Emilio a Nunez El Movimiento Apostolico Contemporaneo

April 30, 2019 | Author: Antonio Diaz | Category: Pentecostalism, Methodism, Baptism With The Holy Spirit, Catholic Church, Christian Revival
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E l movim vimiento apos apostóli tólico conte contem mporáne poráneo o (Primera de dos partes) Dr. Dr. Em E milio A nto ntonio Núñe Núñez C. C. Profesor de Teología Sem Seminari nario Te Teológ ológiico Ce Centroa ntroam mericano cano El apostolado no ha sido un don relevante en el origen y expansión de las iglesias pentecostales del siglo veinte. Tampoco cobró protagonismo en el Neo-Pentecostalismo hasta la última década del siglo. Apostleship has not been an important gift in the beginning and expansion of the twentieth century Pentecostal churches. Neither did it play a significant role in Neo-Pentecostalism until the last decade of the century.

A MANERA M ANERA DE DE PRÓLOG PRÓL OGO O En acto público celebrado el 28 de octubre del año 2000, doce pastores fueron reconocidos como apóstoles en la ciudad de Guatemala. El acto causó gran revuelo en la comunidad evangélica guatemalteca, no porque fuera sorpresivo que hermanos pentecostales crean en la vigencia del don de apóstol, sino por el hecho de que los organizadores del acto escogieron como escenario el Estadio Nacional Mateo Flores, y anunciaron en en un un pe periód riódiico loca locall, no eva evang ngé élico, que que “la “la I gle glesia sia Evanvangélica de Guatemala” estaba haciendo el reconocimiento apostólico de los homenajeados, cuando en realidad la iniciativa no había surgido en consulta con la mayoría de asociaciones de iglesias evangélicas del país. L a inqui nquietud cre creció ció cuando cuando en al alguna gunas de decla claracione racioness de de prensa se le dio énfasis a la autoridad de los apóstoles contemporáne poráneos os y a lo lo ind indiispe spensa nsable ble de de ssu u mi ministe nisteri rio o para para que que la Igl Igle esia Evangélica de Guatemala tenga poder espiritual y crezca en todos los aspectos de su vida y servicio. Se usó el concepto neo-pentecostal de “cobertura” para afirmar que con el ministe-

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rio rio a apos postól tóliico la la I gle glesia sia Evang vangé élica de Guate uatem mala tend tendrá rá una una protección protección espe especi cia al de parte parte de del Señor Señor.. Le L eyendo yendo tal tales af afirma rmaciones era fácil preguntarse si la comunidad evangélica de este país ha estado por más de cien años sin la “cobertura” que le da Emanuel nuel (“Di “Dios con nosotros”) nosotros”). Ade A dem más, ¿de dónde dónde ha veni venido el poder para la conversión y el crecimiento espiritual de millares y millares de guatemaltecos, si es indispensable que se levante un grupo de apóstoles para que la iglesia evangélica guatemalteca sea por fin habilitada del poder de lo alto en un nuevo “pentecostés” que puede venir solamente a petición exclusiva tanto de los líderes del movimiento apostólico en Norteamérica, como de sus fieles seguidores en Guatemala? Respetamos lo que nuestros hermanos pentecostales y neopentecostales creen y practican en el ejercicio de su fe; y hemos sentido también su respeto para nosotros en su expresión de amor fraternal. Se sobreentiende que han existido discrepancias entre ellos y nosotros. Sin embargo, parece que en ambos campos no hemos querido olvidar aquello de que “en las cosas fundamentales, unidad; en las secundarias, libertad; y en todas, caridad (amor)”. Nos hemos dado cuenta que en la comunidad evangélica no todos los hermanos y hermanas en el Pentecostalismo histórico, ni todos los hermanos y hermanas en el NeoPentecostalismo, estuvieron de acuerdo con lo acontecido en el Estadio Nacional el 28 de octubre del año 2000. De modo que no toda la comunidad evangélica de Guatemala le ha dado su aprobación al nuevo movimiento apostólico. A la vez, vez, todos los los mi miembros de esta esta comuni comunida dad d nece necesi sita ta-mos informarnos y reflexionar sobre lo que dicho movimiento enseña y sobre las implicaciones que su presencia puede tener para el testimonio de los cristianos evangélicos en este país. Comenzaremos, por lo tanto, este trabajo dándole un vistazo a la historia del Pentecostalismo del siglo veinte. En la segunda parte del artículo, nos acercaremos a la literatura que los nuevos líderes apostólicos han escrito para orientar a sus colegas apóstoles en Norteamérica y en otras partes del mundo, incluso en Guatem Guatemala. L uego uego conclui concluirem remos nue nuestra exposi exposici ción ón vie viendo el testimonio bíblico sobre el apostolado cristiano. INTRODUCCIÓN

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Del norte de nuestro continente ha venido a Guatemala un movimiento eclesiástico que bajo el calificativo de apostólico ha despertado serias inquietudes y levantado muchas preguntas en la comunidad evangélica de este país. Sin malicia para ninguno y con amor fraternal para todos, estudiaremos este movimiento con base en la revelación bíblica y sin pasar por alto lo que los líderes de la restauración apostólica enseñan. EL APOSTOL APOSTOLAD ADO O Y EL PENTECOS PENTECOSTAL TAL I SM O DEL SI GLO GL O XX: ES E SBOZ BOZO HIS HI STÓRICO TÓRI CO Antecedentes cercanos Por razones de tiempo y espacio no podemos remontarnos en el presente estudio a los tiempos bíblicos para trazar desde allí la línea de ascendencia del Pentecostalismo de hoy. Generalm ralmente se dice dice que el montani ontanism smo (a (a media diados de del sigl siglo o II I I ) es el antecedente más lejano de los movimientos entusiastas o pne pneumáticos ticos en en la la histori historia a de la I gle glesia sia.1  J uan Wes Wesle ley y y el el M etodis ism mo. F. D. Bruner dice que “el Metodismo del siglo XVIII es el padre de los movimientos nortea norteamerica ricanos nos de de sa santi ntida dad d del del sigl siglo o XI X IX, los cuales, a su vez, dieron a luz el Pentecostalismo del siglo XX”.2 Walter Hollenweger comenta: El creador creador del del movim ovimiento pe pentecosta ntecostall es Jua J uan n Wesl Wesley, qui quien fund fundó ó la Iglesia Metodista. Bajo la influencia de escritores moralizantes, católicos y anglicanos, estableció una distinción entre los santificados, es decir, los bautizados del Espíritu Santo, y los cristianos comunes. unes. Los L os e evang vange elistas stas y los los teól teólogos ogos de del movim ovimiento esta estadouni douni-dense de santificación adoptaron y simplificaron este concepto.3

1

Frederick Dale Bruner, A Theology of the Holy Spirit (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1970), pág. 36. El autor es presbiteri teria ano. Hi Hizo sus estud estudiios de de posgrado posgrado en en Al Alemania nia. 2 Ibid., pág. 37. 3 Walte Wal terr Holl ollenwege nweger, r, El Pentecostalismo: Historia y doctrinas (Buenos Aire res: s: Editori Editoria al L a A urora, rora, 197 1976), págs págs.. 7-8.

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Por supue supuesto, que J uan uan Wesl Wesley haya haya funda undado do la la I gle glesia sia Metodista no significa que él tuviera la intención de fundar el Pentecosta ntecostallismo que hem hemos conocido conocido en en el el sigl siglo o XX X X, aunqu unque e desde hace más de cincuenta años hemos sabido de la influencia wesleyana-metodista en el Pentecostalismo de nuestro siglo. siglo. L os avivam avivamiientos nor nor team teame erica canos nos.. Según Bruner, los avivamientos en Norteamérica ejercieron la influencia metodológica más poderosa en el Pentecostalismo. El Gran Avivamiento, prede predece cesor sor y conte contem mporáne poráneo del del Metodism todismo, o, y su hij hijo singular, “el avivamiento de frontera”, transformaron radicalmente la manera estadounidense de entender, apropiarse y apli plica carr la l a fe cristi cri stia ana. na. Los L os avi aviva vam mientos subs subsiigui guientes ntes en en el el sigl siglo o XI XIX, esp espe ecia cialmente nte bajo Charl Charle es Finne nney y D. L . Mood Moody, y, penetraron las iglesias de aquel país con la metodología del avivamiento. “Como un heredero de la teología wesleyana de la experiencia y de la metodología de la experiencia cultivada en los avivamientos, el Pentecostalismo salió a un mundo hambriento de experiencia religiosa y encontró una respuesta positiva”.4 Charl harles F inney nney y el M ovi ovimiento de Santidad. Santidad. Se ha dicho que después de Wesley, Charles Finney es el hombre que ejerció una influencia considerable en el surgimiento del Pentecostal talismo. La L a metodol todología ogía de Finne nney, jun j unta tam mente con el el Moviovimiento de Santidad, fueron el puente histórico de mayor importancia entre el Wesleyanism nismo o prim primitivo tivo y el el Pentecosta ntecostallism smo o mode moderno. rno. La L a teol teologí ogía a de Finney incluía la enseñanza sobre una experiencia subsecuente a la salvación. A esta experiencia él la llamaba el bautismo del Espíritu Santo.5

Pero no fue la teología de Finney lo que más influyó en el cristianismo norteamericano, sino los métodos que él empleó en sus avivamientos. Él se esforzaba por guiar a la gente a una crisis espiritual intensa, la cual era a propósito emocional e individual. Del Metodismo se puede trazar una línea que va directa directam mente a los los avi avivam vamientos en en el el norte de de A mérica ri ca,, de allí  4 5

Bruner, A Theology of the Holy Spirit, pág. 39. Ibid., pág. 41.

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a la persona y la obra de Charles Finney (el que hizo del avivamiento una institución), y luego al Movimiento de Santidad, para llegar finalmente al Pentecostalismo.6 A nte ntece cede dent nte es evangél vangélicos cos.. Una lectura somera sobre la situación del Protestantismo hacia fines del siglo XIX puede indicarnos que la escena parecía ser muy favorable para que surgiera un movimiento como el Pentecostalismo. Por ejemplo, el ambiente había sido propicio para los avivamientos espirituales; el Movimiento de Santidad influía en un amplio sector de la iglesia protestante; el interés en lo profético se había despertado en muchos cristianos, como suele suceder cuando se aproxima el fin de un siglo; y, en general, el Protestantismo histórico, teológico, litúrgico y formal, no se mostraba fuerte y decidido ante la arremetida del liberalismo teológico europeo. Muchas almas piadosas clamaban por un soplo del Espíritu Santo que viniera a despertar las conciencias que habían caído en un marasmo espiritual, y que estimulara a las iglesias a permanecer firmes en la hora del conflicto que el nuevo siglo parecía traer consigo. El Movimiento de Santidad, con su propuesta de una segunda obra de gracia, o sea de una experiencia extraordinaria posterior a la conversión, llegó también a permear la mentalidad de prominentes líderes evangélicos, como fue el caso del Dr. R. A. Torrey, quien fue el presidente del respetable y célebre Instituto Bíblico de Moody. Otros bien conocidos pastores y maestros evangélicos de aquella época , en quienes los hermanos pentecostales creyeron encontrar apoyo para sus enseñanzas, particularmente con respecto al bautismo del Espíritu San Santo, to, fu fueron A. J . Gord Gordon on,, F. F. B. B. Me M eyer, yer, A. A . B. B. Sim Simpson y Andrew Murray.  The Baptism ism with ith the Holy Holy Spirit el Dr. Torrey En su libro Th dice, entre otras cosas: El bautismo del Espíritu es una obra separada y distinta de la obra de regeneración... Una persona puede ser creyente y haber sido regenerada, y sin embargo no poseer el bautismo del Espíritu Santo.

6

Ibid., pág. 42.

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No está capacitada para el servicio cristiano, a menos que en adición a lo que ya tiene reciba el bautismo del Espíritu Santo.7

A lo que no llegó el Dr. Torrey fue a decir que el bautismo del Espíritu Santo tuviera que manifestarse en la glosolalia. “El poder del Espíritu Santo no se manifestará en cada caso de la misma manera”.8 En unas palabras introductorias a la edición del libro que estamos citando del Dr. Torrey, Will H. Houghton dice: “Si el Dr. Torrey hubiera podido ver la gran discusión que se iba a levantar por el uso de la frase ‘el bautismo del Espíritu Santo’, sin duda habría usado otra forma de expresar esa doctrina”.9 La realidad es que en la literatura pentecostal se cita al Dr. Torrey como a uno de los prominentes líderes evangélicos que le dieron aliento al Pentecostalismo. Aun Harold J. Brokke, autor del prólogo al libro que venimos comentando, afirma que “R. A.  Torrey y D. L. Moody fueron los eslabones entre los grandes avivamientos de Charles Finney a mediados del siglo diecinueve y el movimiento evangélico y carismático del presente”. 10 Pero Charles E. Hummel dice que “líderes evangélicos como R. A Torrey declararon enfáticamente que el movimiento [pentecostal] no era de Dios, puesto que los dones espirituales de sanidad, profecía y lenguas habían terminado en el siglo primero”.11 Origen del Pentecostalismo del siglo XX Los que han estudiado con diligencia los orígenes del Pentecostalismo contemporáneo dicen que este movimiento salió a la luz pública bajo el ministerio de Charles Parham (18731929), de quien Juan Driver dice: “Un tanto excéntrico, inquie7

R. A. Torrey, The Baptismwith the Holy Spirit (Minneapolis: Bethany Fellowship, 1972), págs. 16, 17. 8 Ibid., pág. 20. 9 Will H. Houghton, Why God Used D. L. Moody, citado sin más datos bibliográficos en la introducción a Torrey, The Baptismwith the Holy Spirit, pág. 10. 10 Harold J. Brokke, prólogo a Torrey, The Baptismwith the Holy Spirit, págs. 5-6. 11 Charles E. Hummel, Fire in the Fireplace: Charismatic Renewal in the Nineties (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1993), pág. 26

