Escritos espirituales de Don Bosco.pdf

March 12, 2018 | Author: Admon de sistemas Colegio de sistemas | Category: Catholic Church, Roman Catholic, Religion And Belief, Pope
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COLECCIONES DEL INSTITUTO TEOLÓGICO SALESIANO DE GUATEMALA COLECCIÓN HISTÓRICA 1. PAHULA. Bruno Renato Frison, O.F.M. 2. LA UNIÓN DE LAS IGLESIAS. Balance y perspectivas. Mons. Antonio María Javierre, S.D.B. 3. LA IDENTIDAD SALESIANA. Para un estudio metódico del Capítulo General Especial Salesiano (XX). José Aubry, S.D.B. 4. GOBERNACIÓN ESPIRITUAL DE INDIAS. Código Ovandino. Ángel Martín González, S.D.B. 5.

ORIGEN DE LAS MISIONES SALESIANAS. La evangelización de las gentes

según el pensamiento de San J u a n Bosco. Ángel Martín González, S.D.B. 6.

TRECE ESCRITOS INÉDITOS DE SAN JUAN BOSCO AL CÓNSUL ARGENTINO J. B.

GAZZOLO. Ángel Martín González, S.D.B.

COLECCIÓN CATEQUESIS BÍBLICA 1. EL EVANGELIO DEL AÑO- 2000. Lorenzo Gagnon. 2.

UN HOMBRE QUE SABE ESCOGER. Evangelio según San Marcos. Vol I.

Mario Galizzi, S.D.B. 3. VOSOTROS LO HABÉIS MATADO. Evangelio según San Marcos. Volumen I I . Mario Galizzi, S.D.B. 4. UN GRITO DE LIBERTAD. Carta a los romanos. Vol. I. Mario Galizzi, S.D.B. 5.

LA HISTORIA TIENE UN SENTIDO. Carta a los romanos. Vol. I I . Mario

Galizzi, S.D.B.

C O L E C C I Ó N VIDA E S P I R I T U A L 1. BAUTIZADOS EN EL ESPÍRITU. José María Delgado Várela, O. de M. 2.

CRISTO PALABRA Y PALABRA DE CRISTO. Ejercicios Espirituales a religio-

sas en torno a la palabra. Mons. Antonio María Javierre, S.D.B. 3. LA FE. Cardenal Gabriel María Garrone. 4. SUCEDIÓ HACE UN SEGUNDO. Libro del mejor amor. Fermín María García, O.F.M. 5.

RENOVAR NUESTRA VIDA SALESIANA. Conferencias de espiritualidad. José

Aubry, S.D.B. 6. LLEGAR A DIOS. LA ORACIÓN. Cardenal Gabriel María Garrone. 7.

ESCRITOS ESPIRITUALES DE SAN JUAN BOSCO. José Aubry, S.D.B.

COLECCIÓN TEOLOGÍA Y VIDA 1. PARA VOSOTROS ¿QUIÉN SOY YO? Cardenal Gabriel María Garrone. 2. LA EUCARISTÍA SALVAGUARDIA DE LA FE. Cardenal Gabriel M.a Garrone. 3.

LA CONCEPCIÓN DE LA SALVACIÓN Y SUS PRESUPUESTOS EN MARIE DOMI-

NIQUE CHENU. Luis Antonio Gallo, S.D.B. 4. EL SACERDOTE. Cardenal María Garrone.

ESCRITOS ESPIRITUALES

PUBLICACIONES DEL INSTITUTO TEOLÓGICO SALESIANO

SAN JUAN BOSCO

ESCRITOS ESPIRITUALES INTRODUCCIÓN, SELECCIÓN DE TEXTOS Y NOTAS POR J O S É AUBRY SALESIANO

SAN JUAN BOSCO Fotografía histórica de su visita, en Barcelona a los señores Martí-Codolar (3 de mayo de 1886)

INSTITUTO TEOLÓGICO SALESIANO 20 Avenida, 13-45 - Zona 11 - Guatemala 19 8 0

SIGLAS Y ABREVIATURAS

Archivo

Designa siempre el Archivo Central Salesiano (Roma, Casa Generalizia).

Epist. I, 48

E. Ceria, Epistolario de San Juan Bosco, SEI, Torino, vol. I, pág. 48. Se han publicado 4 volúmenes, 1955-1959.

MB VII, 126

Memorias Biográficas del Venerable Don Juan Bosco, Torino, vol. VII, pág. 126. Se han publicado 19 volúmenes, por G. B. Lemoyne (vol. I al IX, 18981917), A. Amadei (vol. X, 1939) y E. Ceria (vol. XI-XIX, 1930-1939).

MO

San Juan Bosco, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales del 1815 al 1855, ed. E. Ceria, SEI, Torino, 1946.

P. Stella, Don Bosco nella storia II, 324

P. Stella, Don Bosco nella storia della religiositá cattolica, PAS-Verlag, vol. II, Zürich 1969, pág. 324. Cfr la Nota bibliográfica, pág. 40.

En cuanto a los textos bíblicos citados en latín por Don Bosco han sido traducidos según la edición de la Vulgata usada por él; los demás según la Biblia de Jerusalén.

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DATOS BIOGRÁFICOS

1815 1835 1841

Nacimiento de Juan Bosco en I Becchi (Asti), 16 de agosto. Entra en el seminario de Chieri. Se ordena sacerdote en Turín, 5 de junio. Estudia en el Convino Ecclesiastico de Turín, donde escoge como confesor a Don José Cafasso.

A) Primera etapa de las obras juveniles 1841 Comienzo de la obra en favor de los jóvenes aprendices abandonados, 8 de diciembre. 1844 Biografía del clérigo L. Comollo, primera publicación de Don Bosco. 1845 Historia eclesiástica para uso de las escuelas. 1846 Don Bosco estabiliza su obra del Oratorio de San Francisco de Sales en el barrio Valdocco. - Grave enfermedad. - Su madre viene a ayudarle. - (Comienzo del pontificado de Pío IX). 1847 Casa aneja al Oratorio: pensionado para artesanos y estudiantes pobres. - Historia Sagrada para uso de las escuelas. B) Defensa de la fe del ceta popular 1848 Reformas constitucionales en Piamonte en sentido liberal (Estatuto). Propaganda valdense. - (Secularización de los conventos en 1855). 1850 Primera organización de los Cooperadores salesianos (llamados también Promotores salesianos). 1852 Inauguración de la capilla de San Francisco de Sales en Valdocco. 1853 Fundación de las Lecturas Católicas mensuales. - Primeros talleres profesionales. - Primera edición de un Almanaque nacional: II Galantuomo. 1854 Domingo Savio entra en el Oratorio (29 de octubre). Morirá en Mondonio el 9 dé marzo de 1857. 1855 Comienzo de los cursos de segunda enseñanza en Valdocco. 1856 Historia de Italia narrada a la juventud. - Muerte de mamá Margarita (25 de noviembre). 1857 Miguel Magone entra en el Oratorio. Morirá en el 21 de enero de 1859. 11

C) Fundación de las dos Congregaciones sálesianas 1858 Primer viaje a Roma para presentar a Pío IX el primer proyecto de la Sociedad salesiana. 1859 Fundación (en privado) de la Sociedad de San Francisco de Sales (18 de diciembre), con diecisiete miembros. 1860 Muerte de Don Cafasso, confesor y consejero de Don Bosco (23 de junio). - Ordenación de Don Miguel Rúa (29 de julio). 1861 Apertura de los talleres de tipografía y prensa. 1862 Votos públicos de los 22 primeros salesianos (14 de mayo). 18634 Primeros colegios salesianos fuera de Turín: Mirabello y Lanzo. 1864 «Decreto de alabanza» de la Sociedad salesiana (1 de julio). Primer encuentro con María-Dominga Mazzarello en Mornese. 1866 Don Bosco mediador entre la Santa Sede y el nuevo Reino de Italia para el nombramiento de los obispos. 1868 Consagración de la iglesia de María Auxiliadora en Turín-Valdocco (9 de junio) (se comenzó en 1864). 1869 Aprobación de la Sociedad salesiana (1 de marzo). - Comienzo de la Biblioteca de la juventud italiana. 1870 Don Bosco sostiene en Roma la infalibilidad del Papa. - Fundación del colegio de Alassio, primera obra fuera del Piamonte. 1871 Fundación de las obras de Sampierdarena y de Varazze. Grave enfermedad de Don Bosco en Varazze (diciembre). 1872 Fundación del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora en Mornese (5 de agosto). Madre Mazzarello había sido elegida la primera superiora el 29 de enero. 1874 Aprobación de las Constituciones salesianos (3 de abril). 1875 Fundación de la Obra de María Auxiliadora para vocaciones eclesiásticas adultas (Hijas de María). D) Expansión mundial 1875 Fundación de la primera obra fuera de Italia, en Niza, Francia (9 de noviembre). - Partida de los diez primeros misioneros salesianos hacia la Argentina (11 de noviembre). 1876 Organización autónoma y primer Reglamento de la Pía Unión de los Cooperadores salesianos. 1877 Fundación del Boletín Salesiano, septiembre (primer título: El Bibliófilo Católico). - Primer capítulo general de la Sociedad salesiana. - Partida de las primeras Hijas de María Auxiliadora misioneras hacia Uruguay, donde entran también los Salesianos. 1878 Muerte de Pío IX. - Fundación de otras dos obras en Francia (Marsella y La Navarre). 1879 Comienzo de la misión de la Patagonia. - Edición francesa del Boletín Salesiano. - Agravación de las dificultades con el arzobispo de Turín, Mons. Gastaldi. 1880 Don Bosco recibe de León XIII el encargo de continuar la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón en Roma. 1881 Fundación de la primera obra salesiana en España (Utrera). Muerte de Madre Mazzarello (14 de mayo). - Edición española del Boletín Salesiano (Buenos Aires). 1882 Consagración de la iglesia de San Juan Evangelista, Turín. 1883 Viaje triunfal a París. - Los Salesianos entran en Brasil (Rio Niteroi). 1884 Fundación de una nueva obra en España (Barcelona) y de otras dos en Francia (Lila y París). - Comunicación de los pri-

1886

1887

1888 1929 1934 1951 1954 1972

vilegios a la Sociedad salesiana (28 de julio). - Mons. Cagliero, primer obispo salesiano (consagrado el 7 de diciembre). Viaje a España, donde Don Bosco encuentra la sierva de Dios Dorotea Chopitea. - Primera obra de las Hijas de María Auxiliadora en España. - Comienzo de la misión de la Tierra del Fuego. - Edición del Boletín Salesiano en castellano (Barcelona). Vigésimo y último viaje a Roma. Consagración de la iglesia del Sagrado Corazón (mayo), y fundación del hospicio anejo. - Primera obra en Austria (Trento), en Inglaterra (Londres) y en Chile (Concepción). - Ultima misa de Don Bosco (11 de diciembre). Muerte de Don Bosco en Valdocco, 31 de enero. - Tres días antes, los Salesianos habían entrado en Ecuador. Beatificación Canonización Canonización Canonización Beatificación

de de de de de

Don Bosco, 2 de junio. Don Bosco, 1 de abril (Pascua). Madre María Dominga Mazzarello, 24 de junio. Domingo Savio, 12 de junio. Don Miguel Rúa, 29 de octubre.

CRONOLOGÍA DE LOS PRINCIPALES ESCRITOS DE DON BOSCO CITADOS EN ESTA ANTOLOGÍA 1846 1847 1856

Ejercicio de devoción a la misericordia de Dios. El Joven instruido en la práctica de sus deberes. La Llave del Paraíso en manos del católico que practica sus deberes de buen cristiano. 1858 El Mes de Mayo consagrado a María Santísima Inmaculada. 1858-74 Esbozos y borradores diversos de las Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales. 1859 Vida del joven Domingo Savio. 1861 Dato biográfico del jovencito Miguel Magone. 1863 Recuerdos confidenciales a Don Rúa. 1864 El Pastorcillo de los Alpes o Vida del joven Francisco Besucco. 1868 Panegírico de San Felipe Neri. 1873 Don Bosco comienza a escribir las Memorias del Oratorio. 1875 Introducción a las Constituciones. - Recuerdos a los misioneros. 1876 Cooperadores Salesianos (Reglamento) (precedido, en 1874-75, de Asociados a la Congregación de San Francisco de Sales). 1878 (Deliberaciones del Capítulo General de la Pía Sociedad salesiana, tenido en Lanzo en septiembre de 1877). 1884 Don Bosco comienza a escribir su Testamento espiritual.

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INTRODUCCIÓN

I - Un maestro espiritual ¿Es Don Bosco un escritor espiritual? Ciertamente que no. ¿Es un maestro espiritual? Ciertamente que sí. En estas dos afirmaciones coexisten al tiempo la razón de ser y la dificultad de la presente obra. Don Bosco maestro espiritual Comencemos por la segunda afirmación: Don Bosco es, entre otros, uno de los maestros espirituales que Dios se dignó dar a su Iglesia. En la imaginación popular Don Bosco es aquel sacerdote dinámico que consagró su vida a los jóvenes más pobres y fundó para ellos la Congregación salesiana. Para el cristiano un poco mejor informado, es el fundador de las Hijas de María Auxiliadora y de los Cooperadores salesianos, el autor de un sistema de educación particularmente eficaz, uno de los sacerdotes del siglo xix que vivió de la forma más dolorosa, pero también más positiva, el drama de la unidad italiana, en fin, uno de los servidores más grandes de la Iglesia en el campo misionero. Pero a quien hubiese tomado con él contacto directo y personal, leyendo su vida y sus escritos, le aparece como un hombre providencial que ha dado paso en la Iglesia a una corriente carismática, un maestro capaz de inspirar a un gran número de cristianos, de cualquier estado y condición, un estilo original de vida cristiana y de santidad. Y también de santidad oficialmente reconocida por la Iglesia. Santa María Dominica Mazzarello, santo Domingo Savio, el beato Miguel Rúa y otros dieciocho discípulos suyos, cuya causa de beatificación está ya introducida en Roma (sin contar el centenar de víctimas de la persecución española), dice claramente que seguir a Don Bosco 1puede llevar muy lejos por el camino de la perfección cristiana . Los Papas lo han dicho expresamen1 Damos la lista de las causas introducidas. Dos obispos: Mons. Luis VERSIGLIA (1873-1930), nacido en Oliva Gessi (Pavía), vicario apostólico de Shiu Chow en China, asesinado; y Mons. Luis OLIVARES (1873-1943), nacido en Corbetta (Mi-

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te, sobre todo con ocasión de las etapas de alguna de estas causas. Pío XI, por ejemplo, en el decreto de tuto para la beatificación de Madre Mazzarello, dice de san Juan Bosco: «Este sapientísimo doctor bajo cuyo magisterio ella fue conducida hasta el más alto vértice de la perfección cristiana y religiosa»2. Y Pío XII dirá más tarde a los Cooperadores: «Bien proveyó a vuestra vida interior la sabiduría del santo de la acción, dictándoos a vosotros, no menos que a su doble familia de Salesianos e Hijas de María Auxiliadora, una regla de vida espiritual, ordenada a formaros sin la vida común, en la religiosidad interior y exterior de quien hace suya seriamente, en su mundo familiar y social, la obra... de la perfección cristiana» 3 . Es un hecho: Don Bosco tiene una numerosa posteridad 4 . lán), párroco en Roma, después obispo de Sutri y Nepi. — Un prefecto apostólico: Mons. Vicente CIMATTI (1879-1965), nacido en Faenza, prefecto apostólico de Miyasaki, Japón. — Vn rector mayor: Don Felipe RINALDI (1856-1931), nacido en Lu Monferrato, tercer sucesor de Don Bosco desde el 1922. — Seis sacerdotes: el Venerable Don Andrés. BELTRAMI (1870-1897), nacido en Omegna (lago D'Orta), recibido salesiano por Don Bosco en 1887, muerto en Turíh; el Venerable Don Augusto CZARTORYSKI (1858-1893), príncipe polaco que vio a Don Bosco en París en 1883 y recibió de él la sotana el 24 de noviembre de 1887; Don Luis VARIARA (1875-1926), italiano del Monferrato, misionero entre los leprosos de Agua de Dios, Colombia, fundador de las «Hijas de los Sagrados Corazones»; Don Calixto CARAVARIO (1903-1930), de Cuorgné, compañero de martirio de Mons. Versiglia en China; Don Luis MERTENS (1864-1920), de Bruselas, Bélgica, párroco en Lieja; Don Rodolfo KOMOREK (1890-1949), polaco, misionero en Brasil. — Dos coadjutores: Simón SRUGI (1877-1943), libanes, nacido en Nazaret, muerto en Beitgemal; y Artemide ZATTI (1881-1951), nacido en Boretto (Italia central), infatigable enfermero en Viedma, Argentina. — tres Hijas de María Auxiliadora: Sor Teresa VALSE-PÁNTELLINI (1878-1907), nacida en Milán, muerta en Turín; Madre Magdalena MORANO (1847-1908), nacida en Chieri, inspectora en Sicilia; y Sor Eusebia PALOMINO (1900-1935), nacida en Cantalpino (Salamanca), muerta en Valverde del Camino (Huelva). — Dos Cooperadoras: Doña Dorotea de CHOPITEA (1816-1891), insigne bienhechora de Barcelona; y Alejandrina DA COSTA (1904-1955) de Balazar, Portugal. — Dos alumnos salesianos: el Venerable Ceferino ÑAMUNCURA (1886-1916), hijo del último cacique de la Pampa argentina, muerto estudiante en Roma; y Laura VICUÑA (1891-1904), nacida en Santiago de Chile, muerta en Junín de los Andes, Argentina. — Finalmente 97 víctimas de la revolución española (1936-1939), sacerdotes, clérigos, coadjutores, Hijas de María Auxiliadora, aspirantes y cooperadofas, muertos en las tres zonas de Barcelona-Valencia, Sevilla y Madrid-Bilbao. Entre ellos Don José CALASANZ, inspector, Cfr. CASTAÑO, Don L.: Santitá Salesiana. Profili dei Santi e Servi di Dio della tríplice Famiglia di San Giovanni Bosco. SEI, Torino, 1966, p p . 424. 2 «... sapientissimum ei largiendo doctorem, sanctum Joannem Bosco, sub cuius magisterio ad christianae et religiosae perfectidnis culmen fuit adductá» (Acta Apostólicas Seáis, 30 [agosto 1938], p, 272). 3 Discurso del 12 de septiembre de 1952, Acta Apostólicas Seáis 44 (octubre 1952), p. 778. Citamos asimismo las palabras dirigidas por Pío XI el 16 de noviembre de 1929 a un grupo de guías alpinas a las que regaló una medalla de Don Bosco: «No es por casualidad el que queramos que conservéis este leve recuerdo. Porque Don Bosco fue un gran guía espiritual. Que él vele sobre vosotros y os proteja en las horas de la prueba más d u r a ; que él os haga escalar las más altas cimas espirituales con el mismo éxito con que escaláis las de las montañas» («L'Osservatore Romano», 17-11-1929). 4 La liturgia de su fiesta (31 de enero), en su antigua redacción, no dudó en aplicarle lo que san Pablo recuerda a propósito de Abrahán en Rom. 4, 18: «Abrahán esperó contra toda esperanza y llegó a ser padre de innumerables pueblos, como se le había dicho: Así será tu descendencia».

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Pero Don Bosco ¿qué pensaba de esto personalmente? No debemos esperar que, en su humildad, se presente como «maestro y doctor». No obstante él aspiraba a difundir un «método de vida cristiana». Exigía con energía que, en el conjunto de su Familia (Salesianos, Salesianas, Cooperadores, alumnos de sus casas), rigiese un mismo «espíritu» las almas, los corazones, las conductas externas. Por este motivo reivindicaba, no sin tenaz firmeza, la autonomía, la libertad de acción, la posibilidad de hacer llegar a todas partes sus directivas, hasta el punto que algunos le acusarán de una tendencia a la excesiva centralización. El tenía sus convicciones no sólo pedagógicas sino espirituales, y su innato temperamento de jefe, como también la fascinación que ejercía por la gran riqueza de sus dones, le han llevado a señalar poderosamente con su huella las diversas categorías de sus discípulos. Estos por otra parte estaban dispuestos a recibirla: piénsese en particular en el hecho —ciertamente raro entre los fundadores— que él mismo plasmó a sus primeros colaboradores, apenas salidos de la adolescencia y escogidos de entre las filas de sus mismos alumnos; y pudo forjar durante cuarenta y tres años a su primer sucesor, Miguel Rúa'. Existe, pues, una espiritualidad «salesiana de Don Bosco», la cual si bien se inspira en la de san Francisco de Sales, no es ciertamente una simple prolongación de la misma. No es un autor espiritual Esta misma afirmación nos permite afrontar el otro aspecto del problema: maestro espiritual, Don Bosco no es un autor espiritual. Don Bosco no escribió nada que pueda compararse al Tratado de amor a Dios ni siquiera a la Introducción a la vida devota. Y mucho menos corremos el riesgo de encontrar en sus escritos páginas análogas a las de Narración de un peregrino o de Historia de un alma. Don Bosco no tiene nada del teólogo especulativo, y es ajeno a la introspección espiritual. Inteligencia extremadamente viva, Don Bosco sigue siendo un campesino piamontés, más sensible a la experiencia que a las ideas. Desde el seminario, sus preferencias están encaminadas hacia las ciencias positivas: la Sagrada Escritura y la historia de la Iglesia. Cuando empuña la pluma —y este apostolado será uno de los principales de su larga vida— nunca es para escribir tratados, sino para «hablar» a sus jóvenes, a la gente del pueblo, a sus Cooperadores o Salesianos, y para proponerles una doctrina sencilla, consejos prácticos, ejemplos concretos, con toda la apariencia de ser «ordinarios», pero que no por eso dejan de 5 Don Bosco mismo hizo notar la importancia de esta homogeneidad: «Las demás Congregaciones en sus comienzos tuvieron ayuda de personas doctas... que se asociaron a su fundador. Entre nosotros, no: todos son alumnos de Don Bosco. Esto me costó un trabajo muy fatigoso y continuo durante cerca de treinta años, pero con la ventaja que habiendo sido educados p o r Don Bosco, tienen los mismos métodos y sistemas» (conversación con Don Barberis, crónica del mismo, 17 de mayo de 1876; cfr. MB X I I I , 221).

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llevar la señal de sus más profundas convicciones y de sus insistencias m á s vivas. Su doctrina espiritual aparece como envuelta en su sencillez de escritor popular, y sus diversos elementos están dispersos en docenas de opúsculos, sin pretensiones, ni especulativas ni literarias. Y apenas intenta u n a sistematización de principios, parece como que pierde la inspiración y sus manuscritos se llenan de innumerables retoques. El lugar por excelencia de su doctrina es su propia vida, es su misma experiencia espiritual, rica en extremo, la de uno de los mayores carismáticos de la Iglesia. Pero también aquí, por desgracia, no estamos bien servidos. De su vida más profunda, no reveló casi nada. Y esto, tanto por su temperamento (él experimenta, sin preocuparse luego por analizar) sea por virtud de u n a natural reserva (teme desviar la atención hacia el instrumento en daño de Aquel que lo usa), y, quizás, también por falta de medios de interpretación y de expresión (la literatura mística no le es muy familiar, y no se siente dispuesto a aumentarla). No obstante nosotros poseemos elementos autobiográficos de grandísimo interés, y más aún, un notable número de cartas en las que deja transparentar sus tendencias espirituales. Pero, como se dijo, hay que captar la doctrina bajo la envoltura de u n a narración concreta o por medio de anotaciones muy rápidas. Estas reflexiones ayudarán a comprender el carácter de esta antología. Los textos elegidos son numerosos y en su mayor parte muy breves. Nada que pueda compararse con la narración hilvanada de san Agustín en sus Confesiones o con las efusiones espirituales de un Padre de Foucauld en sus Meditaciones. Don Bosco no tuvo nunca el tiempo de sentarse largas horas p a r a redactar pensamientos largamente madurados. Dictadas p o r preocupaciones pastorales inmediatas y sugeridas por circunstancias juzgadas favorables (y esto durante cuarenta años), las páginas espirituales que nos ha dejado pertenecen a los géneros literarios más variados. Su lectura con eso gana en facilidad e interés. Precisamente por eso, Don Bosco es uno de los maestros espirituales m á s accesibles.

II - Obras escritas que ofrecen un contenido espiritual Hay que distinguir en seguida con claridad las obras que Don Bosco mismo publicó y las obras manuscritas, publicadas o no después de su muerte. Las obras publicadas por Don Bosco Mucho escribió Don Bosco y mucho también publicó. La difusión de la prensa popular, lo hemos ya indicado, fue una de sus principales actividades pastorales, en especial a través de la publicación men18

sual de las Lecturas Católicas a partir de 1853. El P. Pietro Stella, profesor de historia en la Universidad salesiána de Roma y eo-director del Centro Estudios Don Bosco, publicó recientemente 6el catálogo completo y críticamente revisado de las obras del Santo . El lector español encontrará una lista válida (hecha diez años antes) en la obra del P. Francis Desramaut, Don Bosco e la vita spirituale (LDC, Torino 1970), en las páginas 280-2967. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Don Bosco escribió por lo menos un centenar de obras, con un promedio de un centenar de páginas cada una. Se pueden distinguir cómodamente cuatro grupos o categorías, correspondientes más o menos a cuatro géneros literarios 8 . Las indicamos rápidamente, a fin de que el lector pueda darse cuenta desde ahora, sumariamente, de qué tipo de obras son los extractos escogidos y aquí publicados. 1. Obras escolares. Para los alumnos de las escuelas nocturnas y de las escuelas públicas, Don Bosco escribió (además de un libro de aritmética, El sistema métrico decimal, 1849), tres libros de historia: Historia Eclesiástica (1845), Historia Sagrada (1847) e Historia de Italia (1855). Son páginas de un educador que narra límpidamente y pone de relieve episodios y personajes capaces de alimentar el sentido religioso y moral de los lectores. 2. Biografías y narraciones. El género biográfico es, sin duda, aquel en que más a gusto se hallaba Don Bosco. Lo cultivó bajo tres formas. En correspondencia con su Historia Eclesiástica, publicó vidas de santos personajes de otro tiempo, la mayor parte canonizados: san Martín (1855), san Pancracio, san Pedro (1856), san Pablo (1857), los Papas de los tres primeros siglos (1857-1864), la beata Catalina de Racconigi (1862), etc., obras de recopilación sin gran valor crítico, psicológico o literario. Don Bosco es mucho más Don Bosco en las biografías edificantes de contemporáneos, relacionadas especialmente con ambientes colegiales y eclesiásticos: Vidas o Datos históricos de su compañero Luis Comollo (su primer escrito, 1844) y de sus queridos alumnos, Domingo Savio (1859), Miguel Magone (1861) y Francisco Besucco (1864), de su amigo y confesor José Cafasso, (1860), de Angelina «la huerfanita de los Apeninos» (1869). Al frágil tejido biográfico anclado en pocos datos cronológicos, él agrega episodios clasificados según el esquema moralista de las virtudes: se comprende cómo aquí nos será dado rastrear interesantes elementos de doctrina espiritual. 6 STELLA, P.: Gli scritti a stampa di S. Giovanni Bosco. Publicaciones del «Centro Estudios Don Bosco», Estudios históricos n.° 2, Roma, Librería Ateneo Salesiano, 1977, p. 176. Estos escritos están divididos en tres series: libros y opúsculos; cartas circulares, programas, etc.; artículos del Boletín Salesiano. 7 El P. Desramaut distingue prudentemente tres series: las publicaciones firmadas y reconocidas por Don Bosco (83 números, nn. 5-87), las anónimas, presentadas o al menos revisadas por él (26 números), y las de origen impreciso (con frecuencia anónimas), pero atribuidas con frecuencia a Don Bosco (38 números). En total 147 números. 8 Sobre Don Bosco autor, cfr. STELLA, P.: Don Bosco nella storía, I, cap. X, Don Bosco scrittore ed editare, pp. 229-248. Distingue seis categorías de obras: Obras escotares, Escritos amenos y acciones escénicas, Escritos hagiográficos, Escritos biográficos y narraciones de fondo histórico, Obritas de instrucción religiosa y de oración, Escritos relativos al Oratorio y a la Obra salesiána. Reagrupamos las categorías 2, 3 y 4.

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En fin, junto a estas biografías, nos ha dejado diversas narraciones que le gusta llamar «amenas», cuyo fondo se da como histórico. La conversión de una valdense (1854), Pedro, o sea la fuerza de una buena educación (1855), la Novela amena de un viejo soldado de Napoleón I (1862), Valentín o la vocación estorbada (1866), etc., hasta La Casa de la fortuna, representación dramática (1865) son historias agradablemente edificantes, pero de contenido algo ligero. 3. Los escritos de apologética, de doctrina y devoción. El proselitismo protestante y la propaganda anticlerical, que tuvieron su momento de mayor impulso entre el 1850 y el 1860, llevaron a Don Bosco no a la polémica directa, sino a la defensa de la religión católica, con escritos populares que mezclan en dosis variadas la apologética y la exposición doctrinal: Avisos a los católicos (1850), El católico instruido en su religión (1853), Disputa entre un abogado y un ministro protestante (1853), etc. Otros acontecimientos como el Jubileo y el Concilio Vaticano I, le proporcionaron la ocasión de exaltar la Iglesia: El Jubileo (1854), Vade mecum cristiano (1858), Los Concilios Generales (1869), La Iglesia católica y su Jerarquía (1869), etc. La mayoría de las obras marianas de Don Bosco comprendían artículos doctrinales, junto a narraciones de milagros o de gracias y elementos devocionales: son típicos El Mes de Mayo (1858), Nueve días consagrados a la Augusta Madre del Salvador bajo el título de María Auxiliadora (1870), La aparición de la Virgen en la Montaña de la Salette (1871), etc. Desde sus primeros años de sacerdocio, había concebido y realizado un género de libro de piedad que fuese al mismo tiempo un libro de reflexión y de dirección espiritual. Dos obras de este tipo, una para los jóvenes y otra para los adultos, tuvieron en Italia una extraordinaria difusión: El Joven instruido en la prácticaa de sus deberes (1847), progresivamente enriquecido hasta su 118. edición en 1888, La Llave del Paraíso en manos del católico practicante de sus deberes de buen cristiano (1856, unas cincuenta ediciones). 4. Escritos relativos a la obra salesiana: reglamentos y relaciones. El espíritu del Fundador se halla claramente en los Reglamentos del Oratorio y de las casas (1877), donde abundan las consideraciones ascéticas, en el de los Cooperadores salesianos (1876) y, a fortiori, en las Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales (impresas a partir de 1867), con su Introducción publicada por primera vez en la edición italiana del 1875. Tampoco están ayunas de elementos espirituales o pedagógicos las relaciones impresas para el gobierno o para la Santa Sede, ni la rendición de cuentas de las ceremonias de las casas (el famoso tratado acerca del Sistema preventivo en la educación de la juventud salió por vez primera en el fascículo Inauguración del Patronato de San Pedro en Niza del Mar (1877). Se puede apreciar cómo todos estos escritos, excepto los de la primera serie, pueden ofrecer, ciertamente en diversa medida, textos válidos sobre el camino espiritual que Don Bosco proponía a los jóvenes, a los adultos, y a sus religiosos'. Con todo, en otra parte hallaremos los textos más significativos. 9 Una edición oficial comentada de las obras de Don Bosco fue emprendida el año 1929, año de la beatificación: «Don Bosco». Obras y escritos editados e inéditos nuevamente publicados y revisados según tas ediciones originales y manuscritos sobrevivientes, por la Ka Sociedad Salesiana, SEI, Tormo. El primero

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Manuscritos

dejados por Don

Bosco

En todos los textos arriba citados, el pensamiento personal de Don Bosco no es realidad preponderante, y sus opciones de tipo espiritual no aparecen sino sumariamente. Ya se sabe que él no compuso del principio al fin toda esta masa de libros y opúsculos. Tal como lo consentía el uso de la época, se sirvió generosamente de la documentación que poseía y que tenía cuidado de tener al día. El P. Stella observa a este propósito: «El momento crítico de Don Bosco está en la elección de autores... El exige que estén acreditados, esto es, trata de que sean considerados como autorizados por los doctos, que sean favorables a la Iglesia, al papado, llenos de celo y mejor aún santos. La elaboración de las fuentes es casi siempre mínima» 10 . Apóstol popular, no se consideró obligado a largas investigaciones: se trataba de recordar, en un lenguaje límpido, las verdades esenciales y las orientaciones morales de mayor relieve, según las urgencias y las ocasiones favorables del momento. La selección de los temas es, por tanto, en él, más significativa aún que los particulares de su desarrollo. Continuamente acuciado por el trabajo, y nada pretencioso, no tenía escrúpulos en hacerse ayudar por colaboradores cuyas aptitudes literarias había podido comprobar. Don Bonetti y Don Lemoyne sobre todo, pero también Don Rúa y Don Berto fueron aprovechados. El autor principal revisaba personalmente cuanto se le sometía y asumía la paternidad. De estas comprobaciones se concluye que nosotros podemos encontrar al Don Bosco más auténtico en los escritos para los que le fue difícil o imposible hallar colaboradores o fuentes ya difusamente elaboradas. En el conjunto de escritos arriba citados, hemos de dar la preferencia a dos series: las biografías de los contemporáneos (y en particular las de los jóvenes por él educados) y los documentos directamente «salesianos». Y más aún hemos de conceder consideración a otras fuentes: escritos que Don Bosco no publicó nunca, pero que han brotado de lo más hondo de su alma y de su experiencia, escritos doblemente «personales» por su pensamiento más original y su estilo más vigoroso ". y, hasta hoy el único, en meter mano fue Don Caviglia (muerto en 1943). Es una buena edición desde el punto de vista crítico, aunque no perfecta, y va enriquecida con un amplio comentario. Salieron seis tomos (los primeros en dos partes): Vol. I, parte I y II: Historia sagrada, Historia eclesiástica (1929); Vol. II, parte I y parte II: Las vidas de los Papas (1932); Vol. III: La Historia de Italia (1935); Vol. IV: Vida de Domingo Savio, y el estudio Domingo Savio y Don Bosco (1943); Vol. V: El primer libro de Don Bosco: Breves rasgos de la vida de Luis Comollo, y el «Miguel Magone», una experiencia educativa clásica (1965); Vol. VI: Vida de Francisco Besucco, texto y estudio (1965). El texto de estos dos volúmenes postumos fue redactado entre 1938 y 1943. El «Centro de estudios Don Bosco» de la Universidad Salesiana de Roma está procurando su edición, en impresión anastásica, de todas las Obras editadas por Don Bosco: 1.a serie. Libros y opúsculos, 37 volúmenes; 2.a y 3.a serie. Circulares, programas... Artículos del «Boletín Salesianos, 4 volúmenes. La primera serie estaba enteramente publicada al final de 1977. 10 STELLA, P.: Don Bosco nella storia, I, pp. 238 y 241. 11 Los documentos manuscritos de Don Bosco han sido reunidos en la medida de lo posible en el Archivo Central Salesiano de la Casa generalicia de Roma, en las posiciones siguientes: 131, Cartas de Don Bosco (131.01 cartas autógrafas; 131.21 fotocopia de cartas autógrafas; 131.32 copia de cartas cuyo

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En primer lugar su correspondencia. Nos quedan más de tres mil cartas suyas. Don Ceria publicó 2.845, en cuatro volúmenes: Epistolario (SEI, Tormo 1955-1959). Las indagaciones llevadas a cabo después de 1959 permitirían hoy añadir más de una quinta parte. La12 más antigua data del 1845, cuando Don Bosco tenía treinta años ; la última publicada es del 15 de diciembre de 1887, escrita cuarenta y cinco días antes de su muerte. Estas cartas son sin duda alguna el documento que mejor delinea el vivo retrato de Don Bosco: su vida, su irrefrenable actividad, sus múltiples relaciones, pero también su carácter, su corazón y su pensamiento. En ellas se abandona sin inhibiciones. Nosotros captamos al vivo sus preocupaciones y reacciones espirituales, y al mismo tiempo se hace guía de la mayor parte de sus destinatarios. Si bien sus cartas de dirección espiritual propiamente no abundan y son muy breves, el sentido de Dios y de las almas está siempre presente, tanto que hasta las mismas cartas de negocios son ricas de acentos espirituales. En este tesoro, pues, podemos tomar abundantemente. Otros dos documentos «privados» son dignos de la más viva atención. Exhortado por Pío IX, Don Bosco escribió entre el 1873 y el 1878, para sus hijos salesianos únicamente, las Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales desde el 1815 al 1855a: es una especie de autobiografía hasta los cuarenta años, en la que explica el origen de su vocación y de su obra apostólica. También en ellas la pluma corre sin vacilar, y si bien abre su corazón sólo discretamente, dice lo bastante para desvelarnos ciertas profundidades espirituales. Habiendo quedado durante mucho tiempo manuscritas, fueron publicadas en 1946 por Don Ceria: Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales (SEI, Tormo). El otro documento precioso es el llamado Testamento Espiritual: es un humilde bloc de notas en el que, desde 1884 al 1886, a intervalos irregulares, Don Bosco escribió algún recuerdo, y sobre todo una larga serie de importantes recomendaciones sobre algunos problemas referentes a la Sociedad salesiana. En ese contexto, los elementos espirituales que en él se contienen adquieren un valor singular. La parte más importante del Testamento fue publicada por Don Ceria en el volumen XVII de las Memorias Biográficas, pp. 257-273. Lo que Don Bosco dijo pero no escribió Nuestra mies es abundante, como se ve. Y lo podría ser mucho más si no se tratase aquí únicamente de «textos» espirituales. En original falta); 132, Manuscritos de Don Bosco no destinados a la publicación (avisos, billetes, contratos, poesías, sermones, conferencias, programas, sueños, blocs, testamentos...); 133, Manuscritos destinados a la publicación. Los manuscritos que interesan a las Constituciones ya los Reglamentos de la Sociedad salesiana forman grupo aparte: 022 y 023; lo mismo los que tratan de los primeros Capítulos generales: 04. Una buena parte de estos documentos han sido publicados o al menos aprovechados en las Memorias Biográficas de Don Bosco, sobre todo en los apéndices documentales de los volúmenes de Don Amadei y Don Ceria (Vol. X y siguientes). 12 Las cuatro primeras «cartas» de la edición de Don Ceria, de los años 1835, 1836 y 1843, son de Don Bosco, pero en realidad se trata de documentos de otro tipo. La primera verdadera carta es de 1845. C£r. DESRAMAUT, F.: Les Memórie de G. B. Lemoyne, Lyon, 1962, pp. 74, 97-100. 13 Archivo 132.11. Autógrafo: tres grandes cuadernos, 180 páginas; y una copia del secretario Don Berto, revisada y glosada por Don Bosco.

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realidad, sabemos mucho más de Don Bosco y de su doctrina espiritual de lo que se halla escrito: desde el 1858, sus discípulos más cercanos y queridos tomaron abundantes notas de cuanto veían y oían. Más aún, en marzo del 1861, formaron una «comisión de las fuentes», encargada de recoger y registrar los hechos y las palabras más señaladas de Don Bosco para transmitírselas a los siguientes. Aunque dicha comisión funcionó irregularmente, poseemos, sobre los treinta últimos años de Don Bosco, una documentación enorme, recogida por secretarios asiduos que fueron además testimonios directos. En sus cuadernos o agendas, crónicas y anales, Don Juan Bonetti, Don Domingo Ruffino, Don Miguel Rúa, Don Francisco Provera, Pedro Enría, Don Julio Barberis, el clérigo Carlos Viglietti para los últimos cuatro años, y fuera de serie, el infatigable escritor, relator y recopilador Don Juan Bautista Lemoyne, coleccionaron día por día hechos, episodios y palabras de Don Bosco: discursos, sermones, buenas noches, narraciones de sueños, conferencias a los Salesianos, a los Cooperadores, conversaciones familiares, avisos y consejos breves M. Más tarde numerosos testigos depusieron en los procesos canónicos de Turín y de Roma en vista de la beatificación de Don Bosco 15. Todo este material confluyó en dos imponentes series de documentos recogidos por Don Lemoyne: — Documentos para escribir la historia de Don Bosco, del Oratorio de San Francisco de Sales y de la Congregación Salesiana: pruebas de imprenta en galeradas, recogidas en 45 registros, sin fecha, pero probablemente compilados entre el 1885 y el 190016. — Memorias Biográficas de Don Juan Bosco, San Benigno Canavese y Turín, 19 volúmenes, escritos por Don Lemoyne (vol. I al IX, 1898-1917), A. Amadei (vol. X, 1939), E. Ceria (vol. XI-XIX, 1930-1939); índice analítico de E. Foglio (vol. XX, 1948). Los 19 volúmenes forman un total de 16.000 páginas. Es evidente que una documentación tan imponente aporte elementos auténticos y significativos para el conocimiento de la doctrina espiritual de Don Bosco, y es, por tanto, más que normal que haya sido utilizada por los autores de «estudios» particulares acerca de esta doctrina. Pero también lo ha sido, no siempre con juicio crítico, por compiladores de «textos» de Don Bosco". Por nuestra parte, en esta antología, no citaremos más que textos explícitos de Don Bosco mismo, publicados o manuscritos, que ofrecen suficientes garantías de autenticidad (alguna rara excepción habrá, pero siempre motivada). Y escogeremos en cada caso la edición que presenta más interés. 14 Cuadernos y blocs de Don Bosco están recogidos y guardados en el Archivo en la posición 132, 6. Los de sus discípulos en la posición 110. 15 Casi todas estas deposiciones se pueden leer en el Summarium de los procesos ordinario y apostólico, Roma, 1907 y 1923. 16 Archivo 110. 17 Por ejemplo Mons. LUCATO, G.: Parla Don Bosco, SEI, Tormo, 1943, pp. 494; TERRONE, Don L.: Lo Spirito di S. Giovanni Bosco, 2.» ed., SEI, Torino, 1956, pp. 501; BERTETTO, Don D.: La pratica delta vita cristiana secando San G. Bosco, La pratica della vita religiosa secando San G. Bosco, dos tomos, LDC, Torino, 1961; FIERRO, Don Rodolfo: Biografía y Escritos de San Juan Bosco, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1967, pp. 938. Estos autores, sirviéndose copiosamente de las Memorias Biográficas, citan como «escritos» de Don Bosco muchos documentos que en realidad sólo son relaciones de sus hijos.

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III - Las fuentes de la doctrina espiritual de Don Bosco Sobre el problema de las fuentes de Don Bosco maestro espiritual, poco tenemos que decir, porque él es, a un tiempo, muy dependiente y muy independiente. Muy dependiente en lo referente a los temas teológicos fundamentales y sus expresiones literarias: hemos hecho notar antes que, para escribir sus obras y sus opúsculos de carácter hagiográfico, apologético y doctrinal, no sentía escrúpulos en servirse de los escritores más acreditados y seguros. Sus verdaderos «autores» fueron de los modernos de la Contra-Reforma y del humanismo antijansenista, es decir, aquellos cuya influencia en Italia del 800 era preponderante: en el primer grupo los jesuítas italianos, y en especial Pablo Segneri (1624-1694), san Felipe Neri (1515-1595), muy admirado, san Francisco de Sales (1567-1622) elegido como patrono, el autor del Combate espiritual (1589), san Carlos Borromeo (1538-1584) y san Vicente de Paúl (1581-1660); en el segundo grupo el beato Sebastián Valfré, del Oratorio (1629-1710), y san Alfonso de Ligorio (1697-1787), la fuente espiritual en la que más se inspiró y que dio a los Salesianos como autor oficial de moral y de ascética religiosa. Pero Don Bosco, que tomaba lo bueno donde quiera que lo encontrara, también se inspiró en autores contemporáneos: «humildes anónimos, como el autor de la Guía angélica, o bien escritores político-religiosos un poco inquietantes, como el abate Barruel y José de Maistre, o neohumanistas más simpáticos como el oratoriano Antonio Cesari (1760-1828), o filósofos, teólogos y escritores espirituales famosos como Antonio Rosmini, Juan Perrone, Mons. de Segur y José Frassinetti» ". Es necesaria una precisión. ¿En qué medida se inspiró Don Bosco, -fundador de los «Salesianos», en san Francisco de Sales? El problema no fue nunca estudiado a fondo. Encontraremos más adelante los textos donde él mismo da cuenta de las razones por las que escogió este santo como modelo y patrono. No parece que haya leído mucho las grandes Obras del doctor del amor de Dios. Lo ha citado alguna vez. Ha expresado su plena concordancia con la doctrina de la Introducción a la vida devota. Sobre todo fue atraído por dos expresiones de su figura moral; por un lado, su energía apostólica, su celo por las almas, por la defensa de la verdad, por la fidelidad a la Iglesia católica, y por el otro lado, la dulzura evangélica en la manera de ejercitar este celo: «caridad, dulzura, buenas maneras, gran calma, extraordinaria mansedumbre», como precisa el mismo Don Bosco. i» DESRAMAUT, F.: Don Bosco e la vita spirítuale, LDC, Tormo, 1970, p. 39. Cfr. las páginas 33-34 tituladas: Las fuentes de Don Bosco, y la conclusión pp. 220-229. Por otra parte, en su segundo volumen de Don Bosco en la historia de la religiosidad católica, Mentalidad religiosa y espiritualidad, el P. Stella intenta precisamente demostrar como Don Bosco entró en la corriente religiosa de su siglo, salvaguardando su originalidad; cfr. en particular pp. 237-244 sobre la selección y uso de las fuentes.

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Por nuestra parte, creemos qué las afinidades entre los dos santos son más profundas de lo que se ha dicho a veces, pero es un hecho que Don Bosco se inspiró más en Francisco pastor que no en Francisco pensador y doctor". En estos modelos y en estos autores, y en, san Francisco de Sales mismo, Don Bosco se inspira con plena libertad, sin ligarse en modo alguno a ninguno de ellos, tanto que él mismo aporta su contribución original a la «escuela» italiana de la Restauración católica. Su espontaneidad es muy viva, la riqueza de sus dones muy compleja, para que le consienta «seguir» sin más a un autor o a un modelo. El inventa de una manera muy personal. Dependiente, como decíamos, en lo referente a la expresión de los principios generales de la vida cristiana, en su época y ambiente, se independiza luego en el modo concreto de aplicarlos, en el «estilo de vida» que él mismo experimenta y de lo cual tiende a hacer partícipes a sus discípulos próximos o lejanos, y hasta a cada cristiano, joven o adulto, que se sienta en cierto modo predispuesto a seguirlo. Las fuentes más vivas y más verdaderas de su doctrina espiritual y del camino a la santidad que él propone son su carisma personal y su larga experiencia, polarizadas la una y la otra por su misión de apóstol. Su mística es una mística de servicio a Dios, su espiritualidad es Una espiritualidad del hombre de acción. Intentamos aquí delinear rápidamente sus rasgos más salientes, distinguiendo las convicciones doctrinales y la conducta práctica.

IV - Las convicciones doctrinales Escribe el P. Stella al comienzo del segundo volumen de su Don Bosco en la historia de la religiosidad católica: «Quien examina la vida de Don Bosco siguiendo sus esquemas mentales y batiendo las pistas de su pensamiento encuentra como matriz la idea de la salvación redentora en la Iglesia católica, única depositaría de los medios salvíficos; advierte cómo el reclamo de la juventud abandonada y pobre suscita en él la instancia educativa para promover su inserción en el mundo y en la Iglesia con métodos de dulzura y caridad, pero con una tensión que proviene del ansia por la salvación eterna de los jóvenes» (p. 13). Este texto me parece que expresa resumidamente las tres grandes convicciones doctrinales sobre las que Don Bosco construyó *' En 1841, neosacerdote, Don Bosco escoge Francisco de Sales para guiarlo «en toda cosa»; en 1846, le dedica su primera obra en Valdocco, y en 1853 su primera capilla; en 1854, escoge el nombre de «salesianos» para sus colaboradores, etc. La referencia al Santo fue continua, y continua la llamada hecha a los salesianos de imitar realmente el tipo de caridad y de celo de su patrono; su fiesta fue siempre celebrada en Valdocco con el estilo de las mayores festividades. Entre los salesianos de hoy, la figura del fundador quizá ha dejado en la penumbra la del santo patrono. ¡Qué lástima! Cfr. los textos citados más adelante, pp. 60, 64-65, 270, 319; y STELLA, P.: L'ínflusso del Salesio su Don Bosco, trabajo dactilografiado, Turín, 1954.

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su propia santidad y el tipo de santidad que propuso a los demás: grandeza de la salvación, miseria de los débiles, urgencia de la caridad activa. Dios Padre da a cada hombre una vocación prodigiosa La percepción más viva y más profunda de Don Bosco ha sido, sin duda, la realidad de la salvación ofrecida a cada hombre. Don Bosco es uno que ha creído de verdad en la redención universal: con una visión excepcionalmente aguda, colocaba a cada ser en la perspectiva del designio de Dios. Estaba acostumbrado a expresar esto con sencillez (Don Bosco es así: dice cosas muy profundas con palabras comunes), pero su percepción del misterio era vivísima. Cuando decía por ejemplo: «Las almas, salvar almas, trabajar para gloria de Dios», ponía concretamente en causa el misterio de Cristo redentor en toda su riqueza: cada hombre es una libertad capaz de amor, de un amor al que Dios Padre llama gratuitamente por medio de su Hijo: «¡Hijos, mirad qué amor tan grande nos ha tenido el Padre que nos llamó a ser hijos de Dios, y lo somos!» (1 Juan 3,1). Dios quiere nuestra felicidad total, en la tierra y en el cielo, íntima y exterior, presente y futura. El más pequeño, el más humilde es «un hermano nuestro por el cual murió Cristo» (1 Cor 8, 11); está llamado a la libertad de los hijos de Dios, a un diálogo de amor con Dios mismo, a la alegría de las bodas eternas. Don Bosco se caracteriza por esta visión siempre integral de la vocación de cada ser humano. Pero para realizarla, ha de entrar en el «área de la salvación», la Iglesia, visiblemente organizada y activa para reunir y educar a los hijos de Dios. Además, la inmensa bondad del Padre les ofrece la ayuda de una madre, María, la poderosa auxiliadora de la Iglesia y de cada uno de sus miembros. Quien se halla más desamparado frente a su vocación merece que se le ayuda más La precedente percepción se veía contrastada en Don Bosco por otra: en el mundo, bajo nuestros mismos ojos, a muchos de nuestros hermanos, la realización o mejor aún el conocimiento mismo, de una vocación tan grande se hace imposible o casi. Tienen que entrar en el mundo y actuar dentro de él como hombres. Tienen que creer y obrar en la Iglesia como hijos de Dios. Pero ¿cómo hacerlo? Ante la salvación se encuentran ignorantes, desamparados, débiles en medio de peligros inmensos, como ovejas perdidas o en peligro de perderse cada día. Frente a este hecho, el corazón de Don Bosco se ha conmovido, e hizo suya la opción: «Vuestro Padre celeste no quiere que ni siquiera uno de estos pequeñuelos se pierda (Mt 18, 14). Hijitos, si uno posee riquezas en este mundo y viendo a su hermano que padece necesidad cierra su corazón, ¿cómo permanece en él el amor de Dios?» (1 Jn 3, 17). Sin vacilación alguna, 26

Don Bosco se dirigió hacia los menos favorecidos, los más débiles, hacia quienes tenían necesidad de ser salvados, y en concreto hacia estas tres categorías de «pobres»: la juventud abandonada y en peligro, la clase popular, entonces ignorante y despreciada, y los paganos privados del evangelio. Más adelante, en el texto de las Memorias del Oratorio, se leerá donde él cuenta cómo, en una hora decisiva de su vida, fue puesto en la alternativa de «escoger» entre las educadas huerfanitas de la marquesa de Barolo y los aprendices medio golfos de las calles de Turín. Con el bajo pueblo y con los obreros, con los cuales, él, hijo de campesinos, simpatizaba espontáneamente, gastó gran parte de sus energías en obras de promoción cultural, social y religiosa. En cuanto a los paganos, nos refieren las Memorias Biográficas que, si pensaba enviar a sus hijos a evangelizar la Patagonia y la Tierra del Fuego, era «porque hasta entonces estos pueblos eran los más abandonados» (III, 363). Hay en Don Bosco, y en quien lo sigue, esta reacción inmediata, que dimana del corazón mismo de Dios Padre y de Cristo salvador: sufrir con el sufrimiento ajeno, buscar los espacios donde la caridad pueda desplegarse con mayor amplitud, dar a los menos favorecidos la posibilidad de realizar su gran vocación de hombres y de hijos de Dios. £5 divino ayudar al hermano a realizar su vocación Una tercera y viva percepción sostuvo a Don Bosco en la realización de su misión: la de la responsabilidad que el Señor deja al apóstol, a su libertad, a su generosidad. Cierto que Dios podría hacerlo todo, realizar por sí mismo el designio de salvación. Sigue, en efecto, siendo verdad que su gracia tiene siempre un papel principal y primero. Pero Dios Padre está en las antípodas del paternalismo: más aún promueve en cada uno su libertad> y llama colaboradores a los que confía una parte auténtica de su obra de salvación. Don Bosco creyó con todas sus fuerzas (y él salesiano también) en la nobleza de las causas segundas, en la infinita dignidad del trabajo en pro del Reino de Dios, en la responsabilidad de cada intermediario humano, en la real influencia de todo esfuerzo del apóstol, pero también en los terribles efectos de cada negligencia. La felicidad de los demás, en particular de los desafortunados, en parte está en nuestras manos: ¿cómo sería posible no intentarlo todo, sacrificarlo todo para procurársela? Tanto más que está interesada en ello la gloria de Dios y la revelación de su caridad. Sorprende ver cómo Don Bosco atribuye un origen divino a la compasión efectiva para con el pobre. Si él cree con tanta fuerza en nuestra capacidad de servir con eficacia a nuestros hermanos, se debe al hecho de que cree, con la misma fuerza, en que Dios nos anima con su misma caridad. Ayudar a los demás a realizar su vocación de hombres y de hijos de Dios es obra divina: «Hijitos, por esto hemos conocido el Amor: él ha dado su vida por nosotros. Por tanto 27

también nosotros hemos de dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3, 16). Nada hay mayor en el mundo que trabajar en la salvación de los propios hermanos: «Ningún sacrificio es tan grato a Dios como el celo por la salvación de las almas», dice Don Bosco en su panegírico de san Felipe Neri. Afirma decenas de veces: «De las cosas divinas la más divina es cooperar con Dios en la salvación de las almas» (recordemos sólo que para Don Bosco «salvar un alma» incluye realísticamente el servicio total a la persona), como para decir que, en Dios mismo, la realidad más «divina» es esta incomprensible tendencia de su amor a tener compasión de nosotros: por tanto, quien se dedica a salvar su hermano encuentra a Dios en lo más profundo de su vida. Ahora bien todos los creyentes son llamados a esta colaboración maravillosa, cada uno según sus posibilidades. Este modo de hablar Don Bosco lo tiene no sólo con sus religiosos, sino también a sus colaboradores laicos, a sus chicos, a los lectores de las Lecturas Católicas. En la medida en que un hijo de Dios cobra conciencia de su propia fe, se torna sensible al servicio activo para con los hermanos y encuentra ocasiones y modos de realizarlo. Es su manera de participar en la misión de salvación de la Iglesia. En resumen, Don Bosco despierta y moviliza en cada uno las energías apostólicas. El cree no sólo en la redención, sino en la solidaridad en la redención. En concreto, uno se salva salvando a otros, halla su felicidad trabajando en la de los otros. Dice Don Bosco a su discípulo: «Si has recibido es para que des. Si eres rico, es para amar (y uno siempre es rico de algún bien, los mismos pobres tienen riquezas que ofrecer). Acumular no sólo es pecar, es también cooperar en la obra de la muerte. Recibir y dar es el movimiento mismo de la vida». Tales son, pues, las convicciones de fondo del discípulo de Don Bosco. Del amor del Padre, cada uno recibe su vocación personal, al mismo tiempo concreta e inmensa, hasta la vida eterna. Los menos beneficiados merecen que se les ame y ayude más. Participar a su salvación, en la Iglesia, es obra grande y meritoria, tanto más cargada de responsabilidad cuanto más divinamente hermosa. V - La conducta práctica Las conductas más típicas se pueden reducir a tres: el realismo del constructor del Reino, la dulzura del buen pastor, la humildad del siervo de Dios. El

realismo

del constructor

Dios busca operarios para su Reino. La reacción de Don Bosco, cuando se siente llamado, no es la de Jeremías: «Ay de mí, Señor, que no sé hablar», sino la de Isaías: «Aguí estoy, man28

dame»™. «Señor, dame las almas y quédate con las demás cosas»: de esta frase del Génesis 14, 21, interpretada de modo acomodaticio, ha hecho su lema: ésta es, al mismo tiempo, una petición a Dios, un proyecto fundamental, y la afirmación de un desapego de todo cuanto le pueda impedir el servicio de Dios. Si la misericordia y el apostolado son realidades tan urgentes para la felicidad de los hermanos, tan útiles para la gloria de Dios, y tan excitantes para quien se siente llamado, entonces es menester comprometer en este servicio todas las dotes propias y las propias fuerzas, con ardor y con alegría. La característica de Don Bosco y de su discípulo es él celo, esta especie de fuego que anima la acción y la impele cada vez más hacia adelante. La ascesis salesiana halla aquí su raíz más evidente. Don Bosco no ha predicado nunca la mortificación por sí misma. La exige como condición para la disponibilidad en el servicio de Dios y del prójimo. «¡Trabajo y templanza!», repite a sus discípulos, exactamente como él decía a Dios: «Dame almas y llévate lo demás». Se trata de llegar a ser «fuerte y robusto» para ser capaz de darse todo entero, de aceptar todas las fatigas y todos los riesgos, sin desperdiciar un minuto de tiempo «¡Cuánto trabajo...! Mientras el Señor me conserve la vida, la acepto gustoso. Trabajo cuanto puedo y aprisa, porque veo que el tiempo apremia... y nunca se puede hacer ni la mitad de lo que haría falta»21. Don Bosco reflejó en su espiritualidad su temperamento de campesino piamontés, equilibrado, concreto, realista y realizador, capaz de llevar a cabo de vez diez asuntos, preocupado por la santa eficacia: «Hijitos, no amemos de palabra o con la boca, sino con hechos y en verdad» (1 Jn 3, 18). Este corazón, algo inclinado a la ternura, desconfía no del sentimiento sino del sentimentalismo. Su espíritu agudo y penetrante desconfía no de la inteligencia sino del intelectualismo. Este hombre elocuente desconfía no de la palabra sino del verbalismo. ¡Actuemos! Los pequeños y los pobres no tienen tiempo de aguardar la solución perfecta de nuestros problemas teóricos. Y mientras, las fuerzas del mal actúan. Hagamos lo que podamos hacer hoy, con los medios de que disponemos hoy. Mañana haremos más y mejor. Así Don Bosco pudo ser audaz, no en los principios y en la teoría sino en los hechos. El mismo lo reconoció: «Respeto a todos, pero no temo a algunos»22, y estas palabras impresionantes: «En las cosas que son de ventaja para la juventud en peligro o sirven para ganar almas para Dios, yo corro adelante hasta la temeridad»B, ¡Santa temeridad, que es la del auténtico amor! 20 21

Jeremías 1, 6; Isaías 6, 8. Diálogo típico con Don Julio Barberis el 21 de enero de 1876, que recuerda el «Non recuso labóreme de san Martín: MB XII, 38-39. 22 MB V, 661 (en un diálogo con el ministro valdense Bert). 23 En una carta al Sr. Vespignani que citamos en los textos (11 de abril de 1877), Epistolario III, 166.

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Pero sin excluir la prudencia. Se basaba en la profunda convicción de responder al querer de Dios y sobre la aceptación de las fatigas24 y de los sacrificios necesarios: «Ayúdate, que Dios te ayuda» . Se asociaba al coraje del luchador, al estilo de san Pablo, «como buen soldado de Cristo Jesús», de defensor de la Iglesia, de padre que advierte el peligro de sus hijos. Pero hemos de hablar mucho más del constructor. La imagen del luchador sirve aquí sólo para indicar la energía animosa del que, obrero del Reino en construcción, encuentra obstáculos, pero no se desalienta. Don Bosco propone una espiritualidad esencialmente dinámica y realizadora: hay que construirse a si mismos, ayudar a todo ser a construirse, participar en la construcción de una sociedad sana y fuerte y de una Iglesia irradiante, decir en toda verdad, con los labios y con las manos: «¡Padre nuestro, venga a nosotros tu Reino!». La dulzura del buen pastor La fuerza en la acción se asocia en Don Bosco, y no es paradoja, a la dulzura en las relaciones personales, porque este hombre sólo quiere ser un continuador de la Caridad divina salvífica, un testimonio del Padre de las misericordias, un enviado de Cristo buen pastor, un imitador de san Francisco de Sales. Don Bosco, como Cristo, se conmovió ante el sufrimiento humano. Si se decidió a poner todas sus energías al servicio de las categorías de pobres arriba recordadas, es porque su corazón era infinitamente tierno y sensible: toda su obra no es sino la prueba real de su bondad. Pero se puede hacer el bien a los otros sosteniendo actitudes distantes o rígidas, olvidándose de que los pobres necesitanante todo ser escuchados y amados personalmente. Don Bosco era bueno en sus modales, en sus gestos, en sus palabras, en su sonrisa. Vale la pena citar en este lugar la página del salésiano que mejor lo ha estudiado y conocido, Don Caviglia: «Su buen corazón estaba no sólo en la caridad, sino también en los modales. El amator animarum era un conquistador de almas, cuya arma era la bondad. Hablo de aquella bondad diaria, humilde, cordial, amable, a veces paterna, a veces materna, fraterna: no la que se digna inclinarse, sino la que vive con quien y por quien se le acerca, que pone a los demás en su lugar, y de la caridad del pan desciende a la de la pequeña complacencia, de la buena palabra, de la sonrisa, del soportar. En medio de su colosal trabajo siempre conservaba un poco de su persona, de su mente, de su corazón, para el último llegado a cualquier hora que llegara y después de cualquier trabajo. Amaba, y nos dábamos cuenta: y la amabilidad «amorevolezza», de la que hizo uno de los tres pilares de su sistema, es en resumen el amar « S e leerán con interés las páginas en las que el P. Desramaut describe W Don Bosco la energía en el trabajo y la audacia y la prudencia, en Don Bosco e la vita spmtuale, LDC, Torino, pp. 134-143.

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a los chicos. La bondad de esta clase no se define: a lo más se la describe, como hizo san Pablo presentando sus facetas como un brillante, en el capítulo 13 de la Carta a los Corintios»25. En efecto Don Bosco no cesó nunca de cantar, para sí y sus hijos, el himno a la caridad de san Pablo: «La caridad es vacíente, es benigna... no se enfada... Todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera». Y lo que dio, lo recibió a su vez. Al comienzo de los Documentos para escribir la historia de Don Juan Bosco, su biógrafo Don Lemoyne se atreve a hacer esta afirmación: «He escrito la historia de nuestro amorosísimo padre Don Juan Bosco. No creo que haya habido en el mundo nunca un hombre que haya amado y haya sido amado tanto por los jovencitos». Y Don Caviglia continúa: «Era sobre todo bondad serena y alegría de la bondad... Don Bosco era un santo de buen humor, y hablar con él alegraba de verdad el ánimo. La alegría y la serenidad eran para él un factor de primer orden y una forma de su pedagogía... En su casa la alegría era el undécimo mandamiento». Repetía a sus colaboradores con frecuencia el «.Nada te turbe» de santa Teresa. Es importante notar aquí que Don Bosco no se contentó nunca con practicar él solo la dulzura, la paz y la alegría, sino que de modo muy explícito la programó para sus hijos y discípulos. Y no cesa de promoverla, por así decir, con las mismas piedras de las iglesias que él edificó. Llama la atención el hecho de que los titulares de las cuatro iglesias que construyó son los signos más vivos del amor con sus notas de mansedumbre y de socorro eficaz: Francisco de Sales, Juan Evangelista, María Auxiliadora de los Cristianos y el Sagrado Corazón de Jesús 2Í . La espiritualidad de Don Bosco, decíamos, es dinámica. Y también optimista, de un optimismo humanista y evangélico al mismo tiempo. Ama la vida, admira al hombre, confía en sus recursos, apela a sus potencias más profundas: la razón, la libertad, el amor. Está convencido de que estamos en un mundo salvado, que allí donde abundó el pecado sobreabunda la gracia y que todo contribuye al bien de los que aman a Dios27. En este punto hemos de notar otra cosa. A las dos actitudes 25 CAVIGLIA, A.: «Don Bosco». Profilo storico, SEI, Torino, 1934, p. 91. 26 De estas iglesias dos fueron edificadas en Valdocco (San Francisco de Sales 1853, y María Auxiliadora 1868), la tercera en Turín, en el barrio de Puerta Nueva (San Juan Evangelista 1882), la última en Roma, junto a la estación Termini (Sagrado Corazón 1887). En su conferencia del 23 de mayo de 1884 a los Cooperadores de Turín, Don Bosco dijo entre otras cosas: «Al lado de esta iglesia dedicada al Apóstol de la caridad necesitaba también un asilo, para que se pudiera decir: He aquí la caridad práctica, he aquí cómo se honra al Apóstol de la caridad» (MB XVII, 150): para Don Bosco nunca ha de haber obra de caridad sin iglesia, ni iglesia sin obra de caridad. Y en Roma, después de la misa celebrada con lágrimas en la iglesia del Sagrado Corazón el 16 de mayo de 1887, declaró haber repasado entonces toda su vida y haber comprendido todo (cfr. MB XVII, 340): todo era iluminado por la luz de la caridad de Cristo, buen Pastor de corazón manso y humilde. * Cfr Jn 16, 33; Rom 5, 20; 8, 28.

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mayores que hemos indicado: el celo en la acción y la dulzura en los modales, Don Bosco pone una condición, la castidad (practicada por cada uno según su estado y edad). Es un dato clarísimo: Don Bosco tuvo por la pureza, tanto de sus jóvenes como de sus colaboradores, una estima extraordinaria, y para toda forma de impureza o de simple inmodestia una repulsión instintiva. Hasta el punto de que algunos le han acusado de estrechez de ánimo, de rigidez, y hasta de miedo obsesivo. Pero sería un error querer juzgar fuera del contexto y fuera de la perspectiva de conjunto. Por una parte la cosa se explica a partir de la mentalidad tradicional. La teología moral y la ascética de su tiempo y ambiente hacían de la pureza la «bella virtud» y, más aún, la virtud por excelencia, que parecía suficiente para ser santos. Don Bosco en este aspecto no es nada original ni más severo que san Felipe Neri, san Alfonso María de Ligorio, o el Cura de Ars; y conviene además tener en cuenta que hablaba sobre todo a un público de internado. Al menos en cuanto a ciertas insistencias suyas concretas, estos diversos santos hoy readaptarían su lenguaje. Pero hay en Don Bosco razones más específicas. El es un educador de jóvenes, y de jóvenes expuestos particularmente al mal. Ahora bien, él cree con todas sus fuerzas en el valor liberador de la castidad: el adolescente tiene necesidad de ella para conquistar su libertad, para crecer espiritualmente, para hallar la verdadera alegría; y su educador tiene mayor necesidad todavía para comunicarla a los jóvenes como por irradiación, para estar disponible en la diaria donación de sí, para poder amar con ternura sin peligro ni para él ni para los jóvenes. Ser casto es, ni más ni menos, ser capaz de amar como se debe arriar: sin buscar lo personal, sin particularismos ambiguos, con fuerza y delicadeza. No nos debe maravillar, por tanto, que Don Bosco haya vigilado y exigido tanto en cuanto se refiere a la castidad y a su madurez. Y quizás convenga decir algo más, notar que, entre los educadores mismos y los maestros espirituales, Don Bosco irradia con una fuerza especial su candor virginal. Harían falta muchas páginas para explicarlo, mas no se puede no quedar impresionados por un conjunto de datos de su vida y de su enseñanza: la propia integridad personal, extraordinariamente luminosa, el lugar ocupado por la Sma. Virgen (tantos 8 de diciembre decisivos), la santidad de Domingo Savio, el origen concreto de las dos Congregaciones salesianas (a saber, los Socios de la Inmaculada y las Hijas de la Inmaculada), el papel asignado a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía. La pureza límpida, sin sombra de afectación, es uno de los secretos de Don Bosco y de su obra. Ella caracteriza el estilo de vida de sus discípulos. A un mundo que ya no la aprecia y al cual la experiencia debería enseñar que no hay amor verdadero sin disciplina sexual, ellos tengan quizás que recordarle su valor permanente y sus recursos de libertad, de alegría y de fecundidad. 32

La humildad del siervo En el fondo del alma de Don Bosco y de su discípulo, hay una actitud más decisiva todavía, aunque sea menos aparente que el celo realizador y que la dulzura cautivadora: Don Bosco se ha considerado ante Dios como un humilde siervo. Ahí está, •probablemente, su experiencia espiritual más profunda: la conciencia viva de no ser otra cosa que un instrumento gratuitamente escogido, claramente enviado, ampliamente enriquecido de dones, continuamente sostenido por la gracia divina y por el auxilio de María, destinado a no trabajar nunca para sí mismo, sino sólo por la gloria del Dueño del Reino. Ante la vida maravillosamente fecunda de un apóstol como Don Bosco, nos inclinamos espontáneamente hacia los resultados del trabajo apostólico, a su términus ad quem, en tanto que él estaba mucho más atento a su Fuente, al Autor e Inspirador de su «misión», & Aquél sin el que no hay ni mandato real ni genuino apostolado. Jamás se lanzó a ninguna iniciativa sin estar cierto que era voluntad de Dios. Don Bosco, como dijimos, era un contemplador secreto, atraído por la grandeza del designio de salvación de Dios, y precisamente de este grandioso designio él se reconocía un humilde operario obediente. Creemos que el P. Stella ha juzgado justamente cuando escribe: «La persuasión de estar bajo una presión singularísima de lo divino domina la vida de Don Bosco y está en la raíz de sus resoluciones más audaces. La fe de ser un instrumento del Señor para una misión singularísima fue en él profunda y sólida. En todo (lo milagroso en que se veía envuelto) sintió y vio una garantía de lo alto. Esta basaba en él la actitud religiosa característica del Siervo bíblico, del profeta que no puede sustraerse a la voluntad divina. Y no sólo por temor reverencial, sino también con la persuasión de cuan buen Padre es Dios para sus hijos»28. Se dijo que en Don Bosco lo sobrenatural se había vuelto natural, cotidiano. Hemos de entender que Don Bosco vivía con el pensamiento dominante de Dios activamente presente en cada instante de su vida y en cada uno de sus actos. Añádase a esto que él estaba no menos convencido de la presencia operante de María, cooperadora de su Hijo. Sus dones extraordinarios, sus visiones y milagros eran para él todo lo contrario de ocasiones para complacerse en sí mismo. Al contrario, muchas veces provocaban el temor de pesadas responsabilidades, a veces la audacia y la esperanza para el porvenir, siempre la acción de gracias y la búsqueda de la sola gloria de Dios. Cuando sobretodo al fin de su vida, suplicaba que se rezase por él, no fuera que salvando a los demás no salvase «su pobre alma», él no disimulaba una actitud «edificante», sino que revelaba su más íntima persuasión. Notemos que murió pidiendo perdón a 28

STELLA, P.: Don Bosco nella storia, II, p, 32.

