ya hemos destacado repetidas veces que el libro de Génesis es un libro de semillas. Casi todo lo que
contiene es una semilla que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia. Lo mismo sucede con la bendición. En este mensaje, que constituye otro paréntesis en nuestro estudio-vida, examinaremos la bendición sembrada en Génesis y su desarrollo en el Antiguo Testamento y el Nuevo.
I. EL PRINCIPIO DE LA BENDICION En Hebreos 7:7 dice: “Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor”. En este versículo vemos que el principio de la bendición consiste en que el mayor bendice al menor. Ser mayor o menor no es esencialmente un asunto de edad. Es un asunto de la medida de Cristo. Somos mayores o menores dependiendo de la medida de Cristo que tengamos. En Mateo 11:11 el Señor dijo: “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”. Aquí el Señor Jesús afirma que Juan el Bautista era mayor que todos los que lo precedieron. No obstante, el menor en el reino de los cielos es mayor que Juan. La razón por la cual Juan era mayor que sus predecesores era que él estaba muy cerca de Cristo. Abraham era grande, pero él no vio a Cristo. Juan el Bautista sí lo vio. Sin embargo, aunque Juan estaba muy cerca de Cristo, Cristo no estaba en él. Los que están en el reino de los cielos no solamente están cerca de Cristo, sino que Cristo está en ellos. Por esta razón, el menor en el reino de los cielos es mayor que Juan. Los hombres más destacados del Antiguo Testamento podían decir que Cristo estaba por venir, y Juan el Bautista pudo decir que Cristo estaba delante de él. No obstante, todos los que estamos en el reino de los cielos afirmamos que Cristo está dentro de nosotros. Aún podemos decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Por consiguiente, estamos más cerca de Cristo que Juan el Bautista y que todos los que lo precedieron. Lo grande o lo pequeño que seamos depende de la medida de Cristo que tengamos. Si usted tiene más de Cristo, es mayor; si tiene menos de Cristo, es menor. Si, por tener más de Cristo, somos mayores que los demás, entonces estamos facultados para bendecirlos; pues el mayor siempre bendice al menor. La razón es sencilla: el mayor tiene una medida de Cristo tan considerable que puede dar a los demás. Si usted es mayor que yo, significa que tiene una porción más grande de Cristo que yo. En este caso, usted tiene algo más de Cristo que ministrarme. Bendecir a los demás significa ministrarles a Cristo. Los que tienen una pequeña medida de Cristo necesitan la bendición de los que tienen una medida más grande. Los bendecimos con el Cristo de quien participamos y a quien disfrutamos. Si disfrutamos más a Cristo, entonces tenemos más de Cristo para ministrar a los demás. Ministrar así a Cristo es una bendición.
II. EL SIGNIFICADO DE LA BENDICION Resulta bastante difícil dar una definición adecuada de la bendición. Hace años sólo podía decir que la bendición pide o desea el bien para los demás. Pero después de varios años de experiencia, puedo decir que la bendición es la superabundancia que se recibe de Dios por la madurez en vida de alguien. Dios no puede fluir hacia los demás sin un canal humano. Si Cristo jamás se hubiese encarnado, Dios no habría podido fluir en el hombre, porque no habría habido ningún canal. El fluir de Dios necesita la humanidad como canal. La única humanidad que Dios puede usar como canal es la que está saturada y empapada de El. Por esta razón, Jacob no bendijo a nadie hasta que llegó a la madurez. Jacob no bendijo a Labán ni a Esaú. Aun cuando vio a su hermano después de estar veinte años con Labán, no lo bendijo. Fue sólo cuando bajó a Egipto que bendijo al faraón, el principal gobernante de la tierra (47:7, 10). Para entonces, Jacob estaba lleno de Dios. Mediante la bendición que dio Jacob al faraón, la bendición de Dios se derramó hasta llegar al faraón. Un niño de dos años de edad no puede bendecir a nadie; pero un niño de siete u ocho años puede bendecir en cierta medida. Esto muestra el hecho de que bendecir a los demás depende de nuestra madurez en vida. La madurez en vida es un asunto de estar llenos de Dios. Cuando usted está lleno de Dios, rebosa de El, y por tanto, puede bendecir a todos los que se encuentre. Hace años, yo no
podía decir esto acerca de la bendición. Esta comprensión de la bendición no viene de la lectura de libros, sino únicamente de la experiencia.
III. EL PRIMER CASO DE BENDICION El primer caso de bendición que vemos en la Biblia es el de la bendición que dio Melquisedec a Abraham (14:18-20). Melquisedec tipificaba a Cristo. Por consiguiente, el hecho de que Melquisedec fuese a Abraham constituía la venida de Cristo a él. Melquisedec vino a Abraham con pan y vino, así como el Señor también viene a nosotros con pan y vino. Además, Melquisedec vino como sacerdote eterno, y Cristo fue hecho sacerdote según el orden eterno de Melquisedec (He. 5:6). Un sacerdote lleva la gente a Dios. Si usted desea bendecir a los demás, debe ser sacerdote de Dios. Más adelante veremos que en el Antiguo Testamento Dios dijo a los sacerdotes que debían bendecir a Su pueblo. La bendición es la superabundancia de Dios, que se desborda y llega a la gente por medio de los sacerdotes. La primera bendición fue otorgada por un sacerdote. Todos debemos ser sacerdotes, personas que conducen la gente a Dios. Si queremos bendecir a los demás, debemos estar cerca de Dios. Debemos ser sacerdotes que lleven los demás a Dios. Las personas necesitan la bendición de Dios porque están lejos de El. Un sacerdote elimina la distancia entre Dios y la gente; él introduce en la presencia de Dios a los que están lejos. Sobre los hombros del sumo sacerdote había dos piedras de ónice, en las cuales estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel, y sobre el pectoral había doce piedras, que también llevaban grabados los nombres de las doce tribus (Ex. 28:9-12, 15-21). Cuando el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo, llevaba el pectoral y las hombreras. Eso indicaba que introducía al pueblo de Israel en la presencia de Dios. Sabemos que un sacerdote sirve a Dios, pero quizá jamás hayamos visto que también elimina la distancia entre el pueblo y Dios. Antes de que la persona reciba la bendición de un sacerdote, es posible que haya una distancia entre ella y Dios. Pero después de que es bendecida, la distancia es eliminada, y la persona es introducida en la presencia de Dios para disfrutarlo. Cuando Melquisedec bendijo a Abraham, esta bendición lo introdujo en la presencia de Dios. Melquisedec dijo: “Bendito sea Abram del Dios Altísimo” (14:19). Si usted lee Génesis 14 detenidamente, verá que Melquisedec bendijo a Abraham con Dios mismo. El no dijo: “Seas bendecido con una buena casa”; tampoco dijo: “Seas bendecido con dos hijos”. Simplemente dijo: “Bendito seas del Dios Altísimo”. De esta manera, Melquisedec condujo a Abraham mucho más cerca de Dios.
IV. LA BENDICION DE LOS SACERDOTES En Números 6:23-27 vemos un modelo de bendición. Allí Dios mandó que los sacerdotes bendijeran al pueblo con estas palabras: “Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”. Esta bendición no es simple ni doble, sino triple. La bendición es triple porque se relaciona con la impartición de Dios en el hombre. Esto incluye a la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu. La Trinidad no es una doctrina; está relacionada con el hecho de que Dios se infunde en Su pueblo. El primer aspecto de la bendición de Números 6 se relaciona con el poder de bendecir y de guardar que tiene Dios el Padre. El segundo aspecto está relacionado con el rostro resplandeciente de Dios el Hijo y con Su gracia. La palabra “misericordia” que aparece en Números 6:25 tiene un significado más rico en hebreo que en nuestro idioma. El significado hebreo es inclinarse por bondad hacia aquellos que son inferiores. Esto indica que cuando el segundo de la Trinidad se hizo hombre, se inclinó en bondad para con nosotros, los inferiores. Cuando El se hizo hombre, ciertamente se inclinó, descendió de los cielos. En esto consiste la gracia. Me gustan las palabras “haga resplandecer Su rostro sobre ti”. ¿Ha experimentado usted eso? En 2 Corintios 4:6 se afirma que la gloria de Dios resplandece en el rostro de Jesucristo. Jesús es la verdadera luz, la cual es Dios mismo (Jn. 8:12; 1 Jn. 1:5). Dios mismo como luz brilla sobre
nosotros en la faz de Jesucristo. Por tanto, el segundo aspecto de la bendición triple está relacionado con Dios el Hijo, quien en Su bondad se inclinó a nosotros y nos visitó para que recibiéramos gracia. Leemos en Juan 1:14: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros ... lleno de gracia y de realidad”. Puesto que el Señor se inclinó a nosotros en bondad, ahora tenemos esta bendición. El tercer aspecto de la bendición tiene relación con el rostro de Dios el Espíritu y con Su paz. Es la obra de gracia del tercero de la Trinidad, el Espíritu, lo que alza el rostro del Señor sobre nosotros y nos da Su paz. Hoy en día, el Espíritu alza continuamente sobre nosotros el rostro de Dios y nos da paz. El trae paz no solamente a nuestro entorno sino también a nuestro ser, a saber: nuestro corazón, nuestro espíritu y aun nuestra mente. En el Espíritu, mediante el Espíritu y con el Espíritu, tenemos paz. Los demás pueden ser perturbados en el corazón, en la mente, en el espíritu y en su entorno, pero nosotros no debemos ser perturbados. Dondequiera que estemos, tenemos paz, porque el Espíritu de Dios está con nosotros y Su rostro es alzado sobre nosotros. Podemos decir en resumen que la bendición consiste en llevar a la gente a la presencia de Dios, a disfrutar a Dios mismo. La bendición triple de Números 6 es el modelo de bendición dada por los sacerdotes del Antiguo Testamento. Este modelo revela que la debida bendición consiste en introducir a las personas en la presencia de Dios, en la luz de Su rostro y en el resplandor de Su faz, a fin de que participen de Su gracia y tengan paz. Sin lugar a dudas, ésta es la bendición apropiada. ¡Cuán maravilloso y admirable es esto!
V. LA BENDICION DEL APOSTOL En 2 Corintios 13:14 el apóstol Pablo también da un modelo de bendición. En dicho versículo leemos: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Hemos visto que un sacerdote lleva la gente a Dios. Pero un apóstol trae a Dios a la gente. El viene al pueblo trayendo consigo a Dios. En 2 Corintios 13:14 vemos una visita llena de gracia que nos hace el Dios Triuno. En la bendición del apóstol Pablo, el Dios Triuno viene al pueblo para que éste halle deleite. Dicho deleite es el amor de Dios como la gracia de Cristo mediante la comunión del Espíritu Santo. El amor, la gracia y la comunión no son tres cosas separadas, sino tres aspectos o etapas de una sola cosa; son las tres etapas del Dios que podemos disfrutar. El amor es interior, la gracia es el amor expresado, y la comunión es la transmisión de la gracia a nosotros. El amor está dentro de Dios mismo. Cuando este amor se expresa, viene a ser gracia, y la gracia es transmitida en la comunión. Puedo amar a cierto hermano, pues este amor está dentro de mí. ¿Cómo puedo expresarlo? Lo puedo expresar al darle una Biblia. La Biblia representa la gracia como la expresión del amor que le tengo. Si deseo comunicarle esta gracia, en realidad debo darle la Biblia. Esta es la comunión. El pensamiento básico que contiene el Antiguo Testamento con respecto a la bendición radica en introducir a la gente en la presencia de Dios. Pero en el Nuevo Testamento, el apóstol, quien trae consigo a Dios, no sólo introduce a la gente en la presencia de Dios, sino que introduce a Dios en ellos. Hay una gran diferencia entre el modelo de bendición dada por los sacerdotes del Antiguo Testamento y el del apóstol en el Nuevo Testamento. La bendición del Nuevo Testamento es mucho más elevada y profunda. Por una parte, bendecir a los demás consiste en introducirlos en la presencia de Dios; por otra, consiste en introducir a Dios en ellos como amor, gracia y comunión. Todos los cristianos conocen la palabra bendición. Inclusive hay un himno que afirma: “Cuenta tus bendiciones, nómbralas una por una”. Indudablemente el concepto de bendición expresado en este himno es que ésta se relaciona con recibir una buena esposa, hijos, educación, ascensos, casas y automóviles. Según este himno, ésas son las bendiciones que debemos contar una por una. Hace más de treinta y cinco años canté ese himno en las últimas horas del año. Reuní a algunas personas y les dije: “Contemos las bendiciones del año pasado una por una”. Pero según la Palabra pura, la bendición es muy diferente a esto. Según el modelo de bendición dada por el sacerdote del Antiguo
Testamento y el modelo de bendición dada por el apóstol del Nuevo Testamento, la bendición adecuada consiste en introducir a la gente en la presencia de Dios e introducir a Dios como gracia, amor, y comunión en la gente, para que ellos disfruten al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por consiguiente, la bendición tiene que ver con disfrutar al Dios Triuno.
VI. LA BENDICION DEL SEÑOR INVIERTE LAS MANIOBRAS NATURALES DEL HOMBRE Ahora llegamos a algunos puntos prácticos acerca de la bendición. La bendición del Señor invierte las maniobras naturales del hombre (48:13-20). Cuando José llevó sus hijos Manasés y Efraín a Jacob, los dispuso de tal manera que el primogénito, Manasés, estuviese a la derecha de Jacob. El padre puso al primogénito a la derecha del abuelo para que recibiera la primera bendición, y al segundo a la izquierda para que recibiera la segunda bendición. La forma en que José los ordenó concordaba con el concepto natural. Según el concepto natural, José estaba en lo correcto. Sin embargo, Jacob invirtió la posición de las manos. Aunque sus ojos se estaban apagando, tenía un espíritu muy lúcido. Dice en Génesis 48:17: “Pero viendo José que su padre ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto; y asió la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés”. José le dijo: “No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza” (v. 18). Jacob se rehusó y dijo: “Lo sé, hijo mío, lo sé” (v. 19). Por consiguiente, la bendición del Señor fue contraria a las maniobras del hombre. Los padres siempre preparan la situación conforme a su preferencia, su gusto y su concepto naturales. Pero esto debe ser trastornado. Yo he hecho muchas maniobras, aun en la predicación del evangelio. Cuando miraba al auditorio, donde había algunos que eran destacados y muy prometedores, decía para mí: “Estos son los buenos”. No obstante, la mayoría de ellos nunca creyó o creyó de una manera superficial; mientras que otros, que yo consideraba inútiles, creyeron correctamente y llegaron a ser útiles. En el servicio de la iglesia vemos otro ejemplo de las maniobras humanas. Anteriormente pensábamos que ciertos hermanos eran confiables, espirituales y superiores. Sin embargo, muchas veces fuimos decepcionados porque no dieron la medida que esperábamos. Nuestras maniobras no son compatibles con la bendición de Dios. Las maniobras son lo que nosotros elegimos o preferimos. Hace más de treinta años, dije: “Estos son muy buenos, están creciendo, serán edificados y serán uno”. No obstante, los mejores no vinieron del grupo que yo había escogido, sino de otra parte. Esto es un ejemplo de la inversión de las manos. El Señor jamás pone Su mano para auspiciar nuestras maniobras. Por consiguiente, en nuestras familias, en la predicación del evangelio y en el servicio de la iglesia, debemos aprender a no poner nuestras manos. Debemos simplemente llevar nuestros dos hijos a Dios y entregarlos en Su mano. Todos somos como José. Nos gusta llevar a nuestro Manasés a la mano derecha del Señor y a nuestro Efraín a Su mano izquierda. Pero el Señor vez tras vez invierte la posición de Sus manos. Si usted examina la vida de iglesia y estudia la historia de la iglesia, verá que la bendición de Dios siempre es providencial, y nunca depende de las maniobras del hombre. Por ejemplo, Pedro era un líder en Jerusalén. ¿Cree usted que él oró para que Saulo de Tarso llegara a ser apóstol? Por supuesto que no. Por el contrario, Pedro debe de haber orado: “Señor, Saulo es demasiado activo; te pido que lo ates”. Pero la mano del Señor cambió de posición sobre los doce apóstoles y fue puesta sobre Saulo. Aparte de Pedro, Jacobo y Juan, no se menciona nada acerca de los demás apóstoles en el libro de Hechos, después del primer capítulo. Pero mientras Saulo iba en camino a Damasco, el Señor puso sobre él Su mano intencionalmente, y la bendición vino sobre él. Nosotros los padres no deberíamos tener preferencias con respecto a nuestros hijos. Simplemente no podemos determinar a cuál de ellos escogerá el Señor. No podemos predecir cuál de nuestros hijos será salvo. Eso no depende en absoluto de nuestras maniobras, sino de la bendición del Señor.
En la vida de iglesia he aprendido a no tener ninguna confianza en mi elección. A menudo mi mano se ha retraído en la elección de ancianos, diáconos y líderes para el servicio de la iglesia, porque no tengo ninguna confianza en mi discernimiento. La mayoría de las veces nuestra elección conduce a una maniobra humana, y la mano de Dios viene y bendice a quien no escogimos nosotros. Los padres y los que están al frente en el servicio de la iglesia deben tener cuidado con lo que escogen. No haga ningún tipo de preparativos en relación con personas que le agraden o le desagraden, pues la bendición de Dios siempre invertirá lo que nosotros hayamos dispuesto. Hay algo muy alentador para nosotros en la bendición que dio Jacob a Efraín. Es probable que a veces usted se haya considerado irrecuperable e inútil. En los últimos meses, he oído hablar de muchas personas que se sintieron decepcionadas de sí mismas. Algunos hasta llegaron a pensar que la vida no tenía sentido. Algunos quizá hayan dicho: “Creí en el Señor Jesús y entré en la vida de iglesia. Yo sé que debo funcionar en la iglesia, pero no he sido escogido para hacer nada. Aparentemente, no hay esperanza para mí. Si no puedo funcionar en la iglesia, entonces la vida no tiene ningún significado”. Anímese; usted no está acabado. Entre las muchas iglesias, y particularmente las iglesias grandes, hay un ambiente que hace que la persona sienta que no es necesaria. En una iglesia grande, sólo unos cuantos llegan a ser ancianos, pero en cualquier caso todas las personas son importantes. No arregle su situación de ninguna manera, pues la mano de bendición del Señor hará lo opuesto a usted. Aunque no sabemos adónde irá la bendición espiritual, sí sabemos que la mano de bendición del Señor siempre es contraria a la maniobra natural del hombre. Usted dirá: “Este es el primogénito”, pero El responderá: “Lo sé”. El hecho de que el Señor cambie la posición de Sus manos puede parecer mal a los ojos de usted, pero es hermoso a los ojos de El. La bendición no depende de nuestras maniobras, de la manera en que preparamos de antemano las situaciones, sino del deseo y de la elección de Dios. En cualquier elección que hagamos, existe la posibilidad de que intentemos maniobrar las cosas según nuestra preferencia y nuestro gusto. No procure hacer maniobras y no se desilusione. Más bien crea que la mano del Señor cambiará de posición y reposará sobre usted.
VII. EL CONCEPTO NATURAL DEL HOMBRE DETIENE LA MANO DE BENDICION DEL SEÑOR Ya vimos que José intentó detener la mano de bendición de su padre. Eso indica que el concepto natural del hombre detiene la mano de bendición del Señor. En la vida de iglesia, el Señor levantará a muchos que no nos gustan, y algunos de ellos llegarán a ser los mejores ancianos. Sin lugar a dudas, yo he tenido mi parecer, mis conceptos y gustos humanos. No obstante, mis conceptos naturales han sido anulados. Simplemente, no sabemos de qué dirección vendrá Saulo de Tarso. El que usted piensa que será el mejor puede resultar el peor. Sin embargo, uno de los que se oponen a usted puede convertirse en el apóstol Pablo de hoy. Aunque a usted no le caiga bien, al Señor sí le agrada. El levantará a muchas personas que no caben en el concepto de usted. Olvídese de su predilección. Eso jamás producirá resultados. Si así fuera, no se necesitaría la predestinación. Esta es la razón por la cual en ninguna parte del Nuevo Testamento vemos los nombres de los hijos de los apóstoles. Sólo se dan los nombres de los hijos espirituales. Pablo llamó a Timoteo su “hijo en la fe” (1 Ti. 1:2) y a Tito su “verdadero hijo según la común fe” (Tit. 1:4), y Pedro habló de “Marcos mi hijo” (1 P. 5:13). Los nombres de los hijos de los apóstoles no se mencionan porque no todos fueron predestinados. Del mismo modo, también debemos reconocer que no todos nuestros hijos han sido predestinados. No obstante, no permita que el asunto de predestinación le haga descuidar la predicación del evangelio. Hacer eso sería irse a un extremo. No intente manipular nada. Simplemente lleve a los muchachos a Dios y deje que El tome la decisión. No deje que su concepto natural retenga la mano de bendición del Señor.
VIII. LAS MANOS SUPLANTADORAS DE JACOB SE CONVIERTEN EN MANOS DE BENDICION Las manos suplantadoras de Jacob se convirtieron finalmente en manos de bendición (25:26; 47:7, 10; 48:14-16). En el capítulo veinticinco vemos que Jacob empezó a suplantar cuando todavía estaba en el vientre de su madre. ¡Cuán hábil era para suplantar! No obstante, en los capítulos cuarenta y siete y cuarenta y ocho, vemos que estas dos manos suplantadoras se habían convertido en manos de bendición que introducían a la gente en la presencia del Señor y ministraban a Dios a las personas para que le disfrutasen. ¿Habría creído usted que las manos suplantadoras de Jacob se convertirían en las manos de bendición de una persona madura? Aquí vemos el crecimiento y la madurez en vida. Un suplantador, uno que tomaba por el calcañar, se convirtió en la persona más importante de la tierra en aquel tiempo. El pudo bendecir al faraón porque era mayor que él. Jacob llegó a ser esta clase de persona por medio de la vida. Necesitamos el crecimiento en vida y la madurez en vida para estar llenos de Cristo y convertirnos en personas que puedan bendecir a los demás.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA Y SEIS LOS TRASPASOS DE PRIMOGENITURA QUE CONSTAN EN LAS ESCRITURAS Génesis es un libro de semillas. En este mensaje, que constituye un paréntesis en nuestro estudiovida, examinaremos otra semilla: la del cambio de primogenitura. Quizá usted jamás se haya imaginado que la primogenitura pudiera ser traspasada. La primogenitura es la porción especial asignada al hijo primogénito. En casi todos los grupos étnicos, y particularmente en la antigüedad, el primogénito de una familia heredaba una porción especial. Entre los judíos de antaño, esta porción generalmente era una porción doble de la tierra. Según la Biblia, la primogenitura incluye la doble porción de la tierra, el reinado y el sacerdocio. El sacerdocio conduce la gente a Dios, y el reinado trae a Dios a la gente. El libro de Génesis revela que la primogenitura puede ser traspasada del primogénito al segundo hijo. En este libro hay por lo menos cuatro casos de traspasos de primogenitura: de Esaú a Jacob (25:22-26, 29-34); de Zara a Fares (38:27-30); de Rubén a José (49:3-4; 1 Cr. 5:1); y de Manasés a Efraín (48:12-20). Además, en el Nuevo Testamento, la primogenitura pasó de Israel a la iglesia. En el capítulo quince de Lucas, el Señor Jesús indica por medio de la parábola del hijo pródigo que los recaudadores de impuestos y los pecadores son como el segundo hijo, y que los fariseos que se consideran justos a sus propios ojos, son como el primer hijo (Lc. 15:1-2, 11, 25-28). No obstante, en Mateo 21:28-32, el Señor traspasa la primogenitura de los judíos a los recaudadores de impuestos y las rameras. Aquí el Señor revela que los publicanos y las prostitutas son como el primogénito que al principio no obedeció a la palabra de su padre, pero más adelante se arrepintió y la obedeció. Entonces el Señor comparó a los fariseos con el segundo hijo, que dijo que cumpliría la palabra de su padre, pero que en realidad la desobedeció. Originalmente, los judíos eran el primer hijo. Al principio del ministerio del Señor, ellos todavía eran los primeros. Pero al final del ministerio del Señor Jesús, él traspasó la primogenitura de los judíos a la iglesia. Las palabras que dijo en Mateo 21:28-32 fueron pronunciadas hacia el final de Su ministerio. En esos versículos, el Señor comparó a los publicanos y las rameras con el primogénito. La iglesia se compone de los pecadores que fueron redimidos y
regenerados. En la economía de Dios, son ellos los que reciben la primogenitura. Por consiguiente, Hebreos 12:23 habla de la iglesia de los primogénitos.
I. DE ESAU A JACOB En Génesis 25:22-26, 29-34 vemos el traspaso de primogenitura de Esaú a Jacob. Esaú era el primogénito (v. 25), pero Jacob estaba predestinado para recibir la primogenitura (v. 23). El traspaso de primogenitura de Esaú a Jacob revela que recibir la primogenitura depende de la predestinación, y no de nuestro nacimiento natural. Usted quizá sea un Esaú por nacimiento, pero eso no significa que esté predestinado para recibir la primogenitura. Esto depende exclusivamente de Dios, no de nosotros. Al considerar los cinco casos en que hubo un traspaso de primogenitura, debemos adorar a Dios por Su intervención, y decir: “Oh Señor, te agradezco por Tu providencia. Todo depende de Tu predestinación providencial”. Jacob, quien fue predestinado para obtener la primogenitura, era muy codicioso e hizo todo lo posible por conseguir la primogenitura él mismo. Cuando Jacob y Esaú todavía estaban en el vientre de su madre, luchaban por la primogenitura. Yo creo que esta lucha fue iniciada por Jacob. No obstante, según lo dispuesto por Dios, Esaú era más fuerte. Si usted lee la Biblia detenidamente, verá que Esaú, un cazador, era fuerte y de gran estatura física. Por el contrario, Jacob, quien permanecía en casa con su madre, debe de haber sido más bien pequeño. No creo que un joven robusto se quedara siempre en casa con su madre. Por ser más pequeño y más débil que Esaú, Jacob no pudo obtener la primogenitura combatiendo por ella con su fuerza física. Aunque Jacob luchó por ganar la primogenitura en el vientre, Esaú lo venció, nació primero y recibió la primogenitura. La lucha de Jacob fue en vano. No obstante, Jacob se rehusó a abandonar la lucha. Yo creo que él permanecía con su madre principalmente para conspirar con ella y tratar de conseguir la primogenitura. Es posible que la madre de Jacob haya accedido finalmente a ayudarle a obtener la primogenitura. Para suplantar a su hermano y conseguir la primogenitura, Jacob hizo dos cosas. La primera fue colocar a Esaú en una situación donde éste estuviera dispuesto a venderle la primogenitura (vs. 29-34). Jacob era extremadamente sutil y suspicaz; era muy hábil. Por su astucia, él se ganó la cooperación de su madre, y Rebeca, quien era más perspicaz que Isaac, se puso del lado de Jacob. Este astuto Jacob incitó a Esaú a venderle la primogenitura. Jacob probablemente observó las actividades de Esaú durante cierto tiempo. Quizá haya observado que después de cazar, Esaú siempre regresaba con mucha hambre, pues la caza abre el apetito. Por esta razón, un cazador disfruta de una buena comida después de cazar. Todo el que termina una faena agotadora, como por ejemplo un trabajo arduo o un deporte intenso, desea después una comida abundante y nutritiva. Jacob analizó la situación, las circunstancias, la mentalidad de Esaú y el apetito que éste tenía después de cazar. Quizá Jacob haya pensado: “Ah, ya sé cómo conseguir la primogenitura. Mientras Esaú salga de cacería, le prepararé una sopa”. Génesis 25:29 afirma: “Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado...”. Esaú tenía hambre, y el potaje estaba listo. Esaú dijo a Jacob: “Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado” (v. 30). A lo cual Jacob contestó: “Véndeme en este día tu primogenitura” (v. 31). Cuando una persona tiene hambre, está dispuesta a comer lo que sea y a pagar el precio que sea por la comida. Por lo tanto, Esaú dijo: “He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?” (v. 32). Esaú parecía decir: “La primogenitura es algo para el futuro. ¿De qué me sirve ahora? Mientras que aquí está un tazón de potaje enfrente de mí, el cual es tangible, presente y práctico. ¿Quién sabe cuándo recibiré la primogenitura? No sé cuando vendrá. Por ahora, necesito algo palpable y práctico”. Por tanto, Esaú estuvo de acuerdo con la propuesta de Jacob y le vendió su primogenitura. Por una parte, tener derecho a la primogenitura depende de la predestinación de Dios, pero por otra, obtenerla o no, depende de nuestra actitud y nuestras acciones. La actitud de Esaú fue lamentable, y su acción insensata. El cometió un error garrafal al aceptar la propuesta de Jacob. Pero, en términos modernos, él firmó el contrato y renunció a su primogenitura.
Aunque Esaú había vendido la primogenitura, no estaba facultado para ceder la bendición correspondiente a la primogenitura. Esta bendición no estaba en sus manos; estaba en manos de Isaac su padre, el representante de Dios. Por consiguiente, lo segundo que hizo Jacob para obtener la primogenitura fue engañar a su padre y hacer que le diera la bendición de la primogenitura (27:18-29). Probablemente la maniobra de Jacob con Esaú fue algo que inició Rebeca, quien aparentemente había arreglado la situación. Jacob fue el aprendiz, y su madre fue la maestra. Después de que Esaú fue inducido a venderle la primogenitura a Jacob, Rebeca esperó el momento oportuno para ayudar a Jacob a conseguir de Isaac la bendición de la primogenitura. Eso tenía que suceder antes de la muerte de Isaac, pero no podía ser demasiado temprano. Si hubiera sido antes, la vista de Isaac todavía habría sido aguda. Por consiguiente, Rebeca esperó hasta que los ojos de Isaac se estuviesen apagando. Cuando Rebeca oyó que Isaac estaba a punto de bendecir a Esaú, le dijo a Jacob: “Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando” (27:8). Rebeca parecía decir: “Este es el momento de engañar a tu padre”. Jacob obedeció a su madre y engañó a Isaac, y éste lo bendijo ciegamente. Como resultado, Jacob obtuvo no solamente la primogenitura, sino también la bendición correspondiente. Sin embargo, las maniobras de Jacob no eran necesarias. Si él no hubiera manipulado ni engañado, Dios habría hallado la forma de darle la primogenitura. Aparentemente, la manipulación y el engaño de Jacob lo ayudaron a conseguir la primogenitura. En realidad, eso le causó sufrimientos. Desde el momento en que Jacob engañó a su padre, jamás volvió a ver a su madre. Aunque Rebeca amaba a Jacob, lo perdió por ser tan astuta, y nunca lo volvió a ver. Jacob tuvo que huir a la casa de Labán y sufrió sujeto a él durante veinte años. No aprenda de Rebeca. Si usted lo hace, sufrirá. En el traspaso de primogenitura de Esaú a Jacob, vemos que la primogenitura depende de la providencia de Dios. Nosotros también vemos que nunca debemos hacer maniobras ni engaños tratando de conseguir la primogenitura. En otras palabras, no hay necesidad de luchar por la primogenitura. Además, no debemos cometer el descuido de vender nuestra primogenitura. Si bien es cierto que no podemos obtener la primogenitura por nuestros propios esfuerzos, sí podemos venderla si es nuestra. Jacob obtuvo la primogenitura, mas no por sus acciones, mientras que Esaú la perdió por su error.
II. DE ZARA A FARES En Génesis 38:27-30 vemos el traspaso de primogenitura de Zara a Fares. Este caso presenta el hecho de que conceder la primogenitura no depende de las acciones del hombre. Zara intentó salir primero del vientre, y sacó la mano, de tal suerte que la partera ató a su mano un hilo de grana, diciendo: “Este salió primero” (v. 28). Sin embargo, las acciones humanas no pueden dominar, dirigir ni determinar la primogenitura. Aunque la partera jamás pensaba que Fares nacería en primer lugar, así sucedió (v. 29). Cuando salió, la partera dijo con sorpresa: “¡Qué brecha te has abierto!” (v. 29). Aquí el hebreo es muy difícil de traducir. Puede ser traducido: “¡Cómo te has abierto paso!” o “¡qué brecha has hecho, que la brecha sea sobre ti!”, o también “¡qué brecha hiciste por ti mismo!”. La partera tuvo que reconocer que a Fares le correspondía la primogenitura. Por consiguiente, la primogenitura no se obtiene por la acción del hombre.
III. DE RUBEN A JOSE El tercer caso del traspaso de la primogenitura, de Rubén a José (49:3-4; 1 Cr. 5:1), contiene una seria advertencia. Rubén, el primogénito, perdió la primogenitura por haberse contaminado. Dios se había propuesto dar la primogenitura a Rubén, el primogénito, pero éste la perdió al contaminarse. La primogenitura fue transferida de Rubén a José, quien huyó para no contaminarse precisamente de esa manera (39:7-12). Dios es justo; El quitó la primogenitura de uno que se había contaminado, y la dio a otro que había huido de esa contaminación. (Aunque la primogenitura pasó de Rubén a José, éste sólo recibió la doble porción de la tierra, mas no recibió el sacerdocio ni el reinado. Leví
recibió el sacerdocio, y Judá el reinado.) No piense que la fornicación es algo insignificante. Dios la aborrece. Vivimos en la era de Sodoma. El mundo de hoy, incluyendo a Estados Unidos, especialmente Suecia y Francia, es Sodoma. Muchos hombres y mujeres viven juntos sin estar casados. Indudablemente, eso traerá el juicio de Dios. En la Biblia Dios trajo un juicio especial sobre Sodoma porque los que allí moraban habían caído en una lujuria totalmente desenfrenada. Nada ofende a Dios más que esta complacencia en la lujuria. No obstante, muchos jóvenes, y también muchachas de hoy, no tienen ningún recato ni pudor. Caer en fornicación siempre causará pérdidas. Dios no tendrá que juzgarlo a usted deliberadamente, pues le vendrá espontáneamente un castigo natural. El caso de Rubén revela que aunque uno haya sido predestinado para recibir la primogenitura, la puede perder al caer en fornicación. Todo cristiano que cometa fornicación perderá su primogenitura. Esta incluye el pleno disfrute de Cristo con el sacerdocio y el reinado. Tener la primogenitura consiste en tener el derecho y la posición de disfrutar a Cristo plenamente. También consiste en tener el derecho de ser sacerdotes y reyes. Si perdemos nuestra primogenitura, dejamos de disfrutar a Cristo. El cristiano que comete fornicación pierde este disfrute inmediatamente. Este pecado le impedirá al creyente ser sacerdote y rey. Además, ningún fornicario entrará en el reino milenario para disfrutar plenamente de Cristo y ser sacerdote de Dios y correy de Cristo (1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:5). Sólo los vencedores participarán de este deleite, serán los sacerdotes de Dios y los correyes de Cristo. Presten atención: la contaminación puede hacerles perder su primogenitura.
IV. DE MANASES A EFRAIN Ahora llegamos al cuarto caso: el traspaso de primogenitura de Manasés a Efraín (48:12-20). Manasés era el primogénito (v. 14). Cuando José trajo a Manasés y Efraín a Jacob para que éste los bendijera, intentó manipular la bendición de la primogenitura conforme al nacimiento natural (vs. 13-17). No obstante, Efraín recibió la bendición de la primogenitura porque Jacob intercambió sus manos al bendecirlos (vs. 14,17-20). Tengo la convicción de que la acción de José en esta situación le recordó a Jacob la manipulación que él había hecho en su juventud. El quizá haya recordado como había manipulado a su hermano para obtener la primogenitura y engañado a su padre para recibir su bendición. Mientras Jacob cruzaba su mano derecha y la colocaba sobre la cabeza de Efraín, el segundo hijo, posiblemente pensó: “Jacob, no necesitabas fraguar nada. Efraín no ha hecho nada, y aun así tú pones la diestra sobre él. ¿Por qué intrigaste tanto cuando eras joven?”. Yo creo que mientras Jacob invertía la posición de sus manos, sin duda tenía sentimientos profundos. Si José y sus hijos no hubiesen estado presentes, Jacob quizá habría expresado sin inhibición su remordimiento. Usted pensará que tiene razón al manipular ciertas situaciones. Pero después de unos cuantos años, se sentirá avergonzado de lo que hizo y dirá: “¡Qué vergüenza me da haber hecho todo eso!”. Debemos creer que Jacob no guió sus propias manos. Ciertamente fueron guiadas por el Espíritu. La dirección del Espíritu fue una bendición para Efraín; pero fue una reprimenda para Jacob. Quizá el Señor le haya dicho: “Jacob, no necesitabas hacer nada. Mira a Efraín. Aunque no ha hecho nada, recibe la primogenitura. ¿Por qué intrigaste tanto y te causaste tanto sufrimiento?”. Igual que Jacob, yo hice ciertas cosas cuando era joven, pero más tarde lamenté haberlas hecho. Jóvenes, ustedes deben tener en cuenta que la bendición no está en sus manos, sino en las manos de los mayores. El hecho de que crucemos nuestras manos y pongamos nuestra derecha sobre la cabeza de usted no depende de usted, sino de nosotros. Si usted desea recibir la bendición, necesita a los mayores; si se aparta de ellos, perderá la bendición. Los mayores no lo bendecirán a menos que usted los honre. Jóvenes, ustedes no pueden seguir adelante sin la bendición de los mayores. Necesitan desesperadamente la ayuda de ellos.
V. DE ISRAEL A LA IGLESIA Ahora llegamos al último caso de transferencia de primogenitura en las Escrituras: el traspaso de la primogenitura de Israel a la iglesia. Esto es muy importante. En Exodo 4:22 el Señor dijo a Moisés: “Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito”. Israel era el primogénito de Dios, pero Israel perdió la primogenitura a causa de la incredulidad (Mt. 21:32; Ro. 11:20). Según Lucas 15, al principio del ministerio del Señor, todavía se consideraba a Israel, representado por los fariseos, como el hijo primogénito, y a los recaudadores de impuestos y pecadores como el segundo hijo. Pero según el disfrute de Lucas 15, fue el hijo menor el que recibió la primogenitura, pues fue éste quien disfrutó del becerro engordado, que es Cristo. Esto indica un traspaso de primogenitura. Así vemos que los fariseos perdieron el disfrute de Cristo, mientras que los publicanos y pecadores arrepentidos obtuvieron este deleite. Esto significa que ellos consiguieron la primogenitura. Al final del ministerio del Señor, en Mateo 21, El dio a entender que los publicanos arrepentidos, las rameras y los pecadores, de los cuales la iglesia estaría compuesta, serán el hijo primogénito, y que los fariseos incrédulos, que representan a Israel, serían el segundo hijo. Dice en Mateo 21:32: “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no lo creísteis; pero los recaudadores de impuestos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle”. Debido a la incredulidad, Israel, el hijo primogénito, fue arrancado, y el segundo hijo fue injertado en la primogenitura. Por consiguiente, los pecadores que se han arrepentido y han creído, se han convertido en los constituyentes de la iglesia, y ella hoy es llamada la iglesia de los primogénitos (He. 12:23). Nosotros en la iglesia somos un grupo de hijos primogénitos y poseemos, por ende, la primogenitura. Esta primogenitura nos da el derecho de disfrutar a Cristo al máximo, de ser sacerdotes de Dios y correyes de Cristo. Tenemos la primogenitura, pero el Nuevo Testamento nos advierte de la posibilidad de perderla (He. 12:16-17). Tenga cuidado: la primogenitura se puede perder.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA Y SIETE LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (2) g) Profetizar con bendición En este mensaje examinaremos otra manifestación de la madurez en la vida de Jacob: él profetizó con bendición (49:1-28). Sabemos lo que significa profetizar, pero no estamos familiarizados con profetizar mientras uno bendice. Génesis 49 es el único capítulo que revela esto. Aunque la bendición que impartió Moisés en Deuteronomio 33 es parecida a la que encontramos en Génesis 49, la bendición dada allí no es tan rica como ésta. Ambas porciones de la Palabra son profecías acerca de Israel, pero Génesis 49 contiene una bendición más rica que Deuteronomio 33. En el capítulo cuarenta y nueve, profetizar es una manifestación de la madurez, pues nuestras palabras siempre revelan en qué condición estamos y qué tan maduros somos. Un recién nacido no
puede hablar en absoluto, mientras que un niño de más de un año puede balbucear algunas palabras. Lo que profiere revela que él es un niñito. Lo mismo es válido para las demás edades: un joven habla como joven; una persona de mediana edad, como tal; y un abuelo, como un abuelo. Por consiguiente, nuestras palabras no sólo denuncian nuestra edad, sino también la clase de persona que somos. Si somos muy activos, no hablaremos despacio. Si somos lentos, no hablaremos rápido. Si somos personas cultas, no hablaremos de manera ordinaria, y si somos personas vulgares, no hablaremos con educación. Por consiguiente, la forma en que hablamos pone en evidencia nuestra condición y nuestro nivel. Se ha dicho que es de sabios no decir nada. Si permanezco frente a un grupo de personas sin decir nada, no se enterarían de lo profundo o superficial, lo rápido o lento que yo sea. Yo sería un misterio. Pero en estos catorce años, les he revelado cada fibra de mi ser con mis palabras. Aun los niños de siete u ocho años me conocen bastante bien porque han escuchado mis palabras. Como hablo tanto, no puedo esconderme. La mejor manera de mantenerse anónimo es no hablar. Durante los primeros años de mi ministerio, yo era bastante sabio, pues jamás decía nada en las conferencias de los colaboradores. Mi manera de obrar me convirtió en un misterio para ellos, y nadie me entendía. Es difícil hablar, pero resulta todavía más difícil no hacerlo. Cuando la oportunidad se presenta, usted simplemente no puede abstenerse de hablar. Dudo que usted pueda quedarse conmigo durante sesenta minutos sin proferir palabra. Estoy seguro de que después de unos cuantos minutos, hablará. Ahora veamos brevemente lo que dijo Jacob, según se revela en Génesis. El primer relato de sus palabras está en 25:31, donde le dijo a Esaú: “Véndeme en este día tu primogenitura”. Jacob deseaba con todo su corazón obtener la primogenitura; ése era su sueño y su anhelo. Durante mucho tiempo estuvo esperando la oportunidad de quitársela a Esaú. Cuando la oportunidad se presentó finalmente, lo primero que profirió Jacob en las Escrituras fue los términos del negocio de la primogenitura. En el capítulo veintisiete Jacob habló de una manera artificiosa a Isaac, su padre (vs. 19-20, 23). En 27:19 Jacob mintió a su padre, cuando le dijo: “Yo soy Esaú tu primogénito”. Cuando Isaac le preguntó cómo había podido hallar tan rápidamente la caza, Jacob dijo: “Porque Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí”. Entonces Isaac dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú” (v. 22), y le preguntó: “¿Eres tú mi hijo Esaú?” (v. 24), a lo cual Jacob contestó: “Yo soy”. Por consiguiente, lo que dijo Jacob en el capítulo veintisiete era totalmente falso. En los capítulos del veintinueve al treinta y dos, las palabras de Jacob están llenas de interés personal, de ambición y de ganancia propia. Mediante lo dicho en esos capítulos, quedan en evidencia muchos aspectos del yo. Las palabras de Jacob eran tan egoístas que él parecía no tener espíritu. Si nosotros tuviésemos un hermano así entre nosotros, dudaríamos de que fuese verdaderamente regenerado. Lo que Jacob dijo a su hermano Esaú en el capítulo treinta y tres fue toda una farsa. En dicho capítulo Jacob se dirigió varias veces a Esaú, como “mi señor” (33:13-14). En lo profundo de su ser Jacob nunca reconoció a Esaú como su señor. La razón por la cual se dirigió a su hermano de esta manera fue el temor que tenía de que lo matara. Jacob era un actor, un diplomático, y su humildad ante Esaú fue fingida. En el capítulo treinta y cinco Jacob había tenido un cambio en su forma de hablar. Su conversación en este capítulo empieza a parecerse a la de una persona regenerada, la de un hijo de Dios.
En los capítulos siguientes a la pérdida de José, Jacob habla muy poco. Esto indica que mientras crecemos en vida, nuestra conversación va cambiando primeramente de naturaleza. El carácter de nuestras palabras cambiará. Nuestro hablar se reducirá notablemente. Cuanto más crezcamos, menos hablaremos. En este momento, quizá usted no sea capaz de resistir la tentación de hablar. Pero después de algunos años y de haber recibido mucho más crecimiento en vida, no hablará por muy grande que sea la tentación. Podemos seguir el progreso en vida de Jacob al seguir el progreso de su conversación. El cambio en su modo de hablar revela su crecimiento. Con el tiempo, Jacob creció al punto que, aun cuando perdió a José, tenía muy poco que decir. No obstante, muchos de nosotros tenemos mucho que decir sobre insignificancias como la pérdida de un par de calcetines. Si un hermano joven que vive en una casa de hermanos pierde un par de calcetines, él quizá grite: “¿Dónde están mis calcetines? ¿Qué se me hicieron?”. Pero cuando Jacob perdió a José, el tesoro de su corazón, no dijo mucho. Esta era una buena señal, mientras que hablar mucho sobre un par de calcetines es señal de inmadurez e infantilismo. Hablar demasiado revela que uno es infantil. En eso vemos que nuestra forma de hablar pone de manifiesto nuestro crecimiento. Hay algunas personas entre nosotros que solían hablar mucho hace algunos años, pero ahora hablan poco. Yo espero que en cierto tiempo, casi no hablen. La razón por la cual no hablarán no será su tristeza, sino su crecimiento en vida. Cuanto más crecemos, menos hablamos. Considere la reacción de Jacob al oír la noticia de que José estaba vivo en Egipto. El habló muy poco; de hecho, casi no dijo nada. Nosotros en su lugar nos habríamos enfurecido con los demás hijos y habríamos estado a punto de golpearlos, o nos habríamos entusiasmado, corriendo de un hijo a otro, y diciendo: “¡José aún vive!”. En ambos casos, se habría hablado mucho. Sin embargo, Jacob dijo muy poco. Más aún, él tuvo poco que decir cuando fue a Egipto. Cuando Jacob fue llevado a la presencia del faraón, no dijo nada. Solamente bendijo al faraón. Casi no habló, pero impartió firmes bendiciones (47:7, 10). En el capítulo cuarenta y nueve las palabras de Jacob eran de mucho peso porque él era maduro. Todo lo que él dijo aquí se convirtió en una profecía. Por ser tan profundo este capítulo, está velado para muchos cristianos. Los que no han tocado la profundidad de este capítulo no saben de qué trata. En Génesis 49 vemos a una persona plenamente madura. Este hombre no habla de manera superficial, liviana ni ociosa; habla de una manera llena de vida y de madurez. Esto indica que nuestro crecimiento en vida será manifestado en nuestras palabras. Este mensaje sobre profetizar con bendición es bastante profundo. No es profundo en doctrina, sino en experiencia. Pese a que entre nosotros pocos han llegado al nivel de esta experiencia de vida, es necesario incluir este mensaje como parte de nuestro estudio-vida de Génesis. Nos ayudará tanto en el crecimiento de vida como en la manera en que hablamos. Recuerden que lo que ustedes dicen revela su condición. Cuando usted esté a punto de hablar, debería decirse a sí mismo: “Mi conversación me pone en evidencia”. Estar conscientes de esto nos ayudará muchísimo. El tipo de palabras que pronunció Jacob en el capítulo cuarenta y nueve no lo encontramos en ninguna otra parte. No son palabras de instrucción ni de aliento ni de exhortación. Tampoco son simples palabras de peso ni una predicción. Son palabras proféticas que contienen bendición. Aunque se trata de una profecía, es una profecía saturada de bendición. No es fácil proferir esta clase de palabras. Isaías fue el profeta más destacado. Sin embargo, entre las muchas profecías de su libro, resulta difícil encontrar una sola profecía que contenga bendición. Isaías profetizaba, mas no con bendición. No obstante, en Génesis 49 Jacob no solamente profetizó, sino que profetizó con bendición. Su bendición provino de sus palabras proféticas.
(1) Cuatro requisitos para profetizar con bendición (a) Conocer a Dios Si queremos profetizar bendiciendo, debemos cumplir cuatro requisitos. El primer requisito es conocer a Dios, el deseo de Su corazón y Su propósito. Dios, Su deseo y Su propósito se revelan mediante lo dicho por Jacob en este capítulo. El resto del Antiguo Testamento y todo el Nuevo Testamento son el desarrollo de Génesis 49. En otras palabras, casi toda la Biblia es el desarrollo de las palabras que Jacob pronunció en este capítulo. ¡Cuán elevadas y profundas son estas palabras! Este capítulo es una semilla muy rica, una semilla que se desarrolla maravillosamente en el resto de las Escrituras. Si queremos hablar este tipo de palabras, debemos conocer a Dios, Su corazón y Su propósito.
(b) Conocer a la gente El segundo requisito es conocer a la gente, conocer la verdadera condición de cada persona. Uno pensaría que como a un padre le es fácil conocer a su hijo, a Jacob le debió ser fácil conocer a sus doce hijos. No obstante, en muchos casos a los padres les es difícil conocer verdaderamente a sus propios hijos. Muchas veces conocemos a nuestros hijos ciegamente como Isaac conocía a Jacob. Aparentemente, los padres conocemos a los hijos; en realidad, no sabemos ni lo que son ni en qué condición están. Sin embargo, Jacob conocía perfectamente a sus hijos. Cada situación, condición y problema escondido estaba desnudo a sus ojos. Del mismo modo, si queremos hablar así en la iglesia, debemos conocer a la iglesia, a los ancianos y a todos los hermanos y hermanas, lo cual no es fácil. Nos reunimos día tras día, pero es probable que yo no los conozca muy bien a ustedes. Aunque me he reunido con los ancianos durante muchos años, a lo mejor todavía no los conozco bien. No debemos conocer a la gente según nuestra comprensión mental, sino según el espíritu. Génesis 49 indica que Jacob conocía perfectamente a sus hijos. El conocía sus acciones, sus circunstancias y su condición. Jacob era un experto para conocer a la gente. El tenía rayos X espirituales. Mientras él profetizaba con bendición, los rayos X celestiales ponían en evidencia la situación de cada hijo ante él. El conocimiento que tenía de sus hijos es expresado en las breves palabras que pronunció acerca de cada uno de ellos.
(c) Poseer riquezas Podemos conocer a Dios, Su corazón y Su propósito, y la condición de los demás, pero no podremos bendecirlos si somos pobres. Cierta persona puede ser pura, incondicional ante Dios y digna de una bendición rica. Pero si yo soy pobre, ¿qué bendición puedo concederle? En el campo espiritual yo quizá sólo tenga diez centavos y necesite dos centavos para mí mismo. Por consiguiente, sólo podría dar una bendición de ocho centavos. Pero Jacob estaba lleno de riquezas, y por eso pudo bendecir a los demás. De hecho, la capacidad de aquellos que recibieron su bendición era muy limitada con relación a las riquezas que él tenía.
(d) Tener un espíritu fuerte y activo Aparte de los tres requisitos ya mencionados, necesitamos tener un espíritu fuerte y activo. En este capítulo Jacob pronunció estas palabras cuando estaba a punto de morir. Cuando muchos cristianos están a punto de morir, todo su ser, no sólo su cuerpo, es débil; de tal modo que no tienen un espíritu fuerte y, por ende, no pueden profetizar bendiciendo a los demás. Jacob estaba a punto de morir físicamente, pero espiritualmente estaba lleno de vigor. Su cuerpo estaba muriendo, pero su espíritu era fuerte y activo. De modo que a fin de profetizar bendiciendo, debemos conocer a Dios, a las personas y sus circunstancias, y tener las riquezas de Dios y un espíritu fuerte.
(2) No era un profeta dotado Debido a la influencia del cristianismo de hoy, muchos piensan que sólo los profetas pueden profetizar. Pero, ¿dónde está el versículo que afirma que Jacob era un profeta? Jacob no era un profeta que predecía el futuro, pero aun así profetizaba. En Génesis 49:1 Jacob dijo: “Juntaos, y os declararé lo que os ha de acontecer en los días venideros”. Con estas palabras comenzó su profecía. Hoy en día muchos cristianos hablan de los dones. Pero, ¿qué don tenía Jacob? Yo diría que el único don que él tenía era el de suplantar. En el capítulo cuarenta y nueve, Jacob no dijo: “Rubén ... así dice el Señor”. Sin embargo, la profecía más profunda de la Biblia es la que pronunció Jacob en este capítulo. Esta es la única profecía que requiere toda la Biblia para su desarrollo. Aunque se trata de una profecía profunda no fue hablada por un profeta ni por una persona dotada.
(3) Era una persona constituida de Dios Jacob no era un profeta dotado; era una persona constituida de Dios. El no estaba constituido de dones, elocuencia ni de alguna función; estaba constituido de Dios. Puesto que Dios había sido infundido en él y estaba saturado y completamente impregnado de Dios, sus palabras eran las palabras de Dios. Lo que él decía era lo que Dios decía. Si consideramos sus palabras como profecía o como bendición, de todos modos es la clase de palabras que hacen falta en las iglesias hoy en día. Lo que las iglesias necesitan hoy es el hablar de personas constituidas de Dios. Consideremos algunos versículos de 1 Corintios 7. En 1940 recibí mucha ayuda del hermano Nee acerca de estos versículos. En una de sus conferencias, él dijo que el capítulo siete de 1 Corintios revela la cumbre de la experiencia cristiana de Pablo. Cuando oí eso por primera vez, no lo podía entender, porque difería bastante de mi concepto. Yo conocía el capítulo siete de 1 Corintios. Yo sabía que hablaba del matrimonio y del celibato. Así que dije para mí: “¿Cómo puede este capítulo ser la cima de la experiencia cristiana del apóstol Pablo?”. El hermano Nee nos citó los versículos 10, 12, 25 y 40. En el versículo 10 Pablo dice: “A los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: que la mujer no se separe del marido”. Aquí Pablo está seguro de que el mandamiento del Señor era que las esposas cristianas no deberían dejar a sus maridos. Puesto que él sabía que éste era el mandamiento del Señor, habló con mucha seguridad. En el versículo 12 Pablo dice: “Y a los demás yo digo, no el Señor”. En cuanto al caso de que un hermano tenga una esposa incrédula, Pablo dijo: “Yo digo, no el Señor”. Si yo hubiera estado allí, le habría dicho: “Hermano Pablo, si no es el Señor quien lo dice, entonces no debería decirlo. Si usted sabe que no es el Señor el que habla, ¿por qué habla usted? No deseamos oírlo. Usted no es más que un pecador salvo; no debería decir nada por su propia cuenta”. Cuando oí al hermano Nee hablar de este versículo, me dije a mí mismo: “Si no era el Señor el que hablaba, ¿por qué expresó Pablo esto?”. Pero las palabras que Pablo pronunció fueron asentadas en el Nuevo Testamento y llegaron a ser la palabra de Dios. Según el versículo 12, lo dicho por Pablo llegó a ser una palabra inspirada que consta en la Santa Biblia. Además, en el versículo 25, Pablo dijo: “En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; más doy mi parecer, como uno a quien el Señor ha concedido misericordia para ser fiel”. Si yo hubiera estado allí, lo habría parado y le habría dicho: “Hermano Pablo, si usted no tiene mandamiento de Dios, por favor no diga nada”. Pablo no tenía el mandamiento del Señor, y además expresó su propia opinión. Nosotros probablemente habríamos dicho: “Pablo, no queremos oír tu opinión. Queremos oír la palabra del Señor”. Yo había leído 1 Corintios 7 muchas veces antes de oír al hermano Nee, pero nunca había visto estos versículos, y quedé atónito cuando él nos los hizo notar. Aunque Pablo dio solamente su opinión, ésta ha sido considerada palabra de Dios durante más de 1900 años. Por consiguiente, la opinión de Pablo se convirtió en la palabra de Dios. Finalmente, en el versículo 40, Pablo dice: “Pero a mi juicio, más dichosa será si se queda así; y
pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios”. Aquí vemos que Pablo enseñaba conforme a su juicio. En la opinión de Pablo, una viuda sería más feliz si permanecía en su condición de viuda. La razón por la cual Pablo se atrevía a hablar así la indica el versículo 25, donde dice que el Señor le había concedido misericordia para ser fiel. Necesitamos la misericordia del Señor para serle fieles. Si tenemos esta misericordia, podemos ser osados. Al final del versículo 40 Pablo dice: “Y pienso que yo también tengo el Espíritu de Dios”. La palabra “también” tiene mucho significado. Era como si dijera: “No sólo tengo mi opinión, sino también el Espíritu de Dios”. Observe que Pablo no dijo: “Tengo la certeza”, ni “Yo creo”, sino “Pienso”. Esto indica que no estaba seguro. Aunque él no tenía la certeza de tener el Espíritu de Dios, todos reconocemos el capítulo siete de 1 Corintios como palabra de Dios. Por último, mientras escuchaba al hermano Nee ese día de 1940, estuve de acuerdo con lo que dijo que 1 Corintios 7 presenta la cumbre de la experiencia cristiana de Pablo. La opinión de Pablo era la palabra de Dios. En principio, sucede lo mismo con Jacob en Génesis 49. Todo lo que Jacob pronunció en este capítulo fue la palabra de Dios. Aunque sólo era su opinión, también era la palabra de Dios. En 49:3-4 Jacob parecía decir: “Rubén, tú eres mi primogénito; no obstante, debido a tu contaminación, no puedes disfrutar de la primogenitura que tienes. Lo que dijo Jacob a Rubén era en cierto modo una predicción, pues se refería a la pérdida de la primogenitura; también era en cierto modo una maldición, pues declaró que Rubén sería despojado de la primogenitura. Estas no eran las palabras de un joven ni las de un ser humano común. Eran las palabras de un hombre lleno de Dios, de un hombre constituido de Dios en todo su ser. Ya para el capítulo cuarenta y nueve, Jacob era un Dioshombre, un hombre lleno, constituido y saturado de Dios y reorganizado por El. Por tanto, todo lo que él decía era la palabra de Dios; todo lo que pensaba era el pensamiento de Dios; y toda opinión que expresaba era la opinión de Dios. Ni un joven ni una persona de mediana edad podrían hablar de este modo. Sólo alguien que ha llegado a la plena madurez puede hablar así. Lo dicho por Jacob en este capítulo revela que había madurado plenamente. La carga que tengo en este mensaje consiste en dejar una profunda impresión en todos ustedes, especialmente en los jóvenes: lo que uno habla pone en evidencia el nivel en que se encuentra. Si usted tiene mucho que decir cuando pierde sus calcetines, eso debería recordarle su falta de madurez. Esta clase de reacción deja desnuda su necesidad de crecer en vida. Olvídese de ese par de calcetines y procure ganar más vida. Si quiere decir algo, debería decir: “Necesito más vida”. No diga: “¿Dónde están mis calcetines?”, sino más bien: “Hermanos, ¿saben dónde está mi crecimiento en vida?”. Cuando un hermano pregunta por sus calcetines, los demás deberían decir: “He ahí tu crecimiento en vida”. A muchos de nosotros nos gusta hablar. Somos así por nacimiento. Esa es nuestra naturaleza, nuestra tendencia y una característica nuestra. Cuando usted habla mucho, debe recordar que eso es una señal de que necesita crecer en vida.
(4) Jacob, el padre en la carne, e Israel, el portavoz de Dios Leemos en Génesis 49:2: “Juntaos y oíd, hijos de Jacob, y escuchad a vuestro padre Israel”. Este versículo está escrito en poesía hebrea, la cual siempre se redacta en pares. La primera parte del par contenido en el versículo 2 es: “Juntaos y oíd, hijos de Jacob”, y la segunda parte es: “Y escuchad a vuestro padre Israel”. El padre que engendró fue Jacob, y el padre que hablaba era Israel. Los doce hijos nacieron de Jacob, el padre en la carne, un suplantador, uno que tomaba por el calcañar y un mentiroso. Pero el padre que bendecía y profetizaba no era Jacob, sino Israel. Jacob jamás habría pronunciado estas palabras en su ser natural; sólo pudo hacerlo por su madurez. Jacob no dijo a sus hijos: “Escuchad a vuestro padre Jacob”. Dijo: “Escuchad a vuestro padre Israel”. Israel no era solamente una persona transformada sino también una persona madura en la vida divina. Todos
disfrutaríamos escuchar testimonios de los que antes eran Jacob, pero ahora son Israel. Necesitamos más “Israel”, personas que hablen por Dios y que lo hagan junto con El. Todo lo que dicen es lo que dice Dios. En Génesis 49 Israel estaba totalmente lleno, saturado y constituido de Dios y había sido reorganizado por El. Ya que era uno con Dios, todo lo que hablaba era la palabra de Dios. Por consiguiente, en este capítulo tenemos una profecía empapada de bendición. Dice en el versículo 28: “Todos éstos fueron las doce tribus de Israel, y esto fue lo que su padre les dijo, al bendecirlos; a cada uno por su bendición los bendijo”. ¿Es ésta un profecía o una bendición? Es una profecía llena de bendición. En el capítulo cuarenta y nueve Jacob es muy versado en lo espiritual y en lo divino. Conoce a Dios y conoce la condición de sus hijos. Además, él tiene las riquezas necesarias con las cuales profetizar y bendecir. Por consiguiente, él pudo pronunciar una profecía llena de todo tipo de bendiciones. En sus palabras no hay nada erróneo ni oscuro ni difuso ni vacío ni vano. Por el contrario, su discurso es una profecía rica, profunda y llena de bendición. Eso es completamente diferente del “así dice el Señor” que suelen usar los cristianos de hoy. En sólo unos minutos, uno puede recibir el don de pronunciar profecías del tipo de hoy. Pero se requieren años para llegar a la estatura en donde uno puede proferir la clase de palabras que pronunció Jacob en este capítulo. Esto no es un asunto de don ni de función, sino de crecimiento y madurez. Ser maduro consiste en estar constituido de Dios. Todo lo que Dios es debe ser lo que constituye nuestro ser. Cada fibra de nuestro ser debe ser reorganizada y llena del elemento de Dios. Cuando todo eso haya sucedido, seremos la clase de personas que, igual que Jacob, puede profetizar bendiciendo. En esta madurez llegamos a tener conocimiento de lo divino, de las cosas de Dios y de la condición de las personas. En esta madurez también tenemos las riquezas necesarias para dar una profecía que bendiga.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA Y OCHO LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (3) En este mensaje vamos a seguir con el tema de la profecía que dio Jacob como bendición (49:1-28). En el mensaje anterior hicimos notar que a pesar de que esta profecía fue pronunciada por un hombre, era la palabra de Dios. Por ser Jacob en su madurez uno con Dios, todo lo que decía era la palabra de Dios. A la mayoría de los cristianos les cuesta entender Génesis 49. Cuando estudié por primera vez este capítulo hace cincuenta años, me di cuenta de que no era fácil conocer el significado de las profecías mencionadas aquí. Este es un capítulo muy significativo, pues es prácticamente la conclusión del libro de Génesis. Según el relato de Génesis, el género humano empezó con Adán, y luego vinieron Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob. Por último, Jacob ya no era un individuo, porque había llegado a ser el padre de una casa escogida por Dios. La casa, la familia de Jacob (46:27), se componía principalmente de sus doce hijos. Más adelante, éstos se convirtieron en las doce tribus de la nación de Israel. Esto indica que Dios tenía la intención de obtener una casa, y no individuos. La casa de Israel tipificaba la iglesia, la cual es la casa de Dios hoy en día. En el Antiguo Testamento tenemos
una casa, la casa de Israel, y en el Nuevo Testamento también tenemos una casa, la iglesia del Dios viviente (1 Ti. 3:15). Todo lo que se menciona acerca de la casa de Israel es una figura, un cuadro y una sombra de la iglesia. Cuando yo estaba con los maestros de la Asamblea de Hermanos, me enseñaron la diferencia entre los pasajes bíblicos que estaban destinados a los hijos de Israel y los que estaban dirigidos a la iglesia. En cierto sentido, esto es correcto, pues no se debería mezclar lo que Dios dice acerca de la casa de Israel con lo que dice sobre la iglesia. Sin embargo, puesto que la iglesia es una entidad espiritual, es difícil entenderla. Por tanto, necesitamos el cuadro de la casa de Israel presentado en el Antiguo Testamento. El principio es éste: la Biblia usa tipos y figuras para describir cosas espirituales. Todo lo espiritual es misterioso. Por ejemplo, la Nueva Jerusalén es espiritual y misteriosa; por eso la Biblia usa una ciudad para describirla. Del mismo modo, sin el cuadro de la casa de Israel, nos resultaría difícil entender con exactitud lo que es la iglesia. Pero cuando examinamos el cuadro del Antiguo Testamento, podemos entender muchos aspectos de la iglesia revelados en el Nuevo Testamento. Por consiguiente, todo lo que se menciona acerca de los hijos de Israel no se refiere solamente a ellos, sino también a nosotros. Basándonos en el principio de usar tipos y figuras para describir las realidades espirituales, debemos aplicarnos todo lo que se dice sobre las doce tribus de Israel. Por supuesto, en el plano físico, nosotros no somos las doce tribus de Israel; pero en el aspecto espiritual sí lo somos, porque ellas son un cuadro de nosotros. Si deseamos conocernos a nosotros mismos, debemos mirar nuestra fotografía en las doce tribus. No se imagine que las profecías de Génesis 49 se relacionan solamente con los hijos de Jacob. Estas profecías nos conciernen probablemente más a nosotros que a los doce hijos de Jacob. El número doce se compone de tres multiplicado por cuatro. Inicialmente, Jacob profetizó acerca de sus primeros tres hijos: Rubén, Simeón y Leví (vs. 3-7). Estos tres hermanos se subdividen. Rubén permanece solo, y Simeón y Leví están en un mismo grupo. En cuanto a sus actividades, Simeón y Leví eran uno. Antes de examinar los aspectos significativos de la profecía de Jacob acerca de Rubén, Simeón y Leví, deseo hacer notar que según la profecía con bendición que dio Jacob, es posible cambiar nuestra condición y disposición naturales. Quizá usted haya nacido bueno. Aun así, no se enorgullezca de su bondad, porque usted puede llegar a ser malo. Si usted nació malo, no debe desilusionarse. Debe tener fe en que puede convertirse en una persona buena. Esto es una advertencia y también un aliento. Rubén como primogénito tenía la preeminencia. No obstante, perdió su preeminencia, y su condición natural por nacimiento cambió. Por tanto, nunca deberíamos desilusionarnos ni estar complacidos. Más bien, deberíamos tener cuidado de no perder la primogenitura. Además, aunque usted en realidad no haya nacido primero, puede llegar a ser el primogénito. José fue el undécimo hijo, pero llegó a ser el primero. En la mayoría de los casos en que hay un traspaso de primogenitura en la Biblia, ésta pasa del primero al segundo. Al oír esta palabra, una persona sensata dirá: “No fui ni el primero ni el segundo en nacer, fui el undécimo. Aunque se traspase la primogenitura, nunca llegará a mí”. Pero tenga confianza y cobre ánimo. A pesar de ser el número once, usted puede llegar a ser el número uno por obra de Dios. El hizo esto en el caso de José. Espero que usted reciba una gran impresión del hecho que es posible cambiar la condición natural para bien o para mal. No le eche la culpa a Dios por hacerlo a usted el número once y no el número uno. Si le echamos la culpa a Dios, El podría decir: “Querido hijo, lee nuevamente Génesis 49. Tu fuiste el undécimo hijo pero tu condición puede cambiar y puedes llegar a ser el número uno”. En el transcurso de los años, he hablado a los ancianos sobre su forma de ser. Reconozco que lo que les he dicho al respecto ha sido fuerte y agudo como una espada de dos filos y ha atravesado a los hermanos. Cuando los ancianos me preguntan cómo pueden ser más útiles, siempre les digo que eso depende de su forma de ser. A menudo les he dicho que su disposición natural es la razón principal por la cual no son útiles. Muchos se han desanimado al oír esto. Pero aquí en Génesis 49, hay
buenas nuevas para los que están desanimados por causa de su disposición natural. En este grupo de tres hermanos, no sólo vemos que nuestra condición natural puede cambiar, sino también que nuestra disposición natural puede ser usada por Dios. No obstante, como veremos más adelante en este mensaje, Dios puede usar nuestra disposición solamente si se cumplen ciertas condiciones. Jacob puso a Simeón y a Leví juntos en esta profecía porque ambos tenían el mismo carácter y la misma inclinación natural. Esta quedó expuesta en el capítulo treinta y cuatro, donde se relata la deshonra de su hermana Dina y la venganza ejecutada sobre Hamor y Siquem. Simeón, Leví y Dina nacieron de la misma madre. Por tanto, ellos querían mucho a su hermana. Cuando se enteraron de que había sido deshonrada, su forma de ser quedó expuesta por la forma en que mataron a todos los hombre de la ciudad de Siquem, saquearon la ciudad y desjarretaron el ganado. ¡Cuán crueles eran! La crueldad de Simeón y de Leví atemorizó a Jacob. En toda su vida Jacob nunca había tenido tanto temor como en el capítulo treinta y cuatro. No obstante, por la intervención de Dios, los acontecimientos de este capítulo fomentaron bastante la madurez de Jacob. Estos acontecimientos fueron el intenso calor del sol que ayudó a Jacob a madurar. Por consiguiente, en el capítulo treinta y cinco vemos un verdadero cambio en su vida. No obstante, Jacob no olvidó lo que hicieron Simeón y Leví. Por tanto, en Génesis 49:6, Jacob dijo de ellos: “En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros”. Lo que hicieron Simeón y Leví dejó una profunda impresión en el espíritu de Jacob, de tal modo que no pudo concederles ninguna bendición. Sin embargo, en Deuteronomio 33, Moisés bendijo a Leví. En Génesis 49 la bendición fue dada por un padre que se preocupaba amorosamente por sus hijos. Pero la profecía que consta en Deuteronomio 33 fue dada por un hombre ya anciano que representaba la ley. Todo lo que él profetizó era el juicio que concordaba con la ley. Sin embargo, ese juicio estaba lleno de misericordia, y Leví recibió la bendición. Aunque Jacob amaba a sus hijos y se preocupaba por ellos, no pudo bendecir ni a Simeón ni a Leví. Leemos en Génesis 49:5: “Simeón y Leví son hermanos; armas de iniquidad sus armas”. Al mencionar que Simeón y Leví eran hermanos, se refiere a que eran compañeros, que formaban una sola compañía. Sus armas eran armas de violencia. Como dijimos antes, el versículo 6 revela su crueldad. En el versículo 7, Jacob dijo: “Maldito su furor, que fue fiero; y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel”. Jacob no dijo: “Sean malditos Simeón y Leví, sino: “Malditos su furor y su ira”. Ellos merecían ser maldecidos, pero su padre no los maldijo a ellos, sino a su ira, y ejecutó juicio sobre ellos al dividirlos. La mejor manera de castigar a los que son crueles es dispersarlos. En cuanto a Simeón y Leví, Jacob parecía decir: “Simeón y Leví eran demasiado crueles, pues no mostraron ninguna misericordia ni bondad. Aunque Hamor y Siquem habían obrado mal al deshonrar a Dina; habría sido suficiente darles muerte a ellos. Simeón y Leví no era necesario matar a todos los hombres de la ciudad ni desjarretar su ganado. No les permitiré que permanezcan juntos. Lo mejor es separarlos”.
(5) En cuanto a Rubén (a) Como primogénito tenía la preeminencia en dignidad y en poder Consideremos ahora lo que dijo Jacob a Rubén. Puesto que Rubén era corrupto y contaminado, y estaba lleno de microbios, quedó marginado de sus hermanos en la bendición que dio Jacob en su profecía. El versículo 3 afirma: “Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el principio de mi vigor; principal en dignidad, principal en poder”. Por ser Rubén el primogénito tenía la preeminencia en dignidad y en poder. Note las expresiones que usó Jacob para describirlo: “mi primogénito”, “mi fortaleza”, “el principio de mi vigor”, “principal en dignidad” y “principal en poder”.
(b) Perdió la preeminencia de la primogenitura por el gran ímpetu de su lujuria Rubén tenía la preeminencia de la primogenitura, pero la perdió por su contaminación. Leemos en el versículo 4: “Impetuoso como las aguas, no serás el principal, por cuanto subiste al lecho de tu padre; entonces te envileciste, subiendo a mi estrado”. La palabra hebrea traducida “impetuoso” es difícil de traducir. Yo creo que se refiere a tener un arranque, moverse repentina y violentamente. Rubén, quien hervía de lujuria, actuó impetuosamente y contaminó el lecho de su padre. Al hacer esto, Rubén fue demasiado lejos. Este desenfreno en la lujuria le causó la pérdida de la primogenitura. Su lujuria desenfrenada le hizo perder la primogenitura. Debido a su impetuosidad, Rubén había contaminado el lecho de su padre, y por esta razón Jacob dijo que no tendría la preeminencia. Por eso le fue quitada la preeminencia de la primogenitura. Mientras Jacob profetizaba acerca de Rubén en el capítulo cuarenta y nueve, sin duda recordaba que ya había dado la primogenitura a José (48:5-6). Jacob no la dio a José por casualidad; con seguridad consideró el asunto mucho tiempo. Según Génesis 48:5, Jacob dijo: “Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes de que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos”. Y en 48:22 Jacob dijo: “Yo te he dado a ti una parte más que a tus hermanos, la cual tomé de mano del amorreo con mi espada y con mi arco”. Por consiguiente, José recibió dos porciones de la tierra, una para Efraín, y otra para Manasés. Esta profecía se cumpliría en Josué 16 y 17. Cuando la tierra fue dividida en parcelas, José recibió dos porciones. La distribución no se efectuó por las maniobras humanas, sino por suertes, lo cual fue controlado por Dios para que se cumpliera la profecía de Jacob. Quisiera añadir un consejo solemne, particularmente dirigido a los jóvenes. No se imaginen que contaminarse es un asunto insignificante. Dios nos hizo a Su imagen. Puesto que tenemos la imagen de Dios, tenemos dignidad aun en nuestra constitución física. Los demás pecados quizás no perjudiquen nuestro cuerpo, pero la fornicación hace daño directamente a nuestro cuerpo físico, el cual es un vaso de honra (1 Co. 6:18; 1 Ts. 4:4). Ya que fuimos regenerados, nuestro cuerpo es ahora el templo del Espíritu Santo (1 Co. 6:19). Por tanto, no sólo llevamos la imagen de Dios en nuestro cuerpo físico, sino que después de la regeneración, nuestro cuerpo es el templo de Dios. De modo que uno debe preservar su cuerpo con honra. No hay nada que perjudique más el cuerpo que la fornicación. Las prácticas del mundo actual son sumamente infernales, diabólicas y satánicas. ¡Cuán diabólico es que los jóvenes tengan contacto unos con otros sin ninguna restricción! Deseo exhortar a todos los jóvenes que están en la vida de iglesia a restringir el contacto que tienen unos con otros. Cuando yo era joven, recién empezando en el ministerio, fui a Shanghái para recibir ayuda del hermano Nee. Durante aquellos días, él y yo tuvimos largas conversaciones. El primer consejo que
me dio como hermano en el ministerio del Señor, fue que jamás estuviera a solas con una persona del sexo opuesto; siempre debía haber alguien más allí para mi protección. Nunca he olvidado esa recomendación; ha sido de gran ayuda y protección para mí. Por la misericordia del Señor, he seguido este consejo a lo largo de los años. Nosotros somos seres humanos caídos, y todos tenemos concupiscencias. Ninguno de nosotros puede decir que está exento. En 1930 hubo en mi provincia un movimiento pentecostal. En cierto grupo afirmaban que por haber recibido el bautismo del Espíritu Santo, ellos ya no tenían ninguna lujuria. Debido a esto, los hombres y las mujeres empezaron a vivir juntos. Sin embargo, esta práctica trajo la fornicación, y fue puesto en vergüenza el nombre del Señor. Debido a la fornicación entre este grupo, la puerta del evangelio estuvo cerrada en ese distrito por mucho tiempo. Hace unos quince años se produjo algo similar en Corea. Muchos cristianos coreanos que habían tenido experiencias supuestamente pentecostales empezaron a relacionarse unos con otros sin ninguna restricción, y como resultado vino la fornicación. Recuerde que usted está todavía en la carne. Cuando un hombre y una mujer de la misma edad están solos, surge una oportunidad para que el enemigo los tiente. No necesito decir mucho porque las experiencias que ustedes han tenido ya los han convencido de eso. Nunca considere la fornicación como un asunto intrascendente. Como ya vimos, no hay nada que perjudique tanto el cuerpo físico como la fornicación. ¡Qué vergüenza ver que algunos gobernantes desean legalizar el homosexualismo! Esto equivale a convertir el país en otra Sodoma. Rubén perdió la preeminencia de la primogenitura por un solo pecado. Hoy en día, esta preeminencia es la máxima porción del disfrute que tenemos de Cristo. La doble porción de la tierra representa la máxima porción del disfrute que tenemos de las riquezas del Cristo todo-inclusivo. Una vez que alguien comete este pecado lamentable y terrible, pierde el disfrute máximo de Cristo. Tanto los jóvenes como los de mediana edad deben estar conscientes del peligro de estar a solas con un miembro del sexo opuesto. Hacer eso es un gran riesgo, pues abre la puerta para que entre el enemigo sutil. Usted no sabe cuán sutil y maligna es su carne. ¡La lujuria de la carne es terrible! Por lo tanto, no deberíamos confiar en nosotros mismos. No piense que usted jamás cometería tal cosa. La mejor protección es seguir el consejo que recibí del hermano Nee. No diga que mi consejo es el consejo de un chino conservador del Lejano Oriente, y que usted vive en Estados Unidos, un país moderno. Como persona de más de setenta años de edad, yo he pasado por todas las experiencias humanas. Por favor, presten atención a mi consejo sobre la fornicación. Repetidas veces en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo afirmó que ningún fornicario puede heredar del reino de Dios (1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:5). Cuando lleguemos a Mateo 5 en nuestro estudio-vida, veremos cuán estricto era el Señor en cuanto a este asunto. Nunca se descuide al relacionarse con el sexo opuesto. Por causa del nombre del Señor, del testimonio de la iglesia, para su propia protección y por la dignidad de su cuerpo físico, usted debe seguir el principio de no estar a solas con una persona del sexo opuesto. Si sigue este principio, será preservado. Recuerde que debido a que Rubén se contaminó, su condición natural, lo que tenía por su nacimiento, cambió totalmente.
(c) En peligro de morir y de menguar En Deuteronomio 33:6 Moisés dio una profecía acerca de Rubén. Esta profecía, un juicio conforme a la ley, fue pronunciada por un hombre ya de edad, experimentado y comprensivo. Moisés dijo: “Viva Rubén, y no muera; y no sean pocos sus varones”. Esto implica que según la ley, Rubén debía morir por su pecado (Ez. 18:20). A pesar de esto, Moisés tuvo misericordia en la ejecución del juicio de la ley. Como juez de edad avanzada, Moisés juzgó a las doce tribus conforme a la justa ley de Dios; no obstante, él juzgó con misericordia y comprensión. Moisés temía que Rubén muriese o que su tribu se diezmase considerablemente. Con esto vemos que la fornicación no sólo nos hace perder nuestra primogenitura, sino que nos hace morir o disminuir en número. Por consiguiente, debemos huir de ella (1 Co. 6:18). José recibió la primogenitura porque huyó de la misma contaminación en la cual cayó Rubén (39:712). José no entró en la casa con el propósito de estar a solas con la esposa de Potifar. El era un siervo que trabajaba en la casa, y ella lo tentó. José huyó de esta tentación. Cuando esta tentación llega, la única manera de vencerla es huir. No hable ni dialogue con la otra persona; salga corriendo. Rubén perdió la primogenitura a causa de su contaminación, y José la obtuvo por su pureza. Dios es justo y equitativo. Rubén estaba en el lado oscuro y perdió; mientras que José estaba en el lado brillante y ganó. Puesto que Rubén corría el peligro de morir, o por lo menos de ser diezmado, Moisés oró para que esto no sucediera. Todo aquel que cometa fornicación en la vida de iglesia se encontrará en una situación muy peligrosa. No sólo perderá la porción máxima del disfrute de Cristo, sino que correrá el peligro de morir o de menguar. Esta es la experiencia de Rubén. La primogenitura se compone no solamente de la doble porción de la tierra, sino también del reinado y del sacerdocio. Rubén como primogénito debía haber heredado estas tres bendiciones. Por su contaminación, él perdió no sólo la doble porción de la tierra, sino también el reinado y el sacerdocio. Como vimos, la doble porción de la tierra fue dada a José, el reinado a Judá (1 Cr. 5:2), y el sacerdocio a Leví (Dt. 33:8-10). Esto significa que hoy día, si nos contaminamos, perderemos la doble porción del disfrute de Cristo, el reinado y el sacerdocio.
(6) En cuanto a Simeón y a Leví (a) No recibieron ninguna bendición por causa de su crueldad Vimos que Simeón y Leví no recibieron ninguna bendición a causa de su crueldad (34:25-30). Su crueldad fue la masacre y el saqueo de la ciudad de Siquem, que atemorizó a su padre al punto de no darles ninguna bendición. El desenfreno de su inclinación natural hizo que perdieran la bendición del padre.
(b) Esparcidos en Israel Jacob tenía temor de la tendencia a la crueldad de Simeón y de Leví. Por lo tanto, no permitió que moraran juntos. El juicio pronunciado sobre ellos los esparció entre los hijos de Israel para que no pudiesen obrar cruelmente según la manera de ser de ellos.
