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ENSAYO DE ESCATOLOGÍA BÍBLICA Por Lic. Roberto Ozuna
INTRODUCCIÓN: A través de la historia del cristianismo, se han proclamado diferentes tipos de enseñanzas, en las cuales, algunas han servido para edificar la iglesia de Cristo, pero otras han servido para tratar de confundir al pueblo de Dios. Por tal razón, en e sta oportunidad queremos queremos desglosar, de forma breve pero objetiva, l a doctrina de la escatología. Donde queremos queremos presentar la escatología inaugurada, inaugurada, la perspectiva escatológica del Antiguo y Nuevo Testamento, Testamento, la muerte física, el reino de Dios, el juicio eterno, entre otros temas. Por tanto, viajemos juntos en esta ocasión ocasión por el mundo mundo de la escatología escatología bíblica.
LA ESCATOLOGÍA INAUGURADA El término escatología proviene de dos palabras griegas, eschatos y logos, y significa “doctrina de las últimas cosas”. Tradicionalmente este término ha sido usado para referirse a hechos que todavía han de suceder, tanto, en lo que tiene que ver con el individuo como con el mundo. En el ámbito de lo individual individual se estimaba que la escatología tenía que ver con asuntos tales como la muerte física, la inmortalidad y el así llamado “estado intermedio”, aquel estado entre la muerte y la resurrección general. Respecto a l o cósmico se pensaba que la escatología debía considerar considerar el regreso de Cristo, la resurrección general, general, el juicio f inal y el estado final de todas las cosas. Ahora bien, aunque estamos de acuerdo en que la e scatología bíblica incluye los temas recién mencionados, mencionados, debemos insistir en que el mensaje de la escatología bíblica se verá seriamente empobrecido si no incorporamos incorporamos al mismo el estado presente del creyente y la fase presente y actual del reino de Dios. En otras palabras, una escatología bíblica de alcance total debe incluir tanto lo que podríamos llamar “escatología inaugurada”, inaugurada”, como la l a escatología futura.
LA PERSPECTIVA ESCATOLÓGICA DEL ANTIGUO TESTAMENTO Para comprender comprender adecuadamente la escatología bíblica, es necesario que la veamos como un aspecto integral de la totalidad de la revelación bíblica. A la escatología no se la debe considerar como algo que se encuentra solamente en ciertos libros de la Biblia, tales como Daniel y Apocalipsis, sino, más bien, como algo que domina y entra en la totalidad del mensaje bíblico. C on respecto a este punto, no cabe duda que Jurguen Moltmann tiene toda la razón cuando afirma que: “Desde principio a fin, y no sólo en el epílogo, el cristianismo es escatología, es esperanza, mirando y moviéndose hacia adelante y por ello también cambiando y transformando el presente. Lo escatológico no es un solo elemento del cristianismo, sino que es el centro de la misma fe cristiana, la clave en que se armoniza todo en ella… por eso, la escatología no puede ser, en realidad, sólo una parte de la doctrina cristiana. Por el contrario, el carácter de t oda proclamación proclamación cristiana, de toda existencia cristiana y de la iglesia entera t iene una orientación escatológica”. escatológica”.
EL CARÁCTER DE LA ESCATOLOGÍA NEOTESTAMENTARIA La fe del creyente del Antiguo Testamento tenía una orientación escatológica. Este anticipaba el cumplimiento de una serie de acontecimientos que se asomaban por sobre el horizonte escatológico. En el centro mismo de su esperanza escatológica estaba a la expectación respecto a la venida del futuro redentor. Vemos esta esperanza escatológica ejemplificada en Simeón, de quien se dice que “esperaba la consolación de Israel” ( Lc. 2:25), y en Ana la profetisa, quien, después de ver al niño Jesús “daba gracias a Dios”, y “hablaba del niño a t odos los que esperaban redención redención en Jesucristo” (Lc. 2:38). En la era neotestamentaria, las bendiciones espirituales que se disfrutan son más abundantes que en los días del Antiguo Testamento: el conocimiento del plan de redención de Dios se enriquece grandemente, la fe del creyente del Nuevo Testamento se profundiza mucho más, y la captación de las dimensiones del amor de Dios revelado en Cristo queda fortalecida de un modo incomparable. Al mismo tiempo, la expectativa del creyente respecto a bendiciones mayores aún por cumplirse en el futuro es también intensificada.
