Envenenamiento Mental (1937)

May 12, 2017 | Author: Lagduf | Category: N/A
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Primera edición en castellano....

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ENVENENAMIENTO MENTAL POR H. SPENCER LEWIS, PH. D.

ENVENENAMIENTO MENTAL

Envenenamiento Mental por

D r. H.

S p e n c e r L e w is ,

P h . D.

Autor de

“Mil A qo 6 Pasados," “ El Dominio del Destino," “Principios Rosacruces para El Hogar y Los Negocios,” etc.

BIBLIOTECA ROSACRUZ Volumen XVII

GRAN LOGIA SUPREMA DE AMORC Departamento de Publicaciones San José, California, E. U. A.

Primera Edición Derechos Reservado» por la AMORC en 1937

Impreso en E. U. A. por LA PRENSA ROSACRUZ, LTD. San José, California, E. U. A.

DEDICATORIA ♦

A los miles de infortunados hombres y mujeres que han caído presa de los dardos ponzoñosos de sugestiones sutiles, sórdidas y destruí tivas, sea la presente obra un medio para inmunizar de esta nociva influencia a miles de otros seres humanos. V

LA BIBLIOTECA ROSACRUZ V

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Volumen I. II.

Preguntas y Respuestas Rosacruces con la Historia Com­ pleta de la Orden. Principios Rosacruces para el Hogar y los Negocios.

m.

La Vida Mística de Jesús.

IV.

Las Doctrinas Secretas de Jesús. (En inglés.)

V. VI. VII. VIII.

En Vos Confio. (Las secretas enseñansas del Thibet.) Mil Años Pasados. El Dominio del Destino con los Ciclos de la Vida. Manual Rosacrus.

IX.

Oraciones de los Místicos. (En inglés.)

X.

Curación Rosacruz. (En preparación.)

XI. XII.

Las Mansiones del Alma; la Concepción Cósmica. (En inglés.) Lemuria, el Continente Perdido d tl Pacífico.

x ra.

La Técnica del Maestro; la Senda de Preparación Cósmica. (En inglés.)

XIV.

La Profecía Simbólica de la Gran Pirámide. (En inglés.)

XV. XVI. XVII.

El Libro de Jasher. (En inglés.) La Técnica del Discípulo. (En inglés.) Envenenamiento Mental.

INDICE V Sección

I. II.

Página

¿Hipnotismo o Magia Negra? . . . . ¿Es Posible la Magia Negra? .

.

.

.

9 19

III.

Psicología de las Reacciones Mentales . 29

IV.

Extraños Procesos de la Mente Humana

V.

49

Métodos de Administrar el Envenenamiento M ental.....................71 V

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H e a q u í u n a vista del fam oso tem p lo -tu m b a (Je la R e in a H a ts h e p ts u t, de 1500 A . C ., film ada p o r la ex p ed ició n fo to g ráfica de A M O R C , En este m isterioso valle e sc a rp a d o , del N ilo , c irc u n d a d o p o r m uros de p ied ra aren isca , están se p u lta d o s los g ra n d e s de E g ip to , los fara o n es y reyes del p asad o . Los m ás de estos tem p lo s-tu m b as tien en in scrip cio n es a d v irtie n d o a to d o s, q u e los qu e se a trev an a in v a d ir su sa n tid a d les am en azan h o rrib les co n secuencias p o r la p ro fa n id a d .

O tr a vista de los escarp ad o s r i s a » p reh istó rico s m an ch ad o s por el tiem p o , del V alle de las R ein as, la ciu d a d de los m uertos. A la d erech a del c u a d ro se ve la e n tra d a a la tu m b a del S e ñ o r F eu d al, cu b ierta p arcialm en te p o r u n a lám ina de c o n creto p a ra p ro te je r dicha e n tra d a . A la izq u ierd a p u ed en verse las som brías e n tra d a s a las tum bas de la más p ro m in e n te R ealeza.

La p resen te es una vista de u n a cám ara de sarcófagos ( c u a r to de m om ias) de! tem p lo de la p irám id e recien tem en te excavada. Este p e q u e ñ o tem p lo está cerca de la esfinge a poca d istan c ia de la base de la p irám id e , y fue co n e c ta d a o rig in a lm e n te p o r un largo pasaje o ram p a, en d o n d e se efec tu a b a n cerem o n ias p ara los m u erto s, y p o ste rio rm e n te se celebraban cerem o n ias e iniciaciones en la p ro p ia G ra n P irá m id e. En tales tem plos com o éstos los sabios se p ro p o n ía n d o m in a r las su p e rsticio n es y tem ores, el e n v e n e n a m ie n to m ental de la época.

N ó tese al íellali (a ld e a n o u o p e ra rio ) egipcio al m edio de la d istan c ia en la p resen te vista, sa lu d a n d o al p asad o en la g ig an te c o lu m n a ta (h y p o s ty le ) del tem p lo . O bsérvese tam bién los jero g lífico s g rab ad o s p ro fu n d a m e n te en los p ilares. P ara el ilite ra to e in e d u cad o , los jero g lífico s eran los signos del m al, que se m braban el tem o r en los corazones. El e n v e n e n a m ie n to que éstos les cau sab an era d eb id o a su ig n o ra n c ia y su p e rstició n , a n tes q u e a algún in te n to de p a rte de los sa cerd o tes, escribas y faraones.

S ección I

¿HIPNOTISMO O M AG IA NEGRA? A M UERTE osa que terminó con las vidas de muchos de los exploradores que tomaron parte en los trabajos de excavación de la tumba del Rey Tut, gradualmente despertó en el mundo entero gran interés en la antiquísima creencia de la magia negra y los anatemas mágicos. El aumento del número de individuos que perió­ dicamente fueron así cayendo víctimas, aparente­ mente, de los “secretos anatemas de las tumbas” ha servido para intensificar el interés general en este asunto, hasta que hoy en nuestros días, una gran parte del mundo civilizado está en la creencia que el' misterio que rodea a esas muertes ha sido deliberadamente velado por la ciencia y por la religión, y por las fábulas hábilmente inventadas, inconsistentes y contradictorias de aquellos que saben más acerca de ésto, de lo que profesan saber; mientras que una gran mayoría de la gente inculta [9 ]

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mueve significativamente la cabera como indica' ción de su familiaridad con el asunto para no arriesgarse a incomodar a los demonios invisibles emitiendo atrevidos comentarios. Mientras que escritores de fondo en periódicos dominicales y en revistas más o menos bombásticas sobreexageran las tradiciones históricas y bien ano* tadas referencias a tales poderes mágicos, e intentan amedrentar a los incautos con extrañas amones' taciones, las ideas de muchos prominentes cientí' ficos y caudillos espirituales o educadores religiosos, de hacernos creer que esas fantásticas y repentinas muertes, presentan solamente una sucesión c[e coin' cidencias sin conección alguna con la tumba del Rey Tut, son sin embargo inefectivas para mitigar el creciente interés en las posibilidades del poder mágico y sus consecuencias. No obstante, algunos de los más avanzados ex' pertos en psicología menta! nos dicen que si acaso hubo alguna conección entre las extrañas enferme' dades que causaron la muerte repentina a cada uno de los exploradores, y la extracción de los restos del Faraón y de sus misteriosos y sacros contenidos, esa conección fué únicamente mental [10]