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to en su búsqueda espiritual, intenso en su actividad, valientemente profético, intransigente en la controversia y motivado por cierto sentido de destino divino, representa la quintaesencia de la personalidad pentecostal”.12 Su visión era restaurar “la fe apostólica”. Enseñaba que era necesaria la santificación como una segunda obra de gracia, y también por otra experiencia adicional a la regeneración: el bautismo del Espíritu Santo. Fue pastor de varias congregaciones metodistas antes de dedicarse a un ministerio independiente de evangelización. Fundó una escuela bíblica en Topeka, Kansas, y fue allí donde el 1 de enero de l901 una estudiante, Agnes N. Ozman, recibió el bautismo del Espíritu Santo y habló en lenguas desconocidas. Días después, doce estudiantes tuvieron la misma experiencia. Parham enseñaba que el don de lenguas era la evidencia bíblica de haber recibido el bautismo del Espíritu Santo. Parham fue a Texas a impartir su enseñanza tocante a la “visión apostólica”. Fundó una escuela bíblica en Houston. Entre las personas que aceptaron su mensaje estaban tres afroamericanos: Lucy Farrow, William J. Seymour y J. A. Warren. Seymour sería enviado a Los Angeles para que traba jara como pastor asociado de una pequeña iglesia de santidad. Poco después se le unieron Farrow y Seymour. Allí comunicaron el mensaje pentecostal de Parham, con énfasis en el don de lenguas como la señal del bautismo del Espíritu Santo. Según Driver, Seymour fue expulsado de aquella congregación por su énfasis en tres pasos del camino de salvación: la regeneración, la segunda bendición, o sea una crisis definitiva de santificación, y el bautismo del Espíritu acompañado por el don de lenguas.13 Parham siguió predicando en la casa de uno de sus seguidores a un grupo de gente proletaria, y el 9 de abril de l906 Seymour y siete personas más recibieron el bautismo del Espíritu Santo y hablaron en lenguas. La noticia se regó como llama en un pajar, la gente se agolpó en busca de lo que Seymour prometía. La multitud era mixta, integrada por blancos y afroamericanos. Seymour y sus colaboradores decidieron trasladarse a una iglesia metodista abandonada y que parecía más 12

Juan Driver, La fe en la periferia de la historia (Guatemala: Ediciones Semilla, 1997), pág. 270. 13 Ibid., pág. 273.

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una bodega que un templo, en la calle Azusa de aquella ciudad. De allí irradió con prontitud la noticia a diferentes partes y el movimiento pentecostal comenzó a crecer con gran ímpetu. Expansión del Pentecostalismo del siglo XX El profesor L. Grant McClung, de la Facultad de Teología de la Iglesia de Dios en Cleveland, Tennessee, menciona que en l906 el número de miembros del movimiento pentecostal se estimaba entre trece mil y quince mil. Cuando celebraron su Año de Jubileo había por lo menos diez millones de adherentes alrededor del mundo, y ya eran conocidos como “la tercera fuerza de la cristiandad”.14 En 1982 la revista Time publicó que el movimiento tenía cincuenta y un millones de adherentes, más unos once millones de carismáticos en otros cuerpos eclesiásticos mayoritarios.15 En América Latina se ha venido diciendo por varios años que los hermanos pentecostales representan por lo menos el setenta por ciento de la comunidad evangélica continental. Gobierno eclesiástico del Pentecostalismo en el siglo XX Los líderes de la primera época del Pentecostalismo que estamos describiendo “le daban énfasis a una experiencia más bien que a un sistema de doctrina o de gobierno eclesiástico”.16 A través de las décadas, líderes pentecostales han insistido en que el movimiento al cual ellos pertenecen no se limita a un lugar determinado en cuanto a su origen. Esta aclaración signi14

L. Grant McClung, “Explosion, Motivation, and Consolidation: The Historical Anatomy of a Missionary Movement”, en Azusa Street and Beyond: Pentecostal Missions and Church Growth in the Twentieth Century, ed. L. Grant McClung (South Plainfield, Nueva Jersey: Bridge Publishing Inc., 1986), pág. 3. 15 Richard Ostling, “Counting Every Soul on Earth”, Time, May 3, 1982, pág. 66, citado por McClung, “Explosion, Motivation, and Consolidation”, pág. 3. Ostling usó los datos de David B. Barrett, ed., World Christian Encyclopedia (Oxford: Oxford University Press, 1982). 16 John Thomas Nichol, Pentecostalism(Nueva York: Harper and Row, 1966), pág. 55, citado por McClung, “Explosion, Motivation, and Consolidation”, pág. 5.

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fica que el pequeño templo de la calle Azusa en Los Angeles no es una Jerusalén ni una Meca, ni un templo como el de los mormones en Utah. Tampoco reconocen a un personaje eminente como “el fundador” del movimiento. Donald Gee, británico, y uno de los líderes pentecostales más respetados en el mundo ha dicho: El movimiento pentecostal no debe su origen a un personaje sobresaliente ni a ningún líder religioso. Se originó en un avivamiento espontáneo que surgió casi simultáneamente en varios lugares del mundo. Los líderes destacados del Pentecostalismo son ellos mismos el producto del Movimiento. Ellos no le dieron origen al Movimiento; el Movimiento los hizo a ellos.17

Los líderes de los primeros tiempos del Pentecostalismo del siglo XX tenían el concepto de “un liderazgo sin líderes”. Le daban énfasis no a una doctrina en particular sino a tener la experiencia de Dios por medio del Espíritu Santo. La tendencia moderna a magnificar posiciones personales y estructuras de gobierno eclesiástico son como una desviación de la naturaleza misma del Pentecostalismo histórico. En su libro titulado El Pentecostalismo: Historia y doctrinas, Walter Hollenweger incluye un capítulo sobre la eclesiología del movimiento pentecostal, y lo titula “No organización sino organismo”.18 Introduce el tema diciendo que los pentecostales “quieren volver a la vida comunitaria de los tiempos del Nuevo Testamento, donde se consideran como ‘ejército de los redimidos por la sangre’, ‘comunidad de los renacidos’, o ‘dirigidos por el Espíritu Santo’”,19 y en otro párrafo informa que “en las primeras publicaciones del movimiento pentecostal hay una polémica bastante aguda contra ‘todas las organizaciones humanas, que luchan contra la santidad y se oponen a la obra del Espíritu’”.20

17

Donald Gee, The Pentecostal Movement (Londres: Elim Publishing Company, 1949), pág. 3, citado en McClung, “Explosion, Motivation, and Consolidation”, pág. 4. 18 Hollenweger, El Pentecostalismo, págs. 425-61. 19 Ibid., pág. 425. 20 Ibid.

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Sin embargo, Hollenweger agrega: “En pocos años, estas comunidades se vieron obligadas a adoptar cierta forma de organización”.21 Más adelante, menciona algunas de las formas adoptadas para el gobierno de las iglesias en el Pentecostalismo mundial. Por ejemplo, se refiere a que algunos grupos de pentecostales desaprueban “la democracia mayoritaria en la Iglesia”, aunque “consideran que la votación democrática es una herencia antigua cristiana”. Por su parte, los de “tipo apostólico agregan: ‘la dirección está a cargo de la cabeza celestial y se efectúa por apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, maestros...’” Hollenweger sigue explicando que hay grupos de pentecostales que han escogido “una combinación entre la constitución congregacionalista y la presbiteriana”, en tanto que otros tienen “una constitución episcopal”. Los escandinavos “profesan un congregacionalismo extremo”, mientras que los norteamericanos optan por “una denominación con una organización más central”. Total, Hollenweger, con base en la investigación de algunos teólogos europeos, habla “del pluralismo eclesiológico del Nuevo Testamento”.22 Luego, Hollenweger reproduce conceptos de Harald Horton, quien dice: El renacimiento se produce en Pentecostés—pero no en las iglesias suntuosas, donde el Espíritu de Pentecostés está desnaturalizado, sino en un aposento alto, ubicado no en las calles céntricas sino en las de los barrios pobres, donde el poder del Espíritu divino se manifiesta en dones espirituales, que colman y satisfacen las almas. Se ausentó de aquellos lugares desde el mismo día de Pentecostés. “Pentecostés significa el triunfo de lo improvisado, de lo noprofesional, de lo no-eclesiástico”. Es natural que las Iglesias traten de imitar el Pentecostés... Sin embargo, “Pentecostés no es ostentación; es Poder; no es exhibicionismo, sino Revelación. No es incienso, sino unción. No es religión de segunda categoría, sino la Salvación”. Por esta razón el movimiento pentecostal y las iglesias históricas no pueden colaborar.23

En América Latina algunos grupos de hermanos pentecostales han adoptado, a su manera, el sistema episcopal. En los casos que hemos conocido personalmente, el obispo es el mi21

Ibid. Ibid., págs. 426-29. 23 Ibid., pág. 431. 22

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nistro de más alta jerarquía en su iglesia. Es interesante notar que no le llaman apóstol. El término apóstol en sentido especial lo reserva el Nuevo Testamento para el Señor J esucristo, para los Doce y Pablo.24 La iglesia de Jerusalén tenía también presbíteros o ancianos; los había asimismo en las iglesias fundadas por el apóstol Pablo. A los ancianos o presbíteros de Éfeso se les llama episkopoi “obispos” en Hch. 20:28, y el texto precisa que tienen la misión de ser pastores de la iglesia. Cuando Pablo escribió la Carta a los Filipenses, varios obispos funcionaban en la iglesia local (Fil. 1:1). Se les reconocía también como pastores. Sin embargo, parece que en la época de las Cartas Pastorales había sólo un obispo por iglesia.25 Hasta donde sabemos, los hermanos pentecostales que han recibido el título de obispos no creen tener el derecho de ejercer sus funciones episcopales fuera de los límites de su propia iglesia o asociación de iglesias. En un breve artículo tocante a la “Iglesia Apostólica”, el Dictionary of Pentecostal and Charismatic Movements dice que esta iglesia era el más pequeño de los grupos pentecostales en la Gran Bretaña. Fue establecida en 1916 por Daniel P. Williams y William Jones Williams, quienes eran hermanos. En 1911, Daniel decidió entregarse a trabajar por completo en el ministerio evangélico, y fue reconocido apóstol en 1916. Otras iglesias se unieron a la Iglesia Apostólica. Daniel era “el principal apóstol” y su hermano William, “el profeta”. Según los estatutos de la Iglesia Apostólica, el gobierno de esta entidad eclesiástica era de “apóstoles” y “profetas”. “Al parecer, este es el único grupo pentecostal histórico que está declinando”.26 Es llamativo que aunque esa iglesia tenía “el orden apostólico” no progresó como lo hicieron otras iglesias que aparentemente no magnificaron dicho orden. El don de apóstol en el Pentecostalismo del siglo XX 24

J.-L. Leuba, “Apóstol”, en Vocabulario bíblico, ed. Jean-J acques Von Allmen (Madrid: Ediciones Marova, 1973), págs. 34-35. 25 Ph.-H. Menoud, “Ministerio: N:T.”, en Vocabulario bíblico, págs. 203-06. 26 D. W. Cartwright, “Apostolic Church”, en Dictionary of Pentecostal and Charismatic Movements, ed. Stanley M. Burgess y Gary B. McGee (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1988), pág. 16.

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Los que hemos convivido, por decirlo así, con los hermanos Pentecostales por varias décadas en la comunidad evangélica guatemalteca, sabemos de la convicción profunda que ellos tienen de que todos los dones del Espíritu están vigentes para todo tiempo y lugar en la vida de la Iglesia. No se ven obligados a establecer una división entre dones temporales y dones permanentes del Espíritu. Con base en sus propias observaciones, Bruner comenta que “el Pentecostalismo da especial importancia a los dones espectaculares porque atraen y cautivan la atención de la gente y le dan respaldo al ministerio público de la Iglesia”.27 Entre los dones espectaculares la comunidad Pentecostal ha destacado el don de lenguas, el don de profecía y el don de sanidades. Tradicionalmente se ha enseñado que el don de lenguas es importantísimo como evidencia del bautismo del Espíritu Santo. No obstante, a través de los años se han producido ciertos cambios en la actitud de algunos hermanos pentecostales tocante a los dones. Don Asham, un líder del Neo-Pentecostalismo no denominacional, no es dogmático en cuanto a que la evidencia inicial del bautismo del Espíritu Santo sea el hablar en lenguas. Otras manifestaciones espirituales pueden acompañar la experiencia, aunque la glosolalia siga siendo la principal evidencia inicial... Debe notarse que los neo-pentecostales no aceptan el concepto de condiciones—además de la fe en Cristo—para recibir el bautismo del Espíritu.28

En el presente estudio nos interesa sobremanera el don del apostolado. No tenemos claros indicios de que este don, relacionado con el gobierno y el ministerio docente de la Iglesia, haya recibido gran atención en este lado del Atlántico durante la primera etapa del Pentecostalismo del siglo veinte. Los historiadores del avivamiento pentecostal de la primera década del siglo veinte nos dicen que la visión de Charles Parham era restaurar “la fe apostólica”, que se establecieron congregaciones de la Fe Apostólica “en el sureste de Kansas, el 27 28

Bruner, A Theology of the Holy Spirit, págs. 130-49. Hummel, Fire in the Fireplace, págs. 271-72.

