Ensayo Final de Patristica
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BREVE CONSIDERACIÓN BÍBLICA DE ALGUNAS DOCTRINAS EN LA LITERATURA DE LOS PADRES APOSTÓLICOS
Patrística Dr. Jaime Morales Herrera
Frank Isaac Berrocal Aréstegui Para optar el título de: Licenciado en Estudios Teológicos
SEMINARIO INTERNACIONAL INTERNACIONAL DE MIAMI - IBRC Agosto, 2011 Casma – Perú
ÍNDICE BREVE CONSIDERACIÓN BÍBLICA DE ALGUNAS DOCTRINAS EN LA LITERATURA DE LOS PADRES APOSTÓLICOS I.
INTRODUCCIÓN
II.
DOCTRINA PATRÍSTICA A. TRINITARISMO B. CRISTOLOGÍA C. GOBIERNO ECLESIÁSTICO
III.
DOCTRINA BÍBLICA A. TRINITARISMO B. CRISTOLOGÍA C. GOBIERNO ECLESIÁSTICO
IV.
CONSIDERACIONES FINALES A. TRINITARISMO B. CRISTOLOGÍA C. GOBIERNO ECLESIÁSTICO
V.
CONCLUSIÓN
NOTAS DE REFERENCIA BIBLIOGRAFÍA
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BREVE CONSIDERACIÓN BÍBLICA DE ALGUNAS DOCTRINAS EN LA LITERATURA DE LOS PADRES APOSTÓLICOS I. INTRODUCCIÓN Una regla muy conocida dentro de la disciplina de toda hermenéutica, incluida la sacra, es que lo incidental debe ser interpretado por lo sistemático, y a juzgar por ello, no podemos aspirar a conocer el todo del pensamiento patrístico post-apostólico por lo que escribieron, sino apenas una aproximación simbólica de ello. Esta desventaja se potencializa más cuando se trata de las doctrinas que ellos profesaron, en vista del carácter de sus escritos. Si bien es cierto que aun cuando no podamos indagar mucho en esto, sin embargo lo haremos dentro de los límites de lo permitido en sus escritos. El presente ensayo aspira captar las declaraciones incidentales en referencia a algunas doctrinas que han tenido un fuerte impacto en la historia de la iglesia, de modo que aún hasta la fecha hayan repercutido, ya sea en una ortodoxia propiamente bíblica, o en doctrinas claramente sectarias. La dinámica del ensayo consiste primero en extraer las declaraciones patrísticas en referencia al trinitarismo, cristología, y gobierno eclesiástico, analizarlos, y sacar conclusiones al respecto bajo los límites del tiempo en que fueron escritas. En segundo lugar, hacer un breve estudio de la posición bíblica al respecto. Y para finalizar, haremos algunas consideraciones generales sobre las mismas, y su relevancia para la teología de hoy. Aun cuando distemos en mucho de ser exhaustivos, procuraremos que este ensayo sea representativo en su análisis.
II.
