En La Estela de Childe. Lull

October 26, 2017 | Author: Henry Tantaleán | Category: Marxism, Karl Marx, Science, Evidence, Society
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Artículo aparecido en catalán en Revista Cota Zero, 22:22-31.

_______________________________________________ “En la estela de V. Gordon Childe (1892-1957)” Vicente Lull* Resumen La arqueología, en todas sus versiones actuales, tiene su principal referencia en V. G. Childe. El objetivo de este artículo es sugerir los elementos que ayudaron a conformarla y las condiciones sobre las que fue edificada. Se hace especial hincapié en sus trabajos teórico-metodológicos, sus claves interpretativas, las tendencias que supo integrar y el sustrato marxista que definió su actitud social y científica. Abstract The main reference of Archaeology, in all of its present day versions, lies in V.G. Childe. The aim of this paper is to suggest the elements which helped to shape it and the conditions on which it was build. Of special interest are his theoretical and methodological contributions, his interpretative keys, the perspectives he integrated and the Marxist background which defined his social and scientific attitude. Childe remins an enigma. Bruce T. Trigger En la trayectoria intelectual de Vere Gordon Childe, probablemente el arqueólogo más leído e imitado en la corta historia de la disciplina, podrían distinguirse cuatro fases. Se trataría, en todo caso, de etapas difusas que enfatizarían diferentes aspectos de su interés intelectual. La primera destilaría una dependencia histórico-cultural, tamizada por el aprendizaje oxoniano que recibió de Evans y Myres, por el respeto a las ideas difusionistas de Montelius y por la traducción moderada que se atrevió a hacer de Kossinna1. La segunda, caracterizaría su nuevo interés por la historia socio-económica e introduciría un leve giro en su percepción del cambio social. Aunque en ella se quiera ver un prematuro gesto funcionalista, la difusión y el culturalismo todavía protagonizan la escena. En la base de su criterio discriminador asoma, por primera vez, la perspectiva del desarrollo de las formas económico-sociales, preferentemente tecno-económicas, como el motor del cambio social. Sin embargo, el progreso de las tecnologías todavía resultaba más crucial que la organización social del trabajo; un tinte ambientalista sigue coloreando, en ocasiones, la escena económica2. Desde su primer viaje a la URSS en 1935, y hasta 1945, podría definirse una tercera fase que debería su criterio a la influencia marxista, que no marxiana; su conocimiento de la obra de Marx no puede

* Departament de Prehistòria. Universitat Autònoma de Barcelona. 1 Las obras que ilustran esta etapa son The Dawn of European Civilization (1925), The Aryans: a study of Indo-European origins (1926) y The Danube in Prehistory (1929). El éxito científico del primero de estos libros le facilitó en 1927 el acceso a la primera cátedra Abercromby de Arqueología en la Universidad de Edimburgo. 2 The Bronze Age (1930) y New Light on the Most Ancient East (1934) darían buena cuenta de este nuevo interés que en The Most Ancient Past (1928) ya se vislumbraba.

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decirse que sea significativo hasta 19453. A partir de este momento, corrige los elementos obreristas de antaño, si es que se les puede denominar así 4. Su versión marxista va esbozándose y, aunque suela traducir el trabajo acumulado marxiano por conocimiento acumulado y control sobre la naturaleza, defiende la sobredeterminación de las condiciones objetivas sobre las subjetivas e inter-subjetivas, y sitúa, en un punto marxista ortodoxo, la esfera económica sobre la ideológica. Por último, aunque no haga un uso explícito de la lucha de clases, considera que donde la superestructura ejerce dominio la sociedad resultará conservadora; acepta la tendencia, inevitablemente progresista, de que las bases oprimidas protagonizarán el cambio y reafirma su creencia en que los antagonismos (contradicciones) sociales son el motor del cambio histórico. En este tiempo, su pensamiento se sedimenta e intenta conciliar ciertos desajustes entre progreso y bienestar (a costa del segundo) mientras abre heridas que no resuelve, tanto sociológicas (a mayor comprensión objetiva, mayor control social) como arqueológicas (la prehistoria no puede dar cuenta de las creencias5). La última fase de Childe, desde el final de la II Guerra Mundial hasta su muerte, sigue sometida a debate. Algunos biógrafos y/o colegas quieren ver en ella una continuidad e incluso una mayor intensidad del marxismo de la tercera etapa 6, mientras que otros abogan por una decepción progresiva de ese aliento hasta su total extenuación7. Sea como fuere, fue después de la contienda y hasta su muerte cuando la producción intelectual de Childe destaca, por vez primera, por su interés teórico y metodológico más que por el despliegue sustantivo de sus síntesis empíricas8.

