Epistemologia Juridica - Ariel Alvarez Gardiol - Capitulo 03

July 21, 2016 | Author: Flor Valerio | Category: Types, Legal forms
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Epistemologia Juridica - Capitulo 03 - Ariel Alvarez Gardiol...

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EPISTEMOLOGÍA JURÍDICA

Fue el más pequeño de tres hijos de un conspicuo abogado y doctor en derecho perteneciente a la alta burguesía vienesa, poseedor de una biblioteca de más de diez mil volúmenes, de ascendencia judía, bautizado en la iglesia luterana antes del nacimiento de sus hijos. Políticamente un liberal de la corriente de pensamiento de John Stuart Mill. 73 Su madre era una música destacada, poseedora de un espíritu refinado.

CAPÍTULO TRES LA EVOLUCIÓN DEL RACIONALISMO CRÍTICO LAS IDEAS DE KARL RAYMOND POPPER ANTECEDENTES

BIOGRÁFICOS

Karl Raymond Popper nació casi con el siglo, el 28 de julio de 1902, en Viena, cuando esta ciudad era la capital del Imperio de los Habsburgo 72 y también el centro cultural de Occidente.

La familia de los Habsburgo, que fue una ilustrada casta alemana originaria de Suabia y que conquistó considerables territorios en Suiza y en Alsacia, llegó a ocupar el trono imperial con Rodolfo de Habsburgo, y sus descendientes formaron la familia que reinó en el Imperio Austro - Húngaro hasta su desmembración acaecida como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. 72

Desde sus discusiones con su padre aprendió a no argumentar nunca acerca de las palabras y sus significados, porque todo lo que pudiese surgir de esas herramientas verbales eran argumentos aparentes y carentes de significado. Lo importante eran los problemas reales que de las palabras se podían inferir. En su juventud, se aproximó al ideario comunista durante un muy breve tiempo, seducido por los ideales altruistas de este movimiento político social. Resabios de esa vieja tendencia pueden detectarse en la defensa del humanismo de Karl Marx en la arrolladora crítica al historicismo en sus

De allí surgió una importantísima dinastía que se extinguiría recién como consecuencia de la primera gran conflagración europea (me refiero a la guerra de 1914-1918). Las grandes dinastías eligen a veces a personajes insignificantes precisamente por su impotencia y el elegido aprovecha el poder real, para convertirse él mismo en un grande más. Cuántas veces vemos que esto acontece en el manejo y en el ejercicio del poder. No es mi intención poner nombres propios, pero puedo sutilmente convocar algunos recuerdos contemporáneos y autóctonos. Pensemos que de esa casa imperial, que en España se llamó la Casa de Austria, surgieron reyes poderosos como Felipe II y Carlos V.

El Imperio Austro Húngaro, que se constituyó en la temprana Edad Media, allá por los comienzos del siglo XII, eligió al Conde Rodolfo de Habsburgo como su testa fundadora, con el consentimiento del mismo Papa, aun cuando era solo un buen señor ya entrado en años de origen alsaciano, modesto, que tomó sobre sus hombros la misión de formar con su pequeña heredad, dispersa en el sur de Alemania y Suiza, un principado territorial.

Stuart Mil, John (Londres, 1806 – Avignon, 1873), discípulo de Jeremy Bentham, fue un influyente teórico del utilitarismo, filósofo, economista y político. Notable fue la influencias que ejerció en el pensamiento europeo del siglo XVII su obra notable “Sobre la libertad”.

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trabajos que sintetizan su pensamiento político, al que me referiré más adelante.

Intuyó como pocos el trágico desenlace que ocurriría, y aceptó en el exilio el cargo de profesor de la Canterbury University College, pequeña Universidad de provincia en la que encontró refugio, de donde fue rescatado por la generosidad intelectual de Friedrich Hayek, 75 que habiendo detectado el inigualable valor de su persona, lo llevó a la Escuela de Economía de Londres, de la que luego de algunos años fue nombrado profesor de Lógica y de Método Científico.

Pronto abandonó ese credo asumido más por emoción que por doctrina por entender que había aceptado irreflexivamente un ideario dogmático y de modo acrítico una teoría compleja. Además, la violencia callejera desatada en Viena, provocada por la izquierda que causó la muerte de varios manifestantes inocentes, determinó su definitivo rechazo a esa ideología. Siendo estudiante universitario trabajó en Viena como aprendiz ebanista para mejorar su sustento. Luego se dedicó al trabajo social con niños abandonados. Se incorporó a la clínica de Alfred Adler, uno de los más eminentes médicos siquiatras de la época, que había sido discípulo de Freud, lo que también deja su marca en la formulación de su tesis fundamental de la falsación. Se vinculó al Círculo de Viena oficialmente fundado en 1929 con motivo de la celebración del Congreso de Praga sobre la Epistemología de las Ciencias Exactas, y de este tan fecundo grupo intelectual, adoptó la precisión del abordaje para el tratamiento de sus trabajos lógicos y epistemológicos. Continuó la Universidad y trabajó como docente. Completado el doctorado, el libro que lo lanzó a la fama internacional fue La lógica de la investigación científica ya mencionado supra. Emigró de Austria a Nueva Zelanda antes de la anexión (Anschluss) que fue el eufemismo del que se valió Hitler para incorporar su tierra natal a Alemania 74..

El Anschluss, ocurrido el 12 de marzo de 1938 fue la alusión perversamente empleada por Adolf Hitler, para lograr la vergonzosa anexión de Austria dentro de la Alemania Nazi como una nueva provincia del III Reich, pasando de Osterreich a Ostmark (Marca del

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Allí escribió La miseria del historicismo en 1944, y La sociedad abierta y sus enemigos en 1945, que son sus obras sociales más apasionadas en una defensa irrestricta del liberalismo democrático como una filosofía social y política, y también como una crítica devastadora de los supuestos filosóficos de todas las formas de totalitarismo. Durante toda su vida trabajó en traducciones del griego antiguo y pareciera que lo acompañaron hasta el instante mismo de su muerte, su incomparable amor a los presocráticos, a la cosmología de Jenófanes y a la epistemología de Parménides.

Este). La anexión fue aprobada por el Reichtag alemán en una tumultuosa sesión que anunciaba la catástrofe que se desencadenaría poco después en Europa. Estos fueron, en los hechos, los primeros grandes pasos en la expansión de Alemania pergeñada por Adolf Hitler, precedidos por una muy fuerte presión política ejercida por el partido nazi, entonces prohibido en Austria. Esta acción siguió a la recuperación por Alemania de la región del Sarre, bajo control de la Sociedad de las Naciones, como se había acordado en el Tratado de Versalles, con la inclusión de los Sudetes.74 Más tarde, en el mismo año 1938, la invasión de Checoslovaquia, y finalmente el ya desembozado comienzo de la Segunda Guerra Mundial con la Invasión a Polonia por tropas de Alemania, la Unión Soviética y Eslovaquia. Fiedrich Hayek, economista austríaco, cuyo prestigio le valió haber trascendido en la historia de las ideas como el padre del neoliberalismo, autor de la teoría del “estado mínimo” que resume la síntesis de su ideario. 75

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Jamás se desprendió de los originales de sus trabajos de retorno a los presocráticos, que fueron editados y publicados después de su muerte, en la muy prolija recopilación de su incondicional discípulo Arne P. Petersen, que le acompañó en sus clases y en los Seminarios que dictaba en el Departamento de Filosofía de la London School of Economics. 76

la India de hoy. Es claro que está hablando de la Viena de inmediatamente después de la quiebra del Imperio austrohúngaro, padeciendo de una inflación desenfrenada y donde muchedumbres hambrientas eran el paisaje que preludiaba la Primera Guerra Mundial.

Es un lugar común afirmar que “los árboles no nos dejan ver el bosque” y para evitar esa deformación de la realidad, se busca un prisma de perspectiva lo suficientemente alejado como para poder lograr una visión más plena. Pero claro, la distancia, si bien nos deleita con las grandes líneas que bordean el perímetro del paisaje, no nos proporciona la sustancia íntima esencial de la foresta, no nos permite percibir la secreta armonía del entrecruzamiento de ramas y el follaje, nos esconde el deleitante frescor de las penumbras y nos oculta los claroscuros y los varios matices de su superficie. De la misma manera, para poder acceder al contenido integral de un pensador, es absolutamente imprescindible la visión global, esa perspectiva totalizadora de la lejanía, como nos la presentan los contornos monumentales de sus obras prominentes, pero nos proporciona no pocas veces un panorama asaz incompleto, si no se ahonda mediante calas en profundidad, en algunos de los temas más creativos de su sistema. Si debiéramos resumir lo más sustancioso del pensamiento humanista de Popper podríamos intentarlo en este breve comentario: Fue un optimista casi incurable. Él creía que vivimos en el mejor de los mundos. Un mundo justo, sin miseria. La Viena de sus orígenes, la ciudad de su niñez, es comparable a

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Popper, Karl R., Op. cit., página 14. 141

En uno de sus últimos libros 77 introduce un capítulo casi final, antes de los apéndices, que se refiere a: “La historia de nuestro tiempo; una visión optimista” en el que reproduce una de una serie de conferencias pronunciadas para mantener viva la memoria de Eleanor Rathbone, una famosa reformadora social. En ella se plantea un desafío a las posiciones pesimistas sostenidas por muchos eclesiásticos y también por algunos racionalistas como Bertrand Russell, que postulan que nuestro crecimiento intelectual ha superado a nuestro desarrollo moral. Russell efectivamente cree que podemos hacer cosas realmente maravillosas con nuestra inteligencia, fabricar cohetes de altísimas velocidades y bombas termonucleares, pero no hemos logrado alcanzar esa misma estatura en los planos moral y político, que son, por lo demás, los únicos que pueden controlar y dirigir las aplicaciones de nuestros enormes poderes intelectuales. Haciendo frente a este pesimismo, formula algunas tesis para demostrar la urgente necesidad de adoptar una actitud decididamente optimista, aplicable a “nuestra” historia social y política y a “nuestra” historia moral e intelectual y también a “nuestro” tiempo. Es claro que, cuando antes del enunciado de sus tesis limita nuestro tiempo al sucedido después de la Primera Guerra Mundial -en lo que tal vez con un enorme esfuerzo podríamos coincidir con el maestro austriaco- cuando intenta circunscribir su idea de nuestra historia social y política, su

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restricción es tan estrecha que deviene inaceptable, como formulación de una tesis aplicable con sentido de generalidad. “Nuestro” está limitado al mundo libre de la Comunidad Atlántica y de ella, particularizada en Inglaterra, Estados Unidos, los países escandinavos, Suiza y las avanzadas de este mundo en el Pacífico en Australia y Nueva Zelanda.

“Todos los cretenses mienten, mienten si y solo si dicen la verdad y dicen la verdad si y solo si mienten. Simplificando: Mienten.”