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y consistió en una forma de sugestión hipnótica por medio de la cuaí la víctima creó dentro de su propio ser la rara enfermedad de la que murió, aterrorizado aun por lo que en su imaginación creía un castigo inevitable por su complicidad en la violación de una antigua ley Egipcia. De este modo se hace actualmente un impulso para trasladar el misterio de la categoría moderna de fenómenos hipnóticos o psicológicos, como si con ello se redujera el asunto a una explicación inmediatamente aceptable y factible, sin lugar a dudas. Si la muerte de esos exploradores se debió a una sugestión hipnótica creada en la mente de ellos mismos, como resultado del primero y se­ gundo incidentes en la cadena extraña de su mis­ teriosa desaparición, la causa de las repetidas mani­ festaciones hasta llegar a veintidós o más, estaría completamente dentro del período de los tiempos modernos. En otras palabras, si una sugestión hipnótica acompañada con el temor fuera la ver­ dadera explicación de las muertes acaecidas, la causa tendría su principio no más tarde de la ocurrencia de la segunda, o posiblemente a la ter­ cera de esas muertes repentinas e inexplicables. [ii]

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Podríamos aun admitir que la causa psicológica tuvo su origen en seguida después de la primera de' función, pero ciertamente no podemos trazar esta causa psicológica a ningún otro incidente o hecho anterior a la misteriosa desaparición de la primera víctima del proceso. Mas el hecho sorprendente que aun permanece impenetrable en tal teoría, es que el círculo fan' tástico de muertes misteriosas fué precisamente la realización de un anatema profético, proferido y grabado en la tumba del Rey T ut hace treinta y un siglos. Las cuestión es: ¿Que forma desconocida de magia pudo mantener un anatema a través de los tiempos y producir psicológicamente sus resultados fisiológicos en los tiempos modernos? ¿Hipnotismo o magia negra? ¿Nigromancia o Ley Kármica? ¿Qué habrá en ésto que la ciencia no explica y que la mente mediocre no alcanza a comprender, sino es miedo? Otra muy plausible explicación aunque cierta' mente confusa, se presenta en la sugestión de que algún veneno químico, de materia real y tangible fué puesto en la tumba sellada del Rey Tut, y [12]

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deliberadamente esparcido sobre cada artículo dentro de la misma y en cada pulgada de sus muros, y que cada uno de los exploradores, exea* vadores, e inspectores que entrara a la tumba y tocaba los artículos funerarios allí existentes, con' traían físicamente el veneno, absorbiéndolo irune' diatamente en su sistema y que una vez infectado dicho veneno producía uniformes resultados a cada una de las víctimas o veintidós personas que fueron víctimas de tan extraña y repentina muerte. La mente ingenua se apodera en seguida de esta última explicación por ser no solamente simple o sencilla y exenta de los elementos de lo sobre' natural sino que parece, sin duda alguna, correcta. Más la mente analítica descubriría pronto la false' dad de esa teoría. En primer lugar, expertos a quienes se les ha consultado y que han hecho el más minucioso examen químico'analítico hasta del polvo hallado sobre cada objeto, grandes y pe' queños, aun existentes dentro de la tumba, en sus muros y aun sobre parte de los sarcófagos, han fracasado en descubrir veneno alguno. Y respon' diendo a la pregunta de si algún antiguo veneno desconocido pudiese haber permanecido oculto en C 13 1

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las minúsculas substancias examinadas por medio del microscopio, los expertos toxicólogos y patologistas declaran que no hay veneno conocido por ellos que pueda conservar su virtud y potencia a través de tantos siglos, o que pueda ser tan fácilmente absorbido por el sistema con solo el contacto casual de las cosas de la tumba, efectuado por aquellos que no hicieron más que fotografiar o tomar medidas de tales objetos, y que sin em­ bargo, sucumbieron víctimas de tan extraña enfer­ medad. Otro error muy notable, no obstante, indica que la teoría precedente del envenenamiento químico, es inaceptable. Es el hecho de que aunque todos los excavadores, investigadores, fotógrafos, artistas, observadores, asociados y testigos entraron a la tumba del Rey T ut prácticamente a la misma hora del mismo día, y tuvieron contacto con los objetos dentro de ía bóveda ese mismo día, y terminaron sus operaciones en la tumba el mismo día, no todos los veintidós fueron atacados por la enfermedad el mismo día, ni fallecieron aproximadamente el mismo día. Solo que, uno por uno, con muchos días, semanas y meses de por medio, fueron doble[14]

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gandose a la extraña maladia, que les causó la muerte inesperada. No todos manifestaron los mis­ mos síntomas excepto en clasificación general; no todos tuvieron idénticamente ías mismas condi" dones patológicas o fisiológicas, ni tampoco su­ frieron del mismo modo. Pero eso sí, cada uno de­ mostró precisamente la misma actitud mental e incontrolable temor y premoción desde el primer momento de inhabilidad. Y además de una condición histérica y miedo cerval acompañado de horribles premociones, apa­ recieron visiones idénticas, alucinaciones y condi­ ciones psíquicas altamente ilusorias. ¿Qué clase de veneno orgánico o ingorgánico pudo ser compuesto hace tres mil cien años y ser esparcido en una tumba de modo que insidiosa­ mente afectara e inoculara a seres humanos sanos y normales en pocos segundos en un mismo día y produjera las mismas condiciones físicas y men­ tales en diferentes tipos de individuos, acompaña­ das de una clase indefinida de impresiones psíqui­ cas y premociones, resultando al fin en abnormalidades físicas incurables que producen la muerte n n

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horrible, de una a una, con un período de tiempo indefinido entre una y otra defunción? Por ser esta última pregunta tan compleja e incontestable por la ciencia moderna, es que la idea de la teoría del envenenamiento físico-químico debe de desecharse. Si en seguida, recurrimos a los psiquiatristas y expertos en problemas psicológicas y metafísicos y les hacemos la mismos pregunta, recibiremos esta soreprendente respuesta: “No existe más que un veneno insidioso que pudo ser inventado hace tres mil cien años o más, y que puede causar los horripilantes efectos que hemos mencionado, y éste es el envenenamiento mental." A través de loe tiempos, el envenenamiento men­ tal, ya sea en una u otra forma, ha esclavizado a millones de seres humanos y torturado las almas de hombres y mujeres en todos los climas y condi­ ciones. El envenenamiento mental ha sido el arma de combate de las primeras y más primitivas de las creaturas humanas. Ha sido el instrumento de tortura y muerte, insidioso, invisible, en manos * [161

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de sabios e ignorantes, de ricos y pobres, de altos y bajos, aun de los que fingen de beatos y de santos. Ha sido el “medio hacia un fin" en manos de potentados y gobernantes de mente perversa, de médicos y magos, sacerdotes y clérigos, de caballea ros de industria, de extorsionistas y amigos falsos. Ha sido el emblema de poderío de aquellos que se proclaman como* caudillos de las reformas socíales, y de los estafadores organizados. Es en fin la insignia sutil y diabólica de millones de hombres y mujeres que bien pueden o no estar al corriente de su fuerza y potencia aniquiladora. Y—todos nosotros, de día en día, y hora tras hora, en cada estación de la vida, en todas las cip constancias venimos a ser las probables víctimas de este azote de la humanidad, a menos que com^ prendamos su naturaleza y reconozcamos inmedia^ tamente su infecciosa inoculación para hacer uso del único antídoto conocido que reacciona sobre el mal y nos libra de sus efectos. V

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S ección II

¿ES POSIBLE LA M AGIA NEGRA? N TODAS las edades ha existido una su­ perstición en la creencia del “mal de ojo,” en el poder sutil e intangible de la Magia Negra, y en la mente avasalladora del hipnotista. Viajando uno por tales países como el Egipto en estos tiempos modernos, nos causa gran im­ presión dos hechos extraños; casi en todos los hogares nativos o casas de habitación, sin fijarse en su forma primitiva o ruinosa, aparece una pan­ talla azul sobre alguna ventana, o a falta de ésta, una mancha de pintura azul en la pared exterior, o un collar de cuentas de color azul en el cuello de toda criatura viviente, asnos y camellos inclu­ sivo, y la mayoría de los nativos adultos; y siempre un azul en el cuello, un azul de la misma intensidad, azul turquí. El otro caso es que los hombres y mujeres, en su mayoría, por aquellas tierras, tienen [19]

