Espiritualidad Reformada

August 26, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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ESPIRITUALIDAD REFORMADA  J. Héctor Bautista Nájera —    — 

ENTENDIENDO LOS TÉRMINOS Lo primero es tratar el asunto de la nomenclatura. ¿Qué es la “espiritualidad reformada”? ¿Qué se entiende y a qué universo de conceptos nos referimos cuando hablamos de “espiritualidad reformada”? 

Diremos, en primer lugar, que no hay espiritualidad verdadera sin el Espíritu de

Dios. Lo demás puede ser llamado religiosidad, misticismo, enajenación; pero no espiritualidad. La espiritualidad auténtica se da en relación con Dios y con su Espíritu, quien es potencia vivificadora y renovadora de la vida. Creados por Dios y dotados del aliento de Su vida; hechos a la imagen del Creador y colocados como regentes de su maravillosa obra; conformados para mantener una comunión íntima con el Creador en tanto criaturas para la vida y para cumplir con un alto designio, los seres humanos fuimos hechos por Dios seres espirituales para andar en

conformidad a Su voluntad soberana. Así lo atestiguan los primeros capítulos del libro del Génesis. Lo demás es historia conocida. El pecado rompió el lazo de comunión con el Creador. Vinieron la condenación y la muerte. Sin dejar de ser hombre con “espíritu”, el

humano dejó de vivir para las cosas del Espíritu (con mayúscula). Su otrora espiritualidad devino en mero ejercicio de la psique desvinculada de su Fuente de vida, de su base moral y

 

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de su altísimo fin. Misticismo, religiosidad, cultura humana, caben como definición de este resultante ejercicio humano. ¿Cuándo el hombre vuelve a ser nuevamente espiritual? Cuando, en Cristo, recobra su original dimensión humana y es hecho nueva criatura por la obra del Espíritu Santo. Su deuda moral es cubierta por el sacrificio de Cristo, es perdonado su pecado y rehecha su comunión con Dios, siendo adoptado hijo de Dios que recibe, del Padre, las arras del Espíritu. Es por el Espíritu Santo que ahora vive en el creyente, que éste es vuelto un ser espiritual, en el pleno sentido de la palabra. Decimos, así, que el cristiano es la única

persona verdaderamente espiritual; ya que es nacido del Espíritu, sellado y guiado por el Espíritu, enseñado por Éste y animado por el Espíritu Santo a vivir la vida del Espíritu en toda sujeción, adoración y fruto espiritual para gloria de Dios Padre en Jesucristo. En este sentido, la espiritualidad tiene que ver con todo lo que el cristiano hace

en todas las esferas de la vida; en las cuales Dios es su Señor y él criatura redimida bajo mandato para cumplir con una gran misión: llevar todas las cosas bajo el señorío de Cristo Jesús. En todas esas esferas, por llamado y vocación de Dios, el cristiano proyecta su

nueva vida en el Espíritu. Sin ello no puede cumplir con su misión. Pero, ¿por qué una espiritualidad reformada? En el curso de la historia de la iglesia cristiana, a veces por falta de comprensión y en otras ocasiones por intromisión de ideas extrañas al evangelio, éste entendimiento de la espiritualidad ha padecido deformaciones dañinas que han limitado el quehacer espiritual de la iglesia o lo han dirigido en una dirección contraria a las Escrituras.

 

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Algunas de estas formas de espiritualidad han sido elitistas (monasticismo, perfeccionismo); limitadas a la práctica devocional y moral (pietismo); antagónicas con lo físico y material (agnosticismo, dualismo, espiritualismo); opuestas  — o, o, al menos indiferentes —  a lo social y lo político, al entorno y a la realidad más amplia en que se mueve Dios como Señor de la Creación (evangelicalism (evangelicalismo, o, entre otros). Frente a estos modos diversos de ser espiritual, la iglesia reformada concibe de un modo peculiar la espiritualidad cristiana. Basada en el movimiento de Reforma, en la cosmovisión bíblica recobrada en dicho movimiento, y en los nuevos principios espirituales, ideológicos y éticos que emanaron del quehacer de reforma en su ala calvinista, la iglesia reformada

entiende la espiritualidad como una forma de vida que orienta y determina nuestra relación y compromiso con Dios, con el hombre  — incluidos nosotros mismos —  y nuestro entorno.