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Dios por sus pecados, y que su última palabra fue la de un siervo que busca sólo la voluntad de su Señor79. De esta humildad radical de Don Bosco (a veces superficialmente juzgado orgulloso porque hablaba mucho de sus obras b vendía en beneficio de las mismas su propia biografía), recordemos aún dos testimonios. En Varazze, a finales de diciembre del 1871, mientras convalecía dé una enfermedad que le había llevado a las últimas, confiaba a su enfermero Enría: «¿Quién es Don Bosco? Es un pobre hijo de campesinos, a quien la misericordia de Dios elevó al sacerdocio sin mérito alguno por su parte. Pero ¡mira qué grande es la bondad del Señor! Se sirvió de un simple sacerdote para hacer cosas admirables en este mundo; y todo se hizo y se hará en el porvenir a mayor gloria de Dios y de su Iglesia»30. Confidencia conmovedora, porque es como un eco vivo del Magníficat de la sierva de Nazaret. En uno de sus escritos relativos a la aprobación reciente de las Constituciones salesianas, hacia el 1875, leemos: «Dios misericordioso suele con frecuencia servirse de los más pobres instrumentos para promover su gloria entre los hombres, para que se le dé el honor a El sólo y no al hombre, y a El sólo los hombres se vean obligados a dar gracias por los beneficios recibidos. Así actuó la mano del Señor en la fundación, en el progreso y en la propagación de la Pia Sociedad salesiana. Carente de medios materiales, escaso de medios morales y científicos, el sacerdote Juan Bosco apoyado por el socorro de Dios se sintió animado para afrontar la perversidad de los tiempos y las dificultades innumerables que en todo momento se presentaban graves, y dio comienzo a una obra cuya finalidad es auxiliar a la juventud en peligro»31. En resumen, Don Bosco supo mantener su febril actividad a su nivel sobrenatural, sin ceder a las tentaciones que hoy llamamos horizontalismo y activismo. En verdad, él siempre buscó los intereses de Jesucristo y no los suyos, y se podría decir, como de Ignacio de Loyola, que estuvo asediado por la gloria de Dios. No hay que olvidar que el Da tnihi animas es una oración dirigida a Dios y que la enunciación completa del fin de la obra salesiana es «para gloria de Dios y salvación de 29 30

Cfr al final de esta antología las últimas palabras de Don Bosco, p. 346. MB XI, 266. El 2 de febrero de 1876, declaraba a los directores de las casas salesianas: «Veo que la vida de Don Bosco se confunde con la vida de la Congregación. Pero creo oportuno que se prescinda del hombre. ¿Qué me importa que los hombres me juzguen de un modo o de un otro? Cualquier cosa que digan o comentan, me importa poco: no seré ni más ni menos que lo que soy delante de Dios. Pero es necesario que las obras de Dios sean conocidas» (MB XII, 69-70). 31 Archivo 132, Privilegios 1, 3, cfr también las fuertes palabras dirigidas a los directores salesianos el día siguiente de la conferencia citada en la nota precedente: «Dios ha comenzado y continuará sus obras, en las que vosotros tendréis parte... El Señor se servirá de nosotros...» (MB XII, 82-83). La imagen del «pobre (o miserable) instrumento» le era familiar: cfr. MB VI, 171, 915; VIII, 977; XI, 524-525; XII, 399-400, etc. -

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las almas», perspectiva muy bien puesta a la luz por la liturgia del 31 de enero: «Salvar almas y servirte sólo a Ti-» (colecta). De lo más profundo del alma de Don Bosco se libera un poderoso impulso teologal, es decir, filial y sacerdotal a un tiempo, un sentido vigoroso del valor litúrgico del apostolado. Aplicándole lo que dice san Pablo de su apostolado con los paganos, podemos afirmar que él fue ministro de Jesucristo entre los jóvenes, ejerciendo el sagrado oficio del evangelio de Dios para que los jóvenes se conviertan en oblación grata, santificada por el Espíritu Santo32. Merece también subrayarse el hecho de que Don Bosco llevó este misterio de su unión profunda con Dios bajo el aspecto de la mayor sencillez. Era enemigo de toda «demostración» y de toda complicación. Sobre el terreno de la piedad también actúa el sentido práctico de su realismo. En el porte exterior, en las fórmulas de oración, en el estilo de las celebraciones, quería que todo fuese asequible, desenvuelto, estaría por decir fácil y espontáneo, y en lo posible revestido de alegría. Insistía sobre lo esencial: la participación fervorosa, frecuente, en los sacramentos de la eucaristía y de la penitencia, y una devoción fuerte y filial a la Virgen. Para Don Bosco y su discípulo, Dios es verdaderamente el Enmanuel, el Dios-con-nósotros, tan cercano y tan sencillamente presente en nuestra vida diaria que parecería que nada hubiera cambiado exteriórmente. Pero quien lo experimenta o sólo quien sabe observar, en seguida se da cuenta que todo queda transformado por la fe viva: hay en el alma una vibración nueva, en el corazón una alegría viva, en la cara una paz sonriente y en la acción un ardor generoso que revelan la presencia del Maestro y Señor, el cual es asimismo el Amigo y la Ternura suprema. Nada expresa mejor este «clima» de la piedad salesiana que el texto de la carta a los Filipenses escogido como lectura de la misa del 31 de enero: «Hermanos, alegraos en el Señor siempre... Vuestra afabilidad sea notoria a todos los hombres. ¡El Señor está cerca! Nada os turbe, sino exponed a Dios en toda necesidad vuestras peticiones, con oraciones, súplicas y acción de gracias; y la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (4, 4-7). Quizás alguno diga que en esta espiritualidad de la acción, de la amabilidad y de la presencia sentida de Dios, no parece quedar mucho lugar para la ascesis. Este juicio sería apresurado y superficial. Es verdad que la cruz no fue nunca glorificada por sí misma y que vacila mucho antes de tomar forma de penitencia aflictiva, pero está siempre presente, necesariamente incluida en cada uno de los comportamientos mayores del salesiano. En realidad tres formas de renuncia le son impuestas de continuo: 32 Cfr Rom 15, 16. El Vaticano II aplica este texto al ministerio sacerdotal de todos los sacerdotes: Presbiterorum ordinis, 2 d.

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— la renuncia a las comodidades, para estar disponible al servicio del prójimo (y en particular la renuncia a las «costumbres» para seguir a los jóvenes por caminos siempre nuevos), — la renuncia a la preocupación por sí mismo, para ser acogedor, atento y amable con cualquiera se presente, — la renuncia a toda gloria personal, para ser humilde siervo de Dios y de su Reino. Como san Francisco de Sales, como Teresa de Lisieux, como todos los santos que se presentan sonrientes o llevando rosas, Don Bosco se coloca entre los maestros espirituales más exigentes. Esto es, él exige el esfuerzo suplementario que permite hacerlo todo con alegría, con ese tipo de alegría que entró en el mundo por medio de la cruz. VI - £1 espíritu de esta antología Cuanto venimos exponiendo habrá evidenciado lo que afirmamos al principio: Don Bosco no es un autor espiritual del que se pueda estudiar el pensamiento original en obras pacientemente elaboradas; sino que es un maestro espiritual que enseña ante todo con su vida, con su obra y con los discípulos que ha formado. Su espiritualidad brota de la experiencia (la suya y la de sus primeros hijos) y querría decir de la acción bien lograda, mucho más que de largas teorías maduradas en un escritorio. Por eso precisamente su espiritualidad es la de vida activa. Esto es evidentemente un límite, pero que tiene una ventaja. Nadie se extrañará si decimos que Don Bosco, para ser comprendido, tiene que ser dejado en el contexto histórico y local en que vivió: él es un sacerdote italiano (con mayor precisión, piamontés) del siglo xix33. Su visión teológica es la que ha precedido y seguido inmediatamente al Concilio Vaticano I. En muchos puntos dicha visión es cerrada y algo débil, ni más ni menos que la de la inmensa mayoría de autores y santos de su tiempo. Nosotros, hoy, hallamos insuficiente su modo de presentar los misterios de Cristo y de la Iglesia, del pecado y de la gracia, de los sacramentos y de los novísimos; y sus directrices de vida cristiana hoy nos parecen demasiado marcadas por el moralismo imperante. Precisamente aquí es donde debemos recordar que Don Bosco es más un maestro que un autor. En sus escritos de carácter doctrinal, él se ajusta a los esquemas y fórmulas de su siglo, mientras que en sus escritos de carácter existencial (sus Memorias, las cartas, las biografías de sus jóvenes), se toma su libertad, es él mismo, inventa, y es rico de intuiciones válidas para 33 Es mérito de dos historiadores salesianos, frecuentemente citados en la presente obra, el P. Pedro Stella y el P. Francisco Desramaut, el haber señalado en sus obras cómo Don Bosco estaba firmemente anclado en su tiempo. Cfr la nota 18.

el futuro. Es un hecho que más de una vez se comprueba una cierta distancia entre los principios de los escritos teóricos y su concreta aplicación en los escritos prácticos, más ágiles, más conformes a la vida34. Siempre tendremos mayor ventaja dando mayor importancia a los escritos de Don Bosco que nos lo muestran viviendo y actuando. ' Nuestra elección, como dijimos, se ha orientado hacia este género de escritos. Pretendiendo hacer no una obra erudita, sino pastoral (evidentemente sobre una base seriamente histórica), hemos «escogido» deliberadamente lo que nos ha parecido más útil hoy para nutrir la vida espiritual de quien desea inspirarse en Don Bosco, tanto si es seglar como sacerdote o religioso. El lector, pues, nos perdonará si no presentamos aquí ni un retrato íntegro de Don Bosco ni una selección resumida y ponderada de todas sus obras 3S, ni alguna obra completa, sino «trozos escogidos». Hemos renunciado también a trazar una especie de historia del pensamiento espiritual de Don Bosco y una génesis de su conciencia religiosa. Ante todo porque los trabajos hoy existentes no nos lo permiten todavía, y luego porque, si hay una cierta evolución, no nos parece que se ha realizado dé improviso, sino más bien a través de un gradual desarrollo. Don Bosco fijó muy pronto sus grandes principios y sus grandes perspectivas: las enriqueció y amplió con la ayuda de su experiencia, pero sin tener que36 volverse nunca atrás ni corregirse sobre puntos importantes . Este es el motivo por el que el orden cronológico de sus escritos no nos ha parecido decisivo. Sin embargo lo hemos respetado, pero dentro de las grandes secciones, determinadas por los principales géneros de destinatarios de sus escritos: los jóvenes, los adultos (y en particular, los cristianos activamente comprometidos en obras de misericordia o de apostolado, por ejemplo sus Cooperadores), los religiosos salesianos y las salesianas. El espíritu realista que caracteriza la doctrina espiritual de Don Bosco nos invitaba a conceder, como él, mayor atención a las personas en concreto que a los temas doctrinales. Por otra parte estamos persuadidos que el lector podrá sacar provecho de todas las secciones: la espiritualidad de Don Bosco es simple y práctica hasta el punto de poderse adaptar sin esfuerzos extraordinarios a las diferentes categorías de cristianos. La enseñanza espiritual básica es la misma para todos, y tiende a hacer de los jóvenes y de los adultos, de los simples bautizados y de los bautizados consagra34 Cfr por ejemplo las reflexiones de F. Desramaut sobre «el equilibrio de su pensamiento» en hecho de pobreza, o sobre «la ascesis (sexual) al servicio del 35hombre virtuoso», en Don Bosco e la vita spirituale, pp. 170 y 174. Por ejemplo no citamos nada de sus tres obras históricas para los jóvenes de las escuelas y para el pueblo: Historia Sagrada, Historia Eclesiástica, Historia36 de Italia. El P. Desramaut lo ha notado: «La evolución de su pensamiento, evidente en varios puntos, tuvo lugar sin grandes choques: en su vida no se advierte ninguna crisis grave» {Don Bosco e la vita spirituale, p. 45).

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dos, de los hombres y de las mujeres, otros tantos siervos de Dios, decididamente comprometidos en el servicio del prójimo. A todos ellos, les dice como san Pablo: «Os he demostrado de todas formas que trabajando así se debe socorrer a los débiles, acordándonos de la palabras del Señor Jesús, que dijo: Hay mayor alegría en dar que en recibir»37. JOSEPH AUBRY

Roma, 31 de enero de 1977 Fiesta de san Juan Bosco

NOTA BIBLIOGRÁFICA 37

Hechos 20, 35. Nos parece que no se ha compilado nunca una antología de los escritos específicamente espirituales de Don Bosco. Existen por el contrario antologías de sus escritos pedagógicos. Conocemos dos, de carácter diverso, y ambos excelentes: Saint Jean Bosco. Textes pédagogiques, traducidos y presentados por Francisco Desramaut, salesiano, colección Les Ecrits des Saints Ed. du Soleil Levant, Namur 1958, pp. 189. Y además: San Giovanni Bosco. Scrtttt sul sistema preventivo nelVeducavone delta gioventú. Introducción presentación e índices por Pedro Braido, «Collana Pedagógica», La Scuola, Brescia 1965, p. 668 (cita las Memorias del Oratorio por entero, la Vida de Miguel Magone entera y varias cartas). Además, la B.A.C, ha publicado recientemente, bajo la dirección de Juan CAÑÁIS y de Antonio MARTÍNEZ, las Obras fundamentales de San Juan Bosco (1978. p. 832): el lector encontrará allí completas las Diogratias de Comollo, Savio, Magone y Besucco, las Memorias del Oratorio, las Constituciones de las dos congregaciones salesianas y el Reglamento de los Cooperadores salesianos.

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Principales

estudios acerca de Don Bosco

maestro

espiritual

1. BARBERIS, Julio: Vade mecum dei giovani salesiani, ammaestramenti, consigli ed esempi, 2.a ed. S. Benigno Canavese 1905, 3 tomitos, pp. 612, 452 y 324. Enseñanzas del primer maestro de novicios salesianos. 2. ALBERA, Pablo: Don Bosco nostro tnodello, Don Bosco modelto del sacerdote salesiano, dos circulares, 18 de octubre de 1920 y 19 de marzo de 1921, en Lettere Circolari, Torino, Direz. Genérale Opere Don Bosco, pp. 360-383 y 424472. Reflexiones profundas del segundo sucesor de Don Bosco. 3. 4 y 5. aCAVIGLIA, Alberto: Don Bosco, Profilo storico, SEI, Torino 1920; 2. ed. refundida 1934, pp. 215. Óptimo retrato espiritual. Savio Domenico e Don Bosco, SEI, Torino 1943, pp. 610. La espiritualidad de Don Bosco vista a través de su influencia sobre Domingo Savio. - Conferenze sullo spirito salesiano, Torino-Crocetta 1949, multicopiado, p. 125. 6. CERIA, Eugenio: Don Bosco con Dios, Barcelona 1930; edición aumentada en 1947. Óptimas observaciones sobre la vida de unión con Dios de Don Bosco. 7. PERA, Ceslao: / doni dello Spirito Santo nell'anima del beato Giovanni Bosco, SEI, Torino 1930, p. 330. 8. PORTALUPPI, A.: La spiritualitá del Beato Don Bosco, en «La Scuola Cattolica», enero 1930. 9. Scorri, Pierino: La dottrina spirituale di Don Bosco, en «La Scuola Cattolica», abril-junio 1932; SEI, Torino 1939, p. 261. 10. VESPIGNANI, José: Un año en la escuela de Don Bosco, Buenos Aires (1. a edición italiana 1930). 11. CRAS, Pierre: La spiritualité d'un homme d'action, en «La Vie Spirituelle», marzo 1938. 12. BORINO, Juan Bautista: Don Bosco. Sei scritti e un modo di vederlo, SEI, Torino 1938, p. 174. 13. 14. VALENTINI, Eugenio: La spiritualitá di Don Bosco 1952. Spiritualitá e umanesimo nella pedagogía di Don Bosco, Torino 1958. Dos conferencias. 15. BouQurER, Henri: Les pas dans les pas de Don Bosco, ou la spiritualité salésienne, Orat. St. Léon, Marseille 1953, p. 219. 16. BERTETTO, Domenico: S. Giovanni Bosco maestro e guida del sacerdote, Colle Don Bosco 1954, p. 444. 17. FAVINI, Guido: En las fuentes de la vida salesiana, Barcelona 1975. 39

r 18. Don Bosco nell'augusta parola dei Papi, por Ufficio Stampa Salesiano, SEI, Torino 1965, p. 267. Particularmente interesantes son las palabras de Pío XI que conoció personalmente a Don Bosco. 19. DESRAMAUT, Francis: Don Bosco e la vita spirituale, LDC, Torino 1970, p, 319 20. STELLA, Pietro: Don Bosco nella storia delta religiositá cattolica, Zürich, PAS-Verlag, vol. I, Vita e opere, 1968, p. 301; vol. II, Mentalitá religiosa e spiritualitá, 1969, p. 585; vol. III, Influssi e risonanze, en preparación. Este autor y el anterior tienen la preocupación de poner de manifiesto la inserción de Don Bosco en su ambiente histórico. 21. AÜBRY, José: Lo spirito salesia.no. Lineamenti, Ed. Ufficio Nazionale Cooperatori, Roma 1972. Traducido al español e incluido en Teología Seglar Salesiana, de J. Rico y J. Aubry, Madrid 1973, Del. Nac. CC. SS. Otros

elementos

interesantes

se

Parte primera UN SIERVO QUE DIOS SE ESCOGIÓ Y PREPARO

hallan:

— En las biografías de Don Bosco, y en particular en las de

A. AMADEI (2.a ed. 1940) y de E. CERIA (2.a ed. 1949);

— en los numerosos estudios sobre la pedagogía de Don Bosco, en particular en Pedro RICALDONE: Don Bosco a educatore 1952; Pedro BRAIDO: II sistema preventivo di Don Bosco, 2. ed. Zürich, PAS-Verlag 1964, p. 418; y Giancarlo ISOARDI: L'azione catechetica di San Giovanni Bosco nella pastorale giovanile, LDC, Torino 1974.

«Dios escogió a David su siervo y lo sacó de los rebaños, tras las ovejas..., para apacentar a su pueblo» (Sal. 78, 70-71)

M E M O R I A S DEL O R A T O R I O

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MEMORIAS DEL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES DEL 1815 AL 1855

La primera vez que Don Bosco fue a Roma, en 1858, el papa Pío IX, al oír de sus labios la forma como surgió la obra de los Oratorios festivos para los jóvenes de Turín, intuyó que en ella habían intervenido elementos sobrenaturales, promesa de un gran porvenir: recomendó a Don Bosco que pusiera por escrito la historia precisa de estos orígenes, para aliento y norma de sus hijos1. Pero el fundador, agobiado de trabajo, dejó pasar nueve años sin cumplir la recomendación. Volvió a ver al Papa en 1867 y le explicó, excusándose, por qué no se había hecho nada hasta entonces. «Pues bien, replicó el Papa, dejad cualquier otra ocupación y escribid. Esta vez no es ya un consejo sino un mandato. El bien que de ello se derivará para tus hijos no puedes comprenderlo plenamente»2. Don Bosco obedeció, pero no enseguida aún, porque se lo impidieron graves preocupaciones, viajes y una enfermedad grave. Apenas restablecido, se puso al trabajo y en los momentos más libres, entre el 1873 y 1875, escribió la mayor parte de estas Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales. Tomó de nuevo la pluma en los años siguientes, a intervalos... para dejar finalmente el trabajo incompleto y sin conclusión. Al reservar estas páginas a sus hijos, no sólo no las publicó durante su vida sino que prohibió formalmente que se publicaran después de su muerte. En la introducción de la edición del 1946, Don Eugenio Ceña explica las razones que le han movido a superar la prohibición del santo. Hoy, cualquiera puede leer en su integridad las Memorias del Oratorio 3 . La edición está basada en dos documentos: la minuta autógrafa de Don Bosco, conservada en el Archivo salesiano de Roma (tres grandes cuadernos 295x204, p. 180) y una copia de la precedente, de su i MB V, 882. 2 MB, VIII, 587. 3 Bosco, San Giovanni: Memorie deül'Oratorio di San Francesco di Sales dal 1815 al 1885, SEI, Tormo, 1946, pp. 260. Introducción y abundantes anotaciones de Don Ceria. (Traducción española BAC = Biblioteca Autores Cristianos, Madrid, 1978, ed. Cañáis y Martínez, pp. 345-495).

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secretario Don Berto (seis cuadernos), revisada y anotada por el mismo Don Bosco, probablemente en vistas a la Historia del Oratorio de San Francisco de Sales, comenzada bajo la forma de artículos, en enero de 1879, en el Boletín Salesiano4. Presentando los primeros cuarenta años de la vida de Don Bosco (1815-55), las Memorias cuentan su preparación y sus comienzos en el apostolado. No son, sin embargo, ni una «autobiografía» en el sentido estricto de la palabra, ni un escrito de carácter puramente histórico, sino «Memorias para servir a la historia del Oratorio de San Francisco de Sales», redactadas por un padre que se confia a sus hijos. Los hechos son verdaderos, pero coloreados y enriquecidos con la preocupación de instruir y con la interpretación a la cual invitaban espontáneamente la madurez del héroe y el desarrollo de su obra (cuando escribía estas Memorias, Don Bosco ya contaba 58-60 años). Esto que desde el punto de vista estrictamente histórico5, puede crear problemas, es una ventaja preciosísima desde el punto de vista pedagógico y espiritual. El interés principal va encaminado a la actividad religiosa y social de Don Bosco y a las instituciones caritativas y educativas por medio de las cuales se expresa progresivamente. No obstante los elementos directamente espirituales son numerosos y significativos, sobre todo en la primera parte, más personal: admiramos los caminos providenciales por los que Dios se escogió y preparó su siervo; asistimos al despertarse de la conciencia intensamente apostólica de Juan Bosco y a sus primeras opciones definitivas. No le gustaba hablar de su vida espiritual íntima; ahora bien no hay escrito en que haya hablado más, y mejor y más profundamente de sí mismo. Él texto aquí utilizado es el editado por Don Ceña. Pero los títulos con los que introducimos cada sector son nuestros. 1 - Introducción. Fin de las Memorias: mostrar que «Dios mismo ha guiado todo» ¿Para qué, pues, servirá este trabajo? Servirá de norma para superar las dificultades futuras, tomando lección del pasado; servirá para conocer cómo Dios mismo ha guiado todo en todo tiempo; servirá a mis hijos de ameno entretenimiento, cuando puedan leer las cosas en que tomó parte su padre, y las leerán más gustosamente, cuando, llamado por Dios a dar cuenta de mis obras, ya no esté entre ellos. Si os sucede que encontréis hechos expuestos quizás con demasiada complacencia y quizás con apariencias de vanagloria, compadecedme. Es un padre que goza hablando de sus cosas a sus queridos hijos, los cuales 4 Esta Historia pasa por alto la niñez y juventud de Don Bosco para comenzar; 5en seguida la narración de su labor sacerdotal desde el 1841. En particular Don Bosco cometió diversos errores cronológicos.

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gozan también al saber las pequeñas aventuras de quien tanto les ha amado, y que en las cosas pequeñas y grandes se ha preocupado por trabajar en ventaja espiritual y temporal de los mismos. Expongo estas memorias distribuidas en décadas porque en cada espacio de diez años sucedió un notable y sensible desarrollo de nuestra institución. Cuando, hijos míos, leáis estas memorias después de mi muerte, acordaos que habéis tenido un padre afectuoso, el que antes de abandonar el mundo ha dejado estas memorias como prenda de su afecto paterno y al acordaos rogad a Dios por el eterno descanso de mi alma. (Ed. Ceria, 16) 2 - A los dos años. Queda huérfano el futuro padre de los huérfanos El día consagrado a la Asunción de María al cielo fue el día de mi nacimiento, el año 1815 S en Murialdo, aldea de Castelnuovo de Asti. Mi madre se llamaba Margarita Occhiena y era natural de Capriglio, y mi padre, Francisco. Eran campesinos que ganaban honradamente el pan de cada día con el trabajo y el ahorro. Mi buen padre, casi únicamente con su sudor, proporcionaba sustento a la abuelita septuagenaria y achacosa, a tres muchachos el mayor de los cuales, Antonio, era hijo del primer matrimonio; José, el segundo, y Juan, el más pequeño que soy yo; además a dos jornaleros del campo 2 . No tenía yo aún dos años, cuando Dios nuestro Señor permitió (misericordioso) nos hiriera una grave desgracia. Un día, el amado padre, en plena robustez, en la flor de la edad, deseoso de educar cristianamente a sus hijos, de vuelta del trabajo, enteramente sudado, entró descuidadamente en la bodega, subterránea y fría. El frío, cogido se manifestó hacia el anochecer con una fiebre alta, precursora de gran resfriado. Todos los1 cuidados resultaron inútiles y en pocos días se puso a punto de muerte. Confortado con todos los auxilios de la religión, después de recomendar a mi madre confianza en Dios,- expiraba, a la edad de treinta y cuatro años, el 12 de mayo de 1817. 1 Nació efectivamente el 16 de agosto. Don Ceria hace notar: «Don Bosco creyó siempre que había nacido el 15 de agosto... Hay que recordar que en. Piamonte, se suele decir, de lo acontecido poco antes o poco después del 15 de agosto, que sucedió por la Virgen de Agosto. Supongamos que Don Bosco oyera: repetir en familia que había nacido por la Virgen de Agosto: la consecuencia es obvia» (p. 17). En seguida, la Virgen ocupa un lugar especial en la vida. del padre de los huérfanos. Su madre Margarita, casada tres años antes, tenía entonces 27 años. 2 A sus orígenes campesinos, en el ambiente de la familia de los Becchi, Juan Bosco le debe la adquisición de valores fundamentales para su santidad y misión: el realismo, el sentido del trabajo, un aprecio extraordinario de la pobreza, un amor profundísimo por su madre y a través de ella de la Virgen. Antonio, su hermanastro, nacido el 3 de febrero de 1808, le llevaba siete años y medio. José había nacido el 8 de abril de 1813. . . .

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Sólo recuerdo de aquella dolorosa ocasión, y es el primer hecho de mi vida de que guardo memoria,.que todos salían de la habitación del difunto, y yo quería permanecer en ella a toda costa: «Ven, Juan, ven conmigo, repetía mi afligida madre. •—Si ño viene papá, no quiero ir, respondía yo. —Pobre hijo, añadió mi madre, venconmigo; ya no tienes padre». Y dicho esto, rompió a llorar; me cogió de la mano y me llevó a otra habitación, mientras lloraba yo viéndola llorar a ella. En aquella edad no podía comprender cuan grande desgracia es la pérdida del padre. Este hecho sumió a la familia en una gran consternación. (Ed. Ceria, 17-19) 3 - Una madre ella misma sierva de Dios Su mayor cuidado fue instruir a sus hijos en la religión, enseñarles a obedecer y tenerles ocupados en trabajos compatibles con su edad 3 . Era yo muy chiquito y ella misma me enseñaba a rezar; cuando fui capaz de unirme a mis hermanos, me ponía con ellos de rodillas por la mañana y por la noche, y todos juntos rezábamos las oraciones y la tercera parte del rosario. Recuerdo que ella me preparó para mi primera confesión: me acompañó a la iglesia; se confesó antes que yo, me recomendó al confesor y después me ayudó a dar gracias. Siguió ayudándome hasta que me consideró capaz de hacerlo yo solo dignamente. Así llegué hasta los nueve años; quería mi madre enviarme a la escuela, pero le preocupaba la distancia, ya que estábamos a cinco kilómetros del pueblo de Castelnuovo. Mi hermano Antonio se oponía a que fuese al colegio... (Ed. Ceria, 21-22) 4 - A los nueve años. Un sueño considerado como una comunicación divina Tuve por entonces un sueño que me ha quedado profundamente grabado en la mente por toda la vida,4. En el sueño me 3 No se podrá nunca exagerar la influencia de mamá Margarita en la formación espiritual de su hijo mediante su ejemplo y palabras. Esta campesina, llena dé sabiduría cristiana, le abrió al sentido de Dios, a la oración, a la práctica de los sacramentos, a la devoción a María. La veremos intervenir todavía en momentos decisivos de su vocación. Notemos que Don Bosco, poco antes de morir, pidió a Don Lemoyne que publicara la vida de su santa madre, para ejemplo de las madres cristianas. Salió como un tomito de las Lecturas católicas en junio de 1886, con el título dé Escenas morales de familia manifiestas en la vida de Margarita Bosco. Relato edificante y ameno por el Sao. Juan Bta. Lemoyne. Cfr la introducción dé Don E. Ceria para la edición modernizada de 1956. 4 Es bien conocido que los sueños ocupan un lugar importante en la vida de Don Bosco. Su interpretación ha de tener cuenta ante todo de la tradición textual, que no siempre es clara. El de los nueve años, escrito enteramente por

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pareció estar junto á mi casa, en un patio bastante grande, donde había muchos chiquillos que se divertían. Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias me metí en medio de ellos para hacerlos callar a puñetazos y duras palabras. En aquel momento apareció un hombre venerable, ricamente vestido 5 Un manto blanco lé cubría de arriba abajo; pero su rostro era tan luminoso, que no podía fijar en él la mirada. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme a la cabeza de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras: «No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud». Aturdido y espantado, dije que yo era un pobre muchacho ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos jovencitos. En aquel momento los muchachos cortaron sus riñas, el alboroto y las blasfemias y rodearon al que hablaba. Sin saber casi lo que decía, añadí: —¿Quién sois vos para mandarme estos imposibles? —Precisamente porque esto te parece imposible, debes convertirlo en posible con la obediencia y la adquisición de la ciencia. —¿En dónde? ¿Con qué medios podré adquirir la ciencia? , —Yo te daré la maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en estulticia^ —Pero ¿quién sois vos, que de tal forma me habláis? —Yo soy el hijo de aquélla a quien tu madre te ha enseñado a saludar tres veces cada día. —Mi madre me dice que no me junte con los que no conozco sin su permiso; decidme, por tanto, vuestro nombre. —Mi nombré preguntádselo a mi madre. En aquel momento vi junto a él una señora de majestuoso aspecto6, vestida con un manto que resplandecía por doquiera el Santo, es un caso privilegiado. No se puede negar el carácter sobrenatural dé muchos sueños, en especial de éste, del que el P. Stélla escribé: «El sueño de los nueve años condicionó todo el modo de vivir y de pensar de Don Bosco. Y en particular el modo de sentir la presencia de Dios en la vida de cada uno y en la historia del mundo» (Don Bosco nella storia I, 30-31). Sobre los sueños de Don Bosco en general, cfr MB XVII, 7-13; CERIA, E.: Don Bosco con Dios; STELLA, P.: op. cit. II, 507-563: «Resulta evidente que Don Bosco se consideró favorecido por ilustraciones sobrenaturales» (p. 561). 5 La primera fase del sueño se desarrolla en presencia de este «hombre vene-' rabie», que un poco más adelante se definirá como el hijo de aquella que Juanita saludaba tres veces con el Ángelus. De él recibe la misión («ponerme á la cabeza de aquellos niños..., instruirles...»), el método con que deberá cumplirla (mansedumbre, caridad, amistad), la indicación de los medios para llegar a ello' (obediencia y ciencia divina que recibirá de una maestra). 6 He aquí la segunda fase del sueño que se desarrolla en lá presencia doble; del Señor y de su Madre, a la que se le traspasa la iniciativa de la acción. Són de notar la exquisita bondad de María, la apelación hijos míos dada a los niños,' la «orden de la misión» recibida de nuevo: «He aquí donde tienes que trabajar... tendrás que hacerlo...». Las cualidades exigidas son la humildad del siervo y la fuerza del siervo responsable y eficaz. El final da al sueño un carácter casi bíblico: Juan será un día pastor de una grey inmensa de jóvenes, en nombré del Buen Pastor y de aquélla que, en otro sueño, se llamará la Pastorcüla o la

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como si cada uno de sus puntos fuera una estrella refulgente. Viéndome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, me indicó me acercarse a ella y, tomándome bondadosamente por la mano: «Mira», me dijo. Al mirar me di cuenta de que aquellos muchachos habían desaparecido, y vi en su lugar una multitud de cabritos, perros, gatos, osos, y varios otros animales. «He aquí tu campo, he aquí en donde debes trabajar. Hazte fuerte, humilde, y robusto; y lo que veas que sucede ahora con estos animales, tú lo harás después con mis hijos». Volví entonces la mirada, y en vez de los animales feroces aparecieron otros tantos mansos corderinos, que haciendo fiestas al hombre y a la señora corrían saltando y bailando a su alrededor. En aquel momento, siempre en sueños, me eché a llorar y pedí me hablase de modo que pudiera comprender, pues no alcanzaba a entender qué significaba aquello. Entonces ella me puso la mano 7sobre la cabeza y me dijo: «A su tiempo lo entenderás todo» . Dicho esto, un ruido me despertó y desapareció todo. Quedé aturdido. Me pareció que tenía deshechas las manos por los puñetazos que había dado, y me dolían los carrillos por las bofetadas recibidas. Y aquel personaje y aquella señora, y lo dicho y oído, de tal forma llenaron mi mente que ya no pude reanudar el sueño aquella noche. Por la mañana conté en seguida aquel sueño, primero a mis hermanos, que se echaron a reír, y luego a mi madre y a la abuela. Cada uno lo interpretaba a su manera. Mi hermano José decía: «Tú serás pastor de cabras, ovejas y otros animales». Mi madre: «Quién sabe si un día serás sacerdote». Antonio con dureza: «Tal vez capitán de bandoleros». Pero la abuela, analfabeta del todo, con ribetes de teólogo, dio la sentencia definitiva: «No hay que hacer caso de los sueños». Yo era de la opinión de mi abuela; pero nunca pude echar en olvido aquel sueño 8 . Lo que expondré a continuación dará explicación de ello. Yo no hablé más de esto, y mis parientes no hicieron más caso. Pero cuando en 1858 fui a Roma para Pastora (cfr E. Cena, 135). Es, sin más, impresionante el lugar ocupado por María en la vocación de Juan. 7 Sesenta y dos afios más tarde, en mayo de 1887, Don Bosco celebraba la primera misa en el nuevo santuario del Sagrado Corazón de Roma, fruto de sus últimas fatigas: «No menos de quince veces se paró, preso de fuerte emoción y derramando lágrimas» (MB XVII, 340). Vuelto a la sacristía, explicó a su secretario Don Viglietti: «Tenía ante mis ojos viva la escena de cuando sobre los diez años soñé con la Congregación. Veía y oía a mi madre y mis hermanos comentar el sueño...» (ibidem, 341). En este día lo comprendió todo de verdad. «Cada uno interpreta el sueño según su mentalidad y carácter. Don Bosco sonríe recordando la intervención de la abuela «analfabeta» que resuelve la cuestión como un teólogo avezado. El «humor» es un rasgo de este relato de las Memorias: «Servirá a mis hijos de ameno entretenimiento», decía al principio. Por su parte, Juanita querría no prestar atención a este sueño, pero no le será posible nunca. Cuando escribe, se le presenta tan decisivo que marca el comienzo de la primera década de los acontecimientos que lo conducirán al cumplimiento de la misión recibida.

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tratar con el Papa sobre la Congregación Salesiana, él me hizo contarle minuciosamente todo, aunque sólo tuviera apariencia de sobrenatural. Entonces conté, por primera vez, el sueño que tuve de los nueve a los diez años. El Papa me mandó que lo escribiera literal y detalladamente y se lo dejara para alentar a los hijos de la Congregación; ésta era precisamente la finalidad de aquel viaje a Roma. (Ed. Ceña, 22-26) Primera década: 1825-1835 5 - A los 11 años. Primera comunión. «Dios toma posesión de su corazón» A la edad de once años fui admitido a la primera comunión. Sabía todo el catecismo pequeño; pero, de ordinario, ninguno era admitido a la primera comunión si no tenía doce años. Además, a mí, dada la distancia de la iglesia, no me conocía el párroco, y debía limitarme exclusivamente a la instrucción religiosa de mi buena madre. Y como deseaba no dejarme crecer más sin practicar este gran acto de nuestra santa religión, ella misma se las arregló para prepararme como mejor pudo y supo. Me envió al catecismo todos los días de cuaresma; después fui examinado, aprobado, y se fijó el día en que todos los niños debían celebrar la Pascua. Era imposible evitar la distracción en medio de la multitud. Mi madre procuró acompañarme varios días; durante la cuaresma me había llevado a confesarme tres veces. «Juan mío, me repitió varias veces, Dios te prepara un buen regalo; procura prepararte bien, confesarte y no callar nada en la confesión. Confiésalo todo, arrepentido de todo, y promete a Dios ser mejor en lo por venir». Todo lo prometí; si después he sido fiel, Dios lo sabe. En casa me hacía rezar, leer un buen libro y me daba aquellos consejos que una madre ingeniosa sabe dar oportunamente a sus hijos. Aquella mañana no me dejó hablar con nadie, me acompañó a la sagrada mesa e hizo conmigo la preparación y acción de gracias, que el vicario, de nombre Sismondi, hacía con gran celo en alta voz para todos. No quisó que durante aquel día me ocupase en ningún trabajo material, sino que lo emplease en leer y rezar. Entre otras muchas cosas, me repitió mi madre muchas veces estas palabras: «¡Ah! mi querido hijo, éste es un día muy grande para ti. Estoy persuadida de que,Dios ha tomado verdadera posesión de tu corazón. Prométele que harás cuanto puedas para conservarte bueno hasta el fin de la vida; En lo sucesivo, comulga con frecuencia, pero guárdate bien de hacer sacrilegios. Dilo. todo en la confesión; sé siempre obediente, ve de buen grado al catecismo y a los sermones; pero por 49

amor de Dios, huye como de la peste de aquellos que tienen malas conversaciones». Recordé los avisos de mi piadosa madre y procuré ponerlos en práctica, y me parece que desde aquel día hubo alguna mejora en mi vida, sobre todo en la obediencia y en la sumisión a los demás, Jo que al principio me costaba mucho, ya que siempre quería oponer mis reparos infantiles a quien me daba buenos consejos o me mandaba 9 . (Ed. Ceria, 31-33) 6 - A los 14 años. Un anciano sacerdote le abre los caminos de la vida espiritual I0 Me puse enseguida en las manos de Don Calosso, que sólo hacía unos meses había venido a aquella capellanía. Me di a conocer tal como era. Le manifestaba candidamente mis deseos, mis pensamientos, mis acciones. Esto le agradó mucho, porque así me podía conducir mejor en lo espiritual y en lo temporal. Por entonces, conocí cuánto vale un director fijo, un amigo fiel del alma que hasta entonces no había tenido. Me prohibió entre otras cosas, en seguida, una penitencia que yo acostumbraba hacer y no estaba de acuerdo con mi edad y condición. Me animó a frecuentar la confesión y la comunión, me enseñó a hacer cada día una breve meditación y una lectura espiritual. Estaba con él todo el tiempo que podía los domingos. Los otros 9 Una vez más aparece decisiva la intervención de su madre. Convencida de la importancia de la eucaristía en la vida espiritual de los niños, provoca la anticipación de la primera comunión de Juan, lo prepara, lo acompaña a ella, lo mantiene recogido durante este gran día, le hace comprender que debe conseguir alguna mejora en su vida... No hay duda de que su madre contribuyó a dar al hijo ese sentido del papel decisivo de los sacramentos qué será uno de los rasgos de la espiritualidad salesiana. • Es de notar el fruto «especial» de esta primera comunión: Juan se vuelve más obediente. Tenía una fuerte personalidad, un carácter independiente, dotes naturales de jefe y de conductor, una tendencia al orgullo y a dominar a los demás. Todo esto, purificado por un prolongado esfuerzo de humildad y de obediencia, se convertirá en un medio eficaz para servició del designio de Dios: Dios es acogido como el Señor a quien se da el corazón para siempre. »» En sus Memorias Don Bosco no dice nada de su estancia de dos años y medio en el caserío Moglia en Moncucco (febrero dé 1827 a noviembre de 1829) como mocito de campo. Las razones de este silencio no son claras; quizás es una reacción de delicadeza para con mamá Margarita. De todos modos, como dice el P. STELLA: «Fueron años no inútiles, no de paréntesis, en los que se arraigó más profundamente en él el sentido de Dios y de la contemplación, en la cual pudo introducirse en la soledad o-eri el coloquio con Dios durante él trabajo del campo. Años que se pueden definir de espera absorta y suplicante; años en qué quizás haya que colocar la fase más contemplativa de sus primeros lustros de vida» (op. cit., 36). Vuelto a los Becchi, encuentra una tardé de noviembre 1829, al nuevo capellán de Murialdo, a Don Calosso: el primer sacerdote que entra en su vida. Durante un año, este santo viejo (tenía 70 años) inició a Juan en el latín y más todavía en la reflexión espiritual. Además, entre los dos se estableció una comunión dé alma muy profunda, una relación de padre a hijo tiernisimo: el mismo estilo del relató en esté trozo indica cuan nueva e inolvidable fue la* experiencia del adolescente de catorce años, ávido de confianza.

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días, cuando podía, iba ayudarle la santa misa. En aquella época comencé a gustar la vida espiritual, ya que hasta entonces obraba más bien materialmente y como las máquinas, que hacen las cosas sin saber porqué". (Ed. Ceria, 36) ... En el mes de abril comencé a vivir con el capellán, yendo a casa sólo por las tardes, para dormir. Nadie puede imaginar la gran alegría que me embargaba. Don Calosso se había convertido para mí en un ídolo. Lo quería más que a un padre, rezaba por él, le servía gustoso en todas las cosas. Era un placer enorme trabajar para él y, diría, dar la vida en algo que le gustase. Yo progresaba tanto en un día con el capellán como durante una semana en casa. Aquel hom-, bre de Dios me profesaba tanto afecto que más de una vez me dijo: «No te preocupes por tu porvenir; mientras yo viva no te faltará nada; y si muero proveeré lo mismo». Los asuntos marchaban viento en popa. Yo me consideraba plenamente feliz y nada deseaba, cuando un desastre truncó el curso de mis esperanzas. ...Tras dos días de agonía el pobre Don Calosso entregaba su alma al Creador; con él moría toda mi esperanza. Siempre recé y mientras viva no cesaré de rezar cada día por éste mi insigne bienhechor. Vinieron los herederos de Don Calosso, les entregué la llave y todo lo demás12. (Ed. Ceria, 36, 40-41) La muerte de Don Calosso fue para mí un desastre irreparable. Lloraba sin consuelo por el bienhechor fallecido. Cuando estaba despierto, pensaba en él; soñaba en él cuando dormía; tan adelante fueron las cosas, que mi madre, temiendo por mi salud, me mandó por algún tiempo con mi abuelo a Capriglio. En aquel tiempo tuve otro sueño, en el que se me reprendía ásperamente por haber puesto mi esperanza en los hombres y no en la bondad del Padre celestial". Mientras tanto, yo pensaba siempre en adelantar en los estudios. Veía a varios buenos sacerdotes que trabajaban en el " Parágrafo precioso, del que cada frase está cargada de significado. Juan ha encontrado el «guía-amigo» sobre el que apoyarse. Se le ilustra sobre el tipo de mortificación que debe elegir. Se le anima a los sacramentos. Es iniciado en la meditación diaria. Aprende a «gustar» las realidades de la vida espiritual: madurando la experiencia precedente de Moncucco, descubre las maravillas del ser cristiano, se adhiere a Dios, al encuentro con él en la oración, a su servicio en la vida diaria, con la alegría interior de la verdadera «devoción». 12 Bajo aquella llave, que Don Calosso había entregado a Juan con intenciones muy claras, había 6.000 liras... lo necesario para pagar los estudios del futuro sacerdote. Dios lo pone a prueba y lo lleva a la confianza más absoluta en El. . 13 Frase entre las más típicas: en la conciencia de Juan se profundiza el sentimiento de tener que apoyarse absolutamente: en Aquél que lo ha llamado a trabajar en su campo.

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sagrado ministerio: pero no podía familiarizar con ellos. Me ocurrió a menudo encontrarme por la calle con un párroco y su vicario. Les saludaba desde lejos y, cuando estaban más cerca les hacía una reverencia. Pero ellos me devolvían el saludo de un modo seco y cortés y seguían su camino. Muchas veces, llorando, decía para mis adentros y también a los otros: «Si yo fuese cura, obraría de otro modo: me gustaría acercarme a los niños, decirles buenas palabras, darles buenos consejos. ¡Qué feliz sería si pudiese charlar un poco con mi párroco! Con Don Calosso tenía esta suerte. ¡Y que no la pueda tener nunca más!». (Ed. Ceria, 43-44) 7 - A los 19 años. Un santo amigo lo incita al fervor 14 Aquel acto heroico dejó en mí ganas de saber su nombre. Era Luis Comollo sobrino del preboste de Cinzano, de quien tantos encomios se habían oído. Desde entonces le tuve como amigo íntimo, y puedo decir que de él aprendía a vivir como buen cristiano. Puse toda mi confianza en él y él en mí: el uno necesitaba del otro. Yo de ayuda espiritual, él de ayuda corporal, ya que Comollo, por su gran timidez, no intentaba la propia defensa ni contra los insultos de los malos, mientras que yo era temido por todos los compañeros, aun mayores de edad y estatura, por mi fuerza y coraje. ... Comollo me daba lecciones muy distintas. «Amigo mío, me dijo apenas pudimos hablar a solas, me espanta tu fuerza; pero, créeme, Dios no te la ha dado para matar a tus compañeros15. Él quiere que nos amemos los unos a los otros, que nos perdonemos y devolvamos bien a los que nos hacen mal». 14 Desde el noviembre de 1831 al agosto de 1835, Juan Bosco fue estudiante en el gimnasio de Chieri, «la pequeña ciudad en que explotó con toda su riqueza su personalidad de adolescente y joven. Pasó los 15-20 años prácticamente sin frustraciones, mejor aún en la euforia alimentada por sus triunfos escolares, por el prestigio sobre sus compañeros que giraban en torno suyo» (P. STELLA, op. cit. I, 42). Durante el año de humanidades, en abril de 1834, duda acerca de su vocación; quizás para domar mejor su vivo temperamento, «soberbio» y «disipado», pidió entrar en los Frailes Menores de Chieri. Pero un sueño y el consejo del párroco de Cinzano lo convencieron a seguir en el seminario (cfr MO 79-81). El año de retórica es señalado por el encuentro con Luis Comollo, dos años más joven, tímido, pálido, pero inflamado de amor a Dios. Después de Don Calosso, «padre» amadísimo, Comollo será el «amigo» preciosísimo que Dios ofrece a Juan para hacerlo progresar en la entrega de sí. Su amistad durará cuatro años y medio, hasta la muerte de Comollo el 2 de abril de 1839, en el seminario. En 1844 Don Bosco, joven sacerdote, escribirá la vida de su compañero, primer escrito «salido más que de la pluma del corazón del santo, que no había cumplido aún los 30 años, como tributo de afecto a la memoria del amigo más íntimo y más querido que tuvo» (A. CAVIGLIA, Opere e scritti di Don Bosco, V, p. 9). El encuentro tuvo lugar cuando, «en tiempo del ingreso en la escuela», Comollo, abofeteado, perdona al ultrajador. 15 Juan había volteado como una honda el cuerpo de un compañero, para asustar a otros que querían maltratar a Comollo.

Admirado de la caridad del compañero, me puse en sus manos, dejándome guiar a donde quería y como quería. De acuerdo c 0 n mi amigo Garigliano íbamos juntos a confesar, comulgar, hacer la meditación, la lectura espiritual, la visita al Santísimo y a ayudar la santa Misa. Sabía invitarnos con tanta dulzura y cortesía que era imposible rechazar sus invitaciones. (Ed. Ceria, 60-61) Segunda década: 1835-1845

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g - A los 20 años. Programa de vida nueva para quien se encamina al sacerdocio Tomada la decisión de abrazar el estado eclesiástico y sufrido el correspondiente examen, me iba preparando a aquel día de máxima importancia porque estaba convencido que de la elección de estado depende de ordinario la salvación o la condenación eternas. Me recomendé a varios amigos para que rezaran por mí; hice una novena, y en el día de San Miguel (octubre 1834.)" me acerqué a los santos sacramentos. El teólogo Cinzano, cura vicario de mi parroquia, bendijo la sotana y me la impuso antes de la misa mayor. Cuando me mandó quitarme los vestidos del siglo con aquellas palabras: Exuat te Dominus veterem hominem cum actibus suis, dije en mi corazón: «¡Oh, cuánta ropa vieja hay que quitar! Dios mío, destruid en mí todas mis malas costumbres». Después, cuando añadió al darme el alzacuellos: Induat te Dominus novum hominem, qui secumdum Deum creatus est in iustitia et sanctitate veritatis, me sentí conmovido y añadí en mi corazón: «Sí, oh Dios mío, haced que en este momento vista yo un hombre nuevo, es decir, que desde este momento empiece una vida nueva, toda según vuestro divino querer, y que la justicia y la santidad sean el objeto constante de mis pensamientos, de mis palabras y de mis obras. Así sea. Oh María, sed mi salvación». Terminada la fiesta de la iglesia, quiso mi buen párroco hacerme un obsequio, que resultó completamente profano, pues se empeñó en llevarme a la fiesta de San Miguel Arcángel, que se celebraba en Bardella, pequeña aldea de Castelnuovo. El pretendía hacerme un cumplido con aquella fiesta; pero eso ya no era para mí. (Ed. Ceria, 85-86) " Don Bosco mismo reagrupa en esta década los años de estudios eclesiásticos (seis años en el seminario de Chieri, 1835-1841, y los tres años en el colegio eclesiástico de Turín, 1841-1844) y las primeras y movidas etapas de su apostolado juvenil, hasta el traslado definitivo a Valdocco (Pascua del 1846). Estas dos cosas precisamente hacen comprender la importancia decisiva de este período: en base a una larga reflexión teológica y a sus primeras experiencias apostólicas, elige definitivamente su tipo de santidad. i? La memoria de Don Bosco falla aquí. En realidad era el día de San Rafael (24 de octubre) de 1835.

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... Después de aquella jornada debía ocuparme de mí mismo. La vida llevada hasta entonces había que reformarla radicalmente. No había sido en los años anteriores un malvado, pero sí disipado, vanidoso, muy metido en partidas, en juegos, pasatiempos y cosas semejantes, que alegran por el momento, pero que no llenan el corazón18. Para trazarme un tenor de vida estable y no olvidarlo, escribí los siguientes propósitos: 1." En lo venidero nunca tomaré parte en espectáculos púbucos, en ferias, mercados; ni iré a ver bailes y teatros; y en cuanto me sea posible, no iré a las comidas que se suelen dar en tales ocasiones. 2." No haré más juegos de manos, de prestidigitador, de saltimbanqui, de destreza, de cuerda; no tocaré más el violín, ni iré más de caza. Considero todas estas cosas contrarias a la gravedad y al espíritu eclesiástico. 3.° Amaré y practicaré el retiro, la templanza en el comer y beber, y no tomaré más descanso que las horas estrictamente

necesarias para la salud. 4." Así como en el pasado serví al mundo con lecturas profanas, así en lo porvenir procuraré servir a Dios dándome a la lectura de libros religiosos. 5.° Combatiré con todas mis fuerzas toda lectura, pensamiento, conversación, palabras y obras contrarias a la virtud de la castidad. Por él contrario, practicaré todo lo que, aunque sea insignificante, pueda contribuir a conservar esta virtud. 6.° Además de las prácticas ordinarias de piedad, no dejaré de hacer todos los días un poco de meditación y un poco de lectura espiritual. 7.° Contaré cada día algún ejemplo o máxima edificante para el alma del prójimo. Esto lo haré con mis compañeros, con los amigos, con los parientes, y cuando no pueda con otros, lo haré con mi madre. Estos son los propósitos de cuando tomé la sotana", y a fin de que me quedaran bien impresos, fui ante una imagen de la Santísima Virgen, los leí, y después de una oración, prometí formalmente a la celestial Bienhechora guardarlos aun a costa de cualquier sacrificio. • (Ed. Ceria, 87-88) IS

El clérigo Juan Bosco toma, pues, muy en serio su «nueva» situación de seminarista, ya firmemente orientado hacia el sacerdocio. Siente el impulso y el anhelo de separarse de las costumbres y actitudes que le parecen incompatibles con el estado sacerdotal, y de rehusar toda complacencia con el mundo que la severa ascética sacerdotal de aquel tiempo le pide que rehuse. Espiritualmente, los seis años de seminario están marcados por cierta tensión de autocontrol y por un esfuerzo ascético acentuado. Esto aparece ya muy claro en los propósitos de la toma de sotana. « El carácter decidido y generoso del clérigo Bosco se manifiesta en las tres orientaciones de este severo programa: renuncia decidida a ciertas conductas «ligeras» del pasado («nunca más», 1, 2,. i), disciplina personal de mortificación y de recogimiento en Dios (3, 4, 5, 6), celo en favor del prójimo (7). El futuro apóstol concentra sus fuerzas y se prepara a ser «un hombre de Dios».

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9 - La palabra de fe de Mamá Margarita El día 30 de octubre de aquel año 1835, debía estar en el seminario. El pequeño ajuar estaba preparado. Todos mis parientes estaban contentos, y yo más que ellos. Sólo mi madre estaba pensativa y no me perdía de vista como si quisiera decirme alguna cosa. La noche víspera de la partida, me llamó y me dijo estas memorables palabras: «Juan mío, has vestido el hábito sacerdotal: experimento todo el consuelo que una madre puede tener por la fortuna de su hijo. Pero acuérdate de que no es el hábito el que honra a tu estado, sino la práctica de la virtud. Si llegaras a dudar de tu vocación, por amor de Dios, no deshonres este hábito. Quítatelo en seguida. Prefiero tener un pobre campesino a un hijo sacerdote descuidado en sus deberes. Cuando viniste al mundo te consagré a la Santísima Virgen; cuando comenzaste los estudios te recomendé la devoción a esta nuestra Madre; ahora te recomiendo ser todo suyo; ama a los compañeros devotos de María; y, si llegas a sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción a María». Al terminar estas palabras, mi madre estaba conmovida; yo lloraba. «Madre, respondí, le agradezco cuanto ha dicho y hecho por mí; sus palabras no han caído en el vacío y serán un tesoro para toda mi vida.» Por la mañana temprano me fui a Chieri y por la tarde del mismo día entré en el seminario. (Ed. Ceria, 89) 10 - El pan del alma preferido al del cuerpo Las prácticas de piedad se cumplían bastante bien. Todas las mañanas teníamos misa, meditación, la tercera parte del rosario; durante la comida lectura edificante. Por entonces se leía la Historia Eclesiástica del Bercastel. La confesión era obligatoria cada quince días; pero quien lo quería podía hacerlo todos los sábados. En cambio la santa comunión sólo se podía recibir los domingos o en otras solemnidades especiales20. Algunas veces se recibía durante la semana, mas para ello había que cometer una desobediencia: era necesario elegir la hora del desayuno, ir a escondidas a la antigua iglesia de San Felipe, comulgar y volver a juntarse con los compañeros en el momento en que entraban en el estudio o en la clase. Esta infracción del horario estaba prohibida; pero los superiores consentían tácitamente, ya que lo sabían, y, a veces, lo veían y no decían nada en contrario. De este modo pude frecuentar bastante más la santa comunión. (Ed. Ceria, 92) 20 El rigorismo entonces imperente no permitía la comunión frecuente ni siquiera en los seminarios. El hambre dé eucaristía del clérigo Bosco y el modo como la satisface son muy significativos.

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11 - Juan reencuentra a su «maravilloso amigo» 21 Mi recreo era frecuentemente interrumpido por Comollo. Me cogía de la sotana y diciéndome que le acompañase, me conducía a la capilla para hacer la visita al Santísimo Sacramento por los agonizantes, rezar el rosario o el oficio de la Virgen en sufragio de las almas del Purgatorio. Este maravilloso compañero fue mi fortuna. Sabía avisarme a su debido tiempo, corregirme, consolarme; pero con tal garbo y caridad que hasta me consideraba feliz dándole motivos para ello, para tener el gusto de ser corregido. Trataba con él con familiaridad y me sentía naturalmente arrastrado a imitarlo, y, aunque mil leguas detrás de él en la virtud, ciertamente le debo a él no haber sido arruinado por los disipados y la perseverancia en mi vocación. En una sola cosa ni siquiera intenté imitarle: en la mortificación. Me pasmaba ver un jovencito de diecinueve años ayunar rigurosamente toda la Cuaresma y otros tiempos mandados por la Iglesia; ayunar todos los sábados en honor de la Santísima Virgen, renunciar a menudo al desayuno de la mañana; comer a veces pan y agua; soportar cualquier desprecio, injurias, sin dar la más mínima señal de resentimiento. Al verle cumplir tan exactamente los deberes de estudio y de piedad, no podía menos de reconocer en aquel compañero un ideal de amistad22, una excitación al bien, un modelo de virtud para quien vive en el seminario. ...Mientras Dios conservó en vida a este incomparable compañero, estuvimos siempre en íntima relación. Durante las vacaciones, muchas veces iba yo a verle, y muchas veces venía él a verme a mí. Eran frecuentes las cartas que nos dirigíamos, Veía en él un santo jovencito. Yo le quería por sus raras virtudes; y él porque le ayudaba en los estudios eclesiásticos, y además cuando estaba con él me esforzaba para imitarle en algo. (Ed. Ceria, 94-95, 101) 12 - Doble encuentro: un sacerdote celoso y un libro sublime Durante este curso23, tuve la buena suerte de conocer a uno de los más celosos ministros del santuario, que vino a predicar los ejercicios espirituales al seminario. Entró en la sacristía con 21 Comollo, más joven, terminó sus estudios de gimnasio cuando Don Bosco ya había entrado en el seminario. Los dos amigos se volvieron a encontrar, pues, en otoño de 1836, en filosofía, y vivieron juntos todavía dos años y medio. Juan encontró en Comollo alimento para su capacidad de admiración y de afecto, e impulso hacia la intimidad con Dios y el ascetismo. «Lo debió apreciar y tener junto a sí, porque se daba cuenta que era para él una fuerza equilibradora de su tendencia a lo exterior» (P. STELLA, op. cit. I, 82). Pero es típicamente salesiano rehusar seguirlo en las mortificaciones especiales. 22 En el original «un idolo come amico». 23 En el segundo año de teología, esto es, durante el año escolar 1838-1839.

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él rostro alegre y palabras de chanza, pero adornadas de pensamientos morales. Al observar su preparación y acción de gracias después de la misa, su porte y el fervor al celebrarla, advertí en seguida que se trataba de un sacerdote tan digno como lo era el teólogo Borrelli24 de Turín. Cuando comenzó sus sermones y se admiró la sencillez, la vivacidad, la claridad y el fuego de su caridad, que se traslucía en sus palabras todos repetían que era un santo. En efecto, todos se disputaron el ir a confesarse con él, tratar con él sobre la vocación y tener algún recuerdo suyo. También yo quise tratar con él los asuntos de mi alma. Como le pidiera algún medio seguro para conservar el espíritu de. la vocación durante el curso y especialmente durante las vacaciones me dijo estas memorables palabras: «Con el recogimiento y la comunión frecuente se perfecciona y se conserva la vocación y se forma uno verdadero eclesiástico». Los ejercicios espirituales del teólogo Borel hicieron época en el seminario, y varios años después aún se repetían las santas máximas que había dicho en público o que había aconsejado en privado. Respecto a los estudios padecí un error que me Hubiera producido funestas consecuencias de no habérmelo quitado un hecho providencial. Acostumbrado a la lectura de los clásicos durante el bachillerato, hecho a las figuras enfáticas de la mitología y; de las fábulas paganas, no encontraba gusto en los. escritos ascéticos. Llegué a estar persuadido de que el buen lenguaje y la elocuencia no se podían conciliar con la religión. Las mismas obras de los Santos Padres me parecían fruto de ingenios harto limitados, hecha excepción de los principios religiosos que ellos exponían con fuerza y claridad. Hacia el principio del segundo año de filosofía25, fui un día a hacer la visita al Santísimo Sacramento, y por no tener a mano el devocionario, tomé la Imitación de Cristo* y leí un 24 Se le llamaba ordinariamente Borel. «Aquel sacerdote incomparable» (Don Lemoyne) era director del Instituto del Refugio, fundado por la Marquesa de Barolo. Llegará a ser el mejor colaborador de Don Bosco en los difíciles tiempos de los comienzos del Oratorio. Su memoria es perpetuada en Valdocco con un medallón de bronce y una lápida de mármol bajo el pórtico, precisamente allí donde ejerció su celo incansable. Notemos en él los comportamientos que llamaron la atención del seminarista Bosco: su «aire alegre, con palabras bromistas», su fe eucarística exteriormente visible, su modo «popular» de predicar, su prudencia en las confesiones. Cosas todas a las que Don Bosco dará gran importancia cuando sea sacerdote. 25 Por tanto en el otoño 1836. Tenía veintiún años. 26 Víctima de los prejuicios de su tiempo, Juan se había convencido de que una obra doctrinal o ascética no podía tener gran mérito literario. Descubre en Imitación de Cristo «la sublimidad de los pensamientos» unida al «modo elocuente» de expresarlos. Quedó seducido. Este precioso libro tuvo ciertamente sobre el alma de Don Bosco un influjo que merecería ser profundizado. Sacó de él un amor personal más vivo por la persona de Cristo y por el misterio eucarístico. Las Constituciones salesianas, en el primer proyecto del 1858, comenzarán de este modo: «El fin de esta sociedad es de unir a sus miembros... con el fin de perfeccionarse a sí mismos imitando las virtudes de nuestro divino Salvador, especialmente en la caridad hacia los jóvenes pobres» (Archivo 022 [2], p. 5).

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capítulo sobre el Santísimo Sacramento. Al considerar atentamente la sublimidad de pensamiento y la claridad y al mismo tiempo, el modo ordenado y elocuente con que se exponían las grandes verdades, dije para mí mismo: «El autor de este libro es un hombre docto». Seguí una y otra vez leyendo la áurea obrita, y no tardé en darme cuenta de que uno solo de sus versículos contenía más doctrina y moral que todos los gruesos volúmenes de los clásicos antiguos. A este libro debo el haber cesado en la lectura profana. (Ed. Ceria, 108-110)

riores me querían y me dieron continuas pruebas de benevolencia. Quería mucho a los compañeros. Se puede decir que yo vivía para ellos y ellos vivían para mí. El que necesitaba afeitarse o hacerse la corona, recurría a Bosco. Quien deseaba un bonete, dar un cosido, remendar una sotana, - acudía a Bosco. Por eso me resultó dolorosísima aquella separación, separación de un lugar en donde había vivido seis años, donde recibí educación, ciencia, espíritu eclesiástico y todas las muestras de bondad y cariño que se puedan desear28. (Ed. Ceria, 113-114)

13 - Últimos meses en el seminario Para las ordenaciones de las cuatro témporas de otoño fui admitido al subdiaconado27. Ahora que sé las virtudes que se requieren para este importantísimo paso, estoy convencido de que yo no estaba bastante preparado; pero no teniendo quien se cuidase directamente de mi vocación, me aconsejé con Don Cafásso, el cual me dijo que siguiera adelante y fiase en su palabra. Durante los diez días de los ejercicios espirituales, hechos en la casa de la Misión de Turín, hice la confesión general para que el confesor pudiera tener una idea clara de mi conciencia y darme oportuno consejo. Deseaba terminar mis estudios, pero temblaba al pensar atarme para toda la vida; por eso no quise tomar una resolución definitiva sin antes tener pleno consentimiento del confesor. Desde entonces me empeñé en cumplir el consejo del teólogo Borel: «Con el recogimiento y la comunión frecuente se conserva y perfecciona la vocación». De vuelta en el seminario me contaron entre los de quinto curso y me constituyeron prefecto, que es el cargo más alto a que puede ser elevado un seminarista. Por Sitientes de 1841 recibí el diaconado, para ser ordenado sacerdote en las témporas de verano. Día de verdadera pena fue aquel en que hube de abandonar el seminario. Los súpe«Cuando, como dijo a un salesiano de su confianza, no había podido hacer durante el día la lectura espiritual, antes de acostarse, arrodillado, leía o recordaba despacio algunos versículos de la misma. Alguna vez 16 llevaba en el bolsillo y, abriéndolo al azar, invitaba a otros a leer las primeras líneas de una página» (E. CERIA, MO, p. 110, n. 15).

27 El 19 de septiembre de 1840. Desde su adolescencia, Juan conoció al futuro san José Cafasso, de Castelnuovo de Asti y cuatro años mayor que él (cfr MO 41). En 1840 era profesor de teología moral y de sagrada elocuencia en el colegio eclesiástico de Turín, a donde el joven sacerdote Bosco irá. a proseguir sus estudios y lo escogerá como director espiritual durante veinte anos. Varias intervenciones suyas fueron decisivas en la vida de Don Bosco. Tan alto era el concepto que el clérigo Bosco se había forjado del compromiso sacerdotal que de nuevo siente dudas. Parece que las numerosas intervenciones de la Providencia fuesen suficientes para decidirlo a seguir adelante con plena confianza. En efecto busca apoyo de los representantes visibles de Dios: en diez lineas encontramos tres referencias a un «consejo» pedido y luego seguido, Nueva prueba de que Don Bosco de joven no quiso ser más que un humilde siervo enviado por Dios.

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14 - A los 26 años. Nueve propósitos con ocasión del sacerdocio Interrumpimos aquí el texto de las Memorias del Oratorio para insertar los propósitos para el sacerdocio de Don Bosco, no publicados allí. Los encontramos en un precioso bloc conservado en el Archivo Salesiano (132) cuyo título, Memorias del 1841 al 1884-5-6, parece indicar que Don Bosco, anciano, tuvo la intención de completar las Memorias del Oratorio. Efectivamente el bloc contiene pocos recuerdos históricos, pero abundantes recomendaciones que publicamos al final de este volumen bajo el título Testamento espiritual. Transcribimos las páginas 3-6 del documento (cfr Introducción pág. 22). He comenzado los ejercicios espirituales en la capilla de la Misión el día 26 de mayo, fiesta de San Felipe Neri 2 ', 1841. La sagrada ordenación sacerdotal fue realizada por Mons. Luis Franzoni, nuestro arzobispo, en su palacio episcopal el 5 de junio de aquel año. La primera misa se celebró en San Francisco de Asís, asistido por mi insigne bienhechor Director Don José Cafasso de Castelnuovo de Asti, el 6 de junio, domingo de la Santísima Trinidad. Conclusión de los ejercicios hechos en preparación a la celebración de la primera Misa, fue: «El sacerdote no va solo al cielo, ni va solo al infierno. Si obra el bien irá al cielo acompañado de las almas por él salvadas con su buen ejemplo; si obra el mal, si da escándalo irá a la perdición con las almas dañadas por su escándalo». Resoluciones 1.a No hacer nunca paseos, si no es por grave necesidad: visitas a enfermos, etc. 28 Más arriba Don Bosco decía: «Mi corazón no estaba satisfecho» (MO 91), porqué los superiores permanecían distanciados y los seminaristas no eran todos de buen espíritu. En este trozo, resume su sentimiento global en conclusión dé estos seis años. Y esto nos permite comprobar dos cosas: el temperamento afectivo de Don Bosco, altamente capaz de dar y recibir simpatía incluso en ambientes difíciles, y la prueba de que su severa ascesis de seminarista estaba orientada hacia el servicio caritativo. 29 Esta fecha no escapó a Don Bosco: san Felipe Neri, fundador del Oratorio de Roma (1515-1595), fue siempre uno de sus modelos e inspiradores.

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2.a Emplear rigurosamente bien el tiempo. 3.a Padecer, obrar, humillarse en todo y siempre, cuando se trate de salvar almas. 4.a La caridad y la dulzura de san Francisco de Sales me guiarán en todo. 5.a Me mostraré siempre contento con alimento que se me prepare, con tal que no sea dañino para la salud. 6." Beberé el vino aguado y solo como remedio: es decir sólo y en la cantidad que lo requiera la salud. 7.a El trabajo es un arma poderosa contra los enemigos del alma, por ello no concederé al cuerpo más de cinco horas de reposo nocturno. A lo largo del día, en especial después de comer no me tomaré ningún descanso. Haré alguna que otra excepción en caso de enfermedad. 8.a Cada día concederé un tiempo a la meditación, a la lectura espiritual. En el curso de la jornada haré una breve visita o al menos una oración al Santísimo Sacramento. Haré al menos un cuarto de hora de preparación y otro cuarto de hora de acción de gracias a la Santa Misa. 9.a No sostendré conversaciones con mujeres fuera del caso de escucharlas en confesión u otra cualquier necesidad espiritual. Estas memorias fueron escritas en 184130. 1842. Breviario y confesión 3í Procuraré rezar devotamente el Breviario y preferiblemente en la iglesia para que me sirva de visita al Santísimo Sacramento. Me acercaré al sacramento de la penitencia cada ocho días y procuraré practicar los propósitos que haga en cada confesión. Cuando se me pida escuchar las confesiones de los fieles, si hay urgencia interrumpiré el oficio divino y acortaré también la preparación y acción de gracias de la Misa con el fin de prestarme a este sagrado ministerio. (1845) Como quiera que cuando llego a la sacristía en seguida 30 Volvemos a encontrar aquí las orientaciones de los' propósitos de la toma de sotana de 1835, pero madurados de manera que expresan el contenido de los dos lemas salesianos más famosos: Da mihi animas caetera toííe, y Trabajo y templanza. El núcleo es dado en los propósitos 3 y 4: entrega total a la misión, según el espíritu salesiano. Pero viene rodeado y protegido por los otros siete: oración, centrada en la eucaristía (8), y luego seis puntos de ascesis impresionante. El celo sonriente de Don Bosco florece sobre las espinas de la más auténtica mortificación. Nótese el tono absoluto de las fórmulas: nunca más, rigurosamente, en todo y siempre, siempre... Don Bosco no es hombre de medias tintas. 31 En el mismo precioso bloc, en seguida después de los propósitos de 1841, Don Bosco escribió tres páginas que los completan. Tratan del breviario y de la confesión. Se ve que la experiencia le había hecho difícil la fidelidad exacta al octavo propósito: el criterio supremo del servicio a las almas hace a Don Bosco flexible, pero sin conducirlo a sacrificar totalmente una preparación a la misa, que siente indispensable.

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me piden confesar, procuraré antes de salir de mi cuarto hacer una breve preparación a la Santa Misa. 15 - Junio de 1841. Las primeras misas: recogimiento, acción de gracias, alegría Celebré mi primera misa en la iglesia de San Francisco de Asís, en la que era presidente de conferencia Don Cafasso. Me esperaban ansiosamente en mi pueblo, en donde hacía muchos años que no se celebraba una primera misa; pero preferí celebrarla en Turín sin ruido; y puedo decir que ese día fue el más hermoso de mi vida. En el Memento de aquella inolvidable misa, procuré recordar devotamente a todos mis profesores, bienhechores espirituales y temporales, y de modo más señalado al llorado Don Calosso, a quien siempre recordé como grande e insigne bienhechor. El lunes fui a celebrar en la iglesia de la Santísima Virgen de la Consolación para agradecer a la Santísima Virgen María los innumerables favores que me había obtenido de su divino Hijo Jesús. El martes fui a Chieri32 y celebré en la iglesia de Santo Domingo, en donde todavía vivía mi antiguo profesor el P. Giusiana, que me atendió con afecto paternal. Durante toda aquella misa lloré de emoción. Pasé con él aquel día que puedo llamar día de cielo. El jueves, solemnidad de Corpus Christi, contenté a mis paisanos; canté la misa e hice allí la procesión de esa solemnidad. El párroco invitó a la comida a mis parientes, al clero y a' los principales del lugar. Todos tomaron parte en aquella alegría ya que yo era muy querido de todos mis paisanos, y cada uno de ellos gozaba de cuanto pudiera redundar en mi bien. Por la noche volví tranquilamente a mi casa33. Pero cuando estuve próximo a ella y contemplé el lugar del sueño que tuve alrededor de los nueve años, no pude contener las lágrimas y exclamé: «¡Cuan maravillosos son los designios de la divina Providencia! Verdaderamente es Dios quien ha sacado de la tierra a un pobre chiquillo para colocarlo con los primeros de su pueblo». (Ed. Ceria, 115-116) 32 Del miércoles no mencionado, sabemos que celebró en la catedral de Chieri en el altar de la Virgen de las Gracias. El alma del neosacerdote, bien consciente de haber sido objeto de tantos dones, se expande en acción de gracias, en primer lugar a Dios y a la Virgen, luego a sus instrumentos. 33 «Don Lemoyne oyó muchas veces decir a Don Bosco, conmovido, que aquella tarde su madre, cuando se quedó a solas con él, le dirigió estas palabras: «Ya eres sacerdote, dices la misa, de aquí en adelante estás, por tanto, más cerca de Jesús. Sin embargo acuérdate que comenzar a decir misa es comenzar a padecer. No te darás cuenta en seguida, pero poco a poco verás que tu madre te ha dicho la verdad. Estoy segura que todos los días rezarás por mí, esté viva o muerta; eso me basta. Tú de aquí en adelante piensa sólo en salvar almas y no te preocupes por mí» (MB I, 521-522). De esta suerte en tres momentos solemnes de la vida (primera comunión, vestición clerical y primera misa), mamá Margarita hizo oír a su hijo su palabra cristianamente maternal» (E. CERIA, MO, p. 116, n. 75).

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16 - Noviembre de 1841. «Renunciad... y venid» Al acabar aquellas vacaciones34 se me ofrecieron tres empleos a elegir: preceptor en la casa de un señor. genovés, con la paga de 1.000 francos al año; capellán de Murialdo, en donde los campesinos por el vivó deseo de tenerme con ellos, doblaban la paga de los capellanes anteriores y vicepárroco de mi pueblo. Antes de tomar una determinación definitiva, quise hacer un viaje a Turín para pedir a Don Cafasso, que desde hacía Varios años era mi guía en lo espiritual y temporal. Aquel santo sacerdote oyó todo: los ofrecimientos de buenos estipendios, las insistencias de parientes y amigos y mi buen deseo de trabajar. Sin dudar un instante, me dijo estas palabras: «Usted necesita estudiar moral y predicación. Renuncie por ahora a toda propuesta y venga al Colegio Eclesiástico». Seguí con gusto el sabio consejo. Y el 3 de noviembre de 1841 entré en el mencionado colegio. Se puede decir que el Colegio Eclesiástico es un complemento de los estudios teológicos, porque en nuestros seminarios se estudia sólo la teología dogmática especulativa; en moral se estudian sólo las cuestiones discutidas. Aquí se aprende a ser sacerdote. Meditación, lectura, dos conferencias por día, lecciones de predicación, vida retirada, todas las comodidades para estudiar, leer buenos autores. Había todo cuanto se podía desear. (Ed. Ceria, 120-121) 17 - El descubrimiento aterrador: adolescentes tras las rejas de las cárceles Don Cafasso que hacía seis años era mi guía, fue también mi director espiritual, y, si he hecho algo bueno, a este digno eclesiástico se lo debo, pues puse en sus manos todos mis propósitos, mis estudios, las acciones de mi vida. Empezó primero por llevarme a las cárceles, en donde aprendí enseguida a conocer cuan grande sea la miseria y malicia de los hombres. Me horroricé al contemplar turbas de jovencitos, de doce a dieciocho años, sanos, robustos, de ingenio despierto, que estaban allí ociosos, roídos por los insectos, carentes de pan espiritual y material. En esos infelices estaban personificados el 34

Las vacaciones de 1841. Durante los primeros cinco meses de su sacerdocio, Don Bosco ayudó a su párroco en la parroquia de Castelnuovo: «Predicaba todos los domingos, visitaba a los enfermos... Pero mi delicia era dar catecismo a los niños, entretenerme con ellos» (p. 117). Llegó el momento de comprometerse en un ministerio fijo. Su fuerte inclinación a la acción y el éxito fácilmente conseguido lo llevaban naturalmente a escoger en seguida un empleo activo. Pero de nuevo el «siervo» de Dios desconfía de sí mismo. De nuevo pide consejo. Sorprende que este sacerdote joven, devorado por el celo, acepte prolongar sus estudios por tres años más. Entretanto iniciará su apostolado bajo la guía segura de Don Cafasso. Para la madurez espiritual y doctrinal y pastoral de Don Bosco, los años del colegio eclesiástico pueden considerarse decisivos. Todas las privaciones padecidas en el seminario, son largamente compensadas ahora. El camino a recorrer se delinea.