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un ojo casi cegado o defectuoso, u obstruido fea' mente por una berruga, cosa que se observa hasta en los niños y niñas de edad escolar. A primera vista es difícil darse cuenta de que exista relación alguna entre la pantalla azul, la mancha de pintura y el rosario de cuentas del mismo color, con lo del ojo estropeado. Mas al investigar un poco encontramos que todas estas señales, según creencia de aquella gente, sirven de protección absoluta contra la influencia del mal de ojo, o del poder mágico de mentes perversas pero invisibles aunque siempre presentes e omni' potentes. Es un hecho que desde tiempo inmemorial los creyentes en dicha superstición, acostumbran va* d ar a sus niños redén naddos un ojo, o bien se los queman con un instrumento obtuso, o se lo rasgan con la uña de uno de los dedos de la mano izquierda con la idea de desfigurárselo, de modo que en toda su vida, aun hasta en la vejez, su aparienda horripilante auyente al demonio, de la misma manera que creen lo hace la pantalla azúl, la mancha de pintura y la sarta de cuentas azules. Al encontrar aun en nuestros tiempos la existenda [20]

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de tales creencias en países incultos o semi-civilizados cuyos habitantes tienen que mezclarse anual' mente con millones de turistas de países civilizados que no recurren a tales formas de protección mágica, venimos a comprender cuan difícil es borrar de la imaginación y consciencia de los seres humanos toda creencia engendrada por la ignorancia, fortificada por las tradiciones a través de las edades, y al parecer, probada por extrañas coincidencias. En otros países, varias formas de conjuraciones, el incendio de hierbas silvestres, la inmolación de pequeños animales domésticos, bañarse o sumer­ girse en aguas polutas, flagelarse partes del cuerpo, llevar al cuello un amuleto a talismán, o beber podones extrañamente condimentadas, se consi­ dera como segura protección contra poderes má­ gicos de cualquier clase. Y aun en los más modernos de nuestros países civilizados, y entre los más inteligentes seres hu­ manos de nuestros días, se observan creendas superstiticiosas que son igualmente tan extraordi­ narias, tan fanáticas y precisamente tan insanas e inexcusables como las que he mencionado. [21]

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Entre las supersticiones existentes en los países altamente civilizados y evolucionados hay las que atribuyen a ciertos individuos de la raza humana, el poder y habilidad para hacer uso de formas má' gicas y por medio de ellas transmitir malos pensa' mientos destructores mantenidos en su mente por breves instantes, irradiándolos de una manera in' visible e intangible al cerebro y cuerpo de otra persona, a cualquiera distancia, a cualquier lugar y circunstancia, y a hacer que dicho pensamiento se arraigue y se tome infeccioso para que continué el proceso destructivo para el' que fue concebido. De acuerdo con esta creencia supersticiosa, el individuo malhechor de cualquier tipo o condición, sea cual fuere su posición social, alta o baja, cual' quiera que sea su grado mental o físico, cuando está en posesión de una fórmula secreta, puede deliberadamente con su mal corazón—maliciosa' mente y a sabiendas—transmitirla de su imagina' ción a la mente, al cerebro o al corazón de otro ser, como torrente o rayo siniestro de pensamiento que destruirá los corpúsculos sanguíneos, las celdas de los tejidos, de los huesos, y causar enfermedad o muerte repentina, o hacer sufrir a la víctima con [22]

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ideas obsesiónales que al fin se tomarán en aluci­ naciones, debilitando y destruyendo la masa cere' bral y haciendo del individuo así atacado una víc' tima de locura incurable. Parece increíble, pero es un hecho, no obstante, que dentro del ciclo del siglo veinte, lo mismo que en el del pasado siglo diecinueve y los anteriores, se hayan escrito y publicado más libros nuevos y panfletos de historias horripilantes, tratados y con' ferencias, que tratan sobre la práctica de la Magia Negra, que cuanto se ha escrito en las edades obscuras. Es asimismo increíble que en años recientes cier­ tas organizaciones o hermandades ocultas que se consideran de la raza blanca hayan escrito y trans' mitido por medio de las estaciones radiodifusoras para toda la América, comedias y dramas basados en la práctica de la Magia Negra, y les hayan con' cedido toda la dignidad y la integridad aparente de veracidad y posibilidad lógica. Mas para los místicos y estudiantes de las leyes cósmicas y del orden, la creencia en el proceso de un poder destructor concebido por un individuo es inconsistente, imposible, y verdaderamente sac' [23]

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rflega. El místico y estudiante sincero de la ley Cósmica es el único capaz e indicado para emitir juicios en tal caso y de tal manera. Su conocimiento y experiencia de los principios divinos Cósmicos le capacitan para realizar y am' pliamente comprender que no tal proceso de trans' misión de energías destructivas o poderes ocultos de ninguna forma de pensamiento entre un indivi' dúo y otro, o entre un grupo de individuos sería factible sin la aprobación consciente, la ayuda y asistencia efectiva de la consciencia universal y el espíritu divino que inunda el espacio y que obra como un medio para la transmisión de las ondas del pensamiento, de luz y de energía de cualquiera índole. Por lo tanto, la creencia de que esta divina consciencia universal, Cósmica, creación de Dios, puesta en el Universo por el Creador de todo lo bueno, amable y constructivo, con el único fin de unificar todos sus principios constructivos y har' moniosos, se prestara a un proceso de destrucción totalmente contrarío a las fuerzas deí Universo, constructivas y creativas y enteramente discor' dantes con la amable y benigna naturaleza de la [24]

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consciencia, es un sacrilegio y una insubstancial y absurda superstición. En el mundo de invisibles y etéreas radiaciones de conceptos mentales, solo lo que es de carácter constructivo y realmente compatible y harmonioso con la naturaleza de Dios y su consciencia puede ser transmitido a través del espacio de una a otra consciencia humana, de la divina consciencia a la profana, o de la consciencia de una celda viviente a otra celda semejante. Cualquiera radiación de pensamiento, destructiva, incompatible y deforme que intente lanzarse de la mente y la consciencia de un individuo destinada a la de otro semejante, será rechazada y disuelta instantáneamente. Su eficacia es neutralizada por las fuerzas constructivas de la consciencia divina y los malos pensa­ mientos rebotan contra la consciencia de la mente transmisora donde reaccionan sobre el individuo de mal corazón y no sobre la víctima designada. El místico y estudiante de las divinas leyes Cós­ micas sabe bien que Dios, en el principio original de su plan de la creación previo que el hombre sería exento del dominio mental y control de la mente ajena excepto la suya propia. Todo el [25]

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Universo de Dios está edificado sobre el principio de fuerzas creativas que ejercen su único y gran poder en las vibraciones de la consciencia humana. La propia mentalidad y cuerpo del hombre, en cada órgano y celda, no es más que una parte de la consciencia de Dios, el Padre de todas las cosas vivientes. No un solo hecho o manifestación del proceso de la Magia Negra, ha sido nunca probado o demostrado. ¿Porqué razón, entonces, va un ser humano o grupo de humanos a interesarase en promover y cultivar la creencia en la magia negra, induciendo a sus semejantes a abrazar la fé en dicha agencia diabólica? La respuesta la encon­ tramos en el hecho de que con la promoción y difusión de tal idea, robustecida con demostraciones inventadas e imaginarias en tomo de la misma, las personas ingenuas expontaneamente desarrollan en su propia imaginación y en la consciencia objetiva del profano, un miedo cerval a un poder enig­ mático trocándose de ese modo en víctimas de sus propias autocreaciones de formas destructivas ima­ ginarias. C26]