Allí, en esas áreas restringidas, se refiere, en una primera tesis, a la casi infinita bondad del ser humano, que desborda casi en ingenuidad, por no reproducir la palabra empleada por Popper “estúpidos”. En una segunda tesis afirma que ese mundo es el más logrado que ha existido, el mejor del que tengamos conocimiento histórico, en el que se está a punto de abolir el hambre y la miseria, la crueldad en las cárceles, la esclavitud, la desocupación, las diferencias de clase y la guerra. En una tercera tesis, sostiene que han desaparecido las guerras de agresión, y ella lo conduce a una cuarta tesis en la que postula que las ideas morales y religiosas son al menos tan importantes como el poder de los recursos físicos, concluyendo, en una última tesis que afirma que es difícil y a menudo penoso llegar a la verdad.

Además de sostener que vivimos en el mejor de los mundos, cuando hemos limitado “nuestro mundo” a un área geográficamente tan restringida, es también fuertemente contradictorio, pero además, ¿puede sostener realmente que aún en esa área restringidísima de nuestro planeta, son realmente aplicables las cuatro tesis primeras de su teorización?

Estas ideas respecto de nuestro mundo, me sugieren algunas observaciones. La última tesis, en la que afirma que es difícil y a menudo penoso llegar a la verdad, de alguna manera desdibuja la intangibilidad de las cuatro tesis que le preceden, del mismo modo que, como en la “paradoja del mentiroso,” Epiménides o el Cretense 78 destruye o pone severamente en duda su postulación aparentemente sostenida con fuerza dogmática. La paradoja del mentiroso se formula afirmando:

Nunca fue formalmente invitado a participar en esa cofradía intelectual de tan profunda trascendencia que fue el Círculo de Viena, no obstante ser amigo de varios de los miembros de este centro intelectual, y manifestando una particular hostilidad hacia las ideas de Wittgenstein. Como prueba de ello, se podría citar el único encuentro personal que protagonizaron estos dos colosos del pensamiento. Ocurrió en el Club de Ciencia Moral de la Universidad de Cambridge que presidía Wittgenstein, quien había invitado a Popper a disertar, y al que ya hice referencia en el capítulo primero. Antes del encuentro, Bertrand Russell, había comprometido a Wittgenstein a compartir un té con galletitas en su despacho, probablemente para aplacar la natural irascibilidad del filósofo, seguramente enardecida por la entrevista que se anunciaba.

78 La paradoja del mentiroso relacionada con la lógica despliega en apariencia un razonamiento verdadero pero que en el que se puede descubrir su incorrección. La autoría de la paradoja se atribuye al poeta Epiménides, que en la leyenda pudo haber nacido en Creta. Foucault la sintetizó en dos palabras .

El tema de la disertación de Popper era ¿”Hay problemas filosóficos?” que resumía una muy antigua controversia entre los filósofos, ya que Wittgenstein sostenía que no había problemas filosóficos y que la misión primordial del filósofo era limpiar el lenguaje de todas las impurezas, lugares comunes, mitos, convenciones religiosas, ideologías que lo oscurecían, mientras que Popper sostenía que los problemas filosóficos eran la materia prima de la filosofía y

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que la razón de ser del filósofo era intentar respuestas a las angustias existenciales de los hombres.

Tal vez por íntima convicción, por los principios vertebrales sostenidos por esta corriente de pensamiento positivista o simplemente por esas cuestiones de empatía que a veces tanta gravitación tienen en las comunidades científicas, lamentablemente, Popper se convirtió en uno de los más agudos críticos de los postulados del positivismo lógico y transforma lo más fecundo de su pensamiento filosófico, en aquella obra tan importante que ya he citado y que fue sin la duda que lo catapultó a la fama, La lógica de la investigación científica (Logik der Forschung -1934).

El encuentro, que fue el único en toda la vida de ambos, se realizó el 25 de octubre de 1946 y duró no más de media hora. Popper comenzó su conferencia enunciando una cantidad de problemas filosóficos y Wittgenstein lo interrumpió blandiendo un atizador en el aire para acentuar su airada refutación a las críticas de Popper. Russell intervino en la controversia con una frase perentoria: “Suelte usted inmediatamente ese atizador”. A lo que Wittgenstein respondió dirigiéndose a Popper: “Déme usted un solo ejemplo de regla moral”. A lo que Popper respondió: “no se debe amenazar con un atizador a los conferenciantes invitados”, Wittgenstein, verde de ira, arrojó el atizador en el hogar y se retiró dando un portazo. Curiosa anécdota, y en alguna medida casi inexplicable, teniendo en cuenta la cantidad de elementos comunes que debieron haber unido y no distanciado a estas dos notables personalidades. En efecto, ambos debieron someterse a la triste condena de la expatriación por sus lejanos orígenes semíticos, que los hacían indeseables en un mundo dominado por los prejuicios más abominables: Wittgenstein exiliado en los países nórdicos y Popper en Nueva Zelanda. Los dos eran agnósticos, obviamente dedicados a actividades profesionales y educacionales comunes, con derivaciones hacia oficios casi manuales como la ebanistería de Popper y la arquitectura de Wittgenstein pero a veces las diferencias en las ideas desbordan de tal modo el plano de lo personal que se dan estas situaciones, civilizadamente inexplicables. 79

Fue nombrado caballero por la reina Isabel II en 1965 y se retiró de la Universidad de Londres en 1969, aunque se mantuvo activo como escritor y como profesor hasta su muerte, que acaeció en esa ciudad en 1994 a los 92 años. La vida de una persona puede, en determinadas ocasiones, describir el panorama de casi todo un siglo, y no dudaríamos en afirmar que éste ha sido el caso, entre muchos otros, de sir Karl R. Popper, en un período de descubrimientos científicos de singular magnitud. Algunos rostros de su biografía pueden merecer un subrayado por la gravitación que cada uno de ellos tuvo en la formación total de su pensamiento, y en el señorío de su actitud frente al conocimiento. Sus frívolos y también efímeros coqueteos con el marxismo impregnaron a fuego su desdén por esa filosofía, no obstante el dejo de simpatía con la que siempre se acercó a esas ideas, explicable tal vez, por el fracaso del accionar de los partidos democráticos austríacos, para detener la marcha ascendente de su Austria natal de la década del veinte.

Edmond, David y Eidinow, John, Wittgenstein`s Poker (El atizador de Wittgenstein”, Londres, 2001.

Si bien coincido en que es verdad su apotegma de que ninguna de las ideas dominantes que Popper encontró en el mundo intelectual en la Viena de sus tiempos -Marx, Freud, Adler, Einstein- la única que logró superar a su criterio la metodología de la falsación a que Popper las sometió minuciosamente fue esta última, es también aceptable que nunca logró explicarlo con mucha precisión.

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También es verdad que, aún cuando Einstein descubrió los errores de las tesis formuladas por Newton, no puede desconocerse que esos defectos pueden ser válidos si la aplicamos dentro de los límites de la constelación que conforma nuestro sistema planetario, es decir dentro de la vía láctea, pero no en el juego de los miles de constelaciones que conforman el universo, en el que el sistema planetario está jugando con los astros como las canicas con las que se divertían los niños, hace muchos años, en nuestro planeta.

tructuralismos, racionalismos, empirismos, pragmatismos), y algunos incluso plantean la total negación del carácter científico de determinado saber: en nuestro caso del saber jurídico, de la ciencia del derecho.

SUS IDEAS Como en los lanzamientos de jabalina, retrocedo siempre un poco para retomar el hilo de la exposición que había dejado. Decía un poco más arriba que la cuestión esencial que plantea la epistemología era la del carácter, la forma y los métodos del conocimiento científico. Caben entonces en su problemática preguntas como: 1) qué tipos de conocimientos pueden ser considerados científicos, 2) de qué medios se sirve la ciencia para conocer y explicar el mundo (problema cosmológico), 3) la pregunta por la justificación lógica de nuestros conocimientos, 4) la verificabilidad de dichos saberes o su contrastabilidad, 5) la posibilidad sobre la constitución de un lenguaje científico, 6) la pregunta respecto de si realmente existe algún avance en la ciencia,

No obstante que hace muy poco me comprometí respecto de la pretensión de universalidad de la filosofía y consecuentemente de la especificidad del saber de lo científico, con la ciencia, ocurre una paradoja que curiosamente se repite, desde otra perspectiva en el mundo del derecho. No es una novedad que cada ordenamiento jurídico estructura un sistema específico de juridicidad, válido sólo dentro de los límites espaciales de su territorio y con un ámbito de vigencia temporal y personal limitada. Sin embargo, el derecho tiene una cierta dimensión de universalidad, en tanto aceptamos que no hay sistemas jurídicos que consagren el principio de que es bueno dañar al prójimo, o que es mejor la mentira que la verdad. En ese mismo sentido, o mirando la realidad a través del prisma de lo científico, deberemos coincidir que la ciencia es, tal vez, la arista más global de nuestra cultura, ya que, en una recorrida imaginaria por los destinos más atravesadamente antípodas de nuestro planeta, encontraremos lenguas variadísimas que justificarían el mítico emplazamiento de la Torre de Babel, religiones que adoran a dioses, singulares o plurales y con múltiples expresiones de manifestar la fe, tradiciones y costumbres muy distintas, regímenes políticos que expresan la soberanía de manera heterogénea, hasta cocinas tan diferentes, que lo que es un manjar en una comunidad, puede ser repugnante en otra, sin embargo, en todas ellas, descubrimos una absoluta uniformidad con respecto al peso gravitacional de lo científico.

La respuesta a estos interrogantes y a toda está problemática está cargada de "ismos" (realismos, espiritualismos, es-

El origen de la teoría contemporánea de la ciencia comienza, como he dicho ya, y seguramente lo he de repetir varias veces, en el Círculo de Viena oficialmente fundado en 1929, con motivo de la celebración en Praga del Congreso sobre la Epistemología de las Ciencias Exactas y cuyo documento programático fue redactado por el filósofo Rudolf Carnap,

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7) el interrogante respecto de si ese avance, se dirige a algún destino determinado y seguramente muchas más.

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por el economista Hans Hahn y por el sociólogo Otto Neurath, con el agregado de los muchos más que estuvieron desde sus primeros orígenes o se incorporaron durante los primeros años de su constitución, como Kurt Gödel, 80 Hans Reichembach, Moritz Schlik, Carl Hempel, Philipp Frank y el jurista Félix Kaufmann.

para ayudarnos a inferir algunos fenómenos de otros anteriores. Desde esa óptica, las teorías no son sino instrucciones que permiten colegir una proposición de otras.

