Escuela de Palo Alto
December 6, 2016 | Author: nancyeam | Category: N/A
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textos de psicología...
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Biblioteca de Psicología Textos Universitarios
JEAN-JACQUES WITTEZAELE TERESA GARCÍA Psicoterapeutas del Centro Gregory Bateson de L ieja
LA ESCUELA DE PALO ALTO
LA ESCUELA DE
JEAN-JACQUES WITTEZAELE TERESA GARCÍA
PALO ALTO Historia v evolución de las ideas esenciales
EDITORIAL HERDER
BARCELONA EDITORIAL HERDER
1994
1994
BARCELONA
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LA ESCUELA DE PALO ALTO
Versión castellana de LUISA MEDRANO , de la obra de JEAN-JACOI-'ES WlTTEZAELE y TERESA GARCÍA, Á la recherche;
de l'Ecole de Palo Alto, Éditions du Seuil. París 1992
A Elisabeth y Alfred A Antonio y Clemencia
de la cubierta: CLAUDIO BADO (O HACHE)
© 1992 Éditions du Senil. Paris
Empresa Editoríal Herder S.A .Barcelona
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, el almacenamiento en sistema informático y la transmisión en cualquier forma o medio: electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro o por otros métodos, asi como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos, sin el permiso previo y por escnto de los titulares del Copyneht
ISBN 84-254-1855-0 Es PROPIEDAD
Depósito LEGAL: B. 34.188-1994 LIBERCRAF S.A. BARCELONA
PRINTED IN SPAIN
ÍNDICE
Prólogo, por K. Schlanger y P, Watzlawick ...................................................... Agradecimiento ............................................................................................... Advertencia al lector ....................................................................................... Introducción ................................................................................................... Cuaderno de ruta ............................................................. ___.........................
9 14 16 18 23
Parle primera: Hacia una ciencia de la comunicación.............................................. ';. Gregory Bateson ........................................................................................ 2. Lis «conferencias Macy»: la revolución conceptual..................................... 3. El estudio de la comunicación................................................................... J Aprendizaje y contexto...............................................................................
31 35 56 95 122
Varíe segunda: La doble macaón y más allá .......................................................... 5. Crónicas de un proyecto............................................................................ 6. La doble coacción ................................................................................... 7. Jackson. Erickson y la terapia familiar ......................................................
139 142 168 195
Parte tercera: El MRI y el Centro de terapia breve .................................................. 8. Los comienzos del MRI ............................................................................. 9. La insostenible frialdad de la terapia breve .................................................
225 229 260
Síntesis, perspectivas y conclusiones ........................................................................ 10. Las dos caras del cambio ............................................................................ 11. Conclusiones: la ética de Palo Alto............................ , ..............................
321 329 344
Anexos ............................................................................................................. 359 I. El MRI hoy ............................................................................................... 361 -=) 11. Informaciones prácticas sobre el MRI......................................................... 368 III. Referencias cronológicas ............................................................................ 373 IV. Direcciones útiles....................................................................................... 383 Bibliografía.............................................................................................. ."...... 385 Índice analítico…………………………………………………………………… …..403
PRÓLOGO
Nos complace sobremanera escribir este prólogo. A nivel personal, porque ha sido un placer recibir y guiar desde el principio a es tos talentos profesionales que se acercaron al Mental Research Institute ÍMRI) con gran curiosidad y ansia de cambio. Sus formaciones más tradicionales en psicología ya no parecían satisfacer su-necesidad de conectarse con el mundo. Era, para los dos, momento de cambiar el contexto y su percepción de la realidad. Creemos que lo han logrado ampliamente a juzgar por el volumen que han producido en largos meses de trabajo conjunto. A nivel profesional, porque en este libro han logrado una síntesis clara de todas las vertientes que han influenciado el desarrollo de lo que en el mundo se conoce como «la escuela de Palo Alto». En la primera parte, los autores desarrollan exhaustivamente el origen de lo que iba a ser un sello distintivo del MRI: la concepción interaccional del comportamiento. Comienzan por hacer un relato muy ameno de la vida de Gregory Bateson. Cuentan cómo Bateson, el hijo menor de un empedernido hombre de cienc ia, comenzó su vida de estudiante bajo la presión paterna por seguir una carrera en ciencias naturales. Fue un viaje a las is las Galápagos el que lo guió por fin hacia la antropología. Éste fue el primero de varios viajes largos centrados en estudiar tribus de aborígenes en Nueva Guinea y luego Bali. Durante uno de estos viajes Bateson describió por primera vez su concepto de cismogénesis, que se convirtió en el principio de una lectura interaccional de las relac iones humanas.
Prólogo
Más adelante abordan la importancia de la cibernética como terreno en común para las ciencias de la época. Este concepto fue el que llevó a la convocación de las conferencias Macy. Resulta fascinante para el lector interesado atar todos los cabos sueltos de cómo todos los grandes «personajes» de la época se conocieron y tomaron parte en dichas conferencias. De esa época data que hoy en día John Weakland cuente con una sonrisa: «Gregory conocía a todo el mundo que valía la pena conocer, con lo cual tenía la capacidad de abrir las puertas que necesitaba cuando quería entrar en algún área nueva que le interesaba investigar.» En esa época cobra importancia en las ciencias sociales el concepto de causalidad circular como así también la información y la comunicación. Como dicen los autores: «Estamos en el año 1936 y Bateson ya establece los primeros escalones de lo que se va a convertir en el enroque interaccional en psicoterapia.» En la segunda parte del libro el doctor Wittezaele y la licenciada García muestran cómo las consideraciones teóricas de Bateson encontraron su lugar en la práctica. Los autores se centran en el principio de la doble coacción, que fue el que puso al «grupo de Palo Alto» en el centro de los acontecimientos en terapia familiar. La doble coacción fue la primera aproximación concreta de la nueva epistemología, los tipos lógicos, la información y la comunicación a las cienc ias humanas. Como dicen los autores nuevamente: «La doble coacción define la enfermedad mental como un problema en la comunicación, cambiando de base la perspectiva terapéutica.» Esto ocurrió en gran medida cuando dos miembros del «grupo Bateson», Weakland y Haley, se unieron a Don D. Jackson después que fundó el Mental Research Institute, en 1961. La «escuela de Palo Alto» comenzó en 1955 con una primera hipótesis acerca de la psicosis como relacionada con los conceptos de «madre esquizofrenizadora» y «paradoja». Sin embargo abandonaron el concepto de «paradoja» muy pronto porque no describía adecuadamente lo que veían. El concepto de «doble coacción» resultó más abarcador y por lo tanto es el que sobrevive hoy en día en la práctica, aun cuando lamentablemente el trabajo del MRI parece ser más famoso entre los colegas por e! uso de la paradoja que cualquier otra intervención.
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Prólogo
Los autores ponen el énfasis a través de todo su relato, sobre cómo las hipótesis de trabajo fueron cambiando. Nunca se dio el caso de haber «descubierto» algo que ya estaba allí. Más bien fue un proceso de «inventar», como diría Heinz von Foerster, diferentes aproximaciones a la solución de los problemas humanos. Por ejemplo, desde un principio, Bateson se preocupó por el problema mental de los sentimientos y cómo éstos cabían en la práctica de esta nueva modalidad de soluc ión de problemas. Lo que ha resultado, después de muchos años de práctica es que , hoy en día, en nuestras prácticas, nos diferenciamos de otras aproximaciones terapéuticas en que no nos centramos en la expresión de sentimientos durante la sesión. No ponemos en cuestión que el presente se ha creado en el pasado del cliente, pero, para producir un cambio en el problema, pondremos el énfasis en lo que ocurre en el día i día en forma práctica. Es en la producción de un cambio en lo que el grupo se centra primordialmente, como lo dicen los autores del libro. La influencia de Erickson es un factor determinante en que el trabajo del equipo del Centro de terapia breve se centre en la producción de un cambio en las interacciones que son dolorosas para la persona o personas que nos consultan. Ciertamente, en lugar de estudiar a la familia como un sistema homeostático, es el proceso del cambio en sí mismo el que ocupa principalmente a los miembros del «grupo de Palo Alto» ahora. En efecto, una de las premisas fundamentales de aquel momento hasta hoy es que los clientes no vienen a pedir terapia primordialmente para esclarecer un pasado inmodificable, sino porque se encuentran ante una insatisfacción en el presente y un deseo de mejorar en el futuro. En palabras de Erickson: «Ni el paciente, ni el terapeuta pueden saber en qué dirección se ha de verificar un cambio y en qué grado ha de tener lugar este último.» Es la producción de este cambio lo que nos interesa. Muchos de los profesionales del Instituto intervinimos en cierta medida en la tercera parte de este libro. Ha sido una experiencia enriquecedora la de ver el contexto en el cual esa tercera pártele inserta en el todo del libro. En ella, los autores se centran en el principio
Prologo
del MRI y más específicamente en el nac imiento, en circunstancias difíciles, del Centro de terapia breve. Los autores señalan que es fundamental hablar de la persona de Don Jackson en la fundación del MRI. Sin su persistenc ia v su visión, quién sabe qué curso hubieran tomado todas las invenc iones de la gente iluminada de la época. Jackson, de alguna manera, fue el que se enfrento al establecimiento constituido por la comunidad psiquiátrica de la época y no tuvo dudas en manifestarles su adhesión a la nueva concepción de los problemas humanos. Fue su carácter abierto y sus habilidades diplomáticas los que proveyeron apoyo financiero para que las investigaciones y proyectos pudieran continuar y florecer. Entre otros, permitieron que Virginia Satir lanzara el primer entrenamiento en terapia familiar financiado por una beca del National Institute of Mental Health. Bajo el capítulo «La insostenible frialdad de la terapia breve», los autores recalcan la simplicidad de los principios usados en ese marco pero la dificultad en su implementac ión. Retoman el relato de los personajes involucrados en su creación para dar la impresión clara de que, si bien el Centro de terapia breve puede parecer un tanto ais lado del contexto de las demás investigaciones que habían ocurrido en el MRI hasta entonces, fue el resultado de la evolución de los diferentes proyectos en los cuales sus fundadores, Richard Fisch, John Weakland y el autor de este prólogo, habían partic ipado. Si bien Bateson nunca fue parte oficial del MRI, sus ideas ciertamente fueron puestas a prueba por estos profesionales; John Weakland había trabajado con Erickson de manera tan intensiva en Phoenix que sus enseñanzas se habían constituido en la parte principal de su trabajo en Palo Alto. Terminan el capítulo señalando que casi todas las corrientes «nuevas» de terapia familiar tienen sus orígenes, más lejanas o cercanas, en el trabajo de los fundadores del Centro. Muy pocos de los discípulos en el mundo admiten esta influencia abiertamente. Dos cosas nos vienen a la mente al terminar este prólogo. Una es la de la permanencia de la noción de cambio que sigue hasta el presente: los autores nos cuentan que Bateson solía tener reuniones abiertas todos lo jueves en su casa, donde se discutían temas de interés general con jóvenes entusiastas que luego llevaban la antorcha a
Prólogo
nuevas disciplinas; Milton Erickson recibía a Jay Haley y John Weakland (y también a todos sus pacientes) en su casa en Phoenix; hoy en día, la tradición se sigue en casa de John Weakland los martes por la tarde. A pesar de su alejamiento del MRI por razones de salud, en su casa convergen Steve DeShazer, Insoo Berg, Wendel Ray, la autora de este prólogo entre otros muchos, interesados en oír lo que el «viejo sabio» tiene que decir. Parece haber algo que no ha cambiado: son las reuniones informales las que son fuente valiosa de intercambio de ideas. La otra cosa que nos viene a la mente es la construcción de puentes- y caminos en común con corrientes de terapia breve con las que • tenemos conceptos en común. Derivadas de las enseñanzas de los grandes maestros esperamos que forjarán un futuro para que siempre haya terapeutas cuya misión primordial sea la de aplacar el sufrimiento humano sin tener que recurrir a la bioquímica. Este libro con su claridad y su perspectiva es un gran paso hacia evitar la compulsión a la repetición, las soluciones intentadas que no funcionan. Palo Alto, California, 1994 Mental Research Institute Karin Schlanger Paul Watzlawick
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Advertencia al lector
ADVERTENCIA AL LECTOR
Se impone una última advertencia: aunque la mayor parte de las ideas y de los conceptos expuestos en esta obra se deben a los miembros del grupo de Palo Alto, es evidente que asumimos la entera responsabilidad del uso y de las adaptac iones que hemos hecho de ellos.
Esta obra se ha realizado a partir de nuestra experiencia personal en el Mental Research Institute (MRI) con ocasión de vanas temporadas pasadas ^en Palo Alto repartidas en un período total de diez años (de 1981 a 1991), de investigaciones bibliográficas y de conversaciones personales con los diferentes protagonistas a los que mencionaremos en nuestro relato. La mayor parte de nuestras conversaciones se realizaron entre 1989 y 1991; no hemos considerado útil precisar su fecha exacta en las citas, ya que algunas de ellas agrupan informaciones obtenidas en diversos momentos. En cada ocasión, hemos intentado mantener el espíritu y el contexto en el que se han manifestado nuestros interlocutores. En lo referente a las fuentes bibliográficas, hemos conservado ¡as fechas de aparición de las ediciones originales a fin de que el lector pueda situar los documentos en el tiempo. Por el contrario, cuando los textos han sido objeto de una traducción, los números de las paginas remiten a ésta, En cambio, hemos traducido nosotros mismos las conversaciones personales así como las citas de obras no traducidas de su original. Nos hemos esforzado en seguir de forma cronológica el desarrollo de las ideas del grupo de Palo Alto. Sin embargo, la intrincación de los diferentes contextos no permite una descripción estrictamente lineal. Para facilitar la orientación temporal de los lectores, hemos incluido, al final de la obra, un cuadro cronológico que recoge las publicaciones y los acontecimientos personales principales que jalonan nuestro relato. 16
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Introducción
INTRODUCCIÓN
Hay lugares cuyos nombres son como jalones de la historia, señales de una época, emblemas de una generación o eslóganes que reflejan una corriente de ideas. Palo Alto puede indudablemente pretender formar parte de ellos. ¿«Extraño atractivo» o simplemente el desván del «nuevo paradigma» de las ciencias sociales? De buen o mal grado, esta pequeña ciudad c aliforniana ha adquirido una reputac ión que probablemente no merece s i nos limitamos a los hechos his tóricos. No obstante, una serie de personalidades se han reunido en ella, en momentos diversos, para cristalizar las ideas nuevas de la época. Y Palo Alto es, en el espíritu del público en general (europeo en todo caso), un nombre un poco mágico que se menciona para significar una pertenencia. Es s in duda concederle un honor excesivo, pero, después de rodo, sólo se hacen préstamos a los ricos. Es cierto que Palo Alto se ha procurado unos buenos ahorrillos durante los cuatro últimos decenios. Además de atribuirle la paternidad de la terapia familiar, se lo asocia a la «nueva comunicación»1, a la cibernética, a la sistémica y, más recientemente, al constructivismo. Se lo cons idera a vec es como el abanderado de la epistemología s istémica y se relac ionan con él unos nombres que, tomados cada uno de ellos separadamente, son va unos monumentos: Gregory Bateson, Paul Watzlawick, John Weakland, Richard Fish, Don Jackson, Milton Erickson, Heinz von Foerster, Jay Haley, Virginia Satir...
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Como ocurre con toda leyenda, es cada vez más difícil discernir la trama del tejido del bordado y, de todos modos, cuanto más se examinan los detalles, mayor valor se le encuentra al conjunto. Nuestra tarea aquí no consiste tanto en desmitificar cuanto en multiplicar los ángulos de visión para afinar la imagen. Este es el tema del presente libro: desenredar la red relacional, hacer el inventario cíe las riquezas e intentar delimitar los hechos que han permitido a Palo Alto ganar sus laureles. Cuando un colaborador abandona el MRI, se oye a veces esta reflexión: « ¡Ah, quizás va a fundar el grupo de Palo Alto!» Sin duda es una humorada pero que refleja muy bien esta afirmación cien veces repetida de Paul Watzlawick: «El grupo de Palo Alto no existe.» Aunque los miembros del MRI son s in duda los mejor situados para hablar de ello, no obstante esto merece algunas precisiones. Si hablamos de un grupo formal, reunido a la vez en el tiempo y sn el espacio, y que reivindique o haya reivindicado tal apelación, es cierto que no existe nada así, o que incluso nunca ha existido. Pero, dicho esto, los conceptos sobre los que tanto Bateson como el equipo del MRI fundan sus trabajos tienen los mismos orígenes cibernéticos y sistémicos; dirigen todos la misma mirada interaccional sobre el comportamiento humano. Como construcción mental, puede descubrirse en este grupo invisible una especie de «estructura que une», una metáfora que nos permite determinar mejor el nacimiento de una nueva concepción del hombre, de un nuevo «paradigma» 2 . Entonces, trazar la historia del grupo de Palo Alto es determinar un episodio de la historia de las cienc ias humanas y exponer la aparición y la evolución de la «epistemología sistémica» en este campo particular del conocimiento. Epistemología, paradigma son éstas las grandes palabras lanzadas al viento. Tan grandes que pueden parecer desmesuradas y engañosas. Muchos investigadores sagaces podrán presentir la superchería, la trampa de las palabras y de las ideas que sirven para cubrir con un barniz de respetabilidad unas posic iones poco rigurosas. Es cierto que el conjunto de las ideas que desarrollaremos en estas páginas suscita aún muchas preguntas, presenta muchas imprecisiones termi-
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Introducción
nológicas y llama al debate contradictorio. A fin de cuentas, el lector será el único juez. Sin embargo queremos mostrar en este libro que el conjunto de los trabajos agrupados habitualmente bajo el nombre (poco controlado, lo admitimos) de «grupo» o también «escuela de Palo Alto» revela los elementos característicos de un cambio epistemológico. Todo cambio fundamental de óptica necesariamente lleva consigo un profundo cambio de valores y a través de las crisis es como puede medirse el camino recorrido. Veremos que estas crisis en Palo Alto han sido numerosas y que han permitido precisar y afinar las prácticas. Intentaremos pues, al final del relato de estos momentos importantes de la «escuela de Palo Alto», poner de relieve los valores esenciales de ese nuevo enfoque del comportamiento y de sus implicaciones sociales, incluso políticas. Nuestro camino personal nos ha llevado a realizar, en sentido inverso, el recorrido que proponemos en esta historia de Palo Alto. En primer lugar nos sedujo la originalidad del método de cambio elaborado en el MRI; pero la aparente simplicidad del modelo de la «terapia breve» revela enseguida una característica esencial de la comunicación: el contexto es el que posee las claves del sentido. Tuvimos que salir a descubrirlo: los primeros trábalos del MRI, las investigaciones sobre la comunicación, la hipótesis de la doble coacción... Nuevos asombros, nuevos rompecabezas: Bateson no se deja domar fácilmente. Chocamos con una masa impresionante de alusiones y de referencias: Gestalt, cibernética, sistemas, información. Navegamos al buen tuntún entre los tipos lógicos y suspiramos ante el muro del segundo principio de la termodinámica. Palo Alto sabe hacerse desear, al menos si se quiere comprender todo su alcance. Entonces, ¿es necesario comprender a Bateson para realizar la terapia breve? No, sin duda, igual que es posible leer a Bateson sin sentir el menor interés por el enfoque terapéutico del MRI. Sin embargo, hemos descubierto que, para comprender el enfoque interaccional del cambio, para captar sus implicaciones y pode/ utilizarlo sin correr el riesgo de limitarse a una caricatura, vale la pena ver lo que se ocultas tras las técnicas «mágicas» del equipo del MRI. Igualmente, si se siente interés por las consideraciones epistemológicas de Bateson, vale la pena estudiar la vis ión original del cambio propues-
Introducción
ta por el MRI. Aquí también el conjunto ofrece mucho más que la suma de las partes. Hemos concebido este libro corno un instrumento que facilite el acceso a la obra de los diferentes miembros del grupo bicéfalo de Palo Alto. Para hacerlo, nos ha parecido importante evitar las elipsis y las abreviaciones, en especial en lo que concierne a los conceptos fundamentales del enfoque interaccional. Nuestro relato traza la evolución de las personas y de las ideas que encarnan el grupo de Palo Alto. Se divide en tres grandes partes que se suceden (en la medida de lo posible) de forma cronológica. Proponemos una rápida visión de conjunto de ellas antes de pasar al plano más detallado. 1) Hacia una ciencia de la comunicación. Siguiendo la trayectoria de Gregory Bateson describiremos las principales etapas de la llegada a una concepción interaccional del comportamiento. Veremos que es te enfoque tiene sus raíces en la biología y la antropología y que ad quiere forma nutriéndose de los conceptos de la cibernética, de la teoría de los sistemas y de la teoría de la información. 2) La doble coacción y más allá. Nos detendremos en un momento importante del grupo de Palo Alto: el «proyecto Bateson». Encuentro de la cibernética y de la psiquiatría, la hipótes is de la doble coacción trastornará la perspectiva terapéutica de la época y abrirá el camino a la terapia familiar. Aportará la celebridad a sus autores y precipitará la creación del MRI. 3) El MRI y el Centro de terapia breve (CTB). En 1959, Jackson funda el Mental Research Institute en Palo Alto y Bateson permanece en la periferia. La llegada de Paul Watzlawick, en 1960, va a contrarrestar la marcha de Bateson y permitirá que el instituto adquiera una categoría internacional; se convierte muy pronto en el abanderado del grupo de Palo Alto. La historia del MRI se convierte en la historia de la evolución de una concepción de la terapia sistémica influenc iada por las prácticas de Milton Erickson. La trama general de la intervenc ión terapéutica llega a su versión más concisa con el nacimiento del Centro de terapia breve a finales de los años sesenta. Veremos por último que actualmente el enfoque del MRI rebasa el contexto de la psicoterapia para extenderse a muchos otros sectores de la vida social. 21
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Introducción
Nos quedará entonces hacer un balance, provisional, del grupo de Palo Alto , Mientras que se creía enteramente consu mada la ruptura con el parad ig ma sistémico del p rincipio, las teorías constructivistas defendidas por Paul Watzlawick hacen reaparecer a la cibernética (de segundo orden) en los conceptos de la terapia. Aunque los trabajos posteriores de Bateson ya no tienen un lazo d irecto con la enferme dad mental, intentaremos mostrar s in embargo que las dos posicio nes acaban por encontrarse de manera d ialéct ica y que llegan a una visión co mp leja y muy o rig inal del ho mb re, del espíritu y de los procesos de camb io. La historia de las ideas de este grupo «invisible» de Palo Alto permit irá, así lo esperamos, o frecer, a fin de cuentas, una v isión un ita ria del paradig ma sistémico. Visión integradora y trascendente de las parejas hab itualmente cons ideradas contrad ictorias co mo el ind ivi duo y el s istema, la contemp lación y la acción . Intentaremos también co mp render las implicaciones éticas y polít icas del en foque de Palo A lto. «Pensar globalmente, actuar localmente» es una cons igna que actualmente se oye mucho , no sólo en la v ida social sino también en los proyectos de la ciencia moderna. Intentaremos mostrar como el g rupo de Palo Alto, a través de una síntesis de sus trabajos, puede ofrecer una defin ición operacional de esta fórmu la.
CUADERNO DE RUT A
¡Es d ifícil enco nt rar u na ilust ració n mejo r d el co nst ru ct iv is mo qu e la llegad a al M RI! Uno no espera ten er qu e rep et ir el no mb re del inst ituto al taxista y sobre todo ver cómo levanta las cejas con un aire int errog ador cuando está segu ro de hab erlo co mp rend ido co rrectamente. No conocen el M RI, in cluso en Palo A lto , sob re to do en Palo A lto 1 . « ¿Fo rma p arte d e la Un ivers idad Stan fo rd?» « No .» Bien, habrá que contentarse con la dirección. Y una vez allí, es el vi sitante el que recibe el choque. Desde luego, ya sabía que no es un edificio in menso, pero a pesar de todo ... Un pequeño cuad ro de cés ped, un pequ eño let rero de madera con las letras M RI y el nú mero , 555. Estamos en Middlefield Road, a dos pasos de la calle co mercial principa l de Palo A lto. « Pequeña ciudad californ iana», co mo acos tu mbramos a llamarla; pero ¡tamb ién hay que aclarar los crit erios de co mparación ! Palo Alto se encuentra entre San Francisco y San José, en la entrada del Silicon Valley, y no es ya el pequeño refugio de paz adonde los ricos ven ían a ret irars e y a d is frut ar del so l y del cielo azu l, apenas hace veinte años. La ciudad h a crecido , el tráfico tamb ién , s i n h ab lar del p recio de los alqu ileres. Pod emos ap ostar qu e 23
Cua derno de r uta
dentro de muy poco será difícil encontrar mucho espacio libre entre las dos ciudades y saber si Palo Alto está en los alrededores de San Francisco o en los de San José. El instituto es un pequeño edific io rectangular, de treinta metros por veinte aproximadamente; se entra en él por una especie de porche con una reja de hierro forjado que se cierra por la noche y que da a un pequeño patio arbolado desde el que arrancan dos escaleras que conducen al primer (y único) piso del edific io. Esto en cuanto a l decorado. Sharon está en la recepción y allí descubrimos la lista del personal en los buzones, como en cualquier oficina, salvo que se nos encoge un poco el corazón al leer los nombres de Bodin, Fisch, Riskín, Segal, Weakland, Watzlawick... Esta vez no hay duda, ¡hemos llegado! Generalmente, conocéis ya a Karin Schlanger porque es ella la que se ha ocupada Je la organización de vuestra llegada. Es un verdadero consuelo encontrarla, porque os permite hacer una pequeña pausa en vuestros esfuerzos desesperados por recobrar el inglés (con salsa americana, además). Tanto si sois francés (su madre es de origen belga), alemán (su padre procede de Austria), español (ella nació en Argentina) como italiano, ella os da la bienvenida en vuestra lengua mater na; no es extraño que Paul Watzlawick la haya hecho su ayudante. En general, os sentís tan aliviados que las palabras se atropellan, queréis saberlo todo y es el momento de aprovecharse. Además, con la diferencia de horario, os sentís un poco cansados. Rápido, un plano de la ciudad, encontráis un pequeño motel en El Camino Real (es la gran arteria que une San Francisco con San José, bordeada de tiendas y de moteles separados por los McDonald’s, Sizzler's u otros Kentucky Fried Chicken: verdaderamente es América tal como la imagináis en vuestro país). Os vais a dormir. Mañana, todo será más claro. Miércoles al mediodía. Dick Fisch está en la sala de observación del Centro de terapia breve, conecta el vídeo, examina las casetes con Karin; es más bien pequeño, calvo, la sonrisa un poco burlona, los ojos brillantes de picardía, un verdadero diablillo gracioso que siempre tiene un buen chiste para contar. Es cierto que ha seguido cursos de teatro, lo que le ayuda a proponer a los pacientes las tareas más inverosímiles con una convicción y una seriedad a toda prueba. Desde hace algunos años, sigue cursos de piloto (lo que explica s in duda 24
Cua derno de r uta
su gruesa cazadora de aviador). Regularmente le propone a su amigo John llevarlo él mismo a la otra punta de los Estados Unidos para un seminario, oferta amablemente declinada hasta el momento. Precisamente llega John Weakland. Trae el correo de antiguos participantes en seminarios, en programas de formación, en el programa residencial... y discute sobre ello con Dick. Hay mucho humor, los dos hombres son amigos desde hace más de treinta años, y esto se ve. Con más de Setenta años; John está siempre alerta, y estalla en una risa estruendosa con los chistes de Fisch. Es curioso, hace que le presenten a los recién llegados y les dirige unas palabras amables con su voz grave y un poco temblorosa, difícilmente comprensible cuando no se está acostumbrado. Habla despacio, haciendo largas exposiciones acompañadas con movimientos de la cabeza —lenguaje marcadamente hipnótico—, pero siempre es así. Una impresión general de anc iano sabio, de maestro zen. Hay que contenerse para no pedirle que cuente todo su pasado de leyenda: los diez años con Bate-son, Jackson, los encuentros semanales en Phoenix con Erickson, y rodo lo demás... Ha debido Hablar de "ello miles de veces. 12 b 13. Llega Paul Watzlawick. Alto, delgado, muy erguido, la distinción germánica. Ropa clás ica un poco anticuada, saluda a todos con un movimiento de la cabeza, dice unas palabras en español a Karin, un bonjour a los visitantes francófonos, disimula mal su placer al hacer algunas preguntas a la nueva residente italiana: siente un gran amor por Italia y le encanta hablar italiano. Serio, muy tranquilo, le cuesta trabajo acostumbrarse a las prácticas americanas un poco «vulgares», como por ejemplo el hecho de llamarse enseguida por el nombre de pila (o, peor, por su diminutivo) sin conocerse. Muy «vieja Francia» en definitiva (tal vez vieja Austria), pero sin ninguna pretens ión. En todo caso, los «maestros» no son sabihondos, lo que es más bien raro en la profesión. « ¿Quién realiza la sesión?» Todos lo hacen por turno: los tres seniors y los jóvenes (Karin Schlanger, Lucy Gilí, Patricia Emard2 ). Esta 25
Cuaderno de ruta
vez, le corresponde a Lucy. Como no tiene su licenc ia californiana de terapeuta, se necesita el consentimiento de la nueva paciente, No hay ningún problema: Fisch le ha presentado a Lucy, le ha explicado el plan de la terapia, y la pac iente lo ha aceptado. La paciente va a llegar a la sala de consulta; Lucy le abre la puerta y lo aprovecha para apagar la luz de la minúscula sala de observación (para el espejo sin azogue). Los tres maestros están sentados uno al lado del otro detrás del espejo, los otros discretamente se sientan donde pueden. De todos modos, como la sesión se filma en vídeo, puede verse a la paciente y a la terapeuta en ¡a pantalla del monitor. Lucy pregunta los datos de orden general, vuelve a explicarle el plan y le hace firmar el formulario de consentimiento para que se utilic en las grabac iones con fines estrictamente profes ionales (en los Estados Unidos no se bromea con esta clase de precauciones legales). Y empieza la sesión: « ¿Qué es lo qué la trae aquí?» Y todo sucede «como en los libros». El modelo es simple y claro. Lucy es sonriente y eficaz. Paul Watzlawick permanece silencioso, a menudo con la cabeza baja, la mano delante de los ojos, parece desinteresarse completamente de lo que está pasando. John Weakland hace de vez en cuando un comentario a su vecino más próximo (que muy a menudo no comprende nada de lo que acaba de decirle), sale de la habitación durante un cuarto de hora, vuelve y parece no haberse perdido nada de lo que se ha dicho durante su ausencia. Fisch está atento pero a la menor ocas ión s alta para decir unas palabras agudas. A veces, todos se echan a reír, lo que irrita mucho a Watzlawick que emite un «chitón» perentorio. Pero el desorden es sólo aparente, todos saben adonde va Lucy y la menor imprecis ión en el interrogatorio susc ita una llamada inmediata por el interfono: -Ella acaba de decir que pasa bien las tardes, ¿podrías preguntarle lo que hace precisamente en esos momentos?» No se deja «nada al azar es neces ario que puedan hac erse una repres entac ión c lara y prec is a («Como en una película de vídeo») del comportamiento de la paciente y de las reacciones de su entorno. E inmediatamente Comienza el tratamiento; todas las ocasiones son buenas para, desde el comienzo de la primera sesión, iniciar la contrapartida de unos intentos de solución. Si la paciente está muy impaciente (!) por ver desaparecer su molesto síntoma, todas las respuestas de Lucy irán en el sentido de 26
Cuaderno de ruta
Recomendare la espera , Como estaba en Nueva York, fui a esta conferencia y, evidentemente, ¡yo era uno de los primeros presentadores! En aquellos momentos, hacia una semana que estaba en Nueva York, conocía ya cien palabras de inglés, entonces presenté mis ideas sobre la memoria. Una vez más, varias personas conocían el alemán y me ayudaron mucho. Un poco más tarde, el mismo día, me llamaron y me dijeron: "Querido señor von Foerster, su exposición nos ha interesado mucho, es fascinante: pero, el modo como la ha presentado... ¡Su inglés es abominable!" "Bien, ustedes saben que sólo hace muy pocos días que llegué y..." "Lo entendemos muy bien y precisamente nos preguntábamos: '¿Cómo hay que hacerlo para que aprenda el inglés 73
Hacia una ciencia de la comunicación
un poco más deprisa?' Entonces ya lo hemos decidido, le hacemos secretario de la conferencia." ¡Era la A mérica de esa época! La A mé rica que ofrecía todas las oportunidades. Así, me convertí en el secretario y, algunas semanas más tarde, recibía un montón de papeles enorme y tenía que corregir a Gregory Bateson, Warren McCulloch, Margaret Mead, Julián Bigelow, etc., todas estas personalidades que, además, eran brillantes oradores» 17 .
2,5. Nuevos conceptos para las ciencias humanas La interacción del ho mbre con su entorno en el sentido amplio se efectúa a través de la co municación, del intercamb io de in formacio nes a múlt ip les niveles. Estos intercamb ios se estructuran y se ins tauran unas reglas relaciónales, ya sea en nuestra familia, en nuestros grupos de pert enencia, en nuestro n iv el pro fes ional, en nuestro g ru po cu ltural, etcét era. Recib imos la in fluen cia de las personas de nuestro entorno e influ imos sobre ellas. Todo co mportamiento (o co mun icación en el sentido amp lio) se inscribe en estos lazos o en estas redes de interacciones. Así pues, para algunos, la cibernética ha representado la esperanza de un impulso extrao rdinario para el estudio de los sistemas vivos complejos, en part icular mediante la utilización de iso morfis mos. Según W ien er, la cib ernét ica ofrecía un mo delo para el estud io de la pato log ía y de la «no rmalidad» en el co mpo rtamien to hu mano. Naturalmente, los part icipantes en las conferencias Macy eran ya conscien tes del hecho de que la ap licación de t odos estos trábalos al ho mb re y a la sociedad debía hacerse con prudencia: «Todos sabemos que tenemos que estudiar los organis mos y no los ordenadores si queremos exp licar el o rgan is mo . Las d iferencias de niveles de o rgan ización pueden ser más que cuant itat iv as. Sin embargo , se
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ad mit irá que, b ajo ciertos aspectos, estos modelos ofrecen unos facs ímiles bast ante conv incent es d e los p ro cesos o rg án icos o so cia les» . W iener co nsid eraba que, aunq ue era casi imposib le llegar a una ap licación matemát ica de la cibern ét ica en las cien cias hu ma nas, no obstante era totalment e posib le ap licarle sus conceptos fo rmales: « La clarificación conceptual de los aspectos formales de las relacion es sociales p ued e apo rt ar una cont ribución pos it iva a la ciencia de la socied ad» 21 . Todos los t rabajos posteriores de Bateson i r á n en esta dirección. As í pues , ant es d e abo rd ar el estud io d e la co mun icación h u ma na, vamos a recapitu lar los conceptos esenciales sobre los que los miembros del grupo d e Palo A lto fundamentarán su enfoque interaccional d el co mpo rt amien to hu mano . Examin aremos los pro cesos de causalid ad c ircu lar, la teo ría d e los t ipos lóg icos , y acab aremos con una expos ición un po co más d etallada d e la noción de in fo rmación.
2.5.1. Los fenómenos de causalidad circular Uno de los princip ios de la ciencia «clásica» fo rmalizada p rincipalmente en el famoso Discurso del método de Descartes"2 , consistía en considerar que, si queremos llegar a co mp render la co mp lejidad de nuestro universo, debemos antes co mp render sus elementos consti tutivos. Es necesario pues divid ir: discip linas de estudio bien separa das, campos de investigación precisos, variab les bien defin idas y contro ladas po r el experimentado r, que deb e determinar la impo r tancia relat iva de cada una de las variables somet iéndolas a un test sucesivamente mient ras mant ien e las ot ras constan tes. El in vest iga-
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dor debe permanecer «objetivo» y llegar a una cuantificación de las variables. La cibernética y la teoría general de los sistemas defenderán una vis ión muy diferente del enfoque de los fenómenos complejos, sosteniendo que un anális is de cada elemento de un sistema no permite captar las características del conjunto. El func ionamiento de una célula, por ejemplo, no puede comprenderse estudiando únicamente y separadamente cada uno de los elementos que la constituyen. El conjunto posee unas propiedades que no son reductibles a las de los elementos tomados separadamente. «En los sistemas simples, la cibernética tiene poco interés. Mientras es posible hacer variar un solo fac tor a la vez, el método antiguo func iona, pero cuando los sistemas y las variables son tan dinámicos y están tan interconectados que el cambio de un factor produce automáticamente la alterac ión de uno o de varios factores distintos, entonces el método tradicional ya no resiste. Hasta ahora, la ciencia tendía a evitar este género de fenómenos, concentrándose en lo s imple, lo particular, lo reductible»23 . Una de las características principales de estos sistemas es que obedecen a unas reglas de causalidad diferentes de los fenómenos s imples estudiados por la física clás ica. Si el sistema en su totalidad responde a una cierta lógica, principalmente s i tiende hac ia una norma de funcionamiento estable, es evidente que sólo s e podrá comprender el s entido del c omportamiento de uno de s us elementos s i lo s ituamos en el c ontexto del conjunto del que forma parte, porque está «controlado» por el conjunto. Por tanto, es necesario distinguir dos niveles de descripción y de anális is : si nos situamos a nivel de un elemento prec iso, puede parec emos que su c omportamiento es una reacc ión a una causa determinable, pero s i nos situamos con una cierta perspectiva, de manera que podamos observar el conjunto del s istema, el sistema de causalidad lineal ya no vale: cuando diferentes elemen tos están en interacción, en cualquier punto del sistema, el comportamiento de un elemento es una «c ausa» para el elemento que lo sigue en el lazo o el circuito de interacción, la causalidad es enton ces «circular».
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La línea recta causa (pasado) ----- >vertido en un ciclo de influencia mutua:
efecto (futuro) se ha con
Cuando nos encontramos frente a unas variables múltiples interdependientes, la situación exige recurrir a nuevos instrumentos conceptuales y a nuevos métodos de tratamiento. Recurriremos a la «modelización» y a la «simulación», es decir, que nos esforzaremos por llegar a una representación (matemática, gráfica, verbal...) del sistema que hemos de describir y de su funcionamiento. Sin duda el modelo será simplificado con respecto a la situación concreta, pero deberá respetar los lazos formales entre las variables, la estructura, y, haciendo variar el modelo, simulando el fenómeno a estudiar, podremos obtener informaciones sobre la dinámica del sistema modelizado. Así pues la sistémica recurrirá a un razonamiento de tipo analógico, con las ventajas y los inconvenientes de este tipo de enfoque: pérdida de precisión cuantitativa, dificultades en la elección de un modelo adecuado para la situación estudiada, pero respeto a las cualidades propias de los fenómenos complejos y a las interacciones entre los elementos.
2.5.2. La teoría de los tipos lógicos Acabamos de ver que, cuando se estudian unos sistemas de ele mentos en interacción, es necesario distinguir los niveles de anális is: los parámetros que conciernen al circuito en su conjunto no pueden ser considerados en el mismo plano que los parámetros que conciernen a los diferentes elementos del circuito; deben ser objeto de un tratamiento diferente. Si deseamos por ejemplo modificar ciertas normas de funcionamiento del sistema entero, como la temperatura media de un sistema de calefacción o la velocidad media de un motor, debemos recurrir a un tipo de información diferente de la que transmiten los feed-back. Estos permite una regulación del sistema respecto a dichas normas pero no pueden modificar la norma mis77
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ma. Para hacerlo, es necesario «recalibrar» el sistema entero. Regular el botón del termostato, cambiar la velocidad en el coche (y no solamente acelerar o desacelerar mediante el pedal del acelerador, lo que constituye una simple actividad de regulado con respecto a la velocidad deseada), son unos ejemplos de «calibración», término utilizado por Bateson para designar una modificación de la norma. «En la medida en que los que investigan en este campo tan diversificado — que yo llamó aquí con un solo nombre: "ciencias del comportamiento" ignoran todavía los problemas suscitados en Principia Mathematica, se ofrecen simplemente el lujo del desuso, inc luso de unos sesenta años de retraso»24 . La formula sitúa muy bien la importancia que Gregory Bateson concedía a la obra monumental de Ber-trand Russeli y Alfred Whitehead, dos filósofos y matemáticos ingleses. Entre 1910 y 1913 fue publicada esta obra impresionante (por otra parte prácticamente ilegible para quien no disponga de un conocimiento profundo de la lógica y del razonamiento matemático) que abordaba el «tratamiento matemátic o de los princ ipios de las matemáticas». William Fry y John Weakland, dos colaboradores de Bateson en el proyecto de la «doble coacción», todavía se acuerdan de las horas que tuvieron que dedicar, obligados por Bateson, a la lectura de los tres voluminosos tomos llenos de signos cabalísticos que sólo un Champollion de las ciencias humanas hubiese podido reconocer como lo que eran: símbolos y ecuaciones de lógica formal. Pero Bateson estaba lejos de poseer una formación matemática sólida, y no eran las largas demostraciones lógicas las que le interesaban en la obra. Lo que llamó su atención fue una distinción que hacían los autores, y esta distinción se refería a unas consideraciones; de un alcance mucho más general que el razonamiento matemático. Se refería al procedimiento de la abstracción Lo que Russell y Whitehead ponían de manifiesto es que, cuando se trata de unos elementos particulares que son miembros de un conjunto de elementos, es absolutamente imperioso distinguir el discurso que concierne a los conjuntos elementos individuales del que concierne al conjunto', a la globalidad de los elementos. Es imperioso porque, si se los confunde, el razonamiento que seguirá después corre el peligro de quedar inevita-
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blemente dañado por conclusiones paradójicas. En dicha obra, los autores proponían pues un medio de resolver este problema de las paradojas que había mantenido en vilo a los filósofos y a los matemáticos durante más de dos milenios. El dibujo que ofrecemos a continuación ilustra una de las paradojas mas célebres, la de Epiménides el Cretense que decía: «Todos los cretenses mienten.»
Lo interesante de este dibujo es que los dos tipos lógicos aparecen en el muy c lara y explíc itamente: la pancarta es una informac ión que concierne a todas las personas que van a tomar la palabra en esta reunión, y la burbuja es la afirmación del pobre Fred... ¿o Frank? Una afirmación que concierne al conjunto de los cretenses no puede ser considerada igual a una afirmación concerniente a Epim énides, por ejemplo. No fue tanto la «solución» de la paradoja; lo que interesó a Bateson, sino la distinción aportada por Whitehead y Russell: la existencia de una estructuración jerárquica de las proposiciones del lenguaje. Cuando se formula un enunc iado sobre un conjunto, este enunciado es de un orden de abstracción superior a los enunciados emitidos sobre los elementos particulares de dicho conjunto. En otras palabras, no se puede, por ejemplo, considerar en el mismo plano lógico a un individuo preciso (un hombre) y «al hombre» en general (la clase de los seres humanos): este último es el resultado de
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Una abstracción de las cualidades comunes a los diferentes individuos que componen la especie humana.-Para llegar a la clase hemos de pasar por una operac ión mental de abstracción y de generalización. Por consiguiente, abandonamos la cosa misma para pasar al nombre de la cosa: no es posible tocar, ver, oler al «hombre», igual que, .como decía Bateson, la palabra «gato» no maúlla. Esta distinción parece ser evidente, pero no olvidemos que en nuestro modo de comunicación más habitual, el lenguaje verbal, la diferencia entre estos dos niveles lógicos no aparece, y, en todo caso, no tenemos conciencia de que se impone una distinción de sintaxis cuando pasamos de un nivel a otro. Ya lo hemos dicho, Bateson ha prestado siempre mucha atención a no confundir los niveles de abstracción. Un término que sirve para describir un fenómeno general es de un nivel de abstracción superior al fenómeno descrito, y el investigador debe recordar tal distinción bajo pena de atribuir a la abstracción las propiedades del fenómeno mismo y de conferirle un orden de realidad que en ningún caso puede reivindicar. La teoría de los tipos lógicos le ofrecía pues un instrumento científico para evitar ciertas amalgamas semánticas inadecuadas. No obstante hay que decir que Alfred Korzybski ya había señalado los peligros de confusión entre los diferentes niveles de abstracción del lenguaje en su célebre obra Science and sanity. Korzybski había también elaborado un método terapéutico concebido para que los individuos pudiesen darse cuenta de ciertas confusiones lógicas. A él se debe el célebre enunciado que resume perfectamente la teoría de los tipos; «El mapa no es el territorio», fórmula que Bateson recogerá muy a menudo en sus trabajos 27 . ¿Por qué se fascinó Bateson? Porque, si consideramos que el individuo ha de tratar, clasificar y generalizar las informaciones que recibe del mundo, es muy posible que puedan introducirse algunos errores en este tratamiento de las informaciones, y que algunas sean
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atribuidas a un cierto nivel lógico mientras que son de un tipo diferente. ¿Qué puede pues suceder en este caso? ¿Podemos imaginar que el individuo en ciertos momentos pueda encontrarse en la imposibilidad de «funcionar» adecuadamente? Veremos, en los capítulos que siguen, que precisamente a esta conclus ión debían llevarle sus investigaciones sobre la comunicación. Pero, para comprender bien el cambio de punto de vista aportado por la c ibernética, hay que abordar la noción de «informac ión» que es la base, la «partícula elemental» a partir de la cual podrá elaborar se todo el razonamiento, todo el proceso explicativo del comportamiento. Nos esforzaremos por ser lo más claros posible sobre todas lis implicaciones de este concepto pero, prevéngase ya el lector, no conseguiremos completamente llevar a cabo nuestra tarea. En efecto, es «el más vicioso de los camaleones conceptuales», como dice Heinz von Foerster. Pero esto no debe asustarnos; cuando la ciencia intenta delimitar los «bloques de construcción» de nuestro mundo, ya se trate de la materia, de la energía o, en este caso, de la información, en resumidas cuentas es bastante bueno que tenga que acabar por declarar su impotencia. Ello no significa sin embargo que estos conceptos no sean útiles, en el sentido propio de «utensilios» que permiten ha cer progresar nuestro conocimiento del mundo.
2.5.3. La información'"
Igual que su «hermana» la comunicación, la noción de información abarca un campo semántico enorme y, cuando todos creemos saber bastante claramente lo que significa, vemos que se disuelve y se ramifica a medida que intentamos precisarla. Intentaremos definir el lugar que ocupa en el conjunto de los conceptos de base de la ciencia moderna, ya que éste es el título que reivindica actualmente. Para comprender bien la importanc ia de la aparic ión del concepto de información en el corpus explicativo de las ciencias, es necesario contar su historia, que va ligada a unas nociones que los aficio-
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nados a las ciencias hu manas t ienden más b ien a querer olv idar. En efecto, ¡tenemos que remontarnos a nuestros cursos de fís ica, y más part icu larment e a las ley es de la termod inámica, enun ciadas po r Clausius en 1865! « El supuesto especialista en ciencias del comportamiento , que lo ign ora todo de la estructu ra fundament al d e la cien cia y. de tres mil años de reflexión filosófica y human ística sobre el hombre —que no puede definir, por ejemp lo, n i qué es la entropía ni qué es un sacramento—, haría mejo r permaneciendo tranqu ilo, en lugar de añadir su contribución a la jungla actual de las hipótesis chapuceras»2 '. ¡Vergüenza para nosotros! Si no querernos quedarnos fuera de juego, debemos llenar estas lagunas lo más pronto posible. Pero, dejando aparte todo sarcas mo, intentaremos mostrar que es te lazo con las ciencias «duras» proyecta una lu z n ecesaria p ara la buena co mp rens ión de este con cepto part icu larment e láb il. '
a) La termod inámica y la info rmación Para empezar se impone un a p recaució n : no so mos t ísicos. Po r tanto nuestra amb ición se limitará a presentar estas nociones de un modo accesible a un público no especializado. No recurriremos a formu laciones mat emát icas, sino que nuestra p reocupación consist i rá en ev itar los erro res de interp ret ación a fin de p ermit ir que los lecto res interesados por la cuestión puedan realizar !as apro ximacio nes necesarias s in chocar con las dificu ltades de una termino logía demasiado laxista. La primera de las dos leyes de la termodinámica 30 enunciadas por Clausius define el p rin cip io d e conservación de la energ ía; afirma que «la energ ía del mundo es constante». Concierne pues a la cantidad de la energ ía del mundo: la energ ía puede transformarse, pero permanece g lobal y cuant itat ivamente la mis ma. Li segunda ley nos interesa más part icularmente po rque se refiere a la cualidad de la energ ía. En efecto, la segunda ley introduce la no -
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ción de entropía y afirma: « La entrop ía del mundo tiende hacia un máximo», o también , con una termino logía más exp lícita: «La propagación del calor t iende siempre a establecer una distribuc ión homogénea de la temperatura en el cuerpo en que se produce» 31 . La energía total del mundo se degrada cualitat ivamente de manera continua hasta que ya no puede ser utilizada para obtener un efecto Cualqu iera, o también, para utilizar el lenguaje del fís ico , hasta que ya no puede ser convertida en «trabajo». Encontramos aquí la idea según la cual sólo las diferencias pueden producir efectos y, como dicen Prigogime y Stengers para explicar el princip io de entropía: « Las diferencias productoras de efectos no cesan de dis minu ir en el seno de 'a naturaleza; el mundo, de conversión en conversión, agota sus diferencias y se dirige hacia el estado final [...], el estado de equilibrio térmico en el qu e ya no subsiste n in guna d iferen cia qu e pueda producir un efecto»'2 . También en la segunda mitad del siglo XIX, Ludwig Boltzmann reemprenderá los trabajos de Claus ius e intentará darles una exp lica ron mecánica, co mo Newton había hecho para el mov imiento. Para nacerlo, utiliza los trabajos de Maxwell, que había mostrado que era posib le obtener info rmaciones sob re el co mpo rtamient o de un g as en su conjunto, por ejemp lo, sobre la temperatura de un gas en un recipiente (o, también , unas propiedades co mo la pres ión o la viscosidad que no son reductibles a las cualidades de las partículas que Co mponen el gas), calcu lando las velocidades más probables de las part ícu las de gas para una cierta temperatu ra. No tenemos aquí una ley absoluta, sino una ley estadística. Así pues, Bolt zmann utilizará estos trab ajos y los ap licará al p rincip io de ent rop ía. Él afirma que la ent rop ía es de h echo una p rop iedad de un eno rme nú mero de partícu las y que, si el conjunto de las partículas tiende hacia un des orden cada v ez mayo r, esta t endencia solament e es p robab le, p ero que la prob ab ilidad es tan g rand e que, para todos los fines út iles , se la puede considerar co mo cierta. Ilustramos estas palabras con una pequeña experiencia. Imag inemos un recip iente hermét icamente cerrado y d ivid ido en dos partes iguales por un t ab ique. En el t ab ique, 83
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hay un pequeño orificio que pu ede ab rirse y cerrarse a vo luntad . In trodu zcamos un g as a u na temp eratu ra de 60 g rad os en u no de los co mp art imientos y la mis ma cant idad de gas pero a 20 g rados en el ot ro, con la pu erta d e co mu n icación cerrad a. Hemos v isto q ue las temperatu ras representan un as med ias estadíst icas relacion adas con la velocidad de cada un a de las part ícu las de gas: existe una p robab ilid ad mucho mayo r de en cont rar un a part ícu la d esp lazándose ráp i damente en el, p rimer co mp art imiento que en el segund o. La d ife rencia d e t emperat u ra d e los d os co mp art imien tos h ace pu es más fácil la localización d e una part ícu la dad a. Existe un cierto o rd en , un a ciert a o rgan ización den t ro del recip iente: po r términ o med io , las p art ícu las más ráp idas se encuent ran en el p rimer co mpart imien to, y las más lentas en el segundo. Si ahora ab rimos la puerta de co mun icación , el gas de los dos co mpart imientos, poco a poco , se mezclara y alcan zará una temperatu ra med ia. Las d ifer encias se atenu arán y la t emp eratura acabará po r ser un iforme en todo e! recip iente. La localización de una cierta part ícu la entonces se revelará totalmen te imposib le, ya que la p robab ilidad de que esté s ituada en cualqu ier porción del recip iente es igua l. Por tanto podemos decir que disponemos de menos « in fo rmación» en cuanto a la pos ición de u na part í cula de gas en el interior del recipiente. Vemos así cómo se perfila la re lación que existe ent re ¡a tendencia a la entrop ía y la noción de orden, o más bien de desorden. «El desorden que indica es en parte el del mo vimiento del calor, y en parte el que consiste en que diferentes tipos de átomos o de mo léculas se mezclen al azar, en lugar de estar b ien separados». Así pues, cuando se habla de tendencia a la entropía, se trata de la tendencia al caos, en el sentido de ausencia de cualqu ier orden. En el segundo princip io de la termodinámica, hay varias cosas in teresantes para nu estro p ropósito . La noción d e o rden ad qu iere una impo rtan cia cap ital: y a no se insiste sobre la cant idad (la cantidad de energía es la mis ma, co mo afirma el primer principio) sino sobre la cualidad, la organización, el orden. Es esta cualidad la que se degrada: toda cosa, si se la deja a sí mis ma, tiende a hacerse menos ordenada (aunque permanezca cuantitat ivamente constante).
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Hay unos límites d e lo qu e unos observado res pueden saber d el estado de un s istema q ue co mp renda nu merosos elementos : só lo pueden hacer pred icciones más o menos probables. Hay unos procesos irrevers ibles; el tiempo tiene una impo rtancia considerable en los fenó menos naturales. Esto rep resentaba una rup tura con respecto a las leyes de Newton que no estaban un idas a la flecha del t iempo», ya que las ecuacion es permit ían unas pred iccio nes abso lutas e idént icas en el pasado y en el futu ro . Tamb ién imp lícito en esta ley , en con tramos el g ermen d e un en roq ue relacion a! de la ciencia. En efecto , la ent rop ía no es un con cep to ún icamen te «ob jet ivo» po rqu e la p rob ab ilid ad v a un id a a la men t e h u mana: « Opera en la fro nt era en t re la mat eria y el esp íri t u , allí en don de la un a est á lig ad a al ot ro , y actú a co nt ra la mis ma»'1 '. Ya, en 1894, Bo lt zmann h abía estab lecido la relación ent re la ent rop ía y la in fo rmación señalando que la en t ro p ía est ab a lig ada a « l a in fo rmación qu e falt a», y esto marca un v iraje d ecis ivo en la evo lu ción de las ciencias . A menos qu e int erveng a un a fuent e d e energ ía sup lement aria, la ent rop ía au ment ará constan temente. Nos d a pu es un ind icio d el p aso u n id ireccional e irrev ers ib le d el t iempo e in flu ye sob re lo qu e pod remos lleg ar a conocer del futu ro . En esto la ent rop ía marca un a rup tu ra mu y n et a co n las ley es fís icas heredad as d e Newt on, en v irtud d e las cuales todo p roceso fís ico es rev ers ib le y po r t ant o at emp o ral; est o s ign ificaba qu e el co no cimien to d el est ad o d e u n s ist ema en u n mo men to d ado po d ía b as t ar p ara v er « el p asado y el fut u ro ant e n uest ros o jos»" . Co mo ha señalado Oswald Speng ler en El ocaso de Occidente: « Co mo la cronolo g ía, la esta d íst ica se desp ren de del camp o d e lo o rg án ico , de la v ida flu ctu ant e, del Dest ino y del In cid ent e, y no del mu ndo d e las leyes y de la causalidad int empo ral... Co mo todos sab emos , la esta d ís t ica s irv e sob re to do para caract erizar fas des arro llos po lít icos , econó micos , es d ecir, h is tó ricos. No h ub iese en co nt rado s u lu gar en la mecán ica "clás ica" de Galileo y Newton . Y s i aho ra d e repen t e el co n ten ido de es t e camp o s ó lo p u ed e co nceb irs e y ser co mp rens ib le bajo el áng u lo d e la Prob ab ilid ad ... ¿qué s ign ifica esto ?
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Esto s ignifica que el objeto de comprens ión somos nosotros mismos. Así pues, en este sentido ha podido decirse que la segunda ley es antropomórfica, porque dice más sobre los límites que la naturaleza impone al hombre en su conocimiento de la naturaleza que sobre esta naturaleza misma. Como vemos, el abismo que se abre ante el científico es vertiginoso: implícita en el principio de Boltzmann se perfila la idea según la cual el estudio del mundo exterior se transforma insensiblemente en un estudio de la interacción entre este «mundo exterior» y el observador que lo estudia, una especie de «interfaz» misteriosa. Pero, en la época de Boltzmann, el mundo científico no estaba preparado para semejante cambio. La importancia de la introducción de las leyes estadísticas no suscitó de golpe estas reflexiones epistemológicas. Hay que llegar a 1948 es decir, al año en que aparece la obra de Wiener sobre la cibernética, para ver de nuevo la entropía relacionada con el concepto de información.
h) Shannon y la entropía Claude Shannon es quien establecerá no sólo una relac ión s ino una identidad entre los dos conceptos. Shannon estudiaba el paso de la información entre un emisor y un receptor. Buscando los medios de cuantificar la información a fin de poder utilizar la para sus aplicaciones tecnológicas, observó que había que establecer un vinculo entre el grado de incertidumbre de un mensaje y la información que éste podía transmitir. El vínculo es estadístico. Hab lar de un elemento de comunicación de manera absoluta no tiene sentido. Tanto si es una señal, como una letra, un punto, etcétera, toda información sólo existe si el emisor dice algo que cambia el conocimiento del receptor, que reduce su incertidumbre. Esforzándose por encontrar un modo de cuantificar este paso de información, Shannon llegó finalmente a formular una ecuación y ¡cuál fue su sorpresa al comprobar que ésta era exactamente la misma que medía el grado de entropía de un s is tema! Al princ ipio,
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Shannon dudaba en establecer un vínculo explícito: después de todo, los fenómenos estudiados no tenían ninguna relación directa. El pretería hablar de grado de «incertidumbre» de un mensaje más que de entropía. Fue el matemático John von Neumann quien le hizo cambiar de opinión, como cuenta Myron Tribus que habló de ello personalmente con Shannon en 1961. Así Shannon cuenta la anécdota: «Mi mayor preocupación consistía en saber qué nombre darle. Habla pensado en llamarlo "informac ión" pero el término había sido sobreutilizado, por tanto decidí llamarlo "incertidumbre". Cuando lo discutí con John von Neumann, él tuvo una idea mejor. Me dijo: "Deberías llamarlo entropía por dos razones. En primer lugar, tu función de incertidumbre ha sido utilizada en mecánica estadística bajo este término, por tanto ya tiene un nombre. Después, y más importante todavía, nadie sabe lo que es realmente la entropía, en17 ronces, en un debate, siempre tendrás ventaja"» . ¡Esto debería animar a los lectores que tienen la impres ión de haberse perdido entre las consideraciones anteriores! Hay que señalar que, independientemente de Shannon, Norbert Wiener había llegado a una idea parecida de manera intuitiva. Se cuenta que en 1947 él ya presentía el vínculo: fumando su c igarro, iba al despacho de uno de sus colaboradores y después decía bruscamente: «La información es la entropía», después volvía a su trabajo. De hecho, hay que considerar que, para Wiener, la información es la inversa de la entropía: «Igual que la cantidad de información en un sistema es una medida de su grado de organización, la entropía de un sistema es una medida de su grado de desorganización: la una es simplemente el negativo de la otra»38 . Bateson y otros mantendrán esta definición y por ello se habla indiferentemente de información o de «neguentropía», es decir, de entropía negativa. Wiener también intentará definir, de manera científica, una medida matemática de esta noción de información, dar de ella una formulación operacional: « ¿Qué es esta información y cómo se la mije Una de las formas más s imples, casi unitaria de la informac ión, es el registro de una elección entre dos alternativas simples igual-
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mente p robables, de las que ha de realizarse una: po r ejemp lo , la elección ent re cara o cru z al lan zar al aire una moneda. A una elec ción de esta clase la llamaremos una decisión»'3 . La cantidad de información es pues la que transmite una decisión única entre unas alternat ivas igualmente probab les . Cuantos más camb ios hay entre los diferentes elementos de un sistema, más está somet ido en cierto modo a unas coacciones que limitan la distri buci ón aleatoria de los elementos; por tanto , la en tropía. Es interesante notar que la info rmación es vista co mo una restricción, una coacción del sistema, que permite el control y la previsión: « La función de estos mecan is mos consiste en controlar la ten dencia mecán ica a la d esorg an ización; en o tros términos , p rod ucir un camb io temporal y local de la d irección normal de la ent rop ía»" 1 .
c) In formación y energía Por tanto, para exp licar los fenó menos que presentan una organización, habrá que basarse sobre el segundo princip io de la termod i námica, es decir, la tendencia a la entropía, más que sobre el primer princip io que no puede decirnos nada sobre las cuestiones de orden, de diferencias, de contro l o de o rganización. Pero, en qué nos con cierne esto para nuestro estudio del co mpo rtamiento" Pues bien, el ind iv iduo , la familia, los grupos estru cturados, las sociedades... to dos los sistemas vivos poseen precisamente esta característica de es tar compuestos de elementos en interacción, de ser unas entidades comp lejas y organizadas. Todos los razonamientos que haremos para exp licar sus co mpo rtamien tos deben p or cons igu iente apoyarse en la segunda ley más que en la primera. «Durante los doscientos últ imos años, desde Newton hasta finales del s ig lo XIX, el punto de mira de ¡a ciencia fue el encad enamiento de causas y efectos que se refieren a la fuerza y al impacto. [...] El pensamiento cient ífico debe estar acorde con las grandes leyes de la conservació n . La des crip ció n de tod o acont ecimien to examin ado
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ñor un físico o por un químico debe fundarse sobre un presupuesto de masa y de energía, y esta regla ha dado una especie de rigor particular al conjunto del pensamiento en las ciencias "clásicas". Los pio neros de la ciencia del co mportamiento, no sin buenas razones, co men zaron sus "anotaciones" con el deseo de qu e un rigo r similar guiase sus especulaciones. La longitud y la masa eran unos conceptos que sólo difícilmente podían utilizarse para la descripción del co mpo rtamiento (aunque hub iese sido posib le): el concepto de energía pareció más apropiado. [...] Los hombres de ciencia del siglo XIX, principalmente Freud , que intentaron tender un puente ent re los datos del co mportamiento y los "fundamentales" de las ciencias físicas y químicas s in duda tenían razón en insistir sobre la necesidad de es-re puente, pero se equivocaron, según creo , al eleg ir la "energía" como fundamento de su intento» 41 . Pero aho ra tenemos que most rar qué consecuencias impo rtantes puede tener esta discusión abstracta sobre el estudio del co mpo rtamiento y de los fenó menos sociales. Co mo muestra la ú lt ima cita, Bateson ha insistido mucho sobre el hecho de que to mar la energ ía corno base de la exp licación del co mportamiento hu mano era utili zar u na analog ía fís ica in adecuada p ara los fen ó menos estud iados. En efecto, las nociones de energía, de fuerzas, etcétera, utilizadas en psicología dinámica representan de hecho unas cantidades relativamente precisas en física (la energ ía es igual a la masa por la velocidad, por ejemp lo) y sirven de exp licación para fenó menos co mo el desplazamiento de los planetas o la trayectoria de una bola de billar golpeada po r otra, etcétera. En este t ipo de exp licación , no es pos ible ningún feed-back: la bola de billar tal vez volverá a chocar con la primera, pero ésta no pod rá ut ilizar el n uevo impacto p ara, po r ejemp lo , ¡mod ificar el impacto sigu iente! En este caso, se trata de una cantidad de energía que ha sido transmitida. El desplazamiento de la segunda bo la únicamente está determinado po r la fuerza del impacto. En camb io, cuando se trata de unos elementos en interacción re gulada, el co mportamiento de un elemento no está solamente vinculado a una cant idad de energ ía t rans mit ida sino a otros facto res de -
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terminantes y contro ladores que definen la organ ización , el ord en, las coacciones del sistema. La explicación cibernética es una explicación de tipo negativo, es decir, que considera el conjunto de los acontecimientos que habrían podido producirse, y mu estra entonces por qué es este caso particular el que se realiza, en función de las res tricciones a las que está somet ido . En este debate, las cuestiones de energ ía no t ienen n ingún papel: se considera que son evidentes. Que el sistema esté abierto o cerrado a la energ ía no es impo rtante, lo impo rtante es saber en qué med ida el sistema está somet ido a unos factores determinantes y contro ladores. Así pues, ninguna formación o señal o facto r determinante pue de ir de una parte a otra del sistema sin que se lo registre como acontecimiento significat ivo. Po r tanto, de hecho, puede definirse la cibernética co mo el estudio de los sistemas «ligados por la informa ción»42 . •• Entonces, qué puede decirse de las cuestiones de energía con relación a estos fenómenos neguentrópicos? Evidentemente no se trata de negarlos. Co mo a Bateson le gustaba decir, s i se le da un puntapié a un perro y el golpe es lo bastante fuerte, es posible ponerlo en órbit a. Igualmente, es evidente que todo organ is mo necesita en erg ía para moverse, desarrollarse, etcétera, y esta energía se la procura su metabolis mo. Pero , en todos los fenó menos de interacción concernientes a organismos vivos, el elemento capital que determinará las reacciones , el co mpo rtamiento del ind iv iduo, no puede ser reducido a un paso de energía: el paso de informaciones así como todos los procesos que están implicados en su tratamiento (l a codificación, la clasificación, el modo de organización, etcétera) son los que deberán servir de base a la exp licación. Es verdad que sigue siendo necesaria una fuente de energía, pero ésta sólo permitirá exp licar aspectos más previsibles de la reacción, como el descenso o la elevación de ¡os umbrales de percepción de la info rmación. De todos modos, a med ida que subimos en la escala filogenética, dis minuye el papel de los procesos de intercamb io de energía. La cuestión referente al camb io de «part ícu la elemental» para una exp licación del co mpo rtamiento hu mano no es t riv ial. Rep resent a 90
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un t rasto rno tot al d el campo de la ps ico log ía. Aso mb ros amente, aunque híbrida de discip linas « materialistas» (ingenieros) u «organic istas» (neurofísió logos), la piedra angu lar de la psicolog ía ha perdido toda «materialidad» y ha permitido, co mo veremos más adelante, ¡bordar el campo de los procesos mentales, del espíritu, del pensamiento , de las ideas, trascend iendo el du alis mo cu erpo espíritu, o mun do de la materia-mundo de las id eas. Si este camb io todavía no se ha propagado verdaderamente en los med ios de la psicolog ía, es quizá porque significa una ruptura definit iva con la exp licación psicod inámica t rad icional y necesita una reest ructu ración d rást ica de rodos los conceptos explicat ivos, tanto en el med io de la invest iga ción co mo en el p úb lico en general. Tal ve z puede ser útil precisar aquí que, para las teorías psicodinámicas, la energ ía no es considerada co mo una cantidad física «real», s i n o que se la toma en una acepción analógica: « El co mportamiento hu mano puede exp licarse ob rando co mo si considerásemos que su moto r es una cantidad de energía mental o psíquica (la lib ido, la bioenerg ía...).» Se p rolonga entonces la analog ía con la energ ía fís ica v se habla, por ejemp lo, de energía bloqueada o descargada, de su canalización, de depósito de pulsiones, etcétera. De esta analogía ha querido liberarse la sistémica. Para los sistemistas, la analogía con la teoría de la energía no permite exp licar las características específicas Je los organ is mos vivos, p rincipalmente de los p rocesos recu rsivos. Así pues, tomar esta analogía como base de la explicación del comport amient o hu mano es usar un inst ru mento inadecuad o, lo que entraña el pelig ro entonces no sólo de que haya que dejar en la so mbra una g ran cant idad d e fenó menos impo rtantes, s ino tamb ién de ind ucir unas imág enes erróneas que, a su vez, t raerán ap arejadas unas aplicaciones de consecuencias imp rev istas. So lo citaremos un ejemp lo para ilustrar nuestro propósito : todos liemos oído hablar del «potencial de agresiv idad del indiv iduo»; la mayor parte de las veces ni siquiera nos preguntamos sobre esta imagen: parece «caerse de su peso». Sin embargo , cuando nos disponemos a hacer diagnósticos individuales basados en esta imagen, emp ezamos a reificar el con cep to , a concederle un a realidad cas i mat erial. Basándo nos en los princip ios de la d inámica de los flu idos, buscamos un med io para «vaciar este exceso de energ ía» y pen 91
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samos en unas activ id ades que puedan conseguirlo : reco mendare mos a la persona de que se trate, que haga deporte, que practique artes marciales, o incluso que ensaye las duchas frías... Resulta que la tratamos exactamente co mo si no fuera ya «psíquica» sino física. Co mo vemos, nuestros p rincip ios exp licat ivos o rientan auto mát ica mente nuestras prácticas y las limitan . Entonces podemos preguntarnos qué posibilidades nos quedarían si, por desgracia, nuestras reco mendaciones no produjesen los efectos esperados... ¡Pobre en tonces de la persona afectada, porque no nos quedará más que pro tegernos de esta energ ía nefast a ais lan do al ind iv idu o t ras unos muros o unos barrotes! La metáfora ha revelado sus límites. Desgraciadamente, como ha pasado al lenguaje corriente, no será ella la re visada, sino que será castigado el indiv iduo por no haber podido co rresponder a la mis ma. La elección de un modelo exp licat ivo es importante; y , aunque permita unas exp licaciones y unas aplicacio nes útiles, es de capital importancia poder volver a hablar de sus premisas de la manera más exp lícita posib le. Antes de continuar nuestra presentación de los conceptos sistémicos, nos ha parecido interesante, para cerrar esta larga exposición sobre la información y la energía, citar un extracto de las discusiones de las famosas conferencias Macy. Se trata en cierto modo de un documento, porque es probablemente la primera vez que se ha puesto en tela de juicio la utilización de la metáfora energética en psicología. Hemos elegido algunos ext ractos de una d iscusión que reunía a Kub ie, Hutch inson, Brosm, Fremont-Smith, McCu lloch, Abramson y Wiener"": McCULLOCH: Siempre me ha parecido que la cuestión de la energía ps íqu ica estaría mejo r cu antificad a si se pensara no en t érminos de energía, lo que ciertamente es erróneo para el sistema nervioso, sino en términos de cantidad de información, que puede ser tratada —y que lo es— por los elementos del circuito que todavía son libres de funcionar. En lugar de hablar de una «cierta cantidad de energía blo quead a» en una neu rosis; ¿po r q ué n o pensar en un cierto nú mero de relés que se hallan bloqueados en el p roceso? .
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McCULLOCH: Ciertamente no es a la energ ía de nuestros múscu los de nuestras glándulas, etcétera, a la que nos referimos cuando decimos energía psíquica. Sino que es sin n inguna duda a ciertas prop iedades de la o rgan ización del mecan is mo nerv ioso . WIENER: Yo s iemp re he ten ido la mis ma reacción, es de todos mo jos un a d imens ión mala. WIENER: Lo qu e d igo es qu e, cons iderada co mo «d imens ión» , la energ ía es una idea muy mala. Por el an álisis d imens ional, sabemos que ut ilizan unos términ os in co rrectos al hab lar de en erg ía en este, caso. Esto no co rresponde a la en erg ía en fís ica... Lo que d igo es que hemos lleg ado a la conclus ión de que la no ción de ent ropía, estrict amente co mo es considerada en física, es transferib le al estudio de la info rmación , con excepción de un factor negat ivo ... Se h a most rado qu e las d imens iones de nuest ro p rob le ma, q u e no camb ia esp ecialment e, son un log arit mo negat ivo de una probabilidad, un logarit mo cero. El anális is dimensional no es suficiente. [...] Lo que qu iero decir es que la verdadera d ificu ltad está en el hecho de que las cualidades de las que se trata en este caso son esencialment e s in d imens ión" . ABRAMSON : En la época de la evolución de la psicod inámica, los psiqu iat ras utilizab an a menudo u nos términos fís icos, co mo energ ía, fuerza de la mot iv ació n, la poten cia de las puls io nes, la din ámica, la termod inámica, etcétera, para dar una sign ificación física, p recisar el sent ido po r la met áfo ra y d ar un p eso cuant it at ivo a sus ideas. De hecho , todav ía sienten la neces idad de ut ilizar unas expres iones fís icas para sus exposicion es técn icas. Es interesante se ñalar que en esta conferencia, org an izada especialmente para p ro mo v er la co mu n icación ent re las d is cip lin as , s e p rod u cen malen tend idos ent re rep resent ant es t anto d e la mis ma d is cip lina .orno de d iscip linas d iferentes, porque las cant idades son descritas con unos términos q ue t ien en un sent id o d imensional p reciso . La Mit a d e claridad y de precis ión d e sent ido llev a necesariamen te a un as d ificu lt ad es de co mun icación , a la in cert idu mb re y a menudo la host ilid ad .
3 Hacia una ciencia de la comunicación
EL ESTUDIO DE LA COMUNICACIÓN WIENER: La información medida en número de decisiones, entre dos alternativas igualmente probables. Ésta es una cantidad perfectamente definida y podemos determinarla en los sistemas de comunicación, es lo que hacemos siempre.
Puede considerarse el mundo como una miríada de mensajes del tipo: "A quien pueda interesarle"», afirmaba Norbert Wiener. Sin comunicación, no hay conocimiento, no hay contacto, no hay relación, no hay vida. Esta noción se aplica pues a la explicación de todo fenómeno, y se opone a la entropía, al caos, a la muerte. Es e l lazo entre las partículas subatómicas (interacciones fuertes y débiles, noción de «campo»), entre las moléculas «orgánicas», base de la vida, es el fundamento del «código» genético, de los cambios intracelulares, el cemento de los órganos y del cuerpo humano, la piedra angular de nuestro espíritu y de nuestro pensamiento, la substancia de nuestra vida social (nuestras relaciones interpersonales, familiares, culturales) directa o «mediatizada»... Pero debemos los vuelos estratosféricos. Aquí sólo nos ocuparemos de un único aspecto de esta estructura global, el que concierne al individuo y a sus relaciones directas. Como veremos, la comunicación se adapta mal a las fronteras entre disciplinas;-la divis ión ya no puede hacerse en función de unas categorías preestablecidas, sino en función de la cuestión planteada, del problema que hay que resolver. Intentemos pues definir nuestra cuestión. Entre esta miríada de mensajes cuáles son los que permiten expresar el comportamiento del individuo en su entorno social? ¿Y cómo considerar estos mensajes para poder explicarlos? El movimiento se propaga por los Estados Unidos. Investigadores procedentes de diversas disciplinas de las ciencias sociales enfocan el 94
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El estudio de la comunicación Hacia una ciencia de la comunicación •
proceso de la comunicación según ángulos particulares. Sin embargo todos comparten la misma concepción de la comunicación y la voluntad de preservar en sus trabajos la naturaleza profundamente compleja de la comunicación interpersonal. Ofreceremos una rápida visión de conjunto de las investigaciones de ese «colegio invis ible» que se forma en los Estados Unidos en los años cincuenta, •
Poco a poco, el grupo de Palo Alto formalizará su enfoque. Nosotros precisaremos sus fundamentos a partir de la noción de información que nos servirá de hilo conductor. Veremos el modo como esta información es codificada por el ser humano, y los diferentes tipos de «tratamiento» que recibe. Abordaremos por último el modo como es organizada y estructurada en la comunicación, y el tipo de lazos que teje en nuestra vida social. Se impone una observación: las inv estigaciones sobre la comunicación unen a Bateson y al MRI. Veremos que, si el primero sentó las bases del enfoque interaccional en los años cincuenta, Paul Watz1lawick y sus colegas lo sistematizaron y enriquecieron en las décadas siguientes. Nuestra exposición es pues una síntesis que no hubiese sido posible s in la aportación del equipo del MRI y, en particular, de la obra Te or ía de la c omunicac ión humana. 1 , cuya claridad perm ite una amplia difusión de ideas que a menudo en Bateson resultan complejas. Es imposible actualmente distinguir con claridad las influencias recíprocas, pero, después de todo, ¿es realmente necesario? Cuando una misma noción haya rec ibido diferentes formulaciones durante sus trabajos, nosotros propondremos la última vers ión para evitar las confusiones, e intentaremos señalar los eventuales cambios de sentido.