(c) Se omite a Simeón en la bendición de Moisés Se omitió a Simeón en la bendición de Moisés que consta en Deuteronomio. Según la justa ley de Dios, Simeón no tenía ninguna base para ser bendecido. Omitir a alguien del registro de Dios no es algo insignificante. Simeón era demasiado natural y nunca ejerció ninguna restricción sobre su
disposición natural. Yo creo que él fue quien inició la conspiración de matar a José. Por consiguiente, cuando los hermanos de José bajaron por primera vez a Egipto, José hizo que Simeón quedase preso. En la cárcel Simeón debe de haber pensado: “No debí hacer lo que le hice a José”. El debe de haber tenido una marcada tendencia a la crueldad. Cualquiera que sea nuestra disposición natural, no debemos entregarnos a ella. Simeón perdió todo el disfrute de Cristo por el desenfreno de su disposición. El tuvo que participar de la rica porción de Cristo asignada a otro, a Judá. Simeón fue esparcido entre el pueblo de Judá puesto que “la parte de los hijos de Judá era excesiva para ellos” (Jos. 19:1, 9).
(d) Leví recibió el sacerdocio por su fidelidad al Señor Simeón y Leví eran compañeros, pero, con el tiempo, Leví aprovechó la oportunidad y permitió que su disposición natural cambiase. Tanto Simeón como Leví tenían la tendencia a matar. No obstante, cuando los hijos de Israel adoraron el becerro de oro, Dios usó la tendencia a matar que tenía Leví (Ex. 32:29). Cuando Moisés bajó del monte con las tablas y vio que el pueblo adoraba al becerro de oro, dijo: “¿Quién está por Jehová? Júntense conmigo” (Ex. 32:26). De entre todas las tribus, sólo una, la tribu de Leví, se juntó a Moisés. ¿Por qué no se unió Simeón a Leví? Ambos tenían la misma inclinación natural; pero cuando vino el llamado de Dios, uno respondió, y el otro se negó a recibirlo. Esto indica que, aunque tengamos una disposición muy mala, aun así podemos ser útiles al propósito de Dios. No obstante, deben cumplirse ciertas condiciones para que esto suceda. Primero, debemos consagrarnos; segundo, debemos levantarnos en contra de nuestros gustos y disgustos naturales; y tercero, debemos usar nuestra disposición de una manera renovada y transformada. Puesto que los habitantes de la ciudad de Siquem eran enemigos de Leví, les resultó fácil matarlos, pero es bastante diferente matar a padres, hermanos, hijos y parientes. Para hacer eso, uno debe valerse de su inclinación natural a pesar de su deseo personal y usarla de una nueva manera, una manera entregada a Dios y con Dios. Simeón y Leví, con su disposición homicida, podían matar a los demás. Pero la masacre de los hombres en Siquem no requirió que ejercitaran su disposición en contra de su propio deseo. Simeón no se unió a Leví para llevar a cabo el mandato de Moisés porque no estuvo dispuesto a pagar el precio. Simeón pudo haber dicho: “Está bien haber dado muerte al pueblo de Siquem, pero es una locura matar a nuestros hermanos, nuestros hijos y nuestros parientes. Es cierto que todos ellos adoraron al ídolo, pero Dios es misericordioso y los perdonará. ¿Por qué hemos de matarlos?”. En esa ocasión, los dos compañeros se separaron. Uno usó su disposición natural para Dios y con Dios, de una nueva manera, mientras que el otro no lo hizo. Leví usó su disposición a modo de transformación; así que la disposición natural de Leví, es decir, su tendencia a matar, fue transformada. No crea que Dios no puede usar la inclinación natural de uno. Dios la puede utilizar si uno la usa contra su deseo natural y de una manera transformada. Yo he conocido algunos hermanos que tenían una voluntad férrea. Se diría que ellos eran muy obstinados. Pero la obstinación de ellos fue usada por Dios, de una nueva manera, y ellos fueron útiles a El. Dios no puede usar a alguien cuya voluntad es como una gelatina. Esta voluntad debe ser transformada en acero. Aquí el principio radica en que nuestra disposición natural sea cambiada y usada por Dios. Leví no sólo mató a los hombres de Siquem, sino que también les desjarretó el ganado. Por medio de la obra de transformación, Dios pudo usar la tendencia a matar para con los adoradores de ídolos, y también para con los sacrificios que se ofrecían a Dios. Nuestra inclinación natural será útil si se cumplen tres condiciones: nos consagramos, la usamos contra nuestro deseo natural y obramos de una manera renovada y transformada. Puesto que la disposición de Leví fue cambiada, él se convirtió en una gran bendición. El Tumim y el Urim de Dios estaban con Leví (Dt. 33:8), y él tenía el privilegio de acudir a la presencia de Dios para servirle. La doble porción de la tierra es rica, mientras que el privilegio de entrar en la presencia de Dios es algo íntimo. El sacerdocio puede considerarse la porción agradable de la
primogenitura. Leví recibió esta porción.
(e) La dispersión de Leví fue una bendición para los hijos de Israel En Génesis 49:7 Jacob dijo que Leví sería esparcido entre los hijos de Israel. Según Josué 21, esa profecía se cumplió cuando echaron suertes. Ya que Leví era fiel e incondicional fue esparcido entre los hijos de Israel. Moisés, un Dios-hombre, estaba muy contento con Leví. No obstante, no podía anular la profecía de Jacob y tenía que cumplirla. Por tanto, el Señor dijo a Moisés: “Manda a los hijos de Israel que den a los levitas, de la posesión de su heredad, ciudades en que habiten; también daréis a los levitas los ejidos de esas ciudades alrededor de ellas” (Nm. 35:2). Cada una de las doce tribus tenía que apartar algunas ciudades para los levitas. La selección de estas ciudades se hacía echando suertes. No había ninguna reglamentación al respecto, pues la suerte no permite que se ejerza ninguna manipulación. En total se les dio a los levitas cuarenta y ocho ciudades (Nm. 35:6). Entre estas cuarenta y ocho ciudades, seis debían ser ciudades de refugio (Nm. 35:6; Jos. 20:7-9). Estas ciudades estaban ubicadas estratégicamente en la tierra de Israel. Tres se encontraban en el lado oriental del Jordán, y tres en el lado occidental. Un homicida podía fácilmente huir a una de estas ciudades de refugio. Por consiguiente, el esparcimiento de Leví, según la maldición, se convirtió en realidad en una bendición. Los levitas llevaban el pueblo a Dios y traían a Dios al pueblo. Por consiguiente, en la antigüedad, era una bendición tener levitas en la ciudad y en el territorio de uno (Jue. 17:7-13). Las ciudades de refugio tipifican a Cristo. Todos somos homicidas, y Cristo es nuestra ciudad de refugio. ¿Cree usted realmente que jamás ha matado a nadie? Todos hemos matado a nuestros padres, a nuestro cónyuge o a nuestros hijos. Los que viven en la casa de hermanos se han matado mutuamente. Después de matar a alguien, debemos huir a una ciudad de refugio, es decir, debemos correr a Cristo. Los levitas dispersos no sólo llevaban el pueblo a Dios, sino que también llevaban el refugio de Dios al pueblo pecaminoso. Debemos aplicar eso a nuestra situación actual. Si nosotros somos verdaderos levitas, dondequiera que estemos Cristo estará presente como ciudad de refugio para los demás. Nuestra morada será una ciudad de refugio a la cual los pecadores pueden huir para obtener salvación. De esta manera llevamos el refugio de Dios al pueblo pecaminoso. Los pecadores no deben correr a una catedral; simplemente necesitan huir al refugio de Dios, a las ciudades donde moran los sacerdotes de Dios. En estos días los santos de Anaheim se agrupan conforme a sus respectivos vecindarios. Yo espero que cada grupo sea una ciudad de refugio y que muchos incrédulos huyan allí. En dicho refugio los que cometan pecados encontrarán el amparo que necesitan. Puesto que hay tan pocos levitas, casi no hay lugares de refugio en la ciudad de Anaheim. Nosotros debemos ser los levitas de hoy. Debemos ser incondicionales y fieles y matar nuestros deseos carnales para ser los levitas de Dios, Sus sacerdotes. Si somos levitas, entonces dondequiera que vivamos, nuestra morada será una ciudad de refugio a la cual los pecadores podrán correr en busca de salvación. En los casos de Rubén, Simeón y Leví vemos que es posible tanto perder como ganar. Ganamos o perdemos, dependiendo de nuestra actitud y de nuestra reacción a las situaciones. Que Dios tenga misericordia de nosotros para que nuestra reacción nos haga ganar y no perder.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE NOVENTA Y NUEVE LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (4) En este mensaje llegamos a Génesis 49:8-15, la sección más difícil de este capítulo. Si queremos entender estos versículos, necesitamos un espíritu fuerte y una mente clara. Como se mencionó en el mensaje anterior, los doce hijos de Jacob se dividen en cuatro grupos de tres. Esta no es una opinión mía, sino que corresponde perfectamente con el orden que aparece en la Biblia. Los libros de Moisés revelan que los doce hijos de Jacob se clasifican de tres maneras diferentes: según el nacimiento, según la bendición y según la ubicación en el campamento. Consideremos primero el orden según el nacimiento. Los doce hijos de Jacob nacieron de cuatro madres. La primera era Lea, la esposa legítima de Jacob. Los primeros cuatro hijos, Rubén, Simeón, Leví y Judá, nacieron de Lea. La segunda madre era una sierva llamada Bilha. El quinto hijo de Jacob, Dan, y el sexto, Neftalí, nacieron de ella. El séptimo y el octavo hijos de Jacob: Gad y Aser, nacieron de otra sierva, Zilpa. El noveno y el décimo hijos: Isacar y Zabulón también nacieron de Lea. Finalmente, José, el undécimo, y Benjamín, el duodécimo, nacieron de Raquel. Este es el orden según el nacimiento. Ordenados según la bendición, los primeros tres hijos, Rubén, Simeón y Leví, están en el mismo orden que por nacimiento. Luego vienen Judá, Zabulón e Isacar. Por tanto, los primeros dos grupos, según el orden de bendición, incluyen a los seis hijos de Lea. No obstante, en el orden conforme al nacimiento, Isacar precede a Zabulón, pero en el orden conforme a la bendición, Zabulón viene antes que Isacar. El tercer grupo incluye a Dan, Gad, Aser y Neftalí. Según el nacimiento, el orden era Dan, Neftalí, Gad y Aser, pero según la bendición es Dan, Gad, Aser y Neftalí. Más adelante, veremos que Gad fue trasladado de este grupo y reemplazó a Leví en el grupo donde estaba Rubén en el orden de acampar. El cuarto grupo se compone de los hijos de Raquel: José y Benjamín, quienes están en el mismo lugar en orden de bendición y de nacimiento (en la distribución del campamento, José se convirtió en dos tribus: Efraín y Manasés). En el libro de Números vemos el orden en que acampaban. Este libro revela que las doce tribus de Israel acampaban alrededor del tabernáculo. En aquel entonces ellos eran ejércitos y acampaban como tales. Al formarse alrededor del tabernáculo, las tribus iban del oriente, al sur, al occidente y, por último, al norte. Conforme al orden en que acampaban, Judá, Isacar y Zabulón se establecían en el oriente, hacia el [nacimiento del] sol; Rubén, Simeón y Gad, en el sur; Efraín, Manasés y Benjamín, en el occidente; y Dan, Aser y Neftalí en el norte. Gad estaba ubicado con Rubén y Simeón, porque Leví había sido elevado y llevado al tabernáculo, el centro del campamento. Efraín, Manasés y Benjamín equivalían a José y Benjamín. Por medio de Efraín y Manasés, José se convirtió en dos tribus y así pudo heredar la doble porción de la tierra. En el mensaje anterior consideramos el primer grupo según el orden en que se dio la bendición en Génesis 49, a saber: Rubén, Simeón y Leví. En ese mensaje vemos principalmente el traspaso de la primogenitura y la transformación de la disposición natural. La característica más destacada del primer grupo es que revela que nuestra condición y nuestra disposición naturales pueden ser cambiados. En este mensaje llegamos al segundo grupo, que se compone de Judá, Zabulón e Isacar. Los versículos del 8 al 15 son muy difíciles de entender. Si queremos entender el capítulo cuarenta
y nueve, debemos conocer bien la letra de la Biblia. Además, debemos conocer la historia de los hijos de Israel; debemos experimentar a Cristo y la vida de iglesia, y debemos entender las alegorías de la Biblia. Si usted no comprende las alegorías de las Escrituras ni sabe interpretar la poesía de la Biblia, ¿cómo podría entender una porción como el capítulo cuarenta y nueve de Génesis? En el versículo 9 Judá es comparado primero con un cachorro de león y luego con un león adulto, y el versículo 11 habla de una vid escogida y de atar un pollino a la vid. Los que se oponen a usar alegorías para interpretar la Biblia, no entiende este pasaje cuando lo leen. El versículo 13 afirma que Zabulón tendrá un puerto de naves y habitará en puertos de mar; el versículo 14 dice que Isacar es un asno fuerte que se recuesta entre los apriscos de las ovejas; y en el versículo 15 leemos que Isacar vio que “el descanso era bueno, y que la tierra era deleitosa”. ¿Qué significa todo eso? Puesto que es tan difícil, son pocos los cristianos que lo entienden completamente. Sólo puede entenderse valiéndose de alegorías. No obstante, no resulta fácil valerse de alegorías para interpretar la Biblia. Si queremos entender una porción como Génesis 49:8-15, necesitamos varias cosas: conocer los textos bíblicos, conocer la historia de los hijos de Israel, experimentar a Cristo y la vida de iglesia, comprender las alegorías y saber aplicar los tipos a la situación actual. Cuando tenemos todo esto, podemos ver el verdadero significado de este pasaje. La Biblia es muy económica; no desperdicia ni una sola palabra. La profecía con bendición de Jacob que consta en el capítulo cuarenta y nueve es una poesía. La poesía es el género literario más elaborado y más cargado de significado. La profecía con bendición de Jacob es majestuosa y llena de grandeza.
(7) En cuanto a Judá Al considerar estos versículos, debe grabarse en nosotros el hecho de que en el primer grupo, compuesto de Rubén, Simeón y Leví, Cristo todavía no ha venido. No vemos a Cristo ni en Rubén ni en Simeón ni en Leví. Lo que vemos en Leví es el hecho de que es incondicional, intenso y fiel. Por estas características, el Señor le dio el sacerdocio. Aunque Leví tenía el sacerdocio con el Urim y el Tumim, no vemos a Cristo en él. Cristo aparece solamente en Judá. Judá tipifica a Cristo. De hecho, podríamos sustituir el nombre de Cristo por el de Judá en esta profecía. Jacob tenía doce hijos, pero Cristo sólo vino de Judá. En Apocalipsis 5:5 a Cristo se le llama el León de la tribu de Judá. Por consiguiente, Cristo pertenece a Judá porque procede de dicha tribu. Si queremos entender los versículos del 8 al 12, debemos aplicar estos versículos a Cristo y substituir el nombre de Judá por el de Cristo. Todos podemos testificar por experiencia que antes éramos Rubén. ¿Acaso no era usted un Rubén pecador antes de ser salvo? ¿No era, como Rubén, uno que hervía de lujuria? También éramos Simeón, éramos naturales y estábamos llenos de nuestras tendencias naturales. Todo lo que hacíamos concordaba con nuestra lujuria y nuestras inclinaciones. Pero alabamos al Señor porque fuimos salvos y llegamos a ser un Leví. Ahora estamos calificados para entrar en la presencia de Dios, y recibir la visión de Dios y Su revelación con el Urim y el Tumim. Además, como sacerdotes, podemos conducir a otros a la presencia de Dios y saber lo que desea el Señor en cuanto a ellos. ¿No ha experimentado usted algo parecido? Usted quizá sea el menor de los santos, pero día tras día se acerca a la presencia del Señor. Mientras usted permanece en la presencia de El, se da cuenta de que algo resplandece en su interior y lo ilumina. Estos son el Urim y el Tumim. A veces usted conduce personas al Señor y ora por ellas. Usted quizá diga: “Oh Señor, recuerda a mi padre, a mi cuñado y a mi cuñada”. Este es el sacerdocio. Ni Rubén ni Simeón tenían esta función. Sólo se le asignó a Leví. También nosotros la tenemos hoy en día. Ya no somos ni Rubén ni Simeón, sino que somos el Leví de hoy. No obstante, y a pesar de haber sido un Leví durante años, puedo testificar que experimenté poco a Cristo. Por tanto, además de la experiencia de Leví, necesitamos la experiencia de Judá, es decir,
necesitamos experimentar a Cristo. Es bueno entrar en la presencia del Señor para recibir iluminación, revelación y visión, y es bueno llevar a otros allí. Aun así, seguimos necesitando a Cristo como el cachorro de león, el León de la tribu de Judá. ¿Le ha experimentado usted alguna vez como el león fuerte? Como león joven, Cristo lucha y pone Su mano sobre la cerviz de Sus enemigos. Poner la mano sobre la cerviz de nuestros enemigos significa vencerlos, someterlos y ganar la victoria sobre ellos.
(a) Alabado y adorado por sus hermanos Dice en el versículo 8: “Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán a ti”. Aquí vemos que los hermanos de Judá lo alabarán y que los hijos de su padre se inclinarán ante él, es decir, sus hermanos lo alabarán y lo adorarán por su victoria. ¿Se refiere esto en realidad a Judá o a Cristo? Se refiere a Cristo. Repito: podemos sustituir a Judá por Cristo, y declarar: “Cristo, Tus hermanos te alabarán, y los hijos de Tu Padre se inclinarán ante Ti.
(b) Un cachorro de león vence a los enemigos y un león y una leona descansan en la victoria Leemos en el versículo 9: “Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío”, y el versículo 8 declara: “Tu mano en la cerviz de tus enemigos”. Debemos ver el cuadro descrito aquí. El león vive en los montes. Cuando él busca alguna presa, baja del monte. Mientras acecha su presa, se agazapa. Después de atrapar a su presa, la lleva consigo al monte. Por tanto, las palabras: “De la presa subiste, hijo mío”, indican que el león sube al monte para devorar su presa. Después de comerla, el león no se agazapa, sino que se recuesta, se echa. Esto indica que después de comer su presa, queda satisfecho y se recuesta para descansar. Debemos aplicar este cuadro a Cristo. Primero Cristo era el león joven que se encorva esperando su presa. Después de atraparla, El la lleva cautiva a los cielos donde la disfruta. Esto nos recuerda Efesios 4:8, donde dice: “Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio”. Los que estaban bajo cautiverio fueron la presa de Cristo. Ahora, después de disfrutar la presa que El capturó, queda satisfecho y descansa en los cielos. En otras palabras, esto significa que Cristo está sentado ahora en el trono en los cielos. No obstante, según la poesía del versículo 9, después de devorar Su presa, El quedó satisfecho y se recostó para disfrutar Su descanso. ¿Ha visto usted alguna vez tal visión o experimentado a tal Cristo? ¿Ha experimentado usted a Cristo como a un cachorro de león? ¿Lo ha conocido como el león satisfecho que se recuesta para descansar? Hace años, cuando yo era joven, me trastornaban muchas clases de enemigos. Pero un día vi que mis enemigos ya se habían convertido en una presa para mi Cristo. Mi ira, mis problemas, mis debilidades y los demás enemigos fueron la presa de Cristo. El fue a la cruz y los cautivó, y en resurrección llevó a los cielos a quienes estaban bajo cautiverio, para deleitarse. Ahora que está en los cielos, El ha dejado de luchar; El está recostado. Está reclinado descansando, y yo le experimento como el león que reposa. El se reclina, y yo también descanso. ¿Por qué debería yo estar molesto por algo? Lo único que necesito es disfrutar a este Cristo victorioso, satisfecho y reposado. Yo conozco la condición de los hermanos y hermanas, especialmente la de los jóvenes. En el mensaje anterior, ustedes descubrieron que son Leví. Sin embargo, es posible que la semana pasada, hayan sido perturbados por algún enemigo. Quizá un enemigo se infiltró por medio de su compañero de cuarto, de sus padres, de su cónyuge o de su propia tendencia. Sin embargo, yo espero que después de que ustedes lean este mensaje, puedan decir también que son Judá. Inmediatamente después de Leví, aparece Judá. Esto significa que Cristo vino. Hoy en día, nuestro Cristo ha dejado de ser el león joven; El es el león que descansa reclinado. Cuando el apóstol Juan
lloraba porque nadie era apto para abrir el manuscrito del misterio de Dios, un anciano le dijo: “No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos” (Ap. 5:5). Este versículo no dice que nuestro Cristo vencerá, sino que ya ha vencido. El capturó la presa y la devoró. ¡Aleluya, todos los enemigos fueron devorados por Cristo! Hoy en día, Cristo no es el que lucha, sino el que está recostado, el que descansa sentado en los cielos. Si usted llega a ver esto, se olvidará de sus enemigos, su ira y los trastornos causados por los padres y los hijos, y dirá: “¡Aleluya, Señor, te adoro y te alabo! Tú eras el león joven y el guerrero; pero ahora descansas en los cielos como león victorioso, y yo participo de todo lo que has logrado”. Nótese que, según el hebreo, el versículo 9 reza: “Se encorva, se echa como un león y como una leona”. ¿Por qué habla este versículo primero de un león y luego de una leona? El león joven lucha, gana la victoria, y el hecho de que se recueste es señal de que el león combatiente obtuvo la victoria, devoró la presa y ahora descansa satisfecho. Aquí tenemos, primeramente el león joven y luego al león echado. ¿Qué significa la leona? Significa que el león está a punto de producir muchos cachorros. Por tanto, Cristo no sólo es el león que lucha y el león que descansa, sino también la leona que se reproduce. Cristo es nuestra leona madre, y nosotros somos Sus cachorros. En el mensaje anterior, vimos que llegamos a ser sacerdotes. En este mensaje, debemos ver que también llegamos a ser cachorros. Cuando el enemigo lo perturba, usted debe darse cuenta de que usted es un cachorro de león. Deje que el enemigo nos desafíe en todo lo que quiera. No sólo somos sacerdotes, sino también leones. Cristo es la leona fértil que nos ha engendrado como sus muchos cachorros. Dice en la última parte del versículo 9: “¿Quién lo despertará?”. En algunas versiones reza: “¿Quién se atreverá a despertarlo?”. Es decir: “¿Quién se atreverá a desafiarlo?”. Hoy en día, no sólo Cristo es el león, sino que también nosotros somos leones.
(c) Produce reyes, gobernantes y a Cristo En el versículo 10 leemos: “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán [lit., obedecerán] los pueblos”. Este cetro denota el cetro del reinado o del reino. Dice en Salmos 45:6: “Cetro de justicia es el cetro de tu reino”. El cetro es un símbolo del reinado, y se refiere a la autoridad de Cristo como rey. Así que, en el versículo 10 el cetro se refiere al reino de Cristo, a Su reinado. Ya que el cetro nunca se apartará de Judá, el reinado jamás se le quitará a Cristo. La poesía hebrea se escribe en pares; de tal modo que “el legislador” es sinónimo en este versículo de “el cetro”. Indudablemente, este cetro es Cristo. Cristo es el que da la ley, pues El tiene la vara de autoridad y el cetro. El es el legislador que tiene la autoridad. El legislador tiene el cetro del reinado. Este versículo afirma que el legislador no será quitado de entre sus pies. Las palabras “entre sus pies” son un giro poético que denota descendientes o posteridad. Por tanto, se refiere a la descendencia de Judá. Esto significa que la tribu de Judá siempre tendrá reyes. Según 1 Crónicas 5:2, Judá tiene el reinado, y los príncipes salen de su descendencia.
(d) Tiene a Siloh Esta autoridad seguirá hasta que venga Siloh. La palabra Siloh significa “el que trae la paz”. Los maestros bíblicos destacados, en su mayoría, están de acuerdo en que Siloh se refiere a Cristo en Su segunda venida. Cuando Cristo venga por segunda vez, vendrá como príncipe de paz, como el que trae la paz. En ese entonces, toda la tierra se cubrirá de paz. El versículo 10 también declara: “A él se congregarán [lit., obedecerán] los pueblos”. Los pueblos son las naciones. En la segunda venida de Cristo, todas las naciones se someterán a El, y le obedecerán. Isaías 2:1-3 y 11:10 indican que desde el principio del milenio, cuando venga el Señor
por segunda vez, todas las naciones obedecerán a Cristo. Vendrán a El para recibir las instrucciones de Dios.
(e) Rico en vino y en leche Leemos en el versículo 11: “Atando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto”. Es muy difícil entender este versículo. En la Biblia el asno o pollino representa a alguien que labora mucho, especialmente en el transporte. El Señor Jesús montó un asno al entrar en la ciudad de Jerusalén (Mt. 21:5, 7). Un asno es usado normalmente como medio de transporte, pero en el versículo 11 el asno no labora, sino que está atado a la vid. Esto significa que el trabajo estaba terminado, que se había llegado al destino, y que el descanso había empezado. No piense que la palabra “atar” en este versículo es negativa; es muy positiva. Cualquier asno usado en un viaje largo disfrutaría ser atado a una vid. Cuando una persona que monta un asno lo ate a algo, aunque sea a un palo, el asno estará feliz. En el lenguaje poético del versículo 11, el hecho de atar el asno alude al descanso. Según este versículo, hasta el asno ha cesado de trabajar. Este asno no está atado a un palo, sino a una vid fructífera llena de verdor. Si observamos este cuadro, veremos que la labor está terminada y que la cosecha ha venido. Sabemos que este versículo se refiere a la cosecha, porque habla del vino, el producto de la vid, el cual alude a las riquezas de la cosecha. La parte final del versículo 11 añade: “Lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto”. Esto indica abundancia de vino. El vino es tan abundante que no sólo se bebe, sino que también se lava la ropa en él. Apocalipsis 6:6 habla del hambre, diciendo: “No dañes el aceite ni el vino”. Esta advertencia indica la escasez de vino durante el período de hambre. Pero en Génesis 49:11 hay abundancia de vino. La expresión “la sangre de uvas” se refiere al jugo de la uva. ¿Ha visto usted alguna vez un país con tantas riquezas que sus habitantes lavan su ropa en jugo de uvas? Estados Unidos es un país rico, pero no tanto. ¡Qué cuadro más hermoso tenemos en el versículo 11! Este cuadro muestra que la labor está terminada y que el descanso en el disfrute de las riquezas ha empezado, incluso para los asnos. Ese no es el momento de plantar la semilla, sino de cosechar. El versículo 11 es una descripción poética del milenio, la era venidera de los mil años. En esa era se dejará de laborar, y en vez de trabajar, habrá descanso. Si usted prefiere trabajar, debe atar a su asno. No lo desate. Según Levítico 23, en la fiesta de los tabernáculos, no se permitía que nadie trabajara. El trabajo estaba prohibido porque todo se había cumplido. Lo que quedaba era disfrutar el producto de la rica cosecha. La fiesta de los tabernáculos tipifica el milenio. Durante el milenio ya no habrá labor, porque toda labor habrá concluido en las dispensaciones anteriores. Los asnos, los que laboran, serán atados. En lugar de laborar, prevalecerá el rico disfrute de una cosecha abundante. Habrá tanto vino que lavaremos nuestros vestidos en él. Leemos en el versículo 12: “Sus ojos, rojos del vino, y sus dientes blancos de la leche”. En la Biblia el vino representa el gozo de la salvación de vida que Dios trae. El primer milagro que el Señor efectuó fue convertir el agua vino (Jn. 2:1-11). Este vino representa no sólo la redención, sino también la salvación de vida, y la salvación en vida. Cuando tenemos la salvación de vida, esta salvación se convierte en el vino que continuamente nos trae regocijo. Junto con el vino, tenemos la leche. La fuente del vino es la vid, y la fuente de la leche es los apriscos de las ovejas, mencionados en el versículo 14. La leche representa el nutrimento de vida que nos satisface. Cuando alguien se está muriendo de hambre, la piel que rodea los ojos toma un color gris verdoso. No obstante, en este versículo, los ojos no son de color gris verdoso, sino “rojos del vino”. Además, los dientes son “blancos de la leche”. El calcio contenido en la leche produce dientes sanos que tienen el debido color. Estas figuras acerca de los ojos y de los dientes indican que cuando los asnos sean atados y la labor haya terminado, el producto de la rica cosecha será más que suficiente. Será tanto que el pueblo aun lavará sus vestiduras en vino. Y ellos tendrán ojos rojos del vino. También sus dientes serán fuertes y blancos.
Este descanso y este deleite dependen de Cristo como el león que lucha, descansa y se reproduce. Este león nos ha producido a nosotros sus cachorros. Puesto que la labor terminó, ya no necesitamos trabajar; sólo debemos descansar y disfrutar del rico producto de la buena tierra. Hoy en día disfrutamos del vino y de la leche. Cuando la gente nos mire, debe ver que nuestros ojos son rojos y nuestros dientes blancos. Este es un cuadro de la vida de iglesia hoy en día y del milenio en la era venidera. En la vida de iglesia hoy, todos los asnos deben ser atados. A menudo en las reuniones los hermanos y hermanas traen consigo un asno que labora. Esto indica que todavía laboran y viajan y que todavía no han llegado a la meta, a su destino. Sin embargo, todos estos asnos deben ser atados. Puesto que nosotros ya hemos entrado en el descanso y hemos llegado a nuestro destino, no debería haber ni labor ni viaje. Ya llegamos a nuestro destino, a nuestra meta, al lugar donde podemos disfrutar del suministro ilimitado de vino y de leche. ¿Todavía necesita usted un asno que labora? Algunos de los santos de más edad siempre llevan consigo un asno. Parece que todavía están viajando y siguen laborando. Después de oír uno de mis mensajes, esperan laborar y viajar aún más. Pero el versículo 11 afirma que debemos atar nuestro asno a la rica vid. Esto significa que debemos dejar de trabajar y de viajar. Hoy en día en la vida de iglesia estamos en la meta, el destino. Aquí no hay ninguna labor; sólo descanso y deleite. Espero ver a todos los asnos atados. En lugar de laborar, vaya a casa a lavar su ropa en vino. Luego vaya a la reunión siguiente con ojos rojos y dientes blancos. Venga lleno de leche, lleno de gozo y de nutrimento.
(8) En cuanto a Zabulón y a Isacar (a) Zabulón habitará en puertos de mar Después de Judá viene Zabulón. En el versículo 13 dice: “Zabulón en puertos de mar habitará; será para puerto de naves, y su límite hasta Sidón”. Este versículo afirma que Zabulón es un puerto para naves. Aquí el medio de transporte cambia de asnos a naves. No podríamos entender la poesía de este versículo si no nos valemos del Nuevo Testamento. El cumplimiento de este versículo se halla en Mateo 4:15, donde leemos: “Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles”. Cristo empezó Su ministerio en Zabulón, en Galilea, y fueron los galileos los que llevaron las buenas nuevas de Cristo a toda la tierra. Los discípulos galileos eran un puerto de naves. Extendieron las buenas nuevas de Cristo como el león que lucha, que descansa y que se reproduce, a todo el mundo, representado por Sidón.
(b) Zabulón se regocija cuando sale Leemos en Deuteronomio 33:18: “Alégrate, Zabulón, cuando salieres”. Según este versículo, Zabulón tenía que salir. Y, en efecto, lo hizo. Todos los galileos salieron llevando las buenas nuevas de la victoria de Cristo y la palabra del Cristo victorioso, del Cristo que descansa y se reproduce. Estos galileos salieron con la victoria, la satisfacción y la productividad de Cristo. Estas son las buenas nuevas. Zabulón salió, pero Isacar se quedó en sus tiendas (Dt. 33:18). Por tanto, Zabulón se regocijó por su salida, e Isacar se regocijó en sus tiendas. Uno tenía que salir, y el otro tenía que quedarse.
(c) Isacar es un asno fuerte que se recuesta entre los apriscos Leemos en Génesis 49:14: “Isacar, asno fuerte que se recuesta entre los apriscos”. Eso está relacionado con el pollino y el asno mencionados en el versículo 11. Dicho pollino está atado a una
rica cosecha. Por tanto, el asno fuerte está recostado y descansa aquí. Isacar no trabaja, sino que está recostado, es decir, está reclinado y descansa entre los apriscos. ¿Son ustedes el Isacar de hoy? ¿Está usted recostado o laborando? Algunos piensan que yo siempre estoy trabajando. Pero se equivocan. No se dan cuenta de que mi trabajo es estar reclinado. Hay un himno que dice que mientras laboramos, descansamos. Si no laboro, no tengo reposo alguno. Cuanto más laboro, más descanso. Al trabajar, estoy recostado. En el recobro del Señor, no se necesitan asnos que laboran, sino asnos fuertes. Pero éstos deben recostarse, no trabajar. Según el cuadro descrito en este versículo, Isacar está recostado entre los apriscos. El asno fuerte no hace nada, mientras que las ovejas producen la leche. Puedo testificar que yo soy un asno fuerte que se recuesta y que mira a las ovejas producir leche. Mientras usted produce la leche, yo descanso.
(d) Isacar disfruta del descanso en la rica tierra y se convierte en un siervo tributario En el versículo 15 leemos que Isacar “vio que el descanso era bueno y que la tierra era deleitosa”. El vio que era bueno descansar y vio cuán agradable era la tierra. Isacar, el asno fuerte, descansa y disfruta de la tierra deleitosa y rica, la cual es Cristo. En un momento así, él baja su hombro para llevar las cargas y por tanto se convierte en un siervo tributario. Esto significa que él sirve a fin de tener algo que ofrecer al Señor. Servir en tributo significa dar un pago como ofrenda. Si no experimentamos esto, no podemos entender a qué se refiere. En la experiencia cristiana, los verdaderos cristianos no laboran como asnos diligentes, sino que descansan como asnos fuertes. Mientras descansan, disfrutan las riquezas de Cristo. Por disfrutar de estas riquezas, están dispuestos a bajar su hombro, tomar la carga y servir en tributo al rey. En la vida adecuada de iglesia, no laboramos como asnos comunes. Nosotros nos recostamos para descansar y disfrutar la obra que Cristo terminó y también Sus riquezas. Con este deleite estamos dispuestos a inclinar nuestro hombro y a levantar una carga pesada, que sirve para obtener algo que podamos rendir como tributo a nuestro maestro, nuestro rey. Esto se cumplirá plenamente en el milenio, pero tenemos un anticipo de ello en la vida de iglesia hoy en día. En la vida de iglesia experimentamos a nuestro Cristo como al león que lucha, descansa y se reproduce. Por Su obra victoriosa, tenemos un rico producto, una cosecha rica. Por tanto, no hay necesidad de laborar. Sin embargo, tenemos que predicar las buenas nuevas acerca de Cristo; pues Zabulón, el puerto de naves, difunde las buenas nuevas del león de la tribu de Judá. También tenemos la experiencia de Isacar. No estamos trabajando, sino descansando y disfrutando las riquezas de Cristo. Mientras descansamos y disfrutamos así a Cristo, estamos dispuestos a inclinar nuestro hombro para llevar una carga pesada y rendir tributo, que es la obra asignada por nuestro Rey y Maestro, a fin de darle tributo a El. Por tanto, la vida de iglesia actual es una miniatura del reino venidero. Si usted ora pidiendo luz acerca de los puntos que abarcamos en este mensaje y los asimila, verá que en esta porción de la palabra tenemos un cuadro del milenio venidero. Este cuadro revela que ahora participamos de una miniatura del milenio. Al observar este cuadro, nos damos cuenta de cuál debe ser nuestra condición hoy en día.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIEN EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE LA BENDICION PROFETIZADA EN CUANTO A JUDA, ZABULON E ISACAR (1) En este mensaje tengo la carga de compartir algo más acerca de Génesis 49:8-15. El lenguaje que se usa para describir el grupo compuesto de Judá, Zabulón e Isacar, es extraño, nuevo y ajeno a nuestra comprensión. En estos versículos se usan muchas figuras acerca de Judá: un león joven, un león que se recuesta, una leona, el cetro, la vara de autoridad, el pollino atado a la vid, el pollino hijo de asna atado a la vid escogida, los vestidos lavados en vino, y la ropa lavada en jugo de uva. ¿Ha oído usted alguna vez de alguien que lave sus vestidos en vino o su ropa en jugo de uva? El versículo 12 habla de ojos rojos por el vino y de dientes blancos por la leche. En cuanto a Zabulón, se nos da la figura de un “puerto de naves” (v. 13), e Isacar es comparado con “un asno fuerte que se recuesta entre los apriscos”, quien ve que el descanso es bueno y que la tierra es deleitosa y baja su hombro para cargar y servir en tributo (vs. 14-15). Todos estos aspectos son ricos y deben dejar una profunda impresión en nosotros. Génesis 1 no podría abarcar ninguno de estos puntos, pues es un relato de la creación. Según el relato de Génesis 1, en el sexto día Dios hizo al hombre a Su propia imagen. En ese entonces era imposible encontrar alguna alusión a Judá como león joven, como un león que se recuesta y como una leona, o alguna referencia a atar nuestro asno a la vid. Tampoco era posible oír hablar de vestidos lavados en vino. En Génesis 2 tenemos un huerto y dos árboles, pero no encontramos ninguno de los puntos mencionados en Génesis 49:8-15. Dado que estos asuntos forman parte de la profecía con bendición que declaró un hombre transformado y maduro por la vida divina, solamente se pueden encontrar en el capítulo cuarenta y nueve. En Génesis 2 Adán era maravilloso, pues él pudo asignar un nombre a todos los animales. Esto indica que él era muy capaz. Sin embargo, aunque podía dar nombres a los animales, no podía dar una profecía con bendición. Adán era simplemente un hombre creado. La vida divina no había sido forjada en él. En Génesis 1 y 2 él todavía no había caído. En cierto sentido, debemos valorar la caída del hombre. Los niños que más se caen llegan a ser los más fuertes. Indudablemente, un niño que nunca se ha caído es muy débil. Adán, el hombre de Génesis 1, era perfecto, pero no era muy fuerte; mientras que Jacob, el hombre de Génesis 49, no sólo era perfecto, sino también fuerte. Si el Jacob transformado hubiera estado rodeado de serpientes, no habría caído. Por el contrario, él habría aplastado la cabeza de aquellas serpientes y cortado sus colas. ¿Qué prefiere ser usted, el Adán del capítulo uno o el Jacob del capítulo cuarenta y nueve? Yo prefiero ser Jacob. En el capítulo cuarenta y nueve Jacob pronunció una bendición profética que Adán jamás habría podido pronunciar. sólo Jacob era apto para pronunciar esta bendición. Adán, por su parte, no estaba facultado en absoluto para ello porque la vida divina no se había forjado en él; jamás fue transformado ni madurado en la vida de Dios. Jacob no sólo era un ser creado que había caído, sino que también era regenerado, y la vida divina había sido forjada en él. No existe ningún relato según
el cual el nombre de Adán fuese cambiado, pero vemos que el nombre de Jacob fue cambiado por Israel. Adán significa “barro rojo”, pero Israel significa “príncipe de Dios”. ¿Prefiere usted ser barro rojo o príncipe de Dios? El barro rojo nunca pudo expresar una profecía como la que pronunció Jacob en el capítulo cuarenta y nueve. Jacob experimentó plenamente lo que es ser un hombre caído. Dudo que otra persona hubiese caído más bajo que Jacob. La historia de Jacob es nuestra biografía, pero no podemos compararnos con él en cuanto a la caída. Jacob era experto en caer. Nadie lo supera en este asunto. Jacob engañó, robó y suplantó a todos, incluyendo a su madre. El hecho de que él usara a su madre, demuestra que la suplantó (suplantar a una persona consiste simplemente en usarla o manipularla). En una ocasión Jacob hizo lo posible por suplantar a Dios. Aquella noche en Peniel, Jacob usó toda su energía para asirse de Dios, para manipularlo y obligarlo a hacer algo en su favor (32:24-31). Por supuesto, Jacob no podía vencer a Dios. Por último, Dios tocó el encaje del muslo de Jacob, y éste quedó cojo. Por suplantar a todos, Jacob descendió a lo más bajo. No obstante, al final fue transformado y madurado, y llegó a la cumbre de la experiencia de la vida divina. Por consiguiente, en el capítulo cuarenta y nueve él pudo pronunciar una rica profecía con bendición. Antes de dicho capítulo no se podía dar esa profecía, pues nadie tenía la suficiente transformación ni madurez para hacerlo. Además, antes del capítulo cuarenta y nueve no se había creado el ambiente propicio. Para que se imparta la visión celestial siempre se requiere un ambiente adecuado. Jacob tenía que ser transformado y madurado, y necesitaba tener los hijos sobre los cuales habría de profetizar lo mencionado en 49:8-15, para poder dar esta profecía. Consideremos ahora el significado espiritual de la bendición profetizada en estos versículos, un pasaje que requiere toda la Biblia para su desarrollo.
I. EN CUANTO A JUDA: LAS BUENAS NUEVAS DE CRISTO Los versículos del 8 al 12 se refieren a Judá. El versículo 9 afirma que Judá es un león. En Apocalipsis 5:5 Cristo es llamado el León de la tribu de Judá. Esto demuestra que Génesis 49 necesita Apocalipsis 5 para su desarrollo. También demuestra que los versículos de la bendición profética de Jacob requieren toda la Biblia para su desarrollo. La carga que tengo en este mensaje es grabar en ustedes una interpretación espiritual de estos versículos. Vimos que Génesis es un libro de semillas. Casi todas las verdades bíblicas son sembradas en Génesis. En el Nuevo Testamento hay tres verdades principales acerca de Cristo. La primera es la verdad de la victoria de Cristo. El hecho de que Cristo es victorioso significa que cumplió todo lo que Dios requería de El. En la obra que cumplió, quitó de en medio el pecado, venció el mundo y a Satanás, y anuló la muerte y todo lo negativo. El obtuvo una victoria completa en cuanto al cumplimiento del propósito de Dios. Esta es la victoria de Cristo, la primera verdad fundamental que vemos en el Nuevo Testamento acerca de El. La segunda verdad principal es la verdad de la autoridad de Cristo, Su reino. Por haber ganado la victoria, Cristo fue constituido Señor de todo. Se le dio toda autoridad en los cielos y en la tierra (Mt. 28:18). Además, El recibió el reino universal y eterno de Su Padre. Por tanto, tiene la autoridad, el reinado y el reino. La tercera verdad principal que consta en el Nuevo Testamento acerca de Cristo es la verdad del deleite y el descanso que se hallan en Cristo. Cristo lo cumplió todo en Su victoria y recibió la autoridad y el reino para que hallemos deleite y reposo en El. ¡Cuánto deleite y descanso tenemos en Cristo! Estas tres verdades resumen el Nuevo Testamento. Puesto que el Nuevo Testamento es la cosecha de las semillas sembradas en Génesis, ahora debemos localizar las semillas de la victoria de Cristo, del reino de Cristo, y del deleite y descanso que hay en Cristo. Estas se hallan en Génesis 49:8-12. Estos cinco versículos contienen tres semillas
maravillosas: la de la victoria de Cristo, la de Su reino y la del deleite y reposo que encontramos en El. ¡Cuánto agradezco al Señor y cuánto le adoro porque en estos postreros tiempos nos ha abierto esta porción de la Palabra!
A. La victoria de Cristo 1. Cristo es el león joven que vence a los enemigos En Génesis 49:8 y 9 tenemos la victoria de Cristo. Génesis es un libro maravilloso, un libro de cuadros. Jacob, en su profecía, compara a Judá con un león en tres aspectos. Un león joven, un león que se recuesta y una leona. El león joven lucha hasta atrapar la presa. Veamos el versículo 9: “Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío”. La palabra “subiste” implica que el león joven primero tuvo que bajar. El desciende del monte al llano para capturar su presa, y después de hacerlo, sube a la cima del monte para disfrutarla. Cuando Cristo estaba en la tierra y fue crucificado, era un león joven que atrapaba la presa. ¡Y qué presa capturó! Incluyó a todo el mundo, a todos los pecadores e incluso a Satanás, la serpiente. Después de coger Su presa, Cristo subió a la cima del monte, es decir, al tercer cielo. Esto significa que al obtener Su victoria, ascendió a los cielos. Efesios 4:8 afirma que cuando Cristo subió a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio. Cristo ganó la victoria; puso Su mano sobre la cerviz de Satanás. ¡Aleluya, El puso su mano sobre la cerviz de Sus enemigos! Como león joven, venció a todos sus enemigos. En el Nuevo Testamento muchos capítulos revelan la manera en que Cristo vino como león joven, en que fue a la cruz para atrapar Su presa, y en que ascendió a la cima del monte en el tercer cielo.
2. Cristo es el león que se echa satisfecho después de disfrutar la presa Génesis 49:9 también afirma: “Se encorvó, se echó como león”. Cristo también es el león que se recuesta, el león que se echa satisfecho después de disfrutar Su presa. Después de que un león disfruta su presa y queda satisfecho, se recuesta para descansar. La figura del león echado al que alude el versículo 9, describe a Cristo como el que disfruta Su descanso en los cielos. Después de ganar la victoria y de disfrutar de la presa, El queda satisfecho. Por tanto, ahora descansa satisfecho en los cielos. Este reposo y esta satisfacción son el resultado de Su victoria. Cristo ya dejó de luchar y ahora está recostado.
3. Cristo es la leona que produce cachorros En el versículo 9 [en el texto hebreo] Cristo también es comparado con una leona. Como leona, El produce muchos cachorros. Todos nosotros somos los cachorros de Cristo. En realidad, la iglesia es una nación de leones, y todos en la iglesia son cachorros. ¿Se ha dado cuenta usted alguna vez de que es un cachorro? Si viéramos la situación desde el punto de vista de Dios, nos daríamos cuenta de que a Sus ojos la iglesia es una nación de leones. Para con los hombres, nosotros somos corderos que siguen al Cordero; pero con respecto a Satanás, somos cachorros de león. Quizá usted no se dé cuenta, pero Satanás reconoce este hecho. El sabe que todos los creyentes del recobro del Señor son cachorros de león. A menudo debemos decir a Satanás: “Satanás, no me toques. ¿Acaso no sabes que mi familia es una familia de leones?”. Cristo es el león joven, el león que se recuesta y la leona que se reproduce, y nosotros somos Sus cachorros. Esta es la plena victoria de Cristo. Esta es la razón por la cual el versículo 8 afirma que Cristo, tipificado por Judá, ha de ser alabado y adorado.
B. El reino de Cristo 1. La autoridad y el reinado de Cristo La victoria de Cristo trae el reino (v. 10). Inclusive hoy en la tierra, donde hay victoria, ahí se establece el reino. Cristo ascendió a los cielos, y allí recibió toda autoridad. También allí recibió el reino. Si nosotros tenemos la visión divina, veremos que la tierra en su totalidad es el reino de Cristo. Las naciones de hoy usan el calendario cristiano. Según la historia, el reino pertenece a aquel cuyo calendario rige. El hecho de que las naciones usen el calendario de Cristo significa que son Su reino. Incluso las naciones que se oponen a Cristo siguen Su calendario. Por esta razón, Cristo quizá se ría de ellos y diga: “Aunque ustedes se oponen a Mi, están usando Mi calendario. De esta manera, ustedes Me reconocen como su rey”. Cristo es el Rey, y todo está bajo Su gobierno. Si usted no lo cree, yo le pediría que espere un tiempo. Al final, usted verá que toda la tierra será el reino de Cristo. A Cristo se le dio toda autoridad en los cielos y en la tierra. Esto no debe ser simplemente una doctrina para nosotros. Debemos estar conscientes de que nos encontramos bajo Su autoridad. Dice en el versículo 10: “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies”. Es correcto traducir la palabra hebrea como “cetro” o como “autoridad”. Decir que el cetro no se quitará de Judá significa que la autoridad no se le quitará. Este cetro representa la autoridad real. Cristo tiene esta autoridad, y todos debemos someternos a ella. Nosotros los ciudadanos del reino nos encontramos bajo el gobierno celestial de Cristo. Nosotros los cristianos también debemos aprender a ejercer la autoridad de Cristo. Mientras nos enfrentamos a ciertas dificultades, no necesitamos orar en forma de súplica, sino que debemos hacerlo ejerciendo la autoridad. Cuando los hijos de Israel eran perseguidos por los egipcios, el Señor le dijo a Moisés que levantara su vara y extendiera su mano sobre el mar (Ex. 14:15-16). Moisés lo hizo. Este fue el ejercicio de la autoridad divina. Del mismo modo, en lugar de rogar, debemos ejercer la autoridad de nuestro rey, y ordenar que las dificultades huyan. Por estar bajo el gobierno celestial, tenemos la posición y el derecho de hablar a las dificultades y a los ataques. Les podemos decir: “Ustedes deben huir. No les permito permanecer”. Todos debemos aprender a ejercer esta autoridad. Si queremos ejercer esta autoridad, debemos estar primero bajo el gobierno de Cristo. Si somos rebeldes y le mandamos a Satanás que huya, él dirá: “¿Quién eres tú? No te obedeceré porque tú no obedeces a Cristo. Como no le obedeces a tu Rey, no tienes ningún derecho a ordenarme”. Así que, debemos ser los ciudadanos del reino, un pueblo obediente. Nuestra obediencia nos confiere la posición en la cual podemos ejercer la autoridad del Rey. Este es el reino. En el reino todo se ha cumplido, todo enemigo ha sido vencido y todo problema ha sido resuelto.
2. Cristo vino a traer la paz El versículo 10 afirma que el cetro no se quitará de Judá y que la vara de autoridad no se apartará de sus pies hasta que venga Siloh. Siloh significa el que trae paz. El reino apropiado es una esfera de paz. Si usted no tiene paz, en realidad no está en el reino. El Rey debe ser el que dé la paz, el que la traiga. Cuando vuelva nuestro Rey, vendrá como el gran Siloh que trae paz a toda la tierra. Sin embargo, no necesitamos esperar hasta ese día para disfrutarle como nuestro Siloh. Debemos disfrutar ahora a Cristo como Siloh. Considere el ejemplo de la vida familiar. En cierto sentido, la vida familiar es un mar tempestuoso y lleno de agitación. Nunca sabemos cuándo vendrá una tormenta. Yo he estado navegando por el mar de la vida familiar por muchos años, y puedo testificar que a menudo es muy borrascoso. En Mateo 14 vemos lo que sucedió a los discípulos en un mar tempestuoso (Mt. 14:22-33). Cuando Jesús estaba a punto de subir al monte para orar, hizo a los discípulos “entrar en la barca e ir delante de El
a la otra orilla” (Mt. 14:22). Cuando llegó la noche, la barca era azotada por las olas. Después de que el Señor oró en la cima del monte, vino a los discípulos caminando sobre el mar, y ellos estaban en la barca (Mt. 14:25). Cuando El entró en la barca, el viento cesó (Mt. 14:32). Esto es muy significativo. La tormenta cesó porque no puede haber tormenta en donde está Jesús. La borrasca no nos teme a nosotros, pero sí al rey celestial. La tormenta nos puede trastornar a nosotros, pero no lo puede turbar a El, pues El camina sobre las olas. En medio de la borrascosa vida de familia, no debemos orar a modo de súplica, sino ejerciendo autoridad, y decir: “Señor, Tú caminas sobre el mar. Tú eres el Rey y tienes la autoridad. Ahora ejerzo Tu autoridad sobre esta situación tempestuosa”. Procure orar de esta manera. A los ojos de Dios, la victoria ya se ganó, el reino está aquí, y la paz está presente. Todo se ha cumplido. Por consiguiente, no debemos mirar nuestras circunstancias. En Mateo 14:28 Pedro dijo: “Señor, si eres Tú, manda que yo vaya a Ti sobre las aguas”. Pedro parecía decir: “Señor, si eres Tú, dime la palabra, y yo iré a Ti. Estás caminando sobre el mar, y también yo caminaré sobre el mar”. El Señor dijo: “Ven”, y Pedro salió de la barca y caminó sobre el agua para ir al encuentro de Jesús (Mt. 14:29). Pedro tuvo suficiente fe para saltar de la barca y andar sobre las olas. Pero cuando empezó a mirar su entorno, su fe flaqueó, y él empezó a hundirse. Lo que sucedió a Pedro es una lección para nosotros: no debemos detenernos en nuestras circunstancias, sino permanecer en la palabra del Señor. La fe radica en permanecer en la palabra del Señor. La fe no se basa en las circunstancias, sino en la palabra del Señor. Si usted brinca de la barca y permanece en la palabra del Señor, se solucionarán muchos problemas. Usted ha hecho muchas oraciones a modo de súplica. En vez de suplicar, ordene al ambiente y diga: “No permitiré que me molestes. Jesús es el Rey; el reino le pertenece, y El es Siloh. Por consiguiente, yo debo tener paz en mis circunstancias”. En muchas ocasiones, antes de que se presenten los problemas, ya los hemos aceptado. Este es un asunto netamente psicológico. Antes de que Satanás, el enemigo sutil, lo ataque a usted, primero lo vence psicológicamente. Job dijo: “Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía” (Job 3:25). Antes de enfrentarse a las dificultades, Job pensaba en ellas y les temía. Tener miedo de algo significa que uno ya lo ha recibido. Cuando tenga miedo, inmediatamente debe decir: “Satanás, apártate de mí. No le temo a nada, No acepto este temor”. El temor es una artimaña de Satanás. Si usted acepta el temor, él vendrá. Todo temor proporciona una abertura. Antes de mandarle a usted la dificultad misma, Satanás primero manda el temor de esa dificultad. No acepte el argumento satánico del temor; ¡deséchelo! Esto se relaciona con la guerra espiritual. Algunos hermanos han tenido miedo de perder el empleo, y pocos días después de aceptar ese temor, son despedidos. No reciba el pensamiento de ser despedido; diga: “Satanás, jamás seré despedido. Aunque todos lo sean, yo seguiré empleado. Yo estoy en el reino; por esta razón, no acepto este temor”. Cristo ganó la victoria, y el resultado de Su victoria es el reino.
3. La sumisión y obediencia de las naciones Génesis 49:10 afirma que a Siloh “se congregarán [lit., obedecerán] los pueblos”. Esto se refiere al reino milenario. Cuando Cristo venga por segunda vez como Siloh, todos los pueblos se someterán a El y le obedecerán. En principio, sucede lo mismo hoy. Donde dominan la autoridad y el reino de Cristo, los pueblos se le someten y le obedecen.
C. El descanso en el deleite de las riquezas de Cristo en vida 1. No se labora y se descansa disfrutando la vida de Cristo Ahora llegamos al corazón de la carga que tengo en este mensaje. Leamos el versículo 11: “Atando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna”. Todos debemos atar nuestro asno a la vid. Ojalá esto se convierta en un proverbio entre nosotros. En la Biblia el asno es un animal usado como medio de transporte. El profeta Balaam viajaba sobre un asno (Nm. 22:22). Cuando el Señor Jesús entró en Jerusalén poco antes de Su crucifixión, El también montó sobre un asno (Mt. 21:5). Según la Biblia, un asno se usa siempre para viajar con una meta. Atar un asno a algo indica que el viaje ha terminado, que uno ha llegado a su destino y ha alcanzado su meta. Atar un asno no es negativo en absoluto. Cualquier asno estaría contento de ser atado a una vid. La labor de un asno consiste en viajar a cierto destino, a cierta meta. ¡Qué cuadro tan significativo tenemos en 49:11! Todas las personas mundanas de hoy son asnos que viajan, luchan, laboran y procuran alcanzar su meta. Sin excepción, todos los cristianos también son asnos que viajan, se esfuerzan y laboran. Ciertamente yo era así cuando era joven. Luchaba por vencer el pecado con la meta de algún día llegar a ser vencedor. Este era mi destino, mi meta. Seguí mi lucha hasta que recibí la visión de atar mi asno a la vid. Vi que yo no necesitaba trabajar ni viajar para llegar a mi destino, porque ya había llegado, había alcanzado mi meta. Nuestro destino es la vid, el Cristo vivo que está lleno de vida. Debemos atar nuestro asno a esta vid. Eso significa que debemos dejar nuestra labor y nuestros esfuerzos y descansar en Cristo, aquel que vive. Supongamos que un hermano le habla de su deseo de ser santo. La santidad es su meta, y su destino la patria santa. El le dice que se está esforzando y que procura llegar a esa meta; labora para ser lleno de santidad y morar en esa patria santa. ¿Qué le diría usted a este hermano? Dígale: “Hermano, ata tu asno a la vid. No necesitas laborar ni esforzarte por llegar a la meta de la santidad. Cristo está aquí; El es la vid, la fuente de la vida. Cristo es rico en vida. Ata tu asno a El. Esto significa que debes dejar de esforzarte y descansar en el Cristo rico y viviente”. Supongamos que un hermano recién casado le dice a usted: “Hermano, puesto que estoy en el recobro del Señor, deseo llevar una vida victoriosa. Mi esposa es una gran prueba para mí. Día y noche me esfuerzo por no enojarme con ella. Mi meta es no perder la calma con mi esposa”. ¿Qué le diría usted a este hermano? Primero, usted debe ser una persona que ha atado su asno a la vid. Después de experimentarlo usted mismo, otros podrán venir a usted a consultarle sus problemas. Si lo hacen, podrá decirles: “Ustedes deben atar su asno a la vid. Dejen su labor y sus esfuerzos; no necesitan esforzarse, porque Cristo ya ganó la victoria. El cetro, el reinado y el reino le pertenecen a El. Simplemente descansen en El como la vid”. ¿Cuántas veces ha oído usted que debe dejar de esforzarse y que sólo necesita descansar en Cristo, la fuente de vida? Creo que muchos de nosotros hemos hecho eso. No obstante, espero que en el recobro tengamos un nuevo proverbio que nos ayude en este asunto: “Ata tu asno a la vid”. Este proverbio es un proverbio que denota reposo. Hermanas, ¿por qué se esfuerzan? Necesitan atar su asno a la vid. La gente acostumbra atar sus asnos a una estaca. Pero nosotros no debemos atar nuestro asno a una estaca inerte, sino a una vid llena de vida. Hace poco tuve una clara visión al respecto. De todos modos, muchísimas veces he atado mi asno a la vid. Paré mi viaje, dejé de esforzarme, abandoné mi meta y olvidé mi destino. Pude abandonar mi meta porque ya la había alcanzado, y pude despreocuparme de mi destino porque ya había llegado a él. La santidad es Cristo. El poder para vencer los problemas que tenemos con nuestras esposas también es Cristo. Ya estamos en Cristo. ¡Cuán insensato es continuar nuestro viaje, nuestros esfuerzos y nuestros intentos! Tal labor es vana. Cuando recibí esta visión, até mi asno a la vid.
Cuando muchos hermanos jóvenes entran en la vida de iglesia, son asnos que se esfuerzan. Inclusive compiten unos con otros en las reuniones. Pero cuando usted se esfuerza, lucha y compite, no descansa. En lugar de esforzarse y competir, debe atar su asno a la vid, la cual es Cristo, la fuente de vida, Aquel que está lleno de vida. Cristo no es solamente la vid, sino también la vid escogida, la fuente misma de la vida. Debemos cesar nuestra labor y descansar en El. Ahora debemos ver la manera de atar nuestro asno a la vid. En lo relacionado a ganar la victoria sobre el enemigo, Cristo es el león. Pero para nosotros El es la vid que nos satisface y nos hace descansar. Mediante Su victoria El puede ser la vid. Si Cristo jamás hubiese obtenido la victoria, nunca podría ser la vid para nosotros. Sin embargo, puesto que la victoria pertenece a Cristo, El es nuestra vid, una vid llena de vida. Por consiguiente, debemos abandonar nuestra labor y ser atados a El y descansar en El. Es posible que algunos al leer este mensaje, piensen que yo voy demasiado lejos al interpretar algunas figuras y aplicarlas a Cristo. Pero si uno no interpreta el versículo 11 de esta manera, ¿cómo lo podría interpretar? ¿Qué significa atar el asno a la vid? Algunos dirán que ello alude a las riquezas de la tribu de Judá, o sea que es una figura que muestra que la tribu de Judá está llena de vino y que hasta los asnos que laboraban podían ser atados a la vid. Esto es correcto; aun así, recuerde que el versículo 11 también es un cuadro y un ejemplo. Vimos que, según Apocalipsis 5:5, Cristo es el León de la tribu de Judá. Basándonos en la interpretación de que Cristo es el león viviente del versículo 9, el Cristo victorioso, podemos decir que el significado de atar nuestro asno a la vid es éste: debemos dejar nuestra labor al llegar a Cristo, quien es la fuente de la vida. Esta no es una interpretación imaginativa. Es una interpretación correcta, genuina, lógica y concuerda con el principio bíblico. Agradecemos al Señor por darnos la interpretación correcta. ¡Aleluya, tenemos la vid a la cual podemos atar nuestro asno! ¿Sigue usted laborando? ¿Sigue usted esforzándose y viajando para alcanzar su meta? También nuestros jóvenes deben decir: “¡Alabado sea el Señor! No necesito laborar ni esforzarme ni viajar. Sólo debo atar mi asno a la vid”.
2. Nuestro comportamiento es empapado en el disfrute de las riquezas que hay en la vida de Cristo El versículo 11 añade: “Lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto”. Hace años yo no entendía lo que significaba lavar nuestros vestidos en vino y nuestra ropa en sangre de uvas. En la Biblia nuestro comportamiento diario es comparado con el vestido. La ropa y los vestidos representan nuestro comportamiento, nuestro andar y nuestros hechos. Por consiguiente, lavar nuestros vestidos en vino y nuestra ropa en jugo de uva significa que empapamos nuestro comportamiento, nuestro andar diario, en el disfrute de las riquezas de Cristo. Tanto el vino como el jugo de uva nos nutren. El jugo de uva sirve principalmente para satisfacer nuestra sed, mientras que el vino principalmente estimula nuestra alegría. Nuestra sed necesita ser satisfecha, y nuestro entusiasmo debe crecer. El cristiano debe estar “ebrio”, fuera de sí, en un sentido apropiado. Todo cristiano que ate su asno a la vid estará alegre y entusiasmado. Esta es la función del vino. El jugo de uva que bebemos satisface nuestra sed. Por una parte, el rico Cristo exalta nuestro entusiasmo; y por otra, satisface nuestra sed. Debemos empapar nuestro comportamiento, nuestro andar diario y nuestras acciones en el rico disfrute de la vida de Cristo. Entonces nuestro comportamiento será impregnado y saturado del pleno disfrute de las riquezas de la vida de Cristo; de tal modo que los demás dirán: “Miren a estos cristianos. Observen cómo viven y cómo se conducen. Indudablemente debe de haber algo especial en lo que son”. Este algo es la rica vida de Cristo como el vino alegre que nos exalta y como el jugo que nos satisface. Estos cristianos están alegres, satisfechos, entusiasmados, e inclusive están fuera de sí con su alegría. Por estar tan alegres, llegan a entusiasmar a otros. Su comportamiento, su andar diario y sus acciones están llenos de la vida de Cristo como vino y como jugo.
¿Es usted un cristiano que siempre está insatisfecho? ¿Es usted un cristiano que no sabe alegrarse, que siempre tiene el ceño fruncido y la cara larga, que siempre parece triste? Todos los que están en el reino de Cristo deben sonreír, estar contentos y alegres; deben ser agradables, entusiastas, y estar satisfechos. Esto indica que empapamos nuestra conducta del rico deleite que hallamos en la vida de Cristo.
3. Somos transformados con el rico disfrute y el rico nutrimento de la vida de Cristo Al descansar disfrutando las riquezas de Cristo en vida, somos transformados. Dice el versículo 12: “Sus ojos, rojos del vino, y sus dientes blancos de la leche”. Esto se refiere a la transformación realizada por la rica vida de Cristo. Cuando somos transformados así, nuestra apariencia cambia. Los que padecen hambre adquieren un color gris alrededor de sus ojos. Por falta de la debida alimentación, la circulación de la sangre en los ojos es deficiente. Pero nosotros los ciudadanos del reino, los que disfrutamos a Cristo, jamás carecemos de alimento. Por el contrario, tenemos tanto que nuestros ojos se ponen rojos. Esto indica que hemos sido transformados, que pasamos de muerte a vida. Si mi rostro fuese gris, usted se preocuparía por mi salud, y pensaría que probablemente me moriría dentro de poco. Pero mi rostro no es gris. Mi constitución es muy sana porque como alimentos nutritivos. ¡Aleluya, he sido transformado, he pasado de muerte a vida! Según el versículo 12, los ojos son rojos por el vino. Este color no procede de algún colorante ni de algún maquillaje, sino del vino interno que da energía. El versículo 12 también menciona dientes blancos por la leche. Nuestros dientes tienen dos funciones: con ellos comemos e ingerimos alimentos, y ellos nos ayudan en la articulación de las palabras. La blancura de los dientes aquí indica que la función de los dientes es sana. Por haber recibido una nutrición adecuada, tengo dientes sanos y blancos y con ellos puedo ingerir la palabra de Dios como comida y declarar esta palabra a fin de que otros sean nutridos. Si queremos ingerir la palabra de Dios como alimento y declararla para alimentar a los demás, debemos tener dientes sanos y saludables. Pocos cristianos pueden ingerir la palabra de Dios correctamente o declararla con denuedo. No obstante, todo cristiano saludable debe ser capaz de recibir la palabra de Dios apropiadamente y de declararla con denuedo. Quienes estamos en la vida de iglesia dejamos ya de laborar, descansamos en Cristo y disfrutamos las riquezas de Su vida como vino y como jugo de uva. También empapamos nuestro comportamiento en este rico deleite. Con el tiempo, tendremos la fragancia de Cristo. Entonces todo nuestro ser será plenamente transformado, estará lleno de vida, y podremos ingerir la palabra de Dios como alimento y proclamarla para nutrir con ella a los demás. Este es el deleite y el reposo que se tiene en el Cristo victorioso. Por consiguiente, en los versículos del 8 al 12 se siembran tres semillas significativas: la semilla del Cristo victorioso, la del reino de Cristo y la de nuestro disfrute y descanso en Cristo. Estas semillas requieren tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo para su desarrollo y son las verdaderas buenas nuevas, el verdadero evangelio. Estas buenas nuevas fueron proclamadas por Jacob en la profecía con bendición que profirió acerca de Judá.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO UNO EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE LA BENDICION PROFETIZADA EN CUANTO A JUDA, ZABULON E ISACAR (2) Según el Antiguo Testamento, los doce hijos de Jacob fueron distribuidos en cuatro grupos de tres. La palabra profética de bendición que pronunció Jacob en el capítulo cuarenta y nueve se basa en estos grupos. Ya abarcamos el primer grupo, el grupo de Rubén, Simeón y Leví. Ese grupo era sumamente maligno a los ojos de Dios. Rubén se había contaminado, y Simeón y Leví eran crueles. El relato del primer grupo es el comienzo del relato de los doce hijos de Jacob. ¡Qué comienzo tan pobre! No obstante, eso debería alentarnos porque nuestro comienzo también fue muy pobre. El segundo grupo se compone de Judá, Zabulón e Isacar. Es el grupo de la victoria porque Cristo proviene de este grupo. En este grupo tenemos el evangelio, la predicación del evangelio, y la vida de iglesia. Algunos pensarán que exageramos al decir que en Génesis 49 encontramos la predicación del evangelio y la vida de iglesia como consecuencia de dicha predicación. Recuerde que la primera tribu del segundo grupo es Judá y que lo más significativo del relato acerca de Judá es el león. Dice el versículo 9: “Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo [lit., leona]”). Este versículo es interpretado en Apocalipsis 5:5, donde a Cristo se le llama el león de la tribu de Judá. Sin Apocalipsis 5:5 sería difícil interpretar Génesis 49, pero con Apocalipsis 5:5 ante nosotros, nadie puede negar que Judá representa a Cristo. Aunque muchas veces el Nuevo Testamento interpreta los signos y los símbolos del Antiguo Testamento, no siempre da todos los detalles de esas interpretaciones. Génesis 49 presenta tres aspectos acerca de Judá como león: el león joven, el león que se echa y la leona. Apocalipsis habla simplemente del león de la tribu de Judá de manera general, y no dice nada de los detalles de estos aspectos. Los legalistas dirán: “No vaya demasiado lejos. Sólo podemos declarar lo que afirma el Nuevo Testamento; no debemos decir nada más”. Esto es legalismo. Génesis 49 revela que Judá es un león en tres aspectos, pero el Nuevo Testamento sólo nos da una interpretación general. ¿Entonces por qué no deberíamos seguir adelante y suplir las interpretaciones de los detalles? Encontramos por lo menos dos o tres lugares donde el Nuevo Testamento indica que no nos explicó todo (He. 5:11; 9:5; 11:32). Considere Hebreos 11:32: “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas”. Aquí el autor del libro de Hebreos parece decir: “No tengo tiempo de decirlo todo. Sólo he incluido parte de lo que afirma el Antiguo Testamento. He dejado muchas cosas sin mencionar”. ¿Entonces qué debemos hacer al respecto? Debemos acudir al Señor y preguntárselo. El autor del libro de Hebreos ya nos proporcionó una manera de interpretar el Nuevo Testamento. El no se dedicó a interpretarlo todo para nosotros. Nos dejó algo en lo cual laborar acudiendo directamente al Señor. Nadie puede estar en desacuerdo con este principio. No obstante, algunos maestros cristianos alegan que si el Nuevo Testamento no menciona algo, nosotros tampoco debemos decir
nada al respecto. En Apocalipsis 5 vemos una interpretación muy clara de Judá, pero ¿qué dice el Nuevo testamento acerca de Zabulón e Isacar? Mateo 4:15 contiene una interpretación parcial de Zabulón, pero no existe ninguna interpretación de Isacar. Según los que afirman que debemos guardar silencio cuando el Nuevo Testamento no dice nada, no deberíamos decir nada acerca de Isacar. No estamos de acuerdo con este concepto tan limitado. En Apocalipsis 5 se comprueba plenamente que la tribu de Judá tiene un significado espiritual. ¿No deberían también las tribus de Zabulón e Isacar tener un significado espiritual? ¿Acaso Judá tiene significado espiritual, pero las demás tribus del mismo grupo no lo tienen? Esto no es lógico; es absurdo. Como destacamos en el mensaje anterior, en Judá vemos tres aspectos principales: la victoria de Cristo, Su reino y el descanso que uno tiene al disfrutar las riquezas en la vida de Cristo. Vemos la victoria de Cristo en los versículos 8 y 9, Su reino en el versículo 10, y el descanso al disfrutar las riquezas en la vida de Cristo en los versículos 11 y 12. Estos tres puntos no son una interpretación arbitraria de dichos versículos. Si ustedes piensan que mi interpretación es arbitraria, les preguntaré por qué en el versículo 9 el león joven se menciona antes que el león que se echa y antes que la leona. ¿Por qué se da esta secuencia? ¿Por qué la leona no viene en primer lugar? Según la mención triple del león, en el versículo 10 tenemos el cetro y la vara de autoridad, lo cual denota la condición de rey y el reino. ¿Por qué el reino viene después del león? ¿Por qué no se menciona en primer lugar? Después del reinado, tenemos como tercer punto, el descanso al disfrutar las riquezas en vida de Cristo. Si no seguimos la interpretación demostrada en el mensaje anterior acerca de atar el asno a la vid, ¿cómo interpretaría usted estas palabras? ¿Qué significan? Además, ¿qué significa lavar sus vestidos en el vino? ¿Cuál es el significado de los ojos rojos del vino y de los dientes blancos de la leche? El Nuevo Testamento sólo nos da la interpretación del versículo 9 en Apocalipsis 5:5, pero debe de haber alguna interpretación para los versículos 11 y 12. ¿Cuál es esta interpretación? En cuanto a todos los puntos de los versículos del 9 al 12, debemos pasar mucho tiempo callados en la presencia del Señor, y decir: “Señor, ¿qué dices de esto? ¿Qué significa atar el asno a la vid?” El Señor respondería: “Si usted observa la Biblia, verá que el asno se usa para dirigirse a una meta. El asno viaja y labora siempre”. Entonces usted diría: “Ciertamente yo soy ese asno. Necesito atar este asno a la vid”. La vid mencionada en el versículo 11 es Cristo. En Juan 15:1 el Señor dijo: “Yo soy la vid verdadera”. Por consiguiente, atar el asno a la vid significa atar nuestro asno a Cristo. Esto no es más que un ejemplo de la manera correcta de entender esta porción de la Palabra.
II. EN CUANTO A ZABULON: LA PREDICACION DE LAS BUENAS NUEVAS DE CRISTO A. La difusión de las riquezas de Cristo Leemos en el versículo 13: “Zabulón en puertos de mar habitará; será para puerto de naves”. Este versículo no nos dice que Zabulón morará en un establo lleno de caballos y de asnos. Tampoco dice que Zabulón morará en un monte. La tribu de Judá moraba en una región montañosa, alrededor del monte de Sion, donde estaba ubicada la capital de la nación. Por su parte, Zabulón moraba en puertos, junto al mar. Esto es muy significativo. Judá representa al Cristo victorioso, quien ganó la victoria para el reino a fin de que Su pueblo descansara en El. Sin lugar a dudas, Judá debe morar en el monte. Pero Zabulón moró en puertos del mar. En los puertos se exportan mercancías, y de ellos salen naves. Hasta ahora en este pasaje de la palabra hemos visto dos medios de transporte: los asnos y las naves. Muchas veces la Biblia usa estos cuadros. Por ejemplo, dice en Juan 1:29: “¡He aquí el Cordero de Dios!”. Esta sencilla imagen del Cordero de Dios describe muchas cosas. Del mismo modo, las imágenes del asno y las naves del
capítulo cuarenta y nueve describen muchas cosas. Un asno es un animal que transporta cargas por su propia labor. Mientras que las naves, antiguamente, navegaban impulsadas por el poder del viento celestial. Indudablemente, esto se refiere a la difusión del evangelio de Cristo. Judá era la fábrica que producía el evangelio, y Zabulón era el puerto que exportaba el evangelio producido por Judá. Mateo 4:15 indica que Zabulón formaba parte de Galilea. El Señor Jesús empezó el ministerio de predicar el evangelio del reino en Galilea. Después de Su resurrección, el ángel exhortó a las mujeres a decir a los discípulos: “He aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis” (Mt. 28:7). Allí en Galilea el Cristo resucitado se encontró con los discípulos y les encomendó la predicación del evangelio. Los discípulos “se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había indicado”, y fue allí donde les dijo: “Id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt. 28:16, 19). Zabulón formaba parte de la región de Galilea. Hechos 1:11 revela que los primeros predicadores del evangelio procedían de Galilea. En Hechos 1:8 el Señor había dicho a estos galileos: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Por todo esto, vemos que Zabulón representa la predicación del evangelio; Judá representa el evangelio compuesto del Cristo victorioso, el reino de Cristo y el descanso que se obtiene al disfrutar las riquezas de Cristo. Este es el evangelio representado por Judá. Por tanto, Judá es la tribu que produce el evangelio. Después de que el evangelio es producido, se necesita que sea predicado. Por consiguiente, Zabulón es quien lleva a cabo esta misión para llevar a cabo la carga de extender el evangelio. La manera correcta de extender el evangelio no consiste en usar asnos que viajan laborando arduamente, sino en propagar el evangelio usando las naves que son impulsadas por el poder del viento celestial. En Hechos 1:8 el Señor pidió a los predicadores galileos que esperasen hasta recibir el poder de lo alto, y Hechos 2:2 afirma: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba”. Desde ese entonces, las naves empezaron a navegar. Una de estas naves vivientes se llamaba Pedro. En el día de Pentecostés, Pedro no era un asno que viajaba y laboraba, diciendo a los demás que Jesús era el Salvador y que debían creer en El y que de lo contrario perecerían; él era un barco impulsado por el poder de un viento recio. En el cristianismo actual, la predicación del evangelio se lleva a cabo principalmente por los asnos que laboran. No obstante, cuando uno lee el mensaje de Pedro en Hechos 2, puede ver que en el día de Pentecostés, él estaba navegando como un barco, y no laborando como un asno. También deseo hacer notar que el evangelio se difunde en barcos impulsados por el viento, y no en barcos de vapor que son empujados por máquinas hechas por los hombres. No use trucos en la predicación del evangelio. Predicar el evangelio valiéndose de artimañas equivale a cambiar el barco de vela por uno de vapor. La historia demuestra que el evangelio jamás ha sido exportado por asnos ni por naves de vapor. Según la historia de la iglesia, cuando el evangelio ha sido proclamado, ha sido divulgado en barcos de vela, por santos que navegaban como barcos impulsados por el poder del viento celestial. Si usted no interpreta el versículo 13 de esta manera, entonces ¿cómo lo interpretaría? ¿Era Zabulón un puerto de naves para exportar papas, naranjas o aceitunas? No descuide el contexto de toda la Biblia. La interpretación del segundo grupo de tres tribus está supeditada a la interpretación de Judá. El significado de Judá controla dicha interpretación. Judá representa a Cristo como el evangelio. Conforme a la historia espiritual, el libro de Hechos viene después de los cuatro evangelios y es el libro de los predicadores galileos. Los predicadores galileos eran naves impulsadas por el poder del viento celestial. Puesto que Judá produjo las riquezas de Cristo, es necesario que Zabulón las exporte a las naciones.
B. La extensión al mundo gentil El versículo 13 añade: “Y su límite hasta Sidón”. No dice que su límite será hasta Jerusalén. Sidón
era una ciudad pagana que estaba fuera de la tierra santa. Estaba ubicada junto al mar, y de allí salía el comercio marítimo con rumbo a las partes más remotas de la tierra. El versículo 13 está escrito en poesía y, por ende, debe interpretarse de manera alegórica. En este versículo tenemos el puerto de naves, y el límite del mundo gentil. La historia de la predicación del evangelio en Hechos concuerda con esto. En Hechos los primeros predicadores partieron de la tierra santa hacia Asia Menor y luego cruzaron el mar Egeo con rumbo a Grecia, Roma y España. El apóstol Pablo tomó un barco desde la tierra santa y primero navegó a Sidón y más adelante a Roma (Hch. 27:3; 28:14). Por consiguiente, el versículo 13 se cumplió en la historia de la predicación del evangelio que consta en Hechos. Un día yo estaba estudiando el libro Sinopsis que escribió Darby, para conocer su posición en cuanto a Zabulón. El dice que el hecho de que el límite llegue hasta Sidón indica una mezcla con el mundo gentil. Inclusive un gran erudito bíblico como Darby se equivoca en la interpretación que da de Zabulón. Mientras buscaba interpretar el significado de Zabulón, él posiblemente olvidó a Judá, la primera tribu de este grupo. Además, quizá no haya considerado el significado de Zabulón que revela el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento vemos que Zabulón se encuentra en Galilea de los gentiles, de donde fueron enviados los predicadores galileos. Por consiguiente, debemos ser cuidadosos al aceptar las opiniones de los demás. Nos hemos apoyado en algunos maestros bíblicos, pero no seguimos a nadie ciegamente. Verificamos cada punto concienzuda y cuidadosamente en la Biblia. Según la historia, después de que se produjo el evangelio en Judá, fue predicado por Zabulón. En el relato sobre Judá, la palabra significativa es león; en el de Zabulón, la palabra importante es naves. El león es singular, mientras que las naves son muchas. Existe un solo Cristo pero hay muchos predicadores galileos. Hay un solo evangelio, pero muchas naves. La iglesia en Anaheim es un puerto de naves. Somos naves en puerto, preparadas para navegar llevando a Cristo en el evangelio. Jóvenes, ¿no son ustedes naves galileas listas para navegar? Como tales, ustedes deben estar listos para partir. Eso sí, no naveguen con el fin de empezar un movimiento.
C. El regocijo al salir Siglos después de que Jacob pronunciara la bendición profética en Génesis 49, Moisés, un legislador de edad avanzada, dijo: “Alégrate, Zabulón, cuando salieres” (Dt. 33:18). La salida mencionada en este versículo se refiere a la navegación. Por tanto, la palabra de Moisés concuerda con la palabra de Jacob. Jacob compara a Zabulón con naves que, por supuesto, están preparadas para salir, y Moisés exhorta a Zabulón a regocijarse cuando salga. Si salimos a predicar el evangelio, nos regocijaremos. La persona que más se regocija y que más contenta está es el predicador del evangelio. Si usted es una nave impulsada por el poder del viento celestial, se alegrará, se regocijará y estará fuera de sí por el gozo. Después de Judá, surge Zabulón como la predicación del evangelio. ¡Aleluya, tenemos a Judá como los cuatro evangelios y a Zabulón como el libro de Hechos!
III. EN CUANTO A ISACAR: LA VIDA DE IGLESIA Ahora llegamos a Isacar. Es importante que Isacar no preceda a Zabulón. ¿Cuál es el significado espiritual de Isacar? Leamos los versículos 14 y 15: “Isacar, asno fuerte que se recuesta entre los apriscos”. Después de los cuatro evangelios y del libro de Hechos, vienen las epístolas, que hablan de la vida de iglesia. Por tanto, Isacar representa la vida de iglesia.