Popper se constituye en uno de los críticos más agudos del Círculo de Viena, en cuya matriz se gesta su pensamiento, situado en la corriente positivista pero esencialmente dirigido al dominio de las ciencias sociales, produciendo un giro realmente copernicano, ya que el Círculo de Viena se había consolidado pensando en el mundo de las ciencias naturales. En 1934 publica su libro ya citado, La lógica de la investigación científica 81, y plantea que las distintas teorías que se formulen para la validación de los diferentes saberes científicos pueden hacerse desde una perspectiva instrumentalista, o esencialista. Si se parte del instrumentalismo, las teorías se convierten solo en una herramienta

Existe un delicioso libro escrito por Douglar R. Hofstadter (Penguin Books London 1979), que en una traducción casera llamaríamos Gödel, Escher, Bach: La eterna trenza de oro (Gödel, Escher, Bach:An eternal Golden braid), que enredando – trenzando- el preciosismo musical de Johan Sebastian Bach, con la endiablada y laberíntica grafía de Escher y con las ideas que fluyen de los teoremas matemáticos de Gödel enlazados con corrientes que le llegan de la lógica, de la biología, de la psicología, de la psiquis y de la lingüística, alcanza a iluminar, desde su teoría uno de los más grandes misteriosr de la ciencia humana: la naturaleza complicado del mecanismo del proceso del pensamiento. 80

Popper, Karl, La lógica de la investigación científica, dedicado a su esposa a quien le atribuye el autor el renacimiento de ese libro, que es traducción de la “Logic der Forschung” , publicada en Viena en el otoño de 1934 y traducida al inglés en 1958 siendo la versión española, traducción de la versión inglesa por consejo del mismo autor, en versión de Víctor Sánchez de Zavala en 1962, al que se agregaron, a fin de ponerlo al día, algunos apéndices y notas nuevas que, sin duda lo enriquecen. 81

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Popper no está conforme con esta perspectiva instrumentalista ya que considera que hay que distinguir entre la manera en que esas instrucciones se producen y el modo en el que se las utiliza para demostrar su validez. En la perspectiva esencialista, se partía de algunas premisas básicas, que se proponían describir la naturaleza propia de las cosas prescindiendo de la apariencia de las mismas. Llegados a este punto en que el instrumentalismo no le conforma y el esencialismo lo satisface solo a medias, Popper se abroquela en las teorías como meras conjeturas genuinas; su posición acerca del mundo no es verificable, pero sus conjeturas pueden ser sometidas a verdaderos ensayos que persiguen o se proponen el descubrimiento de la verdad, aunque tal vez nunca lleguen realmente a descubrirla. Esto nos lo ubica a nuestro autor en la formulación de un componente constructivista, en las teorías como instrumento del pensamiento, y esos constructos pueden entrar en conflicto con la realidad, realidad que es la que nos permite dar cuenta de que nuestras ideas pueden estar equivocadas. Las teorías entonces no pueden ser verificadas como lo pretendía el Círculo de Viena, pero sí, en todo caso falsadas, como veremos enseguida, ya que son todas conjeturas cuya única validación procede de la resistencia de lo real. La primera edición alemana aparece con un copete, que es todo un anticipo intelectual de su contenido: “Las teorías son redes: solo quien lance pescará” 82

Este es un verso de un poema de Novalis, rapsoda del romanticismo alemán del siglo XVIII y cuyo verdadero nombre era Georg Friedrich Philipp Freiherr von Hardenberg (1772-1801). 82

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Como vimos, esta corriente se vincula a los empiristas del Renacimiento 83 y la legitimación del conocimiento se vincula allí con los términos: realidad, experiencia y facticidad.

tos bíblicos y el advenimiento de un derecho natural, que le pertenece al hombre, no por derivación divina, sino sólo por su condición de hominidad. En la filosofía renacentista, es preciso distinguir dos períodos fundamentalmente distintos: el más notorio, que se muestra con los caracteres fundamentales del movimiento contra las estructuras de pensamiento medieval y el retorno a las ideas fecundas de la Hélade (re-nacimiento)y una menos visible, pero no por eso menos profunda y trascendente que, continuando las ideas filosóficas del medioevo, se corporiza en la plena madurez cartesiana, momento en el que, como ya hemos enfatizado, no hay fractura, sino exaltación de los problemas filosóficos medievales.

En el mundo del derecho todo esta renovación perturbadora, se refleja en el surgimiento de la Escuela Clásica del Derecho Natural, que proclama el libre examen de los tex-

Quisiera detenerme un momento en este importantísimo movimiento del pensamiento humano que la historia ha llamado RENACIMIENTO, (re-nacimiento, es decir un regreso a las fuentes originarias del pensamiento helénico) y que comprende un espacio temporal que transcurre desde la segunda mitad del siglo XV hasta finales del siglo XVI (un siglo y medio), es decir una suerte de resurrección de una ya decadente Edad Media, en la que tiene lugar el nacimiento de las naciones .Este movimiento tiene algunos matices en los ámbitos científico, político, artístico y también en el religioso y en el jurídico, todos en franca decadencia aparece también la teoría heliocéntrica de Copérnico, con poca resonancia en el ámbito de la cultura global, pero con una enorme trascendencia en el mundo de la física.

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En el contorno de la plástica: Leonardo, Miguel Angel, Rafael, El Tiziano, En la literatura: Petrarca, Dante y Bocaccio como representantes del humanismo italiano, Agrippa von Netteshein, el inca Garcilazo de la Vega, Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y casi cerrando el período y entrando en el Barroco del siglo XVII: Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare. Aparece también el Humanismo: Erasmo, Luis Vives. Algunos pensamientos políticos importantes como Maquiavelo, Tomás Campanela y Giordano Bruno (enemigo de la filosofía aristotélica y de la fe cristiana).

Se podría encarar la cuestión epistemológica desde una perspectiva que atienda a todo lo gnoseológico, o con un significado especial hacia lo científico. Los filósofos que lo hacen desde la primera configuración, piensan que desde ese rumbo, solo es posible desarrollar en mayor amplitud y tal vez profundidad el saber que ya tenemos. Sin embargo, no es difícil aceptar que el aumento de nuestros conocimientos deberá trascender necesariamente todo estudio que esté solo limitado al sentido común, ya que el modo más fecundo de aumentar el conocimiento, es esencialmente perfilándolo científico. Casi todos los filósofos que creen que el método de la filosofía es el análisis del lenguaje común, parecieran haber perdido todo optimismo respecto de su menester y asumen así una actitud resignada y casi desesperanzada, ya que la filosofía que profesan se torna incapaz de aportar nada que acreciente nuestro conocimiento del mundo. Esta perspectiva, no seduce a nuestro autor.

En este espacio surge la reforma protestante, que es el nombre de la gran revolución religiosa debido al profundo cambio introducido en el cristianismo por Lutero, Calvino y sus seguidores, que logró separar de la Iglesia Romana a una gran parte de la Europa en el siglo XVI.

Por lo demás, le resulta paradójico que los filósofos que están tan orgullosos de haberse especializado en el estudio de los lenguajes ordinarios, no puedan advertir que las ideas metafísicas, y consecuentemente filosóficas, han tenido suprema importancia precisamente en el conocimiento del

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mundo. Desde Tales de Mileto hasta Einstein pasando por Gilbert, Newton y Leibniz por nombrar solo tres de tantos, es imposible no admitir que las ideas metafísicas son las que le han señalado el camino a la filosofía.

la llevemos a las situaciones problemáticas de la ciencia que nos pueden ayudar a comprender su historia.

Estos breves fundamentos le permiten concluir a Popper que el territorio recorrido desde esa óptica es demasiado angosto como para poder abordar, desde esa estrechez, los temas más importantes. Pero a su vez, tampoco coincide, con aquel otro grupo de filósofos que se encolumnan para acceder a la problemática epistemológica detrás de los que siguen, el sendero de un análisis del conocimiento científico. Siguiendo linealmente las ideas del autor nos queda claro que en el primer grupo de filósofos están los que tienen por objetivo estudiar “el lenguaje de la ciencia” y han escogido la construcción de modelos de lenguajes de la ciencia. El segundo grupo, no se limita a estudiar el lenguaje de la ciencia ni ningún otro lenguaje, ni tampoco se maneja con una metodología establecida, y consecuentemente, los que pertenecen a este segundo grupo, filosofan de maneras diferentes y abordan distintos problemas que quieren resolver, eligiendo los métodos que consideran más adecuados para solucionar cada uno de los problemas que aborden. Nuevamente, volviendo a los del primer grupo, a los constructores de modelos artificiales del lenguaje de la ciencia, a poco andar descubren que ese tal lenguaje no existe, y los encontramos en su búsqueda construyendo complicadísimos modelos que no alcanzan a solventar sus problemas. Así a este grupo se les escapan los enigmas más apasionantes relacionados con el progreso del conocimiento. Pareciera indudable que nuestro autor, se siente más cómodo con la idea de que el conocimiento científico es el resultado del aumento del conocimiento del sentido común, y sus problemas son los de éste ampliados, sugiriéndonos que no agotemos la discusión científica solamente, sino que

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Se declara un enemigo de las “especializaciones” en el mundo de lo filosófico, que debe abarcar la universalidad y casi nunca la especialización. Recordamos aquí aquella cita famosa tantas veces repetida, y atribuida no sé si cierta o erróneamente a Bernard Shaw: “Un especialista, es una persona que sabe cada vez más y más, de menos y menos, hasta que llega un momento en que sabe casi todo, de casi nada”. Popper declara que le interesan la ciencia y la filosofía porque, desde una perspectiva estrictamente cosmológica, su curiosidad lo conduce a saber del mundo en el que vivimos y adentrarse, también, en el otro gran enigma, el del conocimiento humano. Con estas reflexiones introductorias que considero imprescindibles, voy a tratar de referirme a las ideas esenciales de Sir Karl Popper, uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX y cuya vida, como lo reitero, ocupó la casi totalidad del siglo que hace poco terminó 84. A veces, repito, muy raramente, se da que la vida de una sola persona, significa el reflejo de los acontecimientos de un prolongado período de la historia, que fue un tiempo de descubrimientos científicos muy importantes. A Popper le preocupan intensamente los límites del conocimiento y sus demarcaciones y en ese plano, nos dice que el conocimiento, especialmente el conocimiento científico, progresa a través de anticipaciones injustificadas (e injusti-

Me cuesta enormemente hablar del siglo XX como del siglo pasado, ya que fue mi siglo presente durante tantos años. 84

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ficables) de presunciones, de soluciones tentativas para nuestros problemas, en suma, de conjeturas. La crítica de nuestras conjeturas es de importancia decisiva: al poner de manifiesto nuestros errores, nos hace comprender las dificultades del problema que estamos tratando de resolver. 85

cuestión de la validez del derecho nos introduce en cuestiones muchas veces difíciles de comprender.