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oprobio de la patria, el deshonor de la familia y la infamia de sí mismos. Pero ¡cuál no fue mi asombro y mi sorpresa cuando me di cuenta dé que muchos de ellos salían con el propósito firme de una vida mejor, y luego volvían a ser conducidos al lugar de castigo de donde habían salido hacía pocos días. En esas ocasiones me di cuenta de cómo algunos volvían a aquel mismo sitio porque estaban abandonados a sí mismos. «¡Quién sabe, decía para mí, si estos jovencitos tuvieran fuera un amigo que se preocupase de ellos, les instruyese o asistiese religiosamente los días festivos, quién sabe si no se mantendrían alejados de su ruina o al menos se reduciría el número de los que vuelven a la cárcel!». Comuniqué mi pensamiento a Don Cafasso y, con su consejo y su luz, me puse a estudiar la manera de llevarlo a cabo35, dejando el fruto a la gracia del Señor, sin el cual resultan vanos todos los esfuerzos de los hombres. (Ed. Ceria, 123) 18 - Octubre de 1844. «No lo que yo quiero sino lo que quieres tú» Mientras tanto, la divina Providencia iba preparando novedades, cambios y también tribulaciones. Al acabar los tres cursos de moral, debía consagrarme a un ministerio determinado36. El anciano y decrépito tío de Comollo, Don José Comollo, cura párroco de Cinzano, me había pedido, previo permiso del Arzobispo, para ecónomo de la parroquia, que ya no podía regir por su edad y achaques. El teólogo Guala me dictó la carta de agradecimiento al arzobispo Fransoni mientras me buscaba otro sitio. Un día me llamó Don Cafasso y me dijo: —Ya ha acabado usted sus estudios; precisa ir a trabajar. En los tiempos que corremos, la mies es abundante. ¿A qué se siente más inclinado? —A lo que usted se digne indicarme. —Hay tres empleos para usted: vicepárroco en Buttigliera de Asti, repetidor de moral aquí en el colegio y director del hospitalillo que está junto al Refugio. ¿Qué elige? 35 Aquí aparece al vivo el método del siervo de Dios para descubrir y cumplir su voluntad: estar atento a la realidad, captar lo que hoy llamamos signos de los tiempos, pedir consejo a quien es capaz de darlo y sobre todo apoyarse en la gracia divina. Ciertamente la experiencia de las visitas a las cárceles ha descompuesto el alma del joven sacerdote de 26 años («horrorizado») hasta el punto de dictarle simbólicamente toda su misión: sólo querrá liberar a los jóvenes de todas las cárceles, las materiales y las de la soledad, de la ignorancia, dé la delincuencia, de la desesperación... En este contexto tendrá lugar el encuentro histórico con el huérfano Bartolomé Garelli en la sacristía de la iglesia de San Francisco de Asís el 8 de diciembre de 1841 (narrada én MÓ 124-127). 36 Se plantea de nuevo y esta vez irrevocablemente el problema encontrado en otoño de 1841. Y de nuevo interviene la reacción del auténtico apóstol, preocupado por no confundir nunca sus deseos, por generosos que sean, con la voluntad de Dios. El diálogo entre los dos sacerdotes es uno de los puntos culminantes de la vida espiritual de Don Bosco.

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—Lo que usted juzgue conveniente. —¿No se inclina a una cosa más que a otra? —Mi inclinación es hacia la juventud. Usted haga de mí lo que quiera; veo la voluntad del Señor en su consejo. —¿Qué es lo que llena en este momento su corazón? ¿Qué se agita en su mente? —En este momento me parece encontrarme en medio de una multitud de muchachos que me piden ayuda. —Pues entonces márchese de vacaciones una semanita. A la vuelta ya le diré su destino. Después de las vacaciones, Don Cafasso dejó pasar como una semana sin decirme nada; tampoco yo le pregunté nada. —¿Por qué no me pregunta por su destino? me dijo un día. —Porque quiero ver la voluntad de Dios en su deliberación y no quiero poner nada de mi parte. •—Líe su hato, y vaya con el teólogo Borel; será usted el director del hospital de Santa Filomena; trabajará también en la obra del Refugio37. Mientras, Dios traerá a sus manos lo que deberá hacer en pro de la juventud. Parecía a primera vista que tal consejo se oponía a mis inclinaciones, pues la dirección de un hospital y predicar y confesar en una institución de más de 400 jovencitas no me habían de dejar tiempo para otras ocupaciones. Sin embargo, éste era él querer del cielo, como después me percaté. (Ed. Ceria, 132433) 19 - Por qué Oratorio «de San Francisco de Sales» ...Aquel era el sitio elegido por la divina Providencia para la primera iglesia del Oratorio38. El prelado dio a Don Bosco la facultad de bendecir y de celebrar en ella los oficios divinos. Comenzó a llamarse de San Francisco de Sales por tres razones: primera, porque la Marquesa Barolo tenía la intención de fundar una congregación sacerdotal bajo este título, y por esto 37 La marquesa Giulietta dé Colbert, viuda del marqués de Barolo, había fundado en torno a su así llamado Refugio, en la región de Valdocco, un grupo de institutos. El Refugio (hoy Instituto) Barolo era un. gran centro de educación para muchachas caídas o salidas de la prisión; el teólogo Borel era su director espiritual. En 1844 la marquesa hizo construir al lado un hospitalito, dedicado a santa Filomena, para niñas pobres enfermos. Don Bosco tuvo su habitación durante dos años en el Refugio, desde octubre de 1844 a julio de 1846; curado de una enfermedad muy grave, pasó algunos meses de convalecencia en Becchi, después, al volver a Turín, se estableció definitivamente en Valdocco el 3 de noviembre (cfr MO 191-193). 38 Hasta este momento, Don Bosco había reunido a sus chicos en locales prestados por el Colegio Eclesiástico. Ahora comienza el doloroso éxodo que, después de año y medio, le hará entrar en la tierra de promisión del cobertizo Pinardi en Valdocco. La primera etapa fue el Refugio: la marquesa de Barolo puso a disposición de Don Bosco dos espaciosos locales, convertidos en la «primera capilla del Oratorio». Capilla y Oratorio tomaron el nombre de Francisco de Sales. Aquí durante seis meses se amontonaron los doscientos chicos de Don Bosco.

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había hecho pintar a este santo en la entrada del local, como todavía se contempla; segunda, porque, como esta parte de nuestro ministerio exigía gran calma y mansedumbre, nos habíamos puesto bajo la protección del santo, a fin de que nos obtuviese de Dios la gracia de poderle imitar en su extraordinaria mansedumbre y en la conquista de las almas. Una tercera razón era la de ponernos bajo la protección de este santo, para que nos ayudase a imitarle en el combate de los errores contra la religión, especialmente el protestantismo, que empezaba a insinuarse en nuestros pueblos, y principalmente en la ciudad de Turín39. Por lo tanto el año 1844, el día 8 de diciembre, dedicado a la Inmaculada Concepción de María, con la autorización del arzobispo, bajo un tiempo frígidísimo, mientras caía una enorme nevada, se bendijo la suspirada capilla, se celebró la santa misa, confesaron y comulgaron algunos jovencitos, y yo hice aquella sagrada función con lágrimas de consuelo, porque veía ya de una forma que me parecía estable la obra del Oratorio, con el fin de atender a la juventud más abandonada y en peligro, después de cumplir los deberes religiosos en la iglesia, (Ed. Ceria, 140-142) 20 - Fines de marzo de 1846. La elección definitiva de los pobres Las muchas cosas que se decían sobre Don Bosco empezaron a inquietar a la Marquesa Barolo, tanto más cuanto que el municipio de Turín se oponía a sus proyectos4". Vino un día a mi habitación y empezó a hablarme así: —Estoy muy contenta del interés que se toma por mis instituciones. Le agradezco su gran trabajo para introducir en ellas 39 En el Reglamento de 1847, publicado hacia el 1852, al exponer el fin de la obra, Don Bosco dirá: «Este Oratorio está colocado bajo la protección de san Francisco de Sales, porque los que entienden dedicarse a este trabajo han de proponerse a este Santo como modelo en la caridad, en las buenas maneras, que son las fuentes de las que se derivan, los frutos que se esperan de esta Obra de los Oratorios» (Archivo 025; MB III, 91). Coincide con esto la cuarta resolución tomada en la primera misa. 40 Efectivamente habían corrido diversas voces. «Don Bosco con su tropa dé chicos más o menos golfos es un peligro público: perturba el orden y en cualquier momento puede promover una revolución» (cfr en MO 157-160 su encuentro con el «Vicario de la ciudad», marqués Miguel de Cavour, que le amenaza con prohibirle toda clase de reunión con muchachos). Por otra parte «este pobre sacerdote, muerto de cansancio, asediado de dificultades, no cesa de hablar de un porvenir maravilloso: está enfermo, obsesionado, en camino de la locura» (cfr MO 160-161, 164). Para colmo no sabe dónde reunir sus muchachos: ha recibido orden de abandonar el último lugar alquilado para ellos, el prado Filippi. También sus amigos le aconsejan que abandone su obra o al menos una buena parte de la misma. En estas circunstancias, viene a ponerle entre la espada y la pared la marquesa de Barolo. El diálogo que sigue es un punto culminante en la vida apostólica y espiritual de Don Bosco: en la soledad de lina especie de agonía, la elección heroica, el abandono total en manos de Dios. Y esto, sin vacilaciones: «Mi respuesta está ya pensada... Ya lo he pensado...».

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el canto de canciones religiosas, el canto gregoriano, la música, la aritmética y también el sistema métrico. —No me lo agradezca. Es un deber para los sacerdotes el trabajar. Dios lo pagará todo. No hablemos más de ello. —Quería decirle que me duele mucho el que sus muchas ocupaciones hayan quebrantado su salud. No es posible siga con la dirección de mis obras y la de los muchachos abandonados, tanto más ahora que ha crecido el número desmesuradamente. Yo le propondría se ocupase sólo de su obligación, es decir, del hospitalito, y no de ir a las cárceles ni al Cotolengo y suspender toda preocupación por los chicos. ¿Qué me dice? —Señora marquesa, Dios me ayudó hasta ahora y no dejará de ayudarme. No se preocupe de lo que haya que hacer. Entre D. Pacchiotti, el teólogo Borel y un servidor lo haremos todo. —Pero yo no puedo tolerar que usted se mate. Tantas y tan variadas ocupaciones, quiera usted o no, van en detrimento de su salud y de mis instituciones. Y además, las voces que corren sobre su salud mental, la oposición de las autoridades locales, me obligan a aconsejarle... —Diga, señora marquesa. —O que deje la obra de los muchachos o deje la del Refugio. Piénselo y ya me responderá. —Mi respuesta está pensada. Usted tiene dinero, y encontrará fácilmente cuantos sacerdotes quiera para sus instituciones. No pasa lo mismo con mis pobres chiquillos. Si ahora yo me retiro, todo se deshace: por tanto seguiré haciendo igualmente lo que pueda en el Refugio, aunque cese en el empleo oficialmente y me daré de lleno al cuidado de los muchachos abandonados. —¡Pero ¿cómo podrá vivir? —Dios me ayudó siempre y me ayudará también en lo porvenir. —Pero usted no tiene salud, su cabeza no le rige; se engolfará en deudas; vendrá a mí, y yo le aseguro desde ahora que no le daré nunca ni un céntimo para sus muchachos. Acepte mi consejo de madre. Seguiré pasándole el estipendio y lo aumentaré si quiere. Usted vayase a pasar uno, tres o cinco años en cualquier parte; descanse; cuando esté restablecido vuelva al Refugio y será siempre bien recibido. De lo contrario me pone en la desagradable necesidad de despedirle dé mis instituciones. Piénselo seriamente. —Lo he pensado, señora marquesa. Mi vida está consagrada al bien de la juventud. Agradezco sus ofrecimientos, pero no puede alejarme del camino que la Providencia me ha trazado. —Así ¿prefiere sus vagabundos a mis instituciones?41 Si es 41 ¡Qué frase! La marquesa no puede suponer que alguien pueda preferir algo a «sus» institutos, y más todavía en favor de unos «vagabundos». Pero el corazón de Don Bósco ha escogido ya a sus «pobres chicos», «suyos» porque los recibe de manos de Dios y de la Virgen. Podría haber dicho como Jesús: «Padre, eran tuyos y me los diste... Los he guardado, ninguno de ellos se há perdido» (Jn 17, 6-12).

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así, queda despedido desde este momento. Hoy mismo buscaré sustituto. Le hice ver que un despido tan precipitado podría hacer suponer motivos poco honrosos para ella y para mí: era mejor obrar con calma y guardar entre nosotros la misma caridad con que los dos deberemos hablar ante el tribunal del Señor. —Entonces, concluyó, le daré tres meses, después de los cuales dejará a otros la dirección de mi hospitalito. Acepté el desafío, abandonándome a lo que Dios dispusiera de mí. Entre tanto se esparcía cada vez más la voz de que Don Bosco se había vuelto loco. Mis amigos estaban pesarosos, otros reían; y todos se mantenían alejados dé mí. El arzobispo dejaba hacer, Don Cafasso me aconsejaba contemporizar, el teólogo Borel callaba. Así es que todos mis colaboradores me dejaron solo con mis 400 muchachos. (Ed. Ceria, 161-163) 21 - 5 de abril de 1846, tarde. La respuesta de Dios Mientras sucedía lo anteriormente narrado, llegó el último domingo en que me permitían tener el Oratorio en el prado (5-IV-1846). Yo lo ocultaba todo; pero todos sabían mis preocupaciones y espinas. Al atardecer de aquél día, contemplaba la multitud de chicos que se divertían, y consideraba la mies abundante que se ofrecía para el sagrado ministerio. Al verme tan solo para ella, falto dé operarios, agotado de fuerzas, en estado deplorable de salud, sin saber donde poder reunir en lo sucesivo a mis muchachos, me sentí fuertemente conmovido. Me retiré a un lado, me puse a pasear solo y tal vez por primera vez me conmoví tanto que me puse a llorar. Paseando, alcé los ojos al cielo y exclamé: «Dios mío, ¿por qué no me indicáis claramente el lugar en que queréis que recoja a estos muchachos? Dádmelo a conocer o decidme qué debo hacer». Terminaba estas súplicas, cuando llegó un sujeto, llamado Pancracio Soave, que me dijo tartamudeando: —¿Es cierto que busca un sitio para laboratorio? —Un laboratorio, no; sino un oratorio. —Yo no sé si es igual oratorio o laboratorio; pero hay un sitio, venga a verlo. Es propiedad del señor José Pinardi, buena persona. Venga y hará un buen negocio. (Ed. Ceria, 165-166) ...Verificado el contrato, corrí en seguida hasta mis jovencitos; los reuní en torno a mí y me puse a gritar en alto voz: «Animo, hijos míos, tenemos un Oratorio más estable que hasta ahora; tendremos iglesia, sacristía, habitaciones para clases, lugar para jugar. El domingo, el domingo iremos al nuevo Oratorio que está allí, en casa Pinardi». 67

Y con el dedo les señalaba el lugar. Aquellas palabras fueron acogidas con gran entusiasmo. Unos corrían o saltaban de alegría; otros estaban como inmovilizados, algunos daban voces que parecían aullidos o chillidos conmovidos, como quien experimenta un gran placer y no sabe cómo manifestarlo. Transportados de profunda gratitud y para agradecer a la Santísima Virgen, que había escuchado y oído las plegarias que aquella misma mañana habíamos hecho en la Virgen del Campo, nos arrodillamos por última vez en el prado y rezamos el santo rosario, tras el cual todos se marcharon a su casa. Así se daba el último saludo a aquel lugar que todos queríamos por necesidad, pero que con la esperanza de otro mejor abandonábamos sin pena. El domingo siguiente, solemnidad de la Pascua, 12 de abril, llevamos allí todos los enseres de iglesia y juegos y fuimos a tomar posesión del nuevo local42. (Ed. Ceria, 168-169) Tercera década: 1846-1856 22 - Julio de 1846. La oración de los pobres a la Virgen 43 De vuelta a casa, víctima del agotamiento, me llevaron a la cama. La enfermedad se mostró con una bronquitis, a la que se añadió tos y una inflamación violenta. En ocho días se me creyó en fin de vida. Recibí el santo viático y los santos óleos. Me parece que en aquel momento estaba preparado para morir; sentía abandonar a mis muchachos, pero estaba contento, por42 Después de las horas de agonía llega, festivo, el gozo pascual. Este domingo el cobertizo Pinardi, transformado rápidamente y dispuesto como capilla, y bendecido privadamente por Don Bosco, ve celebrar la misa. Al día siguiente, en nombre del arzobispo, Don Borel le dio la bendición ritual solemne, dedicándola a san Francisco de Sales (cfr MO 172-173, n. 18). No se puede olvidar que la primera iglesia salesiana, pobrísima, fue inaugurada en el clamor gozoso del Aleluya pascual. El gozo salesiano radica en la conciencia viva de los dones del Señor. 43 En la página 188 de las MO leemos: «Los muchos compromisos que yo tenía en las cárceles, en el hospital del Cotolengo, en el Refugio, en el Oratorio me obligaban a ocupar las noches en la redacción de "los libritos que me eran absolutamente necesarios». Efectivamente, a sus ocupaciones habituales, Don Bosco había sumado la de escritor: para la educación cultural y religiosa de sus chicos había compuesto una Historia eclesiástica (1.» edición en 1845), Los seis domingos de San Luis, con un resumen de la vida del Santo (1846), y estaba preparando dos libros importantes que saldrían en 1847: una Historia Sagrada para las escuelas, y un libro de formación y piedad El Joven instruido en la práctica de sus deberes. El resultado de esta actividad febril fue, a primeros de julio de 1846, una enfermedad gravísima que puso en peligro su vida. El siervo de Dios entonces se declaró dispuesto a pasar en seguida a la parte de su Señor. Pero ¿cómo habrían podido soportar sus jovencitos la pérdida de su salvador? Y aquí llega, en sus Memorias, una página conmovedora que permite medir el afecto de estos pobres chicos hacia Don Bosco y también su fe en el poder del sacrificio y de la oración, en especial la dirigida a la Virgen, a la que habían aprendido a amar.

que mis días acababan después de haber dado forma estable al Oratorio. Al esparcirse la noticia de que mi enfermedad era grave, hubo una manifestación general de vivísimo dolor, como no es posible explicar. Constantemente llamaban a la puerta hileras de jovencitos llorosos que preguntaban por mi enfermedad. Cuantas más noticias se daban, más preguntaban. Yo oía los diálogos que tenían con el criado, y estaba conmovido. Después supe de qué es capaz el afecto de mis jóvenes. Espontáneamente rezaban, ayunaban, oían misa, ofrecían comuniones. Se alternaban para pasar la noche y el día en oración ante la imagen de Nuestra Señora de la Consolación. Por la mañana encendían velas especiales y hasta última hora de la tarde había siempre un número considerable rezando y suplicando a la augusta Madre de Dios quisiera conservar a su pobre Don Bosco. Algunos hicieron el voto de rezar el rosario entero durante un mes; otros durante un año, algunos para toda la vida. Tampoco faltaron quienes prometieron ayunar a pan y agua semanas enteras, aun sin disminuir sus pesados trabajos de la mañana a la tarde. Mas aún, si tenían un rato libre, iban presurosos a pasarlo delante del Santísimo Sacramento. Dios los oyó. Era un sábado por la tarde, cuando se veía que aquella noche era la última de mi vida; así lo decían los médicos que venían a consulta; y así lo pensaba yo, viéndome totalmente privado de fuerzas y con pérdidas continuas de sangre. Muy entrada la noche, sentí que me vencía el sueño. Dormí y me desperté fuera de peligro. Al visitarme por la mañana los doctores Botta y Cafasso, dijeron que fuera a dar gracias a Nuestra Señora de la Consolación por la gracia obtenida. Mis muchachos no podían creerlo si no me veían; y en efecto me vieron poco después ir, con mi bastoncito, al Oratorio con la emoción que todos pueden imaginar, pero no describir; se cantó un Te Deum. Mil aclamaciones y entusiasmo indescriptible. Una de las primeras cosas fue cambiar en algo posible los votos y promesas que muchos jóvenes habían hecho sin la debida reflexión cuando yo estaba en peligro de muerte. Esta enfermedad tuvo lugar a primeros de julio de 1846, precisamente cuando debía abandonar el Refugio y trasladarme a otro lugar. (Ed. Ceria, 190-191) 23 - 3 de noviembre de 1846. «Yo soy la sierva del Señor. Hágase en mí según Su palabra» Pasados algunos meses de convalecencia con la familia, me parecía que podía volver entre mis queridos hijos, algunos de los cuales venían a verme o me escribían todos los días. Ahora había un problema ¿dónde alojarme, habiendo sido despedido

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del Refugio? ¿Cómo sostener una obra que cada día proporcionaba más trabajo y más gastos? ¿Con qué había yo de vivir y las personas que me eran indispensables? Quedaron por entonces libres dos habitaciones en Casa Pinardi, y se alquilaron para mi vivienda y la de mi madre **. «Madre, le dije un día, tendré que ir a vivir a Valdocco; pero en razón de los que viven en aquella casa, no puedo llevar a nadie a aquella casa más que a usted». Comprendió ella la fuerza de mis palabras y añadió en seguida: «Si crees que agradaré al Señor, estoy dispuesta a partir al momento». Mi madre hacía un gran sacrificio; porque en la familia, aunque no fuera rica, era, sin embargo, la dueña de todo, querida de todos y tenida como una reina por pequeños y mayores. Enviamos por delante algunas cosas de las más necesarias que, con las que ya tenía en el Refugio, se colocaron en la nueva vivienda. Mi madre llenó el canasto de ropa blanca y otros objetivos indispensables; yo tomé mi breviario, un misal y algunos libros y cuadernos de mayor necesidad. Esto era toda nuestra fortuna. Salimos a pie de Becchi para Turín. Hicimos una parada en Chieri, y por la tarde del tres de noviembre de 1846 llegamos a Valdocco. Al vernos en aquellas habitaciones faltas de todo, dijo bromeando mi madre: «Tantas preocupaciones en casa para administrar y mandar; aquí estoy más tranquila, pues no tengo nada que manejar, ni nadie a quien mandar». ¿Cómo hacer para vivir, comer, pagar alquileres y proveer a muchos chicos, que continuamente pedían pan, calzado, vestido o camisa para poder ir a trabajar? Hicimos traer de casa un poco de vino, maíz, judías, trigo, y cosas semejantes. Para hacer frente a los primeros gastos había vendido un pedazo de tierra y una viña. Mi madre se hizo llevar su ajuar de boda, que había guardado celosamente íntegro hasta entonces. Algunos de sus trajes sirvieron para hacer casullas; con la lencería se hicieron amitos, purificadores, roquetes, albas y manteles. Todo pasó por las manos de la señora Margarita de Gastaldi, que desde entonces se preocupaba por las necesidades del Oratorio.

Tenía también mi madre algún anillo y un collarcito de oro: los vendió en seguida para comprar galones y adornos para los ornamentos sagrados. Una noche mi madre, que siempre estaba de buen humor, cantaba riendo: ¡Forestieri e siam con niente! Guai al mondo se ci senté. ¡Forasteros somos y sin dinero! ¡Ay si el mundo nos oyese! (Ed. Ceria, 192-194)

** Don Bosco había alquilado el cobertizo Pinardi, pero no la casa Pinardi que estaba al lado. En esta zona periférica de la ciudad, había una casa de mala fama (cfr MO 165, n. 5; p. 172 «casa de inmoralidad»). Don Bosco la cambiará en una casa en la que crecerán las azucenas. Pero mientras tanto se comprende que tuviera que tomar medidas de seguridad. Es una de las razones presentadas a Mamá Margarita para hacerla ir a Turín. Ahora el hijo se convierte en maestro espiritual de la madre. Al aceptar dejarlo todo, la santa mujer pronuncia las mismas palabras de la Virgen ante el anuncio del Ángel (sabemos que rezaba tres veces el Ángelus cada día). De este relato emana un aroma exquisitamente evangélico: abnegación de sí mismo, adhesión a Dios, sencillez, pobreza, confianza... Ni falta tampoco la alegría. En este clima pudo florecer la obra salesiana: en enero de 1850, Don Bosco compró la casa Pinardi, cuna de la Congregación salesiana. En cuanto a mamá Margarita, después de diez años de servir maternalmente a los centenares de chicos de Valdocco, se apagó el 25 de noviembre de 1856, recomendando a su hijo que amara siempre la pobreza y buscara en todo solamente la gloria de Dios (cfr MB V, 560-566).

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Parte segunda UNA PROPUESTA DE SANTIDAD JUVENIL

«Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los doctos y los sabios y las has revelado a los pequeños.» (Le. 10, 21)

I. II.

EL JOVEN INSTRUIDO VIDA DE DOMINGO SAVIO, MIGUEL MAGONE, FRANCISCO BESUCCO

III.

CARTAS A JÓVENES

Se puede afirmar que Don Bosco jamás escribió por el gusto de escribir, ni por el gusto de hablar de sí mismo. Las Memorias del Oratorio fueron escritas tarde, lo hemos visto, por orden de Pío IX, para edificación de sus hijos religiosos. Sin embargo la urgencia pastoral le obligó muy pronto a tomar la pluma en favor de sus jóvenes y de los cristianos de los sectores populares. El primero de sus escritos (1844), una biografía de su amigo Comollo, comienza con estas precisas palabras: «De la misma manera que el ejemplo de las acciones buenas vale mucho más que cualquier elegante discurso, así no estará fuera de lugar que se os presente un resumen histórico sobre la vida de aquél... etc.». Y sabemos que una de las señales de su breviario reproducía esta frase de san Máximo de Turín: «Los ejemplos tienen mayor fuerza que las palabras, y se enseña mejor con las obras que con las palabras» 1 . A esta convicción lo llevaban juntamente su temperamento realista, su sentido de lo concreto, la sicología de sus jóvenes poco interesados en las consideraciones generales, pero ávidos de ejemplos prácticos. Añadamos que parecía animarlo por este camino él mismo Señor, enviándole a Valdocco jóvenes de una virtud excepcional, muy indicados para ser propuestos a los otros como modelos estimulantes. Don Bosco fue maestro espiritual ante todo, por designio de la Providencia, de sus innumerables adolescentes y jóvenes del Oratorio y de la Casa de Valdocco2. Guiado por su fe, por sus carismas de enviado de Dios, por sus sueños, por sus intuiciones de psicólogo, por su capacidad de afecto y entrega, por su sentido práctico, descubre y pone a punto un sistema de formación cristiana y de santidad para sus jóvenes. Los resultados son tales que le dan la seguridad de que este método es válido, conforme al designio de Dios y a la doctrina de la Iglesia: san•2 Cfr MB XVIII, 808. L'Oratorio festivo de los domingos, y la «Casa del Oratorio» abierta en 1847 para los jóvenes obreros y aprendices, y en 1850 también para los estudiantes futuros sacerdotes; los chicos de los dos grupos eran 36 en 1852, 200 en 1857, cerca de 600 en 1861.

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tos auténticos se forman entre los pobres muros de su escueta, en el patio de recreo y en la humilde capilla de San Francisco de Sales K Sin entretenerse, en cinco años (1859-1864), Don Bosco hace salir, en la colección de las Lecturas Católicas, tres biografías de jovencitos de su Oratorio, que serán todas ellas reeditadas en vida de éV. Añadamos que este período tiene un valor privilegiado en la experiencia y en la reflexión de Don Bosco. Es la edad de oro del Oratorio. El P. Stella lo ha hecho notar en estos términos: «El decenio 1853-1863 es aquel en que se tienen en germen o llevadas a completa maduración la mayor parte de sus iniciativas: existe ya también el primer núcleo de la Congregación salesiana. Es el período en que escribe la mayor parte de sus obras de cierto relieve, en las cuáles es visible su obra personal de compositor, compilador y corrector. Es el período áureo de su actividad directa como educador... estuvo siempre en contacto con los jóvenes, en el patio, en encuentros personales, en el confesionario, en las buenas noches, en las que casi nunca faltaba un coloquio de Don Bosco con el público presente. Es el decenio que produce Domingo Sayio, Miguel Magone, Francisco Besucco y muchos de los ayudantes más eficaces de Don Bosco: Cagliero, Bonetti, Berto, Cerruti, Barberis... Ya comenzaba a saberse, aceptarse o discutirse el hecho de que el Oratorio era objeto de particulares favores divinos»5. Estas consideraciones son suficientes para dar a entender por qué y cómo Don Bosco ha manifestado la sustancia de su doctrina espiritual sobre todo mediante la presentación de ejemplos vivos, y especialmente por medio de jóvenes que él mismo había llevado a la santidad. Desde este punto de vista, las tres vidas de Savio, Magone y Besucco tienen un interés excepcional. Pero no se deberá menospreciar el valor de uno de los instrumentos de formación que Don Bosco mismo puso muy pronto en manos de sus muchachos y con el que Savio, Magone y Besucco permearon su pensamiento y su vida: el manual denominado El Joven instruido (el título verdadero es: II Giovane proweduto, pero así se tradujo al español desde el principio), redactado e impreso en 1847, es decir, apenas realizada la instalación definitiva en Valdocco. Puede servir perfectamente de introducción a la vida de estos tres jovencitos. Y como conclusión veremos que Don Bosco no se dejaba cautivar sólo por almas selectas sino que se ocupaba de todas y cada una. Otra serie de textos nos permitirá dar un último

paso en la presentación concreta de la santidad juvenil. Tenemos la suerte de poseer cartas de Don Bosco a sus muchachos, cartas individuales y cartas dirigidas a grupos. Evidentemente no estaban destinadas a ser publicadas: en ellas veremos al pastor de almas adaptarse a cada una, conduciría al paso oportuno, ofrecerle el alimento que le conviene. Nada mejor para ilustrar esta convicción de Don Bosco: cada joven está llamado personalmente a la santidad.

3 La tarde del 9 de abril de 1863, Don Bosco podía decir: «Hay algunos jóvenes y también clérigos en la casa que son de tal virtud que dejarán atrás al mismo san Luis Gonzaga, si continúan por el camino que llevan. Casi cada día veo aquí cosas que no se creerían si se leyeran en los libros, y sin embargo Dios se complace de hacerlas entre nosotros» (Crónica de Don Bonetti, cuaderno Annali III, 70; Archivo 110; cfr MB VII, 414). 4 Durante la vida de Don Bosco, la biografía de Savio tuvo seis ediciones, la de Magone tres, la de Besucco también tres. 5 STECXA, P.: Don Bosco nella storia I, 117.

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I EL JOVEN INSTRUIDO EN LA PRACTICA DE SUS DEBERES EN LOS EJERCICIOS DE CRISTIANA PIEDAD 1

No es sólo un manual de oraciones y de devoción. Don Bosco quiso hacer de él «un método de vida cristiana», como dice en el prólogo, un vademécum del joven cristiano, que en él aprende a ilustrar su fe y a orientar su conducta, además de rezar y cantar la alabanza de Dios, El elemento más importante para nosotros es que vemos a Don Bosco, que nos expone su concepto de la vida espiritual del joven cristiano. Don Bosco, para redactarlo, según costumbre del tiempo, usó largamente la literatura anterior y contemporánea a servicio de los jóvenes, especialmente el Gobinet, rector del colegio Duplessis en París (1613-1690), notable educador impregnado del espíritu de san Francisco de Sales: Instruction de la Jeunesse en la piété chrétienne, tirée de l'Ecriture Sainte et des Saints Peres (París 1655), traducido y ampliamente difundido en Piamonte; luego la Guida Angélica: pratiche istruzioni per la gioventú, por un sacerdote milanés (Torino 1767), inspirada también en Gobinet y en la corriente jesuíta en que se ponía de relieve la figura del joven Luis Gonzaga, Aun bebiendo de todo esto, Don Bosco dio a su manual su profundo sello personal: la sencillez y concreción del estilo y su concepto de la santidad juvenil. Las líneas esenciales de su pensamiento son las siguientes: 1) No se puede concebir la vocación humana fuera de las perspectivas de la salvación. Todos somos salvados: el Dios del amor, en su Hijo, nos llama a su misma vida (= gracia). 2) En consecuencia: Hijos míos, estamos hechos para la alegría, ciertamente para la alegría eterna, pero también para una alegría presente, ofrecida ya a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes: precisamente la alegría de sentirse hijos de Dios ' II giovane provveduto per la praíica dei suoi doveri negli esercizi di cristiana pieta, 1.a ed., Turín, Paravia, 1847, tamaño pequeño 8 X 12,5, pp. 352. El enorme éxito de este manual, que, por las solas ediciones italianas (hubo dos ediciones francesas) superó el millón de ejemplares, viviente aún Don Bosco, lo animó a aumentar y mejorar un poco cada vez el contenido. Desde 1851, lo había enriquecido con una parte apologética sobre la Iglesia. Y desde 1863, fue impreso en el Oratorio, y tenía 430 páginas. La edición del 1885 tendrá 520 páginas. Citamos aquí la edición del 1863.

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y de amarlo activamente. Contrariamente a lo que dice el mundo, es el yugo del pecado lo que pesa; por el contrario, el de Dios es el ligero. 3) Esta alegría invade todo el ser, puede y debe vivirse en lo ordinario de toda la vida. Esa se conserva o se recupera con la comunión y la confesión leal. La santidad por tanto es posible también a los jóvenes, aun más es fácil, al alcance de la mano. 4) Dios ama a los jóvenes con un amor particular. Es muy importante responderle cuanto antes, desde la misma juventud. Las tres virtudes mayores por medio de las que se expresa este don de sí, son: el amor de Dios (al que se une estrechamente el amor a María), la obediencia, es decir, la confianza hacia sus guias providenciales, y la pureza, es decir, la salvaguardia concreta del carácter espiritual del ser, de la vida y de la alegría2. Con la gracia de Dios y la propia entrega, Don Bosco ha visto este programa encarnarse en la vida de centenares de muchachos. Los extractos que presentamos están tomados de la edición de 1863, la última de la que estamos seguros que salió enteramente de manos de Don Bosco3. Se completarán útilmente con la lectura de los consejos que Don Bosco daba a sus jóvenes en la segunda parte del Reglamento del Oratorio de San Francisco de Sales para externos y del Reglamento para las Casas de la Sociedad de San Francisco de Sales 4 .

24 - Prólogo: «A la juventud». Nuestro Dios es el Dios de la alegría Dos son los ardides principales de que se vale el demonio para alejar a los jóvenes de la virtud. El primero consiste en persuadirles de que el servicio del Señor exige una vida melancólica y exenta de toda diversión y placer. No es así, queridos jóvenes. Voy a indicaros un plan de vida cristiana que pueda manteneros alegres y contentos, haciéndoos conocer al mismo tiempo cuáles son las verdaderas diversiones y los verdaderos placeres, para que podáis exclamar con el santo profeta David: sirvamos al Señor con alegría: servite Domina in laetitia. Tal es el objeto de este librito; esto es, deciros como habéis de servir al Señor sin perder la alegría. El otro ardid de que se vale el demonio para engañaros es haceros concebir una falsa esperanza de vida larga, persuadién2 STELLA, P.: Valori spirítuaíi nel «Giovane Proweduto» di san Giovanni Bosco, Roma, 1960 (extracto de una tesis de laurea), 3 En las ediciones sucesivas intervinieron colaboradores de Don Bosco, Don Bonetti y Don Berto. Sin embargo, siempre hizo Don Bosco la revisión definitiva. 4 Sé pueden leer en BRAIDO: S. Giovanni Bosco. Scritti sul sistema preventivo, La Scuola, Brescia, 1965, pp. 379-390 y 430-452. Textos de la edición oficial impresa en 1877. El Reglamento para las Casas traducido en castellano se encuentra en la edición CANALS y MARTÍNEZ de la B.A.C., pp. 570-594.

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doos de que tendréis tiempo de convertiros en la vejez o a la hora de la muerte. ¡Sabedlo, hijos míos, que así se han perdido infinidad de jóvenes! ¿Quién os asegura larga vida? ¿Podéis acaso hacer un pacto con la muerte para que os espere hasta una edad avanzada? Acordaos de que la vida y la muerte están en manos de Dios, quien puede disponer de ellas como le plazca. Aun cuando quisiese el Señor concederos muchos años de vida, escuchad, no obstante, la advertencia que os dirige: el hombre sigue en la vejez, y hasta la muerte, el mismo camino que ha emprendido en su adolescencia: Adolescens, juxta viam suam etiam cum senuerit, non récedét ab ea. Esto significa que, si empezamos temprano una vida cristiana, la continuaremos hasta la vejez y tendremos una muerte santa, que será el principio de nuestra bienaventuranza eterna. Sí, por el contrario, nos conducimos mal en nuestra juventud, es muy probable que continuemos así hasta la muerte, momento terrible que decidirá nuestra eterna condenación. Para prevenir una desgracia tan irreparable, os ofrezco un método de vida corto y fácil, pero suficiente, para que podáis ser el consuelo de vuestros padres, buenos ciudadanos en la tierra y después felices poseedores del cielo'. Esta obrita está dividida en tres partes. En la primera hallaréis lo que debéis hacer y cuanto tenéis que evitar para vivir como buenos cristianos. En la segunda se recogen algunas prácticas de piedad, tal como se suelen usar en las parroquias o casas de educación. La última contiene el oficio de la Bienaventurada Virgen, las vísperas del año y el oficio de difuntos. Al fin de la tercera parte encontraréis un diálogo acerca de los fundamentos de nuestra santa religión católica según las necesidades del tiempo 2 y unas cuantas canciones espirituales. 1 Estos primeros párrafos nos presentan los dos temas fundamentales de la catequesis de Don Bosco: el «servicio de Dios», en lo cual consiste la vida cristiana, es fuente de alegría profunda y continua; y la juventud compromete todo el porvenir: vida adulta, muerte, vida eterna. El Joven Instruido enseña por tanto un método de vida cristiana que se dirige a este doble fin: dar la alegría, asegurar un futuro feliz, perspectivas en profunda sintonía con la psicología de los adolescentes y de los invenes. IMOtese Ja exnresifin: «Buenos ciudadanos en fa tierra, afortunados habitantes del cielo», que será uno de los leit-motiv de Don Bosco: la educación cristiana toma a todo el hombre en todos sus aspectos y provee a su bien temporal además del eterno. 2 Este «diálogo» no existía en la primera edición de 1847. Las «necesidades del tiempo» hace referencia a la confusión de los espíritus y al peligro de relativismo religioso provocados por la ola de anticlericalismo de 1848, y en particular por los decretos de 17 de febrero y 29 de marzo de 1848: el rey Carlos Alberto concedía los derechos civiles a los valdenses y a los hebreos. Los valdenses iniciaron entonces una descarada propaganda. En la segunda edición de su Joven Instruido, 1851, Don Bosco siempre preocupado de responder a las situaciones concretas, introdujo una parte apologética, en forma de diálogo, sobre la verdadera Iglesia y sus notas (parte directamente inspirada por opúsculos que había hecho publicar en 1850). Poco después, sería reproducida y completada en dos ocasiones. Esto nos permite poner de relieve que Don Bosco, ante la presión de los acontecimientos, cada vez hará entrar más la realidad de la Iglesia en su perspectiva de santidad, y, con los teólogos de su tiempo, afirmará, un poco rápidamente, que la santidad no puede florecer fuera de la Iglesia católica.

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I

Queridos jóvenes: os amo con todo mi corazón, y me basta que seáis aun de tierna edad para amaros con ardor. Hallaréis escritores mucho más virtuosos y doctos que yo, pero difícilmente encontraréis quien os ame3 en Jesucristo más que yo y que desee más vuestra felicidad . Que el Señor esté siempre con vosotros y haga que practicando vosotros estas pocas sugerencias lleguéis a la salvación de vuestra alma y acrecer de esta suerte la gloria de Dios, único fin de este librito. Vivid felices, y el santo temor de Dios sea vuestra riqueza durante toda vuestra vida. Afino, en Cristo JUAN BOSCO, Pbro. Cosas necesarias a un joven para que llegue a ser virtuoso

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25 - Art. II. El Señor ama de un modo especial a los adolescentes 5 Pensad, hijos míos, que todos habéis sido creados para el paraíso y que Dios, nuestro Padre amoroso, experimenta un gran dolor cuando se ve obligado a condenar un alma al infierno. ¡Oh, cuánto os ama Dios! El desea que practiquéis buenas obras para haceros partícipes, después de la muerte, de aquella dicha tan grande que a todos nos tiene preparada en el cielo. Puesto que todos hemos sido creados para el paraíso, debemos, amados hijos, dirigir todas nuestras acciones a este único fin. La eterna recompensa o el terrible castigo que nos esperan deben movernos a eso; pero lo que más ha de impulsarnos a amar y servir a Dios es el amor infinito que El nos tiene 6 . 3

Don Bosco se emociona fácilmente cuando se dirige a sus muchachos, y su «corazón» halla las expresiones más exquisitas para manifestarles su amor sacerdotalmente paterno. Asimismo, expresa esta verdad, para él evidente: «Amar, es querer la felicidad del otro». 4 Esta sección contiene seis breves «artículos» (pp. 7-19), de los cuales citamos los más importantes (con sus respectivos títulos) por su interés pastoral. Los temas son más interesantes que las fórmulas: éstas se resienten evidentemente del estilo religioso de la época, aquéllos exponen las verdades básicas de la vida cristiana que Don Bosco proponía a sus jóvenes. 5 Nosotros traducimos por «adolescentes» la palabra italiana giovanetti. Más adelante, Don Bosco habla de los «muchachos» (fanciutii), de acuerdo con los textos evangélicos a los cuales él hace referencia. En efecto, los adolescentes de diez a dieciocho años son a los que él se sintió más directamente enviado. El primer párrafo aquí citado termina el artículo I precedente, tituado: «Conocimiento de Dios», un Dios que es inseparablemente el «Creador todopoderoso» que nos ha dado todo, y el «Padre lleno de amor» (amoroso) que nos llama hacia sí. Claramente se propone una espiritualidad de la felicidad. Pero también de la libertad, hasta el punto que este Dios puede ser «dolorosamente forzado» a no acoger a quien lo rechaza. La paternidad divina, revelada en Jesús, es el fundamento de la espiritualidad pastoral de Don Bosco. 6 Esta proposición merece destacarse, como también todo el artículo. La insistencia generalmente puesta por Don Bosco acerca de la práctica de las «virtudes» y la fuga de los «pecados» podría dar pie a acusarlo de «moralismo» más bien estrecho. En cambio, es realmente una perspectiva de «alianza» que propone a estos muchachos: las virtudes son más bien exigencias del amor 82

Verdad es que ama todos los hombres, por ser ellos obras de sus manos, sin embargo profesa un especial afecto a la juventud, encontrando en ella sus delicias: Deliciae meae esse cum filiis hominum. Dios os ama porque estáis en condiciones de hacer muchas obras buenas en vuestra vida, siendo propias de vuestra edad la sencillez, la humildad, la inocencia; y, en general, porque aún no habéis llegado a ser presa infeliz del enemigo infernal. Nuestro divino Salvador, durante su vida mortal, dio también muestras de su especial benevolencia para con los niños. Asegura que considera como hechos a El mismo todos los beneficios que se hagan a los niños. Amenaza terriblemente a los que con sus palabras y acciones los escandalicen. He aquí sus propias palabras: «Si alguien escandalizare a alguno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgaran al cuello una rueda de molino y le arrojaran a lo más profundo del mar». Se complacía en que los niños le quisiesen; y, llamándoles para que se acercaran, los abrazaba y concluía por darles su santa bendición. Puesto que el Señor os ama tanto, dada la edad en que os encontráis, ¿no debéis formular un firme propósito de corresponderle, haciendo cuanto le agrade y procurando evitar todo lo que puede disgustarle, probándole de este modo que vosotros también le amáis? 26 - Art. IV. La primera virtud de un joven es la obediencia a sus padres 7 Así como una tierna planta, aunque colocada en un jardín bien cultivado, tiene necesidad de un sostén para desarrollarse convenientemente, así vosotros, amados jóvenes, os doblegaréis de Dios hacia nosotros y «respuestas» de nuestro amor hacia él. Y Don Bosco lo subraya tanto más que Dios tiene por los jóvenes «una particular predilección». La cita bíblica de Prov 8, 31 (la Sabiduría creadora) es usada aquí, evidentemente, en un sentido acomodaticio. Más significativa es la referencia a la actitud de Jesús según el Evangelio. La conclusión es palmaria: vivir como cristiano, es «corresponder» a ese amor, «agradar» a Dios en todo. Jesús no tuvo otro programa: «El Padre no me ha dejado solo, porgue yo hago siempre las cosas que le agradan» (Jn 8, 29). 7 Hoy casi ya no está de moda recomendar a los muchachos la Obediencia, sobre todo como ¡«primera virtud»! Por tanto, hablando así, Don Bosco no sólo sigue la enseñanza tradicional de su tiempo, centrada en una «moral del deber». Es guiado por su experiencia y por la misma audacia de su propuesta de santidad a los jóvenes (cfr el final del artículo). Dos argumentos se presentan. Uno natural: un joven, en el período inestable de su evolución, es débil, voluble, «tierna planta»; tiene necesidad de ser «guiado», no sólo para evitar errores y caídas, sino sobre todo para encontrar el buen camino y avanzar por él con seguridad, o, con otro parangón, para crecer armoniosamente, desarrollar las propias potencias, producir fruto abundante, hasta la santidad. El otro argumento apela a la fe: el mismo Cristo ha sido obediente; y obedecer a los guías providenciales es obedecer a Dios. Añadamos dos elementos importantes que ayudan a no desfigurar esta obe-

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seguramente al mal, si no os dejáis guiar por los que están encargados de vuestra educación y del bien de vuestra alma. Estos no son otros que vuestros padres o aquéllos que hacen sus veces, a quienes debéis obedecer exactamente: «Honra a tu padre y a tu madre, y vivirás largo tiempo sobré la tierra», dice el Señor. Pero ¿cómo les honrará? Obedeciéndoles, respetándolos y prodigándoles los cuidados que debemos. Obedeciéndoles: para llenar cumplidamente esta primera obligación, es preciso que, cuando os ordenen alguna cosa, la hagáis prontamente sin mostrar disgusto; y guardaos de ser del número de aquellos que dan señales de disgusto ya moviendo la cabeza o de otro modo, y lo que es peor aún, respondiendo con insolencia. Estos incurren en la indignación de Dios mismo, quien se vale de los padres para manifestarles su voluntad. Nuestro Salvador, aunque omnipotente, quiso enseñaros a obedecer, sometiéndose en todo a la Santísima Virgen y a san José, al practicar el humilde oficio de artesano. Por obedecer a su Padre celestial se ofreció a morir en la cruz y sufrir los más crueles tormentos. Debéis asimismo respetar mucho a vuestro padre y a vuestra madre; nada hagáis sin su permiso, ni os mostréis impacientes en su presencia, guardándoos de descubrir sus defectos. Nada hacía san Luis sin permiso, y, cuando no estaban sus padres en casa, obedecía a sus mismos domésticos... Mostrad siempre deferencia a vuestros padres, ya sirviéndoles afectuosamente, ya entregándoles el dinero, los regalos, que os hagan y, en una palabra, todo lo que os pertenezca, para emplearlo según su consejo. Debéis, además, rogar todos los días por ellos, para que Dios les conceda los bienes espirituales y temporales que necesiten. Lo que digo aquí de vuestros padres, debe aplicarse también a los superiores eclesiásticos o seglares y a los maestros, de quienes recibiréis con humildad y respeto todas las instrucciones, consejos y correcciones; porque en todo lo que os mandan no procuran sino vuestro mayor bien: además, obedeciéndoles, obedecéis al mismo Jesucristo y a la Santísima Virgen. Os recomiendo, sobre todo, dos cosas. La primera que seáis sinceros con vuestros superiores, no ocultándoles nunca vuestras faltas con disimulo, y aun menos negando el haberlas cometido. Decid siempre con franqueza la verdad, porque la falsedad os hace hijos del demonio, príncipe de la mentira, y os hará perder el honor y la reputación cuando vuestros superiores y compañeros lleguen a descubrir la verdad. La segunda, que toméis por regla de conducta los consejos y advertencias de esos mismos superiores. ¡Dichosos si así lo hacéis!; pasaréis una vida feliz, porque todas vuestras acciones serán siempre buenas, diencia salesiana: desarrollándose en un clima de mutua confianza, de franqueza y de afecto, ella supone en los educadores una voluntad de «el mayor bien» de los educandos, y deja a éstos un espacio creciente de iniciativa personal. Esto aparecerá más claramente en las vidas de Savio y de Magone.

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edificando, además, al prójimo. Concluyo diciéndoos: el adolescente obediente llegará a ser santo; al contrario, el desobediente va por una senda que le conducirá a la pérdida de todas las virtudes. 27 - Art. VI. Lectura y palabra de Dios Además del tiempo destinado a vuestras oraciones de la mañana y de la noche os aconsejo que dediquéis algún rato a la lectura de libros que traten de cosas espirituales, como son la Imitación de Cristo, la Filotea de san Francisco de Sales, la Preparación para la muerte de san Alfonso María de Ligorio, Jesús al corazón del joven, vidas de santos y otros libros semejantes s. Grandes ventajas conseguirá vuestra alma con la lectura de estos libros; y doble será el mérito ante los ojos de Dios, si los leéis delante de los que no saben leer. Así como nuestro cuerpo se debilita y muere si no lo alimentamos, del mismo modo pierde nuestra alma su vigor si no le damos lo que necesita. El alimento del alma es la palabra de Dios, es decir, los sermones, la explicación del Evangelio y el catecismo 9 . Apresuraos, pues, a ir pronto a la iglesia: estad en ella con la mayor atención y aprovechaos de los consejos que os puedan convenir. Es muy útil y hasta necesaria para vosotros la asistencia al catecismo. No os excuséis diciendo que ya habéis hecho la primera comunión: pues, aun después de ella, tenéis necesidad de sustentar el alma, como alimentáis siempre el cuerpo, y si la priváis de este alimento espiritual, la exponéis a grandes males. Evitad, al oír la palabra divina, las sugerencias del demonio que os engaña diciéndoos: «Esto lo dice por fulano, aquello por zutano». No, queridos hijos, el predicador se dirige a cada uno de vosotros y quiere que os apliquéis las verdades que os expone. Además, lo que no sirva para corregiros de lo pasado, 8 Poner en las manos de los jóvenes textos de «lectura espiritual» a ellos adaptados fue siempre una preocupación de Don Bosco. El Joven Instruido respondía en parte a tal objetivo. El fruto que él se esperaba, era el conocimiento reflejo y el «gusto» de las cosas de Dios y de una vida generosa. Las obras aquí citadas son interesantes. La Imitación de Jesucristo, tan apreciada por Don Bosco (cfr más arriba, texto de las MO pp. 57-58), eran propuesta a los más fervorosos, como testimonia el cap. XIX de la vida de Domingo Savio. Luego siguen dos obras con las que Don Bosco siempre mantuvo contacto: la Filotea de san Francisco de Sales y la Preparación a la muerte de san Alfonso. Jesús en el corazón del joven, de Zama-Mellini, era un manual de devoción ampliamente difundido entonces por Italia. En cuanto a las vidas de los Santos o de cristianos ejemplares, Don Bosco mismo trabajará en escribir un cierto número en un estilo accesible a los jóvenes. 9 En tiempo de Don Bosco, «la palabra de Dios» entendida como el texto de la Escritura, no estaba muy difundida entre el pueblo cristiano. Con todo, Don Bosco propone para todos sus jóvenes escucharla a través de su «explicación». «Alimento y comida del alma»: la comparación es de orden vital, como la de la planta del artículo IV: se trata siempre de crecer hacia la santidad, tanto más que Don Bosco procura que la palabra escuchada entre en la vida personal.

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servirá para preservaros de caer en nuevas faltas en lo porvenir. Cuando oigáis algún sermón, tratad de recordarlo durante el día; y a la noche antes de acostaros, deteneos un instante a reflexionar sobre lo que habéis oído. De esta manera sacaréis gran provecho para vuestra alma. También os encarezco que, a ser posible, cumpláis con vuestros deberes religiosos en la propia parroquia, siendo el párroco la persona destinada especialmente por Dios para cuidar de vuestra alma10. ^Jl N o , o I I7 dCe 1i ?U° s df*a d el Joven Instruido se dirige en primer lugar a los muv^v„V r T We frecuentaban los centros de Valdocco, de Portaba L^^pacfonesVSrBÍscr ^ * " *"""*• * * — - * » ^ *

II

DOMINGO, MIGUEL, FRANCISCO: T R E S FIGURAS DE SANTOS ADOLESCENTES

Antes de reproducir textos escogidos de cada una de las biografías, conviene echar una rápida ojeada sobre estas tres figuras para captar sus semejanzas y diferencias y así comprender mejor el camino espiritual por el que el mismo maestro los condujo personalmente. Notemos en primer lugar con atención que los tres son adolescentes, «jovencitos», los llama Don Bosco, y no jóvenes: Savio murió a los 15 años, Magone a los 13 y medio, y Besucco a los 14. Tienen, pues, contemporáneamente esta inquietud, esta capacidad de reflexión sobre sí mismos, esta apertura metafísica, este ardor de fuerzas nuevas, esta tendencia a la generosidad, que caracteriza la psicología de la adolescencia, este «segundo nacimiento», decía ya Rousseau en el IV libro de Emilio. En cuanto a Don Bosco, pensaba que esa era la edad en la que se podía más eficazmente atender a la educación de la juventud \ Ninguno de los tres muchachos es de origen ciudadano. Dos proceden del campo, Savio de Mondonio y Magone de Carmagnola (a unos 30 kilómetros de Turín); el tercero procede de un pueblecito alpino, Argentera, el último antes de la frontera francesa. Los tres son de origen popular, nacidos en familia pobre, pero profundamente creyente; y los tres han recibido no sólo de sus padres, sino también de sus párrocos o de algún sacerdote-maestro, los primeros elementos de una buena educación cristiana. Los fundamentos, pues, ya están echados: Don Bosco sólo tendrá que continuar la construcción. Además, los tres han sentido la llamada de Dios al sacerdocio. Sobre este punto, sin embargo, Savio y Besucco se aproximan, y Magone conserva su lugar original. Antes de su ingreso 1 En el primer Plan de Reglamento para la Casa aneja al Oratorio, elaborado en 1852-54, Don Bosco había escrito: «Para ser aceptado: edad de doce años cumplidos, y que no pase de los dieciocho. La experiencia enseña que ordinariamente la juventud, antes de los doce años, no es capaz de hacer ni gran bien ni gran mal, y, pasados los dieciocho años, difícilmente logra desarraigar las costumbres antes formadas para adaptarse a un nuevo reglamento de vida» (MB IV. 736).

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en la casa de Don Bosco, Savio y Besucco son ya almas privilegiadas, hasta el punto que cuando Don Bosco las recibe, se maravilla del trabajo de la gracia ya obrado en ellos; llegan al Oratorio precisamente para emprender los estudios sacerdotales. Magone es un chico sano y generoso, pero turbulento y de un vigor inquietante; huérfano de padre, él mismo no sabe qué será de su porvenir: la idea del sacerdocio brotará en él durante las primeras semanas de su estancia en el Oratorio. Don Bosco está ya, desde entonces, en plena posesión de sus principios y de su método de educación espiritual. Pero es evidente que él rehusa la uniformidad y la estandardización, que no tienen nada que hacer en el campo espiritual: respetará a cada uno sus dones providenciales y las aspiraciones personales. Conducirá a cada uno por su propio sendero. Ayudará a cada uno a encontrar su figura original de santidad, atento siempre al misterioso trabajo de la gracia y a la llamada de libertad en cada uno de estos hijos de Dios. Por eso, el mismo maestro, en el mismo ambiente del Oratorio, produce tres obras maestras muy diferentes, aunque sea evidente que los aproximan rasgos de familia. Contribuye a este trabajo de personalización, en una buena parte, el momento y la duración de la estancia de cada uno con Don Bosco. Domingo es, sin duda, bajo este punto de vista, el más privilegiado. Llegado a Valdocco a doce años y medio, vive junto a él dos años y medio (exactamente 28 meses, desde el 29 de octubre de 1854 al 1." de marzo de 1857), en un momento en que el internado del Oratorio no es muy numeroso todavía y Don Bosco en persona está impregnando de su espíritu al grupo de estudiantes del que muy pronto surgirá el núcleo de la Congregación salesiana. Miguel, de doce años, toma el lugar de Domingo, al entrar en el Oratorio siete meses después de su muerte. Permanecerá un poco más de un año (exactamente 15 meses, desde octubre de 1857 al 21 de enero de 1859); y en este entretiempo habrá que tener en cuenta dos meses de ausencia de Don Bosco en Roma (del 18 de febrero al 16 de abril de 1858). Finalmente, cuatro años más tarde, Francisco, de trece años y medio, llega al Oratorio sobrecargado (más de 600 chicos): su estancia será breve: cinco meses (del 2 de agosto de 1863 al 9 de enero de 1864); pero su ánimo generoso está muy > bien preparado para aprovechar, en este escaso tiempo, todas las riquezas espirituales del Oratorio. Tres figuras exquisitas pero diversas. El más refulgente es sin duda Domingo Savio, al que la Iglesia canonizó el 12 de junio de 1954; todo el que lo estudie un poco de cerca no puede menos de reconocer en él una estupenda maravilla de la gracia, un grandísimo santo de 15 años, «pequeño, pero gran gigante del espíritu», a decir de Pío XI el 9 de julio de 1933. Miguel Magone es más simpático de cerca, porque es más «natural» y producto más exclusivo de la intervención de Don Bosco (sin Don Bosco Savio y Besucco hubieran permanecido muchachos

de cualidades excepcionales, pero sin Don Bosco, Magone se hubiera perdido). «Es una figura en pie, erguida, desenvuelta, vivaz y pronta, alegre y jovial, un poco belicosa, que no se distingue entre la muchedumbre porque nunca hace lo que no debe hacerse y hace bien lo que debe hacerse, como muchos de los mejores»2. En cuanto a Francisco Besucco, ofrece una fisonomía de santidad totalmente distinta: alma sencilla y límpida «como las cimas abruptas y vírgenes de los Alpes, su país» (dice Don Caviglia), es, desde su primera infancia, objeto de gracias muy particulares; y avanza hacia las cimas con paso igual, sin luchas ni dramas, acelerando el paso en los últimos meses, a la voz de Don Bosco. Las tres biografías, pues, se completan felizmente. Se puede dar plena confianza a su verdad histórica. Don Bosco ha sido el testigo directo de una buena parte de los hechos que narra, y cientos de chicos estaban presentes para apoyar su autenticidad. Para lo demás, se ha documentado muy seriamente con los padres, párrocos, profesores, compañeros de sus héroes (durante dos años para Domingo Savio, y casi tres para Magone). Recogió diversas cartas y notas personales. Naturalmente y como se lo consentía la mentalidad del tiempo, recompuso con flexibilidad este material; lo enriqueció con reflexiones morales y pedagógicas; alguna vez dramatizó los diálogos. Pero su intención de edificar no acabó nunca deformando los hechos; por el contrario se atiene firmemente a los mismos: es realmente la santidad vivida por estos chicos lo que Don Bosco quiso resaltar. El plan seguido en cada biografía es sensiblemente el mismo. La primera parte narra la vida del jovencito hasta su llegada y acomodación en Valdocco. Un segundo grupo de capítulos, en los que la preocupación de adoctrinar prevalece sobre la cronología, describe sus principales virtudes. Una tercera parte vuelve al orden histórico de los hechos para relatar sus últimos días, la muerte y a veces su irradiación después de la muerte. Desde nuestro punto de vista es, pues, la segunda parte la que nos proporcionará los textos más interesantes. Sin embargo, esta unidad de plan deja a cada obra su aire particular. La vida de Miguel Magone proporciona el relato más corto y más claro (16 capítulos), la de Domingo Savio él más rico en contenido histórico y espiritual (27 capítulos), y la de Francisco Besucco el contenido más sistemático y minucioso (34 capítulos). Esta tercera biografía difiere sensiblemente de las demás: Don Bosco interviene bastante menos personalmente (se aprovecha mucho de las largas relaciones del párroco Don Peppino y del profesor de Valdocco Don Ruffino, y se hace ayudar en la redacción por Don José Bongiovanni); por otra parte Don Bosco convierte el relato en una reflexión sistemática sobre su método educativo espiritual: las digresiones doctri2 CAVIGLIA, A.: «Magone Micheles, Studio, in Don Bosco, Opere e scritti, V, p. 193.

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nales son mayores, y el estilo más bien flojo. Es la menos popular de las tres biografías. Pero tiene el gran interés de sintetizar más directamente el pensamiento espiritual de Don Bosco. Evidentemente conviene leer estos textos con sentido histórico. No estamos obligados a admirar en su materialidad toda la conducta de estos jóvenes santos: es su significado espiritual lo que cuenta antes que nada. Don Bosco tuvo que pagar su tributo a los conceptos espirituales de su tiempo, con frecuencia rígidos, y a las fórmulas de su literatura ascética, con frecuencia demasiado «pías» o sentimentales (piénsese en el estilo de santa Teresita de Lisieux). Pero quien vaya a la búsqueda de los verdaderos valores de la santidad sabrá hallarlos aquí. Nuestra elección de textos se sirve de la edición científicamente fijada por el profesor Alberto Caviglia en los volúmenes IV, V y VI de las Obras y escritos de Don Bosco, acompañada vez por vez por un estudio pedagógico y espiritual del más alto interés: — Vida de Savio, Domingo, vol. IV, SEI, Torino 1943, pp. 1-92 (5.a edición del 1878; 27 capítulos); introducción a la lectura pp. IX-XLIH; estudio: Savio Domenico e Don Bosco, pp. 1-609. — Vida de Magone, Miguel, vol. V, SEI, 1965, pp. 201-252 (4.' edición del 1893; 16 capítulos); estudio: II «Magone Michele». Una clásica experiencia educativa, pp. 131-200. — Vida de Besucco, Francisco, vol VI, SEI, 1965, pp. 21-106 (2." edición del 1878; 34 capítulos) introducción a la lectura, pp. 7-19; estudio: La «Vida de Francisco Besucco» escrita p o r Don Bosco y su contenido espiritual, pp. 107-262. N. B. El texto de estos dos últimos volúmenes, salidos en 1965, fue establecido por Don Alberto Caviglia en 1943; los estudios fueron publicados en diversos números de «Salesianum» en 1948-1949.

VIDA DEL JOVENCITO DOMINGO SAVIO ALUMNO DEL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES Por el sacerdote Juan B o s c o 1

CURRICULUM

A) El niño en familia 1842 2 de abril. Nace en Riva San Giovanni, junto a Chieri, de Carlos y Brígida Gaiato (26 y 22 años). Bautizado el mismo día. 1843 La familia Savio, por razones de trabajo, emigran a Murialdo, a un tiro de arcabuz de la casa de Don Bosco en los Becchi. 1848 Domingo comienza sus clases con el capellán Don Zueca. 1849 8 de abril. Pascua: primera comunión a los 7 años en Castelnuovo d'Asti. 1852 21 de junio. Se matricula en la escuela de Don Allora, profesor en Castelnuovo. 1853 La familia se muda a Mondonio, en donde es alumno de Don Cugliero. El 13 de abril, confirmación en Castelnuovo, a los 11 años. B)

El adolescente con Don Bosco

1854 2 de octubre. Primer encuentro con Don Bosco en Becchi. 29 de octubre. Entra en el Oratorio de Turín. Año escolástico 1854-55: Domingo cursa el 1.° y 2." año de latín con el Sr. Bonzanino, en la ciudad. 8 de diciembre. Definición, en Roma, del dogma de la Inmaculada Concepción. Domingo se consagra a la Virgen. 1855 Marzo o abril. Sermón decisivo de Don Bosco: Domingo quiere ser santo. Año escolar 1855-56: tercer año de latín en el Oratorio con el clérigo Francesia. 1856 Mayo-junio. Domingo funda la Compañía de la Inmaculada. Enfermedad. Año escolar 1856-57: primer año de humanidades, con Don Picco, en la ciudad. 1 La primera edición salió en enero de 1859, de la tipografía Paravia, Turín, en la colección de las Lecturas Católicas, año VII, fascículo XI, p. 144 (precio 0,20 liras). Se puede leer, en reproducción anastática, en Opere edite, vol. XI, pp. 150-292 (Centro Estudios Don Bosco, Roma, 1976). La quinta edición «aumentada», aquí utilizada, salió en 1878 de la «Tipografía y Librería Salesiana*, p. 156. Los títulos de los capítulos son de Don Bosco. Los demás títulos y subtítulos son nuestros. Una buena y reciente edición, con notas interesantes, es la publicada por Don CEEIA: El Beato Domingo Savio, SEI, 1950, p. 247. Traducción en castellano en la edición CANALS y MARTÍNEZ de la B.A.C., pp. 128-221.

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1857 1 de marzo. Deja el Oratorio, enfermo. 9 de marzo. Muere en Mondonio en brazos de su padre. Es sepultado en Mondonio el día 11. 1859 Enero. Don Bosco publica la Vida del jovencito Domingo Savio. C)

El camino hacia la canonización

1908 1914 1933 1950 1954 1956

Comienzo del proceso diocesano informativo. 11 de febrero. Comienzo del proceso apostólico. 9 de julio. Decreto sobre la heroicidad de sus virtudes (Pío XI). 5 de marzo. Beatificación (Pío XII). 12 de junio. Canonización (Pío XII). 8 de junio. Domingo es proclamado «Celeste Patrón de los Pueri cantores».

28 - Prólogo. He aquí un modelo «maravilloso» Muy queridos jóvenes, Más de una vez me habéis pedido que os escriba algo acerca de vuestro compañero Domingo Savio; y haciendo todo lo posible para satisfacer vuestro deseo, os presento ahora su vida, escrita con la brevedad y la sencillez que son de vuestro agrado. Dificultades particulares de esta publicación Dos obstáculos se oponían a que publicase esta obrita; en primer lugar la crítica a que a menudo está expuesto quien escribe ciertas cosas que se relacionan con personas que viven todavía. Este obstáculo creo haberlo superado concretándome a narrar tan sólo aquello de que vosotros y yo hemos sido testigos oculares, y que conservo escrito casi todo y firmado por vuestra misma mano. Es el otro tener que hablar más de una vez de sí mismo, porque habiendo vivido dicho joven cerca de tres años en esta casa, me veré muchas veces en la necesidad de referir hechos en los cuales he tomado parte. Creo haberlo vencido también ateniéndome al deber del historiador, el cual, sin reparar en personas debe exponer la verdad de los hechos. Si notáis que alguna vez hablo de mí mismo con cierta complacencia, atribuidlo al gran afecto que tenía a vuestro difunto compañero y que os tengo a vosotros; afecto que me mueve a manifestaros hasta lo más íntimo de mi corazón, como lo haría un padre con sus queridos hijos. Razón de la elección de Domingo Alguno de vosotros preguntará por qué he escrito la vida de Domingo Savio y no la de otros jóvenes que vivieron entre nosotros con fama de acendrada virtud. A la verdad, queridos míos, la divina Providencia se dignó mandarnos algunos que han sido dechados de virtud, tales como Gabriel Fascio, Luis Rúa, Camilo 92

Gavio, Juan Massaglia y otros 2 ; pero sus hechos no fueron tan notables como los de Savio, cuyo tenor de vida fue notoriamente maravilloso. Fuera de que, si Dios me da salud y gracia, tengo intención de escribir asimismo sobre estos compañeros vuestros, y satisfacer así vuestros deseos, que son también los míos, a fin de que, recordando lo que ellos hicieron, los imitéis en lo que es compatible con vuestro estado. En esta nueva edición he añadido varias cosas, que espero la harán interesante aun a aquellos que conocen cuanto se dio a luz en las anteriores. Un modelo que imitar Aprovechad las enseñanzas que encontréis en esta vida de vuestro amigo, y repetid en vuestro corazón lo que san Agustín decía para sí: ¿Si Ule cur non ego? Si un compañero mío de mi misma edad, en el mismo colegio, expuesto a semejantes y quizás mayores peligros que yo, supo ser fiel discípulo de Cristo ¿por qué no podré yo conseguir otro tanto? Pero acordaos que la verdadera religión no consiste sólo en palabras: es menester pasar a las obras. Por tanto hallando cosas dignas de admiración no os contentéis con decir: «¡Bravo! ¡Me gusta!». Decid más bien: «Voy a empeñarme en hacer lo que tanto excita mi admiración y maravilla». Que Dios os dé a vosotros y a cuantos leyeren este libro salud y gracia para sacar gran provecho de él; y la Santísima Virgen, de la cual fue Domingo Savio ferviente devoto, nos alcance que podamos formar un corazón solo y una alma sola para amar a nuestro Creador, que es el único digno de ser amado sobre todas las cosas y fielmente servido todos los días de nuestra vida3. (Ed. Caviglia, 34) 29 - A los 7 años. Primer encuentro decisivo: Cristo en la eucaristía 4 CAP. III. ...Aquel día fue siempre memorable para él, y puede considerarse como verdadero principio o, más bien, con2 Gabriel Fascio murió en 1851; era un aprendiz de mecánico de unos trece años (Don Bosco había predicho su muerte, cfr MB IV, 401). Luis Rúa, hermano pequeño del futuro sucesor de Don Bosco, que asistía regularmente al Oratorio festivo, murió a la edad de quince años el 29 de marzo de 1851. Gavio y Massaglia eran los dos mejores amigos de Domingo; se hablará de ellos más adelante. 3 Don Bosco aparece totalmente como era en este prefacio: como «historiador» preocupado por la documentación y verdad de los hechos; como «padre» lleno de afecto hacia sus hijos, que pone todo su amor en la redacción de estas páginas; finalmente como «pastor» que invita con realismo a sus lectores a la imitación concreta. 4 La costumbre de entonces era admitir a los niños a la primera comunión a los once años. Hay que estar reconocidos al cura de Morialdo, Don Zueca, por haber tenido en cuenta la instrucción precoz y el hambre eucarística de Domingo al admitirlo a los siete años, abriéndole de esta suerte el camino de la santidad.

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tinuación de una vida que puede servir de modelo a todo fiel cristiano. Algunos años después, habiéndome de su primera comunión, se animaba aún su rostro con la más viva alegría. «¡Ah!, solía decir, fue aquel el día más hermoso y más grande de toda mi vida». Escribió en seguida algunos recuerdos, que conservó cuidadosamente en su devocionario y leía a menudo. Vinieron después a mis manos, y los incluyo aquí con toda la sencillez del original. Eran del tenor siguiente: «Propósitos que yo, Domingo Savio, hice en el año 1849 cuando hice mi primera comunión a los siete años de edad: 1." Me confesaré muy a menudo y recibiré la sagrada comunión siempre que el confesor me lo permita. 2° Quiero santificar los días de fiesta. 3." Mis amigos serán Jesús y María. 4.° Antes morir que pecar»5. Estos recuerdos que repetía a menudo, fueron la norma de todos sus actos hasta el fin de su vida6. Importancia de la primera comunión Si entre los lectores de este libro se hallase alguno que no hubiera recibido aún la primera comunión, yo le rogaría encarecidamente que se propusiera imitar a Domingo Savio. Recomiendo sobre todo a los padres y madres de familia y a cuantos ejercen alguna autoridad sobre la niñez que den la mayor importancia a este acto religioso. Estad persuadidos de que la primera comunión bien hecha pone un sólido fundamento moral para toda la vida. Difícil será encontrar persona alguna que, habiendo cumplido bien tan solemne deber, no haya observado buena y virtuosa vida. Por el contrario, cuéntanse a millares los jóvenes díscolos que llenan de amargura y desolación a sus padres y, si bien se mira, la raíz del mal ha estado en la escasa o ninguna preparación con que han hecho su primera comunión. Mejor es diferirla o no hacerla que hacerla mal 7 . (Ed. Caviglia, 10-12) 5 Esta última fórmula le fue probablemente inspirada, a Domingo por el acto de contrición en uso en la diócesis de Turín: «Quisiera antes verme muerto que haberos ofendido». Pero Domingo le ha dado su sello personal. Su verdadero sentido se ilumina a la luz de la resolución precedente: la fuga absoluta del pecado no es nada más que el absoluto amor personal hacia Cristo y su Madre. 6 A estas resoluciones, sorprendentes por su profundidad y fuerza en un niño de siete años, el mismo Don Bosco les reconoce un valor de programa para toda la vida. De hecho, el 8 de diciembre de 1854, Domingo repetirá las dos últimas en su consagración a María. Y volverá a repetir la tercera, la más íntima y decisiva, en su lecho de muerte. Don Bosco mismo no habría podido inspirar a Domingo propósitos más apropiados. 7 La severidad de esta fórmula final muestra hasta qué punto Don Bosco, cuando habla de los sacramentos y recomienda con insistencia su práctica precoz y frecuente, no cede al laxismo: quiere que se reciban con el mayor cuidado, gracias a la responsabilidad conjunta de los educadores y de los mismos jóvenes.

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30 - A los 12 años y medio. Segundo encuentro decisivo: Don Bosco 8 CAP. VII. ... Era el primer lunes de octubre, muy temprano, cuando vi aproximárseme un niño, acompañado de su padre para hablarme. Su rostro alegre y su porte risueño y respetuoso atrajeron mi atención. —¿Quién eres, le dije y de dónde vienes? —Yo soy, respondió, Domingo Savio, de quien le ha hablado a usted el Sr. Cugliero, mi maestro y vengo de Mondonio. Le llevé entonces aparte, y, puestos a hablar de los estudios hechos y del tenor de vida que hasta entonces había llevado, pronto entramos en plena confianza, él conmigo y yo con él. Presto advertí en aquel jovencito un corazón en todo conforme con el espíritu del Señor, y quedé no poco maravillado al considerar cuanto le había ya enriquecido la divina gracia a pesar de su tierna edad 9 . Después de un buen rato de conversación, y antes de que yo llamara a su padre, me dirigió estas textuales palabras: —Y bien, ¿qué le parece? ¿Me lleva con usted a Turín a estudiar? —Ya veremos: me parece que el paño es bueno. —Y ¿para qué podrá servir el paño? —Para hacer un lindo traje y regalárselo al Señor. —Así pues, yo soy el paño; sea usted el sastre; lléveme, pues, con usted, y hará de mí el traje que desea para el Señor. —Mucho me temo que tu debilidad no te permita continuar los estudios. —No tema usted. El Señor, que hasta ahora me ha dado salud y gracia, me ayudará también en adelante. —Y ¿qué piensas hacer cuando hayas terminado las clases de latinidad? —Si me concediera el Señor tanto favor, desearía ardientemente abrazar el estado eclesiástico. —Está bien; quiero probar si tienes suficiente capacidad para el estudio. Toma este librito (era una entrega de las Lecturas Católicas), estudia hoy esta página y mañana me la traerás aprendida. Dicho esto, déjele en libertad para que fuera a recrearse con los demás muchachos y púseme a hablar con su padre. No 8 El encuentro tuvo lugar, no en Turín, sino en los Becchi, donde cada año, a fines de septiembre, Don Bosco llevaba un cierto número de chicos: reposo, vida familiar, celebración fervorosa del Rosario (cfr MB V, 348-352). Don Bosco tenía entonces treinta y nueve años. Habría que hacer un estudio sobre los encuentros más típicos de Don Bosco con adolescentes: Bartolomé Garelli, Miguel Rúa, Domingo Savio, Miguel Magone... Otras tantas conquistas cordiales y espirituales. ' Don Bosco encuentra, pues, un Domingo que ya tiene su personalidad espiritual. Queda sorprendido del trabajo de la gracia en este chico de doce años y medio... Encuentro de dos santos, la tela y el sastre. Y surge la frase estupenda: «Enseguida entramos en plena confianza, él conmigo y yo con él». Principio necesario y suficiente para un eficaz trabajo educativo.