A. El descanso que hay en la iglesia Isacar es comparado con un asno fuerte recostado entre los apriscos (v. 14). En el versículo 14 la
mención del asno conecta este versículo con el versículo 11, que habla de atar el asno joven a la vid. Por tanto, el asno une a Isacar con Judá. En Judá, en el evangelio, tenemos un asno joven atado a Cristo, la vid. En Isacar, en la vida de iglesia, tenemos el asno fuerte recostado entre los apriscos. En Génesis 49 recostarse significa descansar satisfecho. Después de que Cristo, el león joven, hubo atrapado su presa y la hubo disfrutado, se recostó y descansó satisfecho. Aquí en el versículo 14 tenemos un asno fuerte recostado entre los apriscos. En Judá somos hijos de asna, es decir, asnos jóvenes, pero en Isacar, somos asnos fuertes. Los asnos fuertes no laboran ni viajan, sino que se recuestan. Cuando usted llegó por primera vez a la vida de iglesia, probablemente era un asno joven. Pero ahora, después de muchos años en la iglesia, quizá sea un asno fuerte que se recuesta. Observe que este asno recostado no descansa en los apriscos, sino entre ellos. Toda denominación y toda religión constituye un aprisco o redil. Hoy en día no descansamos en ningún aprisco denominacional. Por el contrario, estamos descansando fuera de los apriscos. En el capítulo diez de Juan, el Señor aclaró que el Judaísmo era un redil que retenía el rebaño de Dios y que El entró en ese redil con el propósito de sacar de allí las ovejas. En Juan 10:16 el Señor dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; es preciso que las guíe también, y oirán Mi voz; y habrá un solo rebaño, y un solo Pastor”. ¡Aleluya, este asno recostado no descansa en ningún redil; está acostado entre los apriscos! El no está muy lejos de los corrales, pero no está en ninguno de ellos. Esta es exactamente la situación que vemos hoy. No estamos muy lejos de los apriscos denominacionales; estamos entre ellos. Usted se preguntará cómo puede un asno hallarse entre los rediles. En cierto sentido, todos somos ovejas del rebaño. Sin embargo, según nuestro hombre natural, todos somos asnos. A menudo, me he alegrado bastante delante del Señor, y lo he alabado, diciendo: “Señor, gracias porque estoy en Tu iglesia. Soy una de las muchas ovejas de Tu rebaño”. No obstante, en otros momentos, me he mirado a mí mismo y me he dicho: “No pareces una oveja. Es probable que seas un asno, un caballo o una vaca. A veces te pareces a un búfalo”. De noche, cuando usted ha terminado su trabajo y entra calladamente en la presencia del Señor, puede decir: “Señor, cuánto te alabo y te agradezco porque estoy en Tu rebaño”. No obstante, al mismo tiempo, usted puede mirarse a sí mismo y decir: “Pobre de mí, no parezco una oveja; parezco un caballo o una vaca”. Por naturaleza, ninguno de nosotros es una oveja. Somos asnos o caballos o vacas o búfalos. Pero también somos personas transformadas. Yo era un chino típico, pero he sido transformado. Nací chino, pero llegué a ser un cristiano mediante la regeneración. Por origen, yo era un asno, pero por la regeneración, ahora soy una oveja que descansa entre las denominaciones. Por tanto, somos un rebaño de asnos transformados que descansan entre los apriscos. Reconocemos que nacimos ovejas. No obstante, hoy en día, somos el rebaño que se recuesta entre los apriscos. Mientras Isacar estaba recostado entre los apriscos, “vio que el descanso era bueno” (v. 15). Todos nosotros hemos visto este buen descanso. ¡Qué buen descanso hay entre los apriscos! Este es el descanso que se halla en la vida de iglesia, el cual se refiere a cesar nuestra labor y descansar en Cristo (Mt. 11:28). Mientras estamos recostados aquí, vemos que este descanso es bueno.
B. El deleite que se halla en el Cristo agradable El versículo 15 también afirma que Isacar vio “que la tierra era deleitosa”. Mientras descansamos en la vida de iglesia entre los apriscos denominacionales, disfrutamos del buen descanso y de la rica tierra deleitosa. Esta tierra es Cristo. Si usted examina su experiencia, se dará cuenta de que esto es cierto. Mientras descansamos en la vida de iglesia entre las denominaciones, vemos el buen descanso y la tierra deleitosa, la cual es Cristo como nuestros pastos verdes. Si usted no interpreta estos versículos de esta manera, no tienen ningún significado. Pero en esta interpretación, están llenos de significado y fortalecen nuestra experiencia.
C. El resultado: sirve como tributo al Amo El versículo 15 añade: “Y bajó su hombro para llevar, y sirvió en tributo”. Nos pasa lo mismo en nuestra experiencia. Mientras descansamos en la vida de iglesia, nos recostamos entre las denominaciones, descansamos y disfrutamos de la tierra deleitosa; estamos dispuestos a inclinar nuestro hombro para servir y llevar la responsabilidad. Llegamos a servir en tributo. El tributo no se refiere a la obra que nosotros preferimos, sino a una tarea asignada. No es la obra que hemos escogido, sino la obra que el Señor nos ha asignado; es la tarea que nos asigna la Cabeza a nosotros los miembros del Cuerpo. Todo lo que hacemos como porción asignada del servicio del Cuerpo es un servicio. Finalmente, este servicio se convierte en un tributo que ofrecemos a nuestro Amo. Después de producir el evangelio, tenemos la predicación del evangelio. Como resultado de ésta, tenemos la vida de iglesia, en la cual todos somos asnos recostados entre los grupos divididos, mirando el buen descanso, y disfrutando a Cristo como la tierra deleitosa. Mientras estamos recostados, decimos espontáneamente: “Señor Jesús, te amo. Me gustaría llevar la carga de la obra que me has asignado. Estoy dispuesto a llevar esta carga bajo Tu obra para tener algo que ofrecerte y que te satisfaga”. Este es el tributo que ofrecemos a nuestro Rey. ¡Cuán maravilloso es esto!
D. El regocijo hallado en la vida de iglesia Deuteronomio 33:18 afirma: “Alégrate, Zabulón, cuando salieres; y tú, Isacar, en tus tiendas”. Moisés le dijo a Zabulón que se regocijara cuando saliera. Ahora vemos que Isacar debe regocijarse en sus tiendas. Sin lugar a dudas, estas tiendas se refieren a la vida de iglesia. Para predicar el evangelio, debemos sentir gozo en nuestra salida. Pero a fin de experimentar la vida de iglesia, debemos alegrarnos de permanecer en las iglesias locales.
IV. LA CONSUMACION A. Los pueblos invitados al monte de Dios Después de la producción del evangelio, la predicación del evangelio y el resultado de su predicación, que es la vida de iglesia, llegamos a la consumación, la cual encontramos en Deuteronomio 33:19. Este versículo declara: “Llamarán a los pueblos a su monte; allí sacrificarán sacrificios de justicia, por lo cual chuparán la abundancia de los mares, y los tesoros escondidos de la arena”. Primero, en la consumación, los pueblos están invitados al monte de Dios. En la vida actual de iglesia, invitamos a otros al monte de Dios, es decir, al reino de Dios. Por supuesto, esta invitación se cumplirá en plenitud durante el período del reino milenario en el cual todos los pueblos, las naciones, serán invitados al reino de Dios en el monte de Sion, por medio de la predicación. Sin embargo, tenemos una miniatura de esto en la vida actual de iglesia. Debido a la predicación y a la vida de iglesia, es decir, a Zabulón y a Isacar, los pueblos son invitados al monte de Dios, al reino de Dios. Este versículo, que incluye “los pueblos” invitados, une a Isacar con Judá, a quién “se congregarán [u obedecerán] los pueblos” (v. 10).
B. El ofrecimiento de sacrificios de justicia a Dios Segundo, en el monte, los pueblos ofrecerán sacrificios de justicia a Dios. En el reino de Dios, en la vida de iglesia hoy, los sacrificios de justicia le son presentados a El (1 P. 2:5; He. 13:15-16; Fil. 4:18). Todos los sacrificios que ofrecemos a Dios en la vida de iglesia son sacrificios de justicia, conforme a los justos requisitos de Dios. Pasará lo mismo en el reino venidero (Mal. 3:3).
C. La iglesia y el reino se convierten en nuestro disfrute Tercero, la iglesia y el reino llegan a ser nuestro disfrute. Lo vemos por las palabras: “Por lo cual chuparán la abundancia de los mares, y los tesoros escondidos de la arena”. Si queremos interpretar esta parte del versículo debemos considerar las parábolas del tesoro y de la perla que constan en Mateo 13:44-46. En Mateo 13 el tesoro se refiere al reino, y la perla a la iglesia. Creo que la abundancia de los mares a la que alude el versículo 19 es la iglesia. Indudablemente, los mares representan las naciones, el mundo gentil. La iglesia es sacada del mundo gentil como la abundancia. Los creyentes gentiles son la abundancia de los mares, la abundancia de las naciones. Esta es la iglesia. El reino es el tesoro escondido en la arena, u oculto en la tierra. Si deseamos aplicar la interpretación adecuada de las dos parábolas de Mateo 13 a Deuteronomio 33:19, veremos que el resultado del evangelio, la predicación del evangelio, y la vida de iglesia como producto de dicha predicación, es el disfrute de la vida de iglesia y del reino. Inclusive hoy en día chupamos la abundancia de los mares y los tesoros escondidos de la arena. Estamos sorbiendo la vida de iglesia y la vida del reino. La vida de iglesia es la abundancia de las naciones, y la vida del reino es el tesoro escondido en la tierra. Todavía hoy sigue escondida. Los que están fuera no entienden lo que hacemos en la iglesia. Pueden decir: “No entiendo a esta gente. Parece que van a las reuniones casi todas las noches. ¡Qué están haciendo?”. Estamos sorbiendo la abundancia de los mares y los tesoros escondidos en el mar. En el segundo grupo de los hijos de Jacob, tenemos el evangelio, representado por Judá y plenamente descrito en los cuatro evangelios; la predicación del evangelio, representada por Zabulón y detallada en el libro de Hechos; y la vida de iglesia, representada por Isacar, y presentada exhaustivamente en los siguientes libros del Nuevo Testamento, empezando por Romanos. El resultado es el disfrute de la vida de iglesia y de la vida del reino. Se necesita toda la Biblia para entender Génesis 49. Es necesario todo el Nuevo Testamento para interpretar tan sólo el segundo grupo. En los cuatro evangelios vemos a Judá como el evangelio; en Hechos vemos a Zabulón como la predicación del mismo, y en las epístolas y en Apocalipsis vemos a Isacar como la vida de iglesia. La consumación de todo eso es nuestro deleite, el hecho de que sorbemos la rica vida de iglesia y del reino. ¡Aleluya, hoy en día tenemos a Judá, a Zabulón, a Isacar y la consumación. En Judá tenemos el león, el único Cristo y el único evangelio. En Zabulón tenemos las muchas naves y los muchos galileos; y en Isacar tenemos las tiendas, las muchas iglesias locales. Tenemos a Cristo como el evangelio, la predicación del evangelio, y la vida de iglesia. Ahora somos el rebaño recostado entre los apriscos y disfrutamos la vida de iglesia y la vida del reino. Algunos cristianos hoy en día sólo se preocupan por Judá; sólo se interesan en la vida victoriosa en Cristo, y otros se interesan en Zabulón, en la predicación del evangelio. Pero son muy pocos los que se preocupan por Isacar, por la vida de iglesia. En el recobro del Señor, debemos prestar atención a cada uno de este grupo: a Judá, la vida victoriosa; a Zabulón, la predicación del evangelio; y a Isacar, la vida de iglesia, a fin de disfrutar plenamente a Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO DOS LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (5) En este mensaje llegamos al tercer grupo de los doce hijos de Jacob. Como ya vimos claramente, la profecía con bendición de Génesis 49 describe no solamente las vidas de las doce tribus de Israel en el Antiguo Testamento, sino también la vida espiritual de los cristianos del Nuevo Testamento. Esto se basa en el hecho de que las doce tribus de Israel tipifican a la iglesia con todos sus creyentes. Por tanto, todo lo que contiene el capítulo cuarenta y nueve es un tipo, una figura, un cuadro, y nuestra experiencia actual es la realidad, el cumplimiento, de la profecía con bendición que dio Jacob. La profecía con bendición que pronunció Jacob se presenta en poesía. Es difícil entender el lenguaje que se usa en poesía. El lenguaje poético es significativo y descriptivo, pero no es fácil examinar las profundidades de su significado. Si usted puede sondear las profundidades del lenguaje poético de este capítulo, se dará cuenta de cuán significativo, rico y profundo es. Otra razón por la cual muchas personas que leen el capítulo cuarenta y nueve tienen dificultades para entenderlo, es la escasez de experiencia cristiana que tienen. Aunque podamos entender el lenguaje poético de este capítulo, quizá nos falte la experiencia necesaria para saber aplicarlo. Si deseamos entender este escrito profético, debemos conocer el lenguaje usado, la historia de las doce tribus de Israel, el significado de las figuras poéticas y además tener experiencia. Jacob usó muchas figuras poéticas en este capítulo: un león joven, un león que se echa, una leona, un pollino, un hijo de asna, el vino, la vid, los vestidos, los puertos, las naves, la serpiente y la víbora con cuernecillos. Nosotros necesitamos cierta medida de experiencia para conocer el significado de estas figuras y saber interpretar estos tipos y aplicarlos a nuestra situación. Este capítulo ha estado cerrado durante siglos por esta falta de experiencia. Hace más de cincuenta años estuve a los pies de un gran maestro de la Asamblea de los Hermanos. El dio muchos mensajes en los que explicaba Génesis 49 y mostraba cómo esas profecías se habían cumplido en los siguientes libros de la Biblia. Sin embargo, él mismo escaseaba en la experiencia. Todo lo que tenía era el conocimiento del lenguaje y de los textos. Pero debido a que no conocía el significado espiritual de las figuras, no aplicó ninguna de ellas a la experiencia cristiana de hoy. Por consiguiente, no recibí de él ninguna ayuda en vida ni en las experiencias espirituales. Aun así, le doy gracias al Señor porque oí de ese hermano la interpretación y la explicación de este capítulo de una manera histórica y bíblica. Más adelante, al ligar este capítulo con mi experiencia espiritual, pude entrar en las profundidades del significado de esta profecía que está llena de bendición. Este relato acerca de los doce hijos de Jacob empieza con Rubén, un pecador. Nadie ha sido más pecaminoso que Rubén. Aunque Pablo dijo que él era el peor de los pecadores, yo diría que Rubén en realidad fue peor, mucho más pecador que Saulo de Tarso. ¡Qué pecado tan abominable cometió él! Al principio de nuestra experiencia cristiana, nosotros también éramos pecadores. ¡Cuánto agradecemos al Señor por Su misericordia! Yo antes era un Rubén, pero ahora soy salvo. Esta profecía llena de bendición empieza con un pecador, y termina con los dos hijos que Jacob amaba: José y Benjamín. Empieza con un pecador y termina con un rey, alguien que gobierna y que tiene poder y autoridad. Entre Rubén y José, tenemos a Simeón, Leví, Judá, Zabulón, Isacar, Dan, Gad, Aser y Neftalí.
Ya vimos que este relato profético empieza con un grupo de pecadores: Rubén, Simeón y Leví. El pecado de Rubén fue la lujuria, el pecado de Simeón y Leví fue la ira que brotó de su manera de ser. El capítulo cinco de Mateo también habla de los pecados de la lujuria y la ira. Después de este grupo de pecadores, que están llenos de lujuria y de ira, vino Cristo como el león. Judá es Cristo, nuestras buenas nuevas. Después de El aparecen Zabulón, el puerto que propaga el evangelio, e Isacar, el disfrute de la vida de iglesia. ¡Cuán maravilloso es esto! ¿Existen todavía algunos Rubén entre nosotros hoy? Debemos declarar que en la iglesia no hay ningún Rubén ni ningún Simeón y que todos los Leví se han convertido en sacerdotes. Por tanto, ya no hay pecadores. Cristo está aquí y El lo es todo. Puesto que Cristo está aquí, tenemos las buenas nuevas que son promulgadas por la predicación del evangelio, y tenemos la vida de iglesia. ¡Aleluya, ya no somos pecadores! ¡Estamos en la vida de iglesia! Por una parte, somos el puerto que propaga a Cristo, y por otra somos las tiendas que permanecen con Cristo disfrutándole plenamente.
(9) En cuanto a Dan (a) Un cachorro de león que lucha por más tierra En Deuteronomio 33:22 leemos: “A Dan dijo: Dan es cachorro de león que salta desde Basán”. La alusión a un cachorro de león en este versículo une el segundo grupo con el tercero de los doce hijos, lo cual indica que el tercer grupo es la continuación del segundo. En el segundo grupo, la figura importante es el león; y Dan, el primero del tercer grupo, también es llamado león. Como cachorro de león, Dan no lucha por la presa, sino por más tierra (Jos. 19:47; Jue. 18:27-29). Así vemos que el cachorro de león ha pasado de la lucha por la presa a la lucha por la tierra. En tipología, luchar por más tierra significa luchar por obtener más de Cristo. El cachorro de león, en Judá, captura la presa. Pero el león joven aquí mencionado lucha por adquirir más tierra, por ganar más de Cristo. En Jueces 18 vemos a Dan como un león joven que procura conseguir más tierra.
(b) Una serpiente, una víbora con cuernecillos en el camino, que muerde los talones de los caballos y hace caer al jinete Después de que Dan obtuvo la ciudad que lleva su nombre, en Jueces 18, erigió en ella un ídolo hecho por Micaía (Jue. 17:4-5; 18:30-31). En ese entonces, el tabernáculo de Dios estaba en Silo. Pero en la ciudad de Dan había un ídolo. Hoy en día, tenemos luz suficiente para entender el significado espiritual de eso. Indica que algunos cristianos han podido obtener más de Cristo, pero después de ganar más de El, establecen otro centro de adoración. Según el libro de Deuteronomio, en la buena tierra debe haber un solo centro de adoración para el pueblo de Dios (Dt. 12:11, 13-14, 21; 14:23-26). En ese único centro estaban el nombre de Dios y Su morada. En la época abarcada en Jueces, el centro de adoración se hallaba en Silo, donde estaban el tabernáculo de Dios y los sacerdotes. Dan obtuvo la victoria, pero esta victoria lo hizo independiente. Toda independencia procede del orgullo. No se imagine que la ganancia espiritual no puede hacer que usted se jacte. Inclusive ganar más de Cristo puede hacer que nos enorgullezcamos. Esto es lo que llamamos orgullo espiritual. Los que tienen este orgullo espiritual no se someten a los demás. Dirán: “¿Por qué debemos ir a Silo? Podemos establecer algo nosotros mismos”. Inmediatamente después de la victoria de Dan, se estableció en la ciudad de Dan otro centro de adoración con el ídolo que había hecho Micaía.
Si usted examina la historia del cristianismo, se dará cuenta de que estas cosas se han repetido continuamente. Cierto individuo o grupo de creyentes ha sido victorioso al ganar más de Cristo. Sin embargo, ganar de Cristo los hizo orgullosos e independientes y, por no estar dispuestos a someterse a los demás, establecieron otro centro de adoración. Debían haber ido al centro de adoración de Silo, pues los sacerdotes ordenados por Dios estaban allí. Sin embargo, establecieron algo hecho por el hombre y ordenado por él. Esta es la serpiente, el sutil enemigo, que se infiltra. La serpiente de Génesis 3 reaparece en Jueces 18. De manera que Dan, el cachorro de león, se convierte en una serpiente. Leemos en Génesis 49:17: “Será Dan serpiente junto al camino, víbora junto a la senda, que muerde los talones del caballo, y hace caer hacia atrás al jinete”. Esta serpiente es peor que la serpiente de Génesis 3, pues aquí es una víbora con cuernos. Si no conocemos la historia del Antiguo Testamento, el significado espiritual, y la aplicación práctica, resulta difícil entender este versículo. No obstante, si conocemos todas estas cosas, veremos que debe de haber muchos Dan en la historia cristiana. Primero, estos Dan eran cachorros de león que ganaban más de Cristo, pero con el tiempo se convirtieron en serpientes, o peor aún en víboras con cuernos, y establecieron otro centro de adoración. Todavía hoy, muchas personas espirituales que han ganado algo de Cristo han establecido otro centro de adoración aparte del único centro ordenado por Dios y establecido por El. Debemos aplicar esto a nosotros mismos y preguntarnos si estamos estableciendo otro centro de adoración. Es una lástima decir que durante estos últimos quince años, por lo menos dos o tres personas que estuvieron con nosotros han hecho esto. Recibieron algo, pero aquello que obtuvieron los enorgulleció, y se independizaron debido a que no estaban dispuestos a someterse a lo que el Señor determinó. Como resultado, establecieron otros centros. Por culpa de ellos, algunos cayeron hacia atrás. En Génesis 49 se dio esa profecía. Pero nosotros vemos su cumplimiento en la historia pasada y en la situación presente. Una vez más, esto nos convence de que la Biblia es verdaderamente inspirada por Dios. ¡Qué gran impresión nos deja este cuadro de Dan! Ahora vemos centros de adoración con ídolos e imágenes supuestamente espirituales. El ídolo y el centro de adoración separado se convirtieron en una gran piedra de tropiezo para la nación de Israel. Al leer los libros históricos del Antiguo Testamento, vemos que al erigir este ídolo, Dan se convirtió verdaderamente en una víbora con cuernos. Esta víbora mordía los talones de los caballos y hacía caer hacia atrás a los jinetes. Eso significa que la víbora llega a ser un gran obstáculo y detiene al pueblo. Mientras ellos montaban a caballo, Dan mordía los talones de los caballos y los hacía caer hacia atrás, es decir, él les impedía seguir adelante.
(c) Jacob esperó la salvación del Señor Entonces Jacob dijo: “Tu salvación esperé, oh Jehová” (v. 18). Después de hablar de Dan como serpiente junto al camino y víbora con cuernecillos que en la senda muerde los talones de los caballos, Jacob clamó al Señor pidiendo salvación. Si vemos la situación de los Dan de hoy, también nosotros clamaremos: “Oh Señor, sálvanos. Sálvanos de Dan, de los ídolos y de los demás centros de adoración. Señor, sálvanos de la serpiente y de la víbora provista de cuernos. Oh Señor, sálvanos de la mordedura de la serpiente”. Jacob no sólo oró, sino que también invocó el nombre del Señor. En este versículo no leemos: “Estoy esperando tu salvación”, ni: “Esperaré tu salvación”; sino que afirma: “Esperé tu salvación”. Jacob parecía decir: “Señor, por esta situación con Dan, sólo Tu salvación puede ayudar. Sólo Tu salvación nos puede salvar de este perjuicio. Señor, ya esperé Tu salvación. Señor, a Ti clamé. Te invoqué. Señor, necesitamos Tu salvación”. A lo largo de la historia, muchos Dan se han convertido en serpientes que han establecido ídolos para estorbar a los demás. Esto nos duele profundamente en nuestro corazón. En 1969 se estableció otro centro de adoración, el cual se ha convertido en un obstáculo para muchos jóvenes. Los talones de muchos caballos fueron mordidos, y muchos jinete jóvenes cayeron hacia atrás. Lo único que podemos hacer ante una situación así es invocar al Señor y decir: “Señor, esperé Tu salvación”. Vimos anteriormente la salvación que realiza el Señor y la seguimos viendo. Puedo testificar que
muchos han sido salvos de la mordedura de la serpiente. Vimos que primero Dan es la continuación de Judá, la continuación de la victoria de Cristo. Luego Dan cayó en el culto a los ídolos. Cuando se introduce el culto a los ídolos, allí está la serpiente. Detrás de cada imagen, hay un espíritu maligno. Detrás de cada ídolo se halla el enemigo sutil que busca adoración. Por tanto, cuando se estableció aquella imagen, Dan se convirtió en serpiente. En otras palabras, puesto que Dan llegó a ser uno con el ídolo, vino a ser Satanás. Después de esta terrible caída, vino de Dios la salvación. ¡Alabado sea el Señor por Su salvación! La historia atestigua esto, y nuestras circunstancias lo confirman. Ya vimos la caída y presenciamos una situación en la cual la serpiente se infiltró. Pero también vimos la salvación que efectúa el Señor. ¡Aleluya, muchos han sido salvos! ¡Oh Señor, hemos esperado Tu salvación!
(d) Sigue siendo una de las tribus (los cetros) que juzga a su pueblo Jacob profetizó que Dan juzgaría a su pueblo como una de las tribus de Israel (v. 16). Esta profecía con bendición, indica que Jacob estaba preocupado porque Dan podría ser exterminado. Según la ley mosaica, todo el que erigía un ídolo o lo adoraba debía ser cortado del pueblo (Dt. 13:5-18). De las doce tribus, fue la tribu de Dan la que erigió un ídolo. Por consiguiente, según la ley, esta tribu debía ser cortada. Por consiguiente, Jacob, con el deseo de que ninguno de sus hijos fuese eliminado, lo bendijo proféticamente con un corazón amoroso. Esta fue la razón por la cual Jacob dijo que Dan seguiría siendo una tribu que juzgaría a su pueblo. Esta palabra se cumplió particularmente en Sansón, quien pertenecía a la tribu de Dan (Jue. 13:2, 24; 15:20). Jacob dijo que Dan juzgaría a su pueblo como una de las tribus de Israel. La palabra hebrea traducida tribu significa en primer lugar rama, o también palo, bastón o cetro. Un cetro denota autoridad. Así que, la palabra hebrea traducida tribu significa en realidad cetro. Cada tribu tiene un cetro, tiene autoridad. Las doce tribus eran doce cetros, doce potestades. En los días de Sansón, la tribu de Dan se convirtió en un cetro. En el caso de Sansón, la tribu de Dan era un poder, una verdadera autoridad. Este es el significado de la bendición profética de Jacob acerca de Dan en el versículo 16. Lo dicho por Jacob no significaba solamente que Dan permanecería como tribu, sino que también sería un cetro, una autoridad. Esta profecía se cumplió.
(e) Esta tribu se omite en 1 Crónicas y Apocalipsis, pero se incluye en el milenio En 1 Crónicas 2—9 se omite la tribu de Dan en el registro del pueblo santo de Dios. En 1 Crónicas 2:2 se menciona el nombre de Dan, pero el relato subsiguiente omite dicha tribu. Además, el relato de Apocalipsis 7 tampoco menciona la tribu de Dan. No aparecer en el registro que tiene Dios de Su pueblo es algo grave. Encontramos esta advertencia en el Nuevo Testamento, en Apocalipsis 3:5, donde vemos que al que venza no se le borrará el nombre del libro de la vida. Esto implica que los nombres de los creyentes vencidos serán borrados del libro de la vida durante la era venidera del milenio. Esto no significa que los creyentes vencidos perecerán. La tribu de Dan no pereció. Sin embargo, puesto que cayó y se unió con el enemigo de Dios, convirtiéndose en la serpiente y en una piedra de tropiezo para el pueblo de Dios, se omite su nombre en el relato de 1 Crónicas y el de Apocalipsis. Muchos cristianos de hoy se han convertido en Dan. Se han unido con Satanás y se han vuelto una piedra de tropiezo que estorba al pueblo de Dios, pero no parecen preocuparse por lo que han hecho, ni tienen el menor remordimiento al respecto. Efectivamente, Dios les perdonará, pero sus nombres no se encontrarán en el registro durante la edad del reino. Se producirá cierta situación en la cual se omitirán sus nombres. Dan no fue asentado en el registro de 1 Crónicas ni en el de Apocalipsis a causa de su maldad. Aun así, seguirá siendo una tribu en el milenio por la bendición
de su padre (Ez. 48:1). En esto vemos la misericordia de Dios. No debemos leer el relato de Dan como una simple historia. Debemos leerlo como una sombra o una figura de nuestra experiencia como cristianos. Nosotros podemos ser la continuación de Judá y la victoria de Cristo, pero debemos tener cuidado. Muchas veces, después de una victoria, existe el peligro de que lo obtenido de Cristo nos enorgullezca, nos haga independientes, y no estemos dispuestos a someternos a los demás. En tal circunstancia es posible que establezcamos otro centro de adoración y por tanto lleguemos a ser uno con Satanás, el enemigo de Dios. Esto nos causará una gran pérdida. No vamos a perecer, puesto que ya fuimos salvos, y lo somos para siempre. No obstante, existe la clara posibilidad de que en cierto período y en ciertas circunstancias, podamos ser omitidos del registro del pueblo de Dios.
(10) En cuanto a Gad (a) Es acometido por un ejército, y él ataca sus talones Por el fracaso de Dan, Jacob clamó al Señor pidiendo salvación. El Señor oyó su clamor. Por consiguiente, después de Dan, tenemos a Gad como su continuación. El versículo 19 dice: “Gad, ejército lo acometerá; mas él acometerá al fin [lit., mas él los atacará por sus talones]”. En Dan vemos el fracaso, pero en Gad vemos nuevamente la victoria. No piense que Dan y Gad están separados. Ellos conforman un conjunto. Dan termina con un fracaso, pero Gad, que ataca los talones del ejército, recobra la victoria.
(b) Ensanchado por Dios Leemos en Deuteronomio 33:20: “Bendito el que hizo ensanchar a Gad”. Con esta victoria, Gad fue ensanchado por Dios. Sucede exactamente lo mismo en nuestra experiencia espiritual. Hace algún tiempo, quizá estábamos vencidos, pero por la misericordia de Dios mediante la oración de algunos santos, la salvación del Señor llegó a nosotros. Por consiguiente, volvimos a ganar la victoria. Ya no somos Dan; somos Gad, aquel que hiere al enemigo por los talones. Mediante esta victoria, somos ensanchados por Dios. Muchos de nosotros podemos testificar que Dios nos ha ensanchado.
(c) Reposa como leona, y arrebata el brazo y aun la coronilla de la presa Deuteronomio 33:20 declara también: “El reposa como leona, y arrebata el brazo y aun la coronilla” (heb). Aquí vemos que Gad es una leona. Gad no se agazapa, sino que reposa. Esta es una mejoría sobre Judá, que era como león encorvado. Gad, quien reposa como leona, arrebata los brazos y aun la coronilla de la presa. En el lenguaje poético que usa Moisés, la coronilla se refiere al cráneo. Por supuesto, esta presa no es un animal, sino una persona. Gad arrebata el brazo de su presa y aun la coronilla, el cráneo, de su presa. Esto significa que Gad es tan fuerte que no sólo vence a su enemigo, sino que lo despedaza y desmenuza su cráneo. Esta poesía describe el aniquilamiento supremo del enemigo. Nosotros como Gad partimos a Satanás en pedazos. En Deuteronomio 33 la leona no se recuesta para disfrutar, sino que habita, se establece, y parte al enemigo en pedazos. Parece que Gad podía decir: “Enemigo, no me molestes. Quiero morar aquí en paz. Pero si me molestas, no sólo arrebataré tu brazo, sino que también partiré tu cabeza en pedazos. Después de eso, nadie volverá a ver tu rostro”.
(d) Escoge lo mejor de la tierra para sí Dice en Deuteronomio 33:21 acerca de Gad: “Escoge lo mejor de la tierra para sí, porque allí le fue reservada la porción del legislador”. La victoria siempre nos da ensanchamiento, que es la ampliación del espacio. Por consiguiente, este versículo afirma que Gad escogió lo mejor de la tierra para sí. Durante años no podía entender esto. Según la historia del Antiguo Testamento, la mejor porción se refiere a la primera porción de la buena tierra que estaba al oriente del río Jordán. En el recorrido que hicieron las doce tribus, entraron primeramente en esta sección que se encontraba en al oriente del Jordán. Rubén, Gad y la mitad de Manasés deseaban esta tierra rica y fértil y rogaron a Moisés que se la concediera. Moisés asintió, pero les pidió que no se quedaran allí disfrutando la buena tierra, mientras sus hermanos todavía no habían obtenido su respectiva porción de la tierra. Por tanto, Moisés les exhortó a pelear en la batalla para obtener el resto del país (Nm. 32:1-32). Después de eso, dividirían la tierra con justicia. Si dos tribus y media se hubiesen quedado allí y no hubieran ido a luchar por el resto del país, no habrían obrado justamente. Por tanto, Gad escogió la mejor porción para sí. Allí se reservaba una porción para el legislador. Esto alude al hecho de que Moisés, el legislador, fue sepultado allí (Dt. 32:48-52; 34:1-6).
(e) Vino en la delantera del pueblo; con Israel ejecutó los mandatos y los justos decretos de Jehová El versículo 21 declara también: “Y vino en la delantera del pueblo; con Israel ejecutó los mandatos y los justos decretos de Jehová”. Gad se congregó con los jefes, los líderes, del pueblo para tomar el resto de la buena tierra y ejecutar la justicia del Señor al dividir la tierra y al ejecutar Sus decretos (Jos. 22:1-5). El fracaso de Dan fue su orgullo. Cuando obtuvo más tierra, se enorgulleció y estableció otro centro de adoración. El no se preocupó por sus hermanos. Cuando uno obtiene más tierra, más Cristo, en la experiencia espiritual, debe tener cuidado con el orgullo. Nunca establezca otro centro de adoración. Más bien, debe cuidar a sus hermanos. No diga: “He obtenido la victoria; tengo más tierra, más Cristo. No me preocupan los demás. Me quedaré aquí para disfrutar mi victoria”. Si usted hace eso, será vencido. Aunque usted haya ganado la tierra, debe seguir adelante y ocuparse de la necesidad de sus hermanos. Usted ya obtuvo su porción, pero ¿qué de la porción de sus hermanos? Usted debe pelear la batalla para obtener el resto de la tierra a fin de que todos sus hermanos tengan su propia porción. Disfrutar su porción de la tierra sin ayudar a los hermanos a obtener su porción sería injusto; no ejecutaría la justicia de Dios. Usted debe seguir adelante con los demás líderes para pelear la batalla por el resto de la tierra. Entonces todos sus hermanos tendrán una porción. Hacer eso significa ejecutar la justicia del Señor y guardar Sus preceptos para con Israel. Gad tenía muchos puntos en su favor. El recobró la victoria, fue ensanchado y despedazó al enemigo. Además, escogió una parcela para sí mismo, mas no la disfrutó antes de ayudar a sus hermanos a que obtuvieran su propia porción. El avanzó con ellos para luchar hasta que todos hubieron obtenido una porción. Esto fue la ejecución de la justicia del Señor y de Sus preceptos para con Israel. Repito que Dan es una advertencia sobre el peligro de ser orgullosos, independientes y de establecer otro centro de adoración. Gad nos ayuda a ver que aún después de haber ganado la victoria y de haber sido ensanchados, no debemos olvidarnos de nuestros hermanos. No debemos descansar en nuestra porción hasta que hayamos ayudado a nuestros hermanos a conseguir la suya. Ganar una victoria espiritual y ganar a Cristo es algo verdaderamente maravilloso. Sin embargo, se debe tener cuidado con el orgullo. Usted podría establecer un centro de adoración separado y descuidar a sus hermanos. Jamás haga tal cosa. No disfrute de la porción que ha ganado antes de haber ayudado a sus hermanos a obtener la suya. No sea orgulloso y no se olvide de sus hermanos. Escuchar esto debe ser una ayuda para todos nosotros. Ahora sabemos lo que debemos hacer después de obtener la victoria de Cristo. No debemos establecer otro centro,
sino que debemos cuidar a nuestros hermanos, luchando para que obtengan su porción.
(11) En cuanto a Aser (a) Los ricos manjares y los deleites reales Después de Gad viene Aser. Esta secuencia indudablemente la inspiró Dios. Leemos en el versículo 20: “El pan de Aser será substancioso, y él dará deleites al rey”. El pan de Gad es substancioso, es decir, su comida es rica. Cuando tenemos la victoria de Cristo y ayudamos a nuestros hermanos a obtener su porción antes de disfrutar la nuestra, tenemos una comida rica, la cual se convierte en delicias reales, en manjares de rey. No es alimento para la gente común, sino para los reyes, para la familia real. Lo que disfrutamos en la vida victoriosa no es solamente comida habitual, sino manjares reales. No se puede negar que la comida que hay en la vida de iglesia es rica. De hecho, es tan rica que se convierte en manjares de rey. No somos solamente una familia de leones, sino también una familia de reyes. Somos una familia real, y nuestra mesa es real. Todo lo que comemos en estos mensajes de estudio-vida son manjares reales.
(b) Más bendecido que los hijos y más favorecido que sus hermanos Dice en Deuteronomio 33:24: “Bendito sobre los hijos sea Aser; sea el amado de sus hermanos”. Usted se preguntará cómo puede ser más bendecido Aser que Judá o que José. El hecho de que Aser sea más bendecido que los hijos se refiere a que es más bendecido con riquezas de alimento y de minerales.
(c) Moja su pie en aceite Deuteronomio 33:24 declara también: “Y moje en aceite su pie”. Judá lavaría su vestido en vino, pero aquí Aser debe mojar su pie en aceite. Apocalipsis 6:6 habla de no hacer daño al aceite ni al vino. En tiempo de hambre, escasean el aceite y el vino. Indudablemente, aquí el aceite es aceite de oliva. Según la historia y la geografía, hay abundancia de olivos en esta región de la buena tierra, y por esta razón, es rica en aceite. El hecho de que Aser moje su pie en aceite indica que en cuanto a la comida, es más rico que las demás tribus.
(d) Hierro y bronce son sus cerrojos En Deuteronomio 33:25 leemos: “Hierro y bronce serán tus cerrojos”. El hierro y el bronce se usan para pelear la batalla y para edificar. El aceite es comida que nutre, pero el bronce y el hierro son materiales con los cuales se combate y se edifica el reino. Por ser tan rico, el más favorecido en alimento y en minerales, Aser es más bendecido que las demás tribus. El tiene la comida con la cual alimentarse y los minerales que se usan en la fabricación de armas y como materiales de construcción.
(e) Su reposo es como sus días Deuteronomio 33:25 declara también: “Y como tus días serán tus fuerzas [lit., será tu reposo]”. La palabra hebrea que aquí se traduce reposo no es lo que entendemos generalmente como descanso. Esta palabra es muy difícil de traducir. Significa seguridad, fuerza, paz y tranquilidad. Denota una vida sosegada, en la cual hay abundancia y no hay ni preocupaciones ni prisa. Por consiguiente, Aser había de tener una vida tranquila, segura, y con abundancia garantizada. Esto significa que en
toda la vida, él no carecería de nada. El tendría la rica comida para su alimento, las armas para defenderse, y los materiales para edificar. En lugar de escasez, habría abundancia, descanso, paz y tranquilidad. El disfrutaría continuamente la vida. Si usted no ha llegado a esta etapa de la vida espiritual, es posible que no entienda lo que estoy diciendo. Pero esta etapa existe. Si usted todavía no ha llegado allí, le aliento a seguir adelante. Un día usted llegará a esta esfera. Allí uno no tiene que apresurarse ni afanarse, pues hay seguridad y paz. Allí no carecemos de nada; tenemos comida, armas y materiales de construcción. Cuando uno llega a esa etapa, no necesita preocuparse por el mañana, y no hay ansiedad. Por el contrario, hay un continuo descanso en las riquezas de alimento y en el hierro y el bronce. Por lo menos algunos de nosotros hemos llegado a este punto. Esta es la madurez de la vida.
(12) En cuanto a Neftalí (a) Una cierva suelta En Génesis 49:21 leemos: “Neftalí, cierva suelta”. Inmediatamente después de Aser viene Neftalí, quien no es ni un cachorro de león ni una leona, sino una cierva. Según el texto hebreo, el título del salmo 22 habla de la cierva de la mañana, indicando que el Cristo resucitado del salmo 22 es una cierva suelta. En Neftalí no tenemos solamente al Cristo victorioso como león, sino al Cristo resucitado como cierva liberada que salta sobre las cimas de los montes. Nada puede detenerlo a El, y no necesita que nadie le prepare el camino. El es la cierva resucitada. Por estar en resurrección, El puede brincar sobre los montes altos.
(b) Pronuncia dichos hermosos El versículo 21 declara también: “Pronunciará dichos hermosos”. La cierva resucitada de Génesis 49 corresponde al Señor resucitado de Mateo 28. Mateo 28 revela primeramente que Cristo resucitó, y luego nos dice que cuando los discípulos estaban reunidos con El, los exhortó, diciendo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones ... enseñándoles que guarden todo cuanto os he mandado” (Mt. 28:19-20). Esto implica que deben pronunciar dichos hermosos. En resurrección podemos pronunciar dichos hermosos. Esta es la madurez de la vida en resurrección. Si queremos decir algo hermoso por Cristo, debemos estar en resurrección. Cuando estamos en resurrección, nos resulta fácil pronunciar dichos hermosos para el Señor.
(c) Saciado de favores, y lleno de la bendición de Jehová Dice en Deuteronomio 33:23: “Neftalí, saciado de favores, y lleno de la bendición de Jehová”. Aquí vemos que Neftalí estaba saciado de favores. El favor del Antiguo Testamento equivale a la gracia del Nuevo. Por tanto, Neftalí estaba saciado de gracia. Cuando estamos en resurrección y pronunciamos dichos hermosos, también estamos saciados de gracia. A menudo cuando yo hablo, estoy saciado de favores, de gracia. Este versículo también afirma que Neftalí estaba lleno de las bendiciones del Señor. El estaba colmado de gracia y lleno de bendiciones. Esta es la vida victoriosa y madura en resurrección. Mientras hablamos por Cristo para alimentar a los demás, nosotros mismos somos saciados de gracia y llenos de bendiciones.
(d) Posee el occidente y el sur Deuteronomio 33:23 añade: “Posee el occidente y el sur”. Pronunciar dichos hermosos en resurrección y estar saciado de favores y lleno de bendiciones da por resultado la posesión del
occidente y del sur. El hecho de que Neftalí posea el occidente significa que posee el mar Mediterráneo, que estaba en el occidente de la porción de Neftalí de la buena tierra. Algunas versiones traducen la palabra hebrea que en este versículo significa occidente como mar. En realidad, denota el mar, porque el mar se encontraba al occidente de la buena tierra. La palabra sur denota la tierra. El mar, el occidente, representa el mundo gentil, y el sur, la tierra, representa el mundo judío. Por consiguiente, el hecho de poseer el mar y la tierra equivale a poseer tanto el mundo gentil como el mundo judío. En otras palabras, Neftalí había de poseer toda la tierra. Para tomar posesión de la tierra, debemos empezar con Rubén, y seguir con Simeón, Leví, Judá, Zabulón, Isacar, Dan, Gad, Aser hasta llegar a Neftalí. Cuando lleguemos a Neftalí, poseeremos el occidente y el sur, o sea, el mar y la tierra. Seremos aptos para poseer la tierra y tendremos potestad para hacerlo. ¡Cuán maravilloso es esto! Cuando somos Neftalí, nos resulta fácil tomar la tierra porque estamos en resurrección pronunciando dichos hermosos, y estamos saciados de favores y llenos de bendiciones. Por tanto, estamos listos para poseer el mar y la tierra, es decir, el mundo gentil y el mundo judío. Estamos listos para tomar posesión de la tierra.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO TRES EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE DAN, GAD, ASER Y NEFTALI En este mensaje tengo la carga de compartir algo adicional sobre el significado espiritual de Dan, Gad, Aser y Neftalí. En cierto sentido, me agrada este grupo más que el grupo que incluye a Judá. El grupo de Judá es el segundo, y este grupo es el tercero, el cual, por ende, es más avanzado. Hemos visto que existe un vínculo que une este tercer grupo con el segundo. Judá es un cachorro de león y también una leona (49:9); Dan es un cachorro de león, y Gad es una leona (Dt. 33:22, 20). Por tanto, estas dos figuras, el león joven y la leona, vinculan el tercer grupo con el segundo. Cuando yo era joven, estudié con detenimiento Génesis 49. Pensaba que estas palabras no tenían mucho significado. Por ejemplo, el versículo 21 afirma que Neftalí es una cierva suelta y que pronuncia dichos hermosos. No podía entender cómo una cierva podía pronunciar dichos hermosos. Me parecía que la cierva y los dichos hermosos no tenían relación entre sí. Además, me preguntaba como una cierva podía hablar. A consecuencia de eso, durante mucho tiempo me desentendí de Génesis 49. Sin embargo, cuando examinamos el significado espiritual de este capítulo, vemos cuánto significado tiene. En el mensaje cien hablamos del descanso que tenemos al disfrutar las riquezas en vida de Cristo (págs. 1316-1321). Vimos que debemos atar el pollino a la vid y empapar nuestros vestidos de vino. Si hacemos esto, nuestros ojos estarán rojos del vino y nuestros dientes blancos de la leche (vs. 11-12). Un hermano preguntará a otro: “¿Has atado tu pollino a la vid?”. Y éste responderá: “¿Hermano, has empapado tu vestido de vino?”. Entonces el primer hermano preguntará: “¿Están tus ojos rojos del vino?”. El segundo contestará: “¿Están tus dientes blancos de la leche?”. Las personas ajenas a nosotros pensarán que quienes están en la iglesia hablan en clave, en un lenguaje misterioso. No importa lo que digan los demás, lo que importa es cuán significativos sean estos nuevos proverbios para nosotros. “¡Ate su asno a la vid!”. “¡Empape sus vestidos de vino!”. Quiero que mis ojos estén rojos del vino y mis dientes blancos de la leche. Si eso es lo que queremos, primero debemos descansar en Cristo y luego empapar nuestro ser, nuestro comportamiento, en las riquezas de la vida de Cristo. Entonces experimentaremos la transformación, y nuestra apariencia cambiará. Nuestros ojos se enrojecerán con vino, y nuestros
dientes se emblanquecerán con la leche, lo cual indica que serán fuertes y podrán ingerir la palabra y declararla a los demás. La secuencia de los cuatro grupos del capítulo cuarenta y nueve es maravillosa; corresponde a la historia de la iglesia y a nuestra experiencia espiritual. Primero tenemos a Rubén, lo cual indica que todos nosotros empezamos como pecadores. Después de Rubén, Simeón y Leví, viene Judá. Esto significa que Cristo vino como león victorioso. Después de Judá, Zabulón e Isacar, sigue la caída de Dan. Sin embargo, la caída de Dan no fue solamente un fracaso y una derrota; fue una apostasía. Después de la apostasía de Dan, tenemos el recobro con Dan, la abundancia con Aser, y la consumación con Neftalí. En la historia de la iglesia, vemos también la apostasía, el recobro, la abundancia y la consumación. Si no podemos ver la consumación hoy en día, ciertamente la veremos en la era venidera y particularmente en el cielo nuevo y en la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. Lo dicho de Neftalí se cumplirá cabalmente cuando la Nueva Jerusalén se manifieste en el cielo nuevo y en la tierra nueva. La Nueva Jerusalén será el Neftalí eterno. Estos cuatro asuntos, a saber: la apostasía, el recobro, la abundancia y la consumación, también corresponden a nuestra experiencia cristiana. Después de la caída, es decir, de la apostasía, tenemos el recobro. Luego viene la abundancia y la consumación. Hemos visto estas cosas en el recobro del Señor. En el transcurso de los años en el recobro, hemos estado con Judá, atando nuestro asno a la vid y empapando nuestros vestidos de vino. Nuestros ojos se han enrojecido de vino y nuestros dientes se han emblanquecido de leche. Sin embargo, la apostasía de Dan surgió de improviso. Después de Dan, vino el recobro con Gad.
I. LA APOSTASIA DE DAN A. Obtuvo más de Cristo viviendo en victoria Dan era la continuación de Judá, pues éste era un león, y Dan era un león joven. Como continuación de Judá, Dan tuvo éxito al ganar más de Cristo al vivir victoriosamente (Dt. 33:22; Jos. 19:47; Jue. 18:27-29).
B. Fue individualista e independiente Debido al éxito y la victoria que Dan obtuvo, él se volvió orgulloso, individualista e independiente. Dan sólo se preocupaba por sí mismo, y no por los demás. Tal como se afirma en Jueces 18:30: “Los hijos de Dan levantaron para sí la imagen de talla”.
C. Estableció un centro divisivo de adoración y ordenó un “sacerdote” a sueldo La apostasía de Dan consistió en establecer un centro de adoración divisivo (Jue. 18:30-31; 17:9-10; 1 R. 12:26-31; 2 R. 10:29). Dan facciosamente estableció un centro, aparentemente con el fin de adorar a Dios. Muchos se valen de la adoración de Dios como excusa para establecer un centro faccioso. Algunos dicen: “¿Qué hay de malo en hacer esto para adorar a Dios? ¿Acaso no es mejor establecer un centro de adoración que ir al cine?”. Según la historia del Antiguo Testamento, en todas las generaciones, lo más pecaminoso y perjudicial para el pueblo de Dios fue lo que hizo Dan al establecer un centro de adoración divisivo. En Deuteronomio 12, 14, 15 y 16 el Señor, a través de Moisés, exhortó a los hijos de Israel por lo menos quince veces que no debían ofrecer holocaustos en el lugar que ellos quisieran. Se les mandó ir al lugar que el Señor había escogido para poner allí Su nombre y hacer de él Su habitación. En Deuteronomio 12:13-14 leemos: “Cuídate de no ofrecer
tus holocaustos en cualquier lugar que vieres; sino que en el lugar que Jehová escogiere, en una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando”. El Señor parecía decir: “Cuando entréis en la buena tierra, no debéis ofrecer vuestros sacrificios en ninguno de los lugares que veáis. Debéis ir a un solo lugar, el que yo he escogido para poner allí Mi nombre y hacerlo Mi habitación. No tenéis derecho a escoger otro sitio. Debéis ir a este único centro. Es este centro lo que mantiene a Mi pueblo en unidad”. Moisés, el legislador anciano y amoroso, exhortó a los hijos de Israel al respecto una y otra vez. Si usted lee estos capítulos, verá que Moisés exhortó al pueblo acerca del único lugar, el lugar que el Señor había escogido para establecer en él Su nombre y Su habitación. La razón por la cual el Señor mandó que Moisés hiciera esta exhortación repetidas veces era que El estaba preocupado por mantener la unidad de Su pueblo. Después de que los hijos de Israel entraron en la buena tierra, el tabernáculo —la casa de Dios— estaba en Silo (Jue. 18:31). Mientras el tabernáculo estaba en Silo, éste era el único centro donde se podía adorar a Dios. Por ser el centro único de adoración, mantendría la unidad del pueblo de Dios. Pero Dan estableció otro centro en el norte, lo cual causó la primera división entre los hijos de Israel. De esta manera, el pueblo de Dios se dividió, no por causa de una sala de cine, sino por un centro de adoración. Los cristianos contemporáneos se excusan diciendo: “Estamos haciendo algo aquí para la adoración de Dios. ¿Qué hay de malo en eso? Dios no está limitado; El es omnipresente. Usted lo tiene en su local. ¿Acaso El no está también aquí con nosotros en el nuestro? Ciertamente Dios no es tan estrecho como ustedes. El está en todas partes. ¿Cómo puede usted limitarlo a un lugar particular?”. El caso es que Dios se complace en tal limitación, pues es necesaria para resguardar la unidad de Su pueblo. La mayoría de los cristianos de hoy actúan con excesiva libertad. Como los danitas, ellos creen tener la libertad de establecer otro centro de adoración. Dice en Jueces 18:30: “Los hijos de Dan levantaron para sí la imagen de talla”. Aquí vemos que los danitas actuaron en beneficio propio. No se preocuparon por las demás tribus. Por tanto, tal carencia de interés por sus hermanos fue el origen de su apostasía. No preocuparse por los demás miembros del Cuerpo es la fuente de la apostasía. Esta apostasía se introdujo disfrazada de adoración a Dios. El principio sigue siendo el mismo hoy. Muchos cristianos establecen otros centros, no para apostar dinero ni bailar, sino para adorar a Dios. Esto parece muy positivo, pero en realidad, es hecho por el yo y para el yo. Todo centro divisivo se establece a causa de los intereses personales de alguien. Esta práctica no sólo causa división, sino que también genera una atmósfera de competencia. Si Dan no hubiera establecido otro centro de adoración, sólo habría quedado el centro de adoración que estaba en Silo. No habría ninguna competencia. Por muy lejos que los israelitas estuviesen de Silo, tenían que ir allí para adorar. Sin embargo, después de que Dan estableció su centro de adoración en el norte, usó el pretexto de la comodidad para su propio provecho. El pudo decir: “Ustedes no tienen que ir hasta Silo. Podemos adorar a Dios aquí mismo en nuestro propio territorio”. Un grupo faccioso de Nueva York hizo algo parecido. Un miembro de ese grupo llamó a una hermana de edad avanzada y le dijo: “Venga a nuestras reuniones. Nosotros nos reunimos en chino y tenemos un sabor chino. En Estados Unidos es difícil obtener el sabor chino. Venga a nuestras reuniones y disfrute de este sabor chino”. Este fue el método que usó para promover su producto barato y faccioso. Todos los cristianos deben ser uno, y la adoración de Dios debe tener un solo centro, como debía ser en el caso de los hijos de Israel. Pero los danitas usaron la ubicación estratégica de su centro de adoración como excusa para persuadir a sus vecinos a reunirse con ellos a fin de adorar a Dios. Supongamos que usted fuese vecino de los danitas y que uno de ellos le dijera: “Hermano, ¿por qué eres tan insensato que viajas hasta Silo? Estamos adorando a Dios aquí mismo en Dan. ¿Por qué no te reúnes con nosotros?”. Esto genera una atmósfera de competencia. Hoy en día, existe mucha competencia en el comercio cristiano, y cada grupo cristiano intenta vender su producto. Esto es pecado. ¡Qué lástima ver esta clase de competencia entre los cristianos de hoy! Algunos discuten con nosotros y nos preguntan: “¿Por qué se han separado ustedes de los demás?”.
Sin lugar a dudas, Silo se separó de todos los demás lugares. Silo es uno solamente con Silo. Hoy en día, algunos dicen: “¿Por qué se llaman ustedes la iglesia y dicen que los demás no lo son?”. Nosotros responderíamos: “Silo es Silo. Ningún otro lugar es Silo. En esta tierra hay un solo Silo. Los demás grupos no se llaman la iglesia. Por el contrario, han tomado otros nombres. Mientras conservan estos nombres, ello indica que no son Silo. Por el contrario, son lugares de adoración divisivos”. Dice en Jueces 18:31: “Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo”. La frase “todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo” denota competencia. Después de que Dan levantara un centro de división para competir con Silo, dicho centro nunca fue quitado. Mientras el tabernáculo se encontraba en Silo, la imagen de talla estaba en Dan. Esto indica que había competencia. Más adelante, el templo fue edificado en Jerusalén como continuación del tabernáculo. Después de que Salomón construyó el templo, Jeroboam, en la siguiente generación, estableció un ídolo más firme en Dan para competir con el templo de Jerusalén (1 R. 12:26-31). Jeroboam temía que si el pueblo iba a adorar en Jerusalén, volvería a Roboam, el rey de Judá (1 R. 12:27). “Y habiendo tenido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto. Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan” (1 R. 12:28-29). Jeroboam parecía decir al pueblo: “No necesitáis ir a Jerusalén. Tenemos un templo de adoración aquí mismo”. Sin embargo, lo que hizo era fruto del temor que tenía de perder su reino. Así que, la competencia entre Dan y Jerusalén era intensa. Primero Dan compitió con el tabernáculo, que estaba en Silo. Y luego compitió con el templo, que se edificó en Jerusalén. En el Antiguo Testamento vemos primeramente la competencia entre la imagen de talla que hizo Dan y el tabernáculo que estaba en Silo. Luego vemos la competencia del becerro de oro establecido en Dan con el templo construido en Jerusalén. Después de que el templo de Dios se edificó con solidez, el ídolo en Dan también se solidificó. El tabernáculo, en Silo, y el centro faccioso de adoración, en Dan, fueron establecidos por el pueblo. Pero el templo de Jerusalén fue edificado por un rey, Salomón, y el centro faccioso también fue fortalecido por un rey, Jeroboam. Este es un cuadro muy evidente de la competencia. Sucede lo mismo en la actualidad. Cuando la iglesia es edificada con solidez, las denominaciones también se fortalecen. La fortaleza de las denominaciones proviene de su competencia con la iglesia. Tarde o temprano, otros grupos tratarán de competir con el recobro del Señor. Ellos pueden oponerse a nosotros y criticarnos al principio, pero más adelante nos imitarán y competirán con nosotros. Hace quince años, expresiones como el espíritu vivificante y el espíritu humano no se conocían entre los cristianos de los Estados Unidos. Pero recientemente nos enteramos de que inclusive en un periódico carismático católico se usaban muchos términos del recobro del Señor. Debemos entender el verdadero significado de la apostasía. La apostasía significa ser distraído del camino correcto que consiste en seguir a Dios. La apostasía es adorar a Dios de una manera diabólica. Cuando alguien usa la adoración a Dios como pretexto para seguir un camino diabólico, ha caído en la apostasía. La Iglesia Católica Romana es una apostasía completa. Con razón se le llama la iglesia apóstata. La Iglesia Católica Romana adora a Dios, pero lo hace de una manera diabólica. Los que se encuentran en el catolicismo adoran a Dios nominalmente, pero en realidad adoran ídolos. La Iglesia Católica Romana hace exactamente lo mismo que hizo Jeroboam cuando estableció los ídolos y dijo: “He aquí tus dioses, oh Israel”. Jeroboam parecía decir: “Este es el Dios al que ustedes deben adorar”. En realidad, aquello no era Dios, sino un becerro de oro. Por tanto, la apostasía consiste en adorar a Dios de una manera falsa y diabólica. El cristianismo de hoy está lleno de apostasía. La apostasía es universal. Entre los que adoran a Dios, muchos en realidad adoran ídolos. Si usted visita una catedral católica, verá a la gente adorar ídolos que están a lo largo de las paredes y quemar velas a los que ellos llaman santos. De nombre, adoran a Dios y a Jesús, pero en realidad, adoran ídolos. Según G. H. Pember, uno de los ídolos de la Iglesia Católica Romana es Buda, el cual fue asimilado en el catolicismo bajo el nombre de San Josafat. ¡Qué terrible apostasía!
En Jueces 18:30 la expresión “para sí” es muy significativa. Muchos de los que afirman adorar a Dios, en realidad están haciendo algo para sí mismos. La apostasía consiste en hacer algo para el yo con el pretexto de adorar a Dios. Jeroboam no tenía ninguna inclinación hacia Dios. Por el contrario, su corazón estaba entregado a su pequeño imperio. Dentro de sí temía que el reino fuera devuelto a la casa de David (1 R. 12:26). El usó el nombre de Dios como pretexto, e hizo todo lo posible por preservar su imperio. Esto es apostasía. El cristianismo de hoy es una apostasía completa. Muchos laboran para sí mismos usando el nombre de Jesucristo y con el pretexto de adorar a Dios. Esta es la razón por la cual el Señor necesita el recobro. El recobro del Señor siempre ofenderá a los demás. Mientras el recobro esté aquí, los grupos facciosos quedarán convictos. Mientras el templo está en Jerusalén, el becerro de oro está bajo condenación. ¿Podía Dan amar a Jerusalén? No, era imposible que hubiera reconciliación entre Dan y Jerusalén. Muchas veces, algunas personas han venido a mí y me han dicho: “Hermano Lee, por favor no sea tan severo. ¿Por qué no es un poco más amable?”. Contesté: “¿Con quién debería ser amable yo? ¿Con la serpiente? ¿Con la víbora que tiene cuernos? ¿Con la imagen de talla? ¿Con el becerro de oro? Yo aborrezco el becerro de oro y quisiera quemar la imagen de talla y aplastar la cabeza de la víbora que tiene cuernos”. ¿Cómo podemos ser amables con la apostasía actual? No podemos transigir. No trate de transigir con la serpiente, con la víbora provista de cuernos. Si usted es amable con la víbora, quedará envenenado por ella. Si intenta ser amable con la apostasía actual, sufrirá daño. El testimonio es el testimonio, y la apostasía es la apostasía. En Jerusalén estaba el templo de Dios como Su testimonio, pero en Dan había apostasía. Tanto en la historia de la iglesia como en nuestra propia experiencia cristiana hemos visto esto. Quizá se hayan producido circunstancias en las cuales estuvimos apartados de la manera correcta de seguir a Dios y es posible que hayamos caído en una especie de apostasía. Quizá hayamos dicho que estábamos laborando para el Señor cuando en realidad estábamos trabajando con otro fin. Esto es apostasía. A Dan no le interesaban las demás tribus; él sólo se preocupaba por su propia tribu. Después de que Dan ganó la victoria y fue ensanchado, obró para sí mismo. Este fue el origen de su apostasía. Según el Antiguo Testamento, el Señor nunca olvidó la apostasía de Dan. A los ojos de Dios, éste fue el peor pecado en Su economía. Nada es más perjudicial que la división. No existe nada más destructivo que la división entre el pueblo de Dios. Los centros de adoración, que causan divisiones, generalmente se relacionan con los ídolos. Puesto que el diablo se esconde detrás de éstos, Dan se convirtió en una serpiente al establecer un ídolo. Cuando usted se vuelve tendencioso, por muy buenos que sean los motivos, habrá algo detrás de usted: la serpiente, el enemigo sutil. La historia de la iglesia testifica de esto, y nuestra experiencia lo confirma. Cuando usted no se preocupa por los demás, sino por sus propios intereses, y hace todo para sí, se encuentra donde está la serpiente. La mejor manera de evitar caer en la apostasía consiste en cuidar a los demás. Supongamos que Dan se hubiese relacionado con otras tribus y hubiese dicho: “Hermanos, ¿están ustedes de acuerdo en que yo establezca otro centro de adoración en la ciudad de Dan?”. En ese caso, los demás le habrían dicho: “Hermano, no hagas tal cosa. Deuteronomio 12, 14, 15, y 16 nos prohíbe tener otro centro de adoración para que vayamos a un solo centro”. Si Dan hubiese consultado a las demás tribus, no habría caído en la apostasía. Por ser individualista, estableció otro centro de adoración y cayó en la apostasía. Dan cayó en la apostasía porque sólo se preocupaba por sus intereses. En principio, sucede lo mismo con todo centro de adoración faccioso. Los que establecen estos centros se preocupan solamente por sus propios intereses y deseos, y no les importan los demás santos. Son como Dan, que sólo se preocupaba por su tribu, y no por las demás. Dan no sólo estableció un centro de división, sino que también ordenó “sacerdotes” asalariados (Jue. 18:30: 1 R. 12:31). Contratar personas comunes como sacerdotes era una profanación porque destruía la ordenación santa de Dios. Cuando la iglesia se degradó, muchas personas que no eran salvas fueron contratadas para servir a Dios. Esto es apostasía. En la economía neotestamentaria de Dios, los verdaderos creyentes son hechos sacerdotes de Dios (1 P. 2:9; Ap. 1:6; 5:10). No obstante, el cristianismo degradado ha establecido un sistema en el que ordenan sólo a algunos de los
creyentes como siervos de Dios, convirtiéndolos en una jerarquía clerical y relegando a los demás creyentes al laicado. Esto también es una especie de apostasía. Tener clero y laicado es una práctica apóstata que debemos aborrecer y rechazar.
II. EL RECOBRO CON GAD A. Volvió a la victoria de Cristo ¡Alabado sea el Señor porque bajo la inspiración de Dios, después de Dan, Jacob habló de Gad! En Gad vemos el recobro. Después de la apostasía de Dan, Gad vino para recobrar la victoria perdida (49:19). La victoria de Judá, el león, se perdió por la apostasía de Dan, pero Gad volvió a ganarla y aun a ensancharla. Gad no es un león joven, sino una leona que produce cachorros. El es la continuación del Judá victorioso y de Dan.
B. Ensanchado por Dios Dios se alegró mucho porque Gad había recuperado la victoria que lo ensanchó. Leemos en Deuteronomio 33:20: “Bendito El que hizo ensanchar a Gad”. Dios ensanchó a Gad, y lo ensanchó para Sí. Gad fue ensanchado para que ejecutara la justicia de Dios entre el pueblo.
C. Aplastó al enemigo por la vida productiva de Cristo Gad aplastó al enemigo con la vida productiva de Cristo. En Deuteronomio 33:20 dice: “Como leona habita, y arrebata brazo y coronilla” (heb.). Gad aplastó al enemigo no como león, sino como leona que produce cachorros. Esto implica que destruir al enemigo es un asunto corporativo. Ocurre lo mismo con nosotros hoy en día en el recobro del Señor. Somos los cachorros de león que destruyen al enemigo de una manera corporativa.
D. Cuida a los hermanos El mejor aspecto de Gad no es el simple hecho de que aplastó la cabeza del enemigo, sino que él no quería disfrutar de su victoria solo. El obtuvo la tierra del occidente del Jordán, pero no quiso disfrutarla hasta que las demás tribus hubiesen obtenido su porción de la tierra. Gad fue con las otras tribus a pelear la batalla y ganar más tierra a fin de que todas las tribus pudiesen tomar posesión de su respectiva porción. La interpretación que hallamos de esta figura en el Nuevo Testamento es ésta: siempre debemos ocuparnos de los hermanos, los miembros del Cuerpo. Durante muchos años no pude entender lo que Moisés dice en Deuteronomio 33:21: “Escoge lo mejor de la tierra para sí, porque allí le fue reservada la porción del legislador. Y vino en la delantera del pueblo; con Israel ejecutó los mandatos y los justos decretos de Jehová”. Estudié este versículo repetidas veces, particularmente la última parte, que trata de los líderes del pueblo, pero no podía entenderlo. Ahora sí lo entiendo. “Lo mejor de la tierra” se refiere a la tierra que está al occidente del Jordán. Gad escogió esa parte para sí; pero no permaneció allí para disfrutarla, sino que acompañó a los líderes del pueblo, los príncipes de las demás tribus, para pelear por el resto de la tierra. Aquí vemos la acción, el mover, del Cuerpo. Dan se cuida a sí mismo en forma individualista, pero Gad cuidó al Cuerpo colectivamente. En la iglesia hoy en día, diríamos que Gad estaba consciente del Cuerpo. La razón por la cual Gad tuvo éxito fue que hizo a un lado su propio disfrute para ocuparse del Cuerpo. Esto es justicia a los ojos de Dios. Esto es la ejecución de la justicia del Señor. En la
terminología neotestamentaria, es el cumplimiento de la voluntad de Dios. La voluntad de Dios en Su justicia estableció a Su pueblo, los hijos de Israel, en la buena tierra. Dios no quería solamente a Gad; El quería que las doce tribus se establecieran y se convirtiesen en Su reino a fin de que Sus preceptos fuesen observados. Este es el cumplimiento de la voluntad de Dios. En Romanos 12:1 y 2 dice que si presentamos nuestros cuerpos como sacrificio vivo, podremos comprobar cuál es la voluntad de Dios. Según Romanos 12, la voluntad de Dios consiste simplemente en que llevemos la vida del Cuerpo. Por lo tanto, llevar la vida del Cuerpo, cuidar de las necesidades de los demás, equivale a ejecutar la justicia de Dios observando así Sus preceptos. No hay nada tan justo como cuidar a los miembros del Cuerpo. Ningún precepto puede ser observado sin la ejecución de la justicia de Dios. Los preceptos neotestamentarios de Dios sólo pueden ser cumplidos en el Cuerpo de Cristo, el cual se edifica por el cuidado mutuo de sus miembros en justicia. El fracaso de Dan fue su individualismo. El éxito de Gad fue su espíritu corporativo, pues actuaba con los hermanos. Dan sólo estaba interesado en sí mismo, pero Gad se preocupaba por todas las tribus. Cuando usted se preocupa solamente por sus propios intereses espirituales, es Dan; pero cuando se olvida de sus propios intereses espirituales, y se ocupa de los demás hermanos, es decir, cuando cuida al Cuerpo, usted es Gad. Debemos cuidar del Cuerpo y actuar con el Cuerpo. ¿Es usted Dan o Gad? ¿Está usted solamente interesado en su localidad o en todo el Cuerpo? Si no nos ocupamos del Cuerpo, somos el Dan de hoy, y hemos caído en una especie de apostasía.
III. LA ABUNDANCIA DE ASER A. La bendición excelente y la gracia sobreabundante Después del recobro que se tiene con Gad, vemos la abundancia de Aser. El relato de Aser empieza con la bendición excelente y la gracia sobreabundante. Leamos Deuteronomio 33:24: “Bendito sobre los hijos sea Aser; sea el amado de sus hermanos”. Aser recibió la bendición excelente y la gracia sobresaliente. Muchos de nosotros podemos entender este lenguaje. En la apostasía de Dan, perdimos todas las bendiciones y la gracia, pero en la victoria de Gad, la bendición fue recobrada y volvió la gracia. Ahora con Aser, disfrutamos de la bendición excelente y de la gracia sobreabundante.
B. La rica provisión de vida En Aser vemos la rica provisión de vida. En primer lugar, Aser tiene la rica provisión para vivir y crecer. En Génesis 49:20 dice: “El pan de Aser será substancioso, y él dará deleites al rey”. Deuteronomio 33:25 indica que Aser tiene también la rica provisión de vida con la cual puede luchar y edificar. La primera parte de este versículo declara: “Hierro y bronce serán tus cerrojos”. La finalidad del pan substancioso y los deleites del rey son la vida y el crecimiento de Aser, mientras que el hierro y el bronce son minerales útiles para la guerra y la construcción. Ciertamente Aser recibió la provisión más rica.
C. La abundante suministración del Espíritu, necesaria para nuestro diario andar Aser también tiene la abundante suministración del Espíritu que necesita para su diario andar (Gá. 5:25). Deuteronomio 33:24 añade: “Y moje en aceite su pie”. Indudablemente esto es una figura. Mojar el pie en aceite significa estar lleno del Espíritu. En la tipología el aceite se refiere al Espíritu de Dios. Aser no tiene simplemente una gota de aceite, sino que tiene suficiente para mojar su pie
en él. Esto significa que en Aser, tenemos la rica y abundante suministración del Espíritu (Fil. 1:19). ¡Podemos caminar en aceite! Muchas veces en el recobro del Señor he tenido la sensación de estar caminando en aceite. Yo adoro al Señor, le agradezco y le alabo, diciendo: “Señor, esto es muy rico. La suministración del Espíritu que aquí recibimos es muy rica. ¡Nuestro aceite es abundantísimo!”. ¿Tiene usted aceite en donde mojar el pie? Nosotros sí lo tenemos. Tenemos el pan substancioso, los deleites reales y el rico y abundante aceite en el cual mojamos nuestros pies.
D. El descanso absoluto con paz, fortaleza, seguridad y abundancia Deuteronomio 33:25 dice en cuanto a Aser: “Y como tus días serán tus fuerzas [lit., será tu reposo]”. Cuando tenemos la bendición excelente y la gracia que sobreabunda, la rica provisión de vida y la abundante suministración del Espíritu, tenemos el descanso absoluto con paz, fortaleza, seguridad y abundancia. Esta es la experiencia a la que alude Pablo en Filipenses 4:11-13. El estaba contento en cualquier situación. Puedo testificar que esta semana he sentido en lo profundo de mi ser que camino en aceite, y que tengo satisfacción, paz y reposo. También he estado lleno de fortaleza. Así que tengo seguridad y abundancia. El Señor es mi pastor, y no me falta nada, no carezco de nada (Sal. 23:1). En lugar de escasez, tengo abundancia. Tengo pan substancioso, deleites reales, abundancia de aceite y en mis cerrojos hierro y bronce. En todas partes hay provisión. De modo que estoy sano y a salvo, y tengo reposo y fortaleza. ¿Tiene usted la confianza de decir que tiene esta seguridad y esta abundancia? ¿O diría usted que esta mañana su esposa le causó dificultades y que a duras penas pudo soportarlo? Usted debería decir: “Esta mañana, mi esposa me causó dificultades; pero alabo al Señor porque camino en aceite abundante. Ahora tengo descanso, paz, seguridad, fortaleza y abundancia. Mi fortaleza dura tanto como mis días. Como mis días, así será mi descanso, mi seguridad y mi abundancia”. Esta es la experiencia de Aser.
IV. LA CONSUMACION CON NEFTALI Aser es maravilloso, pero aun así no es el final de la profecía que dio Jacob con bendición. Después de Aser viene Neftalí (49:21). ¡Qué bueno que Jacob tuvo doce hijos! Este número es en verdad suficiente; es suficiente por la eternidad. Cuando Jacob necesitó a alguien que representara a los pecadores, allí estaba Rubén. Para representar la maldad y la crueldad, tenía a Simeón. Para representar la victoria de Cristo, tenía a Judá. También tenía a Dan, quien representaba la apostasía, a Gad, que representaba el recobro, y Aser, quien describe la abundancia. Ahora llegamos a Neftalí.
A. Experimentar al Cristo resucitado y pronunciar dichos de vida hermosos y agradables En Génesis 49:21 leemos: “Neftalí, cierva suelta, que pronunciará dichos hermosos”. En esta bendición profética Jacob usó muchos animales como figuras: un león, una leona, un asno, el pollino de un asno, una serpiente, una víbora con cuernos y una cierva. Neftalí no es ni león ni asno, sino una cierva. Le damos gracias a Dios por Su creación y por la poesía de Jacob. Una cierva es un animal hermoso, muy vivo y activo. Una cierva no es orgullosa ni muy grande, pero es bastante fuerte, capaz de brincar sobre la cima de los montes. Según el texto hebreo, el título del salmo 22 habla de la cierva de la mañana. Hace años, oí un mensaje que dio el hermano Nee en el cual decía que la cierva de la mañana representa al Cristo resucitado. El salmo 22 habla primeramente de la muerte de Cristo en la cruz. Luego, a partir del versículo 22, pasa a Su resurrección. Leemos en Salmos 22:22: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré”. Esto indica que en Su resurrección, Cristo declaró el nombre del Padre a Sus hermanos y lo alabó
en medio de la congregación, la iglesia. Por tanto, este salmo conduce finalmente a la resurrección de Cristo como cierva de la mañana. La resurrección es, sin duda, una mañana, y Cristo en Su resurrección es la cierva de la mañana. Génesis 49:21 afirma que Neftalí, como cierva, pronuncia dichos hermosos. Cuando yo era joven, no entendía la relación que existe entre la cierva y los dichos hermosos. Parecía que estas cosas estaban totalmente desconectadas. Pero ahora podemos ver el resultado de esto en nuestra experiencia espiritual. Cuando uno experimenta a Cristo como Aquel que ha resucitado, se llena de dichos hermosos que lo entusiasman a uno. En lugar de propagar chismes, brotan aguas vivas del interior de uno por medio de las palabras que profiere. Eso significa que todas las palabras de uno son ríos que brotan del Cristo resucitado. En Mateo 28 y en Hechos 2 vemos que los dichos hermosos están estrechamente relacionados con el Cristo resucitado. Después de resucitar, Cristo pidió a los discípulos que se encontraran con El en cierto monte, y allí los exhortó a ir y a proclamar al Cristo resucitado, no a proferir palabras naturales (Mt. 28:16, 18-20). Por tanto, en el día de Pentecostés Pedro se levantó para proferir dichos hermosos (Hch. 2:32-36). Aquel día el mensaje de Pedro demostró que él había experimentado al Cristo resucitado. Puesto que había experimentado al Cristo resucitado, sus dientes se emblanquecieron. Todos los dichos hermosos, las palabras agradables, ricas y alegres, las palabras de vida, proceden de experimentar al Cristo resucitado. Cuanto más experimentamos al Cristo resucitado, más tenemos de que hablar. Nunca podremos guardar silencio. Todo aquel que experimenta al Cristo resucitado rebosará de dichos hermosos. Esto no significa que debamos ser locuaces. Significa que por estar llenos de Cristo rebosamos y siempre tenemos algo que decir. Cristo es la palabra de Dios, la palabra de vida y la palabra que es espíritu. Estoy lleno del Cristo resucitado; por tanto, tengo mucho que declarar. Este principio radica en que siempre declaramos lo que nos llena. La palabra que hablamos procede de la abundancia de nuestro ser interior. Cuando nuestro ser interior está lleno de Cristo debemos hablar; si no, reventamos. Ahora podemos entender por qué Neftalí, una cierva suelta, pronuncia dichos hermosos. Por haber experimentado a Cristo, está lleno de dichos hermosos.
B. Satisfecho con la gracia de Dios y lleno de Su bendición Leemos en Deuteronomio 33:23: “Neftalí, saciado de favores, y lleno de la bendición de Jehová”. Estos favores y esta bendición ligan a Neftalí con Aser, quien es más bendecido que los hijos y favorecido entre sus hermanos. En el recobro del Señor, a diario somos saciados de la rica gracia y llenos de la bendición de Dios, la cual no se refiere a bendiciones materiales, sino a la bendición que hay en el Espíritu, en vida, en los lugares celestiales. ¡Qué gracia hemos probado y que bendición hemos disfrutado desde que entramos en la vida de iglesia! Todos podemos testificar que en el recobro del Señor, estamos satisfechos con la rica gracia y estamos llenos de la rica bendición (1 Co. 15:10; 2 Co. 13:14).
C. Tomó posesión de la tierra para el Señor Deuteronomio 33:23 también dice que Neftalí “posee el occidente y el sur”. Neftalí poseerá el occidente, que es el mar, el mundo gentil, y el sur, que se refiere a la tierra, la nación de Israel. Esto significa que Neftalí poseerá la tierra. El Cristo resucitado que experimentamos es el que tomará posesión de la tierra. Al final del salmo 22 vemos que el Cristo resucitado poseerá las naciones. En Salmos 22:27 dice: “Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti”. Todas las naciones se someterán a El, le obedecerán y le adorarán. Neftalí, aquel que experimenta al Cristo resucitado, poseerá la tierra y el mar. Cuando experimentamos verdaderamente a Cristo en resurrección, podemos tomar posesión de la tierra al predicar a Cristo (Mt. 28:19; Hch. 1:8; Ro. 15:19).
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO CUATRO LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (6) En este mensaje llegamos al último grupo de los doce hijos de Jacob mencionados en su profecía con bendición, el grupo compuesto de José y Benjamín (Gn. 49:22-27). Las tribus de los doce hijos de Jacob en el Antiguo Testamento siempre se describen en grupos. En Números 2 vemos la distribución de las doce tribus alrededor del tabernáculo: Judá, Isacar y Zabulón al oriente; Rubén, Simeón y Gad al sur; Efraín, Manasés y Benjamín al occidente; y Dan, Aser y Neftalí al norte. Entre los doce hijos de Jacob, sólo tres tipificaban a Cristo; ellos fueron Judá, José y Benjamín. Judá tipificaba a Cristo como el león victorioso. José tipificaba a Cristo como el Hijo amado del Padre con todas las riquezas que alimentan al mundo. Benjamín tipificaba al Cristo ascendido y exaltado. Cuando él nació, su madre lo llamó Benoni, que significa “hijo de aflicción”, pero su padre le cambió el nombre por Benjamín, que significa “hijo de la diestra”. Por consiguiente, Judá, José y Benjamín tipifican plenamente a Cristo. Rubén era el primogénito, pero perdió la primogenitura por su contaminación. Por consiguiente, en la administración de Dios, Judá tomaba la iniciativa. Pero sin José y sin Benjamín la historia y el significado de las doce tribus de Jacob no tendría conclusión. José y Benjamín proporcionaron una conclusión apropiada y completa de la historia de los doce hijos de Jacob. Los doce hijos de Jacob tipifican el conjunto del pueblo de Dios, incluyéndonos a todos nosotros. Ya vimos que la historia del pueblo de Dios empieza con los pecadores, pues todos éramos pecadores como Rubén, Simeón y Leví. Rubén estaba lleno de lujuria, y Simeón y Leví estaban llenos de ira. Por tanto, la historia del pueblo de Dios empezó con pecadores llenos de lujuria y de ira. Luego vino Cristo, tipificado por Judá. Más adelante, aparece Neftalí como una cierva suelta que pronuncia dichos hermosos. Si la historia del pueblo de Dios hubiese terminado con Neftalí, sería buena, pero insuficiente. Se necesitan a José y a Benjamín para una conclusión adecuada. La historia del pueblo de Dios empieza con los pecadores. Finalmente, estos pecadores son transformados en Leví con el sacerdocio y en Judá con el reinado. Entonces Neftalí, el Cristo resucitado, pronuncia dichos hermosos. Esto significa que antes éramos Rubén y Simeón, pero que debemos ser transformados en Leví, Judá y Neftalí. Además, debemos seguir adelante y
convertirnos en José y Benjamín. Antes de considerar los aspectos significativos de José y de Benjamín, quisiera destacar que José y Benjamín, dos hijos nacidos de la misma madre, Raquel, son dos aspectos de una sola persona. Cuando Jacob vio a Raquel, se enamoró de ella, y su corazón se apegó a ella. Sin embargo, no se casó con Raquel primero, sino con Lea, la cual le dio seis hijos. Aunque las siervas de Raquel y Lea también engendraron hijos, Raquel no engendró ningún hijo antes de que nacieran diez hijos. Entonces Raquel dio a luz a José, cuyo nombre indicaba que otro hijo había de venir. Esto significa que José no estaba completo en sí mismo, pues necesitaba otra parte. Benjamín fue su complemento. Por consiguiente, José y Benjamín son uno solo. Si usted lee el Antiguo Testamento, leerá que José y Benjamín van juntos como una sola unidad. Finalmente, José recibió la primogenitura y mediante sus dos hijos, Efraín y Manasés, heredó la doble porción de la tierra. De esta manera, José se convirtió en dos tribus, Efraín y Manasés. Además, la tribu de Manasés, recibió dos porciones de la tierra: la mitad de esta tribu recibió tierras al oriente del río Jordán, y la otra mitad al occidente. José y Benjamín son uno solo. El hecho de que José fuera el undécimo hijo, y que Benjamín fuese el duodécimo indica que tenían una estrecha relación en la secuencia histórica. Por tanto, entre los doce hijos, José y Benjamín constituyeron el último par. Más adelante, se convirtieron en tres tribus, a saber: Efraín, Manasés y Benjamín, las cuales acampaban detrás de la morada de Dios. Judá era la tribu que iba adelante, enfrente del tabernáculo; mientras que José iba detrás. Consideremos ahora los aspectos significativos de este grupo. José fue fiel y tuvo una victoria completa. Según el relato del Antiguo Testamento, José fue el primer hombre perfecto. Antes de él, nadie fue perfecto, ni siquiera Noé. En José no encontramos ninguna falta; él era totalmente perfecto en su comportamiento. José era perfecto porque tenía una victoria completa. Además, el Antiguo Testamento compara a José con un toro lleno de vigor (Dt. 33:17). El no fue un león salvaje ni un lobo amenazante, sino un toro lleno de energía. Por ser un toro, José tenía dos cuernos, que eran Efraín y Manasés. Con estos dos cuernos, José embestirá a los pueblos empujándolos hasta los confines de la tierra. Esto indica que José es fuerte y victorioso. José también confiaba en Dios y creía en El. Dios lo bendijo porque era perfecto y victorioso, y porque José confiaba en El. En la Biblia nadie recibió una bendición más grande que la suya. Como veremos, él recibió diez bendiciones en el tiempo y en el espacio, lo cual abarca tanto la eternidad pasada como la eternidad futura, y desde los cielos hasta la tierra. José lo recibió todo. El universo entero llegó a ser una bendición para él. Benjamín es descrito como un lobo arrebatador (Gn. 49:27). Vemos también que la morada de Dios estaba con Benjamín (Dt. 33:12). Por consiguiente, la profecía que dio Jacob con bendición, termina hablando de la plenitud de la bendición universal y de la morada de Dios. El fin de Génesis 49 requiere Apocalipsis 21 y 22 para su pleno desarrollo.