CONJETURAS Y REFUTACIONES Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico es uno de los libros más fecundos del autor en recuerdo, dedicado a Friedrich A. von Hayek que, como señalé supra enseguida, fue quien lo rescató de su ostracismo neocelandés, en el que se había refugiado temiendo la anexión de Austria por Hitler, lo que ocurrió efectivamente muy poco tiempo después. La crítica de nuestras conjeturas es de una importancia decisiva, ya que al poner de manifiesto nuestros errores, ello nos hace comprender las dificultades del problema que estamos tratando de resolver, cualquiera sea éste. Y es de esta manera que se logra adquirir un conocimiento más penetrante del problema que nos acucia y a estar en condiciones de proponer reflexiones más inteligentes y maduras a su solución. La misma refutación de una teoría, es decir de una propuesta tentativa, debería ser siempre para el problema investigacional que estamos abordando un paso más adelante que nos aproxima a la verdad. Y este es el modo como podemos aprender de nuestros errores. La exposición de un planteo teórico en epistemología, como en otras áreas del pensamiento que podríamos ejemplificar con la biología molecular o con la física cuántica, o con la

Sin embargo, aun con respecto de estos temas, hay mentes lúcidas que son capaces de exponer su pensamiento, simplificando al máximo la utilización de expresiones técnicas. Es posible leer cualquier diálogo platónico para alguien que no haya estado en contacto con las cuestiones filosóficas, sin casi ninguna dificultad. Todos los tomos de El Espectador de Ortega y Gasset, no reclaman la necesidad de ninguna preparación previa a su lectura, más allá de una educación más o menos esmerada. 86 El propio Einstein, ha expuesto con rasante simplicidad, casi escolar, en La física como aventura del pensamiento, las ideas esenciales de sus complicados desarrollos 87 . Los Nuevos ensayos de Leibniz, 88 podrían asimismo considerarse modelos del arte de no complicar innecesariamente el discurso científico. Karl Popper es un pensador que ha desarrollado una teoría epistemológica que es sin duda una marcha ascendente de lo simple a lo complicado. No se le escapa que muchas veces la ciencia es compleja, porque la dificultad está en la propia realidad. No es que se expresen las ideas que expone, con oscuridad o desorden, ya que se advierte en sus traba-

Ortega y Gasset, José, El Espectador, obra en ocho tomos, escrita entre 1916 y 1935, que contiene ensayos de sociología, de historia y de nuestro tiempo, en la que desarrolla su raciovitalismo y su perspectivismo o su circunstancialismo, resumido en aquella expresión, tantas veces recordada “yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Porque “el ser definitivo del mundo, no es materia ni es alma, no es cosa alguna determinada, sino una perspectiva….donde está mi pupila, no hay ninguna otra……somos insustituibles”.

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Einstein, Albert, La física aventura del pensamiento, Buenos Aires, Editorial Losada, 1974. 87

Popper, Karl R., Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1994. 85

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Leibniz, Gottfried W., Obras, puestas en castellano por Patricio de Azcárate, Madrid, Editorial Medina, 1877. 88

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jos una genuina preocupación por llegar a la máxima claridad posible en la exposición de su pensamiento, pero acontece que a veces tiene cosas tan importantes y diferentes que expresar, que las reglas gramaticales anteriores no le proporcionan los canales adecuados de expresión y se ve obligado hasta a inventar términos propios para precisar su teoría.

En La lógica de la investigación científica Popper sugiere valernos de los desarrollos de un filósofo postkantianos, Jakob Friedrich Fries, 89 que cuestiona la validez de los principios a priori, desarrollados en la Crítica de la razón pura y examinando la Filosofía de la Naturaleza desde una formulación crítica y especulativa, impone la subordinación de la experiencia a la razón en las significaciones de los enunciados empíricos.

Popper tiene clara conciencia de que la realidad es sumamente compleja, pero se esfuerza en demostrar que no es necesario agregar a esa natural dificultad, el laberinto de un discurso ininteligible. En algún momento he expresado que hay dos maneras de exponer el pensamiento filosófico, que se refieren a la forma de su exposición. Aquellos que hacen de la filosofía un saber abstruso y esotérico, reservado solo para iniciados, manejando el desenvolvimiento de las doctrinas y de sus problemas con una terminología técnica especial, cuando no exclusiva, y aquellos otros que consideran que la porfía filosófica puede presentarse casi en el lenguaje cotidiano, simplificando al máximo la utilización de giros científicos. Karl Popper, podría liderar el grupo de estos últimos, junto a Platón, Descartes, San Agustín, Bergson y Ortega y Gasset. Sencillez expositiva y claridad de pensamiento, sería una de las características esenciales de su desarrollo expositivo. DISCUTE LA ENTIDAD PROBATORIA DEL MÉTODO INDUCTIVO

La ley inductiva nos indicaría que en todos los casos en que dispusiésemos de una generalización de la cual tuviésemos un número suficientemente grande de casos verificados y ningún caso refutado, podría llegarse a la conclusión general de que es posible formular una proposición verificada. Ahora bien, ¿cómo se justifica este principio inductivo?

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Para ello se vale de lo que Popper llama “el trilema de Fries” que es un razonamiento eliminatorio que consiste en el examen de las únicas tres posibilidades y la demostración de que ninguna de ellas es viable. Solo tres posibilidades admiten una justificación del principio inductivo: 1) La primera de carácter lógico, sostendría que una inducción es un razonamiento correcto y en consecuencia trasmite la verdad de las premisas a la conclusión. (Objeción lógica) 2) La segunda posibilidad es que estamos frente a uno de esos principios que aplicando las conclusiones metodológicas aristotélicas se consideran autojustificables, en razón de su simplicidad y autoevidencia. (Objeción gnoseológica). 3) La tercera, empírica, justifica el principio a partir de la experiencia o de los datos por ella proporcionados. (Objeción empírica). Antes de examinar estas objeciones, lógica, gnoseológica y empírica, sugiero volver un poco al principio y a aquella afirmación indudablemente vaga de “suficientemente grande”. ¿Cuando un número de casos –premisas-, es suficientemente grande?

Jakob Friedrich Fries (Barby, Sajonia, 1773 + Jena, Alemania, 1843) trabajó con las obras de Kant estableciendo que las verdades eternas son cognoscibles por la intuición. 89

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Los números probabilísticos, por ejemplo, en investigaciones sobre preferencias preelectorales, giran entre 1.500 y 3000 consultas y en no pocas veces se conforman con números que van de 300 a 1.500 casos. Todo por supuesto según el precio de quien pague la encuesta.(Y así también será el resultado)

El mismo fundamento lógico de la inducción es el del instituto jurídico de la presunción que, como sabemos, vale solo por su alto grado de probabilidad.

Veamos ahora las objeciones: Consideremos la lógica: Klimovsky 90 nos trae el ejemplo del matemático alemán que resuelve investigar el principio de inducción y obtener un resultado: Primera comprobación: el número uno es menor que un millón Segunda comprobación: el número dos es menor que un millón Tercera Comprobación: el número tres es menor que un millón,… Y sucesivamente llega así hasta el número 500.000. Se rescinde el contrato, por las razones que fueren y en su informe final el matemático formula su conclusión: todo número natural es menor que un millón (lo que es aparentemente cierto, porque ninguna de las comprobaciones hasta 500.000 ha demostrado lo contrario. No obstante obviamente falso, porque el matemático no llegó a comprobar el resultado desde el número 500.001 hasta el millón, pero inductivamente valioso ya que en quinientos mil supuestos, no se verificó ningún número mayor).

Hoy en día la cuestión de la inducción, es tratada en estrecha relación con el tema de la probabilidad. El ejemplo del matemático muestra que con premisas verdaderas podemos llegar a una conclusión falsa. Veamos la posibilidad de justificación gnoseológica o metodológica del principio de evidencia aristotélico; inmediatamente desechada por Popper porque la evidencia suele ser o un prejuicio o simplemente una captación perturbada. Descartadas estas dos posibilidades del trilema, vamos a intentar justificarlo por la experiencia. Pero pareciera que tampoco la solución empírica nos proporciona la respuesta adecuada, por lo que deberíamos proponer una especie de meta-inducción, que tampoco podría justificarse empíricamente, sin implicar introducirnos en un regreso al infinito. Es verdad que Aristóteles no ignoró el razonamiento inductivo, pero al hacerlo depender del razonamiento silogístico, era casi una forma de razonamiento deductivo, por lo que es válida la afirmación de que fue Bacon de Verulamio, con su Novum Organon, el verdadero reivindicador del razonamiento inductivo. Sin embargo, lo que realmente se propone Popper es cuestionar el mito que afirma la validez de dos métodos probatorios, uno para las ciencias formales, como las matemáticas o la física, que sería el deductivo y otro, el inductivo para las ciencias fácticas.

Klimovsky, Gregorio, Las desventuras del conocimiento científicoUna introducción a la Epistemología, A-Z Editora, Buenos Aires, 1997, pags. 120 y stgs.

El maestro vienés cree que el método deductivo desempeña un rol esencial en todas las ciencias, y no solo en las formales. Popper cree en suma que a partir de las ideas de Hume, debería haberse visto con toda claridad que cuando se acepta el principio de la inducción, surgen de inmediato fuertes incoherencias, ya que de algún modo ese principio

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de inducción tiene que tener pretensión de universalidad y para ello, es menester echar mano de inferencias inductivas, siendo éstas la confirmación de que el intento de fundamentar el principio de la inducción por la experiencia, cae por su base al llevarnos inevitablemente a una regresión al infinito.

tenemos criterios, que deberá satisfacer una teoría para poder asumir su condición irrefragable de científica. Casi me animaría a sostener que si no es el problema esencial de la filosofía de la ciencia, debe de estar en los primeros puestos del ranking de importancia.

Estas reflexiones a su entender son definitivas e insuperables. Nunca, en su concepto, el principio de inducción podría llevarnos a la verdad. Es un error considerar que las inferencias inductivas pueden alcanzar cierto grado de probabilidad, aún no siendo estrictamente válidas. Con cita de Reichembach, ratifica que el principio de inducción nunca decide sobre la verdad, se queda a medio camino, alcanzando a decidir solo sobre la probabilidad. 91

Históricamente se podrían rastrear tres corrientes de pensamiento principales: Pirrón de Elis, uno de los “escépticos” más importantes de la antigua Grecia, representado hoy tal vez por la expresión anticientífica de la Nueva Izquierda, encarnada eminentemente por el “anarquismo epistemológico” de Paul Feyerabend, de quien daré alguna noticia un poco más adelante. Desde esta perspectiva, se niega la posibilidad siquiera de insinuar una solución aceptable al problema de la evaluación de las teorías científicas.

EL PROBLEMA DE LA DEMARCACIÓN

La solución que propone Popper es el tema de la “demarcación”.

¿Cómo discriminar entre una hipótesis científica y otro problema que fuese más bien una cuestión especulativa o metafísica? Dicho tal vez con otras palabras en pos de la simplicidad, el tema de la demarcación se propone descubrir un criterio que nos permita distinguir por un lado, a las ciencias empíricas y, por el otro, a las especulaciones metafísicas. Encontrar un mecanismo que nos permita descubrir un criterio que trace esa, a veces, tenue línea fronteriza, ha sido uno de los enigmas centrales de la filosofía de la ciencia, al haberse ocupado, sin duda tradicionalmente, de la evaluación normativa de aquellas teorías que se tienen por “científicas” y profundizando aún más el asunto de determinar si podemos especificar las condiciones, es decir si

En esto de la metafísica, como en el problema de la zona propia de las ciencias y las seudociencias, la cuestión está en la refutabilidad o en la contrastabilidad. La posición del científico honesto frente a las hipótesis, es tratar de refutarlas. Si la hipótesis es falsa terminará su pretensión solo con su refutación, mientras que, si no podemos desmentirla, porque no tenemos elementos objetivos suficientes para destruirla, la hipótesis se nos evidenciará “fuerte” y mostrará su “temple”. Recordando el vaticinio de Holmes, 92 “las profecías de lo que los tribunales harán de hecho y no otra cosa más ambi-

Popper, Karl, La lógica de la investigación científica, op. cit., página 29.