3.1. Bateson: comunicación y psiquiatría En la época de las conferencias Macy, Bateson enseña antropología en la New School for Social Research de Nueva York e imparte cursos en la Universidad de Harvard. Pero su situación familiar se deteriora. La relación simétrica con Margaret Mead se vuelve difícil-
mente soportable a ambos y su matrimonio se va a la deriva. Se separan y, en 1948, Bateson acepta la propos ición de Jurgen Ruesch, un psiquiatra de origen ruso instalado en San Francisco, de unirse a él para estudiar la comunicación en psicoterapia. Será el primer contacto verdadero de Bateson con la psiquiatría. La colaboración entre los dos hombres no es cómoda: Ruesch tie ne unas responsabilidades con respecto a sus pacientes, debe responder a la urgenc ia, mientras que Bateson se esfuerza por establecer unos fundamentos teóricos a un enfoque sistémico de la comunicación. Además, tiene dificultades en adaptarse a un horario estricto y a las condiciones de trabajo del hospital. Ruesch tiene que mostrarse : tolerante . Dejando de lado sus diferenc ias de organización, los dos hombres pasan horas discutiendo epistemología y sentando las bases de un estudio de las relaciones interpersonales. Pretenden llenar una laguna de la ps iquiatría: para ellos, la noc ión de comunicación es Central, y se asombran de que sólo se hable de «personalidad». De esta delicada colaborac ión saldrá un libro, La comunicación: "matriz social de la psiquiatría1, publicado en 1951, cuyos diferentes capítulos (exc eptuando dos de ellos ) es tán escritos por uno u otro autor. Para Bateson, se trata de intentar una primera aplicac ión, al mundo de las cienc ias humanas, de las ideas desarrolladas durante la s conferenc ias sobre la c ibernética. Wiener, con quien Bateson siempre ha mantenido frecuentes contactos, admira los esfuerzos de ¡os dos hombres, aunque permanece muy prudente en cuanto a las posibilidades de este camino. El mundo de las relac iones humanas es tan complejo que le parece difíc il, s i no impos ible, determinar todos sus componentes de un modo riguroso. Bateson comparte esta moderac ión. É l explora dicha complejidad con sus nuevos instrumentos conceptuales pero, para él, es más importante plantear la s cuestiones sobre bases nuevas que esperar respuestas inmediatas Je ellas. En su investigac ión podemos ver tres dimens iones principales. i del
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1) E x p li cit a r l os f u n d a m e n t o s e p ist e m o l ó gi c o s d el t r a b aj o d e l os p si q ui at r a s, y s u s c o n s e c u e n c i a s s o b r e el m o d o d e e n f o c a r e l tr a t a mi e nto . 2) P r e p a r a r el t e r r e n o p a r a u n e n f o q u e i nt e r a c c i o n a l d e l c o m p o r ta m i e nt o , p a r a u n a t e o rí a d e l a c o m u n i c a c i ó n. 3) So m e t e r a p ru e b a l a p erti n e n ci a d e l a t e o rí a d e l os tip o s l ó gi c os p a r a el est u di o d e l a s r el a ci o n es i nt er p e rs o n al e s. 1) Psiq uiatría y episte m olo gía. C o m o h e m os visto, en las di sc usion es d el gr u po M a c y , h a bí a a p ar e ci do qu e l as ci e n ci as h u m a n as s e a p oy a b an e n un a e piste m ol o gí a c al c a d a s o br e la s t e orí as en e r g étic a s d e fi n ales d el siglo X I X . N o s e t e nía en cu e nta la cir c ula rid a d d e l as r ela ci o n es i nt er p e rs o n al e s ni l a i m p li c a ci ó n d e l as id e a s d el t e r a p e ut a e n el tr a b ajo c o n s us p a ci ent es . T a m bi én Bat es o n e m pr e n d e un a in v esti g a ci ón s o br e l as p r e mi s as d e l os m é di c os d el h o spit al d el qu e es di r e cto r R u e s c h. A l a m a n e r a a ntr o pol ó gi c a, B at es o n i nt er r o g a a es a «t ri b u» e f e psi q ui at r a s e i nt e nt a p o n e r e n e vi d e n ci a l a s p r e m is a s d e sus i nte r v en ci on es te r ap é utic as: su d e fini ció n d e l a r e alid ad y d e la no r m alid a d, su id e a d e l a c a us alid a d y l as c o ns e cu e n cia s d e t ales p r e mi s as s ob r e lo s t r at a mi e nto s q u e a pli c a n 4 . L os r es ulta do s de est as n u m er os as c o nv e rs a cio n es n un c a s er á n p u bli c a d os ínt e g r a m e n t e, p e ro al g u n as c o n clu si o n es a p ar e c e r á n e n u n o d e l os c a pítul os d e l a o b r a cit a d a a nt e ri or m e nt e'. S e ñ al a m o s al g u n as r efl e xi on e s q u e il ust r a n ci e rt as p osi ci o n es n u e v a s. El r e c o n o ci m i e nt o d e l a i m p o rt a n ci a d e l a s p r e m is a s d e l p si q ui atr a e n l a a plic a ci ó n d e s u t r a b aj o d e t e r a p e ut a. « El h o m br e viv e e n fu n ci ó n d e p r o po si cio n es c u y a v ali d e z d e p e nd e d e su c r e e n ci a e n e s tas pr op osici on es »* . U n a críti c a « c on str u ctiv a », au n qu e a c er b a , d e l as te o ría s a n alític as d e Fr e u d y d e Ju n g. « S a b e m os a h or a qu e el c u er p o h u m a no c onti e n e n u m e r o s os ci r c uit os i nt e r d e p e n di e nt e s y a ut o c o rr e c t or e s y c o n o c e m os l a n atur al ez a g e n er al d e est os cir c uitos. Po r co nsig uie nt e es fá cil im a gi n a r, e n l ug a r d e e ntid a d es t al es co m o el ello , el y o y el s up e r y ó, .
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otr a s r e d e s m á s c o m pl ej a s a ut o o pti mi z a nt e s y a ut o c or r e ct o r as . N o o bst a nt e , c o n l as m e t á f or a s e n e rg é ti c a s d e Fr e u d n o p u e d e h a c e r s e n a d a , s i no r e c o n st r ui r c a s i e n t e r a m e n t e l a t e o rí a , p a rti e n d o d e n u e v o d e l as c o nsi d e r a ci o n es s o br e l a e ntr o pí a » 7 . A nt es d e v er có m o en f oc a esta r e c on str uc ci ón , es int er es a nt e s e ñ ala r otr o d e s c ub ri mi e nt o d e B at es on: l a r efl e xi vi d ad d e l a t ar e a d el t e r a pe ut a. D e sd e es a é p oc a , B ates on d e cí a q u e, c o m o s u c ed e e n -lo s ot ros c a m pos ci e ntífico s, er a n e c es ario q u e l a p siqui atrí a in clu y es e al o bs er v a d or y al t e ó ri co e n el sist e m a e st udi a d o . E n e st e s e ntid o , n o h a c í a m ás q u e r e afir m a r u n a po sici ón b ast a nte ext e ndi d a e ntr e l os a n alistas , q u e y a s a bí an d es d e h a cí a ti e m p o q u e el est a d o m e nt al d el a n alist a e s d e s u m a i m p o r t a n ci a e n l a b u e n a m a r c h a d e s u tr a b a j o t e r a p é uti c o . Sin e m b a r g o, p a r e c e q ue lo s sist é mi c os hu bi es e n p e rdi d o un po c o d e vista est a evi d en ci a co n el tr a ns cu rso d e l os añ os y sólo m uy r e cie nte m e nt e, c o n l a a pa ri ció n d e l a « ci b er n étic a d e s eg u nd o or d e n» , el t er a p e ut a sist é m i c o h a r e d e s c u bi e rto l a i m p ort a n ci a d e di c h a r e fl exi vi d a d (el h e ch o de q u e el te r ap e uta f or m a p art e d el siste m a q ue inte nt a m odi fic ar ). Cit a m os al gu n as r efl e xio n es d e B at eso n so br e el te m a: « El h e C HO d e qu e el psiq ui atra co nsid er e la psiq ui atría c o m o un a ci en ci a r e r efl e xi v a o n o , d et er m i n ar á lo s a sp e ct o s m á s p r of u n do s d e la éti c a y d e ! a pr a ctic a d e s u a ctivid a d, o s er á d et er mi n a do p or estos as p ect os. [.. .] P ar a el t e r ap e uta est átic o, el d es c ub ri mi ent o d e to d o er r or q u e pu e d e C o m et er s er á u n a a m e n a z a; p a r a el qu e es din á mi c o, el d es cu b ri mie nto d el e rr or es po rt ad or d e la p r o m es a d e n ue v os pr og r es os »* . Co m o ve m o s , s u r e fl e xi ó n ti e n e u n a c e n t o e m i n e nt e m e n t e m o d e r n o. 1) Hacia una teoría interaccional de la comu nicación. Se trata de aplicar los pri n cipi os d e la cib e r n étic a a l a c o m u ni c a ció n h u m a n a y d e p r e p a ra r así el t e rr e n o p a r a u n a n u e v a « ci e n ci a d e l a c o m u ni c a ci ó n », p u nt o d e c on v e rg e n ci a d e la s dif e r ent es dis ciplin a s d e l as ci en ci as n at u r ale s. Y a . lo h e mos di ch o v a n as v e c es, el p unt o d e vista d e Bat eso n s e ap o ya so b re tres pil ar es: l a bi olo gía , l a a ntro p olo gía y l a psiq uiat ría; e sta mi ra d a m últi pl e s o b r e e ntie n d e l a bú s qu e d a d e p rin ci pi os m u y g e n er al e s, v. ad e m á s, el co nt act o co n i ng e nie ros , m at e m ático s e in clu so físic os, e n l a s c o nf er e n cias M a c y, re fo r zó e n B ate so n l a pr eo c up a ció n po r el ri go r
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en la definición de conceptos operativos. Y así, aunque el nivel de análisis de los fenómenos humanos casi no permite un uso directo de los conceptos cibernéticos, Bateson velará por que las metáforas utilizadas sean formalmente compatibles con los nuevos fundamentos de las ciencias duras. Así pues veremos que Bateson insiste en una definición de términos tales como «información», «redundancia», «codificación», etcétera, muy próximos al sentido que les atribuyen los fundadores de la cibernética y de la teoría matemática de la comunicación. «¿Cómo emprender un estudio del comportamiento humano (y de sus patologías) a partir de estas nuevas premisas de la ciencia?» Es así como se podría resumir la búsqueda de Bateson a comienzos de los años cincuenta. Y busca a tientas, explora. El, desde Naven y la cismogénesis, ya ha enfocado el proceso evolutivo de las interacciones humanas en una perspectiva sistémica sincrónica, ha construido una teoría del aprendizaje en relación con los nuevos conceptos epistemológicos, y ahora va a concentrar su enfoque sobre la relación interpersonal propiamente dicha, sobre el intercambio de informaciones entre los individuos. Tomará como punto de partida uno de los fenómenos fundamentales de la teoría de la comunicación de Shannon: la codificación. Volveremos a hablar sobre ello después de haber abordado el tercer aspecto importante de las investigaciones de Bateson y Ruesch. 3) Comunicación y tipos lógicos. Hemos visto cómo e! razonamiento seguido por Whitehead y Russell había despertado la atención de Bateson. El riesgo de reificar los conceptos explicativos, nesgo al que Bateson era muy sensible, se parecía ya a la confusión entre «mapa» y «territorio» sobre la que llamaba la atención la teoría de los tipos. Bateson sospechaba también que los seres humanos (y tal vez también muchos animales) llegan a reconocer las señales que intercambian como exactamente unas señales. Así puede resumirse la reflexión de Bateson: Las matemáticas contienen unos niveles de abstracción diferentes; hay que pasar pues a un nivel de discurso más abstracto, hablar de «metamatemática», cuando se estudia la estructura del lenguaje matemático propiamente dicho. Ahora bien, la comunicación entre los seres humanos (y probablemente entre los animales) parece implicar una jerarquía del mismo tipo en la medida en que éstos pueden reconocer una señal por lo que es.
El est udio de la comun icac ión
Hay que considerar pues que, en el transcurso de los intercambios entre individuos, ellos pueden fiarse o no de estas señales, negarlas o no. amplificarlas, corregirlas, etcétera. Somos capaces de hablar de los signos mismos; este nuevo discurso es, por tanto, del mismo orden que el discurso que los matemáticos pueden tener ¡obre las matemáticas y al que se llama metamatemático. La comunicación humana (y tal vez la animal) contiene pues una jerarquía de niveles de abstracción: «La comunicación verbal puede operar -y, de hecho, siempre ha operado— en varios niveles de abstracción opuestos que se sitúan siguiendo dos direcciones, a partir del nivel denotativo, aparentemente simple ("el gato está sobre el felpudo"). Una primera hilera (o serie) de estos niveles más abstractos ' incluye los mensajes explícitos o implícitos en que el objeto del discurso es el lenguaje. A estos niveles los llamaré metalingüísticos (por ejemplo: "El sonido verbal gato vale para cualquier miembro de esta o aquella clase de objetos" o "La palabra gato no tiene piel y no puede arañar"). A la otra serie, la llamo metacomunicativa: "Decirte en donde encontrar al gato era amistoso", o "Esto es un juego". El obje to del discurso en ella es la relación entre los locutores»'. La presencia simultánea de diferentes niveles de abstracción en la comunicación debía dejar suponer la posibilidad de que se produzcan confusiones de niveles en el intercambio, por tanto paradojas de tipo russelliano. El examen de estas paradojas debía constituir el paso siguiente en la búsqueda de Bateson10 .
3.2, La comunicación según Palo Alto Precisemos ante todo la advertencia que hicimos al comienzo del presente capítulo: estos conceptos han cambiado a medida que el pensamiento de Bateson se precisaba. No podemos aquí describir toda la evolución que los diferentes conceptos experimentarán duran-
El estudio de la comunicación
te los treinta años que seguirán, va sea bajo la pluma de Bateson 11 o bajo las de sus «discípulos» del Mental Research Institute. En este punto de nuestro relato, debemos hacer una elección. Hemos decidido sacrificar la cronología en beneficio de la claridad de la exposic ión. Por tanto vamos a empezar por exponer la concepción más reciente de Bateson referente a la información, antes de proseguir con el razonamiento realizado en la época de las investigaciones con Ruesch sobre los niveles de comunicación, el fenómeno de codificación y las primeras reflexiones sobre los riesgos psicológicos producidos por ciertas características de la comunicación interpersonal.
3.2.1. «La diferencia que crea la difer encia»
Ésta es la fórmula un poco misteriosa que Bateson ha utilizado para definir la partícula elemental a partir de la cual él podría construir su teoría de la comunicación y proponer un nuevo enfoque de los fenómenos mentales. Significa que, si existe una infinidad de diferenc ias potenc iales en nuestro entorno, solamente se convertirán en «informaciones» para nosotros las que tengan un «efecto» sobre nuestro organismo, teniendo en cuenta los límites de nuestros órganos sensoriales. La noción es pues fundamentalmente interaccional. ;Por qué «diferencias»? Porque, responde Bateson, es todo lo que podemos percibir nos otros. Imaginad que os encontráis en un medio absolutamente uniforme, vuestros órganos de los sentidos enseguida ya no serán estimulados en absoluto, y ya no percibiréis nada. Introducid un elemento cualquiera y entonces podréis percibirlo. Y aun así, sólo podréis perc ibirlo s i este elemento se desplaza o s i os desplazáis con respecto a él. Para ilustrar este fenómeno, Bateson acostumbraba a dibujar un punto con una tiza en la pizarra. Si nos contentamos con poner el dedo encima, no lo percibimos por medio del tacto. En cambio, si des lizamos el dedo sobre la pizarra pa-
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sando por el punto, podemos percibirlo. Para percibir (ver) cosas inmóviles, movemos nuestros globos oculares con una oscilación muy ligera que se llama micronistagmo. Y la imagen se mueve en los millones de terminaciones sensoriales de la retina. Si no tuviésemos esta capacidad, no veríamos nada. Sin embargo, no basta que exista una diferencia entre las cosas o en el tiempo, es necesario también que esta diferencia provoque la bandada de estímulos descrita anteriormente. Así pues, esta diferencia debe crear una diferencia para nuestros órganos sensoriales. Continuemos el razonamiento de Bateson. ¿Qué es pues una diferencia? Es evidente que percibís las diferencias entre este libro y el resto de vuestro entorno. Pero ¿es posible localizar dichas diferencias? ¿Se encuentran en el libro? ¿En el entorno? Si tiráis el libro o lo devolvéis al editor, ¡no dejará de existir la diferencia! La conclusión es, desde luego, que la diferencia no se sitúa en ninguna parte, es una relac ión entre las cosas, y esta relación es... ¡una abstracción! Y para alimentar nuestro espíritu, éstos son los «bloques elementales» a partir de los que funciona: unas abstracciones. «Ya os había prevenido... de que encontraríamos el vacío, y en efecto lo encontramos. El espíritu es vacío. No es "nada" (no es una "cosa")»12 . Las terminaciones nerviosas reciben permanentemente noticias de los acontecimientos que corresponden a los límites del mundo visible. Nosotros trazamos unas distinciones, las hacemos aparecer, las explic itamos. Hay que observar que es difícil detectar un cambio gradual porque nuestra sensibilidad al cambio rápido va acompañada del, fenómeno de acostumbrarse. Para ilustrar esta observación, pensemos en el fenómeno de degradación progresiva de nuestro med io ambiente: sólo cuando la catástrofe ecológica es inminente, la ¿ente se da cuenta de los diversos estragos ya ocasionados; solamente entonces las diferencias de nuestro entorno han creado una diferencia en nuestras mentes. Hay que notar que el número de diferenc ias potenciales entre unos acontecimientos es infinito. Pocas de ellas se convertirán en diferencias efectivas (es decir, en elementos de información) en el proceso mental de una unidad más extensa (aquí el entorno más el in103
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dividuo). Así pues, para resumir, la información consiste en unas di/e. rendas que crean una diferencia". Ya tenemos definido el elemento de base que, según Bateson, permit irá un estudio de la mente, del pensamiento, en la óptica más amplia de la coevolución : «Hablamos de un mundo de significaciones, un mundo total en el que algunas particu laridades y diferencias, grandes y pequeñas, que existen en algunas de sus partes, están representadas en unas relaciones existentes entre otras partes de este mundo total. Un camb io a nivel de mis neuronas o de las vuestras debe rep resentar este camb io en el bos que, la caída d e este árbo l: no el acont ecimien to fís ico, s ino so la - mente la idea del acontecimiento físico. Y la idea no s e sitúa en el espacio n i el t iempo , ún icamente qu izás en la idea del espacio y de tiempo»'14. Es éste pues el substrato del enfoque de los procesos mentales que Bateson opone a los fenómenos puramente materiales. Para d istinguir más claramente estos dos «mundos», utilizará una d istinción de Jung quien, a su vez, la había sacado de los gnósticos: la pleroma (la materia, lo no vivo) y la creatura (los seres vivos). Para Bateson, la diferencia capital conciern e, por una part e, a los sistemas que so lamente pueden tratar la energ ía y, po r ot ra part e, a los que pueden t ratar tamb ién la información. El pleroma reacciona a las fuerzas, a los impactos y a los camb ios de energía. En el universo, corresponde ¿ los acontecimientos astronó micos, a los ob jetos, a la materia inerte, cuyos mov imientos pueden explicarse únicamente por transferencias de energía. El ejemp lo más significativo es el choque y los desplazamientos de dos bolas de billar: la bola A golpea la bola B y, al hacerlo, transmite una cierta 1cantidad de energ ía; se puede calcu lar la t rayectoria de B teniendo los datos precisos sobre la fuerza, la trayectoria y el punto de impacto; así pues, el co mpo rtamiento de B puede explicarse enteramente por el paso de la energía procedente de A. Los miembros de la creatura utilizan también la energía, pero esta energía les viene de su metabolismo, y los seres más complejos la utilizan para desplazarse, para actuar sobre su entorno material, etcéte ra. Pero, además de poder reaccionar a la trans misión de energía, to 104
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dos los miemb ros de la creatura son capaces de tratar las diferencias, la info rmació n. Ah í está la part icu laridad d el mu ndo de los proce sos mentales. Co mo vemos, para Bat eson, el mundo d e las ideas no se limita al ho mb re, sino a todos estos circuitos co mpuestos de elementos que puedan trat ar la info rmación, sea un bosque, un ser hu mano o un pulpo 15 . Det engámonos en la exp licación causal. En el" mundo material, la causa» de un acontecimiento es una cierta fuerza, o impacto , ejercida sobre un a part e del sistema material po r ot ra parte de éste: una parte «actúa» sobre otra. En cambio , en el mundo de las ideas, es necesaria una relación , ya ent re dos partes , ya ent re un a parte en un p rimer tiempo y esta mis ma part e en un segundo t iempo , p ara act ivar un a tercera part e (recepto r). A lo que el recepto r reacciona, es a una diferencia o a un camb io . ¡Pero la d iferen cia percib ida no es la qu e la ha p rovocado ! En el mejor de los casos, se trata de una transformación de ésta, una versión codificada» de la diferen cia orig inal. Nuest ra percepción v isual de una man zana no es la man zana en s í, s ino una imag en de man zana" . Era pues impo rt ante estud iar el p roceso mis mo de t rans fo rmación , los diferentes tipos de codificación posibles, sus ventajas y sus inconven ien tes. Ig ual qu e pod emos rep roducir un son ido med iant e técnicas analógicas o digitales, que ambas pueden revelar unas característ icas diferentes del sonido orig inal, Bateson se preguntó si el organis mo hu mano d isponía tamb ién de maneras d iferent es de codificar los acontecimientos exterio res". 105
El estudio de la com unicación
Hacia una ciencia de la comunicación
3.2.2. La Codificación» de la información
Como hemos dicho, Bateson abordó esta cuestión de la codificación inspirado por la teoría de Shannon y Weaver. Uno de los puntos clave de dicha teoría consiste en efecto en poder definir el modo como los acontecimientos del mundo exterior son transformados en informaciones simbólicas transmisibles: como son codificados. El principio básico es que, para obtener un mensaje codificado adecuado, es necesario que la codificación preserve las relaciones formales existentes entre los diversos elementos de los acontecimientos transmitidos. Para visualizar mejor este proceso, podemos poner un ejemplo: las diferentes transformaciones que debe experimentar un determinado acontecimiento de la vida cotidiana en algún lugar del mundo para llegar hasta nuestra mente por medio de nuestro periódico habitual. ' Descripción verbal del acontec imiento por un periodist a ¿que percibe, cómo lo cuenta?: los «errores» potenciales son aquí evidentes), transcripción del relato a un ordenador por ejemplo (transformación en bits de información, después en caracteres de un cierto tipo: con errores posibles en la traducción digital, las erratas, etcétera), la impresión del periódico, codificación en nuestro propio pensamiento, etcétera. La cuestión parecía de primera importanc ia, ya que ei o los modos de codificación utilizados por el ser humano pueden revelar algunos «errores» que implican dificultades para su adaptación al entorno. Todo mensaje que viaja en un circuito sufre transformaciones. El árbol que se encuentra «allí», en el mundo exterior, no puede encontrarse "aquí», en nuestra mente si no es sufriendo una transformación; así pues, a este proceso de transformación lo llamaremos «codificación». La cuestión fue objeto de numerosos debates en las conferencias Macy, cuando se trató de poner a punto unas maquinas que debían transmitir la información. La codificación es una transformación de un cierto tipo entre los datos del input y los del output de un circuito. El tipo de codificación es pues el tipo de redundancia que se estable-' ce entre dos conjuntos, es lo que distingue (¡y relaciona!) el mapa y el territorio. Muchas características (principalmente sus limitac iones y los errores posibles) de un sistema dependen, por tanto, del tipo de codificación utilizado. Si, por ejemplo, viendo un semáforo rojo deduci106
mos que podemos cruzar la calle, corremos gran peligro de arriesgar nuestra supervivencia. Como veremos, ciertos errores de codificación explican estos errores epistemológicos cuyas consecuencias pueden ser dramáticas para la supervivencia de la especie o del individuo. Los textos de Bateson han variado sensiblemente en lo que concierne a los diferentes tipos de codificación utilizados por el ser humano. Al principio, se centró principalmente en las codificaciones digital y analógica (en la época de las conferencias Macy, había dos tipos de aparatos que trataban la información: las máquinas analógicas y las máquinas digitales). No obstante, él, en muchas ocasiones, ha enumerado un c ierto número de otros tipos. Nos ha parecido importante, en esta historia global de las ideas de Palo Alto, volver a la fuente del concepto. Veamos pues cómo Bateson plantea la cuestión de la transformación, así como las consecuencias que los diversos tipos de codificación pueden traer al individuo.
a) La codificación analógica Se apoya en la cantidad y en la medida: una cierta cantidad de una cierta x se utilizará para predecir una cierta cantidad de una cierta y. En principio, la variación podrá pues ser continua. Un ejemplo c laro lo constituye el termómetro de mercurio: todo aumento de la temperatura es transformado en una elevación de la columna de mercurio. Es el principio de las maquetas o de los modelos. Si se conocen las reglas de transformación (las relaciones entre el modelo y el objeto modelizado), los datos recogidos a partir del modelo permitirán obtener enseñanzas sobre el acontecimiento modelizado. Para la comunicación humana, la amplitud de un gesto, el tono de la voz, etcétera, son analogías para la expresión de un sentimiento por ejemplo. Hay que observar que, en la comunicación humana, este tipo de codificación no se limita a los comportamientos no verbales. También recurrimos a la analogía en la comunicación verbal, principalmente al uso de metáforas y de analogías lingüísticas. Notemos que estas últimas son también consideradas como relaciones, similitu107
El estudio de la comunicación
Hacia una cienc ia de la com unicación
des. Po r ejemp lo, la conocida analog ía de A ristóteles: « La vejez es a la v ida co mo la noche es al d ía» o , en su fo rma matemát ica: Vejez = Noche Vida
Día
O tamb ién la de Sp ence r ent re o rgan is mo y sociedad , El grado de. Precisión d e este t ipo de cod ificación d epende del grado de exactitud de la construcción del modelo . Además, para mu chos gestos o mímicas, hay un grado más o menos impo rtante de convenciones cu ltu rales, por tanto son posib les (y frecuent es) muchos errores de descod ificación .
b) La codificación d ig ital (nu mérica) Se apoya sobre la acción de cont ar: al p rincip io , se cont aba con los dedos, de ahí procede la apelación «digital». Es sinónimo de co dificación nu mérica. Aquí la información es transformada en magnitud es discretas, es decir, en un idades d ist intas . Con la aparición del s istema b inario , estas unidades se resu men en la elección entre 0 y 1. La d iferencia será percib ida o no lo será. La exact itud depende de la precisión de las distinciones. Co mo en el caso de a fotografí a, cuanto más fino es el g rano , más neta es la fotog rafía. Una d e las cuest iones d iscut idas en las con feren cias Macy era la de determinar el t ipo de codificación del sistema nervioso. Las neu ronas, al responder con una reacción de tipo «todo o nada», dejaban suponer que se trataba de una codificación dig ital, pero la mod ifica ción posible de los umb rales de reacción, unida al au mento o a la dis minución de ciertas substancias (las ho rmon as, po r ejemp lo ) en el o rganis mo, así co mo la enorme mu lt iplicación del nú mero de las neuronas estimu ladas al mis mo t iempo conferían al resu ltado el as pecto de una reacción continua. Las conclusiones fueron pues en el sentido de una interpenet ración de los dos tipos d e cod ificación 17 .
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Pero , aunque podamos co mp arar al organ is mo co n una máqu ina por la neces idad de claridad que requ iere una exp osición , no debe mos en n ing ún caso con fund irlo co n ella. A Bat eson le p arecía un poco redu cto r limit ar los t ipos d e cod ificación d el ho mb re a estos dos aspectos solamente y , aunqu e las otras catego rías sean menos precisas y camb ien durante sus escritos, no obstante vamos a citar al cunas.
c) La codificación icónica . En este t ipo de cod ificación, la in fo rmación está org an izada en fo rma d e una « imagen» qu e, aunq ue está d e hecho const itu ida p or una gran cant id ad de b its de info rmacion es dig it ales, es percib ida en su globalidad . En ciertos mo mentos, Bateson considera este tipo de codificación parecido a la percepción de Gestalten. Se t rata, aparentemente, de un mecan is mo econó mico para la superv ivencia d el ind ividuo; en efecto, la imagen sintetiza de una sola vez una cantidad de info rmación muy grande. Desde luego, el peligro está en que se atribuya a estas imágen es una cred ib ilid ad demas iado g rande, o lv id an do qu e se trata d e una t ransfo rmación .
d) La «parte por el todo» Según Bateson , se trataría del t ipo de cod ificación más corrien te. En efecto, nunca tenemos la posibilidad de ver entera una cosa cualquiera: vemos una parte de un árbo l, de una persona, etcétera, y de ducimos el resto. Los trabajos de Shannon sobre la redundancia del lengu aje son demostraciones de este t ipo d e cod ificación . Además, Bateson co mpara este fenó meno con lo que los etó lo gos llaman los movimientos de inten ción de los an imales. «De un modo general, toda la categoría de mensajes que los etólogos llaman "mo vimientos de intención" está compuesta de posturas y de contraccio nes musculares que, si se co mp letasen, serían conductas agresivas, sexuales, d e ret irada, alimentarias , de const rucción de n ido , etcét era. En tod os estos casos , es impo rtant e qu e, mient ras que el co n junt o 109
Hacia una cienc ia de la com unicación
de una secuencia de acción es evocado por el mov imiento de inten ción , est e mo v imient o n o es el con ju nto mis mo y se p rod uce en unos contextos en los que la acción co mp let a sería muy in ap rop ia d a. Ut ilizar un a parte de u n co mpo rtamiento d e co mb ate co mo amenaza de una posibilidad de co mbate es muy diferente d e co men zar un ataque d irecto» 1 *. El mayor p elig ro de este t ipo de cod ifica ción es at ribu ir la part e a un todo qu e no le corresponda.
e) La cod ificación «ho lográfica»
Bat eson conoció este t ipo de cod ificación sobre todo por los tra bajos de Karl Pnbram1 ". Contrariamente a la cod ificación d ig ital o icónica, el lazo entre el ob jeto y la in formación codificada no puede precisarse^ con facilidad. Si establecemos un paralelo entre el procedimiento fotográfico trad icional y el p roced imiento ho lográfico , po dríamos decir que. en el p rimero , cada parte del ob jeto corresponde a una parte bien definida de la fotografía; en camb io, en una p laca holográfica, cada part e cont iene info rmación sobre la totalidad del o b jeto rep resentado . Aho ra b ien , alg unos neu ro fís ió log os (ent re ellos Prib ram) afirman ahora que, si la info rmación se trans mite de manera d igit al por las neuronas, habría en ciertas zonas de unión n eu ron al un t ipo mu y d iferente d e d ist ribución de la in fo rmación que se parecería al procedimiento de la holografía. Las «imágenes» mentales así const ru idas se parecerían más al eco o a la resonancia qu e a la co mp os ició n de un con junto d e pun tos. Para dar una idea un poco más concret a de lo que es el proced imiento holográfico, podemos proponer la analog ía sigu iente. Imag inemos un estanque cuya superficie es muy lisa. Si algu ien lan za una piedra al agua, veremos que se forman una serie de círcu los concéntricos, de ondas, que producen la impresión de desplazarse hacia los bordes del estanque. Imag inemos ahora que lan zamos cientos de piedras a la vez. La onda correspondiente a cada piedra* lanzada se des plazara desde el punto de impacto hacia el bo rde; de hecho , cad a lu -
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gar del estanque recib irá « in fo rmación» sobre cada un a de las p iedras lan zadas (las ondas p rocedentes de cad a una de las p ied ras pa san teóricamente po r cada punto del estanque). Las ondas que se desplazan sobre el estanque formarán entonces una especie de figura comp leja, resultado de las adiciones y de las sustracciones de los diferentes entrecru zamientos de ondas. Si, en este mo mento , el estan que se helase súbit amente, su superficie rep resentaría en cierto mo do una p laca ho log ráfica del acontecimiento . Una p laca holog ráfica posee prop iedades aso mbrosas: si la ro mpemos, cada frag mento «cont iene» in formaciones sobre el con junto d el acont ecimien to o del ob jeto rep rodu cido . Si h acemos ho log ra mas de diferentes personas, por ejemp lo, el resultado final será una representación ho lográfica de un personaje ficticio , una especie de med ia» de los d iferent es modelos utilizados. Además, co mo sabe mos, la rep roducción ho log ráfica permit e un examen del modelo según tres dimensiones y parece ocupar un volu men en el espacio poseyendo unas cualidad es de semejan za excep cional con el mode lo. Todas estas características, y otras todavía, han conducido a algunos cient íficos a proponer un modelo de fun cionamiento de la memo ria, e incluso del cereb ro en su conjunto , sobre unas bases holográficas. No nos extenderemos sobre dichas teorías, s ino que s eñ alaremos so lamen te q ue Bat eso n co ns id era q ue el h o mb re podría muy b ien cod ificar los acontecimientos según un sistema parecido. Pon e el ejemp lo d e un ciego q ue ent ra en un a hab it ació n qu e le es familiar y d e la qu e se ha ret irad o un mu eb le s in av is arle. Y sucede que el ciego «sient e», de un cierto modo , que se ha producido un camb io en la hab it ació n . Estos fenó men os d e reson ancia podrían ap arecer co mo la resu lt ante d e un a mu lt ip licación d e s is temas percept ivos , una especie d e cualidad emer gent e (que po d ríamos co mp arar con la v is ión en reliev e p ro ducida p o r los dos ojos , o t amb ién con la estereofo n ía, los patt ern s de «to rnaso lado », etcétera). «Hay cad a vez más datos que se acu mu lan y que sugieren que, en el cerebro de los mamíferos, estos s istemas resonantes podrían desempeñar un pap el impo rtante en la recuperación d e la in fo rmación (es decir, el recuerdo). No sabemos todavía-s i estos modelos, co mo la 111
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resonancia, son importantes en los fenómenos de la evolución, de la morfogénesis y de la ecología, pero es probable»2 ". Tal vez veremos, en un futuro próximo, que la ciencia hace justicia a aquellos que en los años sesenta fueron tan sensibles a las «buenas vibraciones» de las situaciones sociales. Más seriamente, este tipo de codificación podría tal vez aclarar unas nociones bastante vagas como la intuición, por ejemplo. Como vemos, este aspecto de la comunicación es muy rico porque su estudio permite sacar de él las «premisas» del comportamiento de un individuo o incluso de un grupo social. Es una lástima que no se hayan llevado las investigaciones más lejos en este sentido, porque probablemente podrían llegar a un enfoque más riguroso de la génesis de problemas psicológicos y a elaborar unas técnicas especificas de cambio.
3.2.3. La inter acción
Hemos hablado mucho de interacciones entre los elementos de un sistema, del intercambio de informaciones, por tanto, de los la zos, de las relaciones dentro de un conjunto estructurado. Veamos lo que la sistémica nos enseña sobre el modo de abordar estos procesos de comunicación entre elementos de un sistema.
a) Elección y conjunto de referencia «Toda comunicación representa una elección, una selección entre un conjunto de posibilidades.» Un punto o una raya enviados por telégrafo sólo tienen sentido si representan una elección entre un conjunto de pos ibilidades, en este caso, el conjunto del código Morse. Todo mensaje debe ser considerado siempre no en si mismo 112
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y para sí mismo, sino en referenc ia a un conjunto. En un discurso, distinguir entre «ironía» o «s arcasmo» sólo tendrá sentido s i los oyentes poseen un conoc imiento de la lengua, es dec ir, comparten un conjunto de referencia común. Pero este ejemplo nos deja en trever algunas dificultades potenc iales : un conjunto no está inmovilizado de una vez para s iempre, muy a menudo está dividido en subconjuntos, lo que hace que el cambio esté poco definido. En efecto, si el emis or de un mensaje elige un término con relación a un conjunto de referenc ia prec iso para él, no es en absoluto evidente que los receptores del mensaje le atribuyan el mis mo conjunto. Imaginemos, por ejemplo, la s ituac ión típica de un marido que vuelve a casa con un ramo de flores. ¿Qué sentido atribuirá su esposa a este gesto? Todo dependerá probablemente del c ontexto en el que s e produce este acto, pero no impide que la mujer tenga que paliar las lagunas del contexto y atribuir el gesto, ya al conjunto «comportamientos destinados a hacerse perdonar algo», ya al conjunto «comportamientos que tienen por objeto ponerme en buenas condic iones para pedirme algo», ya al conjunto «conductas para demostrar-me su amor», etcétera. Es indudable en todo caso que, si el conjunto de referencia al que la esposa atribuye el mensaje difiere del considerado por el mando, ¡la pareja puede pasar una noche más bien tormentosa! Podemos pues proponer dos características de todo mensaje: La información transmitida por un mensaje depende del conjunto del que procede (o al que se atribuye). El conjunto de referencia es una noción subjetiva y relativista: es su punto de vista del emisor del mensaje el que permite precisar este conjunto. Esta segunda propiedad tiene unas consecuencias pragmáticas importantes. En efecto, si no nos damos cuenta del aspecto eminentemente idios incrásico de todo mensaje, corremos gran peligro de llegar a suponer que todo el mundo comparte nuestro propio conjunto de referencia. Ahora bien, está claro que no es éste el caso. Frases tales como «yo querría comunicarme mejor con mi mando», «mi hijo va a ir mal», «soy desgraciado», «mi pareja es una catástrofe», etcétera, carecen prácticamente de sentido s i no. tomamos la precauc ión de pedir al emis or del mens aje que prec is e la 113
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significación que le atribuye, es decir, si no intentamos saber a qué conjunto de referencia corresponde para la persona que se expresa. Veremos más adelante cuáles son las relaciones entre esta noción y la de contexto.
b) Diversidad, redundancia y reglas interaccionales Si consideramos una interacción entre dos personas, cada una de ellas dispone de un repertorio de conductas muy extenso. Sin embargo, cuando se observa a dos individuos en interacción frecuente, digamos a una pareja, todo observador exterior se dará cuenta enseguida de que ciertos comportamientos aparecen de una ma nera mucho más frecuente que otros : se han adquirido costumbres, se observan unos tabúes " explíc ita o implíc itamente. A un cierto comportamiento del uno va a responder una c ierta reacc ión del otro. Es como si se impusieran ciertas coacciones, ciertas restricciones, a la divers idad potenc ial de los comportamientos de los dos miem bros de la pareja. Esto es exactamente lo que sucede y este fenómeno ha sido estudiado por Claude Shannon bajo el nombre de «redundancia». Se dirá que hay redundancia entre dos conjuntos en interacción si la aparic ión de un elemento del primer conjunto produce una restricción en la libertad o la posibilidad de aparición de c ualquier otro elemento en el s egundo conjunto. En otras palabras, la aparición de un elemento x en el primer conjunto impone una coacción al segundo conjunto. Volvamos de nuevo al ejemplo de la pareja pero esta vez en su primer encuentro. Imaginemos que la joven sea sensible al encanto del muchacho y decide atraer su atención. Va a tener que limitar en cierto modo la diversidad de las parejas potenciales del joven mediante sus conductas de seducción. Consideremos el caso en que la atracción es reciproca y prosigamos nuestra historia de amor cibernético. Cuando ambos decidan vivir juntos, habrá un período de tanteos (tanto en el sentido propio como en el figurado) durante el cual cada uno de los miembros de la pareja deberá correr algunos riesgos, atreverse a ciertas conductas que irán seguidas de reacciones por parte del otro; este período de ensayos y errores les permitirá conocerse 114
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mejor, saber qué comportamientos son apreciados y cuáles lo son menos, evitar lo que provoca una reacción no deseada, etcétera. Así -e crearán los hábitos de vida común en los campos más diversos: sexualidad, alimentación, distracciones, educación de los hijos, etcétera. La duda de los primeros contactos poco a poco ha cedido su lugar a la seguridad: cada uno de ellos se ha hecho más «previsible» para el otro. No insistiremos aquí sobre los riesgos que esta previsibilidad puede ocasionar a la pareja, pero, como todos sabemos, no son despreciables. Sin embargo, querríamos hacer notar que la redundancia no es forzosamente perjudicial, incluso en la pareja. Sin 'redundancia, no sería posible ningún aprendizaje, y por otra parte no sería de ninguna utilidad ya que nunca sería previsible. No sería de ninguna utilidad la ciencia, que intenta explicar las redundancias de nuestro universo: las leyes de la naturaleza o de la materia representan la sistematización de tales redundancias. Imaginad por un momento que aprendéis a tocar el piano con un instrumento en que cada tecla produjese notas diferentes de una manera aleatoria... Aunque la imagen de una relación libre de toda coacción puede parecer romántica (e idealista) aplicada a una relación de pareja, la vida común sin embargo correría grave nesgo de ser agotadora, sobre todo en lo que concierne a las decisiones que se han de tomar; basta con pensar en los momentos en que nos encontramos en un grupo de personas que nos son totalmente extrañas. Gracias a las redundancias conseguimos encontrarnos en el mundo en que vivimos. La redundancia tiene una importancia vital para la adaptación del individuo a su medio ambiente. Sin ella, sólo habría caos. La evolución de las diferentes especies y su adaptación al medio, lo que Bateson llama la «coevolución», son el resultado de las restricciones mutuas, de las redundancias inducidas por las interacciones entre las diferentes especies de animales y de plantas. Como vemos, el campo de aplicación de esta noción de redundancia es muy general, pero nosotros lo desarrollaremos sobre todo en el campo de las relac iones interpersonales. Como hemos visto en nuestra pareja, la redundanc ia define en c ierto modo las reglas de la relación entre los dos miembros de la pareja. Pero el campo de las relaciones humanas está lejos de presentar el grado de previs ibilidad de las leyes físicas o químicas. Si podemos afirmar, 115
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con una certeza casi absoluta, que si lanzamos una piedra desde lo alto de una torre irá a estrellarse contra el suelo (e incluso podemos calcular de antemano el tiempo de la caída, la velocidad y el punto de impacto) ¡cas i no es pos ible pregonar esta certeza en lo que conc ierne a las reacciones de nuestro cónyuge cuando llegamos tarde a una c ita! En el mundo de lo vivo, que cuenta con unos mecanismos adaptativos continuos, las redundancias nos permiten saber más sobre lo que hay que evitar que sobre lo que hay que hacer. Señalemos que los hábitos son muy a menudo la causa de dificultades en las relaciones: muchos de nosotros les atribuimos un grado de previs ibilidad excesivo y entonces nos ahorramos unos ajustes necesarios para la evolución de nuestras relaciones. Tendremos ocasión de volver a hablar de esta idea de reglas relacionales cuando describamos la evolución de la terapia familiar.
3.2.4. Comunicación y relaciones
Una vez sentadas las bases del tratamiento de la información, nos queda ver cómo el intercambio de informaciones se organiza y se estructura en la comunicación humana, y los lazos que ésta traba en nuestra vida social.
a) Simetría y complementariedad Si una relación implica dos puntos de vista, el de cada uno de sus miembros, es interesante ver lo que puede aportarnos una visión exterior, en cierto modo estereofónica, de la situación relaciona!. ;Es posible caracterizar el pattern de interacción que llamamos relación, y si es posible, cómo hacerlo? Como hemos visto anteriormente, ya en su trabajo entre los iatmul, Bateson había intentado definir la evolución de patterns relacionales, llamando a este proceso la cismogénes is, es decir la posibilidad de rupturas relac iónales por la acumulación de una diferenciación basada en el principio del feed-back positivo. Tanto si las relacio-
El est udio de la comun icac ión
nes se fundaban sobre la diferencia (cismogénesis complementaria) como si lo hacían en la igualdad (cismogénesis simétrica), las relaciones parecían conducir inevitablemente al estallido del sistema. Con el concepto de feed-back negativo, Bateson se dio cuenta de que algunos comportamientos podían evitar la acelerac ión y mantener una homeostasis. Bateson, y después Watzlawick, Beavin y Jackson han mantenido esta tipología de las relaciones. Estos últimos han abandonado el término un poco bárbaro de «cismogénesis» (que por otra parte estaba más dirigido a las relaciones entre grupos sociales que a las relaciones entre individuos) para hablar simplemente de relaciones simétricas y complementarias.
h) La puntuación El mundo no nos aparece como un flujo continuo en el que nada se distingue del resto. Nosotros «dividimos» nuestro universo en conjuntos distintos, tanto desde el punto de vista espacial (objetos, personas, etcétera) como temporal (secuencias causales, por ejemplo). Como hemos señalado para la «codificación», está prácticamente reconocido que tal división tiene un fundamento genético. Nosotros percibimos unas secuencias cuyos diversos elementos nos parecen enlazados de una manera causal. El aprendizaje cultural viene a incorporarse a esta base para prolongarla. El hecho de que aprendamos a considerarnos como los «espectadores» ere nuestro entorno hace que muy a menudo nos excluyamos de los procesos de causalidad circular, y que nos consideremos más bien como «reactantes»: como el otro ha hecho esto, nosotros nos conducimos de esta o de esa otra manera. Es evidente que para un observador exterior, capaz de ver las dos (o más) personas en interacción, es más fácil percibir los patterns interaccionales repetitivos y por ello enfocar el fenómeno a partir de una explicación causal circular, un circuito del que es irrisorio buscar el punto de partida. La puntuación de un fenómeno consiste pues en dividir las secuencias interaccionales, la mayor parte de las veces para «descubrir» (o más bien «decidir» cuáles son) los efectos y las causas de un fenómeno cualquiera. 117
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Hacia una ciencia de la comunicación
c) Niveles de un mensaje Recogiendo una observación de Warren McCuiloch, Bateson había mostrado que todo mensaje incluye dos aspectos: es a la vez «informe» y «orden». Hablando con propiedad tiene un aspecto informativo (en líneas generales, es «diferente» de otro) y es también un estímulo para la-reacción (en este sentido, podría decirse que la percepción es ya una acción: la recepción de un mensaje implica una respuesta). Esto coincide, en parte, con el primer axioma enunciado por Watzlawick: «No es posible no comunicarse» o también con la fórmula un poco esotérica de McCuiloch: «Nothing never happens» («Nunca sucede que nada suceda»). Muestra el aspecto ineluctable de la comunicación"'. Volvamos a la cuestión de los aspectos «contenido» y «relación» de un mensaje, como la han formulado Watziawick y sus colegas del MRI. Además del contenido propiamente dicho (el hecho de que un mensaje no es otro), todo mensaje contribuye a la definición de la relación entre los dos interlocutores: «designa el modo como debe entenderse el mensaje, y por tanto, a fin de cuentas, la relación entre los dos miembros», así pues es también metacomunicativo. Para ilustrar esta distinción, podemos tomar un ejemplo bastante frecuente en las reuniones de trabajo. Sucede muy a menudo que, cuando un equipo se encuentra ante una dificultad que se eterniza y que un cursillista propone una solución, la discusión que seguirá tendrá muy poca relación con el contenido de la propuesta. Se producirá una disputa sobre unos puntos de detalle, y la idea nueva corre peligro de ser rechazada incluso antes de haber sido analizada. En este caso, lo que está en juego en las discusiones no es el «contenido», sino la «relación» entre el cursillista y el resto del equipo, relación complementaría al principio, pero que podría hacerse más igualitaria si se aceptase su sugestión.
El estudio de la com unicación
Notemos que no se trata de unos tipos particulares de información, s iendo unas informac iones de «contenido» y otras de «relación»; se trata de dos aspectos de un mismo mensaje, de las dos caras de una misma moneda. Según el contexto del intercambio, un mensa je podrá ser más o menos importante para la relación, pero los dos aspectos siempre están presentes. Sería abusivo creer, por ejemplo, que los mensajes no verbales son únicamente relaciónales y los mensajes verbales de «puro contenido». La metacomunicación. Después de haber dado pruebas de su utilidad en matemáticas, el prefijo meta- iba a entrar en e! lenguaje de los teóricos de la comunicación. Se comprobó en efecto, que el lenguaje Humano poseía también una estructura jerárquica. Es posible hacer ciertas proposiciones como «Me siento bien», u «Hoy hace buen tiempo», etcétera, y añadir, por ejemplo: «Si te digo esto, es para que estés contento.» Esta última proposición habla, de hecho, del conjunto de las proposiciones particulares hechas anteriormente (e incluso a veces posteriormente), es pues un comentario sobre un conjunto de enunc iados. Se hablará, en este caso, de un «metalenguaje» o de una «metacomunicación», es decir, de una comunicación ¡obre una comunicación. Si hablamos de jerarquía, es que la escala no se detiene aquí: también pueden hacerse comentarios sobre la metaconunicación, y así ininterrumpidamente; en este caso, podrá hablarse de metametacomunicación, etcétera. La metacomunicación concierne a un conjunto de mensajes y los clasifica. Así pues es muy importante en caso de incertidumbre en Cuanto al sentido de algunos otros mensajes: prec isa en qué categor í a deben ser clasificados los mensajes que han sido emitidos (o que van a serlo). Imaginemos, por ejemplo, que un marido vuelve del trabajo y encuentra a su esposa ocupada mirando la televis ión; él la saluda y ella le responde de una manera distraída. El marido puede clasificar tal comportamiento en la categoría «señales de des interés» o también «señales de mal humor», etcétera. Si la esposa se acerca después a él y le dice: «Perdóname, pero la película era apasionante y yo no quería perderme el final», ella precisa cómo desea que su mando descodifique su comportamiento. Existen metamensajes todavía más explícitos, como decir, por ejemplo: «Estoy bromeando», o también: «Esto es una advertencia», 119
Hacia una ciencia de la com unicación
«Esto es una orden», etcétera. Tamb ién es posible metaco mun icarse no verbalmente, «guiñarle un ojo» a alguien antes de decir algo por ejemp lo, o adoptar ciertas posturas cuyo aspecto metaco mun icat ivo está claro en la cultura (arrellanarse profundamente en el sillón al escuchar a algu ien, o fruncir las cejas, etcétera). .Es ésta una característ ica importante de la co municación, en especial cuand o surge un con flicto o un malent end ido . Es tamb ién el med io de co mun icarse sobre las premisas del co mpo rtamiento : «No he querido mo lestarte, yo decía esto para most rart e hasta qué punto me resulta insoportable esta clase de reflexión.» Podríamos mu lt ip licar los ejemp los hasta el in fin ito . Sin embargo, se impone una observación : l a s palabras utilizadas para metaco municar son las mis mas que se utilizan en e! lenguaje corriente. Po r tant o no es siemp re fácil d ist ingu ir estos dos niveles d e co mun icación , y esto p ued e t amb ién condu cir a una escalada. Por ejemp lo, si el marido no acepta considerar la exp licación de su esposa como una metaco mun icación , podrá to mar esta observación como una afrenta suplementaria: « ¡Si, si, cont inúa, ya veo que has decid ido mo lestarme esta noche!» Metaco municar no es pues una panacea para la resolución de los conflictos. Notemos tamb ién que met aco mun icar imp lica que podamos d istan ciarnos un poco con respecto al discurso; el contenido de la metaco mun icación es interaccional: se hab la de la relación entre uno mis mo y el ot ro. Estamos en un nivel lóg ico superio r, tocamos el campo de las reglas relacionales. El interlocuto r puede no permit ir que el ot ro ejerza un «control» sobre la relación. Entonces se reúnen ya todas las condiciones para una escalada, hasta que se hayan renegociado las reg las.
d) Las paradojas Co mo hemos v isto, la cuestión de las paradojas había sido abo rdada en las d iscusiones sobre la cibernét ica. Part iendo de las teorías de Wh itehead y Russell, Bat eson pros igue el razo namiento en el camp o de la co mun icación . A part ir del mo mento en que unos enunciados pueden ser metaco municat ivos, y que no es fácil distinguirlos en el discurso, Bateson señala, desde 1951 que « l a psicología 120
El estudio de la com unica ción
y el estudio de la co municación hu mana nunca pueden pretender construir un sistema autóno mo y coherente que no sea autocontrad ictorio . [...] En la práct ica, esto significa que debemos esperar en contrar en los grandes campos creat ivos de la co mun icación hu ma na—el juego, el arte, la religión, la epistemología y la teoría psiquiátrica— unas paradojas generales como la contenida en el enunciado "Miento", y tenemos que aceptarlas» 15 . Co mo vemos, Bateson presient e las dificu ltades psico lóg icas que l as paradojas podrían p roducir en el ser hu mano . En esa época, no aparece en su obra nada más preciso, pero se dibuja ya el camino : Bateson quiere somet er a prueba su idea, quiere estudiar los efectos •de l a s paradojas en la co mun icación hu mana y quiere hacerlo con toda libertad, s i n las coacciones de un jefe o de un marco institucio nal. Y parte en busca de un organismo susceptible de reconocer el Títeres de esta investigación hasta el punto de subvencionar un equipo de investigación sobre este tema. Antes de llegar a este proyecto, vamos a abandonar un poco el sis tema y las interacciones para volver al individuo, al que, hay que reconocerlo , hasta aho ra no le hab íamos con ced ido gran atención . Ahora b ien, s i hemos visto el modo co mo los sistemas se regu lan por el juego de las interacciones, podemos preguntarnos cómo se man ifiestan estas redundancias a nivel personal. En sus contactos repetidos con su ento rno , la persona camb ia, evo lu ciona, ap rend e, veamos có mo Bateson ha en focado la cu estión del ap rend izaje y la de contexto , de la que no se puede d isociar. 121
Aprendiza je y contexto
APRENDIZAJE Y CONTEXTO
Para responder a esta pregunta, Bateson, en los años que siguen a su regreso de Bali, intenta formular una teoría del aprendizaje. En 1°-12 publica una primera versión que sufrirá diversas modificaciones hasta llegar a una versión muy general descrita en su obra La naturaleza y el pensamiento (mencionaremos esta síntesis impresionante en la ultima parte de la presente obra). Por el momento, nos limitaremos a exponer el estado de la cuestión tal como aparecía después de! contacto de Bateson con la cibernética.
4 .1 , Dim ensiones del aprendizaje
Vamos a examinar las modificaciones que los procesos de comunicac ión producen a nivel del individuo, abordando el fenómeno del aprendizaje en una óptica interaccional. Para hacerlo, deberemos intentar aclarar un poco el concepto muy resbaladizo, pero indispensable, de «contexto». Para seguir la evolución de estas ideas en Bateson, debemos remontarnos algunos años hacia atrás. Como hemos visto, con sus trabajos antropológicos en Nueva Guinea, y después en Bali, Mead y Bateson estudian el modo como los individuos de las divers as culturas adquieren lo que habitualmente se llama su «carácter». Cuando se califica a las personas de «dependientes», de «pas ivas», de «manipuladoras», etcétera, todos estos atributos se refieren a unas característic as muy abstrac tas, que van más a l lá de la descripc ión del comportamiento. La cuestión es pues darles una s ignificac ión operacional: «;cómo los individuos son modific ados por los contactos con su entorno?» La pregunta es interesante en el marco de>un enfoque s istémico, porque aquí nos s ituamos a nivel del individuo que, aunque s ea miembro de un s is tema más amplio, no por e llo deja de s er él mismo un s is tema que goza de una relativa autonomía con res pecto a los otros elementos. Sin mús icos, no hay orquesta. Nos encontramos ante la dinámica del s istema: s i éste «impone» unas coacc iones a los comportamientos de los individuos, los individuos introduc en en él la novedad, por medio de sus contac tos con el exterior, y pueden por tanto modificar s u func ionamiento global. 122
•E l aprendizaje puede definirse como «un aumento de la redundancia entre el que aprende y su entorno»', y la comunicación como el medio de establecer esta redundancia: «La esencia y la razón de ser de la comunicación es la creación de la redundancia, de la significaron, del modelo, de lo previs ible, de la información y/o de la reducción del azar mediante la "restricción"»'. ¿Como se efectúa este aumento de la redundancia? Para Bateson, no puede reducirse a un aumento lineal, a una simple acumulación Cuantitativa: los fenómenos de generalización, de comprensión repentina los cambios de costumbre y de actitud, etcétera, todo parece .mugar por una organización más compleja del fenómeno del aprendizaje. Su descripción tomará la forma de una estructuración jerarquizada; distinguirá cuatro niveles de aprendizaje diferentes.
4.1.1. El apr endizaje de nivel cero
Se trata del caso más simple, en el que los efectos de un estímulo, por una razón u otra, son estereotipados. En este caso, el fenómeno no comprende la pos ibilidad de «ensayo y error»; el individuo nunca podrá utilizar el resultado de una de estas experiencias para mejorar sus actuaciones futuras. Esta especificidad de la respuesta puede
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Aprendizaje y contexto
provenir de una programación genética o también del caso en que la respuesta a un estímulo se ha hecho muy estereotipada. «En el lenguaje corriente, no técnico, la palabra "aprender" se aplica a menudo a lo que llamamos aquí "aprendizaje cero", es decir, a la simple recepción de una información procedente de un acontecimiento exterior, de un modo tal que un acontecimiento análogo que se produzca en un' momento poster ior (y apropiado), trans mitirá la mis ma informac ión-: por el toque de sirena de la fábrica, yo sé que son las doce»1.
4.1.2. El aprendizaje de nivel I
Es el tipo de aprendizaje que ha sido más estudiado en los laboratorios de psicología experimental. Encontramos numerosos ejemplos de el en los trabajos sobre el condicionamiento pavloviano y skinneriano. Consideremos desde más cerca estas dos formas de aprendizaje sobre todo desde el punto de vista del contexto en el que se producen. En el condicionamiento pavloviano, tenemos una secuencia temporal rígida: el estímulo condicionado (habitualmente un timbre) precede al estímulo incondicionado (la comida) con un lapso de tiempo determinado. El animal no puede hacer nada para cambiar esta secuencia, debe sufrirla. En cambio, en las experiencias de condicionamiento instrumental (skinneriano), la secuencia dependerá del comportamiento del animal. En general, el estímulo incondicionado es más difícilmente precisable; puede ser un estímulo interno, el hambre, por ejemplo. El experimentador elige «reforzar» un comportamiento preciso del animal: si éste lo realiza, será recompensado. Bateson precisa por otra parte lo que hay que entender por el término «refuerzo»: «Un acontecimiento exterior será considerado como una "recompensa", si su aparición corrige un cambio "interno" que, en si, sería un "castigo"» 4 . Los fenómenos estudiados son de un nivel más elevado que los del primer orden de aprendizaje. La pregunta que nos hacemos no es: « ¿Qué cambio se produce en el perro cuando oye un silbato?», si-
no: «¿Cuáles son los cambios que se han producido en el cambio que un perro vive cuando oye un silbato?»5 Pero estos aprendizajes se producen en un contexto y no es sencillo señalar en él los elementos esenciales; éstos pueden ser definidos je forma arbitraria por el experimentador que decide, por ejemplo, que el timbre constituye el estímulo a la respuesta de salivación. No obstante, se ha podido comprobar que el lazo entre el estímulo condicionado y el comportamiento reforzado no es forzosamente tan preciso como a los experimentadores les gustaría creer. Se cuenta por ejemplo que un día, estando ausente el experimentador habitual, un ayudante se encargó de la experiencia de condicionamiento pavloviano en curso; instaló al perro en sus arneses habituales y después se acerco al timbre, pero, antes de que pudiese tocarlo ¡el perro se ruso a segregar saliva! Es evidente que, para el animal, el estímulo condicionado no se limitaba al definido por el procedimiento experimental. Para Bateson, son los elementos que determinan el contexto de una s ituac ión de aprendizaje los indicadores que permiten señalar el carácter de similitud entre las diferentes situaciones. Estos indicadores de contexto señalan que, si se realiza un comportamiento especifico, seguirá una recompensa. Esto implica por otra parte otra premisa importante de los fenómenos de comunicación: la experiencia que tenemos de nuestra relación con nuestro entorno está segmentada, puntuada en subsecuencias o en contextos que podemos comparar o diferenc iar. «Cuando el experimentador dice que el timbre es el "estímulo" en una secuencia dada, su afirmación implica una hipótesis sobre el modo como el organismo puntúa esta secuencia»*. Vemos pues que, en el aprendizaje de nivel 1, el individuo se encuentra al principio en una situación que permite una gran diversidad de conductas, y después, poco a poco, por una serie de ensayos consecutivos, corregirá sus «errores» y acabará por dar un cierto tipo de respuesta con una probabilidad mucho mayor. (Encontramos aquí la explicación de tipo «negativo» de la cibernética.)
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Hacia una ciencia de la comunicación
4.1.3. El aprendiz aje de niv el 2
Si el aprendizaje de nivel 1 consiste en un cambio en la especifica dad de la respuesta, el aprendizaje del nivel superior debe consistid en un cambio en el proceso mismo de aprendizaje, lo que Bateson llamará «aprender a aprender», «aprendizaje secundario» o también «deuteroaprendizaje», Imaginemos, por ejemplo, que el entorno de un individuo inc luye numeros as secuenc ias de aprendizaje de tipo pavloviano Cuando se encuentre ante una experiencia totalmente nueva de este tipo, necesitará menos ensayos para llegar al aprendizaje requer ido por la s ituac ión. Habrá adquirido una cierta habilidad frente a tal tipo de contexto. El cambio al que aquí nos referimos puede describirse a la vez como un cambio de lo que el organismo espera y coma un cambio en sus hábitos de aprendizaje. Si hablamos en términos de es pera, diremos que el organis mo es pera ante todo que el universo de su experiencia sea puntuado según unas secuencías que se parecen al contexto pavloviano, es decir, unas secuencias en las que ciertas percepciones pueden ser utilizadas como base de predicc ión para unos acontec imientos futuros. O, si se habla de hábitos de aprendizaje, s e dirá que este organismo respondera a la previs ión de lo que ha de suceder ('por ejemplo, segregando saliva) pero no va a intentar cambiar el curso de los acontecimientos. En una palabra, el animal se ha vuelto «fatalista» y el estudio de las características formales del contexto de aprendizaje nos ha procurado una definic ión formal de un tipo partic ular de" fatalismo. Igualmente, si el individuo es sometido a unos contextos de aprendizaje de tipo skinneriano, es decir, en los que debe hacer ciertas cosas para obtener una satisfacc ión, aprenderá a manipular su entorno y en cierto modo se convertirá en más «manipulador». «Puede esperarse una transferencia de aprendizaje del contexto A al contexto B s i el contexto B se parece al contexto A en el sentido de que requiere del sujeto unas ''actitudes " parec idas o también un "carácter" parecido, es dec ir, una evaluac ión parecida de él mismo-en-el-contexto. El deuteroaprendizaie es pues la adquis ic ión de características como el "fatalis mo", la "dependencia", el "voyerismo", la "astuc ia", el "c inismo", una "personalidad 126
Aprendizaje y contexto
pasiva-agresiva", el "desapego", la "confianza", etcétera, comprendidas unas combinaciones de todo ello»7 . Cuando Bateson trabajó en Hawai, hacia 1965, para estudiar la comunicación en los delfines, tuvo ocasión de asistir a una experiencia que ponía en evidencia el paso de un aprendizaje de tipo 1 a una experiencia de deuteroaprendizaje. La experienc ia estaba estructurada según el procedimiento siguiente: cuando el delfín llegaba al estanque de demostración, el experimentador esperaba la aparic ión de un cierto comportamiento A (digamos, por ejemplo, que el delfín s e pusiera derecho sacando la cabeza del agua), que reforzaba entonces con la recompensa habitual, un pescado; en muy poco tiempo, el d e lf í n reproducía el comportamiento querido por el entrenador. En la segunda ses ión, el experimentador ya no recompensaba el comportamiento A, sino que esperaba la aparición de un nuevo comportamiento B (digamos un coletazo sobre el agua), que entonces era recompensado. Las sesiones siguientes se desarrollaron según el mismo esquema, ya no se recompensaban los comportamientos anteriores, sino que el experimentador esperaba cada vez la aparición de una conducta nueva para recompensarla. Estos cambios de pro grama no parecían gustarle al delfín que, a cada cambio, manifestara su «mal humor» pero acababa por producir, por casualidad, un c omportamiento diferente que le permitía por tanto rec ibir una nueva recompensa. A veces estaba tan trastornado que el experimentador, deseoso de mantener una «buena relación» con el delfín, le tenia que dar algunos pescados inmerecidos. Fue entre la decimocuarta y ¡a decimoquinta ses ión cuando debía producirse el acontec imiento que apoyaría la teoría de Bateson. Mientras e! animal se halla b a en su estanque de reposo, pareció de repente muy excitado. Al entrar en el estanque para la decimoquinta ses ión, se puso directamente a ejecutar una s erie de figuras muy complic adas que com prendían ocho movimientos nuevos (cuatro de ellos desconocidos antes en esta especie). Cómo explica Bateson este cambio sufrido en el animal? Para él, el delfín ha «comprendido» de algún modo que el contexto de las sesiones era: «son reforzados los comportamientos nuevos». Pa127
Hacia una ciencia de (a com unicación Aprendizaje y contexto
ra conseguirlo, necesitaba en cierto modo comparar las informaciones sobre las muestras de contextos (comportamientosrefuerzos), y abstraer de ellos una información sobre la c lase, sobre las características comunes a los contextos específicos de las diferentes sesiones; el delfín había hecho pues un aprendizaje de un nivel lógico superior. Otra experienc ia nos permitirá comprender la importanc ia de la estructuración del aprendizaje en niveles lógicos; esta vez se refiere al condicionamiento de las ratas. Las ratas tienen una tendencia natural a explorar su entorno. Para comprender mejor su funcionamiento, unos experimentadores han imaginado disponer un proced imiento experimental destinado a producir una extinción de esta conducta de exploración. Diferentes cajas estaban esparcidas en el recorrido de la rata y, cada vez que el animal acercaba su hocico a las cajas, recibía una descarga eléctrica. Pero, contrariamente a lo que los experimentadores esperaban, estos refuerzos negativos no disminuían en nada la tendencia de la rata a explorar su entorno. Para Bateson, esto no tiene nada de sorprendente; en efecto, la tendencia a la exploración es una conducta de un nivel lógico superior al acercamiento a las diferentes cajas. Aunque su acercamiento a las cajas le procure un efecto desagradable, este refuerzo negativo del comportamiento preciso en cuestión se transforma en refuerzo pos itivo s i nos colocamos en un nivel superior: cuando la rata recibe una descarga, su exploración ha sido fructuos a, conoce ahora las cajas que mas evitar. Como vemos, la teoría del aprendizaje jerarquizado en niveles lógicos permite establecer unas distinciones capitales que ponen en tela de juicio muchas de las ideas recibidas en cuanto al modo de modificar los comportamientos o las actitudes de los individuos dentro de la sociedad. «Es interesante examinar la naturaleza de un concepto como el "crimen". Nosotros actuamos como si pudiese suprimirse el crimen castigando ciertos aspectos de lo que consideramos acciones criminales, como si el "crimen'' fuera el nombre de un cierto tipo de acto, o de una parte de un cierto tipo de acto. Pero el vocablo "crimen", como el de "exploración", designa más exactamente un modo de organizar actos: es pues muy poco probable que castigando el acto se suprima el crimen. Desde hace milenios, la preten128
dida c ienc ia criminológica no ha podido evitar una s imple 1 confusión de tipos lógicos»' .
4,1.4. El apr endizaje de nivel 3
Era lógico continuar el razonamiento y examinar la posibilidad je aprendizajes de niveles más elevados todavía. Así pues Bateson ha postulado la existencia de un aprendizaje de nivel 3. Sin embargo es mucho más difícil dar ejemplos precisos de él porque, aparentemente, esta posibilidad parece reducirse a las experiencias que viven cierros místicos u otras personas «fuera de lo común». Si pensamos en aprendizaje como un aumento de la redundancia entre el individuo y su entorno, podríamos tal vez considerar el paso a este tercer nivel como una trascendencia de las diversas coacciones que constituyen en cierto modo nuestras «premisas» sobre el mundo, nuestros hábitos de pensar y obrar, nuestros valores fundamentales, etcétera. Como un maestro zen le había hecho notar a Bateson: «Es una cosa terrible acostumbrarse a cualquier cosa.» Podemos pues especular que el paso del segundo al tercer nivel iría acompañado de una modificación extremadamente drástica de nuestra relación con nuestro entorno y, probablemente, también de un profundo c ambio de nuestro concepto de «sí mismo», como ha sugerido principalmente un buen número de filosofías orientales. «Lo que se llama el "sí mismo es un producto o un agregado de aprendizajes 2. En la medida en que un individuo llega al aprendizaje 3 y aprende a percibir y a reaccionar en función de contextos de contextos, su "sí mismo" estará por así decirlo fuera de lugar. El concepto de "si mismo" no funcionará ya como un punto nodal en la puntuac ión de la experien c ia- . Con este último nivel de aprendizaje, Bateson toca cuestiones fundamentales de la naturaleza humana, a saber, la lucha perpetua entre, por una parte, el deseo de segundad, el miedo a la novedad, la voluntad de sacar lecciones de la experiencia pasada a fin de poder prepararse mejor para afrontar los cambios continuos de nuestra re129
Hacia una ciencia de la comunicación Aprendizaje y contexto
lación con el mundo , y , por ot ra parte, la d ispon ib ilidad del ho mb reé ante los camb ios perpetuos d e su ento rno, la creat iv idad . La h ipótes is de este tercer n ivel const ituye, en cierto modo, la es peran za de la superación, de la trascendencia de toda rig idez de nuestro sistema de pensamiento , ¡a perspect iv a de una relación con el mundo que pueda ser un d escubrimiento permanente. Pero dejaremos aqu í las especu laciones met afís icas v haremos nu estra la p rud encia de Bateson siemp re ha v acilado en meterse «en la bo ca del lobo», en los territo rios en los q ue «n i s iqu iera los áng eles se at rev en a aventu rarse». Antes de terminar de t ratar esta t eo ría del ap rend izaje y de pasar al «proyecto Bateson» y a la fo rmu lación de la dob le coacción, es útil ver có mo podemos delimit ar un po co mejo r 1a no ción de contexto que hemos ut ilizado y que ut ilizaremos todav ía muchas v eces.
4,2. La exploración del contexto Igual qu e sucede con la no ción de sistema, la d e contexto es tan necesaria que es difícil defin irla con precisión . Aunque contiene algunos aspectos objet ivab les, dep ende sin embargo del punto de v ista I a part ir del que se considere un acontecimiento cualquiera; es pues también eminentemente subjetiva. Pero es inev itab le para toda per sona interesada po r los fenó menos de co mun icación.
4.2.1. La p sico logía d e la « Gestalt»
Los gestaltistas, a los que podemos situar entre los precursores del paradig ma sistémico, estudiaron el fenómeno de la percepción y des cubrieron que el «todo» que es percibido es diferente de la su ma de sus partes. La p ercepción de un a forma geo mét rica o de una melo día no puede reducirse a la su ma de la percepción de d iferentes pun tos o de d iferentes not as; la forma y la melod ía son ejemp los d e lo
que ellos ya llamaron prop iedades emergentes : las cualidades del conjunto de una experien cia no son inherentes a sus co mponent es". Ot ro aspecto importante d e la o rgan izac ión p ercept iva concierne a la distinción entre la «figura», es decir la forma que se distingue en primer p lano, y el «fondo», o segundo plano perceptivo12 . Los gestait istas descubrieron que ciertas estructuras determinan un marco Je referencia en función del cual son percib idos otros objetos. Muchas personas han referido ejemp los de t ales fenó menos, llamad os «mov imientos inducidos», cuando un tren vecino emp ieza a avan zar lent ament e, dand o la imp res ió n d e que nu est ro p rop io t ren ha emp ezado a moverse en la dirección opuesta aunque permanezca in mó vil. O tamb ién cu ando un observado r se encuent ra en un a hab ita ron inclinada; las paredes de la hab itación definen los ejes vert ica l es y horizontales del marco , dando la imp resión de que un candelab ro esta torcido o que el p rop io cu erpo del observ ador está in clina do , mien t ras que los d os est án d e h ech o p erfectamente alineados con la g ravedad. En cada caso, el sistema v isual elige una g ran es tructura pró xima para d efin ir la no rmalid ad percept iva — in mov ilidad o vert icalidad — y construye ot ros ob jetos, ent re los que está el M mis mo» según estas no rmas. Un ú lt imo aspecto d el con cept o gestalt ista de organ ización con cierne a lo qu e se ha llamado la «p regnancia» : cuando unos estímu los son amb iguos, la percepción s erá tan «buena» (es decir, simp le, regular y simét rica) co mo lo permitan las «condiciones que prevale cen». Estas condiciones hacen referencia a la in formación reg istrada por ¡a retina. Es evidente que el sistema visual no convierte cada configu ración en la forma más simp le. Un triángu lo irregu lar, po r ejemp lo, no es visto como un círculo porque la percepción debe in fo rmar de la natu raleza de la imagen ret in iana. Pero en los casos en
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Hacia una ciencia de la comunicación
que la imagen es amb igua, co mo en el caso de una figura parcialment e oculta , la person a tiend e a per cibir la for ma más sim ple co her ent e, con la informa ción disponible.