(13) En cuanto a José (a) Un hijo de un árbol fructífero junto a una fuente Dice en Génesis 49:22: “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro”. Primero, José es hijo de un árbol fructífero. Por supuesto, este hijo es la rama del árbol. Si José es la rama, el hijo, entonces el árbol fructífero debe de ser Jacob. Según el relato bíblico, antes de Jacob, nadie tuvo doce hijos (ese es el número del cumplimiento eterno). El hecho de que Jacob tuviera doce hijos significa que era muy fructífero. Jacob era hijo de Isaac, e Isaac de Abraham, el padre del linaje llamado. En la Biblia a Dios se le llama el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (Ex. 3:6; Mt. 22:32). Este título también es el título del Dios Triuno. El Dios de Abraham se refiere a Dios el Padre; el Dios de Isaac, a Dios el Hijo; y el Dios de Jacob, a Dios el Espíritu. Como ya lo mencionamos, no debemos considerar a Abraham, Isaac y
Jacob como tres personas distintas, sino como tres aspectos de una sola persona. Del mismo modo, los tres del Dios Triuno, son tres en uno. Jacob representa la venida del Espíritu, el tercero del Dios Triuno. El Padre estaba en el Hijo, y el Hijo llegó a ser el Espíritu. Por tanto, el Espíritu brota de nuestro Dios. Si tocamos el espíritu de la Biblia, veremos que como persona fructífera Jacob representa al Dios que produce. Dios es el árbol fructífero. Esto se demuestra en el capítulo quince de Juan, donde Cristo declara que El es la vid. Cristo como corporificación de Dios es el árbol que produce fruto. El es verdaderamente fructífero. Aquí en Génesis 49 vemos un hijo de este árbol. El hijo de Dios es la ramificación de Dios. Por esta razón, en el Antiguo Testamento, Cristo es llamado el renuevo (Jer. 23:5; Zac. 6:12). La Biblia es profunda y va más allá de nuestra comprensión. Por una parte, la Biblia afirma que Cristo es un árbol; por otra, declara que El es la rama. Entonces ¿es El el árbol o la rama? Es ambos: como corporificación de Dios, es el árbol, pero como ramificación de Dios, es la rama. José tipifica a Cristo, pues también era hijo de un árbol fructífero; era la ramificación de Dios. José fue la ramificación de Dios. Como todos sabemos, la rama de un árbol forma parte del árbol. De manera que José, el hijo de Jacob, formaba parte de Jacob, el padre fructífero. En lenguaje figurativo, José fue Cristo como el hijo de Dios que era la ramificación del Dios fructífero. El versículo 22 afirma que José es hijo de un árbol fructífero que está junto a una fuente. La fuente es Dios; el árbol es Dios; y la fuente también es Dios; todos estos son Dios. Jacob tipifica el árbol fructífero, que vive junto a Dios como fuente. Un árbol necesita agua. Si tiene agua, crece y es fructífero. Jacob se dio cuenta de que era Dios como fuente quien lo había hecho fructífero. Aquí vemos que José como hijo de Jacob distribuye todas las riquezas de este árbol, las cuales proceden de la fuente.
(b) Sus ramas se extienden sobre el muro El hijo de este árbol fructífero, la rama, tiene ramificaciones que se extienden sobre el muro. El capítulo cuarenta y nueve está lleno de figuras. En el versículo 22 tenemos un huerto, un muro y un árbol en el lado interior del muro. La rama de este árbol tiene muchas ramificaciones, y éstas se extienden sobre el muro. Según la tipología, esto significa que Jacob iba más allá del muro. El no se limitó a la buena tierra, sino que se extendió sobre el muro hasta Egipto, yendo más allá de los límites de la buena tierra, a otra región. Hoy en día, Cristo como el José que está en nosotros se extiende sobre el muro limitante. Este no puede restringir la extensión de José; no puede limitar la ramificación de esta rama. Tenemos a este José en nosotros. Esto significa que tenemos a Cristo en nosotros como el José de hoy. Nuestro José tiene muchas ramas que se extienden sobre este muro. Estas ramas se extienden sobre todas las restricciones; por ejemplo, las limitaciones de la familia, el estudio, o la oposición. Por muy alto que sea el muro, las ramas de José se extenderán sobre él. Por muy alta que sea la pared de oposición, el Cristo que vive en nosotros se extenderá sobre el muro por medio de las muchas ramas.
(c) Asediado por los arqueros El versículo 23 declara: “Le causaron amargura, le asaetearon, y le aborrecieron los arqueros”. Esto se refiere a los sufrimientos de José. Sus hermanos eran como arqueros que lo atacaban y le disparaban flechas. Cuando ellos apacentaban el rebaño de Jacob, éste mandó a José a visitarlos, y ellos lo estaban acechando. Cuando él llegó, ellos le echaron mano.
(d) Su arco se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron No obstante, los hermanos de José no ganaron la victoria sobre él. Leamos el versículo 24: “Mas su
arco se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob (por el nombre del Pastor, la Roca de Israel)”. Los hermanos de José no tuvieron la victoria porque el arco de José se mantuvo poderoso y los brazos de sus manos se fortalecieron y se hicieron ágiles por las manos del Fuerte de Jacob. El Fuerte de Jacob era el Pastor de Jacob y su Roca. Jacob tenía un pastor que lo cuidaba y una piedra sobre la cual se cimentaba. El Pastor y la Roca eran el Fuerte de Jacob. José se fortaleció por medio del Fuerte de su padre.
(e) Lo ayudó el Dios de su padre y fue bendecido por el que todo lo provee El Dios del padre de Jacob lo ayudó, y lo bendijo el que todo lo provee. El versículo 25 añade: “Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá”. Cuando combinamos las bendiciones mencionadas en Génesis 49:25-26 con las de Deuteronomio 33:13-16, vemos que las bendiciones concedidas a José tenían diez aspectos. Primero, él fue bendecido con las cosas preciosas de los cielos (Dt. 33:13). Sin lugar a dudas, parte de las cosas preciosas de los cielos debería incluir la lluvia y la nieve. En segundo lugar, fue bendecido con el rocío. Tercero, fue bendecido con la bendición de la profundidad que está debajo. Esto se refiere a los arroyos, las fuentes y las aguas que hay debajo de la tierra. Cuarto, fue bendecido con los preciosos frutos producidos por el sol (Dt. 33:14). Después de eso, como quinta bendición, recibió la bendición del rico producto de la luna. Necesitamos el sol, que tipifica a Cristo, y la luna que tipifica la iglesia. Cristo produce algunos frutos, y algunas cosas preciosas son producidas por la iglesia. Todo eso se encontraba entre las bendiciones que recibió José. La sexta bendición que recibió José fue la bendición del mejor fruto de los montes antiguos, y la séptima era la abundancia de los collados eternos (Dt. 33:15). En todas estas bendiciones, se incluyen el tiempo y el espacio. Se abarca todo el tiempo desde los tiempos antiguos hasta la eternidad, y todo el espacio desde los cielos hasta la tierra, incluyendo la profundidad que está debajo de la tierra. Esto indica que todas las buenas cosas del universo se han convertido en bendiciones para José. La octava bendición incluye lo precioso de la tierra y su plenitud (Dt. 33:16). Esto debe de incluir minerales como el oro y la plata. La novena bendición se menciona en Génesis 49:25: “Con bendiciones de los pechos y del vientre”. Las bendiciones del vientre se refieren a engendrar, y las bendiciones de los pechos, a nutrir. Estas bendiciones aluden a la producción de vida. Esta es la única bendición que pertenece a la vida. La décima bendición es “la gracia del que habitó en la zarza” (Dt. 33:16). Más adelante veremos que el que habitó en la zarza (Ex. 3:4) morará en el templo, en la iglesia y, luego, en la Nueva Jerusalén. Todas las zarzas se transformarán en piedras preciosas. Anteriormente, Dios moraba entre las zarzas. Pero al final, morará entre las piedras preciosas de la Nueva Jerusalén. Este es el deseo mismo que tiene Dios en Su corazón; éste es Su beneplácito. Todas estas cosas quedan incluidas en la bendición universal que recibió José. La bendición más grande es la morada del que habitó en la zarza. La morada de Dios entre nosotros es la bendición primordial. Suponga que su padre le da muchas cosas y luego lo abandona y se va. Esto no sería muy bueno. El Padre nos ha dado mucho, pero al final nos da Su máxima bendición: Su morada. Mientras leemos la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis, vemos que Dios nos ha dado muchas cosas buenas. No obstante, lo que Dios nos da al final es Su morada. Todas estas bendiciones son la herencia de Cristo. Hebreos 1:2 afirma que Dios designó a Cristo como heredero de todas las cosas. Todas las cosas buenas en el tiempo y en el espacio son la herencia de Cristo. Esta es la bendición que Dios da a Cristo. Y nosotros somos los socios de Cristo y participamos de Su herencia. Aquí José representa a Cristo. Todas las bendiciones del Padre son para El. En el Nuevo Testamento vemos que todas las cosas fueron dadas al Hijo. Son las bendiciones en el espacio, en el tiempo y en la vida. Todo eso es la herencia de Cristo, y nosotros Sus compañeros nos unimos a El para heredar todas estas bendiciones. No se trata simplemente de la salvación ni del reino. Todas las cosas contenidas en el tiempo desde la antigüedad hasta la eternidad, todo el espacio desde los cielos hasta las partes debajo de la tierra, y todos los aspectos de
la producción y la alimentación de la vida son las bendiciones que recibió Cristo. Este Cristo era quien estaba apartado de Sus hermanos (Gn. 49:26). La palabra hebrea traducida apartado es la misma que se traduce nazareo. Según Número 6, algunos israelitas fueron apartados de los demás para consagrarse totalmente a Dios. José fue uno de ellos. El fue el primer nazareo en la Biblia, el primer apartado de sus hermanos, pero Cristo fue el verdadero nazareo, apartado de todo el pueblo. Por tanto, José tipificaba a Cristo como nazareo, aquel que era apartado de la gente común para vivir consagrado totalmente a Dios. Aquel que se apartó recibió la bendición de todo el universo. La bendición universal corona la cabeza de este nazareo.
(f) Como primogénito de un toro es su gloria, y sus astas como astas de búfalo Dice en Deuteronomio 33:17: “Como el primogénito de su toro es su gloria, y sus astas como astas de búfalo; con ellas acorneará a los pueblos juntos hasta los fines de la tierra; ellos son los diez millares de Efraín, y ellos son los millares de Manasés”. José era fuerte, como el primogénito de un toro. Este toro tiene dos cuernos, uno es Efraín, y el otro Manasés. Con estos dos cuernos, el toro empujará a los pueblos hasta los fines de la tierra. Eso también es un cuadro de Cristo. Cristo es un toro fuerte que tiene dos cuernos con los cuales acornea a los pueblos según Su deseo. Esto se producirá cuando El vuelva. Hoy en día, los pueblos están esparcidos y se están extendiendo. Pero llegará el día en que Cristo como el toro fuerte acorneará a los pueblos. El puede decir: “Vosotros los rusos y las demás naciones, no os extendáis más. Les empujaré hasta los fines de la tierra”. Recuerde que Génesis 49 es un relato profético de toda la historia del pueblo de Dios, empezando por los pecadores y terminando con el Cristo que hereda todas las cosas y que tomará toda la tierra. Cristo no es solamente fructífero, victorioso, y bendecido a lo sumo; también tiene toda la fuerza para acornear a los pueblos de la tierra según Su propósito. Durante siglos, los rusos, quienes habitan en una región fría, han intentado extenderse hacia el sur, hacia el mar Mediterráneo. Cuando intentaron llegar al golfo Pérsico, los británicos los combatieron; entonces construyeron el ferrocarril Transiberiano hasta el Lejano Oriente para poder llegar al mar, y después construyeron el ferrocarril de Manchuria que los comunica con el Pacífico. No obstante, los británicos ayudaron a los japoneses a vencerlos. Hoy en día, los rusos intentan llegar al mar Mediterráneo y al mar Rojo. Por esta razón, Egipto es muy importante. La intención oculta de los rusos es apoderarse de la buena tierra, incluyendo a Jerusalén. Finalmente, Cristo, el toro fuerte, vendrá con dos cuernos y empujará a los rusos hasta la región del norte. El puede decir: “Rusos, vuestro destino consiste en vivir en una región fría. No procuréis bajar al mar Mediterráneo que está reservado eternamente para Mi pueblo”. Este toro fuerte acorneará a los rusos y a los demás pueblos a lo sumo. Si usted piensa que lo que digo no tiene sentido, espere y verá. Tarde o temprano, esto sucederá. El centro crucial de las relaciones internacionales hoy en día es el Medio Oriente, y muchas naciones desean extenderse hacia esa región. Sin embargo, José, el toro fuerte, vendrá con los diez millares de Efraín y con los millares de Manasés para empujar a los pueblos hasta los fines de la tierra. El puede decir: “¡Salid del mar Mediterráneo, esta región es para Mi pueblo. No debéis venir aquí!”.
(14) En cuanto a Benjamín (a) Un lobo arrebatador Ahora llegamos a los dos puntos principales acerca de Benjamín. Leemos en Génesis 49:27: “Benjamín es lobo arrebatador; a la mañana comerá la presa, y a la tarde repartirá los despojos”. En hebreo la palabra traducida arrebatar significa despedazar. Durante años, me molestó la palabra lobo de este versículo. Un león o un tigre parece positivo, pero un lobo no lo es. Aun así, Cristo no
es solamente el león vencedor, sino también el lobo arrebatador. Benjamín, un lobo arrebatador también tipifica a Cristo. Por consiguiente, esta alusión a un lobo es positiva y no negativa. Por la mañana, él comerá la presa, y por la tarde, repartirá los despojos, es decir, preparará los despojos para la comida de la mañana siguiente. Esto significa que Cristo no es solamente el que vence, sino también el que arrebata, el que come a Su enemigo.
(b) Habitará cerca del Señor, y el Señor lo cubrirá siempre y entre sus hombros morará Deuteronomio 33:12, hablando de Benjamín, dice: “El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. Las palabras “cerca de él” indican que Benjamín será vecino del Señor; él morará al lado del Señor. Por morar cerca del Señor, estará a salvo. Ciertamente, cualquiera que more junto al Señor, morará seguro. Este versículo también indica que el Señor cubrirá o abrigará siempre a Benjamín y que éste morará entre sus hombros. Debemos destacar que Jerusalén no estaba ubicada en el territorio de Judá, sino en el territorio de Benjamín (Jue. 1:21). Si usted mira un mapa, verá que el territorio de Benjamín se encuentra entre dos salientes hacia el sur y que entre estas dos salientes de Benjamín se encontraba Jerusalén, donde estaba el templo, la morada del Señor. La morada del Señor era una cubierta que cobijaba a Benjamín todo el tiempo, como el Señor cubrirá a Su pueblo por la eternidad con Su tabernáculo (Ap. 7:15). Hoy en día, la iglesia, la morada del Señor, también es una cubierta que resguarda a quienes conforman la iglesia. Entre los doce hijos de Jacob, el primero era un pecador, y el último vino a ser la morada de Dios. En el capítulo tres de Génesis, todos éramos pecadores, pero al final de la Biblia, en Apocalipsis 21 y 22, todos nos convertimos en Benjamín, la morada de Dios. Esta es la razón por la cual dije que sin José y sin Benjamín, no existiría una conclusión adecuada para la historia del pueblo de Dios. Aun así, en José vemos que Cristo recibe la bendición más completa del universo, y en Benjamín notamos que Dios mora entre Su pueblo escogido. Esta es la Nueva Jerusalén y el cielo nuevo y la tierra nueva. El cielo nuevo y la tierra nueva son la esfera en la cual toda bendición es derramada sobre Cristo. Todo lo que contiene esta nueva esfera forma parte de la bendición otorgada a Cristo, y en esta esfera habrá un lugar particular, la Nueva Jerusalén, que será la morada eterna de Dios. Todo esto se ve en las vidas de José y de Benjamín. En la actualidad estamos en la vida de iglesia y, con el tiempo, estaremos en la Nueva Jerusalén. ¿Sabe usted quién estará allí? José y Benjamín. En la vida apropiada de iglesia hoy no se encuentran ni Rubén ni Simeón. Finalmente, en la vida de iglesia, sólo tendremos a José y a Benjamín, es decir, la bendición del Señor y la morada de Dios. Llegará el tiempo cuando la iglesia será solamente José y Benjamín. La iglesia se encontrará bajo la bendición universal de Dios y será Su morada. La conclusión de toda la Biblia como historia del pueblo de Dios es la bendición universal y la eterna morada de Dios. El cielo nuevo y la tierra nueva, junto con la Nueva Jerusalén, describen una bendición universal heredada por Cristo y la morada de Dios. Iremos hasta el final, desde Rubén hasta Benjamín. Desde los pecadores hasta la habitación de Dios. José es una señal de la plena bendición de Dios, y Benjamín es una señal de la morada eterna de Dios. En las iglesias hoy en día tenemos una miniatura de lo que habrá en los cielos nuevos y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén; pues estamos disfrutando del anticipo de la plena bendición, y somos la morada de Dios. En cierto sentido, todos somos José y Benjamín. Somos un pueblo bendecido y somos la morada de Dios. Esto es lo que significan José y Benjamín.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO CINCO EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE JOSE Y DE BENJAMIN (1) Llegué a conocer la historia de los doce hijos de Jacob mucho antes de entender cuán dulce y maravillosa era. Cuanto más tiempo le dedico a Génesis 49, más valoro a esos doce hijos. Vale la pena estudiar la historia de ellos. Los primeros cuatro hijos: Rubén, Simeón, Leví y Judá, eran pecadores; mientras que José y Benjamín, los últimos dos, no tenían ni mancha ni defecto; eran perfectos. Entre los primeros cuatro hijos y los últimos dos, tenemos otros seis. En Dan vemos la apostasía; en Gad, el recobro; en Aser, la abundancia; y en Neftalí la resurrección. Si usted junta el relato de estos doce hijos según Génesis 49, tendrá un retrato de usted mismo. Por una parte, cuando examino los doce hijos de Jacob, me sorprenden; por otra, le doy gracias a Dios, porque en ellos veo un cuadro de mí mismo. Veo también al Cristo que he experimentado, y la salvación y la transformación que están en El. Anteriormente todos éramos Rubén, Simeón, Leví y Judá, pero ahora somos José y Benjamín. Dos pecadores: Leví y Judá, fueron trasladados a algo positivo. Leví fue trasladado al sacerdocio, y Judá al reinado. Por lo tanto, entre los doce hijos de Jacob llegamos a tener el sacerdocio, el reinado y la máxima consumación, la cual vemos en José y Benjamín. En el siguiente mensaje veremos que la consumación consta de dos cosas: la bendición y la morada. Seremos plenamente introducidos en la bendición universal al estar sometidos a Dios, y entonces nos convertiremos en Su morada. Los pecadores se convierten en sacerdotes y reyes de Dios y llegan a recibir Su bendición universal y se convierten en Su morada eterna. Si comprendiéramos el significado de este relato, elevaríamos la voz y alabaríamos al Señor. Diríamos: “¡Antes yo era un Rubén, pero ahora yo soy un Leví, un Judá, un José y un Benjamín!”. Por la eternidad, seremos reyes, estaremos bajo la bendición de Dios y seremos Su morada. ¿Había pensado usted alguna vez que la Biblia podía ser tan maravillosa? ¿Ha visto alguna vez que en un solo capítulo, el capítulo 49, podemos ver un resumen de toda la Biblia y de la historia de los doce hijos de Jacob, de la nación de Israel, de la iglesia, y de nuestra propia historia espiritual? Todo está allí. Este capítulo es poético y muy profundo, pero a la vez bastante sencillo. Es todo inclusivo. Incluye toda la Biblia; abarca la historia de las doce tribus; presenta la historia de la iglesia y describe nuestra historia personal. ¡Cuán maravilloso es esto! Sin lugar a dudas, dicho capítulo resume la relación que hay entre Dios y Su pueblo escogido. Esta relación empieza con los pecadores, sigue con la transformación, y finalmente llega a su consumación, la cual es la bendición y la morada de Dios. Entre los doce hijos de Jacob, existen varias clases de personas. Le doy muchas gracias al Señor por haberle dado doce hijos a Jacob. ¿Qué habría pasado si Jacob sólo hubiese tenido un hijo? A los ojos de Dios, Abraham e Isaac tuvieron solamente un hijo, pues para Dios sólo cuentan Isaac y Jacob, y no Ismael ni Esaú. Pero Dios requería doce tribus para llevar a cabo Su economía. Por esta razón, Jacob debía tener doce hijos. Diez tribus tampoco habrían sido suficientes. Un día, después de la muerte de Salomón, el reino de Israel se dividió en dos: diez tribus de una parte y dos de otra. Sin embargo, estas diez tribus no eran suficientes; tenían que ser doce. Debemos recordar los nombres de los doce hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Zabulón, Isacar, Dan, Gad, Aser,
Neftalí, José y Benjamín. En este mensaje vamos a examinar parte del significado espiritual de José y de Benjamín, y hablaremos de tres asuntos: la capacidad de fructificar, la victoria y la confianza. En el mensaje siguiente consideraremos la bendición y la morada.
I. FRUCTIFERO A. La rama de un árbol fructífero Vemos en Génesis 49:22: “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro”. José era muy fructífero, y estaba totalmente ocupado en producir frutos; no tenía tiempo para nada más. El no tenía tiempo de discutir con sus hermanos ni de pelear con los demás. La gente llega a estar ocupada con cosas negativas porque no está plenamente ocupada con cosas positivas. No conviene que muchos santos se reúnan sin estar plenamente ocupados. En dado caso, por no estar ocupados por cosas positivas, espontáneamente estarán ocupados con cosas negativas, así como el hombre de Mateo 12 estaba vacío y llegó a estar poseído de siete demonios (vs. 43-45). Ese hombre era como una casa limpia y vacía. Muchos santos están limpios, pero vacíos, desocupados. Esta es la razón por la cual penetran las cosas negativas. Los santos deben estar ocupados en las cosas positivas. Entonces no tendrán lugar, tiempo ni energías para cosas como los chismes. Difundir chismes demuestra que no usamos toda nuestra energía. Pero José no era una persona desocupada. Como lo veremos en los siguientes mensajes, desde su juventud él estuvo ocupado con cosas positivas. El se ocupaba en la voluntad de su padre, la intención de él, sus intereses y su comisión. Por tanto, nada malo podía entrar en él. En un cuarto lleno de veinte personas, ningún perro se atrevería a entrar. Pero si el cuarto está vacío, los perros intentarán entrar. La mejor manera de apartar a los santos de las cosas negativas consiste en llenarlos de cosas positivas. Repito que José desde su juventud estaba plenamente ocupado en cosas positivas, principalmente en ser fructífero. Cuando el padre de José, sus once hermanos con sus familias bajaron a Egipto, se convirtieron en los canales de la extensión de los frutos de José. En ese entonces, en Egipto no se producía simplemente una ramificación personal, sino la extensión de la administración de Dios efectuada con setenta personas. José era muy fructífero. El mundo entero se encontraba bajo la ramificación de José. José era un cuadro, una figura. Esto indica que el cumplimiento debe de hallarse en la iglesia. Quienes constituyen la iglesia deben ser el pueblo más fructífero. El capítulo dos de Hechos revela lo fructífero que era Pedro y los demás apóstoles. En el transcurso de los siglos, todos los que amaron al Señor y estuvieron ocupados en El, también fueron fructíferos. El versículo 22 afirma que José era el retoño de un árbol fructífero. Retoño se refiere a una rama. La mayoría de las versiones traducen la palabra hebrea como rama. Esto significa que José era una rama de un árbol fructífero. En todo el universo hay un solo árbol fructífero, el cual es Cristo. Como renuevo de Dios, Cristo es un árbol fructífero. En Zacarías 6:12 leemos: “He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo”. Este renuevo es Cristo. Cristo como rama de Dios ha ramificado a Dios en la humanidad y ha llegado a ser un árbol. En Juan 15, un capítulo que habla de llevar fruto, el Señor Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera” (v. 1). Cristo es la vid. En Juan 15:5 El dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto”. Como ramas de este árbol fructífero, todos debemos ser fructíferos. No preste atención a su debilidad ni a su fracaso ni a la lamentable situación que lo rodea. La historia de la iglesia tiene dos aspectos: un aspecto oscuro y un aspecto glorioso. Cuando miramos el lado glorioso, vemos una gran capacidad de fructificar. No solamente Pedro y Pablo fueron fructíferos; también lo han sido todos los que han amado al Señor. A veces decimos: “Somos débiles; nuestra situación no es prometedora; el incremento es lento, y el número de hermanos sigue siendo pequeño”. No obstante, si usted tiene la visión celestial, verá que la iglesia es muy fructífera y que su historia es la historia de llevar fruto. Repito que no debemos mirar la situación desde el
lado oscuro, sino desde el lado glorioso. Dios es victorioso, y la iglesia es fructífera. El renuevo se está ramificando. Pedro, Pablo y todos los que han amado a Cristo en el transcurso de los siglos, han tenido muchas ramas.
B. Se extienden sobre el muro Estas ramas se extienden sobre el muro (49:22). Es decir, difunden a Cristo por encima de todas las restricciones, y lo magnifican en todas las circunstancias (Fil. 1:20). Génesis 49:22 afirma que las ramas de José se extienden sobre el muro. El muro representa las restricciones. Desde el día de Pentecostés, se han erigido muros para restringir la propagación de las ramas. Un día encarcelaron a Pedro (Hch. 12:3-4). Sin embargo, esta fortaleza tampoco pudo restringir la extensión. Año tras año, década tras década, y siglo tras siglo, los opositores han levantado muros, y el enemigo ha hecho lo mismo para restringir la capacidad de fructificar que tiene la iglesia. Sin embargo, las ramas siempre se han extendido por encima del muro. Puedo dar testimonio de esto por lo que he visto y experimentado durante los últimos cincuenta años. Durante estos años he visto cuán fructíferas son las ramas. El hermano Nee, a quien el Señor levantó en China fue indudablemente la rama de un árbol fructífero; fue una rama del Cristo fructífero. Cuando yo tuve contacto con él, pude ver claramente que nada podía restringir su testimonio. El hermano Nee sentía la carga de llevar el testimonio de Jesús, el cual era contrario al cristianismo organizado. Como resultado, muchos cristianos levantaron muros para restringirle, y esparcieron rumores acerca de él. Permítame darles un ejemplo de estas calumnias. Después de ser salvo el hermano Nee, recibió mucha ayuda de una hermana llamada Margarita E. Barber. La señorita Barber laboraba junto con otra hermana, la señorita Gross. Ambas eran misioneras que habían ido de Gran Bretaña para laborar en China. Para cuando el hermano Nee fue salvo, ellas habían dejado sus misiones y estaban en China viviendo por la fe en Dios. El hermano Nee recibió muchísima ayuda de la señorita Barber; por esta razón, la señorita Gross también llegó a conocerlo. Al recibir ayuda de la señorita Barber, el hermano Nee recibía simultáneamente la ayuda de la señorita Gross. En 1929 la señorita Barber fue a estar con el Señor, y la señorita Gross se mudó a Shanghái. En cierta ocasión la señorita Gross oyó el rumor de que una mujer vivía con el hermano Nee, quien todavía estaba soltero. Ella vino a visitarlo para averiguar si era cierto. Como la señorita Barber, la señorita Gross era una hermana ya mayor que lo estimaba y se preocupaba por él. La señorita Gross le dijo: “He oído que tienes a una mujer hospedada en tu casa. ¿Es eso cierto?”. Cuando el hermano Nee contestó que sí, la señorita Gross lo reprendió, preguntándole cómo era posible que él, un hombre soltero, tuviera una mujer viviendo con él. El hermano Nee me relató este incidente para ayudarme a entender algo acerca de lo que es tratar de justificarse. Me dijo que se alegró de ser reprendido. También me dijo que la mujer que estaba en casa con él era su madre. El me dijo esto, no para justificarse, sino para ayudarme a mí. Cuando le pregunté por qué no se lo había dicho a la señorita Gross, él contestó: “Ella no me preguntó quién era la mujer. Sólo me preguntó si había una mujer conmigo en mi casa. Cuando le respondí afirmativamente, ella me reprendió, y no le dije nada”. Este es un ejemplo de los rumores difundidos acerca del hermano Nee. Veamos otro ejemplo. Inmediatamente después de su boda, se levantó un gran tumulto en Shanghái. Ese fue otro muro levantado por el enemigo. El hermano Nee me mostró un periódico, el principal periódico de Shanghái y posiblemente de toda China. En grandes caracteres chinos, se hablaba negativamente de su matrimonio: “Witness, en toda mi vida jamás oí que tal cosa sucediera después de una boda”. Hoy en día circulan muchos rumores acerca de nosotros, pero ninguno de ellos son tan malignos como los que se diseminaron acerca del hermano Nee. El hecho de que circulara un rumor acerca de que una mujer estaba hospedada con el hermano Nee indica que el enemigo intentaba continuamente levantar muros para impedir que llevara fruto. Sin embargo, los frutos del hermano Nee se han extendido sobre el muro. En la actualidad sus frutos pueden verse en toda la tierra.
Nadie los puede ocultar. Aun cuando algunos levanten un muro de ciento cuarenta y cuatro codos de altura, las ramas seguirán extendiéndose sobre ella. En el transcurso de los años, vi todo lo que le sucedía al hermano Nee. Le doy gracias al Señor por haberme permitido ver estas cosas y experimentarlas con él. Así que, ahora cuando oigo los rumores que hacen circular acerca de mí, puedo reír y decir: “Estoy preparado para eso. Anteriormente vi muros de trescientos metros de altura, pero el muro que ustedes erigen no mide más de cinco”. Quisiera decir a los opositores en todos los Estados Unidos: “No creo que ustedes puedan levantar un muro de trescientos metros. Es probable que el muro más alto que ustedes puedan construir mida ciento cincuenta metros. No obstante, ya he experimentado la extensión sobre un muro de trescientos metros de altura”. El Señor sabe que no me estoy jactando. Aquí están por lo menos dos hermanos de edad avanzada que estaban en China, y ellos pueden testificar que en el pasado sufrí con el hermano Nee. Los rumores acerca de nosotros no son ninguna novedad. De ser posible, debemos decirles a los opositores que están perdiendo el tiempo, pues no pueden detener este testimonio. Cuanto más altas sean las paredes edificadas para restringirnos, más pronto se extenderán las ramas sobre ellas. En Hechos 5 Gamaliel dijo algo sabio: “Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, será destruida; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios” (vs. 38-39). Si éste no es el recobro del Señor, debería ser suprimido. Si no es el recobro, que se hunda en el fondo del océano Pacífico. Pero si en realidad es el recobro del Señor, los opositores deberían tener cuidado porque quedarán avergonzados. Jamás podrán vencer este testimonio. Cuanto más procuren detenerlo, más se elevará. La historia de la iglesia da testimonio de ello. Permítanme compartir un poco mi experiencia personal. Después de ser salvo, por la misericordia del Señor llegué a ser un cristiano que buscaba al Señor. Los cristianos de mi ciudad natal me amaban. No obstante, un día el Señor me cautivó y me trajo a Su recobro, y se estableció una iglesia en mi ciudad natal. Para quienes eran ajenos a nosotros, yo era el que predicaba y enseñaba allí. Antes de que la iglesia fuese establecida, algunos de los cristianos me invitaban a hablar en sus reuniones. Hasta me facilitaban el transporte para ir a la reunión y llevarme a casa. En China esto se consideraba una expresión de afecto y de respeto. Pero después de que la iglesia fue levantada allí, los que me invitaban a las reuniones y me proporcionaban el transporte pasaban de largo cuando me veían en la calle. Entonces se esparcieron rumores acerca de mí. Algunos de estos rumores decían que yo enseñaba herejías. He sido condenado como hereje desde que entré por primera vez en la vida de iglesia. Eso no es nada nuevo para mí. Hace cincuenta años mi ciudad natal era la ciudad más famosa del norte de China en cuanto al conocimiento de la Biblia. Cuando ciertos jóvenes, los hijos de predicadores cristianos tradicionales, oyeron los rumores de que yo enseñaba herejías, vinieron a las reuniones para verificar por sí mismos lo que estaba pasando. Antes de eso, en lugar de asistir a los servicios de las denominaciones de sus padres, iban a la ópera, a los cines o a los lugares de apuestas. Cuando estos jóvenes estaban involucrados en estas actividades pecaminosas, sus padres no se preocupaban mucho. Pero cuando algunos de ellos fueron atraídos a la vida de iglesia y cautivados por ella, los pastores empezaron a amonestarles y exhortarles a no asistir a las reuniones. Uno de estos jóvenes le dijo a cierto pastor: “Cuando yo iba a los lugares de apuestas y a los cines, no me amonestabas por ello. Pero ahora que voy a un lugar donde puedo escuchar la palabra de Dios y donde recibo mucha ayuda en la vida espiritual, me exhortas a no ir allí. Por favor, no me vuelvas a exhortar. He recibido ayuda al asistir a estas reuniones, y pienso seguir asistiendo para recibir dicha ayuda”. Esto demuestra que las ramas se estaban extendiendo sobre el muro.
En el transcurso de los años los opositores me han seguido desde mi ciudad natal hasta muchos otros lugares, incluyendo Taiwán. Cierto predicador vino intencionalmente a Taiwán desde mi ciudad natal para tratar de destruir mi ministerio. Cuando me molesté por la oposición, el Señor me dijo: “Mira a Pablo y lee de nuevo el libro de Hechos. Adondequiera que iban los apóstoles, los seguían los opositores judíos y les causaban problemas”. Hace poco uno de los hermanos recibió una carta de Australia, escrita por un predicador ambulante, llena de declaraciones negativas acerca de mí. No decía nada positivo de mí. Pero hacía algunos años, el mismo hombre que escribió esta carta había escrito otra en la cual me alababa muchísimo. En la carta escrita hace varios años, este predicador viajero decía: “Para mí, Witness Lee siempre ha sido un gran hombre de Dios en su vida personal, y un siervo de Dios muy fructífero en su ministerio. Estoy seguro de que no soy digno de desatar sus zapatos. Yo sería un hombre feliz si el Señor me diera la mitad de la recompensa, o aunque fuera la décima parte de lo que El tiene para este eminente siervo”. No obstante, hace poco la misma persona escribió una carta llena de calumnias acerca de mí. Es difícil creer que ambas cartas fueron escritas por la misma persona. Esta segunda carta fue escrita porque la rama fructífera se extendió hasta Sidney. Algunos, al ver la extensión en Australia, se levantaron y se preguntaron qué podían hacer al respecto. Como consecuencia se escribió esta carta en un intento de restringir la extensión del recobro del Señor en Australia. Cuando considero estas cosas a la luz de Génesis 49:22, me alegro, pues las ramas siguen extendiéndose sobre el muro. Lo que sucede hoy en día corresponde exactamente a lo que consta en este versículo. Los opositores están perdiendo su tiempo. Cuanto más muros levanten, más ramificaciones habrá. ¿Cómo es posible que un predicador ambulante, alguien que predica el evangelio en el nombre del Señor Jesús y enseña la Biblia, pueda decir mentiras, e incluso difamar a un hermano? Esta es la situación lamentable del cristianismo actual. No existe ninguna conciencia ni norma moral. Mientras puedan entorpecer el recobro del Señor, están contentos. Sin embargo, ningún muro puede impedir la extensión de las ramas. De hecho, la oposición en realidad ayuda al Señor a extenderse. Esto fue lo que experimentó José. En 1958 fui invitado a Inglaterra. Desde aquel tiempo, algunos han intentado impedir que el recobro del Señor se extienda por Europa. Sin embargo, un día, tristemente para ellos, llegó un joven al escenario. Esto los turbó, mas no pudieron hacer nada. Las ramas se están extendiendo sobre el muro en Alemania, Suiza y aun en Dinamarca y Suecia. Nadie puede impedir que José se extienda. Si somos el José de hoy, ¿cómo podrán restringirnos? Se han esparcido rumores acerca de nosotros en América Central y en América del Sur. Pero alabado sea el Señor porque Su recobro en Brasil se está extendiendo como fuego abrasador. Los “bomberos” no saben qué hacer. Antes de que este fuego empezara a extenderse, los opositores cristianos hicieron circular rumores acerca de mí y de las iglesias. Les pido que esperen otro período para ver lo que sucederá. Todo depende de nosotros. Somos el José de hoy o no lo somos. Si lo somos, nadie ni nada podrá restringir la extensión de las ramas sobre el muro.
II. VICTORIOSO A. Vence el ataque de los arqueros Leemos en Génesis 49:23-24: “Le causaron amargura, le asaetearon, y le aborrecieron los arqueros; mas su arco se mantuvo poderoso”. José venció el ataque de los arqueros. El significado espiritual de esto es que en todos los sufrimientos somos más que vencedores (Ro. 8:36-37). Los sufrimientos no pueden reprimirnos; por el contrario, nosotros los sometemos a ellos.
B. Fortalecido por el Todopoderoso José fue perseguido, asediado y atacado, pero se mantuvo firme. El no sólo se mantuvo firme, sino que también era ágil. Veamos en el versículo 24 lo siguiente: “Y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob”. Cuanto más sufría José y más lo atacaban, más se fortalecía. Sus sufrimientos lo adiestraron también para que fuera ágil. Si queremos que nuestros brazos y nuestras piernas cobren agilidad, debemos ser adiestrados por los sufrimientos. José fue adiestrado; aprendió por medio de sus sufrimientos. Pasa lo mismo con nosotros hoy en día. Toda la oposición y los rumores sólo nos ayudan a ser ágiles. Por supuesto, José se fortaleció y se hizo ágil por el Fuerte de Jacob. Su fuerza y su agilidad provenían de Dios. Si uno lee la historia de José, verá que Dios estuvo siempre con él. Cuando fue tentado por la esposa de Potifar, El dijo: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (39:9). Esto indica que Dios estaba con El. Su fuerza y su agilidad provenían de Dios. Hoy en el recobro del Señor, somos fortalecidos en la gracia de Cristo para derrotar todo lo que se oponga al testimonio del Señor (2 Ti. 2:1). Nuestra fuerza no viene de nosotros mismos, sino del Señor. Mientras El sea la fuente de nuestra fuerza, ninguna oposición nos podrá detener.
C. Despedaza como lobo En Génesis 49:27 Benjamín es comparado con un lobo arrebatador: “Benjamín es lobo arrebatador; a la mañana comerá la presa, y a la tarde repartirá los despojos”. La palabra “lobo” no es una palabra agradable. Pero para arrebatar y despedazar algo, uno no puede ser agradable, sino que debe obrar como un lobo. Cuando tuvimos que derribar algunas cosas para completar la construcción del local en Anaheim, observé las expresiones de los que hacían este trabajo. La expresión de los rostros era de violencia. Un caballero no puede derribar nada. Cuando usted está a punto de derribar algo, debe ser un lobo. Benjamín era un lobo. En 2 Corintios 10:5 Pablo dice: “Al derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y al llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. Cuando yo era joven, pensaba que Pablo era orgulloso al decir esto. Hablar de derribar argumentos y toda altivez y llevar cautivo todo pensamiento no es algo agradable, humilde, tierno ni amable. Cuando Pablo escribió estas palabras, él era un lobo arrebatador. En muchas ocasiones cuando me relaciono con los demás, soy humilde y amable. Pero a veces me parezco a un lobo que despedaza. Por lo general, soy un caballero, pero a veces no muestro ninguna misericordia. A veces mis colaboradores y aun mi querida esposa me han pedido que sea misericordioso para con los demás. Ahora bien, ¿puede uno pedirle a un lobo arrebatador que muestre misericordia? Si el lobo pudiese hablar, diría: “En mi lenguaje no existe la palabra misericordia”. El lobo arrebatador no muestra ninguna compasión. Nosotros no despedazamos a la gente; despedazamos a Satanás. También despedazamos los pensamientos facciosos y los argumentos. Toda esta altivez debe ser aniquilada.
D. Acornea como toro En Deuteronomio 33:17 dice: “Como el primogénito de su toro es su gloria, y sus astas como astas de búfalo; con ellas acorneará a los pueblos juntos hasta los fines de la tierra; ellos son los diez millares de Efraín, y ellos son los millares de Manasés”. José es comparado con un toro que acornea. En el mensaje anterior, recalqué que cuando Cristo vuelva, sacará a los rusos de la buena tierra. Estoy seguro de eso. De todos modos, nosotros también podemos experimentar a José como el toro que acornea hoy en día. Al considerar mis experiencias pasadas y las experiencias del hermano Nee me doy cuenta de que he visto la victoria que acornea. Los opositores unieron sus fuerzas para aplastarnos, pero nosotros teníamos la victoria que arrastra, la fuerza que empuja, y los cuernos que embisten. Esperen un poco y verán la fuerza avasalladora de José. José es fructífero y victorioso en despedazar y embestir. Quienes estamos en el recobro del Señor hoy, somos el José
fuerte que despedaza a la oposición y la aparta. Muchos de ustedes han leído el folleto titulado “¡Qué herejía: dos Padres divinos, dos Espíritus vivificantes y tres dioses!”. Este folleto se publicó hace varios meses, pero nadie ha contestado. La boca de los opositores ha sido silenciada, y han quedado amputadas las manos con las que escribían, pues no pueden explicar Isaías 9:6 ni 1 Corintios 15:45. Por mucho que algunos puedan tergiversar Isaías 9:6, no pueden eliminar el título Padre que se encuentra allí. Dicho versículo afirma que un Hijo nos es dado y que su nombre es llamado Padre eterno, o Padre de la eternidad. Ciertamente este Padre es el Padre de la Deidad. Si usted afirma que el Padre mencionado en Isaías 9:6 no es el Padre de la Deidad, entonces usted confiesa la herejía de que existen dos Padres divinos. Pero sabemos que en todo el universo existe una sola fuente: el Padre de la Deidad. No puede haber otro Padre, otra fuente. No me hable de la historia ni del credo de Nicea ni de ningún otro credo. No me llaman la atención los credos: sólo me interesa la palabra pura de Isaías 9:6. Vemos en 1 Corintios 15:45 que “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Algunos opositores han tergiversado este versículo y afirman que allí dice “espíritu, y no Espíritu”. Sin embargo, no se olvide del modificador “vivificante”. Este versículo habla de un Espíritu vivificante. ¿Cree usted que este Espíritu es diferente del Espíritu Santo de la Deidad? Si tal fuera el caso, entonces usted cree en dos Espíritus vivificantes. ¡Qué herejía! Al pelear esta batalla, yo soy un lobo arrebatador que despedaza al enemigo. Algunos opositores se basan en el credo de Nicea, el cual es como un par de zapatos de cinco centímetros, mientras que nuestros pies miden treinta. ¿Procurará usted cortar sus pies para que quepan en esos zapatos tan pequeños o tratará de conseguir un par de zapatos que correspondan a la medida de sus pies? El libro de Apocalipsis habla de los siete Espíritus. Ahora bien, ¿se mencionan los siete Espíritus en el credo de Nicea? ¡No! El Nuevo Testamento habla también del Espíritu vivificante, pero ¿alude el credo de Nicea en alguna parte al espíritu vivificante? ¡No! Por lo tanto, este par de zapatos es demasiado pequeño. La visión que tenemos es mucho más amplia que lo que contiene ese credo. No debemos reducir la visión para que quepan en los zapatos; por el contrario, debemos tirar estos zapatos viejos y basarnos en la palabra pura de la Biblia. No importa que todo el cristianismo se oponga a nosotros. Con el tiempo, veremos lo que resulta de ello. En el recobro del Señor, tenemos la fuerza que arrebata y la fuerza que acornea. Tarde o temprano el enemigo será vencido y subyugado, y se rendirá sin condiciones. Dios nos conduce al triunfo (2 Co. 2:14). La verdad es la verdad; José es José, y Benjamín es Benjamín.
III. CONFIA Génesis 49:24 también habla del Pastor, la Roca de Israel, y el versículo 25 declara: “Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, por el Dios omnipotente, el cual te bendecirá”. Estos versículos presentan la razón por la cual José y Benjamín llegaron a ser la consumación final: ellos confiaban en el Fuerte de Jacob. Confiaban en el Pastor de Israel, y permanecieron sobre la Roca de Israel. Confiaban en el Omnipotente. En el Nuevo Testamento esto equivale a confiar en el que todo lo suministra, lo cual vemos en Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Vemos el equivalente del Pastor de Israel en 1 Pedro 5:4, que afirma que Cristo, el Príncipe de los pastores, aparecerá. Finalmente, vemos el equivalente en el Nuevo Testamento de la Roca de Israel, Cristo, quien es la Roca de la iglesia. En 1 Corintios 10:4 leemos: “Porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”. En la bendición profética que dio Jacob a José, vemos que la capacidad de fructificar y la victoria de José provenían de la confianza que tenía en el Señor. Si queremos ser el José y el Benjamín de hoy, debemos confiar en el Fuerte, en el Pastor de Israel, en la Roca de la iglesia y en el Omnipotente. Mi conciencia da testimonio de que si no confío en el Señor, no puedo hacer nada. Si no oro por todo lo que hago en el recobro del Señor, no tendría ninguna paz. Yo oro con relación a todo lo que hago en el recobro del Señor hasta tener paz y confianza. Antes de compartir un
mensaje, oro al respecto hasta tener toda la inspiración y recibir poder. La vida de José es una vida de confianza, una vida en la que uno confía en Dios en todo lo que atañe a su supervivencia. Esta es la clave de lo fructífero que era José y de su victoria. El lenguaje poético es económico, y aun así Jacob usó varios títulos del Dios en quien podemos confiar: el Fuerte, el Pastor, la Roca, el Omnipotente y el Dios de tu padre. No somos la primera generación que confía en Dios; somos una de las últimas. Vemos el testimonio de la confianza que nuestros antepasados depositaron en su Dios, y ahora el Dios de ellos ha llegado a ser nuestro Dios. Por consiguiente, seguimos los pasos de ellos al creer en el Dios de ellos, quien es el Fuerte, el Omnipotente, el Pastor, la Roca y el fundamento. ¡Aleluya, permanecemos en El y confiamos en El! Por lo tanto, somos fructíferos y victoriosos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO SEIS EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE JOSE Y DE BENJAMIN (2) La profecía de Jacob acerca de sus doce hijos termina con una bendición que incluye diez puntos. La historia de estos doce hijos empieza con un pecador, o sea que comienza con un pecado, y como si fuera poco, con un pecado grave, no con un pecado leve. Al principio, vemos a una persona llena de pecado, y al final vemos a una persona que recibe la bendición universal. Por tanto, la profecía termina con la bendición completa. En el caso de José, todo es bendición, y la bendición se ve por todas partes. Vemos bendición tras bendición. La Biblia es un libro maravilloso; la mente humana no puede entenderla completamente. Cuanto más estudiamos la Biblia, más nos damos cuenta de lo poco que la conocemos realmente. La Biblia es muy profunda. Por ejemplo, las diez bendiciones relacionadas con José requieren toda la Biblia para su desarrollo.
IV. BENDECIDO A. Con las cosas preciosas de los cielos Las bendiciones con lo mejor de los cielos vienen primero (49:25). Las cosas preciosas de los cielos indudablemente incluyen la lluvia y la nieve. También deben incluir a los ángeles, pues ellos son una bendición para nosotros; son nuestros servidores, e inclusive acampan a nuestro alrededor (He. 1:13-14; Sal. 34:7). Cada creyente tiene por lo menos un ángel. Por ejemplo, Hechos 12 habla del ángel de Pedro (v. 15), y en el evangelio de Mateo, el Señor Jesús indica que tenemos ángeles (18:10). Los bienes materiales mencionados en el Antiguo Testamento son sombras de la realidad del Nuevo Testamento, donde las bendiciones son cosas espirituales. En Efesios 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo”. En este versículo tenemos las palabras bendito y bendiciones. Somos bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. La palabra lugares no se encuentra en el texto original. Resulta difícil determinar a que se referiría la expresión “los celestiales”. Sin lugar a dudas, esto incluye la naturaleza celestial, la posición celestial, la condición celestial, la situación celestial, el ambiente celestial y la capacidad celestial. Las bendiciones espirituales tienen un carácter celestial, y se hallan en la situación y el ambiente celestiales, bajo una condición celestial. En otras palabras, cada aspecto de estas bendiciones espirituales es celestial. Hoy en día, estamos disfrutando de estas bendiciones. Según la realidad y el cumplimiento que vemos en el Nuevo Testamento, las cosas preciosas de los cielos son las bendiciones que hay en los lugares celestiales. El primer capítulo de Efesios revela que una de estas bendiciones celestiales es el haber sido elegidos por Dios. El no nos escoge en la tierra, sino en los cielos. Por tanto, nuestra elección es celestial, tiene carácter celestial, y está bajo una condición celestial y en un ambiente celestial. Una segunda bendición espiritual es la predestinación. La predestinación no es terrenal; es celestial. Después de que Dios nos escogió, nos predestinó, nos marcó, en los lugares celestiales. Esta marca es celestial en carácter, ambiente y condición. La gente mundana no sabe nada de las bendiciones celestiales, pero nosotros las disfrutamos, pues fuimos elegidos y predestinados por Dios desde los cielos. Todos fuimos marcados, y adondequiera que vayamos llevamos esta marca celestial. Esta marca se llevó a cabo en los lugares celestiales antes de la fundación del mundo. Por consiguiente, no es terrenal sino celestial. Nuestra filiación como hijos de Dios es otra bendición celestial que menciona Efesios 1. La redención y el perdón se incluyen también entre las bendiciones celestiales. Nosotros estamos en la tierra, pero de todos modos disfrutamos de la redención y del perdón celestiales. El que nos redimió y nos perdonó es Dios mismo, quien está en los cielos. La redención y el perdón vienen de los cielos. Además, en Efesios 1 también se enumeran otros aspectos entre las bendiciones espirituales. La lluvia y la nieve celestial también bajan sobre nosotros. A muchos no les gusta la nieve. Pero los que viven en lugares donde ésta abunda, por lo general son más sanos que los que viven en climas cálidos. Nos guste o no, en nuestra vida espiritual, nuestro Padre celestial a veces nos manda nieve. Es sano estar en la nieve; también es un deleite maravilloso. La lluvia es buena, y la nieve es agradable. Estas son algunas de las cosas preciosas de los cielos. Debemos tener presente constantemente que estamos bajo la bendición de Dios, la cual consiste en recibir lo mejor de los cielos.
B. Con el rocío José también fue bendecido con el rocío (Dt. 33:13). El rocío es una bendición más refinada que la lluvia o la nieve. La Biblia usa el rocío para describir el favor y la misericordia de Dios (Lm. 3:2223). Esto indica que siempre desciende algo de los cielos sobre nosotros, que no es fuerte ni intenso, sino fino y delicado, pues parece llegar en forma silenciosa y paulatina. Este es el rocío. El salmo 133 afirma que la bendición que viene sobre la unidad de los hermanos es como el rocío de Hermón que desciende sobre los montes de Sion. El monte Hermón, al norte del monte de Sion, es mucho más elevado que éste. El rocío de Hermón debe descender sobre Sion por medio de un viento fuerte del norte. El rocío viene del norte. No se imagine que la nieve es lo único que viene del norte, pues el rocío también viene de esta dirección. A veces el Padre nos manda lluvia, y otras veces nieve, pero con frecuencia nos manda el rocío. Cada mañana, la misericordia del Señor es como el rocío. Esta es la razón por la cual debemos tener el avivamiento matutino. Si usted no tiene el avivamiento matutino, perderá el rocío. El rocío desaparece cuando sale el sol. Si uno desea disfrutar del rocío, debe madrugar. El rocío no es frío ni molesto como la nieve. Viene de los cielos por el soplo del viento del norte. Cuando llega, cae silenciosa y gradualmente. Si uno examina su propia experiencia, se da cuenta de que ha experimentado el rocío. El rocío que viene sobre nosotros y nos moja poco a poco. ¡Cuán fino y delicado es!
C. Con lo profundo, los manantiales que yacen debajo Tanto Génesis 49 como Deuteronomio 33 afirman que José fue bendecido con “el abismo que está abajo”. Esto debe de referirse a los manantiales profundos que yacen debajo de la tierra. Las bendiciones que recibió José empiezan en los cielos, siguen con la nieve y el rocío en el aire, y luego van a los manantiales que están debajo de la tierra. Con la mención del rocío y del abismo o la profundidad de los manantiales, nos damos cuenta de que las cosas preciosas de los cielos se refieren a la lluvia y a la nieve. Según el Nuevo Testamento, el verdadero manantial no está debajo de la tierra, sino dentro de nosotros. Dice en Juan 4:14: “El que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna”. Tenemos una fuente que salta para vida eterna en nosotros. ¡Qué bendición! Por tanto, recibimos y disfrutamos continuamente las bendiciones que vienen de arriba, de nuestro interior y del aire. Algunas de las bendiciones de arriba son como lluvia y como nieve, algunas de las bendiciones de nuestro interior son como manantiales, y algunas de las bendiciones del aire son como rocío. Los cristianos, el José de hoy, disfrutamos de estas bendiciones.
D. Con los preciosos frutos producidos por el sol Deuteronomio 33:14 habla de ser bendecido “con los más escogidos frutos del sol”. Los frutos de las plantas son producidos por los rayos solares. Sin rayos solares, ningún árbol frutal crecería correctamente. En realidad, muchos frutos se forman de rayos solares y son constituidos de ellos. Puesto que el sol tipifica a Cristo, los frutos espirituales producidos por el sol representan todas las riquezas de Cristo. En el universo y particularmente para nosotros, Cristo es el sol verdadero. En Efesios 3:8 Pablo habla de las inescrutables riquezas de Cristo. Casi todas las riquezas de Cristo han sido procesadas. Por ejemplo, Cristo es nuestra vida. No obstante, esta vida no es una vida “cruda”, sino una vida procesada. La vida que hemos recibido de Cristo y por la cual vivimos es una vida procesada. Cristo tiene muchos frutos escogidos, y la vida es uno de ellos. La paciencia es otro. Pero ésta es una paciencia procesada. Cristo también es nuestra sumisión, pero es una sumisión procesada. Resulta fácil decir que Cristo lo es todo para nosotros; sin embargo, no es tan fácil enumerar todos los aspectos que El es para nosotros. Debemos reunirnos con el propósito de tener comunión acerca de las riquezas de Cristo y enumerarlas. No hable de cosas objetivas; más bien enumere todos los aspectos subjetivos de Cristo. El fruto es lo que resulta de haber pasado por un proceso particular. Todas las riquezas de Cristo son frutos, y cada fruto ha pasado por un proceso. Todas las riquezas de Cristo son bendiciones, y nosotros las disfrutamos hoy en día. No me refiero con esto a las riquezas de Cristo en sí, sino a las riquezas de Cristo como bendiciones para nosotros. Cada aspecto de las riquezas de Cristo es una bendición. ¡Qué bendición más grande es estar bajo la paciencia de Cristo! ¡Y qué gran bendición es estar bajo el fortalecimiento de Cristo! Cristo es mi aliento y mi ánimo. Este ánimo es un fruto procesado que disfruto ahora. La Biblia también afirma que Cristo es nuestro camino (Jn. 14:6). En muchas ocasiones sentimos que no podemos controlar cierta situación. Pero nuestra experiencia demuestra que Cristo es nuestro camino. Debemos confiar en El, vivir por El y tomarlo a El como nuestro todo. Cuando necesitamos salir de una dificultad, Cristo es el camino. El es el camino que debemos tomar en cualquier circunstancia. ¿No es eso una bendición para nosotros? Todo lo que es Cristo, es una bendición. Sus riquezas son los frutos escogidos producidos por el sol.
E. Con las cosas preciosas que da la luna Deuteronomio 33:14 habla también de “las cosas preciosas que da la luna” (heb). El Espíritu Santo
nunca usa una palabra equivocada en la Biblia. Observe que en el texto original, este versículo afirma que el sol produce, y que la luna da. El sol produce, pero la luna no. Por lo tanto, el fruto es producido por el sol, pero la luna da cosas preciosas. En realidad, Cristo es el sol, y la iglesia es la luna. Los frutos son producidos por Cristo, pero la iglesia los hace brotar. Uno de esos frutos es el perdón, y otro la justificación. La iglesia hace brotar otros frutos: la reconciliación, la redención, la vida eterna, etc. Recibimos el perdón, la justificación, la reconciliación, la redención y la vida eterna, no directamente de Cristo, sino indirectamente, por medio de las iglesias. Dice en 1 Tesalonicenses 2:14: “Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea”. Este versículo indica que las iglesias gentiles seguían a las iglesias de Judea. Las iglesias de Judea habían sido establecidas con mucha anterioridad y habían aprendido y experimentado muchas cosas. Todo lo que aprendieron y experimentaron pasó a las iglesias gentiles, y las iglesias gentiles disfrutaron de los frutos de ellos. Casi todas las riquezas de Cristo que disfrutamos día tras día no vienen directamente de Cristo, sino que las recibimos indirectamente mediante las iglesias. Todo lo que disfrute y experimente la iglesia en Anaheim será dado a todas las demás iglesias, y lo que las demás iglesias experimenten será dado a la iglesia en Anaheim. Hace poco las iglesias de Taiwán nos ayudaron a comer y a digerir los mensajes de estudio-vida. Este es un fruto que brotó de las iglesias de Taiwán. Las bendiciones que recibimos incluyen todo lo que experimenta la iglesia.
F. y G. Con lo mejor de los montes antiguos y con lo precioso de los collados eternos Génesis 49:26 habla de la bendición que se extiende “hasta el término de los collados eternos”, y Deuteronomio 33:15 afirma: “Con el fruto más fino de los montes antiguos, con la abundancia de los collados eternos”. Las palabras “antiguos” y “eternos” indican que esta bendición se refiere al tiempo. Pero las palabras “montes”, “collados” y “el término” indican que la bendición también se refiere al espacio. El espacio y el tiempo conforman el universo. Por tanto, este versículo indica que la bendición bajo la cual estamos es algo universal. Desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura y desde los montes antiguos hasta los collados eternos, hasta su término. Por supuesto, esto es lenguaje poético. Indica que la bendición bajo la cual estamos es algo universal, y abarca todo el tiempo y todo el espacio. La mención de los montes y de los collados implica que el llano queda incluido, pues resulta imposible estar en el monte sin pasar por el llano. Por tanto, los montes, los collados, y el término implican todo el espacio, incluyendo el local de reunión y el lugar donde residimos. La bendición universal es larga y ancha, y abarca la eternidad pasada y la eternidad futura. Abarca tanto espacio que no podemos recorrerlo. La bendición bajo la cual nos encontramos está en todas partes. Todo momento —la mañana, el mediodía y la tarde, el día y la noche— es un tiempo de bendición. Cuando usted entre en el nuevo cielo y la nueva tierra, verá que en cada momento y en cada lugar habrá una bendición. En ese entonces, no habrá mar, lo cual significa que no habrá maldición. El universo entero será una bendición. En el espacio habrá bendición, y en el tiempo habrá bendición. El nuevo cielo y la nueva tierra serán toda una bendición. Entonces usted entenderá que nuestra bendición abarca desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura y desde los montes antiguos hasta los collados eternos, hasta su término. En todo momento y en todo lugar disfrutaremos esta bendición.
H. Con las mejores dádivas de la tierra y su plenitud Deuteronomio 33:16 habla de “las mejores dádivas de la tierra y su plenitud”. En 1 Corintios 3:21 y 22 encontramos la terminología neotestamentaria que corresponde a esto: “Todo es vuestro: sea
Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir, todo es vuestro”. Según estos versículos, “todo” incluye la muerte. Por tanto, aun la muerte, la cual incluye todo lo negativo, es una bendición. Nosotros los hijos de Dios, somos un pueblo bendecido. Somos el José que disfruta la bendición de Dios. Cuando yo era joven, solía ser muy selectivo. Por ejemplo, le decía al Señor que deseaba estar sano, que no quería enfermarme y que no deseaba sufrir ciertas cosas. Deseaba tener todo lo que fuese bueno. Pero al final la elección no dependía de mí. Las cosas resultaban de una manera que no concordaba con mi preferencia. Cuando recién entré en el ministerio del Señor, oraba mucho y le pedía al Señor que me permitiera laborar con alguien que siempre fuese agradable, que no fuera demasiado fuerte ni demasiado débil. En mi oración le dije: “Señor, Tú me conoces, y Tú sabes lo que necesito. Necesito una persona agradable, que no sea demasiado activa ni demasiado pasiva”. Pero ahora no me gusta hacer ninguna elección. A veces el colaborador que no me parece tan amable es el que llega a ser la mayor bendición para mí. Sucede lo mismo en mi vida matrimonial y en mi vida familiar. Me resulta difícil decirle a alguien qué clase de esposa es la mejor esposa. Cuando yo era joven, sí podía decirlo, pero ahora no puedo. Quizá la esposa que parece ser la peor, llegue a ser la bendición más grande para usted. Usted debe creer que todo, incluyendo una esposa difícil, es una bendición. Además, sus hijos, sean amables o traviesos, son una bendición para usted. Con frecuencia los hijos traviesos son una bendición más grande que los hijos calmados. Tal vez usted le pida que el Señor le dé buenos hijos, pero puede ser que El le dé hijos traviesos. Pero hasta los hijos traviesos son una bendición. Incluso el hecho de que nos roben es una bendición. Cuando en mi juventud me robaban algo, yo me enojaba. Ahora no me importa si usted me da algo o me roba. No me importa ganar mil dólares o perderlos. Es posible que perder una suma considerable de dinero sea una bendición más grande que recibir la misma suma. Una cosa sí sé: que todo es bendición y ganancia. Pero cuando yo era joven, perdía la paz algunas horas hasta por la pérdida de un pañuelo. Hoy en día si pierdo algo que vale mil dólares, de todos modos tengo paz para dormir tranquilo. El hecho de sufrir por la pérdida de algo así, indica que se está bajo la maldición. Cuando la gente mundana pierde aun una pequeña cantidad de dinero, no puede dormir. Ahora bien, si nosotros perdemos una cantidad considerable, podemos seguir alabando al Señor por la bendición que traerá esta pérdida. Mientras no sea afectado por una pérdida en particular, soy bendecido. Puesto que estamos bajo la bendición, ninguna pérdida es en realidad una pérdida. Aunque todavía no estamos en los nuevos cielos y en la nueva tierra, tenemos un anticipo de ellos ahora. Necesitamos ver que hoy en día somos José y que todo constituye una bendición para nosotros. No me gustan los rumores que se propagan acerca de nosotros. Sin embargo, otras personas pueden testificar que yo alabo al Señor porque todos estos rumores son bendiciones para nosotros. Son una forma de publicidad gratuita. Gracias a estos rumores, mi nombre es famoso en todo el mundo. No tuve que pagar por esta propaganda. Jamás he ido a América Central ni a Africa; sin embargo, allí conocen mi nombre. Por tanto, aun los rumores son una bendición. El hecho de que todas las cosas son bendiciones no depende de lo que suceda, sino de lo que somos. Si somos José, todo es bendición, pero si somos Rubén, todo es maldición. En este mensaje tengo la carga de grabar en ustedes el hecho de que para nosotros todo es una bendición. No es necesario enumerar todos los aspectos de la bendición universal. Todo es bendición. Esto no es una simple doctrina, sino lo que he experimentado. No me molesta nada porque me doy cuenta de que todo proviene de mi Padre. Todas las cosas, sean buenas o malas, positivas o negativas, son una bendición. Todos debemos creer esto. Aun cuando perdemos algo, esta pérdida es una bendición. Pablo dijo que todo nos pertenece, sea Pablo, Pedro, Apolos, la vida, la muerte o cualquier otra cosa. Antes éramos Rubén, pero ahora somos José. Mientras seamos José, todo es bendición, no importa lo que nos suceda. Si usted me aborrece, eso es una bendición. Si me ama, eso también es una bendición. Si usted me roba, también esto es una bendición. Si usted me da algo, eso también es una bendición. En cualquier intercambio que usted
tenga conmigo, sea con amor o con odio, todo lo que usted me haga es una bendición para mí. Si usted no hace nada, eso también es una bendición. Soy muy bendecido. Yo soy una persona bendecida por no ser Rubén sino José. ¡Alabado sea el Señor porque en la iglesia somos José! Examine la experiencia de José. Sus hermanos lo aborrecían y lo traicionaron, y él tuvo que enfrentar situaciones difíciles. No obstante, todo lo que le sucedió lo bendijo. Lo que le hicieron sus hermanos se convirtió en una bendición. Cuando José se dio a conocer a ellos en Egipto, les dijo: “Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gn. 45:5). Además les dijo: “Vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien” (50:20). José parecía decir: “No deben tener temor de mí, ni preocuparse por lo que yo les pueda hacer, porque todo lo que ustedes me hicieron se convirtió en una bendición”. En el universo todo es bendición para nosotros. El tiempo, el espacio, los cielos, la tierra, el aire, lo que está debajo de la tierra, las personas, los asuntos, las cosas, todo ello es bendición para nosotros. ¡Debemos creerlo! Al principio yo aceptaba esto como una creencia, pero ahora puedo testificar con un corazón sincero, que en mi experiencia esto es válido. Todo lo que nos suceda es una bendición. En la profecía que Jacob dio con bendición, vemos una condición para la bendición de los primeros diez hijos, pero no sucede lo mismo con José. La bendición de José es incondicional. Si viéramos esto, no podríamos hacer otra cosa que orar: “Señor, no sé qué es bueno ni qué es malo; sólo oro para que se cumpla Tu voluntad”. Todo depende de nosotros; ¿somos Rubén o José? No depende de los cielos, de la tierra, del aire, ni de ninguna otra cosa. Si usted es Rubén, todo será una maldición y una pérdida; pero si es José, todo será ganancia. En los cielos, en la tierra y debajo de la tierra, nada puede ser una pérdida para usted. Por el contrario, todas las cosas obran para bien de usted mientras ame al Señor (Ro. 8:28). Hasta lo más insignificante se produce para el bien de usted. Sus vecinos, la familia de su esposa, y sus amigos cooperan para su bien porque usted es bendecido. Todos los creyentes neotestamentarios son José. Quizá usted no esté consciente de que es un José, pero el Señor dice que lo es. En tanto que usted sea un creyente, deja de ser un Rubén, y es un José. Por ser José, todo lo que le suceda a usted será una bendición. Los cielos, la tierra, la nieve, la lluvia, el rocío y todo lo que se encuentra debajo de la tierra es una bendición para usted. Esta es la razón por la cual el Nuevo Testamento nos exhorta a agradecer al Señor en todas las cosas (Ef. 5:20; 1 Ts. 5:18). Me pregunto si los padres de los niños traviesos agradecen alguna vez al Señor por ellos. Si usted tiene un hijo travieso, debe agradecer al Señor, diciéndole: “Señor, cuanto te agradezco por este hijo travieso. Señor, te agradezco por este hijo problemático y rebelde. ¡Qué gran bendición es este hijo para mí!”. Si dicho hijo continúa siendo un Rubén, todo será una maldición para él. Pero si él cree en el Señor, se convertirá en un José, y entonces todo lo que le suceda será una bendición. Si usted lee detenidamente el Nuevo Testamento, verá que los creyentes neotestamentarios son el pueblo bendecido. Nosotros nos encontramos bajo la bendición universal. Esta es la razón por la cual no debemos maldecir a nadie (Ro. 12:14). Puesto que todo es bendición para nosotros, no podemos hacer otra cosa que bendecir a los demás. Inclusive cuando los demás nos hagan mal, esta maldad será una bendición. Por consiguiente, no debemos maldecirlos, sino bendecirlos. Podemos decirles: “Gracias por aborrecerme. Que Dios los bendiga. Su odio es una bendición para mí. Yo los puedo bendecir en toda clase de situación. Si me tratan bien, los bendigo; si me tratan mal, los sigo bendiciendo”. ¡Alabado sea el Señor porque somos el pueblo bendecido! Si uno ve eso, se dará cuenta de que está disfrutando la bendición de Dios. Sin embargo, en muchas ocasiones todavía hablamos de manera natural. Cuando ganamos algo, damos las gracias al Señor por Su bendición; mientras que cuando perdemos algo, generalmente no le damos las gracias. Debemos tener la visión de que somos José, el pueblo bendecido, y que estamos bajo la bendición de Dios. En todo lo que nos sucede, bueno o malo, debemos decir: “¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Esto es una bendición”. Con frecuencia preguntamos: “¿Es usted salvo?”. Pero ahora debemos aprender a preguntar: “¿Es usted bendecido?”. Cuando nos hagan esta pregunta, debemos contestar: “Sí, somos bendecidos”.
Los cristianos ortodoxos hablan a menudo de los creyentes como de personas redimidas por la sangre y regeneradas por el Espíritu. Debemos aprender a decir que somos el pueblo universalmente bendecido. Nuestra casa, nuestra familia y todo lo que nos pertenece es una bendición, por muy malas que sean las circunstancias. Nunca sabemos en qué parará cierto asunto. Una cosa puede parecer buena al presente, y convertirse en algo malo. Por otro lado, algo que parece muy malo puede convertirse en algo muy bueno. Sólo el Señor lo sabe. El resultado será el mismo, sea que las cosas sean buenas o malas. No hay ninguna diferencia si nuestros hijos son obedientes o traviesos, y tampoco hay diferencia si nuestro cónyuge es agradable o difícil. Para José, todo es bendición. Si usted ve eso, descansará y tendrá paz, y dirá: “¡Aleluya! Fuimos elegidos, predestinados, llamados y salvos, y ahora somos bendecidos”. Somos el pueblo bendecido, somos las personas que se encuentran bajo la bendición de Dios, y todo es bendición para nosotros. Todo es nuestro.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO SIETE EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE JOSE Y DE BENJAMIN (3) Como ya hemos recalcado, el relato de la bendición de Jacob mencionado en Génesis 49 empieza con un pecador y termina con la bendición universal y la morada eterna. Si entendemos correctamente la Biblia, veremos que toda la Biblia conduce a la bendición universal de Dios y a Su morada eterna. Por la eternidad nos encontraremos bajo la bendición universal de ser la morada eterna de Dios. Estos son los nuevos cielos y la nueva tierra con la nueva Jerusalén. Los nuevos cielos y la nueva tierra serán la esfera de la bendición universal. Estaremos bajo esta bendición con el fin de ser la Nueva Jerusalén. Según la descripción de Apocalipsis 21 y 22, en los nuevos cielos y la nueva tierra no habrá más que bendiciones. En este entorno, todo será una bendición para la Nueva Jerusalén, la morada eterna de Dios. Nosotros los escogidos de Dios seremos esta morada y estaremos bajo la bendición universal. Esta es la consumación final de la revelación bíblica. Resulta muy interesante ver que el relato corto de la bendición profética de Jacob tiene la misma conclusión que toda la Biblia. En los primeros dos capítulos de Génesis, no figura el pecado, el cual aparece en el capítulo tres, donde el pecador era un verdadero Rubén. No obstante, en los últimos dos capítulos de la Biblia, tendremos al verdadero José y al verdadero Benjamín. Podemos decir que José es la señal de la bendición universal. Todas las bendiciones reposan sobre la cabeza de aquel que fue apartado de sus hermanos. Benjamín simboliza la morada eterna de Dios. ¡Aleluya, la iglesia en el recobro actual de Dios es una miniatura de la bendición universal y de la morada eterna! En las iglesias, tenemos bendición tras bendición, y por tal bendición somos la morada de Dios. Estos dos asuntos, la bendición y la morada, se encuentran en las epístolas del Nuevo Testamento. Probablemente pocos cristianos han prestado atención a estos asuntos en las epístolas. Sin embargo, estas dos palabras proporcionan el bosquejo de las epístolas, pues todas ellas tratan de la bendición de Dios. Tome Efesios como ejemplo. Dice en Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Aquí vemos la bendición. Efesios 1:23 habla del Cuerpo, y Efesios 2:22 habla de la morada; así, ambos representan la morada de Dios. En Efesios 3:16 y 17 el apóstol Pablo ora pidiendo que el
Padre nos fortalezca por Su Espíritu en el hombre interior a fin de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Por lo tanto, en el breve libro de Efesios, se abarcan las bendiciones y la morada. Dios nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales a fin de que seamos Su morada. Si usted me pregunta qué se revela en las epístolas, contestaría que allí se revelan la bendición y la morada. Aun así, necesitamos luz y visión para captar esto. Sin luz ni visión, podemos leer las epístolas repetidas veces y ver solamente cosas como la exhortación a que las mujeres se sometan a sus maridos y a que los maridos amen a sus esposas, que debemos redimir el tiempo, ser diligentes y amar al prójimo. Si vemos las epístolas con nuestra visión natural, sin luz ni visión, veremos principalmente estos puntos secundarios y no percibiremos la bendición ni la morada que se presentan en ellas. El Nuevo Testamento gira en torno a la bendición y la morada. Génesis 49 abarca muchos puntos excelentes y maravillosos. ¡Cuánto le agradezco al Señor porque el primer hijo de Jacob fue Rubén y los dos últimos fueron José y Benjamín! Si José y Benjamín hubiesen sido los primeros dos hijos y Rubén el último, todo habría estado revuelto. ¡Alabado sea el Señor, porque antes éramos Rubén, pero ahora somos José y Benjamín! Puedo testificar que soy el Rubén y el Benjamín de hoy. Día y noche estoy bajo la bendición de Dios y soy la morada de Dios. Inclusive los jóvenes, los que cursan la secundaria, deben ser José y Benjamín. Antes de entrar en la iglesia, nunca nos dimos cuenta de lo que significan José y Benjamín. Si quienes estamos en el recobro del Señor no somos José y Benjamín, entonces ¿quiénes pueden serlo? ¿Acaso no es usted un José y un Benjamín? ¿No está usted bajo la bendición universal de Dios? ¿No es usted la morada eterna de Dios? Por ser el Benjamín de hoy, Dios mora en mí, y no simplemente en mí, sino entre mis hombros.
I. Con la bendición de los pechos y del vientre En el mensaje anterior abarcamos los primeros ocho aspectos de la bendición universal. En la bendición que Jacob dio a José, usó muchas expresiones poéticas, como “los montes antiguos”, “los collados eternos” y “el término de los collados eternos”. Estas expresiones aluden al tiempo y al espacio, es decir, todo el tiempo, desde los tiempos antiguos hasta la eternidad, y todo el espacio, desde los cielos hasta debajo de la tierra. Por consiguiente, dichas expresiones poéticas se refieren a la bendición universal, pues el tiempo y el espacio constituyen el universo. Tenemos una bendición que llena todo el universo. En el tiempo y el espacio nos encontramos bajo esta bendición. La bendición de Dios llena el universo, desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura y desde los cielos arriba hasta las profundidades de la tierra abajo. En todas partes y en todo momento, no hay más que bendiciones. ¡Todos necesitamos esta visión y esta comprensión! No necesitamos esperar hasta que vengan los cielos nuevos y la tierra nueva, pues en la vida de iglesia actual, estamos en el anticipo de esta bendición universal. Los primeros ocho puntos de la bendición que recibió José son universales, aunque bastante comunes. Si usted los examina, verá que no contienen nada de vida ni de la morada. Por eso necesitamos prestar atención a los últimos dos aspectos; uno se relaciona con la vida y el otro con la morada. Recuerde que el relato de Génesis 49 es poético y que la poesía por lo general usa símbolos. Un cuadro o un símbolo puede sustituir mil palabras. Bajo la inspiración de Dios, en el versículo 25 Jacob habló de las bendiciones de los pechos y del vientre. En esta declaración poética, el vientre representa la producción de la vida, el engendramiento, mientras que los pechos representan el nutrimento de la vida. En la creación Dios sólo bendijo a los seres vivos y al hombre (1:22, 28). El no bendijo la obra que realizó en los primeros cuatro días. No bendijo al sol, a la luna, a las estrellas ni a la vegetación que se extendía sobre la tierra. Sin embargo, en el quinto día, El bendijo a los seres vivos que había en el agua y las aves de los aires y, en el sexto día, bendijo al hombre. De tal manera que de todas las obras de Su creación, El bendijo solamente a los seres vivos y al hombre. Esto deja en nosotros la profunda impresión de que Dios está interesado sólo en la vida. El quería obtener la vida productiva. El hecho de que José fuese bendecido con las
bendiciones del vientre y de los pechos indica que fue bendecido con la vida que engendra y que nutre. Estas figuras no se deben aplicar a la vida animal, ni siquiera a la vida humana, sino a la vida eterna. La vida eterna es la vida más elevada, la vida más productiva. En el Nuevo Testamento vemos que la vida productiva no es la vida animal ni la vida humana, sino la vida eterna. Hoy en día, los que estamos en la iglesia experimentamos la vida eterna como vida productiva. Los muchos aspectos de la bendición que recae sobre la iglesia incluyen los pechos y el vientre, la vida que produce y que nutre. Considere el cuadro que se presenta en Apocalipsis 21 y 22. En estos capítulos tenemos los cielos nuevos, la tierra nueva y la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén está el río de agua de vida. En este río crece el árbol de la vida. En los cielos nuevos y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén, lo principal es la vida que fluye. Sin lugar a dudas, los demás aspectos de la bendición universal están presentes en la bendición de los cielos, la bendición del rocío, la bendición de la tierra y la bendición de lo que está debajo de la tierra. No obstante, Apocalipsis 21 y 22 no menciona las demás cosas. Dichos capítulos mencionan solamente el fluir de la vida y el árbol de la vida, algo que provee alimento. Si usted lee Génesis 49 según la letra, no verá que allí está la vida que produce y nutre. Debe penetrar en el significado espiritual de las expresiones poéticas usadas en este capítulo. ¡Aleluya!, en la vida de iglesia tenemos la bendición de la vida, la bendición de los pechos y del vientre y la bendición del río que fluye. Si recibimos toda bendición excepto la bendición de los pechos y del vientre, esto significa que carecemos de la vida que produce y nutre. En dado caso, seríamos una iglesia en una condición lamentable. Si se quitaran de la tierra los animales y seres humanos, los cuales se reproducen, se perdería todo el significado del universo. El significado del universo depende de la vida animal y en particular de la vida humana. Supongamos que en el sur de California hubiera pasto, flores y árboles, y que no hubiera animales ni seres humanos. Si los ángeles viesen esto, dirían que está llena de bendición, pero que está escasa de vida. Pero los ángeles se alegran de ver tantos seres vivos en la tierra. En la vida de iglesia disfrutamos el vientre y los pechos, la producción y el nutrimento. Hoy en la vida de iglesia tenemos indudablemente una vida que fluye, y en la Nueva Jerusalén la tendremos aún más.
J. Con el beneplácito del que habitó en la zarza Por último, José fue bendecido con “la gracia del que habitó en la zarza” (Dt. 33:16). El ultimo aspecto de la bendición universal es la morada de Dios. Aquel que habitó en la zarza tenía un beneplácito. Todo el que viva en una zarza, anhelará tener una casa mejor. Si usted habitara en una zarza, su beneplácito sería vivir en una casa mejor. No me gustaría vivir en una zarza con usted, pero sí me gustaría vivir con usted en una casa mejor. Supongamos que un joven que vive en una zarza desea casarse con una joven. El beneplácito de quien vive en la zarza sería establecerse con su esposa en una buena casa después de contraer matrimonio. Antes de la construcción del tabernáculo, el Señor habitaba en la zarza (Ex. 3:4). Dios liberó a Su pueblo, los hijos de Israel, y los sacó de Egipto con la intención de que le construyeran primero el tabernáculo y luego el templo. Moisés recibió una visión de Dios en la zarza, y Dios le habló desde allí. Pero en Levítico 1:1 Dios le habló a Moisés desde el tabernáculo. El bendijo a los hijos de Israel con este beneplácito. Este es el deseo más elevado que Dios tiene, y con él bendijo a Su pueblo escogido. Dios bendijo a los hijos de Israel con la mejor bendición: El moraría entre ellos. ¿Qué bendición podría ser mayor que ésta? Con el tiempo Aarón, un pecador, puede entrar en la presencia de Dios en el Lugar Santísimo. ¿Qué bendición podría ser mejor? La bendición más elevada consiste en entrar a la morada de Dios y permanecer en Su presencia. Nosotros mismos llegamos a ser esta morada. En este contexto quisiera destacar que no podemos entender la Biblia según nuestro concepto natural. Usted puede leer la Biblia y recitar muchos versículos; pero si no tiene la visión, no verá nada. Si usted atiende a esto que compartimos acerca de la morada de Dios, Exodo será un libro nuevo para usted. Exodo empieza con una visión de Dios en la zarza, donde El habla a Moisés con
la intención de que más adelante éste saque a los hijos de Israel de Egipto y los conduzca al desierto para que allí construyan un tabernáculo para Dios. ¡Qué bendición más grande! En todo el Antiguo Testamento, no hay bendición mayor, más elevada, ni más dulce que la bendición de tener la morada de Dios. Con frecuencia los salmistas expresan su deseo de estar en el templo de Dios. Dice en Salmos 84:10: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad”. Ninguna bendición es tan grata ni tan grande como la morada de Dios. Esta es la bendición máxima. La Nueva Jerusalén es llamada el tabernáculo de Dios. Cuando el Señor Jesús se hizo carne, El era el tabernáculo de Dios (Jn 1:1, 14). El también era el templo de Dios (Jn 2:19, 21). Más adelante, la iglesia fue edificada como templo de Dios (1 Co. 3:16). Finalmente, la Nueva Jerusalén en su totalidad será un tabernáculo eterno, la bendición central entre las bendiciones de Dios. Los cielos nuevos y la nueva tierra serán una bendición, pero el centro de esta bendición será la Nueva Jerusalén, el tabernáculo de Dios. En la Nueva Jerusalén, Dios morará con nosotros, y nosotros moraremos cerca de El.