DOCTRINA PATRÍSTICA 3
La designación “Padres apostólicos” es una clasificación no anterior del s. XVII, y comprende a aquellos escritores cristianos de fines del s. I y principios del s. II d.C., quienes habrían conocido personalmente a los apóstoles, o, por lo menos, vivieron y lideraron la iglesia de la generación siguiente. Su literatura es muy variada en cuanto a su naturaleza, y está compuesta de diez epístolas (una de Clemente a los Corintios, siete de Ignacio a distintos destinatarios, y una de Policarpo a los Filipenses), un manual de conducta (la Didajé), un libro apocalíptico de Hermas (el Pastor de Hermas), un relato histórico (el martirio de Policarpo), una homilía (la Secunda Clementis ), un tratado (la epístola de Bernabé), y dos apologías (la epístola a Diogneto, y la de Arístides). Estos escritos, debido a su carácter y a las circunstancias de su composición, resultan ser bastante útiles para conocer la vida y el sentir de la iglesia en su temprana edad. “A través de ellos podemos estar al tanto de algunos de los problemas que afligían y preocupaban a los cristianos de los primeros siglos. Las divisiones internas, las persecuciones externas, el conflicto con el judaísmo de una parte y el paganismo de otra”, todo esto se pone claramente de manifiesto. 1 Debido a esta realidad, no podemos, ni debemos, pretender que estos Padres nos den en sus escritos “una exposición científica de la fe cristiana. Sus obras, más que definiciones doctrinales, contienen afirmaciones de circunstancias”. 2 No obstante, podemos extraer de ellos indicios que nos aproximen al pensamiento real del autor patrístico, en lo que a doctrina se refiere. Veamos: A. TRINITARISMO Aunque a lo largo de los siglos diversos grupos unitarios hayan hecho graves acusaciones al cristianismo ortodoxo en cuanto a la doctrina de la Trinidad, afirmando que esta es una creencia resultante de la “constantinización” del cristianismo post-niceno, la evidencia patrística demuestra que ello no pasa de ser una acusación falaz sin fundamento alguno, toda vez que ella se encuentra en la literatura eclesiástica temprana, a través de fórmulas trinitarias que prueban su existencia mucho antes del concilio de Nicea. 1. Clemente romano evoca en más de una oportunidad en su epístola, fórmulas trinitarias que nos hacen concluir que este no era un tema nada nuevo para él. Esto es lo que expresa en la siguiente pregunta retórica: “¿No tenemos un solo Dios y un Cristo y un Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros?”. 3 4
2. La Didajé parece afirmar implícitamente su creencia en la Trinidad cuando trata del bautismo. Sigue la fórmula bautismal instituida por el Señor en Mateo 28:19: “En cuanto al bautismo, he aquí como hay que administrarle: Después de haber enseñado los anteriores preceptos, bautizad en el agua viva, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. 4 3. Hermas afirma su fe en un Dios único. 5 No obstante que parece aceptar la trinidad divina, su concepto trinitario no deja de ser bastante ambiguo. 6 4. Esto mismo sucede con la Secunda Clementis , que, aunque fácilmente parece mencionar a las tres personas de la Trinidad, sin embargo su interpretación de la misma llega a ser bastante bizarra, por cuanto confunde a Cristo con el Espíritu. 7 5. Parece que Ignacio no tenía ningún inconveniente con la Trinidad, puesto que usa fórmulas que nos dan esos indicios: “… por cuanto vosotros sois piedras de un templo, preparadas de antemano para un edificio de Dios el Padre, siendo elevadas hacia lo alto por medio del motor (instrumento) de Jesucristo, que es la Cruz, y usando como cuerda el Espíritu Santo”. 8 6. Los indicios de este tipo siguen también en la epístola de la iglesia de Esmirna a los de Filomelio, de modo que ellos también pueden describir las últimas palabras de oración de Policarpo en función a la Trinidad diciendo: “«Oh Señor Dios Todopoderoso, Padre de tu amado y bendito Hijo Jesucristo, por medio del cual hemos recibido conocimiento de Ti, el Dios de ángeles y poderes, y de toda creación y de toda la raza de los justos, que viven en tu presencia; te bendigo porque me has concedido este día y hora para que pueda recibir una porción entre el número de los mártires en la copa de [tu] Cristo en la resurrección de vida eterna, tanto del alma como del cuerpo, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo”. 