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Su primer libro, How Labours Govern: A Study of Worker´s Representation in Australia, escrito en 1923, no es de arqueología, sino de teoría política. Contiene las primeras referencias a Marx, aunque sólo seis y de poco interés (capítulos III, IX y X, en este último cuatro veces). El texto destaca por su crítica hacia las formas de gobierno liberal-burguesas auspiciadas por el partido laborista y por su carga obrerista de claro matiz británico, más que por su conocimiento de la obra de Marx. El texto es de fácil acceso en http://www.marxists.org/reference/subject/politics/childe/how-labor-governs/index.htm 4 Recuérdese que Childe adoptó una actitud políticamente comprometida antes de ir a Oxford en 1914, participando en debates sindicales y en movimientos políticos de izquierda (Orser y Patterson 2004: 2). Cuando volvió a Australia dos años más tarde, tras sus estudios en Oxford, su compromiso se intensificó, lo que le impidió acceder a un puesto de trabajo en la Universidad de Sidney y, más tarde, le obligó a abandonar su país. Para hacer oposición contra la conscripción obligatoria del primer ministro australiano W. M. Hugues, se unió a un grupo antibelicista llamado Australian Union Of Democratic Control (Allen 1976, 636, http://www.reasoninrevolt.net.au/bib/PR0000818.htm). Desde allí, luchó contra la doble política del laborismo en su afán por participar en una guerra mundial que salvaguardara los intereses de la burguesía mediante la utilización de los trabajadores y beneficiara políticamente a unos cuantos. Está por demostrarse hasta qué punto la praxis política de Childe estuvo más influida por teorías contestatarias que aprendiera en los pasillos universitarios ingleses, que de lo que aprendiera durante los primeros años en su país de origen. Sobre este último tema véase Mulvaney (1994, 57), aunque para otros investigadores su crecimiento intelectual filosófico-político durante esta época procede, en mayor medida, de las intensas conversaciones sobre Hegel y Marx que mantuvo con su amigo R. P. Dutt, quien llegó a ser miembro del Comité Ejecutivo del Partido Comunista de Inglaterra entre 1922 y 1965 (Treitsman 1974, 28). 5 En forma más moderada que la que liderará más tarde C. F. C. Hawkes (1954). Las obras destacadas de este momento son textos de divulgación: Man Makes Him Self (1936), What Happened in History (1942) y Progress and Archaeology (1945a). 6 Gathercole 1976, 5 o Trigger, 1988, 14. 7 Daniel 1958, 66-7 o Clark 1976, 3. 8 Aunque durante esta etapa produce obras arqueo-históricas de gran interés como Prehistoric migrations in Europe (1950) y The prehistory of European civilization (1958a), su producción teórica (History, 1947a; Social Evolution, 1951 y Society and Knowledge, 1956a) y metodológica (Piecing together the Past, A Short Introduction to Archaeology, ambas de 1956) las supera.

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Basta echar una hojeada a los artículos que publicó durante su vida para distinguir que el interés conceptual al que aludimos reside principalmente en sus últimos años. Hasta 1935, y coincidiendo con sus dos primeras etapas, no se encuentra en la bibliografía de Childe ningún artículo de contenido estrictamente teórico-metodológico9. Entre 1935 y 1946 su vocación marxista se traduce en informes sobre el estado de la arqueología y la prehistoria en la URSS10 más que en publicaciones especializadas, aunque siete de sus artículos manifiestan indicios de ese interés teórico-metodológico renovado11. En cualquier caso, sólo se trata de trece publicaciones entre más de setenta. Sin embargo, entre 1935 y 1945 publica sus obras más emblemáticas y de mayor impacto social: Man Makes Himself (1936), What Happened in History (1942) y Progress and Archaeology (1944). Las tres suelen ser consideradas obras de divulgación, pero en ellas se encuentra el contenido principal de su perspectiva histórica y las herramientas que facilitaron el camino para elaborarla. Precisamente, dedicó los años que siguieron a esta etapa a matizar, revisar, mejorar y enriquecer el procedimiento que iluminó su lectura y los resultados a los que llegó. Durante los últimos diez años de su vida, los textos reflexivos se intensificaron, alcanzando la tercera parte de su labor intelectual. Algún colega, quizás por distancia ideológica, minusvalora sus logros y conclusiones históricas12 o el de su compromiso con el marxismo en esta etapa final de su vida 13 y hasta se quieren ver motivaciones psico-políticas en su decisión de quitarse la vida. Nada de eso importa ya, pues Childe continúa siendo el punto de arranque de una arqueología científica no exenta de raíz histórica al modo procesualista, sino embebida en los procesos que la humanidad transita al hacerse a sí misma, colectiva y socialmente. Desarrollo conceptual: la cultura y sus tipos Como no podría ser de otra forma, las categorías childeanas y las teorías históricosociológicas a las que van ligadas cambian con la renovación y ajuste de sus criterios. Sin embargo, mantuvo algunas de ellas, como cultura, difusión o migración acompañando, hasta el final de sus días, la perspectiva marxista que les otorgaba un