EL REINO DE DIOS El reino de Dios es el tema central de la predicación de Jesús y, y, por implicación, de la predicación y enseñanza de los apóstoles. Hemos notado que uno de los sucesos cuyo cumplimiento cumplimie nto el creyente del Antiguo Testamento Testament o anticipaba era la venida del reino de Dios, y que esta expectación estaba relacionada, relacionada, más específicamente en Daniel, con la futura aparición del del Hijo del Hombre. Por consiguiente, consiguiente, la llegada del reino de Dios y también
su continuación y consumación final deben ser vistas como un aspecto e sencial de la escatología bíblica. George Ladd lo dice así: “Dado que la misión histórica de Jesús es vista en el Nuevo Testamento como un cumplimiento de la promesa del Antiguo Testamento, todo el mensaje del reino de Dios incorporado en los hechos y palabras de Jesús puede ser incluido en la categoría de escatología”.
EL ESPÍRITU SANTO Y LA ESCATOLOGÍA El papel desempeñado por el Espíritu Santo en la escatología no ha sido siempre debidamente apreciado. Previamente habíamos notado que según el testimonio bíblico los creyentes ya están en la nueva era preanunciada por los profetas del Antiguo Testamento y que ya disfrutan de los privilegios y bendiciones de dicha era. Sin embargo, hemos notado también que los creyentes sólo experimentan estas bendiciones escatológicas de una manera provisional y que esperan una consumación futura del reino de Dios en el cual disfrutarán de dichas bendiciones completamente. La función que el Espíritu desempeña en la escatología ilustra de modo adicional esta tensión entre lo que ya tenemos y lo que aún anticipamos. El Espíritu Santo, se dice, preparará el camino para la irrupción de la era escatológica final por medio de determinadas señales proféticas. Es así que el profeta Joel, por ejemplo, predice que el derramamiento del Espíritu está por ocurrir en un tiempo que él simplemente define como “después”. Se dice que será el Espíritu quien reposará sobre el Redentor venidero y quien le equipará con los dones necesarios (Isaías 11:1-2).
LA TENSIÓN ENTRE EL “YA” Y EL “TODAVÍA NO” Hemos visto que lo que caracteriza específicamente a la escatología del Nuevo Testamento es una tensión subyacente entre el “ya” y el “todavía no”. El creyente, según lo enseña el Nuevo Testamento, está ya en la era escatológica anticipada por los profetas en el Antiguo Testamento, pero no ha llegado todavía a su estado final. Ya experimenta la presencia del Espíritu Santo, pero todavía espera su cuerpo de resurrección. Está viviendo en los últimos días, pero el último día no ha llegado todavía. El papel del Espíritu Santo en la escatología ilustra además la tensión entre lo que ya somos y lo que esperamos ser. Observábamos esto en particular en su relación con conceptos tales como el de nuestra filiación, el Espíritu como primicias y el Espíritu como garantía y sello. La verdad es que es imposible entender la escatología del Nuevo Testamento fuera de esta tensión. La tensión entre el “ya” y el “todavía no” está i mplícita en las enseñanzas de Jesús porque Jesús enseñó que el reino de Dios es a la vez presente y futuro, y que la vida eterna es a la vez una posesión presente y una esperanza futura.
LA MUERTE FÍSICA La esperanza cristiana para la vida más allá de la muerte no está basada en la creencia de que una parte del ser humano sobrevive la muerte. Todos los hombres, por su descendencia de Adán, son naturalmente mortales. La inmortalidad es el don de Dios, que será alcanzado a través de la resurrección de la totalidad de la persona. Por lo tanto, la Biblia toma muy en serio la cuestión de la muerte, y no la considera una ilusión. Es decir, es la consecuencia del pecado (Ro. 5:12; 6:23), un mal (Dt. 30:15, 19) del cual los hombres huyen aterrorizados (Sal. 55:4). Enemigo de Dios, el hombre y la resurrección es, pues, la gran victoria de Dios sobre la muerte.