9 7. Arístides también reconoce las tres personas de la divinidad en su apología, aunque debido a la naturaleza de su obra, no describe el tipo de relación entre ellas: “Y éstos son los que más que todas las naciones de la tierra han hallado la verdad, pues conocen al Dios creador y artífice del universo en su Hijo Unigénito y en el Espíritu Santo, y no adoran a otro Dios fuera de éste”.10 B. CRISTOLOGÍA En cuanto a la cristología diríamos, tal como lo señaló Berkhof, que “el problema presentado por Cristo, considerado a la vez Dios y hombre, y las dificultades envueltas en un concepto 5
semejante, no lo sintió en su plenitud el pensamiento primitivo cristiano y sólo amaneció sobre él con la luz de la controversia”. 11 Por ello que las alusiones cristológicas de la literatura patrística temprana no son de carácter específico, sino más bien genérico. Se haría necesario de siglos posteriores, años de controversia, y de la realización de concilios eclesiásticos, para que la cristología se definiera cuidadosamente a la luz de la Escritura. Mientras eso ocurre, ya podemos observar en los escritos de los padres apostólicos la sencillez de la doctrina neotestamentaria, la defensa frente a algunas herejías primitivas, y también algunas serias desviaciones. 1. Clemente por ejemplo, reconoce implícitamente la preexistencia de Cristo partiendo de citas veterotestamentarias, como si ellos fueran dichos del Señor mismo “por medio del Espíritu Santo”.12 2. Hermas presenta luego, una cristología bastante curiosa, errada, y de tendencia monarquista dinámico.13 Llega también a confundir al Hijo de Dios con el Espíritu Santo: “… el ángel del arrepentimiento vino a mí y me dijo: «Deseo mostrarte todas las cosas que el Espíritu Santo, que habló contigo en la forma de la Iglesia, te mostró. Porque este Espíritu es el Hijo de Dios”.14 3. La Secunda Clementis afirma claramente la divinidad 15 y la humanidad de Cristo, 16 pero no sabemos hasta donde se extiende su ortodoxia al respecto, porque luego vemos que le confunde con el Espíritu. 17 Pese a su inicio alentador, consideramos su posición cristológica como un enfoque bastante confuso. 4. Ignacio presenta una cristología bastante clara y ortodoxa. Afirma preexistencia de Jesucristo, su divinidad, y su completa humanidad en abierto contraste con la doctrina docética, que cuestionaba una humanidad real del Señor. Observemos en los párrafos siguientes, citados en el orden respectivo: “Espera en Aquel que está por encima de toda estación, el Eterno, el Invisible, que se hizo visible por amor a nosotros, el Impalpable, el Impasible, que sufrió por amor a nosotros, que sufrió en todas formas por amor a nosotros”. 18 “Porque nuestro Dios, Jesús el Cristo, fue concebido en la matriz de María…”. 19 “Él es verdaderamente del linaje de David según la carne, pero Hijo de Dios por la voluntad y poder divinos, verdaderamente nacido de una virgen y bautizado por Juan para que se 6
cumpliera en El toda justicia, verdaderamente clavado en cruz en la carne por amor a nosotros bajo Poncio Pilato y Herodes el Tetrarca (del cual somos fruto, esto es, su más bienaventurada pasión)… “Porque Él sufrió todas estas cosas por nosotros [para que pudiéramos ser salvos]; y sufrió verdaderamente, del mismo modo
que resucitó verdaderamente; no como algunos que no son
creyentes dicen que sufrió en apariencia, y que ellos mismos son mera apariencia… “Porque sé y creo que Él estaba en la carne incluso después de la resurrección… Y después de su resurrección Él comió y bebió con ellos como uno que está en la carne, aunque espiritualmente estaba unido con el Padre. “[…] Porque si estas cosas fueron hechas por nuestro Señor sólo en apariencia, entonces yo también soy un preso en apariencia”.20 5. Al igual que Ignacio, Policarpo sigue defendiendo la doctrina de la encarnación real de Cristo en contra de la herejía docética. Lo hace en el mismo tenor que el apóstol Juan: “Porque todo el que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, es anticristo; y todo el que no confiesa el testimonio de la cruz, es del diablo”. 21 Además atribuye al Hijo de Dios los calificativos de “eterno”, y “Señor y Dios”, que evidencian claramente su fe en la preexistencia y divinidad de Cristo. 