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Entre una sesentena de artículos escritos en esta etapa, sólo dos, por otra parte inclasificables, podrían ser considerados, hasta cierto punto, teóricos: “Is Prehistory Practical?” y “Races, Peoples and Cultures in Prehistoric Europe”, ambos publicados en 1933, mientras sólo uno, “Changing Methods and Aims in Prehistory”, publicado en 1935, podría ser considerado metodológico. 10 Seis contribuciones tienen ese fin: dos publicadas en Nature (1940, 1946b) y cuatro en Man (1942b, 1942c, 1942d, 1943a), mientras que otra publicación de corte similar aborda el estado de las ciencias humanas en la URSS (1946a). 11 Podemos vislumbrarlo, en mayor o menor grado, en “The History of Civilization” (1941), “Archaeology as a Science? (1943), “The future of Archaeology” (1944), “Archaeological Ages as Technological Stages” (1945), “Rational order in Prehistory (1945), “Human cultures as adaptations to environment” (1946) y “Archaeology and Anthropology” (1946). 12 Tringham (1983, 87) bordea el ridículo cuando afirma que el trabajo de Childe ha sido relegado a la historia de la disciplina y actualmente visto como irrelevante. 13 Para Wheeler, el marxismo de Childe “coloreaba más que conformaba sus interpretaciones”; Piggott llegó a decir que su marxismo era un “retorcido chiste intelectual”, mientras Daniel asegura que al final de su vida empezó a cansarse del marxismo, con lo que concuerda con Clark en que fue el propio Childe quien afirmó que el marxismo no servía para explicar procesos culturales (en Trigger 1982, 19-23). Quizá, de haberse publicado “Prehistory and Marxism” (1979) treinta años antes, cuando él lo escribió, nos habríamos librado de los comentarios precipitados de algunos “notables” de la arqueología anglosajona; aunque posiblemente no hubiera sido así, pues también confunden relevantes pasajes de “Retrospect” (1958b) y “Valediction” (1958c) que conciernen tanto al marxismo de Childe como al móvil de su suicidio.

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sentido y mordiente históricos, alejados de presupuestos “antropologicistas”14. Junto a los conceptos que fue elaborando, preservó también ciertas creencias de las que nunca se pudo liberar: que los seres humanos somos conservadores por naturaleza, que la historia es impredecible, que el progreso (índice de la adecuación entre ideas y realidad) es la pauta del devenir histórico, o que al desarrollo material le corresponda siempre un retroceso moral, sólo son algunas de las más emblemáticas. “Cultura” constituye el trasfondo y el sustento de todo el entramado conceptual de Childe. Es la categoría global y primordial. Adopta el término desde una pre-visión típicamente neokantiana que distingue la ciencia natural de la ciencia social y deduce que las ciencias humanas tienen por objeto la cultura y, como disciplina paradigmática, la historia. Muy re-conocida es su dependencia de Kossina a este respecto, como también lo fue su intento de poner freno a los excesos racistas y xenófobos que, en un principio, también le ganaron15. A partir de Kossinna, de la tradición geográfica alemana y de la influencia de Myres, esbozó el campo espacial y semántico de “cultura” y lo aplicó, con más o menos fortuna, al registro arqueológico. Al principio, no define su alcance, y aplica el concepto siguiendo el criterio de la distribución regional de unos artefactos que considera clave o diagnósticos16. Después, apela a la redundancia de los rasgos materiales como sustentadora de etnias o pueblos; así como los rasgos materiales proporcionan culturas arqueológicas, los rasgos físicos sugerirían razas. Ambos procesos podían mostrar “pueblos” que, según fuera la distribución de sus restos, permitirían dictaminar su cuna y movimientos17. En otras palabras, averiguaríamos sus orígenes y el rastro de las migraciones que tuvieron que emprender. Las migraciones, a su vez, constituirían el suceso-motor del cambio social, y actuarían según fueran las condiciones históricas y las posibilidades de los receptores o los emisores de influencias 18. Para Childe, la migración y el comercio siempre aportaron beneficios al realizar mixturas multiplicando las variables para el comportamiento, y facilitar el progreso material y social. No le arredró mantener que los arqueólogos siempre deberían ser evolucionistas y difusionistas 19. El carácter empirista y al mismo tiempo esencialista20 del primer contenido que otorga a “cultura” van siendo matizados a medida que abre su perspectiva de análisis. La carga 14