V. HABITA A. Cerca del Señor entre los hombros de Benjamín Génesis 49:27 afirma que Benjamín es un lobo arrebatador. No obstante, Deuteronomio 33:12 dice acerca de El: “El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. Para el enemigo, Benjamín es un lobo arrebatador. Pero, según Deuteronomio, Benjamín es el amado de Jehová. ¿Cómo puede un lobo arrebatador ser el amado de Jehová? El Señor ama a Benjamín, el lobo arrebatador, porque la morada de Dios estaba en el territorio de Benjamín. Muchos cristianos piensan que Jerusalén, donde se hallaba el templo, estaba en el territorio de Judá. No es así; está en el territorio de Benjamín, muy cerca de Judá. Los reyes provenían de Judá, pero la capital, Jerusalén, estaba en Benjamín. En la capital estaba la morada de Dios. Geográficamente, el territorio de Benjamín tiene forma de dos hombros, y Jerusalén está localizada entre esos dos hombros. Por lo tanto, el Señor habitó entre los hombros de Benjamín. Por supuesto, es la cabeza la que se sitúa entre los dos hombros de nuestro cuerpo. Esto indica que aquel que moraba en Deuteronomio 33:12 es la Cabeza. El Dios que mora en el templo es la Cabeza. Esto significa que en la morada de Dios está la autoridad de la cabeza, el señorío. El lenguaje de Deuteronomio 33:12 es poético. Hace años este versículo era un rompecabezas para mí. No sabía lo que significaba el hecho de que Dios habitara entre los hombros de Benjamín. Pero después de estudiar la Biblia durante unos años y de experimentar al Señor, empecé a entender. Si usted examina su experiencia, se dará cuenta de cuán real es el hecho de que Dios habita entre nuestros hombros para ser nuestra Cabeza. Cuando tenemos la morada de Dios, tenemos su autoridad como cabeza. Por consiguiente, dentro de la ciudad de la Nueva Jerusalén está el trono. Deuteronomio 33:12 afirma también que el Señor cubrirá a Benjamín todo el día. ¿Cómo cubría el Señor a Benjamín? El tabernáculo era una cubierta, pues Apocalipsis 7:15 declara: “Aquel que está sentado sobre el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos”. El edificio de Dios es un tabernáculo, y un tabernáculo es una cubierta. Este tabernáculo es Cristo y también es la iglesia. Hoy en día, estamos bajo la sombra de Cristo y de la iglesia, pues tanto Cristo como la iglesia son la morada de Dios, la cual nos cobija y bajo la cual moramos.
B. Benjamín habita confiado cerca del Señor Deuteronomio 33:12 afirma que Benjamín habitará confiado cerca del Señor. Benjamín será un vecino del Señor. Por vivir al lado del Señor, El mora confiado. Del mismo modo, mientras moramos cerca del Señor, estamos a salvo. Aunque no tengamos mucha experiencia, de todos
modos podemos testificar que somos el Benjamín de hoy, que Dios mora entre nuestros hombros, y que todo nuestro ser está bajo Su sombra. El es el Señor, y Su trono real está entre nosotros. Su morada se halla entre nosotros, El está aquí, y nosotros moramos cerca de El. Dios y nosotros somos vecinos. ¡Qué bendición más grande! Si usted acoge este concepto de la morada de Dios que encontramos en el primer libro de la Biblia y lee el libro de Salmos bajo esta luz, los salmos serán nuevos para usted. Todo el libro de Salmos gira en torno a este asunto de la morada de Dios. Muchos versículos hablan de la ciudad, del templo, de la casa, de la morada o del tabernáculo. Si unimos todos estos versículos, veremos que los salmos giran exclusivamente en torno a la morada de Dios. En uno de los salmos, Moisés dice: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación” (Sal. 90:1). Si deseamos que el Señor sea nuestra habitación, debemos primero ser Su habitación. Si Dios no tiene una morada edificada en la tierra, nunca podrá El ser nuestra morada. Pero cuando el Señor tiene una morada en la tierra, El se convierte en nuestra habitación y nosotros en la Suya. Nos referimos a esto diciendo que moramos mutuamente el uno en el otro, como se revela en Juan 14 y 15, particularmente en las palabras: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 15:4). “Permaneced en Mí”, ésta es nuestra morada; “y Yo en vosotros”, ésta es Su habitación. En Juan 14:23 el Señor dijo claramente: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Nosotros seremos la morada de Dios, y El será la nuestra. Si todos alabamos al Señor por esto, estaremos con El en Su morada. El último de los diez aspectos de la bendición universal, es el asunto de la morada. Por lo tanto, todas las bendiciones llegan a su consumación en la morada. La morada es la razón por la cual Dios nos da tantas bendiciones. ¿Por qué Dios los salvó a ustedes? Para que sean Su morada. ¿Por qué le da a usted gracia sobre gracia? Por causa de Su morada. ¿Por qué Dios hace que todo obre para el bien de usted hoy? Por Su morada. Todas las bendiciones desembocan en la morada de Dios. Este es el beneplácito de Dios, el deseo de Su corazón. Lo que Dios desea es obtener una morada. Esto se revela en Isaías 66:1 y 2. En Isaías 66:1 vemos que el cielo es el trono de Dios y que la tierra es el estrado de Sus pies, y que Dios todavía no tiene dónde descansar. Muchos cristianos desean ir al cielo. Según ellos, el cielo es un lugar muy agradable. Pero Dios no tiene tanto interés en los cielos como lo tienen tales cristianos. El desea un lugar donde reposar. Isaías 66:2 revela que el lugar de descanso de Dios no es ni el cielo ni la tierra, sino el hombre. Dios anhela obtener al hombre. Este versículo declara: “Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”. Este versículo corresponde a Mateo 5:3: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. La clase de hombre que constituye el descanso de Dios es la de hombres contritos y pobres en espíritu. El beneplácito de Dios consiste en conseguir esta clase de hombres. La voluntad de Dios es que seamos humildes y pobres en nuestro espíritu, que estemos vacíos para El. Pero si nuestro espíritu está lleno de algo que no sea Dios, no seremos pobres en nuestro espíritu. En tal caso, Dios no puede morar en nosotros. Muchos cristianos contemporáneos están llenos en su espíritu. Están llenos de tantas cosas, inclusive de cosas legítimas, que no les queda espacio en su espíritu para el Señor. Dios necesita un espíritu vacío. Su deseo radica en que el espíritu de uno esté vacío para El. Es pobre en espíritu aquel cuyo espíritu está vacío, desocupado y listo para que el Señor entre en él. Según Isaías 66:1 y 2 los pobres y humildes en espíritu son el lugar de reposo de Dios. El descanso de Dios no se encuentra en ninguna otra parte en todo el universo, ni en los cielos ni en la tierra. Como pobres y humildes en espíritu, deberíamos decir: “Señor, ven; estoy despojado, no tengo nada ni a nadie; estoy listo para Ti. Entra, haz Tu morada en mí, radícate en mí”. Aunque usted haya estado en la vida de iglesia mucho tiempo, debe hacer esta oración y pedir al Señor que resida en usted. En Efesios 3:16 y 17 el apóstol Pablo oró pidiendo que el Padre nos fortaleciera con poder por Su espíritu en nuestro hombre interior para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Pablo oró para que Cristo residiera en nosotros. No se trata simplemente de amar al Señor ni de servirle, sino de que El haga Su hogar en nosotros. El servicio que rendimos al Señor no lo satisfará tanto como el convertirnos en Su morada. Todos debemos ser la morada del Señor. Esto es lo que El
desea y lo que busca. Este es Su beneplácito. La máxima bendición consiste en ser la morada de Dios. Su morada es también nuestra morada. Cuando nuestro Dios descansa, nosotros también hallamos descanso en Su morada. La idea de que Dios more entre nosotros y nosotros con El se encuentra en todo el Antiguo Testamento y también en el Nuevo. En el transcurso de los siglos y a lo largo de las generaciones, Dios siempre ha deseado tener una morada. Lamento decir que la mayoría del pueblo de Dios no ha visto eso. No obstante, hoy en Su recobro, El viene a nosotros repetidas veces y nos recuerda Su morada. No estoy hablando de algo que no haya experimentado personalmente. Cuando he abierto la Biblia en estos veinticinco o treinta años, he visto principalmente una cosa: la morada de Dios. Muchos capítulos de la Biblia aluden al deseo que tiene Dios de obtener una morada. Este es el deseo de Su corazón, Su beneplácito. Si usted es bendecido con el beneplácito del que habitó en la zarza, usted es la persona más bienaventurada. En cierto sentido, el Señor sigue en la zarza incluso hoy. Observe la situación de toda la tierra. ¿Qué vemos aparte de la zarza? ¿Dónde está el tabernáculo? Muchos no pueden ni siquiera ver la sombra, mucho menos la realidad. Pero nosotros cuánto debemos adorar el Señor porque en Su recobro no sólo entendemos la sombra, sino que estamos en [la realidad,] la morada. Podemos decir: “Señor, ¡Te alabo! En cuanto a nosotros, Tú no estás en la zarza; estás en Tu morada”. Ya vimos que el Señor bendijo a José con el beneplácito de aquel que habitó en la zarza. ¿Quién es el que habitó en la zarza y cuál es Su beneplácito? Si no interpretamos este versículo como lo hemos hecho, entonces ¿cómo debemos interpretarlo? Al leer toda la Biblia, podemos descubrir quién es el que habitó en la zarza y cuál es Su beneplácito. Aquel que habitó en la zarza indudablemente es el que llamó a Moisés a edificarle el tabernáculo. El vivía en una zarza y anhelaba tener un tabernáculo edificado con materiales preciosos. Ese era Su beneplácito. Los hijos de Israel fueron bendecidos con este beneplácito. ¿Cree usted que el Señor libertó a los hijos de Israel y los sacó de Egipto simplemente para que fuesen salvos? Su liberación no tenía como único fin su salvación, sino la morada de Dios. Todo lo que hizo Dios para ellos y por ellos tenía un propósito: erigir el tabernáculo entre ellos. Después de la construcción del tabernáculo, la gloria de Dios bajó y lo llenó (Ex. 40:34). En ese entonces, los hijos de Israel eran el pueblo más bienaventurado de la tierra, bendecido con el beneplácito de aquel que moraba en la zarza, aquel que ahora habitaba en el tabernáculo. Por tanto, el tabernáculo se convirtió en la mayor bendición dada a los hijos de Israel. Sucede lo mismo hoy. El Señor se complace en obtener la iglesia. Nosotros, por estar en la iglesia, somos el pueblo más bienaventurado. Antes de que la iglesia llegara a existir, el Señor estaba en la zarza. En la práctica, antes de que la iglesia llegase a esta localidad, el Señor estaba en la zarza. Indudablemente El no estaba en un tabernáculo. Pero ahora la iglesia está aquí y podemos decir: “¡Alabado sea el Señor! El ya no está en la zarza. Ahora El está en el tabernáculo, y nosotros estamos aquí con El. Nosotros y Dios somos vecinos. Somos el Benjamín de hoy, el cual mora confiado cerca del Señor. ¡Aleluya!”. ¿Qué podría ser mejor que esto? A mí me basta con tener la morada del Señor y estar en ella. Esta es la experiencia de Benjamín, el hermano menor de José. Benjamín concuerda con José. Del mismo modo, la iglesia concuerda con la bendición de Dios. En el transcurso de los años el Señor lo ha bendecido a usted. Usted no puede negar que ha estado bajo Su bendición. Sin embargo, el propósito de Su bendición es el beneplácito del que habitó en la zarza, y este beneplácito consiste en obtener la vida de iglesia como Su morada. En la actualidad Dios puede jactarse ante Su enemigo, Satanás, y decir: “Satanás, mira, hoy tengo un lugar de descanso. Mi lugar de descanso es la iglesia. Antes dije que los cielos eran Mi trono y la tierra el estrado de Mis pies, pero debía preguntar dónde estaba Mi descanso. Satanás, te lo digo, ahora la iglesia es Mi lugar de reposo. Estoy satisfecho, y Mi pueblo escogido también está satisfecho”. Muchos de nosotros podemos testificar que desde el día en que fuimos salvos, nunca hemos estado tan satisfechos en nuestro espíritu como ahora que estamos en la vida de iglesia. No queremos decir que la vida de iglesia sea perfecta. No, no lo es. Sin embargo, aquí en la vida de iglesia estamos
satisfechos. Hemos pasado por muchos lugares sin estar satisfechos. No encontrábamos satisfacción hasta que llegamos a la iglesia. En aquel día, dijimos: “Esta es mi casa. Estoy satisfecho”. La razón por la cual sentimos que estamos en casa y que estamos satisfechos es que la iglesia es el tabernáculo de Dios, Su morada. El Señor ya no habita en la zarza, pues está ahora en el tabernáculo. ¡Cuán contento estoy porque estamos bajo la bendición universal y somos la morada de Dios! Esta bendición es universal, y esta morada es eterna. La vida de iglesia perdurará para siempre. Los primeros cielos y la primera tierra, incluyendo al viejo entorno, llegarán a su fin, pero la vida de iglesia, en la cual estamos ahora, perdurará para siempre. Esta es la morada eterna. Les aseguro que cuando usted entre en la eternidad, se acordará de su experiencia en la vida de iglesia. Usted puede decir: “Nunca olvidaré el tiempo en que he estado en la vida de iglesia”. Espere y descubrirá que eso es cierto. En lo profundo de nosotros, tenemos la plena certeza de que la vida de iglesia es eterna.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO OCHO LA MAXIMA CONSUMACION DE LA OPERACION QUE DIOS EFECTUA EN LA BIBLIA Con este mensaje concluimos la serie que abarca el capítulo cuarenta y nueve, el cual es un relato de la bendición profética que dio Jacob a sus hijos. Estas bendiciones son dadas en figuras, signos y símbolos, que deben ser interpretados usando alegorías. Vimos que en Génesis están sembradas casi todas las semillas de las verdades bíblicas. Las semillas sembradas en este libro se desarrollan en los libros siguientes y se cosechan en el Apocalipsis. Génesis es un libro que contiene las semillas de las verdades que constan en la Biblia y, por esta razón, la conclusión del capítulo cuarenta y nueve debe corresponder a la conclusión de toda la Biblia. En los últimos dos capítulos de Apocalipsis, encontramos esencialmente dos cosas: la bendición universal y la morada eterna de Dios con los hombres. Antes de examinar la bendición universal y la morada eterna, debemos repasar el capítulo cuarenta y nueve. Los primeros cuatro hijos de Jacob fueron: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Según el relato del Antiguo Testamento, estos cuatro hijos eran malos. El primero y el cuarto, Rubén y Judá, estaban llenos de lujuria. El segundo y el tercero, Simeón y Leví, estaban llenos de ira. La lujuria y la ira caracterizan a la gente malvada. En la constitución del reino de los cielos promulgada en Mateo capítulos cinco, seis y siete, el Señor Jesús habló duramente en contra de la lujuria y de la ira. Si un hombre puede apartarse de estas dos cosas, no será pecaminoso. El hombre se vuelve pecaminoso por estar lleno de lujuria y de ira. Alabamos al Señor porque en Su gracia El salvó a los primeros cuatro hijos de Jacob. Además, dos de ellos fueron transformados en algo maravilloso. La tribu de Leví fue transformada en sacerdotes, y la de Judá en reyes. Los pecadores se convirtieron en sacerdotes y reyes. Esto se logró con una salvación real. Esta salvación la divulgó por el mundo gentil Zabulón, el quinto hijo de Jacob. Después de que Zabulón difundió el evangelio, Isacar apareció como el descanso, el cual se halla en el evangelio que efectuó Judá y que predicó Zabulón. La persona salva reposa en la salvación efectuada por Dios. Después de Isacar viene Dan, y con él una especie de apostasía. Dan se desvió del camino de
Dios, pero Gad restauró la situación. Por tanto, vemos la apostasía en Dan, y la restauración en Gad. El recobro que se halla en Gad trae la abundancia de las riquezas de Cristo, representadas por Aser. Neftalí viene después de Aser, y representa la resurrección en la cual se encuentran las riquezas de Cristo. Después de los primeros diez hijos, llegamos a los últimos dos: José y Benjamín. Si usted lee cuidadosamente el relato de estos dos hijos, verá que no tienen ningún defecto. La Biblia contiene un largo relato acerca de José, pero no muestra que él estuviese mal en nada ni que hubiera fallado. José era perfecto. No podemos decir con certeza que Benjamín era perfecto, pero tampoco figura ningún defecto en su vida. A José se le llama la rama de un árbol fructífero, y a Benjamín, el hijo de la mano derecha. Es muy significativo que José fuera fructífero y que Benjamín estuviera a la diestra de Dios. Ambos están en resurrección. Podemos aplicar estas dos características al Señor Jesucristo. Cristo es la única rama del árbol fructífero, y también es el Unigénito que está a la diestra de Dios. Por consiguiente, tanto José como Benjamín tipifican a Cristo. José tipifica al Cristo que da origen a la bendición ilimitada y universal de Dios. El Cristo perfecto tipificado por José trae la bendición ilimitada de Dios. Benjamín tipifica a Cristo como aquel que trae la morada eterna de Dios. En Génesis 49:22-26 y en Deuteronomio 33:13-16 se indica que la bendición que reposa sobre José es universal y eterna, además de que proviene de los montes antiguos y va hasta los collados eternos. Esto se refiere al espacio y al tiempo. La bendición de Cristo llega a todo el universo. Cuando vengan el cielo nuevo y la tierra nueva, no habrá más que bendiciones en todo el universo. Habrá bendición tras bendición. Esta es la vida de José, la vida que produce bendiciones. Lo dicho acerca de Benjamín en Génesis 49 y en Deuteronomio 33 es muy breve. Sin embargo, este corto relato nos presenta un cuadro definido de su vida. Su vida produce la morada de Dios. Con el tiempo, esta morada se convierte en la morada eterna de Dios. En el relato de José y Benjamín encontramos una clara indicación de lo que desea Dios en Su corazón. En lo que dijo Moisés acerca de José, habló de “la gracia del que habitó en la zarza” (Dt. 33:16). Cuando Dios llamó a Moisés, éste vio una zarza que ardía. Dios le habló desde esa zarza. Más adelante, Moisés entendió que el Dios que habitó en la zarza deseaba tener una morada sobre la tierra y por esa razón había llamado a los hijos de Israel, los había sacado de Egipto, los había conducido al desierto, y los exhortaba a construirle un tabernáculo. Cuando Dios llamó a Moisés, le habló desde la zarza. Pero después de la construcción del tabernáculo, Dios hablaba desde allí (Lv. 1:1). Esto revela que la intención de Dios era obtener una morada entre los hombres en la tierra. En Deuteronomio 33:12 leemos: “A Benjamín dijo: El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. Este versículo indica que Dios moraría entre los hombros de Benjamín y que éste habitaría confiado cerca del Señor. En otras palabras, Benjamín sería el vecino inmediato del Señor. Muchos creen que Jerusalén estaba en Judá, pero en realidad se encontraba en Benjamín. El rey provenía de Judá, pero la capital estaba en Benjamín. Jerusalén, la capital, era la morada de Dios. Geográficamente estaba ubicada entre los hombros de Benjamín. Benjamín habitaba confiado porque el Señor había hecho Su hogar allí y porque era su vecino. La idea de bendición y de morada sobresale bastante en la bendición profética que dio Jacob a sus doce hijos. Estos dos asuntos desembocan en la bendición universal y en la morada eterna. Como ya dijimos, la consumación final de la Biblia radica precisamente en estas dos cosas. En el capítulo tres de Génesis, el hombre se hizo pecador. De entre todos los pecadores muchos fueron salvos. De entre los salvos muchos fueron transformados en sacerdotes y reyes. Se predicó la salvación real, el evangelio del reino, y los salvos llegaron a descansar en este evangelio. Después de la apostasía y la restauración, vemos el resultado de las riquezas que hay en la vida de resurrección. Por consiguiente, todo lo que abarca la Biblia está representado por la bendición profética de Jacob. En la Biblia y también en la historia ha habido muchos Rubén, Simeón, Leví y Judá. Además, muchos salvos han sido transformados en sacerdotes y reyes. Del reinado ha salido una salvación predicada como la salvación real. Los salvos, simbolizados por Isacar, descansan en esta salvación.
Pero vino Dan, el cual representa la caída en la apostasía. Después de la apostasía, viene el recobro, la restauración, con Gad, lo cual trae las riquezas de Aser y en la resurrección de Neftalí. Finalmente, aparecen José y Benjamín, quienes tipifican a Cristo. Este es el esquema general de la Biblia. Sin embargo, este esquema es más bien doctrinal; así que llegamos ahora al asunto de la experiencia. Eramos Rubén y Simeón, los cuales fueron salvos y transformados en Leví y Judá. En la vida de iglesia hoy en día, somos sacerdotes y reyes. No obstante, se ha introducido Dan, la iglesia apóstata. Después de Dan, vino Gad, quien representa el recobro, y éste conduce a la abundancia de Aser. Aser está en Neftalí, o sea, en resurrección. Todo eso nos lleva a José y a Benjamín. Por consiguiente, hoy no somos ni Rubén ni Simeón, sino Leví, Judá, José y Benjamín. Puedo testificar con una conciencia pura que yo era un Rubén y Simeón lleno de lujuria y de ira. Pero en el transcurso de los años he sido transformado en Leví, un sacerdote, y en Judá, un rey. Además, he sido transformado en un José, uno que está lleno de bendiciones, y en un Benjamín, uno que se convertirá en la morada de Dios. ¿Qué diremos de usted? ¿Es usted un José y un Benjamín? Examinemos ahora la bendición universal y la morada eterna más detalladamente.
I. LA BENDICION UNIVERSAL: EL CIELO NUEVO Y LA TIERRA NUEVA A. Todas las cosas son hechas nuevas En Apocalipsis 21:1 Juan vio un nuevo cielo y una nueva tierra, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado. En Apocalipsis 21:5 dice: “Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, Yo hago nuevas todas las cosas”. La bendición universal tiene una característica muy peculiar y extraña: todas las cosas son hechas nuevas. La bendición de Dios no es compatible con nada viejo; por el contrario, Su bendición acompaña las cosas renovadas. Si esperamos recibir la bendición de Dios para nuestra vida espiritual, nuestra salud, nuestra familia o nuestros hogares, todas estas cosas deben ser nuevas. Debemos ser renovados, y nuestras familias y hogares también deben ser renovados. Según la Biblia, todo lo que está apartado de Dios es viejo, pero todo lo que vuelve a Dios es nuevo. Por ejemplo, usted quizá acaba de obtener una esposa. Sin embargo, si su esposa está apartada de Dios, es una esposa vieja, aun cuando usted acabe de casarse con ella. Ahora bien, si un hombre ha estado casado con una mujer durante cincuenta años y ella ha vuelto a Dios, ella es una esposa nueva. Lo nuevo o lo viejo de una persona o de una cosa depende de la relación que tenga con Dios. Sólo Dios es nuevo. En ninguna parte de la Biblia encontramos indicación alguna de que Dios deba ser renovado. Somos nosotros los que necesitamos renovación. El cielo y la tierra y todo lo que ellos contienen deben ser renovados, pero Dios siempre es lozano y nuevo. El es el más anciano, pero es el más nuevo, el más lozano. Nuestra idea de vejez es muy diferente de la de Dios. Nosotros contamos la vejez según la edad. Pero Dios la mide por la relación que alguien o algo tenga con El. Si una esposa está cerca de Dios, es nueva; si ella se acerca más a Dios, se hace más nueva. Si ella es uno con Dios y mezclada con El, es la esposa más nueva. Por muy extraño que parezca, aun un escritorio, una mesa o una silla, pueden llegar a ser nuevos si son consagrados al Señor. Por ejemplo, una hermana puede decir: “Señor, esta mañana te consagro a Ti mi cocina y todos los utensilios, los muebles y los aparatos que hay en ella”. Si ella hace eso, su cocina y todo lo que contiene se hará nuevo. Usted quizá tenga una casa nueva. Pero si esta casa está lejos de Dios, se convertirá en una casa vieja. Quizá usted tenga un automóvil viejo y no muy fino. Pero si usted dice: “Señor, este vehículo es Tuyo; ven, demos un paseo en él”, su auto se hace nuevo. Por el contrario, usted puede tener un automóvil nuevecito y poner en él dos estrellas de cine, pero su auto será muy viejo.
El cielo nuevo y la nueva tierra estarán llenos de la bendición de Dios porque el primer cielo y la primera tierra habrán pasado. Hace muchos años yo pensaba que el cielo nuevo y la tierra nueva serían totalmente nuevos. Luego aprendí que el cielo nuevo y la tierra nueva serán el primer cielo y la primera tierra renovados. Sucede lo mismo con nosotros. Cuando fuimos regenerados, fuimos renovados. Ser renovados significa volver a Dios y permitir que algo Suyo sea puesto en nosotros. El primer cielo y la primera tierra se envejecieron porque fueron alejados de Dios por obra de Satanás, la cabeza del linaje angélico, y luego por Adán, la cabeza del género humano. Ambos se rebelaron en contra de Dios. Puesto que los ángeles y la humanidad se mantuvieron apartados de Dios, tanto el cielo como la tierra se envejecieron. ¡Alabado sea el Señor porque en Cristo hemos regresado a Dios y hemos recibido algo de El! Así que hemos sido renovados. Todos anhelamos recibir bendición de parte de Dios. La clave para recibir la bendición de Dios consiste en llevar todo a Dios y en dejar que El penetre en todo. Por ejemplo, presente su cocina a Dios y permita que El entre en ella. Haga lo mismo con sus hijos y con su cuenta bancaria. Si usted presenta a Dios sus hijos y su cuenta bancaria, tendrá bendición. Aunque no estemos ahora en el cielo nuevo ni en la tierra nueva, podemos recibir un anticipo. Con frecuencia me doy cuenta de que estoy en el anticipo del cielo nuevo y de la tierra nueva porque estoy rodeado de bendiciones. Todo lo que me rodea es bendición.
B. El mar deja de existir Cuando aparezcan el cielo nuevo y la tierra nueva, el mar ya no existirá (Ap. 21:1). El mar es el lugar de donde provienen los demonios, los cuales alejan de Dios las cosas. Desde la rebelión de Satanás, Dios ha procurado continuamente eliminar el mar. En Génesis 1 Dios limitó el agua del mar. En el transcurso de los siglos, El ha hecho mucho para reducir el mar. Cada vez que un pecador es salvo, el mar es limitado un poco más. Si un centenar de pecadores se salvaran ahora, el mar sería limitado en gran manera. Finalmente, en el cielo nuevo y en la tierra nueva, el mar será eliminado. El origen de lo que aleja de Dios los cielos y la tierra ya no existirá.
C. No habrá más lágrimas ni muerte ni llanto ni clamor ni dolor En Apocalipsis 21:4 dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Cuando el mar ya no exista, tampoco habrá lágrimas. Todas las lágrimas provienen del mar. Después de que el mar se haya secado, nos será imposible derramar lágrimas. Como si fuera poco, ya no habrá muerte, la cual incluye la enfermedad y la debilidad. Según 1 Corintios 11, primero viene la debilidad, luego la enfermedad, y finalmente la muerte. El hecho de que no haya muerte también indica que no habrá debilidad ni enfermedad. El mar es origen de la muerte, la debilidad y la enfermedad. Cuando se haya eliminado el mar, ya no habrá lágrimas ni muerte ni debilidad ni enfermedad. Tampoco habrá llanto ni clamor ni dolor. Usted quizá haya leído la Biblia durante años, pero es probable que nunca se haya dado cuenta de que el llanto, el clamor y el dolor provienen del mar. En el ámbito espiritual, el mar es la causa de todas estas cosas. Cuando el mar ya no exista, estas cosas tampoco existirán.
D. No habrá más maldición Leemos en Apocalipsis 22:3: “Y no habrá más maldición”. Hoy en día en casi todas partes de la tierra hay maldición. Pero viene el día cuando no habrá más maldición, pues la fuente de la maldición, que es el mar, se secará.
E. Ya no habrá noche Dice en Apocalipsis 22:5: “No habrá más noche”. Decir que no habrá más noche significa que ya no habrá oscuridad. Bajo la bendición universal de Dios, todo resplandecerá y será claro. Ya no habrá oscuridad ni opacidad. Esta es la condición del nuevo cielo y la nueva tierra. Debemos aplicarnos a nosotros todos los aspectos de la bendición universal. ¿Está todavía el mar en nuestra vida? ¿Hay todavía lágrimas, muerte, debilidad y enfermedad? ¿Hay llanto, clamor, dolor, maldición y oscuridad? Si estas cosas se encuentran en su vida, eso indica que usted carece de bendiciones. Cuando lleguemos a la vida de José, veremos que en su vida no había oscuridad ni opacidad ni maldición. Incluso el resultado de su encarcelamiento no era una maldición, sino una bendición. La persecución que sufrió a manos de sus hermanos trajo como resultado la bendición. Hoy en día podemos tener un anticipo del cielo nuevo y de la tierra nueva en los cuales ya no hay maldición; allí sólo hay bendiciones. Si todavía nos peleamos con nuestro cónyuge, nos encontramos bajo el mar, la muerte, la debilidad, la enfermedad y la oscuridad. Estamos en una noche densa y sin luz. No obstante, supongamos que en nuestra vida matrimonial no hay ni peleas ni quejas, sino alabanzas al Señor. Esto indica que en nuestra vida matrimonial, el mar se ha secado. José tiene una característica muy llamativa. El sufrió mucho pero jamás se quejó. Cuando él se dio a conocer a sus hermanos, él parecía decir: “No fueron ustedes los que me hicieron venir aquí, fue Dios. No me quejo de ustedes; más bien, alabo a Dios”. En José no vemos quejas sino alabanzas, porque él estaba bajo la bendición, y no bajo la maldición. Si usted se queja, eso es un indicio de que todavía está bajo la maldición. Usted quizá tenga muchas razones válidas para quejarse, pero cada motivo es una maldición. Si usted está bajo la bendición de Dios, no se quejará más. En vez de quejarse, dirá: “¡Alabado sea el Señor! ¡Todo ocurre para mi bien!”. Es fácil leer las Escrituras de un modo objetivo y doctrinal. Pero debemos ver que las cosas mencionadas en la Biblia son para nosotros hoy. No espere hasta que vengan el cielo nuevo y la tierra nueva. Hoy en día podemos vivir en un anticipo del cielo nuevo y la tierra nueva. Podemos vivir sin quejas, sin culpar a nadie, sin maldición y sin oscuridad. Podemos llevar una vida llena de bendiciones. Todas nuestras lágrimas pueden ser lágrimas de alegría, y no de llanto. Esta es una miniatura de la bendición universal, que podemos disfrutar en la actualidad. La palabra “universal” significa que la bendición está en todas partes. No significa que estoy bendecido cuando mi esposa es buena conmigo y maldecido cuando no lo es. La bendición no depende de la esposa, sino de uno mismo. Si usted se queja, la manera en que la esposa lo trate será una maldición. Si usted alaba al Señor, aquello será una bendición. Permítame decirle un secreto: las alabanzas convierten la maldición en bendición. Esta es la razón por la cual el Nuevo Testamento nos dice que demos gracias al Señor por todo (Ef. 5:20). Esto incluye los rumores, la persecución, la difamación, la oposición y la censura. Debemos alabar a Dios por todo. Cuando lo alabamos por todas las cosas, aun las cosas desagradables llegan a ser buenas. Cuando le damos gracias al Señor por la oposición, ésta se convierte en bendición. Este es el secreto de disfrutar de la bendición universal hoy en día. Vivimos en una era de tinieblas, pero podemos tener un anticipo de la vida que predominará en el cielo nuevo y la tierra nueva. Todo depende de nuestra comprensión y nuestra práctica. Si practicamos la alabanza en lugar de culpar a alguien, nos encontraremos bajo la bendición; de lo contrario, estaremos bajo la maldición. ¡Aleluya, en la iglesia estamos en una miniatura del cielo nuevo y la tierra nueva! Aquí todo es una bendición.
II. LA MORADA ETERNA: LA NUEVA JERUSALEN A. El tabernáculo de Dios con los hombres Examinemos ahora la morada eterna. En Apocalipsis 21:3 dice: “Y oí una gran voz que salía del trono que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y El fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios”. Según el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios es Su morada. Algunos cristianos piensan que la morada de Dios se encuentra entre nosotros de una manera externa, y no interior. Si están mil santos, y Dios mora entre ellos, piensan que Dios es la persona número mil uno. En realidad, Dios está dentro de nosotros y Su morada está entre nosotros en nuestro interior. Si se reúnen mil santos y Dios está entre ellos, Dios no es el número mil uno, sino que El está dentro de los mil santos. Algunos cristianos no creen que Dios se mezcle con el hombre. Sin embargo, la Biblia está llena del concepto de que Dios se mezcla con Su pueblo, pues el pueblo de Dios se convierte en Su morada. La morada de Dios es pequeña y a la vez grande. Cuando nos reunimos, todos somos una morada corporativa. Pero cuando estoy en casa, yo mismo soy la morada de Dios. Si me reúno con otros y sigo creyendo que yo soy la morada de Dios y que todos los demás son moradas individuales de El, estoy errado. Cuando nos reunimos, no somos muchas moradas, sino una sola, la morada de Dios. Cuando todos estamos en casa solos, cada uno es la morada de Dios. En ese momento Dios tiene muchas moradas. Cuando estoy solo puedo decir: “Señor, ahora Tú tienes una casa. Yo soy Tu casa, Tu morada”. Sin embargo, cuando voy a la reunión de la iglesia, no debo ir como la casa individual del Señor, una casa separada de los demás. Si hago esto en la reunión, dejaré de ser la morada de Dios. Cuando estoy solo, estoy consciente de que soy la morada de Dios y de que Dios está conmigo. Pero si todavía me aferro a este concepto en la reunión de la iglesia, sentiré que he dejado de ser la morada de Dios. Cuando nos reunimos, somos una sola casa, la morada de Dios. Este es un asunto de experiencia y no de doctrina. Cuando Dios mora en nosotros, lo disfrutamos a El como nuestro vecino. Dios es el mejor vecino. Así, nunca estaremos solos, pues El siempre está con nosotros. Puesto que Dios está a nuestro lado, tenemos seguridad. Hoy en día, todos, especialmente los niños, desean seguridad. Cuando mis nietos están con su abuela se sienten a salvo. Pero en presencia de un extraño sienten inseguridad. Cuando Dios, el mejor vecino, está con nosotros, estamos a salvo.
B. Constituida de los redimidos de Dios La morada eterna de Dios se compone de Sus redimidos, tanto los del Antiguo Testamento, representados por los nombres de las doce tribus de Israel, como los del Nuevo, representados por los nombres de los doce apóstoles del Cordero. En la obra redentora de Dios, El mora en Su pueblo. Así que, seremos Su morada eterna.
C. Dios y el Cordero son el templo No preste atención a la enseñanza equivocada según la cual Dios no se mezcla con el hombre y nosotros no tenemos la naturaleza divina en nuestro interior. Lo que Dios vertió sobre nosotros y nos impartió es mucho más que eso. Con el tiempo, llegamos a ser la casa de Dios, Su morada, y Dios y el Cordero se convierten en nuestro templo (Ap. 21:22). La Nueva Jerusalén será el tabernáculo de Dios, Su morada, la cual está compuesta de todos los redimidos, y de Dios y el Cordero. En la morada eterna de Dios, no habrá ya templo, porque Dios y el Cordero serán el
templo. En el Antiguo Testamento el templo no era solamente la morada de Dios, sino también el lugar en el cual los sacerdotes le servían. Como pueblo redimido de Dios, moraremos en Dios para siempre y seremos Su morada (Jn. 14:23), y El será nuestra morada (Sal. 90:1). Por tanto, habrá una morada mutua. Dios morará en nosotros, y nosotros moraremos en El. El se convertirá en nuestro deleite, y nosotros llegaremos a ser el Suyo. Contemplar Su rostro será nuestra delicia, y ver nuestra faz será Su gozo.
D. Dios es la luz, y el Cordero es la lámpara En la morada eterna, Dios en nosotros será nuestra luz, y Cristo será nuestra lámpara, la cual expresará al propio Dios que está en nosotros (Ap. 21:11, 23; 22:5).
E. El trono de Dios es la fuente del suministro En Apocalipsis 22 se afirma que podemos disfrutar del trono de Dios. Cuando El mora en nosotros, Su trono está con nosotros, en nosotros. Por consiguiente, tenemos la fuente de nuestro suministro, la cual es el trono de Dios, Su autoridad.
F. El suministro es el río de agua de vida en el cual está el árbol de la vida Del trono de Dios fluye el río de agua de vida en el cual está el árbol de la vida como suministro (Ap. 22:1-2). Si Dios mora en nosotros, tenemos el suministro de la vida.
G. La autoridad de Dios, Su rostro y Su nombre son el mayor deleite En la Nueva Jerusalén participaremos de la autoridad de Dios y disfrutaremos de Su rostro y Su nombre (Ap. 22:3-4). Contemplaremos Su faz todo el tiempo, y Su nombre estará sobre nuestra frente para siempre. Esto será nuestro mayor deleite en la Nueva Jerusalén. Existen distintos aspectos de la morada de Dios en nosotros. No debemos esperar hasta llegar a la Nueva Jerusalén para experimentarlos. Desde ahora podemos experimentar todo esto. Ahora bien, cuando entremos en la Nueva Jerusalén, descubriremos algo nuevo. Podremos decir: “Nunca hemos experimentado estas cosas de esta manera. Ahora descubrimos algo que jamás pensábamos que podríamos experimentar”. Al final del capítulo cuarenta y nueve no hay pecadores ni Rubén ni Simeón. Allí sólo está José, lo cual indica que Dios ha llegado a ser nuestra bendición, y Benjamín, que indica que nosotros nos hemos convertido en la morada de Dios. Puesto que Benjamín era la morada de Dios, él disfrutaba Su presencia. Benjamín habitaba seguro, y Dios disfrutaba a Benjamín como Su morada. Dios ha llegado a ser nuestra bendición, y nosotros nos hemos convertido en Su morada. Todo lo que Dios es, todo lo que tiene y todo lo que puede realizar viene a ser nuestro deleite y bendición; y todo lo que nosotros somos y tenemos llega a ser la morada de Dios. Finalmente, Dios y nosotros, nosotros y Dios, llegamos a ser uno. En el cielo nuevo y en la tierra nueva con la Nueva Jerusalén, ya no habrá pecadores, y no habrá mar ni muerte ni debilidad ni enfermedad ni llanto, ni dolor ni noche. Dios lo será todo. El es la bendición para nosotros, y nosotros somos una morada para El. Lo disfrutamos a El, y El nos disfruta a nosotros. Esta es la máxima consumación de la bendición profética que pronunció Jacob sobre sus doce hijos. En la actualidad nosotros somos esos doce hijos que disfrutan a Dios al máximo y se convierten en Su morada. Por lo tanto, podemos disfrutar a
Dios, y El puede estar en nosotros para disfrutar todo lo que nosotros somos para El.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO NUEVE LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (7) h) Se fue en una forma excelente En este mensaje llegamos a la partida de Jacob, la cual examinaremos en detalle. Génesis es un libro extenso que se compone de cincuenta capítulos. El relato de la vida de Jacob ocupa más de la mitad de dicho libro, veinticinco capítulos y medio. En los mensajes anteriores, vimos cómo nació Jacob, cómo Dios lo escogió antes de su nacimiento, y cómo luchaba cuando todavía estaba en el vientre de su madre. El siguió luchando casi toda la vida. Jacob vivió hasta la edad de ciento cuarenta y siete años. En Génesis 49 vemos la manera en que Jacob partió de esta vida. La calidad de la vida de un hombre y el resultado de ésta se determinan principalmente por la última etapa de su vida, no por la primera. Podemos compararlos con los que participan en una carrera. El hecho de que usted corra bien al principio de la carrera no importa mucho; el resultado final es lo que cuenta. En este mensaje llegamos a la etapa final de la vida de esta persona asombrosa, Jacob. Debemos ver cómo se condujo en el momento de su partida. En la Biblia la mejor partida de esta vida aparte de la del Señor Jesús fue la del apóstol Pablo. Cuando Pablo estaba a punto de partir, declaró: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día” (2 Ti. 4:7-8). ¡Qué excelente partida fue ésta! Espero que todos podamos hacer esta declaración al final de nuestra carrera. La partida del apóstol Pablo fue excelente, aunque me sigue gustando la partida de Jacob, pues fue hermosa y agradable. La partida de Pablo fue sencilla. El no tuvo ni esposa ni hijos. En el momento de su partida, él estaba solo en la cárcel, y no había muchas complicaciones. Pero en el caso de Jacob vemos muchas situaciones. Jacob se enredó con varios asuntos y personas debido a sus propios esfuerzos y a lo que Dios ya había dispuesto respecto a él. Por ejemplo, Jacob tuvo cuatro esposas: Lea, Raquel y las dos siervas de éstas. El deseaba en su corazón tener a Raquel, pero Labán lo engañó y le dio a Lea en vez de a Raquel. Por supuesto, Jacob también recibió a Raquel. En realidad, ¿quién era la verdadera esposa de Jacob: Raquel o Lea? Según el relato de Génesis, Jacob trató a Lea y a Raquel como esposas. El sepultó a Lea en la cueva de Macpela donde estaban sepultados Abraham y Sara, e Isaac y Rebeca. Al sepultar a Lea en la cueva de Macpela, donde las esposas legítimas de los patriarcas habían sido sepultadas, Jacob daba a entender que él la reconocía como su verdadera esposa. Sin embargo, más adelante, al prepararse para su partida, hizo arreglos providenciales para Raquel. Al hacer eso, él comunicaba a sus descendientes que consideraba a Raquel como su verdadera esposa. La vida de Jacob era tan complicada que resulta difícil determinar quién era su verdadera esposa. Las cuatro esposas de Jacob dieron a luz doce hijos, cada uno de los cuales constituía su propia
categoría. Si no hubiera tantas categorías entre los hijos de Jacob, la historia de Israel, la historia de la iglesia y nuestra propia historia personal no habrían podido ser representadas por ellos. En la bendición profética pronunciada sobre los doce hijos de Jacob en el capítulo cuarenta y nueve, vemos la representación de la historia de Israel, la historia de la iglesia y nuestra historia personal. Para que se lograra este cuadro que lo abarca todo, se requirieron unas circunstancias complejas. En toda la vida de Jacob, él estuvo rodeado no solamente de sus esposas e hijos, sino también de varias regiones geográficas. El nació en la buena tierra, pero viajó a Padan-aram, y más adelante volvió a la buena tierra. En los años de su jubilación, se mudó a Egipto con su familia. En cada mudanza se produjeron más complicaciones circunstanciales. Jacob tuvo contacto hasta con Faraón, la persona más poderosa de la tierra en aquel entonces. Jacob se relacionaba cada vez con más personas, incluyendo a los arameos y los egipcios. Esta relación se vislumbra en su sepultura, la cual tuvo lugar en la buena tierra. Los cananeos pensaban que se trataba de un sepelio egipcio cuando en realidad era un sepelio hebreo. Una compañía de hombres a caballo y carros de Egipto asistieron al sepelio de un varón hebreo. Aparte de todo eso, Jacob se relacionó con Dios. ¡Qué bien relacionado estaba Jacob! Si combinamos todos los pasajes de la Palabra que hablan de los casos en los que se involucró Jacob, nos regocijaremos delante del Señor y diremos: “¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya por Su rica palabra!”. A pesar de todas las cosas en las que se involucró Jacob, él partió de esta vida de una manera excelente. Su partida no fue solamente triunfal, sino también agradable y excelente. Nadie desea enfrentarse a la muerte. Siempre es triste ver a una persona morir. Sin embargo, me agrada el relato de la partida de Jacob. En este relato no tenemos un cuadro lúgubre, sino muy agradable. Después de leer este mensaje, creo que muchos se convencerán de que en ciertos aspectos, la partida de Jacob fue más inspiradora que la del apóstol Pablo. La partida de Jacob se relata en más de tres capítulos, pero la de Pablo consta en unos cuantos versículos. Examinemos uno por uno los detalles de la partida de Jacob.
(1) Pide a José que ponga la mano debajo de su muslo Dice en Génesis 47:29: “Y llegaron los días de Israel para morir, y llamó a José su hijo, y le dijo: Si he hallado ahora gracia en tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo”. Esta petición ha sido un problema para muchos estudiosos de la Biblia. Jacob no le dijo a José: “Haz todo lo posible por conseguir un médico que me sane”. Le pidió que pusiera la mano debajo de su muslo. ¿Qué significa esto? Sin lugar a dudas, esto indica un juramento. ¿Pero por qué no pidió Jacob a José que levantara su mano si el significado de esta acción era solamente pronunciar un juramento? En lugar de especular, debemos entender la Biblia en conformidad con su contenido. Guiados por el Espíritu Santo, podemos ver lo que sucedió al muslo de Jacob durante su vida. En el octavo día de nacido Jacob, fue circuncidado, lo cual se hace cerca del muslo. Después de que Jacob se hubo esforzado por más de noventa y cinco años, Dios tocó su muslo. Por consiguiente, Jacob experimentó la circuncisión y también un toque divino. Primero, algo fue cortado de él en un lugar cercano a su muslo; eso fue la circuncisión. Años más tarde, Jacob experimentó un toque divino que le dejó cojo. Si usted examina a fondo estas dos cosas, verá que ambas tienen el mismo significado. Ser circuncidado equivale a ser cortada nuestra carne, nuestra vida natural. Jacob había sido escogido para heredar el pacto de Dios. Pero su carne, su vida natural, no era útil para esto; por el contrario, era un impedimento. Considere el caso de Abraham. Dios hizo un pacto con él en Génesis 15. No obstante, Abraham usó su fuerza natural con Agar para cumplir la promesa de Dios. Esto ofendió a Dios y por ello estuvo alejado de Abraham por trece años, después de los cuales volvió a él, y fue como si le dijera: “Abraham, Yo soy el que todo lo provee. Guardaré Mi promesa. Puesto que he prometido hacer algo por ti, no necesito que uses tu fuerza natural para cumplir lo que te he prometido. Lo que hiciste con Agar me ofendió mucho. Por esta razón, he estado apartado de ti durante estos trece años. Ahora he venido a decirte que en Mi presencia, debes poner fin a tu fuerza natural”. Desde
aquel día, el pacto de gracia que Dios hizo se convirtió en el pacto de la circuncisión, lo cual significa que el pacto de la gracia no puede cumplirse ni ser heredado mediante la fuerza natural del hombre. Si deseamos heredar la promesa de gracia de Dios, nuestra fuerza natural debe ser circuncidada. Por parte de Dios, este pacto es un pacto de gracia. Pero del lado humano, se ha convertido en el pacto de la circuncisión. Dios todavía desea dar gracia al hombre. No obstante, para recibir la gracia del pacto de Dios, se le debe poner fin a nuestra fuerza natural. La circuncisión de Jacob fue una señal de que él no debía vivir por su carne ni por su fuerza natural. Sin embargo, después de la circuncisión, Jacob siguió valiéndose de la carne. El había sido circuncidado pero vivía como si no lo hubiera sido. ¡Cuánto ejerció su fuerza procurando heredar la promesa de Dios! El usó su capacidad de suplantar y de hacer trampas como si nunca hubiera sido circuncidado. Simbólicamente, Jacob ya había sido circuncidado, pero en realidad, fue circuncidado cuando Dios lo disciplinó durante muchos años hasta que tuvo más de noventa años de edad. Durante veinte años Jacob se encontró bajo la mano de Labán, quien agotó casi por completo la fuerza de Jacob. Finalmente, Jacob fue obligado a abandonar a Labán y a regresar a la tierra de sus padres. Mientras iba en el camino de regreso, Dios suscitó circunstancias que obligaron a Jacob a acudir a El. Labán lo persiguió, y Esaú lo estaba esperando. Por tanto, Jacob se halló en un dilema y se preguntaba qué debía hacer. El parecía decirse a sí mismo: “¿Qué haré? Si regreso, allí está Labán; pero si prosigo, me enfrentaré con Esaú. No hay ningún lugar donde pueda huir”. En Peniel él envió adelante a sus esposas y sus hijos y se quedó solo y allí tuvo un encuentro con Dios. Aquella noche Jacob era tan fuerte en su carne que hasta peleó con Dios. El Señor tocó su muslo. Esta fue la verdadera circuncisión de Jacob. Desde entonces, Jacob quedó cojo. Al partir Jacob de esta vida, no tenía ya fuerzas ni para caminar; sólo podía estar acostado en la cama. Como ya vimos, la verdadera circuncisión de Jacob se produjo cuando Dios tocó su muslo. Ahora el hecho de estar postrado en cama fue otro toque de Dios. Después del primer toque, Jacob ya no pudo caminar normalmente, pero ahora ni siquiera podía levantarse de la cama. Su fuerza natural había sido en verdad aniquilada. Por tanto, podemos considerar esto como la tercera circuncisión de Jacob. Cuando fue circuncidado por primera vez, casi no fue afectado. Después de la segunda circuncisión, cuando su muslo fue herido, él quedó cojo, aunque todavía podía moverse. Pero ahora, al ser circuncidado por tercera vez, no podía ni siquiera moverse. Así, ya sólo podía confiar en la gracia de Dios. Cuando usted no puede hacer nada, cuando no es capaz de moverse y cuando no le quedan fuerzas, es cuando puede confiar verdaderamente en Dios. Por no tener más confianza en sí mismo, Jacob pidió a José que pusiera su mano debajo de su muslo. Esto indica que Jacob reconocía que no tenía ninguna fuerza para obrar por sus propios medios. Lo único que podía hacer era confiar en Dios. Su hijo José, el primer ministro del país más prominente de la tierra, ciertamente podía hacer algo por él. Todo lo que tuviera que hacerse por él después de que muriera lo haría José. Fue por eso que Jacob le pidió a él que pusiera la mano debajo de su muslo, y reconoció así que había sido disciplinado por Dios al máximo. Jacob declaraba a todo el universo que ya no tenía la fuerza de obrar por su cuenta. El sólo podía aferrarse a la promesa de gracia de Dios. Durante su vida, Jacob había aprendido una sola lección: él no podía hacer nada para sí. Todo lo que había hecho fue en vano. Así que llegó a confiar en la promesa de gracia de Dios. Para él, esa promesa era la promesa de la circuncisión, la de poner fin a su fuerza natural para heredar la promesa de Dios. ¡Cuán claro y hermoso es este primer aspecto de la partida de Jacob! Aquí vemos a un hombre que ha aprendido por experiencia que todo depende de la gracia de Dios, y no de sus propias acciones. El comprendió que había sido circuncidado, que Dios lo había tocado y que no era capaz de hacer nada. Repito una vez más: cuando Jacob cumplió ocho días de nacido, fue circuncidado; cuando tuvo más de noventa años de edad, fue tocado por Dios y quedó cojo; ahora, a la edad de ciento cuarenta y siete años, yacía postrado en cama, incapaz de hacer nada. Indudablemente, necesitaba la gracia de Dios, que en ese entonces estaba representada por José y estaba concentrada en él. José tipificaba a Cristo. La confianza de Jacob estaba en la gracia de Dios, la cual se centra en Cristo. Su confianza ya no estaba en su muslo. El muslo es la parte más fuerte de uno, pues uno camina por la
fuerza del muslo y se apoya en él. El muslo de Jacob había sido circuncidado y herido. Por haber sido aniquilado por completo, Jacob se volvió de su fuerza natural a la gracia de Dios en Cristo. La mano de José representa la mano de la gracia de Dios, y no fue puesta sobre el muslo de Jacob, sino debajo. Esto indica que la fuerte mano de la gracia de Dios llevó a Jacob a cumplir el pacto de la promesa de Dios. Jacob fue llevado a la buena tierra para recibir su verdadera herencia, pero esto no lo llevó a cabo la fuerza de Jacob, sino la mano de José. Nosotros heredamos la promesa de Dios, no por nuestra fuerza, sino por la gracia de Cristo.
(2) Considera la muerte como un sueño Desde el punto de vista humano, nadie desea morir. Sin embargo, para Jacob la muerte era como si fuera un sueño (47:30). A nadie le gusta morir, pero todos disfrutamos el sueño. Dormir es bastante agradable, especialmente cuando estamos fatigados. Durante ciento cuarenta y siete años Jacob llevaba una carga pesada y se envolvió en muchas situaciones. Después de pasar por tantos problemas, le llegó la hora de descansar, de dormir. De modo que él consideraba la muerte como un sueño. El pudo haber dicho: “Mi abuelo Abraham descansa. ¿Por qué he de esforzarme yo y de llevar cargas? Yo también quisiera dormir”. Al considerar la muerte como un sueño, Jacob indicaba que él creía en la resurrección (1 Ts. 4:1316). El no era saduceo, un modernista de antaño que no creía en la resurrección. Los que duermen despiertan después de haber tenido un descanso apropiado. Cuando yo despierto después de dormir bien toda la noche, me siento reanimado. Jacob ha dormido tres mil setecientos años. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, algunos de los descendientes de Jacob, los fariseos y los saduceos, discutían si Jacob despertaría o no, es decir, si resucitaría. Los fariseos eran los ortodoxos de antaño, pues creían en la resurrección, pero los saduceos no creían en ella. Obviamente el Señor Jesús creía en la resurrección. El le dijo a uno de los saduceos que Dios era el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, lo cual significaba que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (Mt. 22:32). Jacob aún descansa, esperando el día de la resurrección. Cuando lo veamos, quizá le digamos: “Buenos días, Jacob”.
(3) Pide a José que no lo sepulte en Egipto, sino en la buena tierra Jacob le pidió a José que no lo sepultara en Egipto, sino en la buena tierra (47:29-30). El había obtenido muchas riquezas en Egipto, pero su corazón no estaba allí. Su corazón estaba fijo en la buena tierra. Fue por eso que le encargó a José que lo sepultara en la buena tierra, en la cueva de Macpela, donde sus antepasados habían sido sepultados, para poder heredar la buena tierra. Esta petición de Jacob a José muestra que tenía fe en la promesa de Dios. El creía que algún día la buena tierra que Dios había prometido sería la herencia, la porción, de sus descendientes. Mientras Jacob se disponía a partir de este mundo, era un hombre lleno de fe. Espero que en nuestra partida, nosotros también estemos llenos de fe en lo que Dios prometió en Su palabra, no en algo vano. La Biblia contiene muchas promesas para nosotros, y nosotros debemos confiar en ellas. Cuando partamos, debemos partir con nuestra fe puesta en la fiel palabra de Dios escrita en la Biblia. El relato de la partida de Jacob no menciona que estuviera enfermo, ni nos habla de su testamento, ni de la manera en que distribuyó sus propiedades entre sus hijos. La buena tierra era su herencia, y la promesa de Dios era el testamento que Jacob legó a sus hijos. El relato de la partida de Jacob no dice que estuviera enfermo ni que hubiese legado algo, pero sí nos presenta un cuadro hermoso y claro de su vida en la presencia de Dios. Indudablemente Jacob era un hombre de Dios. Mientras moría, no le temía a la muerte. Por el contrario, disfrutó de su partida porque estaba lleno de fe y de esperanza.
(4) Adora a Dios sobre el extremo de su bordón Mientras Jacob moría, adoraba a Dios (47:31; He. 11:21). El hecho de que un hombre moribundo adore a Dios no es algo insignificante. Jacob adoró a Dios en la cabecera de su cama. Como ya vimos, él guardaba cama, y eso revela que no tenía fuerza natural, que no podía moverse y que su confianza estaba depositada totalmente en Dios. Por consiguiente, él adoró a Dios allí. La versión de los Setenta traduce la última parte de Génesis 47:31 como “sobre el extremo de su bordón”. Cuando Pablo escribió Hebreos 11:21, no citó el texto hebreo, sino la versión de los Setenta. Es por eso que en Hebreos 11:21 leemos: “Por la fe Jacob, al morir ... adoró a Dios, apoyado sobre el extremo de su bordón”. En el ámbito espiritual esto es muy significativo. La cama indica que a Jacob no le quedaba fuerza humana, mientras que el bordón significa que él era una persona que había experimentado plenamente a Dios en su vida. El bordón simbolizaba la vida peregrina de Jacob. En Génesis 32:10 Jacob dice: “Con mi cayado pasé este Jordán”. En toda su vida de peregrino, Dios estaba continuamente con él. De tal modo que Jacob al final de su vida adoró a Dios en su cama, lo cual significa que no tenía fuerza, y apoyado sobre su bordón, lo cual significa que el Dios a quien adoraba lo había apacentado durante toda su vida. Jacob adoró a Dios apoyado en su experiencia personal. El no adoró a un Dios objetivo. Cuando él moría, adoró al Dios que había experimentado plenamente en una vida de peregrino. Este fue el final santo de este peregrino maduro. Espero que cuando partamos de esta tierra, adoraremos así a Dios, esto es, no adorando a quien no hemos conocido, sino al Dios que experimentamos durante toda nuestra vida. Jacob no hablaba de Dios de una manera doctrinal ni lo adoraba formalmente. El adoraba a Dios según la experiencia que había tenido. El Dios a quien Jacob adoraba estaba íntimamente relacionado con su bordón, el cual testificaba que él era peregrino en la tierra (He. 11:13) y que siempre era guiado por Dios (Gn. 48:15). Según Hebreos 11:13, él fue contado entre los que murieron en fe esperando algún día entrar en lo que Dios había prometido. Adorar en el extremo de su bordón exige que él ponga las manos sobre el cayado. Jacob pidió a José que pusiera su mano debajo de su muslo, lo cual indica que Jacob puso toda su confianza en la mano de gracia de Dios. Aun así, Jacob puso sus manos sobre el bordón, lo cual indica que reconocía que siempre había estado bajo el cuidado de la gracia de Dios en toda su vida.
(5) Recuerda la muerte triste de Raquel En Génesis 48:7 vemos que mientras Jacob partía, se acordó de la muerte triste de Raquel. El fue fiel a Raquel al dar a su hijo José una doble porción (48:5-8, 20, 22). Lo que hizo Jacob en cuanto a Efraín y Manasés en el capítulo cuarenta y ocho fue hecho en memoria de Raquel. El primer hijo de Jacob fue Rubén, y el segundo Simeón. Su undécimo y el primero de Raquel fue José. El décimo segundo hijo de Jacob, Benjamín, también nació de Raquel. Los primeros dos hijos nacieron de Lea. Pero Jacob deseaba hacer de los dos hijos de José, quien había nacido de Raquel, sus primeros dos hijos a fin de reemplazar a Rubén y a Simeón. En el corazón de Jacob los dos hijos de José eran sus primeros dos hijos. En el capítulo cuarenta y ocho, José presentó sus dos hijos a Jacob, y éste dijo: “Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos” (v. 5). En otras palabras, ellos reemplazarían a Rubén y a Simeón. Jacob parecía decir: “José, tus hijos Efraín y Manasés, ya no son tuyos, sino míos y yo soy de Raquel”. La primogenitura entre los hijos de Jacob pasó de Rubén a José por el deseo de Jacob de recordar a Raquel, a quien llevaba siempre en su corazón. Con esto, Jacob hizo espontáneamente de Raquel su verdadera esposa. Dios honró lo que hizo Jacob y lo puso en vigencia en el reparto de la tierra cuando los hijos de Israel entraron en la buena tierra. Ahora en el linaje humano no existe fidelidad entre los hombres y las mujeres, pero en el caso de Jacob, vemos la fidelidad y la sinceridad de Jacob para con Raquel. Desde el día en que Jacob la vio
por primera vez, se enamoró de ella, y su sentimiento nunca cambió. Jacob fue fiel, y Dios honró esta fidelidad. Jacob tomó a los hijos de José, Efraín y Manasés, en lugar de sus primeros dos hijos años después de la muerte de Raquel. En esos años Jacob nunca la olvidó. Siempre fue fiel en su amor por ella. El verdadero amor entre un hombre y una mujer siempre es honrado por Dios. Si usted no ama a una mujer, no debe casarse con ella. Pero si usted se casa con ella, debe amarla con un amor fiel y sincero. En la sociedad humana actual se ha perdido esta clase de amor. Un hombre puede amar a alguien hoy y dejar de amarle más tarde. Nada perjudica más lo que Dios dispuso que el amor infiel. Si usted se casa con una persona, debe amarla con todo el corazón. ¡Qué hermoso es ver que un hombre moribundo se acuerda todavía de aquella a quien amó! El amor de Jacob jamás cambió. Algunos pudieron haberle dicho: “Jacob, tienes ciento cuarenta y siete años de edad y estás a punto de morir. Raquel murió hace cuarenta años. No debes preocuparte por eso. ¿Por qué necesitas llamar a José y pedirle que te dé sus dos hijos para reemplazar a tus primeros dos? Descansa en tu cama hasta que mueras”. Pero la santa Palabra de Dios deja constancia de la fidelidad de Jacob hacia Raquel por la cual hizo a los dos hijos de José sus primeros dos hijos para que José, su primogénito, heredara una doble porción de la tierra. Cuando las porciones de la tierra fueron distribuidas en días de Josué (Jos. 24), la porción que Jacob dio a José fue providencialmente distribuida a Efraín y a Manasés. Esto significa que Dios honró lo que hizo Jacob. Un marido nunca debe cambiar el amor que tiene por su esposa. Si usted es fiel en su amor por ella, Dios honrará esta fidelidad. Esta es la moralidad más elevada.
(6) Entiende que Dios lo mantuvo toda su vida En Génesis 48:15 Jacob dice refiriéndose a Dios: “Me mantiene desde que yo soy hasta este día”. Espero que todos nosotros podamos decir en el momento de nuestra partida, que nuestra vida fue apacentada por Dios. Que todos digamos: “Yo no soy una oveja sin pastor. El Señor ha sido mi Pastor toda la vida. Ahora estoy a punto de morir y sigo bajo Su pastoreo. No escojo mi propio camino. El me guía y me pastorea”.
(7) Profetizó acerca de sus doce hijos Mientras Jacob moría, profetizó acerca de sus doce hijos (49:1-2). Jacob no profetizó diciendo: “Así dice el Señor”, sino siendo uno con Dios y hablando así por El. Todo lo que Jacob dijo era la palabra de Dios. Jacob era el portavoz de Dios. Esta es la clase de profecía que encontramos en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, en 1 Corintios 7 Pablo dijo que él no tenía mandamiento del Señor, pero que daba su opinión como uno que había recibido misericordia del Señor para ser fiel. No obstante, lo que dijo era palabra de Dios, pues Pablo era totalmente uno con Dios, y lo que él dijo era la palabra de Dios. El hecho de que Jacob pudiera profetizar así era una evidencia y una clara manifestación de que había madurado en vida. Por ser uno con Dios, era maduro en vida. Por consiguiente, todo lo que declaró era palabra de Dios. El no hizo alarde de que Dios le hubiera dicho ciertas cosas, y tampoco concluyó con: “Así dice el Señor”. El simplemente habló, y todo lo que dijo era la palabra de Dios. Dios honró esas palabras y les dio cumplimiento. Sin duda, Dios cumplió la bendición profética que pronunció Jacob sobre sus doce hijos. Esto demuestra que partió ya maduro en vida. Su partida revela su madurez.
(8) Sepultado con muchos honores En Génesis 50:1-13 vemos el relato del sepelio de Jacob, que fue algo mucho más grande que un sepelio de estado. Cuando José fue a sepultar a su padre, “subieron con él todos los siervos de Faraón, los ancianos de su casa, y todos los ancianos de la tierra de Egipto ... subieron también con él carros y gente de a caballo, y se hizo un escuadrón muy grande” (50:7, 9). Esto indica que Jacob fue sepultado con mucha gala y muchos honores. Dado que Jacob estaba lleno de esperanza, pues anhelaba la resurrección, le encargó a su hijo José que llevara a cabo su sepelio de una manera que
correspondiese con la promesa de Dios. Los incrédulos, los que no tienen fe en Dios, son los únicos que descuidan su sepelio. Si nosotros tenemos fe en la resurrección, debemos hacer los debidos preparativos para nuestro sepelio, algo que demuestre que no carecemos de esperanza. Anhelamos ser resucitados de una manera gloriosa para ir al encuentro del Señor. La partida del apóstol Pablo fue triunfal, aunque sabemos que fue la partida de un mártir; mientras que la de Jacob fue normal. El martirio no presenta la partida normal de un hombre que ama a Dios. Vemos una partida normal en el relato sobre Jacob. Por esta razón, y aunque valoro la partida de Pablo como mártir, prefiero la partida de Jacob, porque proporciona un cuadro de la partida normal de uno hijo de Dios. En la partida de Jacob no hay nada triste ni desagradable. Por el contrario, todo nos alienta y nos edifica. Cuando leo estos capítulos que describen la partida de Jacob, soy edificado y digo: “Señor, concédeme la gracia de no temer nunca a la muerte. Cuando llegue la muerte según lo que Tú has dispuesto, la quiero tomar como lo hizo Jacob”. Esta actitud requiere madurez en vida. Jacob, quien se convirtió en Israel, era maduro en vida, y por eso pudo partir con tanta excelencia.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO DIEZ LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (1) Génesis es un libro maravilloso. Cuanto más lo estudiamos, más nos damos cuenta que ninguna mano humana pudo haberlo escrito. Aparentemente Génesis es simplemente un libro de relatos; pero cuando examinamos las profundidades de este libro con la guía del Espíritu Santo, encontramos que contiene algo profundo relacionado con nuestra experiencia de vida. Si leemos superficialmente, no llegamos a comprender la razón por la cual los eventos del capítulo treinta y ocho se narran después de las circunstancias del capítulo treinta y siete. Apreciamos el significado profundo de esta secuencia sólo cuando descubrimos el significado espiritual de estos capítulos. Según el relato del libro de Génesis y conforme a nuestra experiencia espiritual, José no debe considerarse una persona separada de Jacob, sino un aspecto de la biografía de éste. Cuando llegamos por primera vez a Abraham en este estudio-vida, hicimos notar que en la experiencia espiritual, Abraham, Isaac y Jacob no son tres individuos separados, sino que representan tres aspectos de la experiencia de un solo santo. Abraham, Isaac y Jacob representan tres aspectos de un solo hombre espiritual, y sus biografías describen varios aspectos de la vida completa de un santo. Abraham, Isaac y Jacob son tres aspectos de una sola persona, algo parecido al hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu constituyen la Deidad. En el relato de Génesis Dios se revela como el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Sin embargo, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob no son tres dioses separados, sino que es el Dios Triuno. Asimismo, en términos espirituales, Abraham, Isaac y Jacob no son tres personas separadas, sino tres aspectos de una sola persona completa. Por consiguiente, no sólo tenemos al Dios Triuno, sino también a un hombre completo con tres aspectos. Resulta difícil determinar quién está primero si Abraham o Jacob. Según el relato histórico,
Abraham fue el abuelo y Jacob el nieto. Pero según la experiencia espiritual, Jacob debe venir antes. Jacob fue escogido antes de nacer (Ro. 9:11-13). Esto significa que este santo completo fue escogido como Jacob antes de su nacimiento. Efesios revela que esta elección se produjo antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). Por lo tanto, esta persona completa fue escogida para ser Jacob. Esta persona también es un ser caído como Jacob. De modo que la persona escogida y caída fue llamada en Abraham. Este hombre en Abraham no sólo fue llamado, sino también justificado y llevó una vida de fe. Además heredó y disfrutó todas las riquezas de Cristo como Isaac. Después de ser llamado y justificado, y mientras llevaba una vida de fe, heredó todas las riquezas de Cristo y las disfrutó. Pero eso no es todo; como Jacob, este hombre también se esforzó y sufrió por causa de sus esfuerzos. También fue disciplinado y llegó a la madurez. Todo esto fue la experiencia de Jacob. Se necesitan, pues, tres personas: Abraham, Isaac y Jacob para abarcar estas experiencias: la elección, la caída, el llamado, la justificación por la fe, el vivir por fe, la herencia y el disfrute de las riquezas de Cristo, los propios esfuerzos, los sufrimientos, la disciplina y la madurez. Estas tres personas nos representan a usted y a mí. Nosotros como Jacob somos escogidos y caímos. Como Abraham somos llamados, justificados por la fe y vivimos por fe. Como Isaac heredamos las riquezas de Cristo y las disfrutamos. Como Jacob nos esforzamos, sufrimos, somos disciplinados y llegamos a la madurez. Cuando Jacob llegó a su madurez, su nombre cambió. Su carácter no sólo fue transformado, sino que su nombre Jacob, un suplantador, fue cambiado por Israel, un príncipe maduro de Dios, uno que podría reinar para Dios.
3) El aspecto reinante del Israel maduro El Israel maduro tiene un aspecto reinante. Ya vimos el proceso de madurez de Jacob y la manifestación del mismo. Su madurez fue plenamente manifestada en la manera excelente en que partió de esta vida. Ahora debemos ver el aspecto reinante de esta vida madura. En este mensaje llegamos al aspecto reinante del Israel maduro, un aspecto bastante detallado en la biografía de José. No debemos considerar a José como una persona separada de Jacob porque él representa un aspecto de éste. Es por eso que los últimos catorce capítulos de Génesis combinan el relato de la vida de José con el de la vida de Jacob. Génesis mezcla las biografías de José y de Jacob porque en realidad son la biografía de una sola persona, no de dos personas. Esta mezcla de relatos indica que José constituye un aspecto de Jacob. Si usted lee el relato que consta en Génesis desde el capítulo treinta y siete hasta el cincuenta, verá que José es un aspecto, una parte, de Jacob; era su expresión. Dondequiera que estaba José, allí estaba Jacob. Cuando José llegó al poder, en realidad era Jacob el que reinaba. Por consiguiente, sus biografías están combinadas en una sola. Durante años traté de dividir cada libro de la Biblia en secciones. Pero cuando llegaba a los últimos capítulos de Génesis, no podía determinar si se trataba de una sección acerca de Jacob o de José. Finalmente, hice a un lado el intento de dividir esta parte de Génesis en secciones. Por no haber visto el asunto de la vida en ese entonces, no me di cuenta de la excelencia con que se escribió Génesis. Debemos reconocer que estos capítulos forman parte de una sola biografía que consta de dos aspectos. El día que vi esta luz me alegré mucho. En el aspecto espiritual José no está separado de Jacob, sino que representa el aspecto reinante de un santo maduro.
a) La vida de José es la historia de Jacob Dice en Génesis 37:2: “Esta es la historia de la familia de Jacob”. Luego pasa a relatarnos la vida de José. Esto demuestra que la vida de José formaba parte de la historia de Jacob. La biografía de José es un aspecto de la historia de Jacob.
b) José tipifica a Cristo La biografía de José indica que él no tenía ningún defecto. Según el relato, él fue totalmente perfecto. En la Biblia José es el hombre perfecto del Antiguo Testamento, y Jesús el hombre perfecto del Nuevo Testamento. Las cuatro biografías de Jesús en el Nuevo Testamento revelan que El era perfecto, y no tenía ningún defecto. El relato de José en el Antiguo Testamento revela que también él era perfecto. Algunos dirán que para que José tipificara a Cristo, tenía que ser perfecto. Sin embargo, ¿no tipificaba David a Cristo? ¡Ciertamente! No obstante, David, una figura de Cristo, cometió un pecado grave. Salomón también tipifica a Cristo, pero también él era pecaminoso. Con excepción de José, todos los individuos que tipifican a Cristo en el Antiguo Testamento tuvieron faltas. José como figura de Cristo, representa el aspecto reinante de un santo maduro, el Israel maduro. Indudablemente el aspecto reinante de esta persona debe ser perfecto. Por supuesto, ninguno de nosotros es perfecto. No obstante, en el aspecto reinante, sí lo somos. Cuando reinamos en el espíritu, somos perfectos. Usted dirá: “Yo no soy perfecto; por el contrario, me parezco a Judá”. Sin embargo, el aspecto suyo que es como Judá no es el aspecto reinante, sino su aspecto caído. Efectivamente, usted, en su aspecto caído, es como el Judá del capítulo treinta y ocho. Los capítulos treinta y siete y treinta y nueve son capítulos de perfección; mientras que el capítulo treinta y ocho es un capítulo de perversidad. Por lo tanto, el aspecto reinante se encuentra en el capítulo treinta y siete, y el aspecto caído en el capítulo treinta y ocho. Quizá ayer usted reinaba para Dios, pero ahora posiblemente haya cometido un pecado, tal vez un pecado grave. Esto revela que tenemos varios aspectos. En este mensaje abarcaremos únicamente el aspecto reinante. Espero que todos veamos que Abraham, Isaac y Jacob, junto con José, conforman una sola persona. José no es un aspecto separado de una persona completa y espiritual como Abraham, Isaac y Jacob. Como ya vimos, José es un aspecto de Jacob. La Biblia no dice que Dios es el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob y el Dios de José. Esto haría de El un Dios cuaternario en lugar de triuno. El es solamente tres. Sin embargo, cuando llegamos a Jacob en su etapa de madurez, vemos que la vida madura incluye el aspecto reinante. Ni Abraham ni Isaac reinaron; pero José reinó en representación de Jacob. En otras palabras, Jacob reinó por medio de José. En Génesis 1:26 al crear al hombre, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree...” En los últimos capítulos de Génesis, vemos un Israel que expresa la imagen de Dios y que ejerce Su señorío. El señorío de Dios ejercido sobre todas las cosas se manifiesta en la vida de José, mientras que la imagen de Dios es expresada en Israel. José no está separado de Jacob, sino que es un aspecto de la vida que expresa la imagen de Dios. Expresar la imagen de Dios y ejercer Su señorío se hallan en una sola persona. Por consiguiente, lo que encontramos en la vida de José puede llamarse el aspecto reinante del Israel maduro. Sin esta luz, uno no podría entender este pasaje de la Palabra. Lamento decir que la mayoría de los cristianos no tiene esta luz. Nuestra meta debe ser expresar a Dios con Su imagen y representarlo con Su señorío. para lograr esto, como Jacob somos escogidos y caídos; como Abraham somos llamados, justificados y vivimos por fe; como Isaac heredamos las riquezas de Cristo y las disfrutamos; y finalmente como Jacob nos esforzamos, sufrimos y somos disciplinados y llegamos a la madurez. Todos tenemos dentro de nosotros la naturaleza de Jacob, una naturaleza que se esfuerza. Si nos piden que no nos esforcemos, seguiremos haciéndolo. Pero esforzarnos no es necesariamente algo equivocado. Si una persona que ha sido cristiana durante años, nunca se ha esforzado, significa que no busca del Señor. También significa que no está interesada en obtener la primogenitura. Sin embargo, cuando entendamos algo acerca de la primogenitura, nos esforzaremos por ser santos y espirituales, y expresaremos nuestro carácter esforzado como el de Jacob. Cuando usted se esfuerce, prepárese para sufrir. Junto con el sufrimiento, usted estará bajo la mano disciplinaria de Dios. Quizá usted sea sagaz, pero Dios tiene un Labán más sagaz que usted. Esté preparado para sufrir y ser disciplinado por la mano de Dios. Finalmente usted llegará a la madurez, y se verá en su vida el
aspecto reinante del Israel maduro. Este es el aspecto reinante representado por José. Repito que José no es una persona completa, sino simplemente el aspecto de un santo que ha llegado a la madurez por las experiencias que representan la vida de Abraham, de Isaac y de Jacob. Después de pasar por todas estas experiencias, el santo maduro tiene un aspecto que sólo está constituido de Cristo. Este aspecto de él es perfecto por estar constituido de Cristo. José representa este aspecto constituido de un santo maduro. En cada uno de nosotros hay una parte constituida de Cristo. Inclusive cuando usted acaba de ser regenerado, una parte de usted, a saber, su espíritu regenerado, está constituida de Cristo. Este es el principio que consiste en ser constituido de Cristo. El proceso por el cual uno es constituido de Cristo proseguirá hasta que uno llegue a la cumbre cuando el aspecto reinante se produzca en uno. Cuando seamos plenamente maduro, tendremos esta porción máxima, este aspecto elevado. Esta es la parte nuestra que está constituida de Cristo, el aspecto de la vida madura constituida de Cristo. Sin lugar a dudas, José es la figura perfecta de Cristo, porque describe el aspecto constituido [de Cristo] presente en un santo maduro. Si la parte de uno que está constituida de Cristo no es perfecta, entonces ninguna parte de uno puede ser perfecta. En nosotros los seres caídos, los salvos, llamados, redimidos y regenerados, no hay nada perfecto aparte del Cristo que nos constituye. ¡Aleluya, tenemos la constitución de Cristo dentro de nosotros! Una vez más repito que José representa la parte de la vida madura de Jacob que está constituida de Cristo. Este aspecto, Cristo constituido en los santos maduros, es perfecto; por consiguiente, tipifica perfectamente a Cristo.
(1) Un pastor Este aspecto perfecto es el de un pastor. José, como Abel, era pastor (37:2). Esto tipifica el aspecto de la vida madura constituida de Cristo, la vida que apacienta y cuida a los demás. En el capítulo treinta y siete José no solamente alimentaba y apacentaba al rebaño, sino que había sido enviado por su padre a cuidar a sus hermanos, a pesar de ser menor que ellos. Por tanto, José apacentaba no solamente el rebaño de su padre, sino también a los hijos de éste. El Señor Jesús también vino como pastor (Jn. 10:11). Usted quizá sea nuevo en la vida de iglesia, pero tiene la constitución de Cristo dentro de sí. Cristo constituye parte de usted, y eso se convierte en la constitución de Cristo que hay en su vida espiritual. Esto es lo que pone en usted la carga de cuidar a los demás. Esto es el pastoreo. La constitución de Cristo en nuestra vida espiritual tiene un aspecto apacentador. Alentar a la gente a pastorear a los demás es algo vano. Cuanto más sea exhortado uno a apacentar a los demás, menos lo hará. El pastoreo no consiste en incitar a los demás a hacer algo, sino en que Cristo sea forjado en ellos. La parte de nuestro ser que es constituida de Cristo, es la parte que apacienta a los demás. Tengo plena confianza en esta parte de usted. Nosotros no podemos pastorear a nadie, pero el Cristo que ha sido forjado en nosotros sí puede hacerlo. El aspecto reinante es primeramente el aspecto que pastorea. Si usted no siente la carga de pastorear a los demás ni de alimentarlos, nunca podrá reinar. La autoridad reinante proviene de la vida que pastorea. Con el tiempo, José reinó sobre sus hermanos. Nótese que él no reinó sobre ellos antes de pastorearlos. El fue enviado por su padre para pastorear a sus hermanos y alimentarlos. Del mismo modo, Jesús no vino como rey para gobernar a los demás, sino como Pastor. Cristo, como Pastor, murió por Su propio pueblo. Eso se revela en Juan 10, donde vemos que el buen pastor da la vida por Sus ovejas. Jesús vino como Pastor y murió, dando Su vida por Su rebaño. En principio, ocurrió lo mismo con José en el capítulo treinta y siete. El fue enviado a cuidar a sus hermanos, pero ellos por poco lo matan. José dio su vida para llevar a cabo esta especie de pastoreo. Es bueno tener una vida de pastoreo. Sin embargo, si uno ha de pastorear a los demás, debe estar dispuesto a morir por los que ha de cuidar. Los que usted desea apacentar, no valorarán su pastoreo. Por el contrario, lo matarán. Pueden pensar que usted es una persona extraña y peculiar, y pueden llamarle “santo”. Muchos me han dicho: “Hermano Lee, si me quedo aislado y no amo a
la iglesia ni a los santos, no tengo ningún problema. Pero cuando empiezo a amar a la iglesia y cuidar a los santos, los santos me matan”. Lo matan porque usted los pastorea.
(2) El amado del padre José tenía un aspecto apacentador y también era el amado de su padre (37:3-4). Del mismo modo, Cristo era el Hijo amado del Padre (Mt. 3:17; 17:5). Sólo este aspecto nuestro que está constituido de Cristo es amado a los ojos de Dios. ¡Alabado sea el Señor porque estamos constituidos de Cristo! Esta parte nuestra es amada por el Padre. Usted puede testificar que a veces ha sentido en lo profundo de su ser que el Padre está presente y que usted puede sentir que El dice: “Este es Mi amado”. Las palabras dirigidas al Señor Jesús cuando fue bautizado y en el monte de la transfiguración, también han sido dirigidas a usted. Usted ha sentido en lo más recóndito que Dios el Padre está presente. Cuando usted tiene este sentir, esto demuestra que tiene la constitución de Cristo, la cual es agradable para el Padre. El Padre siempre dirá de esta parte suya: “Este es Mi amado”. Es posible que usted sea joven en el Señor, pero creo que ha experimentado que Dios el Padre en los cielos está muy contento y complacido con usted. Ahora bien, quizá usted no esté complacido consigo mismo cuando considera sus faltas y errores. La razón es que tenemos dos constituciones, la constitución de Cristo y la constitución del viejo Adán. Cuando usted tiene la constitución de Cristo, puede oír una voz celestial que dice: “Este es Mi amado”, porque Dios el Padre se complace en usted. Pero cuando usted tiene la vieja constitución, la de Adán, ni siquiera usted se complace consigo mismo. Hasta usted aborrece este aspecto de su ser. José representa la constitución de Cristo en la vida madura de Israel, esa parte que el Padre llama “Mi amado”.