Holmes, Oliver Wendell, tal vez el más eminente magistrado de la Suprema Corte de justicia de los Estados Unidos (1841-1935) fue una de las figuras más destacadas de la Escuela Sociológica norteamericada, y el punto de inflexión para el tránsito a un más riguroso realismo, introduciendo la razón y la experiencia en la vida del derecho, acercándolo a un pragmatismo más riguroso y desplegando una consideración axiológico-política de fuerte tendencia liberal.

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ciosa, es lo que entiendo por derecho” Popper, nos enseñaría (en La Sociedad abierta y sus enemigos) que una cosa es una predicción científica y otra muy distinta una profecía.

platónicas, como también las de Hegel y Marx, deben ser consideradas profecías y no predicciones científicas.

Si en este momento nosotros en la República Argentina, formulásemos una predicción, de que sobrevendrá una severa inflación, demostrando que ese hecho será consecuencia del estado de nuestras finanzas y de ciertas leyes del comportamiento de las monedas, estaríamos ante una determinada predicción científica. Si por el contrario alguien afirmara que seguramente a mediados del corriente siglo desaparecerá el mal del mundo, o en la próxima década será eliminado el flagelo del terrorismo, solo estaríamos haciendo una profecía, ya que ninguna de esas posibilidades futuras pareciera deducirse del conocimiento de la realidad actual o de alguna teoría que pudiera comprobarla. Es claro que si el lector de Holmes se hubiese detenido más precisamente en el texto, habría descubierto, sin duda que: “en primer lugar hay que seguir el conjunto de dogmas vigentes (the existing body of dogmas) hasta sus más altas generalizaciones, con la ayuda de la teoría (jurisprudence) y después descubrir, en la historia, cómo ha llegado a ser lo que es, y finalmente, en cuanto se pueda, considerar los fines que las diversas reglas procuran satisfacer, la razón por la cual esos fines son deseados, qué es lo que se sacrifica para alcanzarlos y si valen ese precio”. Debe advertirse que en el pasaje Holmes utiliza, casi como equivalentes, los términos Jurisprudence y Theory, en el sentido de generalización extraída del derecho vigente. 93 Por eso cree –y vuelvo a Popper- que las afirmaciones

La segunda concepción teórica formulada por Popper, corriente, sería la de las demarcaciones, que tiene que ver con los tres mundos a los que se refería en su análisis de la realidad, que trataré de reseñar más adelante. Conforme con este “criterio separatista”, los productos del conocimiento deben ser evaluados con arreglo a criterios universales que cada amojonamiento valora según el propio juicio del que lo realiza. Cree Popper que más allá de las diferencias que puedan descubrirse en las delimitaciones, ellas tienen coincidencias muy importantes, de modo que los demarcacionistas, en algún sentido, comparten un respeto critico y acuerdan, casi unánimemente que el conocimiento científico constituye tan solo la punta de un iceberg, que es precisamente donde se ubica la racionalidad. Para los demarcacionistas, la filosofía de la ciencia es la custodio tutelar de las normas científicas. La tercera corriente serían los “elitistas,” para quienes una teoría será mejor que otra si la comunidad científica mayoritariamente la prefiere, lo que nos obliga a hacer una valoración respecto de quiénes pertenecen a esta elite científica, personas o comunidades elegidas por su valor académico o personal. Con arreglo a estos criterios elitistas, solo aquellos aristócratas del talento serían los que están calificados para juzgar los resultados que produce una determinada comunidad científica, pero nos deja sin resolver los problemas de las discrepancias que se puedan plantear entre ellos.

Soler, Sebastián, Las palabras de la ley, Fondo de Cultura Económica, México, 1969, página 98.

Luego de referirme a la delimitación del panorama científico postulado por Popper, me agradaría transcribir algunos pensamientos extraídos de algunos de los libros citados que considero pueden ayudar a descubrir otros perfiles interesantes de su pensamiento que tal vez yo no he alcanzado a descubrir:

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“Cualquiera que no sepa hablar en forma sencilla y con claridad no debería decir nada y seguir trabajando hasta que pueda hacerlo.”

metafísica. En ambos supuestos, lo importante era poder encontrar un criterio que trace la línea que las separe.

“En busca de un tiempo mejor”, página 114. “Propongo aceptar el realismo como la única hipótesis sensata, como conjetura a la que nunca se le ha propuesto una literatura sensata”. “La elección de nuestro punto de partida no es decisivamente importante, porque se puede criticar y corregir como todo lo demás.” “Conocimiento objetivo”, páginas 49 y 103. “La verdadera pieza clave de mi pensamiento sobre el conocimiento humano es el falibilismo y el enfoque crítico.” “El realismo y el objetivo de la ciencia”, página 38. “Solo hay un elemento de racionalidad en nuestros intentos por conocer el mundo: es el examen crítico de nuestras teorías, estas teorías son conjeturas. No sabemos, solo suponemos.” “Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico”, página 178. Una de sus mayores preocupaciones fue tratar de encontrar la frontera entre la verdadera ciencia y la pseudociencia, como asimismo, desde una perspectiva tal vez de mayor aliento, discriminar entre una hipótesis científica y otra cuestión que fuese más bien una materia especulativa o

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Tradicionalmente se repetía que la ciencia era lo demostrable por la repetición de experiencias. 94 Una pseudociencia, nos enseñará Mario Bunge “es un montón de macanas que se vende como ciencia”. Ejemplos: alquimia, astrología, caracterología, comunismo científico, creacionismo científico, grafología, ovniología, parapsicología y psicoanálisis. Se reconocen por poseer al menos un par de las siguientes características: a) Invoca entes inmateriales o sobrenaturales inaccesibles al examen empírico….b) Es crédula, no somete sus especulaciones a prueba alguna….c) Es dogmática, no cambia sus principios cuando fallan ni como resultado de nuevos hallazgos…d) Rechaza la crítica….e) No encuentra ni utiliza leyes generales… f) Sus principios son incompatibles con algunos de los principios más seguros de la ciencia…… g) No interactúa con ninguna ciencia propiamente dicha….. h) Es fácil, no requiere un largo aprendizaje… i) Solo le interesa lo que puede tener un uso práctico: no busca la verdad desinteresada……. j) Se mantiene al margen de la comunidad científica” El Círculo de Viena no se preocupó tanto por contrastar la verdad o la falsedad de las proposiciones científicas, sino más bien por verificar el significado o la falta de significado de las mismas. El criterio de verificación, tal como lo enunciaba Schlick por ejemplo, al que llamaba “principio de verificación,” era un método conforme al cual la significación de una proposición coincide con su verificación y en consecuencia las proposiciones no verificables, no son propiamente hablan-

Bunge, Mario, ¿Qué son las seudociencias?, Diario La Nación, Notas del 19 de febrero de 2001.

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do proposiciones, porque precisamente carecen de significación. Popper no acepta esta tesis y reacciona contra ella, sosteniendo que en realidad lo realmente importante es encontrar una metodología que permita distinguir las proposiciones científicas de las no científicas, ya que el postulado principio de verificabilidad enunciado por los neopositivistas, era sin duda arbitrario.

carácter de factor determinante de lo sexual en su sistema y agregó al lado a esta condición, el aspecto individual y profesional desarrollando, una tesis de psicología individual que no es solo una teoría, sino una terapéutica que intentaba resolver las psicosis y las neurosis producidas por falta de conciencia de los caracteres determinantes del estilo vital.

En su sistema ese principio es reemplazado por la falsación y, a partir del otoño de 1919 Popper comenzó a abordar el problema que respondiera a esta pregunta “¿cuando debe ser considerada científica una teoría?” pretendiendo descubrir la precisa delimitación entre la ciencia y la pseudociencia, no obstante tener plena conciencia de que, con alguna frecuencia, la ciencia no logra sus objetivos y se equivoca, mientras que la pseudociencia acierta y da en el clavo. 95

Casi todos los científicos estaban fascinados por esos avances teóricos en diferentes planos del mundo científico, pero ahondando su problemática, Popper pudo lograr información satisfactoria que acreditaba la cientificidad de la teoría gravitacional de Einstein, pero insuficientes datos lo significativamente verosímiles, como para dar crédito a la cientificidad de las restantes otras tres teorías.

La respuesta comúnmente aceptada era que la distinción debía plasmarse en el procedimiento inductivo y en la metodología empírica que caracterizaba a las ciencias, pero esta respuesta no lograba conformarlo. Luego del derrumbe del Imperio Austro-húngaro el horizonte científico estaba cargado de ideas revolucionarias, de las cuales, como ya he dicho probablemente las más importantes eran la teoría de la relatividad de Einstein, la concepción del materialismo histórico de Karl Marx, el psicoanálisis de Sigmund Freud y la psicología del individuo de Alfred Adler. Unos párrafos más arriba decía que Popper trabajó con Adler en su clínica y que ello había dejado una marca indeleble en su pensamiento. Adler había sido, con Jung, uno de los dos grandes discípulos de Freud, pero ambos se apartaron de su maestro en algunos de los aspectos más importantes de su teoría. Fundamentalmente Adler negó el

La mayoría de los investigadores que aceptaban sus extremos estaban impresionados por su enorme poder explicativo y el estudio de cualquiera de ellas parecía tener el efecto de una trascendente revelación intelectual. La comparación del estudio de esas cuatro teorías, le permitió elaborar algunas conclusiones interesantes, con arreglo a las cuales algunas teorías confirmaban la premisas elaboradas, es decir, pasaban la prueba de cientificidad, pero otras no y ese resultado no significaba que la teoría sostenida no tuviese importancia, o que la misma careciera de sentido, sino más bien que no podían aspirar a tener un estatuto científico, por el solo hecho de no estar respaldadas por enunciados empíricos. Esto lo sostenía Popper tanto con el materialismo histórico de Marx, como con la tesis psicologista del individualismo de Adler, como con el psicoanálisis de Freud.

Popper, Karl R., El mundo de Parménides, Ensayos sobre la ilustración presocrática, Editorial Paidós, Madrid, 1999.

Por eso, lo que intenta Popper, en definitiva, es encontrar un criterio de refutabilidad que no es un problema de sentido o de significación, sino más bien el intento de trazar una línea de precisa separación entre los sistemas de enunciados de las ciencias empíricas, susceptibles de ser confirmadas por los hechos de la realidad y los otros enuncia-

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dos, de carácter dogmático, religioso o metafísico o simplemente pseudocientíficos, y el criterio para fijar el límite de esa demarcación, es la refutabilidad o la falsación.