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Aquél que teme a la magia negra, creyendo sin­ ceramente en su existencia y poder, automática­ mente se vuelve un esclavo del temor debido a la auto-sugestión de su propia imaginación y una víctima inocente de la maldad concebida en su propia mente. Mientras la consciencia y las ondas Cósmicas que rigen las palpitaciones del ser hu­ mano y llenan el espacio entre las almas y cuerpos de los hijos de Dios en la tierra, rehúsan recibir y transmitir los pensamientos maléficos retenidos en la mente de quien los usaría en cuerpo ajeno, dentro de nuestros propios cuerpos, nuestros ner­ vios mortales, nuestra rígida constitución y cons­ ciencia física, alejarán de nuestra mente esos malos pensamientos, discordantes, infecciosos y ponzoño­ sos que nuestra propia imaginación concibió por el temor y las creencias supersticiosas. De esa manera, nosotros como individuos, pode­ mos hacemos víctimas de nuestra propia malevo­ lencia, más no podríamos caer víctimizados por los pensamientos de otros. Lo que concibamos en nuestra imaginación a base de falsas creencias y permitamos que se convierta en una ley o mandato [27]

ENVENENAMIENTO MENTAL

dentro de nuestro propio ser, es lo que constituye una forma de envenenamiento mental. Todos los mortales somos más o menos víctimas de este auto'envenenamiento desde el principio de nuestra existencia hasta el fin, a menos que por medio de la ilustración, hayamos aprendido a pro* tegemos contra los efectos diabólicos de los malos pensamientos. Pero no es esta forma de envenena^ miento mental la que está causando, creando, produciendo y manifestándose en nuestra moderna civilización, los sufrimientos horribles, innecesa' ríos y malditos que hacen millones de víctimas día tras día y hora tras hora, entre la especie humana. Es de esta diferente forma de envenenamiento men*tal de la que trataremos en los siguientes capítulos.

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S e c c ió n

III

PSICOLOGIA DE LAS REACCIONES MENTALES O HACE muchos años que especialistas en diversas ramas del saber estuvieron se­ riamente empeñados en estudiar y analizar las reacciones de ciertos estímulos nervio­ sos y mentales. En el terreno de la psi­ quiatría y en el de la neurología, lo común, lo raro, lo normal, y lo anormal en las reacciones de los estímulos de varias clasificaciones, tanto físicas como mentales o nerviosas, capacitó a los especia­ listas para diagnosticar y catalogar con exactitud el estado físico y mental de las personas que su­ frían, ya de condiciones crónicas de origen des­ conocido o complejo, como resultado extraño de causas supuestas. Como producto de los muchos años de estudio analítico, catalogado en minúsculos informes que paulatinamente fueron acumulados y marcados [29]

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como descubrimientos, pareció haber ciertas formas de reacciones que debido a su continua manifes­ tación en más de un caso común dichos especia­ listas estuvieron de acuerdo en llamar tales reacciones, modelo de lo normal y lo natural, mientras que toda otra reacción fue tomada como anor­ mal, subnormal, extraordinaria y única. Las acciones y reacciones en los animales dimi­ nutos y animales domésticos fueron finalmente abarcadas en el programa de escrutinio por los especialistas, y se nos dieron a conocer las razones tanto psicológicas como fisiológicas porqué es que un perrito, al primer contacto del agua en un lago, empieza a nadar como si estuviera acostumbrado a hacerlo. El misterio de su habilidad para saber lo que debe de hacer sin ninguna explicación pre­ via y sin haber tocado antes el agua, se explica únicamente sobre la base de la reacción a estímulos raros y anormales aplicados a su sistema nervioso por el repentino contacto con la humedad y lo frío del agua. Descubrimos así mismo que las mismas reacciones a estímulos desusados hacen que la tierna avencilla abra sus alas y emprenda el vuelo al ser lanzada por la primera vez del borde de su

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nido al espado. Gradualmente, comprendimos el porqué los niños gritan espantados a la vista de un cuadro horripilante y porqué es que natural­ mente se acogen a sus padres en momentos de peligro aparente. Una cuidadosa lectura de los libros que tratan sobre esta materia nos inducirá a pensar que todos nosotros como seres humanos, con la misma clase de materia consciente en nuestras celdas, vivimos y acdonamos, pensamos y raciodnamos de acuerdo con las reacciones automáticas manifestas en nues­ tros sistemas mentales, físicos, psíquicos o nervio­ sos. Buscar que comer, la alimentación, cuando tenemos hambre no es sino una reacción; la sed, eí deseo de beber cuando la humedad del cuerpo causa estímulo sobre la parte del sistema nervioso es realmente otra reacción. El placer que derivamos de la música o de un paseo al campo, o del sabor de un alimento sano, o del olor de una esencia agradable, son diferentes formas de reacciones re­ sultantes de ciertos estímulos espedficos. Todo esto trajo a nuestro entendimiento ciertas acdones fundamentales que anteriormente eran vistas como instintos naturales y primitivos de [31]

ENVENENAMIENTO MENTAL

nuestra parte. Mas ía psicología nos demuestra que algunos de estos, tales como el impulso auto­ mático de la preservación de nuestro propio ser, no eran puramente instintos subsconscientes man­ tenidos en nuestra consciencia actual desde los días de nuestra primitiva existencia. La demanda fué hecha por la nueva escuela de reaccionistas, de que todo lo que momentáneamente nos ponga en peligro actúa sobre nuestro sistema mental o nervioso y éste a su vez, produce la reacción auto­ mática que se manifiesta en la espontanea intención de protejemos y preservarnos a sí mismos. Siempre hemos creído que la auto-preservación fué la primera ley de la existencia consciente y que cada ser viviente y consciente, desde la celda más inferior hasta el más intricado grupo de célu­ las conocido en el cuerpo humano, expresaría este instinto al frente del peligro, y que lo haría sin necesidad de haber tenido un estimulante especial que lo produjera. Pero de la psicología de las reacciones mentales, además del estudio de las reacciones fisiológicas, aprendemos que hay otros instintos naturales y normales comunes a todo el género humano, que [32]

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pueden o no derivarse de los primitivos períodos de la vida, pero que sí pueden constituir un nuevo producto de nuestra presente forma superior de evolución. En otras palabras, algunos de los men­ cionados instintos comunes entre seres civilizados pueden ser resultado directo de la más elevada evolución de la consciencia humana. Puede ser también algo nacido de nuestro moderno progreso y evolución y no de nuestra existencia primitiva. Uno de tales instintos casi universales es el de rechazar la obediencia a la autoridad de otra per­ sona sin analizar detenidamente y convenir en la intención y propósitos de lo que se ordena. No necesitamos ahondamos profundamente en la psi­ cología clínica ni pasar meses y años analizando la conducta de los niños en el kindergarten ni en sus años de asistencia a las escuelas públicas para de­ ducir que la mente humana se opone a aceptar un mandato de otra mente. La reacción normal y natural a cualquier mandato exterior se manifiesta con más frecuencia por la inmediata exclamación de la pregunta: ¿Porqué? Si dos individuos en la calle caminando en dirección contraria, al aproxi­ marse unto al otro, dijera uno de los dos: “¡Hágase t» ]