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suroeste de Missouri y el noreste de Oklahoma”29 y que el nombre de la revista publicada por los hermanos pentecostales de la calle Azusa de Los Angeles, a partir de septiembre de 1906, era La fe apostólica. Sin embargo, el énfasis en lo apostólico tenía que ver no necesariamente con el don del apostolado en particular, sino con el deseo de vincular el avivamiento con la era apostólica. Creían que los postreros tiempos habían llegado y que era necesario restaurar el cristianismo primitivo y apostólico. Lo que hemos observado del Pentecostalismo histórico de Centroamérica tampoco refleja interés en crear un apostolado que tenga plena autoridad sobre las iglesias, so pretexto de estar restaurando un orden jerárquico que se supone tiene su origen en el Nuevo Testamento. Hacia fines de los años treinta, tuvo sus inicios en El Salvador la Obra de los Apóstoles Libres. Con el paso del tiempo esta asociación de iglesias se convirtió en la Iglesia Evangélica de los Apóstoles y Profetas de El Salvador. Desde un principio este cuerpo eclesiástico ha tenido básicamente características semejantes a las del Pentecostalismo tradicional en sus doctrinas, liturgia y forma de gobierno. De l940 a 1980 se introdujeron cambios en el estilo de trabajo de los Apóstoles y Profetas, al introducir éstos mecanismos administrativos y organizacionales similares a los de otras denominaciones, manteniendo su fidelidad a los principios doctrinarios que dieron origen a la Obra Apostólica.30

Los Apóstoles y Profetas están afiliados a la Confraternidad Evangélica Salvadoreña. Si mantienen un orden jerárquico piramidal, lo limitan a sus propias iglesias. En Guatemala ha habido una Iglesia Evangélica de Apóstoles y Profetas. Consistía solamente en dos iglesias y 35 miembros bautizados el año del centenario de la obra evangélica en este país (l982).31 El Neo-Pentecostalismo 29 30

Driver, La fe en la periferia de la historia, pág. 272.

Cien años de presencia evangélica en El Salvador, 1896-1996 (San Salva-

dor: Comisión Nacional del Centenario, 1996), pág. 99. 31 Virgilio Zapata Arceyuz, Historia de la Iglesia Evangélica en Guatemala (Guatemala: Litografía Caisa, 1982), pág. 194.

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En Norteamérica. Fue a mediados del siglo XX que apareció en la escena eclesiástica norteamericana un movimiento que compartía con los pentecostales históricos el entusiasmo por una experiencia posterior a la conversión, con énfasis en el bautismo del Espíritu Santo. Se le conocía a este grupo como neo-pentecostal. Terminaron por asumir el nombre de “carismáticos”, quizá para evitar lo de pentecostal, por el uso peyorativo que este vocablo tenía en algunos sectores de la comunidad religiosa estadounidense.  Tanto Bruner como Hummel ven difícil la tarea de establecer el origen del Neo-Pentecostalismo o Carismatismo. En su investigación ambos consideran la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio Completo (FGBMFI por las siglas en inglés) como el posible grupo más eficiente para contribuir al origen al Neo-Pentecostalismo. Bruner apunta que este organismo fue fundado en l953, en tanto que Hummel indica que lo fundó Demos Shakarian en California del Sur en l951.32 El propósito de los Hombres de Negocios del Evangelio Completo era funcionar como una organización de seglares carismáticos para evangelizar y extender el mensaje del bautismo del Espíritu Santo. Como estrategia de trabajo decidieron invitar a sus amigos a un desayuno para evangelizarlos. A mediados de los años sesenta, tenían trescientos grupos y cien mil miembros que en la siguiente década se triplicaron. Por el año l992 había como tres mil grupos locales en noventa países. Hummel concluye que los Hombres de Negocios del Evangelio Completo “tuvieron una influencia importante en el surgimiento de la renovación carismática en las iglesias principales del Protestantismo y en iglesias católicas romanas en aquella época”.33 Notorio fue también el avivamiento carismático que brotó en las iglesias protestantes históricas en aquella misma década, y que era radicalmente distinto de lo que fue en su origen, por ejemplo, el Pentecostalismo de la calle Azusa. El 30 de abril de 32

Bruner, A Theology of the Holy Spirit, págs. 52-53; Hummel, Fire in the Fireplace, pág. 27. 33 Hummel, Fire in the Fireplace, pág. 27.

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1960, el rector Dennis Bennett de la Iglesia Episcopal de San Marcos, en Van Nuys, California, causó gran turbulencia en su parroquia cuando dijo desde el púlpito que en una de las reuniones hogareñas de la iglesia él había tenido una nueva experiencia del Espíritu Santo y que había hablado en lenguas.34 Bennett no originó aquel avivamiento, pero sí lo dio a conocer de manera sensacional y contribuyó a su crecimiento. Por el año 1988 ya había 2.2 millones de participantes en el avivamiento protestante, el cual no se ajustaba a la idea que las iglesias protestantes tradicionales podían tener de un avivamiento. Con su interpretación del bautismo del Espíritu Santo los pentecostales ejercieron su influencia en el origen del Carismatismo de las denominaciones protestantes históricas; pero ese avivamiento no fue un resultado directo del Pentecostalismo. El uso del vocablo “Carismatismo” sirvió para establecer la diferencia entre el avivamiento en las grandes denominaciones protestantes y el movimiento pentecostal.35 En América Latina. Las nuevas ideas en cuanto a la teología, la misión, la liturgia y el gobierno de la Iglesia nos siguen llegando del hemisferio norte. El Neo-Pentecostalismo, o Carismatismo, no es una excepción a esta regla. En una facultad de teología estadounidense, un catedrático norteamericano nos dijo con fina ironía: “Si quieren problemas teológicos de respetable altura académica, escuchen o lean a Europa; si quieren ideas novedosas para el gran público, dirijan su antena a los Estados Unidos de Norteamérica, especialmente a la costa occidental”. Un breve repaso histórico y teológico en la interioridad de nuestra mente corroboró las palabras del profesor, aunque en cierto modo eran una generalización. Hemos visto en el presente estudio que aparentemente el NeoPentecostalismo estalló con bombos y platillos en las mismas tierras californianas donde casi cincuenta años antes había nacido a la luz pública el Pentecostalismo tradicional. El Neo-Pentecostalismo de Guatemala es un eco fiel del que vino al aeropuerto internacional La Aurora con su US made bagaje cultural y cultual. En su naturaleza exógena es semejan34 35

Ibid., págs. 27-28. Ibid., pág. 29.

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te al Protestantismo que arribó a nuestras playas hace más de cien años. La historia se sigue repitiendo, quizá irremediablemente. Y se repite con más fuerza ahora que estamos internándonos en la globalización, en la era del “mundo aldea” y de la “cultura planetaria”. Es la era de las empresas transnacionales, del comercio que borra fronteras y de la competencia sin límites, toda vez que los poderes dominantes en el tejido social salgan ganando. El Neo-Pentecostalismo, o Carismatismo, es básicamente la misma manera de ser iglesia urbana pentecostal en cualquier parte del mundo. El Neo-Pentecostalismo nació y se desarrolló rápidamente en la cultura norteamericana para renovar el espíritu y los métodos de la evangelización, y alcanzar de este modo con el mensaje de Jesucristo al “hombre secular”, al “hombre de negocios”, al ejecutivo que trabaja encerrado en una gran jaula de hierro, cemento y cristal en la urbe gigantesca de nuestro tiempo. El escenario favorito del Neo-Pentecostalismo es el de los mejores hoteles en la ciudad, y de los santuarios hermosos que están bañados en luz, o a media luz en el tiempo del concierto de música ultramoderna. Es el Evangelicalismo de los medios masivos de comunicación, especialmente de la televisión. La “imagen evangélica” más conocida a millones de guatemaltecos es la que se proyecta en la “pantalla chica” y que llega al lugar más íntimo de los hogares. Por ahora, inevitablemente muchos de los programas son producto de importación, traducidos del inglés al español para demostrar cómo es posible ser un “cristiano victorioso” en la cultura norteamericana, sin las angustias del mundo subdesarrollado, o “en vías de desarrollo” según el lenguaje diplomático. Uno de los mensajes distintivos del Neo-Pentecostalis-mo norteamericano es “el evangelio de la prosperidad”, el cual puede utilizarse tanto para complacer al sector pudiente de nuestra sociedad, como para entusiasmar a los que sueñan con hacerse ricos de la noche a la mañana. Empero, es necesario tener presente que el tema de la prosperidad en lo espiritual, en lo emocional, en lo físico y en cuanto a los bienes materiales, tiene sus elementos de equilibrio en las páginas mismas de las Sagradas Escrituras, en la experiencia de mucha gente piadosa en el devenir de los siglos y en la naturaleza de nuestras estructuras económicas y sociales.

El movimiento apostólico contemporáneo 93

No podemos ni queremos negar el señorío ni la acción de Dios en la historia, aunque a veces nos parezca inexplicable la manera en que él lleva a cabo su propósito en la vida de los hombres y de los pueblos. Debemos seguir ejercitándonos en conocer e interpretar “las señales de los tiempos”, bajo la luz de la revelación escrita, en sujeción al ministerio del Espíritu Santo y en comunión con la Iglesia, sin perder de vista al que está señoreando detrás de esas señales, y por encima de todos los tiempos como el soberano de todo lo creado. Por su manera de ser y actuar, el Carismatismo, o NeoPentecostalismo, ha logrado llegar con su mensaje a sectores sociales que hace cincuenta años parecían impenetrables para el cumplimiento de la misión cristiana. No cabe duda que uno de los resultados de los esfuerzos neo-pentecostales es el gran número de guatemaltecos que están leyendo y estudiando la Biblia, y conociendo el poder salvífico de Jesucristo. Le damos la gloria a Dios y nos regocijamos alabándole por todos aquellos que en un grupo de oración y estudio bíblico, o en una gran reunión pública, o a solas con Dios, han llegado a creer, por medio del testimonio de la Palabra y del Espíritu, en la singularidad de Jesucristo como el Mediador entre Dios y los seres humanos. Es evidente que para seguir siendo pentecostal el NeoPentecostalismo tiene que mantener su enseñanza de que el bautismo del Espíritu Santo es una experiencia posterior a la conversión y que resulta en una vida espiritualmente poderosa y victoriosa para el cumplimiento de la misión cristiana. Hemos visto que no todos los hermanos neo-pentecostales afirman dogmáticamente que la glosolalia es la evidencia insubstituible de haber recibido el bautismo del Espíritu Santo, y no todos aceptan la fuerte tendencia jerárquica y jerarquizante del movimiento apostólico contemporáneo. En lo que respecta a los dones espectaculares, el Pentecostalismo ha seguido dándole énfasis con diferentes grados de intensidad a manifestaciones espectaculares en reuniones privadas y públicas. Por ejemplo: 1. Las señales de curación divina acompañaron al Pentecostalismo tradicional desde su primera época en Guatemala, o sea de los años treinta a los cincuenta. En aquella época el

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Pentecostalismo estaba creciendo y consolidándose en este país y todavía no “era noticia” en el ámbito nacional. 2. Para que ocurriera lo que algunos autores llaman “la explosión evangélica en Guatemala”, uno de los factores fue la “campaña de sanidad divina” que llevó a cabo en esta capital el evangelista norteamericano T. L. Osborn a principios de 1953. Desde ese entonces proliferaron en el territorio guatemalteco las campañas de ese mismo tipo. Como era de esperarse, las iglesias pentecostales fueron las que más se beneficiaron con tales actividades para el crecimiento numérico. 3. El 16 de agosto de l963 hubo un avivamiento de tipo pentecostal en la Iglesia El Calvario de la zona 8 en la capital guatemalteca. Esa experiencia “rompió los esquemas y estructuras que el movimiento pentecostal había producido, dando un avivamiento renovado [sic], lo cual incluía el ministerio de liberación”.36 La noticia que más circuló en la comunidad evangélica de Guatemala sobre lo acontecido en la Iglesia El Calvario fue lo de los exorcismos. Se sobreentiende que también daban lugar a otros dones espectaculares: lenguas, sanidades y profecía. Sin embargo, no se le daba énfasis a los dones de apóstol y profeta. El pastor Abraham Castillo de la Misión Cristiana El Calvario dice que en el ambiente pentecostal no se creía en la función y participación de los cinco ministerios [de Ef. 4:7-11]. Sólo se aprobaban tres ministerios: evangelista, pastor y maestro. Hablar de apóstoles y profetas era una herejía... Actualmente se están desarrollando los cinco ministerios entre nosotros, especialmente el de apóstol y el de profeta.37

Este caso es un ejemplo de la diferencia entre el Pentecostalismo tradicional y el Neo-Pentecostalismo Apostólico en la actualidad. También indica que el apostolado es de reciente introducción (octubre 2000) en las filas carismáticas de Guatemala. 36

Apóstol Abraham Castillo de la Misión Cristiana El Calvario, “La reforma apostólica”, periódico La Palabra 2000 (Guatemala), 11-l7 de marzo de 2001, pág. 4. 37

Ibid.