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habían pasado aún ocho minutos cuando sonriendo, se presenta Domingo y me dice: —Si usted quiere, le doy ahora mismo la lección. Tomé el libro y me quedé sorprendido al ver que no sólo había estudiado al pie de la letra la página que le había señalado, sino que entendía perfectamente el sentido de cuanto en ella se decía. —Muy bien, le dije, te has anticipado en estudiar la lección, y yo me anticipé en darte la contestación. Sí, te llevaré a Turón, y desde luego te cuento ya como a uno de mis hijos; empieza tú también desde ahora a pedirle al Señor que nos ayude a ti y a mí a cumplir su santa voluntad. No sabiendo cómo expresar mejor su alegría y gratitud, me tomó de la mano, me la estrechó y besó varias veces y al fin me dijo: —Espero portarme de tal modo, que jamás tenga que quejarse de mi conducta. (Ed. Caviglia, 18-19) 31 - Tercer encuentro decisivo: María Inmaculada 10 CAP. VIII. ...Nosotros también hacíamos cuanto permitía nuestra condición para celebrar esta solemnidad con decoro y con aprovechamiento espiritual de los jóvenes. Domingo era uno de los que más ardían en deseos de celebrarla santamente. Escribió, pues, nueve florecillas, o bien nueve actos de virtud, con el propósito de practicar uno cada día sacado a suerte. Hizo con grandísimo consuelo de su alma confesión general y comulgó con el mayor recogimiento. En la tarde de aquel 8 de diciembre, terminadas las funck> nes sagradas, fue por consejo de su confesor ante el altar de María, renovó allí las promesas hechas en su primera comunión, y repitió muchas veces estas mismas palabras: —María, os doy mi corazón; haced que sea siempre vuestro. Jesús y María, sed siempre mis amigos; pero, por vuestro amor haced que muera mil veces antes que tenga la desgracia de cometer un solo pecado". 10 Coincidencia providencial: Domingo, ingresado en el Oratorio el 29 de octubre de 1854, comienza un mes más tarde la novena de preparación a la fiesta del 8 de diciembre, siempre celebrada por Don Bosco con un gusto especial, pero señalada este año por un acontecimiento eclesial excepcional: la definición del dogma de la Inmaculada Concepción. Domingo quedará profundamente impresionado. 11 «Con el consejo del confesor... estas precisas palabras...»: Don Bosco ha sido, pues, informado con precisión del propósito de Domingo y también de su formulación. En el pensamiento del adolescente, hay una continuidad del pasado, pero también el paso de un umbral, la entrada en un período nuevo (la confesión general significa precisamente esta voluntad de renovación): los propósitos 3.» y 4." de la primera comunión habían sido tomados por un niño, hoy son tomados de nuevo, de modo mucho más consciente, por un adolescente. Este

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De este modo, tomando a María por sostén de su piedad, su conducta moral apareció tan edificante y adornada de tales actos de virtud, que comencé desde entonces a anotarlos para no olvidarme de ellos12. (Ed. Caviglia, 21) 32 • A los 13 años. «Su gran deliberación: hacerse santo» CAP. X. Dada ya una idea de los estudios de Domingo en la clase de latinidad, hablaremos de la grande resolución que tomó de hacerse santo. Ya hacía seis meses que se hallaba en el Oratorio, cuando se hizo una plática sobre lo fácil que es llegar a ser santo. El predicador se detuvo especialmente en desarrollar tres pensamientos, que causaron profunda impresión en el ánimo de Domingo, a saber: «Es voluntad de Dios que todos seamos santos; es muy fácil conseguirlo; a los santos les está preparado un gran premio en el cielo». Aquella plática fue para Domingo como una chispa que inflamó su corazón en amor de Dios B . Por algunos días no dijo nada, pero estaba menos alegre de lo que solía, de suerte que hubimos de notarlo sus compañeros y yo. Pensando que esto proviniese de una indisposición de salud, le pregunté si sufría algún malestar. —Al contrario, me dijo. Lo que sufro... es un bienestar. —¿Qué quieres decir? —Quiero decir que siento como un deseo y una necesidad de hacerme santo. Nunca me hubiera imaginado yo que uno podía llegar a ser santo con tanta facilidad; pero ahora, que he visto que uno puede bien ser santo estando siempre alegre, quiero absolutamente y tengo absoluta necesidad de ser santo. Dígame, pues, como he de conducirme para dar comienzo a esta empresa. porvenir de fervor es colocado bajo el signo de María Inmaculada, y el pecado del cual quiere ante todo precaverse es del pecado de impureza (cfr cap. XIII; y unas «buenas noches» de Don Bosco el 28 de noviembre de 1876, MB XII, 572). No hay duda de que Domingo hizo una profunda experiencia de vida mariana, a nivel de adolescencia. 12 La realidad, pues, respondió a la intención. La consagración de sí mismo a María abrió a Domingo en verdad un período de generosidad nueva del todo. Don Bosco se da cuenta de ello, se sorprende, y comienza a tomar apuntes. 13 El predicador era Don Bosco. Los pensamientos desarrollados son exactamente suyos (el 1.» está inspirado en 1 Tesal. 4, 14). Preciosa es la fórmula aquí usada: «chispa que inflamó su corazón en amor de Dios», porque ilumina el verdadero sentido de la expresión «hacerse santo». El texto que sigue dirá que Domingo, al principio, se equivocó sobre ciertos modos o expresiones de la santidad, pero no en absoluto sobre su orientación fundamental: amar a Dios con un amor vivo como el fuego, dar todo, y lo más posible, y lo más pronto posible. La psicología de la edad de la adolescencia viene aquí en ayuda de esta sed de absoluto orientada hacia Dios: «Lo quiero absolutamente». Pero ésta también nos añade esta inquietud y el riesgo de replegarse sobre sí mismo, que Don Bosco se dispone a corregir.

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Alabé su propósito, pero le exhorté a que no se turbara, porque en la turbación del ánimo no se conoce la voz del Señor; antes bien, que se requería en primer lugar una constante y moderada alegría; le exhorté a perseverar en el cumplimiento de sus deberes de piedad y estudio y que jamás dejase de tomar parte en la recreación de sus compañeros M . Díjele un día que quería obsequiarle con un regalo que fuese de su agrado, pero que era mi voluntad' que hiciese él mismo la elección. —El regalo que pido, interrumpió prontamente, es que me ayude a ser santo. Quiero darme todo al Señor, al Señor para siempre; siento verdadera necesidad de hacerme santo; y si no me hago santo, no hago nada. Dios quiere que sea santo, y tal ha de ser. En otra ocasión en que el director quería dar una muestra de especial afecto a los jóvenes de la casa, dióles licencia de pedir, por medio de un billete, cualquier cosa que estuviese a su alcance concederles. Ya puede el lector imaginar fácilmente las ridiculas y extravagantes peticiones de unos y otros. Domingo tomando un papel, escribió estas solas palabras: —Pido que salve mi alma y me haga santo. Un día se estaba explicando la etimología de algunas palabras El preguntó: —¿Qué significa Domingo? Le contestaron: —Domingo quiere decir del Señor. —Vea usted, añadió al punto, si tengo razón al decirle que me haga santo; hasta mi nombre dice que yo soy del Señor; luego yo debo y quiero ser santo, y no seré feliz mientras no lo sea15. El deseo ardiente que mostraba de ser santo no provenía de que no llevase ya una vida verdaderamente santa, sino que decía esto porque quería hacer rigurosas penitencias y estar largas horas en oración, lo que el director le tenía prohibido por no poderlo soportar su edad ni su salud y ocupacionesI6. (Ed. Caviglia, 25-26) 14 Trabajo, oración, y todo acompañado de una constante alegría con los compañeros. Este parágrafo incluye los requisitos esenciales de la espiritualidad propuesta por la experiencia de Don Bosco a sus jóvenes. Obedeciendo Domingo llegará a ser, rápida y auténticamente, el santo que quería ser. Nótese con cuidado el camino recorrido hasta aquí: la obediencia (entrega de sí a Don Bosco) y la pureza (entrega de sí a la Virgen) abren al adolescente los caminos del amor verdadero. 15 Fórmula sorprendente en boca de un adolescente de trece años. Tan sorprendente como la anterior: «Si no me hago santo, no hago nada». «Hacerme santo» se convierte en el estímulo para sus esfuerzos durante los dos años que le quedan de vida. Hasta en su nombre lee esta llamada a la santidad y el sentido mismo dé su vida. Se habrán notado las percepciones asociadas: «Dios me quiere santo... Debo, puedo, quiero ser santo». 16 Para Domingo hacerse santo era necesariamente renovar las acciones heroicas de los grandes penitentes o las que podía leer en las biografías de Luis Comollo o de san Luis Gonzaga. Don Bosco volverá en el capítulo XV sobre su

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33 - «Para hacerse santo, preocuparse por ganar almas para Dios» CAP. XI. Lo primero que se le aconsejó para ser santo fue que trabajase en ganar almas para Dios, puesto que no hay cosa más santa en esta vida que cooperar con Dios a la salvación de las almas, por las cuales derramó Jesucristo hasta la última gota de su preciosísima sangre17. Conoció Domingo la importancia de esta práctica, y más de una vez se le oyó decir: —¡Cuan feliz sería si pudiese ganar para Dios a todos mis compañeros! Espíritu

misionero

...Leía con preferencia la vida de aquellos santos que habían trabajado especialmente por la salvación de las almas. Hablaba gustoso de los misioneros que trabajaban en lejanas tierras por la conversión de las almas, y, no pudiendo enviarles socorros materiales, dirigía al Señor abundantes plegarias cada día y al menos una vez a la semana ofrecía por ellos la santa comunión. Mas una vez le oí exclamar: —¡Cuántas almas esperan en Inglaterra nuestros auxilios! Si tuviera fuerzas y virtud, quisiera ir ahora mismo, y con sermones y buen ejemplo convertirlas todas a Dios 18. deseo de sufrir en unión con Cristo crucificado. Pero le prohibe cualquier penitencia aflictiva corporal, juzgándola «no compatible con su edad y salud y con sus ocupaciones». En compensación le señalará un nuevo camino de esfuerzos exactamente adaptado a su situación: el apostolado. 17 He aquí, sin duda alguna, una de las frases más «importantes» de la biografía de Domingo y uno de los principios centrales de la espiritualidad de Don Bosco. Hay que considerar con atención las tres afirmaciones aquí presentes, unidas entre sí: —el apostolado es un camino de santidad, y para un salesiano es el camino principal de santidad; — el apostolado es la cosa más santa de esté mundo: Don Bosco insistirá sin cesar, y bajo formas distintas, sobre este pensamiento; — la razón de las dos afirmaciones precedentes es el misterio mismo de la redención: las almas que «ganar» valen la sangre de Jesucristo que las ha salvado. Don Bosco infunde, pues, a su discípulo algo de su alma apostólica: Domingo se convierte en un salesiano antes de tiempo, vive ya el «Da mihi animas». Durante los dos años últimos de su vida, manifestará un celo extraordinario tanto en el apostolado individual como en el organizado y, sin saberlo, cooperará al nacimiento de la Congregación salesiana. Los Salesianos no podrán nunca olvidar que, en el manantial, en la fuente de su Congregación, Dios ha querido poner no sólo la santidad del fundador, sino la de un adolescente de catorce años. Este abundante capítulo XI presenta cuatro aspectos principales del apostolado de Domingo. Otro capítulo presentará su actividad dentro de la Compañía de la Inmaculada Concepción. penitencias diese ocasión en cierto modo». En efecto en una noche de invierno, no se tapa, pensando en Jesús crucificado, y vino la pulmonía. Don Bosco desaprueba, habla de «desorden» (cap. XXIII), de «imprudencia», de penitencia «inoportuna» (cap. XXVII)... Ciertamente a nadie se le dirá que imite a Francisco en este punto. Pero haber deseado sufrir por amor a Dios hasta morir es un secreto sublime entre Dios mismo y Francisco. 7 Recordamos aquí las palabras de la pequeña Teresa de Lisieux sobre su lecho de muerte, el 31 de julio 1897: «He encontrado la riqueza y la alegría sobre la tierra, pero únicamente en el sufrimiento... Después de mi primera comunión... yo tenía un continuo deseo de sufrir. Sin embargo yo no pensaba en hacer de él una alegría; ésta es una gracia que me fue concedida mucho más tarde» (Derniers entretiens, p. 294). «Yo estoy contenta de sufrir porque Dios lo quiere» (Ibidem, p. 248). Pero ya en el siglo 5.°, san Agustín había pronunciado la célebre sentencia: «Dónde se ama no se sufre; y si se sufre se ama el mismo sufrimiento» (De bono vid, cap. XXI). 8 Comparar la respuesta dada por Miguel Magoné a la misma pregunta (arriba, cap. XIV). La de Besucco denota mayor profundidad. Don CAVIGLIA

Don Bosco: «Y a mí ¿qué me dices? —A usted le pido, prosiguió conmovido, que me ayude a salvar mi alma. Desde hace mucho tiempo ruego al Señor que me haga morir en sus manos; le ruego que me haga esta obra de caridad y me asista hasta el último momento de mi vida» (Cap. XXVIII, p. 77-79). Mientras se preparaba para recibir el viático: «¡Qué hermosa provisión tengo al tener conmigo el Pan de los ángeles para el camino que voy a emprender...! Sí, Jesús es mi amigo y compañero, tengo nada que temer; mejor aún lo puedo esperar todo de su gran misericordia». Don Bosco: «¿Tienes algún encargo que darme para tu párroco? —Mi párroco me ha hecho mucho bien; ha hecho todo lo que ha podido por salvarme; hágale saber que no olvidé sus avisos. No tendré el consuelo de verle en este mundo, pero espero ir al paraíso y rogar a la Santísima Virgen para que le ayude a mantener buenos a todos mis compañeros, y así lo pueda ver un día con todos sus parroquianos en el cielo». Al decir esto la emoción no le dejó hablar. —Y para tu madre ¿tendrías algún recado? —... Dios mío, bendecid a mi madre, dadle ánimos para que soporte con resignación la noticia de mi muerte; haz que yo la pueda ver con toda la familia en el cielo para gozar de vuestra alegría». Antes de administrarle el Oleo sagrado, Don Bosco le preguntó : —¿Tienes algo que te pese en tu conciencia? —¡Ah!, sí, tengo una cosa que me causa mucha pena y me remuerde mucho en la conciencia. —¿Qué cosa es? ¿Deseas decirla en confesión o fuera? —Tengo una cosa en la que siempre he pensado en mi vida; pero nunca hubiese imaginado que me iba a proporcionar tanto disgusto en punto de muerte. —¿Cuál es esa cosa que te causa tanta pena y dolor? —Siento un amargo dolor, porque durante mi vida no he amado bastante al Señor como El se merece 9 . —Tranquilízate a este respecto, porque en este mundo no podremos nunca amar al Señor como El lo merece. Aquí hay que hacer todo lo que se pueda, pero el lugar donde lo amaremos como debemos es el paraíso» (Cap. XXIX, pp. 79-81). explica: «Don Bosco habría podido aquí comentar con las palabras de san Pablo:9 'Mihi vivere Christus est, et morí lucrum' (FU 1, 21)» (Studio, p. 228). Este breve diálogo es la cumbre de la biografía de Francisco, porque es la cumbre de su vida espiritual. Y la frase acerca de «su amargo dolor» es la suprema palabra reveladora de su santidad. Toda su vida se ilumina con esta luz (la «cosa en la que siempre he pensado»): Dios ama tanto a los niños y a los adolescentes que su Espíritu puede inspirar ya a algunos buscar, por todos los medios, amarlo a cambio como El merece. Y la respuesta con la que Don Bosco trató de serenarle es también una de las frases más reveladoras de su secreto interior. La santidad del hijo provoca asimismo la del padre.

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54 - «Padre, yo quiero que también aquellos que me diste estén donde yo estoy, para que contemplen mi gloria» (Jn 17, 24) CAP. XXXI. Un hecho maravilloso. Su preciosa muerte10. ..A eso de las diez y media, parecía que no pudiese vivir más que unos pocos minutos; en esto trató de sacar sus manos intentando levantarlas a lo alto. Yo le tomé las manos y se las junté para que de nuevo las apoyase en el lecho. El las separó y las elevó de nuevo con aire sonriente y teniendo los ojos fijos como quien mira algo que le produce gran consuelo. Yo, pensando que quizás quisiese el crucifijo, se lo puse en las manos; pero él lo tomó, lo besó y lo dejó sobre la cama, levantando enseguida con ímpetu de alegría en alto las manos. En aquel momento su rostro aparecía sano y rubicundo mucho más que cuando estaba sano del todo. Parecía que le inundase el rostro una belleza, un esplendor tal que hizo palidecer todas las luces de la enfermería. Su cara despedía una luz tan viva como el sol a mediodía. Todos los presentes, que eran unos diez, quedaron no sólo asustados, sino estupefactos, atónitos, y en profundo silencio fijaban sus ojos en el rostro de Francisco, que despedía una claridad que acercándose a la luz eléctrica todos se veían obligados a bajar la vista. Pero creció en todos el estupor cuando el enfermo, elevando un poco la cabeza y alargando las manos cuanto podía, como quien estrecha las manos a una persona amada, comenzó a cantar con voz alegre y sonora...11. Continuó su canto, pero sus palabras quedaban truncadas y mutiladas, como si respondiese a amorosas preguntas. Yo sólo pude recoger éstas: «Rey del Ciel... Tan bel... Soy pobre pecador... A vos os doy mi cor... Dadme vuestro amor... Mi querido y buen Señor...». Después se dejó caer normalmente en el lecho. Cesó la luz maravillosa, su rostro se volvió como antes; reaparecieron las otras luces y el enfermo no daba señales de vida. Pero dándose cuenta que ya no se rezaba ni se le sugerían jaculatorias, pronto se volvió hacia mí diciéndome: «¡Ayúdeme, recemos. Jesús, José y María, asistidme en esta agonía. Jesús, José y María, con vos descanse en paz el alma mía!». Yo le recomendaba que callase, pero él sin hacer caso con-

tinuó: «Jesús en mi mente, Jesús en mi boca, Jesús en mi corazón; Jesús y María os doy el alma mía». (...) A las once y cuarto, Francisco mirándome se esforzó en componer una sonrisa en forma de saludo, luego alzó sus ojos al cielo indicando que él se iba. Pocos instantes después su alma dejaba el cuerpo y volaba gloriosa, como fundadamente esperamos, a gozar de la gloria celestial en compañía de los que con la inocencia de la vida sirvieron a Dios en este mundo y ahora gozan de El y lo bendicen en la eternidad. (Ed. Caviglia, 84-85)

10 Don Bosco mismo tuvo una muerte humildísima (lo veremos al final de esta antología). Pero es un hecho que muchos de sus jóvenes tuvieron una muerte estupendamente hermosa, y más de una vez acompañada de gracias particulares: Fascio, Gavio, Massaglia, Domingo Savio, Magone, Saccardi, Provera... ¿Es un privilegio de adolescentes y de jóvenes arrebatados por el impulso de su amor generoso? Referimos aquí la muerte «luminosa» y «gozosa» de Francisco tal como Don Bosco, testigo con otros nueve, precisa él, la contó en el capítulo XXXI. Recordemos sólo que Teresa de Lisieux, antes exhalar el último suspiro, recobró su mejor cara, y «con los ojos brillantes de paz y de gozo» tuvo un éxtasis que duró lo que un Credo (cfr Derniers entretiens, p. 384). 11 En este punto, Don Bosco refiere las estrofas de tres cantos que Francisco cantó, el primero de alabanza a María, los otros dos de súplica al Señor Jesús. Después, el canto continuó con trozos entrecortados. ¡Estupendo cántico! Francisco entra en el gozo de su Maestro cantando.

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ni CARTAS A JÓVENES



En los escritos precedentes, Don Bosco se dirigía a todos los jóvenes, tomados en general, para presentarles el ideal de santidad juvenil sea en la forma genérica del «Joven Instruido», sea en la forma concreta de las tres biografías. Pero estas mismas biografías testimonian hasta qué punto su intervención de educador y de padre espiritual estaba individualizada. Hay en esto precisamente uno de los aspectos más sorprendentes de su acción, y quizás su mayor milagro: ser bastante despegado de sí y bastante celoso, entre la multitud de sus adolescentes, para encontrar el modo, la ocasión y el tiempo de mirar y tratar a cada uno como un ser único, redimido por Cristo, que tiene su vocación particular, al que es menester ayudar en el descubrimiento de su personalidad y del secreto designio de Dios sobre él. Hemos tenido la prueba tangible de esta actitud en las cartas que escribió a numerosos muchachos, todavía adolescentes, o jóvenes en la edad en que cada uno ha de elegir su propio porvenir. Le escribían con confianza, para pedirle consejo, o sólo para manifestarle su afecto; y él respondía siempre. Estos interlocutores se encuadran fácilmente en dos categorías: unos eran sus hijos, estuviesen en Valdocco o en cualquiera otra de sus casas; los otros pertenecían a alguna familia noble entre las que reclutaba él sus bienhechores. Todos eran a sus ojos hijos de Dios a los que había que guiar por el camino de la vida temporal y eterna. Pero acontecía también, especialmente en los períodos de fiestas (año nuevo, su onomástico...), cuando la abundancia de las ocupaciones le impedía responder a la gran cantidad de cartas recibidas, que escribía una respuesta colectiva a los chicos de una casa, a los estudiantes, a los aprendices, a los alumnos de una clase... Pero también entonces, siéndole bien conocido el contexto, respondía de forma circunstanciada y concreta. Volveremos aquí a encontrar la doctrina substanciosa del santo educador. Pero lo que más se transparenta es su santidad vivida. La maravilla de estas cartas está en el hecho que nos presentan a un Don Bosco en acto de caridad, de una caridad 137

aureolada por las virtudes más típicamente sálesianas: la «amorevolezza», la confianza, la alegría que siempre impele hacia adelante, el estímulo al esfuerzo, la mirada en Dios y su santo servicio... Todo esto, con un estilo vivo, rápido, enérgico. Presentamos en orden cronológico las cartas individuales, luego las colectivas, usando los cuatro volúmenes del Epistolario, y más de una vez las notas puestas por él editor Don Eugenio Ceria (cfr Introducción, p. 22). 55 - «¿Recuerdas el pacto que hicimos entre nosotros?» A un alumno de 3." (gimnasio), hijo del abogado Roggeri di Sanfront (Epist. I, 138). Querido Pepito, Has hecho muy bien en escribirme y me gustó mucho. Cuando el altarcito esté arreglado del todo, iré. a hacer un sermoncito, como prometí, y entonces continuaremos hablando de nuestra amistad y de nuestros particulares negocios. ¿Recuerdas el pacto que hicimos y concluimos entre nosotros? Ser amigos, y unirnos juntos para amar a Dios con un sólo corazón y una sola alma. El gusto que me dices probar en divertirte con las cosas sagradas es bueno, y quiere decir que Dios te ama y que tú también debes poner mucho cuidado en amarle. Además quiere decir otra cosa 1 que me guardo para decírtela a ti solo cuando vengas a Turín. Me darás mucho gusto si saludas a tu papá y a tu mamá, y si quieres ser mi amigo ve a rezar una Salve a la Sma. Virgen por mí, que de todo corazón me profeso. Afmo. amigo Sae. JUAN BOSCO

El Señor te conserve siempre en el camino de la virtud; ruega por mí y créeme todo tuyo. Sac. JUAN Bosco

Turín, 29 de enero de 1860. 57 - Consejos a un alumno del Oratorio de vacaciones Desdé la casa dé Ejercicios de San Ignacio, Don Bosco responde a una carta de un alumno del Oratorio, Esteban Rossetti, de Montafia, que más tarde llegará a ser rector del seminario de Asti (Epist. I, 194). Amadísimo hijo, La carta que me has escrito me ha causado verdadero placer. En ella demuestras que has comprendido cuál es mi ánimo hacia ti. Sí, querido, te amo de todo corazón, y mi amor tiende a hacer cuanto puedo para hacerte progresar en el estudio, en la piedad y guiarte por el camino del cielo. Recuerda los muchos avisos que te di en diversas ocasiones; está alegre, pero que tu alegría sea de verdad, como la de una conciencia limpia de pecado. Estudia para que te hagas muy rico, pero rico de virtud, y la mayor riqueza es el santo temor de Dios. Huye de los malos, sé amigo de los buenos; ponte en las manos de tu señor Arcipreste, sigue sus consejos y todo irá bien. Saluda a tus padres de mi parte; ruega al Señor por mí, y mientras Dios te tenga lejos de mí, le ruego que te conserve siempre suyo hasta que vuelvas de nuevo con nosotros; mientras tanto me profeso con paternal afecto. Afmo. Sac. JUAN BOSCO

S. Ignacio de Lanzo, 25 de julio de 1860.

Turín, 8 de octubre de 56. 58 - El marquesita se prepara para su primera comunión 56 - «Anímate. Hazte rico... de la verdadera riqueza» A Octavio Pavía, joven de Chieri, aprendiz en una sastrería (Epist. I, 183-184). Querido Pavía, He recibido tu carta y te agradezco el buen recuerdo que guardas de nosotros. Anímate; hazte rico; pero recuerda que la primera y la sola riqueza verdadera es el santo temor de Dios. No descuides tus deberes, ten confianza en tus amos, ámalos y respétalos. Trabajamos para el paraíso. 1

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Sin duda, la vocación.

Aquí se cita una de las muy numerosas cartas enviadas por Don Bosco a algún miembro de la familia De Maistre, familia de viva fe y entre las más generosas para con él. Durante su primer viaje a Roma, en 1858, había sido hospedado por el conde Rodolfo, primogénito del célebre autor de El Papa, Las tardes de San Petersburgo, José de Maistre. Luego estuvo en contacto con su numerosa familia: cinco hijos, entre ellos Manuel y Eugenio, y seis hijas entre ellas María, esposa del marqués turinés Fassati, y madre de dos hijos a los que Don Bosco se complacía en escribir: Azelia (que se casará con el barón Carlos Ricci des Ferres) y Manuel. A este último, un niño de unos diez años, va dirigida la carta presente. Está pasando el verano en Montemagno, lugar de veraneo de la familia Fassati, con un sobrino, el joven conde Estanislao Medolago de Bérgamo, futuro sociólogo católico. La palabra francesa maman (mamá) era usada por las familias nobles piamontesas (Epist. I, 209). 139

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Querido Manuel, Mientras tú disfrutas del campo con el buen Estanislao yo vengo en compañía de maman a hacerte u n a visita con esta cartita que estoy obligado a escribirte. Mi objeto es proponerte un bonito plan; escucha, pues: la edad y los estudios que haces parecen suficientes p a r a que seas admitido a hacer la primera comunión. Por tanto yo querría que la primera Pascua fuese p a r a ti aquel gran día de tu santa primera comunión. ¿Qué dices, querido Manuel? Prueba a hablar con tus padres, a ver qué dicen. Pero yo querría desde ahora que comenzases a prepararte y por eso mismo que fueras ejemplar particularmente en practicar: 1.° Obediencia exacta a tus padres y demás superiores tuyos sin resistirte nunca a ningún mandato. 2° Puntualidad en el cumplimiento de tus deberes, en especial de los escolares, sin que nunca tenga que reñirte p a r a que los cumplas. 3." Apreciar mucho las cosas de devoción. Por eso haz bien la señal de la cruz, reza de rodillas bien compuesto, asiste con ejemplaridad a las cosas de iglesia. Me gustaría mucho que me dieses una respuesta a las cosas que te propongo. Te ruego que saludes a Azelia y a Estanislao de mi parte. Estad todos alegres en el Señor. Que Dios os bendiga a todos; rogad por mí; tú, especialmente, querido Manuel, hazme honor con tu buena conducta y créeme siempre tuyo Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 8 de septiembre de 1861.

59 - «A la marquesita: "Que seas el consuelo de papá y mamá"» Con frecuencia la marquesita Azelia escribía a Don Bosco en nombre de su madre, la marquesa María Fassati, y Don Bosco respetaba esta gentil mediación. La marquesa estaba preparando una fiesta en Montemagno en honor del Corazón de María para el 8 de septiembre. Iba a ser precedido por un triduo predicado a triodo de Ejercicios Espirituales. Recién llegado de Lanzo, Don Bosco informa que ha encontrado el compañero predicador. Con Manuel empleaba el tu. Con Azelia, aunque era muy joven, no se lo permite (Epist. I, 232). Dilectísima en Jesús y María, Me he entendido con el can. Galletti p a r a ir a Montemagno a predicar en honor de María Sma. Sólo tenemos necesidad de saber: 1.° Cuándo comenzará el triduo y cuántos sermones. 2.° Si es costumbre predicar en piamontés o en italiano. Le agradezco mucho las hermosas noticias que me da; siento 140

no poder escribir largo. Le recomiendo que sea el consuelo de papá y de mamá, y el modelo de Manuel con su conducta verdaderamente cristiana. El enemigo de las almas querrá también probarla; no tema, sea obediente, espere en Jesús sacramentado y en María Inmaculada. Que la bendición de Dios descienda sobre usted, sobre p a p á y m a m á y sobre mi amigóte Manuel. Rueguen también por mí que me profeso de todos Obligadísimo servidor Sac. JUAN Bosco

Turín, 15 de agosto de 1862.

60 - «Los demás están inquietos. Yo tengo confianza en ti» La expulsión de los jesuítas y de otros religiosos maestros había determinado la clausura de los colegios piamonteses para nobles, de ahí que las familias aristocráticas mandaban a sus hijos a estudiar en un ambiente cristiano a la cercana Francia. De esta suerte el marquesito Fassati fue enviado con los jesuítas de Mongré, cerca de Lión, el 1.° de octubre de 1863. (cfr Epist. I, 282). Don Bosco no dejó de seguirle con sus afectuosos alientos (Epist. I, 398). Querido Manuel, En tu apreciada carta, que tuviste el gusto de mandarme, me pedías que rogase a la Sma. Virgen para que te concediese buena voluntad y energía p a r a estudiar. Lo he hecho con mucho gusto durante todo el mes de María. No sé si he sido escuchado. Me gustaría muchos saberlo; si bien tengo motivos para creer que sí. Papá, m a m á y Azelia están bien; con frecuencia los veo a las cinco y media de la tarde y nuestra conversación en gran parte gira siempre sobre ti. Los demás están siempre inquietos por temor de que no sigas adelante en el estudio y así se les añada una nueva desazón a las muchas que, tú sabes, ya han tenido ellos este año. Yo les consuelo siempre, apoyado en el ingenio, buena voluntad y promesas de Manuel. ¿Me equivoco? Creo que no. Dos meses todavía y luego qué hermosa fiesta si tus exámenes salen bien. Por tanto, querido Manuel, yo seguiré encomendándote al Señor. Tú haz un esfuerzo: trabajo, diligencia, sumisión, obediencia, todo hay que poner en juego para que los exámenes salgan bien. Dios te bendiga, querido Manuel; que seas siempre el consuelo de tus papas por tu buena conducta: ruega también p o r mí que de todo corazón me profeso. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 1." de junio de 1866. Añadimos este trozo, conclusión de una carta a Manuel, ya grandecito, del 14 de septiembre de 1868 (Epist. I, 574). 141

Querido Manuel, Estás pasando la edad más peligrosa, pero la más bella de la vidál Anímate: el más pequeño sacrificio realizado en la juventud produce un tesoro de gloria en el cielo.

cosas para que vayan bien para el tiempo y para la eternidad., Alegría> oración santa comunión, son nuestros apoyos. Dios te bendiga y ruega por mí que soy tuyo en J.C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 20 de julio de 1873. 61 - Desde Roma, no olvida a Bernardo, el zapatero Dos cartitas mandadas por Don Bosco cuando se hallaba en Roma con ocasión del Concilio Vaticano I. Encontraba tiempo para responder también a sus artesanos de Turín. Bernardo Musso, zapatero, fue después coadjutor salesiano y jefe de taller en Buenos Aires. Las dos cartas carecen de fecha, pero fueron enviadas con otras en febrero de 1870 (Epist. II, 78-79).

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Querido Anzini, Está tranquilo; en los ejercicios espirituales arreglaremos todo. Procura sólo hacerte bueno como san Luis; en lo demás pensaré yo. Dios te bendiga. Créeme Afmo. en J. C. Sac. JUAN Bosco

Turín, 22 de agosto de 1873. Mi querido Musso, He recibido tu carta y comprendo lo que íne quieres decir. Estáte tranquilo. Pensaré en ti, pero tú piensa en ser ejemplar en el cumplimiento de tus deberes, especialmente en impedir las malas conversaciones entre tus compañeros. Dios hará el restó. Saluda a tu jefe y a tus compañeros; pronto estaré con vosotros. Rezad por mí que me profeso de corazón vuestro. Afmo. en Jesucristo Sac. JUAN BOSCO

Mi querido Bernardo Musso, Tengo en estos momento mucha necesidad de que me ayudes con tus oraciones y las de tus compañeros. Búscame dos o tres entre tus amigos que deseen ayudarme y llévalos todos los días ante el altar de Jesús sacramentado para encomendarle mis necesidades. Cuando vuelva a Turín, me presentarás a los que han ido contigo en esas visitas y le daré a cada uno un bonito recuerdo. Tu afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

62 - «Estáte tranquilo. Hazte bueno. En lo demás yo pensaré» Otras dos cartitas, esta vez a un alumno del Oratorio, estudiante en él colegio de Lanzo. Agustín Anzini venia del cantón Ticino. Deseoso de llegar a ser salesiano, pero vacilante por razones de salud, había confiado a Don Bosco sus incertidumbres. Los dos billetes fueron escritos con un mes de intervalo (Epist. II, 293 y 1104). Querido Anzini, : Estáte tranquilo. Cuando volvamos a hablar arreglaremos las Í42

63 - «Paquito, Don Bosco quiere hacerte de padre» Francisco Bonmartini era hijo único de la condesa BonmartiniMainardi de Padua, viuda muy piadosa, fervorosa cooperadora e hija espiritual de Don Bosco. Tenemos diecisiete cartas dirigidas por Don Bosco a la condesa, dos al hijo, y ocho a su virtuoso profesor Don Tulio de Agostini (MB XV, 667-669). Francisco cursa la quinta gimnasial en el seminario de Padua, cuando la madre enfermó gravemente. «Paquito» era muy querido por Don Bosco (Epist. TV, 350). Mi querido Paquito, Me escribes que las noticias sobre Mamá son graves. Lo siento. Todos nuestros huerfanitos, en todas nuestras iglesias se ruega incesantemente por ella. Suceda lo que suceda tú sabes que Don Bosco te ha prometido a ti, a tu mamá y a Don Tulio que quiere ser para ti un; padre en especial para el alma. En cualquier caso no estamos lejos. Si Mamá se encuentra en estado de comprender, dile que hablaremos de nuestras cosas en la eternidad feliz. Para ti y para Don Tulio el cuarto ya está preparado. María sea en todo nuestra guía para el Paraíso. Afmo. amigo Sac. JUAN Bosco

Turín, 15 de diciembre de 1885.

Reproducimos ahora diversas cartas enviadas colectivamente a los jóvenes del Oratorio o de otras casas. Se leían y comentaban en las «buenas noches» y hacían gran impresión en los destinatarios. Don Bosco, por una parte, abría su corazón afectuosísimo, por otra, daba consejos y avisos, sirviéndose más de 143

una vez de su don carismático de ver de lejos y de conocer el estado de las almas. Llama la atención el hecho que, con frecuencia, se ha preocupado por escribir largas cartas.

65 - «María, sé para nuestros estudiantes el asiento de la verdadera sabiduría»

64 - «Hijos, sois mi delicia y mi consuelo»

Acercándose el tiempo de abrir la primera casa fuera de Turín, el colegio de Mirabeüo, Don Bosco acudió en piadosa peregrinación al célebre santuario de Oropa en los montes de Biella para encomendar a la Virgen aquella fundación. Y como muchos estudiantes del Oratorio no habían ido de vacaciones después del reparto de premios, les escribió desde allí arriba esta carta (Epist. I, 277).

Esta carta fue enviada a los chicos del Oratorio desde San Ignacio de Lanzo a donde Don Bosco, como de costumbre, había ido a los ejercicios espirituales. Don AÍasonatti era entonces él Prefecto del Oratorio (Epist. I, 207). Queridos jóvenes e hijos, La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con vosotros. Hace pocos días que vivo separado de vosotros y me parece que ya han pasado varios meses. Sois en verdad mi delicia y mi consuelo y me faltan ambas cosas cuando estoy lejos de vosotros. Don AÍasonatti me ha comunicado que habéis rezado por mí y os lo agradezco; yo también todas las mañanas en la santa misa he encomendado vuestras almas al Señor. Pero os de decir que la mayor parte del tiempo me la he pasado con vosotros, observando en particular y en general lo que vais haciendo y pensando. De las cosas en particular, que por desgracia las hay graves, hablaré luego a cada uno, según la necesidad, en cuanto vuelva. En lo referente a las cosas en general estoy bastante contento y tenéis muchos motivos para estarlo también vosotros. No obstante hay una cosa de mucha importancia que hay que remediar, y es la manera demasiado apresurada con que rezáis las oraciones en común. Si queréis hacer una cosa gratísima para mí y al mismo tiempo agradable para el Señor y útil para vuestras almas, tratad de regularos en el rezar, separando las palabras y pronunciando completas las consonantes y las sílabas que componen las palabras. He aquí, queridos jóvenes, lo que os propongo y que ardientemente deseo ver remediado a mi regreso a casa. De aquí a tres días estaré otra vez con vosotros y con la ayuda del Señor espero poder contaros muchas cosas que he visto, leído u oído. Dios os conceda a todos salud y gracia y nos ayude a formar un corazón solo y una sola alma para amar y servir así a Dios todos los días de nuestra vida y así sea. Afmo. amigo en Jesucristo Sac. JUAN Bosco

San Ignacio, 23 de julio de 1861. P.S. Quisiera escribir también una carta a Don Turchi, a Rigamonti, a Perucatti Plácido, a Bagnasacco, a Stassano y a Cuniolo; pero no tengo tiempo. Hablaremos luego. 144

Queridísimos hijos estudiantes, Si os encontrarais sobre este monte ciertamente os conmoveríais. Un gran edificio y en el centro del cual hay una devota iglesia, que forma lo que comúnmente se denomina Santuario de Oropa. Aquí hay un continuo ir y venir de gente. Unos agradecen a la Virgen gracias que les ha concedido, otros piden ser liberados de un mal espiritual o temporal, hay quien reza a la Virgen que le ayude a perseverar en el bien, quien para que le conceda una buena muerte. Jóvenes y viejos, ricos y pobres, campesinos y señores, caballeros, condes, marqueses, artesanos, mercaderes, hombres, mujeres, pastores, estudiantes de todas clases se ve continuamente en gran número acercarse a los santos sacramentos de la confesión y comunión y acudir luego a los pies de una estupenda estatua de María Santísima para implorar de ella su celestial auxilio. Pero en medio de tanta gente mi corazón probaba un verdadero disgusto. ¿Por qué? Porque no veía a mis queridos estudiantes. Ah, sí ¿por qué no puedo tener aquí a todos mis hijos, para llevar los a los pies de María, ofrecérseles, ponerlos bajo su celeste protección, hacerlos a todos otros Domingo Savio, otros tantos san Luis? Para hallar un consuelo a mi corazón he ido ante su prodigioso altar y le he prometido que, apenas llegue a Turín, he de hacer cuanto pueda para meter en vuestros corazones la devoción a María, y al encomendaros a Ella le he pedido estas gracias especiales para vosotros. María, le dije, bendecid toda nuestra casa, alejad del corazón de nuestros jóvenes hasta la sombra del pecado; sed la guía de nuestros estudiantes, sed para ellos el verdadero asiento de la sabiduría. Que sean todos vuestros, siempre vuestros, tenedlos a todos como a hijos vuestros y conservadlos entre vuestros devotos. Creo que la santa Virgen me habrá escuchado y espero que vosotros me ayudaréis para que podamos corresponder a la voz de María, a la gracia del Señor. Que la Virgen María me bendiga, bendiga a todos los sacerdotes y clérigos y a cuantos trabajan en favor de vuestra casa, que os bendiga a todos vosotros. Ella desde el cielo nos ayude y nosotros nos esforzaremos cuanto podamos para merecernos su santa protección en vida y en muerte. Así sea. Afmo. en Jesucristo Sac. JUAN Bosco

Santuario de Oropa, 6 de agosto de 1863. 145

66 - Don Bosco comenta san Pablo a sus artesanos Desde fines del 1873, Don Bosco se hallaba en Roma en tos últimos trámites en vista de la aprobación de las Constituciones. Quiso escribir en particular a los artesanos del Oratorio y a Don Lazzero su catequista. Esta carta es uno de los documentos en que Don Bosco se manifesta con más claridad «salvador» de las almas, «todas redimidas por la sangre preciosa de Jesucristo». En la Compañía de San José se agrupaban los artesanos deseosos de madurez espiritual (Epist. II, 339-340). Querido Don Lazzero'y "mis queridos artesanos, Si bien he escrito una carta para todos mis hijos queridos del Oratorio, no obstante siendo los artesanos como la pupila de mis ojos y además habiendo pedido para ellos una bendición especial al Santo Padre, creo haceros un placer satisfaciendo a mi corazón con una carta. No hace falta que os diga que os profeso un gran afecto, pues os he dado claras pruebas de ello. Que además vosotros me queráis a mí, no hace falta que lo digáis, porque me lo habéis demostrado continuamente. Pero éste nuestro recíproco afecto ¿sobre qué se funda? ¿sobre el bolsillo? No sobre el mío, porque me lo gasto en vosotros; no sobre el vuestro, porque, no os ofendáis, no lo tenéis. Por tanto mi afecto se funda en el deseo que tengo de salvar vuestras almas, que fueron todas redimidas por la sangre preciosa de Jesucristo, y vosotros me queréis, porque trato de llevaros por el camino de la salvación eterna. Por tanto el bien de nuestras almas es el fundamento de nuestro afecto. Pero, queridos hijos míos, ¿tiene cada uno de nosotros verdaderamente una conducta que tienda a salvar el alma o más bien a perderla? Si nuestro divino Salvador nos llamase en este momento a su tribunal para ser juzgados ¿nos hallaría a todos preparados? Propósitos hechos y no mantenidos, escándalos dados y no reparados, conversaciones que enseñan el mal a otros, son cosas en torno de las cuales hemos de temer ser reprochados. Mientras Jesucristo podría con razón hacernos estos reproches, estoy persuadido que no pocos se presentarían con la conciencia limpia y con las cuentas del alma bien arregladas y éste es mi consuelo. De todos modos, mis queridos amigos, animaos; yo no cesaré de rogar por vosotros, de trabajar por vosotros, de pensar en vosotros y vosotros ayudadme con vuestra buena voluntad. Practicad la palabra de san Pablo que aquí os traduzco: «Exhorta a los jovencitos que sean sobrios y no olviden jamás que está establecido que todos mueran y que después de la muerte nos tendremos que presentar todos ante el tribunal de nuestro Señor Jesucristo. Quien no padece en la tierra con El no puede ser coronado con El en el cielo. Huid del pecado como 146

de vuestro peor enemigo, y huid de la fuente de los pecados, esto es de las malas conversaciones que son la ruina de las buenas costumbres. Daos buen ejemplo los unos a los otros en obras y palabras, etc.» Don Lazzero os dirá el resto. Entre tanto, queridos míos, me encomiendo a vuestra caridad, que recéis por mí de modo particular, y los de la Compañía de San José, que son los más fervorosos, que hagan una comunión por mí. La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con vosotros y nos ayude a perseverar en el bien hasta la muerte. Amén. Vuestro armo, amigo Sac. JUAN BOSCO

Roma, 20-74.

67 - Augurios de Año nuevo «a los amados hijos de Mirabello: dadme vuestro corazón» Además del Oratorio, las casas que tuvieron el privilegio de recibir cartas «íntimas» de Don Bosco fueron el pequeño seminario de Mirabello (diócesis de Cásale), abierto el 2 de octubre de 1863 con un director de veintiséis años, Don Miguel Rúa, y el colegio de Lanzo, abierto en octubre del 1864 bajo la dirección de Don Ruffino, que murió muy pronto y fue sustituido por Don Lemoyne. Estas dos casas fueron como un campo experimental para todas las demás y un vivero de vocaciones sacerdotales y sálesianas. Don Bosco tuvo con ellas cuidados del todo especiales. Quince meses después de la apertura de Mirabello, ya había hecho varias visitas. Al terminar el año escribió esta carta de augurios desbordante de afecto paterno (Epist. I, 331-332). Mis queridos hijos de Mirabello, La bondad y las señales de filial afecto que me disteis, cuando tuve el gran placer de visitaros, las cartas, los saludos que bastantes de vosotros me enviaron, y que conservaré como grato recuerdo, me estimulaban a volver cuanto antes a entretenerme con vosotros, queridos y amados hijos míos. No he podido hasta ahora apagar este deseo, pero lo satisfaceré dentro de poco. Mientras tanto para satisfacer de alguna manera los afectos de mi corazón creo oportuno escribiros una carta, que será el correo de mi venida a esa. Pero ¿qué vale una carta para expresaros las muchas cosas que quisiera deciros? Reduciré las cosas a grandes capítulos. Os diré, pues, que Os agradezco las señales de afecto que me habéis dado, y de la confianza que tuvisteis conmigo él grato día que pasé con vosotros en Mirabello. Aquellos gritos, aquellos vivas, aquel besar y estrechar mi mano, aquella sonrisa cordial, aquel hablarnos del alma, aquel animarnos mutuamente 147

al bien son cosas que embalsamaron mi corazón y casi no puedo pensar en ello, sin sentirme conmovido hasta las lágrimas. Por eso voy, con mi pensamiento, entre vosotros y gozo al ver el bonito número que con frecuencia se acerca a la sagrada comunión; pero si no les quisiera demasiado bien quisiera hacerles u n a solemne amonestación a Prot Maggiore, a Persigotti, a Cigerza... se me escaparon estos nombres, no quiero decir nada más. Os diré también que sois la pupila de mis ojos y que cada día os recuerdo en la santa misa, pido a Dios que os conserve en salud, en su gracia, os haga avanzar en la ciencia, que podáis ser el consuelo de vuestros padres, y la delicia de Don Bosco que os a m a tanto. ¿Qué os dará Don Bosco como aguinaldo? Tres cosas muy importantes: un aviso, un consejo y un medio. Un aviso: Huid de todo pecado de inmodestia; las obras, pensamientos, miradas, deseos, palabras, conversaciones opuestas al sexto mandamiento que ni siquiera sean, como dice san Pablo, nombradas entre vosotros. Un consejo: Guardad con el mayor cuidado la bella, la sublime, la reina de las virtudes, la santa virtud de la pureza. Un medio: medio muy eficaz p a r a aterrar, vencer con seguridad al enemigo y asegurar la conservación de esta virtud, es la comunión frecuente, hecha con las debidas disposiciones. Aquí quisiera deciros más cosas que no convienen en una carta; le encargo a Don Rúa que me haga el placer de haceros no menos de tres instrucciones breves o consideraciones sobre cada uno de los asuntos expuestos. Finalmente os diré, mis queridos hijos, que os profeso un afecto muy grande, que deseo muchos veros y que eso será dentro de poco. Quiero que todos vosotros me deis vuestro corazón, para que cada día pueda ofrecérselo a Jesús en el SS. Sacramento mientras digo la santa misa; voy a veros con gran deseo de hablar a cada uno de las cosas del alma y a cada uno le diré tres cosas: una acerca del pasado, otra sobre el presente y la tercera sobre el porvenir. La Santa Virgen nos conserve a todos suyos y siempre suyos, y la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros. Así sea. ¡Vivan mis queridos hijos de Mirabello! Afmo. en Jesucristo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 30 de diciembre de 1864. P.S. Aguante, paciencia y perseverancia auguro al Director, prefecto, maestros, asistentes, sirvientes, al caro papá Provera, y a toda su familia, a Mamá Rúa, y a mi pequeño amigo Meliga, a Chiastellardo, al caro Ossella que me escribe una hermosa carta, etc. 148

68 - «Voy a vosotros c o m o padre, amigo y hermano» La carta carece de fecha. El contexto la sitúa al comienzo de julio de 1867 (Don Bosco fue a Mirabello el martes 9). También esta vez iba incluida una nota, esto es una lista de nombres de jóvenes que tenían necesidad de ser llamados por el director (Epist. 1,482-483). A mis queridos hijos de Mirabello, He tardado en haceros la visita que os había prometido, pero lo que siento es no haber podido ir tampoco a la fiesta de san Luis. Trato ahora de compensar el retraso con una estancia más prolongada entre vosotros. El martes p o r la tarde, si Dios quiere, ya entrada la noche, estaré en Mirabello. Pero ¿por qué os prevengo? ¿No es bastante obrar como de costumbre? No, amigos míos, no basta. Tengo necesidad de hablaros en público para contaros algunas cosas, que sé os gustarán; de hablaros en privado de cosas nada agradables, pero que es necesario que sepáis; de hablaros un poquito al oído para romper los cuernos al diablo que querría ser maestro y amo de alguno de vosotros. Aquí pongo una nota, que en una visita hecha hace poco he podido hacer de alguno de vosotros, que tienen necesidad de ser prevenidos especialmente; y ruego a vuestro Sr. Director que se lo diga de mi parte, que siento grave necesidad de hablar a sus almas, a su corazón, a su conciencia; pero ésta mi necesidad es únicamente para hacer el bien a sus almas. Por lo demás os digo que en las frecuentes visitas que os hago, he visto cosas que me producen muy grande consuelo, especialmente los que frecuentan la santa comunión y cumplen ejemplarmente sus deberes. He notado también las pequeñas negligencias de algunos, pero de esto no hago gran caso. Que todo esto no os apene en absoluto. Yo voy a vosotros como un padre, amigo y hermano; ponedme sólo un ratito vuestro corazón en mis manos y luego estaréis contentos. Contentos vosotros por la paz y por la gracia del Señor, con que ciertamente se enriquecerán vuestras almas; y contento yo que tendrá la gran alegría de veros a todos vosotros en amistad con Dios Creador. Pero esto es todo para el alma. ¿Y para el cuerpo no habrá nada? Ciertamente que cuando hayamos dado al alma cuanto necesita, no dejaremos el cuerpo en ayunas. Desde ahora le ruego al Sr. Prefecto que dé las órdenes oportunas para que pasemos un día agradable y si el tiempo lo permite de dar todos juntos un buen paseo. La gracia de N. S. J. C. esté siempre con vosotros; y que la Sma. Virgen os haga ricos a todos con la verdadera riqueza, que es el santo temor de Dios. Amén. Rogad por mí que me profeso de corazón Afmo. en Jesucristo Sac. JUAN BOSCO

P.S. Saludos especiales a los sacerdotes, a los maestros, asistentes y a la familia Provera, en especial al caro papá. 149

69 - «Aplausos prolongados a todos mis queridos hijos de Lanzo» No menor era el afecto mutuo entre el padre y sus hijos de Lanzo. Poseemos una decena de cartas de Don Bosco enviadas a ellos. Esta lo fue después que Don Lemoyne y un representante de los alumnos habían participado en el onomástico de Don Bosco en Valdocco, 24 de junio de 1866. Se estaba construyendo entonces la iglesia de María Auxiliadora (Epist. I, 405). A mis queridos hijos de Lanzo, No os podéis imaginar, MjosqueridoSj la alegría que me produjo la visita del Sr. Director, Don Lemoyne, con vuestro encargado Chiariglione, mi buen amigo. Esta alegría creció más todavía cuando pude leer las bellas y afectuosas composiciones que me fueron mandadas desde clases diversas por varios individuos, asistentes, maestros y prefecto. Las quise leer todas seguidas sin suspenderlas ni interrumpirlas sino por alguna que otra lágrima de emoción. Quisisteis además añadir una oferta en dinero para la nueva iglesia y esto puso el colmo a mi placer y a vuestra voluntad. Queridos hijos, os doy toda mi gratitud. Habéis dicho muchas cosas que no se me pueden aplicar a mí, pero que las acepto como señales queridas de la benevolencia de vuestro corazón. Que el Señor os bendiga siempre. Don Lemoyne os dirá muchas cosas de mi parte; es vuestro director, queredle y obedecedle y confiad en él como en mí mismo. El trabaja con gran celo por vosotros. Cuántas cosas me contó de vosotros. Permitidme, pues, que os diga: ¡Viva el Sr. Director, Don Lemoyne, viva todos los superiores del colegio, viva y aplausos para todos mis queridos hijos de Lanzo. Espero volver a veros pronto y nos hablaremos de cosas muy importantes. Mientras tanto rogad por mí y yo no dejaré de encomendaros al Señor en la santa misa. La gracia de N. S. J. C. esté siempre con vosotros y la Sma. Virgen nos ayude a todos a caminar por la senda del cielo. Amén. Afmo. amigo en el Señor Sac. JUAN Bosco

Turín, 25 de junio de 1866. 70 - Un programa para el año: salud, estudiar seriamente, buena conducta Carta enviada a todos los miembros de la casa de Lanzo al comienzo del 1875. Al leer esta carta se piensa espontáneamente en las que san Pablo escribía a sus queridos gálatas O filipenses... Tanto más que el apóstol es citado varias veces (Epist. II, 436-438). 150

A mis muy queridos hijos, Director, asistentes, prefecto, catequista, alumnos y demás del colegio de Lanzo, La gracia de N. S. J. C. sea siempre con vosotros. Amén. Hasta ahora no me ha sido posible satisfacer un vivo deseo de mi corazón que era el de haceros una visita. Una serie ininterrumpida de complicadas ocupaciones y alguna pequeña indisposición de salud me lo han impedido. No obstante quiero deciros algo que tardaréis en creer: pienso en vosotros muchas veces al día y cada mañana en la santa misa os encomiendo de forma particular al Señor. También vosotros por vuestra parte dais señales inequívocas de que os acordáis de mí. Con que placer he leído vuestros déseos de augurios; con que placer he leído el nombre y apellido de cada alumno, de cada clase, desde el primero al último del colegio. Me parecía estar en medio de vosotros y en mi corazón más de una vez he gritado: Vivan mis hijos de Lanzo. Comienzo, pues, por agradeceros a todos y de todo corazón, los cristianos augurios que me hacéis y ruego al Señor que los centuplique sobre vuestras cabezas y sobre todos vuestros parientes y amigos. ¡Sí! Dios os guarde a todos vosotros largos años de vida feliz. Descendiendo a augurios más particulares os deseo que el cielo os conceda salud, estudio y moralidad. Salud. Es este un don precioso del cielo, cuidadlo. Guardaos de las intemperancias, del sudar mucho, del cansaros demasiado, del paso repentino del calor al frío. Estas son de ordinario la causa de las enfermedades. Estudio. Estáis en el colegio para adquirir una serie de conocimientos con los que podáis un día ganaros el pan. Cualquiera que sea vuestra condición, la vocación, vuestro estado futuro, debéis hacer de manera que aunque os faltasen todos vuestros bienes domésticos y paternos, estéis en grado de ganaros vuestro honrado alimento. Que no se diga nunca que vivimos de sudores ajenos. Moralidad. El lazo que junta la salud y el estudio, el fundamento en que están basados es la moralidad. Creedme que os digo una gran verdad: si observáis buena conducta moral, progresaréis en el estudio, en la salud; seréis amados por vuestros superiores, por vuestros compañeros, por vuestros parientes, amigos, paisanos y, si queréis que os lo diga, hasta de los mismos malos. Todos porfiarán por teneros consigo, alabaros y beneficiaros. Pero dadme algunos de esos que no tienen moralidad. ¡Qué cosa más desagradable! Serán perezosos y no tendrán otro nombre que el de burro: hablarán mal de él y serán llamados escandalosos de los que hay que huir... Animo, pues, queridos hijos: procurad buscar, estudiar, conservar y promover los tres grandes tesoros: salud, estudio y moralidad. Una cosa más. Yo escucho una voz que viene de lejos y grita: ¡Oh hijos, o alumnos de Lanzo, venid a salvarnos! Son las voces 151

de tantas almas, que esperan una mano bienhechora que vaya a sacarlos de la orilla dé la perdición y los ponga en la senda de la salvación. Yo os digo esto porque hay varios de vosotros que estáis llamados a la carrera sagrada, a salvar almas. Animaos; son muchos los que os esperan. Recordad las palabras de san Agustín: Animam salvasti, animam tuam praedestinasti. Finalmente os recomiendo a vuestro Director. Sé que no está muy bien de salud; rogad por él, consoladlo con vuestra buena conducta, amadle, tened con él confianza ilimitada. Estas cosas le servirán de gran aliento y a vosotros de gran ventaja. Mientras os aseguro que todos los días os recuerdo en la santa misa, me encomiendo también a vuestras oraciones, para que no me suceda la gran desgracia de predicar para salvar a los otros y luego pierda yo mi pobre alma. Dios os bendiga a todos y todos creedme en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN Bosco

Turín, vigilia de la Epifanía, 1875.

haréis la caridad de hacer en ese día la santa comunión para que yo pueda ir al cielo con vosotros? Dios os bendiga a todos y creedme siempre en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 3 de enero de 1876. 72 - A los hijos de América también: «¿Os haréis santos?» Con la partida de los primeros misioneros el 11 de noviembre de 1875, la paternidad de Don Bosco se alargaba hasta los confines americanos. También allí encontró hijos amadísimos que, como los de Italia, le escribieron sobre todo con ocasión de su onomástico. Respondió a los jóvenes del Colegio de San Nicolás de los Arroyos, en Argentina (cfr Epist. III, 69), y a los del Colegio Pío IX de Villa Colón cerca de Montevideo en Uruguay, abierto por Don Lasagna en diciembre del 1876. Esta última carta está escrita desde Marsella, donde Don Bosco había acompañado al arzobispo de Buenos Aires, Mons. Aneyros, venido a Roma y Turín y de retorno a la Argentina (Epist. III, 200-201).

71 - «Me habéis robado este pobre corazón mío» Un año después, envía estos augurios a sus hijos de Lanzo. ¿Ha habido jamás un santo que haya sido hasta este punto la señal y el portavoz de Cristo para los jóvenes (Epist. III, 5). Mis amigos queridos Director, Maestros, Profesores, Alumnos, Dejadme que os lo diga y que ninguno se ofenda, sois todos unos ladrones; lo digo y lo repito, me habéis arrebatado todo. Cuando estuve en Lanzo me encantasteis con vuestra benevolencia y amabilidad, me atasteis las facultades de la mente con vuestra piedad; me quedaba todavía este pobre corazón, del que ya me habéis robado los afectos por completo. Ahora vuestra carta firmada por 200 manos amigas y carísimas han tomado posesión de todo este corazón, al que nada le ha quedado, sino un vivo deseo de amaros en el Señor, de haceros el bien y salvar el alma de todos. Este generoso rasgo de afecto me invita a ir lo más pronto posible a visitaros de nuevo, lo cual espero que no se retrase mucho. Quiero que en tal ocasión estemos de verdad alegres de cuerpo y alma y que hagamos ver al mundo como se puede estar muy alegres de alma y cuerpo sin ofender al Señor. Os agradezco, pues, a todos cordialísimamente todo cuanto habéis hecho por mí; yo no dejaré de recordaros todos los días en la santa misa, rogando a la divina Bondad que os conceda salud para estudiar, fortaleza para superar las tentaciones y la gracia señaladísima de vivir y morir en la paz del Señor. Una proposición. El 15 de este mes, consagrado a San Mauricio, celebraré la misa por vuestra intención; y ¿vosotros me 152

Hijos míos amadísimos, No podéis imaginaros el gran consuelo que me produjo vuestra carta para mi onomástico. En ese día los hijos de Montevideo, de Buenos Aires, de San Nicolás formaban un solo corazón y un alma sola con los de Francia, Roma, Piamonte, Suiza y Trento y todos manifestaban sus afectos a un padre que los bendecía y por todos rogaba a Dios que los mantuviese constantes en el camino del cielo. Por tanto os agradezco la gran benevolencia que me habéis demostrado y yo para significaros mi paternal consuelo me he presentado al Sumo Pontífice Pío IX; le hablé de Villa Colón que recuerda muy bien, porque la vio'. Le pedí una especial bendición apostólica para vosotros y vuestros padres y parientes hasta el tercer grado indulgencia plenaria in articulo mortis. El amable Pontífice accedió de todo corazón y dijo: Dios bendiga a los jóvenes alumnos de Villa Colón, bendiga a sus padres y a sus parientes y los haga a todos fervorosos católicos. Que los padres y los hijos se hagan muy ricos, muy ricos, pero de la verdadera riqueza que es la virtud y el santo temor de Dios. Luego se volvió hacia mí y me dijo: Escribidles y decidles que se lo digan a sus respectivos padres. Por mi parte, queridos hijos, ardo en deseos de haceros una visita. Rezad para que pueda satisfacer pronto este deseo; si no puede ser así, venid vosotros a verme aquí en Turín, donde ya tenéis casa preparada. 1

En 1823, cuando iba a Chile como auditor de la delegación apostólica.

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Mientras tanto os ruego que me escribáis cuando podáis: 1.° ¿Sois buenos? 2.° ¿Me escribiréis aunque las cartas sean muy largas? 3.° ¿Os haréis todos misioneros? 4." ¿Os haréis todos santos? Respondedme y me haréis un regalo. Él día de santa Rosa 2 yo celebraré por vosotros la santa misa y vosotros hacéis la santa comunión por mi intención. Los que todavía no han hecho la primera comunión que tengan la bondad de decir un Padrenuestro, un Avemaria y Gloria al SS. Sacramento. La gracia de N. S. J. C. esté siempre con vosotros. Amén. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Marsella, 16 de julio de 1877.

Parte tercera UNA PROPUESTA DE SANTIDAD CRISTIANA APOSTÓLICA

2 30 agosto (en aquel entonces). La iglesia del Colegio estaba dedicada a santa Rosa de Lima.

«Una religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: socorrer a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones y conservarse puros en este mundo.» (Santiago, 1, 27)

I. II. III.

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A TODOS LOS CRISTIANOS A LOS COOPERADORES SALESIANOS CARTAS A AMIGOS, COOPERADORES...

La primera preocupación de Don Bosco -fue la de los jóvenes. La segunda la del pueblo. Una vez más son las circunstancias las que provocaron su celo. El período que va del 1840 al 1860 fue uno de los más turbulentos: las reformas constitucionales de carácter liberal y laico, la moda del anticlericalismo, el proselitismo de las sectas ponían en peligro la fe católica de la gente sencilla e ignorante de los barrios populares y del campo. Don Bosco hizo frente a la situación con todo el empuje de su temperamento de luchador. Su obra más importante en este campo fue sin duda él lanzamiento de las Lecturas Católicas, en marzo de 1853. Al convertirse él mismo en uno de los principales redactores1, asumía el papel de educador de la fe del pueblo y de experto guía espiritual. Su esfuerzo desembocó por tres direcciones: presentar los temas fundamentales de la fe, añadiendo la respuesta a los errores y objeciones corrientes, proponer modelos concretos (útiles tanto a los adultos como a los jóvenes); ofrecer textos de oraciones para nutrir la devoción personal. Esta literatura vale efectivamente sobre todo por el método de exposición: clara, viva, «popular» en el mejor sentido de la palabra. El contenido no tiene mucho de particular: Don Bosco se inspira en «sus» autores y expone la doctrina más tradicional y los temas espirituales más corrientes en aquella época. Nuestra selección de textos será por tanto muy limitada. Preferimos insistir en un aspecto mucho más personal de Don Bosco: su tendencia a presentar a todos la vida cristiana como una vida de caridad activa (punto de vista poco difundido en aquella época). Adultos y jóvenes, ricos y pobres, gente corriente o amigos conocidos personalmente, a todos les recuerda las verdades fundamentales y los «deberes generales» del cristiano, pero es para insistir, poco después, sobre el ejercicio práctico del amor a Dios y al prójimo. Dios es amor eficaz: el 1 Ochenta y tres números de las Lecturas Católicas fueron firmados o debidamente reconocidos por Don Bosco. Además, revisó, corrigió y presantó otros sesenta; también en éstos, un crítico atento podría encontrar algunas fórmulas suyas.

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bautizado, hecho hijo suyo, es llamado a la semejanza divina activa y a la difusión de este amor. Es invitado a vivir su fe en las relaciones diarias, en el ejercicio de las virtudes familiares, civiles, sociales, en la atención a las urgencias del momento y del lugar, en la preocupación de la salvación de los hermanos, en el cuidado de la unidad de la Iglesia y de la gloria de Dios. El verdadero cristiano es el que vive para los otros y para Dios: ahí es donde encuentra su alegría. Por instinto de apóstol, devorado por el celo y penetrado de realismo, Don Bosco tiende a proponer a todos (y a cada uno según sus posibilidades) compartir su experiencia: una santidad apostólica. «En Cristo no es la circuncisión lo que cuenta o la no circuncisión, sino la fe que obra mediante la caridad» (Gal. 5, 6). Esta tendencia resulta claramente explícita cuando se dirige a las diferentes categorías de sus colaboradores: a tos «bien? hechores» a los que no para de solicitar, a los «cooperadores» sacerdotes y seglares que acuden a ayudarlo, y más todavía a sus inmediatos discípulos, salesianos religiosos y monjas salesianas. Exalta delante de todos el esplendor de la entrega apostólica. A todos y sin cansarse les dice que trabajar por la, salvación de las almas (en especial de los jóvenes) es el mejor medio para realizar la salvación de la propia. Con todos ellos insiste sobre las virtudes apostólicas. De estos temas típicamente salesianos abundan los textos. Hemos escogido los más significativos. A título de introducción, presentamos las citas preferidas del santo. 73 - Citas y máximas m á s frecuentes Don Bosco tenía un conocimiento profundo de la Sagrada Escritura y conservaba muchos trozos grabados en su mente y en su corazón. Esto se aprecia entre otras cosas mediante las frases bíblicas que incesantemente le vienen a la pluma, en las cartas y en otros de sus escritos, casi siempre en el texto latino. Su conocimiento de los Padres era menor, tenido de segunda mano (al menos lo parece). Escogemos sus citas más típicas, agrupándolas en cuatro series. 1.

Su lema

— Da mihi animas, caetera tolle: (Señor) dadme almas, llevaos lo demás. Don Bosco escogió esta frase como lema personal desde los primeros tiempos de su vida sacerdotal. La tuvo siempre presente, escrita en un cartel, todavía visible en una de las sólitas de Valdocco. Explicó su significado a Domingo Savio, diciéndole que eran palabras que solía repetir san Francisco de Sales ("Vida, cap. VIH). En septiembre de 1884, se convirtió además en lema de la Congregación salesiana 2. 2 Cfr MB II, 530; XVII, 365-366. La frase es interpretación acomodaticia de Génesis 14, 21. Sobre el sentido profundo de este lema, cfr STELLA, P.: Don Bos-.

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— Ad maiorem Dei gloriara et ad salutem animarum: Para mayor gloria de Dios y salvación de las almas. Es el lema de san Ignacio de Loyola. Don Bosco lo había hecho suyo también y lo citaba con frecuencia. 2. Algunas señales del breviario Cuando murió Don Bosco, su secretario, Don Vigtietti, halló en su breviario unas veinte señales con frases en latín (sacadas de la Biblia o de los Padres) o en italiano (tres Citas de Dante y una de Silvio Pellico). Las tuvo, pues, bajo sus ojos por más de cuarenta años. He aquí algunas, a las que añadimos la indicación de la fuente:3 1. Bueno es el Señor, asilo seguro en el día de la angustia (profeta Naum 1, 7). 2. He llegado a la conclusión que no hay nada mejor que alegrarse y obrar bien en la vida (Qoélet 3, 12). 3. Honra al Señor con tus bienes... (entonces) tus graneros se llenarán de grano y tus tinajas rebosarán de vino (Prov 3, 9-10). 4. Hijo, no rehuses el sustento al pobre, no apartes tu vista del pobre (Sirac 4, 15). 5. Si sabes alguna cosa, responde a tu prójimo, si no, pon tu m a n o en tu boca, p a r a que no seas cogido en un hablar sin medida y seas confundido (Sirac 5, 12). 6. Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo y no hagas nada en un arrebato de violencia (Sirac 10, 6). 7. Cada uno recibirá la recompensa según lo que haya hecho en su vida (2 Cor 5, 10). 8. Corrige el mal que descubras en ti. Conserva lo que es recto, ajusta lo que es deforme, manten lo que es bello, protege lo que está sano, sostén lo que es débil. Lee sin cansarte la palabra de Dios, y mediante ella serás capaz de conocer los peligros que hay que evitar en tu camino (san Bernardo, Ad sac.)., 9. El amor que mueve al sol y a las demás estrellas (Dante, Paraíso). 3. Portada del Boletín Salesiano En la portada de cada número del Boletín Salesiano, Don Bosco hizo imprimir, a partir de febrero de 1878 (esto es, desde él sexto número), a izquierda y derecha de un medallón de san Francisco de co nella storia, 11, 13-15; y las reflexiones en La Famigtta salesiana riflette sulla sita vocazione, LDC, 1973, pp. 159-162. ' Autógrafos en Archivo 132, Biglietti. Lista completa en MB XVIII, 806-808 (en latín, con un error en la transcripción de Pellico); y DESRAMÁDT, F.: Don Bosco e la vita spirituale, pp. 237-238. El texto bíblico es el de la Vulgata; no coincide siempre exactamente con el texto original y se presta a interpretación nes acomodaticias. Nuestra traducción responde al sentido captado por Don Bosco.

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Sales, cuatro pensamientos sobre la caridad apostólica en general y cuatro sobre el servicio a los niños y jóvenes: 1. Hemos de ayudar a los hermanos a fin de cooperar a la difusión de la verdad {ligera acomodación de la frase: «Hemos de acoger tales personas para cooperar a la difusión de la verdad») (3 Jn 8). 2. Atiende a la buena lectura, al exhortar y al enseñar (1 Tim 4, 13). 3. De las cosas divinas la más divina es cooperar con Dios a la salvación de las almas (S. Dionisio)4. 4. Un amor tierno hacia el prójimo es uno de los mayores y excelentes dones que la divina bondad hace a los hombres (el doctor san Francisco de Sales). 5. Quien acoge a un niño en mi nombre, a mí me acoge (Mt 18, 5). 6. Hay que cuidar de los niños porque de ellos es el reino de los cielos (san Justino). 7. Os recomiendo la niñez y la juventud; cuidad con gran premura de su educación cristiana; dadles libros que enseñen a huir del vicio y a practicar la virtud (Pío IX). Desde el marzo de 1878 añadió: 8. Redoblad los esfuerzos y vuestros talentos para apartar a la infancia y a la juventud de las asechanzas de la corrupción y de la incredulidad, y preparar así una generación nueva (León XIII). 4. Otras citas frecuentes5 — Del Antiguo Testamento Servid al Señor con alegría (Salmo 100, 2). El hombre obediente cantará victoria (Prov 21, 28). Instruye al joven al empezar su camino, que luego de viejo, no se apartará de él (Prov 22, 6). Una cuerda de tres cabos difícilmente se rompe (Qoélet 4,12). 4 Esta frase es quizá la que mejor expresa el extraordinario aprecio de Don Bosco por la tarea apostólica. El 12 de febrero de 1864, en un folio añadido a una carta que dirigía a Pío IX respecto a las Constituciones salesianas, había escrito: «El fin de esta sociedad... no es otro que una invitación a quererse unir en espíritu entre ellos para trabajar a mayor gloria de Dios y salvación de las almas, empujados a ello por el dicho de san Agustín: Divinorum divinissimum est in lucrum animarum operari» (MB VII, 622). Como se ve, Don Bosco no estaba seguro de la fuente de su cita. 5 Como testimonio de la importancia dada por Don Bosco a las máximas bíblicas en la educación de la fe, tenemos la colección que hizo imprimir al final de su tomito Manera fácil para aprender la Historia Sagrada para uso del pueblo cristiano (1855), titulada Massime morali ricavate dalla Sacra Scrittura (27 máximas, de las cuales 18 son del V. T.). Texto en Opere edite, vol. VI, pp. 139-140. Más significativos todavía es el hecho de las máximas mandadas escribir en grandes caracteres en los pórticos de la Casa de Valdocco.

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— De los Evangelios Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo... Alumbre vuestra luz a los hombres: que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo (Mt 5, 13-14.16). Recibiréis cien veces más y heredaréis la vida eterna (Mt 19, 29). En verdad os digo: cada vez que hacéis estas cosas a uno de estos mis hermanos pequeños, a mí me lo hacéis (Mt 25, 40). Médico, cúrate tú (Le 4, 23). Dad y se os dará (Le 6, 38). Lo que os sobra dadlo de limosna (Le 11, 41). — De san Pablo y otras cartas Participemos en los sufrimientos de Cristo para participar también de su gloria (Rom 8, 17). Cada uno permanezca en la vocación con que fue llamado (1 Cor 7, 20). No sea que después de predicar a otros me descalifiquen a mí (1 Cor 9, 27). La caridad es paciente, benigna..., la caridad no busca su interés, no se enoja... Todo lo oculta, lo cree todo, lo espera todo, lo soporta todo (/ Cor 13, 4-7). El amor de Cristo nos empuja (2 Cor 5, 14). Dios ama al que alegremente da (2 Cor 9, 7). (En Cristo Jesús sólo cuenta) la fe que obra por medio de la caridad (Gal 5, 6). Arrimad el hombro a las cargas de los otros, que con eso cumpliréis la ley de Cristo (Gal 6, 2). Mientras tengamos tiempo, obremos el bien con todos (Gal 6, 10). Todo lo puedo en aquel que me conforta (FU 4, 13; la cita más frecuente en las cartas). Trabaja (toma tu parte de sufrimiento) como buen soldado de Cristo (2 Tim 2, 3). Predica la palabra, insta a tiempo y a destiempo, reprende, exhorta, increpa con toda longanimidad y no cejando en la enseñanza... Tú anda sobre ti en todo, arrastra los trabajos, haz obra de evangelista, desempeña tu ministerio (2 Tim 4, 2.5). Preséntate en todo como un modelo de buenas óperas (Tito 2,7). La fe sin obras es muerta (sin valor) (Sant 2, 20). La caridad cubre una multitud de pecados (1 Pd 4, 8).