22 6. La iglesia de Esmirna testifica adorar a Cristo, por cuanto es el Hijo de Dios. Esto nos lleva a asumir que ellos profesaron fe en la divinidad de Cristo: “Porque a Él, siendo el Hijo de Dios, le adoramos…” 23 7. El autor de la Epístola a Diogneto, probablemente Cuadrato, 24 afirma su fe en la preexistencia del Verbo, al describirle como aquel “que era desde el principio”, y “que es [además] eterno”. 25 También parece aceptar la divinidad de Cristo y la perfecta unidad de sus dos naturalezas, cuando argumenta que Dios no envió a la humanidad “a un subalterno, o a un ángel, o un gobernante, o uno de los que dirigen los asuntos de la tierra, o uno de aquellos a los que están confiadas las dispensaciones del cielo, sino al mismo Artífice y creador del universo”. Dios, sigue diciendo la epístola, “le envió como enviando a Dios; le envió a Él como [un hombre] a los hombres”. 26
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8. Por último, diremos que también Bernabé asume la preexistencia de Jesucristo cuando interpreta las palabras de Dios en Génesis 1:26 como un diálogo entre el Padre y el Hijo: “Si es cierto que el Señor se dignó padecer por nuestra alma, siendo como es Señor de todo el universo, a quien dijo Dios desde la constitución del mundo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra…”. 27 C. GOBIERNO ECLESIÁSTICO Sobre este asunto, vemos, comenzando desde Ignacio de Antioquía, una desviación en cuanto al modelo original del gobierno eclesiástico, el mismo que degeneraría en la jerarquía piramidal católico-romana, y que luego sería corregido por la reforma protestante del s. XVI. No obstante, como probaremos a continuación, al principio no siempre fue así. Veamos: 1. Cuando Clemente de Roma dirige su epístola a los Corintios, no lo hace fungiendo su obispado como algo que le distinguiera de los demás en su iglesia, sino que lo envía, tal como lo señala Justo Gonzales, como si fuera “de iglesia a iglesia”. 28 Así lo leemos: “La Iglesia de Dios que reside en Roma a la Iglesia de Dios que reside en Corinto”. 29 Es él quien, aunque no de una forma categórica, sienta las bases para la doctrina de la sucesión apostólica; 30 sin embargo, también menciona a los obispos y diáconos como los dirigentes principales de la iglesia local, 31 a los primeros de los cuales parece identificarlos con los presbíteros en otro lado. 32 3. En la Didajé se hace claro que, aparte de los profetas verdaderos que, al parecer, todavía existían en aquellos días, los dirigentes locales son los obispos y diáconos. 33 No menciona a los presbíteros probablemente porque asume haberlos referido al momento de mencionar a los obispos. Aún escritores católicos reconocen que “en la Didaché no hay indicación alguna que permita afirmar la existencia de un episcopado monárquico”. 34 4. El Pastor de Hermas habla de “los ancianos [presbíteros] que presiden sobre la Iglesia”. 35 Menciona además, entre otros, a los obispos y diáconos en relación al ministerio a favor de “los elegidos de Dios”.36 Parece que debiera interpretarse esto como una presunta identificación entre los obispos y presbíteros, favoreciendo así la hipótesis de que la iglesia cristiana primitiva nació con el episcopado colegiado como modelo de gobierno, sin ninguna jerarquía marcada. 8
5. Ignacio es el que de una manera expresa sienta las bases para el episcopado monárquico, al diferenciar al obispo de los presbíteros, y elevarlo a una categoría superior al del presbiterio. 37 No obstante, de manera muy curiosa y poco usual, no hace mención alguna de este asunto en su epístola a los Romanos, ¿Será acaso porque este modelo de gobierno todavía no se había extendido a la iglesia romana? 6. Mientras que Pablo habló de obispos y diáconos en la iglesia de Filipos (Fil. 1:1), Policarpo menciona a los presbíteros y diáconos, al parecer en un sentido paralelo. 38 Esto parece corroborar la teoría de que la diferenciación de rango entre el obispo y los presbíteros todavía no se había extendido a todas las iglesias aquel tiempo, sino que ello sucedió posterior y paulatinamente. El escritor católico Quasten favorece esta percepción cuando afirma: “Parece, pues, justificada la conclusión de que la comunidad cristiana de Filipos era gobernada por una comisión de presbíteros”. 39
III.