El movimiento apostólico contemporáneo 95

4. En América Latina, en la misma década de los sesenta, a esta nueva forma de Pentecostalismo se le conocía también con el nombre de Movimiento de Renovación. En el Primer Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE I, Bogotá, Colombia, 1969), supimos de primera mano lo que estaba aconteciendo con la Renovación en otros países centroamericanos y en América del Sur. Lo más interesante era saber que líderes evangélicos no pentecostales y de reconocido prestigio académico habían hablado en lenguas. No obstante, nada se decía del don de apostolado. 5. A mediados de los años sesenta había surgido el Carismatismo Católico Romano en Norteamérica. El Concilio Vaticano II (1962-1965) había reconocido la necesidad de ejercer los dones del Espíritu para todo el pueblo de Dios. El Cardenal Suenens, de los Países Bajos, fue uno de los campeones de la causa carismática. Según Hollenweger, “la apertura definitiva” del Carismatismo Católico en Norteamérica se produjo en 1966-67.38 6. Todavía en los años setenta, en ojos del público pentecostal y de los simpatizantes con el Pentecostalismo, el predicador “poderoso” era el que hablaba en lenguas, sanaba enfermos y liberaba a los que estaban oprimidos por el diablo. Luego en esa década vendrían otras corrientes novedosas del Norte de nuestro continente. El Rev. Bill Hamon, uno de los líderes principales del movimiento apostólico contemporáneo en los Estados Unidos de N. A., comenta que los años setenta fueron la década del mensaje de “la prosperidad y la vida victoriosa, y de la restauración del quinto ministerio de Ef. 4:7-11, el del maestro”; en tanto que los años ochenta fueron la década cuando el ministerio del profeta fue restaurado, y en la última década del siglo veinte se restauró el ministerio apostólico “para traer orden divino y estructura, y finalizar la restauración del quíntuple ministerio de Ef. 4:711”.39 Esas cosas que venían sucediendo en Norteamérica, según lo informado por el Rev. Hamon, no eran totalmente 38

Hollenweger, El Pentecostalismo, pág. 51. Bill Hamon, Apostles, Prophets, and the Coming Moves of God (Santa Rosa Beach, Florida: Christian International, 1999, tercera impresión), pág. 107. 39

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desconocidas en la comunidad evangélica latinoamericana. Especialmente la televisión y alguna literatura en inglés no nos dejaron en completa ignorancia al respecto. Muchos evangélicos supieron del “mensaje de la prosperidad” por medio de la televisión, y de los nuevos profetas ungidos para predicar a las naciones. Entonces, los predicadores “poderosos” eran los que tenían el espíritu de profecía. Luego vino también el énfasis en “la guerra espiritual”, “el encuentro de poderes”, “los demonios territoriales”, y el mapa para localizarlos. El predicador “poderoso” ante los ojos de sus hermanos que se dejaban guiar por “los nuevos movimientos del Espíritu” no era ya el que se limitaba a hablar en lenguas y orar por la sanación de los enfermos y la liberación de los poseídos, sino el experto en satanografía, el que había descendido a “las cosas profundas de Satanás” y conocía las estrategias del Espíritu para obtener el triunfo en “la guerra espiritual”. Sin embargo, en los años ochenta todo eso ya no fue suficiente para atribuirle “poder” al predicador. A éste le fue necesario buscar otros métodos para deslumbrar a sus hermanos en Cristo, para convencer a los incrédulos y traerlos en cautividad a su mensaje. Encontró entonces lo que ahora conocemos como “el poder para derribar a la gente”, y hacer que sufran convulsiones, como si estuvieran bajo el poder del maligno. Decimos todo esto no en son de broma sino con temor y temblor, porque cuando queremos explorar el mundo satánico corremos grandes peligros. Que no ambicionemos ir más allá de lo que nos dice la Palabra escrita de Dios sobre la realidad del diablo y sus huestes. Por otra parte, no queremos soslayar ni mucho menos negar que hay entre nosotros una enseñanza sana y, por encima de todo, bíblica respecto a la batalla espiritual que nos confronta. Atengámonos a esa enseñanza, dependiendo de la asistencia eficaz del Espíritu Santo. 7. Hamon indica que la década postrera del siglo veinte se caracteriza en el Neo-Pentecostalismo como un tiempo especial para el ministerio apostólico. Por fin, después de un siglo de Pentecostalismo contemporáneo, el don del apostolado recibe atención especial de parte de ese movimiento

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que siempre ha dado importancia a los "carismas" del Espíritu. Se sobreentiende que el movimiento apostólico pentecostal tuvo sus antecedentes. En Guatemala comenzamos a oír noticias de dicho movimiento a mediados de los años 80. Corrió entonces la noticia de que el Dr. Otoniel Ríos Paredes, fundador y pastor titular de los Ministerios Elim, había recibido en los Estados Unidos de Norteamérica el don de apóstol. El Dr. Ríos ya está en la presencia del Señor; pero unos pocos años antes de su partida a las mansiones celestiales le oímos explicar por radio, o quizá por televisión, la diferencia que él veía entre “los apóstoles del Cordero” y “los apóstoles del Espíritu”. Con todo el respeto y aprecio que siempre hemos tenido para el Dr. Ríos Paredes, tenemos que decir que dicha diferencia no se sostiene bíblicamente. De hecho, en Ap. 21:14 se trata de “los doce apóstoles del Cordero”, quienes reciben honor en la ciudad celestial. El Señor J esús les ofreció que tendrían “doce tronos” cuando viniera la renovación de todas las cosas (Mt. 19:28). En Ef. 4:7-12 es el Cristo ascendido quien constituye “apóstoles”. Y en 1 Co. 12: 28 se dice que es Dios quien los establece. Según 1 Co. 12:4-11 el Espíritu reparte los dones “como él quiere”, pero en esta lista no se menciona el don de apóstol directamente. Tampoco se menciona en forma directa ese don en Ro. l2:3-8, pero se afirma que es Dios quien reparte los dones a su pueblo. En otras palabras, la Trinidad participa en la distribución de las capacidades espirituales y de las personas que tienen la capacidad espiritual para determinado ministerio. Todos son apóstoles de Dios el Padre, de Dios el Hijo, y de Dios el Espíritu. En la segunda parte del artículo veremos el uso técnico, o especial, y el uso general del vocablo “apóstol” en el Nuevo Testamento.

El movimiento apostólico contemporáneo (Segunda de dos partes)1 Dr. Emilio Antonio Núñez C. Profesor de Teología Seminario Teológico Centroamericano  Los apóstoles de hoy enseñan que su don es el de más alto rango y autoridad. Este carisma, casi desconocido después del primer siglo, ha vuelto a surgir como parte de la restauración de los cinco ministerios de Ef. 4:11. Es vital para el crecimiento y dirección de la Iglesia. El reclamo de  suprema autoridad para los apóstoles crea cierta tensión entre ministros  pentecostales y carismáticos. En el Nuevo Testamento el vocablo “apóstol” tiene un uso especial cuando se utiliza de Jesucristo, los Doce y  Pablo, y un sentido no técnico que se aplica a otras personas. Los apóstoles modernos harían bien en prestar atención al paradigma paulino.  Además, tanto en el Catolicismo Romano como en la comunidad evangélica el título “apóstol” se ha empleado de héroes de la obra misionera. Today’s apostles teach that their gift is the highest in rank and authority. This charism, almost unknown after the first century, has had a resurgence as part of the restoration of the five ministries of Eph. 4:11. It  is vital for the growth and direction of the Church. The claim of supreme authority for the apostles creates some tension among Pentecostal and  charismatic ministers. In the New Testament the word “apostle” has a  special use when it refers to Jesus Christ, the Twelve, and Paul, and a non-technical meaning that is applied to others. Modern apostles would  do well to pay attention to the pauline paradigm. Both in Roman Catholicism and in the evangelical community the title “apostle” has been applied to missionary heroes, too.

APÓSTOL ES DE HOY : UNA AUTODESCRI PCIÓN En este apartado nos acercaremos a los apóstoles contempo1

Para la primera parte del artículo, sobre la poca relevancia del don de apóstol en las iglesias pentecostales del siglo veinte y en las neo-pentecostales antes de 1990, véase Kairós 29 (julio-diciembre 2001), págs. 77-98.

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ráneos para escuchar lo que algunos de ellos han dicho por escrito tocante a su ministerio apostólico. Después de cada una de sus declaraciones básicas incluiremos nuestros propios comentarios. Un movimiento de restauración por el Espíritu Santo “Es una restauración que viene de Dios y consiste en que él ha decidido restaurar ciertas verdades fundamentales, ciertos ministerios y ciertas experiencias que no han estado en actividad desde los primeros años de la Iglesia”.2 John Eckhardt, otro de los mentores norteamericanos del movimiento apostólico contemporáneo, dice: Finalmente, la década de los 90 ha visto el comienzo de la restauración del oficio apostólico. No es mi intención decir que nadie caminó en el oficio apostólico antes de 1990. A través de la historia de la Iglesia, siempre hubo quienes operaron bajo esta unción. Más bien me estoy refiriendo acerca de la plena restauración de este oficio.3

La aclaración se impone porque sin ella queda la pregunta sobre la vigencia permanente de todos los dones del Espíritu. Sin embargo, la aclaración es especulativa. Por ejemplo, ¿cómo se explica que el Señor haya dejado a su Iglesia durante casi dos mil años sin la plena función de un don que, según el movimiento apostólico representado por el autor, es el más importante para el establecimiento y crecimiento de la Iglesia? ¿Cómo se explica la “explosión evangélica “ que ocurrió en Guatemala mucho antes de que apareciera en este país el nuevo movimiento apostólico? ¿Cómo pudo darse el crecimiento fenomenal de la Iglesia en Corea si el ministerio apostólico no comenzó a restaurarse sino hasta en la última década del siglo veinte? Eckhardt dice que lo apostólico es “la principal unción de la iglesia”, y que sin ella la iglesia “se seca, apaga y estan2

Bill Hamon,  Apostles, Prophets, and the Coming Moves of God, 3ra. impr. (Santa Rosa, Florida: Christian International, 1999), págs. 8-9. 3 John Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico: El plan de Dios para conducir a su iglesia a la victoria final (sin lugar ni casa editora, 1999), pág. 35.

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ca...pierde su frescura y finalmente su llamamiento”. 4 Pero tanto él y sus colegas de apostolado tienen que admitir que ahora hay más gente bautizada por el Espíritu que en el día de Pentecostés del libro de los Hechos. Si tienen una comunidad evangélica numerosa a la cual dirigirle sus escritos y sus mensajes por los medios de comunicación masiva es porque hubo hombres y mujeres que, investidos con el poder del Espíritu, fueron obedientes en el cumplimiento de la misión cristiana, aunque no tuvieran el título de “apóstoles”. Al igual que los discípulos del Señor Jesús, la mayoría de nosotros hemos sido enviados a cosechar lo que no nos ha costado ningún trabajo. “Otros se han fatigado trabajando, y ustedes han cosechado el fruto de ese trabajo” (Jn. 4:38). Una nueva reforma apostólica El obispo Hamon relata que en un simposio convocado por C. Peter Wagner en el Seminario Teológico Fuller, mayo 21-23 de l996, los participantes llegaron al consenso de que todavía hay apóstoles y profetas en la Iglesia, y que está emergiendo un Movimiento apostólico que revolucionará a la Iglesia del siglo XXI. La última generación de la Iglesia tendrá una Reforma Apostólica que será tan grande como la de la primera generación del Movimiento Apostólico. 5

Los líderes de la Reforma Apostólica serán los que estén dotados para los cinco ministerios mencionados en Ef. 4:7-12. Se formará una red con los apóstoles y profetas que estén a la cabeza de las diferentes denominaciones. Todos los que presidan organizaciones ministeriales y denominaciones se unirán para trabajar como un gran consorcio eclesiástico. Hamon está consciente del peligro de levantar una gran estructura que esté bajo el dominio de un apóstol líder; pero también da a entender que no sucederá tal cosa. Sin embargo, el peligro sigue existiendo porque somos humanos y vulnerables a la tentación del poder eclesiástico. Se están multiplicando y seguirán multiplicándose los apóstoles evangélicos en América 4

 Ibid., pág. 49. Hamon, Apostles, pág. 10.

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Latina, y puede llegar el día cuando será necesario buscar una posición superior a la del apóstol común y corriente. El obispo Hamon confiesa que algunos de sus adherentes han querido llamarle “Apóstol Jefe” (“ Master Apóstol ”), o “Patriarca Apóstol”.6 También ha circulado el título de “superapóstol”. Restauración de los cinco ministerios: Ef. 4:7-12 Es posible decir que el texto de Ef. 4:7-12 es uno de los más importantes, si no el más importante, para el movimiento apostólico contemporáneo. Los líderes de este movimiento tienen que admitir que Cristo es el Apóstol de apóstoles, y que existe una gran diferencia entre los Doce Apóstoles que Él llamó, formó y envió a predicar, y los otros discípulos que también reciben el nombre de apóstoles. El pasaje de Ef. 4:7-11 les sirve para decir que Cristo estableció cinco ministerios para la edificación de los santos y la evangelización de los que no han creído el mensaje bíblico de salvación. Por consiguiente, estos cinco ministerios tienen que estar activos en la iglesia de hoy. Pero, dicen, la iglesia se ha limitado a tres de esos ministerios (evangelistas, pastores y maestros), pasando por alto a los apóstoles y profetas. El movimiento apostólico que surgió en la segunda mitad del siglo veinte se ha propuesto restaurar esos dos ministerios por considerarlos fundamentales e indispensables para el cumplimiento de la misión cristiana hoy. Hamon cree que el movimiento de restauración ha cubierto cinco décadas, y que ha sido necesaria una década para restaurar cada uno de los cinco ministerios: (1) el ministerio del evangelista, en los años 50; (2) el ministerio del pastor, en los años 60; (3) el ministerio del maestro, en los años 70; (4) el ministerio del profeta, en los años 80, y (5) el ministerio del apóstol, en los años 90.7 Los del movimiento apostólico ven que los doce apóstoles están incluidos en el texto de Ef. 4:11, más los otros apóstoles mencionados en el Nuevo Testamento y los que surgirían después de aquella época apostólica. El énfasis del movimiento apostólico se halla en el clamor por la restauración del ministe6

 Ibid., pág. 61.  Ibid., pág. 53.

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rio que los apóstoles tuvieron que dejar cuando terminaron su carrera en este planeta. Eckhardt afirma: La restauración es necesaria por causa de la partida (esto es declinación gradual) del auténtico ministerio apostólico después de que los primeros apóstoles murieron... El oficio apostólico nunca debió cesar; fue destinado a ser un oficio perpetuo en la Iglesia a través de los tiempos... Aunque el oficio apostólico ha estado vacante por causa de la incredulidad y la tradición de la Iglesia, hoy está siendo suplido por aquellos a quienes el Señor ha escogido...8

Eckhardt insiste en que el oficio apostólico “ha estado vacante”. Da a entender que prácticamente no ha habido ministerio apostólico en la Iglesia desde la muerte de los primeros apóstoles hasta finales del siglo veinte. No parece tener en cuenta que la doctrina apostólica no ha desaparecido sobre la faz de la Tierra. Los apóstoles, al igual que Abel el justo, a pesar de que murieron todavía hablan; su ministerio continúa por medio de la palabra escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo. El uso que hacen de Ef. 4:7-12 los líderes del movimiento apostólico contemporáneo está condicionado, en primer lugar, por la tesis que ellos defienden en cuanto a “la restauración del ministerio apostólico” y, en segundo lugar, por el concepto que tienen del apóstol-profeta respecto a los otros ministerios mencionados en el pasaje.  Todas las aclaraciones que hacen para contrarrestar el espíritu de superioridad en el ejercicio del don apostólico quedan sepultadas bajo el montón de páginas en las que ellos mismos dan a entender la preeminencia funcional de dicho don. Salta a la vista la interpretación jerárquica y jerarquizante que le dan a Ef. 4:7-12. La estructura que ellos quieren ver en ese texto es piramidal, no obstante el esfuerzo que en otras partes de sus escritos hacen por situar los cinco ministerios en un plano de relativa igualdad. Por ejemplo, el apóstol Hamon ilustra con los cinco dedos unidos por la misma mano la relación que los cinco ministerios guardan entre sí. Al mismo tiempo, los líderes del movimiento apostólico contemporáneo están comprometidos con la cruzada en pro de la restauración y exaltación del don del apostolado hoy. 8

Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, págs. 29-32.