LA INMORTALIDAD Se ha dicho a veces que el concepto de la inmortalidad del alma es parte de la fe cristiana. Eso fue especialmente cierto en el Siglo dieciocho, el siglo del iluminismo y de su equivalencia religiosa, del deísmo. Según los dictados del iluminismo, la fuente de toda verdad debía buscarse en la razón y no en la revelación divina. El concepto de la inmortalidad del alma fue desarrollado en las regiones arcanas de la antigua Grecia, y recibió su expresión filosófica en los escritos de Platón (427-347 a. C.). En varios de sus diálogos, y en particular en el Fedón, Platón propone la idea que el cuerpo y el alma deben ser considerados como dos substancias diferentes: el alma pensante es divina; el cuerpo, constituido por materia, una sustancia i nferior, es de menor valor que el alma. Las Escrituras, por lo tanto, introducen una nueva dimensión en nuestro modo de pensar respecto a la vida futura. Lo que para ella es importante no es el mero hecho de que las almas continúen existiendo, sino la calidad de dicha existencia. Las Escrituras exhortan a los hombres a venir a Cristo para tener vida, y así huir de la ira venidera. Las Escrituras también advierten en contra de cualquier concepto de la “inmortalidad del alma”
que oscureciera la seriedad del juicio divino sobre el pecado o que negara la verdad del castigo eterno para pecadores impenitentes.
LA EXPECTATIVA DE LA SEGUNDA VENIDA En el centro mismo de nuestra consideración de la “escatología” se encuentra la segunda venida de Cristo. Jesús ha venido para inaugurar su reino, pero él volverá para introducir la consumación de dicho reino. Si bien hay un sentido de que el reino de Dios ya está presente, como hemos visto anteriormente, hay otro sentido en que el mismo todavía está en el futuro. La expectativa del segundo advenimiento de Cristo es uno de los más importantes aspectos de la escatología del Nuevo Testamento, tanto, en realidad, que la fe de la iglesia del Nuevo Testamento está dominada por esa expectativa. Cada libro del Nuevo Testamento nos dirige hacia el regreso de Cristo y nos insta a vivir de tal manera que estemos siempre listos para aquel regreso.
LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS Comúnmente la expresión “los signos de los tiempos” se usa para describir ciertos acontecimientos o situaciones que se dice preceden o señalan la segunda venida de Cristo. En este concepto la orientación primaria de estos signos es hacia el futuro, particularmente hacia los acontecimientos que rodean la parusía. Debe notarse, sin embargo, que en el único pasaje en el cual se emplea esta expresión en la Biblia, los “signos de los tiempos” se refiere primariamente no a lo que hay todavía en el futuro sino a lo que Dios ha hecho en el pasado y está revelando en el presente. Las palabras griegas aquí empleadas son: ta semeia kairon. Si bien la palabra semeion, puede tener una variedad de significados, aquí probablemente designa “una significativa señal dada por Dios, que indica lo que Dios ha hecho o está haciendo o que está a punto de hacer. Kairos, que comúnmente significa un punto en el tiempo o un período de tiempo, debe referirse aquí a un período de actividad divina que debería haber llevado a l a gente a quien Jesús hablaba (fariseos y saduceos) a una decisión de fe en él, pero que obviamente, no lo habían hecho.
LA RESURRECCIÓN DEL CUERPO La resurrección del cuerpo ocupa un lugar central en el mensaje escatológico de la Biblia. Como lo destacamos anteriormente, hay una diferencia radical entre el punto de vista cristiano del hombre y el punto de vista griego. Según los antiguos filósofos griegos, el cuerpo del hombre es malo y es un impedimento para su existencia plena. De allí que en el momento de la muerte el cuerpo se desintegra, en tanto que el alma continúa viviendo; no existe aquí esperanza de una resurrección corporal. La Biblia, por el contrario, enseña que Dios creó al hombre, cuerpo y alma, y que el hombre no es un ser completo aparte de su cuerpo. Tanto la encarnación como la resurrección corporal de Cristo comprueban que el cuerpo no es malo, sino bueno. Por haber resucitado Cristo de entre los muertos, todos los que son de Cristo también resucitarán con cuerpos glorificados. Y aunque aquellos que han muerto en Cristo están ahora disfrutando de una felicidad provisional en el estado i ntermedio, su felicidad no será completa hasta que sus cuerpos hayan resucitado de entre los muertos. La resurrección del cuerpo es, por lo tanto, una doctrina singularmente cristiana.