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I A TODOS LOS CRISTIANOS

74 - Dios es un Amor misericordioso Ejercicio de devoción a la misericordia de Dios (1846) La marquesa de Barolo-Colbert había tomado a pechos divulgar en sus comunidades de Santa Ana y de Santa María Magdalena, y también en las iglesias públicas, una devoción que le era muy querida: la invocación a la misericordia de Dios, practicada bajo forma de un «devoto ejercicio» de seis días de oración y de prácticas dé caridad. Ella buscaba una buena pluma que propagase la dicha devoción por medio de un librito sólido y fervoroso. Silvio Pellico, entonces secretario de la marquesa y amigo de Don Bosco, la sugirió a éste que escribiera esta obrita. Don Bosco aceptó, a pesar de que entre la marquesa y él las relaciones eran frías por las razones expuestas más arriba en las Memorias del Oratorio'. El hizo imprimir a su costa y sin nombre de autor, por delicadeza hacia la marquesa que rehusaba ser su deudora, un librito de 112 páginas, titulado: Ejercicio de devoción a la Misericordia de Dios 2 . Esta obra de juventud (Don Bosco tenía entonces treinta y un años) está llena de interés: nos revela sin duda la visión de Dios fundamental de aquél que debía, durante más de cuarenta años, entregar su propia vida para poner en práctica entre los jóvenes «las obras de misericordia». Ciertamente que el pensamiento3 no es del todo original: Don Bosco se ha inspirado en san Alfonso y en otros autores*. Pero era dueño de escoger y de su estilo. Las seis meditaciones sobre la misericordia de Dios creador y salvador han sido escritas de seguido, sin sombra de polémica, llenas de savia bíblica. Estas nos permiten comprender en qué Fuente este padre de la ju1 La marquesa admiraba sinceramente a Don Bosco, sin embargo no le había perdonado su rechazo a seguir trabajando en su obra del Refugio (cfr MB II, 546-553; y arriba I, pp. 65-67). 2 Pequeño formato 7 X 10,5. Impreso en Turin, Tipografía Hered. Botta, hacia' el final de 1846. Nosotros citamos esta edición, reproducida en Opere edite, vol. II, pp. 71-181. En un testamento de 1856, Don Bosco reconoció esta obra como suya, explícitamente (cfr MB X, 1333). 3 Preparación para la muerte 1758, Consideración XVI: De la misericordia de Dios, en tres puntos, que inspiran los capítulos 1, 2 y 4 de Don Bosco. 4 De modo especial el Tableau de la Miséricorde divine, tiré de VEcriture Sainte, de Nicolás-Sylvestre Bergier, Besancon 1821 (cfr STSLLA, P.: Don Bosco nella storia, II, p. 26, nn. 35-36).

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ventud abandonada bebió su amor paciente y de qué Dios se hizo él testimonio e instrumento. SEGUNDO DÍA. Modos particulares de la Sagrada Escritura usados por Dios para con los pecadores (ejemplo de David, de la Magdalena...). ... No es de maravillar que los santos Padres apliquen cuanto sigue a nuestro divino Salvador, como si fuera diciendo al hombre pecador: «Laboravi clamans, raucae factae sunt fauces meae (Sal 68). Hijo, casi he perdido la voz llamándote». «Advertid, pecadores, dice santa Teresa, que os está llamando aquel Señor a quien tanto vosotros habéis ofendido. No sigáis, pues, disgustando a este amante y celestial Padre; él llama a vuestro corazón y va diciendo a vuestra alma: Alma querida, ábreme. Sóror mea aperi mihi (Cant 5, 2)». No nos alejemos, pues, más de él, escuchémoslo cuando nos dice: «Ingratos, no huyáis de mí; decidme ¿por qué huís? Yo quiero vuestro bien y sólo deseo haceros felices: ¿por qué queréis perderos?» Pero, ¿qué hacéis, oh Señor? ¿Por qué tanta paciencia y tanto amor con estos rebeldes? Vos, oh mi buen Dios, me respondéis siempre que no queréis la muerte del pecador sino que se convierta y viva. Nolo mortem peccatoris, sed ut magis convertatur et vivat. (pp. 62-64) TERCER DÍA. Especiales modos de misericordia usados por el Divino Salvador a los pecadores en su pasión*. Todas las acciones de nuestro amado Salvador son una serie continua de maneras de su generosa bondad divina, en especial con no haber rechazado o tratado con dureza a los mayores pecadores; sin embargo su bondad más luminosa apareció en su pasión, y lo que es más, en favor de pecadores que eran causa de su muerte. Judas después de haber recibido señales inequívocas de su especial afecto y confianza lo vende sacrilegamente a sus enemigos y a la cabeza de numerosos esbirros va a entregarlo en sus manos. El sólo pronuncia estas amorosas palabras: «Amigo, ¿a qué has venido? Amice ad quid venisti?». Pedro llevado por un celo inmoderado corta la oreja derecha de un criado; el amantísimo Jesús le devuelve la oreja á su lugar y la cura milagrosamente. Pedro lo niega por tres veces, él lo mira con una mirada de compasión, le hace recapacitar y lo recibe de nuevo en su gracia. A continuación de la más injusta e impía de las sentencias es azotado, coronado de espinas, traspasado con clavos; él ni una palabra de queja pronuncia y aunque podía tomarse la más terrible venganza de sus jueces y de sus verdugos, no obstante da por buena su condena, calla, sufre y 5 El pensamiento teológico es aquí muy preciso. Es realmente en la pasión de Cristo donde se da la revelación suprema de la misericordia de Dios, cuando él ofrece su perdón y la salvación a los mismos que le hacen morir en su Hijo.

perdona a todos. ¡Aquel fue un exceso de bondad y de amor! Cuando clavado en la cruz, traspasado por los clavos, blasfemado e insultado de mil maneras por sus enemigos ¿qué hacer? Hubiera podido con toda justicia mandar a los rayos que fulminasen y redujesen a cenizas a todos, o hacer que la tierra abriese sus fauces bajo sus pies y todos habrían sido engullidos en sus abismos; pero esto no lo quería la bondad de un Dios Salvador. El se limita a levantar su mirada a su Padre celeste: «Padre mío, le dijo, perdonadlos porque no saben lo que hacen». ¡Adorables palabras que sólo pueden ser de un Dios! Está colocado en medio de dos ladrones; uno de ellos se dirige a él y le pide que le tenga piedad. Inmediatamente el dolorido Salvador le asegura amorosamente que aquel día estará con él en el paraíso. En la hora suprema de su vida entre agudísimos espasmos de dolor profiere sus últimas palabras: «Sitio, Tengo sed», las cuales, como explica san Bernardo, dan a conocer la caridad y la inmensa misericordia en que ardían su corazón hasta el postrer suspiro. ¿Puede imaginarse mayor amor y mayor misericordia? «¿Qué diré de vos, Dios mío? exclama fuera de sí por el estupor el santo arzobispo Tomás de Villanueva (serm. de dom. 2 adv). Diré con el apóstol de las gentes que vuestro amor y vuestra misericordia han llegado al colmo. Diré que habéis amado sin medida. Diré que vos, que habéis hecho todo con peso, modo y medida, al amarme os habéis excedido en todo peso, modo y medida: in diligendo me, modum, pondus, atque mensuram excessisti». Animo, pues, almas atribuladas, y vosotros míseros pecadores, ánimo y confianza en la bondad de este Dios. Por grande que sea el número de vuestros pecados, sabed que su misericordia, si os arrepentís, los sobrepuja. El os dice: «La paz sea con vosotros, no temáis, soy yo quien os habla». ¿Podrán fallar quizás estas amplias promesas? No, nunca; pasarán el cielo y la tierra, volverán a la nada todos los elementos, pero siempre existirá aquel Dios que así habla, nunca faltará a su palabra, será siempre bueno y misericordioso y como tierno padre nos acogerá amorosamente cuantas veces volvamos a él. ...Por lo tanto, acerquémonos todos llenos de confianza a esta cruz sobre la que muere el autor mismo de la vida; mientras derrama su sangre preciosísima hasta la última gota, mientras prevé todas las recaídas, los desprecios, él no cesa de llamarnos: «Venid todos a mí. Venite ad me omnes». (pp. 66-73) El amor con que Dios acoge al pecador es el primero de los motivos por los que debemos darle gracias.

CUARTO DÍA.

... En los tres días que todavía quedan de este santo ejercicio nos ocuparemos en lo posible en dar gracias a la divina bondad por las misericordias y por los beneficios que nos ha hecho. Aunque sean innumerables los motivos que nos mueven a dar gracias a Dios, no obstante parece que merezca especial acción

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de gracias por la amabilidad con que acoge al pecador 6 , y eso hará que éste se presente con mayor confianza a su Señor ofendido, que amorosamente lo llama. Los príncipes de la tierra no siempre se deciden a escuchar a los subditos rebeldes que van a pedirles perdón, y a pesar de las más vivas señales de arrepentimiento hay que pagarlo con la vida: Dios no actúa así con nosotros. Nos asegura que no volverá jamás su rostro cada vez que volvamos a él; no, porque él mismo nos invita y promete acogernos prontamente y con amor. «Reverteré ad me et suscipiam te: Vuelve a mí, pecador, y yo te recibiré» (lerem 3, 11). «Convertimini ad me, et convertar ad vos, ait Dominus: Convertios a mí y yo me convertiré a vosotros» (Zac 1, 3). ¡Con qué amor, con qué ternura abraza Dios a un pecador cuando vuelve a él! Recordemos una vez más la citada parábola de la oveja perdida. El buen Pastor la encuentra, se la carga sus espaldas, la lleva a casa, y llama a los amigos para que se alegren con él gritando: «Alegraos conmigo porque he encontrado la oveja que se me había perdido. Congratülamini mihi guia inveni ovem quae perieraU. Esto es lo que principalmente quiso significar el Redentor con la parábola del hijo pródigo, diciendo que él es aquel padre que, al ver que volvía el hijo perdido, corre a su encuentro; y antes de que el hijo pueda decirle una palabra lo abraza, lo besa tiernamente y casi pierde el sentido por el consuelo que siente (Le 15, 20). Una cosa que podría alejar a los pecadores de este retorno es el temor de que Dios les eche en cara las ofensas que le hicieron; cosa que sucede entre los hombres, que olvidan las ofensas durante algún tiempo, y el más pequeño incidente las vuelve a suscitar. Con el Señor no sucede así: llega a decir que si el pecador se arrepiente, él olvidará sus pecados como si nunca le hubiese ofendido. Escuchad sus precisas palabras: «Si el impío se arrepiente tendrá el perdón, y yo me olvidaré por completo de sus iniquidades: si impius egerit poenitentiam vita vivet; omnium iniquitatum ejus non recordabor». Dice más todavía (y parece que no puede ir más allá la misericordia divina): «Venite et arguite me, dicit Dominus; si fuerint peccata vestra ut coccinum, quasi nix dealbabuntur» (Is 1, 18). Y quiere decir: «Venid, pecadores, y haced la prueba: aunque vuestra alma estuviese negra por mil pecados, si no os perdona, arguite me, reprendedme y tratadme como infiel». No" sólo Dios no sabe despreciar a un corazón contrito y humillado; al contrario se gloría el Señor cuando usa su misericordia y perdona a los pecadores: exaltabitur parcens vobis (Is 30, 18); y lo que principalmente ha de consolar al pecador es que no tendrá mucho que llorar: a la primera lágrima, apenas dice me arrepiento, el 6 He aquí en donde Don Bosco pone su marca. Sus fuentes hablaban de la misericordia, ternura, paciencia de Dios. Pero el habla de la «amabilidad (amorevolezza) con que acoge Dios». Es la primera vez, por lo que a nosotros resulta que Don Bosco usa esta palabra «salesiana» ¿No es sintomático que lo haga para designar la actitud de Dios?

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Señor se moverá inmediatamente a piedad, statim ut audierit, respondebit tibi; en cuanto te arrepientas y le pidas perdón, enseguida te perdona. Quizás digan las almas tímidas: «Es verdad, la misericordia del Señor es grande, pero nadie puede negar que también es un juez justo, que nos tratará como merecen nuestras culpas». Por desgracia hay muchos pecadores, que asustados por la idea de hallar en Dios un juez severo, no se atreven a volver a él. Así son los jueces de este mundo que tratan a los delincuentes según la gravedad del delito. Pero, lo repetimos, Dios no trata así a los pecadores. Es verdad que él usa alguna vez de su justicia, pero esto únicamente para enmendar al pecador y hacerlo volver al redil; él es terrible, pero para quien vuelve es todo amor, es todo caridad: Deus caritas est. ¿Quizás nos aterren los ultrajes hechos al divino Salvador? Tampoco esto nos debe asustar:_ Jesús es nuestro juez, pero también nuestro amigo: «Vos amici mei estis», son sus palabras. Más aún Jesús ha venido a salvar a los pecadores. Veni salvum faceré quod perierat... (pp. 76-82) 75 - Cristo es nuestro modelo vivo La Llave del Paraíso (1856) Diez años después del Joven cristiano, publicaba Don Bosco un manual análogo para los adultos del pueblo cristiano: a un tiempo síntesis de doctrina, método de vida y formulario de oraciones. Se titulaba: La Llave del Paraíso en manos del católico que practica los Deberes del Buen Cristiano. Tuvo una gran difusión: no menos de cuarenta y cuatro ediciones durante la vida del autor. También en esta obra Don Bosco ha reunido los más acreditados autores, como él mismo dice en el prólogo. Por tanto no todo tiene el mismo valor. Nosotros reproducimos las paginas más significativas, las que centran vigorosamente la vida cristiana sobre la Persona misma de Cristo y sobre la imitación de sus virtudes. Nosotros hoy subrayaríamos más algunos rasgos de la figura de Jesús, aquí solamente esbozados: su libertad frente a toda presión, su fuerza audaz, su fidelidad sin fallos, su amor que prefería a los pobres y a los pequeños... Y todo esto en conformidad también con la regla de oro aquí indicada: hacer vivir en sí a Cristo. Este texto nos deja entrever la calidad profundamente evangélica del alma de Don Bosco y de su espiritualidad. Nos servimos de la segunda edición, aparecida en Turín, Tip. Paravia, 1857, p. 192 (formato pequeño 7 x 10,5). Se puede leer la primera edición en Opere edite, vol. VIH, pp. 1-192. Dijo un día a Moisés: «Acuérdate bien de cumplir mis mandatos: y hazlo todo de acuerdo con el modelo que te he mostrado en el monte». Lo mismo dice Dios a los cristianos. El modelo que cada cristiano tiene que imitar es Jesucristo. Ninguno puede gloriarse de pertenecer a Jesucristo, si no trabaja en imitarlo. Por eso en la vida y en las obras de un cristiano tienen que hallarse la vida y las obras de Jesucristo mismo. El 167

cristiano debe rezar como rezó Jesucristo en la montaña, con recogimiento, con humildad, con confianza. El cristiano debe ser accesible, como lo era Jesucristo, a los pobres, a los ignorantes, a los niños. No ha de ser orgulloso, no debe tener pretensiones, ni arrogancia. El se hace todo a todos p a r a ganar todos a Cristo. El cristiano debe tratar con su prójimo, como Cristo trataba a sus seguidores: por eso en sus diversiones han de ser edificantes, caritativos, llenos de gravedad, de dulzura y de sencillez. El cristiano ha de ser humilde como lo fue Jesucristo, que de rodillas lavó los pies a sus Apóstoles, y se los lavó también a Judas, aunque sabía que el pérfido lo entregaría. El verdadero cristiano sé considera el menor de los demás y como servidor de todos. El cristiano ha de obedecer, como obedeció Jesucristo, que estuvo sometido a María y a san José, y obedeció a su Padre celestial hasta la muerte y muerte de cruz. El verdadero cristiano obedece a sus padres, a sus dueños, a sus superiores porque en ellos reconoce a Dios mismo, cuyas veces hacen aquéllos. El verdadero cristiano en el comer y beber debe ser como Jesucristo en las bodas de Cana de Galilea y de Betania, esto es, sobrio, templado, atento a las necesidades ajenas, y más preocupado por el alimento espiritual que por los manjares con que alimenta su cuerpo. El buen cristiano ha de ser con sus amigos como lo fue Jesús con san Juan y san Lázaro. Ha de amar en el Señor y p o r amar a Dios; les confía los secretos de su corazón; y si ellos caen en el mal, él se preocupa con solicitud en hacerles volver al estado de gracia. El verdadero cristiano debe sufrir con resignación las privaciones y la pobreza, como las sufrió Cristo, que no tenía lugar donde reclinar su cabeza. Sabe tolerar las contradicciones y las calumnias, como Jesús toleró las de los escribas y fariseos, dejándole a Dios el cuidado de justificarlo 7 . Sabe tolerar las afrentas y los ultrajes, como hizo Jesús cuando le abofetearon, le escupieron en la cara y lo insultaron de mil modos, en el pretorio. El verdadero cristiano ha de estar dispuesto a tolerar las penas de espíritu, como Jesús cuando fue entregado por uno de sus discípulos, negado por otro y abandonado por todos. El buen cristiano ha de estar dispuesto a aceptar con paciencia toda persecución, toda enfermedad y también la muerte, como hizo Jesucristo que con su cabeza coronada de espinas, con el cuerpo herido por los golpes, con los pies y las manos i Las palabras «resignación» y «tolerar» se han vuelto ambiguas en nuestro actual lenguaje. Una cierta insistencia unilateral sobre las virtudes pasivas en los pasados siglos han podido reflejarse sobre la imagen que se nos hacía de Cristo. En realidad, Jesús resistió a los escribas y a los fariseos con toda la fuerza espiritual de la verdad, para sí mismo como para los «pequeños», a los que los «sabios» del tiempo imponían pesados fardos que ellos rehusaban llevar. Y esta misma resistencia fue la que le valió la muerte.

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traspasadas por clavos, entregó en paz su alma en manos de su Padre. De suerte que el verdadero cristiano ha de decir con el Apóstol san Pablo: «No soy yo el que vivo, sino que es Cristo quien vive en mí». Quien siga a Jesucristo según el modelo allí descrito, ha de estar cierto de ser un día glorificado con Jesucristo en el cielo, y reinar con él por la eternidad. El Mes de Mayo (1858) Difundida hacía ya más de un siglo en Italia, la práctica del «Mes de María» era el modo mejor de conmover al pueblo cristiano. Don Bosco no podía prescindir de usarlo en su defensa y en la educación de la fe popular. En 1858, las Lecturas Católicas publicaron, como número de abril (año VI, fase. II) El Mes de Mayo consagrado a María SS. Inmaculada para uso del pueblo, por el sacerdote Juan Bosco, Tip. Paravia, Torino (en 32.°, p. 192). Es uno de sus mejores opúsculos, que propone a un tiempo iluminar los espíritus, conmover los corazones y conducir a los lectores a la oración, a los sacramentos y a la renovación de la vida. En cuanto a las treinta y tres consideraciones (desde el 30 de abril al 1." de junio), Don Bosco siguió la moda de la época que, a temas específicamente marianos, prefería los generales de la vida cristiana, más apreciados por el pueblo. Su Mes de Mayo nos ofrece, pues, una rápida síntesis doctrinal, escrita con «aquélla áurea sencillez que es propia de aquel egregio sacerdote en sus obritas para la juventud y para el pueblo», como se expresaba él diario La unidad católica s . También aquí Don Bosco ha consultado buenos autores, en particular a san Alfonso (Preparación para la muerte y Las Glorias de María); pero su huella personal es muy clara, en especial en los cuatro extractos que hemos escogido, relativos a la devoción mariana (primero y último día), a la dignidad del cristiano y a las exigencias de la caridad que de ella se derivan (9." y 29." día). Citamos la cuarta edición (1873), la última que Don Bosco retocó durante su vida9. Se puede leer la primera edición en Opere edite, vol. X, páginas 295-486.

76 • María es la Madre que n o s lleva a su Hijo ULTIMO DÍA DE ABRIL.

Motivos de confiar en María.

Ven conmigo, oh cristiano, y considera los innumerables motivos que nos deben animar a confiar en María y a mostrarnos constantemente sus verdaderos devotos. Comenzaré por señalar los tres principales que son: María es la más santa de todas las criaturas; María es Madre de Dios; María es nuestra madre. 1.° En el V.T. se llama a María toda hermosa y sin mancha: se la compara al sol resplandeciente, a la luna en la plenitud 8

Al presentar la cuarta edición, en su número del 20 de abril de 1873. ' Hubo otras ocho ediciones (la doce en 1885), pero estereotipadas. Sobre las fuentes y las características de este opúsculo, cfr STELLA, P.: / tempi e gli scritti che preparatorio il «Mese di Maggio» di Don Bosco, en «Salesianum» XX (1958), pp. 648-687, con un Saggio per una edizione critica, pp. 687-694.

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de su luz, a las estrellas más relucientes, a un jardín Heno de flores deliciosas, a una fuente sellada de la que mana agua límpida, a una humilde paloma, a una azucena purísima. En él Evangelio viene el ángel Gabriel y la llama la llena de gracia: «Ave, gratia plena». Llena de gracia, o sea, creada y formada en la gracia, lo que quiere decir que María desde el primer instante de su existencia estuvo sin mancha de pecado original ni actual, y sin mancha perseveró hasta el último aliento de su vida. Llena, de gracia y por eso no hubo el mínimo defecto en su purísimo corazón; ni tampoco hubo ninguna virtud que no fuera practicada en grado sublime por María. La Iglesia Católica expresa esta santidad de María definiendo que estuvo siempre exenta de culpa y nos invita a invocarla con las siguientes preciosas palabras: «Regina, sine labe originali concepta, ora pro nobis. Reina concebida sin mancha de pecado original, ruega por nosotros que recurrimos a vos». 2° El estar María exenta de toda mancha de pecado original y actual; estar adornada de todas las virtudes que podamos imaginar; haber sido colmada por Dios con toda clase de gracias más que cualquier otra criatura, todas estas prerrogativas la hicieron destacar entre todas las mujeres y ser elevada a la dignidad de Madre de Dios. Este es él anuncio que le hizo el ángel; esto lo repitió santa Isabel cuando la Virgen la visitó; éste es el saludo que le dirigen todos los cristianos a diario diciendo: «Santa María Madre de Dios, rogad por nosotros». Al glorioso nombre de Madre de Dios falla el ingenio humano, por eso inclinando la frente en señal de profunda veneración, nos limitamos a decir que ninguna criatura puede ser elevada a dignidad más alta, ninguna criatura puede conseguir mayor grado de gloria; y por consiguiente ninguna criatura puede ser más poderosa ante Dios como lo es María. ¿Qué confianza no tendremos en una protectora tan potente? 3." Pero si el título de Madre de Dios es lleno de gloria para María, es también glorioso y útil para nosotros, que habiendo sido redimidos por Jesucristo nos hacemos hijos de Ella y hermanos de su Divino Hijo. Por lo que siendo Ella madre de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, se convirtió también en nuestra madre10. Jesucristo en su gran misericordia quiso llamarnos hermanos suyos y con tal nombre.nos hace a todos hijos adoptivos de María. El Evangelio confirma cuanto aquí decimos. Se hallaba el Divino Redentor clavado en la cruz sufriendo los dolores de la más cruel agonía. Su santísima Madre 10

Este parágrafo 3 es particularmente interesante. Don Bosco hace derivar la maternidad espiritual de María para con nosotros de dos argumentos complementarios. El primero parte de Cristo y de su acción redentora sobre nosotros: hermanos de Cristo, nos convertimos de golpe en hijos de María. El segundo parte de María y de su acción materna sobre Jesús: engendrando a Jesús, la Cabeza, ella nos ha engendrado espiritualmente como sus miembros. Don Bosco está convencido que la devoción «filial» a María no tiene, en sí misma, nada de sentimental; esta es una «respuesta» a la realidad materna de María.

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y el apóstol san Juan estaban a sus pies inmersos en profundo dolor. Cuando Jesús abriendo sus ojos, y quizás fue la última vez que los abrió en su vida mortal, vio al discípulo predilecto y a su querida madre. Con labios moribundos: «Mujer, dijo a María, he ahí a tu hijo en Juan». Luego dijo a Juan: «Ahí tienes a tu madre en María. Mulier, ecce filius tuus; ecce mater tua». Todos los Padres reconocen en este hecho unánimemente la voluntad del divino Salvador, que antes de dejar el mundo quería darnos por madre amorosa a María, y a todos nosotros nos hacía hijos de Ella. María es además nuestra madre, porque nos regeneró por medio de Jesús en la gracia. Porque así como Eva es llamada madre de los vivientes, así María es madre de todos los fieles por gracia (Ricardo de San Lorenzo). A este propósito san Guillermo, abad, se expresa así: «María es madre de la Cabeza, por tanto es también madre de los miembros, que somos nosotros: Nos sumus membra Christi. María, dando a luz a Cristo, también nos regeneró espiritualmente a nosotros... Por eso con razón María es llamada Madre y como tal merece ser honrada» (Guillermo, abad, canto. 4). He aquí, oh cristianos, la persona que yo propongo a vuestra veneración en el curso de este mes. Es la más santa entre las criaturas todas, la Madre de Dios, nuestra madre, madre poderosa y piadosa que desea colmarnos ardientemente de estos favores celestes. «Yo, nos dice, habito en lo más alto de los cielos para colmar de gracias y de bendiciones a mis devotos: Ego in áltissimis habito, ut ditem diligentes me, et thesauros eorum repleant»11. (pp. 19-23) ...Y no es sólo el auxilio de los cristianos, sino también el sostén de la Iglesia universal. Todos los títulos que le damos recuerdan un favor; todas las solemnidades que se celebran en la Iglesia tuvieron su origen en algún milagro grande, en alguna gracia extraordinaria que María consiguió para bien de la Iglesia universal. ¡Cuántos herejes confundidos, cuántas herejías extirpadas! La Iglesia expresa su gratitud a María diciéndole: «Tú sola fuiste, María, quien erradicó todas las herejías en el mundo entero: Cunetas haereses sola interemisti in universo mundo». (p. 182) 11 Añadimos inmediatamente aquí un parágrafo sacado del día 30, para demostrar cómo, desde el 1858, la devoción de Don Bosco a María Inmaculada ((cfr el título del opúsculo) estaba ya lista para convertirse en devoción a María Auxiliadora de los Cristianos y de la Iglesia (aspecto del misterio de María que él desarrollará a partir del 1863). Notemos que, desde el año 1868, Don Bosco unirá a este título, en modo explícito, el de «Madre de la Iglesia»: «Una experiencia de dieciocho siglos nos hace ver en modo luminoso que María ha continuado desde el cielo y con el mayor éxito la misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos que había iniciado en la tierra» (Maráviglia delta Madre di Dio invócala sotto il titolo di María Ausiliatrice, Torino, 1868, p. 45; en Opere edite, vol. XX, p. 237).

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DÍA PRIMERO DE JUNIO. Modos de asegurarse la protección de María. Ahora que hemos terminado el mes de María, creo bueno para conclusión del mismo daros algunos recuerdos útiles para asegurarnos la protección de esta nuestra gran madre en vida y en muerte. María, siendo nuestra madre, ciertamente debe aborrecer los ultrajes que hacemos a Jesús, su Hijo. Por ello quien desea gozar de su patrocinio en vida y en muerte, tiene que abstenerse del pecado12. Sería vana nuestra esperanza si pensásemos gozar de la protección de María ofendiendo a su hijo Jesús, amado por ella por encima de todo. Nosotros no sólo debemos guardarnos de ofender a Cristo sino qué además hemos de meditar asiduamente los divinos misterios de su pasión, seguirlo en la penitencia. María misma dijo un día a santa Brígida: «Hija, si quieres hacerme una cosa grata, ama de corazón a mi hijo Jesús». María es refugio de los pecadores, por eso hemos de procurar con santos consejos, con solicitud, oraciones, buenos libros y con otras maneras de llevar almas a Cristo, aumentar los hijos de María. Nada hay que más quiera Jesucristo que la salvación de las almas; por eso María, que ama tiernamente a su Hijo, no puede recibir obsequio más grato que el que se hace para ganarle alguna alma. Debemos además procurar ofrecerle como obsequio la victoria sobre alguna pasión. Así si alguno de temperamento colérico prorrumpe con facilidad en actos de impaciencia, imprecaciones o blasfemias, o bien ha contraído la costumbre de hablar groseramente o con poco respeto de las cosas de religión, conviene que refrene su lenguaje para obsequiar a la Virgen. En suma conviene que cada uno trate de huir de lo que es malo y hacer lo que es bueno por amor de María... (pp. 190-191)

77 - Ser hijo de Dios significa amar activamente a los hermanos DÍA NOVENO.

Dignidad del cristiano.

Por dignidad del cristiano no entiendo las riquezas terrenas o las dotes corporales, ni tampoco las preciosas cualidades del alma creada a imagen y semejanza del mismo Creador; entien12 Citamos sólo la primera parte de las reflexiones de este último día; !a segunda sugiere diversas prácticas de devoción hacia María: preparar sus fiestas, valorar el sábado, rezar el Ángelus y el Rosario... Vale la pena subrayar el orden adoptado: para Don Bosco honrar a María es, en primerísimo lugar, honrarla mediante el esfuerzo por llevar una vida «cristiana», esto es, centrada en Cristo Jesús. Las «prácticas» sólo pretenden mantener la seriedad de este amor. Es lo que demuestran asimismo los trozos siguientes,

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do solamente de la gran dignidad que has adquirido, cuando por medio del bautismo fuiste recibido dentro de la santa Madre Iglesia. Antes de que fueras regenerado en las santas aguas bautismales, tú eras esclavo del demonio, enemigo de Dios y excluido para siempre del paraíso. Pero en el momento mismo que este sacramento te abrió las puertas de la verdadera Iglesia, se rompieron las cadenas con las que el enemigo tenía ligada tu alma; se te cerró el infierno y te fue abierto el paraíso. En este momento te convertiste en objeto parcial de amor por parte de Dios; se te infundieron las virtudes de la fe, de la esperanza y de la caridad. Hecho así cristiano pudiste levantar tus ojos al cielo y decir: «Dios creador del cielo y de la tierra es también mi Dios. Es mi Padre, me ama y me manda que lo llame con este nombre: Padre nuestro, que estás en el cielo. Jesús Salvador me llama su hermano, y como hermano pertenezco a El, a sus méritos, a su pasión, a su muerte, a su dignidad. Los sacramentos, instituidos por este amoroso Salvador, fueron instituidos para mí. El paraíso, que mi Jesús abrió con su muerte, lo abrió para mí, y me lo tiene preparado. Para que además tuviese uno que pensase por mí, quiso darme al mismo Dios por Padre, la Iglesia por Madre, la divina Palabra por guía»". Conoce, pues, cristiano, tu gran dignidad: Agnosce, christtane, dignitatem tuam. Mientras por un lado te invito a alegrarte en tu corazón del gran beneficio que se te ha concedido al hacerte cristiano, te ruego que pienses en tantos hombres, que también han sido rescatados con la sangre preciosa de Cristo, pero que desgraciadamente viven inmersos o en la idolatría, o en la herejía, y por eso fuera del camino de la salvación. Muchos de ellos bendecirían en todo momento al Señor si pudieran tener las gracias, los favores y las bendiciones que tienes tú. Pero, dime ¿cómo has correspondido a la gran bondad que Dios usó contigo...? Ven ahora, oh cristiano, y delibera firmemente corresponder mejor a tu dignidad en el futuro. Postrémonos delante de Dios y digámosle de corazón: «Dios mío, Padre de las misericordias, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido, propongo enmendarme en el porvenir y hacer cuanto pueda para corresponder a la dignidad de cristiano, a la que Vos me habéis elevado». «Pero pues sois el más bello ornamento del cristianismo, la mayor y la más poderosa de las criaturas, oh María, Madre augusta de mi Salvador, me dirijo a vos, o clementísima Virgen, y estoy seguro de adquirir la gracia de Dios, el derecho al 13 Raras son las páginas de la obra escrita por Don Bosco en la que la realidad de la persona cristiana esté basada, tan claramente como aquí, en el hecho bautismal y en las nuevas relaciones que establece con Dios Padre, con Jesús Hijo, con la Iglesia madre y la multitud de los hermanos cristianos. Vivir como cristiano es «corresponder» al propio ser, resultando cada vez más consciente de su extraordinaria grandeza y por tanto de sus exigencias.

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paraíso, de reconquistar en una palabra mi dignidad perdida, si vos intercedéis por mí. Auxüium chrístianorum, ora pro nobis»". (pp. 68-71) DÍA VEINTINUEVE.

Medio eficaz para asegurarnos el paraíso.

Un medio muy eficaz, pero demasiado descuidado por los hombres, para ganarnos el paraíso, es la limosna. Por limosna entiendo yo cualquier obra de misericordia ejercida con el prójimo por amor de Dios15. Dice Dios en la sacra Escritura, que la limosna consigue el perdón de los pecados, aunque fueren muchos en número. Caritas operit multitudinem peccatorum. El divino Salvador dice así en el Evangelio: «Quod superest date pauperibus. Lo que os sobra de vuestras necesidades dádselo a los pobres. Quien tiene dos vestidos que dé uno al que lo necesita, y quien tiene ya más de lo necesario que lo comparta con quien tiene hambre» {Le 3). Dios nos asegura que cuanto hacemos por los pobres, lo considera hecho a él mismo. «Todo aquello, dice Jesús, que hiciereis a uno de mis hermanos más necesitados, me lo hacéis a mí» (Mt 25). ¿Deseáis además que Dios os perdone los pecados y os libre de la muerte eterna? Haced limosna. Eleemosyna áb omni peccato et a morte liberat. ¿Queréis impedir que vuestra alma vaya al infierno? Dad limosna. Eleemosyna non patietur animam iré ad tenebras (Job 4). En resumen que nos asegura Dios que la limosna es un medio eficacísimo para conseguir el perdón de los pecados, hacernos encontrar misericordia a los ojos de Dios y conducirnos a la vida eterna. Eleemosyna est quae purgat a peccato, facit invenir e misericordiam et vitam aeternam. Si, pues, deseas que Dios use misericordia contigo, comienza a usarla tú con los pobres. Dirás: «Yo hago lo que puedo». Pero date cuenta que el Señor dice que se dé a los pobres lo superfluo: quod superest date pauperibus. Por eso yo te digo que son superfluas aquellas adquisiciones y aquellos aumentos de riquezas, que haces de año en año. Superflua la exquisitez que tienes en los objetos de mesa, de comida, de tapetes, de vestidos, que podrían servir a quien tiene hambre, sed, o para cubrir al desnudo. Superfluo el lujo en los viajes, en los teatros, en los bailes y otras diversiones a donde se puede decir que va a parar el patrimonio de los pobres. 14 Recordemos que el texto fue escrito en 1858. El «ejemplo» que acompaña cada reflexión doctrinal o moral está, por aquel día, destinado a explicar el contenido de esta invocación de las letanías lauretanas. 15 Don Bosco entiende, pues, limosna en el sentido pleno de cualquier don al prójimo por amor de Dios (éste es precisamente el sentido bíblico y litúrgico de la palabra), y no sólo la entrega de dinero u objetos materiales. Sin embargo, en su desarrollo primero, insiste largamente sobré los dones materiales. Luego, al final del punto 2, indica otras formas diversas de caridad activa, suscitadas por otras tantas formas de pobreza.

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Es verdad que alguno va diciendo que dar lo superfluo a los pobres es un simple consejo no un mandato 1S . No creáis a quien así habla. El Salvador dijo estas palabras en tono imperativo, y no aconsejando; más aún, a fin de que nadie se hiciese ilusiones y no tomase en serio sus palabras y no fabricase pretextos para no usar bien de sus haberes, añadió que es más fácil que una maroma pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el cielo. No es que sea imposible la salvación de los ricos, sino para indicar en qué peligro están de perderse eternamente por el mal uso de sus riquezas. Alguno dice: «Yo tengo que conservar el decoró de mi estado y no me queda nada superfluo para dar limosna». Conserva, pues, tu decoro, pero no olvides que los pobres son tus hermanos. Esas joyas que inútilmente conservas en tu caja fuerte, la multitud de vestidos que acaban apolillados, el lujo inmoderado de los utensilios, en los viajes, en las veladas, en los bailes, en los teatros y cosas semejantes, todos estos gastos son en gran parte superfluos, más aún parecen incompatibles con los pobres tus hermanos, que quizás pasan hambre, sed, frío. No parecen compatibles con el triste fin de tantos a los que tú podrías apartar de la ruina del alma y del cuerpo. Dirás: «No tengo riquezas». Si no tienes riquezas da lo que puedas. Por otra parte no te faltan medios y modos de dar limosna. ¿No hay enfermos que visitar, que asistir, que velar? ¿No hay jóvenes abandonados a los que recoger, instruir, dar albergue en tu casa si puedes, y si no llevarlos, a lo menos, adonde puedan ser instruidos en la ciencia de la salvación? ¿No hay pecadores que amonestar, dudosos a los que aconsejar, afligidos a los que consolar, riñas que apaciguar, injurias que perdonar? Considera de cuántos modos puedes hacer limosna y merecerte la vida eterna. Además ¿no puedes rezar un poco, hacer una confesión, una comunión, rezar un rosario, oír una misa en sufragio de las almas del purgatorio, por la conversión de los pecadores, o para que los infieles sean iluminados y vengan a la fe? ¿No es acaso también una gran limosna quemar libros perversos, difundir los buenos, y hablar cuanto puedas en favor de nuestra santa religión católica...? (pp. 175-178) 16 Cosa de observar es que este parágrafo y el siguiente no figuran en la primera edición. Don Bosco, pues, pensó esclarecer su pensamiento e insistir con el que tiene. No cesará nunca de sostener con fuerza que «dar lo superfluo a los pobres» es un «precepto», y que hay que abstenerse de buscar pretextos para sustraerse a él. En el tono usado aquí y en los ejemplos concretos aducidos, Don Bosco da con el acento de los profetas y del evangelio: Los pobres son tus hermanos. Lo empleará también en las conferencias a los Cooperadores. Quien desee conocer el pensamiento de la Iglesia sobre este punto lo hallará en Vat. II, Gaudium et Spes, n. 69.

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78••- Retrato de apóstol: confianza sólo en Dios, celo, amabilidad P a n e g í r i c o de s a n Felipe N e r i ( m a y o 1868)

j } ¡ !

Entre el pequeño número de sermones escritos por la mano de Don Bosco, tenemos la suerte de poseer entero un panegírico sobre san Felipe Neri. Este infatigable y alegre apóstol de la Roma del 500 (1515-1595), amigo de los jóvenes y fundador él también de un oratorio, fue uno de sus modelos preferidos. Se complacía en citar algunas de sus frases típicas. A final de mayo de 1868, fue invitado por el obispo de Alba turinesa a predicar el panegírico de este santo ante un auditorio de sacerdotes. Se propuso mostrar a san- Felipe como apóstol de los jóvenes, entregado enteramente a su salvación, confiando únicamente en la fuerza de Dios. Sin quererlo traza su propia figura de apóstol y la del apóstol salesiano ideal". No pretendo exponeros con amplitud todas las obras y virtud de Felipe, porque vosotros las habéis leído mejor que yo, y también meditado e imitado. Me limitaré únicamente a una muestra de lo que es como el quicio en torno al cual se completaron, por así decir, todas las demás virtudes, esto es, el celo por la salvación de las almas. Este es el celo recomendado por el Divino Salvador cuando dijo: «Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, y ¿qué deseo yo sino que se encienda? Ignem veni mittere in terram et quid voló nisi ut accendatur?» (Le 12, 49). Celo que hacía exclamar al apóstol Pablo que quería ser anatema de Cristo en favor de sus hermanos: Optabam me esse anathema pro fratribus meis (Rom 9, 3) 1S . La

mayor virtud:

el celo

apoyado

en Dios

Para abrirme camino hacia el asunto propuesto escuchad un Curioso episodio. Es de un mocito que apenas cuenta veinte años de edad, movido por el deseo de la gloria de Dios, abandona a sus padres, de los que era hijo único, renuncia a las vistosas riquezas del padre y de un tío adinerado que quiere sea su heredero; y sólo, sin que nadie lo sepa, sin medio alguno de subsistencia, fiado únicamente en la Divina Providencia, deja Florencia y parte para Roma. Vedlo ahora: es acogido carita17 Fue precisamente esta la impresión de los oyentes, según Don Lemoyne, (MB II, 46-48; IX, 213-221). Cuenta éste además qué Don Bosco había llevado consigo el texto de su panegírico, pero, asaltado por las visitas hasta el último momento, no tuvo tiempo de repasarlo, de suerte que tuvo que improvisar la formulación de su sermón. El texto nos ha llegado bajo dos formas: un borrador (23 páginas) cargado de correcciones, y una copia en limpio de Don Berto (13 páginas), en la que el texto precedente está simplificado y que Don Bosco corrigió de nuevo de su puño (Archivo 132, Sermones F 4). Este último texto es el que citamos (con Don Lemoyne, MB IX, 215-221). Los subtítulos son nuestros. 18 Don Bosco coloca en el centro del alma y de la vida de san Felipe Neri «el celo» por la salvación del prójimo, y un celo que tiene su origen en el del mismo Cristo. Este es precisamente el tema exacto del panegírico: comentario concreto del Da mihi animas.

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tivamente por un conciudadano (Caccia Galeotto): se detiene en un ángulo del patio de la casa: tiene su mirada fija en la ciudad absorto en graves pensamientos. Acerquémonos a él y preguntémosle 1 ': —Joven, ¿quién sois y qué miráis con tanta ansiedad? —Soy un pobre joven forastero; no paro de mirar esta ciudad y un gran pensamiento ocupa mi mente; pero temo que sea locura y temeridad. —¿Cuál? —Consagrarme al bien de tantas pobres almas, de tantos pobres niños, que por falta de instrucción religiosa caminan por el camino de la perdición. —¿Tenéis ciencia? —Apenas he cursado las primeras letras. —¿Tenéis medios materiales? —Nada; no tengo ni un trozo de pan, excepto el que cada día me da caritativamente mi patrón. —¿Tenéis iglesias, casas? —No, no tengo más que una baja y estrecha habitación cuyo uso me ha sido concedido por caridad. Mi guardarropas es u n a cuerda que va de pared a pared en la que cuelgo mi ropa y mi ajuar. —¿Cómo queréis entonces, sin nombre, sin ciencia, sin dinero y sin sitio emprender una empresa tan gigantesca? —Es verdad: precisamente la falta de medios y de méritos me preocupa. Pero por otra parte, Dios que me inspira el ánimo, Dios que de las piedras suscita hijos de Abrahán, ese mismo Dios es quien... Este pobre joven, oh señores, es Felipe Neri, que está meditando la reforma de las costumbres de Roma. Mira la ciudad, pero ¡cómo la ve! La ve esclava, desde tantos años hace, de extranjeros, la ve horriblemente aquejada de pestes, de miseria, la ve después de haber sido asediada durante tres meses, combatida, vencida, saqueada y se puede decir que destruida. La

obra

más

urgente:

catequizar

E s t a ciudad debe ser el c a m p o . e n que el joven Felipe recogerá abundantes frutos. Veamos cómo pone manos a la obra. Con la acostumbrada ayuda de la Divina Providencia reemprende los estudios; termina la filosofía, la teología, y siguiendo el consejo de su Director, se consagra a Dios en el estado sacerdotal. Con la ordenación sagrada redobla su celo por la gloria de Dios. Felipe, al llegar a sacerdote, se persuade con san Ambrosio que: «Con el celo se adquiere la fe, y con el celo el hombre es llevado a la posesión de la justicia. Zelo fides adquú " El diálogo evidentemente no tiene nada de histórico. Don Bosco lo imagina para dramatizar un poco la situación de Felipe al comenzar su misión. Pobre de medios humanos, él se fía principalmente de Dios que lo inspira. Este trozo da una idea del estilo popular y vivaz que tan atrayentes hacían los sermones de Don Bosco.

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ritur, zelo justitia possidetur» (In psdlm. 118). Felipe se convence de que ningún sacrificio le es tan grato á Dios cuanto el celo por la salvación de las almas. Nüllum Deo gratias sacrificium offerri potest quam zelus animarum (Greg. M. In Ezech.)20. Movido por estos pensamientos le parecía que turbas de cristianos, en especial de niños pobres, gritaban continuamente contra él: «Parvuli petierunt panem et non erat qui frangeret eis» (Lam 4, 4 ) a . Mas cuando pudo visitar las oficinas públicas, entrar en los hospitales y en las cárceles y vio gente de toda clase y condición dada a las riñas, a la blasfemia, a los robos, y vivir esclava del pecado, cuando al reflexionar cómo insultaban a Dios Creador sin casi conocerlo, no observaban la ley divina porque la ignoraban, entonces le vinieron a la memoria los suspiros de Oseas que dice (4, 1-2): «Porque el pueblo desconoce las cosas de la salvación eterna, los mayores, los más abominables delitos han inundado la tierra». ¿Pero cuánta amargura invadió su inocente corazón cuando se dio cuenta que gran parte de aquellas pobres almas se perdían míseramente, porque no estaban instruidas en las verdades de la fe? «Este pueblo, exclamaba con Isaías, no ha tenido conocimiento de las cosas de la salvación, por eso el infierno ha dilatado su seno, ha abiertos sus desmesuradas vorágines y allí caerán sus campeones, el pueblo, los grandes y los poderosos: Populus meus quia non habuit scientiam, propterea... infermus aperuit os suum absque ullo termino, et descendent fortes ejus, et populus ejus, et sublimes, gloriosique ejus ad eum» (Is 5, 13-14). A la vista de tantos males cada día crecientes, Felipe, a imagen del Divino Salvador que, cuando comenzó su predicación, no tenía en el mundo otra cosa más que aquel foco de divina caridad que lo empujó a venir del cielo a la tierra, a ejemplo de los apóstoles que se hallaban privados de todo medio humano cuando fueron enviados a predicar el Evangelio a las naciones de la tierra..., Felipe se hace todo a todos en las calles, en las plazas, en las oficinas públicas; entra insinuándose en los públicos y privados establecimientos, y con sus maneras dulces, garbosas, y amenas que sugiere la verdadera caridad con el prójimo, comienza a hablar de las virtudes, de religión a quien no quería saber nada ni de la una ni de las otras. ¡Imaginad la de cosas que se decían a su cuenta! Quien lo llama estúpido, quien ignorante, otros le dicen borracho, ni faltó quien lo tuviera por loco. M Nuevo elogio del «celo por las almas» mediante una de aquellas fórmulas superlativas que gusta Don Bosco emplear cuando toca este argumento. Pero también merece poner de relieve el pensamiento: el servicio generoso hacia el prójimo es presentado aquí como un acto cultual y sacrifical, según la perspectiva de Pablo en Rom 15, 16, y conforme al gran tema de la liturgia de la vida reavivado por el Concilio. « Los niños pedían pan y no habla quien se lo partiera. Aquí Don Bosco enfrenta un segundo tema fundamental: la causa principal de tantas calamidades es la ignorancia religiosa. El pueblo y los niños no son evangelizados. La obra urgente por realizar es, pues, anunciar y explicar la palabra de Dios.

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El animoso Felipe deja que cada uno diga lo que quiera; más aún por el rechazo del mundo comprende que sus obras son de gloria de Dios, porque lo que el mundo llama sabiduría es estulticia para Dios: por eso seguía intrépido en la santa empresa...22. El campo más precioso: los jovencitos Pero Dios había enviado a Felipe especialmente para la juventud, por eso dirigió hacia ella su solicitud especial. Consideraba al mundo como un gran campo que cultivar. Si se siembra a tiempo buen trigo se conseguirá abundante cosecha; pero si la siembra se hace fuera de la estación, se recogerá paja y granzas. Sabía también que en dicho campo hay escondido un gran tesoro, es decir las almas de muchos jovencitos inocentes de ordinario y con frecuencia perversos sin saberlo. Este tesoro, decía Felipe en su corazón, está confiado totalmente a los sacerdotes y en su mayor parte depende de ellos el salvarlo o condenarlo. No ignoraba Felipe que corresponde a los padres cuidar de sus hijos, que corresponde a los patronos cuidar de sus trabajadores, pero cuando éstos no pueden o no son capaces, o bien no quieren ¿habrá que dejar a estas almas que vayan a la perdición? Tanto más que los labios del sacerdote deben ser la guarda de la ciencia y los pueblos tienen derecho a buscarla en su boca y no de otros. A primera vista una cosa pareció desalentar a Felipe al enseñar a los niños pobres y era su inestabilidad, sus recaídas en el mismo mal y peor aún. Pero se liberó de este pánico temor al reflexionar qué muchos de ellos perseveraban en el bien, que los reincidentes no eran demasiados y que éstos mismos con la paciencia, con la caridad y con la gracia del Señor, finalmente entraban en el buen camino, y que por eso la palabra de Dios era una semilla, que más pronto o más tarde producía el suspirado fruto. El, por tanto, todos los días enseñaba al pueblo a ejemplo del Salvador: erat quotidie docens in templo (Le 19, 47), y con premura llamaba a sí a los niños más díscolos e iba por todas partes clamando: «Hijos, venid a mí que os enseñaré el modo de haceros ricos, pero de las verdaderas riquezas que nunca os faltarán; os enseñaré el santo temor de Dios. Venite, filii, audite me, timorem Domini docebo vos» (Sal 33, 12). El método: imitar la mansedumbre del Señor Estas palabras acompañadas de su gran caridad y por una vida que era el conjunto de todas las virtudes, hacían que turbas de chicos corriesen desde todas partes a nuestro santo. El 22 Sin darse cuenta Don Bosco interpreta los episodios y las orientaciones de la vida de su héroe en función de su misma experiencia. Poniendo «Juan Bosco» donde dice «Felipe», habría muy poco que cambiar en el texto.

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cual dirigía la palabra ya al uno, ya a l o t r o ; con el estudiante hacía de literato, con el herrero de herrero, con el carpintero de carpintero, con el barbero de barbero, con el albañil de albañil, con el zapatero de zapatero. De esta forma, haciéndose todo a todos, los ganaba a todos para Cristo23. Por lo que aquellos muchachos, alentados por sus caritativas maneras, por aquellas edificantes conversaciones, se sentían como atraídos adonde Felipe quería... Mas, ¿cómo a jovencitos disipados, amantes del comer y del beber y de divertirse, cómo doblegarlos a las cosas de iglesia y a la piedad? Felipe encontró este secreto. Escuchad: imitando la dulzura y la mansedumbre del Salvador24. Felipe Jos acogía amablemente, por las buenas... Todo gasto, decía, toda fatiga, toda molestia, todo sacrificio es poco, cuando contribuye a ganar almas a Dios... Estas graves fatigas, estos alborotos y molestias, que a nosotros nos parecen insoportables algunas veces, fueron la delicia y el trabajo de san Felipe durante más de sesenta años, esto es, durante toda su vida sacerdotal, hasta su más avanzada vejez, hasta que Dios lo llamó a gozar el fruto de tantas y tan prolongadas fatigas.

cristo, tendremos que dar en su tribunal divino, de las almas confiadas a nosotros...25. Y vos, glorioso san Felipe, haced que al final de la vida podamos oír todas aquellas consoladoras palabras: «Has salvado almas, has salvado la tuya: Animatn salvasti, animam tuam praedestinasti». (Archivo 132, Sermones F 4; cfr MB IX, 215-221) 25 Tenemos aquí una síntesis de las razones y de las motivaciones que justifican y alimentan el celo apostólico según Don Bosco: el ejemplo de Cristo, el mandamiento de Cristo de cuidar del prójimo, el sentido de la caridad fraterna, la eminente grandeza en sí del apostolado, y finalmente el juicio final de Cristo.

Grave responsabilidad para todos ¿Hay algo en este siervo fiel que no pueda ser imitado por nosotros? No, no lo hay. Cada uno de nosotros en su condición está bastante instruido, es bastante rico para imitarlo, si no en todo, al menos en parte. No nos dejemos engañar por el vano pretexto que a veces se escucha: «No estoy obligado; que piense quien tenga deber-». Cuando decían a Felipe que no teniendo cura de almas, no estaba obligado a trabajar tanto, respondía: «¿Acaso mi buen Jesús tenía obligación de derramar por mí toda su sangre? El muere en la cruz para salvar almas y yo su ministro rehusaré soportar alguna molestia, alguna fatiga para corresponderle?». Pongámonos a trabajar. Las almas están en peligro y debemos salvarlas. Estamos obligados a ello como simples cristianos, a los que Dios mandó tener cuidado de su prójimo. Et mandavit illis unicuique de próximo suo (Eccles 17, 12). Estamos obligados porque se trata de las almas de nuestros hermanos, porque todos somos hijos del mismo Padre celeste. Debemos también sentirnos estimulados en modo excepcional a trabajar por salvar almas, porque ésta es la más santa de las obras santas: Divinorum divinissimum est cooperan Deo in salutem animarum (Aeropagita). Pero lo que nos debe empujar absolutamente a cumplir con celo este oficio, es la cuenta estrechísima que nosotros, como ministros de Jesu23 Admirable aplicación «salesiana» de la palabra de san Pablo en 1 Cor 9, 20-22: «Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos... débil con los débiles para ganar a los débiles... todo a todos para salvar a toda costa a alguno». Método de encarnación, dictado por el amor humilde y paciente. 24 La referencia al mismo Cristo es constante. Más arriba se trataba de participar en su celo. Aquí de reproducir su método.

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II A LOS COOPERADORES SALESIANOS

Los Cooperadores son en realidad la primera fundación de la Familia apostólica salesiana. Desde los comienzos de su obra (1841), Don Bosco, solo ante una inmensa tarea, llamó a la generosidad de colaboradores no sólo sacerdotes, sino también laicos, hombres y mujeres. Les pide servicios concretos: asistencia y catecismo en sus oratorios, aliviar las miserias encontradas, donativos en dinero para sufragar sus enormes necesidades, difusión de la buena prensa... Pero, a través de esto, les propone también a ellos un ideal de santidad cristiana. Bien pronto, a partir de 1845, procura dar a su grupo una consistencia espiritual y pastoral, e incluso jurídica ante las autoridades eclesiásticas (con los rescriptos del 18.4.1845 y del 28.9.1850, obtiene para ellos favores espirituales, y con el decreto del 313.1852, es reconocido como su cabeza). Los llama «Promotores o Cooperadores Salesianos, constituidos como en verdadera Congregación bajo el título de San Francisco de Sales» (docum. 1876, Archivo 133,3). De este grupo surgen en 1858 aquéllos con los cuales Don Bosco funda la Pía Sociedad Salesiana, a la cual permanecen ligados de tal manera que las Constituciones entonces elaboradas son concebidas como válidas también para ellos, con las debidas adaptaciones a su situación secular. Por diez años, de 1864 a 1874, es decir durante todo el período de esta elaboración, Don Bosco intenta, ante las autoridades de Roma, agregarlos como «miembros externos» a la Sociedad de San Francisco de Sales. Inútilmente. El proyecto era demasiado innovador respecto a las disposiciones canónicas del momento. Desilusionado, pero no desanimado, lo intentó bajo otra forma. Y en 1876 hacía nacer en forma autónoma la tercera rama de la Familia salesiana, la Pía Unión de los Cooperadores salesianos'. Sin tardar mucho, fundaba también el Boletín Salesiano (1877), enviado gratuitamente a todos los Cooperadores como órgano de infor1 Cfr CERIA, E.: / Cooperatori Salesiani. Un po' di storia, SEI, Torino, 1952. STELLA, P.: Don Bosco nella storia, I, 209-227. AUBRY, J.: Una vocación concreta en la Iglesia; Cooperador Salesiano, Delegación Nacional de CC. SS., Madrid, 1973.

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mación, de promoción y de unión en la misma tarea y en el mismo espíritu. Y durante los diez últimos años de su vida, la mayor parte de su esfuerzo la dedicó a suscitar y animar grupos de Cooperadores. En el plano de la espiritualidad, este sector de la tarea de Don Bosco tiene su valor. Hemos visto en los textos precedentes su inclinación a llevar poco a poco a todos los cristianos, adultos y jóvenes, a una vida cristiana activa, decididamente encaminada al servicio del prójimo. A sus Cooperadores no hace más que proponerles con mayor claridad este ideal, insistiendo sobre el servicio de la juventud pobre y abandonada y sobre los valores salesianos que la orientan y sostienen: encuentro con Cristo en los pequeños y en los pobres, grandeza divina de toda tarea apostólica, conciencia de la responsabilidad de aquél que posee para quien no posee, sentido del trabajo eclesidl dentro de una Familia entregada al crecimiento de la Iglesia y del Reino de Dios, espíritu de gozo y de paz... Todo esto dicho y repetido en fórmulas muy sencillas, como lo demostrarán los textos aducidos aquí2. Según el orden cronológico, tendríamos que haber citado en primer lugar los textos escritos para los Salesianos religiosos. Hemos preferido citar desde ahora los textos tardíos que se dirigen a los Cooperadores, porque en el plano espiritual, constituyen una especie de vía media entre el tipo de santidad cristiana propuesto á todos y el propuesto a los Salesianos consagrados. Se verá que las exigencias de Don Bosco eran grandes, pero siempre movidas por una especie de entusiasmo de la caridad que las hacían aceptar de buen grado. Finalmente, una selección de cartas de nuestro santo a sus Cooperadores y Cooperadoras en la sección siguiente permitirá completar la fisionomía espiritual de este tipo de discípulo de Don Bosco.

79 - Una regla de vida cristiana apostólica para seglares. El proyecto de l o s «Asociados» (1874) Entre el 1874 y él 1876, Don Bosco elaboró diversos proyectos de Reglamento de Cooperadores. Nuestro archivo conserva tres3. Cita2 La última vez que recibió a un grupo de exalumnos (de los que discreto número eran sacerdotes) el 15 de julio de 1886, les dijo: «La propuesta del cura de la Gran Madre (parroquia de Turín) de exhortar a cada uno de vosotros al incremento de la obra de los Cooperadores es una de las más hermosas, porque los Cooperadores son el sostén de las obras de Dios por medio de los Salesianos... La obra de los Cooperadores está concebida para sacudir la languidez en que yacen tantos cristianos, y difundir la energía de la caridad... Los Cooperadores serán quiénes ayudarán a promover el espíritu católico» (MB XVIII, 160-161). 3 Se titulan: Asociados a la Congregación de San Francisco de Sales (1873 ó 1874), Unión cristiana (impreso en 1874), Asociación de buenas obras (impreso en 1875). El P. F. Desramaut los ha publicado y estudiado en el volumen 6 de la colección Colloqui sulla vita salesiana: il Cooperatore nella societá contetnpo-

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mos algunos párrafos del primero, luego otros del Reglamento definitivo; nos permiten comprobar con toda claridad cómo Don Bosco proponía a sus Cooperadores un camino de santidad mediante la acción apostólica y caritativa, lo que, bien entendido, no excluía ni el desapego, ni la oración. Asociados a la Congregación de San Francisco de Sales Asociación salesiana. Muchos fíeles cristianos, muchos autorizados personajes, p a r a asegurarse su eterna salvación, han pedido repetidamente u n a asociación salesiana, que según el espíritu de los congregados, proporcionase a los externos una regla de vida cristiana 4 practicando en el mundo aquellas reglas que son compatibles con su propio estado. Cuántos se alejarían gustosamente del mundo p a r a evitar el peligro de perderse, gozar la paz del corazón y pasar así la vida en la soledad, en la caridad de Nuestro Señor Jesucristo. Pero no todos son llamados a tal estado. Muchos por su edad, muchos por su condición, muchos por salud, muchísimos por falta de vocación no pueden en manera alguna. Por este motivo, p a r a satisfacer a este general deseo se propone la Pía Asociación de San Francisco de Sales. Doble es su fin. 1." Proponer un medio de perfección 5 a todos aquellos que están razonablemente impedidos de encer r a r s e en algún instituto religioso. 2." Participar en las obras de piedad y de religión que los socios de la Congregación salesiana realizan en público o en privado de alguna forma a mayor gloria de Dios y ventaja de las almas. Estas dos ventajas se pueden fácilmente obtener con la observancia de las reglas de esta Congregación en la parte en que son compatibles con el estado de cada uno. 3.° Se añade luego un motivo quizás más esencial que los otros: la necesidad de la unión en hacer el bien. Es un hecho que los hombres del mundo se asocian para sus negocios temporales; se asocian p a r a la edición de revistas malas, para propagar máximas perniciosas por el mundo; se asocian para difundir instrucción errónea, esparcir falsos principios entre la incauta juventud, y lo consiguen maravillosamente. ranea, LDC, Torino, 1975, pp. 23-50 (estudio) y 355-368 (texto). Los extractos del primero aquí publicados provienen de un manuscrito de Don Bosco (8 páginas). 4 He aquí la expresión decisiva. La insistencia de Don Bosco en querer hacer participar a los Cooperadores en las «reglas» de la Congregación salesiana no quiere decir que él quiera en absoluto hacer de ellos religiosos esparcidos por el mundo. El vuelve simplemente a su idea primitiva de hacer de ellos miembros «externos» de su familia apostólica. Les ofrece una «regla de vida» de acuerdo con su situación (con su «vocación», dice más adelante) de seglares realmente asociados a los Salesianos religiosos. 5 Encontramos aquí, claramente enunciada, la convicción de Don Bosco, discípulo de san Francisco de Sales, que el camino de la perfección está abierto tanto a los seglares como a los religiosos. El medio original que aquí se propone es la aceptación de una regla de vida y la entrada en una familia espiritual vigorosamente orientada hacia un apostolado específico.

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¿Y los católicos, permanecerán inoperantes o desunidos de modo que. sus obras sean paralizadas por los malos? Que no suceda jamás. Unámonos todos mediante las reglas de la Congregación salesiana, (cuyos miembros) formen un solo corazón y una sola alma con los asociados externos. Sean verdaderos hermanos. El bien de uno sea el bien de todos. Conseguiremos ciertamente este gran fin merced a la asociación con la Congregación de San Francisco de Sales. Fin de esta Asociación. El fin de esta Asociación es unir los buenos católicos para promover el bien de nuestra santa religión y al mismo tiempo asegurar mejor la propia salvación practicando las reglas de la Sociedad de San Francisco de Sales en la parte que son compatibles con el estado de quien vive en el siglo. He aquí ahora las principales cosas a que es invitado cada asociado: 1) Procurará hacerse el bien a sí mismo con el servicio de la caridad en favor del prójimo, especialmente con los niños pobres y abandonados. Educados estos en el santo temor de Dios, se disminuye el número de los díscolos, se reforma la sociedad humana y se salva un inmenso número de almas para el cielo. 2) Recoger niños pobres, instruirlos en la propia casa, avisarlos en los peligros, llevarlos a donde puedan ser instruidos en la fe, es toda ella materia a la cual cada asociado se puede útilmente dedicar. Quien no puede hacer estas cosas por sí mismo podrá hacerlas por medio de otros... o igualmente rezando por los que trabajan o procurando medios materiales según la necesidad... 3) En estos tiempos de perturbación, haciéndose sentir gravemente la escasez de vocaciones al estado eclesiástico, cada uno procurará asistir a estos adolescentes pobres que mostrasen tener esta vocación... 4) Cada asociado procurará con el máximo cuidado impedir toda conversación, toda obra contra el Romano Pontífice y contra su suprema autoridad. Por lo tanto, observar las leyes de la Iglesia y promover su observancia, inculcar el respeto al Romano Pontífice6, a los obispos, a los sacerdotes, promover catequesis, novenas, triduos, ejercicios y en general intervenir, y animar a otros a intervenir, en la asistencia a la palabra divina, son cosas propias de esta Asociación. 5) Como quiera que en estos tiempos se esparcen mediante la prensa tantos libros, tantas máximas irreligiosas e inmorales, los Salesianos7 procurarán con gran solicitud que no se despa6 En los proyectos sucesivos y en el Reglamento definitivo, Don Bosco suprimió esta alusión explícita a la adhesión al Papa por razones de prudencia, o sea para no dar entrada a sospechas fáciles de producirse, dado el clima político del tiempo. En concreto, siempre cultivó un sentido vivo de la Iglesia y de su jerarquía. 7 «Los Salesianos...»: esta expresión designa a los Cooperadores: Don Bosco

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chen libros malos y se difundan libros buenos, folletos, hojas, impresos de toda clase en aquellos lugares y entre aquellas personas que parezca oportuno hacerlo. Esto se ha de comenzar a hacer por la casa propia, por los propios parientes, amigos y conocidos, y luego donde se pueda. Reglas para los asociados salesianos 1) Todos pueden inscribirse en esta asociación con tal que cuente dieciséis años de edad, sea de conducta honrada, buen católico, obediente a la Iglesia y al Romano Pontífice... 2) No hay penitencias exteriores, pero todo socio debe distinguirse de los demás cristianos en la modestia en el vestir, en la frugalidad en la comida, en el ajuar doméstico, en la circunspección en las conversaciones y en el exacto cumplimiento de sus deberes (Siguen otros trece artículos). (Archivo 133, Coop. 2, 2; cfr MB X, 1310-1312) 80 - El Reglamento definitivo (12 de julio de 1876) 8 Pía Unión de Cooperadores Salesianos (...) III. Fin de los Cooperadores Salesianos. Fin principal de los Cooperadores Salesianos es hacerse el bien a sí mismos mediante un tenor de vida, semejante, en lo posible, al que se observa en la vida común. Y aunque muchos entrarían gustosos en el claustro, quien por la edad, quien por su salud o condición, muchísimos por falta de oportunidades están absolutamente impedidos. Estos, haciéndose Cooperadores salesianos, pueden continuar en medio de sus ocupaciones ordinarias, dentro de sus propias familias, y vivir como si de hecho estuviesen en la Congregación'. De ahí que por el Sumo Pontífice esta Asociación es considerada como una Orden Tercera de las antiguas, con la diferencia que en aquéllas se proponía la perfección cristiana mediante el ejercicio de la piedad; aquí se tiene por fin principal la vida activa en el ejercicio de la caridad para con el prójimo y especialmente para con la juventud en peligro10. los consideraba salesianos auténticos. No es la única vez que Don Bosco les da éste8 nombre: cfr MB X, 82-83. Impreso en Albenga (cerca de Alassio) bajo el título: Cooperatori Satesiani ossia un método pratico per giovare al buon costume e alta avile societá. La presentación Al lector está firmada por Juan Bosco, sacerdote, y lleva la fecha Turín, 12 de julio de 1876. 9 Todo este párrafo está inspirado en la idea primera de Don Bosco sobre los Cooperadores: hacer dé ellos los miembros externos y sin votos de una única Sociedad dedicada a la perfección mediante el apostolado. 10 Don Bosco asimila, pues, los Cooperadores a terciarios, pero con un estilo nuevo: la perfección cristiana se logra mediante la caridad activa (nótese el paralelismo de las fórmulas «en el ejercicio...»). Es una orden terciaria apostólica y caritativa. Pero los capítulos siguientes VII y VIII explicarán que eso no es válido sin vida de oración y práctica de los sacramentos. Para sus Cooperadores

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A los Cooperadores salesianos se les propone la misma mies de la Congregación de San Francisco de Sales, a la que entienden asociarse.... (...) IV. Obligaciones particulares. 1) Los miembros de la Congregación salesiana consideran a los Cooperadores como otros tantos hermanos en Jesucristo, y a ellos se dirigirán cada vez que su acción pueda aprovechar a mayor gloria de Dios y ventaja de las almas. Con la misma libertad, si es del caso, los Cooperadores se dirigirán a los miembros de la Congregación salesiana11. 2) Por tanto todos los Socios, considerándose hijos de nuestro Padre celeste, todos hermanos en Jesucristo/harán con sus medios materiales propios o con donativos recogidos entre personas caritativas, cuanto puedan para promover y sostener las obras de la Asociación... VII. Ventajas 12. 1) Su Santidad Pío IX, felizmente reinante, con decreto de 30 de julio de 1875, comunica a los bienhechores de esta Congregación y a los Cooperadores salesianos todos los favores, todas las gracias espirituales y todas las indulgencias concedidas a los religiosos salesianos, exceptuados los referentes a la vida común. 2) Participarán de todas las misas, oraciones, novenas, triduos, ejercicios espirituales, de las catequesis y de todas las obras de caridad, que los religiosos salesianos realicen en cualquier lugar y en cualquier parte del mundo. 3) Participarán igualmente de la misa y de las oraciones que cada día tienen lugar en la iglesia de María Auxiliadora de Turín, a fin de invocar las bendiciones del cielo sobre sus bienhechores y familias, y en especial sobre aquellos que moral o materialmente hacen algún beneficio a nuestra Salesiana Congregación. había pedido (4 de marzo de 1876) Don Bosco las mismas indulgencias y gracias de que gozaban desde hacía seis siglos los terciarios franciscanos. Pío IX respondió: «Queriendo nosotros dar una señal de especial benevolencia a los citados Socios, les concedemos todas tas Indulgencias tanto plenarias cuanto parciales que los Terciarios de San Francisco de Asís pueden conseguir- y les concedemos que puedan lucrar en las fiestas de san Francisco de Sales y en las iglesias de los sacerdotes de la Congregación Salesiana todas las indulgencias Que lo? Terciarios pueden ganar en las fiestas y en las iglesias de san Francisco de Asís» (Breve del 9 de mayo de 1876; cfr MB XI, 76-77 y 547). " L o s Cooperadores y sus «hermanos» religiosos son por tanto invitados a una real experiencia de fraternidad evangélica, fundada sobre la gracia bautismal de la filiación divina y sobre la comunión del mismo cansina de servicio a la juventud pobre y abandonada. « D o n B o s c o c r e l a firmemente en el misterio de la comunión de los santos. Quena que se verificase de un modo especial entre los miembros de su familia apostólica. En esto se inspiraba también en un sentimiento de gratitud- a los que «cooperaban» con su entrega o con donativos de dinero, él, a su vez les ofrecía la participación en los tesoros espirituales de su Congregación: el beneficio de las oraciones diarias, la ayuda espiritual en las horas de la enfermedad y de la agonía, los sufragios por los difuntos. Cada número del Boletín SaleeD t r a n s c u r s o de l o s m e s e cLp"tuloPVII ^ lo Que dice globalmente este

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4) El día después de la fiesta de san Francisco de Sales, todos los sacerdotes salesianos y sus Cooperadores celebrarán la santa Misa por los hermanos difuntos. Los no sacerdotes procurarán hacer la sagrada comunión y rezar la tercera parte del rosario. 5) Cuando un hermano enferme, avísese enseguida al Director. Este dará orden enseguida de que se dirijan a Dios orácH*nes especiales por él. Lo mismo se hará en el caso de muerte de un Cooperador. VIII. Prácticas religiosas. 1) A los Cooperadores salesianos no se les prescribe ninguna obra externa, pero para que su vida se pueda asemejar en algún modo a la del que vive en comunidad religiosa, se les recomienda la modestia en el vestir, la frugalidad en la mesa y la sencillez en los muebles, la pureza en las conversaciones, la exactitud en los deberes del propio estado, procurando además que las personas de ellos dependientes observen y santifiquen el día festivo". 2) Se les aconseja que hagan cada año al menos algunos días de ejercicios espirituales. El último día de cada mes, o en otro que les resulte más cómodo, harán el ejercicio de la buena muerte, confesándose y comulgando, como si realmente fuese el último de la vida14. Tanto en los ejercicios espirituales, como en el día que se hace el ejercicio de la buena muerte, se gana la indulgencia plenaria. 3) Cada día rezará un Pater, Ave y Gloria a san Francisco de Sales a intención del Sumo Pontífice15. Los sacerdotes, y los que rezan el oficio divino o el oficio de la bienaventurada Virgen, están dispensados de estas oraciones. Para ellos basta con que añadan con este fin una intención en dicho rezo. 4) Procuren acercarse con la mayor frecuencia a los santos sacramentos de la Confesión y de la Comunión; cada uno puede ganar cada vez indulgencia plenaria. 5) Estas indulgencias plenarias y parciales se pueden aplicar a modo de sufragio a las almas del purgatorio, excepto la del 13 Este parágrafo, ya presente en el proyecto de los Asociados del 1874, es importante. Los Cooperadores no hacen los votos religiosos. Sin embargo no están dispensados de practicar los consejos evangélicos de una manera acorde con su condición de seglares: Don Bósco les «recomienda» formas de castidad {modestia, pureza), de pobreza (frugalidad, sencillez) y de obediencia (exactitud). Con esto los Cooperadores participan en el espíritu de desapego de sus hermanos 14religiosos: Don Bosco «aconseja» a sus Cooperadores algunos días de ejercicios espirituales cada año. Pero pide claramente a todos, Salesianos y Cooperadores, que hagan cada mes el «ejercicio de la buena muerte»: día de reflexión, de puesta a punto espiritual, de conversión, coronado por las dos prácticas sacramentales de la penitencia y de la eucaristía. Para él era un medio infalible de progreso •espiritual. 15 Formulación que hoy, justamente nos parece extraña. El Pater se dirige... al Padre del Cielo, el Ave María a la Sma. Virgen. Aquí Don Bosco cede a la mentalidad de la época, para la que el Pater y el Ave simbolizaban toda «oración», hasta la dirigida a los santos.