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Ellos insisten en que ese don se menciona primero en la lista de los cinco ministerios de Ef. 4:7-12, pero hacen caso omiso de que no aparece entre las “manifestaciones del Espíritu” en l Co. 12:7-11; 1 Co. 13:1-3, 8; 14:6, 26; ni en Ro. 12:4-8, ni 1 P. 4:9-11. Hummel concluye que los escritores no tienen la intención de enseñar el valor relativo de los dones espirituales por el lugar que ellos ocupan en las listas.9 En cuanto a Ef. 4:7-12, Hummel afirma que este pasaje indica un orden cronológico en la fundación de la Iglesia. Los apóstoles y profetas la establecen (Ef. 2:20; 3:5); los evangelistas predican el Evangelio y traen a otros a la comunidad cristiana; luego los pastores y maestros llenan la necesidad de alimento y dirección que tienen los nuevos creyentes y todos los miembros de la congregación… No hay evidencia de que los maestros sean de menor importancia porque son los últimos en la lista. 10

El orden no es jerárquico sino posiblemente cronológico. El Dr. Wagner no podía quedarse al margen del nuevo movimiento apostólico, al cual le ha dado aliento por medio de la palabra escrita. En su reciente libro titulado Terremoto en la  Iglesia describe lo que está sucediendo en Iglesias Apostólicas que son de su conocimiento, y da a entender que el ejemplo de ellas debe ser imitado. El libro tiene 288 páginas, y no es posible reseñarlo por completo en este trabajo, pero podemos mencionar algunos detalles que reflejan el contenido general de la obra. 1. Pastorado apostólico. El pastor tiene poder. Es “el principal agente en la toma de decisiones a niveles más elevados”. 11 2. Pastorado vitalicio. El contrato entre el pastor y la iglesia es hasta que la muerte los separe. 3. Familia pastoral. “Las nuevas iglesias apostólicas con frecuencia son empresas clásicas de mamá y papá... No es raro hallar varios parientes en el personal de las nuevas iglesias 9

Charles E. Hummel, Fire in the Fireplace: Charismatic Renewal in the  Nineties (Downers Grove, Illinois; InterVarsity Press, 1993), pág. 279. 10  Ibid., págs. 278-79. Hummel tiene profunda simpatía hacia el Carismatismo. 11 C. Peter Wagner, Terremoto en la Iglesia (Nashville, Tennessee: Editoriales Caribe-Betania, 2000), pág. 92.

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apostólicas grandes”.12 Este nepotismo eclesiástico conduce a la formación de una dinastía pastoral. “Los pastores escogen a sus sucesores”. Wagner cuenta de un pastor que le entregó la congregación a su sobrino. La decisión de hacer esto la tomó el pastor “y nadie más”.13 Salta a la vista que en América Latina hemos tenido prácticas semejantes, sin necesidad de que hubiera un nuevo ministerio apostólico. La diferencia es que ahora Wagner, uno de los mentores del NeoPentecostalismo radical, viene a sacralizarlas. Que ha habido y puede haber honrosas excepciones en la sucesión pastoral en una familia, no es de dudarlo. 4. Redes apostólicas. En opinión de Wagner, estas tienen que poseer un líder con cualidades que los seguidores perciban como producto “de fuentes sobrehumanas”. Esta es “una de las razones por las que el apóstol que funda una red apostólica ostenta tanta autoridad”.14 Wagner cree que las denominaciones han tenido ya su día, y que es tiempo para cambiar las estructuras. De allí el título de su libro: Terremoto en la  Iglesia. Por supuesto, aun los nuevos apóstoles admiten que Dios ha usado las denominaciones para el progreso del Evangelio. También nosotros lo reconocemos, y decimos que las denominaciones tienen que autoevaluarse con alguna frecuencia y estar siempre dispuestas a renovarse para aumentar su eficacia. Wagner ofrece “las redes apostólicas” para substituir a las denominaciones. La respuesta a su oferta tiene que ser una pregunta: si las iglesias aceptan el cambio, ¿no saldrían de las llamas para caer en las brasas? Apóstoles-profetas El movimiento de restauración de ministerios en el NeoPentecostalismo no separa del orden profético el apostolado.  Todo lo contrario, insiste en mantenerlos unidos el uno al otro. Por momentos pareciera que están fusionándolos en un solo ministerio que tiene dos aspectos, pero no es así. Para satisfacción de todos prefieren mantener la identidad del profeta y de 12

 Ibid., págs. 97-99.  Ibid. 14  Ibid., pág. 137. 13

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los otros ministerios. En cierto modo, la interpretación jerárquica de Ef. 4:7-12 ya está dándoles problemas. El obispo y pastor Bill Hamon, cuyo libro hemos venido citando, es conse jero de apóstoles y profetas, y no evade la realidad que lo confronta. Por ejemplo, él dice: Muchos ministros pentecostales y carismáticos están nerviosos y preocupados por la multitud de profetas y apóstoles que están surgiendo. No saben qué hacer con ellos, y cuándo, dónde y cómo permitirles que funcionen. Algunos profetas están también nerviosos y preocupados por la restauración de los apóstoles y temen que estos los estructuren en un plano limitado que el Señor nunca deseaba para el ministerio profético. Esta situación está creando el potencial para algunas enseñanzas extremadas en el Movimiento de Profetas y Apóstoles.15

Hamon trata de ayudar en la solución del problema de rivalidad que asoma su feo rostro en la escena del liderazgo neoapostólico. Explica que ambos ministerios son perpetuos, que el ministerio del profeta antecede al del apóstol en la historia bíblica, que la Biblia se la debemos a los profetas, y que los apóstoles y los profetas fueron fundadores y son fundamento de la Iglesia, con Jesucristo como la principal piedra del ángulo. Corona su argumento dando testimonio de lo que significa para él desempeñar el ministerio tanto de profeta como de apóstol. 16 Por supuesto Hamon está bien situado como obispo (supervisor) de toda una red de organizaciones eclesiásticas, pastorales y educativas en Norteamérica. El cuadro es diferente para el apóstol de nuevo cuño que apenas está procurando abrirse paso en el mercado de la libre competencia religiosa. En septiembre del 2000, visitamos el Ecuador. Un día escuchamos por televisión que estaba por celebrarse en aquel país un gran congreso en el cual estarían presentes setenta apóstoles. Pensamos que el gran aumento del producto es posible que reduzca la demanda, y que no haya mucha satisfacción en ostentar el título si es tan fácil conseguirlo. Es posible que los que ya tienen el privilegio del apostolado se organicen en un gremio, el “alto clero”, para protegerse de la 15 16

Hamon, Apostles, pág. 55.

 Ibid.

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arremetida del “clero menor”, es decir de los profetas, evangelistas, pastores y maestros. Una estrategia defensiva sería la de arrogarse la exclusiva de establecer los requisitos para optar al ungimiento apostólico, y nombrar a los que finalmente recibirán ese privilegio. En Guatemala no se dio a conocer oficialmente quiénes escogieron a los colegas pastores que fueron reconocidos como apóstoles la tarde del 28 de octubre del año 2000. Si tienen un “consejo apostólico guatemalteco”, no sabemos quiénes lo integran. Un sistema religioso jerárquico tiene sus ventajas. Por ejemplo, con su ceremonial vistoso y solemne, sus templos majestuosos, sus vestimentas multicolores y su música arrobadora, el sistema puede ser muy impresionante para el pueblo que oye, ora, obedece y da ofrenda. Sin embargo, como lo ha sugerido el apóstol Hamon, también puede tener sus problemas, especialmente en sectores evangélicos que no vienen de una larga tradición de gobierno jerárquico. Aun en el caso de los pentecostales que se rigen por una estructura episcopal queda la pregunta si los obispos estarán felices por la idea de que un apóstol puede llegar y hacer su capricho trasladándolos a otra diócesis. El pueblo, y también sus líderes, tienen el potencial para hastiarse y pacíficamente ponerle sitio a las santas murallas, y decirle ¡basta! a los santos apóstoles y profetas. No es imposible que venga una nueva Reforma, en reacción al excesivo clericalismo, abanderada por otro Martín Lutero, versión protestante del tercer milenio, y que se oiga de nuevo la consigna del “sacerdocio universal de los creyentes en Jesucristo”. El obispo y apóstol Hamon suena conciliador en sus comentarios sobre la tensión entre apóstoles y profetas, al contrario de otros líderes que son más tajantes en sus declaraciones a favor de la autoridad apostólica. Un ejemplo es el de John Eckhardt, quien decreta que hay dos formas para que una iglesia acceda a ”la gracia apostólica”: primera, que el pastor sea un apóstol, y segunda, que la iglesia esté relacionada con un apóstol (se sobreentiende con uno de los nombrados por el Movimiento Apostólico Contemporáneo).17 “Dios ha puesto primeramente apóstoles en las Iglesias (1Cor. 12:28). Cuando Dios dice primero, él quiere decir primero. Una iglesia fuera de este orden 17

Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, pág. 106.

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no experimentará la plenitud de la unción. La unción fluye a través del orden. Los apóstoles son primeros en rango”.18 “Los Apóstoles pueden ingresar a nuevas regiones y atravesar toda resistencia cuando atan al hombre fuerte. Los apóstoles entonces establecen nuevas iglesias y nueva revelación”.19 Sin embargo, aunque los apóstoles “caminan y ministran en el más alto rango, y tienen suficiente autoridad para ordenar, decretar y reprender”, “su rango está dentro de su esfera de autoridad... No pueden ir a cualquier parte y reclamar su rango sobre alguien”.20 Esta nota de moderación es necesaria, pero lo que Eckhardt ha dicho sobre la supremacía del apóstol escrito está. En otra sección Eckhardt ofrece veintiséis “deberes y funciones de los Apóstoles”. Entre los diversos ministerios se encuentran los de “juzgar” (dictar sentencia “contra la falsa enseñanza y la conducta incorrecta”), “legislar” (“emiten órdenes y decretos del Reino para la Iglesia”); (3) defender la fe, la verdad y la Iglesia; (4) supervisar (el apóstol es también un obispo que vigila las iglesias), y (5) “traer revelación”.21 Esto de “traer revelación” se entiende si tenemos en cuenta que el apóstol es también profeta. Si además del don del apostolado posee el de profecía, entonces en ojos de sus seguidores las palabras que él pronuncia son finales, infalibles e irrefutables; es como si hablara ex cathedra, al igual que el papa catolicorromano. Los que hemos optado por la autoridad suprema de la Biblia vemos con preocupación esa oferta de “revelación” que un día de tantos puede venir de una fuente que no es la Palabra escrita de Dios. Esta es la Palabra que permanece para siempre (Is. 40:6-9; 1 P. 1:22-25). Si hacemos a un lado los criterios permanentes de las Sagradas Escrituras, podemos ser fácilmente llevados sin rumbo cierto por maestros que crean tener una línea de comunicación directa con el cielo, aparte de la Biblia. No podemos olvidar los excesos de aquellos predicadores que se dejaron llevar por su propia inspiración y empujaron a sus feligreses al suicidio. 18

 Ibid., págs. 44-45.  Ibid ., págs. 55-56. 20  Ibid., pág. 45. 21  Ibid., págs. 98-100. 19

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SIGNIFICADO DE L A PAL ABRA “APÓSTOL” EN LA BIBLIA El vocablo “apóstol” es una traducción del griego apostolos, que viene del griego apostell ō, palabra compuesta de stell ō (levantar, preparar, adelantar) y de la preposición apo (desde, afuera) y que significa “enviar, despachar, hacer partir” a personas o a cosas. En el griego clásico, cuando se trata de una delegación particular de autoridad, frecuentemente se le da énfasis a la causa para dicha delegación por medio del verbo apostell ō. En tanto que cuando se da a entender el mero hecho de “enviar” se usa el verbo pempō, el cual es de uso muy común en el griego secular. 22 En la traducción griega del Antiguo Testamento del siglo tercero a.C. conocida como la Septuaginta (LXX), se usa apostell ō y exapostell ō unas 700 veces, casi exclusivamente para traducir el verbo hebreo  š ālaj (“extender”, “enviar”). “Los traductores de la Septuaginta entendieron que este verbo no describe tanto el acto de enviar como el propósito de darle autoridad al mensajero... En los LXX, el nombre apostolos se encuentra solamente en 1 Reyes 14:6”.23 El verbo apostell ō y otras formas que vienen de la misma raíz “no denotan el nombramiento institucional para el desempeño de un oficio, sino la autorización a una persona para que cumpla con una función o tarea específica”.24 Si tal es el caso, “la atención se concentra en la persona que envía”, es decir, “que le confiere autoridad al que es enviado”.25 “La institución judía, legal y común, de la š ālîaj (participio arameo…) hallegado a ser importante en la exégesis del Nuevo  Testamento”.26 La expresión š ālîaj significa que el mensajero actúa con la plena autoridad de quien lo envía. Pero los eruditos aclaran que en el caso de esta institución los representantes 22

D. Müller, “Apostle”, The New International Dictionary of New Testament Theology, vol. 1, ed. Colin Brown (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1975), págs. 126-27. 23  Ibid ., pág. 127. 24  Ibid . 25

 Ibid.  Ibid.