4.2.2. El aspe cto subjetivo del c ontexto
Consideremos el contexto simple del intercambio de un mensaje entre un individuo y otro. Como hemos visto anteriormente, el contenido del mensaje para el emisor está en función de conjunto de referencia del que dicho mensaje es un elemento. La relación entre el elemento elegido y este conjunto es lo que permite definir el «sentido» del mensaje, al menos desde el punto de vista del emisor. En cuanto a saber si el mensaje será comprendido de la misma manera por el receptor, ello depende del sistema de referencia de este último. Estas consideraciones no se limitan a los mensajes verbales: un apretón de manos, un abrazo o un beso no s ignifican nada s i no podemos hacer hipótesis sobre el conjunto de referencia del que son elementos. Pero la mayor parte de los intercambios interpersonales no permiten una discusión sobre el conjunto de referencia de los mensajes intercambiados. Para convencerse ¡basta con haber as istido a un debate televisado! ¿Qué puede decirse sobre los lazos entre conjunto de referencia y contexto? Tomemos un ejemplo sencillo. Vuelves a casa y tu marido te besa distraídamente. ¿Cómo puedes interpretar este mensaje? ¿Cómo puedes «nombrarlo», es decir, clasificarlo en una categoría de comportamientos que permita atribuirle un sentido? En un primer tiempo, probablemente intentarás encontrar algunos indicios suplementarios a tu alrededor (su cara, lo que hace inmediatamente después, tus recuerdos de situaciones parecidas, etcétera), unos elementos de contexto que, en relación con el mensaje preciso, dibujarán en cierto modo sus contornos. Sin embargo éstos pueden seguir siendo vagos después de este primer trabajo personal; puedes encontrarte ante vanas hipótesis concernientes al conjunto de referencia: «ha tenido un mal día en el trabajo», «he debido hacer algo que le ha disgustado», «ya no me presta atención», etcétera. Otra manera de proceder consiste en pedir indicios suplementarios al interesado: « ¿Algo
Aprendizaje y contexto
va mal?» Esta clase de pregunta producirá una reacción, por tanto unos indicios suplementarios sobre el contexto del mensaje. Cuando roclos estos indicios formen una Gestalt coherente para ti, el mensaje se convertirá en «significante». Hay que señalar que habitualmente hacemos una selección entre todos los elementos del contexto y retenemos los que contribuyen a dar una Gestalt que tenga una «buena forma», considerando los otros como no pertinentes, como «ruido», para hacer una analogía con la teoría de la información. Pero hay que añadir que, si algunas situaciones similares se producen periódicamente, puede suceder que los ruidos repetidos de las Gesta/ten precedentes puedan súbitamente revelar una estructura nueva que puede incluso modificar completamente la clase a la que se habían atribuido los mensajes anteriores (es conocida la historia de ¡a esposa que, después de años de estar acostumbrada a que su marido regresara tarde «tan ocupado por su trabajo», después de una informaron que por sí sola casi no hubiese tenido significac ión, ¡se da cuenta súbitamente de que una rival gozaba de estas horas suplementarias! Todo lo demás parece entonces «quedar bien encasillado»: el conjunto de los indicios, ya «olvidados», ya atribuidos a otro Contexto, dibuja completamente de nuevo el comportamiento del mando). Podríamos apostar que, cuanto menos buena es la forma de las percepciones, más quedarán «pendientes» los ruidos, es decir, no devueltos completamente al caos sino «en espera» de informaciones suplementarias que puedan aportar la coherencia o una cohesión más satisfactoria. Si tomamos, por ejemplo; la experiencia del Delfín del que hemos hablado anteriormente, diremos que después de la primera sesión su «comprensión» es muy precisa. Al comienzo de la segunda ses ión, esta coherencia rec ibe un golpe importante hasta el momento en que es recompensado el segundo comportamiento; y como el primer comportamiento recompensado puede ser almacenado, se convierte en «ruido». Después de algunas otras sesiones, se reproduce el mismo esquema, pero los «ruidos» son cada vez más numerosos y perturbadores: las informaciones no clasificadas se acumulan y no presentan ninguna coherencia, porque ninguna estructura permite relacionarlas. Hasta !a decimocuarta sesión, en la que se produce e! relámpago de comprensión que, de una s.ola vez, ofrece una imagen totalmente diferente de la conducta reforzada; la 133
Hacia una ciencia de la com unicación
modificación de la percepción del contexto lleva a la atribución de una clase nueva y no deja ya indicios no etiquetados. Hay que notar que «no comprender» es muy a menudo doloroso (¿potencialmente peligroso para la supervivencia? Si algo no tiene sentido ¿qué respuesta hay que darle?), lo que deja suponer que la duda, la vacilación, etcétera, representan estados poco satisfactorios para los individuos' 3. En este sentido, la comprensión de un problema va acompañada de un sentimiento de satisfacción o de placer. El paralelo es igualmente evidente con la sugestión de Bateson de indicar claramente las preguntas que quedan sin respuesta, de señalarlas con una banderita blanca. Esto fuerza al investigador a no ignorar pura y simplemente las excepciones o las incoherencias, aunque sean pequeñas, y a evitar «rigidificar» desmesuradamente la teoría. Incluso añadía que siempre es posible que la respuesta a una de las preguntas pendientes pueda recibir una respuesta que hará caduco el conjunto de la teoría anterior, que hará percibir una Gestalt más amplia que reestructurará totalmente los datos. En este sentido, responder a las preguntas viene a ser cerrarlas, cristalizarlas, es decir, probablemente supers implificarlas. Responder con una pregunta más amplia, más englobante, es una técnica batesoniana que probablemente hay que comprender en esta óptica. Otro paralelo consiste en definir la estructuración mental de los datos como un sistema. Si se instaura una estructura, que fija en cierto modo los lazos entre las diversas ideas, se trata entonces de un sistema. Como todo sistema, tenderá a mantener una homeostasis, a reaccionar ante las ideas nuevas protegiéndose de ellas (por ejemplo, ignorándolas) o as imilándolas a la estructura existente. Es posible que cuanto menos cerrado, coherente y estructurado de forma rígida sea un sistema, más podrá el individuo captar unos elementos de información nuevos para integrarlos y tenerlos en cuenta. Cuanto más lejos esté un sistema de una posición de equilibrio estable, más podrá adueñarse del «caos» del entorno en perpetuo cambio para crear unas estructuras nuevas más adaptadas. 134
Aprendizaje y contexto
El contexto es pues un concepto eminentemente relativista: au nque es el emisor de un mensaje el que «elige» un elemento en un conjunto de pos ibilidades, el receptor lo interpretará según su prono sistema de referencia, es decir, lo clasificará en el conjunto de referencia que le parezca apropiado.
4.2.3. Los aspectos consensuales e individuales del contexto Está claro que a pesar de todo llegamos a comprendernos suficientemente para organizamos y vivir en soc iedad. Los miembros de una misma cultura comparten así, gracias al proceso de la socialización y a la educación en general, lo que podríamos llamar un conjunto de referencia común: lenguaje, costumbres, hábitos culturales, etcétera. Pero esto no impide que cada individuo, por su experiencia personal, su medio socioeconómico, su grupo de amigos, sus encuentros fortuitos, etcétera, se construya, con el transcurso de los años, un sistema de referencia, una «pauta de desciframiento» idiosincrásica. Así, mientras que muchos elementos del contexto nos parecen consensuales u objetivos, otros son innegablemente subjetivos. El contexto revelará pues unas ambigüedades que sólo la metacomunicación explícita o unas informaciones sobre el conjunto de referencia del emisor permitirán suprimir, al menos parcialmente. Aunque todo mensaje puede tener una parte de ambigüedad que sea un obstáculo para una «buena» comunicación interpersonal (sobre todo si no se es consciente de las diferencias individuales), esta ambigüedad ofrece, al mismo tiempo, la riqueza y la esperanza de evoluc ión y de creatividad en nuestros intercambios. -'2.4. El contexto y el apr endiz aje bajo el ángulo de la «Ges talt»
Acabamos de tratar de la socialización o más bien de la aculturación. Se trata de fenómenos que conc iernen a los aprendizajes que nace el individuo en su grupo cultural por medio de sus intercambios con los otros miembros de su cultura. «La corriente comunicativa es una serie de contextos de aprendizaje y de aprendizaje de 135
Hacia una ciencia de la comunicación
aprender»15. Todos los elementos que entran en juego en una situación de aprendizaje (estímulos, respuestas, refuerzos, etcétera) están estructurados en un todo, en una Gestalt. Estas Gestalten se repiten, se modifican y a veces son trascendidas por unas Gestalten más englobantes, como hemos visto en la experiencia con el delfín. Son, a fin de cuentas, una creación de los individuos, es decir, el producto de los modos como éstos perciben y puntúan lo que sucede en su universo. «Si suponemos que el sujeto no adquiere solamente el comportamiento particular que ha aprendido sino también la esperanza de que el universo estará en cierta medida, estructurado del mismo modo que el contexto en el que se ha producido el aprendizaje, de ello resulta que, examinando atentamente estos contextos, podemos obtener indicios sobre la Weltanschauung del individuo»17. Casi no se ha estudiado el modo como estas Gestalten evoluc ionan, se transforman, son englobadas en unas Gestalten más amplias, etcétera. Sin embargo, veremos más adelante que los psicoterapeutas utilizan este fenómeno para modificar el sentido de un comportamiento. Para comprender bien el modo como pueden modificarse las Gestallen, por tanto el contexto, tal vez no es inútil utilizar una analogía que, aunque aproximativa, permitirá plantear el problema y examinar algunas de las dificultades que la cuestión suscita. El contexto de un acontecimiento dado puede compararse con las informaciones de que dispone el espectador de una película en el cine. Imaginemos que la película comienza con un primer plano de una pareja abrazada. Se supone que el espectador utilizará los elementos de información que tiene a su disposición para comprender la escena y apreciarla. Ahora, la cámara retrocede y aparece en el campo visual una tercera persona, oculta tras una tapia y que parece observar la escena con atención. En este estadio, la percepción de la escena adquiere otra dimensión. Sí la cámara retrocede más y deja aparecer vanas personas suplementarias, pero éstas muy a la vista de la pareja, la percepción del sentido de la escena se vuelve a modificar, aunque no es muy fácil hacerse una representación bien definida de ella. Entonces es suficiente con que aparezca un cameraman en el campo pa!3h
Aprendizaje y contexto
ra que la escena adquiera una significación menos ambigua (y probablemente bastante diferente de la primera impresión). Podríamos, desde luego, ampliar el número de informaciones suplementarias a porfia y, además, el contexto de la escena no es solamente espacial sino también temporal; un flash-back por ejemplo podría indicarnos que se trata en realidad de la primera prueba cinematográfica de una joven actriz (pasando entonces su pareja a segundo plano), etcétera. A pesar de estas restricciones, es posible que la percepción del contexto de un acontecimiento responda a unas leyes parecidas a las que han señalado los psicólogos de la Gestalt para la percepción de las formas. Estas diferentes características deberían poder ser extendidas y adaptadas de manera que pudiesen englobar las características del Contexto distintas de los aspectos perceptivos propiamente dichos. Es muy probable que la percepción de Gestalten significantes posea unos fundamentos biológicos; la capacidad para descubrir cierros contextos esenciales para la supervivencia de la especie está probablemente inscrita en el código genético: alimentación, sexo, conductas de autodefensa, etcétera. Como subraya Bateson, un león no ha de aprender que una gacela es «comestible». También es posible que esta «preprogramación» sirva de substrato a partir del cual pueden operarse unas generalizaciones, unas amalgamas, etcétera. Esto podría explicar el hecho de que tengamos tendencia a clasificar toda información nueva, todo contexto nuevo, en una categoría que, a partir de entonces, le da una especie de «valencia», algo como una posición en una escala dicotómica bueno-malo". Para que puedan adquirir un sentido, los contextos nuevos, según parece, deben ser reducidos o bien a unas experiencias antiguas que poseen ya una significación para el individuo, o bien ser vividos directamente como buenos» o «malos» y crear en cierto modo una nueva categoría. Esta ultima manera de obrar desgraciadamente no parece muy desarrolla d a en nuestras culturas: tendemos más a reducir lo nuevo a lo antiguo, y a fiarnos de las significaciones establecidas, que a confiar en el testimonio de nuestros sentidos. «No sois más que un puñado de 137
Hacia una ciencia de la com unicación
PARTE SEGUNDA respuestas anticuadas», decía Samuel Beckett. Y esto se acerca mucho a la observación del maestro zen a Bateson citada anteriormente. Acabamos de pasar revista a diferentes implicaciones de la noción de contexto en el campo de la comunicación interpersonal. Hemos podido comprobar hasta qué punto es huidiza: o bien debemos contentarnos con permanecer a un nivel muy general, o bien sus contornos se van haciendo vagos a medida que intentamos precisarla. Y tiene una importancia pragmática considerable: es la c lave tanto de la significación de los intercambios como de los aprendizajes de los individuos y, por tanto, de sus comportamientos sociales. Las similitudes entre los conceptos de «contexto» y de «sistema» son flagrantes. Ambos son a la vez subjetivos y objetivos. Aunque un observador exterior puede, en ambos casos, pescar algunas de sus características tangibles, en última instancia es la relatividad del punto de vista de los actores la que determina sus contornos y su impacto. Hemos definido ahora todos los elementos de nuestro puzzle conceptual. Bateson, armado de esta caja de instrumentos metodológicos, emprenderá sus grandes trabajos de investigación sobre las paradojas de la abstracción en la comunicación humana...
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LA DOBLE COACCIÓN Y MÁS ALLÁ
Las ideas de Bateson están a mil leguas de las preocupaciones de los médicos prácticos que, en su mayoría, no comprenden nada de las locas teorías de este antropólogo marginal. A los psiquiatras que hablan de pulsiones, de inconsciente, de traumatismos infantiles, él les responde con niveles lógicos, paradojas, cibernética. La distancia es desmesurada, su discurso incomprensible. Sin el apoyo imprevisto je un personaje influyente en la Fundación Rockefeller, podríamos apostar que ningún organismo se hubiera atrevido a financiar un proyecto titulado; ¡«El estudio del papel de las paradojas de la abstracción en la comunicación»...! La hipótesis de la «doble coacción» marcará el momento crucial del -grupo de Palo Alto». Es la primera plasmación científica de esta nueva concepción de las ciencias humanas : define la enfermedad mental como un trastorno de la comunicación, cambiando así la perspectiva terapéutica. Es el comienzo de la terapia familiar.
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Crónicas de un proyecto 5
CRÓNICAS DE UN PROYECTO
No puede subestimarse la importancia de lo que muy pronto será llamado el «proyecto Bateson». En efecto, esta investigación que duró diez años, de 1953 a 1962, le proporc ionará un armazón a la es cuela de Palo Alto. Ella unirá los trábalos de la cibernética, la teoría de los sistemas, las investigaciones sobre la «nueva comunicación», la teoría del aprendizaje y los comienzos de la terapia familiar, dando un golpe decisivo a los enfoques tradic ionales de la enfermedad mental. ¿Qué debemos quedarnos de todo esto cerca de cuarenta años después? No es fácil hacer un balance. Aunque la historia recordará la teoría de la doble coacción a título de hipótesis de trabajo, desearíamos mostrar que se trata en realidad de una pasmosa síntesis de reflexiones epistemológicas de un alcance muy general cuyo catalizador será un acontecimiento fortuito: la instalación del equipo en el despacho de un hospital psiquiátrico. La imagen es casi surrealista: ¡ei encuentro de un antropólogo y de un ordenador en una habitac ión acolchada! De hecho, es posible leer la historia del proyecto Bateson como una bella ilustrac ión del cambio de estado de un sistema, de una «estructura 1 disipativa» . Las ideas abundantes de Bateson, al salir del ciclo de conferencias sobre la cibernética, poseen todas las características de un sistema lejos de su posición de equilibrio: montones de ideas chocan, se transforman, perturbando el equilibrio de las teorías anteriores. Pero la estabilidad tarda en establecerse. Los fragmentos no se estructuran, la Gestalt no posee las
cualidades de «buena forma» a las que aspiran los elementos en interacción. Como veremos, al comienzo del proyecto las diferentes personas parten en todos los sentidos: se hace un esfuerzo por reunir los fragmentos y formar con ellos un todo coherente. Después, finalmente, una cuestión, un problema concreto favorecerá la prec ipitación de los diferentes elementos, estructurándolos en una teoría explicativa de la esquizofrenia. Tanto si las diferentes personas a las que concierne lo admiten como si no lo hacen, la teoría de la doble coacción es lo que une a los dos equipos que se seguirán en Palo Alto: el grupo Bateson por una parte, el Mental Research Institute por la otra. Veremos por otro la-. Jo que, aunque los dos equipos nunca colaboraron realmente, todos los miembros del grupo Bateson (excepto Bateson) se reúnen después en el Mental Research Institute. Recordar la historia y la evolución del proyecto Bateson es pues captar el momento de la concretización de un nuevo modelo de referencia, la aparición de las ideas interaccionales en el campo de las ciencias humanas. Presentaremos a los diferentes actores, mostraremos sus primeros modos de proceder, tejeremos la tela de las influencias de que eran objeto. Mostraremos cómo las «casualidades» de sus contactos y encuentros se unieron a las necesidades de su investigación para engendrar esta idea original que representa la teoría de la doble coacción. En el capítulo siguiente, mostraremos rápidamente cómo dicha idea tuvo que sufrir las presiones de su entorno y adaptarse a ellas. Comencemos por el relato de los acontecimientos.
5.1. Un muchachito del campo El timbre sonó al otro extremo del teléfono. John se preguntaba ya cómo se había atrevido a llamar a este profesor a su domicilio particular. Es verdad que su número se encontraba en el anuario y que el había encontrado su nombre en el fascículo de la escuela, pero aun así, no le parecía bien llamar a alguien sin ni siquiera conocerlo. -¿Diga?
-Perdóneme por molestarlo, ¿podría hablar con el señor Bateson? ¡42
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Li dobl e coacci ón y m ás all á
-Soy yo mismo, ¿de qué se trata? La voz era amistosa aunque el acento claramente inglés dejaba traslucir la educación aristocrática de Cambridge. -Bien... Me llamo John Weakland2 , soy ingeniero químico y desearía obtener algunos informes sobre los cursos que usted da en la New School for Social Research. -Ingeniero, ¡qué interesante! ¿Por qué no viene a verme enseguida a mi casa? Completamente atónito, John colgó el teléfono. Efectivamente, este señor Bateson no vivía muy lejos: Perry Street era a unas pocas manzanas de allí. Mientras iba, intentó reunir los escasos conocimientos que tenía sobre ciencias sociales. Su carrera no había comenzado por este camino. Había nacido, en 1919, en Virginia Occidental (¡no hay que confundirla con Virginia simplemente! Virginia es el vicio Sur, y Virginia Occidental se separó de ella durante la guerra civil). Es un país de montañeses bastante pobres, incluso su capital, Charleston, es todavía una ciudad pequeña. Allí nació, en Charleston, y allí había crecido'. Su padre era un hombre de neg ocios cuya familia era de origen irlandés, por tanto católica: se ganaba bien la vida trabajando para el ferrocarril y en la construcción de carreteras. Los padres de su madre eran de origen alemán. John había dejado su familia para entrar en la Universidad de Cornell. Allí, había realizado estudios de química y obtenido un diploma de ingeniero, s in saber demasiado por qué. O más bien, ¿no había estudiado su hermano para ingeniero? Y tenían un primo que había cursado los mismos estudios, en la misma institución, y además todo el mundo pensaba entonces que cuando se era bueno en matemáticas y en física, se estudiaba para ingeniero. Entonces, le habían inducido en esta dirección y él la había seguido. Después de todo, era un buen muchachito del campo. Después de cinco años de estudios, había regresado a Charleston en donde, por influencia de su padre, había trabajado en una peque144
Cróni cas de un proyect o
ña firma durante un año. Entonces recibió otras proposic iones y partió a Nueva Jersey, a 25 kilómetros de Nueva York. Una compañia media con dos o tres fábricas que trabajaban en el marco del esfuerzo de guerra. Por una parte, allí se hacían explosivos y, por otra parte, el dueño había recibido dinero para producir penicilina masivamente. Él había tenido que poner a punto los recipientes. ¡Y había ido bien! Se acordaba con placer de haber podido partic ipar en lo que fue probablemente una de las primeras producciones en masa de penicilina. Pero su interés no estaba ahí. Entonces sintió la necesidad de analizar la situación y había pedido tres meses de permiso durante el verano. Las relac iones humanas no parecían ser su fuerte y se sentía muy carente de ellas en su vida personal y familiar. Por otra parte, solo le quedaba su padre. Por tanto la soledad le pesaba cada vez más. Tenía muchas razones para ello. Su madre siempre lo había tratado un poco como a un niño enfermo; ¿no tenía un problema de tensión arterial:1 Era un niño al que había que proteger. Y, como era siempre dos o tres años más joven que sus condiscípulos, no resultaba sencillo establecer relaciones, tanto con los chicos como con las chicas. Y además nunca se había interesado mucho por los deportes. Era pues más bien solitario, no asocial sino solitario. En líneas generales, el mundo le parecía curioso. No solamente los otros jóvenes, MIT O también el mundo de los ingenieros; la gente pasaba más tiempo en redactar informes «políticos» que en ocuparse de su trabajo, esto también era raro. Pasaban mucho tiempo explicando que si había un error no era por culpa suya s ino del vec ino. En resumidas cuentas, ¡tal vez fue entonces cuando empezó a interesarse por la sociología de los ingenieros! Así pues, se marchó tres meses a Princeton. Cada mañana, iba a la biblioteca de la universidad y leía todo lo que podía ser interesante en ciencias humanas y en psicología. Entre ello estaba Freud, naturalmente. La mayor parte de las tardes, recorría el campo de Nueva Jersey. Fue una hermosa experiencia, ¡un gran verano! Pero tuvo que reanudar el trabajo. S in embargo, muy pronto el trabajo le pesó y se marchó a trabajar a una de las mayores refinerías de petróleo del mundo, cuyas oficinas estaban situadas en el centro de Manhattan. Allí permaneció dos años, tuvo bastante y se marchó. 145
Crónicas de un proyecto
La doble coacción y más allá •
¿Qué podía hacer? Se había dado tres meses de descanso en Nueva York. Tomaba el metro e iba hasta el final de la línea peguntándose lo que podría hacer después. Cómo había dec idido reanudar sus estudios en el campo de las ciencias sociales, era difícil de decir. Probablemente como consecuencia de sus lecturas en la biblioteca de Princeton. Así pues, había empezado a mirar los programas de los cursos de las escuelas de la región de Nueva York y fue entonces cuando se encontró con el de la New School for Social Research, en el centro de la ciudad, entre la calle 5 y la V] Avenida. Era un edificio construido en los años veinte, y la mayoría de los profesores eran emigrados europeos que habían huido de los nazis. Mirando e! programa de los cursos, se sintió interesado por los cursos de antropología impartidos por un tal Gregory Bateson. Y se dijo: «Esto parece interesante, pero querría saber un poco más antes de inscribirme.» Había buscado en el anuario: .Gregory Bateson, Greenwich Village, Perry Street, y se había atrevido a telefonear. ¡Y se dirigía a verlo, a su casa...! John estaba muy contento de él. La conversación había transcurrido muy bien. El profesor había s ido encantador, aunque su invitac ión inmediata hubiese s ido más el fruto de un a mala interpretación de sus competencias que una hospitalidad es pontánea. De hecho, se había visto ens eguida que Bateson había creído encontrar, en su joven interlocutor, a un experto en matemátic as, lo que desgraciadamente estaba lejos de ser el caso. Si se había hablado de antropología durante este encuentro, la conversac ión había tratado regularmente sobre unos temas que John Weakland no esperaba discutir con un antropólogo: se había tratado de conferencias sobre la cibernética, de Norbert Wiener y de otros peces gordos de la Bell Company. Aparentemente, Bateson partic ipaba en estos encuentros durante los cuales se hablaba bastante de matemáticas, con gran desventaja para el antropólogo que no s iempre podía s eguirles muy bien. De hec ho, había im aginado que el joven ingeniero podría aclararle las cosas. Desgraciadamente, era una completa ilus ión. Desde Cornell, las matemátic as para él estaban muy lejos. Pero, a pesar de esto, la convers ación se había desarrollado bien, y los dos hombres se habían apreciado mutuamente.
Así en 1947 John Weakland empieza a seguir los cursos de antropología del profesor Gregory Bateson en la New School for Social Research. Todavía hoy, evoca el recuerdo de estos cursos y del tipo de profesor que era Bateson: «Los cursos eran muy interesantes pero no eran fáciles de seguir. Daba dos cursos diferentes: había uno más teórico y otro más práctico, pero Gregory no hacia ninguna distinción. Hablaba de lo que en aquel momento tenía en la cabeza. Era un buen profesor, pero un profesor difíc il, muy estimulante. Daba muchos hechos dispersos obre el trabajo de campo y, al principio, uno estaba desorientado pero, poco a poco, todo se ponía en su lugar. Recuerdo una experiencia bastante concreta en la que los estudiantes eran los antropólogos y e! informador Gregory Bateson; la sociedad que había que estudiar eran los alumnos de primer año de la Universidad de Cambridge, que era un mundo en sí misma. En la segunda mitad del curso, nos hizo hacer un trabajo de campo en Nueva York, estudiar diferentes grupos culturales. En aquellos momentos yo estaba muy interesado en la percepción del tiempo y estudiaba los seriales radioBonicos. En Chinatown, también estudié un proceso de socialización por el luego del ajedrez. -En los dos cursos que seguí, se hablaba un poco de esto, un poco de aquello y también un poco de otra cosa y entonces, al fin, me dije: "Voy a juntar los trozos, las cosas se ajustan bien." Tenía la impresión de haber hecho una buena síntesis. Bastante orgulloso, fui a llevar mi trabajo a Gregory quien me dio las gracias, lo dejó a un laJo y nunc a lo miro. Dio las grac ias, lo guardó y esto es lo último '-i u e oí sobre este tema. Era típico de Gregory»'.
5.2. «Divorcios y matrimonios» John Weakland ha cogido pues el virus de las ciencias sociales, y decide continuar su formación en la prestigiosa Universidad de Columbia, en donde ens eñan Margaret Mead y Ruth Benedict. Para
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Mead, es ante todo «el alumno de Gregory», lo que por otra parte le va muy bien: «Por esto no me presionaba como hacía con sus estudiantes. Fue una gran ayuda para mí, porque, cuando ella presionaba a la gente, resultaba bastante abrumador. Era exigente para los cursos pero no mucho más, podía ser terrible para los otros estudiantes de doctorado.» Como quiere ganar un poco de dinero, Mead le sugiere que vaya a ofrecer sus servicios a Ruth Benedict que acaba de recibir subsidios importantes para realizar una investigación sobre e! estudio de ¡as culturas «a distancia». Como ya estaba interesado por la cultura china, continuará naturalmente sus investigaciones en este campo. «Habíamos hecho muchas cosas en este proyecto: trabajábamos sobre seis culturas diferentes. Ante todo, leíamos trabajos interpretativos y descriptivos sobre las sociedades que estudiábamos, pero leíamos también al menos igual número de novelas, con la idea de que ; enseñan cosas que los trabajos científicos no dicen. [... Hay un gran número de chinos en los Estados Unidos, tanto de inmigrados co mo de estudiantes. Por tanto, habíamos cogido informadores de en tre ellos, hacíamos reuniones en grupo para discutir nuestros descubrimientos y escribirlos, organizar unos informes y, al fin, gradualmente, empezamos a hacernos una representación. »[...] Sentíamos especial interés por lo que el conocimiento de la cultura china podía enseñarnos sobre la política china, sobre todo en un momento en que estaban al borde de una revolución»'. Poco después de la puesta en marcha del proyecto, Bateson deja la región de Nueva York y se convierte en «profesor invitado» en Harvard durante algún tiempo. Weakland a pesar de todo todavía mantiene algunos contactos con él, pero ya no está tan cercano. Cuando el proyecto llega a su fin, John Weakland decide ir a hacer un breve trabajo de campo entre los navajo y los hopí, en Nuevo México. Pasa primero por Harvard, inmediatamente antes de marcharse al país navajo, en parte para visitar a Bateson y, también porque uno de los profesores de Harvard no es otro que Clyde Cluckhon, el mayor especialista de la cultura navajo; éste se había ofrecido a ayudar al joven antropólogo en la preparación de su trabajo de campo.
Crónicas de un proyecto
En ese momento de su vida, nuestro estudiante ha hecho grandes progresos en el arte de socializarse, hasta el punto de casarse con Anna Wu, una de sus informadoras chinas, estudiante en Columbia. En 1949, como hemos visto anteriormente, Bateson ha s ido invitado por Jurgen Ruesch a participar en una investigación sobre la comunicación. Como su matrimonio con Margaret Mead está en dificultades, está muy contento de dejar la costa Este y se va a instalar en la región de San Francisco. Los dos hombres establecen las bases de un enfoque interaccional de la comunicación humana. Pero Bateson se siente limitado en la sujeción de una institución psiquiátrica. Sueña con poder someter a test las numerosas pistas abiertas por la cibernética organizando él mismo un proyecto de investigación sobre las «paradojas de la abstracción en la comunicación». Sus numerosas relaciones le han hecho conocer a Chester Barnard, un gran mandarrias de la Fundación Rockefeller cuyo libro de cabecera es precisamente el Naven de Bateson (!). Él es quien defenderá este provecto impos ible ante las autoridades que han de decidirlo. Estamos entonces en 1952. John Weakland está también en un momento crucial de su vida, un joven antropólogo luchando con una tesis de doctorado que no quiere tomar forma. «Y entonces Gregory vino a Nueva York para ver si iba a obtener la aprobación de su presupuesto. Se alojó en casa, en nuestro apartamento de Greenwich Village durante algunos días y, una tarde, llega a casa diciendo: "Han aceptado mí provecto", lo que significaba, esencialmente, que Barnard lo había pilotado hábilmente a través de la burocracia del Rockefeller. Decidimos celebrarlo y fuimos a un restaurante italiano, una calle más allá. Y, mientras comíamos "langosta a la diabla", bebiendo soave, Gregory me preguntó: "¿Te gustaría venir a California a trabajar en mi proyecto?" Y, sobre todo en las circunstancias en que me encontraba en aquel momento, le respondí: "¡Desde luego que me interesa!" Lo arreglamos todo en Nueva York, hicimos las maletas y vinimos a California.»
5.3. Jay Haley: de la im portancia del conflicto...
-Después de todo, tal vez ese antropólogo inglés podría ayudarme a analizar esta película...» En el laboratorio de la Universidad StanÍ48
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ford , en donde prepara una maest ría en co mun icación , Jay Haley no ha eleg ido el camino más sencillo: es la primera vez que alguien in tenta analizar una pelícu la bajo el ángulo de la co municación. Es decir, no la p rimera vez aparent emente, ya que acab an de decirle que hay un investigador en el Veterans Administrat ion Hospital" que ha publicado un estudio antropológico de una película de la A lemania nazi, HitlerJung e Que x. Las pelícu las constituyen en cierto modo para este joven estudian te un retorno a los p rimeros amores . A l p rincip io le hab ía ap asiona do el teatro. Abandonó pues su Wyoming natal para inscrib irse en la Un ivers idad de Califo rnia en Los Angeles. Y después hubo este curso sobre la co mun icación y el descubrimiento de un interés nuevo. Para continuar con esta nueva pasión decidió subir a Palo Alto, en donde está situada la Un iv ers id ad Stan fo rd , para obten er un d ip lo ma de maest ría en co mun icación. No es que la carrera a los dip lo mas ¡e mot ive mucho , pero hay qu e p asar po r ah í. En todo caso, ya se verá lo que Bat eson le puede apo rtar... ¡Acaba de salir de la VA y no llega tod av ía a co mp ren der lo qu e ha pasado! Sin embargo no puede decirse que la entrev ista se haya desarrolla do s i n problemas. A l parecer, Bateson y él no ten ían los mis mos puntos de vista sobre el anális is de una pelícu la. El ant ropólogo le hab ía enseñado ensegu id a la pelícu la que él hab ía estud iado unos años antes. Sin embargo, para Haley era evidente que el tema de la castración era uno de los elementos primord iales de la d ichosa pelí cula. Y aquel Bateson se afanaba por subestimar su impo rtancia. Só lo parecía tener en cuenta los aspectos estructurales: las relaciones entre los dos grupos polít icos, las interacciones entre los miemb ros de la familia, etcétera. Y después, todas estas nuevas teorías sobre la fo rmación del carácter n azi, sobre el ap rend izaje secundario , sobre las relaciones figura-fondo... era para hacerse un lio. No obstante, el ho mbre era apas ionante y no temía el debate. Es lo menos que pue de decirse po r ot ra p arte, y a que, muchas veces du rante la d iscusión , el tono hab ía sub ido . 150
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Pero sobre todo lo había dejado estupefacto el final de este primer encuentro. ¿Conocéis a muchas personas que, después de haber dis cut ido du rant e ho ras con algu ien a q u ien no conocen n i po r aso mo , le propong an un emp leo de encarg ado de investig ación a t iempo co mp leto en su equ ipo? Sin embargo ¡así habían ido las cosas! Por tanto, y aunque no co nociera n i a su futuro co labo rado r (¡un ingen iero qu ímico !) n i tampoco el tema preciso de la inves tigación , Jay no había dudado ni un instant e: la tes is pod ía esperar, fo rmaría parte del famoso proyecto de dos años con ese personaje fascinante.
5.4. Un etnólogo en un nido de cucos En la VA de Palé Alto W illiam Fry , entonces estudiante de psiquiat ría, hacía su internado . El hospital ten ía una excelente reputaron. Po r otra parte, notemos de paso que aquí Ken Kesey trabajará algunos años más tarde; pub licará su experiencia (« muy novelada», nos asegurará William Fry) de enfermero en este hospital con el títu-10 Alguien v oló ¡obre el nido del c uco\ La orientación de la fo rmación en psiqu iat ría ev identemente era esencialmente clínica, pero hab ía la obligación de seguir ciertos cursos. Cu rsos de psiqu iat ría t rad icional, pero tamb ién los que impart ía un etnó logo excén trico, un tal Gregory Bateson. Este era entonces el único etnólogo que trabajaba en un hospital psiqu iát rico . Se le ha con fiado este puesto sobre todo para ev it ar ciert as reaccion es corrientes después de la segunda guerra mund ial. En efecto, si la integración de los diferentes grupos culturales continua p lanteando senos prob lemas a la sociedad nort eamericana, el ejército no tiene p reju icios raciales : un soldado es un soldado, sea bl anco, n eg ro o ... co lo rado . Pero , cu ando se t rat ó de ayud ar a los que hab ían sufrido en el frente, los méd icos ps iqu iát ricos tuv ieron 151
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que revis ar sus diagnósticos, sobre todo cuando se les sorprendió mezclando alegremente las diferencias culturales y los criterios de salud mental. Se Íes hizo saber que a pesar de todo había que dejar de confundir cons tantemente los indios y los enfermos mentales; es verdad que al fin, incluso en un hospital psiquiátrico, esto causa des orden. Por tanto se había tomado la precaución de contratar un antropólogo para ayudarles a separar el trigo de la cizaña. Era en 1950, y el contrato de Bateson estipulaba que debía dar un curso a los estudiantes de psiquiatría. En sus escritos posteriores, y en particular en la primera parte de La naturaleza, y el pensamiento, Bateson aludirá a menudo a estos cursos y al modo muy personal como los enfocaba. La experiencia vivida por William Fry permite apreciar su sabor «desde dentro», ya que !os siguió como residente, «Su enfoque era muy sosegado, más bien informal en comparac ión con los otros instructores, que eran muy didácticos, con un programa y seminarios de casos, etcétera. Gregory explicaba sobre unos temas que no se esperaría encontrar en una formación para la psiquiatría: historia natural, comportamiento animal, seminarios sobre Los anillos del rey Salomón de Lorenz, acabado de publicar en esa época; y sobre todo discusiones sobre estos diferentes temas, discusiones filosóficas. Muchos residentes solamente tenían intereses clínicos sin gran relación con la orientación que Bateson proponía, pero a pesar de todo admiraban sus conocimientos y su inteligenc ia, aunque no apreciasen plenamente el alcance de las palabras de Bateson. Es ver dad que él iba mucho más lejos del nivel de conceptualización que el auditorio podía tener. Era muy respetado, pero no por aquellos que se dedicaban solamente a la clínica. Había muchas bromas que circulaban sobre Bateson, princ ipalmente porque era s iempre muy poco formalista, muy relax y, al lado de esto, siempre preocupado por grandes ideas filosóficas. Las bromas giraban en torno al hecho de que, para comprender a Bateson, había que estar un poco chifla do [Risas]»'. Pero, como enseñante, a Bateson le gustaba suscitar la emulación intelectual a su alrededor. Vivía en esa época con su segunda esposa, Betty, la secretaria que Ruesch le había elegido. Vivían en una casa
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Crónicas de un proyecto
no lejos del hospital, con su hijo John, y una vez por semana se celebraba una reunión en su casa: «Él servía té y café; era una reunión informal a la que todo el mundo estaba invitado: los residentes, estudiantes, el staff, amigos de la comunidad, e intentaba poner en marcha discusiones sobre los temas que la gente traía. Y, si nadie tenia nada especial, él tenía siempre temas que proponer. Era un provocador10, su objetivo era ser estimulante jugando con ideas y temas controvertidos, o abordando campos obscuros que los residentes no conocían bien.» En esa época, en su segundo año de residencia, Fry investigaba en fisiología; estudiaba la función de las glándulas suprarrenales y su relación con la enfermedad mental, una de las hipótesis nuevas de la época para explicar el origen de la esquizofrenia. «Hacia la mitad de mi tercer año, él [Bateson] me escribió para decirme que había recibido fondos para un proyecto de investigación y me preguntó si me interesaba el estudio del papel de las paradojas en el comportamiento. ¡Evidentemente que esto me interesaba! La psiquiatría clínica no me satisfacía lo suficiente para hacer sólo esto. De hecho, antes de ir ,11 ejército, en el 43-44, yo había hecho estudios literarios y, antes de esto, estaba en el periodismo. Tenía un background literario, y me parecía muy insatisfactorio quedarme solamente en un registro de clínico, Por tanto, la idea de trabajar con Gregory, con la diversidad de sus conocimientos y sus bases filosóficas, me atraía enormemente»1' 1. Bateson no tenía bastante dinero para hacer de él un colaborador a tiempo completo, pero Fry entrará en el equipo como investiga dor ,\ tiempo parcial.
5.5. El «Don»
2
En 1920 Donald DeAvila Jackson nace en Oakland, ciudad industrial próxima a San Francisco de la que la separa el Bay Bridge. Su
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madre es de origen portugués y su padre viajante de comercio para una firma farmacéutica. Acaba sus estudios secundarios a los dieciséis años y, después de haber viajado durante seis meses por Australia, entra en la escuela de medicina de la prestigiosa Universidad Stanford en Palo Alto. Se especializa después en psiquiatría y está fascinado por el psicoanálisis y por los trábalos de Laurence Kubie y: Milton Erickson sobre la hipnosis. Desde el comienzo de su carrera profesional, Jackson investiga activamente todos los métodos y técnicas que permiten llegar a unos resultados concretos y se muestra dispuesto a incorporarlos a su práctica personal. Pasa dos años especializándose en neurología en el ejército norteamericano y después, en 1947, va a formarse a Chesnut Lodge en Maryland, uno de los más célebres institutos analíticos de los Estados Unidos. Allí trabaja bajo la supervis ión de Harry Stack Suilivan y Frieda Fromm-Reichmann13 principalmente. Influirá mucho sobre él el enfoque de Suilivan una de cuyas premisas es claramente interpersonal; para él, el estudio de la personalidad humana «nunca puede ser aislado del complejo de relaciones interpersonales en el que ¡a persona vive y existe»IJ. En 1950, Jackson regresa a la región de Palo Alto y se convierte muy pronto en un ps icoterapeuta muy apreciado en los medios encopetados de los alrededores. Continúa haciéndose supervisar por el Instituto de psicoanálisis de San Francisco, pero cada vez tiene más dificultades en respetar la prohibición de los contactos con la familia de sus pac ientes, como recomienda el enfoque analítico de la época. No olvidemos que esto sucede antes del gran boom de los ordenadores y que Palo Alto todavía no es más que una pequeña ciudad residencial y universitaria, y no, como hoy, uno de los centros importantes de Silicon Válley. El período que va de 1951 a 1954 será muy creativo para Jackson, siempre en búsqueda de instrumentos de trabajo más eficaces. Un
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día, cuando había empezado el tratamiento de una joven casada de diec iocho años, recibe una llamada telefónica de la madre de ella que le dice que su hija es una mentirosa sin igual y que haría mejor no creyendo una sola palabra de todo lo que pueda dec irle. Al principio, se siente disgustado por esta intrusión en la vida privada de su paciente pero, finalmente, reconocerá que a partir de este caso preciso tomará forma para él la orientac ión terapéutica que defenderá después. Así é! expone sus reflexiones de esa época: «Durante todo el tiempo que la joven estaba en dificultad, los padres funcionaban como un equipo unido. [...] El comportamiento de los padres en lo concerniente a ello se veía por sus reacciones a los cambios que se manifestaban durante la terapia. Los dos padres se trastornaron mucho, discutieron abierta y violentamente por primera vez, y pasaron de su actitud restrictiva anterior a una ignorancia completa hacia su hija»' s . En enero de 1954, Jackson es invitado a una de las conferencias organizadas por Frieda Fromm-Reichmann en el Veterans Admmistration Hospital de Palo Alto, en donde tiene su base el equipo de Bateson. Allí presenta el artículo hoy célebre, La cuestión de la homeostasis familiar. El título ha sido elegido por analogía con los conceptos desarrollados por Claude Bernard y Walter Cannon para explicar la constancia de los procesos fisiológicos del cuerpo. En él Jackson defiende la idea de que la familia es una unidad y que las interacciones entre sus diferentes miembros tienden a mantener una cierta constancia relacional de tipo homeostático. Bateson se interesa mucho por este artículo. Como William Fry había dejado el equipo para unirse a la Navy, ya no tiene a nadie que posea los conocimientos necesarios a su estudio de la comunicación entre los esquizofrénicos y sus familias; Bateson le propone pues a Jackson que se una a ellos, como consultor en un primer tiempo, y después como miembro de! equipo de investigación. "Un pálido día de enero de 1954, yo daba una de las conferencias Frieda Fromm-Reichmann" en el Veterans Administration Hospital en Palo Alto. En el auditorio, estaba Gregory Bateson y se ac ercó a mí después de la conferencia. El tema que había tratado era la cues155
La dobl e coacción y m ás a l l a
Crónicas de un proyecto
t ión de la ho meostas is familiar, y Bateson encont raba que el tema abordado se relacionaba con los centros de interés que estudiaba con su equipo co mpuesto de Jay Haley, John Weakland y W illiam Fry . »A partir de ese momento, me dediqué más a l as ciencias sociales que a la psiquiatría. Nunca he lamentado esta decisión» 17. Jackson representa un giro capital en la evolución del grupo. Es un terapeuta de talento, como dicen todas las personas que lo han tratado. Además de esto, es también un ho mbre de acción v un trabajador infa tigable: «Estaba siempre ocupado en al menos cuatro actividades diferentes al mismo tiempo. Además, jugaba al tenis, navegaba, etcétera» 1', Bateson lo in icia en los t rabajos de la cibernét ica y en las nociones sistémicas que cuadran de maravilla con sus propias reflexiones teóricas. En cuanto a Jackson, él aporta la cred ibilidad clín ica al gru po de investigación y lo introduce, po r la puerta grande, en los medios de k psiquiatría. Será el primero en querer publicar el famoso artículo Hacia una teoría de la esquizofrenia, alegando que el grupo ha llegado a un concepto revolucionario y que es muy importante pub licarlo para hacerse reconocer. Bateson (t endremos ocasión de vo lver sobre ello ) le rep rochará s iempre su ap resuramiento. Pero no nos ant icipemos. La imagen final no debe hacernos o lv idar las vacilaciones en la construcción si puzzle que ha const itu ido la elaboración p rogresiva y vacilante de la teoría de la doble coacción.
5.6 . « CoIIage» : « Atmós fera, atmós fera...» ,
FR Y : A l
p rincip io , en 1953, el equ ipo estaba ya al co mp leto , era rnos cuatro. Trabajábamos en el despacho de Gregory, un apartamen .
to con cuatro habitaciones (antiguo alojamiento del staff) . Celebrábamos reuniones dos veces por semana, trabajábamos po r separado, cada cual en su despacho. [...] Grego ry ¡legó con una lista de d iez a veint e temas que consi deraba co mo campos en los que las paradojas tenían las mayores proba b ilidades de encont rarse act iv amente en la co mun icación. Recu erdo el teatro, el zen, el hu mor, la psicoterapia, la comunicación esquizo frén ica, el ent renamiento de perros para ciegos , el juego , la h ipnosis y otros temas todavía que he olvidado. Yo elegí el hu mor espontáneamen te, siemp re me ha gustado el hu mo r, un « refresco mental». HALEY : Trabajábamos todos los d ías juntos, ten íamos reuniones .nanas, semin arios juntos. A l menos una ho ra al d ía estábamos jun tos, Yo estaba a t iempo co mp leto igual que John Weakland y Bat eson. Pu ede d ecirse que durante d iez años pasamos jun tos cuarenta ho ras a la semana. W EAKIAND : Observábamos muchas cosas qu e pueden llamarse comun icación» y otras que pueden llamarse «camb io, terap ia»; part icipábamos en nu merosas conferencias, pero cuando nos interesábamos por algo no vacilábamos en ir a verlo d irectamente sobre el terreno. HALEY : La p rimera d ificu ltad , dent ro del g rupo , consist ía en saber s i l as parado jas de la abst racción eran pert inentes para cualqu ier cosa import ante en la v ida de los ho mb res 2 1 . W EAKLAND : íbamos «sobre el terreno» . Fu imos muchas veces al zoo . Gregory ya h ab ía hecho t rabajos allí; creo que en aqu ella épo ca y a hab ía hecho su p elícu la sob re las nut rias de río , s i no la rea l i zo poco t iempo d espués del co mien zo del p royecto , íb amos a ver í . is nu t rias y los monos , e int ent ábamos ver y filmar el mod o co mo s e co mun icaban . Qu eríamos ver có mo s e co mun icab an a v a nos n iveles, los mensajes que mod ifican los mensajes, cuando pa recía qu e se peleaban y so lament e jug ab an , en ton ces d eb ía hab er un mensaje que d ijese: «esto es un juego» . [...] Filmamos pelícu las sob re las mad res q ue bañ aban a sus h ijos y pelícu las con familias en las que había esquizo frén icos... y películas sobre conversaciones es t ructu radas en las qu e hacíamos una s erie de p reg unt as ya fija 157
La doble coacción y más allá
das. Tomábamos las cosas que parecían interesantes según los intereses del momento. [...]La idea era que la comunicación no era simple y unitaria; no podía decirse «aquí está el verdadero mensaje». Era más compleja que esto, había que tener en cuenta la complejidad, si no, se simplificaba desde e! principio de una manera que no permitía ir muy lejos después. Con Bateson, estábamos en un ambiente tranquilo; no teníamos demas iada prisa por llegar a alguna parte, podíamos tomarnos el tiempo de reflexionar mucho más que en cualquier otra investigación de las que haya participado desde entonces, incluso en el MRI. Nos sentábamos y hablábamos de nuestros viajes, de las ideas sobre la comunicación. Pasábamos dos mañanas cada semana hablan do. Inclus o con el ventrílocuo. Inc lus o habíamos vuelto sobre la idea de los gestalistas foregmund (plano delantero) y background (último plano) y jugamos con esta idea, hasta hablar del marco y de la relación. También leíamos bastante; Jay y yo intentábamos incluso leer Whitehead y Russell, lo que no era notorio. Gregory hablaba de los pacientes que veía y de lo que ocurría con ellos. No sé cuándo nosotros empezamos a ver pacientes, pero discutíamos de todos nuestros pacientes en términos no c línicos sino de comunicación. [Bateson estaba en contacto con pacientes en el hospital.] Esto no era realmente obligatorio, pero él se decía que el hospital lo vería con buenos ojos, además de su interés personal en estos encuentros. También había bastante gente que venía a vernos. Durante el período en que nos interes amos por la esquizofrenia, leíamos mucho sobre la psicoterapia, sobre todo sobre los que trabajaban con esquizofrénicos; fuimos a ver a [John] Rosen... Queríamos saber lo que decían pero sobre todo observar lo que hacían realmente con sus pacientes. Íbamos sobre el terreno, ya para ver a los entrenadores de perros, ya para ir a observar a Rosen o también para vis itar a Milton Erickson. No estábamos en una torre de marfil. Otra historia típica de Bateson: Jay y yo habíamos oído decir que un famoso hipnoterapeuta venia a dar un seminario en la región de Palo Alto. Desde el punto de vista de la comunicación, el fenómeno de la hipnosis era interesante de estudiar, por tanto habíamos pensado que podríamos ir a verlo. Así pues hablamos con Gregory y nos 158
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preguntábamos si estábamos calificados para asistir a este seminario. El entonces descuelga el teléfono, marca un número y dice a su interlocutor: « ¿Es Milton? Aquí Bateson. Hay dos de mis colaboradores que desearían asistir a tu seminario, ¿podrías verlos?» ¡Puede imaginarse nuestro estupor...! Pero éste era Bateson, conocía a todo el mundo. [..,] Bateson celebraba también reuniones en su casa, con los residentes; a menudo nos uníamos a ellas. Recibía también a amigos y conocidos. Las reuniones eran de orden intelectual, los residentes tenían (menos que hoy pero a pesar de todo) unas líneas de pensamiento bastante estrechas, pero se intentaba abrir las perspectivas, las ideas. Era la mitad social y la mitad profesional. Bastante pronto, comenzamos a leer y a discutir con Alan Watts, el promotor occidental del zen. Se hablaba de la comunicación y del zen, de las diferencias y similitudes con la psicoterapia occidental, y de los aspectos psicoterapéuticos del zen. FRY : John incluso fue a ver a Suzuki, fue al Japón para entrevistar a unos budistas japoneses a propósito del zen, a finales de los años cincuenta; volvió e hizo una exposición. Era después de la guerra de Corea. HALEY : Me encontré con Alan Watts, el año en que conocí a Erickson, en 1953. Estaba entusiasmado por las ideas de Bateson y pasamos mucho tiempo hablando con él de las paradojas, de la comunicación y del zen. En esa época, la única teoría importante en nuestro campo era la teoría de la ps icodinámica, no había ninguna otra teoría psicoterapéutica, y el zen me interesaba: pensaba que el zen podía constituir una teoría de psicoterapia, además, se parecía al trabajo de Erickson. Así empecé a establecer relaciones entre los dos. FRY : Había tantos temas en aquella época... De hecho, el dinero dio una dirección a la investigación y fue en aquel momento cuando Gregory comenzó a trabajar sobre problemas clínicos. [...] Su esposa Betty también cayó enferma en esa época, enferma desde un punto de vista nervioso; probablemente esto tuvo un impacto sobre el interés de Bateson por los problemas de salud mental. Su segundo embarazo fue mal y tuvo un aborto; esto la afligió enormemente, el matrimonio no iba bien. Los problemas emocionales de Betty preocupaban mucho a Bateson. 159
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[...] Gregory y nosotros hablábamos de las paradojas y del humor entonces yo leí los Principia Mathematica y esto me dio una idea sobre las paradojas. En 1954 el ejército llamó a los médicos y, en otoño, me marché a la Navy en donde ejercía la función de psiquiatra. [...] Perdí un poco de tiempo, pero revisé mi modo de concebir la enfermedad mental; después de esta experiencia, ya no aceptaba los diagnósticos o las teorías freudianas según las cuales los problemas de la infancia eran la causa de los problemas psicológicos, la única causa. Esta visión seguramente no era contraria a la visión que se estaba desarrollando en el grupo Bateson, Antes de que yo partiese para el ejército, ya se había agotado el dinero de los subsidios y habían recurrido a otra fundación; este dinero ya estaba destinado al trabajo sobre la esquizofrenia y su tratamiento. La esquizofrenia era el problema más importante en esa época, en materia de enfermedad mental. [...] Algunos meses antes de mi partida a la Navy, yo había establecido un contacto con Don Jackson; lo contrate como consultor. [...] La formación que había recibido era muy pobre, a causa de las lagunas de mi formación y de mi desconocimiento.de los problemas humanos, tenía la impresión de engañar a la gente: creía que necesitaba una visión suplementaria. En la VA, teníamos profesores consultores, en aquella época había tenido dos o tres pac ientes y los consultores me habían servido de gran ayuda. Todos hablaban de Jackson como uno de los más inteligentes, que tenía los conceptos más interesantes, con una óptica más interaccional que había adquirido en Chestnut Lodge; y después él mismo había seguido dos psicoanálisis. Parecía ser el más sabio y el más competente; y yo deseaba tener una nueva perspectiva sobre las relaciones. En esa época, él pregonaba su pertenencia a la escuela de Sullivan y se sentía muy próximo a Fromm-Reichmann (la escuela de psicoanálisis de Washington). En el 54, tenía ya unos asistentes psiquiatras. Parecía natural que yo, marchándome para un año y medio, recomendase a Gregory que lo llamase como psiquiatra consultor del equipo. Jackson' tenía en común con Bateson el hecho de abordar un tema de una manera compleja que integraba una multitud de contenidos. [En el VA] había comisiones para las terapias físicas, como las lo160
botomías; se reunían una vez al mes y dejaban dos o tres pacientes para la lobotomía. Había todavía grupos muy cons ervadores en aquella época. Gregory estaba en contra, desde un punto de vista filosófico. Gregory no se manifestaba sobre lo que le agradaba o le molestaba, sino que hacía bromas como para la dianética, que encontraba ridícula. Cuando algo no le gustaba, hacía observaciones humorísticas, no irónicas. Tenía una manera muy interesante de expresarse, muy creativa, cogía un aspecto de una situación y le daba la vuelta para ver el otro lado de lo estudiado. Otro factor que hizo inclinarse el proyecto hacia el lado clínico es que a Bateson le gustaba interesarse por temas diferentes —los problemas de enfermedad mental le proporcionaban la ocasión de hacerlo—, pero éste no fue nunca, un tema de estudio prioritario para él. HALEY : Finalmente, ¡intentamos saber de qué hablaba Bateson! [Los miembros del equipo, cada vez más desbordados por la diversidad de los contenidos estudiados y por las extrañas reflexiones de Bateson sobre la esquizofrenia, deciden alquilar un chalet en la montaña y llevar allí a Bateson para obligarle a precisar sus ideas.] HALEY: Estábamos todos sentados en el chalet... Queríamos realmente descubrir de lo que Bateson hablaba. Y no llegaba a decírnoslo. .. Le preguntábamos: « ¿Cómo puedes saber que un esquizofrénico es un esquizofrénico porque se le castiga por haber sido castigado antes?- Esto nos llevó seis o siete horas y, finalmente, dijo: «Bien, es ésta clase de cosa la que debe producirse.» Desde este momento sabíamos de que hablaba... Nunca tenía ningún dato. Realmente era una hipótesis, una hipótesis que Gregory había descolgado del cielo después de haber mirado el modo como la gente se comunicaba".
5,7 7. -El camino se hace andando... Bateson y su equipo tenían un modo muy particular de trabajar. Por un lado, algunos grandes principios teóricos: los niveles de la comunicac ión, los tipos lógicos, etcétera; por el otro, unos datos Brutos muy específicos y concretos, aunque bastante inconexos; el
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problema del equipo era intentar cartografiar los segundos con ayuda de los primeros. Esto no era sencillo para los otros miembros del equipo que, como veremos, después de dos años de funcionamiento, todavía tienen ciertas dificultades en digerir los Principia Mathematica de Russell y Whitehead (cosa que debería animar a los lectores a los que, en este punto de la obra, todavía les cueste comprender que los tipos lógicos no son forzosamente unos chicos razonables). Los ejemplos de paradojas parecían artificiales y difícilmente definibles en el marco de la comunicación animal y humana. Otra parte de la dificultad consistía, según Haley, en intentar desarrollar un lenguaje común para describir los niveles de comunicación. Muchos términos diferentes eran utilizados como sinónimos: tipos lógicos, niveles de comunicación, niveles de abstracción. El paso siguiente en la clasificación de los mensajes comenzó con la idea de que un mensaje sirve «de marco» a otro. Intentemos fijar algunos jalones.
«Esto es un juego»
Ya, a comienzos de 1954, habían presentado dos artículos" en la reunión de la Asociación psiquiátrica americana en México. Los dos artículos trataban del juego y Bateson sugería en ellos que la comunicación funcionaba a varios niveles de abstracción contrastados, quedando implícitos la mayor parte de los mensajes metacomunicativos. Afinará todavía más sus ideas para el texto de su presentación en las conferencias Macy sobre los procesos de grupo, al año s iguiente. «Cuando se reflexiona sobre la evolución de la comunicación, parece evidente que se alcanza una de sus etapas más importantes cuando el organismo cesa gradualmente de responder de forma "automática" a los signos indicativos de humor del otro y es capaz de reconocer el signo como una señal: es decir, de reconocer que las señales, tanto las suyas como las de los otros, son unas señales de las que es posible fiarse o no, que se pueden falsificar, negar, amplificar, corregir, etcétera» 24.
Crónicas de un proyecto
Para saber si los animales han franqueado este estadio evolutivo, Bateson observa unos monos en interacción en el zoo de San Francisco. Ve que los animales juegan. Este juego es «una secuencia interactiva cuyas unidades de acción, o señales, eran análogas pero no idénticas a las del combate»25. El juego sólo puede existir si los animales saben intercambiar mensajes metacomunicativos. El metamensaje «esto es un juego» contiene los elementos de una paradoja russelliana o del tipo de Epiménides. Otros contextos deben probablemente presentar una señal metacomunicativa: el humor, el ritual, la amenaza... Bateson termina su artículo con algunas reflexiones sobre las paradojas y la terapia: «Entre el proceso de la terapia y el fenómeno del juego, las semejanzas son, de hecho, muy profundas: terapia y juego se producen los dos dentro de un marco psicológico definido, una delimitación espacial y temporal de un conjunto de mensajes interactivos, en el uno y en el otro, los mensajes mantienen una relac ión particular y especial, con una realidad más concreta y mas Fundamental: [...] el pseudocombate lúdico no es un verdadero combate... el pseudoamor o el pseudoodio de la terapia no son un verdadero amor o un verdadero odio. ... Para nosotros, el proc eso psicoterapéutico es una interacción encuadrada entre dos personas, cuyas reglas son implícitas, pero susceptibles de cambiar. Este carneo sólo puede ser propuesto por una acción experimental; sin embargo, cada acción experimental que contiene implícitamente una proposición de cambio de reglas es también una parte del juego en curso»". Esta combinación da a la terapia su carácter de sistema evolutivo en interacción. Se puede pensar que un animal «patológico» podría interpretar mal las señales de «esto es un juego» y lanzarse a un combate. Así, los esquizofrénicos parecen tener dificultades en lugar con las metáforas, cuyos mensajes metacomunicativos precisan el modo de comunicación. Haley cita el ejemplo de un paciente que decía haber montado en cólera hasta el extremo que «había llegado a1 techo» y mostraba entonces el punto de su cabeza que había chocado contra el techo, como si tuviera un chichón. En general, durante este período, el proyecto consistía en analizar
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diferentes actividades humanas y animales muy complejas en términos de niveles, subrayando el aspecto del conflicto posible que puede producirse entre un mensaje y un metamensaie, provocando la aparic ión de una paradoja. La evidente confus ión de los t ipos lógicos en el discurso de los esquizofrénicos parecía indicar que se perfilaba un campo de investigac ión interesante.
5.7.2. Un ordenador «esquizofrénico»
Desde las conferenc ias Macy, Bateson permanec ió en contacto con Wiener. Desde que piensa en aplicar unos conceptos cibernéticos a la comunicación humana o animal, busca en el matemático la confirmación de la exactitud de su razonamiento. En 1952, por ejemplo, le escribe para preguntarle lo que pasaría si un ordenador «sufriese un defecto, digamos una idea fija27 , un recuerdo arraigado o una superespecialización errónea... ¿No es concebible que el hecho de plantear una paradoja a las máquinas pueda ser terapéutico?... Todo esto nos conduce a la posibilidad de que el ps icoterapeuta, al ocuparse de un paciente, podría ser capaz de mejorar sus métodos... Podría ser capaz de elegir la categoría de paradojas que desbloquearía esta parte que precisamente está "atascada" en este paciente particular, suponiendo siempre que el diagnóstico fuese suficientemente preciso»*8. De hecho Bateson buscaba siempre encontrar indicios sobre la enfermedad mental siguiendo las reflexiones de Wiener acerca de los ordenadores. Escribirá por otra parte a Steve Heims que en una discusión con Wiener éste le había dicho que podría calificarse a una central telefónica de «esquizofrénica», en un sentido formal, si «confundiese las cifras mencionadas en la conversación entre los abonados con los números de los propios abonados»*'. Bateson dirá más tarde que la idea de la doble coacción nació reflexionando sobre la pregunta: « ¿Cómo podría inducirse a una central telefónica a cometer esta clase de error?» Sea lo que fuere, cuando el proyecto ya está en marcha desde hace
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cerca de dos años y el equipo se dispone a vivir momentos difíciles porque los primeros subsidios se están terminando, en abril de 1954, Bateson escribe una nueva carta a Wiener. Dicha carta es particularmente interesante ya que, esta vez, Bateson escribe a Wiener el primer bosquejo de lo que se convertirá en la teoría de la doble coacción: «La confusión de los tipos lógicos acaba en paradoja cuando el mensaje y el metamensaje contienen negaciones. Según este principio, puede imaginarse que las paradojas nacen en un sistema de deuteroaprendizaje cuando un organismo experimenta un castigo des30 pués de una falta cometida» . Un ejemplo de un tipo de sistema de deúteroaprendizaje de esta clase sería aquel en que un hombre es castigado porque muestra su temor frente al castigo posible, la segunda vez que comete la misma falta. Bateson continúa: «Muchos juegos físicos organizados y otros tipos de juegos menos organizados que simulan el combate tienen esta misma característica: enseñar al niño a hacerse un hombre penalizando su espera de los castigos»31. Llega así a una clasificación de las señales en tres categorías: por una parte, las que denotan un trastorno fisiológico interno y son perceptibles desde el exterior, enrojecimientos, lágrimas, etcétera; después, la simulación de estas señales en ciertos contextos como el mego, el ritual, el humor; por último, debe haber una posibilidad de saber si las señales emitidas son del primer o del segundo tipo: por tanto hay que suponer la existencia de señales de un tercer tipo, que indiquen por ejemplo que «esto es un juego». -La subvención estaba concedida para dos años solamente. Chester Barnard se había jubilado y, en el espíritu de los miembros de la dirección de la fundación, los resultados de nuestras investigaciones no justificaban su renovación. No obstante, incluso sin recibir remuneración, mis colegas permanecieron a mi lado y nuestro trabajo adelantó; sólo algunos días después de haber cesado la subvención (recuerdo haber escrito ese día una carta desesperada a Norbert Wiener, para pedirle consejo a propósito de una eventual ayuda financiera), la hipótesis de la "doble coacción" (double bind) encontró una formulación explícita.
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«Finalmente, fue Franck Fremont-Smith, de la Fundación Macy, quien nos salvó; más tarde, nos beneficiamos de subvenciones procedentes del Fund for Psychiatry y del National Institute for Mental Health»"1. La mejor «justificación» a una petición de subvención, en el estado en que estaban sus investigaciones, se refería a la enfermedad mental y su tratamiento. Como hemos visto, tres de los cuatro miembros del equipo (cuatro de los cinco, si incluimos a William Fry, que en esa época vuelve periódicamente a participar en las discusiones del grupo) se apasionan por este tema. Además, la esquizofrenia era probablemente el problema más importante para la psiquiatría americana en esa época. Y, aunque Bateson continúa queriendo generalizar el contenido de sus investigaciones a la comunicación animal, ilustrando especialmente sus reflexiones teóricas sacadas en otros mamíferos, tiene que ceder a las imposiciones presupuestarias: «Nuestra próxima tarea, cuando tengamos dinero, consistirá en investigar la utilización de las señales del tipo 3 por los esquizofrénicos y los psicoterapeutas e intentar adquirir una comprensión formal de lo que ahí sucede»". Finalmente, el dinero llegó de la Macy Foundation para dos años de investigación en el campo de la comunicación en los esquizofrénicos. La investigación comienza sobre dos generalizaciones: el hecho de que los esquizofrénicos tienen dificultades en discriminar entre -realidad» y «fantasma», y el hecho de que tienen dificultades en utilizar señales no verbales o implícitas, llamadas «indicadores de 4 realidad» o «señales que precisan el modo»' . La complejidad de la comunicación era cada vez más evidente. Podían descubrirse «al menos cuatro "canales" de comunicación (las palabras, la voz, los movimientos corporales, el contexto) en donde cada mensaje, que califica a otro, es de un tipo lógico diferente y, en cada canal, cualquier mensaje que califica a otro pertenece también él a un tipo lógico diferente»". Los metaniveles parecían infinitos.
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3.7.3.
e/ contexto familiar
En 1955, pueden encontrarse algunas palabras sobre la primera hipótesis del grupo acerca de la etiología de las psicosis. Llegan a pensar que la base de una psicosis puede establecerse si el niño tiene una madre que, a la vez, lo castiga por ciertos actos y lo castiga también cuando muestra que ha aprendido que a sus actos les seguirá un castigo. El término «paradoja» es abandonado poco a poco por el de •doble coacción», que explica mejor los diferentes niveles de aprendizaje implicados. La descripción más completa de esa época incluye la idea según la cual, cuando una persona comunica a otra unos mensajes de niveles diferentes, que se califican el uno al otro y que están en conflicto, la persona que recibe el mensaje se encuentra en una s ituac ión tal que no puede responder a ellos sin violar una u otra de las órdenes, estando pues siempre en el error. La situación es tanto más intolerable porque la víctima no puede ni huir de la situación, ni hacer comentarios sobre sus dificultades. Los diferentes fragmentos comienzan a ponerse en su lugar. Jackson, particularmente, cree que el equipo ha encontrado un enfoque revolucionario de la enfermedad mental. Al contrario que Bateson, p.ua quien todas estas ideas sólo están en el estadio del esbozo y que Considera que se impone la prudencia antes de cristalizarlas en una publicación, Jackson y Haley, preocupados por la necesidad de publicar para que puedan continuar los subsidios, inc itan a los otros a que expongan sus ideas sobre el papel. El proyecto Bateson está a punto de dar a luz su primer artícu lo común.
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La doble coacción
6
LA DOBLE COACCIÓN
Locura, pero que no carece de método Shakespeare, Hamlet
6.1. La teorí a En l956, el equipo publica finalmente su primer artícu lo co mún, Hacia una teoría de la esquizofrenia, es decir, el primer articulo sobre la doble coacción. En este artícu lo, después de haber presentado las bases comunicativas de la teoría de la doble coacción, los autores precisan seis condiciones necesarias para que aparezca una situación de este tipo, el contexto familiar que pueda engendrarla, sus efectos y, finalmente, las imp licaciones terapéuticas de la h ipótesis. Veamos primero los «ingredientes» de una doble coacción 1: 1) Dos personas o más. Una será llamada la «victima» y la otra (o las otras) la «persona coaccionante» (la madre sola, o la madre más otro miembro de la frat ría y/o el padre). 2) Una experiencia repetitiva. La doble coacción debe ser un tema recurrente en la v ida relacional de la «vict ima», de manera que esta estructura sea habitualmente «esperada». Una sola experiencia trau mática de esta clase no puede considerarse co mo una doble coacción. 3) Una orden negativa primaria. Esta orden puede adoptar dos formas. «No hagas esto, si no, te castigaré», o «Si no haces esto, te castigare». Los autores hacen notar que el contexto de aprendizaje es un contexto d e ev itación del cast igo y no un cont exto de búsqueda de la grat ificación, y que es probab le que n inguna razón formal pueda 168
explicar la elección de este t ipo de aprend izaje. Los castigos que pueden ap licarse son: ret irar el amo r, exp resar od io o có lera, o el aban d ono qu e p uede s en t ir el n iñ o ant e u na act it ud d e imp o tencia d e sus padres. 4) Una orden secundaria que entra en conflicto con la primera pero a un nivel más abstracto y que, como la primera, es sancionada con castigos o señala que ponen en peligro la supervivencia. Esta segunda orden a menudo es t rans mit ida por med ios no verbales y es d ifícil d istingu irla de fo rma p recis a po rque pu ede con cern ir a cualqu ier elemento d e la primera orden: « No consideres esto como un cast igo»; «No me veas t o mo el ag ente d el cast igo»; « No t e so met as a mis p roh ib icion es»; No p ienses en lo que no debes hacer» ... Tamb ién se señala que uno de lo s p ad res pu ede, a un n ivel más abst racto , n egar la o rd en del 5) Una orden negativa terciana que impide a la víctima escapar de la situación. Esta orden no existe siemp re b ajo una fo rma separada de las ot ras. A menudo , el refuerzo de las dos p rimeras es una amenaza su ficiente para la superv ivencia, y el hecho de que mu chas s ituaciones de dob le coacción co miencen du rante la in fancia hace imposib le toda escap ato ria. Pero a menudo imp id en la hu ida las p ro mesas de un refuerzo pos it ivo, co mo el amo r po r ejemp lo . 6) No es necesario que se reúnan todos los componentes anteriores, una vez que la victima ha aprendido a estructurar su mundo a partir de los esquemas de doble coacción. Cualqu ier parte (u o rden) de la secuen cia pu ede enton ces p rov ocar u na reacción d e rab ia o d e pán ico . La es t ru ctu ra de la dob le coacció n pued e in cluso p ers ist ir b ajo la fo rma d e alucinaciones auditivas 3. La parte más «déb il» de este primer art ícu lo es p robab lemente la qu e des cribe la s ituación familiar. Dicho tema es el que suscitará más d ivergencias dent ro del equ ipo y es el más crit icab le desde el punto de vista de la teoría de la co mun icación y de los sistemas. La situación familiar, tal co mo la presentan, está analizada de manera int eraccional, pero cont iene tamb ién muchas descripciones d e esta '
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dos «internos» de las diferentes personas, sobre todo de la madre, y enuncia algunas hipótesis más bien individuales sobre la causa de estos estados. El ejemplo utilizado en el texto es el de una madre que le dice a su hijo que se vaya a dormir «porque tiene aspecto de cansado», en el momento en que él se le acerca. La razón de rechazar al niño parece ser la protección materna, mientras que de hecho, la madre quiere que el niño se aleje; si el hijo consigue identificar correctamente las metaseñales de esta secuencia, deberá sufrir un castigo: no sólo su madre no lo acepta, sino que lo engaña sobre sus sentimientos. Pero aceptar ser engañado por ella fuerza al hijo a engañarse a sí mismo sobre su estado interno, por ejemplo, la fatiga. La situac ión se hace más grave porque, si él no discrimina, se acercará a su madre para ser rechazado enseguida. Podemos ver pues que de este modo el niño es castigado si discrimina correctamente y también si no consigue hacerlo. La única manera de poder salir de esta situación consist irí a en poder metacomunicarse sobre las contradicciones, pero el h ijo no puede hacerlo ya que, en tal caso, la madre se sentiría acusada de no ser -una buena madre» y castigaría al niño, probablemente discutiendo la percepción de éste. Todo comentario sobre los mensajes sería vivido como amenazador (lo que ratifica las observaciones sobre la incapacidad de los esquizofrénicos para metacomunicarse). En este examen de la familia, puede verse que los otros miembros de la familia son mantenidos al margen de la teoría, como si nada tuviesen que ver en la situación, y que el hijo parece ser una víctima pasiva de toda la secuencia. Veremos más adelante que una revisión de esta «imagen familiar» cambiará la descripción del tipo de interacción madre-hijo e introduc irá la posibilidad de una influenc ia de los otros miembros de la familia. Otra hipótesis formulada por el grupo es que cualquier individuo que se encuentre ante una situación de doble coacción verá derrumbarse su capacidad de discriminar entre unos tipos lógicos diferen- : tes. Partiendo de ahí, el equipo de investigación considera que el comportamiento del esquizofrénico no debería ser considerado como un caso muy alejado del comportamiento de las personas llamadas «normales». Los contextos en los que surgen situaciones de do ble coacción son, si no corrientes, al menos vividos en un momento
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u otro por todo ser humano. El artículo señala dos tipos particulares de contexto: uno es la hipnosis (lo hemos visto en los intercambios de la reunión de equipo), y el otro las técnicas zen. La hipnosis. Las relaciones con la hipnosis fueron estudiadas principalmente por Weakland y Haley durante sus encuentros con Milton H. Erickson. La reunión de equipo es elocuente a este respecto; algunas órdenes hipnóticas se prestaban de maravilla a un anális is interaccional según los tipos lógicos y los niveles de comunicación. Las semejanzas no se limitaban únicamente a la interacción entre el hipnotizador y el sujeto, sino que se extendían también a las consecuencias en el comportamiento de este último, a los «síntomas» frecuentes en estado de trance hipnótico y extrañamente parec ido a los de los pacientes esquizofrénicos: amnes ias, delirios, alucinaciones, distorsiones temporales, etcétera. Cuando se examina el fenómeno de la hipnos is, puede verse que el hipnoterapeuta pone a los sujetos en una situación comparable a la doble -coacción; algunos reaccionan cambiando de nivel lógico, por ejemplo con alucinac iones, es decir, aceptando las realidades interiores o exteriores indicad a s por el hipnólogo: «Coja este vaso de agua (ficticio)» o «Usted se Mente muy cansado»; o también, dando unas respuestas literales a unas afirmaciones metafóricas. El zen. Ya hemos señalado anteriormente que Bateson, Weakland y Haley habían tratado mucho a Alan Watts y que éste veía mucha relación entre las teorías de Bateson y la experiencia del discípulo zen frente a su maestro espiritual. Las técnicas del koan, en especial, crean para el discípulo un contexto parecido al de la doble coacción. El koan es «un tema, una proposición o una cuestión que se le da al estudiante del zen para que la resuelva, y cuya solución debe conduc ir lo a una visión interior espiritual»4 . El ejemplo citado en el artículo es el del maestro que dice a su discípulo: «Si dices que este bastón existe, te pego con él. Si dices que no existe, te pego con él. Si no ¿ices nada, te pego con él»'. Pero, si bien los datos interaccionales son parecidos, el final es aquí sensiblemente diferente. Los koan no permiten una soluc ión lógica pero no por eso conducen al discípulo
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a la confusión. Haley considera que la diferencia más importante está en la reacción del maestro zen a la respuesta del alumno: ya que el maestro tiene probablemente otras intenciones que las madres de los esquizofrénicos. Volveremos a hablar de esta analogía con el zen; el equipo del Centro de terapia breve del MRI continuará utilizándola para exponer algunas de sus técnicas de cambio. No es exagerado decir que el artículo produjo el efecto de una bomba en los medios de la ps icoterapia. Este nuevo modo de plantear el problema de la esquizofrenia no podía dejar de atraer la atención de los psiquiatras. Una atención no siempre benévola naturalmente, porque la hipótesis iba a contracorriente de las ideas establecidas, pero muchos investigadores vieron que a l lí se perfilaba un nuevo horizonte de investigaciones y unas perspectivas apasionantes para el tratamiento. Pronto veremos que la hipótesis llegaba también en un momento oportuno ya que la idea de inc luir a los miembros de la familia en el tratamiento comenzaba a extenderse de una manera solapada entre los terapeutas. «Era la primera vez que se afirmaba que la esquizofrenia podía ser considerada como un fenómeno comunicativo y que era el producto de las relaciones familiares. Y era una idea nueva en el mundo; nadie había pensado nunca en esto, y vinieron para saber más sobre ello»',
6.2. El cruce de los caminos Después del éxito creciente del artículo sobre la doble coacción, las publicaciones tanto individuales como conjuntas aumentarán durante los seis años siguientes. Si el artículo representa la convergencia de ¡os diversos campos de estudio de la comunicación así como la masa de conceptos teóricos aportados por Bateson, será también el punto de divergenc ia del grupo. Cada uno de los miembros del equipo se orientará entonces hacia su centro de interés privilegiado aunque permanezca fiel a las ideas esenciales del proyecto. El enfoque comunicativo parecía muy bien adaptado al estudio de los fenómenos sociales o psicológicos y e! equipo continuo ampliando
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el estudio del comportamiento sobre estas mismas bases. En líneas generales, todos los trábalos posteriores desarrollarán el uno o el otro aspecto ya abordado en el artículo de 1956. Podríamos, un poco arbitrariamente, agruparlos en cuatro grandes categorías: —el análisis interaccional del contexto familiar; —la terapia familiar; —la hipnosis y las terapias breves; - la generalizac ión del contexto de aplicación de la doble coac ción.