Así lo ilustran sus publicaciones póstumas: “Prehistory and Marxism”, “Valediction” y “Retrospect”. En The Aryans, argumenta que la riqueza del lenguaje y la mentalidad superior que se deduce de ella fueron los factores que fundamentaron la excelencia y el éxito de este pueblo (1926, 212). Ante el peligro que representaba la Alemania nazi y el ascenso de Hitler, sus críticas contra la intolerancia arreciaron (1933 a y 1933 b). 16 Childe 1925. 17 Childe 1929. 18 El orientalismo radical que tomó de Montelius le sirvió en sus primeras obras para dar cuenta del origen de los cambios sociales y para distinguir la “dinámica” Europa del “conservador” Próximo Oriente. En la sexta edición de The Dawn, corregida y actualizada poco antes de su muerte (su prefacio es de marzo de 1957), reconoce que la nueva evidencia arqueológica le obliga a tener una actitud orientalista menos dogmática que la que mantuviera en 1925; un cambio de cantidad que no de calidad. En el último capítulo de esa misma edición también aclara que el dinamismo europeo frente al estatismo oriental no debe ser leído en clave racial o ambiental mediante místicas propiedades de sangre y suelo, sino en términos histórico-sociológicos (p. 343) 19 Cfr. Childe 1956b. 20 Cfr. Childe 1925, 1926 y 1929. 15

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económico-ambientalista cobra naturaleza un poco más tarde, cuando empieza a valorar la experiencia colectiva como la realidad en la que hallan sustento las distintas culturas21. Más adelante, sintetiza todas estas intuiciones y sugiere que las tradiciones comunes, ligadas a los territorios de convivencia y a las formas económicas condicionan la expresión concreta que manifiestan las culturas, aunque advierte que tradición y ambiente sólo condicionan las formas sociales e ideológicas sobre la determinación del modo de producción de la sociedad22. En 1950, continúa diciendo que los arqueólogos usan “cultura” en un sentido restringido, en cuanto conjunto de rasgos materiales asociados y reiterados, pero matiza que las divergencias históricas y sociales fraguan distintos itinerarios no sólo por la función de los objetos, el material en que están hechos o el medio en que aparecen. Son las variaciones en tipos, estilos o prácticas sociales específicas las que más nos ayudan a distinguir culturas23. Este importante matiz traslada la clave interpretativa de la empiria al comportamiento, y enfatiza el papel de la tradición y sus mecanismos de comunicación y aprendizaje como el sustrato que proporciona las distancias materiales concretas que se observan entre culturas. De ahí que no extrañe su arriesgada propuesta de que los rasgos que parecen más insignificantes muestren más fehacientemente las diferencias entre culturas24. Es por ello que, para Childe, con la evidencia material se pueden sugerir “conjeturas plausibles sobre la existencia de esclavos, la posición de la mujer y la herencia de la propiedad. Incluso la superestructura ideológica puede llegar a constituir el tema de prudentes hipótesis”25. Tradición social, difusión y relaciones de producción constituyen, durante la última década de su vida, los tres factores que permiten distinguir culturas y manifestar, al mismo tiempo, las estrategias sociales. El procedimiento a seguir26 Hasta el final de sus días, Childe conjugó una teoría del desarrollo histórico-social de clara filiación marxista y evolutiva, una propuesta instrumental sociológica de corte histórico-culturalista y una hipótesis de cómo puede producirse el cambio afincada en el progreso social y la comunicación de conocimientos, que le permitió mantener vivo un difusionismo sensu lato. Adelanté que entre 1925 y 1935 deambuló desde el sustrato empírico hasta el culturalismo y que, entre 1935 y 1945, intentó sintonizar evolución, culturalismo y marxismo. Después de la II Guerra Mundial dió el giro definitivo (quizás la “vuelta boomerang” a sus intereses de origen) al creer primordial lo que hoy se denominaría Arqueología Social y relegar a ella el procedimiento empiricista que permitiría desarrollarla. Sin duda, fue un maestro en entrecruzar tendencias 21