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artículo mortis que sólo se puede adquirir cuando el alma separándose del cuerpo parte para la eternidad. (Archivo 133, Coop. 2, 5) 81 - «Cooperadores salesianos» ¿Qué significa? Del «Boletín Salesiano» (septiembre 1877) En el primer número del Boletín Salesiano, Don Bosco cuidó de explicar el título oficial que había dado al Reglamento del 1876: Cooperadores Salesianos, o sea Un modo práctico de ayudar a las buenas costumbres y a la sociedad civil. Preciosa pequeña síntesis en la que se pone de manifiesto el aspecto realista de la espiritualidad de Don Bosco: «No promesas, sino hechos y sacrificios»ls. Sobre los Cooperadores. El título del diploma o del librito presentado a los Cooperadores explica cuál es su fin. Se llaman Cooperadores salesianos los que desean ocuparse de obras caritativas no en general, sino en particular, de acuerdo y según el espíritu de la Congregación de San Francisco de Sales. Un Cooperador de por sí puede hacer el bien, pero el fruto queda muy corto y por lo general dura también poco. Por el contrario unido con otros halla apoyo, consejo, alientos, y con frecuencia con trabajo ligero obtiene mucho, porque las fuerzas, aun las débiles, si se unen resultan fuertes. De ahí el gran dicho que la unión hace la fuerza. Vis unita fortior. Por lo tanto nuestros Cooperadores siguiendo el fin de la Congregación salesiana se emplearán según sus fuerzas en recoger niños en peligro o abandonados en las calles y plazas, encaminarlos a la catequesis, entretenerles los domingos y colocarlos con algún patrono bueno, dirigirles, aconsejarles, ayudarles eii lo posible para hacer de ellos buenos y honrados cristianos. Las normas a seguir en las obras que con tales fines se propongan a los Cooperadores, será materia del Boletín Salesiano. Se añaden las palabras Modo práctico para notar que aquí no se establece una Cofradía, ni una Asociación religiosa, literaria o científica, ni tampoco un diario; sino una simple unión de bienhechores de la humanidad dispuestos a dedicar no promesas, sino hechos, solicitudes, molestias y sacrificios para ayudar a nuestro semejante. Se ha puesto aquí un modo práctico: porque no pretendemos decir que éste sea el único medio para hacer el bien a la sociedad civil; más aún nosotros aprobamos y alabamos altamente todas las instituciones,, uniones, y asociaciones públicas y privadas que tienden a beneficiar a la humanidad, y rogamos a Dios que mande a todos los medios 16 Texto en Bibliófilo Cattolico o Boletín Salesiano mensual, Año I n» 1 septiembre de 1877, Tipog. de San Vicente en Sampierdarena, pp. 1-2. El artículo' e ?f,^ c f l r m a d o ' P e r o sabemos que fue dictado por Don Bosco (cfr MB XIII 261). Fue reproducido en un Suplemento del número de mayo de 1880. '

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necesarios morales y materiales para conservarse, progresar y conseguir el fin propuesto. Nosotros aquí, a nuestra vez, entendemos proponer un medio de obrar, y este medio lo proponemos en la Asociación de los Cooperadores salesianos. Las palabras ayudar a las buenas costumbres dan a conocer con mayor claridad todavía lo que queremos hacer y cual es nuestro común entendimiento. Extraños por completo a la política, nos alejaremos constantemente de todo lo que pueda redundar en cargo para cualquier persona constituida en autoridad civil o eclesiástica17. Nuestro programa será inalterablemente éste: Dejadnos el cuidado de los jóvenes pobres y abandonados, y nosotros haremos todos nuestros esfuerzos para hacerles el mayor bien que podamos, pues así creemos poder ayudar a las buenas costumbres y a la civilización. (pp. 1-2) TRES CONFERENCIAS A LOS COOPERADORES

En las numerosísimas conferencias que dio a los Cooperadores", Don Bosco trataba de ordinario los mismos temas: balance de las obras emprendidas, exposición de proyectos y de necesidades inmediatas, llamamiento a la entrega generosa de los Cooperadores. Desarrollando este tercer punto, recordaba con frecuencia la obligación de dar lo superfluo, la grandeza del servicio a los demás y su valor de redención. Sabía acordar la delicadeza para con las personas con la intransigencia de la doctrina, proponiendo además una solución al problema del reparto de los bienes de este mundo. Se verá hasta qué punto Don Bosco era un hombre evangélico.

82 • Grandeza y recompensa de la caridad en pro de la juventud Primera Conferencia a los Cooperadores de Turín (16 de mayo de 1878)19 Notad bien cuan grande es la gracia del Señor que os pone en mano los medios para que cooperéis en la salvación de las 17 Esta frase y la siguiente responden a un temor manifestado varias veces ante la perspectiva de trabajar abiertamente en conexión con la Congregación salesiana: el temor de provocar sospechas, acusaciones de «política clerical», oposiciones por parte de las autoridades civiles en lucha entonces con la Iglesia y el Papa. Don Bosco proponía regularse según la norma evangélica: Dad a César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. is De ordinario, con ocasión de las fiestas de san Francisco de Sales (entonces 29 de enero) y de María Auxiliadora (24 de mayo). «Tenemos noticia cierta de al menos 79 conferencias a los Cooperadores, de las que 28 en Francia» (CBRIA, E.: I Cooperatori Salesiani, SEI, Torino, 1952, p. 59). Los primeros Boletines salesianos y las Memorias Biográficas nos transmiten la crónica de una cincuentena de tales conferencias, y muchas veces incluso nos dan el texto. 19 Excepcionalmente citamos un texto que no es quizás, palabra por palabra, el de Don Bosco. No figura entre sus manuscritos (la conferencia fue con probabilidad improvisada). Existe sólo un impreso, y sin firma. Pero creemos que

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almasv ¡Sí! En vuestras manos está la salvación eterna de muchas almas. Se ha visto, con nuestras obras expuestas poco ha, encontrar a muchísimos el camino perdido del cielo gracias a la cooperación de los buenos. Ahora sería el caso de que yo os lo agradeciese cumplidamente. ¿Qué os he de agradecer? No puedo daros esas gracias. Sería una recompensa demasiado pequeña para vuestras buenas obras si yo lo hiciese. Dejaré al Señor que sea El quien os lo agradezca. ¡Sí! Nuestro Señor lo dijo varias veces que considera como hecho a El cuanto hacemos por el prójimo. Por otra parte es cierto que la caridad no es exclusivamente corporal, sino que tiene un fin también espiritual, tiene un mérito mucho mayor. Y querría decir que no sólo tiene un mérito mayor, sino que tiene algo divino. ¿Queréis hacer una cosa buena? Educad a la juventud. ¿Queréis hacer una cosa santa? Educad a la juventud. ¿Queréis hacer una cosa santísima? Educad a la juventud. ¿Queréis hacer una cosa divina? Educad a la juventud. Mejor aún, ésta es entre las cosas divinas divinísima. Los santos Padres están de acuerdo en repetir aquella frase de Dionisio Aeropagita: Divinorum divinissimum est cooperan Deo in salutem animarUm. Y explicando este paso con san Agustín, se dice que esta obra divina es prenda absoluta de la propia predestinación: Animam salvasti, animam tuam praedestinasti. Por tanto vosotros al participar en hacer estos grandes bienes a los que arriba se aludió, podéis estar seguros de que estáis poniendo a salvo vuestras almas. Por eso omito el haceros especiales acciones de gracias. Os basta saber que en la iglesia de María Auxiliadora, mañana y tarde, y puedo decir todo el día, se hacen especiales oraciones por vosotros, a fin de que el Señor os dé él mismo las gracias con aquellas palabras que os dirá en el día del juicio decisivo: Bien, siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho. Entra en el gozo de tu Señor. Vosotros hacéis sacrificios, pero pensad que Jesús hizo de sí mismo un sacrificio bastante más grande, y jamás nos acercaremos bastante al sacrificio que él mismo hizo por nosotros. ¡Alegrémonos! Los que se esfuerzan en imitarlo, los que hacen cuanto pueden para salvar almas estén tranquilos sobre su suerte en la eternidad. Animam salvasti, animam tuam praedestinasti. Y esta sentencia no es exagerada, y serán ciertamente coronados con el Intra in gaudium Domini tui que a todos vosotros tan, ardientemente os deseo y ruego. (MB XIII, 629-630) estos apuntes de un oyente (quizás Don Berto o Don Barberis) reproducen fielmente el pensamiento del santo, y en buena parte su misma formulación Cfr Archivo, Docum. Lemoyne, XIX, 157-163, y MB XIII, 624-629.

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83 - «No tengo el atrevimiento de cambiar la doctrina de Cristo» Conferencia a los Cooperadores de Marsella (17 de febrero de 1881)20 ... Dios míos, digo yo ¿por qué no me habéis creado rico, por qué no me habéis dado dinero para acoger con nosotros a todos los niños pobres y hacer de ellos buenos ciudadanos aquí en la tierra y buenos cristianos para el cielo, preparando al mismo tiempo un buen porvenir a la sociedad? Es verdad, yo no tengo la fortuna de las riquezas, pero tengo la incomparable fortuna de tener Cooperadores y Cooperadoras que son muy ricos de buena voluntad, de caridad, que ya han hecho, hacen y harán siempre todos los sacrificios para ser de ayuda en cumplir y sostener la obra de Dios, la obra protegida por nuestra gran madre, la Santísima Virgen María. Animo, pues, a trabajar, o caritativos Cooperadores, a trabajar. ¿Mas, cómo arreglarnos para encontrar el dinero? Dios nos lo ha dicho: Quod superest, date eleemosynam: todo lo que os sobre dadlo de limosna. Ahora lo que os sobre dadlo para el orfelinato de Beaujour, y el orfelinato será acabado21. Me diréis: «¿Qué entiende usted por superfluo?». Escuchad, mis respetables Cooperadores. Todo bien temporal, todas las riquezas nos han sido dadas por Dios; pero al dárnoslas, nos da la libertad de escoger todo lo que necesitamos. No más. Pero Dios que es dueño nuestro, de nuestras propiedades, y de todo nuestro dinero, Dios pide cuentas severas de todas las cosas que no nos son necesarias, si no las damos de acuerdo con mandamiento. Yo estoy seguro que si nosotros, con buena voluntad, ponemos aparte lo superfluo, lo que nos sobre, nosotros tendríamos sin duda los medios necesarios para nuestra obra. Diréis: «¿Es obligación dar todo lo superfluo en buenas obras?». Yo no puedo daros otra respuesta que la que dio el Salvador que nos manda dar: Dad lo superfluo. El no ha querido fijar límites, y yo no tengo el atrevimiento de cambiar su doctrina. Yo sólo os diré que Nuestro Señor, por miedo a que los cristianos no hubiesen comprendido estas palabras bien y cre20 Don Bosco había abierto en Marsella, el 1 de julio de 1878, el Oratorio de San León (llamado también Orfelinato Beaujour), y en seguida había creado un bonito grupo de Cooperadores y Cooperadoras. El Archivo salesiano posee una copia de su conferencia del 20 de febrero de 1880 (cfr MB XIV, 423-425), y un precioso autógrafo con fecha del 17' de febrero de 1881 (Arch. 132, Conferencias, 5; cfr MB XV, 49, y 691-695). Está escrita directamente en un mal francés, que hemos traducido. Citamos la última parte. 21 Ponemos de relieve las etapas del pensamiento del santo: 1) Dios es dueño de nuestros bienes necesarios y. de los superfluos. 2) Nos ha dado un mandato formal de emplear lo superfluo en bien de los pobres. 3) Ese mandato es serio: pone en juego la vida eterna. 4) A quien obedece y usa misericordia con sus hermanos, Dios, a su vez, se le mostrará misericordioso en esta vida y en la otra.

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yesen que él no quería darles una gran importancia, añadió que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico se salve. Esto es, es menester un milagro, un gran milagro, dice san Agustín, para que un rico se salve, si no hace buen uso de sus riquezas dando lo superfluo a los pobres. Entremos, pues, en nuestras casas y se encontrará algo superfluo en vestidos, muebles, en la mesa, en los viajes, en los gastos y en la conservación del dinero y en las demás cosas que no sean necesarias. Otro medio todavía para ayudar a los pobres es pedir, dando a conocer a nuestros parientes, a nuestros amigos la importancia de dar limosna. Es Dios quien nos lo ha dicho. Dad y se os dará. Date et dábítur vobis. ¿Queréis gracias y cancelar vuestros pecados? Haced limosna. Eleemosyna est quae purgat peccata. ¿Queréis aseguraros el tener misericordia ante Dios? Haced limosna. Facit invenire misericordiam. ¿Queremos asegurarnos el bien eterno del cielo? Eleemosyna est quae facit invenire misericordiam et vitam aeternam22. Dios nos promete el céntuplo de todas nuestras buenas obras; Dios mantendrá su palabra, con gran abundancia de gracias sea temporales, sea espirituales. Pero en la otra vida ¿qué ganaremos con la limosna? Se gozará el eterno bien; y las almas que nosotros hayamos cuidado, colocado en un orfelinato, vestido, alimentado, serán poderosas protectoras ante Dios en el momento en que nos presentamos al tribunal de Dios, para darle cuenta de las acciones de nuestra vida... (Archivo 132, Conferencias H 5; cfr MB XV, 693-695)

84 - «Yo digo que quien no da lo superfluo roba al Señor» Conferencia a los Cooperadores de hueca (8 de abril de 1882)23 ... Pero vengamos un poquito a la práctica. Uno puede tener mil francos de rédito y con ochocientos puede vivir honestamente; pues bien, los doscientos que sobran caen bajo las palabras: Date eleemosyinam. 22 La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado (citado arriba); hace encontrar la misericordia y la vida eterna (Tob. 12, 9, según Vulgata). 23 Los Salesiarios habían fundado en Lucca, el 29 de junio de 1878, el Oratorio de la Santa Cruz. Don Bosco fue tres veces a dar la conferencia a los Cooperadores (26-11-1879, 20-IV-1880 y 8-IV-1882). El Boletín Salesiano dio cuenta de las mismas las tres veces. Aqui citamos la última, según la relación hecha en el Boletín de mayo de 1882, pp. 81-82 (cfr MB XV, 525-526). El texto fue controlado por Don Bosco (Don CERIA dice: «Tuvo la posibilidad de controlar minuciosamente el periódico hasta abril del 1883», / Cooperatori Salesiani, p. 51). El interés del texto viene del hecho que Don Bosco respondió a las objeciones espontáneas de quien posee y se siente llamado a emplear lo superfluo en favor del prójimo. Hoy las formas de este empleo son más numerosas y más variadas que en tiempo de Don Bosco.

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—Pero una necesidad imprevista, un fallo en la cosecha, una desgracia en el comercio... —¿Pero, estaréis en vida entonces? Y además Dios, que al presente os ayuda, ¿no os ayudará especialmente si habéis dado por amor suyo? Yo digo que quien no da lo superfluo roba al Señor y, con san Pablo, regnum Dei non possidebit™. —Pero mi casa es pobre, tengo necesidad de renovar ciertas cosas ya muy viejas ni según la moda que corre. —Si me permitís, entro con vosotros en vuestra casa; veo en ella muebles muy rebuscados, aquí una mesa aprestada de ricos servicios, más allá un tapete bueno todavía. ¿No se podría dejar de cambiar estos objetos, y en lugar de adornar las paredes y los suelos, vestir a tantos jovencitos que sufren, y que también son miembros de Jesucristo y templos de Dios? Veo allí resplandecer la plata y el oro y ornamentos cuajados de brillantes. —Pero son un recuerdo... —¿Esperáis que vengan los ladrones a robároslos? Vosotros no los usáis ni los necesitáis. Tomad estos objetos, vendedlos y dadle el precio a los pobres: vosotros se los dais a Jesucristo y adquirís una corona en el cielo. De esta forma no desequilibráis nada vuestros haberes ni os quitáis lo necesario. ¿Y esta cajita tan bien cerrada? —No es nada. —¿No es nada? Dejádmela ver. —Casi nada: son algún millar de napoleones de oro; los conservo porque puede venir una enfermedad; y además hay un vecino que me molesta; quisiera comprar su casa; y así tendría mejor vista la mía. —Pero esto es superfluo, digo yo; estáis obligado a tomar ese dinero que no sirve para nadie y hacer de él lo que manda Jesús. ¿Queréis conservarlo? Conservadlo, pero escuchad. El demonio vendrá y de ese dinero hará una llave para abriros el infierno. Si queréis escapar a tanta desventura imitad a san Lorenzo y socorred a los pobres. Dando a los menesterosos vuestras sustancias, las ponéis como en manos de los ángeles, los cuales harán de ellas una llave para abriros el cielo el día de vuestra muerte 25 . {Boletín Salesiano, mayo 1882, pp. 81-82; cfr MB XV, 525-526) Esta conferencia tuvo después su historia. Al leerla en el Boletín de mayo de 1882, un digno arcipreste de la provincia de Bolonia, Don Rafael Veronesi, quedó desconcertado y escribió a Don Bosco: «Se diría que en lo relativo a la obligación de hacer limosna, usted 24 No poseerá el reino de Dios. Es una referencia a la palabra de san Pablo en 1 Cor 6, 9-10: «£os injustos no heredarán el reino de Dios. No os hagáis ilusiones... ni los ladrones, ni los avaros..., ni los rapaces heredarán el reino de Dios». 25 Muchos Cooperadores y Cooperadores obedecieron esta invitación que Don Bosco repetía más o menos en sus conferencias. Por ejemplo, en la de 25 de enero de 1883, tenida en la iglesia de San Juan Evangelista de Turín, alababa positivamente, y citando ejemplos, las «muchas industriosas obras de caridad» usadas por los Cooperadores para «vestir a los pobrecitos de Jesús»: el texto del que tenemos el borrador autógrafo (Archivo 132, H 6), se puede leer en las MB XV, 22-23.

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ha llevado las cosas más allá, de los límites del deber... No sabría hacerme su discípulo y seguidor cuandor dice vengamos un poco a la práctica. Los ejemplos que aduce a propósito no parece que estén muy de acuerdo con la doctrina que moralistas muy acreditados exponen en tal materia, entre los cuales el mismo san Alfonso» (Carta del 26 de mayo). Don Bosco le respondió él 30 de junio: «... Me faltó tiempo para responderle y ahora en vez de una carta, creo mejor hacer un artículo o quizás algunos artículos para publicar en el Boletín Salesiano...» ("Epist. IV, carta 2312). El artículo anunciado llegó, y muy largo, en el número de julio. Se titulaba: Respuesta a una cortés observación sobre la obligación y alcance de la limosna (pp. 109-116), escrito por Don Bonetti, director del periódico, pero revisado ciertamente por Don Bosco. La doctrina de la conferencia venia confirmada, apoyada en principios y afirmaciones de las Padres de la Iglesia: «No cesaremos de predicar y escribir con san Ambrosio..., con san Basilio Magno..., con santo Tomás: «Los bienes materiales que se conceden por Dios son ciertamente del que los posee en cuanto a la propiedad, pero en cuanto al uso no son solamente suyos, sino también de los que tiene necesidad de ellos» (p. 115). Un año después, el mismo arcipreste tomó de nuevo la pluma y escribió a Don Bosco una larga carta que empezaba así: «No hace mucho estaba reunido con algunos sacerdotes respetables y quiso la casualidad que la conversación recayera sobre la doctrina y máximas que en torno a la obligación de dar limosna se defienden en el Boletín Salesiano, y oí que uno de esos sacerdotes, persona muy respetada en nuestra diócesis y también fuera por su ciencia y piedad, no dudó en afirmar que las doctrinas del Boletín Salesiano en esto no son sostenibles, y que irían a concordar con las de los comunistas, aunque sean defendidas y publicadas con fines muy distintos y por caminos diferentes» (carta del 2 de septiembre de 1883). Seguía26luego una argumentación detallada... No sabemos si se le respondió . En todo caso en una de sus últimas conferencias a los Cooperadores, en La Spezia, el 13 de abril de 1884, sostuvo Don Bosco el mismo vigoroso discurso, poniendo en guardia a sus oyentes contra el «amor al dinero, el espíritu de avaricia, el endurecimiento del corazón hacia los pobres» (Boletín Salesiano, mayo 1884, pp. 70-71; MB XVIII, 68-71). 26 El Archivo conserva las dos cartas del arcipreste (126, 2, Veronesi). Cfr MB XV, 526-528.

III CARTAS A SACERDOTES, RELIGIOSAS, COOPERADORES Y AMIGOS

De las cerca de 3.000 cartas de Don Bosco que poseemos, la mayor parte fueron dirigidas a un vasto público de amigos, esto es, a personas adultas que habiendo reconocido en él al hombre de Dios, le demostraban aprecio, admiración, afecto, voluntad dé ayudarle concretamente, deseo de conseguir por su medio alguna luz de lo alto. Nada mejor que estas cartas, siempre escritas con prisa, manifiestan la extraordinaria flexibilidad de su mente y la amplitud de su corazón, mientras sus principios de vida cristiana salen espontáneamente a flote, con las adaptaciones debidas a cada situación. Un número reducido va dirigido a seminaristas, sacerdotes, religiosos, religiosas^ e incluso a obispos ya papas. Con frecuencia pide algo. Pero con frecuencia también, da consejos espirituales y prácticos, con firmeza, con claridad, sin complacerse en largos tratados, sino impulsando a animarse y a servir a Dios generosamente. En suma, no es teólogo, sino pastor, amigo, guía espiritual, que anima más que enseña. Un número notable de cartas va dirigido a bienhechores, tanto para pedir como para agradecer, pero nunca sin elevar la mente y el corazón del destinatario hacia Aquél que conduce todas las cosas y pide ser reconocido en los pobres. Esta serie es impresionante, porque hace ver «al pobre Don Bosco» inmerso en mil empresas, que se debate «en un mar de dificultades» (carta 1021), y que une a su fatiga un abandono total en la Providencia. Aquí resplandecen a lo vivo algunas características de su espíritu y de su modo de tratar con los demás. Ante todo lo vemos en contacto con los ricos y con el mundo femenino: el campesino de los Becchi trata con príncipes, duques y duquesas, condes y condesas, marqueses, barones y baronesas, caballeros... sus cartas son obras maestras de tacto humano y sacerdotal, estupenda mescolanza de respeto y de afecto, de habilidad y de sencillez, de audacia pastoral y de discreción. Agradece efusivamente la limosna más pequeña, pero no teme pedir más a quien puede y debe dar. Con algunas bienhechoras, fielmente generosas durante casi treinta años, sus lazos fueron profundísimos, señalados por una especie de ternura infinitamente déli-

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cada, que sólo la gracia de Dios podía hacer florecer en el corazón de un santo. En fin, hay cartas a personas de categorías diversas: profesores, exalumnos, señores y señoritas... que piden consejo para el presente o para el porvenir. Una cosa hace atrayente la lectura de todas estas cartas: el humor, la finura de la sonrisa, la broma amable del jefe de los golfillos, como firmaba con gusto. No es sólo un rasgo de carácter. Para Don Bosco, aplastado por las preocupaciones y el cansancio, es un acto de esperanza en Aquél que tiene todo en sus manos, es una afirmación viva de que servir a Dios, por exigente que sea, es un servicio que llena el corazón de alegría. Seguimos poco más o menos el orden cronológico, desordenándolo alguna vez para que se vean mejor el conjunto de relaciones del santo con una determinada persona. 85 - «Señor arcipreste, no sea tan modesto» En 1851, Don Bosco se había aplicado a construir la iglesia de San Francisco de Sales para sus chicos cada vez más numerosos. No bastándole el dinero de los donativos ideó su primera gran lotería montada con regalos que esperaba de la generosidad de los católicos. Tras las debidas prácticas preparatorias, lanzó un llamamiento para conseguir objetos y quiso difundirlo por medio de promotores, entre los cuales el canónigo Pedro José de Gaudenzi, arcipreste de la Basílica metropolitana de Vercelli, su amigo. Y lo hizo con este original modo de pedirlo (Epist. I, 52-53). Don Bosco a la puerta del señor Arcipreste Din-din-din. Criado. —¿Quién es? B. —Es Don Bosco que tendría necesidad de hablar con el Sr. Arcipreste, con tal que no moleste. C. —Voy en seguida a anunciarlo, creo que ya ha comido. Arcipreste. —Querido Don Bosco ¿cómo, qué buen viento le trae? ¿Está bien? Siéntese aquí. B. —Muy bien, he hecho un buen viaje, y me alegro de ver que goza de buena salud. Le traigo noticias de nuestra iglesia. Ya está cubierta con el techo, se ha terminado la bóveda del coro, de las dos capillas laterales, de la sacristía, y se está preparando lo necesario para la central. A. —Se ha hecho mucho, Dios sea bendito. Yo había empeñado mi palabra de enviar algunos ladrillos... B. —Este es uno de los motivos de mi visita. A. —Entendido, entendido ¿Quiere llevárselos ahora? B. —No, Sr. Arcipreste, puede mandármelos a su comodidad o con un giro postal o mediante una carta con un billete de banco dentro; al presente no voy a casa, estoy dando vueltas visitando a los bienhechores de la iglesia. 198

A. —¡Qué picaro! Pela la oca sin hacerla gritar. ¿Qué hay en este paquete...? Oh, plan de una lotería... y también para la iglesia del Oratorio. Pero, pero, ¿qué veo? Me ha puesto entre los promotores; ¿Por qué eso? ¿por qué? B. —Sr. Arcipreste, he seguido la táctica del hecho consumado. Temía que en su modestia hubiese intentado sacudirse este peso; por eso lo he hecho sin decirlo. A. —¡Picaro Don Bosco! ¿Pero qué tengo que hacer? B. —De momento comience a distribuir estas invitaciones y si puede conseguir algún objeto nos lo remite a Turín por medio de alguien, y ciertamente lo conseguirá. Cuando se hayan recogido los objetos, haremos inventario e imprimiremos los billetes que se venderán a 0'50 fr. Esto es todo lo que tiene que hacer. A. —Ya que me ha metido en el lío, haré lo posible para salir de él lo mejor que pueda. B. —Mis recados están cumplidos. Vale in Domino, felices fiestas, buen fin y principio de año. El Señor le bendiga y a todos quieran ser caritativos tomando parte en nuestra lotería. De aquí salgo sobre un Pegaso 1 que me lleva con la velocidad del viento. Voy a hacer una visita al Sr. P. Goggia a Biella. Vigilia de Navidad 1851. 86 - A un ministro protestante: ofrecimiento como amigo sincero Luis de Sanctis, sacerdote católico, se había pasado a la secta valdense, donde hacía de ministro. Habiendo roto con sus colegas en 1854, fue destituido. Don Bosco no lo conocía personalmente. Pero preocupado como estaba siempre por salvar almas por medio de la caridad, creyó llegado el momento de invitarlo a volver al seno de la Iglesia católica, y tomó la iniciativa enviándole esta carta (Epist. I, 98): limo, y estimado señor: Desde hace algún tiempo iba meditando en mi corazón el escribirle una carta a V. S. lima., con objeto de manifestarle mi vivo deseo de hablarle y de ofrecerle todo cuanto un sincero amigo puede ofrecer a su amigo. Y esto procedía de la atenta lectura de sus libros, merced a la cual me parecía descubrir una verdadera inquietud de corazón y de espíritu en usted. Ahora por algunas cosas impresas en los periódicos pareciéndome que está usted en desacuerdo con los valdenses, yo únicamente impelido por espíritu de afecto y de caridad cristiana le invito a venir a mi casa, cuando usted guste. ¿Para hacer qué? Lo que el Señor le inspire. Tendrá un cuarto donde estar, compartirá conmigo una modesta mesa, el pan y el estudio. Y esto sin que se siga ningún gasto por su parte. 1

Mitológico caballo alado para un viaje aéreo imaginario. 199

He aquí los sentimientos amistosos que le expongo desde lo más íntimo de mi corazón. Si llega a conocer cuan leal y justa es mi amistad hacia usted aceptará mis proposiciones, o al menos me dará su benigna complacencia. Bendiga Dios estos mis buenos deseos, y haga de nosotros un solo corazón y un alma sola para aquel Señor que dará justa recompensa a quien le sirve en vida. De V. S. lima. Sincerísimo amigo en J.C. Turín-Valdocco, 17 de noviembre de 1854.

Sac. JUAN BOSCO

El ministro, conmovido en lo más hondo de su corazón, le escribió al día siguiente: «No podría usted imaginar el efecto que ha producido en mí su gentilísima carta de ayer». Poseemos copia de otras dos cartas que Don Bosco le envió, invitándole a ir al Oratorio y discutir amigablemente. Fue... y reconoció sus errores. Pero le era muy duro salir de su situación (tenía mujer e hijos) (cfr MB V, 139-145). En la última carta (26 de mayo de 1855), Don Bosco le dijo (Epist. I, 107): ...Se extrañará usted de esta carta mía: sin embargo yo estoy hecho así: cuando he trabado una amistad, ansio continuarla y procurar al amigo todo el bien que me es posible. El buen Dios le bendiga y conserve; yo, con plenitud de estimulación me ofrezco a usted en lo que puedo. De V. S. lima. y car.ma Afino, amigo Sac. JUAN BOSCO

87 - «Siendo Dios el Dueño, hay que dejarlo mandar» Volvemos a encontrar la familia De Maistre, hallada en las cartas a los marquesitos Manuel y Azelia (cfr p. 139). La duquesa Constanza de Montmorency-Laval, hija de José De Maistre (y por tanto hermana del conde Rodolfo), era viuda, y vivía en Borgo Cornalese (comuna de Villastellone, Turín) donde multiplicaba su beneficencia, incluso a favor de Don Bosco. No reproducimos la primera parte de la carta, que se refiere a particularidades sobre la familia (Epist. I, 132-133). Benemérita Sra. Duquesa, ...La Divina Providencia nos ha quitado dos insignes bienhechores: uno en la persona del Dr. Vallauri que murió santamente el 13 de julio pp., el otro en la persona del Cav. Moreno, hermano del obispo de Ivrea. Vea de cuántas maneras me quiere probar el Señor. Los años pasados fueron críticos; pero no mejores los que pasamos; Dios se lleva un gran número de bienhechores; sin embargo siendo el Señor dueño hay que dejarle mandar, porque lo que hace es siempre mejor de lo que nosotros podamos desear. No obstante no ceso de encomendarme a su probada caridad

para que continúe ayudándome sea en los gastos de los Oratorios festivos, sea también para dar pan a los muchachos recogidos, como asimismo para abrir una escuela diurna en Ognisanti. Todo esto únicamente para ganar almas para Jesús, especialmente en estos tiempos en que el demonio hace tantos esfuerzos por arrastrarlos a la perdición. Por mi parte no cejaré de rogar al Señor Dios para que le conceda el don de la perseverancia en el bien y le prepare un asiento de gloria en el cielo. Encomendándome a sus piadosas oraciones, le saludo también de parte de mi colega Don Alasonatti y de Tomatis, mientras me profeso con gratitud de V. E. Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 12 de agosto de 1856.

88 - «Desde hace semanas vivo de esperanza y de aflición» Citamos en seguida una de las muy numerosas cartas de Don Bosco a una insigne bienhechora, la marquesa María-Asunción Fassati, de Turín (que tenía la casa de veraneo de Montemagno, Alessandria), madre de Azelia y Manuel, y sobrina de la duquesa precedente. En esta época (verano de 1863), Don Bosco vivía en una penosa incertidumbre sobre la suerte de sus escuelas de Valdocco, objeto de inspecciones malévolas y amenazadas de ser cerradas (cfr MB VII, 477) (Epist. I, 279-280). Benemérita Sra. Marquesa, Ocupación tras ocupación me han impedido responder con presteza a la carta que la virtuosa Azelia me escribió en nombre de S. E. benemérita. ... Señora Marquesa, si hubo un tiempo en que necesitara de sus oraciones ciertamente es éste. El demonio ha declarado la guerra abierta a este Oratorio, y estoy amenazado de clausura, si no lo pongo a la altura de los tiempo para secundar el espíritu del Gobierno. La Santa Virgen ha asegurado que esto no sucederá; pero sin embargo Dios puede encontrarnos dignos de castigo y entre otros permitir éste. Hace algunas semanas que yo vivo de esperanza y de aflicción. Añada usted sus devotas oraciones a las que se hacen en esta casa y pongámonos en manos de la Providencia. La Santa Virgen le regale a usted en esta solemnidad la rosa de la caridad, a Azelia la violeta de la humildad, a Manuel la azucena de la modestia, y nos guarde a todos bajo su poderosa protección. Amén. Con gratitud y aprecio me profeso de S. E. benemérita Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 3 de septiembre de 1863.

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89 - Importancia de probar la alegría de estar con Dios

90 - «Señora condesa, estoy cansado, pero no abatido»

El conde Hugo Grimaldi di Bellino, patricio de Asti, solía encontrarse con Don Bosco en los ejercicios espirituales de Lanzo San Ignacio, y más de una vez le consultó cosas de dirección espiritual. En la respuesta de Don Bosco merece resaltarse una doble alusión al papel de la experiencia en el progreso espiritual («gustar», «probar»...). Los billetes de que se habla al principio se refieren a una de las muchas loterías de beneficencia organizadas por el Santo (Epist. I, I, 238-239).

Trabamos conocimiento con una de las mayores bienhechoras de Don Bosco, la condesa Carlota-Gabriela Callori (nacida Berton Sambury). Vivía en su castillo de Vignale (prov. de Alessandria), no lejos de Montemagno, lugar de la residencia de la marquesa Fassati, con quien la había encontrado Don Bosco en la fiesta de la Asunción del 1861. Gracias a sus donativos, Don Bosco pudo construir el seminario de Mirabello, y luego fue empujado por ella a editar un manual de piedad para adultos análogo al Joven Instruido (se editó con el título: II Cattolico proweduto per le pratiche di pietá, preparado por Don Bonetti). Habiendo experimentado muchas tribulaciones, la condesa era fácil en abatirse; por esto trataba siempre Don Bosco de animarla. Pero era también mujer de gran ingenio y de fe viva, y por eso Don Bosco le pedía consejos en muchas ocasiones. Desde el fin de 1867, la llamará «mamá» (aunque tenía diez años menos que él), título reservado a dos o tres cooperadoras (recordemos que san Pablo llama su segunda madre a la madre de Rufo por los muchos cuidados con que la atendió: Rom 16, 13). De los tres hijos de la condesa, Julio-César, Manuel y Ranieri, el primero murió a los veinte años, de pulmonía, el segundo a los veintitrés en un accidente de caballo (11 de junio de 1876); pero un hijo de Ranieri, Federico, cuyo padrino de confirmación fue Don Rúa, llegará a sacerdote y también a cardenal, y será el primero en tomar en Roma el título cardenalicio de la nueva Basílica San Juan Bosco en el Tusculano (25 de abril de 1965). Citamos algunas cartas de las más significativas espiritualmente de Don Bosco (Epist. I, 355-356).

Carísimo en el Señor, La gracia de N.S.J.C. esté siempre con nosotros. Recibí a su tiempo las dos cartas que tuvo la bondad de dirigirme, y no le respondí por no saber el lugar de su residencia. Le incluyo el bülete rojo, mejor aún, dos para que gane dos premios. Los billetes que le envié no eran para venderlos, sino para que se los quedara usted y así ayudase al pobre Don Bosco a dar pan a sus pobres jovencitos. Volviendo a las cosas de su primera carta yo admiro mucho él ardor de su corazón al querer seguir ciegamente los consejos de un pobre cura como soy yo; La cosa es ardua para entrambos; pero probemos. ¿Cómo he de hacer para emprender una vida, decía usted, que separe del mundo y ate este corazón mío con el Señor de modo que ame constantemente la virtud? R. —La buena voluntad coadyuvada por la gracia de Dios producirá este efecto maravilloso. Pero para conseguirlo tiene que emplearse en conocer y gustar la belleza de la virtud y la alegría que prueba en su corazón quien tiende a Dios. Considere además la vanidad de las cosas del mundo. Esas no pueden darnos el mínimo consuelo. Junte todos sus viajes, todo lo que ha visto, gozado, leído y observado. Compárelo todo con la alegría que experimenta un hombre después de haberse acercado a los santos sacramentos, y se dará cuenta de que las primeras no son nada, y que el segundo lo tiene todo. Así establecida la base vayamos a la práctica: Usted: 1.° Cada mañana, misa y meditación. 2.° Por la tarde un poco de lectura espiritual. 3.° Cada domingo sermón y bendición. 4.° ... Despacio, me grita usted, poco a poco. Tiene razón; comience a poner en práctica lo que aquí le escribo de paso y si usted nota que sigue mi paso, yo espero, con la ayuda del Señor, poderle conducir al tercer cielo. Cuando venga a Turín hablaremos de proyectos con mayor amplitud. Mientras tanto no deje de rezar al Señor por mí, que cordiahnente le deseo todo bien del Señor y me profeso de V. S. car.ma Afmo. servidor y amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 24 de septiembre de 1862.

Benemérita Sra. Condesa, ...No he olvidado el libro; lo tengo a la vista; sólo la impotencia me hizo diferir la impresión. Qué más. Al mismo tiempo cinco sacerdotes de los más importantes cayeron enfermos. Don Rufino hace ocho días volaba glorioso al Paraíso; el valiente Don Alasonatti está a punto de seguirle; de los otros tres tenemos esperanza remota de curación. Imagínese en estos momentos la cantidad de gastos, y de preocupaciones sobre las espaldas de Don Bosco. Pero no se piense que esté abatido; cansado nada más. El Señor dio, cambió, quitó en el tiempo que a El le plugo. Bendito sea siempre su santo nombre. Me consuela la esperanza de qué tras el temporal vendrá el buen tiempo. Cuando se establezca definitivamente en Vignale, espero poder hacerle una visita y estarme unos días. Oh señora condesa, me hallo en unos momentos en que tengo gran necesidad de luces y de fuerzas; ayúdeme con sus oraciones; y encomiéndeme también a las almas santas que conozca. Por mi parte no cesaré de invocar las bendiciones del Cielo sobre usted, sobre su señor marido y sobre toda su respetable familia, mientras tengo el honor de poderme profesar sentidamente agradecido de V. S. benemérita Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 24 de julio de 1865.

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91 - «Que no pase ningún día sin hacer un poco de lectura espiritual» Carta al primogénito de la condesa Callori que se le había ofrecido para traducir algún libro del francés para las Lecturas Católicas. Entre los consejos hábilmente dados, se advierte una vez más la importancia dada por Don Bosco a la lectura espiritual diaria, incluso para los seglares: la fe exige ser nutrida (Epist. I, 498-499). Carísimo Sr. César, Esta vez no es César quien confiesa su culpa sino Don Bosco. Gira por aquí, trota por allá y mientras tanto no he cumplido mi deber de enviar el"libro' que nuestro César se había ofrecido a traducir para nuestras Lecturas Católicas. Ahora arreglemos las cosas en familia. Un fascículo para usted; otro para la señorita Gloria; y como yo me retrasé en la expedición, así usted arreglará o mejor compensará el tiempo perdido con una diligencia y solicitud especial en la ejecución del trabajo. ¡Qué desenvoltura tiene Don Bosco en mandar! Suerte que tiene que habérselas con gente dócil y obediente; de otra forma me quedaría solo para cantar y llevar la cruz. Mientras por un lado me confieso culpable querría mandarle, o mejor, recomendarle dos cosas de las que alguna vez ya hemos tratado. En los diversos repartos de su tiempo establezca el confesarse cada quince días o una vez al mes; no deje ningún día de hacer un poco de lectura espiritual... Pero callemos... no hagamos el sermón. Bien, terminemos. Salude mucho a papá y a mamá y a todos los de su respetable familia. Déme algún buen consejo; acepte que le augure toda bendición celeste y créame con la más sentida gratitud de V. S. carísima Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 6 de septiembre de 1867. 92 - «Condesa, la Virgen quiere que usted le ayude» La condesa Callori, en una carta, se había declarado deprimida de fuerzas y presa de ideas melancólicas. Don Bosco le anima y le predice que ella aportará su ayuda para la construcción de la iglesia de San Juan Evangelista de Turín (que sería consagrada en 1882). La condesa vio en esto una predicción de longevidad y se tranquilizó. Murió en efecto a los 85 años, 41 años después de esta predicción (1911) (Epist. II, 108). Benemérita Sra. Condesa, Esté tranquila. Don Cagliero no tiene encargado ningún trabajo fúnebre para el fin indicado por usted'. 1

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Hace muchos años me escribía y me decía casi las mismas cosas: y yo le respondía que la Virgen quiere ser ayudada por usted para acabar una iglesia en honor de María Auxiliadora. La iglesia está. Usted tomó parte en las funciones celebradas en ella. Ahora le digo: Dios quiere que le ayude para hacer la iglesia, las escuelas y el hospicio de Puerta Nueva o mejor de la avenida del Rey. La iglesia se hará, usted verá como se construye y se consagra, y paseará alrededor cuando se acabé. ¿Comprende? Por lo tanto no piense más que en vivir alegre en el Señor. Tendría que decirle muchas cosas más; las trataremos en Vignale... El Señor Dios, riquísimo en bondad y misericordia, le conceda a usted, a su familia entera salud estable y el don de la perseverancia en el bien. Amén. Rece por mi pobre alma y créame en el Señor Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 3 de agosto de 1870. 93 - ¿Don Bosco un perezoso? Augurios de buena salud Muy cansado tras un viaje a Roma y Florencia por el asunto de la elección de obispos, Don Bosco se toma un poco de descanso en su casa natal. E intenta llevar a la condesa Callori enferma un poco de ánimo y de alegría (Epist. II, 183). ¿Excelencia? ¿Ilustrísima? ¿Benemérita? ¿Mamá queridísima? Ya me dirá cual le gusta. Sabía que estuvo enferma, pero ignoraba que las cosas fuesen graves hasta el punto a donde llegaron. Dios sea bendito que parece que le ha devuelto, si no a la primera, al menos a mejor salud. Deseo, aunque un poco tarde, ir a visitarle la próxima semana. Le ruego me ponga unas letras con tal fin. ¿La Casa Fassati está en Montemagno, no? En el primer caso pasaré por Asti, en el segundo por Cásale o por Felizzano. Me he visto asaltado por tal pereza que quedé inútil para todo trabajo. Ahora me he retirado a Castelnuovo de Asti, a mi casa paterna, en medio de bosques con algunas decenas de chiquillos. Aquí descanso un poco mi pobre cabeza, la cual, si no se volvió poética, pudo al menos reunir algunos pensamientos en prosa que le expongo en esta carta. Dios la bendiga, señora condesa, y le conceda la salud que la haga feliz en el tiempo y en la eternidad. Obsequios humildes al señor conde y a toda la familia, y créame con la más profunda gratitud de V. S. ilustrísima, excelentísima, carísima, benemérita, etc. Obligadísimo y afmo. servidor hijo (derrochador) Sac. JUAN BOSCO

Ninguna misa fúnebre por usted.

Castelnuovo de Asti, 3 de octubre de 1871. 205

94 - Don Bosco convaleciente da las gracias en verso El 6 de diciembre de 1871, Don Bosco sufrió un ataque de apoplejía en Varazze. Un mes entero estuvo a las puertas de la muerte. El 14 de enero de 1872, comenzó a mejorar. La condesa Callori, apenas lo supo, le mandó una chaqueta de punto de lana roja y concentrado de carne. Don Bosco respondió con estos versos, incluidos en una carta de Don Francesia del 15 de enero (cfr MB X, 289-292) (Epist. II, 191). A mi buena mamá que me envió una chaqueta roja y un sabroso consomé. Tan benéfica - es mi mamá - que por hacer buenas obras todo lo daría. Débiles acentos - sólo puedo proferir, - porque me siento conmovido del todo. Ahora me manda ella - una hermosa chaquetilla de punto que me pueda servir - cuando en la cama me siento. De color rojo - me la ha mandado, - y de que sea mártir señal me ha dado. Añadió un recipe - de consomé, - bueno y valedero - por ciento tres. Madre santísima, - rogad por ella, - un cúmulo de gracias derramadle desde el cielo. Dadle un siglo - de salud, - y que de los ángeles tenga - la santidad. Y cuando termine - este destierro, - con vos llamad - a madre e hijo. Mi familia - esté con usted, - todos mis hijos - conmigo estén. Allí cantaremos - dulce armonía - por todos los siglos: - Viva María. Sac. JUAN BOSCO

95 - «Comer, dormir, pasear... Así iremos adelante» Muchas veces se dirigió Don Bosco a sus bienhechores para pedir la notable suma de 2.500 francos, para rescatar alguno de sus clérigos del servicio militar (posibilidad que fue suprimida en 1876). Da gracias a la condesa Callori que ha pagado el rescate del clérigo Luis Rocca. La segunda parte alude al dolor de ojos que afligirá a Don Bosco los últimos quince años de su vida, sin que ello le impidiera su intenso trabajo (Epist. II, 318). Mi buena mamá, He recibido la carta con todo su contenido de parte de la Sra. condesa María Luisa. Le he escrito una carta. A usted vivo agradecimiento. El clérigo está; no sé si podrá llevarlos a todos al paraíso, como me escribe, pero siendo fuerte, sano, robusto, como Luis Rocca, llevará el carro de la salvación por un buen trozo de camino; ciertamente mientras viva, rezará por quien le cambio el fusil por el breviario. 206

Mis oculistas consultados dieron esta sentencia: el ojo derecho con poca esperanza; el izquierdo se puede conservar in statu quo, mediante la privación de leer y escribir. Por lo tanto comer, beber bien, dormir, pasear, etc. Así iremos adelante. Dios conceda todo bien a usted y a su familia; rece por este pobre, pero siempre en J. C. Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Borgo, por hoy, 14 de noviembre de 1873. 96 - Este hijastro que se lo pasa muy bien en Roma Los primeros meses de 1874, Don Bosco está en Roma para las últimas prácticas de la aprobación de las Constituciones salesianas. Los partidos liberales hablaban de su acción entre él Vaticano y él gobierno. Escribe a la condesa Callori con su habitual gracejo (Epist. II, 362-363). Mi buena Mamá, Si no riñe a este hijastro, es rasgo de su extraordinaria bondad; porque de otra suerte me merezco una buena regañina. Estar fuera de casa, abandonar los negocios, la familia, la Mamá, ¡tengo una sola tan buena!, y estar en Roma alegremente, ¡con lo que habrá leído en los periódicos! Tiene razón: en Turín les diré cualquier pretexto que pueda aligerar un poco mi descuido, lo cual espero poder hacer hacia el 25 del corriente. Aún no he olvidado nunca ni a usted ni a su familia. Y últimamente he pedido una bendición especial por su salud, por la del Sr. conde, y en modo especial las tres S para el Sr. Manuel, esto es, que sea Sano, Sabio y Santo. No me alargo para que no me riña 1 , le digo sólo que rezo siempre a Dios para que la haga verdaderamente feliz en este mundo y en el otro. Esta semana es muy importante. Rece mucho por mí, y créame en J. C. Afmo. hijo malo Sac. JUAN BOSCO

Roma, 8-3-74, via Sistina, 104. 97 - «Con placer me entero de que usted está todavía con nosotros en el destierro» Una de las últimas cartas de Don Bosco a la condesa Callori (Epist. IV, 147). Mi buena Mamá, Desde hace varios días quería escribirle con el único fin de saber sus noticias. Esto es saber si todavía estaba sobre esta 1

La señora no quería que escribiese mucho por el estado de sus ojos.

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miserable tierra o si ya había volado al paraíso sin ni siquiera llevar algún recado de mi parte. Ahora me entero con gran placer que está todavía con nosotros en el destierro. Va bien. Trataremos de ayudarnos con la oración, y yo cada día la encomiendo en la santa Misa. Permanezca tranquila en monte San Victorio; los acontecimientos se realizarán en otro lugar; pero usted no se verá molestada. Dios la bendiga, oh mi Buena Mamá; Dios la conserve en buena salud y quiera rezar por este pobrecito, que siempre le será en J. C. Obligadísimo Sac. JUAN Boseo

Turín, 28 de junio de 1882. 98 - A una religiosa. Algunas cerillas para quien es árido Sor María-Margarita, religiosa dominica del monasterio de Santo Domingo y Sixto, de Roma, le había confiado alguna inquietud, hallándose «tibia». Don Bosco responde con sabiduría espiritual: no asustarse, buscar encender de nuevo el corazón (Epist. I, 416). Apreciada señora, La tibieza, cuando no es alentada por la voluntad, está totalmente exenta de culpa. Más aún yo creo que tal tibieza, que se llama aridez de espíritu, es meritoria ante el Señor. No obstante, si desea algunas cerillas, que exciten chispas de fuego, yo las encuentro en las jaculatorias al Santísimo Sacramento, en alguna visita al mismo, besar la medalla o él crucifijo. Pero más que ninguna otra cosa, el pensamiento de que las tribulaciones, las penas y las arideces del tiempo son otras tantas perfumadas rosas para la eternidad. Yo no dejaré de encomendarla débilmente al Señor en la santa Misa, y al mismo tiempo que me encomiendo a mí y a mis pobres jovencitos a la caridad de sus santas oraciones, tengo el honor de profesarme con gratitud sincera Obligadísimo servidor

Excelencia, La gracia dé N.S. J.C. esté siempre con nosotros. Amén. Heme aquí para hablar con V.E. como lo haría con mi hermano. Todo lo que le escribí en agosto no es ni amenazador ni inminente; sino sólo amistoso y preventivo. Dicho esto, usted debe considerar tres cosas: usted mismo, los suyos, sus cosas. Usted mismo. Dé una ojeada a los propósitos hechos en la confesión y no cumplidos; los consejos recibidos para evitar el mal y practicar el bien, pero olvidados. También un defecto en el dolor de los pecados. Esto se puede remediar con la meditación y con el examen de conciencia por la tarde o a otra hora más cómoda. Al presente Dios quiere mayor paciencia en sus ocupaciones especialmente en familia; más confianza en la bondad del Señor; más tranquilidad de espíritu; no tener nunca temor de que la muerte le sorprenda de noche o a una hora inesperada. Haga un esfuerzo por practicar la virtud de la humildad y la confianza en el Señor y no tema nada. Para el futuro frecuente la confesión y la comunión de modo que sirva de modelo a cuantos le conocen. Los suyos. Procure que sus dependientes cumplan y tengan tiempo de cumplir sus deberes religiosos, disponer las cosas referentes a ellos de modo que en la muerte y después de la muerte tengan motivo para bendecir a su patrono. En familia caridad y benevolencia con todos; pero no dejar escapar ninguna ocasión para dar avisos y consejos que puedan servir de regla de vida y de buen ejemplo. Sus cosas. Aquí haría falta escribir mucho. El lunes tengo que ir a Alessandría y desde allí me llegaré a Monbaruzzo, donde espero escribir o hablar con cierta tranquilidad. Lo que Dios quiere especialmente de usted es que promueva lo que pueda la veneración a Jesús Sacramentado y la devoción a la Virgen María. Dios nos ayude a caminar por el sendero del cielo. Así sea. Agradecido me profeso de V.E. Obligadísimo servidor

Sac. JUAN BOSCO

Sac. JUAN BOSCO

Turín, 22 de julio de 1866.

Turín, 9-67.

99 • A un padre de familia: mayor paciencia y serenidad

100 - Al conde y a la condesa: confianza plena en María Auxiliadora

El marqués Ignacio Pallavicini, patricio genovés, nutría desde hacía muchos años profunda veneración por Don Bosco, le ayudaba de diversos modos, y también le confiaba cosas de conciencia. Parece ser que tenía un temperamento inquieto y que fuese duro en familia. Una primera carta de Don Bosco le había creado dudas. Ahora lo tranquiliza y le propone esfuerzos muy concretos (Epist. I, 496-497). 208

El conde Annibale y la condesa Ana Bentivoglio, domiciliados en Roma, se habían comprometido a cubrir a su costa una capilla de la iglesia de María Auxiliadora entonces en construcción en Turín. La condesa era de temperamento impresionable y de salud débil. Don Bosco trató varias veces de tranquilizarla, en particular repitiéndole, 209

a ella como a otras, que guien hubiese ayudado en la construcción de la iglesia de Turín no sería víctima del cólera, entonces en acción. Nada vino a desmentir esta afirmación. Citamos trozos de cuatro cartas del 1866-67, y la carta mandada al conde en mayo de 1868 después de la muerte de la condesa (Epist. I, 413, 430-431, 447, 557-558). Benemérita Señora, Pongamos plena confianza en la bondad del Señor y en la protección de María Auxiliadora. Por eso usted pasee, descanse, coma, beba, toque y cante como si no le doliese nada, bien entendido que en el modo y medida compatibles con su ordinaria complexión. Tengo plena confianza de que la Virgen concederá la gracia completa. Esperemos. Dios le bendiga a usted, a su marido, y en comendándome a la caridad de sus santas plegarias me profeso con gratitud de V. S. benemérita Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 18 de julio de 1866. Excelencia, ... Comprendo que su posición es grave, pero sea indulgente con lo que le digo, Dios nos creó para él, nos quiere con él; y si para conseguir este gran fin hemos de hacer grandes sacrificios, son grandes los tesoros que nos preparamos para la eternidad. Por lo demás la Santa Virgen, invocada como Auxiliadora de los Cristianos, concede gracias no ordinarias; invoquémosla, esperemos en ella, que le dé mejor porvenir. Dios le bendiga a usted y a toda la familia; niegue también por mí que de todo corazón agradecido me profeso Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 29 de septiembre de 1866. Benemérita señora: ... Confíe mucho en la bondad y en el poder de la gran Madre de Dios; excepto si es algo contrario a la salud de su alma, por lo demás la gracia de su curación se realizará. ... Por muchas cartas que recibo de Roma, me parece que hay muchos que están inquietos por los próximos tristes acontecimientos en Roma. No se inquiete, que por ahora no hay nada que temer ni para la tranquilidad pública, ni para la persona del Santo Padre. Y usted no tema tampoco al cólera. Ninguno de los que ayudan a la construcción de la iglesia de María Auxiliadora será víctima de la mortal enfermedad. Dirija a este fin cuanto hizo e incluya también a toda su familia. Espero dentro de poco poder saludarla personalmente. 210

Dios bendiga a toda su familia, rece por mí que de corazón me profeso de V.S. benemérita Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 30 de septiembre de 1866. Carísimo Sr. Conde, He recibido el hermoso rosario de piedras duras con bellas ornamentaciones en oro que tuvo a bien enviarme para concurrir a hacernos caridad con nuevos medios. Dios se lo premie... Querido Sr. Conde, usted nos hace tanta caridad y procura ayudarnos de muchas formas; oh, cuánto me gustaría expresarle con actos externos la gratitud que yo y todos nuestros pobres jovencitos le profesamos...! Le suplico presente mis respetuosos saludos a la benemérita Sra. Condesa de mi parte; espero poder saludarla cuanto antes en su casa. Mientras tanto le digo que el Señor quiere de usted ánimo y alegría; que no piense en la muerte mientras no haya cumplido los años de Matusalén (969 años), después de lo cual le permitiré que lo haga. Dios les bendiga a ambos y los conserve largos años con vida feliz, y encomendándome a la caridad de sus oraciones tengo el gusto de profesarme de V.S. carísima Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Roma, 16 de febrero de 1867. Carísimo Sr. Conde, En días pasados no me pareció oportuno escribirle para no añadir espinas a su ya atribulado corazón, pero he rezado siempre y continúo rezando cada día y haciendo un memento especial por usted en la santa misa. Ni olvidamos tampoco a su benemérita llorada esposa. Apenas llegó la noticia de su muerte reunimos a nuestros jovencitos: rezaron el rosario, hicieron varias veces la sagrada comunión, y hemos celebrado varias veces la santa Misa para el completo reposo del alma de ella. Se ha cumplido la divina voluntad y nosotros hemos de adorarla. Pero en medio de las espinas usted tiene tres cosas que la deben recompensar y consolar grandemente. 1." La vida santa y la preciosa muerte de su señora esposa, que ahora está gozando ciertamente de la gloria del paraíso. 2.° Después de algunas tribulaciones todavía Dios le enviará grandes consuelos en esta vida presente. 3.° La fundada esperanza de encontrarse un día, lo más tarde que a Dios plazca, con su llorada esposa, no ya en el reino de las lágrimas y de los suspiros, sino en la verdadera felicidad, donde gozaremos de bienes infinitos que la muerte no podrá arrebatarnos. A primeros del próximo junio tendrá lugar la consagración 211

de la nueva iglesia. ¿Podemos esperar tenerle con nosotros en tan hermosa ocasión? Sería p a r a mí un gran consuelo. Dios la bendiga. Le dé a usted y a sus parientes salud y largos años de vida feliz, y créame con la más profunda gratitud de V. S. carísima Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

cielo salud, gracia y días felices p a r a usted, p a r a su familia y p a r a las familias de sus hijas, a las que dé Dios verdadera riqueza, el santo temor de Dios. Le recomiendo mis pobres jovencitos a la caridad de sus oraciones, y con sincera gratitud me profeso de usted benemérita Obligadísimo servidor

Turín, 3 de mayo de 1868.

Sac. JUAN BOSCO

Turín, 22 de enero de 1866. 101 - «La piedad, la caridad y la cortesía de los Florentinos»

102 - «Espero que Dios la haga una gran santa»

Lo que era para Don Bosco en el Monferrato la Condesa Callori di Vignale, lo era en Florencia la condesa Jerónima Uguccioni-Ghérardi, con su marido caballero Tomás, hasta el punto de ser llamada por los salesianos nuestra buena mamá de Florencia. Se vieron brevemente durante la primera estancia del Santo en Florencia en diciembre de 1865 (la carta aquí citada da a entender las profundas relaciones que se entablaron en seguida entre Don Bosco y los Florentinos). Pero ella fue conquistada para la causa salesiana durante la segunda estancia, en diciembre siguiente, cuando Don Bosco le curó milagrosamente a un hijo casi muerto (cfr MB VIII, 536). Desde entonces cada vez que Don Bosco pasó por Florencia, fue huésped. Centenares de cartas enviadas y recibidas testimonian la mutua estima y el delicado afecto del Santo y de la bienhechora. Reproducimos, entre las de Don Bosco, las más densas de sentido espiritual (Epist. I, 375-376).

Don Bosco hace participar a la condesa Uguccioni en sus grandes preocupaciones y proyectos. Alude a su grave enfermedad de Varazze (dic. 1872). Hablando de los jóvenes de sus casas, redondea la cifra incluso para agradar a quien recibe las noticias (Epist. II, 228-229).

Benemérita Sra. Condesa, La gracia de N. S. J. C. esté siempre con nosotros. Amén. Habría debido escribirle antes de ahora p a r a agradecerle la gran caridad y bondad que usted, junto con su familia, han tenido conmigo con ocasión de mi estancia en Florencia. Lo habría hecho, pero no queriendo que otro lo hiciera por mí, que estoy muy molesto con mis ojos, lo he diferido por este motivo. Gracias a Dios ya estoy bien. Usted, señora condesa, no puede imaginar la santa impresión que me dejaron la piedad, la caridad y la cortesía de los florentinos, y en especial de su familia, a la cabeza su señor marido. He dado muchas veces gracias a Dios porque se digna inspir a r tanto ánimo, fe y firmeza en nuestra'religión católica. No añadimos más, porque usted no quiere, sea todo a mayor gloria de Dios... ¿Y p a r a usted? He aquí su parte. 1. No se moleste nada por las cosas de su conciencia; cada cosa está en su sitio. 2. Tenga viva fe en Jesús sacramentado, y cuando le haga falta alguna gracia acuda con confianza que ciertamente la alcanzará. 3. Ruegue por el pobre Don Bosco para que no sea que mientras da consejos a los demás, no descuide los asuntos de su eterna salvación. Por lo demás como humilde sacerdote de Jesucristo pido al 212

Mi buena Mamá, Si el cuerpo volase con el pensamiento, tendría usted de este discolillo por lo menos una visita diaria; ya que cada mañana en la santa Misa no dejo nunca de hacer una especial conmemoración por usted nominalmente y por toda su familia y familias. Y espero que Dios en su gran misericordia me oirá y que le concederá a usted salud, y la haga una gran santa. Insiste usted en saber noticias mías y de nuestras cosas, y yo quiero contentarla. Mi salud es bastante buena. Se puede decir que la enfermedad ha desaparecido, pero dejó un resabio en el cansancio que me hace limitar mucho las ocupaciones ordinarias. Pese a todo doy gracias al Señor por cuanto me concede. Este año abrimos tres casas nuevas, por tanto nuevos trabajos, nuevos gastos. En general tenemos todas las casas llenas de alumnos, que entre todos suman seis mil. Usted es la abuela de todos ¿no es verdad? ¡Qué mies tan copiosa! Tenemos este año 110 candidatos que entran en el estado eclesiástico; de los cuales once han de ser rescatados del servicio militar y esto supone nuevos fastidios y nuevos gastos. Esto no obstante tenemos motivos para dar gracias al Señor, porque por lo referente a la moral no tenemos nada que desear. ...Dios la bendiga, mi buena mamá, y con usted bendiga a toda su familia, y le conceda ver sus hijos hasta la cuarta generación, todos virtuosos en la tierra, todos reunidos con usted en el cielo. Amén. Si tiene ocasión de ver a la señora Nerli o a la señora Gondi, salúdelas de mi parte. Me hicieron una visita grata, pero mi mamá... Búsqueme buenos alumnos p a r a Valsálice; ruegue por mí que soy Obligadísimo afmo. díscolo Sac. JUAN Bosco

Turín, 9 de octubre de 1872. 213

103 - Pésame de un santo a una viuda

104 - «Iré a la casa donde existen tan dulces recuerdos»

Admirable carta de pésame a la condesa Uguccioni, tanto por el afecto delicadísimo como por la apelación a las realidades de la fe. Moma era la forma familiar del nombre de la condesa (Epist. II, 496). Sra. Moma dilectísima en Cristo, Son ya varios días que deseo escribirle, pero mi pobre corazón se halla tan turbado, que no sé por dónde debo comenzar ni acabar. El Señor Tomás, a quien yo amaba como (padre), veneraba como bienhechor, confiaba como amigo, ya no existe. Ha sido este el martillo que me ha golpeado sin cesar estos días pasados. Nosotros hemos celebrado misas, hemos hecho oraciones, comuniones, rosarios, para que Dios nos lo conservase en vida. Dios juzgó llevárselo con El, y nosotros amargamente resignados hemos redoblado nuestras pobres plegarias y continuamos. En la pena de estos dolorosos pensamientos, uno venía a consolarme un tanto: «Aquel Tomás a quien tanto amaste, no ha muerto; vive en su Creador, y a estas horas ya goza del premio de su caridad, de su piedad y de su fe. Tú mismo quizás lo veas dentro de poco, pero lo verás en un estado mucho mejor del que poseía en la tierra; lo verás, pero para no separarte nunca más de él. Pero si bien puedes esperar fundadamente que goce ya de la gloria de los justos en el cielo, sin embargo no debes olvidar el deber del amigo mientras continúes en la tierra. Acuérdate de él, conserva su nombre y reza todos los días hasta que lo alcancemos en el reino de la gloria». Del pensamiento del llorado difunto pasaba a usted, Moma. ¡Cuánto habrá sufrido y cuánto sufrirá todavía! Sé que está resignada, sé que adora la mano del Señor, pero el cáliz será siempre amargo. Por este motivo he hecho y seguiré haciendo especiales plegarias por usted también, para que Dios la consuele y le haga hallar fuerzas en el pensamiento de que tiene un marido en el cielo y que tendrá que volver a verlo para gozar su santa compañía eternamente. Cuando pueda y juzgue usted darme una impresión sobre sus últimas horas, me hará un regalo, el más querido que yo pueda desear. Dispense esta carta que es más un montón de pensamientos que un escrito ordenado. Dios la bendiga y le colme de sus celestes consuelos, y con usted bendiga a su pequeña y grande familia; y le ruego me crea siempre en J. C. cual espero ser constantemente con suma gratitud a V. S. dilectísima Afmo. como hijo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 10 de agosto de 1875.

Otra carta a la condesa Uguccioni, que da a entender qué espíritu sabía Don Bosco infundir en los miembros de su «Familia salesiana». El penúltimo parágrafo alude a la inscripción entre los Cooperadores, oficialmente fundados pocos meses antes (Epist. III, 122). Mi buena Mamá, Con el pensamiento le hago muchas visitas al día, y cada mañana le recuerdo en la santa Misa; mis ocupaciones crecieron hasta el punto de que me vi obligado a descuidar las más queridas y las más obligadas correspondencias. Pero usted, como madre piadosa, perdonará a este hijo díscolo que promete corregirse; ¿no es verdad? ¡Quién lo duda! No he pasado más por Florencia, pero si paso, aunque me detenga pocas horas, las irá a pasar en la casa donde existen tan dulces recuerdos y donde todavía vive aquella persona que siempre nos ha hecho todo el bien que le ha sido posible, y de la que la Congregación Salesiana conservará imborrable memoria ante Dios y ante los hombres. Para darle una señal de nuestras cosas sólo le diré que en este año hemos abierto veintiuna casas nuevas. Se añadan las Misiones de América, de la India, de Australia, y verá que hay para divertirse. Pero Dios nos bendice mucho más de lo que merecemos. Mi salud, gracias a Dios, es muy buena. Don Berto, Don Rúa y otros que la conocen la saludan y le aseguran que rezarán por usted. Le mando algunas copias de Colaboradores salesianos para que las distribuya a la Sra. Gondi, Marqu. Nerli, Digny y otras a las que sabe que aman nuestras cosas. Los diplomas los recibirá con las Lecturas Católicas y me mandará sólo la cartulina roja firmada. Dios le bendiga a usted, a su pequeña y gran familia, y créame siempre en J. C. Humilde servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 2 de diciembre de 1876. 105 - «En familia las llagas hay que curarlas no cortarlas» Carta a una bienhechora. El original carece de señas. Preciosos consejos para la vida en familia (Epist. II, 46-47). Benemérita Señora, Por mano de la celante sor Filomena he recibido la vistosa suma de 1.000 francos, que en caridad ofrece en honor de María Auxiliadora para emplearse en los graves y varios gastos de este nuevo edificio. No pude entretenerme en hablar con dicha reli-

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giosa y por eso no pude encargarle de mi sentido agradecimiento que quiero hacerle patente. Ahora mientras cumplo mi deber de gratitud, le aseguro que continuaré haciendo en común especiales oraciones cada día ante el altar de María Auxiliadora, y espero que la gracia que pide le será concedida sin falta. Usted dice que hasta ahora no se ha conseguido; me dice que una tribulación de familia, que no sé cual es, pero he aquí lo que le puedo decir de positivo: Continúe rogando y resígnese a la voluntad divina. La tribulación camina a su fin. Hay cosas que ahora parecen espinas y que Dios cambiará en flores. Una mirada al Crucifijo y un «hágase tu voluntad»; es lo que Dios quiere de usted. Entre tanto acepte este consejo: las llagas en familia se deben medicar, no amputar. Disimular lo que disgusta, hablar con todos', y aconsejar con toda caridad y firmeza, es el remedio con que usted curará todo. Perdóneme esta libertad; doy lecciones a Minerva, compadézcame. Mañana (12) celebraré la santa Misa y mis chicos harán la comunión según su piadosa intención. Dios le bendiga y a toda su familia y conceda a todos largos años de vida feliz junto con el don precioso de la perseverancia final. Acepte los profundos actos de mi sincera gratitud con lo que tengo el honor de poderme profesar de V. S. B. Obligadísimo servidor Turín, 11 de de septiembre de 1869.

Sac. JUAN BOSCO

106 - «Las coles trasplantadas crecen más y se multiplican» A una superiora de la Visitación que estaba fundando una casa en Villalvernia (Alessandria) (Epist. II, 55). Rvda. Sra. Madre, No haga caso a nadie y esté segura de la voluntad del Señor en todo lo que se hizo respecto a la casa de Villalvierna. Lo que dicen los demás óigase con respeto y servirá para el porvenir. Después de la tormenta será más consoladora la salida del sol. Las coles trasplantadas crecen más y se multiplican. Animo, pues, y fe en la Divina Providencia. Dios le bendiga a usted y sus fatigas y a todas sus hijas; ruegue por mí y por mis pobres chicos, y créame de V. S. revda Obligadísimo servidor Turín, 27 de octubre de 1869. 1

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Todos los miembros de la familia.

Sac. JUAN BOSCO

107 - Tres billetes a la condesa de Camburzano Los esposos conde Victorio y condesa Alejandra de Camburzano, convencidos católicos turineses, ayudaron mucho a Don Bosco. Pedían oraciones y consejos. En diciembre de 1887, la condesa ofrecerá la propia vida por la curación de Don Bosco (Epist. I, 201; II, 83; IV, 369). Benemérita Sra., He recibido su venerada carta llena de cristianos sentimientos, que me sirven para infundir ánimo y fe en mi pobre ánimo y en los de mis jovencitos. He rezado y hecho rezar según la intención del Sr. Marqués Massoni. Su deliberación es buena en sí, pero acompañada de espinosísimas circunstancias. Haga así: examine si en esto reconoce el bien del alma y la gloria de Dios. Si le parece que sí, realice el proyecto; si no, suspenda la ejecución. Nosotros hemos celebrado nuestra fiesta de Navidad con gran consuelo... Jesús rico de gracias le colme de sus bienes a usted y al conde Victorio, a toda la familia y amigos, mientras con plenitud de aprecio me profeso de usted V. S. benemérita Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 26 de diciembre de 1860. Benemérita Sra. Condesa, ... Parece que la Sma. Virgen no esté muy atenta a las oraciones que desde hace tiempo hacemos por su curación, y no sabría darlo por buena si no es reflexionando que esta celeste Madre, muy satisfecha con su paciencia, cambia la tierra en oro concediéndole gracias espirituales, en vez de gracias temporales por nosotros pedidas. Pero a fuerza de llamar será preciso que nos oiga. No dejaré de encomendar al Señor las otras cosas que me dice. Pongámonos enteramente en sus santas manos. ¿Ya está hecho el testamento? Dios nos bendiga a todos y nos conserve en el camino del paraíso, y me crea con gratitud de V. S.B. Obligadísimo servidor Sac. JUAN Bosco

Turín, 6 de abril de 1870. Benemérita señora Condesa, Siento muchísimo que se halle usted doliente. Rezaré y también haré rezar por su salud. Comprendo muy bien que tiene usted cruces; pero las tenemos todos, a excepción de Don Bosco que no tiene ninguna. 217

Las cosas de este mundo1 parece que se encaminan a la crisis; pero Dios es P a d r e infinitamente bueno, e infinitamente poderoso, por eso dejémoslo hacer. Le agradezco el aguinaldo que nos m a n d a p a r a nuestros huerfanitos. Mañana harán la comunión p o r usted, y yo con la ayuda de Dios celebraré la santa misa. María sea nuestra guía hacia el cielo. Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 9 de enero de 1887.

108 - A una viuda de veinticuatro años: «La muerte no es separación, sino dilación en verse»

Hay además otros motivos que, p o r ahora, no juzgo oportuno poner de manifiesto. En resumen, adoremos a Dios en toda cosa, en los consuelos y en las aflicciones, y estemos seguros de que es un buen p a d r e que no permite aflicciones superiores a nuestras fuerzas; y es omnipotente y, por eso, puede aliviarnos cuando quiere. Mientras tanto he encomendado siempre a usted y a su familia al Señor en la santa Misa y seguiré haciéndolo sea en privado sea en las oraciones comunes que se hacen en el altar de María. Dios le bendiga a usted y sus fatigas; niegue por mí que con gratitud me profeso de V. S. ilma Obligadísimo servidor Sac. JUAN Bosco

Turín, 28 de mayo de 1870. La marquesa María Gondi, de Florencia, madre de dos niños, perdió al marido de apenas veinticinco años. En diversas cartas, Don Bosco, del que era bienhechora, trató de consolarla. Citamos la primera. Si la comparamos con la enviada a la vieja condesa Uguccioni viuda, cinco años más tarde (cfr arriba), aparece clara la diferencia del modo de tratar a ambas (Epist. II, 93-94). Ilustre Señora, He recibido su carta y me ha causado en verdad placer. Por ella veo que su corazón está todavía amargo por la pérdida de su llorado marido, pero se ha calmado un tanto p a r a d a r lugar a la resignación a la divina voluntad a la que, queramos o no, es menester someterse. No tema que disminuya el afecto del marido hacia usted en la otra vida, al contrario será mucho más perfecto. Tenga fe; usted lo verá en una situación mucho mejor de cuando estaba con nosotros. La cosa más grata que puede hacer usted por él es ofrecerle a Dios todo afán en sufragio de su alma. Déme ahora un poco de libertad para hablar. Es de fe que en el cielo se disfruta de una vida infinitamente mejor que la terrena. Por tanto ¿por qué lamentarse, si su marido fue a gozar de ella? Es de fe que entre los cristianos la muerte no es separación sino dilación en verse. Por tanto paciencia cuando alguno nos precede; no hace sino ir a prepararnos el lugar. Es también de fe que usted puede hacer bien a su alma con obras de piedad y de caridad. Por tanto ¿no debe gozar en su corazón, si Dios le ha concedido sobrevivir? Luego, la asistencia a los niños, el consuelo del bon pére2, la práctica de la religión, difundir buenos libros, dar buenos consejos a quien lo necesita ¿no son todas ellas cosas que deben hacernos bendecir en todo momento al Señor por los años de vida que nos concede? 1 2

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Subrayado por Don Bosco. Parece una alusión a cosas políticas. Suegro.

109 - «Hace m u c h o quien en lo p o c o cumple la santa voluntad de Dios» El Sr. Luis Consanego Merli, presidente de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Genova, siendo de salud delicada., no podía ocuparse de los pobres y enfermos como él quisiera. Temía no hacer lo que podía. Pidió consejo a Don Bosco. Por venir del incansable apóstol, la respuesta es significativa (Epist. II, 104). Carísimo en el Señor, Dios sea bendito en todo. No se apene porque no puede hacer muchas cosas. Ante Dios hace mucho quien en lo poco cumple su divina voluntad: tome, pues, de la mano del Señor las incomodidades a que se ve sometido, haga lo poco que puede, y quédese tranquilo. En estos tiempos se hace sentir mucho la necesidad de propagar la buena prensa. Es un campo vasto, si cada uno hace lo que puede se podrá conseguir mucho. No dejaré de rezar por usted y por todos sus compañeros. Déles las gracias mucho en el Señor, niegue también usted p o r mí que con igual afecto me profeso Afmo. amigo Sac. JUAN Bosco

Turín, 13 de julio de 1870. 110 - San Juan Evangelista, colega del profesor Tomás Vallauri, docto latinista, era profesor en la universidad de Turín y uno de los redactores del periódico L'Unitá Cattolica. Don Bosco le pidió un artículo para interesar al público en la construcción de la iglesia de San Juan Evangelista, en la zona de Turín en que los protestantes difundían activamente su doctrina. Alude al martirio del evangelista y a su actual «condición acomodada» en el cielo (Epist. II, 135-136). 219

Carísimo Sr. Caballero, Cada vez que tengo alguna empresa de cuidado que empezar, estoy acostumbrado a encomendarme a su probada caridad. Me hallo ahora en uno de esos casos. Como verá por el folio adjunto la obra es gigantesca, pero es de absoluta necesidad, por eso estoy decidido a emprenderla. Pero tengo necesidad de que usted me ayude con un anuncio en la Unitá Cattolica, pero un anuncio de esos que salen de la pluma y van a golpear en él fondo del corazón de cuantos lo lean. Esta empresa le tiene que interesar de un modo especial porque se trata de un colega de usted, quiero decir de un escritor valiente que no calló nunca la verdad pese al destierro y al aceite hirviendo en que fue echado. Pero como este escritor se halla ahora en condición acomodada, puede estar seguro que no trabajará sin merced. Se añade además que ésta es la última de las obras recomendadas por la buena memoria de Mons. Riccardi. Al poner todo bajo su alta y eficaz protección, gozo mucho en poder augurar copiosas bendiciones celestes para usted y su respetable esposa. Con profunda gratitud de V. S. ilustrísima Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 10 de diciembre de 1870.