El conocimiento científico progresa mediante anticipaciones injustificadas y a veces injustificables, de presunciones tentativas, en suma, de conjeturas. La ciencia entonces es solo aquella que puede sostenerse tras el intento falsacionista.

Popper sostenía que el progreso científico demanda una estructura crítica en cuyo ámbito puedan comprobarse las teorías en competitividad, y el lema del falsacionismo es que “puedo estar equivocado y tú puedes estar en lo cierto y haciendo ambos un esfuerzo, podemos intentar acercarnos a la verdad”. Las teorías en el autor en análisis nunca son susceptibles de ser verificadas como lo sugiere Wittgenstein, según quien toda proposición con sentido tiene que ser lógicamente reducible a proposiciones elementales, que se caracterizan como imágenes de la realidad, criterio que coincide con el formulado por los inductivistas. Y es precisamente allí adonde se derrumba el criterio de Wittgenstein. La propuesta de Popper es solo una propuesta para un acuerdo. Sobre el contendido de la propuesta, puede haber diferentes soluciones, pero solo es posible una solución razonable entre partes que persiguen una finalidad común. Para llegar a su propuesta Popper confiesa haberse guiado por juicios de valor y predicciones, que espera sean aceptadas por todos los que no solo aprecian el rigor lógico, sino la libertad de dogmatismos, para quienes persiguen la aplicabilidad práctica, pero se sienten atraídos por la aventura de la ciencia y por los descubrimientos que nos desafían a revelar cuestiones nuevas e inesperadas. La solución de Popper es el criterio de "falsificabilidad" o "falsación". No hay que probar las teorías. Hay que demolerlas críticamente. Únicamente si una teoría resiste los embates de la falsabilidad, podrá ser considerada científica, hasta la llegada de otra teoría que la reemplazará, en una sucesión de errores y ensayos. Si no podemos refutarla, la hipótesis se nos evidenciará “sólida”.

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EL TEMA DE LAS PSEUDOEXPLICACIONES Cuando referimos ideas respecto de la historia de la filosofía, decía a su tiempo, que la ventaja esencial de la exposición histórica desde un punto de vista genético, era de que no seríamos nosotros quienes deberíamos elaborar una crítica de los sistemas expuestos, sino que el devenir filosófico mismo se ocuparía de construir las doctrinas que comienzan por denunciar el error de las precedentes. Esta misma idea, en lo que tiene de estructural, es lo que anida en el falsacionismo popperiano que nos enseña que la ciencia, es un conjunto de hipótesis que se proponen describir o explicar algunos hechos en el comportamiento del cosmos, pero si esas hipótesis pretenden formar parte de la ciencia, han de ser falsables y, desde esa óptica, las teorías falsables deben ser preferidas a las menos falsables, siempre que no hubieran sido efectivamente falsadas. En suma, toda buena teoría debe proponerse ser sometida a la falsación y solo si logra salir airosa de ese enfrentamiento avasallador, podrá tener la pretensión de desenvolverse como una teoría científica. Popper es "trialista," o “ triárquico” ya que considera que el universo consta de tres mundos ontológicamente diferentes. El mundo uno que es el mundo físico, material, de los objetos físicamente considerados, los organismos vivos, los elementos más pesados: líquidos y cristales, el hidrógeno y el helio y como todos los cuerpos materiales son procesos, sistemas abiertos de moléculas que intercambian algunas de sus partes constitutivas con el medio; el mundo dos que es el del psiquismo humano, de la creación, de las expe170

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riencias subjetivas pero no de sus productos; es el ámbito de la conciencia del yo y de la muerte, de los estados de conciencia y de las disposiciones sicológicas y también de los estados inconscientes, de la sensibilidad; y el mundo tres, que está constituido por los productos de la mente humana, las obras de arte y de la ciencia, el lenguaje y las teorías acerca del yo y asimismo las teorías científicas aunque puedan no ser verdaderas, las historias, los mitos explicativos. Mediante el mundo dos, interactúan el mundo uno y el mundo tres.

o desecharlas cuando no existe correspondencia entre los hechos y las afirmaciones que de ellos se realicen. Ello lo convence de que es mucho más simple saber que no estamos en lo cierto, que persuadirnos que poseemos la verdad de un conocimiento, y en consecuencia, más que verdad hay verosimilitud, lo que nos lleva más al plano de lo conjetural, que al ámbito de lo verdadero.

Hay una constante interacción y retroalimentación de los distintos mundos que integran la realidad universal. Esta visión cósmica, ontológicamente pluralista, integrada por esos tres mundos, es el marco de la realidad, que no es otra cosa que el universo, que se da en esa interacción que no está determinada o predeterminada y que es además histórica, precisamente porque en el hombre ha emergido la creatividad, la libertad de conjeturar, y todo ello es conformado por la objetivación que posibilita el lenguaje. El lenguaje es precisamente el que permite al hombre el despliegue de su pensar crítico y en el que adquiere conciencia de la utilidad de la palabra, pero, a diferencia del empirismo lógico, ni el mundo, ni la filosofía, se reducen de ninguna manera a los problemas del lenguaje, que es justamente lo que nos enseñaba el neopositivismo lógico. El conocimiento para Popper es subjetivo, pero se objetiva con referencia a lo real y por eso su actitud es realista en cuanto supone que su aceptación hace posible que pueda plantearse con sentido el problema de la verdad o de la falsedad intrínseca de nuestro saber, pero además es crítico, como superación de un realismo ingenuo con arreglo al cual, para acceder a la realidad, solo nos es menester abrir los ojos y observar atentamente lo que se nos brinda. La realidad debe ser críticamente analizada ya que el científico, al penetrar al ámbito del saber científico, debe acoger las teorías que considere compatibles con la verdad 171

Popper cree que el científico no debe buscar mantener dogmáticamente su interpretación de la realidad, cuanto más bien constatar las posibilidades de refutación de sus ideas, por ello no debe ser un intolerante de las opiniones rivales, porque todos tenemos igualdad básica para buscar la verdad, opinar y refutar, es decir, admitir la falibilidad y la tolerancia. 96 No existe una ciencia que pueda ofrecer una verdad absoluta, ya que las verdades son siempre criticables, así tampoco hay una libertad que nos garantice contra todo proceso ideológico o autoritario. Me gustaría relatar algunas ideas de un libro tal vez no tan conocido como los ya mencionados y los que citaré cuando aborde el pensamiento político del filósofo en recuerdo. Me refiero a un libro escrito en 1977 en Londres, cuando ya Popper se había retirado de su intensa actividad docente, pero seguía vinculado a sus estudios con la misma o superior intensidad. Se trata de un libro co-escrito con un neurobiólogo, John Eccles, y que llamaron El yo y su cerebro. Es un libro fascinante en varios aspectos. Se reúnen en él

Hago un especial subrayado en esta cuestión de la tolerancia, ya que, siempre a partir del presupuesto de que estamos contribuyendo a elaborar fundamentos epistemológicos para el saber de los juristas, el tema de la tolerancia ha sido motivo de considerable preocupación filosófica en ese ámbito, por lo que dedicaré el capítulo siguiente a la consideración de su problemática.

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los aportes de un filósofo agnóstico, como era Karl Popper, y un neurobiólogo creyente, como era Eccles.

las estructuras cerebrales y los productos de nuestra mente. Ambos tienen la certeza de que este vínculo, probablemente no será esclarecido en el curso de sus respectivas existencias terrenales y alimentan hondas dudas que tal vez el problema llegue a resolverse algún día. Ambos son conscientes de la extrema falibilidad de los mortales, pero están del mismo modo persuadidos de la necesidad de profundizar la comprensión de cada uno de ellos y del mundo en el que viven. Ambos están seguros de la conveniencia de aprender de Copérnico y de Darwin. Del primero, porque a partir de él hemos asumido que no somos el centro del universo y que el lugar del hombre no es tan importante como alguna vez se pensó, pero también descubrimos cuán maravilloso y raro es nuestro planeta, quizá único. De Darwin nos hemos ilustrado de muchas cosas acerca de la complicada organización de los seres vivos en el planeta, tanto como de la singularidad y la importancia del hombre respecto de los demás seres vivientes superiores.

Los temas de la fe y también el de la trascendencia, tienen mucho que ver, sin duda, en una obra de esta naturaleza. El agnóstico fundamentalmente cree en los hombres, en su especie, en su género. Y cree en su capacidad de desear conocer y consecuentemente en la búsqueda de la verdad. Cree asimismo que no es estrictamente necesario aceptar una determinada interpretación de la realidad que provenga de ámbitos ajenos a la cultura. Pero al propio tiempo reconoce que más allá del conocimiento objetivo, se dibuja una imagen de misterio y de admiración por los hombres, aunque reconozca que son ellos los que generan, con frecuencia, dolor e infelicidad. Popper decía que su religión era la doctrina de las excelencias del mundo, de la libertad y de la fuerza creativa de seres humanos maravillosos. Este libro, curioso digo en varios aspectos, es un aporte multidisciplinario, ya que se conjugan dos órdenes que provienen de campos muy diferentes del conocimiento y precisamente en un momento en que pareciera bastante entorpecida la vinculación entre el conocimiento científico y el filosófico. El libro tiene tres partes, que fueron escritas en tiempos y lugares diferentes. Una primera parte que fue escrita por Popper y tiene que ver con una formulación filosófica de la cuestión; una segunda parte escrita por Eccles, que atiende a los aspectos biológicos del problema, y una tercera parte que se basa en la grabación de un diálogo que se desarrolló día tras día, tal como se indica en cada una de las intervenciones, mientras paseaban por los jardines de una hermosa villa veraniega. La Villa Bellagio Serbelloni, bordeando el lago de Como, al Norte de Italia, con bellísimos jardines, que enmarcan un lujosísimo hotel y en los que socráticamente deben haber dialogado estos notables pensadores. El nudo de los desarrollos se refiere a la compleja relación que se establece entre nuestro cuerpo y nuestra mente. Hay sin duda y esto lo creen ambos, una estrecha relación entre 173

El cerebro tiene que ver sin duda con el pensamiento y es mucho lo que se ha avanzado en esta cuestión a partir del advenimiento de las computadoras sobre los mecanismos biológicos donde se asienta la manipulación de los pensamientos. DE LA MEMORIA En la Introducción, hice un breve paseo alrededor del cerebro y de la mente. Me agradaría dar término a esta porción de las ideas de Karl Popper, con un recuerdo dirigido a una de las novelas más importantes del siglo XX que sin duda revolucionó los fundamentos de la novela decimonónica. Me refiero a “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust (1871-1922). Proust fue un explorador de los secretos del alma y del corazón humano, continentes misteriosos y desconocidos del hombre. Por el camino de Swann es el primer texto que integra esa novela revolucionaria y creati174

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va de más de tres mil páginas y allí emprende un extraño camino para llegar a la verdad descriptiva de su objetivo. El instrumento inicial, se lo proporcionó un episodio aparentemente trivial, el recuerdo de un trozo de bollo mojado en té, que le había servido su tía Leonie, una de aquellas magdalenas que de niño él comía en sus veraneos en un pueblito cercano a Chartres.