DOCTRINA BÍBLICA
En esta sección trataremos las tres áreas doctrinales que vimos anteriormente, pero esta vez desde una perspectiva netamente bíblica. A. TRINITARISMO Aunque la palabra “Trinidad” sea una terminología teológica posterior a los apóstoles, y que no aparezca en las Escrituras, no significa necesariamente que la doctrina sea antibíblica. De hecho, pese a que Teófilo de Antioquía la haya acuñado hacia fines del s. II d.C.,
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la idea ya
se encontraba en semilla en el Antiguo Testamento, y en un fruto maduro en el Nuevo. Veamos a breves rasgos esto a continuación: 1. Aunque la Shemá de los hebreos afirmaba que “Jehová uno es” (Deut. 6:4), la palabra “uno (ejád )” nunca designó una unidad rígida cuantitativa, sino más bien una unidad que admite pluralidad en su esencia. Tal es así que esta misma palabra se usa en Génesis 2:24 para designar la unión matrimonial de dos individuos: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola ( ejád ) carne”. 2. Ya temprano en Génesis se habla de Dios como Creador de los cielos y la tierra (Gén. 1:1), no obstante, esta revelación va acompañada de detalles de información que, al parecer, tratan de decir algo en relación a la esencia divina. Por ello que en el v. 26 se registra un monólogo 9
divino que notoriamente se dirige a alguien más, presumiblemente el Padre al Hijo: “Entonces dijo (amar, singular) Dios: Hagamos ( naaseh, plural de asáh) al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Además que en el v. 2 se menciona al Espíritu de Dios como aquel que “se movía ( merajéphet ) sobre la faz de las aguas”. 3. Podemos observar que en el Nuevo Testamento se tiene una luz más definida de esta doctrina, de modo que en ella encontramos información sobre una pluralidad de personas dentro del Dios único: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre ( ónoma, singular) del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (pluralidad de personas, diferenciadas por el conectivo kaí )”. (Mat. 28:19). 4. La distinción de las tres personas se hace todavía más evidente en las siguientes palabras del Señor, aunque debemos añadir que en este pasaje también empezamos a observar una perfecta unidad de propósitos: “Y yo (el Hijo) rogaré al Padre, y os dará otro Consolador (el Espíritu Santo), para que esté con vosotros para siempre” (Jn. 14:16). B. CRISTOLOGÍA Aquí debemos reconocer que nos enfrentamos a un gigante, puesto que esta es una de las áreas de la teología más extensas, y a la misma vez que delicadas. Al igual que la Trinidad, la Cristología no puede entenderse dependiendo solamente del intelecto humano, tampoco haciendo cálculos de lógica, o mezclándola con filosofía; ella debe depender solamente de la revelación escritural. Si los hombres hubieran tenido esto en cuenta, se habrían ahorrado siglos de vana disputa en cuanto a detalles cristológicos insulsos. Nosotros por nuestra parte mencionaremos a continuación en términos generales, solamente los detalles necesarios que caracterizan una cristología ortodoxa. 1. En primer lugar, se puede mencionar que la Biblia afirma sólidamente la preexistencia de Jesucristo. Ya desde el Antiguo Testamento Miqueas escribía de él, que “sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miq. 5:2). Pablo por su parte dice que “él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Col. 1:17). 2. El hecho de haber existido desde mucho antes de su encarnación, señala de lejos los albores de su divinidad. Él no fue un simple ángel, sino alguien muy superior a ellos (Heb. 1:4), tanto
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así que se les ordena a adorarle (v. 6). Él fue siempre Dios en el más alto sentido de la palabra (v. 8), participante de la misma substancia ( hupostáseos) del Padre (v. 3). 3. Cristo siendo partícipe de todas las propiedades esenciales de la divinidad ( morfé), en igualdad (ísa) a Dios, se vació ( ekénosen) de sus privilegios divinos para adoptar todas las propiedades esenciales ( morfé) del hombre. Como hombre pudo morir en nuestro lugar (Fil. 2:6-8). Al igual que Pablo, Juan también enseña que Cristo siendo Dios, se hizo carne ( sárx egéneto) para habitar entre nosotros (Jn. 1:1, 14).