111 - Otra «buena mamá», la condesa Gabriela Corsi Después de las condesas Callori y Uguccioni, he aguí otra condesa que pronto mereció el título de «buena mamá» por la generosidad afectuosa e ilimitada demostrada a Don Bosco: Gabriela Corsi de Bornasco. En agosto de 1871, lo recibió por vez primera en su villa de Niza Monferrato, el Casino, y el Santo consintió en quedarse una semana entera para descansar («hacer carnaval», esto es alegrarse), para trabajar tranquilamente y también para tener encuentros libremente con eclesiásticos que proponer a la Santa Sede como obispos. Durante la enfermedad de Don Bosco en Varazze en el diciembre siguiente, la condesa quiso tener noticias diarias por medio de telegramas y cartas. Su hija María, casada con el Conde César Balbo en 1872, era también una gran bienhechora. La- carta siguiente está escrita desde la casa de ejercicios de San Ignacio en Lanzo (Epist. II, 172-173). Benemérita Sra. Condesa, La gratitud, Sra. Condesa, es lo que me hace acordarme de usted en este santuario; muchos y muy grandes son los beneficios hechos para que yo pueda olvidarme. Con habernos ayudado a rescatar un buen número de clérigos, usted ha realizado un bien muy grande, mayor de lo que usted pudiera pensar. Nuestra naciente Congregación tiene necesidad, para abrir casas, hacer escuelas, catequesis, predicaciones, de sujetos idóneos, y 220

una parte de estos sujetos son los rescatados del servicio militar. De ahí que usted nos ayudó a fundar nuestra Congregación, y como quiera que en ella se hacen todos los días oraciones particulares en pro de sus bienhechores en general, así usted tendrá una parte principal mientras exista esta Congregación. Me encuentro en la obligación de decirle esto, porque además de lo que ya ha hecho usted, se ha ofrecido a continuar dispensándonos su caridad en el futuro. Para darle, pues, una señal externa que le agrade, he dispuesto que el próximo martes, día de la Asunción al cielo de María, se celebre en el altar de María Auxiliadora una misa y que nuestros chicos hagan la comunión con otras oraciones especiales según su intención. ¿Y para la señorita María, que es su fiesta? Dos cosas, una espiritual, y otra temporal. Espiritual: celebraré por ella la misa en este santuario y pediré al Señor tres gruesas S, esto es: salud, sabiduría y santidad. Temporal: la mamá procure hacerla estar alegre en la mesa, en el paseo, en el jardín, etc. ¿Y a Niza, cuándo se irá? Si no viene nada a chafar nuestros proyectos, el día 20, en el tren que sale de Turín a las 7'40, por Alejandría, si Dios quiere, saldré para hacer carnaval en Niza. Pero entendámonos. Yo soy un pobre mendicante, y quiero que como tal me trate en lo referente a la mesa, la cama y en todo, y el pan y menestra que me dé será todo por amor de Dios. Yo podré quedarme hasta el viernes noche. Esta será la campaña más larga que yo haré desde tiempo inmemorial. El can. Nasi está aquí, está bien de salud, pero yo temo que los ángeles se lo lleven al cielo. Tanto es el fervor que manifiesta. Al contrario que yo, que camino como los topos. Siempre por tierra. Encomiéndeme un poco al Señor. Dios le bendiga a usted, a su María, a su Suegra y a toda la familia y los conserve a todos por la senda del paraíso. Amén. Con perfecta estima me profeso de V. S. benemérita Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

San Ignacio, 12 de agosto de 1871.

112 - «El precioso don de la salud y la otra gracia todavía más preciosa» En junio de 1872, la hija de la condesa Gabriela, María, desposará al conde César Balbo, sobrino del otro César, hombre político, autor de «Le speranze d'Italia», también él amigo de Don Bosco. Ambos fueron inducidos a ayudarle, César en un proyecto de fundación de un diario popular católico, María en la traducción del francés de algún fascículo para las Lecturas Católicas. Se palpa aquí la preocupación fundamental de Don Bosco: trabajar y hacer trabajar también a tos esposos, para mayor gloria de Dios (Epist. II, 222). 221

Carísimo Sr. Conde César, A su. tiempo recibí su venerada carta y se la agradezco de todo corazón. Verdaderamente, como escribía, partir de Turín sin venir a hacer una visita y despedirse de esta celeste Madre, María Auxiliadora, es una grave falta de respeto; pero esta Madre es buena y sabe dar peso a las razones por las que sus hijos no van a saludarla, especialmente respecto a aquellos a los que Ella profesa mucho afecto. Yo he procurado suplir recomendándole a usted, Sr. Conde, a la Sra. Condesa, para que a ambos consiguiese de su Hijo Jesús la gracia de un buen viaje, buena campaña y a su tiempo buen retorno, pero después he pedido de modo particular para usted el precioso don de la salud, y la otra más preciosa de poder emplear esta salud y siempre en cosas que resulten a mayor de gloria de Dios; y espero que la Sma. Virgen nos habrá escuchado. Tanto más que tendremos que soportar no ligeras fatigas en el diario de que hemos hablado y que concluiremos cuando, si Dios quiere, iré a Casino. Espero que la Condesa María gozará de buena salud, y pido a Dios que se la conserve óptima por largos años. Hágame el favor de presentarle mis respetos, rogándole que no olvide mi trabajo por las Lecturas Católicas. Me encuentro con mil cosas graves entre manos y tengo necesidad de luces especiales para poder guiar de modo que resulten a mayor gloria de Dios. Ayúdeme usted con sus santas oraciones y me encomiende también a las de buena condesa María. Dios les bendiga a ambos y los conserve largos años de vida feliz con la gracia de la perseverancia en el bien. Amén. Con plenitud de estima y de afecto tengo el honor de poderme profesar de V. S. carísima Humilde servidor

tiempo, añadiendo la inminente expedición de misioneros a América, todo esto junto hace que ya no sepa ni por dónde empezar ni por dónde concluir. Pese a todo esto, no he dejado de rezar por usted, por sus hijos y nietecitos, en especial por la mañana en la santa Misa, y no dejaré de hacerlo a fin de que Dios los conserve a todos en buena salud, vida feliz y en su gracia. El domingo, o personalmente o por medio de Don Cagliero, de Don Lazzero y de otros, sabrá porqué no nos atrevemos a armar mucho ruido en la fiesta del domingo. Las principales razones son la falta de local para recibir a una persona que visite la iglesia o celebre las funciones. Además estamos tan pobres que no nos atrevemos a lanzarnos a nuevos gastos. Sé que la Buena Mamá nos ayudó y nos ayudará. Pero nosotros, sus hijos afectísimos, hemos de calcular sobre su bondad y no abusar de ella. Me han dicho que el Sr. Conde formó un comité para promover una cuestación en favor de nuestros gastos. Agradézcaselo mucho a mi parte. Eso es de buen Cooperador Salesiano. Pero yo no quiero que trabaje por nada. Quiero rezar, hacer rezar a Dios, que es muy rico, para que le conceda el ciento por uno de todo. Centuplique la salud sobre su familia, sobre sus intereses, sobre sus campañas, y haga de él un verdadero gentilhombre y un gran santo. La Virgen a su tiempo hará su parte... Que Dios le bendiga, mi querida y buena Mamá, la conserve, le conceda feliz estancia, feliz retorno a su mal hijo, pero que tanto la quiere en J. C. Me encomiendo a las oraciones de todos y créame en todo Humilde servidor e hijo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 22 de octubre de 1878.

Sac. JUAN BOSCO

Turín, 12 de agosto de 1872. 114 - Pensamientos de dos peregrinos reconocidos 113 - «Ni siquiera una hora de vacaciones en todo este año» Durante el 1877 a 1878, Don Bosco había comenzado las prácticas para adquirir y readaptar el antiguo convento .de los capuchinos de Niza Monferrato y trasladar a él la Casa Madre de las Hijas de María Auxiliadora. La familia Corsi tomó parte activamente en ellas (cfr. MB XIII, 187-217). Ocho días antes de la nueva bendición de la iglesia, Don Bosco escribió a la condesa (Epist. III, 397-398). Mi Buena y Carísima Mamá, Por culpa de tanto proyecto no he podido tomarme una hora de vacación en todo este año, y tampoco estoy seguro de poder ir un domingo a Niza para la fiesta de la apertura de la iglesia Señora de las Gracias. Entre un poco de pereza que ata establemente a la casa y entre las veinte casas que hemos abierto en poco espacio de 222

Los esposos Alejandro y Matilde Sigismondi, llenos de admiración por Don Bosco, se ofrecieron a hospedarle en su casa de Via Sixtina 104 cuando fuese a Roma. Aceptó a partir del 1874. Les escribía el 2 de febrero de 1876: «La primera puerta a la que ciertamente voy a llamar es a Via Sixtina 104, donde desde hace tanto tiempo tenemos una verdadera cucaña» (Epist. III, 15). Celebraba en la capilla doméstica, conseguida por él mismo, y aprovechaba tanto de los cuidados de la Sra. Matilde cuanto de la experiencia que el Sr. Alejandro, agente apostólico, tenía de los dicasterios eclesiásticos. Durante su primera estancia, quiso celebrar el onomástico del ama de casa, la Sra. Matilde: escribió una poesía, la hizo copiar por su compañero y secretario, Don Berto, la leyó en la mesa y se la ofreció a la señora junto con un cuadro de santa Matilde. Conservamos en el Archivo Salesiano la copia autógrafa y la retocada y firmada por Don Bosco (Archivo 132 Poesie, 3; MB X, 789). 223

En él día onomástico de la óptima señora Matilde Sigismondi, 14 dé marzo de 1874, pensamientos de dos peregrinos agradecidos. Somos errantes peregrinos - entre el viento y la tormenta, -. cuando propicia estrella, - Matilde, a ti nos guió. Cansados ambos, famélicos, - con cara enflaquecida: - Tenemos mucho apetito, - su voz resonó. Y tú, cual Madre tierna, - con tu Alejandro amado: - La comida está preparada, - dijiste, y vaya si lo estaba. Asado, salsas, guisado, - botellas con sus vasos, - vinos blancos y negros, - todo para vosotros será. Comienza entonces el júbilo; - fuera pensamientos de deudas, - ni tampoco de créditos - nos causen temor. Así la gran cucaña - dura por el tercer mes, - y nunca manifestamos - nuestro corazón agradecido. Hoy confiamos la deuda - a Aquél que todo puede; - El que nos mandó - pague con sus tesoros. Y mientras tú Santa, - sentada junto al Señor, - trono de eterno amor - prepara para ti también, Nosotros aquí en fiesta - pitanza, macarrones, - vimos escogidos y bombones, - dones que el Cielo nos dio. Pero esto es un bien fugaz - que pasa como el viento, - ni deja ningún contento - en nuestro afligido corazón. Al cielo, pues, se alcen - obras, pensamientos, deseos: - diremos un día con Dios - tu fe, tu esperanza, tu amor. Y tú, Alejandro amable, - ejemplo de bondad, - ¿qué tanta caridad - usaste con nosotros siempre? Sobre ti el Cielo haga caer - el céntuplo cada día - hasta que de gloria ornado - vueles a tu Señor. ¿Pero qué para la doméstica, - la buena Magdalena, - que tanto afán, trabajo - y pena por nosotros se tomó? A usted, que las obras une - de Marta y de María - un día se le conceda - el premio a su fe. Ahora, Alejandro, un brindis - hagamos a tu consorte, - que tengamos un día la suerte - de juntarnos todos en el cielo. Sac. JUAN BOSCO

Dios la bendiga y le conceda todo bien. Rece también por mi pobre alma, y créame en J. C. Humilde servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 27 de junio de 1874. 116 - «Beatísimo Padre, estos Salesianos son vuestros» El 3 de junio de 1877 se celebró en Roma el jubileo episcopal de Pío IX. Don Bosco envió dos salesianos como representantes de la Congregación y portadores de un álbum que contenía la estadística pormenorizada de la Sociedad salesiana y de las Hijas de María Auxiliadora. En la carta de presentación proclamaba su entrega a los intereses del Vicario de Cristo (Epist. III, 179-180). Beatísimo Padre, ... No teniendo ni oro ni plata ni dones preciosos que sean dignos de Vos, hemos creído que no le disgustará un álbum que refleja el estado actual de nuestra Congregación, que vive el cuarto año después de su aprobación definitiva. No hacemos esto por vanagloria, sino únicamente para narrar las misericordias del Señor, como hijos a su padre... Aquí, Beatísimo Padre, encontrará señaladas las casas de educación, las personas que las dirigen y la condición de quien interviene. Esta es, Beatísimo Padre, toda obra vuestra, y vuestros son todos los Salesianos. Sí, Beatísimo Padre, estos Salesianos son todos vuestros y todos dispuestos a ir a donde a Vos os plazca, contentos si les fuese dada la buena ocasión de dar vida y bienes por amor de aquel Dios, de quien Vos sois Vicario sobre la tierra. Bendecid, pues, a estos hijos vuestros y que esta bendición los haga fuertes en el combate, intrépidos en el padecimiento, constantes en el trabajo, a fin de que todos puedan un día reunirse en torno a Vos para cantar y bendecir eternamente las misericordias del Señor.

y su compañero 117 - Cómo partir las puntas de las espinas 115 - Cómo escoger marido Billete lleno de cordura a la señorita Bárbara Rostagno, que le había pedido oraciones y consejo para elegir un buen marido (Epist. II, 391).

Mons. Teodoro Dalfí estaba a punto de dejar la parroquia de Casanova para ir de vicario a Lanzo tras la muerte del teólogo Albert. Había sido compañero de Don Bosco en el seminario de Chieri. El santo le escribe desde el tren que lo lleva a Vignale (Epist. III, 102).

Apreciada Señora, No dejaré de rezar para que Dios la ilumine en escoger la persona que mejor pueda ayudarla a salvar el alma. Por su parte cuide mucho sobre la moralidad y religión del individuo. No mire las apariencias, sino la realidad.

Querido amigo, Sigue adelante en tu empresa. El colegio está todo a tu disposición. Por mi parte, además, como bosque carcomido, si puedo ayudarte en algo, estoy totalmente a tu disposición. Espero que de común acuerdo podremos hacer alguna cosa.

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Me alegro de la noticia en torno a la hecha y aceptada propuesta; adelante, Dios hará lo que nosotros no podamos. Hay, es verdad, muchas espinas, pero tú con tanta charla ¿no eres capaz de agarrar el martillo de la paciencia y de la confianza y partirles la punta? Hasta vernos, querido vicario de Lanzo. Estamos todos de tu parte, pero tú también estarás todo de la nuestra ¿no es verdad? Dios nos bendiga a todos y tú créeme Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

En el tren, 12 de octubre de 1876. 118 - Consejos a un nuevo párroco Don Perino, de Biella, había sido alumno del Oratorio, y Don Bosco le había dicho que sería párroco. Desde Roma, donde se halla por asuntos de la Congregación, le traza un programa totalmente salesiano (Epist. III, 57). Carísimo Don Perino, Me alegra mucho tu promoción a párroco de Piedicavallo. Tendrás amplio campo para ganar almas a Dios. El fundamento de tu éxito parroquial es: cuidar de los niños, asistir a los enfermos, amar a los viejos. Para ti: confesión frecuente, cada día un poco de meditación, una vez al mes ejercicio de la buena muerte. Para Don Bosco: difundir las Lecturas Católicas y venir a comer al Oratorio cada vez que vengas a Turín. El resto de palabra. Dios te bendiga a ti, tus fatigas, tu futura parroquia, y reza por mí que te seré siempre en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

de sí mismo y cómo tendrá que adoptar una nueva actitud verbo et opere. Pero en seguida he bendecido al Señor, porque estaba y estoy convencido de que la Iglesia adquiría un Obispo según el corazón de Dios y de que usted haría mucho bien a la diócesis de Susa. Me alegro muchísimo y con todo el afecto del corazón, le ofrezco todas las casas de la Congregación para cualquier servicio que puedan prestarle a su respetable persona y a la diócesis que la Providencia le ha encomendado. No pretendo dármelas de maestro, pero creo que muy pronto tendrá en sus manos el corazón de todos: 1.° Si se toma un cuidado especial de los enfermos, de los viejos y de los niños. 2° Si va muy despacio en cambiar al personal ya establecido por su predecesor. 3.° Hacer lo que pueda para ganarse la estimación y el afecto de algunos que tienen o tenían lugares elevados en la diócesis, los cuales juzgan de haber sido pospuestos y V. S. preferida, 4.° Al tomar medidas severas contra cualquiera del clero, sea cauto y en lo posible escuche al imputado. Por lo demás espero que en marzo podremos hablarnos personalmente. Hoy cerca de las tres y media se extinguía el sumo e incomparable astro de la Iglesia, Pío IX. Los periódicos le darán los particulares. Toda Roma está consternada y creo lo mismo de todo el mundo. Dentro de poquísimo tiempo estará sin duda en los altares. Creo que V. S. me permitirá escribirle siempre con la confianza del pasado, y rogando a Dios que lo ilumine y lo conserve en buena salud, me encomiendo a la caridad de sus santas oraciones y me profeso con la máxima veneración De V. S. Reverendísima y Carísima Afmo. amigo Sac. JUAN Bosco

Roma, 7 de febrero de 1878, Torre de'Specchi, 36.

Roma, 8 de mayo de 1876. 120 - Consejos a un nuevo Papa 119 - Consejos a un nuevo obispo Mons. Eduardo Rosaz había sido preconizado obispo en el último consistorio de Pío IX, el 31 de diciembre de 1877. Lleno de afectuosa estima por Don Bosco, recibió de éste estos consejos dictados por la experiencia. La carta está escrita en Roma, exactamente el día de la muerte de Pío IX (Epist. III, 293-294). Carísimo y Rev.mo Monseñor, A su tiempo supe por Turín y luego por su apreciada carta cómo el gran Pontífice Pío IX puso su paterno pensamiento sobre usted y lo proclamaba obispo de Susa. Yo me quedé bastante maravillado, porque sé lo bajamente que piensa usted 226

En seguida después de la elección del card. Pecci a la sede de Pedro, el 20 de febrero de 1878, Don Bosco que le había pronosticado el hecho (cfr MB XIII, 484), le escribió una breve carta de homenaje (Epist. III, 302). Después de lo cual le hizo llegar algunos pensamientos redactados en estilo pro]ético. El manuscrito, copiado por Don Berto, fue entregado al card. Bartolini para que lo hiciera llegar a manos del Papa. Para Don Bosco el progreso de la Iglesia está ligado a la calidad de los operarios evangélicos (Epist. III, 303-304). Un pobre siervo del Señor, que a veces enviaba al Santo Padre Pío IX algunas cosas que juzgaba venían del Señor, es el mismo que ahora humildemente pero literalmente comunica 227

a S. S. León XIII algunas cosas que parecen de no escasa importancia para la Iglesia. Exordio de las cosas más necesarias para la Iglesia. Dice una voz. Sí, quieren dispersar las piedras del santuario, abatir el muro y el antemuro y así introducir la confusión en la ciudad y en la casa de Dios. No lo conseguirán, pero harán mucho mal. Al supremo regidor de la Iglesia en la tierra corresponde proveer, reparar los daños que causan los enemigos. El mal comienza por la deficiencia de operarios evangélicos. Es difícil encontrar levitas en las comodidades; por lo cual búsquense con gran solicitud entre la azada y el martillo, sin mirar a su edad y condición. Reúnanse y cultívense hasta que sean capaces de dar el fruto que los pueblos aguardan. Todo esfuerzo, todo sacrificio hecho con este fin es siempre poco en comparación del mal que se puede impedir y del bien que se puede obtener. Los hijos del claustro que hoy viven desparramados sean recogidos, y si no pueden formar ya diez casas, arréglenselas para reconstruir aunque sea una sola, pero con toda su observancia regular. Los hijos del siglo atraídos por la luz de la observancia religiosa irán a aumentar el número de los hijos de la oración y de la meditación. Las familias religiosas recientes están llamadas por las necesidades de los tiempos. Con la firmeza de la fe, con sus obras materiales deben combatir las ideas de quienes en el hombre sólo ven materia. Estos desprecian con frecuencia a quien medita y a quien reza, pero serán obligados a creer en las obras de las que son testigos oculares. Estas nuevas instituciones tienen necesidad de ser ayudadas, sostenidas, y favorecidas por aquellos a los que el Espíritu Santo puso para regir y gobernar la Iglesia de Dios. Téngase en cuenta, pues: Con la promoción y cultivo de las vocaciones al santuario; Con la reunión de los religiosos dispersos y restitución de la observancia regular; Con asistir, favorecer y dirigir las congregaciones recientes, se tendrán operarios evangélicos para las diócesis, para los institutos religiosos, y para las misiones extranjeras. 121 - «Yo corro adelante hasta la temeridad» La familia Vespignani, de Lugo, dio a la Iglesia cuatro sacerdotes salesianos (entre los cuales José) y tres monjas, una carmelita y dos Hijas de María Auxiliadora. Los otros miembros trabajaban también para Don Bosco. Así el hermano mayor, Sr. Carlos, que trabajaba en la fundación de una obra salesiana en Lugo. En la carta que le manda, Don Bosco desvela el fondo de su celo prodigioso (Epist. III, 166-167). 228

Mi querido Sr. Carlos, En las cosas que redundan en bien de la juventud en peligro o sirven para ganar almas para Dios, yo corro adelante hasta la temeridad. Por eso en su proyecto de comenzar algo que ayude a los niños pobres y en peligro, apartarlos de los peligros de ser llevados a la cárcel, hacer de ellos buenos ciudadanos y buenos cristianos es el fin que nos proponemos. Prepare, pues, el campo y la mies, y yo estaré muy contento de dar una vuelta y conocer de vista y dar las gracias a tantos hermanos', que ya antes de conocerme me usan tanta caridad. Me he atenido a la sugerencia que me ha dado y he rogado al Sr. Don Carlos Cavina, que acepte ser Decurión salesiano y así tener un centro. Procure, por tanto, ponerse en relación con él para nuestras cosas. Don José manda 25 diplomas de Cooperador y mandaremos más cuando sea menester. Usted me ha invitado a comenzar el baile; he aceptado la invitación, pero es preciso que nos empeñemos con todos los medios y con todos los sacrificios para llevarlo a buen término. Téngase muy en cuenta que si queremos ir adelante, conviene que no se hable nunca de política ni en favor ni en contra; nuestro programa ha de ser hacer el bien a los niños pobres. Las cosas anejas a este principio vendrán sugeridas por Dios y guiadas de mano en mano, que buena falta hará. No me olvidaré de las otras cosas que me ha escrito. Las trataré en otra carta. Dios bendiga su familia pequeña y grande, salude respetuosamente a nuestros colaboradores; diga a todos que de buen grado los encomiendo todos los días en la santa Misa, y que me encomiendo a sus oraciones. La gracia de N. S.J. C. esté siempre con nosotros. Amén. Afmo. servidor y amigo Sac. JUAN Bosco

Turín, 11 de abril de 1877. 122 - A la mamá Vespignani: «Tomo el lugar de José» El más ilustre de los Vespinagni fue José. Sacerdote a los 22 años (1876), se fue con Don Bosco que lo curó y lo mandó con la tercera expedición misionera a Argentina, en tanto que él hermano Ernesto (el «clérigo») continuaba su formación en Turín. Don Bosco tranquiliza a la madre con delicadeza exquisita (Epist. III, 246). Muy apreciada Sra. Vespignani, Dios nos bendiga a todos. Don José ha partido; va a ganar.almas y así asegurar la suya 1 En el sacerdocio, entre los cuales el párroco Don Cavina, elegido como decurión, esto es jefe de un grupo de Cooperadores.

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y las de sus parientes. Se halla en Lisboa. Está muy bien y contento. I r á con los demás a bordo el dos de diciembre. El m a r está tranquilo. María Auxiliadora tiene a todos bajo su protección y esperamos que harán buen viaje. Don José va a América. Don J u a n 1 tomará su lugar. ¿Lo permitirá? Yo rezaré mucho por usted. Tenemos aquí al clérigo, que está muy bien de salud y yo muy contento de su conducta. Espero que seguirá las huellas de su hermano mayor. Dios bendiga a usted, al buen papá, y los conserve a todos en su gracia y nieguen por mí que seré siempre en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 30 de noviembre de 1877

123 - A un párroco desconfiado: «Cristo vive» Un párroco de Forlí, al mandar un donativo, había manifestado su desaliento. En pocas líneas, inspirado en la palabra de Dios, y con su estilo nervioso, Don Bosco lo empuja adelante. Nótese el «ritornello»: ocuparse de los niños, de los viejos y de los enfermos (Epist. rrr

era apoyado por un hermano suyo, sacerdote, el teólogo Ángel Rho, que había escrito cartas muy agrias sobre el asunto. Cosa extraña, los dos hermanos habían sido compañeros de escuela de Don Bosco. Este mandó al teólogo las líneas siguientes, dolidas y amistosas (Epist. III, 499-500). Amigo siempre carísimo, El hombre honesto, cuando no es creído, debe adoptar riguroso silencio. No me has comprendido ni me respondes a una de las cosas que te expuse en mi carta. Además el desprecio con que hablas de los sacerdotes de esta casa me impide explicarme con las palabras adecuadas. Por eso en este asunto es inútil hablar, como lo deseaba yo vivamente. En lo demás seremos siempre buenos amigos. Yo contaré siempre sobre tu benevolencia y la de tus hermanos, especialmente del Proveedor. Y seré siempre feliz cuando a ti o a los tuyos pueda prestarles algún servicio. Ámame en J. C. y créeme inalterablemente Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 24 de julio de 1879.

Mni

125 - A un mirlo que vuelve al nido Carísimo en el Señor, He recibido su buena carta y en ella los 18 francos. Se lo agradezco: Dios se lo pague. Es m a n á que cae en alivio de nuestras estrecheces. Esté tranquilo. No hable de ausentarse de la parroquia. ¿Hay que trabajar? Moriré en el campo del trabajo sicut bonus miles Cristi. ¿Qué soy bueno para poco? Omnia possum in eo qui me confortat. ¿Que hay espinas? Con las espinas mudadas en flores los ángeles tejerán para usted u n a corona en el cielo. ¿Los tiempos son difíciles? Siempre lo fueron, pero nunca dejó el Señor que faltara su ayuda. Christus herí et hodie. ¿Pide un consejo? Este: tome cuidado especial de los niños, de enfermos y de los ancianos, y se h a r á dueño del corazón de todos. Por lo demás cuando venga a visitarme hablaremos largo. Sac. JUAN BOSCO

Turín, 25 de octubre de 1878.

124 - Cómo responde un santo a su adversario Por un decreto del 23 de junio de 1879, el Proveedor para los estudios de la provincia de Turín había ordenado la clausura de las escuelas gimnasiales del Oratorio de Valdocco con pretexto de que no se conformaban a las leyes de los gimnasios privados. El Proveedor 1

Don Bosco mismo.

Santiago Ruffino había sido alumno del Oratorio. Habiendo salido, había corrido una serie de peripecias como vigilante y profesor en varios lugares, hasta que la nostalgia lo volvió a Don Bosco en 1880 (Epist. III, 579-580). Mi queridísimo Santiago Ruffino, Tu carta me produjo un verdadero consuelo. Mi afecto por ti fue siempre grande, y ahora que muestras deseos de volver al nido, se me despiertan las reminiscencias del pasado, las confidencias tenidas, la buena memoria del pasado, etc. Por ello en cualquier momento en que te decidas a hacerte salesiano, no tienes más que venir al Oratorio y decirme: Aquí está el mirlo que vuelve al nido. Lo demás será todo igual como era y como tú sabes. Sin embargo, deseo que no pongas en aprietos a tus actuales superiores por lo que si es preciso que difieras tu venida a Turín por algún tiempo hazlo, con tal que no haya peligro p a r a tu alma. Yo estaré en el Oratorio al fin de este mes y allí te espero como padre ansioso de volver a tener a su hijo. Allí hablaremos de cuanto sea menester. Dios te bendiga, carísimo Ruffino, y reza tú por mí que siempre fui y seré en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Roma, 17 de abril de 1880. Torre de'Specchi 36.

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126 - «Marquesa, gaste gustosamente: el interés es del ciento por uno»

Dios partiendo de un «quizás» que hace problema. La sola cosa que tenemos que decir es que los sanios saben más que nosotros. Esta carta es la única de las 76 escrita en italiano (Epist. IV, 55).

Don Bosco había preparado una lista de trabajos por hacer en la iglesia de San Juan Evangelista de Turín, y la mandaba a bienhechores para que aceptasen pagar alguno. Este billete fue enviado a la marquesa Mariana Zambeccari, de Bolonia (Epist. III, 592-593). Benemérita Sra. Marquesa, Sé que es usted devota de San Juan Evangelista y sé que este santo le tiene preparadas gracias especiales; pero él también quiere algo de usted. Elija el trabajo que mejor le parezca entre los anotados en la hoja que le incluyo. Gaste gustosamente; el interés es del ciento por uno con un premio asegurado más allá de esta vida. Escribo brevemente para no cansar su vista. Perdone la confianza con que hablo. Dios la bendiga, oh benemérita Sra. Marquesa. Dios le conceda el precioso don de la salud y el otro más precioso todavía de la perseverancia en el bien. Ruegue por mí que siempre le seré en JVC. Humilde servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 27 de junio de 1880.

127 - ¿Es posible aficionarse demasiado al propio hijo? Nos quedan 76 cartas mandadas por Don Bosco, durante seis años, al abogado francés Luis-Antonio Fleury-Colle de Tolón y a su esposa María Sofía, de los barones de Buchet: señal de los lazos profundísimos que unieron al santo con estos eminentísimos bienhechores. Se encontraron con él casi en vísperas de un grave luto familiar. Hallándose su único hijo Luis en fin de vida por consunción, lograron de Don Bosco que fuese a Marsella a bendecirlo: era el 1 de marzo de 1881. El santo encontró un joven de diecisiete años, de alma totalmente abierta a la gracia de Dios. Para consuelo de tos padres, no dejó de rezar por su curación, pero al mismo tiempo dispuso al hijo para el sacrificio de la vida por amor al Señor. Habiendo muerto el 3 de abril de 1881, padre y madre, con extraordinaria generosidad, adoptaron se puede decir, las obras de Don Bosco, poniendo a su disposición sus grandes riquezas (sobre todo a favor de la iglesia del Sagrado Corazón de Roma), mientras entre Don Bosco y el hijo muerto se abría un misterioso diálogo más celeste que terreno, por medio de apariciones y sueños que constituyen uno de los hechos carismáticos más impresionantes de la vida del santo (cfr MB XV, 80-130). En una carta a la madre, en francés, Don Bosco le decía que algunas cosas, no las quería confiar a una carta. Tal reticencia turbó a la señora. El santo se explicó con el marido sirviéndose del italiano, quizás porque la mujer no lo entendía, y por tanto habría recibido la comunicación a través de una traducción oportunamente mitigada. En efecto, la explicación de Don Bosco extraña: arroja alguna sombra sobre el afecto de estos santos padres e interpreta la voluntad de

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Apreciadísimo Sr. Abogado Colle, Veo que su señora esposa está algo inquieta por lo que no quería yo confiar al papel. Por esta razón le diré en pocas pala^ bras la sustancia de la cosa. El corazón de los padres estaba demasiado aficionado a su único hijo. Demasiadas caricias y delicadezas; pero él se conservó siempre bueno. De haber vivido hubiese encontrado graves peligros p o r los que quizás hubiese sido arrastrado al m a l tras la muerte de sus padres. Por eso Dios lo quiso quitar del peligro, llevándoselo consigo al cielo, donde cuanto antes será el protector de sus padres y de los que han rezado o rezarán por él. Por mi parte he rezado y hago rezar en sufragio del alma del querido Luis en todas nuestras casas. Ya que están en Niza creo que podrán darse un paseo ameno hasta Turín. Les espero con gran placer. Y María Auxiliadora no dejará de regalarles a ambos algún consuelo. Dios la bendiga; que siempre, querido Sr. Abogado, Dios bendiga a usted, a su Señora, y los conserve en buena salud. Quieran también rezar por mí que siempre les seré en J. C. Humilde servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 22 de mayo de 1881.

128 - «He tenido la alegría dé ver y oír a Luis» Durante la primera visita de los esposos Colle a Turín (mayo 1881), Don Bosco les comunicó que había visto dos veces a su difunto hijo Luis, y hablado con él. En diversas cartas siguientes dirigidas a la condesa, habló de otras visiones. Citamos los trozos principales, traducidas del francés. Sra. Colle, ...Muchas veces he rogado a Dios que nos hiciera saber alguna cosa. Una sola vez (desde el tiempo de vuestra visita), he tenido el consuelo de verlo y oír su voz. El 21 de junio pasado, durante la misa, poco antes de la consagración, lo vi con su faz acostumbrada, pero del color de la rosa en toda su belleza y de una encarnación resplandeciente como el sol. En seguida le pregunté si tenía alguna cosa que decirnos. Respondió simplemente: San Luis me ha protegido y beneficiado mucho. Entonces repetí: ¿Hay algo que hacer? Me dio la misma respuesta y desapareció. Desde entonces hasta hoy no he visto ni oído nada... Turín, 3 de julio de 1881 (Epist. TV, 482). 233

*•*. ^??s^?F!¡H®!§5^Sí^í?

Sra. Colle, Tengo el consuelo de decirle que he tenido el consuelo (sic) de ver a nuestro siempre querido y amable Luis. Hay muchos pormenores que espero exponérselos de palabra. Una vez lo he visto divirtiéndose en un jardín con compañeros ricamente vestidos, pero de una manera que no se pueden describir. Otra vez lo vi en un jardín, donde cogía flores que llevaba a una gran sala sobre una magnífica mesa. Le quise preguntar: ¿Para quién son esas flores? —Estoy encargado de coger estas flores y con ellas hacer una corona para mi padre y para mi madre, que tanto se preocuparon por mi felicidad. Turín, 30 de julio de 1882 (Epist. IV, 490). Querido Sr. Conde, ... He comenzado ya la novena con misas, comuniones, y oraciones particulares por nuestro Luis, que yo creo se reirá de nosotros, porque rezamos por él a fin de sufragarlo; en realidad él se ha convertido en nuestro protector en el cielo y seguirá protegiéndonos hasta que nos reciba en la felicidad eterna... Turín, 23 de agosto de 1884 (Epist. IV, 507). Sr. Conde y Sra. Condesa Colle, ... Nuestro amigo Luis me ha llevado a dar un paseo por el centro de África, tierra de Cam, decía él, y por las tierras de Arfaxad, o sea la China1. Si el Señor quiere que nos veamos, tendremos muchas cosas que decir... Turín, 10 de agosto de 1885 (Epist. TV, 516). Oh María, nuestra buena Madre, En este día en que la Iglesia católica solemniza vuestro Nacimiento, llevad vos misma una bendición del todo especial a vuestros dos hijos Sr. y Sra. Colle, por los que esta mañana con todo mi corazón he celebrado la santa Misa y por los que nuestros jovencitos han hecho la comunión, para vuestra felicidad espiritual y temporal. Rezad también por este pobre que os ama en J. C. como tierno hijo... Turín, 8 de septiembre de 1886 (Epist. IV, 522). Sra. Condesa Sofía Colle, ... Rezaremos para que el Señor les conserve a usted y al Sr. Conde Colle en buena salud, en paz, en caridad hasta los últimos momentos de la vida. Y entonces la Sma. Virgen, acompañada por una muchedumbre de ángeles, os lleve al paraíso 1 Sueño misionero, narrado y comentado por Don Bosco el 2 de julio de 1885: cfr MB XVII, 643-647.

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consigo, pero junto con vuestros parientes y amigos, con el pobre Don Bosco que os quiere tanto en Dios... Y yo con mi mala letra, tengo el atrevimiento de profesarme por siempre afmo. hijo. , Humilde servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, Valsalice, 23 de septiembre de 1886 (Epist. IV, 523). 129 - Invitación a venir a la misa cincuentenaria El caballero Carlos Fava, secretario emérito del Ayuntamiento de Turín, y su esposa ayudaban mucho a Don Bosco. En él verano de 1881, habiendo ido a restaurar su salud en el Valle de Andorno, Biella, recibió esta cordial y alegre carta (Epist. IV, 67-68). Carísimo Sr. Fava, Me alegro mucho de que usted y toda su familia hayan tenido buen viaje y podido arreglar en Andorno su casa antes de estos intensos calores que han llegado en pocos días hasta el heroísmo. Hemos comenzado el curso regular del sudor que sirve de baño desde un medio día al otro mediodía. Pese a todo lo cual no se tienen noticias todavía de que alguien se haya cocido. Siento que su salud no sea buena del todo. Yo creo que el descanso, el aire fresco, los cuidados y las muchas oraciones que hacemos cada día, lograrán obtener que usted regrese, a su tiempo, entre nosotros en óptima salud. Me dice que todavía no tiene ganas de morirse; tampoco yo quiero que se vaya usted de entre nosotros tan pronto, tenemos muchas obras de caridad que hacer, que no deben quedar incompletas; por lo tanto es menester seguir viviendo. Usted aceptó venir a mi misa cincuentenaria que se celebrará el domingo de la Sma. Trinidad de 1891. ¿Quiere faltar a una invitación hecha y por usted aceptada? Además tengo un asunto que encomendar a su Sra. esposa, que podrá ser ayudada por usted y por la señorita María Pia; por tanto hemos de repetir: hay que vivir. ¡Qué buen tiempo tiene Don Bosco! dirá usted. Es verdad: pero escribirle a usted me sirve de alivio entre las 500 cartas 1 cuya respuesta voy a comenzar en estos momentos. Dios le bendiga, querido señor y con usted a su familia, y a todos les conceda salud y santidad en abundancia. Recen ustedes también por mí que con respeto y gratitud me profeso en N. S. J. C. Humilde servidor Sac. JUAN Bosco

Turín, 4 de julio de 1881. 1

Con ocasión de su onomástico.

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130 - «El evangelio no dice: Prometed y os será dado» La marquesa Vernon Bonneuil, París, había enviado a Don Bosco 500 francos por una gracia recibida, prometiéndole otros 25.000 si la Virgen le concediese un feliz matrimonio entre personas por las que sentía gran interés. Recibió esta respuesta (original en francés) (Epist, IV, 79-80). Sra. Marquesa, He recibido su óptima carta con la consoladora noticia de que la operación, que tanto cuidado le daba, ha salido bien y que usted ahora está perfectamente curada. Dios sea bendito y agradecido por esta gracia. En la misma carta incluye 500 francos p a r a la iglesia del Sagrado Corazón de Roma. Que María Auxiliadora se lo pague dignamente, tanto más que en su caridad dice que es éste el único motivo de su oferta. Deo gratias! No dejaré de rezar por usted a fin de que Dios haga que tenga lugar la unión por usted mencionada, con tal que sea p a r a gloria de Dios. Les dirá que yo acepto la promesa de 25.000 francos. Pero conviene observar atentamente que el Evangelio dice claramente: Dad y se os dará, y no Prometed y seos dará. Yo creo por tanto qué sería óptima cosa empezar a dar alguna suma como anticipo. No olvidaré hacer cada día en la misa un memento p o r usted y sus intenciones, en especial p a r a que usted, sus parientes y amigos puedan caminar por el camino del cielo. Dios la bendiga, caritativa Sra. marquesa, y rece usted también p o r mí que siempre le seré en J. C. Humilde servidor Sac. JUAN BOSCO

San Benigno Canavese, 8 de septiembre de 1881.

131 - A un judío: «La caridad del Señor no tiene límites» El Sr. Augusto Calabia era un judío de Milán. Por una distracción, Don Pozzan, jefe de envíos del Boletín Salesiano, le había mandado el diploma de Cooperador. Aquél le escribió a Don Bosco: «Le agradezco la confianza que usted pone en mí al hacerme el honor de inscribirme entre los Cooperadores Salesianos y tengo presente el correspondiente reglamento así como el suplemento anejo; pero yo le hago observar que pertenezco a la religión mosaica, y con esto he dicho todo. Me profeso... etc.» (Milán, 29-11-1881). En su solícita respuesta, Don Bosco recuerda que entre israelitas y cristianos, hay puntos comunes: la fe del A. T. y la caridad «que no tiene límites» (Epist. IV, 97). Muy respetable Señor, ¡Es cosa verdaderamente singular que un sacerdote católico proponga una asociación de caridad a un israelita! Pero la 236

caridad del Señor no tiene límites y no exceptúa ninguna persona de la edad que sea, condición o creencia. Entre nuestros jovencitos, que en total son 80.000, hemos tenido y todavía tenemos israelitas. Por otra parte me dice usted que pertenece a la religión Mosaica, y nosotros los católicos seguimos rigurosamente la doctrina de Moisés y todos los libros que aquel gran profeta nos dejó. Sólo en la interpretación de tales escritos hay disparidad. Además el Sr. Lattes de Niza es israelita, y uno de nuestros más fervorosos Cooperadores. De todos modos continuaré enviándole el Boletín Salesiano, y creo que no hallará en él n a d a que ofenda sus creencias, y si alguna vez aconteciese o bien desease el cese, bastaría que nos lo indicara. Dios le bendiga y conserve en buena salud, y créame con respeto y aprecio Humilde servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 4 de diciembre de 1881.

132 - «Deseo que usted muera pobre y totalmente desapegada» La señora Bernardina Magliano-Sollier, residente en Turín, rica viuda, era siempre espléndida en ayudar las obras de Don Bosco. Pasaba el verano en Busca, donde recibía a Don Pavia, director del Oratorio festivo, para hacerlo descansar. He aquí dos billetes en los que se le recuerda el desapego cristiano (Epist. IV, 148 y 173). Apreciabilísima Sra. Magliano, Recomiende cuantos jovencitos quiera para hacerlos sacerdotes o buenos cristianos. Yo los acepto todos; p e r o cuando esté en vísperas de la bancarrota, le pasaré a Ud. las letras dé cambio. Usted se las compondrá... Es broma. Venga cuando quiera... Dios la bendiga y la conserve p a r a ver el fruto de sus obras de caridad, y créame en N. S.J. C. Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 3 de julio de 1882. Apreciadísima Sra. Magliano, En el día del nacimiento, las madres suelen hacer algún regalo a sus hijos, aunque a veces no se lo merecen mucho. Así por medio de usted recurro a la Sma. Virgen para que me conceda un regalo no ordinario. Como ya le apuntaba en Turín tengo entre las manos el gasto de la Cartera de Mathi, el saldo de los trabajos por la iglesia de San Juan Evangelista, y las construcciones de al lado de la iglesia de María Auxiliadora, y nuestras misiones de América. La suma absolutamente necesaria 237

en estos momentos son doce mil liras, pero yo acepto con gratitud cualquier donativo, aun que no pueda hacer la obra entera. Vea con qué confianza recurro a usted; y usted arréglesela con la Virgen. Mientras tanto yo rezaré mucho a esta Madre celeste p o r usted para que la conserve en salud, pero siempre p o r el camino del cielo, que se lo deseo de todo corazón, pero no tan pronto, porque deseo que muera pobre y despegada totalmente de las cosas de la tierra p a r a que se lleve consigo al cielo el fruto de todas sus obras de caridad... El lunes, si Dios quiere, Don Pavía saldrá p a r a Busca. Pobrecilio. Ha trabajado, está cansado, y ahora le toca usted ponérmelo bueno de verdad. Dios la bendiga y rece también por mí que con gratitud grande le seré siempre en J. C. Obligadísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

San Benigno Canavese, Día del Nacimiento de María, 1882.

133 • El mayor acto de obediencia y de humildad de Don B o s c o

Excelencia Ilustrísima y Reverendísima, La Santidad de Nuestro Señor, considerando que las diferencias surgidas desde hace algún tiempo entre V. Excelencia lima, y Rvma. y la humilde Congregación Salesiana, son fuente de disgustos y discordias, con detrimento de la autoridad y admiración de los fieles, se ha dignado hacerme conocer q u e era su voluntad que cesase de toda discordia y se restableciese entre nosotros una paz verdadera y duradera. De ahí que para secundar las paternas y sabias intenciones del Augusto Pontífice, que siempre fueron también las mías, expreso a V. Excelencia Revma. el desagrado mío por los incidentes que en estos últimos tiempos hayan alterado las pacíficas relaciones que corrían entre nosotros y que hayan podido causar amargura en el ánimo de V. Excelencia Revma. Más aun, si acaso V. Excelencia ha podido considerar que yo o cualquier individuo del Instituto ha influido en tal condición de cosas, yo imploro su venia y le ruego olvide el pasado. En la esperanza que V. Excelencia Revma. quiera acoger benignamente estos sentimientos míos, me alegra aprovechar esta ocasión propicia para augurarle del Sumo Dios las m á s selectas bendiciones, mientras yo tengo el alto honor de poderme profesar con gran estima y profunda veneración De V. Excelencia lima, y Revma. Humildísimo servidor Sac. JUAN BOSCO

Cualquiera que haya leído la vida de Don Bosco conoce la dolorosa controversia que tuvo que soportar durante doce años (1871-1883) con la Curia de Turín, y en particular con el arzobispo Mons. Lorenzo Gastaldi (hasta entonces amigo y confidente del santo, el cual le había propuesto con insistencia a Pío IX para la sede de Turín). Diversas eran las mentalidades, las ideas sobre la Iglesia, y sobre él modo de gobernar en ella. El arzobispo había esperado que la Sociedad Salesiana siguiera siendo diocesana y a disposición suya... Los dos episodios más penosos fueron: la prohibición de confesar y predicar en el Oratorio de Santa Teresa de Chieri, recaída sobre Don Bonetti que era su director, seguida de su recurso a Roma a la Congregación del Concilio contra tal medida (1879); la amenaza de suspensión contra Don Bosco tras la aparición de opúsculos anónimos ofensivos contra el arzobispo (1878-1879); éste creyendo que fueron inspirados por Don Bosco y por Don Bonetti, intentó contra ellos un proceso ante la misma Congregación. En el embrollo de las dos cuestiones, el papa León XIII mismo pensó que podía apoyarse sobre la humildad de Don Bosco para resolverlas con una avenencia. Una «Concordia» de siete artículos fue redactada en junio de 1882: el primero exigía de Don Bosco, aunque inocente, implorar la venia de Monseñor por la posible intervención de algún salesiano en los incidentes sucedidos. Don Bosco, en un principio, creyendo que los artículos fuesen sólo una proposición de la parte contraria, rehusó para que no pareciera que daba razón a las acusaciones que se le hacían. Pero luego, como escribió el card. Nina, prefecto del Concilio, «habiendo conocido que los artículos son explícita voluntad del Santo Padre, me he apresurado a cumplir el artículo 1.°, principal deber mío» (8 de julio de 1882, Epist. IV, 152). He aquí la declaración de Don Bosco al arzobispo (Epist. TV, 151). 238

Turín, 8 de julio de 1882. El arzobispo respondió concediendo el «implorado perdón» y rehabilitando a Don Bonetti. Pero en concreto las discordias continuaron, como lo prueban estos dos trozos de una carta al card. Nina, y luego a Don Dalmazzo procurador de la Congregación en Roma (Epist. TV, 154 y 157): Em.cia Av.ma. ...Ya que yo someto la pobre Sociedad Salesiana a esta humillación al menos ¡que duren las cosas! Pero yo me temo mucho. Se va decantando que Don Bosco fue condenado, Don Bonetti no irá más a Chieri, etc. De todos modos yo he actuado con seriedad, y guardando silencio voy adelante... Turín, 18 de julio de 1882. Querido Don Dalmazzo, ...Las cosas con el Arzobispo entran cada día en nuevas fases. Hoy todo paz, mañana todo guerra y yo lo acepto todo, y entretanto seguiremos adelante... Turín, 29 de julio de 1882.

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134 - AI nuevo arzobispo: «La Congregación será siempre toda suya» En julio de 1883 era elegido arzobispo de Turín el card. Cayetano Alimonda, obispo de Albenga. Hizo su ingreso el 18 de noviembre. Hacia Don Bosco y los Salesianos demostró en seguida y siempre afectuosa benevolencia. Tras los años de sufrimiento, Don Bosco no podía menos de agradecérselo calurosamente (Epist. TV, 283-284). Emcia. Rvma. y querido p o r todos los Salesianos, . . . H o y San Cayetano, onomástico de S.E., hubiera querido no andar sino volar a su lado p a r a expresarle los filiales afectos de mi pobre corazón, pero tengo que limitarme a enviarle dos mensajeros que hagan mis veces. No pueden llevarle tesoros materiales, porque S. E. no los desea y nuestra condición nos hace incapaces. En vez de ello le dirán que los Salesianos le llevan todo el afecto que los hijos pueden llevar al m á s benévolo de los padres. En este fausto día todos nuestros clérigos, sacerdotes y alumnos elevarán a Dios oraciones y comuniones, p a r a que nos sea conservado a nuestro amor y para apoyo de la Santa Iglesia, p a r a consuelo del Santo Padre, y protector de nuestra humilde Congregación que será siempre toda suya. En particular pedimos unánimes y suplicamos que quiera servirse de nosotros para cualquier servicio temporal o espiritual para el que nos juzgue capaces. ¿No es verdad que lo hará? Las gracias del cielo desciendan abundantes sobre usted y sobre toda su venerada familia, mientras que todos nosotros, salesianos, cooperadores, y alumnos dispersos por varios países de Italia, Francia, España y América nos postramos humildemente e invocamos su santa bendición. En nombre de todos humilde servidor. Pinerolo, 7 de agosto de 1884. P.S.

pó por nuestros jovencitos sea proponiendo la conferencia de los Cooperadores a Mons. Arzobispo, sea con mantener en viva relación a varias personas caritativas. A su tiempo no dejaré de enviar una carta al Obispo de Padua p a r a entender bien sus caritativos pensamientos sobre nosotros. Sin embargo tengo motivos para quejarme de mi ángel custodio, señorito Paquito, que creo que lo conoce usted muy bien. Me prometió que me escribiría con frecuencia cartas estupendas, pero, por cuanto recuerdo, nada. El puede excusarse con decir que rezó por mí y esto basta. Que haya rezado, lo creo, pero quizás no rezó m u y bien porque mi corazón que, aunque es verdad que es un poco duro, no se ha dado cuenta. Veré cómo se excusa. Yo también he sido un poco negligente en escribir, pero no me he olvidado de rezar cada día en la santa Misa por usted y por toda su familia. La última vez que hablamos, no recuerdo la cifra precisa, me pareció que por bromear me dijo que me iba a dar diez o doce mil liras. No recuerdo bien. Pero acepto una u otra cifra, mejor la segunda. En estos días queremos rezar mucho por usted, por su perfecta salud. Sí, oh señora, Dios la bendiga y la conserve y le conceda muchos años, pero todos llenos de consuelos. Le saludo respetuosamente de parte de todos los Salesianos que la han conocido aquí; todos nos encomendamos a la caridad de sus santas oraciones, mientras el pobre escribano en nombre de todos tiene el honor de profesarse en J. C. Humilde servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 18 de diciembre de 1883.

Sac. JUAN Bosco

Perdone mi mala letra.

135 - «Un regalo de diez o doce mil liras... mejor la segunda cifra» En la parte de las «cartas a jóvenes», hemos encontrado un tal «Paquito» de Padua. Don Bosco escribe aquí a su madre, la condesa Bonmartini, generosa Cooperadora. Se había preocupado ante el obispo de Padua para que permitiese tener en Padua una conferencia salesiana. Llama a Paquito su ángel custodio, porque en alguna ocasión le había servido de guía (Epist. IV, 243-244). Estimadísima Sra. Bonmartini Mainardi, Por lo menos en estos días quiero cumplir mi deber de escribir algo a Vuestra Señoría Benemérita. Ante todo quiero darle las gracias porque siempre se preocu-

136 - «Es agradable a Dios tomar una comida delicada por obediencia» Entre las Cooperadoras francesas que fueron devotas de Don Bosco en los últimos años, enumeramos las dos señoras Lallemand de Montauban, madre e hija. Mujeres piadosísimas, trataban también con el santo de asuntos espirituales, mandándole cuentas de conciencia. En esta carta (escrita en francés) Don Bosco manifiesta una vez más su estima por la obediencia a la voluntad divina por medio de la aceptación de las penas diarias (Epist. IV, 422). Señora y señorita Lallemand, He leído con mucha atención sus cuentas de conciencia y le doy muchas gracias a Nuestro Señor que las ha liberado de diversos peligros de la vida y del mundo y rezo continuamente por ustedes a la Sma. Virgen para que por su intercesión obtengan una victoria completa sobre todos los obstáculos que se oponen a su tranquilidad y a su felicidad espiritual y corporal.

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En cuanto a las penitencias corporales, no son p a r a ustedes. A las personas entradas en años les basta con soportar las molestias de la vejez por amor de Dios; a las personas enfermizas basta que soporten por amor de Dios tranquilamente sus incomodidades y se conformen con el parecer del médico o de los parientes con espíritu de obediencia: es más agradable p a r a Dios tomar una comida delicada por obediencia que ayunar contra la obediencia. No veo que haya nada que reformar en su conciencia. Frecuenten en lo posible los santos sacramentos, y no se inquieten cuando esto no sea posible: hagan entonces con mayor frecuencia comuniones espirituales y confórmense con plena conformidad (sic) a la santa voluntad de Dios, amabilísima en todas las cosas. La Virgen Auxiliadora las proteja en todas sus dificultades y fastidios por la recta vía del cielo. Así sea... Humilde servidor Sac. JUAN BOSCO

Turín, 5 de febrero de 1884.

137 - «No tiene vocación de religiosa, sino la de hacerse santa» Después de los condes Colle, de Tolón, la mayor Cooperadora francesa es sin duda alguna la Srta. Clara. Louvet, de Aire-sur-la-Lys (cerca de Lila), hija de un oficial superior del ejército. Habiendo conocido a Don Bosco en Niza y profesándole todavía una veneración profunda, le abrió sin medida su corazón y su bolsa. Don Bosco mismo la tuvo en gran estima, y las cincuenta y siete cartas que nos quedan son la prueba (1882-1887). Fue muchas veces a Turín para ver a Don Bosco; y la última vez el 24 de mayo de 1887, sabiendo que no lo vería más se puso a llorar. Don Bosco le escribió después «Esto me ha causado mucho pena... Pero en el cielo ya no habrá separación». Citamos algunos trozos de sus cartas (Epist. IV, 447-479 passim). Caritativa Srta. Louvet, ...¡Diez mil francos como bouquet de buen onomástico de San Juan! Señorita, si todos los que vienen en este día preparasen un bouquet de esta clase, yo sería otro Rothschild. Pero p a r a mí no hay más que una señorita Clara Louvet y estoy muy contento. Quiero que san Juan le pague la fiesta, y para inducirlo diré yo ese día la santa Misa en el altar de María Auxiliadora... En su última me dice que le cuesta mucho no poner algo aparte p a r a imprevistos. No es así. Yo quiero que usted conserve todas sus entradas y que las ponga al interés del ciento por uno sobre la tierra, y luego tenga la recompensa de gozar de ellas para siempre en el cielo. ¿Me entiende? Lo espero. Ha sido siempre intención mía hacer todo lo posible para apartar

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el corazón de mis amigos de las cosas miserables de este mundo y elevarlos hasta Dios, hasta la felicidad eterna. Ve usted, señorita, que yo trato de hacerla rica o mejor de hacer fructificar las riquezas de la tierra, que se conservan poquísimo tiempo, y cambiarlas por tesoros eternos por siempre... Turín, 17 de junio de 1882 (Epist. IV, 449). ...Yo deseo su paz y su tranquilidad de corazón. Escúcheme. Su conciencia está en buen estado; la santa Virgen le ha sido dada por guía; su Ángel custodio la protege día y noche. No tiene, pues, nada que temer... Turín, 9 de septiembre de 1883 (Epist. IV, 457). Pocas cosas, pero que se han de observar con diligencia. Cada año: revisión anual de la conciencia, reflexionando sobre el progreso o regreso del año transcurrido. Cada mes: ejercicio de la Buena Muerte, con la confesión mensual y la santa comunión como si fuesen las últimas de la vida. Cada semana: la santa Confesión; gran atención en recordar y practicar los consejos del confesor. Cada día*: santa Comunión si es posible. Visita al Smo. Sacramento. Meditación, lectura, examen de conciencia. Siempre: considerar cada día como si fuese el último de la vida. Turín, 17 de septiembre de 1883 (Epist. IV, 458). ... Hasta ahora, usted no tiene la vocación de hacerse religiosa, pero sí la vocación de hacerse santa. Siguiendo como hace, usted está por el buen camino del cielo... Turín, 6 de noviembre de 1884 (Epist. IV, 464). . . . N o le preocupe la crisis agrícola. Si las entradas disminuyen, usted disminuirá las obras de caridad, o mejor las aumentará, gastará los capitales, se hará pobre como Job, y entonces será santa como santa Teresa. Pero no, nunca. Dios nos asegura el céntuplo en la tierra; por eso dad y se os dará. Sea generosa y paciente con los colonos. Dios es omnipotente. Dios es su Padre. Dios le proveerá de todo lo necesario para usted y para ellos... Turín, 20 de diciembre de 1884 (Epist. IV, 466). t ...Durante estos días de cuaresma no debe pensar usted ni en abstinencia ni en ayunos: está rigurosamente prohibido. Deje que hagan penitencia los pecadores como Don Bosco... Turín, 21 de febrero de 1885 (Epist. IV, 468). 243

El porvenir del mundo es muy obscuro; pero Dios es Luz, y la Sma. Virgen es siempre Estrella de la mañana. Confianza en Dios y en María; no tema nada. Yo lo puedo todo en aquel que me conforta, Jesucristo. Paciencia. La paciencia nos es absolutamente necesaria para vencer al mundo y asegurarnos la victoria y entrar en el Paraíso. Turín, 9 de diciembre de 1886 (Epist. IV, 474). ... Usted ha pasado algunos días con nosotros. Pero a su partida me parecía afligida hasta las lágrimas. Esto me ha causado pena. Quizás usted no haya comprendido bien mis palabras, porque yo siempre le he asegurado que nuestras relaciones sobre la tierra no eran durables, pero en la vida eterna pasaremos los días en la verdadera alegría para siempre y no nos faltará ninguna de las cosas deseables: in perpetuas aeternitates... ¿Y la guerra? Esté tranquila; cuando vea un pequeño peligro, se lo diré enseguida, con tal que esté entre los vivos yo... Turín, Valsalice, 12 de junio de 1887 (Epist. IV, 477). Su sitio en el Paraíso está preparado y lo creo asegurado; pero tiene que esperar algún tiempo... Lanzo, 4 de julio de 1887 (Epist. IV, 478).

Parte cuarta UNA PROPUESTA DE SANTIDAD RELIGIOSA APOSTÓLICA «No seáis perezosos en el celo; al contrario sed fervientes en el espíritu; servid al Señor. Estad alegres en la esperanza, fuertes en la tribulación, perseverantes en la oración, solícitos en las necesidades de los hermanos.» (Rom 12, 11-12)

I. II.

LAS CONSTITUCIONES SALESIANAS SERMONES,

CONFERENCIAS,

R E S A LOS SALESIANOS III.

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CARTAS A SALESIANOS

CIRCULA-

Don Bosco siempre ha hecho remontar la verdadera fundación de la Sociedad salesiana al 1841, comienzo de su apostolado con la juventud abandonada1 Esta referencia significa que, como «sociedad de apóstoles entregados a los jóvenes», la Sociedad salesiana nació en 1841; y dieciocho años más tarde, el 18 de diciembre de 1859, se convirtió en «Sociedad de apóstoles religiosos», así caracterizada en el acta de la reunión «constitutiva»: «(Los 18 miembros se reunieron) con el fin y en espíritu de promover y conservar el espíritu de verdadera caridad que se exige en la obra de los Oratorios en pro de la juventud en peligro y abandonada... Plugo, pues, a los mismos Congregados erigirse en Sociedad o Congregación, que teniendo por mira la ayuda mutua en la propia santificación, se propusiese promover la gloria de Dios y la salvación de las almas, especialmente de las más necesitadas de instrucción y de educación»2. Se trata sin más de una consagración total de si a Dios, pero orientada del todo al servicio de los jóvenes, realizado juntos, para su gloria. Los votos no son concebidos como valores en sí, sino como el mejor medio práctico de realizar esta donación de «verdadera caridad». Los Salesianos eran 22 en 1862, un centenar en 1870, casi 500 en 1880, y a la muerte del fundador 863 (más 276 novicios), sacerdotes, clérigos, y coadjutores, divididos en 57 casas. La misma milagrosa expansión la de las Hijas de María Auxiliadora, fundadas el 5 de agosto de 1872 en Mornese: las 11 profesas de entonces son en 1888, 390 (más cien novicias), repartidas en 51 casas3. i «... la Congregación de San Francisco de Sales comenzada en Turín el 1841», primer borrador de las Constituciones presentado a Pío IX en 1858 (MB V, 931). 2 Cfr MB VI, 335. Recordamos las etapas que jalonaron el largo esfuerzo del fundador para dar a su Sociedad su fisonomía original, su estabilidad, su libertad de acción y de expansión: 1) El 14 de mayo de 1862, los 22 primeros salesianos pronuncian sus votos (MB VII, 160-164). 2) El 1 de mayo de 1869, la Sociedad es aprobada por Roma como congregación de votos simples (MB IX, 539 y 558-560). 3) El 3 de abril de 1874, son aprobadas las Constituciones (MB X, 795-863). 4) El 28 de junio de 1884, se le conceden los privilegios de exención que le dan la plenitud de la personalidad jurídica en la Iglesia universal (MB XVII, 136-140 y 721). 3 Cfr MB XVIII, 609-611.

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Es obvio que Don Bosco, en los últimos treinta años, consagró a la formación de sus hijos y discípulos lo mejor de sus cuidados. Tanto más que la unidad de espíritu y de acción en todas sus casas era, a su juicio, una de las condiciones esenciales del éxito educativo y pastoral de su trabajo. Ante todo, el ejemplo de su persona y de su vida irradiaban. El mismo intervino frecuentemente: — en primer lugar en la elaboración de las Constituciones, que le costaron quince años de fatigas; — después, con la predicación de ejercicios espirituales, conferencias, circulares a todos los Salesianos, con la narración de sus sueños, con cartas; — finalmente, a nivel de responsables, con las reuniones del Consejo superior, las conferencias anuales a los directores (desde el 1865) con ocasión de la fiesta de San Francisco de Sales, y con cuatro Capítulos generales que presidió y que tuvieron que elaborar un cierto número de disposiciones reglamentarias y hacer opciones prácticas importantes. También en este campo de la formación espiritual de sus hijos, hallamos al hombre de Dios realista. El P. Stella nota: «En la conciencia de Don Bosco aparecen bastante mitigados los problemas teóricos sobre la naturaleza de la vida religiosa»4. Ciertamente tiene una doctrina, la corriente en aquel tiempo, inspirada sobre todo en san Alfonso María de Ligorio y en el jesuíta Rodríguez; pero ésta recibe su interpretación «salesiana» del contexto vital en el que es recibida y por las múltiples normas de ascesis práctica que siempre le acompañan. El sdlesiano que Don Bosco quiere formar es ese cristiano completamente empapado de amor de Dios, de la Iglesia, de los jóvenes pobres, que busca su santidad en el don diario de sí mismo: acepta, pues, las formas de castidad, de pobreza, de obediencia, de vida comunitaria, de oración... que expresan y manifiestan y favorecen la realidad de este don, y también el espíritu de sencillez y de alegría en el que debe ser vivido. He aquí, sobre estos temas, algunos textos típicos, todos escogidos entre los documentos autógrafos de Don Bosco \ 4

Don Bosco nella storia II, 383. 5 Cfr STELLA, P.: Ibidem, I, 150-163; II, 377-439. Y una selección mis v^ta de textos en FAVINI, G.: Alte fonti dellá viia saJesiana, SEI, Turín 1964

I LAS CONSTITUCIONES SALESIANAS

138 - Juntos plenamente disponibles para servir a los jóvenes Primer proyecto de las Constituciones, 1858 En marzo de 1858, con ocasión del primer viaje que hizo a Roma, Don Bosco confió a Pío IX su intención de fundar una sociedad apostólica: recibió no sólo alientos, sino también consejos precisos, en particular sobre la utilidad de unir estos apóstoles entre sí con votos'. Vuelto a Turín, perfeccionó el proyecto de Constituciones que había redactado y presentado al Papa. He aquí extractos del texto más antiguo conservado de estas Constituciones, escrito entre el 1857 y el 1859. Sobre los aspectos doctrinales y espirituales de la vida salesiana consagrada, este primer proyecto dice ya todo lo esencial. Las correcciones que Don Bosco se verá obligado a hacer a continuación, hasta la aprobación de 1874, tienen más que ver con los aspectos jurídicos 2del gobierno de la Sociedad y de la formación de sus miembros El documento titulado Congregación de San Francisco de Sales, se abre con una breve exposición histórica sobre el Origen de esta congregación. Esta introducción tiende a subrayar la continuidad entre lo que ya existe y la Sociedad religiosa a fundar oficialmente. Termina así: ... De ahí que para conservar la unidad de espíritu y disciplina, de la que depende el buen éxito de los oratorios, desde el 1844 algunos eclesiásticos se unieron para formar una especie de congregación ayudándose mutuamente con el ejemplo y con la instrucción. Ellos no hicieron voto alguno y se limitaban a una simple promesa de ocuparse en aquellas cosas que les pareciesen de mayor gloria de Dios y ventaja de sus almas. Reconocían su superior en el sacerdote Juan Bosco. Si bien no se pronunciaban votos no obstante se observaban en práctica casi por entero las reglas aquí expuestas. i Cfr UB V, 860. 2 Texto (todavía inédito) en Archivo 022 (1), cuaderno, pp. 5-17. Es escritura de Don Rúa, con correcciones añadidas por mano de Don Bosco. Contiene después de la introducción histórica, nueve breves capítulos, sin numerar. Se lee un texto inmediatamente posterior en UB, V, 933-940.

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I - Fin de esta Congregación 1. El fin de esta Congregación es reunir juntamente a sus miembros eclesiásticos, clérigos y también seglares con el fin de perfeccionarse a sí mismo imitando las virtudes de nuestro Divino Salvador, especialmente en la caridad hacia los jóvenes pobres 3 . 2. Jesucristo comenzó haciendo y enseñando, así también los socios comenzarán a perfeccionarse a sí mismos con la práctica de las virtudes internas y externas, con la adquisición de la ciencia; y luego se emplearán en beneficio del prójimo. Siguen cuatro artículos (3-6) que indican los cuatro principales «ejercicios de caridad» de la Sociedad: Oratorios festivos, asilos para aprendices artesanos, casas para jóvenes pobres aspirantes al sacerdocio, sermones y buena prensa para sostener la fe de los «adultos del bajo pueblo». II - Forma de la Congregación Todos los congregados tienen vida común, unidos solamente por la caridad fraterna y por los votos simples que los unen hasta formar un solo corazón y un alma sola para amar y servir a Dios4. 5

¿77 - Del voto de obediencia 1. El profeta David rogaba a Dios que lo iluminase para cumplir su santa voluntad. El Divino Salvador nos aseguró que no había venido para hacer su voluntad sino la de su Padre. Para asegurarnos que hacemos la voluntad de Dios se hace el voto de obediencia. 2. Este voto en general se extiende a no ocuparnos en otras cosas más que en las que el respectivo superior juzgue de mayor gloria de Dios y ventaja de la propia alma. 3. Además se extiende en particular a la observancia de las reglas contenidas en el reglamento de la casa, tal como se 3 Son de notar los cuatro elementos de este primer artículo: 1) constitución de una comunidad, 2) que busca la perfección, 3) a través de la imitación de Cristo Salvador, 4) sobre todo en la caridad práctica con los jóvenes pobres. Comparar con la definición dada por Don Bosco a Pío IX el 12 de febrero de 1864: p. 160, nota 4. El articulo siguiente, basándose en una interpretación acomodaticia de Hechos 1, 1, subraya la necesidad de una preparación personal a este apostolado. «Definición sintética de la comunidad salesiana. Forma exterior: la vida común; compromisos comunes: caridad fraterna y votos; resultado, «estrecha» unidad de corazón y de alma; fin común: servicio amoroso de Dios. Mucha substancia en pocas palabras. Siguen doce artículos (2-13) de orden jurídico sobre todo: el profeso conserva sus derechos civiles, puede ser propietario, etc. El artículo 12 precisa: «Los socios que van a abrir una casa nueva no deben ser menos de dos, de los cuales uno ha de ser sacerdote». 5 Cuando trata de los votos, Don Bosco sigue siempre este orden: obediencia, pobreza y castidad. También en su comentario de la Introducción a las Constituciones: cfr adelante pp. 255-257.

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practica desde hace años en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales. Sin embargo, no se entiende que obligue sub gravi la observancia de este reglamento salvo en aquellas cosas que son contrarias al derecho divino, natural, eclesiástico, y son ordenadas por el superior en virtud de santa obediencia. 4. La virtud de la obediencia es la que nos asegura que hacemos la divina voluntad: quien os escucha a vosotros, dice el Salvador, me escucha a mí, y quien os desprecia a vosotros a mí me desprecia. 5. Por tanto cada uno tenga al superior como padre, obedézcale entera y prontamente, con ánimo alegre y con humildad. 6. Ninguno se preocupe por pedir algo ni tampoco por rehusarlo. Pero, si alguien creyere que alguna cosa le es nociva o necesaria, expóngaselo respetuosamente al superior, y resígnese en el Señor cualquiera sea la respuesta dada. 7. Tengan todos gran confianza en el superior, no guarde ningún secreto con él. Téngale abierta su conciencia cada vez que se le pida o conozca su necesidad. 8. Cada uno obedezca sin resistencia alguna de hecho, de palabra o de corazón. Cuanto más repugne una cosa a quien la haga, mayor será su mérito ante Dios si la hace 6 . IV - Del voto de pobreza 1. La esencia del voto de pobreza en nuestra Congregación consiste en llevar vida común en lo referente a la comida y al vestido y no guardar nada bajo llave sin especial permiso del superior. 2. Es también parte de este voto tener las habitaciones con la mayor sencillez, procurando adornar el corazón de virtudes y no la persona o las paredes de la casa...7. V - Del voto de castidad 1. Quien trata con la juventud abandonada debe sin duda alguna procurar enriquecerse con toda virtud. Pero la virtud angélica, virtud querida al Hijo de Dios, la virtud de la castidad, debe ser cultivada en grado eminente. 2. Quien no esté seguro de conservar esta virtud en las obras, palabras, en los pensamientos, no se inscriba en esta Congregación, porque en todo momento se verá expuesto a peligros. Las palabras, las miradas, incluso indiferentes, son a veces 6 Todo este capítulo pone de manifiesto el espíritu con el que Don Bosco concebía la obediencia: es un espíritu de familia (el superior es un padre al que se le abre el corazón propio), penetrado de espíritu de fe (se trata de imitar la obediencia de Cristo a su Padre, y esto puede llevar hasta aceptar algo repugnante). Sobre el primer aspecto, Roma obligará a Don Bosco a que la cuenta de conciencia sea facultativa. 7 Estos dos artículos resumen muy bien el parecer de Don Bosco sobre la pobreza: poner todo a disposición de la comunidad para compartirlo todo, y buscar personalmente la sencillez y el desapego. Siguen cuatro artículos sobre el uso del dinero.

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mal interpretadas por los jóvenes que ya han sido víctimas de las pasiones humanas. 3. Por ello máxima cautela en conversar y tratar con los jóvenes de cualquier edad o condición8. 4. Huir de las conversaciones con personas de sexo diverso y hasta de los mismos seglares, cuando se prevé peligro para esta virtud. 5. Nadie vaya a casa de amigos o conocidos sin permiso expreso del superior, el cual le asignará siempre un compañero. 6. Medios eficaces para conservar esta virtud son la práctica exacta de los consejos del confesor, mortificación y modestia de todos los sentidos del cuerpo; frecuentes visitas a Jesús sacramentado, frecuentes jaculatorias a María Sma., a san Francisco de Sales, a san Luis Gonzaga, que son los principales protectores de esta Congregación. VII - De los otros superiores ... El Director espiritual tendrá cuidado de los novicios y se preocupará principalmente de hacerles aprender y practicar el espíritu de caridad y de celo que ha de animar al que desea dedicar enteramente su vida ál bien de los jóvenes abandonados '. IX - Prácticas de

piedad

1. La vida activa a que tiende nuestra Congregación hace que sus miembros no puedan dedicarse cómodamente a muchas prácticas en común; procurarán suplirlas con el buen ejemplo mutuo y con el perfecto cumplimiento de los deberes generales del cristiano. 2. La compostura de la persona, la pronunciación clara, devota y distinta de las palabras de los divinos oficios, la modestia en el hablar, mirar y caminar en casa y fuera de casa deben ser siempre características de nuestros socios. 3. Cada día habrá no menos de media hora de oración mental o al menos vocal, salvo que uno esté impedido por el ejercicio del sagrado ministerio. 4. Cada día se rezará la tercera parte del Rosario de María Santísima. 5. El viernes de cada semana se ayunará en honor de la pasión de N. S. J. C. 6. El último día de cada mes será día de retiro espiritual en el que cada uno hará el ejercicio de la buena muerte, arre8 La castidad aquí exigida es la que conviene a educadores de la «juventud abandonada». Los artículos siguientes indican la manera de conservarla. Tenemos aquí las dos reacciones típicas de Don Bosco a propósito de la castidad: por una parte destaca su belleza y necesidad, por otra multiplica las recomendaciones para salvaguardarla. 9 Nótese el punto principal del noviciado salesiano: «Hacer aprender el espíritu de caridad y de celo» para una «vida enteramente entregada» a los jóvenes. Las otras virtudes giran en torno a este eje.