Vienen a mi memoria, convocados por el tema, unos versos de Miguel de Unamuno, que él tituló “Dormirse en el olvido”:

La “memoria involuntaria” le trajo, con los placeres sensoriales del bollo mojado en té, su sabor, su dulzura, su suavidad, y todos los otros disfrutes de sus tiempos de niño feliz. Proust lo llevó a un editor para publicarlo y André Gide, que era el asesor literario del editorialista Gallimard, una de las casas impresoras más importantes de París, desaconsejó su publicación, porque era imposible entender – según Gide- que hubiese alguien capaz de emplear más de treinta páginas para explicar las vueltas que uno da en la cama antes de conciliar el sueño, que es un relato que está al comienzo de este primer libro. Curiosamente el juicio de la crítica posterior a su publicación, le concede precisamente a ese párrafo uno de los méritos más acabados y sugestivos que se hubiesen escrito jamás. Ese primer libro o esa primera parte, fue descubierto por un editor novel, que, aun así, no se hizo cargo de los gastos. Las disculpas de Gide no se hicieron esperar y reconoció que cargaba su error, como el mayor remordimiento de su vida literaria. A ese primer libro le sucedieron: A la sombra de las muchachas en flor; El mundo de Guermantes (dos tomos); Sodoma y Gomorra; La prisionera (obra póstuma); La fugitiva (obra póstuma); El tiempo recobrado (obra póstuma). En su obra terminada, Proust su autor es la voz que narra, o casi mejor aún, el “lugar” en el que ocurre la obra. Creo que, En busca del tiempo perdido es un fresco cuyo significado solo se revela al final”, pero permite degustaciones parciales, como los buenos vinos.

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¡Dormirse en el olvido del recuerdo en el recuerdo del olvido, y que en el claustro maternal me pierdo y que en él desnazco perdido! ¡Tú mi bendito porvenir pasado, mañana eterno en el ayer, tú, todo lo que fue ya eternizado mi madre, mi hija, mi mujer ! La memoria tiene la necesaria contracara del olvido: “Ayer se fue, mañana no ha llegado, Hoy se está yendo sin parar un punto, Soy un fue, y un será, Y un es cansado….” Quevedo refiriéndose a la fugacidad de nuestra existencia, pensaba que había que dirigir los pasos inexorablemente hasta el preciso instante en que dejaremos de ser. En la Poética Aristóteles, nos habla del ritmo y de la armonía. Pero un poema es mucho más que palabras y rima. Es hacer que la corriente de tu pensamiento, se haga dueño de tu corazón. Termino esta evocación de la memoria con un dato extractado de mi lectura diaria de los periódicos, que me pareció interesante compartir Así como antes del descubrimiento del planeta Neptuno por el astrónomo alemán Johann Galle en 1846, Urbain Le Verrier lo había localizado ya en el firmamento haciendo 176

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solo ecuaciones y simples cálculos matemáticos borroneando en un papel y sin la ayuda de ningún instrumento telescópico, Jorge Luis Borges, en un relato fascinante vinculado a la cuestión de la memoria y el cerebro nos sugiere una singular perspectiva de la memoria que, al tiempo de escribirlo, no había sido anticipada como posible por ningún especialista.

lo profundo una inmensa porción sumergida. La cima intrascendente es lo que habitualmente recordamos y lo sumergido, todo aquello que está registrado, pero que no podemos convocarlo por un simple acto de voluntad, está perdido en el enorme mundo del olvido y solo reaparece cuando algo totalmente ajeno a su propio contenido lo convoca desde el inconsciente. Hace falta que un suceso involuntario lo cite y entonces, como el iceberg, que se mueve con inclinaciones torpes, súbitamente descubre, la presencia inesperada, generalmente acompañada de una enorme cantidad de otras vivencias que teníamos sepultadas en el aturdimiento.

En el prólogo que el autor escribe el 29 de agosto de 1944 a sus “Artificios” 97 le dedica apenas unas pocas palabras a uno de sus relatos más interesantes: “Funes el memorioso”. Allí dice: Aunque de ejecución menos torpe, las piezas de este libro no difieren de las que forman el anterior. Dos, acaso, permiten una mención detenida: La muerte y la brújula, Funes el memorioso. La segunda es una larga metáfora del insomnio… Todos, jóvenes y viejos, tenemos constantes problemas con nuestra memoria. Olvidamos a veces, hasta el número de la calle en la que vivimos, o el nombre del protagonista de la última película que vimos.

El protagonista del relato borgiano, Ireneo Funes, es un personaje que es una suerte de precursor de los superhombres: “Un Zarathustra cimarrón y vernáculo que era también un compadrito de Fray Bentos.” Dice Borges:

Borges, Jorge Luis, Obras completas (1923-1972), Emecé editores SA, Buenos Aires, 1974.

“Nosotros de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende un parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo, con las vetas de un libro en pasta española, que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma de un remo que levantó en el Río Negro, la víspera de la acción del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca pero cada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo

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Es frecuente olvidarnos del sueño que nos acompañó en la somnolencia instantes antes de despertar, si no tenemos el cuidado de escribirlo inmediatamente luego de haber soñado. Suelo comparar a la memoria con un enorme témpano Su materia asoma un insignificante vértice, anunciándonos en

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que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. Y También: Mis sueños son como la vigilia de ustedes. Y también, hacia el alba: mi memoria, señor, es como un vaciadero de basuras (….) había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.

lo temporal del cerebro, que son capaces de generar representaciones abstractas de conceptos como por ejemplo la identidad de una persona. Esas neuronas, se activan con imágenes exteriores.

Uno ha leído, en informaciones confiables, de algunas personas que padeciendo graves enfermedades neurológicas y siendo absolutamente incapaces de cumplir las más elementales exigencias vitales, son paradojalmente idóneos de realizar operaciones matemáticas complejas, con más eficiencia y exactitud que las más sofisticadas calculadoras. Hay mentes enfermas que habiendo visto un paisaje campestre desconocido una sola vez, son diestros de reproducirlo con lápiz y papel y hasta en sus más ínfimos detalles. No puedo dejar de evocar aquél recuerdo protagónico inolvidable de Dustin Hoffman en Rain Man En aquel cuento anticipado por el diario La Nación en el mes de junio de 1942, ya Borges planteaba que pensar es abstraer y para poder recordar, es necesario olvidar. Curiosamente, el neurocientífico y físico argentino Rodrigo Quian Quiroga, profesor de la Universidad del Leicester de Gran Bretaña, rastrea las fuentes del cuento referido, y compara las ideas que de él se desprenden con los resultados de sus propias investigaciones, que ha anticipado la revista Nature en su edición del día 4 de febrero de 2010. Allí se plantea nuestro compatriota que una de las preguntas más profundas de las neurociencias, es explicar cómo se las arreglan la neuronas para codificar y almacenar la información que recibimos del mundo exterior.

Es notable como Borges pudo anticipar en ese cuento memorable, una realidad científica todavía no descubierta, haciendo verdaderamente una predicción científica, como a su tiempo, en 1846, Urbain Le Verrier, pudo anticipar la existencia de un planeta que luego mostró al universo el astrónomo alemán, Johann Galle. EL PENSAMIENTO POLÍTICO El pensamiento político de Popper se plasma fundamentalmente en el período que transcurre entre 1938 y 1943 que coincide con la necesidad de su expatriación como consecuencia del anexamiento de Austria por la fuerte presión militar ejercida por Alemania, y se refleja en una de sus obras más combativas, en la que expresa con vehemencia la pureza de su pensamiento libertario: La sociedad abierta y sus enemigos. 98 Este libro fue escrito en su exilio neocelandés y había sido rechazado por una significativa cantidad de editoriales, desinteresadas en su publicación. Sin embargo, la caída del Muro de Berlín en 1989, logró hacer revivir sus páginas, publicadas en Inglaterra en 1945 años después de escritas, de intensa nervadura y muy poca hojarasca, obra que merece ser leída, meditando línea a línea, tal como seguramente fueron escritas. La argumentación que desarrolla

El citado científico descubrió un grupo de neuronas del hipocampo, que está localizado en la parte medial del lóbu-

Popper, Karl, La sociedad abierta y sus enemigos, dos tomos, Editorial Paidós, Buenos Aires, versión castellana de Eduardo Loedel. Título original The open Society and its enemies, Princeton University Press, Jersey, U.S.A.

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para fundamentar su pensamiento político, no se pierde en meandros, ni tampoco utiliza atajos fáciles.

cuentre explicación en una ligera consideración de su rígido aristocratismo, y quizá en su enaltecimiento de la esclavitud, en la colectivización hasta de lo privado, sin haber comprendido que la aristocracia platónica es fundamentalmente de la inteligencia y del saber, que su defensa de la esclavitud responde a las exigencias del sistema económico de la antigüedad y que su afán comunizante, no tiene relación alguna con los esquemas posteriores del materialismo histórico.

Dice Popper que “no pretendió constituir una historia acabada del historicismo, sino de notas marginales dispersas referentes a dicha historia y, por lo demás, bastante personales”, pero lo cierto es que en realidad constituyen una introducción crítica a la filosofía de la sociedad y de la política. Desde el prefacio de este libro, que aparece en un momento en el que los intelectuales europeos habían perdido la fe en las democracias, fue de alguna manera redentor frente a los excesos de autoritarismo, engendrados en los sistemas responsables del cataclismo de la Segunda Guerra Mundial. Anuncia Popper en él, su propósito de forjar una teoría filosófica de la política y de la historia y comienza, en su primera parte, con una crítica aguda contra las teorías que plasmaron la tesis historicista, desde las primeras ideas de Heráclito, pasando por el idealismo platónico y el realismo aristotélico, que coronan en las formulaciones maduras de Hegel y de Marx. Toda la primera parte de su libro, integrada por los diez primeros capítulos, está dirigida a describir el colosal influjo del pensamiento de Platón, por la feracidad de su producción escrita, a exponer la sociología descriptiva de Platón, su programa político y el marco histórico de su crítica. Todo este pensamiento esencialista que se anunciara tibiamente en Heráclito, que fuera expuesto de modo inteligente en Platón y ungido en sistema por el Estagirita, estuvo aletargado en la nebulosa de los tiempos, hasta el redescubrimiento de estas ideas en Hegel, como exaltación del idealismo alemán, que es portador de la semilla que luego fructificará en los perturbadores totalitarismos de la falange española, del nacionalsocialismo alemán y del fascismo italiano. Cuesta a veces comprender, no digo por cierto compartir, la invectiva antiplatónica de su texto, que seguramente en181