6,2.1. Análisis interaccional del contexto familiar
Como hemos señalado al exponer la teoría original, los primeros escritos sobre la doble coacción están impregnados por la explicación psicológica de tipo individual de la época. En ellos se definía la doble coacción como algo que sucede, sencillamente, o como algo que posee una función individual (para la persona que «coacciona»): la madre castiga a su hijo y no quiere ser considerada como «mala», la madre no soporta la proximidad pero no quiere ser considerada como «fría», etcétera. La doble coacción era el producto de las motivaciones individuales y, sobre todo, parecía ser una transacción unidireccional: los padres imponían unas órdenes conflictivas (una doble coacción) al hijo. Esta «mezcla» en las teorías explicativas no satisfacía al equipo: deseaban llegar a sustituir la explicación histórica individual por unos conceptos interaccionales que explicasen la evolución de un sistema de relaciones persistentes, como las que encontramos en un sistema familiar. Algún tiempo después, cuando apareció una descripción en términos de relaciones, el equipo tuvo que incluir el hecho de que la madre imponía unas órdenes conflictivas al hijo en respuesta a lo que el hijo hacía. Si se tiene tendencia a describir la situación de doble coacción como una historia entre una «víctima» y una persona «coaccionante», es importante saber que esta imposición se produce muy temprano en la relación. A partir de muy corta edad, la «víctima» utiliza unos modelos de interacción parecidos, ya sea enviando e lla misma dobles mensajes, ya sea reaccionando a prácticamente to173
¡
dos los mensajes como si éstos incluyesen una doble coacción. Así, no solamente la familia mantiene y exacerba tal tipo de mensajes sino que el terapeuta también sentirá una pres ión a utilizar el mismo tipo de intercambios con el pac iente. Aquí tocamos el problema de la descripc ión de un fenómeno circular con un lenguaje que, por no haber otro remedio, ha de ser lineal. Se empezó entonces a describir el sistema familiar como un sistema cibernético, según unas estructuras de feed-back y de calibrado. Las vías de investigación iban en tres direcciones principales: —obtener un modelo descriptivo del sistema familiar; - obtener unos criterios que permitan diferenciar a las familias «esquizofrenógenas» de otros tipos de familias: —llegar a una descripción evolutiva de la esquizofrenia mostrando que se trata en realidad de un comportamiento adaptado a un tipo particular de sistema familiar. En 1958, Bateson intenta precisar un «nuevo marco conceptual para ¡a investigación del comportamiento»'. En realidad, busca un modelo para describir la familia del esquizofrénico, y el que le parece más adecuado es el de la teoría de los juegos que ofrece un modelo matemático interaccional*. Sin embargo Bateson era prudente en su aplicación de la teoría de los juegos. El modelo estaba lejos de ser perfecto, ya que los autómatas difieren de los hombres en puntos muy importantes: nunca se vuelven esquizofrénicos y, sobre todo, no son capaces de aprendizale. Ahora bien, son precisamente estas dos características las que hacen el juego tan doloroso para los seres humanos. «[...] los bailarines abstractos de Von Newmann nunca experimentaran el dolor que siente un ser humano al que se le prueba sistemáticamente que se equivoca cada vez que tiene razón»'. No obstante, las investigaciones que tenían como fin corroborar, de manera cuantitativa, la hipótes is de la doble coacción resultaron un fracaso. Haley, principalmente, se esforzó en encontrar unos cri-
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terios que permitiesen diferenc iar las familias en las que un miembro era esquizofrénico de las otras: en vano. Esto no sorprendió a Bateson, sino que reforzó su idea de haber publicado el artículo prematuramente. Igual que había criticado su propia tendencia a reificar los conceptos cuando apareció Naven, Bateson debía hacer esta observación de nuevo en lo que concierne a la primera versión de la doble coacción. En una conferencia dada en 1969, reconoció: «Nuestra primera exposic ión de la doble coacción contenía muchos errores, debidos simplemente al hecho de que todavía no habíamos examinado, de forma articulada, el problema de la reificacíon. Tratábamos en él de la doble coacción como si se tratase de una cosa y como si esta cosa pudiese ser contabilizada. Evidentemente, era un puro absurdo. »No se pueden contar los murciélagos en una mancha de tinta, por la sencilla razón de que no los hay. Pero alguien cuya mente esté 'inc linada'' a los murc iélagos podrá "ver" varios en esta mancha. ¿Hay pues dobles coacciones en la mente? Es ésta una pregunta que no es fútil»'". Las críticas dirigidas a la teoría de la doble coacción nunca tuvieron en cuenta las «enmiendas» hechas después. Siempre se reprochó i Bateson la falta de datos cuantitativos en apoyo de su hipótes is. MU embargo, estas enmiendas relativizaban también la importancia Biológica de la doble coacción para la esquizofrenia. Bateson reconocía en efecto que, si el contexto de la doble coacción podía producir consecuencias patológicas para los individuos, podía también llegar a otros finales: «La teoría de la doble coacción afirma que la experiencia del sujeto tiene un papel importante en la determinación (la etiología) de los síntomas esquizofrénicos y de las estructuras de comportamiento similares, como el humor, el arte, la poesía, etcétera. Se observará que nuestra teoría no establece distinciones entre subespecies. Para ella, nada puede permitir predecir si un individuo llegara a ser un payaso, un poeta o un esquizofrénico, o bien una combinación de todo ello»". Tampoco esta vez ¡as críticas debían tomar nota de esta precis ión. 175
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En 1961, Bateson hizo editar la autobiografía de John Perceval, el hijo de un primer ministro inglés de comienzos del siglo XIX, que había escrito sus reflexiones sobre una crisis psicótica que originó su internamiento durante más de cuatro años. Bateson quería que s irviese de ilustración de la doble coacción en una familia, en las instituciones psiquiátricas, así como en las voces acusadoras del propio esquizofrénico. Perceval cuenta, por ejemplo: «Me sentía desgarrado por las órdenes del que yo imaginaba que era el Espíritu Santo que me ordenaba decir ciertas cosas, acto por el cual, cada vez que intentaba obedecerlo, me colmaban de reproches porque hablaba con mi propia voz y no con la que me era dada. Estas órdenes contradictorias eran ¡a causa (y lo siguen siendo hoy igual que entonces) de la incoherencia de mi comportamiento, y estas cosas que yo imaginaba constituían la raíz princ ipal de todo mi trastorno. En efecto, se me ordenaba que hablase bajo pena de horribles tormentos, a riesgo de provocar la cólera del Espíritu Santo y de granjearme la acusación de la ingratitud más vil; al mismo tiempo, cada vez que intentaba hablar, oía que me reprochaban brutal y continuamente que no recurriese a la voz que me había sido enviada; por más que lo intentaba de nuevo, siempre hac ia mal y, cuando desde el fondo de mi ser yo suplicaba que creyesen que no sabía lo que tenía que hacer, me acusaban de falsedad y de engaño así como de mostrar una enorme mala voluntad en hacer lo que se me había ordenado. Entonces, perdía la pac ienc ia y cumplía la orden dic iendo confusamente todo lo que se me pedía, ya que estaba det erminado a mostrar que no era el temor ni la mala voluntad lo que me lo impedía. Pero, a medida que lo hacía, sentía un dolor en los nervios del paladar y en la garganta que me convencía de que no me rebelaba solamente contra Dios sino también contra la naturaleza; y volvía a caer en una impres ión 2 desgarradora de desespero y de ingratitud»' . Bateson no podía dejar de establecer el paralelo entre las reflexiones introspectivas de Perceval y su nuevo instrumento conceptual. Pero, aunque Perceval finalmente logra salir bien y acaba por llevar una vida «normal» en la sociedad, Bateson se extiende no tanto sobre las técnicas terapéuticas como sobre los contextos reveladores de 176
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dobles coacciones: las relac iones familiares de Perceval, la institu ción terapéutica que emitía mensajes incoherentes y el mundo «men tal» de Perceval que reproducía la incoherencia de estos diversos mensajes. La óptica de Bateson es ante todo didáctica y probablemente más «política» que psicológica: es un alegato en favor de la compasión hacia los enfermos mentales, y la parte terapéutica se resume a poner en guardia contra la ilus ión de «control» de la que pueden embriagarse los terapeutas, y constituye una llamada a respetar la experiencia y el sufrimiento del paciente. Bateson consideraba la terapia más como un «intercambio de ideas» con un enfermo que, como el deseo de producir un cambio voluntario13 . Tendremos que volver a hablar de esta posición de Bateson: fue objeto de muchos comentarios en aquella época y continúa todavía alimentando discusiones de escuela en el medio de la terapia sistémica.
n.2.2. De la teoría a la práctica: d nacimiento de la terapia familiar
Según Jackson y Weakland, la revoluc ión que la terapia familiar ha producido en el campo de la psiquiatría, tiene unos orígenes globales y fortuitos. En aquella época, ellos querían simplemente «ver como el paciente esquizofrénico se comunicaba... en su hábitat natural que no era el hospital»14 . Así que, a comienzos de 1956, uno de los miembros del proyecto invitó a los padres de un paciente a discutir con él. De hecho, el paciente era presa del pánico cada vez que --u ramilla lo vis itaba. A partir de este momento, verían a los padres con el paciente una vez por semana; no se trataba de «hacer terapia familiar», sino simplemente de conversar y de observar la comunicaPero no podían permanecer insens ibles al sufrimiento que veían en sus «informadores» muy involuntarios; se pusieron pues a estudiar la relac ión y las técnicas terapéuticas. Encontramos muestras
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del cambio en los escritos de este período: un informe sobre la investigación en terapia, un estudio detallado de una conversación terapéutica, una descripción del psicoanálisis en términos de comunicación, una discusión de la transferencia en términos de paradojas, una descripción de la terapia corta y, por último, varios trabajos sobre la terapia familiar' 5 . Pero pasamos ahora a otro capítulo de la historia de Palo Alto, capítulo en el que Bateson será sustituido en el primer plano por Jackson y los otros miembros del MRI naciente. Describiremos en él el contexto más amplio del nacimiento de la terapia familiar en los Estados Unidos; ésta nunca fue una prioridad para el equipo del «proyecto Bateson». No obstante, no podemos pasar en silencio los problemas que surgieron en el grupo en esa época y que también tienen relación con la psicoterapia.
6.2.3. La hipnosis y las terapias breves
Después de la aparición del artículo, Haley y Weakland continuaron sus visitas a Erickson. Fascinados por el personaje así como por sus resultados terapéuticos extraordinarios, los dos hombres utilizaron su nuevo marco teórico para describir tanto la interacción hipnotizador-sujeto como los cambios provocados por los trances terapéuticos 1 *. En 1959, Erickson, Haley y Weakland publican un artículo común en el que presentan la transcripción palabra por palabra de una sesión de hipnosis que había sido registrada; el artículo contiene sobre todo comentarios y explicaciones del doctor Erickson referentes a la inducción del trance en una mujer. Algunas «órdenes» dadas durante el trance permiten ilustrar la utilización de un marco de doble coacción: Erickson le da a su sujeto una orden posthipnótica que consiste en afirmar y creer que no se ha producido ningún trance: así, si el sujeto dice que no ha s ido hipnotizado, lo ha sido, ya que sigue una orden posthipnótica y, si dice y cree haber sido hipnotizado, ya no puede cons iderarse como un sujeto al que
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es imposible hipnotizar' . Haley analiza también una discusión entre dos esquizofrénicos: muestra que sus estructuras de comportamiento son del mismo tipo que las de un sujeto en trance. «El comportamiento extraño de un sujeto bajo hipnosis es el resultado de la incoherencia de los mensajes que él mismo presenta: está haciendo lo que se quiere que haga, pero él califica sus acciones con indicaciones que muestran que no es él quien hace lo que sea, o también que no lo hace en este tiempo o en este espacio»18. Pero los encuentros con Erickson no tienen como únicas consecuencias llevar a Haley y Weakland a describir la interacción y el procedimiento hipnóticos a partir de la teoría de la comunicación. Los dos hombres, en sus conversaciones con Erickson, descubren que, aunque el análisis del trabajo de este último «pega» bien con la teoría, ésta no le sirve de modelo de reflexión para provocar los cambios terapéuticos; las intervenciones de Erickson parecen «mágicas» v a contracorriente de las ideas tradicionales sobre el tema. Principalmente la idea según la cual la terapia debe ser una especie de «viaje», una serie de tomas de conciencia que llevan progresivamente al paciente a comprenderse caminando a través del laberinto de su psicosis. Para Erickson, el problema es más sencillo, según cuenta Jay Haley: «Otro problema, para John Weakland y para mí en esa época, era el hecho de que estábamos elaborando una teoría según la cual ¡os síntomas tienen una función en el sistema familiar. Nos interesábamos en la idea de la homeostasis, según la que la gente se influye recíprocamente por medio de las respuestas que dan a los comportamientos de los otros. Inevitablemente, esta perspectiva deja entender •que un miembro de la familia reacciona, o debe adaptarse, al cambio de comportamiento de otro. Cuando le comunicamos dicha idea, el doctor Erickson reaccionó como si quisiéramos hacer la terapia más difícil. Él se interesaba por el cambio y no por el modo tomo las situaciones permanecen estables, lo que constituye el punto de vista sistémico. De hecho, la visión homeostática es una manera de explicar por qué el cambio no se produce; lo que no es un modo de concebir la inducción de un cambio»".
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La influe nc ia de E ric ks on será de te rm ina nte pa ra la c ontinua c ión de la his toria de P ifio A lto, En efec to, más que e l es tudio de la fam i l i a com o s is tem a home os tá tic o, es e l propio proce so de ca m bio e l que se convertirá en e l caba llo de ba talla de los m iembros de l equipo Ba te son' 0 al fina l de l proyec to. A pa rtir de a hora e vitarán c onfundir el mode lo e xplicativo c on e l proces o de cam bio que se s upone que e l mode lo e xplica : para e llos, se tra ta rá de ac tuar de m odo que e l tera peuta sea eficaz en s u pape l de age nte de cam bio, y la te oría se rá un simple «le ngua je » que fa vorece rá la transm is ión de sus c onoc im ie n tos pe ro no de te rm inará la e ficac ia de la s interve nc ione s . As í pues , des de e l princ ipio, e l e nfoque te ra pé utic o de P a lo A lto se difere nc ia rá de l e nfoque c lá s ic o de la tera pia fam ilia r, pa ra la que los pre s upue s tos te óric os sobre la e s truc tura fa m iliar s on los que de fine n la proble má tica a tra tar. Pa ra H a le y y We a kla nd, e l proble ma prmc ipa l.e s : «¿ Cóm o provoca r un c am bio lo más rá pidam e nte pos ible? » E s inútil dec ir que ta l pos ic ión le pa rec ía «indece nte » a Ba te s on. E s te s ie m pre s e ha s e ntido m ole s to c on res pec to a la a c titud muy inte rve nc ionis ta de E ric ks on. W ea kla nd rec uerda una a néc dota a es te propós ito. U n día e n que Ba tes on se ha bía pues to e n c ontac to te le fónico c on Eric kson, cue lga e l te lé fono, c on a ire pre ocupa do, di cié ndoles pe nsa tiva me nte : «Te ngo la im pre s ión de que M ílton va a inte nta r m a nipularme para que va ya a a lm orza r c on é l a Sa n F ra n cisc o.» «¿ Sí —responden los dos hom bres —, qué te ha dic ho?», y Ba te s on res ponde : «Me ha dic ho: "¿ Y s i fué ra m os a a lm orza r juntos a San Francisc o?"»' 1 Pero no que rría mos s upe rs im phficar la ima ge n: Ba tes on tam bié n res pe ta ba mucho a Eric kson y e s ta ba im pres iona do por s us re s ulta dos tera pé utic os: pa ra él, Eric ks on e ra capaz de hace r que s us pa c ie ntes rea liza se n un a pre ndiza je s ec unda rio de un tipo dife re nte, 180
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cosa que, para Bateson, ha constituido siempre el objetivo primero de toda terapia. Pero, cuando sus colaboradores quisieron sistematizar el trabajo ante todo intuitivo de Erickson, volvió a cobrar fuerza su desconfianza frente a toda aplicación prematura.
0.2.4. Generalización del contexto de aplicación de la teoría de la doble coacción Era bas ta nte lógic o pensa r en a plica r los nue vos ins trume ntos te ó ricos a unos c onte xtos difere ntes y es tudiar unos s iste mas s oc ia les y cultura les más a m plios se gún la m is ma óptica . F ry, e n 1959, utiliz a e l m ode lo de la doble c oacc ión pa ra e xplica r un inc ide nte vi ole nto e n una s a la de hos pita l; s u a rtíc u lo s ugie re que e l m otín e ra e l re s ulta do de una s ituac ión de doble c oa cc ión, e n la que e l persona l había dirigido a los pac ie ntes unos mensaje s de di fre nte s nive le s lógic os c onflic tivos ". F undá ndos e e n un e s tudio de S ta nton y S c hw a rtz , W e a kla nd ana liza e l c om portam ie nto de los pac iente s (s obre todo «la s crisis viole ntas ») y la s disc us ione s de l e quipo mé dic o sobre e llo. Com prue ba princ ipa lme nte que , cua ndo s urge un de sac ue rdo entre los res ponsa bles de un pa c iente y é s tos no ha bla n de dic ho desac ue rdo, pa rece que e l pac iente : 1) s e e nc ue ntra fre nte a unos m e nsa jes inc ons is te nte s, que lo s on ta nto más porque los e m is ores de los me nsa je s inte nta n hac erlos pa sar por me nsa jes c ohere ntes ; 2) rec ibe e s tos me nsa jes de pa rte de pe rs onas que tie ne n a utorida d s obre é l y de la s que de pe nde m ie ntras pe rma nez ca ins tituc iona liz a do; 3) de be e nc ontra r una s oluc ión que te nga e n c ue nta s u pos ic ión respec to a es tas pe rs onas ; 4) e xpe rim e nta una gra n dific ulta d e n hace r c onfirma r s u pe rce p c ión por los otros ; por una parte , porque e l e quipo m ism o no s us c ita el proble ma (los c ole gas s e une n a la ne gac ión y a l dis im ulo), por otra parte , por e l hec ho de que e l hos pita l o la ins tituc i ón e s «be né 181
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vola» con respecto al enfermo y, en tercer lugar, porque su enfermedad implica unos problemas de percepc ión que invalidan su opi: nión ''. Weakland establece un paralelo entre las observaciones del equipo Bateson y las de Stanton y Schwartz, y comprueba que «la simple revelación del conflicto parental encubierto va acompañada de una meroría del paciente, incluso antes de que se resuelvan estos conflictos». Por otra parte, se siente inclinado a generalizar todavía más la hipótes is sobre la base del homomorfismo de las estructuras sistémicas: «Es indudable que grandes instituc iones financieras, gubernamentales y religiosas, no están a cubierto de mensajes incoherentes y de su disimulo, de la negación del comportamiento y de la responsabilidad individuales, todo ello dentro de un marco que proc lama la unidad y la benevolenc ia; como hemos vis to, estas condic iones originan muchas dificultades en las familias y en los hospitales psiquiatncos»
6.2.5. Bateson y los terapeutas
Bateson nunca se interesó verdaderamente por la terapia ni por la enfermedad mental: «Aunque me he ocupado de vanos pacientes esquizofrénicos —dice en 1962—, nunca me he interesado por ellos, ni siquiera desde un punto de vista intelectual. Lo mismo sucede con respecto a mi trabajo con los indígenas de Nueva Guinea y de Bali. Mi centro de interés está situado a nivel de los principios generales : que eran ilustrados o ejemplificados por los datos» ". Sin embargo él ha "hecho» terapia, o, en todo caso, una versión personal de psicoterapia. Le gustaba pasar largas horas con algunos pacientes, jugaba al golf con ellos, intercambiaba ideas. Se compadecía de sus sufrimientos y creía que había que ayudarles siendo «bueno con ellos». En 1956, en la segunda conferencia Macy sobre los procesos de grupo, comunicó su sentimiento a la asamblea en estos términos : «En la
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anterior conferencia, me presenté intentando convencer a la asamblea de que la zoología, la antropología y la psiquiatría son, a fin de cuentas, "una" y que por tanto es perfectamente natural pasar por las buenas de la una a la otra en busca de patterns. Esta vez, podría presentarme, globalmente, como un hombre enfadado que cree que lo que les sucede a las personas no debería sucederles a unos perros. Esto sugiere desde el principio una relación evidente entre la ps iquiatría y la zoología. Más seriamente, supongo que lo que yo tengo como sagrado compete a la naturaleza de \os patterns y lo que me encoleriza es la violación de los patterns bajo una forma u otra. Por ello, me encuentro hoy intentando ayudarles a descubrir unos patterns ingresantes para su vida: contrariamente, me siento indignado por las distorsiones de patterns que vivieron cuando eran niños»27. Pero, algunos años más tarde, deploraba la dificultad en obtener resultados y el sentimiento de impotencia que los-terapeutas tienen que experimentar a menudo. Para él, que «jugaba» con honradez en sus conversaciones, la decepción podía ser muy dolorosa. Confesó un día su dificultad en continuar sus investigaciones sobre la esquizofrenía porque: «Si ofreces tu corazón a un esquizofrénico, es como si lo insieras a freír en una sartén, él lo deja quemarse a fuego lento»'8 . Aun así, Bateson no sólo ha discutido con los pacientes sino también con las familias. Incluso a veces iba a su casa. Ronald Laing, que lego a Palo Alto en 1962, recuerda haber visto a Bateson mantener una conversación familiar: «No creo que él se considerase nunca cono un terapeuta, pero es muy posible que algunos (entre los mejores de ellos.) Tampoco lo piensen... Si yo hubiese sido el paciente durante la sesión, no hubiese pensado que había algo que temer. Creo que es este el hecho principal. Él intentaba hacer salir a la gente de estas constelaciones familiares continuas... No creo que él... (Nunca) haya mostrado que consideraba adoptar una estrategia activa, utilizar unas técnicas para hacer salir a la gente del embrollo en que se encontraba: para hacerlo hay que ser una especie de activista político a corto plazo... Quiero decir que hay que emplear activamente la fuerza contra la fuerza. Bateson nunca ha estado implicado en esto»1 '. 183
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doble coacci ón y m ás a l l á
Bateson siempre ha desconfiado del deseo voluntario y consciente de provocar cambios. Veía en él la sombra de esa angustia existencial que el hombre se afana por exorcizar aportando respuestas parciales y prematuras a las grandes preguntas de la existencia. Para él, la mejor respuesta a una pregunta era llegar a formular una pregunta más amplia, más englobante. De ninguna manera dar una receta precisa que, aunque nos permita «coger en la trampa» los azares de los cambios o de la evolución de los sistemas, corre el gran peligro de amputar, aunque sea por ignorancia, ciertos mecanismos de regulación esenciales, dejando así unas cicatrices antiestéticas en el tejido de la «estructura que une» los seres y las cosas en el mundo natural. Este sentimiento se exacerbará todavía más después de su experiencia «entre los terapeutas». Hasta el punto que decidirá atacar de frente el problema o, al menos, con un vocabulario más de acuerdo con sus posiciones, 'suscitar el debate sobre este tema en la óptica pluridisciplinaria de las conferencias Macy. En 1968, obtendrá los subsidios de la Fundación Wenner Gren para organizar una conferencia sobre el tema «Los efectos del objetivo consciente sobre la adaptación humana»1 ", en la que se esforzará por lograr que la comunidad científica estudie la epistemología de la investigación aplicada. Sin gran éxito por otra parte; pero esperar un «éxito» de una cuestión así, ;no es ya una manifestación de esta hybris que quería denunciar 5 La cuestión del «poder» en las relaciones rué en todo caso un tema recurrente en el equipo del proyecto Bateson. Principalmente en las discusiones interminables entre él y Jay Haley, que estaba convencido de la importancia del «poder» en las relaciones humanas y, en particular, en el contexto familiar. A partir de 1956, Haley intentó desarrollar la idea de «control» y de «poder» en las relaciones humanas. Estaba persuadido (y todavía lo está actualmente) de que «la cuestión de saber qué poder sobre su vida una persona permitía tener a otra, era un aspecto central de toda vida humana». Para Bateson, el problema del poder refleja un error epistemológico corriente que consiste en dar una explicación ad hoc (en este c-aso, atribuir una causalidad individual de tipo mecanicista a un fenómeno interaccio184
La doble coacción
nal) a un fenómeno, separándolo del contexto que le da un sentido. Haley quería llegar a delimitar este concepto en un marco interac cional: toda organización está jerarquizada, los seres humanos no pueden «no tener una jerarquía clara». Toda imprecisión de la jerarquía en una organizac ión irá seguida de un intento de apoderarse del poder (acompañado de las batallas inevitables que de ello se siguen). En la situación esquizofrenógena, Haley considera que los niveles jerárquicos conflictivos engendran una batalla por el poder, ya que la madre no soporta que algún otro decida «quién será el jefe». Para Haley, la divergencia de puntos de vista con Bateson no era muy grave, mientras que, veinte años más tarde, Bateson decía: «Haley pasa demasiado deprisa sobre las divergencias epistemológicas entre él v yo. La idea que yo tenía en esa época era que él creía en la validez de ¡a metáfora del "poder" en las relaciones humanas. Yo pensaba entonces -y hoy lo creo aún más— que el mito del poder corrompe, porque propone una epistemología falsa (aunque sea convencional) [...] [esta óptica no es menos errónea, o menos socialmente patógena, porque U mitología que lleva asociada es en parte autovalidante para los que creen en ella y que obran en consecuencia»". Habiéndole preguntado David Lípset sobre ello, Haley hacia el comentario siguiente: «[A Bateson] no le gustaba el poder. Ni siquiera le gustaba la palabra... Si yo decía que un terapeuta debía tomar el poder, no le gustaba. Si decía que un terapeuta no debía tomar el poder, tampoco le gustaba, [Risas]... Él cogía lo que yo decía y lo transformaba en cuestión de poder, cuando no era en absoluto lo que yo había querido decir. Era tan hipersensible a toda esta cuestión... Sin embargo, no era así... a propósito de Bali o de los iatmul. [,..] Toda influencia que se le escape a la persona le era odiosa. Toda manipulación indirecta estaba [también] fuera de cuestión... Aproximadamente diez años [después del fin del proyecto], volví a encontrar a Bateson en una velada en Nueva York, y... volvimos a enzarzarnos en 'a discusión que teníamos en 1959, exactamente el mismo debate y 'as mismas posiciones»12. 185
La doble coacción y más allá
La cuestión no de)a de tener interés a la hora de mundializar el «pragmatismo anglosajón». La discusión ha continuado en Palo Alto, a comienzos de los años ochenta, prácticamente en los mismos términos, un poco como si la nueva generación tuviese que perpetuar, al modo de las tragedias griegas, los conflictos que habían enfrentado a sus mayores.
6.3. El tiempo de los conflictos En 1958, Jackson quiere desarrollar al máximo la parte terapéutica del nuevo enfoque. Y decide fundar un instituto con este fin. Bateson se muestra reticente. Los conflictos entre los dos hombres se exacerbarán. Finalmente, a comienzos de 1959, se crea el Mental Research Institute; Don Jackson es su primer director pero Bateson y el resto del equipo continúan trabajando en las investigaciones sobre la doble coacción. Los dos grupos, muy distintos al principio, como cada uno de ellos se esfuerza en precisar, continuarán sin embargo frecuentándose a través de reuniones o de encuentros informales hasta 1963, fecha de la partida de Bateson a las islas Vírgenes. Se ha hablado mucho de las relaciones entre Bateson y Jackson y de los conflictos que enfrentaron a los dos hombres a partir de la creación del MRI. Por nuestra parte, nunca hemos encontrado señales, ni en las actas de las numerosas reuniones de equipo ni en la correspondenc ia de Bateson, de alus ión directa a una opos ic ión importante entre ellos. Los diversos testimonios que hemos podido recoger de las personas que mantuvieron contactos personales con ellos mencionan todos un gran respeto mutuo en el plano profesional, a pesar del choque que no podía dejar de provocar el encuentro de estas dos «fuertes personalidades». Las divergencias aparecieron sobre todo después de la publicación del articulo sobre la doble coacción y alcanzaron su apogeo cuando se creó el MRI. Haley formó parte del grupo de .discusión que preparaba la creación del MRI pero nunca se unió formalmente a ellos. «Tuvimos una reunión, [Alex] Bavelas, Jackson, Bateson, John [Weakland] y yo, sobre la creación de un instituto y fue en esta reunión cuando Bateson rehusó muy claramente su participación. Pero Jackson intentaba encontrar fondos para el MRI y neces itaba una base para hacerlo,
La doble coacción
entonces sobreentendía que las ideas del proyecto Bateson eran realmente las ideas del MRI, y que debería obtener fondos suplementarios para sostenerlas. Esto encolerizó a Bateson porque pensaba que Jackson estaba utilizando todo el crédito de su trabajo»". Para él, sólo en este momento los dos hombres tuvieron diferencias marcadas, el no recuerda ningunas dificultades anteriores. Jules Riskin formó parte del primer equipo del MRI. Si se acuerda muy bien de las reuniones preparatorias a la creación del instituto de Jackson, Riskin sitúa el problema a nivel de un «combate de los jefes»: «Nos estuvimos reuniendo durante algunos meses, Bateson nunca partic ipó en estas reuniones. Como sabe, había tens iones dentro del grupo Bateson, y él no deseaba ser identificado con el instituto, aunque venía a menudo como consultor; se sentía que había una tensión entre Jackson y Bateson. Era una tensión también personal, eran buenos amigos, pero una gran parte de su conflicto era territorial y profesional. Bateson no quería a nadie como jefe y Jackson tampoco quería jefe»' 4. Probablemente no hay ninguna necesidad de que nos extendamos más sobre las dificultades en sus relaciones, muy poco importantes en unas personas que trabajaron juntas durante muchos años. Ambos tenían ambiciones personales que, antes de ser bastante divergentes en un momento dado, coincidieron para ofrecernos las bases de un nuevo enfoque de la enfermedad mental. Irónicamente tal vez (al menos para aquellos que tienen excesiva tendencia a presentarlos como unos hermanos enemigos), Jackson y Bateson debían recibir, en 1961, la Frieda Fromm-Reichmann Award, recompensa concedida por la Academia americana de ps icoanális is, que reconocía así la importancia de sus trabajos comunes sobre la esquizofrenia.
6.3.1. El balance de diez años de inv estigaciones
Antes de hablar con detalle sobre los comienzos del MRI en el capitulo siguiente, hagamos un rápido balance de los trabajos del gru-
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po Bateson. De 1953 a 1962, los diferentes miembros del equipo publicaron en total sesenta y tres artículos, de los cuales solamente dos están a nombre del grujió entero, el primero de todos, Hacia una teoría 1 de la esquizofrenia, y e! último, Una nota sobre la doble coacción ''. En este artículo, definen una posición común sobre la doble coacción, posición que comprende los elementos siguientes: "La doble coacción es una clase de secuencias que aparecen cuando los fenómenos son estudiados con el concepto de niveles de la comunicación. »La doble coacción es una condición necesaria, pero no suficiente, para explicar la etiología de la esquizofrenia e, inversamente, la doble coacción es un derivado inevitable de la comunicación esquizofrénica. »Para este tipo de anális is, el estudio empírico y la descripción teórica deben privilegiar el análisis del comportamiento observable y los contextos de las relaciones, más que centrarse en la percepción y los afectos individuales. »la manera más útil de describir una situac ión de doble coacción no es en términos de "persona coaccionante" y de "víctima" sino de "personas cogidas" en un sistema continuo que engendra unas definiciones conflictivas de la relación y, por consiguiente, un sufrimiento subjetivo. Para manejar bien la complejidad de los niveles en la comunicación humana, es importante privilegiar los sistemas circulares de relaciones interpersonales con respecto a los enfoques más 6 convencionales del comportamiento individual»' . Estas conclusiones precisan las bases de un enfoque interaccional jerarquizado del comportamiento humano, modelo que continuará siendo el substrato teórico de la escuela de Palo Alto. Mucho más tarde, Bateson resumirá lo esencial de los diez años de investigac ión en los términos siguientes: «Lo que hemos hecho en nuestro proyecto de investigac ión es trasplantar unos conceptos epistemológicos del almacén de los filósofos — Whitehead, Russell y otros— al mundo confuso y desordenado de la historia natural»".
La doble coacción
Esta declaración, comparada con la de John Weakland: «Llegamos a California, hicimos muchas locuras y ¡llegó la terapia familiar!», revela perfectamente la diversidad de puntos de vista que se manifestaron de manera todavía más aguda en los años siguientes.
o.3.2. La par tida de Bateson Durante el proyecto, la preocupación de Bateson siempre fue obtener unos principios de comunicación que fuesen tan generales que pudiesen explicar los procesos que actúan en todo el mundo animal. • Desde 1952 se había interesado por las nutrias, animal tan alejado del hombre que «si una proposición general podía ser verdadera a la vez para el hombre y la nutria tenía grandes probabilidades de ser verdadera de manera universal»". No cuesta imaginar la sorpresa del comité de investigación del Veterans Administration Hospital cuan do Bateson les pidió permiso para instalar acuarios llenos de nutrias en... ¡el depósito de cadáveres! También había nutrias por todas parres en su domicilio particular en Menlo Park, En 1959, recibió la ayuda de Lois Cammack, una trabajadora social que llegó a Palo Alto para «ver cómo Bateson aplicaba la terapia» y que, finalmente, fue >. El debate terminó algunos meses mas tarde; dos psiquiatras de San Luis, aunque agradecían a Bateson sus declaraciones, no dejaban de concluir: “Sin embargo, después de haber leído y releído una vez más la prolija y paralógica pontificación del señor Bateson seguimos siendo incapaces de sacar la menor significación coherente de las frases utilizadas… ¿Estamos en doble coacción?” Todos no comparten esta opinión sobre el lugar de doble coacción como instrumento conceptual. Para Paul Watzlawick, su papel fue preponderante tanto de un punto de vista descriptivo como por su valor de instrumento terapéutico: “Porque, no solo muestra un pattern de comunicación, sino que tiene implicaciones terapéuticas: si utilizáis una prescripción del síntoma, estáis utilizando una doble coacción terapéutica, ya que pedís a alguien que haga algo que está fuera de su control” Stewart Brand considera, por su parte, que está lejos de haber comprendido todas las implicaciones de la hipótesis. Está persuadido de que se trata de un paradigma del cambio que podrán utilizar los investigadores de muchas disciplinas, y especialmente en informática. Haley es más dividido: para él, aunque la teoría haya tenido un impacto muy grande en muchas personas de la profesión, reconoce que no utiliza ya el término “doble coacción”: “He dejado de utilizar el término, porque todo el mundo empezó a utilizarlo en cualquier sentido. P or lo tanto volví al término “paradoja”. Creo que si estáis analizando la comunicación, en particular la de familias uno de cuyos miembros está loco, esto “tiene sentido”. Es evidente que hay niveles confilctivos de comunicación. Creo que Bate-
La doble coacción
son intentó generalizar el concepto a un material más amplio, como la teoría de la evolución; esto realmente no me entusiasmó mucho. Pero era su centro de interés, ante todo él estaba interesado en la evolución»5". Como vemos, el alcance del proyecto Bateson fue apreciado de modo diverso en la profesión. Hay que reconocer sin embargo que las críticas que los terapeutas dirigían a la teoría, reflejan sobre todo la diversidad de las opiniones acerca del estilo muy personal de Bateson. En los medios científicos, se adora a Bateson o se le odia. Para algunos, es una de las raras personas que van a lo esencial, a dar altura al pensamiento; para otros, es un cuentista, un hombre de labia de estilo pomposo, cuyo barniz científico no consigue ocultar la f a lt a de una real especialización. No es sencillo utilizar a Bateson. Lo que, por otra parte, probablemente no le desagradaría. El nunca apreció las recetas. Es- un autor al que constantemente se le vuelve a descubrir, al azar de las reflexiones, en busca de relaciones entre las ideas; entonces se advierte que el mensaje de Bateson no se presta a la simplificación: no se toma a Bateson al pie de la letra, se comparte su espíritu, lo que, para muchos hombres de ciencia, viene a ser apresar el vacío. Pero esto también Bateson lo había prevenido. Nosotros creemos también que la doble coacción ha aportado sobre todo una sólida legitimidad a los terapeutas familiares. Que los terapeutas actuales puedan prescindir del enfoque teórico y defender, como hace Haley o los miembros del Centro de terapia breve de Palo Alto, un enfoque únicamente fundado sobre el «qué hacer con Distas a qué resultado» sólo nos parece aceptable actualmente porque la legitimidad del punto de vista interaccional ha s ido establec ida antes. En nuestro espíritu no hay duda de que la suma de los conceptos fundamentales —y finalmente coherentes— que forman el substrato teórico de la teoría de la doble coacción no le es extraña. incluso iríamos más lejos y dinamos que las investigaciones posteriores de Bateson no han hecho más que reforzar la posición de aquellos contra los que ha luchado a veces con vehemencia. Porque, finalmente, cuanto más se precisaba su pensamiento y tomaba for193
La doble coacción y más allá
ma la nueva estructura teórica, más ganaba en credibilidad la sistémica en el s entido amplio. Sin Bates on, probablemente hubiese resultado difícil hablar de los trabajos de Erickson, comparar las di- " versas técnicas de los terapeutas familiares, justificar las intervenciones paradójicas, etcétera. Bateson s in duda ha ens eñado a los terapeutas a hacer las preguntas buenas, no se le puede reprochar las respuestas precipitadas que algunos no han dudado en aportar. Toda su vida habrá s ido un investigador, nunca un terapeuta, aunque algunos de ellos lo hayan hecho su santo patrón.
JACKSON, ERICKSON Y LA TERAPIA FAMILIAR
Antes de exponer los comienzos del MRI, y para conocer mejor la originalidad de su enfoque terapéutico, no es inútil evocar el coniunto de esta corriente de pensamiento psiquiátrico que se sintetiza bajo la etiqueta general de «terapia familiar». Como vamos a ver, contrariamente a una idea muy extendida, este enfoque de la enfermedad mental no puede cons iderarse igual al enfoque s istémico o a Li c ibernética. Muchos de los terapeutas familiares no han hecho mas que extender los conceptos psicodinámicos (ya se trate del psicoanálisis freudiano, de sus derivados o de teorías más recientes) a la situación familiar. Sin embargo, la mayoría han tenido que recurrir a nociones explicativas suplementarias para incluir las relaciones familiares en su enfoque. Ahora bien, estas nociones habían sido estudiadas sobre todo por los sistémicos en el sentido amplio. Así, poco a poco, se enturbió la imagen de la terapia familiar, se borraron las diferencias entre escuelas y, aunque las prácticas conservan sus particularidades (¡y las divergencias pueden ser importantes!), el público en general ha acabado por olvidar las diferencias de rondo para recordar solamente las semejanzas aparentes : «Después de todo, todos hacen la terapia familiar.» Lejos de nosotros la idea de repartir certificados de conformidad. Lo que nos proponemos hacer aquí es dibujar a grandes rasgos el contexto en el que se efec tuó el paso de un enfoque individual de los problemas de salu d mental a la consideración del medio, del entorno de la persona «enferma», Este capitulo servirá pues para situarnos en el contexto de í. is terapias «relaciónales» en la época de la creación del MRI, para 194
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La doble coacción y más allá Jackson, Erickson y la terapia familiar
definir el lugar de Don Jackson, y para presentar a este «gran original» que fue Milton Erickson.
7.1. Los trabajos precursore s
A partir de los años treinta encontramos los primeros indicios de este cambio de óptica. Varias teorías alimentaron los balbuceos del enfoque familiar: además de la cibernética, de la teoría de los sistemas y de las investigaciones sobre la comunicación, de las que hemos hablado largamente, podemos señalar la elaboración de la noción de «rol» —concepto que se aplicará principalmente al estudio de los grupos y a la formación de la identidad— así como las teorías del «yo», que introducen ideas nuevas en la teoría psicodinámica, especialmente las de simbiosis y de individuación. La aparición de conceptos nuevos (que conciernen a menudo al campo muy alejado de la investigación en psicología social) debía ir acompañada de cambios en los métodos y las técnicas terapéuticas. No olvidemos que el enfoque analítico insistía sobre las precauciones que había que tomar para que el proceso analítico pudiese ser coronado por el éxito, y, entre ellas, se encontraban recomendaciones muy estrictas en cuanto a los contactos entre el terapeuta y el entorno del pa1 ciente. Aquí también podemos notar una evolución progresiva . Así pues, al principio, en el psicoanálisis ortodoxo, se desaconsejan totalmente los contactos entre el terapeuta y la familia del paciente, ya que este tipo de encuentro no puede dejar de contaminar las relaciones transferenciales y poner así en peligro los resultados del análisis. Los primeros cambios: a partir de los años treinta, se empieza a considerar que sería útil estudiar los efectos negativos de la madre sobre el desarrollo del hijo. Esta preocupación se manifiesta principalmente en las clínicas de orientación infantil, en donde se recibe a los padres de los niños seguidos individualmente. Paralelamente, se observa la aparición de técnicas terapéuticas nuevas, psicoterapia de grupo,
psicodrama, etcétera, que contribuirán mucho a disminuir e l miedo frente a los problemas de transferencia y de contratransferencia. Introducción de la cultura y de las relaciones interpersonales. Algunos psicoanalistas importantes, Sullivan, Horney, Fromm, Erickson, etcétera, concederán un lugar importante a la cultura y a la vida de relac ión en la constitución de la personalidad. Algunas de sus teorías interpersonales, la de Sullivan entre otras, otorgan cada vez mas importancia a las dificultades presentes de los pacientes. Se descubre también una repartición epidemiológica de la enfermedad mental muy diferente según los subgrupos sociales, étnicos y culturales. Haley resume así los cambios que se produjeron en esa época y que trastornaron el medio de la ps iquiatría en los Estados Unidos hasta los años sesenta: «Parece haberse producido una transición en el enfoque de la esquizofrenia: desde la idea inicial según la cual, en estas familias, creaba la dificultad el propio esquizofrénico, a la idea de una madre patógena, después al descubrimiento de la inadecuación del padre, hasta la tendencia actual a implicar a los tres miem2 bros de la familia en un sistema de interacciones patológico» . Veamos los detalles de esta evolución.
7.1.1. Gritos contra la familia
Hacia mediados de los años treinta aparecen los primeros estudios exploratorios sobre las relaciones patógenas padres-hijos. En 1937, Nathan Ackerman escribe La familia como unidad social y afectiva. Artículo en el que señala la importancia de los roles familiares y la manera como éstos pueden perturbar las interacciones de los miembros de la familia. Los años cuarenta verán multiplicarse los estudios sobre la «sobreprotección materna» y David Levy será un precursor de las investigaciones sobre la relación «entre los rasgos patógenos de la madre y el comportamiento perturbado del hijo» 4 . Estos estudios tienden a
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La doble coacción y más allá
mostrar que la actitud sobreprotectora de las madres está ligada a sus propias frustraciones afectivas infantiles. El concepto de «madre esquizofrenógena» parece haber sido utilizado por primera vez por Frieda Fromm-Riechmann en 1948. Esta expres ión des igna a una persona agresiva, dominante, falta de segundad y rechazadora. En cuanto al padre, se lo describe como alguien inadecuado, pas ivo y bastante indiferente. Como vemos, las preocupaciones de los investígadores se centran sobre todo en las características de la personalidad de los padres de los esquizofrénicos. ¡No es agradable ser la madre de un esquizofrénico en esa época! Pero, de un modo general, las familias son sospechosas. Algunas investigaciones mostrarán que la mayor parte de los pacientes psicóticos proceden de familias muy perturbadas; Ellison y Hamilton comprueban que el 30% de los pacientes han vivido recientemente, defunciones, divorcios o separaciones en la familia'. Es verdad que las experienc ias de estos años eran criticables desde un punto de vista metodológico y fue puesta en tela de juicio la interpretación de sus resultados. Esto no impide que todas estas investig aciones denoten una tendenc ia general a la vez del tipo de interrogac ión y de los interes es de la época, y a este titulo nos interesan dir ectamente.
7.1.2. Fam ilias en terapia
Al lado de estas investigaciones, las técnicas terapéuticas experimentan también una evolución en los años cuarenta v cincuenta: varios ps iquiatras se ponen a experimentar la terapia de grupo con unos pacientes y sus padres*. Notemos de paso que los movimientos terapéuticos, igual que la investigación, se centran principalmente sobre el problema de la esquizofrenia; no obstante, pueden señalarse otras investigaciones interesantes sobre las relaciones de parejas en las que uno de los miembros es cons iderado como neurótico o ps icótico. Pero aunque s e
Jackson, Erickson y la terapia familiar
permiten estudiar las parejas, los clínicos no son todos favorables a 7 un trabajo terapéutico con los dos miembros de la pareja . Para resumir este período, podemos decir que los esfuerzos desplegados por una parte para comprender mejor la esquizofrenia y por otra parte para reforzar los métodos de tratamiento, conducen progresivamente a los terapeutas a volverse hacia otras personas importantes de la familia, en primer lugar a la madre, pero también al padre. Y aunque estas iniciativas son tímidas, no dejan de golpear el tabú de los contactos entre el terapeuta y el entorno del paciente.
7.2. El tratamiento de la patología familiar En los años cincuenta se produce una multiplicación de las investigaciones que ponen de manifiesto la relac ión estrecha entre la familia como unidad social y la enfermedad mental. Aunque el enfoque terapéutico siga siendo psicoanalítico, el paciente es considerado como portador del síntoma de la patología de los miembros de la familia*. Esta visión conduce a algunos terapeutas a tratar a todos los miembros de la familia juntos, ya que el aislamiento del paciente no puede llevar al éxito del tratamiento (al menos a término, ya que se supone que el paciente «curado» volverá a vivir en un medio patógeno). Se considera la familia como una unidad biosocial y la psicoterapia debe permitir a todos los miembros de la familia encontrar un modo de funcionamiento satisfactorio. Aparecen nociones interaccionales, como la del lazo simbiótico, que hacen hincapié sobre las relaciones en el seno de la familia más que sobre las propias personas. Las hipótesis de trabajo de los terapeutas reflejan una visión homeostática del sistema familiar, subrayando cada uno un aspecto particular de la familia. Hill, por ejemplo, considera que los lazos entre la madre y el hijo esquizofrénico se oponen a toda mejoría del 199
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paciente: sin embargo ella no es «culpable» de esta relación coaccionante ya que es el propio paciente el que se imagina que todo progreso condena a su madre a la enfermedad. Esta nueva visión de la relación patológica induce ya un contacto enteramente diferente entre la madre del paciente esquizofrénico y el terapeuta, que no la hace responsable de los temores vividos por el enfermo. Midelfort (1957) es uno de los promotores de la orientación relacional inspirada en una visión sociocultural de la enfermedad mental; él considera la terapia familiar como un tipo especial de terapia de grupo que debe permitir satisfacer las necesidades sociales de las personas. Subraya también la importancia de una comunicación étnica y religiosa entre el terapeuta y el enfermo; la ramilla verá al terapeuta procedente de una cultura exterior como un usurpador de sus valores culturales. A partir de entonces, otros clínicos emprenderán estudios más importantes sobre las relaciones y el tratamiento de las familias. A comienzos de los años sesenta, y paralelamente a los trabajos del MRI, aparecerán los grandes nombres de la primera generación de los terapeutas familiares: Bowen, Wynne, Boszormenyi-Nagy, Lidz, Ackerman y Whitaker, para citar solamente a los mas conocidos de ellos. Todos, dejando aparte Lidz, serán terapeutas familiares con pleno derecho y elaborarán modelos terapéuticos reconocidos y todavía muy vivos en nuestros días. Todos han mantenido contactos constantes entre sí y con el equipo del MRI, y, cuando Haley editará la revista de terapia familiar «Family Process», en 1961, la mayor parte de ellos se encontrarán en el comité de redacción.
7.3. La obra de Donald DeAvila Jackson Jackson es s in duda el gran desconocido del grupo de Palo Alto. Seguramente, su muerte prematura es responsable de ello, igual que el hecho de que tuvo que hacer de pionero, desbrozando el terreno I de la psicoterapia, atacando los fundamentos del enfoque analítico tradicional, sin poder proponer verdaderamente una imagen conceptual clara de sus ideas innovadoras. Algunos le reprocharán esta & vis ión brusca y reducirán su impacto a las nociones de «homeosta-
Jack son, Erick son y la terapia fam iliar
s is » y de «reglas familiares». Pero esto no es hacer justicia al valor, a la inteligencia y al eclecticismo de Jackson. En efecto, él no vaciló en Corregir y en mejorar constantemente las primeras experiencias de la terapia familiar que preconiza con energía desde mediados de los años cincuenta. Vamos a esforzarnos en mostrar que a través de su obra tan desconocida, Jackson prefigura a la vez los desarrollos posteriores de la terapia familiar (americana y europea), los trabajos del Centro de terapia breve, e incluso los principios constructivistas que Paul Watzlawíck ha añadido recientemente a los conceptos teóricos explicativos de Palo Alto. En primer lugar, cons ideremos al personaje. Jay Haley resume bien el valor y la intransigencia de Jackson en el discurso que pronunció en un acto conmemorativo en su homenaje: «Fue un precursor. Adoptó una pos ición muy clara aceptando el hecho de que nos encontrábamos ante un conjunto de ideas nuevas. En 1957, dec idió que las ideas psicoanalíticas no eran apropiadas para la terapia, presentó la dimis ión en la Asociación de psicoanálisis (Psychoanalytic Sociery) y quitó el diván de su consulta. Para él, no era un paso banal y, después de haberlo dado, ya no aceptó compromisos. Muchos de sus colegas, comprendidos algunos de los terapeutas familiares, le manifestaron su resentimiento»10. ¿Qué criticas dirige al enfoque analítico? En líneas generales, deplora su orientac ión individual, que hace perder de vista la complejid a d de los determinismos interpersonales, y su insistencia sobre las explicaciones genéticas de la enfermedad mental. Referente a esto, usará ha imagen de un disparo de fusil para mostrar la superdeterminac ión del comportamiento humano: «En cierto sentido [...] el gen es a la enfermedad mental lo que la bala es al proceso total de tiro contra otro ser humano. Ninguna analogía puede transmitir con prec is ión mi manera de concebir el papel de la herencia en la esquizofrenia o cualquier otra dificultad emocional, pero, como la bala es, en realidad, la parte activa de un arma de fuego, no hay duda de que esta posición no rechaza enteramente la herencia. "Pero la bala es inofens iva s in el cargador que, a su vez, es inútil
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s in el cañón y, a otro nivel todavía, es necesario que haya alguien para disparar y una situación que se preste a ello. Por ello me parece que toda "teoría de la bala" de las armas de fuego es obligatoriamen te una supersimplifícación llevada al absurdo y que se ha concedido demasiada atención a los efectos potencialmente peligrosos de la bala —o del gen— mientras que actualmente nuestra preocupación concierne al proceso total en el que la bala —o el gen— desempeñan un papel significativo»". Esto repercute por supuesto sobre el enfoque terapéutico, porque, si el terapeuta subscribe las explicaciones de tipo genético, la capacidad del clínico para conceptualizar el contexto total del que el comportamiento «perturbado» forma parte, será limitada. Jackson se opone pues al enfoque individual, demasiado restrictivo, que pierde de vista el contexto y está fundado sobre la premisa (herencia de nuestra cultura) según la cual «el hombre es el dueño de su destino y el capitán de su alma». «Por tanto yo vuelvo a discutir, enérgicamente, la adecuación y la utilidad del anális is y del etiquetado individuales como se concibe actualmente. Creo que debemos pasar del estudio del individuo in vitro al del grupo, pequeño o grande, en cuyo interior todo comportamiento individual especifico es adaptativo, de la evaluación individual al examen del contexto, o, más precisamente, de los sistemas, ; de los que es inseparable el comportamiento individual»' . Él se da cuenta del hecho de que, para pasar de esta visión individual a un enfoque interaccional, habrá que «inventar» un nuevo lenguaje para evitar quedar preso en las etiquetas tradic ionales o hacer de él una simple traducción sistémica aproximativa que dejaría el problema intacto. «Dentro de nuestro marco de referencia conceptual tradicional, el individuo se detiene en las fronteras de su piel, y lo que puede pasar entre dos individuos encerrados asi en ellos mismos -lo que no es claramente ni "yo" ni "tú"— es un misterio para el que no tenemos ni lenguaje ni modelo de inteligibilidad. Nues tros pensamientos, nuestras investigaciones, y hasta lo que Benjamín Whorf llamaba nuestra "vis ión del mundo", están limitados o facili-
Jackson, Erickson y la terapia familiar
tados por el lenguaje que utilizamos. Así pues, antes que cualquier otra cosa, necesitamos un lenguaje que nos permita, incluso que nos obligue, a pensar en términos de interacción. [...] El concepto de "reglas familiares" constituye uno de estos instrumentos» 15 .
7.3.1. Las «reglas familiares»
Jackson consideraba que el concepto de «rol» reforzaba los estereotipos, sólo representaba unas abstracciones culturales y era, ante .toda, un concepto individual. Propuso pues substituirlo por el de regla», como base del nuevo enfoque interaccional. La noción de «redundancia» le servirá de hilo conductor. Así hablará de comportamientos prescritos y proscritos en la cultura familiar. Hay que comprender la redundancia en el sentido de restricción, como hemos dicho anteriormente. Si se aplica a la familia, puede verse que la organización de ésta implica unas restricciones en cuanto a los comportamientos permitidos o prohibidos para sus miembros : «—Organización implica limitación, dado que el término "organización" puede definirse, a nivel de comportamiento, como un tipo preciso de modelo de repetición y de exclusión. »—La familia posee su organización. [...] »—Si se considera un conjunto de comportamientos posibles e igualmente plaus ibles en teoría, una entidad organizada recurrirá a algunos de estos comportamientos con preferencia a otros. Por ejemplo, d* las pos ibilidades a a f tal vez utilizará solamente a o b, o, quizás también, d no se producirá nunca»14. Como vemos, Jackson prosigue su enfoque de la familia en la línea de las reflexiones del «grupo Bateson». Ha asimilado los principios cibernéticos y sobre esta base decide establecer unos fundamentos científicos sólidos para _una psicología interaccional. Propone principalmente reconsiderar las cuestiones relacionadas con la educación de los hijos: «No hay duda de que nuestra cultura insiste demasiado sobre lo que los padres deberían hacer por sus hijos, en lu203
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g a r d e d a rs e c u e nt a d el m o do c o m o l os m od e l os f a m ili a r e s pr o s c ri be n y p r es c rib e n el c om po rt a m i ent o e n el hijo , co m p r en did os l os m odelos de r estricción » 1 5 . Ja c kso n in sisti rá s ob r e l a i m po rt an ci a d e l as r e gl as d e i nte r c a m bi o qu e s e in st a ur a n e n l as r el a ci on e s i nt e rp e rs o n al es . P u e d e co ns id e r a r s e q u e u n a r e gl a r e l a c i o n a ! e s , e n c i e rt o m o d o , l a e x p li c a c i ó n d e l a r e d u n d a n ci a q u e r e s t ri n g e l a di v e r si d a d d e lo s c o m p o rt a m i e nt o s d e l o s di f e r e n t e s i nt e r l o c ut o r e s: « L a f a m i li a e s u n s is t e m a r e g i do p o r u n a s r e gl a s: s us m i e m b r os s e c o m p o rt a n d e un a m a n e r a r e p e ti ti v a y organi zad a, y est e t i po de est ruct uraci ón d e l os com port am i ent os p u e d e s e r a is l a do c o m o u n p r in c i pi o di r e ct o r d e l a v id a f a m ili a r » 1 ' . E vid e nt e m e nt e , ¡ a s r egl a s n o s o n e x plí cit a s , p e r o u n o b s er v a do r e xt e ri o r p u e d e i n f e r i rl a s a p a r ti r d e l a s r e d un d a n c i a s d e l a s in t e r a c c i o n es , i g u al qu e po dr í an co n o c er s e l a s r e gl as d el ju e go d el aj ed r e z s ol a m e nt e m i r a nd o el d es pl a z a m i e nt o d e l a s pi e z a s s ob r e el t a bl e r o, p a r a u s a r u n e j e m pl o c it a d o m u y a m e n u d o p o r W a t z l a w i c k . D e l a m is m a m a n e r a q u e p u ed e n di sti n gu ir s e ni v el es di f e r e nt e s en l a c o m u ni c a c ió n , J a c ks o n h a bl a r á t a m b i é n d e r e gl a s co n u n n i v el d e a b st r a c c ió n su p e r io r a l as q u e ri g e n l a s i nt e r a c c i o n e s f a m il i a r es h o m e ost áti c a s . To d o sis t em a f a m ili a r e vo lu ci o n a; s us no r m as , su s v al o r e s deben m ant en erse si son adapt ados, ev ent ual m ent e refor zarse , pero ta m b i én d e b e n p o d e r m o di f i c a rs e . T o d a f a m ili a d e b e p u e s d is p o n e r d e o t r a s r e g l a s q u e r i j a n e l c o n j u n t o d e e s t o s m e c a n i s m o s , u n a s r e gl as d e « c ali br a d o »: l as «m e t ar r e gl a s» d e u n si st e m a f a m i li a r. S e gú n J a c ks o n , l a s f a m i li a s q u e p r e s e nt a n u n a dis f u n ci ó n ( e s d e c i r , q u e p r e s e n t a n s í n t o m a s p a t ol ó g i c o s o p r o b l e m a s f a m i li a r e s ) s o n a q u e l l a s a l a s q u e l e s f a lt a n u n a s r e g l a s q u e p e r m it a n g o b e r n a r l o s c a m b i o s , q u e n o d i s p o n e n d e m e t a r r e g l a s a d e c u a d a s . L a f u n c i ó n c e n t r al d el t e r a p e u t a c o ns ist i r á e n f a c ilit a r y d e s a r r oll a r u n as r e g l as d e c a m b io d e l as r e g l as . P a r a d eli m i t a r bi e n e st a n o ci ó n d e m et a r r e g l a , p od r í a m o s a m pli a r l a a o t r os ti p os d e si st e m a s . P a r a c it a r u n e j e m pl o e n el c a m p o s o c i al m á s gl ob a l , p od r í a m os d e ci r q u e , si l a s l e y es co nstit u y en el co nj unt o d e l as r e gl as q u e rig e n l as r el a cio n es s o ci al es , l a C on stit u ció n p r e cis a s us m et a rr e gl as .
Jackson, Erickson y la terapia familiar
1. Normalidad y «locura»
Después de haber intentado durante un c ierto tiempo clas ific ar las familias, Jackson se dio cuenta de que era inútil volver a caer en el es quema ps icopatológico tradic ional. No resultaba de ninguna utilidad volver al debate sobre la normalidad y tras ladarlo a un debate sobre las familias «normales» y «patológicas». Propuso pues, en varios artículos, abandonar este camino sin salida que, por una par te, no tiene en cuenta el aspecto ante todo cultural de esta clas ifica ción y, por otra parte, encierra a las familias bajo unas etiquetas que refuerzan la tendencia a crear unas profecías que se autorrealizan. Después de haber estudiado la familia durante muchos años, creo poder afirmar que no exis ten familias normales, como tampoco existen individuos normales. Hay padres que parecen vivir en la mavor armonía pero cuyos hijos son nerviosos, padres que se entienden muy mal pero cuyos hijos parecen gozar de buena salud. Cuando oímos que alguien exclama: "¡Ah, aquí tenemos una familia normal!", sepamos que el que se expresa así no considera, en general, más que una cierta faceta de la vida familiar y no su interacción de conjunto, que es impenetrable a la observación simple. Las personas que se expresan así son, en general, de aquellas que conceden gran valor al conformismo»". Es necesario abandonar este tipo de clasificación según el grado de normalidad. Siguiendo a Thomas Szasz, Jackson se convertirá en -I defensor de un enfoque no patologizante de la «enfermedad» mental. En este sentido, está en la línea de los movimientos antipsiquiatricos que florecerán (en particular en Inglaterra y en Italia) en 18 los años sesenta . Una vez más, Jackson no se muestra tibio en su posición contra las corrientes psiquiátricas tradicionales, y escribirá: "Me parece que es posible adoptar un método diferente y más fecundo para responder tanto a las exigencias científicas de la teoría como a las necesidades prácticas de la clínica. Para ello habría que tomar en considerac ión el hecho de que el ser humano posee unas .
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potencialidades diversas, que la realización de algunas de tales potencialidades puede llevar consigo ciertas limitac iones, y que tanto dicha realización como dichas limitaciones difieren según las condiciones. Thomas Szasz dice que la enfermedad mental es un mito cuya función consiste en edulcorar, en hacer tragar la amarga píldora de los conflictos morales en las relac iones humanas. Según él, los problemas que se nos plantean son problemas de la vida común y no problemas de salud mental. Estos problemas son de orden bioló19 gico, económico, político y sociopsicológico» . La posición que se desprende de estas declaraciones es profundamente humanista; Jackson defiende un mayor respeto de las diferencias individuales, el reconocimiento de la unic idad de los hombres y una tolerancia ante la diversidad tan necesaria para la evolución de nuestras sociedades. Si aceptamos esta premisa y reconocemos que la normalidad es un mito «somos también más capaces de reconocer el hecho de que la mayoría de la gente aporta su contribución a la condición humana»' 0 . El desconfía de las etiquetas, por tanto de los diagnósticos psiquiátricos (tanto individuales como familiares) y no duda en c itar los trabajos de Rosenthal para mostrar sus peligros. Sin duda alguna, en las reflexiones de Jackson, podemos ver el origen de la actitud explícitamente no normativa que será uno de los pilares esenciales de todos los trabajos posteriores del MRI hasta nuestros días, Jackson será también el primero en defender el tratamiento de los enfermos mentales fuera de las instituciones y apoyó los primeros esfuerzos de psicoterapia comunitaria.
7.3.3. La orientación terapéutica: actos más que palabras
Para Jackson, ya no es posible contentarse con especulaciones sobre la estructura profunda de la personalidad, con hipótesis sobre las motivaciones o con la reconstrucción histórica hipotética de las causas del comportamiento individual. El sistema familiar debe ser observado de manera concreta, en las acciones y reacciones de cada
Jackson, Erickson y la terapia familiar
miembro de la familia con respecto a los otros, «Se pasa de una descripción de la naturaleza de alguien a una descripción de las relaciones entre una persona y otra. Este último enfoque exige que se parta del comportamiento observable como fuente de los datos, más que de las "propiedades" invisibles del individuo. Los datos son una sucesión de "acciones" observables, que se repiten, entre los miembros de la familia; con este paso a un nuevo tipo de datos, aparece una manera nueva de conceptualizar el problema»21. Para terminar este apartado sobre el método de intervenc ión preconizado por Jackson, nos parece oportuno hacer algunas correcciones a la etiqueta que a veces se le ha puesto al primer director del MRI en el medio de la terapia familiar. Jackson fue más lejos de la idea según la cual los comportamientos de los miembros de la familia pretenden perpetuar la estabilidad del sistema y que así es como hay que comprender, entre otras, la «función» del síntoma manifestado por uno de sus miembros. De hecho, no sólo reconoc ió la importancia del feed-back positivo como motor de cambio (véanse los trabajos de Maruyama), sino que demuestra también un gran sentido de la implicación del terapeuta en el proceso del tratamiento de las familias ". De todas formas, no hay duda de que J ackson era consciente de la importancia de la función del que interviene en los sistemas humanos. Damos como prueba el pequeño cuestionario que proponía í los terapeutas a fin de evaluar las dificultades que podían encontrar con ciertos pacientes : 1) ¿Tengo miedo de perder este paciente? Si lo tengo, ¿es por razon es económicas "o p or mied o a no s er o mnipotente? 2) ¿Estoy aplicando tests... cu ando pienso que esto no co nduc e a ningun a parte? ¿Có mo pu edo r elacionar esto co n el pu nto I? 3) Si me siento co nfuso en el diagnóstico d e este pa ciente, ¿ por qué no h e buscado otro terapeuta? ¿En qué con cuerda esto con el punto I? ¿Dirigen mis decisiones la estima ción, el respeto, las finanzas?"
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Jackson, Erick son y la terapia familiar
Aunque estas preguntas no abarcan todas las dificultades potenciales de la paradoja en que se encuentra preso el interventor familiar (que debe modificar un s istema del que él mismo forma parte), no deja de demostrar que Jackson estaba ya sensibilizado respecto a ello. Además de su importancia histórica como uno de los mayores promotores de la terapia familiar, merecen subrayarse otros aspectos de su obra, -porque sobreviven a través del enfoque interaccional del MRI. En efecto, desde comienzos de los años sesenta, Jackson opinaba que toda creencia compartida por los miembros de una familia constituye su realidad y que el terapeuta ha de saber utilizarla para ¡levar a cabo su trabajo. Posición no normativa que recuerda la visión «constructivista» que Paul Watzlawick ha desarrollado mucho recientemente.
7,4. Milton H. Erickson Háblale a la pared para que la puerta pueda oír. Proverbio sufi
Erickson no se sitúa directamente en el feudo de la terapia familiar. Hemos señalado ya algunas particularidades de su enfoque terapéutico reforzado por la utilización de la hipnos is. El impacto de sus trabajos sobre los miembros del equipo del MRI es tal que nos parece indispensable extendernos un poco sobre este personaje fascinante. Erickson nació en 1901 en Aurum, pequeña ciudad de Nevada actualmente desaparecida. Su familia emigrará a Wisconsin. Sus padres poseen una granja y toda la familia participa en los trabajos; Milton tiene siete hermanas y un hermano. Acumula una serie de deficien cias físicas : es daltoniano, no distingue los colores (el único color que puede reconocer como tal y que por tanto aprecia desmesuradamente es el púrpura; le gustará rodearse de objetos de este color: te léfono, paredes del cuarto de baño, pijamas, etcétera) y padece sordera tonal. A ¡os dieciséis años, sufre su primer ataque de polio. El médico dic e a la familia que el joven Milt on no podrá c aminar nunc a 208
más. Permanece en cama, incapaz de mover el menor músculo y s in ninguna sensación corporal; lo único que puede mover todavía son los ojos y, felizmente, el oído no ha s ido afectado. «Yo no podía ni s iquiera decir dónde estaban mis brazos o mis piernas en la cama. Así pasé horas intentando localizar mi mano, mi pie o mis dedos del pie, acechando la menor sensación, y me volví particu25 larmente atento a lo que son los movimientos» . Busca medios de ocuparse para matar el aburrimiento: «Empecé a observar a la gente y mi entorno. Enseguida aprendí que mis hermanas podían decir "no" cuando pensaban "sí". Y podían decir "sí" y pensar "no" al mismo tiempo. Una de ellas podía ofrecer una manzana a otra reteniéndola. Comencé a estudiar el lenguaje no verbal y el lenguaje corporal»2 '. Se volvió así muy atento a los movimientos, incluso pequeñísimos, de su cuerpo, movimientos que intenta en tonces amplificar. Observa a los bebés que aprenden a caminar para descubrir el encadenamiento de sus movimientos, la coordinación de sus esfuerzos, el modo como el peso del cuerpo se reparte sobre los miembros, etcétera. Y de ahí sacará lecciones tanto para su pro pia reeducación como para su trabajo en psicoterapia: «He utilizado este conocimiento para desarrollar un uso adecuado de los músculos que la polio me había dejado y para cojear con la mínima tensión posible; esto me ocupó diez años. También me hice muy consciente de los movimientos físicos y esto me ha resultado muy útil. La gente utiliza unos pequeños movimientos indicadores, unos movimientos de adaptación que son muy reveladores para quien los observa. En
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nuestra manera de comunicarnos hay muchos de estos movimientos corporales.,.»''. Su sordera tonal también atraerá su atención hacia los elementos relaciónales más que al contenido del discurso verbal: Muchos patterns de comportamiento están reflejados en el modo como la persona dice algo más que por lo que dice»2*. En menos de un año, es capaz de caminar con muletas. Empieza entonces estudios de medicina. Sus primeros contactos con la hipnosis tendrán lugar en sus cursos en la Universidad de Wisconsin adonde el doctor Clark L. Hull acude a hacer una demostración, Queda fascinado. Después, se ejercitará en las técnicas hipnóticas con todo el que se preste a servir de cobaya: sus condiscípulos, sus amigos, los miembros de su familia, etcétera. Al año siguiente, asistirá a un seminario con Hull, durante el cual la mayor parte del tiempo estará dedicada a analizar las experiencias del joven Erickson. Después de su primer año de universidad, un médico le aconseja que haga la mayor cantidad de ejercicio físico posible, al aire libre y s in cansar demasiado las piernas. Erickson decide entonces hacer un viaje en canoa durante las vacaciones del verano. La anécdota, contada por Haley, vale la pena de ser tomada en consideración, ya que ¡lustra la actitud principal de Erickson frente a las dificultades de la existencia. Se procura una canoa de cinco metros de largo y, vestido solamente con un traje de baño, un mono y un pañuelo anudado en torno a la cabeza a guisa de sombrero, se lanzará a la aventura. No tenía bastante fuerza en las piernas para sacar su canoa del rio y no era capaz de caminar unos pocos metros. Por todas provisiones, disponía de un saquito de judías, otro de arroz y algunos utensilios de cocina, esto tenía que bastarle para su viaje que tenía, que durar todo el verano. Para comprarse productos suplementarios, tenía dos dólares y treinta y dos centavos. Con estas provisiones, pasó de junió a septiembre viajando en el lago de Madison, descendiendo el Vahara, el no Rock, el Mississippi, hasta unos pocos kilómetros de San Luis, y después volvió al rio Illinois por el canal de Hennepin hacia el río Rock y hasta Madison. Obtenía sus alimentos
en el camino, comiendo los peces que podía pescar, cogiendo plantas comestibles en las orillas cuando acampaba por la noche, y "cosechando" en el Mississippi. Esta cosecha estaba constituida por los desperdicios que los cocineros de los barcos de vapor lanzaban por la borda. Encontraba s iempre algunas manzanas o patatas tiradas por error. Al final del verano, había recorrido casi dos mil kilómetros prácticamente sin dinero ni alimentos, sin tener en las piernas la fuerza suficiente para transportar su canoa alrededor de las presas que le bloqueaban el camino y tan débil al principio que sólo podía remar unos pocos kilómetros en el sentido de la corriente para no quedar completamente agotado»29. Nunca negaba su ayuda a nadie pero él tampoco la pedía abiertamente. También en esto, vemos un rasgo que encontraremos en sus trabajos posteriores: Erickson se las arreglaba s iempre para que la gente lo ayudase «espontáneamente». Mientras tanto, su periplo lo ha transformado físicamente: -Cuando volvió, el perímetro de su pecho había aumentado en quince centímetros, era capaz de nadar s in respiro durante más de un kilómetro y medio y de remar a contracorriente desde el amanecer hasta el crepúsculo, Conseguía también transportar su canoa por sí mismo para pasar las presas». En 1952, sufrirá un nuevo ataque de polio que le dejará parcialmente paralizados el brazo y el lado derecho. Como además padece numerosas alergias, le aconsejan que se instale en un lugar desértico, y por esta razón se irá a vivir a Phoenix, en Arizona. Allí criará a los tres hijos que ha tenido de un primer matrimonio, así como los otros cinco que tendrá con su segunda esposa Elizabeth. Como Bateson, Milton Erickson nunca vivirá en la opulencia, a pesar de tener una reputación cada vez mayor, en todo caso en los medios de la hipnosis clínica. Desde los años cuarenta, la revista «Life» se interesa por sus trabajos y, cuando Margaret Mead busca un experto que pueda explicarle las convergencias entre los trances de los balineses y los trances hipnóticos, se dirige a él. En los años cincuenta, participará en una de las conferencias Macy y le confiarán la
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redacción del artículo sobre ¡a hipnosis para la Encydopaedia britannica. Colaborará también con Aldous Huxley que intenta descubrir, por medio de la hipnosis, algunos recuerdos precoces así como explorar los mecanismos de la creatividad31 . En 1953, Jay Haley y John Weakland comenzarán sus visitas semanales a Phoenix, dentro de su investigación sobre las paradojas en la comunicación32. Haley será el primer gran difusor de las técnicas brillantes de Erickson. Como consecuencia de estas numerosas publicaciones, Erickson será cada vez más célebre, hasta terminar su vida como el «gurú de Phoenix»33 . En esa época, Milton Erickson vive en una casa modesta y recibe a sus pacientes en un minúsculo despacho. Su salón le sirve de sala de espera y sus pacientes se mezclan así con la vida familiar y con los numerosos niños todavía de corta edad que circulan por toda la casa. Erickson no busca ni la gloria ni el dinero; cobra una módica suma tanto a sus alumnos como a sus pacientes. Casi no establece diferencia entre la terapia, la supervisión y la enseñanza: utiliza las mismas técnicas de influencia. Para él, un cambio es un cambio, y la terapia es sólo un aprendizaje como los otros. Jeffrey Zeig, uno de sus alumnos, es testigo de las dificultades fís ic as y de los sufrimientos que marcaron el final de la vida de Erickson. T enía que pas ar por largas horas de autohipnos is cada mañana para poder continuar con su trabajo por la tarde. Después de una nueva cris is, incluso tuvo que volver a aprender a hablar; el maestro de las entonaciones de voz difícilmente conseguía comunicarse. En 1980, Zeig dec ide rendir un homenaje a Erickson organizando el primer encuentro internac ional de hipnosis ericksoniana. Bates on, propuesto para s er el pres idente de este encuentro, muere algunos meses antes, y el propio Erickson nunca as istirá a esta consagración de su larga carrera. Es un año negro para el gru212
po de Palo Alto que pierde así, en el mismo año, a sus dos principales mentores.
7.4.1. Un enfoque terapéutico fuera de lo común*
Un joven se presenta en la consulta. Expone sus dos problemas al terapeuta. Aunque se queja de una pérdida de peso constante, está preocupado sobre todo por el segundo: su esposa y él no han podido todavía consumar su matrimonio celebrado nueve meses antes. De hecho, su esposa le promete cada noche que aceptará las relaciones sexuales, pero, al primer movimiento de su marido para acercarse a ella, entra en un estado de pánico y le ruega que espere al día siguiente. Él acaba por preguntarse si conseguirá él mismo tener una erección a pesar de su deseo desbordante. ¿Puede el terapeuta ayudarles, a él o a su esposa? Se concierta una cita para ella. Debe presentarse en casa del terapeuta sabiendo que ha de estar dispuesta a hablar sobre todo-su des-arrollo sexual desde la pubertad. La esposa acude a la entrevista y, a pesar de su gran turbación, cuenta su historia. Explica su comportamiento por «un terror incontrolable» que la supera completamente. Relaciona vagamente su miedo con su educación moral y religiosa. Durante la conversación, saca una libretita de notas en la que está anotado cuidadosamente el día y la hora del comienzo de cada periodo menstrual. Examinando la libreta, se observa que, durante los diez .últimos años, ha tenido sus reglas cada treinta y tres días entre las 10 y las 11 de la mañana; ni una sola vez ha tenido la regla prematuramente (a veces, un pequeño retraso). Su próxima regla está prevista para diecisiete días más tarde. A la pregunta: « ¿Quiere recibir ayuda para su problema conyugal?», responde: «Sí», apresurándose a añadir, en un estado de pánico evidente: «¿Podemos esperar hasta mañana?» El terapeuta la tranquiliza afirmando varias veces que la decis ión sólo le corresponde a ella. Después de esta conversación, el terapeuta induce un trance hip213
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nótico durante el que le hace vanas sugestiones encubiertas en una larga perorata. Le dice, substancialmente: «Con asombro por su parte, podría encontrarse, e incluso es probable que se encuentre, frente a la desaparición súbita de su miedo y, sin que pueda sospecharlo, esto le permitirá cumplir su promesa antes de lo previsto.» Se hace entonces entrar al marido a quien se le asegura que, en la noche -siguiente, tendrá relaciones sexuales con su esposa. Él telefonea al día siguiente para decir que su esposa, al regresar de la entrevista, ha tenido la regla: ¡con un adelanto de diecisiete días! El terapeuta lo tranquiliza diciéndole que esto muestra el deseo sexual qu e su esposa siente por él y cita a la pareja para una entrevista inmediatamente después de la regla. El día de la consulta, el terapeuta recibe primero a la esposa y le induce un trance. Le dice que la consumación del matrimonio debe tener lugar —y que tendrá lugar— dentro de los diez días siguientes. Esto sucederá la noche del sábado, o la noche del domingo, pero é! prefiere que sea el viernes por la noche. Continúa entonces pasando revista, incansablemente, a los diferentes días en que podría tener lugar la consumación, señalando siempre su clara preferenc ia por el viernes por la noche. La despierta entonces y le repite sus palabras. Recibe entonces al mando a quien le pide que permanezca pasivo, que no haga ningún intento y que inc luso evite responder d emas iado rápidamente a los de su esposa. El viernes siguiente, el marido está al teléfono: «Ella me ha pedido que le diga lo que sucedió ayer por la noche. Ocurrió tan pronto que ni siquiera me di cuenta de lo que me caía encima. Prácticamente me violó. Y me despertó antes de la medianoche para repetirlo. Esta mañana, se reía. Cuando le he preguntado: "¿Por que.-1 ", ella ha insistido en que le telefonee para decirle que no era viernes, Le he dicho que precisamente hoy es viernes. Pero ella simplemente se ha reído y ha añadido que usted comprendería eso de que no era vier nes». A menudo es así, a través de historias extraordinarias (y podemos encontrar cientos de este género en sus escritos), como descubrimos a Mil ton H. Erickson. Su terapia no se parece a ninguna otra; sus
Jackson, Erick son y la terapia familiar
técnicas parecen muy reflexionadas, mientras que sus principios siguen siendo obscuros y extraños.