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glando sus cosas espirituales y temporales como si debiese abandonar el mundo y encaminarse a la eternidad. 7. El Rector podrá dispensar de estas prácticas durante aquel tiempo o para aquellos individuos que mejor juzgue en el Señor10. (Archivo 022 [1]) Introducción a las Constituciones, 1876 En la primera edición en italiano, en 1875, las Constituciones fueron enriquecidas con una introducción A los socios Salesianos, en la que el fundador ofrecía a sus hijos reflexiones y «últimos recuerdos» sobre su vida religiosa. En la edición de 1877, añadía nuevos consejos sobre la vocación, sobre la caridad fraterna y sobre la obediencia (cuenta de conciencia ál superior). Al poner estas consideraciones al principio de las Constituciones, está claro que Don Bosco intentaba darles un valor especial: las ofrecía a la lectura frecuente y a la meditación de los Salesianos, como la primera síntesis de un «manual a propósito» ascético que tenía en proyecto y que no escribió nunca11. Se puede encontrar el texto completo de esta Introducción (edición de 1877) en J. CANALS y A. MARTÍNEZ: San Juan Bosco. Obras fundamentales, B.A.C. 1978, pp. 641-666. 139 - Mantengamos a toda costa esta heroica consagración A los socios Salesianos. Nuestras Constituciones, muy queridos hijos en Jesucristo, fueron definitivamente aprobadas por la Santa Sede el 3 de abril de 1874. Este acontecimiento debe ser saludado por nosotros como uno de los más gloriosos para nuestra Congregación, pues él nos asegura que en la observancia de nuestras reglas nos apoyamos sobre bases estables, firmes, y podemos decir infalibles, puesto que infalible es el juicio del Supremo Jerarca de la Iglesia, que las ha sancionado. Pero, por grande que sea la importancia de esta aprobación, produciría poco fruto si tales reglas no fuesen conocidas y fielmente observadas. Para que cada uno pueda, pues, cómodamen10 Este capítulo nos da lo esencial del pensamiento de Don Bosco sobre la «piedad salesiana». Los artículos 1, 2 y 7 la presentan con su discreción: prácticamente nada de más de lo que se exige a un cristiano serio («deberes generales del cristiano»), pero en compensación se ofrece un modo de ser y portarse que edifique siempre, con sencillez. Los otros artículos enumeran los ejercicios de cada día, de cada semana, de cada mes (más tarde Roma exigirá los ejercicios espirituales anuales). Además los artículos 1, 3 y 7 dan a entender hasta qué punto esta vida de piedad está pensada en función de un apostolado intenso e intensamente sobrenatural. Los dos últimos artículos del capítulo (8-9) tratan de los sufragios para los difuntos. 11 El texto autógrafo que se conserva en Archivo Central (022,101) se presenta en tres grupos de folios: uno de 14 páginas, firmado: 24 de mayo 1875, completado por tres páginas más pequeñas sobre el tema: Dudas de la vocación, luego otras tres páginas (tinta distinta) en las que se desarrolla un argumento precedente: Ventajas espirituales de la vida religiosa. El conjunto fue impreso en el librito de las Constituciones de 1875 con fecha del 15 de agosto (pp.VXLII). Citamos esta primera edición, casi por entero.

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T te conocerlas, leerlas, meditarlas y practicarlas, he juzgado conveniente presentároslas traducidas del original. Creo, además, de verdadera utilidad haceros notar algunos puntos prácticos que os facilitarán el conocimiento del espíritu en que están informadas las reglas. Hablo con el lenguaje del corazón y expongo brevemente lo que la experiencia me hace juzgar oportuno para vuestro provecho espiritual y para bien de toda nuestra Congregación. (Ed. 1875, pp. V-VI) Los votos. La primera vez que el Sumo Pontífice Pío IX habló de la Sociedad Salesiana, dijo estas palabras: «En una Congregación o Sociedad religiosa son necesarios los votos, para que todos los miembros estén ligados al superior con vínculos de conciencia, y éste a su vez con sus subditos a la cabeza de la Iglesia, y por consiguiente, al mismo Dios». Nuestros votos, por tanto, pueden llamarse cuerdecillas espirituales con las cuales nos consagramos a Dios y ponemos en manos del superior la propia voluntad, los bienes, nuestras fuerzas físicas y morales, a fin de que entre todos hagamos un solo corazón y una sola alma para promover la mayor gloria de Dios, según nuestras Constituciones, que es precisamente lo que la Iglesia nos invita a hacer cuando dice en sus oraciones: «A fin de que sea una la fe de los entendimientos y la piedad de las acciones» (jueves de Pascua). Los votos son un heroico ofrecimiento que aumenta en gran manera el mérito de nuestras obras12. San Anselmo dice que una buena obra hecha sin voto es como el fruto de una planta. El que la hace con voto, ofrece a Dios la planta y el fruto. San Buenaventura compara las obras hechas sin el voto al que ofrece el rédito, pero no el capital. Pues con el voto se ofrecen a Dios el uno y el otro. Pues si los votos aumentan tanto el mérito de nuestras obras y las hacen tan agradables a Dios, debemos hacer todo lo posible para no descuidarlos. El que no se sienta con fuerzas para guardarlos, no debe hacerlos o, al menos, conviene que difiera su emisión hasta que sienta en su corazón un firme propósito de observarlos. De otro modo, hace a Dios una promesa necia e infiel, que no puede menos de desagradarle. «Disgusta a Dios 12 Tenemos en estos parágrafos los elementos principales de la concepción de Don Bosco respecto a los votos. Los ve bajo dos aspectos: teologal y comunitario. Son ante todo un abandono de sí mismo a completa disposición de Dios, una «consagración», sentida como «ofrenda» sacrificial que Dios gusta y toma en serio. Interesante a este propósito la declaración de Don Bosco en el momento de los votos de sus primeros hijos el 14 de mayo de 1862: «Mientras vosotros hacíais estos votos, yo los hacía también a este crucifijo para toda mi vida, ofreciéndome en sacrificio al Señor, dispuesto a todo...» (Crónica de Don Bonetti, en ME VII, 163): el ofrecimiento alcanza aquí el sacrificio mismo de Cristo. En segundo lugar los votos crean un lazo societario muy profundo entre los que los pronuncian. Se notará finalmente cómo estas dos dimensiones se articulan una sobre otra: con la obediencia los profesos, juntos, se unen activamente al superior y al Papa, mediaciones de Dios.

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una promesa infiel y necia-». (Eccl 5, 3). Preparémonos, pues, bien a esta heroica consagración; y una vez verificada, procuremos mantenerla aún a costa de prolongados y grandes sacrificios: «Cumple al Altísimo tus votos. Redde Altissimo vota tua» (Sal 50, 14)". (pp. XVII-XIX) 140 - La obediencia salesiana Obediencia. En el voto de la obediencia «está el complemento de todas las virtudes», dice san Jerónimo. «Toda la perfección religiosa consiste en la práctica de la obediencia», según san Buenaventura. «El hombre obediente, dice el Espíritu Santo, cantará victoria»". San Gregorio Magno infiere de esto que «la obediencia conduce a la posesión y conservación de todas las demás virtudes» (Moral. 1, 35). Pero esta obediencia debe ser según el ejemplo de nuestro Salvador, que la practicó aun en las cosas más difíciles, hasta la muerte. También nosotros, si lo exigiere la gloria de Dios, debemos obedecer hasta dar la vida. «El se hizo para nosotros obediente hasta la muerte, y muerte en cruz» (FU 2, 8). El apóstol san Pablo, al paso que encarece esta virtud, añade: «Obedeced a vuestros superiores, sed sumisos a sus órdenes, porque (no los inferiores sino) los superiores deben velar como si debieran dar cuenta a Dios de las cosas que se refieren al bien de vuestras almas. Y sea vuestra obediencia pronta y voluntaria, a fin de que puedan cumplir su oficio de superiores con alegría y no entre suspiros y sollozos»15. Notad bien que hacer sólo las cosas que nos agradan y complacen, no es verdadera obediencia, sino halago de la propia voluntad. La verdadera obediencia, que nos hace queridos de Dios y de los hombres, consiste en hacer de buena gana cualquier cosa de las que mandan nuestras Constituciones o nues13 Don Bosco no esconde las exigencias de la consagración religiosa: por segunda vez la califica de heroica. Piensa aquí naturalmente en la profesión perpetua. Esta exige reflexión y generosidad antes de ser hecha, lealtad y sacrificio cuando ha sido hecha: hay que ser fiel a las promesas. M Vir obediens loquetur victorias (Prov 21, 28, versión de la Vulgata). 15 Hbr 13, 17. Nótense las fuentes y las apelaciones de la doctrina de Don Bosco a la obediencia: los Padres (de los cuales bebe las sentencias en san Alfonso y en P. Rodríguez), Cristo modelo supremo, san Pablo. Subyacente a la exigencia manifestada, está la necesidad sentida por Don Bosco de tener salesianos disponibles, para enviarlos allí donde se deja sentir la necesidad, tanto a Marsella como a Buenos Aires, o a la imprenta del Oratorio. La obediencia es condición de la fecundidad apostólica de la Sociedad. Los parágrafos siguientes resaltan el estilo familiar de la obediencia salesiana, y su fruto de paz y de felicidad. Según estas perspectivas, el papel y la responsabilidad del superior están ciertamente muy acentuadas. En la edición de 1877, Don Bosco añadirá aquí un capítulo: De la cuenta de conciencia y de su importancia. «La confianza hacia el superior es una de las cosas que más ayudan para la buena marcha de una Congregación religiosa y a la paz y tranquilidad de cada socio» (p. 23).

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tros superiores que están fiadores de nuestras acciones delante de Dios, pues «Dios ama al que alegremente da» (2 Cor 9, 7). Consiste asimismo en mostrarse sumiso aun en las cosas más difíciles y contrarias a nuestro amor propio, y en acometerlas con valor, aunque nos cuesten penas y sacrificios. La obediencia en estos casos es, a la verdad, más difícil, pero también mucho más meritoria, y nos conduce a la posesión del Reino de los Cielos, según estas palabras del Salvador: «El Reino de los Cielos padece fuerza y los que se la hacen lo arrebatan» (Mt 11, 12). (pp. XX-XXII)

141 - La pobreza salesiana Pobreza. Si no dejamos el mundo por amor, un día lo tendremos que dejar por fuerza. Por tanto, los que en el curso de esta vida mortal lo abandonan voluntariamente, reciben el céntuplo aquí en la tierra y un premio eterno en el futuro. Por el contrario, el que no tiene la resolución de hacer este sacrificio voluntario, a la fuerza lo hará en el trance de la muerte, pero sin recompensa, y antes bien con la obligación de dar estrecha cuenta de los bienes que acaso hubiere poseído. Es verdad que nuestras Constituciones permiten la posesión y el uso de todos los derechos civiles; pero entrando en la Congregación no se puede ya ni administrar las cosas propias ni disponer de ellas sin el consentimiento del superior y en los límites por él determinados; de suerte que en la Congregación es uno literalmente considerado como si nada poseyera, habiéndose hecho pobre para llegar a ser rico con Jesucristo. De este modo sigue el ejemplo de nuestro Salvador, que nació en la pobreza, vivió en la privación de todos los bienes y murió desnudo en la cruz. Oigamos lo que El dice: «El que no renuncia a todo lo que posee, no es digno de mí, ni puede ser mi discípulo» {Le 14, 33). Y a aquel que quiso seguirle: «Ve, le dijo, vende primero lo que posees en el siglo y dalo a los pobres, y ven y sigúeme, y tendrás asegurado un tesoro en el cielo» (Mt 19, 21). A sus discípulos les decía que no tuviesen más que un vestido ni se ocupasen de lo que habrían de necesitar para la vida durante el curso de su predicación. Y, en efecto, no se lee que Jesús, sus apóstoles o alguno de sus discípulos poseyeran en particular campos, ni casas, ni muebles, ni vestidos, ni provisiones, ni bienes de esta naturaleza. San Pablo dice muy claramente que los que siguen a Cristo, adondequiera que vayan y en todo lo que hagan, deben estar satisfechos con el alimento estrictamente necesario para vivir y la ropa indispensable para cubrirse. «Teniendo, pues, con qué sustentarnos y con qué cubrirnos, contentémonos con esto» (1 Tim 6, 8). 256

Todo lo que excede de lo necesario para comer y vestir, es para nosotros superfluo y contrario a la vocación religiosa. Es cierto que a veces deberemos sufrir algunas privaciones en los viajes, en los trabajos o en tiempo de salud o de enfermedad; que acaso ni el vestido, ni el alimento u otras cosas serán de nuestro gusto, pero precisamente en estos casos es cuando debemos recordar que somos pobres y que, si queremos merecer y recibir el premio, es preciso que suframos las consecuencias. Guardémonos bien de un género de pobreza muy reprobado por san Bernardo. «Hay algunos, dice, que se glorian de llamarse pobres, pero evitan los compañeros de la pobreza». «Otros hay que quieren ser pobres con tal que nada les -falte» (De Adv. Dom.). Si, por tanto, nuestro estado de pobreza nos da ocasión de sufrir y pasar alguna incomodidad, regocijémonos con san Pablo, que se considera colmado de alegría en medio de sus tribulaciones (cfr 2 Cor 7, 4). O bien hagamos lo que los apóstoles, que se hallaban inundados de gozo cuando volvían del Sanedrín, porque allí se habían hecho dignos de padecer desprecios por el nombre de Jesús (Hechos 5, 41). Es cabalmente este género de pobreza el que tiene prometido y asegurado el Reino de los Cielos por el divino Redentor: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los Cielos16. (pp. XXIII-XXVII)

142 - La castidad salesiana 17 Castidad. La virtud sumamente necesaria, la virtud grande, la virtud angélica, a la cual forman corona todas las demás, es la virtud de la castidad. El que la posee puede aplicarse las palabras del Espíritu Santo: «Me vinieron todos los bienes juntamente con ella» (Sap 7, 11). El Salvador asegura que los que poseen este tesoro inestimable se hacen semejantes a los ángeles de Dios aun en esta vida mortal (cfr Mt 22, 30). Pero este candido lirio, esta rosa delicada, esta perla inapreciable, es muy acechada por el enemigo de nuestras almas, 16 Notar las dos insistencias de Don Bosco. Por un lado, refiere la pobreza religiosa a ejemplo y a las palabras de Cristo y de sus apóstoles (comprendido san Pablo): es su justificación principal. Por otra parte, como para la obediencia, afirma su carácter exigente y la superación del sufrimiento en la alegría evangélica. Don Bosco habla aquí especialmente por experiencia, y siempre soñó que los Salesianos se contentasen con poco. 17 Este breve capítulo es el comentario exacto de los artículos de las Constituciones relativos a la castidad. Nos encontramos aquí con el Don Bosco alabador emocionado y poético de esta virtud, entendida como sumamente necesaria para un educador, luego el Don Bosco pródigo de consejos evangélicos para salvaguardarla. Y en este campo, hay que notar que las exigencias concretas de desapego y de mortificación vienen antes que la apelación a la oración. Instintivamente aplica aquí Don Bosco el sistema preventivo.

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porque sabe que, si logra arrebatárnosla, puede darse por arruinado el negocio de nuestra santificación. La luz se cambia en tinieblas, la llama en negro carbón, el ángel del cielo se convierte en Satanás, y no queda ya virtud alguna. Aquí, amados míos, creo que será de mucha utilidad para vuestras almas el haceros notar algunas cosas que, si las ponéis en práctica, os reportarán grandes ventajas y hasta creo poderos asegurar qué conservaréis en vosotros ésta y todas las demás virtudes. Recordadlo, pues: 1.a No entréis en la Sociedad Salesiana sino después de haberos aconsejado con persona prudente, que os considere capaces de conservar esta virtud. 2.a Evitad la familiaridad con personas de otro sexo, y nunca contraigáis amistades particulares con los jóvenes que la divina Providencia confía a vuestros cuidados. Caridad y buenas maneras con todos, pero nunca jamás apego sensible hacia alguno. «O no amar a ninguno, o amar a todos igualmente-», dice san Jerónimo. 3.a Refrenad los sentidos del cuerpo. El Espíritu Santo dice claramente que el cuerpo es el opresor del alma: «El cuerpo corruptible entorpece la alma» (Sap 9, 15). Por esto san Pablo se esforzaba en domarlo con severos castigos, aunque estuviese rendido por las fatigas: «Castigo mi cuerpo y lo sujeto a servidumbre» (1 Cor 9, 27). Os recomiendo una especial templanza en el comer y beber: el vino y la castidad no pueden estar juntos. 4.a Son escollos terribles de la castidad los lugares, las personas y las cosas del siglo. Yo no recuerdo haber leído ni oído narrar que un religioso haya ido a su casa y reportado ventaja alguna espiritual. Por el contrario, se cuentan por millares los que, no dándose por entendidos y queriendo experimentar esta verdad por sí mismos, encontraron un amargo desengaño, y no pocos fueron infelices víctimas de su imprudencia y temeridad. 5.a Vencedora de todo vicio y guarda fiel de la castidad, es la exacta observancia de nuestras reglas, y especialmente de las prácticas de piedad. Las Congregaciones religiosas son como pequeños fuertes avanzados: «Sion es la ciudad de nuestra fortaleza, hay en ella muro y baluarte» (Is 26, 1). La muralla, o sea, los baluartes de la religión, son los preceptos de Dios y de su Iglesia. El demonio, para hacerlos violar, pone por obra toda clase de industrias y de engaños; pero para inducir a los religiosos a quebrantarlos, procura antes derribar el parapeto y fuerte avanzado, es decir: las reglas y constituciones del propio instituto. Cuando el enemigo del alma quiere seducir a un religioso y lanzarlo a violar los divinos preceptos, comienza por hacerle descuidar las cosas más pequeñas, después las de mayor importancia; y así, fácilmente le conduce a la violación de las leyes del Señor, verificándose lo que dice el Espíritu Santo: «El que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco caerá» (Sir 19, 1). Pues bien, hijos queridos, seamos fieles en la exacta obser258

vancia de nuestras reglas, si queremos ser fíeles a los divinos preceptos, especialmente al sexto y al noveno. Que nuestros cuidados vayan constantemente dirigidos con especial diligencia a la perfecta observancia de las prácticas de piedad, que son el fundamento y sostén de todos los institutos religiosos. (pp. XXVI-XXXI)

143 - La piedad salesiana Prácticas de piedad. Así como los manjares alimentan y | | conservan el cuerpo, del mismo modo las prácticas de piedad I f nutren el alma, fortaleciéndola contra las tentaciones. Mientras; J seamos observantes en las prácticas de piedad, nuestro corazón* | estará en buena armonía con todos, y veremos al Salesiana ,! alegre y contento de su vocación. Por el contrario, comenzara J a dudar de ella y a sufrir fuertes tentaciones en cuanto la negligencia en las prácticas de piedad empiece a abrirse paso en su corazón. La historia eclesiástica nos enseña que todas las órdenes y todas las congregaciones florecieron y promovieron el bien de la religión, mientras la piedad estuvo en vigor entre ellas, al paso que no pocas decayeron y algunas dejaron de existir, cuando, decayendo el espíritu de piedad, cada uno empezó a «buscar sus cosas propias, y no las que son de Jesucristo» {FU. 2, 21),8 Por consiguiente, si nosotros, ¡oh hijos!, amamos la gloria de nuestra Congregación, si deseamos que se propague y conserve floreciente para bien de nuestras almas y de nuestros hermanos, tengamos particular empeño en no descuidar jamás la meditación, la lectura espiritual, la visita cotidiana al Santísimo Sacramento, la confesión semanal, el rosario de la Santísima Virgen, la pequeña abstinencia del viernes. Aunque cada una de estas prácticas por sí solas no parezcan de gran necesidad, contribuyen, sin embargo, eficacísimamente a la mayor solidez del grande edificio de nuestra perfección y de nuestra salvación: «Si quieres crecer y llegar a ser grande a los ojos de Dios, dice san Agustín, comienza por las cosas pequeñas». La parte fundamental de las prácticas de piedad, y que en cierto modo las abraza todas, consiste en hacer todos los años los ejercicios espirituales, y todos los meses el ejercicio de la buena muerte. Creo que se puede dar por segura la salvación de un religioso, si todos los meses se acerca a los santos Sacra18 La causa de la decadencia de las órdenes religiosas, según Don Bosco, no es tanto el abandono de las «prácticas piadosas», sino más profundamente la pérdida de la piedad misma y del «espíritu de piedad» definido como la búsqueda ardiente de los intereses de Cristo. A esta luz debe entenderse el particular de las «prácticas». Don Bosco es enemigo de todo formalismo; y por otra parte su pedagogía realista sabe que la fidelidad a las prácticas «nutre el alma y la hace fuerte».

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mentos y arregla las cuentas de su conciencia como si realmente debiese partir de esta vida para la eternidad". Si amamos, pues, el honor dé nuestra Congregación, si deseamos la salvación de nuestra alma, seamos observantes de nuestras reglas, seamos exactos aun en las más pequeñas; porque el que teme a Dios, no descuida nada de cuanto puede contribuir a su mayor gloria (cfr Eccl 7, 19). (pp. XXXII-XXXIV) 144 - No arruinar la comunidad Cinco recuerdos importantes20. La experiencia ha dado a conocer cinco defectos, que pueden llamarse las cinco polillas de la observancia religiosa y la ruina de las Congregaciones. Los indicaré brevemente. 1." Huir del prurito de reforma. Procuremos observar nuestras reglas sin pensar en su mejora o reforma. «Si los Salesianos, dijo nuestro bienhechor Pío IX, sin pretender mejora en sus Constituciones, tratan de observarlas puntualmente, su Congregación será cada vez más floreciente.» 2° Renunciar al egoísmo individual. Por consiguiente, jamás busquemos la utilidad privada de nosotros mismos, sino trabajemos con gran celo por el bien común de la Congregación. Debemos amarnos, ayudarnos con el consejo y la oración, promover el honor de nuestros hermanos, no como propiedad de uno solo, sino como esencial y rica herencia de todos. 3.° No murmuremos de los superiores ni desaprobemos sus órdenes. Cuando llegue a nuestra noticia algo que nos parezca material o moralmente malo, expongámoslo humildemente a los superiores. Ellos son los encargados por Dios de velar sobre las cosas y sobre las personas, y ellos, y no otros, son los que habrán de dar cuenta de su administración. 4.° Ninguno descuide su parte. Los Salesianos considerados en conjunto forman un solo cuerpo, es decir: la Congregación. Si todos los miembros de este cuerpo cumplen su oficio, todo marchará con orden y a satisfacción; de lo contrario, ocurrirán

desórdenes, dislocaciones, roturas, desmembraciones, y, por último, la ruina del cuerpo mismo. Cumpla cada uno, por tanto, el oficio que se le ha confiado; pero cúmplalo con celo, con humildad, y no se acobarde si ha de hacer algún sacrificio penoso para él. Sírvale de consuelo el pensar que sus fatigas redundarán en utilidad de aquella Congregación, a la cual todos nos hemos consagrado. 5.° En todo cargo, trabajo, pena o disgusto, no olvidemos jamás que estando consagrados a Dios, por El sólo debemos trabajar, y únicamente de El esperar la recompensa. Dios lleva minuciosa cuenta aun de las cosas más pequeñas hechas por su santo nombre, y es de fe que en su día las recompensará con generosidad. Al fin de nuestra vida, cuando nos presentemos ante su divino tribunal, nos mirará con rostro lleno de amor y nos dirá: «Muy bien, siervo bueno y fiel; porgue fuiste fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho; entra en él gozo de tu Señor» (Mí 25, 21). (pp. XXXV-XXXVIII) Fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen, 15 de agosto de 1875. Afmo. en J. C. Sac. JUAN BOSCO

19 Don Bosco no cambió jamás sobre este punto: los tiempos fuertes de recogimiento, a intervalos regulares, son necesarios para el apóstol sobrecargado de trabajos. En particular el ejercicio mensual de la buena muerte es, en su opinión, fundamental: jamás cesó de recomendarlo a los jóvenes, a los Salesianos y a los Cooperadores. En la edición de 1877, el párrafo que se refiere a esto será desarrollado. 20 Estos «importantes recuerdos» se reducen en efecto a dos, a las dos formas fundamentales del desapego. Don Bosco pide al Salesiano (punto 5.°) que trabaje verdaderamente por Dios y su reino, y que espere de él «su premio». Luego le suplica que mantenga en él el espíritu de familia, la preocupación por la unidad (cuatro primeros puntos), el sentido del bien común de la Congregación, el sentido de la propia responsabilidad de miembro de un cuerpo. ¿Mejorar las reglas? ¿Modificar alguna decisión tomada por el superior? Por qué no, si las circunstancias lo exigen, ¡con tal que esto se haga en el clima salesiano de mutua confianza! En la edición de 1877, añadirá un capítulo sobre la caridad fraterna, donde volverá sobre este argumento con más detalles.

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II SERMONES, CONFERENCIAS Y CIRCULARES A LOS SALESIANOS

Don Bosco predicó un número extraordinario de ejercicios espirituales, sobre todo a sus jóvenes. Pero también a adultos y a sus hijos salesianos. Estos comenzaron a hacer sus ejercicios regularmente en 1866, en Trofarello, luego en Lanzo a partir de 1870. Con mucha frecuencia se encargaba él mismo de las instrucciones prácticas, encargando a algún teólogo la predicación de las meditaciones. De estas instrucciones nos quedan numerosos apuntes de los oyentes, pero pocos escritos, y a lo más simples esquemas1. En compensación las cartas circulares enviadas en diversas circunstancias a todos los Salesianos están enteramente escritas y firmadas de su puño. Las tenemos todas, y será más fácil la elección2. Más de una vez en sus instrucciones o cartas, contaba algún sueño que había tenido durante la noche o en alguna noche precedente. Cualquiera que sea su interpretación, necesariamente compleja, que se quiera dar a este aspecto de la vida del santo3, es innegable que al menos alguno de estos sueños tiene carácter sobrenatural (hemos citado el sueño tenido a sus nueve años). De todas formas, Don Bosco se servía de ellos para dar preciosas enseñanzas a sus muchachos y a sus hijos salesianos. Los oyentes tomaron nota de al menos ciento cincuenta contados así. Por fortuna tenemos una docena cuyo original es autógrafo (casi todos se remontan a los últimos diez años de la vida del santo). 1 El manuscrito más interesante es un gran cuaderno de 14 páginas titulado Ejercicios de Trofarello 1869, que contiene el guión de diez instrucciones, sobre todo sobre los votos (están ya presentes los pensamientos que luego serán expuestos en la Introducción a las Constituciones de 1875), y luego los de otras tres instrucciones, de 1870 parece (Archivo 132, E 4; cfr MB IX, 985-994). 2 Las circulares de Don Bosco a las casas salesianas fueron publicadas en 1896 por Don Pablo Albera, entonces Director espiritual de la Sociedad: Lettere circolari di Don Bosco e di Don Rúa éd altri toro scritti ai Salesiani, Turín. En esta colección faltan nueve circulares anteriores al 1876 (cfr MB X, 1095-1110). Don Eugenio Ceria las publicó todas en los cuatro volúmenes del Epistolario. Son unas veinte. Hay que poner aparte las circulares y recomendaciones enviadas especialmente a los directores de las casas, * Cfr entre otras las reflexiones de CERIA, Don E.: MB XVII, 7-13; Don Bosco con Dios, cap. XVII; y de STELLA, P.: Don Bosco nella storia, II,

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Que hable o escriba a sus hijos, Don Bosco está preocupado de ser santamente eficaz. Bebe en las fuentes esenciales: la Escritura, que cita abundantemente, y los Padres, conocidos a través de sus lecturas. Le gusta proponer ejemplos concretos. Insiste en las virtudes diarias. Apela a las responsabilidades educativas y apostólicas. Todo esto está impregnado de una fe espontánea y vivísima. En esta serie de documentos seguiremos, en lo posible, él orden cronológico. 145 - Disposiciones para entrar en la Sociedad Carta-circular, 9 de junio de 1867 1 A Don Rúa y a tos otros amados hijos de san Francisco que habitan en Turín Nuestra Sociedad será dentro de no mucho aprobada definitivamente y por eso necesitaría hablar con frecuencia a mis hijos amados. No pudiendo hacerlo personalmente lo haré al menos por carta. Comenzaré, pues, por decir algo en torno al fin principal de la Sociedad, y luego pasaremos a hablar otra vez de las observancias particulares de la misma. El primer objeto de nuestra Sociedad es la santificación de sus miembros. Por ello cada uno al entrar se despoja de todo otro pensamiento, de toda otra solicitud. Quien entrase para llevar una vida tranquila, tener comodidad de proseguir sus estudios, librarse de la patria potestad o eximirse de la obediencia a algún superior, tendría un fin torcido y ya no seguiría aquel Sequere me del Salvador, pues seguiría su propia utilidad temporal, no el bien de su alma. Los Apóstoles fueron alabados por el Salvador y se les prometió un reino eterno, no porque dejaron el mundo, sino porque al abandonarlo se profesaban dispuestos a seguirle en las tribulaciones, como sucedió de hecho dando la vida en las fatigas, en la penitencia, en los sufrimientos, y sosteniendo el martirio por la fe. Tampoco entra con buen fin o permanece en la Sociedad quien está persuadido de ser necesario a la misma. Que cada uno se lo grabe bien en su corazón y en su mente: comenzando por el Superior general hasta el último de los socios, ninguno es necesario en la Sociedad. Dios sólo debe ser la cabeza, el • El autógrafo lleva fecha de 24 de mayo; pero al hacer las copias Don Bosco hizo cambiar la fecha él mismo escribiendo la dirección: «A Don Rúa, etc. — A Don Bonetti y a mis hijos de san Francisco de Sales que moran en Mirabello. — A Don Lemoyne y a mis hijos de san Francisco de Sales que moran en Lanzo». Suya era también la firma y la posdata: «El Director lea y explique donde sea necesario». Es uno de los escritos en donde mejor se percibe la humildad del servidor y su lealtad en aceptar las fatigas y los sacrificios del servicio. Texto publicado en MB VIII, 828-830 y en CERIA, E.: Epist. I, 473-475.

dueño absolutamente necesario. Por eso los socios han de dirigirse a su jefe, a su verdadero dueño, al remunerador, al que paga, a Dios y, por amor a él, deben todos inscribirse en la Sociedad; por su amor trabajar, obedecer, abandonar cuanto se tenía en el mundo para poder decir al Salvador al final de la vida, al que habíamos elegido por modelo: «Hemos dejado todo y te seguimos ¿qué sacaremos de ello?» (Mí 19, 27). Mientras decimos que cada uno debe entrar en Sociedad movido por el sólo deseo de servir a Dios con mayor perfección y de hacerse el bien a sí mismo, se entiende hacerse el verdadero bien, bien espiritual y eterno. Quien se busca una vida cómoda, una vida acomodada, no entra con buen fin en la Congregación. Ponemos como base la palabra del Salvador que dice: «Quien quiere ser mi discípulo, que vaya, venda cuanto tiene, se lo dé a los pobres y me siga». Pero ¿a dónde ir, a dónde seguirlo, si no tiene un palmo de tierra donde reposar su cabeza? «Quien quiera ser mi discípulo, dice el Salvador, me siga con la oración, con la penitencia y en especial niegúese a sí mismo, tome su cruz de las tribulaciones diarias y que me siga. «Abneget semetipsum, tollat crucem suam quotidie, et sequatur me». Pero ¿hasta cuándo seguirlo? Hasta la muerte y si fuese menester hasta una muerte de cruz. Esto es lo que hace en nuestra Sociedad quien gasta sus fuerzas2 en el sagrado ministerio, en la enseñanza o en cualquier ejercicio sacerdotal, hasta la muerte, incluso violenta de la cárcel, del destierro, de agua, de fuego, hasta que después de haber padecido o morir con Jesús en la tierra, pueda ir a gozar con El en el cielo. Me parece que éste es el sentido de las palabras de san Pablo que dice a todos los cristianos: «Qui vult gaudere cum Christo, oportet pati cum Christo»3. El socio que entra con estas buenas disposiciones debe mostrarse sin pretensiones y acoger con placer cualquier oficio que se le asigne. Enseñanza, estudio, trabajo, predicación, confesión, en la iglesia, fuera de la iglesia, las ocupaciones más humildes deben aceptarse con alegría y prontitud de ánimo, porque Dios no mira la cualidad del oficio sino el fin de quien lo ejerce. Por tanto todos los oficios son igualmente meritorios a los ojos de Dios. Mis queridos hijos, confiad en vuestros superiores; ellos tienen que rendir estrecha cuenta a Dios de vuestras obras; por eso estudian vuestra capacidad, vuestros gustos y disponen de todo de modo compatible con vuestras fuerzas, pero siempre como les parece que redundará a mayor gloria de Dios y ventaja de las almas. 2 Este «gastar sus fuerzas» hasta la muerte en las formas indicadas por Don Bosco traduce en su estilo el tollat crucem. suam quotidie (cfr Le 9, 23). 3 «Quien quiera gozar con Cristo debe sufrir con Cristos. La frase precisa de san Pablo es: *Si morimos con Cristo viviremos también con éU (2 Tim 2, 11; cfr Rom 6, 8).

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Oh, si nuestros hermanos entraren en la Sociedad con estas disposiciones, nuestras casas se convertirían realmente en un paraíso terrenal. Reinará la paz y la concordia entre los individuos de cada familia; la caridad será el ropaje diario de quien manda; la obediencia y el respeto precederán las obras, los pasos y hasta los pensamientos de los superiores. Se tendrá en suma una familia de hermanos recogidos en torno a su padre para promover la gloria de Dios sobre la tierra y para ir luego un día al cielo y amarlo y alabarlo en la inmensa gloria de los bienaventurados. Afmo. en J. C. Sac. JUAN Bosco

Turín, 9 de junio de 1867. Día de Pentecostés. (Epist. I, 473-475) 146 - La oración y las oraciones del Salesiano Apuntes de oyente, 1868 4 En estos días hubiese querido hablaros también de las prácticas de piedad de nuestra casa, pero veo que nos falta tiempo. Tuvimos que decir muchas cosas de los votos y de la vida religiosa. No obstante, me referiré a algunas cosas. Las prácticas diarias son la meditación, la lectura espiritual, la visita al Smo. Sacramento y el examen de conciencia. La meditación es la oración mental. Nostra conversatio in coelis est, dice san Pablo; y se podría hacer de esta manera. Escoger el punto sobre el que se quiere meditar, poniéndose antes en la presencia de Dios. Luego reflexionar atentamente sobre lo que meditamos y aplicarnos a nosotros lo que nos toca. Llegar a una conclusión resolviendo dejar ciertos defectos y ejercitando ciertas virtudes, y por tanto poner en práctica a lo largo del día lo que hemos resuelto por la mañana. Debemps ejercitarnos también en afectos de amor, de agradecimiento, de humildad hacia Dios; pedirle las gracias que necesitamos; y pedirle con lágrimas perdón de nuestros pecados. Recordemos siempre que Dios es Padre y que nosotros somos sus hijos... Recomiendo por lo tanto la oración mental5.* Quien no pudiese hacer la meditación metódicamente por causa de viajes o de algún trabajo o asunto que no permite dilatación, haga por lo menos la meditación que yo llamo de los 4 Excepcionalmente (por tercera vez), transcribimos aquí un texto que no es palabra por palabra el de Don Bosco, sino los apuntes de un oyente de los ejercicios espirituales de Trofarello, el 26 de septiembre de 1868 (paso de la predicación de conclusión). Pero Don Lemoyne, que lo publicó en MB IX, 355356, nos asegura su autenticidad substancial. 5 La oración mental tiene, pues, un doble aspecto, una doble función según Don Bosco. Es contemplativa y unitiva, suscitando los «afectos de amor» de un hijo hacia su Padre. Mira también a la conversión práctica, preparando el esfuerzo espiritual y moral de la jornada, que constituye el objeto del examen de conciencia de cada noche.

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mercaderes. Estos piensan siempre en sus negocios estén donde estén. Piensan en comprar sus mercancías, en venderlas con ganancia, en las pérdidas que podrían sufrir y cómo repararlas, en los beneficios realizados p en los mayores que podrían conseguir, etc.6. Tal meditación es también el examen de conciencia. Por la noche, antes de acostarnos, veamos si hemos puesto en práctica los propósitos hechos sobre algún defecto determinado: si hemos ganado o perdido. Sea un poco de balance espiritual; si vemos que hemos faltado a los propósitos, repítanse para la mañana siguiente, hasta que hayamos llegado a adquirir aquellas virtudes o a extinguir o huir del vicio o del defecto. Os recomiendo también la visita al Smo. Sacramento. «Nuestro dulcísimo Señor Jesús está allí en persona», exclamaba el párroco de Ars. Vayase a los pies del Tabernáculo a decir un Padrenuestro, Avemaria y Gloria cuando no se pudiese hacer otra cosa. Basta esto para hacernos fuertes contra las tentaciones. Uno que tenga fe, qué haga su visita a Jesús Sacramentado todos los días, que haga su meditación todos los días, con tal que no tenga ningún fin mundano, yo digo que es imposible que peque. Recomiendo también la lectura espiritual, especialmente a quien no fuese capaz de hacer la meditación sin libro. Para ello leer un trozo, reflexionar en lo leído para conocer lo que hemos de corregir en nuestra conducta. Esto servirá para enamorarnos cada vez más del Señor y tomar alientos para salvar el alma 7 . Quien pueda haga la lectura y la visita en común; quien no puédanla haga en privado. La meditación puede hacerla también en su cuarto. Recordaos que cada uno está obligado, incluso por las reglas, a rezar el rosario cada día. Cuánta gratitud hemos de profesar a la Sma. Virgen María, y cuántas gracias nos tiene Ella preparadas para nosotros 8 . Confesaos cada ocho días, incluso si no tenéis nada grave en vuestra conciencia. És un acto de humildad de los más gratos al Señor, sea porque renueva el dolor de los pecados ya perdonados, sea porque se reconoce la propia indignidad en los defectos incluso ligeros, en los que se tropieza cada día (...). (MB IX, 355-356) 6 Paso de los más interesantes para aferrar el espíritu de Don Bosco. El recomienda justamente la fidelidad a la media hora de meditación explícita, pero no hace de ello algo absoluto. Ella puede cambiar de forma y difundirse a través de la jornada entera: el salesiano fervoroso, todo preocupado por «ganar almas» en este santo mercado de la salvación, halla ocasiones permar nentes de pensar en Dios y entretenerse con El. Es el «espíritu de oración», la verdadera «piedad» salesiana. . 7 La lectura espiritual se concibe aquí como una prolongación o una forma misma de la meditación. Tiene sus dos características: contemplativa (enamorarnos) y ascética (corregir). 8 Subrayamos que el examen de conciencia por la noche, la visita a Jesús sacramentado, un poco de lectura espiritual y el rosario eran prácticas diarias recomendadas a los buenos cristianos, y más todavía a los jóvenes de las casas salesianas (Cfr STHXA, P.: Don Bosco nella storia, II, 283-285).

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147 - A los primeros misioneros: «Buscad almas» Recuerdos, 11 de noviembre de 1875 La tarde del 11 de noviembre de 1875, en la iglesia de María Auxiliadora de Valdocco, tenia lugar una grandiosa celebración, la de la partida de los primeros diez misioneros salesianos (seis sacerdotes y cuatro coadjutores) para la Argentina. Cada uno de ellos recibió de mano de Don Bosco un folleto en donde estaban impresos estos «Recuerdos». En ellos se encuentran las preocupaciones mayores del santo: celo ardiente, sobre todo en favor de los pequeños y de los pobres. Templanza, desapego, prudencia, caridad y cortesía en todas las relaciones externas. Caridad fraterna, fe, oración y sacramentos*. , 1. Buscad almas, no dinero, ni honores, ni dignidades. 2. Sed caritativos y en extremo corteses con todos, pero huid de la conversación y familiaridad con personas de diferente sexo o de conducta sospechosa. 3. No hagáis visitas, sino por motivos de caridad y de necesidad. 4. No aceptéis jamás invitaciones para comer, a no ser por gravísimas razones. En estos casos, procurad ir acompañados. « 5. Preocupaos especialmente de los enfermos, de los niños, de los pobres y de los ancianos, y os granjearéis las bendiciones de Dios y la benevolencia de los hombres. 6. Sed obsequiosos con todas las autoridades civiles, religiosas, municipales y gubernativas. 7. Saludad respetuosamente a las personas investidas de autoridad que encontréis a vuestro paso por la calle. 8. Conducios de igual manera con los eclesiásticos y con los religiosos. 9. Evitad el ocio y las disputas. Grande sobriedad en el comer, en el beber y en el descanso. 10. Amad, temed10, respetad a las demás órdenes religiosas y hablad siempre bien de ellas. Este es el medio de ganaros la' estima de todos y promover el bien de la Congregación. •* 11. Cuidad de la salud. Trabajad, mas sólo lo que os permitan vuestras fuerzas. -*, 12. Procurad que el mundo conozca que sois pobres en el > Tenemos de estos recuerdos una minuta autógrafa en las últimas páginas de una agenda usada por Don Bosco entre el 1874-1878 (pp. 71-77). Sorprende hallarlos en este sitio, escritos a lápiz (pero corregidos luego con la pluma), después señas de bienhechores, lista de alumnos, diversos pro-memorias... Detalles interesantes hay que resaltar: un título A los argentinos, luego borrado; y sobre todo parece que los recuerdos han sido escritos en tres oleadas: los recuerdos 1-14, después de los cuales escribió Amen; luego los recuerdos 15-18 en un primer momento numerados 1-4 y terminados con un nuevo Amén, luego borrado también; finalmente los dos últimos. La explicación es ésta: Don Bosco los escribió durante un viaje por tren. Citamos este borrador (Archivo 132, Cuadernos - Blocs 5, cfr MB XI 389-390 y Epist. II, 516-517). —

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III CARTAS INDIVIDUALES A SALESIANOS

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Las necesidades apostólicas llevaron a Don Bosco a escribir muchas cartas a sus colaboradores inmediatos, bien porque él mismo tuviera que alejarse de ellos por causa de sus numerosos viajes y por sus visitas a las casas y a los bienhechores, bien porque estos hijos fuesen mandados por la obediencia a trabajar fuera de Turín o a las lejanas tierras de América. La gran mayoría son cartas de «negocios apostólicos», llenas de órdenes o recomendaciones concretas y precisas. No obstante, también en este campo aparece siempre, con la mayor espontaneidad, el golpe de ala hacia el Señor, hacia su presencia eficaz, hacia su servicio y su reino. De suerte que tocamos con la mano este aspecto fundamental de la espiritualidad salesiana: trabajar con «sentido apostólico» verdadero, esto es, por Dios y con Dios, incluso en las cosas más sencillas y materiales, incluso en el manejo diario del dinero. Varias cartas tratan de problemas de conciencia, de vocación, de vida espiritual, sobre todo con clérigos jóvenes. Reencontramos entonces al «maestro» de juicio rápido y seguro, que en pocas líneas traza un programa práctico, o que muchas veces prefiere remitir los esclarecimientos a una conversación directa. Y como siempre encontramos estas dos riquezas inestimables: la amabilidad paterna, que sabe tocar el corazón y estimular los mejores resortes del hijo, y la alegría que hace sentir cuan hermoso es servir a Dios como salesiano. En esta serie de cartas, como en las dos precedentes, seguimos el orden cronológico, excepto en los casos en que pareciere más sugerente agrupar algunas. 154 - «Haz pasar la melancolía con esta canción de san Pablo» Juan Bonetti ha sido una de los «miembros fundadores» de la Sociedad salesiana (18, dio. 1859) y de los colaboradores más eficaces de Don Bosco. Sus dones de ingenio (polemista nato, escritor brillante) y sus virtudes de piedad y celo pudieron manifestarse en las dos 285

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etapas de su vida salesiana: director de Mirabello (1865-1870) y de Borgo San Martirio (1870-77), luego responsable del Boletín Salesiano (desde el 1877), director general de las Hijas de María Auxiliadora (desde el 1875) y director espiritual de la Congregación (desde el 1886). Citamos juntas algunas cartas de Don Bosco relativas a la primera etapa y a la fase anterior, cuando Juan era todavía clérigo, no sin sus luchas internas (Epist. I, Z75-Z76). Bonetti carísimo, No te preocupes lo más mínimo acerca de lo que me escribes. El demonio ve qué te le quieres escapar definitivamente de sus manos, por ello trata de engañarte. Sigue mis consejos y vete adelante con tranquilidad. Mientras tanto podrás hacer que se te pase la melancolía cantando esta canción de san Pablo: Si delectat magnitudo praemiorum, non deterreat multitudo laborum. Non coronabitur nisi qui legitime certaverit. Esto bonus miles Christi et ipse coronabit te1. O si no canta con san Francisco de Asís: Tan grande es el bien que espero - que toda pena me es agrado, - el dolor se torna placer - cada afán un bello gozar toda angustia alegra el corazón. Por lo demás ruega por mí y yo no dejaré de rezar por ti y hacer cuanto pueda para hacerte feliz en el tiempo y en la eternidad. Amén. Tu afmo. en J;C. San Ignacio, 20 de julio de 1863.

Sac. JUAN BOSCO

155 - «Un enfermo ha de descansar bien para trabajar después» En noviembre de 1864, Don Bonetti era prefecto de la casa de Mirabello. Don Bosco, que en una visita le había encontrado apenado y enfermizo, le mandó estas directrices (Epist. I, 327). Mi querido Bonetti, Apenas recibas esta carta ve en seguida a Don Rúa y dile sencillamente que te haga estar alegre. Tú, luego, no hables de breviario hasta Pascua: esto quiere decir que te está prohibido rezarlo. Di la misa despacito para no cansarte. Todo ayuno, toda mortificación en la comida queda prohibida. En una palabra, el Señor te prepara el trabajo, pero no quiere que lo empieces hasta que no estés en perfecto estado de salud, y en especial no toserás más. Haz esto y harás lo qué le gusta al Señor. 1 Si agrada la grandeza de los premios, no espante la multitud de fatigas (S. Gregorio Magno, Homilía 37 in Evatig.). No recibe la corona sino el que pelearé legítimamente (2 Tim 2, 5). Sé buen soldado de Cristo (ib. v. 3) y se te dará la corona.

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Puedes compensar todo con jaculatorias, con ofrecerle al Señor tus molestias, con tu buen ejemplo. Olvidaba una cosa. Lleva un colchón a tu cama, acomódalo como haría un poltrón de marca registrada; abrígate bien en la persona, en cama y fuera de cama. Amén. Dios te bendiga. Tu afmo. en J.C. Sac. JUAN BOSCO

Turín, 1864. 156 - Saber tener paciencia y saber combatir Dos cartas de aliento a Don Bonetti, nombrado director de Mirabello, luego de Borgo San Martirio (Epist. II, 96 y 169).

Carísimo Don Bonetti, Estoy plenamente de acuerdo contigo. Lo óptime es cuanto buscamos, pero por desgracia nos tenemos que contentar con lo mediocre en medio de mucho mal. Los tiempos son así. Esto no obstante, los resultados conseguidos hasta ahora deben satisfacernos. Humillémonos en la presencia de Dios, reconozcamos que todo es suyo, roguemos, y en especial en la santa Misa, en la elevación de la hostia, encomiéndate a ti mismo, tus fatigas, tus hijos. Luego a su tiempo no dejaremos de dar aquellas normas que puedan contribuir a aumentar el número de las vocaciones; pero, mientras tanto, trabajo, fe, oración... Turín, 6 de junio de 1870. Dios mediante el próximo martes a las 11 de la mañana estaré en Borgo San Martino. Prepara, pues, un plato de lamentaciones y un bolsillo de dinero; yo tomaré el uno y el otro. Entrega este billete incluido a Carones. Saluda a Caprioglio. Anímate. Recuerda qué en este mundo no tenemos tiempo de paz, sino de continua guerra. Un día alcanzaremos la verdadera paz, si combatimos bien en la tierra. Sumamus ergo scutum fidei, ut adversus insidias diaboli certare possimus1. Dios nos bendiga a todos y créeme Afmo. en J. C. Sac. JUAN BOSCO

Turín, 27 de julio de 1871. 157 - «Que a quienes hables se hagan amigos tuyos» Dos billetes: uno para proponer el aguinaldo del nuevo año, otro para pedirle que revise un manuscrito (Epist. II, 434 y 442).

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1 Tomemos el escudo de la le, para poder resistir a las insidias del diablo (E/6, 16 y 11).

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Carísimo Don Bonetti, Para ti: haz de manera que a quienes hables se hagan amigos tuyos. Para el prefecto: Atesorad tesoros para el tiempo y para la eternidad. Para los maestros y asistentes: Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas {Le 21, 19). Para los jóvenes: La comunión frecuente. Para todos: Exactitud en los propios deberes. Dios os bendiga a todos y os conceda el precioso don de la perseverancia en el bien. Amén. J Afino, amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 30 de diciembre de 1874. Querido Don Bonetti, Tengo necesidad de que tú, con tu ojo de lince y con tu sagaz ingenio, des una ojeada a estos escritos antes de imprimirlos. Yo los dejo a tu responsabilidad. Procura que la piedra pómez no sólo lime la madera, sino que la adelgace y pula. ¿Comprendes? Dios nos bendiga a todos y está muy alegre. Ruega por tu pobre, pero siempre tuyo en J. C. Afino, amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 15 de enero de 1875.

158 • Programa de vida para un joven salesiano El clérigo Julio Barberis (que luego fue maestro de novicios en 1874 y director espiritual de la Congregación salesiana el 1910), en el momento de hacer la profesión pidió a Don Bosco un programa de vida. He aquí la respuesta Cgavasso es una palabra piamontesa que designaba el bollo de pan que se repartía en el Oratorio para el desayuno) (Epist. I, 372). Carísimo Julio, He aquí la respuesta que me pides: 1. En el desayuno un gavasso; en la comida según el apetito; en la merienda, nada; y en la cena según el apetito, pero con templanza. ' 2. Nada de ayunos excepto el de la Sociedad. 3. Descansa de acuerdo con el horario normal de la casa; en cuanto te despiertes ponte a repasar alguno de los tratados escolares. 4. El estudio esencial es el de la escuela del seminario, lo demás sólo es accesorio; toda solicitud sea para el primero. 288

5. Hazlo todo, sufre todo para ganar almas al Señor. Dios te bendiga y reza por Tu afmo. amigo en J. C. Sac. JUAN BOSCO

Turín, 6 de diciembre de 1865. 159 - Dos modos de pedir obediencia Cercanos en el tiempo, las dos cartas siguientes hacen ver cómo pedía obediencia Don Bosco. Los dos modos de hacer no se oponen, sino se completan. Ora Don Bosco exige una obediencia pronta y sin discusión, cuando entran en juego intereses espirituales: es él caso de la primera carta enviada a Don Rúa desde Roma, en 1869. Ora no impone sino propone, pidiendo el libre asentimiento del interesado: es el caso de la segunda carta, enviada a Don Provera, prefecto de Mirabello (Epist. II, 8 y 37). Carísimo Don Rúa, Por motivos particulares, da orden de que se suspenda la impresión del vocabulario latino hasta mi vuelta. Dirás además a Buzzetti y a otros que tengan que ver con la tipografía, que en lo sucesivo no quiero que se imprima nada sin mi consentimiento, a no ser que tú hayas recibido permiso mío para ello. Creo bueno que, si puedes, des una conferencia insistiendo en la necesidad de la obediencia de hecho y no de palabra, y haciendo notar que nunca será bueno para mandar quien no sabe obedecer. Cuida de la salud; descansa libremente, está atento a los alimentos que te puedan sentar mal; hasta mitad de febrero suspende los maitines y limítate a las horas, vísperas y completas, pero repartidos. (Sin firma y sin fecha) Carísimo Don Provera, Mi cabeza corre siempre de proyecto en proyecto; y entre otros, éste. Si se mandase Bodratto a Cherasco y tú fueses a Lanzo ¿qué dirías en tu corazón? Yo quiero hacer eso, pero 1.°, si es de tu agrado; 2°, si no tienes, aun de modo confidencial, que hacer alguna observación en contra. Haría este cambio, porque Bodratto es práctico en el cultivo de la tierra y de las escuelas elementares; en Cherasco las elementales, al menos por este año, están confiadas a maestros externos, y no tenemos ninguno que pueda controlarlos. Entiendo que esto sea conocido, por ahora, sólo por nosotros dos. Escríbeme a Trofarello a vuelta de correo. Dios nos bendiga. Amén. Afmo. en J. C. Sac. JUAN BOSCO

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160 - A un joven salesiano desanimado: perseverar Pedro Guidazio, llegado al Oratorio a la edad de veinticinco años, pertenecía al personal del colegio de Lanzo. Dotado de viva imaginación, se sentía a disgusto en la nueva vida y cedía al desaliento... Pero tuvo el don de la perseverancia que le auguró Don Bosco, y fue director del primer colegio salesiano abierto en Sicilia, en Randazzo (1S79) ( Epist. II, 114-115). Carísimo Guidazio, Tú estarás siempre inquieto y diré infeliz hasta que no pongas en práctica la obediencia prometida y te abandones enteramente a la dirección de tus superiores. Hasta ahora el demonio te ha molestado cruelmente empujándote a hacer lo contrario. Por tu carta y por las conversaciones habidas entre nosotros, no aparece ningún motivo p a r a dispensarte de los votos. Si hubiere motivos, tendría que escribir a la Santa Sede a la que están reservados. Pero coram Domino yo te aconsejaría la consideración del abneget semitipsum, y recuérdate que vir obediens loquetur victoriam1. Confía en mi experiencia. El demonio querría engañarme a mí y a ti; lo ha conseguido en p a r t e contigo; contra mí por lo que a ti respecta ha fracasado por completo. Ten plena confianza en mí, como yo la tuve de ti; no de palabras, sino de hecho, de voluntad eficaz, de obediencia pronta, humilde, ilimitada. Estas son las cosas que harán tu felicidad espiritual y temporal y me producirán a mí verdadero consuelo. Dios te bendiga y te conceda el precioso don de la perseverancia en el bien. Ruega por mí que me profeso con afecto de padre Afmo. en J. C. Sac. JUAN BOSCO

Turín, 19 de septiembre de 1870.

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161 - A un joven profesor salesiano Herminio Borio, joven de gran ingenio y de fuerte voluntad, fue carísimo para Don Bosco que lo llamaba «mi gozo y mi corona». A los dieciocho años, fue enviado a la casa de 'Borgo San Martino, pero no se hallaba a gusto y Don Bosco pensó que era mejor llamarlo al Oratorio (primer billete, Epist. II, 145). Después lo volvió a mandar a Borgo donde fue un excelente profesor (segunda carta, Epist. II, 447-448). Luego llegó a ser director de varias casas e inspectorías. Carísimo Borio, Por necesidad de darte alguna ocupación y también para que tú tengas mayor tranquilidad y comodidad de estudiar, creo 1 (Quien quiera venir en pos de mí) niegúese a sí mismo (Mt 16, 24). El hombre obediente cantará victoria (Prov 21, 28).

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bien que vuelvas a tu antigua jaula y con tu inalterable amigo Don Bosco. Ven cuando sea; tu cama está preparada. Dios te bendiga y créeme Afmo. en J . C . Sac. JUAN BOSCO

Turín, Valdocco, 16 de enero de 1871. Mi Borio carísimo, Tu carta me gustó mucho. En ella me haces ver que tu corazón está siempre abierto p a r a Don Bosco. Sigue así y serás siempre gaudium meum et corona mea. Quieres algún consejo; helo aquí: 1. Cuando corrijas particularmente, no lo hagas nunca en presencia de otros. 2. Al dar avisos o consejos, procura siempre que el avisado se separe de ti satisfecho y amigo tuyo. 3. A quien te da algún aviso agradéceselo siempre, y recibe las correcciones echándolas a buena parte. 4. Resplandezca tu luz ante los hombres, para que vean tus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos (Mat 5, 16). Ámame en el Señor, ruega a Dios por mí, y que Dios te bendiga y te haga santo. Añno. en J . C . Sac. JUAN Bosco

Turín, 28 de enero de 1875.

162 - Una debilidad qué D o n B o s c o no puede vencer En diciembre de 1871, Don Bosco había estado gravemente enfermo. Desde Alassio, donde convalecía, escribe a Don Rúa para decirle su alegría de encontrar a sus hijos de los que estaba separado ya desde hacía tres meses. Mi Don Rúa carísimo, La gracia de N. S. J. C. esté siempre con vosotros. Es ya h o r a de que te escriba algo positivo que participar a nuestros amados hijos de la Congregación y del Oratorio. Gracia a las muchas oraciones, pidiendo mi salud, ésta se halla en estado de poder comenzar a hacer alguna cosa con un poco de cuidado; por eso el jueves próximo, si Dios quiere, me hallaré en Turín. Siento una gran necesidad de ir. Yo vivo aquí con el cuerpo, pero mi corazón y mis pensamientos y hasta mis palabras están siempre en el Oratorio, en medio de vosotros. Es ésta una. debilidad, pero no puedo vencerla. Llegaré a las 12'20 del mediodía, pero deseo que no se hagan recibimientos con música o aclamaciones, ni con besamanos. Todo eso me podría ser contraproducente, dado el estado en 291

q u e me encuentro. E n t r a r í a p o r la p u e r t a de la iglesia p a r a ir en seguida a dar las gracias á Aquélla a la que debo mi curación; luego, si puedo, diría u n a palabra a los jóvenes, si iió puedo lo dejaremos p a r a m á s tarde e iremos directamente al refectorio. Al paso que das estas noticias a nuestros queridos hijos, diles que les agradezco a todos, de corazón, las oraciones hechas p o r mí, doy las gracias a todos los que escribieron, y en particular a los que hicieron a Dios el ofrecimiento de su vida a cambio de la mía. Conozco sus nombres y no los olvidaré. Cuando me halle entre vosotros espero poder exponer una larga serie de cosas, que aquí no caben. Dios os bendiga a todos y os conceda salud estable con el precioso don de la perseverancia en el bien. Recibid saludos de estos hermanos de Alassio, seguid rezando por mí que con plenitud de afecto me profeso en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Alassio, 9 de febrero de 1872. P. S. Dime si hace m u c h o . frío; y si se hace la fiesta de San Francisco de Sales el domingo 18.

164 - A un novicio: «Ahora eres pequeño, pero llegarás a ser grande» En 1874, Luis Piscetta era todavía novicio, pero de ingenio muy escogido y amante del latín. Con sus compañeros había escrito a Don Bosco en esta lengua. Don Bosco le responde, bromeando sobre su apellido, como si correspondiese a pisciculus, pececillo. Llegó a ser ilustre profesor de teología moral en el seminario de Turín, luego miembro del Consejo superior de la Congregación (1907) (Epist. II, 356). Dilecto filio Piscetta in D. S. P., Epístolas, quas u n a cum amicis tuis ad me misisti, gratulanti animo accepi. Perge, fili mi, in sortem, qua Deus ad altiora te vocavit. Nunc parvulus es, ideo collige pisciculos: multi enim sunt apud nos. Cum autem vir factus fueris, Dominus faciet te piscatorem hominum. Quaere Victorium Pavesio praeceptorem t u u m et dic ei me valde pro eo oravisse, speciaíemque benedictionem pro ipso et pro fratre eius a Supremo Ecclesiae Antistite petiisse. Vale in Domino et ora pro m e 1 . In Ch. I. amicus IOANNES Bosco, sacerdos

Romae, 22 feb. 1874. 163 - A un joven salesiano que ha vencido sus vacilaciones El clérigo su vocación. Licenciado en Manfredini di

Juan Tamietti a sus veintitrés años dudaba todavía en Finalmente se decidió a permanecer con Don Bosco. letras tres años después, será el director del colegio de Este, luego inspector de la Liguria (Epist. II, 209).

Carísimo Tamietti, Tu carta me arranca una espina, .de1 mi corazón, que me ha impedido hacerte el bien que hasta ahora no he podido. Va bien. Tú estás en los brazos de Don Bosco y él sabrá servirse de ti p a r a la mayor gloria de Dios y bien de tu alma. Cuando vengas aquí, trataremos lo que haya de hacerse. Pero en todo caso: 1. Deseo que estudies el curso de letras. 2. Que sigas en casa todo el tiempo que exija tu salud. Cuanto m á s pronto vuelvas, m á s pronto estarás con quien te quiere mucho. 3. Se proveerá en favor de tu hermana: pero a ver si me sabes decir si irá a un monasterio, o bien si debo buscarle alguna buena familia, etc. Dios te bendiga, caro mío, saluda a tus padres y a tu párroco, ruega por mí que te soy en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 25 de abril de 1872.

165 - A un profesor descontento de sus alumnos Don José Bertello (que llegará ser miembro de la Academia romana de Santo Tomás, inspector de Sicilia, luego miembro del Consejo Superior) era en 1875 director de estudios y profesor de filosofía en el Oratorio. Tenía entonces veintisiete años. Poco satisfecho de sus alumnos, habló de ello a Don Bosco que le envió por escrito estos preciosos consejos (Epist. II, 471). Carísimo Bertello, I r é haciendo lo que pueda p a r a despertar amor al estudio entre tus alumnos, pero tú hazme el favor de ayudarme en cuanto puedas: 1. Considéralos como hermanos tuyos; amabilidad, compasión, respeto, he aquí las claves de su corazón. 2. Hazles estudiar solamente lo que pueden y no más. Hazles leer y entender el texto del libro sin digresiones. 1 «Al dilecto hijo Piscetta, muchos saludos en el Señor. Recibí con placer tu carta enviada junto con la de tus amigos. Persevera, hijo mío, en la vocación, con la que Dios te ha llamado a cosas altas. Ahora eres pequeño, por eso coge sólo pececillos: hay muchos á nuestro lado. Cuando seas mayor, el Señor te hará pescador de hombres. Ve a tu profesor Don Victorio Pavesio y dile que yo he rezado mucho por él y que le he pedido al Sumo Pontífice una bendición especial para él y para su hermano. Te saludo en el Señor y ruega por mí».

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3. Pregúntales la lección con frecuencia, invítales a exponer, leer, y a leer y exponer. 4. Ánima siempre y no humilles nunca; alaba siempre que puedas sin despreciar jamás, a menos de dar señales de disgusto cuando es por castigo. Trata de poner esto en práctica y luego me dirás la respuesta. Yo rezaré por ti y por los tuyos y créeme en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 9 de abril de 1875. 166 - A un joven salesiano asaltado por la duda El clérigo de veinte años, Luis Nai, al acercarse el día de su pro. •festón perpetua, se sintió asaltado por dudas nunca sentidas antes. Era de índole viva. Tranquilizado por Don Bosco, llegará a inspector de Palestina y de Chile, luego director de la casa madre de Turín (Epist. II, 478). Carísimo Nai, Los grillos en tierra y sobre la tierra, y los votos que quieres hacer vuelan al trono de Dios; por eso los primeros no pueden perturbar nada a los segundos. No temas nada y adelante. Si son precisas algunas observaciones, nos hablaremos dentro de poco. Dios te bendiga, age viriliter, ut coroneris feliciter1. Ruega por tu Siempre amigo en J. C. Sac. JUAN BOSCO

Turín, Solemnidad de María Auxiliadora 1875.

167 - «Un misionero ha de ser capaz de soportar un poco de antipatía» Poco después de su llegada a Suramérica, uno de los primeros misioneros, Don Domingo Tomatis, había escrito a un amigo que no iba de acuerdo con un salesiano y que dentro de poco volvería a Europa. Don Bosco lo supo y le mandó la siguiente carta, tan seca cómo amiga. La lección fue comprendida (Epist. III, 26-27). Mi querido Don Tomatis, He tenido noticias tuyas y me alegró mucho saber que hiciste buen viaje y que tienes buena voluntad para trabajar. Sigue. Una carta tuye llegada a Varazze ha dado a conocer que no te entiendes con alguno de tus hermanos. Esto ha causado mala impresión, en especial porque se leyó en público.

Escúchame, querido Don Tomatis: un Misionero debe estar pronto a dar la vida para la mayor gloria de Dios; y ¿no será luego capaz de soportar un poco de antipatía hacia un compañero, aunque tuviese graves defectos? Por tanto oye lo que dice san Pablo: Soportad mutuamente vuestras cargas y así cumpliréis la ley de Cristo (Gal. 6, 2). La caridad es benigna, paciente, y todo lo soporta (1 Cor 13, 4). Y si alguien no se cuida de los suyos y en especial de sus domésticos, es peor que un infiel (1 Tim, 5, 8). Por tanto dame este gran consuelo, mejor aún, hazme este gran placer, es Don Bosco quien te lo pide: en lo porvenir que Molinari sea tu gran amigo, y si no lo puedes amar por sus defectos, ámalo por amor de Dios, ámalo por amor mío. Lo harás ¿no es verdad? Por lo demás estoy contento de ti y cada mañana en la Misa recomiendo al Señor tu alma, tus fatigas. No te olvides la traducción de la Aritmética, añadiendo los pesos y medidas de la R. Argentina. Dirás al benemérito Dr. Ceccarelli que no he podido recibir el catecismo de esa archidiócesis, y deseo tenerlo, para insertar los actos de Fe en el Joven instruido conforme a los diocesanos. Dios te bendiga, querido Tomatis; no te olvides de rezar por mí, que siempre te será en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN Bosco

Alassio, 7 de marzo de 1876. 168 - El Superior es también poeta En otoño de 1876, un grupo de Salesianos fue a dirigir la escuela de bachillerato de Albano en condiciones difíciles. Sobrecargados de trabajo, imploran refuerzos. A uno de ellos, el clérigo Juan Rinaldi, Don Bosco le dio esta festiva respuesta (Epist. III, 119). Querido Rinaldi, Ten paz y está tranquilo - que Don Bosco piensa en vosotros, - vuestros afanes son los suyos; - pronto mandará ayuda. Mandará dos campeones: - son Gerini y Varvello; - tanto éste como aquél - virtud y ciencia enseñarán. Matemático es el primero, - literato es el segundo. - Pero con rostro siempre alegre - lo que haga falta hará cada uno. Irá un sacerdote para la Misa - para ayudar a D. Montilio, que aunque es buen hijo - ya comienza a barbotar. Pero todos vosotros sois buenos, - siempre alegres, amigos verdaderos, - recordando que felices - sólo lo consigue el buen obrar. Afmo. amigo Sac. JUAN Bosco

Turín, desde el depósito de mi Musa, 27-11-76.

' Pórtate varonilmente para ser coronado felizmente.

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169 - «Sigue, ánimo, Dios está contigo» El coadjutor José Buzzetti era, en el Oratorio de Váldocco, administrador de las Lecturas Católicas, responsable de la librería y maestro de canto, todo esto con celo humilde y sonriente. Don Bosco lo llamaba a veces Romualdo por su gran barba que le daba el aspecto del antiguo monje santo. Desde Roma Don Bosco le mandó este billete (Epist. III, 145-146). Mi querido Romualdo, Tu carta me ha gustado y como en ella no hay nada secreto, se la he dejado leer a varios Prelados que se quedaron satisfechísimos. Sigue, ánimo, Dios está contigo. Un saludo a todos tus alumnos de música, y diles que deseo escuchar una hermosa sonatina a mi vuelta y yo les regalaré un vasito de aquello. Dios te bendiga, mi querido Buzetti, haz o, mejor, haced una comunión por mí. En la próxima semana, si Dios quiere, nos volveremos a ver. Considérame siempre en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Roma, 20 de enero de 1877. 170 - Diversos consejos a un misionero sacerdote Don Tadeo Remotti era uno de los miembros de la segunda expedición misionera (1876). Ejercitó su celo pastoral en diversas parroquias salesianas de Buenos Aires. Bastantes veces Don Bosco le envió billetes para sostenerlo en sus fatigas (Epist. III, 235-245). Mi querido Don Remotti, Don Bodrato ha recibido el encargo de darte un pellizco, creo que h a b r á cumplido su deber. ¿Qué quiere decir? Cuando el demonio va a molestarte en tus asuntos, hazle lo mismo con una mortificación, con una jaculatoria, con trabajar por amor de Dios. Te mando dos compañeros de los que espero estarás contento. Sé muy caritativo con ellos y muy paciente. Yo estoy contento de ti. Sigue. Obediencia en tu conducta. Promueve la obediencia de los demás; he aquí el secreto de la felicidad en nuestra Congregación. Dios te bendiga y créeme siempre en J. C. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Sampierdarena, 11 de noviembre de 1877. Carísimo Don Tadeo Remotti, Me agradó mucho la sencillez con que varias veces me has escrito. Sigue con el mismo tenor. Pero considera básicos algunos avisos que son para ti mi testamento. 296

1. Soportar los defectos ajenos, aun cuando sean con perjuicio nuestro. 2. Cubrir los defectos ajenos, no burlarse de nadie cuando él se ofende. 3. Trabaja, pero trabaja p o r amor a Jesús; aguántalo todo pero que la caridad no se rompa. Alter álterius onera pórtate et sic adimplebitis legem Christi (Soportad mutuamente las cargas unos de otros, así cumpliréis la ley de Cristo, Gal. 6, 2). Dios te bendiga, caro Don Remotti; hasta vernos en la tierra, si así place a la divina voluntad; de lo contrario, el Cielo nos está preparado y la Misericordia divina nos lo concederá. Reza por mí que ahora y siempre te seré en J. C.. .. Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 31 de diciembre de 1878. Mi carísimo D. Remotti, He recibido muchas veces tus cartas y siempre con gusto. Escríbeme con más frecuencia, pero cartas largas. Sé que trabajas y esto sirve de excusa. Pero mira de no olvidarte de tu alma mientras trabajas por la salvación de los demás. El ejercicio de la buena muerte una vez al mes no lo olvides nunca. Nuestras cosas aquí caminan a pasos de gigante. Cuando tenemos un salesiano capaz, hay dos casas que lo quieren, y a veces nos vemos obligados a dar plantas muy tiernas. Por eso has de pedir mucho a Dios que las haga fructificar. Dios te bendiga, querido Don Remotti, pupila siempre de mis ojos. Trabaja, el premio está preparado, el cielo nos aguarda. Ibi nostra fixa sint corda, ubi vera sunt gaudia1. Reza por mí que siempre te seré de corazón. Afmo. amigo Sac. JUAN Bosco

Turín, 31 de enero de 1881.

171 - A un misionero coadjutor desanimado Bartolomé Scaviñi era uno de los cuatro coadjutores de la primera expedición misionera. Tras dos años de duro trabajo en Buenos Aires¡ dudaba de su vocación. Una paternal carta de Don Bosco le devolvió la calma y el aliento (Epist. III, 247). Mi querido Scavini, Llegó a mí la voz de que estás desanimado y tentado de abandonar la Congregación Salesiana. No lo hagas. Tú, consagrado a Dios con votos perpetuos; tú, Salesiano Misionero; tú, de los primeros en ir a América; tú, gran confidente de Don 1 Fijos estén nuestros corazones, donde están las verdaderas alegrías (liturgia).

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Bosco, ¿querrás volver a ese mundo donde hay tantos peligros de perversión? Espero que no harás tal despropósito. Escribe las razones que te turban, y yo cual padre daré consejos al amado hijo, consejos que valdrán para hacerlo feliz en el tiempo y en la eternidad. Dios te bendiga y créeme siempre en J. C. Armo, amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 1 de diciembre de 1877.

Vete in nomine Domini. Ahorra en lo que puedas; si tienes necesidad, pide y el papá procurará ayudarte. Vete como padre de los hermanos, como representante de la Congregación, como amigo querido de Don Bosco. Escribe con frecuencia todo, lo blanco y lo negro. Ámame en J. C. Dios te bendiga a ti, a nuestros hermanos, tus obras y reza por mí que siempre te seré Afmo. amigo Sac. JUAN BOSCO

Turín, 25 de junio de 1878. 172 - A un misionero tentado: «¡Animo, adelante!» Por la delicadeza III, 271-272).

del

argumento,

el

editor calla el nombre

(Epist.

Mi querido Don..., Dios te permite una gran prueba, pero obtendrás de ella una ganancia grande. La oración lo superará todo. Trabajo, templanza especialmente por la tarde, no hagas reposo alguno a lo largo del día, y no pases en la cama más de siete horas, son cosas muy útiles. Principiis obsta1; por eso apenas te das cuenta de que eres tentado pone a trabajar; si de día, a rezar, si de noche, no dejes de rezar hasta que te venza el sueño. Pon en práctica estas sugerencias; yo te encomendaré durante la Misa, Dios hará lo demás. Animo, cierra el corazón (a los afectos peligrosos), espera en el Señor y sigue adelante sin inquietarte. Reza por mí que siempre te seré en J. C. Amigo afmo. Sac. JUAN BOSCO

Don Bologna tenía treinta años cuando fue enviado a Marsella. Don Pedro Perrot tenía veinticinco cuando fue director de la escuela agrícola La Navarre, cerca de Tolón. Se desanimó pensando en su poca experiencia y en las dificultades del momento. Como Don Bologna, llegó a ser inspector de Francia Sur (Epist. III, 359). Mi querido Don Perrot, Yo también sé que eres un muchacho, y por eso mismo necesitarías algún tiempo más de estudio y de práctica bajo la dirección de un buen maestro. ¿Pero qué? San Timoteo llamado a predicar a J. C, aunque era muy joven, en seguida se puso a predicar el reino de Dios a los Hebreos y a los Gentiles. Adelante, pues, en nombre del Señor; ve, no como superior, sino como amigo, hermano y padre. Tu mando sea la caridad que procura hacer el bien a todos, y mal a ninguno. Lee, medita, practica las reglas. Esto sea para ti y los tuyos. Dios te bendiga y contigo bendiga a todos los que irán contigo a La Navarre y ruega por mí que siempre te seré en J.C. Afmo. amigo

Roma, 12 de enero de 1878.

Sac. JUAN BOSCO

Turín, 2 de julio de 1878. 173 - Cartas a tres nuevos directores Don Bosco, aun estando lejos, seguía y sostenía a cada uno de los directores de sus casas, en general bastante jóvenes. Don José Bologna, prefecto externo del Oratorio de Valdocco, había sido nombrado director del nuevo Oratorio de San León de Marsella. Apenas partió, Don Bosco le mandó a Nizza liare paternales palabras de aliento (Epist. III, 356). Carísimo Don Bologna, Te incluyo en ésta tres cartas que después de leerlas cerrarás y llevarás a destino. 1 Oponte desde el principio. Hemistiquio de Ovidio. El dístico continúa así:
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