26

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no eran misioneros. El judaísmo no tenía el concepto de misión, en el sentido de enviar oficialmente a misioneros a que hicieran prosélitos para el judaísmo entre las naciones.27 En un estudio sobre el posible uso del concepto de š ālîaj en el apostolado neotestamentario, Sandra Hack Polaski comienza por referirse a “la teoría popular” según la cual la palabra griega “apóstol” debe leerse a la luz del arameo  š ālîaj “embajador”, una instancia legal bien definida en el período rabínico. Se reconocía al  š ālîaj como si fuera en todo sentido el representante legal de la persona que lo enviaba. Se lee en la Mishna que “el embajador de un hombre era como el hombre que lo enviaba”. Ahora bien, si este es el caso de los “apóstoles” del Nuevo Testamento, las implicaciones son bastante serias.28 Sin embargo, Polaski afirma que no está claro que el concepto de š ālîaj esté a la base del apostolado en el Nuevo Testamento. Las funciones del  š ālîaj eran generalmente del orden legal, en lo secular, y, lo que es más importante, “la institución del  š ālîaj, tal como se describe plenamente en la literatura rabínica, es producto de un desarrollo posterior al año 70 de la era cristiana”.29 Polaski cita, entre otras, la opinión de algunos eruditos en cuanto a que el significado de “apóstol” no se desarrolló en la congregación de Jerusalén, sino en la atmósfera de misión a los gentiles en la iglesia de Antioquía de Siria. A manera de conclusión, ella dice que la mayoría de discusiones sobre el apostolado de Pablo comienzan observando que para este enviado de Dios su autoridad apostólica se basa en el Evangelio que él proclama.30

27

 Ibid., pág. 128.

28

Sandra Hack Polaski,  Paul and the Discourse of Power  (The Biblical Seminar 62; Sheffield, Inglaterra: Sheffield Academic Press, 1999), págs. 2425. 29  Ibid ., pág. 25. 30  Ibid ., pág. 26.

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USO ESPECIAL DE L A PAL ABRA “APÓSTOL ” EN EL NUEVO TESTAMENTO  J esucristo el apóstol  Jesucristo es el apóstol por excelencia (Heb. 3:1). Hemos visto que “apóstol” significa “enviado”, y Cristo se identifica a sí mismo como el enviado del Padre al mundo para realizar la misión salvífica a favor del ser humano (Jn. 3:17, 34; 5:36; 6:29, 57; 7:29; 8:42; 10:36; 11:42; 17:3, 18; 1 Jn. 4: 10). En el sentido básico de la palabra “apóstol”, el Señor J esús es “el primer Apóstol; el gran Apóstol, y la fuente de origen del apostolado”.31 En relación con el ministerio de Cristo es evidente e indiscutible que él es el representante de Dios el Padre como su plenipotenciario entre los hombres (con plena autoridad, Mt. 28:18), en tanto que en su calidad de sumo sacerdote representa a los hombres ante Dios.32 Es evidente que el Señor Jesús demostró tener autoridad divina entre los seres humanos. Él dijo: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mt. 10:40). Si fundamentalmente la palabra “apóstol” significa “enviado”, entonces el que lleva este distintivo tiene que ser un misionero. Cristo fue enviado por el Padre desde la gloria del cielo al caos producido por el pecado en la Tierra. Él es el misionero transcultural por antonomasia. Es indiscutible en la comunidad evangélica que el apostolado del Señor Jesús es supremo, único e intransferible. Los doce apóstoles Es claro en el Nuevo Testamento que los doce discípulos que Jesús llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar tuvieron un apostolado especial. (1) Estuvieron con 31

Philip E. Hughes, A Commentary on the Epistle to the Hebrews (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1977), pág. 127. 32 F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews (New International Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), pág. 91.

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 Jesús desde el principio (Hch. 1:21-22). (2) Fueron escogidos, llamados y formados por Cristo mismo para el apostolado (Mr. 3:14). (3) Él los comisionó para anunciar las buenas nuevas del Reino de Dios (Mr. 3:13-14; Mt. 18:16-20; J n. 20:21). (4) Fueron testigos de la resurrección (Hch. 1:22). (5) Son fundadores y fundamento de la Iglesia, con Cristo mismo como la principal piedra del ángulo (Ef. 2.20). (6) El Maestro les dio autoridad para el ministerio docente (Mt. 16:18-19). (7) Recibieron poder para hacer milagros (Mr. 3:15; Hch. 2:43; 5:12; 8:18). (8) Su número debía ser no menos y no más de doce. Esto se ve en la elección de Matías para llenar la vacante que dejó Judas en el grupo apostólico, y se verá en el futuro cuando en el reino del Mesías habrá doce tronos para el grupo apostólico (Lc. 22:29-30), y cada uno de los doce cimientos de la nueva Jerusalén tendrá escrito el nombre de un apóstol (Ap. 21:14). (9) Su ministerio se limitó al primer período de la Iglesia (el Cuerpo de Cristo).33 Puede decirse que en cierto modo el ministerio de los Doce fue preeminentemente judaico. Después del Concilio de Jerusalén (Hch. 15), la obra entre los gentiles, con Pablo a la cabeza, ocupa el primer plano en la historia misionera del libro de los Hechos. “Lucas ya no menciona a los apóstoles [se sobreentiende los doce], sus trabajos o sus personas”.34 En las generaciones siguientes, nadie podía llenar los requisitos para el apostolado de los doce. Su oficio no podía ni puede repetirse ni transmitirse. Ellos eran un grupo judaico; Pablo y sus compañeros de labores en el apostolado habían surgido como líderes en la Iglesia después de Pentecostés (Hch. 2), y fueron llamados y preparados por el Espíritu Santo para que fueran protagonistas distinguidos en la expansión de la Iglesia. Los doce no tienen “sucesores apostólicos”. Cuando ellos murieron , su apostolado murió con ellos. 35

33

F. W. Grosheide, The First Epistle to the Corinthians (New International Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1979), pág. 298. 34 J. A. Hewett, “Apostle”,  Dictionary of Pentecostal and Charismatic  Movements, ed. Stanley M. Burgess y Gary B. McGee (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1988), pág. 15. 35 Leslie B. Flynn, 19 Gifts of the Spirit  (Wheaton: Victor Books, 1974), pág. 40.

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El apóstol Pablo Conversión de Pablo a J esucristo. Pablo no llegó a conocer el Evangelio por medio de hombre alguno, “sino por revelación de Jesucristo” (Gá. 1:12). Vocación apostólica de Pablo. (1) Cuando Pablo estaba en el vientre de su madre, Dios ya había determinado revelarle a su Hijo Jesucristo para que lo predicara entre los gentiles (Gá. 1:15-16). (2) Pablo era apóstol “no por disposición de hombre, sino por J esucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los muertos” (Gá. 1:1). (3) Pablo había visto al Señor resucitado (Hch. 9:1-9; l Co. 15:7-11). (4) Pablo tenía el don de apóstol en el sentido especial, estricto, de este carisma. Sin embargo, no creía formar parte del grupo de los Doce. Poseía, además, otros dones. Era profeta.  Tenía mensaje del Señor en relación con el pasado, el presente y el porvenir. Su mensaje era histórico, ético y predictivo. Pablo era también evangelista, pastor y maestro. Ha sido maestro de la Iglesia por casi dos mil años, y su teología sigue asombrándonos. Los “cinco ministerios” de Ef. 4:7-12 se con jugaban maravillosamente en su labor misionera. Tenía también otros dones para servir a sus hermanos en Cristo y a los que no conocían el Evangelio. Dones espectaculares, o de señales que respaldaran su mensaje, no le faltaban. Hablaba en lenguas más que todos los corintios que lo hacían, aunque en la iglesia él prefería hablar cinco palabras con entendimiento que diez mil palabras en lengua desconocida (l Co. 14:18-19). Tenía el don de sanación ( Hch. 14:3; 28:1-10), y en el poder de Dios también liberaba a los que estaban poseídos por el maligno (Hch. 16:16-18). Pero Pablo prefería, sobre todas las cosas, seguir “el camino más excelente”, el amor (l Co. 12:31-14:1). (5) Pablo recibió revelaciones especiales (2 Co. 12:1-6) y, bajo la inspiración del Espíritu Santo, contribuyó en gran manera a formar el cuerpo de doctrina del Nuevo Testamento. (6) El apostolado de Pablo era misionero. Si tenemos presente que el significado básico del verbo apostell ō es “enviar”, daremos la razón a los predicadores y autores para quienes el apostolado es el “carisma misionero”. El apóstol auténtico es uno de los enviados por el Señor de la mies a trabajar en su

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mies. Vale la pena observar que uno de los nombres descriptivos que Pablo solía darse era el de “apóstol”, es decir “enviado” de Jesucristo. El Señor de la mies le asignó a Pablo un campo extenso y difícil de cubrir. Extenso en lo geográfico y difícil en lo cultural. Se trataba nada menos que de alcanzar el mundo de los gentiles con el Evangelio de Jesucristo. Pablo estaba bien formado para acometer tan ardua empresa: porque no le era extraña la realidad pluricultural del gran imperio romano, por su conocimiento personal del significado del Evangelio, por su experiencia profunda de conversión a Jesucristo, por su dedicación al estudio diligente de las Sagradas Escrituras y porque sentía estar en deuda con judíos y gentiles en cuanto al Evangelio. Sufría por el estado calamitoso en que vivían los que andaban sin Cristo, sin Dios y sin esperanza, y ambicionaba alcanzar el mayor número posible de ellos con el mensaje de Cristo.  Tenía pasión misionera, y se entregó por entero a cumplir con la tarea que el Maestro le había encomendado. Pablo podía quedarse un tiempo en determinado lugar si la necesidad de ayuda pastoral a los hermanos y hermanas lo exigía, o si había puertas abiertas para la evangelización; de otra manera no alargaba su visita. Estuvo en Tesalónica más de tres semanas, en Corinto un año y medio y en Éfeso aproximadamente tres años. Empero, su mayor deseo era ser un evangelista itinerante, ir a otras regiones donde la simiente del Evangelio no se hubiera plantado todavía. A los cristianos de Corinto les dice: “…fuimos los primeros en llegar hasta vosotros con el Evangelio de Cristo... Así anunciaremos el Evangelio en los lugares más allá de vosotros, sin entrar en la obra de otro para gloriarnos en lo que ya estaba preparado” (2 Co. 10:14, 16). Leemos palabras semejantes a estas en Ro. l5:20: “Y de esta manera me esforcé en predicar el evangelio, no donde Cristo ya había sido anunciado, para no edificar sobre fundamento ajeno”. Pablo era un auténtico apóstol, un enviado que andaba evangelizando a los que nunca habían oído acerca de Jesucristo (Ro. 15:21). Pablo “no pescaba en pecera ajena”. Cuando escribió a los Romanos, estaba pensando en ir a España con la buena nueva desalvación en el Señor J esús. Para el apóstol de los gentiles, su ministerio básico no consistía tan sólo en organizar y supervisar a un grupo de pastores

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o iglesias. Pablo tenía delegados apostólicos, por ejemplo Tito y Timoteo, que le ayudaban en esas tareas pastorales. Pero en cuanto a él mismo, Pablo no olvidaba su responsabilidad y privilegio de ser también apóstol, es decir un enviado de Dios a proclamar el Evangelio, especialmente en lugares donde era necesario hacer obra pionera para establecer la Iglesia. Según parece, a Pablo le sería contradictorio el gloriarse en su apostolado y a la vez no estar dispuesto a salir en busca de las gentes de otras regiones con el mensaje de Cristo. Defensa del apostolado de Pablo. El apóstol de los gentiles, a quien vemos ahora con admiración y respeto, tenía adversarios en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Pablo usó algunas de sus epístolas para responder a las acusaciones de sus adversarios. Deseaba, además, que los cristianos conocieran su respuesta a los problemas que le salían al paso, para que no se desanimaran por lo que otros decían del siervo de Dios, y no cayeran en la trampa que les tendían los falsos maestros. (1) La autoridad de Pablo. Pablo da a entender que su autoridad depende de la vocación apostólica que ha recibido del Señor (1 Co. 1:1; 2 Co. 1:1; Gá. 1:1), de la Palabra que él predica (1 Ts. 2:13) y del Espíritu que se manifiesta en su ministerio (1 Co. 2:4-5; 1 Ts. 1:5). Además, hace ver que su autoridad tiene el respaldo del carácter y conducta que él ha mostrado en el cumplimiento de su tarea apostólica. Afirma sin titubeos que él es apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios el Padre, pero también se gloría en llamarse “siervo [esclavo] de Jesucristo” (Ro. 1:1; Gá. 1:10) y “siervo [esclavo] de Dios” (Tit. 1:1). A los cristianos de Corinto les dice: “No nos predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como a Señor; nosotros no somos más que servidores de ustedes por causa de Jesús” (2 Co. 4:5 NVI). J esús es el Señor, y en sujeción a ese señorío Pablo se considera siervo (esclavo) de los creyentes de Corinto, “por causa de Jesús”. En comentario a 2 Co. 4:5, Philip E. Hughes dice: ¿Qué actitud más humilde podía asumir un mensajero del Evangelio que la de considerarse a sí mismo no solamente como un esclavo de  Jesucristo…sino también como un esclavo de aquellos a quienes les anuncia la Palabra de Dios? ¿No estaba Pablo en abierto contraste

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con aquellos falsos apóstoles que se habían infiltrado en la iglesia de Corinto?36

Luego, Hughes añade que el ejemplo de Pablo “es la antítesis de los que desean ser señores del rebaño, y una condenación de la pompa clerical y del autoritarismo que en el curso de los siglos han desfigurado a la Iglesia como si fuera una institución de este mundo”.37 Por supuesto, el apóstol no dice a los corintios: “Ustedes son mis señores”. Sólo hay un Señor, Jesucristo.38 Pablo era lo suficientemente humilde para reconocer que él no estuvo con el Señor J esús desde el principio, que “nació fuera de tiempo” (como un abortivo) respecto de los demás apóstoles, y que no era digno de ser llamado apóstol, porque persiguió a la iglesia de Dios (1 Co. 15:8-9). Sin embargo, aunque no dice ser de los Doce, y se considera “el más pequeño de los apóstoles” (1 Co. 15:9), afirma su apostolado y lo defiende cuando defenderlo es necesario para la gloria del Señor, para el progreso del Evangelio y bendición de la Iglesia. En imitación de su Maestro, Pablo conjuga maravillosamente la autoridad y la humildad en su vida y ministerio. (2) La ética de Pablo. Los mentores del Movimiento Apostólico Contemporáneo dan a entender que sus apóstoles, formados para restaurar el apostolado en la Iglesia de hoy, son “los de más alto rango”,39 “los generales”40 en el ejército carismático. Si esto es así, las demandas éticas para dichos apóstoles tienen que ser más rigurosas que las establecidas, por ejemplo, para los obispos. En 1 Ti. 3:1, Pablo enseña que “si alguno anhela obispado, buena obra desea”. Luego enumera los requisitos que está obligado a llenar el que se dedica a tan noble oficio (1 Ti. 3:2-7). Estos requisitos son más que suficientes para indicar que no todo el que anhela ser obispo puede 36

Philip E. Hughes, Paul´s Second Epistle to the Corinthians: The English Text with Introduction, Exposition and Notes (New International Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1962), pág. 131. 37  Ibid ., págs. 131-32. 38  Ibid., pág. 132. 39 Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, págs. 42-46. 40 Hamon, Apostles, págs. 251-52.