Defiende que los conjuntos de materiales redundantes que la arqueología rescata proceden de una experiencia compartida en un mismo ambiente. Tradición y ambiente se constituyen aquí, resueltamente, como la evidencia de un mismo pueblo: “Los rasgos de una cultura se presentan juntos ante los arqueólogos porque son creaciones de un único pueblo, adaptaciones a su entorno aprobadas por la experiencia colectiva; expresan, así, la individualidad de un grupo humano unido por tradiciones sociales comunes” (Childe 1935, 3). 22 Childe 1946c. 23 Entre ellas, otorga a las prácticas funerarias el mismo protagonismo que ya le concediera años antes (Childe 1929, vii y 1930, 42-3). 24 Tampoco se debe olvidar que Childe mantuvo siempre la hipótesis de que un tipo de evidencias, como la cerámica a mano o los ritos funerarios, tiende a persistir proporcionando indicios de identidad étnica mejores que los que poseen un significado tecnológico y son más eficientes al ser adoptados rápidamente por otras culturas debido a las ventajas que proporcionan (Childe 1929, 248) (Cf. Trigger 1994, 12). 25 Childe 1951 (1984, 49) 3ª ed. castellana. 26 Childe desarrolla en dos de sus obras (1956a y 1956b) los rasgos primordiales de su proceder metodológico.

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historiográficas y en superar desajustes doctrinales27. En cambio, su procedimiento arqueológico instrumental mantuvo un estándar casi constante. Según Childe, para dar cuenta de la evidencia arqueológica hay que proceder sistemáticamente como se haría en cualquier otra ciencia 28. Primero, se debe clasificar la información mediante preguntas sencillas de distinto orden y que denomina funcional, es decir, ¿para qué sirvió?; cronológico o ¿cuándo se hizo? y ¿quién lo hizo?, corológico29. Preguntas sin respuesta si no se cuenta con los tipos que se puedan sugerir a partir de las evidencias materiales. Childe insiste en que el arqueólogo estudia abstracciones: no cosas, sino tipos. El tipo es una abstracción que pretende acercarse al modelo o a los modelos por los cuales las cosas son como son y no de otra manera, pues para él sólo así puede reducirse la confusa variedad del comportamiento a proposiciones manejables del método científico30. Una vez llegados hasta aquí, se puede pasar a lo importante que no es más que averiguar tipos asociados a conjuntos sincrónicos. Precisamente, denomina cultura a esa coincidencia fenoménica redundante que expresa modelos de comportamiento comunes a un grupo de personas. Aplica sobre ella un axioma sociológico, aunque en puridad pueda tratarse de una simple intuición, que considera que cuanto más pequeña sea una sociedad, menos libertad tendrá el individuo para desviarse de la norma, y cuanto más pequeñas sean dos sociedades, más se diferenciarán sus modos de comportamiento y, a su vez, producirán diferencias más visibles en los objetos materiales31. Paralelamente a lo expuesto, y necesario para establecer sincronismos y diacronías, se debe dar cuenta del tiempo de los tipos32. Sin embargo, para el último Childe, las culturas ya no eran contenedores estáticos de objetos similares y recurrentes, sino que variaban en su desarrollo y entre sí según en el movimiento de bienes y recursos en que participaban. Childe como referencia La influencia de Childe en toda la arqueología posterior es de tal calibre que muchos colegas, incluidos los alérgicos al marxismo, manifiestan un cierto tinte marxista al utilizar claves interpretativas de las que desconocen o disimulan su verdadero origen 33. 27