(3) Ministra a los hermanos conforme a la voluntad del padre En Génesis 37:12-17 vemos que José ministró a sus hermanos conforme a la voluntad de su padre. En este asunto, José también tipifica a Cristo, pues Cristo descendió de los cielos para cumplir la voluntad del que lo había enviado (Jn. 6:38). En ninguna parte de la Biblia dice que José tipifica a Cristo. Pero si usted lee esta sección de la Palabra, reconocerá no solamente que José tipifica a Cristo, sino que su biografía es prácticamente la biografía de Cristo. La vida de José era una réplica de la vida de Cristo. En cuanto al uso de alegorías en la interpretación de la Biblia, algunos eruditos afirman que debemos considerar como tipología sólo lo del Antiguo Testamento que el Nuevo Testamento describe específicamente como tal. Yo me apegué a esa enseñanza muchos años, pero fui liberado de ella, pues me di cuenta de que era limitada. El Nuevo Testamento no contiene ninguna mención de que José tipificase a Cristo, pero nadie en el Antiguo Testamento fue un mejor tipo de Cristo que José. Esto indica que algunas cosas en el Antiguo Testamento son tipos, pese a que el Nuevo Testamento no se refiera a ellas como tales. Por esta razón, ya no me adhiero a esa enseñanza. José era un pastor, el amado del padre, y aquel a quien el padre mandó a que ministrara a sus hermanos. En todos estos aspectos, él era como Cristo.
(4) Aborrecido y maltratado por sus hermanos, a quienes él ministra José era pastor, era el amado de su padre y ministraba a sus hermanos conforme a la voluntad de su padre. Pero fue aborrecido y maltratado por sus hermanos, a los que él ministraba (37:4-5, 8, 11, 1836). Sucedió lo mismo con Cristo (Hch. 10:38-39), quien fue enviado a ministrar a los hijos de
Dios, pero ellos lo aborrecieron. Según los evangelios, los líderes judíos le aborrecieron, conspiraron contra El y tramaron darle muerte. Esta también fue la experiencia de José con sus hermanos. En Génesis 37:19 y 20 sus hermanos dijeron: “He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle”. Así, conspiraron y tramaron contra su hermano José. Los hermanos de José lo maltrataron y lo entregaron a los ismaelitas o madianitas (37:25, 28). Ambos pueblos eran descendientes de Abraham. Este tuvo tres esposas: Sara, Agar y Cetura. El engendró a Isaac de Sara, su esposa legítima. Por medio de Agar, la sierva de Sara, Abraham había engendrado a Ismael, el producto de su carne. Finalmente, por medio de Cetura, engendró a Madián. Solamente Isaac fue engendrado por la gracia. Tanto Ismael como Madián fueron producidos por la carne. De modo que en el Antiguo Testamento, tanto Ismael como Madián representan la carne, la fuerza natural. José era un descendiente de Isaac y fue vendido a los descendientes de Ismael y de Madián: los ismaelitas y los madianitas. Parece que la Biblia por error usara indiscriminadamente los términos ismaelitas y madianitas. En el capítulo treinta y siete, el versículo 25 habla de los ismaelitas, y el versículo 28 de los madianitas. ¿Fueron ismaelitas o madianitas los que compraron a José? Según la Biblia, los ismaelitas y los madianitas pertenecían a la misma categoría. A los ojos de Dios los ismaelitas y los madianitas representan la carne. En consecuencia, José fue vendido por medio de la carne. Le sucedió lo mismo al Señor Jesús. Si los líderes judíos hubieran estado en el Espíritu, nunca habrían entregado a Jesucristo a Pilato. Cristo fue entregado a Pilato por los líderes judíos mediante la carne. Cuando los líderes judíos llevaron a Jesús ante Pilato, no eran israelitas, sino ismaelitas y madianitas. La entrega del Señor Jesús fue algo hecho en la carne. José fue vendido y llevado por medio de la carne a Egipto (37:28, 36), que representa el mundo. El hecho de que José fuese vendido al mundo por medio de la carne indica que ésta se relaciona con el mundo. Lo mismo sucedió con el Señor Jesús. Mediante la carne, los líderes judíos llevaron a Cristo ante Pilato, quien era la autoridad romana y sin duda estaba en Egipto, es decir, en el mundo.
(5) Veía a los suyos como gavillas llenas de vida y como el sol, la luna y las estrellas llenas de luz (a) Como gavillas llenas de vida Tengo una intensa carga de compartir algo muy importante con ustedes. Si usted hubiera estado en el lugar de José, ¿habría considerado a sus hermanos como seres celestiales y llenos de vida y de luz? En Génesis 37:2 vemos que José dio a su padre un informe negativo acerca de sus hermanos. Además, según el capítulo treinta y siete, los hermanos de José estaban llenos de odio y de ira, y según el capítulo treinta y ocho estaban llenos de lujuria. En el capítulo treinta y siete, vemos el odio y la ira de los hermanos de José, y en el capítulo treinta y ocho, vemos la lujuria de Judá. José vio la maldad de sus hermanos e informó a su padre al respecto. Luego José tuvo dos sueños (37:59). En el primero, vio gavillas en el campo. Este sueño revela que cuando mucho, José no era más que una gavilla, y que en el peor de los casos, sus hermanos también eran gavillas. Dios le dio a José este sueño, y en él tuvo la visión que tenía Dios acerca de sus hermanos. Quizá José haya dicho a su padre: “Padre, mis hermanos son muy viles. ¡Cuánto he sufrido por su maldad! Están llenos de ira y de lujuria”. No obstante, Dios intervino y le dio a José un sueño en el que parecía decir: “José, a Mis ojos tú eres igual que tus hermanos y ellos no son peores que tú. Tú eres una gavilla y ellos también son gavillas. La única diferencia entre tú y ellos es que a ti te escogí para que reines. Eso no significa que seas mejor que ellos”. Si no tenemos la experiencia necesaria, no podemos entender lo que dice la Biblia acerca de los manojos del sueño de José. Cuando usted entra en la vida de iglesia, puede decir: “¡Cuán maravillosa es la vida de iglesia! ¡Los hermanos y hermanas son maravillosos! ¡Cuánto amo a la
iglesia!”. Pero cuanto más ame a la iglesia y cuide a los santos, más verá “topos”, “tortugas” y “escorpiones”. Entonces usted dirá: “¿Señor, qué es esto? La situación de la iglesia es lamentable. Ni siquiera los ancianos son buenos. Y mira a las hermanas. No quiero sentarme al lado de ellas en las reuniones”. En tal circunstancia, usted necesita un sueño celestial. Cuando llegue el sueño, el Señor dirá: “Tú no eres mejor que los demás, y ellos no son peores que tú. Todos son manojos llenos de vida en Mí. No hay ni ‘topos’ ni ‘escorpiones’ ni ‘tortugas’ entre Mi pueblo. Todos son gavillas llenas de vida”. Si yo no hubiera recibido un sueño celestial, me habría apartado hace mucho tiempo. Pero recibí un sueño celestial. He visto que soy una gavilla y que todos aquellos que a mis ojos son “topos” también son gavillas. A los ojos de Dios todos son gavillas. Hace años yo solía hacer oraciones que acusaban a otros delante del Señor; le informaba a El de las maldades que había visto. En mis oraciones decía: “Señor, he abandonado mi trabajo y consagrado mi vida y mi futuro para esta obra. Pero Señor, ¡mira a esta gente!”. Sin embargo, el sueño llegó finalmente, y el Señor me dijo: “Tú no eres mejor que ellos. Cuando mucho, eres una gavilla, y en el peor de los casos, también ellos son gavillas”. Al principio, estaba confuso y discutía con el Señor, diciendo: “Señor, Tú no eres estricto. Eres superficial. ¿Acaso no ves el corazón de ellos?”. Pero el Señor contestó: “No los miro desde tu punto de vista. Los veo desde el Mío. En la Nueva Jerusalén no hay ni ‘topos’ ni ‘escorpiones’ ”. Un día recibí mucha ayuda al leer la profecía de Balaam en Números 23. Según dicho libro, los hijos de Israel habían cometido muchas maldades. Balaam fue contratado por un rey pagano para maldecir a Israel y exponer la maldad en Israel. No obstante, Dios habló mediante Balaam, y éste dijo: “No ha notado iniquidad en José, ni ha visto perversidad en Israel” (Nm. 23:21). Dios parecía decir: “No he visto ninguna iniquidad en Mi pueblo. No veo ninguna perversidad en ellos”. Elías se quejó de Israel y dijo: “Los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (1 R. 19:10). Elías acusó a Israel delante de Dios. El Señor se disgustó por eso, y contestó: “Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (1 R. 19:18). No acudan al Señor para acusar a los demás delante de El. Más bien díganle: “Señor, puesto que Tú no ves ninguna iniquidad, yo prefiero no ver ninguna. Todos los ‘topos’ y ‘escorpiones’ son gavillas, y yo los amo”. De todos modos esto no es nada fácil. Usted puede pensar que le estoy enseñando a mentir, pues usted dirá: “El hermano fulano de tal está en una condición pobre. Nunca podría decir que él es una gavilla”. ¿Quién tiene razón, usted o Dios? ¿Y qué diremos del sueño? Si usted recibió el sueño celestial, entonces ya vio que en la perspectiva de Dios todo Su pueblo es una gavilla llena de vida que produce alimento para la ofrenda que lo satisface a El y al hombre.
(b) Como el sol, la luna y las estrellas, llenos de luz La Biblia contiene el principio de que todo debe ser confirmado por dos testigos. Por tanto, Jacob tuvo dos sueños. En el segundo sueño, él vio el sol, la luna y once estrellas que se inclinaban ante él (37:9). Esto indica que a los ojos de Dios, todo el pueblo condenado y acusado está lleno de luz. Tenga mucho cuidado con acusar a los hermanos y a las hermanas. El aspecto reinante de la madurez de vida nunca condena a los demás, sino que los pastorea y los aprecia, pues dice: “¡La vida de iglesia y todos los santos son maravillosos! ¡Los santos son gavillas llenas de vida! ¡Cuánto me nutren y me satisfacen! Además, son luminarias celestiales llenas de luz”. Si usted afirma que hablar de esta manera es una mentira y que usted no lo puede hacer, eso significa que no ha recibido el sueño, la visión. Usted carece de la visión celestial. Permítanme hacer esta pregunta a los que han estado en la vida de iglesia por largo tiempo: ¿Piensan todavía que la iglesia es tan buena y que todos los santos son maravillosos? Si ustedes son sinceros, reconocerán que han hablado mal de ciertos santos a su cónyuge. Hace algunos años, quizá usted tenía una actitud positiva hacia todos los hermanos y hermanas, mas no ahora.
Anteriormente, según su punto de vista natural, todos los santos eran muy buenos; pero ahora usted necesita recibir la visión del sueño celestial. Génesis 37 contiene dos sueños. El primero es el sueño de los manojos llenos de vida, y el segundo el de los cuerpos celestes llenos de luz. Esta es la perspectiva de Dios, la visión celestial de Su pueblo. Recibí esta visión celestial, y eso me da mucho aliento. No estoy laborando con “topos” y “escorpiones”. Estoy sirviendo a las gavillas, estoy debajo del sol y de la luna, y camino entre las estrellas. El sueño que Jacob tuvo es similar a la visión de Apocalipsis 12, donde el pueblo de Dios es representado por la mujer vestida con el sol, con la luna debajo de sus pies, y con una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Necesitamos esta visión para ver el pueblo de Dios desde el punto de vista celestial. Una cosa es segura: todo aquel que condena a la iglesia o se queja de los santos sufrirá pérdida de vida. No hay ninguna excepción a esta regla. Usted quizá tenga razón, y la iglesia esté equivocada. La condición de los santos puede ser la de “topos” y “escorpiones”. Pero si usted los condena, perderá vida. No obstante, si usted dice: “Señor, te alabo porque Tu pueblo está lleno de vida y de luz”, será el primero en participar de la vida. Por esta razón, no me atrevo a decir que los hermanos y las hermanas no son buenos. Por el contrario, siempre digo: “¡Alabado sea el Señor! ¡Cuán buenos son los santos!”. Cuando hago eso, disfruto de la vida. Pero si critico a los hermanos y a las hermanas, sufro inmediatamente la muerte. A todo el que habla negativamente acerca de la iglesia o de los santos le es imposible disfrutar de la vida. Todos los que hablan negativamente sufren muerte. Debemos decir: “¡Alabado sea el Señor, mi hermano será una luz celestial! Si no lo es ahora, lo será en el futuro”. Con Dios el elemento de tiempo no existe. No hay reloj en los cielos; sólo existe la eternidad. Mientras Dios mira a Su pueblo desde el punto de vista de la eternidad, El los ve a todos como gavillas llenas de vida y como el sol, la luna y las estrellas llenas de luz.
(c) Ubicado en los cielos, pero vive en la tierra El pueblo de Dios tiene su posición en los cielos como el sol, la luna y las estrellas, pero vive en la tierra como gavillas (Fil. 3:20; 2:15), pues las gavillas crecen en el campo. Hoy en día, somos el pueblo celestial que vive en la tierra. Nosotros somos el pueblo de Dios. Eso me ha alentado, fortalecido y edificado. Tengo plena fe en todos ustedes y espero verlos a todos en la Nueva Jerusalén. Me agrada tener una visión eterna y no la visión terrenal. No quiero ver las cosas según mi visión limitada. Por el contrario, quiero usar el telescopio divino. Si usted dice que los hermanos y las hermanas son muy malos, eso significa que usted tiene una visión muy corta. Pero si usted usa el telescopio divino para ver más allá del tiempo, contemplará la Nueva Jerusalén donde no hay más que gavillas y estrellas. En la Nueva Jerusalén no hay ni “topos” ni “escorpiones”. Allí todo está lleno de vida y de luz. Cuando consideramos los sueños de José, nos damos cuenta de que la mente humana no pudo haber concebido el libro de Génesis. Sólo Dios pudo darle a José estos sueños.
(d) En realidad era pecaminoso José tuvo estos dos sueños, pero de todos modos sufrió el odio y la conspiración de sus hermanos en ese mismo capítulo. Además, en el capítulo siguiente, vemos la lujuria de Judá. Esto indica que en realidad los hijos de Jacob eran malignos. Sin embargo, desde la perspectiva celestial, no eran malos; eran gavillas llenas de vida y estrellas llenas de luz. Estos dos capítulos vienen juntos para presentarnos un contraste. En la perspectiva de Dios, los hijos de Jacob resplandecen, mas en la realidad son oscuros. Ellos eran pecaminosos. Ahora podemos entender por qué el capítulo treinta y ocho va después del capítulo treinta y siete.
(e) Aun así, Cristo vino por medio de ellos Los hijos de Jacob eran pecaminosos, pero Cristo de todos modos vino por medio de ellos (38:27-
30; Mt. 1:3). Nacieron dos hijos del pecado grave cometido en el capítulo treinta y ocho, y el primero de ellos fue un antepasado de Cristo. Fares, mencionado en la genealogía de Cristo en Mateo 1, fue uno de los antepasados de Cristo. Según las santas Escrituras, Cristo vino de los hijos pecaminosos de Jacob. Es similar al caso del pecado de David con Betsabé. El resultado de este pecado fue Salomón, quien fue también un antepasado de Cristo, pues por medio de él vino Cristo (Mt. 1:6). No crea que la iglesia no es buena, ni se queje de los santos ni diga que son “escorpiones”. Cristo vendrá de una iglesia que aparentemente está muy mal y llena de santos que a los ojos de usted son “escorpiones”. Pero eso no significa que debemos hacer males para que vengan bienes. Por el contrario, es un testimonio de la gracia providencial de Dios. Por buenos o malos que sean los creyentes, debemos cuidarnos de hablar en contra de ellos. Si lo hacemos, Dios dirá: “No veo ninguna iniquidad ni perversidad entre ellos. Mi Cristo vendrá por medio de ellos. No los condenes”. Todos necesitamos esta visión celestial. La vida madura tiene un aspecto reinante. Cuanto más madure usted en vida, menos cosas negativas dirá acerca de los santos o de la iglesia. Cuando usted entró en la iglesia, estuvo en luna de miel con la iglesia. Pero la luna de miel nunca dura mucho. Después de su luna de miel con la iglesia, usted quizá haya dicho: “Yo pensaba que la iglesia iba a ser muy buena. Pero en realidad no lo es. Si pudiera encontrar algo mejor, no me quedaría aquí. Discúlpenme que les diga que no he podido encontrar nada mejor. Aun así, sigo buscando. Quizá vaya a alguna parte a empezar algo por mi propia cuenta. No importa lo que yo haga, en todo caso la iglesia aquí no es muy buena”. Cuando usted habla así, recibe muerte; pero un día, la perspectiva celestial vendrá, y su visión será revolucionada. Se dará cuenta de que no se atreve a decir nada negativo sobre la iglesia ni sobre los santos. Por el contrario, dirá: “Esta es la iglesia, y éste es el pueblo de Dios. A los ojos de Dios, todos los creyentes son gavillas. También son el sol, la luna y las estrellas”. Cuando usted llegue a esta etapa, no se atreverá a decir nada negativo de la iglesia. Después de recibir esta visión, a veces yo decía: “Efectivamente, he visto que la iglesia es maravillosa. Pero en realidad no lo es”. Al decir eso, dejaba ver “la cola de zorra”. Incluso esta “cola” me hizo sufrir la muerte. Finalmente, fui totalmente subyugado y convencido, y dije: “Señor, hago a un lado mi corta visión, y uso el telescopio divino. La iglesia es excelente y maravillosa. No hay nada malo en ella. Es perfecta y completa. Cuando hablo así, estoy lleno de vida y disfruto de la vida. Para mí, todos los hermanos y hermanas son maravillosos, y los amo a todos, aun a los que se apartan. Cuanto más hablo así de los hermanos y de las hermanas, más me siento lleno de vida. Creo que muchos de nosotros hemos experimentado esto. No debemos juzgar. Dios es el juez, y El no juzga a los santos, sino que obra en ellos para transformar a los ‘escorpiones’ en gavillas, y a los ‘topos’ en estrellas. Con el tiempo, todos seremos gavillas y estrellas. ¡Que todos tengamos esta visión eterna!
(6) Su pueblo se encuentra bajo su reinado Finalmente, todo el pueblo de José estará bajo su reinado (37:8). José representa el aspecto reinante de la vida madura. Sólo la vida madura puede reinar, así como Cristo reina sobre los judíos (Mt. 27:11; Jn. 19:19).
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO ONCE EL VIVIR DE JOSE CORRESPONDE A SU VISION Podemos considerar que el libro de Génesis, en el cual casi todas las verdades bíblicas son sembradas como semillas, es la biografía de ocho hombres importantes: Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José. Estos hombres están distribuidos en dos grupos de cuatro. Adán, Abel, Enoc y Noé forman el primer grupo; y Abraham, Isaac, Jacob y José, el segundo. El primer grupo representa el linaje creado, el linaje adámico, mientras que el segundo grupo representa el linaje llamado, el linaje de Abraham. Debido al fracaso del linaje creado, Dios tuvo un nuevo comienzo con el linaje llamado. El linaje creado empezó con Adán y terminó con Noé. Tanto al principio como al final, el linaje creado fue un fracaso. Adán, la cabeza y el representante del linaje creado por Dios, cayó. En Abel vemos el regreso a Dios. En Adán el hombre cayó y se apartó de Dios. Pero por medio de la redención efectuada por Dios, Abel volvió a El. Enoc, quien vino después de Abel, no sólo volvió a Dios, sino que también caminó con El. El resultado de su vida tipifica el arrebatamiento. Enoc fue arrebatado de la muerte y entró en Dios. La vida de Enoc produjo a Noé, quien también caminó con Dios y experimentó el reinado, aunque su reinado no fue suficiente ni completo. Pero el reinado de Noé dio como resultado una caída. Los descendientes de Noé se rebelaron contra Dios en Babel, y por esta rebelión Dios abandonó el linaje creado. Dios se vio obligado a tener un nuevo comienzo y visitó a Abraham y lo llamó a salir del linaje creado rebelde. Esto marcó el comienzo de una nuevo género, el linaje llamado, los descendientes de Abraham. Con el linaje llamado, Dios ciertamente tuvo gran éxito. A partir de Abraham y luego con Isaac y Jacob, el camino se elevó más y más. Finalmente, vemos el reinado completo en Jacob. Como ya mencionamos, Abraham, Isaac, Jacob y José, no deben considerarse individuos separados. Ellos representan cuatro aspectos de un santo completo y maduro. En ellos vemos la elección de Dios, el llamado de Dios y la justificación por la fe. Vemos cómo un santo llamado y justificado puede vivir en la presencia de Dios por la fe para disfrutar todas las riquezas de la herencia. Aun así, esta persona se sigue esforzando por obtener la primogenitura. Sin embargo, todos sus esfuerzos le causan sufrimientos. En los sufrimientos, la mano de Dios se extiende sobre él para disciplinarlo y llevarlo a la madurez. ¡Aleluya, en el linaje llamado vemos la madurez de vida! La vida madura tiene un aspecto reinante, un aspecto descrito por la vida de José. Esta es la razón por la cual en el libro de Génesis, José es tan excelente y maravilloso. Cuando yo era joven, mi madre solía contarnos historias de la Biblia. Ella pasaba mucho tiempo en la historia de José. ¡Cuánto me compadecía de este excelente personaje cuando oía que había sido echado en un pozo y vendido como esclavo! Quería a José y me daba cuenta de que él era alguien especial, pero no sabía por qué era excelente. Sólo sabía que José era muy bueno y yo quería ser como él. Después de ministrar la Palabra durante años, todavía no sabía la razón por la cual José era tan excelente. No obstante, ahora puedo afirmar con confianza que José era excelente porque era el aspecto reinante de la vida madura. El era el aspecto reinante de un Israel maduro, no de Jacob. Por lo tanto, José era la crema de la vida madura. Por supuesto, lo que vemos en José es simplemente una sombra. En realidad, el aspecto reinante tipificado por José es Cristo forjado en nuestro ser. Todos somos Jacob, pero estamos constituidos de Cristo. El día en que fuimos regenerados, Cristo se forjó en nosotros. Con el tiempo, Cristo llega
a ser nuestra constitución. La parte de nuestro ser que está constituida de Cristo no es ni nuestra carne ni nuestra mente, sino nuestro espíritu. En 2 Timoteo 4:22 se afirma que Cristo está con nuestro espíritu. Esto significa que Cristo constituye lo profundo de nuestro ser. El aspecto de nuestro ser regenerado que está constituido de Cristo es plenamente representado, descrito y tipificado por José. Puesto que José representa el aspecto reinante de una vida victoriosa y madura, su vida se relata en la Biblia de una manera excelente.
I. VIVE COMO UNA GAVILLA LLENA DE VIDA Los primeros tres capítulos que hablan de la parte reinante de una vida madura son los capítulos treinta y siete, treinta y ocho y treinta y nueve. Cuando era niño, no me gustaban estos capítulos porque estaban llenos de odio, intrigas y traiciones. El capítulo treinta y ocho relata el incesto de Judá, y el capítulo treinta y nueve describe la oscuridad y la entrega a la lujuria. ¿Acaso le agradan a usted estos capítulos? Después de ser salvo y de empezar a amar la Biblia, no pasaba mucho tiempo en estos capítulos. Al familiarizarme con la historia que contienen, no me molestaba en leerlos nuevamente. Cuando conduje un estudio sobre Génesis en 1955, evité estos capítulos. Pero durante los veintitrés años que han transcurrido después de ese estudio, he recibido más luz. Después de llegar a este país, vi el valor de los sueños de José, que son la visión que controla estos capítulos. Si usted no ha recibido la visión de los sueños de José, sólo podrá conocer el relato de estos capítulos. No podrá conocer lo profundo que es el significado de esta historia. Los sueños de José controlaban y dirigían su vida. José se condujo de manera excelente, lo cual era el aspecto reinante de una vida madura dirigida por una visión que lo controlaba. El capítulo treinta y siete empieza diciendo que Jacob amaba a su hijo predilecto José, y que éste le informaba de las malas acciones de sus hermanos. Luego se nos habla de los sueños de José (37:510). En estos días el Señor nos ha mostrado que los sueños de José revelan la condición en que se halla el pueblo ante Dios. El pueblo de Dios lo conforman gavillas llenas de vida. Una gravilla es un manojo de trigo lleno de vida y del suministro de la vida. Los manojos contienen granos cargados de vida y suministran vida. No diga: “No me caen bien los israelitas, porque ellos son muy malos”. Recuerde el profeta gentil Balaam, que fue contratado para maldecir a Israel. En ese entonces, Israel era realmente malo. Sin embargo, Balaam, bajo el control de Dios, dijo que Dios no había visto iniquidad en Jacob ni perversidad en Israel (Nm. 23:21). A los ojos de Dios, todo Su pueblo escogido era una gavilla llena de vida, llena del suministro vital. Además, el pueblo de Dios es semejante a las estrellas que brillan en el cielo. Después de presentarnos estos dos sueños el relato de Génesis, revela que los hermanos de José tramaron matarlo y que lo vendieron como esclavo y fue llevado a Egipto. En el capítulo treinta y ocho vemos el incesto de Judá, y en el capítulo treinta y nueve, la terrible tentación y el trato tan injusto que recibió José. Según la secuencia de los acontecimientos narrados en estos capítulos, vemos que el comportamiento excelente de José era gobernado por sus sueños. En su primer sueño, vio que él era un manojo; mas no un manojo caído, sino erguido. Yo creo que desde que José recibió este sueño, se dio cuenta del lugar en el cual Dios lo había puesto y lo que Dios quería de él. Sin duda, entendió que Dios quería que fuese esta gavilla. El no sería un objeto lleno de muerte, sino una gavilla que permanecía llena de vida. Si usted hubiera tenido este sueño, ¿no habría sido influido o controlado por él? ¿No habría gobernado este sueño su comportamiento y dirigido su conducta? Con seguridad lo habría hecho. Yo creo que el sueño que tuvo José de las gavillas determinó su comportamiento. Lo mismo es válido con relación al segundo sueño, el sueño del sol, la luna y las doce estrellas. Supongamos que usted tuviese un sueño en el cual usted fuese la estrella adorada por las otras estrellas. ¿Acaso no se consideraría en una posición elevada? Usted diría: “¡Soy una estrella! No soy un escorpión ni algo inferior u oscuro. Soy una estrella que resplandece en los cielos”. Si usted recibiera esta visión, ¿no lo controlaría acaso? Si no lo controla el resto de su vida, por lo menos, lo gobernará durante mucho tiempo. Usted empezará a portarse como una estrella resplandeciente y
dirá: “Anoche vi que era la estrella a la que las demás adoraban. De ahora en adelante, debo actuar como esta estrella resplandeciente. Anteriormente yo era un ser oscuro, pero ya no debo ser así. Debo brillar y resplandecer”. José se condujo de manera tan excelente y maravillosa porque era dirigido por la visión que había recibido en sueños. Los niños son afectados por lo que ven en la televisión. He observado a mis propios nietos actuar según lo que ven en algún programa de televisión. Si aun los pequeños reciben la influencia de lo que ven, ¡cuánto más el joven José fue influido por la visión celestial, la visión según la cual él era una gavilla erguida y llena de vida y una estrella adorada por las demás! ¿No cree usted que José fue afectado por esta visión y que ésta le dejó una profunda impresión? Yo creo firmemente que ése fue el caso. Lo que quiero subrayar es que el comportamiento excelente y maravilloso de José se debía a la visión que había recibido. La visión de sus dos sueños controlaba su vida y dirigía su comportamiento. El se comportaba como la gavilla erguida y llena de vida, y se conducía como una estrella celestial que resplandece en la oscuridad. Desde esta perspectiva, puede uno entender el significado de estos tres capítulos.
A. Sus hermanos desahogan su ira En estos capítulos vemos dos pecados graves. En el capítulo treinta y siete vemos el pecado de la ira (37:18-28). Los hermanos de José se aprovecharon de la oportunidad para desfogar su ira. Este no fue un caso insignificante de ira. Los hermanos de José convinieron en matarlo y aquel a quien querían matar no era un ladrón, sino su propio hermano carnal, el hijo predilecto de su padre. Si ellos hubieran sentido algún afecto humano, jamás habrían planeado aquello. Sin embargo, Rubén pensó que eso afectaría a su padre, y Judá sugirió que no lo mataran, sino que lo vendieran, lo cual era mucho mejor que derramar su sangre. Sin embargo, en el capítulo treinta y siete vemos la ira de los hermanos de José. En el capítulo siguiente, el capítulo treinta y ocho, vemos la concupiscencia de Judá, que lo condujo a cometer incesto (38:15-18). Después de la caída del hombre, el primer resultado fue el homicidio de un hermano carnal. Y el pecado que hizo venir el diluvio sobre el género humano fue la complacencia en la lujuria. Estos dos pecados, el fratricidio y la entrega a la lujuria, se repiten aquí.
B. José emerge de la ira, y sobrevive en una situación de muerte La ira de los hermanos de José permitió que éste viviera como una gavilla llena de vida. Mientras todos sus hermanos estaban hundidos en el agua de la ira, José, el aspecto reinante de la vida madura, vivió como un manojo de vida, emergiendo de las aguas de muerte, de la ira humana. El relato, inspirado por Dios, usa la ira como trasfondo para demostrar cuánta vida se hallaba en el manojo. Esta gavilla estaba llena de vida. Cuando todos los demás se habían hundido en las aguas de muerte de la ira humana, esta gavilla emergió y sobrevivió en tal situación. ¿Acaso no es éste también el relato de nuestra vida? Día tras día nos vemos rodeados del agua de muerte de la ira humana. Y en lugar de ahogarnos, emergemos del agua de muerte y sobrevivimos. Si éste es el retrato de su vida cotidiana, entonces usted es el aspecto reinante de la vida victoriosa. Aunque desde el punto de vista humano tendemos a perder la paciencia, de todos modos estamos constituidos del Cristo que emerge de la situación de ira. Por lo tanto, somos el José de hoy y las gavillas de vida que se yerguen y se mantienen firmes.
II. VIVE COMO UNA ESTRELLA LLENA DE LUZ A. Su hermano Judá se entrega a la lujuria El segundo pecado grave, la entrega a la lujuria [por parte de Judá], le proporcionó también a José una oportunidad. La lujuria que vemos en el capítulo treinta y ocho representa las tinieblas. En dicho capítulo, Judá estaba totalmente en tinieblas. Obró ciegamente, y la ceguera denota tinieblas. Si él no hubiera estado ciego, en las tinieblas, ¿cómo habría podido cometer adulterio con su nuera? ¿Dónde estaba su conciencia? ¿Dónde estaba su vista? Sus ojos fueron cegados, y él se encontraba en tinieblas. La mujer maligna del capítulo treinta y nueve, la esposa de Potifar, también estaba en tinieblas. Si ella no hubiera estado en tinieblas, ¿cómo habría podido obrar de una forma tan maligna? Así que, en los capítulos treinta y ocho y treinta y nueve tenemos un cuadro de las tinieblas.
B. José vence la lujuria, y resplandece en las tinieblas En medio de estas tinieblas, vemos a José como una estrella que resplandece en los cielos (39:7-12). José se conducía como una estrella resplandeciente, y parecía decir: “Todos ustedes están en las tinieblas, pero yo resplandezco sobre ustedes. ¿Cómo podría yo, una estrella brillante, hacer una cosa tan oscura? No puedo olvidar mi sueño. Mi sueño me controla y me dirige. Como estrella celestial, nunca vendería mi posición”. Si usted tiene luz al llegar a estos capítulos, verá que José llevó una vida que concordaba con su visión. José no era solamente un soñador, sino también alguien que ponía en práctica, vivía, y expresaba lo que había visto en sus sueños. Nosotros, el José actual, también debemos tener sueños. Los demás deben decir que somos soñadores. Muchos de mis amigos cristianos me consideran un soñador. Al hablar de la vida vencedora y de la aplicación de la vida de iglesia, me han dicho: “Hermano Lee, estas ideas son maravillosas, pero no son más que sueños. Nadie puede llevar una vida tan victoriosa sobre esta tierra. Es imposible poner en práctica la vida de iglesia. Debemos esperar ese día. Deje de soñar. Más bien, despierte de sus sueños”. Pero no sólo tengo sueños, sino que practico lo que veo en mis sueños. Usted pensará que soy un simple soñador, pero yo pongo en práctica mis sueños. Puedo testificar que es posible tener una vida vencedora y llevar a la práctica la vida de iglesia. Esto no es simplemente mi sueño, sino también mi práctica y mi experiencia. Así como José, he tenido algunos sueños, el sueño de las gavillas y el de las estrellas resplandecientes. Por la misericordia del Señor, he vivido conforme a mis sueños. He actuado según la visión que he recibido. Algunos dicen: “Eso no es más que un sueño y no puede cumplirse”. Pero debo declarar que son revelaciones celestiales de los hechos. ¿No cree usted que la vida victoriosa se puede llevar a cabo en su totalidad? ¿No cree usted que la vida práctica de iglesia existe en la actualidad? No estamos soñando en vano. Tenemos una visión que nos controla. Todos sabemos lo que significa perder la calma. Yo no soy la excepción. No es bueno esconder el enojo. En cierto modo nos sentimos mejor cuando desahogamos nuestra ira. Sin embargo, cuando estoy a punto de perder la paciencia, aparece la visión de la gavilla, y el Señor me pregunta: “¿Eres una gavilla erguida? Si así es, entonces ¿qué pasa con tu ira?”. En cuanto el Señor me habla de esta manera y yo le respondo, mi ira desaparece. Aun cuando quisiera perder la paciencia, no podría hacerlo. Todos nosotros podemos vivir sin ira y sin perder la calma. Cuando usted esté a punto de airarse, el Señor podrá decir: “¿Eres tú una gavilla? ¿Estás en la iglesia, en el recobro del Señor?”. En cuanto usted diga que es una gavilla, su ira desaparecerá. Así como todos nosotros nos airamos, también tenemos concupiscencia. Si usted no la tiene, entonces debe ser una silla o una piedra. Todo ser humano tiene lujuria. Controlamos nuestra lujuria sometiéndonos, siendo controlados, subyugados y dirigidos por la visión. ¡Tenemos una visión que
nos controla! El pueblo perece cuando carece de visión. Por haber recibido la visión, es difícil que caigamos en la lujuria. La función de la visión es similar a la de los frenos de un automóvil. En un momento de peligro, pisamos el pedal del freno. La visión de la estrella celestial es un freno potente para nuestro automóvil espiritual. No estamos conduciendo un auto sin control. Cuando conducimos en el carril apropiado, no necesitamos usar los frenos. Pero cuando el auto empieza a salirse de control, los frenos funcionan inmediatamente. ¡Aleluya por esta visión que nos controla! Muchos de nosotros podemos testificar que antes de entrar en la vida de iglesia, éramos como un auto sin frenos. Pero después de entrar en la vida de iglesia, recibimos la visión que nos controla, y se instalaron potentes frenos en nuestro automóvil. Aquí en la vida de iglesia tenemos la visión de la gavilla y la de la estrella.
III. VIVE LA VIDA DEL REINO La vida de José, gobernada por la visión celestial, era la vida del reino de los cielos descrita en Mateo 5, 6 y 7. Según la constitución del reino celestial revelada en dichos capítulos, nuestra ira debe ser subyugada y nuestra lujuria vencida (Mt. 5:21-32). Si afirmamos que somos ciudadanos del reino, y no podemos someter nuestra ira ni vencer nuestra lujuria, estamos acabados. En lugar de estar en el reino, estamos en la orilla del mar. Somos los que desahogan su ira y se entregan a la lujuria. Pero el pueblo del reino subyuga su ira y vence a su lujuria. Esta es la vida del reino. En la vida del reino hoy se adiestran los reyes. Nosotros los ciudadanos del reino, los que estamos en la vida del reino, somos preparados para ser reyes, para ser José, que es el aspecto reinante de la vida madura. Con este fin debemos someter nuestra ira y vencer nuestra lujuria. ¡Qué cuadro tan maravilloso tenemos en la vida de José de nuestra experiencia actual! Día tras día sometemos nuestra ira y vencemos nuestra lujuria. En lugar de conformarnos con nuestra ira o de cooperar con nuestra lujuria, rechazamos la ira y condenamos la lujuria, porque somos el aspecto reinante de la vida madura. Tenemos la constitución de Cristo dentro de nosotros y estamos siendo preparados para reinar como reyes.
IV. DISFRUTA DE LA PRESENCIA DEL SEÑOR Una vida como la de José siempre tiene la presencia del Señor (39:2-5, 21-23). Dondequiera que esté la presencia del Señor, allí está la autoridad. Si usted tiene la presencia del Señor, la autoridad del Señor lo acompañará. Por ejemplo, en el cautiverio, Daniel tenía la presencia del Señor; en consecuencia, la autoridad del Señor estaba con él. Incluso un niño puede tener la presencia del Señor y, por ende, ser la autoridad legítima en una familia. En el caso de José, Potifar, un oficial del palacio del faraón, tenía el mando. Sin embargo Potifar estaba en cierto modo bajo el control de José, porque éste tenía la presencia del Señor. Examine también la experiencia de José en la cárcel. Había una persona encargada de la cárcel, pero en realidad no la dirigía. José, un prisionero que tenía la presencia de Dios, era el encargado. En la casa de Potifar y en la cárcel, José llegó a ser rey. Adondequiera que vayan la constitución de Cristo y la presencia de Dios, allí estará la parte reinante. En el reino venidero, esta parte será los correyes de Cristo en el reino de los cielos. De manera que el aspecto reinante de la vida madura es una vida que siempre disfruta de la presencia del Señor. En el universo la autoridad es el Señor mismo. Dondequiera que esté Su presencia, allí está Su autoridad, el poder que gobierna. Mientras tenemos la presencia del Señor, tenemos la autoridad, aun cuando estemos en la cárcel. Usted puede ser prisionero, pero a la larga gobernará. Presidiremos dondequiera que estemos. Esto indica que somos el aspecto reinante de la vida madura.
A. El Señor lo hace prosperar En la presencia del Señor, José prosperó por obra del Señor (39:2-3, 23). Donde está la presencia del Señor, allí no sólo está la autoridad del Señor, sino también la prosperidad que trae la providencia del Señor. Mientras José era maltratado, disfrutaba de la prosperidad que venía a él por obra del Señor.
B. El favor y la bendición del Señor Por estar José en la presencia del Señor, recibía Su bendición dondequiera que estuviese. La bendición del Señor acompaña siempre la prosperidad bajo Su providencia. Cuando José disfrutaba de prosperidad, él y aquellos que se relacionaban con él eran bendecidos (39:4-5,22-23).
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO DOCE LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (2) En el libro de Génesis, José representa el aspecto reinante de la vida madura. Como tal, él tipifica a Cristo, pues el aspecto reinante de la vida madura es el Cristo que ha sido forjado en nuestro ser. Por consiguiente, en el relato de Génesis, José tipifica a Cristo.
(7) Traicionado Vimos que José tipifica a Cristo como Hijo amado de Dios, a quien Dios el Padre mandó para pastorear a Su pueblo, y quien fue perseguido por los que había de apacentar. Además, según los cuatro evangelios, Cristo fue traicionado (Mt. 26:14-16). José, como tipo de Cristo, también fue traicionado (Gn. 37:27-28). En el sentido bíblico, ser traicionado significa ser despreciado, desestimado, desprestigiado o hecho a un lado. Cuando Judas iba a vender a Cristo, él ciertamente tenía en poco a Cristo. En Mateo 26 vemos que Cristo fue una prueba para los que lo rodeaban. Algunos lo aborrecieron. No obstante, María lo valoraba y derramó sobre El un ungüento de gran precio. Para María, Cristo era muy valioso y de gran estima. Pero Judas menospreció a Cristo y lo tuvo en poco. El menospreció a Cristo hasta el punto de venderlo por un bajo precio, por treinta monedas de plata, que según Exodo, era el precio de un esclavo (Ex. 21:32). Por consiguiente, en la Biblia traicionar a alguien significa menospreciarlo. Cuando alguien lo menosprecia a usted, eso significa que lo traiciona. Cuando su esposa lo menosprecia, lo está traicionando. Del mismo modo, cuando los hermanos lo hacen a un lado a usted, eso significa que ha sido traicionado. Piense qué tanto se estima usted. A sus propios ojos, ¿acaso usted no es valioso? Todos nos ponemos un alto precio. Así que cuando otros no nos estiman o nos hacen a un lado, somos traicionados. Usted pensará que durante los años en que ha estado en la vida de iglesia, nunca ha visto una traición. Sin embargo, en la vida de iglesia, la gente es
traicionada con frecuencia por ser menospreciada y puesta a un lado. Día tras día, los cónyuges se menosprecian mutuamente. Si algunos santos hablan de otro santo de manera despectiva, lo están traicionando. Todos nos consideramos valiosos. En realidad, somos valiosos porque Cristo está en nosotros. ¿Tiene usted a Dios dentro? En la Biblia, Dios es comparado con el oro, y Cristo con un tesoro. Nuestro Dios es el oro que hay en nosotros, y Cristo, en nosotros, es el tesoro en el vaso. Los incrédulos no valoran mucho eso porque no tienen a Cristo. Ellos son simplemente vasijas de barro. Pero nosotros tenemos el tesoro más grande dentro. Por consiguiente, no debemos pensar que no somos valiosos. Debemos declarar a los ángeles: “Angeles, ustedes deben entender que somos valiosos, y lo somos porque Cristo está dentro de nosotros”. Además, usted puede jactarse ante Satanás y ante los demonios diciendo: “Satanás, quiero que sepas que tengo a Dios y a Cristo dentro de mí. Demonios, ustedes jamás tendrán a Cristo dentro, mas yo tengo a Cristo dentro de mí, y por lo tanto soy muy valioso”. Eso no es orgullo; sino que es la verdadera humildad. Puedo proclamar ante los ángeles, el diablo, los demonios y ante todo el mundo que soy valioso porque tengo a Cristo; por tanto, usted no debe menospreciarme ni desestimarme. Debemos aprender a no vender a nuestros hermanos. José fue vendido por sus hermanos. Si ellos lo hubieran considerado como una gavilla o como una estrella, no lo habrían vendido. El hecho de que lo traicionaran significa que lo menospreciaron y lo hicieron a un lado. En principio, sucede lo mismo con el Señor Jesús. El era preciosísimo y de gran valor, pero Judas lo menospreció y lo vendió por treinta monedas de plata. Pedro, Jacobo, Juan y los demás apóstoles siguieron los pasos del Cordero, y ellos también fueron menospreciados. Lo mismo le sucedió al apóstol Pablo. A lo largo de los siglos, los seguidores del Cordero han sido traicionados. Igual que Cristo, han sido menospreciados, hechos a un lado y tenidos en poco. Al seguir al Señor ahora, también nosotros hemos sido menospreciados. Soportamos mucho sufrimiento simplemente por ser menospreciados y tenidos en poco. Los que se oponen a nosotros nos menosprecian y nos hacen a un lado. Si ellos apreciaran el tesoro que hay en nosotros y reconocieran cuán valioso es lo que el Señor ha forjado en nuestro interior, no nos menospreciarían ni nos desestimarían. Algunos se oponen a nosotros porque nos menosprecian. Este menosprecio en realidad es una manera de vendernos y es una señal de traición. No crean que esta traición le sucedió solamente a José o a Cristo tipificado por José. Esto les ha sucedido a todos los seguidores de Cristo y es nuestra experiencia hoy en día. Antes de ser salvos, muchos de nosotros éramos estimados por nuestros padres, parientes y amigos. Pero después de ser salvos y de empezar a buscar al Señor, empezamos a ser menospreciados por nuestros amigos, nuestros parientes y, en algunos casos, incluso por nuestros padres. Eso es traición. La crucifixión de Cristo empezó por la traición. El fue crucificado después de ser traicionado. En principio, lo mismo le ocurrió a José. El no fue echado directamente a la cárcel. Primero fue vendido, lo cual habría de conducirlo a la cárcel. La traición que le hicieron a Cristo lo condujo a la cruz. Ser traicionado no es nada insignificante. La persecución y la oposición actual es una especie de traición. Los que se oponen a nosotros nos traicionan; nos venden por un bajo precio. Aunque somos valiosos, los opositores nos venden por un precio bajo, a veces por nada.
(8) Entregado a la cárcel de la muerte La traición que sufrió José fue seguida por un período de encarcelamiento, de reclusión (39:20). José se encontró con dos criminales, quienes tipificaban a los dos criminales que acompañaron a Cristo. Uno de ellos fue restaurado y el otro ejecutado (40:1-23). A Cristo le sucedió lo mismo. Después de que Cristo fue traicionado, lo echaron a la cárcel de la muerte (Hch. 2:23). Fue crucificado entre dos criminales, uno de los cuales fue salvo y el otro pereció (Lc. 23:32, 39-43). Cristo fue recluido en la cárcel de la muerte, donde estuvo tres días y tres noches. José, como figura de Cristo, tuvo la misma experiencia. El fue rechazado y vendido por sus hermanos, y luego fue echado en la cárcel. Cristo sufrió las mismas cosas. Primero, fue rechazado por sus hermanos; luego fue vendido por uno de su pueblo, y finalmente fue echado en la cárcel de la muerte.
Cristo resucitó después de su muerte, pero su resurrección no se produjo de inmediato. Desde el punto de vista humano, los tres días de reclusión de Cristo en la cárcel de la muerte no fue un tiempo corto. Ninguna noche ha durado tres días y tres noches. Cuanto mucho, la noche dura desde el atardecer hasta la mañana. No obstante, la noche que Cristo pasó en la cárcel de la muerte duró tres días y tres noches. Si fuésemos María Magdalena, eso nos habría parecido mucho tiempo, porque ella amaba a Cristo, lo había seguido y vio cuando fue crucificado y sepultado. Después de la muerte y sepultura de Cristo, ella no tenía ganas de comer ni de dormir. Esperaba que sucediera algo. No creo que todos sus discípulos olvidaran que Cristo les había dicho antes de Su muerte que resucitaría al tercer día. Aun cuando no entendían claramente lo que ello significaba, seguramente se les había grabado algo relacionado con Su resurrección. Eso debe de haber sucedido particularmente a las hermanas, pues por lo general ellas tienen mejor memoria que los hermanos. Aunque a Pedro no le hubiese quedado una profunda impresión de la resurrección de Cristo, no creo que María Magdalena hubiese olvidado que Cristo había dicho que El se levantaría de entre los muertos al tercer día. Le resultaba muy difícil esperar estos tres días. Habría sido difícil esperar tres horas. Finalmente, al tercer día, hallaron vacía la tumba donde Jesús había sido sepultado. Los tres días y las tres noches en que Cristo había estado recluido en la cárcel de la muerte fueron una noche larga. La noche del encarcelamiento de José duró aproximadamente diez años. Cuando José fue vendido como esclavo en Egipto, tendría unos diecisiete años de edad, y cuando salió de la cárcel, tendría treinta. Si usted lee la Biblia detenidamente, verá que transcurrió poco tiempo entre la venta de José a Potifar y su encarcelamiento. De suerte que José estuvo mucho tiempo en la cárcel; éste fue un largo período de oscuridad. Según la Biblia, son los jóvenes y no los mayores los que experimentan esta lección. Cuando José fue echado en la cárcel, tenía menos de veinte años de edad. Todos los jóvenes necesitan un período de reclusión. Jóvenes, ya que ustedes son tan libres, necesitan ser recluidos. En este país los jóvenes anhelan llegar a los dieciocho años de edad, pues entonces pueden ser libres como aves que salen de la jaula. He observado esto con mis propios nietos. A los dieciocho años, ellos piensan que pueden salir de la jaula. Pero si los jóvenes aman al Señor y son el José de hoy, serán echados en la cárcel del Señor después de que salgan de la jaula. Jóvenes, la cárcel del Señor los está esperando. Ya vimos que José representa el aspecto reinante de la vida madura. No obstante, antes de que José subiera al trono y llegara al poder, fue encarcelado. Eso indica que antes de subir al trono, viene el encarcelamiento. En los sueños de José, no había alusión alguna a estar encarcelado. Los sueños deben de haber hecho feliz a José. En ellos, él se veía como una gavilla erguida y como una estrella resplandeciente. José estaba tan ilusionado con sus sueños que los contó a sus hermanos, sin darse cuenta de que se ofenderían por tales sueños. La entronización no vino inmediatamente después de los sueños de José. Por el contrario, se produjo la traición que lo llevó al encarcelamiento. Después de oír esto, algunos de ustedes dirán: “Los mensajes anteriores sobre José eran maravillosos y gloriosos, mas no puedo aceptar esta palabra. Mejor renuncio”. Pero aun cuando usted renuncie, Dios no renunciará. Usted debe entender que es una cometa atada a una cuerda y que la cuerda está en la mano del Señor. El Señor puede decir: “¿Intentas renunciar? No permitiré que hagas tal cosa”. Si José no hubiese tenido esos sueños, es probable que no hubiese tenido problemas. Pero él tuvo dos sueños y en su entusiasmo los contó a sus hermanos. Ahora bien, José no subió inmediatamente al trono, sino que fue menospreciado y encarcelado. Algunos jóvenes pueden pensar que si siguen a Jesús y si están en el recobro del Señor, todo será glorioso. Pero los jóvenes necesitan un período de reclusión. Esto es muy importante para ellos. ¡Cuánto le agradezco al Señor por los beneficios que he recibido del encierro! La cárcel de uno puede ser su esposa. Muchos de ustedes jóvenes no estaban casados cuando entraron a la vida de iglesia. En la iglesia ustedes tuvieron la oportunidad de hacer la mejor elección. Pero después de la luna de miel, se dieron cuenta de que su querida esposa se convirtió en su encierro. Ustedes quizá digan: “¿Qué ha sucedido? Ahora que estoy casado, ya no soy libre”. Es
cierto. Su cónyuge llega a ser su cárcel. Cada matrimonio y cada hogar es una cárcel. ¡Gloria al Señor por todas estas cárceles! Como muchos pueden testificar, este encarcelamiento dura mucho tiempo. Yo he estado en esta especie de cárcel por muchísimos años, y puesto que todavía necesito ser recluido, todavía me encuentro en la cárcel. Todavía tengo algunas lecciones que aprender. Llegamos a la carga que tengo en este mensaje: quisiera compartir con ustedes, a modo de paréntesis, la clave para pasar el tiempo durante su encarcelamiento. Esta es la clave para saber disfrutar su encarcelamiento. Sin este secreto, no podría entender plenamente el capítulo cuarenta de Génesis. Ahora quisiera presentarles la clave de lo que deberíamos hacer durante nuestro período de encarcelamiento. Cuando llegue el momento de ser encarcelado, entenderá que lo que estoy presentando en este mensaje produce resultados.
I. JOSE FUE PUESTO A PRUEBA PORQUE SUS SUEÑOS NO SE HABIAN CUMPLIDO José fue puesto a prueba por el hecho de que sus sueños no se habían cumplido. Inmediatamente después de recibir sus sueños, José los contó a sus padres y a sus hermanos. Poco después, fue vendido como esclavo y luego echado a la cárcel, donde creo que pasó más de diez años. Los sueños de José no contenían ninguna indicación de que él sufriría. Sin embargo, inmediatamente después de recibir estos sueños, tuvo que pasar por sufrimientos. Del mismo modo, puedo testificar que el trono no viene inmediatamente después de recibir la visión de Cristo, la iglesia, la cruz o la vida interior. Primero vienen sufrimientos, pruebas, traiciones y cárceles. Según nuestro concepto natural, pensamos que inmediatamente después de recibir una visión, algo glorioso sucederá en nuestra vida. Pero ése no es el caso. Después de la visión, vienen las pruebas. Jóvenes, no piensen que después de recibir la visión de Cristo, la iglesia, la cruz, la vida interior o el espíritu, pasarán un tiempo glorioso. No, ustedes sufrirán y serán encarcelados. En lugar de José, yo habría tenido dudas acerca de mis sueños y habría pensado: “Estos sueños no son reales. Soñé que era una gavilla levantada, pero en realidad he sido humillado. Vi que era un estrella que resplandecía en los cielos, pero en realidad, he sido echado a la cárcel. Lo que me ha sucedido es exactamente lo opuesto a lo que soñé”. Yo habría puesto en tela de juicio mi interpretación de los sueños. Los habría considerado algo irreal. Quienes llevamos muchos años en la vida de iglesia, hemos tenido esta experiencia. Quizá hace algunos años ustedes hayan recibido una maravillosa visión acerca de Cristo y de la vida de iglesia. Es posible que hasta hayan cantado acerca de la gloriosa vida de iglesia. Pero lo que ha sucedido realmente en la vida de iglesia no ha sido tan excelente ni tan glorioso. Por consiguiente, tal vez hayan pensado: “Yo creía estar en la buena tierra de Canaán, pero en realidad estaba en Egipto. Soñé que estaba rodeado de gavillas, pero en realidad estaba rodeado de ‘escorpiones egipcios’. Según la visión que recibí y los mensajes que nos dio el hermano Lee, pensaba que iba a estar en el tercer cielo. Pero ahora estoy en una cárcel, en un pozo. En lugar de estar en Jerusalén, estoy en Egipto”. Muchos de nosotros podemos contar experiencias parecidas. Después de la visión, llegó el encarcelamiento y no la entronización.
II. JOSE TUVO LA FE Y LA CONFIANZA DE INTERPRETAR LOS SUEÑOS DE DOS COMPAÑEROS DE CARCEL Mientras José estaba en la cárcel tuvo la fe y la confianza de interpretar los sueños de dos de sus compañeros de cárcel, aunque sus propios sueños todavía no se habían cumplido (40:8-19). Esto es similar a la oración que hizo Abraham por Abimelec a fin de que éste tuviera hijos aunque lo que
Dios le había prometido a él todavía no se había cumplido, pues no tenía hijos (20:17-18). Sucede lo mismo con nosotros en la vida de iglesia. Algunos hermanos y hermanas son lo que podríamos llamar eternos soñadores. Tuvieron sueños hace mucho tiempo; se entusiasmaron por las visiones y los mensajes maravillosos que recibieron, pero más tarde fueron vendidos a Egipto. En lugar de estar rodeados de las gavillas, se encontraron rodeados de “escorpiones egipcios”; y en lugar de estar en el tercer cielo, se encontraron en la cárcel. Algunos llegaron más tarde y se les unieron allí, así como José fue acompañado en su encarcelamiento por el copero y el panadero. Es probable que José haya estado en la cárcel por nueve o diez años cuando ellos fueron encarcelados con él. Estas personas que llegaron más tarde también tuvieron sueños. No entendían sus sueños pero José pudo interpretarlos. Aunque los sueños de José todavía no se habían cumplido, él tuvo la fe y el denuedo de interpretar los sueños de sus compañeros. En lugar de José, yo habría dicho: “Interpreté mis propios sueños, pero no se han cumplido. ¿Cómo podría atreverme a interpretar los sueños de otros? Aun cuando supiera el significado de estos sueños, no tendría la osadía de contarlos, porque no sé si se cumplirán mis interpretaciones”. Pero aunque la interpretación que dio José de sus propios sueños no se había cumplido, tuvo el valor de decir a sus compañeros: “¿No son de Dios las interpretaciones? Contádmelo ahora” (40:8). José parecía decir: “Yo tuve dos sueños, y Dios me dio la interpretación de ellos. Todavía creo en estas interpretaciones, aunque hasta ahora no se hayan cumplido. Tengo suficiente fe para interpretar sus sueños”. ¿Tiene usted el valor de decir que la vida de iglesia es maravillosa, aun cuando esté rodeado de “egipcios”? ¿Podría decir eso aún cuando su sueño de la vida de iglesia todavía no se hubiese cumplido y la vida de iglesia no le pareciera maravillosa? José creía no solamente para sí, sino también para los demás. Es fácil creer por los demás cuando los sueños se cumplen. Si sus sueños se cumplen según su interpretación, resulta fácil interpretar los de los demás. Pero en el caso de José, aun después de diez años, la interpretación de sus propios sueños no se había cumplido. Era difícil que alguien en tal situación interpretara los sueños de los demás. No obstante, eso fue lo que hizo José. He estado entregado al ministerio de la Palabra durante muchos años. Recibí ciertas visiones al principio de mi ministerio e interpreté lo que vi. Sin embargo, pasaron muchos años y las cosas que vi e interpreté no se cumplieron. Cuando algunas personas que necesitaban ayuda se me acercaron más adelante y me preguntaron qué debían hacer, yo no sabía si debía decir: “Tuve algunos sueños hace muchos años, y recibí la interpretación de ellos, pero hasta la fecha mis sueños no se han cumplido. Así que no tengo la confianza suficiente para interpretar sueños; más bien, acuda a otra persona”. José no hizo tal cosa. Sus sueños todavía no se habían cumplido, y aun así, se atrevió a interpretar los sueños de los demás. Puedo testificar que yo he hecho lo mismo. He alentado a los demás a seguir adelante según la visión que recibieron, aun cuando mis visiones no se habían cumplido. Indudablemente yo tenía razón en hacerlo. Todos los soñadores de antaño sufrieron algo por el bien de los que vendrían más tarde. Andrew Murray dijo una vez algo por el estilo: el buen ministro de la Palabra siempre debe ministrar más de lo que ha experimentado. Esto significa que debemos hablar más según la visión que según el cumplimiento de la misma. Aun cuando nuestra visión no se haya cumplido, debemos hablar de ella. Llegará el momento en que nuestra visión se cumplirá. Los sueños de José se cumplieron finalmente mediante su interpretación del sueño del copero.
III. JOSE FUE CONFIRMADO Y FORTALECIDO POR EL CUMPLIMIENTO DE LOS SUEÑOS DE SUS COMPAÑEROS DE CARCEL Pasaron pocos días y se cumplieron los sueños del copero y del panadero. Cuando se cumplieron los sueños de los compañeros de José, éste fue confirmado y fortalecido. En lugar de José, yo habría sido alentado, y habría dicho: “Aunque todavía no he visto el cumplimiento de mis sueños, tengo la confirmación de que ciertamente se cumplirán. Interpreté los sueños de estos dos hombres, y las
interpretaciones se han cumplido. Pasará también lo mismo con mis sueños. También llegará el día cuando mis sueños se cumplirán”.
IV. JOSE ES PROBADO POR EL HECHO DE QUE SUS SUEÑOS TODAVIA NO SE CUMPLIAN Los sueños de los compañeros de José se cumplieron a los pocos días. Sin embargo, José fue probado aún más por el hecho de que sus sueños no se cumplieron durante otro lapso (40:14, 23). En Génesis 41:1 se indica que pasaron otros dos años. Durante estos últimos dos años, él pasó por la prueba más difícil. Antes de que saliera el copero de la cárcel, José le pidió que se acordara de él, diciendo: “Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa” (40:14). José parecía decir al copero: “Cuando hayas sido restaurado, acuérdate de mí. No pienses solamente en ti. Cuando se te restaure y te vaya bien, por favor acuérdate de mí”. Sin embargo, el copero se olvidó de José (40:23). Los sueños de José fueron confirmados, pero todavía no se cumplían. Antes de recibir José la confirmación de sus sueños, tenía fe; y después de la confirmación, tenía aún más fe. Cuanto más fe tengamos, más pruebas sufriremos. Supongamos que usted fuese José y estuviese allí en la cárcel. ¿Qué habría dicho usted? José quizá haya dicho: “Tuve dos sueños hace muchos años y no se han cumplido. Sin embargo, estos dos hombres tuvieron un sueño, y sus sueños se cumplieron a los tres días. ¿Cuanto tiempo tendré que esperar para ver el cumplimiento de mis sueños?”. Por tanto, los dos últimos años fueron el período más difícil de la prueba de José. Lo que estamos describiendo en este mensaje no es una simple doctrina. Si seguimos la visión celestial, seguiremos los pasos de José. No crea que José subió al trono inmediatamente después de recibir la visión. No, él tuvo que pasar por un largo período de prueba y sufrimiento. Las visiones que él recibió no sólo controlaron su vida, sino que sostuvieron su fe. Sin embargo, esto no significa que si su fe hubiese sido más fuerte, el período que tardó el cumplimiento de sus sueños se habría acortado. Por el contrario, cuanto más grande sea su fe, más largo será el período de prueba. El período de prueba de José fue mucho más largo que el de sus compañeros porque él valía más que ellos. Puesto que ellos no eran tan valiosos, el tiempo de su cumplimiento llegó muy rápidamente. En realidad, para estas dos personas que llegaron más tarde, no hubo casi ninguna prueba. Cada uno tuvo un sueño, y unos días más tarde se cumplieron sus sueños. José era importante y valioso; por esta razón, el tiempo de su prueba no podía acortarse. Jóvenes, no piensen que en un plazo de dos años, ustedes se convertirán en gigantes. ¡No! Igual que José, ustedes deben esperar hasta cumplir los treinta años; la Biblia siempre es coherente. Por ejemplo, los sacerdotes debían llegar a la edad de treinta años antes de poder entrar en la plenitud del sacerdocio, y el Señor Jesús, por su parte, empezó Su ministerio a la edad de treinta años. Por consiguiente, también en esto José tipificó a Cristo. Cuando tenía treinta años de edad, fue puesto en el ministerio. Algunos pensarán que esto de que uno tiene que esperar hasta cumplir treinta años de edad para ser puesto en el ministerio, contradice lo que dije en otra parte acerca de los ancianos de la iglesia en Jerusalén, quienes probablemente eran menores de treinta años. Efectivamente, yo dije que Pedro, Jacobo y Juan tenían probablemente entre veinticinco y veintiocho años de edad cuando llegaron a ser ancianos. De todos modos, debemos prestar atención al principio, y no a las cifras literales acerca de la edad física. Usted puede tener un corazón incondicionalmente entregado al Señor y puede haber recibido algunas visiones. Pero no se imagine que subirá al trono inmediatamente. Más bien, prepárese para ser menospreciado y recluido. Estoy orgulloso de los hermanos y las hermanas jóvenes; muchos de ellos todavía son adolescentes. Me complace el hecho de que aman al Señor de tal manera que han visto ciertas cosas que la mayoría de los pastores no han visto. Pero estos jóvenes deben estar listos no para ser honrados, sino para ser traicionados.
Esta fue la experiencia del hermano Nee. El era una persona muy inteligente. El mostraba tanta inteligencia al aprender inglés y chino que sus padres contrataron a un maestro particular para ilustrarlo en cuanto a los autores chinos clásicos. A la edad de diecisiete años, él fue salvo y empezó a amar al Señor. El hermano Nee quería asistir a una escuela bíblica en Shanghái, fundada para adiestrar a los jóvenes por Dora Yu, la destacada evangelista que había conducido al hermano Nee al Señor. Su madre, quien también amaba al Señor, estuvo de acuerdo en que él debía ir allí. Por haber sido salvos mediante la predicación de Dora Yu, el hermano Nee y su madre la respetaban mucho. El hermano Nee era un joven inteligente que finalmente llegó a ser un don extraordinario de esta era para la iglesia; sin embargo, fue rechazado por Dora Yu, y después de un tiempo, fue devuelto de la escuela bíblica a su casa. El hermano Nee, quien buscaba mucho al Señor, fue traicionado por la persona que lo había llevado al Señor. Dora Yu lo menospreció, en lugar de apreciar su inteligencia; no lo entendió y lo rechazó. El fue enviado a casa por un incidente acerca de algo que le habían encomendado. Le tomó más tiempo de lo esperado llevar una carta, de un suburbio al correo central del centro de Shanghái. Dora Yu pensó que él había pasado el tiempo divirtiéndose, y lo devolvió a su madre. Por tanto, el hermano Nee fue rechazado y no fue comprendido, es decir, fue traicionado. Sin embargo, él no se desanimó. Abandonó Shanghái, regresó a casa y siguió adelante, amando al Señor aún más. El reconoció que esta experiencia fue una disciplina del Señor para con él. El hermano Nee fue traicionado repetidas veces. Jóvenes, prepárense para eso. Después de empezar a buscar al Señor, sucederán ciertas cosas que no parecen lógicas. No se imaginen que todo será glorioso para usted porque ama al Señor y lo busca. ¡No! a veces ustedes no serán entendidos, ni siquiera por los hermanos ni por los ancianos. Primero ustedes serán traicionados; luego pasarán por un período de reclusión. Todos necesitamos esta reclusión. De todos modos, tengan la seguridad de que dondequiera que estén, la presencia de Dios los acompañará. Dondequiera que estén, traerán o vida o muerte. José trajo vida al copero. En el sueño del copero, vemos una vid llena de vida. Sin embargo, al panadero José trajo muerte, porque el panadero fue devorado por los pájaros. Ser un José no es un asunto insignificante, pues adondequiera que vaya, la gente recibirá vida o sufrirá muerte. Acudirán a Cristo, tipificado por la vid llena de vida, o serán devorados por Satanás, representado por las aves del cielo. En 2 Corintios 2:14, el apóstol Pablo dijo: “Más a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de Su conocimiento”. En el versículo 16, Pablo dice: “A éstos olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida”. Al copero José le trajo restauración. Al panadero le trajo la ejecución. No importa lo que sea una persona; si ella tiene contacto con usted, recibirá vida o muerte. Este es un asunto muy importante. Esta es la experiencia de José. Aparentemente José estaba sufriendo al estar recluido en la cárcel, pero de hecho, él no estaba sufriendo, sino que aprendía lecciones valiosas y experimentaba lo que era necesario para subir al trono. Sin las lecciones que él aprendió durante su encarcelamiento, ¿como habría podido él, un joven, ascender al trono de Egipto y gobernar todo el país? Habría sido imposible. José fue adiestrado por su encarcelamiento. Su reclusión fue realmente un ejercicio para él. Jóvenes, toda reclusión por la cual ustedes pasen será un adiestramiento, un ejercicio y un período de aprendizaje como preparación para subir al trono. A fin de llegar al trono, ustedes deben pasar por los sufrimientos de ser traicionados y encerrados. Nadie puede evitar tales sufrimientos. El Señor no ha usado ningún ministro que no haya pasado anteriormente por la traición y el encarcelamiento. Seremos aptos para subir al trono, sólo por medio de la traición y el encarcelamiento. Después de haber sido adiestrados por el encarcelamiento, ustedes dejarán de ser jovencitos y serán aptos por el adiestramiento de Dios. No piensen que José fue un caso excepcional. ¡No! el caso de José es normal. Ustedes y yo debemos ser como él. ¡Aleluya por la visión! ¡Aleluya por la traición, por el encarcelamiento y por todas las lecciones! ¡Alabado sea el Señor porque podemos seguir adelante!
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO TRECE LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (3) En este mensaje llegamos a Génesis 41, donde se nos proporcionan más detalles acerca de la vida de José. Como lo hicimos notar, José representa el aspecto reinante de una vida madura. Como representante de esa vida, él tipifica perfectamente a Cristo. Es difícil encontrar en el Antiguo Testamento alguien que tipifique a Cristo de una forma tan plena y completa. Así que, por un lado, José representa el aspecto reinante de la vida madura, y por otro, tipifica plenamente a Cristo. En todo el relato de la vida de José, vemos dos líneas: la línea de la figura de Cristo y la línea de la clave de la vida reinante. En este mensaje examinaremos un poco más la línea de José como figura de Cristo, y en el mensaje siguiente, la línea de la clave de la vida reinante. En los mensajes anteriores abarcamos ocho aspectos de José como figura de Cristo. En este mensaje abarcaremos siete aspectos más.
(9) Resucitó de la cárcel de la muerte José tipifica a Cristo como Aquel que resucitó de la cárcel de la muerte (41:14; Hch. 2:24). Cristo no fue arrestado y echado a la cárcel, sino que fue voluntariamente a la cárcel, es decir, fue voluntariamente a la cárcel de la muerte. Aunque El entró voluntariamente en la muerte, las puertas del Hades, es decir, el poder de la muerte, la autoridad de las tinieblas, se levantaron inmediatamente y procuraron retenerlo allí para siempre. Sin embargo, según lo afirma Hechos 2:24, era imposible que fuese retenido por la muerte. Cristo estuvo en la cárcel de la muerte tres días. Durante esos días, el poder de la muerte hizo todo lo posible por mantenerlo encarcelado. Pero Cristo no pudo ser retenido por la muerte porque El es la resurrección (Jn. 11:25). ¿Cuál tiene más poder, la muerte o la resurrección? Sin duda alguna, la resurrección es más poderosa que la muerte. Así que la muerte no podía retener a Cristo, quien no era solamente la vida, sino también la resurrección. Por consiguiente, Cristo salió de la muerte. Esta salida fue Su resurrección. Así como José fue liberado de la cárcel, también Cristo fue liberado de la cárcel de la muerte. Todos los cristianos deberían estar conscientes de tres cosas: la encarnación de Cristo, Su crucifixión y Su resurrección. Creo que los que estamos en las iglesias conocemos estos tres asuntos.
(10) Ascendió al trono con autoridad José también tipificaba a Cristo como Aquel que fue entronizado con autoridad (41:40-44; Mt. 28:18; Hch. 2:36; Ap. 3:21). En el mismo día que José salió de la cárcel, fue entronizado como gobernador sobre toda la tierra de Egipto. Del mismo modo, después de resucitar Cristo, ascendió al trono con autoridad. En Hechos 2:36 se afirma que el Cristo crucificado y resucitado fue hecho Señor y Cristo. En el día de Pentecostés el apóstol Pedro parecía decir a los israelitas que habían
rechazado al Señor: “Aquel a quien rechazasteis, crucificasteis y matasteis, Dios lo ha levantado de los muertos. Y además lo hizo Señor de todo”. Eso se refiere a la entronización de Cristo. ¡Qué asunto más importante!
(11) Recibió la gloria Cuando Cristo subió al trono, recibió la gloria (He. 2:9). José también tipifica a Cristo en este aspecto, pues cuando salió de la cárcel, recibió gloria (41:42). Los que se oponían a José no sólo lo vendieron y lo menospreciaron, sino que lo metieron en la cárcel. En el capítulo cuarenta y uno, la cárcel es un calabozo. Las condiciones de vida en el calabozo de José eran mucho peores que las cárceles actuales de este país. El calabozo en el cual fue echado José era un pozo. Los que lo pusieron allí hicieron eso con la intención de atormentarlo. Pero Dios lo exaltó y lo estableció en el trono, y además le dio gloria. Usted se preguntará cómo puedo comprobar que José recibió gloria. La prueba está en el hecho de que fue vestido con atavíos hermosos y lo hicieron subir en el segundo carro del faraón (41:42-43). El hecho de que lo vistieran de lino finísimo está en contraste con el hecho de que sus hermanos lo despojaran de su manto de diversos colores (37:23). Cuando la gente lo vio vestido de lino finísimo y sentado en el carro del faraón, debe de haberse percatado de que este hombre estaba en gloria.
(12) Recibió dones Cuando José salió del calabozo y fue puesto en el trono, recibió dones (41:42). Cristo también recibió dones (Hch. 2:33). Muchos cristianos saben que Cristo resucitó, ascendió y que fue coronado de honra y gloria, pero son pocos los que saben que después de la ascensión de Cristo y de Su entronización y glorificación, El también recibió dones. En Hechos 2:33 se declara que Cristo recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo que El derramó. Lo que Cristo recibió del Padre era un don. Antiguamente, muchos siglos antes de Cristo, le sucedió lo mismo a José. Este no sólo fue glorificado, sino que también recibió dones. José, al ser glorificado, recibió tres cosas: un anillo de oro, vestiduras y una cadena de oro. El anillo fue puesto en su mano, la cadena en su cuello, y las vestiduras cubrieron todo su cuerpo. Estas tres cosas describen plenamente los dones que Cristo recibió cuando ascendió a los cielos, los cuales El entregó a la iglesia. Cuando el hijo pródigo llegó a casa, recibió los primeros dos dones: el anillo en su mano y el vestido en su cuerpo (Lc. 15:22). En ese momento no recibió la cadena de oro, la cual se le dio más tarde. En Efesios 1:13 se afirma que fuimos sellados con el Espíritu Santo. Esto indica que el Espíritu de salvación es comparado con un sello. Sabemos que somos salvos porque fuimos sellados. Hace cincuenta años compré una edición de la Biblia con pasta de cuero y bordes dorados. Tan pronto cayó en mis manos, le puse mi sello para indicar que me pertenecía. Temía que se me perdiera y que no tuviera ninguna posibilidad de comprobar que era mía. Pero después de haberle puesto el sello a mi Biblia, podía demostrar que era mía. Del mismo modo, antes de ser salvos, nosotros éramos gente común. Pero el día en que recibimos al Señor Jesús, fuimos sellados. El sello de nuestra salvación es el Espíritu Santo de Dios. Desde entonces hemos tenido un sello sobre nosotros. Supongamos que mi Biblia dijera: “No me cae bien Witness Lee. Quisiera pertenecer a otra persona”. El sello que le puse le impediría de todos modos pertenecer a otra persona. De igual manera, podemos sentir que no queremos pertenecer al Señor y que nos gustaría seguir a Satanás. Pero todo aquel que ha sido salvo y sellado nunca puede alejarse del Señor. Aun cuando uno pudiese ir al infierno, seguiría llevando este sello. Los antiguos egipcios usaban su anillo como sello. Todo lo que sellaban con su anillo era importante para ellos. Por tanto, el anillo, el sello, que recibió José tipifica el Espíritu Santo recibido por Cristo. Cuando Cristo ascendió al trono, recibió del Padre el Espíritu Santo para usarlo como sello y ponerlo sobre todos los creyentes. Cuando alguien le invoca, El le pone este sello.
Como persona salva, uno lleva un sello vivo sobre sí. Aun cuando uno fuese a una casa de apuestas en Las Vegas, seguiría llevando este sello, lo cual le indicaría que no debe quedarse en ese lugar, porque pertenece a Jesús. Igual que José, Cristo recibió el sello del Padre y nos ha sellado en el mismo. Ahora este sello está en nosotros y sobre nosotros. El segundo done que recibió José fue las vestiduras. Nosotros los creyentes necesitamos por lo menos dos vestidos: uno de salvación y otro de victoria, de recompensa. El hijo pródigo que se menciona en Lucas 15 recibió solamente un vestido porque él solamente fue salvo. Todavía no había llegado a ser victorioso. Después de haber sido salvos nosotros y de haber recibido el vestido de justicia que nos justifica, debemos seguir adelante y llevar una vida victoriosa. Si hacemos eso, aparte del vestido de salvación, recibiremos otro vestido. He reiterado que la reina del salmo 45 tiene dos vestidos (vs. 13-14): uno corresponde a la justicia objetiva, que se relaciona con nuestra salvación, y el otro con la justicia subjetiva, que tiene que ver con nuestra victoria. El Nuevo Testamento revela que nosotros los creyentes debemos llevar dos vestidos. El primer vestido lo vemos en Lucas 15, y el segundo en Apocalipsis 19. El vestido de salvación nos presenta justificados delante del Padre. Pero si queremos asistir a las bodas del Cordero, necesitamos otro vestido. Ambos vestidos son Cristo. El primero, el vestido de salvación, es el Cristo objetivo. Es Cristo sobre nosotros (Gá. 3:27), Cristo dado a nosotros como justicia (1 Co. 1:30). Cuando el hijo pródigo volvió a casa, no era apto para sentarse con su padre justo. Necesitaba un vestido de justicia que lo cubriese y lo hiciera apto. Este vestido es el Cristo objetivo como justicia nuestra, quien nos justifica delante del Dios justo. Pero después de ser justificados, debemos expresar a Cristo. Cuando expresamos a Cristo, El se convierte en nuestra justicia subjetiva, no solamente como algo puesto sobre nosotros, sino como algo que expresamos. Este es el Cristo subjetivo, el segundo vestido. Cristo nos fue dado como estos dos vestidos. Nuestro Cristo es la verdadera justicia delante de Dios. Aparte de Cristo, no hay justicia en el universo. En este universo, hay una sola persona que satisface todos los justos requisitos de Dios; esta persona es Cristo. Aunque no parece lógico, esta justicia le fue dada a Cristo. Usted se preguntará cómo puede El ser justicia y al mismo tiempo recibir esta justicia. Este es el lenguaje bíblico, y nosotros debemos aprender a hablarlo. En este universo la única justicia que existe es Cristo; sin embargo, esta justicia le fue dada a Cristo para que vistiera de ella a Sus creyentes. Cristo es la justicia que fue puesta sobre nosotros objetivamente para nuestra justificación. Esta justicia, que el Padre le dio a El, la ha pasado a nosotros. Además, El se da continuamente a nosotros para que lo expresemos. Este es un don. Esto de que Cristo sea justicia y reciba justicia se relaciona con la Trinidad. Si esta justicia no la diese el Padre al Hijo, no sería eficaz legalmente. Aunque la única justicia que hay en el universo es Cristo mismo, sin la justicia que dio el Padre al Hijo, ni siquiera el Hijo tendría derecho a usarla. Por tanto, el Padre la dio al Hijo para que éste la transfiriera a los creyentes, primero como justicia objetiva, y luego como justicia subjetiva. Todos recibimos el primer vestido, y no tenemos ningún problema en cuanto a nuestra salvación. Somos salvos, y pasaremos la eternidad con el Señor. Este es un asunto más sólido que una póliza de seguros de una importante compañía aseguradora. ¿Y qué diremos del segundo vestido? Ahora no podemos ser tan determinados como lo somos para el primer vestido, pues puede ser que no hayamos pagado la prima necesaria por esta segunda póliza. Debemos obtener el segundo vestido para recibir la recompensa. ¡Alabado sea el Señor porque el vestido objetivo y el vestido subjetivo son dones! Ambos fueron dados por el Padre al Hijo, y el Hijo nos los ha dado. Si usted me preguntara si tengo estos dos vestidos, contestaría: “Sin lugar a dudas tengo el primer vestido, y el segundo vestido está dentro de mí, en proceso de formación”. Usted también ha recibido el segundo vestido y lo lleva dentro. Ahora usted debe orar: “Señor Jesús, procésate desde mi interior. Señor Jesús, brota de mí y sé mi segundo vestido”. Todos necesitamos este vestido. El tercer elemento se relaciona con el segundo vestido; se trata de la cadena de oro colgada al cuello de José. En la Biblia, un cuello con una cadena denota una voluntad sometida. Cuando los hijos de
Israel desobedecían, el Señor se refería a ellos como un pueblo de dura cerviz (Ex. 32:9). Sería inapropiado que una persona de dura cerviz llevara una cadena de oro. Pero sería hermoso ver una cadena de oro alrededor de un cuello que se inclina. El cuello encadenado representa una voluntad conquistada y sometida para obedecer al mandamiento de Dios. Cuando su cuello es conquistado y sometido de esta manera, queda encadenado. ¿Ha visto usted alguna vez a una mujer llevar un collar mientras se pelea con su marido? Yo sí lo he visto. Cuando veo eso, pienso: “Debería quitarse ese collar. Por ser dura de cerviz, no debería llevar ningún collar”. Incluso una corbata en un hombre constituye una especie de cadena. Existen muchos refinamientos acerca de llevar esta cadena. La cadena de oro en el cuello representa al Espíritu de obediencia. Hechos 5:32 afirma que el Espíritu es dado a aquellos que obedecen a Dios. Por tanto, el Espíritu es dado no solamente para salvación, sino también para obediencia. ¡Cuánto admiro la secuencia de los eventos narrados en la Biblia! Si yo hubiera establecido una lista de los dones que recibió José, habría mencionado el anillo primero, luego la cadena y por último los vestidos. Cuando yo era joven, me molestaba el hecho de que se mencionaran los vestidos antes de la cadena de oro. Sin embargo, la secuencia de los tres dones en el versículo 42 corresponde a la secuencia espiritual. En la secuencia espiritual, primero recibimos el Espíritu para salvación. Este es el sello. Luego recibimos el vestido de justicia, y empezamos a expresar a Cristo. Si queremos expresar a Cristo, debemos tener una cadena en nuestro cuello. Esto significa que nuestro cuello debe ser subyugado, sometido y encadenado por el Espíritu Santo. ¡El Espíritu Santo lo encadenará a usted! Encadenará su dura cerviz, lo ablandará y lo someterá. Muchos santos en la vida de iglesia llevan una cadena en el cuello. Lo mismo sucede con algunos de nuestros adolescentes. Cuando yo era adolescente, era duro de cerviz. Mi madre me amaba mucho, pero mi cerviz todavía era muy dura. Muchos de ustedes los adolescentes son así. No obstante, cuando invocan al Señor Jesús, espontáneamente quedan encadenados. El Señor pone Su cadena sobre el cuello de ustedes, y su cuello es ablandado y sometido. A veces su modo de ser puede hacer que usted no esté contento con su madre. Sin embargo, por estar encadenado, su cuello ha dejado de ser duro como solía. Cuando su cuello era tan duro, no había ninguna cadena alrededor de él. Pero ahora usted ha sido encadenado por el Espíritu Santo para que obedezca. Por consiguiente, otros pueden ver en su cuello la hermosura del Espíritu Santo al ser usted obediente y expresar sujeción. Usted ha sido subyugado, y por tanto se somete a su madre y a su padre. Alguien dirá: “Cuando cumpla los dieciocho años, tendré mi libertad”. Ese no es el testimonio de una persona que lleva una cadena de oro. Todo aquel que lleva una cadena en su cuello se somete a sus padres y a sus maestros. Cuando su cuello es encadenado, lleva cierta clase de belleza, la belleza del oro del Espíritu para ser obediente. Estos son los dones que recibió nuestro José y que pasaron a nosotros. Puedo jactarme de que en mi mano tengo un anillo, sobre mí llevo un vestido, y que otro vestido se está formando desde mi interior, además de la cadena de oro alrededor de mi cuello. ¡Aleluya, Cristo ha recibido dones y me ha dado todos estos dones a mí! He recibido también dones en El. Todo eso es tipificado por José.