ENVENENAMIENTO MENTAL

de la banqueta y déjeme pasar!” el otro reaccionaría normal y naturalmente irguiéndose enfáticamente y con mirada centelleante manifestaría este instinto normal negándose a obedecer y exclamaría: “¿Y porqué razón he de hacerlo?" He usado una ilustración muy rara o extraña para hacer entender mi pensamiento, y es más que posible que si el incidente narrado ocurriera en ciertos lugares y entre cierta clase de individuos, habría mayor reacción que la simple demanda de una explicación. No obstante, aunque la ilustra­ ción de este incidente es atrevida y corriente, y carece en absoluto de sutileza, demuestra bien el principio de que se trata. La psicología nos enseña que el único medio capáz de hacer que otra mente extraña obedezca a un deseo de nuestra propia mente es el de mani­ festarle la orden o deseo en forma tan sutil que sea inconsciente o voluntariamente aceptado por el otro y ejecutado con su aprobación y cooperación antes de que tenga tiempo de recapacitar sobre si rehusarlo o aceptarlo. Pero la intención de re­ chazar un mandato directo siempre está presente, y este natural y normal resentimiento debe de l

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dominarse si queremos que nuestros semejantes obedezcan nuestras órdenes. Por esta razón es que, sin duda alguna, se han venido desarrollando por medio de nuestra educación moderna, ciertas for­ malidades de cortesía para expresar nuestros deseos, más aun así, un mandato expresado directamente en el lenguaje más refinado, no evitaría la repug­ nancia natural que se manifiesta en la vacilación para obedecer. Sí el uno dijese al otro: “Querido y respetable Señor mío, ¿gusta Ud. bondadosa­ mente de hacerse a un lado de la acerca para darme más campo de pasar?” es indudable que el otro apresuradamente cambiaría su derrotero con más agrado que en el primer caso. Naturalmente habría diferencia en sus reacciones; se dentendría un momento a considerar la fórmula cortés y la verbosidad de la petición, pulida al grado extraor­ dinario del refinamiento, llegando a la conclusión de que el individuo de la súplica puede estar mentalmente desiquiíibrado o sufre de delirio de grandeza. En uno u otro caso hay que reflexionar y al análisis de la petición terminaría en la misma reacción final de resentimiento y negarse a ceder, si no hay otra explicación.

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Pero queda el hecho como una ley psicológica que tan pronto como la generalidad del género humano está suficientemente capacitado para sen­ tirse en una entidad viviente con ciertos derechos y privilegios propios, reciente casi automática y obstinadamente cualquier mandato de origen ex­ terno que aparentemente trate de privarlo, qui­ tarle o modificar sus derechos y privilegios ya establecidos. Aun cuando tales derechos y privi­ legios sean ideas equívocas y simplemente conce­ bidas y basadas en su creencia individual, o aun cuando dichas ideas no sean del todo propias, sino artificiosamente usurpadas o plagiadas por el mo­ mento, y que a sabiendas son falsas e injustificables. No obstante, al individuo que es mandado le ofen­ dería el derecho y privilegio del otro para hacer tales mandatos. Una persona puede salirse de las callecillas terraplenadas de un parque bien culti­ vado y caminar por el prado cubierto de césped donde hay un letrero que dice: “No Pise el Cés­ ped.” Esa persona se ofendería por el mandato del extraño, aun sabiendo que dicha indicación no es con el intento de despojarlo de sus propios de­ rechos, pues sabe bien que no debe de caminar [» ]

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sobre el césped del prado. De otro modo, si un oficial de policía o un individuo en traje de agente del orden, o un guardián del parque, o un agente de autoridad superior del municipio, por ejemplo, se le aproximara y le hiciera la misma observación verbalmente, de no estropear el césped, el sujeto obedecería al instante, más no sin el resentimiento natural oculto, creado en su consciencia. El hecho de reconocer el derecho de autoridad no elimina la estigma ni disminuye el resentimiento creado en la consciencia en virtud del mandato autoritario. Simplemente estimula la obediencia inmediata debido a ese otro instinto natural, la preservación de sí mismo. Fácil es comprender, por lo tanto, porqué los niños al prohibirles que hagan ciertas cosas, o al mandarles que hagan otras, reaccionan con tanta rápides replicando con la antigua frase de “¿Por qué?” El chiquillo puede ser inconsciente del hecho de que uno de sus principios fundamentales de accionar libremente, es el de ser compelido por la orden que recibe, pero siente como que el mandato fuera un reto a la conclusión a que ha llegado o al deseo que quiere expresar, o al instinto natural

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que lo empuja a manifestar sus deseos y llevarlos a su más completa expresión. Los psicólogos que han concentrado su sabiduría de las leyes mentales sobre los problemas de los negocias, tales como la manera de anunciar y la de vender mercaderías ha enseñado a los negocian­ tes astutos las últimas y finales lecciones psicológi­ cas que se requieren. El comerciante, el anun­ ciante, y el vendedor han aprendido que no se puede exigir al consumidor a comprar un producto sin antes anticipar la inevitable pregunta, “¿Por qué?” Sin tomar en cuenta las virtudes de los pianos Steinway o Chickering, no se puede esperar que un anunciante o vendedor tenga éxito en ensalzar los méritos de un instrumento con sólo publicar diarios y magazines, o en circulares, la necesidad de comprar a la fuerza un piano Stein­ way. Si la pregunta, “¿Por qué?” no ha sido contestada previamente por medio de anuncios publicados describiendo la calidad superior del ins­ trumento; el anunciante y el vendedor pueden confiar en la práctica establecida o ignorar toda explicación ulterior y las razones del porqué debe de comprarse ese piano. Pero resulta una mediocre C3 8 ]

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psicología atenerse al juicio correcto de cualquier individuo sobre los méritos de una proposición a tal grado de tener que acatar una orden sin investí' gación. Un producto universalmente conocido y vendido por muchos años en los Estados Unidos, fué anunciado en carteles, periódicos, y revistas, única y exclusivamente bajo el lema de, “Al fin (lo tiene usted que comprar) ¿por qué no ahora?” Esta nueva forma de anuncio fué acogida como que aumentaría considerablemente la venta del nuevo producto. Mas cuando el anuncio apareció en otras secciones no familiarizadas aun con el artículo, las probables ventas no se materializaron porque se descubrió que miles de consumidores natural y conscientemente reaccionaron a la forma autoritaria del anuncio, preguntándose a sí mismos, “ Bueno, y ¿por qué?” ¿Qué cosa había en aquel producto que tenía la gente que comprarlo inevitablemente y por qué había que comprarlo ahora mismo? Con esas dos preguntas sin contestación, enfáticamente en la mente humano rechazó la idea autoritaria del anuncio y casi desafiante, decidióse la gente a no comprar ese producto. Esta [39]

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decisión mental nacida de la oposición natural a lo imperioso, se convirtió en un factor psicológico más poderoso que la forma original del sistema de ventas, y fué muy difícil de eradicar sino hasta de muchos años de adoptarse diferente forma de anunciar. Y de esa manera, la raza humana, especialmente en los países civilizados, ha probado ser fácilmente afectada por sus instintos normales y naturales y por los procesos psicológicos de sus reacciones mentales. Los negociantes más prósperos, los anunciantes, los psicólogos, médicos, cirujanos, instructores, y maestros, abogados y profesionales en diversos campos de acción, han descubierto que la manera más fácil, más eficiente y segura para producir una reacción deseada, o de hacer que un individuo o un grupo de individuos siga un curso de acción previamente trazado para ellos, es por medio de la sugestión en vez del comando. Y en el campo profesional, especialmente en el ramo de ventas y publicidad, que abarca' casi todas las profesiones y artes de hoy en día, ha surgido una nueva escuela de psicología consagrada al estudio cuidadoso de ías reacciones humanas y a la sutil [40]