Para Orsen y Patterson (2004: 2), fue capaz de yuxtaponer Durkheim y Spencer con las perspectivas socio-históricas de Marx, Engels y sucesores. 28 El carácter científico de la disciplina nunca fue puesto en duda por Childe (1943c, 1947b), incluso trascendiendo la necesidad finalista de formular leyes generales. Para él las leyes eran descripciones de lo observado, fórmulas probabilísticas con diversos grados de ajuste o aplicabilidad (Childe 1958b, 74) 29 Se accede a las respuestas mediante tipología y analogía, tipología y/o estratigrafía o preguntándose ¿qué culturas pudieron proporcionar la evidencia arqueológica y beneficiarse de ella?, respectivamente. 30 Childe 1956c, 1972, 13-22. 31 Childe 1956c 1972, 20. 32 Childe intenta evitar el razonamiento circular (los tipos resultan los tiempos cuando los tiempos se deben a los tipos) apelando a la estratigrafía, sirviéndose del axioma de que los mismos objetos no pueden ser utilizados para tipos y tiempos a la vez, o insistiendo en la necesidad de desarrollar un mecanismo de contrastación independiente. Recuérdese que el método de datación por radiocarbono todavía estaba en experimentación en aquellos años. El propio Childe comienza su “Valediction” (1958c, 1ss) insistiendo en que el primer deber de la arqueología del futuro es fijar la cronología, una tarea, comenta, ni tan siquiera propia de la arqueología; también concluye “Retrospect” de igual manera (1958b, 74). 33 Childe mantuvo incluso relaciones científicas cordiales con fascistas y ultraconservadores, en aras de la ciencia o por su interés en compartir información profesional. Díaz Andreu (2007, 31, 33-4) aporta evidencias de este orden utilizando la correspondencia de Childe con L. Pericot y con J. Martínez Santa

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Childe es como un icono al que en vida se le concibe teóricamente ubicuo (se le considera, al mismo tiempo, historicista-cultural, particularista, evolucionista, funcionalista o marxista) y al que, tras su muerte, investigadores de todas las tendencias reclaman como precursor. El procesualismo que se desarrollará desde principios de los años sesenta está en deuda con él por el peso que otorga a los patrones de asentamiento o por el énfasis tecno-adaptativo-ambientalista que propuso para la definición social, algo que él no siempre secundó. También se le quiere ver en el origen del “intertexto” postestructuralista y hasta podría parecer precursor de los estudios de género 34. En cambio, sí que se pueden encontrar argumentos más complejos y adecuados para comprender el impacto que Childe tuvo en las futuras arqueologías sociales. El objetivo de sus investigaciones fueron, en última instancia, las relaciones sociales y la organización de las gentes en todas sus manifestaciones, fueran estas económicas, políticas o religiosas. Su interés científico siempre estuvo en esa dirección, aunque dudara de los recursos de la arqueología para desvelar alguna de ellas. Es bien sabido que la Arqueología Social tiene diversos colores, como lo tienen las clases sociales, aunque las teorías de la globalización intenten difuminar las desigualdades malentendiendo las diferencias. Un correlato de esta situación puede observarse entre la arqueología social anglosajona y la latinoamericana, referentes inexcusables de malentendidos políticos y científicos. Confrontar las obras procesualistas con cualquier texto de la arqueología social latinoamericana da como resultado un abismo entre las intenciones sociales que se persiguen y una estrecha vecindad de los procedimientos metodológicos que secundan. La estrategia política que debía respetar la obra de Childe no contribuyó especialmente a fijar el rumbo de una Arqueología Social distintiva y, por eso, ambas tendencias pueden pasearlo como estandarte. No hay que olvidar que, en su tiempo, las formas democráticas, más que el contenido que la democracia dice atesorar, dictaban la posibilidad de ser aceptado socialmente o, simplemente, la de poder trabajar en iguales condiciones que los que residen cerca del poder; una manera quizá más ruda que la que sigue dominando en occidente en gran parte de la esfera pública. En cualquier caso, ambas arqueologías comparten un elemento crucial: la necesidad de establecer vínculos entre el pasado y el presente, aunque no se acierte en la práctica a comprender qué es lo que tiene de moderada una o de revolucionaria la otra, más allá de la ideología que supuestamente contienen las palabras. El último reclamo que sitúa a Childe en el origen de una tendencia procede de las propuestas de conceptualización centro-periferia y/o análisis de los sistemas-mundo, recientemente considerados fértiles para la arqueología por diversos investigadores (Kristiansen, Rowlands, Frankenstein, etc.). A. Gunder Frank, uno de los impulsores de ese enfoque, sitúa a Childe como uno de sus pioneros35.