¡i) Métodos y técnicas Los métodos de Erickson dejan perplejo. A menudo uno se presunta adonde quiere llegar; la intervención parece pertinente, pero podemos preguntarnos cómo se las ha arreglado para que los pacientes acepten seguir al pie de la letra unas instrucciones tan raras. Tendemos a ver en ello una cierta magia, mezcla de genio loco y de los poderes embrujadores de la hipnosis. Pero Erickson, a semejanza Je Bateson, nunca se ha sentido particularmente atraído por lo sobrenatural o lo parapsicológico. Creía más bien en las virtudes de la observación, del trabajo, de la experiencia. «Para Erickson, la hipnos is era un fenómeno natural que utilizaba los procesos psicológicos ordinarios como la memoria de los sentidos, el olvido, la disoc iación y la reinterpretación cognoscitiva de los sistemas de creencia. Requiere habitualmente una buena dosis de formación, de inteligenc ia y de trabajo por parte del terapeuta para que pueda ayudar a un paciente a alcanzar estos resultados aparentemente milagrosos»". Nosotros no entraremos en un debate amplio sobre la hipnos is, nos contentaremos con señalar algunas de sus características esenciales. Su utilidad principal reside probablemente más a nivel de las cualidades que desarrolla en el terapeuta que en su utilización propiamente dicha. Aprender la hipnosis, es ante todo aprender a observar al otro, a comprender su visión del mundo, a seguirlo paso a paso, de manera que se puedan utilizar todas estas informaciones para llevar al paciente a comportarse de otro modo. Desde un punto de vista interaccional, puede definirse la hipnosis como una relación en la que una persona sigue las directrices de otra, sintiendo esta complacencia como extraña a ella misma. Tal extrañeza procede del hecho de que no tiene la impres ión de hacer conscientemente lo que el otro le pide, ya que incluso a veces los comportamientos que debe realizar le parecen impos ibles de cumplir. Hay que añadir que las
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técnicas hipnóticas permitirán evitar de este modo las resistencias sólo en la medida en que el propio paciente desee el resultado. La hipnos is no es pues la c lave del cambio; lo importante es saber cómo se puede llevar a alguien a comportarse de otro modo por la influencia interpersonal. Todo el arte de la intervención se apoya en la elección de las directrices de comportamiento precisas y adecuada? en función del problema presentado y de las características del paciente. Por otra parte, las técnicas de Erickson evolucionarán poco a poco en el sentido de disminuir la utilización del trance hipnótico tal cual, en beneficio de un dominio cada vez mayor del lenguaje imperativo y de la metáfora. En los últimos años de su vida, Erickson solamente utilizaba la hipnos is en aproximadamente un 30°/o de los casos, en particular para los casos de dolores físicos agudos. Pero, si el trance no es la varita mágica de Erickson, ¿cuáles son pues los ingredientes de su poción terapéutica? b) Algunas Características del enfoque ericksomano El enfoque ericksoniano quebranta todos los a príori que puedan teners e sobre la ps icoterapia y sobre el comportamiento humano. Erickson s iempre desconfió de las teorías y sentía un santo horror hacia las «recetas». Para él, toda intervención debía comenzar por la observac ión minuc ios a de la comunicac ión, no para reducirla a unas categorías o a unas clasificaciones, sino para comprender a la persona en su espec ific idad, en su unic idad. Empleaba constantemente su capacidad intentando influir sobre las personas de su alrededor, observando día tras día el modo como cambia la gente, y sobre todo el tipo de mens ajes que provoca estos cambios. Durante toda su vida, su actitud fue la de un alumno en perfeccionamiento, en constante aprendizaje. Margaret Mead dirá de él: «Puede afirmar se que Milton Erickson nunca resolvía un problema de una manera ya utilizada s i podía encontrar una nueva, y generalmente lo po día»'. Y añade esto (que muchos terapeutas también han señalado):
Jackson, Erickson y la terapia familiar
-Su originalidad ardiente e inextinguible constituía una barrera para la 38 transmisión de lo que sabía» . La tarea es pues difícil: presentar en unas pocas páginas el «método ericksoniano». Tanto más difícil porque Erickson aceptaba a menudo el marco de referenc ia de los que interpretaban su trabajo, y sus explicaciones personales difícilmente permitían una generalización de las técnicas utilizadas en cada caso específico. Vamos pues a proponer una lectura interaccional de sus trabajos ya que ésta ha influido sobre los terapeutas «estratégicos» del MRI. J effrey Zeig ha podido des tac ar algunos puntos sobre los que Erickson insistía constantemente en sus supervisiones : 1) No tener ideas preconcebidas sobre el paciente. 2) Pretender un cambio progresivo. 3) Establecer el contacto con el paciente en su propio terreno. 4) Crear s ituaciones en las que las personas pue dan dañe cue nta de su propia capac idad para modificar ¡u manera de pens ad. El primer punto subraya la importancia de la observación minuciosa y de la ausencia de toda clasificación del paciente". «¿Cuál es la situación que los hace sufrir ahora, hoy? ¿Cómo ven las cosas para impedirse a sí mismos encontrar una solución? Y sobre todo, ¿adonde quieren llegar?» «Proponeos s iempre un objetivo concreto en un futuro próximo»40. El enfoca el cambio por medio de unas experiencias graduales : dando un primer paso, después un segundo, un tercero... puede recorrerse un largo camino. Pero, para delimitar un objetivo, es necesario también aclarar la situación, no dispersarse en todos los detalles de la problemática. Cuando el terapeuta ha definido un problema concreto central, podrá iniciar un cambio, dar un primer impulso. «Demasiados terapeutas creen que deben controlar el cambio y ayudar al pac iente a cambiar. La terapia es como lanzar una bola de nieve desde lo alto de una montaña. A medida que va rodando, se hace cada vez mayor y se transforma en una avalancha que se adapta a la forma de la montaña»41 .
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Li do ble coacción y más allá Jackson, Erickson y la t erapia familiar
Para él, la tarea del terapeuta no consiste en definir una patología, ni en permitir una toma de conc ienc ia, ni en dirigir la vida de la persona. «El doctor Milton H. Erickson fue el primer terapeuta estratega. Incluso se lo podría considerar como el primer terapeuta. porque rué el primer clínico importante que se concentró sobre el modo de cambiar a las personas»42 . El terapeuta debe fijarse unos objetivos concretos y alcanzarlos progresivamente, paso a paso. «Quien conoce a Milton Erickson sabe que raramente hace algo s in objetivo. De hecho, esta orientac ión hac ia un fin es tal vez la característica más importante de su vida y de su obra»"". El tercer punto se refiere al modo como el terapeuta debe entrar en contacto con su paciente, ¡a relación que debe establecer con él. Desarrollar la escucha, resistir a las interpretaciones, son las claves de una real comprens ión de las particularidades idios incrásicas de los pacientes. « [La gente] no sabe escuchar. Tiene tendenc ia a oír lo que quiere oír, a pensar lo que quiere pensar, a comprender lo que quiere comprender. No lo que el paciente dice o escribe. Traducen los comportamientos del paciente dentro del marco dé su propia experiencia, y no es ésta la actitud que conviene tener en psicoterapia. Es necesario 14 escuchar al paciente. A quien hay que comprender es a í/» . Pero el dominar este arte no es una s imple cuestión de inspira ción, implica un trabajo intens o, de largas horas de reflexión. La simplicidad y la limpidez de las descripciones de casos a veces dejan suponer que las brillantes estrategias le llegaban espontáneamente, pero no era inhabitual que Erickson escribiera hasta veinte páginas para preparar una ses ión de unos pocos minutos. Citaremos, por ejemplo, la historia del hombre internado en el hospital psiquiátrico desde hacía más de cinco años y con quien nadie conseguía comunicarse. El paciente, del que se ignora todo, sólo se expresa en una especie de lenguaje incomprens ible, una «ensalada de palabras» que deja a todos perplejos. Después de haber intentado en vano entrar en contacto con él, Erickson decide registrar sus palabras. Descubre 218
en ellas ciertas regularidades, y se pone a estudiar esta «lengua», sus reglas, etcétera, hasta que es capaz de escribir todo un discurso en ensalada de palabras». En la entrevista siguiente, el hombre se dirige a Erickson quien le responde inmediatamente del mismo modo. El paciente vuelve a hablar, esta vez más largamente, y Erickson vuelve a lanzarse a su vez a un parlamento de la misma duración. Este pequeño luego continuará durante semanas, alargándose cada vez mas los discursos, hasta que un día, después de haberse lanzado a una verdadera maratón verbal y haber tenido que aguantar una respuesta igualmente larga de Erickson, el pac iente exclama: «Bien, doctor, ¿y si volviésemos a ser serios?» «De acuerdo —le responde .Erickson—, ¿cómo se llama?» Llega así a conocer la identidad del paciente y, poco a poco, a establecer con él un contacto «normal». Jay Haley, que cuenta esta intervención, añade que, de vez en cuando, el paciente volvía a su ensalada de palabras, a la que Erickson respondía del mismo modo. «No hay nada como un poco de s inrazón de vez en cuando. ;no es verdad, doctor?», concluía el paciente chistoso. La técnica utilizada en este caso es en cierto modo una metáfora del instrumento fundamental de Erickson: «hablar el lenguaje del paciente». Esto no se aplica únicamente a las palabras o a la sintaxis del discurso, sino que concierne también al sistema de valores, al marco verbal en el que la persona presenta su problema, a la imagen que tiene de sí misma, etcétera. «Tenéis que intentar comprender lo que los pacientes os dicen, el modo como os lo dicen y lo que quieren decir. Hay mucha gente que ha ataviado a la ps icoterapia con un fárrago de teorías admirables. Pero, hasta ahora, no se ha hecho gran cosa para reforzar la ps ic oterapia en sus relaciones con el pac iente dentro de la vida misma de éste. En lugar de ello, formulan unos conceptos teóricos, y se esfuerzan en obligar al paciente a adaptarse a ellos, como antiguamente hacía Procusto cuando ataba a los viajeros al lecho de tortura que él había fabricado»45 . Su conocimiento extraordinario del comportamiento humano le permite reconocerse en las historias complejas y entremezcladas que los pacientes le cuentan. «Veis, tengo una ventaja terrible sobre los 219
La doble coacción y más allá
otros. Tuve la polio y estuve completamente paralizado...»"1 Encontramos en esta frase otro aspecto del trabajo de Erickson: la capacidad para descubrir recursos en donde nosotros sólo vemos limitaciones, coacciones y resistencias. «Lo que proponía a sus pacientes procedía de su propia experiencia y, en gran parte, de las luchas que había tenido que sostener frente a sus dolores, a sus lesiones musculares, a las limitaciones de sus movimientos. El, muchas veces, había tenido ocas ión de volver a aprender este gesto o aquel, de recobrar alguna capacidad, hasta de ampliar el campo de sus posibilidades»'". Todo acontecimiento es fuente de esperanza y revela unas posibilidades. El paciente ya no es «resistente», simplemente es el terapeuta el que esta aprisionado por su propia vis ión de las cosas. En esta búsqueda de lo «pos ible» adquiere todo su sentido otra característica de su método terapéutico: hay que permitir al pac iente reconocer sus capacidades situándolo en un marco en el que éstas puedan manifestarse. Con estas pocas indicaciones metodológicas, veamos cómo podemos descifrar la estrategia utilizada por Erickson con la pareja de la que hemos hablado anteriormente. Hemos visto cómo el terapeuta observó a la paciente, cómo utilizó su lenguaje: «Acepto, pero no hoy.» Primero se dedicó a ofrecer a la esposa un marco de pensamiento en el que era previsible, y por tanto posible, que su miedo desapareciese súbitamente, pero tranquilizándola sobre el hecho de que esto sólo sucedería «cuando ella lo hubiese decidido», aunque insistía para que lo decidiese más bien rápidamente. El terapeuta no intenta razonar el miedo, no intenta en ningún momento convencer, forzar, explicar. «En lo que concierne a la psicoterapia, muchos terapeutas olvidan tener en cuenta ciertos elementos fundamentales. Lo que caracteriza al ser humano, no es sólo su movilidad, s ino también su facultad para adquirir conocimientos y su capacidad de experimentar emociones; y además defiende su inteligencia deforma afectiva. Dos personas no tendrán necesariamente las mismas ideas, pero todas, sean neuróticas o no, defenderán sus ideas. Cuando se ha comprendido cómo el hombre defiende real-
Jackson, Erick son y la terapia familiar
mente las ideas que su inteligencia forma —la importancia del elemento afectivo que interviene en esta defensa—, habría que darse cuenta de que lo primero que debe hacerse en psicoterapia es no intentar obligar al ser humano a modificar su manera de pensar; es preferible situarse en su punto de vista, modificarlo poco a poco y crear unas situaciones en las que el individuo modificará él mismo 4 voluntariamente su forma de pensar» *. El ejemplo nos revela también otro aspecto esencial de su terapia: aumentar la motivación del paciente para cambiar. El le pregunta a la mujer si desea cambiar y respeta su deseo de conservar el control, aunque utiliza este deseo de control para incitarla al cambio: insiste .pesadamente sobre su preferencia por el viernes por la noche, a pesar de que sabe que ella querrá con razón decidir por sí misma el momento oportuno. En el mismo registro, Jay Haley un día quiso saber qué informaciones desearía obtener Erickson de una mujer que va a la terapia porque ha perdido la voz y ya sólo es capaz de emitir murmullos. La respuesta de Erickson es esclarecedora: « [...] le haría inmediatamente algunas preguntas: "¿Quiere hablar en voz alta? ¿Cuándo? ¿Qué querría decir?" Estas preguntas son importantes porque al responder a ellas ya está comprometiéndose. El peso de la responsabilidad del cambio recae sobre sus hombros. ¿Quiere realmente hablar? ¿Hoy, mañana, el año próximo? ¿Qué quiere decir: algo agradable o algo desagradable? ¿Quiere decir sí o no? ¿Quiere hablar en voz alta cuando se espera que lo haga o hacerlo por sorpresa?»49 Otro elemento interesante del trabajo de Erickson concierne a su manera de tener en cuenta el pasado. En nuestro ejemplo, la mujer menciona la relación que podría existir entre su «terror a la sexualidad» y su educación, lo que parece abrir el camino a bonitas interpretaciones sobre la raíz del problema. Pero, para Erickson, el pasado no puede proporcionarnos la c lave del enigma y sobre todo no puede darnos su resolución: « [...] ¿por qué querer a toda costa analizar [la] infancia? No se puede cambiar el pasado. Se puede explicar, pero, ¿para qué? Se vive hoy, mañana, la semana próxima, el mes próximo. Y esto es lo que cuenta»50.
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La doble coacción y más allá
Vamos a dejar aquí nuestra rápida ojeada del enfoque ericksoniano, aunque sólo hayamos dado un pobre resumen de un trabajo que duró más de cuarenta años. Hemos insistido sobre todo sobre los aspectos de su trabajo que marcarán el desarrollo de la terapia breve estratégica de! MRI. Queríamos señalar que las premisas del enfoque interaccional podían permitir una exposic ión relativamente coherente de los métodos originales de Erickson, y terminaremos con una lectura de una de sus intervenciones según la pauta teórica de la doble coacción.
7.4.2. Erickson y el grupo Bateson
En sus visitas a Phoenix, era bastante natural que Haley y Weakland tendiesen a relacionar sus investigaciones sobre la doble coac ción con el trabajo de Erickson. En un articulo publicado en 1959 S1, descubren que de hecho Erickson utiliza, sin formularlo de esta manera, el principio de la doble coacción. Un sujeto, Sue, ha sido puesta en un trance ligero antes de entrar en un segundo trance del que se despierta en el momento en que Erickson hace la intervención siguiente: ERICKSON : Cuando se despierte de nuevo, Sue, y yo le haga preguntas sobre el trance, querría que me dijese que no estaba dormida la segunda vez, y que lo estaba la primera. E insistirá mucho sobre esto, y lo repetirá, ¿verdad, Sue? WEAKLAND: Así pues, haciendo pasar el «no» a la segunda vez, ¿comienzas a actuar de modo que ella acepte lo que le dices? ERICKSON : Si. Primero, he hecho que negase el primer trance. Ahora, anulo esta negación. WEAKLAND: Dándole un segundo «no» sobre el que ella puede centrarse mientras tanto.
ERICKSON: Y, para trabajar sobre la segunda negación, debe afirmar la primera. HALEY: ¡Empleas la doble coacción!...
Jackson, Enckson y la terapia familiar ERICKSON: Todo
manipulador trabaja sobre esta base... Para negar uno de los dos, debe afirmar el otro. La afirmación del uno es el medio de negar el otro. HALEY: Tenemos aquí un ejemplo clásico de doble coacción. Puede decirse que si la teoría de la doble coacción ha permitido un análisis teórico de ciertas técnicas ericksonianas, también son estas técnicas las que han permitido concretar mejor el concepto. John Weakland sacará más tarde muchas enseñanzas de esta confrontación entre los princ ipios teóricos y la práctica terapéutica. Para él, los elementos esenciales de la teoría no son ni la lista de las condiciones necesarias para que aparezca una doble coacción, ni el postulado de su importancia en la etiología de la esquizofrenia. «Lo más fundamental está más bien en ciertas ideas u orientaciones generales va presentadas en el primer artículo, aunque sobre todo en una forma implícita»' 2. El considera entonces cuatro ideas principales : 1) La comunicac ión interpersonal puede ser un factor determinante de formas, inc lus o aberrantes, de comportamiento. «Todo comportamiento es claramente dependiente de (y formado por) la comunicación»53. 2) La comunicación es compleja y poderos a y hay que tener en cuenta esta complejidad para explicar sus efectos sobre el comporta miento: es inútil buscar el «verdadero mensaje» porque entonces hay que supersimplificarlo y aislarlo. 3) La terapia debe pretender modificar el comportamiento del paciente por la comunicación, ya sea por dobles coacciones terapéuticas o por otras técnicas. 4) Hay que describir y ver el comportamiento con una visión circular o cibernética y no con una visión lineal de causa-efecto. «Los que están familiarizados con el trabajo de Erickson podrán darse cuenta de que estos cuatro puntos principales coinciden con unos aspectos recurrentes de su práctica y sus escritos. Sin embargo, es posible que esto no 'aparezca de manera evidente. Para tales cues223
La doble coacción y más allá
tiones, co mo para muchas ot ras, Erickson prefería la anécdota ilus trativa o el ejemp lo de un caso para exp licitar una declaración de principio. Los dos tienen su puesto y su interés y quizás nuestros esfuerzos que intentan exp licitar, en nuestros escritos y discusiones, nuestros propios puntos de vista, han ten ido en correspondencia un cierto valo r para él; en todo caso, me gustaría creerlo»"".
Kann Schlanger
Don Jackson
Paul Watzlawich. Dick Fisch y John Weakland en sesión de trabaio
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PARTE TERCERA
EL MRI Y EL CENTRO DE TERAPIA BREVE
Heinz von Foerster
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No es muy fácil explicar de manera lineal el período que se expende de 1958, fecha de la creación del MRI, a 1962, el año en que termina el proyecto Bateson. Durante estos cuatro años, en efecto, el grupo de Bateson y el equipo MRI coexisten. Aunque trabajando en proyectos diferentes, los dos equipos se reúnen de vez en cuando, y todos los miembros del grupo Bateson se encontrarán (salvo el propio Bateson, ya lo hemos dicho) —con otros terapeutas procedentes de distintos horizontes- en el equipo de un MRI flamante. Aunque innegablemente cada uno de ellos se forjó una identidad propia, es evidente la interpenetración de ambos grupos durante ese periodo. A qué grupo, por ejemplo, hay que atribuir la paternidad de las investigaciones sobre la familia? ¿Y los trábalos sobre la penetración de la doble coacción en los medios psiquiátricos? ¿Y las investigaciones sobre la intervención estratégica? Aunque podamos atribuir el crédito del «enfoque pragmático de la comunicación» a Paul Watzlawick y a los otros autores de Teoría, de la comunicación hum ana, éste se apoya explícitamente en las investigaciones de Bateson. La obra colectiva que se publicará bajo la dirección de Jackson en 1968 o el libro Sobre la interacción, cuyos textos reunieron Watzlawick y Weakland, demuestran la impos ibilidad de atribuir de manera unívoca los diferentes artículos a un equipo o al otro y los propios autores lo reconocen. Así pues, los dos equipos pasaron por un período de co-
El MRI y el Centro de terapia breve
existencia (más o menos pacífico, como veremos más adelante), pero la mezcla de ideas que lo marcó nos lleva a hablar más bien de continuidad. Esto no pone en duda la originalidad del enfoque del MRJ tal como se desarrollará después: es innegable que aparecerán claras divergencias entre los trabajos posteriores de Gregory Bateson y el camino específico seguido por el MRI, en particular el del Centro de terapia breve que describiremos con detalle en el segundo capítulo de esta parte tercera.
LOS COMIENZOS DEL MRI
Empezaremos nuestro relato con la descripción de un período de transición que va de 1958 a 1962-1963, es decir, desde 1a época de la creación del MRI al final del proyecto Bateson. Antes de la separación, había una gran mezcla. Jackson, el primer director del MRI, sigue s iendo miembro del grupo; Bateson, Haley y Weakland están en el proyecto pero comienzan en él unas investigaciones que continuarán después, los dos últimos, bajo los auspicios del MRI. Paul Watzlawick llega a Palo Alto y recibe la influencia tanto de las orientac iones teóricas de Bateson como de las técnicas terapéuticas de Jackson (directamente de él) y de Erickson (por mediac ión de Haley y Weakland). Habrá que esperar a la marcha de Bateson para que el MRI desarrolle un enroque más exclusivamente terapéutico e imponga su originalidad en el medio de la terapia familiar. Nos referimos a ese periodo, que va de 1963 a 1968, como la edad de oro del MRI. Las fechas son solamente puntos de referencia aproximados, ya que 1968 corresponde, grosso modo, a la muerte de Jackson, a la marcha de Haley y de Satir y a los comienzos del Centro de, terapia breve. Conflictos, discordias, el periodo turbulento que sigue vuelve a distribuir las cartas y dibuja los contornos del MRI tal como hoy lo conocemos.
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El MRI y el Centro de terapia breve
Los comienzos del M R!
8.1. La transición (de 1958 a 1962) Los dos son uno pero se diferencian por sus nombres. Laotsé, Tao-te-king
Estamos en 1958. Animado por el enorme éxito del artículo sobre la doble coacción, Jackson desea tener su propio instituto de investigación independiente. Hacia finales del año, se crea el Mental Research Institute, que abrirá oficialmente sus puertas en marzo de 1959. Para trabajar en él, Jackson contrata a dos terapeutas, Jules Ris1 kin y_Virgima Satir, y a una «secretaria acobardada» . Antes de estudiar con detalle los comienzos del MRI y de ver los lazos que unieron al grupo de Bateson con el nuevo instituto, diremos algunas palabras sobre los recién llegados.
Jules Riskin Joven psiquiatra recién salido de su internado en el hospital general de Cincinnati, en Ohio, Jules Riskin desea poder regresar a su región natal de Oakland, en la bahía de San Francisco. Se interesa por la esquizofrenia y, en 1957, uno de sus supervisores le señala un artículo que acaba de ser publicado, aunque le pone en guardia contra el lado «difícil, incomprensible a veces» del texto. Se trata desde luego de Hac ia una. teor ía de la esquizofre nia. Com o debe volver a s u casa durante las vacaciones, decide ponerse en contacto con Don Jackson, quien le invita a asistir a una de las reuniones del proyecto Bateson en la VA. Allí encuentra, además del equipo completo, a Pete Rosenbaum y a algunos otros invitados de paso. «Me acuerdo sólo vagamente de la discusión, pero el diálogo era rápido, agudo e inteligente. Ya en esa época, en 1957, se discutía mucho para saber quién había comenzado la terapia familiar; Jackson trabajaba con familias desde 1952. La razón de este debate se hizo más clara cuando Haley 230
me preguntó si yo había leído ya un libro de un c ierto Nathan Ac kerman, Dynamics offamily tkerapy, que se había publicado el año anterior. De hecho, intentaba saber quién estaba hac iendo el trabajo más importante. ¿Quién era "el verdadero"? ¿Quién era el padrino de la idea?»: Sin embargo Ris kin queda s educ ido por s us ideas «fasc inado ras» y sobre todo por el marco de referenc ia teórico. Escribe a Bateson para anunc iarle que piens a volver al año s iguiente para instalars e en la región y, a la vez que le hace partíc ipe de s u gran interés por s u trabajo con las familias, le pregunta s i hay alguna pos ibilidad de empleo para él. Rec ibe una res pues ta que le desc onc ierta. "Era una s eñal de lo que suc edería durante muc hos años : conflictos de territorios, conflic tos de disc iplinas, batallas por saber quién dirige, quién es el jefe.. Recordemos que Bateson tenía un master en antropología, Jackson era médico... La carta de Bates on ocupaba una página entera; decía, substanc ialmente, que la inves tigac ión era una forma de "s acerdoc io", que no se podía "profes ar en la orden" s in s acrific ar las c osas materiales de es te mundo, que era neces aria una dedic ac ión s in fallo alguno, nada de diletantismo. Lo que dec ía es algo como "los ps iquiatras no pueden s er buenos investigadores porque, como médicos, tienden a buscar cosas materiales ". Entonces, cuando volví de vacac iones, a comienzos de 1958, fui a ver a Jackson y le dije: "¿Qué s ignifica esto? ¿Por qué yo?" J ackson era muy bueno en resolver los conflic tos, en atenuarlos; me respondió: "No es nada, una pequeña divergencia entre Gregory y yo. " De hecho, se trataba de una profunda divergenc ia entre Bateson y él: "¿quién es el jefe?", el médic o opuesto al académic o, el doctorado que Bateson nunc a ten drá... quizás había también c iertos problemas pers onales entre estas dos personas tan creativas»'. Jackson le dice que espera su regreso, en septiembre de 1958, para poner en marcha un «instituto para estudiar la esquizofrenia y la familia». Cuando llega, Jackson le comunica que ha encontrado a una mujer fascinante que se interesa por las familias y por la esquizofre231
El MRI y el Centro de terapia breve
nía; viene del Illinois Psychiatric Institute de Chicago y desea instalarse en aquel rincón; es Virginia Satir. «Recuerdo mi encuentro con esta mujer, muy alta, que llevaba unos sombreros enormes. La primera o la segunda vez que nos vimos, me dijo: "La terapia familiar resolverá todos los problemas del mundo, los problemas de estima de sí mismo, etcétera, y, un día, yo influiré sobre primeros ministros." Yo me dije: "Dios mío, quiere volar muy alto." En algunos aspectos, ella misma parecía tener problemas con su propia estimación, pero, en otros, manifestaba una gran confianza. Entonces, también ella empezó a participar en las reuniones»4.
Virginia Satir5 Virginia Satir es la hija mayor de una familia germano-americana. Nacida en 1916, tuvo que hacer de madre de todos los otros hijos de -la familia. Cursó estudios de maestra antes de hacerse asistente social. Trabaja en una institución del Mid-West, antes de ser contratada en Chicago. Es ante todo una clínica que ha elaborado una técnica de trabajo muy personal a partir de su experiencia con las familias. «Ya en esa época, tenía una experiencia de seis años con las familias. En 1959, ya había visto cerca de quinientas familias_ (entonces no lo sabía, pero yo había visto más familias que cualquier otro en el mundo en esa época)»". Cuando se entrevista con ella, Jackson queda inmediatamente seducido por su elocuencia y la contrata. Virginia Satir permanecerá en el MRI durante unos diez años. Ella cuenta sus primeros contactos con Jackson y el instituto: «Todo empezó en 1956, cuando estaba sentada en mi despacho en Chicago y leía el artículo Hacia una teoría de la. esquizofrenia, Este artículo describía exactamente lo que yo había podido observar en las
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Los comienzos del MRI
familias de esquizofrénicos desde hacía cuatro años. Yo enseñaba dinámica familiar en el Illinois Psychiatric Institute, el primer instituto en enseñar lo que sea sobre las familias. «Cuando llegué a California, fui a Terra Linda, al norte de San Francisco. Quería ponerme en contacto con Don [Jackson], pero no lo conocía. Sabía que mantenía contactos con Gregory Bateson y los otros, pero no conocía a nadie. El único con el que había mantenido contacto en este período era Murray Bowen que trataba pacientes en el NIMH. Llamé a Don y me invitó a presentarme en la VA, en la sección etnológica. En esa época yo no sabía nada de esto, pero ellos solamente habían visto una familia, bajo la mirada de Bateson. . «El resultado de ese día fue que Don me pidió que lo ayudase a poner en marcha lo que se convirtió en el MRI. Me dijo que ya tenía un joven, Jules Riskin, que acababa de terminar sus estudios de psiquiatría en Cincinnati. Un mes más tarde, el 19 de marzo de 1959, el MRI abría sus puertas. El proyecto del MRI consistía en observar el lazo existente entre la interacción familiar y el desarrollo de la salud (o de la enfermedad) en los miembros de la familia. Estábamos todos muy excitados, esto nunca se había hecho en ninguna parte. Cogimos todas las leyes que habían descubierto trabajando con la familia Smith y las volvimos a traducir para llegar a definir, en cierto modo, una familia tipo. Entonces recrearon a la familia en una película7 . »Don, Jules y yo no teníamos nada que ver con el trabajo que se hacía en la sección etnológica de la VA, pero ellos (Gregory y los otros) estaban en la periferia y se interesaban mucho por nosotros. Querían que el MRI fuese verdaderamente un instituto de investigación. Enseguida descubrí que la investigación no era lo mío. Me gustaba la formación, y tenía los medios de hacerla. [...] Habíamos recibido una beca privada por tres años, después el NIMH dio dinero para que yo expresara lo que sabía en forma de un programa de forma ción, que se convirtió en el del MRI. Teníamos entonces dos sectores de actividad: la investigación, una parte teórica, y la parte formación. Pero recordad que en aquella época todo esto era "raro"». 233
El MRI y el Centro de terapia breve 8.1.1. El final del «proyecto Bateson»
Pero ¿qué sucede con el grupo Bateson durante ese tiempo? Las relaciones con el MRI son a veces un poco tensas, pero no olvidemos que Jackson continúa trabajando a tiempo parcial con Bateson hasta 1962, igual que John Weakland. «En aquel momento, recuerda Weakland, Gregory mostraba señales que nos hacían decir que él creía que Don se inclinaba demasiado hacia la parte clínica y que Jay y yo estábamos un poco demasiado influidos por é!, que íbamos también en esta dirección. Don seguía adelante con sus proyectos, y Gregory, aunque estaba todavía dispuesto a colaborar con Don, no quería en absoluto trabajar para Don. Gregory no trabajó nunca para el MRI» 9.
a.) LSD, beatniks y psicoterpia
Para cerrar este período, debemos también señalar un proyecto de investigación algo menos conocido del público en general. A comienzos de los años cincuenta, las primeras experiencias realizadas con una droga sintetizada hacía poco, el LSD 25, suscitan una gran esperanza, principalmente en los medios de la psiquiatría norteamericana. Harold Abramson, psiquiatra y amigo personal de Frank Fremont-Smith, habia sido invitado a participar en la sexta conferencia sobre la cibernética. A comienzos de los años cincuenta, inic ió unas investigaciones muy detenidas destinadas a estudiar el efecto del LSD sobre el hombre y sobre los peces y consiguió que la Fundación Macy lo subvencionara. Se sabía ya que el LSD tenía efectos muy fuertes sobre el sistema nervioso, y Abramson cons iguió obtener, por medio de Fremont'Smith, las autorizaciones oficiales necesarias para su investigación sobre las potencialidades terapéuticas de esta substancia. El historiador de las ciencias Steve Heims precisa: «Abramson, que colabora con la Universidad de Columbia y el Mt. Sinai Hospital, olvida mencionar que trabajaba también para la CÍA que buscaba "drogas para controla r el espíritu" para "modificar el comportamiento del individuo por medios ocultos", sueros de la verdad para interrogar a los prisioneros,
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Los comienzos del MRI
drogas que pudieran disolverse en las reservas de agua potable de una ciudad para hacer a la poblac ión completamente pas iva, y cualquier otra substancia utilizable con fines militares o criminales. La CÍA estaba particularmente interesada en el LSD, una droga alucinógena, y Abramson estaba profundamente implicado en la promoc ión de estas investigaciones, por su cuenta, y les informaba sobre los últimos resultados»'0 . Buscando cobayas humanos, Abramson propuso la droga a Fremont-Smith, así como a Bateson y a Jackson entre otros. El LSD se extendió poco a poco en los medios intelectuales y se convirtió en un must para los artistas de vanguardia, algunos de una sólida, reputación. Ciertas tribus de indios de América del Norte utilizaban ya desde hacía mucho tiempo unos alucinógenos como el peyotl y la mezcalina con fines religiosos, y algunos psicólogos, artistas y filósofos veían en ellos la promesa de descubrimientos interesantes. Por tanto se vio en el LSD, droga con efectos comparables pero mucho más fuerte, un medio de ampliar la conciencia, de hacer estallar los limites habituales de nuestros condicionamientos sociales para alcanzar una especie de iluminación. Aldous Huxley, por ejemplo, fue uno de sus adeptos hasta su muerte en 1963. En resumidas cuentas, era bastante normal que en el período de después de la guerra, y sobre todo «después de la bomba», se pusieran a buscar toda posibilidad de transformar los espíritus y las relaciones humanas. La mayor parte de los investigadores probaban los efectos de la droga sobre si mismos y buscaban después demostrar científicamente sus beneficios. El MRI también contribuyó a ello, principalmente con Jackson y Bateson. Este último evoca, con una pincelada de humor, su experiencia personal con la droga" y hemos
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E! MRI y el Centro de terapia breve
podido encontrar un documento poco conocido que revela la distancia que mantenía con respecto a su utilización. En 1959, una cadena de televisión americana realizó una emisión titulada The fine line («La línea estrecha»), a la que fueron invitados Abramson. Jáckson y Bateson. La emisión estaba destinada a mostrar que el límite entre lo normal y lo patológico es muy tenue. En ella se veía a Jackson mantener una conversac ión con un hombre de la calle que había aceptado prestarse al juego y que, a lo largo de las preguntas inquisidoras de Jackson, comienza a dudar del sentido de sus reflexiones y de sus comportamientos. Abramson explica allí que el LSD puede induc ir estados parecidos a los de una psicosis y que también pue de utilizarse como instrumento terapéutico. Pero, además de su interés histórico y anecdótico, el documento tiene valor sobre todo por la exposición de Bateson quien se esfuerza en explicar la teoría de la doble coacción--al público en general. Para hacerlo, comenta dos escenas de la vida familiar representadas por unos actores: el desayuno en familia el domingo por la mañana. En la primera versión, se ve a los padres discutiendo vivamente el modo como van a hablar a su hija de dieciocho años que había regresado demas iado tarde la noche anterior. Cuando la hija llega a la mesa, se asiste a las interacciones entre las tres personas. La segunda versión pone en escena a los mismos personajes y el mismo suceso, pero se supone que los actores representan a una familia de transacciones patológicas. Las sutiles diferencias entre los dos tipos de intercambios son señaladas y comentadas por Bateson. La película tiene un cierto interés sociológico porque permite representarse el clima social de la época. Aunque las referencias al LSD son actualmente consideradas como «vergonzosas», sobre todo en los Estados Unidos, hay que recordar que en aquella época los psiquiatras más senos no dudaban en arriesgarse (y en arriesgar a otros) , para favorecer la evolución de su ciencia o simplemente de sus propios centros de interés. Y Jackson no les iba a la zaga; su experiencia personal con el LSD había sido particularmente agradable y le parecía abrir unas pistas muy interesantes para comprender los episodios psicóticos. Escribirá un artículo titulado LSD and the new begining, en el que cuenta sus propias experiencias así como las reacciones de vanos de sus pacientes bajo la influenc ia de esta droga. Dice, por 236
Los comienzus uci ivnx!
ejemplo, al princ ipio del artículo: «[El LSD] puede crear un encuentro, una nueva experiencia, que ampliará nuestro horizonte y .dará un sentido nuevo a nuestra vida. Estas experiencias forman parte no solamente de la terapia sino de la vida misma, y más adelante: «La reacc ión trascendental cons iste en una pérdid a momentánea de la diferenc iación entre uno mismo y el mundo exterior. Puede condu cir ¿ una disminución de la alienación, a redescubrirse a sí mismo, a un nuevo conjunto de valores, a descubrir un nuevo potenc ial para el crecimiento y el desarrollo person al, y a un nuevo comienzo. » Otros tiempos, otras costumbres... Se presiente en este discurso el principio del movimiento del «potencial humano» que se está desarrollando en los Estados Unidos, y 'en particular en California con la creac ión del instituto de Esalen13 en la magnífica costa del Pacífico cerca de Big Sur. En esa época, numerosos artistas e intelectuales viven en las colmas de Big Sur: Henry Miller, Gary Snyder y Alan Watts entre otros. Es también el momento de la explosión de la beat generation y, entre muchos otros, Alien Ginsberg y Jack Kerouac van regularmente a visitar a sus amigos (entre los que se cuenta Neal Cassady, el héroe de En la carretera) a la región de San Francisco. Los dos escritores participarán en las experiencias con el LSD en Palo Alto y también ellos mantendrán contactos con B'ateson 4.
o) La última investigación Paralelamente a este proyecto LSD, el equipo Bateson recibe un último subsidio para estudiar la terapia con las familias de esquizofrénicos. Todos los miembros del equipo (aumentado con algunos jóvenes psiquiatras) partic ipan en ella: ven a las familias, registran 237
El MRI y el Centro de terapia brev
las conversaciones e intentan formalizar las observaciones. Weakland no conserva un recuerdo imborrable de esta última investigación común: «Teníamos reuniones, discutíamos mucho. No creo que hiciésemos gran cosa, aunque recogimos algunas informaciones interesantes. No he vuelto a leer estas notas desde hace años. En el momento de la separación, no habíamos redactado ningún informe sobre nuestro trabajo; yo me puse a trazar algunas grandes líneas del informe y a relacionarlas con ¡os datos más importantes y, cuando me marché con mi familia a Hong Kong, dejé este trabajo en manos de Gregory. El escribió un informe partiendo de estas notas, pero un escrito muy corto, hecho rápidamente, y ésta fue la ultima colaboración del grupo Bateson».
c) Transferencia de conocimientos Weakland parte pues a Hong Kong y, a su regreso seis meses más tarde, conserva algunos contactos con el MRI, sobre todo con Haley y Jackson, pero decide no volver inmediatamente a la investigac ión en psicoterapia. Ha recuperado la afic ión del anális is de películas chinas y aprovecha la infraestructura de Stanford para aumentar sus conocimientos en la lengua china. Durante ese tiempo. Bateson dedica la mayor parte de sus horas al estudio de ¡a comunicac ión en los pulpos y otros mamíferos marinos, y, algunos meses más tarde, parte hacia ¡as islas Vírgenes a estudiar los delfines en el laboratorio de John Lilly. Después de un año y medio, Weakland ya estaba harto de su retiro y regresa a ver a Jackson y al MRI. Allí encuentra a Janet Beavin que se ha convertido de secretaria en «asociada de investigación», y con la que pasa largas horas discutiendo e intercambiando ideas. Decide proponer a Don Jackson continuar sus investigaciones sobre ¡as películas chinas en el marco institucional del MRI. «Él dijo que personalmente era favorable pero que había que ver cómo hacerlo aprobar en su consejo de administración. Él y yo fuimos a ver al consejo de administración con este propósito. La cuestión era ¡a siguiente: el
Los comienzos del MRI
consejo estaba compuesto por personas ricas que se encontraban entre los problemas de "imagen del MRI" con respecto al exterior, y el hecho de tener un proyecto que se relacionaba con el "comunismo" y que no tenía relación directa con las familias o con la salud mental... Yo les expliqué que el proyecto tenía mucho que ver con las familias chinas y que, después de todo, estaba subvencionado por la US Navy, estas explicaciones pudieron más que las reticencias»". En cuanto a Haley, él no detiene sus trabajos. Veamos cómo recuerda ese período de transición: «Yo tenía mis pacientes privados desde hacía años, desde mediados de los años cincuenta, y trabajaba también con familias de esquizofrénicos. Pero durante los dos últimos años, en el proyecto Bateson, habíamos tenido subsidios de investigación para realizar experiencias con las familias, proyecto que yo dirigía. Entonces, cuando se terminó el proyecto Bateson, Jackson encontró medios de financiarlo y yo sencillamente continué la misma investigación en el seno del MRI. Me uní al MRI cuando concluyó el proyecto Bateson. [...] Estaba exactamente a la mitad de mi investigac ión, tenía un pequeño laboratorio en donde pasaba tests a muchas familias, y continué hac iendo esto con el MRI durante los cinco años siguientes. Y Jackson lo financió durante todo 17 ese tiempo, de una manera o de otra» . La investigación que menciona Haley estaba destinada a establecer una tipología familiar: ¿qué criterios permiten diferenciar una familia que incluye un esquizofrénico de una familia en la que uno de sus miembros es delincuente, y qué las distingue de una familia llamada normal? Intenta también hallar unos criterios que permitan evaluar los cambios relacionados con la intervención terapéutica. Además de media docena de artículos, publica, en 1963, una obra que sienta las 18 bases del enfoque estratégico en psicoterapia . Volveremos a hablar de ella más adelante porque esta obra constituirá uno " de los pilares del enfoque terapéutico posterior del MRI. Señalemos también que en esa época, en 1963, William Fry publica Sweet madness («Locura dulce»), obra que sintetiza las investigaciones sobreseí humor realizadas dentro del marco del proyecto Bate.
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son. En ella expone una teoría del humor fundada en la mezcla de los niveles lógicos y las paradojas que de ella resultan. Subraya también las dificultades debidas a la autorreflexividad, como demuestra la conclus ión de la obra: «Finalmente, a través de estas reflexiones, reafirmo mi creencia en la naturaleza fundamentalmente misteriosa de estos fenómenos humanos de los que el humor c ons tituye un ejemplo. Creo que por medio de la paradoja nos acercamos al máximo a este misterio fundamental. Cada vez que el hombre intente examinar e! "sí mismo", tendrá que ponerse frente a é! y descubrir que el sí mismo es propiamente el observador. Tal vez esta paradoja sea la responsable de la excitación y de la inmensa satisfacción que : se experimenta al estudiar nuestra naturaleza humana» °. Fry se convertirá también él en un miembro del MRI en los años ochenta.
8.1.2. Los comienzos del MRI (de 1959 a 1967)
En primer lugar, ¿por qué un nombre con resabios intrapsiquicos para este nuevo instituto que pretendía precisamente apartarse de las posiciones psicodinámicas? Para comprenderlo, hay que volver a sumirse en el contexto de la creación del MRI. Jackson busca fondos para su nuevo instituto. Está muy solic itado como terapeuta famil ia r y, entre sus pacientes, tiene familias muy ricas. No duda en ir a ver a estas familias encopetadas, para hablarles de sus proyectos y pedirles dinero; ¡y se lo dan! Reúne rápidamente el equivalente a un millón de dólares actuales. A cambio, debe hacer ciertas concesiones, como explica Jules Riskm: «Recuerdo que nos preguntábamos: "¿Por qué 'Mental' Research ínstitute?" y, aunque he olvidado los deralles precisos, sé que el nombre se debía a la exigencia de uno de los proveedores de fondos a quien le gustaba mucho la idea de que se estudias en cosas "mentales "; era para apaciguar a un donante, o congraciarse con él. Para Jackson, la idea de "mental" quedaba ya muy atrás; en esa época, ya estaba en trifulca con la escuela psicoanalítica, este nombre sólo se debió a razones de subsidios» 20.
Bateson no desea que se le identifique con el instituto, aunque acude a menudo a él como consultor. El equipo está solamente compuesto por Don Jackson, el director, Jules Riskin, director asociado, y Virginia Satir, durante los ocho o nueve primeros meses. Satir comienza a mantener conversaciones terapéuticas con familias y, muy pronto, muchas personas ~de la colectividad vienen a verla trabajar. Las sesiones tienen lugar por la tarde y con frecuencia las discusiones duran hasta medianoche. Un año después del comienzo del MRI, Jackson consigue un presupuesto que le permitirá preparar un programa de formación para la terapia familiar. Al principio fueron fondos privados, pero muy pronto el NIMH concede lo que será el primer subsidio oficial para una formación para la terapia familiar. En cuanto a Jules Riskin, divide su tiempo entre la investigación, el trabajo administrativo y la psicoterapia. El trabajo esencial de los miembros del MRI consiste en hallar unos conceptos intermedios entre las grandes teorías de Bateson y la práctica de la terapia familiar. Jackson es asombroso en sus diagnósticos y en sus intervenciones, pero no consigue formalizar todo lo que hace en las sesiones. Virginia Satir sólo quiere interesarse por la práctica. Sin embargo, se trata de poder hablar de sus trabajos, de darlos a conocer y, para hacerlo, hay que comprender estas prácticas nuevas. Entonc es, se observan las sesiones, se pregunta a Satir y se examinan atentamente las interacciones. Jackson se procura el registro de una conversación familiar realizado por Lyman Wynne. Es decir, no una sesión entera, cinco minutos de conversación, y Jules Riskin explica el camino seguido por sus reflexiones: «Teníamos el registro de Wynne; solamente teníamos cinco minutos del medio de la sesión. Los nombres, las edades, quién estaba presente, eso es todo. Estudiábamos esta banda constantemente. Yo intentaba ver cómo Don y Virginia interpretaban la conversación y me esforzaba por que profiriesen los fundamentos de su análisis. Sabía que Jackson y Satir tenían marcos de referencia diferentes pero también algunas perspectivas que se entremezclaban. Yo intentaba ver en qué consistían estas diferencias. Escuchamos esta casete, estos cinco minutos, durante meses, hasta que conocimos sus detalles más sutiles [...] Jackson hablaba de "simétrico", "complementario" y Virginia de "estima de si". Intentábamos adivinar cuáles eran los tipos de interacción característicos de
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esta familia en casa, qué clase de individuos eran. Yo intentaba sobre todo hacerles precisar las razones de sus afirmaciones: "Creo que la madre intenta ser el jefe porque ha dicho..." o "Ella trata al otro hijo de esta forma porque le he oído decir..." Al final escribimos un largo documento sobre estos cinco minutos y lo enviamos a Wynne para que evaluase nuestras afirmaciones. Básicamente, eran correctas. Entonces, -escribim os un artículo, Análisis de un fragmento de c inco minutos de c onversación con una fam ilia. F ue mi primera publicación»''. El acontecimiento más importante de ese período de transición será la llegada de un joven nuevo. Este personaje adquirirá, con el paso de los años, una importancia considerable e incluso acabará por encarnar las ideas de Palo Alto a los ojos del público en general. Paul Watzlawiclc2 Paul Watzlawick nació en 1921 en Villach, una pequeña ciudad austríaca situada cerca de la frontera ítalo-yugoslava. Procedente de un medio relativamente modesto —su padre es empleado de banco—, asiste al gymnasium local en donde recibe una educación muy tradic ional: «Aprendías mucho y no estabas obligado a escuchar rock'n'roll.» Proyecta ser ingeniero o médico, en todo caso algo «práctico»; no se siente atraído por las materias demasiado abstractas como la filosofía. Sus padres le dejan que decida y, finalmente, elige orientarse hacia la medicina interna. Pero la guerra pone término a estos proyectos. Prisionero político en Alemania, se escapa y es recogido «como un perro perdido» por los británicos. Entra a su servicio. Al final de la guerra, se encuentra desmovilizado en Italia y entra en los servicios de policía criminal de lo que se suponía que sería el «territorio libre de Trieste» (que, finalmente, fue dividido entre Italia y Yugoslavia). Está muy interesado en este trabajo de investigación policial que le permite iniciarse en campos muy diversificados: la balística, la química, e incluso el arte, porque tiene que investigar sobre un robo de cuadros de maes-
tros. Como está cerca de Venecia, decide volver a seguir unos cursos en la Universidad. Elige las lenguas modernas y la filosofía y obtiene un doctorado en 1949. «Hice mi doctorado simplemente porque procedo de una cultura en la que una persona culta debe ser "doctor"... Nunca tuve la intención de profesar lenguas modernas o filosofía.» Durante unas vacaciones que pasa en Suiza, se encuentra en una calle de Zurich cuando un chaparrón le obliga a resguardarse en un salón de té. Allí, hojeando un diario local, lee un artículo sobre el Instituto Carl-Jung. Se siente interesado y, al volver a Trieste, escribe para proponer su candidatura. Así se convierte en «analista jungiano» en 1954. Habiendo descubierto Italia durante sus estancias de formación y de supervisión, decide instalarse allí y obtiene un puesro para las Naciones Unidas. Quiere poner en marcha una consulta privada pero encuentra unas personas que le aconsejan partir a la India, a Bombay más exactamente, alabándole las numerosas posibilidades que allí se ofrecen a un psicoterapeuta europeo. «Me encontré en Bombay y permanecí allí seis meses, pero tuve que marcharme porque mi visado no me permitía trabajar. Fue una estancia muy interesante.» Regresa pues a Europa y, algún tiempo después, el instituto jungiano le dice que la Universidad de El Salvador busca un psicoterapeuta para dar unos cursos en las facultades de medicina y de psicología. «Envié pues mi candidatura y, después de una "competición encarnizada con... otros dos candidatos" obtuve el puesto. Yo no hablaba español, pero como conocía el italiano y el francés y tenia a mis espaldas siete años de latín, no neces ité mucho tiempo para aprenderlo. Firmé mi contrato a finales de febrero y, el 15 de marzo, di mi primer curso en una lengua que era más italiano que español, pero que era comprensible.» Imparte cursos de psicología y de psicopatología para los médicos y algunos cursos de psicoterapia. Como la óptica de los cursos es resueltamente freudiana, se familiariza rápidamente con las teorías psicodinámicas. Permanecerá en El Salvador desde febrero de 1957 hasta finales de 1959. La vida agradable y fácil no satisface sus ambiciones. Desea ardientemente trabajar en la investigación y se da cuenta de que tiene que cambiar de horizonte para escapar de la rutina. Piensa entonces volver a Europa. Como se encuentra en el continente americano, decide detenerse en los Estados Unidos para vis itar sus centros de in-
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vestigac ión más importantes. Establece contacto con John Rosen que dirige el muy célebre Institute For Direct Anaiysis del que ya ha bía oído hablar en Zurich. Rosen le ofrece un contrato de asociado de investigación en la Temple University de Filadelfia. Este viaje a los Estados Unidos estuvo a punto de no realizarse porque, en esa época, Rosen vive unos momentos profesionales difíciles y, cuando ya ha realizado todos los preparativos para el viaje, Paul Watzlawick recibe una carta de Rosen pidiéndole que anule su visita. Pero es de masiado tarde y, a pesar de su incertidumbre en cuanto a las condi ciones de su estancia en Filadelfia, se dirige allí. Se encuentra con Ray Birdwhistel y Albert Scheflen que lo inician en sus investigaciones sobre la comunicación. «Scheflen y Birdwhistell eran muy interesantes. Aunque yo nunca me he interesado directamente en la comunicación no verbal, su trabajo era innovador y apasionante. Scheflen estudiaba una/ sesiones de terapia, nosotros observábamos y después discutíamos las sesiones. [...] Yo no conocía el trabajo de Bateson y de su grupo, pero Scheflen llamó mi atenc ión sobre el tema. Me dijo que había un grupo en Palo Alto y me dio a leer sus publicaciones. Esto me intrigó. Tenía que ir allí a verlo. Jackson vino a Filadelfia en octubre y Scheflen me lo presentó. Jackson, que tenía la costumbre de adoptar perros perdidos como era yo, me dijo: "Si quiere venir, será bienvenido en Palo Alto." El MRI ya existía, era en 1960.» Descubrir el enfoque interaccional representa un cambio radical para este analista jungiano. Esta visión muy pragmática de la psicoterapia apasiona a¡ práctico, interesado desde siempre mas por el cambio que por el juego de las interpretaciones simbólicas. De entrada, se da cuenta de que en Palo Alto sucede algo fundamentalmente dife rente de todo lo que ha visto antes: «Debéis saber que el MRI y el grupo de Bateson formaban dos grupos distintos, no existía el grupo de Palo Alto como tal, sino dos grupos en relación estrecha. ¡Era un lugar tan vivo, con unas ideas tan interesantes! Venía gente de los lugares más lejanos, gente que había oído hablar de nosotros; por ejemplo, Ronny Laing de Londres. Era fascinante reunirse con ellos. [...] Una de las actividades más interesantes era la "casa abierta" de Gre-gory Bateson todos los jueves por la tarde. Los residentes de Stanford iban a su casa; cada quisque podía ir. Gente interesante procedente de las disciplinas más diversas. Esto daba lugar a veladas asombrosas; era
algo nuevo y no se ha repetido después. Bateson tenía el notable don de atraer a personas apasionantes y de hacer atractivas las veladas. Conocer a este hombre era extraordinario, increíble, era un verdadero hombre del Renacimiento. Gregory Bateson podía tener un invitado especializado en la teoría de la música y, a la vez siguiente, un astrónomo, y, la semana siguiente, un sociólogo... y Bateson hablaba con estas personas de su propia disciplina. En esa época, Palo Alto era verdaderamente un lugar extraordinariamente estimulante y vivo.» Ya tenemos al MRI seriamente reforzado. Paul Watzlawick es un trabajador infatigable: leerá todos los escritos de Bateson, hará una lista de todo lo que se ha publicado sobre la teoría de la doble coacción y publicará una síntes is; está apasionado por los fundamentos del enfoque batesoniano de la comunicación y emprende una investigación sobre el diagnóstico familiar que no aporta los resultados esperados: «Perdí dos o tres años estudiando la conversación familiar estructurada que debía substituir a los procedimientos de diagnóstico tradicionales. Era una "conversación estructurada" porque se le daba ,1 la gente cinco tareas referentes a la comunicación. Yo creí que llegaríamos a una lista de diagnósticos interaccionales y, en segundo lugar, pensaba que esto podría ser un instrumento interesante. Hubiésemos podido aplicar la conversación estructurada al comienzo de la intervención terapéutica, y después al final, obteniendo así unas medidas objetivas de los cambios que se hubiesen producido. Al final, vi que era un error; necesité mucho tiempo para comprender que los símbolos no pueden ser cuantificados y que toda interacción es simbólica. Cuando intentas codificar la interacción, es de una complejidad increíble, te supera totalmente. Incluso concentrándose en una tarea de las más sencillas; pedíamos a los padres que se pusieran de acuerdo sobre el significado del proverbio "piedra movediza nunca moho cobija" y explicarlo después a uno de sus hijos. Ya en las primeras conversaciones entre los padres —como no estaban de acuerdo sobre el significado del proverbio— la cuantificación era imposible»23. Watzlaw ick, por el contrario, no sentía ningún interés por el trabajo de formación de Virginia Satir. Él desarrolla su técnica de conversación terapéutica junto a Don Jackson. Como en aquella época
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no existía una estructura formal, Jackson lo nombra «asociado de investigación» y, paralelamente, Watzlawick comienza a ver pacientes en privado. Con Jackson, redacta unos proyectos para obtener presupuestos de investigac ión. Es un período favorable (que durará poco más o menos hasta 1968), cerca de la mitad de sus proyectos acaban por ser subvencionados. Desde luego, el éxito del artículo sobre la doble coacción facilita las cosas, y la reputación del instituto aumenta aún más con la organizac ión de la primera formación para la terapia familiar, pero esto no quita que la co yuntura era ideal. «Actualmente, el péndulo se inclina a una óptica totalmente diferente: la investigación neurofisiológica y bioquímica. La creencia ilimitada en la efic acia del ps icoanális is está s iendo suplantada por la creencia, no menos ilimitada, en el enfoque bioquímico: ahí van los fondos, en la actualidad. Hoy día. no tendrías un céntimo para la clase de investigación que nosotros hacíamos en aquella época»' 4. Para Jackson, muy pronto se hace de capital importancia poder unificar el nuevo campo de la terapia familiar, establecer intercambios, facilitar el debate. Jules Riskín recuerda las estrategias desplegadas para llegar a estos fines: «En 1960-1961, Haley venía a ¡as reuniones del MRI. En 1961, Jackson, Haley y su espos a, Betty Haley, empezaron a hablar de un periódico. Cons iguieron interes ar en la idea a Ackerman y finalmente inc luyeron en este provecto a rodas las personalidades (nacionales e internac ionales) que trabajaban con familias. Todos estaban en el comité de redacción. Si se mira el primer número de "Family Process ". incluye a todo el mundo del c ircuito de la terapia familiar de la época, unas cuarenta personas. Esto se llama "asociar a la competencia potencial" para evitar que se lan ce a la competic ión abierta»". Notemos de paso que Bateson también forma parte de dicho comité de redacción. 8.2. La edad de oro (de 1963 a 1968)
Carlos Sluzki es un testigo privilegiado de esos años brillantes del MRI. Joven ps iquiatra argentino, en los años cincuenta trabaja en
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una clínica de Buenos Aires cuya orientación principal es la psiquiat rí a comunitaria, de tendencia psicodinámica. A comienzos de los años sesenta, Sluzki forma parte de un equipo interdisciplinario coordinado por un sociólogo, Elíseo Verón, que actualmente vive en París. El sociólogo y el psiquiatra intenta definir las variables sociológicas que acompañan la aparic ión de síntomas ps icopatológicos. El proyecto se titula «Estructura del comportamiento y sistemas de comunicación social». Se dan cuenta de que les falta un modelo intermedio entre los procesos sociales y los procesos individuales que considere el fenómeno de socialización por la familia. «Un día, por pura casualidad, encontré H acia una teor ía de la esquizofrenia, el artículo de Bateson, Jackson, Haley y Weakland. Fue una verdadera casualidad, estaba publicado en "Behavioral Sciences" y uno de mis amigos estaba abonado a dicha revista porque sentía un gran interés por la cibernética. Encontré el articulo y todavía recuerdo la emoción de mi descubrimiento. Porque en este artículo tenía la síntesis pragmática de un modelo que permitía establecer este puente. Entonces, .1 partir del descubrimiento "del artículo en Buenos Aires, hicimos un tracing: una búsqueda de todos los artículos de las personas de este equipo. Así : acabamos por "conocer" a Haley, Jackson, Weakland» *. Así pues, otra vez es el artículo revolucionario sobre la doble coacción el que despierta la curiosidad y el interés de los investigadores, esta vez argentinos. En 1965, Sluzki recibe una beca para pasar tres meses en el MRI, invitado por Jackson. El recuerdo de su primer contacto con el MRI permanece muy vivo en su memoria: «En esa época, todos estaban allí: Jackson y Haley, Weakland y Watzlawick, Virginia Satir y Janet Beavin y muchos otros. Era un centro absolutamente espectacular en donde se cruzaban los caminos de las personas más interesantes. Había visitas constantes de personajes particularmente atrayentes, o también de los investigadores que iban al Cerner for the Advanced Studies in Behavioral Sciences de Palo Alto. Todos pasaban algún tiempo en el MRI, presentaban casos, los discutían, etcétera. Yo tuve ocasión de participar en el programa de formación de Virginia Satir y en todas las otras actividades. [Con voz
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emocionada,} Era absolutamente fantástico, ¡Era maravilloso! Participé en reuniones de trabajo con Jackson y con Haley , era un período de descubrimientos díarios. Pasé tres meses allí y, al final, incluso escribí un primer artículo con Janet Beavin, Simetría y complementariedad que fue publicado poco tiempo después»28 . Co mo vemos, Sluzki se hace lenguas del MRI de la gran época. Vo lverá* muchas veces a Palo Alto e incluso será director del MRI du rante apro ximadamente tres años, a co mienzos de los ochenta. Se es tablecerá en los Estados Unidos en donde prosigue, todavía hoy, sus trabajos en terapia familiar2 '. Pero volvamos a las actividades del instituto. Si resumimos los trabajos del MRI durante ese período, podemos señalar cinco grandes orientaciones: - la fo rmación; —las investigaciones sobre la familia y la enfermedad mental; —la terap ia familiar; - las investigaciones sobre la teoría de la co mun icación; —las investigaciones sobre el proceso de camb io , No vo lveremos a hab lar de la invest igación sob re las familias y del desarrollo de la terapia familiar, temas de ¡os que ya hemos hab lado amp liamente. Para co mp render b ien la ev o lu ción posterio r del M RI, debemos insistir sobre las otras tres direcciones de su actividad porque su conjunción cont ribuirá a defin ir las especificidades del enfoque qu e se impond rá con la apelación de «escuela d e Palo Alto» durante los veint icinco años siguientes. 1) La formación Puesta en marcha por Virg in ia Sat ir, se caracte riza sobre todo por la «transparencia» int roducida en un domin io hasta entonces considerado co mo ínt imo y secreto , que concernía únicamente al terapeu ta y a su o sus pacientes. «Una de las p rimeras cosas que hice fue de-
cir: "No voy a hablaros de todo esto, voy a mostraros de qué se trata." Cogí una familia y, cada miércoles por la tarde, veía a esta familia e invitaba a la gente a que v iniese a mirar. [...] Por mi parte, estaba har ta de la gente que hablaban de las cosas que hacían sin querer mostrarlas. Por ello, esto es precisamente lo que h ice: mostré lo que ha cía. Escrib ieron un art ícu lo al año siguiente en "Satu rday Even ing Post". Durante ese tiempo, los otros hablaban de teoría y, en cierta med ida, t rab ajaban , pero no mu cho. Qu iero decir que esto no fo rmaba parte de sus prácticas»'0 . Todos los medios son buenos para conocer mejor y hacer conocer los nuevos métodos. Entonces, se muestra lo que hacen los interven tores: las técn icas aud iov isuales hacen su aparición en el M RI; primero registros medíante el magnetófono, después con el vídeo, ut ili zación del espejo sin azogue, etcétera. Además, se considera que la orientación int rapsíqu ica es un freno más que una v entaja para in i ciarse en la perspectiva interaccional, por ello incluso personas que poseen muy pocos conocimientos en psico logía podrán ben eficiarse de las ideas nuevas, aprender a utilizar las nuevas prácticas. No olvidemos que la formación de Virgin ia Sat ir es la de asistente social, lo que exp lica tal vez en parte la d ifus ión y el éxito de la terap ia famil i a r en el campo del trabajo social, mientras que la psiquiatría parece mas resistente a la penet ración de estas ideas nuevas'1 .
2) La «p rag mát ica» de la co mun icación Bateson se ha marchado , pero los miembros de l equ ipo del M RI, en particular Paul Wat zlawick, continúan las investigaciones sobre la comun icación. En 1964, Watzlawick publica una antología de la co mu n icació n hu man a 12 , ob ra aco mp añada d e una caset e au d io . En
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e lla sienta las bases de una «pragmática» de la comunicación, es decir, «sus efectos sobre el comportamiento»13. Bateson le redacta el prólogo". Pero es solamente un esbozo del que Watzlawick no está totalmente satisfecho. Don Jackson y Janet Beavin también están impregnados de las teorías sobre la comunicación. Orientados ante todo hacia la práctica terapéutica, intentan volver operativos los conceptos para la intervención sobre el terreno. Las discusiones van a buen paso en el MRI, y Paul Watzlawick y sus dos colegas intentan responder al reto ante el que se encuentran: ¿cómo hacer de los altos vuelos teóricos de Bateson un instrumento para el práctico 5 Es necesario sintetizar, categonzar, simplificar los conceptos. Y se aplican (sobre todo Paul Watzlawick) a la tarea. Durante los últimos meses de su estancia en Palo Alto, Bateson se muestra favorable al proyecto; puede ver algunas partes del trabajo en curso y felic ita a Watzlawick. 6ri 1966, cuando está en Hawai en donde trabaja desde ahora sobre los delfines con Karen Pryor 35, Bateson recibe una primera versión del manuscrito completo de Teoría de la comunicación humana (la traducción literal del título original inglés seria, en realidad. Pragm átic a de la comunic ación hum a na). Y e ntonces , es una duc ha fría para Watzlawick: Bateson critica bastante violentamente el manuscrito e incluso retira el juicio favorable que había emitido sobre los capítulos que había aprec iado anteriormente. No escribirá el prologo de la obra, que no obstante los autores k dedicaran. Este asunto será ampliamente comentado y las heridas tardarán algún tiempo en cicatrizarse; para algunos, como veremos un poco más adelante, ¡todavía no lo están!
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¿Cómo comprender la actitud de Bateson? No pretendemos responder de una forma definitiva a esta pregunta, pero podemos señalar algunos elementos que lo aclaran un poco. Esto es lo que piensa sobre ello John Weakland, que en esa época estaba en el MRI: «Yo solamente participé [en la obra] como consultor, sobre todo hablando con Jan [Beavin], no mucho con Paul y, si conociera el modo como Don trabajaba... comprendería que fueron Paul y Janet los que escribieron realmente el libro. Yo fui coautor de algunos artículos con Don, así que sé bien cómo obraba; te dejaba algunas pequeñas notas y tú continuabas a partir de ahi; buenas ideas, pero el escrito era sobre todo obra de los otros autores. Me marché a Hong Kong, después a Stanford, si no, Dios sabe si no hubiese sido yo el que habría estado en Pragmatics. [...] Esto partía del proyecto Bateson. Éste no lo apreció así. Creo que fue muy duro para Paul, porque él veía el libro en parte como un homenaje a Gregory. Pero me parece que ya le he dicho que yo viví la misma experiencia, a menor escala, cuando hice la síntesis del curso en la New School. [Risas.] Además, había diferencias muy pronunciadas entre Don y Gregory, que probablemente se acentuaron con el tiempo»1 ". Bateson prefiere las preguntas a las respuestas, por tanto no es extraño que desconfíe de las síntesis demasiado claras que tienden a ocultar los puntos de interrogación. Y, como hemos visto anteriormente, no hay duda de que el ans ia de c laridad y de simplicidad de los autores quizás ha deformado un poco unas nociones aún embrionarias en Bateson: la codificación de la información queda reducida aquí a sólo dos tipos, codificación analógica y digital; los aspectos «indic io» y «ordena de un mensaje se convierten en el "contenido» y la «relación» y, aunque a primera vista sean más expresivos, se hacen cada vez más vagos a medida que se intenta precisarlos; las nociones de simetría y de complementariedad se acompañan de subcategorías que el propio Watzlawick rechazará más tarde. Bateson ha comprobado y ha condenado estas divergencias, pero tal vez hay otro elemento importante en su rechazo de la obra. En ese período, él también ha terminado un manuscrito. Se trata de una primera versión de lo que será Hacia una ecología del espíritu, es decir.
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una colección de sus publicaciones anteriores y de artículos recientes (el contenido coincide pues en parte con el de la obra de Watzlawick y los otros). Pero el editor duda en publicarlo; la forma no es muy atractiva para su gusto, y el manuscrito realiza una serie de idas y vueltas que acaban por irritar mucho a Bateson. Precisamente en este momento recibe el manuscrito de Pragmatics que acaba de ser aceptado para su publicación por... el mismo editor (Norton, para citarlo). El golpe es duro para Bateson que ve sus propias ideas expuestas bajo una forma que él no controla. Los lectores apreciarán el aspecto corneliano de la situación. Pero dejemos la anécdota para volver un poco al libro mismo. Causara un impacto extraordinario desde su aparic ión en 1967, impacto que por otra parte no se le niega todavía en el momento ac tual. No hay duda de que los autores han conseguido llevar a cabo una tarea que era muy delicada y difícil: presentar bajo una forma accesible (aunque la obra es ardua en la primera lectura) las ideas principales de la cibernética, de la teoría de los sistemas aplicada a la situación familiar, y las ideas esbozadas en la obra de Ruesch y Bateson sobre la comunicac ión interpersonal. La síntes is es brillante y Paul Watzlawick, el autor principal, rápidamente se hace célebre en todo el mundo. La obra prefigura una nueva ciencia del comportamiento: enunc iando una serie de seis axiomas, al modo de las matemáticas o de la lógica, abre la puerta a la creación de un enfoque formal e integrado del comportamiento apoyándos e en la noción de comunicación. Este obietivo sin duda no ha sido alcanzado completamente y todavía se esperan los «teoremas» que hubiesen podido dar consistencia a las premisas formuladas por Watzlawick, Baevm y Jackson. Watzlawick parece cansado de justificarse de esta apelación d'e «axiomas»: «Decidimos escribir el libro y yo creía que ya era tiempo de formalizar un poco las ideas. Comencé por los axiomas, pero expliqué muy bien en el libro que no pretendía que se tratase de axiomas en el sentido de la lógica formal; el público encontró la idea muy interesante. [Pregunta: ¿Quién encontró la idea del análisis interaccional de la escena de ¿Quién teme a Virginia Wolf?] Era idea mía, vi la obra en el teatro y encontré que era un ejemplo fantástico de interacción en una pareja, pero el capítulo fue escrito en gran parte por Janet 252
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Beavin. Algunos c apítulos fueron redactados en colaborac ión y otros preferentemente por mí. Actualmente, Janet Beavin es profesora de psicología en la Universidad de Victoria. Todavía está muy ac tiva en la investigación sobre la interacción. Acaba de escribirme [va a buscar un libro de su biblioteca] y mire la dedicatoria que me ha hecho de su último libro: \Veinte años y diez investigaciones después, teníamos razón en Pragmatics!»" La obra no es una s imple vulgarizac ión de los trabajos de Bateson. Los autores van más lejos y, partiendo de la teoría de la doble coacción, describen la utilización terapéutica de las paradojas pragmáticas de la comunicac ión. Aunque estas técnicas terapéuticas ya han sido utilizadas por otros (Erickson, Sullivan, Frankl...) ellos consiguen dar una explicac ión interaccional de las mismas en coherencía completa con sus premisas teóricas. Consiguen pues relacionar la teoría con la práctica y, en es to, puede cons iderarse que la obra es realmente un jalón capital para la evoluc ión posterior de la terapia sistemica.
3) Las investigaciones sobre el proceso de cambio Los encuentros entre Haley, Weakland y Milton Erickson tendrán un impacto determinante sobre el grupo de Palo Alto. Ya hemos dicho que, en sus visitas a Phoenix, los dos miembros del proyecto Bateson habían intentado formalizar, a partir de la hipótesis de la doble coacción, las técnicas de intervención terapéutica de Milton Erickson. Estas se prestaban bien a un enfoque interaccional, aunque no respetaban siempre la ortodoxia de los presupuestos sistémicos que habían orientado la terapia familiar. Erickson no se preocupaba de conceptos tales como la homeostasis, la func ión o el desplazamiento del síntoma, etcétera. Para él, la pregunta esenc ial era: « ¿De qué modo, como terapeuta, puedo induc ir un cambio en la persona que está ante mí?» Esta distinc ión es muy importante si queremos comprender las particularidades del enfoque del equipo de Palo Alto en el conjunto
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de las terapias sistémicas. Puede decirse en efecto que, para ella, la reflexión sobre el proceso terapéutico no se ha presentado como una aplicación de la teoría, una «consecuencia» que derive de un análisis del sistema familiar, sino como la resolución de una cuestión precisa que, aunque se apoye sobre unas premisas interaccionales, exige una mirada nueva, libre de hipótesis teóricas constrictivas 1 *. Más que en verificar las hipótes is nuevas del enfoque familiar, los miembros del equipo de Palo Alto se han esforzado en comprender el modo como se producía el cambio y lo han hecho principalmente después de sus contactos con Milton Erickson. Jay Haley sera un precursor de lo que se llama la psicoterapia «estratégica», enfoque que es la base de la "terapia breve» que elaborará el equipo de Palo Alto, como mostraremos con detalle en los capítulos siguientes. Los testimonios de Richard Fisch y de Paul Watzlawick permiten comprender mejor la génes is de estas ideas y el alejamiento de las premisas de la terapia familiar. Volveremos a hablar de Fisch en el capítulo siguiente; digamos simplemente que es psiquiatra y director del Centro de terapia breve; llegó a Palo Alto en el comienzo del MRÍ. «Después de haber seguido la formación con Virginia Satir, estaba muy interesado por su enfoque; comencé a ver cada vez más familias y parejas junto con ella. Empecé pues apoyándome en su estilo y buscaba elementos interaccionales en mis conversac iones : s i alguien ¡legaba y decía: "Tengo un problema", yo pedía ver a toda la familia. [...] El enfoque de Virginia Satir era muy amplio; había que buscar la informac ión que habría que revelar a los miembros de la familia, la homeostas is y la matriz de su comunicación. En terapia breve, trabajábamos más en el sentido del trabajo de Erickson y de la hipnoterapia; aquí [en el CT B], nos centramos en el problema. Por Panto, al menos para mí, había esta dicotomía: por una parte, trabajaba según las líneas de la terapia familiar y, por otra parte, estaba interesado por un enfoque de "resolución de problemas". Con el tiem po, y a medida que el proyecto se organizaba, me alejé del trabajo de Virginia. Habíamos adoptado y adaptado el estilo ericksoniano. [Pre-
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Los comienzos de l MRI
gunta: ¿Era esto explíc ito en esa época?] No formalmente, pero se vio la evolución en mis conversaciones terapéuticas privadas. Voy a poner un ejemplo; al princ ipio, yo intentaba actu ar de manera que la gente comprendiese los principios generales de su problema, el método estaba basado en el insight, la toma de conciencia. Cuando me veía atascado, hablaba con John, Jay, Paul, y recordábamos el trabajo de Erickson. A menudo conseguíamos encontrar un ejemplo de Erickson análogo al mío, o nos preguntábamos : "¿Qué haría Jay (que estaba totalmente en una óptica de resolución de problemas) en este caso?" Yo cogía la técnica, la aplicaba a mi caso y frecuentemente esto me desbloqueaba. Así, al comienzo del proyecto [del Centro de terapia breve], estaba intrigado por estos mecanismos nuevos que Erickson o Haley (o incluso John o Paul) utilizaban. Así se desarrolló , el proyecto, de manera informal y abierta: "Nos sentimos intrigados por estas intervenciones extrañas, veamos en qué casos resultan apropiadas"»'". Para Paul Watzlawick, el camino es análogo: comprender y formaliz a r las intervenciones «mágicas» de Jackson y de Erickson para convertirlas en instrumentos de trabajo transmisibles. "Queríamos entrar en la cabeza de este hombre [Jackson] y saber que pensaba, de dónde sacaba sus indicaciones. Pero él respondía cosas como: "Es evidente, basta con escuchar la risa de la madre." Lo que parecía ser también el caso de Erickson, quien explicaba sus intervenc iones con unas formulac iones analíticas muy complicadas que no querían dec ir nada. Así pues comenzamos un proyecto en el que, imitábamos a Jackson y a Erickson para ver cómo funcionaba el tratamiento. [...] «También fuimos a buscar informaciones de personas conocidas para tener excelentes resultados en la resolución de problemas. Nos dirigimos a barmans (acostumbrados a tener que hacer frente a conflictos), a policías... Recuerdo el caso de un policía a quien habían llamado unas personas que decían que los de la familia de al lado se estaban matando. El policía baja de su coche y ve cómo un televisor sale volando por la ventana del tercer piso. Coge el televisor, sube, llama a la puerta y cuando le abren dice, con los restos de la televi255
El MRI y el Centro de terapia breve
sión en la mano: "Reparac ión de televis iones." La gente se echó a reír; y cuando se ríe ya no se está en el estado de espíritu de matar a nadie. »Pero, igual que no habíamos obtenido una respuesta clara de nuestros colegas, estas personas tampoco sabían por qué habían empleado esto o aquello; todos nos respondían: "Parecía que era lo mejor que se podía hacer"»". Continuaremos con el relato de esta búsqueda en el capítulo sobre la terapia breve, pero por el momento tenemos que llegar al final de la edad de oro del MRI. Cuando los proyectos de investigación se multiplican, cuando se encuentra en un solo y mismo lugar a Don Jackson, Jay Haley, Paul Watzlawick, Virginia Satir y John Weakland (todos en posic ión de adquirir una estatura internacional), cuando el instituto atrae celebridades del mundo entero, el clima de las relaciones se degrada.