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preparación de sugestiones de peso y fuerza que llevan consigo toda la potencia de un mandato real, al mismo tiempo que lo placentero de una dulce sugestión. Y esta escuela de formas singulares de psicología aplicada ha descubierto principios muy fundamentales. Ha demostrado que hay diversos modos de que mandatos enérgicos o sugestiones pueden emitirse y transmitirse de una mente a otra, y que hay varios medios en los cuales tales enérgicas sugestiones o mandatos pueden ser y son fácilmente aceptados por otra mente y ejecutados casi in­ conscientemente . En las informaciones extensas de los expertos de esta nueva escuela de psicología aplicada, lle­ gamos a darnos cuenta de que nuestra vida diana, nuestras ocupaciones cotidianas, nuestras reaccio­ nes y acciones personales, privadas, íntimas y públicas, se encuentran a cada hora y en cada día que pasa, afectadas por mandatos invisibles y enér­ gicos, y sutiles sugestiones de una falange de espe­ cialistas altamente ilustrados y entrenados que la­ boran en todas las líneas del interés humano sola­ mente con el fin de hacer que el resto de nosotros [4i]

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hagamos lo que ellos dicen. Ellos nos demuestran que lo que tomamos en el desayuno nos ha sido de antemano sugerido por un mandato, ni más ni menos. Nos enseñan que todas las prendas de vestir, particularmente los aditamentos modernos, como las ligas y los alfileres para sombrero, el tipo del calzado y las mancuernillas, que compramos para nuestro uso personal, no lo hacemos por un deseo nacido de nuestras propias consciencias, sino como resultado y reacción de un mandato sutil implantado en nuestras mentes y ejecutado expontaneamente. Ellos nos enseñan que así mismo, las casas que construimos, las profesiones que escogemos para nuestros hijos, los libros que compramos para leer, la clase de medicinas que consumimos, la termi­ nología e identificación de nuestras dolencias físi­ cas, y hasta la clase de operación que pedimos en un hospital, y la forma y arreglo final de nuestro funeral, son el resultado de aspiraciones creadas en nuestra propia imaginación de manera incons­ ciente. En vista de tales enseñanzas, después de haberlas íeído, uno empieza a cavilar si será posible que [42]

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alguno de nosotros pueda tener ideas originales propias, o deseos concebidos en nuestra mentalidad sin la intervención de la astucia de algún ente mental extraño. Pero el analísis de sus clasificaciones de métodos para producir mandatos sutiles y efectivos nos enseñan que hay tres modos o sistemas por los cuales los mandatos e ideas pueden ser trasladados de una mente a otra y aceptados por la otra mente casi inconscientemente y que se convierten así en una ley o fuerza que instantáneamente pone en movimiento reacciones incontrolables. El primero de estos métodos de transferir tales ideas es por medio de frases hábilmente compuestas y expresadas en un estilo sutil insospechable cubiertas con un exquisito baño de confitura. El segundo método es presentar la misma idea o pensamiento con toda la franqueza, sin ambages, en forma de sugestión no expresada, generalmente con gestos indicativos silenciosos si hay previo entendimiento. El tercer método es una combinación de los dos primeros, pero presentado en forma figurativa, ya con un dibujo o cuadro artístico el cinematógrafo, [43]

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una fotografía, un diagrama o una lista de cifras estadísticas u otros símbolos. En efecto, la psicología del proceso parece ser la siguiente: Si puede usted exponer una idea po­ tencial a otra persona sin que ésta sospeche por un instante que usted ansia porque ella adopte tal idea, será más fácilmente aceptada, adoptada, y ejecu­ tada que mediante la sospecha de que usted trata de transmitir dicha idea de su mente a la de esa otra persona. Otro punto muy artificioso en conección con este proceso psicológico es, que si usted al expresar su voluntad hábilmente velada y cuidadosamente expuesta en forma de sugestión, y puede encubrirla, decorarla y vestirla de tal modo que la mente de * la otra persona, la escuche, la vea y la reconozca sin comprender desde luego su verdadera natura­ leza, pero que más tarde la estudie y evolucione en una idea vital, viviente, de su propia mente individual, entonces ese sujeto se dará cuenta que tal idea es de su propia concepción de sus propias conclusiones lógicas y razonables, (vanidad de va­ nidades) por ser su propia concepción, creada y desarrollada por él, debe de ser verdadera y [44]

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correcta, y por lo tanto, digna de la inmediata aceptación y entusiástica adopción. Haciendo un resumen de todas las divagaciones precedentes a través de los caminos y laberintos de la psicología moderna—quizás no más moderna que la psicología usada por Eva en su explicación de como vino a ofrecer manzanas en un té vesper­ tino en el Jardín de Edén—hallamos que el prin­ cipio es simplemente ésto: Si el individuo Sr. A desea que otro sujeto, Sr. B, haga ciertas cosas y obre de acuerdo con determinadas ideas fijas y crea y sienta de la misma manera, en vez de que el Sr. A se dirija al Sr. B y le ordene desempañar tales cosas o se lo indique cortésmente, le presenta la idea de un modo indirecto, quizás en alegoría, parábola, analogía, citando algo que ha leído o escuchado en alguna parte, o algunas noticias que ha vista en un periódico, o mencionando una es­ cena maravillosa vista en una cinta cinematográfica en boga para luego olvidar el asunto sin indicar que le interesaba sólo de manera casual. No obstante, si él ha usado la propia psicología al presentar la idea al Sr. B, veremos que un poco después cuando las dos personas se hayan apartado una de otra [* n

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y no tengan contacto, el Sr. B principiará a re­ cordar algunos de los pensamientos incompletos que le sugirió el Sr. A, y los analizará, probable­ mente tratando de encontrar el misterio de la co' nección perdida del cuento o de hallar aplicación algo analógica a las circunstancias actuales y paula­ tinamente desarrollará la idea en su propia cons­ ciencia en una forma más extensa de la que el Sr. A se la había presentado. Finalmente, después de una hora, un día, o quizás el transcurso de una semana o de un mes el Sr. B descubre algún punto o parte de la idea que le fué expresada y que el ha desarrollado en su propia imaginación en forma tan amplia que ahora sí le interesa, o que ese in­ terés fué estimulado por algún incidente reciente­ mente ocurrido en sus negocios, en su vida o en su cuerpo, y le ha fascinado instantáneamente la idea y analogía y la coordinación creada en conección con esta idea, y llega él a una conclusión acerca de ella, una decisión, y encuentra en ella cierto grado de veracidad, lo cual al complacerlo presta más atención al asunto y finalmente decide que ha hecho un descubrimiento o ha evolucionado dicha idea que debe ser de importancia para él [46]

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mismo y de gran significación a su propio pensa­ miento, pues de otra manera no se preocupara de esa idea mentalmente. He aquí el punto donde la influencia del proceso empleado por el Sr. A, llega a su clímax, porque ahora él manda y la idea ya no es ía misma venida del Sr. A. El mandato ya no es algo concebido en el cerebro del Sr. A, y transmitido al Sr. B, sino que ahora es el mandato magnífico de la mente del Sr. B, y por supuesto, no puede existir repulsa o resentimiento cuando la idea es propia de uno, y gloriosamente desarro­ llada por medio de nuestro propio y concienzudo análisis y razonamiento. De modo que, desde luego el mandato del Sr. A, viene a ser idéntico aí man­ dato del Sr. B, y B está bajo su influencia, a su alcance, e inconscientemente una víctima dócil por bien or por mal. Este, pues, es una parte del proceso psicológico de reacciones mentales.