4. Así como su divinidad fue real (Jn. 20:28; Rom. 9:5; Tit. 2:13; Heb. 1:8; 2Ped. 1:1; 1Jn. 5:20), su humanidad también los fue (1Jn. 1:1-4; 4:1-3). No fue mera apariencia humana, porque tal como lo afirman los escritores neotestamentarios, él fue verdaderamente humano hasta en los detalles más diminutos (Mat. 1:1; 8:24; Jn. 4:6; 11:35; 19:28; etc.). C. GOBIERNO ECLESIÁSTICO Este es un área que también ha creado muchas controversias en la historia de la iglesia, además de haber sufrido paulatinamente ciertas permutaciones que a la larga desembocarían en el sistema jerárquico del catolicismo romano. Hoy hay más de cuatro sistemas de gobierno eclesiástico diferentes que reclaman la autenticidad de la línea apostólica. Pero, independientes de esta realidad, veamos algunos informes escriturales al respecto: 1. Todas las iglesias fundadas por los apóstoles, eran gobernadas por un conjunto de ancianos ( presbutérous), los mismos que eran constituidos por los apóstoles (Hch. 14:23). 2. Hay también información de que la iglesia de Filipos era presidida por “los obispos y diáconos” (Fil. 1:1). 3. En la iglesia apostólica, tanto el obispado como el ancianado designaban a las mismas funciones. De hecho, el pastorado también lo hacía. Un estudio profundo de textos como Hch. 20:17, 28; Tit. 1:5-9; 1Pedro 5:1-4, confirman la hipótesis. 4. Dado esta realidad, Filipenses 1:1 sugiere que el gobierno de las iglesias primitivas eran llevadas a cabo por un colegio de obispos. Al parecer, el mismo que el presbiterio ( presbuteríou) mencionado en 1Timoteo 4:14.
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5. No hay nada en las escrituras neotestamentarias que sugieran un modelo de gobierno basado en un episcopado monárquico, como tampoco los hay para clasificar al obispado como una clase superior y diferente del ancianado.
IV.
CONSIDERACIONES FINALES
En esta sección estaremos haciendo un breve estudio comparativo en relación a las tres áreas anteriormente tratadas. Esta síntesis estará compuesta también, por algunas observaciones generales en cuanto a las herejías más popularizadas históricamente, las mismas que sobrevivieron hasta el día de hoy en algunos ambientes sectarios. A. TRINITARISMO Como se ha podido notar en los escritos patrísticos, parece que hubo una aceptación masiva de la doctrina de la Trinidad para la siguiente generación de cristianos después de los apóstoles. Claro está que el tiempo y las disputas en torno a ello pulirían su claridad. En las siguientes generaciones se necesitaría más precisión a la hora de definir esta doctrina, puesto que los debates al respecto lo harían cada vez más complejo por causa de sus detalles. Como bien lo observa Wayne Grudem, los errores trinitarios surgen debido a que se ignora uno o más de las tres siguientes afirmaciones, todas ella referentes a la divinidad: (1) Dios es tres personas, (2) cada persona es plenamente Dios, y (3) hay sólo un Dios. 41 La negación de la primera afirmación ha sido conocida en la historia eclesiástica como la herejía del modalismo, o sabelianismo, la misma que concibe a Dios siendo una sola persona manifestada como Padre, Hijo, y luego Espíritu Santo. Esta teoría carece de partida de nacimiento en la literatura patrística post-apostólica, y ha sobrevivido en iglesias como el “Sólo Jesús”. La negación de la segunda afirmación ha conducido a otros al arrianismo y al macedonianismo, que negaron respectivamente la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo. Como ya hemos visto, estas afirmaciones eran totalmente desconocidas para los apóstoles y los “padres apostólicos”, para quienes Dios existía en tres personas consubstanciales y coeternas. Los Testigos de Jehová son los herederos actuales de estas doctrinas heréticas, aunque podría añadirse que niegan además la personalidad del Espíritu Santo.