EL JUICIO El Nuevo Testamento insiste en la perspectiva del juicio divino como, además de la muerte, el único hecho inevitable en el futuro de todo hombre: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (He. 9:27). Este hecho expresa la santidad del Dios de la Biblia, cuya voluntad moral ha de prevalecer, y ante quien por lo tanto toda criatura responsable debe al final ser juzgada según que haya sido obediente o rebelde. Cuando la voluntad de Dios finalmente prevalezca al venir Cristo, tiene que haber una separación entre los que resultan obedientes hasta el fin y los que hasta el fin permanecen rebeldes, de modo que el reino de Dios incluirá a los primeros y excluirá a los segundos para siempre jamás. Este juicio final no ocurre durante el curso de la historia, aunque hay juicios provisionales en la historia, mientras que Dios en su paciencia da a todos los hombres el tiempo necesario para que se arrepientan (Hch. 17:30; Ro. 2:4; 2 P. 3:9) Pero al final la verdadera posición de cada hombre delante de Dios debe salir a la luz.
EL INFIERNO El destino final de los malos es el “infierno”, que es la traducción del griego (gehenna), que viene del hebreo ge-hinnom , “Valle de Hinom”. Originalmente esto describía un valle en las afueras de Jerusalén, donde se ofrecían sacrificios de niños a Moloc (2 Cr. 28:3; 33:6). En el Nuevo Testamento el infierno aparece como un lugar de fuego inextinguible o eterno (Mr. 9:43, 48). El libro de Apocalipsis lo considera como “la segunda
muerte” (Ap. 2:11; 20:14; 21:8). Es el lugar donde se destruyen tanto el cuerpo como el alma (Mt. 10:28). El infierno es el destino de todos los poderes de maldad: Satanás (Ap. 20:10), los demonios (Mt. 8:29; 25:41), la bestia y el falso profeta (Ap. 19:20), la muerte y el Hades (Ap. 20:14). Es el destino de los hombres solamente porque se han identificado con el mal.
LA NUEVA CREACIÓN La meta final de los propósitos de Dios para el mundo incluye, negativamente, la destrucción de todos los enemigos de Dios: Satanás, el pecado y la muerte, y la eliminación de toda forma de sufrimiento (Ap. 20:10, 14-15; Ro. 16:20; 1 Co. 15:24-28; Ap. 11:15). Con la final obtención de la salvación humana vendrá también la liberación de toda la creación material de la parte que le cupo en la maldición del pecado (Ro. 8:19-23). La esperanza cristiana no consiste en ser redimido del mundo, sino en la redención del mundo. Como consecuencia del juicio surgirá un universo creado de nuevo (Ap. 21:1; Mt. 19:28), “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:13).
CONCLUSIÓN Podemos expresar que lo que se ha expuesto en este pequeño ensayo es para que reflexionemos respecto a la enseñanza de la escatología bíblica. De t al manera que la información expuesta, nos pueda ayudar a refrescar el conocimiento adquirido en el pasado, tocante a dicha doctrina y también nos llene de esperanza en este tiempo presente, como en el futuro. Y al final podamos decir: ¡Ven Señor Jesús!
Bibliografías La Biblia y el futuro de Antonio A. Hoekema. Subcomisión Literatura Cristiana. 1984. Grand Rapids, Michigan, EE.UU. Nuevo Diccionario Bíblico. Basada en la Segunda Edición Inglesa del New Bible Dictionary,1982. Ediciones Certeza. Quito, Ecuador.
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