Olalla, considerados por la investigadora un franquista simpatizante con el Opus Dei, el primero, y un falangista, el segundo. 34 Si bien los argumentos de Trigger, su comentarista más relevante, pueden resultar convincentes para el caso procesualista, no creo que tengan entidad para alentar la senda post-estructuralista (1994, 23). Tampoco comparto que existan motivos adecuados para ponerlo en relación con el origen de los estudios de género, aunque desoculte espacios de género en sus primeros estudios de Skara Brae (1994, 15) o afronte un tratamiento progresista de la mujer a partir de los años cuarenta (1994, 18). 35 Gunder Frank 1993, 386. No hará falta insistir en el riesgo de aplicar mecánicamente estas propuestas a sociedades anacrónicas al mundo moderno. Esta tendencia, en la estela del último marxismo, incluye

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Childe y el marxismo Dado que el perfil marxista de Childe es el que más le caracteriza, resulta oportuno esbozarlo en la clausura de este texto. Al comenzar su vida universitaria, el marxismo fue su inspiración y configuró su actitud social; tras su primer viaje a la URSS, le sirvió para consolidar el aspecto científico que siempre pretendió para la arqueología. Ya avancé anteriormente algunas facetas de su actitud política progresista y comprometida; ahora es el momento de comentar sucintamente los aspectos marxistas que más valoraba36 y aquellos con los que la enriqueció. Antes de 1935, su conocimiento de la obra marxiana era deficitario. Debido a ello, el motor del cambio social creyó haberlo hallado en las características ambientales y en los mecanismos que aceleraban la difusión de las ideas, en forma de avances tecnológicos. Según interactuaran ambos factores, se asistiría a un proceso que una década más tarde entenderá más evolutivo y social y menos naturalista. Recuérdese que, en 1925, sugería que la economía tomaba la forma de los vínculos comerciales y la explotación de los recursos locales. En 1928, daría a la economía un peso mayor y, en 1934, argumentaría que el cambio tecnológico conlleva un inevitable crecimiento demográfico y un consiguiente éxito adaptativo. La economía se convertiría, para él, en la principal fuente de progreso. El impacto que le causó la arqueología soviética es de difícil valoración, pero fue inmediato37. En las obras de esta fase de su vida, se puede observar cómo supera la determinación de los factores geográfico y migratorio, y pasa a considerarlos meras condiciones del desarrollo social, dado que los instrumentos llevan el sello de las realidades sociales y económicas bajo las que han sido manufacturados y que las ideas son, en gran parte, producto de la adaptación al entorno38. Hacia 1946, aceptó de Marx que la producción determinaba la organización social y las creencias39. La economía era vista también como el fundamento de la sociedad y la ideología. No se trata, sin embargo, de una economía que resida en la abstracción, sino aquella que propicia la existencia objetiva de la materialidad social, concreta y práctica, aquella que responde a una relación dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Childe seguía a Marx en que la tecnología dependía del marco de un sistema económico y social que, inevitablemente, contenía muchos elementos sociales y culturales que lo antecedían y que condicionaban toda concreta evolución tecnológica. En el cambio histórico influían también las relaciones de producción, las formas de propiedad, la aplicación del conocimiento científico objetivo, los medios de producción y, cómo no, el entorno natural40. Por todo ello, el conocimiento detallado de la economía tenía que permitir al arqueólogo inferir lo significativo de la organización social y los sistemas de además, en arqueología, influencias estructuralo-funcionalistas e incluso liberales, por lo que no es de extrañar que utilicen interesadamente a Childe. 36 La influencia que recibió del marxismo ha sido subrayada por muchos investigadores (Klejn 1977, 1994; Trigger 1980, 1988, 1994; Spriggs 1984; McGuire 1992; Patterson 2003; Orsen y Patterson 2004 y Lull y Micó 1997 y 2007, entre otros). 37 Childe 1936 (1986, 16-20). 38 Childe 1945a, 78. 39 Childe 1946c (2004, 76 y ss.). 40 Cfr. Trigger 1980, 100 y ss.