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Por último, la negación de la tercera afirmación conducirá inevitablemente al triteísmo, es decir, la creencia de que existen tres dioses diferentes: Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo. La evidencia patrística rechaza esta posición como una anomalía teológica. El Mormonismo profesa una creencia similar, aunque con algunas variantes. B. CRISTOLOGÍA Al parecer la historia se ha reservado más debates en el área de la cristología que en el del teológico propiamente dicho, esto, debido a que Cristo es el mensaje central del evangelio predicado. Aunque en este campo no podemos afirmar que toda la literatura patrística que hemos analizado presenten una doctrina cristológica correcta, no obstante podemos agregar que bajo la pluma de los más eminentes padres apostólicos esto sí se ha preservado. La única herejía cristológica contra la cual se presenta una defensa en la literatura de los padres apostólicos es el docetismo. Todas las demás vendrían en las generaciones subsiguientes. Algunas de ellas son el ebionismo, arrianismo, apolinarismo, nestorianismo, monofisismo, monotelismo, etc. Hoy sobrevive únicamente, de manera representativa, el arrianismo y el semiarrianismo en algunos grupos como los Testigos de Jehová, algunas iglesias unitarias, y aún en ciertos sectores del adventismo tradicional. Lamentablemente el liberalismo teológico ha dañado a muchas iglesias en sus perspectivas cristológicas correctas, y es en este contexto que nosotros debemos actuar en pro del retorno a nuestras raíces cristianas en este importante asunto, puesto que una cristología incorrecta inevitablemente desembocará en una soteriología también incorrecta, lo cual es bastante grave. C. GOBIERNO ECLESIÁSTICO Los escritores católicos que defienden el episcopado monárquico reconocen que aunque Pablo habló de los obispos y presbíteros como refiriéndose a la misma función, Ignacio lo hizo distinguiéndolos a ambos. Sin embargo, lejos de verlo como una seria distorsión del modelo apostólico, lo consideran como una inevitable evolución que los apóstoles siempre tuvieron en mente y aprobaron. 42 Pero conviene preguntarnos si esta afirmación se puede defender por el testimonio escritural.
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Las Escrituras nunca enseñaron, ni lo enseñarán tampoco, un modelo de gobierno eclesiástico que se sostenga por un episcopado monárquico, aun cuando la mayoría de los padres de la iglesia estén de acuerdo un gobierno tal. Ya desde los primeros siglos encontramos a Jerónimo hablar que este modelo surgió “por costumbre, más bien que por designación del Señor”.43 El episcopado monárquico nunca ha gozado del aval escritural, y si hoy pretende ello, debemos considerarlo como un subterfugio más que intenta hablar a favor del primado romano, y que pretende guiarnos en pos de él. Obviamente nuestra respuesta debe ser negativa ante tamaña propuesta, mientras que debemos alinearnos cada vez más al modelo bíblico.
V. CONCLUSIÓN
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Como hemos podido constatar en los escritos patrísticos analizados, que para el segundo siglo todavía se mantenía cierta ortodoxia en lo que respecta a las áreas doctrinales tratadas en este ensayo. Los cambios profundos se llevarían a cabo en los siguientes siglos por un intento de explicar las Escrituras a través de la filosofía griega. Empero la gloriosa Reforma volvería nuestra mirada a las Escrituras. Cualquier error de apreciación de los padres apostólicos tiene cierta justificación, en vista de que no tenían las Escrituras completas como nosotros los tenemos ahora, aun cuando ya se habían terminado de escribir todas ellas. Considero que el mayor legado de los Padres Apostólicos no se encuentra en la transmisión de doctrinas específicas, aunque como hemos podido ver sus informes nos sirven para dibujarnos una idea de lo que ellos creyeron, sino su preocupación pastoral por la iglesia, sus amonestaciones morales, y, sobre todo, su ejemplo valeroso por defender “el Nombre” hasta tal punto de entregar sus vidas en los circos romanos. ¡Quiera el Señor ayudarnos a imitar su fe y resistir hasta la sangre por la causa de nuestro Señor! (cf. Heb. 13:7; 12:4).