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serlo. ¿Qué diremos del que anhela ser “el de mayor rango” o “el general” para estar muy por encima del obispo y de otros siervos de Dios? En su manera de vida y en su ministerio, Pablo nos da un gran ejemplo digno de ser imitado. Sería posible escribir todo un tratado de ética apostólica basándonos en las enseñanzas y en la vida de Pablo. Bástenos señalar algunos ejemplos. Él procuraba “tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hch. 24:16; cp. 23:1; 1 Co. 4:1-5). Había renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia ni adulterando la palabra de Dios para beneficio propio (2 Co. 2:17; 4:2). Su conducta era transparente en todo tiempo y lugar. Los cristianos de Tesalónica eran testigos de cómo se había comportado Pablo en su ministerio pastoral. 1 Ts. 2:1-12 es una de las descripciones más hermosas y hasta conmovedoras del corazón y la conducta pastorales de Pablo. Predicó a los de  Tesalónica en medio de fuerte oposición. Su exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño; no procuró agradar a los hombres, sino a Dios; no encubrió avaricia; no quiso ser una carga para los tesalonicenses; los trató con ternura, como una nodriza a sus propios hijos; y los exhortó y consoló como un padre a sus hijos. Ellos y el Señor eran testigos de “cuán santa, justa e irreprochablemente” se había comportado. A los corintios pudo decirles: “Imítenme a mí, como yo imito a Cristo” (1 Co. 11:1). Para evitarle reproche al Evangelio de parte de los no cristianos, Pablo renunció al derecho que tenía a recibir salario por predicar este glorioso mensaje (1 Co. 9:3-18). Agradecía el apoyo económico que le daban los cristianos de Filipos, pero les escribe unas palabras que debiéramos tener grabadas en nuestra mente y en nuestro corazón todos los que nos hemos dedicado a servirle sin reservas al Señor: “Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:12-13). (3) Los milagros en el ministerio de Pablo . En Ro. 15:16, el apóstol se refiere a su tarea evangelizadora como “el deber sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada

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por el Espíritu Santo” (NVI). Pablo el evangelista oficia como un sacerdote en el acto de anunciar el mensaje salvífico y, en otra acción litúrgica, lleva a la presencia de Dios a los gentiles convertidos, quienes han llegado a ser una ofrenda agradable a Él, por el poder santificador que viene del Espíritu Santo. La hermosa escena sacerdotal que acaba de concebir por inspiración del Espíritu de Dios lo llena de un legítimo orgullo, de un gloriarse (jactarse) en Cristo Jesús (Ro. 15:17), pero también se siente humilde para decir que no se atreverá a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por su medio a favor de la conversión de los gentiles (Ro. 15:18). Y luego explica que Cristo lo ha hecho con palabras y obras “mediante poderosas señales y milagros [hechos maravillosos], por el poder del Espíritu de Dios” (Ro. 15:19). El apóstol no se da crédito por los milagros; no se atribuye ningún poder sobrenatural; ni aun menciona su don de sanación, o de liberación del poder demoníaco. Le da la gloria a quien la merece, al Señor quien ha realizado la obra evangelizadora mediante el ministerio de su siervo Pablo. El texto de 2 Co. 12:12 es similar al de Ro. 15:19, pero el contexto es diferente. En Romanos Pablo está dándoles una especie de informe misionero a sus lectores. En el caso de los corintios, se trata de una defensa que Pablo hace de su apostolado. Entre las cartas más o menos extensas de Pablo, 2 Corintios parece ser la más personal y apologética de su ministerio. Falsos maestros, judaizantes, habían llegado a la congregación con el intento de socavar su autoridad. Se creían tan grandes e importantes, o los que estaban alucinados por ellos los creían así, que Pablo les llama, con fina ironía, “superapóstoles” (2 Co. 11:5 NVI). Las “señales, prodigios y milagros” eran una evidencia de que el Todopoderoso se manifestaba en el ministerio de su siervo Pablo (2 Co. 12:12). Entre los corintios se había dicho que Pablo era tímido cuando se encontraba cara a cara con ellos, pero atrevido cuando estaba lejos (2 Co. 10:1). También se había dicho que sus cartas eran “duras y fuertes, pero él en persona no impresionaba a nadie” (2 Co. 10:10 NVI). Pablo tenía muchas pruebas del poder divino que se había manifestado en su vida y ministerio; pero ahora usa un argumento que parece inesperado, o quizá paradójico: “Si me veo obligado a

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 jactarme, me jactaré de mi debilidad” (2 Co. 11:30), “porque cuando soy débil, entonces soy poderoso” (2 Co. 12:10). Pablo mismo le había rogado tres veces al Señor que le quitara la espina que le atormentaba el cuerpo; pero el Señor le respondió: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Co. 12:9). (4) Vidas transformadas por el poder del Evangelio. Otra credencial que Pablo presenta de su apostolado es el fruto del Evangelio en la vida de los que él había alcanzado con este mensaje salvífico: “No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy, porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor” (1 Co. 9:12; cp. 2 Co. 3:1-3). Quizá su corazón de apóstol, evangelista y pastor le dijera a Pablo que esta era una mejor recomendación que la de los milagros. En los corintios que se habían entregado a Jesucristo para seguirle y servirle, el apóstol veía el fruto de su ministerio, no obstante los graves problemas que estaban acosando a la congregación corintia. Sin lugar a dudas, Pablo creía en que se multiplicara el número de convertidos. No pasaba por alto la cantidad de personas que se entregaban al Señor Jesús. El historiador Lucas no soslayó el crecimiento numérico de la Iglesia. Al contrario, apuntó cifras de convertidos en su historia de la iglesia primigenia de Jerusalén. Al fin y al cabo, Dios ama a toda la humanidad (Jn. 3:16), no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 P. 3:9) y que todos sean salvos (1 Ti. 2:4). Sin embargo, Pablo se limita a hablar del territorio que el Señor le había permitido cubrir en el peregrinar apostólico (Ro.15:19). Es claro que no habían llegado los tiempos del “evangelismo empresarial”, del que habló C. René Padilla en el célebre Congreso de Lausana, Suiza (1974). Ahora nos encanta informar de millares de convertidos y centenares de iglesias establecidas para optar a un cargo más elevado en la estructura eclesiástica. Nadie contabilizó los resultados del ministerio de Pablo para nombrarle apóstol. Hacerlo así hubiera significado “comportarse según criterios humanos” (1 Co. 3:3 NVI). Tan insigne siervo de Dios era apóstol “no por disposición de hombres ni por hombre, sino por J esucristo y por Dios Padre que lo resuci-

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tó de los muertos” (Gá. 1:1). Él fue “llamado a ser apóstol de  Jesucristo por la voluntad de Dios” (1 Co. 1:1; 2 Co. 1:1; Ef. 1:1; Col. 1:1; 2 Ti. 1:1) y “por mandato de Dios” (1 Ti. 1:1). Sufrimientos de Pablo en el apostolado. Pablo se refiere en más de una ocasión a su pobreza en lo económico, a sus muchos sufrimientos físicos, a la oposición que había soportado, no solamente de parte de los judíos que rechazaban el Evangelio y de los gentiles que se unían a dichos judíos para destruirlo, sino también en las iglesias donde se habían infiltrado enemigos que lo subestimaban como persona, lo atacaban de diversas maneras y negaban su apostolado (2 Co. 6:3-10; 11:23-33; 2 Ti. 3:10-13). Aquellas experiencias dolorosas eran parte del precio que le tocaba pagar por su lealtad a la vocación celestial. No cabe duda que Pablo conocía las palabras del Maestro sobre el costo del discipulado cristiano. El apóstol de los gentiles no predicó “el evangelio de la prosperidad”, el cual también parece haber surgido en la opulenta Norteamérica, al calor de una predicación que nos hace recordar el “pensamiento positivo” de Norman Vincent Peale, y los “shows” navideños del Rev. Robert Schuller en la Catedral de Cristal en California del Sur. En esos espectáculos, un gran símbolo del pensamiento positivo y del evangelio de la prosperidad es el pesebre forrado con seda blanquísima y lujosos encajes. ¡Pobrecito el niño rico de Belén! Un distinguido predicador británico ha dicho que “el evangelio de la prosperidad es el evangelio sin cruz”. Pablo no conocía este evangelio. Al contrario, a los cristianos de Filipos les dice: “Porque a ustedes se les ha concedido no sólo creer en Cristo, sino también sufrir por él” (1:29, NVI). Anticipos de recompensa para el apostolado. Pablo estaba seguro de la recompensa que recibiría en la manifestación del Señor J esucristo en gloria. A los cristianos de Tesalónica les dice: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo” (1 Ts. 2:19-20). En su segunda carta a Timoteo le escribe: “Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí,

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sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:8). El apóstol tenía la certidumbre de que el trabajo en la obra del Señor “no es en vano” (1 Co. 15:58). “Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, él recibirá recompensa” (1 Co. 3:14). Mientras tanto, el Señor le iba dando a su apóstol lo que podemos llamar anticipos de la recompensa que le esperaba en el cielo. Por ejemplo, Pablo le daba gracias a Dios aun por los corintios, no obstante los grandes problemas en aquella congregación, porque ellos, los que en verdad habían confiado en el Señor Jesús, eran una demostración de que la evangelización y el trabajo docente y pastoral en esa ciudad no habían sido en vano (1 Co. 1:4-9). La iglesia tenía dificultades de orden moral y doctrinal, pero era iglesia de Jesucristo; la luz del Evangelio había resplandecido en medio de las tinieblas de la pecadora Corinto. Cuando el apóstol oraba a favor de la Iglesia Cuerpo de Cristo, la cual estaba ya de alguna manera presente en varios pueblos y ciudades del Imperio Romano, le daba gracias al Señor por todos sus hermanos y hermanas en la fe, especialmente por los líderes—Timoteo, Tito y otros—que Dios había levantado para “el progreso del Evangelio”. Que el Reino de Dios avanzara, que se diseminara por todas partes, era la gran visión misionera de Pablo. Era un prisionero por causa del nombre de Jesús, pero explicó a sus hermanos filipenses que su encarcelamiento resultaría en “el progreso del Evangelio” (Fil. 1:12-14). ¡Ni se imaginaban sus acusadores y carceleros que lo que estaban haciéndole resultaría en mayor gloria para el mensaje que él proclamaba! ¡Que no nos extrañe el contenido de la carta postrera que Pablo le escribió a su discípulo Timoteo, bajo la inspiración del Espíritu Santo! No fue escrita por un viejo frustrado que observara con resentimiento a los jóvenes oficiales que llenos de vigor permanecían en el campo de batalla; no era el lamento de un anciano decrépito que en mirada retrospectiva se diera cuenta que no había ganado una sola batalla, que había dejado su carrera inconclusa, y que de nada le había servido la fe. Pablo estaba agradecido con el Señor por la salvación grandiosa y por la vida que él le había permitido vivir en la Tierra. Su corazón rebosaba también de gratitud para sus hermanos y hermanas en la fe, para aquellas iglesias nacientes y crecientes, y para todos sus amigos y colegas en las

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lides del ministerio cristiano. La Segunda Carta a Timoteo es una clarinada de triunfo, de fe, de amor y esperanza. USO NO TÉCNICO DE L A PAL ABRA “APÓSTOL ” EN EL NUEVO TESTAMENTO Hemos dejado dicho que el nombre “apóstol” tiene un sentido especial, técnico, que se aplica al Señor J esús, a los doce apóstoles y a Pablo. Pero tiene, además, un sentido general, no técnico, que se aplica a otras personas en el Nuevo Testamento. Lucas 11:49 “Por eso dijo Dios en su sabiduría: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, de los cuales matarán a unos y perseguirán a otros’”(NVI). Dicen los intérpretes que este texto parece contener un dicho antiguo y que el Señor Jesús está actualizándolo. Entre las versiones modernas de las Sagradas Escrituras, la Biblia de las Américas explica que los “profetas” son los mensajeros del Antiguo Testamento, y los “apóstoles”, los mensajeros del Nuevo Testamento, pero sin limitar el vocablo a los Doce. En su comentario sobre Lucas, Darrell Bock presenta tres maneras en que se ha interpretado Lc. 11:49. (1) Es una paráfrasis de un dicho antiguotestamentario. (2) J esús está citando una obra apocalíptica contemporánea. Ambas interpretaciones son problemáticas. No tienen un texto de apoyo en el Antiguo  Testamento, y tampoco hay evidencia concreta en la literatura apocalíptica. (3) Probablemente Jesús presenta el plan de Dios en la forma de un dicho del pasado para enseñar que la respuesta de la gente del tiempo de Jesús sería semejante a la de sus antepasados.41 Sea como fuere, los intérpretes optan por sugerir que en Lc. 11:49 el nombre “profetas” se usa en sentido general. D. Müller declara que para Lucas la palabra apostolos llega a ser equivalente de los Doce, y que Lc. 11:49 y Hch. 14:14 son 41

Darrell Bock,  Luke (Baker Exegetical Commentary on the New  Testament; Grand Rapids: Baker Books, 1998), págs. 1120-21.