8.3. El tiempo de las discordias ¿Qué sucede en el MRI hacia 1965-1967? Repentinamente parece que los caminos divergen. Satir siente que cada vez la dejan más aparte. De hecho, ella no está ya muy a menudo en el MRI, sino que responde a las proposiciones, cada vez más frecuentes, de conferencias, seminarios, congresos, etcétera, que la llevan por el mundo entero. Además, se siente incomprendida en el seno mismo del instituto. Los trabajos orientados por la óptica ericksoniana no cuadran muy bien con su personalidad carismática e idealista que la acerca al movimiento del «potencial humano» que se desarrolla en aquel tiempo en los Estados Unidos. Si sus conflictos con Jackson siempre fueron frecuentes (él se disculpaba enviándole enormes ramos de rosas), se hacen también muy abiertos con los otros miembros del equipo que formará el núcleo del Centro de terapia breve. Satir conservará una gran amargura durante toda su carrera: «Ya no tenía nada que ver con ellos. Desde mi punto de vista, no estaban interesados en lo que yo hacía. Utilizaban una especie
Los comienzos del M RI
de lenguaje teórico que no tenía mucho sentido para mí y, en el fondo, formábamos dos institutos diferentes. Esto me producía tristeza, pero yo no sabía cómo interesarlos en lo que hacía, porque esta gente estaba mucho más preocupada por los juegos sobre los que trabajaban, y por la teoría, que por lo que yo hacía. Creo que ninguno de ellos vino a verme trabajar nunca, aunque yo los había invitado a menudo. Después de seis años, me marché porque iba de un lado para otro y sabía que allí no tenía ningún apoyo. »[...] Yo no hablaba su lenguaje. No creo que ellos mismos comprendiesen lo que decían, muchas veces. Todo este mecanismo "simétrico" y el modo como Jay Haiey lo utilizaba, no me concernía en absoluto. [...] Ellos me toleraban y, como persona, me apreciaban: yo lo sabía. [...] No sabía nada de Milton Erickson; tenía un miedo terrible a la hipnosis porque, para mí, era una forma de control: era por ignorancia, pero era así. Cuando Milton llegó, le vi hacer unos movimientos, le observé en los grupos y era espantoso. Por tanto tuve que ver poco con él. Salí de la habitación cuando él entró: tenía miedo»". Haley también se marcha. Recibe una oferta de Salvador Minuchin y se va a trabajar a Filadelfia. «Estaba entregado de lleno a mis experiencias con familias y había invertido mucho tiempo y trabajo para tener un laboratorio. Había visto muchísimas familias, unas doscientas, comprendidas las familias "normales". Intentaba hacer funcionar el laboratorio, y Jackson intentaba recoger fondos para hacerlo, pero yo vivía al día y me parecía que el dinero se terminaba, realmente. No conseguí ninguna subvención de ninguna institución importante, de nadie. Entonces, llegó Minuchin y me ofreció un trabajo en Filadelfia. También me sentí tentado a aceptar porque estábamos viviendo unos períodos muy turbulentos en esos años sesenta, en Palo Alto no ocurría gran cosa y yo quería trabajar con los pobres. Minuchin trabajaba en los barrios bajos y yo quería trabajar con él. [...] Palo Alto era un lugar en donde se hablaba de los problemas sociales que había en otros sitios. Era un lugar muy tranquilo».
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El MRI y el Centro de terapia breve
Su marcha supone una gran pérdida para el MRI y algunos no comprenden que ackson lo deje marchar sin reaccionar. Jules Riskin recuerda la impresión que produjo la noticia: «Creo que había una tensión cada vez mayor entre él y Jackson; sé que John Weakland y yo estábamos muy trastornados por la marcha de Haley y fuimos a ver a Jackson: "¿Se puede hacer algo?" Y Jackson estuvo muy seco: "No hay nada que hacer." Era como si ni siquiera quisiera intentar encontrar el dinero. Esto es lo que me hace pensar que probablemente había algo, pero no sé exactamente qué»". Realmente, poco importa; tanto s i esta duda tiene fundamento como si no lo tiene, indica otro problema de esa época: la implicación decrec iente de J ackson en el ins tituto. Jackson no tiene buena salud y, además, está viviendo unos momentos difíc iles en su vida privada. Sólo pas a por el MRI como una ráfaga de viento y casi ya no le interesa por los diversos proyectos en curso. Wendel Ray, que es s in ninguna duda el mejor especialista de Jackson, ha podido preguntar a la mayor parte de las personas que lo conoc ieron bien durante este periodo, y es así cómo ve a s ituac ión del MRI en dicha época: -No sé lo que pasaba con Don en es e momento. Jules [Riskin] me ha dicho que s e marchaba del MRI], lo que corrobora lo que me ha dicho Sluzki; Carlos dice que Jackson estaba cambiando de centro de interés, orientaba su energía hacia la escritura y quería abandonar la parte admin istrativa; hay cartas que lo atestiguan. Entre estas cartas, hay una en donde di ce: "Hoy, me veo más como un escritor que como un administra dor del MRI. " »Sé con certeza que estaba en conversaciones con un cierto [...] Kalman Gyrifas, de la Universidad de Chicago [...] Al dejar la Universidad de Chicago, volvió a Grecia y abrió el Instituto de la familia. Jackson escribe, en otro artículo publicado en el 67 y titulado The individual and the larger context, que está a punto de partir a Grecia para ir a trabajar con Kalman. Su plan era: dejar Palo Alto, partir allí y visitar Europa. En otra carta dice: "Me s iento más escritor que psiquiatra" y habla de su deseo de dedicar más tiempo a escribir, no sólo sobre psiquiatría sino también novelas. [...] El equipo del MRI ¡ules Riskm. conversación con ios aurores.
Los comienzos del MRI
escribió a Jackson para decirle: "Queremos que te impliques más o que te retires"»". La tensión es pues muy fuerte en el instituto cuando, en 1968, encuentran a Don Jackson muerto. Los rumores más diversos circularan sobre las circunstancias de esta muerte. William Fry, en un artículo en homenaje suyo, hablará de suicidio. Igual que Virginia Satir. (¡Incluso se ha mencionado la pos ibilidad de un ases inato!) Esto es ¡o que piensa Wendel Ray: «Ha habido muchos rumores acerca de su supuesto suicidio; es un hecho que murió demasiado joven pero yo personalmente estoy convencido de que no se trató de un suicidio, fue una muerte accidental. Estaba muy enfermo y tomaba muchos medicamentos. Tuvo que ser hospitalizado muchas veces el año anterior. Murray Bowen me dijo personalmente que Jackson rué a Washington y que hubo que llevarle literalmente en camilla al salir del avión para trasladarlo al hospital, estaba en coma; tenia efectivamente muchos problemas tísicos»". Si, como dice William Fry, su enfermedad era muy dolorosa y tenía que tomar una cantidad impresionante de calmantes y de somníferos, llegamos fácilmente a las conclusiones de Wendel Ray que coinc iden por otra parte con las de Watzlawick, Weakland y Fisch. Sea lo que fuere, en pocos meses, el MRI acababa de perder a tres de sus miembros más influyentes y sobre todo a la cabeza de su organizac ión. Nos parece que, cuando el instituto estaba a punto de dar a luz uno de sus más bellos florones, el Centro de terapia breve en su conjunto, nunca se recuperó verdaderamente. 259
La insostenible frialda d de la terapia breve
LA INSOSTENIBLE FRIALDAD DE LA TERAPIA BREVE
Reescnbimos la historia, inventando el pasado para que sea conforme con nuestras necesidades presentes, Warren McCulIoch
Tradicionalmente, la psicoterapia se ha asociado con el descubrimiento de sí mismo, con la toma de conciencia de nuestros determinismos psicológicos profundos, con la superación o la canalización armoniosa'^ nuestras pulsiones inconscientes. Como las dificultades psicológicas se relacionaban con las grandes cuestiones existenciales, la psicoterapia era un medio para partir al descubrimiento de sí mismo, para reconciliar el pensamiento, el cuerpo y las emociones, para desarrollar el potencial propio y «realizarse», etcétera. Entrar en «análisis» (o en los años sesenta, «hacer la Gestalt o la bioenergía) era emprender un viaje hacia el conocimiento de sí mismo, buscar el camino o, más modestamente, el camino propio. Tarea ambiciosa, utópica sin duda, pero la desaparición del sufrimiento psicológico tenía este precio; había que restregar ¡as profundidades fangosas de nuestro inconsciente para ver desaparecer para siempre las nauseabundas burbujas de nuestros síntomas neuróticos que estallaban sin cesar en la superficie de nuestra vida psicológica. La «terapia breve de Palo Alto» se desmarcó completamente de esta concepción de los problemas psicológicos y de la psicoterapia. Para ella, el psicoterapeuta debe abandonar sus grandiosos proyectos y centrarse en el sufrimiento de la vida cotidiana; su tarea se limifa a permitir a ios pacientes hallar lo más rápidamente posible los medios de continuar su marcha sin encontrarse constantemente frente a las mismas dificultades. Las cuestiones existenciales no son de su incumbencia y, por tanto, deben quedar fuera de sus preocupaciones. Algunos seguramente verán en ello el reflejo de un pragmatismo desencantado, de un reduccionismo 260
culpable, de una dimis ión inaceptable. Otros aplaudirán el retorno a una posición realista, a una humildad de buen tono cuando se hace profesión de interferir en la complejidad de la condición humana. De todas formas, el cambio de óptica es enorme. Los miembros del equipo de Palo Alto refutan los grandes entusiasmos sobre los resultados maravillosos de las intervenciones terapéuticas. La felicidad no es el monopolio del psicólogo, ni mucho menos, afirman, y nuestro conocimiento de la naturaleza humana no nos autoriza en ningún caso a aconsejar una manera de vivir más que otra. Y esto por la sencilla razón de que, frente a las cuestiones existenciales, estamos todos en el mismo punto; rodos intentamos encontrar una especie de «modo de emplear» nuestra existencia y, en el momento actual, nadie puede reivindicar un enfoque mejor que otro, en todo caso de una manera absoluta. Además de esta poda del papel y de la función de la psicoterapia, las nociones de «manipulación» intencional, de intervención «breve», de «resolución de problemas», etcétera, características fundamentales de su método de acción, han provocado la ira o el desprecio de muchos partidarios de la tendencia humanista en ps icología. Se ha querido reducir el enfoque terapéutico de Palo Alto a un método superficial, aceptable para dificultades de poca importancia, pero inadecuado para los «verdaderos» problemas psicológicos, si no es como una ayuda temporal. Se ha considerado también que su escaso interés por la riqueza de la vida emocional, su desprecio del papel que tiene la toma de conciencia, el poco caso que hace a la historia individual, todo esto reducía al hombre a una caricatura mecanicista, cuyas referencias a la cibernética descubrían el proyecto. En resumen, se condena «la insostenible frialdad de la terapia breve». No está en nuestra intención querer convencer a los contrarios y, lo que es más, el método de intervención desarrollado en Palo Alto no ¿ifirma que posea la solución a todos los problemas con los que se enfrenta el ser humano en el transcurso de su existencia. Pero las cuestiones planteadas son importantes y responder a ellas permite obtener la imagen de la vida psicológica supuesta por esta concepción de la psicoterapia. Veremos qué parte deja al espíritu humano, a las emociones, a las cuestiones existenciales, y también el papel que asigna a la psicoterapia y al psicoterapeuta. Evitaremos la comparación evaluativa con los enroques psicodinámicos tradicionales sobre cada aspecto tomado se261
E! MRI y eí Centro de terapia breve
paradamente, ya que esto exigiría un trabajo mucho más especializado; solamente una visión global puede permitir apreciar el "mensaje» de la terapia breve y suscitar el debate sobre unas cuestiones más puntuales. Se trata en efecto de dos marcos de referencia distintos, y traducir los elementos de uno al lenguaje del otro indefectiblemente producirá confusión; son los propios marcos los que importa evaluar. Será la ocasión de presentar ciertas ideas muy generales sobre la intervención terapéutica, algunas cuestiones centrales con las que se enfrentan todas las terap ias cualesquiera que sean. ¿Co rno considera el terapeuta a la persona que recibe en su consulta? ¿Esta enferma, y, si lo está, có mo defin ir el mal que sufre? ¿Có mo exp licar las causas de ¡a enfermedad? ¿Qué clase de tratamiento hay que utilizar para ayudarla? ¿De qué orden debe ser la relación entre el terapeuta y el paciente? ¿Cuál es el papel del uno y del otro en e! p roceso terapéu tico, cuáles son las reglas de juego de su relación? Veremos en las páginas siguientes que la terapia breve se desarrolló a partir de una investigación que intentaba precisar y sistematizar las condiciones que conducen a las personas a cambiar. Este punto de partida marcará una diferencia profunda con respecto a los otros enfoques terapéuticos, No hay una hipótesis de partida que se tenga que confirmar, co mo tampoco hay una concepción precisa sobre el funcionamiento del hombre, ni sobre su comportamiento. Desde luego, las premisas explicativas del equipo del MRI sobre el comportamiento humano se nutrian de los conceptos de la cibernética y de la teoría de la información. La terapia estratégica de Enckson y la terapia familiar de Jackson habían aportado al equipo del Centro de terapia breve (al que nos referiremos con la sigla CTB) unas técnicas para abordar el proceso del cambio. Pero, en el modelo de Palo A lto, no hay un modelo teórico intermed iario ' sobre el comportamiento: no tenían una «teoría psicológica» propiamente dicha, a partir de la cual construir un modo de intervención. Ordinariamente, el modelo de funcionamiento «normal» es el que determina el sentido de las intervenciones terapéut icas. Aquí, aunque la pauta explicativa sigue siendo sistémica, lo que está en juego es el proceso mismo de cambio, en su carácter abrupto de ruptura de continuidad con los procesos reguladores habituales de la vida psicológica. Pero entonces, ¿cuáles son las relaciones con Bateson, la doble co acción y la sistémica? Para conocerlas, nos parece interesante presen262
La insostenible frialdad de la terapia breve
t a r la terapia breve en una perspectiva histórica que podrá hacer que aparezca una coherencia poco aparente a primera v ista. Esta perspectiva h istórica t iene tamb ién otra ventaja, a saber, permit ir co mpren der b ien todo el alcance del modelo d esarro llado po r el eq u ipo de Falo A lto . Nuest ra experien cia d e fo rmado res nos ha enseñado que e i método de intervención , con su aparente s imp licidad, es demasia do sumario para permit ir que los «aprendices de terapeutas breves» ¡p recien p len amente el sent ido mis mo de los términos ut ilizados si no t ienen u n cono cimient o del co ntext o d e su aparición .
9.1. Encuentros detrás de un espejo sin azogue En el mo mento en que reanudamos el relato, Bateson acaba de abandonar Palo Alto. El M RI está en plena efervescencia; la reputación de Don Jackson va en aumento y Virg inia Satir desarrolla su programa de formación para la terap ia familiar, lo que aumenta la fama del instituto. Paul Watzlawick trabaja en la conversación estructurada esforzándose en sintetizar y precisar las nociones sistémicas de los trabajos ricos pero inconexos de Bateson, y afinar sus aplicaciones a la psicoterapia. lo'nn Weakland divide su tiempo entre el estudio del chino y las discu siones con Jay Haley sobre los trabajos de Enc kson y su concepción orig inal de la intervención terapéutica. Es el tiempo de la cosecha.
9.1.1. Haley y la terapia e stra té gic a
En 1963, Haley publica su primera obra, Strategies of pjycbotbempy, en la que ut iliza por primera vez la apelación «terap ia breve» 1 . Estos .
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El MRI y el Centro de terapia breve
términos s irven para desc ribir, des de un punto de vis ta de la comu nicación —a partir de ¡as pre misas teóricas here dadas del proyecto Bates on—, las técnicas terapé uticas de Milton Ericks on. A unque el li bro no e xplica e l m ode lo terapé utic o que s e elabora rá e n e! Ce ntro de tera pia bre ve, las ideas que ade la nta indican la dirección en la que bue n número de los m iem bros del MRP .inves tigab an e n a quel momento. E l libro nos ofrece pue s una e s pec ie de «es la bó n que fa lta » que une los tra ba jos de E ricks on 3 , la tera pia breve y la terapia es traté gica ta l c omo fue c once bida por Ja y Ha le y. Definir un objetivo a la intervención. «La terapia breve, que puede definirse como una interve nc ión que c ons ta de una a ve inte ses ione s de tra tam ie nto, no im plica que se ha ga me nos que en una tera pia de larga durac ión. E l e nfoque es, te órica y me todológicame nte, difere n te de! que se basa en las teorías de los proces os intra ps íquicos , De un modo genera l, la tera pia bre ve ataca unos síntomas clara mente definidos . Cua ndo se tie ne n problemas má s va gos, se de fine n unos obje 4 tivos espec íficos y lim ita dos » . Pape l activo de l ter apeuta. E! pa pel del te rapeuta es fundamentalmente dis tinto de lo que es e n las te rapias clás icas . E l «tera pe uta breve » intenta induc ir cam bios de sde la prime ra ses ión. Cua ndo es tá toda vía e n el es ta dio de rec oger informac ión, utiliza ya unas ma niobras que pre pa ra n e l te rre no pa ra e l ca m bio. E l proce s o te ra pé utic o es c ontrola do por e l te ra pe uta , é l es quie n de be tener las rie nda s de la s ituac ión. Concentración ¡obre la situación presente más que sobre el pasado. La recogida de da tos e s funda me nta lme nte difere nte de la que e nc ontra mos e n la terapia a largo plazo: e l terape uta quiere comprender las dific ultade s vivida s actua lme nte . La pregunta que se ha ce el tera pe u ta es: «Da do e l pa sa do de e s ta persona , ¿c uá les son la s dific ulta des que enc ue ntra e n s u vida ac tua lme nte? » Ima gine m os que una pa c ie nte ha ya s ufrido una e xpe rie nc ia tra uma tiza nte , una violac ión .
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La insostenible frialdad de la terapia breve
por e iem plo; e l te ra peuta se pre gunta rá : «¿ Cómo la expe rie nc ia pasa da lim ita las pos ibilida des de acc ión de es ta persona e n e l m ome nto actua l? » N o se tra ta de ne gar el dolor que una e xperie nc ia de es te gé ne ro pue de provoca r, ni de borra r e l rec uerdo, se tra ta de c om pre n der sus re pe rc us ione s en la vida c otidia na de la pac ie nte y ac tua r de modo que ya no se inte rfie ra n e n s u m odo de a da pta c ión e n s u e n torno s oc ia l. Cambio de comportamiento más que toma, de conciencia. El objetivo no es que e l pac ie nte s e dé cuenta de la s dificulta de s o de las ca usa s de estas dific ulta des . E l e nfoque es a nte todo pra gmá tic o y de c om por ta m ie nto: lo que im porta es que e l pac ie nte pue da c om porta rs e de otro m odo, que los s íntoma s des a parezca n, a unque na die, ni e l pa cie nte , ni e l te ra pe uta ha ya «c om pre ndido» verda dera me nte la c ausa o e l orige n de los s íntom as . E n es te se ntido, una e xplorac ión s is te má tica de la infa nc ia de l pac ie nte no e s ne cesa ria . Estim ular la motivac ión del paciente. Otra característica de las tera pias direc tivas c onc ie rne a la actitud de l te ra peuta para es tim ula r la pa rtic ipac ión de l pac ie nte e n e l proce s o de cam bio. U no de los pila res de l enfoque te ra pé utic o de E rickson c ons is te e n pone r e n duda y somete r a prue ba la motivac ión de s us pac ie ntes para cam bia r, c om o hem os dicho a nte riorme nte. Se trata e n c ierto modo de lle var al pa cie nte a entre ver é l mism o la posibilidad de un ca mbio, a unque sea m ínim o, y a pode r as í rec onoce r la s m odificac iones que se produc i rá n en s u s itua c ión, a me dida que progrese e l proce s o te ra pé utico, com o m ejorías de s u es ta do. La ilus ión de rigidez de l problema que da rom c ua ndo s e es ta ble ce la pos ibilida d de ca m bio. E ncontra m os a quí el tema de la partic ipac ión de l pac iente. Pa ra E ric ks on , todo ca m bio de be c om prome te r a l pac ie nte e n una e m pres a e n la que de be coope ra r. Utiliz ación del lenguaje im perativo. Según la técnica utilizada en la hipnos is , e l tera pe uta de be rá da r unas c ons ignas que , s i e l pac ie nte las s igue, lo c onduc irán a e xpe rime ntar unas conduc tas nue vas . P or ta nto, re c urrirá a un le ngua je de tipo «im pe ra tivo», un poc o c om o se ha ce e n las rece tas de coc ina . Na tura lme nte, e l princ ipio e s que, s i el utilizador sigue la s c ons ignas a l pie de la letra , obte ndrá e l res ulta do pre vis to. Las órdene s de ben se r se ncillas, fáciles de se guir, ada pta das al c onte xto de l pac ie nte, a s u le ngua je... 265
E! MR! y el Centro de terapia breve
Utilización de técnicas paradójicas. Otro aspecto de las terapias estratégicas hallado por Haley concierne a la utilización de la paradoja como una de las técnicas más eficaces para provocar un cambio. Para Haley, la base interaccional del método ericksomano consiste en «controlar el comportamiento sintomático del paciente estimulándolo, crear así una situación paradójica, para entonces cambiar de 5 dirección» . Como vemos, se trata aquí de una traducción de las técnicas «extrañas» de Erickson según el lenguaje de las investigaciones sobre la comunicación realizadas en el proyecto Bateson. Las ideas nuevas abundan en el MRI. Llega entonces un nuevo personaje en torno al cual se catalizarán las interacciones que darán a luz el modelo de intervención del equipo de Palo Alto. Algunas palabras de introducción sobre Richard Fisch que iba a ser el iniciador y después el director del Centro de terapia breve.
9.1.2. D ick Fisch: una bnzna de humor judío Richard Fisch nació en 1926 en el frío invierno neoyorquino. Durante sus estudios de medicina, duda entre la cirugía y la psiquiatría, pero se dec ide por esta última orientac ión después de su internado en Brooklyn. Se va a Maryland para especializarse en psiquiatría y, en 1958, después de haber sido instructor clínico en la lohn Hopkins Medical School de Baltimore, decide instalarse en California. Después de haber vivido en estos lugares más tranquilos y llenos de árboles, el regreso a Nueva York le parece demasiado penoso. Le nombran director adjunto en un hospital de la ciudad de San Mateo, entre San Francisco y Palo Alto, pero, al cabo de un año, se da cuenta de que las opciones del hospital en cuanto a las condiciones de mternamiento de los enfermos no son compatibles con su concepción de la psiquiatría. Se marcha pues a trabajar a San Francisco en un programa ambulatorio, pero el trabajo le pesa. Se siente muy aislado y, temiendo caer en una depresión, se decide a buscar ayuda. Cree que la óptica terapéutica sullivaniana le convendría e intenta encontrar a alguien competente en la región. Consigue final-
La insostenible frialda d de la terapia breve
mente el nombre de un psiquiatra que responde a sus deseos: Don lackson. Comienza el tratamiento y Fisch aprecia mucho el estilo de intervención del médico. «Era un hombre carismático y nuestras relaciones eran bastante informales, no tenían nada que ver con la "distancia analítica"». Después de dos o tres sesiones, Jackson le dice que, teniendo en cuenta que presenta ciertos problemas psicosomáticos, piensa enviarle a consultar a uno de sus colegas, que podría tratarle estos síntomas molestos antes de continuar la terapia. Fisch no ve esta proposición con buenos ojos: «¡No se tienen dos terapeutas!» Pero todavía no ha tenido tiempo de negarse cuando Jackson le da el golpe definitivo anunciándole que además su colega ¡utiliza la hipnosis! Se necesitaba el carisma de Jackson para convencer a un psiquiatra de que fuese a consultar a un «charlatán». No obstante va y, después de algunas sesiones con John Haley, su problema psicosomático se ha resuelto y su depresión ha desaparecido. Entonces Dick Fisch, intrigado, se interesa por la hipnosis un poco más. Se entera de que el Mental Research Institute organiza unas formaciones para la hipnoterapia. Como el instituto está cerca de su despacho de consulta, se inscribe: su primer formador será John Weakland. En esa época, ha dejado su trabajo en el hospital general de San Francisco y trabaja a pleno tiempo como terapeuta privado. También frecuenta cada vez más el MRI y se inscribe en la formación en terapia familiar, que empieza, poco a poco, a integrar en su enfoque terapéutico. Fisch, estando solo, con sus pacientes como únicos interlocutores, se aburre. La actividad intelectual que reina en el MRI, el dinamis mo d-e todas estas personas a las que conoce ahora cada vez mejor, todo esto aviva su deseo de tener un papel más activo. Ya está en el comité de formaciones pero desearía participar más, hacer investigación. Mantiene una relación privilegiada con John Weakland y le gusta intercambiar ideas con Paul Watzlawick. Además tiene la costumbre de discutir los casos difíciles que él encuentra y ellos lo han ayudado a salir de muchos atolladeros sugiriéndole que utilizase unas técnicas «estratégicas». Estamos en 1966 y Dick Fisch se decide a ir a hablarles de su deseo de unirse a ellos. John Weakland recuerda ese momento: «Dick tenía su despacho en Hamilton Avenue" y
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El MRI y el Centro de terapia breve
solamente había una ventana muy alta, cerca del techo, que daba a un vestíbulo de paso; tenía la impresión de volverse loco. Veía pacientes todo el día y quería salir, mantener contactos y hacer cosas interesantes con otras personas. Entonces se dijo que podríamos reunimos y hacer tratamiento experimental. Paul se sentía atraído por la idea y yo también, porque en ese momento, de una manera o de otra, la-terapia familiar" parecía ser cada vez más larga. Aparecían artículos que decían cosas así: "Después de un año de terapia solamente estaba clara la naturaleza del problema." Y me dije: "¡Dios mío, estamos siguiendo el mismo camino que los analistas!" No queríamos estirar la terapia, hacerla cada vez más larga, no es eso lo que queríamos, no era esta nuestra idea, no se trataba de esto, se suponía que nosotros "resolvíamos la cuestión" (get tbings done]. Yo estaba pues más que entusiasmado en la idea de participar en un provecto de esta clase»'.
9.1.3. John, PauL Dicky los otros…
Así pues, aceptan con entusiasmo la idea de Dick: «Reunámonos y sigamos a los pacientes dentro del marco de una investigación sobre estas técnicas que parecen prometedoras. Veamos para qué casos Funcionan, cómo pueden utilizarse mejor estas técnicas.» Jay Haley se dispone a ayudarlos en la organización. John y Paul están evidentemente a favor de la iniciativa. Pero necesitan dinero y entonces se dirigen a Jackson que confirma su reputación.. Obtiene un fondo principal de la Lake B. Hancock Foundation y de la T.B. Walker Foundation que permite financiar los dos primeros años de funcio'namiento. Se ven rápidamente obligados a encontrar un nombre para el proyecto, para que los pacientes puedan saber exactamente adonde deben dirigirse. El proyecto de investigación está, desde luego, dentro del MRI pero, ahora, constituyen un equipo de trabaio agrupado con un objetivo bien definido. Se preguntan qué nombre van a darle al proyecto. Fisch cuenta: «Estábamos interesados por la terapia
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de corta duración, entonces: "terapia breve". Pero ¿terapia breve qué? Centro-de terapia breve, ¿no es un nombre magnífico? [Risas.] Entonces dijeron que sí.» Y se creó el centro. Al equipo de base —Dick Fisch, que será el director del proyecto, Paul Watzlawick y John Weakland— se unirá Arthur Bodin, un joven psicólogo que iba y venía por el MRI desde 1963, cuando hacía su internado en ps icología c línica y preparaba su tes is de doctorado. Art trabajaba entonces desinteresadamente para Paul Watzlawick en l,i investigación sobre la conversación estructurada. Por tanto se une naturalmente al proyecto del Centro de terapia breve. El equipo de partida está al completo. La organización del trabajo es sencilla. Un terapeuta ve a una familia mientras los otros observan a través de un espejo sin azogue; el terapeuta puede salir de la sala y discutir con sus colegas que, también, pueden intervenir entrando en la sala. Las conversaciones se registran en una c inta magnetofónica. Una vez por semana, el equipo se reúne para discutir los casos y las intervenc iones. Deciden también invitar a otros terapeutas a seguir algunas situaciones, principalmente a. Jackson y Haley, quienes participarán regularmente y seguirán un caso cada uno. El proyecto comienza en enero de 1967.
9.1.4. El cam ino se hace andando
«Así pues, el comienzo del proyecto fue muy abierto e informal. "Examinamos unos casos; nos intrigan estas intervenciones (en gran parte el trabajo de Erickson, en algunos casos el de Haley), veamos en qué situaciones estas intervenciones son interesantes, apropiadas"'. Bodin, Fisch, Watzlawick y Weakland comienzan pues por tratar a unas familias y a unas parejas a las que ven juntos siguiendo una versión suave del modelo de la terapia familiar clás ica. Se concentran en primer lugar sobre las interacciones, sobre el modo como las personas se comunican entre sí. Sin embargo, como no pueden negar s u influenc ia eric ksoniana, se co ncentran también sobre un 269
La insostenible frialda d de la terapia breve
El MRI y ci Centro de terapia breve
solamente había una ventana muy alta, cerca del techo, que daba a un vestíbulo de paso; tenía la impresión de volverse loco. Veía pacientes todo el día y quería salir, mantener contactos y hacer cosas interesantes con otras personas. Entonces se dijo que podríamos reunimos y hacer tratamiento experimental. Paul se sentía atraído por la idea y yo también, porque en ese momento, de una manera o de otra, la-terapia familiar"parecía ser cada vez más larga. Aparecían artículos que decían cosas así: "Después de un año de terapia solamente estaba clara la naturaleza del problema." Y me dije: "¡Dios mió, estamos siguiendo el mismo camino que los analistas!" No queríamos estirar la terapia, hacerla cada vez más larga, no es eso lo que queríamos, no era esta nuestra idea, no se trataba de esto, se suponía que nosotros "resolvíamos la cuestión" (get things done). Yo estaba pues más que entusiasmado en la idea de participar en un proyecto de esta clase»7.
9.1.3. John, Paul D ick y los otros...
Así pues, aceptan con entusiasmo la idea de Dick: «Reunámonos y sigamos a los pacientes dentro del marco de una investigación sobre estas técnicas que parecen prometedoras. Veamos para qué casos funcionan, cómo pueden utilizarse mejor estas técnicas.» Jay Haley se dispone a ayudarlos en la organización. John y Paul están evidentemente a favor de la iniciativa. Pero necesitan dinero y entonces se dirigen a Jackson que confirma su reputación. Obtiene un fondo principal de la Lake B. Hancock Foundation y de la T.B. Walker Foundation que permite financiar los dos primeros años de funcio'narmento. Se ven rápidamente obligados a encontrar un nombre para el proyecto, para que los pacientes puedan saber exactamente adonde deben dirigirse. El proyecto de investigación está, desde luego, dentro del MRI pero, ahora, constituyen un equipo de trabaio agrupado con un objetivo bien definido. Se preguntan qué nombre van a darle al proyecto. Fisch cuenta: «Estábamos interesados por la terapia
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de corta duración, entonces: "terapia breve". Pero ¿terapia breve qué? Centro-de terapia breve, ¿no es un nombre magnífico? [Ris as.] Entonces dijeron que sí.» Y se creó el centro. Al equipo de base —Dick Fisch, que será el director del proyecto, Paul Watzlawick y John Weakland— se unirá Arthur Bodin, un joven psicólogo que iba y venía por el MRI desde 1963, cuando hacía su internado en ps icología clínica y preparaba su tesis de doctorado. Art trabajaba entonces desinteresadamente para Paul Watzlawick en la investigación sobre la conversación estructurada. Por tanto se une naturalmente al proyecto del Centro de terapia breve. El equipo de partida está al completo. La organización del trabajo es sencilla. Un terapeuta ve a una familia mientras los otros observan a través de un espejo sin azogue; el terapeuta puede salir de la sala y discutir con sus colegas que, también, pueden intervenir entrando en la sala. Las conversaciones se registran en una c inta magnetofónica. Una vez por semana, el equipo se reúne para discutir los casos y las intervenciones. Deciden también invitar a otros terapeutas a seguir algunas situaciones, principalmente a Jackson y Haley, quienes participarán regularmente y seguirán un caso cada uno. El proyecto comienza en enero de 1967.
9.1.4. El cam ino se hace andando
«Así pues, el comienzo del proyecto fue muy abierto e informal, "Examinamos unos casos; nos intrigan estas intervenciones (en gran parte el trabajo de Erickson, en algunos casos el de Haley), veamos en qué s ituac iones estas intervenc iones son interesantes, apropiadas"'. Bodin, Fisch, Watzlawick y Weakland comienzan pues por tratar a unas familias y a unas parejas a las que ven juntos siguiendo una versión suave del modelo de la terapia familiar clás ica. Se concentran en primer lugar sobre las interacciones, sobre el modo como las personas se comunican entre sí. Sin embargo, como no pueden negar su influenc ia encks omana, s e concentran también sobre un
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«problema» más o menos delimitado, el sínto ma. «[Erickson] emplea ba mucho tiempo y esfuerzos para obtener una imagen bastante detallada d el sínto ma, del p rob lema o de la qu eja y d el mo do co mo eran vividos»'1 . Deb ían observ ar el impacto d e la int eracción sob re el sínto ma y , de acuerdo con los preceptos de la terap ia familiar, intentaban comprender la función de éste en la familia: ¿qué permit ía obtener el sínto ma al sistema? Después de d icho análisis , era important e llevar a las personas a unas interacciones de otra clase. Pero este «de otra clase» no estaba siempre muy claro; por una parte, era necesario un camb io en la interacción y, por otra parte, había que hacer muchas man iob ras para tener en cu enta la fun ción d el s ínto ma. La d irec ción de este «de ot ra clase» parecía dada a menudo po r una especie de sexto sentido de la co mun icación 1 ", tan poco exp lícitas eran las b as es . . . Las terap ias se desarrollaban el miércoles por la tarde y la reun ión de equipo e! viernes por la mañana. En la «reun ión del viernes», a menudo se quedaban sorp rend idos de su unanimidad acerca de la mejor dirección que había que seguir en cada caso. Cada vez era más evidente que compart ían las mismas premisas, pero ¿cuáles? Al mis mo tiempo , su propia p ráctica evolucionaba. Cada éxito les permit ía aumentar el peso de ciertas intervenciones, cada fracaso daba nuevas respuestas a la pregunta: « ¿Qué haríamos diferente si estas perso nas se presentasen mañana?» Necesit aban unas bases claras, un marco que les permitiera sacar conclusiones, establecer ciertas co mparacio nes. «Entonces, o rgan izando el p royecto, la metodolog ía que consistía en "revisar los casos" era insuficiente. Hab ía que definir un límite tempo ral, no pod íamos cont inuar indefin idament e s i n tener unos datos que pud ieran co mpararse: no era un cent ro de t rat amiento s ino un centro d e invest igación . Un poco arb it rariament e, acabamos por decid irnos por d iez sesiones. Entonces , este marco camb ió nues-
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La insostenible frialda d de la terapia breve
tra manera d e abo rdar la inv estig ación; esto nos h izo pasar de " Vea mos para qué casos estos mecanismos son ap ropiados" a " Veamos qué es lo máximo q ue pod emos h acer po r la g ent e en d iez s esiones para to dos los casos" . Enton ces , ev iden temente, d urant e la d is cus ión de los casos , s i n q ue h ub iese h ab ido un a d ecis ión fo rmal, n os decía mo s : " Bien , ten emos d iez s es ion es con est as p erso nas . Cu ál es el camb io mín imo (si es posib le est ratég ico) que, si nos det enemos des p ués d e d iez ses ion es, p od ría condu cir a un a ext ens ión d el camb io después, algo co mo un efecto 'bo la de n ieve' o la p ropag ación de las on das cu ando arro jamos u na p ied ra a un est anqu e." As i la metodo lo g ía camb ió nues t ro p ensamien to; s i p iens as qu é es pos ib le hacer en d iez sesiones, entonces p iensas auto mát icamente en ser act ivo . Y, en este marco d e act iv id ad, t ienes que inclu ir: " ¿Qu é debo hacer qu e haga la gente?" Si t ienes que llevar a la gente a hacer algo , estás obli gado a p ensar: " ¿Có mo actu aré para hacerles hacer algo?" Esto esta b a en evo lu ció n , nada estaba fo rmalizad o , nos d escub rimos a nos ot ros mis mo s desechando algun as in fo rmaciones . As í es co mo p ued o calificar me)o r nu est ra evo lu ción . Po r ejemp lo , para un p ro blema d e pareja, al p rincip io d e la invest igación les p reguntábamos : " ¿Có mo se conocieron ?" Y —en nuest ros esfuerzos po r hacerles h a cer algo — vimos que tal in formación y a no era pert inent e, as í qu e y a n o h ici mo s más est a p regu nt a. Cu ant as men os p reg unt as h ag áis , más tiempo ganáis. [Risas]»". Poco a poco , no sólo evo lucionan sus técnicas, sino que aparecen ideas nuevas. Trabajan con el grupo familiar y con las parejas de una manara con junta, hasta el d ía en que, ante un fracaso de su trata miento, llegan a preguntarse si no es el marco mis mo que se han i mpuesto lo que está en tela de juicio . « Fue uno de los casos que había mo s v isto el que emp ezó a hacern os camb iar; era una p areja en la que la mu jer estaba dep rimida, ya hab ía sido hospitalizad a varias ve ces y el mando estaba muy preocupado po r esta situación . Ella estaba otra vez dep rimid a; los v imos juntos. Una mu jer o besa qu e, du rante la sesión, se sentaba así [en el borde de la silla] con una actitud muy deprimida, y nos parecía que el mando hacia algunas cosas que au mentaban su depresión . Ten íamos grandes d ificu ltades para conse 271
La insostenible frialda d de la terapia breve El MRI y el Centro de terapia breve
guir que él actuase de otro modo. Una de las razones de esta dificultad, que pudimos observar al revisar el caso, era que parecía muy intimidado por la presencia pesada y silenciosa de su mujer. Cada vez que decía algo, se volvía a mirarla, como para pedirle permiso. Se terminó el tratamiento y nos dijimos que, si hubiésemos podido volver a empezar, hubiésemos obtenido mejores resultados viéndole a él solo. [ ... } Somos un centro de investigación, si en el futuro encontramos casos parecidos, trabajamos con la persona que nos parece más "estratégica" en la interacción. Esto introducia ya el concepto de "solicitante", en lugar del de "paciente designado", como elemento importante para la intervención. Después, continuamos viendo a las personas juntas, pero también veíamos a personas separadamente. Y Funcionó muy bien. Por tanto continuamos»'2 . Esto refleja bien el espíritu con el que el Centro de terapia breve progresó, totalmente dentro de la óptica d-e Erickson: para ellos, el análisis interaccional no ofrece una respuesta automática al proceso de cambio. Es la eficacia de la intervención misma la que es determinante, la que es el objetivo de las reflexiones teóricas. Se pretende dirigir una mirada interaccional sobre el método de cambio, lo que permitirá llegar a formalizar una «teoría de la intervención» no basada en una teoría de la familia, sino en la eficacia de una relación terapeuta-paciente con un objetivo preciso: el cambio de comportamiento deseado por el paciente. Lo importante es tener resultados concretos, en la línea de Jackson y, por supuesto, de Erickson. «Estábamos abiertos, tanto como era posible estarlo; era ésta una de las ventajas que el MRI nos había procurado. No hubiésemos podido trabajar asi si hubiésemos tenido que plegarnos a un protocolo de investigación rígido. Nuestro proyecto era muy flexible, "intentemos esto o aquello". En una universidad o en una fundación privada, hubiésemos tenido que llegar con un formato de investigación muy claro, muy constrictivo»13. Fue durante el tratamiento de otro paciente cuando descubrieron otra noción clave de su enfoque. Esta nueva idea será incluso la «marca registrada del modelo de Palo Alto». Esto los alejará todavía 272
más de la terapia familiar y dará una respuesta a la pregunta obsesiva que les perseguía desde el comienzo del proyecto: «¿Qué es esta "otra cosa" que las personas que nos consultan deben hacer?» «Estábamos sentados, discutiendo unos casos que habíamos seguido aquella semana, cuando nos pusimos a hablar de lo que los clien tes decían. Recuerdo que a menudo nos decíamos : "¡Dios mío, qué ingenuo es esto!" Éramos todos terapeutas experimentados, que habíamos trabajado con muchas personas y con gran cantidad de problemas diferentes. Sabíamos que ciertas reacciones no servían para nada. Por ejemplo, la depresión no desaparece porque se le diga a alguien: "¡Anímate, vamos, sóndeme!" Veíamos a menudo ejemplos como este. Recuerdo con claridad un caso: unos padres que vinieron con su hijo de seis o siete años; el padre era el princ ipal solic itante. El chiquillo estaba aterrado ante la idea de ir al colegio, lo que se llama una "fobia escolar". Y el padre decía: "Yo intento tranquilizarlo, ya le he dicho lo mucho que me divertía en la escuela y que él tam bién estará contento." Recuerdo que yo estaba detrás del espejo sin azogue y que me decía: "¡Esto no es verdad! A pesar de todo él no espera que su chaval le diga: ' Bien, papá, s i dices que te divertiste mucho, ya no tengo miedo.' No era pos ible, era realmente muy in genuo. " Discutimos esto en equipo y llegamos a la conc lus ión de que, sea lo que fuere que dispus iéramos para después —porque en aquella época, creíamos todavía en las "agendas ocultas" y en la "necesidad del síntoma", etcétera—, debíamos primero poner fin a esta actitud tan ingenua del padre. Y le dimos al padre la tarea de ir a su casa y decirle al niño: "Debo confesarte que no he s ido tot almente honrado contigo acerca de mi escolaridad; también para mí era du ro." Y si recuerdo bien, nos habíamos dicho: "Esto es solamente un preliminar antes de intervenir realmente. " El padre volvió a la se sión siguiente, había hecho lo que le habíamos dicho y... ¡el niño estaba en el colegio! » [...] Estábamos sorprendidos, porque ¡nosotros todavía no habíamos empezado nuestra intervención! Creo que es el primer caso en el que percibimos claramente la importancia estratégica de prohibir los intentos de solución. Éste fue el comienzo de la discusión sobre nuestro modo de intervenir [...]. Revisando los casos anteriores, llegamos a la conclusión de que hubiese sido más interesante ptohibir 273
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a la gente que h iciesen lo que hacian respecto al prob lema. En nues tras d iscusiones, llamábamos a esto "soluciones", hasta que acaba mos por decirnos: "Pero esto no son soluciones, llamémos las 'inten tos de solución' (attempted solutions),.. ya que, de hecho, no resuelven nada"»'4 . Durante el verano de 1972, los miemb ros del equ ipo se sienten preparados para formalizar los resultados de la evolución de su práctica de intervención y deciden escribir su primer art ículo 1 ', Las nociones básicas se precisarán, igual que las técn icas de intervención que, poco a poco, serán sistematizadas y descritas en la obra más céleb re del equ ipo del Cent ro de t erap ia breve, Cambio que se publicó en 1974.
Los autores estudian los procesos de la g énes is y del man ten imiento de los prob lemas psico lógicos y el modo co mo pueden ser resueltos; se esfuerzan también en mostrar có mo el buen sentido y la lóg ica fracasan a veces miserablemente allí en donde unos medios iló g icos y ap arent ement e desp rov istos de sent ido pued en p rodu cir un camb io radical. Dos preguntas parecen cent rales para la psicote rap ia: ¿Có mo persiste esta situación no deseada y qué h ay que hacer para camb iarla? Vamos primero a abordar el proceso del cambio mis mo : veremos después lo que hay que entender por «problemas hu manos» según la óptica de Palo Alto; acabaremos con una exposición de las caracteristicas fo rmales del proceso de reso lución de estos prob lemas, el modelo de intervención d e la terap ia brev e.
9.2. Los principios básicos de la terapia breve 9.2.1 El cambio Globalmente, el modelo de intervención de la terapia breve está a punto desde la publicación de Cambio. Las obras posteriores de los^ miemb ros del equ ipo desarro llarán algunas de sus imp licacion es para la vida psicológica 17 o el contexto sociocultural", o bien las modalidades prácticas de su aplicación estrictamente terapéutica'0 . Pero estas precisiones no volverán a so meter a discusión las grandes líneas de su concepción de la génesis y de la resolución de los problemas hu manos expuesta, d esde 1974, en est a primera (y ún ica) ob ra co mún.
Para encuad rar sus reflexiones sob re el camb io, los autores recu rrirán a la teoría de los g rupos 20 y a la teoría de los t ipos lógicos. No
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La insostenible frialdad de la terapia breve
E! MRI y el Centro de terapia breve
nos extenderemos sobre el uso de la teoría de los grupos para no sobrecargar inútilmente la presentación. Los conceptos que hemos citado anteriormente bastarán para exponer las ideas principales. Digamos simplemente que la teoría de los grupos ofrece una analogía que permite ilustrar el hecho de que ciertas acciones, ciertas actitudes que se supone que aportan un cambio benéfico no hacen más que pener en jnarcha unos mecanismos reguladores homeostáticos que establecen el equilibrio anterior; lo que se resume en la célebre fórmula: «Cuanto más cambia, más es lo mismo.» Por el contrario, existen cambios que conciernen al conjunto del sistema, a lajnormajde su funcionamiento. Para explicar este cambio de estructuras, es necesario recurrir a una teoría que tenga en cuenta a la vez los elementos, pero también el conjunto del s istema. La teoría de los tipos lógicos permite esta doble mirada y puede, por tanto, explicar el proceso de trascendencia del marco de referencia21. Estas dos teorías proporcionan dos modelos: e! primero permite aprehender el cambio que se produce en el interior de un conjunto que en sí permanece invariable; el segundo permite comprender la relación de los elementos con la clase y el cambio que constituye el 2 paso de un tipo lógico a otro '. Ellos sacan dos conclusiones de los tipos lógicos: - Hay que separar cuidadosamente los niveles lógicos si se quie ren evitar las paradojas. - El paso de un nivel a un nivel superior implic a un salto, una discontinuidad: un cambio en sí mismo «del mayor interés teórico y [... de la mayor importancia práctica, porque permite s a lir del siste ma». El cambio que conserva el sistema será llamado el cambio 1, representa una ecuación de invariancia; el cambio del sistema mismo, un «metacambio», será llamado el cambio 2. En el cambio 1, los ele-
mentos se modifican; en el cambio 2, las reglas de transformación son las que sufren los cambios.
a) Cambio de tipo 1 De un modo general, se hablará de cambio de tipo 1 cuando las reglas de las relaciones siguen siendo las mismas. El ejemplo más sencillo es la desviación con respecto a una norma de funcionamiento. Esta desviación será automáticamente compensada por unas reacciones homeostáticas. Notemos que este proceso de regulación por feed-back » puede manifestarse tanto en los sistemas interpersonales estables, por ejemplo una familia, una empresa, etcétera, como a nivel del sistema de pensamiento de un individuo. Hemos dicho antes que la organización de las ideas, del pensamiento, puede en efecto ser considerada como un sisterna jerarquizado que intenta mantener su equilibrio. Toda idea nueva será pues objeto de un proceso de «neutralizac ión» que tendrá como fin dejar intacta la"estructura general del sistema de pensamiento. Si tomarnos el ejemplo de una actitud referente a la educación de los hijos, podríamos decir que cada familia ha establecido, al menos implícitamente, un arsenal de medidas educativas que juzga adecuadas. Frente a algunas dificultades con los hijos, se tomaran unas medidas reguladoras de acuerdo con las premis as. Sólo cuando todas las medidas posibles en este marco resulten ineficaces, el sistema se enfrentará con una «crisis» que, eventualmente, podrá acabar en una ampliac ión, que a veces necesitará una reestructuración en profundidad, de las premisas anteriores. En este caso, como en los sistemas interpersonales, podrá decirse que las reglas de funcionamiento han cambiado, a menudo por el abandono de ciertas redundancias establecidas anteriormente, devolviendo así flexibilidad al sistema. También puede incluirse en la categoría del cambio de tipo 1 los «desplazamientos del síntoma», como han sido descritos por Jackson princ ipalmente; por ejemplo, cuando un joven adolescente deja sus comportamientos delictivos, los padres advierten unos comportamientos malos en uno de sus hermanos, por los que éste puede llegar a cometer actos de delicuencia. O también, el tratamiento de la frigidez de una mujer puede acarrear la impotencia del marido. 277
E! MRI y el Centro de terapia breve
Si consideramos una relación entre dos personas, una pareja por eiemp lo , podemos notar que, dado un cierto t ipo de relación, pue den producirse muchos co mportamientos a primera vista muy dife rentes sin que se reconsidere la relación. Si un marido dirige la conducta de su esposa, puede hacerlo prohib iéndole ciertos actos o autorizándo le ciertos ot ros: ya que dar su autorización es, po r su puesto; otra forma de control tal vez más sutil. Todas las escaladas interaccionales pueden incluirse también en este tipo de camb io; v iéndose cada uno simp lemente co mo algu ien que reacciona a las acciones del otro: la carrera de los armamentos, los problemas árabe-israelíes, etcétera, son ilustraciones bien conocidas.
b) Camb io d e t ipo 2 El camb io de tipo 2 a menudo parece producirse s i n ton ni son, co mo una especie de « ilu minación repent ina que surge de una ma nera imp revisib le»". Sm embargo, sólo a la lu z del camb io 1 parece ilógico el camb io 2, «pero si uno se sitúa fuera del sistema, solamen te aparece como un cambio de las premisas […] que gobiernan el sistema corno totalidad. Es ev idente que el equ ipo de Palo A lto se intereso sobre todo en esta clase de cambios; en efecto, cuando los procesos habituales de regulación se revelan ineficaces, el sistema atraviesa una crisis importante y puede entonces decidir recurrir a una persona extenor. El método y las técnicas de intervención tendrán po r obieto pues, la mayoría de las veces, suscitar un camb io de t ipo 2, co mo veremos.
9.2.2. Cuan do la solución se co nvierte en el problem a Ya lo hemos v isto y record ado: en los sistemas estables el moto r del cambio es la desviación con respecto a una norma. Cuando hace frío, realizamos unas acciones correctivas; si la acción no es suficien -
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te para rest ab lecer la no rma, cont inu amos ab rigán donos más h asta que y a no t enemos frío . Ig ualment e, s i un n iño n o respet a una no r ma fami liar, p o d emo s au ment ar la imp o rt an cia de nu est ras s an cio nes h ast a el mo men t o en qu e su co mp o rt amien to v uelva a s er conforme. Mecan is mo regu lador que Wat zlawick y sus colegas resu mirán en la fó rmu la «hacer más de lo mis mo». Se trata pues de una man era sencilla y « lóg ica» de reso lv er un prob lema. Digamos po r ot ra parte qu e, muy a menudo , est o permit e acab ar co n la d ificu ltad. Pero el equ ipo d el CTB most rará qu e, cu ando esta so lución ló gica se ut iliza de man era inap rop iada, puede tamb ién conducir a la agravación del p rob lema y no a su reso lución. Incluso irán más lejos y afirmarán que la mayor parte de los prob lemas psico lógicos e inter accionales que encontramos en las consultas de los especialistas de la salud mental se deben a este t ipo de soluciones inadecuadas: las soluciones mantienen y refuerzan el problema, qu e se intenta resol ver. Este mecanis mo no concierne solamente a los problemas psicoló gicos; algunos problemas de la sociedad son muestra del mis mo tipo de fenómeno. Los autores citan particularmente la experiencia ameri cana de la p roh ib ición . En los años treint a, los Estados Un idos to man medidas para frenar el au mento del alcoholis mo, pero estas me didas se revelan ineficaces. Se intensifican entonces las medidas hasta la prohib ición de todas las bebidas alcohólicas. Y finalmente hay que reconocer «que a un porcentaje elevado e igual de alcoholis mo vienen a añadirse nuevos alcohólicos, así co mo una expansión del contra bando, de la co rrupción y de la guerra de las bandas de malhecho res», sin hablar por supuesto del aumento de los riesgos debidos a la ingestión de alcoholes adulterados. Ante una mala solución , los problemas empeoran y, ante una intensificación de la mala solución, la degradación del problema se acelera. Los autores añaden que esto no imp id ió que la Ind ia tamb ién intentase la p roh ib ición con los mis mos resultados ni, añadiríamos nosotros, que todos los países occidentales luchen contra la droga de una manera casi idéntica, con los mis mos resultados una vez más. Por lo que concierne a los problemas psicológicos, podemos decir que actúa el mis mo princip io cuando animamos a una joven anoréxica a que co ma, a un dep rimido ap ro -
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vechar esta «vida maravillosa», cuando nos esforzamos por conciliar el sueño en caso de insomnio, etcétera. «[...] en algunas circunstancias, aparecen problemas simplemente como resultados de tentativas mal dirigidas para modificar una dificultad real... o bien, lo que todavía es más absurdo, una dificultad inexistente [...]»"'. La óptica del equipo del Centro de terapia breve es, globalmente, que debemos hacer una distinción importante entre las dificultades «normales» de la vida cotidiana y los «problemas psicológicos». La vida es un cambio perpetuo y, de vez en cuando, nos encontramos frente a unas dificultades de adaptación a nuestro medio, dificultades que superamos generalmente por medio de unas acciones de «sentido común» (generalmente unos cambios de tipo 1). Así pues, hay que diferenciar estas dificultades «normales» de los problemas recurrentes: algunos apuros o dilemas insoportables que, la mayoría de las veces, se deben a unas soluciones inadecuadas empleadas para resolver dificultades.' O también, para utilizar una fórmula citada a menudo por John Weakland: «La vida es una sene ininterrumpida de dificultades; un problema es la misma dificultad que se presenta una v otra vez»2*.
9,2.3. La resolución de los problemas
Como hemos visto en nuestra historia de la creación del Centro de terapia breve, el equipo de Palo Alto va a contracorriente de las prácticas tradicionales, tanto analíticas como sistémicas, a nivel del método de intervención terapéutica. En efecto, reconsiderando los a. priori de estos diversos enfoques, los «mitos» sobre el cambio, como ellos los llaman, llegan a formular algunos preceptos originales. Ellos nos previenen de que su teoría es también solamente un mito, pero: «Diríamos que algunos mitos nos parecen menos míticos que otros» ;'. Toda teoría es siempre una construcción mental; una construcción es mejor que otra si permite una mejor eficacia de la acción. Este es el mensaje
La insostenible frialdad de la terapia breve
fundamental del «constructivismo» al que Paul Watzlawick se referirá muy a menudo más tarde para apoyar sus tesis 30. Ya lo hemos dicho, al no encontrar rastro de estudios precisos sobre el cambio, parten ellos mismos a trabajar sobre el terreno, en busca de testigos privilegiados. Encuentran a personas que trabajan en un contexto que les hace introduc ir un cambio rápido en s ituaciones críticas; preguntan a policías, camareros, terapeutas, personas que han experimentado cambios espontáneos. Los resultados son más bien pobres, pero descubren que «el don de resolver problemas de una forma inhabitual a menudo va acompañado de la incapacidad de clarificar, para sí mismos y más aún para los otros, la clase de pensamiento y de acción que han empleado en estas intervenciones con éxito. Después hemos descubierto que nosotros mismos habíamos recurrido a unas técnicas de cambio análogas, lo que parecía indicar que actuábamos sobre la base de un conjunto de suposiciones implícitas». Aunque ninguna teoría puede deducirse de tales investigaciones, estas confirman que el cambio repentino no tiene nada que ver con las teorías clás icas (los «mitos») sobre el cambio. Veamos algunos ejemplos": - Una madre lleva a su hijo a la escuela maternal cada mañana. Cuando ella da señales de que va a marcharse, el niño llora tanto que se ve obligada a quedarse con él en la escuela. La misma situa ción se reproduce cada mañana. Un día, la madre no puede acompa ñar al niño y lo lleva el padre; como él ineludiblemente debe acudir inmediatamente a su trabajo, se ve obligado a dejar al niño llorando. Pero apenas ha franqueado la puerta de la escuela, el niño deja de ílorar. Cuando la madre puede reanudar su tarea, todo va bien, el ni ño ya no llora. - Una pareja se está yendo a pique. Desde hace meses, ya no man tienen ninguna relación sexual. Un día, les invitan a pasar un fin de semana en casa de unos amigos. Se alojan en una habitación en la que la cama está apoyada en la pared; el marido tiene que levantarse por la noche, pasa por encima de su mujer y, sintiendo de nuevo de-
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seo de ella, hacen el amor. A partir de este mo mento, su relación me jo ra y su sexu alidad vuelve a ser normal. — Un ho mb re soltero de unos cuarenta años sufre agorafobia. Es ta va adquiriendo proporciones cada vez mayores hasta que él llega a temer que no podrá salir para satisfacer sus necesidades elementales. Co mp letamente desesperado, p iensa en suicidarse. Dec ide salir, persuad ida de que su terro r y su angust ia le p rov ocarán u na cris is card íaca in mediata. Pero , una vez fuera, su angustia se calma y el problema desaparece para siempre. ¿Qué conclus ión sacar de estos ejemp los t an d ispares a p rimera vista? Su punto común es que la acción decisiva se ha aplicado al intento de solución , «a lo que se ha hecho para so lucionar la d ificu l tad». La madre permanece cada d ía con su hijo para calmarlo; es un cambio 1, deja la s ituación igual. Los prob lemas vividos por la p areja han jiecho que ambos se eviten cada vez más; la visita a casa de sus amigos ha hecho imposible el que se evitasen. El ho mbre agorafóbico resolv ía su dificu ltad no alejándose de los lugares en los que no sen tía angustia; el prob lema desaparece cuando abandona su «solución».
La intervención de reso lució n d e p rob lemas A partir de su enfoque de la naturaleza y de la génesis de los problemas asi co mo de los mecanis mos que llevan a su resolución, el equipo del MRI elabora una práctica de intervención en cinco tiempos. El te rapeuta adopta un modo de proceder muy parecido al del ant ropó lo go: encuentra a una persona que sufre y que no consigue hallar los me dios de restablecer un estado satisfactorio a través de sus contactos con su entorno. Sin intentar categon zar a priori el sufrimiento, intenta, en un primer t iempo , co mprender esta dificu ltad de adaptación tal co mo se manifiesta concretamente en la vida del paciente y determinar los mecanis mos de regulación inoperantes. Utiliza entonces la relación terapéutica para bloquear las soluciones estériles y hacer que el paciente adopte unas conductas o actitudes nuevas que resuelvan el p roblema. Es difícil co mp render la orig inalidad de este enfoque si no se precisa, por cont raste, lo que no es. El t erap euta no h ace n inguna h ipótesis sobre las «causas» (intrapsíquicas o sistémicas) del prob lema; no 282
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intentará saber, por ejemp lo, si en la in fancia el paciente ha sufrido algunas experiencias que permitan co mp render su co mpo rtamiento actual. Esto no imp lica que él niegue tal eventualidad 33 sino simple mente que no es necesario disponer de estas informaciones para pla near el pro ceso del t ratamiento . Po co impo rtan las experiencias anteriores que permitan exp licar el sínto ma, lo esencial es que des aparezca lo más pronto pos ib le. Igualmente, no intent ará co mp ren der la función que el síntoma pueda tener en el sistema familiar; es probable que el s istema relacional del paciente se haya regulado en torno al sín to ma, pero, una v ez más, esto no es decir qu e este s iste ma «necesite» el s ínto ma para su regu lación": vo lveremos a hab lar de las part icu laridades del modelo y sus implicaciones al final de es te capítu lo; veamos primero sus etapas concretas. 1) Det erminar quié n es el «qu e se queja» 1 ''. Tod o individuo intenta preservarse de las agresiones de su entorno; mientras se encuentra en un estado satisfactorio, intentará mantenerlo (tendencias ho meostáticas). En cambio, lejos de su equilibrio, un acontecimiento, a veces mín imo , podra producirle un cambio de estado. Parece pues lógico que e! que intervenga deba, antes de planear la programación de su intervención, hacerse la pregunta: «¿Qu ién, en el sistema de que se trata, se encuen tra en un estado no satisfactorio?» En un lenguaje más usual, podría preguntarse: « ¿Quién sufre por esta situación?» Notemos que se trata de una cuestión diferent e de la que consiste en saber quién presenta los síntomas que justifican la acción terapéutica. Por otra parte, en sis tcmica, esta noción de síntoma ya no es pertinente: el síntoma es considerado co mo la exp resión de una adaptación id iosincrásica al entor -
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no. Esta adaptación puede causar sufrimiento —en cuyo caso el portador del síntoma puede ser «el que se queja»—, pero sucede con frecuencia que no sea éste el caso. En esta alternativa, una persona (o varias) del entorno puede (pueden) sufrir por la situac ión y hac ia ella(s) se dirigirá el terapeuta para encontrar el «motor» del cambio. Tal actitud es más sorprendente de lo que parece a primera vista, aunque se deriva bastante lógicamente de las premisas del enfoque. La terapia breve afirma una posición no normativa sobre la enfermedad mental, lo que implica que sólo el sufrimiento será la condición de una intervención terapéutica; así pues, encontramos una posición relativista: no son las conductas «marginales» las que designan ípsofacto al paciente que hay que tratar. Si consideramos por ejemplo el caso de una pareja en la que el marido es alcohólico pero no considera el serlo como algo que entorpezca su vida cotidiana, pero, por el contrario, su esposa sufre de cohabitar con él, el terapeuta se dirigirá a la esposa para inducir el cambio. Como podemos ver, esta visión de la intervención va contra muchos esquemas tradicionales. Puede parecer difícil considerar que un miembro del entorno es el que debe seguir una terapia mientras que otra persona es la que presenta los síntomas reconocidos como tales por una posición cultural dominante, Para evitar la trampa de las retroacciones homeostáticas, se intentará encontrar una palanca, un punto sensible del sistema, un elemento lejos de una posición de equilibrio, y sobre él se concentrará el que intervenga. «Si no forma parte del problema, puede forma parte de la solución», afirma el terapeuta a la persona que se pregunta por qué el terapeuta la ha llamado a su consulta en lugar del portador del síntoma3 ",
2} Definir el problema. No es cuestión de definirlo en referencia a una norma cualquiera de «buen funcionamiento», sino simplemente permaneciendo a nivel descriptivo y de comportamiento: «¿Qué hace esta persona que desearía no hacer?» o «¿Qué no consigue hacer cuando desearía hacerlo?» El interventor no se contenta con explicaciones e interpretac iones, ni con descripciones vagas y generales. Ya lo hemos dicho, una dificultad a la que no se encuentra solución produce un estado de insatisfacción que tiende a generalizarse. «Estoy deprimido», «No conseguimos comunicamos», «No puedo más», etcétera, son muy a menudo el tipo de quejas globales que el terapeuta escuchará al comienzo de toda intervención. E intentará conocer los contextos precisos que producen la insatisfacción, el sufrimiento. Elucidar un pseudoproblema conduce a la desaparición de la petición. «Sin embargo no se excluye que..el individuo siga luchando con una dificultad que no tiene soluc ión conocida y que debe aprender a soportar. Así, ningún individuo equilibrado intentará encontrar una solución a la muerte de un ser querido o al miedo que provoca un terremoto; salvo, tal vez, algunos laboratorios farmacéuticos, que introducen en su public idad el sobreentendido utópico que toda manifestación de trastorno emotivo es patológica y puede por tanto debería) ser combatida con un medicamento»". 3) Exam inar las «soluciones» em ple adas . E l examen de las s oluciones aplicadas por el pac iente para superar su problema aporta información sobre lo que hay que evitar, sobre lo que no puede contribuir a la desaparición del sufrimiento. Ya hemos mencionado la fuerza de este concepto para determinar el sentido de la intervenc ión a partir de la compleiidad de la experiencia psicológica y relacional del paciente. «Nuestro "reductor de variables" es la búsqueda de los intentos de solución. Puede vers e rápidamente todo lo que la gente ha empleado (y que evidentemente no ha funcionado, si no, ya no tendrían el problema). La idea de los intentos de solución no es tan extraña como parece a primera vista. Freud ya había hablado de la compulsión-repetición como uno de los factores inherentes a la neurosis; las personas repiten incansablemente unas actitudes que los 285
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llevan a tener problemas. Solamente que Freud consideraba esto como una patología, una compulsión. Si se estudia la evolución, puede verse que algunas especies desaparecen porque las actitudes adaptativas, las que les habían permitido sobrevivir en un cierto período, va no funcionan en un período postenor cuando el entorno ha cambiado. Si veis a unos pacientes en terapia, estando muy atentos no dejaréis de observar que las actitudes que las personas han adoptado les habían sido útiles en un momento dado; a veces, era la mejor so3 lución, si no era la única posible» ". Uno de los puntos importantes de esta etapa es que contribuye a comprender la red relacional, el «sistema» pertinente para la intervención, los mecanismos de la comunicación que alimentan la dificultad y hacen que persista. «¿Quien interviene, v cómo, para resolver el problema?» El punto común de todas estas tentativas de solución permitirá marcar-la orientación global que hay que prohibir. Se trata pues, en cierto modo, de «dar carpetazo» a los intentos de solución inoperantes y de caracterizar el conjunto'"'. 4) Definir un objetivo accesible. Precisar un objetivo "realista» a la intervención era, como hemos visto, una de las características esenciales del trabajo de Milton Enckson. No volveremos a hablar de las ventaias que esto representa para el proceso terapéutico. Digamos s in embargo que, en algunos casos, la precisión de! objetivo permite delimitar mejor el problema. Si una persona acude queiándose de un exceso de peso, por ejemplo, y se comprueba que su objetivo es poder encontrar una pareja sexual, es muy posible que su petición inicial sea el resultado de un razonamiento causal dei tipo: «Si pierdo peso, estaré en situación de encontrar una pareja.» En este caso, sería
más indicado trabajar en la dificultad de encontrar un compañero ío una compañera) más que en la pérdida de peso que podría muy bien no aportar al paciente los resultados indirectamente deseados. Un objetivo vago o utópico, tanto por parte del paciente como por la del terapeuta, puede revelarse como el nudo del problema. «El terapeuta que propone un objetivo utópico (o simplemente vago), igual que el que acepta un objetivo así de parte de su paciente, acaba trarando una dolencia de la que en parte es responsable y que la terapia mantiene»4 '. Lo hemos visto, definir un objetivo accesible permite al paciente (y al terapeuta) observar una evolución favorable del tratamiento y modificar su percepción a menudo global y monolítica del problema. Hacer que el paciente acepte unos objetivos concretos y accesibles permite también prever un límite temporal al tratamiento, lo que produce un efecto favorable sobre la motivación y las esperanzas del paciente. Digamos también que no s e trata de que el terapeuta determine el objetivo de manera unilateral. Por medio de sus preguntas, debe conducir al paciente a formular un objetivo que él mismo juzque satisfactorio. Así pues no es el especialista el que define el problema M-ibre la base de una teoría cualquiera de la normalidad y de la enrermedad mental. Es una ruptura total como la mayoría (si no con todos) de los enfoques terapéuticos. Como precisa Paul Watzlawick: Como terapeuta jungiano, se suponía que yo sabía lo que era bueno para mis pacientes. En nuestro método, vamos en la dirección Je lo que el paciente desea. [...] Se les pide que expongan el objetivo que quieren alcanzar. El cambio de mi actitud del enfoque jungiano iiacia el objetivo del paciente procede de mis contactos con Bateson»' 4 . 5) Formular y poner en ejecución un proyecto de cambio. Se trata de la ¡ase de elaboración de la estrategia y de las tácticas del cambio. Lleva consigo también la definición de un objetivo para la acción del terapeuta (la línea estratégica principal) y de los medios más adecuados para realizarla (las tácticas). Dos principios rigen pues su concepción:
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a) El b lanco que d ebe alcan zar el camb io no es o t ro que inte rru mp ir los inten tos de so lució n. b) La táctica debe ser traducida al lenguaje del paciente. Aquí la orden paradó jica revela toda su impo rtancia, precisamen te para provocar el abandono de las soluciones «lógicas» pero vanas. Este proced imiento en princip io es aplicab le a todos los problemas, pero los diferentes estad ios de la intervención pueden o cult ar mu chas trampas. A menudo, durante e! trabajo, hay que redefmir el ob jetivo o rev isar el proyecto, pero en realidad la mayor dificultad del método consiste en conseguir motivar al paciente para que siga las órdenes. Se tratará de soslayar las reticencias del paciente, de ampliar sus construcciones mentales de manera que le parezcan conceb ibles las consignas del terapeuta, que le parezcan sensatas. Co mo esto se ha de hacer a partir de la visión del mundo, o de las premisas del paciente, el terapeuta debe emp lear el «lenguaje» del paciente para que le resu lten co mprens ivas las direct rices. Co mo dicen Pau l Watzla wick y sus colegas: «Una causa posible de fracaso reside en la incapacidad de presentar la intervención en un "lenguaje" que nuestro paciente co mp renda y que le in funda el deseo de aceptar y ejecutar nuestras directrices»".
La pos ición del paciente Más tarde, el equ ipo de Palo A lto ha int entado p recisar un poco más esta noción bastante vaga de «lenguaje del paciente». Igual que era impo rtante encont rar un punto co mún a los d iferentes int entos de solución , el terapeuta deb ía poder ident ificar una actitud prin ci pal del paciente, una orientación general, una especie de «vector de mot ivación» que indicase a la vez el sentido y la amp litud de su relación con el problema y con la intervención terapéutica. «Los pacientes [...] están muy ap egados a un as creencias, unos valo res y unas prioridades personales que determinan sus maneras de obrar o de no ob rar. La imp ortan cia de la pos ición d el p aciente se d ebe pues a qu e rep resenta en él una inclin ación interior que el terap eu -
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ra podrá utilizar para au ment ar su colaboración y hacer que ejecute ias directrices que le dará [...] Para designar las creencias de los pacientes, hubiésemos podido eleg ir muchas otras palab ras o expres io nes que no fuesen este término de "posición". Si lo hemos preferi do, es porque nos ha parecido el más ap rop iado p ara t raducir sucin tamen te la no ción d e un v alo r al qu e está apegado el p aciente v en el qu e s e ap oya, exact amente co mo una p erson alidad puede dar a conocer púb licamente la "posición" que adopta. Una vez dererminad a la pos ición del cliente, el terapeu ta d ispond rá de unos puntos de referencia a part ir de los cuales podrá imag inar —o encuadrar— sus sugestiones para hacer que sea máxi ma la cooperación del cliente»". A fin de con cretar un poco sus prin cip ios gen erales, vamos aho ra a considerar algunos problemas t ipo y algunas estrategias de cambio .
9.3. Práctica de la intervención terapéutica 9.3.1. Intento de tipología, de los «problemas psicológicos»
Advirtamos enseguida que esta tipo logía sólo es un intento que pretende caracterizar ciertas act itudes generales que encontramos en nuestras culturas occidentales y que no tiene n inguna pretensión de universalidad. No obstante tiene el mérito de dejar que aparezca, en filig ran a, la con cepció n de la v ida psico lóg ica t al co mo la en focan ios miemb ros del equ ipo del Cent ro de terap ia b reve . La id ea p rin cip al es mos t rar po r qu é mecan is mo una d ificu ltad de la v ida cot id iana puede t ransfo rmarse en un problema que neces it e recurrir a una persona exterior para resolverlo 45 . De manera general, las d ificu lt ades pued en empeo rarse de tres modos: 1) Adoptando una solución que equivale a negar el problema: se impone un a interven ción que no se h a realizado .
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2) Es fo rzándose en mod ificar una d ificu ltad que es inalt erab le o inexistente. 3) Co met iendo un erro r de t ipo lóg ico : int erv in iendo en el n ivel equivo cado (se ut iliza un camb io de t ipo 1 para reso lver un p rob le ma que solo ad mite un camb io d e t ipo 2), o v iceversa (queriendo un camb io co mp leto d e act itu d cu ando seria su ficien te un camb io de conducta).
a) Los «terribles simp lificadores» Ésta es la expresión utilizada por el equipo de Palo Alto para caract erizar a las personas que qu ieren reso lver un p rob lema negando su co mp lejidad . Ot ras exp res iones co rrientes p recisan la ext ensión del campo de aplicación de esta actitud: «seguir la polít ica del aves truz» , «cubrirse la cara», «hacer oídos sordos», etcétera. La negación va aco mpañad a de ataques cuando la simp lificación se efectúa sobre la co mp lejidad de las interacciones sociales o de la evolución del mundo moderno. Notemos de paso que esta actitud de negar el pro blema pu ede engend rar un a act itud parecid a en cuan to a su so lu ción: aparecen entonces proposiciones simp listas, s i n ninguna proporción con la co mp lejidad de la situación. Son las promesas de una reso lución defin it iva d el p rob lema: u n d ivo rcio , met er al n iño en un internado , o el ascenso de un part ido ext remista a qu ien le resu lta fácil o frecer soluciones concretas «simp les y defin it ivas» porque los ot ros g rupos p o lít icos n ieg an la amp litud del p rob lema.
b) El s índro me de utop ía «Si un terrible simpli ficador es alguien que no ve ningún problema a l l í en donde hay uno, su contrario filosófico es el utopista que ve una solución en dond e no h ay n ingun a» 4 *. Co mo el ob jet ivo está fuera de alcance, la v ida es una serie de decepciones, de desilusiones, de fracasos. La pareja qu e desea llegar a una relación «tot al y
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párente», los padres que quieren que su hijo realice una brillante carrera o que encu ent re el cónyuge «perfecto », el jo ven adu lto qu e quiere en contrar un emp leo en el que pued a «realizarse p lenamen t e ' , el estudiante que sólo quiere presentar un trabajo si es «excelen te y orig inal» , etcétera, tamb ién aquí podríamos mu lt iplicar hasta el in fin ito los ejemp los d e la v id a de cada d ía. Las consecuencias de esta act itud muy a menudo son dramát icas: ¡as pequeñas satisfacciones cotidianas se convierten en semifracasos porque recuerdan la d istancia que queda por reco rrer y refuerzan el deseo de buscar lo inaccesible, y... la insatisfacción presente 47 . Watzlawick, en sus obras posteriores, se ha esforzado en mostrar Lis consecuencias dramát icas de estas utopías sobre el ind iv iduo y sobre la sociedad. Veremos dos de las formas generales bajo las que pueden presentarse las consecuencias del sínd ro me de utopia: «Introyectiva». Esta posición conduce a un profundo sentimiento de impotencia. Co mo el ob jet ivo es inaccesib le, el ind iv iduo se deprime y puede llegar al suicid io. Puede tamb ién recurrir a algunas med idas extremas : alcoho l o d rogas diversas, con las que intentará tener una visión del paraíso, aunque sea fugaz, antes de volver a caer en la t riste y decep cion ante realidad . "Proyectiva». En este caso, la solución ideal aparece como accesible ya que se han considerado todos los datos (al menos a un nivel imaginario): son las grandes ideo log ías «totales» que basta con imponer a los ot ros para que todos por fin pued an v iv ir una v ida p lena, justa y feliz. Si, a pesar de todos nuestros esfuerzos nuestros ideales tardan en realizarse, la culpa no puede ser nuestra ya que nuestras ideas son buenas y deseables para todos, por tanto debemos cu lpar al otro : a los padres, a la escuela, a un grupo de la oposición, a la sociedad, etcétera. Era natu ral que los miembros d el equ ipo del Cent ro d e terap ia breve señalaran que se encuentra este tipo de pro mesas utópicas en varias escuelas de psicoterapia que se fijan unos ob jet ivos amb icio -
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sos a los que arrastran a su clientela. Están convencidos en todo caso de que estas búsquedas utópicas tienen al menos un impacto muy real: el sufrimiento de la persona que las sigue. Así, las psicoterapias de objetivo inaccesible ilustran muy bien el aforismo de Ardrey constantemente repetido por Paul Watzlawick: «Esforzándonos por alcanzar lo inaccesible, hacemos imposible lo que sería realizable.»
c) Las paradojas No volveremos a hablar extensamente acerca del efecto de las paradojas de la comunicación sobre el comportamiento. Pero señalaremos que además de las situaciones de doble coacción algunas situaciones paradójicas aparecen con mucha frecuencia en las relaciones humanas y crean en ellas dolorosos conflictos. La paradoja rnás corriente puede resumirse con ¡a fórmula: «¡Sé espontáneo!» y to das sus variantes. La mujer que dice a su mando: «Quiero que me domines», u otros ejemplos corrientes: «Deberías amarme», «No seas tan dócil», «Eres libre de marcharte, no te preocupes si lloro», etcétera. Esta clase de paradojas aparece a menudo en unas situaciones en las que la persona piensa que debería sentirse de otro modo que como se sien te; como los sentimientos y las emociones son espontáneos, al inten tar darles una solución voluntaria estamos en una paradoja. Los síntomas típicos de las situaciones paradójicas de este tipo consisten en dificultades relacionadas con las funciones naturales: sueño, sexualidad, miedo, placer... Al esforzarse en controlar estas reacciones por la acción de la voluntad, aparecerán problemas de insomnio, de frigidez, de impotencia...