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creencias. Para Childe, a partir de 1946, el cambio social es ya producto del desarrollo de las fuerzas productivas cuando entran en contradicción con las relaciones de producción y propiedad existentes41. Salvo en la primera etapa de su obra científica, siempre se opuso al unilinealismo o al economicismo42 para entender el desarrollo social. Para Childe, la historia está liberada de leyes trascendentales, lo que no significa que sea un caos, o imposible de comprender en sus líneas fundamentales. Las leyes son descripciones de lo observado y, como tales, fórmulas probabilísticas con un diverso grado de aplicabilidad43. En la retrospectiva que escribió al final de su vida, en un momento en que dice haber valorado en mayor profundidad a Marx, explicita que “despojé mi mente de leyes trascendentales que determinaron la historia y de causas mecánicas, ya sean económicas o medioambientales, que pautan automáticamente su curso”44. Su dependencia de un Marx más materialista-dialéctico constituye el ingrediente principal de sus últimas obras. En ellas, destaca su insistencia en que la teoría nunca debe ir divorciada de la práctica, que la estructura de la realidad no trasciende a su expresión histórica o que la función del conocimiento es práctica y su objeto es guiar la acción45. En cuanto a la arqueología, insiste en que su principal tarea es la interpretación económica, sociológica y, en última instancia, histórica a partir de la información que facilita, lo que realzaría su posición y supondría un avance en la historia humana46. Childe se suicidó el 19 de octubre de 1957 en las Blue Mountains de Nueva Gales del Sur (Australia). Su acto viene avalado por sus propias palabras47. En ellas pueden encontrarse motivos económicos: “me he vuelto muy dependiente de gran cantidad de comodidades superfluas –hasta lujos- (...), con mi jubilación, por cierto, no podría mantener mi nivel de vida, sin el cual me parecería intolerable la existencia y necesario para evitar que me transformara en un inválido y una carga para la sociedad”, “siempre he considerado que una sociedad sana debería desembarazarse de tales parásitos48 ofreciendo la eutanasia como el máximo honor o imponiéndola incluso en casos 41

Childe 1946c (2004). De cualquier signo en que se manifestaran, fuera liberal o marxista mecanicista. En un pasaje muy conocido ataca lo que denomina perversión marxista, refiriéndose explícitamente a los marristas quienes “apelan a las uniformidades de la evolución social, que si bien parecen hacer inteligible el desarrollo de cada cultura a la cual aplican este concepto, fracasan por completo al tratar de explicar las diferencias entre culturas, y borran o descartan las diferencias observadas al considerarlas irrelevantes. De esta manera, la prehistoria se vuelve ahistórica” (Childe 1958c, 5). Para Childe, las laxas relaciones entre economía y superestructura, combinadas con la diversidad medioambiental, producen una pauta multilineal evolutiva, más que una pauta unilineal. La confusión de Clark entre marrismo y marxismo le hace decir que Childe, al final de sus días, sufrió una gran decepción en sus ideas marxistas. Véase Klejn (1994, 88) para evaluar el alcance de ese error. 43 Como acertadamente comenta Trigger (1980, 138). Childe matiza además que “los arqueólogos no pueden predecir el futuro con precisión, pero la comprensión del pasado puede aportar una base para su planificación” (1947a, 68-69). 44 Childe 1958b, 74. 45 Childe 1956a. En las frases en cursiva utilizo la traducción literal de la versión castellana de J. B. De Frondizi para ediciones Galatea (1972, 129, 135-6). 46 Childe 1958c, 2. 47 La información procede de unas cartas que Childe envió a Grimes, su sucesor en el Instituto de Arqueología de Londres, a quien rogó mantuviera inéditas hasta pasados diez años. Daniel, a instancias de Grimes, las sacó por fin a la luz en 1980 en un editorial de la revista Antiquity (Cf. Childe 1980, 1-3). De ahí proceden las frases extraídas. 48 Se refiere a los “distinguidos profesores que mascullan clases diez años desactualizadas y gastan los fondos de los departamentos en equipos obsoletos”. 42

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extremos, aunque no condenándolos a la miseria y el hambre por la inflación. Siempre pensé en dejar de vivir cuando esto ocurra”; motivos sociales: “poner fin a su vida es algo que distingue al Homo sapiens de otros animales mejor que la inhumación ceremonial de los muertos”, y también motivos ideológicos: “el prejuicio británico contra el suicidio es por completo irracional”, que se convierten en predictivos: “un accidente puede sobrevenir fácil y naturalmente en un acantilado de montaña”. Si hubiera que listar las principales características de Childe todas ellas cobrarían fundamento en su actitud científica materialista, realista, objetiva y dialéctica y en su compromiso social, fundamentalmente anti-burgués. Bien distante de conformismos, rodeos, sensiblerías y doble moral, su mejor perfil podría ser esbozado con sus propias palabras: “No me interesan las verdades absolutas, los objetos de la contemplación pura en un mundo supra-sensible de ideas, de existencia eterna, más allá de toda posibilidad de cambio o perturbación por la acción humana, inmóviles como estrellas en un firmamento remoto, fuera del alcance de la sociedad”49.

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