Cierto es que en algún sentido las ideas de Platón pueden resultar hoy sorprendentes. Sin embargo no puede ignorarse que todos los diálogos que la cultura ha atesorado como uno de sus más importantes logros, son modelos del arte del bien pensar y del bien decir. La vida entera de Platón, consecuente con las enseñanzas de su noble maestro, nos revela un arresto hacia lo absoluto y hacia lo trascendente, acompañado de un hondo sentido moral. La segunda parte del libro que comento, que tituló líricamente como La pleamar de la profecía, está dedicada desde el capitulo 13 al 22 a despellejar el determinismo sociológico de Marx, su metodología, el sistema de clases y su formulación jurídica y social, la profecía del destino y su ética. Concluye el filósofo vienés que “no puede haber historia del pasado tal como ocurrió en la realidad; solo puede haber interpretaciones históricas y ninguna de ellas definitiva; y cada generación tiene derecho a las suyas propias. Pero no solo tiene el derecho, sino incluso cierta obligación, pues existen necesidades apremiantes que deben ser satisfechas”. Así, queremos saber como se relacionan nuestras dificultades presentes con el pasado, y queremos saber a lo largo de qué camino puede realizarse el avance hacia el cumplimiento y solución de las que hemos elegido como tareas fundamentales”…El historicismo sale a buscar la Trayectoria que la humanidad está destinada a seguir, sale a descu182

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brir la Clave de la Historia o el Significado de la Historia…¿Pero existe una clave tal? ¿Hay realmente un significado de la Historia. No quisiera entrar aquí en el problema del significado del significado”………Pero en este sentido me atrevo a responder, que la historia no tiene significado.

la derecha del presidente de la Asamblea Legislativa, y el tercer estado que lo hacía a la izquierda-.

Algunos años antes que Popper, desde una perspectiva más técnica y con apoyo en las expresiones del neokantismo de la Escuela de Marburgo, Rudolf Stammler había elaborado una crítica aguda en torno a la afirmación marxista de que el derecho y el estado son una superestructura que se corresponde con la infraestructura económica de la sociedad, planteando una relación entre economía y derecho que en modo alguno acepta la subordinación del derecho a las fuerzas económicas determinantes de la sociedad. Tengo para mí que la Historia de la Humanidad no es el teatro en el que se pueda representar la felicidad. Hegel fue indudablemente la fuente de todo el historicismo contemporáneo y el heredero directo de toda la filosofía de Heráclito, de Platón y de Aristóteles, como lo he afirmado unos párrafos más arriba. Indudablemente, el éxito de la filosofía de Hegel señaló el comienzo de “la edad de la deshonestidad”, como llamó Schopenhauer al período del idealismo alemán y también la “edad de la irresponsabilidad” como describe Heiden 99 a la época del moderno totalitarismo. Concedo que los discípulos que continuaron las ideas de Hegel, se bifurcaron, casi obedeciendo a un dialéctico designio, entre la izquierda y la derecha: -para utilizar las expresiones que plasmaron en los albores de la Revolución Francesa y que aludían al lugar en que tomaban asiento las facciones que respondían a la “aristocracia,” que lo hacían a

Feuerbach y Marx desarrollaron su pensamiento sobre la ficción de que la lucha de clases conducía, por mandato hegeliano al socialismo, mientras que Fichte y sus seguidores encontraron en sus dictados, el camino de la Providencia para justificar la absoluta obediencia al Estado. Benedetto Croce, que tanto influyó en Antonio Gramsci y en Giovanni Gentile con su Teoría e historia de la historiografía, 100 reverenciando las ideas de Giambattista Vico, dice que la historia es una filosofía en movimiento y valiéndose de una ironía de Rousseau, en “El Emilio”, nos ha dejado estupefactos, diciéndonos que la historia es “el arte de escoger entre muchas mentiras, la que se parezca más a la verdad”. Creo que cuando se adopta una posición, contra una corriente de pensamiento tan fecunda como el historicismo, que ha tenido gravitación tanto en el plano político como en el filosófico y en el jurídico, solo por mencionar tal vez los más importantes ámbitos de su dominio, y con representantes que nos vienen desde las estrellas más brillantes del firmamento helénico y se encarnan en teorías tan diferentes como las de Savigny, Dilthey, Marx y la de Manheim, por citar solo algunos nombres emblemáticos, pero que podían también salpicar a Heidegger y por qué no, a Ortega y Gasset, es difícil adherir “ab integro” a ella. Nos dice allí que la historia es la cristalización de un punto de vista, el del historiador (historiografía) y puede haber quienes la miren como historia del progreso hacia la libertad, conteniendo la constante y permanente lucha contra la esclavitud y otros que la vean desde la óptica de la regre-

Heiden, Konrad, The Führer, Carrol &Graf Publishers, Inc., 1999.

Croce, Benedetto, Teoría e Historia de la Historiografía, Milán, 1917.

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sión y de la opresión y estas dos versiones no tendrían por qué estar en conflicto, sino que, más bien, podrían complementarse.

entre lo natural y lo convencional, entre la regulación espontánea y la normativa.

Todo este razonamiento lo lleva a la pregunta esencial de su libro, al dirigirse el historiador hacia el pasado, buscando en la esperanza de que su reflejo ilumine el presente, el historicista cree, o puede creer que él nos demuestra que mediante la contemplación de la historia, es posible descubrir, el camino del destino humano, y entonces su tarea es encontrar la “clave” del significado de la historia. Creo que mi admiración por el pensamiento de Popper ha sido en todo el curso de este capítulo más que evidente. Sin embargo, en esta embestida que iguala en su fiereza a Platón a Hegel y a Marx, no lo acompaño. No es siempre preciso Popper en su filípica contra el historicismo, ya que a veces pareciera acusarlo de aceptar en ellos leyes del desarrollo histórico, que podrían servir para criticar a algunos, pero no a todos. Iguala como historicistas a quienes creen que la historia, si bien puede exhibir con orgullo caracteres de saber científico, tiene una cientificidad que no es la misma que ostentan las ciencias naturales. Más bien pareciera que está en contra de algunas expresiones que son historicistas y también autoritarias, lo que nos hace suponer que sea el caso de Marx y de Hegel y también en parte y tal vez en una muy lata apreciación el de Platón, pero los confunde todavía más, en la asociación que hace entre historicismo e historismo. Esta última observación, que me parece ennoblece y enaltece el valor de las ideas del ilustre filósofo vienés, con esa tan rica personalidad proteica, eran necesarias, para describir lo esencial en el pensamiento político desde mi punto de vista personal.

El racionalismo crítico referido a lo político, le permite auspiciar un proyecto de ingeniería social en una sociedad abierta, en la que es muy difícil pretender estar seguros de haber alcanzado la verdad, pero en la que es posible, con un enorme esfuerzo, intentar mejorar nuestro entorno, corrigiendo los problemas identificables. Para ello, nos es necesaria la democracia, en la que se pueden ensayar las posibilidades de mejorar las soluciones y las respuestas políticas, a través de un proceso de conjeturas creativas, proceso para el que tenemos que articular argumentos y políticas del modo más libre y claro posible, manteniendo las libertades individuales y las instituciones sanas. Las ideas que plasman su pensamiento político lo convierten sin duda en uno de los filósofos más penetrantes y atrevidos de su tiempo. Sin embargo, como ya lo he sugerido varias veces en el desarrollo de su pensamiento, Popper sabía, como todo pensador no puede ignorarlo, que nada podría ser logrado sin los aportes de las ideas que le precedieron. Creo que era Newton quien decía que él había logrado ver un poco más lejos, porque estaba parado sobre los hombros de gigantes. FOROS DE DISCUSIÓN 1 - “Crecimiento intelectual y desarrollo moral”

Esta distinción la ve reflejada Popper en las sociedades cerradas, donde se tiende a identificar a las leyes de lo natural, con la normación de la conducta, mientras que en las sociedades abiertas, se establece con claridad la distinción

Bertrand Russell cree que podemos hacer cosas maravillosas con nuestra inteligencia, fabricar cohetes que viajan a altísimas velocidades, bombas termonucleares y lograr movimientos increíbles con los cuerpos móviles, pero no hemos logrado alcanzar éxitos semejantes en los planos moral y político que son –por lo demás- los únicos que pueden controlar y dirigir las aplicaciones de aquellos.

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Karl Popper, contradice esas afirmaciones de Russell, destacando, con optimismo, los logros de la Humanidad en esos espacios. _ ¿Cuál seria su posición en esta controversia? 2 - “Ciencia y filosofía” Hemos aprendido que el saber científico fue un desgajamiento de la totalidad universal cognitiva de la filosofía. La ruptura definitiva de estos dos saberes –científico y filosófico- se consolidó con el intuicionismo de Bergson, con la fenomenología de Husserl y también con el neohegelianismo de Croce y de Gentile. _ ¿Cree usted que vale la pena intentar una reaproximación de esos campos luego de tantos fracasos? _ ¿Por qué y para qué? 3 - “La igualdad y el reconocimiento del otro” Un número considerable de personas, creemos que la comprensión de otras posibilidades humanas, casi siempre nos mejora. Sin embargo es razonable aceptar que el camino a recorrer para llegar a ello, pueda ser costoso. La cuestión esencial -nos parece- surge cuando estamos en condiciones de percibir las diferencias con “el otro”, no como un defecto ni como una consecuencia de una condición superior, sino como el desafío por una alternativa viable y posible. Otros grupos humanos nos presentan modalidades asombrosas cuando no conmovedoras de la condición humana.

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4 - “El alma” En un libro de Francis Crick (Premio Nobel 1963), que sigue la disciplina preconizada por Patricia Churchland, (hasta el sonido fonético del apellido es sugerente) se postula “la búsqueda científica del alma” a partir de la existencia en el cerebro humano de un grupo de neuronas que configurarían el origen del alma y la conciencia y de esta suerte, la mente humana y sus productos más nobles y sublimes podrían ser explicados como reacciones bioquímicas producidas en el cerebro. Desde esta óptica, una pretendida nueva ciencia “la neurofilosofía”, que tal vez merecería de nuestro Mario Bunge, el calificativo de seudo ciencia, plantea así mismo diferentes conceptos de la inteligencia. Se proclama una “Teoría triárquica”, que comprometería un contexto interno (las propias capacidades de cada uno) y otro externo, (el ambiente en el que se desenvuelve cada uno, es decir “la circunstancia” en términos orteguianos y la recíproca interacción de ida y vuelta entre ambos. Sobre estos presupuestos: _ ¿Diría usted que la relación entre el cerebro como órgano neurológico y sus productos: la mente, la psiquis, el espíritu, el alma, importaría reducir a pura biología una comprometida esencia metafísica?

_ ¿Considera usted que en ese supuesto nuestra actitud debería ser reconocer la hominidad de estos otros modelos, sin abandonar el nuestro, o deberíamos proponernos un cambio de nuestra propia comprensión, de nuestro llamado orgullosamente “estilo de vida”?

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