Ensayo del libro "La seducción de las palabras".

Ruth M. Retana Espinosa

La palabra nunca es inerte vive del hombre y para el hombre

En las palabras como en las cosas que nombramos hay mas que un número de fonemas, una cadena de significantes o un significado arraigado a un diccionario, esto lo podemos escuchar, ver y hasta sentir en la la vida cotidiana.

Obviamente partimos de un aprendizaje en donde casi innatamente aprendemos el lenguaje, esa sopa llena de letras, reglas y muchas complicaciones dependiendo del idioma materno que te toque comer. Sin embargo, esta evolución da origen a estas relaciones palabra-experiencia que van ligadas a nuestras vidas. Un ejemplo es cuando aprendemos que es “sí” y que es “no”, son conceptos que gracias a las experiencias y a la historia que tienen estos vocablos entendemos cuando que “sí, quiero helado” y cuando “no quiero brócoli”.

En esta sucesión de momentos en la historia de la humanidad también vemos como se reflejan estos conceptos en los más bellos y sensibles poemas de los artistas, quienes enriquecen sus obras con estas cadenas tanto rítmicas como semánticas en donde se busca más el concepto que le rima de las palabras. Es el causar algo con las palabras lo que garantiza esa emotividad en estas composiciones líricas que menciona Álex Grijelmo cuando habla del sevillano Bécquer.

En cuanto al arte y estas expresiones vemos como se van ligando las palabras y

sus significados en donde vemos la parte en que la seducción evoca las emociones del receptor, quién obviamente tiene un registro de sensaciones diferentes asociadas a diferentes palabras. Un ejemplo de esto lo da Ferdinand de Saussure con el signo lingüístico, en donde tenemos una imagen acústica compuesta por dos termino el significado y el significante. Por ejemplo si le digo a alguien que piense en un perro obviamente no será el mismo que yo piense, el significado son las características generales de un perro (cuatro patas, un hocico, animal de compañía, etc.) pero la persona tal vez piense en un perro salchicha y yo en un doberman, y el significante es la sucesión de sonidos que en la mente constituyen una huella, es decir una huella psíquica de ese sonido (p-e-r-r-o). Entonces vemos aplicada la historia de las palabras que son heredadas y también las que vamos aprendiendo y creando, en donde cada persona tenemos, por decir, un plano general de la palabra que se va profundizando con todo la carga de nuestra vida.

En conclusión escuchamos, vemos, decimos y sentimos todo lo que enunciamos, dando como resultado una fiesta de acciones y reacciones, en donde también se ejerce un poder que deberíamos cuidar, ya que una palabra puede destruir el mundo o puede crear uno mejor. En tanto a este sentido de poder recuerdo que Michel Foucault en su libro “El discurso del Poder” menciona el poder de la oratoria y de como un discurso puede validarse con emotividad y buena pronunciación, como también puede ser invalidado por un tropiezo o por una mala entonación, echando al contrincante a la esquina del loco, en donde nadie te tomara en serio.

Por último solo como un alivio de este cruce de lecturas y autores me gustaría citar el verso de una canción de Xoel López llamada Tierra, en donde en un par de versos sintetiza la importancia de la palabra.

“Yo soñaba, cada día, poder alcanzar la playa .. y ahora está tan cerca .. Casi ya la puedo oler. Y espero, cada vez, más próximo el final .. ya puedo sentir tierra seca tras la arena mojada.

Y no me da la gana de pensar que nada es para siempre. Si esta canción se acaba .. que acabe el mundo para todos. Todos somos nada. Sin las palabras, dime ¿qué nos queda..?