CLAVES DE LA ESPIRITUALIDAD REFORMADA ¿Cuáles son las claves que nos permiten entender la espiritualidad reformada? Primera clave: la soberanía de Dios. Dios es Jefe y Señor de todo cuanto existe. Él establece su Ley en todo orden de la Creación. Por su Palabra-Ley son hechas y sostenidas todas las cosas. La espiritualidad reformada implicará el pleno reconocimiento de la

autoridad de Dios y de Su Hijo sobre todas las cosas; de modo que no entenderá nada de este mundo (su historia personal, los procesos sociales, la cultura humana y el devenir histórico) como fuera o exento del dominio del Señor. Una persona espiritual,

 

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por consiguiente, vivirá consciente de la majestad de Dios y sujeta a Su voluntad en todo cuanto hace y le sucede. Segunda clave: la autoridad de las Escrituras. Esta Palabra-Ley estructuradora de la Creación (Palabra creacional), una vez afectado el mundo por el pecado, le es presentada al hombre en las Escrituras como única y confiable regla autoritativa para reorientar su existencia nuevamente hacia la voluntad del Señor. Las Escrituras son reveladas (Palabra revelacional) para mostrar sin atisbo de reticencia y con absoluta autoridad al hombre, todo lo que éste debe saber respecto de Dios, de sí mismo y del mundo. Nos dice Calvino al respecto: “La ley de Dios contiene en sí misma la dinámica de la nueva vida por medio de la cual Dios restaura Su imagen en nosotros” ( El

Libro de Oro de la Verdadera Vida

Cristiana, p.11) Dice también nuestro Catecismo: ellas (las Escrituras) son la regla única de

fe y práctica religiosa. La espiritualidad reformada nunca pretenderá más, pero

tampoco disminuirá nada a las demandas autoritativas que Dios hace en su Palabra . La Biblia será la norma que gobierne, juzgue y estabilice a nuestro espíritu. Tercera clave: la salvación por gracia. La verdadera espiritualidad descarta por falsa, toda arrogancia y pretensión moral o espiritual delante de Dios. La vida del Espíritu

sólo nos viene como iniciativa bondadosa del cielo, y nunca como pago o retribución por actos o decisiones humanas. La salvación, y lo que ella conlleva, son un regalo inmerecido de Dios. Lutero, Zuinglio y Calvino, siguiendo a Pablo y a Jesucristo, así lo entendieron. La humildad y la gratitud por la gracia salvadora de Dios que nos es

mostrada en Cristo, son las actitudes imprescindibles que acompañan a la espiritualidad reformada y a su perfección. De ahí que acierte Calvino cuando afirma:

 

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“La única condición para el verdadero progreso espiritual es que permanezcamos sinceros y humildes”. 

Cuarta clave: la experiencia inicial de nuestro encuentro redentor con Cristo. En los hechos de nuestra vida, es aquí donde comienza nuestra espiritualidad. Con base en la eterna elección hecha por el Padre, somos eficazmente llamados, regenerados, convertidos,  justificados,  justifica dos, adoptados adoptados e introduc introducidos idos a una nueva relación de amor con Jesucristo, de quien recibimos Su naturaleza, Su vida, Su impulso, Su propósito y Su promesa, en virtud de su muerte y resurrección; cosas que conforman la esencia misma de nuestra espiritualidad. Más que de espiritualidad humana, hablamos de espiritualidad divina

en nosotros. La espiritualidad ganada objetivamente para nosotros en el Calvario, nos es dada interna y germinalmente en ése primero y definitivo encuentro salvífico con Jesús. La

cruz se convierte en vida y espíritu, en libertad y gozo, en identidad y victoria que hacen posible nuestra espiritualidad. “La victoria de los cristianos consiste en hacer suya la victoria de Cristo y en disfrutar de sus beneficios” (Stott).

En ése encuentro inicial con la

cruz de Cristo, pues, se abren los pétalos de la fragante flor de nuestra espiritualidad. Quinta clave: la vida en el Espíritu. Puesto que vivimos  por  el Espíritu, vivimos también  para el Espíritu. Entre este “por” y el “para” se encuentra el “en”; por tanto, vivimos asimismo “en  el Espíritu”. La vida en el Espíritu implica: poder, dependencia, sabiduría, negación, fruto y carácter espirituales. La espiritualidad reformada siempre llegará muy lejos en sus alcances; no se quedará encapsulada en el rito, ni en la piedad personal, ni en la confesión de los dogmas; afectará toda la vida, por amplia y compleja que ésta sea; porque tiene el poder del Espíritu a su disposición.

 

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La manera de vivir este poder es dependiendo del Espíritu Santo, el cual también da la sabiduría. Esta dependencia implica negación, crucifixión del yyo, o, mortificación del  pecado (Owen), cargar c argar con nuestra n uestra cruz que en forma de sufrimiento “constituye el desafío más grande a la fe cristiana” (Stott).  