NOTAS DE REFERENCIA
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1. Justo L. Gonzáles, Historia del Pensamiento Cristiano , Tomo 1, (Nashville, TN., EE.UU.: Editorial Caribe, 2002), pp. 61-62. 2. Johannes Quasten, Patrología, Tomo 1, (Madrid, 1961); capítulo II. 3. Clemente de Roma, Epístola a los Corintios, XLVI. Ver además en Ibíd., XLII y LVIII. 4. La Didajé, VII. 5. El Pastor de Hermas, Primer mandato. 6. Ibíd., Quinta parábola, VI. 7. Secunda Clementis , XIV. 8. Ignacio de Antioquía, Epístola a los Efesios, IX. 9. Epístola de los Esmirneanos a los de Filomelio , XIV 10. Apología de Arístides. 11. Luis Berkhof, Teología Sistemática , (Jenison, MI, E.E.U.U.: TELL, 1988), p. 362. 12. Clemente de Roma, Epístola a los Corintios, XXII. 13. Esto, a juzgar de la Quinta parábola, VI, donde, según Quasten, da la impresión que el Salvador fuera “elevado a formar parte de su sociedad [divina] como premio a sus merecimientos. En otras palabras, Hermas considera al Salvador como Hijo adoptivo de Dios por lo que se refiere a su naturaleza humana” Johannes Quasten, Patrología, Tomo 1, (Madrid, 1961); capítulo 2. 14. El Pastor de Hermas, Novena parábola, I. 15. Secunda Clementis , I. 16. Ibíd., IX. 17. Ibíd., XIV. 18. Ignacio de Antioquía, Epístola a Policarpo, III. 19. Ibíd., Epístola a los Efesios, XVIII. 20. Ibíd., Epístola a los Esmirneanos, I-IV; la cursiva es mía. 21. Policarpo de Esmirna, Epístola a los Filipenses, VII. 22. Ibíd ., XII. 23. Epístola de los Esmirneanos a los de Filomelio, XVII.
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24. Justo L. Gonzáles, Ibíd ., pp. 113, 114. 25. Epístola a Diogneto, XI. 26. Ibíd ., VII. 27. Epístola a Bernabé, V:5; ver también Ibíd ., VI:12. 28. Justo L. Gonzáles, Ibíd., p. 63. 29. Clemente de Roma, Epístola a los Corintios, salutación inicial. 30. Ibíd ., XLIV. 31. Ibíd ., XLII. 32. Ibíd ., XLIV. 33. La Didajé, XV. 34. Johannes Quasten, Ibíd., capítulo I. 35. El Pastor de Hermas, Segunda visión, IV. 36. Ibíd ., Tercera visión, V. 37. Ignacio de Antioquía, Epístola a los Trallianos, I, y III. 38. Policarpo de Esmirna, Epístola a los Filipenses, V-VI. 39. Johannes Quasten, Ibíd., capítulo II. 40. Ibíd., capítulo VI; véase también en Justo L. Gonzáles, Ibíd., p. 112. 41. Wayne Grudem, Teología Sistemática , (Miami, Florida: Editorial Vida, 2007), p. 250. 42. Ludwig Hertling, Historia de la Iglesia, (Barcelona, España: Editorial Herder, 1989), pp. 11-12. 43. Jerónimo, Epístola 146 .
BIBLIOGRAFÍA
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Justo L. Gonzáles. Historia del Pensamiento Cristiano , Tomo 1. Nashville, TN., EE.UU.: Editorial Caribe, 2002; pp. 1-94. Anthony Hurtado (ed.). Diccionario de la Iglesia Primitiva . Huancayo, Perú: 2010. Formato PDF publicado por www.laiglesiaprimitiva.com Jaime Morales. Patrística. Miami FL.: MINTS. Johannes Quasten. Patrología, Tomo 1. Madrid, 1961; capítulos 1 y 2. César Vidal Manzanares. Diccionario de Patrística (s. I-VI). Formato electrónico adaptado al E-Sword.
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