(13) Llegó a ser el salvador del mundo, el que sustenta la vida (el revelador de secretos) Cristo por haber resucitado, haber subido al trono, haber sido glorificado y haber recibido dones, es el salvador del mundo. Como tal, El también es el que sustenta la vida y revela los secretos (Hch. 5:31; Jn. 6:50-51). José tipificaba a Cristo en estos tres aspectos, pues estos títulos están incluidos en el nombre Zafnat-panea que dio el faraón a José (41:45). El primer significado de este nombre es salvador del mundo; el segundo es el sustentador de la vida; y el tercero es el que revela los secretos. Todos sabemos que Cristo es el salvador del mundo. Como tal, El sustenta la vida y revela los secretos. Todos estos títulos fueron atribuidos a José. Primero, José fue el revelador de los secretos, luego el salvador del mundo. El llegó a ser el salvador porque sustentó la vida del pueblo.
En cuanto al hecho de que José sustentó la vida, el relato de la Biblia es maravilloso. El faraón tuvo dos sueños: el primero acerca de las vacas y el segundo acerca de las espigas (41:1-7). ¿Por qué no soñó el faraón con siete tortugas y siete piedras negras? Tanto las vacas como las espigas son comestibles. Hoy disfrutamos al comer filetes, que provienen de las vacas, y el pan, que proviene del grano. Aquí vemos dos clases de vida: la vida animal y la vida vegetal. Debemos disfrutar de ambas clases de vida. Según el mandato bíblico, antes de la caída, el hombre comía solamente de la vida vegetal (1:29). Pero después de la caída, se le dijo al hombre que comiera carne porque era necesario derramar sangre para redención (9:3). Por tanto, después de la caída, el hombre tuvo que recibir su suministro de la vida vegetal y de la vida animal. En realidad, la vida animal debe venir en primer lugar, pues las personas caídas deben ser redimidas antes de poder disfrutar la vida. En la mesa del Señor, vemos el pan y la sangre. La sangre proviene de la vida animal del Señor para redención, y el pan proviene de Su vida regeneradora. En el Evangelio de Juan, el Señor es comparado con un cordero. En Juan 1:29 Juan el Bautista dice: “He aquí el Cordero”. Esta es la vida animal que trae redención. En Juan 12:24 el Señor se comparó con un grano de trigo que cae en la tierra para reproducirse por medio de la regeneración. Esta es la vida vegetal que nos regenera. Se mencionan ambas clases de vida en Génesis 41. Al examinar esto, nos damos cuenta nuevamente de que la Biblia es verdaderamente un libro de origen divino. Ningún ser humano pudo haberla escrito. Cuanto más ahondo en las profundidades de la Biblia, más quedo convencido de que su contenido fue revelado de manera divina. Ciertamente es la Palabra de Dios. ¿Aparte de Dios, quién habría podido escribir el capítulo 41 de Génesis? Hoy en día, la provisión de la vida que recibimos del Señor Jesús, como aquel que sustenta la vida, incluye tanto la vida animal, que redime, como la vida vegetal, que se reproduce. ¡Aleluya, día tras día somos alimentados de esta manera! Simultáneamente Cristo es el salvador del mundo y el que sustenta la vida. El también es el revelador de secretos, el interpretador de sueños. ¿Ha pensado usted alguna vez cuántos sueños interpretó el Señor Jesús cuando estaba en la tierra? Al hablar de sueños, me refiero a revelaciones, es decir, a los secretos que El nos manifestó. El interpretó por lo menos siete sueños en Mateo 13 y otros en Mateo 24 y 25. Verdaderamente el Señor es el revelador de secretos.
(14) Tomó la iglesia En Génesis 41:45 vemos que José tomó por mujer a Asenat, la hija de Potifera, sacerdote de On. La esposa de José era una mujer pagana, una egipcia. José la tomó por esposa cuando fue rechazado por sus hermanos. Esto también es un tipo que describe la manera en que Cristo tomó a los gentiles como esposa cuando fue rechazado por los israelitas. Mientras estuvo con los gentiles, obtuvo de entre ellos una esposa. En el libro de Génesis hemos visto tres esposas que representan a la iglesia: Eva, la esposa de Adán; Rebeca, la esposa de Isaac; y Asenat, la esposa de José. Eva como esposa de Adán, describe la forma en que la iglesia procede de Cristo y forma parte de El; tipifica el hecho de que la iglesia es igual a Cristo en vida y en naturaleza, y finalmente llega a ser un solo cuerpo con El. Así, Eva tipifica a la iglesia que forma parte de Cristo, que procede de El, que vuelve a El y que es una sola entidad con El. Rebeca describe a la iglesia como la llamada y la elegida, como la que tiene el mismo origen que Cristo. Isaac vino de una fuente específica, y el siervo de Abraham fue enviado a esa fuente para escoger y llamar una esposa para Isaac y traerla a él. Esta mujer elegida fue Rebeca. Asenat describe a la iglesia tomada del mundo gentil por Cristo cuando fue rechazado por los hijos de Israel. Cuando Cristo fue rechazado se volvió al mundo gentil, permaneció allí, y recibió a la iglesia, la cual proviene del mundo gentil. José engendró dos hijos de su esposa Asenat: Manasés y Efraín. El nombre Manasés significa “el que hace olvidar”. Cuando Manasés nació, José dijo: “Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre” (41:51). Esto indica que con el nacimiento de Manasés, José olvidó todas sus
aflicciones. Cuando nació Manasés, José parecía decir: “¡Alabado sea el Señor! El me ha hecho olvidar mis aflicciones”. Esto revela que cuando la iglesia sea productiva, Cristo declarará que El ha olvidado Sus aflicciones. Si en las reuniones de evangelización de la iglesia en Anaheim se produce algún fruto, Cristo declara a todo el universo: “¡Manasés! He olvidado Mi aflicción”. El nombre del segundo hijo de José fue Efraín, que significa “fructífero” (41:52). Cuando Efraín nació, José dijo: “Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción”. En el caso de José, en lugar de aflicción, hubo fruto. Cuando predicamos el evangelio y producimos fruto, Cristo se alegra y declara: “¡Ya no hay aflicción. Mirad todos los frutos!”.
(15) Proveyó alimento para el pueblo José proveyó de alimentos al pueblo hambriento (41:56-57). Como tal tipifica a Cristo (Jn. 6:35). Hoy en día, ¡cuánto alimento provee Cristo! El proporciona comida al pueblo hambriento. Cuando leemos la historia de José, nos damos cuenta de que es inagotable. Podemos leerla continuamente, sin agotar sus riquezas.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO CATORCE EL SECRETO DE LA LIBERACION Y EXALTACION DE JOSE Este mensaje es un paréntesis que trata de la clave de la liberación y exaltación de José.
I. JOSE LLEGA A LA DEBIDA EDAD DESPUES DE SUFRIR OTROS DOS AÑOS Cuando algunas personas leen el capítulo cuarenta, tienen el deseo de hablar al Señor en nombre de José y preguntarle por qué mantuvo a José en la cárcel tanto tiempo. José tenía diecisiete o dieciocho años de edad cuando fue encarcelado, y tenía unos veintiocho cuando interpretó los sueños de sus dos compañeros de cárcel. El estuvo en el calabozo por lo menos diez años antes de la liberación de sus compañeros, pero sus propios sueños todavía no se habían cumplido. Quizá ustedes digan: “Señor, esto es demasiado. Probaste a José diez años ya. ¿Por qué no lo liberaste cuando sus dos compañeros salieron de la cárcel? Después de que José hubo interpretado el sueño del copero, le pidió que se acordara de él. Pero el copero se olvidó de José, y no sucedió nada. Señor, los hombres son olvidadizos. Pero Tú eres Dios, y Tú no puedes olvidar nada. ¿Por qué mantuviste a José en la cárcel otros dos años?”. Un día recibí iluminación y vi que José permaneció en la cárcel otros dos años (41:1) porque él necesitaba llegar a los treinta años de edad (41:46). Hoy en día muchos jóvenes esperan ser liberados de su jaula en cuanto cumplan los dieciocho años. Pero según la Biblia, para eso debemos llegar a los treinta años de edad, y no a los dieciocho ni siquiera a los veintiocho. Los que servían a Dios como sacerdotes empezaban a hacerlo de lleno a la edad de treinta años (Nm. 4:3). Los menores de treinta años eran aprendices, y no desempeñaban plenamente el oficio de sacerdotes (Nm. 8:24). Cuando el Señor Jesús empezó a ministrar, también tenía treinta años de edad (Lc. 3:23). Por tanto, si José hubiese llegado al trono a la edad de veintiocho años, no habría tipificado a Cristo en este asunto. El debía tener treinta años de edad.
Después de ver eso, quedé convencido de que estos dos años adicionales eran necesarios para hacer apto a José. Si él no se hubiese quedado allí dos años más, no habría llegado a la edad necesaria. Jóvenes, por mucho que dure su prueba, no se desanimen. Deben reconocer que dicha prueba proviene de Dios. Nadie puede subir al trono sin ser probado antes. Nos gusta ser entronizados inmediatamente, pero Dios dice: “No ha llegado el tiempo. No me hables del trono. Debes ser echado al calabozo”. Si usted busca al Señor, El lo pondrá en un calabozo. Es posible que todos los que lo rodean: su esposa, sus hijos, los ancianos y los hermanos y hermanas, tengan la intención de respetarle; no obstante, todo lo que hacen sólo sirve para ponerlo en un calabozo. No tenemos nada que decir al respecto. Sin calabozo, no podemos ascender al trono. No intente escaparse del calabozo; quédese allí hasta que se gradúe y reciba la corona. Se necesitan esos últimos dos años. Mi intención no es ponerlo a usted en un calabozo, y ustedes tampoco tienen la intención de hacerme eso a mí, pero lo que sucede en realidad es que nos echamos mutuamente al calabozo. Cuando usted se casó, ¿trató de poner a su esposa en un calabozo? Obviamente usted no tenía esta intención. Sin embargo, eso fue lo que hizo. Nosotros metemos a los demás en un calabozo sin tener la intención de hacerlo ni estar conscientes de ello. Mis hijos han hecho esto conmigo. A veces me dicen cuánto me aman, pero dentro de mí, digo: “Tu amor me pone en un calabozo”. En todo caso, debemos decir: “¡Aleluya por el calabozo! Aunque he estado aquí durante diez años, debo permanecer otros dos”. Repito que uno no debe tratar de escaparse del calabozo. Debe quedarse allí y hacerlo de manera gloriosa, alabando al Señor, y no crujiendo los dientes. La señora Guyón podía alabar al Señor en su calabozo. Ella escribió un poema en el cual se compara con un pájaro en una jaula. Aquí está la primera estrofa: Soy un pajarito, Aislado de los campos y los aires, Y en mi jaula me quedo, y canto Para Aquel que me puso aquí; Seré un alegre prisionero, Porque eso te complace, Dios. La señora Guyón llegó a amar su jaula y la estimó, aunque era su calabozo. Si José no se hubiera quedado en el calabozo durante doce años, no habría sido apto para gobernar el país de Egipto. Para ello, él tenía que cumplir la edad de treinta años. Estos doce años en el calabozo hicieron una gran obra en él, no por medio de una educación objetiva, sino por el sufrimiento y la disciplina que experimentó. Sea paciente; con el tiempo estará calificado para gobernar. Pero si usted quiere ser apto, debe quedarse en el calabozo otra temporada.
II. JOSE ES LIBERADO DE LA CARCEL INDIRECTAMENTE MEDIANTE SU INTERPRETACION DEL SUEÑO DEL COPERO Ahora llegamos a la carga que tengo en este mensaje. Mi deseo es hacer notar que José fue liberado de la cárcel al hablar por fe. José soñó que él era una gavilla erguida y que sus hermanos se inclinaban ante él. Habían pasado diez años, y este sueño todavía no se había cumplido. Si eso nos hubiera sucedido a nosotros, habríamos estado terriblemente desilusionados y habríamos dicho: “Me olvidaré de este sueño. Estoy cansado de ser un soñador y de oír hablar de sueños”. Si José hubiera dicho eso, es probable que nunca hubiera salido de la cárcel. El fue liberado del calabozo por lo que dijo. Aun así, él no fue liberado cuando interpretó los sueños de sus dos compañeros. El les interpretó los sueños hablando en fe. Si yo hubiera interpretado los sueños de los demás, habría temido que me preguntaran acerca de mis propios sueños, porque había recibido la visión, sin
experimentar su cumplimiento. Por consiguiente, no me habría atrevido a decir nada por miedo de que alguien me dijera: “¿De qué hablas? No hables de sueños antes de que se cumplan los tuyos. No creo en ti”. A José no le importó que sus sueños no se hubiesen cumplido, y habló con denuedo por fe. Si le hubieran preguntado por sus sueños, él habría contestado: “Efectivamente, he tenido dos sueños. Todavía no se han cumplido, pero sigo creyendo en ellos. Quizá mañana se cumplan”. Por causa de sus palabras él fue liberado de la cárcel. Si él no hubiera hablado al copero, nadie habría hablado de José al faraón. El copero fue el que le habló al faraón de que una persona encarcelada tenía el poder de interpretar los sueños (41:9-13). Por tanto, José fue liberado de la cárcel indirectamente por interpretar el sueño del copero. Yo mismo experimenté eso. En 1957 me molestaba cierto problema que había surgido en las iglesias de Taiwán. Sin embargo, un día el Señor me mostró que debía olvidarme del problema y empezar a hablar acerca del reino y de la Nueva Jerusalén, y proclamar que la vida de iglesia hoy en día es una miniatura de la Nueva Jerusalén. En consecuencia, empecé a hablar con denuedo, primero en Taipéi y luego en Manila. Un misionero británico de edad avanzada, asistió a las reuniones de Manila y oyó mis mensajes. Después de una de las reuniones, vino a mí y me dijo: “Hermano Lee, ¿quiso usted decir que estas cosas son para hoy o para el futuro?”. Cuando contesté que la intención era decir que eran tanto para hoy como para el futuro, él contestó: “La Nueva Jerusalén vendrá ciertamente en el futuro; no la veo aquí ahora. ¿Cómo puede usted decir que es presente y también futura?”. Con todo, le sostuve que era presente y futura. El no podía creerlo, pero yo sí. Con el tiempo, él abandonó la vida de iglesia. Esto indica que cuanto más dice uno no a la visión, más pronto saldrá de ella. Usted dirá: “La vida de iglesia no existe; es simplemente un sueño del hermano Lee. Olvidémonos de ella”. Cuanto más diga usted eso, más se encontrará fuera de la vida de iglesia. Debemos decir: “¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Creo que la vida de iglesia está presente ahora”. Cuanto más diga usted eso, más estará en ella. Esta es la visión del soñador. Todos debemos hablar como soñadores. No espere tener la experiencia antes de hablar. Hable primero. Hable tan pronto como reciba la visión y entonces tendrá la experiencia. Andrew Murray dijo una vez que un buen ministro siempre habla más de lo que ha experimentado. En cierto sentido, un buen ministro debe ser una persona que se jacta. Durante los años en que he estado en este país, he hablado con tanto denuedo acerca de la vida de iglesia que algunos tal vez hayan pensado que yo me jactaba. En cuanto a la vida de iglesia, algunos me han preguntado: “Hermano Lee, ¿sí funciona eso?”. Yo contesto: “¿Por qué no?”. Esto les ha resultado imposible a aquellos que dijeron que era imposible poner en práctica la vida de iglesia. En 1962 tuvimos nuestra primera conferencia en los Estados Unidos. Inmediatamente después de esta conferencia, fui invitado a la casa de un hermano en Whittier. Un día, mi anfitrión me preguntó: “Hermano Lee, ¿quiere decir usted que lo que ministra realmente se puede aplicar?”. Contesté: “Se lo puedo asegurar. Hasta firmaría una garantía al respecto”. La visión se podrá realizar según lo que diga su boca. Si usted dice: “No”, no podrá llevarse a efecto para usted. Pero si dice: “Sí”, llegará a ser válido para usted, aun cuando no lo sea para los demás. Todo depende de si usted responde sí o no. Si usted dice que no, el resultado será no; mas si usted dice que sí, el resultado será sí. En cuanto al sueño, la visión, todo depende de que uno diga sí o no, pues lo que uno diga se hará realidad.
III. JOSE RECIBE DIRECTAMENTE LA AUTORIDAD MEDIANTE SU INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS DEL FARAON El hablar de José no solamente lo liberó de la cárcel, sino que lo condujo al trono. José habló, y eso lo llevó al trono. El recibió directamente la autoridad al interpretar los sueños del faraón (41:25-44). Si yo hubiera sido la persona que interpretó los sueños del faraón, habría tomado muchas precauciones, temiendo que el faraón me hiciera preguntas acerca de mis propios sueños. Habría temido que el faraón dijera: “Usted no tiene ninguna experiencia. ¿Cómo voy a hacer caso a su
interpretación. Sus sueños no se han cumplido. ¿Cómo espera que se cumplan los míos? Fuera de aquí”. No obstante, José manifestó confianza al interpretar los sueños del faraón, y recibió autoridad por sus palabras. ¿Quiere ser usted liberado? ¿Desea recibir autoridad? Si tal es el caso, debe hablar. Cuanto más hable, más será liberado. No diga que usted no está calificado para hablar, pues cuanto más diga que no está calificado y que está en el calabozo, más tiempo permanecerá allí. No obstante, cuanto más hable usted, más liberado será. La liberación vendrá por sus palabras. En nuestra experiencia, hemos visto que cuanto más hablamos, más liberados somos. No les puedo decir cuán liberado me siento cuando hablo. Cuando regreso a casa después de hablar en la reunión, estoy contento y me siento refrescado. Mi hablar me libera de toda clase de encarcelamiento. No me preocupan todas estas cosas, pues cuando hablo salgo del calabozo. Aprenda a liberarse del calabozo hablando. La mejor manera de ser liberado es hablar. Si usted desea autoridad, debe hablar. El hablar es lo que le dio a José autoridad. Sus palabras no sólo lo pusieron en el trono, sino que le dieron autoridad sobre todo el país. Cuanto más hable usted, más autoridad tendrá. La liberación y la autoridad vienen del hablar. Usted debe hablar en casa, en la escuela o en el trabajo. Cada vez que usted venga a la reunión, debe hablar. Debemos hablar todo el tiempo. Cuanto más hablemos, más liberación disfrutaremos, y más autoridad recibiremos.
IV. JOSE PROVEE ALIMENTO AL PUEBLO INTERPRETANDO SUEÑOS José mediante sus palabras también proveyó alimento. El ministró alimentos a los demás por su interpretación de los sueños. Usted dirá que es pobre. Lo es porque guarda silencio. ¿Guarda usted silencio en la escuela, en su barrio o en las reuniones? ¿Por qué no habla? Usted dirá: “Oh, no tengo la suficiente experiencia como para decir algo. He estado en la vida de iglesia por muchos años. Al principio, oí que la vida de iglesia sería gloriosa. Pero ahora no siento que sea muy gloriosa. De modo que no tengo la confianza de hablar de la vida gloriosa de iglesia”. No obstante, cuanto menos hable usted de la vida gloriosa de iglesia, menos estará en dicha vida. Usted debe decir algo que sea contrario a sus sentimientos. Diga algo que concuerde con su visión y no con sus sentimientos. Cuando usted declare que la vida de iglesia es gloriosa, estará en la vida gloriosa de iglesia que usted declara y trae a la existencia. Si usted dice: “No la tengo”, entonces no la tendrá. Pero si habla, abastecerá de alimento a los demás. Por sus palabras obtendrá liberación, autoridad y alimento. ¡Aleluya, todo esto viene del hablar! De vez en cuando, en el transcurso de los años, algunas personas han dicho: “Hermano Lee, ¿cómo obtiene usted tanta vida? Cada vez que me lo encuentro, usted se ve lleno de vigor y de vida”. Contesto que tengo esta frescura y que recibo vida por hablar. Si tuviera que ir a cierto lugar y no hablara, estaría listo para el sepelio. No obstante, cuando hablo, me siento liberado, recibo autoridad y tengo el alimento que necesitan los demás. Puedo testificar a todos que como hablo tanto, soy el más liberado, tengo más autoridad y más alimentos. ¡Todos debemos aprender a hablar! No hablen conforme a su experiencia, sino conforme a su visión.
V. LA VIDA DE JOSE FUE UNA VIDA DE SUEÑOS José era un verdadero soñador, y su vida fue una vida de sueños. Un cristiano victorioso y vencedor será siempre un soñador. Usted debe tener sueños, y debe interpretar los sueños de los demás. Día tras día, todos debemos hablar conforme a nuestra visión, a nuestros sueños. Además debemos interpretar las visiones de los demás, y vivir conforme a nuestra visión. No debemos hablar conforme a nuestros sentimientos, sino conforme a la visión. Somos visionarios. Por ser visionarios, hacemos todo conforme a la visión. Aunque algo todavía no exista, debemos hablar conforme a lo que hemos visto de ello, y nos damos cuenta de que nuestra visión se cumple. Cuando comparamos a José con los demás hombres extraordinarios de Génesis, vemos que él es
único en cuanto a los sueños y el sufrimiento. Ninguno de los otros siete hombres importantes recibieron tantos sueños como José; José siempre estaba relacionado con sueños. Su vida también fue única en cuanto a los sufrimientos. Los sueños requieren una interpretación; y la interpretación se da con palabras. Es por eso que José hablaba continuamente. Por sus palabras, se cumplieron todos sus sueños. Primero, José habló y esto le causó problemas; si él no hubiera hablado de sus sueños, no habría tenido problemas. Sus hermanos lo aborrecieron y lo vendieron como esclavo simplemente por hablar de sus sueños. Si después de recibir estos sueños, José hubiera guardado silencio, no habría tenido ningún problema. Sus sufrimientos provenían de sus palabras. Después de la rebelión de los Bóxers, muchos santos de Inglaterra oraron desesperadamente por el inmenso país de China. El Señor contestó sus oraciones al intervenir haciendo una obra maravillosa en las universidades por todo el país. Millares de estudiantes, incluyendo a muchos de los más brillantes, fueron capturados por el Señor, y muchos de ellos recibieron una visión. Yo fui uno de esos estudiantes, y sé muy bien lo que sucedió. El hermano Nee no fue el único que vio algo acerca de la iglesia. Muchos otros también vieron algo. Sin embargo, tuvieron temor de hablar de sus sueños en cuanto a la iglesia. Estos estudiantes tuvieron temor de los misioneros, cuya meta era fomentar su obra misional o su iglesia misional. Temían que si decían algo diferente de lo que hacían los misioneros, se meterían en problemas. Por el denuedo con que hablada el hermano Nee, fue traicionado. A mediados de la década de 1920, él publicó veinte números de un periódico llamado El cristiano. En los artículos de dicho periódico, el hermano Nee hablaba según sus sueños. Como resultado, la gente se burlaba de él, y se ganó muchos problemas. Los misioneros, los maestros y los teólogos, que eran mayores que él, lo hicieron a un lado y se opusieron a él. El hermano Nee tuvo la visión de que se establecieran iglesias locales en todas las ciudades de China. Un cuarto de siglo más tarde, su sueño se había hecho realidad. Para 1948 había aproximadamente quinientas iglesias locales en las provincias de China. Antes de que el sueño del hermano Nee se cumpliera, él sufrió mucho, no solamente por causa de personas ajenas a la vida de iglesia, sino también por conflictos suscitados desde adentro. Debido a estos conflictos, su ministerio se detuvo varios años. El hermano Nee dijo en cierta ocasión a un hermano que no había posibilidad alguna de que reanudara su ministerio. Esta es una indicación de cuán severos fueron los sufrimientos del hermano Nee. El sufrió tanto que creía que nunca reanudaría su ministerio. No obstante, y para su sorpresa, el Señor hizo algo en 1948 que restauró su ministerio. En la biografía del hermano Nee, que se publicará en un futuro cercano, se aclara todo eso. Como resultado de la restauración del ministerio del hermano Nee, centenares de iglesias fueron levantadas en diferentes ciudades de China. Esto se debió al sonido de la trompeta producido por sus palabras y por las de los pocos colaboradores que permanecieron fieles a él. Permítanme dar un testimonio de lo que experimentamos en Taiwán. Cuando llegamos allí, Taiwán era una isla atrasada y primitiva. No obstante, empezamos a predicar conforme a nuestra visión. Había allí muchos misioneros, mayormente de la denominación llamada Bautista del Sur. Como ellos no tenían ya acceso a la China continental, invirtieron mucho dinero en su obra en la isla de Taiwán. Aunque nosotros éramos pocos, hablábamos conforme a nuestra visión. La proclamación de esta visión causó problemas, pues levantó oposición. Algunos dijeron: “¿Acaso solamente ustedes son la iglesia? ¿Qué quieren decir ustedes cuando dicen que tienen la vida de iglesia y nosotros no?”. Nuestra predicación era contundente. Publicamos libros y una pequeña revista titulada El ministerio de la Palabra, que ha tenido más de trescientos números. Hoy en día, y por medio de esta revista, todavía estamos haciendo sonar la trompeta. Durante los últimos veintiocho años, hemos hablado muchísimo. Nuestra predicación ha causado problemas y, como resultado, hemos sufrido mucha oposición. Con el tiempo los misioneros, estuvieran de acuerdo con nosotros o no, tuvieron que reconocer que nuestra obra era la mejor de Taiwán. Contando solamente la iglesia en Taipéi, hay más de veintitrés mil miembros. Antes de que nuestro sueño empezara a cumplirse en Taiwán, sufrimos mucho.
Sufrimos las críticas y la difamación, pero nunca dejamos de hablar. Cuanto más procuraban estorbar nuestra predicación, más predicábamos. Seguimos predicando, y eso nos trajo problemas. Como ya vimos, primero José habló y eso le causó problemas, pero más adelante, salió de los problemas y entró en el cumplimiento de sus sueños por causa de sus palabras. Todo eso se dio por lo que dijo. Tanto los problemas como el cumplimiento vinieron por las palabras que profirió. Sucede lo mismo con nosotros hoy. Cuando hablamos de la vida gloriosa de iglesia, algunos quizá sacudan su cabeza con incredulidad y se pregunten si es posible que eso funcione en los Estados Unidos. Algunos han dicho que eso es imposible. Pero sí funciona. Durante estos quince años que he estado en Estados Unidos, este sueño se ha cumplido. Recibí esta visión hace cincuenta años, y donde he estado, en China, en Taiwán, o en los Estados Unidos, he hablado conforme a ella. Para aquellos que han dicho no a la visión, ésta no se ha cumplido. Para aquellos que dijeron: “Sí se puede”, para ellos fue posible. Cuanto más decimos que la iglesia es gloriosa, más gloriosa es. Creo firmemente que la iglesia en Anaheim será gloriosa, pues nosotros mismos entraremos en esta gloria por nuestras palabras. Prepárese primeramente para afrontar problemas por lo que dice, y luego para salir de dichos problemas y al fin entrar en el cumplimiento de sus sueños también por lo que dice. Estas tres cosas nos sucederán a todos nosotros. Algunos de ustedes quizá conozcan el libro difamatorio llamado The God-men [Los Dios-hombres]. El prefacio de dicho libro fue escrito por un hombre que se llama David Adeney, a quien conocí hace más de veinte años cuando él participaba en una obra estudiantil en el Lejano Oriente. El valoraba nuestras reuniones, y a veces asistía a la reunión de la mesa del Señor en Hong-Kong. En cierta ocasión, él fue a Taiwán para llevar a cabo una obra en las universidades. Se dio cuenta de que nuestra obra en la Universidad Nacional de Taiwán era mejor que las demás. El admiraba nuestra predicación del evangelio porque era poderosa. Un día vino a verme y me dijo que nuestra obra en las universidades era muy buena y que él se preguntaba si podía trabajar con nosotros. Le dije que yo respetaba su obra de evangelización y que en cuanto al evangelio podíamos trabajar juntos. No obstante, le hice notar que su meta era distinta de la nuestra. La meta de nuestra predicación consistía en edificar la iglesia local, pero su predicación fomentaría las denominaciones. En nuestra conversación, fui muy franco con él. Le dije: “Hermano, usted debe ver claramente cuál es nuestra posición y cuál es la suya. Tenemos dos metas distintas. Nuestra meta es edificar la iglesia local, el recobro del Señor, mientras que su labor ayudará finalmente a las denominaciones”. Mientras conversábamos le dije que, según lo que me decía, él estaba fuera de Babilonia, pero solamente a medio camino hacia Jerusalén; todavía no estaba en Jerusalén. Hace poco, recibí una nota de un hermano joven que me decía que el hermano Adeney le había dicho que en Taipéi yo le había dicho una vez que él estaba fuera de Babilonia, pero que todavía no estaba en Jerusalén. Yo me alegré de oír que él todavía recordaba lo que le dije. Me resulta difícil creer que este hermano, que me habló de una manera tan amable, haya podido escribir el prefacio de este libro difamatorio titulado The God-men. Si tuviera que hablar con él cara a cara, le preguntaría: “Hermano Adeney, ¿acaso no cree usted que somos Dios-hombres? ¿Cómo pudo escribir usted el prefacio de un libro que nos difama en este asunto?”. En su prefacio, él da un impresión negativa y ambigua acerca de mí. Lamento mucho que él haya participado en esta calumnia. Todos estos problemas vienen por mi hablar. La oposición a la cual nos enfrentamos por parte de Melodyland y de “El hombre que tiene las respuestas a los interrogantes de la Biblia” es el resultado de mi predicación. Hoy en día, me sigo metiendo en problemas por mi predicación. Cuanto más oposición haya, más hablaré. Sigo hablando y deseo hablar aún más. Es posible que me meta en problemas por mi hablar, pero los que se oponen a esta predicación saldrán perdiendo por su oposición. Supongamos que José no hubiera tenido la fe ni el denuedo de interpretar los sueños del copero y el panadero cuando ellos le consultaron. El pudo haber dicho: “Saben, amigos, hace más de doce años,
tuve dos sueños. Interpreté estos sueños, pero hasta la fecha no he visto que se cumplan. Yo no sé si estos sueños son verdaderos o no. No me atrevo a afirmarlo”. Entre los que recibieron la visión de la iglesia durante los últimos cincuenta años, muchos han tenido una actitud parecida. Algunos dijeron: “Hermano Lee, no nos atrevemos a decir que usted esté equivocado en lo que hace. Nosotros también hemos visto algo así, pero no estamos seguros. El tiempo lo dirá”. Si José hubiera hablado así a sus compañeros de cárcel, no habría sucedido nada. ¿Qué cree usted que habría sucedido si José no hubiera tenido la osadía de hablar con el faraón? Supongamos que José hubiera dicho: “Faraón, he tenido algunos sueños pero no se han cumplido. La interpretación que le di al copero se cumplió, pero no sé si mis propios sueños se cumplirán algún día. En todo caso, si usted desea, le interpretaré sus sueños”. Si la actitud de José hubiera sido ésta, el faraón lo habría regresado a la cárcel; no habría desperdiciado su tiempo con José. Pero aunque los sueños de José no se habían cumplido, él tuvo el denuedo de decirle al faraón que Dios le daría una respuesta propicia (41:16). Todos debemos aprender a hacer eso. Por la visión que tengo, no puedo guardar silencio. Cuando yo hablo, descanso, me alegro y quedo contento. Cuanto más hablo, más liberado soy.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO QUINCE LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (4) Para muchos lectores del libro de Génesis, la historia de José es semejante a los relatos que se les cuenta a los niños de jardín infantil. No obstante, debemos recordar que en el libro de Génesis, están sembradas las semillas de casi todas las verdades espirituales. El relato de José puede ser una simple colección de historias para niños o las semillas de las verdades divinas, dependiendo de la perspectiva desde la cual lo leamos. Si examinamos el relato de la vida de José desde el punto de vista de un niño de primaria, lo leeremos simplemente como un relato infantil. Pero si vemos que Jacob pasó por muchas pruebas y que maduró en vida, veremos que el relato de José no es simplemente una narración, sino una revelación del aspecto reinante de un santo maduro. Si consideramos el relato de José como el aspecto reinante de un santo maduro, nuestra comprensión será revolucionada. Por consiguiente Génesis 42, el capítulo que vamos a examinar en este mensaje, no es un relato para niños de jardín infantil, sino parte del aspecto reinante de una vida madura. En la vida de José vemos el gobierno del Espíritu. Quizá usted haya oído hablar de ser regenerado por el Espíritu, de quedar convicto por el Espíritu, de recibir la inspiración del Espíritu, de ser lleno del Espíritu, de ser ungido por el Espíritu, de tener el poder del Espíritu, la luz del Espíritu y la vida del Espíritu; pero la expresión “el gobierno del Espíritu” es algo nuevo. Todos debemos estar bajo el gobierno del Espíritu. Este aspecto del Espíritu es más elevado que cualquier otro. Es más elevado que la edificación del Espíritu. El gobierno del Espíritu es la cúspide de la estructura de la enseñanza del Espíritu. El relato de la vida de José es una revelación del gobierno del Espíritu, pues el gobierno del Espíritu es el aspecto reinante de un santo maduro. En todo el relato de la vida de José, vemos dos delineamientos: José como figura de Cristo y la vida
personal de José. Vemos estas dos líneas en el capítulo cuarenta y dos. Si deseamos interpretar correctamente este capítulo, debemos tener en cuenta ambas líneas. Debemos seguirlas hasta el final del relato de su vida. Ambas líneas nos proporcionan luz y nutrimiento. Cuando yo era un cristiano joven, oí hablar mucho acerca de José como tipo de Cristo. No obstante, lo que oí incluía solamente los puntos generales. Evitaban muchos detalles y ni siquiera mencionaban ciertos capítulos. También oí hablar de la vida personal de José, pero se daba énfasis principalmente a los aspectos de la vida de José que podían edificar a los santos jóvenes y enseñarles a ser pacientes, a perdonar y a amar. Ninguno de los mensajes que oí acerca de José usaba la palabra “vida”. En este mensaje vamos a abarcar varios asuntos que atañen a José como tipo de Cristo. En el mensaje siguiente, profundizaremos más en la vida personal de José. Si consideramos el capítulo cuarenta y dos detenidamente, veremos que nos proporciona un nítido cuadro de Cristo.
(16) Reconocido por los hijos de Israel (a) Toda la tierra pasaba hambre En Génesis 41:56 leemos: “Y el hambre estaba por toda la extensión del país”. Y el versículo 57 declara que “por toda la tierra había crecido el hambre”. En los días del capítulo cuarenta y dos toda la tierra pasaba hambre. Sucede exactamente lo mismo hoy en día. El hambre es una escasez aguda de alimentos, de los medios de subsistencia. Sin embargo, los alimentos no sólo nos mantienen vivos, sino que nos proporcionan satisfacción. Cuando comemos y bebemos, no sentimos solamente que mantenemos nuestra existencia, sino que nos satisface. Cuando como algún manjar, me alegro. Por tanto, el hambre en realidad denota insatisfacción. Hoy en día, el mundo entero está insatisfecho. La nación de Israel específicamente experimenta esta insatisfacción. Dicha nación lucha y se esfuerza vehementemente por sobrevivir. Si usted visita Israel, sin duda se solidarizará con ellos, pues necesitan protección y seguridad a fin de preservar su existencia. Israel parece necesitar los montes de Golán y la franja que se extiende a lo largo del desierto de Sinaí para mantener su existencia. La razón por la cual la nación de Israel lucha y se esfuerza es que tiene hambre y está insatisfecha. Lo mismo ocurre en los Estados Unidos, el país más avanzado de la tierra. También la gente está insatisfecha. Debemos aplicar Génesis cuarenta y dos a la situación mundial de hoy. Si lo hacemos, veremos que el mundo, en su totalidad, tiene hambre.
(b) Los alimentos se hallan únicamente donde está Cristo Según Génesis 42, los alimentos se encontraban únicamente donde estaba José (vs. 5-6). Esto indica, según la tipología, que los alimentos se encuentran únicamente donde esté Cristo. En otras palabras, se puede hallar satisfacción únicamente en Cristo. Donde está Cristo, allí hay satisfacción. En la actualidad Cristo está en la iglesia. Si usted está en la iglesia sin hallar ningún deleite, esto indica que usted tiene hambre. Les puedo declarar a todos que yo no tengo hambre. Día tras día recibo alimento, me lleno de manjares y quedo satisfecho. ¡La iglesia es la tierra de deleites, la esfera de las delicias, porque Cristo está aquí! Los alimentos, el nutrimiento y la satisfacción se encuentran solamente donde está Cristo. Siento compasión por la nación de Israel. Ellos no necesitan luchar ni esforzarse ni negociar con Egipto; deben volverse a Cristo. El primer ministro de Israel no necesita ir a Washington ni al Cairo; más bien, debería negociar con Cristo. Si los judíos invocaran a Cristo, todo se solucionaría. Ni El Cairo ni Washington pueden solucionar el problema de insatisfacción que reina en Israel. El hambre sólo terminará cuando se vuelvan a Cristo y acudan a El. Quizá algunos santos de origen judío deberían escribirle una carta al primer ministro de allí para decirle que Cristo es la única persona que puede solucionar los problemas de Israel y traerles satisfacción. Algún día, los judíos se
volverán al Señor Jesús. Cuando se den cuenta de que todos sus esfuerzos son vanos, en su desesperación, se verán obligados a volverse a Cristo. ¡Alabado sea el Señor porque nosotros somos los primeros en volvernos a El! Somos pioneros en este asunto. Hace más de cincuenta años, me volví a Cristo, al darme cuenta de que me encontraba en un país hambriento y que estaba insatisfecho. Los que nos hemos vuelto a Cristo hemos hallado alimento, nutrimiento y deleite, pues la comida sólo se halla donde está Cristo.
(c) Los hijos de Israel se verán obligados a volverse a Cristo Las Escrituras profetizan que los hijos de Israel se verán obligados a volverse a Cristo así como los hermanos de José tuvieron que volverse a éste a fin de sobrevivir (42:1-5). En Zacarías 12:10 dice: “Mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”. En Romanos 11:26 Pablo dice: “Y luego todo Israel será salvo, según está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, y apartará de Jacob la impiedad”. En el futuro, Israel se verá forzado a volverse a Cristo. Ahora Israel no está dispuesto ni inclinado a hacerlo porque no conoce a Cristo. El primer ministro de Israel es un hombre inteligente, pero él, igual que los demás ministros del gobierno israelí, no saben nada de Cristo.
(d) Desconocen lo relacionado con Cristo En Génesis 42:8 dice: “José, pues, conoció a sus hermanos; pero ellos no le conocieron”. Así como los hermanos de José no lo reconocieron, la gente de toda de la tierra hoy en día también desconoce a Cristo. Pero nosotros sí lo conocemos. ¡Nosotros conocemos a Cristo! Quienes estamos en las iglesias no somos necios. Conocemos la situación mundial mejor que cualquier líder político. Somos, por lo menos, tan inteligentes como los diplomáticos, o más. No somos insensatos, sino que somos los más sabios, y por eso, sabemos cómo invertir nuestro tiempo. La iglesia es el mejor lugar para que los jóvenes inviertan su tiempo. Cuando yo era adolescente, gastaba tiempo en muchas actividades. Finalmente, me di cuenta de lo insatisfecho que estaba y me volví a Cristo. Ahora estoy en la buena tierra, la tierra de la iglesia. La disfruto porque Cristo está aquí. No conocíamos a Cristo, pero ahora entendemos claramente lo que a El le atañe. Cuando leo el periódico, me doy cuenta de que estos diplomáticos son ignorantes a los ojos de Dios cuando hablan de temas en la mesa de negociaciones. Son totalmente ignorantes e insensatos. Todas las conferencias organizadas en Ginebra están llenas de vanas conversaciones. Es mucho mejor llegar aquí y hablar de la Biblia. Nuestra conversación tiene más sentido, es más razonable, sensata, lógica y hasta filosófica. Como conocemos a Cristo, sabemos lo que hacemos aquí.
(e) Cristo los pone a prueba Ya dijimos que Génesis 42:8 afirma que José reconoció a sus hermanos, pero que ellos no lo reconocieron a él. Los puso a prueba porque ellos no lo reconocieron. Esto tipifica a Israel, a quien Cristo pone a prueba después de que se vea obligado a volverse a El sin reconocerlo. Hoy en día, la nación de Israel sigue valiéndose de sus propios esfuerzos. Los judíos no se dan cuenta de que necesitan volverse a Cristo. Sin embargo, después de verse obligados a volverse a El, y aunque eso suceda sin que lo sepan, Cristo los pondrá a prueba.
(f) Cristo los disciplina En Génesis 42:17-24 vemos que José disciplinó a sus hermanos. Esto tipifica la disciplina que Cristo usa con los hijos de Israel. Cristo espera que la nación de Israel se vuelva a El. Pero El no está descuidado ni despreocupado. Cuando Israel esté en el proceso de volverse a El, no sólo los pondrá a prueba, sino que también los disciplinará. Según las profecías bíblicas, la nación de Israel
restablecida sufrirá muchas pruebas y pasará por numerosas disciplinas. El Señor los castigará para que aprendan.
(g) Cristo les muestra amor Mientras José disciplinaba a sus hermanos, los amaba en secreto (42:25). Este amor secreto los atemorizó. Según las profecías bíblicas, el Señor también ejercerá Su autoridad soberana para satisfacer todas las necesidades de la nación de Israel. No debemos preocuparnos por Israel, pues tenemos la seguridad de que el Señor satisfará todo lo que necesite Israel para su supervivencia. Por ejemplo, si la pequeña nación de Israel necesita cierto territorio, el Señor se lo dará. El puede hacerlo, porque El es Rey de reyes y Señor de señores. El está por encima de todos los gobernantes de la tierra. El hecho de que Israel retenga o no los montes de Golán o la franja adyacente al Sinaí no depende de las decisiones de los presidentes ni de los diplomáticos. Depende de la intervención del Señor. Si yo fuese judío y viviera en Israel, descansaría en el Señor. No tengo la menor duda de que aun hoy, el Señor está extendiendo secretamente Su amor providencial a Israel. El Señor seguirá haciendo eso por Israel en el futuro. Si usted lee los periódicos, verá que eso sucede continuamente. El Señor pondrá a prueba a Israel y lo disciplinará, mas al mismo tiempo le extenderá Su amor secreto y providencial porque El necesita a Su pueblo. El relato de la vida de José que consta en el libro de Génesis demuestra que José necesitaba a sus hermanos. ¿Quién necesitaba más a quién? ¿Los hermanos a José o él a ellos? Yo diría que José necesitaba a sus hermanos más de lo que ellos lo necesitaban a él. En efecto, José se había convertido en el gobernador de Egipto. No obstante, José todavía no estaba satisfecho, pues él seguía esperando el cumplimiento de sus sueños. En Egipto José estaba solo y anhelaba ver a su padre y a sus hermanos. El necesitaba que se cumplieran sus sueños, y necesitaba a su padre y a sus hermanos. De manera que la necesidad que él tenía de ellos era mayor que la que tenían ellos de él. Vemos el mismo principio hoy en día con respecto al Señor Jesús. ¿Quién necesita más al otro: necesita Israel al Señor Jesús más que el Señor Jesús a la nación de Israel? Yo diría que la necesidad del Señor para con Israel es mayor que la de Israel para con El. Del mismo modo, nosotros necesitamos al Señor Jesús, y El nos necesita a nosotros. Pregunto de nuevo: ¿Cuál necesidad es más grande: necesitamos al Señor más de lo que El nos necesita a nosotros? El Señor nos necesita más a nosotros que lo que nosotros lo necesitamos a El. Si usted entiende esto, podrá decir al Señor: “Señor Jesús, cuánto te agradezco por ocuparte de mi necesidad. Pero Señor, la necesidad que Tú tienes de mí es más grande que la que yo tengo de Ti. Quizá a mí no me preocupe si voy o no al infierno, pero a Ti sí te preocupa”. ¿Se atreve usted a decirle esto al Señor? En algunas ocasiones, yo he dicho: “Señor, te doy gracias por Tu cuidado, pero me doy cuenta de que Tú me necesitas a mí más de lo que yo te necesito a Ti. Señor, yo sé que te preocupas por no perderme”. Al decirle esto al Señor, siento en lo más recóndito de mí, que el Señor sonríe y se alegra. El parece decirme: “Hijito, Tú me conoces muy bien”. No debemos orar al Señor por miedo de ir al infierno. No debemos decir: “Oh Señor, tengo miedo de perderme y de ir al infierno. Señor, ten misericordia de mí y rescátame del infierno. No me dejes ir al infierno”. Si usted ora así, el Señor dirá: “¿De qué me hablas? No estás en una condición tan lamentable. Yo no necesito tener tanta misericordia de ti. Ya te he dado mucha gracia. ¿Acaso no te das cuenta de que te necesito más de lo que Tú me necesitas a Mí?”.
(h) Desconocen el amor de Cristo El Señor necesita a la nación de Israel más de lo que ésta lo necesita a El. Por esta razón, El los ama en secreto. Sin embargo, así como los hermanos de José desconocían su amor (42:27-28, 35), también la nación de Israel hoy en día desconoce el amor que Cristo les tiene. Nosotros también desconocemos el amor que El nos tiene. Me preocupa el hecho de que entre nosotros algunos
todavía desconocen el amor del Señor. ¿Conoce usted este amor? ¿Se da cuenta de que no está en la iglesia por su determinación, sino por el amor que El le tiene? El hecho de que usted esté en la iglesia es la mejor prueba de que el Señor lo ama. Sin embargo, eso no significa que el Señor Jesús no ama a los que están fuera de la iglesia. Indudablemente los ama, pero ellos no reciben ese amor. Aunque no nos falta Su amor, es posible que no estemos conscientes de éste. Espero que desde ahora, ninguno de nosotros desconozca el amor de Cristo. Por el contrario, debemos decirle: “Señor, gracias por Tu amor. El hecho de que yo estoy en Tu presencia demuestra que me amas. Señor, ¡cuánto te agradezco porque estoy aquí disfrutando de Tu presencia! ¡Aleluya por esta evidencia de Tu amor!”. En este mensaje hemos abarcado ocho aspectos del reconocimiento de Cristo por parte de los hijos de Israel. Si usted examina las profecías del Antiguo Testamento y las del Nuevo, verá que todos estos aspectos se encuentran en las profecías acerca de la relación de Israel con Cristo, su Mesías.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO DIECISEIS JOSE DISCIPLINA A SUS HERMANOS En este mensaje, que constituye otro paréntesis en nuestro estudio-vida, volvemos a la línea de la vida personal de José. Me agrada más la línea de vida que la línea de José como figura de Cristo. Mientras tocaba al Señor en oración, El me mostró en el capítulo cuarenta y dos los aspectos de la vida personal de José que vamos a examinar en este mensaje.
I. JOSE NO PIERDE SU COMPOSTURA AL VER EL CUMPLIMIENTO DE SUS SUEÑOS José debe de haber estado muy feliz al ver el cumplimiento de sus sueños. El capítulo cuarenta y dos revela que sus hermanos acudieron a él y se inclinaron delante de él. José tenía diecisiete años de edad cuando tuvo sus sueños. A la edad de treinta años, fue elevado a la posición de gobernante del país de Egipto. Aproximadamente nueve años más tarde, los hermanos de José se inclinaban ante él. Esto significa que José probablemente tenía treinta y nueve años de edad cuando sus hermanos acudieron a él. Por tanto, José vio el cumplimiento de sus sueños después de aproximadamente veintidós años, pero sólo después de ser traicionado y encarcelado. El pasó muchos años en el calabozo y finalmente fue elevado al trono en el tiempo de su exaltación. Aun así, José no veía el cumplimiento de sus sueños. El había interpretado los sueños de sus compañeros de cárcel y los del faraón, y el cumplimiento de estos sueños fue una confirmación clara de que sus propios sueños se cumplirían. No obstante, José tuvo que pasar por un largo período de prueba. Nos puede parecer que su paciencia se hubiera agotado. ¿Habría esperado usted veintidós años para ver el cumplimiento de sus sueños? Eso fue lo que hizo José. Un día sus hermanos vinieron y se inclinaron delante de él. Si hubiéramos sido nosotros en vez de José, no habríamos podido contener nuestra alegría. Habríamos brincado y gritado: “¡Aleluya! ¿No ven que soy José? ¡Cuán contento estoy de verlos!”. Habríamos estado fuera de nosotros mismos por la alegría. Si ustedes hermanas hubieran estado allí, primero habrían llorado, y luego habrían abrazado a todos los hermanos. Pero José no perdió la compostura al ver el cumplimiento de sus sueños, sino que se mantuvo calmado y controló su entusiasmo. El pudo controlarse así porque era una persona gobernada por el Espíritu.
Si usted no puede controlar su entusiasmo, no puede ser un gobernador adecuado. El aspecto reinante de la vida madura sabe mantener la calma, inclusive en la situación más digna de celebración. Usted preguntará: “¿Acaso no lloró José cuando vio a sus hermanos?”. Sí, él lloró. José era un ser humano con sentimientos normales; no era ni piedra ni madera. Sin embargo, aun en el llanto, vemos que él era una persona que se gobernaba a sí misma. Aparte de José, nadie más habría podido controlarse en esta situación tan alegre. Pero él se condujo exteriormente como si nada pasara. Esta es la vida reinante, la vida victoriosa. Con frecuencia necesitamos contener el entusiasmo. Cuando los dos hijos de Aarón fueron muertos en la presencia de Dios, las palabras que Moisés dirigió a Aarón indicaban que éste no debía llorar, y Aarón contuvo inmediatamente sus lágrimas (Lv. 10:1-7). En muchas ocasiones también nosotros debemos retener nuestras lágrimas, y ponernos bajo el gobierno del Espíritu. Uno de los proverbios dice que quien gobierna su espíritu es mejor que el que toma una ciudad (Pr. 16:32). El hecho de que José permaneciera tranquilo bajo el gobierno del Espíritu demuestra que él era apto para llevar a cabo esta administración tan grande. Inclusive en la circunstancia más alegre, él no fue afectado por ningún entusiasmo, y permaneció tranquilo, sobrio y razonable.
II. JOSE NO SE APRESURA A MOSTRAR SU GLORIA A SUS HERMANOS Cuando José vio que sus hermanos se inclinaban delante de él, no se apresuró a mostrarles su gloria (cfr. 45:13). El les reveló quién era y les mostró su gloria sólo en el tercer viaje que hicieron ellos. Ocultar nuestra gloria es aún más difícil que contener nuestro entusiasmo. Uno podrá restringir su entusiasmo, pero difícilmente puede evitar exhibir su gloria. Pero José lo logró. El no reveló su gloria a sus hermanos inmediatamente. Esta es otra de las razones por las cuales José representa el aspecto reinante de la vida madura. El ciertamente tenía cualidades de gobernador. Nosotros podemos refrenar nuestros impulsos y no revelar nuestra gloria a los demás solamente cuando nuestro yo y nuestro hombre natural han sido totalmente disciplinados. José había sido totalmente disciplinado y era regido por el Espíritu. De tal modo que era apto para ser el aspecto reinante de la vida madura. En estos mensajes no tengo la carga de comunicar meras enseñanzas; mi deseo es ayudarles a ustedes a ver la vida que hay en el libro de Génesis y a conocer el camino de la vida. La vida manifestada en la vida de José no es la vida humana, y mucho menos la vida caída. Tampoco es la vida natural buena, sino que es la vida de resurrección, la vida de Dios. José se encontraba en una situación de mucha alegría, pero él no demostró ninguna emoción. Esto es vida. En el caso de José no vemos solamente la vida, sino también el camino de la vida, el cual consiste en mantenernos bajo control. No piense que José no era humano. El estaba lleno de sentimientos humanos, pero mantuvo todos sus sentimientos bajo el gobierno del Espíritu. Por lo tanto, en José no vemos solamente la vida madura, sino la vida reinante y el camino de dicha vida. Todos nosotros, y particularmente los jóvenes, necesitamos esta vida y este camino, que es el aspecto reinante de una persona madura. Esta vida no se entusiasma fácilmente ni revela su gloria. En medio del entusiasmo permanece tranquila, se controla y oculta su gloria.
III. JOSE ES SABIO EN EL TRATO CON SUS HERMANOS José fue muy sabio al relacionarse con sus hermanos. El no fue descuidado en absoluto. Si yo hubiera estado en su lugar, les habría dicho: “¡Aleluya, bailemos y festejemos! Alegrémonos”. Sin embargo, José no hizo nada por el estilo, sino que permaneció tranquilo y sobrio, y mostró sabiduría. El no dijo: “Rubén y Judá, ustedes hicieron lo correcto. Pero tú, Simeón qué gran error cometiste, porque tomaste la iniciativa en lanzarme al pozo. Debes ser castigado por ello”. En lugar de decir esto, José fue sabio en tres asuntos por lo menos.
A. Les ayuda a percatarse de su culpabilidad por haberlo aborrecido y vendido José puso a todos sus hermanos en la cárcel durante tres días. El hizo eso con el propósito de hacerlos reflexionar acerca de su culpabilidad cuando lo aborrecieron y lo vendieron (42:21). Yo en lugar de José, los habría puesto en la cárcel tres horas. Habría estado tan entusiasmado que no hubiera podido mantenerlos encerrados por más tiempo. No habría podido esperar y habría celebrado con mis hermanos. Aun cuando mis hermanos fuesen pacientes, yo no habría tenido la paciencia de esperar tres días. Pero tres horas no habrían sido suficientes para que los hermanos de José se dieran cuenta de su culpabilidad. Necesitaban estar en la cárcel tres días. En este período, deben de haber hablado mucho acerca de lo que hicieron a José. Pensaban que José no les entendía, y hablaron en presencia de él de lo que le habían hecho. Pero José sabía de qué estaban hablando. ¡Cuánto lamentaron los hermanos de José lo que le habían hecho! Pero José parecía decir: “Hablar con ellos no es la solución; debería ponerles en la cárcel para que recobren la sobriedad. Que conversen entre ellos en la cárcel durante tres días y tres noches”. Fue así como José hizo que sus hermanos reflexionaran profundamente acerca de su culpabilidad. Cuando estamos en una situación agradable, nos es difícil comprender nuestra culpabilidad y arrepentirnos. Pero cuando nos echan en la cárcel, resulta fácil arrepentirnos y condenarnos.
B. Disciplina a Simeón José también mostró sabiduría al castigar a Simeón. En 42:19 y 20, José dijo a sus hermanos: “Si sois hombres honrados, quede preso en la casa de vuestra cárcel uno de vuestros hermanos, y vosotros id y llevad el alimento para el hambre de vuestra casa. Pero traeréis a vuestro hermano menor”. Al principio, José propuso que enviaran un hermano para traer al hermano menor y que todos los demás debían quedarse en la cárcel. No obstante, después de tres días, José cambió de parecer y decidió dejar a un solo hermano en la cárcel y permitir que los demás se fueran y trajeran al hermano menor. Por tanto, “tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos” (42:24). Yo creo que Simeón fue el que encabezó la conspiración para matar a José. También creo que Simeón fue el primero en atar a José y echarlo al pozo. Como lo revela 49:5-7, Simeón era una persona llena de ira. Por tanto, José lo hizo atar y lo puso en la cárcel. Imagínese usted, ¿qué habrá pensado Simeón allí en la cárcel? Creo que él se arrepintió de corazón y le pesó lo que había hecho. Quizá él haya dicho: “¿Por qué este hombre me escogió a mí? Por qué fijó sus ojos en mí? Quizá porque yo inicié la conspiración contra José”. Simeón estuvo en la cárcel por lo menos seis meses, pues fue acusado de ser un espía. Esto era un crimen grave que podía costarle la vida. No se imagine que José fue cruel e inmisericorde al tratar a Simeón de esta manera. Por el contrario, estaba lleno de misericordia. Los diez hermanos merecían quedar los tres días en la cárcel y Simeón merecía un período de encarcelamiento más largo. José fue sabio al obrar así. El era controlado por una vida que le daba un discernimiento sobrio. Todo lo que hizo José a sus hermanos era correcto. El no les trató muy severamente ni con ligereza. Quienes estamos en la vida de iglesia, debemos llevar esta vida de discernimiento. Si tenemos tal discernimiento, sabremos lo que debemos hacer con los hermanos y las hermanas. Sabremos hasta dónde podemos ir con ellos y dónde debemos restringirnos.
C. Los prueba en cuanto a Benjamín Además, José mostró su sabiduría al probar a sus hermanos con respecto a Benjamín (42:15, 20, 3637). En 42:15 José mandó que trajesen a Benjamín, el hermano menor. Al designar a Benjamín de esta manera, José ayudó a sus hermanos a pensar en él. En lugar de José, yo habría dicho: “No se
olviden de lo que hicieron a José”. Pero José se refirió a Benjamín con sabiduría. En cuanto se refirió a Benjamín, sus hermanos se acordaron de José. Esto debe de haber tocado sus conciencias. En 42:13 ellos le dijeron: “Tus siervos somos doce hermanos, hijos de un varón en la tierra de Canaán; y he aquí el menor está con nuestro padre, y otro no aparece”. En lugar de José, yo habría preguntado: “¿Donde está ese hermano que ustedes dicen que no aparece? ¿Qué le sucedió?”. José sabiamente tocó la conciencia de sus hermanos.
IV. JOSE MUESTRA SU AMOR POR SUS HERMANOS Los hermanos de José se encontraban bajo su disposición, y él podía hacer con ellos lo que quisiera. Si él hubiera querido decapitarlos, tenía autoridad para hacerlo. También pudo haber festejado con ellos si le hubiera placido. Pero como persona que representa el aspecto reinante de la vida madura, José se comportó debidamente hacia todos. Puesto que no todos sus hermanos eran iguales, él no los trató de la misma manera. El más perverso necesitaba más castigo. Como figura de Cristo, José hizo con sus hermanos lo mismo que Cristo hará con la nación de Israel en el futuro. Primero, José los castigó. En cierto sentido, les infundió temor. Cuando leí esto en mi infancia, me preguntaba por qué José no mostró su amor a sus hermanos. Yo pensé que él inmediatamente diría: “Yo soy José, y ustedes son mis hermanos. Abracémonos, bailemos y festejemos”. Me pregunté por qué, en lugar de mostrar amor a sus hermanos, José los echó a la cárcel. José hizo todo con sobriedad y discernimiento. Pero eso no significa que no sintiera amor por ellos. Por el contrario, tenía mucho amor para con ellos. No obstante, en aquel momento, él no podía demostrar abiertamente su amor por ellos. Más bien, él tuvo que extenderles su amor de una manera secreta. El lo hizo al devolverles el dinero y proporcionarles provisiones para su viaje (42:25). Por no entender esta acción sabia de José, sus hermanos se atemorizaron por su amor secreto. Espero que el Espíritu les hable a ustedes acerca de estos asuntos más de lo que yo pueda expresar. En la vida de iglesia, debemos aprender a mantener la calma y a restringirnos. También debemos aprender a no mostrar nuestra gloria. Además, debemos aprender a no hacer las cosas con ligereza e insensatez; debemos obrar con sobriedad y discernimiento. Finalmente, también debemos tener amor por los hermanos, aun por los que necesitan castigo. En esto consiste la vida de José. En la vida de iglesia, necesitamos una vida tranquila, sobria y llena de discernimiento. Si tenemos esta vida, sabremos cómo relacionarnos con los hermanos y las hermanas. En todo caso, lo que hagamos debe ser respaldado por un amor secreto, un amor que no se puede mostrar abiertamente. Dice en el versículo 28: “Entonces se les sobresaltó el corazón, y espantados dijeron el uno al otro: ¿Qué es esto que nos ha hecho Dios?”. Esta fue la respuesta de los hermanos de José cuando encontraron su dinero en la boca de sus costales. Cuando encontraron el dinero en sus sacos, sus corazones se sobresaltaron, es decir, su corazón fue agitado. Posiblemente se habrán preguntado qué les había sucedido en Egipto. Tenían miedo de lo que les había ocurrido allí. José era una persona muy sobria. No creo que otra persona hubiera podido hacer lo que él hizo. Génesis 42:9 afirma que José se acordó de los sueños que había recibido acerca de sus hermanos. Ahora, después de veintidós años, sus sueños se cumplían. Si nosotros hubiéramos estado en el lugar de José, por el entusiasmo se nos habría olvidado todo al ver que nuestros sueños se habían cumplido. Habríamos dicho: “Ahora que nuestros sueños se han cumplido, olvidémoslo todo y seamos felices”. Pero si José hubiera hecho tal cosa, y hubiera disfrutado el cumplimiento de sus sueños, no habría podido ayudar a sus hermanos. Por su parte, él estaba listo para disfrutar del cumplimiento de sus sueños. El no necesitaba más disciplina. Pero sus hermanos sí la necesitaban. En consecuencia, José no obró por sus propios intereses, sino por el bien de sus hermanos. Debido a esto, él estuvo dispuesto a sacrificar por cierto tiempo el deleite de que se hubieran cumplido sus sueños. Los sueños de José se cumplieron en el hecho de que sus hermanos acudieron a él y se inclinaron ante él. Si José hubiera deseado disfrutar simplemente del cumplimiento de sus sueños, habría dicho
a sus hermanos: “Yo soy José; estoy muy contento de verlos. Comamos juntos. Luego ustedes podrán regresar y traer a mi padre”. Aun en esos tiempos, se habrían necesitado sólo algunas semanas para que volviesen a casa y trajeran consigo a su padre. José pudo haber dicho: “Ya no puedo esperar más para ver mi padre. He estado lejos de él por más de veinte años, ahora quiero disfrutar de su presencia. Quiero verlo en cuanto sea posible”. Indudablemente, José deseaba desesperadamente ver a su padre. Pero por el bien de sus hermanos, él estuvo dispuesto a posponer su deleite. Al sacrificar este deleite, José retrasó seis meses, por lo menos, el regocijo del cumplimiento de sus sueños. Los hermanos tenían que regresar a casa, agotar la provisión de alimentos y regresar por más grano. Finalmente, el padre de José vino a Egipto para verlo. Supongamos que usted estuviese en el lugar de José. ¿Podría usted esperar tanto tiempo? José, por ser un gobernador, pudo haber hecho lo necesario para que trajesen inmediatamente a su padre. Pero él disciplinó a sus hermanos por el bien de ellos, sacrificando así el deleite propio de ver a su padre. Una vez más digo que José era una persona sobria y disciplinada. Su temperamento y sentimiento personales estaban totalmente controlados por la vida. El no seguía sus propios sentimientos. Por el contrario, sus sentimientos estaban bajo el control de la vida de resurrección. Todos los que están al frente en la iglesia necesitan esta vida. Sin esta vida, no sabemos cómo ayudar a los demás. Si nosotros no tenemos esta vida, nos relacionaremos con la gente según nuestros sentimientos, según nuestro estado de ánimo, si estamos alegres o tristes. Pero José no disciplinó a sus hermanos según sus sentimientos, sino según la necesidad de ellos. Si él hubiera actuado conforme al deseo que tenía de ver a su padre, habría pedido que le trajesen inmediatamente a su padre. Pero él retrasó por lo menos seis meses el gozo de ver a su padre con el fin de disciplinar a sus hermanos. El sacrificó la alegría de tener inmediatamente la presencia de su padre por el bien de sus hermanos. Aparentemente, José trató duramente a sus hermanos. Al regresar a casa, los nueve hermanos quizá hayan dicho: “¡Este hombre fue muy severo con nosotros! ¡Qué mal nos trató! No nos mostró comprensión y además fue áspero con nosotros”. Cuando volvieron a su padre, no regresaron con alegría, aunque tenían el alimento que necesitaban. Entonces le contaron a su padre la triste historia de lo que les había sucedido en Egipto. No se dieron cuenta de que José los amaba secretamente. Como vimos, él les mostró su amor secreto al devolverles el dinero y al concederles suficientes provisiones para su viaje. José no tenía ninguna intención de vengarse. El sólo obraba según lo que sería mejor para sus indisciplinados hermanos. Ni siquiera para disfrutar el cumplimiento de sus sueños fue egoísta. El no se preocupó por sí mismo, sino por sus hermanos, y pagó un gran precio para perfeccionarlos. Los que van al frente entre los hijos de Dios deben aprender esta lección. No debemos relacionarnos con los santos que están en la vida de iglesia según nuestros sentimientos, sino según la necesidad de ellos. Igual que José con sus hermanos, nosotros no debemos ser ni estrictos ni descuidados en nuestro contacto con los santos. No piensen que José fue estricto con sus hermanos. El fue sobrio al perfeccionarlos, mas no estricto. Tampoco obró con ligereza, pues no dijo: “Les perdono todo. No me preocupa lo que hicieron, pues yo sé que Dios me mandó aquí. Alabemos al Señor”. Si José los hubiera tratado así, no se habría producido ningún perfeccionamiento. A José, según su ser natural, le resultó difícil meter a sus hermanos a la cárcel por tres días. El no era una persona así. Para él, obrar así iba en contra de su naturaleza noble. Sin embargo, para ayudar a sus hermanos en la necesidad que tenían de ser disciplinados, él lo hizo. En la vida de iglesia, no debemos ser siempre tan amables. A veces, los que están al frente deben ser severos y firmes. Pero si usted es severo con alguien, debe serlo como es debido. De no ser así, su aspereza matará a esa persona. Lo que deseo hacer notar es que no debemos disciplinar a los demás según nuestro temperamento, nuestros sentimientos ni nuestro ser natural. Tampoco debemos disciplinarlos conforme a nuestro propio deleite. Por el contrario, debemos relacionarnos con los demás según su necesidad. Quizá José haya pensado: “Por el bien de mis hermanos, debo ser áspero y hablarles duramente. Tengo que meterlos tres días en la cárcel”. Todos nosotros, igual que José,
debemos aprender a disciplinar a los demás conforme a la necesidad de ellos y no conforme a nuestros sentimientos. La vida de iglesia es semejante a la vida matrimonial. Según la disposición de Dios, no debería existir el divorcio. No debe haber divorcio ni en la vida matrimonial ni en la vida de iglesia. A los ojos de Dios, no hay ninguna escapatoria, ninguna salida de emergencia de la vida de iglesia. Si usted dice que la iglesia ha dejado de ser la iglesia, eso significa que usted se divorcia de la vida de iglesia. Si hace cinco años usted decía que ésta era la iglesia, ¿cómo puede decir ahora que no lo es? ¿cómo puede usted afirmar que cierto hombre no es su marido si ha vivido con él durante varios años? Existen muchas clases de personas en la vida de iglesia. No sólo nos resulta difícil permanecer juntos, sino que también le resulta difícil a un hombre permanecer con su esposa mucho tiempo. Todo aquel que ha hecho esto puede afirmar que no es fácil. Por esta razón, hay muchos divorcios en este país. En cierta ocasión leí ciertas estadísticas que indicaban que en California había casi tantos divorcios como matrimonios. Pero entre los jóvenes casados dentro de la vida de iglesia no hay divorcio. Podemos jactarnos ante los demonios que entre los jóvenes de las iglesias no existe el divorcio. Puesto que la gracia del Señor ha estado con estos jóvenes, ellos han aprendido a disciplinar a su cónyuge, no conforme a su propia forma de ser, sino según la vida de resurrección. En cuanto al matrimonio, hemos tenido mucho éxito. Aun así, debemos reconocer que en la vida de iglesia tenemos defectos. No tenemos divorcios en nuestra vida matrimonial, pero en la vida de iglesia a veces los que están al frente no se dirigen a los demás correctamente. No siempre nos relacionamos con ellos según su necesidad, sino según nuestros sentimientos y nuestro deleite. En los años venideros, el Señor levantará muchos jóvenes entre nosotros para que estén al frente [de la iglesia]. Cuando lo hagan, deben aprender a no obrar según sus sentimientos, sino conforme al discernimiento que proviene del control que tienen por la vida de resurrección. Si hacen eso, se relacionarán con los santos según la necesidad de éstos, y no según sus propios sentimientos. Serán como José, que disciplinó a sus hermanos conforme a la necesidad de ellos, aún cuando tuvo que actuar en contra de su propio deseo de disfrutar el cumplimiento de sus sueños. Cuando José disciplinó a sus hermanos, obró en contra de su ser natural. Conforme a su forma natural de ser, él no era una persona dura con los demás. Sin embargo, él disciplinó a sus hermanos porque ellos necesitaban esta clase de disciplina. José obró conforme a la necesidad de sus hermanos. No hizo nada según su deseo ni su deleite ni su preferencia ni sus sentimientos. Aun en lo relacionado con el cumplimiento de sus sueños, él hizo a un lado sus sentimientos, y se preocupó por sus hermanos, cuidando de lo que sería bueno para ellos. En cuanto al liderazgo en la vida de iglesia, no hemos tenido un éxito total. Cuando hablo de liderazgo, me refiero no solamente a los ancianos, sino a todo aquel que está al frente para ayudar a los demás. Esto incluye a los que tienen parte en el pastoreo. Al pastorear a los demás, no debemos hacerlo conforme a nuestros sentimientos. Por el contrario, debemos obrar conforme a la necesidad de ellos. Aprender esto significa aprender una gran lección. José es un excelente ejemplo del debido liderazgo. El era un líder que no actuaba según su necesidad, su deseo, su forma de ser ni sus sentimientos. Por el contrario, él lo hacía todo en conformidad con la necesidad de los demás y por el bien de ellos. Cuando habló duramente a sus hermanos, lo hizo por el bien de ellos. Cuando los puso en la cárcel por tres días, lo hizo por el bien de ellos. Cuando retuvo a Simeón y lo metió en la cárcel durante mucho tiempo, lo hizo para el bien de éste. Vimos que José amaba muchísimo a sus hermanos. Sin embargo, él no los amaba con ligereza, sino con sobriedad, según la necesidad de ellos y por el bien de ellos. Todos debemos practicar eso en la vida de iglesia hoy en día.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO DIECISIETE LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (5) El reconocimiento de José por parte de sus hermanos constituye la historia más larga del libro de Génesis, pues ocupa tres capítulos y medio, desde el principio del capítulo cuarenta y dos hasta la mitad del cuarenta y cinco. Cuando yo era joven, pensaba que José había sido demasiado duro con sus hermanos. Pensaba que era normal que José fuese áspero con ellos la primera vez que fueron a Egipto a comprar grano. Como hombre de Dios, él tuvo paciencia para disciplinarlos, y por lo menos durante seis meses, tuvieron que pasar una prueba. Pero yo pensaba que cuando ellos fueron a Egipto por segunda vez, José debía dejar de disciplinarlos. En mi opinión, José debía habérseles revelado en esa ocasión, mas José no lo hizo. Durante cierto tiempo me preguntaba por qué había actuado José así. Ciertamente, la primera prueba que pasaron sus hermanos fue necesaria. Todos estamos de acuerdo en que José los probara la primera vez. Pero quizá usted también se haya preguntado por qué José puso a prueba de nuevo a sus hermanos. Por una parte, él les hizo un banquete y comió con ellos, y por otra, les causó problemas. ¿Qué se proponía José al hacer eso? Creo que José esperaba que sus hermanos notaran ciertos indicios y luego lo reconocieran. No habría necesidad de que José se les revelara directamente. Si queremos entender el capítulo cuarenta y tres, debemos recordar que José tipifica a Cristo y que también es el aspecto reinante de la vida madura. Como José tipificaba a Cristo, no debemos criticar lo que hizo. Nosotros nos encontramos muy por debajo de la norma de José. Todo lo que él hizo era lo que se debía hacer, sea que nosotros estemos de acuerdo o no. El Cristo tipificado por José no comete equivocaciones. Nosotros no habríamos hecho lo que hizo José porque no somos tan maduros como él; no representamos el aspecto reinante de la vida madura, sino la desobediencia. Esta es la razón por la cual no estamos de acuerdo con él. Pero si nos elevamos a la norma de José, reconoceremos que lo que hizo con sus hermanos fue lo mejor que pudo haber hecho. Al disciplinarlos, no encontramos nada infantil ni insensato. Por el contrario, su disciplina estaba llena de sabiduría y de discernimiento. El puso a prueba a sus hermanos para disciplinarlos. No hizo nada para su propio beneficio.
(i) Los hijos de Israel se ven aún más obligados a volverse a Cristo Así como los hermanos de José fueron obligados a volver a él nuevamente, también los hijos de Israel se verán obligados a volverse a Cristo (43:1-15). Según la Biblia, la casa de Israel se volverá a Cristo al final de esta era y reconocerá a Jesús de Nazaret como su Mesías. No obstante, antes deberán ser probados. El libro de Zacarías revela que el remanente de Israel será puesto a prueba. Muchos israelitas serán muertos. Cuando la casa de Israel se vuelva a Cristo, quedarán pocos israelitas. Serán probados porque se niegan a volverse a Aquel a quien necesitan.
Observe la nación de Israel en la actualidad. ¡Cuánto se esfuerzan por protegerse! Desde 1918 he observado la situación mundial. Antes de que la nación de Israel se volviera a formar, los judíos estaban esparcidos, y la gente les prestaba poca atención. Pero desde 1967 el Medio Oriente ha sido el enfoque de las noticias mundiales, la región más crucial de la tierra. Casi todo el mundo se opone a Israel. Los países árabes y las Naciones Unidas lo condenan. A veces, ni siquiera Estados Unidos lo apoya. Por tanto, debe luchar por su supervivencia. Israel es censurado por los demás países porque posee los montes de Golán y la franja que está al occidente del río Jordán. Israel persiste en conservar estos territorios porque los necesita para sobrevivir. Si la nación de Israel se volviese a Cristo, todo se solucionaría. Pero Israel sólo volverá a Cristo cuando se vea obligado a hacerlo.
(j) Todavía no conocen a Cristo Los hermanos de José no reconocieron a José (43:18-21), y los judíos de hoy no reconocen a Cristo. Los hermanos de José no sabían que él gobernaba a Egipto. Sin embargo, la insatisfacción que sentían por la falta de alimento los obligó a volverse a José. Según las profecías del Antiguo Testamento, la casa de Israel se volverá a Cristo solamente por la necesidad de preservar su existencia. Si ellos no regresan a Cristo, no tendrán ninguna posibilidad de sobrevivir. El hambre fue tan severa que obligó a los hermanos de José a volver a él. La primera vez que vinieron a Egipto, obtuvieron alimento para poder subsistir. De modo que regresaron a casa y estuvieron lejos de José otra temporada. Esto representa la disciplina que Cristo imparte a la casa de Israel hoy en día. Si Israel no se ve obligado a volverse a Cristo por la necesidad de sobrevivir, nunca se volverá a El. Los hermanos de José se vieron forzados a volver a aquel a quien no querían ver, porque la comida que habían traído a casa se les había agotado y el hambre persistía. Creo que después del primer contacto de José con sus hermanos, éstos recibieron una mala impresión de él. Quizá hayan dicho: “Ojalá nunca tengamos que volver a acudir a este hombre. No queremos verlo nunca más. El nos trató muy mal”. La casa de Israel reacciona igualmente con respecto a Cristo. No quieren ni hablar de Jesucristo. Pero el volante no está en sus manos, sino en las manos de El. Un día se volverán a El. José era sabio y tenía mucha experiencia. No permitió que el entusiasmo de ver otra vez a sus hermanos ni el deseo de volver a ver a su padre lo llevara a actuar con insensatez. Por el contrario, él fue sabio, mantuvo la calma y disciplinó a sus hermanos, sacrificando el deseo de ver a su padre. Si yo hubiera sido José, me habría revelado a mis hermanos tan pronto hubieran venido la segunda vez, y les habría dicho que se apresuraran a traerme a mi padre. Ni siquiera habría tomado el tiempo de festejar con ellos antes de regresarlos para que volviesen pronto con mi padre. Pero si José hubiera actuado así, no habría sido la persona indicada para gobernar el mundo. José era una persona llena de discernimiento y sabiduría. Por consiguiente, él tipifica plenamente a Cristo. Cristo no hace nada motivado por el entusiasmo. La situación mundial está en Sus manos. El vehículo no es conducido por ningún líder mundial, sino por el Señor Jesús. El dirige la situación del Medio Oriente. Desde que los hermanos de José vinieron por primera vez a Egipto, pasaron por una prueba. No creo que tuvieron momentos agradables después de encontrarse con José en Egipto. No podían olvidar que Simeón estaba en la cárcel allí. También se dieron cuenta de que la provisión de alimento que habían adquirido en Egipto era limitada. Sabían que algún día se agotaría y que tendrían que regresar a Egipto, y que volverían a presentarse ante aquel hombre. La necesidad que tenían de comer los obligó a volver a él. Fue necesario que los hermanos de José pasaran por cierto proceso para reconocerlo. Según las profecías bíblicas, la casa de Israel deberá pasar por un proceso similar para reconocer a Cristo como su Mesías. Cristo disciplinará continuamente a la casa de Israel hasta que se vea obligada a volverse a El. En resumen, Israel no tendrá ninguna otra posibilidad de subsistir. Cuando Jacob envió a sus hijos de nuevo a Egipto a comprar más alimentos, ellos le dijeron que no
podían volver a Egipto a menos que los acompañara Benjamín, el hermano menor. Sin Benjamín, no tendrían el valor de enfrentarse a ese hombre en Egipto. Se dieron cuenta de que sería inútil volver a Egipto sin él. ¡Qué prueba más grande! Finalmente, Jacob tuvo que aceptar esta condición. Jacob parecía decir: “Por el bien de sus vidas y de las vidas de sus hijos, estoy dispuesto a sacrificar a mi hijo menor. Lo entrego a ustedes. Vayan a Egipto y compren comida”. ¿Cree usted que los hermanos de José estaban contentos cuando viajaban de la tierra de Canaán a Egipto? ¿Cree usted que ellos cantaban y decían: “Alabado sea el Señor, volvemos a Egipto?”. ¡Seguro que no! Por el contrario, en todo el camino hacia Egipto tal vez se hayan dicho uno a otro: “¿Qué haremos con ese hombre que puso a Simeón en la cárcel? Es probable que lo primero que haga sea echar a nuestro hermano menor en la cárcel. Quizá busque un motivo para tomarnos a todos como esclavos. Tal vez se apodere de nuestros asnos. ¿Qué haremos?”. Estoy seguro de que los hermanos de José tenían miedo de convertirse en esclavos y de perder sus asnos, que indudablemente eran valiosos para ellos. Creo que en su viaje a Egipto buscaban una estrategia para enfrentarse a José.
(k) Cristo les muestra más amor Cuando los hermanos de José volvieron, éste les mostró amor al festejar con ellos en su residencia. Aunque ellos no lo reconocieron, él deseaba mostrarles su acercamiento a ellos aunque los estaba poniendo a prueba. En los tiempos del fin, Cristo hará lo mismo con Israel. Por una parte, El los pondrá a prueba, y por otra, los cuidará con amor.