Conviene, aquí, reflexionar en lo que implica llevar la cruz como vida en el Espíritu en el pensamiento de Juan Calvino: Él dice que: 1) Llevar la cruz es más difícil que negarse a sí mismo, 2) la cruz nos hace humildes al aprender lecciones de nuestra propia estupidez, 3) la cruz nos hace ser esperanzados, 4) la cruz nos enseña obediencia, 5) la cruz contribuye a la disciplina, 6) la cruz trae arrepentimiento y 7) finalmente, es muy necesaria para nuestra sumisión y salvación. ¿Y qué decir de la manifestación del fruto mencionado por Pablo en Gálatas 5: 22 y 23, como marca de la vida en el Espíritu? Ofrece el amor, resuena el gozo, fomenta la paz, cultiva y muestra la paciencia y la benignidad, destaca por su bondad, inspira la fe y abona la mansedumbre y la templanza; tal es la espiritualidad reformada. Cualquier espiritualidad que no tenga este fruto no merece ser llamada “reformada ”, menos aun “cristiana”. Sexta clave: la necesidad de las buenas obras. Escribe Lutero: “ Nuestro prójimo está en la indigencia y necesitado de lo que nosotros tenemos en abundancia, de la misma forma en que nosotros hemos sido unos indigentes ante Dios y hemos necesitado su gracia. Por eso al igual que Dios nos ha socorrido graciosamente por Cristo, también nosotros tenemos que

orientar nuestro cuerpo y sus obras únicamente hacia la ayuda del prójimo.”  

 La Libertad del Cristiano Cristiano

 

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El mismo reformador ataja cualquier mala interpretación de que las obras cuenten  junto con la fe, o al margen de ella, para la salvación; y escribe: “Todas las obras tienen que orientarse al beneficio de los demás, por la sencilla razón de que a uno mismo le basta y le sobra con su fe.”  

Siguiendo el pensamiento de Lutero, Calvino expresa lo siguiente: “Ahora podemos comprender cuáles son los frutos del arrepentimiento (y de la fe); a saber: las obras de  piedad o religión para con Dios, y las de caridad para con los hombres” (III, III, 16). 

La espiritualidad reformada rehúye, pues, la esterilidad de la vida cristiana, señalando como marca inseparable de la fe y de la salvación, la vida dedicada a reproducir las obras de misericordia y justicia que son enseñadas e ilustradas por Jesucristo. Séptima clave: la santificación como restauración de la creación afectada por el

pecado. Una santificación que no sólo es para el hombre, sino por medio del hombre para toda la creación. “La santificación santificación es el proceso por el cual el Espíritu Espíritu Santo, en y a través

del pueblo de Dios, purifica la creación del pecado con base en la expiación de Cristo y de su victoria.” (Wolters). Esta actividad espiritual purificadora, restauradora, renueva internamente a las criaturas de Dios y las vincula esperanzadamente, no únicamente con la iglesia visible o institucional institucional,, con el culto y todos sus elementos, sino con la familia, los negocios, la cultura, el arte, etc. La idea de la santificación de cada fase de la vida

humana es una característica única de la espiritualidad reformada. Se trata de una reforma progresiva en todas las esferas de la creación.

 

 

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En este punto, el calvinismo entendido como un estilo de vida  — y su más profunda vena de espiritualidad — , logró la restauración o santificación de prácticamente todos los órdenes de la vida: la religión, la política, la economía, la cultura, la educación, etc. Su concepto de santificación se extendió más allá de la santificación personal; la cual es de suma importancia, por lo que no debemos minimizar su lugar dentro de la espiritualidad, pues determina la forma y el grado en que será santificada la creación de Dios. Pero una cosa es darle su lugar prioritario dentro de la espiritualidad, y otra muy distinta reducir a la sola pureza personal la colosal obra de santificación, siendo que el interés de Dios es por toda su creación — empezando empezando por el hombre, claro está, como mayordomo de ella. Octava clave: la integralidad de la vida. No hay muchas vidas, sólo una; y en ella caben todas las cosas que existen. Las personas, los animales, las plantas, los minerales, los astros, las leyes físicas, el gobierno, la ciencia y la actividad política, y todo lo demás, forman un todo armónico y estructurado creacionalmente por la Palabra de Dios. Aunque el pecado ha torcido la dirección de las cosas en sentido de rebeldía contra Dios y Su Ley; con todo, la vida sigue siendo integral, solo una. La espiritualidad reformada ve la vida

sistémicamente, coexistiendo en ella y comunicándose las distintas esferas creadas, que nunca forman vidas a aparte, inconexas e independientes, sino ámbitos de la creación única de Dios que interactúan unos con otros bajo la soberanía del Creador. En este punto, sólo la espiritualidad reformada libera al cristiano realmente reformado del conflicto intelectual, moral y práctico de los dualismos que han perdurado en la iglesia evangélica. Richard B. Ramsay, autor del libro  Integridad Intelectual I ntelectual, dice: “Los evangélicos padecemos de esquizofrenia intelectual. Cuando se trata de un tema teológico o espiritual, buscamos respuestas basadas en las enseñanzas de las Escrituras, pero cuando se

 

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trata de otros temas como la política, la economía o el arte, por ejemplo, frecuentemente nuestras opiniones no tienen ninguna relación con nuestra fe cristiana. El resultado es que  proyectamos una especia de doble personalidad” (p. 9).