9.3.2. Es trategias y tácticas de intervención
Hemos explicado el movimiento estratégico principal de la terapia breve: romper el círculo vicioso problema intentos de solución, pero, ¿cómo concibe e! terapeuta la estrategia específica para cada caso? ¿Qué elementos tiene en cuenta? ¿Cómo transmite su mensaje al paciente?
El terapeuta, cuando dispone de las informaciones básicas, debe imaginar un comportamiento o una actitud contraria a la tendencia general de los medios empleados por el paciente para solucionar su problema. Como la mejor manera de hacer que alguien no haga más algo, es hacerle hacer algo distinto, el terapeuta imagina un cierto tipo de orden de un comportamiento que esté en los antípodas de la reacción habitual de su paciente. Y como la actitud del paciente es generalmente coherente con sus valores, con los sentimientos que la situación le suscita, con su percepción del problema y con su lógica personal, el terapeuta se verá obligado a tener en cuenta estos elementos-si quiere ejercer la menor influencia sobre la evolución de la situación. Tendrá que comprender la posición del que se queja para utilizar lo mejor posible los elementos que trae consigo. Si unos padres utilizan el castigo y la coerción con su hijo y su postura puede traducirse por: «No tiene límites; debe aprender una buena lección; estamos furiosos; ¡no es él quien va a mandar en casa!», el terapeuta deberá utilizar estos elementos para presentar la orden de un comportamiento a ios padres. Si quiere que éstos dejen de querer imponer su voluntad, es inútil lanzarse a una argumentación explicándoles por qué esta nueva actitud es más apropiada: los padres se marcharían pensando que el terapeuta no había comprendido nada de su situación, o bien pensando ya en los ejemplos que podrán exponerle para «probarle» que se equivoca. No porque sean malintencionados o estúpidos, sino simplemente porque les parecerá que el terapeuta no es consciente de los peligros que sus consignas pueden provocar. En cambio, si el terapeuta les explica que el mejor modo de recobrar verdaderamente el control de la situación es dejar de ocuparse de su hijo, es mucho más probable que pongan en práctica las directrices del terapeuta. Según los casos, una misma orden podría presentarse como un «castigo» (si los padres consideran que el hijo es «malo»), una «ayuda» (si consideran que está enfermo»), un «sacrificio» suplementario (si creen que han hecho «todo lo que estaba en sus manos para preparar su futuro»), etcétera. Por tanto, el terapeuta no tiene otra elección que hablar en el lenguaje de ellos y tener en cuenta la posic ión de los mismos para que 'a tarea tenga un sentido y pueda realizarse en las mejores condiciones. Esta maniobra se llamará el reencuadre: preparación necesaria para asignar esta tarea o dar esta orden de comportamiento.
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La mayoría de las veces, la gente persiste en sus intentos de solución simplemente porque le parecen lógicos; dadas sus premisas de partida, se imponen estas conclusiones. Sobre la base de tales «considerandos», todos sus razonamientos que tengan como fin encontrar soluciones estarán dentro de estos límites. Hay que añadir que, como el sentido de los mensajes está relac ionado con su clasificación, y en particular con el nombre que se les atribuye, el lenguaje empleado por una persona para describir su problema es lo que revelará mejor su modo propio de «codificar» el problema. Lynn Segal cuenta la historia de ¡os pilotos que probaban los primeros aviones supersónicos". Cuando los pilotos atravesaban el muro del sonido, todos los aviones caían en picado. Todos los pilotos tenían entonces el 'mismo reflejo, tirar del mango hacia ellos, como se hace en el desp'égue, lo que parecía ser el modo más lógico cíe comportarse. Entonces, invariablemente los aviones se estrellaban contra el suelo, Un día, un avión cae en picado pero, súbitamente, cambia de direc ción y sube. Se produce una alegría general y todos esperan con impaciencia lo que contará el piloto. Le preguntan cómo lo ha hecho, pero el piloto sólo puede responder: «No sé nada, perdí el sentido.» Indudablemente esto le había salvado ya que, al desmayarse, había empujado el mando hacia adelante, cosa que, a esta velocidad, era la maniobra que había que efectuar para que el avión pudiese remontarse. Para hacer que una persona abandone sus esfuerzos estériles, será pues necesario frecuentemente modificar el modo como ella interpreta la situación. El conjunto de las técnicas dedicadas a este objetivo es lo que se llama «reencuadre». Observemos pues que no se trata de modificar unos «hechos» sino la visión que el paciente tiene de ellos. «Reencuadrar significa modificar el contexto conceptual y/o emocional de una situación, o el punto de vista según el cual es vivida, situándola en otro marco, que corresponde igual, o inc luso mejor, a los "he-
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chos" de esta situación concreta, cuyo sentido, por consiguiente, cam1 bia completamente»" . Encontramos aquí la relatividad de las percepciones del mundo en oposición con la idea todavía muy extendida segun la que existe una «realidad objetiva» allí, en el exterior, con su Corolario que diría que «las personas llamadas sanas de espíritu son mas conscientes de ella que los locos»51 . Es importante observar que no se trata de hacer que las personas se den cuenta de la manera buena de actuar, sino simplemente de enseñarles un nuevo juego en mate-rui de relaciones «que hace caduco el antiguo». Muchos aspectos del reencuadre dependen también de la «intuición» del terapeuta que debe sintetizar una masa impresionante de datos: «Un reencuadre sólo tiene éxito si tiene en cuenta las opiniones, las esperanzas, las razones, 'Lis hipótesis: en una palabra, el marco conceptual de aquellos cuyos problemas hay que modificar. Coged lo que ¿paciente os aporta: ésta es una de las reglas más fundamentales». Esta regla precisa un poco más todavía las divergencias entre el enfoque de Palo Alto y las opciones terapéuticas que pretenden que los pacientes adopten una norma de Comportamiento predefinida, «porque sin duda alguna ésta ya no causará más el problema». Además, la técnica del reencuadre implica que el terapeuta aprenda el lenguaje del paciente y no que el paciente entre en el sistema explicativo del terapeuta. Podríamos terminar esta exposición del reencuadre diciendo que constituye una etapa importantísima del trabajo del terapeuta, porque permite ampliar el campo de la conductas posibles; modificando la percepción del problema, abre el camino para poder aplicar soluciones nuevas y originales, entreabre un poco las anteojeras que leaitiman el recurrir a los intentos de solución ineficaces.
b) Las órdenes sobre el comportamiento El plan de intervenc ión es sencillo: poner fin al recurso a las soluciones ineficaces. Pero no hacer más algo que implica hacer otra 295
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cosa distinta; por ello es más indicado hacer que el paciente siga una conducta que se sitúe en ios antípodas del tipo de soluciones utilizadas hasta entonces: el terapeuta da, generalmente precedida de un reencuadre que hace que la orden sea concebible para e! paciente, una consigna precisa y muy concreta que tiene por objeto que el pac iente (o el que se queja) experimente una interacción diferente con su entorno en lo que se refiere al problema tratado. Dado que esta obra no está concebida como un manual para uso de los terapeutas, no entraremos en los detalles sobre las técnicas de intervención. Además, no querríamos caer en una exposición de recetas fáciles en este enfoque que insiste precisamente sobre el hecho de que hay que considerar cada caso según sus especificidades, tanto por lo que se refiere al problema como a su contexto. Sin embargo, como hemos señalado algunas grandes categorías de problemas psicológicos corrientes, nos parece útil concretar un poco ciertos tipos de intervenc ión utilizados frecuentemente. Expondremos primero lo que se llama generalmente las «órdenes paradójicas» porque prácticamente todas las intervenciones de cambio incluyen un elemento ilógico, al menos en el contexto de la visión del paciente, para producir un cambio al .nivel lógico superior. En toda situac ión, el pac iente duda en meterse en un proceso de cambio. Las razones de esta res istenc ia podrían discutirse ampliamente, pero es cierto que en toda situación delicada dudamos en introduc ir unos cambios cuyas consecuenc ias no controlamos. Así pues, muchas de ¡as acciones del terapeuta tendrán como objetivo disminuir estos temores legítimos a los que a veces se llama —según nuestra opinión de manera equivocada, porque el problema está en la relación entre el terapeuta y su paciente y no es una característica interna del paciente— la «resistencia» del paciente. El terapeuta jugará sobre esta ambivalenc ia (deseo de un cambio, temor a perder su coherencia interna) de manera directa (insistir en los pequeños cambios progresivos) y paradójica: aconsejándole que no cambie demasiado deprisa, examinando con él ios riesgos de cambio, lo que el paciente podría perder al cambiar, etcétera. Cuando comiencen a manifestarse ciertos cambios, le aconsejará prudencia («¡Esto va demasiado deprisa!») o incluso la neces idad de volver al estado anterior («Prever la recaída»). Si el terapeuta consigue evitar que estos
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breves retrocesos se tomen como un retorno al punto de partida, la persona podrá avanzar con mayor seguridad hacia el cambio deseado. Está situada en cierto modo en una «doble coacción terapéutica»: si puede recaer, es que aumenta su control sobre la situación, por tanto progresa; si no recae, es que va mejor. También podrán utilizarse estas dobles coacciones bajo la forma de «prescripción del síntoma». Cuando a ¡os pacientes les parece que su síntoma escapa a todo control, tanto s i se relac iona con la expres ión de una pulsión como con una inhibición debida a temores o a angustias, «la intervención terapéutica apropiada consiste en prescribir el síntoma y no en .combatirlo como intentamos de costumbre»' 3 . Encontraremos pues típicamente este tipo de orden en los casos en que el paciente intenta controlar algunas funciones autónomas del organismo: sueño, sexualidad, miedo... así como en los casos de evitación: fobias, angustias... Prescribir el síntoma consiste en pedir a los pacientes que experimenten (o incluso que aumenten) el síntoma que intentan combatir. Así se podrá prescribir a un insomne que no duerma (más allá de la hora que habitualmente acaba por derrumbarse), a un hombre impotente que se acueste con su compañera pero prohibiéndole toda erección (debe ser inexorablemente combatida cualquier manifestación de deseo, aunque sea mínima), a una persona angustiada que dedique períodos exclusivamente a «provocar su angustia», etcétera. Las órdenes paradójicas adoptan generalmente el mismo modelo: yendo en contra de los intentos de soluc ión, provocan unos efectos A un m'vel lógico superior. Una joven de catorce años temía tanto ios encuentros con su padre (de quien su madre se había divorciado) que sufría unos espasmos dolorosos cada vez que éste le telefoneaba o la iba a ver a la escuela. Lo evitaba todo lo que podía y el se veía obligado a verla por sorpresa, lo que indudablemente aumentaba la angustia de su hija. Esta lo consideraba como un tacaño que no quería realmente ocuparse de ella, y creía que la única razón de su acoso solo podía ser su miedo a la soledad. Esta «inmadurez» se confirmaba por el hecho de que él no hacia nada agradable por ella cuando se reunían y no llegaba a comprender que su hija s implemente no
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quisiera verlo más. La madre y la hija lo habían intentado todo, llegando inc luso a pedir una intervenc ión de la justic ia para prohibir al padre oficialmente ejercer su derecho de visita. Esto había provocado una escena de una violencia tal que las dos muieres habían acabado por renunciar a este proyecto. La joven se escondía pues en su casa, temiendo toda aparición o llamada telefónica de su padre, e incluso'a veces tenía que faltar a la escuela a causa de unas crisis de colitis. El terapeuta disponía de muchos elementos para detener los intentos de solución: pudo utilizar la agresividad de la joven hacia este padre «inmaduro», avaro e insensible, para modificar las secuencias de acoso-evitac ión. Ella debería establecer contacto con él por su propia iniciativa (cosa que le sorprendería), fijar una cita y decirle lo que quería hacer: ir al cine, ai restaurante o a tomar un helado. Habría tomado la prec auc ión de invitar a su mejor amiga a que les acompañase: Esto permitía dos salidas: si e! padre se interesaba realmente muy poco por su hija, sería él quien trataría de evitar estos encuentros (reencuadre para la hija), lo que tranquilizaría a la joven; pero no era inconcebible que la joven, libre por primera vez de sus aprensiones, encontrase agradable el encuentro, voluntario en esta ocasión, y que ambos pudiesen restablecer un contacto en un contexto de relación muy diferente. No vamos a extendernos mucho sobre las diversas estrategias expuestas en Cambio o en Tácticas: los lectores interesados podrán encontrar en estas obras la descripción de intervenciones que han sido aplicadas a situaciones muy diversas y que corresponden principalmente a los tipos de problema enunciados anteriormente. Terminaremos esta exposición más técnica relatando un caso tratado en el Centro de terapia breve y que pudimos seguir desde detras del espejo s in azogue. El terapeuta (en este caso el doctor Fisch) recibe una llamada telefónica de una antigua paciente que le había consultado vanos años antes' 4. Se encuentra ante un problema que la trastorna 298
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terriblemente y que también molesta mucho a las personas que viven bajo su mismo techo, a saber, su marido, su hijo y su nuera. Todas las noches padece pesadillas espantosas durante las que ve unas sombras que avanzan hac ia ella con la intención de llevársela consigo. Entonces ella se levanta y grita, lo que despierta y asusta a todos ios de la casa. En un primer tiempo (como todos se quejan de la situación), el terapeuta decide recibir a todas las personas afectadas. La sesión comienza según el procedimiento habitual, es decir, el terapeuta hace que precisen, del modo más concreto posible, todos los datos del probi'ema: cuándo, cómo, cuántas veces por semana, etcétera, así como .todo lo que la paciente y los de su alrededor han intentado hacer hasta entonces para atajar el problema. Después de tres cuartos de hora de conversación, teníamos una descripción muy completa («como si fuese una película en vídeo») de cómo transcurren las noches en la casa: la pesadilla se produce cada noche, y los demás acuden a la habitación para tranquilizar a la paciente angustiada antes de volver a sus habitac iones a dormir de nuevo. Se han dado las explicaciones mas diversas y todos los miembros de la familia han intentado desmontar el mecanismo de este miedo irracional con la interesada, pero ha sido en vano. La sesión continúa en busca de un objetivo que pueda representar «un paso mínimo pero significativo» de mejora pa ra la paciente y los miembros de la familia. Durante este tiempo, Paul Watzlawick ha permanecido sentado en la sala de detrás, exactamente detrás del espejo sin azogue, con la cabeza baja y pasándose la mano frecuentemente por delante de los ojos, como hace habitualmente, pareciendo conceder solamente un poco de interés a lo que sucede en la sala de terapia, pero metido en sus reflexiones. Súbitamente se incorpora y coge el teléfono que comunic a con la sala de consulta. Dick Fisch descuelga y oye lo siguiente: «Dick, ¿podrías decirles a estas personas que uno de tus colegas pregunta si estarían dispuestos a intentar una experiencia que puede parecerles muy extraña? Si están de acuerdo, diles que no tienes ninguna idea sobre las razones que hacen que tu colega les haga esta sugerencia y que él preferiría explicarlas mas tarde. Si acceden, pídeles que realicen la escenografía siguiente: esta noche, antes de acostarse, colocarán una silla a los pies de la cama de la señora y la cubrirán con una manta. Después de ha299
El MRI y el Centro de terapia breve
cerlo, todos podrán ir a acostarse normalmente. Deberán repetir ¡a experiencia cada noche hasta la próxima visita.» Fisch cuelga el teléfono y repite palabra por palabra lo que le ha dicho su colega. Se produce una gran sorpresa, y hacen muchas preguntas para «comprender» el sentido de la proposición. Pero Dick Fisch permanece imperturbable y replica que tampoco él tiene ni idea. No obstante, las personas se muestran dispuestas a intentar la experiencia y a repetirla cada noche hasta la sesión siguiente, fijada para quince dias después. La segunda visita será en realidad la última. Cuentan que, desde la primera noche de la experiencia, la mujer no tuvo la menor pesadilla, "¡por primera vez desde hacía dos años!», y que el cambio ha seguido hasta el día presente. El terapeuta modera un poco la euforia, anuncia las recaídas inevitables y propone que recurran a la s illa fantasma cada vez que lo necesiten. Fin de la terapia. Pero, tal vez deseéis saber algo más. Esto es lo que Paul Watzlawick nos dijo cuando nosotros también le suplicamos que nos revelase las razones de esta consigna. «No sé exactamente por qué ni cómo se me ocurrió esta idea... Yo intentaba comprender el punto común de los diferentes intentos de solución, cuando me dije que, ante un comportamiento tan irracional, todos los esfuerzos de las personas de su alrededor pretendían aportar un poco de lógica, de explicación sensata, etcétera. La s illa cubierta de una manta me parecía que constituía un antídoto del mismo orden que la pesadilla, una especie de tratamiento mágico apropiado para poner fin a un comportamiento también inexplicable rac ionalmente; por ello no quise dar la menor explicación; era necesario que la consigna pareciese una especie de "fórmula mágica"...» Las intervenciones paradójicas no son e! monopolio de la terapia breve pero el cuadro teórico del enfoque ofrece un modelo que permite precisar sus características formales. Además, como el cambio 2 implica la mayoría de las veces un movimiento lógico o inesperado, las técnicas paradójicas han sido estrechamente asociadas al enfoque de Palo Alto. Esto no impide que algunas órdenes «directas» puedan ser suficientes en algunos casos, pero bastante raros. Pocas personas están dispuestas a firmar un cheque en blanco al terapeuta, cosa que por otra parte es más bien tranquilizadora. 300
La i ns ost eni bl e fri al dad de l a t erapi a breve 9, 4. Los iconoclastas del cambio
«Cuando Tan-sia T'ien-jan, de la dinastía Tang, se detuvo en Yerinji de la Capital, el frío era tan crudo que acabó por coger una de las estatuas de madera que representaban a Buda e hizo con ella un fuego para calentarse. El guardián del templo se quedó muy turbado. "¿Como —le dijo— te atreves a quemar mi Buda de madera?" »Tan-sia, haciendo como si buscara algo en las cenizas con su bastón, respondió; "Busco en las cenizas los sharíras [substancia indestructible que se encuentra en las cenizas de un hombre santo después de la cremación] sagrados." "¿Cómo —replicó el guardián— podrías obtener unos sharíras quemando un Buda de madera?" "Si aquí no se pueden encontrar sbarinu, ¿puedo coger las otras dos estatuas de Buda para mi fuego?" le preguntó entonces Tan-sia»5í . Si el modelo de la terapia breve de Palo Alto puede parecer relativamente muy de acuerdo con la tradición pragmática anglosajona, a nuestras mentes europeas les contraría el poco caso que hacen a la empatia, a la búsqueda de las causas profundas de nuestros comportamientos, a las dificultades que tenemos para ser, a nuestras angustias existenciales. La comparación con los modelos terapéuticos más extendidos entre nosotros suscita unas preguntas a las que intentaremos responder. Tales preguntas conciernen al aspecto manipulatorio de las intervenciones, al lugar que conceden a las experiencias vividas en el pasado, a los procesos inconscientes, a la cualidad de la relación terapéutica y a la expresión de los componentes emocionales. ¿Revela el «nuevo paradigma» una concepción reductora de la naturaleza humana? ¿La intervenc ión estratégica es solamente una terapia prepotente, en la que el terapeuta se burla del sufrimiento de los hombres para satisfacer su deseo de poder?
9,4.1. "El sufrimiento es axiomático»
La terapia breve ataca de frente al síntoma. No hay incursiones en ias profundidades del alma o simplemente en los meandros del pen-
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El MRI v el Centro de terapia breve LJ in sostenible
samiento o de la personalidad. Solamente se cambia lo que hace daño en la vida cotidiana y el terapeuta no'pretende aliviar las dificultades existenciales o las angustias metafísicas. La búsqueda del sentido de la vida o de la sabiduría s e deja a los propios individuos, comprendido el terapeuta, A este respecto es ejemplar la posición de Paul Watzlaw ick: «Siento mucho interés por el zen pero esto nada tiene.que ver con la terapia. La terapia debe dedicarse —y limitarse— a disminuir el sufrimiento y no a la búsqueda de Dios sabe qué, de ios otros estados de conciencia, o de otras cosas parecidas... Según mi opinión, esto debería dejarse al individuo; cada uno de nosotros busca un sentido a la vida, en unos términos que le son propios. Para mi, la finalidad de toda terapia es aliviar el dolor. El dolor es axiomático, no necesita explicación, o definición. Cuando te sientes mal, te sientes mal y esto es todo. Si no, caes en los cultos y las ideologías; creo.que esto es peligroso: las escuelas, los cultos no hacen ningún bitti en psicoterapia»'". Posic ión coherente con las premisas de su enfoque de los problemas psicológicos; si los pacientes se enzarzan en sus esperanzas utópicas, el terapeuta al menos debe procurar no hacer lo mismo. Los límites de nuestro conocimiento del ser humano no nos autorizan a erigirnos en expertos del modo de vivir, y son las numerosas experiencias personales en todos los campos de la vida los que forjan poco a poco la personalidad. Cuando el terapeuta puede hacer que sus pacientes recobren los medios de continuar su trayectoria personal saliendo del callejón s in salida en el que están bloqueados, su tarea está terminada. Pero hay que completar un poco esta imagen. Las investigaciones realizadas con los pac ientes del CT B muestran un porcentaje de «éxitos»' relativamente elevado, y sobre todo no confirman en modo alguno la teoría del desplazamiento del síntoma. Al contrario, en
frialda d de la terapia breve
muchos casos, los cambios parecen generalizarse, por un efecto bola de nieve, a otros sectores de la vida de los pacientes; aunque el objetivo es fijado voluntariamente por el terapeuta (para evitar toda dependencia y favorecer que el paciente recupere sus responsabilidades Frente al desarrollo de su vida), el paciente cuenta con el hecho de que una experiencia realizada con éxito constituye el mejor estimulante para recobrar confianza en sus propios medios de afrontar las inevitables dificultades de la vida.
9.4.2. Inconsciente y psicoterapia
Cuando se conoce la importancia concedida a los procesos inconscientes en la construcción freudiana de la personalidad, es posible preguntarse cuál es realmente el impacto de una terapia que no los tiene en cuenta en absoluto. ¿Qué valor hay que atribuir a una petición explícita de parte de un paciente probablemente ciego a sus motivaciones inconscientes? Todos sabemos hasta qué punto los rechazos y otros medios de defensa pueden filtrar los determmismos esenciales del comportamiento. Seria absurdo negar el hecho de que la mayor parte de las informaciones tratadas por nuestro organismo no llegan a la conciencia; el modo como construimos nuestras imágenes mentales asi como la mayoría de nuestros aprendizajes y las lecciones que de ellos sacamos permanecen inconscientes. Hemos abordado ya las premisas del enfoque energético del comportamiento, e intentado mostrar que, aunque al principio se trataba de una metáfora, los discípulos de Freud (y los disidentes del enfoque analítico ortodoxo) han acabado por reificar los conceptos y considerar que la libido, la puls ión agresiva, etcétera, eran cosas «reales», que circulaban a través del organismo y buscaban unos exutorios aceptables por el «yo», instancia muy a menudo bamboleada por los caprichos de un «ello» implacab le. Para la escuela de Palo Alto, los fenómenos inconscientes son probablemente menos «temibles» que para los partidarios de la concepción freudiana, aunque el pensamiento consciente sea igualmente desconcertante. Pero en el momento actual, se está lejos de conocer las relaciones entre inconsciente y concienc ia, y también ta función
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de las estructuras cognoscitivas innatas, de la atención, de la voluntad, etcétera, en el fenómeno del cambio. En este estadio de nuestro conocimiento, no es pues de ninguna utilidad referirse a las estimaciones freudianas: «El esquema freudiano es un tejido de hipótesis no verificadas y a menudo invenficables, todas supers implificadas»'"afirmaba Warren McCulloch, y esto describe bastante bien la posición del MRI. El enfoque de Palo Alto considera que no podemos otorgar confianza al modo como el problema del paciente es formulado, interpretado, explicado según sus esquemas personales que, la mayoría de las veces, sólo representan una visión incompleta y parcial de las situaciones descritas. Entonces, ¿la petición del paciente es la petición «verdadera»? Según el equipo del CT B, no podemos esperar conocer los determinismos profundos del comportamiento si no es lanzándonos a unas especulaciones sobre la base de una teoría explicativa general que, en definitiva, sólo será el reflejo de los a priori del terapeuta. La única precaución necesaria, para evitar que una petición sea el fruto de una interpretación errónea por parte del pac iente, consiste en relacionarla con el objetivo concreto perseguido. Si son congruentes, el terapeuta se esforzará por responder a dicha petición. Si descubrir y explicitar las reglas implícitas de nuestras conduc tas pudiese impedirnos volver a nuestra antigua manera de actuar, el proceso terapéutico sería sencillo. No obstante esto plantea algunas cuestiones, y la más importante es que poner en evidencia estas reglas, estos determinismos, es un proceso abstracto, un modelo de
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conducta inferido por el terapeuta a partir de la observac ión de las redundanc ias relaciónales dentro del sistema del paciente. Exponer estas abstracciones, por pertinentes que sean, hacer que el paciente sea consc iente de ellas, equivale a pedirle que interprete su s ituación del mis mo modo que el terapeuta, lo que, por una parte, no cae de su peso y, por otra parte, no es evidente el interés terapéutico de una práctica así. Todos hemos visto a pac ientes que «comprendían» perfectamente las c aus as de s u comportamiento, que eran capaces de hablar de ellas durante horas, de relacionar sus síntomas actuales con sus relaciones edípicas, etcétera, sin haber conseguido con ello progresar lo más mínimo en la resoluc ión de sus problemas actuales. ¿Qué lecciones podemos sacar de nuestras experiencias pasadas, qué lección obtenemos de nuestra propia historia? ¿Cuáles son los elementos que privilegiamos en este proceso abstracto? Desgrac iadamente parece, y tenemos pruebas de ello después de cada conflicto y de cada guerra, que estas famosas «lecciones » hasta ahora nunc a han impedido a nadie repetir los mismos errores, ¡ya que la situación nueva es siempre «totalmente diferente es ta vez»! La terapia breve no cons idera es to c omo un progreso terapéutico. Para el equipo del CTB, las reflexiones sobre un problema, la búsqueda de las «causas» son una especie de espejuelo, un juego intelectual que se parece a triturar un diente enfermo: ahí es donde nos duele, pero no es así como se consigue curarlo. Si nos liberamos de esta acumulación de mitos psicoanalíticos, tenemos muchas probabilidades de ser menos desgraciados. Abandonaremos así las cavilaciones intelectuales malsanas que nos encierran en unas redes teóricas de las que es imposible salir a fuerza de razonamientos (como subraya el teorema de Gódel). Pensar, creer, por ejemplo, que nuestro comportamiento consiste en reproducir una relación vivida un día con nuestro padre no es más que un «modelo» que, aunque pueda procurarnos una satisfacción intelectual (e incluso inducir una experiencia emocional), no nos puede permitir salir de nuestras dificultades. El corolario de esta actitud respecto a los fenómenos inconscientes es la apreciación del papel que desempeña la toma de conciencia en el proceso terapéutico. «Por diferentes que puedan ser las escuelas 305
El MRI y el Centro de terapia breve
tradicionales de la psicoterapia, tienen en común la idea de que la acción y el efecto terapéuticos proceden de la toma de conciencia que se supone que se produce gracias al trabajo de interpretación, de confrontación y de explicación [...]. Pero esta piedra angular de todas las teorías psicodinámicas no se apoya en ninguna prueba prác tica: es un dogma, un elemento de una doctrina del hombre, pero de ning'ún modo una propiedad de la naturaleza humana. [... En la vida cotidiana, la toma de conciencia y la comprensión rara vez se acompañan al cambio y a la maduración, y todavía menos los preceden»"". A menudo sucede que los pacientes formulen su petición de ayuda bajo la forma de una demanda de explicación: «Yo querría comprender por qué me comporto de este modo.» Sobreentendiendo sin duda que esta comprensión les permitirá modificar su conducta. A fin de evitar que el trabajo terapéutico no se atasque en un debate intelectual estéril, el terapeuta muchas veces podrá proponer la alternativa siguiente: « ¿Estaría satisfecho si su comportamiento cambiase en el sentido que usted desea, aunque no comprendamos sus causas protundas?» Lo que constituye ya un reencuadre que tiene por objeto, por una parte, movilizar los esfuerzos del pac iente en el sentido de una acción y no en el de una reflexión y, por otra parte, poner término a este intento de solución infructuoso. De todos modos, el paciente interpretará el cambio de alguna manera; todos buscamos descubrir un sentido a nuestros comportamientos, pero en terapia breve se dejará que el paciente interprete el cambio en el sentido que desee, insistiendo s in embargo sobre el hecho de que es obra del paciente y no del terapeuta. El terapeuta considera esta forma de toma de conciencia como una construcción mental útil (porque es eficaz) pero que no tiene valor de verdad absoluta. De nada sirve reforzar esta visión de las cosas que, de todos modos, podría necesitar un reajuste si cambiasen las condiciones y se viese que era necesario otro tipo de actitud. Se intenta pues dar una mayor flexibilidad al sistema de pensamiento más que aportarle un orden diferente excesivamente rígido ya que está propuesto por un «experto».
La insostenible frialdad de la terapia breve 9,4.3. Influencia del pasado sobre el presente
« ¿Qué sucede -preguntan a menudo— con el hecho innegable de que un comportamiento actual resulta de experiencias pasadas? ¿Cómo es pos ible que una intervenc ión que no aborda las causas pasadas tenga un efecto duradero en el presente? Precisamente, contra estas suposiciones se sitúa muy claramente el estudio de los cambios actuales, en particular el de los cambios espontáneos»"'. En esto también la pos ición del equipo de Palo Alto tiene sus raices en algunas cuestiones debatidas en las conferencias Macy sobre la cibernética. Cuando Kubie y otros ps iquiatras expus ieron las ideas freudianas sobre el origen de los trastornos psicológicos, toparon con los argumentos de los físicos, principalmente de Von Foerster, que había estudiado la manera como func ionaba la memoria, y sobre todo de McCulloch que, una vez más, se indignaba por la taita de rigor científico de las teorías freudianas. «Uno de ¡os pilares de la quimera de Freud es creer que no olvidamos ni un ápice de lo que nos ha sucedido en cualquier momento del pasado. Según unos cálculos comenzados de una manera simple por Oliver Wendell Holmes y pros eguidos actualmente por el fís ico Von Foerster, la cabeza del hombre debería tener aproximadamente el tamaño de un elefantito para que pudiese contener tantas covis. No podría comer lo suficiente para proporcionar la energía necesaria únicamente para la memorización, aunque se supus iera que una sola molécula de proteína estructurante pudiera servir de huella mnemónica. De hecho, el promedio de vida de una huella de memoria humana, y de una molécula de proteína, es solamen te de medio día. Algunos raros porcentajes de engramas sobreviven efectivamente, probablemente porque volvemos a crear las huellas en nues tras cabezas, pero es to es todo lo que el destino nos deía de nuestra juventud». McCulloch tampoco era más blando con toda la teoría de la libido: «No creo ni un solo ins tante en la historia de los intentos de relac iones sexuales que él hubiese dirigido a su madre en su in-
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fancia, ni en la que pretende que ella lo hubiera enviado al viejo Jacob para castrarlo, ni que un niño de esta edad pueda tener semejantes nociones. Éstas son solamente unas ideas que Freud tuvo más tarde en su vida, después de haber ampliado la noción del sexo hasta s ignificar todo placer y todo afecto, y las aplicó entonces a su pasado del que no tenía unos recuerdos suficientemente precisos 1 para impedirle tabular»"3 . Una vez más, el tono de McCuIloch es perentorio; probablemente tenia algunas cuentas que ajustar con ciertos colegas psicoanalistas. Pero resulta que, en este contexto, Bateson primero, y los miembros del equipo del CT B después, no podían contentarse con adoptar sin rechistar las premisas freudianas referentes a los orígenes de los trastornos neuróticos. Ellos razonan así: admitamos que el pasado sea la causa del comportamiento presente; como los acontecimientos del pasado no admiten ninguna pos ibilidad de cambio, las cosas nunca cambiarán. Si, por otra parte, hablamos del impacto de nuestra interpretac ión del pasado sobre nuestro comportamiento actual, «entonces la significación del pasado ya no es un asunto de "verdad" y de "realidad", sino del ángulo bajo el cual se elige verlo aquí ahora. Por consiguiente, no hay una razón preponderante para dar al pasado una primacía o una relación de causalidad con respecto al presente. Esto significa que la reinterpretación del pasado es solamente una de las múltiples maneras que permiten modificar un comportamiento presente»"1. No obstante, la dimensión histórica interviene en el proceso terapéutico del CTB. En efecto, es determinante en la «visión del mundo» del paciente, su estructuración cognoscitiva, objetivo primero de toda acción de reencuadre. Pero la óptica es muy diferente de la de los anális is tradicionales porque considera este elemento histórico como una construcción que ha llegado a un atasco adaptativo, a un callejón s in salida; por consiguiente, las referencias a los recuerdos del paciente se realizarán solamente para apoyar y justificar un reencuadre estratégico determinado.
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9.4.4. Y los afectos ¿no cuentan*
En terapia breve no hay una experiencia traumatizante o exaltadora, no hay gritos, ni lágrimas, ni un calor particular entre el terapeuta y su paciente, no hay acunamiento ni rebeldía contra el padre; tampoco un diván para fac ilitar la tom a de conc ienc ia. As í pues, los terapeutas de Palo Alto han perdido todo sentido de la naturaleza afectiva de las conductas humanas y en particular de la relación terapéutica? Por lo que se refiere a la naturaleza humana, la respuesta es evidentemente negativa; los afectos son probablemente unas respuestas globales indispensables al individuo, ya que le permiten hacer las elecciones necesarias para su supervivencia. En cambio, es evidente que las sesiones de terapia breve raramente son el teatro de manifestaciones emocionales. Puede suceder que el relato de las circunstancias de aparición de las dificultades vividas por los pacientes en su vida cotidiana vaya acompañado de llanto o de otras manifestaciones emocionales. En este caso, el terapeuta mantiene una actitud respetuosa y paciente ante el dolor; le ofrecerá, si es necesario, una caja de kleenex al paciente, pero no animará esta expresión emotiva. La razón es que el terapeuta no considera que favorecer la descarga emocional pueda tener ninguna ut ilidad para resolver el problema vivido tan dolorosamente por su pac iente. Para él, cuanto más pronto obtenga las informaciones concretas sobre lo que lleva al pac iente a su consulta, antes podrá aliviarle, no sólo en la sala de terapia, s ino en donde este sufrimiento es más penoso, a saber, en las condiciones de vida naturales de su paciente. No olvidemos que esta actitud, que algunos juzgarán sin duda indigna de un psicoterapeuta, deriva bastante lógicamente de las diversas premisas del enfoque; - Importancia de la interacción. Responder empáticamente a la expresión de los sentimientos induce automáticamente un modo de relación en el que este tipo de secuencia se hará más frecuente. Ahora bien, no entra en las intenc iones del terapeuta substituir a la red de relaciones del paciente; estas regulaciones afectivas son vividas naturalmente con las personas de su entorno y allí es donde deben continuar manifestándose. 309
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— Comportamiento y emoc ión. En el enfoque interaccional, no se diferencia entre los diversos aspectos que incluye el proceso comunicativo. No existe un mensaje «neutro», como hemos dicho en el capítulo 3 al describir los diferentes niveles de los mensajes. Se atribuye un «valor» a los intercambios, lo que implica un componente emocional más o menos importante según el contexto. El terapeuta, preparando «fríamente» sus órdenes respecto al comportamiento, vela por que la realización de la tarea (en el contexto de vida natural del paciente) implique una interacción satisfactoria, de manera global, para el paciente, lo que sobreentiende tanto su impacto emocional como compartamental o cognoscitivo. — La libertad de maniobra del terapeuta. Si el terapeuta quiere poder ayudar eficazmente a su paciente, es muy importante que pueda mantener una posición «meta» con respecto al sistema relacional del paciente. Debe conservar la libertad de maniobra necesaria para lle var al paciente a realizar las órdenes sobre su comportamiento que él haya concebido. Si el terapeuta se implica en una relación muy cargada desde un punto de vista emocional, con las coacc iones (redundan cias) que inc luye, corre el peligro de hipotecar este margen de liber tad. Cuando se conoce la importanc ia de los límites impuestos a los comportamientos individuales al establecer estas reglas de relación sistémicas, se puede medir mejor hasta qué punto el responder a un intento de aproximación de un pac iente (ya sea una petición de empatia, de ternura, de comprens ión de su vis ión del mundo, etcétera) de manera afectiva puede reducir a la nada la única verdadera ventaia del terapeuta, que es situarse fuera de la red relaciona! de su paciente. No podríamos imaginar a un cirujano que, por sentir un afecto excesivo hacia su paciente, dudase en operarlo por temor a hacerle daño. La cuestión no carece de importanc ia porque permite insistir so bre una de las dificultades mayores de la psicoterapia en general. Hablando con el paciente durante las sesiones, es decir, respetando las normas de relac ión vigentes en nuestra cultura, intentando com prender la posición y la vis ión del mundo de su interlocutor, el terapeuta debe poder mantener «la cabeza fría», es decir, permanecer atento a las particularidades de su modo relaciona! s in quedar preso en el. Podríamos decir que debe s ituarse, en alternanc ia, a dos nive les lógicos diferentes : dentro del s istema relac ional de su pac iente
durante las preguntas, pero permaneciendo suficientemente en el exterior para elaborar su estrategia de cambio. Es ésta una de las dificultades mayores de la terapia: «Cómo captar y comprender la visión del mundo del pac iente s in acabar por compartirla.» Las diversas supervisiones a las que hemos asistido, tanto en Palo Alto como en nuestro propio, trabajo, confirman que aquí está el peligro princ ipal que acecha a todo interventor. Responder activamente a las llamadas emocionales de los pacientes es a menudo el comienzo del final de una posibilidad de ayuda, dejando aparte el simple consuelo instantáneo que esta actitud puede efectivamente producir. Para convencerse, basta con ver hasta qué punto somos muchas veces completamente ineficaces en la ayuda que intentamos aportar a nuestros allegados, aparte de la compasión (que es por otro lado el cemento de nuestras relaciones amistosas). Así pues no se trata de negar la importancia de las demostraciones afectivas de modo absoluto, al contrario, sino de mantener una actitud profesional en la relación terapéutica, con la distancia necesaria que ésta implica. Es el terapeuta quien debe imponer el cuadro general de la intervención para salvaguardar la relación «meta» y así llegar a poder cambiar el conjunto del sistema del paciente.
9.4.5«Ideas negras» y asociación Ubre Hemos insistido sobre el hecho de que el terapeuta se esfuerza por introducir modificaciones en el sistema relaciona!, en las interacciones del paciente con su entorno. Esto puede sugerir que el terapeuta no se interesa apenas directamente por la persona que se encuentra frente a él en la sala de consulta. Ahora bien, como todos sabemos, es la persona la que, en último recurso, es objeto del sufrimiento psicológico. Es ella la que, desde un punto de vista fenomenológico, se encuentra frente a los tormentos de las ideas negras o de los torbellinos emocionales lancinantes. Nos parece pues necesario decir algunas palabras sobre la posición de Palo Alto frente al individuo que sufre. A todos nos sucede el debatirnos con pensamientos siniestros que parecen atraernos y mantenernos en lo que podríamos llamar, ce311
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diendo a la facilidad de las metáfo ras apro xi mativas, los «agujeros negros» del pensamiento. Una especie de torbellinos angustiantes de los que nuestros esfuerzos racionales no consiguen sacarnos. Al contrario , de asociación en asociación, acaban abarcando todos los campos de nuestras reflexiones. Se producen entonces mo mentos de desasosiego, de angustia, que nos dejan con el sentimiento de no poder ya affontar este mundo hostil. Muy a menudo en este estado de ánimo es cu ando los pacientes se decid en a consu ltar a un terapeuta. Las primeras peticiones de los pacientes denotan frecuentemente ese carácter global, ese malestar generalizado; aspiran a las cosas que son naturales cuando uno no se enfrenta con dichos tormentos: «sent irse bien en la propia piel» , «recobrar el deseo de viv ir» , o simp lemen te poder recuperar un poco de paz de espíritu. El interrogatorio con ciso de la terapia breve, con su insistencia en defin ir un problema preciso, puede parecer muy irrisorio ante la amp litud del sufrimien to psicológ ico. A menudo se le d irige esta crítica: « En lo que se re fiere a unos problemas muy defin idos (sobreentendidos "superficia les"), el enfoque puede convenir, pero ¿y para los "verdaderos" problemas...?» Ya lo hemos dicho, la posición de los terapeutas de Palo Alto con siste en reconocer su impotencia para aportar respuestas las cuestiones metafísicas; pero añaden que, en estos mo mentos penosos, muchas dificultades de la vida cotidiana están amalgamadas con las cuestiones sobre el sentido de la vida y que antes de admit ir tales generalizaciones es útil defin ir unas prioridades, exp licitar el modo co mo este sufrimiento ind iferen ciado se manifiesta concret amente en la vida de cada día. Una vez más, el interrogato rio de la terap ia bre ve es en sí un reencuad re. Hacer unas preguntas muy concretas y p recisas, aunque le parezca un poco fút il al paciente jl princip io, lo lleva a clarificar, a relativ izar los diferentes aspectos del problema. Si su apariencia monolít ica no permite ver una solución —a fortiori una solución rápida —, las distinciones que resultan de las preguntas dan una nueva visión del problema y sobre todo lo hacen accesible a una solución realista. La doctrina causal tradicional, la insistencia de los analistas sobre la impo rtancia que t iene to mar conciencia de las experiencias trau mát i cas vividas en la infancia, el uso de las asociaciones libres en el proce312
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so terapéutico, etcétera, todo esto ha creado en el público en general la idea de que el sufrimiento y los recuerdos penosos son no solamente inevitab les sino necesarios para el tratamiento. Estos mo mentos peno sos son, por tanto, considerados co mo mo mentos priv ilegiados que salpican el recorrido in iciát ico necesario para descubrir las causas pro fundas de nuestras dificultades. Los «terapeutas breves» no niegan la existencia de este fenó meno, pero la int erp retación qu e dan d e él v a en un sentido diamet ralmente opuesto; se trataría más bien de una es pecie de «parasitismo» de nuestro pensamiento del que sería deseable poder desembarazarse lo más p ronto posib le. La cu est ión de los recuerd os penosos permit e p recisar t odav ía mas las diferencias entre las teorías psicodinámicas y el enfoque sistemico en lo que se refiere a su manera de considerar la vida psico lógica". Estas asociaciones de ideas do lorosas se produjeron en un mo men to y en unas circunstancias particulares; eran entonces pertinentes o ind ispensables. La pregunta que nos podemos hacer consiste en saber si tienen hoy todavía un sentido o si tales asociaciones son en reali dad unos residuos inútiles para el buen fun cionamiento de nuestro sistema de p ensamiento. Desde lu ego no es que haya que o lv idarlo todo, todos apreciamos las dulces melancolías nostálgicas de vez en cuando; la cuestión es saber si estos recuerdos tienen o no un papel esencial en la resolución de las dificultades vividas actualmente por el paciente. Aparentemente, las terap ias analít icas y las terapias interaccíonales parecen estar de acuerdo sobre este punto: para ambos enfo ques. Jo importante consiste en deshacer los lazos perturbadores y dolo rosos para la persona. En camb io, en lo que concierne al modo de llegar a d icha disolución, las opin iones divergen rad icalmente. Ca 313
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ricaturizando un poco, podríamos decir que, para las teorías analíti cas, lo impo rtante es el v iaje, no el destino; consideran que este viaje es una especie de v ía c rucis que el paciente t iene que seguir, y en el que tendrá que sufrir, para llegar a la liberación. Para los intervencio nistas, no hay que confundir el viaje del terapeuta y el destino del paciente. Este viaje es solamente una construcción mental del terapeuta, una guia que le permite trazar la ruta de su camino, únicamente con el ob jet ivo que tiene, a saber, liberar (lo antes posible) al paciente de su sufrimiento. Imaginemos por ejemp lo que un homb re t iene difi cultades para establecer unas relaciones s atisfactorias con las mu jeres como consecuencia de una serie de experiencias penosas con su madre. Todo encuentro con una mujer despierta los sentimientos angus tiantes vividos en su traumat is mo in fant il. Para los analistas, es importante.co mprender este lazo, captar sus razones profundas, revivirlo, llegado el caso, durante el proceso terapéutico. Para los terapeu tas estratégicos, de nada sirve reavivar esta asociación, aunque sea simp lemente hablando de ella"; al contrario, por med io de unas ór denes de comportamiento aprop iadas (p robablemente paradójicas en este caso preciso), intentarán llevar al paciente a establecer otro tipo de relación con una mujer. Esta nueva experiencia, si es satisfactoria para el paciente (¡y puede serlo !), convierte de algún modo en caduco el lazo con el traumat ismo pasado. Así pues, para los terapeutas es tratégicos, este lazo sólo puede ser comprendido en el contexto especifico que lo vio nacer, y por tanto tiene valor solamente en un espa-cíotiempo defin it ivamente pasado y todo esfuerzo po r reav ivarlo equivale a hundir de nuevo el cuch illo en la llaga de manera total mente inútil e incluso desplazada, si consideramos que el papel del terapeuta consiste en aliv iar el do lo r de su paciente.
9.4.6. Crítica del modelo
Pero todo esto podría hacernos creer que la terap ia b reve es la pa nacea qu e to dos los terapeu tas (¡y los p acien tes!) esperab an desde 314
La insostenible frialdad de U te rapu breve
si e m p r e . A u n qu e n os ot r os n o s o m os s in d u d a l os c rít i co s m ás f e r o c es d el en f oq u e d e P al o Alt o , e sto no i m pid e qu e po d a m o s s e ñ al a r ci e rt os lí m i t es d e l m o d el o t er a p é uti c o d e l a t e r a pi a br e v e . E n p ri m e r l u g a r , a p e n a s a p o rt a u n a r e s p u e st a c o n c r e t a c u a n d o s e tr at a n o d e r e s ol v e r u n os « pr o bl e m a s» si no d e d e fi ni r u n m ej o r «f u n c i o n a m i e n t o » . E n e s t e s e n ti d o , e l e n f o q u e si s t é m i c o e s t r u c t u r a l e s ind u da bl e m en t e m ás i nd ic a d o p or q u e p e rm it e d es c ub ri r ci ert a s e st ru c tur as j e r ár qui c as o r egl a s r el a ció n al es p ot en ci al m ent e c aus a d e dis ru n cí o n es . P e ro n o d a ni ng u n a in di c a ci ó n p r e ci s a s ob r e l as p osi bili d a d es de pr e v en ci ón o s ob r e los m edi os q u e h ay qu e em pl e ar p ar a f a cilit a r l a vi d a d e l a s p e r so n a s co n d es v e nt a j as fí si c as o m e nt al e s po r ej e m pl o . Ig u al m ent e , p a r a l as p er so n as qu e bu sc a n si m pl em e nt e u n m ay or bi en est ar , un a m ejor a d e sus ca p aci da d es r ela ció n al es o em oci on ale s, et c ét e ra, el m o del o, y su insist en ci a e n l a d efini ció n de o bjeti vos p re cis os, co r r e el g r an p el ig r o d e n o c o nsti tu ir e l m e j or e n f oq u e e n c o m p a r a c i ón c on l as té c ni c as d e gr u po u ot ro s m ét o dos d e d e sa r r ollo p er so n al . S i el e n f o q u e d e P a l o Al t o pu e d e m o d i fi c a r b a s t a nt e r á p i d a m e n t e u n a s i n t e r a c c i o n e s i n cl u s o in v e t e r a d a s , s i n e m b a r g o n o o f r e c e n i n g ú n a p o y o a l o s p a c i e nt e s q u e d e b e n r e a p r e n d e r a e n f r e n t a r s e a l a s r e ali d a d e s d e l a vi d a c ot idi a n a d e sp u é s d e u n l a r go p e rí o do d e ai sl a m i ent o debi do al i nt ernam i ent o o al enc arcel am i ent o por ej em pl o. E st o at a ñ e p ri n c ip a l m e nt e a l a i ns ist e n c i a d el m o d el o e n c u a nt o a l a b r e v e d a d d e l a i n t e r v e n ci ó n . R e s p e ct o a e s t o , p u e d e s e r i nt e r e s a n t e d e ci r qu e , e n su s co n su lt as f u e r a d el C en tr o d e t e r a pi a b r ev e , in c lu s o ¡ os m i e m b r os d e l e q ui p o n o l i m it a n s u t r a t a m i e nt o a l as d i e z s e si o n e s e x p e r i m e nt al e s , c o m o p r e c i s a P a ul W a t z l a w i c k: « D ig o a m is p a c i e nt e s q u e m i e x p e r i e n c i a d e t r e i n t a y c i n c o a ñ o s d e p r o f e s i ó n m e ha hecho com probar qu e l as personas que no se han benefi ci ado de m i a y ud a e n di e z s esi o n es n o c on s e gu ir á n n a d a m ás d e sp u é s d e c i en . E nt o n c e s , l es p i do q u e d e s p u é s d e di e z s e s io n e s c o m o m á x i m o h a gam os una ev al uaci ón para ver si nuest ro t rabaj o si rve de al go. S i no. val e m ás qu e l es r ecom i end e a un col e ga q ue pod rá ayudarl es m ej or; l a g ent e a m enudo en cu ent ra que es ést a un a m ane ra m uy a c e pt a bl e y ét i c a d e tr a b a j a r. S i , e n l a d é c i m a s e si ó n, y a s e p r o du c e n u n os m o v i m i e n t o s c l a r o s q u e p a r e c e n c o m e n z a r y q u e p o d r í a n c o n fi r m a r s e c o n al g un a s s es i on e s m á s , c o n ti n u a m os . P e r o , d e h e c h o , y o nunca t er m i no m i s t erapi as. Exi st en m uch as obr as sobre - el m odo 315
El MRI y el Centro de terapia breve
como terminar una terapia, pero yo, por lo que a mí respecta, tengo una forma muy simple de soslayar el problema. Digo: "Creo que hemos llegado a un punto en el que podemos continuar modificando la frecuencia-de nuestras entrevistas; esto significa que, a partir de ahora, podemos vernos más o podemos vernos menos de una vez por semana; telefonéeme cuando crea que es importante discutir un nuevo desarrollo de la s ituac ión.. " Las personas encuentran esto muy aceptable. Hay algunos pacientes a los que veo desde hace más de quince años, pero el número máximo de sesiones es de treinta y cinco. Vienen durante algunas sesiones y el problema mejora o desaparece. A los pacientes les resulta muy sencillo coger el teléfono y llamarme. Si acabas la terapia y la gente tiene que volverte a llamar después, es un fracaso: "Debo volver a comenzar otra vez mi terapia." En cambio aquí, tienen la impresión de que la terapia no hace más que progresar; están en terapia aunque no hayan telefoneado desde hace diez años. Les digo claramente: "No hemos terminado, la 7 terapia continúa"»" . El enfoque de Palo Alto es pues un método de resolución de problemas. Pero, incluso dentro de este marco preciso, no está libre de lagunas y principalmente en sus principios de base. Aunque los miembros del MRI lo definan como un enfoque interaccional, ninguna de las etapas del tratamiento tiene en cuenta explícitamente la relación entre el terapeuta y el paciente; se habla de definición del problema, de los objetivos, de los intentos de solución, etcétera, como si todo esto pudiera precisarse de manera absoluta y unilateral. La ins istencia primordial sobre la necesidad de encontrar un «cliente» para la intervención es muy reveladora de las lagunas a este respecto: algunos terapeutas podrán decretar que esta persona o aquélla no es cliente para un cambio, mientras que a otros les podrá parecer muy quejosa. También aquí, estas nociones deberían ser objeto de un enfoque que tuviera en cuenta unos conceptos de la cibernética de segundo orden, lo que probablemente permitiría descubrir las dificultades unidas a la autorreflexividad. En este sentido, podrían instruirnos los trabajos de Mony Elkaím", que se aplica a integrar en
La insostenible fria ldad de la terapia breve
su enfoque terapéutico las investigaciones de Von Foerster, Várela y Prigogine, sobre los fenómenos de autoorganización de los sistemas. Ya hemos señalado la vaguedad artística que persiste a nivel de la aplicación de ciertas técnicas como el reencuadre, o también de los elementos que hay que considerar para elaborar una orden de comportamiento eficaz. Todavía falta hacer muchos estudios para precisar el modo como los individuos puntúan las secuencias interaccionales, como codifican las nuevas informaciones, como estas informaciones se estructuran en el sistema de pensamiento, etcétera. Estas investigaciones permitirían tal vez comprender mejor los fracasos terapéuticos que, actualmente, siguen sin explicar, si no es de un modo muy general («No hemos definido el problema bastante concretamente», por ejemplo). Otra crítica que puede dirigirse al modelo, es que puede suscitar en el terapeuta novato un cierto sentimiento de omnipotencia perjudicial a la relación terapéutica. La aparente simplicidad del enfoque, añadida a su innegable eficacia, puede dejar creer que cualquiera podría, de la noche a la mañana o casi, proclamarse «terapeuta breve» y lugar al aprendiz de brujo con la miseria humana. Somos muy conscientes, por haberlo experimentado nosotros mismos, de la embriaguez que pueden provocar los primeros éxitos terapéuticos, a veces espectaculares. Esta embriaguez puede conducir a una actitud de simplificación abusiva de las dificultades encontradas por los pacientes y sobre todo a una estereotipia de los medios terapéuticos utilizados. Sobre este punto debemos recordar" las vacilaciones de Bateson frente a toda manipulación intencional de los seres humanos. Nosotros creemos que, además de la necesidad de poder volver a las fuentes del enfoque, el terapeuta debe ser plenamente consciente de nuestro gran desconocimiento de los recursos del alma huma na y no aventurarse en sus recovecos más íntimos si no es con el mayor respeto y la mayor prudencia. Esperamos haber insistido suficientemente sobre estas cuestiones esenciales. •
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El MRI y e! Centro de terapia breve
La insostenible frialda d de la terapia breve .
Terminaremos nuestras observaciones precisando, si fuera necesario, que existen muchos otros enfoques terapéuticos que han demostrado su aptitud en el tratamiento de problemáticas especificas como el autismo, el alcoholismo, los problemas de la adolescencia, los malos tratos, etcétera. Está claro que nuestra insistencia sobre el interés del modelo de Palo Alto nada quita a los méritos de esos otros modos de intervención; es una suerte que podamos disponer de una gran diversidad de enfoques si queremos ver progresar los medios de aliviar el sufrimiento humano. Como decía Bateson: "No puede haber competición en la ignorancia.» A pesar de estas críticas (que no son exhaustivas), el modelo de intervención del Centro de terapia breve es un instrumento de trabajo de una eficacia notable, tanto por su utilidad estrictamente terapéu tica como en calidad de instrumento de reflexión sobre el contexto y los envites de la intervenc ión, como tendremos ocasión de ver en sus aplicaciones a diversos contextos apremiantes, en particular cuando unas personas consultan bajo la presión de ciertas autoridades morales u oficiales. Mucho más que las técnicas de influencia en sí mismas ( la mayoría de las cuales proceden de Enckson), lo que constituye la aportac ión mas preciosa de la terapia breve es la simplic idad y la prec is ión del modelo, las etapas que describen la estructura global de una intervención terapéutica. Además, la concepción c ibernética del síntoma que lo cons idera como un medio de adaptac ión a un contexto lleva cons igo una vis ión «relativista» de los problemas ps icológicos, ¡o que aproxima el modo de proceder del psicoterapeuta al del antropólogo y le permite prescindir de toda concepción normativa o patologizante. Esto no significa, desde luego, que ya no se establezca diferencia entre un comportamiento «lo co» y un acto sensato, sino que el contexto de un acto permite des cubrir su sentido y percibir sus mecanismos s in tener que suponer una alterac ión intrapsíquica enigmática. Después de enumerar estas reflexiones críticas, hemos querido concluir el capítulo con una nota agradable. No es muy frecuente, en el campo científico en general y en el de la psicoterapia en particular, ver que unos colegas rinden homenaje a sus predecesores; por ello este testimonio de Carlos Sluzki tiene más importancia: «Además de constituir un ejemplo de economía clínica, [el modelo de la 318
rerapia breve] ha tenido una influencia enorme sobre mucha gente. ¡L'f! Todos los otros grupos de terapia breve tienen como base las ideas del CT B. Cuando pensamos en ello, todos los ericksonianos que han venido más tarde, o el grupo de Milwaukee, de Shazer y los otros... todos son "originarios" del MRI. Evidentemente, ahora, se t it á n a sí mismos en lugar de citar sus fuentes, pero, si se hace un tracing de sus primeros trabajos (a los que siguen permaneciendo fieies), la referencia fundamental es la referencia al MRI. Es un esfuerzo de economía extraordinario, quiero decir, de economía clínica, y muy "contracultura". Esto hace que np sea demasiado popular, porque opera a partir de unas premisas que, para la gente que necesita unos ropajes más llamativos y sofisticados, son demasiado esparta nas. Para mí este modelo sigue s iendo una maravilla. Han pasado muchas cosas en el mundo desde que apareció su primer libro, pero esto no le quita ningún mérito. Era un paso extremadamente impor319
SÍNTESIS, PERSPECTIVAS Y CONCLUSIONES
El pensamiento es el que hace que la desgracia tenga una vida tan larga. William Shakespeare, Hamlet
Hemos llegado a la hora de los balances y de las síntesis. Hemos defendido el interés de una vis ión unitaria del grupo de Palo Alto; SI N embargo, nuestro camino ha hecho hincapié sobre las diferencias, los puntos de bifurcación, la dualidad. Bateson, el contemplativo, que vilipendiaba a los terapeutas en el sagrado nombre de la uencia, y Watzlawick, el pragmático, que denunciaba la inconsciencia de los teóricos utópicos. Somos ahora unos alquimistas en búsqueda de unidad en la fus ión de los contrarios. (Tranquilizamos a ios Sectores, en Palo Alto no se encuentra ninguna piedra filosofal, rodo lo más unas pizcas de silicona.) Entonces, ¿qué hay que esperar de esta síntesis? Si Bateson ha cant. ido la unidad sagrada del pensamiento y de la naturaleza, nosotros Breemos que la historia del grupo de Palo Alto cuenta la del pensamiento y de la acción, los dos grandes polos de la actividad humana. 1 Si quieres ver, aprende a obrar»' , cita Watzlawick, y Bateson nos dice como aprender.
El regreso de Bateson
Deíamos a Bateson en el momento en que abandonaba Palo Alto para establecerse en Santo Tomás, en las islas Vírgenes, porque John Lilly le había invitado a ir allí a estudiar los delfines. Sólo permane-
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Síntesis, perspectivas y conclusiones
ce allí un año, y después se va a continuar sus investigaciones a Hawan hasta 1971. Acaba la redacción de Hacia una ecología del espíritu y es contratado como profesor en la Universidad de Santa Cruz. Como consecuencia de los movimientos contestatarios de fines de los años sesenta, la universidad quiere ser diferente, menos sectorizada, más abierta. Encargan a Bateson que organice un centro de estudios interdisciplinarios en c iencias-naturales. La publicación de su obra le ha aportado finalmente un reconocimiento que se ha hecho esperar mucho. El gobernador de California, Jerry Brown, joven político de ideas progresistas, se siente seducido por el pensamiento de Bateson a quien nombra «rector de la Universidad de California», esperando con ello insuflar a esta asamblea muy convencional un impulso y una altura de pensamiento que dolorosamente le faltan. Esta vez tampoco es decisiva la experiencia. Bateson continúa sus investigaciones pero su salud se deteriora rápidamente. A finales de los años setenta tendrá que recurrir a su hila Mary Catherine para que le ayude a terminar la redacción de La naturaleza y el pensamiento, que aparece finalmente en 1979, Bateson en cierto modo vuelve a sus primeros amores, la biología; en torno a la teoría de la evolución emprende una síntesis del conjunto de sus trabajos.
El r enacimiento conceptual del MR!
Aunque algunos de sus miembros consideran que hay pocos cambios en las prácticas del MRI desde los comienzos dei Centro de terapia breve, Paul Wátzlawick sigue muy activo en sus investigaciones teóricas. Hemos señalado vanas veces sus referencias al constructivismo y, en particular, a los trabajos sobre la autoorganización realizados por Hienz von Foerster en e! marco de lo que hoy se llama la «cibernética de segundo orden».
Síntesis, perspectivas y conclusiones
La cibernética de segundo orden Hemos podido ver, en la conversación de Mead y Bateson reproducida en el capítulo 2, que ya se consideraba la cuestión de la autoreflexividad en las investigaciones de los primeros cibernetistas. Pero las aplicaciones tecnológicas habían tergiversado enseguida la óptica original. Por una parte, el estudio de las máquinas no necesitaba que se considerasen las interacciones entre el ingeniero (o el técnico) y la máquina; se cayó pues en una visión tradicional, a saber que el investigador estudia «objetivamente» el sistema, desde el exterior. Por otra parte, y una vez más en relación con la prioridad concedida a la puesta a punto de unas máquinas autorreguladas, se desarrolló sobre todo el aspecto «normativo» de la cibernética, es decir, los mecanismos homeostáticos, las condic iones de estabilidad de los s istemas. Se dejó pues de lado el estudio de las condiciones de evolución de las estructuras sistémicas. Estas restricciones en las concepciones de la cibernética se manifestaron principalmente en la utilización que de ella hicieron los primeros terapeutas familiares, como ya hemos visto. Poco a poco han ido apareciendo teorías que enmendaban estas lagunas. Cada vez se dirigió mayor atención a los fenómenos de «morfogénesis» (cambios que llevan a unas modificaciones cualitativas del sistema), así como a la inc lusión del terapeuta en el sistema que desea cambiar. Con Sluzki (1985), se pueden distinguir dos grandes etapas en la evolución de la cibernética desde sus comienzos. La cibernética, que estudia ¡os fenómenos dejando al observador en el exterior del sistema observado: a) la primera ola, que estudia cómo los sistemas mantienen la homeostasis (morfostasis); b) la segunda ola o «segunda cibernética», que estudia cómo los sistemas evolucionan y crean unas estructuras nuevas (morfogénesi s )
La «cibernética, de segundo orden», en la que el observador se incluye en el sistema observado. Así es como la define Von Foerster: «Entonces, ¿qué hay de nuevo en los esfuerzos de los cibernetistas de hoy? Lo que es nuevo, es que se han dado cuenta de que, para escribir una 324
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Síntesis, perspectivas y conclusiones Síntesis, perspectivas y conclusiones
teoría del cerebro, hace falta un cerebro. De ello resulta que, si una teoría del cerebro tiene alguna pretens ión de ser completa, debe explicar su propia escritura. Más fascinante todavía, el que escribe esta teoría debe explicar su escritura. Trasladado al campo de la cibernética: el cibernetista que entra en su propio campo debe explicar su propia actividad; la cibernética se convierte en la cibernética de la cibernética, o cibernética de segundo orden»"'.
Los mecanismos morfogeneticos Hasta ahora, hemos hablado sobre todo de los procesos reguladores, es decir, de los que permiten a los sistemas mantener su equilibrio. Pero, durante su evolución, los sistemas, tanto si son biológicos, como psicológicos o sociales, pueden pasar_por unos episodios en los que las variables esenciales alcancen unos umbrales críticos. ¿Qué sucede entonces? ¿Se va inexorablemente al estallido y a la muerte del sistema? Igualmente, si todo sistema intenta conservar su estabilidad, ¿cómo explicar unos fenómenos como la evolución de las especies, los cambios sociales, la irrupción y la resolución de conflictos, las conmociones económicas, los fenómenos habitualmente descritos como «círculos viciosos», etcétera? AI lado de los fenómenos de morfostasis (que tienden a neutralizar la desviac ión de la norma), hace falta pues un modelo que permita formalizar la «morfogénesis», la creación de «formas» nuevas (cuando se produce un aumento de la desviación). Es Maruyamaj en lo que se ha llamado la «segunda cibernética», quien ha insistido sobre la importancia de estos mecanismos de aumento de la desviación, es decir: «todo proceso que implica unas relaciones de causalidad mutua que amplifican una sacudida inic ial accidental e insignificante, y que desarrollan la desviación y producen una divergencia de las condiciones iniciales».4 Como vemos, aquí se trata de un enfoque de la '«crisis». Si unos feed-back positivos pueden llevar al sistema lejos de una posición de
estabilidad, éste puede desde luego estallar, pero también puede pasar por una fase «creativa», es decir, pasar a otro tipo de estabilidad, un nuevo orden, un nuevo «calibrado» de las variables esenciales que permite entonces al s istema continuar con su adaptac ión. Bateson ha estudiado este fenómeno, principalmente desde el punto de vista de la adaptación biológica y del aprendizaje que mencionaremos más adelante. Señalaremos rápidamente los trabajos de Prigogine a los que muchos terapeutas familiares (entre los que está Paul Watzlawick y 5 Mony Elkaím) se refieren en la actualidad. Estudiando los sistemas físico-químicos lejos del equilibrio, Ilya Prigogine, un químico belga de origen ruso, ha elaborado sus modelos evolutivos a los que ha llamado «estructuras disipativas». Estos dos términos remiten de nuevo a la oposición azar-orden. Ha mostrado que, en ciertas circunstancias, unos s istemas cuyo estado se hace muy inestable y que, según el segundo principio de la termodinámica, deberían volver a ser entrópicos, es decir, ver disiparse su estructura, pueden, al contrario, utilizar c iertos elementos de su entorno para crear unas nuevas estructuras estables y autónomas. «Lejos del equilibrio, los procesos ya no pueden ser comprendidos a partir de estados en los que compensan por término medio sus efectos. Se articulan en forma de organizaciones singulares, sensibles a ¡as circunstancias, susceptibles de mutaciones cualitativas, organizaciones que permite'ñ dar un sentido a una idea hasta entonces inconcebible: explicar la novedad sin reducirla a una apariencia»6 . Como vemos, la empresa es audaz, ataca en cierto modo el proceso de la creación. Sin entrar en los detalles demasiado técnicos o matemáticos, señalemos no obstante que las palabras clave son aquí la no linealidad», los «puntos de bifurcación»7 o, también, la «sensibilidad del sistema», el «acontecimiento»... Era normal que los teóricos
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Síntesis, perspectivas y conclusiones
y los prácticos de las cienc ias humanas interesados por el proceso del cambio se volviesen con avidez hacia Pngogme o hac ia Rene Thom para acechar todo descubrimiento que pudiera ac larar por fin un poco más estas cuestiones complejas. Así ciertos terapeutas familiares han podido obtener, de manera analógica, unos modelos de evolución de familias en crisis, es decir, lejos del equilibrio (o también, llegadas a un «punto de bifurcación»), y que la intervenc ión del terapeuta ha podido ser considerada como una especie de catalizador de estructura dis ipativa, ya que el proveedor de la información nueva puede permitir al s istema desestabihzado crear una nueva estructura libre de sus síntomas indeseables. Igual que sucedió con la cibernética de los primeros tiempos, se encuentra aquí la misma esperanza de un enfoque transdisciplinario, el deseo de una ciencia que una, como muestra el texto de Prigogine yjjtengers: «Asimismo, la cuestión del acontecimiento, de las circunstancias que le permiten propagarse, adquirir un sentido, ser ocasión de transformación cualitativa, es común a todas las ciencias que tratan de las poblaciones, de modos de estar "juntos". Sorprende comprobar que las teorías sociales y políticas, y también los revolucionarios, los creadores de la moda, los técnicos de la publicidad, etcétera se encuentran ante la misma cuestión: ¿qué es una inestabilidad? ¿Cómo favorecerla, o, al contrario, prevenirse contra ella?»"
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10 LAS DOS CARAS DEL CAMBIO
10,1. El cambio coevolutivo1 Mient ras que el equ ipo del M RI se ded icaba ai estudio del camb ia del co mpo rtamiento hu mano , Bateson cont inuaba con su búsqueda de la «estructura que enlaza» los diferentes campos de las ciencias naturales. Al final de su vida, se dedicó a estudiar el modo como los sistemas , los ind iv iduos y las ideas evolu cionan . Un enfoqu e del camb io pues, aunqu e lo abord a de una manera mucho más general que en el M RI; evo lu ción po r un lado , camb io int encional po r el otro . Po r tanto pod emos esp erar un ben eficio si relacionamos los dos enfoques; ¿hacia qué «ciencia del camb io» nos invita a mirar Pa lo Alto? No tenemos la pretensión de ser co mp letos en esta tentativa de síntesis; nuestros objetivos son mucho más modestos: esbozar las grandes líneas de un razonamiento, descubrir ciertas perspectivas de investigaciones futu ras, suscitar algunas preguntas. Para Bateson, el camb io es ante todo la evolución, la t ransforma ción en el tiempo por los procesos estocásticos 2 . La evolución bioló gica de las especies, pero tamb ién la evolución considerada desde el
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Síntesis, perspectivas y conclusiones
punto de vista del individuo, es decir, el fenómeno del aprendizaje tanto somático como mental. El azar desempeña en ella un papel esencial, es rúente de novedad, clave de la creatividad. A un nivel muy general, la vida es una especie de lucha entre, por una parte, la tendencia al caos, a la dispersión aleatoria, a la entropía y, por otra parte, el mantenimiento del orden, la organización, la estructura, el conservadurismo. Cada uno de los organismos vivos representa una solución a estas dos tendencias opuestas, un compromiso único y transitorio, una etapa. Mientras está vivo, el organismo preserva este orden dinámico, antes de volver al caos. Para poder mantenerse, conservar una cierta autonomía, el ser vivo tiene que apelar a los recursos de su entorno del que saca los elementos necesarios para su supervivencia; la unidad de supervivencia no puede estar limitada al individuo, sino que debe incluir todo lo que le es > necesario para existir como tal. Tanto si nos situamos a nivel de la célula como del organismo en su totalidad, del ecosistema terrestre o del universo conocido, la cuestión del cambio concierne, globalmente, a esta dinámica perpetua de mantenimiento de una integridad por el intercambio con el medio. En la medida en que somos conscientes de la necesidad vital del intercambio, podemos preocuparnos de comprender el modo como el organismo consigue conservar su forma, su diferencia. ¿Cómo se transforma el individuo para permanecer igual? Notemos las diferencias de nivel. A nmd de la especie, el azar1 de las mutaciones genéticas y de la distribución del potencial genético de la especie da una flexibilidad al proceso adaptativo. Si las condiciones del medio se modifican, algunos especímenes se adaptarán mejor que otros, es decir, tendrán más facilidades, más probabilidades de sobrevivir y de reproducirse; a la larga, pues, las características de la especie se modificarán. Éste es, en líneas generales, el mecanismo de la evolución de las especies descrito por Bateson.