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IV

EXTRAÑOS PROCESOS DE LA M ENTE H U M A N A O HAY necesidad de discutir por más tiempo con personas cuerdas y sensatas, el problema de si la mente del cuerpo humano ejerce algún control sobre la materia de que éste se compone o los di' versos procesos fisiológicos funcionando dentro del cuerpo. N i se necesita ser un secuáz o devoto de las enseñanzas místicas, metafísicas, espirituales o religiosas, o pertenecer a alguna secta o culto para recordar incidentes que constituyen prueba de que la mente en el cuerpo humano puede ser creadora de muchas condiciones mentales, extrañas y pecu' liares. En el estudio clínico de procesos psicológicos llamados anteriormente hipnosis, quedó demostrado hace mucho tiempo que una persona puesta en un estado de sopor ya por medio de hipnosis psico' [49]

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lógica o por hipnosis química (narcótico) y teniendo fé en la integridad y competencia del in­ ductor del sueño, puede éste hacerla creer que una pluma estilográfica o un lápiz es un hierro caldeado al rojo. Con este instrumento frío puesto ante sus ojos, lo que para su mente es un instru­ mento de tortura, fácilmente cree él mismo que si le tocaran el brazo descubierto por un minuto con esta pieza de metal candente, sufriría un dolor in­ tenso y notaría en seguida huellas de la quemadura en la forma de una ampolla. Y en efecto, en cada experimento hecho de esta manera durante un estado real de creencia y suceptibiíidad inducida o hipnótica, el paciente ya en la clínica o en la sala de conferencias ha experimentado mental y fisiológicamente las agonías de una quemada, aun de las que registraría un cardiógrafo o los instru­ mentos científicos eléctricos más sensitivos. Y al­ gunas horas después, al despertar, aun inconsciente de lo antes ocurrido, una ampolla de agua de ía forma y tamaño del supuesto hierro calentado aplicado a su epidermis se le alzará en su brazo natural y normalmente, la que puede ser abierta y desecada como de costumbre sin dejar huellas [*>]

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para el observador y el paciente de que dicho efecto no fue consecuencia de una quemadura física causada por medio de un pedazo de hierro candente. Tenemos, pues, en esta demostración científica hecha en los laboratorios y clínicas psicológicas de los hospitales en Europa y América miles de veces y presenciada por el autor de este libro, un ejemplo excelente de cómo una idea mental, sin tener actualmente una base física para sus efectos, puede crear dentro del cuerpo humano un verdadero resultado fisiológico. En otras palabras, esta demos­ tración viene a probar que una idea o un pensa­ miento en nuestra mente puede trasladarse y transformarse asimismo en algo que no es mera­ mente mental sino algo tan presente y de actuali­ dad que haya afectado el cuerpo humano. Cientos de otros experimentos similares verifi­ cados en niños y adultos de todas las edades y de ambos sexos, atestigan que si la mente humana acepta una idea sin titubear, sin dudar, o sin recelo de ninguna clase, se tomará no sólo en una idea aceptada, sino que en una ley o mandato, o en un principio que lógicamente llenará su propósito y [51]

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naturaleza sin posterior apoyo en actualidad o en procesos psicológicos. Para hacer ésto más comprensible, recordemos que cuando una pieza de metal o hierro candente se aplica a nuestro brazo, y vemos que hace contacto con nuestra carne, no tenemos que crear la idea de que nos quemará y causará tortura y dolor en todo el brazo y hasta el cerebro y que sentire­ mos el dolor terrífico a tal grado que no tan sólo lo sintamos sino que la veremos reaccionar al con­ traerse los músculos del brazo y el impulso natural de retirar el brazo del contacto del hierro candente. No necesitamos concebir la idea de apartar el brazo del metal caliente, porque esa idea como mandato a nuestra propia carne nace en la mente como resultado del dolor y sufrimiento que auto­ máticamente sucede a la quemadura de la carne. Y cuando el hierro se aparta del brazo—o más bien^-cuando el brazo se ha separado o apartado del contacto del hierro candente, no tenemos que transmitir un mandato mental a ía carne para crear una ampolla de la forma de la quemadura, ni pensar tampoco en el proceso que sigue después

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de la quemadura, tales como la formación de una llaga, por ejemplo. Todas esas cosas, la quemadura de la carne, el dolor intenso, la contracción de la piel y del músculo, el sacudimiento del brazo y la formación de la ampolla, todo acontece automáticamente en el curso debido como períodos lógicos en el proceso, después de haber visto el hierro can­ dente o sentir sus efectos al hacer contacto con nuestra piel. No puede decirse, por ío tanto, que las agudas punzadas del dolor, las contracciones de la carne y de los músculos, el extremecimiento del brazo y la formación de la ampolla son ideas individuales y separadas creadas en la mente y forzadas a manifestarse en el cuerpo. Cada uno de los puntos separados en todo el proceso vienen en orden sucesivo, automáticamente como asunto común y corriente, de acuerdo con las leyes naturales. El hecho de que si cien brazos de cien diferentes tipos de individuos son quemados con el mismo trozo de hierro candente, de la misma manera y por igual lapso de tiempo, encontraremos escaldaduras similares en los tejidos causadas por el calor y ampollas de agua similares en cada uno [53]

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de los sujetos, demuestra que la naturaleza, obra muy uniformemente in tales procesos naturales. La *única diferencia, por lo tanto, en todo el proceso de quemar el brazo supuestamente con la pluma fuente y ocasionar una ampolla de agua y el de hacerlo con la pieza de metal caliente y ocasionar el mismo resultado de la ampolla, está en la diferencia entre el concepto mental en cada caso. En el primer caso la mente del individuo aceptó la existencia y verdad y actualidad del metal candente tocando la carne sólo basándose en la fé que tiene en la integridad del creador de la idea, dejando después a la naturaleza que siga su curso debido, mientras que en el otro caso la mente del sujeto aceptó la actualidad, la realidad, y exis­ tencia física del hierro candente contra la carne, no basado en la fé en la integridad de la mente o información del otro, sino bajo la observación de su propio cacúmen ante la forma del hierro al rojo vivo, y por lo tanto, la idea de la quemadura siendo aceptada como verdad, el proceso natural auto­ máticamente siguió su curso. Vemos, por lo tanto, que en ambos casos la existencia actual del hierro candente fué aceptado [54]

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mediante la observación. Está aceptado general' mente que “Ver es creer"; ésto es, que si vemos una cosa tenemos la mejor evidencia de su natura' leza, calidad, y potencia para realizar ciertas otras cosas. En el primer caso, el paciente en el laboratono vé la pieza de metal quemante a través de la vista psíquica o psicológica de su mente, la cual está bajo el control del hipnotista. En otras palabras, lo que el hipnotista vé en su propia mente y quiere que el paciente vea en la suya, es visto por este último sin lugar a duda o a la menor sospecha de decepción. Por lo tanto, por lo que toca al proceso psicológico, el paciente en su estado hipnótico y somnoliento, “vé" el hierro al rojo vivo, cuando el hipnotista le dice que tiene ante sus ojos una pieza de hierro candente. (Aquí precisamente puede ser de interés a los estudiantes de psicología, y quizás de provecho para aquellos que están en desacuerdo con las de' claraciones antes escritas aquí, que en otros experi' mentos hechos ha quedado probado que cuando un pariente se halla bajo la influencia del sueño inducido o estado hipnótico, sus ojos no duermen como en sueño normal, sino que están semi'abiertos [55]

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a la percepción fisiológica y la transmisión de ondas luminosas u ondas visuales como en el es* tado normal, con la excepción de que la interpre' tacion de estas impresiones es afectada por la aceptación de las indicaciones del operador hipnotista. En otras palabras, cuando el hipnotista pone ante la persona en estado hipnótico una pluma fuente ordinaria, hecha de hule negro o de plata y le advierte que es una piez,a de hierro caliente al rojo vivo, y le sugiere que se fije en sus irra­ diaciones rojizas, él puede sentir el calor de la flama ante su rostro al mirarla; el paciente hipnotisado vé psicológicamente un cambio en el color del hule negro y la plata que vió pocos minutos antes, o en cualesquiera impresión puesta en la retina del ojo del paciente. Psicológicamente y de acuerdo con todas las leyes de la física, la figura perfecta de la fría e inofensiva pluma estilográfica es verdaderamente grabada en la retina del ojo. Mas como en nuestro estado normal despierto así como en cualquier estado físico o hipnótico, el proceso de “ver” no termina en la retina del ojo, sino que allí realmente principia, porque las esti­ mulaciones de los nervios creadas por la imagen [56]