Esta doble personalidad descrita

por Ramsay tiene su origen en la doble vida que percibe engañosamente la mente dualista. Por un lado ve la vida “espiritual” y por otro la vida “secular”.

Dos vidas separadas y en

conflicto; aunque necesarias las dos. En la primera caben todas las cosas de la piedad personal, del culto y de la iglesia; en la segunda, todo lo que no es “espiritual”, como la política, la economía, la vida sindical, etc. La primera merece el interés y atención prioritaria del cristiano; la segunda es de nivel inferior y, cuando mucho, debe tolerarse como un mal necesario en el que el cristiano no tiene que intervenir. La primera es vista por la mente dualista como verdadera espiritualidad; la segunda, como mundanalidad apartada del interés cristiano. Afirmar la integralidad de la vida como clave de la espiritualidad reformada, tiene enormes implicaciones para la comprensión de la vida como un todo completo, y para la misión y el oficio del hombre en la totalidad de la vida. Se abre un abanico inmenso de interés redentor, de espacios de acción, de objetos de reflexión, de desafíos para la misericordia y para la actividad creadora de la iglesia. El Dr. H. Evan Runner habla, por ejemplo, de la política y academia escriturales como prácticas que la iglesia debe asumir en medio de una sociedad que demanda urgentemente una reforma. Estos son espacios que requieren atención, reflexión seria y compromiso creativo de la Iglesia. Acerca del oficio del hombre  — dado dado que la Escritura lo presenta como un oficial que se desempeña en el mundo de Dios (Salmo 8:1-9) — ver la vida de modo integral ,

implica que el hombre ha recibido de parte de Dios el dominio de todo el mundo, para que

 

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lo cuide y lo administre. Y los cristianos, que son llamados a someter todas las cosas bajo el señorío de Cristo, deben estar allí presentes, en todos los ámbitos del mundo, para cumplir con su tarea renovadora, en nombre de Cristo y actuando con su poder . La espiritualidad reformada ve como

terrenos de acción propia la totalidad de las esferas de la creación. Novena clave: las vocaciones y oficios. Toda vocación es sagrada y todos los oficios deben ser desempeñados para la gloria de Dios. No hay profesiones más santas que otras, ni ministerios más espirituales que otros, ni tareas más buenas que las demás. En la espiritualidad reformada no cabe la idea de que el pastor o el evangelista o la misionera tienen una vocación más sagrada que la del arquitecto o el ingeniero o el administrador. Para el espíritu reformado, cada uno debe

cumplir con el sagrado oficio que Dios le ha dado desde su particular vocación; pues todo el mundo es terreno de labranza de Dios. Tal servicio debe buscar siempre la gloria del Señor, y hacerse conforme a sus mandatos de amor, justicia y verdad, en Su ciencia y perfecta sabiduría. Décima clave: el compromiso con los valores del Reino de Dios . La verdad, la justicia, la paz, la misericordia. ¿Cuál es nuestro compromiso realmente con estos valores en medio de nuestra sociedad? ¿Hablamos, actuamos para defenderlos y promoverlos activamente en medio de tanta mentira, injusticia, desorden y crueldad? Hay una enorme deuda con la espiritualidad reformada y con Dios en este renglón. Undécima clave: la comunión como pueblo del Pacto. Lugar especial merecen todos los medios de gracia que Dios ha establecido para la unidad, el fortalecimiento y la renovación de su pueblo que es la Iglesia. La fe reformada coloca en lugar central, como signo de auténtica espiritualidad y vida cristiana, a la predicación fiel de la Palabra de Dios, a la observancia del Día de Reposo, a la práctica de los sacramentos y de la disciplina eclesiástica, así como de la oración y la labor diaconal y la koinonía. Sin estos usos que forman parte de nuestra vida como pueblo del Pacto, la espiritualidad reformada sería, empleando la metáfora paulina, “como metal que resuena, o címbalo que retiñe.” 

 

 

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CÓDIGO DE HONOR: COMPROMETO MI HONOR A DIOS DE QUE NO HE RECIBIDO NI DADO NINGUNA ASISTENCIA VERBAL, ESCRITA O ELECTRÓNICA EN ESTE TRABAJO, MÁS ALLÁ DE LA ESPECÍFICAMENTE PERMITIDA POR EL INSTRUCTOR EN CARGO. ADEMÁS, HE ENTENDIDO Y NO HE VIOLADO LA POSICIÓN DEL INSTRUCTOR SOBRE PLAGIO.

Pbro. J. Héctor Bautista Nájera Agosto de 2010.

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