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Las dos caras del cambio
A nivel individual, el organismo está sometido a unas presiones del ambiente y debe encontrar los medios de adaptarse a él «eligiendo» (sobre la base de sus características biológicas) la «novedad» que, una vez integrada, le permitirá sobrevivir en su entorno. Estas modificaciones individuales no serán transmitidas a la descendencia a fin de no hacer demasiado rígido el proceso más global de supervivencia de la especie (por tanto del nivel lógico superior). Podría decirse que la evolución se protege contra las fluctuaciones transitorias de la moda. Desde un punto de vista interaccional, vivir juntos es influirse reciprocamente: toda señal percibida, toda información implican una reacción, por tanto una modificación, un cambio (por mínimo que sea). Podríamos parafrasear el axioma de Paul Watzlawick y decir: "No es posible no influirse», en la medida en que todo mensaje incluye a la vez un aspecto «indicio» y un aspecto «orden» Aquí nos interesa particularmente este último aspecto. Observemos que no hay ninguna necesidad de invocar una intención en la mente de los actores y que este fenómeno es valedero para todos los sistemas vivos: el sol no «decide»~hacer crecer la planta, ésta no decide obtener del suelo los minerales necesarios para su supervivencia, etcétera. Hemos expuesto con detalle la teoría del aprendizaje de Bateson que insiste sobre el aspecto jerarquizado de los cambios, sobre los niveles cada vez más abstractos de las lecciones que sacamos de nuestras experiencias. No volveremos a hablar de ello, si no es para decir que Bateson ha mostrado que los cambios somáticos implican la misma estructura jerarquizada y que la teoría de los tipos lógicos permite marcar sus diferentes niveles. Un ejemplo, tomado de Bateson, bastará para dar una idea general. Tomemos el caso de la regulación del organismo en función de la cantidad de oxígeno disponible. - Las variables biológicas importantes de un organismo poseen un margen adaptativo necesario para los cambios de las condiciones del entorno; por ejemplo, un cierto porcentaje de hemoglobina en la sangre, un ritmo respiratorio y una presión arterial dadas, etcétera. Cada variable dispone de una cierta libertad de func ionamiento, puede oscilar entre un umbral mínimo y un umbral máximo para poder hacer frente a unas modificaciones súbitas del medio. En una situación de peligro, por ejemplo, el organismo se moviliza para la huida o para el combate, lo que necesita la activación de ofertas va331
Síntesis.
perspectivas y conclusiones Las dos caras del cambio
nables físicas: aumento de los ritmos respiratorio y cardíaco, etcétera. Estas variables se acercan entonces a su límite superior. Una vez desaparecido el peligro, el organismo recupera su forma de funcionamiento anterior. — Ahora bien, si el individuo debe vivir durante mucho tiempo en unas condic iones diferentes, digamos que dec ide irs e a vivir a México, que se encuentra a más de dos mil metros de altitud, el funcionamiento de sus variables físicas se modifica de manera duradera. Pero entonces existe un nesgo para la supervivencia del organismo: algunas variables se han aproximado a su límite y ya no tienen la misma fac ilidad de adaptac ión. Esto puede impedir la flexibilidad necesaria para afrontar las situac iones de urgenc ia (un peligro, por ejemplo). Para poder sobrevivir, se requieren unos cambios más profundos, cualitativamente diferentes : deberá cambiar el nivel de calibrado de las variables interesadas; por ejemplo, un aumento del porcentaje d.e hemoglobina en la sangre. Cambios mas profundos, más duraderos también, pero que permiten recobrar la flexibilidad adaptativa necesaria. Es el fenómeno que Bateson llama ¡a ac limatac ión (análogo biológico de su aprendizaje secundario). — Imaginemos que, por una u otra razón, el porcentaje de oxígeno disminuye en nuestro planeta y esta s ituación perdura; es probable que se produjese una presión de selección que favorecería, a nivel de la especie humana esta vez, las mutaciones genéticas que fuesen en el sentido de una disminución de la rigidez provocada por los cambios de las condiciones de vida; podría producirse, por ejemplo, una elevación del porcentaje medio de hemoglobina en la población. Acabamos de considerar el problema a un nivel físico, pero el mismo razonamiento puede aplicarse a las variables socioculturales, a las coacciones impuestas a los sistemas sociales. Toda sociedad dispone de unas instituc iones creadas para facilitar su supervivencia; unas reglas de conducta (las leyes), unos medios de regulación (servicios de orden, medios de coerción, estímulos, castigos, etcétera). Si uno de sus miembros se comporta de un modo no aceptado, los medios de regulación permitirán restablecer el equilibrio, el orden anterior. Cuando un gran número de c iudadanos se comporta de un modo no deseado, los medios de regulac ión habituales no permiten ya restablecer el equilibrio anterior (por ejemplo, podría llegarse a
una saturac ión de las pris iones, a un aumento de la delincuenc ia que hiciese las condiciones de vida muy difíciles para un gran número de personas, etcétera). En este caso, deberán producirse modificaciones profundas si la sociedad quiere continuar existiendo; podría, por ejemplo, modificar algunas leyes, incluso su Constituc ión, lo que ocasionaría la modificación de muchas variables. Resumamos. En nuestro esfuerzo perpetuo por mantener nuestro organismo en un estado satisfactorio, reaccionamos para neutralizar ios efectos de las «agresiones» que van unidas a nuestros contactos necesarios con el entorno (es el cambio por retroacciones o también, con la terminología del MR1, de tipo 1). Cuando no conseguimos regular este intercambio permanentemente, nuestras variables esenciales son llevadas a sus limites, lo que hace más delicada nuestra flexibilidad adaptativa general. Podemos pues decir que, en estos momentos, nuestro s istema se encuentra lejos de su pos ic ión de equilibrio, que está «en crisis». Se impone unos cambios para restablecer el margen de flexibilidad necesario para una regulación que no obligue al organismo a emplear unas reservas indispensables para afrontar unas medidas de urgencia (es el cambio por calibrado o cambio de tipo 2). Hasta ahora, hemos considerado el cambio bajo el ángulo de la coevolución, es decir, el proceso global de regulación de subsistemas en interacción. No se ha postulado ninguna «intención», ningún plan previo. Para utilizar el lenguaje sistémico, dinamos que se trata de una «equifinalidad», siendo el sistema su mejor explicación 5 .
10.2. E1 cambio intencional Ahora, vamos a aventurarnos en el campo más resbaladizo del «objetivo consciente», es decir en el campo del cambio deliberado, planificado. Encontramos aquí el debate secular entre determinismo y libre albedrío. Debate que aclara Bateson y la distinción que establece entre los fenómenos convergentes y divergentes.
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10.2.1. Fenómenos convergentes y divergentes
Si es posible la predicción en lo que se refiere a ciertos fenómenos que tienden hacia un límite e implican un número muy grande de entidades a la vez (como es pos ible, por ejemplo, determinar los cambios del estado del agua en función de las variaciones de temperatura, o también ciertas tendencias generales de evolución de la población de una sociedad), no sucede lo mismo en lo que concierne al comportamiento de una entidad particular (tanto si se trata de ¡a trayectoria de una partícula como del comportamiento de un individuo dado). «Lo genérico está a nuestro alcance, pero lo específico se nos escapa»". Diferencia de nivel lógico una vez mas, con implicaciones vertiginosas para las ciencias humanas en general y la psicología en particular. Si podemos prever, de manera probabilista, el comportarnj'ento de un conjunto de personas, no podemos en absoluto tener la misma certeza en cuanto a los individuos tomados separadamente. Podemos pues sacar algunas leyes generales y creer que el comportamiento individual está determinado por ellas, pero, cuando se trata de la conducta de una persona precisa, las leyes estadísticas ya no valen, el individuo recobra en cierto modo toda su libertad. Para precisar bien esta diferencia capital, citamos un ejemplo: si podemos determinar algunas características generales de las familias que pueden educar a un hijo adoptivo con muchas probabilidades de éxito, nunca podremos prever el éxito de la adopción de un niño por una familia prec isa (aunque responda a los criterios generales favorables). Es el problema de todos los tests cuyos valores se han establecido sobre una gran población, por tanto de los informes psiquiátricos, etcétera.
10.2.2. Adaptación y predicción
El conocimiento previo de las reglas de los fenómenos convergentes nos evitará despilfarrar regulaciones evitables: se trata pues de un
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proceso económico. En cambio, todo intento de anticipación de las secuencias divergentes conducirá inevitablemente a un «despilfarro» porque esto significa que nos esforzamos en tratar unos datos hipotéticos. Este proceso de predicción de acontecimientos futuros implica la posibilidad de aparición de ciertas «patologías». - En primer lugar, podemos esforzarnos en prever tinos fenómenos por naturaleza imprevis ibles; esto nos conducirá a querer obte ner constantemente unos indic ios suplementarios : es el «síndrome de utopía» descrito por el equipo del MRI. - Inversamente, podemos ignorar los fenómenos previsibles, lo que coincide en parte con el comportamiento de los «terribles sim.plificadores» descritos por e! MRI. — Podemos también disponer de un conocimiento erróneo de las secuencias convergentes; nuestro «modelo» no corresponde al fenómeno modelizado. Esto significa que no podremos nunca regular correctamente nuestras acciones (como si nos esforzáramos en alcanzar un blanco x con un cañón, y nuestros informes previos en cuanto al emplazamiento del blanco fueran falsos). Observemos de paso que estos «errores» pueden resultar benéficos, las mezclas de niveles pueden ser creadoras; su mejor ilustración la constituye la historia del descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Hay que añadir que el hecho de considerar todos los fenómenos como convergentes, o lo contrario, conduce igualmente a ciertas formas de patología. En el primer caso, se intentará preverlo todo, es decir que se intentará tratar una cantidad infinita de informaciones (la multitud de todos los scenarii posibles). Nuestro intelecto, nuestro «ordenador personal», funcionará entonces sin cesar, sin llegar a ofrecer un objetivo satisfactorio: es la duda perpetua, las posibilidades consideradas mil veces, el descubrir indicios nuevos en todos nuestros contactos con nuestro alrededor (la opinión de los otros, por ejemplo), la angustia, etcétera. En el segundo caso, es la necesidad de tratar en el momento todas las informaciones que se presentan a medida que se va realizando nuestra acción, con el riesgo de saturación de nuestros «circuitos» y por tanto el repliegue, la defensa de este entorno «hostil». Dar un curso, una conferencia, entrar en contacto con personas desconocidas, etcétera, son secuencias que comprenden los dos aspectos: si se quieren prever todas las reacciones 335
Síntesis, perspectivas y conclusiones
del público o del compañero, se produce el bloqueo completo; si no preparamos nuestra parte de la secuencia (el contenido del curso, nuestra propia «imagen», etcétera, es decir, todas las secuencias culturalmente predefinidas), corremos grave peligro de vernos obligados a tener que ]ustificar en el mismo momento las lagunas previsibles de la relación entre los otros y nosotros.
10.2.3. Medidas locales}: medidas globales
Da la célula al ecosistema, estamos tratando con una jerarquía de subsistemas; cada uno de ellos está integrado en el todo, pero dispone también de una autonomía que le permite tratar directamente los cambios de tipo local. No es necesario recurrir a unos textos de la ley o a un.juéz para resolver unas dificultades conyugales en una familia. Sólo cuando un subsistema no resulta suficiente para tratar una perturbación interna, se impone recurrir a un nivel superior. En este caso, si el conjunto del subsistema funciona mal, perturbará a los otros y veremos que el problema se propaga de una manera mucho más global. Hay que observar que, si no tenemos en cuenta los medios de regulación locales, las medidas (tomadas en un nivel superior) pueden provocar una «descalificación» de estos mecanismos locales. El mecanismo de regulación más global se hace entonces indispensable, lo que puede perjudicar el buen funcionamiento de la unidad interesada. Imaginemos que un capataz no consigue tratar un problema surgido en su equipo y debe intervenir el director. Éste puede hacerlo él directamente, pero entonces ¿qué puede esperarse todavía de la función reguladora del capataz? O bien el director puede reforzar los medios de acción del capataz y actuar de manera que éste cambie de actitud o de comportamiento para que el problema sea resuelto a su nivel. Puede encontrarse el mismo tipo de mezc la de niveles de intervenc ión a un nivel más general, por ejemplo, en cuestiones que conciernen al comportamiento de los niños en nuestra sociedad; si la sociedad se encarga ella misma de paliar las lagunas educativas substituyendo a los padres (tutelando o internando a los niños, por Ejemplo), corre el peligro de tener que intervenir directamente si se 336
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reproducen las dificultades; el nivel del subsistema familiar ha quedado fuera. A la inversa, no puede esperarse que un problema que concierne a un sistema muy amplio pueda resolverse únicamente por medio de medidas locales. Aunque, en definitiva, son los individuos los que actuarán cada una de las veces, sólo unas medidas que coordinen los esfuerzos de las diferentes personas, por tanto unas medidas estruc turales, permitirán una sinergia de las diversas acciones individuales. Una manera de delimitar el s istema pertinente consiste en detec tar los elementos del sistema afectados por el prob lema, en comprobar en cierto modo el paso de la «corriente» en el circuito. Por ejemplo, es posible que un problema conyugal pueda limitarse a los dos esposos, en cuyo caso no será necesario tener en cuenta a otras personas de la familia para resolverlo. Pero el problema puede englobar a alguno de los hijos o también a algunos otros miembros de las familias de los padres. En la práctica, es habitualmente bastante fácil determinar el sistema que hay que tener en cuenta; una vez más, el problema que se ha de tratar es el que sirve de guía.
10.2.4. Cambio cuantitativo y cambio cualitativo Es posible estimular suavemente o con fuerza, castigar ligeramente o con dureza. Esta gradación de la conducta produce reacciones diferentes; a veces un castigo ligero no consigue el resultado esperado, mientras que lo consigue una sanción fuerte. Pero también sucede que un cierto tipo de acción, cualquiera que sea su nivel cuantitativo, no sea apropiado para el resultado pretendido. Habrá pues que considerar otro tipo de conducta, un comportamiento cualitativamente diferente. Cuando la solución no aparece directamente, cuando no surge del contexto, debemos analizar el problema de manera consciente; recurrimos a las lecciones que hemos sacado de nuestras experiencias pasadas. Si nuestra interpretación no tiene en cuenta ciertos elementos importantes de la s ituación problemática, corremos el peligro de no llegar a formular los objetivos y los medios adecuados. Nuestra voluntad de resolver el problema no nos será entonces de ninguna utilidad, si no es para probar nuestras buenas intenciones. 337
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Estamos tocando un campo delicado porque esta cuestión está totalmente entremezclada con nuestro aprendizaje «coevolutívo». Nosotros cambiamos, nos adaptamos, pero nos cuesta mucho prec isar las «reglas» que gobiernan el cambio. Complica todavía más la cuestión el que todos tenemos una idea más o menos clara de dichas reglas. Por ejemplo, pensamos que, si educamos a nuestro hijo de esta manera o de esta otra, tenemos muchas probabilidades de transformarlo en un sentido o en otro. En este libro, hemos apelado al concepto de epistemología, en el sentido batesomano, para explicar nuestro conocimiento (consciente o no) de estas reglas. Tal conocimiento se formula principalmente bajo la forma de secuencias correlativas o causales: si hacemos esto, se producirá esto o aquello. Pero todo no es previs ible; en general, como hemos visto, sólo son previsibles las secuencias convergentes. Algunos elementos del contexto son aleatorios (o al menos imposibles de determinar), lo que deja lugar a las desviaciones de trayectoria, a las bifurcaciones, a las «catástrofes», etcétera. Cuando un individuo se encuentra ante una s ituación que le hace sufrir, ¿cómo puede restablecer un estado satisfactorio? La cuestión es compleja y tendremos que simplificarla para poder formalizar algunos principios básicos. No volveremos a hablar aquí de las modificaciones de tipo coevolutivo, por tanto, de los cambios estructurales «espontáneos» como el paso a un nivel lógico diferente, como hemos podido ver que se producían en nuestra experiencia del delfín o en el proceso de aclimatac ión. Nos limitaremos aquí a un esfuerzo deliberado de resolución de la crisis: es el caso de la situación terapéutica. Se trata de un sistema con un objetivo definido, y el equipo de! MRI lo trata exactamente , como un circuito cibernético con disfunción. Recomiendan pues: —precisar el problema, —definir el objetivo, —pensar en unos medios que permitan restablecer unas condicio nes de func ionamiento satisfactorias poniendo fin a los esfuerzos desesperados y vanos-utilizados hasta entonces. Cada uno de estos tres aspectos entraña unas dificultades potenciales y abre, por tanto, unas perspectivas de investigación interesantes para la psicoterapia.
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Precisar el problema. Esto depende de nuestra «epistemología», del modo como interpretamos (cartografiamos) la situación vivida, por tanto de nuestras técnicas de modelización. Tenemos muy pocas informaciones sobre nuestros procesos de codificación y sus relaciones con nuestras respuestas emocionales, la formación de nuestros valores, el fenómeno de transformación y de evolución de las Gestalten significativas, etcétera. Todo esto podría proporcionarnos unos instrumentos más eficaces para precisar la definición del problema. Definir el objetivo. ¿La realización del objetivo es coherente con la desaparición del problema? Cuanto más preciso sea el objetivo, más fácil será la regulación (¿cómo seria pos ible regular el comportamiento o la trayectoria de un mis il s i el blanco no estuviera claramente precisado?). Pero sabemos muy poco sobre el modo como el ser humano formula unos objetivos. Erickson afirmaba que el hombre defiende su inteligencia de manera afectiva. Un enfoque bajo el punto de vista de la comunicación de los afectos, de la sexualidad, del deseo, de la motivación, podría enriquecer nuestro conocimien to de los motores de nuestras conductas y por tanto de nuestras estrategias de cambio. Hemos mencionado a este respecto las potencialidades de algunas nociones de la psicología de la Gestalt —principalmente los conceptos de prominencia y de pregnancia— y de los modelos matemáticos definidos por Rene Thom. Pensar en los medios. ¿Son adecuados? El.modo como sacamos las lecciones de nuestra experiencia, los mecanismos lógicos de nuestros razonamientos, el papel de la voluntad en el proceso global de adaptacióp al medio... son vías de investigación todavía poco exploradas. Hay que observar que este esquema puede aplicarse a cualquier tipo de cambio intencional. La relación entre el que interviene en un cambio y el que lo pide puede considerarse como añadir un mecanismo de regulación trans itorio al circuito individuo-entorno. Este modelo insiste sobre el aspecto interaccional de la intervención. Para el contexto terapéutico, podríamos pues interpretar el circuito interventor-paciente de manera análoga a como hemos considerado el circuito individuo-entorno. El terapeuta debe llegar a fijar un objetivo a su intervenc ión (normalmente se trata de permitir que el paciente defina y alcance el suyo) y éste concierne al conjunto de la interac ción paciente-entorno; su posición debe ser pues permanecer* «meta»
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con respecto al problema presentado por el paciente. Este modelo formal de una intervención terapéutica tiene el mérito de hacer aparecer claramente las dificultades potenciales de los diferentes niveles de acoplamiento de estos dos circuitos y princ ipalmente toda la cuestión de la autorreflexividad.
10.2.5. Influencia y control Si no es posible no influenciar, ¿quiere esto decir que los conceptos de manipulación, de poder o de control ya no tienen sentido? Nos parece por el contrario que el hecho de considerar estas cuestiones de modo interaccional nos permite prec isar el tipo de relación que se designa habitualmente con estos diferentes vocablos. Nosotros solamente esbozaremos la reflexión, pero nos parece que abre el camino a otras investigaciones más detalladas. Hemos considerado el cambio coevolutivo y el cambio intencional. Hemos visto que, en un fenómeno coevolutivo, los cambios se producen naturalmente; son la resultante de la interacción, sin un objetivo predefinido. Como el éxito de la interacción no está previsto, ninguno de los miembros de ¡a pareja lo impone. No sucede lo mismo cuando uno de los miembros (o los dos) quiere interferir en esta evoluc ión espontánea y llegar a un objetivo definido con anterioridad. Aquí entramos en el reino de la estrategia. Uno de los miembros de la interacción (o los dos) —es decir, una parte del circuito— quiere dec idir acerca del futuro de la interacción, por tanto controlar el circuito entero. A través de la interpretación de estos dos fenómenos (cambio coevolutivo e intencional) aparecen la complejidad y la riqueza de las relaciones humanas: la mentira, el control, las predicciones que se verifican por sí mismas, la manipulación, etcétera. Y quizás, en un último anális is, nos encontramos aquí ante el dualismo fundamental de la naturaleza humana, en relac ión con las nociones de realidad de primer y de segundo orden que menciona Paul Watzlawick. Desarrollamos algunas de estas nociones a título de ejemplo. El control. En el caso de control, se interviene voluntariamente en el proceso interaccional para que su resultado (su outpul, para hablar
en el lenguaje cibernético) corresponda con un cierto resultado predefinido. Se regula la interacción en función de este objetivo, por retroacción, de acuerdo con el principio de las máquinas autorreguladas según una norma predefinida. Los mecanismos de regulación considerados inadecuados o fuera de lugar serán ignorados o eliminados. Si el control es unilateral, intentamos dominar todas las variables y corremos el peligro de imponer una visión reductora del proceso interaccional, con todas las consecuencias descritas por Bateson en su crítica del «objetivo consciente». Los ejemplos de este tipo de relación son muchísimos: desde el marido que quiere absolutamente que su espos a se comporte de una manera determinada, hasta e! dictador que no tiene en cuenta en absoluto las reacciones del pueblo a sus directivas, pasando por el eugenismo... El consenso. En este caso, una negociación entre las dos partes define el resultado de la interacción. Pero, aunque este proceso parece más respetuoso con las posiciones de cada uno de los miembros, no está libre de riesgos que vale más conocer. El intercambio de argumentos y el esfuerzo por llegar a una posición común requieren obligatoriamente una s implificación de las posiciones. Disponemos de muy poco vocabulario para explicar nuestras relaciones, por tanto los miembros de la pareja tienen que «digitalizarlos» al máximo. Se corre el peligro entonces de precisar unos objetivos comunes que reflejen solamente una parte muy pobre de las dos posiciones iniciales. Este fenómeno se ve mucho en los debates públicos sobre las relaciones hombres-mujeres (el «acoso sexual», la pornografía, etcétera),» o en ciertas parejas que intentan definir una idea común sobre un punto litigioso (la fidelidad, por ejemplo). Como último recurso, se acaba elaborando unas listas exhaustivas de conductas precisas que hay que respetar y que hay que evitar, se legisla, etcétera, y el resultado deja muy a menudo a los componentes de la pareja no solamente con la misma insatisfacción, sino además obstaculizados por la sujeción a unas leyes o reglamentaciones cada vez más coercitivas. La manipulación y la estrategia. Puede hablarse de manipulación cuando uno de los miembros de una interacción dis imula sus objetivos personales (por tanto definidos de una manera unilateral) bajo la apariencia de objetivos definidos por consenso. A menudo, ello permite obtener una colaboración que sería improbable sih esta ma-
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niobra. Esto puede realizarse actuando sobre el contexto: definir un contexto (encuadrar) en e! que la acción tiene un sentido c laro, mientras que en realidad se pretende un resultado en un contexto diferente, por tanto que tiene un sentido diferente. Se trata pues de un instrumento de cambio esenc ial y eficaz, como hemos visto en los capítulos anteriores, al menos en la medida en que los objetivos del manipu lador coinciden, al final de todos modos, con los del manipulado; en este caso, se hablará más precisamente de «estrategia» o de «táctica» que de «manipulación». Ya hemos subrayado que este procedimiento no deja de tener nesgo para la relación: si se descubre la maniobra, el manipulador puede perder todo su crédito. Nos parece importante llamar la atenc ión sobre la distinc ión entre la influencia recíproca, inevitable en toda interac ción, y la manipulación voluntaria, de consecuenc ias mucho más aleatorias.
no podemos dejar de lado la cuestión que, por otra parte, abre el camino a establecer otros puentes, principalmente con las investigaciones realizadas en ciencias cognitivas. Si éstas no olvidan el aspecto interaccional de nuestros procesos mentales, los resultados podrían enriquecer los medios de intervención terapéutica. A nuestro juicio, el gran desafio de futuro para la psicología se sitúa a este nivel, a través de la sistematización del procedimiento de doble descripción de los fenómenos psicológicos. El relacionar la concepción individual y el contexto sistémico más general, los lazos entre el espíritu individual y el espíritu coevolutivo descrito por Bateson.
También'es cierto que es posible engañar a la gente con toda buena fe, basándose en informaciones parciales sobre el contexto por ejemplo, pero es necesario distinguir esta eventualidad de la manipulación intencional. Nos parece que George Steiner coincide en parte con nuestras palabras, cuando dice: «Los errores del amor son errores creadores, los errores del desprecio son errores fatales»". Vemos que la amalgama entre cambio espontáneo y cambio intencional comprende prácticamente todos los problemas ps icológicos tal como los hemos considerado en el capítulo sobre la terapia bre ve. Se podría probablemente precisar un poco mejor el aspecto rela-cíonal de los intercambios personales a partir de esta distinc ión y de los datos reunidos por Bateson, el MRI y los otros investigadores que han estudiado el aspecto «orquestal» de la comunicación. De toadas formas, las perspectivas parecen esperanzadoras para la investigación en comunicación y en relac iones humanas. Aunque este dualismo se revele como «epistemológicamente falso», como pretende Bateson, y aunque no consigamos nunca verdaderamente imponer nuestros objetivos al sistema global del que formamos parte, creemos que nuestros esfuerzos en este sentido son la causa de una gran parte del sufrimiento ps icológico. En todo caso,
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CONCLUSIONES: LA ÉTICA DE PA LO A LTO Si , esta era su gracia particular … Que antes de haber vivido había aprendido como vivir R, Browrung, Los funerala del gramático
Toda la v ida, el ho mb re se ha esfo rzado por co mp render y exp li car el mundo en el que vivía. Todas las filosofías, las religiones y las ciencias aport an respuestas a esta búsqueda. Respuestas que evolu cion an , dtt de lu ego , co mo se mo d ifican las ideas t rans mit id as po r las d iferentes cultu ras en cuanto al lugar del ho mb re dent ro de su entorno material y natural. Lo que sabemos de nuestro universo det ermin a la relació n q ue tenemos con él. La cu est ió n p rin cip al es pues saber có mo adqu irimos este conocimiento . Aqu í tocarnos el campo de la epistemología 1 . Durante los últ imos sig los, en nuestras civ ilizaciones occidentales, es ant e tod o la cien cia la qu e h a d ad o fo rma a n u est ra v is ió n d el mu n do , y en p art icu lar el p ro ced imien to exp eriment al fo rmalizado por Descartes. El ho mbre d e ciencia deb ía tend er a la ob jet iv id ad p a ra po der d escrib ir, con may o r p recis ión cad a vez, el mund o que lo rodeab a, « la» realidad ext enor a él. Este parad ig ma : h a t en ido un in menso éxito . Las teo rías de Newton principalmente dejaron incluso ¡i ent rev er la pos ib ilid ad de un a exp licación to tal y abso lu ta del u n i verso en u n p lazo cercano . El mun do esperaba que se d escub rieran
sus leyes inmutab les, eternas. Pero , hacia co mien zos del sig lo XX, cuando se creía que la física hab ía agotado prácticamente su objeto 3, toda una sene de desarrollos nuevos obligaron a los cient íficos a considerar un enfoque co mp letamente d iferente. El desarro llo de la mecánica cuántica y de la teoría de la relat iv idad asestó un golpe terrib le a uno d e los p ilares del método exp erimental: la ob jet iv idad de! observ ador. El ho mb re, a fu erza de refinar sus métodos y técni cas de observación, ha chocado finalmente no con los límites de la materia mis ma sino con los de su prop ia cond ición de ser hu mano bio lógico . Los cient íficos han tenido que reconocer hasta qué punto sus observacion es depend en de su p rop ia natu raleza tanto co mo de la nat uraleza del mundo ext erio r. As í pues, han ten ido que rev isar de manera drástica la vieja idea según la cual la ciencia es completamente «objetiva», Ya hacia mediados del siglo XIX, la segunda ley de ¡a termodinámica y la teoría de la evolución biológica por selección natural habían trastornado las premisas de la ciencia clásica, el determin ismo de sus leyes absolutas y reversibles; apareció la importancia del paso irreversible del tiempo y la idea revolucionaria según la cual el azar y el indeterminis mo constituyen unas características fundamentales de la realidad biológ ica, Co mo dice Wáddington 4 , lejos de poder mantener una posición de observador exterior, el científico parece estar casi tan imp licado en sus teorías cient íficas co mo el art ista en sus cuadros. El ho mb re se ha encont rado pues «inco rpo rado» a la ciencia de una manera casi totalmente extraña a los parad ig mas de la ciencia expewmental tradicional. El discurso científico actual atestigua ampliamente este camb io de ópt ica, co mo subray an Pngog me y Sten gers: «Asi la ciencia se afirma hoy co mo ciencia hu mana, ciencia hech a p o r u nos ho mb res y p ara un os h o mb res . Den t ro de un a población rica y d iversa de práct icas cognoscitivas, nuestra ciencia ocupa la pos ición s ingu lar de escucha poét ica de la natu raleza —en el sentido et imo lóg ico en el que el poeta es un fab ricante—, exp lora-
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ción activa, manipuladora y calculadora, pero desde ahora capaz de respetar a la naturaleza a la que hace hablar»5. Es pues en este contexto científico en plena efervescencia, en el que, hacia mediados del siglo xx, otros desarrollos contribuirán a socavar las orientaciones científicas tradicionales. La ciencia empezará a interesarse en el estudio de unas características como la informa ción, Ja organización, el control. Estas no son ya unas entidades en el sentido habitual de substancia, de materia o de energía, sino unas características más abstractas de conjuntos de elementos en interacción, de «sistemas». La óptica científica se invierte: en lugar de explicar los fenómenos complejos reduc iéndolos a entidades cada vez más simples, se comprueba que el comportamiento de los elementos sólo se comprende por sus relaciones con el conjunto. El estudio de estas relaciones, de las formas, de las interacciones, etcétera, se convierte entonces en una preocupación científica importante y renueva enteramente nuestro modo de concebir los organismos vivos. «La aparic ión de las máquinas complejas de tratamiento de la información trajo una nueva concepción del organismo vivo que, además de ser un motor (un mecanismo que transforma la energía de una forma a otra) y un laboratorio químico (mecanismo para transformar la materia de una forma a otra), es también un sistema que toma decisiones (un aparato que sirve para tratar, almacenar y recuperar la información)»*. Este movimiento se distancia de los conceptos de entidades aisladas y autosuficientes, para volverse hacia las nociones de relaciones naturales y de organización, y este campo de estudio es el que abarca el nombre genérico de «enfoque sistémico». En el marco de esa nueva corriente científica se ha desarrollado el estudio de la comunicac ión, del comportamiento y de las relaciones humanas del que hemos hablado en la presente obra. Los mensajes de Bateson y del equipo del MRI, como todos los mensajes del hombre de ciencia, deben leerse más allá del simple contenido; invitan a un cierto tipo de relación con el mundo. Bateson buscaba la sabiduría; su búsqueda era la de la «inteligencia natural», de una filosofía unida a ¡as grandes leyes de la biología; temía
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por encima de todo las certezas de la moda intelectual, la que seduce con la verdad negando el relativismo de las contingencias. Y encontramos también esta humildad en el enfoque terapéutico del MRI. Ante la relatividad de lo normal y de lo patológico, el terapeuta de be bajar de su pedestal de experto en naturaleza humana para contentarse con catalizar los empujones del destino. La misma desconfianza en cuanto a las soluciones finales, la misma preocupación por el rigor en el modo de proceder, el mismo pudor para aventu rarse en los misterios existenciales. Aunque sus formulaciones a veces pueden parecer opuestas, las cuestiones de poder y de ética siempre han estado en el centro de las preocupaciones del grupo de Palo Alto, tanto para Bateson como para el equipo del MRI. Y después está la cuestión del espíritu, este tesoro que teníamos la costumbre de amar como la brújula de nuestra libertad. Bateson lo estira y habita entonces en todos los seres vivos y se engalana con los ropajes de un dios inmanente a la creatura; por el contrario, Paul Watzlawick y los constructivistas lo reducen a la porción congrua; veleta desorientada, el dios no es más que un becerro de oro que atestigua el orgullo y la precariedad de la naturaleza humana. Desde luego se trata de una confusión semántica, el «espíritu» de que habla Bateson no tiene gran cosa que ver con las reflexiones de los pacientes del Centro de terapia breve, pero la mezcla de niveles puede resultar creadora. Creemos que esta dicotomía nos invita en cierto modo a medi-tar sobre el lugar del hombre en la naturaleza que lo ha creado. Pero, para todos, no puede haber una respuesta definitiva; un aumento del conoc imiento puede conduc ir s iempre a un contexto más amplio, a un modelo diferente. Por tanto, no hay una verdadera conclusión, sino unas nuevas aperturas : debíamos esperarlo al hablar de este grupo invisible que ha puesto el cambio en el centro de sus investigaciones.
11.1. El terapeuta: ¿monarca ilustrado, dictador o demócrata? Finalmente, ¿cuál es el sentido del mensaje del grupo de Palo Alto? ¿Qué tipo de relación con el mundo implica además da su con-
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Síntesis, perspectivas y conclusiones La ética de Palo Alto
tenido estrictamente científico? A un nivel político, invita al psicólogo o al terapeuta a permanecer vigilante en lo que concierne a su papel social, a definirlo sabiendo lo que se hace. ¿De quién será instrumento? ¿Quién se beneficiará de su trabajo? El MRI permanece completamente en la línea «antropológica» de Bateson. El terapeuta enfoca el mundo de cada uno de sus pacientes como-si partiese a descubrir una microcultura diferente de la suya. Si desea comprenderla, no debe explicarla, ni juzgarla, a partir de su propia cultura personal. Además, el anális is de este mundo es «tautológico»; revela lo que'está latente en las premisas del analista (estén éstas o no justificadas científicamente). El mapa, el modelo explicativo del terapeuta, es sólo el revelado (en el sentido en que se utiliza este término en fotografía) de su proceso de cartografía. El terapeuta nunca podrá utilizar este análisis para definir los objetivos del tratamiento de sus pacientes; si no, corremos el peligro de caer en unos métodos dictatoriales, de imponer un cierto tipo de comportamiento según la única buena voluntad del terapeuta. El análisis es solamente el instrumento del terapeuta, no puede permitir definir el fin, el objetivo de la interacción terapeuta-paciente. Aquí se sitúa, a nuestro parecer, uno de los aspectos más seductores y más innovadores de la terapia breve: el respeto hac ia el otro en sus diferenc ias, la preocupac ión por dejar al pac iente que precise lo que desea obtener de la relación terapéutica. Vemos pues que nos encontramos ante una concepc ión muy diferente de la relación terapéutica y del papel y de la función del terapeuta en la sociedad. No se le pide que sea el juez del comportamiento de los otros. No le corresponde definir lo que hay que hacer o lo que no hay que hacer. Son éstas unas opciones que, en un régimen democrático, se someten al debate público en el que todo ciudadano tiene el derecho de participar (el psicoterapeuta con el mismo título que los demás). Esta posición cobra toda su importancia sobre todo cuando la psicoterapia se sitúa en un contexto coaccionante, es decir, cuando el paciente no acude por su propia iniciativa. Si es enviado a la consulta ps icológica por una autoridad moral (médico de la familia, profesor, asistente social...) u oficial (tribunal, policía...), lo que está en juego para el terapeuta —y sobre todo para el paciente— rebasa
ampliamente la cuestión de la ayuda psicológica para parecerse a los procedimientos de control social. Frente a unas cuestiones complejas que dejan a la sociedad en la duda (por ejemplo la toxicomanía, la delincuencia, los malos tratos...) se tiende en exceso a desear que la terapia pueda substituir a la justicia; si las personas se comportan de un modo que perturba los poderes establecidos, nos gustaría poder creer que estas personas marginales tienen un problema psicológico que desean ver resuelto, al menos en su fuero interno. Si la ecuación entre el respeto a las normas sociales y la salud mental provoca una indignación cuando se produce en un país no- democrático, en nuestras democracias occidentales nos creemos a cubierto de ella. El terapeuta que no sea consciente de tal confusión de roles puede encontrarse en la posición paradójica de tener que obligar a la gente a hacerse «ayudar». Y desgraciado de aquel que sé arriesgue a declinar su ayuda porque habrá dado muestras de su mala fe. La cuestión de saber «quién desea la intervención» tiene pues unas implicaciones muy importantes tanto para el desarrollo de la terapia misma" como para la función social del terapeuta. El psicólogo no es forzosamente «compasivo» o «caritativo», como tampoco lo es un especialista en física nuclear. La psicología no puede evitar el debate ético y político si quiere conseguir definir claramente su objeto y salir del obscurantismo casi religioso en e! que algunos se esfuerzan por mantenerla. Todos sabemos actualmente que las estrategias de la comunicación intervienen en la elección de un pres idente, en la manipulac ión de los medios de comunicación, en el control de los movimientos de protesta, etcétera. Si no hacemos que la psicología salga de la filosofía y de la metafísica, oficialmente nos quedaremos en unas cuestiones de opinión, de conocimiento de sí, de.finalidad de la vida, etcétera, mientras que, durante este mismo tiempo, los grupos que están en el poder la utilizarán de un modo mucho más pragmático para imponer sus puntos de vista. Las quejas y la indignación no cambiarán nada de esto. La cuestión pide transparencia; las cuestiones éticas o morales aparecerán entonces claramente y será posible el debate. Del mismo
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Síntesis, perspectivas y conclusiones
modo que la cibernética ha permitido el desarrollo de los mis iles con cabeza que busca el objetivo y de las bombas inteligentes, esto no significa que toda investigación de la cibernética sea mala o buena; sus aplicaciones pueden y deben discutirse a nivel social global; pero, aquí, no se les pide a los técnicos que sean juez y parte, todo el mundo tiene el derecho de formarse una opinión y de intentar convencer a los otros, ésta es la base del proceso democrático, A nadie se le ocurriría afirmar, a pnon, que toda aplicación tecnológica es interesante simplemente porque constituye un «progreso» para la sociedad. Tampoco es lógico considerar que toda intervención psicológica o «dictamen ps iquiátrico» es bueno senc illamente porque atestigua un conocimiento mejor del comportamiento humano. Sin embargo, se continúa enviando gente a los asilos o a la cárcel basándose en estos testimonios científicos. En lo que concierne a las posiciones morales, ya es hora de que los psicólogos recuperen su libertad de ciudadano"," abandonando su pretensión a la objetividad absoluta. La cuestión consiste en clarificar una confusión, la de considerar al psicólogo como alguien que está ante todo al servicio de los individuos, cualquiera que sea el contexto en el que trabaje.
11.2. Sistémica y visión binocular
El interés principal de la aparición de la concepción sistémica en las ciencias sociales no nos parece que se sitúe tanto en el nuevo enfoque en sí como en el beneficio inesperado, en la calidad que surge del encuentro de las dos visiones, de los dos modelos explicativos. Comprobar que podemos considerar el comportamiento humano a partir de unos fundamentos enteramente diferentes, significa sobre todo que las teorías son solamente unas construcciones mentales, unos «modelos», y que en ningún caso hay que tomar la explicación de un hecho por el propio hecho. Éste es probablemente el mensaje esencial de las teorías constructivistas que Watzlawick ha contribuido a difundir tanto en los medios científicos como en el público en general. Así, ya no es necesario querer buscar la mejor vis ión desde un punto de vista absoluto. Sólo la adecuación del modelo a la resolución del problema que se ha de tratar puede justificar su utilidad y 350
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su valor. Lo mismo sucede con la visión del mundo de cada uno de nosotros; nadie puede reivindicar una visión «mejor» que la de otro según unos criterios objetivos cualesquiera. Esta visión solamente puede ser eficaz o ineficaz para resolver unas dificultades precisas en un contexto determinado.
11.3. «Rigor e imaginación»' Las conferencias Macy han conducido a Bateson a considerar el comportamiento del individuo según el modelo de las máquinas autorreguladas. Esto ha provocado, con razón, las críticas de muchos científicos que se han sublevado contra las limitaciones de esta metáfora explicativa reductora. Por otra parte, tales temores se han visto reforzados por las investigaciones sobre la inteligencia artificial que, para algunos investigadores, constituyen la única vía para delimitar la complejidad de la mente y del comportamiento humano. Sin embargo, el tomar como base de una teoría del comportamiento humano los sistemas de causalidad circular no significa forzosamente que se asimile el hombre a la máquina. También aquí es importante no mezclar los niveles lógicos. Querer construir una teoría científicamente rigurosa y precisa a partir de nociones como la información o la comunicación no implica reificar la metáfora. Sólo cuando los modelos explicativos son claros y definidos, es posible criticarlos y por tanto modificarlos, incluso refutarlos: ésta es la primera condición de una teoría científica. Es evidente que es necesario completar el enfoque de la mente humana, pero esto no significa que, para permanecer más cerca de una realidad fenomenológica, haya, que recurrir a unos conceptos imprecisos. Es muy posible que, en un tiempo relativamente corto, haya que revisar enteramente' las premisas de la comunicación humana. También aquí, la cuestión no radica en descubrir la teoría buena, sino una teoría clara y útil. En 351
Síntesis, perspectivas y conclusiones La ética de Palo Alto
este sentido, las bases sentadas por Bateson permiten no solamente un enfoque mejor definido del comportamiento, sino también establecer unos puentes entre lo biológico, lo psicológico, lo cultural, etcétera. Todo este nuevo enfoque del comportamiento y del cambio nos invita también a redescubrir el papel de la creatividad como principio esencial de la evoluc ión de las ideas. Como hemos visto, toda teoría impone unas coacciones: la novedad sólo podrá venir de los atajos, de no respetar la tradic ión científica o intelectual.
11.4. Comunicación y medios de comunicación social Todo acontecimiento tiene lugar en un contexto, y el modo como se define el- contexto es el que permitirá precisar el significado del acontecimiento. Para ilustrar estas palabras, citamos un ejemplo, irrisorio s in duda, que permitirá definir mejor la idea. Si oímos por la radio que alguien mete un cerdo vivo en el despacho de un ministro, nos inclinaremos a pensar que el desgraciado individuo debe acudir, lo antes posible, a pedir ayuda a un especialista en enfermedades mentales. Pero si añaden que esta persona es un granjero que formaba parte de una manifestación contra la política agrícola del gobierno ¡es evidente que su comportamiento adquiere un carácter muy distinto! Compartir el sentido de los acontecimientos es probablemente uno de los elementos de unión esenciales de nuestra pertenencia a una cultura; no ser comprendido es sentirse excluido, aislado. En este fenómeno es muy importante el papel que desempeñan los medios de comunicación social; el modo como los periodistas presentan los acontecimientos provoca que se formen unos movimientos de opinión cuyas consecuencias son muy «concretas» (e incluso a veces dramáticas, como han mostrado los acontecimientos recientes de Rumania, de Yugoslavia o la guerra del Golfo). Los diferentes niveles de la comunicación, su modo de presentarla, la importancia del contexto, etcétera, son aspectos determinantes para el trabajo de los medios de comunicación social y de cuantos contribuyen a forjar las redundanc ias culturales colectivas (sobre todo cuando s e añade la
presión moral ejercida por las autoridades y justificada por la importancia de la solidaridad nacional). Si no, la información corre el peligro de convertirse en el monopolio de los poderes establecidos y los periodistas en unos instrumentos de desinformación. En nuestra época tan mediatizada, esto da qué pensar; ¿deberemos, a partir de ahora, contentarnos con contemplar una imagen del mundo que nos será construida de pies a cabeza por los poderes políticos hasta que se convierta en autovalidante?10 La multiplicación de los medios de difusión de la información tenderá a uniformizar los conocimientos —y sobre todo las premisas y las visiones del mundo— y, con ello, a acelerar la entropía del sistema, a reducir las diferencias. Ante esta tendencia, sólo es posible intentar favorecer la aparición de toda novedad si queremos escapar del totalitarismo de las ideas dominantes.
11.5. El punto de vista interaccional y sus implicaciones Hace unos decenios, nos dimos cuenta, con sorpresa, de que debíamos revisar enteramente la relación que habíamos mantenido hasta entonces con nuestro entorno. Nuestro error había consistido en creer que esta relación tenía un sentido único: podíamos explotar ¡os recursos de la naturaleza y devolverle nuestros desechos sin ningún temor. Nuestra causa era «justa y moral»; trabajábamos para el progreso y para el bienestar de las poblaciones de nuestro planeta, actuábamos para la supervivencia y una mejor adaptación de la especie humana. Hemos tenido que reconocer, después, que el fin no lustific a siempre los medios, en particular cuando no tenemos en
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cuenta el hecho de que los medios utilizados para resolver un probiema sean «causas» de acontecimientos imprevistos, y que éstos resulten peores que el problema original. Era «justo y moral» luchar contra los perjuic ios de los insectos sobre nuestros cultivos y por tanto era adecuado verter toneladas de DDT sobre los campos. Solamente habíamos «olvidado» pensar que el DDT podía representar una amenaza mucho mayor para nuestra supervivencia que los insectos. Pero la naturaleza no se ha contentado con nuestras excusas y continuamos amenazados por las consecuencias de nuestras soluciones «adecuadas». Bateson ha utilizado a menudo este ejemplo para ilustrar los perjuic ios potenciales de una epistemología fundada sobre la separación entre el individuo y su entorno, y sus corolarios: una actitud voluntarista lineal y unas conductas inspiradas por la búsqueda de objetivos conscientes s in tener en cuenta los mecanismos de regulación naturales. Pero el propósito de Bateson no era directamente ecológico, o entonces habría que extender el sentido de la palabra a una ecología de las relaciones humanas, a una ecología de las ideas, de la que ha sido un pionero. Esto es lo que escribía hace cerca de veinticinco años, a propós ito del conflicto palestmo-israelí en el Oriente Medio: «Habitualmente, sólo hay dos maneras de tomar parte en el conflicto: apoyando a los oprimidos o apoyando a los imperialistas. Si se entra en él, hay que tomar partido. No hay otra escapatoria.[...] Existe otro modo, más abstracto, de abordar la cuestión: comprender las particularidades del conjunto del s istema [...], considerar la dinámica del conjunto de esta patología tradic ional en la que estamos presos, y en la que permaneceremos s in duda mientras continuemos combatiendo en el marco de este viejo conflicto. No hacemos más que dar vueltas, una y otra vez. alrededor de estas 11 viejas premisas» . Ya sea para enfocar las relaciones internacionales o familiares, el cambio de punto de vista modifica ei sentido mismo del acontecimiento considerado y, por consiguiente, la actitud que adoptaremos para hacerle frente. Cada componente de una interacc ión puntúa los intercambios desde su propio punto de vista, lo que no permite 354
ver precisamente el aspecto relacional de la interacción. Cada campo nos invita a compartir su idea y desarrolla sus argumentos con una convicción que intenta transmitirnos. ¿Qué explicación debemos seguir? El ejercicio es peligroso porque esta explicación nos conducirá inevitablemente a tomar una posición y, como consecuencia, determinará la amplitud de los medios que hemos de aplicar para alcanzar el objetivo que nos hemos asignado. Cuando hemos elegido, hay que hacer que el propio punto de vista triunfe, imponerlo, es decir, «ganar». Un día habrá que reconocer que debemos renunciar a esta idea remadora, pero peligrosamente simplista, que hace creer que la amenaza y la fuerza son los mejores medios para instaurar unas relaciones pacíficas y conseguir el orden y la segundad. Cada día tenemos pruebas sangrantes de la candidez de tal idea. Podemos querer ser pragmáticos y afirmar que es el medio más directo de apartar a los aguafiestas de la democracia. No nos dejemos engañar una vez más: imponer algo a alguien contra su voluntad, es aceptar que ya nunca podremos volverle la espalda sin exponernos a una respuesta peligrosa. Este proceder conduce inexorablemente al aislamiento y a la alienación, y las paredes nunca son lo suficientemente altas para protegerse de los rechazados. Esta arrogancia, este sueño de control unilateral, nos recuerda la actitud que hemos creído que podíamos adoptar con nuestro entorno. También aquí, durante mucho tiempo habíamos creído ingenuamente que debía doblegarse a nuestra voluntad y aceptar sin rechistar has reglas de juego que le imponiamos. Hemos aprendido a nuestras expensas que la naturaleza es un dios del que no nos podemos burlar. Y la contaminación del espíritu es sin duda mucho más grave todavía. El punto de vista interaccional propone otro tipo de puntuación; en este sentido, implica un modo nuevo de comprender el mundo que nos rodea. Citaremos una vez más a Gregory Bateson que decía: «La "libertad" y la "responsabilidad" son dos nociones complementarias; el aumento de la primera provoca siempre el aumento de la segunda»". El punto de vista interaccional nos invita a abandonar 355
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nuestra actitud etnocentrista asegurándonos que hay otros modos de considerar las relaciones humanas y de resolver los conflictos, quizás inc luso de forma más duradera. Nos parece que esta nueva epistemología, unida al método de resolución de problemas del MRI, indica de maravilla un camino de concretar la consigna «pensar globalmente, actuar localmente», y que ofrece a la vez un enfoque respetuoso de la complejidad de los asuntos humanos y un método de acción eficaz. Podemos preguntarnos qué nuevas soluciones podrían aparecer si considerásemos bajo este ángulo las relaciones entre autóctonos e inmigrados, la ascensión de la extrema derecha, la lucha contra la toxicomanía, y muchas otras cuestiones candentes de nuestra vida cotidiana. En todo caso, este cambio epistemológico nos conduciría a renunciar progresivamente a nuestra actitud arrogante; ojalá pueda ceder su lugar al tiempo det reconocimiento recíproco, comienzo de la sabiduría. Muchas cuestiones permanecen abiertas, felizmente. Si nuestro conocimiento es todavía parcial, si no podemos fiarnos de él para saber qué debemos hacer, y si por otra parte la vida es una sene ininterrumpida de acciones, ¿qué hacemos entonces? Después de nuestro periplo a través de las paradojas de la autorreflexividad, esto no debería asustarnos: en resumidas cuentas, era bastante lógico que llegásemos a una conclusión del tipo de koan zen. Bateson murió el 4 de julio de 1980, en el centro zen de San Francisco. Su hija Mary Catherine ha contado sus últimos momentos y nosotros concluiremos citando un extracto de su relato que, a nuestro parecer, puede servir de parábola para el conjunto de este libro. La familia y algunos amigos están reunidos alrededor de ¡a cama de hospital que los monjes zen han instalado para su huésped moribundo. «Estábamos todos sentados en forma de semicírculo alrededor de la cama; Steve, un estudiante y amigo de Gregory, tocaba el violín, mientras que Lois lo acompañaba con la pandereta, los otros armonizaban sus voces para componer un canto que llenó la obscura habitación durante un tiempo que me pareció muy largo. Mientras la música se elevaba en la habitación, Gregory, medio soñoliento, arrancó de un manotazo e! tubo de oxígeno que le penetraba por la nariz, y creo que cada uno de nosotros tuvo que resistir el impulso de levantarse e ir a colocarlo de nuevo en su lugar. Algunos de 356
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nosotros llorábamos silenciosamente. La música era como una dulce queja que unía nuestros diversos sentimientos en una armonía única. Cuando la música calló, permanecimos sentados un momento, escuchando su respirac ión laboriosa y cada vez más débil. Después de un momento, encendieron las luces, Gregory se incorporó para beber y comer un poco, unos bocados, y nos repartimos las guardias para !a noche; entonces uno de los discípulos zen entró en la habitación y le volvió a colocar el tubo de oxígeno»13. Gregory Bateson moriría dos días más tarde.
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ANEXOS
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Hay que reconocer que actualmente el MRI no da verdaderamente la impresión de una sinergia entre los diferentes centros o las diferentes personas que trabajan en él. Existe una reunión el martes, entre las doce y la una del mediodía, una especie de «almuerzo debate» en el que cada uno puede presentar sus trabajos; si llega e! caso, invitan a algunas personalidades exteriores al instituto. Aparte de esto, los miembros del MRI se cruzan sobre todo en las escaleras, el patio o la secretaría. Parece que esta situación no data de ayer, como señala Richard Fisch: «No hay muchos contactos; en fin, sí y no. Hay muy pocos contactos formales. El contacto se produce, por ejemplo, cuando John supervisa a los terapeutas que trabajan en la clí'riica (a partir del modelo de la terapia breve, desde luego); en raras ocasiones, presentamos nuestro trabajo en unos encuentros o participamos en reuniones, Jules [Raskin] y yo hemos mantenido varias discusiones amistosas sobre nuestro trabajo. Él se ha tomado mucho trabajo para reunir a la gente, porque el MRI ha sido s iempre un lugar fragmentado; todos tienen su proyecto personal, se comparte poco la información. ...] el MRI siempre ha tenido un ambiente general de prima donna». Pero, aunque el Centro de terapia breve constituya evidentemente la princ ipal atracción del instituto, se han organizado también en él muchas otras actividades interesantes. Si se elige bien el momento para visitar Palo Alto2 , se puede tener la suerte de asistir a numero'
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Anexos El MRI hoy
sos talleres (principalmente los dos días de formación para la terapia breve impartida por John Weakland y Richard Fisch, o también la que da Paul Watzlawick, centrada sobre la hipnosis o sobre la «terapia del "como si"»)- El visitante que puede permitirse pasar varios meses en Palo Alto podrá seguir ¡a formación intensiva para la terapia breve (Weakland y Fisch) para profesionales experimentados y tratar a un «verdadero» paciente bajo la supervisión directa de los maestros. También tendrá la posibilidad de verlos, una hora por semana, en su despacho, y hacerles todas las preguntas que le interesen. Podrá también quizás unirse al proyecto de Emergency Treatment Center 3 de Diana Everstine. Para los visitantes de los meses de verano, el tradicional simposio del MRÍ ofrece la ocasión de ver y escuchar cómo Heinz von Foerster presenta los principios de la cibernética de segundo orden y del constructivismo y evoca sus recuerdos personales de Bateson y de las conferencias Macy. Puede suceder que encuentre a Fritjof Capra', que habla de Maturana, de Várela y de Gregory Bateson (al que trató durante mucho tiempo). Todo esto s in duda demasiado brevemente, demasiado superficialmente, pero bajo el sol de California y con la posibilidad de ver el Pacífico desde lo alto del Golden Gate o del Bay Bridge. Después de todo, Palo Alto tiene también la suerte de estar muy cerca de San Francisco. El MRI es también una clínica que recibe pacientes todos los días de la semana, una serie de despachos en los que Watzlawick, Weakland, Fisch (y muchos otros) reciben pacientes en consulta privada. Es un lugar en el que raramente pasa una semana sin que alguien organice un party, casi siempre en el patio; allí es posible ver a gente venida de todos los rincones del mundo y a John Weakland hacieniido rabiar a los jóvenes residentes alrededor de una copa de champán cahíorniano. Entonces, el MRI ha muerto? Los más célebres de sus miembros envejecen, es cierto. Los nuevos proyectos de investigación ya no están probablemente en la máxima actualidad de la psicoterapia, también es cierto. Sin embargo, el enfoque interaccional del MRI, y en
particular el modelo de intervención del Centro de terapia breve, no cesa de ser redescubierto; lo que no debería sorprendernos si consideramos hasta qué punto ha sido innovador. Es difícil entrever el futuro del instituto mismo. La política de l MRI nunca ha sido muy expansionista, si no es bajo la forma de escritos. No tiene discípulos oficiales, recibe poco padrinazgo de institutos o de centros exteriores. Señalemos no obstante que, en e l momento en que el equipo de Mará Selvini se orientó hacia la sistémica, recurrió a Paul Watzlawick para que la aconsejase en la 3 preparación del nuevo enfoque terapéutico . Paradójicamente (y esto debe sorprendernos), el futuro del grupo de Palo Alto se sitúa seguramente más en su pasado. Tanto en los trabajos de Bateson que todavía no han revelado todas sus posibilidades, como en la óptica herética» del Centro de terapia breve.
Campos de aplicación del modelo de Palo Alto
Karin Schlanger, responsable de los programas de formación y miembro del Centro de terapia breve, considera que la mayor evoluc ión del MRI se manifiesta en la aplicac ión del modelo a unos campos distintos de la psicoterapia. La terapia breve, método de resolución de problemas, es en cierto modo un «metamodelo» de intervención, aplicable a las situaciones más diversas. Por ejemplo, en diferentes ocasiones, se ha recurrido a Paul Watzlawick para aclarar y aportar unas pistas de solución a ciertos conflictos internacionales. Señalaremos también los trabajos realizados por Ellen Amatea6 en el medio escolar. Ella ha mostrado cómo el enfoque estratégico derivado de los trabajos del equipo de Palo Alto permite resolver problemas de absentismo, de robo, de dificultad de integración, de violencia en las clases, de relación entre profesor y alumnos, etcétera. Trabajando con los alumnos y/o sus padres, con los profesores, o con la dirección, según el tipo de dificultades encontradas, Amatea
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Anexos
ha preparado unas estrategias que tienen en cuenta las particu larida des del contexto escolar, Hendon Chubb y Eldon L. Evans trabajan en la clínica del departamento de psiquiatría del Kaiser Permanente Medical Offices en Pleasanton, en California. Desde su apertura, en 1985, la clín ica aplica el modelo de terapia breve del MRI. Su acción es extremadamente positiva si. damos crédito al artículo 7 en el que han publicado los resultados de sus trabajos. El equipo (un jefe psiquiatra y cuatro terapeutas: psicólogos y asistentes sociales) trata un número de pacientes mucho más importante que los otros centros regionales del mismo t ipo (834 de promedio anual frente a 456 de promed io reg ional). Aunque ve a mu chos más pacientes, el equipo de Pleasanton dispone de tiempo para unas supervisiones (doscientas cincuenta horas anuales) y no nene lista de espera, mientras que otros centros del mismo tipo (pero con un enfoque terapéutico de larga duración) trabajan a pleno tiempo, acumu lando nombres en las listas de espera, lo que acaba en unos porcentajes de hospitalización más importantes. Los autores aseguran que, además de estos resultados favorables, han obtenido un porcentaie muy alto de satisfacción de los usuarios (el 90 %), El utilizar d icho modelo ha hecho el servicio muy accesible al público, ya que pueden responder en una semana a toda nueva petición de terapia. Su artículo deja traslucir un gran entusiasmo, ya que las condiciones de trabajo parecen favorecer una mejor atención de los pacientes. Co mp rueban una disminu ción de los tratamientos medicamentosos y una duración media de la hospitalización inferior a un 46 °/o con respecto a la med ia reg ional. Hemos eleg ido d esarro llar un poco más amp liament e la ap lica ción del modelo en las emp resas, que nos parece suscitar algunos problemas relacionados con la complejidad del contexto al que con cierne y que, además, p lantea algunas cuestiones de orden ético.
La intervención en las empresas
Era bastante natural que se pensara en utilizar este modelo de intervención para resolver problemas que surgen en las empresas. John Weak-
El MR] hoy
land, Paul Watzlawick, y sobre todo Lucy Gilí (consultora de empresas y miembro del CTB), ya han podido experimentarlo sobre el terreno. Aunque en el momento actual no existe ningún escrito que sistematice la utilización de la terapia breve en este contexto —y que el esquema de intervención no necesite grandes arreglos, según opinión de los especialistas—, no obstante, podemos señalar algunas particularidades. Como observa Lucy Gilí, el enfoque no normativo del problema encontrado en la empres a permite centrar la intervenc ión más que establecer una espec ie de diagnóstico general sobre la base de un funcionamiento ideal: «Creo que aquí he aprendido sobre todo a no detenerme antes de tener una visión muy clara del problema: "¿Cuál es el problema según su perspectiva?", en lugar de mirar el s istema en su integridad y de descubrir toda clase de problemas y de querer 8 resolverlos todos» . Notemos sin embargo que para un consultor no es más fácil hacer que un director sea preciso y concreto en su definic ión del problema de lo que lo es para un terapeuta en una situación terapéutica clásica. Muchos ejecutivos se contentan con señalar un c lima de equipo malo», «un problema de comunic ación en un servicio determinado», o también «una oveja negra a la que hay que volver al buen camino». El consultor deberá pues mostrarse tan «estratégicamente ins istente» como el terapeuta. En cambio, a menudo es mucho más fác il determinar un objetivo a la intervenc ión. (Sin duda es más sencillo definir los criterios de buena salud de una empresa de lo que lo es en el caso de un ser humano.) Además, los cambios son cuantificables en términos de mejora de los resultados, de aumento de la rentabilidad, etcétera. También es más sencillo conseguir que pongan fin a los intentos de solución. «Con gran frecuencia —nos confirma Lucy Gilí—, no tengo mas que decir: "¿Es éste su objetivo?" "Sí." "¿Y es así como actúan para intentar alcanzarlo?" "Sí. " "¿Cons iguen resultados ?" "No." "Bien, ¡entonces dejen de hacer esto y hagan algo diferente!" "Sí, ¿qué debemos hacer?" Entonces, sólo tengo que exponerles lo que creo que deben hacer.» Tal vez lo que constituye el aspecto más delicado del trabajo en una empresa es descubrir al «que se queja», al cliente de la interven-
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Anexos
ción. Cuando un ejecutivo se decide a llamar a un consultor exterior, a menudo se limita a exponer un cuadro general del problema y después se desinteresa de la cuestión. El consultor debe procurarse unas posibilidades de encuentros postenores con e! peticionario y sobre todo obtener su colaboración para definir el problema y sus objetivos. ELconsultor debe considerar el'impacto que su intervención puede tener sobre los ejecutivos encargados del personal (el psicólogo de la empresa, el especialista en recursos humanos,..); en efecto, éstos pueden sentirse amenazados por la intrusión de ese extraño encargado de resolver unos problemas que ellos no han sabido evitar. Los riesgos de sabota]e, voluntarios o no, son evidentes. También en este caso, un buen anális is del contexto de la intervención permitirá evitar muchos errores que pueden ser irremediables. Las cuestiones importantes conciernen pues a la vez al «cliente» pero también a las personas'que podrían anular los esfuerzos del consultor. Otra particularidad de este tipo de intervención concierne a su duración. El consultor debe resistirse ante el deseo de muchos directores de disponer de un presupuesto y una duración de la intervención determinados de antemano. Es indispensable poder evaluar la amplitud del problema, los diferentes niveles lerárquicos implicados, los medios estratégicos que deben emplearse, antes de fijar una duración (y por tanto un precio) a la intervenc ión. Otra característica de esta clase de intervención concierne a la delimitación del sistema que hay que considerar: «¿A quién hay que ver? ¿Sobre quién habrá que intervenir?» Dada la complejidad de ciertas firmas o empresas, es necesario hacer una elección juiciosa y evaluar cuáles son los miembros del sistema a los que el problema concierne realmente y aquellos sobre los que se deberá ejercer la acción de cambio. Así pues, un buen conocimiento de ios procesos de regulación sistémica debe completar el bagaje del consultor; también debe poder hablar el «lenguaje de la empresa», que es muy diferente del argot psiquiátrico. En general, evita la amalgama con los especialistas de la salud mental (psicólogos, psiquiatras...) para acentuar el aspecto «experto en resolución de problemas». También hay que señalar que la intervención en una empresa —como toda intervención voluntaria en los asuntos humanos— implica 366
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unas cuestiones éticas o deontológicas no despreciables. Se supone que el consultor interviene en un medio que, para las personas que forman parte de él, constituye a menudo un medio de supervivencia esencial. Por tanto debe ser consciente del hecho de que se hallan en juego cosas importantes para los diferentes actores, ya que los medios de coerción son muchos: amenazas veladas o explícitas referentes al empleo, principalmente. El consultor debe a veces navegar en un cuma de miedo, de estrés, que ha de calmar mediante una clarificación del contexto, del papel de cada uno y de los objetivos de la intervención. La importancia de la parte financiera para el consultor 110 debe hacer que pierda de vista estas cuestiones a nuestro entender capitales. Si se toman estas precauciones, creemos que el modelo de Palo Alto puede revelarse como un instrumento de intervención rápido y eficaz. Para concluir, veamos cómo Lucy Gilí resume el interés del modelo para su trabaio en las empresas: «Lo que más me ha ayudado es la disciplina estricta de anális is del problema. Pensar: "¿Cuál es el problema que los trastorna?" más que: "¿Cuál es el problema que, según mi opinión, debería trastornarles?" Y también la disciplina de anális is antes de decidir lo que se va a poner en orden; encontrar la coyuntura: "¿Qué es lo que mantiene el problema?" Otro pun to importante es que en lugar de trabajar con todos, como yo hacía a menudo antes, busco estratégicamente: "¿Con quién debo traba jar? .Necesito a todo el equipo, o debo simplemente hacer que el jefe se comporte de modo diferente?" Esto depende de la definición del problema: ¿Cuál es el problema? ¿Quién tiene el problema en sus manos? ¿Quién debe hacer que cambie? Además, aprender a hablar su lenguaje y reencuadrar las cosas a partir de su visión de la situación, esto es verdaderamente nuevo.»
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Informaciones prácticas sobre e! MRI
Consulta por orden judicial''
INFORMACIONES PRÁCTICAS SOBRE EL MRI
El MRI es un caleidoscopio de proyectos de investigación, de publicaciones, de actividades terapéuticas, de programas de formación. No vamos..a hacer una lista exhaustiva de las actividades del MRI, que podría ser largo y fastidioso. Nos basta decir que en 1990 el MRI había realizado 53 proyectos de investigación, publicado 40 libros (algunos de ellos traducidos a 10 lenguas), más de 400 artículos (de los que 254 se publicaron antes de 1985). El MRI también ha organizado nueve congresos internacionales. Citamos brevemente a continuación algunas de las actividades principales que realiza actualmente.
La. clínica
En el MRI, además de las consultas privadas de los diversos terapeutas que trabajan en él, existe una pequeña clínica que emplea de seis a ocho terapeutas a pleno tiempo. Sus enfoques son variados para responder a las demandas de la población, pero todos conservan una visión interaccional y contextual de los problemas. Los pacientes conciertan citas directamente con los terapeutas pertinentes y se presentan en el MRI para la consulta.
Lynn Jordán está especializada en los casos difíciles de intervención por mandato ¡udicial con niños y adolescentes. Bajo la supervisión de John Weakland, aplica las técnicas de la terapia breve en menores y sus familias para resolver los problemas señalados por el tribunal para niños de la región de San Franc isco. Lynn Jordán y John Weakland también han puesto en marcha, muy recientemente, un programa de investigac ión (Center for Assistance to Families with Special Needs) cuyo objetivo concierne a la reflexión sobre los medios pedagógicos utilizados con disminuidos mentales. La línea de base del proyecto es ésta; la persona disminuida es capaz de aprendizajes y de generalización de estos aprendizajes, pero los medios utilizados deben estar adaptados a sus capacidades. Estos medios no deben apoyarse en la idea de compensar unas carencias s ino más bien de utilizar las capacidades particulares de dicha población.
Emergency Treatment Center (Centro de tratam iento de urgencia)
E! ETC actúa desde 1975; actualmente está codirigido por Diana Everstme y Arthur Bodin. Es uno de los programas más conocidos del MRI, aunque el centro sea independiente y sólo esté afiliado al instituto. El centro funciona con unos equipos móviles de psicotera-peutas que están dispuestos para intervenir durante las veinticuatro horas del día en casos de violencia familiar, de intentos de suicidio, de problemas surgidos con personas que parecen muy perturbadas (captura de rehenes, amenaza inminente de muerte, etcétera). Intervienen a petición de la policía (cuyos miembros han seguido un curso de sensibilización al trabajo del ETC) o de personas privadas (los servicios municipales han distribuido el número de teléfono del centro a la población). La intervención sólo se realiza con el consentimiento de los adultos implicados en el problema, salvo en el caso en que la s ituac ión s ea cons iderada c omo una cuestión «de vida o
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Anexos Informaciones prácticas sobre el MRI
muerte», o en el caso en que estén implicados menores. Los que intervienen siguen las situaciones hasta el momento en que parece haber desaparecido la crisis, o la urgencia, y las personas pueden recurrir a la ayuda de otro servicio. El funcionamiento básico es sencillo: al recibir una llamada, los terapeutas de guardia acuden rápidamente al lugar (lo que les toma veinte o treinta minutos por término medio), intervienen durante un tiempo ilimitado (la intervención más larga duro ocho horas) y fijan unas citas con las personas afectadas a fin de decidir las medidas que hay que tomar para solucionar la situación en crisis. El modelo de intervención utilizado por el ETC es un modelo sistémico y comunicacional. Jules Riskin: las amenazas para el entorno
El doctor Jules Riskín no ha cesado nunca de investigar desde la creación del MRI. Principalmente ha dirigido un gran proyecto sobre las «familias normales» cuyas conclusiones, aunque negativas, no dejan de revelar un hecho esencial: es imposible encontrar unos criterios que permitan especificar unas características propias del funcionamiento de las familias llamadas «normales». Actualmente, Jules Riskin se interesa en las consecuencias del estrés provocado por las amenazas de un conflicto nuclear (proyecto «Las familias y la guerra nuclear»). «Estudio el efecto del estrés que la amenaza de guerra nuclear causa en las familias. [...] Un poco por casualidad, me interesé por el impacto de la amenaza de los terremotos sobre las familias. Escribí un artículo sobre ello. [...] Ahora, intento ver cómo hacerlo para que los psicoterapeutas se ocupen de las cuestiones del medio ambiente. La pregunta es: "¿Cómo cambiar a la gente —las actitudes— para que sean más activos con respecto al medio ambiente, antes de que sea demasiado tarde?" Mi objetivo es actuar de modo que los psicoterapeutas se conviertan en "ps icoterapeutas aplicados" especializándose en el cambio del comportamiento de los individuos con respecto al medio ambiente. [...] Cómo podemos utilizar nuestra experienc ia del "cambio" para hacer que la gente cambie de punto de vista, para
que sean más activos; para que escriban más cartas al Congreso, que den más dinero a las organizaciones, que adopten nuevas costumbres, que destruyan menos su entorno, etcétera, cambios de este tipo. Así pues, mis objetivos son muy modestos, solamente quiero salvar al mundo. [R isas.] Pregunta: ¿Y s u proyecto adelanta? M ire, mire el mundo de su alrededor. [Risas.]»;
Otros proyectosen curso
Además del trabajo de Diana Everstme en este campo, Scott Nelson (antiguo director de investigac ión del MRI) ha estudiado la cuestión de la violencia ramihar. Ha estudiado principalmente los problemas que encuentran los esposos de las personas que han sufrido violencias sexuales durante su infancia. La doctora Fer0l Larsen trabaja con víctimas del estrés postraumático. Su enfoque es muy parecido al modelo de la terapia breve, con una atención muy particular dirigida a desaprender los modelos de comportamiento relacional y social que la persona puede haber adquirido como consecuencia de los traumatismos que ha vivido. Este desaprendizaje se realiza también en una óptica «terapia breve»: aprendiendo otros comportamientos más apropiados para la persona en su contexto de vida. Si la situación lo exige, pueden utilizarse otros tipos de técnicas o de modelos. La doctora Larsen prosigue también su trabajo de investigac ión sobre la depresión. En este ámbito se ha interesado, de manera pragmática, en las relaciones del ser humano con el animal de compañía. Ha podido comprobar la importancia de dicho animal para ciertas personas de edad avanzada, solas, disminuidas o enfermas. Estas personas pueden sufrir depresiones graves como consecuencia de la muerte de su animal de compañía. Por otra parte, se ha preguntado sobre los beneficios «terapéuticos» de la presencia de un animal sobre los individuos deprimidos, aislados, o que experimentan dificultades importantes en sus relaciones. No duda en incluir esta relación en su tratamiento de la depres ión cuando le parece indicado.
370
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Anexos
Citemos tamb ién los p royectos s iguientes: — The Process of Recovery m the A lcohohc Family - Transit ion fro m Lov ers to Enduring Friends - Co n flict b et ween Parents and Yo u ng A du lt Ch ild ren and o f Co nt ro liab ilit y in Families wit h Diagnosed Pos it iv a and Negat iv e Sch izophren ic Offspring —EM D: Eye mouv ement d esins it izat ion p rocedu re —Bram In iu ry and Family System Pro iect
Formación
El M RI o frece cu atro fó rmu las de formación : 1) Unas formaciones de larga duración (nueve meses): una fo rma ció n p ara h terap ia familiar y un a fo rmación intens iva para la tera pia breve".' 2) Un as fo rmaciones a co rto p lazo (dos mes es): Ad vanced Brief Therapy y Small Group Skills Develop ment . 3) El prog rama « residencial» : este p rograma permite que unas per sonas (dos co mo máximo a la vez) acud an al M RI du rante un mes o cuarenta y cinco d ías y que puedan asist ir allí a todas las act ividades q ue t eng an lugar du rant e est e period o . Part icipan tamb ién en las consultas h echas en el «ext ernado» y en el Cen tro de terap ia b reve. Tienen acceso a to dos los docu ment os, lib ros y cin tas de v ídeo, y asisten a los seminarios, reun iones y talleres org an izados por el ins tituto. 4) Los t alleres: por término med io, se o rgan izan cinco talleres ca da mes , sob re temas tan van ados co mo « El en foque h ip nót ico en la gestión del do lor y de las en fermedades ps icoso mát icás» o « El clero frente al sufrimiento cot id iano» .
III
REFERENCIAS CRONOLÓGICAS
Anive rsarios y encuentros
Publicaciones
Conferencias y proye ctos
Fechas
1950
1951 1952
1953
a los Estados Un ido s . Encuentra a McCullodi en Chicago . Doctorado de Watzlawick en la Universidad de Vcnecia . Divorcio de Mead y Bateson . Watzlawick empieza su formación de analista (ungiano . Bateson es profesor en Stjnford . Jay Haley se une al «proyecto Bateson»
Weakl.iikl y l;ry se unen al «proyecto Bateson-
qf communicalion: Sliannon y Weave/
• I'h e theoiy of open íyj/t'wí in physia and biology: Von Bcrtalanffy
y Bate
The arganimtinnal mmlutiou. Bou Id i ng (primer libro sobre la teoría general de lo s sistemas)
cactón y la psiquiatría : Ruescli y Bateson Conf. Macy 6: Cybernetia (marzo) Couf. Macy 7: Cybernetics (marzo)
. Conf. Macy 8: Cybemetia (marzo) . Jackson empieza su trábalo con familias . Investigaciones otológicas en el zoo de San Francisco: Bateson . Comienzo del «proyecto Bateson» . Conf. Macy 9: Cybemtlia (marzo) . Whitaker prepara la primera reunión de los terapeutas familiares (Atlanta), asistirán a ella: Bateson, Jackson, Schetlen... . Conf. Macy 10: Cybernetia
(abril) 1954
Carta de Bateson a Wiener: primer larii zamiento de la teoría de la doble coacción . Jackson se une al «proyecto Bateson» . Watzlawick se hace psicoanalista ¡ungiano
- fíic npptúation of lybcrnelics lo pychiatty: Ashby
1955
1956
1957
Watzlawick es profesor de psicología en la Universidad de El Salvador
- An introduction lo cybenuüa: Ashby - Ttrwardi a theory of schizophrerna: Bateson, Haley, Jackson y Weakland - Dynamia offamily tberapy: Ackerman - The question offamily homeoítasií: Jackson
. Ackerman preside la primera reunión dedica da al diagnóstico familiar . El «proyecto Bateson» recibe una subvención de l NIMH para el estudio de la esquizofrenia
1958 a 1991 1958
Riskín y Satir llegan
- Reimpresión de Naven
. Reuniones para la crea-
Anexos
IV
DIRECCIONES ÚTILES'
Mental Research Institute 555 Middlefield Road Palo Alto, California 94301 USA. T el: (415) 321 30 55
J.-J. Wittezaele y T. García Centro Gregory Bateson (Bélgica) Route de Banneux, 131 B4870 Fraipont (T rasenter) Bélgica. Tel.: (087) 26 78 51 (El centro ata asocíalo al MRI. Organiza formaciones para la comunicación mUrprofe\wnal para d enfatué mteracaonal y para la terapia breve, en Francia y en üelgica. Comprende un servicio de investigación en comunicación terapéutica y un centro de con sullas piadas. Para contacto e informes en Francia: Centro de terapia breve en Lyo> 78 83 52 89.)
Renée S avourin .
5591 Canterbury Av. Montreal, Quebec PQ.H3T , IS8 Canadá. T el.: (514) 342 20 85
Instituí für systemische Tbe rapie Erlachgasse 95/4 A-1100 Viena Austria. Te!.: (0222) 62 35 60
-382
, Ob-n Tción: da mos I» d,rec c,on« s lgu,e m« lá me me , título mdicat .vo y » n pretende r « • ' ~ H.usnvos. Que nosotros sepamos. no ex.ste mn guna !,su of icial de los o^n-mo, o msnruc on« u^p , oucn el mo¿ e!o de P alo Al» . P ara conoce, a U, pe rsonas que trabaun en « ta opt.ca (o engodo havan Segu,do un, tormaaón en el MR!) , deben poner* en contacto con la « cr««n« d<
383
Direcciones útiles Dot t. Giorgio Na rdone Ce ntro di te ra pia st rategica Corso Italia, 236 Arezzo Italia. T el.: (0575) 35 02 40
BIBLIOGRAFÍA
Te re sa Sanz Ce ntro de te ra pia bre ve Ronda General Mitre, 188 bis, pral. 1. a 08006 Barcelona España. T el.: (93) 212 54 80 Instituto Me xicano de Te ra pias bre ves, SC Adolfo Prieto 1348-602 Coi. del Valle, México DF 031 100 México. T el.: (5) 559 91 94 Ce ntro P riva do de Tera pias bre ves Ayacucho 1474 - 2° A Buenos Aires 1111 Argentina Albe rto Le vy Av. Quintana, 591. 4. 9 A Buenos Aires 1129 Argentina. Tel.: 54-1-805 3193 Vi cto ria Mat chand de Pom bo P. O. Box 093483 Colombia. T el.: 57-1-212 4721
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182 185
Balmesc c/iar
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