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excepciones a dicho uso exclusivo.42 Por ahora es posible concluir que en Lc. 11:49 el vocablo “apóstoles” tiene un significado general, no técnico, de “enviados”, o “mensajeros”.  J acobo, el hermano del Señor “No vi a ningún otro de los apóstoles; sólo vi a Jacobo, el hermano del Señor” (Gá. 1:19 NIV; cp. Hch. 12:17; 15:13). Este Jacobo no era de los Doce y no tenía la misma posición apostólica de Pablo, aunque llegó a ser un líder en la iglesia de  Jerusalén. Bernabé, colaborador del apóstol Pablo Se le llama “apóstol” en Hch. 14:14.  J udas y Silas Según Hch. 15:22, 30-34, fueron mensajeros del Concilio de Jerusalén a la iglesia de Antioquía.  Timoteo Por su asociación con Pablo (1 Ts. 1:1; 2:17: “nosotros”), algunos autores lo incluyen entre los que eran apóstoles en sentido general. Epafrodito Según Fil. 2:25, Epafrodito fue un enviado, o mensajero (apostolos en griego), de la iglesia de Filipos, y después un enviado, o mensajero, de Pablo a los filipenses. Andrónico y J unias En Ro. 16:7 Pablo los describe como “destacados entre los apóstoles” (NVI). Algunos dicen que esta frase posiblemente signifique “considerados notables por los apóstoles”, pero que 42

Müller, “Apostle”, pág. 129.

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no eran apóstoles. 2 Corintios 8:23 Se habla de los hermanos que fueron enviados (apostoloi en griego) de las iglesias para cumplir una misión específica. Efesios 4:7-12 Es en cierto modo el texto favorito del Movimiento Apostólico Contemporáneo. (1) Según el v. 7, es Cristo quien ha repartido los dones. En l Co. 12:1-11 es el Espíritu Santo quien distribuye los dones de acuerdo a su voluntad; y en l Co. l2:28 es Dios quien ha establecido los diferentes ministerios. De modo que la Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo, y Dios el Espíritu Santo, se involucran en la administración de los dones para la edificación de la Iglesia. Esta enseñanza bíblica no apoya la tesis de que existen “apóstoles del Cordero” y “apóstoles del Espíritu”. (2) A “cada uno de nosotros se nos ha dado gracia en la medida en que Cristo ha repartido los dones” (Ef. 4:7 NVI). En este contexto la gracia ( jaris) puede significar la capacidad para servir en la edificación de la iglesia. La palabra traducida “don” no es jarisma, sino d ōrea, la cual tiene un sentido más general. (3) En Ef. 4:7-12, los “dones” son las personas capacitadas para un ministerio especial, no las capacidades mismas. El enfoque es más personal que en otros textos. (4) Y a hemos tratado lo del orden que Pablo sigue al enumerar los ministerios de Ef. 4:7-12. Concluimos que el orden parece ser cronológico, y no jerárquico o piramidal. Refleja la historia de la fundación de la iglesia, especialmente en regiones donde Cristo no había sido anunciado. Los apóstoles y profetas abren brecha y colocan los cimientos, los evangelistas siguen predicando y ganan a otras personas para Cristo, y los pastoresmaestros edifican a los convertidos para el progreso del Reino de Dios. 1 Corintios 12:28 En su comentario sobre este versículo Gordon Fee, bien co-

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nocido biblista en círculos académicos internacionales, y quien profesa ser “pentecostal y evangélico”, dice que los “apóstoles”, “profetas” y ”maestros” se mencionan en cierto orden, pero no se les debe considerar como “puestos” que tendrán determinadas personas en la iglesia local, sino como “ministerios” que tendrán su expresión, o se manifestarán, en varias personas. A la pregunta si la intención de Pablo sería que todos los ministerios mencionados en 1 Co. 12:28 fueran clasificados según su función o significado en la iglesia, la respuesta es un NO rotundo. Fee admite que los tres primeros ministerios sí  deben ser clasificados en cierto orden, pero aclara que “esto no significa que uno de ellos sea más importante que los otros, ni que esto sea necesariamente su orden de autoridad, sino que uno de ellos precede a los otros en la fundación y edificación de la asamblea local”.43 En otras palabras, el orden es histórico, o cronológico, y no necesariamente jerárquico. Anthony C. Thiselton, ampliamente conocido en el campo de la hermenéutica bíblica, se pregunta si la enumeración de ministerios en l Co. 12:28 implica alguna idea de rango.44 Presenta la opinión de varios autores. F. F. Bruce arguye que el orden en que Pablo presenta a los apóstoles, profetas y maestros indica que estos son los ministerios más importantes. Grosheide opina que los profetas están en segundo lugar con respecto a los apóstoles porque, aunque ambos proclaman el Evangelio, su oficio no es tan universal como el de los apóstoles, y de ahí que no sean tan importantes como aquellos. Para Robertson y Plummer los apóstoles son “el primer orden en la Iglesia” porque para serlo tenían que haber visto al Señor resucitado. Lang ofrece una evaluación similar a la de Bruce: “Pablo comienza con las tres más importantes funciones de la proclama”.45 Nótese bien que hasta este punto la discusión tiene que ver con la importancia en cuanto a la proclamación. 43

Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians (New International Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1988, págs. 619-20. 44 Anthony T. Thiselton, The First Epistle to the Corinthians (New International Greek Testament Commentary; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 2000), pág. 1013. 45  Ibid., págs. 1013-14.

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Según Thiselton, otros comentaristas tienden a ver una especie de rango que es menos explícita que en los casos anteriores. Senft dice que Pablo evalúa los dones según el grado en que “edifican” la iglesia como un todo; esto conduce a ver el “servicio” como la piedra de toque de la importancia y del carácter ministerial. Al igual que Conzelmann, Senft insiste en que “las principales formas de servicio” van deliberadamente primero en la lista.46 Otros arguyen a favor de que los ministerios son iguales en “posición” (o status) e interdependientes en sus respectivas funciones. Godet, a quien Fee parece seguir, afirma que “todos tienen su parte que desempeñar”, todos los dones tienen su dignidad y valor. Thiselton concluye que cuando Fee dice que ninguno de estos dones está en orden de importancia (o de rango), no expresa lo que estrictamente es la realidad. 47 Vale la pena notar que las discusiones resumidas por Thiselton en cuanto al orden de los ministerios en l Co. 12:28 no le dan énfasis al grado de autoridad que unos ministerios tengan sobre los otros, como es el caso de los apóstoles de hoy en su exposición de l Co. 12:28 y Ef. 4:7-12. Al igual que los discípulos de Jesús, estos apóstoles están discutiendo quién es “el mayor” entre ellos. Hemos visto en la parte histórica de nuestro estudio, que los líderes del Movimiento Apostólico Contemporáneo se esfuerzan por atenuar el golpe que su enseñanza sobre la preeminencia apostólica le asesta a los otros ministerios. Pero sus acrobacias teológicas para consolar a los profetas, a los evangelistas, a los pastores y maestros, no resultan convincentes, porque los mentores del Movimiento siguen insistiendo en que en la última década del siglo veinte comenzó la restauración de los apóstoles de hoy a la posición de más alto rango en la jerarquía eclesiástica. Por ejemplo, Bill Hamon, maestro de apóstoles y profetas, dice que él no está enseñando que los apóstoles son los únicos calificados para hacer decisiones en asuntos de mayor importancia para la Iglesia cristiana; pero, a la vez, cita el caso del Concilio de Jerusalén (Hch. 15) para ilustrar cómo un apóstol, 46

 Ibid ., pág. 1014.  Ibid ., págs. 1014-15.

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Santiago el hermano de Jesús, recibió por revelación directa la respuesta al problema que se discutió en aquella histórica reunión.48 Ciertamente, Santiago fue el último de los mensajeros en hablar. Pero él no tenía la exclusiva para que por su medio se comunicara el Espíritu con la Iglesia. El testimonio de la experiencia de Pedro entre los gentiles tuvo también gran peso en las deliberaciones. Es más, el historiador Lucas nos dice que los apóstoles y los ancianos estaban actuando de común acuerdo “con toda la iglesia” (Hch. 15:22). Todavía más, el párrafo sustancial de la carta enviada a la iglesia consultante, la de Antioquía, comienza con estas palabras: “Nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros” (Hch. 15:28). Santiago no tenía el monopolio del Espíritu Santo. Toda la iglesia con sus líderes estaba en sintonía con el Espíritu Santo. Finalmente, no debemos pasar por alto, en nuestro ejercicio hermenéutico, que la época por la que estaba pasando la Iglesia era de transición entre los tiempos de la tradición apostólica oral y la revelación apostólica escrita, la cual estaba empezando a gestarse. Hamon entiende esto, pero exagera la nota cuando afirma que la solución del problema no llegó hasta que el apóstol Santiago recibió la revelación que fue escrita como doctrina establecida para la Iglesia del Nuevo Testamento. Este caso lo usa para ilustrar que los apóstoles son necesarios hoy para “determinar y establecer doctrina correcta para la iglesia”.49 Pero su interpretación del texto bíblico no es satisfactoria. En lo que hemos leído y escuchado de los representantes del Movimiento Apostólico Contemporáneo, detectamos que ellos no estarían satisfechos con levantar apóstoles que se limiten a ser “enviados” por una iglesia, o por otro líder que esté en una posición más elevada que la de ellos en la estructura eclesiástica. Aunque se diga que ellos entienden que lo de “apóstol” no es un título, ni una posición, sino una función o un oficio, lo evidente es que la enfermedad de nombre “titulitis” sigue apoderándose de nosotros los evangélicos, en Guatemala y alrededor del mundo. Además, el propósito es ungir apóstoles que tengan plena 48

Hamon, Apostles, págs. 46-47.  Ibid ., pág. 47.

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autoridad para planificar, dirigir y supervisar la obra de las iglesias, y especialmente para defender, revisar, cambiar y crear la doctrina de la Iglesia. Si lo harán en conjunción con los profetas y los otros ministerios es asunto de segunda importancia; lo fundamental es que los nuevos apóstoles serán los de primer rango, los “generales”, en la iglesia del porvenir. Hamon afirma que ninguno de los movimientos de restauración en el pasado pudo evitar abusos en su seno, y admite que el Movimiento Apostólico Contemporáneo tampoco podrá hacerlo.50 A esto debemos agregar lo de las grandes frustraciones que sufren los que ingenuamente se dejan arrastrar por los que cometen esos abusos que son promovidos por los que irresponsablemente echan a andar un movimiento sin apegarse a lo que dice Dios en su Palabra escrita. USO DEL NOMBRE “APÓSTOL” EN OTROS SECTORES DE L A CRISTI ANDAD En el Catolicismo Romano El vocablo “apóstol” tiene un uso jerárquico. La sucesión apostólica es artículo de fe. El Papa es el sucesor del apóstol Pedro. Pero también se habla de un apostolado en sentido amplio, el de todos aquellos que de alguna manera sirven de acuerdo a las directrices de la Iglesia Católica. Por ejemplo, en círculos católicos se habla del “apostolado de los seglares”.  También se usa como un reconocimiento especial a misioneros que se han distinguido en el cumplimiento de su vocación: “San Francisco Javier es el apóstol de las Indias”. Los biógrafos de Toribio de Mogrovejo (1538-1606), miembro de la Inquisición en Granada, España, antes de que lo nombraran arzobispo de Lima, le llaman “santo y apóstol”, porque demostró serlo según los criterios de la fe católica. Tomó en serio las “visitas generales”, que consistían en viajar por largos períodos en el interior del país, e incluso ir a lugares inhóspitos en busca de indígenas para catequizarlos. Prefería este trabajo a permanecer en la casa arzobispal en Lima. Había partido de España sin intención de volver, y no volvió más. En 1598, tras la se50

 Ibid., pág. 189.

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gunda visita general, envió el siguiente informe al papa Clemente VIII: “Andado y caminado más de 5,200 leguas, muchas veces a pie, por caminos muy fragosos y ríos, rompiendo por todas las dificultades y careciendo algunas veces yo y la familia de cama y comida”.51 En la comunidad evangélica  También honramos con el nombre de apóstol a enviados de Dios que fueron pioneros en la tarea de establecer la Iglesia en otras latitudes. Por ejemplo, a Adoniram J. J udson se le llamaba “el apóstol de Birmania”. Libros sobre la historia de las misiones atribuyen este honor a los que abrieron brecha para la siembra del Evangelio y el comienzo de la Iglesia Evangélica más allá de las fronteras de la patria, en otra cultura, en otro clima y, en muchos casos, al otro lado del mar. Ese uso del vocablo no es extraño para nosotros. Si lo usamos como un homenaje a grandes patriotas, a pensadores de altura, a los que entregaron su vida a un ideal bienhechor, como cuando decimos que José Martí (1853-1895) fue el apóstol de la revolución cubana, ¿por qué no íbamos a usarlo para honrar a los que Juan C. Varetto llamó “héroes y mártires de la obra misionera”?52 Si la palabra significa “uno que es enviado a cumplir con autoridad una tarea específica”, entonces es justo llamar apóstoles a los que fueron enviados por el Señor y en obediencia a su vocación celestial la cumplieron fielmente. La Iglesia que Cristo compró con su sangre necesitará de apóstoles (enviados) mientras haya pueblos que no han sido alcanzados con el Evangelio. La hora de las misiones transculturales ha sonado para la Iglesia Evangélica en América Latina. Más que nunca tenemos que suplicarle al Señor de la mies que envíe obreros (obreros enviados, apóstoles) a su mies. Más que nunca necesitamos “apóstoles-misioneros”, no “apóstoles jerarcas”. De estos últimos ha habido en la Iglesia durante dos mil años. No le han faltado sucesores a Diótrefes, quien amaba 51

Nicolás Sánchez Prieto, Santo Toribio de Mogrovejo (Madrid: BAC, 1986), pág. 141. 52 Juan C. Varetto, Héroes y mártires de la obra misionera (Buenos Aires:  Junta de Publicaciones de la Convención Evangélica Bautista, 1934).

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