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en la retina tienen que ser transferidas a la región mental psíquica y psicológica del cerebro y cons­ ciencia donde la “visión” viene a ser más que simples impulsos nerviosos. Cualquier daño o condición anormal física que interrumpiera las funciones psicológicas de esta región del cerebro y de la consciencia, puede causar muchas veces y así sucede a menudo interpretaciones erróneas y translaciones falsas de la impresión creada en la retina del ojo, de modo que una persona que no está bajo la influencia del hipnotismo o en estado de ser sugestionado, ni a merced de algún psicologista, podría ver una pieza de hule negro de la forma y tamaño de una pluma estilográfica, y to­ marla por una pieza de metal negro volverse roja por eí fuego o irradiando luminosamente debido al calor. Si algunas otras causas aparte de las suges­ tiones del operador hipnotista hubieran hecho creer al individuo de antemano que iba a ser que­ mado con un hierro candente, o que había una pieza de metal caliente en la habitación, o que podría mostrársele para que le examinara, o que el haya leído y creído por mucho tiempo que en ciertas ocasiones la gente era marcada con un [57]

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hierro caliente en cierto día de la semana, cuando ellos estaban en ciertas ciudades o países sin ocupación, sin hogar, y sin dinero, y él se encontró en un hospital o institución en tal día de la semana o del año, y en tal condición económica y social y llevado inesperadamente a otro cuarto y de alguna caja misteriosa el extremo de una pluma fuente le fuera mostrado y se le preguntara que era lo que veía; el diría seguramente que estaba “viendo" un hierro candente para marcar. Así como un niño de dos años de edad que no ha vista nunca una pluma estilográfica, tomaría a una pluma fuente inesperadamente apreciada ante sus ojos por un pedazo de dulce de orozús, simplemente porque mientras el niño veía la misma cosa que el adulto había visto, su mente era incapáz de transladar propiamente la impresión en la retina de sus ojos en una verdadera interpretación.) Esta cuestión de aceptar una idea y hacer que tal idea continúe su proceso natural es una de las extrañas leyes de nuestro cerebro humano y nuestra consciencia. Cualquiera que sea la idea que sea aceptada por nuestro cerebro y en lo úv terior de nuestra consciencia o mentalidad física, [58]

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o proceso psicológico de razonamiento viene a constituirse en ley sobre nosotros. Mas dicha ley no tiene que ser conscientemente ejecutada por nosotros por medio de posteriores esfuerzos cons' dentes como pensar, analizar, o razonar. Nuestra consciencia interior o consciencia física puede hacer ese razonamiento o análisis, pero si es así, no será tan rápidamente, tan instantáneamente, que noso' tros no lo notemos y es parte del proceso de la consciencia subjetiva e íntima y no parte de la objetiva o consciencia exterior que usamos en otras formas de raciocinar y analizar. Es perfectamente claro que si uno de nosotros, en nuestro estado despierto normal, se nos mos' trara una pluma fuente ordinaria de color negro, o mejor dicho, el extremo de la cubierta que cubre la pluma fuente, y se nos dice que es una pieza de hierro candente, nuestras facultades objetivas de razonamiento del cerebro se pondrían en seguida en movimiento y por analogía y comparaciones determinaría si dicha pluma fuente era o no un hierro caliente. Tal razonamiento como el cerebro objetivo y la consciencia externa harían en tal caso, dependería de la educación que el cerebro [59]

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m ental

haya tenido en el pasado. Por supuesto, si el cerebro de ese individuo no había nunca observado o visto antes una pluma fuente, o que no haya visto asimismo antes una pieza de hierro caliente o alguna pieza de metal al rojo vivo, el cerebro objetivo no tendría medios por los cuales determi" nar por comparación o por analogía si el objeto negro puesto ante sus ojos era una pieza de metal candente o no. Si no había tenido conocimiento de lo que significaba una pieza de metal caliente al rojo vivo, él probablemente no le interesaría que tal objeto le iba a ser colocado sobre la epidermis. Y en caso que se le dijera que la piel se quemaría, y él no hubiera sentido antes quemaduras de nüv guna clase, no mostraría reacción alguna ante la sugestión o la idea de que no habría trazas de dolor y contorsión muscular de alguna clase, él no mostraría reacción alguna a ía sugestión o idea, y no habría indicación de dolor y la conmoción de los músculos como en el caso del individuo bajo la influencia del sueño hipnótico. Ciertamente sentiría la pluma fuente al tocarle la piel, y sería de un calor tan moderado que la impresión resul' taría ligera. Así como si se le vendaran los ojos [60]

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no podría decir probablemente en qué parte de su cuerpo sentía el contacto de la pluma estilográfica. Pero, si de otra manera, el instrumento fuese una pieza de metal caliente, ya sea que él haya experi­ mentado quemaduras anteriores o no, el metal can­ dente le quemaría la pieí, resultando naturalmente las consiguientes contorsiones y dolor de la carne manifestadas en el caso susodicho de tocar la piel de un individuo en estado hipnótico con una pluma fuente completamente fría. Vemos, por lo tanto, que una idea implantada en nuestra mente, ya sea por observación o por sugestión, por medio de frases o gestos, o de otro modo, la interpretamos de acuerdo con nuestra inteligencia y pasadas experiencias. Esto quedó claramente demostrado en el caso del famoso ex­ plorador inglés Livingstone, que viajó por Africa y en una ocasión soprendió ingeniosamente a los nativos diciéndoles que sus pesados y voluminosos elefantes podían andar sobre el agua congelada en Norte América, y otros países del Norte. Puesto que aun la tierra resistente y bien pisoteada, se hunde a su paso; ellos no podían comprender que un animal como el elefante que pesa muchas tone­ [61]

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ladas pudiese andar sobre el agua sin irse al fondo, o hundirse aunque fuese un cuarto de pulgada. Además, como las constantes referencias de Li' vingstone al “agua congelada” o “agua endurecida” como ellos interpretaban las palabras no sig" nificaba nada para ellos, porque nunca la habían visto, simplemente no podían concebir que el agua endureciese o se solidificara a tal grado de resistir el peso del animal. Las palabras “congelado” y “hielo” no significaban nada para aquellos que nunca habían visto ni experimentado tales cosas. Así es que encontramos que una de las otras peculiaridades de nuestra mente humana y de nuestra consciencia es la que se relaciona con núestra interpretación individual de ideas, incluyendo cosas que vemos u oímos, sentimos, exhalamos, o gustamos. Sabemos bien cuando una cosa es ca­ liente por nuestra previa experiencia con ío que es frío y lo que es caliente. Sabemos asimismo lo que significa lo duro y lo blando, gracias a experiencia previa con la variación y densidad de artículos y la diferencia entre la dureza y la blandura. No es verdad que dos individuos miren a un mismo objeto y “vean” precisamente la misma cosa. Aun si no {62}

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hubiese variación en las impresiones físicas gra' badas en la retina del ojo por medio de la luz y las ondas visuales, aun habría cierta diferencia en la interpretación de esas impresiones debida a una falta de entendimiento por diferencia de educación, instrucción y razonamiento, etc. Mas cuando una idea es admitida por la cons' ciencia íntima o la mente de uno y se traduce en una comprensión propia de acuerdo con su propia educación y azares de la vida, viene a ser para tal individuo, algo actual y latente, en naturaleza y calidad, según la interpretación que la consciencia de ese sujeto le ha dado. Y esta cosa viviente pr
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