(l) Siguen desconociendo el amor de Cristo Aunque el Mesías de los israelitas siga mostrándoles amor, ellos seguirán sin reconocer el amor de Cristo. Estoy seguro de que Cristo está a favor de Israel. Si nosotros estamos del lado de Israel, esto no tiene importancia, pues sólo somos hombres. Pero el hecho de que Cristo esté a favor de Israel tiene una importancia vital. No obstante, hoy en día, Israel desconoce el amor de Cristo. Finalmente, después de que ellos se vean obligados a volver a Cristo, El se verá obligado a revelarse a ellos. En ese entonces, la casa de Israel lo reconocerá como su Mesías. Ahora llegamos a otro paréntesis. En este mensaje tengo la carga de recalcar este paréntesis. En 43:1-15 los hermanos de José todavía aprendían su lección, y en 43:16-34 José les dejó todavía en la prueba; les mostró amor, pero no se les reveló directamente. José puso a prueba a sus hermanos con la esperanza de que lo reconocieran, pero fueron necios. Si nosotros estuviéramos en la posición de ellos, habríamos reconocido a José por las muchas indicaciones de su identidad. Examinemos ahora estas indicaciones. Cuando los hermanos de José regresaron, José no dijo ni una sola palabra, sino que le encargó a su mayordomo que invitara a sus hermanos a su residencia, a la casa del gobernador de la tierra. Si yo hubiese sido uno de los hermanos de José, habría dicho: “Nosotros somos extranjeros que visitan a este país. No merecemos toda esta atención. ¿Por qué este gobernador nos invita a su casa para comer con él?”. Quizá ustedes digan que los hermanos de José pensaban que él les preparaba una trampa para convertirlos en esclavos. Es posible que ellos hayan tenido este pensamiento. En todo caso, no valoraron la invitación de José, sino que tuvieron temor. Por tanto, dijeron al mayordomo que la vez anterior que habían comprado grano, habían pagado el dinero, pero que el dinero había sido puesto en sus sacos. Le dijeron que ellos no habían hecho tal cosa. El mayordomo dijo: “Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales” (43:23). El mayordomo parecía decir: “No es que el dinero os haya sido devuelto, sino que vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os lo regaló”. Después de la primera visita que le hicieron los hermanos de José, es posible que él haya hablado a su mayordomo acerca de ellos; es posible que por lo menos le haya dicho que ellos eran hebreos y que habían venido a Egipto desde su tierra. El debe haber dicho al mayordomo que ellos conocían a Dios y le temían. Si no, ¿cómo pudo un mayordomo egipcio haber contestado de esta manera? ¿De quién había recibido el mayordomo este
conocimiento? Indudablemente, lo había recibido de José. Esto debía indicar a los hermanos de José que alguien de la casa de José conocía el pasado de ellos. Después de indicarles que no había ningún problema acerca del dinero, “llevó aquel varón a los hombres a casa de José; y les dio agua, y lavaron sus pies, y dio de comer a sus asnos” (43:24). El también les trajo a Simeón. Así que los problemas acerca del dinero y de Simeón estaban resueltos. Por fin vino José y preguntó: “¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, lo pasa bien? ¿Vive todavía?” (43:27). Por mucho que José hubiera disimulado, debe de haber mostrado algún indicio de afecto en la manera de preguntar por su padre. José no era una piedra, sino un hombre lleno de afecto. El tono de su voz al preguntar por su padre debe haber indicado quién era. Leamos el versículo 29: “Y alzando José sus ojos vio a Benjamín su hermano, hijo de su madre, y dijo: ¿Es este vuestro hermano menor, de quien me hablasteis? Y dijo: Dios tenga misericordia de ti, hijo mío”. Después de decir eso, José corrió a su cuarto y lloró. En ese momento los hermanos de José deben de haberse preguntado: “¿Qué significa esto? ¿Por qué el gobernador nos preguntó por nuestro padre con tanto afecto? ¿Y por qué no acabó su conversación con nuestro hermano menor? El salió y regresó con su cara lavada. ¿Qué es todo esto?”. Cuando regresó José, hizo sentar a sus hermanos delante de él, “el mayor conforme a su primogenitura, y el menor conforme a su menor edad” (43:33). Los hermanos se asombraron. Ciertamente, con esta acción deberían de haberse dado cuenta de que este gobernador era José. Seguramente había algunas señales particulares en el semblante de José que ellos podrían haber reconocido, aun después de veintidós años. Si ellos hubieran relacionado todas estas indicaciones, habrían dicho: “Este es José”. Debieron haber recordado que José fue llevado a Egipto, y debieron haberse percatado de que este hombre era José. Dice en el versículo 34: “Y José tomó viandas de delante de sí para ellos; mas la porción de Benjamín era cinco veces mayor que cualquiera de las de ellos”. Había un propósito en el hecho de que José le diera a Benjamín una porción cinco veces mayor que la de los otros hermanos. Su intención probablemente era insinuarles a sus hermanos que él era José y que amaba a su hermano menor. Si yo hubiera estado allí, me habría atrevido a preguntarle a ese hombre si él era José. Pero ninguno de sus hermanos hizo eso, pues no tenían ningún discernimiento. Pasa lo mismo actualmente con el conocimiento que tenemos del Señor. El Señor se nos reveló, y nosotros lo vimos pero no lo reconocimos. El hizo muchas cosas por nosotros con buena intención, pero nosotros tuvimos temor de lo que El hacía. Todo lo que El ha hecho ha sido motivado por Su amor, pero nosotros pensamos mal al respecto. José tenía una intención amorosa al invitar a sus hermanos a un banquete en su casa. Pero ellos pensaron mal y creyeron que planeaba apoderarse de ellos y hacerlos esclavos. En el versículo 18 leemos: “Entonces aquellos hombres tuvieron temor, cuando fueron llevados a casa de José, y decían: Por el dinero que fue devuelto en nuestros costales la primera vez nos han traído aquí, para tendernos lazo, y atacarnos, y tomarnos por siervos a nosotros, y a nuestros asnos”. El dinero y los asnos eran velos que impedían que los hermanos de José lo reconocieran. Los asnos tenían mucho valor para ellos, pero no tenían importancia para José. Más adelante, cuando José hizo que sus hermanos regresaran a su padre, él envió carros y jinetes. Su dinero y sus asnos eran valiosos para ellos. Eso era todo lo que tenían. Ellos tenían mucho temor de ser esclavos. Lo mismo sucede con nosotros hoy en día. El Señor puede estar directamente frente a nosotros y haber hecho mucho por nosotros, pero no podemos reconocerlo a El ni lo que ha hecho. Por el contrario, tenemos temor. Los hermanos de José debieron darse cuenta de que el gobernador del mundo no se interesaría en sus asnos. Nosotros somos así. Cuando llegamos a Cristo y entramos en la vida de iglesia, quizá nos hayamos preocupado por nuestro dinero, nuestro bienestar o nuestra familia. Los hermanos de José eran pobres. Pero se encontraban bajo el maravilloso cuidado del gobernador de la tierra. Si yo hubiera estado allí, habría dicho: “Olvídense del dinero y de los asnos. Yo sólo quiero a José, lo amo”. Con respecto a conocer al Señor, todos somos tan insensatos como los hermanos de José. En lugar de mirarlo a El, nos fijamos en nosotros mismos, en nuestro dinero y en nuestros asnos. Los hermanos de José debieron fijar sus ojos en José y haberlo mirado solamente a él. Si lo hubieran hecho, se habrían dado cuenta de que el hombre se parecía a José, pero mirar a José significaba que
ellos tenían que olvidarse de su dinero. Sin embargo, ellos mantuvieron sus ojos en el dinero y quizá se hayan dicho el uno al otro: “¿Te das cuenta de que esto es mucho dinero? Debemos tener cuidado de no perderlo”. Dudo que los hermanos de José fijaran sus ojos correctamente en el semblante de él. Si lo hubieran hecho, lo habrían reconocido. Es posible que Leví hubiera dicho a Rubén: “Estoy bastante seguro de que este hombre es José. No tengamos miedo, y tengamos el valor de preguntarle si él es realmente José”. Hoy en día son pocos los que conocen al Señor de esta manera. Algunos reconocen las señales y las acciones del Señor y son conscientes de que el Señor propició lo que les sucedió. En el conocimiento que tenemos del Señor, la mayoría de nosotros somos exactamente iguales a los hermanos de José. No miramos a Cristo. Por el contrario, ponemos la mira en nuestro dinero, nuestras posesiones y en nosotros mismos. Los hermanos de José no trataron de determinar la razón por la cual un gobernador elevado hacía todo esto por ellos. Ellos estaban totalmente ocupados con sus propios intereses. No tenían la menor idea de que el hombre que los disciplinaba podía ser José. Lo mismo ocurre con nosotros. Por muy buenas cosas que el Señor haya hecho por nosotros, seguimos sin entender qué es lo que el Señor está haciendo. El Señor lo hace todo con buena intención, pero nosotros consideramos esto como una maldición. Aun cuando supiéramos que se trata de una bendición, no la recibiríamos. Los hermanos de José no tenían discernimiento. Después de sentarlos conforme al orden de primogenitura, aun así, no se dieron cuenta de quién era él. Ellos ya tenían ideas preconcebidas antes de salir de casa con rumbo a Egipto. El corazón de José era bueno, pero los pensamientos que tenían ellos acerca de él eran malos. Ellos estaban totalmente ocupados en sus pensamientos malignos. Nosotros haríamos lo mismo si tuviéramos prejuicios acerca de alguien que, aun con buena intención, nos invitara a su casa a cenar. Debido a nuestros malos pensamientos, quizá temeríamos ser envenenados con la comida. Es posible que no pudiéramos rechazar la invitación, pero tendríamos miedo de comer los alimentos puestos delante de nosotros. La intención de nuestro anfitrión es afectuosa, pero nuestro pensamiento es maligno. Los hermanos de José estaban llenos de tales pensamientos. Dichos pensamientos son las gafas oscuras que les impedía ver quien era José. Aparte de todas estas indicaciones acerca de la identidad de José, hubo otras dos. Vemos en el versículo 32: “Y pusieron para él aparte, y separadamente para ellos, y aparte para los egipcios que con él comían; porque los egipcios no pueden comer pan con los hebreos, lo cual es abominación a los egipcios”. Se prepararon tres mesas, una para José, otra para los egipcios y otra para los hermanos. Esto indica que los egipcios no comían como los hebreos. ¿De qué manera supone usted que José comía, como egipcio o como hebreo? Sin duda comía como los hebreos. Los hermanos de José debieron reconocer que ése era un egipcio que comía como hebreo, de una forma abominable para los egipcios. José ordenó que las mesas fuesen puestas de esta manera para darles a entender a sus hermanos que él era hebreo. Los hermanos deberían haber notado que este gobernador era hebreo. ¡Cuán necios fueron los hermanos de José! Si yo hubiera estado allí, habría dicho: “Leví, este hombre es hebreo! Además, es más joven que nosotros. Mira su cara. ¿No será acaso José?”. José hablaba el idioma egipcio, pero debían haber reconocido su voz y su acento. Una vez más volvieron a fallar y no lo reconocieron. Vemos otra indicación en el versículo 26: “Y vino José a casa, y ellos le trajeron el presente que tenían en su mano dentro de la casa, y se inclinaron ante él hasta la tierra”. Cuando los hermanos de José se inclinaron ante él, ellos debieron haber recordado sus sueños. Hacía veintidós años que José había tenido el sueño, y ahora se cumplía. Si usted hubiera sido uno de los hermanos de José, inclinándose delante de él, quizá habría dicho: “Este puede ser José, el maestro de los sueños”. Los hermanos de José habían oído el sueño y estaban cumpliéndolo, pero no reconocieron a José.
Quizá usted se pregunte por qué José no se reveló a sus hermanos en esta ocasión. Si lo hubiera hecho, habría actuado muy infantilmente. El prefirió darles algunas indicaciones para ayudarles a reconocer quién era. ¡Cuán dulce habría sido si ellos lo hubieran reconocido! Sin embargo, debido a sus preocupaciones y a su necedad, no sucedió eso. Hoy en día todos nosotros estamos bajo la mano de nuestro José. Todo lo que debemos hacer y adonde debemos ir lo determina El. Cuánto tardemos en volvernos a El depende de cuánta comida nos dé. Si El nos da provisiones para diez años, entonces volveremos a El a los diez años; pero El no nos dará tanto. El nos dará una cantidad limitada para obligarnos a volver a El pronto. José sabía que sus hermanos regresarían después de un tiempo. El sabía cuántas personas había en la familia de su padre y sabía cuánto alimento darles. Ellos estaban bajo el control de José. ¡Aleluya, hoy en día, estamos bajo la mano soberana del Señor! No se preocupe por el presente ni por el futuro. Usted no está bajo su propio control, sino bajo el control del Señor. No confíe en sus asnos, es decir, en su diploma o su trabajo. Su destino se encuentra en la mano del Señor Jesús, y su futuro lo controla El. Quisiera compartir con ustedes las buenas nuevas de que el Señor todavía nos cuida amorosa y providencialmente. Todo lo que El ha hecho, lo que está haciendo y lo que hará es motivado exclusivamente por el amor. Con amor El nos induce a conocerle por las varias señales que nos da. Todo lo que El ha hecho son indicaciones que nos conducen a conocerlo. Deje de preocuparse, de fijar sus ojos en su dinero, en sus asnos o en usted mismo. Mire a Jesús y fije sus ojos en El. Si usted hace eso, lo verá a El, lo reconocerá y podrá conocerlo. Me agrada la historia de José y de sus hermanos porque es paralela a mi condición en cuanto a conocer al Señor. ¡Cuán necio he sido! El Señor siempre ha sido bueno conmigo, pero yo me he preocupado continuamente por la posibilidad de ser lastimado o de perder algo. Todo lo que hizo José con sus hermanos fue motivado por el amor. Sucede lo mismo con el Señor Jesús en Su relación con nosotros. Si examinamos nuestro pasado delante del Señor, brotarán nuestras lágrimas, y diremos: “Señor, me doy cuenta de que mi pasado ha sido como el de José y sus hermanos. Tú siempre has sido bueno conmigo, pero no he reconocido Tu amor por estar ocupado con pensamientos malignos y con mis preocupaciones. Señor, no me he ocupado de Ti, y nunca fijé mis ojos en Ti ni te presté atención. Señor, perdóname y ayúdame de ahora en adelante a mantener mis ojos lejos de todo lo que no seas Tú. Señor, no me preocupa nada, ni siquiera la invitación. Sólo me interesas Tú y estar en Tu presencia. Señor, mientras esté aquí en Tu presencia, estaré satisfecho”. Esta es la manera de conocer al Señor. Si los hermanos de José hubieran hecho eso, sin preocuparse por su dinero, sus asnos, o por ellos mismos, y hubieran centrado sus ojos en José, ciertamente habrían visto algunos rasgos en su rostro que les habría permitido reconocerlo. También lo habrían reconocido en lo que él hizo por ellos. Si así hubiese sido, habrían dicho: “No deberíamos olvidar que vendimos a José como esclavo a Egipto. Recordemos que sus siervos hablaron de nuestro Dios y del Dios de nuestro padre. También fuimos sentados a la mesa conforme a la primogenitura. Veamos además la manera en que este hombre trató a Benjamín, y el afecto en su voz cuando nos preguntó por nuestro padre. Cuando él habló a Benjamín, casi lloró”. ¡Cuántas indicaciones hubo para que los hermanos de José reconocieran que este hombre era José! Lo mismo sucede con nosotros hoy en cuanto a conocer al Señor. ¿Cree usted que todas las cosas buenas que le han sucedido vienen del azar? ¡No! Todo sucede con un propósito. Sin embargo, anteriormente no nos dábamos cuenta de lo que Dios estaba haciendo. Que el Señor nos ayude a conocer a nuestro José. El no tiene ninguna mala intención para con nosotros. Por el contrario, se preocupa por nosotros con amor, y Su intención es guiarnos a conocerlo. Lo mejor es conocerlo a El. Aun después de que los hermanos de José habían sido disciplinados en gran manera, no se daban cuenta de que estaban frente a José. Como lo veremos en otro mensaje, la ignorancia de ellos forzó finalmente a José a dejar de ser paciente y a revelarse a ellos. Mi intención en este mensaje es que veamos claramente la manera de conocer al Señor. Puedo testificar que muchas veces el Señor me
ha mostrado Su amor y me ha disciplinado en cierta medida, pero no lo he reconocido a El ni he entendido lo que El estaba haciendo. He sido un completo ignorante. Sin embargo, ahora nosotros tenemos una visión clara. Ahora reconocemos a José y entendemos que el Señor todo lo hace con la intención de ayudarnos a conocerlo. Espero que todos aprendamos esta lección.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO DIECIOCHO LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (6) Al examinar la historia de José, debemos recordar que su relato incluye dos líneas: la línea de José como figura de Cristo y la línea de la vida. En el Antiguo Testamento resulta difícil hallar a otra persona que tipifique a Cristo de manera tan perfecta. El tipificaba a Cristo en muchos detalles.
(m) Cristo pone a prueba por última vez al remanente de Israel En Génesis 44:1-13 José puso a prueba a sus hermanos por última vez y les dio aún más tiempo para que lo reconocieran. Cristo hará lo mismo con la nación de Israel. Las profecías bíblicas afirman que Cristo probará a los ciegos hijos de Israel, pero no nos dan detalles, mientras que el relato de la disciplina que José aplicó a sus hermanos nos proporciona un cuadro detallado de esto. Aun en la actualidad la nación de Israel ignora que Cristo los pone a prueba. Cuando seguimos las noticias del panorama mundial, debemos tener un punto de vista distinto al de la gente mundana. Cuando leo las noticias, me doy cuenta de que los sucesos del Medio Oriente forman parte de la prueba que recibe Israel de Cristo. El primer ministro israelí y su gobierno no saben que Cristo los tiene a prueba. Ellos afirman que necesitan los montes de Golán y los asentamientos que se extienden a lo largo del Sinaí para poder sobrevivir. Pero Cristo conoce la situación mejor que ellos y sabe lo que necesitan para su seguridad. ¿No cree usted que los sucesos actuales en Israel demuestran esto? Yo lo creo firmemente. Esta es la prueba que puso José a sus hermanos para enseñarles y disciplinarlos. Pienso que esta prueba seguirá año tras año. El Señor Jesucristo sabe cómo disciplinar a la nación de Israel.
(n) Aun así no lo reconocen Mientras José les daba a sus hermanos una prueba más, ellos seguían sin reconocerlo (44:14-34). Sucede lo mismo con la nación de Israel, mientras Cristo sigue probándolos. ¡Qué paciencia tuvo José! Yo no tengo esa paciencia ni la que tiene el Señor Jesús con Israel hoy en día. Si yo hubiera sido José, me habría revelado a mis hermanos mucho antes. Y si yo fuera el Señor Jesús, le diría inmediatamente a todo el mundo que los israelitas son mis hermanos. Pero José disciplinó a sus hermanos con paciencia. Ellos no lo reconocieron, y los egipcios ignoraban lo que estaba pasando. Sólo José sabía lo que hacía. La situación es idéntica hoy. Sólo el Señor Jesús sabe lo que sucede,
pero ni las Naciones Unidas ni el gobernador de ningún país lo notan. Aunque El esté creando dificultades para la nación de Israel, hay un propósito específico en todo lo que hace.
(o) Cristo reconoce al Israel ciego Finalmente, José reconoció a sus hermanos ciegos (45:1-4, 14-15). Creo que se acerca el día en que Cristo reconocerá a la ciega nación de Israel (Ro. 11:26). El reconocimiento de las Naciones Unidas no significa mucho. Lo que importa es el reconocimiento de Cristo. Llegará el día en que Cristo dirá al mundo: “No toquen a la nación de Israel. Todo aquel que la toque toca la niña de Mis ojos. Los israelitas son Mis hermanos”.
(p) Llegan a reconocer a Cristo Los hermanos de José finalmente lo reconocieron (45:15), y los israelitas reconocerán a Cristo (Zac. 12:10). Cristo seguirá disciplinándolos con paciencia hasta que ellos lo reconozcan. Hace poco leí que algunos eruditos judíos habían empezado a estudiar el caso de Jesús. Parece que estos eruditos tienen el deseo de saber más de Jesús. En lugar de darse a conocer a los judíos ahora, Cristo les está dando más tiempo para que ellos lo reconozcan a El. Estos eruditos judíos que estudian el caso de Jesús reconocen que Cristo ha ganado mucho crédito para el pueblo judío, pues Cristo vino de la nación de Israel. El era y sigue siendo un judío. Si Cristo hubiera venido del país de usted, usted ciertamente habría estado orgulloso de El. Si tenemos en cuenta todos estos aspectos mientras leemos las noticias del Medio Oriente, nos alegraremos y alabaremos al Señor. Todo lo que ocurre hoy en día está prefigurado en la acción que tomó José para con sus hermanos. En cierto sentido, lo que vemos ahora es una película de lo que ya sucedió. Mientras hablamos de estos capítulos de Génesis, los acontecimientos prefigurados en ellos se están produciendo en el Medio Oriente. Lo que sucede ahora es el cumplimiento de lo que describe esta porción de la Palabra. ¡Alabado sea el Señor por Su sabiduría y Su paciencia! El sabe lo que está haciendo con Israel. Dentro de poco, Cristo reconocerá públicamente a la nación de Israel. Lo hará al descender de los cielos a la tierra. El Salvador que salió de Sion vendrá a la tierra de Israel y reconocerá a Israel como Su nación. Ahora llegamos a otro paréntesis, el cual abarca ciertos asuntos en la línea de vida. Me agrada la línea de José como figura de Cristo, pero me parece que la línea de la vida es más práctica. La línea de la tipología tiene que ver con Israel, pero la línea de la vida nos concierne a usted y a mí. Hubo muchas indicaciones claras para identificar a José, pero sus hermanos no pudieron reconocerlo porque estaban ciegos y preocupados. Puesto que sus hermanos estaban tan ciegos y no lo reconocían, él se vio obligado a dar el paso adicional de revelarse a ellos. José debe de haber orado acerca de la forma en que obró con sus hermanos. El no los disciplinó conforme a sus sentimientos ni deseos personales, sino conforme a la dirección del Señor. Todo lo que José hizo a sus hermanos lo hizo conforme a la guía del Señor. Nadie más pudo haber tenido la paciencia de José. Como ya vimos, transcurrieron veintidós años antes de que sus sueños se cumplieran. Después de un período tan largo, José tenía muchos deseos de ver a su padre. ¿Cómo pudo un hombre tener tanta paciencia? ¿Cómo pudo controlar sus emociones, su amor y su deseo de ver a su padre? Su paciencia y su dominio propio deben de haber venido del Señor. Después de la última prueba, al menos uno de los hermanos de José, Judá, había mejorado. Esto queda demostrado por la manera en que habló a José de su preocupación por su padre y por su hermano menor (44:18-34). Cuando los hermanos de José lo vendieron, ellos lo aborrecieron y no se preocuparon por su padre ni por su hermano menor; actuaron guiados por su odio. Pero la manera en que Judá habló a José indicaba que él se preocupaba por su padre y por su hermano menor. Esto conmovió mucho a José y lo convenció de que sus hermanos habían aprendido la
lección. Por consiguiente, inmediatamente después de eso, él se dio a conocer a ellos. Antes, los hermanos todavía estaban aprendiendo las lecciones. Las lecciones se completaron cuando por lo menos uno de ellos cambió y aprendió a ocuparse de su padre y de su hermano menor. Hasta ese momento, José tuvo muchísima paciencia cuando probó a sus hermanos. A mi parecer, José debió haberse revelado a sus hermanos inmediatamente después de comer con ellos. Pero él no obró así, sino que encargó a su mayordomo que llenara sus sacos de grano y que les devolviera su dinero (44:1-2). Sin lugar a dudas, los hermanos de José estaban contentos. Si yo hubiera sido uno de los hermanos, habría dicho a los demás en el camino de vuelta a Canaán: “¿Qué piensan ustedes de ese gobernador? ¿Por qué se portó tan bien con nosotros? El es el gobernador de toda la tierra, y nosotros somos extranjeros que vienen a comprar comida. Sin embargo, él nos invitó a su casa y nos hizo un banquete; hasta le dio a Benjamín una porción cinco veces más grande que la nuestra. Además, él nos sentó en orden de primogenitura. ¿Qué significa todo esto? ¿Quién es este hombre?”. Creo que José esperaba que sus hermanos hablaran así. Esperaba que ellos lo examinasen detalladamente. Pero ellos estaban despreocupados y no lo hicieron. Con seguridad había rasgos en el rostro de José que debían reconocer. Pero sus hermanos estaban tan ciegos que no se dieron cuenta. De repente, y para sorpresa de ellos, el mayordomo los alcanzó y les dijo: “¿Por qué habéis vuelto mal por bien?”. (44:4). Entonces los acusó de haber robado la copa de José. Los hermanos dijeron: “¿Por qué dice nuestro señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos. He aquí, el dinero que hallamos en la boca de nuestros costales, te lo volvimos a traer desde la tierra de Canaán; ¿cómo, pues, habíamos de hurtar de casa de tu señor plata ni oro?” (44:7-8). Según el plan de José, la copa fue hallada en el costal de Benjamín (44:12). Esto debe de haber incitado a los hermanos a preguntarse por qué el gobernador de Egipto había prestado tanta atención a su hermano menor. Los hermanos de José estaban atemorizados. Como lo declara 44:13: “Rasgaron sus vestidos, y cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad”. Cuando volvieron a ver a José, “se postraron delante de él en tierra” (44:14). Eso también debe de haberles recordado los sueños de José. No obstante, seguían sin entender lo que les pasaba. Al leer esta historia, vemos la paciencia de José y su sabiduría. Sólo una persona madura tiene tanta paciencia y sabiduría. Cuanto más maduros somos, más sabiduría y paciencia tenemos. Aunque José tenía solamente alrededor de cuarenta años de edad, en su vida espiritual, él era maduro. Por ser espiritualmente maduro, él tenía una gran sabiduría y mucha paciencia. De tal modo que no era gobernado por sus deseos ni por sus emociones, sino dirigido por su sabiduría y su paciencia. En la vida de iglesia hoy todos nosotros, y particularmente los ancianos, necesitamos una vida llena de sabiduría y de paciencia. Las acciones de los ancianos no deben ser motivadas por sus emociones, deseos ni intenciones. Por muy buena que sea la intención de uno, puede perjudicar a los demás si es gobernado por su buena intención. Ninguno de los ancianos ni de los que están al frente en la iglesia o en la obra debe ser gobernado por sus intenciones. Por el contrario, debemos ser gobernados por nuestra sabiduría y paciencia. Ser dirigido por las intenciones y los deseos personales no requiere ninguna madurez. Pero sí se requiere madurez para ser dirigido por la paciencia y la sabiduría. José se reveló a sus hermanos sin ninguna muestra de infantilismo. El estaba lleno de paciencia y de sabiduría y se comportó conforme a la madurez en vida que tenía. El fue probado por la necedad y la ceguera de sus hermanos. Pero en vez de ser impulsado por sus intenciones y deseos, se mantuvo totalmente controlado por su sabiduría y dirigido por su paciencia. Con paciencia y sabiduría, dio a sus hermanos todas las pruebas que ellos necesitaban. Nosotros por no ser tan maduros como José, podríamos pensar que él fue demasiado severo y complicado al disciplinar a sus hermanos. Pero José no era una persona problemática. El era una persona plenamente madura y gobernada por la sabiduría y la paciencia. El sabía cuál era el momento oportuno para revelarse a sus hermanos. El se dio a conocer a ellos no dirigido por sus deseos ni sus sentimientos, sino porque era totalmente dirigido por la sabiduría de Dios.
José les dio otra prueba a sus hermanos con sabiduría. Al darles esta prueba, él les dio otra oportunidad de descubrir su identidad. Sin embargo, como ya vimos, ellos no le reconocieron. Por consiguiente, él dispuso las circunstancias para que tuviesen que volver a él. Cuando ellos regresaron, estaban totalmente sometidos. Judá le dijo: “¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos?” (44:16). Ni aun cuando Judá habló así, José se reveló a ellos, sino que con paciencia probó a Judá hasta el extremo. No digo que Judá fuera maduro en vida, pero sí que para entonces, había mejorado bastante. Por la manera en que se dirigió a José, vemos que él era un hombre sometido y quebrantado. La actitud y el espíritu con que habló a José acerca de su padre conmovió profundamente a José. Durante la conversación que José tuvo con Judá, quedó convencido de que su hermano había aprendido la lección. Era el momento oportuno para revelarse a ellos. En ese momento, irrumpieron todas sus emociones. No se imaginen que José no tenía sentimientos y que era como madera o piedra. ¡No! él estaba lleno de sentimientos. Observen cómo lloró cuando se reveló ante sus hermanos (45:1-15). El pidió a todos sus siervos que salieran, y entonces dio rienda suelta a sus emociones. Esto implica que José era muy emotivo. Ya que vemos que era tan emotivo, ¿cómo pudo haberse contenido y no haber expresado sus emociones por lo menos durante varios meses? El hecho de que pudiera hacer esto es señal de su madurez. Si nosotros no sabemos controlar nuestras lágrimas, nuestra risa, nuestra ira, se debe a que somos infantiles en vida. La evidencia más clara de que somos maduros es que podemos controlar nuestras emociones. Como hicimos notar antes en otro mensaje, cuando los dos hijos de Aarón fueron consumidos en la presencia de Dios, vimos indicios de que se le prohibió a Aarón llorar (Lv. 10:13). Este pudo haber dicho: “Mis dos hijos acaban de morir ante mis propios ojos, ¿y me pides que no llore? Moisés, tú no eres humano”. Tanto Moisés como Aarón estaban en la presencia del Señor. Moisés pudo servir a Dios en Su presencia porque sabía controlar sus sentimientos y su compasión para con su hermano. Aarón obedeció a Moisés. Nuestro llanto, nuestra risa y nuestra ira dependen de la presencia del Señor. No estamos en el mundo, sino en la presencia del Señor, en el Lugar Santísimo. Cuando usted esté a punto de expresar sus emociones, no debería obrar según sus sentimientos, sino según la presencia de Dios. ¿Le permite la presencia de Dios reír? ¿Le permite llorar? Usted no debería decir: “Acabo de perder a mis hijos y estoy muy triste. Simplemente no me puedo controlar. Tengo que llorar”. Si usted dice tal cosa, será evidente que no es maduro. José llegó a ser gobernador de Egipto porque era maduro. Por esa razón él se gobernaba a sí mismo y a toda la tierra. José lloró con sus hermanos en el tiempo propicio. Aun eso revela que él estaba plenamente bajo el control y la guía de Dios. En los capítulos del cuarenta y dos al cuarenta y cuatro José no lloró en la presencia de sus hermanos, pero sí lo hizo en el capítulo cuarenta y cinco, después de que ellos hubieron pasado por las pruebas y hubieron aprendido lo que necesitaban. José estaba muy preocupado por sus hermanos. Vemos su preocupación por ellos en el hecho de que les pidió que no riñeran entre sí en el camino de regreso (45:24). Esto indica que habían estado peleando. Mediante varias pruebas, José disciplinó a sus hermanos. Quizás Rubén o Leví haya dicho: “En toda nuestra vida, nunca recibimos tanto castigo como en estos últimos meses”. Fueron disciplinados por José, quien era paciente y sabio. Todo lo que José hacía con relación a sus hermanos no lo hacía para sí, sino para ellos. En esto vemos la perfección en vida de José. Su perfección no tenía como fin su propio beneficio, sino el de sus hermanos. El usó paciencia y mucha sabiduría; controló continuamente sus emociones, y antes del capítulo cuarenta y cinco, no lloró por sus hermanos, excepto en privado, después de haber visto a Benjamín (43:29-31). El era muy sensible, pero las emociones no lo controlaban a él. En nuestra vida matrimonial debemos aprender a controlar nuestras emociones. Algunos afirman que es más difícil vencer el pecado que nos asedia; pero no es tan difícil como controlar nuestras emociones. Vencer nuestras emociones es lo más difícil. ¿Puede usted controlarse cuando está a punto de perder la calma? En este asunto, todos debemos aprender de José. Cuando sus emociones estaban a punto de reventar al ver a Benjamín, él se dio la vuelta para llorar en privado y luego se lavó la cara. Del mismo modo, si ustedes están a punto de perder la calma en casa, deberían de ir al
cuarto de baño, desahogar sus emociones a solas, y luego lavarse la cara. No piensen que esta disciplina es para la gente mayor, y no para los jóvenes. José todavía no había cumplido cuarenta años cuando ejerció control sobre sus emociones con respecto a sus hermanos. Cuando mucho, estaba en su mediana edad. Por tanto, ustedes no deben buscar pretextos. Cuando ustedes estén a punto de perder la calma, recuerden lo que hizo José. Cuando algunos oigan eso, quizás digan: “Hermano Lee, ¿no dijo usted que la vida de resurrección que hay en nosotros puede vencerlo todo? ¿por qué necesitamos apartarnos de los demás cuando estamos a punto de perder el control de nuestras emociones?”. La razón es que su vida natural es demasiado fuerte. No quiero simplemente contarles la historia de José. Mi interés es que veamos la vida que él llevó. En la vida de José, su ira, su forma de ser, sus emociones, sus intenciones y sus deseos eran controlados y dirigidos por Dios. José pudo haber dicho: “Dios no me guió a darme a conocer a mis hermanos antes. No tenía libertad de comportarme de otro modo. Tuve que comportarme como me guió el Señor. Ciertamente quería darme a conocer a ellos inmediatamente y pedirles que trajeran a mi padre lo antes posible. Pero la decisión no era mía. Fue fruto de la dirección del Señor. Tuve que hacer lo que más convenía a mis hermanos. Conforme a la dirección del Señor, tuve que ponerlos a prueba”. El resultado de la manera en que José se dio a conocer a sus hermanos fue excelente e impecable. Cuando José se reveló a ellos, el momento fue muy oportuno. En esas circunstancias le fue fácil perdonarles, aunque en José no tenía la idea de perdonar. El entendía plenamente que el Dios soberano era quien lo había traído a Egipto, y no sus hermanos. Puesto que la prueba a la que sometió a sus hermanos estaba llena de paciencia, sabiduría y dominio propio, el resultado fue tan excelente que ni siquiera necesitaba perdonarlos. El se dio cuenta de que Dios lo había enviado providencialmente a Egipto para cumplir Su propósito, y por eso él había recibido espontáneamente a sus hermanos. El los abrazó y los acogió. Cuando estemos bajo el control de la vida, en paciencia y en sabiduría, seremos como José. No nos quejaremos ni condenaremos a nadie. No será necesario perdonar a los demás porque no les echaremos la culpa. Estaremos dispuestos a aceptar a todos y tendremos un corazón amplio para acoger a los débiles, incluso a los que nos han ofendido gravemente. En lugar de sentir que hemos sido ofendidos, nos daremos cuenta de que todo lo que nos ha sucedido correspondía a la intervención de Dios. Todo lo que está bajo la providencia de Dios sucede para bien nuestro, a fin de que se cumpla Su propósito y los demás sean edificados. Los hermanos de José lo vendieron, y eso redundó en bien de ellos. Mediante la disciplina que recibieron de José, ellos aprendieron y fueron edificados. De manera que el resultado de todo esto fue excelente. José no sólo llevó a cabo el propósito eterno de Dios, sino que también edificó a sus hermanos. Si examinamos estos asuntos acerca de José en nuestra oración y comunión, veremos aún más y seremos nutridos. Además, aprenderemos a comportarnos correctamente en cualquier situación.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO DIECINUEVE LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (7) Como ya hemos dicho repetidas veces, el libro de Génesis contiene las semillas de casi todas las verdades de las Escrituras. Si deseamos examinar las profundidades del relato de la vida de José, debemos encontrar las semillas sembradas allí, y ver que esta narración contiene una descripción de la vida reinante. Antes de examinar las semillas de la vida reinante en los capítulos del cuarenta y cinco al cuarenta y siete, debemos recordar otros dos puntos acerca de José como figura de Cristo.
(q) Cristo revela Su exaltación y gloria al Israel arrepentido Cuando todas las pruebas hubieron terminado y el tiempo se hubo cumplido, José se dio a conocer y reveló su exaltación y gloria a sus hermanos (45:8, 13). Esto indica que algún día Cristo se dará a conocer al remanente de Israel. Cristo, Aquel que ha sido exaltado en los cielos, tiene Su propio temperamento. El sabe lo que debe hacer para probar a Israel, y sabe el tiempo que debe durar la prueba. En el debido momento terminará la prueba de Israel. Después de que los santos hayan sido arrebatados y después del juicio ante el tribunal de Cristo, El junto con los santos vencedores, se dará a conocer desde los cielos, y el remanente de Israel lo verá. En ese entonces, verán quién es Jesús de Nazaret, y dirán: “Jesús de Nazaret es nuestro Mesías. El fue exaltado y entronizado como Señor de todos”. Cuando José se dio a conocer a sus hermanos, éstos indudablemente quedaron asombrados al verlo y recordar lo que le habían hecho. Sin embargo, el hecho de que José se diera a conocer a ellos fue un asunto de gracia. Del mismo modo, como un asunto de gracia, Cristo se revelará al remanente de Israel. En el momento apropiado e indicado, Cristo revelará que El fue exaltado y que nadie en el universo está por encima de El. Cuando José se dio a conocer a sus hermanos, él dijo que Dios lo había hecho padre para el faraón, y era señor de toda su casa y que gobernaba todo el país de Egipto (45:8). Incluso el faraón estaba bajo las disposiciones de José. Cuando Cristo se revele en su gloria al remanente de Israel, los judíos entenderán que El es mucho más grande que el Mesías que ellos esperan.
(r) Israel participa en el disfrute del reino de Cristo Cristo, después de revelarse al remanente de Israel, iniciará Su reino milenario. Durante el milenio, los judíos participarán del disfrute del reino de Cristo así como los hermanos de José participaron del disfrute de su reino (45:18; 47:4-6). Los hermanos de José disfrutaron de la mejor porción de la tierra de Egipto. Este es un tipo del milenio, en el cual los judíos disfrutarán de lo mejor de la tierra. Según Zacarías 14:16-19, los egipcios y las demás naciones deberán traer ofrendas al Señor en Jerusalén. Si una nación se rehúsa a subir a Jerusalén a llevar ofrendas para el Señor, sobre su tierra
no caerá lluvia. Los judíos serán uno con Dios; y por esta razón, todo lo que le ofrezcan será la porción y el disfrute de ellos. Según el Antiguo Testamento, lo que se ofrecía a Dios se convirtió en la porción de los sacerdotes. Asimismo, lo que se ofrezca a Dios durante esos mil años se convertirá en la porción de los judíos, quienes serán los sacerdotes que instruirán a los pueblos de la tierra, especialmente a los egipcios, en la manera de adorar a Dios. Creo que durante el milenio, muchos egipcios se arrepentirán de la manera en que castigaron a Israel en esta edad. Los egipcios quizá digan a los judíos: “Nos arrepentimos. No sabíamos que ustedes eran esta clase de pueblo. Todo lo que nosotros tenemos y ustedes desean, lo pueden tomar”. Esto se producirá según la profecía y la tipología del Antiguo Testamento. Ahora llegamos una vez más a un paréntesis acerca de la vida. Recuerde que casi todo lo que consta en el libro de Génesis es una semilla. El primer libro del Nuevo Testamento, el evangelio de Mateo, primero revela a Cristo y luego el reino de Dios. Mateo también indica que ganamos el reino de Dios al negarnos a nosotros mismos. En Mateo 16 se revela a Cristo, la iglesia y el reino. En dicho capítulo, el Señor Jesús dijo a Sus discípulos que si alguno deseaba seguirle, debía negarse a sí mismo. Al final de Génesis encontramos una semilla de la verdad de negarse a uno mismo. En los últimos capítulos de Génesis, Cristo es tipificado por José, y el reino es prefigurado por la casa de Israel. José se negó a sí mismo y esto permitió que el reino de Dios se llevara a cabo de una manera práctica. El universo en su totalidad pertenece a Dios, y Dios desea un reino. El faraón gobernaba en Egipto, pero el reino de Dios se ejercía por medio del reinado de José. El reinado de José equivalía al reino de Dios, el cual cumple el propósito de Dios. Según el libro de Exodo, el propósito de Dios es tener una morada en la tierra. Y al final de Génesis, vemos una miniatura del reino de Dios. En toda la historia, no hallamos a nadie que esté al nivel de José. Aunque fue agraviado por sus hermanos hasta el colmo, no procuró vengarse. En José no había ningún deseo de venganza. Por el contrario, él se negó a sí mismo y proporcionó la disciplina adecuada y necesaria a sus hermanos. José no disciplinó a sus hermanos por el bien de sí mismo, sino por el bien de ellos. El no tenía intención alguna de vengarse, y se preocupó por el perfeccionamiento y la edificación de sus hermanos, a fin de que pudiesen vivir juntos como pueblo colectivo. El hecho de que José les exhortara a no reñir en el camino de regreso a casa, revela su preocupación por ellos (45:24). El deseo que había en el corazón de José era que sus hermanos fuesen un pueblo que viviese en armonía como testimonio de Dios en la tierra. José parecía decirles: “Todo lo he hecho por ustedes, y ahora tienen todo lo que necesitan. Vuelvan a mi padre con acciones de gracias a Dios, y tráiganlo de vuelta a mí. Con todo, me preocupa que ustedes puedan pelearse en el camino”. Lo que dijo José acerca de la pelea de sus hermanos también indica que él disciplinó a sus hermanos. El disciplinó a nueve hermanos suyos de una manera general y a Simeón de una manera especifica. Así vemos que su disciplina era sobria; no fue motivada por la ira. José fue una persona que se negaba a sí misma. Todo lo que hizo se fundamentaba en el principio de negarse a sí mismo. No conozco a otra persona a quien hayan ofendido tanto como a José, y que no haya tenido el menor deseo de vengarse. Cuando él se dio a conocer a sus hermanos, ellos estaban atemorizados (45:3). Sin embargo, José no sólo les perdonó, sino que los recibió y los consoló. El dijo: “Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (45:5). Aquí vemos que quien había sido agraviado consoló a los ofensores. Muchas veces cuando los cristianos perdonan a alguien, le dicen: “Sí te perdono, pero también quiero recordarte la gravedad de lo que hiciste”. Esta clase de perdón no tiene ningún valor, ya que en realidad no es perdón verdadero. Cuando José perdonó a sus hermanos, los consoló y les dijo que no les pesara lo que le habían hecho, y se olvidaran de ello. Les dijo que el hecho de que lo hubieran vendido como esclavo fue algo que provino de Dios para preservar la vida. José no culpó a sus hermanos por lo que habían hecho, sino que los consideró ayudantes de Dios. Ellos habían ayudado a Dios a enviarlo a Egipto.
En el versículo 7 José dijo: “Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para dar vida por medio de gran liberación”. La palabra hebrea traducida “posteridad” podría traducirse mejor “remanente”. El propósito de Dios requería un remanente. Su intención era que los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob le edificaran un tabernáculo para El establecer Su reino en la tierra. Si el remanente hubiese sido aniquilado, el propósito de Dios no se habría cumplido. En este caso, el libro de Génesis habría sido el ultimo libro de la Biblia. Dios sabía que el hambre habría acabado con la vida en la tierra de Canaán, y preparó un medio para preservar el remanente de Su linaje escogido y llamado. José pudo consolar a sus hermanos porque se dio cuenta de que había sido Dios, y no ellos, quien lo había enviado a Egipto. El pudo haber dicho: “Gracias por haberme vendido. Si no lo hubierais hecho, ¿cómo habría podido yo estar aquí hoy?”. Perdonar a los demás depende de nuestra visión y de nuestro entendimiento. Si sabemos que estamos aquí por causa del recobro del Señor, no nos preocuparemos por los agravios de los demás. Nos daremos cuenta de que cuanto más nos ofendan, más beneficios recogeremos de ello. Si los hermanos de José no lo hubieran vendido como esclavo, ¿cómo habrían podido cumplirse sus sueños? Sus sueños se cumplieron por medio de quienes lo aborrecían. José entendía esto perfectamente, y por eso pudo perdonar a sus hermanos por haberlo tratado mal. Debería darse lo mismo entre nosotros hoy en la vida de iglesia. Si nos damos cuenta de que el fin de nuestra existencia es el propósito del Señor, Su recobro, entonces veremos que todo lo que nos sucede sirve para el propósito de Dios. Dice en Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. José amaba a Dios; por tanto, todo lo que le sucedía redundaba en bien suyo. Si uno no está dispuesto a perdonar a los que lo ofenden, eso indica que tiene una visión corta. Pero si uno estudia detenidamente lo que Dios ha hecho, nunca buscará venganza. Por el contrario, siempre estará dispuesto a perdonar a los que lo ofenden. Usted dirá: “¡Alabado sea el Señor! Todo lo que me ha sucedido fue para mi bien, y no sólo para el mío, sino para el del pueblo de Dios. Todo lo que me sucede coopera para el bien del reino de Dios”. José estaba consciente de que Dios lo había mandado a Egipto, y esto constituye la semilla de la verdad que encontramos en Romanos 8:28. La vida de José es un ejemplo de este versículo y de que todo obra para el bien de los que aman a Dios. La semilla sembrada en el libro de Génesis crece en Romanos 8:28 y es cosechada en Apocalipsis 15, donde vemos a los vencedores sobre el mar de vidrio, que representa las pruebas, las tribulaciones y los sufrimientos. Los hermanos de José lo ayudaron a subir al trono. Si no lo hubieran vendido como esclavo, él no habría llegado a Egipto; por tanto, el hecho de que lo hubieran vendido lo condujo al trono. No se queje por lo que su cónyuge o los santos de la iglesia le hagan. Para los que aman a Dios, todo obra para bien. Aquí el asunto crucial es amar a Dios. Si lo amamos, hasta un accidente coopera para nuestro bien. Pero si uno no lo ama, ni siquiera obtener un doctorado en la universidad cooperará para el bien de uno. He sufrido mucho en el transcurso de los años, pero he sido consolado por el hecho de que todo sucede para mi bien. Cuando paso por un sufrimiento, me acuerdo de Romanos 8:28, e inmediatamente recibo consuelo. José era un joven de diecisiete años de edad, y necesitaba pasar por pruebas y tribulaciones. El era el hijo predilecto de su padre Jacob, y vivía en un entorno placentero, donde no tenía ninguna posibilidad de sufrir. El estaba continuamente bajo la protección de su padre. Sin embargo, un día por la obra providencial del Señor, Jacob le dijo a José que fuera a sus hermanos, y éstos lo vendieron como esclavo. Mediante los sufrimientos que le sobrevinieron como resultado de esto, José fue adiestrado para ser gobernador. Esto nos muestra la sabiduría de Dios. En primer lugar, José tuvo sueños en los cuales vio a sus hermanos inclinarse ante él. El cumplimiento de esta visión requería que él pasara por muchos sufrimientos, particularmente a manos de quienes le eran cercanos. José sufrió continuamente desde los diecisiete años de edad hasta los treinta. José debía pasar por todos estos sufrimientos a fin de ser perfeccionado y estar
capacitado. Dios había enviado a José a Egipto para preservar la vida a fin de que permaneciera un remanente que cumpliera Su propósito. No tenga temor de este mensaje acerca de los sufrimientos de José. Quizá usted le haya pedido al Señor que haga de usted un José. El Señor contestará a Su oración haciéndolo pasar por ciertos sufrimientos. En estos momentos de sufrimientos, usted dirá: “¿Hasta cuándo, Señor? Los sueños de los demás se han cumplido, ¿pero donde está el cumplimiento de mis sueños?”. Finalmente, usted será liberado. José fue paciente y se negó a sí mismo. El no hizo nada para su propio deleite; todo lo que hizo, lo hizo para disciplinar y perfeccionar a sus hermanos. A fin de fortalecer a sus hermanos, José les reveló su exaltación y gloria, y les dijo que Dios había hecho de él un padre para Faraón. En 45:13 él dice: “Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria en Egipto”. Los hermanos de José lo consideraban como Faraón. No obstante, José parecía decir: “Yo soy el padre de Faraón. Estoy en una posición aún más elevada de lo que vosotros os imagináis, pues Dios me ha puesto por padre de Faraón. Vosotros habéis visto toda mi gloria. Volved a casa y decid a mi padre lo que habéis visto”. La intención de José no era presumir, sino fortalecer a sus hermanos a fin de que le trajeran a su padre. Después de sufrir durante trece años, José fue entronizado y llegó a ser el gobernador de la tierra. El indudablemente anhelaba ver a su padre. Podemos preguntarnos porque él no hizo nada por satisfacer ese anhelo cuando subió al trono. El pudo haber mandado carros de Egipto para que trajeran a su padre. Sin embargo, pasaron nueve años antes de que él hiciera traer a Jacob. José tenía el poder y la posición para actuar, pero no hizo nada. Si yo hubiera estado en el lugar de José, habría hecho algo inmediatamente. Habría tomado un ejercito entero de carros y habría ido a visitar a mi padre, y si éste ya hubiese muerto, habría visitado su sepulcro. Esto habría sido lo más normal que José hubiera podido hacer. El hecho de que José no hizo nada durante esos nueve años no quiere decir que no pensaba en su padre. José no era de piedra ni de madera; era una persona viva llena de sentimientos, y amaba mucho a su padre. El estuvo separado de su padre durante muchos años, y seguramente ha de haber pensado mucho en él. Probablemente él consideró cuán cerca estaba Egipto de la casa de su padre, de la tierra de Canaán. El sabía que el viaje tomaría solamente unos días. Aun así, él no hizo nada porque estaba bajo la mano de Dios. José prefirió permanecer bajo la mano de Dios y no tomar ninguna iniciativa. El quizá haya orado: “Señor, fuiste Tú quien me mandó aquí, quien me trajo mediante tantos sufrimientos, y me pusiste en el trono. Fuiste Tú Señor quien me alejó de mi padre. Señor, me doy cuenta de que todo eso proviene de Ti. Por tanto, no me atrevo a hacer nada. Por el contrario, quisiera esperar Tu momento”. Creo firmemente que José oró de esta manera, lo cual revela que era una persona que se negaba a sí misma. El había subido al trono para ser el gobernador de la tierra, pero no hizo nada para sí mismo ni para su deleite. El estaba totalmente dedicado a los intereses de Dios. La vida de José fue una vida que esperaba el tiempo providencial de Dios. En lugar de iniciar el contacto con su padre, el permaneció continuamente bajo la dirección de Dios, orando: “Señor, obra. Si Tú no actúas, yo no haré nada”. Hermanos y hermanas jóvenes, pienso que el Señor hará mucho con ustedes en Su recobro. Pero deben aprender la lección de no seguir adelante por sí mismos. No hagan nada por su cuenta. Más bien, manténganse bajo la mano de Dios y dejen que sea El quien tome la iniciativa. Todo debe tener su origen en El. ¡Cuán hermoso es el relato de la vida de José! José estaba sometido plenamente a la dirección de Dios, y por eso no tenía razón para lamentar lo que hizo. José es un ejemplo vivo de lo que revela el Nuevo Testamento. El era una persona que se negaba a sí misma, que no tenía ningún interés personal, ni buscaba ningún deleite propio, ni tenía opinión, ambición ni meta personal. Su única meta era Dios y el pueblo de Dios. Por consiguiente, cuando llegó el momento, él extendió una cálida invitación a su padre para que viniera a él. Podemos aprender muchas lecciones al examinar la vida de José. El tuvo sueños e interpretó sus sueños y los de otros. Todos esos sueños se cumplieron. Sin embargo, José se dio cuenta de que todavía le faltaba algo: la presencia de su padre. Desde el punto de vista humano, lo único que podía
satisfacer a José era la presencia de su padre. Con todo, él no hizo nada por su propia cuenta para obtener la presencia de su padre, sino que fue paciente y esperó continuamente el momento oportuno. Durante nueve años él no hizo nada. Finalmente, se presentó la oportunidad. Pero se dio cuenta de que sus hermanos necesitaban ser perfeccionados, y por esta razón él no actuó. Sólo cuando sus hermanos fueron edificados, él extendió la invitación. Esta invitación fue iniciada por la mano de Dios. Dios en Su soberanía preparó las circunstancias e indicó que el tiempo había llegado para que José buscara a su padre. Cuando José mandó por su padre, él mismo no fue a traerlo. ¿Por qué motivo hizo eso? No podemos decir que no tenía tiempo, pues cuando su padre murió, él tomó el tiempo necesario para ir a sepultarlo. Para contestar a esta pregunta, debemos descubrir lo que no dice la Biblia (ésta es una manera de estudiar la Biblia). José no fue, porque estaba restringido. El no quería hacer nada motivado por sus sentimientos. Sus emociones fueron restringidas. José no salió de Egipto para ir a ver a su padre; tampoco mandó a nadie que le informara cuando llegara la caravana. De hecho, Jacob envió “a Judá delante de sí a José, para que le viniese a ver en Gosén” (46:28). Jacob parecía decir a Judá: “Judá, ve a José y dile que estoy llegando y pídele que nos conduzca a él”. No piense que José no tenía ganas de ver a su padre. Sin duda alguna, anhelaba verlo. Sin embargo, el día qué llegó su padre, él todavía estaba en casa. No hizo ningún viaje especial para encontrar a su padre en el camino. José, una vez más, estaba plenamente bajo la restricción de Dios. Sin embargo, cuando oyó que su padre había llegado a Gosén, “se manifestó a él y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente” (46:29). Esto demuestra que José era muy sensible y amaba profundamente a su padre. Con todo y eso, no actuó conforme a sus emociones, sino bajo la restricción de Dios. Es por eso que podía gobernar. Si usted no puede gobernarse a sí mismo, no podrá ser un buen gobernador. Supongamos que usted pierde la calma por cualquier motivo. En dado caso, ya ha perdido el gobierno del Espíritu Santo sobre usted. Pero si estamos bajo el gobierno del Espíritu, pediremos al Señor que tenga misericordia de nosotros cuando sintamos que estamos a punto de perder la calma. Podemos gobernar a otros sólo cuando nosotros seamos restringidos por Dios. Ser restringidos por Dios es la mejor disciplina que nos capacita para el reino de la era venidera. Ninguna persona infantil, nadie que no haya sido restringido, podrá reinar en el reino venidero. Vemos la madurez de vida en esto de vivir bajo restricción. Espero que estas palabras sean una ayuda para todos los que aman al Señor, el recobro y la vida de iglesia. En el recobro del Señor tenemos personas con diferentes pasados, con distintas maneras de ser y con diversos conceptos. Debido a todas estas diferencias, debemos ser restringidos. Si no somos restringidos y damos rienda suelta a nuestras emociones, haremos daño. Es posible que más tarde lamentemos lo que hayamos hecho, pero puede ser demasiado tarde. Usted tal vez diga: “Tengo derecho a expresar mis sentimientos así”. Efectivamente, usted tiene derecho a hacerlo, pero perjudica a los demás. ¿Desea usted llevar una vida de iglesia apropiada? Si es así, entonces debe ser restringido por Dios. Examine nuevamente el cuadro de José. El pudo traer el reino sólo porque se negaba a sí mismo. Si él hubiera actuado según sus sentimientos y no conforme a la dirección de Dios, todo se habría echado a perder. Pero José era una persona totalmente restringida por Dios. Por consiguiente, el reino de Dios pudo ser traído por medio de El. Se necesitaba una persona que viviera bajo la restricción y se negara a sí misma para ganar el reino de una manera práctica. Sucede lo mismo con nosotros hoy en día. ¿Desea usted llevar una vida de iglesia agradable? Entonces usted debe someterse a la restricción y negarse a sí mismo. Todos debemos aprender esto. Supongamos que José no hubiera sido una persona que se negara a sí misma. En ese caso, habría sido imposible que el reino de Dios viniese y fuese ganado de una manera práctica. El hecho de que José se negara a sí mismo y fuese restringido bajo la mano de Dios, fue la clave para poner en práctica la vida del reino. Agradecemos a Dios por la vida que llevó José, por la vida de uno que se niega a sí mismo. Mediante esta vida, el propósito de Dios se cumplió, vino el reino y fue llevado a la práctica. Por este cumplimiento, los hijos de Israel participaron del disfrute del reino.
José tenía la posición y la potestad de hacer todo lo que quisiera. Pero no hizo nada para sí mismo. Hace más de cuarenta años, oí que alguien dijo que lo más difícil es no hacer algo que uno puede hacer. Uno tiene la potestad, la posición y la oportunidad de hacer cierta cosa, y aun así no la hace. Leí la historia de José hace muchos años. Pero en ese entonces, no entendía porque José no había utilizado su poder para ir a ver a su padre, después de ser entronizado como gobernador de Egipto. Después de ascender al trono, él no hizo nada para evitar la soledad, aunque había estado separado de su padre trece años. Cuando los hermanos vinieron a él por primera vez, no hizo nada. José tenía el poder y la posición para hacer algo al respecto, y sin embargo no lo hizo. Esto indica que era una persona muy poderosa, alguien que tiene la fuerza de no hacer lo que puede hacer. José era así porque estaba bajo la mano de Dios, bajo Su restricción. Durante los primeros nueve años que José gobernó en Egipto, debe de haberse mantenido en contacto con el Señor. Quizá mientras oraba al Señor acerca de la posibilidad de visitar a su padre, el Señor le mandó que no hiciera nada al respecto. Semana tras semana, José pudo haber orado: “¿Señor, es éste el momento de hacer algo para que mi padre sea traído aquí?”. Creo que el Señor le decía: “¡No! Todavía no es tiempo. No necesitas hacer nada para cumplir tu sueño. Espera simplemente y permíteme hacerlo”. Mediante su oración, posiblemente haya sido confirmado en su fe de que sus sueños venían de Dios y que Dios mismo los cumpliría. José permaneció en silencio porque no necesitaba hacer nada. El tenía la fuerza de no hacer lo que podía hacer. Cuando sus hermanos vinieron a Egipto por primera vez, él no hizo nada para que su padre fuese traído a él. Inclusive cuando hubo llegado el tiempo para que su padre viniese a él en Egipto, José no salió a su encuentro. Creo que eso fue el resultado de haber estado bajo la restricción del Señor. José sabía que él no necesitaba hacer nada para cumplir sus sueños. Esta es la verdadera negación de uno mismo y el llevar verdaderamente la cruz. Llevar la cruz significa restringirse de hacer lo que uno puede hacer. Uno está calificado y tiene la potestad de hacer todo lo necesario para cumplir su deseo, pero se restringe y no lo hace. Este tipo de persona es la persona más fuerte. La persona más fuerte no es la que puede hacer algo, sino la que es capaz de no hacer lo que puede realizar. Esta negación de sí mismo es la única manera de traer el reino de Dios y de llevar a cabo la vida del reino. Como veremos en el mensaje siguiente, la vida del reino vino por medio de la capacidad de José de no hacer lo que podía hacer. Nosotros necesitamos ser esta clase de personas hoy en día. Indudablemente, nosotros no tenemos la capacidad de ser así. Nuestra vida no es la clase de vida que tiene el poder de no hacer lo que está a su alcance. Cuando tenemos la oportunidad de hacer algo, simplemente lo hacemos. Pero la vida de Cristo tiene la potestad de abstenerse de hacer lo que es capaz de hacer. Esta es la clave de los cuatro evangelios y de la vida del Señor Jesús. En muchas ocasiones El tuvo la posición, la potestad y las circunstancias propicias para hacer muchas cosas, pero también tenía el poder de abstenerse de hacer estas cosas. Por ejemplo, El pudo haber pedido al Padre que mandara doce legiones de ángeles para que lo rescataran, pero tuvo la entereza de no hacerlo (Mt. 26:53). Esta vida se niega a sí misma y lleva la cruz; es la vida que trae el reino.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS MENSAJE CIENTO VEINTE LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (8) Como lo hemos dicho repetidas veces, en la historia de José vemos dos líneas: la línea de la tipología y la línea de la vida. Antes de profundizar en la línea de la vida, debemos ver otro aspecto acerca de José como figura de Cristo.
(17) Reina José tipifica a Cristo, quien reinará durante el milenio. Si usted observa la profecía contenida en la historia de José, verá que su relato es un cuadro del reinado de Cristo en el reino milenario.
(a) Provee de alimento al pueblo Según este cuadro, Cristo hará cuatro cosas durante el milenio. En primer lugar, suministrará alimento al pueblo, es decir, satisfará las necesidades de todos (47:15-17). Toda la tierra pasaba por un período de hambre, pero José pudo saciar el hambre de todos. Hoy en día, todo el mundo tiene hambre y nadie está satisfecho. Sin embargo, cuando Cristo reine durante los mil años venideros, El satisfará las necesidades y el hambre de todos.
(b) Preserva la vida del pueblo Mientras José reinaba en Egipto, preservó la vida del pueblo (47:19-25). Al satisfacer las necesidades de todos, Cristo podrá vivificar a todos. Si usted examina las profecías que tratan del reino de Cristo en el milenio, verá que El hará que todo viva. Hoy en día, la muerte se extiende por todas partes; toda la gente y todas las cosas están muriendo. Pero durante el reino milenario de Cristo, no habrá prácticamente ninguna señal de muerte. Por el contrario, todo y todos estarán llenos de vida.
(c) Almacena la producción del país José también almacenó la producción del país. El no sólo dio al pueblo alimento, sino también semilla (47:19-23). En el milenio, Cristo hará que todo sea productivo. En la situación actual, vemos lo contrario: todo disminuye. Pero cuando llegue el milenio, todo en la tierra será productivo. Para producir, debemos tener semillas. Los alimentos nos satisfacen, pero las semillas se reproducen. Mientras Cristo reine en el milenio, El no sólo hará que la gente tenga alimento y esté satisfecha, sino que les proveerá la semilla que los hará productivos.
(d) Cuida especialmente a Israel José cuidó especialmente a Israel (50:21). Esto tipifica el hecho de que durante el milenio Cristo cuidará especialmente a Israel. La función específica de Israel en la tierra es dar testimonio de Dios. Aunque Cristo está a favor de Israel, el Israel actual no tiene ninguna fe en El. Los judíos adoran a Dios, pero no tienen fe en Dios por medio de Cristo; ellos creen en Dios a su manera. Sea que Israel crea o no, sigue siendo el testimonio de Dios, aun hoy en día. Habrá muchas naciones en la tierra durante el milenio, pero sólo una nación, Israel, será el testimonio de Dios. Por esta razón, Cristo cuidará especialmente a Israel. Este cuidado para con Israel indica que El está a favor del testimonio de Dios. Del mismo modo, la razón por la cual Cristo ama a la iglesia es que ella es el testimonio de Dios. Por consiguiente, en el milenio Cristo satisfará a todos, dándole vida a todo, haciendo que todo se reproduzca y cuidando a Israel como testimonio de Dios. Ahora llegamos a la línea de la vida. Cuando leí por primera vez que José pedía dinero, ganado y tierra, a cambio de los alimentos, pensé: “José, tú eres un ladrón. No sólo le robaste al pueblo, sino que lo exprimiste al máximo. Tomaste su dinero, su ganado y su tierra. Finalmente, te apoderaste de sus propias personas. José, ¿qué clase de gobernador eres tú?”. Solamente en José estaba la línea de la vida, y la línea de la vida era el alimento. Los que querían alimentos tenían que dar a José algo a cambio para obtenerlos. Si deseaban ser satisfechos, tenían que pagar con dinero, ganado o tierras. “Y recogió José todo el dinero que había en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán, por los alimentos que de él compraban” (47:14). Dice en el versículo 15: “Acabado el dinero de la tierra de Egipto y de la tierra de Canaán, vino todo Egipto a José, diciendo: Danos pan; ¿por qué moriremos delante de ti, por haberse acabado el dinero?”. Cuando el pueblo dijo esto a José, él les pidió su ganado. Por tanto, el pueblo trajo su ganado a José, y éste “les dio alimentos por caballos, y por el ganado de las ovejas, y por el ganado de las vacas, y por asnos” (47:17). Un año más tarde, el pueblo volvió a José porque necesitaba comida de nuevo. Esta vez no se necesitaba negociar porque había una comprensión mutua entre José y el pueblo. Lo único que les quedaba era su tierra y ellos mismos. Por tanto, ellos le pidieron que los comprara a ellos y a su tierra y que les diera pan (47:19). Finalmente, en Egipto, José era el único dueño, el único banquero y el único que criaba ganado. José tenía la provisión de vida, el suministro de alimentos. Según nuestro concepto natural, José debía simplemente regalarlo. Pero no debemos traer nuestros conceptos naturales y mundanos al leer la Biblia. José tenía el suministro de vida, y el pueblo lo necesitaba. El pueblo tenía que hacer algo para conseguirlo. Antes de examinar lo que el pueblo tenía que hacer, debemos hacer notar la razón por la cual José llegó a ser tan rico y tenía en su mano el suministro de vida. Esto se debía a todos sus sufrimientos. El había sufrido desde que tenía diecisiete años de edad. Inclusive después de subir al trono y de estar en el poder, seguía sufriendo porque estaba separado de su padre. Como dijimos en el mensaje anterior, él tenía la potestad y la posición de hacer todo lo necesario para que le trajesen a su padre. Sin embargo, se abstuvo de hacerlo porque estaba en Egipto con el fin de cumplir la voluntad de Dios. José tenía que sufrir para que se cumpliera la voluntad de Dios. El era el gobernador, pero sufrió hasta el día en que le trajeron a su padre. El tenía riquezas por sus sufrimientos. Lo mismo ocurre hoy en la vida de iglesia. Los que sufren pueden dar a los demás el suministro de vida. Encontramos esta idea en el himno acerca de la vid (Hymns, #635). El hermano Nee compuso las últimas dos estrofas, que dicen: No por ganancia medimos la vida; Por las pérdidas se cuenta. No cuenta el vino que bebemos, Importa el vino que vertemos. Pues la fuerza del amor permanece En el sacrificio que llevamos; Quien más sufrimientos tiene Es quien más puede compartir.
Quien se trata a sí con severidad Es el más útil para Dios; Quien es herido profundamente Es el que más puede consolar a los que sufren. Aquel que jamás ha sufrido Está vacío y es como “metal que resuena”; Quien no guarda su propia vida Tiene el gozo que lo sobrepasa todo. Si no sufrimos, no tenemos nada que dar a los demás. Por haber pasado por muchos sufrimientos, azotes, heridas y quebrantamientos, la vid produce un vino rico que agrada al hombre. El hermano Nee se dio cuenta de que podemos dar más cuando sufrimos más. Sin sufrimientos, todo lo que decimos es como címbalo que retiñe. Podemos hacer ruido, sin que haya vida en lo que decimos. Por lo tanto, como dice el himno, nuestra vida no se mide por lo que ganamos, sino por lo que perdemos. Por tanto, la razón por la cual José pudo ser tan rico fue que había sufrido. En los años de sus sufrimientos, acumuló riquezas. Durante los siete años de abundancia, José almacenó el grano. No se preocupó por sus propios intereses. No fue fácil almacenar todo ese grano. Durante siete años, José almacenó las cosechas en graneros. Se necesitó mucho trabajo. Por una parte, José trabajaba; por otra, él sufría porque estaba separado de su padre. Durante estos siete años, no se preocupó por sí mismo, sino que hizo lo necesario para que los demás tuviesen provisiones en el futuro. Lo que él hizo durante los siete años de abundancia lo hizo para el pueblo. El actuó a expensas de sus propios intereses, a costa de no ver a su padre. Si deseamos suministrar alimentos a los demás, debemos pasar por un largo período de sufrimientos. José no tenía todo el grano cuando tenía diecisiete años de edad. El reunió el grano cuando tenía treinta y siete años. Sólo entonces llegó a ser rico, no en poder, sino en alimento y en el suministro de vida. Pasa lo mismo hoy en día en la vida de iglesia. Los mayores, los que tienen experiencia, tienen el suministro. El hermano Nee recalcaba continuamente que debemos cuidar nuestra vida física para no morir prematuramente. En uno de sus entrenamientos, les preguntó a los entrenantes a qué edad pensaban ser más útiles. Entonces él hizo notar que un hermano dijo en cierta ocasión que la edad más útil es entre setenta y ochenta años. Por eso, el hermano Nee exhortó a los entrenantes a que se cuidaran y no cometieran un suicidio gradual. El les pidió que durmieran bien, comieran bien, ingirieran suficiente líquido e hicieran ejercicio a fin de que tuvieran larga vida. Cuando Caleb tenía ochenta y cinco años, dijo que era tan fuerte como cuando tenía cuarenta. Las riquezas no pertenecen a los que no tienen experiencia. Para ser ricos, debemos sufrir durante mucho tiempo. A José le tomó veinte años llegar a tener riquezas, desde los diecisiete años de edad, hasta los treinta y siete. Finalmente, después de muchos años de sufrimientos, la provisión de alimentos estaba en sus manos. Puesto que él tenía en sus manos los alimentos, todos los que padecían hambre acudían a él. En mi opinión, José debía ser generoso con el pueblo y decirle: “Cuando necesitéis comida, venid a mí y yo os la daré”. Cuando leí Génesis 47 en mi juventud, pensaba que José no era generoso. Me parecía que él había despojado al pueblo por completo. Alabo al Señor por haberme mostrado la razón por la cual José no fue generoso. La razón es que la provisión de vida no se debe vender barata. Si los que están en la vida de iglesia están dispuestos a dar la provisión de vida como algo barato, debemos preguntarnos si la provisión que tienen es genuina. El verdadero suministro de vida nunca se vende barato. José parecía decir a la gente: “¿Deseáis obtener provisión para vosotros? En este caso, debéis pagar el precio que corresponde”. El concepto de la generosidad es un concepto mundano. José estaba en otro nivel, donde no hay ni generosidad ni escasez, sino solamente la provisión y el precio que pagar. Muchos cristianos hoy en día venden las cosas a un bajo precio. Pero en el recobro del Señor nada es barato. Si ustedes desean obtener el alimento, deben pagar el precio. Cuanto más paguen, más provisión recibirán. Algunos se oponen al recobro del Señor hoy
en día. Pero en lo profundo de su corazón, saben que este camino no está equivocado. Se oponen a este camino porque el costo de seguirlo es muy elevado. Por tanto, ellos siguen el camino que no cuesta mucho y critican el camino costoso. No debemos recibir ninguna provisión de alimento si ésta no cuesta nada. José no le venderá a usted los alimentos a un precio bajo. Quienes acudían a José para obtener alimentos pagaban de cuatro maneras: con dinero, con ganado, con tierras o consigo mismos. ¡Cuánto me alegro porque el relato bíblico es tan completo! Estos cuatro artículos incluyen todo lo que debemos pagar hoy en día. Cuando pagamos con nuestro dinero, nuestro ganado, nuestras tierras y con nosotros mismos, recibimos cuatro clases de suministro. El primer suministro no es tan raro ni precioso como el cuarto suministro. Cada suministro es más precioso que el anterior. Y el último es el más precioso de todos. Examinemos ahora lo que significa el dinero. Superficialmente, creemos que dependemos del dinero. En realidad, el dinero representa la comodidad. El sistema monetario de este país es muy cómodo. En la época de José, la gente usaba la plata. Ellos tenían que llevar plata consigo y pesarla cuando compraban artículos. Pero hoy en día, cuando pagamos una factura, simplemente hacemos un cheque por cierta cantidad. Esto es muy cómodo. No obstante, cuando se acaban los fondos de nuestra cuenta bancaria, perdemos esta comodidad. Entonces, quizá nos preocupemos por el pago de nuestras cuentas. A todos nos gusta tener dinero en nuestra cuenta bancaria. ¿Pero qué hará usted si se le agota este suministro? Algunos no están dispuestos a pagar el precio por el suministro porque les preocupa que puedan perder su comodidad. Algunos dirán: “¿Debo yo seguir el camino de la iglesia? Ciertamente esto está bien, pero si lo hago, perderé ciertas comodidades. Mi esposa o mis parientes quizá se molesten conmigo”. Cuanto más comodidades abandone uno, más provisión de vida tendrá. Sin embargo, los cristianos actuales conservan su vida fácil, pero no tienen ningún suministro de vida. En muchas catedrales, capillas y templos, la gente escucha mensajes cada domingo acerca de la comodidad. Van a estos lugares para hacer la vida más fácil. Para ellos, seguir el camino del recobro del Señor es costoso e incómodo. Efectivamente, si uno sigue este camino, perderá su comodidad, pero ganará el suministro. La segunda manera que tenía el pueblo de pagar la suministración de comida era su ganado. Es fácil entender lo que representa el ganado. El ganado representa nuestros medios de subsistencia. Los hermanos de José estaban preocupados por sus asnos, pues pensaban que José encontraría alguna excusa para quitárselos. Ahora usted quizá se preocupe mucho por su automóvil. Tal vez tema que se lo roben. En dado caso, su auto es su asno. Para aquellos que tienen un doctorado, este diploma es su asno. Para otros, su posición es su asno. Sin embargo, Cristo, quien es rico y nos abastece, está aquí. El no es ni generoso ni avaro. Aunque El no desea exprimirlo a usted, sí le exige, por el bien suyo, que pague un precio. El nunca venderá Su suministración a un bajo precio. Después de pagar con dinero, uno paga con su ganado. Uno recibirá la segunda clase de suministración cuando haya entregado su ganado. Cuando entreguemos nuestro dinero y nuestro ganado a El, descansaremos y estaremos en paz. Después de ceder nuestro ganado, debemos entregar nuestras tierras. Las tierras representan nuestros recursos. El Señor Jesús es un “ladrón”; a los que lo aman, El los “despoja” de todo lo que tienen. El toma nuestro dinero, nuestro ganado y nuestra tierra. El podría decir: “Dame tu tierra. No mantengas tus recursos bajo tu control; entrégamelos a Mí”. Esta no es una enseñanza, sino una observación de lo que he visto en la vida de muchas personas. Algunos queridos santos pudieron pagar con su dinero, pero no con su ganado. Otros pudieron entregar su ganado, mas no su tierra. Ellos siempre esperan que el Señor Jesús les dé cosas, y que nunca les “robe” nada. Pero el Señor Jesús en Su recobro nos lo “roba” todo: nuestra comodidad, nuestros medios de subsistencia y nuestros recursos. Si uno está dispuesto a dar al Señor sus tierras, recibirá el tercer tipo de suministro. El último aspecto que el Señor requiere es nuestro ser, en todas las áreas. El Señor Jesús reclamará cada parte de uno. ¿Le ha reclamado a usted los oídos? Si lo ha hecho, usted no escuchará nada que
no sea Cristo mismo. ¿Le ha pedido El sus labios? Si tal es el caso, entonces sus labios tendrán otro uso. ¿Le ha reclamado el Señor Jesús todo su ser? Dudo que muchos hayan entregado todo su ser al Señor. ¿Por qué hay tantas opiniones, y por qué hay tan poquita unidad y edificación en el cristianismo actual? Eso se debe a que muy pocos están dispuestos a entregarse a Cristo. Ustedes han oído muchos mensajes acerca de la consagración, pero es probable que no hayan oído ningún mensaje sobre el hecho de que deben entregarse al Señor. En cuanto a la consagración, ha influido en nosotros la convención Keswick, que apoya el énfasis dado por la señora Hannah Whitall Smith a la consagración como clave para todo. ¿Quiere usted ser santo? Entonces debe consagrarse. ¿Desea que sus oraciones sean contestadas y tener victoria? Entonces debe consagrarse. Pero aunque hemos seguido por años lo que se enseñó en Keswick acerca de la consagración, hemos descubierto que eso no era todo lo que necesitábamos para obtener el suministro de vida. Examinemos lo que sucedió entre nosotros en 1948. Debido a una confusión y un tumulto suscitados, el hermano Nee tuvo que suspender su ministerio durante varios años. Algunos de nosotros teníamos la carga de que reanudara su ministerio, e hicimos lo posible para que así fuese, pero no pudimos hacer nada al respecto. Antes de que su ministerio fuese reanudado, algunos de nosotros nos reunimos con él en su casa para compartir. Aunque había como treinta personas que deseaban asistir a esta reunión, el hermano Nee sólo nos autorizó a dos hermanas y a mí para reunirnos con él. El no estaba dispuesto a vender su suministración como si fuera algo barato. Al final permitió que otros asistieran a esa reunión en un cuarto que daba al comedor. La primera mañana, nadie dijo nada por un buen rato. Finalmente, no pude soportar el silencio, y le pedí que nos hablara de la situación confusa de las iglesias en las provincias de Fukien y Kwangtung. En su respuesta, derramó su ser como un torrente, como las cataratas del Niágara, durante más de una hora. Sus palabras estaban llenas de luz, de poder y de impacto. Durante seis años, por lo menos, no había hablado públicamente en ese distrito, aunque unos pocos santos habían mantenido contacto con él en privado. En esa ocasión la comunión del hermano Nee se refirió a la línea de Jerusalén (véase el último capítulo de Pláticas adicionales sobre la vida de la iglesia). Después de que concluyera, nadie dijo una sola palabra. Entonces una hermana dijo: “¿Por qué no ponemos en práctica las palabras del hermano Nee?”. Con lágrimas, todos los presentes dijeron: “¡Amén! Deseamos practicarlas”. Entonces el hermano Nee contestó: “Si ustedes desean poner en práctica esto, deben entregarse ustedes mismos y todo lo que poseen por escrito”. Quiero compartir eso porque debemos entregarnos al Señor. Quizá usted se haya consagrado a El sin entregarse a El. Hoy en día, Cristo exige de usted no solamente su dinero, su ganado y su tierra, sino también a usted mismo. Al dar el pueblo el último pago, el de entregar sus mismas personas a José, ellos participaron de la porción máxima. Cuando usted hace el primer pago, el segundo y el tercero, disfruta de la primera, la segunda y la tercera porción. Pero cuando usted paga el precio más elevado, disfruta de la mayor porción. Por último, recibimos no solamente los alimentos que nos satisfacen, sino también las semillas, que se reproducen. Si queremos conseguir los alimentos y la semilla, debemos pagar el precio completo. Antes de entregarnos, debemos entregarlo todo. Después de entregar todo a José, el pueblo pudo decir: “¡Alabado sea el Señor, somos libres! No nos preocupa nuestro dinero, nuestro ganado, nuestra tierra, ni siquiera nosotros mismos. Sólo disfrutamos del rico suministro”. Todo lo que quedaba era deleite. ¡Qué bendición más grande es darlo todo para obtener este deleite! Cuando el Señor Jesús venga, toda la tierra estará bajo un sólo dueño y un solo banquero. Todas las tierras pertenecerán a Cristo, y a El entregaremos todo lo que tenemos y todo lo que somos. Nosotros simplemente disfrutamos; no somos dueños. En aquel entonces en Egipto, todos estaban bajo la mano de un solo dueño. José mandó que la gente se mudase a las ciudades, “desde un extremo al otro del territorio de Egipto” (47:21) para que hubiera una distribución pareja. No había ni ricos ni pobres. El caso es el mismo hoy en día con respecto a la provisión espiritual. Cristo tiene las riquezas. La cantidad de riquezas que El puede suministrarnos depende de nuestra disposición en cuanto a pagar el precio. Si estamos dispuestos a dar el primer pago, entonces recibiremos la
primera provisión, y si estamos dispuestos a hacer los demás pagos, recibiremos más suministro. Si usted hace el cuarto pago, recibirá no solamente el alimento que lo satisfará, sino también la semilla que produce para los demás. ¡Cuán maravilloso es esto! Si uno estudia Génesis 47, verá que finalmente toda la tierra de Egipto se convirtió en una tierra de disfrute. Ya no había distinciones entre gente elevada y gente de condición humilde, ni entre ricos y pobres. Todo el pueblo llegó a disfrutar al mismo nivel, porque todos y todo estaba bajo el mismo dueño. Este es un cuadro del milenio. En el milenio, no habrá ni capitalismo ni socialismo. Todos estarán en el mismo nivel porque todo estará bajo la mano del Señor. El lo habrá comprado todo, y habrá tomado posesión de todo y de todos. Verdaderamente la tierra y todo lo que en ella hay pertenecen al Señor (Sal. 24:1). La situación que prevalecerá en el milenio será muy distinta a la de hoy. Antes de que José subiera al trono, el pueblo estaba dividido en varias castas. Pero después de que ascendió al trono y el pueblo acudió a él para conseguir alimento, Egipto se convirtió en una figura del milenio, donde todo el pueblo está al mismo nivel. Todo se hallaba bajo la autoridad de un solo hombre, y todo le pertenecía a él, porque tenía las riquezas y podía reclamar su derecho sobre todo. Así debe ser entre nosotros en la vida actual de iglesia. Puesto que Cristo ha reclamado todo de nosotros, estamos ahora en el mismo nivel, disfrutando de las riquezas de Cristo. Todos los puntos mencionados también constituyen semillas que se desarrollan en el Nuevo Testamento. José no sólo abasteció al pueblo de alimento, sino que también se encargó del sepelio de su padre (49:29-31; 50:1-14). El sepelio de Jacob no fue nada sencillo. Según Hebreos 11, Abraham, Isaac y Jacob recibieron la promesa de la buena tierra, pero murieron sin heredarla. Esto denota claramente la resurrección. Abraham murió con la esperanza de que resucitaría. Sin lugar a dudas, Isaac y Jacob pensaban igual. Jacob murió con la esperanza de que algún día resucitaría para heredar la tierra. Por esta razón, le pidió a José que no dejara su cuerpo en Egipto, sino que lo sepultara en la tierra de sus padres. Jacob se dio cuenta de que para él, la muerte era un sueño y que en el día de la resurrección, él se levantaría para heredar la buena tierra. Este es el significado del sepelio de Jacob. El hecho de que José lo sepultara conforme a su deseo indica que tenía la misma fe que su padre. El también creía que resucitaría para heredar la buena tierra. José también mantuvo a sus hermanos y los consoló (50:15-21). Los hermanos de José no podían olvidar lo que le habían hecho, y temían que después de la muerte de su padre, José procurara vengarse. José lloró cuando oyó la petición de sus hermanos, pues él no tenía ninguna intención de vengarse de ellos. Por el contrario, él dijo: “No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (50:19-20). José también prometió sostenerlos a ellos y a sus hijos. Entonces los consoló y les habló con bondad (50:21). José parecía decir a sus hermanos: “Vuestra intención era mala, pero la intención de Dios era maravillosa. El deseaba mandarme aquí para salvar muchas vidas. Por favor, no os sintáis mal. Os agradezco por lo que me hicisteis. Ayudasteis a Dios a cumplir Su propósito”. En la vida de iglesia, necesitamos esta clase de espíritu. Aun cuando otros le ofendan, usted debe considerar que todo lo que le hacen proviene de Dios. Si usted toma las cosas como procedentes de Dios, todas las ofensas se acabarán. José consoló a los que lo habían ofendido. ¡Cuánta gracia tenía él! Puesto que el agraviado pudo consolar a los ofensores, ellos pudieron disfrutar de una vida placentera en el reino. Recuerden que José y sus hermanos representan al pueblo que vivirá en el reino. Ellos pudieron disfrutar juntos en el reino a causa del excelente espíritu de José. Pero supongamos que José hubiera tenido el deseo de vengarse de sus hermanos. En ese caso, el reino sería imposible. Igual que Jacob, José murió en la fe. Al morir, encargó a los hijos de Israel que no dejaran sus huesos en Egipto, sino que los llevaran a la tierra prometida (50:22-26). Esto indica que él esperaba la resurrección. El creía que algún día resucitaría para heredar la buena tierra y disfrutar de todo lo que habría allí. ¡Aleluya por el victorioso fin de José! En la consumación del libro de Génesis, vemos a Cristo, el reino, y todos los aspectos de los vencedores. ¡Cuánto le agradecemos al Señor
por todo esto! Al principio de este libro, Dios creó al hombre a Su imagen para que lo expresara, y le dio Su señorío para que lo representara. Después de las experiencias de muchos llamados, este libro concluye con una vida que, en Jacob, expresaba a Dios a Su imagen, y que, en José, representaba a Dios con Su señorío. ¡Cuán excelente y maravilloso es esto! Sin embargo, lo que describe Génesis seguía siendo una sombra en la era de la tipología. En los tiempos de José, la realidad no había llegado. Por consiguiente, en este sentido, Génesis concluye con un versículo que muestra que José murió y fue puesto en un ataúd en Egipto. El murió esperando la era del cumplimiento en la cual participaría de la realidad. En síntesis, el libro de Génesis como una totalidad empieza con la creación y concluye con la muerte del hombre y con el hecho de que fue puesto en un ataúd en Egipto, debido a que la caída, la muerte, el ataúd y “Egipto” son el destino del hombre caído. Por lo tanto, el hombre caído necesita la obra redentora de Dios, la cual se revela y tipifica plenamente en Exodo, el siguiente libro.
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